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“Influencia del positivismo comtiano en el pensamiento sociológico ecuatoriano” PRAXIS CAPITAL
Introducción Desde tiempos post-colonialistas, el positivismo comtiano ha influido en pensadores ecuatorianos que a través de los tiempos transmitieron ideas de liberación del pensamiento social, obstruido por una razón fundada en una “fe ciega”. Aunque no se desarrollarían ideas muy bien esclarecidas del pensamiento positivista en sociólogos ecuatorianos, debido a que su trabajo, hasta hoy en día, no ha tenido el gran impacto que merece un investigador social, se intenta explicar en este trabajo la marca positivista en el ideal del pensamiento ecuatoriano. Desde la visión del escritor, abogado y educador latacungüense Belisario Quevedo, en su trabajo “Sociología, Política y Moral” se transmitió en el Ecuador precursoras ideas del manejo y la mesura de una moral individual. “Quevedo tuvo una conciencia clara de lo propio y puede afirmarse que toda su obra se encuadra en sus marcos respectivos a pesar de los condicionamientos históricos que vivió. Lo propio, además, se presenta en sus obras como una experiencia original y fundamentalmente que, aunque pudo verse desfigurada o influenciada por factores alienantes, no se vio nunca anulada o postergada”. (Espinosa Cordero, 2011). Desarrollo Así, es de gran impacto la influencia positivista adoptada por Belisario Quevedo, y aunque a ciencia cierta no se puede afirmar que su influencia la obtuvo de Auguste Comte, si se puede deducir que la fusión de ideas obtenidas, forman parte de la concepción que tenía por moral la sociedad ecuatoriana de principios del siglo XX.
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En el organismo politeísta de la antigüedad, la moral, no podría nunca adquirir ni la dignidad, ni la universalidad conveniente a su naturaleza. Su independencia fundamental resulto por fin en el régimen monoteísta propio de la Edad Media, en donde surge una “moral cristiana como una horrible tiranía, como una máquina trituradora y desconsiderada”. (Niezsche, 2010) Desde tiempos remotos, el antiguo régimen eclesiástico-mental, trajo consigo un sin número de reglas morales, marcadas por una concepción de comportamiento teológico, comportamiento que muchas de las veces han necesitado del pecado de la culpa, y a su vez, del sentimiento de remordimiento, para su supervivencia. Aunque la moral humana empezó a tomar un carácter sistemático, principalmente del catolicismo, fue su repercusión retrógrada, en el sentimiento de atadura hacia ser humano, lo que propicio su desvinculación como ente regulador de todo comportamiento, para luego considerar que la ética y la moral deben ser juzgadas por la sociedad. Pensamiento de un ideal netamente metafísico. Este problema de entre sociabilidad y moral es planteado de la siguiente manera: Somos morales porque somos sociables, ¿O somos sociables porque somos morales? La ciencia responde que la sociabilidad es antecedente a la moralidad. (Quevedo, 1981) Por tanto, las reglas morales no se implantan solamente desde una concepción teológica o metafísica, sino también desde la visión cosmogónica de cada una de las sociedades. Desde hábitos innatos, que luego de haber pasado por la etapa de ser consideradas como costumbres, se vuelven reglas tradicionales, transmitidas hereditariamente por cada generación de sociedades. 3
En confrontación hacia una moral teológica y una moral implantada, Belisario Quevedo sostiene que se han formado los conceptos intuitivos de las experiencias de cada hombre, lo que concuerda con Comte, que aparte de esto agrega que la moral nace de la naturaleza necesariamente personal de cada individuo, que este a su vez no tolera ninguna aplicación de moral colectiva. Esta consideración positivista parte del principio fundamental implantado por el deísmo al manifestar la omnipresencia de Dios. Entonces, los instintos son la mera energía que se va moldeando en función de la orientación que les va imprimiendo la cultura, son la más grande energía moral y ética de todo ser en especial del ser humano, siendo obtenidas desde el aprendizaje empírico, y también en el desarrollo cognoscitivo de su entorno. Si fuésemos animales irracionales, no apeteciéramos otra cosa que el manejo mesurado de las partes del cuerpo y la quietud ante los apetitos, en tal caso debe ser el cuerpo el hilo conductor para toda interpretación, ya que “todo ser viviente tiene la capacidad de asimilar lo agradable o provechoso (que es para él fuente de placer) y rechazar lo desagradable o perjudicial (que para él es fuente de dolor)”. (Niezsche, 2010). Por tanto, el instinto hace al cuerpo y la conciencia a los vicios. Conclusión En consecuencia, “es siempre el cuerpo quien piensa y quien decide” (Niezsche, 2010), en nosotros esta dominar a nuestros apetitos; siempre que no podamos hacerlo debemos acudir a la intuición moral, no es necesario que una moral cristiana marque lo establecido o lo no bien visto, ya que los principios son personales, y surgen a partir de valores aprendidos en la familia. Solo la liberación de todo prejuicio social y la adaptación de una moral intuitiva, netamente personal, traerá consigo el carácter de formar reglas de comportamiento positivista.
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REFERENCIAS
Espinosa Cordero, S. (2011). Ecuador: Drama y Paradoja. Quito, Ecuador. Niezsche, F. (2010). La genealogía de la moral. Madrid, España: tecnos. Quevedo, B. (1981). Sociología, Política y Moral. Quito, Ecuador: Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano.
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