ANTIPODA 30
REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA | UNIVERSIDAD DE LOS ANDES | BOGOTÁ, COLOMBIA Enero-marzo 2018 | pp. 1-192 | ISSN 1900-5407 | eISSN 2011-4273 | http://antipoda.uniandes.edu.co
ANTROPOLOGÍA Y DEPORTE. INTERSECCIONES PARA EL ANÁLISIS DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO
Rector
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ANTIPODA REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30, Enero-marzo 2018 Antropología y deporte. Intersecciones para el análisis del mundo contemporáneo ISSN 1900 – 5407 e-ISSN 2011-4273 http://antipoda.uniandes.edu.co Universidad de los Andes Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología Dirección Postal: Carrera 1 Este No. 18A – 12 - Edificio Gb, Piso 4, Oficina 417 - Bogotá D.C., Colombia Teléfono: 57 1 339 4949, Ext. 3483 Telefax: 57 1 332 4056
ANTIPODA
R E V I S TA D E A N T R O P O L O G Í A Y A R Q U E O L O G Í A A n t i p o d . R e v. A n t r o p o l . A r q u e o l . N o. 3 0 , E N E RO - M AR ZO 2018 A NTRO P O LOG Í A Y DE P O RTE . I NTE R S ECC I O N E S PA R A E L A N Á LI S I S DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO I S S N ( V . I m p r e s a ) 1 9 0 0 - 5 4 0 7 , I S S N ( V . D i g i t a l ) 2 0 11 - 4 2 7 3 ht tp://antipoda .uniandes.edu.co
E QU I P O E DI TOR IA L Directora
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Editor
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Alejandro Diez Hurtado, Ph.D.
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Joanne Rapapport, Ph.D.
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Cris Shore, Ph.D.
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University of California, Berkeley, Estados Unidos hastorf@berkeley.edu
Christopher Hann, Ph.D. Max Planck Institute, Alemania hann@eth.mpg.de
Claudia Briones, Ph.D.
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Eduardo G. Neves, Ph.D.
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Gerardo Otero, Ph.D.
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Jon Landaburu, Ph.D.
Centre National de la Recherche Scientifique, Francia jalandaburu@gmail.com
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Peter Wade, Ph.D.
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Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia
ANTIPODA Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología es una publicación trimestral (enero-marzo, abril-junio, julio-septiembre y octubre-diciembre) que circula al inicio de cada periodo señalado, creada en 2005 y financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). Su objetivo es contribuir tanto al avance y difusión del conocimiento antropológico y arqueológico, como al análisis crítico de temas socioculturales, metodológicos y teóricos, relevantes para los diversos subcampos de la disciplina y de otras áreas afines de las ciencias sociales y humanas. Antípoda conforma un foro abierto, crítico y plural en donde se publican artículos y trabajos inéditos en español, inglés y portugués. Antípoda tiene un interés especial en difundir las experiencias y los resultados de trabajos antropológicos y de investigación social de las antropologías del mundo, especialmente latinoamericanas. A partir del nombre de Antípoda como una metáfora de la alteridad, la Revista presenta diversas visiones. Las secciones se organizan a partir de las siguientes alegorías espaciales: •
Meridianos: esta sección señala la orientación del número. Aquí se publican artículos resultados de investigaciones relacionadas con un tema central.
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Paralelos: tienen lugar en esta sección artículos relacionados con el tema central del número desde diversos enfoques y perspectivas teóricas y metodológicas.
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Panorámicas: sección abierta que recoge escritos con temas relevantes para la disciplina.
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Documentos: contiene escritos y entrevistas en antropología y arqueología, así como una presentación de la propuesta visual que acompaña el número.
Cuando un número de Antípoda contiene en su totalidad artículos de tema libre, su estructura cambia. En ese caso se conservan las secciones Panorámicas y Documentos. Palabras clave: Antropología social y cultural, Etnografía, Arqueología, Antropología Biológica, Lingüística, Etno-historia, Cultura. Antípoda es una publicación de acceso abierto. La Revista declara que, todos los artículos que se reciben son sometidos a la herramienta de detección de plagio; los contenidos que se publican en la versión digital son de libre acceso y se pueden descargar en formato PDF; los autores deben manifestar que el texto es de su autoría, inédito, y que respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros; y los evaluadores, señalar en el formato de evaluación que no tienen conflicto de interés con los autores y temas sobre los que van a conceptuar.
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A N T I P O D A I N D I C E A NTRO P O LOG Í A Y D E P O RTE . I NTE R S ECC I O N E S PA R A E L A N Á L I S I S D E L M U N D O CO N T E M P O R Á N E O EDITORIAL Deporte(s) y Antropología: enfoques, objetos y prácticas. Repensando sus configuraciones en Suramérica | 1-16 Martin Curi – Universidade Federal Fluminense, Brasil José Garriga Zucal – CONICET, Universidad Nacional de San Martín, Argentina Alejo Levoratti – Universidad Nacional de La Plata, Argentina
MERIDIANOS “La deportista moderna”: género, clase y consumo en el fútbol, running y hockey argentinos | 23-42
Gabriela Garton y Nemesia Hijós – CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Deporte y estilos de vida. El running en Argentina | 43-63
Gastón Julián Gil – CONICET, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
Humildes, trabajadores y sacrificados. Treinta años de desplazamientos en las representaciones de ser futbolista en Argentina | 65-84 Federico Czesli – Universidad Nacional de San Martín, Argentina Diego Murzi – CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Nacionalismos deportivos con “clase”: el rugby argentino en la era profesional/global | 85-105
Sebastián Fuentes – CONICET, Argentina y Universidad de Ámsterdam, Países Bajos Daniel Guinness – Universidad de Ámsterdam, Países Bajos
PARALELOS La Asociación Nacional de las Hinchadas de Brasil en el espacio público: retos de un movimiento colectivo | 111-128 Rosana da Câmara Teixeira – Universidade Federal Fluminense, Brasil
Violencia, estigma y desplazamientos: la reconfiguración social y moral de Los Piratas en clave procesual | 129-150 Nicolás Cabrera – CONICET, Universidad Nacional de San Martín, Argentina
D O CUMENTOS Algunas olimpiadas | 156-158
Thiago Facina – Investigador y fotógrafo independiente, Brasil
A N T I P O D A C O N T E N T S A NTH RO P O LOGY A N D S P O RT S . I NTE R S EC TI O N S F O R A N A N A LY S I S O F T H E C O N T E M P O R A R Y W O R L D EDITORIAL Sport(s) and Anthropology: Focal Points, Objects and Purposes. Rethinking their Configurations in South America | 1-16 Martin Curi – Universidade Federal Fluminense, Brazil José Garriga Zucal – CONICET, Universidad Nacional de San Martín, Argentina Alejo Levoratti – Universidad Nacional de La Plata, Argentina
MERIDIANS “The Modern Sportswoman”: Gender, Class and Consumption in Argentine Football, Running and Field Hockey | 23-42 Gabriela Garton and Nemesia Hijós – CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Sports and Lifestyles. Running in Argentina | 43-63
Gastón Julián Gil – CONICET, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
Humble, Hard-working and Self-sacrificing. Thirty Years of the Shifting Image of Professional Soccer Players in Argentina | 65-84 Federico Czesli – Universidad Nacional de San Martin, Argentina Diego Murzi – CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina
The Nationalisms Associated with “Classy” Sports: Argentinian Rugby in the Professional/global Era | 85-105 Sebastián Fuentes – CONICET, Argentina and University of Amsterdam, Netherlands Daniel Guinness – University of Amsterdam, Netherlands
PARALLELS The Brazilian National Association of Groups of Soccer Fans in the Public Arena: the challenges of a collective movement | 111-128 Rosana da Câmara Teixeira – Universidade Federal Fluminense, Brazil
Violence, Stigmatization and Displacement: The Social and Moral Reshaping of the Fans of the “Pirates” Soccer Team, from a Procedural Perspective | 129-150 Nicolás Cabrera – CONICET, Universidad Nacional de San Martín, Argentina
D O CUMENTS Some Olympics | 156-158
Thiago Facina – Researcher and photographer, Brazil
A N T I P O D A I N D I C E A N T RO P O LO G I A E E S P O RT E . I N T E R S E ÇÕ E S PA R A A ANÁLISE DO MUNDO CONTEMPOR ÂNEO EDITORIAL Esporte(s) e Antropologia: abordagens, objetos e práticas. Repensando suas configurações na América do Sul | 1-16 Martin Curi – Universidade Federal Fluminense, Brasil José Garriga Zucal – CONICET, Universidad Nacional de San Martín, Argentina Alejo Levoratti – Universidad Nacional de La Plata, Argentina
MERIDIANOS “A atleta moderna”: gênero, classe e consumo no futebol, running e hóquei argentinos | 23-42
Gabriela Garton e Nemesia Hijós – CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Esporte e estilos de vida. O running na Argentina | 43-63
Gastón Julián Gil – CONICET, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
Humildes, trabalhadores e sacrificados. Trinta anos de deslocamentos nas representações de ser jogador de futebol na Argentina | 65-84 Federico Czesli – Universidad Nacional de San Martín, Argentina Diego Murzi – CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Nacionalismos esportivos com “classe”: o rúgbi argentino na era profissional e global | 85-105 Sebastián Fuentes – CONICET, Argentina e University of Amsterdam, Países Baixos Daniel Guinness – University of Amsterdam, Países Baixos
PARALELOS A Associação Nacional das Torcidas Organizadas do Brasil na arena pública: desafios de um movimento coletivo | 111-128 Rosana da Câmara Teixeira – Universidade Federal Fluminense, Brasil
Violência, estigma e deslocamentos: a reconfiguração social e moral de Los Piratas em matéria processual | 129-150 Nicolás Cabrera – CONICET, Universidad Nacional de San Martín, Argentina
D O CUMENTOS Algumas Olimpíadas | 156-158
Thiago Facina – Pesquisador e fotógrafo independente, Brasil
Deporte(s) y Antropología: enfoques, objetos y prácticas. Repensando sus configuraciones en Suramérica* Martin Curi** Universidade Federal Fluminense, Brasil José Garriga Zucal*** CONICET, Universidad Nacional de San Martín, Argentina Alejo Levoratti**** Universidad Nacional de La Plata, Argentina Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.01 Cómo citar este artículo: Curi, Martin, José Garriga Zucal y Alejo Levoratti. 2018. “Deporte(s) y Antropología: enfoques, objetos y prácticas. Repensando sus configuraciones en Suramérica”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 30: 1-16. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/ antipoda30.2018.01
* Este artículo procede del trabajo de investigación de los editores invitados de este número de Antípoda. Martin Curi agradece a la Coordenação de aperfeiçoamento de pessoal de nivel superior (CAPES) por la financiación de investigación posdoctoral de donde procede este documento. ** Doctor en Antropología, Universidade Federal Fluminense, Brasil. Entre sus últimas publicaciones están: “O ritual nacional conflitivo do país do futebol: um resumo da Copa do Mundo de 2014 no Brasil”. En Copa do Mundo 2014, compilado por Ronaldo Helal y Édison Gastaldo, 69-85. Río de Janeiro: Lamparina, 2017. “Violência como categoria de acusação nos discursos de torcedores de futebol no Rio de Janeiro”. Policromias 2: 28-52, 2017. *martincuri.rio@gmail.com *** Doctor en Antropología social. CONICET, Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES). Entre sus últimas publicaciones están: “El verdadero policía y el correctivo. Esbozos para una interpretación de la violencia policial”. De Prácticas y Discursos. Cuadernos de Ciencias Sociales 5 (6): 1-23, 2016. “Del correctivo al aguante. Análisis comparativo de las acciones violentas de policías y barras bravas”. Runa. Archivo para las Ciencias del Hombre 37 (1): 39-52, 2016. *garrigajose@hotmail.com **** Doctor con mención en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes. Docente e investigador de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Entre sus últimas publicaciones están: “Un estudio sobre política pública deportiva en Argentina: nociones del deporte social en el menemismo y el kirchnerismo”. Revista Movimento 22 (4): 1091-1104, 2016. Deporte y Política Socio-Educativa. Una etnografía sobre funcionarios y profesores de educación física. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2016. *levoratti@gmail.com
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Resumen: Los deportes y la antropología tienen una relación fuertemente consolidada en todo el mundo. En Suramérica, cuarenta años de investigaciones antropológicas han fecundado este, hoy, próspero campo. Nos proponemos aquí abordar esta relación analizando el devenir de los tópicos antropológicos y, también, el de los investigadores que han trazado con sus trabajos recorridos posteriores. Este recorrido nos posibilitará discutir el futuro de este campo de estudios, visibilizando problemáticas, delineando
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 1-16 Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.01
nuevos objetivos y repensando los lineamientos, teorías y epistemologías en este campo de estudios. Palabras clave: Thesaurus: antropología; deporte; teoría; Suramérica. Sport(s) and Anthropology: Focal Points, Objects and Purposes. Rethinking their Configurations in South America Abstract: Sports and anthropology have consolidated a strong relationship throughout the world. Forty years of anthropological research have fertilized this field in Latin America. In this article, we set out to discuss this relationship by analyzing the evolution of the topics which anthropology has focused on and the work of the academics who have studied those topics. Our review of the history of this relationship will enable us to speak about the future of this field of study, visualize the problems it may face, outline new aims for it and go over the guidelines for its theories and epistemologies. Keywords: Thesaurus: anthropology; sport; theory; South America. Esporte(s) e Antropologia: abordagens, objetos e práticas. Repensando suas configurações na América do Sul 2
Resumo: os esportes e a antropologia têm uma relação fortemente consolidada em todo o mundo. Na América Latina, quarenta anos de pesquisa antropológica fertilizaram este campo, que hoje é próspero. Propomos aqui abordar essa relação analisando a evolução dos tópicos antropológicos e, também, a dos pesquisadores que seguiram suas jornadas subsequentes. Esta percorrido nos permitirá discutir o futuro desse campo de estudos, visibilizar seus problemas, delinear novos objetivos para ele e repensar as diretrizes, teorias e epistemologias encontradas nele. Palavras-chave: Thesaurus: antropologia; esporte; teoria; América do Sul.
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n nuestra contemporaneidad, el deporte es un fenómeno social de inconmensurable presencia. En la industria cultural, en el paisaje urbano y en la gestión estatal, el deporte tiene una insoslayable presencia. Quizás por esta omnipresencia resulta difícil definirlo. ¿Qué es el deporte? En general se considera que los deportes son un fenómeno moderno inventado en el Reino Unido en el siglo XIX. Algunos de los teóricos sociales más reconocidos, Elias (Elias y Dunning 1992) y Bourdieu (1983), reflexionaron sobre el deporte y acuñaron las nociones de configuración deportiva y campo deportivo, respectivamente. Conceptos que dan cuenta de un desarrollo ocurrido en Inglaterra en el siglo XIX, cuando algunas escuelas resolvieron estandarizar el fútbol, rugby,
Deporte(s) y Antropología: enfoques, objetos y prácticas. Repensando sus configuraciones en Suramérica Martin Curi, José Garriga Zucal y Alejo Levoratti
cricket y otros deportes. El proceso de deportivización se fundó en la consolidación de las organizaciones que reglaron las prácticas físicas, creando nuevas actividades. Esta definición del deporte como actividad física reglada y competitiva deja abiertos numerosos interrogantes al encontrarse con prácticas que no se ajustan a estas características. Por ejemplo, el surf, el skate o los juegos indígenas, entre tantas otras actividades de difícil categorización. Así, la definición de deporte es un campo de disputas nunca saldadas. Discusiones agigantadas ante las nuevas tecnologías, juegos on-line, por ejemplo, que reactualizan discusiones que antaño rodearon al mundo del ajedrez. Nos proponemos en este trabajo un triple ejercicio. En un primer apartado, a modo de homenaje, señalar la relevancia de los investigadores que han trazado con sus trabajos los caminos que luego hemos recorrido como investigadores sudamericanos. Inmediatamente, en dos apartados arbitrariamente diferenciados, repensamos los tópicos de la relación entre antropología y deporte1. Finalizamos oteando nuevas investigaciones y definiendo complejidades que debemos sortear en el escenario contemporáneo.
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El universo de investigaciones actuales sobre el tema es inconmensurable e imposible de abarcar en estas páginas. Los recortes –arbitrariamente espaciales– hacen posible una aproximación que siempre deja por fuera excelentes y rigurosas investigaciones.
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En el principio fue el fútbol El deporte se ha convertido en un objeto de investigación relativamente tardío en Sudamérica. En las décadas de 1970 y 1980, investigadores como Simoni Guedes, Ricardo Benzaquen y Roberto da Matta, en Brasil, y Eduardo Archetti, en Argentina, comenzaron a investigar el fútbol develando las articulaciones entre deportes, nación y corporalidad. Roberto da Matta y Eduardo Archetti, dos de los grandes fundadores de este campo de estudios, trazaron las líneas de investigación que dieron inicio y guiaron a las primeras investigaciones. Ambos dialogan con la tradición antropológica, principalmente en dos dimensiones. El primer giño para con la antropología fue en clave teórica. En diálogo con la producción geertziana, Da Matta (1982) afirmaba que el deporte operaba como la riña de gallos balinesa, y el análisis de los universos deportivos permitía entender los mecanismos puestos en juego en la sociedad: jugar con fuego sin quemarse. La apuesta es analizar a través de una práctica como la riña de gallos la jerarquía, el estatus, la identidad, la pertenencia a un colectivo. En esa línea se mueven los primeros textos de Eduardo Archetti, de 1984-1985. Estas indagaciones inaugurales transforman al fútbol en un punto donde el analista se interroga por la dimensión de lo simbólico y por la construcción de las identidades. Temática central en el mapa de preocupaciones antropológicas, en general, y de las inquietudes de los que investigan al deporte, en particular.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 1-16 Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.01
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También en diálogo con la historia de la teoría antropológica apareció tempranamente la categoría ritual. Para Da Matta, el fútbol será uno de los rituales donde analizar el malandragem, la carnavalización, la inversión o la reproducción de las jerarquías. Asimismo, Da Matta, al igual que Archetti (1985) y Alabarces (2002), buscan distanciarse de aquellos estudios que conciben al deporte como el opio del pueblo y lo presentan como un reflejo de la sociedad. La interpretación antropológica discutía, así, las representaciones del periodismo y de la crítica cultural, que analizaban al fenómeno deportivo prejuiciosamente. En dicho sentido, Da Matta planteaba un juego, en el sentido de que el deporte es parte de la sociedad tanto como la sociedad es parte del deporte. Por su parte, para Archetti (1985), los rituales identitarios serán uno de los horizontes analíticos. El segundo guiño antropológico fue para con el enfoque etnográfico y para la antropología “en casa”. Desde Archetti y Da Matta hasta nuestros tiempos, la reflexión sobre el deporte se centra en prácticas investigadas –principalmente– en nuestra sociedad. Este ejercicio requiere una reflexión particular que lleva a exotizar lo familiar. En los estudios sobre el “deporte” se produjo un proceso inverso al clásico precepto de transformar lo exótico en familiar, procurándose relativizar muchas de las valoraciones y ponderaciones que tenemos como sujetos sociales en el momento de estudiar una práctica en singular. Esto llevó, en los últimos años, a que recurrentemente los investigadores se han encontrado estudiando prácticas y/o grupos sociales próximos a ellos; cuestiones que ameritaron una serie de producciones vinculadas al análisis de las reflexividades, tanto de los sujetos estudiados como del investigador, en el proceso de la investigación. Al mismo tiempo se promovió que los grupos de trabajos atendieron la recepción de las producciones por parte de los nativos, reflexionando sobre las implicaciones que pueden tener los resultados de la investigación para los distintos sujetos involucrados. Retomemos una cuestión antes mencionada: la identidad. La nación y sus devenires desvelaron a ambos investigadores. El trabajo de Da Matta (1982) era trazar una “sociologia do dilema brasileiro”, y el de Archetti, comprender la identidad nacional. Archetti (1994) afirmaba la necesidad de palpar la identidad nacional en sus bordes, en las prácticas marginales, limítrofes. El fútbol era un espacio fecundo para este análisis, zona donde se generan discursos significativos y relevantes. Y, para abordar esta geografía, Archetti trama la noción de “zonas libres”. La creatividad y la libertad son posibilidad periférica ante los discursos oficiales, legítimos, enquistados. La narrativa identitaria del fútbol es complementaria –no opositora– de las narrativas oficiales, instauradas por la maquinaria estatal. Pablo Alabarces ha recorrido de forma exhaustiva esta línea de investigación analizando cómo la construcción de las identidades nacionales en el fútbol baila al ritmo de las industrias culturales (2002). En la misma línea, un año después, Rodríguez (2003) asevera que en los mundiales de fútbol las identidades nacionales se intersecan con representaciones más mediáticas y que el resultado de esta alianza tiene la efímera vida del Mundial. Villena Fiengo (2000) sostiene que la relación entre Nación y fútbol pasa por los medios de comunicación.
Deporte(s) y Antropología: enfoques, objetos y prácticas. Repensando sus configuraciones en Suramérica Martin Curi, José Garriga Zucal y Alejo Levoratti
Pioneramente, Simoni Lahud Guedes (1977) ideó la noción institución cero para describir el fenómeno de la importancia del fútbol para su país. El fútbol sería una institución neutra sin significado intrínseco, que puede, por tanto, asumir cualquier significado. En la práctica, Guedes observa que se vinculan cualidades positivas o negativas de la población brasileña a los desempeños de la Selección Nacional de fútbol masculino. Esto ocurre tanto en los medios de comunicación como en conversaciones informales cotidianas. Así, la institución cero es una plataforma importantísima para discursos de construcción de la identidad nacional brasileña. Desde ese puntapié inicial son muchos los trabajos que pensaron la relación entre deporte, nación e identidad en Suramérica (Panfichi 2017; Quitián 2017; Bayce 2003). En estas producciones se encuentra una nítida preocupación por vincular los temas clásicos de la antropología con la problemática del deporte. Esto llevó a concebir al deporte como una arena social fecunda para el estudio de diferentes problemáticas sociales. En esa dirección, propuesta explicitada por Archetti, han proliferado, como veremos en el próximo apartado, indagaciones sobre diferentes temáticas y prácticas.
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Nombre que adquieren en Escocia los grupos organizados de hinchas.
5 E D I T O R I A L
Los primeros tópicos Decíamos que el inicio de las investigaciones antropológicas del deporte hizo del fútbol su objeto analítico y que ese enfoque derivó a las gradas y al estudio de los espectadores como actores del espectáculo futbolístico. Esa deriva llevó las investigaciones antropológicas hacia el análisis de las violencias. Este tema, luego de la identidad y la nación, fue uno de los tópicos recurrentes. Los investigadores europeos fueron pioneros. Entre ellos se destacaron los estudiosos de la Escuela de Leicester, donde brilló el sociólogo Norbert Elias. Eric Dunning (1994), fiel exponente de esta corriente, sostuvo que las acciones violentas eran producto de los sectores más rudos de la clase obrera, quienes no habían alcanzado el estado de civilización racional. Aquellas hipótesis, de tinte evolucionista, fueron rápidamente impugnadas. Las investigaciones etnográficas realizadas por Giulianotti (1994), con los casuals2 de Edimburgo y Aberdeen, y por Armstrong (1999), entre los hooligans ingleses del Sheffield United, demostraron que los grupos violentos poseen una composición social mucho más amplia que la marcada por Dunning. Asimismo, estos trabajos abandonaron las hipótesis sobre la incivilidad del hooliganismo, para interpretar las acciones violentas como expresiones culturales propias de las sociedades posindustriales. Armstrong (1999) destacó que los sentidos de las acciones violentas estaban articulados en la relación entre la virilidad, los estilos juveniles y los modelos de consumo, dando cuenta de una interpretación multicausal, imposible de reducirse al rol violento de la clase trabajadora. Desde ese momento, la masculinidad, las concepciones territoriales, los estilos juveniles y la búsqueda de reconocimiento y prestigio son algunos de los factores que pueden aparecer en una larga lista de contingencias vinculadas al accionar violento.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 1-16 Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.01
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Nuevamente, Archetti fue uno de los precursores en el estudio del fenómeno violento en el fútbol argentino. En sus trabajos abordó las características sociales y los lazos subyacentes que vinculan la violencia con distintos fenómenos sociales. En uno de sus primeros artículos analizó los discursos masculinos en los estadios, mostrando cómo, en el plano simbólico, los simpatizantes de clubes adversarios son expropiados, a través de cantos, de su masculinidad y convertidos en homosexuales y/o niños (Archetti 1985). Para ese entonces, remarcaba que no existían vínculos entre los discursos masculinos y los hechos de violencia fácticos, pero anunciaba que la violencia simbólica de los cánticos había crecido, en comparación con tiempos anteriores. Posteriormente, en un trabajo de 1992, Archetti centró su atención en la exposición del fenómeno del fútbol como un ritual que combinaba elementos trágicos y cómicos, oscilando entre lo violento y lo carnavalesco. Los golpes, pedradas, muertes y heridos eran la contrapartida de los cánticos, saltos rítmicos, banderas, etcétera. Los elementos violentos habían ido lentamente instalándose en el fútbol argentino, ocupando desde la década de 1960 un lugar protagónico en este ritual. Archetti sostenía que un cambio ocurrido en el discurso moral masculino alrededor de la década de 1960 produjo este desplazamiento, de una preponderancia de la faceta cómica a la trágica. En ese artículo, Archetti inicia el análisis de la noción nativa de aguante, que estaba para el autor íntimamente relacionado con los actos de violencia en el fútbol. El aguante era entendido como un factor de resistencia social: “una resistencia que no conlleva una rebelión abierta, pero sí, a través de los elementos trágicos y cómicos, a una serie de posibles transgresiones” (Archetti 1992, 266). Luego de este puntapié inicial, numerosas investigaciones han abordado el tema desde diferentes aproximaciones. Los investigadores argentinos han puesto especial atención en el concepto de aguante, analizando cuerpos, masculinidades y territorios (Alabarces 2004; Gil 2007; Moreira 2005; Garriga Zucal 2007). Las investigaciones en Colombia sobre el tema de la violencia en el fútbol recorren también el estudio del término aguante dando cuenta de las particularidades propias de ese escenario (Villanueva, Amaya y Rodríguez Melendro 2011)3. En Brasil, Luiz Henrique de Toledo (1996) y Carlos Pimenta (2003) desnudaron el rol relevante de la violencia como cemento de la pertenencia en las “torcidas organizadas”. También, Teixeira (2006) realizó una etnografía sobre torcidas organizadas, mostrando que para los jóvenes brasileños, la participación en hechos de violencia era el factor aglutinador, aquello que los unía y los identificaba. Estas investigaciones estaban centradas en los grupos organizados de espectadores. Curi (2012) presentó una investigación donde gambeteaba esta centralidad y analizaba varios tipos de aficionados, su relación con el club y los estadios, percibiendo la importancia de la categoría “violencia” para todos los grupos. En este número de Antípoda, las contribuciones 3 Aunque las posibilidades del trabajo limitan el recorte a Sudamérica, es imposible no mencionar aquí los trabajos de Roger Magazine (2008), quien estudió las relaciones entre masculinidad y poder entre los fanáticos del Pumas.
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de Teixeira y Cabrera retoman esos tópicos, analizando, en el primer caso, la nuevas tendencias de asociaciones políticas de torcidas organizadas y, en el segundo caso, las mutaciones diacrónicas sobre cambios sociales en una hinchada argentina. El género fue otro de los tópicos recurrentes. Eduardo Archetti (1994), como ya dijimos, a partir de su estudio sobre el fútbol, el polo y el tango, puntualizó en la relación entre la construcción de masculinidades y las narrativas de la identidad nacional. En Argentina, la discusión sobre el género y el fútbol fue retomada por Conde y Rodríguez (2002), que propusieron analizar el lugar de las mujeres en el fútbol argentino focalizando en su lugar de hinchas. En Brasil podemos observar un crecimiento de las investigaciones sobre fútbol femenino que analizan el contraste entre el éxito deportivo de las jugadoras y el fracaso mediático y financiero de la actividad deportiva (Rial 2013; Costa 2015; Pisani 2016). Escapando al fútbol, y no a la temática del género, Uliana (2013) analizó el fenómeno de la Selección argentina de hockey femenino. Así, las reflexiones de las teorías de género, inspiradas en Butler (1990), comenzaron a fecundar las reflexiones de la antropología del deporte. Rojo (2010) utiliza la expresión “borrando los sexos” para desvincular la categoría analítica “género” del sexo biológico, ya que la lógica deportiva clasifica los géneros como “victorioso” y “derrotado”, y no como “masculino” y “femenino”. Es en esta línea donde podemos leer los trabajos de Adelman y Moraes (2008) que analizan las concepciones de género en el hipismo. En este número de Antípoda, la contribución de Hijós y Garton retoma la pregunta de investigación del género y analiza la construcción de los roles –masculino y femenino– en las relaciones de poder. Esta construcción de género implica analizar las técnicas del cuerpo (Mauss 2003), además de la categoría analítica de la sexualidad. Este último componente es investigado por Camargo (2012) en su análisis de los gay-games. Por otro lado, las corporalidades son el objeto de investigación de Araujo (2011) en su análisis de la clasificación de los cuerpos de atletas paralímpicos. El cuerpo como tema de investigación fue retomado por Alejandro Rodríguez (2017) para abordar las prácticas de los habitués de un gimnasio y su relación con la masculinidad y la juventud. Temas que unos años antes analizó Branz (2015) al estudiar en el campo del rugby corporalidades y masculinidades sumando interrogantes sobre cómo estas categorías se funden en la construcción de la pertenencia de clase. En este número, Fuentes y Guinnes retoman algunos de los interrogantes trabajados por Branz para reflexionar sobre la profesionalidad del deporte en tiempos de globalización. La teoría del don maussiano fue otro de los tópicos antropológicos recurrentes. En 2008 salió publicado un dossier en la revista Horizontes Antropológicos, donde varios de los trabajos publicados aparecen vinculados a la cuestión de los dones (Damo, Oliven y Guedes 2008). La tríada maussiana aflora en su plenitud. Carmen Rial (2008) analiza los procesos de circulación de los jugadores de fútbol brasileño en el exterior y observa cómo los jugadores identifican como un contradón la compra de una casa a sus madres. Por otro lado, Settani Giglio, Pereira Morato, Stucchi y Gavião de Almeida indagan la eficacia simbólica del “don de jugar a la pelota”, validado
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como un acto mágico (Settani Giglio et al. 2008). Ambos trabajos retoman las aproximaciones de Arlei Damo (2007), quien emplea las categorías de don y contradón, vinculadas al talento o a la dádiva, advirtiendo sus diferencias. La teoría del don es retomada en este volumen por Murzi y Czesli, cuando analizan cómo los jugadores en formación sienten la obligación de retribuir con trabajo y disciplina el esfuerzo que sus familias hacen en sus incipientes carreras. Más allá del don y más acá del mercado, los trabajos de Gastón Gil y de Nemesia Hijós y Gabriela Garton en este número tratan sobre el consumo, la manipulación y la agencia como interrogantes que se abren y permiten una reflexión desde la antropología.
La antropología ahora Señalábamos que gran parte de las investigaciones sobre el deporte se concentraron en los significados del fútbol para las identidades nacionales o para las torcidas organizadas. En los últimos años, tres áreas de investigación, distintas y fructíferas, se han venido desarrollando en la región.
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El funcionamiento administrativo de los clubes y la organización deportiva en general En Brasil se investiga esta área de forma indirecta a partir de los trabajos sobre la formación de atletas (Alvito 2006; Damo 2007; Spaggiari 2016) y su circulación (Rial 2008). Mientras tanto, ya hay una buena gama de investigaciones sobre la temática en Argentina. Moreira (2013) entiende que clubes de fútbol en Argentina son instituciones usadas para construir carreras políticas. En ellos es posible aplicar y multiplicar sus capitales, principalmente el capital social que puede ser convertido posteriormente en votos. Así, Moreira concibe que los clubes son espacios en los que circulan donaciones. Los dirigentes invierten sus capitales y esperan recibir de vuelta el capital social que posibilita su elección en el campo de la política. Por otra parte, una característica importante de los clubes argentinos es su arraigo comunitario. Godio (2011) observa que el club Estudiantes atrae a personas con profesiones liberales, y el club Gimnasia (ambos de La Plata) atrae a empresarios y funcionarios públicos. Otro marcador es el barrio al que está conectado el club. Hang (2016) relata que este fenómeno no sólo vale para los clubes de fútbol, sino también para los clubes de otros deportes. De fundamental importancia son deportes como el hockey femenino y el rugby masculino, que indican la pertenencia a una cierta clase social. De esta manera, los dirigentes deportivos esperan capitalizar políticamente su interacción con una comunidad específica. Sus acciones administrativas dentro del club están, por lo tanto, guiadas por la preocupación de aumentar su capital social y político. Godio (2011) concibe la idea de una “comunidad de sentimientos” y una “sociedad organizada”, entre las que se produciría la circulación de las dádivas. Los dirigentes invierten con su trabajo administrativo en la segunda y esperan recibir luego el capital social en la primera. En cuanto al modelo económico de los clubes, Hang (2016) observa que existen modelos diferentes dependiendo del enraizamiento
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comunitario. Los clubes de capas medias y altas se dedican al rugby, hockey y otras modalidades que no tienen tanto poder comercial y, por lo tanto, dependen de las cuotas abonadas por los socios. Los clubes de fútbol, a menudo vinculados a clases más bajas, consiguen patrocinio, fondos de TV y ganancias de la venta de jugadores. Así, los modelos económico-administrativos de los clubes divergen.
Los megaeventos En la última década tuvieron lugar en Sudamérica, especialmente en Brasil, eventos masivos y multitudinarios, que despertaron el interés académico, particularmente en las ciencias sociales brasileñas. La contribución brasileña de Teixeira en este número de Antípoda aborda algunas de estas cuestiones. Hasta el 2007, año de los Juegos Panamericanos en Río de Janeiro, existía muy poca literatura sobre megaeventos deportivos en Brasil. Esto cambió bruscamente en los años siguientes. Los beneficios o perjuicios de la organización de los megaeventos se convirtieron en un campo de disputa tanto en el ámbito público como en el académico. Se creó la categoría del “legado” y se reflexionó sobre lo que podría ser un legado y cómo medirlo. Las dificultades en la definición misma de este término autorizaron muchas formas diversas de análisis. Aun así, la producción académica fue escéptica en la evaluación del “legado”. En el área del urbanismo y de la geografía, la inversión vinculada a los megaeventos deportivos fue interpretada como una estrategia de actores económicamente poderosos en un mercado mundial neoliberal (Mascarenhas, Bienenstein y Sánchez 2011; Sánchez et al. 2014). Grandes inversiones poco reguladas que dejan cuantiosas ganancias a pocos y ricos empresarios. Mientras tanto, la población de menor poder adquisitivo no obtuvo beneficios significativos. Vainer (2011) entiende que los estados municipales se encuentran en una situación de competencia en un mercado neoliberal y, por lo tanto, se ven forzados a interpretar el espacio de sus ciudades no como espacio de vivienda y uso de
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Políticas públicas Recientemente observamos un mayor interés en investigaciones sobre políticas públicas para el deporte. Levoratti (2015) analizó los procesos de apropiación y resignificación del deporte en políticas públicas de la provincia de Buenos Aires (Argentina). En ese recorrido visibilizó cómo la categoría deporte, en términos nativos, era objeto de disputa entre los funcionarios públicos y políticos que se inscribían en las distintas escalas de implementación de un programa. Esto lo llevará a buscar la comprensión de las múltiples perspectivas sobre el deporte que toman los diferentes actores sociales involucrados, procurando superar aquellas aproximaciones que esencializan y reifican el fenómeno. De cierta manera, el texto de Teixeira de este volumen se inserta en esta discusión, al describir las estrategias de miembros de torcidas organizadas para contribuir a este debate público en Brasil. Los propios aficionados percibieron que hay un interés del Estado en elaborar soluciones, y los aficionados quieren contribuir con propuestas al respecto.
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sus habitantes, sino como mercancía. Una de las estrategias para crear la marca de la ciudad e imponerse en este mercado son los megaeventos deportivos. Las inversiones en infraestructura, principalmente en estadios, tienen interpretaciones diferentes. Por un lado, Damo y Oliven (2013) se dedican a este tema comparando los megaeventos con el potlatch, interpretando un ritual en el que se dan regalos de forma agresiva. Este tipo de ritual no tiene una lógica económica inmediata, pero implica una apuesta para recibir el contradón en el futuro. Por otro lado, Proni, Faustino y Silva (2014) presentan un análisis económico más cauteloso. Ellos perciben que las inversiones pueden tener efectos amplios para la economía de un país. Sin embargo, es difícil medir cuánto se concretó de las inversiones, cuánto retorno se obtuvo y, principalmente, quién se benefició con eso. Sólo hay consenso, nunca total, en que los megaeventos deportivos generan vencedores y perdedores más allá del campo deportivo. Cardoso (2013) sostiene que entre los ganadores están aquellos sectores que trabajan vinculados a la seguridad pública. Podemos añadir las áreas del periodismo deportivo, y también la arquitectura e ingeniería. Tanto Conchas (2015) como Da Costa y otros (2008) presentan un informe casi eufórico destacando las oportunidades de investigaciones relacionadas con los megaeventos deportivos. Finalmente, estos eventos mostraron su faceta incontrolada e impredecible en las manifestaciones durante la Copa de las Confederaciones, en 20134. Maricato (2014), quien dibuja una imagen extremadamente pesimista de las ganancias económicas y sociales de los megaeventos, rescata, con optimismo, dichas manifestaciones. En vista de estas diversas posibilidades de legados, la noción “torneo de valor” de Appadurai (2008) parece ser interesante. El “torneo de valor” es un evento específico, planificado y fuera de la rutina cotidiana con estructura ritual, en el cual los participantes intercambian bienes. El intercambio es una disputa por el estatus dentro de una sociedad y, también, por el significado de categorías fundamentales. Esto significa que un “torneo de valor” ofrece la oportunidad para que las personas aumenten o pierdan su estatus súbitamente (Curi 2013). Esto ocurrió en relación con la Copa del Mundo 2014. No es posible hablar de un legado positivo o negativo. Necesitamos analizar los legados individuales de los agentes involucrados en el “torneo de valor”. La idea del “torneo de valor” surgió a partir de una visión antigua en las ciencias sociales brasileñas, donde hay una amplia literatura que entiende el fútbol como un ritual nacional en que los brasileños dramatizan y discuten los temas de su sociedad (Guedes 1977; Da Matta 1982; Helal, Soares y Lovisolo 2001; Gastaldo, Guedes y Gonçalves Soares 2006; Helal y Cabo 2014). Desde esta perspectiva, la Copa del Mundo concentra todas las atenciones nacionales. Pero los clubes de fútbol también representan la diversidad social y entran simbólicamente en campo para visualizar los dramas sociales. Este fenómeno de vinculación directa entre fútbol e identidad nacional y social se constituyó en las 4 Hay un número de la revista Cultural Anthropology al respecto; consultar en https://culanth.org/fieldsights/426-protesting-democracy-in-brazil
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marcas registradas de “país del fútbol” y “pátria em chuteiras” (Rodrigues 1993). Tal vez la Copa de las Confederaciones en junio de 2013 y las grandes manifestaciones fueron un ejemplo claro de cómo los brasileros están discutiendo y dramatizando los temas de su sociedad a través de un torneo de fútbol.
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Hacia dónde vamos… y ¿cómo? Recuperando las discusiones que se vienen dando en los principales congresos de la región, ligados a las ciencias antropológicas, como son el caso de la Reunión de Antropología del Mercosur y el Congreso Latinoamericano de Antropología, advertimos tres fenómenos que nos parecen relevantes. Por un lado, una fuerte consolidación de espacios de trabajo a partir del 2001. Por otro lado, una profusa proliferación de discusiones conceptuales, prácticas deportivas estudiadas. Y, por último, una propagación de investigadores interesados en la temática, que abren estas discusiones a otras latitudes de la región. Estas aperturas se observan a partir del 2008, cuando se incrementaron exponencialmente los trabajos que estudian otras prácticas además del fútbol y se diversifican las discusiones conceptuales. En esa dirección encontraremos estudios sobre atletismo, boxeo, BMX, capoeira, ciclismo, fútbol, gimnasios, golf, hipismo, hockey, juegos, montañismo, natación, remo, rugby, skate, vela, etcétera. Además, se expanden las discusiones conceptuales inherentes a la clase social, la memoria, la política, el cuerpo, la sociabilidad, el sacrificio, los megaeventos, el género, las identidades, el territorio, el parentesco, los procesos de deportivización y mercantilización. El incremento de los trabajos en la temática aumenta los diálogos con diferente discusiones conceptuales de la antropología, presentándose además aproximaciones originales en los temas “clásicos” vinculados al fútbol y a los grupos organizados de espectadores. Aquí nos cabe señalar cuatro puntos finales que permitan dar cuenta de las complejidades teóricas y epistemológicas que se expresan en el campo de los estudios antropológicos sobre el deporte. Primero, hablemos de reflexividad. En su desarrollo podemos observar cómo la agenda temática y teórica del campo de los estudios sobre el deporte se encuentra –muchas veces– definida y delimitada por los acontecimientos que ocupan la agenda pública y política. Por otro lado, pero profundamente conectado, la mayor parte de las investigaciones se efectúan en grupos sociales próximos social o geográficamente. En ese sentido, los antropólogos que nos propusimos estudiar el deporte nos encontramos estructurados en la trama de relaciones sociales que construyen al tema como tema. Sabemos que ni la cercanía ni las influencias impiden la construcción de objetos, pero también sabemos que ambas requieren un exhaustivo ejercicio de reflexividad. Segundo, la antropología será comparativa o no será nada. Una necesidad del campo en los últimos años se encuentra vinculada a pensar trabajos comparativos que permitan estudiar diferentes prácticas deportivas bajo un mismo prisma analítico y advertir sus vinculaciones. Como por ejemplo pensar los procesos de construcciones de masculinidad y femineidad, del cuerpo o los sentidos sobre el deporte
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de modo comparado en distintas prácticas, como podrían ser atletismo, skate, ultimate frisbee, fútbol, rugby, hockey, tenis, natación, vóley, bossaball. Ello posibilitará indagar acerca de las relaciones entre las diferentes prácticas, advirtiendo sus lazos en distintos procesos sociales. Asimismo posibilitará identificar la convivencia de heterogéneas concepciones, sus tensiones y los modos en los cuales se relacionan. Tercero, lo moderno, lo posmoderno y lo sudamericano. Planteamos al inicio que las aproximaciones iniciales a los estudios sobre el deporte partían de considerar estas prácticas como un fenómeno social moderno, fruto de la industrialización y las modificaciones en las percepciones sobre la violencia exclusivamente en los países europeos. Estamos obligados a repensar al fenómeno deportivo, indagando las apropiaciones sociales sobre esta categoría, y a discutir la modalidad de aproximación conceptual, superando los sentidos eurocéntricos modernos de definición del fenómeno. Finalmente, continuar respondiendo la pregunta por la definición del deporte. Así como Elias y Bourdieu modelaron una manera de pensar y concebir al deporte vinculado a la modernidad, los trabajos de Da Matta y Archetti nos estructuraron una manera de pensar la relación entre deporte y teoría antropológica. El deporte comprendido como lugar donde estudiar diferentes tópicos sociales invisibilizó las discusiones sobre el lugar del deporte en la sociedad y las posibles modalidades de abordarlo. Por ello es necesario potenciar esta discusión, siendo una línea posible el estudio del deporte como categoría nativa, problematizando a partir de los deportes las aproximaciones conceptuales. Estos cuatro puntos –nunca cardinales– pueden potenciar las producciones analíticas de estos fenómenos globales desde los países periféricos, ya que exigen repensar y producir categorías, contribuyendo a la ampliación de la teoría antropológica al respecto. Estos cuatro puntos se atraviesan y colisionan. Este dossier expresa el devenir del campo de los estudios antropológicos sobre el deporte reponiendo los temas clásicos del campo pero abriendo, también, nuevos interrogantes y enfoques conceptuales. Es así como los límites del campo se amplían y se problematizan. Bienvenidos a estas lecturas que abren este camino, sinuoso e igualmente apasionante. Bienvenidos a los senderos que no se bifurcan.
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sociedades contemporáneas, compilado por Juan Branz, José Garriga Zucal y Verónica Moreira, 129-168. La Plata: EDULP. 63. Vainer, Carlos. 2011. “Prefácio”. En O Jogo continua: Megaeventos esportivos e cidades, organizado por Gilmar Mascarenhas, Glauco Bienenstein y Fernanda Sanchez, 9-16. Río de Janeiro: UERJ. 64. Villanueva, Alejandro, Alirio Amaya y Nelson Rodríguez Melendro. 2011. Hasta que el cuerpo aguante. Un análisis de las barras de fútbol capitalinas. Bogotá: Uniediciones. 65. Villena Fiengo, Sergio. 2000. “Imaginando la nación a través del fútbol: el discurso de la prensa costarricense sobre la hazaña mundialista de Italia ’90”. En Peligro de gol. Estudios sobre deporte y sociedad en América Latina, compilado por Pablo Alabarces, 257-265. Buenos Aires: Clacso-ASDI.
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M E R I D I A N O S “La deportista moderna”: género, clase y consumo en el fútbol, running y hockey argentinos | 23-42 Gabriela Garton y Nemesia Hijós
Deporte y estilos de vida. El running en Argentina | 43-63
Gastón Julián Gil
Humildes, trabajadores y sacrificados. Treinta años de desplazamientos en las representaciones de ser futbolista en Argentina | 65-84 Federico Czesli y Diego Murzi
Nacionalismos deportivos con “clase”: el rugby argentino en la era profesional/global | 85-105 Sebastián Fuentes y Daniel Guinness
“La deportista moderna”: género, clase y consumo en el fútbol, running y hockey argentinos* Gabriela Garton** Nemesia Hijós*** CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.02 Cómo citar este artículo: Garton, Gabriela y Nemesia Hijós. 2018. ‘“La deportista moderna’: género, clase y consumo en el fútbol, running y hockey argentinos”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 30: 23-42. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.02 Artículo recibido: 30 de mayo de 2017; aceptado: 6 de octubre de 2017; modificado: 30 de octubre de 2017
* Este trabajo fue realizado en el marco de las investigaciones desarrolladas por el Seminario Permanente de Estudios Sociales del Deporte, financiado a través de los proyectos PIP 112 201501 00751 2016-2018, UBACyT 20020150200090BA 2016-2018 / 20020130100521BA 2014-2017 y CONICET, dirigidos por la Dra. Verónica Moreira, el Dr. José Garriga Zucal y el Dr. Pablo Alabarces. ** Bachelor of Arts en Hispanic Studies por Rice University, Estados Unidos. Maestranda en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Becaria doctoral del CONICET, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. Entre sus últimas publicaciones están: “‘Fit girls’: Corporalidad, identidad y género en las representaciones de mujeres futbolistas”. Bajo Palabra. Revista de Filosofía (16): 39-49, 2017. “Un relato futbolero de viaje: el mito de Maradona en las ‘idas y vueltas’ de Caparrós y Villoro”. Letras 74/75: 103-114, 2017. *gabygarton@gmail.com *** Licenciada y Profesora en Ciencias Antropológicas con orientación sociocultural en la Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Maestranda en Antropología Social en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Becaria doctoral del CONICET, Instituto de Investigaciones Gino Germani, UBA, Argentina. Entre sus últimas publicaciones están: coautora en “Rivalry, Passion and Cooperation between Argentinean Club Supporters”. Football Fans, Rivalry and Cooperation, compilado por Christian Brandt, Fabian Hertel y Sean Huddleston. Londres: Routledge, 2017. “Significados das emoções no futebol brasileiro e argentino: um diálogo em contextos etnográficos distintos”. FuLia /UFMG, Dossiê futebol e cultura 1 (2): 80-102, 2017. *nemesiahijos@gmail.com
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Resumen: Las transformaciones logradas por el movimiento feminista desde los 70 también tuvieron lugar en la práctica deportiva, con altos niveles de crecimiento de participación de mujeres. Esta apertura produjo nuevos ideales del cuerpo femenino –fuerte, deportista, independiente, y a la vez atractivo–; construidos por la sociedad occidental y fomentados por la lógica mercantil a través de publicidades, redes sociales y ciertos referentes elegidos por las marcas que fortalecen estos discursos, instruyendo sobre el cuidado corporal y el “estilo de vida saludable”. Nuestro desafío es analizar las representaciones de las deportistas que se construyen en tres prácticas deportivas que han llegado a niveles sin precedentes de participación y visibilidad en Argentina: el hockey, el
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 23-42 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.02
fútbol femenino y el running, sabiendo que el cuerpo es un elemento central de dichas prácticas. Para eso, reflexionaremos sobre nuestros registros de campo, analizamos una serie de publicidades, videos e imágenes en las redes sociales, donde estas prácticas son representadas, o se autorrepresentan, como modelos/ejemplos del nuevo ideal de cuerpo femenino. Así, pretendemos indagar cuáles son los ideales que se inscriben en estos deportes que eligen realizar las mujeres, preguntándonos si en estas actividades aún existen libertad y agencia de ellas como individuos, si detrás siguen operando los ideales hegemónicos de la femineidad o si se presentan ambas alternativas. Palabras clave: Thesaurus: cuerpo; género; prácticas deportivas; deportistas. “The Modern Sportswoman”: Gender, Class and Consumption in Argentine Football, Running and Field Hockey
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Abstract: The advances achieved by the feminist movement since the 1970s have also been reflected in athletics, evidenced by the exponential growth in the participation of women. This change has produced new ideals of the female body –one that is strong, athletic, independent, and at the same time sexually attractive– which have been constructed by Western society and fostered by its mercantilist logic through advertising, social networks and certain messages about caring for your body and leading a “healthy lifestyle” chosen by brands which exploit these ideals. We analyze the image of women in three sports where women have reached unprecedented levels of participation and visibility: field hockey, soccer and running. Our study is based on ethnographic field work, along with the analysis of a series of advertisements, videos and pictures on social networks, where such women are portrayed, or self-represented, as models/examples of the new ideal of the female body. In this way, we hope to throw light on the ideals found in the sports women choose to practice and ask whether individual freedom and agency still exist in these activities. We also wonder if the hegemonic ideals of femininity continue to operate there or if the truth lies somewhere between the two alternatives. Keywords: Thesaurus: body; sport practices; athletes; gender. “A atleta moderna”: gênero, classe e consumo no futebol, running e hóquei argentinos Resumo: as transformações obtidas pelo movimento feminista desde 1970 também aconteceram na prática esportiva, com altos níveis de crescimento de participação de mulheres. Essa abertura produziu novos ideais do corpo feminino –forte, atlético, independente e, ao mesmo tempo, atrativo–, construídos pela sociedade ocidental e fomentados pela lógica mercantil por meio da publicidade, das redes sociais e de certos referentes escolhidos pelas marcas que fortalecem esses discursos, instruindo sobre o cuidado corporal e o “estilo de vida saudável”. Nosso desafio é analisar as representações das atletas que são construídas em três práticas esportivas que chegaram a níveis sem precedentes de participação e visibilidade na Argentina: o hóquei, o futebol
“La deportista moderna”: género, clase y consumo en el fútbol, running y hockey argentinos Gabriela Garton y Nemesia Hijós
feminino e o running, sabendo que o corpo é um elemento central dessas práticas. Para isso, refletimos sobre nossos registros de campo, analisamos uma série de publicidades, vídeos e imagens nas redes sociais em que essas práticas são representadas, ou se autorrepresentam, como modelos/exemplos do novo ideal de corpo feminino. Assim, pretendemos questionar quais ideais estão vinculados nesses esportes que as mulheres escolhem fazer, perguntando-nos se, nessas atividades, ainda existem liberdade e agência delas como indivíduos, se por trás disso continuam operando os ideais hegemônicos da feminilidade ou se são apresentadas ambas as alternativas. Palavras-chave: Thesaurus: corpo; esportistas; gênero; práticas esportivas.
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laca, alta, linda y talentosa: un combo irresistible”, así comienza el resumen en la contratapa de la biografía de la jugadora de hockey sobre césped más exitosa de la historia, la llamada “Maradona” del hockey: Luciana “Lucha” Aymar (Calvano 2011). De los cuatro adjetivos en la primera frase, sólo uno se podría relacionar con las habilidades y los logros deportivos de la excapitana y representante principal de la selección femenina argentina de hockey, “Las Leonas”. Para alguien que sigue los deportes de mujeres, estas descripciones no resultan ajenas. Por otra parte, las deportistas en general reciben mucho menos cobertura en los medios masivos, tanto de forma impresa como emisora, que sus contrapartes varoniles (Cooky, Messner y Musto 2015). Las coberturas frecuentemente trivializan las capacidades deportivas de las atletas a través de estrategias de “ambivalencia”. Mediante imágenes o representaciones contradictorias, la ambivalencia intenta conciliar la incompatibilidad entre la femineidad y el mundo masculino del deporte (Cranmer, Brann y Bowman 2014). A grandes rasgos, el deporte sirve como constructor social y promotor de cualidades esenciales de la masculinidad hegemónica, incluidas la agresión, la fuerza, la competencia y, a veces, la violencia. Estas cualidades se establecieron como masculinas al mismo tiempo que se consolidaba el estereotipo femenino a lo largo del siglo XIX. Según Dora Barrancos, en Argentina la “mujer moderna” se caracterizaba por “la debilidad física, intelectual y moral, así como exceso de sentimentalismo”, y sus funciones fundamentales eran “la maternidad y el cuidado de la familia, que se creían constitutivas de la esencia femenina” (2010, 11). Esta identidad femenina, aunque anticuada, todavía se reconoce en la sociedad contemporánea argentina, y en el ámbito deportivo sigue manteniendo barreras y generando debates y conflictos en torno a la participación plena de las mujeres en los deportes. Asimismo, el “ingreso” de las mujeres sobre todo a deportes tradicionalmente “de hombres” desafía esta construcción social de género, y, por lo tanto, las deportistas se ven enfrentadas no sólo con obstáculos institucionales, socioculturales y
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económicos, sino también con marginalización y estigmatización sociales. Por el otro lado, los deportes “femeninos”, clasificados así porque las mujeres componen la gran mayoría de los participantes, tienden a reforzar ideales femeninos hegemónicos, enfatizando la belleza, la gracia y la cooperación, entre otros. Sylvia Burrow (2016) se refiere a las dificultades de las deportistas como un “double bind” o una situación sin salida, ya que las mujeres que quieren participar en deportes femeninos se sujetan a una devaluación irreversible por prejuicios y sesgos, mientras que las deportistas que desean entrar a disciplinas tradicionalmente masculinas se enfrentan con la posibilidad de marginalización y estigmatización; aunque Burrow no menciona a las practicantes de deportes “neutros” como el running, se supone que ellas deben afrontar un panorama parecido. El género, sin embargo, no es el único factor determinante del éxito o desprecio de un deporte o un deportista, ya que en la construcción del imaginario deportivo también influye la clase social, ligada al nivel socioeconómico materializado en el estilo de vida y en el consumo. Por clase, entendemos un conjunto de individuos que poseen en medida similar determinadas características socialmente relevantes, como riqueza, ingresos o prestigio, y a veces también en cuanto al estilo de vida o educación. En un auge por el cambio hacia una “vida más saludable”, la necesidad de transformar el físico suele ser pautada en las redes sociales (particularmente, Instagram y YouTube) por “los gurús del fitness” y deportistas profesionales, y también por “personas comunes” elegidas por las marcas, que se presentan como amigos, impartiendo consejos para que la vida de los demás mejore, al mismo tiempo que fortalecen tendencias basadas en estereotipos hegemónicos del cuerpo moderno y atractivo. En la medida en que las personas deben reinterpretar y reorganizar las cosas que han comprado en función de un estilo propio que están construyendo, el consumo se configura como un acto voluntario y creativo. Sin embargo, esto no implica que sea un acto totalmente racional y libre, ni de soberanía y dominio sobre el mundo y las cosas (Sassatelli 2012). Para observar la intersección de género y clase en el deporte femenino argentino, vamos a analizar y comparar tres disciplinas: hockey, fútbol y running. Esta elección nos permite tener un panorama representativo: en primer lugar, el hockey simboliza un deporte femenino tradicionalmente asociado a las clases medias y altas. El fútbol aparece como el deporte masculino más importante del país, y, aunque históricamente las mujeres que lo han practicado han sido de clases populares, hoy se está viendo una expansión hacia las clases más altas. Por último, el running se puede clasificar como un deporte “neutro” en términos de género, que se presenta como abierto a todas las clases sociales; sin embargo, al indagar se ve que existen límites económicos y culturales al acceso total a la práctica. Nuestra consideración del hockey se basa principalmente en representaciones mediáticas y sirve como disparador para la comparación, al mismo tiempo que nos permite examinar las “imágenes de la mujer” y continuar el debate sobre cómo los medios de comunicación y las redes sociales trabajan los procesos y prácticas de representación para producir ideas sobre qué significa ser mujer (Hollows 2005). El análisis del fútbol y el running parte de
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un trabajo de campo etnográfico, porque a través de las técnicas y su posterior análisis llegamos a conocer las prácticas de los actores sociales y los significados que estos les adjudican (Guber 2001). La etnografía, al ser un proceso dinámico de interacción y producción de conocimiento, nos posibilita el acercamiento a las formas nativas de pensar y realizar prácticas deportivas. Además, como nuestro objetivo es indagar sobre las representaciones de las deportistas, una técnica fundamental para desarrollar este trabajo es la observación participante en entrenamientos y competencias, en la que los grados de participación/observación quedan ligados a las condiciones creadas por la interacción establecida con los sujetos de investigación, con las mujeres futbolistas y con las mujeres corredoras.
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Desde el año 2000, Las Leonas fueron campeonas del mundo en dos ocasiones (2002 y 2010), obtuvieron el tercer puesto en el Campeonato Mundial dos veces (2006 y 2014) y ganaron cuatro medallas olímpicas (2000, 2004, 2008 y 2012), dos medallas de oro (2003 y 2007) y dos de plata (2011 y 2015) en los Juegos Panamericanos y todos los Campeonatos Sudamericanos (2003, 2006, 2008, 2010, 2013 y 2014). Estos títulos hacen que el hockey femenino sobre césped supere los logros de los deportes masculinos y resulte así el deporte más exitoso en el plano internacional de la última década en Argentina, rompiendo cualquier sobrerrepresentación masculina.
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“Luciana Aymar, la deportista argentina que superó a Messi y Maradona”, Veronica Smink (BBC Mundo, 8 de diciembre de 2014). Disponible en http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/12/141205_deportes_ luciana_aymar_despedida_vs
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Hockey para algunas En los últimos años, el hockey se ha convertido en el deporte en equipo más popular para las mujeres. Históricamente, ha sido practicado por mujeres pertenecientes a sectores sociales medios altos y altos. Para quienes pertenecen a estos sectores, este deporte representa un espacio de socialización altamente eficaz para la producción de valores identitarios ligados a la clase social en conexión con representaciones de género (Uliana 2013). Sin embargo, como afirma Pablo Alabarces (2013, 32), “en una cultura de masas en la que el deporte se ha vuelto una mercancía transclasista”, esta condición de clase no ha impedido que el hockey alcance un nivel de reconocimiento nacional sin precedentes en Argentina para un seleccionado femenino. Aunque los éxitos deportivos de Las Leonas –lograron más títulos internacionales que cualquier otra selección argentina, de hombres o mujeres, a nivel internacional en este siglo–1 indudablemente fueron el gran motivo detrás del aumento en la atención de las marcas y los medios, el perfil de las jugadoras y de la disciplina en sí también ha influido en su ascenso hasta la cima del deporte femenino. Según la Confederación Argentina de Hockey (CAH), entre 2000 y 2014, la cantidad de jugadoras mayores de 12 años afiliadas a clubes aumentó de 39 mil a 123 mil, sin incluir las que participan en colegios, universidades y otras ligas no federadas2. Según Uliana (2013), el mundo elitista del hockey femenino ha servido de punto de encuentro de clase social y género, que a la vez ha producido un modelo particular de identidad y pertenencia social. Si bien en los últimos años la práctica se ha extendido a otras clases sociales, gracias a la incorporación de la disciplina en clubes que previamente se dedicaban a otros
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deportes como el fútbol (en los casos de Nueva Chicago y San Lorenzo, por ejemplo), se mantiene una distinción entre los clubes tradicionales (como Club Atlético San Isidro y Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires), que han conservado una conexión fuerte con las élites, sirviendo de espacios privilegiados de sociabilidad. Esta sociabilidad no se mantiene únicamente entre las mujeres del hockey, mejor dicho, entre compañeras de los mismos equipos, sino que también existe un estilo de complementariedad con el rugby, el deporte por excelencia de los varones pertenecientes a las clases medias y altas. Hasta el mismo apodo felino de la selección femenina de hockey se relaciona con su contraparte masculina en el seleccionado de rugby. Podría pensarse que el apelativo “Leonas” hace eco a la denominación “Los Pumas”, siendo su extensión femenina con un sobrenombre que pudiera identificarlas del mismo modo popular y mediáticamente, aunque las mismas jugadoras que decidieron autobautizarse así aseguran que la elección residió sólo en las características de garra y coraje del animal. No obstante, este énfasis al que las jugadoras apelan haber otorgado no es al que se recurre en la identificación que se hace en las publicidades. Sino que más bien se observa un desarrollo de la imagen de jugadora “bella”, la cual ha servido para la “captura” de marcas patrocinadoras internacionales como Adidas, Visa y Peugeot. Al ser un deporte considerado como femenino, aunque haya una versión mascu3 lina , hay un enfoque significativo en la apariencia física de las jugadoras. Desde la cancha, con el uniforme de juego –pollera corta, medias altas y remera musculosa ajustada al cuerpo, o en los colores de las actuales camisetas alternativas (rosa y violeta)–, hasta las representaciones en las publicidades –hay varias que a la vez trabajan como modelos (Delfina Marino y Luciana Aymar)–, se puede observar una enfatización en lo femenino, en lo bello. En la presentación de la última camiseta de Las Leonas para Londres 2012, Adidas puso el peso en la femineidad de las deportistas, que si bien pueden tener garra y coraje como leonas, siguen siendo mujeres y, por ende, sexis y atractivas. Ese evento se organizó como un “show” de alta moda que comenzó con modelos mostrando ropa de marcas de lujo y culminó con un desfile de las jugadoras, peinadas y maquilladas, “luciendo” su nueva camiseta a lo largo de la pasarela. Aquí, además econtramos la apelación explícita a mujeres de clases medias y altas en este formato de espectáculo de moda, más allá de la exhibición de los cuerpos –femeninos y bellos, fuertes pero a la vez esbeltos– de Las Leonas, con un enfoque en sus muslos descubiertos, bronceados y musculosos. Por lo tanto, según el mercado, para ser Leona se necesita garra, esfuerzo, solidaridad, estatus social y belleza.
“Machonas”, modelos y mujeres futbolistas Si bien recién reparamos en el deporte femenino más visible de Argentina, ahora pasamos a uno de los menos reconocidos, pero que hoy está experimentando aumentos inéditos en los niveles de participación y también en atención mediática. La 3
El seleccionado masculino de hockey sobre césped ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río en 2016.
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La organización del Mundial del 78, dos años después del golpe de Estado que dio lugar al “Proceso de Reorganización Social” –la última dictadura militar en Argentina–, que duró hasta 1983, tuvo un papel fundamental en la construcción de una “nueva imagen argentina frente al mundo”. Esta nueva imagen involucraba una Argentina “unida”, “progresista” y “normal”, y a la vez representaba un intento flagrante de repudiar las denuncias sobre las violaciones de los derechos humanos y encubrir los secuestros y fusilamientos masivos llevados a cabo por el régimen militar.
5 Le agradecemos al Dr. David Wood por hacernos conocer este poema; se puede encontrar en su forma completa en: http://descontexto.blogspot.com.ar/2016/04/penultimo-poema-del-futbol-de-bernardo.html
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práctica histórica del fútbol de las mujeres en Argentina es difícil de rastrear, por varios motivos relacionados con la historia del fútbol en sí. Importado por inmigrantes ingleses a mediados del siglo XIX, este deporte se popularizó de forma acelerada, y ya en la década de 1930, cuando el fútbol se profesionalizó, se había establecido como espectáculo masivo, ritual colectivo y espacio social masculino (Frydenberg 2011). Además, el fútbol se convirtió en herramienta clave en la construcción de identidades masculinas barriales y nacionales a lo largo del siglo XX, a través de la representación en los medios masivos privados (Archetti 1999), pero también por mecanismos estatales, como durante el mandato de Juan Domingo Perón y en la última dictadura militar, en la cual se organizó el escandaloso Mundial de Argentina de 1978, la culminación de intervención del Estado en el deporte (Alabarces 2008)4. Entonces, a lo largo del siglo pasado, el fútbol se construyó como deporte nacional, pero esta práctica deportiva además conlleva una condición de género, no es un deporte neutral: es un espacio casi exclusivamente jugado y contado por varones, donde se construyen y se refuerzan masculinidades hegemónicas (Archetti 1994). La naturalización del fútbol como espacio masculino, y a la vez como el deporte nacional de Argentina, está entre los obstáculos que han complicado y restringido el acceso de las mujeres a este deporte, aunque la exclusión total del sexo femenino no se ha logrado. Como ya mencionamos, los medios masivos de comunicación son en gran parte responsables por el lugar de privilegio otorgado al fútbol masculino, cobertura que hasta la actualidad ha ignorado casi por completo el fútbol jugado por mujeres, aunque se encuentren indicios de que la práctica femenina de este deporte ha existido desde principios del siglo XX. Sin embargo, existen por lo menos dos referencias tempranas al fútbol de mujeres: una nota periodística de 1921 en la revista deportiva El Gráfico y un poema de Bernardo Canal Feijóo, “Fútbol de mujeres”, de su colección Penúltimo poema del fútbol de 1924. La nota de 1921 fue escrita por Andy Ducat, un jugador inglés, y se titula “¿Por qué la mujer no debe practicar el football?”. De acuerdo con el título, el artículo explica que, por naturaleza, “la mujer” es demasiado frágil para participar en un deporte tan “rudo”, y que al jugar este deporte de “machos”, corre el riesgo de ganar musculatura y transformarse en un “marimacho”, dejando así de “ser mujer”. De la misma manera, el poema de Canal Feijóo condena la participación femenina a través de una descripción de un partido jugado entre dos equipos de mujeres, en el cual la acción de juego se asocia con el lesbianismo y la sexualidad descontrolada: “los choques trataban a los jugadores en un abrazo lésbico inaceptable”5. Aunque es-
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tas dos críticas no afirman directamente la participación temprana de las mujeres en el fútbol, implican una necesidad o un deseo de neutralizar una amenaza femenina a un espacio construido como masculino. El silencio mediático general sobre el fútbol femenino se puede atribuir en gran parte a la informalidad de la práctica previa a la inauguración en 1991 de la liga femenina oficial, organizada por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Sin embargo, ya en la década de 1950 aparece evidencia de mujeres jugando al fútbol, no sólo en notas periodísticas de la época, sino también en relatos recientes de las jugadoras que formaron parte de la primera Selección Femenina de Argentina. En 1971, el primer seleccionado se organizó independientemente de la federación, para participar en un torneo mundial femenino “no oficial” en México. En una entrevista por radio en 2017, Betty García, una de las jugadoras seleccionadas, recuerda que el equipo no contaba con director técnico, médico ni ningún otro tipo de personal administrativo durante la competencia, y que los organizadores mexicanos del torneo tuvieron que proveer botines para las jugadoras argentinas que solamente tenían zapatillas deportivas comunes. A pesar de las malas condiciones, la Selección argentina logró terminar en la cuarta posición, mientras que Dinamarca derrotó al país anfitrión delante de un público de 110 mil personas en el Estadio Azteca, en Ciudad de México. Las primeras seleccionadas argentinas, y muchas de las jugadoras que actualmente participan en el torneo de AFA, se formaron jugando en torneos informales y “de barrio”, no en las escuelas y divisiones inferiores de clubes como sus contrapartes masculinos. Aquí también hace falta destacar que el término “barrio”, en cuanto a los campeonatos, no sólo hace referencia a un espacio físico sino también a un espacio social. En Argentina, “ser de barrio” no significa únicamente ser de una zona residencial particular, sino que más bien implica “ser de un barrio humilde”, o dicho de otra forma, “ser de barrio” conlleva un significado ligado a las clases populares. Entonces, la relegación histórica del fútbol femenino en relación con la versión masculina es resultado no sólo de una condición de género, sino también de una condición de clase. A nivel internacional, el mismo año que debutó el torneo femenino de AFA, la Fédération Internationale de Football Association (FIFA) organizó el “primer” Mundial de Fútbol Femenino en China. Ya desde fines de la década de 1970, y a lo largo de los años ochenta, cuando la FIFA comenzó a notar un interés importante en el fútbol de mujeres, inició un proceso de “oficialización” de la disciplina a través de un mandato que obligaría a las asociaciones de cada país afiliado a la FIFA a incorporar el fútbol femenino. Aunque pareciera que la organización más poderosa del fútbol mundial fuese responsable por el boom del fútbol femenino a nivel global –según fuentes oficiales de la FIFA, el último mundial femenino en Canadá en 2015 atrajo a más de 1.35 millones de personas, una cifra sólo superada por el mundial masculino–, esta “legitimación”, a la vez, ha intentado ocultar una historia que va más allá de 1991. Como en Argentina, antes de la oficialización del fútbol femenino, en muchos otros países había mujeres que practicaban y competían sin el apoyo ni el reconocimiento de la federación de su nación. En algunos países, como en Brasil e Inglaterra, la práctica
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del fútbol por mujeres fue prohibida porque se consideraba un deporte demasiado “macho” y peligroso para el sexo “más débil”, y que además podría perjudicar el sistema reproductivo femenino, aunque este está mucho menos expuesto a golpes que el de los hombres (Rial 2013; Williams 2007). Desde la perspectiva “oficial” de la FIFA y muchas asociaciones nacionales de fútbol, no hay un intento de “borrar” el pasado “no oficial”, sino que más bien se trata de no hablar de él y mirar hacia adelante, hacia un futuro en el cual las mujeres tendrán las mismas oportunidades para jugar al fútbol que sus contrapartes masculinas. Si bien este futuro imaginado por las asociaciones también es un deseo compartido por muchas jugadoras a nivel mundial, este proceso de borradura del pasado excluye las experiencias de las mujeres que participaban de forma “no oficial” en el fútbol y que además intentaron y lucharon para formar asociaciones y torneos independientes fuera del mundo del fútbol asociacionista. La historiadora inglesa Jean Williams (2007) atribuye este proceso de omisión a un intento de “arreglar” o, más bien, “controlar el daño” del “problema de imagen” del fútbol femenino. Irónicamente, muchas de las organizaciones deportivas, como la FIFA, la Unión de Asociaciones de Fútbol Europeas (UEFA) y la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), entre otras, que ahora contratan publicistas para “deshacer” la imagen problemática, fueron los principales responsables de auspiciar campañas que promovían el fútbol como deporte de “machos” y fomentaban mitos sobre la inferioridad de las capacidades del cuerpo femenino en comparación con el masculino. Además, en países donde el fútbol ha sido construido como un espacio de hombres, como en Argentina, tanto en la cancha como en la tribuna existía, y en algunos lugares sigue existiendo, un estigma de que el fútbol femenino es un mundo de “lesbianas machonas” o, en inglés, “butch lesbians”. Como este estigma representa para las organizaciones y asociaciones deportivas un obstáculo a la hora de “vender” la disciplina, se utilizaron ciertas estrategias para combatir o suprimir esta imagen. Por ejemplo, en los “primeros” mundiales femeninos de la FIFA, desde 1991 hasta 2003, el logo del evento siempre incluía la silueta de una jugadora con pelo largo atado en una colita. En los deportes de mujeres, la colita de pelo significa más que una forma de sacarse el cabello de la cara. En los 70 y 80, la colita representaba la reconciliación de lo femenino con lo deportivo, asociado con lo masculino, que antes se consideraba incongruente, pero en los últimos años se ha convertido en una “estrategia de distanciamiento” para crear un espacio entre las deportistas heterosexuales y las homosexuales, frecuentemente asociadas con la “machona” estereotípica de pelo corto (Schultz 2014). Desde la FIFA se promueve una política de desarrollo del fútbol femenino a través de programas y pautas que giran en torno de un concepto mercantilista de la disciplina en el cual no encaja la imagen de un deporte de “lesbianas” o “machonas”. Entre las prioridades declaradas para el fútbol de mujeres desde 2015 hasta 2018, denominadas “FIFA’s 10”, la cuarta es “mejorar el marketing y la promoción del fútbol femenino, construir una marca propia del fútbol femenino”. Para decirlo de otra manera, las organizaciones más influyentes y poderosas del deporte
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consideran que la mercantilización, junto a la identificación de un mercado todavía no explotado, es un aspecto clave para el desarrollo de la disciplina. Mejor dicho, la rentabilidad del deporte determina su éxito o su potencial de crecimiento. Ahora, volvemos a Argentina, donde recién en los últimos años se está dando más visibilidad al fútbol femenino en los medios masivos. Esta atención varía desde columnas y editoriales que se sorprenden por el boom del fútbol femenino hasta una telenovela, Mis amigos de siempre, en la cual uno de los protagonistas es un jugador profesional de fútbol que comienza a entrenar un equipo de mujeres y se enamora de una de las jugadoras6. En uno de los primeros artículos sobre este “fenómeno” de mujeres futboleras se puede ver un intento manifiesto de suprimir o combatir la imagen de masculinidad, o de las jugadoras machonas, ligada históricamente a esta práctica: “En su equipo son tan coquetas que se ocuparon de combatir los prejuicios que asocian a las mujeres futbolistas con ‘machonas’. Se llaman Glamour de bailanta y usan camisetas grises con rosa pero a la hora de los bifes no se les quiebran las uñas”7. La nota es acompañada de una foto de las jugadoras de Glamour de bailanta en pose femenina vestidas con zapatillas o botines rosados, con su camiseta del equipo: cinco usan short de running y las otras dos usan calza larga y ajustada, mientras que la leyenda abajo explica que el equipo “eligió ese nombre y esos colores para dejar en claro que ellas pueden jugar como varones sin dejar de ser diosas”. Es importante notar que el enfoque cae sobre el fútbol como espacio social y recreativo aceptable para las mujeres, donde no hace falta perder la “femineidad”. El campeonato de la AFA recibe una sola referencia, mientras que la mayoría de entrevistadas hablan de su participación en torneos en cancha reducida, que implican una inversión económica considerable por su parte para pagar la cuota de inscripción, hacerse las camisetas, comprarse botines, entre otras cosas. Junto con un aumento en la visibilidad de la disciplina, también se está viendo un giro en cuanto a la aceptación social de la práctica de fútbol por las mujeres. Debido a la naturaleza informal de la disciplina se hace difícil obtener un número preciso, pero según una investigación llevada a cabo por el Centre International d’Étude du Sport (CIES), financiada por la FIFA y publicada en 2014, en toda la confederación sudamericana hay un total de 256.300 jugadoras entre las diez federaciones (CIES 2014). Las autoridades de la Asociación Femenina de Fútbol Argentino (AFFAR) y las directoras de algunas escuelas de fútbol femenino observaron que en
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Las relaciones amorosas entre entrenadores y deportistas a quienes entrenan es un tema problemático que merece una discusión y un análisis más profundo que exceden el alcance de este artículo. Aun así, hace falta mencionar que, en los casos donde la atención del entrenador no es deseada, en Argentina, y en otros países, el o la deportista tiene muy pocos lugares a dónde recurrir por ayuda. Además, la posición de poder ocupada por el entrenador, sin pensar en diferencias de edad, ubica desde un principio al jugador en una posición de subalterno, y, por lo tanto, la capacidad de negación del deportista puede resultar comprometida.
7 “Juntarse para ir a jugar al fútbol, una pasión que ahora atrapa a las chicas”, Gisele Sousa Dias (Clarín, 21 de marzo de 2013). Disponible en: https://www.clarin.com/sociedad/Juntarse-futbol-pasion-atrapachicas_0_r1rzEnR9D7x.html
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“El boom del fútbol femenino”, Tomás Rudich (Página 12, 30 de octubre de 2017). Disponible en: https:// www.pagina12.com.ar/25438-el-boom-del-futbol-femenino
9 “Pelota con perfume de mujer”, Gustavo Sencio (Nueva. La Revista del Interior, 2017). Disponible en: http://www.revistanueva.com.ar/portal/verNota/1471 10 “Las chicas también son protagonistas” (Ámbito Financiero, 15 de febrero de 2017). Disponible en: http:// www.ambito.com/872845-las-chicas-tambien-son-protagonistas. “La crisis de la AFA ya ni siquiera respeta géneros”, Olivia Díaz Ugalde (La Nación, 22 de febrero de 2017). Disponible en: http://www.lanacion. com.ar/1986654-la-crisis-de-la-afa-ya-ni-siquiera-respeta-generos. “El boom del fútbol femenino en el mundo hace agua en la Argentina”, Antonella Ferraro y Melanie Kaczka (Clarín, 28 de abril de 2017). Disponible en: https://www.clarin.com/deportes/futbol/boom-futbol-femenino-mundo-hace-agua-argentina_0_r1kzu8Kpx.html. “El boom del fútbol femenino”, Tomás Rudich (Página 12, 30 de octubre de 2017). Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/25438-el-boom-del-futbol-femenino 11 Este proceso se ve en la atención mediática dedicada a dos jugadoras de la AFA, una de Boca Juniors, Florencia Galarza, y la otra de River Plate, Camila Gallea. Ninguna de las dos fue citada a la Selección mayor,
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los últimos años se ha presentado un crecimiento anual de un 400%8, mientras que Carolina García, ejecutiva de marketing deportivo y autodenominada referente del fútbol femenino argentino, estima que casi un millón de mujeres juegan al fútbol en todo el país, tanto en ligas federadas como no oficiales e informales9. En los primeros cinco meses de 2017 se publicó por lo menos un artículo sobre fútbol femenino en cuatro de los diarios más influyentes y leídos del país –La Nación, Clarín, Página 12 y Ámbito Financiero–10, y en cada uno se destacan el subdesarrollo actual de la disciplina a nivel oficial y la nueva “tendencia” de jugar al fútbol tanto entre las mujeres como entre las niñas, pero en ninguno se menciona el pasado de la práctica. Esta transición cultural hacia un fútbol “neutral” sin marcas de género está en gran parte ligada a un tema de clase. Ya sabemos que el fútbol femenino no es nuevo; sin embargo, sólo en los últimos años se ha comenzado a reconocer y a aceptar la práctica de este deporte a gran escala por las mujeres. Es importante admitir que este boom en realidad es un flamante interés por parte de las mujeres y las jóvenes de los sectores medios y altos, manifestado en aumentos en las demandas del alquiler de canchas en zonas de afluencia, en los pedidos de indumentaria femenina para los equipos recreativos, en la búsqueda de espacios de formación y entrenamiento. Dicho de otra manera, se ha notado un mercado sin explotar. En una nota sobre el fútbol femenino en el diario argentino Ámbito Financiero se destaca que “El mundo del fútbol mueve miles de millones de dólares y ante la explosión de mujeres que se suman día tras día no parece un negocio para dejar de lado. La FIFA lo entendió”. El fútbol femenino en Argentina está en un momento de transición de un deporte casi desconocido a un negocio creciente. Por lo tanto, se están desarrollando estrategias de marketing y de publicidad para transformar esta disciplina en un estilo de “alternativa” al hockey, un deporte que ya no es de “negras, machonas y villeras” sino que se puede jugar “sin perder la femineidad”. Estamos viendo la emergencia de un nuevo fútbol femenino de “mujeres lindas”, un fútbol “híper-feminizado” en todo sentido, por lo menos eso es lo que quieren vender los medios y las marcas, que se evidencia en las jugadoras “élite” elegidas como referentes11.
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Tomando en cuenta estas estrategias de marketing de la disciplina, habrá que ver cómo se adaptan, o no, las instituciones –la AFA, los clubes afiliados, las escuelas– a esta “moda”. Una nueva política de la Confederación de Fútbol Sudamericano (Conmebol) exige que todos los clubes que deseen participar a partir de 2019 en torneos internacionales deben, además, contar con un equipo de fútbol femenino. La mayoría de los clubes argentinos de la primera división se verán afectados por este reglamento, ya que tan sólo seis clubes actualmente participan en la liga femenina de la AFA. Con estos cambios y nuevos emprendimientos, acompañados de mayor cobertura mediática –aunque sea de una forma prejuiciosa–, se ve una expansión del fútbol femenino, un cambio en el panorama de la disciplina, por así decirlo, que incluye a todas las clases sociales. Sin embargo, no hay que dejar atrás ni olvidar los orígenes de la práctica, aquellas mujeres que jugaban a pesar de los prejuicios y los obstáculos, que no contaban con ningún tipo de apoyo institucional o mediático, y que en muchos casos no tenían ni botines, como las pioneras de la Selección argentina.
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¿Todas podemos ser corredoras? Durante mucho tiempo, las personas que corrían fueron –casi exclusivamente– competidoras de atletismo, aunque también lo hacían como complemento físico quienes entrenaban para otras disciplinas específicas. Hoy, la práctica del running –como fenómeno global en auge– nuclea a individuos de edades, sexos y condiciones socioeconómicas diversos, quienes se congregan en las ciudades para entrenar y planificar sus competencias en torno a los grupos de entrenamiento (running teams) organizados por clubes, cadenas de gimnasios, marcas deportivas, reconocidos exatletas o entrenadores amateurs, con un espíritu que promueve la inclusión y la participación “de todos” (Acciaresi 2014; Decca 2016). “Sentir el placer de correr” suele ser una de las razones principales expuestas por los runners para explicar su participación en las carreras populares. Esta razón, que pertenece a la categoría motivacional denominada satisfacción, está muy entremezclada con la libertad que experimentan al correr y con los beneficios que produce este deporte (Llopis Goig y Llopis Goig 2006). De todos modos, es necesario enfatizar la influencia que tiene sobre la decisión de participar en carreras el hecho de pertenecer a un running team y de contar con entrenadores, coaches (instructores) y pacers (“liebres”)12 que dirijan y planifiquen los entrenamientos, y que establezcan, de forma directa o indirecta, implícita o explícitamente, qué es lo que los corredores necesitan para participar en esta disciplina. Es decir, las mediaciones entre “lo poco que se necesita para salir a correr” y lo que se le impone y pauta desde afuera para ser
no fueron goleadoras ni tampoco “figuras” clave para sus equipos, pero ambas tienen la estética “fit” y “sexy” y ambas tienen contrato como representantes de Adidas y Nike, respectivamente. 12 Los pacers o “liebres” son los encargados de marcar un ritmo determinado en carreras de media o larga distancia, o “pasadas” de velocidad. Estos corredores experimentados funcionan como GPS, a los cuales se puede seguir sabiendo que se llegará a la meta con el objetivo de marca (tiempo y velocidad) planificado.
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runner. Así, las industrias deportivas, que identifican aquellos mercados sin desarrollar en su totalidad, apuestan al potencial del running como disciplina. Las mujeres no han tenido siempre el lugar protagónico que tienen hoy en el mundo del running. El hecho de que no hubiera incorporación de las categorías femeninas en los Juegos Olímpicos se argumentaba desde la presumible inferioridad física y la debilidad de las mujeres, un fenómeno que se materializaba en la invisibilidad atribuida al sexo femenino, tan arraigada en los siglos pasados que no daba lugar al debate sobre la igualdad de condiciones. En el caso del atletismo, que debutó como deporte olímpico en categoría masculina en la primera edición, en Atenas 1896, las mujeres no pudieron participar hasta Ámsterdam 1928, y sólo en las pruebas de 100 metros, 800 metros llanos (la cual fue suspendida hasta Roma 1960 por el Comité Olímpico Internacional, ante las presiones presentadas en contra de la participación de las mujeres en este tipo de competencias, aludiendo a su extenuación), 4x100, salto de altura y lanzamiento de disco. Cabe destacar que una de las pruebas más significativas, la maratón, no tuvo categoría femenina hasta Los Ángeles 1984. De hecho, hasta 1972 las mujeres no pudieron inscribirse oficialmente en eventos deportivos como las maratones. No obstante, hechos célebres como la participación de Roberta Gibb –la primera mujer que corrió una maratón en 1966 y quien lo hizo a escondidas durante tres años consecutivos en Boston (Estados Unidos)– o la más conocida Katherine Virginia Switzer –quien se inscribió con sus iniciales a través de un club de atletismo, pero a pesar de haber sido rodeada de sus compañeros, fue descubierta y perseguida por el director de la competencia, quien le gritaba que saliera de su carrera– sentaron las bases para reflexionar que los argumentos biologicistas de exclusión de las mujeres de las carreras de resistencia no tenían fundamento. Hoy, las actividades deportivas en las sociedades contemporáneas demuestran que cuando las potencialidades físicas de hombres y mujeres son activadas al máximo mediante formas apropiadas de entrenamiento, extendidas a grandes masas de individuos de ambos sexos, las diferencias entre unos y otros se traducen en pocos segundos, incluso en las distancias medias y largas, en las carreras de resistencia, como en la natación, y en pocos metros en el lanzamiento de disco, bala o jabalina. La explosión de movimientos de emancipación y liberación femeninos en casi todas las sociedades industriales ha llevado a una reconfiguración del lugar de las mujeres, y el relato del empoderamiento, materializado en hechos como la apertura a su participación en el mundo del trabajo y de la política, no se ha excluido de la esfera deportiva. Según las estadísticas elaboradas por las empresas organizadoras de carreras hace más de una década atrás, sólo 5% de las mujeres corría, mientras que hoy el porcentaje alcanzaría el 49%. El running, si bien hermanado aún con las raíces del atletismo, se ha ampliado a un público que excede notoriamente a los atletas federados de esa competencia o que lo practican de modo recreativo, para envolverse en la lógica del capitalismo y las presiones de la globalización. Este escenario de masificación de la práctica deportiva ocurre en conjunto con la aparición de lo que podría ser un “individuo pragmático”, como modo de individuación propio de la
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época neoliberal (Rubinich 2011), donde el sujeto se ve envuelto en el relato de la autosuperación constante –ponerse a prueba una y otra vez y todo el tiempo–, entrenando tal vez sin una meta precisa en el horizonte, pero con la obligación moral de tener que hacerlo todos los días (Rodríguez 2016). Así, el running constituye la mejor plataforma de operaciones para este tipo de individuos que buscan probarse a sí mismos todo el tiempo, en el cual particularmente las mujeres experimentan un creciente sentido de autorrealización y autoestima que se traduce en autonomía y confianza para los distintos ámbitos de su vida. María de los Ángeles –conocida popularmente como “Marita”– Peralta, atleta olímpica argentina, ha relatado que en los inicios de su entrenamiento, hace alrededor de treinta años atrás, no tenía otra opción que usar ropa de hombre para salir a correr: “La ropa de aquella época casi que no nos incluía. Por suerte esa época ya pasó y hay tantas mujeres como hombres en las carreras. O, mejor dicho, nos estamos acercando a la mitad”13. A pesar del reconocimiento popular que ha adquirido la figura de Peralta como representante femenina durante los dos últimos Juegos Olímpicos en distancias largas (2012 y 2016), su imagen suele estar construida a partir de las referencias sobre su rol de madre y de esposa, como por ejemplo, el apodo “Mamá Maratón”, que resalta su identidad como mujer. Su contracara, partiendo de la forma en la cual son representadas las mujeres vinculadas al running y al atletismo, podría ser la joven Sofía Luna. Debido a su belleza y a su cuerpo proporcionalmente tonificado, de acuerdo con los parámetros considerados aceptables, es convocada por distintas marcas para realizar campañas de indumentaria urbana que realzan su sensualidad, más allá de su condición de atleta Nike. La lectura de las imágenes y los posteos en las redes sociales de Luna (con más de 44 mil seguidores en Instagram) nos lleva a pensarla como modelo e “It girl”14, antes que deportista. Como indicamos en los párrafos anteriores, mientras que antes se corría con ropa de algodón y zapatillas básicas, hoy se les atribuyen a la indumentaria y al calzado una cuota de responsabilidad en el rendimiento de las deportistas. La última campaña de Nike en Argentina eligió a la actriz, modelo, DJ y corredora aficionada Carla “Calu” Rivero para mostrar las nuevas calzas “strength tights”, especialmente diseñadas con tecnología para hacer running. La elección de Calu no ha sido aleatoria, ya que se trata de uno de los personajes principales de la marca, considerada una celebrity en las redes sociales, donde además promueve que las mujeres se comprometan para alcanzar sus objetivos físicos. De hecho, los casos de Luna y Rivero asientan resultados ya mencionados por algunos estudios de mercado que ven el running como el deporte con más postureo (seguido por el fitness y el CrossFit), en el que se da este fenómeno social 13 “Informe: ellas y el running, mujeres que vuelan”, Damián Cáceres (La Nación, 23 de abril de 2015). Disponible en: http://www.lanacion.com.ar/1786930-informe-ellas-y-el-running-mujeres-que-vuelan 14 Las “It girls” son mujeres jóvenes a las cuales se les atribuye un poder de atracción y actitud. Actualmente, haciendo uso de los espacios en la web y las tecnologías digitales, comparten sus experiencias a través de imágenes, su amor por la moda, los viajes, la fotografía y otros rubros, sugiriendo consideraciones estéticas y preceptos morales.
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15 Véase la página de Nike para más información: http://www.nike.com/ar/es_ar/c/women/events
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vinculado a las redes sociales. Y esto se liga a que muchas veces parecería más importante dejar constancia en Instagram o en Facebook de los entrenamientos, la participación en carreras y los objetivos conseguidos, que la práctica deportiva en sí. Hoy, a diferencia de la prohibición que se mantenía antes de los 70, no se puede pensar en el lanzamiento u organización de una carrera sin la participación de las mujeres, en particular, por la red de consumos que generan y por el nivel de protagonismo que ocupan en las redes sociales. De hecho, hay competencias exclusivas para mujeres, las cuales se iniciaron con la finalidad de demostrar que las largas distancias no eran sólo para los hombres, además de servir como una prueba concreta de que las mujeres también podían correr. Las empresas que organizan estos eventos argumentan que, si bien puede parecer sectario, no lo es, porque el objetivo no es aislar al sexo femenino, sino integrarlo a un mundo pensado para hombres. Las carreras organizadas por Nike para mujeres, por ejemplo, primeramente recorrían una distancia de cinco kilómetros, pero en 2016 fueron reemplazadas por el “Nike Women Victory Tour” (“Tour de la victoria de las mujeres”), una serie de medias maratones exclusivas que la firma organizó en el período de marzo a septiembre en distintos países. La página oficial del evento15 menciona que el objetivo es inspirar y motivar a más atletas en la serie de eventos más grande para las mujeres, para que superen sus límites y alcancen sus metas, conectándose y formando parte de la “comunidad Nike+”. El lema de la carrera, Join the journey and show the world your wings (“Únete al viaje y muéstrale al mundo tus alas”), presenta una metáfora entre la liberación femenina y el hecho de tener alas, y realza el repertorio de autosuperación constante en un contexto donde el ejercicio (en términos de moralidad) actúa como una de las marcas de diferenciación más efectivas (el hecho de “sacar lo mejor de uno mismo”, para ponerlo a prueba y ser mejor que el resto). En Argentina, hace diez años, las mujeres representaban no más del 20 o 25% de los inscriptos en las carreras de resistencia, mientras que hoy el número casi se iguala con el de los hombres. Si bien todavía predominan en distancias mayores, paulatinamente las mujeres se acercan. Por ejemplo, según el registro de inscripción de la edición de la maratón de Buenos Aires en 2016, el evento más importante y codiciado entre los “corredores de calle” en Argentina, el porcentaje de inscriptas ascendió al 28% del total, mientras que en las últimas cuatro ediciones de los 21 kilómetros el cupo no es menor al 31%. Así, la creciente participación de las mujeres en las competencias de resistencia se traduce como una habilitación y legitimidad en la práctica deportiva para el sexo femenino, que se relaciona con sus intereses estéticos vinculados a la transformación física del cuerpo y a la ampliación de los vínculos de sociabilidad. El running es entonces una herramienta de superación y de cambio social, que también constituye un potencial a ser acaparado por las estrategias del mercado. La indumentaria y el calzado femenino son una forma de expresión y de estética para las deportistas, quienes materializan su estilo a partir de la elección en los modelos de calzas o remeras. Gran
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parte de las practicantes considera importante, aparte de seguir una rutina de entrenamiento, estar al tanto de las novedades y seguir las tendencias en la ropa deportiva o tener algún complemento tecnológico a la última moda. Una persona ajena a este entorno, que escucha lo que una corredora gasta en unas zapatillas, en un reloj con velocímetro y cuentakilómetros, en las medias de compresión o en la vincha que le combine con su atuendo, puede considerar un despilfarro la cantidad de dinero invertido en esas elecciones. La explicación podríamos encontrarla en Pierre Bourdieu (2012), quien afirma que nunca es realmente posible ponerse en el lugar de los que están situados en el otro extremo del mundo social porque “la locura de unos es la necesidad primera de otros”. El hecho de tener que pagar una inscripción para participar de una carrera, y que los costos oscilen entre los 13 y 39 dólares16 –no siendo así accesibles para cualquier bolsillo–, es otro de los motivos por los cuales los que no forman parte de este mundo acusen de irracionales estas elecciones. Muchos de estos gastos considerados ostentosos desde la óptica de los outsiders, para las runners no tienen nada que ver con el despilfarro, sino que son casi siempre una “excelente inversión” que les permite acumular capital social y mejorar su rendimiento deportivo. Este sistema de necesidades que rodea a la que ya lleva un tiempo entrenando se explica como una coherencia de elecciones propia de su condición, de su habitus de deportista. La acción de afirmar lo que un espacio social, una cultura o un grupo es requiere una distinción –muchas veces implícita– de lo que no es. Las corredoras aficionadas que participan en estos running teams siguen rutinas de entrenamiento más o menos exigentes que alcanzan hasta dos horas de entrenamiento diarias, un culto a la vida fitness con un creciente respeto –de carácter estético– por el cuerpo, para poder “seguir sumando kilómetros”, “entrenando para ir logrando carreras de mayor distancia”, animadas por sus instructores y compañeros. En esta preparación de estar apta para alcanzar las metas, no sólo tienen lugar en el debate la medicina, la educación física y la nutrición: en la actualidad, el mercado se presenta como una voz autorizada para decir quién puede correr, cómo, cuándo, por qué y con qué debe hacerlo. Las grandes marcas y las industrias interpelan a los sujetos y presentan al running como un deporte simple, que todas las personas pueden practicar, aunque hay ciertas aristas sobre las cuales reflexionar. La liberación de las ataduras, la soltura de las normas y la autonomía del ser que podría sentir cualquier persona que sale a correr serían sobrepasadas por el mercado, el actor principal que domina la organización del running como deporte institucionalizado. Las reconocidas marcas deportivas no sólo han visibilizado a las mujeres en un espacio anteriormente “de hombres”, y desarrollado elementos “para la corredora”, sino que además han generado la necesidad en ellas, lo que las predispone a creer que requieren tales elementos para realizar este deporte. Estos elementos que hacen 16 Estos precios refieren a las “carreras de calle” con distancias máximas de 42,195 metros. Las carreras de trail, de montaña, “ultramaratones” y ironman suelen duplicar o triplicar estos valores, debido a los costos de seguros, asistencias para los corredores y habilitaciones.
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Consideraciones finales El deporte, más allá de la actividad reglada y competitiva que incluye la actividad física, es hoy una de las principales mercancías massmediáticas desde donde se estructuran ciertas representaciones y se planifican determinados consumos. Es así que el alcance y el éxito de un determinado deporte obedecen en muchos aspectos a la imagen que las grandes marcas, legitimadas por la lógica mercantil, proponen y construyen sobre esa práctica deportiva, orientada para una sociedad occidental de clase media. Bajo estos aspectos es esencialmente percibida y reproducida, hasta nuestros días, la imagen de las mujeres como mero símbolo sexual, difundida por los medios de comunicación de masas y, en particular, a través de las redes sociales. Uno de los sectores más lucrativos del mercado deportivo es el de la indumentaria –el cual incluye el calzado y los accesorios–, que se representa como una manera a través de la cual la deportista puede “expresarse”, pero generalmente dentro de parámetros establecidos por las marcas a partir de un juego entre oferta, demanda y marketing. Al confrontar las acciones y representaciones de las distintas mujeres que practican estos deportes con las ideas de Sherry Ortner (2016), podemos indagar cómo se delinean las características de la agencia de los actores. Podríamos pensar entonces que hay agencia,
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al ejercicio del running contemporáneo configuran determinados cuerpos, discursos y prácticas, al igual que desarrollan una estética particular que se asocia al consumo de determinados alimentos y suplementos dietarios, o al ejercicio de otras usos corporales como la musculación, el entrenamiento funcional, la fisioterapia, la natación y el ciclismo urbano, los cuales pueden actuar como complemento para un mejor rendimiento de la actividad principal. Como vimos, el running es una de las prácticas atléticas globales con más crecimiento en los últimos años, en especial entre las mujeres. El hecho de presentarse como individual, simple, que no requiere muchos recursos ni formación y tiene impactos positivos casi inmediatos en la salud motiva a las aficionadas, al mismo tiempo que transforma esta práctica en una instancia de rédito económico plausible de ser aprovechada por las industrias. No obstante, nos llevan a una encrucijada: las expectativas de consumo que rodean la práctica del running, ¿son impuestas por las marcas que pretenden fidelizar a las deportistas e interpelarlas como fanáticas, o son generadas e impulsadas por los propios sujetos según lógicas identitarias que responden a la pasión por el deporte? ¿Dónde está la agencia de los sujetos en cuanto runners? Si nos remitimos a los registros de observación de campo y a las distintas conversaciones con las deportistas, podríamos asumir que hay influencias recíprocas: las grandes marcas deportivas hacen uso de las representaciones de las corredoras y de la identidad runner, fanificándolas, para generar consumo y, por ende, ganancias, fidelizándolas como clientes exclusivas de sus productos. Asimismo, como contracara, las corredoras hacen uso de las prácticas fanificadas para ponerlas a jugar en lógicas identitarias y, así, demostrar quién es más pasional o, en definitiva, quién es una “mejor” runner.
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esto es, mujeres que juegan con intenciones, motivaciones, habilidades e inteligencia. La autora realza el lado intencional en la agencia, definiéndola como una forma de propiedad de los sujetos sociales y, en un determinado nivel, también como una forma de poder. De este modo, los “agentes” equivalen a “sujetos empoderados” que desafían las construcciones y determinaciones de la estructura. Sin embargo, el poder de expresión y libertad de estas mujeres a la vez puede ser ilusorio, ya que no son elecciones totalmente independientes, sino que obedecen a una serie de factores e influencias sociales, culturales y mercantiles. En este sentido, como podemos ver en el caso del running –una práctica más individual–, la indumentaria y el calzado particularmente son una forma a través de la cual las corredoras pueden “expresarse”, eligiendo el color de la remera para que combine con las zapatillas con la última tecnología, o bien comprando el nuevo modelo de calza que hace que el cuerpo luzca modelado y mejor, y así, sus decisiones se toman según lo que venden las marcas. En cambio, en el fútbol y el hockey femenino, al ser deportes que se practican en equipo, en general las deportistas tienen que encontrar la forma de distinguirse dentro de las normas de vestimenta pautadas por el mismo deporte y se encuentran más limitadas en términos de selección de indumentaria, aunque su manera de expresión puede radicar en la elección de los botines o en la ropa interior o de entrenar, aunque, como ya vimos, esta elección no es totalmente libre. Si bien la práctica del deporte por las mujeres hoy está alcanzando niveles de participación y visibilidad sin precedentes en Argentina, todavía queda una grieta importante entre el desarrollo deportivo y la calidad de cobertura mediática dedicada a las deportistas, en comparación con los hombres. Además, a través de ciertas representaciones y ciertos modos de consumo existen barreras a la participación libre en los deportes practicados por mujeres que no entran en las categorías propuestas y fomentadas por las marcas y los medios masivos. Asimismo, hay que reconocer que el deporte no es un mundo encerrado en sí mismo, sino que influye en (y es influido por) prácticas, ideales y jerarquías sociales, culturales y de consumo. Es decir, el deporte es consumido por un público –como participante y/o espectador–, es promovido por entidades cuya finalidad es el lucro, además de la publicidad mediática que se debe diseñar para incentivar un escenario de oferta y demanda en relación con el contexto nacional. En definitiva, el campo deportivo es un espacio donde a nivel representativo se siguen reproduciendo las estructuras y las prenociones que delimitan a las mujeres a ser representantes de ciertos estereotipos e ideales, pero que a la vez ofrece posibilidades para desafiar a esas mismas estructuras hegemónicas.
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Deporte y estilos de vida. El running en Argentina* Gastón Julián Gil** CONICET, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.03 Cómo citar este artículo: Gil, Gastón Julián. 2018. “Deporte y estilos de vida. El running en Argentina”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 30: 43-63. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/ antipoda30.2018.03 Artículo recibido: 29 de mayo de 2017; aceptado: 10 de octubre de 2017; modificado: 2 de noviembre de 2017
Palabras clave: Thesaurus: deporte; moral; bienestar; estilo de vida; Argentina.
* El presente artículo está enmarcado en el proyecto “El running como estilo de vida en el mundo contemporáneo” que el autor desarrolla en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CONICET) de la Argentina. ** Doctor en Antropología Social por la Universidad Nacional de Misiones, Argentina. Investigador Independiente del CONICET. Profesor adjunto de Antropología, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Nacional de Mar del Plata. Director del grupo de investigación Estudios histórico-antropológicos, en la misma universidad. Entre sus últimas publicaciones están: “Politics and Academy in the Argentinian Social Sciences of the 1960s: Shadows of Imperialism and Sociological Espionage”. History of the Human Sciences 29: 63-90, 2016. “Las influencias de Ernesto de Martino en la antropología argentina. El caso de la etnología tautegórica de Marcelo Bórmida”. Archivio Antropologico Mediterraneo 18 (1): 129-144, 2016. *gasgil@mdp.edu.ar
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Resumen: El running se ha transformado en uno de los fenómenos, a escala planetaria, de mayor visibilidad y crecimiento en nuestra contemporaneidad. En el caso argentino, aunque en el marco de las tendencias globales, se expresa como un estilo de vida relativamente novedoso que da cuenta de singulares y diferenciales apropiaciones (género, clase social, edad, entre otros), pero también de tendencias generales. En efecto, el running envuelve un conjunto de prácticas y concepciones programáticas sobre la vida que son altamente estilizadas por parte de sus adherentes, quienes suelen narrar y exponer sus experiencias (entrenamientos, carreras) movilizando un conjunto importante de preceptos éticos y estéticos. Por consiguiente, se propone analizar el running como un estilo de vida, a partir de una aproximación etnográfica sistemática que también contempla recursos autoetnográficos. De esta manera, se busca fundamentar la relevancia de esta categoría analítica para abordar comprensivamente el running, entendiéndolo además como una poderosa tecnología de autogobierno que puede ser apropiada creativamente por quienes adoptan este estilo de vida.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 43-63 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.03
Sports and Lifestyles. Running in Argentina Abstract: Running has become one of the most visible and fast-growing phenomena on a world level in contemporary life. Even through Argentina fits into a global trend in that respect, it is a relatively new way of life in the country, with unique and distinctive features which have to do with gender, social class and age, among other aspects. In fact, running involves a set of practices and programmatic concepts of life that are highly stylized by its adherents, who often speak of their experiences (of training and races, for example) in terms of an important set of ethical and aesthetic precepts. Therefore, our study aims to analyze running as a lifestyle, based on a systematic fieldwork and the use of auto-ethnographic resources, and thus justify the relevance of an analytical and comprehensive approach to running, understanding it to be a powerful tool for self-governance that can be creatively appropriated by those who adopt this lifestyle. Keywords: Thesaurus: sport; morality; well-being; lifestyle; Argentina. Esporte e estilos de vida. O running na Argentina 44
Resumo: o running tem se transformado em um dos fenômenos de maior visibilidade e crescimento em nossa contemporaneidade. No caso argentino, embora no âmbito das tendências globais, expressa-se como um estilo de vida relativamente novo que evidencia singulares e diferenciais apropriações (gênero, classe social, idade, entre outras), mas também de tendências gerais. De fato, o running envolve um conjunto de práticas e concepções programáticas sobre a vida que são altamente estilizadas por parte de seus adeptos, que costumam narrar e expor suas experiências (treinamentos, corridas) e mobilizam um conjunto importante de preceitos éticos e estéticos. Por consequência, propõe-se analisar o running como um estilo de vida, a partir de uma aproximação etnográfica sistemática que também abrange recursos autoetnográficos. Dessa maneira, procura-se fundamentar a relevância dessa categoria analítica para abordar compreensivamente esse esporte, entendendo-o, além disso, como uma poderosa tecnologia de autogoverno que pode ser apropriada com criatividade por quem adota esse estilo de vida. Palavras-chave: Thesaurus: Argentina; bem-estar; esporte; estilo de vida; moral.
os dicen que somos una secta”. En el marco de una conversación grupal, una runner y editora de una publicación especializada en competencias atléticas exponía ante el etnógrafo su molestia ante uno de los tantos estigmas que suelen recibir los corredores por parte de los no iniciados en Argentina. En esa línea, suelen ser identificados desde el sentido común como una “tribu urbana” cerrada, con códigos restringidos y un comportamiento obsesivo que involucra al entrenamiento, la comida, los tópicos de conversación, los criterios de consumo y hasta la sociabilidad cotidiana. No son las únicas identificaciones estigmatizantes que reciben los runners, también descriptos como caretas1 o esnobs, por sus hábitos, posturas (o alegadas imposturas), y por la apelación al término en inglés que sustituye al vocablo en castellano para corredor. De todos modos, se trata de una práctica cada vez más legitimada, con mayor presencia en los medios de comunicación, y que enrola personalidades famosas (artistas, personajes de la farándula, periodistas, políticos, deportistas profesionales retirados) que no dudan en promocionar (o ser parte de las promociones de competencias diversas o de marcas deportivas) su nueva afición. Incluso, la figura del esforzado runner ha sido usada en publicidades como ejemplo virtuoso de dedicación y autosuperación. En este artículo se define al running como un estilo de vida. Por ende, se intenta mostrar la operatividad de esta categoría analítica para analizar este fenómeno atravesado sistemáticamente por preceptos éticos y estéticos. De esta manera, se pretende comprender las subjetividades envueltas en estas prácticas para poder pensarlas en torno a la emergencia de múltiples escenarios de sociabilidad en los que los actores construyen identidades personales y colectivas más o menos durables. Como estilo de vida, el running es presentado como una tecnología de autogobierno (Crossley 2005) que conlleva un conjunto de posiciones reflexivas sobre sus propias circunstancias y factores contextuales favoreciendo la concepción de proyectos individuales con diversa capacidad de éxito. Este artículo está sostenido en una etnografía multisituada (Marcus 1995), que implica un campo, en cuanto construcción espacio-temporal, que en ocasiones es fijo, en otras está en movimiento y hasta en algunas oportunidades adquiere carácter virtual. Así, se comparten entrenamientos con runners comprometidos, como también –a partir de las relaciones de afinidad construidas en el terreno– otros espacios de sociabilidad, como cenas y demás encuentros sociales, algunos de ellos producidos luego de los entrenamientos. Aunque el foco de indagación está colocado en el colectivo runner en la ciudad de Mar del Plata2, y en particular en dos running teams3 de la ciudad, se expande a otros espacios
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Categoría nativa aplicada en Argentina a aquellas imposturas orientadas a fingir comportamientos y adhesión a valores legitimados socialmente.
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Mar del Plata, además de ser el principal destino turístico de verano en Argentina, mantiene una población estable de más de 600 mil habitantes, según datos del censo de 2010.
3 Los running teams, en cuanto grupos de corredores, presentan algunas analogías con los gimnasios de boxeo tal cual los caracterizó Wacquant (2006). Más allá de sus notables diferencias (formas de recluta-
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Deporte y estilos de vida. El running en Argentina Gastón Julián Gil
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 43-63 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.03
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geográficos, a partir de las carreras que se celebran en distintos lugares del país y de las relaciones establecidas en esas oportunidades con corredores de diferentes procedencias, con quienes luego se mantienen contactos virtuales constantes hasta que se producen los reencuentros en otras competencias. La estrategia metodológica incluye además una intensa etnografía virtual o asituada (Hine 2000). Ello se justifica en la importancia de las densas actividades en las redes sociales que protagonizan los runners, que no sólo ofrecen ricos datos etnográficos sino que una parte sustancial de las cuidadas estilizaciones de sus identidades se concretan en Facebook o Instagram. Como se mencionaba antes, las relaciones establecidas en las carreras permiten aumentar de manera significativa el número de contactos que narran detalladamente en las redes las experiencias de sus entrenamientos y carreras y reproducen imágenes y textos. Además, se siguen manteniendo relaciones con ellos, intercambiando historias, sugiriendo carreras o actividades futuras en común cuando los proyectos coinciden. Los actores sociales que se involucran en este estilo de vida administran esas adscripciones identitarias de un modo peculiar. Y es aquí en donde las redes sociales permiten –y sobre todo estimulan– una marcada escenificación. En esa presentación de la persona en la vida cotidiana (Goffman 2001), los actores elaboran detalladas estilizaciones que, en clave ética y estética, se pueblan de imágenes, refranes, aforismos y mensajes que se comparten. Estas redes sociales, en conjunto con los medios de comunicación más tradicionales, también cumplen un papel fundamental en cristalizar la relevancia de las competencias. Por ello, también se lleva a cabo una aproximación etnográfica a lo escrito (Archetti 1994), que incluye las revistas especializadas (en soporte de papel o virtual) y la literatura producida, gran parte de ella libros apologéticos que exponen con convicción las bondades de este estilo de vida, presentándose en algunas casos como reservorios de los secretos del “buen vivir”. La realización de esta etnografía “en casa”, desarrollada en el contexto social en el cual se produce, tal cual lo definió Marilyn Strathern (1987), permite al investigador (que en algún sentido también es un nativo) moverse rápidamente como un experto en el campo. En el mejor de los casos, ello le permite al etnógrafo disponer de mayores controles para no ser deliberadamente engañado o manipulado en el terreno, pero también para no conformarse con datos triviales sobre los colectivos que estudia. Sin embargo, la supuesta condición de nativo es siempre relativa, como lo es también la clásica antinomia nativo-extranjero. Dado que “todos somos, investigadores y sujetos, productos de nuestra historia y cultura” (Motzafi-Haller 1997, 217), tenemos la capacidad de volvernos más “nativos” en un contexto previamente definido como exótico, como encontrar alteridades más o menos radicales en situaciones de continuidad geográfica y cultural. Pero también el “campo” puede generar miento, tipo de entrenamiento, perfiles socioculturales, entre otros), ambos pueden entenderse como una verdadera “escuela de moralidad en el sentido de Durkheim, es decir, una máquina de fabricar el espíritu de la disciplina, la vinculación al grupo, el respeto tanto por los demás como por uno mismo y la autonomía de la voluntad” (Wacquant 2006, 30).
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amistades, que perduran ante la continuidad geográfica que experimenta el investigador “nativo”. De ese modo, el trabajo etnográfico puede transformarse, sobre todo cuando además se apela a recursos autoetnográficos, en “un trabajo de campo retrospectivo” (Okely 1996) en el que el campo está simultáneamente “en cualquier lugar y en ningún lugar” (Pink 2000, 99), en una permanente reclasificación de las interacciones y las relaciones personales.
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En términos estrictamente estadísticos, las cifras del crecimiento del fenómeno del running son contundentes. Aunque esta clase de datos no son demasiado completos en Argentina, presentan algunas singularidades de relieve y tendencias reveladoras. Las cifras de inscriptos en las carreras constituyen un indicador relevante, sobre todo en aquellas competencias que han mostrado una marcada continuidad en el tiempo, como la maratón de la ciudad de Buenos Aires, que se organiza desde 1984, sólo con una
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Correr, competir y compartir La relevancia social que ha adquirido el running aún no ha generado su correlato en el campo académico. De todos modos se puede acceder a diversos estudios que desde disciplinas y referentes empíricos variados se han ocupado del running de modo más o menos sistemático, cubriendo diferentes dimensiones analíticas. En algunos casos, incluso los investigadores también son corredores y desarrollan su aproximación desde la reflexividad y la autoetnografía (Allen-Collinson 2008; Allen-Collinson y Hockey 2011; Anderson y Austin 2012), ocasionalmente enriquecidas por la perspectiva de género, por ejemplo, proponiendo una “autofenomenografía” de la experiencia femenina del running en el espacio público (Allen-Collinson 2013). Otras investigaciones han priorizado el análisis de las performances atendiendo a la problemática del cuerpo y su relación de coproducción con la naturaleza (Howe y Morris 2009) o al correr como experiencia estética integral y transformadora (Maivorsdotter y Quennerstedt 2012). También pueden encontrarse aproximaciones comparativas del contexto europeo en cuanto al crecimiento del running y su relevancia en el mercado deportivo (Scheerder, Breedveld y Borgers 2015). Otras aproximaciones se posicionan en la organización de eventos masivos del running desde una perspectiva urbanística (Herrick 2015), además de que se pueden destacar otros estudios etnográficos que se han concentrado en las búsquedas del bienestar físico y mental y una mejor calidad de vida por parte de corredores de largas distancias (Shipway y Holloway 2010; 2016), sin por ello dejar de resaltar los conflictos y paradojas envueltos en esas exploraciones (depresión ante malos resultados, lesiones de relevancia, “adicción” al entrenamiento, etcétera). En Argentina se cuenta con estudios de diversos conjuntos de prácticas que también podrían encuadrarse como estilos de vida, tales como el fitness (Landa 2014), hacer fierros (Rodríguez 2016), o el universo juvenil de los skaters (Saraví, Chaves y Machemehl 2012). Más allá de la valoración social del running, se trata de un fenómeno cuyo crecimiento no parece tener techo en Argentina, tal cual lo evidencian, por ejemplo, las estadísticas de las carreras, sobre todo los maratones (con su tradicional recorrido de 42.195 metros) y las de 10 y 21 kilómetros (medio maratón)4 que se organizan en
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los más diversos puntos del país. Además, cualquier ciudad de Argentina ofrece un panorama de paseos costeros, ramblas, parques, plazas o cualquier otro lugar característico, superpoblados de sujetos corriendo. En su gran mayoría, no son atletas de competición, algunos tal vez lo hacen como complemento aeróbico para la práctica de otros deportes, pero la mayor parte de ellos son runners, y un porcentaje significativo lo hacen acompañados de otros miembros de sus running teams. La visibilidad de estos running teams es cada vez más notoria, y ya es todo un lugar común que a cualquier corredor se le pregunte “en dónde entrenás”. Incluso, los formularios de inscripción de las carreras suelen contener un espacio para referir a la membrecía de un running team, y los resultados oficiales luego reflejan esa información. De hecho, algunas competencias contemplan los resultados por equipo, que los triunfadores promocionan orgullosamente en las redes sociales.5 Sin embargo, estos running teams muestran aristas diferenciales y una marcada heterogeneidad, con sus propios rasgos estilísticos. Algunos de ellos, muy populares y tradicionales en Mar del Plata, también se especializan en el ámbito competitivo del atletismo de pista. De cualquier manera, la gran mayoría no están vinculados formalmente con competencias de atletismo oficiales. En la ciudad de Mar del Plata no se conoce ningún registro formal de running teams, pero alrededor de cincuenta de estas agrupaciones suelen ser representadas por sus corredores en las diversas competencias organizadas en la ciudad. Esa imagen reiterada de corredores identificados con un colectivo concreto, que se desplazan grupalmente, es toda una postal globalizada, como lo son también las carreras que se organizan en las grandes ciudades como Buenos Aires. En la capital de Argentina es difícil no encontrar alguna competencia callejera durante los fines de semana en el período abril-noviembre, a tal punto que en la actualidad, estos eventos llegan a casi ochenta por año y reúnen a cerca de ochocientos mil corredores inscriptos provenientes de diversos puntos del país y del exterior, según las estimaciones realizadas en la Subsecretaría de Deportes del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Incluso, la media maratón de la ciudad, que se organiza en el mes de septiembre y ha sido presentada como la competencia atlética de mayor masividad de América Latina, contó en su edición de 2016 con casi 23 mil inscriptos. Tendencias similares se advierten en Brasil para las carreras de calle, caracterizadas en las últimas décadas por una serie de cambios, tales como una mayor presencia de corredores amateurs, un crecimiento porcentual en la participación femenina y una
interrupción en 2002. Ya en 2014 la media maratón de Buenos Aires superó por primera vez los 20 mil inscriptos, frente a los 17.700 de 2013, los 14.589 de 2012 y los 13.500 de 2011. 5
Como ha sido destacado para el caso brasileño, las assessorias esportivas presentan rasgos homólogos a los de los running teams argentinos, principalmente su explosión en materia de participantes, visibilidad y vinculación con las lógicas del mercado. En Brasil, algunos estudios (Dos Santos y Silva Sousa 2013) y referencias periodísticas también destacan un mayor grado de profesionalización multidisciplinar, que incluye la disponibilidad de especialistas de diversas áreas más allá de la educación física (nutrición, psicólogos, kinesiólogos, ortopedistas, etcétera), sobre todo aquellos que están orientados a la competición, más que a la recreación o el logro de metas personales, tales como adelgazar, mejorar la estética o reducir el estrés cotidiano.
Deporte y estilos de vida. El running en Argentina Gastón Julián Gil
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En el caso brasileño, Gomes e Isayama (2009) definen como elitistas a las carreras “de aventura”, ya que sostienen que son protagonizadas en gran parte por sectores profesionales con capacidad para emprender entrenamientos rigurosos y con medios económicos para pagar inscripciones costosas y solventar la compleja logística de los viajes.
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Este enfoque asume que existen caracteres primordiales, como expresiones definitorias e internas de un grupo, que son determinantes en la conformación de la identidad. Aunque ha sido descartado por la teoría antropológica desde hace más de cuatro décadas, el primordialismo no sólo sigue dominando el sentido común, sino que también deja sus huellas discursivas en una amplia diversidad de estudios en las ciencias sociales contemporáneas.
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franja etaria más elevada (predominan los mayores de cuarenta años), además de un fuerte componente de clase media y media alta (Oliveira 2010). Muchos eventos del running se organizan en el marco de paisajes naturales en ocasiones imponentes, y gran parte de ellos en zonas de montaña de gran afluencia turística (Bariloche, San Martín de los Andes, Villa La Angostura), en lo que constituye todo un género de carrera específica en el universo running, el trail. En el marco de esas carreras del circuito de trail se producen las experiencias de campo de mayor intensidad, ya que se comparten campamentos y largos viajes de más de 1.500 kilómetros en automóvil y, en el mejor de los casos, en colectivos especialmente contratados que permiten entre cuatro y cinco días de convivencia con los corredores6. Esta etnografía es llevada adelante por un nativo marginal en el universo del running. Un enfoque esencialista de la identidad encuadraría al etnógrafo como un perfecto nativo. Habitual participante en este tipo de carreras (no menos de cuatro al año, lo cual es un número bajo, en comparación con cultores más identificados), comparte ciertos rasgos estilísticos con esta comunidad. La vestimenta, los valores vinculados con el entrenamiento, la adhesión fervorosa al circuito de trail running, la continua fijación de objetivos deportivos (mejorar tiempos, inscribirse en carreras más exigentes), sumarían para que un primordialista7 lo definiera como un típico runner. Pero no solamente se trata de cuestiones de autoadscripción sino de una distancia marcada que el etnógrafo experimenta, y en parte sobreactúa, frente a las rutinas cotidianas de los runners que se expanden mucho más allá de los entrenamientos y las carreras. Esta condición de nativo marginal, que es planteada por el propio investigador para definirse a sí mismo, surge en primera instancia como una negativa tajante –desde sus propias categorías de autoadscripción– a identificarse con ese colectivo runner, más allá de participar en una parte significativa de las cadenas de interacción ritual (Collins 2002; 2004) que cargan de energía emocional a los runners, en concreto, las carreras. Es decir, el investigador no se define a sí mismo como un runner, sino como alguien que “sale a correr”, que no forma parte de ningún running team y que no adhiere (o al menos no de la misma manera) a los principales preceptos éticos y estéticos que caracterizan al colectivo runner. Ello configura una estrategia particular de exotización de lo cotidiano que no siempre tiene su correlato con interlocutores que, más allá de lo que consideran una actitud poco disciplinada (por la frecuencia e intensidad de los entrenamientos, los hábitos alimenticios poco “saludables”, la resistencia a sumarse a un running team), no renuncian a terminar
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cooptando al etnógrafo. Las recurrentes invitaciones a entrenar formalmente en sus running teams o los consejos de vida más saludable remiten a un proceso continuo de seducción etnográfica (Robben 1995), en el cual los sujetos de estudio desarrollan estrategias de persuasión y complicidad con el etnógrafo.
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Hacia una definición de estilo de vida Los estilos de vida han sido definidos por Anthony Giddens (1995) como un “conjunto de prácticas más o menos integrado que un individuo adopta no sólo porque satisfacen sus necesidades utilitarias, sino también porque dan forma material a una crónica concreta de la identidad del yo” (Giddens 1995, 106). Las sociedades contemporáneas posibilitan cada vez más este tipo de repertorios potenciales, que suelen ir acompañados de una marcada estilización de la vida, que puede traducirse en experiencias de consumo suntuarias, en la adopción de “modas” estéticas, experiencias vitales, y muchas otras posibilidades mediadas, de alguna manera, por el mercado. Se trata de “decisiones referentes no sólo a cómo actuar, sino a quién ser” (Giddens 1995, 106), en un constante fluir de estilos de vida accesibles en torno a los cuales los sujetos pueden identificarse, escaparse, regresar y transitarlos de forma combinada y discontinua. Los estilos de vida emergen de las prácticas de apropiación, relocalización y resignificación que realizan determinados actores en escenarios particulares. Y de la interacción entre expertos y aprendices (con sus respectivas variantes y denominaciones) se construyen y reproducen nuevos universos de sentido que van delineando los estilos de vida. Esa estilización de la vida cotidiana conlleva la búsqueda de nuevas sensaciones, de encuentros personales, con los demás y eventualmente con la naturaleza, y en los que tienen un papel relevante las nuevas tecnologías de la comunicación (Sibilia 2008). De esta manera, la propuesta de entender los estilos de vida como “patrones de acción que diferencian a las personas” (Chaney 1996, 16) los coloca como instancias claves para la comprensión de la vida cotidiana a partir del establecimiento de fronteras identitarias que cargan de sentido las elecciones personales acerca de lo que somos y lo que hacemos. Es decir, el concepto estilo de vida remite a las sensibilidades que operan los sujetos cuando eligen determinados bienes y patrones de consumo, y de esa forma articulan esos recursos culturales como modos de expresión personal (Chaney 1996). Los estilos de vida pueden ser vivenciados y narrados por los sujetos como un marco de comportamientos personales que eligen con completa libertad, dado que les proporcionan una historia acerca del modo en que eligen, por ejemplo, cómo vestirse y alimentarse, lo que se consume o cómo se utiliza el tiempo libre. En las últimas décadas, el estudio de los estilos de vida –con el surgimiento de definiciones más sistemáticas– se ha concentrado en el análisis de los diversos conjuntos de prácticas que, con mayor o menor integración, adoptan los individuos en nuestra contemporaneidad, destacándose sus dimensiones éticas y estéticas (Chaney 1996). Y, en la misma línea, se ha destacado la importancia que poseen las formas en que las personas se diseñan a sí mismas, es decir, cómo formulan vocabularios
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específicos de la vida social que expresan diferentes tipos de autoridad e identidad (Chaney 1996). Uno de los primeros autores en concentrarse en estas nuevas formas de sociabilidad es Mike Featherstone (2000), quien desde la década de 1980 investigó sobre lo que denomina “culturas de consumo”. En el marco de su enfoque posmoderno, propone: […] elaborar una perspectiva que vaya más allá de la idea de que los estilos de vida y el consumo son productos enteramente manipulados de una sociedad de masas, y de la posición opuesta, que procura preservar el campo de esos estilos y ese consumo o, por lo menos, algún aspecto determinado de él (por ejemplo, el deporte) como espacio lúdico autónomo que está más allá de la determinación. (Featherstone 2000, 143)
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En efecto, el consumo tiene la capacidad de trascender las lógicas de la distinción, ya que los objetos pueden utilizarse para enviar mensajes de variada complejidad e intensidad, expresar emociones, y, por supuesto, también pueden formar parte de densos circuitos de reciprocidad, como ha mostrado con claridad la teoría antropológica desde las primeras décadas del siglo XX. Porque si bien el consumo está muy influenciado por factores culturales y estructurales que operan en las decisiones estratégicas de los individuos que llevan adelante sus proyectos de consumo, dichas decisiones nunca están completamente dirigidas hacia sí mismos, sino que forman parte de tramas de relaciones interpersonales en contextos situados. Lejos de negar la relevancia que tienen los patrones de consumo en los estilos de vida de nuestra contemporaneidad, se pretende matizar esa relación tan directa habitualmente planteada en sociología y estudios culturales por autores insoslayables (Chaney 1996; Featherstone 2000). En efecto, en las corrientes posmodernas se destaca la tendencia a concebir a los sujetos como consumidores inestables, expuestos a las imágenes de los medios masivos de comunicación y cuyas identidades no están mayormente construidas a partir de sus relaciones interpersonales. La línea seguida en esta investigación postula que las pautas de consumo –ligadas estrechamente a configuraciones estéticas– son una parte sustancial, pero no definitoria, de los estilos de vida, concebidos como proyectos durables y de cierta permanencia que de ninguna manera se agotan en el consumo. Como señala Friedman (1994), las lecturas marxistas han tendido a entender las prácticas de consumo desde la manipulación psicológica ejercida a través del mercado y sus diversos agentes (publicistas, formadores de opinión, etcétera). Así, el sistema requeriría crear necesidades falsas para sostener los mecanismos de producción y acumulación capitalistas. Sin resignar capacidad crítica acerca del funcionamiento del mercado y sus inequidades, se ha destacado la importancia de considerar la definición social de los bienes de consumo para “demostrar la relatividad cultural de la definición de los bienes” (Friedman 1994, 4-5). En consecuencia, en vez de considerar los actos de consumo como meras imitaciones, derroche injustificado, debilidad, aspiraciones desclasadas o hasta ilegitimidad, el camino sugerido apunta a comprender las estrategias de presentación
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personal, las maneras en que nos diferenciamos de los otros y definimos subjetivamente nuestras identidades a partir de un conjunto de bienes de consumo (Friedman 1994). Todo ello se conjuga con la relevancia –dictada por las necesidades de la práctica etnográfica– de desentrañar cómo definen esos actores sus opciones de consumo. Más allá de que nuestros interlocutores formulen explicaciones sistemáticas, y de forma más o menos explícita, suelen encontrarse diversas racionalizaciones que, por ejemplo, pueden ser de naturaleza pragmática (“necesito esas zapatillas porque son las mejores”), estética (“es lo más lindo que se ha hecho”) o incluso moral (como apoyar una industria local o nacional). Como destacan Douglas e Isherwood (1990), la condena moral al consumismo implica un obstáculo de relieve para comprender esta problemática en el mundo contemporáneo. Las diatribas “contra los excesos del consumo y su despliegue vulgar” (Douglas e Isherwood 1990, 17) se complementan a la perfección con las posiciones “correctas” en ciencias sociales que tanto cuestiona Becker (2009). Porque, en efecto, “el consumismo es un asunto más complicado que la gordura individual, y la indignación moral no basta para comprenderlo” (Douglas e Isherwood 1990, 17). Rendirse sin cuestionamiento a la interpretación extrema del consumo como un simple juego de exhibición, o como una irracional ceremonia de derroche que protagonizan los sectores más favorecidos de la sociedad, tampoco aporta demasiado, sin descartar por ello la relevancia que los juegos de estatus llevan asociada a cualquier tipo de consumo, en sintonía con los planteos de autores clásicos como Veblen, Malinowski y Mauss. Por ello, no es aconsejable descartar que el consumo pueda ser una arena de creatividad cultural, de realizaciones personales y hasta de estrategias contrahegemónicas (Miller 1994). Si, por el contrario, se admite la “libertad de elección” (Miller 1994) en actores que no se encuentran imbuidos de las mismas lógicas, la creatividad personal en los actos de consumo no debería descartarse. Así, la postulación de un centro de poder que manipula y predice las elecciones de los consumidores se desvanece, como también su opuesto polar: las utopías consumistas. De allí que sea relevante la manera en que los consumidores se singularizan (relativamente) en el proceso social a través del consumo, se trate o no de bienes suntuarios. Como plantea Appadurai, “tenemos que seguir las cosas en sí mismas, porque sus significados están inscriptos en sus formas, sus usos, sus trayectorias. Es sólo mediante el análisis de estas trayectorias que podremos interpretar las transacciones humanas y los cálculos humanos que dan vida a las cosas” (Appadurai 2015, 23).
Estilos de vida y apropiación diferencial Distintos autores (Muggleton 2000; Wheaton 2002) han mostrado que las experiencias en la adopción de estilos de vida deportivos distan de ser homogéneas y que se pueden advertir diversos modelos de membrecía y, sobre todo, diferentes formas de concebir la identidad y la alteridad dentro de un universo común de prácticas. En efecto, se trata de un fluir de otredades que puede ir desde los miembros más comprometidos hasta actores marginales, o incluso periféricos. Tal es el caso de los
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acompañantes, como las parejas de los runners, que tienen no pocas posibilidades de integrarse al universo del running, aunque no participen en las carreras, tal cual sucede en los viajes en ocasión de los eventos del calendario de trail. Además, como ya se ha ejemplificado con la posición del etnógrafo como un nativo marginal, no sólo se generan diversos modos de apropiación y de experiencia, sino también formas más legítimas, más “puras” y de mayor aprobación moral y estética, según los grupos. En determinados grupos, que cumplen con la ortodoxia runner, son muchas las marcas que definen a los que un columnista radial de running definió como “los que amamos correr de verdad”. En el marco de esa apropiación diferencial de un determinado estilo de vida, las experiencias se presentan tamizadas por sus determinaciones relativas, tales como la clase social, el género o la edad, que trascienden las eventuales tendencias hedonísticas y de culto al cuerpo que se le suele asignar de manera lineal a la sociedad contemporánea. En ese sentido, los corredores manejan ciertas categorías y adhieren a una serie de prácticas concretas que definen la pertenencia al colectivo runner o sus diversos modos de identificación. Algunas de esas categorías, como las referidas al tipo de competencia en la que se inscriben, son algo difusas y cambiantes, ya que el campo está conformado por corredores que alternan sus participaciones en diversas distancias (desde una ultramaratón de trail hasta una carrera de 10 kilómetros en la calle). Por supuesto existen muchos casos que suelen especializarse en distancias y tipos de carreras o al menos manifiestan tendencia a elegir recorridos extremos (los ultramaratones) o relativamente cortos (entre 10 y 21 kilómetros). Ello no implica variaciones sustanciales dentro del estilo de vida runner, más allá del mayor prestigio o respeto que suele conllevar la participación en carreras exigentes. De hecho, hasta “animarse” a una ultramaratón, los corredores suelen cumplir con un conjunto amplio de experiencias previas y progresivas que les permitan cumplir un pasaje simbólico de relieve: superar la marca paradigmática de los 42 kilómetros. Por eso, asumir un rótulo acerca la especialidad elegida, tener un entrenador o seguir una dieta pueden crear fronteras identitarias dentro del colectivo runner. De allí el rechazo categórico (y, ocasionalmente, el intento de conversión) cuando se detecta algún corredor que no cumple con esas rutinas y carece de un método sistemático de entrenamiento y cuidado personal. Uno de los primeros intelocutores en una carrera de trail me insistía en que debía buscar un entrenador, un médico deportólogo y un nutricionista para mejorar mis resultados. Eduardo no perdió oportunidad para detallarme sus estrictas jornadas de entrenamiento, las rígidas reglas que como runner (bastante reciente en aquel momento) estaba cumpliendo y me quería inculcar. Pequeño empresario del gran Buenos Aires, cercano a los 50 años, casado y con dos hijos, me explicó su férrea disciplina semanal para el entrenamiento, que incluía fondear (correr distancias largas) los sábados. Además dejó asentada una serie de principios al parecer sumamente rígidos, como los vinculados a las sesiones de entrenamiento. Eduardo también me proporcionó toda una serie de tips para detectar “al que sabe”. Me explicaba que “cuando ves correr a alguien ya te das cuenta si sabe.
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Los que salen a fondear sin ningún sistema de hidratación8 no tienen idea. Ahí te das cuenta de que no saben”. Por supuesto, Eduardo también me transmitió las ventajas de pertenecer a un running team. Las estrategias de distinción hacia dentro del colectivo runner son sumamente variadas. Algunos runners algo más radicales toman las elecciones de indumentaria como una señal inequívoca del know-how del corredor. Sobre todo en el circuito de trail, la utilización de zapatillas de una marca norteamericana muy famosa (Salomon) que auspicia algunas competencias importantes opera como huella distintiva –aunque no exclusiva– entre un runner experto (en definitiva, un verdadero runner) y un inexperto. Otro tanto ocurre con el polar (y, en particular, el micropolar), que, como suelen decir muchos runners, es la ropa típica del corredor de trail, por su capacidad de abrigo y ligereza. De cualquier manera, resulta por demás frecuente que aquellos que adoptan este estilo de vida lo vayan experimentando de manera cambiante, a medida que construyen su itinerario runner. Por ello es que muchos de quienes vienen con determinados ideales y objetivos (mejorar su condición física para la vida en general a partir del entrenamiento y la dieta, conocer gente, cambiar los usos del tiempo libre, combatir el estrés) pueden llegar a modificarlos radicalmente, debido a la manera en que se apasionan o adhieren superficialmente (entre muchas otras opciones) al running. En el transcurrir de esos itinerarios, un novato –como ya se han registrado muchos de estos casos– puede acercarse tímidamente a un running team como un pasatiempo que le permita mejorar su condición física y su apariencia externa sin exponerse a lesiones frecuentes como en otros deportes de contacto, para pasar luego a entregarse con plenitud a los imaginarios, preceptos morales y estéticos e interacciones rituales (Collins 2002; 2004) de los runners más fervorosos y expertos. En el marco de mis primeras experiencias de campo sistemáticas, Marcelo me advirtió: “vas a ver que acá todos corren por algo, seguro que por cosas diferentes, pero todos tienen una razón”. Wheaton (2007) ha destacado que los estilos de vida deportivos tienden a enfatizar las expresiones creativas y estéticas de sus performances, a las que suelen calificar como “arte” o como experiencias espirituales distintivas. De ese modo, construyen sus compromisos cargando de sentido sus actividades y otorgándoles un tinte épico, en el que eventualmente pueden colocar a sus cuerpos cerca o más allá de sus límites, lo que incluso da forma a experiencias de trascendencia que pueden configurar verdaderos ritos de paso (Van Gennep 2008). En ese sentido, los runners suelen explicar sus performances (en particular, en el género trail) a partir de una comunión con la naturaleza y una intensa autoconciencia de cada momento vivido. 8
El sistema más común para hidratarse que utilizan los runners en los paisajes urbanos es el cinto de hidratación, que contiene una o más botellas que se utilizan en distintos momentos del entrenamiento o carrera. En las competencias de trail, las mochilas de tipo “camelbak” suelen ser obligatorias, ya que, además de permitir llevar elementos de primeros auxilios y guardar indumentaria y accesorios, están diseñadas para llevar una bolsa de hidratación (como mínimo de 1,5 litros de capacidad), que suele cargarse con una bebida isotónica que se consume mediante un tubo flexible.
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Las competencias del subgénero orientatlón son carreras de aventura y navegación terrestre en las cuales no existen caminos marcados con cintas como en las de trail sino que cada corredor debe ingeniárselas, con sus propios mapas y brújula, para llegar a su destino.
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Los complejos y variados ejercicios que se realizan en este tipo de carreras (escalar y descender montañas, atravesar caminos de dificultad y peligrosidad diversas) se van incorporando a una experiencia corporal (Ingold 2000) en la que los sentidos se perciben como un todo. De allí que se configuren discursos que giran en torno a la exploración de los límites mentales y corporales. Sin apelar necesariamente al discurso del riesgo (como ocurre en otros estilos de vida como el alpinismo), no por ello deja de tener expresión el planteo de ciertos peligros concretos. Junto con esa mencionada exploración de los límites físicos, el corredor se expone orgullosamente a una serie de experiencias novedosas –además del esfuerzo para completar los kilómetros de cada carrera–, tales como las caídas en los descensos abruptos en circuitos de montaña, las trepadas de cerros empinados o los bruscos cambios de temperatura (por ejemplo, el frío y el viento en las cumbres de los cerros y montes). Algunas variantes del trail, y en particular el ultratrail (distancias que en ocasiones llegan a 180 km), pero sobre todo los orientatlón9, son tal vez los casos más parecidos a los deportes extremos. Esta idea de experiencia extrema del ocio de aventura opera en la racionalidad de no pocos corredores que se inscriben (sin que existan controles muy severos en las organizaciones de las carreras, más allá de un apto médico no siempre rigurosamente controlado) en distancias que no están en condiciones de transitar o que recorren a un ritmo inferior al mínimo permitido por los organizadores. Diversos conflictos se suscitan cuando no se les permite a esos corredores continuar luego de los puestos de asistencia, por haber sobrepasado el tiempo mínimo permitido. Ello parece ser un dato globalizado, dado que, por ejemplo, en una publicación digital especializada española, Running.es, en la nota titulada “Con la montaña no se juega”, se alerta respecto a que las “escenas dantescas vividas este verano en diferentes carreras de montaña nos tienen que hacer reflexionar”. El cronista identifica los peligros que conlleva la masividad de las carreras de trail, en donde se observa “gente que no corre y camina a lo largo de todo el recorrido. ¿Cómo acotar los tiempos de corte? si para el organizador es muy difícil evacuar a un grupo grande de corredores de la mitad de un recóndito valle…” (29 de agosto de 2016). Incluso en maratones de calle, uno de los problemas expuestos se relaciona con aquellas personas que realizan el trayecto caminando, provocando extensiones de tiempo no previstas. Ese y otros comportamientos considerados “irresponsables” fueron planteados en una nota del diario argentino La Nación, titulada “La falsa épica del maratón” (21 de octubre de 2016). Allí también se describe un panorama de “corredores mal entrenados, entrenadores que aceptan a atletas no aptos físicamente, comunicadores que ponderan la heroicidad por encima de un trabajo a largo plazo, organizadores que cuentan inscriptos como si fueran ganado; razones que explican cómo se le perdió el respeto a la madre de todas las carreras: los 42,195 km” (La Nación, 21 de octubre de 2016). El texto también detalla que desde la mitad de la
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maratón “aparecen los abandonos, los calambres, las descompensaciones y todo tiempo de contratiempos producto de una mala aptitud física para esa prueba, sumada la falta de experiencia y mal asesoramiento profesional. Los datos son contundentes: 134 corredores arribaron antes de las 3 horas; 2842 entre las 3 y las 4 horas; 6619 pasadas las 4 horas. Y el último demoró 6h25m39s” (La Nación, 21 de octubre de 2016).
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Estilización de la vida cotidiana Sin demasiada distinción de género y edad (como rasgos más evidentes frente a una mirada ingenua), las costaneras, los parques y las calles de cualquier ciudad, en particular los de grandes dimensiones, se encuentran ampliamente territorializados por estos runners que dotan a esos espacios de su particular estética. Lejos quedaron esas épocas en las que aquellos que decidían “salir a correr” con la primera indumentaria que tuvieran a mano podían ser el blanco de bromas diversas. En la actualidad, por el contrario, la amplia variedad de diseños y colores de la indumentaria y el equipamiento que utilizan los corredores forma parte de la normalidad urbana. En efecto, esa estética runner constituye una dimensión de relevancia dentro de este estilo de vida, por lo que puede advertirse con cierta facilidad un look runner que trasciende el momento del ejercicio físico o de los preparativos para una competencia. A partir de esos datos fragmentados no resulta extraño que fluyan lineales interpretaciones de sentido común que destaquen el carácter superfluo, protagonizado por personas frívolas más preocupadas por la apariencia y la pilcha (ropa) que por otro tipo de valores. Planteado de manera algo más sofisticada (o apenas con jerga académica), no pocas lecturas condenan en la misma línea las identidades y prácticas de sectores sociales que se asumen más favorecidos, como la clase media. En ese marco, el running sería una expresión más del individualismo y el consumismo, del culto al cuerpo perfecto, de una moralidad desconectada de los problemas sociales e identificada políticamente con los estratos sociales más elevados, además de repercusión lineal de un fenómeno global auspiciado por las multinacionales. Entonces, el running podría encuadrarse muy fácilmente como una moda, como una práctica que estimula el consumo desenfrenado no sólo de diversas mercancías que exceden la ropa que configura el look runner, sino de todo un conjunto de mercancías asociadas a una estética de clase media y media alta. Furor que encuadraría en el culto al individuo, preocupado por su éxito deportivo, el cuerpo perfecto y relaciones sociales superficiales. Incluso se puede llegar a representar al runner como un disciplinado trabajador ideal para la reproducción del sistema capitalista, como cultor del individualismo extremo que enrostra a los demás su superioridad moral y se posiciona ante la sociedad (y los “poderosos”) como un sujeto confiable (dócil) y esforzado. En contraposición con este tipo de interpretaciones, aquí se postula que los estilos de vida pueden abordarse como potenciales tecnologías de autogobierno (Crossley 2005). Este concepto permite exponer los mecanismos a través de los cuales los individuos adquieren la capacidad de crearse, transformarse y entenderse a sí mismos, en términos reflexivos. Por supuesto, las exigentes rutinas de entrenamiento,
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los rígidos compromisos horarios y las dietas ejercen un evidente disciplinamiento, pero a la vez proporcionan un amplio margen para negociar identidades, modos de involucrarse, definir objetivos a partir de la posibilidades físicas o esfuerzos (de entrenamiento, dietarios, monetarios) que los sujetos están dispuestos a realizar. Ese carácter reflexivo remite a la capacidad que desarrollan los sujetos para colocarse a sí mismos en vinculación con su contexto social en el marco de sus propias (y, por supuesto, falibles) descripciones (Archer 2007). Autores como Markula (2003) se han planteado, en clave foucaultiana, el dilema interpretativo que fluctúa entre considerar este tipo de aficiones, y su impacto en el modo de vida de los sujetos, como tecnologías de dominación o como tecnologías del yo. Por supuesto, una sencilla interpretación sería considerar que el disciplinamiento que implican los entrenamientos constituye técnicas para transformar en dóciles los cuerpos, sobre todo el de las mujeres, por ejemplo, naturalizando los dictados masculinos sobre el cuerpo ideal. En esa línea, el ejercicio físico, acompañado de la dieta e incluso el consumo de sustancias para adelgazar, puede configurar un poderoso dispositivo de control que, al proponer un camino de transformación personal (en general estético), ofrecería muy poco espacio para prácticas y decisiones “libertarias”. Este esquema de interpretación excluye considerar la subjetividad de los actores en sus decisiones y las eventuales formas de resistencia que pueden emprender las mujeres a través del ejercicio físico, por ejemplo, superando a los hombres o conformando un cuerpo que escape de los imaginarios hegemónicos, tal cual ocurre cuando burlan los dispositivos de censura masculinos, como en el caso de la añeja interdicción –largamente superada– de participar en las maratones. Y ello podría redundar también en algún tipo de apropiación generizada de una determinada práctica habitualmente reservada a los hombres. O tal vez esa lectura excluye reflexionar cómo la posibilidad de aproximarse a ciertos ideales estéticos y a la conformación de un cuerpo atlético, delgado y hasta “deseable” (Markula 2003) según los patrones estéticos hegemónicos, puede dotar a las mujeres de una autoestima “liberadora” en ciertas situaciones de opresión de género, en particular en las relaciones de pareja. Por supuesto, no se trata de encontrar procesos lineales, sino que las subjetividades en juego pueden dar como resultado itinerarios que fueron movilizados por esas pautas hegemónicas, pero que son susceptibles de desviarse. Así, la adopción del estilo de vida runner puede ser el resultado de la presión de esos imaginarios hegemónicos (estar más delgado y “saludable”, la búsqueda de belleza exterior), y luego derivar en otro tipo de metas incompatibles con el ideal inicial. Un ejemplo posible, y de cierta recurrencia, lo constituyen aquellas mujeres que desarrollan una delgadez y fortaleza extremas que mejoran el rendimiento, a tal punto que, por ejemplo, superan en las carreras a la mayoría de los hombres de su entorno. En efecto, el cuerpo habitual de los maratonistas (profesionales) no responde precisamente a los parámetros hegemónicos de un cuerpo bello en nuestra contemporaneidad, y también puede connotar, para una perspectiva ajena, endeblez física o hasta problemas de salud.
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Por ello, el camino que se sigue en esta investigación apunta a vincular estas aspiraciones y estos proyectos, para así rastrear cómo la reflexividad humana dicta cursos de acción que pueden ser satisfactorios y durables. Esa identidad runner aparece altamente escenificada, movilizando detalladas estilizaciones que envuelven preceptos éticos (tales como esfuerzo, voluntad, armonía) y estéticos (como liviandad o belleza) que suponen asimismo toda una concepción de la salud y/o el bienestar. En el discurso hegemónico del running se puede advertir un imaginario que postula que correr es una opción moral destacable, sostenida en una ética del esfuerzo y la autosuperación, y también, en algunos casos, del compañerismo (sobre todo en los running teams). Pero no sólo se corre porque se debe correr, sino en gran medida porque es bello hacerlo. En toda esta compleja construcción, las redes sociales y su poderosa expansión no sólo marchan en sintonía con esta estilización de la vida sino que se configuran como un canal de expresión relevante de la espectacularización y las estrategias de definición personal que conllevan estas prácticas. Para estos estilos de vida, “en esos discursos autorreferenciales, justamente, la experiencia de la propia vida gana forma y contenido, adquiere consistencia y sentido al cimentarse alrededor de un yo” (Sibilia 2008, 38). Los runners suelen colocar detalladamente sus sesiones de entrenamiento, la cantidad de kilómetros recorridos; relatan sus experiencias en las carreras, construyen complicidades con otros runners. Y cuando participan en carreras paradigmáticas, los documentos visuales son todo un insumo de un marketing que gira sobre la persona y que implica, por supuesto, la circulación por las redes de las fotos que muestran, a modo de souvenir, la participación y la densidad de su “currículum” de corredor. En definitiva, una práctica ideal para la “espectacularización de la personalidad” (Sibilia 2008). El funcionamiento de redes sociales como Facebook puede interpretarse como un medio particular cuya principal función no sería, en su totalidad, favorecer la amistad o permitir mantenerla vigente, sino también que los actores pueden utilizar la amistad como un modo de vincularse con el Facebook en sí mismo (Miller 2012). En consecuencia, […] las redes sociales también parecen generar su propia compulsión por la visibilidad. Así como las personas no sienten que estén realmente de vacaciones, a menos que vean fotografías de ellas mismas disfrutando de las vacaciones, también hoy las personas no parecen sentir que tienen alguna experiencia de un acontecimiento, a menos que lo difundan a través de Facebook o Twitter. (Miller 2012, 158)
El mismo autor define estas redes como un punto “testimonial” que “nos permite vernos a nosotros mismos como seres morales cuyas acciones están siempre sujetas a un veredicto, conformado por la mirada de los otros” (Miller 2012, 158). Ello configuraría “una forma de clausura moral que les da una significado cosmológico” (Miller 2012, 158). En ese sentido, las imágenes que circulan en las redes sociales son muestras ricas de esta ética y estética runner. Se trata de fotografías y dibujos acompañados de textos que postulan enseñanzas, mensajes con carga moral e incluso
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A modo de conclusión En este artículo se ha formulado un conjunto de categorías analíticas y claves de interpretación que han surgido a partir de la interacción con el terreno. En efecto, las experiencias de campo (primero en términos autoetnográficos, y luego, una labor etnográfica sistemática y convencional) se han utilizado para favorecer un diálogo productivo con conceptos como estilo de vida, tecnología de autogobierno o moralidad. Como un estilo de vida característico, más allá de sus apropiaciones diferenciales, el running se muestra como una forma estandarizada que pone a disposición de los sujetos una serie de “tentaciones” (Chaney 1996) cada vez más sofisticadas que, en sus continuas renovaciones, brindan amplias posibilidades de distinción social. El running se presenta como una poderosa tecnología de autogobierno que no excluye, por supuesto, la relevancia de ciertas determinaciones sociales relativas (como clase social, franja etaria o género), pero que de todos modos favorece nociones como individualidad, autoexpresión y autoconciencia. Ello implica que se trata de apuestas reflexivas que los individuos adoptan con la capacidad de adaptarlas a sus proyectos de vida, otorgándoles sentidos particulares. Al tomar al running como algo más profundo que una mera “retórica del mercado del consumidor” (Skeggs 2004, 57) se ha puesto el foco en esos patrones de acción que despliegan densas sensibilidades éticas y estéticas. Ellas además favorecen la articulación de expresiones personales sistemáticas que muestra también las elecciones de consumo como oportunidades de
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diálogos, algunos de ellos conflictivos. Estos discursos suelen tematizar en la condición adictiva o patológica, pero resignificada positivamente como marca de distinción frente a los no iniciados. Así como se puede postular que “Soy adicto a correr y no quiero curarme”, también se puede sostener que “Correr es un deporte mental... y nosotros estamos locos”. Por supuesto, abundan apelaciones a la exploración de los límites físicos, pero sobre todo mentales. Así como se aclara que “el límite lo ponés sólo vos”, también se advierte que “ser débil es una elección. Por eso, sé fuerte”. Claro que también pueden encontrarse referencias más directas a una mejora en las condiciones de vida, tales como que correr “te libera del estrés y mejora tu condición física”. O además se aclara que “el dolor es temporal. La satisfacción, para siempre”. En la misma sintonía, un corredor imaginado plantea que “no entreno para una carrera en particular. No intento imponer un nuevo récord, ni sorprender a nadie. Estoy cambiando mi vida”. O incluso se pueden poner en escena estas dos últimas dimensiones: “Para correr se necesita algo más que talento; se requieren la voluntad de trabajar duro y el deseo de hacer algo increíble con tu vida”. Un conjunto amplio de posicionamientos enunciativos, acompañados de recursos retóricos variados, configuran este discurso autorrefencial que estiliza al extremo la experiencia runner. Provisto de una poderosa carga moral y estética, el discurso del corredor permite una sólida construcción identitaria sostenida en una serie acotada de ideas pero de una adaptabilidad casi ilimitada para que tanto un experto como un novato puedan cargar de sentidos positivos y hasta trascedentes sus experiencias cotidianas.
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creatividad personal. Ese carácter reflexivo dialoga de modo permanente con los imaginarios hegemónicos (estar más delgado y “saludable”, la búsqueda de belleza exterior), que también ejercen fuertes presiones en los itinerarios personales, sobre todo en el momento de la elección de un estilo de vida como el running. Por supuesto, el running es una fructífera puerta de entrada para analizar un conjunto muy amplio de problemáticas generales de los mundos contemporáneos. En este caso, se trata de sujetos que buscan no sólo mejorar su estado físico, sino que se ven envueltos en particulares cosmovisiones que exceden el entrenamiento o el hecho de anotarse en una carrera de montaña. Es decir, la explosión global del running, cuyo techo aún es desconocido, es una excelente “aldea” (Geertz 1997) para comprender las tendencias dominantes del mundo contemporáneo y los eventuales cambios que se producen a escala local y global. En la misma sintonía, se presenta como un caso fructífero para comprender los modos en que los actores sociales construyen sus referencias identitarias a partir de estas prácticas distintivas que conllevan la adopción de nuevas formas de vivir y experimentar la vida. Y como se ha tratado de mostrar, el running permite pensar dimensiones de lo social que lo exceden ampliamente y que son imprescindibles para entender las sociedades contemporáneas. Así, densas problemáticas como el consumo, las clases sociales, el género o el impacto y uso de las redes sociales son interpeladas de manera constante por este estilo de vida, del mismo modo que otras categorías como las movilidades, la ecología o la salud. Por ello es que esta investigación etnográfica del running se propone a más largo plazo lograr un balance descriptivo e interpretativo de las singularidades y generalidades que lo atraviesan. Un estilo de vida caracterizado por una amplia serie de preceptos éticos y estéticos dominantes, pero que a la vez admite un extendido segmento de apropiaciones diferenciales en cada itinerario runner que los actores construyen. Ello permitirá postular explicaciones fundadas acerca de la robustez y las perspectivas de crecimiento de este estilo de vida. En efecto, el running admite ambiciosos y sacrificados proyectos deportivos, pero también otros mucho más modestos con capacidad de generar tanta energía emocional entre sus adherentes. En otras palabras, todos los runners están en condiciones de desarrollar proyectos factibles de inclusión en este estilo de vida, de competir exitosamente (por ejemplo, contra sí mismos) y sentir que progresan y mejoran su vida. Esa amplia capacidad de interpelación tal vez sea una de las claves de esa explosión global y de la viabilidad para ofrecer un marco de actividades y preceptos éticos y estéticos que se configuran como una potencial tecnología de autogobierno bajo la promesa de una vida mejor, pero también más bella.
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Humildes, trabajadores y sacrificados. Treinta años de desplazamientos en las representaciones de ser futbolista en Argentina* Federico Czesli** Universidad Nacional de San Martín, Argentina Diego Murzi*** CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.04 Cómo citar este artículo: Czesli, Federico y Diego Murzi. 2018. “Humildes, trabajadores y sacrificados. Treinta años de desplazamientos en las representaciones de ser futbolista en Argentina”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 30: 65-84. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/ antipoda30.2018.04 Artículo recibido: 22 de mayo de 2017; aceptado: 5 de octubre de 2017; modificado: 29 de octubre de 2017
Resumen: A partir de una etnografía realizada en estructuras formativas de clubes de fútbol profesionales entre 2015 y 2016, este artículo propone observar las transformaciones que se produjeron en las últimas tres décadas en las representaciones que los propios futbolistas argentinos tienen sobre ser deportista y sobre la práctica que ejecutan. Lo que nos proponemos exponer es que las dos imágenes centrales de la narrativa futbolística argentina propuestas por Eduardo Archetti en 1998 han perdido centralidad en los relatos de los jóvenes jugadores actuales. Por un lado, el “potrero”, territorio de formación tradicional, ha sido reemplazado por espacios estructurados como los “clubes de barrio” o “escuelitas”. Y, por otro lado, la figura del “pibe” como modelo del * Este artículo es resultado de una investigación realizada por los dos autores en 2016 como efecto de la obtención de la Beca “João Havelange”, otorgada por la FIFA, el CIES y la Université de Neuchâtel, Suiza. La investigación tiene como título “De aprendices a profesionales. Un análisis comparativo de la formación de futbolistas en Europa y América Latina”. ** Maestro en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, México. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Doctorando en Antropología Social, Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad Nacional de San Martín. Entre sus últimas publicaciones están: Coautor en “De la humildad a lo mental. El proceso de formación de futbolistas profesionales en Argentina y en Francia”. Revista Apuntes de Investigación del CECYP 28: 162-182, 2016. Coautor en “El Aguante en debate: violencia en el fútbol y políticas públicas en la Argentina”. Esporte e Sociedade 11 (27), 2016. *federicoczesli@gmail.com *** Magister en Sociología General por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París, Francia. Licenciado en Sociología por la UBA. Becario doctoral de CONICET. Entre sus últimas publicaciones están: coautor en “De la humildad a lo mental. El proceso de formación de futbolistas profesionales en Argentina y en Francia”. Revista Apuntes de Investigación del CECYP 28: 162-182, 2016. *diegomurzi@gmail.com
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tipo de jugador nacional (encarnada icónicamente por Maradona y asociada a la irreverencia, la creatividad y la locura) ha dado paso al modelo de jugador “sacrificado” y “trabajador” identificado con el profesional disciplinado. Entre los hallazgos del trabajo se puede mencionar la centralidad de los dos nuevos territorios en torno del fútbol (los clubes de barrio y la escuelita), y, a partir de ahí, una descripción de las reglas de juego que se proponen, entre las que se encuentran la “humildad”, el “trabajo” y el “sacrificio”. Se instituyen nuevos modos de relacionarse con la práctica y con la idea de profesionalismo, así como nuevas formas de poder y de agencia. Palabras clave: Thesaurus: fútbol; profesionalización. Palabras clave de los autores: representaciones sociales; pibe; potrero; Archetti. Humble, Hard-working and Self-sacrificing. Thirty Years of the Shifting Image of Professional Soccer Players in Argentina
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Abstract: Based on an ethnographic study of professional soccer teams between 2015 and 2016, this article discusses the changes which have occurred, during the past three decades, in the way Argentinian soccer players thinks of themselves as athletes and of the sport they play. It aims to explain how the two central images in the narrative of soccer in Argentina which Eduardo Archetti proposed in 1998 are no longer so important in the minds of the young players of study. On the one hand, the “potrero”, the grassy lot of land where young players were traditionally trained, has been replaced by more formal and structured venues like “barrio clubs” or “little schools”. And, on the other hand, the prototype or model of the Argentinian soccer star –the “pibe” or rough-hewn kid personified by the iconic Maradona and known for his irreverence, creativity and madness– has given way to the “self-sacrificing” and “hard-working” player who see himself as a disciplined professional. Among our findings, we would highlight: a) the centrality of the two new venues for training young players (neighborhood clubs and schools for apprentices); b) the new norms for professionals, which include being humble, working hard and sacrificing themselves in the name of professionalism; and c) The transformation of the above into new forms of power and agency. Keywords: Thesaurus: soccer; professionalization. Author´s keywords: social representations; pibe; potrero; Archetti. Humildes, trabalhadores e sacrificados. Trinta anos de deslocamentos nas representações de ser jogador de futebol na Argentina Resumo: a partir de uma etnografia realizada em estruturas de formação de clubes de futebol profissionais entre 2015 e 2016, este artigo propõe a observar as transformações que foram produzidas nas últimas três décadas nas representações que os próprios jogadores de futebol argentinos têm sobre ser esportista e sobre a prática que executam. Sugerimos que as duas imagens centrais da narrativa futebolística argentina propostas por Eduardo Archetti em 1998 perderam centralidade nos relatos de jovens jogadores atuais. Por um lado, o “campinho”,
Humildes, trabajadores y sacrificados. Treinta años de desplazamientos en las representaciones de ser futbolista en Argentina Federico Czesli y Diego Murzi
território de formação tradicional, foi substituído por espaços estruturados como os “clubes de bairro” ou “escolinhas de futebol”. E, por outro lado, a figura do “pibe” (“moleque”) como modelo do tipo de jogador nacional (encarnada de forma icônica por Maradona e associada à irreverência, à criatividade e à loucura) tem dado lugar ao modelo de jogador “sacrificado” e “trabalhador”, identificado com o profissional disciplinado. Entre os achados do trabalho, pode-se mencionar a centralidade dos dois novos territórios em torno do futebol (os clubes de bairro e a escolinha de futebol), e, a partir disso, uma descrição das regras de jogo que são propostas, entre as quais se encontram a humildade, o trabalho e o sacrifício. Instituem-se novos modos de se relacionar com a prática e com a ideia de profissionalismo, bem como novas formas de poder e de agência. Palavras-chave: Thesaurus: futebol; profissionalização. Palavras-chave dos autores: Archetti; campinho; pibe; representações sociais.
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ntre 2015 y 2016 tuvimos la posibilidad de realizar tres etnografías sobre formación de futbolistas en tres centros de formación de jugadores profesionales de fútbol de otros tantos países: Estudiantes de La Plata en Argentina, Olympique de Marsella en Francia y Club Universidad Nacional A. C. en México (popularmente conocido como “Pumas”). Dichos estudios fueron motorizados por la obtención de la beca João Havelange que otorga la FIFA en comunión con el Centro Internacional de Estudios del Deporte (CIES), perteneciente a la Universidad de Neuchâtel, Suiza (Murzi y Czesli 2016a), y la realización de nuestros posgrados en la Universidad de Buenos Aires, con beca Conicet, y en la Universidad Autónoma Metropolitana – Unidad Iztapalapa, financiada por Conacyt. El trabajo para FIFA-CIES consistió en un análisis comparativo entre las estructuras formativas de jugadores en Argentina y Francia, mientras que en el posgrado de Czesli se puso el foco en el caso mexicano y en la constitución del deseo de los jugadores de devenir futbolistas. En términos metodológicos, en los tres casos se trabajó con las categorías equivalentes a los jugadores nacidos en 1999 (la Séptima en Argentina, U17 en Francia y Sub17 y Sub13 en México), donde llevamos a cabo observación participante en los entrenamientos durante la campaña 2015/2016 y realizamos entrevistas en profundidad con la mitad del plantel de jugadores de cada categoría en cada país, más algunas con el cuerpo técnico y dirigente. Son los testimonios de los futbolistas argentinos los que nos interesa ponderar aquí, ya que el análisis de los relatos sobre sus prácticas permite observar las transformaciones que se produjeron en las últimas tres décadas en las representaciones que los propios deportistas tienen sobre ser futbolistas y sobre la práctica que ejecutan. De manera somera podemos mencionar que en el momento de la realización del trabajo de campo, el plantel de la categoría Séptima de Estudiantes de La Plata
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estaba compuesto por 35 jugadores varones nacidos en 1999 (tenían en promedio 16 años), quienes, si bien entrenaban en conjunto, competían en dos equipos diferentes, en función de su nivel. Dichos equipos se desempeñaban, a su vez, en dos torneos de distinta jerarquía: el nacional, inscripto en la Asociación del Fútbol Argentino, y el Metropolitano, local, donde se desempeñaban los chicos que no habían alcanzado el primer equipo. Del plantel total hemos entrevistado a diez, a partir de una selección aleatoria, que consistió en un sorteo a ciegas llevado a cabo por los propios jugadores, con el objetivo de que ellos mismos percibieran que no teníamos favoritismos. Los diez entrevistados son argentinos, pero ocho son migrantes internos y sólo dos provienen de zonas aledañas al club. De los ocho migrantes, cinco son de distintas regiones de la provincia de Buenos Aires (a un promedio de 500 km de distancia), mientras que tres nacieron en provincias que se encuentran a más de 1.000 kilómetros de distancia. Por este motivo, cinco de ellos viven en la pensión (casa-club) del centro de formación, y como las salidas son restringidas, pasan prácticamente todo su tiempo adentro de la institución. Excepto dos, que habían ingresado al club ese año, los jugadores se encontraban en el club hacía dos años y medio en promedio, de modo que se habían incorporado entre los 13 y los 14 años1. El disparador del presente texto y punto de comparación para observar las transformaciones es un artículo que Eduardo Archetti publicó originalmente en 1998, en el que analiza dos espacios constitutivos de la narrativa futbolera, el “potrero” y el “baldío”, más la figura de “el pibe” como imágenes dominantes de la nacionalidad en Argentina (Archetti 2008). Lo que nos proponemos exponer aquí es que dichas imágenes territoriales dominantes (el “potrero” y el “baldío”) ya no aparecen como constitutivas de los relatos de los jóvenes futbolistas sobre sus trayectorias, y que actualmente los territorios esenciales de formación son los “clubes de barrio” y las “escuelitas” de fútbol. Esto tiene correlación con una transformación en las representaciones asociadas al jugador argentino: los testimonios exponen que ya no se identifican predominantemente con los atributos de la figura del “pibe” que observó Archetti y encarnaron Maradona o Peucelle (atributos como irreverencia, creatividad, locura), sino que hoy las “promesas” son jóvenes que antes que nada se “sacrifican” en pos del sueño de llegar a Primera, y que hoy desde su infancia se identifican con la imagen del profesional disciplinado. Teniendo en cuenta que el texto de Archetti es el eje del presente artículo, la estructura de este consiste en retomar párrafos del antropólogo argentino y observar –a partir de los datos que surgen de la etnografía con los futbolistas de Estudiantes de La Plata y de otras intervenciones menos sistematizadas que llevamos a cabo en distintos clubes argentinos en los últimos dos años– las transformaciones que se produjeron en los últimos treinta años en las representaciones sociales sobre ser futbolista en Argentina. 1
Para preservar su identidad, a lo largo del artículo nos referiremos a ellos con la numeración sucesiva “Entrevistado E1” a “E10”, donde la E refiere a Estudiantes de La Plata y permitió, en los trabajos precedentes, distinguirlos de los jugadores de Pumas (nomenclatura P) y del Olympique de Marsella (OM).
Humildes, trabajadores y sacrificados. Treinta años de desplazamientos en las representaciones de ser futbolista en Argentina Federico Czesli y Diego Murzi
El “potrero” y el “pibe” Archetti parte de una reconstrucción histórica mediante la cual asocia el “potrero” a aquellos espacios de la ruralidad poscolonial que habían quedado por fuera de la agricultura y la ganadería que se pusieron en marcha a partir de la conquista de territorios indígenas, proceso que se inició en la segunda mitad del siglo XIX. El “potrero” consistía, en ese contexto, en […] un sector de alguna propiedad donde el ganado y los caballos podían, con toda tranquilidad, pastar bajo la protección de los gauchos, transformados ahora en trabajadores rurales pagos. En el imaginario de la civilización y domesticación de las pampas, los potreros quedaron como territorio libre […] La pampa salvaje vive metafóricamente en los potreros. (Archetti 2008, 261)
–¿Cuándo empezaste a jugar a la pelota? –A los seis, allá en Azul, un club que se llama River Plate Azul, arranqué ahí…
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El potrero estaría encarnando, así, un territorio clave del criollismo local de principios de siglo y un espacio liminar porque era espacio de gauchos que ya no podían cabalgar en libertad en el resto del territorio. Archetti sostiene que esta liminaridad es central en la construcción de la nación y propone la existencia de un desplazamiento hacia la imagen del “pibe”, “la figura mítica del fútbol argentino” (Archetti 2008, 263), al que observa investido de los mismos atributos: poderes místicos, locura, igualdad, inversión de la autoridad, creatividad y solidaridad. A partir de dichos atributos indica el autor que el periodismo construyó la identidad del fútbol argentino, que encontraba su otredad en el practicado por los ingleses, quienes apostaban al entrenamiento disciplinado y al juego colectivo. El fútbol argentino apostaba al dribbling, el esfuerzo personal generoso y la acción personal frente a la “máquina” británica, y esta creatividad era efecto –decían los periodistas– de que los jugadores argentinos se habían iniciado en los potreros o en los baldíos, a diferencia de los británicos, quienes se habían formado en escuelas. Carencia hecha virtud, el “pibe” era construido como imagen mítica, cuyo fútbol era fresco, espontáneo y libre, efecto de esos espacios vacíos de la ciudad (podríamos agregar plazas, calles, empedrados y otros intersticios del trazado urbano), terrenos donde para conducir el balón había que esquivar piedras, pozos, rivales y compañeros. ¿Qué queda de toda esa construcción identitaria entre los jugadores contemporáneos de Estudiantes de La Plata? Los testimonios de los futbolistas de la categoría 1999 sobre sus inicios, nos permiten observar qué ponderan ellos de su formación. En este sentido, lo primero que se observa es que el potrero como territorio está completamente ausente de sus relatos, o en todo caso aparece antes de los seis años. Desde esa edad, todos parecen haberse enrolado en clubes, ya sea barriales o del interior del país, y en “escuelitas” de baby fútbol, es decir, espacios donde –a diferencia del potrero– el aprendizaje tiende a ser sistemático y competitivo, antes que recreativo. Observemos algunos ejemplos:
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–¿Y por qué empezaste a jugar? –Y, qué se yo… Es algo que es difícil de explicar… –¿Quién te llevó, por ejemplo? –Fui solo. Fui yo, mi mamá. –¿Le pediste [que te llevara]? –Claro, porque yo de chiquito el primer juguete es la pelota. Y a mí me gustaba la pelota, a todos los chiquitos les gusta la pelota. (Entrevistado E82) –¿Cuándo empezaste a jugar a la pelota? –De siempre, toda la vida. Ya jugaba en cancha de siete a los cinco, seis años. –¿En dónde, en ADIP3? –No, en un club de barrio, en Tolosa. Es un barrio en Unión y Fuerza, que era todo infantiles. –¿Cómo llegaste? ¿Te llevó tu papá? –No, me llevo el padre… jugaban todos mis compañeros de colegio, que éramos chiquititos y fuimos a jugar todos ahí. (Entrevistado E44)
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El discurso del fútbol de potrero que desarrollaba la creatividad y el desenfado y que construía al jugador como “libre” parece haber quedado de lado en pos de una práctica que desde los albores se realiza de manera sistemática. Desde edades que oscilan entre los cuatro y seis años, los chicos pelean por un puesto, compiten en posiciones especializadas, dialogan con presiones de los entrenadores, de sus padres, y en algunos casos, con lo que se espera de ellos. Y esto se produce por igual en las distintas geografías del país, ya que el 70% de los futbolistas de la Séptima de Estudiantes son del interior. Asimismo, dan testimonio de un origen social vinculado a sectores populares y medios-bajos en su mayoría5. Esto significa que, si bien no se habrían transformado las condiciones económicas de origen del grueso de los futbolistas entre la década de 1980 –época relatada por Archetti– y 2016, porque en ambas épocas los jugadores parecen continuar surgiendo de estratos medios-bajos o populares (o al menos representándose como tales), sí cambiaron las representaciones a las que se asocia la práctica. Una de las 2
Se trata de un jugador proveniente del centro de la provincia de Buenos Aires, a 330 kilómetros del club, con una familia de recursos sumamente escasos y con un pasado en otro centro de formación del que había sido dejado libre por una lesión.
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Agrupación Deportiva Infantil Platense.
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Se trata de un futbolista cuyos familiares se han dedicado al fútbol profesional, fuertemente marcado por dicha experiencia vivida desde la infancia.
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A modo de ejemplo, el Entrevistado E6, jugador que había arribado al club siete años antes de la realización de la entrevista: –Y ahora agarré un laburo viste, bah… Sería changa y más o menos con eso nos podemos arreglar, pero igual si no tengo, les puedo pedir a ellos. Igual, ellos ya me dijeron que si necesitaba algo se los pida. –¿Y de qué trabaja tu papá? ¿Hace changas de qué? –Hace de todo, albañilería, ahora es cocinero. –¿Y tu mamá trabaja también, se encarga de cuidar a tus hermanos…? –Sí, también. Trabaja a la mañana y a la tarde se encarga… –¿Y de qué trabaja? –Limpia así la casa de una señora que tiene una casa grande.
Humildes, trabajadores y sacrificados. Treinta años de desplazamientos en las representaciones de ser futbolista en Argentina Federico Czesli y Diego Murzi
hipótesis que planteamos en este artículo es que cambia la construcción asociada a la carencia económica: hoy, desprovisto de la magia que le proveía el potrero, el futbolista es netamente trabajador. Frente al potrero o el baldío –territorios que encarnaban la libertad frente a la institución escolar–, en el relato de los futbolistas aparece “la escuelita” o el club de barrio. La escuelita puede resultar un espacio ambiguo, ya que si bien es donde los chicos aprenden la técnica básica del fútbol, también es donde conocen e interiorizan las implicancias de ser futbolista en el mundo contemporáneo. No se trata únicamente de la competitividad: allí se comienza a aspirar a ser futbolista profesional, se entrena de manera sistemática (y existen casos en que ya a los nueve años juegan en cancha de once), se transmiten valores sobre lo que es ser futbolista e imágenes del éxito deportivo y del honor que implica ser “promesa” y pertenecer al club; y se forma parte de una comunidad de chicos, padres y entrenadores que van creciendo conjuntamente y atraviesan rituales de institución que van desde la foto del equipo en cada partido hasta los asados y premiaciones de fin de año. Allí se construyen, en resumen, las reglas de juego del campo futbolístico.
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Aprendiendo las reglas del juego Uno de los elementos recurrentes en los relatos consiste en que los jugadores pasaron por distintos clubes antes de llegar a Estudiantes de La Plata. Es decir que para llegar a un equipo importante y que ofrece reales posibilidades de jugar en Primera (tal es el “sueño” por el cual juegan, aquello que está “en juego”–l’enjeux–, si nos guiamos por la teoría de los campos de Bourdieu [1990, 135]) pasaron por diversos clubes, se contactaron con representantes que los llevaron a prueba, en algunos casos pagaron para contar con la libertad de su propio pase. Lejos de ser un recorrido lineal sostenido sobre el talento, los futbolistas exponen trayectorias zigzagueantes y apoyadas en tácticas y escamoteos. En un texto sobre la emigración de futbolistas brasileños, Carmen Rial propone la categoría “rodar” para referirse a la circulación de los jugadores de fútbol por distintos clubes y países como un capital que se va adquiriendo, una experiencia que es bien vista en el campo futbolístico (Rial 2008, 52). No obstante, las trayectorias zigzagueantes de los aspirantes a profesionales en Argentina no parecen ostentar ese recorrido. Sólo el Entrevistado E9, que exponemos a continuación, menciona que durante su período formativo en escuelita hacía pruebas en equipos, sólo para “juntar experiencia”, ya que, si bien era aceptado por los equipos más importantes, su padre insistía en que aún era pequeño y que convenía esperar. Para el resto, la circulación por los clubes parece más el efecto de las dificultades que debieron ir superando para llegar a Estudiantes de La Plata. Como veremos en el próximo apartado, dedicado a la noción de “sacrificio”, la superación de los obstáculos se ostenta, pero no por haber ganado experiencia, sino por haber dado todo de sí para lograrlo. Observemos entonces la historia del Entrevistado E9, joven oriundo de una ciudad del interior argentino ubicada a 1.000 kilómetros de Buenos Aires y que en 2012
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arribó a Estudiantes con 13 años. Nos interesa porque consideramos que expone de manera hiperbólica y condensada diversos elementos que aparecen en los otros testimonios. Dado que el testimonio es extenso, decidimos editarlo, y para mantener su privacidad ocultamos los nombres de los clubes por los que pasó, pero hemos intentado mantener su estructura: –[...] a mí me daba miedo antes, jugar. [...] mi papá me contaba que yo fui a una escuelita y un entrenador mío me gritaba, y yo me asusté y me largué a llorar y no quise jugar más al fútbol por un mes [...] [El entrenador] Me gritaba para mi bien, porque mi papá lo conocía, y no me acuerdo yo, porque era chiquito, tenía cinco años ponele. [...] Mi papá me apoyaba, nada más, me apoyaba. Después me intentó decir “no tenés que tener miedo, lo hace por tu bien” [...] Allá jugaba en una escuelita [...] yo tenía seis años y me ficharon a escondidas para que yo pueda jugar con los 97 [jugadores dos años más grandes]. [...] el club puso plata a la Liga para que pueda jugar. Porque si no, yo no podía jugar, por el tema del seguro [...]
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–¿A los siete años ya tenías pase? –Claro, ya tenía pase, ya tenía un contrato y el pase, y el pase era del club y no me lo querían dar. Y mi papá tuvo que pagar. El pase era en esa época como 1.500 pesos, y era mucha plata en esa época, año 2006. Y mi papá [...] terminó pagando como doce pelotas y cuatro juegos de pecheras [...] para que me dieran la libertad, si no, no podía jugar en el torneo. [...] Después en el 2010 me fui a jugar a [menciona un equipo] otro club, con once años [...] Ahí salimos campeones. [...] Y ahí en la escuelita, el entrenador [...] consiguió la prueba en [menciona un equipo de Primera División] [...] pasé la primera prueba, me hicieron ir a [la capital de la provincia] a jugar con otros chicos y ahí me dijeron que ya había quedado [...] Y ahí me agarró otro representante y me llevó, hizo todos los papeles. [...] Y bueno, iba cada quince días a jugar hasta que en el 2013 me salió la prueba acá [en Estudiantes] y decidí venir a probarme, y antes ya me había probado en un montón de lados. Había quedado en Boca, había quedado en River, en Banfield, en Lanús, en San Lorenzo. [...] –¿Por qué no te fuiste allá? –Porque yo quería juntar experiencia, para cuando sea más grande [...] Yo me quería ir pero mi papá no me dejaba, me decía: “tranquilo, que ya va a llegar”, y bueno, me salió la prueba acá en Estudiantes, vine, me probé dos días y quedé. Así que dije: “me quedo acá”, porque esto me encanta, aparte, los chicos eran buenos, yo los conocí. En [menciona un equipo] me miraban todos mal. [Los compañeros de equipo] Eran agrandados, eran sobradores. [...] me basureaban. Vos te das cuenta cuando te miran mal, cuando llegás a una prueba y vos decís: “a este lo parto, lo mato”. Y en los entrenamientos también, no me daban una, no dejaban que jugara, eso me hacían.
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A modo de ejemplo, observemos el siguiente testimonio del Entrevistado E7: “–Hay veces que nosotros necesitamos que nos caguen a pedos, porque si no pensamos que estamos haciendo todas las cosas bien, y a veces no es así, entonces necesitamos que alguien nos abra la cabeza a veces para hacer las cosas mejor. –¿Y a vos eso te cae mal, te presiona, te cae a favor, en contra? –No, a mí hay veces que decís: ‘Uy, qué pesado’, pero lo que están diciendo es para el bien de nosotros”.
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El estudio realizado también expuso que en diversos jugadores se contraponen el deseo y la fantasía de acceder a fama, lujos y dinero, con el temor “a perder todo” por no saber manejarlo y abandonar el esfuerzo cotidiano.
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Si pensamos su testimonio en términos de la incorporación de leyes inmanentes al juego que practican (Bourdieu 1990, 136), se puede observar que en sus doce años de trayectoria pasó por seis equipos, tuvo un entrenador que a los cinco años lo maltrató al punto de quitarle las ganas de continuar jugando, y cuando quiso dejar el oficio, su padre lo convenció de retomar la práctica y justificó las presiones del entrenador con la afirmación: “lo hace por tu bien”. En este sentido, uno de los elementos que con claridad se encontraron en el trabajo de campo es que los futbolistas interiorizan las presiones de los adultos, a partir de la idea de que son estos quienes saben lo que es bueno para ellos, algo que continúa al menos hasta la categoría de 16 años con la que trabajamos6. Esta interiorización está ligada a la importancia de “ser humilde”, un concepto central en la formación actual de los jugadores y que, si bien es polisémico, remite al modo en que se avanza en la carrera: el jugador no debe ser “agrandado” y sí trabajador, no debe hablar del buen juego propio sino demostrarlo con hechos, no debe confiar en el talento como capacidad de crecimiento, sino en el esfuerzo permanente y silencioso, y debe estar ubicado en una posición de aprendiz y, en consecuencia, no oponerse a lo que aconsejan los entrenadores. La humildad como valor guía, moldea y prescribe un futbolista dedicado enteramente al trabajo y distanciado de la imagen que proyectan aquellos profesionales cuyas apariciones –aunque también se sostienen sobre el esfuerzo físico y el sacrificio– se dan ligadas al bienestar económico, a parejas que son modelos publicitarios, a automóviles último modelo, a ropa de primeras marcas y cortes de pelo7. A partir de ahí, ubica al futbolista en una posición de trabajador (el término es nuestro), es decir que es un individuo que se presenta a sí mismo como aquel que sólo cuenta con su esfuerzo cotidiano para alcanzar los objetivos que se propone o superar los obstáculos del camino. A tal punto es así, que los entrevistados E1, E2, E3, E6 y E7 sostuvieron que para llegar a Primera lo principal es la “humildad”. El otro elemento que transforma la posición del jugador es la estructura de observación de los clubes de barrio o escuelitas. Aun si tienen categorías lúdicas y otras competitivas, están estructuradas para observar y seleccionar a los jugadores de mejores condiciones. Esto repercute sobre los jugadores de manera tal que juegan en función de satisfacer la mirada de los entrenadores: por eso, los chicos dicen esforzarse por “mostrarse” y “demostrar” su buen juego a quienes pueden abrir una nueva puerta de crecimiento a otro club. Con claridad se puede observar en el testimonio del Entrevistado E9, citado previamente: allí él relató que desde pequeño hubo en su trayectoria sobornos a ligas de fútbol para que le permitieran jugar, dinero para
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contar con su propio “pase” y decidir dónde jugar, y también entrenadores que no sólo buscaban el beneficio del equipo al que representaban, sino que eran una puerta de acceso para los jugadores a otros clubes más grandes o a representantes que les darían similar destino. Pero si tenemos en cuenta que no todos los entrenadores tienen la misma percepción de un jugador, y que ellos condicionan las posibilidades del chico para crecer en sus carreras (a partir de si lo ponen en cancha o no), podemos afirmar que entre jugadores y entrenadores se produce una relación ambivalente, tensa e interesada, que permite observar los modos en que se genera la agencia del jugador. Si bien recuperaremos este tema al final del artículo, podemos anticipar que las trayectorias zigzagueantes están ligadas a que los futbolistas deben en gran medida construir su carrera (y no sólo exponer su talento), algo que puede implicar, como veíamos en dicho testimonio, la utilización de entrenadores o representantes para crecer. La conjunción entre la estructura de observación permanente y la humildad como valor positivo implica un giro del futbolista respecto a los atributos del “pibe” que había mencionado Archetti en su artículo. Si bien no desaparecieron, consideramos que la irreverencia, la magia, la juventud, la picardía y la gambeta como táctica por excelencia perdieron terreno frente al esfuerzo físico, la disciplina y, podríamos agregar, la flexibilidad para jugar en distintos puestos y con distintos sistemas8. 74
Ningún jugador nace solo Para profundizar en esta línea es preciso observar un concepto central, el “sacrificio”. Se trata de un término que aglutina diversos elementos: el dolor por el desarraigo9 y por no poder estar junto a la familia, el extenuante trabajo físico que implica la práctica, la capacidad de sobreponerse a la adversidad mediante el trabajo disciplinado10 y, fundamentalmente, la relación que asumen los jugadores frente a los esfuerzos que realizaron sus familias para que ellos pudieran continuar con su carrera, esfuerzos frente a los que ellos se sienten con la responsabilidad de retornar con trabajo y disciplina, tal como sugiere el antropólogo brasileño Arlei Damo, a partir de su noción de don/regalo: El don futbolístico, que está en el origen de todas las inversiones, una vez perfeccionado y reconocido por el público, entra en circulación, dando lugar a una 8 Ningún entrenador dejaría afuera a un crack, a un jugador capaz de doblegar al rival con su dribbling. No obstante, son verdaderamente contados los jugadores que logran expresar semejante diferencia en un espacio tan competitivo y parejo como las inferiores de un club profesional. Es este otro motivo por el cual tienen sentido el esfuerzo físico y la humildad como valores para el desarrollo en el campo del fútbol. 9
“–¿Qué opina tu familia de que te dediques al futbol? –No, ellos me dicen, [que] si me gusta que lo haga, siempre me dicen. –¿Se esforzaron mucho para que vos juegues al futbol? –Sí, mucha fuerza, sacrificio más que nada. Pagar el boleto, los horarios, porque tienen que dejar a mis hermanitos que son más chiquitos. Ahora me manejo yo solo, pero antes era más chico, y mi hermanito era chiquito, lo tenían que dejar con mi abuela, o con un tío para que yo venga. […] Veníamos acá a la tarde y llegábamos a la noche, era un sacrificio…” (Entrevistado E6).
10 “[…] desde mi punto de vista, podés ser un crack, pero si no tenés sacrificio, no te sirve de nada. Para mí llega el que pasa por lo peor […] [Un técnico] Me agarró en el vestuario y me dijo que me acuerde siempre que para llegar a lo más alto voy a pasar por lo peor siempre, porque si no paso por lo peor no voy a llegar a ningún lado, que para llegar a lo mejor tenés que pasar por lo peor siempre” (Entrevistado E5).
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cadena de intercambios que, a su vez, implica su reconversión incesante en forma de dinero y afecto, intereses individuales y colectivos, lealtad y traición, idolatría y escarnio, en definitiva, en una mezcla heterogénea de eventos y símbolos. Estamos hablando del don/regalo, un don con sentido omnipresente –a diferencia del don/talento, claro y manifiesto– en el terreno de la reciprocidad. (Damo 2007, 194; traducción nuestra)
En este sentido, observemos el siguiente testimonio:
Allí no sólo el “sacrificio” es central en la propuesta del club, sino que su ingreso a la institución marca su formación como persona. Lejos de ser un capital, ser “pibe de barrio” marca la época en que como jugador no tenía forma, era un futbolista amorfo, desconocedor de la estrategia del deporte, pero también de la conducta y la personalidad que debe portar un futbolista profesional, es decir, de las reglas del juego. Luego, el entrevistado destaca que durante su formación en Aldosivi, el técnico le dio confianza, y así pudo encontrar su puesto en la cancha. Cuando profundizamos en qué le decía el técnico sobre su puesto, respondió: –[…] él un día me dijo: “entrá a la cancha y divertite”, viste. Y bueno, yo qué iba a hacer, me iba a divertir, obviamente. Iba a gambetear, a hacer goles, tratar de hacer goles, pegarle al arco, cosas así, porque sabía que por ahí tenía las condiciones. –¿Hoy seguís con esa idea de entrar a la cancha y divertirte? –Sí, obviamente con un cierto respeto, con seriedad, pero siempre tratar de divertirse.
La idea de divertirse al jugar (que se opone a la idea de ser un futbolista atleta), idea que hasta la década del ochenta parecía la clave del estilo futbolístico argentino, ahora está enmarcada en la seriedad: el jugador es antes que nada un profesional, un disciplinado que primero cumple su rol dentro del equipo y luego “juega”, lo que 11 Se trata de un futbolista proveniente de la provincia de Buenos Aires, de una ciudad a 450 km de La Plata. Es uno de los jóvenes que cuenta con representante comercial, quien le brinda un dinero mensual para su mantenimiento. Su padre, que jugó en la liga local pero no profesionalmente, incentivó su dedicación a este deporte.
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–De los técnicos, ¿qué es lo que más rescatás? –La simpleza. Los técnicos te piden que jugués simple, que tratés de dar lo mejor siempre, que el sacrificio no se negocia con nada, y bueno… eso […] –¿Qué es esto de que el sacrificio no se negocia? ¿Quién te dijo eso? –Eso, en Aldosivi, y acá también nos los dicen siempre, es una palabra, una frase muy conocida, que el sacrificio es dejar todo en la cancha. Si tenés que ir a meter, meter, si tenés que sacrificarte por el compañero, sacrificarte, todas cosas así. –¿Qué otras cosas te quedaron de Aldosivi? –Y, Aldosivi me formó también a mí, no es que es una formación mala, porque yo fui a los 13 años, yo era un pibe así, de barrio. Y bueno, me formó como jugador, como persona. (Entrevistado E1011)
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significa intentar romper la estructura ajena mediante movimientos por fuera de la estrategia, un intento individual con gambeta o remate de media o larga distancia, o algún otro recurso inesperado y propio de “la picardía” del futbolista. Pero no es solamente en la cancha donde las jóvenes promesas deben demostrar su profesionalismo, sino que en Estudiantes de La Plata, los jugadores debían ser además “ejemplares” en su conducta, algo que en dicho club se traducía en cumplir los horarios de entrenamiento, ser respetuosos con los compañeros, entrenadores y otras autoridades, no acostarse tarde y, obviamente, mantenerse alejados de consumos de sustancias; algo que no necesariamente debe darse por sentado. Esto era aún más exigente en aquellos jugadores que viven en la pensión del club (el espacio habitacional que hospeda a algunos jugadores del interior del país o a aquellos que no cuentan con los recursos para sustentarse), porque se considera que por ellos es mayor la inversión que realiza el club. Es decir, los jugadores son objeto de una inversión material y simbólica (el club les da la “oportunidad” de llegar a Primera) a la que deben ofrecer como contraprestación esfuerzo físico, seriedad y disciplina. La reciprocidad a la que nos referimos mediante la noción de “sacrificio” no se pone en juego sólo con respecto al club. El destinatario principal de sus esfuerzos y su dedicación es su propia familia, entendida como el círculo íntimo y los afectos más cercanos. A partir de una lectura de Alain Caillé (2002), Damo propone pensar el sacrifico y la humildad en los jugadores argentinos como “la contrapartida al acto de dar” (2016, 186) en un doble plano: agradecimiento (a los dioses, al destino) por los dones que les fueron otorgados, y retribución a su entorno familiar o afectivo. El sacrificio pierde valor, según Damo, a medida que la carrera del jugador avanza y le es posible generar las retribuciones con dinero –como señalamos respecto al don/regalo–, pero en las etapas de la carrera donde esta contrapartida aún no esté al alcance del jugador, el sacrificio aparece como el valor central. Vale mencionar dos cuestiones más ligadas a la humildad y el sacrificio. En primer término, que no impiden que el talento continúe siendo un bien sumamente importante para que los jugadores adquieran y conserven su estatus de “promesa”. Una de las formas más claras en que aparece en los relatos es una frase que indica que a los seis años los hacían jugar con chicos más grandes. A modo de ejemplo, observemos el siguiente testimonio, del Entrevistado E5: […] Empecé, me acuerdo que era... Tenía dos años más chico que la categoría más chica de infantiles […] bueno, era más chiquito, y jugaba con ellos. Era dos años más chico, y me hacían jugar cinco minutos por partido, y yo estaba chocho, hasta que me fui adaptando, me fui adaptando y llegó mi año.
En segundo lugar, que tanto la humildad como el sacrificio como atributos que los jugadores deben poner en funcionamiento para alcanzar la Primera División permiten construir la idea de que todos tienen las mismas posibilidades de conseguirlo, que no importan ni el capital económico ni el social, y que incluso el talento no sería la clave del éxito, sino que “llegar” depende de que un jugador se esfuerce lo suficiente.
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Esta concepción es un discurso de poder también promovido por los clubes, que permite incrementar la competitividad en planteles donde existe disparidad en la calidad de los jugadores y mantener la esperanza en aquellos jugadores relegados12. Un dato más que confirma la tendencia: cuando consultamos a los jugadores de la Séptima por sus modelos de futbolista, dos optaron por Javier Mascherano y Carlos Tévez (los dos juntos). Cuando indagamos sobre las motivaciones para dicha elección, uno se refirió a la “humildad y el sacrificio” (Entrevistado E1), y el Entrevistado E2 afirmó que “[Mascherano] tiene lo que a mí me gustaría al jugar, que sea aguerrido, esfuerzo, compañerismo, humildad, y eso...”. Sobre Carlos Tévez, también el Entrevistado E2 indicó que […] la peleó desde chiquito. Cristiano Ronaldo no sé muy bien su historia, pero no sufrió lo que sufrió Tévez. Messi tampoco sufrió lo que sufrió Tévez. En la escuela estamos viendo ahora un cuento de un pibe, de Maradona, y vos te ponés a comparar lo de Maradona con Tévez y es casi igual la trayectoria.
12 En Czesli (2016), enfocado en el club Pumas de México, se expone la importancia del capital social y el económico para acceder a las fuerzas básicas y mantenerse, aun si el jugador se encuentra por debajo del promedio, y se profundiza en el mito democrático y sus efectos. 13 “[…] por ahí la desesperación, que no te sale una cosa y vos querés mostrarte y empezás a hacer la individual. Para mí, casos puntuales, a mí me pasaba que no me salían las cosas y agarraba la pelota y pensaba que era Maradona, me quería pisar a todo el mundo. Pero eso es cuestión de aprender, de hablar, porque en sí es un equipo de once, y si no estamos los once jugadores en el equipo no vamos a llegar a ningún lado”.
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Lionel Messi, estrella contemporánea del seleccionado argentino, sólo fue mencionado en el párrafo anterior por dicho jugador, y por el Entrevistado E10, quien destacó por su personalidad, ya que, pese a las críticas que recibe, “se queda callado” (aparece la idea de demostrar con hechos y no con palabras, que mencionamos al hablar de la humildad), así como por el manejo de su vida privada, como producto de que la familia lo aconsejaba, en una clara contraposición a Maradona, “[que] por ahí sí era, no era muy criticado como jugaba pero en lo personal, en la vida privada no era lo mismo” (Entrevistado E10; aquí este joven expresa la contraposición entre el futbolista “trabajador” y el que vive como futbolista afamado y rodeado de lujos). Mientras que de Maradona, claro arquetipo del futbolista en el relato de Archetti, sólo aparecen las dos menciones previas y una más, referida a su habilidad y a la relación entre el juego individual y el colectivo13. De ellas, la similitud entre las trayectorias de Tévez y Maradona confirma el cambio: la biografía de Maradona es resignificada por este jugador, en el sentido de que Maradona dejó de ser el “pibe” libertario que a través de su picardía deportiva rompió las estructuras inglesas, sino que es el jugador que a través del deporte superó la adversidad. Sin embargo, el trabajo etnográfico presenta matices sobre esta cuestión, matices que permiten indagar sobre la agencia del jugador, entendiéndola como la comprensión por parte de los actores respecto de sus actos, una “conciencia práctica” que les permite tomar decisiones porque en un evento determinado podrían haber
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actuado de manera diferente (Giddens 1995, 49). La agencia de los futbolistas consiste en que ellos comprenden que el devenir de sus carreras no depende únicamente de sus entrenadores sino, sobre todo, de sí mismos, y eso significa que, cuando buscan satisfacer la mirada de quienes pueden abrir el camino de crecimiento, no miran únicamente a sus propios entrenadores, sino también a sus padres y al público que los observa, entre quienes se encuentran managers y representantes. ¿Por qué la mirada paterna es importante, en aquellos casos en los que el jugador no se ha desarraigado y el padre está presente? Uno de los primeros motivos es que, en muchos casos, el padre ha acompañado el desarrollo del jugador. Veíamos en el caso del Entrevistado E9 que el padre había sido decisivo en su ingreso en la práctica, incluso cuando el chico no quería seguir jugando por las presiones del entrenador, y que más tarde fue quien negoció con sucesivos entrenadores y representantes para ir pasando de club en club hasta llegar a Estudiantes. El padre es en muchos casos quien “negocia” las condiciones de ingreso a un club con los entrenadores, la figura adulta que vela por sus carreras. En segundo término, es recurrente que los padres también se hayan dedicado o hayan intentado dedicarse al fútbol, de modo que en general opinan desde una posición “de saber”, y sus comentarios y recomendaciones compiten con los del entrenador. Observemos el siguiente testimonio, del Entrevistado E7: –¿Tu papá te va a ver a la cancha? –Sí, todos los partidos. –¿Eso a vos te presiona? –Sí, me presiona, porque por ahí hago algo mal, hago algo mal, y viene el grito de afuera. Es como que también... –¿Qué te grita? –Nada, me grita como para que haga las cosas bien, pero yo me lo tomo mal, y eso me pone más nervioso todavía. Como que tengo que jugar en base a lo que me va a decir mi viejo después, ¿entendés? –Claro, porque después cuando termina el partido, ¿qué cosas te dice? –Y, depende. Siempre me dice lo que hago mal. Si tengo un partido bien y no me dice nada, yo me doy cuenta que jugué bien, pero si ya cuando subo al auto me empieza a mirar con cara más rara es que algo mal hice. [...] Y nada, por ahí, yo… hay algún día que estoy bajo de ganas de entrenar o me salen las cosas mal y no quiero venir, qué sé yo, y me dice que no sea boludo, que a él le pasó eso y que lo tengo que hacer para que todos estemos bien, y qué sé yo, para mi familia. –Perdón que pregunte, ¿tu familia está en dificultades económicas? –No, pero es como que mi familia vive pendiente de mí. Que si me va bien, si me va mal, cómo me está yendo.
A partir de esta tensión entre la mirada de los padres y los entrenadores se genera en muchos jugadores un dilema, cuando, por ejemplo, un entrenador exige juego colectivo y un padre –que procura el desarrollo de su hijo– indica que el jugador
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Ser promesa, ser liminar Arnold van Gennep describió los ritos de pasaje como aquellos que marcan un período marginal, una transición entre dos “estados” o situaciones relativamente estables en una sociedad. Y dichos estados son rangos, estatus, grados legales, profesiones reconocidas por el grupo al que un individuo determinado pertenece. En su teoría, el rito implica tres fases: separación, margen y agregación. Victor Turner las resume de la siguiente manera: La primera fase, o fase de separación, supone una conducta simbólica que signifique la separación del grupo o el individuo de su anterior situación dentro de la estructura social o de un conjunto de condiciones culturales (o “estado”); durante el período siguiente, o período liminar, el estado del sujeto del rito (o “pasajero”) es ambiguo, atravesando por un espacio en el que encuentra muy pocos o ningún atributo, tanto del estado pasado como del venidero; en la tercera fase, el paso se ha consumado ya. (Turner 1967, 104)
14 El acuerdo en general en el momento de realizar el estudio consistía en que el representante brindaba una suma de dinero que oscilaba en los 1.500 pesos argentinos (algo menos de 100 dólares en 2015), más calzado e indumentaria deportivos. En algunos casos incluye un contrato por dos años y en otros es puramente “de palabra”. Dado que el club no ofrece ninguna remuneración, que los jóvenes se encuentran alejados de sus familias y que en muchos casos estas no cuentan con recursos materiales para enviar a sus hijos, en algunos casos esta suma es la que le permite al jugador continuar con su carrera deportiva.
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resuelva la jugada solo, que “encare” o que “le pegue al arco”, bajo la concepción de que si el jugador “se destaca” tendrá más posibilidades de “llegar”. Pero los jugadores también juegan para otros actores que no son los propios entrenadores. En un contexto formativo en el que los jugadores tienden a pasar por diversos clubes hasta llegar a Primera (lo que previamente denominamos carreras zigzagueantes), en Estudiantes de La Plata el 40% de los jugadores de la Séptima afirmó tener un representante que no es su padre14. Lo importante del caso, en lo que respecta al eje del presente artículo, es que la presencia tanto de los padres como de los managers permite relativizar la construcción del futbolista como disciplinado, humilde y sacrificado, que sólo cuenta con su trabajo como vía de desarrollo para conseguir su objetivo. Es decir, si los clubes piensan en los jugadores como sujetos que llegarán a Primera en la medida de que se desarrollen de acuerdo con su propuesta deportiva (tanto en la dimensión técnico-táctica como en la social), la relación entre jugadores y managers expone que esa “receta” no es estrictamente necesaria, que el jugador es un actor con margen de independencia del club y que los jugadores y sus familias también utilizan la estructura de los clubes para alcanzar un objetivo propio. Los futbolistas pueden haber abandonado la irreverencia, la del gesto libertario como carta de presentación, la creatividad y la locura características del “pibe”, pero indudablemente mantienen su libertad e independencia para tratar de acercarse a los clubes o actores que más les aseguren la posibilidad de llegar a Primera.
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Turner agrega que el sujeto de los ritos de paso es “invisible” durante el período liminar, ya que no estaría ubicado en ninguna clasificación social estable, sino que se encuentra de paso: “Ya no están clasificados y, al mismo tiempo, todavía no están clasificados”, y por ese motivo agrega que en algunas comunidades el neófito, el separado, es asociado a las mujeres menstruantes (el paralelismo se da por la pérdida del feto) o a cadáveres. Archetti parte de esta teoría y propone que el futbolista-pibe es un ser liminar porque se encuentra “en un estado intermedio, viviendo de algo y yendo a otro, en una suerte de período de transformación” (Archetti 2008, 274). Propone esta perspectiva aun tras observar que, para sus informantes, la condición de “pibe” es medianamente permanente porque “una vez pibe, para siempre pibe” (Archetti 2008, 274). En esta concepción, el “pibe” nunca llega a ser hombre maduro, y por ese motivo marca un límite al modelo dominante de masculinidad. Agrega este autor: El hecho de que la condición de ser pibes no encierre un cambio futuro es de interés teórico, porque significa que la liminalidad de los pibes trasciende la noción aceptada de ritos de pasaje como limitados en el tiempo y en el espacio, y como conduciendo, siempre, al cambio de status. (Archetti 2008, 275) 80
Si bien Archetti discute que el ser liminar sea esencialmente transicional, toma la categoría para repensar la liminaridad y observar las distinciones dentro de una sociedad. Es en esa línea que retoma la crítica de Pierre Bourdieu a Van Gennep, que propone pensar el rito como punto de separación entre quienes lo hicieron y quienes no lo hicieron ni lo harán, y, así, “se institucionaliza una diferencia fundamental entre quienes son abarcados por el rito y quienes nunca lo serán” (Bourdieu 1991, 117, citado en Archetti 2008, 275). Por eso, para Bourdieu, la función principal de los ritos es el establecimiento de fronteras artificiales. “El énfasis está puesto en la frontera entre niñez y la condición de adulto, no en la transición de un estatus a otro”, completa Archetti. Para el antropólogo argentino, la figura mítica del “pibe” marca una distinción respecto de los adultos –“cínicos, disciplinados y poderosos”– que nunca podrán llegar a serlo. El “pibe” es entonces una figura arquetípica, una “realización mítica […] de una cierta idea de fútbol basado en la naturalización de ciertas cualidades. Se transforma en el monumento vivo del pibe”. Y agrega, en una frase que a posteriori recuperaremos: […] los pibes están obligados a conducirse de determinada manera para reproducir los estereotipos. Maradona, el pibe ideal, no es ni totalmente razonable ni responsable de su vida y no se espera que lo sea. Maradona con sus actos se crea de un modo casi tan potente como cuando es creado por los otros. El rito de institución, como un acto social, es un acto de comunicación. (Archetti 2008, 276)
Si en párrafos anteriores decíamos que la figura del “pibe” había perdido relevancia en la construcción actual del futbolista, sucede algo parecido con los ritos de pasaje. Compartimos que los jugadores se encuentran en una situación liminar, condensada en el concepto “promesa”: aún no son profesionales (y, de hecho, en
Humildes, trabajadores y sacrificados. Treinta años de desplazamientos en las representaciones de ser futbolista en Argentina Federico Czesli y Diego Murzi
Argentina no cobran dinero por jugar15), pero por pertenecer a las “inferiores” poseen un estatus que los separa del resto de los jóvenes de su edad y, en la medida que continúen perteneciendo, van a poder ostentar dicho estatus16. Los futbolistas actuales tampoco se hallan en una situación transicional, ya que las estadísticas exponen que menos del 3% logra dejar de ser “promesa” y pasar al otro “estado”, al de futbolista consagrado. De hecho, si bien todos compiten por “llegar a Primera”, tampoco es la firma de un contrato profesional ni pisar el campo de juego con el primer equipo lo que permite a un individuo capitalizar el nuevo estado. Quizás la clave esté en aquello que decía un coordinador de entrenadores en Pumas de México, en una charla en la que observaba una merma de rendimiento en un grupo de jugadores que recientemente habían firmado un contrato profesional en Primera: […] Entonces ahí el chavo empieza a perderse, el chavo empieza a sentirse jugador de Primera División. [Pero] El chavo no es jugador de Primera, jugador de Primera es el que tiene cincuenta, cien partidos en Primera y tiene pinche bolsa ya con lanita [léase: y tiene el bolsillo abultado de dinero].
15 En Francia y México sí cobran dinero, y eso incrementa la diferencia respecto de sus pares no futbolistas. 16 Tanto en Murzi y Czesli (2016b) como en Czesli (2016) profundizamos en los modos en que los jugadores experimentan el estatus de ser promesa: el placer de cierta fama barrial, la mayor facilidad para conseguir sexo y ser reconocido por adultos como potencial estrella de fútbol son algunas de las formas en que esto se les hace presente.
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Lo particular del caso, entonces, es que sólo una porción ínfima de jugadores logran estabilizarse como profesionales en Primera (menos aún en la Primera de las máximas categorías del fútbol argentino, la Primera A o Primera B Nacional); una aún menor logra ser transferida al exterior (y menos aún a una de las ligas centrales), y una incluso más pequeña logra hacer una diferencia económica y social que les permita a los jugadores conservar su estatus una vez retirados del fútbol, algo que en general no se produce más allá de los 35 años. De modo que la gran mayoría de los futbolistas vuelven al primer “estado” una vez que se retiran. Pese a esto, pertenecer a las inferiores implica una separación respecto de los jóvenes no futbolistas y de las propias familias de los canteranos; implica también un incremento de estatus social y tiende a conllevar una mejora en las condiciones de vida. De hecho, desde nuestro punto de vista, existe un ritual de pasaje en el que esta separación se manifiesta: los viajes que todos los años realiza un selectivo de jugadores, en los que compiten contra clubes que no pertenecen a su liga, o, incluso, contra equipos pares de las principales ligas europeas. En dichos certámenes pueden incluso llegar a enfrentarse a equipos de la primera plana internacional como el Inter, el Celtic Glasgow, el Real Madrid o el París Saint-Germain, y no sólo representan al club, sino también “a su país”. Por su poder adquisitivo, por contar con prestigio internacional y por el capital social de sus dirigentes, en las tres instituciones analizadas todas las categorías mayores (desde los 15 años) viajan al exterior a competir en torneos internacionales,
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con los costos a cargo del club. Si bien los clubes defienden dicha política bajo ideas como que en esos viajes se fortalece la cohesión del grupo, se conoce mejor a los jugadores porque pasan todo el día concentrados en el hotel o en el entrenamiento, o que dichos torneos incrementan la competitividad de los jugadores17, “viajar al exterior” es central en la construcción de representaciones sobre ser futbolista. En primer término, porque marca una separación respecto de sus familias en aquellos múltiples casos en que provienen de sectores en situación de vulnerabilidad económica y que de otra manera difícilmente tendrían la “oportunidad” de vivir una experiencia similar. Para ellos, salir del país implica una separación respecto de sus familias y pares no futbolistas. En segundo lugar, porque no sólo expone qué abandonan sino también a dónde les ofrece ingresar al campo futbolístico: el ritual contribuye a generar en los jugadores la sensación de que “ya están ahí”, que ya viven experiencias de futbolistas profesionales, que hacen carne el sueño anhelado. El viaje simboliza una pequeña concreción, un anticipo de lo que se podría experimentar en el profesionalismo. En consecuencia, el fenómeno observado parece exponer que pertenecer a las inferiores de un club marca una separación respecto de sus pares no futbolistas, que dicha separación tiene como una de sus formas de expresión el viaje al exterior, y al mismo tiempo, que el modelo clásico de ritos de pasaje aquí no se cumple, ya que la separación es siempre lábil, y sólo en un número mínimo se materializa y les permite a los jugadores ostentar el cambio. La pregunta que se presenta entonces es: si en Archetti el “pibe” representaba el mito del héroe, cuya irreverencia era nunca crecer, nunca asumir el mundo adulto “cínico, disciplinado y poderoso”, ¿qué mito construye el fútbol contemporáneo a partir de su ritual de paso? Nuestra hipótesis –sostenida por los argumentos que venimos presentando– es que en la época contemporánea, el futbolista representa el mito del individuo que a partir de su esfuerzo físico y de su permanente disciplina –de su trabajo– supera los obstáculos o adversidades que le presentó la vida, logra separarse de su espacio de origen y cortar el “destino” que la vida le fijó de antemano. El futbolista nace en el barrio y lucha con humildad y sacrificio para salir de él, consagrarse y “volver al barrio” para “ayudar” a su familia. Y este “ayudar” se materializa, en Argentina, en retornarles los esfuerzos que hicieron por ellos con mejoras materiales como “comprarles una casa” o un auto. Si bien las imágenes de éxito deportivo no quedan excluidas, los testimonios parecen hacer énfasis en que la aspiración es llegar a Primera y, de ser posible, al exterior para proveerles a sus familias bienestar o tranquilidad económica18. Ese futbolista es el héroe contemporáneo. 17 Sin dudas, para clubes de países “exportadores” como Argentina, también es un espacio que les permite mostrar sus jugadores ante potenciales compradores, ya que a los torneos internacionales asisten visionadores de los clubes más importantes. 18 “–¿Cuál es tu sueño como jugador? –¿Cómo jugador? Primero llegar a Primera, y después… esperar que me vaya bien, ayudar a mi familia, y, si tengo la posibilidad, jugar en el Manchester United” (E8). “–¿Qué sería el éxito para vos? Si tuvieras que definir, ¿tener mucha plata, jugar bien, jugar en primera? –El éxito para mí sería mantenerme a mí de lo que a mí me gusta para poder mantener a mi familia, triunfar de lo que a mí me gusta” (E2).
Humildes, trabajadores y sacrificados. Treinta años de desplazamientos en las representaciones de ser futbolista en Argentina Federico Czesli y Diego Murzi
Conclusión Uno de mis postulados es que poderosas representaciones de lo nacional y símbolos centrales trabajan en diferentes niveles y que, por lo tanto, las reflexiones sobre la identidad nacional o la nacionalidad no están solamente vinculadas al Estado y sus instituciones dominantes: escuela, policía, burocracia, correo y cuarteles militares. En la Argentina, el fútbol es no sólo una arena eminentemente masculina sino que está también asociado históricamente a la construcción de una identidad nacional a través del éxito internacional del equipo nacional y a la “exportación” de grandes jugadores a Europa desde 1920. (Archetti 2008, 261)
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En la introducción mencionamos que territorios como “el potrero” o “el baldío” perdieron terreno, no sólo como espacios para la formación de los futbolistas, sino también como imágenes a las que los jóvenes hacen referencia para legitimarse como promesas. Dicho espacio fue ocupado por los “clubes de barrio” y las “escuelitas”, espacios que hemos caracterizado como orientados hacia la práctica sistemática y competitiva, no sólo contra un adversario, sino entre compañeros por destacarse. Hemos mencionado asimismo que la centralidad del destacarse está ligada a lo que denominamos la estructura de observación de los clubes de barrio o escuelitas, que procuran permanentemente definir cuáles son aquellos jugadores con mejores condiciones y quiénes tienen más posibilidades de “llegar”. Esto repercute sobre los jugadores de manera tal que en el momento de desempeñarse se esfuerzan por “mostrarse” y “demostrar” su buen juego ante quienes pueden acercarlos a la Primera División, que en principio serían los entrenadores de la categoría en la que juegan. En paralelo a la pérdida de centralidad del “potrero”, observamos igualmente una transformación en el modelo de jugador argentino que Archetti caracterizó con la figura del “pibe”, asociado a la destreza técnica, al talento y al virtuosismo. En las representaciones que los jugadores actuales poseen de sí mismos y de su práctica, lo que prevalece es la “humildad”, concepto que no sólo aparece asociado al origen material de buena parte de ellos, sino que representa a aquel que se expresa a través del esfuerzo y el trabajo cotidianos, aquel que no discute la autoridad del entrenador y que asume que es un aprendiz que debe escuchar la palabra del maestro. Indicamos, también, que esta concepción “democratiza” la idea de llegar a Primera, ya que, al poner el foco en el esfuerzo y no en el talento, el capital social o el económico, sugiere que todos los jugadores tienen las mismas posibilidades de convertirse en profesionales. Y que los jugadores también sostienen su práctica sobre dicho relato. Ahora bien, para cerrar nuestro argumento y completar la relación con las ideas de Eduardo Archetti, también debemos preguntarnos si podemos pensar que los nuevos territorios formativos del jugador –el club de barrio o la escuelita– y los valores a los que están asociados (disciplina, sacrificio o humildad) instituyen una nueva significación del modelo de jugador “argentino”. Debemos admitir que nos resulta difícil dar una respuesta contundente, ya que el trabajo y el sacrificio no parecen ser elementos propios del discurso nacional, o al menos no se estructuran en relación con una otredad clara.
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Pablo Alabarces propone que los héroes futbolísticos contemporáneos “podrán ser héroes, pero no pueden ser nacionales. Desprovistos de toda épica, son magníficas figuras del espectáculo, por lo que necesariamente se vuelven actores globales, desterritorializados o con una re-territorialización marcada por su club local” (Alabarces 2014, 129). A continuación, agrega: En consecuencia, los héroes futbolísticos contemporáneos, figuras claves del relato nacionalista, no pueden hoy convertirse en patrimonios de un Estado nacional, porque están sujetos a la lógica mercantil del espectáculo global y de la industria cultural –que el Estado nacional no puede, ni desea, transformar. (Alabarces 2014, 130)
Indudablemente, nuestra lectura del relato de los futbolistas coincide con su concepción. No obstante, observamos que el relato internacional del trabajo, el sacrificio y la humildad, que hemos observado también en nuestras indagaciones en México y en Francia, tiene un anclaje local que se articula con las significaciones en circulación en el territorio nacional. En el caso argentino, esas significaciones son la idea de salir del barrio, consagrarse (viajar al exterior) y volver para sacar a la familia de la pobreza o incrementar su bienestar, y observamos que son esas significaciones las que interpelan a los jóvenes que desean convertirse en futbolistas profesionales. 84
Referencias
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rativo del proceso de formación de futbolistas profesionales en Argentina y en Francia”. Apuntes del Cecyp 28: 162-182.
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Nacionalismos deportivos con “clase”: el rugby argentino en la era profesional/global* Sebastián Fuentes** CONICET, Argentina y Universidad de Ámsterdam, Países Bajos Daniel Guinness*** Universidad de Ámsterdam, Países Bajos Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.05 Cómo citar este artículo: Fuentes, Sebastián y Daniel Guinness. 2018. “Nacionalismos deportivos con ‘clase’: el rugby argentino en la era profesional/global”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 30: 85-105. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.05 Artículo recibido: 30 de mayo de 2017; aceptado: 2 de octubre de 2017; modificado: 28 de octubre de 2017
* El artículo proviene de las investigaciones etnográficas realizadas por el primer autor desde 2009, y por el segundo autor desde 2015, entre actores del mundo del rugby de Buenos Aires, con estancias en otras provincias argentinas por tiempos más limitados. En el caso del segundo autor la investigación se desarrolló como investigador posdoctoral del proyecto GLOBALSPORT. En el caso del primer autor, parte de la investigación corresponde a sus tesis de maestría y doctorado (financiado por CONICET/Argentina, FLACSO y UNTREF), y otra parte, a su participación en el proyecto GLOBALSPORT. http://global-sport. eu/ Este proyecto es financiado por el European Research Council (ERC). ** Doctor en Antropología Social por la Universidad Nacional de San Martín, Argentina. Investigador de la Universidad de Ámsterdam y del CONICET. Entre sus últimas publicaciones están: “Un club para ‘nosotros’ en la Reforma del 18. Sentidos de la universidad y la nación en jóvenes universitarios no reformistas”. Revista Iberoamericana de Educación Superior 7 (18): 60-81, 2016. “La formación de los cuerpos jóvenes y su diversidad: un estudio sobre la producción social de los cuerpos masculinos y distinguidos en el rugby de Buenos Aires”. Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad – RELACES 18 (7): 66-82, 2015. *sebasfuentes3@gmail.com *** Doctor en Antropología por la Universidad de Oxford, Reino Unido. Investigador en la Universidad de Ámsterdam. Entre sus últimas publicaciones están: coautor en “Nation, Nationalism, and Sport: Fijian Rugby in the Local-Global Nexus”. Anthropological Quarterly 89: 1109-1142, 2016. Coautor en “Argentine Rugby Gets Professional”. Anthropology News 57 (7-8): 14-15, 2016. *daniel.r.guinness@gmail.com
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Resumen: El rugby masculino en Buenos Aires atraviesa un proceso de profesionalización y globalización en el que se desdibuja su antigua referencia a sectores de clase media alta y alta locales. Basado en dos etnografías llevadas a cabo entre jugadores de rugby de Buenos Aires, el artículo analiza el rugby como un espacio para la producción de formación nacional de alteridades que legitima el centrismo porteño como símbolo de la nación, en detrimento del “interior”; impacta en la organización del deporte y en la disputa entre profesionales deportivos y defensores del amateurismo, contienda que se entiende en términos morales y en la potencia representacional de la nación que se atribuyen unos y otros. La trayectoria de reconocidos exjugadores de rugby
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 85-105 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.05
porteños permite comprender cómo se busca construir un nacionalismo “con clase” en relación con un nuevo sistema global del deporte, donde se construyen narrativas nacionales diferentes y desiguales. Palabras clave: Thesaurus: nación; nacionalismo; global; clase. Palabras clave de los autores: alteridad; Buenos Aires. The Nationalisms Associated with “Classy” Sports: Argentinian Rugby in the Professional/global Era
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Abstract: Men’s rugby in Buenos Aires is going through a phase of professionalization and globalization which is blurring the long-standing link between that sport and the upper-middle and upper classes of the city. Based on two ethnographic studies of porteño (Buenos Aires) rugby players, this article analyses rugby as a space for the creation of “otherness” within the country as a whole, one which legitimizes Buenos Aires as the symbolic center of the nation to the detriment of its “interior”. This phenomenon is reflected in the organization of the sport and the dispute between “amateurs” and “professionals”, which in turn, has a moral aspect insofar as both sides claim that they are the true representatives of the nation. An analysis of the careers of well-known former rugby players from Buenos Aires throws light on attempts to construct a nationalism “with class” in the context of the new globalization of sports which shape narratives about national identity and class. Keywords: Thesaurus: nation; nationalism; global; class. Author´s keywords: otherness; Buenos Aires. Nacionalismos esportivos com “classe”: o rúgbi argentino na era profissional e global Resumo: o rúgbi masculino em Buenos Aires passa por um processo de profissionalização e globalização no qual se desfaz sua antiga referência a setores de classe média alta e alta locais. Baseado em duas etnografias realizadas entre jogadores de rúgbi de Buenos Aires, este artigo analisa esse esporte como um espaço para a produção de formação nacional de alteridades que legitima o centrismo portenho como símbolo da nação, em detrimento do “interior”; impacta na organização do esporte e na disputa entre atletas profissionais e defensores do amadorismo, discussão que se entende em termos morais e na potência representacional da nação que se atribuem uns e outros. A trajetória de reconhecidos ex-jogadores de rúgbi portenhos permite compreender como se procura construir um nacionalismo “com classe” em relação com um novo sistema global do esporte, em que se constroem narrativas nacionais diferentes e desiguais. Palavras-chave: Thesaurus: classe; global; nação; nacionalismo. Palavras-chave dos autores: alteridade; Buenos Aires.
a Copa Mundial de Rugby Londres 2015 coronó el proceso de ampliación del rugby argentino más allá de sus fronteras de clase. Los medios de comunicación argentinos y del exterior brindaron una extensa cobertura del torneo, mostrando incansablemente una tribuna que no dejaba de alentar a sus jugadores, con los colores celeste y blanco de la bandera argentina en rostros y carteles. La buena performance deportiva del equipo argentino, Los Pumas –traducida en el logro del cuarto puesto–, y la ampliación de la cobertura televisiva y de la prensa modificaban la exclusividad social de los varones de élite que históricamente lo habían practicado y dominado en y desde Buenos Aires. Como en otros eventos deportivos de masas, los medios argentinos lo presentaron como una conquista nacional. Al ser un torneo mundial se performaba un nacionalismo deportivo (Alabarces 2013) con una narrativa que buscaba unir bajo la simbología de la nación y sus héroes deportivos a públicos que hasta entonces no se identificaban con este deporte. En el momento cumbre de la cobertura televisiva, las cámaras mostraban a Diego Maradona, exfutbolista, alentando y bailando en la tribuna. La presencia de Maradona avivaba un clima de pasión nacional en la que confluían el rugby y el fútbol: en el escenario cumbre del rugby global aparecía el exfutbolista representando lo plebeyo de los grupos sociales postergados, sectores populares que juegan cotidianamente al fútbol y que no hubieran jugado –y en algunos casos ni siquiera conocido– el rugby masculino hace un par de décadas1. No es casual que esto ocurra justo en un momento clave del rugby argentino en su relación con el rugby global: 1) la popularidad de Los Pumas crece incesantemente, ayudado por la industria deportiva que “vende” el rostro y los cuerpos de los jugadores en sus publicidades; 2) el desarrollo de nuevos equipos de rugby “nacionales”: la selección masculina y femenina de Seven (una variante jugada en los Juegos Olímpicos y otros torneos), Pumitas (jugadores con menos de 20 años) y Argentinas XV, todos equipos de la Unión Argentina de Rugby (UAR), cuyos partidos también son publicitados y transmitidos; 3) el desarrollo de la primera franquicia profesional en el rugby argentino, Jaguares, que compite en el Super Rugby, torneo organizado por las uniones de rugby de Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, y ahora Argentina, y cuya titular es la UAR. Desde fines de 2015, los jugadores de Jaguares son oficialmente pagos mediante un contrato con la UAR. El rugby profesional, formalmente aceptado a nivel internacional en 1995 pero prohibido en las instituciones de rugby argentino por más de una década, llegó a Argentina entablando una relación no necesariamente armoniosa con el sistema amateur de clubes con el que convive. Las construcciones morales en las que se construye esta disputa, como veremos, no están ajenas a las jerarquías de clase y la construcción de la nación. 1
Los jugadores de rugby de Buenos Aires también juegan al fútbol entre amigos, y los seguidores del rugby que conocimos también juegan al fútbol de modo amateur en sus clubes o fuera de ellos. Sin embargo, no es este el deporte con el que se identifican públicamente, como sí lo es el rugby.
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Nacionalismos deportivos con “clase”: el rugby argentino en la era profesional/global Sebastián Fuentes y Daniel Guinness
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Este trabajo busca comprender la conformación de alteridades nacionales tomando como eje la dimensión de “clase” que el rugby histórica y contemporáneamente escenifica, en relación de diferenciación moral con el fútbol. Nos interesa para ello ver las relaciones entre organizaciones deportivas y las jerarquías que se juegan en torno a la nación (quién la representa y con qué “valores”) en sus diferentes territorialidades dentro de la configuración estato-nacional, y en su articulación conflictiva con actores y poderes globales. Es objeto de análisis el rol que cumplen la nación y el sentimiento y pasión nacionales en el crecimiento del deporte y su masificación. Proceso que conlleva cambios en los atributos morales de los deportes y en los modos de percibirlos. El problema se sitúa en la construcción histórica de la nación y sus cualidades, analizando los juegos de dominación y subordinación en que se produce la construcción nacional de identidad/alteridades, donde los deportes tienen un rol importante (Guedes 1998). Con base en dos etnografías2 realizadas entre jugadores de rugby en Buenos Aires, analizamos nuestro material siguiendo lo ya señalado a propósito del fútbol (Archetti 1998; Alabarces y Garriga Zucal 2014): los deportes son espejos donde verse y máscaras con las cuales mostrarse, donde se construyen mitos que pueden referirse a la nación y a la clase, en juegos de alteridad internos y externos en relación con el espacio nacional. Analizamos el rugby entendiéndolo como un sistema (Rial 2008) configurado por diversos campos: el propiamente deportivo (jugadores, organizaciones como clubes y uniones regionales, nacionales e internacional), el periodístico, el económico (conformado por empresas transnacionales, fundamentalmente), entre otros. En ese sistema circulan no sólo personas y recursos económicos, sino también imágenes y moralidades3 que producen valores que dialogan con las jerarquías actuales y pasadas de clase y se encarnan en sentimientos de nación.
Deportes y nación En los deportes se escenifican, se narran y se incorporan determinados sentimientos y atributos nacionales; al mismo tiempo, la nación es construida en relaciones de diferenciación, identificación, alterización y jerarquización en prácticas e instancias deportivas. 2
Una iniciada en 2009 entre jugadores de distintos clubes “de primera” que pertenecen a la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), enfocándonos en el Club Universitario de Buenos Aires (CUBA). La segunda, iniciada en 2015 entre jugadores de rugby de Alumni Club. Estos proyectos incluyeron estancias cortas en otras provincias, como Mendoza, Salta, Santa Fe y Formosa. Las tareas de ambas investigaciones involucraron el acompañamiento de distintas actividades cotidianas de los jugadores de rugby, observación de entrenamientos y partidos, entrevistas con ellos, amigos y amigas, novias, directores técnicos y profesionales que trabajan en estos y otros clubes y/o en las uniones. También implicaron la recolección de materiales de prensa deportiva y recortes de transmisión televisiva de los eventos nacionales e internacionales del rugby argentino, y entrevistas con periodistas. Entre las dos etnografías se reúnen más de sesenta entrevistas.
3 Entendemos las moralidades como configuraciones de prácticas asociadas a valores que compiten o se diferencian en el uso que les dan los actores, y que se imbrican en relaciones de poder en donde determinados comportamientos y valores supuestos o explícitos hegemonizan y/o subordinan otros, y a los actores que son asociados a ellos.
Nacionalismos deportivos con “clase”: el rugby argentino en la era profesional/global Sebastián Fuentes y Daniel Guinness
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Las competencias deportivas utilizan símbolos nacionales, banderas, vestimentas, cantos y movimientos, modos de “hinchar” y apoyar, himnos y gestos que apelan a la emocionalidad y la identificación frente al oponente (Archetti 1984; 1998; 2001). Las prácticas de performance en los eventos nacionales e internacionales tienen el efecto de inscribir la nación en los cuerpos de los atletas y los espectadores y otorgan una experiencia sensible y palpable de pertenencia (Bairner 2001; Cronin y Mayall 2005; Porter y Smith 2013). Los medios de comunicación que hacen de los deportes una industria desde las últimas décadas del siglo XX (Alabarces 2013) diseminan imágenes que ponen en primer plano la comunidad o los puntos en común y minimizan las diferencias dentro de la nación que buscan incluir las diversidades en un todo más o menos común y pretendidamente homogéneo como sería la identidad nacional. Sin embargo, los deportes pueden ser espacios para la escenificación de tensiones, dramas y jerarquías, o para la expresión identitaria alternativa (Besnier, Brownell y Carter 2017). Los deportes ofrecen un campo experiencial para analizar la producción de la nación, sus narrativas y tensiones históricas en tiempo presente, y permiten abrir la discusión frente a otras aproximaciones sobre la construcción de la nación que no abordan su complejidad o enfatizan sólo las dimensiones simbólicas. Nuestra mirada está puesta en la comprensión de la nación a partir de reconocer la productividad de la convergencia de enfoques que provienen de distintos espacios subdisciplinares y regionales: las discusiones europeas que revisan las interpretaciones mainstream –producidas por historiadores– sobre la producción de la nación; los estudios sociales del deporte en Latinoamérica, que son los que contribuyeron a legitimar al deporte como objeto de estudio de las ciencias sociales regionales; y los antropólogos latinoamericanos que se abocaron al estudio de la nación y los nacionalismos, aunque sin concentrarse etnográficamente en el deporte. Hasta los años 80, los analistas políticos europeos tendieron a ver la nación a través de un prisma romántico. Algunas aproximaciones recientes como las de Anderson (1993) y Hobsbawm (1983) fueron objeto de críticas por su énfasis puesto en la dimensión asociativa y positiva entre congéneres, tal como se lee en el planteo de Anderson sobre la nación como una comunidad imaginada. Nuestra lectura sigue las críticas que otros realizaron sobre este tipo de análisis, que naturalizan la relación entre nación, sociedad y territorio, basados en ideologías e identidades políticas nacionalistas (ver, por ejemplo, Chernilo 2011; Wimmer y Glick Schiller 2002; Bernal 2014). Chakrabarty (2008) revisa el peso que tiene en el análisis de Anderson la perspectiva mental de la imaginación, que impide valorar, por ejemplo, las prácticas de los actores. La nación sería una fuerza inherentemente política, que eleva a algunas porciones de la población por sobre otras, definiendo un espacio práctico y simbólico en el que se legitiman ideas específicas sobre lo que es la nación, sus atributos y cualidades (Mosse 1985; 1998), y, agregamos, quiénes la representan. De modo pionero, Archetti analizó el fútbol argentino como espacio de producción de un ethos nacional (1984) vinculado a la construcción de las masculinidades (2003). Sus análisis permitieron comprender cómo algunas prácticas deportivas
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se constituyen en “patrias” del deporte nacional, focos privilegiados para la construcción de la nación y la manifestación de determinados atributos morales, de género y clase. Los especialistas coinciden en que los estudios sociales del deporte han abordado de modos exhaustivos la relación entre la construcción de la nación y los deportes, con el énfasis intensivo y extensivo del fútbol y sus “temas” y problemas, como el de la violencia (Alabarces 2016) y sus asociaciones y producciones de las culturas populares y masivas. Este enfoque en la clase y la nación se extiende en general a los estudios sobre el deporte a nivel latinoamericano, que se focalizaron en prácticas masivas o deportes propios de sectores medios o populares, mientras que aquellos deportes practicados por élites sólo recibieron análisis periodísticos o históricos, con la reconocida excepción de Archetti (2003), para el caso del polo argentino, y de Rojo (2009), para los deportes ecuestres brasileros y uruguayos. Consideramos que las transformaciones que experimenta un deporte tradicionalmente asociado a los centros de poder, de clase y territorial/nacional, como lo es el rugby porteño, pueden complejizar el entendimiento sobre los deportes y las prácticas masivas, y las asociaciones entre nación, clase y moralidad desde el punto de vista de los actores que concentran las posiciones de poder. La antropología latinoamericana ha desarrollado una perspectiva propia para el estudio de la nación, enfatizando cómo el proceso histórico colonial conducido por élites emblanquecidas generó una política de la identidad basada en el mestizaje, la mixtura o el crisol de razas. La producción de la nación desde la captura estatal por parte de algunos actores que se identificaban como blancos generó una historia dominante y un imaginario donde las élites locales, al decir de Segato (2007), se hacían mestizas hacia otras naciones, presentándose como conductoras de un proceso inclusivo de las particularidades locales –pueblos, prácticas, historias–, y se ubicaban como blancas o europeas frente a los otros internos a los que esos mismos relatos subordinaban, como los pueblos indígenas. A esa matriz, Segato (2007) la analiza bajo la categoría de matrices de diversidad, y Briones, como formación nacional de alteridades (2005). Seguimos estos aportes como pauta heurística para el desarrollo del presente trabajo4: nuestro foco en el rugby escenifica una situación particular: deporte practicado tradicionalmente por varones de sectores “educados” de clases medias altas y altas de Buenos Aires, intenta construir un sentimiento nacionalista con el que se identifiquen otros sectores sociales, disputando y/o imitando el lugar del fútbol masculino con sus asociaciones tanto populares como transclasistas (Alabarces 2013). Las élites otrora poderosas gozan de una situación de relativa subordinación en el 4
Los aportes de Segato, así como los de otros antropólogos del Cono Sur, preocupados por dar cuenta de estas historias políticas de las culturas nacionales, como Briones (2005), en Argentina, o Pachecho de Oliveira (1998), en Brasil, parecen caminar en paralelo frente a los trabajos de los antropólogos del deporte, y las perspectivas teóricas de uno no son apropiadas sistemáticamente por los científicos sociales que estudian el deporte. Es en el cruce entre una antropología de la nación y la antropología del deporte donde se ubica nuestro trabajo.
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Distinción y moralidad en la construcción del rugby porteño La formación nacional de alteridades tuvo como uno de sus ejes las dinámicas territoriales y regionales, en las que es posible identificar ya no sólo alterizaciones en cuanto a raza (Segato 2007), sino también en cuanto a la clase (Margulis 1998) y a la dinámica local-global en la que se construía el Estado-Nación argentino. En su origen, a fines del siglo XIX, el rugby de Buenos Aires buscaba recrear el “espíritu deportivo inglés” y sobre todo la formación corporal, moral, y la sociabilidad de la que gozaban los varones educados en la misma Inglaterra (Dunning y Sheard 1979; Raffo 2004). Esta asociación con lo inglés produjo una jerarquización del deporte a nivel local, en el contexto más amplio de la inserción comercial y exportadora de Argentina en un mercado mundial dominado por Inglaterra. Junto a ello, los prestigios que prontamente asociaron las clases altas porteñas con el campo –fuente de sus recursos económicos– y con lo “europeo” se traducían en una mirada anhelante
5 Cuando hablamos de Buenos Aires, en este trabajo hacemos referencia amplia a quienes habitan la ciudad de Buenos Aires y los partidos de la Región Metropolitana que la circundan. Porteño hace referencia a la denominación de quienes nacen en la ciudad de Buenos Aires (por su puerto), pero en términos generales es empleado en otras jurisdicciones provinciales para designar a quienes nacieron en la Ciudad o sus alrededores.
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campo deportivo como espacio de representación de la nación, donde los actores “de arriba” disputan sentidos de nación en los que se ubican como protagonistas. Entendemos a las élites o clases altas como aquellos sectores que tienden a reunir, en tiempo pasado o presente, acumulaciones de capitales y/o prestigios pretendidos en distintos campos de poder, como el político, económico, cultural, etcétera. Sin embargo, dadas las complejidades y transformaciones de la sociedad argentina, y el modo en que hemos desarrollado nuestro trabajo de campo, no hacemos una consideración posicional de las élites o clases/sectores altos, es decir, élites políticas, económicas, etcétera. Los jóvenes y las familias entre los que hemos desarrollado nuestro trabajo de campo, y que hacen parte de los clubes tradicionales de rugby de Buenos Aires5, tienden a reunir de modos no coincidentes esta serie de capitales. Pueden convivir en un mismo espacio de sociabilidad, territorial, educativo y parentesco, familias con desiguales niveles de capital económico, aunque exista en ellos una base que les permite ubicarse “de la clase media para arriba”, como nos decía un rugbier (jugador de rugby) de 50 años. Lo que etnográficamente nos permite hablar análogamente de sectores de clase o clases altas/élites no se basa en un análisis cuantitativo de condiciones de ingresos en la estratificación, sino en una identificación y diferenciación que operan a nivel nativo, y que reconocen en prácticas educativas, de parentesco, de sociabilidad, y en referencia a un espacio social y/o territorial, en el que se significa una pertenencia diferente en relación con quienes no desarrollan esas prácticas o no pertenecen a las instituciones que los nuclean, como los clubes de rugby, operando como identificación y diferenciación al estilo del estatus weberiano (Tiramonti y Ziegler 2008).
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hacia las naciones europeas, que para los sectores privilegiados locales representaban modelos de distinción: Francia e Inglaterra (Romero 2005). La posición acomodada de los inmigrantes ingleses, que asumieron posiciones en la expansión del ferrocarril en el territorio nacional y del comercio a nivel global, junto a su carácter letrado, favoreció su inserción en la producción local del parentesco, por lo que, si bien los primeros jugadores fueron ingleses –y así se corrobora en la organización de la UAR, en 1899–, en las dos siguientes décadas, los apellidos –y el origen nacional de estos– se diversifican, indicando allí no sólo su cruce con los apellidos de la “clase alta” argentina (Gessaghi 2016), sino también con los de inmigrantes italianos, españoles, franceses, etcétera6. Asimismo, en el imaginario que los deportes del imperialismo inglés expandían en el mundo entero imperaba un tipo de práctica que jerarquizaba a los varones y asociaba su presentación moral con una posición educada y un comportamiento noble o de origen aristocrático que pasaba por la regulación de los modos de sociabilizar entre varones. Estaba allí presente el modelo muscular de la cristiandad, donde se asociaban una conformación y fortaleza corporales con un determinado carácter moral y nacional (MacAloon 2008). Este modelo será apropiado localmente jerarquizando la figura del gentleman inglés, caracterizado por una moralidad que respetaba determinadas normas de comportamiento entre varones, connotando el valor de una instrucción o educación formal y una corporalidad producida en la disciplina de los deportes “modernos”, es decir, ingleses. Esta historia inicial del rugby local se configuró en un momento en el que el poder se hallaba concentrado en una oligarquía terrateniente, aunque ya en la segunda década del siglo XX asomaba un movimiento de cierto corte plebeyo, como lo fue el Yrigoyenismo, que logró cuestionar jerarquías sociales con impacto en la configuración de la ciudadanía política. Los cambios en la estructura social que se producen en Argentina en la década del 30 conllevaron la emergencia de una clase media, y luego, en la década del 40, la llegada al poder del peronismo, que interpeló y aglutinó a la clase trabajadora por medio de activas políticas de integración social vía el trabajo, que no comportaron grandes cambios en la organización institucional del rugby argentino, que no obstante siguió creciendo en cuanto a la cantidad de clubes que conformaban la UAR. A mediados de siglo, si bien se fundan nuevos clubes y se amplía el alcance del rugby en lugares del país a los que este deporte aún no había llegado7, lo fundamental es que se consolida la asociación entre rugby y élites porteñas, proceso fundamentalmente político. 6 En el origen de Club Universitario de Buenos Aires (CUBA), por ejemplo, puede observarse cómo se articulaban, por un lado, familias inglesas, familias de reciente inmigración de otras naciones europeas que contraían alianzas con familias terratenientes locales o sectores profesionales que integraban la burocracia estatal. 7
Por lo general, los nuevos clubes se constituían a partir de desprendimientos de los anteriores, y ese proceso siguió durante las siguientes décadas, sin alterar el patrón de clase y el reclutamiento entre jóvenes de sectores universitarios y profesionales porteños y de las capitales provinciales. En regiones del país distintas a Buenos Aires y en otros clubes de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) existe una
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pertenencia más amplia de sectores medios. No obstante, a partir de un trabajo etnográfico más breve realizado en Formosa, y por medio de interlocutores en otras uniones provinciales, es posible ver que los clubes que acumulan mayores victorias deportivas, y que a su vez han liderado las uniones regionales, están conformados en su mayor parte por clases profesionales/universitarias locales, es decir, familias que hace varias décadas acumulan y combinan capital universitario con la práctica de un deporte que en ninguna provincia argentina es masivo ni popular, aún.
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El imaginario plebeyo que introdujo el peronismo, y el reforzamiento de mandatos igualitaristas e impugnadores de las jerarquías sociales, alteraron la vida institucional de distintas entidades sociales, culturales y deportivas, incluidos algunos clubes de rugby. Uno de los clubes donde realizamos nuestro trabajo de campo, CUBA, fue intervenido políticamente por el gobierno peronista, con la acusación de que reproducían el elitismo y la selectividad social, impidiendo la democratización de la sociedad argentina. No es menor el hecho de que parte de las élites políticas, judiciales y profesionales/universitarias sociabilizaban en este club y en él se nucleaban. Este proceso, vivido y/o recordado por varios socios a los que entrevistamos, refuerza la pertenencia simbólica a un sector de clase “educado” que respeta las formas y las normas constitucionales, en oposición al igualitarismo plebeyo antidemocrático que, desde su punto de vista, caracterizaba al gobierno peronista o al peronismo como movimiento político. Refuerza, en este sentido, la posibilidad de ubicarse en un sector de clase antipopular o no popular, dado que el peronismo ocupó ese campo significante. El modelo de expansión entre sectores educados, profesionales y “distinguidos” de Buenos Aires combinaba la sociabilidad en un espacio selecto con la instrucción universitaria, en las que los clubes implementaron estrategias de reclutamiento selectivas o su reforzamiento. Las tensiones en otros clubes de rugby –entre las cuales está el incremento de la masa societaria, o de los candidatos a formar parte del rugby, y, por lo tanto, con capitales económicos suficientes– se resolvieron por medio de la creación de nuevos clubes, que no siempre generaron relaciones de competencia, sino también de cooperación, tales como la organización de la Asociación Alumni. Este club fue refundado en 1951, habiendo sido originariamente un club de fútbol de fines del siglo XIX que reunía a exalumnos de un colegio inglés de Buenos Aires. Al profesionalizarse el fútbol, la asociación de exalumnos dejó de practicar este deporte, y hacia 1951 deciden abocarse al rugby, dirigidos por jugadores del Belgrano Athlethic –uno de los clubes fundadores de la River Plate Rugby Union (hoy UAR)– reivindicando el carácter educativo y moralizante de este deporte. Fue así como se construyeron una hermandad y competencia deportivas entre ambos clubes, un proceso que señala cómo circulaban y se reproducían las jerarquías moral y social de este deporte inglés, en un proceso de expansión que se hacía de modos puntuales, selectivos y no masivos, proceso que empieza a horadarse hacia fines del siglo XX, no tanto por la expansión de la educación superior en el país, sino más bien por las posibilidades que el rugby ofrecía en cuanto industria deportiva a jugadores, clubes, organizaciones y empresas.
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En síntesis, a lo largo del siglo XX, los cambios en las condiciones estructurales de la sociedad argentina hicieron del rugby masculino uno de los símbolos de los sectores distinguidos. El crecimiento de los sectores medios y la aparición del peronismo reforzaron la consolidación del carácter distintivo del deporte, ya sea porque los medios altos pretendían acceder a este, o porque el movimiento político del segundo contribuyó a impugnar no al deporte en sí mismo, sino a quienes lo practicaban y su conformación institucional selectiva. El rugby masculino terminó siendo el deporte donde estos sectores sociales se encuentran, capitalizan sus vínculos en pos de la trayectoria posterior de los jóvenes y, al mismo tiempo, se muestran hacia el resto de la sociedad como jóvenes morales que siguen determinados comportamientos de amistad y camaradería que los distinguirían del resto.
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La actualización de la diferenciación federales versus unitarios o profesionales versus amateuristas Las élites porteñas dominaron la representación sobre la nación en la potestad de localizar la nación en la capital y construir al interior como una alteridad subordinada. Es decir que la dominancia masculina y de clase de los varones porteños que integraban las élites locales-nacionales se extendía como narrativa dominante hacia el interior, concebido como alteridad, reconstruyendo las múltiples historias y versiones de la oposición capital-interior y centro-periferia en la representación del poder en la nación, desde los procesos independentistas hasta la resolución de la disputa entre porteños e interior en la batalla de Pavón (1861). La lectura que sobre esa historia se hizo en la disputa entre unitarios y federales constituyó un eje de la lectura sobre el proceso de organización nacional, que generó un país federal pero con una fuerte lógica centralista. La polaridad capital-interior configurará las jerarquías en el espacio nacional del rugby argentino durante todo el siglo XX, proceso que empieza a horadarse hacia fines del siglo. El rugby se expande en el territorio nacional en dos olas: entre la década de 1910 y la de 1930 acontece la primera. La segunda, entre los años 50 y 70. Simultáneamente con la fundación de CUBA en Buenos Aires en 1918, nuevos clubes son creados en los centros urbanos más desarrollados y que además poseían sectores y jóvenes educados en las pocas universidades de la época. En la fundación de estos nuevos clubes se reconoce el rol que desempeñaron jugadores porteños que al desplazarse hacia el “interior” intentaron replicar la experiencia de sociabilidad que experimentaron en lo que ya era el centro político de la nación. Lo notable de este proceso es que, aunque la conformación de las élites provinciales siguiera otra historicidad8, el rugby y otros deportes ingleses se extendieron entre jóvenes “educados” formalmente, y ello acontece al mismo tiempo que se expanden relativamente la matrícula del nivel universitario y las instituciones universitarias (Cano 8
Marcada, entre otras condiciones –como la construcción de un pasado familiar y militar–, en relación con las luchas por la independencia nacional y la posesión de tierras, pero más aún por la tensión constante con el poder político y económico de los actores porteños.
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9 En el mismo período se crean numerosos clubes en la región patagónica, sobre todo en la pujante Comodoro Rivadavia, centro comercial y de servicios petroleros en la provincia de Chubut. Los clubes son fundados por miembros de sectores profesionales locales, militares, empleados bancarios, etcétera.
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1982). Tal es el caso de algunos clubes universitarios, que luego se destacarían en la práctica del rugby masculino, como el Universitario de Córdoba o de La Plata, y de los Jockey Clubs fundados entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX en distintas capitales provinciales, como Córdoba, Santiago del Estero, etcétera. Si bien estos clubes se centraron en las prácticas hípicas y reunían a las élites terratenientes de cada región, a lo largo del siglo XX construyeron un prestigio deportivo en el rugby atrayendo a jóvenes varones de las élites locales y/o de los crecientes sectores de jóvenes educados en las universidades. Es decir que, al mismo tiempo que se da la expansión del rugby del centro porteño hacia las ciudades capitales de provincia, se extiende el valor del deporte, en cuanto productor de masculinidad y clase, reivindicando su carácter selectivo. Es un período en el que el centro de irradiación lo constituye el rugby porteño. En las décadas del 50 al 70, el rugby se expande a ciudades y regiones “nuevas”. El caso de Formosa es emblemático: allí, el rugby empieza a practicarse en los años 70, llevado por militares e hijos de militares –en el período dictatorial– que vivían en otros centros urbanos, y que, al ser trasladados a la capital de esta relativamente nueva provincia, querían continuar con el deporte en el nuevo lugar de radicación. El origen de esa expansión no está sólo en Buenos Aires, sino también en Córdoba, Rosario, etcétera. Lo mismo puede verificarse en otras regiones, en las que el rugby se expande ya no sólo por la lógica del desplazamiento de líderes o sectores de prestigio, sino también al calor de la expansión de la educación superior: el Club Universitario de Bahía Blanca, en el sur de la provincia de Buenos Aires, se crea en 1956, pocos años después de que se creara la Universidad Nacional del Sur, en la misma localidad9. La circulación de jugadores en este período es interprovincial, y no sólo bajo el circuito capital-interior como en la primera oleada, pero en el modo de organización del rugby argentino, los porteños mantuvieron su hegemonía hasta fines del siglo XX. La lógica organizativa de la UAR se estructuraba hasta ese momento por medio de una suerte de doble membresía: por un lado, los clubes de rugby de Buenos Aires. Por el otro, las uniones regionales de rugby, que a su vez nucleaban en sus provincias a los clubes locales. De esta manera, hasta 1995 se produjo una serie de relaciones de dominación que los clubes y uniones “del interior” fueron señalando y pujando para un cambio, ya que los clubes porteños tenían representación directa sobre las decisiones de la UAR, de la que carecían los clubes del interior, mediados por sus uniones. En ese año se crea la URBA, que pasa a ser una unión “provincial” como el resto de las uniones que nuclean a los clubes de la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. No obstante, la URBA siguió sosteniendo el liderazgo de la UAR, ya que las autoridades elegidas por el voto de las uniones provinciales fueron porteñas hasta entrados los años 2000. En 2006 fue elegido presidente de la UAR por primera vez un directivo no porteño, proveniente de Rosario, que debió enfrentar diversas
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dificultades financieras en la entidad, pero sobre todo el reclamo de Los Pumas por deudas en los pagos de viáticos, conflicto que catalizará el debate por el profesionalismo en el deporte. El presidente que continuó en 2008, Porfirio Carreras, provenía de la URBA (Alumni Club). A diferencia de muchos clubes de esta unión, sostuvo una posición a favor del profesionalismo, lo que significa el pago de contratos a los jugadores, al menos a Los Pumas y otros equipos que luego desarrolló la UAR, recreando una lógica en la que se solapaba la polaridad, en cuanto al espacio nacional, con el debate sobre el (no) profesionalismo, que daría la fórmula capital/amateurismo versus interior/profesionalismo. En la puja entre capital e interior, que expresa una narrativa en la que los actores leen las relaciones de poder desiguales y construyen alternativas, las lecturas “moral” y “nacionalista” constituyeron dos ejes. Mientras que los del interior serían “promercado” –tal es una de las acusaciones que distintos miembros de la URBA nos formularon–, planteaban la federalización del rugby, una política de igualdad que asegure posibilidades a los jugadores del interior alejados del “centro de poder” porteño. Los de la URBA, por su parte, eran acusados, por un lado, de “elitistas”, y actualizaban un elemento propio de la narrativa de nación y su representación plebeya (Alabarces 2013), que impugna los privilegios de clase en función de un imaginario igualitarista (Grimson 2007), y, por el otro, de centralistas. Los porteños, mientras, justificaban su defensa del amateurismo en el atributo moral del deporte de caballeros, donde el dinero no debía ingresar, por su impureza y porque no era necesario para el desarrollo del deporte (Fuentes 2012). Desde algunos clubes y uniones del interior veían al profesionalismo con buenos ojos. La posición a favor del profesionalismo se expresó, a veces, en la misma narrativa de los amateuristas de la capital: ir hacia el profesionalismo para vencer a Buenos Aires, ya que su denuncia atacaba al rugby porteño como un rugby de/con “clase” o “clasista”, que a su vez se rehusaba a abrir el rugby argentino a los jugadores y clubes provenientes del interior. Una de las principales “pruebas” de esa acusación era la composición de Los Pumas: aunque puede rastrearse la presencia de jugadores “del interior” al menos desde los años 60, la mayor presencia de jugadores de Buenos Aires hacia finales de la primera década de los años 2000 en el equipo nacional era insoslayable. Aunque en los hechos había distintas posiciones dentro de las uniones de rugby –hemos hablado con distintos defensores del profesionalismo, incluso en CUBA, cuna del amateurismo–, el modo en que se recreó el conflicto respecto a si el rugby debía volverse profesional o seguir siendo amateur, se construyó públicamente en una dicotomía entre capital e interior, de contenido moral y con un lenguaje que impugnaba la pertenencia de “clase” de los primeros. Al crecer el peso de las uniones del interior hacia los años 2000 y demostrar que podían construir consenso para llegar a la presidencia de la UAR, algunos representantes de la URBA contribuyeron a la oposición capital-interior, ubicándose los primeros en un terreno de superioridad moral. La dimensión moral es clave en la distinción sobre cómo se representa la nación, cómo se organiza y quién define las reglas de organización deportiva
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(Giulianotti y Brownell 2012), y quiénes tienen la potestad de representar a la nación y con qué “valores”. Esa misma supuesta superioridad moral, vista desde Buenos Aires, es la que está presente en el juego de oposiciones que los actores del mundo del rugby construyen en relación con el fútbol.
10 En ese momento, Pichot se desempeñaba como encargado de la UAR, en el vínculo interinstitucional con organismos y uniones, a fin de conseguir la incorporación de Argentina en torneos internacionales.
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Imágenes y narrativas morales en la producción de la nación: héroes y lugares Cada vez que Los Pumas anotaban un try en la Copa Mundial de Inglaterra 2015, las cámaras enfocaban a Diego Maradona, quien sostenía una bandera argentina y la agitaba efusivamente, como muchos otros argentinos en las tribunas. Acompañado de su novia, vestía indumentaria deportiva, anteojos de sol, una gorra. Ambos estaban rodeados por dos figuras del rugby argentino: el presidente de la UAR en ese entonces y Agustín Pichot, ya por entonces referente del rugby argentino. Las dos autoridades del rugby festejaban cada punto conseguido, pero de modo más contenido, sin bailar ni saltar. Su estética mostraba a dos hombres vestidos de traje/camisa, realizando una performance de la pasión nacional contenida en una vestimenta y corporalidad “distinguidas” y de “caballeros”: por momentos miraban con sorpresa la alegría y efusividad de Maradona. La figura de Pichot representa uno de los modelos más originales en la construcción de trayectorias deportivas. Jugador de uno de los clubes amateur más importantes del rugby porteño, el Club Atlético de San Isidro (CASI), desarrolló una sobresaliente carrera profesional en clubes europeos, constituyéndose en una de las principales figuras de Los Pumas en la primera década de los años 2000. Al retirarse en 2008, fue el principal promotor de la profesionalización del rugby argentino, y su figura y rol representan la globalización deportiva desde la apelación a la experiencia de nación, uniendo en un nacionalismo deportivo moralidades aparentemente opuestas. El encuentro entre Pichot/Los Pumas y Maradona se constituía en una suerte de ritual, donde el representante del deporte nacional por excelencia aprobaba al rugby argentino –y a su figura destacada y líder actual– en su potencial como representación de la nación10. El lugar no era menor: la Copa se desarrollaba en Inglaterra, y aunque Los Pumas no se enfrentaron a esta nación durante el torneo, el contexto inglés recreaba en el público argentino un doble sentimiento: por un lado, entre los actores del mundo del rugby, jugar en la nación cuna del deporte representaba un reconocimiento a la historia y excelencia del rugby argentino, y así era repetido por los periodistas que hablaban de la “cuna” del deporte, en la que Argentina competía con dignidad, “garra” y pasión. Por otro lado, para el público argentino, toda referencia a Inglaterra conlleva la actualización de una rivalidad nacional a nivel geopolítico y deportivo. La Guerra de las Malvinas, en 1982, con la derrota argentina, y la victoria del seleccionado argentino de fútbol frente a Inglaterra en el Mundial de México 86,
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con dos de los más celebrados goles de Maradona como parte de la historia de los mundiales, forman parte de la memoria social de la nación. Se actualizaba así una historia experimentada en el deporte y en la guerra, espacios privilegiados para la producción de nacionalismos. La narrativa periodística y la industria que la esponsorea11 escenifican en el sistema del rugby una confluencia de héroes y lugares/símbolos que hacen a la experiencia común de nación (Grimson 2007), uniendo en el plano global y nacional dos deportes bajo la égida de la argentinidad y el triunfo, o al menos la batalla y el esfuerzo para ganar. A nivel local, esa asociación era vivida como problemática, justamente porque están en disputa moralidades opuestas en torno a cómo y con qué símbolos y “valores” se representa a la nación. Para ello, la figura de Pichot y las figuras de otros jugadores de rugby son emblemáticas de una adaptación de sectores de élites: mientras que los defensores del amateurismo del rugby nos relatan su rechazo a la presencia plebeya de Maradona y “sus valores”, miembros del mismo círculo social, como Pichot, se alían en la producción de una narrativa nacionalista y “federal”, en un contexto global financiado por capitales económicos. Mientras ello sucede, estas élites derrotadas intentan imponer una narrativa que habla a la nación construyendo alteridades (Segato 2007) de tipo moral: conducen el deporte con valores de otras “clases”, pero los valores del amateurismo serían superiores. En lo que analíticamente se diferencian y se acercan fútbol y rugby es en la narrativa identitaria que performan y/o que se disputan y en los términos morales en los que acontece esa disputa. La manera en la que Pichot se comportaba y performaba durante el Mundial de Rugby escenificaba, frente a la pasión nacional de Maradona, un nacionalismo que hace gala de su contención, de su comportamiento “esperado”, de una estética y un movimiento con clase, hasta de un ropaje profesional, en términos educativos-morales. La categoría “con clase” juega con un modo nativo de hacer referencia a la distinción social o al capital simbólico del que en términos generales gozan las familias que se referencian en el rugby masculino. Se actualiza cuando se juega la mostración de la nación argentina y sus cualidades en el enfrentamiento internacional: la performance de Pichot y el presidente de la UAR muestra esas cualidades al lado de Maradona, pero la escena compartida con él legitima al rugby como deporte nacional. Este nacionalismo cobra relevancia cuando se visibilizan las ventajas que otorga a algunos el circuito global del sistema de rugby.
Una clase global Hasta fines del siglo XX, Argentina no tenía un lugar privilegiado o consolidado en el sistema global del rugby, sólo conexiones y circuitos internacionales y eventuales. Los contactos y circulaciones de jugadores y clubes se producían en determinadas 11 La cadena global ESPN tiene los derechos de transmisión de los partidos del rugby amateur de Buenos Aires, por su contrato con la URBA, y los partidos de los equipos de la UAR, siendo uno de sus principales sponsors. A su vez, transmite a nivel local partidos de rugby entre naciones europeas, y los torneos profesionales extranjeros.
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direcciones transnacionales y con finalidades más “individuales”, como mejorar la performance deportiva de algunos jugadores y clubes –que podían afrontar económicamente viajes al exterior–, y/o incrementar el capital social de los rugbiers. A lo largo de la era amateur del rugby, Argentina poseía un circuito internacional relativamente limitado, si se lo compara con el de las naciones europeas. La distancia geográfica del país en relación con el resto de las naciones líderes del rugby global se interponía como la primera dificultad, no obstante lo cual ello no impidió construir un circuito de internacionalización en varias direcciones: hacia Europa, primero. Francia tuvo un rol crucial en el desarrollo del deporte en Argentina, dada la competición de ambos en cincuenta test matches, incluidos 13 entre 1949 y 1977, cuando en la mayoría de los partidos Argentina competía contra naciones sudamericanas, y la competencia ocasional contra equipos del exterior que viajaban en giras, como los ingleses de las Universidades de Oxford y Cambridge. Hacia la propia región sudamericana, segundo: Argentina ganó cada torneo sudamericano de rugby en el que jugó desde 1951, con la excepción del de 1981, en el que no compitió. Una tercera línea puede rastrearse en el vínculo con Sudáfrica, que Búsico (2015) exploró al historizar el bautismo de la selección nacional como “Pumas”, en la gira por aquel país en 1965, año clave y casi inicial del derrotero internacional de la Selección argentina. La circulación internacional desde los clubes se desarrolla al menos desde la misma década del 60. Es en esos años cuando algunos clubes deciden emprender una gira internacional con su equipo de rugby. Para ello era necesario contactarse con clubes ingleses o equipos de universitarios y conseguir una invitación para realizar una serie de partidos. Durante esos viajes se fomentaba el “espíritu amateur”. Para los rugbiers argentinos, viajar a las naciones referentes del rugby a nivel mundial los ubicaba en un doble rol: por un lado, llevaban la bandera de su club en competencia deportiva por el extranjero. Volvían de esas experiencias con un capital deportivo y un prestigio que acentuaban su posición de influencia en el campo del rugby porteño y argentino. Por el otro, se constituían en representantes de la nación. Un exjugador de rugby de CUBA nos relataba cómo trabajaron para las giras que emprendieron a Inglaterra e Irlanda en la década del 70: venta de comida en eventos y partidos del club, sorteos y elaboración de un boletín/revista que hacían a partir del dinero que les donaban las empresas que conocían o que pertenecían a las mismas familias del club. A ello había que sumarle el capital económico de la familia, que consideraba que la experiencia “lo valía”, porque los ponía en un flujo global de conocimiento y oportunidades. Si bien el capital económico de muchas de estas familias es abultado, las actividades de recaudar dinero ponían a los jóvenes “a trabajar” por lo que querían, y, según sus padres, “los unían aún más”. Las giras internacionales eran una nueva oportunidad para producir capital social, es decir, para “hacer los amigos que te van a acompañar toda tu vida”. En el cambio de siglo, la crisis social y económica en la sociedad argentina se combinó con un proceso global: en 1995, las naciones referentes del rugby mundial, en el marco de la por entonces International Rugby Board (IRB), deciden la
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conversión hacia el rugby profesional. Los jugadores de rugby locales vieron nuevas oportunidades: algunos de ellos provenían de familias de clases medias profesionales, con mayores o menores capitales económicos. Si bien su patrón migratorio no estaba atravesado estrictamente por la necesidad de supervivencia, la oportunidad de mejorar en el deporte compitiendo y entrenando profesionalmente, obtener un contrato redituable, comparado con los ingresos en la Argentina de la crisis de los años 2000, y además realizar una experiencia de vida en las naciones europeas “del primer mundo”, pesaron a la hora de continuar con su trayectoria en el deporte profesional (Fuente y Guiness, en prensa). Bautista12 es uno de esos jugadores. Formado en un club de la ciudad de La Plata perteneciente a la URBA, decidió migrar a Italia en 2004 para jugar profesionalmente. Una de las primeras dificultades que tuvo que sortear fue el manejo de la información: si bien él pertenecía a la URBA, al ser de una ciudad y de un club más distantes del centro de poder en los clubes tradicionales, comprobó que eran estos los que aún, en 2004, concentraban la información sobre oportunidades para jugar afuera. Bautista veía en “jugar afuera” la oportunidad de adquirir experiencia internacional y estar una temporada en Europa. Cuando lo conocimos, en 2015, ya hacía unos años que había regresado a Argentina. Durante sus años en Europa, no sólo acrecentó sus contactos y círculo de amigos, sino que también afianzó su relación con jugadores argentinos en el mismo continente, entre ellos varios ex-Pumas, muchos originarios de clubes porteños. Ya en Buenos Aires, volvió a jugar para su club, y recientemente pasó a integrar Pumas Classic, un equipo de jugadores ex-Pumas y “amigos” de ex-Pumas –tal es su caso– que toma el nombre de la Selección y no depende de la UAR. Una vez al año compiten en Bermudas contra otros equipos integrados por exjugadores de seleccionados nacionales, en un evento organizado por la colonia británica con evidente finalidad económica. Bautista se mostraba orgulloso de esta pertenencia: eso lo hace amigo de otros ex-Pumas y reconocidos jugadores porteños, y además le permite sostener una red internacional de contactos que inició en Italia. El capital social y la representatividad nacional funcionan como recurso para la construcción de las trayectorias de los jugadores. Bautista tiene amigos en todo el mundo y en lo más alto del rugby argentino; se siente parte de una “clase” global que performa en la entrevista, y esa pertenencia a una clase global va más allá del volumen de capital económico que posee. Hacia 2008, la mayor parte de los jugadores del seleccionado nacional competía en clubes profesionales europeos, es decir, que estaban “entrenados” y preparados físicamente según prácticas y disciplinas propias de las mismas naciones contra las cuales competirían representando a su país. El nacionalismo funcionó en ese momento como una palanca que accionaron los actores locales –del “interior”, sobre todo, y algunos porteños como Pichot– y globales del rugby para forzar la profesionalización del rugby en Argentina: parecía un escándalo que los jugadores 12 Los nombres han sido modificados.
Nacionalismos deportivos con “clase”: el rugby argentino en la era profesional/global Sebastián Fuentes y Daniel Guinness
13 Jugador del Club Newman, formó parte de Los Pumas jugando 87 partidos, y profesionalmente integró clubes de Inglaterra, Irlanda y Francia. Es otro de los actores clave de la profesionalización y actualmente es entrenador en la UAR. 14 De una parte de ellas, ya que los defensores del amateurismo de clubes tradicionales como CUBA se movilizaron y opusieron sistemáticamente.
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que representaban al país no vivieran ni jugaran en Argentina. La nación emergió como categoría estratégica que permitió a los actores ubicarse como sus defensores –ser profesionales en “su propia tierra”– y forzar un proceso de profesionalización. Ser parte de una clase global que otorga capitales y estatus era sólo una cara de la moneda: al adquirir tal poder, el proceso de profesionalización sería así liderado a nivel local por quienes tenían el know-how, los contactos y la experiencia de haber sido jugadores en tierra extranjera. Uno de los grandes actores de ese proceso de globalización deportiva son las cadenas de televisión, que cuentan con los capitales para inyectar en las uniones y los clubes los recursos necesarios para el salario de jugadores, del personal profesional/técnico, etcétera. Su rol es hacer del deporte antes exclusivo un deporte masivo, por medio de su vínculo simbólico con la nación. Las industrias deportivas en esta etapa neoliberal aprovechan la representatividad de la nación para usarla como un commodity (Alabarces 2013): eso permite escalar la producción de la pertenencia nacional, haciendo de la patria una marca registrada. En años recientes ha ocurrido una rápida reconfiguración de la World Rugby (antes IRB), con Argentina como uno de sus principales beneficiarios; por ello insistimos en atender a la institucionalidad global del deporte (Giulianotti y Brownell 2012). El gobierno del organismo siempre estuvo dominado por las naciones fundadoras, que incluían a aquellas incorporadas antes de 1987 (como Irlanda, Escocia, Gales, Australia, etcétera), que tenían dos votos reservados en el Consejo, en comparación con los dos votos que se les otorgaban a todas las uniones de América en su conjunto, Asia u Oceanía. En aquel año se incorporan nuevas naciones hasta llegar a cien uniones nacionales. Desde 2017, en las nuevas directivas para la representación en el Consejo de Gobierno, Japón y Argentina tienen cada una tres votos, más que cualquier nación, en reconocimiento por su actual participación en los torneos internacionales, su clasificación para la World Cup y los esfuerzos tendientes a desarrollar el rugby a nivel regional, y organizar los principales torneos. Agustín Pichot, uno de los argentinos representantes en el Consejo, es también el vicepresidente de la World Rugby. Siendo Argentina un país de reciente profesionalización, es el rol de Pichot, entendido como figura de un proceso más amplio, el que permite ver el impacto de la circulación global de jugadores en la era profesional, si se lo compara con el rugby local, cuando este permanecía amateur. La trayectoria internacional de jugadores como Pichot o Felipe Contempomi13 –que también ocupa lugares claves en la gobernanza global del rugby y en la UAR– representa el triunfo de las élites porteñas14,
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que se transforman de héroes a líderes deportivos y organizativos, ubicados, como el rugbier platense, en una circulación global como clase de líderes15. Los “contactos”, el capital social local y global, les permitieron liderar un proceso de expansión del rugby que combina, concomitantemente, incremento de las inversiones del capital privado hacia las organizaciones deportivas; la masificación del rugby como elemento publicitario que amplifica el alcance tanto de los productos como de las caras y símbolos del deporte; la transformación de un deporte con jerarquía porteña en un deporte con jerarquía nacional; y, finalmente, la construcción de un nacionalismo “con clase”. Aunque la asociación con Maradona sea negativa para los amateuristas, el rugby no termina de perder su atributo de superioridad moral, de la que gozaría ya no la clase social porteña que lo practicó y dominó durante un siglo: ahora se extiende al deporte en sí mismo.
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Conclusión Las lógicas de poder a nivel nacional ubicaron a una élite regional que se construyó en el campo económico y social y que hizo del rugby un deporte propio de su distinción. En el campo deportivo, el rugby porteño se construyó en una jerarquía de poder enlazada con los procesos de hegemonía de la capital argentina sobre el interior, y en el rol de la capital como vínculo de la nación con el mundo. La subordinación del interior permitió construir una interacción de identidad/alteridad (Segato 2007), cuyo efecto fue la naturalización en distintos campos –incluido el deportivo– de la capital como centro de la nación. El deporte en particular muestra una instancia más donde se produce ese juego de dominación –que también es de clase y de “valores”/moral– en la producción de la nación. La articulación entre lo local y lo global en la organización del deporte y sus transformaciones permite ver el rol que tienen los nacionalismos en la construcción del valor de los deportes, de las personas que los juegan y de la industria que hace de la nación un negocio. La organización de los deportes muestra un tipo de gobernanza a nivel global en la que el rol de “los emergentes” puede ser clave en el liderazgo de ese tipo de instituciones: mayor globalización, mayores nacionalismos, sólo que el contenido de estos últimos se va significando de modos diferenciales. La posición del rugby en el campo de los deportes nacionales es de subordinación en relación con deportes masivos como el fútbol. Para escalar y producir un deporte nacional, el nacionalismo moral “con clase” al que apelan los promotores de la profesionalización se hermana con el deporte del que siempre se sintió distinto. Para ser un deporte de masas, que justifique la inversión privada, es necesario que se convierta en un deporte nacional. En Argentina es difícil pensar que un deporte pueda construirse sin la alteridad de otras naciones donde se juegue la victoria o la derrota de la patria, y en ello intervienen los modos en que se jugó la construcción
15 Sería de interés indagar, en otra ocasión, el cambio de un modelo de construcción de héroes deportivos en el siglo XX, a uno de construcción de líderes emprendedores en el siglo XXI.
Nacionalismos deportivos con “clase”: el rugby argentino en la era profesional/global Sebastián Fuentes y Daniel Guinness
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de la nación y sus alteridades (Segato 2007; Briones 2005): en relación con otros nacionales, y en el caso de Argentina, mirando a Europa. Pensar una etnografía de lo nacional desprovisto del análisis de símbolos e imágenes es tan problemático como pensarla sin las prácticas y los movimientos/circulaciones de los actores. Tomar al deporte como práctica para comprender las formaciones nacionales de alteridad, y específicamente al rugby, permite ver cómo el deporte reproduce jerarquías e indica nuevas modalidades para entender la producción de la nación en la intersección de lo local y lo global. La nación no es sólo pertenencia, experiencia, o incluso commodity. Es todo ello, y una malla de inteligibilidad en la que se disputan jerarquías internas y externas que hablan en términos morales: quién representa a la nación y con qué valores, y cómo la “nación” es utilizada estratégicamente para posicionar individuos, organizaciones deportivas y empresas. Bajo la rúbrica del nacionalismo y la apelación a un deporte “más abierto” –como decía un integrante de la UAR–, sectores del rugby porteño gobiernan el proceso, ya no sólo de inclusión de Argentina en el rugby mundial, sino también el gobierno del rugby a nivel global, produciéndose como clase global. La nación es una estrategia de un sector de élites para seguir ubicándose por encima de ella, en una posición de centralidad y superioridad. Las matrices de diversidad del Estado-Nación en su configuración territorial siguen estando presentes y organizando la construcción de poder local/nacional y global. Visibilizar esa construcción de alteridades nacionales y morales desde la posición de las élites y sus divergencias permite complejizar el debate sobre la nación y los nacionalismos, porque señala cómo las élites se posicionan para conquistar nuevos espacios de poder.
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Rosana da Câmara Teixeira
Violencia, estigma y desplazamientos: la reconfiguración social y moral de Los Piratas en clave procesual | 129-150
Nicolás Cabrera
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A Associação Nacional das Torcidas Organizadas do Brasil na arena pública: desafios de um movimento coletivo* Rosana da Câmara Teixeira** Universidade Federal Fluminense, Brasil
Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.06 Como citar este artigo: Teixeira, Rosana da Câmara. 2018. “A Associação Nacional das Torcidas Organizadas do Brasil na arena pública: desafios de um movimento coletivo”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 30: 111-128. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.06 Data de recebimento: 30 de maio de 2017; data de aceitação: 3 de outubro de 2017; modificado: 25 de outubro de 2017
* Este artigo é resultado da pesquisa “Mediação de conflitos e políticas públicas de prevenção da violência: possibilidades, limites e desafios do trabalho sociopedagógico com torcidas de futebol realizado pelo Fanprojekte na Alemanha”, desenvolvida durante o pós-doutorado no Programa de Pós-graduação em Antropologia Social (PPGAS) do Museu Nacional, Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil. ** Doutora pelo Programa de Pós-graduação em Sociologia e Antropologia da Universidade Federal do Rio de Janeiro. Pós-doutorado em Antropologia Social pelo Museu Nacional (PPGAS-UFRJ). Professora da Faculdade de Educação da Universidade Federal Fluminense (UFF). Pesquisadora do Laboratório de Educação e Patrimônio Cultural (Laboep-UFF) e do Núcleo de Estudos e Pesquisas sobre Esporte e Sociedade (Nepess-UFF), Brasil. Dentre as últimas publicações, destacam-se: coautora em “Brazil’s Organized Football Supporter Clubs and the Construction of their Public Arenas through FTORJ and ANATORG”. Em Football Fans, Rivalry and Cooperation, editado por Christian Brandt, Fabian Hertel e Sean Huddleston, 76-90. Londres: Routledge, 2017. Coautora em “Le supportérisme militant au Brésil: affrontements, revendications et negociations”. Em Aux Frontières du Football et du Politique. Supportérismes et engagement militant dans l´espace public, editado por Thomas Busset e William Gasparini, 147-164. Berne: Peter Lang, 2016. *rosanat@id.uff.br
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Resumo: a criação da Associação Nacional das Torcidas Organizadas (Anatorg) em 2014 constitui um marco na história do associativismo torcedor no Brasil. Trata-se de uma experiência inédita que simboliza o esforço de lideranças de torcidas organizadas para abstraírem diferenças e rivalidades que têm caracterizado seu relacionamento; com isso, dá-se início a uma mobilização coletiva engajada na luta por direitos. Neste artigo, proponho-me a situar esse acontecimento no contexto da realização dos megaeventos (Copa do Mundo 2014 e Jogos Olímpicos 2016), marcado por iniciativas do poder público para prevenir a violência e por uma crescente criminalização do torcer. Pretendo abordar ainda os dispositivos simbólicos, discursivos e institucionais utilizados pela associação nacional para dialogar com diferentes atores sociais na arena pública em busca do reconhecimento social. Dentre os desafios vividos pela entidade nos três anos de existência, estão as disputas internas e as resistências à coalização nacional por parte de membros de torcidas organizadas engajados em episódios violentos que rejeitam a ideia de aliar-se a agrupamentos considerados inimigos. Por outro lado, a ocorrência de confrontos violentos reafirma
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 111-128 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.06
a visão disseminada de que agremiações são perigosas e devem ser banidas do futebol profissional. Contudo, os protagonistas desse movimento coletivo nacional apostam no capital simbólico acumulado ao longo do processo para se afirmarem como sujeitos de direitos e resistir às controvérsias decorrentes de suas ações e à atual crise política vivida pelo Brasil. A presente análise tem como fundamentos metodológicos a observação participante, o acompanhamento e o registro etnográfico das ações da Anatorg no espaço público. Palavras-chave: Thesaurus: políticas públicas; violência. Palavras-chave da autora: Anatorg; megaeventos esportivos; torcidas organizadas. La Asociación Nacional de las Hinchadas de Brasil en el espacio público: retos de un movimiento colectivo
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Resumen: la creación de la Asociación Nacional de las Hinchadas (Associação Nacional das Torcidas Organizadas, Anatorg) en el 2014 constituye un marco en la historia del asociativismo de hinchas en Brasil. Se trata de una experiencia inédita que simboliza el esfuerzo de líderes de hinchadas para abstraer diferencias y rivalidades que han caracterizado su relación; con ello, se da inicio a una movilización colectiva comprometida en la lucha por derechos. En el artículo, me propongo situar este acontecimiento en el contexto de la realización de los megaeventos (Mundial de Fútbol 2014 y Olimpiadas 2016), marcado por iniciativas del poder público para prevenir la violencia y por una creciente criminalización del hinchar. Igualmente pretendo abordar los dispositivos simbólicos, discursivos e institucionales utilizados por la asociación nacional para dialogar con distintos actores sociales en el espacio público en búsqueda del reconocimiento social. Entre los retos vividos por la entidad en los tres años de existencia están las disputas internas y las resistencias a la coalición nacional por parte de miembros de hinchadas comprometidos en episodios de violencia que rechazan la idea de aliarse a grupos considerados enemigos. Por otra parte, la ocurrencia de enfrentamientos violentos reafirma la visión diseminada de que las agremiaciones son peligrosas y deben ser eliminadas del fútbol profesional. Sin embargo, los protagonistas de este movimiento colectivo nacional le apuestan al capital simbólico acumulado a lo largo del proceso para afirmarse como sujetos de derechos y resistir a las controversias derivadas de sus acciones y a la actual crisis brasileña. El análisis tiene como fundamentos metodológicos la observación participante, el acompañamiento y el registro etnográfico de las acciones de la Anatorg en el espacio público. Palabras clave: Thesaurus: políticas públicas; violencia. Palabras clave de la autora: Anatorg; hinchadas; megaeventos deportivos. The Brazilian National Association of Groups of Soccer Fans in the Public Arena: the Challenges of a Collective Movement Abstract: The creation of the National Association of Organized Groups of Soccer Fans (Associação Nacional das Torcidas Organizadas, Anatorg) in
A Associação Nacional das Torcidas Organizadas do Brasil na arena pública: desafios de um movimento coletivo Rosana da Câmara Teixeira
2014 was a landmark in the history of fans´ associations in Brazil. It was an unprecedented event which symbolized the efforts of the leaders of groups of soccer fans to put an end to the rivalries and hooliganism which had characterized them. It thus gave rise to a collective mobilization of fans who are committed to the defense of their rights. In this article, I aim to put this event into the context of the holding of mega-sports events (the World Cup of 2014 and the Olympics of 2016) marked by State initiatives to prevent violence and the growing criminalization of young fans. It likewise sets out to discuss the symbolic, discursive and institutional devices used by the National Association to negotiate with different social actors in the public arena in order to win a social recognition. Among the challenges which this entity has faced since it was founded three years ago, there are internal disputes and the rejection of the national coalition by members of the torcidas who have been involved in violent incidents and refuse to ally themselves with other groups of fans they regard as enemies. However, the leaders of this national collective movement are wagering on the symbolic capital it has built up in the course of its efforts to affirm themselves as the subjects of rights and stand up to the controversies of the current crisis in Brazil. The methodological foundations of this study include participant observation, an accompaniment of the fans and an ethnographic register of the actions the Anatorg has taken in the public arena.
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criação da Associação Nacional das Torcidas Organizadas (Anatorg) em 2014, resultado de um pacto que envolve 103 agrupamentos, constitui um marco na história do associativismo torcedor no Brasil. Experiência inédita simboliza o esforço de lideranças de torcidas organizadas para abstraírem diferenças e rivalidades que têm caracterizado seu relacionamento e o início de um movimento coletivo engajado na luta por direitos. Neste artigo, proponho-me, em um primeiro momento, a situar esse acontecimento no contexto da realização dos megaeventos (Copa do Mundo 2014 e Jogos Olímpicos 2016), marcado por iniciativas do poder público para prevenir a violência e pela legislação centrada no monitoramento, controle e punição das torcidas. Em seguida, pretendo abordar os dispositivos simbólicos, discursivos e institucionais utilizados pela associação nacional para dialogar com diferentes atores sociais na arena pública em busca do reconhecimento social. Por fim, serão apresentados alguns dos desafios vividos pela entidade nesses três anos de existência. O presente estudo tem como fundamentos metodológicos dados obtidos durante a viagem de intercâmbio à
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Keywords: Thesaurus: violence; public policy. Author´s keywords: Organized supporters in Brazil; Anatorg; mega events.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 111-128 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.06
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Alemanha em março de 2014 (realizada pela autora no contexto do projeto Futebol para o Desenvolvimento), a observação participante, o acompanhamento e o registro etnográfico das ações da Anatorg no espaço público, além da análise do material disponível na sua página na internet e de conversas informais e entrevistas com lideranças do movimento. Entre 2015 e 20161, participei dos seminários promovidos pelo Ministério do Esporte, de uma audiência pública da Comissão de Segurança Pública da Assembleia Legislativa do Rio de Janeiro e do primeiro seminário organizado pela Anatorg. O registro de situações concretas como parte da análise dos processos sociais foi defendido por Van Velsen (1987) ao sugerir que se privilegie casos que incluam disputas por se constituírem em oportunidades para desvendar a dinâmica das interações em um dado contexto social e cultural. Focalizar gente, lugar e tempo possibilita apresentar ações e sequências em cenários específicos, fornecendo ao leitor melhores condições para comparar os dados apresentados com as conclusões que foram extraídas deles. Esses dados foram fundamentais na elaboração da terceira e quarta seção deste texto. A fundação da Anatorg coloca em perspectiva tensões e dramas diversos. O primeiro e importante desafio foi reunir membros das torcidas adversárias para construir uma pauta comum de reivindicações. A segunda etapa do processo tem sido marcada pela tentativa de persuadir as bases das torcidas organizadas a aderirem ao movimento coletivo nacional, dando trégua nos confrontos físicos. As torcidas organizadas de futebol constituem um fenômeno do final dos anos 1960 e início da década de 1970 (Hollanda 2009; Teixeira 2003; Toledo 1996). Reunindo jovens do sexo masculino, entre 14 e 25 anos de idade, com origens e trajetórias socioculturais e econômicas diversas, esses grupos se tornaram importantes espaços de pertencimento e interação social. Essas estruturas hierarquizadas inauguraram um novo padrão de relacionamento entre si e com os dirigentes dos clubes, assumindo, ao longo da década de 1980, um aspecto cada vez mais profissional. Pouco a pouco, ganharam visibilidade devido ao seu caráter contestatório e às festas produzidas nas arquibancadas para incentivar seus clubes. No entanto, entre o final dos anos 1980 e o início da década de 1990, uma série de embates entre integrantes de torcidas rivais e destas com as forças policiais colocou esses grupos na mira dos meios de comunicação e das autoridades, e passaram a ser considerados “um problema social”. O caso mais emblemático foi a chamada “Batalha campal”, confronto que envolveu integrantes da torcida Mancha Verde, do Palmeiras, e da Tricolor Independente, do São Paulo, ocorrido no gramado do estádio do Pacaembu, em São Paulo, em 1995. A partir de então, observou-se um crescente processo de criminalização do torcer, e os torcedores organizados passaram “a ser classificados como ‘delinquentes’ e ‘vândalos’ (por se ferirem fisicamente, incluindo o uso de armas de 1
Essa fase da pesquisa de campo foi realizada durante o pós-doutorado em Antropologia Social no Museu Nacional (PPGAS-UFRJ), sob a supervisão do Prof. Dr. José Sergio Leite Lopes.
A Associação Nacional das Torcidas Organizadas do Brasil na arena pública: desafios de um movimento coletivo Rosana da Câmara Teixeira
I. Associativismo torcedor em tempos de crise: megaeventos e políticas públicas de segurança A realização da Copa do Mundo 2014 e dos Jogos Olímpicos 2016 exigiu mudanças de infraestrutura e a elaboração de um plano de segurança para a gestão do público (Hollanda e Reis 2014). As praças esportivas sofreram alterações significativas: antigos estádios foram reformados e novos foram construídos para atender às exigências da Federação Internacional de Futebol (FIFA). O processo de elitização em curso, tendo como modelo as arenas europeias, com capacidade reduzida, preços elevados dos ingressos e a adoção da política do all-seated (fim dos setores em pé nos estádios) resultou no cerceamento de práticas torcedoras, em nome do controle e da segurança (Teixeira e Hollanda 2016). Segundo a lógica vigente do futebol mercantilizado, orientada para atender ao perfil do espectador-consumidor, as torcidas organizadas se tornaram atores sociais indesejáveis. As transformações arquitetônicas afetaram práticas culturais inventadas pelo público das arquibancadas e consagradas nelas. O estádio, lugar de memória individual e coletiva, tornou-se, especialmente entre os anos 1970 e 1990, palco privilegiado para os personagens-torcedores manifestarem sua paixão pelo time de
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fogo), sendo responsabilizados por disseminar a insegurança e o medo” (Teixeira e Hollanda 2016, 12). A Anatorg vem se dedicando, na arena pública, a modificar as representações sociais predominantes e a provar a autenticidade de seus objetivos. Nessa direção, tem estimulado as lideranças de torcidas organizadas a conquistarem o apoio dos seus membros procurando conscientizá-los de que o futuro dos agrupamentos está em jogo. A despeito desses esforços, confrontos e mortes têm ocorrido com certa regularidade, o que reforça argumentos, especialmente nos meios de comunicação, favoráveis à exclusão desses atores sociais dos estádios e ao recrudescimento da repressão como única via para o controle dos episódios de violência por parte das autoridades. Desse modo, tais confrontos colocam à prova a legitimidade desse movimento coletivo; além disso, a Anatorg também sofre as consequências da mudança política vivida pelo país com a destituição da presidenta Dilma Rousseff em 2016. A seguir, apresento a “estrutura da conjuntura” (Sahlins 1994), ou seja, o conjunto de relações históricas e o encadeamento de fatos que levaram à formação da Anatorg. Segundo Sahlins (1994, 191), um evento não é apenas um acontecimento, “mas a relação entre um acontecimento e um dado sistema simbólico”. Nesse sentido, é possível afirmar que, a despeito de seus objetivos e razões, a significância histórica da Anatorg relaciona-se diretamente ao modo como esse evento tem sido interpretado e culturalmente significado no espaço público. A experiência dessa coalização nacional contribui com o campo de reflexões que se desenvolve sobre a nova face do associativismo juvenil em torno do futebol profissional, em diversos países (Busset, Basson e Jaccoud 2014), possibilitando colocar em perspectiva diferentes facetas do fenômeno assim como seus aspectos comuns.
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futebol e pela torcida, através das festas catárticas produzidas. Contudo, esses espaços foram transformados em arenas controladas e vigiadas, nas quais o ato de torcer é disciplinado em nome da segurança do espetáculo. O processo de modernização dos estádios, a intensificação dos confrontos entre torcedores organizados, com o consequente endurecimento das ações do Grupamento Especial de Policiamento dos Estádios (Gepe) no Rio de Janeiro, serviram de estímulo para o surgimento da Federação das Torcidas Organizadas do Rio de Janeiro (FTORJ) em 2008. A Federação, iniciativa de lideranças das Torcidas Jovens de quatro clubes cariocas (Botafogo, Flamengo, Fluminense e Vasco da Gama), contou com a adesão de dez agrupamentos. O mote inicial para o empreendimento foi assim sintetizado por José Maria, ex-presidente da Torcida Jovem do Flamengo e primeiro presidente da Federação: “Todo mundo cresceu se odiando, mas não adianta continuarmos e amanhã ou depois vermos as organizadas todas fechadas” (José Maria citado por Hollanda, Medeiros e Teixeira 2015, 93). Como consequência, um movimento reivindicatório começou a se constituir para defender os interesses desses grupos, estabelecer um canal de comunicação com as autoridades e definir uma pauta de ações coletivas (Hollanda, Medeiros e Teixeira 2015). A oportunidade de apresentar publicamente a Federação ocorreu no seminário de prevenção da violência realizado pelo Ministério do Esporte, em São Paulo, em julho de 2009. Apesar da receptividade inicial, a FTORJ se deparou com um cenário adverso. Em 2010, o Governo Federal sancionou a Lei 12.2992, que marcou o endurecimento do Estatuto de Defesa do Torcedor (Lei 10.671/2003)3. Os dispositivos inseridos (1-A, 2-A, 39-A e 39-B) trataram especificamente das torcidas organizadas, responsabilizando-as juridicamente pelos danos causados por seus integrantes dentro e/ou fora dos estádios. Por outro lado, o Ministério do Esporte avançou na realização de seminários regionais e nacionais com os representantes dessas agremiações. Tal iniciativa se inseriu no quadro de ações definidas pela Comissão Nacional de Prevenção da Violência e Segurança nos Espetáculos Esportivos (Consegue) com o objetivo de trazê-las para a sua esfera de controle, temendo possíveis conflitos ou manifestações durante os megaeventos a serem realizados no país. Essa instância governamental foi criada em 2004, através de decreto, pelo então presidente Luiz Inácio Lula da Silva, com a missão de elaborar uma política pública nacional propícia à instauração de uma cultura pacífica nos estádios de futebol (Reis 2006). Todavia, um acontecimento alterou a correlação de forças entre torcidas organizadas e poder público. A mobilização iniciada pela FTORJ se fortaleceu e ganhou novo patamar após a viagem de intercâmbio à Alemanha, em março de 2014. O convite foi feito pelo Programa Setorial Esporte para o Desenvolvimento (Sport 2
Lei 12.299 de 27 de julho de 2010. http://www.planalto.gov.br/ccivil_03/_Ato2007-2010/2010/Lei/L12299.htm
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Lei 10.671 de 15 de maio de 2003. Dispõe sobre o Estatuto do Torcedor e dá outras providências. http://www. planalto.gov.br/ccivil_03/LEIS/2003/L10.671.htm
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Os pesquisadores Felipe Tavares Lopes (Universidade de Sorocaba, Uniso) e Rosana da Câmara Teixeira (Universidade Federal Fluminense, UFF) também participaram do intercâmbio.
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Für Entwicklung), da Agência Alemã de Cooperação Internacional para o Desenvolvimento Sustentável (GIZ), por encargo do Ministério Federal de Cooperação Econômica e Desenvolvimento (BMZ). O intercâmbio se inseriu em uma agenda de atividades no contexto do projeto Futebol para o Desenvolvimento (FpD), sendo resultado da parceria entre os governos do Brasil e da Alemanha, no período de 2012 a 2014. Integraram a delegação brasileira funcionários do Ministério do Esporte, da Secretaria da Juventude, dos governos dos estados de Fortaleza, Rio de Janeiro e São Paulo4, assim como os membros da FTORJ e líderes de torcidas de Fortaleza, Santos e São Paulo. A viagem incluiu a visita a estádios e às sedes dos Fanprojekte das cidades Augsburg, Berlim, Dortmund e Dusseldorf. O grupo teve a oportunidade de se reunir com representantes do governo alemão, pesquisadores da Universidade de Bielefeld, com Michael Gabriel, diretor do Koordinationsstelle Fanprojekte (Centro de Coordenação dos Projetos de Torcidas, KOS), com educadores sociais, assistentes sociais dos Fanprojekte e com torcedores ultras (Lopes e Teixeira, s.d.). Os Fanprojekte, desenvolvidos desde o final da década de 1980, são instituições independentes dos clubes de futebol, das associações de torcedores e das forças de segurança, e se estruturam em torno do trabalho sociopedagógico com jovens. Partem da premissa de que é importante apoiá-los e, em contrapartida, esperam que se comprometam na resolução dos problemas atuando como interlocutores nas associações de torcedores (Lopes e Teixeira, s.d.). O contato com a experiência desenvolvida na Alemanha estimulou as torcidas organizadas participantes da viagem a reelaborarem suas estratégias de luta. Uma mudança significativa foi a incorporação em seus discursos do desenvolvimento de ações sociopedagógicas articuladas às medidas de cunho repressivo que têm pautado as políticas públicas de prevenção adotadas pelo governo brasileiro. As experiências acumuladas pela FTORJ no espaço público e o diálogo estabelecido com representantes das torcidas de Fortaleza, Santos e São Paulo (que integraram a excursão à Alemanha) contribuíram para a articulação de uma entidade nacional. Os encontros organizados pelo Ministério do Esporte favoreceram trocas mais intensas e constantes entre representantes de agrupamentos dos diferentes estados e destes com as autoridades. A criação de grupos no aplicativo de mensagens instantâneas WhatsApp também contribuiu para que os torcedores discutissem propostas, identificassem diferenças de posicionamento e as dificuldades a serem superadas. A produção, circulação e troca de argumentos tornaram o ambiente do III Seminário Nacional, promovido pelo Ministério do Esporte em dezembro de 2014, favorável ao lançamento da Anatorg. Na ocasião, representantes de 103 torcidas do país afirmaram o propósito de participar das políticas públicas destinadas às torcidas organizadas. E, em contrapartida, assumiram o compromisso de promover atividades e campanhas junto aos seus associados, com vistas a reduzir a incidência de conflitos (Teixeira e Trejo 2016).
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Ainda em dezembro de 2014, a Anatorg divulgou um primeiro comunicado no qual justificou o surgimento da entidade como uma resposta à marginalização vivida por esse segmento: “seguindo um conceito do movimento ultra que vem da Alemanha, fica aqui o nosso recado: ‘Fale conosco e não sobre nós!’”5. Uma vez criada, a associação se engajou em um processo de entendimentos e negociações para definir ações coletivas e defender o estilo de torcer das torcidas organizadas.
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II. Da hostilidade à solidariedade: dádiva e associativismo Como foi possível criar o vínculo social em um universo marcado por antagonismos e conflitos interorganizacionais intensos? Considerando o histórico de inimizades e vinganças entre as torcidas organizadas, que bens simbólicos e materiais circularam entre os atores sociais que permitiram ultrapassar desavenças e fizeram emergir um interesse partilhado e uma aliança nacional (Hollanda e Teixeira 2017)? De acordo com o antropólogo Marcel Mauss (2003), a vida social organiza-se em torno de prestações e contraprestações feitas, sobretudo, de forma voluntária, embora sejam, no fundo, rigorosamente obrigatória. A esse sistema de reciprocidades, considerado básico para a criação do vínculo social, respaldado na universalidade da tríplice obrigação coletiva de doação, recebimento e devolução de bens simbólicos e materiais, Mauss denominou “teoria da dádiva”. Segundo Martins (2005, 55), uma das contribuições do antropólogo francês foi demonstrar que a sociedade -fenômeno total- constitui “um todo integrado por significações circulantes (gestos, risos, palavras, presentes, sacrifícios, etc.)” que articulam atores e instituições sociais de modo complexo. Allan Caillé (2002), um dos difusores do pensamento maussiano, vem assinalando as contribuições da teoria da dádiva como um modelo interpretativo para se pensar os fundamentos da solidariedade e da aliança nas sociedades contemporâneas. Entrar em associação implica disponibilizar seu tempo e sua pessoa, o que demonstra, na sua acepção, o vínculo entre a significação da dádiva e o estatuto da vida associativa. Isso quer dizer que as motivações envolvidas na constituição das alianças são complexas e não podem ser reduzidas à lógica mercantil moderna, ao simples interesse utilitário ou mesmo aos contratos jurídicos e formais. A existência de qualquer associação se alimenta subjetivamente das crenças compartilhadas pelas pessoas envolvidas, na expectativa de reciprocidade da confiança depositada no projeto. O surgimento de uma associação nacional de torcedores, em um meio marcado por hostilidades recíprocas, deve ser compreendido no contexto mais amplo de uma crise que atingiu as torcidas organizadas. Essa crise resultou de três fatores articulados: o processo de modernização dos estádios para a realização dos megaeventos no país, a legislação repressora e a criminalização das torcidas organizadas pelos meios de comunicação. A avaliação consensual de que se encontravam em um momento dramático da sua existência e a incerteza em relação ao futuro favoreceram a 5
http://anatorg.com.br/wp/index.php/quem-somos/. Consultado em 24 abril 2017.
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construção do diálogo. Na visão dos líderes, a crise colocou as torcidas diante de um problema: ou se unem ou acabam. Em nome dessas instituições, deviam provar publicamente a capacidade de superar o passado de ódio, suspender o ciclo de vinganças e o eterno revanchismo. Do mesmo modo que o observado na constituição da FTORJ (Hollanda e Teixeira 2017), antes de se materializar juridicamente, o pacto nacional sustentou-se na palavra dada, no compromisso assumido pelos membros fundadores, muitos deles inimigos de longa data, com a causa comum e na expectativa de que todos retribuíssem a confiança depositada no empreendimento. Somente a partir desse acordo moral, a formalização jurídica da entidade se concretizou. Uma mobilização coletiva emerge, portanto, quando os membros de uma coletividade se sentem afetados direta ou indiretamente por uma situação problemática, a qual são confrontados e organizam meios para enfrentá-la, engajando-se em vários tipos de cooperação e competição (Cefai 2015, 3). O sucesso da iniciativa dependeu, em grande parte, da habilidade desses mediadores, familiarizados com interesses e problemas vividos pelas torcidas, em reconciliar partes em conflitos em nome da sobrevivência desses grupos. À medida que o movimento cresce, a Anatorg procura se afirmar como “porta-voz” das arquibancadas. Em sua caminhada, assumiu como bandeira o combate à mercantilização do futebol e passou a divulgar notas de repúdio ao horário dos jogos às 22 horas durante a semana, ao valor exorbitante dos ingressos, à proibição das torcidas se manifestarem criticamente nos estádios através de faixas e cartazes. Vem se posicionando também contra a decisão tomada pelo Ministério Público, em diversos estados, de permitir a presença de apenas a torcida de um clube de futebol para prevenir conflitos. A Anatorg vem alertando ainda as autoridades para jogos que oferecem risco de confrontos e lançando campanhas que estimulam a rivalidade positiva (“Somos rivais, não inimigos”). Além disso, tem apoiado reuniões entre diretorias e lideranças de bairros das torcidas de diferentes estados com o objetivo de obter apoio. Reafirmam nas redes sociais a ideia defendida no IV Seminário Nacional de Torcidas Organizadas ocorrido em São Paulo, em 2015, de que, no movimento “torcidas unidas”, a camisa é uma só, e, por isso, a marca da associação foi disponibilizada em várias cores para que a representatividade de todas seja respeitada. Do ponto de vista jurídico, vem se empenhando na crítica aos dispositivos 39-A e 39-B inseridos pela Lei 12.299/2010 ao Estatuto do Torcedor (2003), que punem as entidades pelas ações isoladas dos seus membros, reivindicando sua alteração e a individualização das penas (Lopes 2014). Em 2016, a associação promoveu um seminário nacional, no Rio de Janeiro, para definir e integrar as ações dos grupos filiados. Diferentemente dos anteriores encontros, nesta edição, a ação do Ministério do Esporte se limitou ao auxílio financeiro e logístico, cedendo funcionários para apoiar as atividades. A organização ficou sob a responsabilidade da associação que, ao longo de dois dias, se dedicou a fazer um balanço dos dois anos de existência e a debater os rumos a seguir. O presidente, André
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Azevedo, no discurso de abertura, ressaltou que o evento foi idealizado para ser um espaço de trocas: “são as torcidas falando, criticando e dando sugestões para avançar como torcida e movimento organizado”. A seguir, serão apresentadas algumas das estratégias utilizadas pela associação em seu trânsito pela esfera pública com o propósito de consolidar seu papel como representante das torcidas organizadas.
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III. A Anatorg na arena pública: demandas e negociações As análises que se seguem foram desenvolvidas, especialmente, a partir dos dados produzidos ao longo do acompanhamento de eventos nos quais representantes da associação nacional defenderam seus pontos de vista e suas propostas. Nessas situações sociais (Van Velsen 1987), foi possível também observar discordâncias e contradições vividas pelo movimento e os esforços de conciliação ou superação de controvérsias colocados em cena. Conforme demonstrado, a emergência da associação nacional resultou de um amplo e complexo processo de negociações e pactos concretos efetivados por membros das torcidas organizadas nas redes de pertencimento das quais fazem parte. A partir do acordo inicial, os grupos passaram a definir termos e estratégias de ação para dialogar com as autoridades (Busset 2014). Dispositivos discursivos, simbólicos, jurídicos e institucionais foram colocados em cena com vistas a conquistar o reconhecimento social na arena pública. No entanto, é preciso considerar que “uma arena pública não é um espaço-tempo uniforme e homogêneo, mas se apoia em uma multiplicidade de cenas e seus bastidores” (Cefai, Veiga e Mota 2011, 40). Desde a sua criação, a Anatorg vem participando de reuniões com torcidas organizadas de vários estados do país, de programas de televisão e rádio, de audiências com o Ministério Público em São Paulo e no Rio de Janeiro. Esteve presente em uma sessão na Assembleia Legislativa do Rio de Janeiro, em eventos acadêmicos e nos fóruns promovidos pelo Governo Federal para tornar públicas suas ideias e programa. Com o intuito de obter visibilidade junto à opinião pública e adesão das bases torcedoras, passou a divulgar seus objetivos e sua atuação nos diferentes contextos institucionais, na página na internet6, na tevê Anatorg7 (YouTube) e na rede social Facebook8. Desse modo, o nascimento da Anatorg simboliza o empenho das lideranças de torcidas na construção de pontes e conexões entre pessoas, instituições e saberes pelos universos nos quais transitaram (Velho 2001) com o objetivo de gerar novos valores e condutas. Nessa jornada, estabeleceram contatos com pesquisadores e estreitaram relações com representantes do Ministério do Esporte. Um deles, em particular, constituiu-se em um aliado estratégico. Helvécio Araújo, um dos coordenadores dos seminários, 6
Mais informações na página http://www.anatorg.com.br/. Consultado em 23 abril 2017.
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https://www.youtube.com/channel/UCfAObnC66vOHw5U44iqv1cA/feed. Consultado em 23 abril 2017.
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https://www.facebook.com/anatorgoficial/. Consultado em 28 abril 2017.
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Nesse percurso, é importante destacar a participação da pesquisadora Heloísa Baldy dos Reis na constituição da Consegue e a sua atuação como consultora dos Ministérios da Justiça e dos Esportes de 2003 a 2015.
10 Para integrar essa Câmara, foram convidados quatro pesquisadores: Bernardo Buarque de Hollanda (Fundação Getúlio Vargas, FGV), Felipe Tavares Lopes (Uniso), Heloísa Baldy dos Reis (Universidade Estadual de Campinas, Unicamp) e Rosana da Câmara Teixeira (UFF). 11 Essa padronização tinha como referência a atuação do Gepe, criado em 1991, no Rio de Janeiro, e as experiências na mediação dos conflitos entre torcidas organizadas de futebol, consideradas bem-sucedidas. O comandante do Gepe, na ocasião, o tenente-coronel João Fiorentini, participou de vários seminários promovidos pelo Ministério do Esporte e foi convidado a integrar uma das Câmaras Técnicas da Consegue voltada para a discussão de medidas de prevenção da violência (Teixeira e Trejo 2016).
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tornou-se um mediador entre os interesses dos agrupamentos e os projetos desenvolvidos pelo Governo Federal. Em virtude do diálogo consolidado com torcidas organizadas e com pesquisadores9, contribuiu para a alteração da configuração dos seminários de modo que as torcidas tivessem voz e espaço para apresentar suas visões. Além disso, participou da constituição da Câmara Técnica de Organização e Associação de Torcedores junto à Consegue, em 2014, reunindo torcedores, pesquisadores e integrantes do Governo. No início do segundo mandato da presidente Dilma Rousseff, em 2015, também acompanhou a criação da Câmara Temática de Acadêmicos e Estudiosos, algo inédito no âmbito governamental e para a qual foram convidados quatro especialistas10. A aprovação dos nomes desses especialistas pela Anatorg sinaliza o seu reconhecimento como mediadores nesse campo de lutas. Oferecendo instrumentos de reflexão, apresentando conhecimentos sobre outras experiências relacionadas ao fenômeno do associativismo torcedor, mas igualmente descrevendo e analisando as especificidades do caso brasileiro, eles têm contribuído para a legitimidade do diálogo e das negociações entre torcedores e poder público (Teixeira e Trejo 2016). Assim, diagnósticos e interpretações formulados no âmbito acadêmico pautaram algumas discussões. Em virtude da mudança no comando da Secretaria Nacional de Futebol e Defesa dos Direitos do Torcedor, em 2015, Helvécio Araújo foi afastado do cargo. No IV Seminário Nacional de Prevenção da Violência em São Paulo, em dezembro do mesmo ano, Araújo, que participou na qualidade de convidado, fez uma análise da gestão anterior. Em sua perspectiva, foi um avanço “a inclusão na Consegue dos torcedores com direito a voz e voto e de pesquisadores para acompanhar a construção das políticas públicas. Fez a diferença a criação de uma câmara de especialistas indicados pela Anatorg”. Reconheceu, contudo, que se avançou pouco na resolução do problema da violência. Entre os maiores obstáculos enfrentados, identificou a falta de coordenação entre os diferentes atores públicos (Ministério Público, Ministério do Esporte, Ministério da Justiça, forças policiais e dirigentes de clubes de futebol) e de sistematização das informações. Defendeu a padronização de procedimentos de segurança em todos os estados brasileiros11 e criticou a falta de compromisso com os resultados que levam, de forma recorrente, à interrupção de projetos: “[o] governo não dá continuidade ao que sabe que é bom. Não há continuidade das ações do poder público, cada mudança de governo, representa uma mudança política, na forma de tratar o
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problema”. Por fim, Helvécio Araújo avaliou que as torcidas são pouco organizadas, que devem cuidar da parte jurídica e providenciar o cadastramento social dos seus membros: “[p]recisam se convencer da força da união e da necessidade de transparência das ações. Precisam ganhar a opinião pública”. Ganhar a opinião pública talvez seja um dos maiores desafios do movimento associativo. Afinal, como superar a desconfiança e o sentimento de reprovação dominante? Vejamos agora alguns argumentos que estão no centro da controvérsia.
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IV. A Associação Nacional como projeto de risco e os desafios do movimento coletivo A ocorrência de confrontos violentos está no centro da polêmica e reafirma a visão disseminada de que as torcidas organizadas são agrupamentos perigosos que devem ser banidos do futebol profissional. Segundo estudos do sociólogo Mauricio Murad (2013), entre 1999 e 2008, o Brasil foi o campeão mundial no número de mortes de torcedores. Foram contabilizadas 42 mortes, ou seja, uma média de 4,2 por ano. Em 2012, houve 23 assassinatos de torcedores em razão de conflitos entre torcidas. No ano de 2014, foram computadas 18 mortes. Já em 2015, no Rio de Janeiro, inúmeras brigas que envolveram integrantes das Torcidas Jovens ocasionaram prisões, proibições de frequentar os estádios ou de se fazer representar portando faixas, bandeiras e instrumentos musicais. Em 2017, foram registradas as mortes de dois torcedores, um no Rio de Janeiro e outro em São Paulo. De modo geral, as medidas adotadas pelo Ministério Público dos governos estaduais para o enfrentamento da questão têm sido quase que exclusivamente repressivas. Na contramão, portanto, das discussões e dos encaminhamentos promovidos pelo Ministério do Esporte nos últimos anos que, apostando no diálogo com as torcidas, acabou favorecendo a articulação entre elas. O movimento de torcidas sofre, assim, com o descompasso entre as ações em âmbito federal e estadual (Teixeira e Hollanda 2016). Por outro lado, a Anatorg vem encontrando resistências por parte de membros de torcidas organizadas engajados em episódios violentos que rejeitam a ideia de aliar-se a agrupamentos considerados inimigos. A rivalidade entre torcidas de um mesmo clube e, cada vez mais recorrentes, contendas no interior de uma mesma torcida preocupam a associação. Esta é, sem dúvida, uma das dimensões mais delicadas e complicadas na trajetória da entidade em busca de legitimidade. Se, perante a opinião pública, deve se justificar e provar a autenticidade de seus propósitos, internamente, trava uma batalha para superar egos, vaidades e desconfianças. À medida que a associação avança nas teias burocráticas, seus líderes sofrem acusações de terem se afastado das bases, de não “serem mais da arquibancada”. Desse modo, “a relação com o Estado, longe de ser ‘neutra’ afeta o conjunto das relações no interior do próprio movimento” (Leite Lopes e Heredia 2014, 22). Toda a diretoria da Anatorg é de arquibancada, toda a diretoria já brigou algum dia -e não foi pouco! Mas escolhemos o nosso caminho e ele é diferente. [...]. Não cobramos mensalidade das torcidas, não recebemos verba pública, não temos parcerias
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financeiras e nosso engajamento sai de pessoas que acreditam na causa. Simples assim. [...]. Nossa luta é muito maior que qualquer vaidade de qualquer torcida, lutamos por um espaço onde possamos manifestar nossa festa na arquibancada respeitando cada cultura regional. Nossa luta é por um setor popular onde o preço dos ingressos seja acessível às classes sociais mais baixas. Nossa luta é pela mudança no estatuto do torcedor onde pune as torcidas por delito provocado por um único indivíduo12.
É muito difícil conscientizar a massa. Primeiro a gente tem que se organizar internamente. Deixar de ser filho para ser pai. O maior problema está nos bairros. Eles se veem acima da instituição. Estou indo de bairro em bairro. A informação vem da liderança. Você tem que analisar como está passando a informação. Todo bairro tem um líder. Tem que saber mais. Chegar na célula, no representante do bairro. É um trabalho árduo. O problema é acabar com a cultura da briga. Vamos acabar com a hipocrisia. Não sou amigo de ninguém. A briga não vai acabar nunca. Tem que acabar é com a covardia. Três anos e não resolvemos nada. Bonito as torcidas unidas, mas até que ponto? O líder não repassa pros seus membros porque tem medo. Ou muda a mentalidade ou vai perder espaço. Tem que ir para a base. Tem que fazer como no movimento estudantil. Temos que amadurecer. O líder tem que ter ação. Botar a cara pra bater. Vamos nos manter vivos. Vou implantar a ideologia correta. 12 Comunicado “O que é e para que serve a Anatorg”. https://www.facebook.com/anatorgoficial/posts/1035464276519145:0. Consultado em 23 abril 2017. 13 https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=1107797052619200&id=784529428279299. Consultado em 23 abril 2017.
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O texto acima reúne alguns dos argumentos utilizados pela entidade para se afirmar e se justificar diante das críticas e desconfianças, insistindo sobre a necessidade das torcidas se politizarem, de se perceberem como “movimento social”, cujo papel não é apenas organizar a festa na arquibancada, mas também representar o coletivo de torcedores13. No seminário nacional realizado pela Anatorg em dezembro de 2016, na Federação de Futebol do Rio de Janeiro, de modo geral, as lideranças concordaram que o controle dos membros envolvidos em episódios violentos constitui um dos maiores desafios do movimento. A esse respeito, André Azevedo, presidente da associação, assim se pronunciou: “[a] gente precisa se reeducar. Se conscientizar, buscar nossos interesses. Ganhar a opinião pública. Ou a gente se reinventa ou acaba”. Na ausência de autoridades governamentais e policiais, os torcedores se sentiram mais à vontade para abordar com franqueza as dificuldades vividas no cotidiano. Alguns líderes sintetizaram as angústias da maioria dos presentes.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 111-128 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.06
Como se pode observar, as falas evidenciam que “a cultura da briga” constitui o maior adversário do movimento coletivo nacional para se afirmar e conquistar o reconhecimento social. E os bairros são citados como territórios problemáticos, difíceis de serem cooptados, seja porque seus líderes têm uma “ideologia” diferente e se veem “acima da instituição”, seja porque têm medo de repassar as ideias da associação para os seus integrantes, temendo represálias. Na avaliação de muitos torcedores, atualmente, as brigas não seguem qualquer código de honra. No passado, diferentemente, as condutas eram regidas por um código de masculinidade que valorizava a luta, o corpo a corpo, em que o objetivo era humilhar e derrotar o oponente (Teixeira 2003). Na interpretação desses atores, hoje prevalece a intolerância radical cujo objetivo é eliminar o rival, sendo comum o uso de facas, barras de ferro e, sobretudo, armas de fogo. As categorias nativas “covardia” e “judaria”14 expressam a face mais dramática do processo, em que não é dado ao adversário qualquer chance de defesa, conforme o relato de um torcedor no seminário, em 2016: [n]o Rio a gangue do bonde fala mais alto que a camisa. As torcidas sentem a guerra de quadrilhas. Tem a questão da afirmação. Ninguém quer conversar com a gente. Alguma coisa tem que ser feita. Tanto tempo e não tem resultado. Morte aqui acontece fácil. 124
Além disso, a exposição deliberada ao risco, cujos resultados são imprevisíveis, fascina muitos torcedores que dizem sentir prazer na adrenalina provocada pelos embates violentos. A tal ponto que muitos não temem os esquemas de segurança definidos pelas forças policiais, e tentar burlá-los é um ingrediente a mais nessa busca pela excitação (Elias 1992). O papel dos líderes junto às torcidas organizadas vem sendo objeto de intensos debates. No III Seminário Nacional, em 2014, quando foi fundada a Anatorg, as discussões transcorreram, em grande parte, em torno do consenso de que a liderança é uma referência para os outros integrantes e da necessidade de uma mudança de comportamento, na gestão dos agrupamentos. Falou-se ainda em uma “heroicização da violência” que estimula um círculo vicioso (arma, represália, retaliação, vingança) e produz inúmeras vítimas: “o moleque que chega pode morrer porque vestiu uma camisa e devido a um problema que aconteceu, muitas vezes, quando ele ainda nem tinha nascido”. Outro torcedor ponderou sobre a discriminação sofrida e suas consequências: “somos um grupo discriminado. As pessoas têm medo de você, é o peso do estigma. As lideranças querem ganhar no terror, tem que mudar a postura, conquistar a credibilidade, respeito, mostrar compromisso, postura, o cara não quer aprender, escutar”. Tendo em vista esses posicionamentos, nos comunicados publicados na internet, os membros da Anatorg sustentam que, na sua concepção, hombridade é ter coragem para mudar. Honrado e viril é aquele torcedor que diz não à violência. 14 A palavra simboliza, para esses torcedores, a traição, utilizando como referência o personagem bíblico Judas, conhecido por ter traído Jesus Cristo.
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Trata-se de uma associação que pede às suas torcidas mais hombridade, até mesmo quando se tem problemas, que diz NÃO à arma de fogo, que diz NÃO à covardia, que diz NÃO aos “esquemas”. O que falta é isso: coragem para mudar. O que o futebol moderno quer é o fim das torcidas, querem trocar o torcedor organizado pelo consumidor “domesticado”15.
[o]s confrontos violentos entre torcidas de futebol, longe de ser produto do mero acaso, ou promovidos por indivíduos naturalmente desajustados, obedecem a certos arranjos que explicitam padrões de masculinidade, disputas por poder 15 https://www.facebook.com/anatorgoficial/posts/1035464276519145:0. Consultado em 20 março 2017. 16 http://anatorg.com.br/wp/index.php/quem-somos/. Consultado em 28 abril 2017.
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Por outro lado, nos meios de comunicação, nas redes sociais e nos fóruns públicos, a Anatorg reconhece a gravidade do problema, mas contra-argumenta que, se o fenômeno da violência atinge a sociedade como um todo, não seria diferente com essas agremiações. E apelam que as autoridades considerem medidas preventivas e o desenvolvimento de projetos sociopedagógicos com esses jovens, a exemplo do que acontece na Alemanha, através dos Fanprojekte. Para defender-se, alegam que um movimento torcedor que reúne cerca de 2 milhões de jovens em todo o país não pode ser penalizado pela ação de uma pequena parcela que adere à violência. E ressaltam, entre os aspectos positivos das torcidas organizadas, o fato de se constituírem em espaços de lazer para seus membros e de realizarem campanhas e projetos sociais. Em nome das instituições, prometem cooperar na resolução dos problemas, contudo alertam que o Estado deve fazer a sua parte, “já que segurança pública e educação são coisas raras e que afetam o nosso segmento”16. Segundo o antropólogo José Garriga Zucal (2010), as práticas violentas no contexto das torcidas de futebol não devem ser concebidas como irracionais, porque são significativas para os torcedores. Para alguns deles, essas práticas estão associadas à conquista territorial, a certas concepções de corpo e a um modelo de masculinidade, que diz que “homem de verdade” deve aguentar as adversidades e a dor. Nesse universo, a participação em embates corporais torna-se importante instrumento de posicionamento identitário e uma forma privilegiada de obtenção de capital social (Lopes e Teixeira s.d.). Desse modo, o aumento da repressão por parte dos órgãos de segurança dos governos estaduais como estratégia isolada de enfrentamento da questão “tem gerado impasses e inviabilizado a constituição legítima de um diálogo entre Estado e sociedade” (Teixeira e Hollanda 2016). Ao invés de simplesmente reprimir, é preciso antes compreender os sentidos e significados que a briga e a rivalidade assumem para esses atores sociais (Teixeira 2016). Afinal, se esse tipo de violência respalda-se na realidade social, é preciso investigar por que o futebol se transformou em um contexto privilegiado para expressar o prazer de brigar por parte desses jovens (Dunning, Murphy e Williams 1992). Assim:
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econômico, prestígio, reciprocidade e territorialidade no interior desses subgrupos (Teixeira e Hollanda 2016, 18).
Para sensibilizar esses subgrupos sobre os benefícios da coalizão, a Anatorg vem insistindo que tais condutas levarão ao aumento das proibições, punições, banimentos, que atingem toda a torcida (e não somente os indivíduos envolvidos), acentuando o processo de estigmatização e colocando em risco a própria existência desses grupos.
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Conclusão Neste artigo, através da análise do material etnográfico, buscou-se compreender os significados que os atores sociais dão aos seus engajamentos, os repertórios de ação utilizados e as táticas empregadas para reduzirem suas diferenças e apaziguarem disputas em prol da definição de um projeto comum de luta. A emergência de crises ou controvérsias ao longo do processo de negociações na arena pública possibilitou, pois, mostrar de que modo consensos e oposições se delinearam. Assim, as associações, meios de sociabilidade e de socialização, constituem-se em um observatório estratégico das interações sociais. A experiência da Anatorg demonstra que as associações são produtos instáveis, sempre em transformação nas situações de interação e no desenrolar das ações (Cefai, Veigae Mota 2011). Trata-se de arenas de trocas e de conflito nas quais, ao mesmo tempo que são vividos impasses em certos momentos, podem ser observadas a invenção de soluções e a superação de crises. Indecisões, contradições, desacordo sobre certos procedimentos, ambiguidade das motivações e disputas internas estão no centro da sua dinâmica. A unidade e a continuidade são problemas práticos que elas devem enfrentar de modo a estabilizar suas relações para que o movimento coletivo se fortaleça e se mantenha como um grupo de pressão política, a despeito das divergências e rixas presentes. Na medida em que as associações constituem também um espaço de interações baseado no risco e na liberdade, nada impede que o desacordo e os impasses vividos possam levá-las da paz para a guerra (Mauss 2003). Em uma linguagem maussiana, as torcidas organizadas se encontram diante do desafio de substituir pela dádiva as trocas agonísticas e o ciclo de vinganças que têm pautado a sua história. Em prol de interesses comuns, precisam aprender a se opor sem se massacrar. Somente o futuro dirá se a Associação Nacional, que conta hoje com 127 torcidas filiadas e vem canalizando energias, intenções, trocas para avançar em suas reivindicações, será capaz de resistir às ambiguidades e contradições características das relações entre torcidas organizadas e entre estas e o poder público. Há que se considerar, ainda, que o novo cenário político no Brasil gera muita apreensão. Com a deposição de Dilma Rousseff em 2016 e a posse de Michel Temer na presidência, não se sabe que rumos tomarão as iniciativas que vinham se desenrolando no tocante à prevenção da violência. A despeito das críticas a alguns dos procedimentos do governo anterior (2011-2016), as entidades representativas de torcidas
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organizadas tiveram a oportunidade histórica de participar de fóruns, de apresentar e de defender suas visões da gestão do futebol (Teixeira e Hollanda, 2016). Ademais, puderam expor sua discordância em relação ao Estatuto do Torcedor (2003), pleiteando mudanças. Participaram das mudanças na reconfiguração da Consegue, com a criação das câmaras temáticas. Os diálogos estabelecidos junto ao Ministério do Esporte foram fundamentais para a constituição da Anatorg, cujos princípios foram tecidos, em grande parte, nos bastidores desses fóruns. Muito embora haja o temor de que as conquistas obtidas na arena pública estejam ameaçadas na atual conjuntura político-institucional do país, os protagonistas desse movimento coletivo apostam na sua capacidade de articulação e no capital simbólico acumulado no percurso para se afirmarem como sujeitos de direitos e para resistir às controvérsias, às disputas internas e à atual crise política vivida pelo Brasil.
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Violencia, estigma y desplazamientos: la reconfiguración social y moral de Los Piratas en clave procesual* Nicolás Cabrera** CONICET, Universidad Nacional de San Martín, Argentina
Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.07 Cómo citar este artículo: Cabrera, Nicolás. 2018. “Violencia, estigma y desplazamientos: la reconfiguración social y moral de Los Piratas en clave procesual”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 30: 129-150. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.07 Artículo recibido: 29 de mayo de 2017; aceptado: 7 de octubre de 2017; modificado: 30 de octubre de 2017
* El artículo representa un avance de mi proyecto doctoral, financiado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). ** Licenciado en Sociología, Universidad Nacional de Villa María, Argentina. Becario doctoral del CONICET, Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Entre sus últimas publicaciones están: “Las resonancias del pasado: apuntes para un estudio diacrónico y sincrónico de una hinchada del fútbol argentino” Revista FuLiA 1 (2): 6-27, 2017. Coautor en “El Aguante en el debate: violencia en el fútbol y políticas públicas en la Argentina”. Esporte e Sociedade 11 (27): 1-29, 2016. *nico_cab@hotmail.com
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Resumen: El presente trabajo busca comprender y explicar un proceso social: la reconfiguración del orden social y moral imperante en la barra del Club Atlético Belgrano de Córdoba, autoidentificada como Los Piratas. Más específicamente, se trata de dar cuenta de cómo fue posible el paso de un escenario de violencia cotidiana a otro de relativa pacificación. Para ello expondremos, en una primera parte, la efectividad de ciertas operaciones simbólicas que contribuyeron a legitimar un trastrocamiento de los umbrales de tolerancia a la violencia en el territorio de mayor densidad simbólica para el universo moral de Los Piratas: la tribuna popular. En una segunda sección demostraremos que lo ocurrido en el “caso de Belgrano” debe ser necesariamente analizado a la luz de procesos sociales más amplios que tienen que ver con las dinámicas de la “violencia en el fútbol”, la seguridad en el deporte y los mecanismos de control social de nuestras sociedades contemporáneas. Las interpretaciones en clave procesual no resisten lecturas reduccionistas y simplistas; por ello, aquí proponemos un estudio integral y combinado, buscando articular nuestro análisis situacional y etnográfico de la hinchada de Belgrano con un enfoque holístico. No hablamos ni de “representatividad” ni de relación lineal entre lo “micro” y lo “macro”; más bien pensamos en términos de una “superposición interactiva” de procesos (Geertz 2006, 53). En esa misma dirección, también proponemos una triangulación metodológica donde lo
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 129-150 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.07
cuantitativo y lo cualitativo sean desechados como oposición y recuperados como complemento. Palabras clave: Thesaurus: deporte; violencia; seguridad; antropología. Palabras clave del autor: estigma; moralidades. Violence, Stigmatization and Displacement: The Social and Moral Reshaping of the Fans of the “Pirates” Soccer Team, from a Procedural Perspective
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Abstract: In this paper we seek understand and explain a particular social phenomenon: the reshaping of the social and moral behavior of a group of fans of the “Club Atlético Belgrano” soccer team of Córdoba, Argentina, which is known as Los Piratas (The Pirates). In more specific terms, we aim to show that it became possible for those fans to change their habitually violent behavior to one that is relatively peaceful now. For this purpose, the first section discusses the effectiveness of certain symbolic acts which helped to overturn the fans´ tolerance of violence in the most important sector of the moral universe of Los Piratas: the tribunal popular or section of the stadium, with the cheapest tickets, where young fans sit. The second section relates the “case of Belgrano” to broader social phenomena in the context of violence by young soccer fans, policies for safe sports events and the mechanisms of social control used by our contemporary societies. An approach to these social phenomena cannot be reductionist and simplistic, hence our study follows an integral and combinatory approach which links a situational and ethnographic analysis of the fans of the Belgrano team with a holistic one. We do not refer to “representativeness” or a linear relationship between the “micro” and the “macro”: instead, we think of it in terms of an “interactive overlap” of such processes (Geertz 2006, 53). We likewise propose a methodological triangulation, where quantitative and the qualitative techniques complement each other. Keywords: Thesaurus: anthropology; sociology; sport; violence; security; moral. Author´s keywords: stigmatization. Violência, estigma e deslocamentos: a reconfiguração social e moral de Los Piratas em matéria processual Resumo: este trabalho procura compreender e explicar um processo social: a reconfiguração da ordem social e moral imperante na torcida organizada do Clube Atlético Belgrano de Córdoba, autoidentificada como Los Piratas. Mais em específico, trata-se de evidenciar como foi possível a passagem de um cenário de violência cotidiana a outro de relativa pacificação. Para isso, expomos, numa primeira parte, a efetividade de certas operações simbólicas que contribuíram para legitimar uma transformação dos níveis de tolerância à violência no território de maior densidade simbólica para o universo moral de Los Piratas: a arquibancada popular. Na segunda seção, demonstramos que o ocorrido no “caso de Belgrano” deve ser necessariamente analisado à
Violencia, estigma y desplazamientos: la reconfiguración social y moral de Los Piratas en clave procesual Nicolás Cabrera
luz de processos sociais mais amplos que se relacionam com as dinâmicas da “violência no futebol”, com a segurança no esporte e com os mecanismos de controle social de nossas sociedades contemporâneas. As interpretações em matéria processual não se limitam a leituras reducionistas e simplificadas; por isso, propomos um estudo integral e combinado, que busca articular nossa análise situacional e etnográfica da torcida de Belgrano com uma abordagem holística. Não falamos nem de “representatividade” nem de relação linear entre o “micro” e o “macro”; ao contrário, pensamos em termos de uma “superposição interativa” de processos (Geertz 2006, 53). Nesse sentido, também propomos uma triangulação metodológica em que o quantitativo e o qualitativo sejam descartados como oposição e recuperados como complemento. Palavras-chave: Thesaurus: antropologia; esporte; segurança; violência. Palavras-chave do autor: estigma; moralidades.
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Todas las categorías nativas serán transcriptas en cursiva. Tanto los nombres propios de mis interlocutores como sus pertenencias barriales han sido modificados para preservar su anonimato. Tanto hinchada como barra son categorías nativas con las que se autoidentifican los propios miembros de estas organizaciones. Aquí utilizaremos dichas nociones en reemplazo del mote mediático y estigmatizador de “barras bravas”.
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Nos estamos refiriendo a las distintas tribunas populares donde la hinchada asiste cuando Belgrano juega de local en Córdoba.
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omprender un fenómeno tan complejo como el de las barras1 argentinas y la “violencia” asociada a ellas exige una perspectiva procesual. En el presente trabajo buscamos comprender y explicar la reconfiguración del orden social y moral imperante en el territorio que mayor densidad simbólica tiene para el universo moral de la hinchada de Belgrano: la tribuna popular2. En este escenario se dio el paso de un orden caracterizado por una violencia cotidiana a otro orden de relativa pacificación. Se trató de un proceso en el que los umbrales de tolerancia a la violencia se trastocaron sustancialmente. Esta mutación se dio, fundamentalmente, a partir de un enfrentamiento interno entre facciones de la hinchada de Belgrano que culminó con la monopolización de la fuerza física en la tribuna por parte del grupo dominante y la expulsión territorial de los derrotados. Las interpretaciones en clave procesual no resisten lecturas reduccionistas y simplistas; por ello, aquí proponemos un estudio integral y combinado, buscando articular nuestro análisis situacional y etnográfico de la hinchada de Belgrano con un enfoque holístico. No hablamos ni de “representatividad” ni de relación lineal entre lo “micro” y lo “macro”, más bien pensamos en términos de una “superposición interactiva” de procesos (Geertz 2006, 53). En esa misma dirección, también proponemos
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 129-150 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.07
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una “triangulación metodológica” (Vasilachis 2006), donde lo cuantitativo y lo cualitativo sean desechados como oposición y recuperados como complemento. El texto se estructura en torno a dos grandes secciones que son precedidas por un apartado en el que se describe brevemente el proceso de monopolización y pacificación ocurrido durante los últimos años en la popular pirata. En la primera sección pondremos el foco de análisis en la estrategia estigmatizante que llevó adelante la facción triunfante sobre sus contrincantes. Fue, en gran parte, a partir de una sociodinámica del estigma, anclada en la dicotomía identitaria nosotros-familia, en oposición a ellos-ratas, que la ofensiva monopolizadora de la facción ganadora resultó tan eficaz como legítima. En la segunda parte apelaremos a un estudio cuantitativo para dar cuenta de que lo ocurrido en el “caso Belgrano” se inscribe en una tendencia más general propia de la “violencia en el fútbol” argentino. Finalmente expondremos algunos comentarios que tienen al Estado como blanco predilecto de nuestros esfuerzos interpretativos. Nuestro trabajo de campo consistió en una aproximación etnográfica desarrollada entre el 2010 y el 2015, con un receso anual durante el 2013. Allí se acompañaron y registraron –mediante observación participante y entrevistas semiestructuradas– las experiencias de los miembros de la hinchada de Belgrano, tanto cuando acompañaban al equipo profesional de fútbol los días de competición como en algunas situaciones cotidianas que no tenían “la cancha” como epicentro: reuniones semanales de la barra, salidas nocturnas, partidos de fútbol, visitas a los domicilios particulares, entre otros. También se apeló a fuentes secundarias como recortes de la prensa gráfica, registros fotográficos y datos estadísticos.
La violencia en debate Hablar de “violencia” siempre es problemático. Nuestro punto de partida es afirmar que la tarea del investigador social es estudiar qué se define como violencia en un tiempo y espacio determinados, aseveración que se sustenta en la sapiencia de que toda definición de un acto como violento es siempre una disputa, un debate. Ningún actor social acepta ser definido como violento –dada la ilegitimidad de ese rótulo–, y, en consecuencia, la clasificación de sujetos y acciones como violentos desnuda un campo de lucha por la significación y por la imputación de un estigma (Garriga Zucal y Noel 2010). La potencialidad analítica del concepto violencia está en permitir a los investigadores analizar las disputas por las representaciones de las prácticas, indagar qué se define como violencia en un escenario social determinado. Nuestros interlocutores hablan de una heterogeneidad de violencias, cuyos grados de tolerancia van cambiando con el tiempo y el espacio. Desde la “perspectiva nativa”, dentro de la noción violencia, se incluyen prácticas como el robo entre hinchas del mismo equipo, peleas cuerpo a cuerpo o mediante usos de armas blancas o de fuego, insultos a las mujeres, invasiones del campo de juego, lanzamiento de proyectiles, etcétera. De ahí que a lo largo del trabajo prefiramos hablar de una pluralidad de violencias (Crettiez 2009), que permanentemente deben ser situadas,
Violencia, estigma y desplazamientos: la reconfiguración social y moral de Los Piratas en clave procesual Nicolás Cabrera
espacial y temporalmente, en los contextos que las tornan inteligibles. Si pluralizar desencializa, la(s) violencia(s) son introducidas en el devenir de la contingencia, deben ser pensadas en términos contextuales y procesuales. Norbert Elias ha sido uno de los pensadores que mejor ha expuesto la perspectiva aquí adoptada. En su teoría sobre el proceso civilizatorio (1993), el pensador alemán da cuenta del carácter procesual de la(s) violencia(s) producto de una interdependencia dinámica entre la estructura social y los patrones de comportamiento y sensibilidad de los sujetos. Desde esta perspectiva, me interesa recuperar la noción de “umbrales de sensibilidad a la violencia” (Elias 1986, 159), por al menos tres motivos: a) Contiene una radicalidad contextual que impide universalizar nociones en torno a la(s) violencia(s). Estas siempre deben situarse. b) Supone una interdependencia constitutiva entre “estructura” y “actor” que nos habilita a pensar la(s) violencia(s) en cuanto experiencia(s) condicionada(s) –no determinada(s)– por variables explicativas, tales como género, clase, edad, marcos legales, mercados ilegales, entre otras. c) Reconoce un justo estatus epistemológico a las emociones y sensibilidades de los actores. Entonces, desde estos supuestos, de lo que se trata en el presente trabajo es de dar cuenta de los trastrocamientos en los “umbrales de sensibilidad” que los actores tienen en relación con una pluralidad de violencia(s) definida(s) nativamente como tal(es).
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Categoría nativa con la que se identifica a los líderes de cada facción o subgrupo de la barra.
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Monopolización, privatización y pacificación en Los Piratas Al igual que la mayoría de las hinchadas argentinas, Los Piratas han ido mutando su organigrama interno a lo largo del tiempo. Históricamente, en la hinchada de Belgrano han convivido distintos referentes3, y también diversas facciones. Estas divisiones intestinas han ido configurando un complejo organigrama mediado por relaciones de diferencias y desigualdades que de manera permanente oscilaron entre el consenso y el conflicto. Esta dinámica beligerante, inestable y asimétrica dio lugar a una figuración social estructurada a partir de relaciones entabladas entre grupos establecidos y outsiders (Elias y Scotson 2000). Hasta el período 2010-2011, en la hinchada de Belgrano convergían cinco facciones: Los Piratas Celestes de Alberdi (en adelante, LPCA), encabezada por el Loco Beto; La 19 de Marzo, comandada por Chino y Pituca; La banda del Jetón Marcos, con líder homónimo; La Barra de Chocu y Javier, en referencia a quienes habían sido sus antiguos jefes, y La Fraternidad, manejada por el Flaco Ruben. Todos los grupos anteriormente nombrados conformaban la hinchada de Belgrano autodenominada Los Piratas. Si bien entre las distintas facciones parecía haber una paz inestable, expresada en esporádicos enfrentamientos internos, había una acuerdo sobre el lugar y el peso otorgados a cada grupo: LPCA ocupaban la posición de establecidos, mientras que las otras cuatro facciones quedaban relegadas a un estatus marginal. Esto se evidenciaba no sólo en la administración y distribución de ciertos recursos materiales (carnets, entradas, colectivos para viajar, bombos, banderas, ropa deportiva del club,
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entre otros), sino en la ubicación que cada facción tenía en la tribuna. Los miembros de LPCA, sus banderas, bombos y trompetas ocupaban la parte central de la popular, mientras que las otras cuatro facciones quedaban marginadas a los costados de esta. Como se ve, las distancias y jerarquías sociales internas de la hinchada se cristalizaban en disposiciones y distribuciones espaciales (arriba/abajo, centro/periferia, adentro/afuera, etcétera) de los sujetos y sus bienes; como sostiene Bourdieu, “El espacio social tiende a reproducirse, de manera más o menos deformada, en el espacio físico, en forma de una determinada combinación de agentes y las propiedades” (Bourdieu 1999, 179). Ahora bien, a pesar de la convivencia relativamente pacífica entre facciones, todos nuestros entrevistados –miembros de la hinchada, “hinchas militantes” (Alabarces 2004) y espectadores esporádicos– percibían la tribuna popular como un territorio completamente “incivilizado” (Elias 1993, 47). Tanto en nuestros interlocutores como en los registros etnográficos correspondientes a dicha etapa sobresale una reiterada referencia a robos, enfrentamientos violentos que mayoritariamente se daban contra la policía o las hinchadas de los equipos adversarios, pero también incluían intermitentes peleas entre hinchas de Belgrano, agresividad a las mujeres, consumo omnipresente y público de sustancias ilegales, desorganización para las puestas en escena desplegadas en la tribuna y falta de autoridades claras dentro de la hinchada. Todas estas prácticas dan cuenta de una figuración con fuertes características de incivilidad, pensada en términos eliasianos, es decir, desgobierno, violencia difusa, agresividad, transgresión, desorganización y escasa autocoacción individual, como parte del paisaje cotidiano de la tribuna popular. Sin embargo, entre fines del 2011 y el año 2012, aquel orden social simbolizado anómicamente fue fuertemente trastocado cuando los LPCA comenzaron una ofensiva de monopolización territorial basada en la expulsión violenta de las otras facciones de la tribuna popular. Esto se expresó en un incremento de enfrentamientos violentos, ocurridos principalmente dentro de la tribuna pirata durante algunos días de partidos. Todas las peleas tuvieron una dinámica similar: enfrentamientos cuerpo a cuerpo que tenían como objetivo ocupar la espacialidad de la facción derrotada y expulsarla de la tribuna popular. De esta manera, LPCA corrieron de la cancha una por una a las distintas facciones hasta hacerse al control total de la tribuna popular. Esto no significa que la violencia entre facciones haya desparecido, sólo se desplazó, se “privatizó”4 y se desarrolló “detrás de bastidores” (Elias 1993, 164). Ahora, los enfrentamientos violentos se desplazaron a momentos y espacios ajenos a los espectáculos deportivos estrictamente dichos: bares, recitales, bailes de cuarteto, clubes
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El concepto privatización de la violencia es utilizado en el sentido empleado por Elias (1993) y Spierenburg (1998). No como la transferencia del monopolio de la violencia física del Estado a sectores privados producto de una hipotética mercantilización, sino como el aumento de los umbrales de intolerancia a la violencia en la vida pública cotidiana. Es cuando la violencia se traslada “detrás de bastidores” (Elias 1993, 164). Esta idea se retomará más adelante.
Violencia, estigma y desplazamientos: la reconfiguración social y moral de Los Piratas en clave procesual Nicolás Cabrera
Sociodinámica del estigma Para LPCA, la expulsión de casi todas las facciones contrincantes fue relativamente sencilla, ya que estas no presentaron una férrea resistencia; sin embargo, no sucedió lo mismo con La banda de La Fraternidad. En este caso, los enfrentamientos fueron intensos, primero en la tribuna y posteriormente en contextos ajenos a los estadios de fútbol. Por ello, para suprimir la latente amenaza y lograr una exitosa expulsión de La Fraternidad, los LPCA debieron, además de utilizar el recurso de la fuerza física, impulsar un proceso de estigmatización que contribuyó a degradar a la facción opositora y a legitimar socialmente la superioridad arrogada. Esto se dio gracias a la imputación por parte de LPCA a La Fraternidad de la responsabilidad del contexto violento que reinaba en la tribuna; principalmente se les adjudicaron todas aquellas prácticas que tornaban a la cancha un contexto aparentemente hostil para la asistencia de la familia. Así lo sintetiza Mario, miembro de LPCA, que con 36 años de edad y más de veinte en la cancha jura haber padecido ese escenario hostil: “antes vos no podías venir ni con los chicos ni con tu guacha a la cancha, las ratas volaban, desde que las corrieron uno puede venir tranquilo con la familia”.
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barriales, domicilios privados, o incluso las mismas adyacencias de los estadios emergen como nuevos escenarios de la violencia. Una vez consolidado el dominio territorial por parte de LPCA se reconfiguró el orden social imperante en la tribuna: quedaron suprimidos los robos entre hinchas, se redujeron los acosos a las mujeres, mermaron las agresividades de los cánticos entonados, disminuyó el consumo público de estupefacientes, se invisibilizaron los enfrentamientos internos de la hinchada, ya que estos se privatizaron; se monopolizó el uso de la fuerza física en la tribuna por parte de LPCA y se consagró una autoridad unipersonal socialmente reconocida y legitimada, que no será otra que la del Loco Beto, el histórico líder de la facción triunfante. En resumen, emergió una nueva figuración social de la tribuna popular pirata, caracterizada por un mayor umbral de rechazo a la violencia física, un orden relativamente pacificado a partir del ejercicio del monopolio de la violencia por parte de la facción triunfante y una renovada interdependencia entre nuevos establecidos y outsiders, que ahora no se piensan en términos de distintas facciones sino entre diversos subgrupos de LPCA. Todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo fue posible esta reconfiguración del orden social imperante en la tribuna popular? ¿Qué transformaciones operaron como condición de posibilidad para explicar esta progresiva pacificación de la tribuna acompañada de un desplazamiento de su violencia de antaño? Estamos frente al desafío de comprender un proceso. Para ello, proponemos reconstruir un cuadro de situación lo más integralmente posible; esto implica, entonces, esforzarnos por articular tanto lo micro con lo macro como lo cuantitativo con lo cualitativo. Como sostiene Elias, los microcosmos sociales deben ser entendidos como “pequeños paradigmas empíricos” (Elias y Scotson 2000, 49) que inviten a leer procesos y lógicas sociales de gran escala, y viceversa.
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A La Fraternidad principalmente le atribuían los robos, la venta y consumo de estupefacientes y un maltrato generalizado a las mujeres. Fue la etiqueta de ratas la que operó como paraguas semántico debajo del cual LPCA ordenaban y moralizaban las conductas desviadas de La Fraternidad nombradas anteriormente. Se logró generalizar la idea de que había que excluir a las ratas para que volvieran las familias a las canchas, y esto sólo sería posible mediante la expulsión violenta de la facción de La Fraternidad. Todos nuestros interlocutores coincidían en que, hasta hace algunos años, el raterío5 en la tribuna era recurrente y cotidiano; generalmente las ratas eran adolescentes que arremetían violentamente en grupos contra hinchas desprevenidos para golpearlos y robarles sus pertenencias. Para LPCA se trataba de jóvenes que se amparaban bajo la protección de los adultos de La Fraternidad. Si bien esta práctica fue tolerada durante muchos años por la mayoría de los miembros de la hinchada de Belgrano –incluidos, obviamente, LPCA–, a partir de 2009 y 2010 esto cambió sustancialmente. Se impuso un imperativo normativo de respeto irrestricto: quedaba perentoriamente prohibido el robo entre hinchas de Belgrano en las tribunas del estadio. Cuando se presentaba alguna situación de robo, de inmediato los miembros de LPCA se encargaban de identificar, neutralizar, golpear y expulsar de la tribuna a los responsables. Al principio, el castigo involucró a individuos de La Fraternidad, y posteriormente a toda la facción. Lo dicho nos permite observar que la sociodinámica de la estigmatización operó como mecanismo de control social al producir efectos de realidad tan concretos como contundentes. Se construyó una dicotomía identitaria sostenida en la identificación nosotros-familia y en la otrificación ellos-ratas. De esta manera, LPCA se autoproclamaron garantes de un “interés abarcativo” (Rodgers 2006, 79), que no era otro que el de consolidar un orden pacificado para permitir el retorno de las familias a los estadios. Contrariamente, La Fraternidad era resignificada como el obstáculo para la consecución de dicho objetivo. Sólo con este telón de fondo es comprensible la legitimidad social –expresada en testimonios recogidos de miembros de la hinchada, socios, hinchas comunes, dirigentes y hasta periodistas– que tuvo el castigo recibido por La Fraternidad. Siguiendo a Durkheim, podemos afirmar que el raterío empezó a ser percibido como “actos que viola[ban] seriamente la conciencia colectiva” (Garland 2006, 46) y que ameritaban un castigo severo. En este sentido es que la identificación, golpiza y expulsión pública de la facción derrotada pueden ser leídas como un ritual de afianzamiento de las moralidades colectivas. Además, la “ejemplaridad” del castigo exponía una demostración de fuerza que reforzaba la imagen proyectada de LPCA como autoridad monopólica garante del orden establecido. Al mismo tiempo, la expulsión de la tribuna de la facción opositora y su privación de las reciprocidades tejidas en torno a la cancha generaban, por parte de LPCA, “acaparamientos de oportunidades” (Pérez Sáinz 2014) de las condiciones de apropiación 5
Acción de robar. El raterío es propio de las ratas¸ es decir, jóvenes que suelen atacar en grupo a víctimas vulnerables para robarles sus pertenencias.
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y acumulación del excedente generado por la hinchada –considerando intercambios de bienes tanto materiales como simbólicos–. Como se observa, hay un uso tanto instrumental como expresivo de la violencia desplegada por la facción triunfante (Riches 1988). Una violencia que, al mismo tiempo que excluye a los expulsados, cohesiona a los que permanecen. Una división territorial que se torna moral. Así queda plasmado en la bandera que la facción triunfante cuelga bien arriba y en el centro del alambrado de la tribuna popular. Un trapo que prescribe lo que implícitamente se sabe: en este territorio no todo está permitido, ni todos son bienvenidos. Es Solo para entendidos (ver la figura 1). Esos otros que osen transgredir las fronteras morales serán tratados como animales. Figura 1. Solo para entendidos
Fuente: el autor. Desde la expulsión de las ratas de la tribuna, la hinchada colocó, en todos los partidos de local, una bandera en el centro de la tribuna que exhibía el dibujo del animal en cuestión atravesado por el signo de prohibición.
De ratas… En un primer intento por responder los interrogantes planteados, entendemos que la noción de rata está indisolublemente ligada a todo un universo moral vinculado al mundo del delito, un universo en permanente diálogo con el campo de las hinchadas. En última instancia, rata es una categoría nativa, compleja y polisémica, donde parecen converger tres lógicas complementarias en relación con el robo que exceden el campo del fútbol en términos estrictos. Primeramente, observamos que la sanción social que genera el raterío en la cancha encuentra cierto paralelismo con el “código barrial” que prescribe la negativa a robarse entre pares o vecinos (Puex 2003). Recordemos que los propios hinchas de Belgrano se autoidentifican con el barrio de Alberdi –vivan o no en él– o como familia –tengan o no lazos sanguíneos de parentesco–, es decir, como parte de una misma comunidad de pares; en segundo
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término, la estigmatización de las ratas expone un precepto fundamental de la subcultura del delito (Míguez 2008) que incluye la degradación moral a delincuentes que roban giladas a los giles, es decir, pequeños botines a sujetos que son vistos como víctimas demasiado vulnerables, y por ende, la vulneración a estas personas no es digna de respeto, prestigio o admiración por quienes evalúan la conducta del transgresor; y en tercer lugar, en la golpiza aplicada a las ratas se observa un castigo por un supuesto uso ilegítimo de la fuerza. Esto se da en los casos en que la víctima es superada ampliamente en términos numéricos por sus victimarios; esto en el argot popular se denomina picotear. Posiblemente esto último se deba a un precepto normativo propio de la “lógica del aguante”, por el cual la evaluación moral de una pelea se mide tanto por el resultado como por las relaciones de fuerzas que la constituyen (Garriga Zucal 2007). No es lo mismo ganar o perder si esto ocurre en condiciones numéricas equivalentes, favorables o desfavorables. Si profundizamos el análisis, encontraremos que detrás de todo el proceso que estamos intentando desentrañar hay algunos elementos que nos invitan a pensar en cierta “cultura del control” (Garland 2005) como telón de fondo. La legitimidad de la que gozó la expulsión de las facciones opositoras a LPCA no sólo se explica por el plexo de sentidos que condensa la noción nativa de ratas, sino también porque en las características que asumió el castigo implementado a las facciones estigmatizadas parecen actualizarse prácticas, representaciones y moralidades que hacen a una cultura del control remitente a fenómenos sociales a largo plazo y a un orden social más amplio. En primer lugar, vale decir que encontramos importantes similitudes entre la dinámica del control social desplegada en el caso Belgrano y algunos elementos de lo que Garland define como una “nueva cultural del control” (Garland 2005) para explicar los cambios en la vigilancia del delito y la justicia penal en las últimas décadas neoliberales. En el caso específico de la cancha se observa un deterioro del monopolio de la fuerza física del Estado y una correlativa “invitación” –por acción u/y omisión– a sectores de la sociedad civil –en este caso, una parte de la hinchada de Belgrano– a la tarea del control, la vigilancia y el castigo. Hay una clara “redefinición de las fronteras preestablecidas entre la esfera pública y privada, entre la justicia penal estatal y los controles de la sociedad civil” (Garland 2005, 57). Esto implica un detrimento de los mecanismos formales de control social y un avance de los mecanismos informales. Entre los hinchas se despliegan cuidados de sí y entre sí. Esto tiene que ver con una tendencia más general en la que la vigilancia, la delación y el castigo quedan en manos civiles, dando lugar así a “ciudadanos soldados” (Virilio 2006) aglutinados en organizaciones con funciones parapoliciales. El empleo de la violencia física como modalidad de castigo a las ratas no sólo tiene que ver con que el uso de la fuerza es el principal recurso utilizado por la hinchada a la hora de dirimir sus conflictos internos (Garriga Zucal 2007), sino que también está vinculado a un modelo particular de gestión de la seguridad y el castigo fuertemente enraizado en la sociedad cordobesa. En la provincia de Córdoba, y con más ímpetu en la ciudad, desde hace ya varios años se viene dando un relativo consenso académico en
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… y de familias La emergencia de la noción de familia tiene tantas explicaciones posibles como sentidos condensados. La recursividad con la que nos apareció en el campo puede ser comprendida desde distintos ángulos interpretativos. En un primer plano, su uso aparecía referido en nuestros interlocutores a partir de una ponderación del retorno reciente de la familia al club y a la cancha. Aquí, nativamente, familia es sinónimo de niños, niñas y mujeres; por lo tanto, al preguntar por dicho fenómeno surgía principalmente la idea de que ahora hay más niños, niñas, mujeres y adultos mayores que asisten a los partidos de Belgrano y a las diversas actividades en el club. Sin embargo, no creemos que lo anterior explique del todo el porqué del uso estratégico de la noción de familia por parte de LPCA como antinomia del estigma de ratas. Nos parece más pertinente bucear en ciertas prácticas y representaciones de mayor profundidad y alcance histórico que sedimentan en LPCA un universo moral donde familia es tan polisémico como dúctil para convertirse en marca diacrítica.
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torno a un modelo de seguridad considerablemente policializado (Carbajo 2015), atravesado por un populismo punitivo y el despliegue de la fuerza represiva del Estado en términos de defensa social (Plaza Shaefer y Morales 2013), con una policía provincial caracterizada por una re-militarización (Hathazy 2013) y con una intensa criminalización de la pobreza y la juventud, acompañada de una segregación socioespacial que reconfigura una sociedad fragmentada (Colectivo El Llano en Llamas 2014). Todo esto tiene un impacto directo en las experiencias y vivencias de los sujetos que habitan los distintos barrios populares de la ciudad de Córdoba, donde la violencia, los conflictos y las muertes parecen ocupar un lugar central en la vida cotidiana (Bermúdez y Previtali 2014). Por último, cabe resaltar que este modelo de seguridad expuso crudamente sus falencias los días 3 y 4 de diciembre del 2013, cuando el autoacuartelamiento de las fuerzas policiales derivó en una multiplicidad de “saqueos” y “linchamientos” entre vecinos de Córdoba en distintos puntos de la ciudad. En todo este marco provincial no es casual la sociodinámica del castigo implementado en la popular pirata. Se trata de disputas violentas entre sujetos que en su mayoría provienen de los sectores populares (Cabrera 2014), donde los estigmatizados eran principalmente jóvenes sospechosos –no necesariamente encontrados in fraganti– de ser delincuentes, cuya sanción implicaba una acusación y golpiza pública, con la posterior exclusión y segregación territorial. Todo esto sin mediación estatal explícita, ni de las fuerzas de seguridad ni de ninguna instancia judicial formal, se trataba de un conflicto dirimido entre hinchas mediante mecanismos informales, donde las ratas eran representadas como el obstáculo para un orden social deseado y propicio para el retorno de la familia a la cancha. No podemos dejar de vincular lo descripto con un contexto provincial marcado por un creciente temor al delito, por la emergencia de discursos punitivos que tienen a jóvenes de los sectores populares como blanco predilecto, y con un incremento de casos de “justicia por mano propia” a lo largo y lo ancho de la ciudad de Córdoba.
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En ese sentido, lo primero por decir es que la propia facción de LPCA se piensa en términos de familia; sin duda, esta es una noción nativa que permite una autoidentificación de tal colectivo. Creemos que esto se debe, al menos, a cuatro cuestiones, que mencionaremos brevemente por razones de espacio: las relaciones de parentesco constitutivas de la hinchada, el hecho de que esta sea un efectivo espacio de interacción intergeneracional, los sistemas de reciprocidades y solidaridades que se tejen en su interior y la figura paternalista que condensa el líder de la facción. Para comprender cabalmente lo dicho resulta necesaria una breve reconstrucción diacrónica de nuestro referente empírico. Los LPCA existen desde 1968, lo cual los convierte, según sus miembros, en la primera barra de Córdoba. A lo largo de toda su historia, esta hinchada tuvo distintos subgrupos, que generalmente se estructuraban en torno a tres principios de agrupamiento: la pertenencia barrial, las relaciones de parentesco y la fidelidad a un líder o referente. Dichos mecanismos de pertenencias, identificaciones y jerarquizaciones se mantienen hasta el día de hoy. Así, por ejemplo, actualmente convergen los grupos de los barrios Monserrat, Villa Rivadavia, Lourdes, Villa Unidad, etcétera. En cada uno de estos grupos, identificados con diversos barrios de la ciudad de Córdoba, es común encontrar padres-hijos, tíos-sobrinos, primos-primos o hermanos-hermanos. Además de que individualmente muchos miembros son identificados como hijo de, padre de, hermano de, entre otros. Siempre estamos refiriéndonos a una filiación masculina, ya que las mujeres tienen grandes dificultades para pertenecer a la hinchada (Cabrera 2013). En resumen, creemos que el hecho de que en LPCA se den vinculaciones intergeneracionales –obviamente, no exentas de conflictos–, que muchas veces contienen lazos de parentescos efectivos, hace que la noción de familia aparezca como una noción nativa de identificación no sólo posible sino también legítima y recurrente. Sin embargo, lo consanguíneo y lo intergeneracional no agotan los sentidos construidos en torno a la noción de familia en LPCA. Dicha categoría también opera como un marco metafórico de sentido que torna inteligible un conjunto de “redes de intercambios recíprocos” (Lomnitz 2006, 25) que tiene su base en los “parientes” –consanguineidad– y “vecinos” –proximidad barrial–, pero que se hace extensible a casi todos los miembros de la hinchada. Ya sea para la búsqueda y consecución de trabajo, distintas comercializaciones, salidas nocturnas, cumpleaños o velatorios, apoyos políticos, o para cometer actos delictivos, lo cierto es que hay un sinnúmero de intercambios de favores y bienes que tejen redes de relaciones sociales arraigadas en cierta sensación de “confianza” que busca, nada más y nada menos, “producir seguridad” entre sus miembros (Lomnitz 2006, 25-28). La familia es aquella que también hace el aguante, en las buenas y en las malas. Es decir, garantiza presencia y solidaridad, tanto en los momentos de felicidad como en los de tristeza. Finalmente, hay un último punto que puede explicar parcialmente la fertilidad y congruencia del uso de la noción de familia en el universo moral de LPCA; nos estamos refiriendo a los sentidos que concentra el máximo líder de dicha facción, quien pasó de ser el referente de los establecidos, a la máxima y única autoridad
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Introducida por Eduardo Archetti para explicar la articulación entre violencia, masculinidad y fútbol, en cuanto ritual que combina elementos trágicos y cómicos, la noción de aguante ha sido el concepto más productivo para explicar el fenómeno de las hinchadas, en particular, y la violencia en el fútbol argentino, en general. Posteriormente, fueron los trabajos de Alabarces (2004), Moreira (2001), Garriga Zucal (2007) y Gil (2007) quienes otorgaron estatus epistemológico a dicha categoría nativa, en cuanto ordenador de todas las prácticas y representaciones de las hinchadas. “El aguante” es una categoría práctica-moral que prescribe un “deber ser” de hincha. En el caso de las barras argentinas, el tener aguante está ligado a una positivización axiológica de las peleas físicas. Tener aguante es comportarte como macho que se para para los combates en los que se ponen en juego el honor y la masculinidad, tanto de los individuos que pelean como de los colectivos que representan.
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de toda la hinchada de Belgrano. Dicho personaje es conocido como El Loco Beto. Con casi 60 años de edad, maneja la facción más importante de la barra hace más de veinticinco años. Estuvo desde los primeros años de vida de la hinchada; un familiar de él fue uno de los primeros jefes de LPCA, y después Beto se ganó el control de la barra. El origen de su liderazgo está mediado por una relación de parentesco. Desde una perspectiva weberiana, es interesante indagar acerca del fundamento de la legitimidad de Beto y el tipo de dominación que ejerce en la hinchada. Si entendemos la dominación como la “probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos” (Weber 1994, 170), podemos decir que la de Beto es casi absoluta. Él no sólo posee una autoridad tradicional basada en su carácter “fundante” de la barra, sino que también detenta un tipo de dominación carismática, ya que se lo considera el máximo exponente y portador de la cultura del aguante6 (Alabarces 2004). Su misma corporalidad es un símbolo de la trayectoria individual y grupal. Beto es representado como un loco que ha aguantado de todo. Resiste al tiempo, ya que con su avanzada edad –de ahí el mote de viejo– sigue bancándose rituales de la hinchada que exigen una gran vitalidad y energía física: los largos viajes, el agite permanente para toda la puesta en escena de la hinchada, las negociaciones con la policía, dirigentes, jugadores, políticos y otras hinchadas y, obviamente, los esporádicos combates que involucran a la hinchada. Beto también ha resistido todos los avatares institucionales, políticos y deportivos del club. Pero lo más importante tal vez sea que él ha aguantado todos los quilombos de la hinchada y los ha sorteado con relativo éxito; él ha vivido personalmente la gran mayoría de los combates y enfrentamientos que ha tenido la hinchada de Belgrano y ha sobrevivido durante veinticinco años de liderazgo aproximadamente. Y hay un último dato que termina de cerrar la representación carismática que tiene Beto que lo vuelve un sujeto digno de “heroísmo o ejemplariedad” (Weber 1994, 172) ante los ojos de sus subalternos. El cuerpo de Beto ha resistido concretamente más de seis disparos de armas de fuego en su contra, dos que fueron producto de un mítico enfrentamiento entre Las Piratas y la hinchada de Boca Juniors conocida como La 12, y otros tantos en una pelea doméstica en su seno familiar. Además de ser reconocido como emblema de la “corporalidad aguantadora” (Cabrera 2013), esto es, como un cuerpo resistente al dolor y competente para los enfrentamientos físicos, la legitimidad de la autoridad de Beto también se fundamenta en su abarcadora y eficaz lista de contactos disponibles. Esto último es bastante común,
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ya que muchas veces, en las hinchadas argentinas la acumulación de prestigio y reconocimiento interno no sólo pasa por las competencias físicas para el enfrentamiento violento, sino también por la capacidad individual de tejer redes de reciprocidades con alteridades que, por motivos afectivos o instrumentales, se vuelven fuentes de beneficios materiales y simbólicos (Garriga Zucal 2007; Moreira 2001). Entonces, por su edad y experiencia acumulada, por su legitimidad en cuanto corporalidad aguantadora y por su capacidad operativa de generar y distribuir recursos a sus allegados, El Loco Beto, el Viejo o, a veces en torno sarcástico, Papa Beto es visto como una figura masculina paternal, protectora y proveedora, una imagen imprescindible en el modelo hegemónico de la familia nuclear burguesa contemporánea. Hasta aquí hemos expuesto algunas razones del porqué de la eficacia de la dicotomía familia-ratas, en cuanto operación simbólica que legitimó la ofensiva monopolizadora de LPCA, en detrimento de la facción de La Fraternidad. Creemos que en ambas nociones convergen múltiples sentidos que tienen un fuerte arraigo en procesos históricos a largo plazo y fenómenos sociales de distintos niveles. Sin embargo, sabemos que dicha construcción binaria fue condición necesaria para la pacificación, pero no suficiente. A continuación indagaremos sobre otro fenómeno macrosocial, propiamente del campo del fútbol, que también dinamizó el proceso que aquí intentamos desentrañar.
Sociodinámica de la “violencia en el fútbol” En este apartado nos interesa demostrar que lo ocurrido en el “caso Belgrano” se inscribe en una dinámica más general de la “violencia en el fútbol” argentino. Una dinámica que se caracteriza, fundamentalmente, por un desplazamiento y privatización progresivos de la violencia. En esta nueva lógica, los enfrentamientos físicos, lejos de suprimirse, se han desplazado “por fuera del estadio como lugar espacial” y “por fuera del día de partido como referencia temporal” (Murzi, Uliana y Sustas 2011, 162). La violencia se desarrolla “detrás de bastidores” (Elias 1993, 164) del escenario tradicional de donde se desplegaban los enfrentamientos del fútbol argentino: los estadios en los días de partido. El resultado es una paradoja tan curiosa como apremiante: en el fútbol argentino de hoy tenemos estadios menos violentos y, al mismo tiempo, una lista de víctimas fatales que crece exponencialmente. A continuación inquiriremos esa aparente paradoja a partir de una articulación analítica entre “el caso Belgrano” y la reconfiguración de la violencia en el fútbol que opera como marco general. Para apoyar nuestros argumentos recurriremos a un análisis estadístico sobre distintos indicadores que exponen la evolución de la violencia en el fútbol argentino. Al no contar con datos oficiales, las cifras surgen de dos trabajos pioneros escritos por Diego Murzi, Santiago Uliana y Sebastián Sustas (2011) y Sustas (2013) y
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elaboraciones propias7. En ambos casos, los criterios de sistematización y categorización son los mismos. Y tanto los trabajos de los colegas como el mío se construyen sobre la misma base de datos: la lista de víctimas fatales inspeccionada por la ONG “Salvemos al Fútbol”8. La diferencia radica en que las estadísticas de Murzi, Uliana y Sustas llegan hasta 2010. Las mías completan el lustro faltante: 2010-2015. En otras palabras, mis datos son una continuación de lo comenzado por los colegas citados. En Argentina se registran 319 víctimas fatales vinculadas a contextos futbolísticos. Si bien la primera ocurrió el 30 de julio de 1922, más de la mitad de las muertes se presentaron desde los años noventa a la fecha. Y en los últimos quince años que llevamos del siglo XXI, en el país se produjeron 125 víctimas fatales. Como si la escalada no fuera evidente, compartimos dos datos contundentes: el 2013 y el 2014 fueron los años con mayor cantidad de muertos desde el retorno a la democracia, un lamentable récord de 15 víctimas para el primer año y de 17 para el segundo. Como se observa en la figura 2, si pensamos en un proceso a largo plazo, observamos una violencia creciente. Desde el retorno a la democracia ingresamos en un progresivo incremento de la cantidad de muertes registradas; a pesar de una leve disminución entre los lustros 1996-2000 y 2001-2005, desde 2006 hasta la fecha se registra una escalada vertiginosa que culmina en las llamativas cifras actuales.
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Serie1
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Cantidad de muertes
60
Lustros
Fuente: el autor. 7
Dos aclaraciones importantes sobre las estadísticas: lo primero es explicitar las limitaciones de nuestros datos, que, como todo relevamiento cuantitativo sobre criminalidad, padecen el síndrome de la “cifra negra” y el “carácter manufacturado” de su registro (Sozzo 2002). En este caso en particular, las precauciones deben redoblarse, ya que se trata de un relevamiento a partir de la cobertura mediática de los hechos. Lo segundo es que en la sistematización de las muertes hemos omitido los casos correspondientes a la tragedia de “La Puerta 12”. Al tratarse de 71 víctimas producto de un “accidente”, representaban un número cuyo peso estadístico desvirtuaba las tendencias de los datos que aquí nos interesan, que son las muertes producto de enfrentamientos violentos. El criterio fue tomado de los artículos citados que nos sirven como antecedentes.
8 http://salvemosalfutbol.org/lista-de-victimas-de-incidentes-de-violencia-en-el-futbol/
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Figura 2. Muertes en el fútbol argentino, por lustros. Período 1921-2015
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Si nos centramos en el período más significativo de la violencia en el fútbol en nuestro país, esto es, desde el retorno de la democracia hasta la fecha, será posible ver patrones más específicos dentro de la tendencia general del aumento de la violencia. En esa línea proponemos la figura 3, que agrupa las muertes ocurridas según los actores que intervienen en la disputa violenta. Figura 3. Actores intervinientes en el enfrentamiento violento derivado en muerte. Período 1981-2015 25
Cantidad de muertes
20
Hinchadas rivales
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Hinchadas del mismo equipo
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Represión policial
5 0
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Fuente: el autor.
En un primer grupo observamos las muertes producidas entre hinchadas de equipos rivales. Este tipo de enfrentamiento se mantiene altamente estable durante los ochenta, aumenta exponencialmente en el primer lustro de los noventa y comienza a decrecer ininterrumpidamente hasta la actualidad. Por otra parte, las muertes ocasionadas por represión policial muestran una tendencia fluctuante pero no presentan picos muy pronunciados. Y finalmente encontramos una explosión ascendente de los enfrentamientos entre hinchadas del mismo equipo en los albores del siglo XXI, con un leve descenso en el último lustro, pero llegando a pisos muy altos en términos comparativos. En resumen, en los últimos años se dio una relación inversamente proporcional entre las muertes ocasionadas entre hinchadas rivales y decesos producto de peleas entre hinchadas del mismo club, mientras que la represión policial se mantiene relativamente estable, a pesar de pequeñas fluctuaciones. Ahora bien, hasta aquí hemos demostrado un aumento de la violencia en general y de las disputas entre hinchadas del mismo equipo en particular, pero nada hemos dicho sobre el mentado desplazamiento; para ello será necesario exponer los datos que muestran dónde y cuándo se han producido las muertes vinculadas al fútbol en los últimos años. Al sistematizar y analizar todas las muertes asociadas al fútbol argentino ocurridas desde 1924 hasta el 2010, los textos de Diego Murzi, Santiago Uliana y Sebastián Sustas (2011) y Sebastián Sustas (2013) logran captar esta incipiente tendencia, que consiste en una mutación del conflicto clásico entre hinchadas rivales dentro del estadio a un nuevo escenario signado por un
Violencia, estigma y desplazamientos: la reconfiguración social y moral de Los Piratas en clave procesual Nicolás Cabrera
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predominio de enfrentamientos intra-hinchadas, fuera del estadio y en momentos ajenos a los días de partido. Nosotros, al sistematizar todos los casos desde el 2010 hasta la fecha, hemos encontrado una acentuación de la tendencia anteriormente mencionada. Por cuestiones de espacio, sólo nos limitaremos a presentar los datos más relevantes del análisis cuantitativo, por lo que asumimos el carácter fragmentado e incompleto del cuadro de situación propuesto. Veamos primeramente qué pasa con el lugar espacial de las muertes. En el período 1923-2010, el 23% de las muertes ocurrió dentro de los estadios donde se estaba disputando un partido de fútbol (Murzi, Uliana y Sustas 2011); para el lustro 2011-2015, esta categoría representa sólo un 9%. Otro dato interesante está dado por el aumento de las víctimas dentro de la categoría “Otro lugar”, que se refiere a muertes ocurridas en contextos espaciales que no tienen vínculo directo con el mundo del fútbol: lugares nocturnos, gimnasios, domicilios privados, estaciones de trenes, plazas de barrios, etcétera. Mientras que para el primer período las muertes ocurridas en lugares de esta naturaleza representaban el 24% de los casos (Murzi, Uliana y Sustas 2011), en los últimos cinco años son el 30%. Es decir, ya sea por la disminución de las muertes ocurridas dentro de la cancha o por el aumento de la categoría “Otro lugar”, en los últimos cinco años se acentuó la tendencia a matar fuera de los estadios. La misma propensión encontramos si cruzamos los datos referidos al momento en el que se mata. El texto de Murzi, Uliana y Sustas, tomando como referencia el momento del partido de fútbol, propone la siguiente clasificación de los datos sobre la temporalidad en la que ocurren los enfrentamientos devenidos en muerte para el período 1924-2010: “después del partido” (50%), “durante el partido” (18%), “antes del partido” (18%) y “sin jugarse el partido” (14%) (Murzi, Uliana y Sustas 2011, 178). Esta última categoría remite a los decesos producidos en un día en el que los protagonistas no asistían a un partido de fútbol. Para el lustro 2011-2015, nosotros encontramos la siguiente distribución: “después del partido” (34%), “antes del partido” (32%), “sin jugarse el partido” (25%) y “durante el partido” (9%). A primera vista emerge una clara continuidad; en ambos períodos, “después del partido” sigue siendo la variable que más casos condensa, como lo eran también para el análisis anterior las muertes ocurridas en las inmediaciones del estadio. Sin embargo, lo que nos interesa es que entre ambos períodos se ven una evolución decreciente de los casos correspondientes a la categoría “durante el partido” y un acrecentamiento de la variable “sin jugarse el partido”. Esto expone la pérdida de la centralidad del día del partido como referencia temporal para los enfrentamientos violentos. A partir del derrotero estadístico propuesto emergen elementos empíricos más contundentes para fundamentar la siguiente hipótesis: la menor violencia percibida en los últimos años dentro de los estadios del fútbol argentino durante los días de partido se explica, parcialmente, por un desplazamiento y privatización progresivos de los enfrentamientos violentos. El descenso de los umbrales de rechazo a las violencias que se producen en la tribuna se retroalimenta de una tendencia a relegar cada vez más tras bambalinas los actos violentos. Como ya se dijo, la violencia
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vinculada a contextos futbolísticos no desapareció y se encuentra en un vivo proceso de desplazamiento espacio-temporal. Y en ese mismo movimiento hay una creciente privatización. Las muertes empiezan a suceder mayoritariamente “detrás de bastidores” (Elias 1993, 164) del escenario público por excelencia del fútbol, los estadios en los días de partido entre equipos diferentes. Y además, aquel desplazamiento espacio-temporal coincidió con una mutación de los protagonistas de los enfrentamientos: en la actualidad las peleas son mayoritariamente entre hinchas del mismo equipo. Si en el lustro 2001-2005 se registra sólo una muerte por peleas intra-hinchadas, para el período 2006-2010 la cifra trepa a 21. Y finalmente, en el último quinquenio estudiado, las víctimas fatales entre hinchas del mismo equipo llegan a 16. Asimismo, creemos que lo sucedido en Belgrano debe leerse dentro de este marco general. Pues se trata de una figuración social específica signada por enfrentamientos intra-hinchada que empiezan en los estadios durante los días de partido y se trasladan a escenarios indirectamente vinculados al fútbol. Entre ambos procesos no estamos trazando una deducción mecanicista ni una etiología lineal, y tampoco estamos jerarquizando las escalas de análisis. En cambio, sí estamos esgrimiendo una conexión sociogenetica (Elias 1993). El caso de Belgrano condensa especificidades que exigen un estudio contextual y situado. Ahora bien, es indudable que en este microcosmos social se actualizan y se resignifican procesos sociales de mayor escala.
Comentarios finales Quisiéramos finalizar con unos breves comentarios en torno a una intencional omisión que mantuvimos a lo largo de todo el trabajo: el lugar otorgado al Estado. Nos parece central preguntarnos por él si de lo que se trata es de reflexionar sobre la intersección entre violencia, deporte y políticas públicas desde una mirada antropológica. Los interrogantes que podríamos apuntar en aquella dirección son innumerables, aquí escogeremos uno de ellos: ¿Cómo, cuándo y con qué efectos es que el Estado intervino en la mutación del orden social ocurrido en la tribuna popular Pirata? La respuesta parece englobar tendencias o premisas contrapuestas. Por un lado, encontramos que en las distintas etapas de la reconfiguración del orden social en la tribuna pirata –los enfrentamientos internos, la ofensiva monopolizadora de LPCA, el castigo y la posterior expulsión de las facciones derrotadas, el desplazamiento de la violencia y la posterior pacificación de la tribuna–, el Estado parece brillar por su ausencia. Parece tratarse de una zona liberada de toda coacción estatal. A tal punto que el proceso de monopolización de la fuerza física, el castigo y custodia del orden social queda en manos de una organización de la sociedad civil: LPCA. Pero, por otro lado, no podemos ignorar que parece ser el mismo Estado quien sembró las condiciones de posibilidad para ello. Hay un dato fundamental que explica el desplazamiento y privatización progresivos de la “violencia en el fútbol” argentino, que, como ya vimos, representa uno de los marcos generales ineludibles para comprender el caso Belgrano. Ya se dijo que, a partir del 2001, la violencia en el fútbol argentino se incrementa sostenidamente, y, a partir del 2006 y 2007, se da una
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explosión ascendente de esta (figura 2); esto trajo como consecuencia que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), conjuntamente con el Estado Nacional, decidieran prohibir la asistencia del público visitante a todos los partidos correspondientes a las categorías de ascenso nacional que se disputen en el territorio argentino. Algunos años después, la misma normativa se aplicó a la primera división. El resultado fue que todos los partidos del fútbol argentino comenzaron a jugarse sin público visitante a partir de mediados del 2013. Esta es una de las variables fundamentales que hay que considerar, primero, para explicar la relación inversamente proporcional entre las muertes ocasionadas por peleas entre hinchadas de distintos equipos y las que se generan intra-hinchadas en los últimos años (figura 3). No es casual ni que las peleas dentro de la hinchada de Belgrano se dieran en un contexto de ausencia de público visitante, ni que el período 2013-2014 (con dicha normativa vigente para todas las categorías) haya sido el bienio con mayor cantidad de víctimas fatales registradas. Y la mayoría de las muertes entre hinchas rivales comenzaban a suceder progresivamente en los escenarios donde estos se encontraban, no ya en los estadios ni en los días de partidos, sino en “otros lugares”. A todo lo anteriormente dicho deben sumarse las políticas estatales de seguridad y control social que fueron configurando una cultura del control, caracterizada por un activo rol de vigilancia, delación y castigo por parte de los ciudadanos (hinchas), donde la figura del linchamiento o la de la justicia por mano propia comienzan a ganar terreno en cuanto práctica social; por una demagogia penal que caló hondo a la hora de legitimar sanciones punitivas, en detrimento de mecanismos penales alternativos al mero castigo físico o el encierro; por una sistemática estigmatización de los jóvenes de los sectores populares, que deviene en una pérdida de su estatus humano y en una correlativa animalización simbólica (son ratas que picotean) que los torna “matables”; por una creciente segregación socioespacial, en la que cualquier vestigio de la otredad debe ser suprimido de mi territorialidad cotidiana; y por unas fuerzas policiales que son representadas menos como una instancia legítima para la resolución de los conflictos interpersonales y más como una alteridad promotora de la violencia y la ilegalidad. Todos estos fenómenos de directa vinculación con el accionar estatal atravesaron y constituyeron la sociodinámica descripta en la popular Pirata. Si retomamos el interrogante que inauguró estas reflexiones finales, nos parece oportuno responderlo con una definición que hacen Auyero y Berti sobre el accionar del Estado en un espacio urbano marginal como Arquitecto Tucci: “la aplicación de la ley [la presencia del Estado] […] es intermitente, selectiva y contradictoria [cursivas originales]” (Auyero y Berti 2013, 120). Nosotros encontramos que el accionar estatal no puede ser reducido a una lógica o un patrón único; sus formas de intervenir oscilan entre la acción y la inacción de la ley, la monopolización y la delegación de la violencia, la sanción y la promoción de la transgresión y la planificación y los efectos no deseados de sus políticas públicas. El Estado, en su gestión del delito, la seguridad o el deporte, no parece ser una estructura monolítica garante del proceso civilizatorio, o mejor dicho, dista mucho de ser sólo eso. Más bien parece ser una
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 129-150 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.07
estructura multiforme, contradictoria y heterogénea cuya(s) forma(s) de intervenir debe(n) ser analizada(s) combinando estudios contextuales y situados con perspectivas holísticas y a largo plazo. Esperamos haber contribuido a una obsesión analítica que sobrevuela todos nuestros escritos vinculados al “deporte” o al “fútbol”: la necesidad de abordarlo en cuanto campo signado por una autonomía relativa en relación con los marcos sociales que operan como su condición y posibilidad. Es que entre los “afuera” y los “adentro” de los campos deportivos hay condicionamientos, no determinaciones. Trazar esas interdependencias es el desafío, porque, al fin y al cabo, el deporte representa una metáfora y una metonimia privilegiada donde poner en práctica nuestras ciencias sociales. Sólo así mantendremos vigente el mandato pionero de Archetti y Da Matta en el que se rechaza hacer una antropología del deporte para enaltecer y hacer desde el deporte antropología.
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D O C U M E N T O S Algumas OlimpĂadas | 156-158 Thiago Facina
Algumas Olimpíadas* Thiago Facina** Pesquisador e fotógrafo independente, Brasil
Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.08 Como citar este artigo: Facina, Thiago. 2018. “Algumas Olimpíadas”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 30: 156-158. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.08
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alvez a coisa mais importante das Olimpíadas seja o esporte, talvez seja o público ou, ainda, o negócio ali envolvido: os ingressos, as marcas, as cotas de patrocínio, a licença para transmissão. Talvez em 2016, aqui no Brasil, a coisa mais importante era vista por aquelas pessoas apinhadas ali na grade: Isaquias Queiroz, um completo anônimo para a maioria das pessoas, acabava de se tornar o maior medalhista brasileiro em uma Olimpíada. O esporte era desconhecido como o atleta: a canoagem. A foto de capa mostra o verso de uma cena importante: uma fileira de pessoas de costas e suas respectivas cabeças procurando uma fresta para torcer pelo canoísta. É mais uma imagem para encher a vasta coleção de fotografias que pretendem “ver o outro lado das coisas”. Desde que Jacob Riis publicou How the Other Half Lives em 1890 –um ensaio que contém imagens daqueles nova-iorquinos esquecidos na pobreza–, a fotografia frequentemente busca olhar para onde ninguém está olhando. É um de seus “poderes”. Precisamente, aquele que mais se aproxima da antropologia e das ciências sociais de forma geral. Este ensaio fotográfico foi feito por alguém que não tinha direitos para fotografar dentro dos estádios. Em geral, os que aparecem torcendo nas fotos não tinham ingresso. Estavam torcendo pelas provas de rua, nas suas casas ou amontoados nas grades. Os que foram fotografados fazendo comércio permeavam aquela zona cinza, meio desregulamentada, com produtos chineses e estilo ambulante, sem licenciamento de produtos. Estávamos todos procurando as frestas no rígido controle do evento olímpico. Antes dos Jogos, a passagem da tocha olímpica já mostrava como seria árdua a tarefa de procurar o “outro lado” ou vários lados das Olimpíadas. A cidade estava abarrotada de turistas e fotógrafos de todas as partes do mundo, apontando suas câmeras para todos os lados. O telefone celular e as câmeras digitais se tornaram lugar
* Texto escrito especialmente para a Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología. Fotos publicadas no livro Torcedores, de Thiago Facina. Rio de Janeiro: Ed. Arte Ensaio, 2016. **
Thiago Facina é fotógrafo há mais de 15 anos e mestre em Ciências Sociais pela Universidade do Estado do Rio de Janeiro.
Algumas Olimpíadas Thiago Facina
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comum em grandes eventos e há uma competição por “likes” e visualizações nas redes sociais. Todo indivíduo batalha por pontos na sua audiência diária. Participar como observador não basta mais. Somos todos pequenos transmissores de dados na disputa de espaço. A tocha lá no fundo da fotografia, desfocada e distante, está ali em cada um dos aparelhos celulares, aguardando o envio para o mundo digital. Os anéis olímpicos, outro símbolo dos jogos muito procurado e uma marca muito bem guardada pela lei, foram erguidos nas areias da praia de Copacabana –o cartão-postal mais visitado da cidade. Ali, durante alguns segundos em que a vigilância vacilou, todos correram para se pendurar nos anéis e serem fotografados. Aquela recordação batida e “sem graça” –parar em frente a um monumento turístico e fazer um retrato– havia se tornado um instante de contravenção, felicidade e novidade. A possibilidade de estar dentro dos anéis e, ao mesmo tempo, fazer uma inocente desobediência civil estava aberta. Era uma pequena fresta na grande vigilância sobre a marca olímpica, seus direitos de uso e o protocolo que envolve essa utilização. A disputa para se pendurar no monumento transformava todos em crianças durante alguns minutos, antes de a segurança aparecer e acabar com a pequena festa. A poucos metros dos anéis, um grupo organizava um protesto. Em um evento comercial que vende felicidade, comunhão e competição saudável, algumas pessoas queriam apontar seu lado trágico: a corrupção por trás das obras, a gentrificação, a demolição de casas de famílias, a higienização dos locais de passagem, a cegueira da grande mídia para a vida das pessoas mais afetadas. Não havia lugar melhor para tentar uma brecha: o cartão-postal da cidade e a marca dos jogos. Procuravam uma forma de aparecer, de fazer sua causa ser vista, em meio a um controle gigantesco exercido pelas autoridades e pelos empresários locais. Confeccionavam cartazes e bandeiras com dizeres de protesto a tudo que estava ocorrendo e sobre o que ninguém queria falar. Durante os Jogos, o Presidente da República, que havia chegado ao poder de forma controversa, tentou impedir cartazes contra ele. Parece que, durante um período tão policiado e vigiado, pequenas desobediências precisam ser aceitas como válvula de escape. Ainda nas areias de Copacabana, foi possível encontrar fileiras de vendedores ambulantes que tentavam conquistar a clientela com seus pregões. Preço barato e simpatia podem ajudar nas vendas e melhorar o orçamento familiar em época de crise. Dizem que seus produtos estão chegando em navios diretamente da China. Esses navios aportam com produtos quase idênticos aos que são vendidos na loja oficial dos Jogos, quase sempre sem consumidores. Medalhas, bandeiras, viseiras, chaveiros, bonecos e todo tipo de lembranças chegam rapidamente à porta dos estádios, locais de passagem, protestos, competições de rua. Os mais afetados pela gentrificação dos Jogos e pela crise não têm sequer tempo de protestar. É preciso ganhar qualquer dinheiro para pagar as contas do dia. Os guardas-municipais fingem não estar vendo o comércio pirata até que alguma ordem superior chegue, o que costuma resultar na expulsão dos vendedores e na apreensão dos produtos não licenciados.
Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 30 · Bogotá, enero-marzo 2018 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 156-158 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda30.2018.08
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No comércio formal da cidade, há também os que não têm acesso aos produtos licenciados. A criatividade é o que pode fazer com que aumentem suas vendas, tirando algum proveito dos Jogos. Aquela loja de lingerie, uma loja tão comum nos centros comerciais brasileiros, se vira como pode e coloca placas para dirigir os olhares para as infinitas possibilidades de “fantasias” que envolvem as cores das bandeiras dos países. É especialmente criativo que a lingerie inspirada no conto “Branca de Neve” possa ser vendida como torcida colombiana. Fantasia é algo que permeia o evento. Aproveitar a brecha na correria do dia a dia para vestir algo inusitado. Há uma certa carnavalização dentro dos Jogos Olímpicos. Colocar uma fantasia parece aproximar algumas pessoas do evento. Paramentar-se para torcer. Pintar a cara. Costurar roupas elaboradas. Ao mesmo tempo que coloca em evidência e chama atenção, a fantasia esconde. Esconde a identidade, a pessoa que somos no cotidiano. Assim, podemos gritar, discutir, chorar e amar com mais intensidade. Caem as máscaras que nos mantêm dóceis e surgem as que nos libertam por alguns instantes. Fantasiar-se é mais uma forma de quebrar o controle. Fantasiar é imaginar que poderia ser diferente. Uma pausa na correria do espetáculo: um menino aproveita que as ruas estão completamente vazias durante um jogo de vôlei de praia (uma paixão brasileira) e simula nadar nas esteiras do metrô. Praticamente sozinho. Dentre todas as fantasias e todas as olímpiadas possíveis, havia também aquela torcedora paraguaia. Com viseira, bandeira e camisa de seu país, ela está ali “dando tudo de si”. Acredita que pode empurrar aos berros um parente que está competindo em uma prova de rua. Enquanto outros braços apontam celulares, os dela estão com os pelos completamente arrepiados tremulando sua bandeira. Deve ser uma olímpiada completamente diferente a vivida pelos parentes dos atletas. Pelo menos ali, naquele instante, naqueles poucos segundos em que seu parente passa exausto numa prova de rua quilométrica. Se existe algo que se parece com tudo o que os organizadores do evento dizem –toda a propaganda sobre superação, paixão e espírito– essa coisa está ali, naquela torcedora paraguaia com pelos arrepiados.
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Normas para Autores Tipo de artículos, convocatorias y modalidad de recepción
Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología tiene como objetivo contribuir al avance y difusión del conocimiento antropológico, y al análisis crítico de temas socioculturales, metodológicos y teóricos relevantes para los diversos subcampos de la disciplina y de otras disciplinas afines de las ciencias sociales y humanas, particularmente en antropología, arqueología y sus respectivas especialidades. La Revista es una publicación cuatrimestral (enero-abril, mayo-agosto y septiembre-diciembre) que circula al inicio de cada periodo señalado, creada en 2005 y financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). Antípoda conforma un foro abierto, crítico y plural en donde se publican artículos y trabajos inéditos en español, inglés y portugués. Todos los artículos publicados cuentan con un número de identificación DOI, que, de acuerdo con las políticas editoriales internacionales, debe ser citado por los autores que utilizan los contenidos al igual que el título abreviado de la Revista: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. 160
Las fechas de recepción de artículos para dossier y tema libre se informan en las respectivas convocatorias. Los artículos deben ser remitidos al correo de la Revista, siguiendo las indicaciones incluidas en la página web: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, pestaña "Presentar Artículo" (menú del costado izquierdo). Las propuestas presentadas a la Revista deben ser originales e inéditas y no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Antípoda no cobra a los autores los costos de los procesos editoriales. Todos los contenidos digitales de la revista son de acceso abierto a través de su página web. La versión impresa de la revista tiene un costo y puede adquirirse en puntos seleccionados.La Revista somete todos los artículos que recibe a la herramienta para la detección de plagio. Cuando éste se detecte total o parcialmente (sin la citación correspondiente), el texto es rechazado y se procede a notificar al autor. La Revista recibe propuestas para números monográficos en cualquiera de sus temas objeto. Los interesados deben descargar y diligenciar la ficha disponible en el enlace FORMATO_DOSSIER_2_ANTIPODA.PDF, y enviarla a antipoda@uniandes.edu.co. Las propuestas serán revisadas y aprobadas por el Editor y el Comité Editorial. Teniendo en cuenta la cantidad de artículos que recibe la Revista, no se publican textos de un mismo autor en un período de dos años.
Evaluación de artículos y proceso editorial
Al recibir un artículo el Equipo Editorial revisa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la Revista. Los autores deben presentar en una hoja aparte su información (nombre, afiliación institucional, etcétera) Asimismo deben garantizar la confidencialidad de su autoría dentro del texto. Los artículos que pasan ese primer filtro son sometidos a un proceso de arbitraje a cargo de dos evaluadores, nacionales e internacionales (con al menos el 50% con afiliación internacional), quienes pueden formular sugerencias al autor. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como los de los evaluadores se mantienen en el anonimato. El resultado de la evaluación le será comunicado al autor en un periodo de máximo seis meses a partir de la fecha de recepción del artículo. En caso de superar este plazo el Equipo Editorial informa al autor esta situación. La
decisión final de publicar o rechazar los artículos es tomada por el Equipo Editorial, con base en los informes presentados por los evaluadores; esta decisión es comunicada al autor por medio de un concepto escrito emitido por el Editor de la Revista (aprobado, aprobado con modificaciones, aprobado con modificaciones importantes, o rechazado). Las observaciones de los evaluadores, así como las del Equipo Editorial, deben ser tenidas en cuenta por el autor, quien debe realizar los ajustes solicitados en el plazo estipulado por la Revista. La fecha de publicación informada por los editores se cumple, siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación solicitada en el plazo indicado. Durante el proceso de edición, los autores pueden ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. No obstante, Antípoda se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores.
Parámetros para la presentación de artículos
Es requisito indispensable que en el momento de la remisión los artículos cumplan con los parámetros de la Revista: • Tener una extensión de máximo veinticinco (25) páginas (8.500 palabras aproximadamente, incluidos pies de página y referencias bibliográficas). • Estar escritos en formatos Word, tamaño carta, márgenes de 2,54 cm, doble espacio, letra Times New Roman 12 puntos, numeración de página desde 1 hasta n, en el margen superior derecho, con un uso mínimo de estilos: negrita sólo para títulos y subtítulos y cursiva para énfasis dentro del texto. Las citas textuales deberán aparecer siempre entre comillas. • Tener el título del artículo y un resumen en español o en el idioma escrito y en inglés. • El resumen debe tener un rango entre 150 y 250 palabras y debe describir los objetivos, métodos, hallazgos más importantes y conclusiones del artículo; debe ser informativo y no debe incluir ninguna cita ni abreviación. • Todo artículo debe tener entre tres y seis palabras clave tanto en inglés como en español. Las palabras clave deben reflejar el contenido del artículo, rescatando las áreas de conocimiento en las que se inscribe y los principales conceptos. Se recomienda revisar los términos y jerarquías establecidos en los listados bibliográficos (Thesaurus), y buscar correspondencia entre títulos, resúmenes y palabras clave. Cuando una palabra no se encuentre normalizada en Thesaurus, debe señalarse. • En un archivo aparte, el autor debe incluir la siguiente información: títulos académicos, afiliación institucional, cargo actual, estudios en curso, grupo de investigación al que pertenece (si aplica), últimas dos publicaciones y correo electrónico. En ese mismo archivo debe incluir la información de procedencia del artículo. En caso de que éste sea resultado de una investigación, la información del proyecto del que hace parte y el nombre de la institución financiadora. • Cuando los contenidos utilizados tengan un número de identificación DOI, este debe incluirse en el listado de referencias. • Todos los cuadros, gráficas, mapas, diagramas y fotografías serán denominados “Figuras”, las cuales deben ser insertadas en marcos o cajas de línea delgada, numeradas, en orden ascendente, e identificadas y referenciadas en el texto mediante un pie de foto. Éstas deben ser enviadas en formato .jpg o .tiff de alta resolución, es decir, de 300 pixeles por pulgada (ppp). Cuando el artículo es aceptado para publicación, los autores asumen la responsabilidad de transformar las figuras a escalas de grises y de suministrar los archivos de alta resolución. • En el momento de remisión, las figuras pueden tener una resolución baja o media; lo importante es que sean legibles. Cuando el artículo es aceptado para publicación, las figuras deben
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tener una calidad de publicación. Los autores asumen la responsabilidad de transformar las figuras a escalas de grises y de suministrar los archivos de alta resolución. • Todos las figuras representadas por mapas deben estar: 1) enmarcadas en una caja de línea delgada, 2) estar geográficamente referenciadas con flechas que indiquen latitud y longitud o con pequeños insertos de mapas que indiquen la localización de la figura principal, y 3) tener una escala en km. • El autor debe emplear los pies de página estrictamente en los casos en los que desea complementar información del texto principal. Los pies de página no se deben emplear para referenciar bibliografía o para referenciar información breve que puede ser incluida en el texto principal. Se exceptúan aquellos casos en los que el autor desea hacer comentarios adicionales sobre un determinado texto o un conjunto de textos alusivo al tema tratado en el artículo. • Parámetros para la presentación de reseñas • Estar escritas en formato Word, letra Times New Roman tamaño 12, paginado, en papel tamaño carta y márgenes de 2,54 cm. • Tener una extensión entre 5 y 8 páginas a espacio doble. • Incluir los datos completos del texto reseñado (autor, título, fecha, ciudad, editorial y páginas totales). • Incluir datos completos del autor: títulos académicos, afiliación institucional, grupo de investigación (si aplica) y correo electrónico. 162
• Se espera que las reseñas no sólo informen sobre el contenido del libro, sino que incorporen una perspectiva crítica y analítica.
Reglas de edición
• La primera vez que se use una sigla o abreviatura, ésta deberá ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la sigla o abreviatura. • Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos. • Antípoda utiliza el formato de estilo del Chicago Manual of Style, última edición, para presentar las referencias incluidas en el artículo. • Todas las referencias bibliográficas deben estar organizadas en estricto orden alfabético, numeradas en número arábigos, en orden ascendente, y deben listarse al final del artículo. Ver modelos de presentación de los datos bibliográficos en los siguientes ejemplos:
Libro con un solo autor o editor
Para libros de un solo autor, invertir el nombre en la lista de referencia; en el texto, incluya únicamente el apellido. En caso de citar una frase, la página específica o el rango de páginas se incluye en la cita dentro del texto (separado del año por una coma), pero no en la lista de referencias. Referencias: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigenidad en el norte de Colombia. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Jaramillo 2014, 99-100) Los libros con un editor en vez de autor incluyen la abreviación ed. (de editor; para más de un editor usar la abreviación eds.). La citación dentro del texto no incluye dicha abreviación.
Referencias: Steiner, Claudia, Carlos Páramo y Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Steiner, Páramo y Pineda 2014, 42)
Libros con múltiples autores
Para libros de dos autores, sólo el apellido del primer autor se invierte en la lista de referencias. Referencias: Espinosa, Mónica y Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Espinosa y Betancourt 2014, 52) Para libros de tres autores, se cita de la siguiente manera: Referencias: Tickner, Arlene, Carolina Cepeda y José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mundo 2012.Opinión pública y política exterior. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Tickner, Cepeda y Bernal 2013, 188-189) Para libros de cuatro o más autores, incluya todos los autores en la lista de referencias. El orden y la puntuación son exactamente iguales a los de libros de dos o tres autores. Sin embargo, dentro de texto se cita únicamente el apellido del primer autor, seguido por et al. En el texto: (Suárez et al. 2008, 118-119) Libros con autor, más editor o traductor En la lista de referencias, no abrevie Editado por ni Traducido por. Referencias: García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Traducido por Edith Grossman. Londres: Cape. En el texto: (García Márquez 1988, 242-255)
Capítulo de un libro editado
Para citar un capítulo de libro de un libro editado, incluya el autor y el título del capítulo entre comillas. Luego, el título del libro en cursivas y el nombre de quien lo editó. Note que el rango de páginas se escribe antes de la ciudad y la editorial. Referencias: Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. En El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Serje 2014, 153)
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Artículo en revista indexada
Las citaciones para revistas incluyen el volumen, el número de la edición y la fecha de publicación. El número del volumen sigue inmediatamente después del nombre en itálicas de la revista. La referencia a la página específica se incluye en el texto. El rango de páginas que comprende el artículo se incluye en la lista de referencias, precedido por dos puntos. El número de la edición aparece entre paréntesis, justo después del número del volumen. Referencias: Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de ruptura”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95. En el texto: (Aparicio 2015, 74) Para citación de revistas consultadas online, Chicago recomienda incluir preferiblemente el DOI del artículo, o el URL, en la lista de referencias. Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la “nacional y popular” de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (enero-abril): 21-48. Doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda21.2015.02 (Briones 2015, 40)
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Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (enero-abril): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/view. php/313/index.php?id=313 (Briones 2015, 44)
Políticas Éticas Publicación y autoría
Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología es una publicación financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). La oficina de la Revista se encuentra ubicada en el Edificio Franco, Gb-417 campus universitario. El sitio web de la Revista es http:// antipoda.uniandes.edu.co/index.php, y su correo, antipoda@uniandes.edu.co; el teléfono de contacto es el 3394999, extensión 3483. La Revista cuenta con la siguiente estructura: Equipo Editorial, conformado por el director del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia), Editor y Gestor Editorial, Consejo Editorial (Comité Editorial y Comité Científico), Comité de Revistas de la Facultad y equipo de soporte administrativo y técnico. Los miembros del Consejo son evaluados bianualmente en función de su prestigio en la disciplina y de su producción académica, visible en otras revistas y publicaciones académicas nacionales e internacionales. Los artículos presentados a la Revista deben ser originales e inéditos y no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Si el artículo es aceptado, se espera que su aparición anteceda a cualquier otra publicación total o parcial del artículo. Si el autor de un artículo quisiera incluirlo posteriormente en otra publicación, la revista donde se publique deberá señalar claramente los datos de la publicación original, previa autorización solicitada al Editor de la Revista. Asimismo, cuando la Revista tiene interés de publicar un artículo que ya ha sido previamente publicado, se compromete a pedir la autorización correspondiente a la editorial que realizó la primera publicación.
Responsabilidades de los autores
Los autores deben presentar sus artículos a través del siguiente enlace: http://antipoda.uniandes. edu.co/index.php “Presentar Artículo”, que aparece en el menú del costado izquierdo de la página web de la Revista. La Revista tiene normas para los autores, de acceso público, que contienen las pautas para la presentación de los artículos y las reseñas, así como las reglas de edición que pueden consultarse en: Política Editorial o al final de la versión impresa de la Revista. Si bien el Equipo Editorial aprueba los artículos con base en criterios de calidad, pertinencia y rigurosidad investigativa, los autores son los responsables de las ideas allí expresadas, así como de la idoneidad ética del artículo. Los autores tienen que hacer explícito que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Si se utiliza material que no sea de propiedad de los autores, es responsabilidad de los mismos asegurarse de tener las autorizaciones para el uso, reproducción y publicación de cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotografías, etcétera. Los autores aceptan someter sus textos a la herramienta de detección de plagio y a las evaluaciones del Equipo Editorial y de los dos evaluadores externos, y se comprometen a tener en cuenta sus observaciones, para la realización de los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deben realizarse en el plazo que le sea indicado por el Editor. Luego que la Revista reciba el artículo modificado, se le informa al autor acerca del dictamen final y se informa sobre los siguientes pasos del proceso editorial, tiempo en el cuál el autor debe resolver las inquietudes y solicitudes del Equipo Editorial con respecto a su artículo. Cuando los textos sometidos a consideración de la Revista no son aceptados para publicación, el Editor envía una notificación escrita al autor explicándole los motivos por los cuales su texto no será publicado. Durante el proceso de edición, los autores pueden ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publica. Esa fecha se cumple siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La Revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual”, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes, para incluir el texto en Antípoda (versión electrónica e impresa). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros.
Responsabilidades de los evaluadores/revisión por pares
A la recepción de un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la Revista, teniendo en cuenta formato, calidad (objetivo, marco teórico, metodología, conclusiones y bibliografía) y pertinencia del documento. Después de esta primera revisión, se definen los artículos que inician el proceso de arbitraje. Los textos son, en esta instancia, sometidos a la evaluación de dos pares académicos, nacionales e internacionales (al menos con el 50% con afiliación internacional) y al concepto del Equipo Editorial, quien se reserva la última palabra de los contenidos a publicar. Los evaluadores podrán formular sugerencias al autor señalando referencias significativas que no hayan sido incluidas en el trabajo. El resultado es comunicado al autor en un período de hasta seis meses a partir de la recepción del artículo. Cuando el proceso de evaluación excede este plazo, el Editor informa al autor el motivo de esta situación. Los evaluadores deben
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declarar en el formato de evaluación que no tienen conflicto de interés con los autores y con los temas sobre los que van a conceptuar. Ante cualquier duda se reemplaza al evaluador. La Revista cuenta con un formato que contiene preguntas con criterios cuidadosamente definidos, que el evaluador debe responder sobre el artículo objeto de evaluación. A su vez, tiene la responsabilidad de aceptar, rechazar o aprobar con modificaciones menores o mayores el artículo arbitrado. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como de los evaluadores son mantenidos en anonimato.
Responsabilidades editoriales
El Equipo Editorial de la Revista, con la participación del Consejo Editorial, es responsable de definir las políticas editoriales para que Antípoda cumpla con los estándares que permiten su posicionamiento como una publicación académica de reconocida calidad internacional. La revisión continua de estos parámetros asegura que la Revista mejore y llene las expectativas de sus lectores. Así como se publican normas editoriales, que la Revista espera sean cumplidas en su totalidad, también publica correcciones, aclaraciones, rectificaciones y da justificaciones cuando la situación lo amerite.
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Cuando la Revista recibe quejas de cualquier tipo, el Equipo responde prontamente, de acuerdo a las Normas establecidas por la publicación, y en caso de que el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a la resolución del problema. Cuando se reconoce falta de exactitud en un contenido publicado, se consulta al Comité Editorial, y se hacen las correcciones y/o aclaraciones en la página web de la Revista. El Equipo Editorial es responsable de la escogencia de los mejores artículos para ser publicados. Esta selección está basada en las recomendaciones derivadas del proceso de evaluación y del proceso de revisión editorial del artículo, en los que son centrales los criterios de calidad y relevancia, originalidad y contribuciones al conocimiento social, así como diversidad y pluralidad en los contenidos. En este mismo sentido, cuando un artículo es rechazado, la justificación que se le da al autor debe orientarse hacia estos aspectos. El Equipo Editorial es responsable de vigilar el proceso editorial de todos los artículos que se postulan a la Revista, y debe desarrollar mecanismos de confidencialidad mientras dura el proceso de evaluación por pares hasta su publicación o rechazo. Tan pronto un número de la Revista es publicado, el Equipo Editorial y el Equipo de Publicaciones son responsables de su difusión y distribución a los colaboradores, evaluadores, y a las entidades con las que se hayan establecido acuerdos de intercambio, así como a los repositorios y sistemas de indexación nacionales e internacionales, y de hacer los envíos a los suscriptores activos.
Editorial Policy
Norms for Authors Type of articles, calls for articles and form of reception
Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología aims to contribute to the advancement and dissemination of anthropological knowledge, and to the critical analysis of sociocultural, methodological and theoretical topics that are relevant for the diverse subfields of the discipline and of other related fields in the social and human sciences, particularly in anthropology, archaeology and their respective specialties. The journal is a publication that comes out every four months (JanuaryApril, May-August, September-December) at the beginning of each of the periods indicated. It was created in 2005 and funded by the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia). Antípoda constitutes an open, critical and pluralist forum in which unpublished articles and other works are published in Spanish, English and Portuguese. All the articles published have a DOI identification number that, in accordance with international editorial policies, must be cited by authors who use the contents, along with the abbreviated title of the journal: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. The dates of reception of articles for Dossier and Open Theme are announced in the respective calls for articles. All articles should be remitted through the e-mail following the instructions available on the journal’s web page: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, using the "Present Article" tab on the left-hand menu. The proposals presented to the journal must be original and unpublished and should not be simultaneously undergoing evaluation or have any editorial commitments with any other publication. Antípoda does not charge the authors for the costs of the editorial processes. Antípoda does not charge the authors for the costs of the editorial processes. All the digital contents of the journal are open access through its website. The printed version of the journal has a cost and can be purchased at selected points. The journal subjects all the articles it receives to a plagiarism detection test. When plagiarism, either total or partial (i.e., lacking the corresponding citation) is detected, the text is rejected and the author is notified of the fact. The journal receives proposals for thematic issues on any one of the subject areas of its interest. Interested parties should download and complete the form that is available through the following link: FORMATO_DOSSIER_2_ANTIPODA.PDF, and send it to antipoda@uniandes.edu.co. The proposals will be reviewed and approved by the editor and the Editorial Committee. Given the number of articles the journal receives, no more than one article by the same author will be published within a two-year period.
Evaluation of articles and the editorial process
Upon receiving an article, the Editorial Team evaluates whether it fulfills the basic requirements established by the journal. The authors should present their information (name, institutional affiliation, etc.) on a separate sheet. They must also guarantee the confidentiality of the fact of their authorship within the text. The articles that pass this first filter are then subjected to an arbitration process carried out by two evaluators, national and international (at least 50% with international affiliation), who may make suggestions to the author. During the evaluation, the names of the
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authors and those of the evaluators must be kept anonymous. The result of the evaluation will be communicated to the author within a maximum period of six months from the date of receipt of the article. If the process exceeds this time limit, the Editorial Team will inform the author of the situation. The final decision to publish or to reject an article is made by Editorial Team, on the basis of the reports presented by the evaluators; the decision is then communicated to the author by means of a written decision issued by the Editor of the journal (approved, approved with modifications, approved with important modifications, or rejected). The observations of the evaluators, like those of the Editorial Team, should be taken into account by the author, who is expected to make the adjustments requested within the time limit stipulated by the journal. The publication date announced by the editors will be respected as long as the author makes sure that all the documentation requested is delivered before the indicated deadline. During the publication process, the editors may consult the authors to resolve any concerns regarding their articles. Nonetheless, Antípoda reserves the right to make minor corrections of style. Email is the preferred means of communication with the authors during both the evaluation process and the publication process.
Guidelines for the Presentation of Articles
It is indispensable that the articles comply with the following guidelines when they are presented for publication in the journal: • They must be no more than twenty-five (25) pages long (approximately 8,500 words, including footnotes and bibliographic references). 168
• They must be written in Word formats, letter-size pages with 2.54 cm margins, double spaced, in Times New Roman 12 point font, page numbers from 1 to N in the upper right-hand corner, with a minimum use of different typesets: bold for titles and subtitles only, and italics for emphasis within the text. Quotes within the text must always be placed in quotation marks. • They must include the title and an abstract of the article in Spanish or in the language in which it was written, and in English. • The abstract must be from 50 to 250 words long and should describe the objectives, methods, most important findings, and conclusions of the article. It should be informative and should not include any quotes or abbreviations. • Every article must have from three to six keywords in both English and Spanish. The keywords should reflect the content of the article, indicating the areas of knowledge in which they are inscribed and the main concepts. The terms and hierarchies established in the bibliographic listings should be checked (Thesaurus) and the titles, abstracts, and keywords should be in concordance with each other. When a word does not appear normalized in Thesaurus, this fact should be pointed out. • The author should also provide the following information in a separate file: academic degrees, institutional affiliation, current position, ongoing studies, research group (if applicable), two most recent publications, and e-mail address. This same file should include the source information for the article. When an article is the result of a research study, the information on the project of which it forms part and the name of the financing institution should be included. • When the contents used have a DOI identification, it should be included in the reference. • All charts, graphs, maps, diagrams and photographs will be denominated “Figures,” which should be inserted in thin-line frames or boxes, numbered in ascending order and identified and referenced in the text by captions. These should be presented in .jpg or .tiff format, with high resolution, i.e., 300 dots per inch (dpi). When an article is accepted for publication, the authors assume responsibility for converting the figures to grayscales and for providing high-resolution files. • Figures may have either low or medium resolution when they are presented; the important
thing is that they be legible. When an article is accepted for publication, the figures must be of a quality that is suitable for publication. The authors assume responsibility for converting the figures to gray-scale and providing high-resolution files. • All figures represented by maps should be: 1) framed within a slim-line box, 2) geographically referenced with arrows to indicate latitude and longitude, or with small maps inserted to indicate the location of the main figure, and 3) be on a scale measured in kilometers. • The author must use footnotes only in cases in which it is desirable to complement information from the main text. Footnotes should not be used to reference bibliography or to reference brief data that may be included within the main text. The exceptions are cases in which the author wishes to make additional comments on any given text or on a set of texts alluding to the topic dealt with in the article.
Guidelines for Presenting Reviews
• They must be presented in Word format, Times New Roman Font size 12, and letter-size numbered pages with 2.54 cm margins. • They must be from 5 to 8 pages long, double-spaced. • They must include the complete data regarding the text reviewed (author, title, date, city, publishing house, and total number of pages). • They must include the complete data on the author: academic degrees, institutional affiliation, research group (if applicable), and e-mail address. • Reviews should not only inform about the content of the book, but also incorporate a critical, analytical perspective.
Editing Rules
• The first time that initials or abbreviations appear, they should be placed in parenthesis after the full form, and only the initials or the abbreviation should be used on subsequent occasions. • Quotes more than four lines long should be put in a special format for long quotes, single space, in Font 11, with reduced margins. • Antípoda uses the style format of the Chicago Manual of Style, last edition, for presenting the references included in the articles it publishes. • All bibliographical references should be organized in strict alphabetical order, numbered in ascending order with Arabic numbers, and listed at the end of the article. See models for presenting bibliographical data in the following examples:
Books with Only One Author or Editor
For books with only one author, invert the order of the first and last name on the reference list; include only the last name in the text. When a phrase is cited, the specific page or range of pages is included in the quote within the text (separated from the year by a comma), but not in the list of references. References: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigenidad en el norte de Colombia. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Jaramillo 2014, 99-100) References to books with an editor instead of an author include the abbreviation ed. for editor (for more than one editor use the abbreviation eds.). The citation within the text does not include said abbreviation.
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References: Steiner, Claudia, Carlos Páramo and Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Steiner, Páramo and Pineda 2014, 42) Books with More Than One Author For books with two authors, only the first author’s name is inverted in the list of references. References: Espinosa, Mónica and Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Espinosa and Betancourt 2014, 52)
Books with three authors are cited as follows: References:
Tickner, Arlene, Carolina Cepeda and José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mundo 2012. Opinión pública y política exterior. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: 170
(Tickner, Cepeda and Bernal 2013, 188-189) For books with four or more authors, the names of all the authors are included in the list of references. The order and punctuation are exactly the same as for books with two or three authors. However, only the last name of the first author is cited within the text, followed by et al. In the text: (Suárez et al. 2008, 118-119)
Books with Author, plus Editor or Translator
Do not abbreviate Edited by or Translated by on the list of references. References: García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Translated by Edith Grossman. Londres: Cape. In the text: (García Márquez 1988, 242-255)
Chapter of an Edited Book
To cite a chapter of an edited book, include the author and the title of the chapter in quotation marks, followed by the book title in italics, and then the name of the editor/s. Note that the range of pages is indicated before the city and the publisher. References: Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. In El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Serje 2014, 153)
Article in an Indexed Journal
Citations of magazines include the volume number, the issue number, and the date of publication. The number of the volume comes immediately after the name of the magazine written in italics. The reference to a specific page number is included in the text. The range of pages that the article covers is included in the list of references, preceded by a colon. The issue number appears in parenthesis, just after the volume number. References: Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de rupture.” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95. In the text: (Aparicio 2015, 74) For citing magazines consulted online, Chicago recommends including the DOI of the article, or the URL, in the list of references. Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la “nacional y popular” de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (January-April): 21-48. DOI: http://dx.doi.org/10.7440/ antipoda21.2015.02 (Briones 2015, 40) Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (January-April): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/view. php/313/index.php?id=313 (Briones 2015, 44)
Ethical Policies Publication and authorship
Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología is a publication funded by the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia). The office of the journal is located in the Franco Building (Office Gb-417) on the university campus. The journal’s web site is http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php. Its email address is antipoda@uniandes.edu.co , and the telephone number is 3394999, extension 3483. The journal has the following structure: the Editorial Team, composed of the Director of the Anthropology Department of the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia), Editor and Editorial Manager, Editorial Council (Editorial Committee and Scientific Committee), the Board of Journals of the School of Social Sciences and the Administrative and Technical Support Team. The members of the Council are evaluated biannually with respect to their prestige in the discipline and their academic production, as seen in other national and international journals and academic publications. The articles presented to the journal must be original and unpublished and must not be simultaneously undergoing any evaluation process or have editorial commitments with any other publication. If an article is accepted, it is expected that its appearance in Antípoda will precede any other total or partial publication of the article. If the author of an article wishes to include it later in another publication, the journal in which it is to be published should clearly indicate the data
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regarding its original publication, after having requested authorization from the Editor of the journal. In the same way, when the journal has an interest in publishing an article that has previously been published elsewhere, it commits itself to requesting the corresponding authorization from the original publisher.
Responsibilities of the authors
Authors should present their articles through the following link: http://antipoda.uniandes.edu. co/index.php “Present Article,” that appears on the left-hand menu of the journal’s web page. The journal has publicly accessible norms for authors, that provide the guidelines for the presentation of articles and reviews, as well as editorial rules which can be consulted through the Editorial Policy link or at the end of the printed version of the journal. Even though the Editorial Team approves articles based on criteria of quality, relevance and investigative excellence, the authors are responsible for the ideas expressed in their work, as well as for its ethical standards. The authors must explicitly state that the text is of their own authorship and that the intellectual property rights of third parties are respected in it. If material is used that is not the property of the authors, it is their responsibility to make sure to obtain the authorizations for the use, reproduction and publication of charts, graphs, maps, diagrams, photographs, etc.
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The authors agree to submit their texts to a plagiarism detection test and to the evaluations of the Editorial Team and of the two external evaluators, and they agree to take the resulting observations into account for making the adjustments requested. These modifications and corrections to the manuscript should be done within the time limit indicated by the editor. After the journal receives the modified article, the author is informed of the final decision and of the following steps in the publishing process, during which time the author must resolve concerns and requests of the Editorial Team with respect to the article. When the texts submitted for the consideration of the journal are not accepted for publication, the editor sends a written notification to the author explaining the reasons why the text will not be published. During the editing process, the editors may consult the authors to resolve concerns regarding their articles. In both the evaluation process and in the editing process, email constitutes the preferred means of communication with the authors. The Editorial Team reserves the last word on the publication of articles and the issue in which they are to be published. That publication date will be respected as long as the author delivers all the documentation requested within the indicated time limit. The journal reserves the right to make minor corrections of style. The authors of the texts that are accepted authorize, by signing the “Document of Authorization of Use of Intellectual Property Rights,” the use of the author’s economic rights (reproduction, public communication, transformation and distribution) to the Universidad de los Andes, in order to include the text in Antípoda (electronic version and printed version). In the same document the authors confirm that the text is of their own authorship and that the intellectual rights of third parties are respected in it.
Responsibilities of the evaluators/peer review
Upon receiving an article, the Editorial Team evaluates whether it fulfills the basic requirements established by the journal, taking into account the format, quality (objective, theoretical framework, methodology, conclusions and bibliography) and relevance of the document. After this first review, it is decided which articles will begin the arbitration process. In this stage the texts are subjected to evaluation by two academic peers, national and international (at least 50% with international affiliation) and to the opinion of the Editorial Team, who reserve the last word regarding
the contents to be published. The evaluators may make suggestions to the author, e.g., pointing out significant references that have not been included in the work. The result is communicated to the author within a maximum period of six months from the date of receipt of the article. When the evaluation process exceeds this time limit, the editor informs the author or the reason for this situation. The evaluators must declare on the evaluation format that they have no conflict of interest with the authors or with the topics on which they are going to render judgment. When there is any doubt, the evaluator is replaced. The journal has a format that contains questions with carefully defined criteria that the evaluator must answer regarding the article that is to be evaluated. The evaluator also has the responsibility of accepting, rejecting, or approving the arbitrated article with major or minor modifications. During the evaluation, the names of the authors and of the evaluators are kept anonymous.
Editorial responsibilities
The Editorial Team of the journal, with the participation of the Editorial Council, is responsible for defining the editorial policies so that AntĂpoda meets the standards that make it possible for it to be positioned as an academic publication of internationally recognized quality. The continual revision of these parameters ensures that the journal will continue to improve and fulfill the expectations of its readers. Just as the journal publishes its editorial norms, which it expects authors to follow in their totality, it also publishes corrections, clarifications, amendments and gives justifications when the situation warrants it. When the journal receives complaints of any type, the Editorial Team responds promptly, in accordance with the norms it has established and, when warranted, it must ensure that the complaint receives the attention it deserves in order to help resolve the problem. When a lack of precision is recognized in a published content, the Editorial Committee is consulted and the corrections and/ or clarifications are made on the journal’s web page. The Editorial Team is responsible for choosing the best articles to be published. This selection is based on the recommendations derived from the process of evaluation and from the process of editorial review of the article, in which the main criteria are quality and relevance, originality and contributions to social knowledge, as ell as diversity and plurality in terms of contents. In this same sense, when an article is rejected, the justification given to the author should be oriented towards these aspects. The Editorial Team is responsible for overseeing the editorial process of all the articles submitted to the journal, and it must develop mechanisms to ensure confidentiality throughout the process, from peer review to final publication or rejection. As soon as an issue of the journal is published, the Editorial Team and the Publications Team are responsible for its dissemination and distribution to collaborators, evaluators, and to the entities with which exchange agreements have been established, as well as to national and international repositories and indexation systems, and for mailings to active subscribers.
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Política editorial
Instruções aos autores Tipo de artigo, edital e modalidade de recepção
A Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología tem como objetivo contribuir para o avanço e a difusão do conhecimento antropológico e a análise crítica de temas socioculturais, metodológicos e teóricos, relevantes para os diversos subcampos da disciplina e de outras áreas afins das ciências sociais e humanas, particularmente antropologia, arqueologia e suas respectivas especialidades. A Revista é uma publicação quadrimestral (janeiro-abril, maio-agosto e setembro-dezembro), que circula no início de cada período mencionado. Ela foi criada em 2005 e é financiada pela Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia). A Antípoda conforma um fórum aberto, crítico e plural, em que são publicados artigos e trabalhos inéditos em espanhol, inglês e português. Todos os artigos publicados contam com um número de identificação DOI, que, de acordo com as políticas editoriais internacionais, deve ser citado pelos autores que utilizam os conteúdos assim como o título abreviado da revista: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. 174
As datas de recepção de artigos para dossiê são informadas nos respectivos editais. Os textos devem ser enviados pelo sistema disponível na página web: http://antipoda.uniandes.edu.co/ index.php, opção “Presentar Artículo” (“Apresentar artigo”, na lateral esquerda). As propostas apresentadas à Revista devem ser originais e inéditas, e não devem estar em processo simultâneo de avaliação nem ter outros compromissos editoriais com nenhum outro periódico. A Antípoda não cobra dos autores os custos dos processos editoriais. A Revista proporciona acesso aberto a todo seu conteúdo. A Revista submete todos os artigos recebidos à ferramenta de detecção de plágio. Quando este for detectado total ou parcialmente (sem a citação correspondente, por exemplo), o texto é recusado e notifica-se o autor. A Revista recebe propostas para números monográficos em qualquer de seus temas de investigação. Os interessados devem baixar o formulário disponível na página web e preenchê-lo FORMATO_DOSSIER_2_ANTIPODA.PDF. Em seguida, devem enviá-lo ao e-mail antipoda@uniandes. edu.co. O Editor e a Comissão Editorial revisarão e aprovarão as propostas enviadas. Considerando a quantidade de artigos que a Revista recebe, não se publicam textos de um mesmo autor durante um período de dois anos.
Parecer de artigos e processo editorial
Ao receber um artigo, a Equipe Editorial confere se ele cumpre com os requisitos básicos exigidos pela revista. Os autores devem apresentar num arquivo em separado sua informação (nome completo, afiliação institucional etc.). Além disso, devem garantir a confidencialidade de sua autoria dentro do texto. Os artigos que passam por esse primeiro filtro são submetidos a um processo de arbitragem sob a responsabilidade de dois pareceristas, nacionais e internacionais (com, pelo menos, 50% de afiliação internacional), que farão sugestões ao autor, se for o caso. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto os dos pareceristas se manterão no anonimato. O resultado do parecer será comunicado ao autor num período de, no máximo, seis meses a partir da data de recepção do artigo. Caso se esgote esse prazo, a Equipe Editorial informa o autor dessa situação. A decisão final de publicar ou recusar os artigos é tomada pela Equipe Editorial com base
nos relatórios apresentados pelos pareceristas; essa decisão é comunicada ao autor por meio de um conceito escrito emitido pelo Editor da Revista (aceito, aceito com modificações, aceito com modificações substanciais ou recusado). Os autores devem considerar as observações dos pareceristas e as da Equipe Editorial e realizar os ajustes solicitados no prazo estipulado pela revista. A data de publicação informada pelos editores se cumpre contanto que o autor envie toda a documentação solicitada no prazo indicado. Durante o processo de edição, os autores podem ser consultados pelos editores para resolver possíveis dúvidas. Contudo, a Antípoda se reserva o direito de fazer correções de forma ou adequações ao perfil gráfico da Revista. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, a comunicação com os autores será feita por e-mail.
Parâmetros para a apresentação de artigos
É requisito indispensável que, no momento da remissão, os artigos cumpram com os parâmetros da Revista relacionados a seguir. • Ter uma extensão de máximo 25 páginas (8.500 palavras aproximadamente, incluídas notas de rodapé e referências bibliográficas). • Estar escritos em formatos Word, tamanho carta, margens de 2,54 cm, espaço duplo, fonte Times New Roman tamanho 12, numeração de página a partir de 1 até n, na margem superior direita, com um uso mínimo de estilos: negrito só para títulos e subtítulos, e itálico para ênfase dentro do texto. As citações textuais deverão aparecer sempre entre aspas. • Ter o título do artigo e um resumo em espanhol ou no idioma escrito e em inglês. • O resumo deve ter entre 150 e 250 palavras e deve descrever os objetivos, métodos, descobertas mais importantes e conclusões do artigo; deve ser informativo e não deve incluir nenhuma citação nem abreviação. • Todo artigo deve ter entre três e seis palavras-chave, tanto em inglês quanto em espanhol. As palavras-chave devem refletir o conteúdo do artigo e resgatar as áreas de conhecimento nas quais se inscreve e os principais conceitos. Recomenda-se revisar os termos e hierarquias estabelecidos nas listas bibliográficas (Thesaurus), além de procurar correspondência entre títulos, resumos e palavras-chave. Quando uma palavra não se encontrar normalizada em Thesaurus, deve ser indicada. • Em um arquivo à parte, o autor deve incluir a seguinte informação: títulos acadêmicos, filiação institucional, cargo atual, estudos em curso, grupo de pesquisa ao que pertence (se aplicar), últimas duas publicações e e-mail. Nesse mesmo arquivo, deve incluir a informação de procedência do artigo. Caso este seja resultado de uma pesquisa, a informação do projeto do qual faz parte e o nome da instituição financiadora. • Quando os conteúdos utilizados tiverem um número de identificação DOI, este deve ser incluído na lista de referências. • Quadros, gráficos, mapas, diagramas e fotografias serão denominados “figuras” e devem ser numerados em ordem ascendente, e identificados com uma legenda, bem como ter sido mencionados no texto. Sobre seu formato, devem apresentar linhas de bordas finas e ser enviados em formato .jpg ou .tiff de alta resolução (300 dpi). Quando o artigo é aceito para publicação, os autores assumem a responsabilidade de transformar as figuras em escala de cinzas e de fornecê-las em alta resolução. • No momento de remissão, as figuras podem ter uma resolução baixa ou média; o importante é que sejam legíveis. Quando o artigo for aceito para publicação, as figuras devem ter uma qualidade de publicação. Os autores assumem a responsabilidade de transformar as figuras em tons de cinza e de fornecer os arquivos de alta resolução. • Todas as figuras representadas por mapas devem: 1) estar enquadradas em uma caixa de linha
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fina, 2) estar geograficamente referenciadas com setas que indiquem latitude e longitude ou com pequenas inserções de mapas que indiquem a localização da figura principal, e 3) ter uma escala em km. • O autor deve usar as notas de rodapé estritamente nos casos em que quiser complementar informação do texto principal. As notas de rodapé não devem ser usadas para referenciar bibliografia ou para referenciar informação breve que pode ser incluída no texto principal. Excetuam-se aquelas situações em que o autor desejar fazer comentários adicionais sobre um determinado texto ou um conjunto de textos alusivos ao tema tratado no artigo.
Parâmetros para a apresentação de resenhas
• Estar escritas em formato Word, fonte Times New Roman, tamanho 12, paginado, em papel tamanho carta e margens de 2,54 cm. • Ter uma extensão entre 5 e 8 páginas com espaço duplo. • Incluir os dados completos do texto resenhado (autor, título, data, cidade, editora e páginas totais). • Incluir dados completos do autor: títulos acadêmicos, afiliação institucional, grupo de pesquisa (se aplicar) e e-mail. • Espera-se que as resenhas não apenas informem sobre o conteúdo do livro, mas que também incorporem uma perspectiva crítica e analítica. 176
Regras de edição
• Na primeira vez que se usar uma sigla ou abreviatura, esta deverá ir entre parênteses depois da fórmula completa (do nome por extenso); nas seguintes vezes será usado somente a sigla ou a abreviatura. • As citações textuais que ultrapassarem as quatro linhas devem ser colocadas em formato de citação longa, com espaço simples, tamanho de letra 11 e margens reduzidas. • A Antípoda utiliza o formato de estilo do Chicago Manual of Style, última edição, para apresentar as referências incluídas no artigo. • Todas as referências bibliográficas devem estar organizadas em rigorosa ordem alfabética, numeradas com números arábicos, em ordem ascendente, e devem ser listadas ao final do artigo. Ver modelos de apresentação dos dados bibliográficos nos seguintes exemplos.
Livro com apenas um autor ou editor
Para livros de apenas um autor, inverter o nome na lista de referência; no texto inclua unicamente o sobrenome. Ao citar uma frase, a página específica ou o intervalo de páginas inclui-se na citação dentro do texto (separado do ano por uma vírgula), mas não na lista de referências. Referências: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigenidad en el norte de Colombia. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Jaramillo 2014, 99-100) Os livros com um editor em vez de autor incluem a abreviação ed. (de editor; para mais de um editor usar a abreviação eds.). A citação dentro do texto não inclui essa abreviação. Referências: Steiner, Claudia, Carlos Páramo e Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger
Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Steiner, Páramo e Pineda 2014, 42)
Livros com vários autores
Para livros de dois autores, apenas o sobrenome do primeiro autor inverte-se na lista de referências. Referências: Espinosa, Mónica e Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Espinosa e Betancourt 2014, 52) Para livros de três autores, cita-se da seguinte maneira: Referências: Tickner, Arlene, Carolina Cepeda e José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mundo 2012.Opinión pública y política exterior. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Tickner, Cepeda e Bernal 2013, 188-189) Para livros de quatro ou mais autores, inclua todos os autores na lista de referências. A ordem e a pontuação são exatamente iguais às de livros de dois ou três autores. No entanto, dentro do texto cita-se unicamente o sobrenome do primeiro autor, seguido por et al. No texto: (Suárez et al. 2008, 118-119)
Livros com autor, mais editor ou tradutor
Na lista de referências, não abrevie Editado por nem Traduzido por. Referências: García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Traduzido por Edith Grossman. Londres: Cape. No texto: (García Márquez 1988, 242-255)
Capítulo de um livro editado
Para citar um capítulo de livro de um livro editado, inclua o autor e o título do capítulo entre aspas. Depois o título do livro em itálico e o nome de quem o editou. Note que o intervalo de páginas escreve-se antes da cidade e da editora. Referências: Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. Em El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Serje 2014, 153)
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Artigo em revista indexada
As citações para revistas incluem o volume, o número da edição e a data de publicação. O número do volume vai imediatamente depois do nome em itálico da revista. A referência à página específica inclui-se no texto. O intervalo de páginas que compreende o artigo inclui-se na lista de referências, precedido por dois pontos. O número da edição aparece entre parênteses, logo depois do número do volume. Referências: Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de ruptura”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95. No texto: (Aparicio 2015, 74) Para citação de revistas consultadas on-line, Chicago recomenda incluir preferivelmente o DOI do artigo, ou o URL, na lista de referências. Referências: Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (janeiro-abril): 21-48. Doi: http://dx.doi.org/10.7440/ antipoda21.2015.02 178
No texto: (Briones 2015, 40) Referências: Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (janeiro-abril): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/ view.php/313/index.php?id=313 No texto: (Briones 2015, 44)
Políticas éticas Publicação e autoria
A Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología é uma publicação financiada pela Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia). O escritório da Revista se localiza no Edifício Franco, Gb-417 campus universitário, Bogotá. A página web da Revista é http://antipoda. uniandes.edu.co/index.php, e seu e-mail, antipoda@uniandes.edu.co; o telefone para contato é o (57 1) 339-4999, ramal 3483. A Revista conta com a seguinte estrutura: Equipe Editorial, conformada pelo diretor do Departamento de Antropologia da Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia), editor e gestor editorial. Conselho Editorial (Comissão Editorial e Comissão Científica), Comissão de Revistas da Faculdade e Equipe de Suporte Administrativo e Técnico. Os membros do Conselho são avaliados bianualmente em função de seu prestígio na disciplina e de sua produção acadêmica, visível em outros periódicos acadêmicos nacionais e internacionais. Os artigos apresentados à Revista devem ser originais e inéditos, e não estar em processo simultâneo de avaliação nem ter compromissos editoriais com nenhum outro periódico. Se o
artigo for aceito, espera-se que seu aparecimento anteceda a qualquer outra publicação total ou parcial dele. Caso o autor de um artigo queira incluí-lo depois em outra publicação, a revista onde for publicado deverá indicar claramente os dados da publicação original, com prévia autorização solicitada ao Editor da Antípoda. Da mesma forma, quando a revista tiver interesse num artigo que já tenha sido publicado, compromete-se a pedir a autorização correspondente à editora que realizou a primeira publicação.
Responsabilidades dos autores
Os autores devem apresentar seus artigos pelo seguinte link: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, opção “Presentar Artículo” (“Apresentar artigo”, na lateral esquerda da página). A Revista tem normas para a apresentação de colaborações de artigos e resenhas, de acesso público, bem como regras de edição, que podem ser consultadas na seção “Política Editorial” ou no final da versão impressa da revista. Embora a Equipe Editorial aprove os artigos com base em critérios de qualidade, pertinência e rigorosidade investigativa, os autores são os responsáveis pelas ideias expressas no texto e pela idoneidade ética deste. Também, eles têm que deixar explícito que o texto é de sua autoria e que nele são respeitados os direitos de propriedade intelectual de terceiros. Se for utilizado material que não seja de propriedade dos autores, é responsabilidade destes conseguir as autorizações para seu uso, reprodução e publicação (tanto de gráficos, mapas quanto de fotografias, ilustrações etc.). Os autores aceitam submeter seus textos à ferramenta de detecção de plágio e aos pareceres da Equipe Editorial e dos pareceristas externos, e comprometem-se a considerar suas observações para a realização das modificações solicitadas. Estas devem ser realizadas no prazo indicado pelo Editor. Assim que a revista receber o artigo modificado, informam-se ao autor a decisão final e os seguintes passos do processo editorial. Durante esse período, o autor deve resolver as dúvidas e as solicitações da Equipe Editorial a respeito de seu artigo. Quando os textos submetidos ao parecer da Revista não são aceitos para publicação, o Editor envia uma notificação escrita ao autor, na qual explica os motivos pelos quais seu texto não será publicado. Durante o processo de edição, os autores podem ser consultados pelos editores para resolver dúvidas existentes. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, a comunicação com os autores será feita por e-mail. A Equipe Editorial tem a última palavra sobre a publicação dos artigos e o número no qual serão publicados. Isso se cumpre se o autor enviar toda a documentação solicitada no prazo indicado. A Revista se reserva o direito de fazer correções de forma ou adequações ao seu perfil gráfico. Os autores dos textos aceitos autorizam, por meio da assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”, a utilização dos direitos patrimoniais do autor (reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) à Universidad de Los Andes, para incluir o texto na revista Antípoda (versão eletrônica e impressa). Nesse mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria e que nele se respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros.
Responsabilidades dos pareceristas/avaliação por pares
Na recepção de um artigo, a Equipe Editorial avalia se este cumpre com os requisitos básicos exigidos pela Revista: formato, qualidade (objetivo, referencial teórico, metodologia, conclusões e bibliografia) e pertinência do tema. Após essa primeira revisão, definem-se os artigos que iniciam o processo de arbitragem. Os textos são, nesse momento, submetidos ao parecer de dois pares acadêmicos, nacionais e internacionais (com, pelo menos, 50% de afiliação internacional) e ao conceito da Equipe Editorial, que tem a última palavra sobre os conteúdos a publicar. Os pareceristas poderão, por exemplo, formular sugestões ao autor que indiquem referências significativas que
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não tenham sido incluídas no trabalho. O parecer é comunicado ao autor num período de até seis meses a partir da submissão do artigo. Quando o processo de avaliação ultrapassar esse prazo, o Editor informará o autor do motivo dessa situação. Os pareceristas devem declarar, no formulário de avaliação, que não têm conflito de interesse com os autores e com os temas sobre os quais emitirão um parecer. Diante de qualquer dúvida sobre isso, o(s) parecerista(s) será(ão) substituído(s). A Revista conta com um formulário com perguntas com critérios cuidadosamente definidos, às quais o parecerista deve responder sobre o artigo em questão. No entanto, a responsabilidade de aceitar, aceitar com modificações menores ou substanciais ou recusar o artigo avaliado é da Revista. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto os dos avaliadores serão mantidos em anonimato.
Responsabilidades editoriais
A Equipe Editorial da Revista, com a participação do Conselho Editorial, é responsável pela definição das políticas editoriais para que a Antípoda cumpra com os padrões que permitem seu posicionamento como uma publicação acadêmica de reconhecida qualidade internacional. A revisão contínua desses parâmetros garante que a Revista melhore e atinja as expectativas de seus leitores. A Revista espera que as normas para apresentação de colaborações sejam cumpridas em sua totalidade. Contudo, se for necessário, ela realizará correções, esclarecimentos, retificações e justificativas a respeito de conteúdos já publicados.
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Quando a Revista recebe reclamações de qualquer tipo, a Equipe responde brevemente, de acordo com as normas estabelecidas pela publicação; se necessário, será realizada a adequada investigação a fim de resolver o problema. Quando se reconhece falta de exatidão num conteúdo publicado, a Comissão Editorial é consultada e são feitas as correções e/ou esclarecimentos na página web da Revista. A Equipe Editorial é responsável pela escolha dos melhores artigos para serem publicados. Essa seleção está baseada nas recomendações derivadas do processo de avaliação e do de revisão editorial do artigo, nos quais são centrais os critérios de qualidade, relevância, originalidade, contribuições ao conhecimento social, diversidade e pluralidade nos conteúdos. Nesse sentido, quando um artigo é recusado, a justificativa dada ao autor deve ser orientada a esses aspectos. A Equipe Editorial é também a responsável por zelar pelo processo editorial de todos os artigos que são submetidos à Revista e deve desenvolver mecanismos de confidencialidade enquanto durar o processo de avaliação por pares até sua publicação ou recusa. Assim que um número da Revista for publicado, a Equipe Editorial e a Equipe de Publicações são responsáveis por sua difusão e distribuição aos colaboradores e pareceristas, às entidades que tenham estabelecido convênios de intercâmbio, bem como aos repositórios e aos sistemas de indexação nacionais e internacionais, além de enviá-lo aos seus assinantes ativos.
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Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología No. 30 Se terminó de imprimir en el mes de enero de 2018. Las opiniones e ideas aquí consignadas son de responsabilidad exclusiva de los autores y no necesariamente reflejan la opinión del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para uso personal siempre y cuando se mencionen como fuente el artículo y su autor y a Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero la autorización del Editor de la revista.
ANTIPODA 30
R E V I S T A
D E
A N T R O P O L O G Í A
Y
A R Q U E O L O G Í A
EDITORIAL Nota editorial | viii-ix Deporte(s) y Antropología: enfoques, objetos y prácticas. Repensando sus configuraciones en Suramérica | 1-16 Martin Curi – Universidade Federal Fluminense, Brasil José Garriga Zucal – CONICET, Universidad Nacional de San Martín, Argentina Alejo Levoratti – Universidad Nacional de La Plata, Argentina
MERIDIANOS “La deportista moderna”: género, clase y consumo en el fútbol, running y hockey argentinos | 23-42 Gabriela Garton y Nemesia Hijós – CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina Deporte y estilos de vida. El running en Argentina | 43-63 Gastón Julián Gil – CONICET, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina Humildes, trabajadores y sacrificados. Treinta años de desplazamientos en las representaciones de ser futbolista en Argentina | 65-84 Federico Czesli – Universidad Nacional de San Martín, Argentina Diego Murzi – CONICET, Universidad de Buenos Aires, Argentina Nacionalismos deportivos con “clase”: el rugby argentino en la era profesional/global | 85-105 Sebastián Fuentes – CONICET, Argentina y Universidad de Ámsterdam, Países Bajos Daniel Guinness – Universidad de Ámsterdam, Países Bajos
PARALELOS A Associação Nacional das Torcidas Organizadas do Brasil na arena pública: desafios de um movimento coletivo | 111-128 Rosana da Câmara Teixeira – Universidade Federal Fluminense, Brasil Violencia, estigma y desplazamientos: la reconfiguración social y moral de Los Piratas en clave procesual | 129-150 Nicolás Cabrera – CONICET, Universidad Nacional de San Martín, Argentina
D O CUMENTOS Algumas Olimpíadas | 156-158 Thiago Facina – Pesquisador e fotógrafo independente, Brasil
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