Año 10 / Número 10 / Octubre 2012 / Revista gratuita
ÍNDICE 5 Pórtico Iván Trejo 6 Fiel a sí misma Ángel Zuazo 9 Renuncio al privilegio de la presencia Marta Eloy Cichocka 12 Morir, eso no se le hace a un traductor Abel Murcia 14 La otra Szymborska Entrevista a Michal Rusinek 16 Antes nos sabíamos el mundo al azar 17 Enamorados 18 Todavía 19 De una exploración no efectuada al Himalaya 20 Anuncios clasificados 21 Los dos monos de Brueghel 22 Palabras 23 Campo de hambre cerca de Jaslo 24 Conversación con la piedra 26 Las mujeres de Rubens 27 Noche de autor 28 Szymborska, la compañera del Eclesiastés Tadeusz Sobolewski 32 Cronología 34 Este debió ser un libro importante Entrevista a Ryszard Krynicki 38 A mi corazón el domingo 39 Vietnam 40 Si acaso 41 Discurso en el depósito de objetos perdidos 42 Agradecimiento 43 La habitación del suicida 44 Miedo escénico 45 La realidad 46 Fin y principio 47 Un gato en el piso vacío 48 Notas para la estadística 49 Las tres palabras más extrañas 50 Instante 51 Fotografía del 11 de septiembre 52 Aquí 54 Adolescente 55 No lectura 56 Cadenas
Remitente
No hay vida que no sea, aunque sólo un instante inmortal. “Sobre la muerte sin exagerar” Wisł awa Szymb orska Director General José Jaime Ruiz ruizjj@prodigy.net.mx Director Editorial Iván Trejo ritrejo@rposdata.com Editora Responsable Zaira Eliette Espinosa Leal zespinosa@rposdata.com Director Conceptual / Diseño Óscar Estrada www.oscarestrada.info Publicidad y Relaciones Públicas Gerardo Ledezma gledezma40@gmail.com Zaira Espinosa espinosa.zaira@gmail.com Foto portada Danuta Węgiel
57 Luis Jorge Boone 59 Alberto Chimal 60 Colaboradores
POSDATA es una publicación de divulgación gratuita editada y distribuida por Buró Blanco, con oficinas en Urano 251, Col. Contry, Monterrey, N.L., México. CP 64860. Redacción y publicidad: Tel. 8349-3852 Certificado de Licitud de Título y Contenido: No. 14788 No. de Reserva de Derechos: 04-2009-091012562300-102 Año 10 / Número 10 / Octubre 2012. Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan la línea editorial de POSDATA. P O S D A T A
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I vá n T rejo
(1952), hasta “Y hasta aquí” (2012) su poemario póstumo, recorriendo su obra poética llena de ironía, de la búsqueda del detalle imperceptible que se nos pasa de largo a la mayoría, la autocrítica y sobre todo una voz honesta fuera de pretensiones o cánones. Contamos con la colaboración en este número de Marta Eloy Cichocka, Ángel Zuazo, Abel Murcia, Tadeusz Sobolewski, una entrevista a Michał Rusinek su asistente particular y otra con Ryszard Krynicki editor y amigo de Szymborska. La partida de Wisława Szymborska, como la todo gran autor, deja huecos que se van enumerando conforme va pasando el tiempo, están por un lado las loas y los desgarramientos y por otro, los homenajes de todos tamaños, en Posdata ofrecemos este número a nuestros lectores a manera de celebración por la obra de una mujer que en vida le intereso la poesía, única y llanamente la poesía.
W i s ł a wa S z y m b o r s k a disfrutaba de un buen cigarro y del vodka (después del Premio Nobel compraba una conocida marca sueca a modo de agradecimiento), gustaba de probar nuevos sabores en la comida, sin dejar de ir a sus sitios de costumbre como Nowa Prowincja en la calle Bracka en Cracovia, donde suelen hacerse presentaciones de libros. Szymborska fue una dama que nunca aspiró asumir una figura intelectual, ella escribía, ni siquiera le gustaba hablar de su poesía, con variación esporádica comentaba la obra de colegas, pero eso sí, no se perdía las presentaciones de libros de sus amigos, una elegante dama que no gastó un centavo del Premio Nobel y lo dejó para la creación de una fundación que a la postre llevará su nombre. Hemos reunido aquí una muestra de la luminosa voz de Szymborska a través de los años, desde “Por eso vivimos”
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F iel a sí m ism a Á n gel Z uaz o L ópez
sufrimiento humanos acompañada de discreción emocional y analítica, de distanciamiento intelectual –con frecuencia expresado mediante matices irónicos–, unido a la amargura de la experiencia y el conocimiento a través de una relación indulgentemente burlesca hacia el dramatismo de la vida y las quimeras de la conciencia. Todo ello expresado en un quehacer poético que cultivó esencialmente las formas líricas sencillas, lapidarias y artísticamente estilizadas, basadas en la precisa construcción metafórica y del sorpresivo pointe. Esta poetisa polaca pertenece a ese género de autores que por encima del mundo real, visible y tangible, presentan un mundo re-creado en el texto poético. Esto no significa que su lírica sea ejemplo de “escapismo”, de evasión de los problemas cotidianos hacia el mundo de papel de la literatura. En sus versos describió la existencia con gran intensidad y al mismo tiempo con gran perfección artística. El mundo re-creado por ella da la sensación de ser más pleno, más expresivo, más real que el verdadero. Ese mundo no sólo despierta confianza y proporciona sensación de seguridad, sino también subyuga y fascina. En su lírica, concebida por la doble negación, la existencia se muestra como inexistencia, el mundo existe y al mismo tiempo no existe, la realidad surge y al mismo tiempo permanece inactiva. Esta regla nos muestra en su poesía que todo es nada, la nada es todo, que la nada que queda del hombre, sin embargo, es algo; nos muestra que la semejanza encaja en la disimilitud, que la casualidad parte de la necesidad, que la excepción afirma la regla, ya que de no haber regla, no habría excepción; en cambio, la individualidad humana parte –según Szymborska– de la generalidad social y de la tipicidad genérica; que la originalidad encaja en la mediocridad, de modo que en la mediocridad es imposible dejar de observar la individualidad.
C u l t i va d o r a de una lírica personal y reflexiva de carácter intelectual y moralista, Wisława Szymborska concentró su obra esencialmente en torno a dos motivos principales: la situación existencial del hombre, la relación del individuo con la historia. Conocimiento y desconocimiento, seguridad e inseguridad son las principales dicotomías que organizan su mundo poético; los héroes de sus versos viven perennemente entre estos cotos. No sólo entre el principio y el final o entre el final y el principio, sino también entre la excepción y la regla, en lo individual y en lo que resulta de la generalidad entre los límites de realidad e irrealidad, entre memoria y desmemoria. Los estudiosos de la poética de Szymborska afirman a menudo que su obra está fuertemente marcada de matices irónicos; sin embargo, quien conozca sus poemas “Nada dos veces”, “Las mujeres de Rubens”, “La cifra Pi”, “En pleno día” o “Conversación con la piedra” y “Bajo una misma estrella” podrá advertir que la poetisa no tiene conciencia irónica o, para decirlo mejor, conciencia autoirónica. Pero al analizar su obra, puede notarse que Szymborska publicaba cada cierto tiempo algunas composiciones burlescas, aunque sin comprometerse a sí misma ni a su propia poesía, sino a la historia, con su arrogante propensión a desdeñar lo individual y lo casual. En las obras de Wisława Szymborska el hombre se manifiesta como un ser invariablemente dependiente de las leyes biológicas y de la historia, como un ser indefenso y falible en medio de sus esperanzas y cálculos, que conoce de la amargura del aislamiento y la irrealización, que vive sumido en una atmósfera de amenaza e impotencia, intentando alcanzar la plena comprensión de los demás semejantes. Sus textos, a menudo colmados de un alto grado de complejidad filosófica y sicológica (mediante la dialéctica de la casualidad-necesidad y de las representaciones de las representaciones subjetivas y la realidad objetiva), encuentran en su creación una peculiar concepción: la solidaridad compasiva hacia la invalidez y el
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ponen de negaciones. Sin embargo, existe la relación hacia el exterior, la piedra “mira”, tiene “ojo”, para decirlo mejor, es toda ojo, un apacible ojo, muy claro. Ese ojo no parpadea, la oscuridad es una pausa en la existencia, el cambio de visión sería una catástrofe. Del mismo modo se nos presenta Szymborska en su poema “Un gato en la casa vacía” de su libro Final y principio, publicado en 1993, el cual comienza con el lamento gatuno:
En la lírica de Wisława Szymborska no hay cosas improbables, todo parece posible. Intentando atrapar el momento en lo que es directamente proporcional, se muestra contrario a la lógica de lo que es inversamente proporcional, pero la poetisa no expresa en modo alguno su concordia con ninguna forma de relativismo. Ella nos descubre cada especie de complejidad de la naturaleza humana, incesantemente entregada por una parte a la presión de la historia y por la otra a los efectos de la biología. Para ella ser hombre significa estar en contra de la historia, al tiempo que admite su condicionamiento histórico; del mismo modo, a pesar de estar biológicamente predeterminado, considera hombre al hombre. Entre los últimos años de la década del sesenta y los primeros de los setenta del pasado siglo irrumpió con gran auge en la poesía polaca la corriente del reísmo, que se plasmó en versos mediante la invocación a objetos concretos, lo que en cierta forma se convirtió en una señal que puede caracterizarse como la elección de lo concreto contra la fraseología y la realidad de las cosas más simples y contra los discursos declamatorios ideológicamente vacíos. Szymborska también cedió ante los hechizos de esta corriente cuando en su composición “Conversación con la piedra” expresa mediante la voz de ésta:
Morirse, eso no se le hace a un gato. Pues qué habría de hacer un gato en la casa vacía. Y después de reflexionar sobre su actual situación de desesperanza, concluye advirtiendo: Deja no más que vuelva,
deja que aparezca. Ahora él se va a enterar de que así no se trata a un gato. Irá en su busca como quien no quiere las cosas, despacito, con patas muy ofendidas. Y ya no habrá brincos ni maullidos al principio.
Wisława Szymborska acomete con mayor dramatismo la suerte de un perro en su poema “Monólogo de un perro enredado en los acontecimientos” de 1998, donde comienza expresando el privilegio de ser un perro de su amo:
Salas grandes y vacías –dice la piedra–, pero no hay sitio para ellas. Bellas quizás, pero no para el gusto de tus escasos sentidos. Podrás verme sin conocerme nunca. Toda mi superficie estará vuelta hacia ti Pero todo mi interior permanece invisible.
Hay perros y perros. Yo fui un perro elegido. Tenía buen pedigree y por mis venas corría sangre de lobo. Vivía en el altiplano aspirando los aromas del paisaje, en las praderas al sol, en los abetos después de la lluvia, y tierra congelada de debajo de la nieve.
Aquí la piedra tiene voz, mas se expresa mediante un lenguaje de paradojas, incomprensible y contradictorio con la lógica. El objeto no fue “extraído del silencio”, la voz es apenas un eco vacío de las preguntas del sujeto, las respuestas se com-
Tenía una casa buena y gente a mi servicio. Me alimentaban, bañaban y cepillaban, me llevaban a dar lindos paseos. Pero con respeto, sin excesiva familiaridad. Todo el mundo sabía de sobra de quién yo era el perro.
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de su conversación son tan antiguos como la humanidad misma. Cuando revisamos la obra de Wisława Szymborska desde sus comienzos, percibimos un compromiso consigo misma, más allá de puntos de vista o perspectivas extraliterarias. Como sucede con frecuencia, surgen los detractores, aquellos que intentan hurgar en el pasado de la escritora, que si en su juventud escribió alguna vez odas a la figura de Vladimir Ilich Lenin –algo que hasta el momento no ha sido posible demostrar. Ante este tipo de señalamiento de carácter eminentemente político, no es posible dejar de acotar que desde el surgimiento de la Polonia comunista como resultado del final de la II guerra mundial, tanto Polonia como otros países de la llamada comunidad socialista del este europeo, se vieron insertadas en la corriente que se llamó “realismo socialista”, mediante la cual las autoridades de aquellos países pretendieron hacer resaltar los valores de su régimen mediante la exaltación de estos valores en obras artísticas y literarias muchas veces por encargo. Y lo cierto es que muy pocos artistas, escritores e intelectuales pudieron escapar a esta política. De modo que no sería tampoco de extrañar que esta acusación que pretende hacérsele a Szymborska por haber escrito supuestamente estas odas, no estarían alejadas de la realidad política que sólo comenzaría a cambiar en 1956. La ausencia física de Wisława Szymborska deja a Polonia un vacío irrecuperable en el terreno de la lírica, pero al mismo tiempo –y quizá sea lo más importante– una escuela de pensamiento crítico y de lozanía poética que supo mantener hasta el final de sus 89 años de vida. Pienso que debiera ser un ejemplo eterno para ser tomado en cuenta por todos aquellos que deseen seguir sus pasos. Lamentablemente hoy, a más de 20 años del viraje político de Polonia y todo el Este europeo, aún se viven momentos de ajustes de cuentas, los cuales también permean la vida literaria de este país, lo cual en cierta medida excluye a artistas y escritores de otras tendencias políticas. Y es por ello que con mayor ahínco defiendo la tesis de que Szymborska fue fiel a sí misma.
Sin embargo, el final del perro es mucho más dramático que el de su compañero lírico, el gato: Alguien me arrancó el collar enchapado en plata. Alguien pateó mi escudilla, vacía desde muchos días. Y después llegó el último, que antes de ponerse en camino, se asomó por la cabina del auto y me disparó dos veces. Ni siquiera supo acertar donde era debido, pues estuve muriendo larga y dolorosamente en medio del revolotear de las envalentonadas moscas. Yo, el perro de mi señor.
Wisława Szymborska se interesa por lo que ocurre “después de cada guerra” cuando “ya ‘partieron todas las cámaras/a otras guerras” (Final y principio). Le interesa por sobre todas las cosas la implantación del orden o, más bien, su retorno, cuando hay que limpiar el desorden que surge después de la ruidosa y triunfal marcha de la historia, toda vez que al mundo y a la gente la biología les cura las heridas cuando la hierba cubre la causa y el efecto. Sólo aquello que parece insignificante para ser descrito, resulta digno de la pluma del poeta. Szymborska lo demuestra en su poema “Puede ser sin título”: Se ha llegado al punto que estoy sentada bajo un árbol, a orillas del río, en una soleada mañana. Es un acontecimiento fútil que no entrará en la historia.
En los textos iniciales de Szymborska hicieron sentir su voz los enamorados, los esposos, el comediante, el bachiller, el turista, el guía de museo, el poeta, el científico, la mujer acariciada, Casandra, Thomas Mann, el viejo cantante, incluso hasta la tableta calmante. En sus composiciones casi siempre bajo el “yo” lírico se oculta el “yo hombre”, con el que el lector no puede identificarse; en cambio, el sujeto colectivo “nosotros” encierra el más amplio concepto de humanidad. Su lírica no es la del grito o el susurro, sino la lírica de la conversación apacible, de menor intercambio de puntos de vista, pero de mayor intercambio fraseológico. Los temas
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R e n u nci o al pri v ilegi o de la prese n cia Marta E l oy C ic h o c ka
D e c í a e l p o e t a argentino, Roberto Juarroz, que una de las grandes exigencias de la poesía actual era sentirla como dimensión última del lenguaje, de la expresión del hombre en las cosas que no podían decirse de otra manera, sencillamente –porque si no, hubiera sido mejor decirlas de otra manera. Si es verdad lo que afirmaba Eliot, que la poesía dice lo que no puede decir la prosa, entonces una de las grandes perspectivas y apetencias de la poesía moderna sería reconquistar la conjunción de palabra y silencio que es el poema. Me parece que es precisamente esa reconquista de palabra y silencio (el afuera y el adentro de la palabra) que fue llevada a cabo magistralmente por una poeta del viejo continente, Wisława Szymborska. Autora conocida y respetada en su Polonia natal, fue descubierta por el resto del mundo en 1996 cuando la Academia Sueca le otorgó el inesperado y merecido Premio Nobel de Literatura. He robado una frase del poema “Despedida de un paisaje”, traducido por Gerardo Beltrán, para encabezar estas notas sobre Wisława Szymborska y al mismo tiempo, resumir su modus vivendi: “Renuncio al privilegio de la presencia”. Su modestia era legendaria, tanto como la desconfianza frente al mundo que la rodeaba. Por eso, momentáneamente voy a renunciar a otro privilegio, el de la modernidad: para redactar estos apuntes impresionistas e intimistas sobre Wisława (o Wisełka, para los amigos), sumergiéndome poco a poco en el universo de los años 80, cuando sus versos por primera vez penetraron mi mente. A decir verdad, no es mi decisión (renunciar a la modernidad), más bien una intuición corroborada por un capricho del destino que provocando una avería del servidor, del router o del modem (nunca se sabe) condena a uno a un exilio momentáneo del mundo actual en su versión recién actualizada. Primera impresión: desconcierto. Perplejidad. Impotencia. ¿Cómo redactar un ensayo sobre Szymborska sin verificar los datos, los títulos, las fechas? Segunda cons-
tatación: y ¿por qué no escribirlo como se solía hacer antes, sin tener acceso al Internet, al repertorio de datos y tropos, de citas y anécdotas, que pronto e inevitablemente son las mismas? Como suele ocurrir el la aldea global que habitamos, su muerte despertó un gran interés por su vida, tanto que incluso sus amigos más íntimos terminaron por confiar algunos secretos. ¿No es cierto que todo el mundo sabe ya que a la “abuelita de Cracovia” le encantaba Woody Allen y Jane Goodal, no le gustó nada la “hecatombe” de Nobel, siguió escribiendo poco y fumando mucho hasta su muerte silenciosa que llegó en el sueño, y dejó unos 3.5 millones złotys para una fundación que llevaría su nombre? Cuando era niña, su padre solía pagarle unos pesos por cada poema. Cuando era joven, era comunista. Cuando era mayor, no confiaba en ninguna religión de masas. Cuando recibía amigos, se quedaban hasta el amanecer, fumando y conversando, comiendo sopas instantáneas. En su testamento quería organizar una lotería de sus bienes para los más íntimos y no se podía creer que la ley lo impide. Todo eso y mucho más ya está escrito en las páginas web que se irán multiplicando según la lógica virtual. Lo que me propongo aquí es construir un esbozo de recuerdos privados, relacionados con el personaje, que –sin ninguna pretensión de pintar su retrato– dejaría tal vez entrever un fondo de su existencia, sabiendo que ambas compartimos no solamente la misma lengua y la misma ciudad, sino los mismos círculos y finalmente el mismo hogar. Descubrí su presencia a los diez, tal vez doce años, en uno de esos manuales de literatura de los años 80 que nos servían una porción antologable de erudición. La selección de textos era destinada a educar a la juventud más que encantarla, por lo tanto los autores de aquella antología escolar optaron, entre otros, por un poema de una tal Wisława Szymborska sobre Ludwika Wawrzyńska, una joven que consagró heroicamente su propia vida para salvar a cuatro niños de un incendio. Si el lector (y el traductor, Gerardo Beltrán) me 9
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permiten esta libertad, me gustaría citarlo en su totalidad: no es precisamente el poema más conocido o apreciado en el extranjero, aunque forma parte de la famosa “Poesía no completa” prologada por Elena Poniatowska –y, sin embargo, su punzante desenlace se grabó en la memoria de más de una generación de polacos:
Nos conocemos a nosotros mismos en la medida en que nos ponen a prueba. Se lo digo a ustedes desde mi ignorado corazón.
A primera vista, es un poema moralizador e ideológico, homenaje a un acto heroico que a pesar de ser tal radical está al alcance de cada ciudadano sin requerir ningún entrenamiento particular. Fue publicado en 1957 en su poemario “Llamada a Yeti”, o sea apenas unos años después de sus rimas bastante tendenciosas y tan controvertidas, inspiradas por su corta atracción hacia la ideología comunista (lo que una parte del público polaco, nunca le perdonó a la poeta). Ese corto poema desarrolla sin embargo una dimensión filosófica y existencial, y alude desde lejos a la epístola de San Pablo en la parte final, tan lejos que eso se le escapó a la censura pero no a un lector atento; y en su versión original termina con dos alejandrinos elegantes: Tyle wiemy o sobie / ile nas sprawdzono. Mówię to wam ze swego nieznanego serca (no hay que olvidar que el alejandrino polaco tiene trece sílabas). Son precisamente estos versos que supieron filtrarse en la memoria de todos los lectores de Szymborska. Hubo otros poemas, más hondos y más elegantes, pero estos dos alejandrinos no se olvidan. El ser humano precisa ponerse a prueba, no tanto para comprobar si tiene valor y coraje (o no), sino sencillamente porque mientras evita dificultades se le escapa una gran parte de su ser. Es una de esas frases que nos acompañó durante la gran crisis política, económica y social de los años 80 y me devolvió el espíritu durante mi deportación de Cuba. Tanto nos conocemos, cuanto nos prueban. Gracias por recordárnoslo, poeta. Terminado la educación secundaria, en los años 90 abandoné Polonia y su literatura para instalarme en Francia y centrarme, por pura contradicción mezclada con sincera pasión, en los estudios hispánicos y en la literatura hispanoamericana. Ante todo la poesía contemporánea. El hecho de haber evocado algunas ideas de Roberto Juarroz al principio de un ensayo consagrado a Wisława Szymborska puede parecer fortuito, pero no es así. Al menos no lo es en mi recuerdo de estudiante de literatura hispanoamericana y traductora de Juarroz: resulta que, gracias al Premio Nobel de Szymborska, pude completar y corregir la versión polaca de ciento cincuenta “poemas verticales”. Se lo debo a un grupo de discusión llamado argentina literaria, una de esas tertulias virtuales y apasionadas inventadas mucho antes del sistema Windows, o sea en una pantalla totalmente negra con unos caracteres color amarillo o naranja, que no se podían leer sin cansar rápidamente la vista. ¡Quién lo recordara!... El funcionamiento del grupo de discusión reposaba en una interminable serie de mensajes, poemas, críticas, comentarios y reacciones. En el año 1995 en uno de esos mensajes descubrí
Minuto de silencio por Ludwika Wawrzyńska Y tú adónde, ahí ya hay sólo fuego y humo. —¡Hay cuatro niños ajenos, voy por ellos! ¿Pero es acaso posible de pronto desacostumbrarse a sí mismo, al orden de día y de la noche, a la nieve del próximo año, al rubor de las manzanas, a las penas de amor, del que nunca hay suficiente? Sin despedirse, sin ser despedida corre a salvar a los niños, miren, los trae en los brazos, se hunde en el fuego hasta las rodillas, y tiene un cierto brillo en los alocados cabellos. Y quería comprar un boleto, irse unos días, escribir una carta, abrir la ventana después de la tormenta, recorrer un sendero en el bosque, no cansarse de admirar a las hormigas, ver cómo el lago se entorna por el viento. Un minuto de silencio por los muertos dura a veces hasta entrada la noche. Soy un testigo ocular del vuelo de las nubes y de los pájaros, oigo cómo crece la hierba y sé darle nombre, he leído millones de signos impresos, y con el telescopio he pasado por excéntricas estrellas, pero nadie hasta el momento me ha llamado en su ayuda, ¿y si me pesa la hoja, el vestido, el poema?
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En mi vida no había leído un análisis tan rico y poco académico como aquellas muestras del virtuosismo interpretativo a la luz metafórica de “La linterna de Gombrowicz”. A mi gran sorpresa, después de mi regreso a Polonia descubrí no sólo que teníamos amigos en común, sino que una de las amigas poetas de su generación, Elżbieta ZechenterSpławińska podía llevarme a conocerla. Quedamos una tarde para tomar té. En el último momento algún improviso impidió la llegada de la amiga y fui yo sola a visitar a Joanna Salamon en su modesto bloque de pisos, sabiendo ya que tenía un cáncer que la estaba matando –y que era tan amiga de Wisława Szymborska que le había dejado su piso en 1982, durante su exilio y para todos aquellos años que precedieron a la “hecatombe” de Nobel. Fue uno de estos encuentros improvisados e inolvidables que le cambian la vida a uno. Joanna Salamon fue como su libro: simplemente increíble. Considero un gran honor haberla conocido antes de que el cáncer nos la hubiera robado (de la misma manera como once años más tarde terminaría robándonos a Wisława Szymborska). Considero un honor aún más grande haber llegado a ser su amiga: fue ella quien me dijo tan rotundamente que debería publicar mis poemas. Murió en 2001. En 2002 su hija me alquiló su apartamento, el mismo donde había vivido su amiga Wisława. En 2003 publiqué mi primer libro de poemas y fotografías, dedicado a Joanna Salamon. Nunca busqué contactar a Szymborska quien después de la “hecatombe” se mudó tres calles más lejos. Mi madre es muy amiga de la madre de su secretario, Michał Rusinek, y por eso me daba cuenta tal vez de cuánto realmente le costaba proteger su privacidad. Ironizaba sobre la cantidad de gente a las que su nombre les venía a la mente para importunarla y preguntarle su opinión sobre mil asuntos, sin esperar la respuesta ni darle el tiempo de profundizar la reflexión. Tampoco viví mucho tiempo en aquellos 40 metros cuadrados: dos años más tarde la corriente de mi vida ya me llevaba a otras coordenadas geográficas. Pero nunca me olvidaré de aquel bloque de pisos, aquel balcón, aquel árbol impresionante detrás de la ventana, la luz filtrándose por las hojas, aquellas palomas que penetraban en la habitación que vio nacer tantos poemas, y de aquel paisaje del que con mucha nostalgia me despido ahora, al poner el punto final.
por la primera vez al autor llamado Roberto Juarroz, cuyos libros encontré poco después en la gran biblioteca parisina del Centre Pompidou. Un año más tarde ya tenía unos cien poemas traducidos más cien mil dudas acerca de mi traducción –y ninguna esperanza de entrar en contacto con el grupo hermético de los expertos de la “Poesía Vertical”, encabezado por ilustrísima Laura Cerrato, viuda de Juarroz. Nunca la hubiera conocido sin aquel Premio Nobel otorgado a Szymborska, lo que causó una estupefacción absoluta en toda la argentina literaria: nadie conocía a la autora polaca, nadie había leído sus poemas en castellano, nadie sabía cómo conseguirlos. Hasta el día cuando llegó un largo mensaje de una de las participantes con una copia del mail de su amiga perspicaz, profesora de literatura inglesa, quien había encontrado unas traducciones americanas de Szymborska. Fue un milagro. No sólo para los demás argentinos, ávidos de descubrir los méritos a la poeta premiada, sino para mí: en el cuerpo del mensaje descubrí el correo de aquella profesora de literatura inglesa quien resultó ser Laura Cerrato en persona. Me temblaban las manos cuando me puse a escribirle un mail, evocando dos nombres y dos universos poéticos que, por lo visto, nos interesaba explorar: el de mi compatriota Wisława Szymborska –y el de su difunto marido, Roberto Juarroz. Tres meses más tarde Laura vino a Francia, nos encontramos en París, pasamos ocho horas sin salir de un café en Le Marais y solucionamos uno por uno los cien mil problemas de traducción. La antología polaca de Juarroz apareció en Cracovia en 2006, diez años después del Premio Nobel de Szymborska. Cuatro años después de que me instalé a vivir en su apartamento. En realidad, fue el mismo apartamento que Wisława había alquilado antes de la “hecatombe”. Para explicar esta serie de circunstancias más o menos fortuitas que me llevaron directamente a contemplar el mismo paisaje detrás de la ventana que la autora de “Despedida de un paisaje”, debería empezar por Witold Gombrowicz. O, más precisamente, por un curioso libro de análisis de corrientes escondidas de la literatura polaca, escrito en Holanda y publicado en Polonia bajo titulo de Latarka Gombrowicza (“La linterna de Gombrowicz”) por una poeta exiliada y crítica poco otrodoxa, Joanna Salamon. Lo había leído a finales de los 90, dejándome vencer por una fascinación mezclada con incredulidad: la fantasía de la autora igualaba su extraordinaria erudición.
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M orir , es o n o se le hace a u n trad u ctor A bel M u rcia
gares. El frío, el viento, la nieve también. Cuando uno camina solo para asistir a un entierro, no deja de estar acompañado. Y así fui solo y acompañado al mismo tiempo. Aunque a un entierro siempre se vaya solo, por muy acompañado que parezca que uno va. Cuando estaba llegando a la puerta del cementerio me encontré con Ewa Lipska, tan sola como yo. Y con toda seguridad, tan acompañada. Nos agarramos del brazo y, acompañados y solos, nos fuimos adentrando en el cementerio. Qué difícil resulta esperar a quien no quieres que llegue. Qué difícil compartir la espera con personas a las que aprecias, que te alegras de ver pero que preferirías no haber tenido la ocasión de ver ese día. Los periódicos desgranarán los nombres de muchos de los presentes, pero serán muchos más los que nunca sean nombrados. Y hará frío. Mucho frío. Cada vez más frío. Y mucha gente, cada vez más gente. Tan solos y tan acompañados todos ellos. Todos nosotros. Nos sentiremos cercanos, próximos, pegados los unos a los otros. El frío, ya se sabe, también ayuda. Rememoraremos a nuestra particular Szymborska, cada uno según sus propios recuerdos, alguno de sus poemas, alguna de sus sonrisas, sus rápidos pasos atravesando alguna que otra calle o alguna que otra plaza intentando pasar desapercibida, algún que otro chiste, alguna que otra cena, alguna lectura, alguna imagen en el televisor, su voz en la radio, su fotografía en el periódico, su sentido del humor,... Y su querida Ella Fitzgerald. Aunque a Ella no tendremos que recordarla porque estará con nosotros, será Szymborska quien la haya invitado a acompañarla, a acompañarnos, la voz de aquel “tonel cantarín” nos acompañará en el cementerio –su Black Coffee-, irá calando hondo y posándose en todo. En las tumbas, en los senderos y avenidas, en el aire, en los árboles aún vestidos de invierno, en nosotros. Lentamente. Como el frío. Hasta muy adentro. Andrzej Seweryn, maestro de la ceremonia, el Presidente de Polonia, el alcalde de Cracovia, Adam Zagajewski, habla-
A Szymborska no le gustaba hablar de su poesía. Repetía insistentemente que todo lo que tenía que decir sobre la poesía estaba escrito en sus poemas. Y nos hablaba de todo lo demás. De todo. Yo sigo hablando a menudo con Szymborska. E n l o s ú l t i m o s meses he tenido dos encuentros con Wisława Szymborska. Al primero habría preferido no acudir, mejor dicho no haber tenido que acudir. El segundo me encantó, si bien no habíamos quedado previamente y fue algo un tanto casual. En los últimos meses he tenido dos encuentros con Ewa Lipska. El primero habría preferido no tenerlo, fue algo que no podría llamar del todo casual, pero tampoco estaba del todo previsto. El segundo me encantó, y sin saberlo ella, fui con la mejor de las compañías, con su amiga Wisława Szymborska. Wisława Szymborska habría encontrado un sinfín de casualidades en todo aquello. Casualidades que irían mucho más lejos de que el primero y el segundo de los encuentros compartieran un 9: el 9 de febrero y el 19 de abril. ¿Y si el nueve fuera el número del azar? En el encuentro del 9 de febrero, el tiempo no acompañó. Habría sido difícil que lo hiciera. La gente sí. Nevaba. Hacía frío. Mucho frío. Mucho más del que se desprendía de la propia ocasión. Tanto que entre muchos de los asistentes se repartieron unas bolsitas para calentar las manos con un compuesto de polvo de hierro, vermiculita, carbón activo y sales que de no andar en otros menesteres, seguro que habrían llamado la atención de Szymborska. Vermiculita, ¿qué será la vermiculita?, ah, pero si resulta que se utiliza para incubar huevos de tortugas gigantes, y..., pero por qué habría tenido que interesarse Szymborska por la vermiculita... Tener, tener, no habría tenido que, pero habría podido, sin duda, igual que le sucediera con las foramníferas... Fui andando hasta el cementerio. Solo. No está muy lejos del centro de Cracovia. El invierno, sin embargo, aleja los luP O S D A T A
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rán de ella. Michał Rusinek, su inseparable secretario y amigo, le hablará a ella: “¿qué diría usted de todo esto?”. Será difícil avanzar por la nieve. Lo haré junto a Ireneusz Kania y su esposa, íntimos amigos de Szymborska, y cuando salgamos del cementerio nos dirigiremos como tantos otros al Rynek, la plaza central de Cracovia, hasta el edificio de Sukiennice, y allí seguiremos compartiendo con otros invitados esa forma de ausencia de “este juego perdido”, como ella dijera. “Fue, pasó./ Fue, por lo tanto pasó./ Siempre en este irreversible orden,/ porque esas son las reglas de este juego perdido”. Hasta el trompetista de la torre de la iglesia de Santa María habrá cambiado a las 12 del mediodía la tradicional melodía que acompaña todas las horas por la de Nada dos veces, aquel poema de los años 50. Y después llegará la tarde y en el Museo de Arte Contemporáneo de Cracovia, algunos de sus más íntimos amigos seguirán compartiendo públicamente esa particular Szymborska que les fue dado conocer. Y más tarde vendrá la noche y tendrá su voz. Y sus poemas seguirán presentes en nosotros, junto a nosotros, con nosotros.
El 19 de abril quedaré con Iván Trejo para ir a la presentación del último libro de Ewa Lipska. Nos encontraremos en la puerta de la librería Pod Globusem, que se encuentra en el edificio de la editorial Wydawnictwo Literackie en una de cuyas salas tendrá lugar la presentación. Justo acaba de salir el último poemario de Szymborska, Hasta aquí, y decido comprar los dos libros, el de Szymborska y el de Lipska, Querida señora Schubert..., cosa que Iván ya ha hecho minutos antes. Subimos y todavía encontramos asiento sin ninguna dificultad. Hay que decir que llegamos casi media hora antes de que empiece el acto y que después será imposible encontrar ningún sitio libre. Con los dos libros en la mano, y mientras esperamos, observo los lomos de los dos libros: Wisława Szymborska, Ewa Lipska. Y recuerdo la última vez que estuvimos los tres juntos. A mis espaldas, Michał Rusinek me saluda y no puedo evitar pensar en la pregunta que le hacía el 9 de febrero a Szymborska:¿qué diría usted de todo esto?
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L a otra S z ym b orsk a E n tre v ista c on Mic ha ł Ru si n e k
los críticos se concentrarían demasiado en ese poema, por lo cual su orden era: mejor dales dos. Creo que puedo decir que tenía un tremendo sentido del humor, construido como un capullo alrededor de ella protegiendo un alma frágil, ella miraba todo lo que pasaba alrededor con sentido del humor después del Premio Nobel, con distancia e ironía, si tu la lees con detalle, hay algo específico en su poesía, está viendo esa forma de buscar dentro de ella misma cierta distancia y auto ironía.
– Trabajaste con Szymborska por varios años ¿cuál es su impresión, no sobre la poeta, sino sobre la persona que los lectores no conocen? Es una pregunta difícil de responder. 15 años es algo de tiempo, empieza como un trabajo temporal cuando estaba trabajando en la universidad en mi disertación del Posdoctorado y tomé este trabajo, se suponía que debía ser un trabajo de 3 meses, entre el anuncio del Premio Nobel de Literatura y la entrega del premio, tuve que lidiar con un montón de cosas, no solamente de índole literario, no sólo cuestiones legales porque hay un abogado encargado de eso y la firma de contratos, la parte más importante de mi trabajo era ser algún tipo de asistente personal porque ella era una persona muy reservada que no se mostraba en demasiados lugares, a ella no le gustaba hablar en publico, pero era una persona pública, ser la ganadora del Premio Nobel te convierte en una figura pública, entonces el silencio a veces tiene más significado que algunas palabras, tuve que aprender cómo hacer esto, no hay muchos secretarios particulares literarios, por llamarlos de alguna forma, es algo que tienes que aprender por ti mismo. Ella no cambió, lo pienso ahora que veo en retrospectiva estos 15 años, ella se manejó muy bien manteniendo distancia, siguió siendo una persona y no se convirtió nunca en una personalidad, era muy reservada todo el tiempo, por los primeros dos años tuvo claro lo que decía William Faulkner que el Premio Nobel era “el beso de la muerte” porque te paraliza, de pronto ya no se está seguro de querer escribir más porque es el premio más grande que existe en literatura, todos te comienzan a ver con microscopio, esto fue quizá por lo que ella lo consideraba el beso de la muerte. No pudo dormir bien los primeros dos años y fue casi lo que tardó en escribir los primeros poemas después de eso, ella me dio dos poemas para transcribirlos en la computadora y ella decía que si publicaba en un periódico o en una revista un sólo poema inédito P O S D A T A
– Aún con esa ironía, era una dama elegante que iba directo al punto que le interesaba. Así era ella, eso es algo que puede decir todo el que la conoció, porque su actitud y lenguaje de todos los días era como su poesía, no esta poesía que se ponen como una máscara, ella escribía como ella era, ella firmaba únicamente quien ella era. – Es muy particular porque muchos grandes escritores cuando mueren dejan un manojo de alumnos por donde quiera. Lo que Szymborska representa en la poesía no permite eso, lo que ella hacía no puede ser emulado. Claro, ella no pertenece a ninguna escuela de poesía, en este sentido es outsider ella no tiene ese tipo de seguidores, no porque sea exótica, sino porque es tan único el lenguaje que es difícil de copiar, los collages que ella hacía para enviar como tarjeta postal a los amigos era muy artísticos, únicos, no lo puedes copiar, su sentido de ver las cosas tenía cierto genio de alguien que sabe mucho, que mira las cosas en el mundo de una perspectiva particular, cuando fui a los mismos museos que ella visitaba en Ámsterdam y miraba las pinturas sobre las que había escrito desde el mismo lugar que ella había estado parada y no podía ver lo que ella notaba, porque el detalle imperceptible es lo que a ella le interesaba. 14
– Ella escribió el poema “sobre la muerte sin exagerar” ¿cómo tomó en la practica, el inminente final?
– Cuando ella recibe el Premio Nobel, el poeta que todos esperaban que ganara era Herbert, pero Szymborska fue anunciada con gran sorpresa.
No era nada dramática, dijo que quería cambiar sus últimos deseos, llamó al abogado para que tomará los cambios en el testamento, a los amigos ya les había escrito bastante, estaba tranquila, como el título del libro y sus pocos poemas. Las últimas semanas fueron difíciles porque iba de la conciencia al sueño, entre lo onírico y la realidad, no quería que nadie la viera, fue un final elegante, justo como era ella.
Ellos eran amigos, en primer lugar, lo de él fue un problema político, ya que gran parte de su vida perteneció al ala de derecha y la derecha en Polonia lo considera su poeta, no había ningún tipo de problema entre ellos. – ¿Por qué no le gustaba hablar sobre su poesía?
– Cuéntame de la Fundación
Tendríamos que considerar su privacidad, a ella no le gustaba hablar de su poesía, le gustaba a veces hablar sobre la poesía de los demás, lo abordaba en algunas entrevistas, podía hacerlo a veces en conversaciones privadas, sobre todo después del Nobel, se preocupaba por los viejos amigos, ella iba a las lecturas de sus amigos en Cracovia, llegaba, compraba el libro y se preocupaba por estar ahí, tenía ese sentido de solidaridad entre escritores, quizá dejó de hacerlo los primeros años después del premio, pero luego volvió a lo de siempre, estar pendiente de sus amigos y las publicaciones.
La Fundación Szymborska se establecerá legalmente la próxima semana, por cuestiones de papeleo, empezará con prácticamente el mismo monto que le dieron por el Premio Nobel, poco más de un millón de dólares, vamos a otorgar un premio literario todos los años, lo más probable es que sea un premio internacional y que sea para poetas. Tenemos que preservar y archivar todos los manuscritos y todo lo que dejó, quizá en un par de años podamos organizar un museo de literatura en Cracovia, estamos pensando en rehacer su estudio y sala en el edificio donde ella solía vivir, quizá más adelante podamos dar becas para quienes quieran venir a estudiar su poesía y la poesía polaca, pero tenemos que hacer el plan de trabajo con calma.
– A su muerte, los medios decían que estuvo enferma varios años, pero no estoy tan seguro de ello. No es verdad, ella no sabía exactamente lo que tenía hasta el final, la enfermedad le tomó 10 semanas, de hecho justo antes de esto termina de escribir algunos y revisar otros de los poemas del último libro, ya después de la operación, convaleció 10 semanas y un día.
Entrevista y traducción Iván Trejo. El autor es becario del Programa de Residencias artísticas de libre Gestión FONCA-CONACYT periodo 2012.
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Antes nos sabíamos el mundo al azar: era tan pequeño que cabía en un apretón de manos, tan fácil que se podía describir con una sonrisa, tan común como en una plegaria el eco de las viejas verdades. La historia nos saludaba con fanfarrias victoriosas: en nuestros ojos entraba arena sucia. Teníamos por delante caminos lejanos y ciegos, pozos contaminados, pan amargo. Nuestro botín de guerra es el conocimiento del mundo: es tan grande que cabe en un apretón de manos, tan difícil que se puede describir con una sonrisa. tan extraño como en una plegaria el eco de las viejas verdades. De Por eso vivimos / Traducción de Ger ard o Beltr án
PP O O SS D D AA TT AA
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E na morad os Hay tanto silencio que escuchamos aquella canción entonada ayer “Tú irás por las cumbres, yo por el valle…” Y aunque la oímos –no lo creemos. Nuestra sonrisa no es máscara de tristeza ni la bondad renuncia. Lamentamos más de lo que merecen los que no se aman. Así nos asombramos de sí mismos, ¿qué cosa pudiera asombrarnos más? Ni el arcoíris en la noche. Ni la mariposa en la nieve. Pero cuando nos dormimos, en el sueño vemos la separación. Pero es un buen sueño, pero es un buen sueño, porque de el despertamos. De Preguntas a mi misma / Traducción de Á n g el Zuazo
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Todav ía En vagones sellados van los nombres a través del país, ¿hasta dónde irán así, bajarán alguna vez? no pregunten, no lo diré, no lo sé. El nombre Natán golpea la pared con el puño, el nombre Isaac canta enloquecido, el nombre Sara pide agua para el nombre Aarón que se muere de sed. No saltes en marcha, nombre de David. Tu eres el nombre que condena la derrota, el no dado a nadie, sin hogar, demasiado pesado para ser llevado en este país. Nuestro hijo, que tenga un nombre eslavo, porque aquí cuentan los pelos de la cabeza, porque aquí separan el bien del mal según el nombre y la forma de los párpados. No saltes en marcha. Nuestro hijo se llamará Lech. No saltes en marcha. No es el momento aún. No saltes. La noche resuena como la risa y remeda el traqueteo de las ruedas en los rieles. Una nube de gente atraviesa el país, de una gran nube poca lluvia, una lágrima, poca lluvia, una lágrima, un tiempo seco. Las vías conducen a un bosque negro. Así es, suena la rueda. Bosque sin claros. Así es. Por el bosque va un transporte de gritos. Así es. Despertada en la noche, oigo, eso es, el retumbar del silencio en el silencio. De Llamando al Yeti / Traducción de A bel Murcia
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D e u na ex pedi c ión no efectuada al Himal aya Ajá, así que esto es el himalaya. Montañas corriendo hacia la luna. El momento del despegue eternizado en un cielo de pronto descosido. Un desierto de nubes perforado. Golpe en la nada. Eco: blanca mudez. Silencio. Yeti, abajo es miércoles, hay pan, abecedario, dos y dos son cuatro y la nieve se derrite. Hay una manzana roja partida en cruz. Yeti, no sólo el crimen es posible. Yeti, no todas las palabras condenan a muerte. Heredamos la esperanza, don del olvido. Verás cómo parimos en las ruinas. Yeti, tenemos a Shakespeare. Yeti, tocamos el violín. Yeti, en la penumbra, encendemos la luz. Aquí, ni Luna ni Tierra, y se congelan las lágrimas. ¡Yeti, cuasiconejo lunar, piénsalo bien y vuelve! Así entre cuatro paredes de avalanchas, llamaba al Yeti y pataleaba, para entrar en calor, sobre las nieves perpetuas. De Llamando al Yeti / Traducción de Ger ard o Beltr án
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A n u n c i os cl asificad os que sepa dónde está la compasión (fantasía del alma), ¡que lo diga!, ¡que lo diga! Que lo cante a voz en cuello y que baile como si hubiera perdido la razón, alegre bajo el delicado sauce siempre a punto de romper en llanto.
QUIENQUIERA
a callar en todos los idiomas con un método contemplativo: del cielo estrellado, las mandíbulas del sinantropus, el salto del grillo, las uñas del recién nacido, el plancton, el copo de nieve.
ENSEÑO
al amor. ¡Atención! ¡Ganga! En la hierba de hace un año, con el sol hasta el cuello recostados mientras danza el viento (coreógrafo de sus cabellos). Para ofertas ver: Sueño. DEVUELVO
persona para llorar a los viejos que mueren en los asilos. Favor de no solicitar por escrito ni anexar ningún tipo de actas. Se destruirán los documentos sin acuse de recibo. SE NECESITA
POR LAS PROMESAS de mi marido
–quien con todos los colores del populoso mundo, su lenguaje, su canción en la ventana y el perro de los vecinos les hizo creer que nunca estarían solos en penumbra, en silencio y sin aliento– yo no puedo responder. La Noche, viuda del Día.
De Llamando la Yeti / Traducción de Ger ard o Beltr án
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L o s d os monos de Brueghel Así es mi gran sueño del examen final: en la ventana hay dos monos encadenados Detrás de la ventana vuela el cielo. y se baña el mar. Es el examen de historia de la gente. Tartamudeo y me confundo. Con la mirada fija, un mono, irónico me escucha –el otro como que dormita–, y, cuando a la pregunta le sigue el silencio, me sopla la respuesta con un discreto sonido de cadenas. De Llamando al Yeti / Traducción Ger ard o Beltr án
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Pa l a bras —¿La Pologne? ¿La Pologne? Allí hace un frío terrible, ¿verdad? —me pregunta y suspira con alivio. Porque han aparecido tantos de esos nuevos países, que lo más seguro es hablar del clima. —Imagínese usted, señora –quiero responderle–, los poetas de mi país escriben con los guantes puestos. No digo que nunca se los quiten; si la luna calienta un poquito, entonces sí. En estrofas compuestas de alaridos estruendosos, pues sólo eso se abre paso entre el aullido de los vientos, cantan la vida sencilla de los pastores de focas. Los clásicos esculpen con carámbanos de tinta sobre montones de nieve pisoteada. El resto, los decadentes, llora su destino con estrellitas de escarcha. Quien quiera ahogarse, debe tener un hacha para horadar el hielo. Imagínese usted, señora, mi querida señora. Así quiero responderle. Pero no recuerdo cómo se dice foca en francés y no estoy segura en cuanto a carámbano y horado. —¿La Pologne? ¿La Pologne? Allí hace un frío terrible, ¿verdad? —Pas de tout –le digo gélidamente. De Sal / Traducción de Ger ard o Beltr án
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C a m p o de ha mb re cerca de Jasl o Escríbelo. Escribe. Con tinta normal en un papel normal: no les dieron de comer, todos murieron de hambre. Todos. ¿Cuántos? En una pradera grande. ¿Cuánta hierba le tocó a cada uno? Escribe: no sé. La historia redondea los esqueletos por decenas. Mil y uno siguen siendo mil. Ese uno es como si no existiera: feto imaginario, cuna vacía, cartilla abierta para nadie, aire que ríe, grita y crece, escalera hacia el vacío que baja al jardín, lugar de nadie en la fila. Estamos en la pradera donde se hizo hombre. Y ella calla como un testigo comprado. Al sol. Verde. Allá, cerca de un bosque para mascar la madera, para beber por debajo de la corteza: ración del paisaje de una jornada, hasta que uno pierda la vista. En la altura, un pájaro que pasaba por la boca con una sombra de sus alas nutritivas. Se abrían sus mandíbulas, golpeaba diente contra diente. De noche, en el cielo, brillaba la hoz y segaba para los panes soñados. Llegaban volando las manos de ennegrecidos íconos, con vacíos cálices en los dedos. En las púas del alambre se balanceaba el hombre. Cantaban con tierra en la boca. Un bello canto que habla de cómo la guerra llega directamente al corazón. Escribe qué silencio hay aquí. Sí. De Sal / Traducción de A bel Murcia
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C on v ersac i ón c on l a piedra Toco la puerta de la piedra. —Soy yo, déjame entrar. Quiero meterme en ti, mirar al rededor, tomarte como aliento. —Vete –dice la piedra. Estoy herméticamente cerrada. Aun hechas pedazos, estaremos herméticamente cerradas. Aun pulverizadas, no admitiremos a nadie. Toco la puerta de la piedra. —Soy yo, déjame entrar. Vengo sólo por curiosa. La vida es la única ocasión. Quiero recorrer tu palacio, y luego visitar a la hoja y a la gota. Tengo poco tiempo para todo. Mi mortalidad debería conmoverte. —Soy de piedra –dice la piedra– y necesariamente debo conservar mi solidez. Vete de aquí. No tengo músculos para la risa. Toco la puerta de la piedra. —Soy yo, déjame entrar. He escuchado que hay en ti grandes e inhabitadas salas, hermosas en vano, nunca vistas, sordas, sin el eco de los pasos de nadie. Confiesa que tú misma poco sabes de eso. —Grandes e inhabitadas salas –dice la piedra– Pero no hay lugar en ellas. Hermosas, tal vez, pero no para el gusto de tus pobres sentidos. Puedes reconocerme pero no me conocerás nunca. Dirijo hacía a ti toda mi superficie, interiormente permanezco de espaldas.
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Toco la puerta de la piedra. —Soy yo, déjame entrar. No busco en ti refugio eterno. No soy infeliz. No vivo en la calle. Mi mundo vale el retorno. Entraré y saldré con las manos vacías. Y como prueba de que estuve de verdad allí, no presentaré más que palabras, a las que nadie da fe. —No entrarás –dice la piedra. Te falta el sentido de ser parte. Ningún otro sentido sustituye al de ser parte. Ni siquiera la vista agudizada hasta ver todo te servirá de nada sin sentido de ser parte. No entrarás, habrás si acaso presentido ese sentido, estará en germen en ti, tendrás su imagen. Toco la puerta de la piedra. —Soy yo, déjame entrar. No puedo esperar dos mil siglos para estar bajo tu techo. —Si no me crees –dice la piedra– Dirígete a la hoja y te dirá lo mismo. A la gota de agua y te dirá lo que la hoja. Pregúntale al final a un cabello de tu propia cabeza. La risa me dilata, la risa, una risa enorme con la que no sé reírme. Toco la puerta de la piedra. —Soy yo, déjame entrar. —No tengo puerta –dice la piedra. De Sal / Traducción Ger ard o Beltr án
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L as m u jeres de Rub ens Gigantas de los cuentos de hadas, fauna femenina, desnudas como retumbo de toneles. Se anidan en mimbreras aplastadas duermen con las bocas abiertas para chillar. Sus pupilas huyeron hacia lo hondo y penetran en el interior de las glándulas, de las cuales la espuma brota convertida en sangre. Hijas del barroco. El pastel se hincha en la amasadera humean los baños, se ruborizan los vinos, galopan nubes de lechones por el cielo, relinchan trompetas ante la alarma física. ¡Grasientos platos de amor con mantas engrosadas, exageradas, arrojadas de sí por partida doble, en poses de violencia triplicada! Sus hermanas flacas despertaron más temprano, antes de que amaneciera en el cuadro. Y nadie vio cómo caminaron en fila por la parte sin pintar del lienzo. Desterradas de estilo. Costillas contadas, de naturaleza de ave en los pies y las manos. Con sus resaltadas paletillas, tratan de volar. El siglo trece les daría un fondo dorado. El veinte, una pantalla plateada. En el diecisiete no hay lugar para las planas. Como hasta el cielo es convexo, convexos los ángeles y convexo dios. El bigotudo Febo entra trotando al hirviente aposento en un sudado corcel. De Sal / Traducción de Á n g el Zuazo
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No c h e de au tor Musa, no ser púgil es no ser. Nos regateaste el clamoroso público. Hay doce personas en la sala, llegó el momento de comenzar. Vino la mitad porque está lloviendo, el resto son parientes, Musa. A las mujeres les place desfallecer en esta noche otoñal, lo hacen, pero sólo en el match de boxeo. Escenas dantescas sólo allá. No ser pugilista, ser poeta, es ser sentenciado a la condena de pesados versos, y a la falta de musculatura y manifestarle al mundo la próxima lectura escolar –en el más feliz de los casos–. Oh, Musa. Oh, Pegaso, caballo angelical. En primera fila un viejito sueña con dulzura que su esposa se levanta de la tumba y le hornea un pastel de ciruelas. Al fuego, pero lento, para que no se queme, comencemos la lectura, Musa. De Sal / Traducción de Á n g el Zuazo
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S z ym b orska , la c om pa ñ era de E clesiast é s Tade u sz S ob olewsk i
Este enigma no quedará resuelto, del mismo modo como no nos enteraremos de quiénes son esos “nosotros” –los héroes de la cosmogonía de Szymborska en uno de sus versos más bellos, “Versión de los acontecimientos” del libro Final y principio (1993). Aquellos, a quienes se les “permitió elegir” la vida en La Tierra, “estuvieron de acuerdo con la muerte” y con la vida en un mundo donde “enloquecieron los efectos de las causas”. Heroicamente “se marcharon con la primera llamarada”, “Precisamente la encendieron/en la orilla escarpada de un río real”. Anuda la garganta la última estrofa de la narración: los temerarios, quienes eligieron la vida o a quienes se les “propuso” después de su estancia en La Tierra (¿en la post-civilización?) emprenden el viaje de regreso ¿Adónde? No se sabe. “Pero no hacia nosotros” –dicen los extraterrestres– “¿Habrán conquistado algo?/ ¿trayendo?”. Szymborska regresa obsesivamente a la pregunta “¿por qué la existencia ideal dejó de ser suficiente?” y “empezó a buscar sensaciones en la mala compañía de la materia?” ¿En realidad quién nos relata estas anécdotas cósmicas? En el contexto de sus versos, tan pérfidos y enigmáticos a pesar de su aparente simpleza, sería algo impropio lamentarnos por la muerte de la poeta. Puesto que es ella quien se conduele de la humanidad. Ve el mundo desde la perspectiva de la nada, no desde la perspectiva humana. Como escribe Krynicki: “Entre el mundo de los desaparecidos neandertales y el mundo de las máquinas inteligentes, entre los innumerables agujeros negros del universo y el microcosmos de los insectos se extienden los tiempos y los espacios de ese libro infinito”.
“Y hasta aquí” Wisł awa Szymb or ska W i s ł a wa S z y m b o r s k a pudo suponer que este sería su último libro. Dejó 13 poemas acabados. El último de ellos, “Mapa”, lo escribió a máquina y se lo entregó a su secretario el 2 de noviembre de 2011. Los poemas acabados constituyen la menor parte del libro, pues más adelante –por decisión de su amigo Ryszard Krynicki– se anexaron los facsímiles de los poemas inacabados, los que se quedaron manuscritos, con variantes, apostillas, tachaduras. Al leer este libro, nos sentimos como si por primera vez abriésemos el legajo de la poetisa. Su escritura es menuda, afiligranada y continua. Trae a la memoria inscripciones de la Antigüedad en una lengua desconocida. Escritura que a la postre queda descifrada por Krynicki. En el comentario y en el siguiente epílogo, Krynicki no se toma la menor libertad para crear el efecto de conducir al lector hacia el luto ridículo, hacia las despedidas melodramáticas. No se lo merece la poeta, cuya obra tardía constituye una interrogante metafísica. Pero, al mismo tiempo, una burla. En uno de los poemas inacabados de este libro, hay un par de concepciones de la definición clásica de la tragedia “lástima e inquietud” que se convierten en “humor y lástima”. Szymborska, como los autores de ciencia-ficción, observa la vida desde fuera, experimenta con la existencia, con el tiempo.
Mala compañía de la materia Sin embargo, en su último libro prevalece lo trágico. Es uno de los rasgos de la vida que “se les presentó” a los seres terrenales, a quienes “se les permitió estar”, “se acordó que viviesen”. ¿Quién lo permitió? ¿Quién estuvo de acuerdo con ello?
Saludo a los agujeros negros A pesar de ello, lo que más infunde el respeto y constituye el signo de la marca de Szymborska, es el humor, con el que se 29
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inacabado con las palabras: “mi fe en el comunismo/ ya ha vacilado un poco/ empecé a saber más de lo que debía”.
relacionó Woody Allen. Un humor que, después de haberse quemado en el comunismo, no le permitió encerrarse en ningún sistema conceptual, un humor que ataca el misterio de la existencia. Sus bromas no concluían en los juegos de lotería preparados en su casa para los amigos, sino abarcaban el cosmos, la naturaleza, los aconteceres del mundo. La definición existencial de Szymborska adopta una forma parodial, digamos, de documento oficial. En el poema “Hay algunos a quienes” se habla sobre “la realización de la vida”, “la exención de la existencia” y de “el abandono de la plaza”. En uno de los versos inacabados para el cosmos se envía una tarjeta postal: “Saludo a todos tus agujeros negros/ tengo muchas preguntas que hacerte/ pero sé/ que no sueles contestar las cartas/ saludo tu horrorosa distancia/ y tu inmensidad”. Después de estos giros de cortesía, se habla alrededor de que cuando el cosmos se “alumbra”, y “yo observo”, cualquier nubecilla es capaz de eclipsar su inmensidad. Mezcla característica de perspectivas: disminución del cosmos y ubicarse a sí misma más allá del mundo mismo, en posición de observador. Esta posición de lujo le aporta a la literatura una autoridad demiúrgica de la palabra, esa misma autoridad que tenían los poetas bíblicos y su colega Eclesiastés.
El dolor de la rosa en las manos El espíritu de contradicción fue resultado de aquella caída de la fe. La desertora de las marchas masivas empezó a “proyectar el mundo” por sí misma, a despecho de la sociedad, de la Naturaleza, de Dios, como en el célebre poema del poemario “Llamado al Yeti” (1957). La muerte aquí está mejor pensada que en la naturaleza: pues “cuando estás durmiendo, llega”, sin dolor, de modo que “más dolor/ sentiste al sostener una rosa en las manos/ y te sentiste más aterrorizado/ al ver que un pétalo cayó al suelo.”, “El mundo es únicamente así. Únicamente así/ vivir. Y morir es solo eso./ Y todo lo demás, es como Bach/ que se toca brevemente/ en un serrucho”. Aquí la broma es el reverso de la trágica protesta. En el último poemario de Szymborska “la proyección del mundo” oculta la desesperación como en el poema propuesto sobre Stanisław Barańczak, que tiene la forma de asiento en el libro universal de quejas. ¿Por qué “cada cual sufre/ en su forma/ indivisible”? ¿No sería mejor –pregunta la poeta– si “cada uno de los amigos/ sufriera solo un poco/ y solo unos minutos/ durante el día”? Lo trágico está relacionado con la conciencia. “Qué gran suerte”, son palabras de Szymborska de otro resonado poema, “no saber con exactitud/ en qué mundo se vive”. En el poema que cierra el bloque de los textos terminados, dice: “Me gustan los mapas, porque mienten/ Porque no dan cabida a la verdad agresiva/ Porque magnánimamente, con sentido del humor/ me extienden el mantel del mundo sobre la mesa/ no de este mundo”, donde “las fosas comunes y las ruinas repentinas/ no aparecen en este cuadro”. Una de las obsesiones de Szymborska es la multiestratificación de nuestro conocimiento, los diversos “cuadros” de la realidad: en unos reina el idilio, en otros la catástrofe, pero uno y otro son ciertos. Se burla del absurdo de la existencia en un poema inacabado sobre la materia desencadenada, que “contribuye a la multiplicación de seres y después los desecha por cualquier motivo”. Pero la materia ha creado un “mecanismo”, seguramente se trata del cerebro humano, quien se hace preguntas a sí mismo, para las cuales no hay respuestas.
Desde el punto de vista del idiota El poemario comienza con un poema excelente, que bien pudiese insertarse en las páginas de “Gazeta”, como otrora “Odio”. Se conoce cuándo fue escrito en noviembre de 2010. Al escribirlo, Szymborska no podía haber conocido “La catástrofe”, documento de Artur Żmijewski, que muestra las manifestaciones posteriores a la catástrofe de Smolensk, desde la perspectiva de la persona ajena. Él mismo lo denominó provocadoramente “el punto de vista del idiota”. Alguien así es el héroe del poema de Szymborska –el trabajador de Limpieza Urbana, cuya tarea es limpiar los restos que dejan las manifestaciones, el hombre independiente, aislado, pensante, que no pertenece a la multitud. “Del pálido amanecer/ del lugar donde acaeció/ las recoge, las traslada, las lanza al remolque”, “Pancartas destrozadas/ botellas rotas/ muñecos quemados/ huesos roídos/ rosarios, silbatos y preservativos”. Los símbolos “izquierda” y “derecha” al parejo. En el poema puede llegar a hallarse una advertencia política. Se habla aquí de “una masa”,1 que “se mezcla con otra”. La palabra “rzesza” no se ha utilizado aquí de forma casual. Esto puede significar que las partes que se odian y que se toleran mutuamente, abren una nueva vía al fascismo. El poema concluye con la imagen de una jaula vacía arrojada sobre una paloma, como un vestigio de las antiguas “palomas de la paz” ideológicas, advertencia de Szymborska ante la ideología. A los tiempos en que ella misma “creía”, retorna en un poema P O S D A T A
Morirse, pero sin exagerar Hoy en día el apocalipsis se ha intensificado en el arte, en el cine se retorna a la visión del fin del mundo, variantes sucesivas de “Melancolía”. Szymborska se introduce en esta corriente un poco como involuntariamente, pero cambia diametral30
La cosmogonía de Szymborska, su visión de los mundos paralelos, sus paradojas de la negada inexistencia que constituye la existencia, su visión del laberinto de la vida que es una evasión, donde por el camino se llega a “la oscuridad y la indecisión”, pero también “la luz, el encanto/ donde la alegría, aun tristeza/ casi por poco a cierta distancia”, todo esto es posible gracias a las propiedades del lenguaje, que expresa lo inexpresable. En él existen “las palabras más raras”, que expresan la nada. También son posibles las refinadas intervenciones lógicas que emplea Szymborska, consistentes, por ejemplo en la doble negación: la negación de la inexistencia adopta forma de realidad, lo muerto se convierte en tangible. El lenguaje poético fue su casa, la herramienta de su poder, “la venganza de la mano mortal”. Su vida póstuma la describió en una de sus obras maestras, en el poema “Autotomía” de los años 70, dedicado a otra poeta, Halina Poświatowska: “Morirse si es necesario, pero sin exagerar./ Volver a crecer si es necesario de los restos que quedan./ Podemos compartir, oh, es cierto, también nosotros./ Pero sólo de cuerpo y de susurro cortado/ De cuerpo y poesía”.
mente la perspectiva. En ella no hay el intento de buscar el final, sino la observación de la vida desde su propia óptica. En ocasiones se trata de la perspectiva “de los dioses”, quienes tal vez deban ser ingenuos, ya que “le han entregado todo el poder sobre el mundo a la Naturaleza”, la cual “devora la vida ajena para vivir”. En estos versos escritos con trazos finos, se mueve la historia del mundo. Surge la vida en La Tierra, las hordas de neandertales encienden sus fogatas. Escudriñamos hasta sus conciencias. “No creían en el otro mundo”, pero los sueños les “prometían”, de modo que comenzaron a creer en ellos cuando morían. Y así se convirtieron en gente. Mientras tanto la humanidad ya moría. Las máquinas inteligentes leen nuestros textos. No comprenden las palabras “alma” y “soy”. En Szymborska son sinónimas. Aunque, a decir verdad, también en las personas el alma solo se “tiene”, y nuestro “soy” resulta problemático. En el panegírico de fundamentación del Premio Nobel, se dijo sobre la poesía de Szymborska que “su punto de salida es la experiencia (...) de la total pérdida de la fe. En este lugar irrumpe con fuerza la situación humana con la inaccesible intranquilidad centelleante (...), con la benigna sensibilidad”. Hoy, cuando regreso a estos versos, como tanta gente en el mundo, pienso que, no obstante, la fe perduró. Se ubicó en el lenguaje poético.
Traducción: Ángel Zuazo López
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Fuente: Gazeta Wyborcza
Aquí hay un juego de ideas, pues la autora utiliza la palabra polaca “rzesza”, la cual significa masa, multitud, pero también significa Reich.
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C RONOL O G ÍA
1952 · Publica “Por eso vivimos” (Dlatego żyjemy) 1953 · Se une a la redacción de Życie
1923 · Nace en Bnin (ahora Kórnik), Maria Wisława Anna Szymborska
1962 · Publica “Sal” (Sól) 1963 · Obtiene el Premio del Ministerio de Cultura 1966 · Se une al Partido Comunista
Literackie
1929 · Su familia se muda a Cracovia 1935 · Entra a la escuela de las Hnas. Urs Sulinas
1954 · Se divorcia · Publica “Preguntas a mí misma” (Pytania zadawane sobie)
1943 · Trabaja como empleada ferroviaria
1967 · Publica “Mil alegrías –un encanto–” (Sto pociech) · Comienza su columna “Lecturas no obligatorias”
1945 · Publica su primer poema en “Dziennik Polski” 1946 · Entra a la Universidad Jagellónica · Se une al grupo Literario “Inaczej” 1948 · Se casa con el poeta Adam Włodek
1957 · Publica “Llamando al Yeti” (Wołanie do Yeti)
1949 · Su primer libro no pasa la censura P O S D A T A
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1975 · Firma la protesta por la carta 59 · Publica “Si acaso” (Wszelki wypadek)
1976 · Publica “El gran número” (Wielka liczba)
1992 · Publica “Lecturas no obligatorias” (Lektury nadobowiązkowe)
1986 · Publica “Gente en el puente” (Ludzie na moście) 1988 · Se une al PEN Club de Polonia · Funda la Asociación de Escritores de Polonia 1990 · Muere el escritor Kornel Filipowicz, compañero sentimental desde 1969 1991 · Premio Goethe
1993 · Publica “Fin y principio” (Koniec i początek) 1995 · Premio Herder · Doctor Honoris Causa por la Universidad Adam Mickiewicz 1996 · Premio PEN Club de Polonia · Premio Nobel de Literatura
2005 · Publica “Dos puntos” (Dwukropek) · Publica “Canciones infantiles para niños grandes” (Rymowanki dla dużych dzieci) · Medalla Gloria Artis
2009 · Publica “Aquí” (Tutaj) 2011 · Orden del Águila Blanca 2012 · Muere en Cracovia a los 88 años · Se edita “Y hasta aquí” poemario póstumo. (Wystarczy)
2002 · Publica “Instante” (Chwila) 33
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E ste debió ser u n libro i m p orta n te E n tre v ista a Ryszard Kry n ic k i
– ¿En qué medida estuvo preparado el libro antes de la muerte de la poeta?
Preparaba sus cuartillas en formato de cuaderno A5, que surgían de recortar a la mitad las cuartillas A4, impresas por una cara.
Yo conocía el título, con el cual no pude familiarizarme.
– ¿Impresas con qué?
– ¿Pensaste que se trataba de una broma?
En la primera página de este rimero, es decir, en la plana llamada recto, había justamente cierta lista, lo más probable que haya sido de un catálogo privado de postales.
Lo estuve pensando mucho tiempo, a decir verdad, hasta el final. Cuando la señora Wisława mencionó este título por primera vez, lo hizo como en tono de broma. Ahora creo que quiso familiarizarnos con él. De cuando en cuando salían sus nuevos poemas en “Odra”, “Twórczość” y “Kwartalnik artystyczny”. Esperé pacientemente hasta que recibiéramos el libro completo.
– ¿Vacilaste en algún momento si imprimir los poemas inacabados? Esta no fue una decisión evidente. Pero uno podía imaginarse que este poemario podía contener alrededor de veinte poemas, más o menos tantos como los poemarios anteriores. Sólo sabíamos que la señora Wisława le había dicho a Rusinek que tenía dos poemas comenzados, pero inacabados; y uno acabado, pero sin comenzar. Ocurrió que de estos poemas empezados, pero inacabados, hay por lo menos cinco. Wisława Szymborska destruía los manuscritos, pero estos se conservaron. Hay muy pocos otros manuscritos suyos y borradores escritos a máquina, hay veintiuno en las colecciones de la Biblioteca Jagiellónica, quizás haya otros más en manos de particulares. En este rimero de papeles había manuscritos de poemas comenzados, pero sin terminar: “Insectos”, “Materia”, “Novela”, “El humor y la piedad hacen una buena pareja”. “Insectos” es casi una copia en limpio, de modo que reflexioné profundamente si debía incluirlo como el poema catorce. Sin embargo, pensé que yo no era quien para hacerlo. Pero, por otra parte, sería una lástima no mostrárselo al lector, pues tengo el presentimiento de que estos poemas pertenecen a este libro. También había apuntes para los poemas acabados: “Aneste-
– Contaste con los dedos los poemas publicados, ¿cuándo se reunieron para conformar el poemario? No, simplemente me alegré de que sus poemas se publicaran. Los trece poemas, que componen el libro, la señora Wisława nos los hizo llegar en enero a través de su secretario, Michał Rusinek. Hasta el último momento creí que estos no eran sus últimos versos. – Decidiste también presentar sus poemas inacabados; unos apenas elaborados, otros bastante. ¿Cómo sabías que estos poemas eran de los últimos años, y no de diferentes etapas de su vida? Rusinek descubrió después de su muerte un rimero de manuscritos, que estaba sobre un montón de papeles un poco mayor. Había también un cuaderno de hojas cuadriculadas, sin forro, con un manuscrito. La señora Wisława escribía por lo general en el reverso de algo ya impreso o escrito.
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losamente las versiones sucesivas en sus libretas de apuntes y cuando me relacionaba mucho con ellos, podía imaginarme más o menos cómo había surgido determinado poema. En el caso de los poemas de Wisława Szymborska esto es más bien imposible. Hay notas, pero más tarde poemas terminados.
siada”, “A mi propio verso”, “Confesión de una máquina inteligente”. La señora Wisława no los destruyó, es muy probable que haya sido sólo porque en esta misma cara del papel se encontraran apuntes para los poemas siguientes. – ¿Y tú como poeta sabes cuándo un poema está inacabado, que aquí faltan dos comas, y allá un verso?
– ¿Entonces tambíen percibes como poeta qué poemas ocupan su lugar natural en el libro?
En algunos casos sí. En “Insectos” me parece que le falta el último verso o la redacción del último verso.
Ellos se corresponden de alguna manera, los acabados y los inacabados. Entre los borradores de poemas encontrados los hay sobre los cuales Wisława Szymborska nos comentó muy recientemente, por consiguiente fueron escritos con toda seguridad en los últimos tiempos.
– Y cómo lo percibes? Cuando los poemas están inacabados, no hay en ellos el sonido característico de Szymborska, ese fraseo único en su género por el que podemos reconocer de que ese poema es suyo, aun cuando lo recibamos para leer sin conocimiento previo del apellido de la autora.
– ¿Ella, la que nunca hablaba de poesía? Así ocurrió excepcionalmente. En mi casa habló sobre el poema que quería escribirle a Stanisław Barańczak, o sobre Stanisław Barańczak, y yo, muy impresionado, encontré las huellas de este propósito. Hay tres notas que se relacionan muy claramente con este poema. Durante mucho tiempo no pude comprender ni tampoco adivinar lo que encerraban estas notas.
– A Szymborska no le gustaba hablar sobre cómo escribía sus versos. Entonces, ¿sabemos ahora que ese sonido característico es el resultado del pulido final? Eso creo. No sé cómo ella escribía sus poemas ni nos enteraremos de ello. Lo que se conservó para los últimos poemas escritos, “Anestesiada” o “Confesión de una máquina inteligente”, son apuntes muy sueltos. En el poema “Anestesiada” hay muchas versiones de la primera y la última estrofas, eso que los polonistas llaman “estrofoide”. Pero no se trata de un borrador clásico de la poeta, donde el poema ya ha sido escrito en forma cruda y contiene la mayoría de los segmentos que aparecerán en la versión definitiva. Estos son unos manuscritos totalmente diferentes a los de Zbigniew Herbert, en los cuales uno puede imaginarse cuál es la versión más temprana y cuál la más tardía. Por otra parte, Herbert anotaba escrupu-
– Insertas en el libro facsímiles de manuscritos guardados, ciertamente algunos resultan completamente imposibles de leer. Fue Tadeusz Nyczek quien leyó de un PDF la última palabra en el manuscrito del último poema: (campo) de interés. Mientras que yo, en medio de cierta revelación, descubrí que una de esas palabras, cuya lectura me causaba las mayores dificultades, es Newtonville. 35
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quinas de escribir, pero ya no se pueden comprar las cintas. Adoptamos una estructura cronológica, basada en el hecho de cuando el secretario recibió los poemas para su transcripción.
– O sea, un pueblito en el estado de Massachussetts, en las cercanías de Boston, donde viven Anna y Stanisław Barańczak. Fue una impresionante ocurrencia de la poeta para que los amigos de Barańczak puedan recoger un poco de su paciencia: “Cada uno de los amigos/ sufriría sólo un poco/ y sólo unos minutos/ durante el día”.
– En la editorial el redactor corrige la prosa, aun la más excelente. ¿Se les propone también a los poetas cambios de redacción?
Por segunda vez en octubre del pasado año, cuando junto con Krystyna [Krynicka], Anders Bodegaard y Michał Rusinek fuimos a visitarla a Zakopane, nos mencionó el poema del último neandertal.
Si se hace, más bien es en la puntuación. Recibimos los libros posteriores de ella en forma de impresión computarizada, las cuales Rusinek transcribía de los textos de la señora Wisława escritos a máquina. A menudo corregidos por ella, de modo que cuando no se conservaban los manuscritos, los textos escritos a máquina podían ser tratados sólo como autógrafos.
– ¿Que “cuando muere el poema en el otro mundo”? Sólo dejó entrever que estaba escribiendo un poema sobre el neandertal, y las cosas salieron así, que este fue el primer manuscrito que Rusinek me envió. Había espacios inmensamente difíciles de leer y también tardé un poco hasta darme cuenta de que se trataba de ese poema y de lo que se compone: dos manuscritos, uno en la primera página del cuaderno sin forro, de hojas cuadriculadas, que dicho sea de paso, el resto del cuaderno está vacío, sólo en la última página –o también en la primera si se le mira al revés– hay un renglón: “Te estás haciendo de un lugar en el olvido”, y a continuación o quizás también como colofón, en una hoja aparte de papel liso.
– ¿Cuándo se dirigieron Uds. por primera vez a Szymborska con el fin de que querían publicar sus poemas? De haber sido editor en los años de mi juventud, con toda seguridad le habría pedido a Wisława Szymborska y a Zbigniew Herbert que me enviasen sus libros. Cuando dirigí por corto tiempo la sección literaria en “Student”, otrora valiente publicación de la joven contracultura polaca, me dirigí a ellos dos para que me confiaran algunos poemas suyos. Ambos lo hicieron, la señora Wisława con una gran vacilación, porque no quería ocupar el espacio de los poetas jóvenes. El poema publicado en “Student” en el otoño de 1972, “La gran cifra” fue una versión más temprana, casi totalmente distinta a la definitiva. Retomé esa idea a finales de 1990. Éramos una editorial recién surgida, sin respaldo. Wisława Szymborska quiso arriesgarse y nos dio Final y principio.
– ¿Uniste en un poema las notas por separado? Para mí resultaba evidente, sólo que en la primera parte del manuscrito se hablaba sobre el neandertal en plural. – Pero tampoco aparece la palabra “neandertal”.
– ¿No tendría ella la impresión de que Uds. no la publicarían en grandes tiradas, ya que eso no era posible para una editorial pequeña?
Por supuesto. Si no lo hubiese escuchado de labios de la poeta, no me hubiese resultado tan fácil relacionarlo. En la primera hoja “no creyeron en el otro mundo” también está subrayado que “no creyeron con esperanza”. La otra comienza por “Cuando muere, entonces cree en el otro mundo”, es decir, tenemos el tránsito del número plural al singular, que comienza antes, en la primera página, y más tarde es consecuentemente continuado.
Esto era una razón constante, preguntaba: “¿No hay ya acaso Szymborska en demasía?” He contado esta historia muchísimas veces, pero no me canso de repetirla. Final y principio fue publicada en 1993 con una tirada de diez mil ejemplares, pero la tirada se agotó rápidamente. Logramos convencerla para una reimpresión dos años más tarde, cuando obtuvo el doctorado honoris causa en la Universidad Adam Mickiewicz de Poznań. Los restos de esa tirada, con seguridad unos cientos de ejemplares, estaban aún en las librerías el 3 de octubre de 1996, cuando la academia sueca proclamó a la laureada del Premio Nobel de literatura. Desde Poznań, lugar donde residíamos entonces, viajamos en tren la noche entera y al día siguiente por la mañana, llegamos a Zakopane, al Astoria –donde la había sorprendido la noticia sobre el premio–, para
– ¿Y la estructura del poemario? La señora Wisława entregó siempre a los editores el libro terminado. Krystyna y yo recibimos Final y principio para la editorial a5 escrito en su legendaria máquina de escribir, seguramente una de las últimas en funcionar en la Polonia independiente, ella le entregó a Rusinek hasta el final los poemas escritos en la máquina. Yo mismo todavía tengo varias má-
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Sus poemas, una vez tras otra, abordan los mismos temas. Se podría conformar una antología con ellos como “El tarsio y otros poemas”, o “Amor feliz”. Pero cuando se leen con detenimiento los manuscritos de los poemas inacabados, puede apreciarse cuán importante debió ser ese libro, qué corchete de tiempo tan enorme hay en ese libro: desde la muerte del último neandertal hasta el tiempo cuando en “Confesiones de una máquina inteligente” ya se extringuió la gente. Las “Confesiones...” son asombrosas, alguien se percató de que se trata de un tema de Lem.
pedir su autorización para la reimpresión. La tirada estuvo lista el cabo de unos pocos días. Hicimos nuevas reimpresiones, pero inadvertidamente, había tal sed de su obra en el mercado, que el libro desapareció de inmediato. Ya anteriormente había ocurrido algo parecido en 1980 cuando se publicó en Znak el poemario de Czesław Miłosz Donde nace el sol y por donde se pone después de haber obtenido el Premio Nobel, su primer libro publicado en el país en la circulación oficial después de Salvación. Recuerdo aquellas inmensas filas de personas, yo mismo la hice para obtener el libro en Poznań. De una parte había una cola para la librería, de la otra para la carnicería, y estas colas se encontraban en sus finales. Regresando al Premio Nobel de la señora Wisława, todos los medios se pusieron de acuerdo para declarar que aquello era un escándalo, que su libro no existía. El mayor problema lo tuvimos con la televisión, ya que cuando ellos brindan una información falsa, no hay modo después de rectificarla.
– A mí me asombra el poema inacabado, en el que regresa a su filiación comunista. Como joven poeta escribió más de una decena de poemas de escaso valor para una mala causa. Es desgarrador que esto le haya pesado tanto, que al final de su vida haya querido ajustar las cuentas con ello. Y mucho. No sé si lo escribió en los últimos días de su vida o en los últimos años, no sé si se trata de notas para un poema o para diversos poemas. Si yo pudiera descubrir el significado de la última palabra, el cual no logro descifrar, tal vez pudiese entonces suponer más, pero puede apreciarse cuánto la atormentaba esto.
– Szymborska escribió en Lecturas obligatorias que la mentira en modo alguno tiene patas cortas, al contrario, que es veloz como la gacela. Antes de conseguir llegar al redactor apropiado en la televisión, perdí mucho tiempo y salud, no lo rectificaron, pero al cabo de tres semanas o de un mes ofrecieron la información de que el libro estaba a la venta. En suma, se vendieron 115 mil ejemplares.
Traducción: Ángel Zuazo López Fuente: Gazeta Wyborcza
2012-04-20 Entrevista a Ryszard Krynicki, editor del poemario “Hasta aquí” de Wisława Szymborska, realizada por Anna Bikont. El libro fue presentado el 20 de abril por la editorial a5.
– ¿Hay algo en particular en este último libro que te haya causado asombro?
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A m i c ora z ón el d omingo Gracias te doy, corazón mío, por no quejarte, por ir y venir sin premios, sin halagos, por diligencia innata. Tienes setenta merecimientos por minuto. Cada una de tus sístoles es como empujar una barca hacia alta mar en un viaje alrededor del mundo. Gracias te doy, corazón mío, porque una y otra vez me extraes del todo, y sigo separada hasta en el sueño. Cuidas de que no me sueñe al vuelo, y hasta el extremo de un vuelo para el que no se necesitan alas. Gracias te doy, corazón mío, por haberme despertado de nuevo, y aunque es domingo, día de descanso, bajo mis costillas continúa el movimiento de un día laboral. De Mil alegrías –un encanto- / Traducción de Ger ard o Beltr án
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Vi et na m Mujer, ¿Cómo te llamas? — No sé ¿Cuándo naciste, de dónde eres? — No sé ¿Por qué cavaste esta madriguera? — No sé ¿Desde cuándo te escondes? — No sé ¿Por qué me mordiste el dedo cordial? — No sé ¿Sabes que no te vamos a hacer nada? — No sé ¿A favor de quién estás? — No sé Estamos en guerra, tienes que elegir. — No sé ¿Existe todavía tu aldea? — No sé ¿Estos son tus hijos? — Sí De Mil alegrías –un encanto- / Traducción de Ger ard o Beltr án
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Si ac aso Podía ocurrir. Tenía que ocurrir. Ocurrió antes. Después. Más cerca. Más lejos. Ocurrió; no a ti. Te salvaste porque fuiste el primero. Te salvaste porque fuiste el último. Porque estabas solo. Porque la gente. Porque a la izquierda. Porque a la derecha. Porque llovía. Porque había sombra. Porque hacía sol. Por fortuna había allí un bosque. Por fortuna no había árboles. Por fortuna una vía, un gancho, una viga, un freno, un marco, una curva, un milímetro, un segundo. Por fortuna una cuchilla nadaba en el agua. Debido a, ya que, y en cambio, a pesar de. Qué hubiera ocurrido si la mano, el pie, a un paso, por un pelo, por casualidad, ¡Ah, estás? ¿Directamente de un momento todavía entreabierto? ¿La red tenía un solo punto, y tú a través de ese punto? No dejo de asombrarme, de quedarme sin habla. Escucha cuán rápido me late tu corazón. De Si acaso / Traducción de A bel Murcia
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D i sc u rso en el dep ósito de ob j etos perdid os Perdí algunas diosas en el camino de sur a norte, y también muchos dioses camino de este a oeste. Se apagaron para siempre un par de estrellas, ábrete cielo. Se me hundió en el mar una isla, otra. Ni siquiera sé exactamente dónde dejé las garras, quién trae mi piel, quién vive en mi concha. Mis hermanos murieron cuando me arrastré a la orilla, y sólo algún huesito celebra en mí ese aniversario. Salté de mi pellejo, perdí vértebras y piernas, me alejé de mis sentidos muchísimas veces. Desde hace mucho cerré mi tercer ojo ante todo esto, me despedí de todo con la aleta, me encogí de ramas. Se esfumó, se perdió, se dispersó a los cuatro vientos. Yo misma me sorprendo de mí misma, de lo poco que quedó de mí: un individuo aislado, del género humano por ahora, que sólo perdió su paraguas ayer en el tranvía. De Si acaso / Traducción de Ge r ard o Beltr án
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Agr a de c i mi en to Debo mucho a quienes no amo. El alivio con que acepto que son más queridos por otro. La alegría de no ser yo el lobo de sus ovejas. Estoy en paz con ellos y en libertad con ellos, y eso el amor ni puede darlo ni sabe tomarlo. No los espero en un ir y venir de la ventana a la puerta. Paciente casi como un reloj de sol entiendo lo que el amor no entiende; perdono lo que el amor jamás perdonaría.
Desde el encuentro hasta la carta no pasa una eternidad, sino simplemente unos días o semanas. Los viajes con ellos siempre son un éxito, los conciertos son escuchados, las catedrales visitadas, los paisajes nítidos. Y cuando nos separan lejanos países son países bien conocidos en los mapas. Es gracias a ellos que yo vivo en tres dimensiones, en un espacio no-lírico y no-retórico, con un horizonte real por lo móvil. Ni siquiera imaginan cuánto hay en sus manos vacías. “No les debo nada”, diría el amor sobre este tema abierto. De El gran número / Traducción de A bel Murcia
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L a ha bi tac i ón del suicida Seguramente creerán que el cuarto estaba vacío. Pues no. Había tres sillas bien firmes. Una lámpara buena contra la oscuridad. Un escritorio, en el escritorio una cartera, periódicos. Un buda despreocupado, un cristo pensativo. Siete elefantes para la buena suerte y en el cajón una agenda. ¿Creen que no estaban ahí nuestras direcciones? Seguramente creerán que no había libros, cuadros ni discos. Pues sí. Había una alegre trompeta en unas manos negras. Saskia con una flor cordial. Alegría, divina chispa. Odiseo sobre el estante durmiendo un vivificante sueño tras las fatigas del canto quinto. Moralistas, apellidos estampados con sílabas doradas sobre lomos bellamente curtidos. Los políticos justo al lado se mantenían erguidos. No parecía que de este cuarto no hubiera salida, al menos por la puerta, o que no tuviera algunas perspectiva, al menos desde la ventana. Los lentes para ver a lo lejos estaban en el alféizar. Zumbaba una mosca, o sea que aún vivía. Seguramente creerán que cuando menos la carta algo aclaraba. Y si les dijera que no había ninguna carta. Tantos de nosotros, amigos, y todos cupimos en un sobre vacío apoyado en un vaso. De El gran número / Traducción de Ger ard o Beltr án
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Mie d o e sc é n i c o Poetas y escritores. Porque así es como se dice. Los poetas entonces no son escritores, sino qué. Al poeta la poesía, al escritor la prosa. En la prosa puede haber de todo, hasta poesía, en la poesía tiene que haber sólo poesía. Según el cartel que la anuncia con una enorme P de trazos modernistas, inscrita en las cuerdas de una lira alada, tendría yo que volar y no entrar caminando. ¿Y no sería mejor descalza que con estos zapatos de oferta, sustituyendo torpemente a un ángel entre taconeo y rechinando. Si al menos fuera más larga mi falda, con más vuelo, y si no sacará yo los poemas del bolso sino de la manga, fiesta, desfile, gran ocasión, pim pam pum, ab ab ba. Allá en el escenario acecha una mesita un tanto espiritista y de patas doradas, y sobre la mesita humea un candelabro. De eso se desprende que tendré que leer a la luz de las velas lo que escribí a la luz de una simple bombilla tac tac tac a la máquina. Sin preocuparme de antemano si esto es poesía y qué poesía, si de esa en la que la prosa está mal vista, si de esa que es bien vista en prosa. Pero cuál es la diferencia, si sólo se aprecia en la penumbra sobre un fondo de cortinas rojas con flecos morados. De Gente en el puente / Traducción de Ger ard o Beltrán P O S D A T A
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L a re a l i da d La realidad no se desvanece como se desvanecen los sueños. Ni ruidos ni timbres la dispersan, ni gritos ni estruendos la interrumpen. Las escenas en los sueños son equívocas y ambiguas, y esto se puede explicar de muy diversas maneras. La realidad se define a sí misma, por eso es mayor su misterio.
Sin nosotros no habría sueños. Aquél sin quien no habría realidad no es conocido, y el producto de su insomnio se contagia a todo el que despierta.
Para los sueños hay llaves. La realidad se abre sola y no se deja cerrar. Por el resquicio se asoman certificados y estrellas, se derraman mariposas y almas de viejas planchas, gorros descabezados y los cráneos de las nubes. De esto surge un acertijo que no tiene solución.
No deliran los sueños, delira la realidad, aunque sea por la insistencia con que se aferra al curso de los acontecimientos. En los sueños aún vive nuestro difunto reciente, goza de buena salud, se ve incluso más joven. La realidad tiende ante nosotros su cuerpo sin vida. La realidad no retrocede ni un paso. Los sueños son tan ligeros que la memoria se los quita de encima fácilmente. La realidad no tiene que temerle al olvido. Es hueso duro de roer. Nos trae de cabeza, nos pesa en el alma, se nos enreda en los pies. No hay escapatoria, la realidad nos acompaña en cada huida. Y no hay estación en nuestro itinerario en la que no nos espere. De Fin y principio / Traducción de Ger ard o Beltr án 45
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Fi n y pri nc i pi o Después de cada guerra alguien tiene que limpiar. No se van a ordenar solas las cosas, digo yo. Alguien debe echar los escombros a la cuneta para que puedan pasar los carros llenos de cadáveres. Alguien debe meterse entre el barro, las cenizas, los muelles de los sofás, las astillas de cristal y los trapos sangrientos.
A reconstruir puentes y estaciones de nuevo. Las mangas quedarán hechas jirones de tanto arremangarse.
Alguien tiene que arrastrar una viga para apuntalar un muro, alguien poner un vidrio en la ventana y la puerta en sus goznes.
Alguien con la escoba en las manos recordará todavía cómo fue. Alguien escuchará asintiendo con la cabeza en su sitio. Pero a su alrededor empezará a haber algunos a quienes les aburra.
Eso de fotogénico tiene poco y requiere años. Todas las cámaras se han ido ya a otra guerra.
Todavía habrá quien a veces encuentre entre hierbajos argumentos mordidos por la herrumbre, y los lleve al montón de la basura. Aquellos que sabían de qué iba aquí la cosa tendrán que dejar su lugar a los que saben poco. Y menos que poco. E incluso prácticamente nada. En la hierba que cubra causas y consecuencias seguro que habrá alguien tumbado, con una espiga entre los dientes, mirando las nubes. De Fin y principio / Traducción de A bel Murcia P O S D A T A
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Un g ato en e l pis o vacío Morir, eso no se le hace a un gato. Porque qué puede hacer un gato en un piso vacío. Trepar por las paredes. Restregarse entre los muebles. Parece que nada ha cambiado y, sin embargo, ha cambiado. Que nada se ha movido, pero está descolocado. Y por la noche la lámpara ya no se enciende. Se oyen pasos en la escalera, pero no son ésos. La mano que pone el pescado en el plato tampoco es aquella que lo ponía. Hay algo aquí que no empieza a la hora de siempre. Hay algo que no ocurre como debería. Aquí había alguien que estaba y estaba, que de repente se fue e insistentemente no está. Se ha buscado en todos los armarios. Se ha recorrido la estantería. Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado. Incluso se ha roto la prohibición y se han desparramado los papeles. Qué más se puede hacer. Dormir y esperar. Ya verá cuando regrese, ya verá cuando aparezca. Se va a enterar de que eso no se le puede hacer a un gato. Irá hacia él como si no quisiera, despacito, con las patas muy ofendidas. Y nada de saltos ni maullidos al principio. De Fin y principio / Traducción A bel Murcia
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Notas pa r a l a esta dí st i c a De cada cien personas los que lo saben todo mejor que nadie: hay cincuenta y dos, inseguros de cada paso: casi todo el resto, dispuestos a ayudar mientras que no sea por mucho tiempo: llegan a cuarenta y nueve, siempre buenos, pues no saben ser distintos: cuatro o tal vez cinco, propensos a la admiración sin envidia: dieciocho,
sensatos después del tropezón: no muchos más que antes de tropezar,
relegados por la juventud que pasa: sesenta más o menos,
los que no toman nada de la vida salvo cosas: treinta, aunque preferiría equivocarme,
con los que no se puede bromear: cuarenta y cuatro, los que viven en constante zozobra ante alguien o algo: setenta y siete,
encorvados, adoloridos y sin faroles en la oscuridad: ochenta y tres más tarde o más temprano,
dotados para la felicidad: veintitantos a lo sumo,
justos: hay bastantes, justo treinta y cinco,
inofensivos por separado, salvajes en la multitud: más de la mitad seguramente,
si esta cualidad se une con el esfuerzo de la comprensión: tres,
crueles cuando les obligan las circunstancias: es mejor no saberlo, ni siquiera por aproximación,
dignos de lástima: noventa y nueve, mortales: cien de cien. Cifra que hasta ahora no experimenta cambios De Instante / Traducción de Á n g el Zuazo
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L as t res pal ab r as más extr añas Cuando pronuncio la palabra Futuro, la primera sílaba pertenece ya al pasado. Cuando pronuncio la palabra Silencio, lo destruyo. Cuando pronuncio la palabra Nada, Creo algo que no cabe en ninguna no-existencia. De Instante / Traducción de A bel Murcia
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In sta n t e Camino por la ladera de una verdeante colina. Hierba, florecillas en la hierba, como si fuera un cuadro para niños. Un neblinoso cielo ya azulea. Una vista sobre otras colinas se extiende en silencio. Como si aquí nada hubiera de cámbricos, silúricos, ni rocas gruñéndose las unas a las otras, ni abismos elevados, ninguna noche en llamas ni días en nubes de oscuridad. Como si no pasaran por aquí llanuras en febriles delirios, en helados temblores. Como si sólo en otros lugares se agitaran los mares y desgarraran las orillas de los horizontes. Son las nueve y media hora local. Todo está en su sitio en ordenada armonía. En el valle un pequeño arroyo cual pequeño arroyo. Un sendero en forma de sendero desde siempre hasta siempre. Un bosque que aparenta un bosque por los siglos de los siglos, amén, y en lo alto unos pájaros que vuelan en su papel de pájaros que vuelan. Hasta donde alcanza la vista, aquí reina el instante. Uno de esos terrenales instantes a los que se pide que duren. De Instante / Traducción de A be l A. Murcia S orian o
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Foto g ra fía del 11 de sep tiemb re Saltaron hacia abajo desde los pisos en llamas: uno, dos, todavía unos cuantos más arriba, más abajo. La fotografía los mantuvo con vida, y ahora los conserva sobre la tierra, hacia la tierra. Todos siguen siendo un todo con un rostro individual y con la sangre escondida. Hay suficiente tiempo para que revolotee el cabello y de los bolsillos caigan llaves, algunas monedas. Siguen ahí al alcance del aire, en el marco de espacios que justo se acaban de abrir. Sólo dos cosas puedo hacer por ellos: describir ese vuelo y no decir la última palabra. De Instante Traducción / A bel Murcia y Ger ard o Beltr án
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Aqu í No sé como será en otras partes pero aquí en la Tierra hay bastante de todo. Aquí se fabrican sillas y tristezas, tijeras, violines, ternura, transistores, diques, bromas, tazas. Puede que en otro sitio haya más de todo, pero por algún motivo no hay pinturas, cinescopios, empanadillas, pañuelos para las lágrimas. Aquí hay un sinfín de lugares con sus alrededores. Algunos te pueden gustar especialmente, puedes llamarlos a tu manera, y librarlos del mal. Puede que en otro sitio haya lugares así, aunque nadie los encuentre bonitos. Quizá como en ningún sitio, o en pocos sitios, aquí tengas un torso separado y con él los instrumentos necesarios para añadir los propios a los niños de otros. Y además brazos, piernas y una cabeza sorprendida. La ignorancia tiene aquí mucho trabajo, todo el tiempo cuenta, compara, mide, saca de ello conclusiones y raíces cuadradas. Ya, ya sé lo que estás pensando. Aquí no hay nada duradero, porque desde siempre hasta siempre está en manos de los elementos. Pero date cuenta: los elementos se cansan rápido y a veces tienen que descansar mucho hasta la próxima vez.
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Y sé que más estás pensando. Guerras, guerras, guerras. Pero incluso entre las guerras a veces hay pausas. Firmes - la gente es mala. Descansen - la gente es buena. A la voz de firmes se produce devastación. A la voz de descansen se construyen casas sin descanso y rápidamente se habitan. La vida en la tierra sale bastante barata. Por los sueños, por ejemplo, no se paga ni un céntimo. Por las ilusiones, sólo cuando se pierden. Por poseer un cuerpo, se paga con el cuerpo. Y por si eso fuera poco, giras sin billete en un carrusel de planetas y junto a éste, de gorra, en un torbellino de galaxias, en unos tiempos tan vertiginosos que nada aquí en la Tierra llega ni siquiera a moverse. Porque mira bien: la mesa está donde estaba, en la mesa una carta, colocada como estaba, a través de la ventana un soplo solamente de aire, y en las paredes ninguna terrorífica fisura por la que el viento se te lleve a ninguna parte. De Aquí / Traducción A bel Murcia y Ger ard o Beltr án
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A d ol e sc e nte ¿Yo, adolescente? Si de repente, aquí, ahora, se plantara ante mí, ¿tendría que saludarla como a una persona próxima, a pesar de que es para mí extraña y lejana? ¿Soltar una lágrima, besarla en la frente por el mero hecho de que tenemos la misma fecha de nacimiento? Hay tantas diferencias entre nosotras que probablemente sólo los huesos son los mismos, la bóveda del cráneo, las cuencas de los ojos. Porque ya sus ojos son como un poco más grandes, sus pestañas más largas, su estatura mayor y todo el cuerpo recubierto de una piel ceñida y tersa, sin defectos. Nos unen, es cierto, familiares y conocidos pero casi todos están vivos en su mundo, y en el mío prácticamente nadie de ese círculo común.
Leo y leo esos poemas. A lo mejor este de aquí, si lo acortáramos, y lo corrigiéramos en un par de lugares. El resto no augura nada bueno.
Somos tan diferentes, pensamos y decimos cosas tan distintas. Ella sabe poco, pero con una obstinación digna de mejores causas. Yo sé mucho más, pero, a cambio, sin ninguna seguridad.
La conversación no fluye. En su pobre reloj el tiempo es barato e impreciso. En el mío mucho más caro y exacto.
Me muestra unos poemas escritos con una letra cuidada, clara, que no tengo ya desde hace tiempo.
Al despedirnos nada, una especie de sonrisa y ninguna emoción. Sólo cuando desaparece y olvida con la prisa la bufanda. Una bufanda de pura lana virgen, a rayas de colores, hecha a ganchillo por nuestra madre para ella. Todavía la conservo. De Aquí / Traducción A bel Murcia y Ger ard o Be lt rán
P O S D A T A
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No lec t u ra A las obras de Proust no les añaden en la librería un mando a distancia, no podemos cambiar a un partido de fútbol o a un concurso donde ganar un volvo. Vivimos más, pero menos precisos y con frases cortas. Viajamos más rápido, más a menudo, más lejos, aunque en lugar de recuerdos volvemos con fotos. Aquí yo con un tío. Aquel creo que es mi ex. Aquí todos en pelotas, así que seguramente es una playa. Siete tomos: piedad. ¿No se podría resumir, abreviar, o mejor mostrar en imágenes todo eso? Una vez pasaron una serie que se titulaba La muñeca pero mi cuñada dice que era de otro que también empezaba por P. Además, seamos sinceros, quién es ése. Al parecer escribió en la cama un montón de años. Página tras página, a una velocidad limitada. Y nosotros con la quinta puesta y –toquemos madera– saludables. De Aquí / Traducción A bel Murcia y Ger ard o Beltr án
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P O S D A T A
C a denas Un día sofocante, la caseta de un perro y un perro con una cadena. Unos pasos más allá un platito lleno de agua. Pero la cadena es demasiado corta y el perro no alcanza. Añadamos a la imagen un detalle más: nuestras mucho más largas y menos visibles cadenas gracias a las cuales podemos pasar de largo tranquilamente. De Y hasta aquí, poemario póstumo / Traducción de A bel Murcia
P O S D A T A
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// Descripción de la Atlá n tida
Lu is Jorge B o on e
El supremo arsenal de su cuerpo
Las imágenes lorquianas de sensual violencia, de hiriente expresividad, que aúnan un desgraciado amor y una heroica nostalgia, le mostraron el camino que sus propias letras seguirían. En 1986, Cohen adaptó el “Pequeño vals vienés” de Lorca para componer “Take This Waltz”. La traducción le costó “ciento cincuenta horas y una depresión nerviosa”, pero era una deuda que debía pagar: “Llevaba mucho tiempo dando vueltas a la idea de que el mundo romántico se había acabado y el poema de Lorca expresaba esa idea a la perfección. Él sabe que las imágenes románticas que usa están podridas, anticuadas, que están acabadas. Por eso es un poema tan moderno, porque usa las convenciones de la canción popular – esa especie de amor adolescente, que de alguna manera es el amor más hermoso, el amor inocente, el amor que aún no ha sido derrotado”. Pareciera que Cohen describe uno de los núcleos de su propia escritura. Sus poemas y canciones cantan la rebeldía de aquél que le exige al mundo la posibilidad de vivir un tiempo distinto al de la oscuridad, al desamparo, la deshumanización. Su bandera es ese amor adolescente que ignora su destino de derrota, y es por ello más hermoso y perfecto. Hablando de Lorca, su “hermano” y maestro en la poesía, el poeta apunta hacia la capacidad de las canciones para suspender la parte más pedestre, más inmunda de la realidad, y nos eleva por encima de las circunstancias. Nos rescata momentáneamente.
La energía de los esclavos, Leonard Cohen, trad. de Antonio Resines, Visor, Madrid, 2011, 5ª. Edición, pp. 144. En su discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias, Leonard Cohen (Montreal, 1943) trazó la doble genealogía de su estilo y su arte. Por un lado, cuando era apenas un muchacho que intentaba arrancarle a su guitarra acústica alguna respuesta a la desazón que angustiaba su juventud, vio a través de la ventana a un guitarrista un poco mayor que él que tocaba en el parque de enfrente. Bajó, se presentó y le pidió que lo enseñara. El bohemio resultó ser un español que estaba de viaje por Canadá. Lo primero que hizo fue pedirle al muchacho que tocara lo que sabía. Luego de escucharlo con atención le pidió el instrumento, lo afinó, y se lo regresó para que lo intentara de nuevo. Tras algunas pocas sesiones, el maestro desapareció. Al intentar localizarlo, Leonard supo que se había suicidado. No tenía ningún dato suyo, no supo nunca de qué lugar de España era. Pero el poeta asegura que a esos pocos acordes que se usan en la música española es a lo que sus canciones le deben toda su fuerza. Luego, está Lorca. Fue en público, delante de sus majestades, donde Cohen hizo una reverencia ante el legado hispano del que se alimenta. En su biografía del cantautor, Alberto Manzano describe la forma en que en 1949, Leonard, con apenas 16 años, descubrió en una librería de segunda mano la poesía de Federico García Lorca, en una antología en inglés del poeta granadino. “Era la primera vez que un poeta me tocaba de verdad –afirma Cohen–. Aquellas líneas terribles se clavaban en mi corazón […] ¡Ése era mi mundo! ¡Ése era mi paisaje! Un universo que entendía perfectamente. Este poeta me destrozó la vida.”
Tus confesiones de ignorancia me sedujeron una vez. Enséñame a ser feliz, les decías a todos cuando te acostabas con ellos. Les comprabas una manzana de las caras si lo intentaban. […] Mantén la llama. Mantén la llama. Tu cuerpo es sagrado. 57
P O S D A T A
No creas en la verdad. La verdad es diminuta comparada con las cosas que aún tienes que hacer.
Eres alta, y delgada, y hermosa.
A ella no se le puede domar por medio de la conversación. La ausencia es la única arma posible contra el supremo arsenal de su cuerpo. Ella reserva un desprecio especial para los esclavos de la belleza. Les deja que la vean morir.
P O S D A T A
Perdonadme, partisanos. Canto esto sólo para aquellos
a los que les da igual quien gane la guerra.
La verdadera revolución no vendrá de las leyes, dijo Cohen en una entrevista, sino de un cambio particular, privado, en cada uno de los seres humanos. La energía que mueve a quien se ubica en la base de la pirámide social, de quien es manipulado, dominado, engañado, estafado, despojado, es la del amor. El amor que nos hace criaturas capaces de reinventarnos, de trasgredir límites, de derrocar a quien nos oprime. La crítica política, ideológica, religiosa, alcanzan su coherencia en esta fe mínima e inagotable. “Había una especie de estética, aunque nunca formulada: la confesión, el lenguaje moderno, la imaginería intensa y la autoridad de la música. Era un nuevo idioma, el poema como la expresión más noble del corazón.” De forma retrospectiva, Cohen estableció esta suerte de código que rigió su juventud vital-autoral, y que habría de estar vigente a lo largo de una carrera deslumbrante que supera ya los cincuenta años. La confesión que irradia humanidad. El lenguaje moderno que se apropia del discurso político, del religioso, del amoroso, campo donde se cruzan las referencias. La imaginería intensa que quiebra las lógicas, que inventa procedimientos para que la voz viva. Pero, ¿es posible separar al autor de canciones del poeta? ¿Cómo prescindir de “Ballad of the Absent Mare”, “Famous Blue Raincoat”, “Death of a Ladies Man”, “Dance me to the End of Love”? Imposible: la autoridad de la música, otra vez. Leonard Cohen ejerce el canto en su más amplia acepción.
La energía de los esclavos es uno de los mejores poemarios de Leonard Cohen. Suma de amargura, esperanza, insurrección, amor, sospecha y tristeza, que parecieran querer representar a todo el resto de su obra. No estamos tanto ante una colección de poemas sueltos como ante un solo poema integrado por 116 fragmentos, que recorre varias estancias temáticas y recurre al humor negro, a la ironía amarga y al franco desconsuelo como filtros ante la dureza de la realidad. La única guerra que se libra es la del amor y sus avatares. El poeta no siempre marcha a la batalla derrotado y sumiso, en ocasiones apunta las armas del sarcasmo y el desamor contra la mujer inalcanzable. La voz lírica que sustenta el poema –publicado originalmente a principios de los setenta– sólo reconoce la autoridad de la pasión, llegando incluso a autoinmolarse ante la lejanía o la indiferencia de la amada, no sin cierta ironía (cierta burla incluso): “Soy el primero/ en usar tus grilletes como si fueran/ pulseras”. Mientras el amante se presenta como un peón intercambiable, austero, prácticamente desarmado, la amada se encarna como un ser libre y loco, poderoso.
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// C on frón tese
( N o ) como una novela A lberto C h i m al
La relación de los textos con la literatura que los precede es evidente desde el título: la referencia a un personaje menor pero crucial de Rayuela, de Julio Cortázar, ha llamado la atención, y se ha escrito sobre los vínculos de aquella novela con las atmósferas de algunos de los textos del libro. Sin embargo, los cuentos –casi siempre muy breves, algunos sueltos y otros agrupados en serie– tienen más en común con otros textos de Cortázar y en especial, me parece, con los de sus libros más experimentales: la imaginación fantástica es la de Todos los fuegos el fuego (o la de los mejores textos de Historias de cronopios y de famas: los más alegres y siniestros) y su textura: su insistencia en acercarse al poema en prosa y en eludir las formas clásicas, los acerca a Último round o La vuelta al día en ochenta mundos. Por otra parte, este libro no es una repetición ni un homenaje. Para empezar, no se debe olvidar que es un libro de cuentos: una no-novela. Y nada podría ser más subversivo, ahora, que algo así: un volumen que pide no ser leído como novela, una colección mutante que le apuesta a la multiplicidad, las atmósferas y la potencia de las imágenes. Además, los cuentos son en sí mismos inclasificables: Antonio Sonora propone, deliberadamente, su propia forma del relato breve, lejos de las ideas tradicionales heredadas de Poe o Hemingway o cualquiera de los grandes maestros. Con todos los riesgos que esto implica, su intención es recordarnos las sutilezas, los hallazgos, las posibilidades de las que hablé antes: la parte sorprendente y peligrosa del acto de leer. Adiós a Rocamadour atrae con la promesa de una lectura confortable que después se convierte en otra cosa: la travesía de un autor mexicano de este momento por su visión personal, sus propios mundos narrados.
A h o r a e s t á d e m o d a hablar de “literatura mexicana” cuando se quiere decir “novela mexicana”. Conversaciones, artículos, ensayos hablan de las tendencias, los autores importantes, todo lo habitual, pero no pasan de los títulos y autores de novela. De hecho, en la mayoría de los casos no pasan de los títulos y autores que son promovidos por grandes editoriales. Esto, desde luego, es producto de una enorme ignorancia, o de un enorme desinterés, o de los dos, y además refuerza una serie de lecturas distorsionadas de lo más extraño. Basta asomarse brevemente a las reseñas impresas o en internet para darse cuenta de cómo gana fuerza la costumbre de decir, por ejemplo, que tal libro de poemas es bueno “porque se lee como una novela”; que tal ensayo “atrapa como novela”; que tal libro de cuentos “hasta parece novela”. En el fondo, semejante idea de la novela como medida de la literatura entera se debe a lo pobre de nuestra cultura literaria, de la que nadie parece ocuparse demasiado y que, probablemente, podría tener incluso –admitirlo no es políticamente correcto– más predilección por la autoayuda o el reportaje de actualidad. Para decirlo rápido: nos estamos olvidando de cómo leer; de incontables sutilezas, hallazgos, posibilidades en el acto mismo de leer. Y esto es una pena porque libros como Adiós a Rocamadour de Antonio Sonora no se dejan leer como una novela ni, mucho menos, como una novela convencional, hecha del modo más simple y directo para tratar los temas más obvios. Este libro, publicado por Atemporia y el Museo Biblioteca Pape de Monclova, Coahuila, no es sólo una colección de cuentos: su propuesta es a la vez un guiño a la tradición y un paso hacia delante.
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P O S D A T A
/ / C OL A B OR A D OR E S
W i s ł a wa S z y m b o r s k a .
G e r a r d o B e l t r á n . D.F., México, 1958. Es poeta, traduc-
Bnin (hoy Kórnik), Polonia 1923. Realizó estudios de lengua y literatura polaca, así como sociología en la Uniwersytet Jagielloński de Cracovia, su primer libro se publicaría en 1949, pero no pasó la censura ya que “no cumplía con los requisitos socialistas”, ha ganado diversos premios en su país y en 1996 se le concedió el Premio Nobel de Literatura “por su poesía que con precisión irónica permite que los contextos histórico y biológico salgan a la luz en los fragmentos de la realidad humana.”
tor y profesor de poesía latinoamericana y de teoría y práctica de la traducción literaria en el Instituto de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos de la Universidad de Varsovia. Entre sus traducciones hay poemas de Zbigniew Herbert y Tadeusz Rozewicz (del polaco), de John Burns y Kerry Shawn Keys (del inglés), Johannes Bobrowski (del alemán), de Tomas Venclova, Kornelijus Platelis y otros (del lituano) y de los escritores polacos, ganadores del premio Nobel, Wislawa Szymborska y Czeslaw Milosz. Ha publicado cuatro libros de poesía: Romper los muros (Universidad Nacional Autónoma de México, Unam, 1987), La vida no pasa en vano por Moras (Prisma, 1988), Breve paisaje con sombras (Wydawnictwo Male, 1996) y Con imán de la memoria y otros poemas (Fondo de Cultura Económica, FCE, 2004). Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas. Ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta (México, 1991) y el premio de traducción de la Unión de Escritores Lituanos (Vilnius, 2000).
Rysz ard Krynicki.
Sankt Valentin, Polonia, 1943. Poeta relacionado con la generación de “la nueva ola” debuta en 1968 con su primer libro, después es censurado en los setenta y ochenta por su oposición política, ha ganado un par de premios en su país y ha escrito una docena de poemarios. A b e l M u r c i a . Vilanova i la Geltrú, Cataluña, 1961. Licenciado de grado en Hispánicas por la Universidad de Barcelona. Profesor de español en las Universidades de Lodz y de Varsoviay en la UIMP de Santander. Director del Cervantes de Varsovia y actualmente del de Cracovia. Autor de diccionarios bilingües. Traductor junto al poeta mexicano Gerardo Beltrán de la obra de la Premio Nobel Wisława Szymborska (Poesía no completa –FCE–, Instante, Dos puntos, –Igitur–, Aquí –Bartleby–), o Tadeusz Różewicz (Siempre fragmentos –bid & co. editor–) y en solitario de la poesía de Ryszard Kapuściński (Poesía completa –Bartleby–). Autor de los poemarios Kilómetro 43 (Bartleby), Em voz baixa –bilingüe portugués/español–(Qual albatroz) y Haikus ventanalmente preposicionales (Eclipsados). Traducido al italiano, al lituano, al polaco y al portugués. Miembro de Acett (Sección Autónoma de Traductores de la Asociación Colegial de Escritores de España), y honorífico de la Asociación de Escritores Polacos. P O S D A T A
M a r t a E l o y C i c h o c k a . Krakow, Polonia, 1973. Doctora en literatura Ibérica, fotógrafa y poeta, graduada de la Universidad Caen Basse–Normandie y la Universidad de París VIII, profesora adjunta en la Universidad Pedagógica de Cracovia. Becaria de la Fundación Michel d’Ornano. Ha obtenido dos premios por su obra poética, ha publicado 3 poemarios, 4 libros de traducción y ha tenido 5 exposiciones como fotógrafa. Á n g e l Z u a z o L ó p e z . La Habana, Cuba, 1941. Ha traducido del polaco al español de 6 novelas, 3 libros de poesía, 3 dramas para la TV cubana, 22 cuentos, 1 ensayo sobre pintura, así como el texto de dos filmes polacos. Desde hace 7 años traduce diversos materiales para el boletín “Polonia de hoy” publicado por la Embajada de Polonia en La Habana. También ha trabajado con diferentes delegaciones polacas que arriban a Cuba. 60