Selección de narraciones descriptivas de las niñas y niños de la vereda santa rosa de los palmares/ Urabá-Antioquia Marcela García
Prólogo Empezaré por decir que las historias narradas por las voces de Santa Rosa de los Palmares no requieren explicación ni validación alguna. Son viajes maravillosamente cándidos y profundos por la realidad de las niñas y niños de tercero de primaria de un colegio en el Urabá Antioqueño. Con sus voces, estos escritores nos llevan
de la mano por una serie de imágenes y anécdotas que despiertan al niño aventurero y curioso que llevamos dentro e inspiran al adulto ambicioso que sueña con conquistar tesoros. Dicho esto, quiero compartir un par de palabras sobre la relevancia social, estética y cultural de “La luna amarilla”. En Colombia y en el mundo la educación está en el centro de múltiples discusiones sobre desarrollo, calidad de vida, éxito y sostenibilidad. Con frecuencia hablamos –en universidades, ministerios y columnas de opinión, entre otros- de la importancia de ofrecer espacios donde el aprendizaje esté centrado en los estudiantes, de la necesidad de proyectos de aula interdisciplinares y significativos, de lo prioritario que formar ciudadanos globales: empáticos y abiertos a la diferencia. Marcela, la maestra artífice de este proyecto, al encontrar niños y niñas entre los 8 y los 11 años que no sabían leer ni escribir bien hizo lo más arriesgado que se puede hacer en una sociedad llena de certezas y respuestas. Preguntó con genuina curiosidad y escuchó atentamente las respuestas. Así, en vez de llegar a taladrar las mentes y corazones de estos niños con valores e historias de otras partes para cumplir estándares externos, Marcela descubrió que sus niños aman La luna amarilla a sus familias, a sus animales y árboles; que viven aventuras fascinantes con culebras y lodo. Esta “seño” (como la l aman algunos niños) descubrió que a sus estudiantes les encanta compartir quienes son y ese sí que es un buen motivo para aprender a escribir. Así pues, si evaluamos “La luna amarilla” a la luz de las nuevas tendencias educativas, el libro lo tiene todo; pero eso no es lo realmente importante. Lo que conmueve e inspira es que estos niños y niñas con su inocencia y transparencia nos comparten un poquito de la riqueza y sabiduría contenida en su cultura; nos regalan momentos de gran humanidad; nos recuerdan lo bueno que es vivir en un mundo con escritores que aman los árboles de mangos, cuidan a sus marranos, caminan dos horas para l egar a la escuela, quieren ser médicos y maestros para ayudar a los demás y sueñan con vivir en su tierra junto a sus familias.
“La luna amarilla” es una oda a la belleza de lo simple, de lo bueno, de lo humano.
¡Qué lo disfruten!
ARREANDO LEÑA Yo me l amo Daniela Maestra, cumplo años el once de septiembre y vivo en Santa Rosa de los Palmares. Cuando grande quiero ser profesora en mi vereda, por eso estudio con mucho interés, para ser mejor en el mañana. Recuerdo que cuando estaba pequeña no me gustaba buscar leña porque tenía que ir muy lejos; pero ahora que estoy más grandecita disfruto hacerlo para que mi familia pueda cocinar. Creo que cuando sea mayor me gustaría seguir cocinando con leña. Me gusta cortar leña cuando mi papá sale a buscarla. Me levanto muy temprano para ir con él y ayudarle a arrearla.
Voy a buscarla al monte con un machete o rula, la corto en trocitos pequeños para que no me pesen; me los monto al hombro y los llevo a mi casa que está a media hora. Tengo que levantarme muy temprano a veces porque tengo una burra muy arisca y por eso me toca traer la leña en el hombro. Tengo que recoger mucha en verano, para que cuando llegue el invierno no nos haga falta y podamos cocinar. Una vez, llevaba tres cargas de leña, cuando de repente, me salió una culebra amarilla grande, me miró, yo salí corriendo y no pude cortar leña en cuatro días por el miedo que me dio. En mi casa hago otros oficios como cortar plátano, barrer, arrear agua, pilar maíz, cocinar, alimentar y cuidar los animales. Vivo con mis tres hermanos: Daniel, Duván y Divier, en una casa de madera, el techo es de palma y el piso de tierra. Aquí soy feliz, porque tengo muchos amigos en la Escuela, como Cristian y Arnelys. Cuando grande seré profesora para que los niños sepan leer y trabajen juiciosos. Voy a ser amable con mis estudiantes, para aprendan a escribir dictados y terminen bien sus estudios. Quiero dar clase en un salón limpio, grande y que tenga luz y agua Yo quiero vivir en Barranquilla porque la he visto en televisión y me parece muy bonita. Cuando me esté poniendo viejita, me devuelvo para mi vereda y no daré más clase, porque cuidaré mis animales y a mi familia.
A RECOGER FRISOL
Yo soy Heslaider Beltrán, tengo once años y vivo en la vereda Palestina, que está a dos horas, caminando, de la Escuela en la que estudio. Mi materia favorita es el español, porque me gusta leer cuentos. Cuando yo sea grande quiero ser un famoso escritor de historias para niños. Mi papá nos enseñó, a mis hermanos y a mí, a sembrar, recoger, asolear y desgranar el frisol. Este se siembra en octubre y se recoge en enero o febrero del siguiente año. Mi hermano Deimer y yo lo cosechamos mientras mi papá construye casas en otras veredas. Lo recogemos en poncheras y sacos, lo l evamos hasta la casa y por último lo asoleamos encima de una carpa por tres días, eso se hace con mucho sol. Al día siguiente lo desgranamos, lo venteamos y lo empacamos para vender en la tienda de don Danilson. Con mi familia sembramos y recogemos este grano de los tres colores: negro, rojo y blanco. Mi favorito es el negro, porque mi mamá lo cocina muy sabroso, primero ralla el coco y lo pone con el agua del arroz para cuando esté seco ponerle el frisol y servirlo en la comida. Antes de acostarme mi papá me lee un cuento, si no está cansado de trabajar en el monte, del que más me acuerdo es el de un borriquillo y un lobo que lo persigue. En mi casa comemos mucho frisol y para mí es importante porque con lo que vendemos mis papás nos compran, camisas, bolsos para el colegio, pantalones, medias, zapatos, cuadernos y lápices para estudiar. Cuando esté grande voy a escribir cuentos para que los niños y niñas estudien y aprendan a leer. Yo voy a vivir en Palestina y voy a enseñarles a otros niños el bello trabajo en el monte de recoger y desgranar el frisol.
ARREAR AGUA Mi nombre es Hernán, nací en Santa Rosa de los Palmares y vivo con mi abuelita que es como mi mamá. Ella tiene cuatro marranos y dos burros, uno de ellos se perdió un domingo y lo encontramos al siguiente día en una vereda que se llama La Olla. El más chiquito es el más rápido, me acuerdo que me pegó en la barriga cuando tenía ocho años, me sacó el aire y me tiró al suelo; pero yo no l oré. El burro tiene las patas rayadas, ese fue el mismo que mordió a mi prima en el brazo. Yo me levanto a las cinco de la mañana, busco el burro y lo angarillo para irme a bañar en el pozo que está a diez minutos de la casa. Regreso y desayuno antes de irme para la escuela Santa Rosa de los Palmares. Este año estoy haciendo por segunda vez tercero, pero me ha ido bien, porque he aprendido a leer y a escribir mejor. Arrear agua con los burros es fácil para mí. Los lunes, martes, jueves y sábados voy hasta los pozos del Ojito, porque el agua es bonita, clarita y se puede beber, además veo muchos pájaros, animales y árboles lindos. También arreo agua para trastear (lavar platos), lavar la ropa y para los animales. Recuerdo que del pozo de don Ignacio no dejaban sacar agua porque estaba muy sucia y salían culebras, pero ahora está limpio. Arrear agua es muy importante para la comunidad, para mi familia y para mí, porque si no hubiera agua no tendríamos con que cocinar, alimentar a los animales y lavar los platos.
PARA EL MONTE CON MI ABUELO Yo soy el menor de tres hermanos, mi nombre es Jhon Jairo, tengo nueve años y voy a la Escuela porque mi mamá quiere que aprenda mucho. Me levanto todos los días a las seis de la mañana y me voy a arrear agua para que mi mamá pueda lavar la ropa, y yo pueda bañarme. Me pongo mi ropa limpia, desayuno, me cepillo y voy a la Escuela a hacer tareas, aprender a leer, y así pasar todos los años Mi abuelo me cuenta, que desde pequeño trabajaba en el monte y él ya tiene sesenta años. Todos los días se levanta a las cinco de la mañana a arrancar yuca y fumigar la hierba “peluda” para que se muera. Yo lo acompaño los sábados, él me dice: nene vamos pal `monte y yo le digo a Cristian, que es mi tío, para ir con él. Para arrancar la yuca, primero miramos si la mata tiene una flor rosada o si ya se ve la raja en la tierra, entonces uno la mueve y ella se despega de la raíz, al final la limpiamos por el borde con la rula (machete). Existen las yucas blancas y negras. En el monte sembramos arroz y maíz. Cosechamos dos veces al año arroz y una vez frisol y maíz. Mi abuelo siembra: pepino, plátano, ñame, papoche (tipo de banano) y naranja, que es dulce. Yo quiero trabajar en el monte hasta que tenga dieciocho años, porque me gusta eso, pero también para ayudarle a mi abuelo que no puede ver bien porque está tuerto y no tiene gafas. Él se puyó un ojo con una rama en el monte. Quiero ser médico y vivir en esta vereda porque me gusta estar con mi mamá, mi papá y mis amigos. También sueño con conocer el mar.
AGÜITA DE POZO En mi vereda no l ueve desde noviembre y ya es mayo. Siete pozos se secaron, así que tengo que buscar agua en una finca que tiene represa, pero es privada. Es de don alias y solo le bombea agua a cinco casas, una vecina nos regala para poder bañarnos, beber y comer. Vivo en Santa Rosa de los Palmares y me l amo Cristian, tengo diez años y estoy en tercero de primaria. Estudio en una escuela grande, bonita, de palma y tabla, pero no tiene luz ni cerca de alambre, aunque a mí me gustaría que la pusieran para que no se entraran los burros, las vacas y los marranos. Este año me ha ido muy bien en la escuela, estoy aprendiendo a escribir cuentos largos, tengo amigos y una profesora que me enseña a leer y escribir. Todos los días me levanto a las seis de la mañana, cojo mi balde para ir a bañarme al pozo de don Ignacio, que siempre tiene agua cafecita. Voy con mis hermanos Davinson y Richard y nos demoramos cinco minutos mientras nos enjabonamos y nos enjuagamos; entonces volvemos a la casa, nos cambiamos, desayunamos arroz y carne, y nos vamos a la escuela. A la una y media de la tarde, salgo de estudiar, me voy para la casa y hago las tareas. Al llegar me lavo las manos, como arroz y carne, reposo y me voy a bañar en el pozo de don Ignacio que es pequeño y más o menos lejos de mi casa, pero me gusta porque no tiran basura y los puercos no se bañan allí. Los pozos de mi vereda están cercados para que no crucen los animales y son muy importantes porque los niños recogen agua para beber, para cocinar y para bañarse. Cuando yo sea grande seré el profesor de los niños de mi vereda. Les voy a enseñar a escribir, cantar y leer.
DESGRANANDO MAÍZ Mi nombre es Arnelys, tengo 9 años y cumplo el 10 de noviembre. Mi papá se llama Julio Cesar y mi mamá se l ama Nury, ellos me enseñaron desde pequeña el oficio que a mí me gusta tanto, desgranar y pilar maíz. Me levanto a las 6 de la mañana y voy a bañarme al pozo que está cerca de la casa para ir a la escuela, en donde estoy haciendo tercero de primaria. En las tardes hago mis tareas y junto a mis papás me pongo a desgranar maíz para hacer la mazamorra, los bollos y la chicha, que me quedan sabrosos.
Cuando empieza el año voy con mis hermanos Duverney y Enaldo a recoger el maíz, los sábados y domingos; lo recogemos en costales y lo cargamos en la burra hasta la casa, que queda a veinticinco minutos caminando. Luego guardamos el maíz en el pañol que está hecho de madera, en donde también ponemos el frisol, coco, piña, arroz, aguacate, cacao, plátano, papoche, guama, ñame y ahuyama. Yo desgrano maíz a mano porque así me parece más fácil que con pilón, ya que brinca mucho y hay que hacer mucha fuerza. Una vez desgrane con mis papás cinco bultos para venderlos en un día. Todos los días voy a la escuela a estudiar y salgo a la una y mediap.m. para la casa, me cambio y en la tarde leo y hago dictados con mi mamá y mi hermana Samary. Mi mamá y yo cocinamos arroz y chicha, además arreamos hasta tres cargas de agua y de leña con ella y mis hermanas. Cuando grande quiero ser profesora, le voy a enseñar a pre escolar y a tercero, voy a vivir en Santa Rosa de los Palmares, viajaré a conocer Medellín, me voy a casar y sé que seré muy feliz.
TUMBANDO PALMA Soy Camilo, tengo ocho años y vivo con mis abuelitos en Santa Rosa de Los Palmares. Yo los quiero mucho, pues a mi papá solo lo he visto una vez. Él vive en Medellín y tiene plata; un día me dio cinco mil pesos y yo se los di a mi abuelita para que ella se comprara las cosas que necesitaba para la semana santa, preparó una comida deliciosa, y una chicha que duro ocho días. Antes mis papás vivían en otra vereda que se llamaba Palestina. Mi abuelita me contó que cuando mi mamá me alumbró casi muero y mis tías Yudi y Leidi me salvaron y me l evaron con mi abuelito, precisamente fue con él que aprendí a tumbar palma. La primera vez que lo hice fue para techar mi casa, pero no alcanzó, recuerdo que en total hemos techado ocho casas. Cuando uno trepa a un árbol como: palmito, mango, coco, naranja dulce, cedro, vara de humo, noni, aguacate, roble, anón o cualquier otro, es importante tener mucho cuidado; subir descalzos, no saltar duro, porque se puede partir una rama y caerse, como le paso a mi abuelo. Al montarme en un árbol siento felicidad, amor y cariño por él, me dan ganas de abrazarlo y me subo, es que me gusta mucho ya que tiene frutos y alimentos. Mi árbol favorito es el de mango de paloma, porque es grande y bonito. Mi abuelita y mi abuelito me dicen que soy como un “mico” porque me la paso trepando en ellos. Yo quiero ser doctor, para ayudar a los niños enfermos y a los adultos, para andar por todas las ciudades del mundo, para curar a los enfermos de Medellín, de Bogotá y de Chigorodó, porque yo quiero que la gente viva feliz y que no sufra, porque me da mucha tristeza ver a la gente sufrir. Yo viviré en Bogotá con mis hijos, mi esposa y un cachorro, pero a ellos no los voy a dejar montar palos como yo, porque pueden caerse y partirse una pierna.
LA MARRANA PERLA
Yo me l amo Freider y tengo ocho años, vivo con mi abuela, mi primo y mi prima, que tiene diez años. No tengo papá, mi abuela me cuenta que se l amaba Jorge, y que un día iba con un señor en un bus, se bajaron, se pusieron a comer arepa y llegaron unos hombres malos y le dijeron: ¡alto!, pero mi papá se movió y le dispararon. La primera bala le pasó por un lado, pero el segundo disparo le dio en la frente. Yo no lo conocí.
Estudio en Santa Rosa de los Palmares pero antes estudié en Palestina. Me levanto a las siete y cuarto de la mañana a ver mi marrana, ella se l ama Perla, mi abuela me la regaló hace veinte días, es colorada con negro, es bebecita y se la pasa con los otros cinco marranos que están grandes y juntos se van para el cultivo de maíz. Después los mando para la casa y allá les pongo maíz y agua, además comen hierba. Yo baño y cuido a todos los marranos, me baño en el pozo pero no en el de los animales. Me gusta hacerles cosquillas por un lado de la barriga porque ellos se tiran al suelo y les da hambre. En la noche los amarro, les pongo agua y comida. Los marranos de mi abuela se venden y sirven para comerlos. Los cuidamos mucho porque cuando no hay plata hay que matar uno para comer carne con arroz, o también vendemos la carne. A mí me gusta leer porque cuando lo hago aprendo más, así le podría comprar más marranos a mi abuelita, para que tengan más bebés y que cuando no tenga plata pueda matar marranos para comer y vender y así ir ahorrando para comprar la comida, el azúcar, la sal, el café, el arroz y los panes. Claro que no quiero que maten mi marrana Perla.
MI GRAN PASIÓN Yo viví en la Plata con mi mamá, mi hermano, mi abuelo y mi abuela una vereda que está a tres horas caminando de Santa Rosa de los Palmares. Un día yo estaba en un burro con mi hermano Carlos Andrés, arriando dos cargas de agua en un pozo y me bañé de una vez, cuando de pronto mi mamá nos llamó para comer todos y nos fuimos de esa casa muy rápido y nunca volvimos. Yo soy Luis Carlos Páez, tengo diez años. Desde que era un niño pequeño me gusta el futbol mi mamá me regalo mi primer balón de plástico verde para jugar futbol pero unos vecinos me lo rompieron yo después compré otro balón limpiando patios y me pagaban tres mil pesos por limpiar unos patios grandes, el balón me valió dos mil pesos era de color azul. Soy hincha de Colombia, me gusta ver jugar a James Rodríguez, porque juega mucho, hace buenos pases, es respetuoso y es ejemplo.
Cuando mi mamá me compró el balón yo tenía cinco años y empecé a jugar. Me gusta jugar futbol con toditos mis amigos y mis hermanos. Juego descalzo porque no tengo tenis y es mejor pegarle al balón así. Yo siento pasión y alegría cuando estoy en la cancha. Me gusta jugar en la escuela, pero no hay canchas. Quiero ser cuando grande un futbolista del equipo de Colombia, porque es mi país y lo amo. La “Seño” dice que cuando vaya a firmar un contrato con un equipo de futbol tengo que saber leer mucho. Yo voy a leer porque a los brutos los embolatan.
A MI ME GUSTA CUIDAR LAS GALLINAS Mi nombre es Luis Alfonso, tengo ocho años, vivo con mi abuelo y mi abuela, desde hace un año que mi mamá se fue para una vereda que se l ama el Guadal Abajo y casi no nos visita. A mí me hace un poquito de falta. Yo estudio en una escuela que se l ama Santa Rosa de los Palmares porque aquí hay buenos profesores y tengo amigos. Siempre he vivido en el campo. Yo desde muy chiquito se cuidar y criar gallinas, por eso me amañe con las gallinas de mi casa, pero una vez el “come pollo” (gavilán) se llevo mi pollo que estaba “peloncito” (bebe) y me acuerdo que lloré por el pollo. Cuando me levanto les pongo el agua a las gallinas y el maíz; ellas se bajan del palo de mango donde duermen apenas me ven l egar. Las alimento tres veces al día. Mi abuelo Víctor tiene diecisiete gallinas y tres gallos finos que están muy gordos, esas gallinas sirven para comer y para venderlos, y así poder comer y pagar lo que compramos. Tenemos tres pollos finos, un quirique, una gallina papuja, una gallina chilena, no tengo cocas, tengo una gallina copetona. Todas son gordas y las tenemos para que den cría y vender. El año pasado les dio moquillo a los pollos y se murieron cuatro. Les pongo maíz y agua tres veces al día. Las gallinas ponen muchos huevos y quieren mucho a sus pollitos por eso me gustan las gallinas, me gusta cuidarlas y verlas crecer.
Mi abuela las mata para que comamos, pero yo todavía no aprendo. Yo me pongo a pensar que si yo no cuido a las gallinas, se mueren, no podemos venderlas ni comer y también nos moriríamos nosotros. Cuando este grande quiero ser médico para curar a la gente, para que no se mueran los bebes. Yo quiero vivir en Santa Rosa de los Palmares con mi abuelito y mi abuelita, mi tío y mis hermanos, Luis Carlos y “Goyo”.
LUCERO LA VACA Yo me l amo Luis Fernando Correa, cumplo años el doce de agosto, vivo en Santa Rosa de los Palmares. Aprendí a ordeñar a los siete años cuando mi papá me enseñó, por eso aprendí rápido.
Todos los días me levanto a las seis de la mañana a ordeñar con mi papá. Yo ordeño a Lucero porque es mi vaca favorita, primero le amarro las patas de atrás para que no me patee. Tenemos que amarrar a los terneros para que no mamen la leche. Lucero me da medio balde de leche, ella tiene un ternero pequeño, que también se llama Lucero. Mi vaca Lucero es café, con blanco, tiene un “morro” (pedazo de carne en el lomo), tiene cinco años, ella ha tenido dos hijos y es mansita, y su hijo también es mansito. Lucero es muy gorda y no tiene cachos, porque cuando era ternera la topizaron (técnica para no permitir que los cachos crezcan) con un hierro caliente y después le pusieron mentol. Yo termino de ordeñar y me lavo las manos bien, me cepillo, me baño en el pozo, me visto y me voy para la escuela. Ordeñar es importante porque sacamos la leche para alimentarnos y para sacar el queso, sacar la mantequilla, y porque también la leche sirve para vender y para que se alimenten las personas. Yo cuando se agrande quiero ser un buen amigo, un buen esposo y un buen padre. Seré un futbolista porque me gusta jugar futbol. No me quiero ir de Santa Rosa de los Palmares porque ésta vereda es muy bonita, y tampoco me quiero ir de ésta Escuela, porque tengo una profesora que me enseña a leer, aprendemos las tablas, a dividir, ser juiciosos y a manejar computador; y yo la quiero mucho,
DE PALESTINA A LOS PALMARES Yo me llamo Davinson Baltazar feria y vivo en Palestina desde que nací. Todos los días me levanto a las cinco de la mañana me baño, como arroz y tajadas y me voy con mi hermana Yerei que estudia en pre escolar. Los dos estudiamos en Santa Rosa de los Palmares, y les voy contar las cosas que veo por el camino y como hago todo los días para ir a mi escuela. Cuando salgo de mi casa siempre mi mamá nos empaca una botella con agua porque caminamos dos horas hasta la escuela y es muy difícil cuando llueve porque el camino se pone liso y peligroso, nos tenemos que quitar los zapatos, y nos caemos. Me acuerdo que una vez estaba lloviendo muy duro y un rayo nos “pateó” y nos tiró al suelo, ese día estaba muy resbaloso. Mi mamá nos salió a buscar por el camino porque habían muchas culebras. Es normal ver, patocos (culebras venenosa), gatos y perros del monte, armadillos, tortugas, iguanas, guazas (oso perezoso), guacamayas, pericos, palomas torcaza, guacharaca, machín (mico blanco con negro), titi, caballos, burros, entre otros.
En mi casa le ayudo a mi mamá, voy a comprar en el burro el aceite, el azúcar, el color. Las tiendas quedan a veinte minutos en burro de la casa, de la loma para abajo, por la carretera. El domingo yo vi un hombre muerto cuando iba pasando, que se cayó del carro porque iba colgado detrás. Eso es triste. Mi hermana Yerei y yo no nos cansamos cuando caminamos hasta la escuela aunque ella sea pequeña, siempre caminamos rápido y nunca llegamos tarde. En Santa Rosa estudiamos seis que vivimos en Palestina y a veces nos vamos juntos y si hace mucho sol nos paramos un ratico debajo de un palo. Mi vereda es muy bonita, queda bajando de una montaña y mi casa es la última, queda cerca al “Volao” (resguardo indígena). Cuando esté grande quiero ser futbolista en Palestina porque los campeonatos se acabaron y yo me aburro cuando no veo partidos. Voy a enseñarles a los niños a jugar micro, y si los niños no tienen plata para comprar zapatos no importa, que jueguen descalzos.
YO PILO ARROZ
Yo Soy Oscar Luis Pérez Mesa tengo nueve años y nací en Apartadó, ahora vivo en una vereda llamada el Reparo. Vivo con mis padres, mis hermanas y dos primos, los quiero mucho. Desde hace mucho tiempo que yo sé pilar arroz porque mis padres me enseñaron desde los cinco años. También sé ordeñar lo hago todos los días con mi prima y luego me voy para el colegio. Al regresar almuerzo y me subo al burro para ir a buscar una carga de arroz, cuando vuelvo encierro los terneros, cojo mi pilón desde las tres hasta las cuatro de la tarde. Yo le ayudo a mi mamá porque ella es una mujer muy trabajadora del campo desde pequeña también. Mi papá cultiva arroz en agosto y lo cortamos en noviembre o diciembre; se corta y se organiza en manos (dos kilos y medio) luego hay que asolearlo por tres días y se amarra de a dos puños para colgarlos en la casa. Con ese arroz que pilamos comemos y vendemos a otras personas. Disfruto pilando arroz porque sirve para alimentarnos en la casa y ahorrar porque así no tenemos que comprarlo. El pilón de mi casa lo sacamos de una ceiba hace dos años y lo fabrico un señor de la vereda, la mano del pilón pesa más o menos un kilo y medio.
Cuando yo sea grande sueño con vivir con mis caballos, de pronto casarme y enseñar a mis hijos lo que aprendo, porque me gusta vivir en el campo, y mis papás me han inculcado el cariño y trabajo por el campo.