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Sor Josefa de Castillo y Guevara

cadenas. Mi Vida no fue publicada sino hasta 1817 en Filadelfia y sus Afectos Espirituales no vieron la luz hasta 1843, lo vivido de sus relatos sobre la cotidianidad en tan famosa fundación real así como la ornamentación y adorno de la capilla del convento, realizadas por la Madre Castillo, su relación estrecha con sus confesores franciscanos y jesuitas y con los múltiples médicos y cirujanos de la ciudad y de Santafé, hacen ver que su experiencia mística estaban lejos de ser desconocida para una ciudad siempre pequeña y dada a los rumores y maledicencias desde el tiempo de las Hinojosas.

En uno de los pasajes de su Vida, capitulo 39, cuenta sor Josefa una de las apariciones del mal espíritu, el enemigo, que se le manifestaba indistintamente en forma de serpiente, de cerdo, de enano o de un esclavo: “De ahí a pocos días volvió a aparecer el enemigo junto a la cama en que yo estaba, con una figura de negro, tan feo, tan grande y ancho, todo penetrado de fuego que me causó más horror esta vez que todas las otras. De la vida de la madre Castillo, aparte de sus obras místicas, puede apreciarse su ascética celda e imaginar los suplicios a que se sometía en ella; también el despacho desde donde, como Abadesa, ejerció con férrea mano el control del convento. En este sitio la Academia Boyacense de Historia colocó sus restos y una placa conmemorativa, así como se puede ver un curioso observatorio, que se hizo construir, que le permitía vigilar y castigar a monjas y novicias rebeldes. El estado actual de la Real Capilla del Convento tunjano es atribuible a la labor incansable de la monja mística, quien aportó sus relaciones familiares y comerciales para legarnos, en rojo y oro, uno de los más hermosos conjuntos artísticos del arte colonial neogranadino.

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Parte de la historia de Tunja y de este conjunto es la famosa Custodia Grande de santa Clara la Real, encargada por sor Josefa, elaborada en oro por el orfebre Nicolás de Burgos y Aguilera y entregada al convento en 1737. La adornan 750 esmeraldas grandes y numerosas pequeñas, 37 diamantes, 42 amatistas, 2 rubíes, 2 topacios, 2 perlas barrocas y 580 perlas pequeñas, en total 1.500 piedras preciosas engastadas, con un peso de 4.217 gramos y 63 y medio centímetros de altura. Esta joya inapreciable de la orfebrería colonial se encuentra actualmente en las bóvedas de la Casa de la Moneda del Banco de la República, en Bogotá, luego de haber sido recuperada en 1987, en San Antonio, Texas, en los Estados Unidos, último capítulo de una verdadera historia de suspenso, intriga y emoción, incluida la muerte en Tunja de la escritora adolescente María de las Estrellas.

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