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La Emparedada y el farol de las Nieves
Los Dominicos, para las celebraciones de la Semana Santa, habían encargado en el siglo XVI, un paso en el que debía estar el Nazareno, Simón Cirineo y un cruel Judío Errante, que encadenara al exánime mártir del Calvario, que se convirtió en uno de los más famosos pasos de la Semana Mayor, que por 400 años ha salido por las calles del centro de la ciudad en las procesiones.
Cuenta la leyenda tunjana, que Ahasverus entró a la iglesia de Santo Domingo, una tarde de Viernes Santo a finales del siglo XVI, mientras los frailes predicadores acompañaban la procesión del Santo Sepulcro. Fray Luis, que se había quedado solo en el convento, entró a la iglesia y pudo ver que un extraño viajero, vestido igual que la estatua, que hablaba en hebreo con la efigie del Judío Errante, que se encontraba en el paso colocado en el nicho. Hasta la fecha, no se sabe si el verdadero Judío Errante se quedó descansando en Tunja, en el paso de Semana Santa o prosiguió su eterno camino.
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Desde entonces, muchos aseguran, que han vuelto a verlo caminando en las frías noches tunjanas y hasta bañándose en el Pozo de Donato. Lo cierto es que, para el Vía Crucis del Viernes Santo, el famoso paso que está ubicado al fondo, en la nave izquierda de la iglesia de Santo Domingo, al lado del altar, sigue errante hasta la Plaza Mayor.
En su Guía de Tunja, publicada en 1958, con dibujos de David Parra y texto del secretario de la Universidad Pedagógica, Emilio Calle, nos contó esta trágica leyenda tunjana:
“La linda hija de don Alonso de Rojas no obtuvo la aprobación paternal para sus relaciones castas. Los enamorados decidieron contraer matrimonio furtivamente, y cuando en una fría madrugadacolonial terminaba la ceremonia, Don Alonso penetró violentamente a la Iglesia de las Nieves, atravesó de una estocada el corazón del novio, condujo a la desposada nuevamente a su casa y la emparedó en uno de los espacios de la alcoba.” Desde entonces, en las noches, los tunjanos aprecian asustados una misteriosa luz del más allá, una luz amarillenta, a manera de “Farol”, que iba desde la iglesia de las Nieves, cuatro cuadras subiendo hacia la plaza, hasta llegar al lugar donde existió la casa colonial donde vivió, se enamoró y fue emparedada la desgraciada viuda tunjana, convertida en una mortecina luz amarillenta.