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La colección Corbacho
así coMo otros buscaron tesoros eXcavando en la tierra, (…) [JorGe corbacHo] se dedicó a la tarea, aislada entonces en el perÚ, de reunir papeles vieJos. se sustituyó al estado en el esFuerZo de recolectar los testiMonios escritos pÚblicos o privados Que dieran Fe acerca del rico pasado del país, desde los de la conQuista Hasta los de la repÚblica.
Los contraventores debían perder las especies a favor del Museo Nacional y pagar mil pesos de multa a favor de los establecimientos de instrucción pública. Las aduanas, resguardos o capitanías de puerto fueron declarados responsables del cumplimiento de esta disposición (decreto de 10 de marzo de 1841).
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La ley de 9 de enero de 1840 permitió el trabajo de los peruanos en el descubrimiento de los tesoros ocultos en las huacas sin pago de gabelas, es decir supeditó los derechos del Estado a los intereses de carácter particular.
El decreto de 27 de abril de 1893 prohibió las excavaciones sin licencia y declaró monumentos nacionales todas las antiguas construcciones anteriores a la Conquista española; enumeró los requisitos para las solicitudes y señaló las garantías que ellas debían otorgar al poder público.
El decreto de 19 de agosto de 1911 ratificó en parte y, a la vez ratificó y amplió el de 1893 en cuanto a los permisos para excavaciones, declaró otra vez el dominio del Estado sobre los objetos hallados en ellas, prohibió exportar las especies únicas y abrió la posibilidad para la cesión de las que fuesen duplicadas.
Sin embargo, a pesar de estas dos frágiles medidas administrativas (que desde un punto de vista netamente jurídico, no alcanzaban a tener la fuerza de una ley) con desconocimiento del Estado muchas veces, con su tolerancia en otras ocasiones y alguna vez con su autorización expresa, se produjeron las búsquedas, las apropiaciones, el comercio y las exportaciones del patrimonio arqueológico e histórico del país. La resolución de 31 de octubre de 1912 permitió los trabajos de la expedición de la Universidad de Yale encabezada por Hiram Bingham “en nombre de la etiqueta internacional”, así como la exportación de los objetos únicos y duplicados que hallara, reservándose el Gobierno el derecho de exigir la devolución de unos y otros. Este derecho no fue nunca ejercido. Verdad es que, ante este y algunos otros casos, cabe pensar si no fue mejor dejar trabajar a las instituciones científicas extranjeras en vez de que medrara el espíritu de lucro o destrucción de algunos individuos nacionales y no nacionales.
la coleccIÓn coRBacHo.- Es relato muy repetido el de que, cuando el presidente Leguía le preguntó a Jorge Corbacho en qué forma podía recompensar el inmenso servicio que le había hecho al obtener la salida de los soldados que irrumpieron en la Plaza de la Inquisición el 29 de mayo de 1909, Corbacho no pidió un puesto público ni tampoco dinero, sino tan solo el permiso para extraer papeles viejos de los archivos oficiales de provincias. Bien barato debió parecerle a Leguía recompensar con esa autorización la entereza de su salvador. Lo positivo es que Corbacho viajó por todo el Perú en sus solitarios afanes de coleccionista y de anticuario. Muchos lo consideraron un inofensivo monomaníaco. Así como otros buscaron tesoros excavando en la tierra, él se dedicó a la tarea, aislada entonces en el Perú, de reunir papeles viejos. Se sustituyó al Estado en el esfuerzo de recolectar los testimonios escritos públicos o privados que dieran fe acerca del rico pasado del país, desde los de la Conquista hasta los de la República. Con una tenacidad sorprendente llegó a juntar, a través de más de quince años, ante la indiferencia general, una colección valiosísima. Cédulas reales, documentos otorgados por conquistadores, provisiones de virreyes, procesos por delitos públicos o privados, expedientes de caciques, fuentes relativas a misiones, correspondencia sobre acontecimientos de tanta importancia como la insurrección de Túpac Amaru, la de Pumacahua y las de Tacna, el archivo de Simón Rávago, secretario de virreyes durante dieciocho años, de varios personajes de la Independencia y de los primeros años del período nacional y de los políticos como Lizardo Montero, las memorias de los generales Vidal, Otero y Pezet, no fueron sino unos cuantos entre estos millares de papeles. También llegó a anunciar una biografía de Ramón Castilla con una iconografía completa y más de mil fuentes inéditas, un estudio sobre la revolución de José Angulo y un diccionario biográfico de patriotas colaboradores de la Independencia peruana. Ninguna de estas obras llegó a ser publicada.
la aRQueoloGía del SIGlo XX. Julio c. tello (1880-1947) es considerado uno de los principales arqueólogos peruanos. entre sus descubrimientos más importantes se encuentran los vestigios de la cultura chavín, en Áncash, y las necrópolis de paracas, en Ica. aquí lo vemos (a la izquierda) durante la expedición a chokta (1), en cajamarca, en 1937.