Sesión 9. Jueces: El Rechazo del Regalo Perseverante de Dios Bosquejo
El Propósito del Libro de Jueces La Historia Particular en el Libro de Josué: La Recurrente Rebelión de Israel Prólogo: La Conquista Incompleta y su Causa (1:1 – 3:6) Contenido: Ciclos de Opresión y Liberación (3:7 – 16:1) Epílogo: El Caos Moral y Religioso (17:1 – 21:25) La Historia Teológica del Libro de Jueces: El Rechazo del Regalo Perseverante de Dios Dios Desea que Su Pueblo le Reconozca Como Su Rey Dios Es el Verdadero Juez Sobre Su Pueblo Dios Anhela la Reconciliación con Su Pueblo La Historia Cristiana en Jueces Cristo es Nuestro Rey Amoroso y Soberano Cristo es Siempre Nuestra Reconciliación
El Propósito del Libro de Jueces El libro de Jueces narra la historia de Israel en los años 1380 – 1060 a.C. aproximadamente. Tradicionalmente se afirma que el libro fue escrito por el profeta Samuel alrededor del año 1051, en los días posteriores a la coronación del rey Saúl. Podemos describir el propósito del libro de la siguiente forma: El libro de Jueces fue dado por Dios a su pueblo para enseñarle las trágicas consecuencias de rechazar el regalo de Su presencia y Su reino. También le invita a reconocer el amor, la paciencia y la fidelidad de Dios que siempre conceden al pueblo la oportunidad de obtener perdón y reconciliación con Dios.
La Historia Particular en el Libro de Jueces: La Recurrente Rebelión de Israel La Historia Particular de Israel en el libro de Jueces es muy extensa y compleja. Contiene la historia de los jueces o caudillos de Israel en la época posterior a la muerte de Josué. Durante esta época, Israel cayó recurrentemente en rebelión, desobediencia e idolatría. Esto traía como resultado el juicio divino quien entregaba a Israel a la opresión en manos de las naciones extranjeras a quienes negligentemente no habían expulsado de la tierra de Canaán. Durante estos tiempos de opresión, Israel se acordaba del Señor y clamaba a Él y como resultado, Dios se compadecía de su pueblo y le enviaba un libertador.
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El libro no sigue una cronología estricta sino que más bien busca narrar la historia de los jueces de forma que la necesidad de un rey que gobierne sobre Israel se haga evidente y urgente. Es posible dividir el libro en tres secciones las cuales estudiaremos brevemente a continuación.
Prólogo: La Conquista Incompleta y su Causa (1:1 – 3:6) La primera sección del libro es de mucha importancia para comprender el contenido histórico y teológico del mismo. De acuerdo al profesor Philips Longs5, esta sección explica las causas de la decadencia de Israel desde dos puntos de vista: el político y el religioso. La Causa Política de la Decadencia (1:19 – 2:5) En esta sección del libro, es posible percibir el creciente fracaso del pueblo en apoderarse de la tierra prometida debido al temor y la falta de fe. El pueblo comienza conquistando exitosa y completamente (1:17), pero pronto se ve intimidado por el poder militar de los cananeos y comienza a dejar a medias el proceso de conquista. Primero el pueblo otorga perdón a algunos y les permite vivir en tierras lejanas (1:22‐26). Después permite a los cananeos vivir “entre ellos” (1:30). Finalmente, los Israelitas tienen tan poco éxito que ellos son quienes “viven entre los cananeos” (1:33). Aun y cuando Dios había ya otorgado a Israel la victoria sobre sus enemigos, el pueblo fue infiel e incrédulo y como resultado vino el castigo y la decadencia espiritual (2:1‐5). La Causa Religiosa de la Decadencia (2:6 – 3:6) La segunda sección del prologo vuelve a repetir el fracaso del pueblo de Israel. La repetición se hace evidente en la mención por segunda ocasión de la muerte de Josué (1:1; 2:8). Sin embargo el énfasis recae ahora en la razón espiritual de la decadencia: El pueblo de Israel quebrantó el pacto (2:20), siendo desobediente a Dios (2:1‐2, 11‐13; 3:6), olvidándose de él y sirviendo a los dioses falsos de las naciones de Canaán (2:11‐13,19) . Esta sección explica además el ciclo de opresión y liberación que da forma a las historias de los jueces de Israel contenidas en la sección principal del libro. El ciclo se encuentra descrito en Jueces 2:11‐19: 11 Esos israelitas hicieron lo que ofende al Señor y adoraron a los ídolos de Baal. 12 Abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses —dioses de los pueblos que los rodeaban—, y los adoraron, provocando así la ira del Señor. 13 Abandonaron al Señor, y adoraron a Baal y a las imágenes de Astarté. 14 Entonces el Señor se enfureció contra los israelitas y los entregó en manos de invasores que los saquearon. Los vendió a sus enemigos que tenían a su alrededor, a los que ya no pudieron hacerles frente. 15 Cada vez que los israelitas salían a combatir, la mano del Señor estaba en contra de ellos para su mal, tal como el Señor se lo había dicho y jurado. Así llegaron a verse muy angustiados. 16 Entonces el Señor hizo surgir caudillos que los libraron del poder de esos invasores. 17 Pero tampoco escucharon a esos caudillos, sino que se prostituyeron al entregarse a otros dioses y adorarlos. Muy pronto se apartaron del camino que habían seguido sus antepasados, el camino de la obediencia a los mandamientos del Señor. 18 Cada vez que el Señor levantaba entre ellos un caudillo, estaba con él. Mientras ese caudillo vivía, los libraba del poder de sus enemigos, porque el Señor se compadecía de 5
Esta sección de las notas ha sido adaptada de las notas de la clase de Historia del Antiguo Testamento del profesor Long (Covenant Theological Seminary) contenidas en: http://worldwidefreeresources.com/upload/OT230_SG_13.pdf. El Regalo de Dios
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ellos al oírlos gemir por causa de quienes los oprimían y afligían. 19 Pero cuando el caudillo moría, ellos volvían a corromperse aún más que sus antepasados, pues se iban tras otros dioses, a los que servían y adoraban. De este modo se negaban a abandonar sus malvadas costumbres y su obstinada conducta. Podemos entonces describir el ciclo de la siguiente manera: Pecado Î Opresión Î Súplica Î Salvación
Contenido: Ciclos de Opresión y Liberación (3:7 – 16:1) La sección principal del libro contiene en detalle los ciclos de opresión y liberación de Israel. El texto menciona a doce jueces distintos, haciendo énfasis en seis de ellos. Esta sección ha sido bosquejada de diferentes maneras pero en general los comentaristas están de acuerdo en señalar a la historia de Gedeón como el elemento central del libro. El siguiente bosquejo permite observar esto: A. Un Juez Solitario: Aod B. Un Juez Inusual: Débora (con Barac) C. El Juez Principal: Gedeón (y Abimélec) B’. Un Juez Inusual: Jefté A. Un Juez Solitario: Sansón En este esquema Otoniel, el primer juez se considera parte de la introducción, proveyendo el primer ejemplo del ciclo de opresión‐liberación de manera concisa. El arreglo arriba mencionado localiza la historia de Gedeón y Abimélec en el corazón del mensaje del libro. Observemos la forma en que la historia de Gedeón nos describe de manera elocuente y profunda el trágico estado espiritual de Israel en esta época de su historia. Gedeón Realiza una Buena Profesión de Fe: Solo Dios es Rey Sobre Israel Muchos han considerado a Gedeón como el “juez modelo” debido a su afirmación en Jueces 8:22‐ 23: 22 Entonces los israelitas le dijeron a Gedeón: —Gobierna sobre nosotros, y después de ti, tu hijo y tu nieto; porque nos has librado del poder de los madianitas. 23 Pero Gedeón les dijo: —Yo no los gobernaré, ni tampoco mi hijo. Sólo el Señor los gobernará. Jueces 8:22‐23 Evidentemente, Gedeón sabía quién era el único Rey legítimo sobre Israel. Los jueces no tenían la facultad de gobernar de forma soberana sobre el pueblo de Dios. Únicamente Dios tiene ese derecho tal y como Gedeón reconoce en 8:23. Gedeón Se Establece Extraoficialmente como Rey de Israel No obstante su afirmación en 8:22‐23, la subsiguiente narración establece claramente que Gedeón comenzó a actuar como si fuera rey. En primer lugar, el texto nos dice que Gedeón pidió del botín de la guerra anillos de oro y con el oro “hizo un efod” el cual todo Israel adoró (8:24‐27). Es decir, Gedeón estableció un gobierno centrado no en el pacto establecido con Dios sino en los deseos de Gedeón. El texto nos dice además que Gedeón “tuvo setenta hijos, pues eran muchas sus esposas” (8:30). Esta era una práctica común de los reyes de la época. Finalmente, Gedeón tuvo un hijo con su concubina en Siquén. El texto nos dice que “Gedeón llamó al niño Abimélec” (8:31). Abimélec significa en hebreo “mi padre es rey”. El Regalo de Dios
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Como podemos ver, la historia de Gedeón nos habla de alguien quien sabía y hablaba lo correcto pero actuaba de manera diametralmente opuesta a su enseñanza. El texto lo presenta como falto de fe (6:33‐7:18), precisamente el problema principal a lo largo de todo el libro. A partir de este momento, las historias de los jueces claramente continúan en decadencia. Las historias de Jefté y Sansón no dejan lugar a duda del mensaje: el pueblo de Dios no necesita de libertadores carismáticos faltos de fe y carácter. El pueblo de Dios necesita un rey: El Rey de reyes y Señor de señores.
Epílogo: El Caos Moral y Religioso (17:1 – 21:25) El libro de Josué termina con la narración de la muerte de Josué, Eleazar y todos los líderes civiles del pueblo de Israel: 29 Tiempo después murió Josué hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años... 31 Durante toda la vida de Josué, el pueblo de Israel había servido al Señor. Así sucedió también durante el tiempo en que estuvieron al frente de Israel los jefes que habían compartido el liderazgo con Josué y que sabían todo lo que el Señor había hecho a favor de su pueblo… 33 Finalmente, Eleazar hijo de Aarón murió y fue sepultado en Guibeá, propiedad de su hijo Finés, en la región montañosa de Efraín. Josué 24:29‐33 La pregunta parece surgir, ¿seguirá el pueblo firme ahora que todos sus líderes han muerto? Hasta el capítulo 16, el libro de los Jueces ha dejado claramente establecido el fracaso de los líderes civiles y su incapacidad de guiar al pueblo a la fidelidad al Señor. La última sección del libro, el doble epílogo de los capítulos 17 al 21 nos responde la pregunta en relación al liderazgo espiritual del pueblo. ¿Cuál es el efecto de los levitas, la tribu separada por Dios para servir en Su presencia continuamente y guiar a l pueblo en la adoración, en la vida espiritual de la nación? La respuesta que encontramos en los capítulos finales de Jueces es alarmante. La decadencia es tal entre los sacerdotes que sus acciones llevan a la nación a la anarquía (17‐18), la inmoralidad descarada (19) y la guerra civil (20‐21). Por este motivo, el libro concluye con una afirmación constante: En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor. Jueces 17:6; 18:1; 19:1; 21:25
La Historia Teológica del Libro de Jueces: El Rechazo del Regalo Perseverante de Dios Al igual que con los libros que hemos previamente estudiado, deseamos ahora descubrir el mensaje teológico del libro de los Jueces. El regalo de Dios es Dios mismo. Dios se dio a sí mismo a su pueblo Israel y se constituyó en su Libertador y Salvador (Éxodo – Josué). En el libro de Jueces, descubrimos que la respuesta del pueblo de Dios a todas las bondades que Él les ha otorgado es la incredulidad. El pueblo rechaza virtualmente el don de la presencia de Dios, la cual, aunque en medio de ellos hasta el final del libro (20:26; 21:2), era casi absolutamente ignorada excepto por breves episodios como resultado de la aflicción causada por su desobediencia. Observemos algunos principios que podemos aprender de este libro.
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Dios Desea que Su Pueblo le Reconozca Como Su Rey En estudios previos hemos mencionado que el don de la presencia de Dios en medio de su pueblo está sujeto a los términos que Dios mismo ha establecido en su soberanía. El más esencial de estos es que Dios desea habitar en medio de su pueblo como Rey y Soberano. El libro de Jueces describe los horrores de la anarquía y afirma que las expresiones grotescas, violentas e inmorales del pueblo y de sus líderes eran el resultado de la falta de un rey. No obstante, esto no quiere decir que lo que el pueblo necesitara fuera un rey humano similar al de las demás naciones. El libro de Jueces nos proclama solemnemente que es posible habitar en cercanía a la presencia de Dios e ignorar por completo su presencia y su gobierno en nuestra vida. Israel tenía Rey, pero no lo reconocía. Dios anhela habitar en nosotros como nuestro Rey. La historia de Sansón nos ilustra esto. Sansón fue un hombre que aunque separado para Dios aun antes de su nacimiento, se dedicó toda su vida a satisfacer sus propios deseos (Jueces 14:3).
Dios Es el Verdadero Juez Sobre Su Pueblo El libro de los Jueces nos demuestra además que Dios es juez sobre su pueblo. El considera las acciones de sus hijos y las juzga en conformidad a su voluntad soberana. Cuando el pueblo de Dios ignora el gobierno de Dios sobre su vida, Dios puede ejecutar su juicio disciplinario por amor a sus hijos (Hebreos 12:1‐11). El pueblo de Israel en la época de los jueces no es distinto en su potencial pecaminoso al pueblo de Dios a través de las edades. La única garantía que el pueblo de Dios tiene para escapar de su depravación natural se encuentra en la sumisión al gobierno de Dios, la obediencia de la fe, y la dependencia en el poder de su Espíritu. El alejarse de Dios corrompe, el acercarse a Él es el bien: 27 Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles. 28 Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del Señor Soberano mi refugio para contar todas sus obras. Salmo 73:27‐28
Dios Anhela la Reconciliación con Su Pueblo El regalo de Dios es un regalo persistente. El amor de Dios por su pueblo se expresa de manera formidable a través del Pentateuco, Josué y ahora en el libro de Jueces. En medio de todo el dolor, el pecado, el fracaso, y el sufrimiento del pueblo por causa de su desobediencia, el aspecto positivo del libro de los Jueces se observa en la disposición constante de Dios de mostrar su gracia, su misericordia y su amor a su pueblo. En medio de los fracasos más perversos, el pueblo de Dios puede encontrar esperanza en el amor soberano y fiel de su Padre celestial. Dios anhela la comunión con su pueblo. El libro deja esto bien claro (Jueces 10:6‐17). El doctor John Hannah afirmó en una ocasión: “Cuando llegue al cielo, hay tres cosas que estoy seguro me van a sorprender: La gente que estará allí, la gente que no está allí, y que yo estaré allí.” No cabe duda que aparte de la sublime gracia de Dios no tenemos esperanza.
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La Historia Cristiana en Jueces Concluimos una vez más descubriendo el valor de libro de los Jueces a la luz de la revelación de nuestro Salvador Jesucristo. Comúnmente se busca identificar tipológicamente a nuestro Salvador en la persona de cada uno de los jueces. Cada juez se convierte en el canal divino por medio del cual Dios trae liberación a su pueblo. No obstante, en el libro de los Jueces, los personajes humanos se presentan más como parte del problema que de la solución. Aunque existen ciertas características positivas estas no son el énfasis principal del texto. Podemos identificar dos formas principales en las que el libro de los Jueces nos señala a la persona de nuestro Señor Jesucristo.
Cristo es Nuestro Rey Amoroso y Soberano La primera forma en la que Jueces nos señala a la persona de Jesucristo es por ausencia. Él es el Rey sobre el pueblo de Dios al cual el pueblo considera ausente. El libro de los jueces expresa la actitud constante de anarquía en medio de Israel. En aquel tiempo “no había rey en Israel.” No obstante como ya afirmamos, Dios era Rey sobre Israel. Israel se olvidaba de Él y lo rechazaba pero Dios permanecía presente en medio de su pueblo. Jesucristo es el Rey de reyes y el Señor de Señores. El es el Rey‐Sacerdote según el orden de Melquisedec. Solo Él puede traer a su pueblo dirección divina; paz, gozo, y seguridad. A través de la historia de la iglesia es siempre posible reconocer cuando Cristo ha sido reconocido como Rey sobre su pueblo y cuando los líderes eclesiásticos han actuado conforme a sus propios deseos. A nivel personal, los creyentes pueden encontrarse frecuentemente en una situación similar a la de los jueces. Los creyentes tienen la promesa y la realidad de la presencia de Dios en sus vidas pero esta presencia es en períodos completamente ignorada e incluso rechazada en las experiencias de la vida cotidiana. Cuando este es el caso, los resultados esperados son los mismos que en la triste historia de Israel en el tiempo de los jueves: derrota, inmoralidad, anarquía, pecado y rebelión. La exhortación de Dios a la iglesia de Laodicea, cuya situación es similar a la de los Jueces en que Dios esta presente pero ignorado, sigue siendo la exhortación a cada uno de nosotros: 14 »Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el soberano de la creación de Dios: 15 Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! 16 Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. 17 Dices: “Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tú. 18 Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista. 19 Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete. 20 Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. 21 Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. 22 El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.» Apocalipsis 3:16‐22
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Cristo Es Siempre Nuestra Reconciliación Debemos también mencionar que el libro de los Jueces nos apunta también hacia el amor fiel y soberano de Dios por nosotros en Cristo. Tal como en el tiempo de los jueces Dios manifestaba su fidelidad hacia su pueblo al extenderle perdón y misericordia por gracia. En el Nuevo Testamento aprendemos que este amor fiel y soberano de Dios por su pueblo ha sido hecho posible por medio de la persona y la obra de nuestro Salvador Jesucristo. La Primera Carta de Juan constantemente nos recuerda esto: 8 Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. 9 Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. 10 Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros. 2 Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. 2 Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo. 1 Juan 1:8 – 2:2 Uno de los engaños más comunes de Satanás es hacer pensar al creyente que una vez que ha pecado, Dios no desea ya más la comunión con él. La Biblia nos enseña algo completamente distinto. Por causa de Jesucristo el Justo, Dios nos ofrece perdón y restauración. El anhela que lleguemos a comprender plenamente su amor para que por amor podamos vivir en obediencia y santidad gozando de la comunión con Él.
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