S Editorial
Colaboradores pocoserios: I’m back, baby!
Aldo Pineda Carmen Catalán Charly Carabel Daru Kodoku
Bienvenidos de regreso al fantástico mundo de la pocoseriedad, hemos estado un poco ausentes porque siempre la primera mitad del año es más difícil que la segunda, cuesta trabajo quitarse las cobijas de encima los primeros cinco meses. Hay una especie de resaca especial también después de lo rosa de San Valentín, una sensación atas-
Dian Sánchez Francisco Contreras Maricela Méndez
cada en la garganta, tal vez se acrecienta por el cielo lloroso. Naturalmente ésta es una Pocoserio diferente: reflexiva, ensimis-
y Enrique Cruz
mada, hasta triste por momentos. No falta el amor, no falta la ternura, pero antes hay que sumergirnos en lo gris, sólo así podemos ver la luz al final del túnel. No los quiero asustar, mejor éntrenle; sufran y gocen con nosotros. Levanten la cabeza y miren hacia el horizonte, ¿ya vieron? Ahí viene el verano inevitable, y con él ¡Pocoserio especial de bikinis! ¡Yei!... Esperen, viene la reforma energética en unos días, ¿no? Y el mundial (al mismo tiempo, de hecho). Bueno, hablamos en unos meses.
Nota. Pocoserio no se hace responsable de corazones rotos, de vejez prematura, de inundaciones, de tardanza en el servicio de correos, de declaraciones matrimoniales, de polarización social, ni de excitación incontenible que sus lectores puedan sufrir gracias a leer la revista.
EL EDITOR (junio, 2014)
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No te muevas, Harrison. No te muevas.
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Pocoserio: Revista Shuffle #4
Otra vez escribo una carta que jamás leerás... pero es que me quedé con tanto por dar, con tanto amor, y tanto cariño por darte, y es que... en verdad sentí amor por ti, en verdad me enamoré de ti. Sé que tú no sentiste lo mismo... tal vez creíste que estabas enamorada porque era la primera vez que alguien daba tanto de sí para otra persona, sin intereses, sin pedir nada a cambio; lo único que siempre quise fue verte feliz, y tal vez en el fondo saber que esa felicidad era por mí. Soy un maldito egoísta por haber querido que sólo fueras para mí, que con las promesas de amor que hicimos tú y yo, fuéramos los únicos en nuestras vidas... Has sido el amor de mi vida, yo no mentí, sé lo que dije, sé lo que prometí, y en ningún momento planeé romper tales promesas. Creo que para ti simplemente fue un juego, pues al final, no sentiste... ni dolor, ni compasión, ni siquiera un poco de respeto. La promesa más importante, en la que tanto insistía, fue la que no cumpliste, la que ahora más duele; fueron 21 meses de dar cariño, de dar tantas risas, tantos momentos de alegría, momentos en los que caías y yo siempre estuve ahí para darte mi mano, para que pudieras apoyarte en mi hombro, "nunca te abandonaré" juraste...
Y hoy aquí estoy... solo; tú con él, con alguien que te hace... más feliz, espero. Sin tus palabras mentirosas, sin tus besos con sabor a "eres el amor de mi vida", sin el aroma de tu piel que me cautivaba... sin la mirada de los ojos que más he amado en mi vida. Con amigos, con familia, con salud, pero con este maldito sentimiento de vacío en el corazón. Sin la motivación principal, y sin esa parte que me llenaba por completo, pues fui honesto, eras la pieza que faltaba en mi vida... Ya no te quiero, no quiero que vuelvas nunca, no quiero que me busques, no quiero que me llames, no quiero volver a saber nada de ti, ya no te quiero... pero por desgracia... te sigo amando; y me toca de nuevo aprender a dejar de pensar en ti, dejar de imaginar, dejar de preocuparme, dejar de recordar, a dejar de soñar, a guardar en lo más profundo de mí este amor, pues... por doloroso que sea... ella nunca me amó realmente.
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Pocoserio: Revista Shuffle #4
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Región de Lluvia (Cuento de verano para antes de ir a dormir)
Pocoserio: Revista Shuffle #4 Francisco Contreras Mendoza
Hay un lugar en el Extraño País donde nunca deja de llover, a veces con una llovizna casi imperceptible y en otras ocasiones con un aguacero que hace casi imposible tener los ojos abiertos, el cielo siempre es de color gris y tras el infinito cúmulo de nubes hay quizás un sol, una luna o su luz guardada en los cristales de hielo y nacientes gotas de agua que impiden claridad plena u oscuridad penetrante. Sin embargo, siempre se puede reconocer el despabilado amanecer y el reconfortante crepúsculo. En ese lugar tampoco hay silencio, un constante rumor apagado de gotas chapoteando con descuido o estrellándose resueltas contra el mundo está siempre presente, y casi todas las cosas llevan el ritmo de ese susurro, el ruido cantante de los grillos, el caminar reptante y sabio de los caracoles, la brisa indecorosa enamorando al agobiado follaje de los árboles; incluso sí se pone más atención se puede oír en la caída de las gotas cómo algunas de ellas caen veloces buscando decididamente integrarse a la tierra, mientras otras logran saltar sobre otras y otras gotas ascendiendo soñadoras, tratando de alcanzar en vano aquella nube que nunca las despidió ni las vio partir. En ese lugar las casas son construidas con ladrillos rojos y las tejas de los techos son de barro cocido, las gárgolas y canalillos de cobre invadidos de patina acompañaran horizontalmente con su verde metálico a los microscópicos bosques de musgo que crecerán dispersos entre tejas y ladrillos hasta hacerse visibles como el negativo de peces dorados en un frondoso estanque; las calles son de adoquines grises cuyo acomodo asemeja las escamas de los oceánicos peses y casi podrían ser un espejo del opaco cardumen nebuloso dibujado permanentemente en el cielo. Hay muchas jardineras y aún más alcantarillas, las primeras son una pequeña ventana tridimensional a la más impoluta jungla, y casi podría esperarse encontrar ruidosos macacos y elegantes panteras entre las húmedas orquídeas, los frescos agapandos y los persistentes cáñamos con sólo apartar el follaje de los cándidos helechos perimetrales. En tanto, el alcantarillado es la mina musical de aquel lugar, las cascadas precipitándose cristalinas en los cárcamos prácticamente limpios, son quizás el mejor santuario para las imaginarias (pero presentes) sílfides urbanas cuyas voces, amalgama de agua, aire y calcio, suben capilares por las ocultas tuberías hasta llegar a las coladeras que están en el interior las casas y forman un coro elemental con el chillido plañidero de los troncos que se queman en la chimenea. Las chimeneas son importantes, mantienen las casas secas y cálidas por dentro como una frazada de lana virgen. A las personas que viven en ese lugar les encanta regresar a casa; dentro de cada una, las familias se reúnen para la cena,
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Pocoserio: Revista Shuffle #4
almuerzo o comida con la habitualidad de girasol que gira su corola, y escuchan en paz el calor creciente de la hoguera, y sienten la emoción envolvente de sus palabras al conversar lo ocurrido durante el tiempo que estuvieron fuera. Los jóvenes casi siempre son los últimos en llegar, y antes de entrar al comedor pasan al baño donde se sacuden con toda su energía el agua del cabello, a la vez que exprimen sus siempre ligeras ropas tan leves como suspiros o nubes de primavera, y es que tienen mucho vigor y mucha salud, nunca les ha importado la lluvia y por eso no usan abrigos ni sombrilla, son como enérgicos árboles que caminan, juegan, corren, ríen, lloran y mocean bajo la nutritiva lluvia que tanto les agrada, su vida es la de la maleza que crece verde y fecunda sin importar el terreno o el momento, aun así siempre disfrutan sus descansos, sea bajo un oportuno puente de estrecha sombra, en la goteante bodega abandonada de una vieja fábrica, o en los oscuros kioscos bochornosos de los parques, donde hablan sin prisa alguna y luego unen sus limpios, pálidos y húmedos cuerpos en abrazos de cascadas y besos de tibio manantial. Pero de eso nunca hablan en sus casas. Los adultos siempre son necesariamente puntuales al llegar a sus casas, no necesitan sacudirse el cabello o exprimir sus ropas, porque se han habituado a usar abrigos y paraguas, no es que hayan perdido la salud y el vigor, sino que ya no tienen tantas ganas de corretear bajo las gotas de lluvia y prefieren la sensación de calidez bajo sus gruesas ropas, prefieren viajar en la tibieza del rutinario autobús público a caminar intempestivos todo el camino de regreso a casa, prefieren ver a los jóvenes con su impetuosidad de tormenta marina desde una empañada y discreta ventanilla qué llegar humeando de emoción a casa. Ellos son más discretos. Todos los adultos trabajan o lo han hecho al menos una temporada, algunos trabajan en oficinas formando parte de una pluvial orquesta de teclados, mientras otros prefieren el trabajo en las inmensas fabricas color de nube cuyas maquinas producen sonidos de tormenta. Sin embargo, hay otros adultos que se quedan en las casas, ellos no necesitan usar tan seguido sus gabardinas y sombrillas, pero lo hacen cuando salen a comprar los frescos alimentos al mercado, los adultos que se quedan en sus casas pasan mucho tiempo en las cocinas, entre ollas de peltre y aromas de cocimiento, claros y perfumados ninbus que al salir por las chimeneas se mezclan con sus primas del cielo y son el faro perfumoso para los adultos del exterior que aparecen puntuales como lluvia de junio llevando sobre sus abrigos y sombrillas el aplomo del verano.
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Pocoserio: Revista Shuffle #4 Otros habitantes que usan impermeables y sombrillas son los ingrávidos niños, ellos aparecen por las chapoteantes calles en las mañanas de brisa leve, con pasos apresurados y ojos aun dormidos van a la escuela, mientras caminan de la mano de alguno de sus padres el sonido de sus bostezos se confunde con el piar de los pajarillos hambrientos en los árboles, los motores chispeantes de los camiones y los tempranos aleteos de las mariposas que salen de su capullo; las primeras horas en la escuela son silenciosas, se puede escuchar la transparente voz de los maestros cayendo sobre los pupitres, y se puede escuchar el sonido de los lápices formando arroyos en el papel mientras se adivinan los arroyos de agua que se forman en el patio; luego llega la anhelada hora del recreo, y los niños se comportan casi como los jóvenes, pero los graciosos niños llevan puestos sus impermeables amarillos y sus botas de hule, cuando juegan a las escondidas se quedan lúdicamente quietos y en expectante silencio tras las siempre húmedas bancas del patio, o dentro de algún firme cobertizo, o alguna colorida pálapa, para luego salir corriendo con sonrisas de primera travesura. Las horas de clases que siguen al recreo son intermitentes como lluvia de primavera, pues a un momento de calma puede seguir una repentina lluvia de bolitas de papel, risas y tronadoras voces de profesor; al terminar la escuela los niños regresan solos a sus hogares, pero como por instinto, se toman su tiempo como lo hacen los caracoles con su casa a cuestas. De cualquier modo no están mucho tiempo dentro de las casas, apenas toman un refrigerio, salen de nuevo con sus impermeables y sombrillitas a jugar con barquitos de papel en los arroyos junto a las aceras, a ser expedicionarios de fantásticas selvas en las jardineras y algunos un poco más osados prefieren seguir el rastro de los adultos y jóvenes imitando algunos de sus roles, por ello no es de sorprender que los adultos los sorprendan en medio de sus juegos y entren juntos a su casa. Los que prácticamente no salen de sus acogedoras casas son los venerables viejos, ellos pasan todo el día sentados inalterables frente a las inquietas flamas de las chimeneas, sus ropas pudieron ser elegantes cuando eran adultos, pero ya son ante todo confortables, su único requerimiento es que los proteja del travieso chiflón que se escabulle casi sin querer por las rendijas de las ventanas o el vendaval efímero que entra por la puerta cuando esta se abre, a razón de pasar casi todo el día de espaldas al mundo, los viejos aprendieron a reconocer el sonido de cada integrante de su familia. De vez en cuando, muy temprano en la mañana, algunos viejos se ponen un impermeable como el de los niños y esperan de cara al fuego la aparición de alguien que le ayude a ir a casa de uno de sus amigos. Si quien entra por la puerta es un adulto, el anciano sólo se pone de pie y toma un paraguas, el adulto reconoce la necesidad del viejo y sólo pregunta con naturalidad el nombre del amigo, debido a las ocupaciones de los adultos el viaje siempre se hace en autobús y en reverencial silencio. de vez en cuando el anciano da alguna seña al adulto: la localización de un buen lugar para comprar pan, o el taller de un buen ebanista, pero fuera de eso, el silencio es el mejor idioma de sus diálogos llenos de serena compresión y sus pasos 8
Pocoserio: Revista Shuffle #4 que son tanto profecías como recuerdo. Sin embargo, si quien entra por la puerta es un joven el viaje se hace a pie y haciendo muchas escalas, quizás sólo para que el abuelo recupere el aliento y descanse sus cansadas piernas sentado en una guarecida banca, o porque hay un asunto bueno de ver con detenimiento, durante el camino a casa de su amigo, el anciano le cuenta a su nieto las interminables anécdotas de su vida bajo la lluvia, le da consejos disfrazados de historias o le enseña al estilo clásico habilidades útiles como esconder bajo la raíz de un árbol aquellas cosas que no pueden ser llevados a casa, o el código de piedras sobre piedras para comunicarse con sus confidentes cuando no se pueden ver. Al llegar a casa de su amigo, ambos ancianos se quedan mirando, con su tranquila nostalgia, el placentero fuego, recordando en sus rechinantes platicas las antiguas mañanas fosforescentes de carreras involuntarias con botitas de goma, las tardes selváticas de resbalones que dolían más en la vanidad que en el cuerpo, y las noches caniculares de sopa caliente y conversación al llegar a la confortable casa, historias que ambos conocen de memoria y les encanta narrar una y otra vez entre risas castañeantes y suspiros casi de juventud, hasta que llegan el ocaso, un acompañante para regresar a casa y una despedida tan solemne como ligera. Hay un día importante para los ancianos. Mientras ven invariablemente la hoguera llegan a sus oídos un sonido y sensación extrañas, son el silencio y la falta de lluvia, a través de la ventana pueden ver los colores del arco iris y como en el jardín crecen en un parpadeo flores que nunca había visto, tan pronto como pueden se levantan de sus silla y caminan a la puerta donde desaparecen en un marco de luz. En realidad nunca se levantaron y nunca cesó la lluvia. El funeral de un anciano es siempre resignado y poco concurrido, la lluvia adquiere un tono solemne y el pausado doblar de las campanas acalla el sonido de las apresuradas palas que penetran la húmeda tierra hasta abrir un foso profundo y sordo, donde el féretro con el cuerpo del anciano se adentra en la tierra, y se funde en ella como tímida gota de lluvia. Hay un lugar en el Extraño País donde nunca deja de llover, a veces con una llovizna casi imperceptible y en otras ocasiones con un aguacero, en lo referente al tiempo, todos saben reconocer al esperanzado amanecer y a la sosegada noche, en ese lugar tampoco hay silencio, un constante rumor apagado de gotas chapoteando con descuido o estrellándose resueltas contra el mundo está siempre presente, y casi todas las cosas llevan el ritmo de ese susurro, el ruido cantante de los grillos, el caminar reptante y sabio de los caracoles, la brisa indecorosa enamorando al agobiado follaje de los árboles, incluso sí se pone más atención se puede oír en la caída de las gotas la historia de las personas que viven cristalinas siguiendo un destino con el cual están conformes y por eso se zambullen aún tibias en el corazón de la tierra, para que sus espíritus, suban nuevamente al cielo en forma de nube de lluvia. 9
Pocoserio:
Amada Lucía
Aldo Pineda
Revista Shuffle #4
Ivalice, 27 de Julio de 1950 Amada Lucia:
¿Cuánto tiempo ha pasado?, ¿medio año? La verdad es que ya no sé. No tenerte aquí a mi lado ha sido un eterno sufrimiento, tu ausencia me ha afectado más de lo que me gustaría admitir… quisiera que estuvieses aquí conmigo, quisiera que regresaras, pero no estás aquí. Acordamos que era lo mejor para ti, tener la experiencia de irte e estudiar a Santa Micaiah no es algo de todos los días y esto te abrirá la puerta para numerosas empresas que seguramente se pelearán por tenerte entre sus filas, pero más importante aun para mí es que te haría muy feliz, por eso fue que te dejé ir. Hoy llovió, recordé aquel día en que nos conocimos, tú estabas parada en la banqueta a un lado de una farola, estabas empapada y seguía lloviendo, recuerdo que estabas llorando, me acerque a ti y armándome de valor te pregunte qué había pasado mientras te cubría con mi paraguas, al principio no sabías si responderme o si alejarte lo más rápido posible de ese loco pero viste algo en mí que te tranquilizo, decidiste confiar en mí… me contaste que no te habían dado el trabajo en aquel periódico en el que deseabas entrar, que habías roto con tu novio hacia unos días y que para colmo habías olvidado tu paraguas. Te invité un café para que entraras en calor y que me contaras cómo es que habían pasado las cosas, recuerdo que alguna vez me dijiste que en ese momento necesitabas a alguien con quien hablar y yo parecía suficientemente inofensivo, así que soltaste en mí todo lo que te agobiaba por dentro, hablaste conmigo por horas mientras yo me derretía por dentro al mirar aquellos ojos negros tan hermosos, como si de vetas de obsidiana se tratasen, aquellos labios que no paraban de moverse los veía como si estuvieran en cámara lenta, apreciaba cada una de tus facciones… quedé enamorado de ti en ese momento. Aún no sé cómo, pero nos volvimos amigos… y después amantes. La tarde en el lago, aquella vez que se te cayó el helado, cuando alimentamos a los venados, aquel beso en la puerta de tu casa, el dulce olor de tu cabello, la primera vez que fuimos al cine juntos, la primera vez que lo hicimos… todos son recuerdos felices que me mantienen cuerdo, estoy completamente enamorado de ti, aunque probablemente ya lo sabías, pero ya no puedo soportarlo más, han pasado tres meses sin saber de ti, antes tus cartas llegaban cada semana pero ahora hasta los días parecen eternos. Por favor, te amo y te necesito a mi lado, mándame una carta aunque sea, para saber que estás bien, te mando muchos besos y abrazos. Cuídate mucho ¡Escríbeme en cuanto puedas! Tu eterno enamorado, Ricardo.
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Pocoserio: Revista Shuffle #4
Santa Micaiah, 5 de agosto de 1950. Ricardo: Perdona que no haya podido contestar antes pero es que…
—¿Qué haces amor? —una voz masculina suena en la habitación de Lucia. —Ammm… nada; nada, mi amor —Lucía miente rápidamente mientras arruga el papel entre sus manos y lo arroja a la basura.
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Pocoserio: Revista Shuffle #4
¡No me quiero casar!
Maricela Méndez Aguilar
Eran las 12 del día, lo esperaba en el café de siempre para platicar como cualquier día común, yo salía de la fábrica y él de dar clase a sus alumnos de preparatoria, no dejaba de pensar en cuántas chicas se estaría ligando. Había pasado una media hora, era siempre lo mismo, esperar y esperar. ¡Llegó! Dijo que tenía algo muy importante que decirme y me senté a escucharlo, olvidé que estaba molesta por su tardanza, pero en esos ocho años siempre había sido así. Lo dijo. —¿Quieres casarte conmigo? La cabeza me dio vueltas y lo único que pensé fue en salir corriendo de ahí y fingir que nunca lo había conocido ¿matrimonio?, ¿yo?, ¿por qué me hace esa pregunta? Él sabía perfectamente que esa palabra me causa un pánico horrible, que tan sólo la idea me pone los nervios de punta, le dije “no”, tomé mi bolsa, subí a mi auto y en el camino me fui pensando en que no podía dejar todos esos años de relación por un simple papel, un acuerdo, una firma ¿un contrato? No, de verdad yo no podía aceptar, si lo hacía iba a ser lo contrario a lo que yo siempre había querido para mí. ¿Mis viajes?, ¿mis fiestas? ¿En dónde iba a quedar todo eso? Han pasado unos días, él me llama, pero yo no puedo dejar de pensar en que si acepto me puedo arrepentir, va a ser cobarde pero no quiero volver a verlo, tampoco quiero volver a conocer a alguien que me haga huir de su vida por esa simple pregunta. Será mejor que me odie él, a que yo me odie por aceptar algo que en el fondo no quería.
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Pocoserio:
Hojas al aire aire Revista Shuffle #4
REVISTA LITERARIA
facebook.com/hojas.alaire hojaalaire@gmail.com 13
Pocoserio: Revista Shuffle #4
México: 2014 (una fotografía sin Photoshop) Por Charly Carabel
Qué bonita foto me encuentro hoy en internet. La crema y nata de la cinematografía nacional se reúne en el Palacio de Bellas Artes para representar un refrito de las tan famosas y redituables ceremonias de premiación. No falta la alfombra roja (rentada seguramente), pero como es época de lluvia los intrépidos organizadores tuvieron que alquilar carpas para que ésta no se mojara ni las "estrellas" nacionales, y mucho menos sus vestidos (del Sears, supongo, por la publicidad). Lo que ya no alcanzó con el presupuesto fueron unas maderas o unas lonas que cubrieran el paisaje, a los mirones que pasaban por el otro lado de la calle, a los policías que debían evitar que esta chusma se juntara con las "celebridades" y, lo peor de todo, al pesero que cubría su ruta sin importarle policías, chusma ni entregas de premios. Pero vayamos por partes porque esta hermosa imagen presenta más de lo que quiere. Aunque el fotógrafo sólo pretendía retratar a la nominada a mejor actriz, que medio virola y con el chicle entre los dedos posaba nerviosa, captó también otros detalles que olvidó photoshopear, al fin que no son los óscares. Detrás de cenicienta, otras personalidades aguardan con las manos en las bolsas, los brazos cruzados, bailoteando, platicando, esperando que alguna cámara se dirija hacia ellas para sonreír. No basta con tener la cámara frente a ellas, como lo demuestra la estrella que relumbra a la izquierda, sino que deben enfocarla directamente para sonreír y actuar como toda la vida ha visto que lo hacen en otros países. Como ha viajado, sabe que en otros países editan las imágenes antes de publicarlas, por lo que no esperaba que su mirada de arpía saldría en la prensa nacional. Más a la izquierda, otra celebridad (no menos desconocida) observa a la chusma del otro lado de la calle y, temeroso de su seguridad, a pesar de la distancia y de los policías, aprieta con fuerza su celular o su cartera dentro de su bolsillo. Aunque sabe que los guardianes del orden no permitirán que se cometa un atropello a sus derechos humanos ni a sus bolsillos, la presencia a unos metros de tanto delincuente (¿por qué no están trabajando?) le hace tomar ciertas precauciones. No obstante, se mantiene erguido porque está seguro 14
Pocoserio: Revista Shuffle #4
de que hay demasiadas cámaras, y cualquier acto subversivo o criminal servirá para twittear por la noche lo inseguro que es el país, que ya no deja salir a la calle sin sentir miedo, sin saber si regresará a su penthouse. A la derecha de nuestra protagonista, otras ilustres desconocidas esperan a que empiece la función, platican sobre la lluvia, lo bueno de las carpas que les permitió lucir sus vestidos nuevos, la chusma pervertida que seguramente les chifla y les grita obscenidades, y sobre lo aburrido que son en realidad las alfombras rojas. Les gustan estos eventos, pero no en esta zona de comerciantes y vagabundos. Pero hoy se trata del arte mexicano y de la gran aportación que hace el cine (no por nada patrocina el Conaculta, la Cineteca, la UNAM, el canal 11, etcétera), la diversión puede esperar. Debajo de la alfombra, los policías admiran la belleza del evento y de las mujeres; saben que deben protegerlas sobre todas las cosas, pero le dan la espalda al pueblo porque saben que nadie se atreve a pisar una alfombra como ésa, y menos a salir en televisión en las fachas en que se encuentran. Además, lo saben bien, si alguien se arriesga a cruzar la calle puede ser atropellado, pues todos sabemos que el chofer no está viendo hacia delante. Si se salva el individuo, ya tendrán los elementos una brutal serie de argumentos para regresarlo a su lugar. Que hermosa imagen, tan natural, tan descriptiva y tan sincera. Ninguna película mexicana podrá retratar de esa manera a nuestro sufrido país. Va un reconocimiento de mi parte al artista que la tomó.
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Pocoserio: Revista Shuffle #4
Prometo ser... Carmen Catalรกn
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Pocoserio: Revista Shuffle #4
Prometo ser tu cama para cuando necesites descansar o coger el amor, de cualquier manera será un placer. Si te quedas prometo ser café por las noches, té por las mañanas y una rica comida por la tarde. Prometo ser el mejor libro que has leído, del cual nunca te cansarás, prometo cuidarte, quererte con locura, hacerte el amor con pasión y sentir tu piel sobre la mía oyendo el latido del corazón. Prometo ser tuya a cualquier hora, prometo hacerte sentir como en casa en mi cuerpo, te cuidare, puedo ser amante, compañera, amiga, realizar todo lo que soñamos juntos. Pero si un día decides irte, prometo guardar cada recuerdo, olor, sabor, pensamiento, cada parte de ti en mi mente prometo tenerte y no dejarte del todo, prometo no olvidarte nunca. Si un día te vas no te prometo escribir sobre nosotros, porque lo que vivimos juntos es tan perfecto como un libro favorito, es como si lo escribiera sólo para mí, como si no le contara a nadie de nuestro beso perfecto, de cada caricia, de cada sentimiento, de la manera en la que el brillo de tus ojos cambia de acuerdo al momento. No quiero contarle a nadie lo que hemos vivido, porque no se compara con nadie, ni con ningún sentimiento cotidiano. Quiero decirte sólo a ti y en un beso, o haciendo el amor, que aunque te quedes o te vayas, siempre estarás en mi corazón.
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Pocoserio: Revista Shuffle #4
Cada noche, al subir las escaleras con todo y sus dieciséis pelda-
la cual pasaba diariamente entre 20
ños tan poco inclinados y desprovistos de toda emoción, giro en el pasillo
tal efecto, hubo de desalojar del esp
repleto de fotos ridículas que no quisiera que ninguna novia viera jamás.
ches varios que no merecen ni una so
A la derecha escapa por una puerta el haz de luz que dibuja la silueta
su dueña. Una vez sorteadas las dif
de la hermana menor contando y volviendo a contar monedas grandes y
desarrollar un curioso método para c
pequeñas. Por encima de rebuscadas águilas y demás motivos nacionalis-
cuales vaciaba frente a ella en meti
tas en níquel y bronce, se alcanza a ver la cara de algún prócer que mi-
cedencia para después hacer transfe
ra a mi hermana con la misma pasividad que sus ilustres compañeros.
la naturaleza de los movimientos, p
Al principio no podía importarme menos lo que la pequeña hiciera o no con su dinero, siempre y cuando no se lo llevara a la boca y me cul-
expresivos ojos marrones cada que siguiente montoncito.
paran por una hermana morada e inmóvil. Sin embargo, al pasar los
Siempre procuré instalarme a
años, noté que ese inicial interés por las monedas, no sólo no cesaba, sino
y billetes resguardado por la oscurid
que comenzaba a tejerse todo un complicado ritual a su alrededor. Pri-
alguna razón, me intrigaba sobreman
mero hubo de construirles casas por medio de envases de vidrio que pin-
obsesionada con contar sus ahorros h
taba de diferentes tonalidades, ya que al parecer había algún tipo de
ba que el frasco amarillo debía ser
código de colores que indicaba un sinfín de cosas desconocidas para mí.
lones de mezclilla, el rojo indicaría
Después les destinó un lugar en el estante inferior de la cómoda, frente a
morado serviría para guardar el din 18
Pocoserio: Revista Shuffle #4
Por Dian Sánchez
0 y 40 minutos antes de dormir. Para
celular. En ocasiones me apetecía que cada frasco sirviera como hogar
pacio a unos cuantos libros y cachiva-
temporal de moneditas que se convertirían en regalos para mí.
ola palabra si tan poco valían para
No fue sino hasta ese día en que quise jugarle una broma entran-
ficultades de almacenaje, comenzó a
do como bólido a su cuarto para levantar bruscamente los frascos, que
contar el contenido de los frascos, los
descubrí que el código de colores no existía como tal, sino que la verda-
iculosos montoncitos acorde a su pro-
dera forma de identificación de los contenedores era por medio de dimi-
erencias entre los mismos. Desconocía
nutas etiquetas amarillentas en las que se alcanzaba a distinguir la cali-
pero podía adivinar angustia en sus
grafía de mi hermana.
e movía cualquier cantidad hacia el
Entendí sus noches en vela, los movimientos de montoncito a montoncito con esa cara de pavor y sufrimiento que nunca se iba hasta que
a observar el ir y venir de moneditas
dad del pasillo con fotos ridículas. Por
nera lo que parecía ser una hermana
hasta el último centavo. Me imagina-
cada uno tuviera lo que se suponía debía tener. Reconocí en sus bonitas letras negras mi nombre, el suyo y el de nuestra madre, todos con una leyenda que rezaba: “Fondo para no morir”.
el ahorro para comprar unos pantadeudas por pagar, mientras que el
nero suficiente para pagar un nuevo 19
R e t r a t o (un poema) El poema aquĂ: https://www.youtube.com/watch?v=_CT1oOnkYl8&feature=youtu.be 20
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Pocoserio: Revista Shuffle #3
Bu!
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COLABORADORES POCOSERIOS (Ficha técnica-contacto-chismógrafo)
Aldo Pineda
Carmen Catalán
Charly Carabel
Daru Kodoku
Triunfal regreso de uno de los más asiduos pocoserios de todos los tiempos. Está feliz por regresar y porque está cerca de graduarse como veterinario.
Pocoseria de nuevo ingreso, pero que entra por la puerta grande. También feliz teatrera y bióloga. Nuestros informantes dicen que además vende mole los domingos, le gusta algo llamado Ed Sheeran y algo llamado John Green.
Antes conocido como Luis Carlos., hoy Charly Carabel. Pero lo que permanece es su aguda visión de la realidad. Imperdibles reflexiones clasemedieras, un pocoserio preocupado por México es un verdadero pocoserio.
Daru nos mandó una carta de desamor desde el país del sol naciente. ¿Qué hicimos nosotros? Pues nos unimos a su dolor… a menos que llegue al seppuku.
¡Felicidades, Poncho!
Dian Sánchez
Regresó al hogar materno y encontró al Señor. Ya no escribe historias eróticas, ni episodios lésbicos… ahora nos presenta un mensaje tierno y esperanzador.
Conclusión: seguimos siendo sus fans.
Francisco Contreras Mendo- Maricela Méndez za
Las lluvias de mayo le regalan a Francisco el lugar perfecto para un cuento como el que nos presenta en esta edición. Él también, invadido por la nostalgia de medio año, nos invade a nosotros.
En esta edición Maricela nos regala un relato corto, conciso; nos basta con ver el título. Parece querer decirnos: “¡Hey, ya estamos grandes! No me caso y hazle como puedas.” Pues salud por el no matrimonio.
¡Te queremos, Daru!
Quique Cruz
El flojonazo editor prefirió grabar antes que redactar el poema con el que cierra esta edición. Así de trabajador es el muchacho.
Por cierto, está cumpliendo su sueño: ser su propio jefe y trabajar desde casa.
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“Con unas morritas, unos whiskynhos… ¡y todo chido, todo bueno, todo fino!” Los Master Plus https://www.youtube.com/watch?v=S1buA29UdY
Pocoserio, Año 0 Número 4 Fecha de publicación: 1 de junio de 2014. Revista bimestral editada y publicada por sí misma. This work is licensed under the Creative Commons AtribuciónNoComercial-SinDerivadas 2.5 México License. To view a copy of this license, visit http:// creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/mx/ or send a letter to Creative Commons, 444 Castro Street, Suite 900, Mountain View, California, 94041, USA. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Escrita, editada y publicada en México. Los personajes y situaciones representadas en esta publicación, son eso: una representación. Cualquier relación con la realidad es mera coincidencia. No se ponga usted punk. “Pues soy el único tarado que no ve, y soy el único pendejo que te cree y soy el único, el último,
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