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C. Posibles trayectorias futuras de las cadenas globales de valor y recomendaciones de política

En segundo lugar, si bien la robustez requiere cierto grado de diversificación geográfica, también es posible compatibilizar esta estrategia con una cierta concentración espacial de los proveedores. En caso de orientarse exclusivamente a la producción nacional la cadena compromete gravemente su robustez, por lo que una combinación de provisión local y comercio internacional sería una mejor opción (Miroudot, 2020), pues reduce la dispersión geográfica (y por esta vía la complejidad de la cadena) sin comprometer su robustez.

Este tema se relaciona con otro aspecto que genera polémica: ¿son la relocalización nacional de las actividades productivas previamente deslocalizadas lejos de la empresa líder y la deslocalización de proximidad prácticas eficaces para adecuar las cadenas globales al nuevo contexto internacional? Quienes sostienen esta idea evidencian la importancia de reducir los riesgos relacionados con una logística compleja, mientras quienes la desaprueban enfatizan que el acercamiento de las actividades productivas (especialmente si estas se concentran en el mismo país de la empresa líder) supone la pérdida de otras ventajas relacionadas con el mercado, el abastecimiento de materias primas o el acceso a conocimientos específicos que el desarrollo de una amplia red de suministro permite captar en distintos lugares del mundo (Strange, 2020; RSIS, 2020; Foro Económico Mundial, 2020b).

Un punto sobre el cual hay una clara convergencia de opiniones es que las garantías de seguridad que puede ofrecer un proveedor son un factor cada vez más importante en el proceso de selección que realiza la empresa líder. El punto es especialmente importante para los países menos industrializados que están interesados en estimular el encadenamiento de empresas nacionales con cadenas globales de valor, especialmente en un contexto internacional en el que las políticas de relocalización nacional o deslocalización de proximidad están ganando terreno. Desde esta perspectiva, las políticas de atracción de inversiones deben hacer hincapié en elementos de este contexto y, en particular, la infraestructura productiva y la institucionalidad del país deben poder demostrar que frente a eventuales choques externos los riesgos de interrupción son acotados y controlables.

Por último, las tendencias globales se basarán en un conjunto heterogéneo de estrategias, determinado por las respuestas individuales que cada empresa elaborará en función de sus condiciones específicas. En general, prevalecen las decisiones que apuntan a fortalecer la robustez de las cadenas productivas y, en menor medida, las que apuntan a reducir la dispersión geográfica para disminuir la complejidad de la cadena. Otro aspecto clave es la consolidación de las capacidades, sobre todo mediante la recalificación laboral o la contratación de nuevas competencias (Knut, Gupta y Trautwein, 2020).

Hasta el momento, América Latina y el Caribe ha logrado una participación relativamente marginal en los flujos internacionales de comercio relacionados con las cadenas globales de valor, aunque con diferencias significativas entre países. Como se mencionó anteriormente, se destaca la fuerte orientación hacia productos primarios y manufacturas basadas en recursos naturales en los países de América del Sur, manufacturas intensivas en mano de obra poco calificada en Centroamérica y manufacturas de media y alta tecnología, como electrónica y automóviles, en México. Por otra parte, la pandemia de COVID-19 ha generado profundas disrupciones en las cadenas de suministro y aparentemente estaría acelerando algunos de los cambios que se estaban configurando

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