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EL ORIGEN DE LOS FUNDADORES DE LIMA
1. Cacique Taulichusco. El último curaca del Valle del Rimac (M. Cajahuaringa, 1985). Pinacoteca Municipal Ignacio Merino.
2. Virgen del Carmen con donante (J. Jayo, XVIII). Monasterio de Nazarenas Descalzas.
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3. Santiago de Cercado. (F. Camacho, s/f.). 3
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Los curacas de linajes Ychsma continuaron existiendo durante el imperio bajo las órdenes de un gobernador Inca, conectados por lazos matrimoniales con la familia imperial cusqueña. Los españoles mantuvieron a este nivel administrativo intermedio para gobernar los vastos y para ellos nuevos territorios, reemplazando el gobernador inca por el corregidor español. Los curacas empezaron a llamarse caciques. Pedro Cieza de León decía en 1553 de ellos:
Y cada señor en su valle tenía sus aposentos grandes con muchos pilares de adobes, y grandes terrados y otros portales cubiertos con esteras. Y en el circuito de esta casa había una plaza grande adonde se harían sus bailes y areitos. Y cuando el señor comía, se juntaban gran número de gente, los cuales bebían de su brebaje hecho de maíz, o de otras raíces. En estos aposentos estaban porteros que tenían cargo de guardar las puertas, y ver quien entraba o salía por ellas.
Las enfermedades traídas por los españoles tuvieron un impacto determinante y desolador sobre la población nativa, que se redujo dramáticamente. En 1620 la población de Lima contaba 25,000 personas, de las cuales menos de 10% eran indígenas y mestizos (Dobyns, 1976:118). Esto quiere decir que solo una fracción de la población original sobrevivió. Los sobrevivientes a estas epidemias fueron reubicados en la segunda mitad del siglo XVI a las llamadas Reducciones de Indios, nuevos pueblos coloniales construidos alrededor la ciudad.
Los centros urbanos prehispánicos fueron abandonados y los que no fueron demolidos se convirtieron en el siglo XX en sitios arqueológicos. Una de las siete reducciones en el ámbito limeño era la del Santísimo Salvador de Pachacamac. Aquí habían sido reubicados los restos de los ayllus del bajo río Lurín, juntos con su cacique. La reducción original desapareció en el mar después un terremoto en la época colonial y se han reconstruido un nuevo pueblo más al interior. Uno de los líderes fue Gerónimo Taulichumbi Saba Cápac Yupanqui Inga, Cacique principal y Gobernador de Pachacamac y los puertos de Lurín en 1640. Él era Maestro de Campo y defendió Lima contra los ataques de los piratas, que intentaban capturar la plata que salía en barcos del puerto de Callao. Su nieto, Francisco Taulichumbi Saba Capac Inga (1663-1733), también Cacique principal y Gobernador de Pachacamac y los puertos de Lurín, en Octubre 1711 se presentaba como “cacique del reino en Lima, descendientes de los emperadores ingas señores que fueron de estos reinos” (Glave, 2011: 10). Con el creciente número de españoles y del poder de los corregidores, la nobleza indígena se vio cada vez más arrinconada y limitada a posiciones menores, sobre todo en la costa. Una reacción a esto fue la formación de la Liga Indígena a inicios del siglo XVIII, con caciques de la costa norte, Jauja y Lima, entre ellos Francisco Taulichumbi, para defender sus derechos ante la Audiencia de Lima.
Unos de sus logros fue que los indígenas pudieran llegar a ser curas y monjas (algo de lo que habían estado excluidos), pero al final no lograron contener la fuerza penetrante de los corregidores. Era demasiado tarde, y la población indígena y sus gobernadores habían perdido peso político, económico y social (Glave, 2011: 12-15).
Esta pérdida de poder y recursos se ve reflejada, alrededor de 1800, en últimos caciques de Pachacamac, los nietos de Francisco. Julián Jayo Apumayta Taurichumbi Saba Mango Cápac Inga, heredó el cacicazgo de su prima Manuela Saba, quien murió en 1805 y está enterrada en la iglesia de la Buena Muerte en Barrios Altos. Él fue sucedido en el cacicazgo por otra prima, Josefa Saba y Atienza, porque no tenía hijos legítimos. Según su testamento tampoco tenía muchos recursos económicos. Julián era pintor, entre otros de los cuadros sobre la vida de San Pedro Nolasco en el primer claustro del convento de La Merced, pintados entre 1783 y 1788 (Adanaqué, 1993: 73-75). Pero Julián es además un personaje clave en cuanto a continuidad de linajes prehispánicos a lo largo del tiempo, porque es el último cacique de Pachacamac que dejó descendencia conocida. En ese sentido, se podría decir que, a través de sus varias hijas se convirtió en un puente entre limeños republicanos y sus antepasados coloniales y prehispánicos. Varias familias actuales pueden encontrar su punto de origen en Julián Jayo.
Unas de sus nietas, Petronila Martina Bravo Jayo (1813 -1865) se casó con José Miguel Barrón García (18041854), Sargento Mayor, vencedor en Junín y Ayacucho y por eso Prócer de la Independencia. Unos de sus hijos, Enrique Leonardo Barrón Bravo, nacido en 1836, murió en la Batalla de Miraflores, el 15 de Enero 1881 (Congrains, 1977:135). Como sus antepasados indígenas durante el Virreinato, combatió al invasor.
En el siglo XIX surge una amplia descendencia de Petronila Martina Bravo Jayo con los apellidos Barrón Bravo, Barrón Arias, Barrón Tapia, Barrón Moreno, pero también de su hermana mayor María Úrsula Bravo Jayo, casada con Eusebio María Rodríguez Ramírez, profesor de Latín1, con descendencia Rodríguez Bravo, Rodríguez Mori, Rodríguez Cosso, Pérez Albela Rodríguez, etcétera. En cuanto al apellido Saba, este existe todavía en la zona de Lurín y Pachacamac. Posiblemente sean descendientes de ramas secundarias de la antigua familia cacical. Es un tema sobre el cual hay todavía mucho por descubrir.
1. Guía de domicilio e industrial de Lima y comercial de la provincias del Callao y Huancayo, 1887, página 144
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Amadeo-Martín Rey y Cabieses
La Ciudad de los Reyes, Lima, fue fundada por conquistadores procedentes de varios lugares de la Península Ibérica. Desde varias villas, pueblos y ciudades de Andalucía hasta la castellana Segovia, desde la extremeña Cáceres hasta la imperial Toledo, los fundadores de la ciudad procedían de muchos puntos de la “piel de toro”. Llegaron a la que sería Gobernación de Nueva Castilla, luego Virreinato del Perú, y ocuparon allí los primeros cargos de gobierno y las primeras encomiendas.
La ciudad se fundó el 18 de enero de 1535, diez días antes se nombraron tres comisionados en Pachacamac, para elegir el lugar más adecuado del nuevo asentamiento, que se convertiría en capital del más importante virreinato de la América Hispana del Sur. Eran estos Ruiz Díaz, Juan Tello y Alonso Martín de Don Benito.
En la ceremonia de fundación, además de un fraile franciscano y otro dominico, numerosos soldados a caballo y a pie, y esclavos negros, se encontraban presentes Alonso de Riquelme, que fue regidor perpetuo de Lima y tesorero de su cabildo, y que construyó la hoy denominada Casa del Oidor, junto al palacio arzobispal limeño; García de Salcedo, veedor del Perú, casado con Beatriz, una morisca almeriense, única mujer que estuvo en el acto, nacida en la zona del Alto Almanzora, probablemente en la pedanía del Reul Bajo, próxima a la localidad de Laroya; Nicolás de Ribera el Viejo, del que luego hablaré; su homónimo Nicolás de Ribera y Gómez de la Reguera, el Mozo, natural de Vitigudino, Salamanca, regidor perpetuo del cabildo limeño además de encomendero de Maranga, Huatica, Canta y Végueta en Huaura, casado con Inés Bravo de Lagunas y Peralta, primera doncella noble que llegó al Perú, nacida en la isla de Santo Domingo, de familia extremeña de Llerena, oriunda de San Vicente de la Barquera; Rodrigo de Mazuelas, hijo de Rodrigo Díaz de Mazuelas y de Catalina de Monsalve, y vecino que fue de Toledo; Cristóbal de Peralta, Trece de la Isla del Gallo, de quien hablaré más adelante; otro Cristóbal apellidado Palomino; Antonio Picado, secretario del gobierno; y los ya citados Juan Tello de Sotomayor, sevillano, que sería alcalde de segundo voto de Lima, hijo de Gutierre Tello de Lara Sotomayor y de Isabel de Lara Marmolejo, y casado dos veces, primero con la segoviana Constanza de Contreras Peñalosa –hija del conquistador Rodrigo de Contreras de la Hoz y Bobadilla y de María de Peñalosa Arias Dávila– y luego con Catalina de Riquelme, hija del ya citado Alonso de Riquelme; Ruiz Díaz; y Alonso Martín de Don Benito, natural
2. Plazuela de San Francisco: Capilla del Milagro y Casa de Pilatos
de Don Benito, Badajoz, y con larga trayectoria como conquistador antes de estar en la fundación de Lima, ya que había estado tiempo atrás en Santo Domingo, con Balboa en el descubrimiento del Pacífico, en Panamá donde fue encomendero, con Gonzalo Pizarro, en Nicaragua donde fue regidor en León, y en Quito con Almagro. Otra de las personas presentes en la fundación fue el escribano de Su Majestad Domingo de la Presa, que luego sería alcalde ordinario de Lima en 1539.
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El cabildo de Lima se vio, pues, poblado por conquistadores y fundadores como el mencionado Nicolás de Ribera y Laredo, llamado “El Viejo” (1487-1563), primer alcalde ordinario de Lima y teniente de gobernador, nacido en Olvera, en Andalucía, donde su padre, Alonso de Ribera y Valdivieso1 era alcalde. Fue uno de los Trece de la Fama y encomendero de Ica. Casó con Elvira Dávalos y Solier y tuvo larga descendencia, que ostentaron los títulos de Condes de Santa Ana de las Torres, título llevado hoy por Alfonso de Zulueta y Sanchiz, comendador mayor de León en la Orden de Santiago, y Condes de Casa Dávalos, título que ostentó hasta su muerte el académico Martín de Riquer y Morera a quien el rey Don Juan Carlos I hizo Grande de España, y que hoy lleva su hija Isabel. La casona de Nicolás de Ribera el Viejo estaba en la calle de la Veracruz y fue luego sede de las Empresas Eléctricas Asociadas. A don Nicolás le sucedería como Alcalde de Lima un cacereño, Francisco de Godoy Aldana, que fue después gobernador de Valdivia, en Chile. Sus andanzas las relató Alonso de Ercilla en “La Araucana” y su palacio en Cáceres aún existe. En su tiempo fue alcalde de segundo voto de Lima Juan Mogrovejo de Quiñones, nacido en Mayorga, actualmente provincia de Valladolid, hijo de Gonzalo Alfonso de Mogrovejo y Muñoz –hermano del que fuera arzobispo de Lima Santo Toribio de Mogrovejo– y de Brianda de Prado y Quiñones, todos ellos de familia hidalga leonesa. Muchos de los capitanes y conquistadores principales eran hijosdalgo, es decir nobles de sangre, además de valientes y arrojados, aunque cierta interesada leyenda negra haya querido extender la especie de que los españoles de la primera época en Indias eran no sólo pecheros, lo que no tendría nada de malo, sino personas de poco fiar. Esa Lima incipiente, 214 hectáreas divididas en 117 manzanas o cuadras, fue trazada en damero por Diego de Agüero y Sandoval, bajo las indicaciones topográficas del citado Juan Tello, también Alcalde de Lima, y con la ayuda de Nicolás de Ribera el Viejo. Diego de Agüero había nacido en Deleitosa, Cáceres, hijo de los extremeños García González de Agüero, capitán en Flandes, y de María de Sandoval. Fue Regidor Perpetuo del Cabildo limeño y encomendero de Lunahuaná, habiendo participado no sólo en la fundación de Lima sino también en la de Piura, Quito y Jauja, que –como es sabido– fue descartada como capital por su altitud y su lejanía del mar. Fue también fundador de la Capilla del Santo Cristo de la Conquista en el Convento de Santo Domingo de Lima. Contrajo
1. Emparentado con los Señores de Tarifa y los Condes de los Molares