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La transacción con los consignatarios en Alemania. El envío de armamento al Perú

loS MoRocHucoS

Estos aguerridos hombres eran oriundos de pampa cangallo (ayacucho) y afirmaban ser descendientes de los conquistadores españoles. Su participación en la defensa del perú se remonta a la batalla de ayacucho, en 1824. En ese entonces, recibieron una condecoración de Simón Bolívar. Más de cincuenta años después, el grupo se puso a las órdenes del general andrés avelino cáceres para combatir al ejército chileno. En la imagen, un detalle del cuadro Morochuco, del pintor Víctor Mendívil (1910-1975).

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So lo le faltó una cosa a Cáceres para su consagración que hubiese sido apoteósica: morir en Huamachuco. Al ser salvada su vida hubo en ella una trasmutación: el gue rre ro se volvió un caudillo. No fue él a la política sino ella lo buscó en su tienda de campaña. Pu do haber dicho: "Te de fendí ¡oh, patria! en la hora de la necesidad y ahora vuel vo a mi hogar para apa re cer otra vez en la brega solo si te invaden de nue vo o cuando el pueblo tenga hambre y sed de justicia. Pe lear es una cosa y gobernar es otra". Pe ro el país necesitaba vivir por fin en unidad, en paz y en orden después de una pesadilla de seis años y Cáce res fue el mandata rio se re no y sencillo que caminaba a pie por las calles de Lima y vestía levita ne gra mientras daba sombra a su rostro tostado no el fieltro ve te rano sino el ta rro de un to. Pudo decir cuatro años más tarde y no dijo: "Te de fendí ¡oh, patria! en tus horas de ad versidad y hoy me reti ro para dejar al pueblo que expre se su decisión y poner mi persona y mi presti gio a su servicio si ella es ahogada o violentada". Con las alas sangrientas de la libertad ni los héroes pueden fabricar riendas. Ningún edificio sólido se construye sobre bayonetas. Pero las vociferaciones y los cuchicheos y los esputos y los disparos y las serpentinas y las guirnaldas y las embriagueces y las llagas de la política no borraron el recuerdo de la Breña; de la misma manera el lodo resbala sobre el grani to.

[ II ]

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MEN to al pE RÚ.- El gobierno de Mon te ro nombró a Francisco Ro sas ministro en Francia e Inglaterra. Como se recordará, este personaje había sido agente financiero del Perú en Europa hasta que la Dictadura canceló su nombramien to. Una de las gestiones que efectuó al vol ver a la vida oficial fue la de tratar de vender los barcos que el Pe rú había mandado construir en Alemania con los fondos de los donati vos y que causaban gas tos, a su juicio, inútiles.

Don Armando Moller denunció abusos cometidos por los consignatarios del guano en Alemania durante la época en que Toribio Sanz reemplazó a Rosas. La demanda respectiva fue entablada. Rosas celebró, en noviembre de 1882, una transacción sobre los pun tos en liti gio con los seño res Mut zembecher e Hi jos y Schon y Cía., persone ros de los consignata rios. Recibió 900 mil marcos. De esa suma pagó la tercera par te al denuncian te Moller; y 160 mil marcos fue ron embargados por orden judicial a pedido de un armador de Hamburgo quien pre tendía que el Pe rú era deudor su yo. El res to lo dedicó Ro sas a comprar armamen to y a enviarlo a Estados Unidos como se le ordenó, con fines análogos. El primer despacho a Buenos Ai res se efectuó a mediados de diciembre de 1882.

También había quedado rezagado en Europa una parte del armamento adquirido por personeros de la Dictadura; Rosas trató asimismo de movilizarlo con destino a la Argentina.

Si bien no acep tó la designación que hi zo Mon te ro a su fa vor como agen te confidencial en dicha República, Cesáreo Chacaltana se dedicó a resolver los problemas conexos con el transporte a Bolivia de los envíos efectuados por Ro sas. Le ayudó Ma nuel Samanez Ocampo, nombrado cónsul en Buenos Aires. Tuvieron que afrontar muchas dificultades, sobre todo por la falta de dinero. El Gobierno argentino se mostró benévolo para dejar pasar la carga como si fuera maquinaria. Otras expediciones análogas se sucedieron, erizadas de penurias, entre abril y octubre de 1883. En el con te nido de una de ellas figura ron unos cajones de cartuchos que queda ron rezagados cuando se lle vó al Perú en 1882 el armamen to contratado con el señor Franck. In tervinieron, además de Chacaltana y Samanez Ocampo, en las gestiones mencionadas, el coronel José R. de la Puen te, el capitán Lisdo ro Benavides y Ma riano Fe lipe Paz Soldán, a quien Mon te ro nombró agente confidencial en la Argentina. Labor importante en este y otros asuntos análogos tuvo el ministro peruano en La Paz Manuel María del Valle. Parte del armamento fue entregado a Bolivia. Quedó una cantidad que Ma riano Fe lipe Paz Soldán se vio obligado a entre gar, bajo el influjo de acon te cimien tos ineluctables, en febre ro de 1884, a su sobri no Pe dro Paz Soldán y Unanue, nombrado por el ré gi men de Iglesias ministro del Perú en las Re públicas del Plata y en el Brasil.

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