“El neoliberalismo frente a los Estados latinoamericanos” PRAXIS CAPITAL El neoliberalismo en su forma más clásica y prudente está definido como “un modelo de acciones políticas, económicas y jurídicas que retoman al liberalismo desde una nueva óptica del capital bajo las ideologías de Adam Smith y John Locke” (Barreto, 2019, pág. 71). Pero, dicha conceptualización distancia de los verdaderos sentidos que se le da bajo una perspectiva de sistema económico aplicado; así, características esenciales como el “libre mercado, la reducción en el gasto público, desregularización y liberación de los mercados, privatización y tercerización de los medios empresariales; además, de la eliminación del concepto del bien público” (Gallo, 2019, pág. 144), son algunas de las verdaderas intenciones del neoliberalismo. Tal es el impacto del neoliberalismo, que su incidencia como sistema no sólo afecta a piases y sus ciudadanos, sino a regiones enteras y hasta la misma economía mundial, como lo acontecido a Latinoamérica durante los años 80´s y 90´s, que bajo perspectivas de intercambios comerciales injusto camuflados bajo la globalización sólo lograron revitalizar la hegemonía anglosajona y crear mayores grupos sociales vulnerables en los países de Latinoamérica. Así, uno de los elementos de mayor referencia a estudiar son los problemas sociales generados por sus políticas y el incremento económico basado en el PIB (Producto Interno Bruto). Donde, los grandes entes generadores de financiamiento como el FMI (Fondo Monetario Internacional y BM (Banco Mundial), promovieron el desembolso de miles de millones de dólares en “créditos estatales” para invertir en los países e incrementar su PIB, pero; cuyos intereses de largo plazo, acompañaban a estos recursos económicos un listado de políticas públicas restrictivas que garanticen el retorno de dichos fondos; conocidos posteriormente como “las recetas económicas recesivas de los Estados Latinoamericanos” (Jácome, 2018, pág. 271). Dichas recetas transformadas en políticas públicas terminaron siendo no sólo una guía opcional para que los gobiernos de turno avalen los créditos obtenidos, sino que se transformaron en doctrina económica oficial que cada presidente debía seguir al pie de la letra sin impostar el trasfondo negativo que genera a los grupos sociales, de esta forma “los gobiernos de América Latina se convirtieron en una extensión del Consenso de Washington que estalló la crisis de deuda externa por sobre endeudamiento” (Torres, 2017, pág. 38).
Para Ricaurte (2017), un Estado “requiere de financiamiento para generar inversión y de esta forma generar macro proyectos que dinamicen la economía interna hacia el incremento de productos y servicios que afecten positivamente el PIB de un Estado” (pág. 92). Dado, que la carencia de recursos económicos, limita el manejo presupuestario anual y por ende no se puede por medio de dichos proyectos aperturar fuentes de empleo y así mejorar las condiciones socio-económicas de los ciudadanos. Determinando, que la inversión de instituciones como el FMI y BM, llegan a ser claves para sostener las economías internas de un país y bajo un correcto uso y sabiendo apalancar dichos préstamos a largos plazos y tasas bajas de interés, llegan a convertirse en el punto de inicio hacia un motor económico estable y funcional. Lastimosamente, Ricaurte (2017), no considera algunos de los aspectos más positivos; el factor social, y sólo se direcciona a nivel macroeconómico a referir el impacto positivo que tendría este financiamiento como elemento esencial de la tasa de crecimiento económico de un Estado. De esta forma, el neoliberalismo expresado por medio de las políticas económicas del Consenso de Washington “precarizó el trabajo, redujo el gasto público en educación y salud, permitió la acumulación de tierras para ciertos grupos elitistas, incrementó la brecha social dentro de una mayor desigualdad” (Ríos, 2018, pág. 15). Así, existían más pobres vulnerados sus derechos pero un Estado con un mayor PIB direccionado a solventar la deuda externa contraída con las instituciones multilaterales del FMI y el BM. Si bien para Alarcón (2016), el neoliberalismo es funcional “cuando un Estado se acoge al mismo y aprovecha la globalización al poder mantener mejores relaciones comerciales con otros Estados y así, crear una balanza comercial positiva” (pág. 66). Olvida que la globalización es un accionar de libre mercado y que al ser un Estado previamente endeudado y con perjuicios sociales para cumplir con sus obligaciones, sólo puede desarrollarse en gran forma como país primario-exportador, lo cual, al largo plazo solo convierte a una sociedad en mano de obra para generar productos básicos sin mayor valor agregado y que sus ingresos positivos sostengan el PIB; pero no le permite incrementar en inversión social de mayor forma, dado que las políticas económicas neoliberales obligan a priorizar los pagos de deuda sobre el beneficio que pueda recibir la población. Justificado, en que es necesario para los países anglosajones, “mantener países que se encarguen de la producción de productos agrícolas a bajos precios y compitan entre ellos, y los del hemisferio norte acrecienten su desarrollo con producción tecnológica de mayor valor, dándoles un mejor desarrollo económico y social” (Yumicela, 2017, pág. 275).
Pero, Carrillo (2017), expone que al final el capitalismo como corriente inspirada del neoliberalismo es eficiente en el manejo económico de los países, dado que permite una interacción comercial con un mejor manejo de los modelos de producción y la propiedad privada “permitiendo a la “mano invisible” liberar los mercados, producción y precios” (pág. 192). Además, esta libertad de mercado permite una mayor competitividad, garantiza el desarrollo de los países y por tanto un mayor bienestar de la sociedad, al permitirles acceder a una mejor tecnología, inclusión a un consumo variado de otros productos y servicios generados en otros lugares y cientos de potenciales consumidores internacionales para la producción interna de un país, que sin ellos muchas de las veces se perderían sin generar réditos económicos, sobre todo cuando se trata de un país productor-primario. Esta descripción es atractiva, pero no deja de ser una utopía para los países latinoamericanos, que históricamente “han comprobado que el neoliberalismo en su máxima expresión como capitalismo no ha previsto el correcto cumplimiento de las necesidades básicas de la sociedad” (Vargas, 2016, pág. 38); y sólo ha generado en la región desigualdad social (Estado embudo: 20% de los ciudadanos poseen el 80% de la riqueza y 80% de la población apenas sobrevive con el 20% de los ingresos estatales), la no democratización política por la instauración de gobiernos que sirven a pocos grupos elitistas, polución y explotación desmedida de los recursos naturales, privatización de la salud y educación, explotación laboral y tasas altas de desocupación. De esta forma se puede concluir, que el neoliberalismo como política de direccionamiento económico bajo los lineamientos del capitalismo si ha permitido una mejor integración de las relaciones comerciales internacionales denominada globalización; lo cual, apoya al desarrollo de los Estados e incrementa sus PIB. El gran cuestionamiento es ¿vale mantener un PIB positivo a costa de generar problemáticas sociales? Y la respuesta bajo un criterio personal es no, dado que todo el aparataje del neoliberalismo no tiene como fin mejorar las condiciones sociales; bueno sí, para los países anglosajones, pero el precio de su bienestar es el perjuicio de millones de personas en Latinoamérica que deben someterse a un sinnúmero de políticas restrictivas que lo único que hace es menoscabar sus derechos y condiciones socio-económicas. Al final y acorde a los elementos históricos y proyecciones de largo plazo, el sistema neoliberal va subsistir; por más que a nivel regional se ha intentado implementar modelos mal llamados “socialistas” o “humano-socialistas” con el fin de no depender de instituciones como el FMI y el BM, para crear economías en beneficio de los más vulnerados y garantizar sus necesidad y de a poco ajustar la matriz productiva dejando
de ser un país primario-exportador a uno terciario-tecnológico; pero la realidad es otra, dado que amplio casos de corrupción, gobernantes sin sentido e identidad patriótica y los mismos ciudadanos que no demandan un correcto trabajo a sus mandantes y a los recursos públicos han hecho de la dependencia al modelo neoliberal algo propio de todos los países de Latinoamérica, que cada número de décadas se vuelve a repetir en forma de crisis económicas y sociales. Por tanto, el neoliberalismo no es el gran inconveniente del malestar social, sino de no saber cómo utilizar en beneficio propio sin vulnerar los derechos sociales, dado que al final, lo más importante para un país debe ser su pueblo.
BIBLIOGRAFÍA Alarcón, X. (2016). La globalización de la deuda. Bogotá - Colombia: Fusión ediciones. Barreto, A. (2019). El neoliberalismo y sus incidencias en la economía mundial. Barcelona España: Atenea ediciones investigativas. Carrillo, E. (2017). El capitalismo y su optimización en las relaciones internacionales comerciales. Valencia - España: Castrello ediciones. Gallo, C. (2019). La políticas neoliberales en Latinoamérica. Lima - Perú: Prometeo ediciones históricas. Jácome, M. (2018). Efectos sociales y económicos del neoliberalismo. Valencia - España: Komier ediciones. Ricaurte, F. (2017). El capitalismo y su eficiencia mundial. Santiago - Chile: Montreal ediciones. Ríos, S. (2018). El espejismo neoliberal. México D.F. - México: Zamora ediciones. Torres, A. (2017). El Consenso de Washington en los gobiernos de América Latina. Quito Ecuador: Flacso publicaciones. Vargas, C. (2016). Los efectos del neoliberalismo. Quito - Ecuador: Mantra ediciones económicas. Yumicela, D. (2017). Conformando un Estado de servicio internacional. México D.F. México: Red roja ediciones.