Revista de Estudios Sociales No. 10

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Comité Editorial Fundadores Francisco Leal Buitrago Universidad de los Andes Germán Rey Fundación Social Director Carl Langebaek Cecilia Balcázar Álvaro Camacho Felipe Castañeda Andrés Dávila Jesús Martín Barbero Fernando Viviescas Editores Carolina Isaza Lina María Saldarriaga Edición, diagramación electrónica, Impresión y encuadernación CORCAS Diseño Paola D Luyz Tarifa postal reducida No.818 Vence 12/01 ISSN 0123-885X Distribución y Ventas Siglo del Hombre Editores S.A. Cra. 32ª No. 25-46 Tel: 3377700 Fax:3377665 Bogotá, D.C., Colombia E-mail: siglodelhombre@sky.net.co Librería Universidad de los Andes Cra 1 No. 19-27. Ed. Au106 PBX: 3394949 3394999 Exts: 2071-2099-2181 Fax: 2158 Bogotá, D.C., Colombia E-mail: libreria@uniandes.edu.co http://edicion.uniandes.edu.co Suscripciones Decanatura de la Facultad de Ciencias Sociales Cra.1ª E No. 18 A 10, Edificio Franco Universidad de los Andes. Fax: 3324508 E-mail: res@uniandes.edu.co Fundación Social Calle 72 No. 10- 71, Piso 12. Fax: 3210647 E-mail: german_rey@fundacion-social.com.co ARCCA Calle 35 No. 14-27 Tel.: 3382893 Esta Revista pertenece a la Asociación de Revistas Culturales Colombianas y a la Federación Iberoamericana de Revistas Culturales

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Dossier De la conformación de los pueblos de indios al surgimiento de las parroquias de vecinos. El caso del Altiplano cundiboyacense / Diana Bonnett Vélez La planeación urbana y las ciencias sociales en Colombia / Peter Charles Brand Formas de conocimiento e intervención en la ciudad: notas para una reflexión teórica / Luis Mauricio Cuervo González La ciudad en América Latina o la construcción simbólica de una mirada que nos re-presente / Pamela Flores -Livingston Crawford Ciudad Educadora: una perspectiva política desde la complejidad / Jahir Rodríguez Rodríguez Rostros urbanos, espacios públicos, iluminaciones profanas en las calles de Bogotá / María Teresa Salcedo

Otras Voces Las instituciones del transporte colectivo y la generación del conflicto en Bogotá / Andrés Chaves- Federico Viviescas El papel de la ciudadanía en la democracia deliberativa y su relación con la opinión publica / Diana Carolyn Cifuentes

Debate Descentralizacion y gobierno: La gobernabilidad de la ciudad en cuestión / Paul Bromberg Z / Pedro Medellín La metamorfosis de Bogotá / Andrés Dávila Ladrón de Guevara

Documentos La ciudad y el número / Giuseppe Zarone El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura. Las grandes urbes y la vida del espíritu /George Simmel Leer la ciudad. Ensayos de Antropología Urbana. El urbanismo como forma de vida / Louis Wirth

Lecturas The Global City. New York, London, Tokyo. Saskia Sassen / Luis Mauricio Cuervo Ciudades escritas /Luz Mary Giraldo / Lina María Pérez Gaviria

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LA CIUDAD EN EL SIGLO XXI: EL OBJETO DE ESTUDIO. Al terminar uno de sus últimos libros, y luego de hacer un homenaje a la historia y al significado de su ciudad: Londres ( In many ways it is the quintessence of the kind of city that has been the book s subject-matter ) sir Peter Hall escribió: cities were and are quite different places, places for people who can stand the heat of the kitchen: places where the adrenalin pumps through the bodies of the people and through the streets on which they walk; messy places, sordid places sometimes, but places nevertheless superbly worth living in, long to be remembered and long to be celebrated 1 . Pero la identificación y aceptación del significado de la ciudad -como espacialidad e imaginario en el cual han de instalarse las representaciones y los símbolos contemporáneos y aquellos del futuro- empiezan a tener manifestaciones en ámbitos no necesariamente pertenecientes a los entornos ligados al modernismo capitalista; precisamente, comienzan a manifestarse como parte de procesos que buscan solidificar posiciones emancipadoras en un mundo, que desde la caída del Muro de Berlín, aparece encerrado en una sin salida política y cultural. En efecto, otra de la grandes metrópolis contemporáneas: Ciudad de México, fue el punto de llegada y concretamente el Zócalo- y de lectura de la proclama con la cual el Ejército Zapatista de Liberación terminó la inédita marcha de tres mil kilómetros, que desde Chiapas había llevado a cabo esta organización insurgente en su búsqueda -no de legitimación política- sino de reconocimiento mundial de su propia existencia y de su propuesta política y cultural para la emancipación del tercer milenio: por la dignidad indígena. La del color de la tierra . Ciertamente, el poético llamado político está dirigido al pueblo mexicano y podríamos decir al conjunto de la población del, equívocamente llamado Tercer Mundo . Sin embargo, el discurso mismo empieza y termina teniendo como destinatario a la Ciudad de México, esto es, a una de las urbes emblemáticas del mundo en Urbanización de este tercer milenio. La aparición y consolidación de este reconocimiento de la significado contemporáneo de la ciudad se expresa en sentidos distintos a los positivos que hemos reseñado: The City, Nueva York, la metrópoli por excelencia ha servido para enviar a todo el mundo el más contundente mensaje de guerra en el inicio del siglo XXI. Este mensaje señala desde el 11 de Septiembre del 2001 el ilimitado horizonte de devastación que en la conflagración guerrera la humanidad actual es capaz de alcanzar: la destrucción de la totalidad -representada en la ciudad, pues esta es la condensación máxima de creatividad y de producción, espiritual y material, de la humanidad.

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Ahora bien, asumir el significado de la ciudad contemporánea, implica encarar la aventura de aceptar de manera consciente, problematizándola, la aglomeración de imaginarios diversos, de maneras distintas de desear, de formas diferentes de construir los pensamientos como la pregunta esencial del mundo actual. Las sociedades contemporáneas, ante el fenómeno nuevo de la concentración de población en urbes, siguen aferradas a formas de pensar, de decidir y de gobernarse que fueron inventadas -todas ellas (las modernas y las premodernas que aún subsisten decidiendo la vida de miles de millones de seres humanos) mientras la humanidad vivía dispersamente en la Tierra. 1

. P. Hall, Cities in civilization, New York, Pantheon Books, 1998. pág. 989.

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Esto es lo que pone a la orden del día el estudio de la ciudad: la auscultación profunda de sus elementos constitutivos, de sus procesos, de sus contradicciones y de sus lógicas. Y eso es lo que hace que la academia sea interrogada por el mundo de la política y de la cultura, del Estado y de la sociedad civil, para que a través de la investigación, del análisis, y de la interpretación, empiece a dotar a ese nuevo mundo urbano con elementos adecuados y coherentes que le permitan a la humanidad desarrollarse en el mundo en urbanización. Este convencimiento es lo que ha llevado a la Revista de Estudios Sociales a desarrollar este número monográfico sobre: La ciudad y las ciencias sociales en Colombia . La sección Dossier presenta una gran variedad de temas, lo cual se constituye en un avance académico para el país pues, hasta hace muy poco tiempo, no se contaba con un cuerpo bibliográfico sobre el tema que permitiera asumir la discusión sobre este asunto con perspectivas de complejidad. Seguramente no es el único, pero éste grupo de ensayos se une a los trabajos de la última década y permite que la investigación y la reflexión del problema urbano no tenga únicamente un énfasis meramente cuantitativo y/o sectorial, para adentrarse en la búsqueda de lo que es la ciudad como dimensión existencial y lo que determina y condiciona la forma de vivir de sus habitantes: ¿qué ciudad y que ciudadanía se produce en Colombia en el inicio del siglo XXI? Y ¿cómo se entrelazan dichas creaciones?. Otra buena señal que lanza este No. 10 de la Revista de Estudios Sociales es que lo anterior no parece un hecho aislado o puntual; la sección Otras Voces permite pensar que la reflexión sobre la ciudad ha venido construyendo las bases para el trabajo de futuras generaciones. En efecto, se deben destacar trabajos de grado que han escogido a la urbe como su objeto de estudio, permitiendo augurar que las preguntas continuarán construyéndose de manera vigorosa hacia el futuro. El presente y el inmediato futuro se constituyen como parte fundamental de la demanda de ese corpus reflexivo, especialmente si asumimos como terreno de ejercicio de la crítica, el examen de la experiencia contemporánea. Aguzar la vista sobre lo que nos está pasando en un intento por modernizar la relación ciudad-ciudadanía dotando a esta última de elementos metodológicos que la liberen de su dependencia de los especialistas . Es lo que hemos intentamos con los aportes que presentamos en la sección Debate . En esta sección se pretende hacer un acercamiento a lo que, sin duda, se ha convertido en una de las más importantes contribuciones de la ciudadanía a la modernización de nuestra cultura política: los gobiernos de Bogotá en los últimos cinco años del siglo pasado. Para la Universidad de los Andes y para la Fundación Social constituye motivo de orgullo el que esta revista haya arribado a su número Diez, pero somos conscientes del tamaño del reto que con los lectores y lectoras hemos construido. Los invitamos a celebrar un pacto de ciudadanía para enfrentarlo.

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De la conformación de los pueblos de indios al surgimiento de las parroquias de vecinos. El caso del Altiplano cundiboyacense* Diana Bonnett Vélez* *

...y en todo este globo hay fundadas cuarenta y siete parroquias de vecinos que brevemente se aumentarán en número exigiéndose otras en los pueblos extinguidos, que por lo común, a sombra de un escaso número de indios, se reducen a mantener copia de vecinos españoles de distintas castas, en que ha degenerado la naturaleza1 .

Resumen En el mundo colonial los términos parroquia , para referirse a los pueblos de vecinos , y doctrina , para invocar a los pueblos de indios, aludían a una visión religiosa del espacio heredada de la península. Sin embargo, estas organizaciones espaciales permitieron el mantenimiento del modelo original de la división de repúblicas concebida bajo los moldes de separación étnica que habían caracterizado la organización formal de la sociedad colonial. Aún con lo anterior, la conformación inicial de los pueblos de indios se fue haciendo más compleja con la organización de los resguardos y posteriormente con las políticas de reducción y agregación de pueblos de indios. Para el siglo XVIII, el altiplano cundiboyacense ofrecía un panorama general de crecimiento de parroquias y de reducción de los resguardos.

Abstract In the colonial world, the terms parroquia , to refer to neighboring villages, and doctrina , to name the indigenous villages, alluded to a religious vision of space inherited from the Iberian peninsula. Nevertheless, these spatial entities permitted the maintenance of the original model of the division of republics conceived under moulds of ethnic separation that have characterized the formal organization of colonial society. Despite the aforementioned, the initial conformation of the indigenous villages became more complex with the organization of reservations and afterwards with the policies of reduction and incorporation of the indigenous villages. By the XVIII century, the Cundinamarca and Boyacá high plateau (two provinces of the viceroyalty of Nueva Granada) offered a general overview of the growth of the parroquias and the reduction of the reservations.

Urbanizar al estilo de Castilla Desde 1558 la Audiencia de Santafé había emprendido la tarea de agrupar a los indios en pueblos, confirmando la política de prohibir su convivencia con otros segmentos de la población. Un año más tarde, en 1559, el visitador Tomás López comenzó la tarea de poblar a los naturales en las jurisdicciones de Tunja, Santafé, Tocaima y Pamplona; sin embargo en 1561 el fiscal de la audiencia, García de Valverde se quejaba de no haber podido llevar a cabo la totalidad de agrupaciones de indios2 . La política de congregar a los indios en pueblos se acrecentó y afirmó pocos años después, durante la presidencia de la Audiencia del Doctor Andrés Díaz Venero de Leyva (15641573), estableciendo que los naturales sean reducidos a pueblos grandes y se pueblen en forma de pulicía como los pueblos de españoles 3 . Juan Florez de Ocáriz en su libro primero de las Genealogías, calculó unas 400 iglesias en pueblos de indios, lo que equivale a pensar que éste era el número de pueblos congregados inicialmente4 . Durante el gobierno de Díaz Venero de Leyva se estipuló que las tierras que quedaran en manos de los naturales no se las tomen los encomenderos, ni otra persona alguna, sino que queden para los dichos naturales, para sus labranzas y sementeras, so pena de perdimiento de los indios y repartimientos que así tuvieren 5 . Por esta razón Florez de Ocáriz, en 1674 hablaba de la creación de los resguardos en el mismo momento en que Andrés Díaz Venero de Leyva había establecido los pueblos de indios. Sin embargo, lo que comúnmente se ha denominado en el territorio de la Nueva Granada como resguardo fue un segundo eslabón creado posteriormente a la conformación de los pueblos de indios. Los resguardos comenzaron a 2

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Este artículo hace parte de mi investigación de Tesis doctoral Tierra y comunidad. Un problema irresuelto. El caso del Altiplano Cundiboyacense 1750-1800 . Historiadora Universidad Javeriana. Maestría en Historia Andina (FLACSO). Maestría en Historia del Colegio de México. PhD en Historia en el Colegio de México. Directora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. AGN, Santafé, Visitas Boyacá, 8 , fl. 872.

...y de que ahora se corriera el peligro de que los indios congregados en localidades volvieran a dispersarse . Germán Colmenares, La Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. Ensayo de historia social (1539-1800), Tunja, Academia Boyacense de Historia, 1984, pág. 72. Libro del acuerdo de la audiencia, T. II, pág. 294. Decía Flórez de Ocáriz: Redujo el Doctor Andrés Díaz Venero de Leyva los indios a pueblos, porque antes no tenían esta forma sino la de vivir de por sí en lo común, aunque había algunas poblaciones, y en cada una hizo hacer iglesias, que fueron más de cuatrocientas, ayudado de su obispo fray Juan de los Barrios, y les señaló términos y tierras que vulgarmente se llaman Resguardos de indios . Juan Flores de Ocáriz, Genealogías del Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Archivo Histórico Nacional, T. 1, 1943 [1674], pág. 216. Libro de Acuerdos de la Audiencia Real, 1557-1567 , Bogotá, Archivo Nacional de Colombia, 1958, T. II, pág. 294. Igualmente, Felipe II y el Consejo de Indias ordenaron mediante Cédula del 19 de Agosto de 1580 que con mas voluntad y prontitud se reducirán a poblaciones los indios si no se les quitan las tierras y granjerías que tuvieren: mandamos que en esto no se haga novedad y se les conserven como las hubieren tenido antes para que las cultiven y traten de su aprovechamiento . Indalecio Liévano Aguirre, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, Bogotá, Nueva Prensa, 1987, págs. 154-155.

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Decía la cédula: ...que por ser de su patrimonio real el señorío de los baldíos y haber sucedido en el señorío que ellas hubieron los primeros señores que fueron de estos Reinos y por tener relación de que algunas personas las ocupaban y gozaban sin justos y legítimos títulos... ordené al señor Licenciado Miguel de Ibarra, oidor de la dicha Real Audiencia, que andaba visitando la tierra, viese la que los indios naturales de cada pueblo había menester para sus labranzas y crías y resguardos... . Roberto Velandia, Enciclopedia Histórica de Cundinamarca, Bogotá, Biblioteca de Autores de Cundinamarca, 1979, T. I, pág. 501. (Tomado de AGN, Tierras Cundinamarca, T. XXIII, fl. 840). Un tributario era un indio cabeza de familia, que a través del pago de este gravamen, asumía su carácter de súbdito de la Corona española y miembro de la comunidad indígena: Porque es cosa justa y razonable que los indios que se pacificaren y redujeren a nuestra obediencia y vasallaje nos sirvan y den tributo, en reconocimiento del señorío y servicio que como nuestros súbditos y vasallos nos deben... . Antonio De León Pinelo, Recopilación de las Indias, México, Miguel Angel Porrúa, 1992, vol. II, T. XIII, L. VII. En el siglo XIX, José María Samper, definía al resguardo como el globo de tierra adjudicada a cada tribu o aglomeración de indígenas, al derredor o en la vecindad de los pueblos o lugares, globo marcado con la mayor precisión y más o menos extenso, según las proporciones de la tribu . José María Samper, Historia de las revoluciones políticas en Colombia, s/f, pág. 60. En el pueblo de Cheva, por ejemplo, el cacique pidió que se le concediera legalmente la estancia que colindaba con su resguardo pues, la poseen y la han poseído desde que se poblaron (...) respecto a ser las más útiles que tienen AGN, CI, T. 76, pág. 666.

El tamaño de la población tributaria fue la referencia que sirvió a los miembros del poder español para definir la extensión de las propiedades comunales entregadas a los indios. Por esta razón el número de tributarios fue el presupuesto fundamental sobre el que se asentó la entrega de la tierra: en ningún caso podía exceder de 1.5 hectáreas por tributario 10 . La disminución de los tributarios igualmente sirvió de argumento desde el siglo XVI para diferentes acciones de las autoridades: el recorte de sus tierras, la reunión o agregación de varios pueblos en una misma área de resguardo, o la ejecución de nuevas concentraciones de pueblos de indios sacados de sus sitios originales. Estas acciones se continuaron ejerciendo en el siglo XVII y se reforzaron en la segunda mitad del siglo XVIII cuando las tierras recortadas a los resguardos sirvieron para acomodar a vecinos pobres y a particulares mediante su adjudicación a través de remates. En el momento de la creación del resguardo se entregaba un título al jefe del grupo para respaldar la posesión perpetua de los predios11 . La entrega de estos documentos a jefes de la comunidad se prestó posteriormente a múltiples conflictos, especialmente cuando hacían uso de éstos para su propio beneficio. La pérdida de autoridad de los capitanes y caciques en el siglo XVIII fue evidente al serles usurpados sus poderes por los curas doctrineros quienes se convirtieron en los verdaderos poseedores de los títulos de los resguardos12.

La organización de los primeros resguardos Al primer intento del oidor Miguel Ibarra, se organizaron los resguardos del hoy territorio de Cundinamarca; Velandia se refiere expresamente a las fundaciones Gachetá, Tocancipá y Guatavita13 . Debido a la reticencia de los pobladores indios a 10

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Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia. 1537-1719, [3 ed.], Bogotá, La Carreta, 1978, pág. 228. La entrega de títulos de resguardo se afirma a través de expresiones como la siguiente: Porque habiéndose concedido la tierra de los resguardos, a los indios, como consta de los títulos, que de ellos les dieron vuestros oidores visitadores Informe del visitador real Andrés Berdugo y Oquendo sobre el estado social y económico de la población indígena, blanca y mestiza de las provincias de Tunja y Vélez a mediados del siglo XVIII , en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 1, vol. 1, Universidad Nacional de Colombia, 1963, págs. 150-151. José María Campuzano y Lanz recibió los títulos de los pueblos de manos de los curas párrocos: en ese superior gobierno para la verificación de los remates los títulos de resguardo de los pueblos demolidos, no omito remitir los tres, que por sus respectivos curas se me han entregado... . Visita de Francisco Antonio Moreno y Escandón en Indios y Mestizos de la Nueva Granada, trascripción de Germán Colmenares y Alonso Valencia Llano, Bogotá, Banco Popular,1985, pág. 166. Dice Velandia: Fue Ibarra quien adjudicó resguardos a casi todos los pueblos de indios de Cundinamarca (...) Da valía histórica a su obra el haber sido fundador, además de los actuales pueblos de Gachetá y Tocancipá y de Guatavita la vieja . Velandia, Enciclopedia Histórica de Cundinamarca, pág. 501.

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establecerse de manera legal, en las áreas de mayor población aborigen, a partir de 1591 cuando el presidente de la Audiencia, don Antonio González, ordenó al oidor Miguel de Ibarra un nuevo reparto sobre las tierras indias. La disposición que sirvió para iniciar este proceso, fue, según Roberto Velandia, la Cédula del Prado del primero de noviembre de 15916 . Con este fin se adjudicó a cada comunidad un terreno de extensión variable que pudiera ser habitado y cultivado por la población tributaria7 . Estos resguardos se ubicaron en predios aptos para la agricultura y alrededor o a corta distancia de los pueblos de españoles donde se pudiera disponer fácilmente de la mano de obra indígena asentada en las tierras comunales8 . El propósito de mantener a los indios cerca de los lugares habitados por los españoles también tenía como fin enseñarles la doctrina y alejarlos de la gentilidad. Las tierras comunales otorgadas a la comunidad indígena cumplían la misión de permitirle entrar en el sistema productivo impulsado por la Corona, obtener sus bienes de consumo básico y un pequeño excedente con el cual cubrir sus obligaciones tributarias. Por esta razón, las tierras entregadas a los pueblos de indios fueron usualmente fértiles y aptas para el trabajo agrícola. Si en alguna oportunidad la tierra asignada a una comunidad era insuficiente en relación con la proporción de sus miembros, estaba permitida la expropiación de los terrenos aledaños, indemnizando a sus posibles dueños. Al respecto, existe documentación sobre un sinnúmero de peticiones de ampliación de las tierras de los resguardos durante los tres siglos del período colonial9 .


ocupar los espacios adjudicados, en 1595 y 1596 Andrés Egas de Guzmán continuó la labor de Ibarra, entregando las tierras de Chiquinquirá, Moniquirá e Iguaque14 , pero su visita quedó inconclusa al suspenderse; el visitador Luis Henríquez siguió el proceso entre 1602 y 1603 juntando o agregando los pueblos que tenían menos de 300 o 400 tributarios; es decir que por primera vez Henríquez realizó traslados y agregaciones de pueblos de indios15 .

En el nuevo ordenamiento espacial que dio Henríquez a los indios, se dispuso la construcción de iglesias doctrineras en cada uno de estos pueblos, y la asignación de su propio cura con el objeto de que éstos no tuvieran que desplazarse varias leguas para la asistencia espiritual de los distintos pueblos16 . En 1617 el visitador Lesmes de Espinosa Saravia continuó creando resguardos, como el de Pare; y en los años de 1635 y 1636, durante la visita de Juan de Balcárcel se comprobó que habían tenido pocos efectos los intentos de los anteriores visitadores tanto en la organización de los resguardos, como en la agregación de aquellos que contaban con muy pocos tributarios. Los pueblos permanecían vacíos y las casas cubiertas de hierba. Balcárcel recorrió los pueblos de Tequia, Chiscas, Guicán, Panqueba, Cocuy, Chita, Teteitiva, Cómbita y Motavita, Garagoa, Tenza, Tibaná, Ramiriquí, Boyacá, Monguí, Oicatá, Tuta, Suta y Tibasosa, Nobsa y Chámesa estableciendo sus resguardos.17 Este visitador ordenó en 1636, el traslado de los indios de Tasco a Socha18 y encargó a Martín de Sotomayor que agregara a los indios de Zotaquirá y Gámeza, quienes se habían resistido a poblarse, como se les había ordenado para poder cuidar sus labranzas de tierra caliente. Desde la visita emprendida por el oidor Balcárcel (1636) hasta la visita iniciada por Berdugo y Oquendo (finales de 1754) no 14

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Según Fals Borda, el visitador Egas de Guzmán delimitó y dio títulos de resguardos en Tota, Tinjacá, Moniquirá, Cucaita, Toca, Turmequé, Sichacá, Pesca-Soacá, Según Colmenares, para el territorio de la provincia de Tunja, el visitador Luis Henriquez (1602-1603) propuso la agregación por los 91 pueblos quedando los 125 que subsistían reducidos a 32 . Colmenares, La Provincia de Tunja..., pág. 73. A cada pueblo de indios se entregó un sitio para erección de la iglesia con medidas muy precisas cincuenta y cuatro varas de largo y doce de ancho para cimientos (...) y por delante se señale para plaza setenta varas en cuadrado16 , alrededor de la cual se organizaba el pueblo manteniendo un pedazo común, como tierra de labranza, para que hagan sus sembraduras de comunidad de año y vez , y un potrero que fuera utilizado para sus ejidos, pastos, potreros de sus ganados, bueyes, caballos y yeguas, mansos y severos que tiene y tuvieren . Fals Borda, El hombre y la tierra..., págs. 74-75. Aunque ésta medida no se pudo implementar ante la negativa de su encomendero Diego de Carvajal. AGN, Resguardos, T. VI, págs. 809-821.

se conoce ningún informe general sobre la dinámica poblacional en el Altiplano. Es decir, que durante 120 años se evadió la disposición dictada por España de realizar visitas generales a pueblos de indios y en su lugar sólo se realizaron visitas particulares que mantuvieron la dinámica general vista hasta el momento19 . La política de reagrupación de resguardos a partir de 1750 En todo el virreinato y particularmente en el altiplano cundiboyacense la política de reagrupación de la población comunal indígena se aceleró a partir de la década de 1750. Esto se debió en parte al nuevo ordenamiento social y estatal impuesto por los Borbones, pero en gran medida las razones de mayor peso tuvieron que ver con el ínfimo número de indios tributarios que habitaban los resguardos y las presiones ejercidas por los vecinos. Desde otra perspectiva el recorte de las tierras de los resguardos y la agregación de varios pueblos de indios en un mismo resguardo se hizo con miras a extraer mayores utilidades que favorecieran los ingresos de las Cajas Reales. Estas utilidades provenían de la venta a particulares de las tierras recortadas a los resguardos y la agregación de un número significativo de indios y de tributarios en un mismo pueblo, lo que disminuía sustancialmente los costos de sostenimiento de las autoridades coloniales, tanto civiles como eclesiásticas, ubicadas en los resguardos. La fuerte presión de los vecinos es un factor de suma importancia para comprender la nueva política de reducción o cancelación de los resguardos. El término vecino, según los documentos consultados conlleva una connotación étnica para referirse a un poblador de origen mestizo, negro liberto o blanco pobre aposentado en las poblaciones cercanas o dentro de los propios territorios del resguardo. Gutiérrez de Piñeres los definió como el grupo que propiamente se compone de blancos, negros, mulatos y otras mezclas 20 . Para después de 1750 el término libres prácticamente fue sinónimo de vecinos21 . En las áreas rurales del altiplano se había creado un mercado de fuerza de trabajo representada por los blancos pobres, mestizos y mulatos que carentes de tierras se habían trasladado de los centros urbanos al campo, o que habiendo nacido en las áreas rurales querían formalizar su situación 19

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La visita realizada por Berdugo y Oquendo tiene en cuenta los datos generales dejados por su antecesor Balcarcel y en éstas cifras se basó para hacer sus comparaciones. AGI, Audiencia de Santafé, L. 659, Reservada 4. El término vecino varió entre 1550 y los años siguientes a 1700. A partir de 1750 el concepto parece semejante a blanco, incluso a mestizo. En general a no indio. (Conversaciones con el Dr. Jaime Jaramillo U.)

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tierra para, con su producto, vivir miserablemente23 . Por su parte, Fals Borda los define como una nueva clase social , con dificultades para su ubicación dentro de las condiciones sociales de la época que, desde todo punto de vista, se encontraban constreñidos por la iglesia latifundista, por los propios indios y por el grupo de propietarios, es decir, por los herederos de las mercedes recibidas cien o doscientos años atrás24 . Para el protector de indios y fiscal de la audiencia, Francisco Moreno y Escandón, el proceso de mezcla originado desde el momento mismo de la conquista había terminado por convertir a los pueblos de indios en centros de población mestiza. A partir de las ventas de las tierras del resguardo se habían creado nuevas parroquias a donde acudían los indígenas en busca de trabajo. Por esas razones resultaba casi imposible la separación de los indios puros de la gente mezclada25. El arriendo de las tierras fue la estrategia generalmente usada por los vecinos para lograr mantenerse en el resguardo; estrategia que surgió como producto de las mismas circunstancias socio-económicas que se fueron gestando en el virreinato. A cambio del arrendamiento los vecinos debían cumplir con ciertas obligaciones dentro de las tierras comunales: participación en las fiestas religiosas y de la comunidad, en las construcciones de caminos, hospitales e iglesias. Sin embargo, su condición de arrendatarios ilegales los hacía vulnerables a la extorsión por parte de los curas doctrineros, los propios indios y los corregidores, o a ser

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El sistema de arrendamiento de tierras comunales, prohibido en la Nuevo Reino de Granada, parece diferir de los cánones establecidos en otras regiones donde se otorgaron tierras comunales. Según Hanns Prem en las tierras comunales de la cuenca del Alto Atoyac, en Puebla la tierra concedida a las comunidades indígenas no estaba destinada a ser trabajada por los habitantes de la población (quizás en común) sino que estaba pensada exclusivamente como fuente de ingresos mediante el arrendamiento al mejor postor . Hanns Prem, Milpa y Hacienda. Tenencia de la tierra indígena y española en la cuenca del Alto Atoyac, Puebla, México, 1520-1650, México, Quinto Centenario, FCE, CIESAS, 1988, pág. 97. Relaciones e Informes de los gobernantes de la Nueva Granada, Bogotá, Banco Popular, 1989, pág. 304. (Instrucción que deja a su sucesor en el mando el virrey D. Manuel Guirior). Fals Borda, El hombre y la tierra..., págs. 83 - 84. Explicaba así Moreno el proceso de mestizaje: «...y de los hijos y descendientes mezclados con blancos, mestizos, negros, mulatos y sus diferentes propagaciones se ha formado el mayor número que actualmente se compone la población de que ha resultado convertirse los pueblos de indios en parroquias de españoles, esto es de vecinos que no son indios puros y ser muy difícil la absoluta separación...» AGN, Visitas Boyacá, T. 8, pág. 877, en Margarita González, El resguardo en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1970, pág.144. (anexo documental).

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laboral. Estos vecinos se habían acomodado en las tierras del altiplano cerca o dentro de los resguardos y, bajo diferentes figuras peones, concertados, terrazgueros, arrendatarios o agregados al mando de un administrador de una estancia o una hacienda habían conseguido disfrutar de una cierta estabilidad laboral. Por su tiempo de radicación en los resguardos los vecinos se fueron haciendo merecedores de ciertas obligaciones y derechos que le correspondían al resto de la comunidad allí nacida. De esta manera se justificaba que las extensiones de tierra que en ese momento se encontraban en posesión de las debilitadas comunidades indígenas pasaran a ser propiedad de los vecinos. Así, sus nuevos titulares participarían de un nuevo ordenamiento territorial que facilitaría su independencia y les permitiría un mejor desempeño en el crecimiento de la producción. Los resultados de esta política agraria redundaría necesariamente en el desarrollo de un mayor comercio en el virreinato, como con la metrópoli. Algunos de estos vecinos habían adquirido vínculos de parentesco con los indios de los resguardos. En ocasiones uno de los padres e incluso parientes cercanos de los vecinos eran de filiación india, debido a relaciones matrimoniales o extramatrimoniales establecidas en el resguardo y habían adquirido lazos de consanguinidad o de parentesco espiritual como el padrinazgo , que los mantenía asociados a los pueblos de indios. Otros vecinos se habían posesionado de áreas dentro o alrededor de los resguardos mediante convenios y pactos de palabra pero con el tiempo, las relaciones con las autoridades y con los propios indios se habían convertido en verdaderas clientelas o su trato se había deteriorado creando constantes conflictos entre vecinos y miembros de la comunidad indígena. De la condición inicial de arrendatarios, en tierras de resguardo, fueron pasando a la de posibles propietarios mediante la petición de la erección de nuevas parroquias o viceparroquias, es decir establecimientos poblacionales habitados únicamente por blancos o grupos mezclados, a los que comúnmente se les denominaba vecinos . Así se legitimaba la autonomía territorial de los vecinos, que hasta el momento estaban infringiendo la ley debido a la prohibición expresa de vivir y de negociar las tierras de las áreas de resguardos directamente con los indios, por el carácter proindiviso que su adjudicación establecía22 . A los mestizos como a los blancos pobres, el virrey Guirior los definía como gentes de clases medias , que vivían dispersas por los campos, en las cercanías y al abrigo de los pueblos de indios, disfrutando sus resguardos y alquilando un pedazo de


lanzados de esas tierras o denunciados ante las autoridades por violar la ley de separación de repúblicas26 . En uno y otro caso, indios y vecinos habían terminado por compartir las tierras comunales de la población indígena, mediante un acuerdo de facto: los vecinos pagaban una renta por la utilización de un determinado espacio del resguardo y se comprometían a cumplir con ciertas obligaciones respecto a las fiestas y actividades comunales. De este acuerdo, las autoridades estaban excluidas. Los únicos testigos eran indígenas y vecinos, mas no se hacían contratos escritos. En un primer momento, cuando las autoridades tuvieron conocimiento de los acuerdos implícitos entre pueblos de indios y vecinos -que se concretaba en el arriendo de las tierras de resguardo- los prohibió taxativamente. Posteriormente, al enajenar las tierras de resguardo, quisieron recibir los beneficios económicos de estas rentas y utilizaron los arrendamientos como medida previa a la compra de las tierras por los vecinos, mientras estos recolectaban el dinero necesario27 . En el caso en que los indios se mantuviesen en la totalidad o parte de su resguardo, las deudas o resagos por concepto de tributos fueron cobradas por las autoridades recurriendo al sistema de los arrendamientos de tierras dentro de los pueblos de indios28 . La convivencia permanente estrechó los vínculos entre la población propia del resguardo y los vecinos. La unión a través del matrimonio aceleró aun más sus relaciones. Sin embargo, las disposiciones legislativas imposibilitaron un igual acceso a la propiedad del resguardo, manteniéndose los blancos y mestizos en calidad de carentes de propiedad o a lo sumo como arrendatarios. Por su importancia numérica, la presencia de esta población flotante en el altiplano, de origen pluriétnico, adquirió particular fuerza en el siglo XVIII ...que en casi todos los pueblos excede el número de vecinos españoles de todas clases y castas al de los indios y que por consiguiente sobrepuja también el gobierno y atención de aquellos por

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Existe una copiosa información documental donde se acusa a los vecinos de expender las bebidas embriagantes dentro de los resguardos, a la vez que se aprovechan de su cercanía a los indígenas para pactar con ellos y hacerlos pasar por dueños de algunas mercaderías. De esta manera evadían el pago de la alcabala. Los arrendamientos a los vecinos se hacían por muy bajas sumas de dinero. Estos se fijaban de manera arbitraria. El oidor Berdugo y Oquendo, en 1757, en su visita al pueblo de Sáchica informaba que una fanega de sembradura por un año, era rentada por un valor de doce reales. AGN, CI, T. 23, págs. 340-373. AGN, Resguardos Boyacá, T. 6, págs. 579-589.

prelación a estos, que es preciso sufran las funestas consecuencias de su consorcio 29. Pero la importancia de los vecinos residía también en la presión ejercida ante las autoridades para que se les dotara de tierra y dejar de estar sometidos a las exigencias de los indígenas. Por otra parte, no era despreciable su presencia dentro de las nuevas perspectivas económicas del virreinato; su actividad productora agrícola y comercial en el área permitía augurar un despegue económico si se les entregaban tierras para trabajarlas. Respecto al problema de la tierra, el vecino sirvió en el siglo XVIII de motor de arrastre en la búsqueda de nuevas respuestas a la reestructuración económica que se estaba gestando. Por encima de la norma y de la ley el vecino dinamizó a la sociedad colonial del altiplano, despojándola, en el transcurso del tiempo, del marcado carácter estamental que la caracterizaba. La política general de la Corona proponía que las tierras recortadas de los resguardos no se vendieran a un solo vecino sino que se tratara de favorecer a la Real Hacienda mediante la venta de solares al conjunto de pobladores blancos y mestizos pobres que compraban cada uno, una pequeña parcela en el área que habitaban anteriormente de manera irregular. Así lo manifestaba el oidor Berdugo y Oquendo en la década de 1750 refiriéndose a la determinación de la Corona: ...y la providencia que se propone para que las tierras no se vendan a una sola persona si no es a cada vecino tiene por sin duda el fincal (sic) producirá mucho más a la Real Hacienda que si se rematasen en uno solo porque el principal útil no sería de la Real Hacienda, sino del comprador, que los vendiera a estos pobres...30

El proceso de reducción de tierras de resguardo y de agregación de indios se inició con las acciones realizadas en las visitas realizadas por los oidores Berdugo y Oquendo y Aróstegui y Escoto en la década de 1750 e inicios de 1760. Posteriormente se amplió la ofensiva hacia estas tierras con la visita de Francisco Moreno y Escandón a partir de 1778. Las tierras recortadas a los resguardos fueron medidas y avaluadas y luego rematadas. Los vecinos tuvieron posibilidad de participar en los remates de las tierras de resguardo que se hacían en Santafé. Algunos -especialmente los propietarios de tierras contiguas-, acudieron individualmente a hacer sus posturas. Otros -generalmente conjuntos de vecinos que ya 29 30

Visita de Francisco Antonio Moreno... , pág. 539. AGI, Audiencia de Santafé, L. 595, No. 1 G.

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La transformación de la propiedad creó una tensión permanente entre quienes querían amparar las formas agrarias y económicas existentes en el altiplano y los que propugnaban por un cambio en todas las esferas de la vida social. Desde esta perspectiva, se pueden comprender los diferentes dilemas que trataban de resolver algunos de los miembros del altiplano: entre el mantenimiento o no de las leyes de separación residencial; la construcción de las nuevas parroquias o la protección de la propiedad colectiva en el resguardo; la erradicación del tributo o su pervivencia; el lugar social de los seculares frente a los curas regulares y de ambos frente a los poderes civiles. La tendencia a considerar caducos los bienes de apariencia colectiva comenzó a crecer en la segunda mitad del siglo XVIII. Fue entonces cuando se emprendió de hecho la primera etapa de la reforma que atacaba los bienes comunales indígenas debido a su ineficacia económica. Los escritos de los criollos manifiestan una marcada oposición hacia la cultura de los indios y un deseo de mestizarlos33 . Desde la lógica del pensamiento liberal, en el siglo XIX el progreso de los pueblos se podría medir por el constante esfuerzo hacia la individualización, y no había nada más contrario a éste que la propiedad comunal. Desde esta óptica el resguardo era otra forma de encubrir la servidumbre colonial; los indígenas habían dejado de servir a los encomenderos, para pasar a ser servidores del Estado. Además, el sistema de la propiedad comunal les incapacitaba para ejercer cualquier otra profesión que no fuera la de agricultores, y en el caso de la producción agraria, a ejercerla mal, por cuanto la falta de interés a la que les conducía la ausencia de propiedad «fija, personal, determinada y transmisible» los abocaba a desempeñar con desgano el ejercicio agrícola.

...y en todo este globo hay fundadas cuarenta y siete parroquias de vecinos que brevemente se aumentarán en número exigiéndose otras en los pueblos extinguidos, que por lo común, a sombra de un escaso número de indios, se reducen a mantener copia de vecinos españoles de distintas castas, en que ha degenerado la naturaleza . AGN, Santafé, Visitas Boyacá, 8 , fl. 872. El Censo de 1825 indica que el número de parroquias prácticamente se había duplicado con relación a las existentes en 1780. En 1825 se describía así la organización de la provincia de Tunja (la forman) 2 ciudades, las cabeceras de 8 cantones denominados Leyva, Chiquinquirá, Sogamoso, Santa Rosa, Cocuy, Garagoa y Tenjo se han erigido en villas. El cantón de Tunja consta de 24 parroquias fuera de su capital, el de Villa de Leyva de 8 parroquias. El de Chiquinquirá de 7. El de Sogamoso de 13. El de santa Rosa de 11. El de Soatá de 7. El del Cocuy de 8. El de Garagoa de 6 . Hermes Tovar Pinzón, Convocatoria al poder del número. Censos y Estadísticas de la Nueva Granada. 1750-1830, Bogotá, Archivo General de la Nación, 1994, pág. 393.

Don Basilio Vicente de Oviedo definía de manera genérica las parroquias como un lugar de blancos fuera de la ciudad y llamaba la atención sobre la composición de sus pobladores vecinos blancos, en que se incluyen todo mestizo y otras

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Las parroquias: un nuevo ordenamiento socio espacial.

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Por ejemplo, Pedro Fermín de Vargas decía: Para aumento de nuestra agricultura, sería igualmente necesario españolizar nuestros indios. La indolencia general de ellos, su estupidez y la insensibilidad que manifiestan hacia todo aquello que mueve y alienta a los demás hombres, hace pensar que vienen de una raza degenerada que se empeora en razón de la distancia de su origen . Pedro Fermín De Vargas, Pensamientos políticos Siglo XVII- Siglo XVIII, Bogotá, Procultura, 1986, págs. 136-137.

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estaban instalados ilegalmente en las tierras del resguardo-, acudieron a un representante legal que diligenciaba la compra (a través del remate) e iniciaba las acciones correspondientes para la erección de una nueva parroquia. Las circunstancias en que se llevó a cabo el proceso de recorte de las tierras de resguardo condujo a un enfrentamiento entre pueblos de indios y vecinos. Los primeros argumentaban el derecho consuetudinario que les mantenía como poseedores de estas tierras; independientemente de lo que dijeran las leyes, se sentían con todo el derecho de seguirlas ocupando. Los vecinos y algunos poderes locales consideraban, desde su óptica colonizadora, las altas posibilidades que estas zonas ofrecían para el desempeño agrícola en la región, y justificaban su traspaso en razón de la subutilización que los indios hacían de ellas y su poca presencia económica en el virreinato. El fenómeno de construcción de nuevas parroquias en el siglo XVIII tuvo una primera fase, en la década de los años cuarenta, época en que se establecieron las parroquias de Tobazá y Miraflores en los francos orientales del Altiplano. Los vecinos de Cerinza también habían iniciado los trámites para la constitución de la vice-parroquia desde 1742. Una fase posterior de crecimiento del número de parroquias fue iniciada con la visita del oidor Andrés Berdugo y Oquendo, a partir de 1754 y se consolidó de manera especial entre los años de 1776 y 1780, durante la visita de Francisco Moreno y Escandón. Durante esta visita se notificó al virrey Manuel Antonio Florez sobre la erección de 47 parroquias de vecinos, solamente en el área de la provincia de Tunja31 . La siguiente fase fue de recesión en el proceso de erección de parroquias, como consecuencia de los acontecimientos resultantes del Movimiento Comunero, pero se cobró un nuevo auge en el desarrollo del número de parroquias en los últimos años del siglo XVIII y en los primeros del siglo XIX32 .


calidades de los que llaman blancos o vecinos agregados 34 . La definición de la parroquia, según la expresión del padre Oviedo, deja entrever que en el siglo XVIII el sistema de acomodamiento espacial de gran parte de la población vecina del Altiplano tuvo lugar en las áreas rurales, fuera de las ciudades principales35 . Desde un análisis meramente lingüístico los términos parroquia al referirse a los pueblos de vecinos y doctrina a los pueblos de indios, aludían a una visión religiosa del espacio heredada de la península y que permitió el mantenimiento del modelo original de la división de repúblicas concebida bajo los moldes de separación étnica que habían caracterizado la organización formal de la sociedad colonial. Tanto los vocablos alusivos a las diversas poblaciones, como la separación residencial en que se empeñaban, evidencian la persistencia de una mentalidad de corte tradicional, o por lo menos la resistencia a nivel de Estado para dar el paso hacia una conformación de una sociedad donde ambas repúblicas estuvieran mezcladas36 . Aunque la organización con base en parroquias y pueblos de indios amparaba el modelo de organización de las dos repúblicas, el alto mestizaje del altiplano hacía cada vez más difícil el mantenimiento de la separación de la población. Vale la pena introducir la explicación dada por el clérigo Basilio Vicente de Oviedo con relación a la participación de los doctrineros de indios en la administración de los servicios religiosos de los vecinos que vivían alejados de las principales ciudades. Según Oviedo lo que había dado lugar a la vinculación de vecinos españoles en pueblos de indios era el Auto General para todo el Nuevo Reino de Granada, dispuesto por el Arzobispo Fernando de Ugarte en 1622. Para entonces ya se planteaban los grandes inconvenientes que tenían los vecinos que habitaban en las áreas rurales para acercarse a las parroquias de las ciudades y cumplir con sus obligaciones de tipo religioso. 34

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Decía Don Basilio Vicente de Oviedo aunque sea un lugar de blancos fuera de la ciudad, que han introducido en esta Diócesis llamarlos parroquias, siendo sólo pueblonías . Basilio Vicente De Oviedo, Cualidades y riquezas del nuevo Reino de Granada, Biblioteca de Historia Nacional, Volumen XLV, Bogotá, Imprenta Nacional, 1930, pág. 140. Según Phelan la definición legal de la parroquia era: una comunidad destinada exclusivamente a la residencia de españoles, con una iglesia, una cárcel y un juzgado civil . John Leddy Phelan, El pueblo y el Rey. La Revolución comunera en Colombia, 1781, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980, pág. 56. Lamentablemente no existen estudios a profundidad sobre la creación de estas nuevas parroquias, pero tanto las investigaciones generales sobre el mundo colonial, como trabajos más particulares de la Nuevo Reino de Granada hacen mención de su organización. Es importante resaltar que pensadores y escritores propugnaron por transformaciones en la organización de las dos repúblicas, debido a las circunstancias específicas del territorio neogranadino.

El arzobispo Ugarte mandó que los curas, doctrineros de indios de las áreas donde vivían los vecinos, les administrasen la religión, y que por eso les llevasen la mitad de los derechos parroquiales, de primicias y obvenciones . El otro tanto lo pagarían a los curas propios de las parroquias a donde pertenecieran. Esta disposición fue generando o, más bien, degenerando en otra situación más compleja de resolver; los vecinos se fueron sintiendo parte de los pueblos de indios y estableciendo un contacto cada vez más estrecho con sus moradores, lo que dificultaba la separación de repúblicas37 . Allí nació el término agregado con una significación religiosa muy diferente a la que tuvo más adelante cuando se trasladaron los indios a otros resguardos. La significación inicialmente tenía que ver con las obligaciones religiosas de confesión o comunión o del pago de los derechos religiosos al cura de la región donde estaban ubicados. Posteriormente el término agregado cambiaría para emplearse como sinónimo de indio de segunda categoría, trasladado y cuya tenencia de la tierra estaba sujeta a la disponibilidad que de ésta ofrecieran los patricios de su nuevo lugar de residencia. Las parroquias que se habían creado antes de las visitas de Berdugo y Moreno y Escandón, se habían hecho dentro, o en los límites de las haciendas con el objeto de adoctrinar a los trabajadores de las estancias y trapiches cercanos, siempre y cuando los dueños de las tierras cumplieran con la obligación de contribuir con el estipendio y la congrua del doctrinero38 . De tal manera la erección de una iglesia dentro de una hacienda le daba categoría de viceparroquia o de parroquia, pero bajo la propiedad privada del hacendado, quien donaba, bajo inventario, los bienes muebles necesarios para su funcionamiento. Sin embargo, en el altiplano cundiboyacense de la segunda mitad del siglo XVIII sólo excepcionalmente las parroquias nacieron en tierras de las estancias. Destaca la de La Calera, constituida como vice-parroquia a partir de la erección de la iglesia en las tierras de Pedro de Tovar y Buendía y en torno a la cual se fue creando un caserío para blancos trabajadores, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario. La gran mayoría de parroquias erigidas entre 1750 y 1800 nacieron en las tierras que antes eran de resguardos.

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De Oviedo, Cualidades y riquezas..., pág. 138. Así mismo se agregan desde luego a esta parroquia todas las otras haciendas y estancias y haciendas que nuevamente se poblaren por cualquier género de gentes dos leguas en contorno del sitio de la dicha iglesia, y para cuando las haya se reserva repartirles lo que cada una ha de pagar para el estipendio . Velandia, Enciclopedia Histórica de Cundinamarca, T. III, pág. 1477, Tomado de AGN, Miscelánea, t. 46, fls, 933- 948, año 1646.

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zonas de resguardo y la incapacidad política para enfrentar la gran propiedad en el Altiplano. Es preciso recordar que en términos numéricos el 49% de los pobladores vecinos del Virreinato se encontraban en el Altiplano, y a su vez, que los indios alcanzaban el 48.2% exceptuando los habitantes de la Audiencia de Quito42 . La Corona proponía que los resguardos recortados no se vendieran a un solo vecino, sino que se tratara de favorecer mediante la venta de solares tanto al conjunto de pobladores blancos y mestizos pobres del altiplano, como a la Real Hacienda. Sin embargo, en el momento de la verdad, y como lo testimonian las listas de compradores, la venta de los resguardos no sólo dio lugar al acomodamiento de grupos de vecinos, sino que también fue la oportunidad para que algunos propietarios se aprovecharan de los remates. Por esta razón, algunos particulares acudieron individualmente a hacer sus posturas, mientras conjuntos de vecinos se agruparon ante un representante legal para diligenciar la compra (a través del remate) e iniciar las acciones correspondientes para la erección de una nueva parroquia que resultaba bastante engorrosa debido a las múltiples diligencias y requisitos exigidos. Después de avaluadas las tierras recortadas a los resguardos se fijaba su precio por un perito o un conocedor del espacio; esta labor de peritazgo estaba en manos de los propios vecinos, que conformarían la nueva parroquia. Las autoridades estipularon muy bien cuales eran las reglas a las que se debían someter los vecinos para su compra: · La población interesada debería ser lo suficientemente amplia y solvente para poder fundar tres cofradías. · Inicialmente debían agruparse en una viceparroquia subordinada a la parroquia más cercana43. · Las tierras por vender debían ser pregonadas en el área en que se hallaban y también en las villas y ciudades cercanas. · Para evitar la especulación de las tierras por particulares y mayores utilidades al erario real se propuso que en primera instancia se concediera la prerrogativa de la compra a los vecinos que recibirían fraccionado el terreno en lotes de 25 varas cuadradas, con la facilidad de que el que necesitara más pudiera comprar el doble, o el que necesitare menos, 42

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Visita de Francisco Antonio Moreno... , pág. 584. Ibid. Fabio Zambrano y Olivier Bernard, Ciudad y territorio. El proceso de poblamiento en Colombia, Bogotá, Academia de Historia de Bogotá - Instituto Francés de Estudios Andinos, Tercer Mundo Editores, 1993, págs. 54-59.

Relaciones e Informes de los gobernantes de la Nueva Granada, III Tomos, Bogotá, Banco Popular, 1989, T. 1. (Anexos). La creación de vice-parroquias, no necesitaba la aprobación del vice-patrono, (es decir del rey); el cura que hasta el momento había ejercido su ministerio a ese pueblo, podía quedar como encargado de la vice -parroquia, alegando no existir división del beneficio curado. La objeción que colocaba Berdugo a la erección de viceparroquias consistía en que al tenerse que erigir nueva iglesia, se necesitaba licencia de su majestad. Informe del visitador real Andrés Berdugo y Oquendo... , pág. 181.

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Este fenómeno se aceleró a partir de la reafirmación de la política de la Corona a través de la Cédula Real de 13 de Diciembre de 1750 de mantener separados a los españoles y mestizos de los pueblos de indios. En esta cédula se dio la orden general de dividir en distintas parroquias, sin mezcla alguna de unos con otros (indios y vecinos). En las nuevas parroquias que se erigieran se colocarían clérigos favoreciendo así a la Real Hacienda, ya que los nuevos parroquianos, como había sucedido hasta el momento, sobrellevaban el costo de su erección y los servicios religiosos que les ofrecían sus curas párrocos39. Además de los fines de congregar a los vecinos, la creación de parroquias lograba disminuir el poder que los religiosos habían obtenido en el Nuevo Reino de Granada en detrimento de los clérigos. Por ello, en la misma Cédula Real se advertía como única dificultad para la erección de las parroquias, el que tal medida la impugnarían vigorosamente los religiosos por la pérdida que se les sigue al no ser permitidos tantos abusos como hasta entonces se daban no siendo tan pingues las doctrinas 40 . Si el antecedente había sido que algunas parroquias se habían fundado en terrenos cedidos por los hacendados en el Altiplano, lo que más llama la atención es que en el transcurso de las dos principales visitas, la de Berdugo y Oquendo y la de Moreno y Escandón, la principal alternativa para la ubicación de los vecinos en nuevas parroquias, fueran las áreas territoriales que habían pertenecido y aún seguían perteneciendo a los pueblos de indios. Este fenómeno tan sólo fue característico del territorio del Altiplano cundiboyacense, pues en otras áreas del Nuevo Reino de Granada la ubicación de las parroquias fundadas en esos mismos momentos tuvo lugar en zonas diferentes a las habitadas por pueblos de indios. Por ejemplo, en el caso de Antioquia su ubicación se realizó en nuevas áreas de colonización, ampliando el contorno de la provincia hacia el centro y norte de la jurisdicción; en la gobernación del Cauca en los intersticios de las haciendas o en torno de las capillas de las mismas y en la Costa Atlántica en zonas baldías, en las márgenes del río Magdalena, con el objeto de facilitar el corredor comercial hacia los puertos del Caribe41 . Las razones que explican tal fenómeno tuvieron que ver, como se ha insinuado, con el crecimiento demográfico de la población vecina en torno a los ejes provinciales de Tunja y Santafé, las características geográficas y espaciales de las


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la mitad de esa medida. Las tierras por fuera del casco urbano se usarían como tierras de labranza. Posterior a la presentación de los postores se privilegiaba el derecho de tanto al que podían recurrir los vecinos. El derecho de tanto significaba que si un particular se había adelantado al remate con una determinada postura, el vecindario podía ofrecer el mismo monto, dentro de un período fijado por la ley normalmente nueve días para competir con el particular en la compra de las tierras44 . Para agilizar las diligencias de compra, el vecindario podría estar representado por un apoderado legal, quien las llevaría a cabo. A los vecinos que tuviesen casas construidas en predios del resguardo, antes del remate, se les daba la facilidad de componer su terreno, y así no quedarían damnificados45 . Otorgada la licencia para la creación de la parroquia se elegiría una terna para nombrar el mayordomo de fábrica de la nueva iglesia que debería ser construida con los aportes de los nuevos vecinos.

La modalidad de censo redimible o de censo al quitar fue la más común en la consecución de las tierras. También se llevaron a cabo los arrendamientos y las ventas de contado. En el primer caso, la venta a censo redimible, se fijaba un plazo de cinco o diez años para hacer el pago ante el Estado de la totalidad de la compra, grabándola con intereses del 5% anual. Esta modalidad permitió el traspaso absoluto de la tierra de resguardo a manos de particulares, dando paso a la movilidad de la tenencia de la tierra, y en cierta medida facilitando con este procedimiento la composición de la pequeña propiedad. Los vecinos pobres estaban accediendo a la nueva propiedad con un máximo de seguridad y muy poco riesgo. De forma paliativa, sin remover los grandes poderes de los hacendados, se estaba ampliando la propiedad a otras capas de población que hasta el momento no habían podido acceder a la tierra. El censo al quitar, según José María Ots Capdequí, era la misma figura del censo redimible: el dueño, fuese el Estado o el particular: ... transmitía al rematante tanto el dominio directo como útil y se reservaba el derecho a percibir un canon o pensión anual que gravaba sobre la misma tierra que había

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Los vecinos de Guacamayas acudieron al derecho de tanto después de que Nicolás de Basto había realizado su postura. Sin embargo, no les fue concedido, ya que había pasado el tiempo que la ley disponía para hacer uso de éste derecho. AGN, Tierras Boyacá, 8, págs. 752-859. Informe del visitador real Andrés Berdugo y Oquendo... , pág. 165.

sido objeto del remate. La expresión al quitar, empleada por el legislador, sólo indicaba que el censo en cuestión era de naturaleza redimible 46 . Desde luego que el censo abría la compuerta del traspaso de la tierra comunal a la propiedad privada en manos de trabajadores, como la manifestación expresa de ampliar las posibilidades de acceder a la producción. En el caso de las tierras de resguardo, el Estado era su vendedor y recibía el importe por la compra. Esta era una demostración del carácter intervencionista del Estado colonial. Pero al mismo tiempo -de manera indirecta- estaba perdiendo poder como Estado terrateniente. El arrendamiento permitía igualmente el acceso a la tierra, de manera más limitada, pues limitaba el dominio sobre la tierra, pero favorecía igualmente la producción. Pareciera ser que muchas de las tierras antes de ser vendidas a censo eran puestas en arriendo y como ya se ha expresado, fue una alternativa cuando se prohibió la venta de las tierras de los resguardos. Así se llegó a fines del siglo XVIII con una estructura agraria y de organización residencial ampliamente diferente de aquella que se había proyectado en el siglo XVI. A las 15 parroquias de vecinos establecidas a mediados del siglo se sumaron 30 más establecidas durante la visita de Moreno y Escandón. Si bien las Capitulaciones del Movimiento Comunero limitaron el crecimiento del proceso y restituyeron algunos resguardos, el proceso de creación de parroquias continuó en aumento en los últimos diez años del siglo.

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Capdequi Ots, España en América. El régimen de tierras en la época colonial, México, Fondo de Cultura Económica, 1959, págs. 45-46.

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Archivísticas ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. SANTAFÉ DE BOGOTÁ Fondos consultados: Caciques e Indios (CI) Conventos Curas y Obispos Historia eclesiástica Juicios Criminales Miscelánea Resguardos de Boyacá Resguardos de Cundinamarca Resguardos de Santander Visitas de Boyacá Visitas de Cundinamarca Tierras de Boyacá Tierras de Santander Virreyes Notarías 1, 2 y 3. ARCHIVO GENERAL DE INDIAS. SEVILLA Fondos consultados: Audiencia de Santafé Contaduría Fuentes archivísticas publicadas Anexo documental: Consideraciones de Gutiérrez de Piñeres sobre los resultados de la visita practicada por Moreno y Escandón , en Margarita Gónzalez, El Resguardo en la Nueva Granada, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1970. De León Pinelo, Antonio, Recopilación de las Indias, 3 vol., México, Miguel Angel Porrúa, 1992. De Oviedo, Vicente, Cualidades y riquezas del nuevo Reino de Granada, Biblioteca de Historia Nacional, Volumen XLV, Bogotá, Imprenta Nacional, 1930.

Fuentes Documentales Informe del visitador real Andrés Berdugo y Oquendo sobre el estado social y económico de la población indígena, blanca y mestiza de las provincias de Tunja y Vélez a mediados del siglo XVIII , en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 1, vol. 1, Universidad Nacional de Colombia, 1963, págs. 131-196.

Libro de Acuerdos de la Audiencia Real, 1557-1567 , Bogotá, Archivo Nacional de Colombia, 1958 [1947]. Relaciones e Informes de los gobernantes de la Nueva Granada, III Tomos, Bogotá, Banco Popular, 1989 (Recopilación de Germán Colmenares). Visita de Francisco Antonio Moreno y Escandón en Indios y Mestizos de la Nueva Granada, trascripción de Germán Comenares y Alonso Valencia Llano, Bogotá, Banco Popular,1985. Informe que hace el señor oidor Don Joaquín de Aróstegui y Escoto de la visita que practicó en los siete corregimientos de la provincia de esta ciudad de Santa Fe , trascripción de Hermes Tovar Pinzón, Bogotá, Archivo General de la Nación, 1994.

Fuentes bibliográficas Colmenares, Germán, Cali: terratenientes, mineros y comerciantes, siglo XVIII, Cali, Universidad del Valle, 1975. , El papel de la historia regional en el análisis de las formaciones sociales , en Ideología y Sociedad, N.12, Enero-Marzo, Bogotá, CISCOL, 1975. , Historia económica y social de Colombia. 1537-1719, [3 ed.], Bogotá, La Carreta, 1978. , Historia económica y social de Colombia, T. II, Popayán, una sociedad esclavista: 16801800 , Bogotá, La Carreta, 1979. , La Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. Ensayo de historia social. (1539-1800), Tunja, Academia Boyacense de Historia, 1984. De Vargas, Pedro Fermín, Pensamientos políticos Siglo XVIISiglo XVIII, Bogotá, Procultura, 1986. Fals Borda, Orlando, El hombre y la tierra en Boyacá, Bogotá, Punta de Lanza, 1979. , Historia de la cuestión agraria en Colombia, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1993.

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Fuentes consultadas


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Resumen En este ensayo se escudriña el interés de las ciencias sociales (especialmente la sociología y la antropología) en el espacio y las ciudades, desde el punto de vista de uno de sus clientes tradicionales: los planificadores. Más específicamente, se analiza la cambiante relación entre las ciencias sociales y el Estado local planificador en la organización del conflictivo y contradictorio proceso de urbanización. Se argumenta que desde mediados de los años 80 se produjo un divorcio entre las disciplinas académicas y las instituciones de gobierno, período en el cual también se desvaneció cualquier gran proyecto socio-espacial. Las ciencias sociales entraron en un período de renovación academicista, alejándose de los temas y las dinámicas de cambio social establecidos por el discurso neoliberal. Se sostiene que apenas ahora las ciencias sociales están mostrando los primeros indicios de salir, después de más de una década, de las márgenes del debate político y de las realidades materiales urbanas, y que es apremiante que cultiven esta semilla crítica para volver a servir de apoyo en la comprensión y orientación progresistas de los asuntos urbanos.

Abstract This essay examines the interest of the social sciences (especially sociology and anthropology) in space and cities, from the point of view of one of its traditional client groups: urban planners. More specifically, it analyses the changing relationship between the social sciences and local state planning in the organization of the conflictive and contradictory processes of urbanization. It is argued that around the mid-1980s a divorce took place between the academic disciplines and the institutions of government, at a time which also saw the waning of any kind of sociospatial grand project . The social sciences entered a period a academicist renovation, at remove from the themes and dynamics of social change imposed by neoliberal discourse. It is argued that only recently have the social sciences began to show the first signs of abandoning the margins of political debate and urban material realities, and that it is urgent that they cultivate this latent critical impulse in order to contribute once again to the progressive understanding and orientation of urban affairs.

Introducción En los últimos años la planeación de las ciudades en Colombia ha provocado un inusitado interés entre la ciudadanía. Durante largo tiempo la planeación languidecía como un *

Geógrafo de la Universidad de Leeds, Inglaterra. Director Escuela de Posgrado en Planeación Urbano-Regional, Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín.

asunto técnico que poco parecía incidir, o era impermeable, a la vida urbana cotidiana; la planeación se experimentaba entre el tedio y la pesadez burocráticos. Ahora, la planeación empieza a captar la imaginación política y ciudadana, e incluso se vuelve noticia. El caso de Bogotá es un buen ejemplo, donde las amplias polémicas ambientales y escándalos políticos alrededor de la estrategia de expansión propuesta en el plan de ordenamiento territorial coinciden con cierto renacimiento de la ciudad alrededor de proyectos impactantes en el manejo del espacio y edificios públicos, y en el momento de escribir este ensayo, una semiparálisis por el enfrentamiento entre el Alcalde Mockus y los empresarios privados sobre la modernización del servicio de transporte público. En otras palabras, la planeación de Bogotá se ha vuelto un asunto significativo y vital en la vida de la ciudad, hecho que se reproduce de una manera u otra en casi todos los municipios de cierto tamaño del país. Ahora bien, este interés de los ciudadanos y grupos sociales en el devenir de las ciudades tiene una correspondencia en el interés de las ciencias sociales en el espacio. Como parte constitutiva de la condición posmoderna, el sentido del tiempo y de la historia parece haberse desvanecido, y en medio del cambio incesante e incontenible ha surgido el espacio como la categoría señalada para captar la ebullición del presente. En consecuencia, fenómenos espaciales como la globalización, la desterritorialización, las transformaciones geopolíticas, las interacciones con la naturaleza, la reconstrucción local de identidades, etc., ocupan un lugar privilegiado en las agendas de las ciencias sociales. En este ensayo se pretende escudriñar este interés de las ciencias sociales (especialmente la sociología y la antropología) en el espacio y las ciudades, desde el punto de vista de uno de sus clientes tradicionales: los planificadores. Más específicamente, se intentará analizar la cambiante relación entre las ciencias sociales y la planeación urbana. Más allá de cualquier acomodamiento técnico-burocrático, se trata de una compleja relación entre el conocimiento sistemático sobre el cuerpo social urbanizado y las fuerzas que lo ordenan, entre la producción académica del conocimiento y la producción social del espacio, entre las instituciones académicas y las del Estado local, entre el conocimiento y el poder; en fin, la localización y pertinencia de las ciencias sociales en la organización del conflictivo y contradictorio proceso de urbanización. No se pretende aquí identificar sistemáticamente temas, autores y contribuciones específicas, sino esbozar las características de una relación general y sustentar una tesis sencilla: que hoy día las ciencias sociales están apenas

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mostrando los primeros indicios de salir, después de más de una década, de las márgenes del debate político y de las realidades materiales urbanas, y que es apremiante que cultiven esta semilla crítica para volver a apoyarse en la comprensión y orientación progresistas de los asuntos urbanos. Por último, conviene aclarar el significado que se atribuye aquí al término planeación urbana. Más allá de las actividades propias de una oficina de planeación (la preparación de planes físico-espaciales y el control de los usos del suelo), se entiende por planeación urbana aquel conjunto de prácticas del Estado local para regular la organización socioespacial de las ciudades, apoyado en la legislación y las instituciones públicas. En este sentido, la planeación se caracteriza por su circunscripción a las reglas de juego establecidas por una normatividad institucional -por su constitución prácticopolítica-, a diferencia del urbanismo (o urbanística, como suele llamarse hoy día) que estudia las formas urbanas y de vida urbana sin esta atadura; el urbanismo permite indagar, soñar y proyectar sin compromisos definidos. En contraste, la planeación necesariamente incorpora el poder, los conflictos, y las realidades materiales. La planeación se nutre del urbanismo y de las ciencias sociales en general, al tiempo que está sujeta a los vaivenes de la vida política; oscila entre el conocimiento sistemático de las condiciones de las ciudades y las circunstancias ideológicas que determinan los límites de la acción político-institucional. Esta oscilación, y especialmente las relaciones que se establecen entre las prácticas de planeación y las ciencias sociales, será el tema central de análisis.

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Planeación y modernismo: un matrimonio entre el Estado y las ciencias sociales hecho en el cielo El carácter de la planeación urbana como práctica específica del Estado plantea un asunto complejo que, además, constituye el nexus de toda reflexión teórica. Esto puede resumirse en términos de la autonomía o no de la acción especializada del Estado sobre la organización espacial de la sociedad, y más recientemente incluye la participación de los grupos sociales o sociedad civil . En el fondo, se trata de la autonomía de la cuestión del espacio y su relación estructural con las demás esferas de la vida social, y por lo tanto el alcance y significado de las formas de intervención planificada sobre las ciudades. Desde sus inicios modernos en Colombia en los años cincuenta, el urbanismo se fundamentó en las propuestas del modernismo en la arquitectura y la planeación (Le Corbusier y el CIAM) que planteaban una revolución urbana a través de

nuevas formas arquitectónicas y concepciones espaciales. Si bien tales propuestas captaron la imaginación a través de su radicalidad formal, dependían conceptual y políticamente de un Estado fuerte para ponerlas en práctica. Por eso, mientras que dichas propuestas empezaron, para bien o para mal, a cambiar la cara de las ciudades en Europa (occidental y oriental) y los Estados Unidos, tuvieron un impacto mínimo en las ciudades de los países en vías de desarrollo, fuera de los casos excepcionales de algunas nuevas ciudades capitales como Brasilia y Nueva Delhi. En Colombia, la influencia urbanística del modernismo puro se reduce a unos pocos planes maestros y la reconstrucción de algunos sectores experimentales en las grandes ciudades. Pero también con el modernismo subsistía la idea de que la manipulación de las formas arquitectónicas y urbanísticas podría, en sí misma, transformar las condiciones de vida de los habitantes y hacer más equitativas, eficientes y agradables las ciudades. De ahí nació la corriente funcionalista del urbanismo. En contraposición, y frente a las evidentes limitaciones de tales propuestas en la práctica, surgió en Colombia en los años setenta una crítica basada en la teoría urbana marxista de la escuela francesa. Esta se dedicó a explicar el carácter de la planeación urbana como práctica social del Estado explícitamente capitalista, cuya función principal consistía en garantizar las condiciones generales necesarias para la reproducción del capital y su condición superestructural e ideológica que, en condiciones como las de Colombia, era incapaz de incidir significativamente en el mejoramiento de las condiciones generales de las crecientes poblaciones urbanas. No cabe aquí entrar a fondo en este asunto. Simplemente señalamos que, mientras que existían estas pretensiones (y sus críticas) de administrar integral y radicalmente las ciudades, pudo existir una estrecha relación entre el Estado y las ciencias sociales. El modernismo urbanístico se sustentaba en el conocimiento sistemático de las sociedades urbanas y la aplicación de nuevas tecnologías en la construcción y funcionamiento de las ciudades; en otras palabras, sobre el conocimiento experto orientado hacia un gran proyecto o diseño liderado por el Estado. El carácter instrumental de la planeación urbana exigía y se legitimaba en las ciencias sociales, mediatizadas en buena parte por arquitectos e ingenieros. Las posiciones críticas no desafiaban esta concepción instrumental de la planeación sino que la reforzaban al señalar sus debilidades inherentes debido a las características propias del Estado del que dependía. En todo caso, cuando la planeación urbana empezó a asentarse en los municipios colombianos en los años ochenta,

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Posmodernismo y divorcio: la separación de bienes discursivos En los años noventa esta estrecha relación entre las ciencias sociales y el Estado se debilitó. Por un lado hubo, sin duda, cambios significativos en el clima ideológico relacionado con

cierto desencanto con el proyecto moderno (tanto sus presupuestos epistemológicos como los resultados sociales y las perspectivas políticas) que conducían a un cansancio o rechazo de los esquemas globalizantes . Se dio en Colombia el desecho generalizado de los metarrelatos filosóficos que fundamentaban las estructuras explicativas universales, incluyendo el materialismo histórico, que entre otras cosas implicaba un fuerte cuestionamiento de la noción de desarrollo y del cambio dirigido por la aplicación de la razón institucionalizada. Casi de un día para otro se empezó a ver con disgusto y desdén el gran proyecto o diseño, no sólo desde las ciencias sociales sino también dentro del urbanismo. En el abandono apresurado de los paradigmas teórico-conceptuales de la modernidad a comienzos de los noventa, se proclamaba la necesidad de repensar la ciudad 2 . Esta llamada, más un reflejo de la tendencia posmoderna en las ciencias sociales que el resultado de una crítica autónoma del proceso de urbanización y las condiciones urbanas en Colombia, articulaba el descarte del gran proyecto urbano y un viraje de intereses académicos hacia las especificidades locales, sean de barrio, región, etnia, microprocesos de urbanización y construcción de hábitats , identidades y lugares construidos por grupos sociales o actores concretos. Involucraba el rescate del actor social (exigido por el tema de la participación y el reclamo por la gestión democrática de las ciudades, en el cual estaban personalmente comprometidos un buen número de académicos) y de las subjetividades socio-espaciales, al tiempo que se desplegaba en el trabajo académico en la selección de temas y la nominación de enfoques un alejamiento de los poderes institucionales, un descentramiento que Bauman describe como un rechazo a la explotación instrumental de las ciencias sociales: La silenciosa complicidad de aliados tan todopoderosos [el Estado y las organizaciones empresariales] en el discurso sociológico se sentía en la preocupación de los sociólogos con la cuantificación, la estatisticalización , el análisis factorial; en el lenguaje del discurso, que articulaba el universo bajo análisis en sistemas intrínsicamente asimétricos como el poder, la influencia, la socialización, la desviación y el control; en la inclinación amplia por el análisis funcional, o por el principio de que el todo es más que la suma de las partes (ese más refiriéndose implícitamente a la presencia de los agentes de control) como la premisa de la teorización específicamente sociológica de la realidad humana la tendencia a localizar tanto el significado como el campo

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Zygmunt Bauman, Intimations of modernity, Londres, Routledge, 1992, pág. 81

Véase Fabio Giraldo y Fernando Viviescas (eds.), Pensar la ciudad, Bogotá, Tercer Mundo/Cenac/Fedevivienda, 1996.

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y especialmente después de los inicios del proceso de descentralización en el segundo lustro de ese decenio, la legislación colombiana se había comprometido con los planes integrales de desarrollo para los municipios. Los intentos formales de planeación, todavía muy escasos, pretendían orientar el desarrollo económico, social y físico de los entes territoriales, con un fuerte énfasis en las ciudades o cascos urbanos. Exigían análisis extensos de las condiciones socioespaciales y grandes cantidades de datos, y presuponían una capacidad de intervención estatal que superaba con creces las posibilidades reales de las administraciones locales y las instituciones públicas. Desde luego, los planes integrales de desarrollo fracasaron miserablemente, y las ciudades seguían creciendo a partir de otras lógicas. No obstante este abismo entre proyecto y realidad, las ciencias sociales no sólo legitimaron los propósitos del Estado y proporcionaron los instrumentos de análisis para los ejercicios de planeación, sino que también enmarcaban e impulsaban en buena parte el debate urbano. La ciudad como espacialidad constitutiva de la acumulación de capital, el desarrollo dependiente, la marginalidad y segregación socioespacial, el Estado y la lucha de clases, etc., constituían categorías importantes de análisis y discusión, junto con una crítica a las prácticas políticas y la manipulación de las instituciones públicas. En fin, las ciencias sociales proporcionaron tanto las herramientas instrumentales como los recursos teóricos (positivistas y críticos) para orientar la intervención en las ciudades. Sobre esta situación general decía Bauman1: El discurso sociológico se formó dentro de la perspectiva de un proceso social administrado, uno que designó la realidad social como un objeto de cambio diseñado, y por tanto puso en relieve aquellos aspectos seleccionados por su relevancia, positiva o negativa, para el éxito práctico, al tiempo que desarticulaba todos los demás aspectos. Era el diseño cualquier diseño, pero siempre un diseño, siempre una expectativa que involucraba la acción administradora dirigida a cambios en el comportamiento que dotó a la realidad humana con el sentido de ser construida, dentro del discurso sociológico, con significado (diferenciado).


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interpretativo de la acción por fuera del mundo (experiencial) de la vida de los actores mismos3 . Todo esto fue desechado, junto con las perspectivas críticas, y las consecuencias de tal cambio paradigmático en el campo de los estudios urbano-regionales fueron dramáticas. Conviene detenernos un momento en el citado libro Pensar la Ciudad para ilustrarlas. Este volumen consiste en las memorias de un seminario del mismo nombre, originado en la discusión de la nueva política urbana nacional Ciudades y Ciudadaníaque no fue producto de especialistas sobre lo urbano sino más bien una invitación para generar una dialógica polifónica 4 . No obstante, en ello participaron varios urbanistas de prestigio junto con un grupo importante de académicos de las distintas disciplinas sociales y humanas, una congregación suficientemente variada y pesada para fijar el tenor filosófico-epistemológico del debate urbano académicamente legítimo . Son tres las cosas a resaltar. En primer lugar, se concretó en este libro el cambio paradigmático y la consolidación del pensamiento posmoderno como entrada contemporánea hacia el estudio y comprensión de los fenómenos urbanos; y como corolario, se abandonó por completo toda la tradición crítica basada en la economía política marxista. En segundo lugar, se produjo el abandono total de la tradición regional y el acumulado de pensamiento latinoamericano y nacional que tanto aporte había significado en el tema del desarrollo y la caracterización regional de las ciudades y de los procesos de urbanización; el libro dio la impresión de que la comunidad académica latinoamericana y colombiana no había producido absolutamente nada de valor en los cuarenta años anteriores. En tercer lugar, se evidenció el abandono del compromiso empírico , el interés por constatar las ideas con evidencias de la realidad y de confrontar los hechos y fenómenos concretos de las ciudades colombianas; bueno, el propósito del libro era ´pensar la ciudad, pero resultó ser un pensamiento especulativo, referido al nuevo discurso filosófico-urbano internacional y no a la ciudad colombiana como tal. Al respecto, los siguientes datos son burdos pero dicientes. Del total de 463 textos citados en los 26 capítulos, 346 (el 75%) fueron de autores/publicaciones extranjeros; de los 117 textos nacionales, más o menos una tercera parte consistió en textos del mismo grupo de autores o documentos oficiales (una intertextualidad cerrada e incestuosa); y más de la mitad de la obra intelectual colombiana fue citada por apenas tres antropólogos (Hernán Henao, María Victoria Uribe y Jesús 3 4

Bauman, Intimations of modernity. Ministerio de Desarrollo, Ciudades y ciudadanía, Bogotá, 1995, pág. ix.

Martín-Barbero). ¿Una bienvenida apertura a las corrientes internacionales? Tal vez, pero también se puso de relieve el hecho de que la única disciplina con un interés serio en la realidad de las ciudades colombianas fue la antropología. Si bien hay que reconocer también los ires y venires de figuras híbridas como los violentólogos y estudiosos de los procesos de descentralización político-administrativa que contextualizaban sus desarrollos temáticos en las ciudades, éstos no se comprometieron con el fenómeno urbano, como tampoco lo hizo la economía. En consecuencia, el aporte principal de las ciencias sociales al conocimiento de lo urbano se ceñía a la cuestión de la cultura urbana, y especialmente a la cultura de las grandes ciudades. También se constata en ese libro, de considerable influencia en las prácticas académicas, la escisión entre las preocupaciones académicas y las dinámicas de cambio afectando a las ciudades y la vida material de los ciudadanos. De manera especial, se evidenció el distanciamiento de las ciencias sociales con el Estado, precisamente en el período del replanteamiento radical del papel y la configuración institucional de éste, y la transferencia de la dinámica social al mercado y los actores privados. En consecuencia, el proceso de modernización del Estado, iniciado en serio en 1990, encontró un mínimo de oposición o siquiera atención crítica entre los académicos (especialmente las ciencias económicas y políticas) en ese entonces. Tampoco les importaba que el proceso privatizador de la economía y la desregulación de la vida social significaba el rompimiento bilateral de la relación histórica de la modernidad. Después de todo, las ciencias sociales ya estaban predispuestas a aceptar que la modernización del Estado exigía que éste se deshiciera también de todo el bagaje discursivo de las ciencias sociales construido durante cuarenta años descarte equiparable en su significado social al paralelo desmonte regresivo de las reinvindicaciones laborales alcanzadas por los trabajadores y del sistema de bienestar social, - para abrir campo libre a las fuerzas del mercado. Aún más, para los gobiernos neoliberales de la década, deshacerse de las ciencias sociales resultó ser el aspecto más fácil de todos (aunque tampoco sucedió, hay que decirlo, triste y deplorablemente, sin que la comunidad académica sufriera su cuota de sangre e intimidación).

La periferialización de las ciencias sociales en la planeación urbana En el campo de la planeación urbana, el rompimiento de esta relación íntima entre las ciencias sociales y el Estado tenía

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Peter Brand (ed), Trayectorias Urbanas en la modernización del Estado en Colombia, Bogotá, Tercer Mundo/Universidad Nacional de Colombia, 2001.

día las ciencias sociales se ubican en la periferia de la planeación: en la periferia de los programas curriculares, desplazadas por los discursos contemporáneos del desarrollo; en la periferia de la acción social, o por lo menos fuera del ámbito de las instituciones del Estado y localizado más bien en las organizaciones sociales que ahora participan en los procesos de planeación; y en la investigación, las ciencias sociales tienden a plantear problemas de conocimiento con un bajo perfil político, coadyuvando en esta falta de crítica incisiva en la discusión de los asuntos urbanos. Miremos estos puntos uno por uno. En el plano académico y de la formación de expertos (investigadores y profesionales), se produjo un gradual replanteamiento de la contribución de las ciencias sociales en cuanto a las nuevas tareas de administración socio-espacial. A lo largo de los años ochenta y noventa desaparecieron de los planes curriculares la sociología urbana , la economía urbana , la geografía urbana, la psicología ambiental , etc., como cuerpos organizados de conocimiento pertinentes o necesarios para abordar las nuevas funciones tanto legitimadoras como administrativas de los gobiernos locales. Las disciplinas sociales ya no ordenan. Ahora predomina el discurso desarrollista que absorbe y subyuga las autonomías de las disciplinas académicas y profesionales, organizado alrededor de cinco campos discursivos que dominan las preocupaciones territoriales contemporáneas: la globalización, la informatización, el desarrollo sostenible, la modernización del Estado y la democracia participativa6 . Ahora son los discursos desarrollistas los que ejercen el control sobre las disciplinas puestas al servicio del estudio del territorio: la globalización controla la economía, la informatización a la sociología, la sostenibilidad a las ciencias naturales, la modernización a las ciencias administrativas, y la democracia participativa a la ciencia política. También interactúan en conjunto para ordenar la interdisciplinariedad de tal manera que el esfuerzo intelectual y práctico converge sumisamente sobre estos grandes bloques temáticos. En el proceso, los cuerpos conceptuales propios de las disciplinas se encuentran subordinados o marginados. Los discursos desarrollistas pretenden no sólo describir la actualidad sino determinar el futuro. Tienen intenciones prácticas. Quizás el campo discursivo que mejor ilustra esta faceta es el desarrollo sostenible: desprovisto de un contenido propio, definido por lo que no es, pura meta, construcción social. Al respecto, comenta Acselrad: A la inversa de los 6

Peter Brand, Formación profesional y compromiso investigativo: dimensiones de un dilema , en Ciudades (México), No.45, 1999, págs. 30-36.

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fuertes motivos pragmáticos, en la medida en que la ingeniería, tanto social como infraestructural, retrocedía del campo de sus preocupaciones e intervenciones. Las reformas del Estado realizadas durante los años noventa hicieron redundantes las habilidades tradicionales de los planificadores en este sentido. Por un lado, la cesión general de funciones sociales al mercado hacía obsoletos los expertos ortodoxos en la administración de programas de desarrollo integral, que antes supervisaron tales pretensiones del Estado local; simplemente, estos expertos, junto con su conocimiento especializado, quedaron redundantes con la disolución del (pretendido) control sistemático de todos los aspectos (físicos, económicos y sociales) de la vida urbana. En términos más concretos, la tendencia privatizadora arrancaba de las manos de los gobiernos locales y sus administradores generales la responsabilidad directa de proporcionar vivienda, infraestructura física y servicios de transporte, acueducto y alcantarillado, salud, educación y empleo. La legislación posterior a la Constitución de 1991 otorgó a estos atributos urbanos un manejo puramente técnico, regido por una normativa y una lógica autónomas y desconectadas de cualquier sentido integral del bienestar territorial5 , sin importar que las empresas prestadoras fueran de propiedad pública, privada o mixta. Como resultado de lo anterior, la planeación urbana asumió una cara más procesual y práctica, hasta confundirse con la gestión pragmática de los dictámenes del neoliberalismo en cuanto a la administración espacial. Por otra parte, se precisó en esta década un nuevo campo de problemas prácticos: los ambientales. La creciente experiencia y conciencia de los problemas ambientales urbanos les abrió la puerta por primera vez a las ciencias naturales. En la medida en que fenómenos como los desastres, las inundaciones y los deslizamientos, la contaminación del aire y el agua, la destrucción de bosques y humedales, etc., empezaron a conformar un conjunto sentido, legítimo y legalizado de objetos de intervención, se produjo la necesidad de incorporar aquellas disciplinas científicas cuyo dominio cubría tales fenómenos: la geología y la ecología. Posteriormente las ciencias sociales se acomodaron alrededor de estos nuevos objetos y su manejo, pero en un lugar secundario y con una función operacional. De todas maneras, la priorización de los problemas ambientales parecía confirmar la marginalización de las ciencias sociales del análisis y proyección de lo urbano. Hoy


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conceptos analíticos volcados para la explicación de lo real, la noción de sostenibilidad está sometida a la lógica de las prácticas: se articula a los efectos sociales deseados, a las funciones prácticas que el discurso pretende volver realidad objetiva 7 . Sin embargo, tal vez por esta misma carencia de contenido, el desarrollo sostenible ha inspirado un debate vital en los ámbitos tanto académico como político para aprovisionarlo de sentido. Continúa Acselrad: De un lado, si la sustentabilidad es vista como algo bueno, deseable, consensual, la definición que prevalece va a construir autoridad para que se discriminen, en su nombre, las prácticas buenas de las malas. Se abre, por tanto, una lucha simbólica por el reconocimiento de la autoridad para hablar acerca de sustentabilidad. Y para eso se hace necesario construir una audiencia apropiada, un campo de interlocución eficiente donde se pueda encontrar aprobación. Se puede hablar, así, en nombre de los (y para los) que quieran la supervivencia del planeta, de las comunidades sustentables, de la diversidad cultural, etc. Resta que la lucha en torno a tal representación exprese la disputa entre diferentes prácticas y formas sociales que se pretenden compatibles o portadoras de la sustentabilidad. Mientras tanto, en los otros campos discursivos, dotados históricamente de más sustancia, las ciencias van perdiendo ese espíritu de lucha discursiva para establecer contenidos, significados y alternativas. Incluso, tanto en lo ambiental como en los otros campos, aquellas perspectivas que se oponen a los discursos dominantes, y que en consecuencia se encuentran al margen de los debates, han sido alejadas de las instituciones académicas y profesionales; se desarrollan principalmente en las ONG, donde la marginalización discursiva e institucional está acompañada por actos abiertamente represivos cuando esta oposición discursiva traspase determinados límites. En el caso de la acción social, es evidente que el Estado y sus instituciones han abandonado las pretensiones de administración social con base en un gran proyecto o diseño. En las condiciones de una economía neoliberal, el esfuerzo principal consiste en el control de las variables macroeconómicas y el establecimiento de mecanismos de regulación económico y social. Son el mercado y los agentes privados los que determinan la dinámica general de las sociedades, donde los vestigios del Estado de bienestar se limitan a programas focalizados (social y espacialmente) en los más pobres. 7

Henri Acselrad, Sustentabilidad y ciudad , en Eure, Vol.XXV, No.74, 1999, pág.36.

En este sentido, las tareas administrativas del Estado sufren una transformación radical. Abandonado el gran proyecto, la acción estatal se dirige hacia la empresa privada y hacia sí mismo, proceso en el cual los criterios de productividad y eficiencia se interiorizan en las instituciones públicas y sus programas mínimos e hiper-focalizados, desligándose de la sociedad en su conjunto. Las necesidades del conocimiento experto se reducen a las prácticas de la gestión de proyectos y la administración de empresas (véase, por ejemplo, el Sisben o el downsizing de las administraciones territoriales con la Ley 617), al tiempo que la administración social y la regulación del comportamiento pasan a manos de los medios masivos de comunicación y las fuerzas represivas (ambos privatizados en buena parte). A grosso modo, el control social deja de ser un proyecto (moderno) fundamentado en el conocimiento, para basarse en un ejercicio de seducción/ represión. Desafortunadamente, las implicaciones y contribución de la arquitectura y la planeación a este fenómeno (mediante, por ejemplo, las urbanizaciones cerradas y la proliferación de centros comerciales, la estratificación socio-económico de barrios, el desmonte de subsidios y su remplazo por el sistema de valorización y concesiones), han sido poco exploradas en Colombia, aunque constituyen un fuerte tema de investigación socio-política y cultural a nivel internacional8 . Por ejemplo, aun cuando algunos urbanistas gritaban alarmados con la aparición de los primeros conjuntos cerrados y la fragmentación física de la ciudad colombiana, esto no se tradujo en un asunto prioritario para las ciencias sociales, y el tema se murió de inanición. El fenómeno de la fragmentación cultural continúa fascinando a la antropología y la fragmentación territorial armada a los estudios políticos, pero divorciados ambos de un sentido práctico-político y propositivo que permitiría su articulación progresista a las prácticas de intervención en la administración urbana. En cuanto a la investigación, las ciencias sociales fueron renuentes a identificarse con la transformación de la organización empresarial, pero tampoco encontraron otra manera de vincularse con los procesos de desarrollo. La sociología entró en crisis, y las ciencias sociales en general se vieron marginadas por el desplome del gran proyecto, ya sea gestado por el Estado u organizado desde la empresa privada o ideado desde la izquierda democrática. Podría argumentarse que esta desvinculación del poder formal fue una especie de liberación. Como se indicó anteriormente, permitió a las ciencias sociales revisar sus temas y objetos, 8

Edward W. Soja, Postmetropolis: critical studies of cities and regions, Oxford, Blackwell, 2000.

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socialmente neutra frecuentemente termina sometida al servicio de un nuevo amo, ya no el Estado sino las grandes empresas, los medios de comunicación y la industria de la cultura: vigila la circulación social de sus productos con todo el empeño de las agencias de publicidad. Por otra parte, un vestigio de las ciencias sociales y políticas modernas , en parte una herencia diluida de la investigaciónacción participativa, permanece en la forma de una preocupación por el sistema de gobierno local y la democracia participativa local. En lo urbano, este interés se concreta alrededor de la gestión del desarrollo local y las prácticas de participación ciudadana. En este caso se da una vigilancia política de la actuación del Estado a nivel urbano, y con frecuencia el compromiso de los sociólogos con grupos sociales y proyectos y programas de desarrollo urbano. La participación local es vista no sólo como una manera práctica de solidarizarse con los marginados para mejorar sus condiciones de vida urbana, sino también como una forma de hacer política, de colaborar en la formación de ciudadanía y sociedad civil como condiciones necesarias para modernizar el país.

La juridización como nueva fuente de autoridad de la planeación urbana Si ya no son las ciencias sociales las que subyacen a y legitiman el actuar del Estado y las prácticas de planeación, surge la pregunta sobre su remplazo: ¿De dónde saca éste su autoridad, y cuáles son las implicaciones de esta nueva fuente para la forma y el estilo de intervención en las ciudades? Más aún, ¿cómo planificar en nombre del bien común sin un conocimiento sistemático, universalmente aceptado y previamente comprometido con un gran proyecto o diseño, en nuestro caso urbano? ¿Cómo establecer acuerdos sobre la dirección general del desarrollo urbano y consensos sobre la manera adecuada y justa para llegar ahí? Frente a estas preguntas, las prácticas de planeación urbana han sido revolucionadas en la última década: se abre el proceso de formulación de planes (o políticas o proyectos o programas de acción) a la participación de los agentes privados, las organizaciones sociales y la ciudadanía interesados; se delimitan al máximo los objetos estratégicos de planeación para hacer controlable la diversidad de opinión; y se vuelven abiertas y especulativas las proyecciones a largo plazo (la prospectiva y la planeación por escenarios). Sin embargo, no es éste el tema más pertinente a la presente discusión, sino más bien la cuestión de la autoridad mediante la cual tal o cual determinación finalmente se impone, en medio de controversias en principio sin límites.

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reorganizarse internamente, explorar otros paradigmas de investigación. Desafortunadamente, en Colombia la introducción de las nuevas corrientes internacionales posmodernas coincidió con el colapso de la sociología como disciplina, de tal manera que llegaron al país propuestas académicas troncadas en su alcance epistemológico y político. La desaparición de la sociología urbana fue especialmente notoria y desafortunada. El abandono de estudios sistemáticos sobre la vida familiar y barrial, la medición confiable de procesos de transformación en la conformación de clases y grupos sociales, de los efectos sociales de la revolución en el mundo del trabajo, la movilidad o segregación social, la envergadura y las consecuencias de las migraciones y desplazamientos, las nuevas formas de socializar de los jóvenes (estos fueron captados primero por los cineastas, novelistas, crónicas de periodismo), etc., dejó un vacío muy grande en cuanto al entendimiento de las grandes transformaciones en las sociedades urbanas en el cambio del milenio. El país quedó sin datos al respecto, huérfano del conocimiento de sí mismo en cuanto entidad social urbanizada. Por lo menos en el caso de los estudios urbanos, la sociología fue remplazada por la antropología; una antropología urbana renovada, apoyada en el pensamiento posmoderno y cuyo troncamiento consistía en la exclusividad de las formas estéticas. En vez de (y no ´además de ) la estructura y organización sociales, se preocupaba por el acontecimiento; en vez de las relaciones causales o dialécticas, la aleatoriedad rizomática y la complejidad indescifrable; en vez de la igualdad y la justicia, la diferencia y la otredad; en vez de las explicaciones universales sustentadas en datos verificables, las representaciones y la interpretación no comprometedora; en vez de la vida material, los mundos simbólicos y los imaginarios. En el escenario nacional aparece, por ejemplo, el Observatorio de la Cultura Urbana adscrito a la Alcaldía de Bogotá, la indagación de las formas estéticas expandidas de la metrópoli del Grupo de Estética de la Universidad Nacional de Colombia (sede Medellín), la enorme influencia del trabajo de Amando Silva sobre los imaginarios urbanos, el nuevo trabajo intimista de Juan Carlos Pérgolis, etc. Autores como Augé, Calabrese, Canclini, Calvino y Manuel Delgado se vuelven los intermediarios entre el pensamiento posmoderno y la antropología urbana que guían la investigación. Se apuntan a fenómenos sociales de sumo interés pero sin ninguna pretensión de articularlos al devenir general de la sociedad; tal vez por esto resultaron de mayor interés para la comunidad académica que para las comunidades estudiadas y las autoridades que las regulan. Esta nueva antropología urbana intelectualmente cautivante, políticamente inocua y


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Una manera de abordar tales interrogantes se abre al entender un plan (o política o proyecto o programa urbanos) no sólo como una proyección del futuro, sino también como una regulación del presente. Un plan implica restringir y organizar las actividades desde un ahora en función de un más adelante . Es, en otras palabras, un dispositivo de control (de imaginarios, discursos y recursos institucionales y materiales) para establecer cierto orden y reglas de juego ( derechos y deberes ) en la conducción de la vida urbana. Como habíamos señalado antes, ahora las normas sobre cómo organizar, construir y comportarse en la ciudad ya no pueden ser técnicas, en el sentido de reglas universales que se imponen desde el Estado y su burocracia especializada. Existen, de hecho, una pluralidad de códigos, nacidos en la fragmentación social, la heterogeneidad cultural y el reconocimiento institucional de fuentes extra-estatales de derecho (la empresa privada y sus gremios, las ONG, los grupos étnicos, religiosos, ambientales, de género, etc), y en Colombia también la existencia de poderes para-estatales (las mafias, las bandas delincuenciales, las milicias, la guerrilla y los paramilitares) que suplantan el orden institucional. Este pluralismo jurídico, en cuanto a modos y fuentes de regulación social, no sólo cambia radicalmente la manera de planificar, sino también las formas de mantener la legitimidad y autoridad del Estado (local) como depositario último del interés colectivo. En el campo de lo urbano, la legitimidad se busca principalmente en los procesos participativos y la negociación de acuerdos, tendencia que se extiende desde las normas de construcción hasta el control territorial con los grupos para-estatales, por ejemplo en los acuerdos de paz y convivencia en los barrios populares. La legitimidad también puede buscarse en el orden simbólico, experimentado en el primer gobierno de Mockus y ahora de moda en muchas ciudades en la forma de programas de cultura ciudadana, mediante el esfuerzo de construir una ética práctica entre los ciudadanos que facilite no sólo la convivencia cotidiana sino también acuerdos sobre el deber ser de la ciudad. La cuestión de la autoridad es más compleja. De hecho, el descentramiento del Estado abre el ejercicio del poder a la sociedad civil (gobierno se traduce en gobernancia ), y se produce una especie de co-gobierno fragmentado por temas o áreas de intervención estatal. Paradójicamente, como lo ha señalado Arnaud9 , este proceso puede resultar en el fortalecimiento del Estado, ya que implica la responsabilización de la ciudadanía del transcurrir de la vida urbana y de las 9

André-Jean Arnaud, Entre modernidad y globalización, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2000.

políticas urbanas. Pero también se produce una politización de la ciudadanía y de los agentes privados, ya que éstos tienen que participar en la producción normativa, al tiempo que el Estado está expuesto al cuestionamiento de sus acciones en términos de normas superiores, diversas en sus orígenes y frecuentemente contradictorias, elaboradas por organizaciones y tribunales internacionales en temas tan extensos como el medio ambiente, los derechos humanos, las condiciones laborales, las políticas económicas, la calidad del hábitat, etc. Sin embargo, a nivel del Estado local y las ciudades, los gobiernos están protegidos por normas legislativas nacionales de tipo obligante, que les confieren una fuente última de autoridad (nacida en la subordinación) frente a la ciudadanía en situaciones conflictivas. Tal es el caso, por ejemplo, del manejo presupuestal y la relación de gastos entre funcionamiento e inversión. Por otro lado, los gobiernos locales pueden reclamar una autoridad investida en el proceso electoral y el plan de gobierno, una obligación democrática en el sentido de un compromiso político pero ahora con fuerza jurídica, cuyo incumplimiento puede llevar a la revocatoria del mandato del alcalde. El resultado de todo este complejo proceso tiende hacia la resolución de los conflictos urbanos y la determinación práctica de la administración de las ciudades en la esfera jurídica: la juridización creciente de la normalización técnica, que antes se validaba en el conocimiento sistemático proporcionado por las ciencias sociales. Cada vez son más los instrumentos y tribunales jurídicos (el referendo, la acción de tutela, la acción de cumplimiento, las acciones populares, la Corte Constitucional, el poder de arbitramiento de los Ministerios del gobierno nacional) los que definen los límites de acción de la planeación urbana. En este orden de ideas, la Constitución Política de 1991 fue un hito mayor con extensos efectos en el campo de la planeación urbana. La Constitución no sólo estableció nuevas reglas de juego para el actuar del Estado y amplió los espacios de participación ciudadana, sino que también formalizó una serie de derechos individuales y colectivos, junto con nuevos mecanismos más o menos efectivos para su protección. Estos derechos incluyen el derecho a una vivienda digna, el derecho a un medio ambiente sano, el derecho a la protección estatal del espacio público, el derecho a la información, etc., con obvias y directas implicaciones para la vida urbana y la planeación de las ciudades. Es menester resaltar que el estatus de derecho Constitucional tiene cierta equivalencia, en cuanto a norma superior, al que disfrutaba el conocimiento científico en períodos anteriores. La realización de los derechos en la experiencia urbana define

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Tendencias teóricas y prácticas en la planeación urbana Lo anterior tiene su correspondencia en los planteamientos más recientes sobre la teoría de la planeación, la reflexión sistemática sobre la naturaleza de la actividad específica de la intervención experta en la organización socio-espacial de las ciudades. Desposeída de instituciones, presupuestos financieros y conocimiento especializado reconocido es decir, todas las herramientas que legitimaron e hicieron viable su actuación en nombre del bien común en la modernidad clásica la planeación tuvo que replantearse a sí misma. La teoría comunicativa de la planeación se fundamenta en la proposición de que la actividad primaria de la planeación consiste en facilitar el proceso de deliberación en la búsqueda de acuerdos ad hoc10 . Se argumenta que el planificador de ahora, desarmado de un contexto estatal fuerte, desprovisto 10

Raphael Fischler, Communicative planning theory and genealogical inquiry , ponencia presentada en Oxford Planning Theory Conference, 2-4 abril de 1998, Oxford, Oxford Brookes University, 1999.

de una agenda sustantiva propia, y actuando frente a una diversidad de actores sociales, ya no impone su racionalidad tecnocrática e instrumental sino que opera en condiciones sociales e institucionales más complejas. En consecuencia, el planificador no organiza espacialmente a la sociedad, sino que organiza los debates mediante los cuales se logran definir colectivamente los contornos de esta organización espacial. Es decir, que el planificador no produce espacialidades, sino que coordina la formulación de las representaciones discursivas de la voluntad colectiva. En este sentido, su tarea principal consiste en perfeccionar los procesos comunicativos para que incorporen, también, las voces de las minorías en una sociedad fragmentada, multicultural y pluriétnica, para así consolidar el proceso democrático de toma de decisiones. Este llamado giro comunicativo de la planeación se construye sobre los hombros de Habermas y Foucault. Los seguidores del primero plantean el problema en términos del perfeccionamiento de procesos dialógicos, de tal manera que se abra sistemáticamente el debate con base en argumentos que conducirán a entendimientos mutuos y decisiones consensuales. Los seguidores de Foucault critican el carácter utópico de este planteamiento construido sobre las propuestas idealistas de la racionalidad comunicativa de Habermas, y la imposibilidad de la comunicación libre de las distorsiones del poder. Según Flyberg y Richardson11: En vez de esquivar o intentar remover los restos de poder en la planeación, un enfoque alternativo acepta el poder como algo inevitable, reconoce su naturaleza omnipresente y resalta su potencial tanto productivo como destructivo. Así las cosas, la teoría se conecta frontalmente con la formulación de políticas efectuada en medio de las luchas de poder entre diversos intereses, y en las cuales el conocimiento y la verdad se contestan y la racionalidad de la planeación misma se revela como un foco de conflicto. Esto es lo que Flyberg ha dado a llamar la realrationalität o la racionalidad del mundo real, en donde el foco de interés se traslada de lo que debe suceder a lo que realmente sucede. En todo caso, en ambas vertientes el conocimiento sistematizado de las ciencias sociales cede su posición privilegiada; la razón dialógica pura o su movilización institucionalizada e interesada en la forma del discurso ocupan el primer plano. La perspectiva Foucaultiana tiene la virtud de incorporar, de manera indisociable, el conocimiento y el poder, ambos institucionalizados; permite articular la 11

Bent Flyberg y Harry Richardson, In search of the dark side of planning , ponencia presentada en Oxford Planning Theory Conference, 2-4 abril de 1998, Oxford, Oxford Brookes University, 1999.

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la envergadura del proyecto socio-espacial de la misma manera en que las ciencias sociales lo hacían antes. Ya no es el conocimiento experto ligado con el poder del Estado el que legitima y ejecuta el proyecto , sino el conjunto de actores sociales en pugna, en un ambiente de libre mercado, donde las instituciones jurídicas del Estado tienen la función de arbitrar los conflictos, garantizar el respeto por las reglas de juego y mantenerlos en un entorno institucionalizado. En términos prácticos se puede decir que los derechos y garantías de la Constitución de 1991 transformaron el ejercicio de la política urbana. No importa que los derechos todavía se incumplan o sean atropellados; constituyen un nuevo marco en el cual las reivindicaciones se ejercen. Además, por ser prácticos y concretos, no marginan a los actores sociales mismos sino todo lo contrario: los convierten en protagonistas, los obligan a manifestarse y defenderse. Los derechos hacen efectiva una situación general en la cual todo es controvertible. Sin el gran proyecto social y urbano, pero con derechos constitucionales, cualquier grupo social puede poner en duda un plan de ordenamiento territorial, un proyecto vial, la localización de una fábrica o discoteca o la tala de un árbol. En este nuevo escenario, el conocimiento experto de las ciencias sociales cumple un papel meramente de soporte. Pueden, en el mejor de los casos, proveer de coherencia lógica e información técnica a los argumentos, pero no predeterminan los términos del debate ni controlan las estrategias argumentales ni dirimen los conflictos.


multiplicidad de actores , con sus diversos intereses, bases cognoscitivas y discursos, en el debate urbano, y se presta a una analítica micro-política que corresponde a los hechos concretos típicos de la planeación urbana. Lo que queda por fuera es la consideración explícita de los cambios estructurales que configuran los micro-procesos. En cuanto a las prácticas de planeación tanto los modos y objetos de intervención en el espacio urbano como los procesos mediante los cuales estos objetos se construyen se podrían plantear tres tendencias mayores: · El renacimiento de la planeación física, expresado en las nuevas prioridades del ordenamiento territorial, el espacio público, el diseño urbano y la arquitectura de la ciudad. Las intervenciones puntuales asociadas con los megaproyectos, los retos de la renovación urbana, el mejoramiento de hábitat, el compromiso con la calidad de vida, etc., hacen que se perfile un nuevo urbanismo, relativamente autónomo en sus teorías, conceptos y prácticas de aplicación. · El medio ambiente y el desarrollo sostenible como marcos de referencia para debatir la ciudad. No es tanto la ecología en sí la que anima socialmente la preocupación por el medio ambiente, sino el hecho de que, en condiciones posmodernas, constituye un medio para pensar el futuro, reinstaurar la ética y la política a largo plazo como asuntos pertinentes, y concretar cuestiones de calidad y equidad urbanas. Su agenda problematiza el patrón de desarrollo dominante, y proporciona retos novedosos para las ciencias sociales.

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· La globalización como dinámica subyacente a todos los fenómenos socio-espaciales, trayendo consigo desafíos nuevos en cuanto a cómo comprenderla y manejarla. Por un lado, la competitividad; por otro lado las contradicciones socio-espaciales que conducen a la desigualdad, la segregación, la transformación en la forma y prácticas del Estado, la oferta y organización del trabajo y sí, también los imaginarios culturales, la construcción de identidades y el comportamiento de los grupos urbanos. Las ciencias sociales en Colombia tienen un acercamiento todavía precario a estas tendencias. La planeación urbana reclama con urgencia la ampliación de los estrechos temas privilegiados de las ciencias sociales para incorporar las dinámicas urbanas y los fenómenos espaciales que están revolucionando la organización, construcción y experiencia de las ciudades. Sobre todo, urge el rescate de una perspectiva

crítica, una economía política crítica que contribuya a reedificar los valores de la justicia, la equidad y la solidaridad. Sin ellos, es poco probable que las nuevas tendencias de pensar e intervenir en la ciudad puedan contrarrestar las consecuencias nefastas de la pobreza, la desigualdad, la alienación, el desamparo, la ausencia de oportunidades y la violencia generalizada en las relaciones sociales urbanas.

Epílogo, cortesía de David Harvey12 A comienzos de los años setenta no era fácil encontrar la relevancia directa del Volúmen 1 de El Capital para los asuntos políticos que dominaban en ese entonces. Necesitábamos a Lenin para transitar entre Marx y una comprensión de la guerra imperialista que tanto nos preocupaba en Vietnam. Necesitábamos una teoría de la sociedad civil (Gramsci, mínimamente) para llevarnos de Marx a la cuestión de los derechos civiles, y una teoría del Estado (por ejemplo Miliband o Poulantzas) para poder formular una crítica de las represiones del Estado y la manipulación de los gastos en el Estado de bienestar en función de los requerimientos de la acumulación de capital. Necesitábamos a la Escuela de Frankfurt para entender las cuestiones de legitimidad, racionalidad técnica, el Estado y la burocracia, y el medio ambiente...

En fin, necesitábamos una cantidad de mediaciones para llevarnos de El Capital de Marx a los asuntos políticos que nos preocupaban [...] pero es un hecho que El Capital no tenía tanta relevancia directa para nuestras vidas cotidianas. Describió el capitalismo en su estado crudo, no modificado y más barbárico del siglo XIX. La situación hoy es radicalmente diferente. El texto abunda en ideas en cuanto a cómo explicar nuestra condición actual. Está el fetichismo del mercado [...], la historia brutal de downsizing [...], los escándalos del trabajo infantil [...], la eliminación de empleos [...], el debilitamiento de las instituciones del trabajo organizado [...], la intensificación de las horas y presiones de trabajo [...], la producción, sostenimiento y manipulación del ejército industrial de reserva . La paradoja es evidente. El texto de Marx fue tan buscado y estudiado en los círculos radicales en una época en que no tenía una relación directa con la vida cotidiana. Pero ahora, cuando el texto es tan pertinente, a casi nadie le interesa . 12

Tomado de David Harvey, Spaces of Hope, Edinburgh University Press, 2000, págs. 6-7.

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Bibliografía Acselrad, Henri, Sustentabilidad y ciudad , en Eure, Vol.XXV, No.74, 1999, págs. 35-46. Arnaud, André-Jean, Entre modernidad y globalización, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2000. Bauman, Zygmunt, Intimations of modernity, Londres, Routledge, 1992. Brand, Peter, Formación profesional y compromiso investigativo: dimensiones de un dilema , en Ciudades (México), No.45, 1999, págs. 30-36. (ed), Trayectorias Urbanas en la modernización del Estado en Colombia, Bogotá, Tercer Mundo/Universidad Nacional de Colombia, 2001. Fischler, Raphael, Communicative planning theory and genealogical inquiry , ponencia presentada en Oxford Planning Theory Conference, 2-4 abril de 1998, Oxford, Oxford Brookes University, 1999. Flyberg, Bent y Richardson, Harry, In search of the dark side of planning , ponencia presentada en Oxford Planning Theory Conference, 2-4 abril de 1998, Oxford, Oxford Brookes University, 1999. Giraldo, Fabio y Viviescas, Fernando (eds.), Pensar la ciudad, Bogotá, Tercer Mundo/Cenac/Fedevivienda, 1996. Harvey, David, Spaces of Hope, Edinburgh University Press, 2000. Ministerio de Desarrollo, Ciudades y ciudadanía, Bogotá, Ministerio de Desarrollo, 1995. Soja, Edward W., Postmetropolis: critical studies of cities and regions, Oxford, Blackwell, 2000.

Nota: Al terminar este ensayo me di cuenta de que podría parecer que había caído en el mismo vicio que acabo de criticar: el desconocimiento del acumulado intelectual colombiano. Por un lado, me decidí por una bibliografía deliberadamente mínima (pues no se trataba de una revisión sistemática del tema), y por otro, opté conscientemente (por razones de economía y fuerza argumental) por no citar valiosas obras recientes sobre el mismo tema de las ciencias sociales y la ciudad, por ejemplo: Germán Mejía P. y Fabio Zambrano (eds.), La ciudad y las ciencias sociales, Bogotá, CEJA, 2000; Francisco Leal y Germán Rey (eds), Discurso y razón: una historia de las ciencias sociales en Colombia, Bogotá, Tercer Mundo, 2000; el No.3 de la Revista de Estudios Sociales (1999), dedicado a la historia de las ciencias sociales en Colombia; La investigación regional y urbana en Colombia, Bogotá, DNP/Financiera de Desarrollo territorial/ACIUR/ Carlos Valencia Editores, 1998. El debate apenas comienza.

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Formas de conocimiento e intervención en la ciudad: notas para una reflexión teórica* Luis Mauricio Cuervo González**

Resumen El artículo propone elementos de juicio y criterios generales para una redefinición de la ciudad como objeto de conocimiento científico. La estrategia predominante ha sido la de atomizar el estudio de la ciudad en una miríada de acercamientos especializados, renunciando a la construcción de una mirada integral de su ser y de su devenir. En estas notas se propone un procedimiento inverso: definir la ciudad como objeto científico con características y peculiaridades, articuladas en torno de la definición provisional de un campo teórico específico, el de lo socioespacial. El desarrollo de este campo teórico tendría un requisito adicional, el de construirse a partir de principios de cientificidad propuestos por la Teoría de la Complejidad.

Abstract This article proposes general criteria to redefine the city as object of scientific knowledge. Traditional strategy has atomized city study on a myriad of specialized approaches, evading an integral view of its nature and its dynamics. On these notes we proposed an inverse procedure: to define the city as a scientific object with its own characteristics and peculiarities, structured on the basis of a provisional definition of a specific theoretical field, the socio-spatial. The development of this theoretical field has an additional requisite, to use scientific principles proposed by the complexity theory.

Introducción

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En estas páginas nos proponemos abordar un interrogante situado al origen mismo de la investigación urbana, como es el saber si es posible un conocimiento integral de la ciudad o si, por el contrario, es obligatorio contentarse con la agregación de conocimientos especializados y fragmentarios construidos para entender problemas urbanos específicos. La motivación de esta búsqueda tampoco es novedosa pues aparece con el mismo surgimiento del urbanismo como disciplina y de la investigación urbana como área de conocimiento. Su novedad radica tal vez en la presencia de * Este trabajo fue presentado como ponencia a la Reunión del GT Desenvolvimiento Urbano, CLACSO, IPPUR/UFRJ, Rio de Janeiro, Brasil, Marzo 30-31/2000. ** Economista de la Universidad de los Andes y Doctor en Urbanismo del Instituto de Urbanismo de Paris, Universidad de Paris XII. Profesor Titular de la Universidad de los Andes. Director del Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales (CIDER) desde 1998.

nuevos referentes filosóficos y científicos que abren puertas hasta ahora no muy exploradas en el ámbito de la investigación urbana latinoamericana. Aunque en el nivel internacional el debate epistemológico y filosófico se ha intensificado y enriquecido, al nivel latinoamericano se nota una relativa ausencia de trabajos y elaboraciones en este sentido. Para dar un ejemplo, esta ausencia se hace evidente al observar los trabajos e investigaciones presentados a lo largo de los casi diez años de existencia de la Red Iberoamericana de Investigadores sobre Globalización y Territorio (RII). En una dimensión personal, la pregunta acerca de la posibilidad y pertinencia de elaborar un conocimiento integral de la ciudad surge de necesidades y retos personales en lo teórico, en lo pedagógico y en lo político. A nivel teórico nos vimos enfrentados a la necesidad de comprender integralmente la ciudad cuando quisimos avanzar en una investigación que pretendía poner en relación las transformaciones recientes de la industria y las modificaciones de la ciudad y la red urbana en el contexto colombiano y latinoamericano. Esta investigación nos puso ante la evidencia del simplismo y la estrechez con las que la ciudad es tratada en disciplinas como la economía, y nos motivó a buscar salidas en otras ciencias sociales sin obtener resultados muy convincentes. En el aspecto pedagógico se nos presentó la posibilidad de elaborar una monografía histórica del desarrollo urbano de Bogotá para ser utilizada en una escuela de líderes cívicos orientada por una ONG llamada Corporación Viva la Ciudadanía1 . Este trabajo nos obligó a salir del conocimiento especializado de la ciudad en temas económicos y conocerla integralmente. Aprendimos no solamente a mirar la ciudad con otros ojos sino que descubrimos el poder persuasivo y constructivo de una mirada de conjunto, pues conseguimos una aproximación más afectuosa a nuestra propia ciudad tanto nuestra como de parte de los asistentes a la mencionada escuela. En el terreno político tuvimos la valiosa oportunidad de participar muy de cerca en el debate y la elaboración de la política urbana del gobierno de Ernesto Samper (1994-1998), Ciudades y ciudadanía, al lado del Viceministro del Agua

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Esta ONG se creó con ocasión de la Asamblea Constituyente en 1991 que elaboró la nueva constitución del país con la finalidad de hacer un seguimiento y debate ciudadano permanente a los temas tratados por la mencionada Asamblea. Una vez finalizada la elaboración de la nueva constitución se consideró conveniente continuar con el trabajo iniciado y dedicarse a la educación y la formación ciudadana de manera permanente.

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La pregunta Una primera tarea compromete el esfuerzo por precisar la naturaleza y las características de la pregunta de partida. La evocación de la necesidad de un conocimiento integral es insuficiente y deja la sensación de una aproximación muy limitada e ingenua a los problemas del conocimiento científico. Vale comenzar descartando una posible y muy corriente formulación de la pregunta central. Se propone la problemática urbana y territorial como específica por su alto grado de complejidad, entendida ésta como la abigarrada integración de dimensiones, escalas y aspectos cuya consideración conjunta es indispensable para obtener una adecuada representación científica de su funcionamiento, estructura y tendencias de cambio. Esta así entendida complejidad no es en realidad específica al estudio de lo urbano- territorial sino propia a cualquier forma de conocimiento científico. Alude propiamente a la confrontación entre lo concreto y lo abstracto en el proceso de construcción de conocimiento científico, presente en todas y cada una de las áreas cubiertas por la ciencia contemporánea. En esta confrontación, el conocimiento científico moderno ha sido asociado al descubrimiento de leyes universales, de principios generales de funcionamiento de la realidad que exigen alejarse de la representación de lo concreto. El proceso de abstracción resta capacidad de comprensión de la 2

Luis Mauricio Cuervo y Josefina González, Industria y ciudades en la era de la mundialización. Un enfoque socio-espacial, Bogotá, CIDER-COLCIENCIAS-Tercer Mundo Editores, 1997.

singularidad y riqueza del caso y del evento particular, pero permite entender el conjunto, sus principios de funcionamiento y los rasgos centrales de su estructura. En este sentido, la ciudad, la región, el territorio, son fenómenos tan complejos como cualquier otro y no imponen un reto epistemológico específico sino más bien común a cualquiera de las disciplinas científicas. Atendiendo a este equívoco, autores como Pradilla o Coraggio3 han descartado la constitución de lo urbano como objeto científico por situarse en el mundo de lo concreto, singular y particular, simple escenario de cristalización de principios y leyes establecidas por ciencias existentes. En el extremo opuesto, autores como Bollnow y Lefebvre4 han intentado constituir lo urbano como campo científico específico con configuraciones bien diferentes en cada caso. Bollnow acepta los parámetros establecidos por la ciencia moderna e intenta delimitar un concepto central y unas leyes y principios objetivos a partir de los cuales darle cuerpo a una nueva ciencia, tan especializada y fragmentaria como las ya existentes. Lefebvre traspasa estos límites e intenta constituir lo urbano como meta-ciencia, con capacidad integradora del conocimiento especializado e instrumento de constitución de una nueva representación total y global de la realidad social. Las estrategias y caminos propuestos a partir de estas vías excluyentes no son coincidentes y plantean tres grandes alternativas: construir una nueva teoría unitaria, que englobe el conocimiento fragmentado, fundar una nueva ciencia especializada de lo urbano y lo territorial o, finalmente, desechar la posibilidad y necesidad de un conocimiento científico de la ciudad, atribuyéndole simplemente el papel de escenario de cristalización de principios establecidos por otras ciencias. Nuestra intención es proponer una fórmula resultante de combinar las dos primeras alternativas. Se trata, en efecto, de un intento por definir la ciudad como objeto científico particular (segunda alternativa) que reconoce la necesidad de acudir a una metáfora abarcadora, a un nuevo concepto de universalidad diferente al propuesto y aceptado por la ciencia newtoniana. En las actuales condiciones resulta pretencioso e inconveniente formular el camino de un consenso del estilo avanzado por Lefebvre. Por un lado parece pretencioso 3

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José Luis Coraggio, Territorios en transición: Crítica a la planificación regional en América Latina, Quito, Ciudad, 2ª. Edición, 1988. Otto Friedrich Bollnow, Hombre y espacio, Barcelona, Editorial Labor S.A., 1969; y Henri Lefebvre, La production de l´espace, Paris, Ed. Anthropos, 2a. edición, 1981.

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Potable, la Vivienda y el Desarrollo Urbano, Fabio Giraldo Isaza. Gracias a ello conocimos de cerca las dificultades legales, institucionales y conceptuales de promover un conocimiento y una intervención urbana con referentes globales, lo mismo que pudimos recordar los negativos impactos de las políticas fragmentarias ultraespecializadas predominantes en las urbes colombianas. Por todo lo anterior, desde mediados de 1990 nuestro trabajo de investigación se ha acompañado de lecturas, reflexiones y escritos acerca de la necesidad, condiciones y limitaciones para la elaboración de un conocimiento integral de la ciudad. El primer resultado relativamente consolidado está consignado en los cuatro primeros capítulos de Industria y ciudades en la era de la mundialización2 . Ahora, en este escrito introduciremos algunos elementos nuevos sin abandonar la ruta general propuesta en aquel entonces.


proponerle a la economía política de la producción del espacio el reto de resolver la atomización y fragmentación del conocimiento científico moderno. La ciudad y el territorio son probablemente un laboratorio particularmente sugestivo y fértil en el intento de superación del conocimiento ultraespecializado, como Ansay y Shoonbrodt 5 lo reconocen, mas resulta desproporcionado entenderlo como el único o el mejor. Por otra parte, el grado de maduración de este y de otros conceptos y paradigmas integrales, de representación universal, parece insuficiente: los conceptos de totalidad propuestos son apenas metáforas sugestivas sin suficiente confirmación empírica y con un desarrollo metodológico muy preliminar; algunos de ellos han sido importados de las ciencias naturales y requieren aún un mayor esfuerzo de adaptación al campo de las ciencias sociales: Pero es posible concebir una teoría absolutamente general capaz de entender simultáneamente todos los aspectos de la ciudad, tanto temporal como espacialmente: económicos, sociales, políticos, etc. La magnitud de esta tarea, y también su vanidad, nos condenan a contentarnos con las teorías parciales, incluso si hay el compromiso de tratar de hacerlas cada vez menos parciales6 .

Adicionalmente, pretender la existencia de un paradigma de reemplazo equivaldría a renunciar a la posibilidad de hacer confluir las búsquedas, de intercambiar ideas y experiencias, y conllevaría trabajar con la soberbia de pensarse poseedor de alguna verdad, cualquiera que sea su tamaño o naturaleza. En este sentido, siguiendo a Maturana7 , la estrategia más conveniente, por comodidad llamada pragmática , es entonces la del diálogo, del reconocimiento de la verdad relativa del otro y de la relatividad de mi propia verdad como único camino posible para establecer un intercambio mutuamente enriquecedor: De esta manera, la complementariedad de las diferentes teorías urbanas se convierte en la palabra maestra. Todas las aproximaciones son imperfectas pero siempre se tiene algo que aprender de cada una de ellas 8 .

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Pierre Ansay, y René Schoonbrodt, Penser la ville. Choix de textes philosophiques, Bruselas, Aux archives d´architecture moderne, 1989. JM Huriot, PH Derycke, D. Pumain, Conclusion: Quelle pensée pour la ville? , en Penser la Ville: Théories et Modeles, Paris, Anthropos, Collection Villes, 1996, pág. 333. Humberto Maturana, La objetividad. Un argumento para obligar, Dolmen, Tercer Mundo Editores, 1998. Huriot-Derycke-Pumain, Conclusion... , pág. 334.

Como contribución en esta búsqueda y siguiendo las indicaciones de esta estrategia emprendimos el trabajo consignado en el libro Industria y ciudades en la era de la mundialización9 . Renunciando al propósito de construir una nueva teoría unitaria, tomamos el camino de buscar una intersección prometedora, en éste caso la de la relación entre dinámica económica y socio-espacial. En vez de pretender una nueva síntesis teórica, propusimos una representación de la economía regional y urbana como campo problemático constituido por la existencia de preguntas y referencias comunes, ampliamente aceptadas, pero abordadas con diversidad de conceptos, de teorías y de metodologías. En su carácter de campo problemático se entiende que la economía regional y urbana no cuenta con una argumentación completa, coherente y consistente sino que es apenas, por el momento, la suma de búsquedas superpuestas, en algunos casos concurrentes, agrupables en tres grandes dimensiones socio-espaciales: micro, meso y macro. Hicimos el esfuerzo por reconocer la verdad relativa de cada escuela, por valorizar sus mejores hallazgos y avances y por poner al descubierto sus dificultades. Por esta vía terminamos proponiendo una imagen que hace énfasis en el carácter complementario de las visiones y en la necesidad de despojarlas de pretensiones totalitarias como única vía para avanzar en el progreso del conocimiento y, más particularmente, en la comprensión de los problemas de la ciudad y del espacio social.

Nuevos principios de cientificidad Las ciencias naturales y sociales están en proceso de reconstrucción de los principios básicos de cientificidad, de los criterios con base en los cuales se considera que un problema o una explicación determinada están por fuera de los límites de la explicación científica. En el caso de las ciencias naturales se trata de un distanciamiento del mito newtoniano, resumido por Prigogine como la búsqueda de un principio o ley elemental explicativo del complejo funcionamiento de la totalidad del universo: Al nivel macro y microscópico, las ciencias de la naturaleza se liberaron de un estrecha concepción de la realidad objetiva que cree tener que negar en sus principios la novedad y la diversidad en nombre de una ley universal inmutable. Se liberaron de la fascinación que representaba una racionalidad cerrada y un conocimiento en pretendida vía de terminación. Están ahora 9

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En el campo de las ciencias sociales en general, y de reflexiones directamente relacionadas con la ciudad, como en la geografía, se está produciendo un distanciamiento semejante y permitiendo la apertura a nuevas formas de representación de la ciudad como totalidad, como fenómeno multidimensional: Estas formas urbanas, construidas involuntariamente por el juego de actores que ajustan continuamente su comportamiento en función de las interrelaciones mutuas y de los cambios en el ambiente de la ciudad, constituyen lo que se denomina un fenómeno de auto-organización 11. Las diferentes disciplinas, las distintas escuelas dejan al descubierto una dificultad mayor a la hora de hacer el intento por comprender la ciudad: no logran una satisfactoria articulación entre lo abstracto y lo concreto, entre lo general y lo particular. Esta constatación sugiere la apertura de un camino, la búsqueda de una nueva forma de articular estos dos planos, de definir criterios de cientificidad diferentes de los imperantes. Es así como entendemos la necesidad de hablar de complejidad. La complejidad, a nuestro entender, no se justifica por el hecho de existir fenómenos nuevos cuya naturaleza o riqueza exija un acercamiento diferente al existente. Su fundamento no es la aparición de problemáticas nuevas como la ambiental o la socio-espacial que parecen fusionar, entretejer de manera intrincada y difícilmente comprensible diversos planos de la teoría. En verdad cualquier fenómeno que pretenda estudiarse presenta esta misma característica de multiplicidad, de multilateralidad, de variedad, de particularidad. Ahí, por tanto, no está la novedad. La novedad consiste, y esto retoma una tradicional discusión en filosofía, en poner de presente que los paradigmas utilizados no han logrado una reconstrucción satisfactoria de la articulación de los dos planos mencionados y que, por tanto, nos colocan frente a la penosa e

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Ilya Prigogine e Isabelle Stengers, La nueva alianza, Paris, Ediciones Gallimard, Folio Ensayos, 1986, págs.363-364. Denise Pumain, Léna Sanders, Thérèse Saint-Julian, Villes et auto-organisation, Paris, Economica, 1989, pág. 4.

irresponsable alternativa de caer en excesos de abstracción o de concreción sin poder circular libremente entre uno y otro. Los llamados a esta búsqueda vienen de muy diversos lugares. Están quienes, utilizando argumentaciones de corte determinista y universalista tradicionales, se enfrentan a barreras infranqueables que los llevan a soluciones inconsistentes o claramente fragmentarias e incompletas. Están, de otra parte, quienes captan desde un principio las dificultades de los paradigmas dominantes y se esfuerzan por desarrollar alternativas epistemológicas. Ansay y Schoonbrodt12 hacen una clara identificación del problema de la cientificidad involucrado en el estudio que la filosofía hace de la ciudad. El pensamiento filosófico ha girado en torno de dos extremos irreconciliables, el de la metafísica universal y el de las metafísicas ultraespecializadas, sin conseguir establecer un puente entre los dos. El fenómeno de la ciudad, por su riqueza y por su importancia en el condicionamiento del comportamiento social, aparece como una oportunidad interesante para reconciliar estos dos polos, para integrarlos en una visión de conjunto. Se entiende claramente, además, cómo en esta propuesta se articula la intención de construir un pensamiento objetivo con el deseo de elaborar una alternativa política pluralista. Lefebvre13 plantea igualmente la necesidad de tomar un recorrido diferente a lo que él denomina la dialéctica de la temporalidad y de las formas universales en Hegel y Marx. Propone tomar como fundamento la comprensión de los contenidos, de la riqueza de lo particular, y construir una dialéctica diferente, la de la producción del espacio. Una vía semejante se entreteje en la geografía sistémica que propone claramente la necesidad de una nueva cientificidad construida a partir de la definición de la ciudad como sistema abierto, evolutivo y auto-organizado. La dinámica reemplaza la estática, el azar sustituye la determinación y la geometría fractal tiende a imponerse sobre la euclidiana.

Definición provisional del objeto de una teoría socioespacial El espacio social en general y la ciudad como su forma dominante pueden entenderse como una organización particular de interacciones complejas reguladas a través de la posición, la forma, y las estructuras de centralidad de los elementos. La ciudad es un microcosmos del espacio social y condensa sus características; no obstante, posee rasgos que la hacen particular, que la especifican: la densidad de los 12 13

Ansay y Schoonbrodt, Penser la ville. Lefebvre, La production de l´espace.

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abiertas a la imprevisibilidad, de la cual ellas no son más que el signo de un conocimiento imperfecto y de un control insuficiente. Están desde ahora abiertas al diálogo con una naturaleza que no puede ser dominada con un vistazo teórico sino solamente explorada, con un mundo abierto al cual pertenecemos y a la construcción del cual participamos10 .


elementos y la intensidad de las interacciones generan diferencias cuantitativas y cualitativas en el comportamiento de la ciudad como componente particular, pero dominante, del espacio social. La ciudad es una organización particular de interacciones entre individuos, grupos y actividades. El funcionamiento de estas interacciones está en el núcleo de la comprensión del fenómeno de aglomeración, es decir de la formación y del crecimiento de las ciudades 14 . Existiendo numerosas organizaciones interactivas, la clave para la definición de la ciudad está, por tanto, en conseguir asimilarla y diferenciarla de las demás. En lo que hace a sus semejanzas con otras formas de organización, la ciudad es un sistema complejo y abierto. En lo que respecta a sus especificidades, la ciudad es un sistema evolutivo, espacial y auto-organizado. En su característica de sistema, la ciudad reconoce la existencia de múltiples elementos interactuantes, con autonomía relativa pero cohesionados. Esta cohesión, sin embargo, no está explicada por la existencia de una racionalidad universal abstracta, por un principio general organizador del todo; no es, por tanto, una cohesión de tipo determinista universalista. Se trata, más bien, de una cohesión involuntaria por ser el resultado del juego de múltiples interacciones entre agentes, planos, niveles, y temporalidades. A pesar de su origen complejo, esta cohesión se manifiesta en la existencia de una serie de regularidades empírico-espaciales: Sin embargo, observando ciudades de dimensiones comparables, se constatan importantes similitudes en la disposición geográfica de las actividades o en la repartición de las densidades demográficas 15 . Esta cohesión posee, adicionalmente, dos características dinámicas complementarias, la de la reproducción y la del cambio impredecible. El juego interno y plural de los actores y los elementos constituye y explica la cohesión del sistema, manifiesta en la existencia de formas urbanas, de regularidades socio-espaciales. Este aspecto de la dinámica del sistema se entiende como el resultado de su capacidad de auto-organización: Estas formas urbanas, construidas involuntariamente por el juego de actores que ajustan continuamente su comportamiento en función de las interrelaciones mutuas y de

los cambios en el ambiente de la ciudad, constituyen lo que se denomina un fenómeno de auto-organización 16 .

Sin embargo, esta propiedad auto-organizativa no agota la explicación de la dinámica del sistema, es decir que las formas producidas no están enteramente determinadas por las interacciones elementales. Lo propio de los sistemas complejos es, en efecto, el conocer momentos de inestabilidad, de fases a lo largo de las cuales varios futuros entran en consideración, varias soluciones son posibles y donde la cristalización ulterior en una forma dada puede depender de la amplificación de un detalle, de un cambio menor 17 . La especificidad de la ciudad se juega adicionalmente en el hecho de ser un sistema evolutivo, es decir con capacidad de adaptación al cambio en el medio exterior y, muy particularmente, de ser un sistema en donde lo nuevo se crea y en ese proceso de creación e innovación, el lugar, la forma, la proximidad, desempeñan un rol fundamental. Faltan aún investigaciones para articular la forma de las redes sociales locales (en una ciudad) a la del conjunto de ciudades. En particular, no se sabe muy bien lo que produce la eficacia de una sinergia local, de una forma particular de las relaciones sociales en una ciudad, la cual, según algunos, facilitarían su adaptación al cambio (...) Todo sucede como si mientras que las redes sociales se renuevan a través de la migración de personas y del paso de las generaciones, algunos savoir-faire urbanos se perpetuarían en los mismos lugares, lo cual sólo es comprensible como resultado de un conjunto de efectos de retorno y de limitaciones ejercidas por el lugar y los actores y por procesos de aprendizaje exigentes de largos períodos de tiempo para aportar resultados significativos en la competencia interurbana18 .

Los rasgos de la ciudad como sistema evolutivo y autoorganizado parecen estar íntimamente asociados a su característica de ser un fenómeno espacial. Por esta razón, la definición misma de lo que se entiende por espacio y el papel que se le atribuye en el juego de las interacciones antes descritas resulta fundamental, si no indispensable, para comprender la ciudad. Por lo tanto, a partir de la anterior 16 17

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Huriot-Derycke-Pumain, Conclusion... , págs. 324-325; los subrayados son nuestros. Pumain, Sanders, Saint-Julien, Villes et auto-organisation, pág. 3.

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Ibid., pág. 4. Ibid. Denise Pumain, Marie-Claire Robic, Théoriser la ville , en Derycke, Huriot, Pumain, Penser la Ville. Théories et modèles, págs.146-147; los subrayados son nuestros.

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Parámetros de una teoría socio-espacial a) Racionalidades Múltiples Cada una de estas racionalidades socio-espaciales da cuenta de la existencia de diferentes niveles de análisis para los cuales alguna de ellas puede ser más pertinente y significativa que las demás y en donde el reto consiste más en descifrar la lógica de la articulación entre ellas que demostrar la superioridad de alguna sobre las demás: - La racionalidad del ajuste da cuenta de la lógica de comportamiento del pequeño agente económico, con nula capacidad de intervención sobre las condiciones y determinantes más generales y con la única opción de ajustar su comportamiento espacial para aprovechar de la mejor manera posible sus oportunidades. Esta racionalidad aparece como la dominante en el momento de comprender las características del nivel microeconómico espacial. - La racionalidad de la adaptación se aproxima a la lógica de comportamiento del gran agente económico (grandes corporaciones, Estados nacionales o locales), con alguna capacidad de intervención sobre algunas de las condiciones determinantes más generales, pero con poca o ninguna capacidad de modificación de procesos históricos colectivos de naturaleza social y cultural. Esta racionalidad aparece como la dominante para entender las particularidades del nivel mesoeconómico espacial. - La racionalidad de la producción se acerca a la comprensión del comportamiento de sujetos colectivos donde se combinan dinámicas heterogéneas y contradictorias: homogeneización-heterogeneización, integración-segmentación, conciliación-conflicto, etc. Esta racionalidad es la dominante a la hora de dar cuenta de las peculiaridades del nivel macroeconómico espacial. b) Principios de organización plurales En el reconocimiento de la complejidad del objeto urbano hay otra coincidencia de la geografía urbana con la aproximación de Henri Lefebvre. Los tres planos de la producción del espacio social dan testimonio de su esfuerzo por reconocer la multiplicidad de lógicas, y de la necesidad de entender sus articulaciones. El avance de la geografía urbana en este sentido se efectúa en dos niveles complementarios: por una parte, a través del reconocimiento de la legitimidad, así sea parcial, de las distintas aproximaciones y de los diferentes

intentos por resolver los problemas; por la otra, a través de la búsqueda de salidas operativas, de alternativas metodológicas que permitan desarrollar las hipótesis de los sistemas complejos en el plano de las investigaciones empíricas. A lo largo de la historia del pensamiento, distintos principios de interrelación han sido identificados. Hoy en día es fuerza reconocer que cada uno de ellos destaca diferentes dimensiones de la ciudad y más que excluirse tienden a yuxtaponerse y complementarse: - Funcionalidad: La representación más simple considera la ciudad como un conjunto de lugares interdependientes a través del juego de leyes de interacción espacial19 . Cada lugar, de un conjunto discreto, está dotado de un potencial de atracción y de una capacidad más o menos importante para generar flujos. Sin embargo, el esquema de base es de una extrema pobreza y la ciudad pierde su identidad para diluirse en la banalidad de un espacio regular comandado por el automatismo uniforme de la interacción espacial20 . Aparte de estas limitaciones, es importante destacar que estos estudios ponen en evidencia algunos aspectos mayores del juego de interacciones desplegado en la ciudad y en el sistema urbano. La funcionalidad de los espacios, su complementariedad mutua y la cohesión generada subrayan estas ineludibles dimensiones de los sistemas socio-espaciales, necesarias mas no suficientes para comprenderlos cabalmente. - Contradicción: En otras representaciones, como las morfológicas (la ecología urbana), se parte de considerar la existencia de diferentes grupos sociales compitiendo por el uso del espacio. La pertenencia social se traduce entonces espacialmente y surgen así tres tipos de representación del espacio urbano: la ciudad concéntrica (asocia grupos sociales y áreas concéntricas sucesivas), la ciudad sectorial (asocia la existencia de ejes de transporte a la especialización de los espacios intra-urbanos) y la ciudad de nodos múltiples (representación multicéntrica de la ciudad)21 . En contraste con la primera representación donde la funcionalidad y la complementariedad eran los principios de cohesión de la ciudad, en éstas son la lucha y el conflicto los que desempeñan la función organizadora del espacio urbano, los que proporcionan la clave para entender su organización. 19

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Catherine Baumont y Jean-Marie Huriot, La ville et ses représentations formelles, en Ibid., pág.23. Ibid, pág. 24. Ibid, pág. 24-25.

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aclaración, se intentará profundizar en este aspecto central de la ciudad.


- Apropiación: Una dimensión adicional de la ciudad y de sus planos de interacción se desenvuelve en dos ejes fundamentales, en el de la relación de la sociedad con el medio natural y en de las relaciones de la sociedad consigo misma. En una primera acepción la ciudad es entendida como un medio de adaptación del y al medio, de apropiación del territorio con la finalidad de garantizar la reproducción de la sociedad: El territorio puede ser definido como la porción de superficie terrestre apropiada por un grupo social para asegurar su reproducción y la satisfacción de sus necesidades vitales 22 . En una segunda acepción, la ciudad es comprendida como un medio social e individual de reproducción, como un instrumento a través del cual la sociedad y los individuos garantizan su cohesión, su continuidad y su capacidad de transformación. En el concepto de territorio se esconde la idea de organización económica, política o social donde las dimensiones histórica, ideológica, afectiva e imaginaria están efectivamente presentes. En algunos casos la ciudad se representa como una forma particular de organización de las actividades con el fin de aprovechar la proximidad, aumentando las economías externas y reduciendo los costos de funcionamiento de la organización, los costos de transacción. En otros, el espacio urbano es concebido no solamente como imagen de las relaciones sociales sino también como el medio de su reproducción23 . - Complejidad: Finalmente, las representaciones sistémicas entienden la ciudad como una globalidad compuesta de elementos interdependientes relacionados con su entorno. El espacio urbano, como se vio más arriba, se rehace permanentemente bajo la doble influencia del entorno y de su propia dinámica24 . Varias tradiciones y escuelas confluyen en esta búsqueda. En los sistemas dinámicos de Forrester25 las representaciones de la ciudad se fundamentan en su organización interna. Esta es concebida como un sistema compuesto por subsistemas de empresas, residencias y empleos que interactúan mutuamente, generando procesos de retroacción, explicativos de las trayectorias de crecimiento o decrecimiento urbano, difíciles de establecer a priori26 . Los 22

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Le Berre, Territoires , en Bailly, Ferras, Pumain, Encyclopedie de Géographie, Paris, Economica, 1922. Baumont y Huriot, Théoriser la ville , pág. 29. Ibid, pág. 26. J.W. Forrester, Urban Dynamics, Cambridge, MIT Press,1961. Baumont y Huriot, Théoriser la ville , pág. 27.

modelos agrupados por Y. Lung bajo el término ABC (Auto-organización, bifurcación, catástrofe) permiten analizar la evolución de las estructuras urbanas bajo diferentes ángulos: inestabilidad, múltiples evoluciones futuras, condiciones de bifurcación27 . La comprensión de la naturaleza particular de la ciudad exige abandonar las construcciones científicas tradicionales que parten de un principio de racionalidad y derivan de él el funcionamiento del conjunto. En lugar de eso es necesario reconocer una pluralidad de principios de racionalidad, una diversidad de lógicas de organización y entrelazamiento de planos racionales e irracionales. La ciudad es medio de apropiación de la naturaleza pero también medio de reproducción social. La ciudad es cohesión funcional pero también es contradicción. La ciudad es un todo complejo cuyos principios de integralidad deben ser comprendidos utilizando nuevos puntos de partida y ensayando nuevas aproximaciones metodológicas. c) Temporalidades diversas Las generaciones, la diversidad de tiempos y temporalidades también se entrecruzan de manera compleja. El espacio social es un producto multigeneracional, no pertenece a un único momento del tiempo ni de la historia, en cada momento determinado es el resultado de la superposición de momentos y etapas completamente diferentes. Esta heterogeneidad temporal se manifiesta bajo la forma de una arquitectura espacial: Para estos -los historiadores- el pensamiento opera una ruptura en la temporalidad; inmoviliza, sin mayores inconvenientes, los procesos; su análisis fragmenta, descompone. Sin embargo, en la historia el espacio como tal, lo histórico, el pasado generador se inscriben incesantemente sobre el espacio, como sobre una pintura. Hay, sobre y en el espacio, mucho más que huellas inciertas dejadas por los acontecimientos; hay una inscripción de la sociedad en acto, el resultado y el producto de las actividades sociales. Hay algo más que una escritura del tiempo. El espacio generado por el tiempo no pierde su actualidad, sincrónico y dado como un todo; las ligazones internas, las conexiones unen los elementos, ellas también producidas por el tiempo.28

Como producto intergeneracional, la ciudad y el espacio social poseen una dinámica de transformación peculiar e igualmente 27 28

Ibid. Lefebvre, La production de l´espace, pág. 131.

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Cada ser complejo está constituido por una pluralidad de tiempos, ligados unos con otros según articulaciones sutiles y múltiples. La historia, sea de un ser viviente o de una sociedad, no podrá ser reducida a la simplicidad monótona de un tiempo único, sea descriptor de lo invariante o del progreso o la degradación31 .

social desempeña un rol estratégico y se posiciona como objeto de jerarquía superior: Permanece una cuestión que antes no era formulada: ¿cuál es exactamente el modo de existencia de las relaciones sociales? ¿substancialidad? ¿naturalidad? ¿abstracción formal? El estudio del espacio permite responder: las relaciones sociales de producción tienen una existencia social siempre y cuando tengan una existencia espacial; ellas se proyectan en un espacio, se inscriben en él produciéndolo. Si no ellas permanecen en un estado de mera abstracción, es decir en las representaciones y por consiguiente en la ideología, o dicho de otra manera en el verbalismo, la verborrea, las palabras33 .

- El espacio social como producto intersubjetivo individual: el carácter finito y artificial del espacio se destaca como una característica mayor del espacio. El espacio vivencial objetivo se puede definir entonces como creación (producción social e individual) de un ámbito (envoltura o continente) finito que permite el despliegue de la iniciativa humana. Esta envolvente posee una estructura construida a partir de un centro y de un sistema de ejes, dando lugar a la formación de configuraciones específicas como es el caso del espacio hodológico y del espacio de acción. Como el hombre concreto es el punto de partida de construcción del espacio vivencial, su posición determina el punto preciso a partir del cual se construye el sistema de referencias. Este punto no se mueve indefinidamente con cada uno de los cambios de posición del hombre concreto sino permanece en un lugar determinado: Pero mientras no queramos abandonar del todo el ámbito de las relaciones espaciales, destaca un punto de referencia en que el hombre tiene que estar enraizado si su relación con el espacio le es en verdad esencial. Es el punto en el que logra una raigambre como ser espiritual, donde permanece y habita . Lo llamaremos con un nombre que dejaremos aún vago, su morada. Con ello la morada del hombre se manifiesta, en un sentido aún indeterminado, como un punto de referencia destacado de entre los demás, al que se encuentran referidos todos los demás lugares de residencias transitorias, más o menos largas34 .

El descubrimiento de la multiplicidad de los tiempos no es una revelación súbita de la ciencia sino fruto de un largo trabajo de exploración científica32 . d) La ciudad como producto intersubjetivo y la combinación de diferentes planos de subjetividad - La ciudad y el espacio social como producto intersubjetivo colectivo: las relaciones sociales no se despliegan en el vacío, su existencia no es independiente de sus medios de implantación y reproducción. En esta medida, el espacio 29 30 31 32

Prigogine y Stengers, La nueva alianza. Ibid., pág. 365. Ibid., pág. 366. Ibid, pág. 367.

- La ciudad y el espacio social como medios de expresión artística, concreción de intencionalidades estéticas: La 33 34

Lefebvre, La production de l´espace, págs. 152-153. Bollnow, Hombre y espacio, pág.60; el subrayado es nuestro.

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compleja. No solamente se entrecruzan las distintas generaciones. También se entremezclan los diversos agentes, las distintas actividades con temporalidades propias. Los tiempos de gestación varían, los impactos globales son igualmente diferenciales, la perdurabilidad es diferente. El tiempo se inscribe en el espacio y, como resultado, el espacio adquiere una temporalidad propia, particular, que no es idéntica a la de aquellos fenómenos que le sirvieron de elementos constitutivos. Esta manera particular de entender la inscripción del tiempo en el espacio tiene claras y muy importantes consecuencias sobre las formas de generalización, de conformación de patrones y regularidades, de establecimiento de leyes y tendencias a nivel del comportamiento urbano. En palabras de Prigogine29 , implican la consideración explícita de la irreversibilidad y el rechazo a las aproximaciones evolucionistas y etnocentristas que la reversibilidad y la ausencia del tiempo histórico han alimentado. La física reencontró el tema de la multiplicidad del tiempo. Meyerson describió la historia de las ciencias modernas como la necesidad de una explicación que remite lo diverso y lo cambiante a lo idéntico y lo permanente y que desde entonces elimina el tiempo30 . La física de hoy no niega más el tiempo, reconoce el tiempo irreversible, el tiempo rítmico, el tiempo microscópico y la indeterminación de las evoluciones físicas microscópicas:


personalidad que ella posee, estimuladora del poder de la imaginación como instancia de recreación de formas a partir de experiencias. Puede decirse entonces que esta forma de contacto del filósofo con la ciudad procede de una relación intersubjetiva: el filósofo tiende a convertirse en poeta y ha renunciado a los procedimientos argumentativos, la ciudad es un sujeto con quien se establece un diálogo36 .

ciudad es obra y producto, aunque posea características especiales en cada uno de estos dos casos. En primer lugar, es obra aunque no posee el mismo tipo de intencionalidad comunicativa propia del arte: Pensemos en Venecia. Si la obra es única, original -si la obra ocupa espacio pero se liga a un tiempo, a una maduración paso intermedio entre un origen y una decadencia- Venecia no puede dejar de llamarse obra. He ahí un espacio muy expresivo y significativo, tan único y unitario como una pintura o una escultura. ¿Expresivo y significativo de qué, de quién? Uno puede decirlo o atreverse a hacerlo, indefinidamente. Su contenido y su sentido son inagotables. (...) La unidad arquitectural y monumental que va desde cada palacio hasta la ciudad entera ¿quién la quiso?. Nadie, así Venecia testimonie la existencia a partir del siglo XVI de un código unitario, de un lenguaje común concerniente a la ciudad (...) Ciertamente la ciudad no se ofrece como una flor que ignora su belleza. Gentes y grupos bien definidos la compusieron . Sin embargo, ella no tiene nada de intencional, como es el caso de un objeto de arte35 .

La ciudad posee propiedades comunicativas semejantes a las de la obra de arte. Sin embargo, en la obra de arte esta propiedad comunicativa es el resultado voluntario e intencional de una persona, de un grupo, mientras en la ciudad no. La ciudad posee una intencionalidad comunicativa construida colectiva pero involuntariamente en el sentido de no ser el fruto de una lógica simple o de la imposición de una voluntad sobre las demás, sino resultado del encuentro de multitud de voluntades con intencionalidades propias, convergentes-divergentes, armónicas-contradictorias.

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- La ciudad y el espacio social como obras literarias y poéticas: el filósofo establece con la ciudad, en este caso, una relación eminentemente fenomenológica; se trata de un conocimiento precrítico, previo a la emisión de cualquier juicio. La ciudad se concibe entonces como un caudal de experiencias sin evaluación, es decir sin utilizar alguna norma objetiva exterior a la vivencia misma. Se trata en cierto sentido del reconocimiento de que la experiencia de la ciudad desborda completamente los saberes analíticos construidos a partir de diferentes tematizaciones de la ciudad. En esta forma de aproximación se le concede una preeminencia al imaginario en tanto reconocimiento de la cuasi-

- La ciudad y el espacio social como medios de expresión política, entre las utopías libertarias y los sueños totalitarios: El estatuto objetivo del conocimiento, sea filosófico o científico, es duramente criticado. Cualquier proceso de conocimiento reclama, para ser interpretado, una relación, una relativización con respecto a los complejos sistemas de intereses que le rigen y originan. La ciudad es, por tanto, escenario de un juego entre las más diversas fuerzas, sus componentes no son fijos y permiten la interacción entre las piezas y los actores; los textos filosóficos tomarán entonces partido, serán militantes37 . La filosofía aparece así atravesada por los intereses de dominación y de emancipación. Si la ciencia parece unir, dada la confiabilidad y la posibilidad de verificación que ofrecen sus resultados, la filosofía divide en campos enfrentados. No obstante, los participantes en el debate convergen hacia tres puntos capitales: es importante que el debate tenga lugar; cada uno de los interlocutores se siente implicado y reconoce la implicación de los otros; el debate sobre la apuesta y la apuesta del debate poseen una importancia central para la conservación y la promoción de la cultura y toman la forma de conflicto por los derechos de participación en la ciudad en tanto forma, espacio jurídico y riqueza38 . e) Pluralidad de escalas y ámbitos de construcción de la ciudad y del espacio social La diversidad y heterogeneidad del espacio social no se detiene ni se agota en la polivalencia, se aplica igualmente a los diversos ámbitos, escalas o niveles al interior de los cuales se resuelve esta diversidad: el espacio social no es solamente uno, sino que es varios al mismo tiempo; el espacio social es plural:

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Lefebvre, La production de l´espace, págs. 89-90.

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Ansay y Schoonbrodt, Penser la ville, págs. 32-34. Ibid, págs. 36-37 Ibid, pág. 38

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Al entrecruzamiento de temporalidades inscritas en el espacio social es necesario añadirle la compenetración de espacios de diversa escala y orden: ¿Habrá que recurrir a la dinámica de los fluidos? El principio de la superposición de los pequeños movimientos enseña que la escala, la dimensión, el ritmo juegan un papel muy importante. Los grandes movimientos, los ritmos vastos, las grandes olas se interfieren, se chocan. Los pequeños movimientos se compenetran; cada lugar social no puede, por lo tanto, comprenderse sino a través de su doble determinación: empujado, arrastrado en veces fracturado por los grandes movimientos -aquellos que producen las interferencias-; pero al mismo tiempo atravesado, penetrado por los pequeños movimientos, los de las redes y los renglones40 .

La comprensión de cada espacio particular no puede lograrse sin reconocer la diversidad de influencias, su distinto poder de transformación y su lógica de compenetración. Estas escalas, estos espacios de diferente orden y magnitud se encuentran sometidos a un proceso de cambio permanente, exigiendo sean comprendidas como se articulan y rearticulan, se definen y redefinen incesantemente.

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Bibliografía

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No hay un espacio social sino varios espacios sociales e incluso una multiplicidad indefinida al interior de la cual el término espacio social denota el conjunto no enumerable. En el trascurso del crecimiento y del desarrollo ningún espacio desaparece. Lo mundial no abole lo local. No se trata de una consecuencia de la ley del desarrollo desigual sino de una ley propia. La implicación de los espacios sociales es una ley. Cada uno de ellos tomado aisladamente no son más que una abstracción. (...) Las redes mercantiles más recientes no arrojan a la nada a las redes más antiguas, se han venido superponiendo en el curso de los siglos: el mercado local, el regional, nacional, internacional -de mercancías, de dinero y capitales, de trabajo, de símbolos y signos- e incluso el de más reciente advenimiento, el de los espacios (...) Los espacios sociales se compenetran y/o se superponen. No son cosas limitadas las unas por las otras, incomodándose por sus contornos o por el resultado de su inercia39 .

Ansay, Pierre y Schoonbrodt, René, Penser la ville. Choix de textes philosophiques, Bruselas, Aux archives d´architecture moderne, 1989. Baumont, Catherine y Huriot, Jean-Marie, La ville et ses représentations formelles, en Derycke, Huriot y Pumain, Penser la Ville. Théories et modèles, Paris, Anthropos, Collection Villes, 1996. Bollnow, Otto Friedrich, Hombre y espacio, Barcelona, Editorial Labor S.A., 1969. Castells, Manuel, La cuestión urbana, Siglo XXI editores, 1976. Cuervo, Luis Mauricio y González, Josefina, Industria y ciudades en la era de la mundialización. Un enfoque socio-espacial, Bogotá, CIDERCOLCIENCIAS-Tercer Mundo Editores, 1997. Coraggio, José Luis, Territorios en transición: Crítica a la planificación regional en América Latina, Quito, Ciudad, 2ª. Edición, 1988. Deryche, Pierre-Henri, Huriot, Jean-Marie y Pumain, Dense, Penser la Ville. Théories et modèles, Paris, Anthropos, Collection Villes, 1996. Forrester, J.W., Industrial Dynamics, Cambridge, the MIT Press, 1969. , Urban Dynamics, Cambridge, the MIT Press, 1961. Le Berre, Territoires , en Bailly, Ferras, Pumain, Encyclopedie de Géographie, Paris, Economica, 1922. Lefebvre, Henri, La production de l´espace, Paris, Ed. Anthropos, 2a. edición, 1981. Lojkine, Jean, El marxismo, el estado y la cuestión urbana, Mexico, Siglo XXI Editores, 1981. Lung, Y., Auto-organisation, bifurcation, catastrophe... les ruptures de la dynamique spatiale, Bordeaux, Presses Universitaires de Bordeaux, 1987. Maturana, Humberto, La objetividad. Un argumento para obligar, Dolmen, Tercer Mundo Editores, 1998. Prigogine, Ilya, Stengers, Isabelle, La nueva alianza, Paris, Ediciones Gallimard, Folio Ensayos, 1986. Pumain, Denise; Sanders, Léna; Saint-Julian, Thérèse, Villes et autoorganisation, Paris, Economica, 1989. Pumain, Denise; Robic, Marie-Claire; Théoriser la ville , en Derycke, Huriot, Pumain, Penser la Ville. Théories et modèles, Paris, Anthropos, Collection Villes, 1996.

Lefebvre, La production de l´espace, págs. 103-104. Ibid., pág. 105.

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La ciudad en América Latina o la construcción simbólica de una mirada que nos re-presente Pamela Flores* Livingston Crawford* *

La globalización significa que usted nunca más se verá obligado a pedir disculpas Carlos Monsiváis

Resumen Este ensayo enfoca la construcción de ciudadanía desde la perspectiva de la globalización como paradigma que no agota las visiones que sobre el ejercicio ciudadano pueden construir hoy los habitantes de América Latina. Asumiendo la ciudad como el espacio del proyecto liberal de la Modernidad, el artículo plantea la incidencia de la globalización y del multiculturalismo, como su correlato, en las ciudades contemporáneas. Para ello, describe las diferencias que opera, entre las urbes del Primer Mundo y las de América Latina, el discurso de la desterritorialización producido por el espectáculo y el consumo. El ensayo propone la construcción de una nueva mirada a la ciudad latinoamericana a partir de una concepción de la cultura que no legitime la precaria vida cotidiana urbana y reincorpore la noción de colectividad territorial. Así, podremos asumir nuestras urbes sin excluir los grandes espacios de la miseria y hacer de la ciudad el ámbito de ejercicio de una libertad que pasa, necesariamente, por lo político.

Abstract

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This essay focuses on the construction of citizenship from the perspective of globalization as a theoretical model that does not exhaust the visions that the inhabitants of Latin America may build on the citizen exercise. Assuming the city like the space of the liberal project of Modernity, the article raises the incidence of globalization and multiculturalism, like its co-narration, in contemporary cities. For this, it describes the differences that the concept of desterritorialización , produced by show business and market, operate between the large cities of the First World and those of Latin America. The essay proposes the construction of a new perspective of the city in Latin America, from a conception of culture that does not legitimizes the precarious urban daily life and restores the notion of territorial colectivity. Thus, we will be able to assume our cities * Magister en Proyectos de Desarrollo Social, Universidad del Norte, Barranquilla, Universidad de París XII. Licenciada en Educación y Comunicadora Social. Docente del Programa de Comunicación Social y Miembro del Grupo de Investigación en Comunicación de la Universidad del Norte. ** Candidato a Magíster en Comunicación Universidad Internacional de Andalucía y en Filosofía, Universidad del Valle. Comunicador Social y Especialista en Gestión Cultural. Coordinador de Comunicaciones y Audiovisuales, Instituto Distrital de Cultura de Barranquilla. Docente del Programa de Comunicación Social y Miembro del Grupo de Investigación en Comunicación de la Universidad del Norte.

without excluding the great zones of misery and making of the city the space of exercise of a freedom that includes , necessarily, the political approach.

I. A pesar de ser la deslocalización de la producción una clara marca del ejercicio político contemporáneo, un amplio sector del debate de las Ciencias Sociales, en general, y de la globalización, en particular, parecieran inscribirse en un modelo teórico que elimina de la discusión los factores políticos y presenta la globalización como paradigma insuperable. En Otro Territorio, Ensayos sobre el mundo contemporáneo, Renato Ortiz propone que en lugar de pensar el mundo desde América Latina ... pensemos el mundo en su flujo y, luego, hagamos las preguntas pertinentes a nuestra realidad 1 , lo cual puede iluminar la reflexión sólo si se considera que, si bien los centros de poder hoy se han desterritorializado, ese hecho, lejos de conformar una esfera ajena a la política, nos alerta sobre un mundo en donde el ejercicio de lo público se agota en el consumo, hecho cultural por excelencia y acción política que incorpora al individuo al universo globalizado. La noción de globalización como paradigma insustituible tanto teórica como empíricamente pareciera ser ya un lugar común. Por ejemplo, en una columna publicada recientemente, el Nobel de Economía de 1998, Amartya Sen, afirmó que las protestas antiglobalización se inscriben ellas mismas en el proceso general de globalización, del cual no hay escapatoria 2 , enfatizando su omnipresencia pretendidamente aséptica y haciendo parecer ingenuas visiones abiertamente políticas como la de Touraine: La globalización es el imperialismo con otro nombre, purgado de la tensión ideológica que el concepto expresaba 3 . Los peligros de la presunta desideologización de los discursos en las Ciencias Sociales son aún un debate pendiente. Las fracturas de la modernidad y la caída de los grandes meta-relatos no sólo producen dividendos en Occidente sino que han posibilitado la construcción de los fundamentos teóricos de un individualismo hedonista que ha eliminado la culpa y la responsabilidad, lo que Lipovetsky ha llamado la ética del postdeber, construyendo una libertad que se resuelve en el universo del mercado y que complejiza la 1

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Renato Ortiz, Otro Territorio, Ensayos sobre el Mundo contemporáneo, Bogotá, Convenio Andrés Bello, 1998, Introducción, pág. xxii. Amartya Sen, Si es justa es buena: 10 verdades sobre la globalización , en El Malpensante, agosto-septiembre de 2001, N. 32, pág.54. Originalmente aparecida en el International Herald Tribune. Alain Touraine, citado por Mattelart, en Utopía y realidades del vínculo global. Para una crítica del tecnoglobalismo , en Diálogos de la Comunicación, N.50, pág.20.

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II. Ya en 1965, el profesor de Economía, Harry G. Johnson, consideraba que existían tres obstáculos para el establecimiento de un sistema comercial internacional que permitiera y estimulara la participación en condiciones justas de los países subdesarrollados en el proceso del desarrollo económico mundial 4 , entre los cuales encontraba el nacionalismo de los propios países subdesarrollados (que) tiende a crear fuerte resistencia a la incorporación de (éstos) en la principal corriente de desarrollo económico mundial 5 . Casi cuatro décadas más tarde, inscritos ya en la corriente de la economía mundial, los países de América Latina enfrentan las consecuencias económicas de haber permitido que se les incorporara a un proyecto en cuya formulación no habían participado. Como es sabido, los planes trazados en Bretton Woods, después de la II Guerra Mundial, incluyeron la creación del Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (Banco Mundial) el cual fue destinado a suministrar en condiciones ventajosas un flujo constante de capital a los países necesitados del mismo para su desarrollo económico 6 . Hoy, los países necesitados de aquel entonces, experimentan la quiebra de las industrias nacionales... que no pueden sostener la competencia por tecnología, precios y volúmenes de producción 7 , y la necesidad de disminuir el Estado y reducir las obligaciones de éste con la población para pagar la deuda externa. La disminución del poder del Estado nación y la reaparición de lo local hacen de la ciudad el nuevo espacio desde donde

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Harry G. Johnson, La Economía Mundial en la encrucijada, Barcelona, Editorial Labor, 1968, pág. 97. El subrayado es nuestro. Ibid. pág. 97. Ibid., pág. 75. Ana María Fernández, Carlos E. Pinzón, Ampliando la visión , en Maguaré, No. 14, Bogotá, Universidad Nacional, 1999, pág. 285.

construir las nuevas relaciones colectivas, en tanto que se reterritorialice la ciudad como escenario político y se construyan identidades por fuera de los universos virtuales de la cultura mundializada. III. Desde sus inicios el proyecto capitalista tuvo un carácter ecuménico y la ciudad -como ámbito del nuevo orden- se convirtió en el escenario adecuado para las nuevas relaciones sociales y las nuevas formas de ejercicio del poder. A partir de la Revolución Industrial, la ciudad fue, cada vez más, esplendor y miseria, opulencia y ruina. Sólo a partir de las reivindicaciones sociales alcanzadas después de 1848, iniciaron las ciudades europeas el lento camino hacia un concepto armónico del espacio urbano y un tránsito hacia las urbes democráticas del siglo XX. En América Latina, por el contrario, las terribles desigualdades producidas por los incipientes desarrollos industriales y por una urbanización producto de la violencia y el abandono de las áreas rurales aumentaron a lo largo del siglo pasado. A una modernidad que, en términos urbanos, se dio en la mayoría de los casos con una precariedad expresada en deficientes servicios públicos, transporte masivo inadecuado, inseguridad ciudadana, caos vehicular y crecimiento desbordado de grandes zonas de miseria, se yuxtaponen luego los signos de la posmodernidad: vías de alta velocidad, privatización de los servicios públicos, grandes centros comerciales, acceso a los medios de comunicación masiva internacionalizados, deterioro de los nodos de identidad, pérdida de los espacios tradicionales, aumento de la inseguridad con el consiguiente crecimiento de los signos de la desconfianza: rejas, vigilancia privada, alarmas. Así, mientras las ciudades del Primer Mundo conservan y aumentan los espacios públicos para el ocio, compartido o no, a medida que crecen los ámbitos de la soledad producida por los flujos urbanos, mientras construyen nuevos signos de identidad que integren los nuevos sectores al escenario ciudadano, la mayoría de las ciudades de América Latina configuran sus proyectos de ciudades posmodernas (cuando lo hacen) ignorando los grandes cinturones de miseria que las rodean. Es decir, que si las desigualdades sociales originadas en la población urbana europea durante los siglos XVIII y XIX fueron seguidas por una modernidad que incorporó a la mayoría a un proyecto de ciudadanía mediante la pertenencia al Estado-nación, la identidad nacional fue, en América Latina, un proyecto excluyente realizado desde unas clases dominantes que representaban sectores ínfimos de la población y que negó a las mayorías toda participación. Así, el Estado-nación, referente simbólico

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reflexión sobre las acciones y responsabilidades colectivas incluyendo aquellas relacionadas con la ciudadanía. Así, Compro, luego existo podría sintetizar el tránsito del sujeto cartesiano al individualista posmoderno, lo que conduce a que visiones desconfiadas o escépticas, como las de Touraine o Mattelart, por ejemplo, resulten incómodas, con un desagradable sabor a pasado, y el término globalización, con su pretendida inevitabilidad y ausencia de sesgo político, se haya impuesto como dogma posmoderno precisamente en cuanto se presenta como lo más alejado del dogma: flexible, cambiante, fluido, promotor de libertades y capaz de adaptarse a las más diversas sociedades y culturas.


unificador en el Primer Mundo, es en América Latina, signo de la exclusión de grandes conglomerados a los que no se los incorpora al proyecto nacional en términos distintos a la sumisión, con el agravante de que esos proyectos nacionales fueron dependientes de los países industrializados. IV. La llamada crisis de la modernidad, como metarrelato autointerrogante de la visión hegemónica europea, plantea, desde las Ciencias Sociales, una relación más horizontal con las culturas del Tercer Mundo. Pero los Estudios Culturales, al partir de una explícita desconexión entre la economía y la cultura8 , eluden los vínculos entre un multiculturalismo que reconoce al otro en su diferencia cultural, y una globalización para la cual todo ser humano está sujeto a unas reglas de mercado que, necesariamente, lo involucran. Así, las categorías asociadas a la posmodernidad fragmentación, dispersión, pérdida del centro, puesta en duda del sujeto, relativización de los discursos o muerte de los grandes metarrelatos- en nada cuestionaron el proyecto liberal ni las nuevas relaciones de mercado. Y la ciudad, ámbito privilegiado de ese proyecto, tendría que adaptarse a los nuevos requerimientos. De este modo, las ciudades del Primer Mundo añadieron a su infraestructura existente los espacios virtuales necesarios para que los flujos de la posmodernidad se hicieran posibles: flujos de ciudadanos hacia el trabajo o el ocio, flujos de capital, flujos de programación, flujos de información en el ciberespacio, flujos vinculados al universo de un mercado único que, desde finales del siglo XX se consolidó como una instancia fundamental de producción de sentido 9 . Es decir que Occidente, simultáneamente a los grandes debates sobre la crisis de la modernidad, construye un proyecto económico que mantiene relaciones que ya no serían llamadas de dominación, pero que aumentan la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres mientras reivindican el enorme conglomerado de otros que la modernidad había dejado por fuera en ese nuevo proyecto al que denomina multicultural. Para ello, exacerba el individualismo occidental hasta el narcisismo contemporáneo y reconoce en las colectividades no occidentales las características culturales que pueden servir al universo del mercado. En todos los casos, los vínculos reconocidos son lo suficientemente débiles para poder ser

Ver los estudios de Morley, Katz y Ang, entre otros y en América Latina, Martín Barbero y García Canclini. 9 Renato Ortiz, Otro Territorio..., pág.100.

satisfechos en el intercambio de bienes y servicios. De ahí que se des-regulen y privaticen casi todas las esferas de lo público mientras se alaba una desterritorialización que sirve para que nadie se pregunte por la pérdida de poder del Estado; se dimensione la ciudad para resemantizar el concepto de ciudadanía no dependiente ya de la pertenencia a una nación; se valoricen la juventud y la virtualidad para que nadie pregunte por el futuro; y la velocidad, para que el espacio sea inasible. Las diversas lenguas, comidas, religiones y vestidos se sumergen en el espectáculo de los medios despojándolos de su carácter de subversión y la ciudad, como la vida, se torna espectáculo, descentrado, desterritorializado, fragmentado, marcado por esos signos identitarios del nuevo orden que son los centros comerciales. V. Específicamente en Colombia, el cambio de paradigma que opera la globalización en lo económico y la consiguiente mundialización de la cultura se realiza sobre un conglomerado humano que, en su mayoría, no había establecido sentidos de pertenencia con el Estado-nación. A una visión clasista y católica del mundo propia de las clases medias entre los cuarenta y los setenta, se añade la desconexión a un proyecto nacional de los grandes conglomerados urbanos de la miseria, el aislamiento de los campesinos, la exclusión de grupos indígenas o negros y la improductiva movilidad social de los ochenta y los noventa proporcionada por el narcotráfico y la corrupción. Si en vez de ver el mundo como si fuera una colección (de Estados-nación, cada uno con una sociedad y una cultura nacional propias), el reto de la globalización es pensar en términos de flujos, incluyendo las identificaciones culturales, que pueden cruzar fronteras nacionales 10 , tendremos que construir las categorías para pensar los flujos de desempleados que recorren las ciudades colombianas, los flujos de desplazados por la violencia, los flujos vehiculares signados por el miedo o los flujos de capital hacia el exterior. Flujos que, como tales, son desterritorializados, pero cuyas marcas identitarias, inscritas en el proceso de la globalización, nos excluyen de la posibilidad de participar en el universo del mercado. La globalización hace que en los países periféricos como Colombia, las agendas urgentes de los conflictos sociales deban apuntar prioritariamente a las contradicciones referidas

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John Sinclair, Televisión: Comunicación Global y Regionalización, Barcelona, Gedisa, 2000, pág.86 (La cita se refiere a una afirmación de Chris Barker).

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VI. La ciudad posmoderna es, entonces, el escenario adecuado para que el individuo narcisista se reconozca a través de las marcas que le sugiere el deseo. Deseo ligado al presente y que encuentra su satisfacción en el universo del consumo. Sin embargo, en las grandes ciudades del Primer Mundo, las marcas identitarias tradicionales no sólo no han sido borradas sino que se resignifican en la contemporaneidad. El Arco del Triunfo es otro desde la construcción del Arca de la Defensa y junto a los rituales colectivos o individuales del centro comercial instalados en la lógica del consumo, se siguen ejerciendo aquellos ligados a la plaza o al parque. En contraste, los latinoamericanos hemos ido perdiendo las ciudades. La pérdida del centro, por ejemplo, lejos de ser una metáfora que describa los procesos de fragmentación de la ciudad en virtud de su crecimiento es, en muchas de nuestras ciudades, literal: inseguridad, caos, ruina de los signos de un pasado que, entonces, se torna ilegible. Descentramiento por dispersión en un caso, por deterioro en el otro, los signos de la globalización no son los mismos en todo el planeta. Igualmente, el centro comercial no es sólo en nuestros países un territorio que se independiza de las tradiciones urbanas y de su entorno histórico 11 , sino el ámbito que se libera de las 11

Federico Medina Cano, El Centro Comercial: Una Burbuja de Cristal , en Diálogos de la Comunicación, No.50, Lima, 1997, pág. 115.

incertidumbres que el espacio público niega. En contraste con las ciudades latinoamericanas, la ciudad posmoderna del Primer Mundo se construye desde un modelo de fragmentos controlados y de dispersiones reguladas. Allí, el individualismo contemporáneo puede ejercerse sin agredir al otro, el hedonismo se satisface en el universo de bienes y servicios, y la violencia desideologizada del individualismo extremo, la violencia (que) se desubstancializa sin programa ni ilusión 12 producto, la mayoría de las veces, de la exclusión del universo del consumo13 , se enfrenta a un aparato represor cada vez más aséptico. En América Latina, las ciudades se tornan más incontrolables y la pérdida de los núcleos identitarios tradicionales reemplazados por una virtualidad excluyente y un consumismo imposible de satisfacer agudizan los problemas propios de las grandes urbes al insertar a la población en un subjetivismo exacerbado y ahistórico que imposibilita pensar la colectividad. Si es cierto que, como afirma Renato Ortiz, debemos pensar la ciudadanía como un conjunto de valores que se actualizan en espacios diferenciados 14, los cuales incluyen necesariamente la libertad y la democracia , hay que entender que, en ese espectáculo personalizado que es el universo del consumo, libertad y democracia no son ya valores sino sensaciones valorizadas, satisfechas en ese ámbito para el despliegue del yo narcisista que es la ciudad posmoderna. Esta, como todo producto globalizado, está hecha para seducir. Sus características deben ser las mismas que las de cualquier artículo en el mercado: ser bella, agradable, segura, funcional, dar una sensación de libertad y estar al alcance de todos. Quizá, también, ocultar la soledad. En América Latina, sólo unos sectores aislados de la ciudad ofrecen el espectáculo de la seducción. La libertad fácil del consumo y la democratización de los espacios se ejercen para un ínfimo número de ciudadanos. Nuestras ciudades no están construidas ni para la seducción ni para la soledad. La modernidad mundo nos sumerge en una precariedad en donde el individualismo se resuelve en la negación de una noción de ciudadanía que haga de los contextos urbanos universos habitables. Mientras la violencia en las calles disminuye en los países desarrollados, aumenta en los contextos del Tercer Mundo. Mientras en los primeros se

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Gilles Lipovetsky, La Esfera del Vacío, Barcelona, Anagrama, 1986, pág. 220. Para unas estadísticas de los grupos de violencia en el Primer Mundo, véase, Ibid., pág. 208. Según las estadísticas citadas, la violencia se concentra en los grupos marginales de la sociedad. Renato Ortiz, Otro Territorio..., pág. 115.

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a la desigualdad, el desempleo, la pobreza, el analfabetismo, la delincuencia común, los servicios públicos. Reflexionar sobre negociaciones de saberes desde la exclusión o de receptores activos en la construcción de una ciudadanía en condiciones tan precarias, equivale a legitimar unas prácticas sociales desde una concepción de la cultura que, a partir de una noción de reconocimiento, inmoviliza en la búsqueda de una identidad por fuera del universo de la industria cultural global y legitima las carencias materiales desde la actividad de los receptores de la miseria. En este sentido, los países periféricos tendrían que estar alerta para evaluar si el discurso de la globalización no indica el nacimiento de un nuevo totalitarismo cuya única ciudad, único sistema aduanero, único sistema militar, están en un centro inasible pero concreto, escondidos tras el discurso de una desterritorialización que, lejos de incluirnos en la virtualidad de un mundo mercantil, nos vende inocuas identidades mientras aumenta las profundas contradicciones sociales heredadas del proyecto moderno, agudizadas por un nuevo orden mundial que se pretende inmune a toda opción política.


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democratizó el acceso a la escuela, a los transportes confortables, a los espacios para la recreación y el ocio, al consumo superfluo, a los universos virtuales, a las vacaciones planificadas, a la depresión y al suicidio, mientras la ciudad se vive como un gran escenario construido para el espectáculo de la expansión de la individualidad desencantada, las urbes de América Latina reproducen el escenario contemporáneo del Primer Mundo en sectores aislados, los cuales, en una suerte de sinécdoque urbana, se constituyen en el signo de nuestro ingreso en la cultura mundializada; pero en la mayoría de los sectores, que son, a la vez, los más ocultos, el espectáculo de la posmodernidad convive con la escenificación de una desesperanza que no es la del individualista exacerbado por el consumo, sino la de los otros, a los cuales, desde lo multicultural, se les ha reconocido en su carencia. De este modo, lo cultural se ha convertido en la instancia legitimadora de unas diferencias que incluyen a unos como agentes del espectáculo y a otros como sus receptores; a los primeros, como individuos y a los segundos, como colectividades. Pero, paradójicamente, estos grupos, en virtud de su papel como consumidores de un discurso desclasado y desterritorializado, han perdido la noción de su propia colectividad. Así, el paradigma de la globalización y su correlato, el multiculturalismo, parecerían haber agotado la necesidad de una noción de ciudadanía que sólo puede concebirse desde lo colectivo y la de un proyecto ético construido a partir de solidaridades no promovidas desde el espectáculo del consumo. Porque si como ha afirmado Guy Debord, el espectáculo es el momento en el cual la mercancía alcanza la ocupación total de la vida social 15 , los problemas urgentes de América Latina se desvalorizan, precisamente, en cuanto se transforman en espectáculo virtual que no convoca a acciones ni asume compromisos. La ciudad -afirma Debord- se ha limitado a ser el escenario de la contienda por la libertad histórica, pero no ha llegado a ser el terreno de su posesión 16 . En América Latina el debate de la libertad nunca ha tenido un espacio en nuestras ciudades. Es ésta una reflexión pendiente que deberá empezar por preguntar los límites del poder que se le puede permitir ejercer al espectáculo urbano posmoderno sobre unos grupos que sí requieren construir nociones de colectividad ligadas a continuidades espaciales en virtud de sus problemáticas concretas. La posmodernidad es también posibilidad. La valorización de lo local y, en particular, del territorio 15 16

Guy Debord, La Sociedad del Espectáculo, Valencia, Pre-textos, 2000, pág. 55. Ibid., pág. 148.

ciudadano, nos obliga a pensar modelos para nuestras ciudades con proyectos históricos que nos vinculen a la cultura mundo. Vínculo construido, no desde un reconocimiento otorgado desde los centros de poder, sino desde un autorreconocimiento alcanzado en la propia regulación de la producción simbólica que nos re-presente y en la construcción de escenarios urbanos en donde socializar dichos símbolos. La posibilidad de conferir sentido a nuestra cotidianidad desde lo local implica un cambio de mirada. El proyecto globalizador no es ineludible ni la ética del postdeber un imperativo. La elección en el universo del consumo no es ejercicio de libertad, ni la soledad de los flujos el último estadio de la historia. Las ciudades de América Latina, debido precisamente a sus enormes carencias, pueden plantear modelos alternativos de vida urbana. Para ello, hay que empezar por mirar nuestras ciudades en toda su dimensión física y simbólica y concebir la libertad como el escenario donde convive la diversidad, no el espectáculo multicolor de la diferencia. Para terminar, citamos el párrafo final del ensayo Sobre la Libertad de John Stuart Mill17 quien ya hace casi ciento cincuenta años viera con extrema lucidez la fractura del proyecto liberal:

... un Estado que empequeñece a sus hombres, a fin de que puedan ser más dóciles instrumentos en sus manos, aun cuando sea para fines beneficiosos, hallará que con hombres pequeños ninguna cosa grande puede ser realizada; y que la perfección del mecanismo, a la cual todo lo ha sacrificado, terminará por no servirle para nada por falta del poder vital que, en aras de un más fácil funcionamiento de la máquina, ha preferido proscribir.

Bibliografía Baudelaire, Charles, El Pintor de la Vida Moderna, Bogotá, El Ancora Editores, 1995. Debord, Guy, La Sociedad del Espectáculo, Valencia, Pre-textos, 2000. Enzensberger, Hans Magnus, La Gran Migración, Barcelona, Anagrama, 1992. Fernández, Ana María y Pinzón, Carlos E., Ampliando la visión , en Manguaré, No. 14, Bogotá, Universidad Nacional, 1999. 17

John Stuart Mill, Sobre la libertad, Madrid, Alianza, 1999, pág. 207.

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García Canclini, Néstor, Consumidores y Ciudadanos: Conflictos Multiculturales de Globalización, Méjico, Grijalbo, 1995. Giraldo, Fabio, Viviescas, Fernando (comp.), Pensar la ciudad, Bogotá, Tercer Mundo, 1996 Hobsbawm, Eric J., Las Revoluciones Burguesas, Madrid, Ediciones Guadarrama, 1964. Johnson, Harry, La Economía Mundial en la encrucijada, Barcelona, Labor, 1968. Lipovetsky, Gilles, La Esfera del Vacío, Barcelona, Anagrama, 1986. , El Imperio de lo Efímero, Barcelona, Anagrama, 1990. Llano, Alejandro, La Nueva Sensibilidad, Madrid, Espasa Universidad, 1988. Mattelart, Armand, Utopía y Realidades del Vínculo Global. Para una crítica del Tecnoglobalismo , en Diálogos de la Comunicación, No.50, Lima, 1997. , Los nuevos escenarios de la comunicación internacional, Barcelona, 1994. Medina Cano, Federico, El Centro Comercial: Una Burbuja de Cristal , en Diálogos de la Comunicación, No.50, Lima, 1997. Mill, John Stuart, Sobre la libertad, Madrid, Alianza, 1999. Ortiz, Renato, Otro Territorio, Ensayos sobre el Mundo Contemporáneo, Bogotá, Convenio Andrés Bello, 1998. Protzel de Amat, Javier, Auge de la Globalización y Crisis de la Universalidad , en Diálogos de la Comunicación, No.50, Lima, 1997. Sinclair, John,. Televisión: Comunicación Global y Regionalización, Barcelona, Gedisa, 2000. Tomlinson, John, Cultural Imperialism, Londres, Pinter, 1991.

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Ciudad Educadora: una perspectiva política desde la complejidad Jahir Rodríguez Rodríguez*

La ciudad es un marco y un agente educador que, ante la tendencia a la concentración del poder, practica la opinión pública y la libertad; ante la tendencia al gregarismo, expresa el pluralismo; ante la tendencia a distribuir desigualmente las posibilidades, defiende la ciudadanía; ante la tendencia al individualismo, se esfuerza por practicar la individualidad solidaria... permite formar personas sensibles tanto a sus deberes como a sus derechos1 .

Resumen La ciudad no es sólo un fenómeno urbanístico; está constituida por las sinergias entre sus instituciones y los espacios culturales que nos brindan la posibilidad de aprender en la ciudad; entre la producción de mensajes y significados que nos permiten, al propio tiempo, aprender de la ciudad y, también, entre su pasado y su presente, muchas veces desconocido, que nos invita a aprender la ciudad. Ciudad Educadora tiene como finalidad de manera principal- la construcción de una ciudadanía organizada, autónoma y solidaria, capaz de convivir en la diferencia y de solucionar pacíficamente sus conflictos. En este proceso continuo y dinámico de aprendizaje, construcción y crítica, en el cual los seres humanos crean y recrean la cultura, que a su vez los produce y reproduce, la memoria colectiva tendrá que recuperar históricamente sus haceres, sus saberes y sus tipos de organización si se quiere privilegiar la solidaridad. Reflexionado y construido desde el pensamiento complejo. Ciudad Educadora es un proyecto que reivindica lo colectivo y lo público, lo político y lo ético y busca ingresar a la modernidad haciendo uso de la educación como fenómeno eminentemente comunicativo cuyo desarrollo potenciará la capacidad de incidencia de la sociedad sobre sus propios destinos, estableciendo cambios en la conducta y los comportamientos de los ciudadanos, buscando la construcción de la democracia y la ciudadanía como proyecto colectivo.

Abstract City is not only an urbanistic phenomenon; it is formed by the sinergies betwen their institutions and the cultural spaces that give us the posibility to learn in the city; betwen the production of messages and the meanings

that let us, at the some time to learn of the city and also, betwen its past and its present, unknow many times, that invite us to learn of the city educated city has as finality mainly the construction of an organized autonomous and solidary city capable to live together in the difference and to solve pacifically the problems. In this continuos and dynamic process of learning construction and criticism, in wich human beings invent and enjoy the culture , that produce and reproduce them the collective memory will have to recover historically functions, its knowledges and its types of organizations if the wish is to privilege the solidarity. Reflexioned and mude since the complex thougth. The educated city is a project that replevy the collective and the ethics and look for to return to the education as communicative entity and the development will be possible the capacity of incidence of the society on own destinys, establishing changes in the behaviours of the citizens, looking for the construction of the democracy and the citizenshir as a collective project.

Génesis de una idea Ciudad Educadora es una propuesta inconclusa que se encuentra en proceso de trabajar y construir. Atraviesa la historia del ser humano y de las ciudades, desde la polis griega, pasando por la civitas romana hasta las ciudades de hoy. En la historia contemporánea, renace en 1972 a partir de un documento preparado por Edgar Faure y otros, escrito para la UNESCO, titulado Aprender a Ser 2 . En dicho texto, se propone sacar la educación de los espacios cerrados en donde se hallaba confinada, para trasladarla a los lugares de reunión, a las fábricas, las plazas, a los parques, a las calles y, en fin, a los espacios públicos. Es decir, que la ciudad se construye en escenarios y ambientes globales de aprendizaje en donde confluyen procesos, estrategias y vivencias educativas, así como el concepto de educación permanente a lo largo de la vida. La ciudad no es ya, sólo el conglomerado urbanístico y de pobladores, sino una gran alma, una ciudad viva, un cuerpo que siente, que se mueve, una ciudad con corazón propio, un ambiente y un contexto global de vida y aprendizaje. La Ciudad Educadora no es, pues, un fin predeterminado. Es una propuesta en continua construcción, una historia que se

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* Politólogo, Planificador Urbano, Miembro de la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras. Gerente Zonal, FUNDECOMERCIO, Putumayo. 1 Isidre Molas Batllori, La ciudad y la ciudadanía democrática. Una perspectiva política , en La Ciudad Educadora, Barcelona, 1990, pág. 48.

Edgar Faure et al., Aprender a ser, Barcelona, UNESCO, 1973, pág. 265ss. La idea rectora de las políticas educativas señala: Principio: todo individuo debe tener la posibilidad de aprender durante toda su vida. La idea de educación permanente es la clave de arco de la ciudad educativa . Se trata por una parte de prolongar la educación a lo largo de toda la vida del hombre, por otra parte, de renunciar a limitar la educación sólo al espacio escolar. La educación debe ampliarse hasta alcanzar las dimensiones de un verdadero movimiento popular.

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carácter propio y porque tienen el valor de avanzar unidas, de conversar y de componer música.

Lo complejo de la ciudad La realidad social y por supuesto de las ciudades, como sostiene Castoriadis, es una totalidad que es y no es al mismo tiempo una. Hoy resulta crucial reflexionar desde la duda, desde lo complejo, desde los interrogantes, y no como estamos acostumbrados desde la pretensión de brindar una respuesta única y categórica a los problemas que enfrentan la ciudad y sus ciudadanos. Es reconocer la dificultad, es aceptar la complejidad, la incertidumbre y la necesidad de diversificar las posibilidades y las soluciones. Es principio necesario no sólo a nivel individual sino colectivo. Una sugerencia complementaria ha venido sosteniendo Morín5 ; la complejidad es un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta lo uno y lo múltiple. Al mirar con más atención, la complejidad es, efectivamente, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico. Así es que la complejidad se muestra con los rasgos inquietantes de lo enredado, de lo inextricable, del desorden, la ambigüedad, la incertidumbre... el pensamiento complejo no es aquel que evita o suprime el desafío, sino aquel que ayuda a revelarlo e incluso, tal vez, a superarlo6 . Profundizando en estas reflexiones, Lukacs, el filósofo marxista señala: Lo complejo debe ser concebido como elemento primario existente. De donde resulta que hace falta examinar lo complejo de entrada en tanto complejo y pasar luego de lo complejo a sus elementos y procesos elementales 7 . Desde esta reflexión teórica Irey Gómez y Luis Alarcón han defendido la tesis de que la línea de fuga, la complejidad, es un flujo, una ruptura de la racionalidad, del orden de lo estriado. Nunca se acaba nada: el modo en que un espacio liso deja de estriar, pero también el modo en que un espacio estriado vuelve a producir lo liso, con valores, efectos y signos eventualmente muy diferentes. Todo progreso se realiza por y en espacio estriado, pero es en el espacio liso donde se produce todo devenir.

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Jahir Rodríguez, El Palimpsesto de la ciudad. Ciudad Educadora: Un discurso para la democracia y la modernidad, Armenia, FUDESCO, 1999. Como lo señala Martín Heidigger ...el simple hecho de vivir no es todavía habitar: pues el hombre cuando habita, habita de acuerdo con la frase de Hölderlin, poéticamente sobre esta tierra .

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Una explicación atenta de la reflexión de este impactante pensador se puede consultar en la introducción a una selección de sus textos básicos publicados bajo el título de Ontología de la creación , en Ensayo y error, N. 1, Santafé de Bogotá, 1991. Edgar Morin, Introducción al pensamiento complejo, Madrid, Geodesia, 1998, pág. 9ss. Citado en Ibid., pág. 35.

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va recorriendo, al tiempo que permite identificar el camino por el cual se habrá de transitar. Una utopía a la que vale la pena apostarle. Es, también, la posibilidad de materializar las ideas y propuestas de los estamentos que conforman el tejido social de la ciudad. Se trata, en síntesis, de un proyecto para construir ciudadanía y democracia. Es un propósito de construir ciudad para más y mejores ciudadanos. Este proyecto de ciudad tiene como eje articulador la construcción de un nuevo ciudadano3 . Desde Ciudad Educadora como propuesta política, el ser ciudadano -según la definición de Aristóteles-, es aquel que tiene la facultad de intervenir en las funciones deliberativas y judiciales de la ciudad. Para decirlo en palabras de Jordi Borja, ciudadano es aquel que ha participado en la conquista y construcción de la ciudad; de tal manera que ser ciudadano no es una condición que se alcanza al llegar a una determinada edad; es la práctica continua de ciertos valores que el ser humano debe encontrar en la ciudad en la que habita4 . La ciudadanía se alcanza en la relación dialéctica entre el ser humano y la ciudad: mientras ésta lo ciudadaniza, aquel la humaniza. En esta relación, la ciudad adquiere unas características especiales que la hacen ser más o menos humana, más o menos habitable. Una ciudad que asume el pluralismo deberá cultivar la tolerancia como uno de sus más significativos valores. Vista como elemento individual y colectivo protector de la libertad de todos, la tolerancia reviste tal importancia que muchas veces requiere ser protegida contra los intolerantes. Sin solidaridad el principio de la conciudadanía es puramente formal y vacío, también la tolerancia ilimitada es sólo la libertad de los más fuertes. El análisis de la ciudad como fenómeno complejo, supone un amplio recorrido por la temática urbana y sus múltiples variables. Implica asumir diversas ópticas para aproximarse al concepto, evolución y percepción de aquello que la constituye. La ciudad hay que observarla siempre entre muchas luces- entre otros amores, a través de sus musas más infantiles, más jóvenes o más maduras, de las musas clásicas de la cultura o las románticas de la libertad y de la igualdad o de las hijas del proceso histórico, como la musa del progreso económico o la del bienestar social; todas lo son por su


Un criterio que afianza este planteamiento en la construcción de la ciudad y su ciudadanía puede leerse en la Política Urbana, donde se debe desplegar una actitud que diga simultáneamente si y no a la forma convencional de teorizar lo real, una actitud como la denominada por Heidegger la serenidad para con las cosas8 , la cual conjuntamente con la apertura a lo desconocido nos permite mantener despierto el pensar reflexivo, clave para interpretar lo esencial de la ciudad que se encuentra oculta, sumergida y cubierta, que sale a la superficie y se deja ver como si flotase, llegando de este modo hacer evidente y percibida por todos9 . En opinión del Ministerio de Desarrollo Económico, el problema de la ciudad no puede ser abordado al margen del pensamiento complejo10 , esto es, de aquel que se resiste a aceptar las fronteras trazadas por la manera tradicional de enfocar el fenómeno por la ciencia, que ve la sociedad a través de comportamientos estancos, estableciendo muros entre las disciplinas del saber. El pensamiento complejo, por el contrario, considera la sociedad como un proceso en continuo movimiento, logrando de esta forma iluminar aspectos no enfatizados por el modo de pensar fragmentario; pretende articular lo físico con lo biológico y ambos con lo antropológico social11 . La ciudad es un fenómeno que se abre en muchas dimensiones y que actúa en múltiples interacciones tejidas por la realidad social e histórica. Ella debe ser pensada desde la perspectiva de la complejidad; en un tejido de constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados; presenta la paradoja de lo individual y múltiple, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen el mundo urbano12 . Por tanto, la ciudad no puede ser pensada sino en el espacio propuesto por el pensamiento complejo que incluya la interacción de saberes, a través de un proyecto que pueda unificar una concepción del hombre en términos de sus determinantes culturales básicos: moral-práctico (ética),

Martín Heidegger, Serenidad, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1989. Giuseppe Zarone, Metafísica de la Ciudad, España, Pre-textos, Universidad de Murcia, 1993, pág. 9. 10 Para ahondar en este pensamiento es recomendable consultar las obras de autores como Ilya, Castoriades, Cornelius, Habermans, entre otros. 11 Ministerio de desarrollo económico, Ciudades y Ciudadanía. La Política Urbana del Salto Social, Santafé de Bogotá, Presencia, 1995, pág. 33. 12 Fabio Giraldo Isaza, Paradigmas teóricos y modelos de desarrollo: La complejidad y la Política Urbana , en Paradigmas teóricos y modelos de desarrollo en América Latina, Apuntes del Genes, Separata N. 2, Santafé de Bogotá, 1995, págs. 297ss. 8

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estético-expresivo, y cognoscitivo-instrumental (ciencia y técnica)13 . Al decir del Ministerio de Desarrollo Económico, una propuesta teórica de complejidad restringida, por más que articule los atributos y las dimensiones no puede agotar el campo de lo urbano. La ciudad, como toda obra humana, es hija del tiempo y de la acción colectiva de muchas generaciones, que no nació de la teoría sino de la práctica. Por ello, los estudios históricos son una herramienta indispensable en el análisis de los sistemas complejos. Se debe tratar de reconstruir la evolución de los principales procesos que determinan el funcionamiento del sistema 14 . Esta es una actitud de pensamiento, en la cual se expresa el concepto de ciudad educadora, la educación en los marcos de la sociedad moderna que busca construir la democracia y la ciudadanía como un principio vital del hombre. Una pregunta necesaria ¿Por qué no? La Ciudad Educadora también puede ser analizada de acuerdo con las características de los sistemas complejos adaptativos . El pensamiento complejo es hoy el predominante. Nos interesa, no por lo que tiene de moda, sino por su gesto abiertamente integrador. El caso de la ciudad es, para él, uno más. Permite plantear el significado y la evolución de la ciudad sin caer en el atropello de los simplismos. Todos los seres presentan algún grado de síntesis y complejidad. Por eso existen. Ni siquiera las partículas elementales son tan elementales como se dice. La complejidad es una condición indispensable para cualquier existencia. Más aún si se trata de sistemas complejos adaptativos : la vida, los ecosistemas, el sistema inmunitario de los mamíferos, el hombre, las organizaciones sociales. Todos son producto de las sucesivas reorganizaciones de su propia complejidad. Fuera de la complejidad no se sobrevive15 . El pensamiento complejo no hace análisis de superficie, sino en profundidad y en red. Entierra el difunto concepto de causa y se propone estudiar interacciones e interdependencias. Para él, la totalidad es el resultado de las reciprocidades. No cree en productos mecánicamente predecibles. Todo lo que vaya a surgir será emergencia, novedad. Será el resultado de una acción computacional que, en función de los modos de asociación / separación, seleccione y sintetice los datos disponibles. Ningún factor, por sí solo, nos garantiza qué Ibid., pág. 304. Rolando García, Interdisciplinariedad y sistemas complejos , en Ciencias sociales e información ambiental, Madrid, Gedisa, 1994, pág. 100. 15 Jorge Wagensberg, Ideas sobre la complejidad del mundo, Madrid, 1996.

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intimidad, están siendo etnológicamente irrespetados. Quizá consideran como des-humanización lo que otros llamarían sólo des-aldeanización. La distancia entre el quark y el jaguar, viene a decir Murray Gell-Mann, de alguna manera, no existe. El mundo del quark lo tiene todo para dar cuenta de un jaguar caminando en círculo en la noche 18 . Ciertamente, todo esto resulta apasionante. Una hipótesis como ésta demuestra la intensa continuidad, el isomorfismo estructural que hay entre entidades naturales y culturales, biológicas y cognoscitivas, tal como lo habían destacado interesantes físicos y psicólogos actuales: Piaget, Kapra, Bohr, Pribram, Maturana, etc.19 . Una de las cosas que se lleva por delante el pensamiento complejo es el concepto de cosa, de ciudad, en cuanto unidad cerrada o mónada. En un sistema todos sus elementos se interaccionan. El pensamiento complejo devela la complementariedad entre corpúsculos y energía, entre física y conciencia, entre historia y emocionalidad. De esa manera atribuye a los objetos y a los sucesos un carácter mucho más relacional y evanescente. Abandona las claves planas, unilaterales, y las sustituye con un juego de espejos combinados. La ciudad es un hecho cultural. La ciudad virtual está empezando a ser más real que la real. La televisión es la única forma de recorrerla y de saber lo que está pasando en ella. Si el símbolo de la ciudad vieja era la catedral gótica, de puntillas hacia el cielo, con su austero mensaje de espiritualidad y eternidad, ahora lo es el gran centro comercial, las autopistas que hacen del viaje y el desplazamiento el símbolo de su nuevo inquilino. En urbes como Barcelona o Bogotá los centros comerciales han pasado a ser la representación más nítida de la ciudad. Ellos son los que mejor concentran su gente y su brillo. Si en la ciudad de antes había un centro indiscutible, hoy hay muchos. El centro ha explotado en fragmentos hacia la periferia. Cada uno de ellos maneja sus normas, sus valores y su argot. Esta es la ciudad posmoderna, la que se reemplaza rápidamente, policroma y hedonista. Suprime los espacios centrales con la misma facilidad con que reemplaza los discursos políticos y los valores morales. La centralidad no existe para ningún efecto. Cualquier intento de centralismo es una anacronía. Esta es una ciudad subversiva, siniestra, lunática, miserable, pero también noble, educadora, refinada. Aquí cabe todo. Esa es su normalidad. La norma, el valor y el símbolo sólo pueden

Edgar Morin, Biología del conocimiento; la computación viviente, Madrid, 1998. 17 Murria Gellman, El quark y el jaguar, Barcelona, 1997.

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Ibid., pág.189. Jesús Martín-Barbero, Hegemonía comunicacional y descentramiento cultural, México, 1998.

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calidad de zanahoria va a nacer o qué forma urbana se va a imponer. Es la propia complejidad del sistema abierto la que se encarga de absorber sus desequilibrios para organizarles en una nueva síntesis ocasional. Y todo esto, además, lo hace a través de una operación computacional de asociación (conjunción, inclusión, identificación) y de separación (disyunción, oposición, exclusión )16 . En el fondo, Edgar Morín, Murray Gell-Mann, Jorge Wagensberg, por citar tres autores de hoy, manejan la misma clave a pesar de trabajar sobre objetos tan distintos como las estructuras mentales, el conocimiento computacional, la evolución biológica o los fenómenos de la física cuántica. Entienden que la complejidad adaptativa es la clave para comprender cualquier proceso: psicológico o urbano, lingüístico o bioquímico, cerebral o planetario. Hablando en concreto, el secreto está en que la complejidad tiene una forma de apoderarse de sus insumos y de reorganizarse con ellos. Su tendencia es al orden. Estamos ante una ciudad-encrucijada, ciudad-mundo, que se constituye precisamente a través de computar, conjugar, equilibrar, sus muchas divergencias internas. La ciudad actual responde a la acción de factores activos, incluso contrastantes. De ahí surge su ser variopinto y su capacidad para asombrarnos todos los días. La gran ciudad actual es grotesca. Ni siquiera se la conoce. Por debajo de su orden externo bulle una inmensa discordia. En ella cabe todo, hasta lo impensable. Su configuración futura no es, en consecuencia, exactamente predecible. En el pensamiento complejo nada es exactamente predecible y menos tratándose del hombre. Sin embargo, tampoco será un caos. Los sistemas abiertos, adaptativos, tienden al orden. Es la ley de la entropía, pero al revés17 . La ciudad-mundo es una estopa de fuerzas visibles y fuerzas subterráneas. Olvida de dónde viene. Olvida cuál fue su primer apellido. Por debajo del cascarón físico, de sus edificios, avenidas y parques, corren, como en las órbitas internas del átomo, paquetes discontinuos de energía: la vida de la ciencia, las organizaciones del trabajo y del delito, los signos comunicacionales y el dinero, los que flotan peligrosamente sin vincularse oficialmente con nada. La ciudad actual está arrancando los clavos en los que ellos colgaban su memoria y su nostalgia. Piensan que, lanzados a una barahúnda que ignora toda tradición y todo sentido de


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sobrevivir si se transforman. La discrepancia puede resultar hermosa o repugnante, pero es indiscutible. El fenómeno de la re-territorialización de la ciudad está a la vista. Cada grupo y cada momento viven la ciudad a su manera. La otra es, fundamentalmente, una ciudad virtual. Los medios de información son los que se encargan de llevarnos a unos barrios, a una ciudad que casi nunca pisamos. Vivimos en una ciudad informática. Contradictoria en muchos aspectos. Los teléfonos celulares, colgados de la cintura, a flor de robo, son parte de esta ciudad del exhibicionismo. Una ciudad que crea al delincuente y luego lo reprime. Lo cierto es que ella ya no está exactamente aquí o allá, ni es esto o lo otro. La ciudad es el flujo, lo centrífugo, el dramatismo creado por su propia complejidad. Algunos, quizá, están en la ciudad, pero no pertenecen a ella. Están en el no-lugar. Para ellos la ciudad es el no-lugar, lo inhóspito, lo agresivo. De esa manera vienen a negar el concepto original de ciudad. Como se sabe, frente a una visión nómada, historicista del hombre, la ciudad quiso significar el lugar de la permanencia placentera. Por eso se prodigaron tanto a partir del Renacimiento. Los edificios históricos, los barrios coloniales que a veces se conservan con galantería de orfebre, son otra muestra del eclecticismo de esta cultura. Ella ya ha madurado lo suficiente como para respetar y convivir con las diferencias. La inserción de la historia en la ciudad, la asunción de su temporalidad, subraya, igualmente, el carácter relativista y fugitivo con que al nuevo ocupante le agrada plantear sus relaciones. La experiencia de la complejidad orienta naturalmente hacia la tolerancia. La nueva planificación urbana, en un espíritu educador, sus grandes concesiones al peatón, al paisaje, al espectáculo soberbio, a las estrellas y a la ecología, no sólo rescatan espacios para el hombre sino que responden a la angustia claustrofóbica que la ciudad de los cincuenta y sesenta había creado. La gran ciudad de hoy está preparada para gozar y disfrutar, y no sólo para trabajar o dormir. El sentido funcionalista de la arquitectura está siendo reprendido por la intención estética. Las mismas reliquias arquitectónicas o las esculturas ornamentales están más al servicio del placer que de la memoria histórica. El nuevo urbanismo vuelve a pagar un alto tributo a la elegancia y, desde luego, a su exorbitante demanda de servicios. La identificación personal o colectiva es casi imposible y además superflua. La fluidez del río hace inútil cualquier identificación. Todos somos iguales, gotas de un cauce acelerado. ¿Quién es realmente extranjero, sorpresivo hoy en una ciudad mastodóntica? Nada humano le es ajeno. Hay

casos, sin embargo, en los que un maltrecho urbanismo no hace ni la más mínima concesión a la belleza o al hombre. Pero aún queda la alternativa del modelo cuántico , la del pensamiento complejo. Un modelo en red, de diferentes niveles discontinuos y enlazados, zonas diferenciadas, atravesadas por medios de comunicación y autopistas, pero en contacto también con un pedazo de tierra. Nos queda el modelo del átomo, de la célula, pero habitados por hombres. La megalópolis ya ha creado su propia patología. Ahora hay que dar tiempo a que su creciente complejidad sintetice el nuevo punto de equilibrio.

Democratización y proyecto social En este orden de ideas, el proceso de democratización de los estados, las sociedades y las ciudades, ha abierto la posibilidad de hacer realidad los ideales de la Ciudad Educadora como proyecto social. Precisamente la ciudad y la educación son un campo interrelacionado, donde se pueden des-estructurar las relaciones autoritarias y convertirlas de forma sistemática en relaciones democráticas. Aquí es donde cabe introducir de forma consciente las pautas sociales de la comprensión, la solidaridad y la responsabilidad por parte del Estado y de la sociedad civil. Este proceso es paulatino, toda vez que enfrenta por sí mismo tradiciones fuertemente antidemocráticas, enraizadas en los aparatos estatales, educativos, y en diversas concepciones y prácticas sociales. El proceso democratizador y educador debe ser coherente con un proyecto político para el buen gobierno de la ciudad, en el que se apuntalen biunívocamente y debe ser global, para que abarque la ciudad en su conjunto. Igualmente debe ser un proyecto cultural comprometido con la recuperación y la construcción de la identidad histórica, la identidad cultural y la identidad ciudadana. Los gobiernos locales para ser fuertes deben ser democráticos, es decir, representativos, basados en la elección popular directa, combinando la personalización y la globalización de la representación, así como la participación de las distintas zonas de la ciudad y de las minorías políticas, sociales y étnicas. Sólo un gobierno local representativo puede aspirar a ejercer legítimamente y con autonomía la autoridad20 . Los gobiernos serán autónomos no sólo si están liberados de tutelas políticas en el ejercicio de sus competencias y funciones, sino también si disponen de la posibilidad formal y material de establecer normas y tomar decisiones y, además, de hacerlas ejecutar. Pero al mismo tiempo los gobiernos 20

Jordi Borja, Ciudad y Democracia , en Rev. Foro, N. 5, Bogotá, 1988.

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Ciudad y proyecto político Construir políticamente una ciudad es dotarla de procesos políticos y administrativos que permitan el autogobierno y la participación. Construir socialmente la ciudad es algo que debe hacerse desde la sociedad local. Ello significa potenciar su capacidad de auto-organización y movilización política. El proyecto político tiene como tarea el fortalecimiento del tejido social y una nueva forma de concebir y vivir lo político en la ciudad y su región, apoyados en una propuesta ética y técnica con una decidida conducción política, una base social fuerte y un proyecto cultural que identifique la ciudad. Las ciudades se deben constituir en sí mismas proyectos políticos, dotarse para la acción política y para ejercer como verdaderas polis. A este respecto el pensador chileno Sergio Boisier ha avanzado en diversas formulaciones para contextualizar la ciudad y la región en el marco y en la propuesta de un proyecto político. Advierte que construir políticamente una región (ciudad) es dotarla de estructuras 21

Ibid.

políticas y administrativas que permitan un grado variable de autogobierno, algo que incluso puede hacerse por decreto. Y a renglón seguido afirma: Construir socialmente una región (ciudad) es algo que debe hacerse desde y con la incipiente sociedad regional, toda vez que este proceso significa potenciar su capacidad de autoorganización, transformando una comunidad inanimada, segmentada por intereses sectoriales, poco perceptiva de su identificación territorial y en definitiva, pasiva, en otra organizada, cohesionada, consciente de la identidad sociedad-región, capaz de movilizarse tras proyectos colectivos, es decir, capaz de transformarse en sujeto de su propio desarrollo22 . Este proceso de construcción regional se apoya a su turno en la puesta en práctica de dos proyectos: uno, de carácter político regional, productor de cohesión y de movilización y, otro, de naturaleza cultural regional, productor de la percepción colectiva y de identidad. El primero de ellos supone definir, advierte Boisier, un futuro regional donde la ideología, su condición política, su apoyo social y su fundamento técnico sean soporte y se materialicen en un escenario posible dentro de la gama de escenarios regionales deseables; el segundo supone una inteligente combinación de la apropiación regional de las culturas locales vernáculas preexistentes y la apropiación regional de la cultura regional. Vista desde la perspectiva urbanística y de construcción de ciudad para aprovechar las potencialidades y hacer frente a los problemas que el desarrollo de la ciudad plantea, hay que dotarla de un proyecto colectivo capaz de ordenar el desarrollo urbano en beneficio de la mayoría de la población. Este diseño colectivo, democráticamente definido y aplicado con los intereses mayoritarios, contribuirá a la construcción de una ciudad colectiva y socialmente apropiada por los ciudadanos. Este proyecto no puede centrarse solamente en la transformación física de la estructura urbana. Debe contribuir de manera significativa al cambio de las estructuras mentales, y en un sentido gramsciano, debe cambiar la superestructura de la sociedad. La transformación física del espacio es un factor importante en este proyecto de mejoramiento, pues como se ha indicado con anterioridad, la configuración del territorio es, al mismo tiempo, elemento resultante y condicionante de los procesos sociales que en él tienen lugar. Uno de los principales requisitos para dotar a la ciudad de un proyecto de este tipo es adaptar las estructuras políticas y administrativas a los requerimientos que las nuevas dinámicas 22

Sergio Boisier, El díficil arte de hacer región, Lima, págs. 75ss.

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locales no pueden reproducir y ampliar los vicios de las administraciones públicas tradicionales, por lo cual es deseable introducir formas modernas de control del gasto público y practicar una política de austeras concepciones que les permitirá movilizar mayores recursos para el servicio a los ciudadanos. Las ciudades deben organizarse internamente según modelos de descentralización territorial, de forma que puedan desarrollar una gestión próxima a la ciudadanía, con el reconocimiento de las identidades barriales o vecinales y la creación de estructuras representativas que estimulen la participación ciudadana. Las ciudades deben favorecer la integración y la pluralidad. Es tan necesaria la transparencia en la gestión pública como la protección de la privacidad individual21 . Asimismo, la creación y promoción de mecanismos participativos es una condición indispensable para la eficacia de la gestión urbana y para la democratización del modelo de gobierno. Pero la democracia tiene el deber de no idealizar al pueblo, por la simple razón de que una comunidad malformada por la arbitrariedad y la manipulación termina pareciéndose a lo que la tiraniza. Para que la democracia funcione, es preciso procurar que se formen ciudadanos calificados, capaces de expresar criterios, imbuidos de principios, de responsabilidad social y con conciencia de sus derechos.


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territoriales y sociales plantean. Esto debe hacerse a todas las escalas: desde lo global hasta lo local, con el propósito de que se permita planificar y gestionar unidades significativas del territorio de la ciudad, la región y el país. Un proyecto político de esta dimensión para la ciudad debe establecer un determinado ordenamiento del territorio que le permita definir con claridad las opciones de desarrollo futuro para beneficiar a la mayoría de la población. Este proyecto debe ser un ejercicio de construcción de la democracia local como expresión de la política en el mejor sentido de la palabra. El pensador chileno plantea a renglón seguido que la cultura y la identidad asociadas al territorio hoy se revitalizan, no sólo como valores intrínsecos, sino como factores de competitividad regional. Los territorios organizados son los nuevos actores de la competencia internacional por el capital, por la tecnología y por los nichos de mercado. Tales territorios en tanto regiones y/o ciudades- deben proyectarse a sí mismos como una unidad con identidad reconocida, como una totalidad referenciada, capaz de ofrecer una imagen corporativa en el mejor sentido del término. Esto resulta posible advierte- sólo si la región es capaz de generar un proyecto socialmente concertado, que no es otra cosa que un verdadero proyecto político generador de una movilización social. Muchas veces ello no será posible si tal proyecto no se acompaña y articula con un proyecto cultural que genere y/o refuerce la identidad de la comunidad con su propio hábitat regional23 . No cabe duda de que asistimos al fin de una época, así como se acabó Grecia o Roma. Como proyectos, hoy el proyecto político se convierte en el eje de la actividad y la construcción de las ciudades. Participamos en la construcción de nuevos escenarios que nos plantean nuevos tiempos, nuevas acciones y nuevas interpretaciones, visibles en la manera como se reorganizan las formas de trabajo y vida. Podemos afirmar que es una época de transición, en cuanto no acaba de configurarse. Los cambios más notorios y en los cuales el proyecto de ciudad tiene que inscribirse, son los que se operan al nivel del saber y del conocimiento. Estas transformaciones son visibles en los cambios tecnológicos de la electrónica, la cibernética y la ingeniería genética, expresados a través de los servicios personales, la tecnología doméstica e industrial, las computadoras, la bioagricultura y las telecomunicaciones. La velocidad de los cambios también afecta la manera como se 23

Sergio Boisier, Postmodernismo territorial y globalización: regiones pivotales y regiones virtuales, Santiago de Chile, ILPES, 1993.

da el conocimiento. Cada vez asistimos a una competencia educativa que no sólo requiere investigación y enseñanza sino aceleradamente exige información actualizada como componente básico de ese conocimiento, con el consabido peligro de que la información tiende a desplazar la profundidad del conocimiento. La época de entrecruce de centurias trae una serie de prácticas nuevas para la construcción de las ciudades, algunas derivadas de los cambios políticos, otras de los imaginarios colectivos, y otras más de los intentos de modernización de las instituciones y de las estructuras en las cuales funciona la sociedad. Estas prácticas nuevas nos hablan no sólo de un cambio cultural sino también de un cambio al interior del proceso social: sin duda, observamos cómo se producen una serie de modificaciones en los comportamientos y hábitos de las personas en sus relaciones con las instituciones públicas, en la manera como se relacionan con el Estado, y sobre todo, en los mecanismos de construcción de lo público. Todas estas situaciones traen tras de sí otra manera de ser y hacer política. Cursamos un momento histórico de la ciudad cuya tarea central es la construcción de una nueva ciudadanía en la que todos nos sintamos representados y que haga compatibles igualdad con libertad, unidad con multiplicidad y diversidad con diferencia. Sin duda esto implica un proceso de deconstrucción de lo político como idea y como práctica-, y de reconstrucción de una nueva manera de ser de la política que, recuperando su pasado, sea capaz de decir y construir lo nuevo como práctica y como discurso. Si se parte del concepto de que el proyecto político debe buscar creativamente una nueva manera de hacer ciudad y ciudadanía, esto significa que se debe construir una nueva responsabilidad social e individual, tener mucha transparencia y ante todo abandonar el corporativismo, que con una tradición de gremio ha defendido los intereses individuales de la sociedad. No basta con tener intereses claros de ciudad y de sociedad desde el proyecto político, es necesario construir el bloque histórico del que hablara Gramsci y construir nuevas formas de organización. Es también necesario dotar a la ciudad de una teoría, que partiendo de toda pretensión totalizante, dé cuenta de los procesos de la realidad y tenga una capacidad permanente para explicar los fenómenos nuevos. Esa capacidad consiste en saber retomar los elementos vivos de la sociedad como expresión de su pasado y recomponerlos en este final de siglo de tal manera que puedan ser explicativos y proyectivos de la época.

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- Las ciudades tienen calles, no carreteras. - La ciudad es un espacio público. - Hacer ciudad es construir lugares para la gente, para andar y encontrarse. - Las obras se empiezan y se acaban bien. - El desarrollo urbano se materializa en un programa de obras, pero sólo construye la ciudad futura si responde a un proyecto global. - Las operaciones de desarrollo urbano son actuaciones integradas y estratégicas. - En la ciudad el camino más corto entre dos puntos es el más hermoso. La estética urbana hace la ciudad vivible. - Una ciudad democrática es una ciudad visible, con referencias físicas y simbólicas que ubiquen a su gente. - Construir la ciudad futura es una tarea de todos. - El progreso de la ciudad se mide por el progreso en cantidad y calidad de sus espacios públicos. - No hay desarrollo urbano positivo sin capacidad de invención y de previsión. La ciudad del mañana se construye reinventando la ciudad del pasado y diseñando ciudad en las fronteras de la ciudad actual. - La calidad del desarrollo urbano depende de la socialización de la cultura arquitectónica y estética de los espacios públicos, pero también de la penetración de la cultura cívica en los diversos actores de la ciudad. Por último, destacan los autores: la condición para que los grandes proyectos urbanos tengan esta multidimensionalidad depende de la eficacia del sistema democrático basado en la descentralización del Estado y la autonomía local, la representatividad y la transparencia del gobierno de la ciudad y la multiplicación de los mecanismos de participación y de comunicación 24 .

Una tarea y un reto de la contemporaneidad: la construcción de ciudadanía autónoma Perspectiva política Como lo señala Fernando Enrique Cardozo: Ciudad y política nacieron en la tradición occidental como conceptos y realidades interrelacionadas. Etimológicamente, las articulaciones son claras: civitas y polis son raíces que en distintos idiomas expresan al mismo tiempo, un modo de habitar y una forma de participar: civismo y política 25 . De ahí que Arendt planteara que ser político, vivir en una polis, significaba que todo se decía por medio de palabras y de persuasión, y no con la fuerza y la violencia . Dos hechos caracterizan nuestra época en el estadio de la política: por una parte, el progreso de la democracia y por otra el estallido y el desbordamiento de los espacios26 . En este sentido la ciudad puede ser considerada como un germen de la modernidad, pues como lo ha destacado Molas, la ciudad es el eslabón más alto de la humanidad y de la cultura, y se asienta allí donde el progreso ha derrotado al viejo mundo27 . Lo político es una tendencia que surge en y después de la Primera Guerra Mundial; pero aparece en pleno relieve después de la Segunda Guerra Mundial. Fue Max Weber quien inició la apertura hacia el concepto para después divorciarlo de la sociología e incluirlo de forma exclusiva en discusiones filosóficas. La autora Agnes Heller plantea acerca del concepto filosófico de lo político dos alternativas: o como ciencia, o como una cierta cosa, una cualidad, un factor, de tal manera que todo lo que esté relacionado con ella es político, excluyéndose entonces lo que no lo es; o como un dominio específico, es decir, una esfera o un sistema. En la época premoderna no hay concepto de lo político y se utiliza uno de carácter casi naturalista, según el cual políticos son sólo aquellos actos que deciden o realizan los miembros de la clase política. Los actos de las clases no políticas no son actos políticos. Las instituciones regidas por la clase política son políticas; las que no, no lo son. El concepto de lo político, tal y como lo sugiere la autora, vincula la política y la vida cotidiana de las personas28 .

Fernando Enrique Cardozo, A cidade e a política , en Cuaderno N. 7, CEBRAP, 1972, pág. 29. 26 Jahir Rodríguez y Miguel Angel Rojas Arias, Ciudad y comportamiento electoral , en Democracia, política y paz, Manizales, La Patria, 1998. 27 Molas Batllori, La Ciudad y la Ciudadanía Democrática , págs, 41ss. 28 Agnes Heller, ¿Historia y futuro. Sobrevivirá la modernidad?, Barcelona, 25

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Jordi Borja y Manuel Castells, Lo local y lo global. La gestión de las ciudades en la era de la información, Madrid, TAURUS, 1997, págs. 262ss.

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El proyecto de ciudad que desde la concepción educadora se puede construir, está inspirada en nuevas formas de gestión ciudadana y de proyectos urbanos. A este respecto Borja y Castells han hecho un importante ejercicio de reflexión que juzgamos oportuno destacar, el cual se expresa en el decálogo de gestores del desarrollo urbano:


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El nacimiento de la moderna democracia de masas, en últimas viene a rechazar la equivalencia de clase política con acción política. Es en esta coyuntura en donde es preciso poner sobre el tapete la cuestión relativa al carácter de lo político, en el sentido de determinar qué acciones, qué fenómenos, qué instituciones tienen una procedencia política y cuáles no. En los tiempos modernos ya no tiene sentido definir quién es el Estado, sino qué es el Estado. Y es ahora cuando cada vez se entiende mejor la creciente complejidad de las apariencias que tejen la red política de la modernidad. Y es en esta época cuando se plantea la filosofía de lo político. El concepto necesita contener y poner de manifiesto la tensión entre el debe y el es, en su existencia, en su modus operandi, en las sociedades modernas. Además, el concepto de lo político tiene un requisito adicional, en el sentido en que el es y el debe, al estar contenidos en él y manifestarse por él, deben ser de un tipo que sea central para el funcionamiento y la dinámica de la ciudad y las sociedades modernas. En el dominio de lo político, es decir, en el espacio público, las cosas pueden convertirse en políticas en mayor o menor grado mediante acciones, instituciones, opiniones, discusiones, proposiciones, objetivos, etc., que pueden considerarse como tales en razón de su participación en lo político. Porque el moderno sentido de lo político es equivalente a la concreción de la libertad. Asimismo el concepto moderno de lo político (la concreción del valor de libertad en la esfera pública) hace de mediador entre lo que es y lo que debe ser. Este valor pertenece al arsenal de lo político y sólo si se concretiza está directamente conectada con la causa de la libertad. Lo político en la esfera pública, en la gestión del territorio y en la ciudad, es la gestión del valor de libertad, de permanencia para todos en un espacio, del arraigarse y del asentarse en un lugar, y el de establecerse en el tiempo por tener poder de decisión y capacidad de exigir ese espacio. Sin embargo, la libertad no existe en abstracto, toda vez que se convoca de manera continua en nuestra vida diaria, en el barrio, en la calle, en la casa, en tanto ocupe un espacio y desempeñe actividades que interfieran o se asocien a las de los otros habitantes. Practico mi libertad si y sólo si ella no interfiere con la libertad de otros. Si no viola las reglas establecidas por la democracia, si respeta los límites y comportamientos exigidos por ella. Y es el territorio de la ciudad en donde se ejerce una parte de esa libertad universal,

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José Luis Coraggio, Ciudades sin rumbo. Investigación urbana y proyecto popular, México, 1985.

a través del espacio público y del poder de apropiarlo y vivirlo de acuerdo a capacidades y condiciones del bien común. En esta época de crisis de la ciudad la población requiere, como nunca antes, ser consciente de la necesidad de ser un verdadero sujeto sobre su territorio. Sujeto territorial que por su nivel de capacitación y conocimiento de su realidad, pueda plantear políticas que relacionen su territorio con los otros niveles de dominio. Debe ser un sujeto con capacidad de moverse con solvencia en los conocimientos y en el planteamiento de políticas de micro y macroterritorio. Es decir, un verdadero sujeto popular con una adscripción consciente micro y macro-territorial que le permita exigir al Estado condiciones de vida dignas. Y sólo si se exigen como respuesta al conocimiento adquirido, podrán ser desarrolladas y puestas en función en su entorno y en su vida diaria29 . Lo político desde la población debe romper entonces el encasillamiento de límites y de fronteras que el Estado impone y, desde luego, debe definir en el ámbito de su vida cotidiana, la relación con su entorno cada vez más amplio, más complejo, y sin tantos límites. Pues dadas las condiciones de inserción en otras culturas y formas de vida por la penetración creciente de los medios masivos de comunicación, la vida cotidiana es cada vez más des-territorializada. De conformidad con estos términos lo político se concreta en la cotidianidad; es allí en donde se expresan sus límites al determinar relaciones de poder en el uso, referencia y expresión territorial. Y se entrará en conflicto o en armonía con el territorio dependiendo de este poder. En lo institucional se expresará lo que le permite mantener a la población de determinada entidad territorial controlada, integrada a la institucionalidad, relacionada en forma de participante de las normas y acatando las reglas que ésta le impone, en fin, como miembro social, más que como sujeto político. De otro lado, por la vía de la población se busca cada vez más una relación dinámica, activa, que extienda su dominio y que trascienda las barreras que el Estado le impone. No hay que olvidar que la ciudad es el laboratorio de la política y de lo político, en el cual se encuentran en permanente ebullición los elementos que la constituyen. La ciudad es un hecho por excelencia diacrónico. En esta perspectiva es imposible abandonar el trabajo de diagnóstico desde la ciencia y la política. La ciudad necesita un programa permanente de reconocimiento de su ser micro y macro sociológico, de sus identidades y diversidades culturales, de sus territorialidades, de su dinámica económica y política. Aunque el sistema jurídico las reconozca dondequiera, las situaciones para el ejercicio de la autorrealización humana encuentran en la ciudad la máxima intensidad. La ciudad es

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El desarrollo de la noción de ciudadanía otorga un lugar central a la problemática de derechos civiles, políticos y sociales, lo que permite plantear una nueva concepción de las políticas públicas para moverse a la consideración de las necesidades como derechos. Aquí es necesario desarrollar el concepto de inclusión social que está referido a tener la posibilidad real de acceder a los derechos sociales; en este sentido la Comisión Económica Europea ha planteado que la exclusión social se refiere a la imposibilidad o a la no-habilitación para acceder a los derechos sociales sin ayuda, sufrimiento de la autoestima, inadecuación de las capacidades para cumplir con las obligaciones, riesgo de estar relegado por tanto tiempo a sobrevivir al existencialismo y la estigmatización. En este mismo orden de ideas, Bhalla destaca que el concepto de exclusión social va más allá de los aspectos económicos y sociales de la pobreza e incluye los factores políticos tales como derechos políticos y ciudadanía que remarcan la relación entre los individuos y el Estado, así como entre la sociedad y los individuos. Tanto la inclusión social como su contra-cara, la exclusión, se determinan en diversas esferas de la vida política, económica, social y cultural. De ellas pueden tener prioridad las que significan integración política, económica y social. La inclusión política está directamente ligada con lo que puede considerarse ciudadanía formal y con la participación o no como ciudadanos en la marcha de la sociedad. La política en el entendido de transformación del conflicto, donde el desarrollo político entra como parte del desarrollo social y el desarrollo de la democracia como parte del desarrollo político. La inclusión económica y la social están relacionadas con la participación de la vida colectiva y pueden distinguirse dos ejes: por un lado, el que se refiere al empleo y protección social y, por el otro, el que toma en cuenta las interrelaciones individuales y colectivas en el contexto que se ha denominado el capital social34 , y que demarca la inclusión social. En este caso se incluye una serie de factores decisivos para el bienestar del ser humano en su vida individual, familiar, comunitaria y social. Tal como lo ha destacado Alberto Minujin: cualquier alternativa que se plantee deberá dar centralidad a la problemática de la inclusión social integrada en el marco de una creciente expansión de la ciudadanía en particular, en el ámbito de los derechos sociales y de la democracia 35 . El concepto de Capital Social abarca más que el de Capital Humano, pues incluye el conjunto de prácticas y redes políticas y sociales prevalecientes así como , su desarrollo histórico. 35 Alberto Minujin, Vulnerabilidad y exclusión en América Latina , en Eduardo Bustelo y Alberto Minujin (eds.), Todos entran. Propuesta para sociedades incluyentes, Santafé de Bogotá, Santillana, 1998, pág. 194. 34

Ibid., pág. 47. 31 Alfred Marshall, Ciudadanía y Clase Social, Chicago, 1950. 32 Eduardo Bustelo, La política social esquiva, en Revista Espacios, No. 8, San José, Costa Rica, 1997. 33 Edgar Morin, Una política de civilización, Paris, ARLEA, 1997. 30

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escuela de ciudadanía en sí misma, porque es microcosmos del mundo, como lo destaca Molas, una versión a escala humana del sistema democrático 30 . En este orden de ideas se llega a una concepción de ciudadanía basada en derechos, lo cual implica la constitución de actores-sujetos que se emancipan de las limitaciones materiales básicas que imponen la pobreza y la dependencia de las intervenciones estatales. El sociólogo inglés Marshall reflexionó sobre el concepto de derechos sociales y el proceso de expansión de la ciudadanía que fueron luego recogidos en su célebre ensayo de ciudadanía y clase social; en éste destaca que la ciudadanía moderna es un status social que atribuye derechos y deberes a los nuevos estratos sociales. Y distingue tres componentes y fases de desarrollo de ciudadanía: en primer lugar, la ciudadanía civil, que atribuye al individuo una serie de derechos asociados a la libertad; en segundo lugar, la ciudadanía política que consiste en el derecho a participar en el ejercicio del poder político y, en tercer lugar, la ciudadanía social que se afirma en el derecho a tener un nivel adecuado de educación, de salud, de seguridad social, según los estándares prevalecientes en la comunidad política de referencia31 . Marshall fue claro al afirmar que lo que distingue a la ciudadanía civil, política y principalmente la social todas asociadas al principio de libertad- es su tensión respecto a su igualdad. La ciudadanía es esencialmente una relación de pertenencia a una comunidad en donde todos tienen un mismo status como miembros. Es, por lo tanto, en la política donde se define el avance o retroceso del proceso de ciudadanía. Y es por la razón de ser sociales y no individuales que la construcción de ciudadanía social es fundamentalmente lucha y por lo tanto, conquista política: el método normal de establecer los derechos sociales es a través del ejercicio del poder , afirma Marshall. Bustelo señala, en otro orden de ideas, que se han ganado espacios en términos de derechos políticos y civiles y de libertad individuales, la preeminencia de lo individual, lo grupal y lo local. Se han abierto nuevos espacios y oportunidades pero se ha oscurecido la noción de lo social como acción colectiva32 . Él filosofo y sociólogo Edgar Morín en reciente publicación editorial dice que estamos en un período políticamente regresivo, la política reducida a la economía, y mentalmente regresivo, las ideas fragmentarias y gregarias33 .


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En nuevos desarrollos del concepto de ciudadanía Galtung ha planteado la política como una búsqueda del equilibrio y ha destacado que la democracia no está libre de problemas. Cuatro palabras, gobierno, gobernantes, gobernados y normas se pueden combinar para crear una definición sencilla: la democracia es gobierno de acuerdo con normas que hacen los gobernantes responsables ante los gobernados, y ha propuesto dos tipos de democracia: tipo A y tipo B. En la democracia tipo A las decisiones son producto del consenso, después de discusión, con la participación de todos, gobernantes y gobernados; el instrumento básico es el diálogo, un intercambio de argumentos sin inicio ni fin, parecido a una conversación en la cual no existe ganador ni perdedor. En la democracia tipo B, las decisiones se basan en la voluntad de la mayoría luego de la votación, con la participación de todos, gobernantes y gobernados, en la cual el instrumento básico es el debate. En realidad la democracia madura supone la existencia de ambas cosas: la discusión tendiente al consenso y el debate tendiente a una voluntad mayoritaria en ambientes más amplios. En este concurso de ideas Bustelo ha propuesto como modelos de ciudadanía una asistida y otra emancipada. El modelo de ciudadanía asistida se ubica en la tradición más conservadora en política económica y social; la ciudadanía es concebida esencialmente como de naturaleza civil. La ciudadanía política no es sólo de derechos formales, principalmente en cuanto al derecho a elegir y ser elegido; los derechos sociales no son demandables en un sentido positivo a menos que tengan una base contributiva. La ciudadanía expansiva es por definición una propuesta socialmente inclusiva. Todos los ciudadanos forman parte de la conversación a través de la cual se desarrolla una comunidad de argumentos. En ésta las personas no son pacientes, es decir, objeto de tratamiento o de intervención pública, sino actores en la doble dimensión individual y societaria: la emancipación es individual ya que los individuos son autónomos. Bustelo señala que la emancipación no se cuenta de uno a uno, no es una sola, no es única. Implica, como ya se dijo, una comunidad de argumentos y una responsabilidad por el conjunto; por eso se trata de una emancipación democrática , en los postulados de Habermas. Se ilustra con el siguiente cuadro este debate contemporáneo sobre la ciudadanía36 . Cabe destacar que el ámbito para la expansión de la ciudadanía es la democracia como sistema de igualdad, ya 36

Eduardo Bustelo, Expansión de la Ciudadanía y construcción de democracia , en Ibid.

que históricamente la democracia está contrapuesta al sistema de desigualdades. A su vez para luchar con efectividad hay que construir poder democrático, y buscar poder es esencialmente buscar política. En otras palabras, es considerar los derechos sociales como parte del proyecto de construcción de una democracia participativa y la política como instrumento de su realización. Bajo estos postulados se inspira la Ciudad Educadora que queremos construir y que defendemos como proyecto colectivo. Recientemente, Adela Cortina propuso abrir el debate sobre el concepto de ciudadanía política y ciudadanía social, en la que los ciudadanos, como protagonistas, constituyen el eje central. Señaló, asimismo, que la noción de ciudadanía política hunde sus raíces en la Grecia clásica y llega hasta nuestros días de la mano de tradiciones republicanas como la proseguida por Hannah Arendt; desde esta perspectiva, no es sólo ciudadano aquel que tiene una cédula de identidad o un pasaporte, sino el que participa en las deliberaciones y decisiones que se toman en torno a las cuestiones públicas. Auténtico ciudadano diría esta tradición en nuestros días- es aquel que toma parte activa en lo público, en aquello que a todos afecta. En el concepto de ciudadanía social, tal como lo concibió Marshall, ciudadano es aquel que en una comunidad política ve protegidos sus derechos civiles (libertades individuales), políticos (participación política) y sociales (trabajo, educación, salud y calidad de vida). El concepto de ciudadanía social crítica exige a los ciudadanos asumir su responsabilidad. Por ende, su protagonismo, en la construcción de una sociedad de justicia, es imposible sin la participación activa de la sociedad civil, como imposible sin el fortalecimiento de una sociedad civil capaz de asumir activamente su corresponsabilidad en la creación de una sociedad justa: Si rehusamos ser los protagonistas de nuestra historia podremos tener la certeza de que nadie la hará por nosotros, por que nadie puede hacerla 37 . Para reflexionar acerca de la ciudad y sus ciudadanos en la perspectiva de construcción de ciudadanía, es ilustrativo lo que señaló Platón en La República nosotros no establecemos la ciudad mirando qué clase de gente sea especialmente feliz, sino para que lo sea en el mayor grado posible la ciudad toda 38 . O como señala Castoriadis La sociedad hace los individuos que hacen la sociedad 39 . Adela Cortina, Ciudadanos como protagonistas , en Ética ciudadana y derechos humanos de los niños, Santafé de Bogotá, Magisterio, 1998, pág. 28. 38 Platón, La República, Barcelona, Atalaya, 1993, pág. 162. 39 Cornelius Castoriadis, Poder, política y autonomía , en Revista Ensayo y Error, N. 1, Santafé de Bogotá, 1999, pág. 9. 37

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1. Es un concepto apreciativo o evaluativo que no se limita a describir sino que indica una norma, que expresa tipos de acciones, conductas, realidades prácticas, cosas que deben hacerse; 2. Es un concepto abierto, sometido a frecuente definición y redefinición, lo cual es consonante con la concepción de ciudadanía como una práctica interpretativa; y, 3. Es un concepto que describe un núcleo intrínsecamente complejo de prácticas de compromiso42 . Por otra parte, Touraine, desde un ángulo distinto, llega a afirmar que la noción de ciudadanía es inactual ante el doble movimiento de globalización y privatización que rompe las normas de vida social y política; en las condiciones de

Hannah Arendt, Sobre el individuo, Barcelona, Paidós, 1990. Este pensamiento desarrollado hace algunas décadas por Hannah Arendt, hoy es abanderado por la UNESCO. Véase: La educación encierra un tesoro, Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, presidida por Jacques Delors, capítulos 2 y 8, Santillana, UNESCO, 1996. 42 Barcena, Ibid., págs. 157-163.

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desmodernización, desocialización y desinstitucionalización en que viven las sociedades postindustriales, la mediación de la ciudadanía se encuentra en deterioro43 . En este orden de ideas, pensar entonces en la formación de un individuo autónomo e independiente, éticamente desarrollado, depende de hasta qué punto es posible un proceso de individualización coherente en relación con el otro semejante y el gran otro, el ajeno de las instituciones sociales y de la ciudad44 . El mismo Touraine, de acuerdo con su teoría de la desmodernización, sugiere que el individuo ya no se forma asumiendo roles sociales y medios de participación; se constituye por la suma de tres fuerzas: a) imponiendo su deseo de libertad y voluntad individual; b) en la lucha contra los poderes que transforman la cultura en comunidad; y c) en el reconocimiento interpersonal e institucional del otro como sujeto. De esta forma destaca que la relación con uno mismo gobierna la relación con los otros; lo social...descansa sobre lo no social y no se define sino por el lugar que otorga o niega a ese principio no social que es el sujeto 45 . La educación, por tanto, al asumir y fortalecer la libertad del sujeto personal, permitiría establecer una escuela del sujeto. Al mismo tiempo, al tener en cuenta la importancia de la diversidad cultural y el reconocimiento del otro, la escuela se convertiría en una escuela de la comunicación. Desarrollar un pensamiento y una práctica educativa/ comunicacional crítica, habrá de significar hoy no sólo romper la trama de lo comunitario y de des-erosionar los cuerpos que han sido considerados como objetos manejables y susceptibles de ser marcados por sentidos cristalizados, sino fundamentalmente construir en proceso una ciudadanía cuyo sentido no debe clausurarse anticipadamente, sino que debe caracterizarse, construirse y formarse como proceso de lucha por la ciudadanía, en el que se ponen en práctica las mediaciones entre las culturas y las políticas. La ciudad actual es corpus y contexto de ciudadanías diversas, multiplicidad cultural y simultaneidad, todo en constante movimiento. Allí, la represión y la tecnología como Alain Touraine, ¿Podemos vivir juntos?, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1997. Cap. I. 44 Esta concepción antropológica del progreso humano, planteada originalmente por Hegel, la explica Paul Ricoeur como el tránsito por los estadios de individualización, identificación e imputación, a través de lo cual el individuo se asume como Yo, y luego como ipse (sí mismo). Propuesta que no se distancia de la de Hanna Arendt respecto de la formación del sujeto como actor social: en ambos casos la concepción de identidad narrativa es fundamental. Individuo e identidad personal , en Sobre el individuo, págs. 67-90. 45 Touraine, ¿Podemos vivir juntos?, pág. 74. 43

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Ciudad y ciudadanía La actividad política es fundamental porque habilita a los ciudadanos para ejercer y desarrollar su capacidad de juicio político. La concepción moderna proclama que la ciudadanía es también una identidad; Arendt sostiene que con la modernidad en la esfera pública entendida como el espacio donde reinan libertad e igualdad; lugar en el que los individuos interactúan mediante el habla y la persuasión, tomando decisiones colectivas 40 -, se ha perdido el auge de lo social, al desvitalizar la ciudadanía misma. Así, la vida pública es la fuente de revelación de la propia identidad; por su parte, la educación cívica se transforma en una acción discursiva reveladora de la identidad personal; es aquí donde el ejercicio pedagógico de Ciudad Educadora desde la perspectiva política debe contribuir a forjar la capacidad crítica y el pensamiento libre y autónomo del ciudadano que no es otra cosa que habilitarlo para la formación del juicio político; no obstante, estamos de acuerdo en que la educación no es un simple aprendizaje sino una experiencia múltiple, en donde es indispensable el diálogo para favorecer el pluralismo de las convicciones, la promoción de los desacuerdos racionales y el ejercicio de diversas prácticas sociales41 . En razón de lo anterior, Fernando Bárcena propone considerar la noción de ciudadanía como un concepto contestable que, como tal, posee tres características:


ordenadores de la ciudad resultan dudosos y nunca como hoy la educación ciudadana tuvo un papel tan importante, porque esta ciudad nueva, inédita, exige soluciones también inéditas: educación urbana, lo que significa enseñar y aprender a convivir en las diferencias, en lo múltiple y en lo simultáneo. Hoy debemos mirar un corpus heterogéneo de objetos culturales, cual fragmentos arbitrarios que juegan sobre las estructuras inestables: la ciudad del nómada, del pasajero, del acontecimiento efímero y de la extensión homogénea e indeterminada, no puede ser investigada desde la rigidez conductista; mucho menos puede ser encasillada en normativas ajenas que intentan reprimir sin comprender. La ciudad adquirió autonomía en el diálogo con el ciudadano: ambos enseñan y aprenden, se relacionan en el concepto de deseo. La ciudad enseña desde la actualidad y desde la historia, porque en cada uno de los momentos es presente y memoria de sus acontecimientos y de sus espacios, que son el marco, la escenografía para la vida; como los define NorbergSchulz, los espacios para la existencia46 . En esta dirección hay que destacar que nos enseñaron a ver en la ciudad el resultado de los procesos pero no los procesos; desde Ciudad Educadora como proceso, la tarea es como la señala Kavafis en el poema sobre Itaca: ojalá que el camino sea largo, sugiere el poeta de Alejandría-, no apresurarlo y llevar en el pensamiento la ciudad soñada porque a ella se debe el viaje. Por todo esto, la educación, debe estar dirigida más al viaje que al arraigo, más al nómada que al sedentario, porque más enseña el viaje que la estación 47 . En este propósito construir ciudad y ciudadanía, implica una participación deliberante de todos y cada uno de sus miembros en los destinos y aconteceres de la polis, es ante todo una actitud de ejercicio práctico y decisión colectiva; en esta dirección señala Aristóteles: Es ciudadano, el individuo que puede tener en la asamblea pública y en el tribunal voz deliberante, cualquiera que sea la polis de que es miembro, y por polis entiendo una masa de ciudadanos que posee todo lo indispensable para satisfacer las necesidades de la existencia 48 . La relación entre la ciudad y el conocimiento es muy antigua, pero especialmente entre la ciudad y la formación del individuo. De ello es prototipo la ciudad griega con el ágora y la academia (la polis) y la ciudad romana con sus foros y liceos (la civitas); allí se daba la formación académica de la época y Norberg Schulz, Significado de la arquitectura occidental, Milán, Electra, 1977. Citado por: Juan Carlos Pérgolis, Ciudad y ciudadanía , en Rev. Nómadas, Bogotá, 1998. 48 Aristóteles, Política, libro tercero, Barcelona, ALTAYA, 1993, cap I. 46

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la educación pública en el ejercicio del debate político de los ciudadanos. Pero otro caso especial está en el pensamiento de Kant cuando describe su ciudad y la propone como ideal: Una gran ciudad, el centro de un reino, en la que se encuentren los órganos del gobierno, que tenga una universidad (para el cultivo de las ciencias), y además una situación favorable para el comercio marítimo, que facilite un tráfico fluvial tanto con el interior del país como con otros países limítrofes y remotos de diferentes lenguas y costumbres, - una tal ciudad, como por ejemplo Kónisberg a la orilla del Pregel, puede ser considerada como un lugar adecuado para el desarrollo tanto del conocimiento de la humanidad como del mundo: donde dicho conocimiento puede ser adquirido inclusive sin tener que viajar 49 . El término ciudad y ciudadanía viene de civitas, como la llamaban los romanos. Era el lugar donde habitaban los ciudadanos, es decir, aquellos a quienes les estaba permitido participar en los asuntos del Estado, que en su versión romana era la misma ciudad, o sea la Ciudad-Estado. Por ello se diferenciaban de los extranjeros (los llamados bárbaros), de los esclavos y de otros excluidos de ese espacio y de ese modus vivendi. En su origen, el concepto de ciudadanía está pues ligado a la participación política, al ejercicio de este derecho. Y la educación del ciudadano era la educación del hombre para vivir en la sociedad, esto era, para vivir en la ciudad. Para nosotros el término ciudadanía ha estado asociado a la democracia burguesa parlamentaria. Sin embargo es necesario afirmar que el ejercicio de la ciudadanía es tan importante para este tipo de democracia como para cualquier proyecto de transformación política que se desee emprender. De hecho, ello se ha mantenido por siglos aún con índices precarios de participación electoral, como hasta hace poco se conocían en Colombia. En cambio ha sido el principal obstáculo para que florezcan alternativas políticas progresistas. Pero la ciudadanía no se refiere sólo a los grandes asuntos del Estado sino y sobre todo a los problemas cotidianos, a la participación en la regulación del uso del espacio público, a la normatización justa de las relaciones del Estado con los ciudadanos. En una palabra, la ciudadanía pasa por la construcción y el fortalecimiento de la civilidad, de la sociedad civil. El ciudadano se construye en la participación política sobre el destino de la sociedad. Sin una participación en la vida pública 50

Fabio Giraldo, Pensar la Ciudad, Bogotá, TM Editores, l996, pág. l8.

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Ciudadanía: un desafío político para la ciudad La ciudadanía fue en el pasado un atributo que distinguía a los habitantes permanentes y reconocidos como tales de la ciudad. Suponía un status definido por un conjunto de derechos y deberes cívicos, socio-económicos y políticos, que se podía ejercer en el ámbito del territorio de la ciudad (que en muchos casos era bastante más extenso que el ocupado por el núcleo aglomerado). Luego, a partir del siglo XVIII y sobre todo en el XIX, la ciudadanía se fue vinculando al Estado-nación. Los 50 51

Fabio Giraldo, Pensar la Ciudad, Bogotá, TM Editores, l996, pág. l8. Jürgen Habermas, El nexo interno entre estado de derechos y democracia , en Rev. Ensayo y error, No. 4, Bogotá, pág. 15.

ciudadanos eran los que poseían la nacionalidad, atributo que concedía el Estado, y, en tanto que tales, eran titulares de derechos políticos exclusivos (participar en los procesos electorales, formar asociaciones y partidos, ser funcionarios públicos, etc.). Los derechos sociales y cívicos de los ciudadanos también eran más amplios que los de los nociudadanos (extranjeros residentes o de paso), pero el concepto de ciudadanía se ha aplicado principalmente al status político-jurídico (sobre todo en la cultura anglo-sajona) en el marco del Estado. Su origen ciudadano se ha casi olvidado. La ciudad es la mejor oportunidad de innovación política. Por la complejidad de las políticas públicas que en ella deben integrarse y por una dimensión que permite una relación más directa con la población. El ámbito regional-metropolitano, el de ciudad y el de barrio ya requieren soluciones originales, no uniformizantes. También es el lugar de innovar en las relaciones entre administración y ciudadanos. Hoy se habla más de participación ciudadana que de participación política. La gestión política local requiere hoy multiplicar la información, la comunicación, socializar las potencialidades de las nuevas tecnologías. La participación puede ser información, debate, negociación. También puede derivar en fórmulas de cooperación, de ejercicios o gestión por medio de la sociedad civil (asociaciones o colectivos, empresarios ciudadanos, organismos sindicales o profesionales, etc.). El estatuto de ciudadano representa un triple desafío para la ciudad y el gobierno local. · Un desafío político: conquistar la capacidad legal y operativa para contribuir o universalizar el estatuto políticojurídico de toda la población. Y también adquirir las competencias y los recursos necesarios para desarrollar las políticas públicas que hagan posible el ejercicio y la protección de los derechos y deberes ciudadanos. · Un desafío social, promover las políticas sociales urbanas que ataquen a las discriminaciones que imposibilitan o reducen el ámbito de la ciudadanía: empleo, situación de vulnerabilidad, marginación cultural, etc.. · Un desafío específicamente urbano: hacer de la ciudad, de sus centralidades y monumentalidad, de la movilidad y accesibilidad generalizadas, de la calidad y visibilidad de sus barrios, de la fuerza de integración de sus espacios públicos, de la autoestima de sus habitantes, del reconocimiento exterior, una productora de sentido para la vida cotidiana, de ciudadanía. La producción de ciudadanía y el rol de los gobiernos locales es un desafío político no exclusivo de éstos. La política no reduce su espacio a las instituciones, los partidos y las

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no es posible construir la ciudadanía: el ciudadano debe, como pensaba Aristóteles, ser aquel que es capaz de gobernar y de ser gobernado. Por consiguiente el proyecto de ciudad debe tener como eje articulador la construcción de una nueva ciudadanía50 . Esto se concreta en la participación, por diversos mecanismos, en la toma de decisiones sobre cuestiones de interés común: La autonomía política de los ciudadanos debe expresarse en la auto-organización de una comunidad que se da sus leyes mediante la voluntad del pueblo. La autonomía privada de los ciudadanos debe por otra parte - señala Habermas cobrar forma en los derechos fundamentales que garantizan el dominio anónimo de las leyes 51 . Pero esta condición de ciudadano, bien sea formada en acto pedagógico o desarrollo político en el escenario de la ciudad, hoy tiene que consolidar y profundizar la democracia, la cohesión social, la equidad, la participación, en suma, la moderna ciudadanía. En los propósitos anteriores, podemos percatarnos de que el reto pedagógico es enorme. Y no es otro que el de contribuir mediante procesos de movilización social y política, entendidos también en clave educativa, a formar sujetos políticos universales en tanto locales, con identidades simultáneas y cambiantes. No estamos ante un prerrequisito de ciudadanía política, es decir, no se trata de construir primero las condiciones sociales y económicas para vivir con dignidad y luego, ahí sí, ocuparse de los problemas de interés común. Estamos ante un proceso simultáneo. En el acto de dotarse de las condiciones referidas, de construir una ciudad más al alcance de su mano, se constituyen los sujetos autónomos que ejercen una ciudadanía plena.


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elecciones. Hay otro espacio, el de la sociedad política (mejor que sociedad civil) que es el que crean y ocupan todos los organismos y formas de acción colectiva cuando van más allá de sus objetivos e intereses inmediatos y corporativos. Es el espacio de la participación ciudadana que plantea demandas y propuestas y aún deberes y responsabilidades para criticar y ofrecer alternativas, pero también para ejecutar y gestionar programas y proyectos sociales, culturales, de promoción económica o de solidaridad. La reinvención de la ciudad ciudadana, del espacio público constructor-ordenador de ciudad y del urbanismo como productor de sentido no es monopolio de nadie. Los políticos elegidos democráticamente tienen la responsabilidad de la decisión de los proyectos públicos. Las organizaciones sociales tienen el derecho y el deber de exigir que se tomen en cuenta, se debatan y se negocien sus críticas, sus demandas y sus propuestas. Los profesionales tienen la obligación de elaborar análisis y propuestas formalizadas y viables, de escuchar a los otros, pero también de defender sus convicciones y sus proyectos hasta el final. Para terminar se pregunta el autor catalán Jordi Borja: ¿Las ciudades deben resignarse a ser continentes pasivos de las problemáticas sociales, culturales, ambientales... derivadas de la globalización y de la pérdida de capacidad reguladora de los poderes públicos estatales y supraestatales? . Y responde: si la ciudad es lo que se supone que debe ser, un lugar y una comunidad con capacidad de autogobierno, hoy es también un territorio articulado que, en las regiones más desarrolladas y urbanizadas, convierte a la ciudad, de hecho, en un sistema de ciudades. Este espacio tiene vigencia económica, busca la cohesión social, tiene identidad cultural (o la construye) y es capaz de definir estrategias de desarrollo concertado entre instituciones locales-regionales y sociedad civil. Entonces ¿se le puede negar el derecho y la posibilidad de ser un actor respecto a los contenidos problemáticos que asume? Un actor que reclama intervenir en los procesos que generan los problemas de la ciudad y en las políticas con que se les da respuesta. El desafío político de la ciudad en la globalización es el de obtener un reconocimiento de actor político a escala global, más allá de su territorio y más allá de las cada vez más artificiales fronteras de «su» Estado. El mundo actual exige un planteamiento globalizador , una articulación de lo localglobal52 . ¿Cómo puede darse esta articulación? La cultura política y jurídica debe asumir el anacronismo de monopolio 52

Manuel Castells, La era de la información, vol. II, El poder de la identidad , Madrid, 1997; Borja y Castells, Local y Global, cap. IX.

que pretenden tener los estados de ser los únicos sujetos políticos de las relaciones internacionales y de basar su legitimidad para ello en ser detentadores de la soberanía.

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Faure, Edgar, et al., Aprender a ser, Barcelona, UNESCO, 1973.


Rostros urbanos, espacios públicos, iluminaciones profanas en las calles de Bogotá María Teresa Salcedo*

Te vuelves hacia el otro como te diriges hacia un objeto cuando tu ves una nariz, ojos, frente, una barbilla, y puedes describirlos. La mejor manera de encontrar al Otro es ni siquiera notar el color de sus Ojos! Levinas, Ethics and Identity.

Resumen A través de la historia de vida de un guerrillero adolescente, este texto explora el problema del encuentro y del rostro del migrante, como expresiones representativas de lo urbano y de la crueldad en general. Desde una narrativa en la que aparecen de manera alternativa imágenes de la guerra en las montañas y del recorrido por las calles de Bogotá, el encuentro de estas imágenes es analizado como rostro o como iluminación profana desde la obra de Walter Benjamin y Emmanuel Levinas. Lo que no se puede definir de un encuentro, igual que de un rostro, y algo que aplica a la manera como entendemos el problema de la identidad en la ciudad, sólo puede ser comparado con la experiencia surrealista de los encuentros y desencuentros entre Nadja y André Breton, similar a la experiencia antropológica de encarar el consumo de objetos y la mirada sobre las cosas mientras caminamos por las calles y nos bajamos de los buses que nos traen por primera vez a la ciudad. Este ensayo es una versión más corta de un texto escrito para el Simposio Escenarios Crueles: Estéticas y Signos del Trance y la Violencia en Puerto Rico y Colombia , realizado en San Juan de Puerto Rico en Abril del 2001. Agradezco a Manuel Hernández Benavides su lectura y sugerencias a un borrador de este texto.

Abstract

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This article explores, through a teenager guerrilla member s life story, the problem of encounters and the migrant s face as representative expressions of the urban, and of cruelty in general. Using a narrative where alternative images of the war in the mountains appear, and a travel through Bogota streets, this images meeting is analyzed as a face or as a profane illumination, using Walter Benjamin and Emmanuel Levinas works. That which cannot be defined in an encounter, as in a face, and that which applies to the way we understand the problem of identity in the city, can only be compared with the surrealist experience of encounters and disencounters between Nadja and André Breton, similar * Antropóloga Universidad de los Andes, Maestría en Artes de la Universidad de Columbia, candidata a Doctorado en la Universidad de Columbia, New York. Investigadora ICANH CESO.

also to the anthropological experience of facing object consumption and the look over things while we walk on the streets and descend from buses that bring us for the first time to the city. This essay is a shorter version of a paper I wrote for the Symposium Cruel sceneries: esthetics and signs of trance and violence in Puerto Rico and Colombia that took place in San Juan de Puerto Rico in April 2001. I thank Manuel Hernández Benavides for his reading and suggestions to a previous version of this article.

Acerca de cómo la gente se choca accidentalmente en las esquinas y por eso Nadja y Breton no se encuentran sino en lo que Levinas llamaría la epifanía del rostro. La propuesta que se presenta en este ensayo está relacionada con una percepción de la crueldad, que como dice su etimología es capaz de hacer padecer a otros o de ver al que padece sin conmoverse o con complacencia. Esta acepción es central para entender lo cruel en este ensayo, que es la mirada sobre el que padece o sobre lo que se padece, pero no implica necesariamente derramamiento de sangre. ¿Por qué lo cruel habría de ser cruento? ¿Tendría que ser cruento para ser cruel? Incluso, dos o más pueden producir crueldad y no ser tal si no hay miradas. Esto puede ser el pensamiento de los policías que desalojan vendedores ambulantes a golpes en las calles de Bogotá. Que no hay miradas y por lo tanto no hay crueldad. Pero hay expresiones de lo cruel, de la mirada sobre el sufrimiento que quiero explorar en este texto y que tienen que ver con desprendimientos fuertes o tenues, como cuando se parte después de un encuentro o como cuando un joven guerrillero deja las filas de la guerrilla. La relación del encuentro con mirar o dejar de mirar el sufrimiento se propone como lo que se localiza y aparece en el lugar de la aflicción. Evadimos el daño sobre los otros, o evadimos la mirada sobre formas de crueldad que son crueles aunque no se derrame sangre. Se diría que la ciudad es ese espacio en donde todo esto es lo urbano, porque las distancias son más amplias y las relaciones más diversas, pero con esa asunción no se está considerando en qué consiste realmente mirar a alguien conocido o desconocido por primera vez y dejar de verlo, o haber estado en sitios en donde ellos han estado. La crueldad aparece en este ensayo como trasfondo de una etnografía del encuentro en Bogotá, de encontrarse con Bogotá. Del encuentro en las esquinas, del encuentro de personas y de rostros que se conocen o que no se conocen entre sí, y del encuentro como lo urbano por excelencia. Aquí hay otra crueldad, que no es ni la institucional de la

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¿ Quién soy ? Si sólo por una vez tuviera que confiar en un proverbio, entonces talvez todo se reduciría a saber ¿ quién me obsesiona ? 1 . Ser ¿quién es uno? Y ser todas esas formas y lugares en donde uno no está en la ciudad, porque es eso lo que persigo, esa forma de la ciudad que es la sustitución de personas por auras, por representaciones de la memoria, por objetos encontrados en el piso y por luces y puertas que se encienden y se abren a nuestro paso, es lo que considero el encuentro con otros en espacios urbanos. El encuentro que se hace la pregunta ¿quién es uno? delante del objeto, persona y lugar hallados, expresa una mirada sobre eso que es también una mirada sobre lo sustituido, sobre lo que se va con esa persona y sobre lo que no vino con ella. Una mirada sobre quién es uno y sobre esa obsesión como escenario cruel.

Considero que esta iluminación que está cerca de lo que nos pasa en las ciudades es lo que Benjamin reflexiona en su ensayo sobre Crítica de la Violencia como la relación entre los medios y los fines, cuando la violencia es el medio para alcanzar fines justos o injustos, y cuando las instituciones temen a estos medios en su capacidad de hacer y preservar leyes que gobiernen como violencia establecida2 . Estamos permanentemente más cerca de los medios por medio de los que habitantes de espacios y la policía ejercen la fuerza y no necesariamente padecemos el fin de esa violencia. Percibimos el centelleo de cosas que apenas nos afectan, pasamos por el lado de cosas que acaban de pasar, choques, palizas de policías, huelgas sindicales de las que apenas filtramos la tonada final en la Plaza de Bolívar, prohibiciones que tratamos de padecer parcialmente y que se convierten en prohibiciones que oficializamos, tales como pasarnos la señal del semáforo. El vínculo que quiero elaborar entre la iluminación profana y la fuerza del desprendimiento tiene sentido en el encuentro que realizamos los habitantes de los espacios urbanos de Bogotá con lo cruel. Primero porque la violencia como la vivimos en las calles, que considera sólo la estructura social y económica, está considerando los mismos medios y fines que cuando hablamos de formas de matar y de números de muertos, y segundo porque la iluminación profana se refiere a los medios y estructuras inconscientes, o lo que yo quiero ver como encuentros de lo cruel en la ciudad. El encuentro como iluminación es lo que está a punto de suceder (los medios) antes del golpe, el maltrato y la muerte que damos, y este encuentro lo vivimos en el rostro de otros transeúntes recién llegados a la ciudad y a quienes repudiamos no sólo a través de la violencia que ejerce el Estado, sino a través de las maneras como nos encontramos con ellos en las calles, formas de encuentro que para Margaret Cohen en su libro sobre la Iluminación Profana en el trabajo de Benjamin, son reencuentros con formas de vida cotidiana, objetos, tecnología e imágenes que ya han sido deseadas, soñadas o vividas como una aplicación de nociones psicoanalíticas de la historia a la historia colectiva para desplazar una visión lineal o mecánicamente casual del proceso histórico y romper la distinción entre infra - superestructura, apelando a las fuerzas libidinales que las permean 3 . 2

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André Breton, Nadja, New York, Grove Press, 1960, pág. 11.

Walter Benjamin, Surrealism. The Last Snapshot of the European Intelligentsia , en Peter Demetz (ed.), Reflections, New York, Schocken Books, 1978, págs. 277 300. Margaret Cohen, Profane Illumination. Walter Benjamin and the Paris of Surrealist Revolution, Berkeley, University of California Press, 1993, pág. 6.

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burocracia, ni la de matar y contar los muertos. Se diría que, aún la inmolación que hace el número justifica lo oficial de la violencia, y que no hay nada más cruel. Pero hay un escenario cruel del encuentro con gente a la que no conocemos. A diario nos chocamos en las esquinas con gente recién llegada a la ciudad pero tan recién llegados a ese encuentro como nosotros mismos. Volverlo a ver, al vendedor ambulante, o no volver a ver a ese desplazado en la calle, es considerado en este ensayo como escenario de crueldad en la contingencia y lo inesperado de su cara antes y después de encontrarlo y de entender que así como puede ser cualquier transeúnte, también trae consigo una historia que evadimos, que no es la nuestra, que no soy él y que no quisiera ser él, y que trae consigo un recorrido que para este texto es la historia de su encuentro con lo urbano. Aquí hay otra crueldad que es la del desencuentro, pero no por desconocimiento entre las personas, ni tampoco porque se conozcan, sino por la ráfaga de imágenes que articulan el encuentro de espacios, memorias, vigilias, experiencias de percepción, cuerpos, rituales y sueños en la clase de imagen dialéctica que Walter Benjamin llama iluminación profana . Benjamin entiende como iluminación profana una experiencia que supera a la iluminación religiosa y que no reduce la experiencia onírica a la experiencia narcótica, sino que como André Bretón en Nadja, es una experiencia que está más cerca de las cosas de las que está cerca Nadja, que cerca de ella misma.


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Estos reencuentros, como los que se dan en la Calle de una Sola Vía son espacios alegóricos en los que las mercancías y escenarios urbanos sirven a Benjamin para representar el potencial revolucionario del encuentro entre imágenes y los procesos que las hicieron posibles para cambiar, entender y maniobrar el curso de la historia hacia un verdadero estado de emergencia (Tesis VIII de Filosofía de la Historia). Pero estos procesos ya han tenido lugar en el inconsciente de esta calle del progreso, y el papel del encuentro es volver a representar el daño, el trauma o la catástrofe en el rostro de esos otros indeseados, desplazados, vendedores ambulantes, oprimidos, ex-guerrilleros o transeúntes. El encuentro con estos rostros debe entenderse, siguiendo a Cohen, desde las fuerzas libidinales, lo inaprehensible, lo inexplicable de lo que sucede antes que estos encuentros ocurran. ¿Cuáles eran las calles por las que ellos transitaban antes de encontrarse con nosotros? ¿Cómo están ellos más cerca de los sitios por donde nosotros caminamos, que cerca de nosotros? ¿Dónde hemos visto antes estos rostros? ¿Y acaso los lugares que Nadja había acabado de dejar no son esos en donde decimos que sucede la lucha de clases representada no sólo por el desalojo a la fuerza de vendedores y migrantes de la violencia, sino por el encuentro que tenemos con ese desalojado en otras calles y nuestro no tener que ver nada con él? Donde sea que los hayamos visto antes, por donde ellos pasen que nosotros ya lo hayamos hecho, en un sueño, en una telenovela, en un noticiero radial, en una valla publicitaria, en un anuncio clasificado, en algo que oímos al pasar, en algo que alguien nos contó, algo que creí leer en un aviso publicitario, el lugar de reunión de la jauría de perros callejeros del barrio La Concordia, el caballo cargado de lavaza, los charcos de palomas, estos son los lugares de cruce de recuerdos, memorias involuntarias y formas de narración que hacen del encuentro como iluminación profana una inspiración materialista, antropológica . Esta inspiración antropológica, dice Benjamin, está relacionada con experiencias de la vida cotidiana en la que el lenguaje es el sitio donde sonido e imagen se interpenetran sin darle oportunidad a la creación de significado. Nada más parecido a estas experiencias y a los sitios donde todos como transeúntes estamos cerca de cosas, que la experiencia del encuentro, tanto como la experiencia de la mirada sobre el rostro. El encuentro inesperado en las esquinas entre personas, el encuentro de carretillas en calles semivacías, la manera como las cosas se encuentran en el piso, la manera como los vendedores ambulantes inundan y son expulsados del espacio público, y la manera como un

joven que ha escapado de las filas de la guerrilla llega a Bogotá a iniciar su vida como civil. Todas estas son al tiempo manifestaciones artísticas y situaciones sociales, que interrumpen algo parecido a un rostro o al encuentro de dos rostros, y lo que propongo es que esta clase de contingencia es similar a la manera como se dan los procesos de llegada y de encuentro de la gente con espacios urbanos. En este encuentro de la gente con la ciudad, con otros, con nosotros y con quién soy yo, no hay un afán por el significado sino más bien por la identidad con la contingencia, con el obstáculo, con el accidente, con la oportunidad de escapar de la policía, con la necesidad de no ser identificado o con lo que para Benjamin sería una dialéctica de la intoxicación que percibe la destitución en las cosas, en la arquitectura y en los objetos de la vida cotidiana y de la ciudad como el escenario donde esta destitución puede ser transformada en experiencia revolucionaria 4 . En este sentido, el escenario cruel es la experiencia del encuentro como escenario del exceso, de la destitución, del trauma y de la trasgresión que accionamos con respecto al instante nosotros los transeúntes, los vendedores, empleados y los policías. Todos, gente que se choca y que se vuelve a ir, para sitios en donde ellos están más cerca de otras cosas que de uno, y de los sitios de los que uno está cerca. La importancia que tiene enfrentar el encuentro para una Antropología de lo Urbano está en la necesidad de entender lo que significa encontrarse con lo que trasciende los límites de la ciudad 5 para el aprendizaje y la transmisión de hábitos que elaboran formas de identidad con espacios urbanos y que al mismo tiempo identifican a la ciudad con nosotros. Me propongo en este ensayo exponer mi experiencia de encuentro con una persona un guerrillero que señala cómo encontrarse es parte de una rutina cultural que es lo urbano mismo, despreocupado de expresiones y lógicas ciudadanas, y que es en el hábito del encuentro con personas y en las disposiciones corporales que desarrollamos para asumir procesos de cambio cultural, como la ciudad adquiere una expresión espiritual y onírica en las diferentes maneras como se chocan y se desencuentran objetos y personas, provocando esa experiencia de inaprehensión en la que durante un sueño nos sentimos por primera vez adultos o por primera vez pertenecientes a algo y que relacionamos con haber llegado a una ciudad.

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Benjamín, Surrealism. The Last Snapshot... , pág. 180 Manuel Delgado, El Animal Público, Barcelona, Editorial Anagrama, 1999, pág. 11.

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Llegar al encuentro: conocer a otros que te conocen El ex-militante que llega a la ciudad se diferencia del flaneur y del hombre de la multitud, en que llega para no pertenecer a la calle, sino para ser él mismo signo de una forma de tránsito, como diría Manuel Delgado, o elemento representativo del paisaje urbano haciendo una aplicación de la Imagen de la Ciudad de Kevin Lynch a los seres humanos como elementos que hacen la estructura del paisaje. No hace parche, ni color de empastre, que en argot significa un espacio en la calle que se ha vuelto mancha por muchos años de ocupación6 , ni tiene elementos en el piso, tampoco escribe en las paredes ni en el asfalto, pero en cambio es reconocido y no mirado y su reconocimiento se vuelve una marca, poste, mojón o esquina. Así son Pacho, Edison y el otro amigo de dieciocho años, que solo aparece como referencia en el diálogo. Descubro que Pacho está acompañado cuando le digo que busquemos un café, yo me adelanto por entre la calle curva y

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María Teresa Salcedo, Escritura y Territorialidad en la Cultura de la Calle en Eduardo Restrepo y María Victoria Uribe (eds.), Antropologías Transeúntes, Bogotá, ICANH, 2000, pág.165.

aparecen los dos apresurando el paso y diciendo que ellos no toman café, que agua aromática. Entramos a la cafetería diagonal el Voto Nacional con asientos de plástico y barras metálicas en la base, que obstaculizan la entrada y salida de los pies. Sitio privilegiado para entender lo que significa un espacio público para un etnógrafo urbano: es donde el etnógrafo le debe preguntar las cosas más importantes a sus informantes, delante de todo el mundo, sin importar que lo estén oyendo, ni que las respuestas de sus informantes vayan a ser escuchadas. Algo así es esta tienda del Voto Nacional, donde entrar es ser ya conocido, a mí desde la época en que recogía cartón con recicladores y a ellos como algunos de los muchos que llegan del monte al Cartucho. Me encuentro con la cara de Edison: yo no sé, dice Levinas, si uno pueda hablar de la fenomenología del rostro, desde que la fenomenología describe lo que aparece. Y así también, me pregunto si uno puede hablar de una mirada que se vuelve hacia el rostro, porque la mirada es conocimiento, es percepción. Creo mejor que el acceso al rostro es directamente ético7 . Quintín Lame, frente Séptimo, Séptimo , Agua Aromática, nosotros no tomamos café, no fumamos, no tenemos vicios. Ojos cafés, elípticos, profundos, las manos sobre la mesa sin afanes, sin gestos, nudillos de huesos fuertes y pronunciados, las manos hacen rostro con el agua aromática y la hierbabuena adentro, se ríen de que yo coma limón, como si hubiera cambiado la conversación. El pelo le crece a lo punk como a los bachilleres que terminan de prestar servicio militar, y el cetrino de su piel, la confianza del indio Quintín y la nostalgia del Vietcong: la paciencia del sobreviviente de la aldea bombardeada. (Philippe Nemo) Las historias de guerra nos dicen que es difícil matar a alguien que te mira fijamente. (Emmanuel Levinas) El rostro es significación y significación sin contexto, quiero decir que el otro en la rectitud de su rostro no es un personaje dentro de un contexto. Comúnmente uno es un personaje ... todo lo que está en el pasaporte de uno, la manera de vestir, de presentarse. Aquí al contrario el rostro es todo significado. Tú eres tú. En este sentido uno puede decir que el rostro no es visto . Es lo que no se puede volver un contenido capaz de ser abarcado por el pensamiento. Es aquí que la significación del rostro lo hace escapar del ser, como correlato de conocer. Al contrario, la visión es una búsqueda de adecuación; es lo que por excelencia absorbe al ser. En cambio la relación con el rostro es directamente ética. La cara

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Emmanuel Levinas, The Face en Ethics and Identity: Conversations with Philippe Nemo, Pittsburgh, Duquesne University Press, 1985, pág. 85.

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La llegada a la ciudad es cruel en su inaprehensión, y el escenario privilegiado de inaprehensión es el encuentro, lo que supongo es la situación social privilegiada de una antropología en la que los límites entre lo rural y lo urbano se borran y se actualizan permanentemente en la narración de formas de llegar a espacios donde ya han estado otros. La metodología empleada para escribir este texto consistió en recoger la historia de vida de un adolescente que hace poco desertó de la guerrilla. La historia es contada y grabada mientras caminamos por la Carrera Séptima de Bogotá, así como en distintos espacios del sector conocido como la calle del Cartucho. El relato del joven evoca a cada paso diferentes encuentros con objetos y personas, que no hubieran aparecido si no nos hubiéramos encontrado él y yo: lo que primero aparece es la narración del campo, de la montaña recorrida por la guerrilla, desde nuestro recorrido por las calles de la metrópoli. Y de manera simultánea surge el encuentro de su rostro con el mobiliario de la ciudad, que cambia su forma y cambia nuestra percepción de espacios en rostros, rostros habituados ahora transformados y nuevos por nuestra manera de pasar. Andar y contar y encontrarse se vuelve la obsesión de buscarle los rostros a la ciudad, de que ella nos hable.


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es lo que uno no puede matar, o por lo menos cuyo significado consiste en decir: no matarás8 . Mirar fijamente a los ojos, medio de comunicación inexplorado, apenas mencionado por Marcel Mauss en su ensayo sobre las técnicas del cuerpo, como signo de caballerosidad, se convierte en sustancia del recorrido entre caras: las caras de las oficinas a donde ellos han ido a hablar con abogados y doctoras, las caras de los asientos, las caras de las mesas, de las esperas, de los tapetes raídos, de los archivadores metálicos de donde sacan carpetas y proyectos, las caras de los anteojos, las caras de los celadores: hemos ido a la oficina de Reinserción, pero le dan prioridad a los que vienen a reinsertarse de otros grupos, por lo que no hay un programa para las Farc. Caminar con un ex guerrillero por las calles de Bogotá tiene la relevancia etnográfica de nuestro paso por las calles como práctica y como táctica del recorrido de espacios que así como son interacciones son percepciones, que así como son hechos sociales son igualmente miradas, pues nuestro paso sucede no sólo para mi registro sino para el registro visual y auditivo de otros. No es sólo él y yo mirando el suelo, los zapatos y la poca señalización y nomenclatura de la mayoría de las calles y carreras de Bogotá, entendiendo que alguien que ha recorrido la selva a pie me pregunte por nombres de calles: si en tal o cual esquina se puede cruzar; me comente sobre la velocidad de los automóviles. Es acerca de ser oído, de ser tenido en cuenta por otros como parte de una escena cargada de información, sobre cómo todo esto también produce una mirada, una manera de ser visto y una tactilidad nueva que actualiza el hábito de llegar a la ciudad. Después de haber caminado como si nos hubiéramos conocido de toda la vida, de recitar los nombres de las calles, de sus obstáculos -cajas de registro del acueducto sin tapa-, después de mirar por separado y juntos desde un andén y desde el otro a la multitud de la Carrera Séptima, con sus grupos de jóvenes y niños en los semáforos vendiendo y mendigando, después de mirar tantas colombinas y marcas de cigarrillos, corbatas, minifaldas, medias de nylon con múltiples grabados, caras felices, amargas, maquilladas, lozanas, con arrugas, cejas arqueadas u horizontales en forma de contorno de nube en día soleado. La mañana termina así en el Parque Santander, donde nos despedimos, antes de ser captados por las cámaras de televisión que patrullan las esquinas del periódico El Tiempo y del Banco de la República.

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Ibid., pág. 86.

Lo que diferencia a un rostro El rostro de una persona es el rostro de su espacio, y como tal es el conjunto formado por el mobiliario urbano y la multitud que pasa, se aglomera, se dispersa en grupos, en individuos y en parejas. Rostro es alguien mirando una vitrina y señalando cosas a través del vidrio, rostro es la figura que hace la fila frente al banco, la figura del vendedor de colombinas y periódicos recostado contra el poste del semáforo, es el reciclador abriendo la bolsa de basura y desparramando materiales para reciclarlos. Rostro es cualquier objeto ubicado en un espacio urbano que pueda ser convertido en extensión del cuerpo de un transeúnte o de cualquier habitante de la ciudad, objetos de uso cotidiano como sillas de madera, bolardos, así como objetos que vemos todos los días como vallas publicitarias. Rostro se hace pasando por el frente, y haber pasado desde hace tiempo por esa esquina, de tal manera que si vemos una fotografía del lugar lo reconocemos por habernos acostumbrado a hacer rostro con la calle, con el andén, con el poste, con la fachada del almacén o con la soledad soleada del acceso a un parque un domingo. Rostro es el movimiento brusco de una mano halando una cuerda en el sueño y vuelto a ver en la mañana pasando por esa esquina. La diferencia de un rostro en la ciudad es su encuentro con los espacios y las personas que lo hacen uno, irreconocible y contingente a la mirada de los que pasan, a la mirada de los medios de comunicación y al cubrimiento del velo de la multitud . La distancia de ese rostro con respecto a otros espacios de encuentro hace posible su epifanía, su no estar donde otros configuran un rostro similar o diferente al mío, es lo que hace que Bretón busque esos espacios donde Nadja acaba de estar pero en donde ella no está, y que no tienen sentido si ella está. Hacen el rostro de ella porque ella no está: No sé por qué debería ser precisamente aquí, a donde mis pasos me llevan, aquí a donde voy casi invariablemente, sin propósito específico, sin nada que me induzca a parte de esta oscura clave: de que es aquí que eso va a pasar 9 . Solo, el nuevo rostro ahí configura el que ha acabado de estar, configura su encuentro con el pasar de otros transeúntes, y más precisamente con las narrativas que ellos traen y llevan. Las historias que se cuentan mientras la gente camina no son distintas a los objetos y esquinas que encuentran, ni al pasar de otros, son correspondencias, experiencias complementarias y son estas historias contándose ahí , al pasar, lo que activa

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Breton, Nadja, pág. 42.

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Lo ético es la sensación del rostro Pasar por la Calle Novena, así me encuentro con Edison: ahí está con su camisa de cuadros y su ex servicio militar en el pelo creciéndole, de espaldas, negociando algún cachivache. El saludo es muy serio pues cualquier sonrisa o gesto efusivo resulta excesivo para su hermetismo, la situación en la que él está y la misma calle-entrada del Cartucho. Cuenta que su amigo de 18 años estaba diciendo que se iba a volver para el monte y que con seguridad lo había hecho, pues había viajado a Neiva, de donde él era. Hay más gente alrededor de nosotros, con mochilas, anteojos y muy atentos a lo que hablamos. La atención para mí es muy notoria en esa calle, donde ni la atención ni la mirada son importantes, y hacen parte del dominio de la seguridad y de la policía. Los rostros de la atención hacen generalmente de la oreja un rostro, es la oreja la que no sólo me mira a mí y a la situación en la que yo hablo con otros, sino que la oreja se posesiona del dueño y hace girar su cuerpo hacia el sitio donde se encuentran los sonidos y las palabras que los otros emiten. Así es en las calles, donde los transeúntes se inclinaban a escuchar lo que nosotros decíamos caminando por la Séptima, en la calle del Cartucho, donde un cachivachero se acerca detrás de nosotros y nos ofrece una bala y Edison, como frase extraída del Manifiesto Futurista de Marinetti, dice calibre 32 , 200 pesos, y él mismo estirando su cuerpo y sus manos delante del puesto de cachivaches, se alarga y mete una de sus manos dentro del delantal del encargado del puesto y saca una moneda de 200, se asegura de que el diseño precolombino corresponda a la numeración de la moneda como es común en la calle, la gente se toma su tiempo reconociendo las monedas, y luego se la entrega a esa mano que de pronto apareció como rostro, detrás de nosotros ofreciéndonos una bala. ¿Por qué entonces el acceso al rostro sería solamente ético y no fenomenológico y por qué lo ético excluiría la sensación del espacio del rostro? El punto esencial para Levinas es la prioridad filosófica de la verdad y de lo bueno, el pensamiento que piensa al rostro como infinito porque es verdad antes que conocimiento10 . ¿Pero acaso la infinitud y la epifanía del rostro no tienen un espacio que precisamente es el ser y el 10

más allá de toda subjetividad? Sugiero que la relación con el Otro en tanto relación social, en tanto derecho humano no oblitera la sensación, ni sentencia al espacio fenomenológico en donde el espacio del cuerpo del otro es la realización y la experiencia del mío. Considero entonces que la epifanía como rostro tiene un espacio en la calle-rostro que es el rostro del encuentro, y que implica el encuentro con objetos como los cachivaches y objetos clandestinos que no tienen una moral en la calle sino que son precisamente la iluminación materialista y profana de esa epifanía. Louis Aragon me había señalado el aviso de cierto hotel en letras rojas, MESON ROJO, que consistía de ciertas letras organizadas de tal manera que vistas desde cierto ángulo en la calle, la palabra MESON desaparecía y ROJO se leía como POLICÍA. Esta ilusión óptica, no tendría importancia si en el mismo día, una o dos horas más tarde, la dama que llamaremos la dama del guante no me hubiera llevado a ver un paisaje cambiante del que no había oído antes y que era parte del mobiliario de la casa que acababa de arrendar. Este objeto era un viejo grabado, que visto de frente, representa un tigre, pero que considerado perpendicularmente a su superficie de tenues bandas verticales, cuando te paras algunos pies a la izquierda representa un florero, y algunos pies a la derecha representa a un ángel11 . Aparece la mujer de Edison, quien como cualquier transeúnte sube y baja la Calle Novena y se aparece detrás de nosotros consultando a Edison sobre alguien que está buscando un gas paralizante. Lo consigue en una farmacia cualquiera, le dice Edison en tono ocupado. Ella se va y vuelve al punto donde nosotros estamos, en el modo de la gente de la calle de simular que sube y baja buscando juguetes y cachivaches y buscando cualquier cosa. En un instante muchos se arremolinan en su subir y bajar detrás de nosotros, oyéndonos. Y detrás del mostrador, el hombre del delantal en el que Edison puede meter la mano en el bolsillo, con su gorro de tela playero y su cara de susto y su ir y venir, del garaje del frente al puesto de cachivaches, trayendo balas y granadas y otras cosas que al ser mostradas parecen de juguete por eso de que lo que no se puede mostrar, si se muestra de repente parece de mentiras. Todas estas expresiones de lo ilícito en público representan a miles de seres que se encuentran, se escabullen y se arremolinan entre objetos reciclados, y toda la peligrosidad y porqué no decirlo, crueldad de esta calle, en la que un 11

Cohen, Profane Illumination.

Breton, Nadja, pág. 56

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la iluminación profana o el conjunto de representaciones de la memoria involuntaria que ha incorporado un sitio transitado e historiado por sus encuentros.


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cuchillo no es más que un instrumento de comunicación con el valor de culto de un objeto, cuando el objeto de culto es el rostro humano y la cortadura del cuchillo representa su valor de exhibición, toda la peligrosidad de esta calle parece benigna comparada con el encuentro en la esquina con un conocido o desconocido, un contacto que despliega la crueldad de la separación y de la apertura desde el primer instante. La hipótesis de este texto es que cualquier aspecto narrativo enunciado en la historia de vida de alguien que ha estado en la guerra del campo o de las calles se reproduce y transforma en iluminación profana en el momento en el que la narración alude a formas de interacción que recorren los límites espaciales y temporales de una continuidad entre lo rural y lo urbano que no es estrictamente la ciudad, sino el Rostro: llegar y encontrarse con ella: De ahí, yo tenía como 15 años, trajeron un revólver, y nos dieron de a once tiros y enseñaron a manejarlo, cada pieza cómo se desarmaba, y ahí ya trajeron armas largas, y así fue transcurriendo el tiempo, y uno no se da cuenta, cuando uno se da cuenta ya está metido en el cuento, ya que después que un trote, gimnasia, y así ...... nos devolvimos al área de nosotros la que nos pertenece que es el Séptimo, del Yaguari a la Macarena, de la Macarena donde opera el Primero hasta Miraflores, entonces a mí me iban a trasladar al Cincuenta y Tres, y yo dije yo para ese frío no me voy ni por el berraco, y en ese traslado caímos 15, había unos que no se querían venir, yo no me quería venir, se llama Gentil el comandante del frente, trasládeme para otro lado, pero yo para allá no me voy, y entonces dijo, no es que es una orden y uno no puede incumplir una orden, y entonces le entra insubordinación, consejo de guerra, le entran muchas vainas a uno, yo le dije no, entonces nos aislaron y por la tarde a las seis, que todo el mundo comía, al aula, charla política, y nos sacaban a nosotros al aula y ahí yo hablaba con toda la gente, toda la gente la iba mucho conmigo, entonces yo hablaba y le decía que no me quería ir, pues no se vaya que si le hacen consejo de guerra nosotros no lo dejamos matar, toda la gente me dijo y yo dije listo, no me voy a ir, como a los 4 días no nos habían desarmado ni nada, nos mandó a llamar el camarada y uno por uno nos iba llamando y a lo último nos llamó a todos y nos empezó a dar charla, ustedes se van de aquí a otro frente, a otro lado les van a dar otra oportunidad, pueden llegar a un rango bien alto, una cosa y la otra, y yo dije no, prefiero quedarme aquí, así como estoy pero de aquí no me voy, no es que no me voy entonces ahí fue cuando me dijo es que es una orden, le dije no es que no me voy, me dijo quítese la fornitura y aquí con su equipo y váyase para allá, me

mandó sacar del aula, entonces yo cogí el fusil y el equipo y se lo mandé a los pies. Le dije yo no ingresé por un fusil, ni de pronto que me gustó una vieja sino que yo ingresé por la lucha políticamente y lo que pasa es que no me quiero trasladar, pero me sacaron y ya me dejaron a mí y ya se rezagaron todos los que ya no se querían ir, se los sacaron cargados, se los llevaron, quién sabe hasta donde sería que se los llevaron y ahí había desarmados y había otra gente, del Bloque Oriental o sea donde el Mono Jojoy y de ahí vinieron y se los llevaron, yo de los 15 fui de los únicos, ahí la gente se regalaba, me decían no, iban y hablaban, que no, que fijo tenía que ser yo, entonces fue uno al último le lambió tanto al viejo que dijo váyase usted por él y me quedé, a los 3 días yo andaba, había, eso ya no era frente, eso era una columna, porque un frente se compone de 80 a 60 personas, y ahí habíamos 360 personas y esa la habían repartido en dos pelotones. El referente teórico más inmediato al encuentro como forma de tiempo debemos buscarlo en el trabajo de Mikhail Bakhtin sobre los cronotopos artísticos: el encuentro se da en la intersección y fusión de ejes temporales y espaciales que tienen una expresión narrativa: en cualquier encuentro el marcador temporal (en ese momento) es inseparable del marcador espacial (y en ese lugar) 12 . La indisolubilidad de la relación espacio y tiempo para la narrativa del encuentro es tan esencial que si dos personas no se encuentran, en todo caso se retiene la cronotopicidad del instante pero es una de ellas la que lleva el signo negativo, y esto también se aplica a cualquier espacio para la trama del encuentro en espacios urbanos. Si ellos no llegaron lo que sucedió fue que no llegaron al lugar acordado al mismo tiempo, o al mismo tiempo ellos estaban en sitios distintos . Sin embargo, lo que observamos mientras Edison cuenta esta historia es una cronotopicidad del encuentro entre personas, y del encuentro entre el campo y la ciudad, que sólo es posible en el decir de historias de otras partes -narraciones de la guerra en el campo- mientras se es y se moviliza en espacios donde primero, estas historias no se han contado -las calles de la ciudad y sus conflictos cotidianos por espacios para la supervivencia-, y segundo, donde estas historias no tienen sentido sin los espacios, ni los objetos que encuentra a su paso lo que se cuenta. Llegar a encontrarse con límites, cronotopo del límite, no es solamente que le cuenten a uno estas historias mientras uno

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Mikhail Mikhailovich Bakhtin, The Dialogic Imagination, Austin, University of Texas Press, 1981, pág. 97.

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....entonces, pasé al guardia de tropa, ... Claudia dormida con una compañera, llegué y la toqué y le dije quiubo ya nos vamos? Y le dijo a la otra, mmm, ella ese día regaló los arneses, regaló la grabadora, regaló las pilas, aceite yonson , regaló todo lo que uno utiliza allá, y nadie se imaginaba nada porque a Claudia le tenían mucha confianza allá, ¿y qué más fue lo que regaló? Yo no me traje la pistola, no me traje nada, entonces cuando ya íbamos saliendo, yo le dije tráigase la pistola suya y una granada y 80 tiros, nos juimos, no es que andar de noche, yo tenía una linternita americana y una pilita triple. Ah, una puñaleta, no era más, ah! Y la pistola y la granada que Claudia había traído y los 80 tiros, nos fuimos y empezando nos tocaba evadir a un guardia, que el guardia estaba como dormido, no le pasamos cerquitica o sea nosotros pasamos haga de cuenta por aquí y el guardia estaba donde está ese carro, pasamos, caímos a un caño, nos fuimos por todo ese caño, por allá encontramos una pica, salimos, se perdió la pica otra vez, qué embolatada, ya caímos a un bajo, ya no miraba yo nada, o sea perdido totalmente, no sabía para qué lado era, por allá íbamos saliendo cuando yo escuché que ¡alto! y me paré, cuando me paré nos habíamos estrellado con un guardia, menos mal que ese guardia era de los chinos, de los nuevos, que no tenía mas que 3 meses y tenía pura pistola. Donde fuera de los antiguos nos había jodido, comienza el chino asustado que de pronto era el ejército con esa pistola a disparar, apenas comienza a disparar pego yo el brinco y caí enrollado en un zanjón y hale a Claudia y bueno, corrimos un momentico y le dije no corra, vamos a andar con cautela o sea como siempre yo andaba y anduve y nos perdimos otra vez, a las 3 de la mañana, faltaban cinco pa las tres, salimos a un camino y ese camino era otra vez de otro guardia, pero nunca había estado ahí, Claudia que sí había estado de relevante, dijo, este camino es de un guardia,

entonces el camino pasa acá, y nos salimos del camino como dos metros allá y nos asentamos ahí en la tierra, faltan cinco pa las tres, no demora en pasar el relevante con el turno o sea el nuevo turno que recibía y si estábamos nosotros ahí cuando pasaron, pasaron hablando ahí, que ..... y yo traía el cepillo mío y fui a cepillarme a un cañito, mandé la mano así pa sacar agua cuando miré así en el fondo del caño, rastros de bota y me quedo mirando así, puro, toda esa montaña la habían volteado y yo traía un chícharo en esta rodilla derecha y yo no podía andar por ese chúcharo, esa pierna hinchada, yo andaba con ese pie como si fuera enyesado y Claudia me lo estripaba, qué era lo que no me hacía, por allá ya estaba sino que ellos nos habían prendido una emboscada, esto es el bordo de la montaña y toda la gente estaba regada por el bordo de la montaña y nosotros en lugar de salirnos pa fuera, nos metimos fue más pa dentro por allá en una montañita yo ya estaba el pie que no podía, me senté y estiré el pie, descansando, afiebrado, sin comer, mojados, de todo, picado de los zancudos, cuando yo escuché, tan! Tan! palitos, me agaché así pa mirar por debajo de los árboles y ahí venía uno por ahí andando suavecitico, él venía así y nosotros salimos así contrarios, salimos, cayó un aguacero, corté unas hojas de platanillo, nos descampamos tocaba pasar una carretera y ahí si es que cómo es que vamos a pasar la carretera, si en la pasada de pronto lo miran a uno.

En el cronotopo de la calle y del encuentro en la calle, ser mirado pasando la carretera o sobrevivir tratando de pasar cualquier calle bogotana en medio de un trancón de carros sin que nadie se inmute a mirarlo a uno, muchos adverbios señalados por Bakhtin para la aventura, de la que no está exento ningún relato sobre el encuentro, tales como repentinamente y justo en ese momento , son reemplazados por mercancías como yogurt y artículos de aseo o de belleza, nuevos consumos, nuevas oportunidades y sin falta, el dinero y los trueques. No hay privacidad ni aislamiento, sino un permanente colectivizar de lo nuevo con la cara que le pongo a lo nuevo, conocer cosas nuevas, y el plástico responde inmediatamente al encuentro de la cara con lo nuevo en el cambio de la vereda, el camino y el caño al pavimento, la cafetería y el equipo de sonido, caras que tienen cara de orden. Los empaques plásticos, el yogurt y los artículos de belleza como el aceite Johnson (yonson) dramatizan los efectos de las cosas en el ser, como cuerpo y marca de la relación del ser y del mundo como un movimiento de deseo 13 . Es un deseo 13

Kathleen Stewart, A Space on the Side of the Road, Cultural Poetics in an Other America, New Jersey, Princeton University Press, 1996, pág.135.

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camina por la calle, como mi encuentro con este guerrillero, sino que encontrarse con límites es semejante a encontrarse con partes de la vida en la calle que ahora caminamos, como si fueran espacios urbanos de la memoria. A uno le van contando cambios de lugares, recorridos, decisiones que se toman, contradicciones, comprensión de formas de conocimiento a través de relaciones con objetos nuevos como formas de crecer, como formas de cambiar de status a través de interacciones con superiores. Todo ese relato en el que el adolescente refiere formas de socialización de su más inmediato pasado tienen un referente actual y una razón para ser narrados, porque se cuentan mientras se recorre la ciudad y porque el que habla se dirige hacia objetos específicos del mobiliario urbano como una manera de afirmarse en su conocimiento del recorrido.


de hacer táctiles las cosas desde el hábito de su consumo y de su mirada como signo de progreso y de realización de lo urbano. Donde hay nevera con bebidas gaseosas y productos lácteos exhibidos en su interior, y asientos de plástico, es allí donde puedo actualizar mi cuerpo, antes incompleto, en pasaje, en un limbo hacia lo nuevo. El significado de los objetos para el cronotopo de la calle, y específicamente aquellos objetos que son encontrados en la realidad presente de la calle frente a los objetos narrados o soñados, es que ellos son los que atan o desatan la narrativa del espacio-tiempo frente a lo nuevo como lo urbano, transmutando el dolor narrado, un dolor que no quiero vivir ni sentir, y que para muchos, sentirlo es ilegal, en formas de progreso que sólo son visibles, vividas y sentidas cotidianamente de una manera espectral en ¿cuáles son todas esas cosas de las que está cerca Bretón, el guerrillero o el etnógrafo, y de las que otros no están cerca? 14 .

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(...) encontramos un puente, nos pasamos por debajo de un puente, pero no un puente así como los que hacen sino un puente que casi pasamos así estrechitos y ya con hambre entonces unas pepitas que se comen, entonces yo comencé a comer de esas pepas y Claudia también estaba comiendo, ahí en el caño, estábamos ya en el puro potrero, cuando pasan dos por la carretera, hablando tan, yo que los veo y apenas me quedaba quietico ahí en el caño y pasaron y no nos vieron, y ahora pa la salida del caño sabiendo que esa gente estaba por ahí regada, nos salimos del caño, avanzamos como 100 metros, nos metimos en una mata, ahí nos quedamos hasta que se oscureció, como a las 7 de la noche salimos a andar y andamos y andamos, nosotros para haber podido salir fue porque nunca iba yo por un camino sino todo fue puro monte y tire uno cordillera, nos pasamos 3 cordilleras, esa noche andamos como 500 metros buscando un caño que se llama Caño Yamó y allá tumban las palmas y habían acabado de tumbar una palma ese día y había quedado con todos los gajos así y nos metimos en todo el cogollo de la palma ahí nos metimos, como a las 4 de la mañana yo escuchaba gshgsh! y movían eso y resollaban y qué susto, cuando era una vaca comiendo hojas de palma y uno siempre piensa ya nos encontraron, ya amaneció, ya había al pie una casita pero no nos podíamos arrimar a pedir nada porque nos pueden sapiar o puede haber policía, nos cogen, nos cruzamos el caño, agarramos por Caño Yamó abajo, subimos la cordillera, por ahí en la cordillera yo ya tenía ese chúcharo que no podía, me tocó sacar la puñaleta y rajarme, y Claudia me lo estripó hasta que me lo sacó

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Benjamin, citado en Cohen, Profane Illumination..., pág.189.

todo y descansé y ya seguimos andando, cuando íbamos por allá, cuando miré yo recién mochada una varita, porque en el monte uno conoce el cortado está hace tiempo o hace poquitico, estaba recién mochado una varita, será que van a estar por acá, pero ya estábamos muy lejos del campamento, no creo, seguimos andando, andamos como 10 metros, había un man escondido, detrás de .... cuando yo vi que el man como que hacía coquitos allá, yo alcancé a halarle el seguro a la granada, cuando el man salió y dijo qué más compañero por aquí posteando unas dantas y unos venados, es que por aquí a veces mantienen los cajuncios, que tal, y usted qué hace por acá, que salió con la escopeta al hombro, no pues por acá yo me la paso marisquiando, matando bichos, y entonces me dijo, es que nosotros siempre hacemos eso, dijo sí porque el camarada Gentil está allí en la cordillera, dijo ¿sí? si ayer estuvieron en la casa con un poco de gente, estaba buscando, no es que nosotros somos de otro Frente, nosotros somos otra gente, dijo ¿ah sí? si estamos haciendo reconocimiento de terreno por acá, y yo lo miraba ¿será que lo matamos? o que no lo matamos, porque yo pensaba bueno, y si no lo matamos este va si dice que el camarada Gentil está en tal lado es porque es sapo del cucho Gentil, va y nos sapea se les resbalan los pies y diga que en tal parte vi a Fulano y Fulano, o puede ser miliciano o algo, yo lo miraba ¿será que lo matamos?

Matar, y matar al otro y preguntar si lo debo matar o no, aparece también como rostro delante de lo nuevo, el rostro de lo más vulnerable, que es el rostro de la prohibición de matar al otro. Esta prohibición representa para Levinas el rostro mismo, pero también porque el rostro es la diferencia o la desproporción entre el acto y aquello a lo que el acto da acceso, la desproporción entre la visión de algo como lo dicho, como conocimiento y la mirada de algo como Rostro, Decir, Infinito. Y es en este sentido que el encuentro con el objeto callejero reitera a esta desproporción como alternativa a la muerte del Rostro. Llegamos, sacamos una pieza, yo andando en chanclas en San José, en la pieza ahí quietos porque yo pensaba pedirle plata a los compradores de mercancía, yo sé que ellos me daban, entonces salimos a andar, camine, Claudia no conocía San José ... la estación de policía, le muestro por ahí, fuimos, andamos por ahí, compré un Bonyur y ahí compré un raspao y estábamos pasando ahí, vámonos más bien pa la residencia cuando nos encontramos a un muchacho que hacía 6 meses se había volado y estaba trabajando con el ejército y sí él estaba ahí, y de una vez quiubo qué tal y el man se asustó y nosotros también nos asustamos, quiubo, qué tal qué más y ustedes qué hacen por acá dijo, no es que nos vinimos, ah sí, ah bueno, dijo vea, mandó la mano a la billetera y sacó dos

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¿De qué manera, la epifanía como rostro determina una relación diferente de la que caracteriza toda nuestra experiencia sensible? Llegamos a Bogotá, eso fue rapiditico, el mismo día llegamos y ¡tan! nos bajamos y ya pa donde iba a coger, ah el de la

ropa que teníamos lavada, y esto y lo otro, teníamos una abogada de oficio, que me regaló 20 mil pesos, teníamos en total 170 mil, entonces yo dije la Clarita mi prima que vive en Santa Helenita, no tengo dirección nada , llegué y cogí un taxi, pero yo no me acordaba sino de ese punto, lléveme a la Clarita, sin dirección todo ha sabido cambiar, el parque lo han construido, eso fue mucho lo que ha cambiado, sino que había una casa en una esquina que las paredes eran puros huecos, como de piedra, entonces voltiamos con ese señor, y dijo de un lado ¿no sabe dónde es?, le dije, llévenos para una residencia más bien, allí hay unas residencias baraticas, yo dije ¿cuánto vale la noche?, 40 mil ¿baraticas? Cree que es que traemos mucha plata, lléveme al Parque de la Florida, cuando el man iba quisque pa l parque de la florida, yo miré la esquina, la casa y me acordé, y aquí es así, así tal parte es la casa, claro de una vez le dije al man voltié aquí y aquí, cuánto le debo, 8 mil pesos me cobró ese tiempo, hace 3 años, bueno, le pagué, ya llegué, golpié, salió mi prima, se quedó mirándome. La diferencia es un más allá de la percepción que es reconocimiento de afecto y gozo. Quedarse mirando a alguien reconoce el plano de la vida vivida como gozo15 , pero sugiero que también reconoce que el límite entre la ética del rostro y su sensación, que para Levinas no es fenomenológica como lo es para Merleau-Ponty, produce ese espacio del rostro como destitución, y que en espacios urbanos se expresa en objetos, espacios y cuerpos cuya ética no sólo se inspira en estructuras formales a priori del no-yo sino en el trauma de la ausencia o presencia de eso que es la ausencia de otro. Considero encuentros a cualquier interacción con objetos, espacios y personas que produzcan este vacío de significación, esta corporeidad de la experiencia onírica que es el lenguaje como epifanía del rostro. ¿Podría la ética del rostro en tanto ética del gozo ser la percepción del cuerpo de otro que es mi cuerpo? ¿Qué! Usted no se acuerda de mí, yo hace mucho tiempo que no venía, si yo soy hijo de fulano de tal y tal y tal, de una vez, que yo no sé qué y bajan los primos, que quiubo y me miraban pero este man se creció, pues cuando me distinguieron yo estaba sardino, ahí ya me dieron una cama, ahí esa señora me dio alimentación un año, porque ella que no hay jabón, que no tenemos jabón pa lavar la ropa, me dá jabón de lavar, a Claudia le daba sus útiles de aseo, no nos hacía falta la crema, el jabón, entonces comencé yo a voltiar dónde era que quedaba el programa. 15

Emmanuel Levinas, Totality and Infinity, Pittsburgh, Duquesne University Press, 1995, pág.187.

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fotos, dijo vea yo estoy trabajando con el ejército aquí gana uno plata y esto y esto, si ustedes saben caletas, dígame, y eso vamos de una vez y a mí me están pagando 17 millones por cada guerrillero que yo entregue, entonces nos dijo aquí así, 17 millones se van a entregar o no se van a entregar y yo me puse a pensar, si le decimos que no nos vamos a entregar el man va y nos sapea y se gana los 17 millones, toca decirle que sí. El cronotopo del encuentro coexiste con el cronotopo de la calle en todo lo que el relato entiende como urbano: desde transportarse a gasolina y guardar fotografías en la billetera hasta trabajar para los paramilitares o para la guerrilla sin importar si se trabaja para la izquierda o la derecha. El rostro es el uniforme a la vuelta de la esquina y caminar en chancletas por San José del Guaviare. Los cambios y metamorfosis culturales no son hechos cumplidos en los escenarios crueles de la violencia, como diría Kathleen Stewart acerca de la historia, sino más bien tendencias sin forma, sitios ocupados de contingencia y deseo en los que la gente vaga. Así mismo estos sitios ocupados de contingencia son cronotopos del umbral, cruces de caminos entre lo primitivo y lo moderno expresados en espacios-tiempos de crisis y de esguince con la moral de la vida y de la muerte. El no matarás en Levinas queda en ese sitio en el que el objeto es visible y tocado, objeto inseparable del trabajo y de la casa, pero también queda en el umbral entre el decir y lo dicho, un lugar en el que el rostro aparece como rechazo del sentido de muerte. Rostro en ese sentido es negociar en las calles de San José, en las de Bogotá o en la Fiscalía esas formas de identidad que quieren fijar al yo como culpable o no culpable, como fin único de la violencia. Hablé con un sargento de narcóticos, ahoritica sale un avión para Bogotá, ahí lo echamos, claro y nos sacaron del batallón en carro, bien cuidados con guardaespaldas, dentramos al Batallón de narcóticos y un para me dijo venga chino, el que nos llevaba uvas, usted va a trabajar con nosotros, le vamos a pagar 650 mil, y dije no, nunca, yo voy a torear lo civil a ver que pasa, dijo vea, me dio un número telefónico, si alguna cosa le llega a pasar, no tiene donde dormir o está aguantando hambre, llámeme que yo le mando plata y véngase pa ca a trabajar con nosotros, y trae la muchacha, y conforme entré al Batallón boté el teléfono.


Ser reconocido, que le conozcan a uno la cara, que lo vean pasar a uno por la misma esquina todos los días delante de esos periódicos: ¡Ah sí es usted! nosotros lo conocemos, le detallo la cara, la distingo he visto sus ojos de helecho, mañanas abiertas a un mundo donde el golpear de las alas de la esperanza es escasamente distinto de otros sonidos, que son aquellos del terror, y en ese mundo sólo he visto hasta ahora ojos que se cierran 16 . Venirse otra vez para Bogotá con el entusiasmo de salir adelante, ir al barrio La Soledad, sentir que uno ya se desembolata, hacer las vueltas con un primo, segundo piso, tercer piso cómo se llama usted, fulano de tal, el proceso, los archivos, conocer calles entre diligencias, una que llaman el Park Way, los mismos edificios por los que ahorita estamos pasando, conseguirse un trabajo con la Fundación Conespu para los desmovilizados del Quintín Lame que ayudan a construir andenes, parques, mantener zonas verdes, sembrar árboles, enmallar, ser reconocido, que le reconozcan a uno la cara en un andén. Desembolatarse, ojos abiertos.

Ser ¿quién soy yo?

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Eso fue un problema muy grande porque pa sacar la cédula me tocaba sacar el registro civil, y yo sabía que estaba en la notaría primera, pero no sabía dónde era que quedaba, mi prima me acompaño, más antes yo había hecho varios intentos, para poder desembolatarme me tocó andar mucho, hartísimo yo anduve a pie, ya fui conociendo qué es el centro, qué era sur, qué era norte, todo, andando va aprendiendo uno la diferencia entre calles y carreras, ya el uno le va diciendo una cosa que otra, entonces uno le va cogiendo el ritmo. A mí me decían tal bus lo lleva hasta tal parte, y yo no sabía qué era Caracas, ni qué era décima, ni qué era carrera séptima, decía tal bus que vaya un Directo Caracas, me subía en ese ¿a dónde me iba a bajar? Y varias veces me bajé y nunca supe ni dónde me bajé ni a qué, me daba rabia, voltiaba, el bus para el barrio, sí sabía qué bus era que cogía y me iba otra vez pa la casa, hasta que fuí desembolatándome. Inmediatamente se dan cuenta que uno no es de acá, de una vez, porque uno no dice Carrera Décima ni Carrera Séptima, sino uno es Carrera Diez o Carrera Siete, sino ya con el tiempo uno va perfeccionando mucho, el hablado, la forma de ser no porque lo que es uno siempre es de ahí, pero el hablado si ha cambiado muchas diferencias, porque uno cuando sale de allá sale hablando, no está adaptado al ambiente, o sea del monte a acá cambia mucho.

Llegar a la ciudad y aprenderse sus esquinas y sus objetos por primera vez es una de las formas que toma la epifanía del rostro como epifanía de los objetos. Funcionamos frente a esa supuesta lógica del cemento a través de la tactilidad que producen los materiales y cosas de la ciudad en nuestra manera de habituar los espacios, de ceder frente a ellos y de repetirlos17 , pero recién llegamos parece claro que funcionamos frente a nuestra estupefacción como objeto, frente a un desconocimiento de lo urbano que es conocimiento en el encuentro: Yo veo el letrero y yo dejo a más de uno asombrado, yo me paro en la Décima con unas chinas de aquí y yo no sé leer pero yo leo, sí pero de corrido no, y me paro en la Décima y me pongo a leer y le leo más rato que cualquiera, entonces, cómo que no sabe leer, si yo no sé leer entonces cómo lee, porque ya me conozco todos los letreros que diga Soacha, entonces si va por la Primera aquí o por la primera de Mayo, entonces si va por la Primera de Mayo tiene que pasar por Venecia, yo me conozco de ahí pa abajo. Leo rápido porque talvez ahorita que estoy estudiando fue que aprendí mucho, entonces tal cosa, alcanzo a leer o yo no sé si es que me los conozco. A manera de conclusión quiero señalar que el espacio público es el espacio para el deseo del desconocimiento, para el deseo de tener otra cara, de mostrar esa-parte-de-la-cara, que es rostro de todos, pero que tú no conocías. Y es precisamente en los espacios públicos en donde nos encontramos con una lucha clara con esa mirada sobre el que padece sin conmoverse o con complacencia como muestra de nuestra lucha por la definición de rasgos, por la definición de palabras y por la definición de mi relación con la muerte, que para Levinas es el rostro del otro. Hay una nariz que no conoces, unos ojos que no conoces, una frente que es de otra persona que no te han presentado, y que tú la ves y dices, la desconozco y no la quiero conocer. Eso es lo que es humano, el miedo a mí como el miedo a una violencia que se arraiga en la definición de las facciones de los demás. Y en este sentido, no hay un rostro que no sea más bien espacio público, es éste su arquitectura original y su escenario cruel en tanto observa lo inasible de la conmoción y complacencia con la fijación de fisonomías, y en tanto nos enseña una diferencia con el espacio privado, en donde todos creemos haber encontrado nuestro reconocimiento como urbanos y como habitantes de una ciudad.

17 16

Breton, Nadja, pág. 111.

Michael Taussig, Mimesis and Alterity. A Particular History of the Senses, New York, Routledge, 1993.

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Merleau Ponty, Maurice, Fenomenología de la Percepción, Traducción de Jem Cabanes, Barcelona, Ediciones Península, 1997. Salcedo, María Teresa, Escritura y Territorialidad en la Cultura de la Calle en Eduardo Restrepo y María Victoria Uribe (eds.), Antropologías Transeúntes, Bogotá, ICANH, 2000. Stewart, Kathleen, A Space on the Side of the Road, Cultural Poetics in an Other America, New Jersey, Princeton University Press, 1996. Taussig, Michael, Mimesis and Alterity. A Particular History of the Senses, New York, Routledge, 1993.

Bibliografía Bakhtin, Mikhail Mikhailovich, The Dialogic Imagination, Austin, University of Texas Press, 1981. Benjamin, Walter, Surrealism. The Last Snapshot of the European Intelligentsia , en Peter Demetz (ed.), Reflections, New York, Schocken Books, 1978. , Critique of Violence , en Peter Demetz (ed.), Reflections, New York, Schocken Books, 1978. Breton, André, Nadja, New York, Grove Press, 1960. Cohen, Margaret, Profane Illumination. Walter Benjamin and the Paris of Surrealist Revolution, Berkeley, University of California Press, 1993. Cohen, Richard (ed.), Face to Face with Levinas, Albany, State University of New York Press, 1986. Delgado, Manuel, El Animal Público, Barcelona, Editorial Anagrama, 1999. Levinas, Emmanuel, The Face en Ethics and Identity: Conversations with Philippe Nemo, Pittsburgh, Duquesne University Press, 1985. , Totality and Infinity, Pittsburgh, Duquesne University Press, 1995.

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Experimentar el espacio público como parte de mí es necesariamente entender el encuentro como algo que le sucede a un tercero. Yo no puedo experimentar mi propia muerte, y no puedo experimentar el encuentro sino en el rostro de Otro, uno no puede dejar de experimentar su propio no ser, y esta experiencia es una experiencia del rechazo, de lo espectral como Rostro ajeno. En el recorrido con Edison contando su historia, la Iluminación Profana es nuestra renuencia a admitir un orden como único rostro y más bien la urgencia por entender el momento de la reinserción en la ciudad no como momento histórico atrapado en condiciones de Refugio Forzado por la Guerra, sino como espacios-tiempos que narran su encuentro en las cosas, el sentido del contacto de las memorias de la guerra elaborando sentido con la memoria de las calles y objetos de los espacios urbanos.


Las instituciones del transporte colectivo y la generación del conflicto en Bogotá.* Andrés Chaves, Federico Viviescas.**

Resumen Este artículo plantea cómo las instituciones y organizaciones del transporte colectivo en Bogotá han logrado configurar históricamente unos hábitos y unas lógicas de comportamiento particulares. Éstas no han permitido instaurar en la ciudad un sistema que responda de manera eficiente a las necesidades que ella exige. El conflicto en el transporte colectivo, que se ha empotrado en la cotidianidad de los ciudadanos, es un ejemplo claro de cómo las instituciones generan incentivos en los individuos los cuales determinan su comportamiento. La institucionalización de hábitos como el conflicto ha reforzado las problemáticas que posee el transporte colectivo en la ciudad.

Abstract This article outlines how the institutions and organizations of Bogota s urban mass transport system has historically configured particular habits and logics of behavior. This institutional frame has not allowed the establishment of an efficient urban mass transport system capable of absorbing the city s needs. The conflict has became a part of the citizens everyday life and is a clear example of how institutions create incentives that influence the individual behavior. The institutionalization of habits such as the conflict has reinforced the problems in the city s urban mass transport system.

Introducción

Otras voces

Las instituciones y organizaciones del transporte colectivo en el contexto de los cambios nacionales y locales. La década de los noventa en Colombia ha sido un momento clave para observar transformaciones que han sido de gran relevancia. El inicio de este período con una nueva Constitución Política, la implementación de políticas neoliberales que dirigieron un proceso de apertura económica que aún continúa y la descentralización política y económica que se ha manifestado en el país, son algunos de los cambios que han sucedido y de los cuales no se tienen evaluaciones muy favorables en términos del mejoramiento de las condiciones de vida de sus habitantes.

* Este artículo es una síntesis de la monografía de pregrado presentada por los autores a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia. **Estudiantes de Economía de la Universidad Nacional de Colombia.

Bogotá ha sido testigo y producto de estas transformaciones. Ella misma ha generado en ese lapso varios tipos de cambios. Durante la década de los noventa, y enmarcada en las variaciones sociales, políticas y económicas ocasionadas en el país, la ciudad ha configurado una serie de fenómenos que han fomentado fuertes discusiones entre los gobernantes y los ciudadanos. Políticas de recuperación del espacio público, programas de cultura ciudadana, transformación en la forma como los ciudadanos asumen la política en la ciudad, grandes inversiones en infraestructura y la creación de un Plan de Ordenamiento Territorial que regirá durante la primera década del siglo XXI, son los puntos mas trascendentales en el giro que intenta dar la ciudad. El transporte colectivo en las ciudades se presenta como tema clave para comprender diversas dimensiones de éstas, entre ellas la económica. Para el caso de Bogotá la cuestión del transporte ha empezado a gozar de un papel protagónico, especialmente, durante las últimas administraciones distritales, situación que se evidencia con el inicio del proyecto Transmilenio como la obra más importante para la ciudad en el final del siglo XX y comienzos del XXI. Importancia que se deriva de la influencia que el transporte colectivo tiene sobre todas las esferas de la ciudad. El sistema tradicional de transporte que se ha mantenido en Bogotá prácticamente intacto durante 70 años parece haber entrado en un nuevo periodo de transformación. La ciudad actual requiere una profunda reflexión a este problema que afecta a todos sus ciudadanos, los cuales, tienen que soportarlo diariamente. Nuestras inquietudes parten de la conflictividad1 diaria que surge dentro del sistema de transporte colectivo tradicional y que no es más que una manifestación de un problema en el interior de las instituciones (como reglas) y las organizaciones u organismos encargados de la gestión, coordinación y

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El conflicto que tratamos de explicar se determina como el efecto lógico que resulta cuando los individuos actúan acorde con unos incentivos dados por las instituciones que, indefectiblemente, los llevan a un choque de intereses particulares. Lo que evidentemente se presenta como causa de la situación conflictiva (p.e. cuando se discute porque el conductor deja al pasajero en un lugar que este último no desea) no es fruto de actitudes o acciones de índole personal, sino que por el contrario son el resultado del choque de lógicas impuestas por el funcionamiento mismo del sistema las cuales son ineludibles para el individuo. En este tipo de conflicto que estudiamos es preciso aclarar que los individuos no se encuentran agrupados estratégicamente y de manera consciente para enfrentarse a su opositor, por ejemplo, conductores y usuarios. Por el contrario, lo que sucede es que los individuos reconocen a su contrincante en el momento mismo en que se da una determinada situación conflictiva por un motivo particular.

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Las instituciones son las reglas del juego en una sociedad o, más formalmente, son la limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la interacción humana. Por consiguiente, estructuran incentivos en el intercambio humano, sea político, social, o económico. North, Douglas. (1995). Instituciones, cambio institucional y desempeño económico. Fondo de Cultura Económica. México. En palabras de North, los organismos u organizaciones son grupos de individuos enlazados por alguna identidad común hacia ciertos objetivos y al igual que lo hacen las instituciones éstos proporcionan una estructura a la interacción humana. ...Organization may be defined as a special subset of institutions, involving deliberate coordination, and recognized principles of sovereignty and command . Hodgson, Geoffrey. (1999). An introduction to institutional economics. Doctorado de Economía. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. Colombia. Para explicar esta diferenciación North acude a una analogía con los juegos. Conceptualmente, lo que se debe diferenciar con claridad son las reglas y los jugadores. Las reglas definen la forma como el juego se jugará. Pero el objetivo del equipo dentro del conjunto de reglas es ganar el juego a través de una serie de estrategias, aptitudes y modos de coordinación. Modelar las estrategias y las aptitudes de un equipo es un proceso diferente al de analizar la creación, evolución y consecuencias de las reglas. Que determinados organismos cobren vida y la forma como éstos evolucionan históricamente determinarán fundamentalmente el respectivo marco institucional en el que se hayan inmersos.

han sido responsables de la actual situación del sistema. Ésta se caracteriza, no solo, por las difíciles condiciones en las que se transportan los ciudadanos, sino, por el deterioro tanto institucional como social, es decir, de la forma en que interactúan los actores del sistema, especialmente los conductores y los pasajeros, quienes comúnmente se encuentran en medio de hechos conflictivos.

El conflicto como manifestación ciudadana de un problema complejo. Las manifestación repetitiva de situaciones conflictivas en el transporte colectivo puede confundir fácilmente a quien esté interesado en su análisis. A primera vista, las causas del conflicto parecen ser originadas por el conductor. Sin embargo, lo que este artículo intenta demostrar, por el contrario, es que son las instituciones, mediante los incentivos que otorga a los ciudadanos, las responsables de las manifestaciones conflictivas y, en general, de los agudos problemas que evidencia el transporte colectivo en la ciudad. La evolución de las instituciones, punto central en los desarrollos de la nueva economía institucional, ha servido en este trabajo para descubrir algunas lógicas que han permanecido constantes en el desenvolvimiento del transporte colectivo. La institucionalización de hábitos de comportamiento y la reproducción de tipos de funcionamiento en los aspectos más trascendentales del transporte colectivo, han traído como consecuencia, entre otras cosas, las generalización y agudización de un conflicto entre los actores del sistema (pasajeros y conductores). Sin embargo, es pertinente aclarar que estos últimos no responden de manera casual al hecho conflictivo, sino que detrás de esto se hallan serios problemas institucionales que determinan un tipo de comportamiento entre los agentes. Con esto se quiere decir que, paradójicamente, el transporte tradicional en la ciudad se caracteriza por tener lógicas encontradas entre los agentes. Es decir, tanto el pasajero como el conductor se encuentran cobijados por reglas que no son capaces de establecer un consenso entre sus respectivas lógicas de comportamiento. Esta seria desnivelación, producida por las instituciones, marca desde el principio una seria base para que el conflicto pueda llevarse a cabo. Ninguno de los actores encuentra los incentivos suficientes para responder de manera adecuada a las reglas en términos de su cumplimiento sino que, por el contrario, lo que más beneficia o representa utilidad para cada uno de ellos es el hecho de romper con la normatividad construida para el transporte colectivo. En gran parte, el comportamiento

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vigilancia del sistema2 . Al resaltar la importancia que el transporte colectivo tiene para la ciudad, se hace necesario que la economía entre a participar en el estudio de la cuestión urbana y que se acerque directamente a los fenómenos que la ciudad trae consigo y que determinan la existencia de sus habitantes. El sistema de transporte urbano colectivo tradicional sufre una nueva intervención con la introducción de Transmilenio y, aún más, con la intención gubernamental de implementar un Sistema Integrado de Transporte Masivo (SITM) que en el largo plazo eliminaría por completo el parque automotor que posee actualmente el sistema tradicional. El SITM estaría compuesto por buses al estilo Transmilenio en los principales corredores viales de la ciudad, una amplia red de ciclo-rutas debidamente interconectadas, el tren de cercanías y la primera línea del metro para Bogotá. Como esto permite ver, el sistema tradicional se encuentra en un punto crítico y se halla seriamente amenazado. Sin embargo, su evolución histórica y las formas de funcionamiento que ha logrado reproducir durante tanto tiempo permiten pensar que éste sea difícil de desmontar. La gran flexibilidad que ha logrado adquirir, tanto en términos del cumplimiento de la ley como al momento de su funcionamiento económico, le han permitido sobrevivir, durante casi un siglo, a todo tipo de coyunturas y crisis. La hipótesis de este trabajo es que las organizaciones privadas y del Distrito encargadas del problema del transporte colectivo


conflictivo de los individuos no es una actitud irracional, sino que responde a una adaptación informal de las reglas que se establecen institucionalmente. Se llega al punto en que el sistema mediante las instituciones crea incentivos diferentes en los diversos actores, los cuales no logran ponerse en el mismo plano para darle coherencia al sistema como todo. La evolución histórica del transporte colectivo en la ciudad muestra que, desde sus inicios, se configura una pugna por el dominio del sistema entre organismos privados y públicos. Para el año 1932 la empresa del tranvía se mostraba bastante sólida pero paralelamente surgieron empresas privadas que captaban la demanda que el tranvía no podía tomar. En principio se consideró por parte de la administración de la ciudad que estos nuevos transportadores servirían como complemento del tranvía, pero rápidamente estos se convierten en fuertes competidores. Los nuevos agentes privados surgen respondiendo a las tendencias de la urbanización en la ciudad. No tenían rutas definidas ni ningún tipo de regulación. La rivalidad con el tranvía era evidente ya que los ejes que conducían al centro eran pocos. Su rentabilidad se basó en la competencia directa con el tranvía3 . Mientras que a principios de los cincuenta este sector cubría el 25% de los desplazamientos con diez cooperativas, veinte rutas y cien vehículos, para el periodo comprendido entre 1957 y 1967 la parte del mercado de las compañías pasa de 62% a 92%, y en 1973, las veintisiete entidades privadas que contaban con 6.200 vehículos (95%). 229 rutas (94%) cubrían el 95% de los desplazamientos4 . Aunque el distrito, en gran parte de esta evolución, intentó contrarrestar el poder adquirido por los sectores privados, el esfuerzo terminó por completo cuando desaparece definitivamente la Empresa Distrital de Transportes Urbanos (EDTU) en 1990, en la alcaldía de Andrés Pastrana. La poca posibilidad de gestión en el sistema que poseía el sector público se eliminó al desaparecer esta empresa. A pesar que el distrito tomó medidas políticas para asegurar la gestión

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El problema más serio al que debía enfrentarse la compañía del tranvía era el control de los autobuses. Se sugería al municipio establecer un servicio de autobús, como complemento al servicio de tranvía, en cualquier lugar en que fuera aconsejable cubrir nuevos barrios . Weber, R., Plan de mejoramiento y ensanche de la empresa del tranvía , Registro municipal 18, 2 de junio de 1926. Citado por Montezuma, Ricardo. (2000). Movilidad en Bogotá en el siglo XX en Montezuma, Ricardo (Editor). Presente y futuro de la movilidad urbana en Bogotá: Retos y realidades. Veeduría Distrital de Bogotá. 2000. Bogotá, Colombia. Parias, Adriana. (1992). Evolución de la empresa distrital de transportes urbanos de Bogotá: 1952-1990. Tesis de maestría en Economía. Universidad de los Andes. Dir. Samuel Jaramillo. Bogotá, Colombia.

pública del servicio, ninguna de ellas logró concretarse definitivamente y, por el contrario, se abrió paso al fortalecimiento de los organismos privados. La fuerte burocratización estatal y los bajos niveles de inversión, han sido algunos de los aspectos más importantes por los cuales el Estado no logró vencer a los operadores privados. A esto se suma la gran flexibilidad adquirida por los operadores privados en la ciudad. Esta flexibilidad se refleja en dos planos. Por un lado la flexibilidad física en términos de la adaptación de las rutas para cubrir rápidamente las demandas que iban surgiendo en la ciudad, y por otro lado la flexibilidad institucional que adquieren las empresas privadas para adaptar a su conveniencia las normas que establece el distrito. La suma de estos aspectos imposibilitó al distrito para continuar como gestionador del sistema, además, condujo a la reducción del campo de acción para controlar a los agentes privados5 y consolidó definitivamente al sector privado como operador único del transporte colectivo de la ciudad. Un punto clave en la historia del transporte colectivo es el crecimiento vertiginoso de la ciudad, que la hace pasar de un territorio pequeño y provincial a un estatus de metrópoli contemporánea. Y es importante porque a pesar de las grandes transformaciones que se dieron velozmente, la movilidad no se adaptó a estas nuevas condiciones y continuó en una concepción retrógrada para lo que exigía en esos momentos la ciudad. Es decir, el transporte colectivo continuó funcionando con lógicas que nacieron desde los años treinta y no fue capaz de imaginar nuevas propuestas para el rápido crecimiento de la ciudad. Esto en parte se debe al gran poder adquirido por las organizaciones privadas, para quienes resultaba más favorable el modelo tradicional y, también, por la imposibilidad del distrito de otorgar la importancia debida al transporte colectivo acorde con las exigencias de ese momento y con el futuro que deparaba la ciudad. Las empresas y cooperativas fueron ganando terreno y lograron convertirse en las únicas que gestionan el servicio. A pesar de su importante papel en el desarrollo de la ciudad, éstos organismos dejaron a un lado la relevancia que tiene el transporte colectivo en el bienestar de los ciudadanos y optaron por visiones de corto plazo que han ido restando importancia al papel del transporte en una ciudad . Esto se evidencia claramente en la reproducción de tipos de 5

El problema radica en el hecho que desde que el Distrito dejó el transporte colectivo en manos privadas, nunca ha sido capaz de ejercer un fuerte control que pueda asegurar servicios de buena calidad, eficientes y dignos para la ciudad.

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El documento técnico de soporte del POT (Plan de Ordenamiento Territorial) creado para la ciudad en la administración de Enrique Peñalosa, especifica que existen, para el año 2.000, 93 empresas autorizadas por la Secretaría de Tránsito y Transporte, 10 de las cuales prestan un servicio intermunicipal y tienen acceso a los lugares céntricos de la ciudad. En este mismo documento se habla de 631 rutas autorizadas por la misma secretaría para transitar por la ciudad. 607 rutas de éstas pasan o convergen por el centro de la ciudad, de modo que un 100% de las que están autorizadas circulan en un área de 2.5Km2. Esto ha generado una seria congestión vehicular en el centro de la ciudad. Además, los promedios de velocidad en esta zona son excesivamente bajos: alrededor de 5Km/h en las horas de mayor congestión. 353 rutas de las que circulan por el centro lo hacían (antes de la construcción de Transmilenio) por la carrera 10 y Caracas. Otras 252 rutas circulaban por las calles 26,19,13 y 6. La distancia promedio que deben realizar las rutas es bastante elevada: 25 kilómetros. Alcaldía Mayor de Bogotá. (2000). Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Documento de soporte técnico. Departamento administrativo de planeación distrital. Bogotá. Colombia. El estudio de JICA especificaba de la siguiente forma cómo estaba compuesto el parque automotor de transporte colectivo de acuerdo al tipo de vehículo: Bus corriente 8.989 vehículos, bus ejecutivo 1.394, bus super ejecutivo 57, buseta 6.589 y colectivos 4.126 vehículos. Japan International Cooperation Agency (JICA). (1996). The study on the master plan for urban transport of Santa fe de Bogotá in Republic of Colombia. Chodai co., Ltd y Yachiyo engineering co., Ltd. Bogotá. Colombia

adquisición de nuevas tecnologías que puedan mejorar las condiciones del servicio en la ciudad. Las instituciones y los organismos de gestión y control han reforzado y reproducido algunos aspectos que son fundamentales para la comprensión del conflicto y que tienen hondas raíces históricas: la generalización de la propiedad atomizada de los vehículo7 , sistemas de contratación enmarcados en la informalidad8 , la difusión del pago a destajo a los conductores9 , las excesivas jornadas de trabajo10 y obtención por parte del chofer de un salario relativamente elevado en comparación con el salario mínimo legal. Estos fenómenos han determinado unas lógicas de comportamiento de los conductores y los pasajeros. Algunos estudios han mostrado que éstos aspectos son los causantes de la problemática del transporte colectivo y, específicamente, de la llamada guerra del centavo . Por el contrario lo que aquí se afirma es que estos funcionamientos son exclusivamente producto de la evolución de los hábitos e incentivos que han generado las instituciones y las organizaciones públicas y privadas. Si se han llegado a configurar fenómenos como el pago a destajo es porque los legados históricos, las instituciones y las organizaciones han favorecido mecanismos que refuerzan su surgimiento y reproducción. Este último aspecto es relevante para la explicación del conflicto en el transporte colectivo. En ningún momento se puede afirmar que los conductores o los usuarios son los Los pequeños propietarios (entre 2 y 4 vehículos) poseían en 1996 el 9% del parque automotor, mientras que los mono-propietarios eran dueños del 85% del total de los vehículos de transporte colectivo. Montezuma, Ricardo. (Editor). (1996). El transporte urbano: un desafío para el próximo milenio. CEJA. Bogotá, Colombia. 8 En el artículo 983 de Código de Comercio se especifican algunos parámetros legales que se deben seguir para la creación de una empresa o cooperativa de transporte. Uno de los requisitos exigidos es una licencia de operación expedida por la Secretaría de Tránsito y Transporte la cual exige que todos los conductores deben tener un contrato laboral y la afiliación al Instituto de Seguros Sociales o cualquier otro tipo de EPS. A pesar de esto la mayoría de los conductores continúan sin tener aún algún tipo de contrato escrito (60% de los conductores para 1996). 9 En el estudio Montezuma (1996) se habla de casi un 80% de conductores que reciben su salario en la modalidad de pago a destajo. Montezuma, Ricardo. (Editor). (1996). El transporte urbano: un desafío para el próximo milenio. CEJA. Bogotá, Colombia. 10 En 1980 el 91% de los conductores tenía jornadas de 12 horas o más, y el promedio general era de 13.8 horas diarias, mientras que en 1978 era de 14 horas. Jaramillo, Samuel. (1981). La situación de los conductores del transporte colectivo urbano en Bogotá. En revista Desarrollo y Sociedad. Número 1. 1981. Bogotá, Colombia. En 1996 se hablaba de un 37% de conductores que comenzaban su jornada de trabajo antes de la 5:20 a.m, mientras que el 30% trabajaba hasta más allá de las 9:20 p.m. La duración del día de trabajo de los conductores se aproxima a las 14 horas y el 93% de los conductores trabaja más de 11 horas diarias. Montezuma, Ricardo. (Editor). (1996). 7

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funcionamiento que se habían fundado en la década de los treinta. Sin embargo, esta posición, traería serias consecuencias en el desarrollo de mejores posibilidades y tecnologías en el transporte colectivo. Es claro que ellas responden a los incentivos que les han brindado las instituciones a través de las normatividades compuestas para el sistema. Pero la responsabilidad no puede recaer completamente en el distrito, sino que ellas, las organizaciones privadas, con sus hábitos y reglas reforzaban gravemente el problema del transporte en la ciudad y las inadecuadas políticas institucionales. Un caso paradigmático y que se evidencia en muchas otras formas, es cuando los grupos de presión de estas empresas, influían en el retraso de políticas que beneficiaban a la mayoría de los ciudadanos pero que no eran ni económica ni políticamente rentables para aquellos que tenían intereses en las empresas y cooperativas. La burocratización y la influencia política de estos grupos era lo que permitía su influencia en las decisiones de política y legitimización de sus intereses. Las empresas y cooperativas son, exclusivamente, afiliadoras de vehículos y basan su dominio en la propiedad de las rutas que les otorga el distrito.6 Un caso particular muestran estos organismos: a pesar de todo el cambio económico (especialmente en términos de ideologías económicas) que ha sufrido el país en las últimas décadas, ninguna empresa se ha consolidado como un organismo realmente capitalista en su funcionamiento. Siempre se han caracterizado por bajos niveles de inversión y por un desinterés de reinvertir las ganancias obtenidas en el mejoramiento del servicio o en la


responsables directos de los hechos conflictivos. Un análisis más profundo permite observar que ellos también responden a los incentivos y lógicas que han creado las instituciones. De este modo, ellos se encuentran determinados por las reglas que se les crean y, a su vez, ellos refuerzan a las instituciones y organismos con comportamientos habituales y cotidianos, como el conflicto, de manera que la problemática se incrusta en un círculo difícil de romper.

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Aproximación crítica a Transmilenio Es importante empezar diciendo que uno de los puntos mas valioso que se gana, con Transmilenio, es el de hacer tomar conciencia a la ciudadanía en general del papel primordial que cumple el transporte en la ciudad y el alcance e influencia que éste tiene sobre sus ciudadanos. Es así que se marca un punto de comparación, entre el nuevo sistema y el tradicional, que le permite al individuo común darse cuenta que el sistema de transporte al cual Bogotá ha estado sometida durante casi un siglo, no es el único y mucho menos el mejor. Pone de presente que es posible movilizarse dentro de la ciudad en un ambiente mucho mas humano y digno. Algunos puntos que presenta este nuevo sistema son favorables en comparación con lo que tenemos como sistema tradicional. Primero, cambia completamente el estilo de contratación y de pago de los conductores, pasando de un sistema de pago a destajo (que es uno de los factores en la generación de la llamada guerra del centavo ), a uno donde el conductor posee un salario fijo mensual, con seguridad social y las debidas prestaciones que especifica la ley. Esto se contempla en los contratos debidamente formalizados donde las dos partes (conductor y empresa) encuentran mutuo acuerdo. Segundo, los tiempos de duración de los viajes se hacen mas cortos, hasta el punto de que se habla de un ahorro de una hora en un viaje que anteriormente podía durar dos horas. Tercero, mejoras en el ámbito de las especificidades técnicas como la seguridad que brinda el bus en que se viaja, la racionalización del funcionamiento del sistema de paraderos, la prestación de varios tipos de servicios que difieren en la cantidad de estaciones donde se detienen, haciendo algunos más rápidos que otros de acuerdo con las necesidades de los ciudadanos. Cuarto, cambian las relaciones interpersonales entre el conductor y los pasajeros de modo que se pasa de un sistema en donde existía un contacto permanente entre estos actores a otro donde ya no existe ningún tipo de contacto entre ellos. Pero además de estas especificidades, existen cuestiones generales que son de vital importancia y que han traído consigo beneficios para la ciudadanía. En primera instancia, se puede

decir que los organismos encargados de la operación del sistema están obligados a un funcionamiento realmente capitalista. Esto en el sentido de la acumulación de capital reinvertible en la adquisición de más vehículos y el mejoramiento de la calidad del servicio.11 Esto manifiesta una claro cambio en la lógica de funcionamiento de las empresas, determinada, en gran mediada, por la normatividad creada por Transmilenio para estos organismos gestores. Segundo, observamos la tajante eliminación de los hechos conflictivos que aún se presentan en el sistema tradicional. Lo que se logra es poner en un mismo plano las lógicas de los conductores y de los usuarios del servicio donde no hay lugar a enfrentamientos. El choque entre dos lógicas totalmente incompatibles hace evidente el surgimiento del conflicto entre pasajeros y conductores. Por ejemplo, la lógica del pasajero consistía en tomar el vehículo y bajarse en el sitio particular a donde se dirigía. Por su parte, la lógica del conductor no hace ninguna referencia al descenso del pasajero y se limita a recoger el mayor número de pasajeros posibles a cualquier costo. En Transmilenio, mediante el sistema de estaciones, se establecen lugares propios y únicos para el embarque y desembarque de pasajeros. Los conductores no son remunerados por número de pasajeros recogidos, de forma que la competencia con otros conductores también queda eliminada en la forma de la guerra del centavo . El simple hecho de que se prohíba hablar con el conductor del bus manifiesta un alejamiento claro entre el conductor y el pasajero. La implementación de Transmilenio es aún muy reciente y no es posible sacar conclusiones definitivas de su funcionamiento. Lo que se quiere criticar, especialmente, son los lineamientos futuros que impone el sistema y las consecuencias que éstos pueden traer para la ciudad. De esta forma, es preocupante observar dos fenómenos que aún no son muy claros para los ciudadanos: Primero, es el que se refiere a la reposición de vehículos del sistema tradicional. Y segundo, la reorganización de las rutas del sistema tradicional. En la medida que Transmilenio va ocupando los ejes viales por los cuales, anteriormente, circulaban lo buses tradicionales, se hace necesario una adecuada planeación de nuevas rutas para los desplazados. La gran flexibilidad que posee el sistema tradicional siempre ha sido un factor 11

El éxito inicial de la demanda ha permitido que las empresas operadoras Sí 99 y Sociedad Internacional de Transporte Masivo hayan logrado hacer cierre financiero con los bancos, asegurando así los recursos para la compra del número total de buses que se habían comprometido a poner a disposición del sistema. Express del Futuro, la otra empresa operadora, no ha logrado aún que los bancos aprueben los créditos para la compra de buses, situación que pone en dificultades su participación en el negocio . Tomado de la dirección electrónica www.univerciudad.net/index7.htm. de la Bodega Bogotana Número 7 en la sección de Noticias.

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Bibliografía Alcaldía Mayor de Bogotá. (2000). Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Documento de soporte técnico.

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determinante en la adquisición del poder político y económico de las empresas y cooperativas. Si esta flexibilidad continúa sin ser organizada, el proyecto Transmilenio no encontraría un sistema complementario en su funcionamiento sino un fuerte competidor que muy probablemente es capaz de eliminarlo. Aún no se sabe con certeza si Transmilenio o la Secretaría de Tránsito y Transporte (STT) debe ser la encargada única de dictaminar las políticas concretas del transporte colectivo. La descentralización institucional en términos del transporte y la falta de coherencia interinstitucional han marcado un fuerte retraso para mejorar las condiciones del transporte. En la medida que éste fenómeno continúe y no se tomen medidas claras para la coordinación institucional e interinstitucional el futuro de Transmilenio encontraría serios problemas, y en general, la ciudad perdería la gran oportunidad de iniciar un nuevo proceso que conduzca al mejoramiento de las condiciones en las que se movilizan sus ciudadanos. La pregunta que surge es por qué la ciudad no había tomado medidas de este tipo con anterioridad. Una posible respuesta se da con base a un factor estructural referente al agotamiento relativo del sistema tradicional (esto se evidencia en cuestiones como la sobreoferta de transporte, los altos niveles de congestión y contaminación, y la agudización del conflicto) frente a las actuales dimensiones de la ciudad. Es decir que este sistema tradicional en realidad fue funcional a la ciudad durante el periodo de expansión demográfica y espacial de esta. En la actualidad la escala que ha adquirido Bogotá convierte a este sistema tradicional en un lastre para el mejoramiento de la calidad de vida de sus ciudadanos. La implementación de Transmilenio marca un punto inicial para la configuración de un sistema de transporte colectivo para la ciudad más digno y eficiente. Esta gran oportunidad que se presenta a la ciudad, en el inicio del nuevo milenio, debe ser asumida como el proyecto más importante que posee la ciudad en la actualidad y que compromete de manera directa las condiciones en las que habitan los ciudadanos. La nueva institucionalidad que inaugura Trasnmilenio, además de permitir la eliminación tajante de los conflictos cotidianos, permite la eliminación de muchos problemas que se han mantenido históricamente e instala las bases para la conformación de un sistema más acorde con los requerimientos de Bogotá y con la calidad de vida de sus ciudadanos.


El papel de la ciudadanía en la democracia deliberativa y su relación con la opinión publica Diana Carolyn Cifuentes*

Resumen El presente artículo busca presentar el papel que puede cumplir la ciudadanía dentro del marco de una democracia deliberativa. De tal modo la opinión pública se presenta -en el modelo deliberativo- como aquella que está centrada en el diálogo y el papel de influencia que cumpliría junto con el poder comunicativo frente al sistema-político administrativo. Es necesario por lo tanto, presentar y aclarar conceptos básicos como el de opinión pública y poder comunicativo para aclarar el papel que los ciudadanos llegarían a desempeñar, todo bajo el marco del paradigma consensual discursivo presentado en este caso bajo los lineamientos de Habermas. Teniendo en claro dicho espacio es posible pensar y aclarar temas relacionados con la legitimidad, la participación, los derechos fundamentales, el medio ambiente, la ciudad, etc. Este trabajo permite que el paradigma jurídico-político trabajado aquí por Habermas- sea pensado como una posibilidad de reconstruir (o construir?) a través de la democracia deliberativa el carácter participativo de la ciudadanía y de la opinión pública, para que de esta forma se legitime y se de soberanía al sistema, donde la sociedad civil y la opinión pública sean tenidas en cuenta por las instacias jurídico-políticas. Como conclusión del trabajo puede decirse que la falta de referentes comunes para los ciudadanos o una instacia o lugar capaz de generar consenso para la fundamentación de vínculos sociales existen pero no han sido apropiadas ni asumidas.

Introducción La propuesta de J. Habermas y J. Rawls permiten la posibilidad de pensar y construir un nuevo paradigma: el consensual discursivo, enmarcado dentro del propósito de la democracia deliberativa. El objetivo de este artículo es presentar los principales lineamientos que dicho paradigma tiene en relación al papel de la ciudadanía y su relación con la Opinión Pública presentados por Habermas principalmente en su libro Facticidad y Validez1 .

1. Democracia deliberativa : propuesta de Habermas2 En la democracia consensual-discursiva (deliberativa) la soberanía reside en la opinión pública y en el poder comunicativo de la sociedad civil. Esta propuesta permite un esquema centrado en el diálogo que incluye a la opinión pública como inspiradora de un consenso mínimo normativo que alimente los contenidos jurídico-políticos, buscando fortalecer la democracia participativa, que comprometa las diversas culturas, clases y movimientos sociales. Habermas plantea la democracia bajo el consenso mínimo normativo -no por el de la mayoría- proviniendo del poder comunicativo de la opinión pública, con lo cual se pone en duda el tratamiento de la democracia liberal. Con la teoría del discurso, los procedimientos y presupuestos comunicativos de la formación democrática de la opinión y la voluntad, funcionan como esclusa para la racionalización discursiva de las decisiones de una administración y un gobierno ligados al derecho y a la ley. Las estructuras comunicativas de la opinión pública constituyen una vasta red de sensores que reaccionan a la presión de problemas o situaciones problemáticas que afectan la sociedad global, y estimulan opiniones influyentes. La opinión pública, así elaborada y transformada en poder comunicativo, no puede mandar sino dirigir el uso del poder administrativo en una determinada dirección. Las características de los grupos pequeños alcanzan a todo el cuerpo social en la democracia deliberativa donde es necesario saber y conocer, de lo contrario se desemboca en un demos debilitado y se pierde el sentido de comunidad. Frente a esto, Habermas plantea un seguimiento de la opinión pública a través de las diferentes corrientes que han trabajado el término para demostrar los elementos faltantes de una democracia deliberativa. En conclusión, la democracia deliberativa logra esclarecer el papel de la opinión pública como conductora de un consenso mínimo para servir como esclusa entre el sistema político y sistema administrativo, presentándose como poder comunicativo para reaccionar frente a diferentes problemas sociales. Los modelos de democracia liberal y republicana toman el papel de la opinión y la voluntad como competencia entre actores (poder a nivel electoral) y como la voluntad 2

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Politóloga Universidad Nacional de Colombia. J. Habermas, Facticidad y Validez, (Capítulo VII, Política deliberativa : un concepto procedimental de democracia). Madrid : Editorial Trotta, 1998. (1992).

La Revista Metapolítica No. 14 presenta una edición especial sobre democracia deliberativa : las propuestas, los conceptos y las críticas de este modelo de democracia. Ver, Ibid. Igualmente, Gargarella presenta las características principales de este tipo de democracia. Roberto Gargarella, El ideal de la democracia deliberativa en el análisis del sistema representativo. Algunas notas teóricas y una mirada sobre el caso de la Argentina , en Revista Sociedad, Facultad de Ciencias Sociales , Universidad de Buenos Aires, 1995.

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2. Concepto de opinión pública y poder comunicativo Los procesos comunicativo-discursivos de la opinión pública contienen la dinámica de la soberanía popular, donde las influencias de las opiniones que compiten en el espacio público político y el poder comunicativo, formado conforme a los procedimientos democráticos en ese espacio público, sólo son efectivos si operan sobre el poder administrativo para programarlo y controlarlo. En Facticidad y Validez, Habermas desarrolla específicamente este punto, donde articula la acción comunicativa y la ética del discurso con la democracia y el derecho. Aquí es necesario aclarar el concepto de poder comunicativo para que sea posible ubicar el papel de la opinión pública, ya que se relaciona con las intenciones del poder comunicativo como se verá mas adelante. El poder comunicativo es la expresión de la dinámica discursiva de formación de la opinión pública a nivel de las diferentes formas y sujetos colectivos que conforman el mundo de la vida. El poder político es la manifestación institucional de ese poder comunicativo por medio de procedimientos legislativos que garantizan su autonomía discursiva, así la voluntad pública se convierte a través de leyes y políticas públicas en poder administrativo. El poder comunicativo se funda en el sistema de derechos que garantiza la deliberación autónoma y la simetría discursiva, individual y colectiva de la ciudadanía3 , este poder comunicativo de la ciudadanía se dispersa en la esfera pública, penetra los procesos institucionales de gestión y razón pública, donde el poder legislativo debe traductor el poder comunicativo de la sociedad a leyes y políticas públicas. El poder comunicativo que se genera en la sociedad civil, cuya caja de resonancia es la opinión pública, dinamiza la participación política, la cual busca acuerdos frente a los conflictos de la sociedad. Así, para la democracia es indispensable una sociedad civil compleja y multicultural en relación crítica a lo público. El poder comunicativo es la expresión institucional y no institucional de hacer política articulado a procesos de participación: plebiscito, consultas populares, democratización de partidos, constitucionalización de los medios para que aseguren la libertad de los ciudadanos para la formación de la Opinión Pública, etc.4 El poder 3 4

Oscar Mejía Quintana y José Antonio Rivas Campo, op.cit. p. 103. Guillermo Hoyos Vázquez, Debate y derecho. El debate entre Habermas y Rawls en Pensamiento Jurídico, No 8. 1997, Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, p. 120.

comunicativo solo se forma en espacios públicos que establecen relaciones comunicativas sobre la base de un reconocimiento recíproco y que posibilitan el uso de libertades comunicativas o posiciones frente a temas, razones e informaciones. Desde la teoría de la democracia no solamente el espacio público-político percibe e identifica los problemas sino que los tematiza de forma convincente y de modo influyente, los provee de contribuciones, comentarios e interpretaciones, y dramatizarlos de forma que puedan ser asumidos y elaborados por las instituciones políticas y administrativas. La esfera o espacio de la opinión pública no puede entenderse como una institución ni organización, ni como entramado de normas con diferenciación de papeles, ni como representante de un sistema. Es una red para la comunicación de contenidos y tomas de postura, de opiniones, y en él los flujos de comunicación quedan filtrados y sintetizados de tal forma que se condensan en opiniones públicas en torno a temas específicos. Se reproduce a través de la acción comunicativa, dominando un lenguaje natural y se ajusta a la inteligibilidad general de la práctica comunicativa cotidiana, se extiende a cuestiones políticamente relevantes y deja la elaboración especializada al sistema político, igualmente se refiere a una estructura de comunicación orientada al entendimiento: al espacio social generado en la acción comunicativa. Las manifestaciones quedan clasificadas conforme a temas y según tomas de postura; las informaciones y razones son objeto de elaboración y se convierten en opiniones focalizadas. Lo que convierte a esas opiniones en opinión pública es la forma como se producen y el amplio asentimiento por el vienen sustentadas. Los actores que actúan comunicativamente se topan con una situación que ellos constituyen con sus interpretaciones cooperativamente negociadas, de tal forma que todo encuentro que se nutre de la mutua atribución y suposición de libertad comunicativa se mueve en un espacio público constituido lingüísticamente. A este espacio se le pueden sumar participantes, puede generalizarse para un público mas grande de sujetos presentes (asambleas, foros, escenas, ruedos). Una opinión pública no es representativa en el sentido estadístico del término. No es un agregado de opiniones individuales que se hayan manifestado privadamente o sobre las que se haya encuestado privadamente a los individuos. Las encuestas de opinión política sólo proporcionan un cierto reflejo o imagen de la opinión pública cuando a la encuesta la ha precedido ya en un espacio público movilizado, la formación de una opinión específicamente ligada a un tema.

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colectiva de los ciudadanos contra el aparato estatal (autodeterminación descentralizada) respectivamente.


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En los procesos públicos de comunicación no se trata sólo de la difusión de contenidos y tomas de postura mediante efectivos de transmisión. Es la circulación de mensajes, estimuladores de la atención, la que empieza asegurando una suficiente inclusión de los implicados. Pero para la estructuración de una opinión pública son de mayor importancia las reglas de una práctica de comunicación pública mantenida y seguida en común. El asentimiento a temas y contribuciones sólo se forma como resultado de una controversia mas o menos exhaustiva en la que las propuestas, las informaciones y las razones puedan elaborarse de forma mas o menos racional. Estas varían en general el nivel discursivo de la formación de la opinión y la calidad del resultado obtenido, de ahí que el logro de la comunicación pública tampoco se mida por la producción de generalidad , sino por criterios formales concernientes a la producción de una opinión pública cuantificada 5 . Las opiniones públicas que no pueden ser lanzadas sino gracias a un empleo no declarado de dinero o de poder organizativo, pierden su credibilidad en cuanto se hacen públicas estas fuentes de poder social. Las opiniones públicas pueden manipularse, pero no pueden comprarse públicamente mediante un evidente ejercicio de presión pública. Porque un espacio de opinión pública no puede fabricarse a voluntad . Ese espacio de opinión pública tiene que haberse formado como una estructura autónoma y reproducirse a través de sí mismo. El espacio público político solo puede cumplir su función de percibir problemas concernientes a la sociedad global y de tematizarlos, en la medida en que esté compuesto de los contextos de comunicación de los potencialmente Entre los ciudadanos como portadores del espacio públicopolítico y los miembros de la sociedad se da una unión personal, porque estos últimos, en los papeles complementarios están expuestos de forma especial a las exigencias y fallos específicos de los correspondientes sistemas funcionales. Los canales de comunicación del espacio de la opinión pública están conectados con los ámbitos de la vida privada, con las densas redes de comunicación en la familia y los amigos, los contactos con vecinos, los colegas del trabajo, conocidos, etc. En conclusión, la ciudadanía es considerada como actor colectivo capaz de participar en procesos deliberativos sobre temas de cierta importancia. Por su parte, el concepto 5

Ver J.Gerhards y F. Neidhardt, Strukturen und Funktionen moderner Öffentlichkeit, Berlin, 1990, p. 19. Citado por Habermas en Facticidad y Validez, 1998 (1992).

discursivo de democracia responde la imagen de una sociedad descentrada, con la diferenciación de que en ella se produce un espacio para la opinión pública política :un espacio para la percepción, identificación y tratamiento de problemas concernientes a la sociedad global. Esa soberanía popular no ha hecho sino replegarse sobre los procedimientos democráticos y la implementación jurídica de los presupuestos comunicativos, a fin de hacerse valer como poder comunicativo. Este último solo brota de las interacciones entre la formación de la voluntad institucionalizada en términos de Estado de derecho y los espacios públicos movilizados culturalmente tienen su base en la sociedad civil. 3. La opinión pública mediadora entre la facticidad y la validez La paradoja existente entre la facticidad (los hechos producidos por el mundo vivido) y la validez (aquello que acaba siendo materializado en el discurso normativo, aquel que legitima al sistema político administrativo) posibilita un instrumento de análisis capaz de profundizar en la reflexión sobre en el campo de la política y la percepción del valor del ciudadano común frente al discurso de la democracia instrumentalizado por el sistema político. Por lo tanto, lo que busca Habermas es el concepto que permita conciliar el hecho y la norma , siendo el concepto de opinión pública el mediador entre estos dos puntos. En Facticidad y Validez desarrolla un modelo de esclusas, donde el sistema político estructurado en términos de Estado de derecho consta de un centro y de una periferia ; donde los ciudadanos para ejercer influencia sobre el centro (parlamento, tribunales y administración) los flujos de comunicación provenientes de la periferia han de pasar las esclusas de los procedimientos democráticos y de los procedimientos que el Estado de derecho comporta. En la circulación del poder político el derecho es el medio a través del cual el poder comunicativo se transforma en poder administrativo.6 La formación de la opinión desligada de la toma de acuerdos o decisiones, se efectúa en una red abierta e inclusiva de espacios públicos subculturales que se solapan unos con otros, con límites temporales, sociales y objetivos fluidos. Las estructuras de tal espacio público se forman de manera espontánea dentro de un marco de derechos fundamentales y las corrientes de comunicación fluyen a través de los espacios públicos organizados en el interior de las distintas asociaciones, los cuales constituyen ingredientes informales 6

Ver J. Habermas, Mas allá del Estado Nacional, (V Parte : Facticidad y Validez), Madrid, Editorial Trotta, 1998 (1995), p.148.

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El papel de la ciudadanía en la democracia deliberativa y su relación con la opinión publica

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del espacio público general. Y la totalidad de ellos constituye un complejo salvaje que no se deja organizar en conjunto. A causa de esa estructura anárquica el espacio público general resulta mucho mas desprotegidamente expuesto a los efectos de represión y exclusión provenientes de la desigual distribución del poder social , el poder estructural y la comunicación sistemáticamente distorsionada. Tiene la ventaja de ser un medio de comunicación no restringida, donde los problemas pueden percibirse de manera mas sensible, los discursos de autoentendiemiento se pueden efectuar de forma mas extensa y expresiva y las identidades colectivas pueden articularse de forma mas espontánea. La formación de la opinión y de la voluntad, estructurada en términos democráticos, dependen del flujo de opiniones públicas informales, que en el caso ideal se forman en las estructuras de un espacio público no perjudicado en su espontaneidad -afirma Habermas-. El espacio público tiene que poder apoyarse en una base social en la que los iguales derechos de ciudadanía hayan cobrado eficacia social ya que sobre una base que haya escapado de las barreras de clase puede desarrollarse plenamente el potencial del pluralismo cultural capaz de funcionar conforme a su propia lógica conflictos y formas de vida generadoras de significado y sentido. Estos conflictos constituyen una sociedad secularizada consciente de su propia complejidad y que al regular cooperativamente su convivencia, se conceden mutuamente el derecho de permanecer extraños los unos a los otros.

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El número 10 de la Revista de Estudios Sociales reabre la sección Debates. En esta ocasión hemos convocado, alrededor del tema de Bogotá, dos opiniones muy distintas, casi se podría decir que opuestas. Aunque en últimas tratan algunos temas comunes, relacionados con la gestión pública de las autoridades de la ciudad y su gobernabilidad, así como con la participación y actitudes de los habitantes de la ciudad, entre otros, sus enfoques difieren radicalmente. Por la forma en que se solicitaron las colaboraciones, no se pudo establecer propiamente un diálogo y un intercambio de opiniones específicas. Las dos aproximaciones, sin embargo, dejan planteadas preguntas, cuestionamientos, ideas a explorar que permiten abrir un debate sobre lo que le ha sucedido a la ciudad en los últimos años y sus principales retos y desafíos hacia el futuro.

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Descentralizacion y Gobierno: La Gobernabilidad de la Ciudad en Cuestion Paul Bromberg* Pedro Medellín* *

Régimen político de la descentralización en Bogotá En 1954, bajo la dictadura, cinco municipios cercanos pero no conurbados fueron anexados a Bogotá, y quedó todo este territorio bajo una sola jurisdicción, el Distrito Especial. Unos años después, esos municipios ya estaban conurbados, ligados entre sí por transporte urbano, por un tejido más o menos continuo de oferta de bienes y servicios. La ciudad fue dividida en Alcaldías Menores, en especial para la gestión del derecho de policía, y al Alcalde de la ciudad se le denominó Alcalde Mayor. Como resultado de la Constitución de 1991 y de un decreto presidencial con fuerza de ley dos años más tarde, las alcaldías menores fueron transformadas, desde el punto de vista territorial en Localidad y desde el punto de vista administrativo en Alcaldía local . Se creó en cada localidad un pequeño ayuntamiento local, con un nombre equívoco, Junta Administradora Local (JAL), compuesto por 7, 9 u 11 miembros llamados ediles , dependiendo de la población que duerme permanentemente en la localidad. A la cabeza de cada Alcaldía Local hay un Alcalde Local, nombrado de una manera curiosa: la JAL elabora una terna, y el Alcalde Mayor escoge uno. Ha sido tradicional, aunque se cuestiona cada vez más, que el Alcalde Mayor devuelva alguna terna si justifica su inconveniencia1 . Como se ve, el Alcalde Local no es de libre nombramiento, pero es un poco de libre remoción. En la Alcaldía Local hay un conjunto de funcionarios que dependen todos de la Secretaría de Gobierno. La normativa que fija estas reglas es una combinación entre artículos específicos de la Constitución Nacional (1991) y el Decreto ley 1421 (1993). Pero hay más: a mediados del año 2000 el Concejo de Bogotá expidió el Acuerdo 13 que estabiliza un espacio de participación local, el Encuentro Ciudadano . Según esta norma, un Consejo Local de Planeación (C. L. P.) integrado por representantes de sectores de la poblacióna (jóvenes, etnias, mujeres) y por representantes de otras organizaciones de la difícilmente * **

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Ex Alcalde Mayor de Bogotá. Profesor de la Universidad Nacional Profesor del Instituto Universitario Ortega y Gasset de Madrid Por ejemplo, si hay dos miembros de ella muy inferiores al otro. Esta composición se logra mediante un uso antidemocrático de las reglas de mayorías en la JAL.

entendible sociedad civil (ONGs, Juntas de Acción Comunal, comerciantes, etcétera) organiza unas asambleas de ciudadanos a las que, suponen los inspiradores de la norma, irían los ciudadanos rasos para decidir la distribución del presupuesto local. El acuerdo está ensayándose y no es todavía claro el resultado del choque de jurisdicciones entre los encuentros ciudadanos, el Alcalde Local quien elabora los dos borradores previos, uno casi definitivo el Consejo Local de Planeación y la JAL.

La gobernabilidad de la ciudad en cuestión En ese contexto la gobernabilidad de la ciudad está en cuestión. Las dificultades en la ejecución presupuestal de las entidades, la imposibilidad de las instituciones para darle sostenibilidad a los proyectos de la administración distrital o la resistencia de los ciudadanos a comprometerse seriamente con los programas bandera de la administración, no revelan otra cosa que la existencia de un grado cada vez menor de autonomía de las autoridades para traducir sus ideas de gobierno en hechos de gobierno territorial. No se trata de un problema de incapacidad estructural para gastar los recursos o para movilizar a los ciudadanos. Se trata más bien de considerar las dificultades para mejorar la calidad del gasto público o para incorporar a los ciudadanos en la gestión y el control de los programas públicos. Por una parte, las restricciones que imponen la falta de personal bien calificado para la definición y gestión de proyectos (en promedio 1 de cada 3 funcionarios de la administración son del nivel profesional o tienen un grado de calificación superior), el exceso de trámites, la interferencia de los organismos de control, la falta de información para la toma de decisiones o el escaso grado de coordinación de las entidades para la formulación y ejecución de proyectos, afectan gravemente la calidad (y la cantidad) del gasto público distrital. Por otra, la resistencia de las entidades distritales al control ciudadano o a la simple atención y respuesta adecuada a sus quejas, no sólo generan un rechazo de los ciudadanos a la acción administrativa del Distrito, sino más precisamente la indisposición de los agentes privados para trabajar con los agentes públicos en un proyecto de ciudad compartida. Los problemas de gobernabilidad de la ciudad adquieren mayor relevancia cuando se observa que la gestión depende, de una manera cada vez más evidente, de la acción personalizada (e insular) del Alcalde Mayor y de algunos de sus funcionarios que con empeño logran sacar adelante algunos programas y proyectos que muestran resultados

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Mockus 94-97, tan sólo el 30% de los 446 proyectos del Plan Formar Ciudad tenían alguna información respecto a la localización de los proyectos, su área de influencia y población objetivo. Los demás tan sólo podían reportar la información sobre la localización (dirección) del proyecto y el monto de la inversión física. Esta situación se traduce en una metropolización virtual de la gestión administrativa y financiera de las entidades distritales. Lo que inicialmente se promueve como un proyecto para la ciudad, al final termina en una atomización de recursos sin impactos ni beneficiarios precisos. Según Planeación Distrital cerca del 70% de los proyectos del Plan Formar Ciudad concentraron tan solo el 10% del total de las inversiones de la administración distrital para ese periodo de gobierno. Las entidades distritales no tienen conciencia territorial de las dimensiones e impacto de las intervenciones que realizan. No hay sentido, ni contenido de lo público. La gestión de las localidades aparece sometida a la existencia de ciertas zonas grises de la administración distrital. Las decisiones de política más relevantes para la ciudad, que se toman en los altos niveles del gobierno distrital, no logran proyectarse hacia (ni concretarse en) las localidades. No adquieren la visibilidad pública que se requiere para comprometer a los ciudadanos. Los grandes proyectos y programas se diluyen en esfuerzos aislados, sin llegar claramente a usuarios y beneficiarios. Mientras tanto una multiplicidad de intermediarios, que irrumpe con el falso propósito de conectar administración y administrados, terminan por apropiarse de segmentos importantes para la gestión de la ciudad y de sus recursos públicos. Los esfuerzos del gobierno se diluyen ante una multiplicidad de acciones sin territorialidad definida y sin ninguna intención de territorializar su acción o abrir sus decisiones a niveles administrativos más cercanos a los ciudadanos. Sin territorialidad definida de las entidades, la participación de agentes y agencias locales tampoco logra constituirse. Las decisiones públicas quedan atrapadas en las inercias sectoriales prexistentes. En primer lugar, los centros más importantes de toma de decisiones y de coordinación gubernativa en el Distrito (consejos de gobierno y consejos de política fiscal) están desconectados de las localidades. Son instancias que revelan el carácter sectorial que rige las acciones administrativas y financieras del gobierno distrital. En las decisiones sobre las localidades, que en la normatividad están definidas como un sector de la administración distrital, las autoridades locales no participan o cuando lo hacen es de manera muy marginal. En segundo lugar, la baja territorialidad de la acción administrativa y financiera del Distrito conduce a

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trascendentes para la ciudad. Más allá, gobernantes y gobernados se encuentran ante una situación de deterioro de la capacidad que tiene el gobierno distrital para generar y desplegar sus políticas y aplicar con calidad sus recursos en los ámbitos más próximos a los ciudadanos. Las localidades se proyectan como el lugar en el que mejor se aprecia la incapacidad del gobierno distrital para incorporar a los ciudadanos y sus organizaciones en la acción pública, para movilizar sus recursos, para motivar su opinión o simplemente para desatar procesos organizacionales que le impriman sostenibilidad a los desafíos que le plantean gobernantes y gobernados a la administración pública distrital. En los ejercicios preparatorios de los consejos de gobierno en las localidades que se realizaron en 1995, se observó cómo, al establecer las acciones de complementariedad, los proyectos estratégicos de cada localidad no resultaron de una acción deliberada, consciente y ordenada del gobierno distrital (es decir de un proceso de planeación) sino más bien de la sumatoria de intervenciones puntuales y aisladas cuya coincidencia se va forzando a posteriori. Así mismo va ocurriendo con la planeación bajo la modalidad de encuentros ciudadanos obligatorios que estableció el Acuerdo 13 de 2000. En la ciudad la gobernabilidad se deteriora porque lo público no logra constituirse plenamente. Gobernantes y gobernados no han podido construir espacios de encuentro e interacción. Cada uno avanza por su propio camino invocando al otro y exigiendo su pronta acción, pero sin lograr vincularse con él. Todavía no aparece algún mecanismo que pueda constituirse en la interfase de la sociedad y el Estado. La resistencia del clientelismo y del burocratismo a desaparecer, antes que atenuar la fractura la profundiza. Sin referencia a lo público la acción del gobierno queda reducida a la sobreregulación y el fiscalismo, como únicas formas de supervivencia de burócratas e instituciones; la movilización social se repliega en busca de sus propios mecanismos de regulación y de resolución de sus necesidades, tensiones y conflictos; el valor colectivo de los llamados bienes públicos se degrada ante una apropiación privada que ocurre de manera tan rápida como silenciosa. La primacía de intereses particulares, bajo el auspicio de las maquinarias partidistas, hace que todavía la ciudad no pueda ser gobernada con sentido público, ni por políticas públicas. En la ciudad lo público no logra constituirse porque lo territorial tampoco ha logrado constituirse plenamente. La acción gubernativa de la administración no se concibe ni desarrolla territorialmente. Según información del Departamento Administrativo de Planeación Distrital, al comenzar el segundo año de gobierno de la administración


una concentración de las políticas, planes, programas y proyectos ¨metropolitanos¨. En el mejor de los casos se desconcentran algunas tareas y responsabilidades de la administración central en las localidades, pero sin transferir el poder decisional (es decir, sin descentralizarse). Para unos efectos las localidades se consideran como sector de la administración, para otros no lo son. El cierre de los espacios de gestión autonóma termina por socavar las posibilidades de desarrollo administrativo y financiero de las localidades. Sin territorialidad de la gestión ni democratización de las decisiones públicas, la gobernabilidad de la ciudad queda en cuestión. No resulta difícil prever los problemas que van a tener las entidades y autoridades que, bajo procesos de desconcentración, terminan creando macro-organismos paralelos a la administración local sin ninguna ascendencia ni capacidad para movilizar a los ciudadanos o sus entidades rectoras en las localidades. Tampoco para aquellas entidades que se ¨descentralizan¨ bajo la modalidad de enviar en comisión a un funcionario para que atienda las necesidades y resuelva los problemas del sector en localidades con más de doscientos mil habitantes (Puente Aranda, Barrios Unidos, Fontibón, Bosa o Usme) para no hablar de los más de seiscientos mil habitantes de Suba y Kennedy o los más de setecientos mil de Engativá. Buscar acercar los ciudadanos a la gestión pública distrital desde entidades que sólo pueden hablar y entender lenguajes sectoriales, cuya adscripción territorial es bien ambigua, o procurar una mayor transparencia y visibilidad de las decisiones públicas sin contar con las autoridades locales; será cada vez más difícil. La tarea del gobierno de la ciudad será cada vez más un imposible.

¿Cómo se juega con las jurisdicciones?

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Vocaciones cívicas vs. vocaciones políticas Sin caer en más honduras, definimos lo cívico y lo político así: las vocaciones cívicas y los grupos de presión buscan influir sobre las decisiones mientras las vocaciones políticas buscan ocupar los cargos de decisión. Cuando las vocaciones cívicas tienen que lagartear (como se dice en nuestro país) recursos públicos, se involucran necesariamente en el entramado político, especialmente si la distribución de recursos no está fundamentada en reglas universales y procedimientos públicos sino en la intermediación de agentes. Éste reclama, abiertamente o no, reconocimiento político por la intermediación. El reconocimiento es su herramienta legítima y legal de trabajo.

Aquí, en el claroscuro entre estas dos vocaciones, con sus reglas de juego, está el edil. Él es el actor político local más fuerte. Sus atribuciones atacadas por todos los flancos el tiempo disponible y, relacionado con esto último, su salario, son razones más que suficientes para intentar el salto de lo cívico a lo político. El entramado entre ambiciones y jurisdicciones para conseguir la reproducción política es bien complejo. Conservar un electorado requiere mucho trabajo, especialmente cumplirles en obra física en el vecindario, o conseguir la expulsión de algún vecino institucional o comercial indeseable. El momento de conformación de la terna para alcalde local es muy importante: quedar por fuera de la coalición mayoritaria puede hacer imposible la tarea de cumplirle a su electorado. Igualmente, si queda por fuera de la coalición que impone las decisiones en una corporación tan pequeña como la JAL, en el momento de aprobación del presupuesto solo le quedan las migajas. Ser edil es atractivo para muchos políticos locales, que cuando no existía la JAL hacían un trabajo continuo dentro de las Juntas de Acción Comunal. Como integrante de la JAL recibe un salario muy por encima del promedio de personas con su preparación. Contar con un edil amigo (estribillo típico de nuestra política local) significa un canal de acceso a los sitios donde se pueden tomar decisiones: cupos escolares, incluso. Puede no ser exagerado trazar el siguiente esquema: Los candidatos que compitieron para poner un edil en la JAL tienen una ronda de perdedores en el CLP. Claro, no es su monopolio, pues ahí se mueven otros intereses (inclusive las vocaciones cívicas puras ) pero además porque los ediles ganadores, que se supone son los mejor organizados (por algo ganaron), también intentan promover personas de su grupo para ocupar un lugar en el CLP. Por otra parte, las personas organizadas que quedaron representadas y las que no quedaron, actúan en los encuentros ciudadanos, como público. El Encuentro Ciudadano es para algunos una ronda de los perdedores al CLP. Hablando desde el público ahora son las comunidades , sustantivo que se usa profusamente en el diálogo político, en parte en reemplazo de la sociedad civil , y que también, como en el caso de ésta, significa los buenos . Así, es tradicional que un actor político diga estuve hablando con una comunidad cuando una persona va a visitarlo y habla sobre un problema que afecta a más de uno.

¿Cómo se juega con las reglas de juego electorales? En el apartado anterior se describió el juego de las jurisdicciones. Aquí pretendemos cerrar nuestro argumento

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En el escenario político colombiano la dispersión de listas para corporaciones públicas es inmensa. La facilidad para conseguir avales (el Partido Liberal, por ejemplo, todo lo que tiene es un formato) y el número relativamente reducido de votos que se necesita para ganar, son factores que promueven la dispersión. Por ejemplo, una localidad con 120.000 habitantes consigna 70.000 votos 2 . Si la JAL tiene nueve ediles, el cociente es aproximadamente 7800 sufragios. Cifras parecidas hay en toda la ciudad. Sin embargo, contando las elecciones del 92, 94 y 97, se han provisto 552 curules, 184 cada jornada. De las 5291 listas inscritas en los tres períodos (ver cuadro siguiente) sólo el 10.4% de las listas obtuvo curul, y solamente tres curules se han provisto por cociente. En promedio, digamos, se necesitan 1200 votos para ganar. No es necesario que el candidato haga el esfuerzo por procurar algo más. Pero todavía peor: no es racional, veamos por qué. Si el resultado fuera proporcional al esfuerzo electoral 3 , con el triple de esfuerzo se obtendrían 3600 votos, pero se sigue ganando una curul. Solo que ahora hay más electores para atender, más personas para repartir lo que logre sacar de recursos públicos, menos para cada uno. Luego, los activistas políticos hacen lo que es racional. Le apuntan a lo que pueden ganar, a lo que permite el sistema de avales, y no se arriesgan a obtener una mayor votación que hace más difícil cumplirles a sus electores con los recursos públicos. Lo malo es que, si se hacen las cuentas, ¡sólo el 30% de los ciudadanos tiene representación! 4 Ciertamente, los ciudadanos perdedores no se asustan. Algunos acuden a ciertos ediles ganadores que no están casados con comunidades específicas, para tratar de arrastrar recursos para su vecindario; a la mayoría, les da lo mismo. Se quejan de los otros, que van a repartirse la torta, y que les ganaron en la competencia por quedarse con toda ella... entre los ganadores.

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El traslado de votantes es apreciable. La ley permite inscribir la cédula en cualquier mesa de votación del Distrito. Meses antes de las elecciones se abre la inscripción de cédulas en los puestos de votación cerca de su casa . Así por ejemplo en 1997 más de 300.000 cédulas, casi la tercera parte de la votación, cambiaron de sitio para depositar el sufragio. El tema no ha sido estudiado suficientemente. Los ingenieros electorales saben que esto no es cierto. En esta modalidad de elección el esfuerzo debe crecer más que proporcionalmente con respecto al resultado desesado. Instituto para el Desarrollo de la Democracia Luis Carlos Galán. Comportamiento electoral en Bogotá, 1982-1997, Vol II.

Discusión

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con una descripción del juego electoral. Su relación con el juego de las jurisdicciones resultará evidente.

1) El efecto que el régimen de descentralización pueda tener sobre la formación de los ciudadanos, en la eventual consolidación del Estado, en la eficiencia del aparato estatal... en fin... pasa por la manera como actúan quienes viven de la política. Hay que entender lo analizado aquí como el caso particular del régimen de descentralización de Bogotá en un contexto de acelerada desinstitucionalización partidista. Resultados distintos se obtendrán en regímenes políticos y sistemas políticos distintos. 2) El diseño de las normas electorales debe tener en cuenta este principio: la forma que toma el ejercicio electoral está estrechamente ligada a las formas de comunicación posible en el contexto de la elección. Esto es muy conocido en nuestra moderna democracia de masas, ligada a la manera como los candidatos acceden y usan los medios masivos. La tragedia de las elecciones locales en Bogotá estriba en que sólo es rentable políticamente hacer campañas de vecindario. Darse a conocer como candidato en una localidad de cuarenta mil familias compitiendo contra noventa candidatos es, simplemente, imposible. Luego, la competencia se vuelve vecinal, y en la reproducción política se acude casi necesariamente a atender ese pequeño electorado, lo que termina en una distribución inequivativa de los recursos públicos. Paradójicamente, esta ampliación democrática resulta siendo una pésima lección democrática. 3) No es el momento de explicar qué motiva a los administrativistas a hacer sus sesudos análisis sin considerar ese agente infeccioso, el ejercicio político real. Pero por lo menos obtengamos alguna moraleja de las imprecisiones en que se cae por evadirlo: He aquí una frase típica: Es necesario definir una metodología... concertada con las localidades . Las localidades deben ser unas señoras. ¿Cómo se habla con esas señoras? ¿Té y galleticas para facilitar el diálogo? 4) Vimos cómo, en Bogotá, el régimen electoral envía estímulos perversos. No creemos en el elector racional (rational choice); en cambio estamos seguros de que el activista político sí es un verdadero calculador, es decir, capta y usa las señales que le envían las reglas y las costumbres. Puede haber una excepción, aquellos reformadores que le apostamos a perder desde el comienzo y, curiosamente... perdemos.

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5) La democracia de varios niveles, y las formas tradicionales como se han conectado (usualmente, el clientelismo 5 ), terminan originando una especie de enfermedad pública que hemos llamado corporativismo. Tomamos definiciones clásicas para entender lo que quiero decir con esto: Actitud de los integrantes de un colectivo, que se relaciona con actividades públicas y que defiende intereses propios de sus asociaciones, con frecuencia menospreciando las de carácter general 6 . Los integrantes de las JAL se comienzan a portar como un sindicato, en defensa de las atribuciones concedidas, y en la lucha común por conseguir más atribuciones, a nombre de la democracia y la descentralización, cuando todo lo que buscan es incrementar su pedacito de poder. El edil que manifiesta su conformidad con la Alcaldía Mayor es calificado de traidor a su causa corporativa. Se pretende un unanimismo completamente incompatible con un escenario civilizado de debate y disenso como debería esperarse de una corporación de elección popular. Este comportamiento en Bogotá es altamente reforzado, claro está por la desinstitucionalización de los partidos, y el predominio del microempresariado electoral. 6) Quizás pueda demostrarse la validez universal de la siguiente afirmación: en la gestión pública no se resuelven problemas,

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sino se cambia de problemas. Cualquier decisión que se tome sobre la manera de descentralizar, las reglas electorales, las atribuciones que se transfieren, tendrá fortalezas y debilidades. El asunto es que se tenga alguna confianza en que preferimos los problemas que creamos a los problemas que dejamos. 7) La redacción pretende ser objetiva. Sólo tiene una apariencia peyorativa describir denigrando debido al contraste entre los grandes relatos, tan caros a nuestra tradición latina, y la práctica política, que por necesidad es de calculadores. Así como este documento tiene una hipótesis de trabajo, también tiene una propuesta de solución, que no depende enteramente de los gobiernos: se ha llamado fortalecer los partidos . Esto no se logra por reglamentación sino en la arena política misma. Sin embargo, hay que reconocer que un cambio de régimen electoral puede promover nuevas formas de ejercer la política. Creemos que nuestros países deben pretender lograr algo que parece imposible: en una tendencia mundial de alto desprecio por la política, conseguir que los ciudadanos entiendan que se puede hacer política, no siempre cometer política. Y ser alternativa de poder bajo esta transformación.

No sólo hay clientelismo en los estratos económicos bajos. Hay un clientelismo de élite: los estratos más altos tienen acceso fácil a los altos tomadores de decisiones, bien porque se los encuentran en el club , bien porque se invitan entre sí a fastuosas ceremonias, porque se conceden citas y hasta se pasan al teléfono. Lo usual en estos encuentros es prestarle atención a sus solicitudes por fuera de reglas universales y procedimientos públicos. Ramón Tamames & Santiago Gallego. Diccionario de Economía y Finanzas, Alianza Editorial, 1998.

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Andrés Dávila Ladrón de Guevara

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Bogotá, la malquerida Bogotá, hasta hace poco Santafé de Bogotá, es hoy una ciudad muy diferente, inesperadamente distinta a lo que hace diez o doce años se podía esperar. Incluso ya no es una locura decir que queremos a Bogotá, que hay algo de orgullo en lo que sentimos por nuestra gran urbe y que miramos distinto a las grandes ciudades de afuera que no somos, pero también a Cali y Medellín que siempre parecían el ejemplo inalcanzable. Pero, ¿cómo se dio ese proceso?, ¿quién o quienes lo pensaron y desarrollaron?, ¿hubo un gran plan, una gran propuesta política detrás de todo lo sucedido? En las páginas que siguen, se intenta no una respuesta, sino una crónica muy personal, entre el análisis y la vivencia, de lo que creo le pasó a Bogotá en este lapso. Si tratamos de recordar a Bogotá en 1992, viene a la cabeza una gran urbe cuyos referentes se podían resumir en lo siguiente: una ciudad sucia, desordenada, con un tráfico caótico, con parques llenos de basura, pasto sin cortar, tierra de nadie, una policía con la cual era mejor no encontrarse; y lo común era pensarla como la ciudad de todos y, por lo tanto, de nadie, albergue de colombianos de todas las regiones, quienes después de años de vivir en Bogotá se sentían aún como tolimenses, paisas, costeños, vallunos, boyacenses; una ciudad presa de los políticos y la politiquería, quienes vía la presencia en las juntas de las empresas públicas repartían recursos y prebendas a sus electores; una ciudad endeudada gravemente e insegura cual más, frente a lo cual no había más que encerrarse en los conjuntos cerrados muy bien vigilados por empresas privadas; una ciudad invadida por vendedores ambulantes, sin andenes, sin espacios públicos, con obras públicas pensadas para el momento y con terribles fallas de planificación y sostenibilidad, y con un amoblamiento urbano como de prisiones, dado que nadie se hacia responsable de ella. Una ciudad incapaz de pensarse en conjunto y conformada crecientemente por varias ciudades muy diferentes, ricas y pobres, bonitas y feas, cuidadas y descuidadas, en su interior, y totalmente al arbitrio de la voracidad privada para construir edificios donde hubo casas y oficinas donde hubo residencias. A esa ciudad, no obstante, le cabían algunos rasgos no tan negativos. El primero de todos, la ciclovía como lugar de *

Politólogo, maestro y doctor en Ciencias Sociales de la FLACSO, sede académica de México, director de Justicia y Seguridad del Departamento Nacional de Planeación.

encuentro y prácticas sociales muy distintas a las de la cotidianidad bogotana llena de agresividad y temor. El segundo, un proceso en marcha de democratización y participación vía elección popular de alcaldes y Constitución de 1991, que podía apuntar en cualquier dirección. El tercero, la construcción y expansión de centros comerciales de muy diversa índole, arquitectura y propuesta urbano-pública, ya no sólo ubicados en el lugar excluyente del norte. El cuarto, un primer ejercicio de privatización de las basuras, desarrollado a tientas por el entonces alcalde Andrés Pastrana. El quinto, la recuperación de ciertos espacios culturales y públicos previamente tildados de atentatorios contra el orden público: valga recordar el primer concierto de conciertos que, en contra de los cronistas deportivos, mostró la posibilidad de eventos para los jóvenes sin que implicaran disturbios; eventos alrededor del rock en español y otras manifestaciones permitieron recuperar un lugar temporalmente vedado. El sexto, la implantación de una práctica que en su momento parecía insustancial y simple copia absurda de lo que sucedía en otras partes: la obligatoriedad de cantar el himno de Bogotá en eventos deportivos y culturales y en los colegios, y su principal aplicación en el estadio antes de los partidos de fútbol. El séptimo, objeto incluso de atentados y persecuciones, el festival iberoamericano de teatro, que indicaba la enorme posibilidad de congregar y festejar, de reunir multitudes para sentirnos parte de algo común; y al lado de éste, el festival de jazz y el de cine europeo no comercial, como eventos que con limitaciones demostraban que Bogotá podía asemejarse a una metrópoli, así fuera innegable cierto carácter provinciano y de aristocracia pueblerina que acompañaba eventos de importancia (no olvidar, por ejemplo, el concierto de los tres tenores en El Campín). Esta Bogotá, pese a todo, nos gustaba a muchos, pero había que defenderla casi silenciosamente y con disculpas y con algo que hoy todavía sucede frecuentemente: cuando hablamos de Bogotá lo hacemos en tercera persona. La Bogotá de hoy, que retomó su sencillo nombre no hace mucho, es otra, eso nadie parece negarlo. Nueve años y cuatro alcaldías después, es otra ciudad, con otros rasgos y, sobre todo, con otra imagen y autopercepción entre quienes la habitan, la recorren, la viven y la sufren. Cabe anotar que no es un paraíso, que sufre grandes problemas, que está sujeta a múltiples tensiones y cuestionamientos, que como centro de un país convulsionado no es ajena a conflictos, dificultades y secuelas de lo que en Colombia pasa. Que, además, ha conseguido todo ello sin necesariamente apoyarse en esquemas participativos y de consulta abierta a la

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ciudadanía. Sin embargo, y sin haber resuelto muchos de los problemas que desde entonces la afectaban, estos se viven y se procesan de manera diferente. Y los bogotanos y sus autoridades parecen haber descubierto que ni los males, ni las políticas, ni los hechos sociales son para siempre. El principal cambio estriba, precisamente, en que hemos aprendido que se puede cambiar, que el cambio muchas veces no se parece a lo propuesto y que, sin embargo, vale la pena porque ofrece resultados favorables para la ciudad, para los bogotanos como colectivo y como individuos. También, y este es un tema complicado, hemos aprendido que para cambiar se requiere el apoyo de la ciudadanía pero no necesariamente su participación o al menos la participación como la sueñan muchos académicos y opinadores. Ahora bien, si se quisieran sacar enseñanzas de lo sucedido, habría que fijarse muy bien en los resultados y en un componente muy llamativo de los procedimientos: porque muchas veces no se logra lo que se pretendía, pero el resultado puede ser aun mejor y eso gracias a los procedimientos utilizados. En cambio, fijarse en las propuestas, en los planes, en las políticas puede resultar un tanto decepcionante, pues lo que más le ha servido a Bogotá es la contingente y afortunada concatenación de alcaldes que, en mayor o menor grado y a su manera, han puesto por encima de sus carreras políticas y sus egos e intereses personales, algo que, sin ingenuidades, podría llamarse el interés colectivo. Claro, a esa concatenación afortunada han ayudado los ciudadanos que elección tras elección han sido perfectamente esquizofrénicos: han elegido los alcaldes debidos, incluso frente a importantes competidores y rompiendo las amarras bipartidistas, mientras en el Concejo y en las Juntas Administradoras eligen a quienes todavía mayoritariamente representan un bipartidismo transformado por los cambios en las reglas del juego. Y a la afortunada selección de los alcaldes habría que agregarle un componente adicional: la puesta en marcha de programas, políticas, planes que en su desarrollo permiten descubrir más logros para la vida de la ciudad de los que podrían esperarse de la muchas veces estrecha formulación. En ello, además, hay que prestar atención a algo también más amplio y más complejo: el actual diseño institucional, el actual alcance de la descentralización no es el deseable, ni el más democrático, ni el que mejor atiende los deseos de la indefinible sociedad civil . Pero amparado en él y en las modificaciones instauradas a partir del 91 y el 93 es que se ha llegado hasta donde se ha llegado, superando contradicciones, sin salidas, e incluso utilizando de manera totalmente opuesta a instancias como las juntas

administradoras locales o las juntas de acción comunal. O, para no obviarlo más, redefiniendo y reubicando el ámbito de prácticas como las clientelistas. ¿Cómo, entonces, recuperar la que parece afortunada trayectoria de la metamorfosis? Aquí va un intento a manoalzada. Luego del infortunado paso de Juan Martín Caicedo por la alcaldía, le correspondió el turno a Jaime Castro. Si bien caben muchas críticas a su gestión, hay dos grandes logros que no pueden desconocerse: la expedición del Estatuto Orgánico de Bogotá y la puesta en orden del manejo presupuestal y financiero, con una solución muy importante al tema del endeudamiento. El Estatuto, contrario a lo que pudiera pensarse, mezcla por lo menos tres componentes para resaltar: primero, intenta darle un golpe al clientelismo, para lo cual excluye de instancias centrales a los concejales (especialmente de las Juntas Directivas de las empresas de servicios públicos) y, en general, le quita peso político, atribuciones y competencias a esta instancia colegiada, aunque mantenga su tendencia a incrementar el tamaño de acuerdo con el crecimiento poblacional. Segundo, aun con la normatividad que expide respecto a las Juntas Administradoras Locales y la redefinición de funciones y atribuciones de los alcaldes locales, erige un alcalde mayor con gran poder, un autócrata al decir de algunos exalcaldes; es paradójico, porque adopta e incorpora lo ordenado por la Constitución para desarrollar descentralización y democracia participativa, pero a cambio deja el poder real en manos del ejecutivo distrital. Tercero, elude una gran reestructuración político-administrativa del conjunto de la ciudad y mantiene una zonificación llena de problemas que reiteradamente mostrarán la ausencia de un mejor esquema. En lo financiero y presupuestal, Castro asumió los costos de reordenar y sanear, aun a costa de su carrera política. No tengo idea si lo hizo por altruismo, no creo, pero el resultado es ese y el Partido Liberal tal vez nunca se lo perdone del todo. Contra toda la evidencia, se puso en marcha la obligación de utilizar el cinturón de seguridad en todos los vehículos y de pronto los salvajes conductores bogotanos comenzaron a respetar algunas reglas, incluso la de no pasarse siempre el semáforo en rojo. Luego vino Mockus, con su lenguaje ininteligible y sus propuestas en principio diferentes, heterodoxas, alternativas. Su elección fue sin duda un mensaje de ruptura. La educación y la cultura ciudadanas, los juegos, los mimos, fueron mecanismos útiles para modificar percepciones y perspectivas

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portafolio de eventos necesarios para una urbe en crecimiento: rock al parque y demás, fueron una forma de acercar las manifestaciones culturales a la ciudadanía, y de descubrir en la diversidad, la compleja y variada composición de Bogotá. La elección de Peñalosa significó, ante todo, el rechazo de la ciudadanía a un populismo que podría amenazarla y hacerla retroceder. No era seguro que Peñalosa fuera en verdad un buen candidato, aunque se le reconocía su juicioso trabajo sobre el tema urbano. Encontró una ciudad en orden, con capacidad de gestión, con recursos. Inicialmente, quiso hacer lo de la mayor parte de los gobernantes: borrar con el codo lo que su antecesor había hecho con las manos y el corazón. Por fortuna, corrigió rápidamente, auncuando eliminó instancias de importancia de la gestión de Mockus. Su primer año fue complicado y se enredó en las relaciones con el Concejo. Los horribles moños de la primera navidad bajo su mando lo ejemplifican perfectamente, al igual que el absurdo compromiso de tapar cinco mil huecos para solucionar el problema. Apenas encontró la fórmula: una especie de clientelismo racionalmente gestionado, destrabó las amarras que detenían su gestión. Y se la jugó a fondo por el tema del espacio público, que por poco le cuesta una revocatoria. Cabrá siempre una polémica alrededor del costo de los bolardos. Pero al igual que la hora zanahoria o la prohibición del uso de la pólvora, la norma con un grado de imposición parecía necesaria. Entonces, ningún bogotano encontraba razonable no poder entrar con su carro hasta los propios pasillos del almacen, banco, restaurante, etc., donde quería ir. Pero la norma se impuso y vino entonces la altísima inversión en obras, vías, parques, andenes, recuperación del espacio público, desaparición de las paredes y muros que supuestamente daban seguridad a condominios, recuperación del centro de la ciudad, día del no carro, ciclorrutas, ciclovía aumentada y mejorada, con una jornada nocturna en navidad, una navidad iluminada para orgullo de los bogotanos, transmilenio como proyecto, pico y placa aun con costosas calcomanías. Hoy es difícil encontrar alguien que se oponga a la ciudad que entregó Peñalosa. Sin duda, rompió esquemas y contradijo a sus peores contradictores: hizo más obras en el sur que en el norte, las hizo de la misma calidad y constató que había que pensar distinto, en grande y a largo plazo. También se equivocó, pero de eso hay que hablar con más cuidado. Y legó algunas cosas en las que creyó: una ciudad caminable y utilizable para la recreación, un sistema de transporte diferente en gestación que hace posible salir del trancón y los huecos, vías para reconciliarse con el largo atraso en infraestructura. Pero también encontró efectos

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de la ciudadanía. Es muy posible que sus efectos reales no fueran los programados al desarrollar tales iniciativas, pero cumplieron una labor simbólica importante: obligaron a pensar en algo distinto a los huecos y la inseguridad y trasladaron a la cotidianidad agresiva algo de lo que se vivía en instancias como la ciclovía. Junto al cinturón de seguridad, de pronto las cebras y las extrañas X en las esquinas se fueron haciendo parte de lo que había que respetar. Hubo, también, medidas radicales como la ley zanahoria, el desarme, la prohibición al uso de la pólvora. Las cifras, salvo en el caso de la pólvora, pueden someterse a discusión, pero aun afectando sectores económicos importantes mostraron que se podían tomar decisiones y que estas se acataban. Aun con la indudable intromisión en el fuero de los derechos individuales, se comprobó que era posible reordenar horarios y formas de usar el tiempo libre en aras de la convivencia. Que la articulación entre lo uno y lo otro exista es una pregunta abierta, pero de nuevo, al menos simbólicamente quedaron mensajes, imaginarios, percepciones diferentes. A todo ello ayudaron medidas como la práctica eliminación de la policía de tránsito y su incorporación a la Policía Metropolitana. Cabe anotar, adicionalmente, que Mockus supo cooperar con una nueva Policía derivada de la reforma y del liderazgo del general Serrano. Allí, de nuevo, hay gran distancia entre lo propuesto y lo realizado, pero sin duda la Policía modificó su cultura y su trato con la ciudadanía, así las estadísticas del crimen resultaran todavía preocupantes. Otras medidas, sencillas aunque discutibles, como por ejemplo permitir que durante el tiempo de parada de un taxi siga funcionando el taxímetro, sacó del mundo de lo paralegal e ilegal la relación entre este servicio público y sus clientes, los ciudadanos. A Mockus cabe criticarle, además de su renuncia, cierto estilo autoritario adosado con lenguaje simbólico de convivencia, participación, juegos, que no permitió en últimas un mensaje claro sobre lo que había funcionado y lo que no. En medio de su tirante relación con el Concejo, Mockus no robó, Mockus ahorró, pero Mockus no ejecutó todo lo que habría podido ejecutar y metió a la ciudad en el indudablemente polémico contrato de repavimentación con ICA, bien justificado en su momento, pero lleno de problemas en su ejecución en un entorno totalmente adverso. Mockus-Bromberg, habría que decirlo plenamente, dejaron sin embargo un legado de cambios en la gestión, en las medidas tomadas y de continuidad en al menos cuidar los recursos públicos. Como tal vez no se ha reconocido suficientemente, crearon el clima, el ambiente, las percepciones que después Peñalosa utilizaría a cabalidad. Por el lado de la cultura y la recreación, además, dieron pasos importantes con el observatorio y un verdadero


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inesperadamente favorables: un espacio público recuperado es un espacio poco propicio para la criminalidad que promueve y convoca, por fuera de los rígidos y nunca bien pensados esquemas de la participación ciudadana, precisamente la participación ciudadana; vía Misión Bogotá se pueden cumplir varias tareas simultáneas; las obras con saldo pedagógico, si bien reviven a la acción comunal, generan nuevos vínculos ciudadanía-alcaldía en la solución de las necesidades; la crisis de la construcción no sólo permitió reordenar y repensar zonas enteras de la ciudad, sino que bajó la presión por urbanizar y edificar sin ningún cuidado por las normas mínimas e incluso dio la opción de hacer parqueaderos para hacer posible la propuesta de recuperación de andenes. La Bogotá que tiene que gobernar el nuevo Mockus, luego de tres alcaldías virtuosamente interrelacionadas por el azar, es otra Bogotá. Sigue siendo de todos, pero ya no es de nadie, con temor y timidez nos la apropiamos crecientemente: al salir a la ciclovía, al favorecer el no carro, al usar transmilenio como si no fuéramos los mismos usuarios de ejecutivos, busetas, intermedios y colectivos, al recurrir crecientemente a las ciclorrutas, al caminar por ándenes y parques, al recorrer la nueva Av. Jiménez y la nueva Av. Caracas y la nueva Carrera Quince, y al disfrutar del Parque del Tunal, del Simón Bolívar, de las bibliotecas públicas ubicadas en distintos barrios populares. Incluso, algunos se la apropian demasiado en serio, como es el caso de Comandos y Guardias que en el estadio no sólo cantan con más brio el himno de Bogotá que el de Colombia, sino que quisieran extirpar cual talibanes cualquier vestigio paisa, valluno, costeño que se atreva a afincar sus raíces por acá. Ahora bien, que sea una ciudad diferente, habitada por ciudadanos iguales pero distintos, un poco metrópoli y un poco pueblo grande, no significa que sea, como se le ha oido decir al alcalde, un enclave de paz, un paraíso ajeno a la problemática nacional. Algo tiene de esto, pero un mejor comportamiento de las cifras de homicidio y crimen no nos deben engañar. Hay problemas y hay tensiones, hay logros y equilibrios virtuosos, pero no es tan claro que la nueva forma de vivir Bogotá esté plenamente consolidada. Y hay polvorines cercanos: en Ciudad Bolívar, en los desplazados, en el municipio campeón mundial en subregistro de todo, como es Soacha, casi un municipio conurbado, en el desempleo y en las dificultades para sostener un ritmo de inversión, crecimiento, no endeudamiento, como el que se ha tenido hasta ahora. Curiosamente, hay fenómenos como el de la protesta de los taxistas que permiten cierto optimismo, pero también preguntas profundas dado que la ciudad amable,

transitable, que queremos y nos apropiamos, pasa a veces por cierto autoritarismo, ciertas limitaciones a la participación democrática y cierta necesidad de imponer el interés colectivo, público, por sobre necesidades reales de muchos individuos. Allí está el quid del asunto y si bien hay razones para un moderado optimismo, vale la pena indicar que lo conseguido puede necesitar de tiempos, obras y voluntades para consolidarse. Y que, como parece casi obvio, no estamos para nada a salvo de recaídas o de metamorfosis en sentidos menos deseables.

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La ciudad y el número* Giuseppe Zarone

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Las perspectivas sociológicas y políticas de las I Sesiones de Ciudadanía son evidentes. De hecho, se multiplican en Europa, hasta donde yo sé, congresos y estudios sobre el fenómeno de las migraciones. Se perciben por doquier las dificultades políticas, sociales y económicas de una posible integración de individuos, procedentes del tercer y cuarto mundo, en busca de trabajo y una emancipación de sus necesidades primarias en las sociedades opulentas . Igualmente profundos son los interrogantes sobre el futuro de las identidades culturales, éticas, religiosas, políticas e históricas de las tradiciones nacionales europeas. El futuro de una sociedad multiétnica, pese al ejemplo de América (o acaso por eso mismo), no parece libre de incógnitas y riesgos. Por ejemplo: ¿qué sentido tendrá en el futuro próximo saberse ciudadanos de un Estado, de una región, de una municipalidad? ¿Y que consecuencias tendrá en la fisonomía de los Estados nacionales la igualación de la condiciones políticas -diríamos con Tocqueville-, a la que se llegará pronto, ente inmigrantes cada vez más numerosos y ciudadanos autóctonos? ¿Complicará todo esto el funcionamiento de las democracias europeas? De hecho, sólo la experiencia nos enseñará cuáles podrán ser, respecto a nuestras tradiciones políticas y culturales, el gobierno de sociedades multiétnicas europeas y los posibles remedios a los nuevos conflictos que emergerán en su seno. Ahora bien; si las cuestiones que se discutan en los próximos días son de este tipo, ¿por qué se las quiere introducir mediante un tema tan inusitado como el de La ciudad y el número? Aun más, ¿por qué un incipit filosófico, que desplaza inevitablemente todas las preguntas a un plano meta-histórico y meta-político? Como es sabido, la filosofía no resuelve problemas; esta sería tarea de las disciplinas científicas y técnicas. Desde siempre, la filosofía plantea cuestiones fundamentales y las discute comparando, incluso, perspectivas muy diversas. La filosofía interroga y se interroga aún sobre la verdad o, sobre todo en la actualidad, sobre la no-verdad de las cosas, de los acontecimientos y de las palabras. Y ayuda a comprender e interpretar lo que sucede, atisbando siempre horizontes que van allende la contingencia, desafiando el ansia pragmática y de resolución de los que en toda situación difícil esperan a

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Tomado de: RES PUBLICA, Revista de la historia y del presente de los conceptos políticos, Nº 4, Año2, Diciembre 1999, Universidad de Murcia, España. Pp. 7-16.

quien, como un médico, sea capaz de diagnosticar con precisión y prescribir remedios eficaces. La filosofía se demora en el pensamiento y enseña todavía a pensar reflexionando ; por ello, se mantiene alejada de la prisa y de las ansias de proyectar de los técnicos. ¿Qué puede pensar y decir la filosofía a propósito de fenómenos singulares como las migraciones? Acaso nada: no se trata, en realidad, de problemas filosóficos. Sin embargo, si se observa este fenómeno, es fácil advertir que en su desnuda evidencia, no significa sino una repentina e inesperada multiplicación de los habitantes de un país, un crecimiento invasor de la cantidad numérica pura, a la que corresponde una hipertrofia cualitativa , un caos babélico de razas, culturas, lenguas, religiones, etc. Se puede hablar, por ello, de un tamaño meramente cuantitativo y de una tamaño cualitativo ; en todo caso de un fenómeno dominado por el desarrollo descontrolado del número , temido desde hace tiempo por las sociedades occidentales. El número siempre ha interesado a la filosofía. Cuando algo se desarrolla allende los límites acostumbrados; cuando la dimensión numérica de un ente crece más allá de toda previsibilidad razonable -recuérdese el henchirse las olas del mar con la tempestad, el hombre queda espantado, desorientado. De hecho las grandes cantidades parecen siempre algo peligroso, fluido, penetrante, omniabarcante, como las aguas que cercaban la tierra y simbolizaban en los mitos más antiguos, la inminencia de lo negativo, de las fuerzas hostiles. En nuestro caso, el espanto se manifiesta como una regresión a la insecuritas existencial, una especie de vuelta a la actitud arcaica del habitante de un lugar frente al extranjero , al otro , al extraño :¿hospes u hostis, amigo o enemigo? Adviértase que cantidad pura, el tamaño informe, el dilatarse del número puede producir angustia y parece, por lo demás, el revés del orden tradicional y habitual. ¿Por qué el número, con el que convivimos de manera tan pacífica y nos ayuda en los cálculos de la vida y en el desarrollo de las ciencias, en sus objetivaciones cuantitativas, suscita tales relaciones emotivas? Hay que reflexionar. El número, el cuánto , cuyo tamaño puede despertar temor, adolece de una ambigüedad y duplicidad originarias y actúa, por así decirlo, enmascarado : nos habla de lo múltiple sin referencia o del crecimiento incontrolado de un ente (por ejemplo, de los desesperados que huyen de Kosovo); nos ofrece la desmesurada dimensión de un caos y proporciona su unidad de sentido, un orden relativo a la unidad de lo múltiple: orden meramente

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El número y la ciudad Sabemos ahora que cada unidad de cosas se contradice a sí misma, es unidad y dualidad, un caosmos , siempre en trance de disolverse, de perderse en lo múltiple. Platón, que, como todos los griegos, amaba la determinación, la estabilidad, la firmeza del ser, se dio cuenta, muy pronto, de la ambigüedad numérica de las cosas, de su frágil unidad. Si se investiga a fondo esto último, escribió en el séptimo libro de la República, vemos la misma cosa como unidad y como pluralidad infinita (525a). Después de Pitágoras, Platón conoció muy bien la ciencia del número y del cálculo y acaso fue el primer filósofo que se percató de que muchas cuestiones de la vida de la ciudad dependen del problema del número. Sin embargo, antes de avanzar hacia el tema de la ciudad, tenemos que detenernos en otro aspecto de lo que he llamado ambigüedad del número. Por un lado esta ambigüedad señala con el cero el vacío que amenaza a toda unidad, por tanto, a todo y, en particular a esta cosa, a este ente al que llamamos hombre, exponiéndolo al riesgo de precipitarlo en la nada. Por otra parte, su dimensión múltiple corre el riesgo de escaparse a la medida, de acrecentarse sin control imaginable, de multiplicarse, haciendo que el ente se pierda no sólo en el vacío pre-numérico, sino en la exuberancia de lo hiper-numérico. Tal es el fenómeno que denomino la inflación del número . Inflare, en latín, significa hinchar, introducir aire en un recipiente que se dilata y corre el riesgo de reventar como la rana que competía con el buey en la fábula de Fedro. Lo que se hincha como la rana pierde su fisonomía, su antigua identidad, aunque sigue siendo uno, al menos, formalmente uno. Ocurre lo mismo con el mundo más

propio del hombre, con la ciudad, cuando, saliendo de sus viejas murallas, se dilata, se extiende allende sus límites, se sale de cauce como un río henchido y se multiplica indefinidamente: en el número de sus habitantes, en el de sus actividades, de sus producciones, de la moneda circulante o de los medios de orientación y comunicación... Cambia, entonces, de rostro, pierde parte esencial de su ser, llega a ser irreconocible, tiende a disolverse en algo distinto de sí mismo. Prefigurando casi tal posibilidad, Platón anticipó siempre en el séptimo libro de la República, algo similar al principio moderno de la limitación de nacimientos. Los gobernantes habrían de controlar la cantidad del matrimonio en la ciudad y el resultado de tales matrimonios, para que el número en conjunto de ciudadanos no excediera de cierta medida, se conservara equilibrado e inalterado en la medida de lo posible. Podemos preguntarnos ahora: ¿qué significa la expresión destino del número ? Esta locución se refiere a la determinación histórica del ser (numérico) de la existencia humana y de su mundo de vida que denominamos ciudad . El destino del número indica los extremos negativos ya descritos: el vacío del cero (el no-ser, la nada) y la dilatación inflacionista, es decir, el espacio y el tiempo de la mala infinitud , el múltiplo de lo múltiple, que no es sino otra forma de aproximación a la nada. La diferencia entre ambos (el vacío y lo meramente múltiple) apunta al casi-cero de la vida humana, un umbral nihilista que se manifiesta hasta la más extraordinaria evidencia no en la polis antigua, medieval y moderna (la ciudad amurallada y provista de torres: Atenas y Jerusalén, Avila y Lucca, Aviñon y San Gimignano), sino que se revela y llega a ser verdad patente en la metrópolis contemporánea y luego en la megalópolis o planetópolis posmoderna. Ahora bien: mi tesis es esta: el destino de lo numérica es nihilista y se cumple en los fenómenos más importantes de la complejidad metropolitana. No somos capaces de prever si, cuándo y cómo tal cumplimiento llegará a su último fin y en qué condiciones, como sugirieron Nietzsche y Heidegger.

Aspectos de la complejidad metropolitana: tiempo, espacio y número Se suele llamar metrópolis a la ciudad dispersa, a algo como un enorme puzzle, como un rompecabezas. Oprimida por todos lados por el azar y los estremecimientos de un cambio inagotable, esta ciudad escapa al principio de razón (y cambia el estatuto de la filosofía). En la consciencia del filósofo, incluso su no-verdad, parece, de hecho, inasequible,

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cuantitativo, el de cifras que hablan de la realidad sin pathos. Por ejemplo, esta cifra: 1999. ¡Cuántos siglos, cuántos días, cuántos acontecimientos, cuánta vida, cuántas muertes, cuántos hombres, cuánto dolor, cuántas victorias en la cómoda neutralidad de un número: 1999! Con estas premisas hemos de examinar brevemente y con inevitable abstracción dos cuestiones: 1) esclarecer, antes de todo, el qué , el oti, el ti esti del número, con atención a su esencia ambigua, doble, de la que ya Platón fue plenamente consciente; 2) esclarecer, después, en la medida de lo posible, como y por qué en la ciudad, sobre todo en la ciudad moderna y posmoderna que denominamos metrópolis, megalópolis o ecumenópolis, se manifiesta, se hace visible, la esencia y el destino del número en la vida y en la historia del hombre.


al diferir continuamente de sí misma, siendo un quid que ha de interpretarse como una casi-cosa y una casi-nada y describirse, sobre todo, en sus fenómenos de superficie, sin ignorar, por otra parte, que lo que queda de antiguas identidades ciudadanas sólo se conserva en los centros históricos , reducidos a museos abiertos a la curiosidad de los turistas. Una descripción de la metrópolis coincide completamente con una fenomenología de la superficialidad , por lo demás muy divertida. De tales fenómenos presento ahora un breve pero esencial elenco.

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1. En el cuento de Edgar Allan Poe que lleva por título El hombre de la multitud, asistimos, quizás por vez primera, al descubrimiento de la multitud de una ciudad moderna. En este cuento, el narrador observa a los transeúntes de Londres a través de la vidriera de un café. Su mirada no logra dirigirse a los individuos singulares, sino a la masa que sólo puede distinguirse por relaciones colectivas y por una inmediata distinción social. Todos chocaban, cuenta Poe, o trataban de evitarse, porque parecían no ocuparse de otra cosa que de abrirse un hueco en la muchedumbre, en efecto se muestra la competición propia de la multiplicidad. Como en el vacío en que ocurre la caída de los átomos según Demócrito, en el Londres de Poe, mutaciones, vida y muerte dependen, curiosamente, de la casualidad de un choque. Quien mira el vaivén de la masa por la calles, debe contradecir el principio leibniziano de los indiscernibles . Discernir en la acumulación numérica alguna unidad discreta es casi imposible: todo tiende, vertiginosamente, a igualarse , hasta la mimesis más completa, que, por otro lado, al hombre de la multitud del siglo diecinueve le parece liberadora, como el perderse de una unidad mística. Elias Canetti intuyó y elaboró este aspecto de manera genial: En el seno de la masa domina la igualdad , el estado de la masa podría ser definido como un estado de igualdad absoluta 1 . Por ello, añade: La masa necesita dirección . Se puede observar que las formas clásicas de las democracias ya no fundan la igualdad, sino que son rebasadas, desfondadas por la forma prejurídica de la igualación de la masa. Donde reina el número, la política tiene que oscilar entre el decisionismo y la anarquía. 2. La masa representa la unidad espontánea de la caótica multiplicidad metropolitana (a la que en nuestro tiempo se 1

Elias Canetti, Masa y poder...

une el flujo migratorio); ahora bien: la vida cotidiana de la masa no logra distinguirse de la indefinición caótica de su propio tiempo. Sustraída como está a los órdenes cósmicos e incluso convencionales del reloj, se reduce a algo similar a lo dorgico (indeterminado) de las espumas de las olas del mar o al confuso movimiento de las nubes del cielo. En la vivencia, el tiempo penetra cada vez menos como sucesión de recuerdo-proyecto espera y cada vez más en forma de shock, encuentro angustioso y amenazador con lo imprevisto, lo no-proyectable, la contingencia que se sustrae a los imperativos del orden. La llamada complejidad de la vida social (e individual) depende de esta dimensión del tiempo, que, desde luego, no es nueva, pero que ahora se eleva a potencia primaria de los múltiple. La espacialidad de esta potencia no es representable geométricamente mediante la clásica recta, sino mediante un punto movilísimo que puede durar lo que una centella. Viviendo en la dimensión de casi , entre algo y nada, determinado e indeterminado, el punto se deshace en posibilidades y alternativas. A cada momento el individuo está obligado a elegir, a decidir. El ansia psíquica que nos afecta a todos, siempre en busca de tiempo , nace de la dificultad constante de entregarse a un tiempo propio, de tener, por el contrario, que enfrentarse a la contingencia y escoger o seleccionar , como dice Luhmann (en quien se inspiran estas consideraciones), las alternativas. ¿Quién nos salva de esta pena de vivir? Lo sabemos todos: existen en cada esquina, a cada hora del día, muletas tecnológicas que sostienen nuestra insuficiencia y producen dependencia e igualamiento de las maneras de pensar y de actuar. El gran incremento de la racionalidad de organización y de sistema no es, en absoluto, un índice de progreso, como ingenuamente se cree, sino el remedio racional, científico , para gobernar el desorden, de otro modo irremediable, del tiempo de la vida , de la índole caótica y sin referencia del suceder: nace de la ambigüedad del número y la reproduce en dimensiones agigantadas. 3. Si los instrumentos técnicos dan espacio al tiempo de manera artificial y precaria, ¿qué pasa con el espacio cósmico? No se suprime, sino que es reducido a variable dependiente del espacio artificial de la ciudad; del más al menos, se identifica con los sistemas de ordenación del tiempo que dominan las desconocidas propiedades de la índole planetaria del espacio de la inmensa ciudad. Este espacio coincide, en efecto, con la tupida red de las relaciones de comunicación, con respecto a la cual los

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caminos terrestres, marítimos y aéreos necesarios a los medios automáticos de movimiento son poca cosa; ahora bien; el espacio coincide con la red aún más tupida, pero casi invisible, de las comunicaciones de informaciones e imágenes que viajan por las ondas. El espacio cotidiano conoce cada vez menos las fatigas y las luchas de la vida del hombre, propias de la ciudad tradicional. En compensación, ve terriblemente menoscabada la posibilidad de ampliar los horizontes de la experiencia y de la vida; estos le son impuestos por el exterior, por la dirección cibernética de los medios de comunicación, que incesantemente transmiten mensajes informativos y visuales. La experiencia se ha librado de la fatiga, pero a costa de repetirse indefinidamente (como las imágenes de Andy Warhol, que constituyen una perfecta interpretación de esto) y, en consecuencia, de manera previsible, trivial a veces vulgar, y sustraída a las maravillas de lo desconocido. El espacio y el tiempo de la metrópolis se convierten en realidades abstractas y, en cierto modo, revelan su esencia numérica, de cantidad mensurable, objetivable, manipulable. Donde domina el número, decae, con la metafísica, también la vida privada de su espontaneidad, encerrada en la jaula de hierro de estructuras sistemáticas. Un casinada, un poder y un residuo inesencial, un destino.

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El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura. Las grandes urbes y la vida del espíritu* Georg Simmel

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Los más profundos problemas de la vida moderna manan de la pretensión del individuo de conservar la autonomía y peculiaridad de su existencia frente a la prepotencia de la sociedad, de lo históricamente heredado, de la cultura externa y de la técnica de la vida (la última transformación alcanzada de la lucha con la naturaleza, que el hombre primitivo tuvo que sostener por su existencia corporal). Ya se trate de la llamada del siglo XVIII a la liberación de todas las ligazones históricamente surgidas en el Estado y en la religión, en la moral y en la economía, para que se desarrolle sin trabas la originariamente naturaleza buena que es la misma en todos los hombres; ya de la exigencia del siglo XIX de juntar a la mera libertad la peculiaridad conforme a la división del trabajo del hombre y su realización que hace al individuo particular incomparable y lo más indispensable posible, pero que por esto mismo lo hace depender tanto más estrechamente de la complementación por todos los demás; ya vea Nietzsche en la lucha más despiadada del individuo o ya vea el socialismo, precisamente en la contención de toda competencia, la condición para el pleno desarrollo de los individuos; en todo esto actúa el mismo motivo fundamental: la resistencia del individuo a ser nivelado y consumido en un mecanismo técnico-social. Allí donde son cuestionados los productos de la vida específicamente moderna según su interioridad, por así decirlo, el cuerpo de la cultura según su alma (tal y como esto me incumbe a mí ahora frente a nuestras grandes ciudades), allí deberá investigarse la respuesta a la ecuación que tales figuras establecen entre los contenidos individuales de la vida y los supra-individuales, las adaptaciones de la personalidad por medio de las que se conforman con las fuerzas que le son externas. El fundamento psicológico sobre el que se alza el tipo de individualidades urbanas es el acrecentamiento de la vida nerviosa, que tiene su origen en el rápido e ininterrumpido intercambio de impresiones internas y externas. El hombre es un ser de diferencias, esto es, su consciencia es estimulada por la diferencia entre la impresión del momento y la impresión precedente. Las impresiones persistentes, la insignificancia de sus diferencias, las regularidades habituales de su transcurso y de sus oposiciones, consumen, por así decirlo, menos * Tomado de: Simmel, Georg (1998) El individuo y la libertad Ensayos de crítica de la cultura, Ediciones Península, Barcelona, España. Pp. 247 262.

consciencia que la rápida aglomeración de imágenes cambiantes, menos que el brusco distanciamiento en cuyo interior lo que se abarca con la mirada es la imprevisibilidad de impresiones que se imponen. En tanto que la gran urbe crea precisamente estas condiciones psicológicas (a cada paso por la calle, con el tempo y las multiplicidades de la vida económica, profesional y social), produce ya en los fundamentos sensoriales de la vida anímica, en el quantum de consciencia que ésta nos exige a causa de nuestra organización como seres de la diferencia, una profunda oposición frente a la pequeña ciudad y la vida del campo, con el ritmo de su imagen senso-espiritual de la vida que fluye más lenta, más habitual y más regular. A partir de aquí se torna conceptual el carácter intelectualista de la vida anímica urbanita, frente al de la pequeña ciudad que se sitúa más bien en el sentimiento y en las relaciones conforme a la sensibilidad. Pues éstas se enraízan en los estratos más inconscientes del alma y crecen con la mayor rapidez en la tranquila uniformidad de costumbres ininterrumpidas. Los estratos de nuestra alma transparentes, conscientes, más superiores, son por el contrario, el lugar del entendimiento, es de entre nuestras fuerzas interiores, la más capaz de adaptación; por lo que sólo el sentimiento más conservador sabe que tiene que acomodarse al mismo ritmo de los fenómenos. De este modo, el tipo del urbanita (que, naturalmente, se ve afectado por cientos de modificaciones individuales) se crea un órgano de defensa frente al desarraigo con el que le amenazan las corrientes y discrepancias de su medio ambiente externo: en lugar de con el sentimiento, reacciona frente a éstas en lo esencial con el entendimiento, para el cual, el acrecentamiento de la consciencia, al igual que produjo la misma causa, procura la prerrogativa anímica. Con esto, la reacción frente a aquellos fenómenos se traslada al órgano psíquico menos perceptible, distante al máximo de la profundidad de la personalidad. En este punto, la cantidad de la vida se transforma de una manera muy inmediata en cualidad y carácter. La esfera vital de la pequeña ciudad está en lo esencial concluida en y consigo misma. Para la gran ciudad es decisivo esto: que su vida interior se extienda como crestas de olas sobre un ámbito nacional e internacional más amplio. Weimar no constituye ningún contraejemplo, porque precisamente esta significación suya estaba ligada a personalidades particulares y murió con ellas, mientras que la gran ciudad se caracteriza precisamente por su esencial independencia incluso de las personalidades particulares más significativas; tal es la contraimagen y el precio de la independencia que el individuo particular disfruta en su interior.

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de los contactos que son concebidos a cada individuo particular con el otro (en comparación con el tráfico de la pequeña ciudad). Pues en virtud de esta brevedad y rareza surge la tentación de darse uno mismo acentuando, compacto, lo más característicamente posible, extraordinariamente mucho más cercano que allí donde un reunirse frecuente y prolongado proporciona ya en el otro una imagen inequívoca de la personalidad. Sin embargo, la razón más profunda a partir de la que precisamente la gran ciudad supone el impulso hacia la existencia personal más individual (lo mismo da si siempre con derecho, si siempre con éxito) me parece ésta: el desarrollo de las culturas modernas se caracteriza por la preponderancia de aquello que puede denominarse el espíritu objetivo sobre el subjetivo; esto es, tanto en el lenguaje como en el derecho, tanto en las técnicas de producción como en el arte, tanto en la ciencia como en los objetos del entorno cotidiano, está materializada una suma de espíritu cuyo acrecentamiento diario sigue el desarrollo espiritual del sujeto sólo muy incompletamente y a una distancia cada vez mayor. Si, por ejemplo, abarcamos de una ojeada la enorme cultura que desde hace cientos de años se ha materializado en cosas y conocimientos, en instituciones y en comodidades, y comparamos con esto el progreso cultural de los individuos en el mismo tiempo (por lo menos en las posiciones más elevadas), se muestra entonces una alarmante diferencia de crecimiento entre ambos, es más, en algunos puntos se muestra más bien un retroceso de la cultura del individuo en relación a la espiritualidad, afectividad, idealismo. Esta discrepancia es, en lo esencial, el resultado de la creciente división del trabajo; pues tal división del trabajo requiere del individuo particular una realización cada vez más unilateral, cuyo máximo crecimiento hace atrofiarse bastante a menudo su personalidad en su totalidad. En cualquier caso, frente a la proliferación de la cultura objetiva, el individuo ha crecido menos y menos. Quizá menos conscientemente que en la praxis y en los oscuros sentimientos globales que proceden de ella, se ha reducido a una quantité négligeable a una partícula de polvo frente a una enorme organización de cosas y procesos que poco a poco le quitan de entre las manos todos los progresos, espiritualidades, valores y que a partir de la forma de la vida subjetiva pasan a la de una vida puramente objetiva. Se requiere sólo la indicación de que las grandes ciudades son los auténticos escenarios de esta cultura que crece por encima de todo lo personal. Aquí se ofrece, en construcciones y en centros docentes, en las maravillas y comodidades de las técnicas que vencen al espacio, en las formaciones de la vida comunitaria y en las instituciones visibles del Estado, una

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La esencia más significativa de la gran ciudad reside en este tamaño funcional más allá de sus fronteras físicas, y esta virtualidad ejerce de nuevo un efecto retroactivo y da a su vida peso, importancia, responsabilidad. Así como un hombre no finaliza con las fronteras de su cuerpo o del ámbito al que hace frente inmediatamente con su actividad, sino con la suma de efectos que se extienden espacial y temporalmente a partir de él, así también una ciudad existe ante todo a partir de la globalidad de los efectos que alcanzan desde su interior más allá de su inmediatez. Este es su contorno real, en el que se expresa su ser. Esto ya indica que hay que entender la libertad individual, el miembro complementador lógico e histórico de tal amplitud, no en sentido negativo como mera libertad de movimiento y supresión de prejuicios y estrechez de miras; lo esencial en ella es, en efecto, que la especificidad e incomparabilidad que en definitiva posee toda naturaleza en algún lugar, se exprese en la configuración de la vida. Lo decisivo es el hecho de que la vida de la ciudad ha transformado la lucha con la naturaleza para la adquisición de alimento en una lucha por los hombres, el hecho de que la ganancia no la procura aquí la naturaleza, sino el hombre. Pues aquí no sólo fluye la fuente precisamente aludida de la especialización, sino la más profunda: el que ofrece debe buscar provocar en el cortejado necesidades siempre nuevas y específicas. La necesidad de especializar la prestación para encontrar una fuente de ganancia todavía no agotada, una función no fácilmente sustituible, exige la diferenciación, refinamiento y enriquecimiento de las necesidades del público Y esto conduce a la individualización espiritual en sentido estricto de los atributos anímicos, a la que la ciudad da ocasión en relación a su tamaño. Una serie de causas saltan a la vista. En primer lugar, la dificultad para hacer valer la propia personalidad en la dimensión de la vida urbana. Allí donde el crecimiento cuantitativo de significación y energía llega a su límite, se acude a la singularidad cualitativa para así, por estimulación de la sensibilidad de la diferencia, ganar por sí, de algún modo, la consciencia del círculo social: lo que entonces conduce finalmente a las rarezas más tendenciosas, a las extravagancias específicamente urbanitas del ser-especial, del capricho, del preciosismo, cuyo sentido ya no reside en modo alguno en los contenidos de tales conductas, sino sólo en su forma de ser-diferente, de destacarse y, de este modo hacerse notar; para muchas naturalezas, al fin y al cabo, el único medio, por el rodeo sobre la consciencia del otro, de salvar para sí alguna autoestima y la consciencia de ocupar un sitio. En el mismo sentido actúa un momento insignificante, pero cuyos efectos son bien perceptibles: la brevedad y rareza


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abundancia tan avasalladora de espíritu cristalizado, que se ha tornado impersonal, que la personalidad, por así decirlo no puede sostenerse frente a ello. Por una parte, la vida se le hace infinitamente más fácil, en tanto que se le ofrecen desde todos los lados estímulos, intereses, rellenos de tiempo y consciencia que le portan como en una corriente en la que apenas necesita de movimientos natatorios propios. Pero por otra parte, la vida se compone cada vez más y más de estos contenidos y ofrecimientos impersonales, los cuales quieren eliminar las coloraciones e incomparabilidades auténticamente personales; de modo que para que esto más personal se salve, se debe movilizar un máximo de especificidad y peculiaridad, se debe exagerar esto para ser también por sí misma, aunque sólo sea mínimamente. La atrofia de la cultura individual por la hipertrofia de la cultura objetiva es un motivo de furioso odio que los predicadores del más extremo individualismo, Nietzsche el primero, dispensan a las grandes ciudades; por lo que precisamente son amados tan apasionadamente en las grandes ciudades, y justamente aparecen a los ojos de urbanitas como los heraldos y salvadores de su insatisfechísimo deseo. En la medida en que se pregunta por la posición histórica de estas formas del individualismo que son alimentadas por las relaciones cuantitativas de la gran ciudad: la independencia personal y la formación de singularidad personal, en esta medida, la gran ciudad alcanza un valor completamente nuevo en la historia mundial del espíritu. El siglo XVIII encontró al individuo sometido a violentas ataduras de tipo político y agrario, gremial y religioso que se habían vuelto completamente sin sentido; restricciones que imponían a los hombres a la fuerza, por así decirlo, una forma antinatural y desigualdades ampliamente injustas. En esta situación surgió la llamada a la libertad y a la igualdad: la creencia en la plena libertad de movimiento del individuo en todas las relaciones sociales y espirituales, que aparecería sin pérdida de tiempo en todo corazón humano noble tal y como la naturaleza la ha colocado en cada uno, y a la que la sociedad y la historia sólo habían deformado. Junto a este ideal del liberalismo creció en el siglo XIX, gracias al romanticismo y a Goethe, por una parte, y a la división del trabajo, por otra, lo siguiente: los individuos liberados de las ataduras históricas se querían también diferenciar los unos de los otros. El portador del valor hombre no es ya el hombre general en cada individuo particular, sino que precisamente unicidad e instrasformabilidad son ahora los portadores de su valor. En la lucha y en los cambiantes entrelazamientos de estos dos modos de determinar para el sujeto su papel en el interior de

la totalidad, transcurre tanto la historia externa como la interna de nuestro tiempo. Es función de las grandes ciudades proveer un lugar para la lucha y el intento de unificación de ambos, en tanto que sus peculiares condiciones se nos han manifestado como ocasiones y estímulos para el desarrollo de ambos. Con esto alcanzan su fructífero lugar, completamente único, de significaciones incalculables, en el desarrollo de la existencia anímica; se revelan como una de aquellas grandes figuras históricas en la que las corrientes contrapuestas y abarcadoras de la vida se encuentran y desenvuelven con los mismos derechos. Pero en esta medida, ya nos resulten simpáticas o antipáticas sus manifestaciones particulares, se salen fuera de la esfera que conviene a la actitud del juez frente a nosotros. Entre tanto que tales fuerzas han quedado adheridas tanto en la raíz como en la creta de toda vida histórica, a la que nosotros pertenecemos en la efímera existencia de una célula, en esta medida, nuestra tarea no es acusar o perdonar sino tan sólo comprender* .

* El contenido de este ensayo, por su misma naturaleza, no se remonta a una literatura aducible. La fundamentación y explicación de sus principales pensamientos histórico-culturales, está dada en mi Philosophie des Geldes.

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Definición sociológica de la ciudad A pesar del papel preponderante de la ciudad en nuestra civilización, sabemos en realidad muy poco de la naturaleza del urbanismo y del proceso de urbanización. Se ha intentado muchas veces, desde luego, aislar las características distintivas de la vida urbana. Los geógrafos, los historiadores, los economistas y los estudiosos de la ciencia política han aportado los puntos de vista de sus disciplinas respectivas en definiciones diversas de la ciudad. Creemos, sin pretender en modo alguno descalificar estas definiciones, que formular un enfoque sociológico de la ciudad puede servir además para destacar las relaciones que hay entre ellas subrayando las características peculiares de la ciudad como forma específica de asociación humana. Una definición de la ciudad sociológicamente válida ha de diferenciar los elementos de urbanismo que la delimitan como forma de agrupación distintiva de la vida humana. Considerar urbana una comunidad basándose sólo en el número de habitantes es claramente arbitrario. No es sostenible la actual definición censataria, que considera una comunidad de dos mil quinientos habitantes en adelante urbana y todas las demás rurales. La situación sería igual si el criterio fuese cuatro mil habitantes, ocho mil, diez mil, veinticinco mil o cien mil, pues aunque en este último caso podríamos considerar que se trata más probablemente de un agregado urbano que en el caso de comunidades de menor tamaño, ninguna definición de urbanismo puede considerarse plenamente satisfactoria si como único criterio se utilizan los números. Además no es difícil demostrar que comunidades que tienen menos habitantes que el número arbitrariamente establecido y que se hallan dentro del ámbito de influencia de centros metropolitanos, tiene más derecho a considerarse comunidades urbanas que otras poblaciones mayores que llevan una existencia más aislada en una zona predominantemente rural. Habría que admitir por último que las definiciones del censo están indebidamente influidas por el hecho de que la ciudad es siempre un concepto administrativo desde el punto de vista estadístico, ya que los límites municipales juegan un papel decisivo en la delimitación del área urbana. Donde se aprecia esto con mayor claridad es en *

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Este artículo fue publicado en 1938 en The American Journal of Sociology, XLIV, pp. 1-24, University of Chicago Press. Tomado de: Fernández-Martorelli (Edit.) (1989) Leer la Ciudad Ensayos de Antropología Urbana, Icaria-Antrozit, España. Pp. 29 53.

las concentraciones de población de las periferias de los grandes centros metropolitanos cruzadas por fronteras administrativas arbitrarias de la ciudad, el condado, el Estado y la nación. Si identificamos el urbanismo con la entidad física de la ciudad, considerándolo sólo rígidamente delimitado en el espacio, y actuamos como si los atributos dejasen bruscamente de manifestarse pasada una cierta línea de frontera arbitraria, es poco probable que logremos elaborar una concepción adecuada del urbanismo como modo de vida. El progreso tecnológico en el transporte y en las comunicaciones, que inaugura prácticamente un nuevo período de la historia humana, ha acentuado el papel de las ciudades como elementos dominantes de nuestra civilización y ha extendido el modo de vida urbano más allá de los límites de la ciudad misma. El predominio de la ciudad, sobre todo de la gran ciudad, puede considerarse consecuencia de la concentración en las ciudades de actividades y servicios comerciales, financieros y administrativos, de líneas de comunicación y de transporte y de equipamiento cultural y recreativo como prensa, emisoras de radio, cines, teatros, bibliotecas, museos, salas de conciertos, ópera, hospitales, instituciones educativas superiores e instituciones religiosas y de bienestar social. Si no fuese por el poder de atracción y de sugestión que tiene la ciudad con estos instrumentos sobre la población rural, serían aún mayores de lo que son las diferencias entre la forma de vida rural y la urbana. Urbanización no significa ya sólo el proceso por el que ciertas personas se sienten atraídas por un lugar llamado la ciudad y se incorporan a su forma de vida. Significa también esa acentuación acumulativa de las características distintivas de la forma de vida asociada al crecimiento de las ciudades y, por último, los cambios orientados hacia formas de vida reconocidas como urbanas que son visibles entre individuos que, estén donde estén, se hallan bajo el influjo de la magia que ejerce la ciudad en virtud del poder de sus instituciones y personalidades a través de los medios de comunicación y de transporte. Las limitaciones del número de habitantes como criterio de urbanismo son también aplicables en su mayor parte a la densidad de población. Aceptemos la densidad de 10.000 individuos por milla cuadrada propuesta por Mark Jefferson1 o las mil que Willcox prefirió2 , como criterio distintivo de los asentamientos urbanos, es evidente que, si la densidad no 1

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The Anthropology of Some Great Cities , Bull. American Geographical Society, XLI, 1909, 537-66. Walter F. Willcox, A Definition of «City» in Terms of Density , E.W. Burgess, The Urban Community, Chicago, 1926, p. 119.

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está relacionada a su vez con características sociales significativas, ese criterio sólo puede aportar una base arbitraria para diferenciar las comunidades urbanas de las rurales. Como nuestro censo contabiliza la población nocturna más que la diurna de una zona, el sector de vida urbana más intensa (el centro urbano) tiene por regla general una densidad de población baja, y los sectores industriales y comerciales de la ciudad, en los que se desarrollan las actividades económicas más características de la sociedad urbana, difícilmente podrían considerarse auténticamente urbanos si se tomase literalmente la densidad como criterio de urbanismo. Aunque el hecho de que la comunidad urbana se caracteriza por un gran conglomerado y una concentración relativamente densa de población no puede, claro está, dejarse a un lado en una definición de la ciudad; estos criterios han de situarse en el marco cultural general en que la ciudad surge, y existen y son sociológicamente significativos sólo en la medida en que actúan como factores condicionantes de la vida social. Son aplicables las mismas críticas a criterios como el tipo de trabajo de los habitantes, la existencia de determinados servicios materiales o de determinadas instituciones y formas de organización políticas. El problema no es si las ciudades de nuestra civilización o de otra presentan estos rasgos distintivos, sino hasta qué punto pueden influir éstos en la conformación del carácter de la vida social en su forma específica urbana. Tampoco podríamos formular una definición válida si nos olvidáramos de las grandes diferencias que existen entre las ciudades. A nosotros nos pareció factible, a través de una tipología de ellas basada en el número de habitantes, en el emplazamiento, la antigüedad y la función como la que propusimos en nuestro reciente informe al Comité de Recursos Nacionales3 , distribuir y clasificar las comunidades urbanas dentro de una gama que incluye desde poblaciones pequeñas pujantes a centros metropolitanos florecientes de dimensión internacional; desde centros comerciales aislados en medio de regiones agrícolas a puertos internacionales prósperos y con urbanizaciones industriales y comerciales. Estas diferencias parecen decisivas porque las influencias y las características sociales de estas ciudades diversas varían muy notablemente. Una definición eficaz de urbanismo no sólo debería indicar las características esenciales que tienen en común todas las ciudades (al menos las de nuestra cultura), sino que debería permitirnos determinar sus diferencias. Una ciudad industrial

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Op.cit., p. 8

diferirá significativamente en aspectos sociales de una ciudad comercial, minera, pesquera, turística, universitaria, o de una capital política y administrativa. Y una ciudad con una sola industria presentará una serie diferente de características sociales que una ciudad multi-industrial, lo mismo que una ciudad industrialmente equilibrada y una ciudad desequilibrada, una zona suburbana y una ciudad satélite, un suburbio residencial y un suburbio industrial, una ciudad situada dentro de una región metropolitana y otra que no lo esté, una ciudad antigua y una nueva, una ciudad sureña y una de Nueva Inglaterra, una del Medio Oeste de una de la costa del Pacífico, una ciudad en crecimiento de una ciudad estabilizada o una moribunda. Una definición sociológica debe ser evidentemente lo bastante amplia para incluir las características esenciales que tienen en común estos diferentes tipos de ciudades como entidades sociales, pero no puede ser, claro, tan detallada que incluya todas las variaciones correspondientes a las diversas clases de ciudades que hemos enumerado. Es de suponer que haya algunas características urbanas más significativas en el sentido de que condicionan más que otras el carácter de la vida urbana, y es de suponer que los rasgos sobresalientes del escenario social urbano varíen según el número de habitantes, la densidad y las diferencias en el tipo funcional de ciudades. Además, podemos suponer que la vida rural llevará el sello del urbanismo en la medida en que, por el contacto y la comunicación, caiga bajo la influencia de las ciudades. Puede que contribuya a aclarar las consideraciones que siguen, el que repitamos que si bien la posición del urbanismo como modo de vida ha de buscarse, claro está, característicamente, en lugares que cumplan los requerimientos que estableceremos como definitorios de la ciudad, el urbanismo no queda confinado a esas localidades, sino que se manifiesta en grados variables allá donde lleguen las influencias de la ciudad. Si bien el urbanismo, o ese complejo de rasgos característicos que conforman el modo peculiar de vida de las ciudades, y de la urbanización, que indica el desarrollo y la difusión de estos factores, no se da sólo en asentamientos que son ciudades en el sentido material y demográfico, tiene, sin embargo, su expresión más característica en esas áreas, sobre todo en las grandes metrópolis. Para formular una definición de la ciudad es necesario ser muy precavido y evitar una identificación del urbanismo como forma de vida con cualquier influencia cultural específica, histórica o localmente condicionada, pues aunque ésta pueda influir significativamente en el carácter específico de la comunidad no es el elemento determinante básico de su carácter de ciudad.

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La relación entre una teoría del urbanismo y la investigación sociológica A través de un cuerpo teórico como el que hemos esbozado ilustrativamente, se pueden analizar los complicados y variados fenómenos del urbanismo en función de un número limitado de categorías básicas. El enfoque sociológico de la ciudad adquiere así una coherencia y una unidad básicas que permiten al investigador empírico no sólo centrarse más claramente en los problemas y procesos que corresponden propiamente a su campo sino también abordar su tema de estudio de un modo más integrado y sistemático. Podemos mencionar unos cuantos hallazgos típicos de la investigación empírica en el campo del urbanismo, referentes específicamente a Estados Unidos, que apoyan las propuestas teóricas que hemos expuesto en las páginas anteriores, y podemos bosquejar algunos de los problemas cruciales para un estudio más detallado. Basándonos en las tres variables, número, densidad de asentamiento y grado de heterogeneidad de la población urbana, parece posible explicar las características de la vida urbana y las diferencias entre ciudades de tipos y tamaños diversos. El urbanismo como modo de vida característico puede abordarse empíricamente desde tres puntos de vista interrelacionados: (1) como una estructura física con una base de población, una tecnología y un orden ecológico; (2) como sistema de organización social con una estructura social característica, una serie de instituciones sociales y una pauta típica de relaciones sociales; (3) como una serie de actitudes e ideas y una constelación de personalidades con forma de

conducta colectiva típicas y sometidas a mecanismos de control social característicos.

El urbanismo en la perspectiva ecológica Dado que podemos contar con datos bastante objetivos en lo referente a la estructura física y a los procesos ecológicos, ello nos permite obtener resultados muy precisos y cuantitativos en términos generales. El predominio de la ciudad sobre su entorno se explica por las características funcionales de la ciudad, derivadas en gran parte de los efectos del gran número de habitantes y de la densidad. Muchos de los servicios técnicos y de las organizaciones y especialidades que genera la vida urbana sólo pueden crecer y prosperar en ciudades donde halla una demanda lo suficientemente grande. La naturaleza y ámbito de los servicios que prestan estas instituciones y organizaciones y su superioridad respecto a los servicios menos desarrollados de poblaciones más pequeñas, favorecen el predominio de la ciudad y la dependencia de regiones cada vez más extensas de la metrópolis central. La composición de la población urbana indica que actúan factores selectivos y diferenciadores. Las ciudades disponen de una mayor proporción de individuos en el mejor período de la vida que las áreas rurales, en las que hay más viejos y menores. En este aspecto, como en tantos otros, cuanto mayor es la ciudad, más notoria es esta característica específica del urbanismo. Con la excepción de las ciudades de mayor tamaño, que han atraído a la gran mayoría de los varones nacidos en el extranjero, y unos cuantos tipos especiales de ciudades más, las mujeres predominan numéricamente sobre los hombres. La heterogeneidad de la población urbana se manifiesta también en los aspectos racial y étnico. El individuo nacido en el extranjero y sus hijos constituyen casi dos tercios del total de población de ciudades de un millón de habitantes en adelante. Su proporción en la población urbana disminuye a medida que lo hace el número de habitantes de la ciudad, de manera que en las áreas rurales sólo son un sexto del total. Las ciudades de mayor tamaño han atraído más a los negros y otros grupos raciales que las comunidades más pequeñas. Considerando que la edad, el sexo, la raza y el origen étnico se relacionan con otros factores como la ocupación y los intereses, es evidente que una característica importante del urbanita es su disimilitud respecto a sus conciudadanos. Nunca había habido masas tan grandes de individuos de características diversas en un contacto físico tan estrecho, como en las grandes ciudades de

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Es particularmente importante prevenir del peligro de confundir urbanismo con industrialismo y capitalismo moderno. La aparición de ciudades en el mundo moderno no es independiente, claro está, de la aparición de la tecnología moderna de las máquinas de motor, la producción en serie y la empresa capitalista. Pero por muy diferentes que hayan podido ser las ciudades de épocas anteriores, por haberse desarrollado en un marco preindustrial y precapitalista, de las grandes ciudades de hoy, fueron, a pesar de todo, ciudades. A efectos sociológicos puede definirse una ciudad como un asentamiento relativamente grande, denso y permanente, de individuos socialmente heterogéneos. Sobre la base de los postulados que esta definición mínima enmarca podemos formular una teoría del urbanismo sirviéndonos de los conocimientos que tenemos de los grupos sociales.


Estados Unidos. Las ciudades en general, y las estadounidenses en particular, encierran una mezcolanza de gentes y culturas, de modos de vida sumamente diferenciado, entre los cuales no suele haber más que levísima comunicación, una indiferencia suma y una amplísima tolerancia, a veces agrios enfrentamientos, pero siempre diferencias muy acusadas. La incapacidad de la población urbana para reproducirse parecer ser una consecuencia biológica de una combinación de factores en el complejo de vida urbano, y el descenso de la tasa de natalidad puede considerarse en general uno de los indicios más significativos de la urbanización del mundo occidental. Aunque el índice de mortalidad es en las ciudades algo más alto que en el campo, la diferencia notoria entre la incapacidad de las ciudades actuales para mantener su población y la de las ciudades del pasado es que en los tiempos antiguos se debía al índice de mortalidad excesivamente elevado de las ciudades, mientras que hoy, dado que las ciudades han llegado a hacerse superiores en el aspecto sanitario, se debe a que el índice de natalidad es bajo. Estas características biológicas de la población urbana tienen importancia sociológica, no sólo porque reflejan el modo de existencia urbano, sino también porque condicionan el crecimiento y el predominio de las ciudades en el futuro y su organización social básica. Como las ciudades son consumidoras más que productoras de individuos, el valor de la vida urbana y la valoración social de la personalidad no escaparán al influjo de la relación entre muertes y nacimientos. La pauta del uso del terreno, de los valores inmobiliarios, de las rentas de la propiedad, la naturaleza y el funcionamiento de las estructuras físicas, de la vivienda, de los servicios de comunicación y de transporte, de las prestaciones públicas, son, con otras muchas, fases del mecanismo material de la ciudad y no fenómenos aislados desvinculados de la ciudad como entidad social: el modo de vida urbana influye en ellas y ellas influyes en él.

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El urbanismo como forma de organización social. Se ha dicho con frecuencia en sociología, que los rasgos distintivos de la forma de vida urbana son la substitución de los contactos primarios por contactos secundarios, el debilitamientos de los lazos de parentesco y la disminución de la importancia social de la familia, la desaparición del vecindario y el socavamiento de la base tradicional de solidaridad social. Todos estos fenómenos pueden demostrarse abrumadoramente con datos objetivos. Así, por

ejemplo, el índice de reproducción urbana bajo y decreciente indica que la ciudad no fomenta el tipo tradicional de vida familiar, que incluye la formación de los hijos y el mantenimiento del hogar como sede de una esfera completa de las actividades vitales. La transferencia de actividades industriales, educativas y recreativas a instituciones especializadas fuera del hogar ha privado a la familia de algunas de sus funciones históricas más características. En las ciudades es más probable que las madres trabajen, los huéspedes son con mayor frecuencia parte de la familia, tiende a posponerse el matrimonio y es mayor la proporción de individuos solteros y sin vinculaciones. Las familias son más pequeñas y es más frecuente que no tengan hijos que en el campo. La familia como unidad de vida social se emancipa del grupo de parentesco más amplio característico del campo, y sus miembros individuales tienen intereses propios divergentes en su vida vocacional, educativa, religiosa, recreativa y política. Funciones como los servicios sanitarios, los métodos para afrontar problemas relacionados con la inseguridad personal y social, las disposiciones relativas a la educación, el recreo y el progreso cultural han dado origen a instituciones sumamente especializadas que abarcan en su ámbito la comunidad, el estado, e incluso la nación. Los mismos factores que han producido una mayor inseguridad personal son también base de esas diferencias más acentuadas entre los individuos que se dan en el mundo urbano. Aunque la ciudad haya roto las rígidas fronteras de casta de la sociedad preindustrial, ha acentuado y diferenciado grupos por los ingresos y el estatus. Suele haber una mayor proporción de población urbana adulta que trabaja en una ocupación remunerada que de población rural adulta. La clase de los trabajadores de cuello blanco , que incluye a los empleados en comercio, en oficinas y en actividades profesionales, es proporcionalmente más numerosa en las grandes ciudades y en los centros metropolitanos y en ciudades más pequeñas, que en el campo. La ciudad no fomenta, en conjunto, una vida económica en que el individuo tenga en épocas de crisis una base de subsistencia a la que recurrir, y no favorece tampoco el autoempleo. Si bien los ingresos de los urbanitas son más elevados por término medio que los de la gente del campo, el costo de la vida parece ser más elevado en las grandes ciudades. La propiedad del hogar entraña mayores cargas y es menos frecuente. Las rentas son más altas y absorben una parte mayor de los ingresos. Aunque el habitante de las ciudades dispone de muchos servicios comunales, gasta una

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Personalidad humana y conducta colectiva El urbanista expresa y desarrolla su personalidad, adquiere estatus y es capaz de desarrollar la esfera de las actividades que constituye su carrera vital a través, sobre todo, de las actividades de grupos de afiliación voluntaria, que pueden tener objetivos económicos, políticos, educativos, religiosos, recreativos o culturales. Sin embargo, la estructura organizativa que exigen estas funciones tan diferenciadas no garantiza por sí sola, naturalmente, la coherencia y la integridad de las personalidades a cuyos intereses sirven.

Dadas las circunstancias parece lógico esperar que el desequilibrio personal, las crisis mentales, el suicidio, la delincuencia, los crímenes, la corrupción, etc., abunden más en la comunidad urbana que en la rural. Esto lo han confirmado todos los datos comparables de que disponemos; pero los mecanismos en que se basan estos fenómenos exigen un análisis más detenido. Dado que para la mayoría de los objetivos de grupo es imposible apelar en la ciudad individualmente al gran número de individuos dispersos y diferenciados, y dado que sólo a través de las organizaciones a las que los individuos pertenecen pueden éstos incorporar sus intereses y recursos en una causa colectiva, es natural que el control social se haya de ejercer en la ciudad característicamente a través de grupos dotados de una organización formalizada. Y también lo es que las masas de habitantes de la ciudad sean manipuladas con símbolos y estereotipos controlados que operan a distancia o que actúan de un modo invisible entre bastidores a través del control de los medios de comunicación. El autogobierno, sea en el campo económico, el político o el cultural, queda reducido en tales circunstancias a una mera figura retórica, o queda, como mucho, sometido a un inestable equilibrio entre los grupos de intereses. Como los vínculos de parentesco concretos no son eficaces creamos grupos de parentesco ficticios. Como desaparece la unidad territorial como base de solidaridad social creamos unidades de intereses. Y mientras la ciudad como comunidad se disuelve en una serie de relaciones segmentadas tenues superpuestas a una base territorial con centro definido pero sin periferia definida y una división del trabajo que trasciende ostensiblemente su emplazamiento concreto y alcanza un ámbito mundial. Cuanto mayor es el número de personas en estado de interacción mutua menos es el índice de comunicación y mayor la tendencia a que la comunicación se realice a un nivel elemental, es decir, en base a las cosas que se consideran comunes a todos o por las que se interesan todos. Es evidente, pues, que para determinar los signos indicativos del probable desarrollo del urbanismo como forma de vida social en el futuro hemos de estudiar las tendencias que se manifiestan en los sistemas de comunicación y en la tecnología de producción y distribución que han ido desarrollándose con la civilización moderna. La dirección que sigan los cambios que se están produciendo en el urbanismo transformarán, para bien o para mal, no sólo la ciudad, sino el mundo. Algunos de estos factores y procesos más básicos y algunas de las posibilidades de poder dirigirlos y controlarlos invitan a un estudio más detallado.

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parte de sus ingresos en cosas como el recreo y la promoción y una parte menor en alimentación. Lo que los servicios comunales no le proporcionan el urbanita ha de comprarlo y no hay prácticamente una sola necesidad humana que no haya explotado el comercialismo. Así, el proveer de emociones y el ofrecer medios de escapar al aburrimiento, la monotonía y la rutina se convierten en una de las principales funciones recreativas de la ciudad, que proporciona, como mucho, medios para la autoexpresión creadora y la asociación espontánea de grupo, pero que suele desembocar en el mundo urbano en el espectadorismo pasivo por una parte y en las hazañas sensacionales e inauditas por otra. El urbanita, al verse reducido a un estado de práctica impotencia como individuo, ha de procurar unirse con otros de intereses afines en grupos organizados para alcanzar sus objetivos. Esto origina una enorme multiplicación de organizaciones voluntarias centradas en una variedad de objetivos tan grande como lo son los intereses y las necesidades humanas. Mientras por una parte se debilitan los vínculos de asociación humana, por otra la existencia urbana entraña un grado mucho mayor de interdependencia entre individuo e individuo y una forma más complicada, frágil y voluble de interrelaciones mutuas algunas de cuyas fases el individuo en cuanto tal apenas controla. Es frecuente que no haya más que una relación levísima entre la posición económica u otros factores básicos determinantes de la existencia del individuo en el mundo urbano y los grupos de asociación voluntaria a los que está afiliado. Mientras que en una sociedad primitiva y en una sociedad rural se suele poder adivinar, basándose en unos cuantos factores conocidos, quién pertenece a qué y quién se unirá a quién en casi todas las relaciones de la vida, en la ciudad sólo podemos proyectar la pauta general de afiliación a un grupo y de formación de éste, y esta pauta presentará muchas incongruencias y contradicciones.


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El sociólogo sólo puede aspirar a desarrollar un cuerpo unificado de conocimientos fidedignos, y lo que se entiende hoy día por sociología urbana no puede decirse que lo constituya, si tiene una idea clara de la ciudad como entidad social y una teoría eficaz del urbanismo. Partiendo una teoría del urbanismo como la que hemos esbozado en las páginas precedentes, elaborada, probada y revisada a través de más análisis y más investigaciones empíricas, es muy probable que puedan establecerse criterios de relevancia y validez de los datos fácticos. Ese surtido variado de informaciones inconexas que ha ocupado hasta ahora los tratados sociológicos sobre la ciudad podría transformarse e integrarse en un cuerpo coherente de conocimientos. Por otra parte, sólo con un teoría así evitará el sociólogo la práctica vana de emitir en nombre de la ciencia sociológica una serie de juicios frecuentemente insostenibles sobre problemas como la pobreza, la vivienda, la planificación urbana, la higiene, la administración municipal, el mantenimiento del orden, la comercialización, el transporte y otros problemas técnicos. Aunque el sociólogo no pueda resolver ninguno de estos problemas prácticos (al menos por si sólo), puede, si descubre su función propia, aportar una ayuda importante para su entendimiento y solución. Las posibilidades de lograrlo son más halagüeñas a través de un enfoque general y teórico que de un enfoque ad hoc.

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Leer la ciudad. Ensayos de Antropología Urbana: El urbanismo como forma de vida

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The Global City. New York, London, Tokyo Saskia Sassen, Princeton-New Jersey, Princeton University Press, 1991, 397 p.

Luis Mauricio Cuervo*

Comentario general

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Es un trabajo de excelente calidad que con razón ha marcado un hito en la investigación urbana mundial durante la década de los años 1990. Aborda un tema abundantemente estudiado y discutido por la literatura especializada hasta ese momento, 1991, con algunas características que probablemente explican su originalidad y su impacto. En primer lugar cabe destacar el detalle y la minucia con la que son tratadas las hipótesis y elementos centrales de la argumentación: hace un esfuerzo destacable y significativo por precisar la magnitud y las características de cada uno de los fenómenos cruciales detrás de cada una de las hipótesis. Este esfuerzo se hace tanto en el campo de la revisión teórica de los antecedentes, de las formas posibles de aproximación al problema, como en el de la caracterización empírica. En segundo lugar, debe señalarse el cuidado lógico con el que es abordado cada componente de la argumentación. El trabajo es conciente de la dificultad de definir la peculiaridad de la globalización como época particular del desarrollo capitalista mundial y, en * Economista de la Universidad de los Andes y Doctor en Urbanismo del Instituto de Urbanismo de Paris, Universidad de Paris XII. Profesor Titular de la Universidad de los Andes. Director del Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales (CIDER) desde 1998.

concordancia, hace el esfuerzo por poner de presente en qué consiste la particularidad de la época en cuestión, tanto en lo financiero, como en los servicios, las escalas geográficas del análisis, etc. Finalmente podría subrayarse el cuidadoso manejo del siempre difícil arte del análisis comparativo que en este caso involucra tres países distintos y tres áreas metropolitanas específicas como son Nueva York, Londres y Tokio. Aunque tiende a señalar aquellos aspectos en donde hay evoluciones convergentes, hace un esfuerzo significativo por poner en evidencia las especificidades de cada contexto.

Reflexiones El trabajo, a pesar de su reconocimiento mundial y su influencia en la investigación urbana contemporánea, no ha sido suficientemente explotado para nutrir algunos debates estratégicos de teoría y política urbanas en el mundo contemporáneo. A continuación algunas de las reflexiones suscitadas a este nivel. Un aspecto central se ocupa del tratamiento de la relación entre cambio económico y transformaciones socioespaciales. El trabajo de Sassen no rompe el molde convencional de tratamiento de esta relación, es decir, de pensar el cambio económico como la variable independiente y determinante de las transformaciones socioespaciales. No obstante las posibles críticas a esta forma de aproximación, la manera en que Sassen la desarrolla le permite superar algunas limitaciones de quienes adoptan esta visión de forma poco fundamentada y altamente especulativa. Como dijimos en el parágrafo anterior, Sassen es cuidadosa y rigurosa en el tratamiento de esta relación por varias razones.

Primero, se esfuerza por demostrar teórica y empíricamente sus axiomas centrales. Su punto de partida central es el papel protagónico de lo financiero y de la producción de servicios como características peculiares de la fase actual de la mundialización del capital. Sin darlo por conocido, se esfuerza por mostrar su importancia en términos de magnitudes y modalidades. Así, logra sustentar la emergencia de nuevas realidades económicas propias de la fase analizada, y, adicionalmente, ilustrar su peso y proyección. Se trata, por tanto, de nuevas formas de organización de la actividad económica, con un rol central en la modificación de las condiciones generales de acumulación, trabajo y reproducción social. El gran error cometido por aproximaciones que aceptan la predominancia de lo económico sobre lo socio-espacial es su comodidad de dar por sentados los cambios y no esforzarse por comprender ni sus magnitudes, ni sus modalidades. Segundo, tampoco da por sentado el rol protagónico de las ciudades globales en el desarrollo de estos nuevos parámetros de la economía, sino que se esfuerza por demostrarlo, poniendo en evidencia la importancia absoluta, relativa y la especificidad cualitativa de estas actividades en estas ciudades. Se trata de cambios de la economía mundial en general con expresiones muy específicas en estas ciudades, que asumen papeles muy precisos y significativos, adecuadamente ilustrados por Sassen. Por tanto, Sassen muestra la magnitud de los cambios, la novedad de las modalidades de desarrollo adoptadas por las industrias financiera y de servicios, y la centralidad del papel jugado por las ciudades globales en este proceso. Desde este punto de vista construye las bases que la autorizan a

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Los parámetros de la argumentación y algunos de sus vacíos Estos parámetros serán examinados en relación a tres grandes niveles: el tiempo, las escalas, y la estructura de concentración. i) El tiempo Un primer y muy importante parámetro de la argumentación es temporal. El trabajo de Sassen da cuenta de la evolución de la economía mundial y del papel de las ciudades globales en la década de los años 1980. Es sabido que la globalización inicia en los setenta y transita por tres grandes ciclos que han tendido a coincidir con los decenios: setenta, ochenta y noventa. Cada uno con características propias en muchos sentidos pero muy especialmente en uno central para el trabajo de Sassen: las formas específicas de circulación internacional de los recursos de ahorro e inversión. En este sentido, es importante no pasar por alto que el sentido de ciertas

tendencias, especialmente las relacionadas con el papel ascendente de la economía japonesa y con su carácter de exportador neto de capital, se transformaron radicalmente durante los años 1990, tanto por la prolongada crisis japonesa, como por la recuperación de la economía norteamericana y su tendencia de crecimiento sostenido. Estas precisiones seguramente no invalidan los aspectos centrales de la argumentación de Sassen, aunque sí modifican algunas de sus expresiones urbanas y geográficas. Sassen no desconoce el papel de estos parámetros y se pregunta explícitamente por la durabilidad del modo de crecimiento, poniéndola en cuestión. Por tanto, los errores de proyección lineal o trasposición mecánica que se cometan en este sentido son más atribuibles a limitaciones de los lectores del trabajo que al trabajo en sí mismo. Hay un aspecto central de los parámetros temporales de la reflexión sobre las ciudades globales, no mencionada por Sassen pero de particular interés para la teoría y la política urbana. Es evidente que las bonanzas financiera y terciaria llegan a ciudades como Nueva York y Londres (no es el caso de Tokio) en medio de unas de sus más intensas y profundas crisis económicas, sociales y fiscales. Este renacimiento urbano es algo poco previsible y muchas de las proyecciones del momento apostaban a una prolongación de esta crisis urbana y al surgimiento de nuevos polos. De hecho, muchas de las ciudades industriales que las acompañaron en la decadencia, no lograron, y probablemente algunas de ellas no lo han conseguido todavía, detener el descenso

(Detroit, Chicago en los EE.UU. y las ciudades industriales del norte en la Gran Bretaña). Por tanto, la posición de estas ciudades en su rol global aparece en un momento de crisis y contribuye a una acelerada transformación de estas ciudades y a una suerte de renacimiento bajo parámetros totalmente diferentes. Hay un proceso de acelerado y profundo cambio urbano que no es analizado por Sassen porque no hace parte de sus preocupaciones centrales. No obstante, es bueno no pasarlo por alto porque constituye una interrogante, una incógnita central en materia de política urbana: ¿cuál fue el papel jugado por los distintos procesos, los diferentes actores y, más precisamente, los esfuerzos colectivos voluntarios por responder a esta crisis? ¿qué se puede aprender para otros casos? Adicionalmente, cabe preguntarse acerca de si los efectos de polarización social se prolongaron y ampliaron durante la década de los noventa, o se transformaron. Es sabido que el último decenio del siglo XX fue favorable en materia de estabilidad y crecimiento, especialmente para los países desarrollados y que, probablemente, algunos de los negativos signos sociales de la globalización hayan podido transformarse durante esta última década. Por otra parte, a pesar de las especificidades temporales y geográficas del argumento desarrollado por Sassen, es sorprendente que algunos de los procesos descritos por ella para las ciudades globales se reprodujeron en algunas de las grandes ciudades latinoamericanas durante los noventa. Estos procesos, aunque no

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proponer una relación de dependencia y causalidad desde lo económico hacia lo socio-espacial. La argumentación, su fundamento y desarrollo son suficientemente sólidos como para hacer de sus proposiciones juicios bien construidos y aceptables en su calidad de afirmaciones sólidas. No obstante, esta argumentación, como cualquier otra de carácter científico, se mueve dentro de parámetros que acotan su validez y restringen sus posibles campos de aplicación. Adicionalmente, algunos componentes puntuales de la argumentación dejan dudas e interrogantes y llaman al debate y a la discusión.


Lecturas

se explican por el hecho de que estas ciudades jueguen un rol central en la economía financiera y terciaria mundial, si hacen parte del mismo proceso puesto que se relacionan con el papel jugado por América Latina como receptor masivo del ahorro, el crédito y la inversión mundiales debido a la estabilización de sus economías, a su apertura y liberalización y a las oportunidades masivas de inversión creadas por los programas de privatización. Desde este punto de vista no es inexacto decir que las ciudades latinoamericanas se globalizaron, aunque sí lo sería pensar que asumieron el carácter de ciudades globales. Adicionalmente al papel desempeñado por la expansión financiera y terciaria en la globalización urbana latinoamericana de los noventa habría que considerar el papel de la dimensión ideológica, en donde la arquitectura y la planeación urbana juegan un papel central como vehículos de nuevos modelos de ciudad y arquitectura adaptados a las nuevas circunstancias de la economía planetaria. Esta dimensión ayudaría a entender que la velocidad de ciertos procesos de cambio haya podido ser mayor (hipotéticamente, habría que constatarlo), y su estabilidad y consolidación también más grande por el efecto jugado sobre el cambio de mentalidades. La globalización como idea plantea una serie de retos de investigación a ser abordados. En particular es interesante entender cómo un concepto científico como el desarrollado por Sassen asume con el tiempo el carácter de receta de política urbana, se convierte en fórmula mágica de solución de todos los problemas, agenciada

tanto por los grandes consultores internacionales (como el caso de Porter en Colombia y probablemente en algunos otros países de América Latina), como por las agencias multilaterales de crédito (BID, BM). Igualmente interesante es una reflexión acerca del papel jugado por la comunidad académica en este sentido: ¿qué tipo de vehículo somos? ¿qué tan conscientes somos de este papel jugado independientemente de nuestra voluntad? Finalmente, las dimensiones, velocidades y sentido de las transformaciones urbanas constatadas por Sassen deberían ponerse en contraste con lo observado en las ciudades de América Latina y servir de criterio de ponderación, es decir, tener una idea de órdenes de magnitud y velocidades relativas. Esta herramienta es indispensable en ciencias sociales y lamentablemente muy poco utilizada, por lo menos en el medio latinoamericano. ii) Las escalas Sassen aborda explícitamente la discusión acerca de las formas de articulación entre las distintas escalas espaciales de funcionamiento económico, especialmente la mundial, nacional y metropolitana (la escala regional subnacional no la aborda explícitamente). A este nivel plantea algunas hipótesis y deriva algunas conclusiones menos sólidas que en los otros campos y fenómenos analizados. Una de las conclusiones que plantea es la de la más aguda separación entre las economías nacionales y las ciudades globales; como acompañamiento a esta hipótesis

entendemos la afirmación hecha de la existencia de las tres ciudades globales como un sistema integrado, con el desempeño de funciones complementarias. Veamos de qué forma expresa cada una de estas afirmaciones y la discusión que suscita. La afirmación acerca de la aguda separación entre las economías nacionales y las ciudades globales la plantea de la siguiente manera. Una de las conclusiones centrales del análisis en el capítulo 6 es: The evidence suggests there is a pronounced difference between New York, London, and Tokyo, which have extremely high concentrations of producer services and a strong orientation to the global market, and other cities (p.164). Por tanto, el punto de partida es la evidencia de una diferencia marcada entre estas ciudades globales y otras ciudades de sus redes urbanas nacionales en términos de su orientación al mercado mundial y el peso relativo de los servicios a la producción. Tomando esta evidencia como punto de partida, plantea una conclusión derivada de la anterior: The locational distribution of producer services follows, up to a point, the accepted urban hierarchy in each of these countries. (...) While there is, then, a pattern resembling an urban hierarchy, one can also detect severe discontinuities. (...) It would seem that rather than a diffusion of growth along urban hierarchy, there is a clear divergence in growth paths (p.165).

De este razonamiento se extrae entonces una conclusión más general:

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En el caso de estas evidencias y de las conclusiones derivadas a partir de ellas, el razonamiento de Sassen no es tan cuidadoso como en los casos anteriores y sus debilidades pueden poner en tela de juicio la solidez de las afirmaciones. La primera afirmación recoge la evidencia central del estudio y no tiene lugar a discusión o planteamiento de objeciones. No obstante, ella dice con claridad lo que el estudio obtuvo y las limitaciones de la afirmación: se trabajó solamente el sector de los servicios a la producción y la orientación al mercado mundial como criterios de caracterización de las diferencias entre las ciudades globales y otras ciudades de sus mismas redes urbanas. En ese sentido lo que la evidencia muestra es la especificidad de las ciudades globales en el desempeño de un papel en el nivel de la provisión de este tipo de servicios. No obstante, la segunda afirmación intenta ampliar el ámbito de validez de la primera afirmación al campo más general de las jerarquías urbanas nacionales y de su estructura. Habla entonces ya de una discontinuidad y la asocia a la globalización. Esta pretendida discontinuidad y su asociación con la globalización son del todo discutibles. Primero, porque el estudio no muestra si esta discontinuidad es mayor en esta época que en anteriores y, por tanto, no establece verdaderamente si es un rasgo

específico de la fase actual, examen que sí realiza con otras afirmaciones e hipótesis. Más aún, muestra evidencias que lo contradicen pues plantea con claridad que la expansión de los servicios a la producción es más acelerada en las economías nacionales como un todo que en las mismas ciudades globales; adicionalmente, porque los datos de población y empleo agregado en estas ciudades muestran que su participación está descendiendo, es decir no hay polarización económica o laboral hacia ellas. Segundo, porque aún aceptando esta pretendida discontinuidad, no hay ninguna prueba de su asociación con la globalización, ni siquiera con el papel de estas actividades económicas tan específicas. La variedad de elementos a tener en cuenta es muy grande y una afirmación sólida en este sentido ni siquiera es ensayada. A la discusión de este aspecto específico le atribuyo especial importancia porque ha tenido una particular trascendencia en las formas de representación académica de la globalización. Esta discontinuidad y ruptura de las ciudades globales con sus medios nacionales y sus redes urbanas particularmente, se ha tomado como un hecho establecido y fuera de toda discusión. Además de los defectos lógicos y de fundamento empírico, esta afirmación de la ruptura de escalas se apoya implícitamente en una idea desarrollada en capítulos posteriores que, a nuestro modesto entender, no hace más que poner en evidencia lo contrario, es decir que una parte fundamental de la naturaleza de las ciudades globales deriva de la naturaleza social y económica de los estados y territorios nacionales en los que ella se ubica. Esta afirmación, corolaria como dijimos, plantea que las tres ciudades globales

conforman un sistema en donde no simplemente compiten entre sí sino que se complementan por la influencia que cada una ejerce sobre distintos horarios del mundo y por funciones diferenciales asumidas por cada una: Furthermore, the book sought to show that in many regards New York, London and Tokyo function as one transterritorial marketplace. These three cities do not simply compete with each other for the same business. They also fulfill distinct roles and function as a triad. Briefly, in the 1980s Tokyo emerged as the main center for the export of capital; London as the main center for the processing of capital, largely through its vast international banking network linking London to most countries in the world and through the Euromarkets; and New York City as the main receiver of capital, the center for investment decisions and for the production of innovations that can maximize profitability. Beyond the often-mentioned need to cover the time zones, there is an operational aspect that suggests a distinct transterritorial economy for a specific set of functions (p.327).

La idea del funcionamiento de las ciudades globales como sistema es pertinente y válida. No obstante, la ilustración de esta idea pone en evidencia el peso mayor de las economías nacionales de cada ciudad en la definición de su rol. Si Tokio opera en los ochentas como exportador, Nueva York como absorbedor y Londres como procesador es porque las condiciones de estas economías nacionales así lo determinaban: es el estado de la economía japonesa, floreciente en los ochenta y aparentemente resistente a las crisis

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The evidence discussed in this chapter indicates that growth predicated on a global market orientation induces discontinuity in the urban hierarchy. It is perhaps becoming increasingly evident that the centrality of mass production and mass consumption was a crucial factor in creating a balanced urban system and national integration of these countries (p.165).


experimentadas por los otros países desarrollados, lo que se expresa en el papel de Tokio como exportador de capital; es igualmente la necesidad de financiar los desequilibrios permanentes en la balanza de pagos de los EE.UU. y su insuficiente nivel de ahorro doméstico lo que se refleja en el papel específico de Nueva York como plaza financiera; es probablemente el papel de Londres como articulador del mercado financiero europeo lo que explica su rol peculiar. Si esta lectura se hace 10 años más tarde se verá que estos papeles han cambiado pues Japón viene de una crisis de más de 5 años, los EE.UU. de un alto y estable crecimiento de más de 7 años y Europa de una recuperación menos duradera que la de los EE.UU. pero aparentemente sólida. iii) Las estructuras de concentración

con la aparición de nuevos polos manufactureros, con características propias de la época, diferentes de las fases previas de la industrialización. Esta mirada permitiría matizar las afirmaciones de Sassen acerca de la desconexión de las ciudades globales de sus territorios nacionales y probablemente hallar el tipo de interrelaciones que puedan estarse dando entre estos nuevos polos manufactureros y los grandes centros urbanos. Desde este punto de vista la investigación de Sassen contribuye muy poco a romper con la mirada concentracionista puntual y, más bien, alimenta enfoques puntuales, muy cercanos a las tradicionales discusiones de concentración vs. desconcentración o descentralización. No obstante, es preciso señalar que éste no es el objeto mismo de la investigación de Sassen pero que su tratamiento no tiene el cuidado suficiente para evitar alimentar visiones sesgadas de la problemática socio-espacial.

Lecturas

La investigación de Sassen pone en evidencia la naturaleza y los

componentes de uno de los elementos de una nueva estructura de concentración surgida como resultado de los cambios operados por la globalización. En particular, muestra en detalle el significado de estos cambios para las llamadas ciudades globales. No obstante, otros componentes de esta estructura no son estudiados y, en cierto sentido, son poco valorados por este estudio. Sassen muestra cómo la decadencia de las ciudades industriales en los países desarrollados se acompañó de un renacimiento urbano en las ciudades globales con base en el desempeño de funciones financieras y terciarias. Muestra cómo otras ciudades industriales no lograron contrabalancear la tendencia decadente y continúan sumidas en crisis severas. No obstante, el componente que no muestra Sassen y que hace falta para una adecuada lectura e interpretación de los procesos, es lo que viene sucediendo

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Luz Mary Giraldo, Bogotá: Convenio Andrés Bello, 2001, 257 p.

Lina María Pérez Gaviria*

Literatura y Ciudad Escribir es dejar huella, salvar del olvido, inscribirse en el tiempo, permanecer. Escribir la ciudad o sobre ella es una forma de concebirla, recorrerla, conocerla y poseerla. Vivirla es entenderla en su versatilidad. Leerla es identificar las formas con que otros la han expresado y fijado en la creación o la reflexión. Es esto lo que se reconoce en el último libro de la ensayista y poeta Luz Mary Giraldo, Ciudades escritas, resultado de una beca Nacional del Ministerio de Cultura en 1998 y de una Mención de Honor en el Premio Internacional de Pensamiento Latinoamericano, otorgado por el Convenio Andrés Bello en el año 2000. La ciudad es una complejidad cultural que ofrece diversas formas de vida y sugiere múltiples campos de interpretación y de creación. En este libro se dan a conocer historia, cultura, sociología, antropología y arquitectura, asociados a la sensibilidad de las épocas recreadas e imaginadas a través de la * Licenciada en Filosofía y Letras de la Universidad Javeriana. Escritora, ganadora del Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo en la modalidad Relato Negro , 1999. Ganadora del Premio Nacional de Cuento Pedro Gómez Valderrama otorgado por la biblioteca Gabriel Turbay, 2000.

escritura literaria. Se trata, entonces, de un diálogo entre disciplinas que no pierde de vista el valor estético de cada obra analizada. La poética de la ciudad reconoce la creación de un espacio literario hecho con palabras, ideas, formas de pensamiento, momentos históricos, juegos de la imaginación y de la fantasía o planteamientos que permanecen, evolucionan o se renuevan. Arcadia e historia se relacionan y distancian al pasar por lugares ideales, utopías, construcciones y destrucciones, por individuos y transeúntes que representan actitudes o los comportamientos del ciudadano. Tantas arcadias y tantas historias como la realidad y la imaginación permiten: desde la de los fundadores de territorios españoles en América, pasando por las de los soñadores de mundos donde prevalecen la cultura de las artes y las letras, por el país de los espejos y de los espejismos , o por la ciudad tenida y perdida. Tantas ciudades históricas o con historia representadas en la literatura del pasado o en autores contemporáneos como Germán Espinosa. Ciudades escindidas y cuestionadas como las Osorio Lizarazo, Marvel Moreno, Antonio Caballero, Luis Fayad, Santiago Gamboa o Mario Mendoza; parodiadas como las de Parra Sandoval o Fanny Buitrago; de inmigrantes como las de Alfonso López o Azriel Bibliowicz; ciudades que desde sus orígenes son idénticas a las del futuro, como las de Moreno-Durán o Francisco Sánchez Jiménez; en fin, narradores y poetas se encuentran en estas Ciudades escritas, compartiendo roles con las de los ensayistas que reconocen, como Juan Manuel Roca, que ciudad implica decir herida, decir ghetto o laberinto, pero también festejo o Gastón Bachelard que las ciudades tienen ruidos oceánicos .

Inscrito en el debate actual, este es un libro para leer y estudiar, para conocer las ciudades imaginadas, nuestra historia literaria y las ficciones sobre la vida urbana y las sociedades recreadas en ellas. Y para comprender lo que somos y hemos sido a través de memoria escrita en la literatura.

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Ciudades Escritas



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