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Centenario de la ascensión de mosén Jaume Oliveras a la cumbre de

centenario de la ascensión de mosén jaume oliveras a la cumbre de Els encantats(1910-2010)

Este año se cumplen 100 años de la primera ascensión nacional a la emblemática cumbre de Els Encantats. En efecto, en agosto de 1910 mosén Jaume Oliveras consiguió el objetivo de coronar la cumbre occidental de este conjunto rocoso tan destacado del Parque Nacional. El verano siguiente, Oliveras volvió a visitar los valles del río Escrita y del Estany de Sant Maurici para completar su objetivo, culminando de nuevo dicha cima, esta vez por el pico oriental conocido como el Petit Encantat, siendo así la primera ascensión nacional y en solitario.

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Quién era mosén Jaume Oliveras

Jaume Oliveras nació en la Garriga (Catalunya) en 1877 y desde joven compaginó su vocación de sacerdote con la pasión de conocer el territorio disfrutando de la naturaleza, especialmente la montaña, a pesar de que ello significase largas caminatas. Los alrededores del Montseny y los riscos Cingles de Bertífueron los primeros lugares donde se pudo recrear, pero en 1910 decidió realizar la travesía a pie de Barcelona a Lorda (Lourdes), cruzando la cordillera pirenaica. Y en 1904, acompañado de otro sacerdote realizó la mítica travesía de Matagalls a Montserrat de 84 Km. Como ya es tradición, cada año los compañeros del Club Excursionista de Gràcia (CEG) nos recuerdan esta gesta invitándonos a repetir el recorrido participando en la prueba que organizan y que tanta aceptación tiene en el mundo excursionista actual. Durante muchos años, Jaume Oliveras se dedicó a conocer los Pirineos, especialmente los centrales, desde Andorra hacia poniente. Él afirmaba que es en esta zona donde se encuentra el verdadero Pirineo. Con esta expresión nos transmitía su predilección por aquel espacio donde podía encontrar crestas, agujas y valles, lagos y glaciares, así como prados y grandes bosques. Realizó ascensiones a numerosos picos, en algunos de ellos dejando su huella por primera vez, como es el Vallibierna, que fue el primero en subirlo a nivel nacional. Así sabemos que, entre otros, subió al pico de Ratera y al Montardo, y que intentó el Besiberri Norte. También conocía muy bien la zona del macizo del Monte Perdido y el Valle de Ordesa, en el Pirineo aragonés. De esta zona tenía la intención de publicar una guía con los itinerarios que había ido descubriendo, aunque finalmente no consiguió hacerlo. Uno de sus rincones más queridos y recorridos fue el macizo donde se encuentran el pico de la Maladeta y el Aneto. Así, en 1906 ascendió al pico más elevado de los Pirineos, por su vertiente noroeste, descubriendo una nueva vía inédita hasta entonces. Posteriormente conseguiría llegar a este punto culminante por otras vertientes. Desgraciadamente, en 1916, en una trágica ascensión al Aneto, de la cual hablaremos más adelante, sufrió la muerte de dos compañeros suyos. Este hecho marcó profundamente el resto de su vida. Desde 1910 fue socio del Centre Excursionista de Catalunya (CEC). Como miembro activo de la entidad realizó diversos actos públicos en la sede social para difundir sus gestas y experiencias en la montaña. Normalmente acompañaba sus exposiciones de proyecciones fotográficas, ya que era un gran aficionado a la fotografía y en sus salidas nunca se olvidaba de llevar la máquina fotográfica y todo el equipo que le permitiera inmortalizar su actividad por la montaña, a pesar de las dificultades que podía suponer el transportar los materiales que en aquella época se utilizaban. De sus principales ascensiones, como la de Els Encantats nos ha quedado constancia por artículos que escribió en el boletín del Centre. Más adelante, cuando su responsabilidad como sacerdote le obligó a hacerse cargo de la parroquia de Santa Teresa de Gracia, y para poder estar más

centenario de la ascensión de mosén jaume oliveras a la cumbre de Els Encantats(1910-2010)

cerca de la actividad social del lugar donde residía también se hizo socio del Club Excursionista de Gràcia(CEG). La mayoría de ascensiones de mosén Oliveras habría que tildarlas de proezas ya que el triunfo de las hazañas que se proponía eran fruto más de su entusiasmo e intuición, que le permitían resistir durante largas y duras etapas por la montaña, que de su buena forma física. Nos encontramos en una época en que prácticamente nacía el excursionismo catalán. Si bien en la vecina Francia la afición por el alpinismo había revolucionado mucho las técnicas y conocimiento de la montaña, con algunos lugares que, como por ejemplo, Banheres de Luishon se erigían como auténticos centros que facilitaban el descubrimiento de los Pirineos y de donde saldrían generaciones de alpinistas, mientras que en nuestro país se podría decir que la práctica del alpinismo apenas estaba en sus inicios. Los materiales cartográficos, guías y mapas de orientación, eran casi completamente desconocidos por los aventureros catalanes que se atrevían a adentrarse en las montañas. En realidad, lo que hacía falta era confiar en los lugareños, cazadores, ganaderos o en algunos expertos guías de montaña que se ofrecían a acompañar a los que venían atraídos por descubrir las altas cumbres de los Pirineos. Las técnicas de escalada eran casi desconocidas y el material utilizado muy rudimentario. El calzado, por ejemplo, tan importante para avanzar con éxito por rocas y tarteras, y atravesar neveros y glaciares, a pesar de utilizar zapatos claveteados, seguramente ahora lo consideraríamos completamente inadecuado. Mosén Oliveras solía hacer sus excursiones vestido con la sotana arremangada y el sombrero de fieltro negro que le caracterizaban y muchas veces cargando una pesada cuerda de esparto que pensaba sería la salvación en algún momento crítico, sin olvidar la carga de su pesado equipo fotográfico. Su espíritu, decisión y fortaleza fueron la base de los éxitos que fue consiguiendo.

La ascensión al pico occidental de Els Encantats

En un día impreciso del mes agosto de 1910 mosén Jaume Oliveras apareció en el Valle de Espot con la intención de conocer y subir a la cima de Els Encantats, reconociendo que todavía no había tenido la oportunidad de acercarse a ese lugar. Al llegar al mediodía a Espot ya quería aprovechar la misma tarde para a ascender al pico. Rápidamente

se le presentó Anselm Avenia, un buen amigo y conocedor de la zona que le podría hacer de guía y el cual le convenció que debían esperar al día siguiente para alcanzar su objetivo. Por la mañana temprano, al llegar a los pies de la gran roca y con los prismáticos en mano, observó la imponente roca caliza para decidir por donde sería más factible alcanzar la cima. En su relato nos describe la impresión que recibió en aquellos momentos: “La gran mole de Els Encantats presenta desde aquí un aspecto terrorífico: los pinos se encaraman un buen tramo arriba, cubriendo de manchas de negruzco verdor la accidentada tartera; después es roca viva, labrada de hondas y tortuosas canales; en la cima, una carena de dientes afilados con colmillos que se destacan imponentes aquí y allá”. Primero decidió subir a un collado situado encima de la ermita, desde donde pudo admirar el panorama que se abría a sus pies y reconoció: “Con una visión espléndida, se presenta el lago Estany de Sant Maurici. El efecto es extremadamente maravilloso, fascinador como ningún otro. El paisaje que rodea el lago es paradisíaco”. Para desayunar, el grupo con el que iba decidió bajar al lago y comer unas truchas que un amigo había estado pescando. Sin dejar de observar las rocas, pronto decidió reemprender la ascensión. A mosén Oliveras lo siguió su amigo y guía Anselm Avenia, y en el último momento se unió Joan Abella, un joven que le hacía de ayudante. Pero pronto Anselm Avenia ya no podía seguir y se sentía mareado, así que tuvo que abandonar. El Mosén, después de dudar un poco, decidió continuar junto con el joven, que se encontraba ya a media tartera, mientras, su compañero les esperaría en un punto determinado, bajo la cima. Los dos empezaron a trepar por la roca, primero muy pendiente pero al cabo de un rato, cuando se estrechó la canal, encontraron bastantes presas donde sujetarse de manos y pies. Después de varias dificultades, superando un susto con un bloque de piedra que se desprendió en agarrarse a él y lo tuvieron que arrullar hacia abajo, y en momentos que hasta se plantearon abandonar su objetivo, finalmente alcanzaron la cima. Al llegar arriba, con cierta decepción pudo comprobar, como ya se temía, que ya habían subido algunos alpinistas franceses con anterioridad. La bajada prefirieron hacerla por otra vertiente no tan empinada, hacia el collado que separa el valle de Estany Serull del de Monestero.

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centenario de la ascensión de mosén jaume oliveras a la cumbre de Els Encantats(1910-2010)

La ascensión al pico oriental de Els Encantats

En agosto de 1911, todavía con el recuerdo de las jornadas vividas en el Pallars el año anterior, mosén Oliveras volvió a Els Encantats, y concretamente el día 9 de agosto ascendió al pico oriental, conocido como el Petit Encantat. Le acompañaron dos amigos que pronto ya no se atrevieron a seguirle. Buscando las mejores canales y superando diversas rocas que en varios momentos le engañaron haciéndole creer que ya había llegado mientras que en realidad no eran más que dientes de la cresta que le llevaban a la cumbre, finalmente consiguió coronar la cima. En un bote de hojalata encontró unas tarjetas que testimoniaban que algunos alpinistas franceses se le habían adelantado nuevamente. De todas formas, había hecho la primera ascensión en solitario. De bajada, tomó una canal que le pareció más directa, pero esta vez su intuición le engañó y se encontró con serias dificultades para seguir adelante, así que después de sufrir bastante decidió subir de nuevo a la cima y bajar por donde había ascendido. Se tiene constancia de que como mínimo en otra ocasión coronó el pico oriental de Els Encantats.

La tragedia en el Aneto

Pero quizá lo que ha hecho más legendario el recuerdo de mosén Oliveras ha sido su relación con el Aneto y más concretamente la trágica ascensión que vivió el 27 de julio de 1916. Por aquellas fechas en que estaba próxima la inauguración del chalet de la Renclusa, situado a los pies del pico más alto de los Pirineos y donde había mucho revuelo, ultimando los preparativos de ese evento, mosén Jaume Oliveras había decidido subir el Aneto una vez más. Esta vez le acompañaban dos amigos alemanes, Adolf Blass y Eduard Kröger, con la ayuda del conocido guía y empresario constructor del chalet de la Renclusa Josep Sayó. Josep Sayó era un hombre muy apreciado entre los ambientes excursionistas y se decía que era el mejor guía del momento, especialmente experto en el Pirineo comprendido entre el Monte Perdido y el circo de Colomers. Decidieron subir al Aneto un día que ya se preveía que no sería muy bueno, pero con la esperanza de que quizá se aclararía. Al llegar arriba el tiempo fue empeorando, la niebla era cada vez más espesa y a ratos precipitaba ráfagas de granizo. Notaron una sensación extraña que hacía prever que se podía iniciar alguna descarga eléctrica. Sayó decidió pasar al frente con el señor Kröger y descender rápidamente. Al atravesar el conocido paso de Mahoma la tormenta de rayos y truenos se intensificó de manera que notaban la electricidad producida por las descargas por todo el cuerpo. Más adelante, en un punto en que la niebla se aclaró, mosén Oliveras se dio cuenta que José Sayó y Eduard Kröger no estaban. Al volver atrás para buscar los dos desaparecidos pudo ver que habían sido fulminados por un rayo. La muerte de estos compañeros le afectó profundamente. En consecuencia decidió irse a la Guayana venezolana donde estuvo unos siete años realizando una tarea evangelizadora. Allí contribuyó en la construcción de la iglesia de Tumeremo en las Misiones de Caroní y fue el responsable de la parroquia. Al regresar a Cataluña se propuso ascender cada año a la cima del Aneto para homenajear a sus compañeros accidentados y oficiar, en la pequeña capilla de la Renclusa dedicada a la Virgen de las Nieves, una misa en su recuerdo. Con anterioridad, precisamente él mismo había sido el promotor de transformar en capilla una cueva cercana al chalet de la Renclusa que había servido de estancia a los técnicos que dirigían la construcción del refugio. Año tras año cumplió la promesa de subir a la cima del Aneto hasta la edad de 72 años en que ascendió por última vez cuando las fuerzas aún se lo permitían. En conjunto, se supone que debería subir unas 30 veces a la cima del Aneto por diversas vertientes. A los 77 años todavía fue a la Renclusa a oficiar allí una misa por última vez. En 1957, a la edad de 80 años murió en Barcelona, después de una larga vida dedicada a sus feligreses y con una gran pasión por la montaña.

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