Literatura amazónica: una aproximación

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ÍNDICE

· Nota del Editor 3 · Roger Rumrrill La poesía de José Izquierdo Hemerith 4 · José Calderón La Vorágine: Selva apátrida, hiato de naciones 12 · Ricardo Iván Paredes Palacios Francisco Izquierdo Ríos: Las ramas del árbol del realismo amazónico 16 · Laeticia Rovecchio Antón La leyenda amazónica: seres mitológicos 20 · Ricardo Iván Paredes Palacios El hombre de tabaco y la mujer de tierra: La creación del mundo según la etnia Bora 27 ENTREVISTA A JORGE NÁJAR Y POEMAS INÉDITOS 30 ARTES VISUALES · Diego Zavala El viaje a lo desconocido, el viaje a uno mismo: Apocalypse now 35 POEMAS 38

B-38570-2009 ISSN 2013-5580


Nota del Editor En nombre de todo el Equipo, quisiéramos agradecer a varias personas cuya colaboración ha sido decisiva para la publicación de este nuevo número. Al enfrentarnos con el tema de la literatura amazónica desde España, encontramos grandes dificultades para hallar los textos. De manera que, gracias a personas como Ana Rojas Vargas (Ediciones WalkiriaPerú.), Roger Rumrrill y Jorge Nájar, hemos podido coquetear con algunas obras que configuran el panorama literario amazónico. Quedan muchos escritores en el tintero, pero esperamos que con esta aproximación el público pueda gozar de una realidad literaria distinta a la establecida. Reiteramos nuestros agradecimientos por su colaboración bibliográfica. A su vez, aconsejamos a cualquier persona interesada en este tema visitar la página web siguiente: http://www.amazoniamagica.com/artistas. php .

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La poesía de José Izquierdo Hemerith - Róger Rumrrill En el mes de septiembre del año 2006 pasé casi furtivamente por Moyabamba, la siempre señorial y atractiva capital sanmartinense y en un breve pero cordial y fraterno encuentro, hablé con José Francisco Izquierdo Hemerith sobre asuntos vinculados a su trabajo de probo magistrado de la Corte Superior de San Martín y de su poesía. Aparentemente dos actividades a veces antagónicas en el quehacer humano, pero que con frecuencia destacados hombres de leyes y escritores y poetas han sabido sintonizar armoniosamente, evitando que la lógica y el rigor cartesiano de la doctrina jurídica paralice y hasta mate el vuelo misterioso de la inspiración poética. Estoy pensando sobre todo en el moyobambino Dr. Jenaro Ernesto Herrera,

el primer intelectual

orgánico de la Amazonía, hombre de leyes y poeta, tradicionista e historiador y cuya cultura y erudición abarcaban todas las ciencias y en el Dr. Hernán Medina Pinón, poeta y también hombre de leyes en la Corte Superior de Loreto, a quien tuve el privilegio de conocer y tratar en Iquitos, allá por lo ya lejanos sesentas del siglo XX. Aunque en el caso específico de José Francisco Izquierdo su destino artístico estaba cantado. El arte en él es congénito, por herencia y por sensibilidad. Por sus raíces y herencias familiares está emparentado al gran narrador y también tierno y sensible poeta, Francisco Izquierdo Ríos y su vocación por el arte fue precoz. A la edad de 14 años, a la edad en que los adolescentes luchan con los fantasmas de su identidad y con los demonios de la duda, a esa edad José Francisco Izquierdo pulsando una guitarra obsequio de su padre componía sus primeras canciones que lo convirtieron en pocos años en uno de los más destacados intérpretes y compositores, compartiendo el olimpo del cancionero amazónico con las figuras señeras de nuestro acervo musical, tales como el riojano Juan Díaz, el soritorino Germán Rojas Vela y los iquiteños Julio “Chispa” Elgegren y Javier Cisneros Rengifo, sólo para citar algunos nombres de una pléyade de autores que han creado lo que ahora llamamos la canción amazónica. Las canciones de José Francisco Izquierdo, que cantan con delicadeza y ternura al amor, que se convierten en imprecaciones sonoras cuando invocan el respeto a la naturaleza y que se iluminan como un sonoro y crepitante fuego lírico cuando cantan al hogar han ganado los mayores premios, como cinco orquídeas de oro, dos de plata y diplomas. En cualquiera ciudad de la Amazonía y del país siempre habrá

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gente a quien las melodías y las letras de “Moyabamba por volver por ti”, “Cuando los hijos se van”, “Tierna ilusión”, “Que vuelva la paz y florezca el amor”, “Desolación”, “Llora el ruiseñor”, “Adiós Padre querido”, “Canto a ti mujer gestante” y “Grito en el silencio” le conmueven hasta el alma.

De nuestro encuentro en Moyabamba salió mi promesa de escribir este prólogo. Los originales del poemario me llegaron a Lima cuando yo me aprestaba a treparme a un avión que me llevaría al Viejo Mundo y fue en Madrid, fría aún y lluviosa en noviembre del 2006, donde empecé a leer la poesía de José Francisco Izquierdo, en la famosa Residencia de Estudiantes, en una atmósfera saturada de evocaciones y recuerdos de los grandes poetas, escritores y filósofos que vivieron en esa Residencia de la madrileña Colina de los Chopos, Federico García Lorca, el autor de “Poeta en Nueva York”, el

mundialmente famoso pintor surrealista Salvador Dalí, el gran

cineasta Luis Buñuel y tantas figuras del pensamiento, la ciencia y el arte universales como José Ortega y Gasset, Alfonso Reyes, Henry Bergson, Paul Valéry, Le Corbusier, Igor Stravinsky, Miguel de Unamuno y Albert Einstein, que hicieron de la Residencia de Estudiantes de Madrid un inmenso y poderoso vivero de ideas, ciencia y creación en el período de entreguerras del siglo XX y aún Europa y el resto del mundo sigue moviéndose con su impulso transformador. De esa primera lectura madrileña surgieron las primeras y sin embargo indelebles impresiones de la poesía de José Francisco Izquierdo, divididas en el libro original en secciones temáticas: reflexión, contenido familiar,

espiritual, sobre la

naturaleza, la amistad, la justicia, románticos, una miscelánea de temas diversos y finalmente las letras de las canciones ganadoras de varios festivales. Esa inicial pero decisiva aproximación me condujo a una primera conclusión: la poética de José Francisco Izquierdo discurre por el cauce por donde la poesía amazónica ha fluido intermitente desde sus épocas y períodos fundacionales. Porque ningún poeta surge por generación espontánea. Y José Francisco Izquierdo parte de una tradición, su poesía recoge un legado y sobre esa herencia aporta su originalidad y autenticidad. Veamos brevemente este período de nuestra historia cultural y literaria.

A fines del siglo XIX, en vísperas del ciclo cauchero, la Amazonía Peruana era todavía una suerte de “terra incognita” de la nación peruana. Pero el ciclo del “oro negro” del caucho que incorpora a la Amazonía sudamericana a la revolución industrial, 5


obliga e induce al precario y débil estado peruano a mirar hacia la región amazónica. El ciclo, además, genera un proceso de migración en dirección a la remota zona tropical del país, vasta movilización migratoria que sólo se volverá a repetir a fines del siglo XX cuando se desatan los fenómenos sociales y políticos que cambiarán el rostro y el alma de los pueblos amazónicos, el narcotráfico, la subversión armada, la crisis ecológica y una caudalosa migración siguiendo la carretera “Fernando Belaúnde Terry”, además de los movimientos telúricos que en San Martín marcarán cambios en la arquitectura, la cultura en particular y en la vida en general. Con los caucheros que llegan a la Amazonía y en especial a Iquitos, el epicentro del ciclo cauchero en la cuenca amazónica peruana, arribaron también los primeros hombres de letras, que a veces eran abogados, funcionarios públicos y de otras profesiones y ocupaciones. Muchos de ellos eran extranjeros, que llegaban de Europa, Asia y otros continentes, seducidos por la quimera del “oro negro”. Pero también amazónicos de San Martín, de Moyabamba, Rioja, Saposoa, Lamas y otros pueblos. San Martín fue la semilla de esa amazonización de la Baja Amazonía, en un momento crucial de nuestra historia. Uno de esos migrantes fue el francés Benjamín Dublé, que funda el primer periódico que se publica en Iquitos. De esa época se conocen los poemas de Fabriciano Hernández, el llamado “Cantor del Amazonas”, por el poeta, lingüista y crítico literario moyobambino Luis Hernán Ramírez quien, acertadamente, define a los poetas de ese período como “Los cantores del Amazonas”. La poesía de Hernández y otros poetas de ese tiempo son buenas o malas copias de la poesía modernista. Se copia y se imita a Amado Nervo y a Rubén Darío. La poesía en la Amazonía en esos años se caracteriza por su forma grandilocuente y su cargado descriptivismo. Son largos y ampulosos poemas sobre la naturaleza amazónica. El asombro y el deslumbramiento del paisaje se sobreponen a la visión y a la percepción del paisaje interior, tal como ocurrió en esos mismos años y décadas después con la pintura paisajística y la narración.

A principios del siglo XX, más precisamente en 1904, se inicia la publicación del semanario “Loreto Comercial” bajo la dirección de Jenaro Ernesto Herrera. Herrera nació en Moyabamba en 1861-entonces la capital de la Amazonía Peruana- y en la Universidad de San Marcos se graduó de abogado. Como tal, se desempeñó en Lima y fue magistrado en la Corte de Iquitos. Herrera fue un talento múltiple: poeta, narrador, 6


historiador, lingüista, periodista y gran promotor cultural. Enciclopedista, tuvo una visión global e integral de la Amazonía que se revela y se traduce en su obra. De sus libros más importantes hay que destacar “Tradiciones y leyendas de Loreto”, cuya primera edición se publicó en Iquitos en 1918. Es un compendio de tradiciones en la mejor tradición palmista, pues Herrera fue un destacado discípulo del gran tradicionista peruano Ricardo Palma. La generación de Herrera, en materia poética, sigue el mismo derrotero de la generación de “Los cantores del Amazonas” en la forma y el fondo. El mismo Herrera, pese a su talento en otros géneros, no logra insuflar aires de renovación a su trabajo poético.

En el año 1942 se publica en Iquitos, todavía el centro del quehacer cultural amazónico, la revista “Trocha”, donde se agrupa una constelación de maestros e intelectuales, muchos de ellos dedicados a las letras. Dirige “Trocha” el maestro y escritor Francisco Izquierdo Ríos, nacido en Saposoa en 1910, que pasado el tiempo llegará a ser uno de los escritores más emblemáticos de la Amazonía Peruana, junto con el novelista Arturo D. Hernández, el famoso autor de la novela “Sangama”. “Trocha”, que en lenguaje regional significa el camino que en el bosque abren los cazadores o los extractores de la riqueza biológica, fue realmente una trocha cultural en esa época en la Amazonía. En sus páginas se publicaron los primeros poemas que posiblemente se difundieron para los lectores amazónicos del todavía joven César Vallejo, se publican reseñas de la más famosa novela de Ciro Alegría, “El mundo es ancho y ajeno” y los maestros exponen

ideas revolucionarias de las escuelas

pedagógicas de Montessori, Piayet y otros teóricos de la educación en Occidente. En “Trocha” aparecieron los poemas para niños y relatos también para lectores infantiles de Francisco Izquierdo Ríos; se publicaron páginas del novelista Arturo Burga Freitas y Humberto del Aguila Arriaga, éste último notable narrador nacido en Moyabamba y que originó y universalizó el término “Charapa” para todos los nacidos en la Amazonía a través de una columna que escribía en “La Noche”, el periódico dirigido por el Amauta José Carlos Mariátegui y que firmaba como “El Charapa”. La poesía de la generación de “Trocha” todavía tenía los resabios y las influencias tardías del modernismo y del postmodernismo. Sin embargo, en los mejores poemas de Izquierdo Ríos y de otros poetas de esa generación soplan ya los nuevos 7


vientos de los cambios y transformaciones que marcan y signan el derrotero de la poesía peruana del siglo XX, principalmente la poderosa impronta vallejiana que se prolonga y se renueva en la obra de dos de los mayores poetas del siglo XX en el Perú: Alejandro Romualdo y Juan Gonzalo Rose. Estas huellas de los mayores poetas peruanos vallejianos y postvallejianos, asoman en la Amazonía en las obras de poetas como Javier Dávila Durand, Daniel Linares Bazán, Luis Hernán Ramírez y Raúl Hidalgo Morey. Aunque algunos poetas permanecen fieles al modernismo. Tal el caso del poeta Hernán Medina Pinón. La década de los sesenta es un período fundamental y clave en la historia del siglo XX, particularmente para América Latina y el Perú. Se ha iniciado el proceso de descolonización del África, ha estallado la revolución cubana y la filosofía de Herbert Marcuse con “El hombre unidimensional” alimenta y estimula el huracán de los cambios en la cultura en Estados Unidos, el imperio que influye a nivel planetario, y que se expresa de modo radical en los movimientos hippies y de los “Black Panters”. En el Perú, en esos años de mutaciones y búsquedas, los movimientos campesinos de la Sierra Central –que ha novelado épicamente Manuel Scorza-sacuden las anacrónicas y socialmente injustas estructuras feudales de la tierra y, de acuerdo a las tesis de Mao Tse Tung, los marxistas peruanos incendian la pradera con las guerrillas en el centro, sur y el oriente del país.

Es en este contexto convulso y de profundos cambios en la política, la sociedad y la cultura en que emerge en Iquitos y con fuertes vínculos en toda la AmazoníaPucallpa, Yurimaguas, Tarapoto, Moyabamba, Puerto Maldonado, etc.-el movimiento cultural “Bubinzana” en Iquitos. El movimiento, de acuerdo a sus postulados y a su visión y concepción de la cultura, la política y la historia, integra y agrupa a poetas, narradores, teatristas y pintores. Formaron parte de la “Bubinzana” fundacional, Germán Lequerica (fallecido), Javier Dávila Durand, Yando, Róger Rumrrill, Manuel Túnjar Guzmán (fallecido), Teddy Bendayán Díaz (fallecido), Róger Hurtado Más y Pedro del Castillo Bardalez, entre otros. “Bubinzana” surge con un claro y definido propósito rupturista y renovador no sólo de la poesía, la narrativa, la pintura y el arte en general, sino también de la política y la cultura. Frente a la cosmovisión meramente occidental y eurocentrista de la cultura, propone una revisión de conceptos, de valores y de ideologías, fuertemente influida por el marxismo, la antropología de Levy-Strauss, el pensamiento de Marcuse y 8


de Mircea Eliade e incluso de la filosofía de la posmodernidad de Leonardo Boff, Félix Guattary y Humberto Maturana, sobre todo en un discurso de aproximación animista y panteísta con la naturaleza. Por eso, un aspecto radical de la propuesta de “Bubinzana” apunta a revalorar la cosmovisión indígena amazónica, su pensamiento, saberes y prácticas. Ello explica -como ocurrió en México con el poeta André Michaux y sus experiencias con la mescalina- la inmersión de algunos de los “bubinzanos” en las experiencias alucinogénicas con el “ayahuasca”, la “soga de los muertos”. En el plano narrativo, “Bubinzana” planteó un radical cambio de perspectiva: una vuelta de tuerca al descriptivismo, el paisaje no es exterior al narrador, sino interior al punto de vista y a la vida del narrador. Es decir, el paisaje es interior, está dentro del alma y la imaginación del escritor. Este cambio de perspectiva, sumado a la búsqueda del mundo mágico y mítico de las milenarias culturas indígenas, significó para la narrativa amazónica de esos días y de hoy, el hallazgo y el deslumbramiento del realismo mágico-amazónico. Para la pintura, en el caso emblemático de Yando, el logro del expresionismo mágico y, en la poesía, tales los casos de Javier Dávila Durand, Germán Lequerica y los nuevos poetas de los grupos “Urcututu” y “Oruga”-Percy Vílchez, Ana Varela y Carlos Reyes, surgidos en los noventas-una poesía anclada en la naturaleza y la cultura amazónicas, expresada en un lenguaje que recrea la lengua universal de las culturas de la modernidad y la postmodernidad.

De una segunda y sosegada inmersión en la poesía de José Francisco Izquierdo, esta vez en la tranquila atmósfera de Costa Mesa, en la California invernal de febrero del 2007, puedo afirmar que nuestro poeta navega en el mismo caudaloso curso de la poesía amazónica. Pero a diferencia de muchos poetas amazónicos que siguen optando por los paisajes exteriores, la

poesía de José Francisco Izquierdo es de paisajes

interiores y, por lo tanto, adrede rehuye a la crepitación metafórica y al juego de luces de las imágenes a veces excesivas en que sucumben algunos poetas atraídos como los insectos por la luces multicolores de la invención verbal. Poesía de ideas, de reflexiones que apuntan a penetrar en el meollo del misterio de la vida. Esta opción está nítida y lúcidamente formulada en el poema “¿Qué es la poesía?” que es, realmente, el arte poética de José Francisco Izquierdo. Leamos: Fui descartando ya tantos versos para llegar a moldear la poesía, fui quemando neuronas de mi seso

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para dar a la idea, belleza y armonía. Donde tantos no han logrado ver surge allí, la inspiración repentina, de un amor, un paisaje, una mujer, una historia, la emoción o una rutina. Cualquier cosa ha de ser importante, si entra en la mente y en ella se hilvana, el tener la inquietud y ser constante, son las virtudes que a la pluma afana. La poesía es una visión dimensionada de todo lo que ocurre en este mundo, se confluye a ella, casi condensada, toda la expresión en un sentir profundo. Es ver y decirlo, de tal manera diferente, lo que los sentidos, internan en los ojos, es traducir desde el alma de la gente, a su alegría, su emoción o sus enojos. La poesía alcanza a lo más recóndito hasta las fibras del corazón humano, canta al vencedor como al indómito, realza lo sensible y desdeña lo profano. La poesía puede ser bella o decadente puede ser real, abstracta o insondable, dependerá cómo se oriente en la mente, es innegable, concentración infatigable.

Fiel a su arte poética, José Francisco Izquierdo cultiva una poesía de sereno lirismo, reflexiva, donde las imágenes y las metáforas están sustituidas casi siempre por las ideas. Es una poesía de interiorizaciones y meditaciones porque incita a la reflexión filosófica; poesía que abre rutas al conocimiento de la vida y de la muerte, como en el poema “Cuado se hace viejo”: Por ser sombra bajo el sol ardiente y un fogón de abrigo en el invierno por aprender lo bueno de la gente para ser manso, precavido y tierno. Para llenar tu corazón de regocijo cuando te aplastaron tus pesares, este afecto siempre pudo ser prolijo y cristalino como el agua de los mares. Y finalmente, pues, nos hacemos viejos si de las raíces nos brotaron los hijuelos, y el temor a lo insondable, ha quedado lejos, y aplomados los pies, siempre a ras del suelo.

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Incluso a la vista de la lujosa arquitectura de la naturaleza amazónica que habitualmente hace saltar la imaginación y chisporrotear la verbalización poética en la celebración de la vida, José Francisco Izquierdo somete a su inspiración a la criba de la razón, a la decantación conceptual, a la ética que se desprende de la propia observación de la naturaleza y sus estaciones como en el poema “Una visión del otoño”. El otoño no es la congoja de los árboles, ni el preludio a cuestas de su suerte ni que avizora falaz la sutil muerte de las hojas verdes que dejó el verano. El otoño no es la muerte de mil hojas ni el canto sepulcral de lo que fue el estío o el éxtasis de una vida que se arroja en el inevitable mutar del calor al frío. Con apariencia de existencia concluida, esplendor de luz asoma entre sus brotes, y que refulge a su esencia más querida, la naturaleza cubierta con efectos de rebote. Atisba la vidorria entre sus manos en la médula que se abriga en su corteza un elemento de componente extraño germina al fondo con prodigiosa belleza. Agostadas caen las hojas, con suavidad con intenso naranja para cambiar a marrón los soportes sembrados, en natural sobriedad esperarán serenos, a su vital resurrección.

En el actual panorama de la poesía amazónica y nacional, José Francisco Izquierdo es un poeta que asoma con una voz propia y madura. Quizás en el futuro tendrá que ir depurando o prescindiendo de la camisa de fuerza de la rima y otras formas de la ritualidad de la lengua para liberar con mayor potencia y originalidad su élan poético. Pocos poetas y escritores hay en la Amazonía, el Perú y el mundo cuya obra y vida se corresponden de manera fiel como la cara y el sello de una misma moneda, de acuerdo a la imagen acuñada por el poeta Federico García Lorca. José Francisco Izquierdo es uno de los pocos de esa especie. Su poesía es su verdad. Y como decía el filósofo del ser y el tiempo Martin Heidegger, la verdad es belleza. Y la belleza y la estética de la poesía de José Francisco Izquierdo radica más que en la forma, en la profundidad y certeza de su fondo, que es la moral del poeta y su vida. Vida y obra consustanciadas para gozo y reflexión de todos los que tenemos el privilegio de leer su poesía y conocer de su extraordinaria calidad humana.

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La Vorágine Selva apátrida, hiato de naciones - José Calderón La cadena de montaje escupía coches en los países industrializados, el credo de Ford hacía de la multiplicación del pan una realidad fuera de libros sagrados y discursos de leyenda. Los automóviles necesitaban goma, caucho, para que su contacto con la tierra se suavizara. Aquellos nuevos carruajes que no necesitaban la fuerza de los caballos para su movimiento tenían que poseer ruedas que absorbieran el impacto de la carretera. Se necesitaba una materia prima del trópico, la savia de árboles que crecían en el seno de la selva amazónica se transformaría más tarde en circunferencias de goma. El producto de los árboles de caucho tenía otros usos en el paisaje industrial de las primeras décadas del siglo veinte, pero fue éste, su uso final como ruedas de automóvil, uno de los motores fundamentales de la explotación cauchera en la amazonía. Con esta escueta contextualización histórica podemos irnos a Colombia e internarnos en la selva. En 1924, la Editorial Cromos publicaba la primera edición de La Vorágine. José Eustasio Rivera (Neiva, Colombia, 1888 – Nueva York, 1928) fue pedagogo, abogado y ejerció como diputado en el congreso de la república. La Vorágine, su única novela, es huidiza en su clasificación. Hay

quien la inscribe dentro de un

romanticismo latinoamericano en

pleno siglo veinte, con trazos

evidentes

experimentación

modernista; otros, aparte de

estas clasificaciones, le suman un

realismo social con crudeza de

llano indómito y selva en donde la

brutalidad de la conquista se

revive

repúblicas

independientes. Pero es tal su

multiplicidad de afinidades con

diversas corrientes literarias,

de

en

que una inscripción definitiva conlleva un riesgo inútil de caer en mera verborrea crítica. El argumento se basa en una aventura hacia la perdición. Arturo Cova, Poeta Bogotano venido a menos, ilustre desheredado en un ambiente en el que es casi imposible escalar socialmente, enamora a Alicia, una joven de buena familia a la que habían destinado como esposa de un viejo terrateniente. Arturo, contando su experiencia

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en primera persona, constituye la voz narrativa que nos guía durante toda la novela. Las circunstancias los empujan a la fuga: la pareja se encamina al oriente, bajan la cordillera de los andes y llegan a los llanos –un mar de pastizales surcados por ríos con meandros; un territorio en donde se alternan las extensiones vastas de hierba y pequeños oasis o junglas que anuncian la cercanía de la selva. Estos llanos, un doble tropical de las pampas argentinas, se extienden por centenares de kilómetros hasta el Orinoco, en el oriente, y la selva amazónica, al sur. Allí, en esos llanos, se internan Arturo y Alicia, guiados por un hombre de unos sesenta años que había sido amigo del padre de él. Ella, desolada por la inminencia de lo salvaje y el sentimiento fundado de ser un peso para Arturo. Él, disimulando el hastío que le comienza a producir la niña consentida con quien decidió escaparse y a quien culpa en su fuero interno de truncar su ruta hacia la grandeza. Tras varias jornadas por el llano, llegan finalmente a la hacienda La Maporita, en donde viven unos conocidos del guía. La idea inicial de Arturo es esperar unos meses a que el escándalo de la huída baje de temperatura en los círculos de alcurnia bogotanos, y así poder volver a la ciudad con Alicia, que ha quedado embarazada. Pero las cosas se complican, nuevos personajes entran escena. Un empresario cauchero anda por la zona reclutando trabajadores para ir al Vichada, en la amazonía colombiana. Tras una complicada trama de sucesos, acciones acompañadas de una descripción realista de la vida llanera, el nudo de la novela se tensa cuando el empresario cauchero, un tal Barrera, logra convencer a Alicia y a su anfitriona en La Maporita de irse con él al Vichada. Arturo, un vaquero y Fidel Franco, el dueño de la hacienda que también es del interior, de tierras más domesticadas, allá lejos en la cordillera, deciden ir detrás de sus mujeres y cobrar la afrenta. Así, se internan todos en la selva de la cual nunca saldrán. La novela tiene un prólogo y un epílogo en el cual Jose Eustasio Rivera enmarca el texto, dividido en tres partes. Se presenta la narración como el manuscrito testimonial de Arturo Cova y se remite a un ministro con el objetivo de desvelar las prácticas de esclavismo que están teniendo lugar en los frentes de colonia cauchera de la amazonía. La primera parte narra el escape de Bogotá, la estadía en el llano y la continuación hacia la selva. La segunda y tercera parte están tejidas alrededor de las experiencias de Arturo Cova y sus acompañantes. La selva se los va tragando poco a poco. A la hostilidad de la jungla se suma la brutalidad de las relaciones humanas que imperan en estas regiones.

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El tráfico de humanos es moneda corriente, las masacres y la mano de obra forzada a los indígenas recuerdan la mita, las dinámicas de la conquista. De hecho, en uno de los frentes caucheros, Arturo se encuentra con un viejo amigo de Bogotá. Éste está tumbado en un chinchorro (hamaca hecha a modo de red, sin un tejido compacto). Cuando Arturo le pregunta qué está haciendo allí, su amigo le responde: “La energía sobrante, la búsqueda del Dorado, el atavismo de algún abuelo conquistador...” Esta respuesta puede ser utilizada como atalaya para observar la novela en perspectiva. Buscando paralelismos, encontramos a Fray Bartolomé de Las Casas denunciando la sevicia con que los conquistadores del “nuevo mundo” estaban perpetrando el genocidio de los pueblos indígenas de América. La Vorágine, en cierta forma, viendo la novela como documento histórico, estaba llevando a cabo la misma función que

los textos del Fraile: exhortaban a una autoridad distante a detener

costumbres de brutalidad que se hacían a su amparo. Pero todo se complica con la diferencia del contexto. En La Vorágine ya hay una Venezuela, una Colombia, un Perú y un Brasil, países independientes con sus respectivos Estados y burocracias. En la selva se funden nacionalidades, las fronteras solo existen en los despachos capitalinos; si Bogotá, Lima o Caracas son centro, el ambiente en el que se desarrollan la segunda y tercera parte de La Vorágine es el borde externo de la periferia, la supuesta tierra de nadie que, en realidad, es dueña de sí misma y había estado habitada mucho antes de que las primeras armaduras se internaran en ella buscando el Dorado. ¡Nada de ruiseñores enamorados, nada de jardín versallesco, nada de panoramas sentimentales! Aquí, los responsos de sapos hidrópicos, las malezas de cerros misántropos, los rebalses de caños podridos... Esta selva sádica y virgen procura al ánimo la alucinación del peligro próximo. [Rivera, 1992: 221]

Para quien piense en la selva como un lugar idílico, posible objeto de poemas románticos, contextualizando al individuo en medio de la grandeza natural; para aquellos, La Vorágine es un revulsivo. No cabe duda de que la concepción de los pueblos indígenas que la habitaban (la colonización no cesó con las repúblicas independientes) sería muy distinta. Ellos eran hijos de esa tierra; son, los que todavía resisten en sus sitios, hijos de esa selva. Pese a ser un infierno vegetal para el hombre blanco o mestizo que venía del interior, de las altiplanicies o valles andinos, la selva era el hogar de muchos hombres y mujeres. Pero, una vez más, el tintineo eurocéntrico para enfocar el mundo revestía las observaciones del intruso. Cova, en su narración

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magnética, intercala el flujo de la historia, descripciones, acciones, diálogos con monólogos de tinte lírico. Su arsenal poético no encaja con el sufrimiento que le inflige la selva al hombre blanco. En La Vorágine late de forma clara una condena contra la explotación humana y el genocidio a los indígenas, pero los arquetipos para construir al otro indígena son casi de manual. No es una cuestión de rebajar el valor literario de la novela por mera corrección política, desde una perspectiva multicultural. Más bien, es un dato importante para comprender porqué La Vorágine fue, hasta la aparición de Cien Años de Soledad, la novela canónica de la literatura colombiana del siglo veinte. En una descripción de gentes indígenas, Cova dice que “eran mansos, astutos, pusilánimes y se parecían como las frutas de un mismo árbol”. Éste árbol es el otro, el matiz contra el cual se consolidaron las diferentes identidades nacionales americanas. En el sur, Martin Fierro se enfrentaba a los indios de las pampas; en el norte, entre vaqueros y pieles rojas se sabía fácilmente quien era más estadounidense; en el medio, en esa selva amazónica, Arturo Cova, el bogotano aventurero con sed de venganza, limita claramente quienes son colombianos, quienes brasileños o peruanos, y quienes los otros, los hijos de los llanos o la selva. Ni Arturo Cova ni Alicia volvieron a Bogotá. La selva se los tragó. La denuncia de la inhumanidad en el frente cauchero se hizo pública con el texto de José Eustasio Rivera, La Vorágine se tradujo

a varias lenguas y lectores de

diferentes latitudes y contextos

culturales pudieron internarse en la

amazonía,

llanos

orientales de Colombia, guiados

por la historia de perdición de

Arturo Cova. Los automóviles

siguieron

saliendo

cadenas de montaje, las décadas

pasaron,

llegó

vía

los

de el

sus siglo

veintiuno,

avanzó,

el

petróleo

comienza a escasear, la panacea para muchos es el biodiesel de caña o palma, la violencia desplaza campesinos blancos, mestizos, afros, indios, mulatos, zambos... hijos e hijas de Colombia son expulsados de sus tierras mientras el estado está en guerra por la patria, y La Vorágine sigue siendo una aventura exquisita en un mundo cada día más caliente.

Bibliografía: Rivera, José Eustasio. La Vorágine. Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica, 1992.

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Francisco Izquierdo Ríos: Las ramas del árbol del realismo amazónico - Ricardo Iván Paredes Palacios En la punta de débil hierba he visto temblar el rocío. En un cristal tan pequeño caben el sol, el cielo y el río. (Francisco Izquierdo Ríos, Papagayo el amigo de los niños)

El permanente viaje y desplazamiento por pueblos y parajes de la selva es una constante en Gregorillo (1957), la novela autobiográfica de Francisco Izquierdo Ríos (1910-1982). Los teóricos audiovisuales le llaman road movie, pese a que la travesía no es en coche, sino en canoa y a pie. Es también una metáfora de la obra de uno de los más célebres representantes de la literatura amazónica del Perú: el permanente viaje y desplazamiento por el cuento, la novela, la poesía y el ensayo, así como la investigación de la cultura popular selvática.

Aunque Gregorillo parte de un conjunto de relatos sobre la construcción del imaginario de un niño que atraviesa por la franja de edad de los 6 y a los 12 años, no se le puede catalogar directamente como literatura infantil, ya que a lo largo de sus 185 páginas se yuxtaponen, de forma sorprendente, diferentes ramas literarias (realismo nativista, realismo mágico y realismo social). Inclusive toma de los escenarios de la geografía elementos surrealistas: dos diminutos puertos fluviales del valle del Alto Huallaga rebautizados por su alcalde, de noche a la mañana, con los nombres de Nueva York y Buenos Aires. Izquierdo Ríos entendía bien las vanguardias e incluso escribió un ensayo relacionado con el tema: César Vallejo y su tierra (Empresa Editorial Rímac. Lima, 1949). El arte, en esa esfera, no es representación sino comunicación vital directa del individuo con el todo. Esa conexión se expresa de forma privilegiada en las casualidades significativas (azar objetivo), en las que el deseo del individuo y el devenir ajeno a él convergen imprevisiblemente, y en el sueño, donde los elementos más dispares se revelan unidos por relaciones secretas. El surrealismo propone trasladar esas imágenes al mundo del arte por medio de una asociación mental libre, sin la intromisión censora de la conciencia. [Breton, 2007]

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Insistimos en los distintos matices de realismo que plasma Izquierdo Ríos en su novela. No cae en las narraciones costumbristas o visiones idealizadas de la Amazonía con fines de promoción turística. La presenta tal cual. Con sus cosmovisiones y su heterogeneidad cultural desde la mirada de un niño que vive y se desplaza entre el pueblo de Sacanche y las ciudades de Saposoa y Moyobamba (departamento de San Martín) a mediados del siglo XX. Están en la atmósfera los mitos procedentes de la tradición oral indígena del Amazonas: -Los arcoíris son inmensas serpientes que viven en las pozas de los ríos y en los lagos, y se elevan por el cielo en los momentos que va a llover –prosiguió diciéndonos la abuela. Rabian cuando una persona está con ropa colorada y la persiguen, así como también pudren el dedo de quien los apunta. No hay que hacer esas cosas, muchachos [Izquierdo Ríos, 1957:17]

Cabe destacar también la inéditas mezcla de mitología judeocristiana y de “religión pagana” de hoy en día como: el fútbol, el “deporte rey” incrustado en el inconsciente colectivo para explicar el porqué de los fenómenos naturales dentro de un escenario mestizo como del valle del Alto Huallaga. […] Los truenos procedían del partido de fútbol que los difuntos jugaban en el cielo; eran el ruido de los pelotazos. En estos matchs, decía mi abuela, San Pedro era el árbitro. […] Cuando habían mucho relámpagos, rayos y truenos más violentos, afirmaba ella que el match jugábanlo equipos del infierno: las almas malas con los diablos. El réferi era Judas Iscariote. […] En cualquier parte, en un camino, en la chacra, en la propia casa, la vieja se tiraba violentamente de barriga al suelo con los brazos extendidos a ras de éste, gritando: “¡El ayato!¡El ayato!” (¡El viento del muerto! ¡El viento del muerto!)…Y, luego, se levantaba sudorosa, pálida, asustada, diciendo: “¡Ya pasó!” Era en efecto, ante un viento que pasaba por las elevadas capas de la atmósfera y cuyo rumor --úuuuuuuuuuuuu—se percibía claramente en la tierra. [Izquierdo Ríos, 1957: 22,23]

Sin embargo, este imaginario, mezcla de influencia católica y de creencias animistas no solo pervive en la Amazonía peruana, sino que también está presente en sector de la clase alta limeña del siglo XXI, de raíces anglosajonas, de ropas Armani, ordenadores de última generación y con casas de playa en Miami. Un claro ejemplo es la novela autobiográfica e insertada en el realismo urbano Yo amo a mi mami de Jaime Bayly Letts (Lima, 1965): Satanás, fuera de aquí diablo cochino, no te metas con mi papacito, que te quemo con mi agua bendita y mi mamama ¿qué haces, hijita? Estás mojando todo el piso y mi mami estoy quemándole el rabo al diablo y mamama, comiendo gelatina para calmar los nervios, ¿qué?, y mi mami estoy echando agua bendita para purificar el cuarto, mamá, y mi mamama ¡ay que buena idea!, échame un poquito a mi también, y mi mami viene con el termo y moja sus dedo con agüita y le echa varias gotitas a mi mamama Catalina, que cierra

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piadosa los ojos y termina con la cara mojadita y se queja ya suficiente, hija que tampoco es carnaval.. [Bayly 1999: 144]

A pesar de las diferencias (regionales, étnicas, sociales y temporales), tanto Gregorillo como Jimmy --el niño pijo de la novela de Jaime Bayly — coinciden en que su entorno se encuentra influenciado por el sincretismo religioso. Desde un punto de visto de Europa o de Estados Unidos, la escena de la madre y la abuela de Jimmy haciendo un ritual de sanación (dentro de una exclusiva Clínica Americana donde está internado el abuelo Leopoldo), llama la atención por tratarse supuestamente de “gente cosmopolita” y que bebe de las fuentes del cuestionado american way of life (modo de vida estadounidense). ..,así me dijo el padre Juvenal que se echaba antes el agua bendita, escupiéndola, porque al diablo hay que tratarlo así, a escupitajos, y luego, dirigiéndose a mí, aunque yo sé que se ve feo que una señora de su casa ande escupiendo, hijito, pero tú comprendes que lo hago por mi fe...[Bayly, 1999: 144]

Francisco Izquierdo Ríos engloba en su prosa y verso el arte sui generis, el misterio y la magia de la exuberante naturaleza de los pueblos de indígenas, mestizos y de

inmigrantes

alemanes,

gallegos, vascos y judíos

que pueblan las orillas de los ríos

profundos del bosque más

grande

el

universo

de

pequeño

los

pájaros

que

repiten

Gregorio

del

planeta.

Reaño,

En

existen

nombres y apellidos de personas

(como el de Víctor Díaz,

el muchacho que escuchó que

alguien le llamaba, se

internó en el bosque “y no salió

nunca de allí”) y una

gama

psicológicas

de

animales

manifestaciones

domésticos

y

del

Moro), que defienden a sus amos

de

los

campo (el toro Macho y

los

ayudan

en

situaciones extremas de la vida en la jungla. Es el realismo mágico o realismo nativista al estilo de su autor, un hombre nacido en la región de San Martín y que ejerció de maestro más de cuarenta años en escuelas rurales y urbanas del Perú y que en otra dimensión de su prosa es capaz de plasmar también las injusticias sociales de su época: El miedo que los sacanchinos tenían a las autoridades y gendarmes de Saposoa –y a todo soldado de cualquier parte--, era una consecuencia lógica de las tropelías que generalmente cometían éstos. Entraban en el pueblo haciendo disparos. Se apoderaban de animales, de objetos. Violaban a las mujeres. Imponían cupos. Y en el periodo de Conscripción Militar tomaban a Sacanche de sorpresa, de la noche a la mañana, y se llevaban a los jóvenes

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amarrado, maniatados como a criminales. […] Ver un quepís de soldado en el camino, a la entrada del pueblo o saberse que soldados se hallaban en marcha hacia él, era para que Sacanche se conmoviera como por un terremoto; todos escapaban a los bosques, llevándose lo que podían. [Izquierdo Ríos, 1957: 27]

La incursión del novelista en el realismo social hace que su obra sea materia de permanente estudio por parte de los sociólogos e historiadores peruanos, al considerar que representa un reflejo de la sociedad amazónica de su tiempo, debido a que toca asuntos

reales

como:

la

precariedad económica de las

familias selváticas por efecto

del

mortalidad

fallecimiento

infantil

(el

centralismo de

limeño,

la

Rubela,

la

amiguita del niño Gregorio) y

el maltrato infantil en la casa y

en la escuela (los golpes del

joven profesor Claudio Víquez) ,

el alcoholismo (del tío Joel), el

abuso de autoridad militares y

policiales,

impunidad.

así

como

la

Al

respecto,

Francisco Izquierdo Ríos sintetiza su credo estético en la contraportada de su libro Cuentos de Adán Torres (1950): “Escribir de modo natural y sencillo como crece la hierba y que por entre lo escrito se vea la luz de la vida”.

Bibliografía:

Bayly, Jaime, Yo amo a mi mami, Barcelona Anagrama, 1999. Breton, André . Diccionario de surrealismo. Traducción Miguel Torres. Madrid: Editorial Losada, 2007. Izquierdo Ríos, Francisco, Papagayo el amigo de los niños (cuentecillos y poemas), Editorial Escuela Nueva, Lima, 1954. _____________________ , Gregorillo, Juan Mejía Baca & P.L Villanueva Editores, Lima, 1957.

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La leyenda amazónica: seres mitológicos - Laeticia Rovecchio Antón -

Si hoy la risa de un niño encampana mi existir, lanzaré al cielo azul mi amazónica pasión. Forjaré una canoa de moena y surcaré esos ríos que fluyen en mí. (Luis Salazar Orsi, Tierra de ternura)

Un punto de confluencia entre los diferentes escritores que conforman el panorama literario amazónico sería la presencia del elemento mágico. Como lo denomina Roger Rumrrill (1939-), la literatura de esta área geográfica se inscribe dentro del denominado “Realismo maravilloso amazónico”. Esta terminología mantiene grandes similitudes con el famoso “realismo mágico” y el “real maravilloso”. Así pues, estas diferentes corrientes ponen de manifiesto la propugnación del elemento maravilloso como una fuerza presente en lo cotidiano. De manera que prevalece la necesidad de dar verosimilitud a los relatos a través de los cuales “lo maravilloso” va directamente ligado con la magia, percibida como un elemento totalmente natural en la existencia humana. Es de recordar que todas estas corrientes literarias proceden de una cultura de tradición oral heredada generación tras generación. En este sentido, la descripción de la realidad sólo podía ser vigente gracias a la presencia de lo sensorial. Por otro lado, la literatura amazónica ofrece una lectura más bien antropológica que no literaria. Con esta afirmación, no pretendo denigrar la calidad literaria de los textos, sino más bien recalcar el hecho de que éstos reivindican un replanteamiento de las actitudes sociales que imponen su industrialización, su deforestación a costa de la vida selvática. Un bueno ejemplo sería la figura del chamán, quien, a pesar del avance territorial de la urbanización, no pierde en ningún momento sus capacidades productivas. A través de esta pequeña introducción a un mundo repleto de fantasía y magias, se pretende acercar esta cultura un tanto ajena a las conciencias occidentales. En su

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obra, titulada De bellas y brujos, Ríos Ramírez nos pinta un retrato de la selva cercano al imaginario colectivo occidental: De la selva sólo tenía algunas referencias: que hacía un calor maldito y llovía a cántaros y que sus mujeres hermosas y ardientes podían enloquecer a los hombres. […] Si te descuidas, me dijeron, la selva te puede atrapar con sus encantos. Para mí no eran más que creencias, pura leyenda. [Ríos Ramírez, 2000: 27]

En otro cuento de Roger Rumrrill, se puede apreciar la descripción de una aldea típica amazónica: […] Borja […] era un pueblo como cualquier otro de las riberas amazónicas: un barranco alto sembrado de troncos de pomarrosa y hierba y dos hileras de casitas de techo de palma; con cerca de pona raspada en lo que venía a ser el dormitorio y con cerca de tablas de un metro de altura en los que los ribereños llamaban la sala. [Rumrrill, 2000: 204-205]

Pero detrás de estas simples descripciones se esconde toda una cultura común que nos escapa debido, justamente, a su intenso componente mágico que, a su vez, da cuenta de su base legendaria y ritual ancestral. Uno de los logros de los cuentos de Rumrrill reside en la puesta en escena de un personaje, don Oroma (también llamado “el viejo Oroma”), que aparecerá en varios textos en calidad de chamán, que retrata los diferentes seres presentes en la selva, dirigiéndose a unos niños. Esta aproximación más infantil – término empleado no por la calidad del relato, sino por las palabras empleadas por el propio escritor- consigue hacernos captar la esencia de estos seres representados. De hecho, éstos podrían asimilarse a seres mitológicos que pueblan la Amazonía desde tiempos remotos hasta nuestros días. Uno de ellos serían los chullachaquis: Los chullachaquis […] viven bien lejos, en las profundidades del monte. Sus tierras están rodeadas de pungales y árboles gigantes donde crecen puros palitos fuertes. [Ríos Ramírez, 2000: 24] Los chullachaquis son de pequeña estatura, por lo que pueden moverse mejor en el bosque. Son de color oscuro y tienen una cabeza desproporcionada para su tamaño; pero más que por su pequeña estatura, su cabezota y su color oscuro, el chullachaqui tiene una característica muy especial en sus pies. Éstos son desiguales y de allí viene su nombre en el idioma de los incas, chulla, desigual, y chaqui, pies. Uno de sus pies apunta hacia delante y el otro, hacia atrás. Y en sus pies está la clave de su secreto, el enigma de su existencia y el misterio de su relación con los hombres. [Rumrrill, 2000: 57] […] El chullachaqui tiene buen humo, le gusta jugar y es un ser sonriente. Le encantan los niños. […] Para no asustarlos con su cabezota y sus pies desiguales se transforma en el padre, la madre, el hermano o hermana, el tío o el amigo. […] Para evitar que los hombres destruyan el bosque, el chullachaqui usa todas sus artes. Lanza truenos y rayos que asustan a los hombres, hace llover copiosamente para apagar el

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fuego del bosque, avisa a las isulas, las grandes hormigas venenosas para que ataquen a los taladores; también, a las huayrangas, las avispas gigantes para que piquen y produzcan fiebre. [Rumrrill, 2000: 58-59]

Así, el chullachaqui se presenta como una figura desproporcionada. Más que de sus atributos físicos, es interesante comprobar que podría ser comparado con el dios mitológico griego, Zeus. Ambos gobiernan un reino: la selva amazónica y el monte Olimpo, respectivamente. Sus atributos también son similares; poseen la fuerza del trueno y la ferocidad de los animales para ahuyentar la presencia de los “extraños”. De manera que se podría considerar que el chullachaqui se erige como, retomando un término platónico, el demiurgo amazónico. La famosa Bella, madre de

las aguas, presente en la obra

de Ríos Ramírez (1948-) también

representa a un ser mitológico:

las ninfas y, más concretamente,

las Náyades, personificaciones

divinas de las aguas dulces. Es

curioso constatar que en ambos

casos las aguas son simbolizadas

por seres femeninos cuyas

vidas se caracterizan por su longevidad: […] Era mi intención conocer a la Bella. Ella es quien le da todo el poder. La Bella, pues, la madre de las aguas. No la Yacumama, que es la madre del río o de la cocha. […] Yo te voy a ayudar a llegar y cuando estés junto a ella, pídele que te ayude, no más, y ella lo hará donde quiera que te encuentres. Cuando tú la llames estará junto a ti. Al tocar sólo su mano te dará los poderes del agua. […] La Bella se encuentra en el centro del río, en el medio del pongo. [Ríos Ramírez, 2000: 91]

La aparición de la Bella es sumamente característica: […] Aparecen de pronto el viento y la lluvia. ¡Pac! ¡pac! Los rayos desgarran el cielo y los truenos retumban como manadas de huanganas desbocadas por el monte. El río se embravece, pero ese lugarcito nomás, encajonado por los cerros del pongo. Con el río chillando y el cielo bucilando sin parar, el patrón llama a los ánimos del agua. Entonces, inmensos olones levantan desde el fondo del río una gran piedra maray donde se sentará la Bella, que aparece en medio de las olas y del silencio absoluto que ahora nos rodea. [Ríos Ramírez, 2000:92]

La presencia de los diferentes elementos de la naturaleza podría enlazar la figura de la Bella con los chullachaquis. En efecto, hemos comentado anteriormente que éstos se caracterizaban por la posesión del rayo. Aquí, los truenos y los rayos se unen al viento y a la lluvia para clamar la llegada de la madre de las aguas. En este sentido, los chullachaquis, como buenos guardianes

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de la selva amazónica, podrían justamente ser los causantes de esta descarga para ahuyentar a cualquier posible mirón del encuentro de la Bella con el aprendiz chamán.

En la obra de Salazar Orsi (1954-), Tierra de ternura, aparecen las vírgenes del Sol: Las vírgenes del Sol, de tosco manto y pies descalzos, nada esperan, nada temen. A veces las guirnaldas de sus luengos cabellos saludan multicolores la luz del nuevo día; otras, sus voces de lánguidos lamentos se ocultan, vagan, gimen en los dorados templos y pétreas fortalezas. [Salazar Orsi, 1994: 51]

Esta descripción retoma la mitología inca. En efecto, estas mujeres son una clara representación de las acllas, quienes eran jóvenes doncellas de gran belleza escogida por el dios Inca (dios del Sol) para servirle. De ahí, la referencia a “los dorados templos y pétreas fortalezas”. Toda la vida de estas mujeres estaba destinada al culto del dios bajo la vigía del Mamacuna. Esta característica permite contemplar el tipo de educación que recibían las mujeres de la elite inca. En este sentido, el escritor rememora un tiempo mítico remoto como muestra nostálgica de un pasado que, en la era tecnológica, apenas tiene vigencia para unos pocos.

Rumrrill da cuenta del hecho de que cualquier animal amazónico, sobre todo las aves, tienen una nomenclatura específica en acorde con sus cantos. Tanto es así que, cuando pretende hablar del ayaymaman, debe recurrir a su origen: El canto del ayaymaman es uno de los más tristes que es posible escuchar en la Amazonía. […] Los ayaymaman cantan casi siempre en pareja. Antes, ellos fueron dos niños que vivían en un pueblo del Amazonas, felices; pero un día, la madre murió, mordida por una serpiente shushupe [Rumrrill, 2000: 64] Los niños, creyendo a la madrastra, su pusieron a jugar mientras esperaban que regresara; pero el tiempo pasaba, las horas corrían, se acercaba la noche y la mujer no regresaba. Cuando la noche llegó, Flor de Belém y Shanti comprendieron que habían sido abandonados. Muchos días vagaron por el bosque, hambrientos, heridos por las espinas y las zarzas, picados por las alimañas. En las noches, los niños trepaban como podían por el tallo de un árbol hasta llegar a la copa, huyendo de los tigres y las serpientes, y lloraban clamando por su madre: - “Ayaymaman, huishschurhuarca.” Después de ecuchar durante tantas noches este lamento, que significa: “Nuestra madre ha muerto y nos ha abandonado”, la madre del bosque se compadeció de los niños y los convirtió en pájaros, en aves nocturnas, de plumaje marrón oscuro, que se mimetizan y se confunden con las hojas de los árboles donde duermen. [Rumrrill, 2000: 66]

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Esta transformación, que mantiene un gran parecido con las Metamorfosis de Ovidio, conserva este carácter legendario y mitológico. Se puede constatar que, con gran maestría, Rumrrill consigue hacernos creer que esta leyenda es cierta poniendo de relieve la presencia de la diosa del bosque que sirve de fuerza cohesionadora, ya que restablece el orden alterado. A su vez, aparecen a los tunchis, “las almas errantes de los muertos”: Son las almas que recogen los pasos que los hombres y mujeres dieron cuando estaban vivos. […] Los hombres y las mujeres, mientras estaban en la tierra vivos, tenían todas las virtudes y los defectos de los seres humanos […] Los tunchis expresan esas cualidades cuando silban en las noches. […] Si el silbido es fuerte, estridente, largo, que hasta parece que romperá los tímpanos, seguro que era un hombre, o una mujer, orgulloso, soberbio y poderoso. Si el silbido es suave, bajo y hasta musical, se trata de alguien que en vida era pacífico, tranquilo, amable y bueno. […] Son como un viento. Son visibles o invisibles. Cuando son visibles, se los ve sólo como bultos. [Rumrrill, 2000: 69-70]

Estas ánimas errantes podrían aparentarse con la mitología griega por un lado, con Hades, el dios de los muertos, y por otro, con las Moiras, las diosas del destino. En este sentido, el hombre está condenado a un errar incesante con la única distinción posible basada en la intensidad del silbido que les precede. En segundo lugar, esta descripción recoge la existencia eterna de estos “espíritus”. De ahí que, en otro cuento de Rumrrill, aparece una referencia, ya presente en el Pedro Páramo de Juan Rulfo, de la necesidad de permanecer junto a los muertos para enterrarlos y velarlos: - Silvestre Bocángel, la muerte se está llevando a todos. - Alguien tiene que quedarse para enterrar a los muertos. [Rumrrill, 2000: 150]

Tanto Rumrrill como Rulfo confluyen en la presencia de unas voces silenciadas (silbidos para unas y susurros para otras) que ponen de manifiesto la ambivalencia del mundo: los vivos y los muertos comparten el mismo espacio. Después de este recorrido por algunas de las figuras más emblemáticas que configuran la mitología amazónica, sería conveniente rescatar al chamán, ya que éste participa directamente en la configuración mágica. En esencia, representa la sabiduría heredada de los antepasados. Posee la capacidad de curación, de comunión

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con los espíritus, de tener visiones adivinatorias, etc. Realiza todo tipo de prácticas que no dejan de sorprender a sus coetáneos: Luego de sus ancestrales ritos, el brujo se arroja al turbulento Mayo. Se le ve salir a intervalos, llena de aire sus pulmones y se sumerge de nuevo. Sólo los bufeos y él dominan la técnica con tanta perfección. El brujo vuelve a salir, se hunde una vez más y desaparece como tragado por las aguas. El correr del tiempo aumenta la tensión: siete, ocho, nueve, diez minutos y no aparece. […] Cuando ya todos temen lo peor, se oye la voz angustiada del patrón: - ¡Mierda! Se nos ahogó el brujo –y manda con energía- ¡Búsquenlo con las tanganas! […] Uno de los tanganeros […] toca un bulto que presiente el de un cuerpo humano. […] - ¡Ya pues, patroncito! –reclama el brujo emergente, sofocando un largo bostezo-. Déjenme dormir por lo menos un ratito. [Ríos Ramírez, 2000: 66]

Los chamanes, como hemos comentado, reciben su poder de los antepasados. Pero, en algunos casos, es necesario recurrir a un maestro (suele ser el más anciano de la comunidad) para que inicie a su sucesor: Se llama Benjamín Izuiza. Ahora ya está viejito, parece que tuviera unos ochenta años, pero en realidad, tiene más, como cientocincuenta años tiene. Él fue mi primer maestro, el que me hizo tomar la primera purga y me inició en estas artes. Fue un año de dieta que con las justas aguanté. Ayahuasca también, pero para comenzar. Luego shillinto y tomadete que son palos más fuertes. Y tohé. ¡Ah, el tohé! Un humano corriente no podría resistir ni una sola toma. Después aprendí a conocer las plantas y sus secretos, las cosas y sus secretos, y los elementos. [Ríos Ramírez, 2000: 90]

Se puede constatar los diferentes pasos que debe seguir el aprendiz para lograr superar las diversas pruebas del rito de iniciación.

La naturaleza mantiene un papel sumamente importante. Se podría incluso personificar, ya que se erige como un ser independiente. Los diferentes escritores de la literatura amazónica se recrean en demostrar los valores de esta naturaleza descomunal. Su principal característica climática reside en su abundancia de lluvia: No hay cactos ni peñascos, ni arenas soledosas de arbustos puntiagudos. Hay paz de lluvia, atardecer de lluvia, croar de lluvia. […] La tierra, acunada en charcos, va salpicando a los transeúntes con cada pelotazo. Los grillos no cesan su monótono y polícromo chillar. [Salazar Orsi, 1994: 47]

De hecho, a menudo, estos escritores recurren a la contraposición del paisaje urbano con la naturaleza amazónica para ensalzarla:

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Tal vez, el desidioso vecindaje de la ciudad de Tarapoto o algún transito caminante que pasa por estas tierras, se equivocan porque crees que se puede vivir mejor trabajando incluso los días domingos, o bebiendo cerveza junto a los muros caldeados de sus modernas covachas, todas las tardes de su extraño existir. No saben que hay lugares maravillosos que nos brindan el solaz único y sempiterno que el alma del hombre necesita para saberse digno de la vida. [Salazar Orsi, 1994: 56] La ciudad se quedó en silencio sólo para oír el extraño y poderoso rumor, como una tempestad tropical, que producían el gorjeo y el chillido de esos millones de animalitos [las golondrinas] que sobrevolaban la ciudad. […] veían en las organizaciones mencionadas [Brigada de Lucha de los Recursos Naturales, Sindicato de Defensa de las Golondrinas y Preservación de la Ecología] la posibilidad de utilizarlas a favor de una campaña nacional sobre los recursos naturales amazónicos que durante miles de años han sido patrimonio de estas tribus [yaguas, cocamas y cocamillas] y que ahora, devorados por un insaciable e inagotable consumismo urbano-industrial, están siendo destruidos con riesgo de una rápida y fatal agonía biológica de los más antiguos habitantes de la jungla. […] empezaron a circular algunos inquietantes rumores y extrañas interpretaciones sobre la presencia de las golondrinas […] Una de estas versiones –la más difundida- decía que […] era el anuncia de algún cataclismo inminente [Rumrrill, 2000:191-197]

Después de esta pequeña introducción a la mitología amazónica, es conveniente recordar que los diferentes escritores a los cuales se ha aludido (ínfima parte de la producción total) se establecen como una suerte de recopiladores de la tradición oral. De manera que, a la manera de los griegos, el mito nace con la realidad; la Amazonía sólo puede nacer con ella misma. Quien sabe un día quizá su mitología alcanzará el puesto que se merece dentro del pensamiento mundial, sin ser recluido a un ámbito un tanto intelectual. Adelante escritores, recreadnos y enseñadnos con vuestros orígenes míticos.

Bibliografía: Ríos Ramírez, A., De bellas y brujos, Nantu editores, Lima., 2000. Rumrrill, R., Amazonía mágica. Antología narrativa, Chirapaq, Lima, 2000. Salazar Orsi, L., Tierra de ternura, Amazonía Presente Ediciones, Lima, 1994.

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El hombre de tabaco y la mujer de tierra: La creación del mundo según la etnia Bora

- Ricardo Iván Paredes Palacios -

El pueblo Bora ha sobrevivido durante milenios a las duras condiciones geográficas y climatológicas de la Amazonía, ha sobrevivido a la Conquista y al extermino de indígenas a raíz del boom del caucho de principios del siglo XX, ha sobrevivido a los gobiernos criollos y racistas de Perú y de Colombia. Y con el pueblo Bora también ha sobrevivido su tradición oral, transmitida de manera sagrada y heroica de generación en generación.

A diferencia de las civilizaciones azteca, maya, inca y grecolatina, la tradición oral de la etnia amazónica Bora, que puebla los caudalosos ríos Amazonas, Caquetá y Putumayo, narra la creación del mundo y de los seres humanos como el resultado de la acción del solitario dios Méepiivyeji Niimúhe que poblaba un planeta vacío, oscuro y del tamaño de un cangrejo, el cual de acuerdo a su voluntad crecerá de manera paulatina hasta tener su actual tamaño.

Había un ser que creo el mundo, este ser existió cuando todavía no vivía ningún ser humano. El que creo el mundo existió cuando la tierra era del tamaño de una mojarrita 1, al igual que cangrejo todo era pequeñito […] Entonces el creador sabiendo que se encontraba solo en el mundo agarró su poderoso tronco de tabaco, lo dividió y los convirtió en dos seres humanos, para que sean sus hijos [Ochoa Siguas, 1999: 41]

La explicación es simple: el tabaco (Nicotiana tabacum), originario de las selvas de Perú, representa para las etnias del trópico americano un producto mágico que la naturaleza ofrece a quienes viven en su entorno y que al ser un psicoestimulante natural es masticado, inhalado, bebido en infusiones o servido en la comida como especias. Es un elemento presente en todas las ceremonias, rituales y plegarias a sus dioses (nahualt, mayas, incas, chibchas, tupi-guaraníes, arahuacos y pieles rojas). Al igual que el

1. Mojarrita: especie de pez, Hemigrammus sp

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simbolismo del vino y la hostia durante la comunión dominical para los católicos practicantes. En el caso del Popol Vuh, “la Biblia de los mayas”, la concepción del mundo es mucho más compleja, dado su alto grado de desarrollo en el campo de las artes y ciencias: Entonces vino la palabra […] “Que la germinación se haga, que el alba se haga en el cielo, en la tierra, porque [no tendremos] ni adoración ni manifestación por nuestros construidos, nuestros formados, hasta que nazca el hombre construido, el hombre formado” […] “Tierra”, dijeron, y en seguida nació. Solamente una niebla, solamente una nube [fue] el nacimiento de la materia. Entonces salieron del agua las montañas: al instante salieron las grandes montañas. [Anónimo, 2007:19]

Entonces, la metáfora del hombre de tabaco es la un ser que viene directamente de las entrañas de tierra y siempre está en contacto con ella a través de su religiosidad, mientras el mundo se encuentra en proceso de transformación de la mano del dios de los Bora: Luego se sentó en su asiento llamado Macapa Ijyawa . Entonces se alegró al ver a sus dos hijos. El hijo mayor se llamaba Marimu Ihchuba, el menor era Meojálli Ujáli Újco. Una vez que conoció a sus dos hijos, hizo alumbrar al sol y también a las estrellas para que den brillo en la noche. En ese tiempo ya había yuca y casabe2 en el mundo y ellos la comían. […]El que creó el mundo cogió un poco de tierra para transformarla en dos mujeres que se llamaban Mehtéballe, la mayor, y Marimulle, la menor. Luego ordenó que se vayan a coger yuca para que les den de comer a sus hijos, que eran sus maridos. [Ochoa Siguas: 41]

El texto deja claro la relación dual e indisoluble de tierra-planta y pone énfasis en la figura de la mujer como la encargada de proveer del alimento, lo que las ciencias sociales llama “el principio de la división del trabajo” (la mujer recolectora, el hombre cazador), un factor constante en la mítica ancestral de todo el continente americano. Es el caso del hombre de maíz del Popol Vuh, que es una conjunción de factores místicos, gastronómicos y telúricos:

He aquí el comienzo de cuándo se celebró consejo acerca del hombre, [de] cuándo se buscó lo que entraría en la carne del hombre. […] Ya que el alba se esparce, la construcción se acaba. He aquí que se vuelve visible el sostén, el nutridor, el hijo del alba, el engendrado del alba. He aquí que se ve al hombre, a la humanidad, en la superficie de la tierra [Anónimo: 113]

En la cosmovisión maya-quiché es un consejo de dioses que decide crear el mundo y a los seres humanos, después de una rueda de deliberaciones y de hacer trazos

2. Casabe: comida hecha con masa de yuca mezclada con almidón.

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geométricos en el universo: Entonces fueron molidos el maíz amarillo, el maíz blanco, y Antigua Ocultadora hizo nueve bebidas. El alimento se introdujo (en la carne), hizo nacer la gordura, la grasa, se volvió la esencia de los brazos [de] los músculos del hombre. Así hicieron los Procreadores, los Engendradores, los Dominadores, los Poderosos del Cielo, como se dice. Inmediatamente fue pronunciada la Palabra de Construcción, de Formación de nuestra primeras madres, (primeros) padres: solamente mazorcas amarillas, mazorcas blancas, [entró en] su carne; única alimentación de las piernas, de los brazos del hombre. Tales fueron nuestros primeros padres, [tales] fueron los cuatro hombres construidos: ese único alimento [entró] en su carne. [Anónimo, 2007:113-115].

Desde los míticos Adán y Eva de la Biblia judeocristiana hasta la historia inca de la creación del universo (por obra y gracia de su dios supremo: Wiracocha), pasando por el Popol Vuh, siempre existen los personajes que no agradecen a su creador el dotarles de vida y sabiduría. Incluso desobedecen sus consejos y preceptos:

Por ese motivo el hombre que creó el mundo mandó quemar a su hijo menor, Meojálli Ujáli Újco. El hijo menor se volvió todo ceniza, la ceniza se convirtió en el tronco del tabaco, mientras que las ramas quebradas se iban convirtiendo en tribus de diferentes lugares. Mientras esto ocurría, la tierra iba creciendo cada vez más… [Ochoa Siguas: 43]

Bibliografía: Anónimo, Popol Vuh, Losada, Buenos Aires, 2007 Ochoa Siguas, Nancy, Niimúhe.La tradición oral de los Bora de la Amazonía Peruana, CAAP y BCR Ediciones, Lima, 1999.

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Entrevista a Jorge Nájar El escritor peruano Jorge Nájar (1946-), originario de la Amazonía, representa una figura destacada del panorama literaria de dicha área geográfica. Su carrera debuta con un poemario Malas maneras (1972). Desde entonces, la vida del autor da cuenta de cierto compromiso con su tierra natal, que se ha convertido en materia para sus obras. Con motivo de la lectura de un poemario todavía inédito, Espíritus, la figura de Jorge Nájar ha abierto en nosotros un nuevo mundo, nos ha abierto a su mundo. De ahí, la necesidad de prolongar esta aproximación en lo que ahora se ha convertido en su entrevista. ¿La idea de crear El árbol de Sodoma (Editorial Desafío, 2007) sería una forma de retorno a la Amazonía a través de la escritura, teniendo en cuenta que resides en París desde hace cuatro décadas? Vivo en París desde los primeros días de 1977 pero regreso a la casa de mis padres con cierta regularidad, como quien va al pueblo a buscar los sabores locales, las calles, los aromas, las sombras de los árboles. No necesito hundirme en la ficción para nutrir la memoria. Cuando salí del Perú ya tenía el proyecto narrativo en mente. Podía haber puesto en acción a mis personajes en Lima, por ejemplo, o en Barcelona, pero resulta que uno siempre escribe sobre el espacio y los prototipos que más conoce. Y yo me hice a la vida en los diferentes espacios urbanos de las orillas amazónicas: Iquitos, Contamana, Pucallpa. Ese ha sido el mundo real en el que me moví, un mundo hormigueante de ribereños shipibos, ashánincas, cashibos, cocamas, todos más graciosos y altaneros que los otros; un mundo poblado de madereros, caucheros, cazadores, pescadores y pichicateros, como se designaba entonces a los primeros traficantes de cocaína. Mayushin es el punto de partida y de llegada de los personajes (Úrsula del Río, Enrique Cabrera y Pedro Sifuentes)… Como sabes, El árbol de Sodoma, se compone de tres estancias, de tres historias –“Una casa embrujada”¸ “El otro Olimpo”, “Nadie escucha el canto”- hermanadas por el mismo espacio y por los personajes secundarios que actúan en el telón de fondo. Inicialmente, uno de los problemas que más me costó resolver fue cómo llevar a todos ellos, no sólo a los principales protagonistas, hacia la ficción sin caer en el naturalismo. Huir del naturalismo pero afincarse en la tradición. En esa búsqueda surgió Mayushin, la coctelera que me permitió crear un espacio urbano compuesto con los diferentes elementos de las urbes amazónicas. Ahí se agitan las pasiones de mis personajes, que se van de Mayushin o que regresan a ese espacio, una manera de reflexionar sobre centralismos y periferias. ¿Cómo fue el proceso de construcción de los personajes? En la historia policíaca de “Nadie escucha el canto”, que fue la primera en darse a conocer allá por los años noventa, tuve que enfrentarme con la creación del prototipo de un policía amazónico; un policía “charapa” no tiene los mismos reflejos o los mismos tics que uno de París, Madrid o California; había pues que estudiarlos y ponerlos en marcha. En “Una casa embrujada” la idea era que una jurista lésbica, llena de anhelos de justicia actuara en el microcosmo amazónico con su propia psicología confrontada

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ante una diversidad de tipologías: el huraño, el borracho, el trabajador, los homosexuales, el tacaño, los feministas, los orgullosos, los débiles, los machistas. No fue tarea fácil, créeme, ponerla en marcha en ese mundo y otorgarle dentro de él la posibilidad de realizar su propia vida. Pero ahí la tienes en medio de la barahúnda. En “El otro Olimpo” tuve que inventar un pintor con anhelos de universalidad y propósitos de estar estrechamente vinculado a su propia cosmogonía, y que evoca su vida al tiempo que va pintando los ángeles y diablos del árbol de Sodoma. En el fondo el problema de la creación de los personajes está estrechamente vinculado a la configuración de las psicologías y características de la gente que uno ha conocido con el tiempo. Y partir de ahí volver a inventarlos para que adquieran independencia dentro de la nueva realidad que la novela crea. En la trilogía se encuentran elementos de la realidad peruana de las últimas dos décadas: el narcotráfico, el terrorismo y la corrupción ¿Consideras que la novela puede insertarse en el neorrealismo? Hay todo lo que señalas en el telón de fondo de esta trilogía. Nuestra sociedad, la peruana, está marcada por esos elementos. Sin embargo creo que la pasión -el amor, el odio, los rencores, la esperanza- es el verdadero motor de todos mis personajes. Tras el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), en el 2003, se reveló que las víctimas de la violencia política en el Perú (1980-2000) ascendieron a 70 mil. Ello generó un subgénero temático: “la novela post-CRV” (Roncagliolo, Cueto, Thays, Martín Roldán). ¿Tu obra estaría inscrita en este efecto social de exorcizar demonios? Aunque las raíces del mal descrito por la Comisión de la Verdad siguen indemnes, y aunque la violencia parece aplacada, resulta innegable que la guerra interna ha sido el verdadero drama peruano en el tramo final del siglo XX. No es extraño que haya quienes quieran exorcizar ese problema pasando por la ficción. Y en ese sentido, la realidad, la guerra, la matanza, se ha convertido en insumo literario. Yo trato de otras cosas, cercanas y distantes, en la medida que toda mi obra narrativa fue escrita mucho antes del informe al que aludes. ¿Cuál es tu reflexión? Carecemos de una fuerte tradición literaria y en esa creencia suponemos que el acontecer socio-político puede ser el motor de la literatura. Nos posicionamos política y literariamente ante la enorme desgracia de la guerra interna, y, humanamente, me parece correcto que así sea. No por eso hay que creer que las raíces del mal hayan sido extirpadas. Además, no sé qué pasará con toda la literatura provocada por esa desgracia cuando el insumo termine de arder. ¿Quién se acuerda ahora de la literatura provocada por el imperio de la llamada Patria Nueva? La operación verbal que es la literatura tiende más que al retrato de bolsones de la sociedad a la creación de prototipos humanos capaces de amar, soñar, gozar o sufrir en un universo generado para que ellos puedan vivir dentro de él. Respecto al poemario inédito Espíritus, existe una visión apocalíptica del Amazonas yuxtapuesta a la exuberancia, belleza y riqueza mitológica… Sí, Espíritus es un acto de exorcismo, una cura en la que se busca el contrapunto entre los conjuros del curandero y lo que va emergiendo desde el fondo de la memoria del

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“paciente”. La memoria de los pueblos amazónico está ante el gravísimo problema de extinguirse a una velocidad mucho más potente que la destrucción de los recursos naturales. En los versos se percibe las travesías a través del ayahuasca. ¿Qué representa en tu obra esa liana selvática de poderes mágicos y curativos? Hay quienes piensan que el Ayahuasca, por todo lo que resucita en lo más íntimo de nuestra memoria, es la columna vertebral para entender la complejidad amazónica. Yo me adhiero. Como habrás observado en “Nadie escucha el canto” la pesquisa policial avanza en medio de una plaga que azota a todo Mayushin al tiempo que, como extraño a todo ese ajetreo, en la otra orilla del río el curandero trata de salvarle la vida a una de las víctimas de una venganza desatada por los traficantes de droga; simbólicamente pretendía así dar la imagen de ese mundo de creencias que coexiste como dándole la espalda a la agitación urbana y a los contubernios. En Espíritus asistimos en cambio a una verdadera “cura” precisamente gracias al hundimiento en la memoria vía los efectos del ayahuasca. ¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos en el mundo? ¿Adónde vamos? Queremos trascender por el artificio verbal a estás grandes interrogaciones y en ese anhelo encontramos fragmentos de melodías añejas, destellos de metales extraños en medio de una combustión volcánica. También se plasma en El árbol de Sodoma y en los poemas de Espíritus (“En las vísperas” y “Ella”) el poderoso influjo de las distintas manifestaciones de la sexualidad… En todas las ciudades amazónicas he encontrado una gran proliferación de productos naturales para estimular la vida sexual. No son pocas las llamadas puzangas, filtros amorosos. Tampoco se quedan atrás los licores y amuletos en el mismo sentido. Todo un mundo mágico de exaltación de esta parte de nuestra existencia. ¿Qué esta expresando esa exhuberancia? Se puede decir que como en todas partes allí también campean los tímidos y los extrovertidos. El conocimiento popular, en broma y en serio, ha generado toda una gama de productos para unos y otros. Pero el amazónico exteriormente es más bien resolutivo y se lo piensan menos a la hora de aventurarse a nuevas experiencias. No faltan los transgresores (as) y rebeldes, con una necesidad de cuestionar las tradiciones y de implementar aspectos nuevos a su experiencia. Las principales novelas de Mario Vargas Llosa (La casa verde, Conversación en La Catedral) también han dejado reveladoras páginas referidas a este asunto. ¿Por qué son recurrentes las palabras “sangre”, “caminos”, “ríos”, “luz”, a lo largo del poemario? Espíritus tal vez sea el poemario más autobiográfico que hasta ahora he escrito, la vida de un amazónico que se ha ido y que regresa cada vez que puede, físicamente y psicológicamente. He querido que esos ires y venir queden plasmados en ese canto curanderil. En sus notas he buscado la resonancia de parte de mi adolescencia y juventud andariega por los pueblos amazónico, así como mi vida en diferentes ciudades del planeta. La voluntad de operar con la memoria ha conllevado también un viaje hacia la sangre. ¿Qué somos?

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¿Qué representó para ti pertenecer al Movimiento Hora Zero de los años 70, el cual recibió grandes elogios del último tótem de las letras americanas, Roberto Bolaño, quien incluso prologó un libro del poeta Jorge Pimentel? Los compañeros de Hora Zero son parte de mi familia afectiva. Con muchos de ellos me conocí en el patio de la universidad más popular de entonces, popular en el sentido de que el noventa por ciento de los que nos hallábamos ahí, en los años sesenta, proveníamos de todos los rincones del país. Con ellos se produjo el gran intercambio de las lecturas con las que nos nutrimos. Con ellos recorrí los rincones más íntimos de la ciudad. Por eso mis afectos con ellos han permanecido invariables a pesar de los años y de la distancia. ¿Cómo ves el panorama actual de la poesía, de la narrativa y del teatro de la Amazonía? La Amazonía es todo un universo. No sé qué renovaciones se estén produciendo ahora, por ejemplo, en Moyabamba, la madre del cordero, el punto por donde penetró Occidente en el mundo amazónico, o en Tarapoto, el territorio donde capeó el terrorismo en los años más negros. Abrigo la esperanza de que en algún momento me llegue una gran sorpresa desde Iquitos o Pucallpa. ¿Qué proyectos tienes encaminados? Estudiando la vida de César Vallejo he descubierto la existencia de demasiadas zonas de sombra tanto en su período peruano como en su etapa europea, de ahí nació hace años la idea de ficcionalizar su vida. He avanzado una buena parte. De momento el Cholo ya ha llegado a París. Me queda pues por inventar todo el trecho de su vida en Francia y España.

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Selección de poemas inéditos ESA VOZ

He buscado a ciegas la luz y la melodía de quienes crecieron conmigo para nutrir la memoria hasta convertirla en pensamiento. La oigo, la veo todavía en el tumulto del solar. Esa voz, con la mirada perdida en no sé qué, fumaba la cachimba heredada de unos indios antes de contarnos la historia del mundo. La de los constructores del camino al mar. Los vendedores de dioses al asalto de los antiguos señores del bosque. Los relámpagos que sacudieron al pueblo inventado en la colina encendida. De pronto la violencia de la lluvia apagaba la iluminación de su memoria. Y ya con otros fuegos, ella, esa voz -en las sonoridades del quechua de sus padreslanzaba imprecaciones antes de llevarnos a los parajes de otras ensoñaciones finteando charcos y vapores del trópico. He creído que esa voz era la de la eternidad: odios, pasiones, la vida. Otra broma sin destino.

EN LAS VÍSPERAS Vuelves levitando en la oscuridad; te veo en la Plaza Mayor repleta de narcos, putas, terroristas, negociar los mejores productos del paraje: quince monedas la noche, desayuno, sábanas blancas y una mujer si lo deseas. Cucarachas en el suelo, lagartijas en las mantas. En la noche brillante deliran sapos, grillos, monos; los borrachos ríen, lloran colgados de la cintura de mujeres a la deriva, todas indias o mestizas pero rubias o pelirrojas. ¿Por qué no aceptar la oferta? Bien sabes que en las vísperas sólo el amor aunque sea de paso.

ELLA

En la naciente de los ríos, en una aldea quemada humeaba vapores de cantina. Ella transpiraba Noche Tropical en la espera. Su piel caoba y en los ojos la mirada del ave nocturna. Sólo faltaban los pendientes para el retrato perfecto en la penumbra. Allí, en ella, en sus sudores, respirando esa luz, esa risa, se salvó tu existencia, una estrella sin destino. Más tarde los terroristas la mataron por su devoción a la luz del mundo, el amor clandestino, su renuncia.

PERRO Y AMO Avanzas desnudo bajo el estruendo diluvial; el cielo se ilumina y canta cuando ya sólo piensas en la felicidad. Y nada te importa que el mundo siga a la deriva mientras tus pasos ciegos se hunden, se levantan en un hacinamiento de huesos. Y eres el primero que cae y el primero que se levanta; sombra y cuerpo, perro y amo de ti mismo.

- Jorge Nájar -

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El viaje a lo desconocido, el viaje a uno mismo: Apocalypse now -Diego Zavala Apocalypse now(1979), el conocido filme de Francis Ford Coppola, inspirado en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad es, en esta ocasión, el pretexto para cuestionar la narrativa cinematográfica y su vínculo con la literatura. Lejos de querer aproximarme a las diferencias o similitudes entre ambas obras, lo que me parece significativo es entender el mecanismo narrativo de esta excepcional película y la relación que guarda con el libro, a pesar del cambio de contexto histórico y de la estructura general de la historia.

El viaje del capitán Marlow al corazón del río Congo, que sirve a la novela como aventura y metáfora para descubrir la barbarie y la crueldad del hombre moderno durante la época colonial, es trasladada, en el filme, a una misión en Camboya - durante la guerra de Vietnam - para asesinar a un soldado de élite (el coronel Kurtz) que ha decidido establecer sus propias reglas, entre una comunidad de nativos, en el medio de la selva.

Odisea por la selva y viaje introspectivo son los dos componentes de ambas historias. La mezcla de estos dos recorridos es la clave para entender la evolución narrativa del filme, para entender cómo las escenas propias de una película épica y de acción se entrelazan con secuencias de reflexión sobre la condición humana, el valor del soldado, el sufrimiento durante la guerra, la diferencia entre el bien y el mal…

El espectador experimenta el caos de la guerra al tiempo que reflexiona sobre sus causas y consecuencias al lado del personaje principal, el capitán Willard. En el caso de la novela, sabemos que Marlow volvió del viaje y sólo entonces narra sus aventuras a sus compañeros. En el caso de la película, no sabemos cómo terminará la historia de Willard; así es como se activan las motivaciones del público. Este pequeño elemento es el que posibilita la conjunción de los dos tipos de narración en el filme, uno más próximo al género de aventuras, el segundo mucho más cercano a las poéticas del sujeto (el diario, la epístola, etc.).

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Este desarrollo dual de la narración, es visible en un gran número de elementos del filme. Su materialización es consistente con este doble registro. Tenemos escenas de acción, como el ataque de los helicópteros, o la emboscada en la que muere Mr. Clean (Lawrence Fishbourne), junto a escenas reflexivas o contemplativas, como cuando Willard analiza en el bote el expediente de Kurtz, o cuando encuentran a las conejitas de Playboy. Estas dos fórmulas narrativas, provenientes incluso de géneros cinematográficos distintos, tienen un elemento que permite su interacción armónica dentro del filme; me refiero a las metáforas del viaje, fundamentalmente, al río como camino hacia Kurtz, y a la selección de la barca como medio de transporte.

La relación del río y la barca con una operación secreta en la selva de Vietnam es consistente con el género épico y de acción. La elección del medio y la ruta para llegar hasta el coronel rebelde aporta el suspense que intensifica la experiencia del combate cada vez que éste se presenta. El imaginario bélico se complementa con secuencias como el ataque a los poblados desde los helicópteros o con el combate en la escena del puente.

Es la narración reflexiva la que, probablemente, sea más difícil de asociar con estos dos elementos. En ella, el simbolismo de la barca y el del río no parecen ser los más apropiados. Y aún más distantes e inapropiados se vuelven cuando son utilizados en una historia bélica. Aun así, existe una manera de asociar estos dos elementos a una poética del sujeto. Michel Foucault lo explica: Me refiero a la metáfora de la navegación que contiene varios elementos. [En primer lugar:] la idea, por supuesto, de un trayecto, un desplazamiento efectivo de un punto a otro. Segundo, la metáfora de la navegación implica que ese desplazamiento se dirija hacia cierta meta, que tenga un objetivo. Esa meta, ese objetivo, es el puerto, el abra, en cuanto lugar seguro en donde se está al abrigo de todo. En esta misma idea de navegación encontramos el tema de que el puerto hacia al cual nos encaminamos, pues bien, es el puerto de amarre, el puerto en que encontramos nuestro lugar de origen, nuestra patria. El trayecto hacia sí mismo tendrá siempre algo de odisea. La cuarta idea que descubrimos ligada a esta metáfora de la navegación: para volver al puerto de amarre y si se desea con mucha intensidad llegar a este lugar seguro, el trayecto en sí mismo es peligroso. En toda su extensión enfrentamos riesgos, riesgos imprevistos que pueden comprometer nuestro itinerario e incluso perdernos. Por consiguiente, ese trayecto será en verdad el que nos conduzca hacia el lugar de salvación, a través de una serie de peligros, conocidos y poco conocidos, conocidos y mal conocidos, etcétera. Por último, siempre en esta idea de la navegación, creo que hay que tener presente que la trayectoria a recorrer así hacia el puerto, el puerto de salvación a través de los peligros implica, para terminar bien y llegar a su objetivo, un saber, una técnica, un arte. Saber

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complejo, a la vez teórico y práctico, saber conjetural, también, y un saber muy próximo, desde luego, al pilotaje. [Foucault, 2002: 241].

Este viaje, esta navegación a la que se refiere el filósofo francés es una metáfora vinculada con la “inquietud de sí”, que tiene como objetivo el autoconocimiento, la conciencia del sujeto. La cuestión es que esta odisea tiene una meta provechosa, un final feliz, que no es el caso del filme en cuestión. Willard ya conoce su destino, incluso antes de salir a la misión dice que se la han dado “debido a sus pecados”. El viaje del capitán no es de autoconocimiento, no llegará a la meta, al hogar, a la patria; lo espera “el horror”.

A pesar de este final distinto al planteado por Foucault, la metáfora de la navegación (a través del simbolismo de la barca y del río) ya podemos incorporarla como un elemento que no es discordante con la poética del sujeto, con una narración introspectiva. Y si el final es distinto es porque Coppola intenta crear, a través del viaje personal de un hombre al “corazón de las tinieblas”, un discurso de crítica política. La película entiende, en los mismos términos como Foucault lo plantea, a la política como una estrategia. Los mecanismos narrativos son los que el director usa (esta mezcla de filme personal y batalla épica) como herramientas para establecer su estrategia discursiva.

Este es el último nivel en el que la metáfora de la navegación, este “saber complejo, a la vez teórico y práctico”, se puede aplicar, el de la realización cinematográfica. Francis Ford Coppola es quien ejerce de kubernetes1 de esta experiencia fílmica, profunda y entretenida a la vez.

Bibliografía: Foucault; Michel, La hermenéutica del sujeto, FCE, México, 2002.

Filmografía: Apocalypse Now (1979), Francis Ford Coppola

1

Kubernetes, en latín gubernator es el encargado de la conducción y dirección de una nave. [Foucault 2002: 243].

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Poemas I.

Un viernes por la tarde sin nada que hacer, imitándome a mí mismo mientras yo escucho cómo el autorretrato ridículo y voraz imita al espejo de Cohen en su lavabo de Montreal, y mi adorable niña está jodidamente enfada y viene a llevarse lo que de ella quedaba en mi vida.

II.

Detrás de la poesía se escuda el hombre, la barba descuidada, la fiel desesperanza, la excesiva y enquistada renuncia De las alegrías contrapuestas. En la palabra sufrida del Poema, una figura humana levanta desnuda el polvo que pisa, las cenizas que antes lo aplastaban, el viejo carnal amor que le infligió su involuntario trámite de la vida. En la sordera gimoteará su gloria, la grave cuerda que nunca lo cercena. la cruel y eterna infidelidad que no menciona.

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III. Tienes el nombre de la silenciosa mutilación de la silueta porque tu pintoresco pelo amarillo ciega el fiero animal desquiciado que siempre indómito y grosero arrastré conmigo como una joroba hiriente difícil de disimular Las potencias de tus piernas flacas recorren de norte a sur por el hilo de mi mente vidriosa desplomándose al suelo cuando tropiezo en cavilaciones a través de la ventana que tirita de fiebre o suciedad aburrido y reseco desnudando los restos y los aquellos los vivos y los muertos encerrados en sus manos con sus corazones todavía latientes todavía en los huesos de sus manos y miro la manera de cómo se multiplican los disturbios del alba los palazos contra las indefensas ideas y la recalcitrante dictadura anticipada que todo lo cubre de velos y lo calla o lo vuelve a golpear contra quienes alzan sus voces en manifestaciones aplacadas por el susurro de un silencio Y los manifiestos escritos en obleas se suceden en volutas de polvo y ceniza como prefiero tu breve visita de hospital, como no aprecio demasiado el mundo que me ha tocado mirar y no poseo el valor de algunos poetas elijo tu piel cetrina tus alargadas piernas escandalosas como el paisaje urbano y ese pintoresco pelo publicitando al sol y tus ojos azules que imagino azules son sin duda más azules que yo que ridiculizan la independencia del mar el reino de la voz de los libros del agua ese líquido vapuleado y desangrándose que ahora imagino fiero cuando sé que alguna vez fue puro un bebé que por mi miedo en invierno se cubría de afiladas hojas de carne y papel Como en las canciones horteras declinas la oferta ni siquiera mencionada el breve congreso ocular de los tímidos atravesando la transparencia de mi imbecilidad pueril como una pedrada en mi frente mirándote de espaldas como un Orfeo cobarde cómo franqueas la puerta del quizá me vuelvas a ver cómo cierras los ojos del jamás tendrás otra oportunidad mejor Cómo atropellas la memoria de poder esculpir tu imagen sin mutilaciones … Y mi animal se enciende un Pall Mall más peligroso que el anterior mientras afuera sigue lloviendo suciedad y sangre y regresiones y no existe el amor y tú te has mezclado con todo eso y ni siquiera un poco han podido menospreciar tu fuerza.

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IV. Hueles como una fosa séptica de mala literatura. Cuando entras en un museo moderno, cuando cruzas la efervescencia de un frío de miedo aunque sea deslizándote sobre la seguridad de altura de un puente muy elevado, la sombra de su olor te lo llevarás contigo. Como el aroma de polvo De una librería de viejo. Y los años de su vida. Su cuerpo putrefacto. Te confundirán con todo ello y sabrán de tu envergadura nada más el hedor de todo ese perfume. Olvidarán la sabiduría inocente de dónde puedes venir, qué deseos te empujan. Hacia dónde te dirigías. Quién te amaba. La Elección que te hizo denostar al hombre. Los nombres en tu nombre. No importará qué queda debajo de esa superflua vibración emocional como la rabia que sientes, si ya se dictó tu derrota o la fase celeste sin estaciones. Serás el del olor a mierda. Insoportable, marginado, antipático, se distanciarán de ti sin mirar tu corazón, como si fueras un político asesino o un ufano poeta. Serás peor que el revivir de una idea primordial, o el nacimiento de una masiva epidemia.

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V. Llegué tarde al mundo, cuando nada Se podía hacer por salvarse, y aún así dejaron que me hospedara. Me sorprende Lo mucho que dicen que aún me aman; Fumo compulsivamente, sufro la enfermedad de la tristeza, dudo del poder que dicen posee la tenacidad. Empiezo enemigos Antes de conocer al hombre. Mis ambiciones no surgen de la superación Personal sino de la humana esperanza de que éstos no triunfen a sentir el placer de leer mi frustrante Poesía. Traicioné a más amigos de los Que mantengo; me emborracho por su desgracia y por su desamor. Dedico mis mejores versos A la misantropía de los ineptos enamorados. Siento predilección por las letras Vírgenes, Nunca dejaría de hilvanar las arcadas nalgas De María. Incluso mi onanismo incrementa Cuando alguien menciona el nombre de tu Dios banal. le di una patada al hijo para que muriera en el útero, te rompí por puro orgasmo de mirar cómo gemías, Apagué el incendio con el esputo de tu estulticia, Leí libros de ocultismo a vuestras mujeres Y propagué todo el mal de ojo que supe. Recompuse la figura de cera de madmasuel Hitler. Este tiempo será insufrible. Y todavía hay alguno que me idolatra; Cuánto amor en la época donde nací.

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VI quisiera que alguna vez alguien se lastimara por lo que pudiera escribir. como todos los que abarrotan el mundo, mi ego me engaña y me minoriza como algún sí quiero, como la dureza del hueso enfermo bajo el músculo henchido. ese vértigo al leerme una descripción acertada sobre el futuro del hombre, uno de mis insignificantes versos del amor, una actitud similar ante lo irreal, ante los yertos muros de lo imposible. la palabra que lo decide todo como una condena de recuerdos o justo la que acaba por no aparecer ni en mis anotaciones secretas. No quiero airear sin condiciones los rumores, ni evaporar su antigua forma de pensamiento. desearía introducirme en su nervio como una espina erizado por un instante, ser la causa primera de la caída de ciertos rasgos humanos, rememorar con él o ella un deseo de algo que no permiten exigir, - reflexionar juntos en una probable reforma de la asociación de desterrados emocionales-. quién sabría digerirlo. quisiera que se elevaran por mi culpa los errores y los esclavos, como yo me elevé cierto día contra tus significados y la pasión aprendida de transmutar los odios. VII Sin la amenaza constante Del hombre que siempre perturba, En esta apartada quietud de oscilaciones pardas Y ocres, Oliendo la niebla de leña quemándose, Abandonado al campo, ajeno de Artificio y soledad, Sólo con la compañía de Mi mimado gato, de silencios metálicos, de la tarde fresca Y de algún que otro recuerdo rescatado, Podría caer en la grave contradicción Que necesito cerca a otro alegre ser humano. O aquel amor, que nunca acabó de dejarme tranquilo. para compartir mi egoísmo.

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VIII. ( presencio las luminosas disputas de la mañana contra los disturbios de la rutina en mi negra Ciudad. Veo pacientemente la manera en que se precipita toda la luz; tan próxima a nuestro cuerpo que su fulgor amarillento casi me ciega y me derrota. es un luchador que trepa las extremidades día a día como hormigas carnívoras, llegando al anciano cuello y aplanando sus cetrinos pliegues a mordiscos pequeños y constantes. afuera sigue su cauce la locura, la veo acechando las almas, acunando por completo su grave ternura. El hedor del fin se aproxima. como la ballena cansada a nuestra orilla. El fin. Lo último. Aquí. es como café frío de dos mañanas y axila sudada. y el mundo lleva tiempo sin darse una buena tormenta. La opinión se expande cual plaga de ratas turistas abandonando el barco anclado en un puerto cosmopolita ) Qué feliz en cambio contigo en este comedor tan fílmico con la luz incendiada a media asta, mirando el telefilme americano por televisión, con la rutina dulce del vino, abrazados y cubiertos por una presencia de ingenua seguridad. Más tarde haremos el amor de una forma catastrófica y nos diremos algo importante. como en este final que hemos visto ya mil veces. y que nunca ha llegado a derribarnos.

- Cisco Bano -

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