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Las reducciones

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BIBLIOGRAFÍA

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piaras de porcinos y hatos de vacunos son muy numerosos en las tierras irrigadas de la costa próxima a Lima, descuidadas a consecuencia del descenso demográfico. El maíz sirve de forraje al ganado. En la altura la avena se cultiva como alimento de caballos y mulas. El trigo que se muele en molinos de agua, a menudo propiedad de las órdenes religiosas, alimenta a la población de origen español. En las haciendas, en ciertas franjas puede competir con el maíz. La oveja, "ganado de Castilla", diferenciada del "ganado de la tierra" compite con los camélidos en las punas. Estos son más resistentes a las limitaciones climáticas, especialmente al frío y a la nieve, consumen más especies vegetales que los ovinos, digieren mejor que éstos los pastos con alto contenido de celulosa, característicos de las punas, particularmente en la estación seca. Sin embargo, en el nicho ecológico de la puna hay una sustitución progresiva de camélidos por ovinos y vacunos. La quinua y la cañihua, ricas en proteínas vegetales, son en gran parte suplantadas por los cereales europeos, cuya producción es menos sensible a ciertos riesgos climáticos. Las plantas oleaginosas, como el tarwi, terminan por desaparecer. A lo largo del tiempo hay asociación, reemplazo y sustitución de plantas en los sistemas de cultivo, con el mantenimiento -según se ha visto-cuando no ampliación del cultivo de ciertas plantas autóctonas: el maíz, producto noble de los Andes incaicos debe satisfacer parcialmente a la alimentación de porcinos. La coca, planta mágica y ritual, pasa a ser un producto de consumo corriente entre los mitayos que van a trabajar a las minas.

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Conviene tener presente quetales plantas y animales llegaron a la América andina cuando no se practicaban otras selecciones biológicas que las vinculadas al saber popular, que las prácticas del pastoreo hispánico tenían carácter extensivo, por otra parte adaptadas a las condiciones geográficas de los medios andinos, que los instrumentos agrícolas de las mesetas de Castilla y Extremadura no eran técnicamente superiores a los existentes en los Andes. En el interior de España los medios presentan fuertes limitaciones: calor, sequía estival, y también frío invernal. Por eso los animales y cultígenos vegetales que se transportaron a la América andina tenían calidades de robustez y rusticidad que les permitió superar gran parte de las limitaciones climáticas y edáficas locales. Por otro lado, en España se recu

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rría al uso del arado de bueyes para el barbecho y sembrío, uso que también pasó a América, aunque con limitada difusión. En el cultivo se continuó con el uso de la taclla, que permite levantar los terrones que después se deshacen a golpes de mazo. Esto reclama mucha energía humana con resultados limitados: la estructura del suelo no se afecta sino en unos 15 cms. Las hierbas y residuos de los cultivos no se entierran definitivamente, con la consiguiente pérdida de materia orgánica. El suelo cultivable es irregular y su apisonamiento tosco; casi no se practica el deshierbe, lo que tal vez es un factor limitante para el escurrimiento de las pendientes. Estas prácticas no sufren con la presencia de pendientes fuertes. La rugosidad del espacio andino no tiene mayor importancia en el trabajo agrícola. En las pendientes, muchas veces mejor que en las llanuras o regiones de colinas, es más fácil conducir el agua proveniente de los torrentes a las terrazas de cultivo.

La introducción de los cereales modificó los ciclos de cultivo. El trigo, cebada o avena con frecuencia inician el ciclo con un sembrío al vuelo sobre una tierra mullida y con el desigual entierro de los granos. La "suela" del terreno agrícola, situada a unos 15 cms. de la superficie, dificulta el hundimiento profundo de las raíces. El maíz se siembra en hoyos, a veces con un poco de abono. Los tubérculos, y en primer lugar la papa, se siembran al comenzar la estación de lluvias, las semillas casi no se seleccionan, incluso pueden ya haber germinado. Los surcos se hacen en el sentido mayor de la pendiente, lo que puede no presentar mayor inconveniente cuando la textura del suelo es buena y la pendiente moderada, aunque en ciertas ocasiones es factor decisivo para la formación de barrancos y eliminación de las capas superficiales de las tierras. La papa se aporca y a veces hay un segundo aporque. El deshierbe tiene lugar en las se:manas que preceden a la cosecha, después de la estación de lluvias. A menudo se plantan varias especies en la misma parcela: oca, olluco, con surcos cruzados sea con maíz, haba y papa.

Estas prácticas agrícolas en uso desde la época colonial y que casi no han cambiado a lo largo de tres o cuatro siglos no permiten sino una débil restitución de la materia orgánica después de la cose

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cha, dan lugar a un agotamiento del terreno en sus constituyentes minerales (pocos cationes intercambiables) y en el plan húmico (suelos desestructurados, es decir lavables fácilmente y sin retención hídrica, por consiguiente cosechas con carencias: falta de potasio en los tubérculos, de nitrógeno en los cereales) y tierras muy erosionables. Las diversidades de cultivos con el aporte colonial, al explotar al máximo las posibilidades edáficas, no estuvieron acompañadas por una modificación en los sistemas de cultivo que permitiera cuando no el enriquecimiento por lomenos el mantenimiento de los terrenos. La consecuencia fue una agricultura de débil rendimiento, debido a la falta de selección de semillas (gran heterogeneidad de los ecotipos), falta o insuficiencia del deshierbe, causas limitantes de agua y elementos minerales, y escasa resistencia frente a los parásitos (nemátodos, numerosos gusanos, bacterias y virus).

Ocurre lo mismo con el pastoreo que tiene como base esencial la rusticidad extrema de las especies. Los porcinos, de crecimiento lento, casi no sobrepasan los 40 kilos, y en los centros poblados hacen trabajar a los basureros, que buscan parte de su alimentación en las raíces y tubérculos de los terrenos baldíos. Los ovinos a losumo pesan 25 kg., los vacunos 200 kg. Son animales que hacen largos recorridos, cuya fecundidad no se controla. No se castra a los machos, no se seleccionan los periodos apropiados para el acoplamiento, el ordeño de las vacas sigue técnicas que son complicadas a la vez que poco rentables (inmovilización del ternero junto a la madre). Se trata de una ganadería poco controlada tanto en el plan genético como alimenticio, con gran capacidad para buscar por sí misma su alimentación en tierras de tránsito de escasa productividad. Pero este pastoreo andino, de antecedentes coloniales, no era diferente al de la península ibérica de los siglos XVI y XVII, salvo por las normas que preveían el desplazamiento de grandes rebaños de ovinos a través de las mesetas de Castilla.

Sin embargo, este pastoreo contribuyó tanto en los Andes ecuatoriales como tropicales a modificar profundamente los diversos medios, las condiciones de utilización del espacio y las relaciones sociales en el medio rural.

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