6 minute read
Fortificaciones y control político
nuevos recorridos. El sistema de producción estaba cada vez más orientado hacia el área minera y la capital fue trasladada del Cuzco a Lima (más cercana al mar y a las comunicaciones con la Madre Patria, y no tan fuertemente insertada en un mundo indígena todavía hostil). Sin embargo, Toledo supo entender tanto el valor simbólico y político de la antigua capital como el funcional, vinculado al sistema vial y al sistema de comunicaciones ya existente, por lo que el proyecto del virrey de trasladar la capital de Lima al Cuzco, propuesto por Matienzo con anterioridad, habría significado la definitiva sobreposición, incluso en el aspecto simbólico, del aparato estatal de los nuevos dominadores sobre el de los vencidos. Habría constituido también una poderosa señal de seguridad en sus propios medios de parte del Estado colonial, definitivamente inmune a las amenazas indígenas. Habría sido un elemento de control aún más eficaz —en el verdadero corazón del mundo andino— sobre la línea que unía los dos centros económicos, Huancavelica y Potosí, convertidos en fundamentales para la creciente economía minera. Toledo llegó a entender a fondo el valor simbólico y político de las distintas regiones del Imperio porque las había recorrido palmo a palmo, evaluando, además, su disposición y las interrelaciones existentes entre ellas, y supo reconocer cuál era el centro del complejo entramado que conformaban las distintas partes del Tahuantinsuyu. Sin embargo, la Corona no aprovechó esta oportunidad.
Fortificaciones y control político
Advertisement
El control político sobre el territorio del virreinato se vio reforzado, aunque los riesgos de revueltas nunca dejaron de preocupar al virrey. Sin embargo, él creía haber realizado una labor fundamental eliminando el enclave incaico de Vilcabamba. La decapitación de Túpac Amaru y la remoción del «idolo que tenían e ingas muertos en quien los naturales adoraban», a su entender resolvieron el problema de la seguridad respecto de las rebeliones indígenas, ya que «quedaron todos los del reino pacificos, y los caminos asegurados»90 . Sin embargo, la experiencia había enseñado que una atenta acción de control no podía contemplar exclusivamente a los nativos. En espera de que los colonos comenzaran a considerar su estancia en el Perú como permanente, y no como una etapa provisional, preludio de un regreso a la patria cargados de riquezas, y que comprometiéndose con la vida pública se sintieran partícipes
90 Toledo, «Memorial», cit., p. 80.
de la «república de estos reinos», había que mantener el orden y la seguridad a través de una presencia visible de asentamientos militares fortificados y con guarniciones en los principales centros geopolíticos del territorio. Ya que la ciudad del Cuzco, «que es el corazon de aquel reino», había sido objeto de ataques indígenas, como en la década de 1530, y residiendo allí muchos de los más ricos encomenderos y antiguos conquistadores, Toledo decidió construir un presidio permanente para mantenerla «asegurada y sujeta». A tal fin fue restaurada, como ya hemos visto, la fortaleza incaica de Sacsayhuamán, que dominaba la ciudad, dotándola de «artilleria, arcabuces y municiones»91 y de un gobernador del castillo, un hombre de confianza del virrey bajo cuyas órdenes puso «soldados y gente de guarnición». Para conjurar el peligro de que las preocupaciones financieras del soberano influyeran en el mantenimiento de este costoso presidio, el virrey reiteró su necesidad: «puedo y debo decir a V. M. que importa a vuestro real servicio que aquello se favorezca extraordinariamente, y que en autoridad se sustente, porque se fundó y plantó con mucho sentimiento de aquella ciudad asi de indios como de españoles». El pueblo se resentía por el temor de que la guarnición real fuera un medio de control demasiado eficaz, que «les había de ser freno e instrumento para cortarles la libertad», de la que, según Toledo, el pueblo había abusado en el pasado92 . Siguiendo las mismas premisas, el virrey ordenó que la capital también tuviera una fortificación y un presidio militar permanente para garantizar el orden y la defensa de los ataques externos. Para asegurar el constante y buen mantenimiento del presidio y de la guarnición, el virrey prefirió que fuera el erario quien los financiara directamente. Además de haber dispuesto la construcción de una «casa y aposento de municiones y artilleria» en Lima, Toledo había ordenado la construcción de «rodelas y picas» y la preparación de «polvora y salitre», para que pudieran armar con rapidez, en caso de que fuera necesario, incluso a «la gente que no esta obligada a tener armas en su casa»93 . Además, el virrey había hecho construir un conjunto de guarniciones y plazas fuertes diseminadas en los puntos neurálgicos del territorio para evitar cualquier rebelión, pero que, en efecto, también tenían la función de defensa contra las incursiones de franceses e ingleses, y de proteger las rutas comerciales y
91 Ordenanzas del virrey Toledo para el buen gobierno de la ciudad del Cuzco. Checacopi, 18 de octubre de 1572, en RAH, Colección Mata Linares, XXII, ff. 1-81. 92 Toledo, «Memorial», cit., p. 80. 93 Ibíd., p. 82.
las comunicaciones entre las distintas áreas del virreinato y las que comunicaban con la Madre Patria94 .
La circunstancia por la que Toledo, recién desembarcado, ordenó la fortificación de Cartagena de Indias, en mayo de 1569, fue emblemática. En este caso, nos encontramos ante una demostración del espíritu emprendedor del virrey y de sus buenas capacidades de evaluación, pero también de su capacidad de previsión. Efectivamente, en seguida se dio cuenta de la importancia del puerto y de su posición estratégica en el sistema de comunicación entre el virreinato peruano y la Madre Patria. Sugirió fortificar de inmediato el lugar, al que consideró «llave de Tierra Firme». Pero la lentitud con la que se aplicó la medida —pues debía recibir la aprobación de la Audiencia de Panamá— le costó cara a la Corona, cuando Francis Drake consiguió asaltar la ciudad de Cartagena en 158695 . Esa misma clase de consideraciones obligó al virrey, durante su viaje a Lima en junio de 1569, a hacer un alto para dotar a Nombre de Dios de una guarnición de arcabuceros, mejorando las defensas del puerto y ordenando la construcción de un navío para el reconocimiento y la defensa marítima. Toledo dispuso, además, el traslado del asentamiento de Nombre de Dios a Portobelo, pues lo consideraba inadecuado, tanto por la falta de seguridad de las fortificaciones, como por la condiciones sanitarias adversas, aunque lo cierto es que esta medida no pudo aplicarse hasta que no llegó la autorización de la Audiencia de Panamá96 . Los ataques de los piratas ingleses habían aumentado a partir de 1565 y se fueron intensificando en las décadas sucesivas. Entre otras cosas, en 1572 Francis Drake consiguió saquear los puertos de Nombre de Dios y Portobelo, demostrando que las previsiones del virrey sobre la imposibilidad estratégica de defender ambos lugares simultáneamente tenían su fundamento. Las exigencias defensivas llevaron a crear nuevas estructuras militares en los puertos para protegerse de los asaltos de los piratas, y a construir unos fortines de guarnición en el interior. La incursión de Francis Drake de 1578-1579, que llegó hasta la rada del Callao sin encontrar una verdadera resistencia, demostró a todas luces la importancia del control sobre el estrecho de Magallanes por parte de los españoles. Para asegurar el control en el área meridional del virreinato a lo largo de las costas de Chile hasta el estrecho de Magallanes, en 1579 Toledo envió una expedición guiada por Pedro Sarmiento de Gamboa, con dos veleros y un contingente bien equipado,
94 Cf. Birckel, «Le vice-roi Toledo», pássim. 95 Ibíd., p. 58. 96 CDIHE, XCIV, p. 225 y CDIAO, VII, p. 223.