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FABIO JURADO VALENCIA: DECANO DE LAS IX JORNADAS UNIVERSITARIAS DE POESÍA

Fabio Jurado Valencia Decano de las I X Jornadas Universitarias de Poesía «Ciudad de Bogotá»

Foto toma da de internet.

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n POR LUZ MARY GIRALDO

Tuve la oportunidad de conocer a Fabio Jurado a mediados de la década de 1980, cuando recién llegado de México, después de concluir sus primeros estudios de posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México, el padre Marino Troncoso S. J. lo vinculara como profesor de la maestría en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana. Escasamente nos cruzábamos en los corredores universitarios, pero sabía de su calidad humana y docente, pues no había estudiante que además de elogiar su claridad conceptual no reconociera su calidad humana y sus conocimientos. Poco después coincidimos como profesores del Departamento de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia y por años compartimos oficina, alumnos, reuniones académicas y sociales. Por esa cercanía de tanto tiempo, sé de su entrega a la docencia y la investigación; sé de su amistad y solidaridad.

No lo concibo sin estar pendiente de un proyecto, de una investigación, de la divulgación de unos autores colombianos o extranjeros –especialmente mexicanos–, de la preparación de una antología que muestre las diferencias o los vasos comunicantes entre poetas, o de textos sobre diversos autores, o de la coordinación de algún evento literario o cultural, como cuando en 1997 propuso el xx Congreso Nacional de Literatura, Lingüística y Semiótica, en homenaje a los 30 años de Cien años de soledad, del cual también estuvo pendiente de la

publicación de sus memorias. Tampoco lo imagino como un profesor omnipotente que cumple su papel de manera vertical en el salón de clase; por el contrario, es un maestro en el sentido estricto del término, interesado no solo en impartir conocimiento sino en despertar interés por el aprendizaje y la comprensión de lo enseñado. Porque Fabio es, ante todo, formador de formadores, sembrador de conocimientos y proyectos.

Conozco la seriedad de su trabajo tanto en semiótica como en programas de formación de docentes que lo han llevado a varias regiones del país y de Latinoamérica y otros lugares, y sobre lo que tiene serias publicaciones; conozco su profundo conocimiento de la literatura mexicana y latinoamericana, reflejado en profundos y analíticos ensayos, entre los que cabe destacar los de Sor Juana Inés, Gabriel Álvarez de Velasco, Juan Rulfo y José Emilio Pacheco, entre muchos otros, sin desconocer los de Juan José Arreola y de varios autores colombianos, entre ellos Fernando Vallejo, Rodrigo Parra Sandoval, la revista Mito, así como las selecciones de poetas, que por sí mismas implican lectura y atención. Un «anfibio académico», lo llaman, alguien capaz de acercar «a la lectura de la palabra y a la lectura del mundo», según afirma Carlos Lomas.

Sé de sus vínculos con México –la decoración de su casa lo demuestra–, país que en más de una ocasión ha confesado su segunda patria, ya que allí pasó varios años de su vida estudiando la Maestría en Letras Iberoamericanas y el Doctorado en Literatura como becario del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, una . Allí nació su hijo mayor, de allí son muchos de esos grandes amigos a quienes celebra cada vez que uno de ellos viaja a Colombia, y gracias a sus proyectos, allá han tenido posibilidad de ir sus amigos o compatriotas, como en mi caso, cuando fui invitada al D. F. en 1996 a participar en uno de los encuentros entre colombianos y mexicanos organizado por Fabio y coordinado por Mario Rey y su revista La Casa Grande. Otro tanto puede decirse del intercambio logrado con los escritores y profesores mexicanos que en más de una ocasión han venido a Colombia y a la Universidad Nacional.

Fabio no solo estimula a sus alumnos sino también a sus colegas. El resultado es, y seguramente él mismo no se ha dado cuenta, una diversidad de trabajos, de tesis, varias valoraciones múltiples sobre autores colombianos. Entre muchas cosas, el departamento de literatura de la Universidad Nacional le debe un espacio ya emblemático alrededor de la creación poética: “Viernes de poesía”, que a la fecha cuenta con la publicación de 103 cuadernillos de los poetas que han participado, reconociéndose entre ellos el número 100 dedicado a Álvaro Mutis.

Y ese lector, investigador, antólogo, ensayista que riega semillas por donde quiera que pasa, es también poeta. ¿Y cómo no serlo, si su sensibilidad lo ha demostrado desde siempre? Basta ver su relación constante con las palabras, con el sonido del lenguaje, con el sentido de los textos, con el gusto por la poesía, la música y las diversas maneras de la cultura popular. Su libro Los árboles de Juan Preciado, donde «la lluvia limpia a los árboles heridos», es un claro homenaje a Juan Rulfo y refleja esos vasos comunicantes de quien desde la precisión de las imágenes habla del silencio, de la soledad, de la solidaridad, de la entrega, del aire, del vacío y del instante, que en una clara sintonía con su lugar de origen convoca «las ceibas del parque central de Florida Valle». 

Cinco poemas del libro Los árboles de Juan Preciado de Fabio Jurado Valencia

El cielo de los árboles

El cielo es el espejo de los árboles. Donde no hay árboles no hay cielo. Ese azul es un vaho, no es un cielo, madre.

Es la nada donde no hay árboles, como en los lugares donde esculcan la tierra en busca de tesoros: solo el estertor del agua, una humedad, nada más, ni tesoros ni mina alguna.

Las nubes son el espejo de los árboles. Cuando no hay árboles no hay nubes. Los árboles son el corazón de las nubes. Si las nubes agonizan es porque no hay árboles. No hay árboles, socavaron sus arterias. No hay nubes, no hay agua, madre.

Mujer árbol

Un árbol es una mujer. Tiene piernas y savia. Tiene venas y hojas.

Al subir en el árbol recorremos sus brazos, nos abrazamos para no caer, penetramos en su follaje, sus líquidos se disuelven en los nuestros y los cuerpos se elevan. Lo que sigue es inefable.

Árboles dibujados

Observa el árbol, hijo, dibújalo, es el dibujo del dibujo, las manos de la lluvia lo delinean, sus formas hablan, nos llaman.

Hay triángulos en los follajes, también circunferencias y trapecios, líneas rectas, elipses y cuadriláteros.

Es un espectáculo leer un árbol, hijo. Míralos despacio, con el alma del transeúnte…

Fotografías mentales que se disuelven son los árboles, instantáneas pasajeras porque infinitas son sus figuras. Espectáculo abierto al mundo. No hay que pagar por ello.

El censo de los árboles

Han censado a todos los árboles porque son habitantes y también consumen.

Los árboles comen y trabajan tienen mujer e hijos, procrean y envejecen.

También mueren con los disparos aéreos. La lluvia limpia a los árboles heridos, los cura.

El lenguaje de los árboles es de gestos; cuando agradecen el cuidado, son apuestos; cuando tienen sed tienden sus brazos hacia abajo; cuando están cansados se inclinan y esperan una ayuda.

Un árbol ayuda a otro árbol, es cuando un brazo se enreda con el brazo del vecino; así mantienen su esbeltez por muchos años.

Cuando no hay guerras permanecen por milenios; en sus concavidades duermen las iguanas; entre sus ramales dormitan los osos perezosos. Son también las ceibas del parque central de Florida

Valle.

En Guaviare:

Luz mar y ríos

Bailan las copas de los árboles señales de la tormenta

Un movimiento arrebatado nos habla de cosas que vuelan centellas y truenos mujeres y hombres azorados empujan caballos y vacas

Los talones de los árboles se afirman, resisten, mientras nacen nuevos lagos surgen del estertor de la tierra otros arroyos

El agua y el fuego juntos el silbido del viento es el aplauso en este teatro en el que las almas solo esperan expectantes y asombradas

Se apacigua el baile comprenden las almas que la nostalgia es también la alegría de reconocer la pérdida.

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