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La esencia de las palabras: Los gigantes de Àsso

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los gigantes de asso

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¡Acabamos de abrir los ojos! Hemos despertado de otro sueño mientras se inicia un nuevo día. Ante nosotros hay una gran pared. Una gran pared compuesta de cuadrados, ¡de pequeñas rocas cuadradas! Fijémonos, por un momento, en esta gran pared de pequeñas rocas y escojamos una, de cuadrada, de pequeña, como si de un agujero negro se tratara ¡La sorpresa mientras nos absorbe es inmensa! De arriba a abajo, de las cumbres a los fondos de valle, de las montañas a los ríos nos encontramos paseando por el Pallars ¡el gran Pallars!, una extensa región natural de la alta montaña pirenaica perfectamente definida por la personalidad hidrográfica de la corriente de agua continua más navegada del Principado: la Noguera Pallaresa. Una cuenca, la Pallaresa, que recoge las aguas de los numerosos valles secundarios existentes, desde las ombrías hasta las solanas, desde las zonas axiales a las sierras prepirenaicas. Escoged un valle secundario. ¿Cuál? Rayos y truenos, ¡el valle de Àssua! Àssua, ante todo y sobre todo ¡es un país de gigantes! Gigantes orográficos, por orden alfabético, como el Montorroio (2.861m), el Montsent (2.883m), la Pala Pedregosa (2.889m) y el pico de la Mainera (2.906m). Cuatro gigantes de Asso - uno de los topónimos precursores de Àssua - que conforman la corona glacial de una comarca colmada de pueblos asentados en sus escarpadas montañas, recogidos, agrupados ,solanos o ventosos, que tienen Llessui como capital, allá por los mil cuatrocientos metros de altura sobre el nivel de las playas del Mediterráneo. ¡País, Àssua, también de bonys ! Bonys como el de Arquer, el de Altars, el de les Tosques, el del Tamborí o el de les Picardes! Cuando leemos en los mapas topográficos de los Pirineos catalanes el término geográfico bony, pensamos inmediatamente en que no hace referencia a una cumbre cualquiera. Puede ser un pico redondo; incluso sin desmerecerlo, aplanado; más dulce y menos agresivo que una cima granítica pero, eso sí, ¡exclusivamente pirenaico! Bony en el Valle de Àssua, puede ser cualquier cima pero también una gran montaña en la Vall Fosca, en la de Benasque o en los valles de Andorra! ¡País, Àssua, de castillos! El castillo de Torena - centro del valle en el siglo X - situado al norte de Llessui y hoy refugio de leyendas y mitos pallareses; el castillo de Rialp, en la orilla derecha de la Noguera, históricamente puerta de entrada y de control estratégico de un valle hacia otro, que aún se descubre con sorpresa en la parte alta del pueblo... Por el contrario, de los castillos de Malavella, Malaveïna o la Torre del Meluc - entre Surp y Rodés - y del castillo de Mitja Vall en Bernui no queda ni rastro. Finalmente los de la Torre, Botella, Rodés, Surp, Escàs i Caregue, posiblemente conectados visualmente entre ellos, completarían la serie histórica de un territorio medieval que el paso inexorable de las centurias fue despedazando en paredes, volteos y márgenes de casas, corrales, eras, bordas y otros orogenias humanas. ¡País, Àssua, de nombres y apellidos ilustres! ¡Àssua mismo, Bellera, Botellot, Julià, de Moner, Sobirà, Torra! Herederos y herederas; condes, abades y sacerdotes, militares y notarios... hicieron de las suyas allá por donde pasaron, firmaron, rezaron o allanaron prados. País, Àssua, también de nombres de casa que compondrán mañana sinfonías musicales wagnerianas, llenas de energía, como Baró y Madó, Casat y Salvat, Farreget y Tisquet, Andreu y Tomeu, Moliner y Teixidor, Bernadí y Perdaidí, Roi y Rosset, Frare, Fraret y Batlle. Y que decir de rincones toponímicos como ¡Cortinos, Canasso, Berasti, Pamano, Menaurí, Rialbo! ¡Cuánta belleza sabia en tan pocas sílabas! Pero más allá de sus montañas, castillos, nombres, apellidos y topónimos ilustres, otros tesoros naturales y culturales se esconden por las paredes de piedra seca, por los caminos empedrados, por los corrales de tejados con pizarras silurianas, por las queserías de Escàs, por las montañas asuencas... ¡Cada año las montañas sufren, por San Juan, la gran metamorfosis! Las faldas nevadas de nuestros gigantes se transforman en palas, llanos y collados de buena hierba, repletas de pastos que serán la estación de destino de caminos milenarios que hacen de este valle uno de las más apreciados por los ganaderos de los Pirineos. Los rebaños subirán para que el pastor los proteja un año más, y como miles de soldados blancos de un ejército incansable, cada oveja se esforzará en combatir la leyenda de la vieja de Torena. ¡Serán ellos, los soldados blancos, y no ella, la pobre vieja, los culpables de que la montaña quede pelada de árboles y que la hierba amansida se extienda por todos los rincones! Por San Miguel el rebaño se desmenuzará. De cada uno se harán cinco, diez o veinte... Si nuestro viaje es generoso, podremos ver en las llanuras de las montañas - en cabaña Madirri, en el plan de la Fenera, en el corral dels Bous - miles de cabezas de ganado pasar en fila entre las cletas de las majadas. ¡Cada rebaño a su cerrado! Y allí, en procesión, hacia lugares más o menos lejanos, muchos, por cier

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to, se marcharán en camión, dejando en el olvido las antiguas cañadas y los caminos de paso como el de Xivirro, el de Trases, el de Canasso... Unas montañas de hierba que se convirtieron también en montañas de nieve, en la primera estación pallaresa de deportes invernales. Fueron entonces miles y miles de soldados ahora de colores llamativos los que, cuesta arriba cuesta abajo, colonizaron el valle al tiempo que algunas setas urbanísticas empezaron a crecer por sus pueblos más allá del otoño.¡Pero los inicios del mediático cambio climático se sufrieron muy pronto y los soldados de colores fueron derrotados por una naturaleza invernal adversa! ¡Las vacas, las ovejas, las yeguas y las cabras recuperaron así nuevamente el control ancestral sobre las montañas! Las piedras santas también tienen su espacio como en todos los valles católicos, apostólicos y lombardos de los Pirineos y del mundo. Espacio como el que todavía ocupa el campanario majestuoso pero solitario de Sant Pere de Llessui, el único baluarte que queda de uno de los despropósitos más grandes de los que nunca hayáis oído hablar! Después de casi mil años de historia (1102-1990) ¿A quien carajo se le puede acudir derrumbar una iglesia románica con el pretexto que amenazaba caer sobre nuestras cabezas? ¡Solamente un galo de Armorica como Abraracúrcix habría sido capaz de emular este disparate! Una iglesia que hasta hace poco más de veinte años, retenía aún entre sus paredes de penumbra los ruegos de mil cristianos; que encubrieron el amor de Elvira y Enric de Verd Madur; que conocía, como pocos, la verdad sobre la muerte del maestro de Torena en Les veus del Pamano ... Un cuadro ahora inacabado, en el que se puede ver aquel portal que situado bajo la torre, lo hacía único y que hoy, en lugar de arropar la oscuridad de la nave, deja pasar los rayos impertinentes del sol. Un cuadro ahora mutilado pero del que vuelan los sonidos afortunados de las campanas que atraviesa hasta la otra vertiente de la orilla y se mezcla con los cantos y las voces de los pájaros. ¡Sonido de campanas y campaneros, de lenguajes metálicos, que marcaban el tiempo, las plegarias, la vida y la muerte y que, por tanto, era muy preciados! Tan preciados que en algún lugar, como en la antigua villa de Altron, todos los pueblos de la comarca tenían que pagar un diezmo para poder disfrutar de ellas. Incluso cuentan que de aquellos tiempos pasados, un año que los de Surp se negaron a pagarlo, queda una tapia que todavía se puede ver en la apertura que mira al este del campanario. ¡Esta fue la medida para dar ejemplo a los rebeldes, que debieron confiar en que el canto de las campanas burlaría al más hábil técnico de sonido! Por lo que no competirán la población de Altron y los de Surp será por el premio al mejor queso. Aquí sí que se han puesto de acuerdo, para no confundir al paladar más ignorante, que unos los harán de vaca y los otros de oveja; unos harán requesón y los otros yogures. La mejor recomendación, probar un día uno y otro día otro. No están hechos en los antiguos orris o muñideras, pero da lo mismo. La despensa de cada casa ha sacado el mejor provecho de cada leche. Entre los dos pueblos, casi a los pies del valle, el Pamano se une a sus dos hermanos, el Berasti y el Caregue, que ya bajan juntos de las alturas. Tres ríos para un solo valle, tres ríos que se encuentran en un punto con mal genio que los lugareños aprovecharon para generar energía, primero en la Mola del Cap-Pelat y después en la de Sall. ¡De las dos podemos encontrar los restos, pero es la segunda la que más nos puede impresionar! Los constantes saqueos la han dejado medio destruida, pero todavía se puede ver la antigua maquinaria del molino harinero, las piezas de hierro, de madera y los ingeniosos mecanismos que conducían el grano para transformarlo en harina. Cuentan los abuelos que cerca se esconde la serpiente de la cabeza peluda, que quizá robó el pelo al molinero pelado, que trabajaba unos metros más arriba, justo debajo de Escàs y Sorre, y que, como otras bestias y hechizos, llenó de miedo las noches de invierno junto al fuego! Devorado por el bosque, Meneurí es el último lugar, el que ha inspirado más historias misteriosas. Este antiguo pueblo, situado a unos veinte minutos de Seurí, es un capricho fruto de un despoblamiento pirenaico pretérito. Si se pasea por dentro de su bosque, entre los senderos, las bordas, la antigua iglesia románica de Sant Esteve y esperáis el anochecer, quizás entenderéis el porqué. Meneurí parece hoy un refugio de brujas hechiceras, de lobos feroces y de musgos carnívoros. ¡Un paisaje encantador para volar hacia el país de la fantasía! ¡Llamad a la puerta y pasead por él con prudencia! Acabamos de cerrar los ojos. ¡Toca cerrarlos una noche más! Ante nosotros sigue habiendo esa pared. Una gran pared compuesta de cuadrados, de pequeñas rocas cuadradas forjadas en las canteras de Espòs, con las que se construyeron gran parte de los pueblos de nuestro querido valle. Pueblos de casas valientes, castillos altos y caminos de agua que durante mucho tiempo estuvieron en un agujero negro. Pero todos ellos son hijos e hijas de Àssua, descendientes de los gigantes de Asso que, desde “el valle de piedras”, vela día y noche, durante las cuatro estaciones del año, por su gente, por sus pueblos, por sus costumbres, por sus palabras... y para que los niños y las niñas no vengan de París sino del Forat de la Frau ¡por los siglos de los siglos!

Josepmaria Rispa Pifarré Eva Tarragona Negre

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