Sesión 5. Levítico: El Santo Regalo de Dios Bosquejo
El Propósito del Libro de Levítico La Historia Particular en el Libro de Levítico: Israel Junto al Monte Sinaí La inauguración de la Tienda de Reunión (Tabernáculo) La liturgia de la Tienda de Reunión La institución del sacerdocio levítico Las leyes de la purificación La práctica de la santidad cotidiana La Historia Teológica del Levítico: El Regalo de Dios es Santo Dios invita a su Presencia Los Requisitos Voluntariamente Sinceramente Humildemente Obedientemente Los Propósitos Para rendir adoración Para recibir perdón Para entregarse a Él en consagración Para tener comunión Para adquirir santidad Para obtener dirección para la vida Para experimentar gozo Para comprender el amor de Dios Para experimentar la bendición de Dios Dios invita a participar de Su santidad En todo tiempo En todo lugar En todo aspecto de la vida La Historia Cristiana en Levítico Cristo es el fin de la ley Cristo es nuestra santificación
El Propósito del Libro de Levítico El libro de Levítico, recibió este nombre en el siglo II a.C. Este nombre significa “relativo a los levitas” y describe el énfasis del libro en relación a la institución y función del sacerdocio levítico posterior a la salida de Egipto. No obstante, el propósito del libro no es ultimadamente explicar el sacerdocio levítico sino entender la forma en la que la Tienda de Reunión (o Tabernáculo) proveía al pueblo de
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Dios la oportunidad de recibir y preservar el regalo de la presencia de Dios en medio de ellos. Podemos por tanto resumir el propósito del libro de esta manera: El propósito de Levítico es enseñar al pueblo cómo preservar la presencia de Dios en medio de ellos. Provee las instrucciones para la pureza y la santidad que permitan al pueblo continuar disfrutando de la bendición que la presencia de Dios otorga.3
La Historia Particular en el libro de Levítico: Israel Junto al Monte Sinaí Desde el punto de vista histórico el contexto de Levítico es muy sencillo. El libro de Éxodo concluye su historia con la consagración inicial de la Tienda de Reunión. En Éxodo 40 la historia concluye al Dios llenar el tabernáculo con la gloria de su presencia. Levítico continúa la narración a partir de este punto describiendo en amplio detalle el funcionamiento de la Tienda de Reunión y del sacerdocio. Cronológicamente esto sucede alrededor del año 1445 a.C. al pie del monte Sinaí donde los judíos acamparon durante el segundo año del éxodo (Éxodo 40:16). Durante este año, Moisés, quien había subido al monte para recibir los mandamientos del Señor, instruyó al pueblo respecto a la importancia de la Tienda de Reunión para preservar el regalo de la presencia de Dios en medio del pueblo. Podemos bosquejar brevemente el contenido de esta enseñanza de la siguiente manera: La inauguración de la Tienda de Reunión (Tabernáculo) Éxodo 40 La liturgia de la Tienda de Reunión Levítico 1‐17 La institución del sacerdocio levítico Levítico 8‐10 Las leyes de la purificación Levítico 11‐17 La práctica de la santidad cotidiana Levítico 18‐27
La Historia Teológica del Levítico: El Regalo de Dios es Santo Como hemos ya previamente enfatizado, el regalo de Dios para su pueblo escogido es Dios mismo. No existe don divino más valioso e indispensable que la presencia misma de Dios. Levítico es un libro en el cual la presencia de Dios permea toda la narración. Vez tras vez se nos anuncia que Dios habló con Moisés (Levítico 1:1; 4:1; 5:14; 6:1, 8, 19, etc.). Todos los sacrificios se “llevaban al Señor”, se “presentaban al Señor” y se realizaban “ante el Señor” (Levítico 1:9, 17, 2:7, 8, 11, 3:7, 4:3, etc.). La presencia de Dios es esencial al mensaje del libro. El Regalo de Dios es Dios mismo. En Éxodo aprendimos que el Regalo de Dios es un regalo soberano. Dios se da a sí mismo a su pueblo en sus términos y para su gloria. El libro de Levítico nos presenta otro aspecto fundamental del don que Dios hace de sí mismo: El Regalo de Dios es Santo. Dios no puede relacionarse con el pecado a menos que exista un medio que permita a su pueblo acercarse a Dios en santidad. Esta verdad queda claramente establecida en algunos pasajes importantes: 23 Moisés y Aarón entraron en la Tienda de reunión. Al salir, bendijeron al pueblo, y la gloria del Señor se manifestó a todo el pueblo. 24 De la presencia del Señor salió un fuego, que 3
Adaptado de A Survey of the Old Testament por John H. Walton. Serie “Get an A! Study Guides” de Zondervan.
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consumió el holocausto y la grasa que estaban sobre el altar. Al ver esto, todo el pueblo prorrumpió en gritos de júbilo y cayó rostro en tierra. 10 Pero Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario y, poniendo en ellos fuego e incienso, ofrecieron ante el Señor un fuego que no tenían por qué ofrecer, pues él no se lo había mandado. 2 Entonces salió de la presencia del Señor un fuego que los consumió, y murieron ante él. 3 Moisés le dijo a Aarón: «De esto hablaba el Señor cuando dijo: »“Entre los que se acercan a mí manifestaré mi santidad, y ante todo el pueblo manifestaré mi gloria.” » Y Aarón guardó silencio. Levítico 9:23 – 10:4 16 El Señor le habló a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón, quienes murieron al acercarse imprudentemente al Señor. 2 Le dijo el Señor a Moisés: «Dile a tu hermano Aarón que no entre a cualquier hora en la parte del santuario que está detrás de la cortina, es decir, delante del propiciatorio que está sobre el arca, no sea que muera cuando yo aparezca en la nube por encima del propiciatorio. Levítico 16:1‐2 La invitación que Dios hace a su pueblo en el libro de Levítico es por lo tanto muy clara: 44 Yo soy el Señor su Dios, así que santifíquense y manténganse santos, porque yo soy santo. No se hagan impuros por causa de los animales que se arrastran. 45 Yo soy el Señor, que los sacó de la tierra de Egipto, para ser su Dios. Sean, pues, santos, porque yo soy santo. Levítico 11:44‐45 Las faltas y fracasos morales del pueblo les hacían impuros e incapaces de acercarse a Dios. De acuerdo a un comentarista, “estas faltas y fracasos no solo afectaban al individuo, sino al mismo tabernáculo, el asiento de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Si el tabernáculo se contaminaba, el Santo Redentor de Israel no podía continuar morando en medio de su pueblo y su raison d’être quedaba destruida.” El sistema sacrificial y el sacerdocio levítico proveían al pueblo del camino temporal necesario para preservar la presencia de Dios en medio de su pueblo.
Dios invita a Su presencia Todo lo que hemos dicho hasta ahora pudiera en primera instancia dar la impresión de que Dios desea alejarnos de su presencia. Esto es completamente falso. La teología de Levítico establece concluyentemente que el Dios Santo y Verdadero anhela la comunión con nosotros. Anhela darlos el regalo de su presencia y nos invita a su presencia. El sistema sacrificial es una proclamación pública y enfática de que Dios vez tras vez busca atraer a su pueblo a sí mismo. Mientras estuvieron al pie del monte, los israelitas aprendieron que Dios estaba interesado en más que simplemente rescatar a su pueblo. Comprendieron que el Dios Santo quiere tener una relación con su pueblo pecador; que Dios está dispuesto a descender de la montaña para morar entre ellos. El libro de Levítico nos enseña tanto los requisitos para entrar en la presencia de Dios como también los propósitos y beneficios de estar ante su Santa presencia. Consideremos brevemente estos dos aspectos. El Regalo de Dios
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Los requisitos para entrar en la presencia de Dios El libro establece al menos cuatro requisitos para poder disfrutar de la presencia de Dios. Cada uno de ellos se hace evidente en las descripciones del libro en relación a los sacrificios. En primer lugar, Dios invita a su pueblo a acercarse voluntariamente. Aquellos que pecaban debían venir al presentar su sacrificio por voluntad propia y no por coerción. Además debían presentarse sinceramente. La participación en el sacrificio requería la honestidad de reconocer el pecado personal y confesarlo para recibir perdón. Esto es imposible si uno no se acerca humildemente. Finalmente, la gente del pueblo debía acercarse obedientemente. Debía seguir al pie de la letra las instrucciones de Dios si deseaba obtener perdón. Los propósitos de entrar en la presencia de Dios La teología de Levítico es muy abundante en cuanto a los propósitos de Dios para su pueblo al concederle el regalo de su presencia. Es imposible considerar con detenimiento cada uno de ellos pero podemos al menos mencionar brevemente los más importantes. En primer lugar, Dios desea que su pueblo entre en su presencia para rendir adoración. Aunque la palabra adorar o adoración no aparece en Levítico, los requisitos previamente mencionados para presentarse ante Dios y el énfasis del libro en cuanto a Su carácter Santo dejan bien claro que el pueblo de Dios ha de acercarse a Él en una actitud de adoración que reconoce su gobierno y santidad sobre cada aspecto de la vida. Otro propósito de acercarse a la presencia de Dios es para recibir perdón. Vez tras vez el libro de Levítico hace la invitación al pueblo a acercarse y participar de los sacrificios para obtener perdón: Así el sacerdote hará expiación por ellos, y serán perdonados. Levítico 4:20 (ver también 4:26, 31, 35, 5:10, 18, 6:7) El sacrificio de holocausto (Levítico 1) y las ofrendas de paz (Levítico 3) nos muestran además que Dios anhela que entremos en su presencia para entregarnos a Él en consagración y para tener comunión con Él. Él desea también santificarnos (Levítico 21:8). Desea además que experimentemos gozo (Levítico 23:40), y que comprendamos su amor (Levítico 18:24; 20:23). En términos generales podemos decir que la presencia de Dios en medio de su pueblo le permite a este experimentar la bendición de Dios. Levítico 26 proclama elocuentemente la grandeza de este anhelo de Dios de bendecir a su pueblo y paciente y constantemente restaurarlo a la comunión con Él: 9 »Yo les mostraré mi favor. Yo los haré fecundos. Los multiplicaré, y mantendré mi pacto con ustedes… 11 Estableceré mi morada en medio de ustedes, y no los aborreceré. 12 Caminaré entre ustedes. Yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. 13 Yo soy el Señor su Dios, que los saqué de Egipto para que dejaran de ser esclavos. Yo rompí las coyundas de su yugo y los hice caminar con la cabeza erguida. Levítico 26:9
Dios invita a participar de Su santidad Un último aspecto esencial de la historia teológica de Levítico es que Dios nos invita a participar de su Santidad. La santidad en Levítico no es algo reservado para únicamente para Dios. El pueblo de Dios ha de ser santo porque su Dios es santo (Levítico 11:44, 45; 19:2; 20:26). El Regalo de Dios
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La santidad tampoco es un aspecto aislado de la vida. En Levítico entendemos que la santidad aplica en todo tiempo, todo lugar y todo aspecto de la vida. Levítico no concibe una vida compartamentalizada. Promueve una vida integral. Cada experiencia de la vida ha de ser una experiencia santa. En Levítico Dios santifica el trabajo, el descanso, la relaciones interpersonales, las relaciones familiares, las relaciones sexuales, las fiestas, las finanzas, los bienes raíces, los negocios, el servicio social, etc. El mensaje de levítico es claro: la persona que desea gozar de la bendición plena del regalo de la presencia de Dios ha de buscar una vida completamente santa. Levítico no conoce nada que sea tan mundano que quede fuera del interés y el control de Dios. Ningún aspecto de la vida ha de considerarse profano. Todos han de vivirse con plena consciencia de la santidad de Dios y sus implicaciones para cada uno de nuestros actos.
La Historia Cristiana en Levítico Nuevamente enfatizamos que el Antiguo Testamento es una historia incompleta que no puede comprenderse cabalmente aparte de la revelación del Nuevo Testamento. El libro de Levítico es importantísimo porque establece principios fundamentales que son repetidos en el Nuevo Testamento. La suma de la ley, “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas… Ama a tu prójimo como a ti mismo.” (Marcos 12:31) es una cita compuesta de Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18. El Señor Jesús nos insta a “ser perfectos como nuestro Padre es perfecto” (Mateo 4:48), esta es la misma idea que permea todo el argumento de Levítico. Finalmente el aspecto más importante de Levítico tiene que ver con la persona de nuestro Salvador Jesucristo. En el Nuevo Testamento, el libro de Hebreos nos provee la correcta lectura cristiana de Levítico. G. Campbell Morgan afirma incluso que siempre se han de mantener juntos Levítico y Hebreos en el estudio bíblico ya que aquél que estudia Hebreos, si no estudia también Levítico, no puede conocer Hebreos. Esto es debido a que Hebreos muestra el cumplimento de todo lo que Levítico sugiere. El gran argumento del libro de Hebreos es que Cristo es el cumplimiento de todos los ideales expresados en la ley del Antiguo Testamento. Su sacerdocio es superior al de Aarón. Su sacrificio es más efectivo en limpiar el pecado que no pueden quitar los toros y los machos cabríos. Lo que los ritos del Antiguo Testamento pintaban en tipo y sombra, Cristo lo ha consumado.
Cristo es el fin de la Ley Podemos brevemente afirmar dos cosas. Cristo es el fin de la ley. Por causa de su perfecto sacrificio (simbolizado en Levítico 16), el nos ha librado de las exigencias de la ley al llegar a ser nuestra justicia: 1 Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. 2Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. 3Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; 4porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Romanos 10:1‐4 El Regalo de Dios
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Cristo es nuestra santificación Por último, debemos decir que la obra de nuestro Salvador en nuestro favor al morir en la cruz y resucitar al tercer día ha satisfecho perfectamente las demandas de nuestro Padre celestial y por lo tanto no tenemos más necesidad de realizar sacrificios. Solamente nos es necesario comprender el propósito de los mismos de manera que podamos apreciar más claramente la gloria de la misericordia de Dios y de su gracia al proveer para nosotros un cordero sin mancha, un cordero divino que quite nuestros pecados y nos santifique una vez para siempre: 11 Cristo, por el contrario, al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivos en el tabernáculo más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas (es decir, que no es de esta creación), 12 entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno. 13 La sangre de machos cabríos y de toros, y las cenizas de una novilla rociadas sobre personas impuras, las santifican de modo que quedan limpias por fuera. 14 Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente! 15 Por eso Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la herencia eterna prometida, ahora que él ha muerto para liberarlos de los pecados cometidos bajo el primer pacto. 23
Así que era necesario que las copias de las realidades celestiales fueran purificadas con esos sacrificios, pero que las realidades mismas lo fueran con sacrificios superiores a aquéllos. 24 En efecto, Cristo no entró en un santuario hecho por manos humanas, simple copia del verdadero santuario, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora ante Dios en favor nuestro. 25 Ni entró en el cielo para ofrecerse vez tras vez, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26 Si así fuera, Cristo habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo. 27 Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio, 28 también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan. 10 La ley es sólo una sombra de los bienes venideros, y no la presencia misma de estas realidades. Por eso nunca puede, mediante los mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, hacer perfectos a los que adoran. 2 De otra manera, ¿no habrían dejado ya de hacerse sacrificios? Pues los que rinden culto, purificados de una vez por todas, ya no se habrían sentido culpables de pecado. 3 Pero esos sacrificios son un recordatorio anual de los pecados, 4 ya que es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. 10
Y en virtud de esa voluntad somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre. 11 Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. 12 Pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la derecha de Dios, 13 en espera de que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. 14 Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados. Hebreos 9 ‐ 10 El Regalo de Dios
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