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Índice
· Iván Cherjovsky LITERATURA Y MEMORIA COLECTIVA: LOS CRONISTAS DE LA COLONIZACIÓN JUDÍA EN LA PAMPA ARGENTINA 3 · Fabrizio Tocco UNA LECTURA ATENTA DE LA REESCRITURA CRÍTICA DEL SIONISMO EN THE YIDDISH POLICEMEN’S UNION 15 · Ricardo Iván Paredes Palacios ISAAC GOLDEMBERG: EL TEXTO COMO PATRIA, LA DIÁSPORA JUDÍA Y LA MEMORIA EN LA VIDA A PLAZOS DE DON JACOBO LERNER 34
Radiografías 39
Cuento 43
Entrevista a Agustín Fernández Mallo 51
B-38570-2009 ISSN 2013-5580
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Literatura y memoria colectiva: los cronistas de la colonización judía en la pampa argentina
-Iván Cherjovsky-
Introducción La comunidad judía argentina tiene su mito de origen en la singular experiencia de los colonos agrícolas que, desde fines del siglo XIX, comenzaron a establecerse con sus familias en campos de la pampa. En su mayoría provenientes de medios urbanos del este de Europa, los inmigrantes debieron afrontar la doble tarea de adaptarse a un nuevo medio cultural y lingüístico y, a la vez, devenir agricultores en tierras vírgenes. Aquí revisaremos parte del material literario que nos legaron, y analizaremos su contribución a la configuración de un relato histórico que guarda interesantes diferencias con el imaginario predominante en la memoria colectiva comunitaria.
1. Breve aproximación histórica A partir de la década de 1880, los judíos que habitaban la Zona de Residencia, una estrecha franja territorial del imperio zarista que iba del Báltico al Mar Negro, comenzaron a emigrar masivamente hacia países que los aceptaran como ciudadanos de pleno derecho y que les ofrecieran oportunidades de progreso económico. Aunque el principal destino elegido fue los Estados Unidos, algunos se dirigieron a América del Sur. En aquéllos años, La República Argentina atravesaba una etapa de su historia conocida como la era aluvial: la elite liberal gobernante implementaba una política de puertas abiertas destinada a atraer inmigrantes europeos que poblaran, cultivaran y civilizaran el desierto, es decir, las grandes llanuras fértiles de la pampa de las que acababan de ser expulsados los indios, y contribuyeran así al progreso material y espiritual de la nación.
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El proyecto de llevar judíos rusos a la Argentina tomó cuerpo en 1891, cuando el barón Maurice de Hirsch (1831-1896) creó la Jewish Colonization Association (JCA)1, una compañía colonizadora transnacional que compró tierras en varios países de inmigración. Hirsch fue un millonario judeo-alemán, descendiente de banqueros y audaz empresario ferroviario que, a raíz de la muerte temprana de Lucien, su único hijo, ocurrida en 1888, decidió destinar su fortuna a implementar una solución para el problema de los judíos del este de Europa. Luego de haber considerado otras alternativas que no prosperaron, una experiencia novedosa lo llevó a optar por la colonización y a elegir a la Argentina como principal centro de operaciones del proyecto: a fines de 1889, unos ochocientos judíos provenientes de Podolia se habían colonizado, por cuenta propia, en una zona de la provincia de Santa Fe conocida como la pampa gringa. Llamaron al pequeño asentamiento Colonia Moisés Ville, y, a pesar de varios traspiés, aún lograban persistir en el intento. Si bien la JCA tenía un objetivo filantrópico, de todos modos el barón esperaba obtener retornos sobre el capital empleado. No solo para reinvertirlos en el proyecto, a fin de asentar a nuevos colonos, sino también porque pretendía que el plan de ayuda no fuera asistencialista, sino productivista: los colonos debían ganarse el pan con su propio trabajo. En consecuencia, recibirían la tierra luego de la firma de un riguroso contrato que los comprometía a pagarla en veinte anualidades con los correspondientes intereses. La garantía de ese préstamo, así como la de los demás activos y subsidios en efectivo recibidos, era la hipoteca del campo, cuyo título de propiedad recién pasaba a manos del colono luego de que éste hubiese saldado su deuda. La JCA fundó colonias en las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires, La Pampa, Santiago del Estero y Río Negro. Sumando a esas colonias unos pocos asentamientos independientes, el campo argentino llegó a albergar, entre 1920 y 1940, a unos 35.000 judíos, es decir, a más del diez por ciento de la población judía del país en ese entonces. Desde los años cuarenta, la cifra comenzó a decrecer en forma paralela al proceso de industrialización y de urbanización. Eran años en los que la vida en las 1
El primer nombre que recibió la compañía fue Empresa Colonizadora Barón Hirsch. En 1894, fue redenominada Jewish Colonization Association.
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ciudades se volvía más confortable, mientras que el ascenso económico de la segunda generación de inmigrados trajo la posibilidad de una educación profesional para los hijos, así como de mayores oportunidades de consumo de bienes y cultura. En la actualidad, quedan aún cientos de descendientes de colonos viviendo en pueblos y pequeñas ciudades del interior del país, como Moisés Ville, Rivera, Carlos Casares, Médanos, Villa Clara o Basabilbaso. Desde hace unos veinticinco años, varios integrantes de esas comunidades se ocupan de la elaboración y conservación de sus memorias colectivas locales, inquietud que ponen en práctica mediante actividades tales como la creación de museos y archivos históricos, la patrimonialización de sinagogas, teatros y cementerios, la publicación de libros de memoria oral, la edición de sitios web y la promoción del turismo cultural. En resumen, a partir de la creación de la JCA, miles de familias judías empobrecidas tuvieron la oportunidad de comenzar una nueva vida del otro lado del Atlántico. Como dice el historiador Haim Avni, se trató de una “feliz coincidencia”: el país necesitaba agricultores, Hirsch y sus colonos, ciertas garantías de tolerancia y tierras aptas disponibles [Avni, 2005: capítulo II]. Hasta aquí, todos contentos.
2. Los conflictos Además de ayudar a sus correligionarios del este de Europa, Hirsch buscaba cumplir con un segundo propósito. Esperaba que las colonias se convirtieran en un ejemplo internacional capaz de mostrar que los judíos, estigmatizados como pueblo de comerciantes y usureros, podían dedicarse con éxito a tareas económicamente productivas y, en consecuencia, devenir ciudadanos útiles y deseables en el mundo del estado-nación moderno. Dicho de otro modo, buscaba contribuir a su legitimación en el seno de las comunidades nacionales multiétnicas que se iban conformando en los países de inmigración, cuyas elites dirigentes recibían y rechazaban a los extranjeros, de modo cambiante y selectivo, de acuerdo a criterios como el origen, la raza, el oficio o la religión. En 1891, Hirsch escribió: ¿Qué es más natural que encontrar mi propósito más elevado en brindar a los seguidores del judaísmo, quienes han vivido oprimidos durante miles de años y viven en la miseria, la posibilidad de regeneración física y moral; que yo intente liberarlos, convertirlos en ciudadanos capaces, y de ese modo aportar a la humanidad material nuevo y valioso? […]
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Que los judíos no tienen inclinaciones por la agricultura o las tareas manuales se ha convertido en una máxima y un reproche típico […] [sin embargo] mis observaciones y las de otras personas han demostrado que es bastante posible reavivar en la raza esta capacidad y el amor por la agricultura, y hacerla resurgir” 2
Pero esta postura, más allá de sus buenas intenciones (no haremos aquí un análisis marxista, sin duda, aun pendiente), llevó a la JCA a recelar de sus colonos. Temerosa de que, al cobrar los dividendos de las primeras cosechas, éstos abandonaran los campos y se fueran a abrir comercios a las ciudades, su dirigencia estableció un régimen de vigilancia estricta, para lo cual nombró a administradores autoritarios y diseñó contratos unilaterales que ataban al colono a la tierra y que le impedían sobrepasar cierto umbral económico. Aún cuando muchos de los agricultores eran también idealistas por convicción, que se veían a sí mismos como los pioneros de la “cruzada desestigmatizadora” que proclamaba la JCA, en varias oportunidades la compañía puso bajo sospecha esas intenciones, por lo que varios terminaron alejándose de las colonias. Otros, en cambio, persistieron, y, desde los primeros años del siglo XX, se agruparon en cooperativas agrarias que funcionaron a modo de sindicatos, y que les permitían pleitear con la empresa colectivamente. Por otra parte, las tensiones se vieron a veces agravadas por las diferencias idiomáticas y culturales entre colonos y administradores, así como por varios casos de corrupción. Ahora bien, más allá de los problemas que trajo aparejados, el segundo propósito de Hirsch resultó determinante para la vida de los judíos en la Argentina. Parte de la relevancia histórica de la colonización radica, justamente, en haber sido un elemento legitimante cuando, durante sus primeras décadas de vida en el país, la existencia de miles de agricultores permitió a los judíos identificarse con el trabajo de la tierra y justificarse ante quienes opinaban que no constituían un componente deseable del crisol de razas.
3. La versión romántica de la colonización: Los gauchos judíos Por supuesto, la legitimación anhelada no fue en absoluto automática, sino que demandó la participación de, entre otros actores, intelectuales y hombres de letras que fueran capaces de edificarla con materiales diversos, como discursos, actos
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My Views on Philanthropy, en The North American Review, Volume 153, Issue 416, julio de 1891.
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conmemorativos, publicaciones de distinto tipo y, lo que nos interesa especialmente aquí, literatura. Transcurridos veinte años del arribo de los primeros colonos, cuando la Argentina se disponía a celebrar el centenario de su independencia, los inmigrantes más politizados eran objeto de persecuciones y deportaciones. Se vivían momentos de agitación social, y la nueva generación de intelectuales nacionalistas confeccionó un modelo de identidad patriótica que, por contraposición al liberalismo y a lo extranjero, abrevaba en elementos telúricos, indígenas e hispánicos. La figura emergente fue entonces la del solitario y enigmático personaje que recorría los campos de la pampa, el gaucho. Los judíos rusos difícilmente podrían haber sido asociados a “lo indígena” o a la tradición hispánica colonial (ya que no eran sefardíes). No obstante, ¿podría el telurismo de la vida en las colonias contribuir a su simbiosis con los gauchos? En 1909, el diario La Nación comenzó a publicar una serie de relatos unitarios escritos por el joven periodista Alberto Gerchunoff. Más tarde compilados en el libro Los gauchos judíos, estos relatos, que colocarían a su autor en el trono permanente de los escritores judeo-argentinos, pintaron el mundo rural que habitaban los colonos como un escenario idílico en el que, por influencia de la cultura local y merced a la potencia del paisaje, se llevaba a cabo una transmutación identitaria: los judíos no sólo se argentinizaban, sino que se convertían en verdaderos gauchos. La obra de Gerchunoff ha sido largamente estudiada. Según Leonardo Senkman, autor de La identidad judía en la literatura argentina, el “milagro” de Los gauchos judíos es que haya sido apropiado por una generación de intelectuales que reaccionaban “fóbicamente frente al inmigrante y sus costumbres disolventes” [Senkman, 1983: 19]. El escritor Bernardo Verbitzky opina que el libro se convirtió en la carta de ciudadanía de los judíos en la Argentina [Senkman, 1983: 22]. Para Graciela Villanueva, Los gauchos judíos: narra las peripecias de los colonos judíos en un país presentado como una nueva Tierra Prometida para los exiliados de Europa del Este, un país en el que reina la armonía, en el
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que los judíos podrán dejar los oficios a los que la diáspora los ha condenado para volver al trabajo de la tierra y en el que lograrán, por fin, integrarse. [Villanueva, 2000]3.
En una tesis doctoral reciente, James A. Hussar analiza tanto los antecedentes literarios de Gerchunoff como la literatura de sus continuadores, los descendientes de colonos Rebeca Mactas y Frida Alexandr. [Hussar, 2008] En 1910, Los gauchos judíos fue consagrada por los escritores del Centenario. Más tarde, nuevas generaciones de argentinos la conocieron cuando pasó a formar parte de los programas literarios escolares. Finalmente, en la década del setenta se estrenó su versión cinematográfica, dirigida por Juan José Jusid y con un elenco plagado de estrellas. Entonces, al menos durante un tiempo, el éxito de taquilla de la película depositó a los gauchos judíos en la marea de la cultura de masas. Pero lo que nos interesa aquí, es que la versión gerchunoffiana inauguró un modo particular de imaginar la experiencia en las colonias. Interesada, como vimos, por aportar a la legitimación del grupo étnico, esa versión ocultó deliberadamente la problemática interna ante los ojos atentos de la nación, contribuyendo así, subsidiariamente, a su posterior silenciamiento en la memoria colectiva de la comunidad judía argentina, cuyo relato predominante se encuentra, en el presente, impregnado de idealizaciones y de representaciones apologéticas y románticas. En efecto, los inmigrantes llegados a las colonias suelen ser imaginados como refugiados que, habiendo huido de los pogromos rusos, vencieron toda clase de calamidades para luego realizar numerosos aportes al agro y a la sociedad argentinos. El barón Hirsch, como su benefactor impoluto. Y las colonias como pequeños mundos cerrados, homogéneos, sólo habitados por judíos y exentos de antagonismos. La voluntad de integración de los colonos a la nación argentina parece no haber entrado en contradicción con sus identidades étnica, religiosa o nacional, mientras que el conflicto con la JCA aparece suavizado, cuando no silenciado. ¿Cómo se ha conformado ese imaginario? Mediante conmemoraciones, discursos, monumentos, lugares patrimoniales, películas, guiones de recorridos turísticos y publicaciones diversas. Los actores intervinientes, ya sean instituciones o personas, han sido múltiples. Está claro, por lo tanto, que no se trata sólo del legado de Gerchunoff, ni de la evidente manipulación de la información y de la memoria por cuenta de la compañía colonizadora, que, entre otras cosas, espiaba la correspondencia 3
Artículo consultado en su formato electrónico en http://alhim.revues.org/index90.html#article-90. La cita corresponde al párrafo 6.
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de los colonos, denunciaba a los “agitadores” y organizaba certámenes literarios conmemorativos en los que se reservaba, obviamente, la elección del jurado; sino también, repetimos, de la necesidad de legitimación de una comunidad étnica estigmatizada, que se vio por momentos en la necesidad de mostrarse homogénea y exenta de conflictos internos. No es casual, en este sentido, que Los gauchos judíos, o Tierra Soñada, de José Liberman, primer premio en el concurso literario de la JCA del año 1952 (y uno de cuyos jurados fue Jorge Luís Borges) hayan sido escritos en castellano, mientras que las primeras memorias que denunciaron el conflicto, como las de Marcos Alpersohn y Noé Cociovich, fueran publicadas en ídish, lengua de acceso improbable para la mayoría de los argentinos.
4. La versión subalterna: cuatro memorias (¿o crónicas?) colonas Sin pretender abrir un debate acerca de las fronteras entre géneros literarios o entre distintas formas de textualidad, antes de avanzar deberíamos poner en cuestión la condición de memorias de estos relatos, ya que así se los suele presentar en distintos trabajos académicos, pero cuyas características los acercan, según nuestro punto de vista, a la crónica. Para Leonor Arfuch, por ejemplo, en la memoria, al igual que en la autobiografía, en el diario íntimo o en las confesiones, hay una presencia importante de la subjetividad del autor. La memoria se inscribe dentro del: universo de géneros discursivos consagrados que tratan de aprehender la cualidad evanescente de la vida oponiendo, a la repetición abrumadora de los días, a los desfallecimientos de la memoria [psíquica], el registro minucioso del acontecer, el relato de las vicisitudes o la nota fulgurante de la vivencia, capaz de iluminar el instante y la totalidad [Arfuch, 2002: 17].
La crónica, en cambio, suele ser definida en función de su contenido histórico y de su valor historiográfico, y es descripta como un relato o narración de sucesos referidos a un tema central. Para Hayden White, ese tema central puede ser: “la vida de un individuo, ciudad o región, alguna gran empresa, como una guerra o cruzada, o alguna institución, como la monarquía, un obispado o un monasterio” [White, 1992: 31]. En los relatos escritos por colonos que comentaremos a continuación, los datos y detalles acerca de la vida privada, familiar y doméstica de los autores son escasos, si no inexistentes. En contraposición al desfile de funcionarios de la JCA, los nombres de sus esposas e hijos rara vez son mencionados. Los dramas y las alegrías familiares 9
prácticamente han sido dejados de lado: la muerte del barón Hirsch puede ocupar un capítulo entero, mientras que, la de un hijo propio, apenas demanda un par de oraciones. Estas crónicas (nos permitiremos llamarlas así), en cambio, se centran en un mismo tema, la colonización y sus vicisitudes internas, e iluminan con nitidez la dureza de la experiencia inmigratoria, la nostalgia por el viejo hogar, la preocupación por la continuidad de la identidad judía en un país católico y, en especial, el conflicto con los administradores de la JCA. En efecto, no sólo nos dan una idea acerca del clima de época que se vivía en las colonias, en el transcurso de distintos momentos y coyunturas, y a partir de los primeros días, ya que en los cuatro casos se trata de colonos pioneros, sino que sus páginas recorren, también, entre otros, los problemas relativos a la tarea agrícola, tanto climáticos como económicos y tecnológicos, o las dificultades y las respuestas que encontraron los inmigrantes para, a pesar del aislamiento, crear lazos comunitarios y mantener, en cierta medida, la actividad cultural y religiosa propia de la vida que dejaban en Europa, donde habían vivido en pueblos, aldeas o ciudades, en lugar de dispersos en el campo, a varios kilómetros de distancia los unos de los otros. Pero el tema recurrente y central, sobre el que ningún cronista ha dejado de presentar pruebas ni de emitir opinión, es la relación con la JCA. De hecho, las crónicas conforman un testimonio bastante homogéneo del sometimiento de los colonos a las arbitrariedades de la empresa y a la corrupción de varios de sus funcionarios. Asimismo, también rescatan a algunos administradores eficientes y honestos, que llegaron, a veces, a tergiversar los informes que enviaban a la oficina central de París con el fin de ayudarlos. Del mismo modo, algunos de sus propios vecinos son también criticados. En especial, aquéllos colonos poco comprometidos con el ideal agrario, o los individualistas, o los que defendían a los administradores y se beneficiaban con su amistad. Otro detalle interesante y para nada menor, a la hora de acercarse a estos relatos, es que las trayectorias y los roles actuados por los cuatro autores fueron muy diferentes en cada caso. Uno fue un colono combativo, otro fue más pragmático y terminó creando una empresa importante en Buenos Aires, un tercero fue un cooperativista destacado que colaboró en el traslado de colonos desde Europa, y, el cuarto, antes de haber sido colono, fue un peón rural que recorrió el país soltero y sin dinero. Todos estuvieron comprometidos con el ideal de productivización agrícola y con diferentes aspectos de la identidad judía, predominantemente los étnicos o culturales. A la vez, los cuatro
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guardaban algo de amor y nostalgia por la Rusia que dejaban atrás, al menos en lo que se refiere a ciertas tradiciones y a determinados autores, como León Tolstoi. Marcos Alpersohn, definido por el escritor Hersh David Nomberg como el Robinson Crusoe de la colonización, y por Eliahu Toker, su actual traductor, como el anti-Gerchunoff, emigró a
Colonia Mauricio a los 31
años con esposa e hijos.
Era un
maestro
trilingüe (ídish, hebreo,
de
hebreo,
hombre
ruso) y autor de obras de
teatro,
corresponsal para diarios
judíos. Fue un agricultor
idealista
edad
avanzada, y un colono
combativo que lideró a
sus compañeros en la
lucha contra la JCA. Los
tres volúmenes de su obra
Colonia Mauricio. Treinta
años en la Argentina.
hasta
además
culto, de
Memorias de un colono judío, publicados por primera vez en 1922, en ídish, muestran, con un lenguaje ácido e irónico, las distintas épocas que atravesó la colonia, desde los duros inicios, cuando los niños iban a la escuela descalzos y con delantales confeccionados con la tela de los vestidos de boda de sus madres, hasta el momento en que las buenas cosechas trajeron los primeros muebles y pianos. Pero, por sobre todo, son una crónica pormenorizada del conflicto con la JCA, que describe detalladamente la actuación de los administradores y de los directores de la empresa: Veíamos a los dos directores rodeados de un fascinante resplandor aristocrático. Un suave gesto de piedad vestía el rostro de ambos, lo que nos alegraba. Pero así fue mucho mayor nuestra desilusión cuando los conocimos de cerca… Nos llenamos de tristeza y rencor cuando sentimos sobre nosotros la dureza de su régimen. No nos consideraban gente hecha del mismo material que ellos. Nos miraban con prevención, casi con repugnancia. La piedad que de vez en cuando despertaba en sus corazones algún colono, no era la que se tiene por un semejante; se parecía más bien a la lástima que se siente por un animalito, por un perro hambriento [Alpersohn, 1992: 121]
Ni siquiera el baron Hirsch quedó a salvo de la pluma insidiosa de Alpersohn: ¿Y en qué consiste acaso el comercio todo? Si uno quiere profundizar, todo el comercio no es sino un latrocinio acordado... un latrocinio consciente... Uno estafa al otro... Y aquel a quien “El que da al hombre entendimiento” dotó de mayor habilidad, se vuelve, con la ayuda de Dios, un hombre rico, un millonario, que entonces abandona el comercio, se hace banquero... y filántropo, y ayuda al pobre, al desgraciado... [Alpersohn, 1992: 75]
El relato de Alpersohn culmina con su versión acerca de la temprana disgregación de Colonia Mauricio, ocurrida durante la década de 1920, luego de que varios colonos demandaran a la JCA. 11
El autor de Narro mi vida, Boris Garfunkel, contemporáneo y compañero de colonia de Alpersohn, comienza su relato a partir de sus años de infancia y juventud, cuando aún vivía en Rusia, y lo extiende hasta el momento en que, luego del juicio a la JCA, vendió su campo y emigró a Buenos Aires. Allí, con el tiempo, se convertiría en empresario: primero fabricó muebles y luego creó la firma de electrodomésticos BGH (Boris Garfunkel e Hijos). A diferencia de la mayoría de los colonos, Garfunkel, que provenía de una familia adinerada algo venida a menos, no había solicitado la ayuda económica de la JCA para llegar a la Argentina. Ese fue uno de los motivos por los que fue especialmente recelado: cuando el administrador supo que había costeado los pasajes de barco para él y su familia por cuenta propia, se manifestó preocupado por la posibilidad de que: “pudiéramos burlarles en cuanto a nuestros objetivos, dedicándonos al comercio y no a la agricultura.”[Garfunkel, 1960: 179] El relato, que fue escrito a una edad avanzada, y editado en 1960, contó con la ayuda de otro inmigrante judío, el escritor, poeta y dramaturgo César Tiempo (seudónimo de Israel Zeitlin), por lo que algunos pasajes muestran un alto vuelo literario. Por ejemplo, el primer capítulo comienza así: “La tierra renovaba sus pastos y el otoño arreaba sus primeras nubes hacia el cielo de Ukrania cuando abrí los ojos a la vida en Krilivetz”. [Garfunkel, 1960: 1] Menos combativo que Alpersohn y bastante más pragmático, Garfunkel también describe el trato brutal y arbitrario de los administradores, pero representa a un tipo de colono particular, el de aquéllos que, aún siendo idealistas, dejaron las colonias cansados de la relación con la empresa: […] mis vástagos no pudieron terminar todos los grados [de la escuela primaria] debido a las imperiosas exigencias de las faenas agrícolas […] Como veis, un precio demasiado alto por el ideal de querer ser labrador cabal. Pero de mí nadie podrá decir que no acostumbré a mis hijos al trabajo de la tierra, esa tierra que durante tantos años estuviera vedada al judío… [Garfunkel, 1960: 278]
Noé Cociovich llegó a Moisés Ville con el primer grupo enviado por la JCA, en 1894, procedente de Lituania, a donde volvería luego en dos oportunidades para ocuparse del traslado de nuevos contingentes de colonos. En Génesis de Moisés Ville, publicado por primera vez en 1947, en ídish, describe el clima de época en la Rusia zarista y, en especial, la selección de los candidatos a futuros colonos en los comités de la JCA, así como la larga travesía en barco desde el este europeo hasta el puerto de Buenos Aires. Luego de dedicar algunos capítulos a 12
estos temas, recorre detalladamente los primeros años vividos en la colonia, administrada entonces por un personaje controversial, Miguel Cohen, a quien Cociovich reconoce como un factor fundamental en el desarrollo y la prosperidad de Moisés Ville. Uno de los logros más notables de Cohen fue haber instado a los colonos a reemplazar el cultivo de cereales por el de forrajes, para dedicarse al engorde de hacienda y a la producción de leche y crema. Con el tiempo, ambas actividades se consolidarían como la característica de la zona: los cooperativistas de La Mutua Agrícola de Moisés Ville, uno de cuyos fundadores fue el mismo Cociovich, se unirían a otros ganaderos de la región en SANCOR, una importante cooperativa lechera santafecina. Gracias al relato potente y conmovedor de El tejedor de oro, de Elías Marchevsky, editado en 1964, tenemos oportunidad de conocer las vivencias de un peón agrícola judío deambulando por la pampa, de cosecha en cosecha y de patrón en patrón. Llegado sólo, sin dinero ni familia, y
sin hablar español, a la edad
de
Marchevsky
veintiún
años,
era
tolstoiano convencido de la
productivización
Luego
itinerantes,
de
dos
años
agrícola.
logró que
el
administrador de la colonia
Barón
accediera a colonizarlo pese
a que no tenía familia (ésta
era
del
estatuto de la JCA). Su
varios
casos de corrupción en la
una
crónica
condición denuncia
Hirsch
un
(Rivera)
administración de la colonia.
Por
ejemplo,
menciona
abiertamente que las tierras
de
reserva,
destinadas
originalmente a aquellos colonos que quisieran ampliar su lote, o a la colonización de los hijos, eran retenidas por los administradores y arrendadas a sus amigos. Según Marchevsky, más de un administrador hizo fortuna gracias a su paso por la colonia. También son de un gran valor testimonial los episodios relacionados con la gran sequía de 1910. Simplemente a modo de cierre, quisiéramos reafirmar que tanto éstas como otras crónicas y memorias escritas por colonos guardan un testimonio difícil de hallar en los documentos oficiales de la JCA: el punto de vista de los subalternos. A contrapelo del relato romántico instalado en el imaginario comunitario, en ellas puede leerse la diversidad, la conflictividad y la pluralidad de problemáticas propias de la vida en las colonias. Constituyen, por lo tanto, una fuente vital para todo investigador o lector
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curioso que quiera acercarse a las historias, aún inconclusas, de la colonización judía en la Argentina.
Bibliografía
ALPERSOHN, Marcos (1992), Colonia Mauricio. Treinta años en la Argentina. Memorias de un colono judío (primera parte), editado por la Comisión centenario de la colonización judía en Colonia Mauricio, Carlos Casares. Nota: los volúmenes 2 y 3 de esta obra, aún inéditos en castellano, nos fueron facilitados por el escritor Eliahu Toker. ARFUCH, Leonor (2002), El espacio biográfico, dilemas de la subjetividad contemporánea, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires. AVNI, Haim (2005), Argentina y las migraciones judías, Editorial Milá, Buenos Aires. ______ (1983), "Agricultura judía en la Argentina, ¿éxito o fracaso?", en Desarrollo Económico, v. 22, Nº 88. ______ (1990), "El proyecto del Baron de Hirsch: La gran visión y sus resultados", en Índice, número 3, segunda época, DAIA. COCIOVICH, Noé (1987), Génesis de Moisés Ville, Milá, Buenos Aires. GARFUNKEL, Boris (1960), Narro mi vida, edición del autor, Edición familiar impresa en Talleres Gráficos Optimus, Buenos Aires. GERCHUNOFF, Alberto (2003), Los gauchos judíos, Editorial Arenal, San Salvador de Jujuy. HUSSAR, James (2008), Cycling Through The Pampas: Fictionalized Accounts of Jewish Agricultural Colonization in Argentina and Brazil, Tesis doctoral, Universidad de Notre Dame. MARCHEVSKY, Elías (1964), El tejedor de oro, Editorial Bastión, Buenos Aires. SENKMAN, Leonardo (1983), La identidad judía en la literatura argentina, Editorial Pardes, Buenos Aires. ______ (1999), "Los gauchos judíos: una lectura desde Israel", en EIAL, Volumen 10/1. VILLANUEVA, Graciela (2000), “La imagen del inmigrante en la literatura argentina entre 1880 y 1910”, Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM, 1/2000. Consultado en formato electrónico [http://alhim.revues.org/index90.html#article-90] WHITE, Hayden (1992), El contenido de la forma: narrativa, discurso y representación histórica, Paidós, Buenos Aires.
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Una lectura atenta de la reescritura crítica del sionismo en The Yiddish Policemen’s Union
Una experiencia posible o una posible verdad [...] tiene [...] algo muy divino en sí, un fuego, un vuelo, un espíritu constructor y la utopía consciente que no teme la realidad, sino que la trata mejor como problema y ficción.[ROBERT MUSIL, El hombre sin atributos] The one duty we owe to history is to rewrite it. [OSCAR WILDE, The Critic as Artist] Rabbi Raditz of Poland was a very short rabbi with a long beard, who was said to have inspired many pogroms with his sense of humor. One of his disciples asked, "Who did God like better, Moses or Abraham?" "Abraham," the Zaddik said. "But Moses led the Israelites to the Promised Land," said the disciple. "All right, so Moses," the Zaddik answered. [WOODY ALLEN, “Hassidic Tales”, Without Feathers]
-Fabrizio Tocco-
1. Introducción The Yiddish Policemen’s Union (2007) participa, simultáneamente, de dos géneros: la novela negra y la novela ucrónica. Con el fin de articular una lectura atenta de la crítica histórica realizada por Michael Chabon en su última novela, se brindará en un primer apartado una somera e insuficiente introducción al marco diacrónico de ambos géneros (profundizando en el segundo de ellos; de especial interés para este trabajo). Dicha introducción se apoyará en el aparato teóricoconfeccionado por el Profesor Daniel Fondanèche en su reciente ensayo Paralittératures (2005), manual de generología acerca de las prácticas literarias marginadas por la crítica académica, tales como la ciencia ficción, la literatura fantástica, la novela histórica y la novela ucrónica, entre muchas otras. En un segundo apartado, se establecerá una lectura comparativa entre literatura e historia, tomando como objeto de estudio las prácticas de la ucronía en ambos discursos, a partir del extenso prefacio que Niall Ferguson escribió para el conjunto de estudios de Historia virtual. La segunda mitad del trabajo estará estructurada en dos partes complementarias, donde se estudiará de modo también 15
somero la cuestión de la memoria y la identidad judía en la novela, tomando como marco teórico tanto la construcción de sentidos históricos en la toponimia urbana (desarrollada lúcidamente por los autores de Les lieux de mémoire) como las reflexiones sobre la historización de la identidad judía posterior a la Shoá (ejemplificada en un pasaje de Jean Améry). De esta manera, se describirá e interpretará dicha crítica de la historia partiendo de distintas lecturas de la novela y de complementarios enfoques teóricos.
2. Estudio a. Consideraciones generológicas. La trama de The Yiddish Policemen’s Union está estructurada de manera especular a una novela negra de la Gran Depresión: su imaginario está confeccionado rigurosamente a partir de las convenciones del subgénero novelesco. De hecho, la narración presenta un explícito homenaje a las obras cumbre del género fundado durante la primera mitad del siglo XX por Samuel Dashiell Hammett y Raymond Thornton Chandler. Como sus célebres precedentes (respectivamente, Sam Spade y Philip Marlowe), el detective Meyer Landsman protagonizará episodios repletos de bajos fondos y personajes marginales que escenificarán el crimen urbano, condensado en un asesinato, cuyos enigmas deberá dilucidar. A diferencia de Marlowe, Landsman será un fracasado ajedrecista quien odia un juego que considera fruto de la presión paterna4. El distanciamiento, propio del cinismo y la ironía de la novela negra, servirá al narrador para emplear el tono a veces cruel, a veces cómico, patente a lo largo de la trama. Como subraya el novelista Joshua Furst “we hardly notice the angry commentary woven into the plot” [Furst, 2007]: de manera análoga a sus precursores, Chabon instrumentalizará la estética noir para narrar la Historia mediante un ejercicio de crítica política, cuyo sutil escepticismo es equidistante tanto de la novela de tesis como de dogmas religiosos o posturas panfletarias.
4
El ajedrez constituye una metáfora axial en el imaginario de la trama que excede, sin embargo, los límites de este trabajo. Bastará con señalar la partida truncada de ajedrez (única práctica lúdica permitida para el sabbat) como metáfora de la narración de la Historia sin resolución, aún no perfectiva.
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Dicha narración de la Historia se distanciará también del modo en que la misma se constituye, por ejemplo, en la novela histórica. En vez de representar eventos históricos desde la exhaustividad empírica de datos, documentos y discursos, propia de este subgénero novelesco (cuyo vano fin es emular el discurso histórico, en tanto disciplina científica y aséptica); la narración ucrónica dispone los hechos desde una sintaxis y un contenido ficticio. A partir de un punto concreto en la cronología histórica acordada por la historiografía como “real”, la narración ucrónica forja de manera deliberada una historia alternativa, estrictamente apócrifa y divergente. De modo que la sintaxis de la novela dependerá de una extensa condicional, encabezada por la cuestión “qué hubiera sucedido si…”. La prótasis de esta condicional será equivalente al llamado “noeud […] ou accident temporal à partir de l’histoire référencée” [Fondanèche, 2005: 643] o Bisagra Jumbar [Merelo, 2004: 42]: el punto cronológico concreto desde el cual se alterará esta historia documentada. Se trata de un hecho puntual y no importa si es trascendente o anecdótico, sino sus posibles consecuencias en el futuro. Por lo general, las novelas ucrónicas suelen partir desde la inversión del resultado de un episodio bélico, relevante para la historiografía moderna: la conquista de Inglaterra por parte de la Armada Invencible; el triunfo del Primer Imperio Francés sobre Rusia o Gran Bretaña; la victoria en la Guerra Civil Estadounidense por parte de la Confederación; o, finalmente, la dominación mundial del Eje, después de ganada la Segunda Guerra Mundial. La apódosis de esta oración condicional será la exploración narrativa de la línea histórica divergente, desarrollada a partir de este “accident temporel, d’où peuvent sortir une inifinité de possibles, l’uchroniste en choisit un qui’il exploite” [Fondanèche, 2005: 643]. Robert Musil acuñó la noción de “tesitura subjuntiva” [Ferguson, 1997: 15] para describir el proceso psicológico en el que los individuos especulan acerca de sus propias biografías alternativas. Dicho fenómeno, señala el novelista en El hombre sin atributos, es inherente a la psique humana. La narración ucrónica es la aplicación rigurosa de este ejercicio. Se trata, pues, de una escritura conjetural, propia de la literatura especulativa, cuyo fin lúdico no necesariamente excluirá un fin político. El neologismo “ucronía” fue acuñado por Charles Renouvier en su novela Uchronie. (L'Utopie dans l'histoire). Esquisse historique apocryphe du développement de la civilisation européenne tel qu'il n'a pas été, tel qu'il aurait pu être. (1857). El filósofo francés, a partir de Thomas More, 17
desplazando el léxico griego topos por el de chronos, propone este término para describir las narraciones construidas fuera de la historia, paradójicamente, durante el siglo de la Historia, el s. XIX. En su novela, Renouvier imagina (a partir de una alteración en el reinado de Marco Aurelio) una “Europa esencialmente laica” [Ferguson, 1997: 15], donde el cristianismo sólo arraiga en Oriente y en Occidente “no es más que una de las muchas religiones toleradas” [Ferguson, 1997: 15]. La ucronía, después de Renouvier, fue cultivada durante el siglo XX de modo muy prolífico, aunque pueda rastrearse un precursor singular en el ocaso del medioevo, tal vez el primer ejemplo estrictamente literario de ucronía (se verá en el siguiente apartado la ucronía como práctica historiográfica): en el Tirant lo Blanc (1490), Joanot Martorell imagina una Constantinopla victoriosa frente al Imperio Otomano. Fondanèche sostiene que la primera novela decimonónica que practica la ucronía es la Histoire de la Monarchie universelle: Napoléon et la conquête du monde (1836). En la misma, Louis Napoléon Geoffroy-Château convierte a Napoleón Bonaparte en vencedor en Rusia y Waterloo. Napoleón también será un personaje en el primer cuento ucrónico escrito en inglés, “P.'s Correspondence” (1845), junto a algunos escritores románticos ingleses que Nathaniel Hawthorne resucita en su prosa breve. En el siglo XX, la tropología de la ucronía se confunde a menudo con la propia de la ciencia-ficción. Dos ejemplos de esta confusión son las novelas de H.G. Wells, The Time Machine (1895) y Men like Gods (1923), donde se condensan los tropos de la ucronía (la alteración del presente histórico causada por una alteración del pasado) con los de la ciencia-ficción (el protagonista, para alterar dicho pasado, viaja en una máquina del tiempo). Fondanèche distingue este tipo de novelas, que participan de la ciencia-ficción más que de la ucronía, puesto que se trata de “un jeu sur le temps et non un jeu sur l’histoire […] il n’y a pas volonté de construire une histoire parallèle” [Fondanèche, 2005: 643]. Es decir, en la ciencia-ficción no hay una intención explícita de articular una crítica política sino un mero artilugio lúdico. Como señala el teórico francés, la ucronía “sous forme romanesque, c’est une réécriture d’une partie de l’histoire, généralment centrée sur un personnage «mondialement historique»” [Fondanèche, 2005: 645]. Ya se ha mencionado anteriormente que Napoleón es el sujeto histórico que ejerció una fascinación central en la re-escrituras ucrónicas de la historia, durante el siglo XIX. Si bien podría afirmarse que el siglo XX desplazó a Napoleón por Hitler, las representaciones del primero no desaparecieron en absoluto, desde el Napoléon bis (1932) de René Jeanne pasando por 18
Échec au temps (1945) de Marcel Thiry y Caroline, oh Caroline (1976) de Paul Van Herck hasta Échec à l’Empereur (1980) de Waldemar Lysiak. También es cierto que los retratos de Hitler no sólo son anti-heroicos, sino que suelen minimizar su magnitud histórica. En The Man in the High Castle, Dick lo convierte en un sifilítico que debe abandonar el poder, por el cual lucharán Goebbels y sus colegas. Más recientemente, en Fatherland (1991), Robert Harris presenta un Hitler septuagenario intentando negociar con Kennedy el ocultamiento de los crímenes de guerra nazi, en Making History (1996), Stephen Fry construye una Segunda Guerra Mundial sin Hitler (el protagonista viaja al pasado e impide su nacimiento), sustituido por un paramilitar ficticio, Rudolph Gloder. En todas estas novelas, el denominador común es la alteración de un episodio bélico: el Eje es el vencedor en la Segunda Guerra Mundial y la Shoá, con o sin Hitler, se consuma de todos modos. Concerniente a este problema histórico explorado en el siguiente apartado (el del determinismo historicista) es necesario recurrir aquí a un pasaje de Lukács, recogido por Fondanèche. Ejemplo ortodoxo del determinismo marxista, el intelectual húngaro sostiene que “si Napoléon [est un] personnage à l’histoire, ce qui peut être le lot de tout individu, il naîtra toujours […] un Napoleón qui existera alors comme tel au moment donné” [Fondanèche, 2005: 643]. Fondanèche define este determinismo lukacsiano como “la loi de persistance du héros”. Al parecer, las distintas representaciones ucrónicas de Hitler, a pesar de minimizar guiñolescamente su imagen, parten de este precepto determinista, ya sea de modo explícito o inconsciente. En este caso, el determinismo radica en que la Shoá es presentada como un acontecimiento histórico inevitable por parte de un líder cuyo significante no necesariamente deba ser “Hitler” pero cuya función es inextricable de las distintas posibilidades para el pasado. Se ampliará este problema histórico-literario, como se ha señalado, en el próximo apartado. La tradición literaria nacional en la que se inscribe Michael Chabon, en este caso, será la ucronía política de las novelas citadas en el anterior parágrafo. No habrá ciencia-ficción en The Yiddish Policemen’s Unión, puesto que la historia alternativa es narrada in medias res y no a partir de una innovación técnica o científica. No será este el espacio donde comparar las novelas ucrónicas que influyeron a Chabon; dicha lectura excede los límites y objetivos de este trabajo y se vehicularía de modo más conveniente en uno más extenso. Sin embargo, es necesario subrayar que en The Yiddish 19
Policemen’s Unión ocurre algo similar que en sus precursoras pero de modo más sofisticado: la historia alternativa se materializa desde un evento aparentemente menor, una anécdota legal, que sin embargo tiene una relevancia mundial ineludible. No se trata, en este caso, de una alteración en el resultado de un evento bélico. Michael Chabon se distancia del tono épico de sus modelos y se hace cargo de la historia “como problema y ficción” desde un héroe y una civilización problemáticos, en términos de Musil y Lukács, respectivamente. En The Yiddish Policemen’s Union, el Eje no vence la SGM y la Shoá es interrumpida debido a una variación de la historia legislativa estadounidense: el genocidio axial del siglo XX será atenuado gracias a la promulgación de una ley durante la presidencia Roosevelt. Su ministro del interior, Harold Ickes, logra materializar la propuesta (concebida como proyecto de ley en la historia real apenas dos semanas después de la Kristallnacht pero nunca convertida en una ley real) de refugiar en Alaska a los judíos europeos, víctimas del regimen nacionalsocialista. La razón por la cual Ickes consigue concretar lo que en la historiografía estadounidense se ha denominado The Problem of Alaskan Development5 es la muerte accidental de Anthony Dimond, diputado demócrata-católico de Alaska, principal opositor del proyecto de ley. Dicho punto divergente ocasionará distintos procesos. En primer lugar, la inexistencia de lo que en la historiografía sionista se conoce como berihá, término hebreo que alude a la aliyá masiva de Posguerra hacia Palestina6. Chabon desvía el flujo migratorio hacia Sitka, la antigua capital de la región de Alaska, constituyéndola en una metrópoli yiddish-parlante. De esta manera el componente religioso de los aliyot, en tanto retorno definitivo a Eretz Yisroel, se anula en la novela, transformándose en una perpetuación de la milenaria diáspora. Por otra parte, la inexistencia de una berihá provoca, ahora sí, una inversión en el resultado de un episodio bélico. La Liga árabe vence un minúsculo y efímero Estado de Israel en una alternativa Guerra árabe-israelí, que también tiene lugar en 1948. Por lo tanto, Michael Chabon plantea al menos dos procesos significativos (y consecutivos) en su novela: por un lado la perpetuación de la identidad judía post-Shoá en aquello que George Steiner denominó “la minoría sin estado” (Sitka es un asentamiento, no un estadonación [Moreno, 2007]) y por el otro, la escenificación de un siglo XX sin el Estado de Israel. Para narrar la historia, Michael Chabon utiliza una 5
También se conoce esta anécdota como Slattery Report en referencia a Harry Slattery, secretario de Ickes. 6 Cada una de las aliot (plural hebreo para aliá o ascensión) es un complejo universo en sí misma, una interacción de circunstancias y componentes socio-históricos y económicos que excede los límites de este trabajo, pero que merecería mayor atención y matización.
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retórica de la elipsis: su trama se concentrará en las peripecias detectivescas del protagonista, Meyer Landsman. De esta manera, el narrador se encargará de relatar lateralmente este alternativo siglo XX, acerca del cual el lector irá adquiriendo información de forma paulatina, mediante digresiones aisladas. Como se argumentará a lo largo de este trabajo, Michael Chabon propone a través de la ficción una reescritura crítico-histórica del sionismo cultural reivindicando los postulados del sionismo político. Antes de profundizar cómo se articula esta crítica y de glosar sintéticamente ambas tendencias de uno de los movimientos políticos más relevantes de la modernidad, se realizará una breve reflexión teórica y comparativa entre la práctica literaria de la narración ucrónica y su ejecución análoga en el discurso historiográfico.
b. Literatura e historia; novela ucrónica, historia contrafactual. Una aproximación teórica.
La estructura de la ucronía, en tanto género literario, dialoga con el reciente
desarrollo del método historiográfico
denominado alohistoria o contrafactualismo, propuesto por un joven catedrático de Harvard, Niall Ferguson. A pesar de que esta alternativa a distintos discursos historiográficos cuente con pocas décadas de existencia en tanto reflexión teórica; su primera práctica se remonta ala Antigüedad. Tito Livio fue el primero en imaginar, en el Libro IX de su Ab Urbe condita (27-25 A.C.) un siglo IV A.C. completamente diferente, donde Alejandro hubiera extendido su Imperio hacia el occidente en vez del oriente. Durante la Ilustración, en su célebre The Decline and Fall of the Roman Empire, E. Gibbon (17761788) efectúa un apunte digresivo sobre una Europa islámica tras la derrota de Charles Martel frente a los sarracenos en 733. De todas maneras, estas prácticas son periféricas, contenidas en estudios históricos muy extensos. La historia contrafactual comenzará a producirse de modo más prolífico (como las novelas ucrónicas) con el comienzo del siglo XX, desplazándose hacia el elemento dominante de algunos trabajos historiográficos. Entre esta copiosa producción cabe destacar que fue J.C. Squire el primer historiador en coordinar un conjunto de ensayos contrafactuales titulado If It
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Happened Otherwise (1932), donde colaboran, entre otros, G.K. Chesterton y Winston Churchill. La recurrente hostilidad hacia la historia contrafactual fue impulsada por distintas escuelas historiográficas: desde el marxismo hasta el idealismo, pasando por la perpetuación del historicismo decimonónico. Todas estas escuelas, cabe recordar, son dependientes de lo factual y defienden un inamovible determinismo histórico, ausente en la historia contrafactual, puesto que con el libre albedrío de los hombres, la historia podría ser siempre distinta si se hubiera modificado una minima cláusula del pasado. Niall Ferguson, en su Historia virtual, recoge distintas descalificaciones propugnadas por varios historiadores: E.H. Carr denostó la disciplina como “simple juego de salón” [Ferguson, 1997: 15], E.P. Thompson tachó las ficciones contrafactuales de “mierda antihistórica” [Ferguson, 1997: 16], Oakeshott, “una extravagancia de la imaginación” [Ferguson, 1997: 18], Croce considera “absurdo” hacerse preguntas contrafactuales. Niall Ferguson plantea una actitud de sospecha frente a esta categorical vituperación: ¿por qué tanto énfasis en el rechazó a esta disciplina? El historiador contrafactual reivindica de los distintos ensayos coordinados por J.C. Squire su sentido ético y reclama su legítimo estatuto científico arguyendo que las preocupaciones de la historia contrafactual son idénticas que las de la historia factual puesto que “todos ellos toman como punto de partida una cuestión contemporánea acuciante: ¿cómo podría haberse evitado la calamidad de la I Guerra Mundial?” [Ferguson, 1997: 22] El pasaje de Claudie Bernard citado por Fondanèche, a propósito de las ficciones históricas y ucrónicas, no difiere mucho de la preocupación propuesta por Ferguson. Todas estas ficciones tratan “de l’histoire passé, par la médiation de l’histoire-disours, et en reponse à une anxieté de l’histoire contemporaine.” [Fondanèche, 2005: 650] Por otro lado, Ferguson admite que las condenas de las escuelas historiográficas tradicionales se deben no sólo al férreo determinismo del que parten unánimemente7, sino también a la cuestión de la verosimilitud (o, mejor, a su completa ausencia en algunas prácticas contrafactuales). Fondanèche y Ferguson emplean respectivamente en francés y en inglés un significante idéntico, “lo plausible”, para describir el requisito imprescindible 7
Ferguson realiza un extenso y profundo recorrido diacrónico en torno al determinismo en la historia. Glosarlo ocuparía gran parte de este trabajo; bastará con destacar que Ferguson rastrea con Weber el determinismo religioso de Calvino como la causa fundamental de su aplicación en la historia, que, secularizado por Hegel, desembocó tanto en su vertiente idealista como marxista. El pasaje anteriormente citado de Lukács parece un eco de El Capital de Marx: “Los hombres hacen su propia historia pero no saben que están haciéndola”. Cfr. Ferguson, p. 44. La preocupación historicista de Ranke por narrar la historia “como esencialmente era” no está exenta de esta tradición determinista.
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que deben poseer tanto la literatura como la historia ucrónica. Para Fondanèche, la razón por la cual las novelas ucrónicas son “rares et difficiles à conduire” es porque constituyen “un jeu spéculatif sur l’histoire qui doit être plausible dès le départ et plausible aussi dans son déroulement” [Fondanèche, 2005: 644], “les événements créés doivent-ils s’inscrire dans une continuité logique qui assure au récit une cohérence interne forte” [Fondanèche, 2005: 651]. Ferguson, a su vez, sostiene: “ya sea porque plantean preguntas implausibles o porque dan respuestas implausibles, la historia contrafactual ha tendido a desacreditarse” [Ferguson, 1997: 28]. Otro factor común axial entre la narración ucrónica y las prácticas contrafactuales es la cuestión del horizonte
de
expectativas.
Tanto
la
novela
histórica
como
la
narración
linealdeterminista- factual de la historia se oponen a aquellas, puesto que presentan un desarrollo restringido de las expectativas de su lector: Dans le premier cas [la narración lineal de la historia, sea literaria o historiográfica], le lecteur sait effectivement, pour peu qu’il soit suffisamment cultivé, quelle sera la fin du roman [y por lo tanto] l’horizon d’attente du lecteur est particulièrement limité. Il n’en va pas de même avec l’uchronie. À partir du point de divergence, du noeeud temporel, l’histoire proposée est inédite [Fondanèche, 2005: 650-651].
La verosimilitud, así como la ausencia de un horizonte de expectativas claro, se presenta como terreno común e inexorable en particular (novela ucrónica - historia contrafactual) y en general (literatura e historia). Si bien cualquier narración histórica (huelga señalar que también cualquier narración literaria) participa de un discurso tropológico, la narración ucrónica y la historia contrafactual mantienen una conciencia de la necesidad de verosimilitud más evidente y rigurosa que la historia factual, puesto que la primera a diferencia de la segunda no puede respaldarse ni en documentos, ni en discursos, ni en citas, ni en ninguna de las hipóstasis tradicionales de la verdad. Debe respaldarse en la verosimilitud. Se asume como artefacto estructuralmente ficticio, pero interactúa con la historia real de modo ineludible, cuestionándola y criticándola, estudiando “posibilidades que parecían probables [factibles en vez de factuales] en el pasado” [Ferguson, 1997: 81] que “no son simple fantasía, sino simulaciones basadas en cálculos sobre la probabilidad relativa de resultados plausibles” [Ferguson, 1997: 82], entendiendo siempre la historia como un proceso carente de teleología, como lo entendían Schiller (quien en Resignation -1786- sentenció die Weltgeschichte ist das Weltgericht, “la historia universal es el juicio final”) y Collingwood, quien definía la causalidad histórica como “el acto libre y deliberado de un agente consciente y
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responsable” [Ferguson, 1997: 82].
c. Sitka: paradigma de memoria urbana y tradición inventada. Si, como quiere el novelista Joshua Furst, “Sitka is a kind of Jewish paradise that allows Chabon to revel in his nostalgia for a past that never existed” [Furst, 2007], en el presente apartado analizaremos la estructura de esta nostalgia y su finalidad críticohistórica. En Sitka puede leerse aquello que exploran los estudios coordinados por Pierre Nora en Les lieux de mémoire: la importancia de la construcción y circulación de sentidos sociales, elaborados como sentidos de pertenencia a una comunidad, mediante la
elección
para
la
toponimia
urbana.
Las
calles, los monumentos,
las
conmemorativas, en fin,
la edificación del orden
simbólico
un
colectivo de individuos, no
sólo no están ausentes en
la Sitka ficticia de The
Yiddishmen
Policemen’s
Unión sino que no son nada
inocentes ni arbitrarios:
participan de una tendencia
política,
forma más o menos latente
para
manifiesta
de
efemérides
durante toda la novela,
estructurada
“l’uchronie apparaît […]
comme
une
en sort
tanto de
revanche sur le destin”[Fondanèche, 2005: 650]. Como subrayó Rodrigo Fresán al reseñar la novela en el momento de publicación de su edición castellana en el año 2008, “como toda ucronía que se precie de tal, El sindicato de policía yiddish es –por encima de todo– una novela política” [Fresán, 2008: 12]. Chabon, mediante la elección de distintas personalidades notables del sionismo político, ofrece su propia idea de quiénes deberían ser los homenajeados en el mundo autónomo que construye ex nihilo. Para comenzar la interpretación de esta crítica, es necesario destacar que la geografía ficticia de Sitka tematiza la discusión entre el sionismo político de Theodor Herzl (cuyo proyecto ideológico es sistematizado en el panfleto programático Der Judenstaat –1896– y su última novela de tesis, Altneuland, –1905– “la vieja tierra nueva”) y el sionismo cultural de Asher Guinzberg. Iván Cherjovsky describe las dos grandes ramas del sionismo como dos formas de concebir el nacionalismo: el sionismo político parte de la racionalidad contractual ilustrada; el sionismo cultural parte de la 24
pertenencia primordial romántica a una volkgeist ancestral [Cherjovsky, 2009: 13]. En
una síntesis
superficial, cabría apuntar al respecto que el sionismo político y laico de Herzl es indiferente al territorio donde debía construirse el estado judío. En Der Judenstaat, Herzl propone que el mismo se establezca en las colonias argentinas fundadas en el siglo XIX por Moritz von Hirsch, pero en Altneuland se manifiesta abierto a la posibilidad de negociar con el Imperio Otomano la concesión de una parte del territorio de Palestina. El modelo estatal de Herzl era ajeno a la tradición religiosa del judaísmo (de hecho, Herzl era un alemán asimilado, lego en hebreo); el estado judío no debía ser teocrático sino laico, (además de ejemplificar explícita y pacíficamente la libertad de cultos), heredero del proyecto secular impulsado por la Ilustración europea: cosmopolita y plurilingüe. Un pasaje de Los gauchos judíos, del escritor argentino Alberto Gerchunoff, glosa el proyecto de Herzl: “Cada uno veía la mañana en que abandonó el fosco imperio del zar y veía la llegada á la tierra prometida, a la Jerusalem anunciada en las prédicas de la sinagoga y en las hojas sueltas”. La elección por un desplazamiento histórico en Yiddish Policemen’s Unión del estado judío en Palestina a un asentamiento en un territorio despoblado como Alaska escenifica también el proyecto de Herzl. Sitka, una metrópoli moderna y secularizada de tres millones de habitantes, es un espacio despojado de la codificación religiosa con la que fue construida la modernización de la ciudad de Jerusalén. Sus calles, sus edificios, monumentalizan los grandes héroes del sionismo político. Como sugiere Milo, “les deux composantes de base de la mémoire collective moderne sont les événements et les héros” [Milo, 1997: 1889]. Sitka no recuerda eventos históricos, pero está repleta de héroes. El Hotel donde vive el recién divorciado protagonista de la novela, el detective Meyer Landsman, se llama Zamenhof, en honor al inventor del esperanto. El Hotel Zamenhof está situado en la calle Max Nordau, en honor al fundador de la Organización Mundial Sionista junto a Herzl. El Café Einstein, donde algunos personajes de la novela juegan compulsivamente al ajedrez aún en Sabbath, recuerda no sólo a uno de los científicos más importantes del siglo XX sino también a quien estaba llamado a ser uno de los primeros presidentes del Estado de Israel. El Café Einstein está situado en la calle Alfred Adler, homenajeando al psicoanalista austro-húngaro. Por otra parte, Michael Chabon crea una mitología yiddish en torno a la construcción toponímica urbana (se 25
estudiará con más detenimiento qué implicaciones tiene esta selección en el siguiente apartado acerca del estudio sobre la identidad judía en la novela): Chaim Zhitlowsky, ideólogo comunista del yiddishismo, lleva el nombre de otra de las calles en la novela, el Monte Arthur Dunkelblum, donde muere accidentada Naomi (la hermana del protagonista), alude a un legendario jugador asquenazi de ajedrez, al igual que Emanuel Lasker, el pseudónimo que utiliza otro de los protagonistas. Chabon no olvida la tradición literaria y lingüística para confeccionar aquello que Daniel Milo denomina “une sorte de dictionnaire biographique” [Milo, 1997 1889]: Emanuel Ringelblum (historiador), Sholem Asch (novelista), Yankev Glatshteyn (poeta), Peretz Hirschbein y Sholem-Aleykhem (ambos dramaturgos, el segundo, autor de El violinista en el tejado) son los escritores en yiddish que recuerda Chabon en la cartografía de los parques de Sitka8. Según considera Daniel Milo : les noms de rues pourraient peut-être servir d’indices […] comme manifestations de la mémoire collective d’une communauté, et comme signes extérieurs de notoriété […] à son tour perpétuée par le fait que des noms de rues la cautionnent.[Milo, 1997: 1889]
Todos los nombres citados en el anterior párrafo son manifestaciones de una memoria colectiva escogida rigurosamente en antítesis a otra: casi ninguno de ellos participa de la “nomenclature urbaine” [Milo, 1997: 1890] de Jerusalén. A Adler, Ringelblum, Nordau y Zamenhof apenas les fue reservada una exigua calle de una acera y a Einstein, una pequeña plaza en la capital actual del moderno Estado de Israel. Como resalta Milo, “la mémoire collective-nationale […] ne s’agit plus […] d’un fonds populaire qu’il faudrait sauvegarder, mais d’un répertoire officiel qu’il faudrait promouvoir”[Milo, 1997: 1890], puesto que los escritores y pensadores yiddishistas serían fácilmente identificables junto a una gran parte de la población israelita de origen askenazi, quienes antes de vivir en Israel utilizaban el yiddish como vehículo lingüístico vivo en vez del hebreo clásico. Pero el repertorio oficial israelí destaca otros héroes, a partir de la función que tienen los nombres de los espacios urbanos en tanto eficaz representación simbólica de un orden político concreto y no de un fondo popular. La taxonomía propuesta por Daniel Milo consiste en las siguientes categorías: “des édifices religieux, des publics, des métiers, des lieux géographiques, des groupes 8
El único personaje histórico que Chabon incorpora fuera de la órbita askenazi moderna es el filósofo medieval sefaradí Ibn Ezra.
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sociaux et ethniques” [Milo, 1997: 1888]. Si se contrasta con algunas espacios conmemorativos relevantes de Jerusalén, como por ejemplo las avenidas Jabotinsky, Guinzberg o Eliezer Ben-Yehuda (para aludir a la constelación del sionismo cultural) o el Monte de los Olivos, las calles Salomón o David (para citar el imaginario religioso) puede leers en la construcción del mundo autónomo de The Yiddish Policemen’s Union una elisión significativa: ambas ciudades, la ficticia y la real, no comparten la misma construcción de aquello que Milo llama “le domaine dénominatif” [Milo, 1997: 1890], puesto que en Sitka no se monumentaliza ni lo religioso ni los héroes del sionismo cultural. Ya que en Sitka se presenta una tradición inventada, en los términos que Eric Hobsbawm explica en The Invented Tradition. Hobsbawm se refería a la ficcionalización por parte de los jóvenes estado-nación europeos de su historia reciente, edificándola como más antigua de lo que realmente era. Chabon lleva esta idea hasta la raíz, extrapolándola en su metrópoli ucrónica de Sitka, ya que no pretende acudir a una tradición existente desde la antigüedad sino todo lo contrario: todas las personalidades que llevan nombres de espacios urbanos son pertenecientes al siglo XIX y XX, pero son homenajeados como los pilares de la memoria urbana. Por otra parte, Chabon incluye también en su homenaje a una tradición propia e inextricable del sentido ucrónico de la trama, al dar a Frank Delano Roosevelt y Harold Ickes sus respectivas avenidas en Sitka. Una vez finalizada esta reflexión teórica a partir de Les lieux de mémoire acerca de la confección toponímica del mundo ficcional como artefacto político en Sitka, se continuará con la lectura atenta de dicha crítica en el siguiente apartado, donde se desarrollará el tratamiento de la identidad en The Yiddish Policemen’s Union.
d. La anti-identidad de Jean Améry en Meyer Landsman. Chabon ya había tematizado la identidad judía en su novela The Amazing Adventures of Kavalier and Clay y de modo periférico en su primer obra, The Mysteries of Pittsburg. Como se ha señalado en el anterior apartado, la identidad que escoge Chabon para escenificar su geografía es la del sionismo político u laico, secularizado de su componente religioso. Si nos concentramos en la identidad del protagonista, podremos agregar más argumentos a favor de la inclinación por dicha rama del 27
sionismo. “Landsman”, el apellido del protagonista de The Yiddish Policemen’s Union, manifiesta una interesante ambigüedad oximorónica en su etimología. En el léxico castrense anglosajón, el término “Landsman” remite al rango inferior de la marina: es el “Seaman” que aún no cuenta con un año de experiencia en alta mar, y por lo tanto todavía es considerado un hombre de la tierra. El nombre del protagonista, Meyer (frecuente tanto en yiddish como en alemán), connota todo lo contrario: el Mayor, el de rango elevado o superior. La paradoja contenida en el seno del nombre del detective anticipa su identidad antitética y conflictiva, sobre la cual el narrador emitirá reflexiones de modo recurrente. Por otro lado, es posible encontrar una segunda paradoja en dicho apellido. Landsman resume la identidad agrícola y nómada del judaísmo: el hombre que trabaja la tierra y el hombre que no pertenece a ninguna tierra. Como cita Anita Shapira, Joseph Brenner cuenta que al bajar del barco, un grupo de musulmanes le grita despectivamente “judío”. Consternado, Brenner quiere pelear pero sus compañeros lo detienen y le informan que los judíos también son extranjeros en Palestina9. Bina Gelbfish, la ex esposa de Landsman, es la metáfora de esa identidad diaspórica por la que aboga claramente la novela: You have to look to Jews like Bina Gelbfish, Landsman thinks, to explain the wide range and persistence of the race. Jews who carry their homes in an old cowhide bag, on the back of a camel in the bubble of air at the center of their brains. Jews who land on their feb, hit the ground running, ride out the vicisitudes, and make the best of what falls to hand, from Egypt to Babilon, from Minsk Gubernya to the District of Sitka. Methodical, organized, persistent, resourceful, prepared. []
Como recuerda Iván Cherjovsky, la paradoja de Avineri consiste exactamente en el problema histórico que condensa Landsman: ¿Cómo se explica que un quietismo de dieciocho siglos se rompiera justo en el momento de emancipación secular, durante el siglo XIX, dando al antiguo lazo religioso entre Israel y el judaísmo un renovado sentido político? Avineri propone que el estadonación secular europeo integra a los judíos pero provoca una fuerte aculturación, un cambio identitario que la modernidad no logra resolver adecuadamente. Walter Benjamin, a su vez, evoca un episodio de 1830 9
Cfr. SHAPIRA, Anita. Land and Power; the Zionist Resort to Force, 1881-1948. Oxford University Press, Stanford, California, 1992, en (2009) CHERJOVSKY Iván, Curso de Historia de Israel. Buenos Aires: Seminario Rabínico Latinoamericano.
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donde los “rebeldes, sin ponerse de acuerdo, pero al unísono, dispararon sobre los relojes de las torres de París, para dar a entender que se había acabado un tiempo, el de la opresión, y comenzaba otro, el de la liberación” [Reyes Mate, 2006: 239]. Esta “interrupción de la lógica dominante”, del continuum lineal de la historia, queda simbolizada en la destrucción de los relojes en tanto “monumentos de una conciencia histórica de la que no queda en Europa la menor huella desde hace cien años”, cuya metáfora religiosa sintetiza perfectamente la figura de Josué como “eternizador del momento”. Benjamin simboliza en la Revolución Francesa de 1830 el único momento de la Modernidad Europea que pudo resolver la “cuestión judía”, puesto que ni la Revolución de 1789 ni la de 1917 logró instaurar en Occidente un nuevo calendario, distinto al gregoriano-cristiano, que incluyera al ciudadano judío como “ciudadano de pleno derecho” [Reyes Mate, 2006: 245]. El sionismo, tal como refiere Shlomo Avineri, nace entonces y paradójicamente como respuesta a la emancipación y la asimilación más que como reacción al antisemitismo. Puesto que la asimilación se construye en una sociedad cuyo “concepto de laicidad [se da en función] de lo cristiano secularizado” [Reyes Mate, 2006: 245]. El antisemitismo, por otra parte, es un fenómeno que recorre ininterrumpidamente toda la historia occidental, desde el medioevo hasta la actualidad, y no es exclusivo del siglo XIX. Cherjovsky señala que “la renovación de la identidad judía [posterior a la Shoá] se efectuó contra la imagen del judío diaspórico a tal punto que se basó en la agricultura y el militarismo.” [Cherjovsky, 2009: 41] Landsman (un Mayo venido a menos, un policía detective deteriorado) hereda indefectiblemente esta identidad diaspórica, por sus orígenes de exiliados asquenazíes y por su destino de nómada. Puesto que después de sesenta años de concesión por parte de los Estados Unidos, Sitka volverá a significar una nueva diáspora para sus habitantes, ya que al final de la novela se producirá el proceso llamado “Reversión”: el asentamiento de Sitka se desmembrará y volverá a ser propiedad de los EE.UU. Como ilustra lúcidamente Javier Moreno: Sitka no es Varsovia. Sitka no es Berlin. Sitka no es Eretz Yisroel, ni Jerusalén, ni España. Sitka es temporal, una ruta de escape hacia otra ruta de escape hacia otra ruta de escape. Sitka no es un eruv. Sitka no es la tierra prometida. El Messiah no llegará a Sitka. [Moreno, 2007]
La anti-identidad judía que glosa Jean Améry en Más allá de la culpa y la expiación, estudiado en La historia desgarrada por Enzo Traverso, participa también de la identidad escogida para Meyer Landsman y para su entorno: una identidad que se define 29
más por histórica que por religiosa. Los habitantes de Sitka hablan en yiddish, no en hebreo. En la historia real, el yiddish fue relegado y desplazado por el hebreo, sustituyendo una lengua viva por una lengua histórica y estrictamente ceñida a la escritura litúrgica. Chabon efectúa una crítica indirecta pero no menos contundente al triunfo del sionismo cultural de Guinzberg por encima del sionismo político de Herlz en el momento de la construcción identitaria del Estado de Israel. Herzl no proponía una restitución del hebreo como koiné para su estado. El sionismo cultural, no sólo a partir de Guinzberg sino también mediante la figura intelectual del escritor hebraísta Eliezer Ben-Yehuda (que había cambiado su nombre al hebreo a partir de su nombre original Eliezer Yitzhak Perlman) instaló el hebreo como una antítesis del yiddish, cuyas connotaciones burguesas, asimilacionistas, y excesivamente cosmopolitas, carecían de la cohesión que el sionismo cultural consideraba inextricable de la construcción de un estado judío, entendido como estado-nación-teocrático, materialización del volkgeist herderiano-hegeliano (los ideólogos del sionismo eran entusiastas lectores de Hegel). Chabon utiliza el yiddish también con un efecto burlesco: el texto inglés, en distintos pasajes, está construido rigurosamente de manera tal que parezca una mala traducción (excesivamente literal) del yiddish. La habitantes de Sitka dialogan en yiddish, el narrador traduce el texto de la novela en inglés, aunque emplea muchos yiddishismos. “When Landsman groans, “Woe is me" – what he's really saying, of course, is a translation of the familiar Yiddish expression, “Vey iz mir.” [Lambert, 2007] Un análisis del humor en la novela de Chabon contribuiría a entender los matices de esta crítica política; bastará con recordar aquí cómo el narrador invoca símiles religiosos con fines hiperbólicos y cómicos. La ex mujer de Landsman, debido a circunstancias laborales, deberá ser la jefa de su ex marido en el sindicato de policía yiddish. A propósito de esto, el narrador nos dice: “the daily sight of her is going to be torment, like God torturing Moses with a glimpse of Zion from the top of Mount Pisgah every single day of his life” [Chabon, 2007: 74]. Por otra parte, Chabon también se apropia del vocabulario de la novela negra perteneciente a la lengua inglesa, instrumentalizando el léxico del yiddish de forma lúdica, para re-escribirlo: “the characters refer to guns as “sholems," cigarettes as “papiros," and mobile phones as “shoyfers” [Chabon, 2007: 74]. Como sugiere Joshua Furst, […] the Zionists in the book are fanatics, mobsters and thugs opportunistically exploiting messianism and seizing onto the bête noir of the Promised Land out of sheer political necessity. They’ll do anything – slaughter their own people, destabilize the world – in order
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to get what they want. [Furst, 2007]
Meyer Landsman llama “black hats” a los ortodoxos, con los cuales se pelea constantemente a lo largo de toda la trama, confiándolos a un sectarismo reaccionario: “The Verbovers […] the Satmar, Bobov, Lubavitch, Ger, and all the other black-hat sects” [Chabon, 2007: 110]. Las prácticas de los religiosos son para Landsman “a typical Jewish ritual dodge, a scam run on God” [Chabon, 2007: 110]. De esta manera, es posible afirmar que Landsman define su identidad en oposición a la religiosa, delimitándola desde un escepticismo propio de la modernidad: “He is a dealer in entropy and a disbeliever by trade and inclination. To Landsman, heaven is kitsch, God a word, and the soul, at most, the charge on your battery” [Chabon, 2007: 130]. En el siguiente diálogo con el detective Berko Shemets, el primo de Landsman con quien trabaja en el sindicato de policía, puede ilustrarse una vez más el cinismo y el humor con el que ambos se distancian del discurso religioso: “The wonders and miracles. Berko, you believe any of that?” “You know it’s not about believing for me, Meyer. It never has been”. “But do you (I’m curious), do you really feel like you’re waiting for Messiah?” Berko shrugs, uninterested in the question, keeping his eyes on the track of the black galoshes in the snow. “It’s Messiah,” he says. “What else can you do but wait?” “And then when he comes, what? Peace on earth?” “Peace, prosperity. Plenty to eat. Nobody sick or lonely. Nobody selling anything. I don’t know”. “And Palestine? When Messiah comes, all the Jews move back there? To the promised land? Fur hats and all?” “I heard Messiah cut a deal with the beavers”, Berko says. “No more fur” [Chabon, 2007: 127]
3. Conclusión Como reconoce Lambert, “the idea of alternative Jewish history, in general, is a captivating one, especially as the prospect of lasting peace in the real-life State of Israel recedes ever further from reality” [Chabon, 2007: 127]. ¿Cuestiona Chabon la inevitabilidad de la creación del Estado de Israel al construir una trama ucrónica? ¿Responsabiliza la novela al sesgo teocrático como la causa mayor en la historia claramente conflictiva de Israel? En torno a la cuestión del determinismo histórico, Anita Shapira opina que los dos movimientos nacionales, tanto el sionismo como el independentismo palestino, se retroalimentaron en un contexto epocal de fervor nacionalista en Europa y Medio Oriente. El conflicto, para la historiadora, fue inevitable 31
y no tiene sentido la pregunta por una inexorabilidad conjetural. Más allá del agnosticismo de Landsman estudiado en el apartado anterior es interesante rescatar, para finalizar este trabajo, un último pasaje donde el narrador pone de manifiesto su representación del sionismo. Al hablar del ucrónico Jerusalén, capital de una Palestina ajena a un Estado de Israel inexistente, el narrador asevera: There are still Jews living in Jerusalem, as there always have been. A few. They were there long before the Zionists started showing up, their trunks packed with Hebrew dictionaries, agricultural manuals and plenty of trouble for everyone […] They think the idea of a bunch of crazy yids running around Arab Palestine, blowing up shrines and following Messiahs and starting World War Three is a really good idea. [Chabon, 2007: 150]
Es difícil encontrar una ridiculización más explícita en toda la novela. Todo queda recolectado en este párrafo: la idea del movimiento como profundo desestabilizador de la región y de la comunidad internacional, la instauración normativa del hebreo como elemento ajeno a la realidad de los habitantes de dicha región y la sátira frente a la imposición de la tradición agrícola en el modus vivendi de estos habitantes. The Yiddish Policemen’s Union no es una novela de tesis. Sitka no es representada, tampoco, como una arcadia donde los asquenazíes y los tinglits (el pueblo indígena de Alaska) conviven plácida y armónicamente. Al comienzo de la novela, el narrador relata episodios donde se producen atentados en sinagogas por parte de los tinglit y donde los límites territoriales establecidos en el bosquejo de ley por Harold Ickes son disputados por los dos polos de interés. El narrador denomina las relaciones entre ambos “the bitter and inglorious history of Tlingit-Jewish relations” [Chabon, 2007: 43]. Sin embargo, con el paso de las décadas aprenden a convivir y a mezclarse entre ellos. El detective Berko Shemetz, mitad asquenazi, mitad tinglit, es una metáfora de esta integración y conforma uno de los papeles protagónicos junto a Meyer Landsman, en una suerte de re-escritura quijotesca muy atractiva. Es posible argüir, de esta manera, que la crítica formulada por Chabon parte de una visión escéptica frente al sionismo cultural, en la construcción de un estado que debía ser plural e integrador pero que desembocó en la institucionalización de la violencia, conocida en la actualidad. The Yiddish Policemen’s Unión se presenta, así, como una elegía por una historia alternativa que nunca ocurrió, una elegía que recupera el valor ilustrado y europeo propio del sionismo político como antítesis al orden derivado desde la fundación del Estado de Israel en 1948.
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4. Bibliografía
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Isaac Goldemberg: el texto como patria, la diáspora judía y la memoria en La vida a plazos de Don Jacobo Lerner
-Ricardo Iván Paredes Palacios-
La vida a plazos de Don Jacobo Lerner, novela publicada en 1978 y seleccionada en 2001 por el National Yiddish Book Center de Estados Unidos como una de las cien obras más importantes de la literatura judía mundial de los últimos ciento cincuenta años, tiene como punto de partida la imagen de Jacobo Lerner en un rincón de su casa a pocas horas de su muerte. La aparición de la obra a finales de los años 70 del siglo pasado coincide con la irrupción y la visibilidad, en la escena literaria y cultural peruana, de nuevas voces procedentes de las diversidades (étnicas, ideológicas y regionales), no compatibles con el discurso de la cultura hegemónica del país: la criolla10, cuyo contrapeso nacional es la tradición cultural andina (El Inca Garcilaso, Guamán Poma de Ayala, César Vallejo, José María Arguedas, Ciro Alegría, Manuel Scorza), de clara influencia en la obra de Isaac Goldemberg. Uno de los aspectos de la novela que más llama la atención es la multiplicidad de recursos narrativos: cartas, monólogos, poemas, fragmentos de periódicos y revistas con noticias de la época, crónicas virreinales, avisos, informes notariales y hasta recetas médicas. Ramón Martínez Sáenz11 utiliza el término de plurivocidad para referirse a las técnicas empleadas. El collage expresivo permite una mayor fluidez lectora y un desarrollo geométrico de la memoria visual. De esta forma, la historia del inmigrante judío llegado al pueblo de Chepén, en 1923, puede ser percibido, analizado y reformulado desde diferentes ángulos temáticos y estilísticos: 10
Criollo(a): Hijos(as) de españoles nacidos en América. El sistema de castas coloniales les obligó a pagar impuestos a la Corona durante siglos y sólo a ocupar cargos medios en la administración. Ello generó un sentimiento de desarraigo respecto a la metrópoli. Es célebre la proclama del jesuita peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán (1748-1798) Carta a los españoles americanos a finales del siglo XVII. Se trata del precursor de la Independencia hispanoamericana. Vizcardo fue el primero en desarrollar el concepto de unidad latinoamericana. Las Cartas de Jamaica de Simón Bolívar (1815) tienen un asombroso parecido. En Perú, criollo(a) es equivalente a limeño(a) o a los habitantes de las ciudades costeras, bajo la influencia de la capital del país. 11 Autor del artículo La diáspora a plazos de Don Jacobo Lerner, publicado en 1998, en el número 5 de la Revista de Humanidades del Tecnológico de Monterrey (México).
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La noche antes de morirse, Jacobo Lerner pensó que su muerte originaría leves catástrofes. Se imaginó a su cuñada consumida con el pasar del tiempo por penas de amor. A su hermano Moisés en bancarrota, abandonado por su hijo, solicitando ayuda de amigos que para entonces ya no existirían. A su querida, doña Juana Paredes Ulloa, vilipendiada por propios y extraños por no haber sabido sacar mejor provecho de sus relaciones amorosas. A la hermana de su cuñada, Miriam Abromowitz, sumamente arrepentida de no haber contraído nupcias con el pobre difunto. A su hijo Efraín con la desagradable tarea de conocer a su padre por bocas ajenas. A la madre de Efraín, que seguía viviendo en el pueblo donde la conoció, víctima de los improperios de su padre por no haberse casado con el judío cuando aún era posible. [Goldemberg, 2007: 15]
La creación de Isaac Goldemberg es un telar de alta costura de diferentes tonos, texturas y matices. Los hilos con que entrelaza la estructura narrativa logran representar de forma nítida y heterogénea una serie de estampas, cuyo tema central es la diáspora judía, que marca la vida y la muerte de Lerner y de sus correligionarios venidos a América Latina desde las frías estepas de Rusia: Pensó también, casi melancólicamente, que ni siquiera su testamento impediría el cumplimiento de dichos sucesos. A Moisés le legaba una yarmulka deshilachada de tiempos de su niñez en Staraya Ushitza. A doña Juana Paredes la cama estilo Luis XVI (con la colcha rosada que ella misma se había encargado de tejer), donde desde hacía cinco años venían retozando adolescentemente tres veces a la semana, despreocupados de las malas lenguas del vecindario. A Miriam una invitación con letras góticas y filigranas de oro para la boda que nunca llegó a realizarse. A Efraín una pequeña fortuna amasada tras catorce años de privaciones y trabajo, para cuando cumpliera su mayoría de edad. A su cuñada las obras completas de Heine, en alemán, con una dedicatoria en idish, escrita hacía tres años cuando se le ocurrió regalarle el libro con ocasión de su onomástico. [Goldemberg, 2007: 15-16]
El autor traza el exilio a través de objetos con alta carga simbólica. Objetos que el moribundo Don Jacobo se empeña en que sean heredados por sus familiares y seres queridos con la intensión de que perduren los significados que éstos encarnan. A modo de ejemplo, se puede citar la yarmulka12 en clara consonancia con el recuerdo de la niñez y juventud envuelto en la tradición judaica o la cama Luis XVI decorada de una colcha rosada sinónima del espacio universal del descanso, de los sueños y de vivencias amorosas. Además, otro objeto relevante del testamento de Lerner es una colección de las obras completas del poeta judeoalemán Heinrich Heine (1797-1856) con una dedicatoria en idish. En este sentido, siguiendo la cosmovisión judía acerca de los libros vistos como elementos sagrados, Goldemberg promueve la mitificación del saber y de la 12
También se le conoce como kipá. Es una pequeña gorra empleada para cubrir parcialmente la cabeza y usada tradicionalmente por los varones y mujeres en los rituales religiosos. Se trata de uno de los más importantes símbolos del judaísmo junto a la estrella de David y el candelabro de siete brazos (menorá).
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creación. Al respecto, Mauricio Pilatowsky, historiador del pensamiento hebreo, retrata la importancia de la lectura y de la escritura como fundamento de la identidad judía: Su patria era el texto. Steiner lo investiga y expone de forma magistral: durante 2.000 años de exilio, los judíos hacen de la lectura y la escritura su identidad, su territorio […] Los niños judíos aprendían a leer y escribir con soltura, cuando la mayoría de los europeos entonces eran analfabetos […] Con ese dominio de la teoría, se atreven a criticarla y renovarla y refundarla y desafían los límites de la cultura europea: Marx, Freud y Einstein… Le cito tres revoluciones. [Amiguet, 2010: 56]
Cabe hacer una precisión histórica sobre los alcances de la diáspora. Tras el asesinato del zar Alejandro II, se produjo una ola de atentados contra comunidades judías que generó la huida de dos millones de personas de Rusia hacia el Nuevo Mundo entre 1881 y 1920. Siglos anteriores también se desencadenaron sucesivos rechazos por parte de algunos sectores de las sociedades receptoras que se manifestó en persecuciones, expulsiones y demás acciones discriminatorias: antisemitismo, pogromo 13
e Inquisición católica. Las vivencias de los judíos de Rusia de principios del siglo XX
y el trágico estigma que los persigue están presentes a lo largo de las páginas de La vida a plazos de Don Jacobo Lerner: Primero ocurrió la misteriosa desaparición de su hermana Judit. Acompañada de su hijo de seis años. Judit abandonó el pueblo en plena guerra para ir a en busca de su esposo, Mishka, quien, rezaba la carta recibida de las autoridades militares, se encontraba en el sanatorio de una ciudad vecina. Nunca más se tuvo noticias de ella ni de su hijo. Su marido que había perdido el brazo derecho en una escaramuza, se recorrió a pie el territorio de la Ucrania tratando de averiguar el paradero de su esposa y de su hijo. Después de largos meses de infructuosa búsqueda, se apareció un día en la casa de los Lerner. Se le veía totalmente derrotado, llevaba la ropa hecha jirones y mugrienta: tenía el rostro macilento, la barba crecida y sucia, la espalda encorvada. Habiendo enloquecido por la desesperación y el hambre, vivió el resto de sus días internado en el hospital de Poltava [Goldemberg, 2007: 65-66]
En el ensayo La contracultura a través de los tiempos. De Abraham al acid-house (2004), el autor norteamericano Ken Goffman destaca la figura del profeta Abraham. Lo considera el primer judío y primer refugiado de la historia. El principal impulsor de una religión de exilio y disconformidad social: Desde luego que la disidencia judía está presente en toda la historia. Cuando Alejandro Magno conquistó Oriente Próximo, los judíos protestaron. Cuando la cultura intelectual griega se convirtió en la tendencia de rigor en las Roma helenística, los judíos se negaron a seguirla […] Durante el Sacro imperio Romano, cuando se declaró al cristianismo religión oficial del Estado, los judíos resistieron y siguieron resistiendo durante siglos de persecuciones. Karl Marx, Franz Kafka y Sigmund Freud, todos judíos, organizaron un caos teórico y existencial en el siglo XIX y principios del XX. [Goffman, 2005: 49]
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Termino de origen ruso que se refiere al linchamiento de un determinado grupo étnico o religioso.
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Una de las intenciones de La vida a plazos de Don Jacobo Lerner es el registro de acontecimientos desde los tiempos bíblicos hasta 1935 (año de la muerte del protagonista): la expulsión de los judíos de España, la situación de los marranos, La Inquisición, el pogromo en Rusia. Sucesos que se yuxtaponen con las narraciones sobre el origen de los incas, las crónicas de Indias y los periodos presidenciales de Leguía y Sánchez Cerro. Estos hechos históricos aparecen referidos por los periódicos de la época y contados por las voces de Lerner, Mitrani, Edelman, el cura Chirinos y el niño Efraín. Dichas secuencias se funden con personajes, parábolas y pasajes de La Biblia, del Talmud, de la Toráh y del Pentateuco; lo cual desemboca en una cadena de representaciones rituales mágico-religiosas con la finalidad de poner el conjunto de relatos al servicio de la memoria historiográfica. Yosef Hayim Yerushalmi, autor del estudio Zajor. La historia judía y la memoria judía, editado en 1982, pone énfasis en el tema de la memoria en la cosmovisión hebrea, cuya particular perspectiva fusiona lo histórico y lo litúrgico, la verticalidad y circularidad: La palabra hebrea zajor, “recuerda”, anuncia un elusivo tema. La memoria es siempre problemática, usualmente engañosa, a veces traicionera […] Sin embargo, la Biblia hebrea no parece vacilar cuando ordena recordar. Sus mandatos para recordar son incondicionales, e incluso cuando no hay orden de recordar, la memoria es siempre esencial. En conjunto el verbo zajor aparece en la Biblia, en sus diversas flexiones, no menos de ciento sesenta y nueva veces, generalmente con Israel o con Dios como sujeto, porque la memoria les corresponde a los dos. El verbo se complementa con su opuesto, olvidar. Así como se recuerda a Israel a que recuerde, se le conmina a no olvidar. Ambos imperativos han resonado con efecto duradero entre los judíos desde los tiempos bíblicos. [Yerushalmi, 2002: 1-2]
A lo largo de la historia aparecen mecanismos que configuran una estructura circular. Se tratan de saltos temporales de ida y vuelta mediante el desplazamiento de Lerner y de sus amigos, León Mitrani y Samuel Edelman, por distintos países europeos y regiones peruanas, donde siempre evocan la vida familiar que perdieron en las llanuras de Rusia. Después de la muerte de Mitrani, Jacobo enloquece parcialmente y adopta la personalidad de su correligionario. Con ello, se adopta una manera metafórica de reflejar el retorno continuo del amigo en el pensamiento del protagonista como si 37
fuese una alucinación, lo que conlleva a las alusiones constantes a Mitrani, reconvertido en personaje vivo después de muerto. Asimismo, Edelman, después de años viviendo en Perú con el anhelo de fijar su residencia en una ciudad costera, recorre las páginas de su biografía con una trayectoria en espiral, poniendo de manifiesto la circularidad de la vida y, por consiguiente, la veracidad del texto litúrgico: Todo pasado quede enterrado este pueblo, el tiempo todo destruyó, todo vino abajo, nada se puede recobrar, ilusiones todas se perdieron hace muchos años ya, por eso mejor Jacobo no sepa nada sobre Efraín porque ¿para qué voy Lima de todos modos? ¿No sería mejor irme Chiclayo y olvidarme de Jacobo? Podría abrir negocio y quedarme vivir con la Felisa y mis hijos, cansado soy ya tanto viaje, viendo siempre caras extrañas todos sitios, tantas noches solo en fríos cuartos de hotel, hora es quedarme todo tiempo en Chiclayo, tampoco nada tengo hacer en Lima, todo ya terminó en este pueblo, pero cuando el hombre cree acabar entonces todo comienza, dice el Talmud. [Goldemberg, 2007: 221-222].
La construcción narrativa de esta obra recurre a la verticalidad argumental a través del progresivo ascenso y descenso de los personajes como sería el caso de Jacobo, un refugiado pobre enriquecido al paso de los años o de Madame Chernigov, una condesa rusa exiliada en Lima y que regenta una pensión barata. Por lo que atañe a León, el vuelo por los aires de su cadáver en el ataúd permite encontrar cierto correlato con la ascensión de un profeta hacia el cielo, condición que se puede ver remarcada por las apariciones del personaje continuas en la vida de Jacobo. En resumen, La vida a plazos de Don Jacobo Lerner representa una magnifica muestra de expresión textual, destinada a reconstruir el pasado judío y a fusionarlo con elementos del paisaje local. Se podría incluso aludir al movimiento hispanoamericano del Realismo Mágico, aunque no es nuestro propósito indagar en esta cuestión. Al apelar a la diáspora y a la memoria historiográfica, la novela de Isaac Goldemberg no rinde tributo a hazañas bélicas ni grandezas nacionales, sino a la milenaria sabiduría y a la asombrosa capacidad de sobrevivencia de los pueblos judíos diseminados sobre la faz de la tierra.
Bibliografía Amiguet, Lluís, “Antes de Israel, la patria de todos los judíos era el texto”, Diario La Vanguardia, Barcelona, 5 de junio de 2010. Goffman, Ken, La contracultura a través de los tiempos. De Abraham al acid-house, Editorial Anagrama, Barcelona, 2005. Goldemberg, Isaac, La vida a plazos de Don Jacobo Lerner, Editorial San Marcos, Lima, 2007. Yerushalmi, Yosef Hayim, Zajor. La historia judía y la memoria judía, Anthropos, Barcelona, 2002. 38
Radiografías
El hombre que no ha sido
Se ha escrito reiteradamente acerca del Holocausto. Y gran parte de nuestra generación ha tenido noticia más o menos clara de lo que ha ocurrido en los campos de concentración alemanes. Pero hasta hace poco, al menos yo no había tenido ocasión de leer un testimonio tan sobrecogedor, como el que presenta la obra del escritor italiano Primo Levi, Si esto es un hombre, (Aleph Editores, 2006) traducido por Pilar Gómez Bedate (1987), del original en italiano, Se questo è un uomo (1958), novela que inaugura su carrera como escritor. El autor piamontés nos sumerge en el espeluznante mundo de Auschwitz, la representación del mayor horror de nuestra época, en el que estuvo prisionero durante el año 1944 hasta la liberación por parte del ejército ruso. Levi narra los hechos de su vida en el campo con una mirada meticulosa, científica, carente de exaltación, como si la historia hubiera estado recogida de algún documento, distanciándose de la experiencia directa. El autor construye su novela en distintos capítulos escritos al azar, relacionados con los distintos hechos que lo marcaron: su llegada al campo, la lucha por entender qué pasaba y qué había que hacer. Coexistían en el campo muchas lenguas, y sin saber apenas alemán, la mayoría debía ingeniárselas para atrapar al vuelo todo tipo de órdenes y directivas impartidas por los alemanes. Las opciones para los prisioneros eran: o agudizar los sentidos o esperar la condena. Nuestro autor buscaba ayuda en gente allegada a él, pero gran fortuna era la de encontrarse con un paisano italiano entre millares de prisioneros húngaros, franceses o griegos traídos de todos los confines de Europa. La descripción de las barracas en el campo muestra una imagen soberana de las condiciones nefastas de vida a las que debían atenerse los prisioneros: estaban equipadas con 150 literas estrechas en las que, distribuidos aquí y allí, terminaban 39
apilando 200 almas. A cada barraca se le asignaba un Kapo, prisioneros veteranos que, dentro de la jerarquía del campo, eran privilegiados y mantenían la disciplina golpeando o insultando a individuos que compartían su misma identidad, como si de un domador de bestias se tratara. Primo Levi cuenta su ingreso en el Ka-Be o enfermería, el oasis de los trabajadores del campo al que todos querían ser derivados en un momento u otro. Bajo esta jurisdicción raramente eran golpeados, y lo más importante, podían prescindir del trabajo extenuante, aprovechando los días para recuperarse, descansar, comer y engordar. El alimento -un potaje acuoso más parecido a una sopa que servían dos veces al día- no alcanzaba para equilibrar la fuerza física que estaban obligados a hacer en el campo de trabajo. Las muertes por agotamiento, el frío, el hambre y las enfermedades como el tifus o la difteria eran sus enemigos más cercanos. En El canto de Ulises, otro de sus apartados, Levi se narra a sí mismo, intentando recordar unos pasajes del Infierno de Dante en una jornada de trabajo. Los versos acuden a él imprecisos, incompletos. Surge automáticamente la reflexión de que, en el momento de máxima negación del individuo, de la más profunda anulación de la dignidad humana, la psiquis es capaz de recoger en la memoria instantes sublimes que le llegan del imaginario cultural. Si bien en vano resulta el esfuerzo, apenas algunas porciones de aquel texto le brindan ese momento epifánico en el que intuye que los versos de Dante ya habían contemplado, de algún modo, el escenario de guerra y destrucción de Auschwitz, estableciendo una alegoría con la realidad que estaba viviendo. A pesar de que al hombre se lo despoja de su dignidad y de sus pertenencias más primarias como su ropa u objetos personales, lo que deja bien claro el autor es que cada uno se las arreglará para encontrar algún objeto que le sirva de elemento de intercambio, estableciéndose una red comercial que le permita adquirir todo aquello que codicia y necesita: en este caso, la moneda de cambio es el pan, ración que recibían a primera hora del día. Sobre este bien se aplicaban las leyes del mercado del Lager. De esta forma, para comprar raciones extra de sopa, botones, tabaco, cucharas o cuchillos, los precios se establecían en media ración o incluso tercio de ración del pan matutino, para cuyo capital los presos tenían que renunciar a calmar su hambre. El hurto, el engaño, la competencia son ingredientes que se potencian y que hacen a la maquinaria nazi aún más desoladora. De esto se desprende que, si bien el campo está despojado de una 40
actividad humana libre, el hombre reducido se ve en la necesidad de entablar cualquier tipo de relación comercial como vínculo inseparable de la vida social. Perviven en el recuerdo del autor ciertos personajes del Lager, a los que dedica párrafos y elogios sinceros sobre su fortaleza y estrategias para no sucumbir a la crudeza de la vida en el campo. Dos personajes fueron sus pilares en el año que vivió en confinamiento: uno de ellos fue Lorenzo, de quien reconoce haberle salvado la vida. También quizás fuera quien le devolvió la fe en la solidaridad y en su propia condición humana. Un hombre entre todas las conciencias sumisas, capaz de apartarse de la vida autómata para ayudarlo incondicionalmente. El otro es Alberto, su compañero italiano con el que podía compartir anécdotas. Junto a él, finalmente estableció alianzas a la hora de organizar un sistema diario de venta clandestina de artículos para paliar el hambre. Sin dejar de lado el mérito de estos hombres, la salvación de Levi se la debió a él mismo, gracias a su astucia e instinto de conservación, sumado a un puñado de circunstancias azarosas. La narración de Levi refiere uno de sus puntos más traumáticos al describir el proceso de las selecciones, que significaban el límite entre el último ápice de cordura y la alienación definitiva. En el campo, cada cierto tiempo, hacían sonar una sirena que indicaba el momento de los exterminios sistemáticos. El criterio priorizaba a los enfermos, los más viejos o incapaces para trabajar y, dispuestos en filas, los elegían y clasificaban por derecha o izquierda, direcciones que representaban la vida y la muerte. Muchos conocían su destino: la muerte en las cámaras de gas de Birkenau, el campo de exterminio vecino, al tercer día de las selecciones. Si esto es un hombre es también la historia del intento por parte de Primo Levi de entender qué hacían él y el resto de los prisioneros y cuál sería su destino final. Levi, durante gran parte de su cautiverio, ignora las cámaras de gas y los hornos que obliteraban cualquier evidencia. Con el paso de las semanas, va descifrando los mensajes fragmentarios de sus compañeros, hasta lograr entender (pero nunca comprender) qué era Auschwitz. Tal vez los hechos de mayor dolor en la etapa concentracionaria tienen que ver con el momento de la liberación, donde muchos prisioneros enfermos fueron abandonados a su suerte, obligados a sobrevivir por sus propios medios, cuando los alemanes se dieron a la fuga. Dicho episodio es narrado al final del relato y constituye uno de sus pasajes más conmovedores. 41
Hasta mi lectura de esta novela, la información con la que contaba sobre la tragedia de Auschwitz había sido parcial, leída en documentos escuetos, entendida someramente a través de relatos verbales en un entorno inmediato, o visto a través de filmes como La vida es bella o La lista de Schindler. Si bien esta última provocó en mí emociones lacrimógenas y hasta cierto punto placenteras, no dejaba de ser la historia heroica de un empresario que utilizó su fábrica para salvar a prisioneros judíos de su condena. En otro orden, el relato de Primo Levi fue para mí como una máquina avasalladora que deja las entrañas de la supervivencia en Auschwitz al rojo vivo, una especie de estudio exhaustivo de los procesos de adaptación a los que acude una persona privada desesperadamente de todos sus derechos esenciales. En esta privación el hombre se pierde, y se pierde con él su porvenir. La esperanza es un recuerdo confuso que sólo en sueños lo visita. Y mucho más allá, la nostalgia tenue de un pasado abismal y magnífico. Piglia, parafraseando a Adorno, recordó en Inteligencia artificial una frase que glosa esta privación: “Ese mundo está más allá del lenguaje, es la frontera donde están las alambradas del lenguaje”. Si Primo Levi ha vuelto a ser un hombre, no lo sabemos. A partir de su suicidio (casi contemporáneo a los de Paul Celan y Jean Améry), intuimos que no. Pero queda una certidumbre: después de leerlo, las palabras se nos atragantan, el hombre se ausenta y con él las palabras.
-Dolores Loaiza-
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Cuento Rigor Vitae, Curriculum Mortis
La sala de espera no era más que un pasillo separado del resto de las oficinas por un biombo de color blanco que parecía sacado directamente de un hospital. Estas mamparas y biombos estaban por todas partes, distribuyendo y delimitando el espacio que poseía cada individuo dentro del edificio. Y luego estaba la mencionada sala de espera, con un par de sillas frente a una puerta, y a la izquierda de la puerta una mesa con su teléfono, su ordenador, su grapadora, su bote lleno de lápices, bolígrafos y rotuladores fluorescentes, su torre de archivadores de plástico y sus papeles desperdigados por todos los sitios... Y detrás de esa mesa había una silla de color azul, hecha de un material indefinible aunque desde luego sintético, con apoyabrazos, ruedas y varias manivelas para regular el giro, la altura, la posición del respaldo, la inclinación del cojín, etc. Y sobre esta silla estaba sentada la secretaría que, aunque pudiera parecerlo, no vino incluida con el resto del mobiliario. Frente a ella, una mujer esperaba sentada en una de las incómodas sillas preparadas convenientemente para las visitas. Llevaba más de veinte minutos allí y cada vez se sentía más nerviosa. De vez en cuando, la secretaría, que no dejaba de teclear su ordenador y escribir notas en “post-its”, le echaba una mirada por encima de sus gafas sonriendo maliciosamente. Entonces ella se rebullía en su asiento y luego se pasaba la palma de la mano por su falda para quitarse las arrugas. Y continuaba esperando. De fondo se oía un murmullo monótono e ininteligible que indicaba que las oficinas se hallaban a pleno rendimiento. La gente iba de un lado para otro y los teléfonos no dejaban de sonar. Pero hasta aquel lógico ajetreo de una mañana de viernes a las once en punto resultaba pulcro y ordenado dentro de aquel inmueble. Era como si todos los que allí trabajaban siguieran los pasos de una coreografía cuidadosamente diseñada para aparentar reposo a pesar del movimiento. De repente una chica se cruzó por delante de ella y su falda rozó sus rodillas. “Que falda tan bonita”, pensó mientras la miraba acercarse a la mesa de la secretaria. Luego miró su propia falda y, aunque seguía bien planchada, volvió a pasarle la mano 43
por encima. Levantó la vista. “Y que tipazo tiene... Claro, con ese tipo si que se lucen esas faldas... Pero si yo me pongo una de esas... En fin, que aunque me gusten, esas faldas no están hechas para mi...” La chica del tipazo y la falda bonita apoyó sus brazos en la mesa de la secretaria y, tras agacharse levemente, le dijo algo al oído. Después ambas se pusieron a cuchichear entre ellas ante los ojos de la extraña que las observaba con recelo. Entonces la secretaria le lanzó varias miradas furtivas y la de la falda bonita y el tipazo se giró para mirarla por encima de su hombro. Y ambas estamparon en sus caras un par de sonrisas socarronas y condescendientes. La extraña se puso nerviosa, apartó la mirada y, una vez mas, se quitó las arrugas del vestido con la mano. Luego se sacudió la blusa y antes de que levantara la cabeza otra vez, aquella falda tan bonita volvió a rozar sus rodillas. Alzó la vista y vio como el tipazo se perdía entre los biombos. - Enseguida está con usted, solo es cuestión de un par de minutos -le dijo la secretaria, y a continuación siguió tecleando su ordenador. Era lo mismo que le había dicho hace un cuarto de hora, lo mismo que le había dicho nada mas entrar, lo mismo que le decían siempre. Afortunadamente su madre iba a recoger a sus hijos al colegio y luego se haría cargo de ellos, con lo que aquella mañana no tenía demasiada prisa. Siguió esperando. Entonces se dio cuenta de que estaba moviendo su pierna izquierda de manera convulsiva, como hacía cada vez que los nervios se la comían por dentro. Se concentró y consiguió que el tembleque cesara. Luego respiró hondo y siguió mirando todos los detalles de todas las cosas que la rodeaban: la puerta que tenía en frente, las paredes que tenía detrás, los cuadros que colgaban de ellas, las gafas de la secretaría, el bolígrafo con el que escribía, la blusa de seda que la vestía de cintura para arriba, la máquina de cafés que había al otro lado del pasillo, el suelo que parecía temblar bajo sus pies... De repente sonó el teléfono y la secretaria lo agarró con un movimiento delicado aunque decidido. -¿Si? -la secretaria asintió con la cabeza un par de veces- ...Enseguida -luego colgó el teléfono y sin tan siquiera mirarla a la cara añadió con total indiferencia: -Ya puede pasar -y continuó jugando con el ratón de su computadora. Ella notó como la sangre se le subía a la cabeza. Agarró su bolso y lo sujetó entre sus brazos. Respiró hondo y tras armarse de valor se puso de pié. Después caminó
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hacia la puerta, se detuvo junto a ella y apretó con fuerza el pomo con su mano derecha. Pero antes de girarlo volvió la vista hacia la secretaria. Ésta seguía con los ojos pegados a la pantalla de su ordenador mientras deslizaba el ratón por encima de su mesa sin prestarle la más mínima atención. Miró al frente y se dio de bruces con un rótulo de aluminio dorado en el que se leía la inscripción: GONZALO OLMEDA MARQUÉS Y debajo, entre paréntesis: (Subdirector Adjunto de Recursos Humanos). Llenó los pulmones de aire, golpeó la puerta con sus nudillos, giró el picaporte y la empujó. -Adelante, siéntese -un hombre, de unos cuarenta y cinco años de edad, la esperaba al otro lado del despacho leyendo unos folios grapados por una de sus esquinas. Estaba sentado sobre un butacón de cuero, sujetando los folios entre sus manos y apoyando sus codos en una enorme mesa de madera mal barnizada y cubierta de papeles. Ni siquiera levantó la cabeza cuando ella caminó hacia el sillón que tenía en frente y se sentó en él con el bolso sobre sus rodillas. El tipo siguió leyendo mientras ella lo observaba expectante. Él continuó leyendo. Ella notó como su pierna comenzaba a temblar otra vez. Se concentró y consiguió controlar los espasmos. Él tipo se llevó el índice a los labios. A continuación pasó el folio que estaba leyendo y sujetándolo entre los dedos se puso a hojear el siguiente sin demasiado interés. A penas un par de renglones y tras torcer el morro dejó caer los folios sobre la mesa. Se quitó las gafas y las dejó junto al teclado de su ordenador. Luego se repanchigó en la silla y cruzando las manos a la altura de su barriga le dijo mirándola a los ojos: -Bien, Emilia, ahora dígame por qué debería darle el trabajo a usted y no a otra. -¿Cómo? -Convénzame de que es usted la persona idónea para el puesto... Adelante, soy todo oídos. -Bu-bu-bueno, señor, yo, yo, pues, pues, cre-creo que que yo po-podría pues... -las palabras se atascaban en la garganta de Emilia. Tragó saliva para descongestionar el atasco pero tampoco eso le dio demasiado resultado. El hombre la miraba impertérrito. -Tranquilícese, Emilia, que en cinco años que llevo en este puesto todavía no me he comido a nadie. Emilia, roja como un tomate, intentaba sonreír sin conseguirlo del todo. .-Toma, beba un poco de agua -el subdirector de recursos humanos le acercó un vaso de plástico. -¿Está ya mas tranquila? 45
Emilia asintió. -Ahora respire hondo y empecemos de nuevo -Lo siento es que estoy un poco nerviosa... -Si, ya me he dado cuenta... -El subdirector miró su reloj: -Bueno, concéntrese y piense bien lo que va a decir, porque tiene veinte minutos para convencerme de que justo es usted la persona que andamos buscando. Así que, si de verdad quiere el puesto, déjese balbuceos y dígame algo coherente. Emilia respiró hondo y, esta vez con mas soltura, comenzó a hablar enumerando los lugares en los que había trabajado y las importantes labores que allí había desempeñado. Pero aún no llevaba ni quince segundos de discurso cuando su interlocutor hizo un gesto de negación con la cabeza y la cortó en seco: -Emilia, Emilia, no quiero que me recite de memoria su currículum, lo acabo de leer. Además, si un buen currículum fuera suficiente para contratar a alguien, entonces estas tediosas entrevistas no serían necesarias, ¿no cree usted? -Si, señor... -Si, señor -el subdirector puso cara de asco, hizo una breve pausa para mirarla a los ojos y luego continuó hablando: -Verá, Emilia, lo que yo quiero saber es qué va usted a aportar a esta empresa y qué es capaz de hacer por ella... ¿Me comprende? -Si, señor… La cara de asco del subdirector de recursos humanos se acentuó todavía más mientras la miraba sin pestañear. Mientras tanto, la pierna de Emilia había comenzado de nuevo a moverse por iniciativa propia y esta vez no parecía haber nada que pudiera detenerla: -¿Y bien, piensa decirme algo o se va a quedar ahí sentada hasta que me canse de mirar su cara y la eche de aquí a patadas? Aquella frase cayó sobre Emilia como un piano desde un quinto piso. De repente tuvo mucho calor, un calor sofocante que le cortaba la respiración. La sangre comenzó a bullir en su cabeza y ésta parecía ir estallarle de un momento a otro. Quiso huir de allí, levantarse y salir corriendo de aquel angustioso despacho sin mirar atrás. Pero fue en ese momento cuando pensó en la “ERE” de su marido y en la hipoteca de su piso, en la letra del coche y en el aparato de dientes de su hijo mayor, en los 2000 euros que le 46
debía a su hermana y en los otros 2000 que les debía a sus padres. Así que hizo de tripas corazón: aquella era una oportunidad que había estado esperando durante mucho tiempo y no iba a dejarla escapar tan fácilmente. Se concentró y su pierna se detuvo. Luego levantó la vista y miró a los ojos del subdirector: -Soy una persona muy trabajadora y tengo mucha experiencia... Así que creo que puedo aportar mi trabajo y mi experiencia... Al subdirector de recursos humanos se le escapó media carcajada que, al no abrir la boca, le salió por la nariz: -No te fastidia, y si fuera guapa e inteligente aportaría su belleza y su inteligencia, pero como no lo es -luego su cara se agrió aún más-. De su falta de belleza me he di cuenta nada mas verla entrar, y su falta de inteligencia la acabo de descubrir ahora mismo... A continuación agarró los folios que había estado leyendo instantes antes: -¡A la mierda, estoy harto de tantas pamplinas! -exclamó al tiempo que los arrugaba con sus manos. Luego arrojó la bola de papel a la papelera que había a su derecha y volvió a fijar su mirada en una Emilia trémula y cabizbaja: -¿Pero de verdad cree que alguien como usted tiene alguna posibilidad de entrar a trabajar en una empresa como esta? Vamos, por favor, no me haga reír... Pero mírese, mírese, es usted patética... ¿También aportará su patetismo a esta compañía? Emilia comenzó a hundirse en su butacón y la mesa del subdirector se fue haciendo más y más grande a medida que éste continuaba hablando: -¿Sabe los beneficios que obtuvo nuestra firma en este último año? No, qué va a saber usted, si usted no sabe nada... Pues yo se lo diré: 60 millones de euros. O lo que es lo mismo, unos beneficios de 5 millones de euros al mes, 164383,56 al día y 6849,315 a la hora. Esto significa que cada vez que personas como usted viene a una entrevista y nos hacen perder media hora, a la empresa le cuesta más de medio millón de las antiguas pesetas. ¿Entiende ahora por qué estoy tan quemado, Emilia? Eso por no hablar de las estupideces que tengo que oír día sí y otro también. ¿Se piensa usted que mi trabajo es estar aquí perdiendo el tiempo oyendo las tonterías de mojigatas con delirios de grandeza? No, ese no es mi trabajo, a mí no se me paga por eso... Está es una empresa seria, muy seria, y desde luego no voy a consentir que nadie intente tomarnos el pelo... 47
Mucho menos una don nadie que no tiene ni dónde caerse muerta... ¿Le ha quedado claro? Emilia estaba tan arrugada sobre sí misma en su asiento como el currículum que el subdirector acababa de tirar a la basura. -Emilia, conteste, ¿no cree que tengo razón? De la boca de la mujer solo salían tímidos sollozos. -¡¡¡Maldita sea, Emilia, deje de gimotear y conteste!!! El grito del subdirector hizo que se estremeciera del susto. Y a continuación, sin tan siquiera levantar la vista, Emilia musitó un “si, señor” que a penas salió de su boca. -¿Cómo dice usted? No la oigo. -Si, señor. -Si, señor, ¿qué? -Si, señor, tiene usted razón. -Mas fuerte. -Si, señor, tiene usted razón. -¡Mas fuerte! -Si, señor, tiene usted razón. El subdirector de recursos humanos sacó entonces un kleenex de un cajón y se lo acercó a la mujer que ahora lloraba desconsoladamente. -Enhorabuena, el puesto es suyo -dijo con el brazo extendido. Emilia tardó en reaccionar y cuando lo hizo fue como si las palabras del subdirector le hubieran sonado a chino. -¿Cómo ha dicho? -dijo con mirándole con los ojos llorosos y enrojecidos . -Tome, límpiese... La mujer agarró el kleenex sin dejar de mirar al hombre que tenía delante. -Tome, beba un poco mas de agua... Noemí le informará de todos los detalles este lunes, cuando se incorpore y firme el contrato. Es un encanto, ya lo verá, se harán muy amigas. En realidad el ambiente que se respira aquí entre todos los compañeros es extraordinario. Emilia agarró el vaso y sin dejar de mirar al subdirector dio un par de sorbos. Seguía sin entender nada.
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-Sé que ahora estará un poco aturdida, pero es normal. Usted no se preocupe, váyase a casa y celébrelo con su marido... Y, eso sí, el lunes a las 8 en punto la quiero ver aquí como un clavo... ¿De acuerdo? Emilia asintió y de repente pareció empezar a comprender las palabras que el subdirector estaba pronunciando: -¿Está usted hablando en serio? ¿De verdad he conseguido el empleo? -Así es...Pero, venga, márchese a casa y descanse, que este lunes va a ser duro. Tendrá que ponerse al día y demostrarme que no me he equivocado con usted... Porque no lo he hecho, ¿verdad? Emilia se puso erguida: -No, señor, en absoluto, señor... Voy a trabajar muy duro, ya lo verá, no se arrepentirá, ya lo verá... -Si, bien, bien, eso espero... Y ahora, si me permite, tengo otros asuntos que atender... -Por supuesto, señor... Emilia se puso de pie y estrechó la mano del subdirector sin dejar de mover la cabeza en señal de reverencia. -No se arrepentirá, ya lo verá, no se arrepentirá -luego dio media vuelta, pero antes de que saliera por la puerta, el subdirector de recursos humanos la detuvo: -Emilia, espere un momento... Antes de irse, ¿le importaría traerme un café? -¿Cómo dice, señor? -Pero vamos a ver, Emilia, ¿es que es usted sorda, además de fea y estúpida? Que me traiga un café, coño... -Enseguida, señor, enseguida se lo traigo -la mujer salió disparada por la puerta en dirección a la máquina de café, pero al llegar a la mitad del pasillo giró y volvió sobre sus pasos para dirigirse de nuevo hacia el despacho de donde había salido. Golpeó el rótulo de aluminio con sus nudillos e inmediatamente oyó la voz del subdirector que le gritó “adelante”. Entonces giró el picaporte y, algo temerosa, sacó la cabeza por el resquicio de la puerta: -Perdone, no me ha dicho cómo lo quiere. -Pero bueno, es que no es capaz ni siquiera de traerme un café. ¿Que cómo lo quiero? Pues como lo voy a querer, ¿le he dicho yo acaso que lo quería de alguna manera en especial? ¿A que no? Pues entonces tráigame un café normal, hostia, y deje ya de dar la lata. 49
-Enseguida, señor -la cabeza de Emilia volvió a desaparecer tras la puerta y a continuación la puerta se cerró. Pasó a toda prisa al lado de la mesa de la secretaria, que ahora la miraba sin gesticular, fue a la máquina de café y sacó un “café normal, hostia”. Y cuando volvía, andando ya mas despacio, hacia el despacho del subdirector con aquel café entre sus manos, se cruzó con la chica de la falda bonita y el tipazo. -Hola -le dijo saludándola con una cálida sonrisa. Emilia le devolvió el saludo y la sonrisa y, mientras caminaba, notó como su espalda se iba poniendo erguida y sus hombros rectos. La secretaria le sonrió también y ella hizo lo propio. De fondo seguía oyéndose el mismo murmullo que servía de base musical para aquella danza coreografiada de manera tan precisa. Se detuvo frente a la puerta y respiró hondo: debía orgullosa y afortunada de poder formar parte de una empresa como aquella.
-David Garrido Navarro-
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Entrevista a Agustín Fernández Mallo Premio Ciudad de Burgos de Poesía en 2007 por Carne de píxel y Finalista del Premio Anagrama de Ensayo de 2009 con Postpoesía, hacia un nuevo paradigma, Agustín Fernández Mallo, aunque físico de formación, se ha convertido en uno de los máximos referentes de las últimas generaciones de autores (Generación Nocilla y Generación Mutantes). Por ello, nos hemos acercado a su obra tanto poética como narrativa para conocer las bases de este fenómeno coetáneo.
En el prólogo de tu poemario Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus (Edición personal, 2001), Eduardo Moga (entrevistado por Pliego Suelto en la edición de mayo 2010) dice lo siguiente: "un abanico de fotografías verbales que se engarzan en las páginas como cuentas en el hilo de la memoria", ¿Compartes esta opinión? Sí, claro, es una manera de expresarlo bastante acertada. ¿Qué te sugiere la frase de María Zambrano: "Toda belleza tiende a la esfericidad"? Es gracioso que me lo preguntes, porque me gusta esa frase. La interpreto como una reivindicación de lo orgánico, frente a lo inorgánico. Además de parecerme especialmente acertada en el sentido de que la vida tiende a lo esférico, y la belleza de existir, es la propia vida. ¿Hay influencia de las lecturas de Ludwig Wittgenstein? Sí, claro. Me interesan varias cosas, por ejemplo, del Tractatus, cómo de un pensamiento típico racionalita Occidental llega, al final, a conclusiones relacionadas con la mística, y se nota que es el propio pensamiento el que le lleva a esa conclusión, que no es a priori. Y del segundo Wittgenstein, me interesa la idea de que el lenguaje es algo no determinado, que es un juego, y que vamos creándolo con el uso. “El significado es el uso”, gran verdad que ha influido tanto en el arte conceptual como en Borges. Lo suscribo. Los números y la búsqueda de la exactitud están presentes en tus libros, ¿es un recurso estilístico? En absoluto, me sorprende esa percepción que tienes de mis libros. Son de lo más inexactos, sólo se guían por intuiciones. Cuando escribo no racionalizo casi nada, me dejo llevar por asociaciones puramente analógicas, metafóricas. 51
En Carne de píxel (DVD Ediciones, 2008), utilizas de manera recurrente las distintas conjugaciones del verbo “circunvalar” y le agregas el complemento “la ciudad”… Bueno, es que es verdad, hay cosas que circunvalan las ciudades, ya sean físicas o simbólicas. De nuevo la esfericidad (aunque sea platónica). ¿Estamos ante un poemario de amor, vida y muerte en la era digital? No lo sé. De amor y vida, seguro, pero de muerte, no lo sé. Pensar la muerte es algo muy raro, no sé hasta qué punto puede pensarse. En mis libros aparece, pero nunca, o pocas veces como tema medular o de frente. ¿Cómo surgió la idea de incluir teorías de la física en verso? Desde siempre, he visto en las ciencias cierta poética, en cuanto que no son el mundo sino una representación del mundo, así que pueden estar sujetas a una metaforización y una estética. Las uno de manera natural a la literatura, pero no lo controlo del todo. “[…] hay algo en el píxel de carnal y abstracto, cuadriculada superficie que contiene toda la información visual posible, agota su sentido, y sin embargo es una cifra, está vacío. Hay en el píxel una metafísica”. ¿Podríamos resumir Carne de píxel a través de este fragmento? No, porque es mucho más que eso. Pero sí es un símbolo del contrasentido de toda relación personal, y aún casi de la vida, de lo que no entendemos. Cuando escribí ese libro sentía que en el píxel, como en el chiche o en los códigos de barras, había una mística (ver Joan Fontaine Odisea, quizá mi poemario más completo y medular). Ahora creo que también lo pienso, pero no lo enuncio de una manera tan directa o lo relativizo. Háblanos del Proyecto Nocilla… ¿Por qué una trilogía? Ni idea. La escribí sin saber si quiera qué estaba escribiendo (si novela, poemarios o ensayo), y menos aún si era una trilogía o no. Salió así, de corrido. Me muevo más por impulsos que por autoprescripciones. Digamos que me cansé y paré de escribir a la tercera. En Nocilla dream (Candaya, 2006), ¿el concepto de la concatenación universal es eje temático y estructural? Sí, pero también en Nocilla Experience y Nocilla Lab. Y sobre todo la idea de que las casualidades puras no existen, las crea el cerebro de quien relaciona dos o más acontecimientos. Pero también está el eje de la soledad aceptada, de la extrañeza ante el mundo como una red, y el amor de la pareja, una constante en mi obra.
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¿Consideras esta primera novela como un conjunto de piezas de ensamblaje de diversas manifestaciones de arte conceptual, más que un texto con una línea narrativa fragmentada? No, en absoluto. Hay cosas de arte conceptual, pero están transformadas por la narratividad y mi propia poética, menos fría, creo. Existe una diversificación del proceso de composición de textos: El microrrelato similar al blog (relatos: 24, 27 y 33), reescritura parcial del guión de Los pájaros de Hitchcock (38), la reproducción de un poema invisible de Hanna de Utha (26) o fórmulas expresadas en Constantes física de interés (53). Además de comentario de varios críticos sobre supuestamente la obra de Fernández Mallo. O un artículo que parte de Heidegger y su teoría de “espacio y lugar” para luego hablar de lo que en nuestro días los sociólogos y urbanista llaman “no-lugar” (aeropuertos, supermercados, etc.). ¿Qué valor otorgas a esta recolección de documentos? ¿Se trata de tus influencias más directas? ¿Qué significa la recurrente fragmentariedad presente en Nocilla dream y Nocilla Experience (2008)? Le otorgo el valor de lo que está no evidentes, y que, sin cuanta de que son muy obvios. crean una atmósfera, un paisaje que construyen el ambiente con en esas novelas lo hice a través cultura, mezclados y sacados de Pero esto es una reflexión a dejaba llevar por la intuición pensaba.
relacionado por hilos analógicos embargo, cuando los ves, te das Otras veces, son elementos que de fondo. Hay ciertas novelas descripciones de personajes, yo de fragmentos de nuestra quicio en elaboración propia. posteriori: mientras escribía me típica de la poesía. No lo
En Nocilla Experience (Alfaguara, 2008) escribes: “el parchís y la evolución de las especies que ahí estudiáis tienen mucho que ver: ambos están basados en 3 o 4 reglas muy simples, y sin embargo son complejos ejercicios de supervivencia [...] el parchís se fundamenta en la tirada de un dado y esa emersión del azar a lo real es lo más complejo que una persona pueda llegar a imaginar.” ¿Qué representa esta metáfora del parchís? ¿Qué relación tiene con la sociedad actual? Primero, representa que todo es relacionable si encuentras cómo (porque no me negarás que la asociación es extravagante), lo que es para mí una constatación de que todo pensamiento, al final, es poético. La relación con la sociedad: pues puede indicar que al final todo está conectado a través de redes, que no hay compartimentos estancos. La física también está presente en tus novelas. De hecho, el personaje de Josecho, en Nocilla Experience, habla de "narrativa transpoética, [que] consiste en crear artefactos híbridos entre la ciencia y lo que tradicionalmente llamamos literatura." ¿Qué relación existe entre ciencia y literatura? ¿Cuál es tu posición entre una y otra?
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Como comenté antes, para mí la ciencia no es “la” poesía, pero sí cierta clase de representación del mundo, que puede emocionar o no como un poema. Hay en las ciencias una narratividad y una serie de cuestiones que son puro lenguaje. Como ves, no me interesa la ciencia para armar tramas novelescas, sino como instrumento con el que crear metáforas, representaciones, insertables en una narrativa “convencional”. Consideras tus obras como artefactos. Defínenos este concepto. ¿Qué representa para ti? Depende. Si pensamos artefacto como fusión de elementos disímiles, que dan lugar a un conjunto diferente de sus partes, sí. En Nocilla Experience, aparece un fragmento de la entrevista de Thom Yorke. ¿Ésta tiene relación con tu concepción de la literatura? Bastante. Lo más importante en la literatura es lo que dejas en cada persona, a nivel individual. Descreo, aunque las respeto, claro, de las literaturas que se postulan hacia lo social o hacia las masas. Para mí es un diálogo de tú a tú. Me gustan las personas, no la gente. Y mi literatura se orienta en ese sentido. La literatura creo que sólo vale para crear una biografía en el lector ¡que no es poco! ¿Qué papeles desempeñan el cine, la música e Internet en tu creación? Bueno, importantes, pero como en la vida de cualquiera. Son cosas que ya están en nuestro paisaje, no podemos narrar sin ellas, sería un tanto extraño y anacrónico. ¡Eso sí que sería literatura experimental, no la mía! Lo que sí te puedo decir es que bebo tanto o más de todo eso que de la literatura. En Nocilla Lab (Alfaguara, 2009), el protagonista coincide con tus nombres y apellidos. ¿Se debe leer en clave autobiográfica? Sí y no. Hay cosas que sí y hay otras que, por fortuna, no. De todas maneras, creo que toda literatura es autoficción, por la sencilla razón de que tú no puedes poner en un papel algo que no esté en ti, lo que no está en ti no es posible ni tan siquiera pensarlo. A diferencia de Nocilla Dream y Nocilla Experience, esta tercera entrega tiene una estructura menos fragmentaria, en el sentido en el que la trama se centra en una acción, como si se tratara de un monólogo. ¿Por qué este cambio? No lo sé. Quizá sentí que de momento no quería investigar más la vía de fragmento en el sentido estructural y formal, y sí las relaciones en mi cabeza de esos fragmentos, me puse a escribir, y salió así, sentí esa necesidad, un poco como algunos poemarios míos como Carne de Pixel o Yo siempre regreso a los pezones… Pero ya te digo que no es algo pensado, estaba en una playa, aburrido ya que no me gusta la playa, en verano, tenía una libreta, y comencé y ya no paré en 20 días, sólo eso.
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Juegas con la disolución del autor dentro del relato, ¿en qué medida te ha influenciado el juego metaliterario casi constante en las obras del escritor VilaMatas? Creo que Vila-Matas ha influenciado a toda una generación, aunque en ocasiones de una manera tangencial, como es mi caso. Me interesa mucho la forma que tiene de relacionar los elementos de que dispone, y advierto en él algo que también veo en Borges, y que me parece muy inteligente: escribir como si se supiera menos de lo que se sabe. ¿Se trata de un travestismo del “yo”? ¿Qué valor tiene este “yo” en la construcción de tus relatos? ¿Se trata de una suerte de brújula para que el lector se guíe? Como te comenté antes, creo que el “yo” está siempre, sea explícita o implícitamente. El resto son máscaras que ponemos. Sólo eso. Además de reminiscencias borgianas, creas imágenes donde siempre hay carreteras, desiertos, árboles sobrevivientes, ordenadores, micronaciones, videos, fórmulas, etc. Incluso tus personajes experimentan lo que denominas la “soledad fermiónica” lo que constituye una gran paradoja frente a una sociedad cada vez más comunicada. ¿Se trata de realismo del siglo XXI? Si me preguntas si mis novelas son realistas, en cierto modo sí. O por lo menos hablan de una parte de esa ficción que, por abreviar, llamamos realidad. Pero lo que no tienen es una intención de ser realistas. No creo en ese tipo de intención. ¿Consideras que tu creación es una de las propuestas más arriesgadas en lengua castellana? Bueno, que lo digan los otros. Yo sólo escribo, investigo lo que en cada momento llama mi atención y me divierte y apasiona, y lo único que quiero es seguir haciéndolo. Desde luego, si es arriesgada, no es intencionadamente, sólo narro y transformo lo que tengo en la cabeza de la manera que creo convenientemente poética. ¿Qué proyectos tienes para el futuro? Pues nunca proyecto nada. Estoy con cosas de poesía, de ensayo, y fragmentos que a lo mejor algún día son una novela o sabe Dios. Ahora estoy haciendo un libro llamado El hacedor (de Borges) Remake, que es, como el título indica, un remake del libro El hacedor. Pero mucha calma. Si tengo más que escribir, lo haré y si no, pues no pasa nada.
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