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LA PRESENCIA DEL PINTOR ESPAÑOL FRANCISCO DE ZURBARÁN EN LIMA

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1. El Arquero de la Muerte. (Baltazar Gavilán, s. XVIII). Convento Agustino de Nuestra Señora de Gracia. 2. San Juan Evangelista de Alonso de Mesa. Capilla Santa Ana de los Torres de la Catedral de Lima. / 3. Santa Apolonia. (Juan Martinez Montañes). Capilla de Santa Apolonia. / 4. Santa Catalina de Alejandría. (M. Alonso de Mesa). Capilla de Santa Ana de las Torres. / 5. Cristo de la Columna (Baltazar Gavilán, s. XVIII). Convento Agustino de Nuestra Señora de Gracia. / 6. Inmaculada Concepción (Bartolomé Robles, 1656). Capilla de las Animas. / 7. Virrey Arzobispo Diego Morcillo y Rubio de Auñón (Baltazar Meléndez, 1735). Capilla de las Animas.

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8. Relieve de la Asunción de la Vigern María. (M. Alonso de Mesa). Retablo de San José en la Catedral de Lima. / 9. Encuentro en la puerta dorada, relieve de una serie de la vida de la virgen. (M. Alonso de Mesa y Juan Garcia Salguero, s. XVII). / 10. La sagrada familia (Pedro Muños de Alvarado, s. XVII).

LA PRESENCIA DEL PINTOR ESPAÑOL FRANCISCO DE ZURBARÁN EN LIMA

Akemi Luisa Herráez Vossbrink

Según el historiador peruano César Pacheco Vélez “en ninguna otra ciudad de Hispanoamérica hay un número de cuadros atribuidos a Zurbarán y su taller, que ni lejanamente pueda confrontarse con los cerca de cien lienzos del taller del maestro de Fuente de Cantos que llegaron a concentrarse en la capital del Virreinato peruano en el momento de su mayor esplendor”1 . Sin duda, la presencia del artista español Francisco de Zurbarán (1598-1664) en Lima se reconoce tanto por la existencia de cuadros pintados por él y su taller como copias e interpretaciones realizadas por pintores locales mayoritariamente anónimos. Podemos denominar todas estas variedades de la obra de Zurbarán como pinturas zurbaranescas, término más apropiado para obras en las que normalmente apenas interviene el maestro. Este artículo dividirá estas obras zurbaranescas en tres categorías: las series pictóricas en conventos y monasterios limeños, cuadros sueltos tanto en órdenes religiosas como colecciones privadas y cuadros atribuidos a Zurbarán desaparecidos mencionados en fondos documentales.

Natural de un pueblo de Extremadura, España, Zurbarán empezó su carrera artística con comisiones locales pintando cuadros de temática religiosa con fondos oscuros. Después de iniciar el oficio de pintor en esta región, pasó a trabajar a Sevilla en 1629, donde ganó la reputación de “pintor de las órdenes religiosas”. Al mudarse, ya contaba con un taller, que le ayudaba a completar tanto comisiones locales como extranjeras. Estas normalmente consistían en series de pinturas relatando la historia de fundadores de órdenes religiosas o personajes representados a cuerpo entero, de los cuales destacaban los apóstoles, santos y arcángeles. El segundo formato era el preferido para el mercado colonial, donde se favorecía una clara legibilidad y figuras en actitud procesional aunque también se encargaban cuadros individuales de carácter devocional privado. Tras pintar la mayoría de las series conventuales para órdenes religiosas en España, entre finales de 1630 hasta principios de 1650, su producción se destinó más hacia el mercado colonial. La crisis económica y la peste sevillana de 1649, además de la promesa de pagarle tres veces lo que le pagaban en España, incentivaron a Zurbarán a mandar su obra al Nuevo Mundo2. En el Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla se registraron por lo menos siete envíos a Portobelo,

1. Pacheco 1989: 265. / 2. Palomero 1998: 20.

Buenos Aires y Lima. Los primeros dos destinos eran transitorios ya que el destino final solía ser Lima donde Zurbarán contaba con agentes familiares que intentaban asegurar el pago de las obras3. Estas obras solían ser encargadas por órdenes religiosas o vendidas en mercados abiertos. Con la ayuda de su taller, Zurbarán consiguió realizar y mandar más de un centenar de pinturas al Nuevo Mundo.

En los conventos y monasterios limeños existen cuatro series pictóricas zurbaranescas de carácter religioso: el Convento de San Francisco tiene dos, un apostolado y las Tribus de Israel, el Convento de la Buena Muerte una de fundadores de órdenes y el Monasterio de la Concepción una de arcángeles. En el apostolado y los fundadores de órdenes, es muy probable que haya una colaboración entre Zurbarán y su taller. Mientras los arcángeles de la Concepción probablemente fueron pintados por un discípulo de Zurbarán, posiblemente Ignacio de Ries. Finalmente, las Tribus de Israel son una copia limeña de una serie que mandó Zurbarán ahora desaparecida y data de finales del siglo diecisiete. En estos cuatro casos vemos los diferentes grados de intervención que tuvo el maestro y como su obra se seguía difundiendo después de su tiempo. Esto se evidencia con la donación en 1769 de la serie de fundadores de órdenes al Convento de la Buena Muerte por Doña Antonia Gertrudis de Vargas4. En el siglo dieciocho se seguían coleccionando y copiando las obras de Zurbarán como se aprecia en la copia de medio cuerpo en los Descalzos del Santo Domingo de la Buena Muerte por el artista limeño Julián Jayo. También se sabe que el apostolado de San Francisco estuvo en el convento por lo menos desde que se reconstruyó la sacristía y fueron inventariados en 1785 por el Padre Juan de Marimón5. Finalmente, se ignora la procedencia anterior al siglo veinte de los arcángeles y las Tribus de Israel. Se desconoce, por falta de constancia documental, si alguna de estas series llegó a Lima en vida de Zurbarán aunque es bastante probable. Especialmente por la cantidad de obras que llegaron a Lima y la existencia de copias que datan del siglo diecisiete.

Aparte de series pictóricas, Zurbarán y sus discípulos también mandaban lienzos sueltos a las Américas. Estos solían ser de mayor calidad y los temas más populares solían ser vírgenes y crucificados. Podían ser encargados para particulares o por órdenes religiosas. Las dos obras sueltas más notables atribuidas al taller de Zurbarán y a su discípulo Bernabé de Ayala fueron originalmente destinadas a las Agustinas Terciarias del Monasterio del Prado. El monasterio fue fundado en 1640 por Agustinas del Monasterio de la Encarnación que deseaban llevar una vida religiosa más austera6. La construcción se inició en las próximas décadas, lo cual requería una decoración que consistió en adquisiciones y donaciones de obra local y europea. En primer lugar, la crucifixión atribuida al taller de Zurbarán con un donante y una Virgen del Prado (añadidos del siglo diecisiete) probablemente llegó al convento poco después de su fundación7. Sigue el modelo de una crucifixión pintada por Zurbarán para el Convento de las Capuchinas de Sevilla que ahora se encuentra en el

3. Caturla 1951: 43. / 4. Contreras y López de Ayala de Lozoya 1942: 11. Esta fue la primera referencia de la donación. / 5. Gento Sanz y Harth Terré 1945: 254. / 6. Bernales 1969: 178-79. /

Museo de Bellas Artes de Sevilla. Mientras la Crucifixión no está firmada, la Virgen de los Reyes incluye la firma del discípulo de Zurbarán, Bernabé de Ayala y está datado en 1662. Este cuadro es el único que se conoce firmado por el artista y fue encargado por las Agustinas a principios de 16608. Es una copia del cuadro de la Virgen de los Reyes en la Capilla de los Reyes de la Catedral de Sevilla. La copia se ubica en la Casa Pilatos o Tribunal de Justicia de Lima. Las pinturas del Prado son las únicas obras zurbaranescas de las que se sabe a través de fuentes documentales que llegaron durante la segunda mitad del siglo diecisiete a Lima, probablemente enviadas y vendidas por los mismos artistas.

Algunos de estos lienzos sueltos o series pictóricas fueron registrados en colecciones privadas y edificios religiosos limeños pero actualmente se han perdido, destruido o vendido al extranjero. El caso más notable es la serie pictórica encargada por el Monasterio de la Encarnación a Zurbarán y su taller que consistía en veinticuatro santas y diez escenas de la vida de la Virgen9. De esta comisión se conocen los contratos firmados por la abadesa y Zurbarán además de los pagos posteriores. Es el único caso de envíos a las colonias de obras zurbaranescas en el que se conocen documentos de una comisión firmada en Lima y en Sevilla. Desafortunadamente, desde que se realizó la comisión, se desconoce que fue de los lienzos después del siglo diecisiete. Es posible que se quemasen en los numerosos incendios que sufrió el Monasterio en el siglo diecinueve. Otro caso es un lienzo de la Virgen de la Antigua inventariada como de la “mano de Zurbarán” en la colección del clérigo Diego Vergara de Aguilar10. El clérigo luego donó la obra al monasterio carmelita de Santa Teresa11 . En colecciones privadas seglares también se registraron seis lienzos fruteros de “Surbaran”12. Es el primer registro de obras seglares atribuidas a Surbaran en Lima aunque es posible que fuesen pintadas por su hijo Juan de Zurbarán (experto en bodegones) u otro discípulo. Hoy en día se desconoce que fue tanto de la Virgen de la Antigua como de esos bodegones zurbaranescos. Aparte de estas obras desaparecidas, hubo notables colecciones con cuadros zurbaranescos en Lima durante el siglo diecinueve y veinte. Entre ellas destacan la colección Manuel Ortiz de Zevallos que incluía diez pinturas atribuidas a Zurbarán13. Entre los diez había un cuadro firmado por Zurbarán de San Crisóstomo y Fray Luis de Granada que se vendió en los años setenta y ahora pertenece a una colección privada mexicana. En otra colección de principios del siglo veinte del Doctor Miguel de Criado se registraron seis Zurbaranes aunque algunas de estas atribuciones son discutibles ya que uno de los lienzos fue pintado sobre cobre, un soporte que Zurbarán nunca utilizó14. En lo que se refiere a las colecciones de Zevallos y Criado es imposible determinar, aparte del caso de la obra firmada, si los cuadros eran de Zurbarán, del taller, de un discípulo o simplemente obras zurbaranescas limeñas. Sobre todo porque aparte del título de la obra y las dimensiones, no hay fotografías ni se han rastreado los actuales paraderos de dichas obras.

Hemos observado como Zurbarán tuvo una gran repercusión en colecciones limeñas desde el siglo diecinueve hasta el siglo veinte. Su estilo también mantuvo una vigencia en la escuela limeña hasta el final del virreinato. Para recrear la cantidad de obras suyas que pasaron por Lima, he considerado tanto obras existentes como obras mencionadas en catálogos y archivos de las que se ha perdido rastro o han salido al extranjero. Trabajos anteriores se han centrado en las series conventuales y monacales, olvidando mencionar obras desaparecidas o las grandes colecciones de arte europeo de la nobleza limeña. También hay que cuestionar si las obras consideradas Zurbaranes eran ciertamente del maestro. Aunque el mero hecho de que se refiriesen a Zurbarán por nombre desde el siglo diecisiete indica que no fue un artista anónimo, pero que fue conocido y reproducido por parte de la población limeña. Como vemos, el legado artístico de Zurbarán se sigue expandiendo, ejemplo de la profunda huella que dejó en Lima.

7. Según el encargado de las colecciones y el archivo del Prado, inventarios conventuales datan la incorporación del cuadro a finales del siglo diecisiete. / 8. Bernales 1969: 176. / 9. Lohmann 1999: 179-182. / 10. Wuffarden 2004: 244. / 11. Ibid. p. 246. / 12. Inventario de Arias de Valencia. Escribano Martín de Ochandiano, Archivo General de la Nación, Lima, 1653, n1290. Fol. 803v / 13. Gutiérrez de Quintanilla 1920: 227. / 14. Ibid, pp. 346, 359 and 369

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