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Sesión 7. Deuteronomio: El Amoroso Regalo de Dios Bosquejo

El Propósito del Libro de Deuteronomio La Historia Particular en el Libro de Deuteronomio: La Despedida de Moisés. Primer Discurso: La Obra de Dios por su Pueblo en el Pasado (1:1 – 4:43) Segundo Discurso: El Amoroso Regalo de Dios Su Presencia y Gobierno (4:44‐28:68) Tercer Discurso: La Renovación del Pacto (29 – 30) La Transferencia del Liderazgo a Josué (31 – 34) La Historia Teológica de Deuteronomio: El Amoroso Regalo de Dios La Relación de Dios con Su Pueblo es una Relación de Amor Leal El Amor de Dios por Su Pueblo es Soberano y Fiel Dios Anhela y Espera la Obediencia Amorosa de Su Pueblo La Relación de Dios con su Pueblo es una Relación del Corazón La Historia Cristiana en Deuteronomio Cristo es nuestra redención Cristo es nuestra vida Cristo es nuestra fuente de bendición Cristo es el gran profeta enviado por Dios

El Propósito del Libro de Deuteronomio El libro de Deuteronomio, cuyo nombre significa literalmente “segunda ley” debido a la repetición que se hace de la ley a la segunda generación, es el último libro del Pentateuco. Un libro importantísimo para comprender el mensaje de todo el Antiguo Testamento. En su libro A Theology of the Old Testament (Una Teología del Antiguo Testamento) el erudito en hebreo y Antiguo Testamento Bruce Waltke describe brevemente algunos aspectos importantes en relación a este libro: • Deuteronomio es considerado por muchos eruditos como el libro más importante para comprender la teología de todo el Antiguo Testamento. • Es el libro que ha tenido mayores consecuencias que ningún otro en la historia de la humanidad particularmente en relación a la justicia y la paz social. • Deuteronomio menciona por primera vez el mandamiento más importante de la ley (Deuteronomio 6:4; Mateo 22:34‐40) • Fue el libro más citado por el Señor Jesucristo y es el tercer libro más citado en el Nuevo Testamento después de los Salmos e Isaías. • Es el libro que de acuerdo a Waltke puede resumirse como “El don de YO SOY” • Es el libro cuyo comentario por un erudito fue titulado “El Evangelio de Amor”. El título fue alterado por el editor sin previo aviso a “El Evangelio de Ley”.

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No cabe duda que estamos por explorar un libro de inestimable valor para la fe y práctica de nuestro cristianismo. Podemos resumir el propósito del libro de la siguiente manera: El libro de Deuteronomio fue dado por Dios a su pueblo para darle a conocer la esencia de la relación entre Dios y su pueblo: el amor. El amor de Dios por su pueblo se hace manifiesto en el don de su presencia y su gobierno y Él espera y anhela el amor de su pueblo, la entrega total a Él de todo corazón.

La Historia Particular de Deuteronomio: La Despedida de Moisés El libro de Deuteronomio (al menos en su forma original) fue escrito por Moisés en los campos de Moab al este del Jordán alrededor del año 1406 a.C. Contiene los mensajes de despedida de Moisés en los días previos a su muerte (1:3; 34:1‐12). Los tres mensajes que incluye buscan presentar a la nueva generación el fundamento sobre el cual se establece su relación con Dios y la entrada a la Tierra Prometida. El contexto histórico particular de Deuteronomio es por lo tanto muy sencillo. El libro incluye cuatro secciones de introducción histórica que permiten identificar el inicio de los diferentes discursos (1:1‐ 5; 4:41‐49; 29:1‐2; 31:1). A partir de estos textos podemos bosquejar el contenido histórico del libro de la siguiente manera: I. Primer Discurso: La Obra de Dios por su Pueblo en el Pasado (1:1 – 4:43) II. Segundo Discurso: El Amoroso Regalo de Dios Su Presencia y Gobierno (4:44‐28:68) III. Tercer Discurso: La Renovación del Pacto (29 – 30) IV. La Transferencia del Liderazgo a Josué (31 – 34) Los aspectos principales de cada uno de estos discursos serán mencionados en la siguiente sección en relación a su importancia teológica.

La Histórica Teológica de Deuteronomio Ya hemos mencionado brevemente la importancia de la historia teológica de Deuteronomio para el mensaje global del Antiguo Testamento y por lo tanto de la Biblia en su totalidad. Para decirlo de manera sencilla pero completa y relevante a cada aspecto de la vida, el libro de Deuteronomio nos enseña que nuestra relación con Dios se establece sobre la base del amor. La opinión popular comúnmente percibe a Dios como un legislador frío, distante y calculador. Un aguafiestas al que solo le interesa la obediencia ciega de sus súbditos sin ninguna consideración de los anhelos de sus corazones. Contrario a esta perspectiva, el libro de Deuteronomio presenta incuestionablemente el amor soberano y fiel de Dios por su pueblo y el anhelo de Dios de que su pueblo le ame con corazón sincero y devoción profunda y genuina. Dios no desea la obediencia de su pueblo por coerción u obligación pues en ella el carácter perfecto, glorioso y amoroso de Dios no puede percibirse. Dios desea la obediencia de su pueblo por amor. Es el amor de su pueblo el que hace evidente al mundo el inigualable valor de conocer a Dios y de experimentar su amor, su protección y su gracia en el don de su presencia y su gobierno soberano sobre su pueblo escogido. Observemos brevemente los aspectos más importantes de la relación de amor entre Dios y su pueblo. El Regalo de Dios

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La Relación de Dios con Su Pueblo es una Relación de Amor Leal La historia teológica del libro de Números dejo ya claramente establecido que el regalo de la presencia de Dios en medio de su pueblo no era resultado de la fidelidad de Israel sino de la fidelidad de Dios a pesar de la rebeldía constante de Israel. El libro de Deuteronomio explora en mayor profundidad el fundamento sobre el cual se establece la fidelidad de Dios por su pueblo. Observemos algunos textos que juntos descubren elocuentemente la base del fiel amor del Señor ante la infidelidad y rebelión de su pueblo: 24 Los doce salieron en dirección a la región montañosa, y llegaron al valle de Escol y lo exploraron. 25 Tomaron consigo algunos de los frutos de la tierra, nos los trajeron y nos informaron lo buena que es la tierra que nos da el Señor nuestro Dios. 26 »Sin embargo, ustedes se negaron a subir y se rebelaron contra la orden del Señor su Dios. 27 Se pusieron a murmurar en sus carpas y dijeron: “El Señor nos aborrece; nos hizo salir de Egipto para entregarnos a los amorreos y destruirnos. Deuteronomio 1:24‐27 Esta horrible declaración del pueblo de Israel, aunque tristemente común a la percepción del pueblo de Dios a través de las edades, es refutada por completo en Deuteronomio. Contrario a la idea del pueblo, la motivación de Dios sobre la que se establece el trato con su pueblo es el amor: 32 »Pregúntales ahora a los tiempos pasados que te precedieron, desde el día que Dios creó al ser humano en la tierra, e investiga de un extremo a otro del cielo. ¿Ha sucedido algo así de grandioso, o se ha sabido alguna vez de algo semejante? 33 ¿Qué pueblo ha oído a Dios hablarle en medio del fuego, como lo has oído tú, y ha vivido para contarlo? 34 ¿Qué dios ha intentado entrar en una nación y tomarla para sí mediante pruebas, señales, milagros, guerras, actos portentosos y gran despliegue de fuerza y de poder, como lo hizo por ti el Señor tu Dios en Egipto, ante tus propios ojos? 35 »A ti se te ha mostrado todo esto para que sepas que el Señor es Dios, y que no hay otro fuera de él. 36 Desde el cielo te permitió escuchar su voz, para instruirte. Y en la tierra te permitió ver su gran fuego, desde el cual te habló. 37 El Señor amó a tus antepasados y escogió a la descendencia de ellos; por eso te sacó de Egipto con su presencia y gran poder, 38 y ante tus propios ojos desalojó a naciones más grandes y más fuertes que tú, para hacerte entrar en su tierra y dártela en posesión, como sucede hoy. 39

»Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro. 40 Obedece sus preceptos y normas que hoy te mando cumplir. De este modo a ti y a tus descendientes les irá bien, y permanecerán mucho tiempo en la tierra que el Señor su Dios les da para siempre.» Deuteronomio 4:32‐40 Al final del primer discurso de Moisés, el libro declara que a pesar de la rebelión del pueblo, Dios en su bondad soberana, amó al pueblo de Israel y lo sacó de Egipto amándolos y dándoles el don de su presencia (4:37). A través de este discurso se ha enfatizado una y otra vez la evidencia práctica de este amor. El marchaba ante ellos y peleaba por ellos (1:29), los guiaba como a hijos (1:31), les cuidaba y acompañaba (2:7). El pueblo debía siempre recordar todo esto y descubrir en ello el amor de Dios: ¿Qué otra nación hay tan grande como la nuestra? ¿Qué nación tiene dioses tan cerca de ella como lo está de nosotros el Señor nuestro Dios cada vez que lo invocamos? Deuteronomio 4:7 El Regalo de Dios

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El Amor de Dios por Su Pueblo es Soberano y Fiel Un segundo aspecto del amor de Dios por su pueblo es su carácter. Deuteronomio, al igual que el Nuevo Testamento y el resto de la Escritura establece el amor de Dios sobre la base de su propia soberanía y fidelidad. La causa del amor de Dios radica en la esencia de su ser y no en el carácter de su pueblo. No existe motivación externa al amor especial de Dios por sus escogidos (ver también Efesios 1). El pueblo de Israel debía recordar constantemente esta realidad para poder apreciar correctamente los dones de Dios. Los capítulos 7 y 9 de Deuteronomio establecen esto con toda claridad: 7 »El Señor tu Dios te hará entrar en la tierra que vas a poseer, y expulsará de tu presencia a siete naciones más grandes y fuertes que tú. . . 2 Cuando el Señor tu Dios te las haya entregado y tú las hayas derrotado, deberás destruirlas por completo. . . 5 »Esto es lo que harás con esas naciones: Destruirás sus altares, romperás sus piedras sagradas, derribarás sus imágenes de la diosa Aserá y les prenderás fuego a sus ídolos. 6 Porque para el Señor tu Dios tú eres un pueblo santo; él te eligió para que fueras su posesión exclusiva entre todos los pueblos de la tierra. 7 »El Señor se encariñó contigo y te eligió, aunque no eras el pueblo más numeroso sino el más insignificante de todos. 8 Lo hizo porque te ama y quería cumplir su juramento a tus antepasados; por eso te rescató del poder del faraón, el rey de Egipto, y te sacó de la esclavitud con gran despliegue de fuerza. 9 »Reconoce, por tanto, que el Señor tu Dios es el Dios verdadero, el Dios fiel, que cumple su pacto generación tras generación, y muestra su fiel amor a quienes lo aman y obedecen sus mandamientos, 10 pero que destruye a quienes lo odian y no se tarda en darles su merecido. 11 Por eso debes obedecer los mandamientos, los preceptos y las normas que hoy te mando que cumplas. 12 »Si prestas atención a estas normas, y las cumples y las obedeces, entonces el Señor tu Dios cumplirá el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados, y te mostrará su amor fiel. 13 Te amará, te multiplicará y bendecirá el fruto de tu vientre, y también el fruto de la tierra que juró a tus antepasados que les daría. Deuteronomio 7:1‐12 4 »Cuando el Señor tu Dios los haya arrojado lejos de ti, no vayas a pensar: “El Señor me ha traído hasta aquí, por mi propia justicia, para tomar posesión de esta tierra.” ¡No! El Señor expulsará a esas naciones por la maldad que las caracteriza. 5 De modo que no es por tu justicia ni por tu rectitud por lo que vas a tomar posesión de su tierra. ¡No! La propia maldad de esas naciones hará que el Señor tu Dios las arroje lejos de ti. Así cumplirá lo que juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. 6 Entiende bien que eres un pueblo terco, y que tu justicia y tu rectitud no tienen nada que ver con que el Señor tu Dios te dé en posesión esta buena tierra. 7 »Recuerda esto, y nunca olvides cómo provocaste la ira del Señor tu Dios en el desierto. Desde el día en que saliste de Egipto hasta tu llegada aquí, has sido rebelde contra el Señor. Deuteronomio 9:4‐7 El amor de Dios es un amor fiel y soberano que descansa en sus promesas (tanto las condicionales como las incondicionales) y no en el carácter de su pueblo. Dios es un Dios fiel.

Dios Anhela y Espera la Obediencia Amorosa de Su Pueblo En consideración al amor fiel y soberano de Dios, ¿cuál ha de ser la respuesta esperada de su pueblo? Podemos decir que el Deuteronomio responde largamente a esta pregunta explicando de manera comprensiva las palabras del apóstol Juan: El Regalo de Dios

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Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. 8 El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. 1 Juan 4:7‐8 Si el primer discurso de Moisés en Deuteronomio 1‐4 enfatiza las obras de Dios por su pueblo en el pasado y la forma en que estas expresan su fiel amor por Israel, el segundo discurso hace evidente que Dios anhela que su pueblo recuerde sus obras de creación y redención y como resultado le ame de corazón. Este es el propósito de shema, en Deuteronomio 6: 4 »Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. 5 Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. 6 Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Deuteronomio 6:4‐6 Nuestro Señor Jesucristo definió este como el más grande mandamiento (Mateo 22:34‐40). De él dependen toda la ley y los profetas. Este mandamiento provee en fundamento para una comprensión correcta de las estipulaciones de los capítulos 5 al 29 de Deuteronomio. La ley de Dios es una legislación que establece el carácter amoroso del gobierno de Dios sobre su pueblo. Si el pueblo de Dios podía por la gracia de Dios comprender esto, estaría capacitado para amar a su Señor y Salvador de todo corazón, alma y fuerzas. Este triple énfasis de acuerdo a Waltke describe las tres características esenciales del amor que Dios anhela: 1. El amor a Dios ha de ser de todo corazón, es decir, ha de ser intencional. 2. El amor a Dios ha de ser con toda el alma, es decir, ha de ser apasionado. 3. El amor a Dios ha de ser con todas las fuerzas, es decir, ha de ser literalmente mucho. Esta cualidad del amor que Dios espera de su pueblo se encuentra descrita en mayor detalle en el capítulo 10: 12 »Y ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios? Simplemente que le temas y andes en todos sus caminos, que lo ames y le sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma, 13 y que cumplas los mandamientos y los preceptos que hoy te manda cumplir, para que te vaya bien. 14 »Al Señor tu Dios le pertenecen los cielos y lo más alto de los cielos, la tierra y todo lo que hay en ella. 15 Sin embargo, él se encariñó con tus antepasados y los amó; y a ti, que eres su descendencia, te eligió de entre todos los pueblos, como lo vemos hoy. 16 Por eso, despójate de lo pagano que hay en tu corazón,y ya no seas terco. 17 Porque el Señor tu Dios es Dios de dioses y Señor de señores; él es el gran Dios, poderoso y terrible, que no actúa con parcialidad ni acepta sobornos. 18 Él defiende la causa del huérfano y de la viuda, y muestra su amor por el extranjero, proveyéndole ropa y alimentos. 19 Así mismo debes tú mostrar amor por los extranjeros, porque también tú fuiste extranjero en Egipto. 20 Teme al Señor tu Dios y sírvele. Aférrate a él y jura sólo por su nombre. 21 Él es el motivo de tu alabanza; él es tu Dios, el que hizo en tu favor las grandes y maravillosas hazañas que tú mismo presenciaste. Deuteronomio 10:12‐21 Actuar de manera distinta a la descrita en estos textos constituye una idolatría que es de completo desagrado ante los ojos de Dios, “cosa semejante” no ha de suceder en el pueblo de Dios (ver Deuteronomio 13).

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La Relación de Dios con su Pueblo es una Relación del Corazón Todo lo anterior deja bien claro que la relación entre Dios y su pueblo lo es una relación puramente ética, moral e intelectual. Es una relación que establece en base a los afectos del corazón. El libro de Deuteronomio menciona esto cuando menos veinticinco veces. El anhela nuestro afecto. Observemos la forma en la que Moisés establece esto en su últimas palabras al pueblo de Israel: 26 »No hay nadie como el Dios de Jesurún [Israel], que para ayudarte cabalga en los cielos, entre las nubes, con toda su majestad. 27 El Dios sempiterno es tu refugio; por siempre te sostiene entre sus brazos. Expulsará de tu presencia al enemigo y te ordenará que lo destruyas. 28 ¡Vive seguro, Israel! ¡Habita sin enemigos, fuente de Jacob! Tu tierra está llena de trigo y de mosto; tus cielos destilan rocío. 29 ¡Sonríele a la vida, Israel! ¿Quién como tú, pueblo rescatado por el Señor? Él es tu escudo y tu ayuda; él es tu espada victoriosa. Tus enemigos se doblegarán ante ti; sus espaldas te servirán de tapete.» Deuteronomio 33:26‐29

La Historia Cristiana en Deuteronomio Nuevamente debemos enfatizar que una lectura cristiana del Antiguo Testamento demanda que descubramos el cumplimiento y consumación de esta historia en la revelación del Nuevo Testamento. En este respecto debemos afirmar cuando menos cuatro cosas.

Cristo es Nuestra Redención El primer discurso de Moisés en Deuteronomio con su énfasis en la obra pasada de Dios por su pueblo al redimirlo de la esclavitud nos recuerda en primera instancia la redención perfecta y completa que nuestro Salvador obtuvo por nosotros en la cruz (Efesios 1:7; Colosenses 1:14). Jesucristo es la manifestación perfecta y final del profundo amor de Dios por su pueblo (Juan 3:16; 1 Juan; Efesios 2). En Jesucristo el amor de Dios se hace visible de manera gloriosa.

Cristo es Nuestra Vida En segundo lugar, el libro de Deuteronomio con su énfasis en el amor de Dios manifestado en su ley debe orientarnos a Jesucristo quien es el fin de la ley. Es en él en quien encontramos nuestra vida. El es nuestra ley y nuestra justicia (Juan 15, 1 Corintios 1; 1 Corintios 9, Colosenses 3).

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Cristo es Nuestra Fuente de Bendición Si Cristo es nuestra ley y nuestra justicia, el es también nuestra fuente de bendición. Como creyentes ya no dependemos de nuestra obediencia personal a la ley mosaica para permanecer en la presencia de Dios. Cristo al ser crucificado fue hecho por nosotros maldición para que la justicia de la ley fuese hecha nuestra y con ello la promesa de la herencia eterna hecha a Abraham venga a ser nuestra promesa (Gálatas 3:10‐15).

Cristo es el Gran Profeta Enviado por Dios Finalmente, Cristo es el profeta del cual habló Moisés en Deuteronomio 18:14‐21. En Cristo, el pueblo de Dios tiene la posibilidad de acercarse directamente a Dios, pero ahora sin temor. Cristo es el mediador de un mejor pacto. Aquél que nos da acceso a la gracia y la verdad (Juan 1:17). Él es el mediador del mejor y nuevo pacto: 18 Ustedes no se han acercado a una montaña que se pueda tocar o que esté ardiendo en fuego; ni a oscuridad, tinieblas y tormenta; 19 ni a sonido de trompeta, ni a tal clamor de palabras que quienes lo oyeron suplicaron que no se les hablara más, 20 porque no podían soportar esta orden: «¡Será apedreado todo el que toque la montaña, aunque sea un animal!» 21 Tan terrible era este espectáculo que Moisés dijo: «Estoy temblando de miedo.» 22 Por el contrario, ustedes se han acercado al monte Sión, a la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios viviente. Se han acercado a millares y millares de ángeles, a una asamblea gozosa, 23 a la iglesia de los primogénitos inscritos en el cielo. Se han acercado a Dios, el juez de todos; a los espíritus de los justos que han llegado a la perfección; 24 a Jesús, el mediador de un nuevo pacto; y a la sangre rociada, que habla con más fuerza que la de Abel. Hebreos 12:18‐24

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