Revista de Estudios Sociales No. 11

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Editorial Fernando Viviescas M. CarI Henrik Langebaek La historia de la humanidad se remonta a 5.000.000 de años, quizás más. De ellos, solamente los últimos 12.000 años corresponden a una historia que pudiéramos llamar "urbana" y eso que por mucho tiempo se trató de un proceso limitado a unos cuantos puntos de la geografía, especialmente en el cercano oriente. Con la historia urbana, empieza la historia del pensamiento crítico. Nada más natural que ese pensamiento alcanzara su máxima expresión con la revolución industrial y los procesos que le siguieron, ya no sólo en Europa, sino también en el resto del mundo. El siglo XX resultó crucial en la redefinición de los significados de la historia humana. No sólo precipitó y exacerbó los movimientos de población y las bases materiales de esa interminable indagación ontológica sino que, de un lado, creó los elementos intelectuales, imaginativos y creativos que permitieron "descubrir" aquellas búsquedas, ponerlas en el plano de la conciencia y, de otro, empezó a generar los procesos cognitivos, culturales y políticos que eventualmente pueden ubicarlos en la agenda de los propósitos mundiales hacia el futuro. Así, en la medida en que se fortaleció el camino hacia la urbanización- a la gran Ciudad, a la Metrópoli (constituyéndola en el continente indispensable, esto es, complejo de los procesos de aglomeración de las mujeres y los hombres) también se desarrollaba el psicoanálisis, la revolución de las ciencias básicas y la conciencia sobre las limitaciones de la modernidad para asimilar la explosión de culturas que finalmente somos. En ese contexto, es apenas "natural" que el estudio de la urbe, incluso en nuestro país, empiece a ocupar un lugar central en las Ciencias Sociales. Por lo demás, ellas mismas se han desarrollado en las ciudades y desde muchos puntos de vista son el producto de un pensamiento urbano. Por ello, tal como ocurrió en el número diez, en esta entrega de la Revista de Estudios Sociales (RES #11), la Ciudad es la protagonista, el "objeto de estudio", y las ópticas desde las cuales se estudia son necesariamente diversas. El Dossier incluye aproximaciones desde la historia, la ciencia política, la psicología y la arqueología. Trata de temas que o bien se fundamentan en una perspectiva histórica o bien tienen que ver con problemas vigentes. La gama de temas va desde la construcción del espacio público, el centro de numerosos debates y políticas públicas en tiempos recientes (Fabio Zambrano), hasta el análisis desde la psicología ambiental (Gilberto Oviedo), las redes, facciones y familia (Francisco Gutiérrez), la política (Fabio Giraldo), el terrorismo y la ciudad, muy a propósito de los eventos del 11 de septiembre de 2001 (Fernando Viviescas) y los antecedentes prehispánicos de las políticas coloniales de asentamiento (Cari Henrik Langebaek). Otras voces, como siempre, incluye aproximaciones novedosas. En esta sección los aportes provenientes de análisis hechos desde la literatura (Héctor Hoyos) y particularmente desde la ciencia ficción (Nayibe Peña), las nuevas tecnologías electrónicas (Carlos Mauricio Nupia), la historia de un icono colonial "perdido" hoy en día en Bogotá (Olga Isabel Acosta) y los contrastes entre las grandes megalópolis y los pequeños poblados de nuestros Andes (Juan José Plata) contribuyen a entender los procesos urbanos de formas imaginativas y rigurosas. Amplían el campo de estudio de los centros urbanos a la estética, la narrativa y los iconos. Nada más natural en la medida en que también esas formas de conocer tienen ahora un claro arraigo urbano. Por lo estimulantes es necesario resaltar que la mayor parte de las

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contribuciones a esta sección proviene de postgraduados recientes de la Universidad de los Andes y de la Universidad Nacional de Colombia. La sección debate, se refiere al tema de los desplazados. Está soportada en los aportes de Donny Meertens y Nora Segura. Además del debate se incluyen dos documentos "Nueva York delira" escrito por Paul Virilio (en más de una forma, premonición de los hechos del 11 de septiembre pasado) y apartes del texto "Ciudad e Identidad" de Estanislao Zuleta. En la sección de lecturas se reseñan: "Las grandes urbes y la vida del espíritu", de Georg Simmel (un fragmento del cual fue incluido en la RES anterior); varios libros que sobre la ciudad se han producido colectivamente en Colombia en los últimos tres años y que muestran hasta dónde la Ciudad ha venido consolidándose en un campo de la reflexión y del pensamiento -para desarrollar el cual, justamente, la RES ha dedicado estos dos últimos números. Los editores agradecen a los autores que han contribuido con los números dedicados al tema de Ciudad y, por supuesto, a la Fundación Social y a la Universidad de los Andes por la permanencia de su compromiso con la publicación.

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DE LA ATENAS SURAMERICANA A LA BOGOTÁ MODERNA. LA CONSTRUCCIÓN DE LA CULTURA CIUDADANA EN BOGOTÁ Fabio Zambrano Pantoja*

Resumen El proceso de modernización de Bogotá fue bastante lento. A razón de su aislamiento, la ciudad estuvo desconectada de las fuerzas modernizadoras que dejaron sentir sus efectos de manera más temprana en otras ciudades latinoamericanas, condición que permitió a la élite tradicional no contar con la competencia de corrientes migratorias de extranjeros que le disputaran su preeminencia social y cultural. Debido a este retraso, la ciudad continuó regida por principios sociales y culturales provenientes de la tradición. Además, la ciudad vivió una profunda crisis económica a finales del siglo XIX, lo cual ocasiona una fuerte perturbación de los símbolos que habían permitido funcionar la diferenciación social. Es por ello que se recurre a fronteras culturales, virtuales, para establecer elementos visibles de jerarquía social: la Atenas Suramericana. Sin embargo, una lenta modernización proveniente de la industrialización, así como de la economía exportadora, dejan sentir sus efectos a la altura de la tercera década del siglo XX. Esto permite iniciar un tímido ingreso de la modernidad, generando una progresiva democratización del paisaje social urbano. Sin embargo, la Atenas Suramericana queda como el mito del paraíso perdido, de la edad de oro desaparecida, cuando todo era mejor, y lo que nos muestra la historia urbana es todo lo contrario: la ciudad ha mejorado constantemente sus condiciones de vida y ha consolidado la construcción de una cultura ciudadana.

El humanista español Menéndez Pelayo en su Antología de la Poesía Latinoamericana, escrita en Madrid en 1892, señalaba que "la cultura literaria en Santa Fe de Bogotá, destinada a ser con el tiempo la Atenas de la América del Sur, es tan antigua como la conquista misma"1. Esta afirmación, hecha por un escritor que nunca conoció la capital ni el país, y que todo su contacto se reducía a los epistolarios sostenidos con algunos eruditos capitalinos, fue recogida por los cronistas de la ciudad, como Pedro María Ibáñez, quien señala que el estatus de Bogotá como ciudad civilizada se remonta a los tiempos de la conquista, condición que atrajo a una migración de españoles cultos, que engrandecieron el proceso civilizatorio y tuvieron hijos distinguidos, quienes en la práctica de sus profesiones fueron dignos representantes de su lugar de procedencia2. De esta manera se fue construyendo desde

** Profesor titular de la Universidad Nacional y profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. 1 Citado por Martha Luda Soto, La Metrópoli Europea. Haciendo una Nación tipo Latinoamericana, Tesis de Grado, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes, 1997, pág. 1. 2 Pedro María Ibáñez, Crónicas de Bogotá, Bogotá, Academia de Historia de Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1991.

fines del siglo XIX la imagen de la Bogotá culta, en buena parte creada por su élite intelectual que se veía a sí misma como miembros de una sociedad culta, y que consideraba que Bogotá se encontraba muy por encima de las otras ciudades latinoamericanas. Esta imagen erudita de la capital se alimentó con el establecimiento de la primera sede de la Academia de la Lengua en América, inaugurada en 1871, en Bogotá, institución que además de apoyar el quehacer gramatical, impulsaba las tertulias que eran vistas como herramientas para "humanizar y civilizar". La publicación oficial de la Academia, la Revista de Bogotá, trascribía las actas de sus reuniones, así como otros artículos, donde se recogía la opinión de sus miembros de ejercitar una labor civilizatoria, no solo para la ciudad, sino también para todo el país. A esta institución se le sumó el Salón Ateneo, fundada en 1884, con un propósito similar. Todo esto no hacía sino destacar el hecho de que en la Bogotá de entonces el uso de la lengua se había convertido en un instrumento para distinguir lo que la élite consideraba culto en oposición a lo vulgar3, precisamente en una ciudad donde las fronteras que mostraban la jerarquización social se estaban borrando, a razón de la masiva migración que se sucede en las cuatro últimas décadas del siglo XIX4 Desde fines del siglo XIX el buen hablar se asumía como un requisito para aquellos bogotanos que aspiraban a ser considerados como "gente culta y bien nacida", lo cual marcaba un contraste total con el hecho de que se pasaba por un momento de la historia de Bogotá en el que la mayoría de los nacimientos correspondía a los llamados hijos ilegítimos5. En esta labor se destaca el libro de Rufino José Cuervo, Apuntaciones Críticas sobre el Lenguaje Bogotano, publicado en 1872 y reeditado en 1907, así como los numerosos trabajos de Miguel Antonio Caro.De esta manera se consolidó una tendencia a crear una realidad propia mediante la integración de un contexto cultural más amplio, que instrumentaliza la cultura como una herramienta para dirigir el rumbo de la sociedad bogotana hacia lo que esta élite consideraba como la civilización y con ello dejar atrás lo que se consideraba la barbarie: hablar mal, vestirse mal, comportarse por fuera de las reglas dictadas por los manuales de urbanidad. El triunfo de este

3 Martha Luda Soto, op. cit., pág. 3 4 Para conocer los efectos urbanos de las migraciones a Bogotá, véase el trabajo de Germán Mejía Pavony, Los Años del Cambio, Bogotá, Ceja, 2000. 5 Miguel Ángel Urrego.Sexualidad, matrimonio y familia en Bogotá, 1880-1930, Bogotá, Ariel Historia, pág. 234

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modelo se consigna en la presencia de gramáticos en los altos cargos del Estado6. En el fondo se trataba de una respuesta de la ciudad letrada al efecto subversivo que se estaba produciendo en la lengua por la incipiente democratización que se iniciaba como resultado de una mayor integración de la ciudad al mercado mundial, gracias a las exportaciones de café y a la aparición de nuevos migrantes que llegaban de la provincia a Bogotá, muchos de ellos con recursos económicos significativos, pero que la alta sociedad bogotana solo los veía como provincianos, sinónimo de incultos7. Por ejemplo, cuando a fines del siglo XIX se inaugura la remodelación del parque Santander, se asegura que éste se asemeja a "un rincón del fino París", ya que el gobierno y la gente ha logrado crear un espacio para "el buen gusto dentro de los cuales se catalogan los apropiados juegos para los niños, la música selecta y el respeto y mantenimiento comunitario de los bienes públicos y privados"8. Así, la exaltación del progreso respaldado por el proyecto culto permite destacar cómo la idea de culturizar se encontraba por encima de cualquier otra consideración urbanística. De esta manera, el impulso de lo culto por parte de un grupo de eruditos, privilegió la utilización de los medios escritos, las tertulias y el espacio público para establecer su proyecto de sociedad urbana, donde el ejercicio del manejo del idioma era la máxima expresión de civilización. El contraste no podía ser mayor, pues en ese momento, finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, Bogotá atravesaba por la peor crisis higiénica de toda su historia y la densificación de la ciudad obligaba a ricos y pobres a vivir dentro del mismo espacio urbano, inclusive a compartir las mismas casas, en razón del empobrecimiento general que vivía la ciudad9. En esta situación de la ciudad, donde los pocos símbolos de jerarquización social del espacio urbano se habían perdido, la élite recurre al buen hablar, los buenos modales y el manejo de un protocolo social, como fronteras entre lo que ellos consideran la civilización, su cultura, y la barbarie, la del "pueblo bajo" y de los provincianos. Estas

6 La relación entre el buen uso del idioma y la política la desarrolla Malcolm Deas en Del poder y la gramática y otros ensayos sobre historia, política y literatura colombianas, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1990. 7 Ángel Rama, La Ciudad Letrada, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2000. 8 Citado por Martha Lucía Soto, op.cit.pág. 5. 9 Sorprende constatar cómo se le atribuye al diplomático argentino Miguel Cané el haber denominado a Bogotá como la Atenas Suramericana. En verdad, este viajero le dedica en sus crónicas tanta atención a las pésimas condiciones de vida que padecía la ciudad, como a las descripciones sobre las tertulias. Véase Miguel Cané, Notas de Viaje sobre Venezuela y Colombia. 1882, Bogotá, Imprenta de la Luz, 1907.

necesidades de distinción, surgidas del desastre urbano que presentaba Bogotá durante este período, se constituyeron en los elementos sobre los cuales se elaboró la nueva urbanidad burguesa en Bogotá que incluía "respeto al orden social, corrección en el vestir, uso del tiempo, noción del comportamiento femenino y masculino, al igual que principios estéticos y morales a partir de los cuales elaborar normas de distinción social"10. Esta imagen de ciudad culta, era utilizada como frontera de diferenciación social, y con ello se fue configurando la personalidad histórica de la ciudad. Los textos de urbanidad, escritos con una marcada carga pedagógica, fueron de gran importancia para exponer lo que se consideraba como los ideales del comportamiento público, el trato armónico entre las personas y la preservación de los valores tradicionales. Los buenos modales, el buen gusto, los bailes, las virtudes cristianas, es decir, la práctica de las normas de la civilidad, fueron motivo de una gran difusión en Bogotá. La prensa bogotana se preocupa por difundir la urbanidad11. La civilidad, con sus restricciones y mandamientos, se convirtió en la base para forjar el mito de la Atenas suramericana, en razón de haber exaltado las buenas costumbres y las buenas maneras como las prácticas necesarias para la vida en la ciudad. De esta manera, la condición de ciudad letrada quedaba resuelta con la Academia, el Ateneo, los boletines, las revistas y periódicos, y la conducta social se aseguraba con los manuales de urbanidad, y con todo esto se consideraba que Bogotá podía sentirse como una ciudad culta, donde la persistencia de las costumbres tradicionales les aseguraba |a posesión de un patrimonio cultural. A esto se le agregó el consumo de algunos productos foráneos, y con ello esta naciente burguesía se consideraba que se encontraba a la altura de sociedades como la parisina, o cualquier otra. Cultura ciudadana y modernización La conservación de la tradición también se deja notar en la literatura. La literatura costumbrista del siglo XIX continúa presente en las primeras décadas del siglo XX, donde, aparte de los cuadros de costumbres, es el tema religioso y el moralizador el que ocupa la atención de los novelistas bogotanos de principios de siglo. Sin embargo, fiel a la tradición radical del siglo anterior, José María Vargas Vila,

10 Véase Sandra Pedraza, En cuerpo y Alma. Visiones del progreso y la felicidad, Bogotá, Universidad de los Andes, 1999. 11 Carlos Ernesto Noguera, Alejandro Álvarez y Jorge Orlando Castro, La Ciudad como Espado Educativo, Bogotá, Arango Editores, 2000.

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irrumpe con su obra disonante de denuncia disidente. También cabe destacar el ensayo fallido de novela urbana, Pax, 1907, de Lorenzo Marroquín y J. M. Rivas, que se queda en cuadros dispersos y en cierto intento de crítica a la naciente burguesía. Fuera de estas excepciones, la producción literaria bogotana de comienzos del siglo continúa como heredera del pasado colonial, guardián de la tradición, en concordancia con el espíritu de la Atenas suramericana. Aquí no están presentes poetas como el payanes Guillermo Valencia o como el cartagenero Luis Carlos López, ni novelistas adelantados como el antioqueño Tomás Carrasquilla y José Asunción Silva, único bogotano cuya producción literaria trascendió, y que murió sin que sus vecinos hayan apreciado su poesía12. De renombre en las letras de la capital ha sido la llamada Generación del Centenario, que aparece en 1910, cuando se conmemora el primer centenario de la independencia. En algún momento se reunió bajo esta clasificación a un grupo muy poco homogéneo, cuyos miembros nunca estuvieron unidos, entre quienes se encontraban educadores y periodistas. Entre sus miembros más destacados figuran: Agustín Nieto Caballero, Armando Solano, Enrique Olaya, Silvio Villegas, Luis Cano, Eduardo Castillo. De ellos no salió ningún rompimiento con la agobiante tradición, si bien mantenían un claro ideal de paz y habían renunciado al romanticismo, condiciones que predisponen al progreso. Al mismo tiempo, la clase alta iniciaba la práctica de deportes, novedad que se realizaba en los nacientes clubes, que con nombres en inglés, se constituían en los nuevos espacios de sociabilidad burguesa. La copia de las costumbres europeas se extendía a la asistencia al Teatro Colón, donde se presentaban compañías operáticas de segundo orden, que se quedaban varios meses en la capital repitiendo las funciones. El cine mudo comenzaba a atraer al público, pero ninguno de estos cambios había logrado transformar lo que se denomina la cultura popular, inmersa aún en las costumbres decimonónicas. Las chicherías continuaban siendo los espacios de sociabilidad popular por excelencia, y las diversiones se encontraban en el tejo, el turmequé, los bolos, la taba y los paseos, que se realizaban en ocasiones especiales13. Era otra concepción del espacio público, y otras formas de sociabilidad, muy distantes de aquellas de las que presumía la Atenas suramericana.

A su vez el uso de prendas de vestir continuaba siendo un elemento fundamental en la jerarquización social. Verdaderos símbolos de distinción cultural, el uso del vestido se constituía en un uniforme social que permitía clasificar al portador a la clase a que pertenecía. Así, en las primeras décadas del siglo XX la moda femenina en la clase alta exigía las medias de seda, el calzado de charol, encajes, cabello largo, trajes hasta el tobillo, y falda con miriñaque. Los hombres usaban traje de paño negro, levita con cubilete por sombrero. . Los muchachos usaban el pantalón corto hasta bien entrada la adolescencia. Entre los pobres, las mujeres portaban un pañolón y sombrero, y los hombres ruana y sombrero, y todos usaban las alpargatas, aunque no todos los días. La educación se encontraba en manos de la iglesia católica, desde la Regeneración. La Ley 39. de 1903 ordenaba que "la instrucción pública en Colombia será organizada y dirigida en concordancia con la religión católica". Así, la comunidad de La Salle controlaba el colegio de La Salle, la Escuela Central de Artes y Oficios, la Escuela Normal Central, la Escuela de San Victorino, la Escuela de San Vicente de Paúl, la Escuela de San Bernardo y la Escuela de Canto de la Catedral. Además de los Salesianos y los Jesuitas, entre otras órdenes religiosas, mantenían el monopolio de la educación, en un sistema que se basaba en la moral cristiana y rechazaba la ética ciudadana. Sin embargo, el analfabetismo era la nota predominante en Bogotá y la mujer no existía como sujeto educable ante la ley. Este panorama empieza a cambiar en los años veinte y treinta, además de esfuerzos como las escuelas nocturnas. Aunque desde 1907 ya funcionaba el Instituto de Artesanos, que impartía educación nocturna, en los barrios de Las Aguas, San Victorino, Las Nieves y Egipto14. Con los cambios de los años veinte la ciudad inicia la transformación de la cultura urbana, y con ello inicia el surgimiento de un nuevo espacio público. La modernización de las comunicaciones, con la radio, el cine, el avión, las transmisiones inalámbricas, el automóvil, el tren, todos estos elementos que confirman que la ciudad es un dispositivo para la comunicación. Así mismo, el rostro de la ciudad experimenta profundos cambios, y por primera vez se construyen edificios más altos que la Catedral, los bancos, nuevo símbolo de progreso. De la influencia arquitectónica francesa se pasa a la de la Escuela de Chicago y al Art Decó neoyorquino, y los arquitectos italianos y franceses son sustituidos por norteamericanos, quienes construyen nuevos edificios, viviendas, acueductos, alcantarillados, mataderos,

12 Luz Mary Giraldo, Ciudades Escritas, Bogotá, Convenio Andrés Bello, 2001. 13 Fundación Misión Colombia, Historia de Bogotá. T III, Bogotá,

14 Miguel Ángel Urrego, op. cit., pág. 324.

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escuelas, hospitales y plazas de mercado. Al mismo tiempo, en las artes los cambios se dejan sentir. Al final de los veinte surgen los Bachué, así como pintores como Garay y Acevedo Bernal, entre otros, inician el abandono del academicismo de fin del siglo XIX. Algo similar sucede con la escultura. En la novela irrumpen los conflictos sociales y la lucha de clases, a la par con el surgimiento del sindicalismo y el socialismo en la ciudad. Se destaca José Antonio Lizarazo, de familia artesana y nacido en cercanías del Panóptico, que introdujo en sus escritos a la clase baja bogotana. En la novela Casa de Vecindad, 1930, relata la sordidez de la vida bogotana de ese entonces. Así, el mundo del paisaje y el costumbrismo, que predominaron en la literatura bogotana de finales del siglo XIX y principios del XX, por fin es reemplazado por el mundo del individuo aislado habitante de la ciudad. Esto se consigna en la poesía de Luis Vidales, con su poema Suenan Timbres, quien rompe a mediados de los veinte con sus versos los moldes intocables del clasicismo que reinaba hasta entonces. León de Greiff, llega a la ciudad en los veinte, cuando inicia la difusión de su poesía. Algo similar sucede en el teatro, donde también se impulsa el abandono del sueño costumbrista decimonónico, y nuevos géneros melodramáticos y sentimentales, cultivados por Luis Enrique Osorio y Antonio Álvarez Lleras, hacen su aparición. En la vida cotidiana la llegada de la radio y la popularización del cine significaron cambios radicales. La cultura moderna proveniente de los Estados Unidos entra con fuerza en la ciudad, y los ritmos musicales como el fox trot, el rag time, el tango se convierten en aires de moda en sustitución de los valses, mazurcas y polkas. En esto juega un papel destacado el cine, ya para entonces bastante popularizado, que estaba acompañado de orquestas15. Espacios públicos y tiempo libre La progresiva modernización que tímidamente comenzaba a experimentar la ciudad, fue introduciendo la práctica de los deportes y con ello se generó la necesidad de nuevos espacios de sociabilidad distintos a las plazas y parques. Así, desde 1890 se inició la práctica del polo, el tenis y el fútbol, los cuales estaban inicialmente limitados a las élites capitalinas que los importaban de sus viajes a Europa. Esto motivó la apertura en 1893 del primer almacén de artículos deportivos de la ciudad donde se vendían juegos de mesa e

15 Alejandro Álvarez, "La irrupción de los medios" en La Ciudad como espacio

implementos deportivos; posteriormente el comerciante Ernesto Duperly importa las primeras bicicletas. El siglo se cierra con la fundación en 1897 del primer club deportivo de Bogotá: el Polo Club, destinado a la práctica del llamado "deporte de los reyes", el polo. Los clubes fundados en la ciudad fueron en sus inicios, lugares exclusivos de los hombres. Estos clubes sociales, establecidos en amplias casonas ubicadas en el centro histórico, eran lugares para conversar, jugar o leer prensa nacional y extranjera. En 1882 se funda el Gun Club, en el tercer piso de las galerías Arrubla. En 1894 se funda el Jockey Club, lugar del juego de póquer y tresillo y de contactos políticos. En sus primeros años, la práctica de los deportes aparece asociado a la institución del Club. En 1905 hay partidos de polo y cricket en el hipódromo de La Magdalena. A principios de siglo comenzó a funcionar el Club La Macarena, encargado de introducir el golf, en un potrero situado en la carrera 13 con calle 37. En Bogotá el Club de Polo fue el primer impulsador del fútbol, cuando, en 1910, se formaron los primeros equipos conformados por miembros del club16. En la década del veinte se presencia un incremento de las prácticas deportivas, aún asociadas a los clubes y que por lo tanto se constituían en un reflejo de las jerarquías sociales. El Polo Club, el América Sport Club, el Tequendama, el Country Club, el Magdalena Sport Club, todos los fines de semana o la temporada de vacaciones fomentan la realización de torneos de polo, tenis, golf y fútbol. Por estos mismos años hay carreras de caballos auspiciadas por los socios del Jockey Club en el hipódromo La Magdalena construido en 1892, y hace su aparición el boxeo en la ciudad. Los aficionados fundan el Boxing Club y aparece el primer boxeador de la ciudad: Rafael Tanco, que, convertido en ídolo, realiza peleas con boxeadores nacionales o extranjeros tanto en el Salón Olimpia como en el Parque de Luna Park al sur de la ciudad. Desde 1929 los periódicos El Espectador y El Tiempo promueven pruebas de ciclismo. Los primeros esfuerzos de socialización del deporte se inician con la Ley 80 de 1925 por medio de la cual se creó la Comisión Nacional de Educación Física en el Ministerio de Instrucción Pública. Este organismo tenía el encargo de organizar concursos de atletismo, promover la construcción de plazas deportivas, crear asociaciones de cultura física, preparar publicaciones y conferencias sobre la importancia de los deportes para la salud, la inteligencia y la moral, y

educativo, pág.85. 16 Fundación Misión Colombia, op. cit.

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elaborar un plan racional de educación física para la enseñanza y la lucha contra las causas del deterioro físico de la infancia y la juventud. En 1927 se realizaron los primeros Juegos Deportivos Nacionales en Bogotá con el patrocinio del Ministerio de Instrucción Pública y Salubridad Pública. Si bien llegaron pocas delegaciones y se limitaron a unos cuantos partidos de fútbol y a algunas pruebas atléticas celebradas en el estadio del Instituto de la Salle, hay que registrar este hecho como el primer esfuerzo por emplear el deporte como instrumento de integración nacional17. El aparato educativo cumplió un papel de gran importancia en la popularización de las prácticas deportivas. Por otra parte, la inversión pública en infraestructura permite la generación de espacios en donde la gente podía llegar a hacer el deporte. Con la creación del Parque Nacional en 1934 se construyen canchas de tenis, baloncesto, patinaje, pistas, gimnasios, camerinos, y servicios sanitarios con el fin de promover la recreación de la gente. En 1935 se crea el Comité Municipal de Deportes de Bogotá con el fin de desarrollar el deporte, en especial el fútbol. Por decisión del Concejo de Bogotá para celebrar en 1938 el IV Centenario de fundación de la ciudad se dispone del Acuerdo 12 de 1935 para construir un estadio en la ciudad. Luego Luis Camacho Matiz cedió 43 fanegadas de los terrenos que formaban parte de su antigua hacienda El Campín, en el entonces barrio San Luis. Este estadio sería el primero de la ciudad para realizar torneos de fútbol, el cual se empieza a construir en 1936 y se inaugura en 1938. Junto a El Campín en 1937 se realiza el Estadio Alfonso López en la moderna sede de la Universidad Nacional18. El primer deporte que se populariza es el fútbol, lo cual sucede en los años treinta. Con la construcción de escenarios deportivos públicos y la introducción en la enseñanza de la práctica de deportes, se consolidó este proceso, el cual se reforzó con la dotación en los barrios obreros de canchas deportivas. En Bogotá, por ejemplo, en 1934 se inauguró una cancha en el barrio Tejada y en 1942 se construyeron 2 gimnasios obreros para fomentar el espíritu deportivo y mejorar la condición física de los trabajadores. Se acelera la democratización de la ciudad Los cambios económicos de las décadas anteriores, así como la urbanización constante, el fortalecimiento del Estado y la

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Santiago Londoño, Vida diaria en las ciudades colombianas. Nueva Historia de Colombia, Bogotá, Editorial Planeta, 1989. Investigación Historiografía de los Parques Nacional, Tunal y Simón Bolívar, Bogotá, Cifa, Universidad de los Andes, IDCT, 2000.

progresiva industrialización, generaron diversos cambios en la ciudad, siendo uno de ellos el surgimiento de una clase media bogotana. Así mismo, surge una actitud nueva hacia la ciencia, a la que el Estado empieza a tomar en cuenta en la tarea de gobernar. Una ley de 1928 había designado como "cuerpos consultores" del gobierno a varias asociaciones científicas ya establecidas en medicina, geografía y las ingenierías. Otra ley hizo lo mismo para la recién creada Academia Nacional de Ciencias. La concentración de la Universidad Nacional en un campus moderno y especialmente diseñado para ella, fue una medida de gran significación para la consolidación de la academia moderna. De esta manera, las sociedades científicas se consolidaron en Bogotá y sus publicaciones contribuyeron a abandonar el lastre religioso. La respuesta de la tradición se simboliza con la fundación de la Universidad Javeriana en 1931. Los cambios también se dejan notar en las artes plásticas. A tono con los nuevos discursos políticos, la pintura y la escultura dejan notar cierta influencia nacionalista. Algo de ello aparece en la pintura de Luis Alberto Acuña, Ignacio Gómez Jaramillo y del joven Gonzalo Ariza. En la escultura, Rómulo Rozo, junto con otros escultores como José Domingo Rodríguez y el español Ramón Barba, conforman el grupo Los Bachué, quienes dan la espalda a Europa y buscan inspiración en el muralismo mexicano para volcarse a la cultura autóctona y registran una tendencia indigenista y testimonios de los problemas sociales. En la novela se consolida el registro del fenómeno urbano y el espíritu burgués, así como el relato fantástico. Novela urbana como Abismos, ensayo biológico social, 1931, y Mujer y sombras, 1937, de Luis Carrasquilla; Jenny, 1932, de Luis Alberto Castellanos; Las dos joyas, 1940, de Hernando Gutiérrez; Los del medio, 1938, de Augusto Morales Pino; Hombres sin presente, 1938, de J. A. Osorio Lizarazo. En ellas se registra las nuevas realidades urbanas, como el surgimiento de la clase media y la presencia de los empleados públicos. En la poesía se destaca Eduardo Carranza, quien se acerca al pueblo y poetiza las formas populares del lenguaje19. De la misma manera, en la vida cotidiana los cambios en esta década son profundos. El nacionalismo, como exaltación de valores propios, unidos al reformismo democratizante de los gobiernos liberales, van a influenciar 19 Catálogo de la Exposición Permanente Bogotá siglo XX, Museo de Desarrollo Urbano, Alcaldía Mayor de Bogotá. Bogotá, IDCT, 2000

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notoriamente los cambios en la ciudad. Aparece en el Estado una clara actitud de democratización de la cultura. Los gobiernos liberales buscan la laicización de la educación y su democratización, intentando borrar la distinción entre escuelas rurales y urbanas, y dando a la mujer la posibilidad de acceder al bachillerato y a la universidad. Así, en 1935 el gobierno no renovó el contrato con los hermanos de La Salle para la dirección de las escuelas normales. El Congreso Nacional de Educadores, de 1934, preconizaba el desarrollo de una escuela profundamente colombiana, adaptada a las características del país, fundada en la cultura popular. Los políticos, como Jorge Eliécer Gaitán, inician campañas de culturización de las costumbres. Desde la Alcaldía legisla sobre el cambio de alpargates por zapatos entre los obreros del municipio. Establece el uso de delantales y gorros para las marchantas del mercado. Intenta uniformar los choferes públicos de la capital, medida que genera una fuerte protesta y una huelga que se convierte en el motivo evidente para provocar la caída de Gaitán de la Alcaldía. Para entonces ya había establecido las conferencias semanales conocidas como los Viernes Culturales. Además, la industrialización y los nuevos métodos de comercio, en especial la venta a crédito introducida por los llamados polacos, inmigrantes judíos, así como los turcos, palestinos y libaneses, con la venta de telas y ropas puerta a puerta, contribuyeron a cambiar la vestimenta en Bogotá, y con ello se inicia la democratización del paisaje social urbano, puesto que el vestido comienza a dejar de ser un uniforme de la distinción social20. Pero es la radio el protagonista fundamental de la difusión de nuevas corrientes musicales. La Voz de Colombia, 1930, y la Voz de la Víctor, 1933, se convierten en los vehículos de difusión de ritmos caribeños, así como el bolero y las rancheras mexicanas. Junto con el cine sonoro llegó la invasión del cine mexicano y argentino, que consolidó la implantación de la ranchera en el público bogotano, en razón de las temáticas rurales o del migrante rural que llegaba a la ciudad, y a la condición de no necesitar leer subtítulos, lo cual facilitó que el público bogotano, altamente analfabeto, comprendiera las películas. Este nuevo ambiente cultural genera cambios en la moda, como el uso en las mujeres de la clase alta de las pieles, los zorros plateados, los sombreros con malla para cubrir el rostro, así como también la difusión del uso del calzado y el sombrero de fieltro, que reemplaza al de paja, se convierte en el uniforme masculino. Un elemento simbólico de todos estos cambios fue la inauguración del

servicio de Taxis Rojos, en 1935, del empresario Leonidas Lara, que los bogotanos podían solicitar por teléfono21. La ciudad cambia de rostro La progresiva industrialización, así como la profesionalización de la arquitectura, aceleró la transformación de la ciudad con la introducción de nuevos materiales de construcción tales como el hierro, el acero, el vidrio, el concreto reforzado. El uso del ladrillo a la vista y la popularización del vidrio caracterizan esta época. Así mismo el modelo de edificio público norteamericano hace presencia con los edificios Murillo Toro, llamados el Palacio de las Comunicaciones, y el Palacio de los Ministerios. La demolición de la joya colonial, el Convento de Santo Domingo, para darle paso al primero, refleja las polémicas entre tradición y modernidad que se daban en Bogotá en esos años. El Claustro de San Agustín también sufrió una mutilación. Estas discusiones entre lo tradicional y lo moderno también se extienden a la pintura. En 1940 se abre el salón de Artistas; Nacionales, y con él se muestra las primeras pinturas abstractas. Los maestros de pintura que van a reinar en la ciudad en la segunda mitad del siglo XX, hacen su aparición en esos años. En una aproximación al arte moderno, Alejandro Obregón hace su primera exposición en 1944. Pero la reacción no se hizo esperar: en 1942 el cuadro de Carlos Correa que ganó el Salón Nacional fue vetado por la jerarquía de la iglesia católica por representar la anunciación con una virgen desnuda. Hace su aparición la escultura de los maestros Negret, Ramírez Villamizar y Arenas Betancur, quienes la hacen plenamente contemporánea. En la poesía, los Piedracielistas, con Carranza como su máximo exponente, y el grupo Cántico, o los Cuadernícolas, continúan la renovación de este género. Luego, Aurelio Arturo va a introducir una poesía, la de la soledad, y anuncia el camino a los poetas de la segunda mitad del XX. En la academia, la Escuela Normal Superior (1937-1944) consolidó la reflexión científica sistemática, gracias a una nómina destacada de profesores extranjeros (alemanes, franceses y españoles) quienes impulsaron la enseñanza y la investigación en antropología, sociología, geografía e historia, de gran importancia para entender el desarrollo de estas disciplinas, en la ciudad y en el país. Es entonces cuando en la vida cotidiana bogotana el bolero inicia su reinado. Cantantes como Agustín Lara, Libertad Lamarque; Leo Maríni, María luisa Landín y el colombiano Ortiz Tirado, son los ídolos de este género, que compite con el tango y la música caribeña que está entrando con fuerza

21 Catálogo Exposición permanente Bogotá siglo XX.

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En la vida cotidiana la ciudad muestra un mayor cosmopolitismo. Los nuevos ritmos musicales como el rockand-roll se popularizaron gracias a los nuevos programas radiales. Pero de nuevo es el cine el responsable de introducir nuevas modas y nuevos comportamientos en la ciudad. El cine a color llega con fuerza, y si bien las películas norteamericanas inundan los teatros, artista mexicanos como Cantinflas continúan siendo los favoritos del público. La moda de los años cincuenta muestra una total descomplicación: las muchachas lucen falda corta, a media pierna, los zapatos de cordón y en combinaciones de color blanco y azul o rojo; los muchachos usaban el zapato mocasín y el pelo engominado. En la música, el bolero continuaba su reinado junto con las rancheras, con artistas como Javier Solís y Pedro Infante. La televisión, inaugurada el 13 de junio de 1954, inició una serie de programas de gran recordación. El noticiero El Mundo al Vuelo, la comedia Yo y Tu, programas humorísticos con el grupo de Los Tolimenses, programas infantiles como El Tío Alejandro, además de las transmisiones de lucha libre y de carreras de caballos, se constituyeron en los programas de mayor audiencia, junto con otros programas extranjeros. Son los medios de comunicación de masas los encargados de democratizar el gusto y la moda en los diferentes espacios públicos de la ciudad. De ser claramente símbolos de jerarquización social el vestido, el transporte, la comida, la música, la forma de hablar, poco a poco dejan de ser fronteras entre las clases sociales, y el paisaje social urbano comienza a asemejarse progresivamente. Si a comienzos del siglo usar alpargatas y ruana se constituía en un uniforme que matriculaba inmediatamente a su poseedor como miembro de la clase popular (o guache, como despectivamente se le denominaba), el usar vestido a la europea se convertía en el uniforme de cachaco, miembro de la clase alta. Desde la posguerra estas fronteras visibles comienzan a desaparecer, y a ser sustituidas por otras más sutiles pero mucho más fuertes. De la misma manera la comida inicia una democratización profunda, puesto que algunos alimentos extranjeros, como la pizza, la hamburguesa y el perro caliente, pasan de ser comidas exclusivas de la clase alta a convertirse rápidamente en artículos que se encuentran en toda la ciudad. Si el bluyín identificaba a los cocacolos de los años cincuenta, hoy se ha convertido en la prenda de vestir que se encuentra usada por miembros de todas las clases sociales, hombres y mujeres. La música dejó de ser patrimonio de un grupo social específico, como sucede con el 22 Carlos Uribe Celis, La Mentalidad del Colombiano, Bogotá, Ediciones Alborada, rock y la salsa, cuyo disfrute se realiza en todos los sitios 1992, pág.73. de diversión, independiente del estrato social. Algo similar ha 23 Luz Mary Giraldo, op. cit.

para entonces. La música procedente de Cuba, así como la proveniente de la costa norte, hacen su arribo con fuerza, y las composiciones de José Barrios y la orquesta de Lucho Bermúdez con su Orquesta Caribe se toman a Bogotá con los porros y la cumbia. La emisora Nueva Granada populariza los espectáculos musicales en vivo, con artistas invitados como Pedro Vargas y Libertad Lamarque. La Voz de la Víctor transmitía La Hora Costeña, donde reinaba Lucho Bermúdez. La sintonía de estos programas competía con el periodismo político. La Radio Nacional continuaba con su labor pedagógica de difusión de la música culta. Cabe anotar que la popularización de la música costeña estuvo asociada a la popularidad del fútbol puesto que los himnos de los equipos profesionales fueron adoptados por sus hinchas (por ejemplo, Pachito Eche, del Independiente Santafé) 22. Así mismo, al igual que el resto del mundo, a comienzos de los cuarenta se introdujo la Coca-cola al mercado local. Camiones de reparto visitaban los colegios y repartían gratis la bebida. Rápidamente esta marca se puso de moda en las fiestas de la juventud, ya los muchachos se les llamó "cocacolos", sucesores de los glaxos y los filipichines de antaño. En el vestido, los colores claros, pasteles, comenzaban a competir con el inefable negro que había dominado el paisaje de las calles bogotanas desde la colonia. Además, las medias de nylon reemplazaron a las de seda luego de la segunda guerra mundial. De esta manera continuaba la popularización de algunas modas que hasta entonces eran prerrogativas de la clase alta bogotana. La posguerra significó un período de grandes cambios para la ciudad. Una mayor integración vial estuvo acompañada de la apertura de grandes almacenes como el Ley y Sears. En las manifestaciones culturales, se destaca la escultura de los maestros Negret y Ramírez Villamizar, quienes inician un recorrido expresivo por las formas geométricas. La pintura mantiene la expresión abstracta, pero también se utiliza el figurativismo, con Fernando Botero y Alejandro Obregón. En la literatura, los relatos de la Violencia (que azotaba al país) como La Mala Hora y La Hojarasca, de Gabriel García Márquez. Además surge el Nadaísmo, movimiento iconoclasta originado en Antioquia. En poesía se destacan Jorge Gaitán Durán, y Eduardo Cote Lamus, vinculados a la revista Mito, publicación de gran influencia en el desarrollo cultural de la capital23.

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sucedido con las comunicaciones, puesto que hasta hace una década la televisión por satélite estaba limitada a los estratos altos de la ciudad, mientras que el siglo concluye con la popularización de las parabólicas comunitarias que permiten sintonizar diversos canales internacionales. La ciudad se democratiza en sus formas y las fronteras visibles que la dividen van desapareciendo, al tiempo que se construyen otras, muy diferentes a aquellas que existían a comienzos del siglo (el hablar bien, los buenos modales y el vestido). Al menos, el carácter de la ciudad de servir de espacio de representación del poder, condición que acompaña a la ciudad en toda su historia, pasó de manifestarse como un escenario de diferenciación social (como lo era a finales del siglo XIX) para convertirse ahora en un espacio de representación de la nueva realidad política: la igualdad, representada, entre otros elementos, por el libre acceso al espacio público y a la homogenización del paisaje social urbano.

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FAMILIAS, REDES Y FACCIONES Francisco Gutiérrez Sanín* Luisa Ramírez**

Resumen Sin perder de vista unas investigaciones en las que se recogieron diversos testimonios de decenas de líderes de los partidos tradicionales, este artículo busca indagar las razones por las que la familia se constituye en un agente importante en la fuerte cohesión de los partidos políticos tradicionales en Colombia. De la misma forma, se pretende definir las acciones fundamentales que caracterizan y resumen la integración de la familia con el ejercicio de la política, y, además, dar cuenta del tipo de conflictos que se deducen de estas mismas actividades que enfrentan la unidad familiar con la competencia por el poder.

¿Qué une a nuestros partidos tradicionales? Muchas de las explicaciones que se han propuesto para entender por qué ellos son grandes y dispersos conducirían automáticamente a la conclusión de que deberían haber desaparecido ya. De hecho, esto es precisamente lo que ha sucedido en muchos otros países. ¿Por qué no aquí? Cualquier análisis serio sobre el clientelismo en Colombia tiene que pasar la siguiente prueba: explicar simultáneamente su des-institucionalizacion y su persistencia. Dicho de otra manera, es preciso estudiar las razones de la tolerancia de las fuerzas tradicionales a la vitalidad de la actividad sub-organizacional que se presenta dentro de ellas y, en la otra dirección, las causas por las cuales ese mundo sub-organizacional mantiene lealtades con el partido al que pertenecen. Algunos autores como Katz y Mair1 señalan que deben existir elementos de carácter "vinculante" que den soporte a la organización. Otros como Panebianco2, afirman que para que un partido se mantenga es necesario que existan por lo menos dos tipos de miembros. Unos cargados hacia los componentes ideológicos del partido y otros cuyo vínculo parece tener un carácter más instrumental y cuyo compromiso con las grandes ideas es substancialmente menor. Pero en Colombia, son muchos los autores que se concentran en

* Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones internacionales de la Universidad Nacional. ** Psicóloga. Magíster en Ciencia Política de la Universidad de los Andes. 1 Richard Katz y Peter Mair How parties organize. Change and adaptation in party organization in Western democracies, Sage, 1994. 2 Angelo Panebianco, Modelos de partido, Madrid, Alianza, 1990.

el problema de la falta de contenido ideológico en la actividad política. Aquí no parece haber un elemento vinculante que mantenga en pie a los vetustos edificios liberal y conservador3. Es necesario entonces tratar de entender de qué está hecho ese cemento de las redes sociopolíticas de los partidos tradicionales y la manera en que se articulan para construir estructuras que además de "agarralotodo" son "aguantatodo". El problema se torna aún más interesante cuando se hace el contraste entre el viejo clientelismo tradicional-agrario y su adaptación a través de sucesivas etapas a un país predominantemente urbano y en rápido proceso de cambio y modernización4. El actual clientelismo en las ciudades se caracteriza por una enorme capacidad de fraccionar los bienes para negociarlos mejor, una alteración del gradiente de asimetría entre el proveedor de recursos básicos y el de votos, un desencantamiento y la laicización de las relaciones políticas y una extrema movilidad de los agentes (algunas de estas características serán discutidas mas adelante). Si tomamos en serio la advertencia de Sartori5 sobre el indebido "estiramiento conceptual", es válido preguntarse en qué sentido tales relaciones de intercambio de votos por recursos constituyen un "sistema de lealtades asimétricas"6, para usar una de las definiciones canónicas de clientelismo, o algún otro tipo de patrón de interacción. Y en todo caso vuelve a plantearse la pregunta: ¿cuál es el cemento que une a estos "agentes brownianos" en busca de beneficios? ¿Por qué mantienen un mínimo de lealtad hacia su respectiva organización? Hay varias maneras de intentar responder esta pregunta, que en realidad es bastante complicada7. En el presente artículo abordaremos solamente una: el papel de la familia en la estructuración de la actividad política. A primera vista podría parecer sorprendente que la familia siga teniendo una gran centralidad en contextos urbanos. De hecho, la noción de que la urbanización y la modernización están asociadas al

4 Francisco Leal y Andrés Dávila, Clientelismo, el sistema político y su expresión regional, Bogotá, lepri-Tercer Mundo, 1991; Ronald Archer, "The transition from traditional to broker cientelism in Colombia: political stability and social unrest" en Working Paper-Kellog lnstitute, no. 140, University of Notre Dame, 1990; Francisco Gutiérrez y Andrés Dávila, "Paleontólogos o politólogos: ¿qué podemos decir hoy sobre los dinosaurios?" en Revista de Estudios Sociales no. 6, Bogotá, 2000, págs. 39-50. 5 Giovanni Sartori, "Comparación y método comparativo" en Giovanni Sartori (eds.), La comparación de las ciencias sociales, Madrid, Alianza, 1999, págs. 29-50. 6 Lucy Mair, Primitive goverment, USA, Penguin, 1967 7 Francisco Gutiérrez y Andrés Dávila, op.cit.

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debilitamiento paulatino pero irreversible del «predominio» de los «roles adscriptos, difusos, particularistas, afectivos»8 es parte básica de la tradición de la sociología política latinoamericana. Pero intentaremos mostrar que en Colombia ha ocurrido algo sutil pero sustancialmente distinto. En realidad, cualquiera que conozca los aspectos más prácticos y rutinarios de la política colombiana se sorprenderá tanto de la gran centralidad de la familia como de lo poco que sabemos (académicamente) sobre el asunto9. En varios tipos de ciudades -desde metrópolis como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, hasta municipios medianos10- la familia constituye un referente fundamental. No sólo es un nicho y una institución sino un patrón cognitivo que enseña cómo hacer cosas, formar redes y actuar en el mundo. Así pues, parece que la familia provee a los agentes no sólo de un conjunto de recursos y repertorios sino también de modelos de acción para construirse y fundarse políticamente. Hasta qué punto -y, lo que es tan importante, de qué manera- es esto cierto, será el foco principal del presente artículo. Cómo se desarrollan las diferentes modalidades de familismo político según el ámbito social o espacial (rural o urbano) será el otro foco de atención. El material y las reflexiones que presentamos aquí son producto de sucesivas investigaciones11 que nos han conducido a adelantar seguimiento de terreno a campañas electorales y entrevistas a profundidad con decenas de líderes de los partidos tradicionales (en su gran mayoría del partido liberal) en Bogotá, municipios de Cundinamarca que son claramente urbanos12 y varias capitales departamentales. Usamos el material de manera más o menos laxa, sin ningún método expositivo formal. El panel de la familia ¿Acaso el tránsito del mundo rural al urbano no hubiera debido barrer el caciquismo y el gamonalismo? ¿Por qué

8 Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición, Buenos Aires, Paidós, 1962, pág. 73. 9 Por eso tenía tanta razón Marco Palacios (1995) al señalar que podría constituir una rica veta de investigación y comprensión 10 Con una definición todavía completamente informal de «mediano», es decir, con una activa vida urbana y a veces con la influencia de grandes capitales; piénsese en Tuluá o en Facatativá. 11 Cofinanciadas por Colciencias, el Observatorio de Cultura Urbana de Bogotá y más recientemente el London School of Economics. 12 Aunque siempre cuentan con un significativo sector rural.

sigue siendo tan importante la familia? Hay al menos dos buenas razones para ello. En primer lugar, la apertura política y los cambios institucionales desde Belisario Betancur hasta hoy no solamente estimularon la competencia política sino que crearon ámbitos específicos en el nivel sub-nacional en donde los nuevos entrantes se podían desenvolver particularmente bien. A su vez, esto produjo un resultado crucial: se podían ganar escaños en los cuerpos colegiados locales y regionales con relativamente pocos votos. Nótese que esto no se aplica solamente a los municipios pequeños y medianos, sino también a las ciudades (vía Juntas Administradoras Locales, por ejemplo). Así, pues, en algunos barrios -sobre todo allí donde existían auténticas colonias de los departamentos- de las grandes ciudades y en los municipios pequeños y medianos, la familia se constituyó en una unidad básica de conteo electoral, por la sencilla razón de que allí aquélla, la familia, estaba aglomerada territorialmente. En la reflexión del candidato a la alcaldía Fernández: El gran caudal electoral es de la familia mía... Entonces usted simplemente dice: ¿Cómo se llega al concejo de mi pueblo? Con votos: ¿con cuántos votos? Con doscientos. ¿Cuántos Fernández tienes? Ochocientos, sacas cuatro concejales. Entonces nosotros decíamos eso. Eso es así de sencillo y por eso estamos ahí, nosotros lo único que hemos hecho es trabajar despacio.13

Los candidatos hablan continuamente de "cuentas", y estas habitualmente14 tienen una sólida base familiar. "Si los Fernández somos tantos entonces aquí tenemos derecho a tener un Fernández en el concejo, esa es la simple operación matemática y así empezamos"15. El papel político de la familia se enuncia, pues, no sólo en términos de "operaciones" sino de "derechos": hay una aleación de particularismo (mi familia) y de democracia (la importancia del número). Lo que hemos observado reiteradamente en terreno es que, como subrayaremos más adelante, en la medida en que la política reciente (desde mediados de la década de los ochenta hasta hoy) está vinculada a la movilidad social ascendente16 hubo un cierto

13 Las referencias de las investigaciones de las que se extraen este testimonio y todos los que siguen son las siguientes: Violencia y sistema político (confinanciada por Colciencias), 1999-2000; Clientelismo y congreso en el sistema político colombiano (cofinanciada por el London School of Economics y la Universidad de los Andes); Gobernabilidad urbana, cultura política y democracia participativa (cofinanciada por el Observatorio de Cultura Urbana de Bogotá), 1996. 14 ¡No siempre! Se mostrarán algunas excepciones más adelante. 15 Algunos nombres se han cambiado, y en general omitimos el lugar en el que ha tenido lugar el proceso, a menos que se trate de figuras de relevancia nacional.

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grado de incorporación social. Así, pues, algunos de los nuevos entrantes eran hijos de trabajadores manuales, y sus familias eran habitualmente más grandes y extensas17. Por lo tanto, cuando afirmamos que la familia es indispensable para comprender la política colombiana, en realidad no estamos hablando del peso de una tradición, sino de un resultado evolutivo: no es que la familia siga siendo importante de la misma manera como lo era en el pasado, sino que pasó a cumplir un papel nuevo, que se articuló a través de múltiples vínculos y memorias con las prácticas anteriores. Hasta principios de los ochenta, el papel electoral de la familia estaba centrado en los notablatos locales. La política conservaba claramente características de un sistema elitista, en el que era fundamental contar con una "dote inicial": ser hijo de una buena familia con tradición política o estar apadrinado, tener patrimonio económico (de vieja data) o tener un mínimo de capital cultural, para entrar en las redes de poder. Las dos primeras condiciones eran las más importantes, puesto que permitían acceder a los contactos y ser elegido por los padrinos. No era fácil, pero una vez ahí la capacidad de disponer de recursos públicos y de repartirlos era bastante amplia, en algunos casos incluso discrecional. El sistema de relaciones era muy vertical y la estructura social constituía una base lo suficientemente fuerte como para garantizar cierto grado de cohesión, de obediencia y de disciplina. De cierta manera, el familismo actual es una rebelión contra lo que predominó hace un par de décadas: nuevos entrantes contra caciques tradicionales18. El enfrentamiento entre los dos modelos atraviesa varias narrativas de políticos cuando hablan de sus trayectorias vitales y aún hoy, de vez en cuando, aflora en conflictos electorales, como lo muestra lúcidamente un cacique cundinamarqués: (...) por ejemplo el caso que nos cobijó cuando nosotros perdimos la alcaldía popular porque realmente el grupo nuestro, el grupo que me acompaña a mí, no habíamos perdido una alcaldía popular, la perdimos de pronto por el inconformismo de la gente porque desafortunadamente eso no sólo se da aquí sino de pronto se da en muchos municipios

16 Francisco Gutiérrez y Andrés Dávila, op.cit. y Francisco Gutiérrez, La ciudad representada. Política y conflicto en Bogotá, Bogotá, lEPRI-Tercer Mundo, 1998. 17Es decir, los lazos íntimos sobrepasaban la familia nuclear y el primer nivel de consanguinidad. Obviamente, aquí también pesan diferencias regionales. La tendencia incorporadora explica en parte el horror de los comentaristas letrados y blancos cuando se enfrentan a la política actual (por supuesto, esto es sólo parte de la historia). 18Esto podría tener un carácter cíclico, de lo que puede convencerse el lector al rememorar Manuela de Don Eugenio Díaz, pero no seguiremos aquí esa línea de reflexión.

de Cundinamarca y en toda Colombia: los caciques las familias que siempre han manejado, manipulado una política, la gente ya estaba cansada de este cuento, entonces por eso mi antecesor, precisamente una persona que era un transportador, que inclusive no sabía leer no sabía firmar, y salió electo pero es por inconformismo de la misma gente porque estaban cansados del manipular político (...)

Una segunda explicación de la importancia de la familia es que se ha convertido en un nicho ideal para el cumplimiento de los acuerdos. En realidad, lo es en todo el mundo, y por eso la política Universalmente muestra cierto nivel de familismo. Pero en la política colombiana contemporánea hay un factor adicional. El nivel de traición e incumplimiento de pactos es altísimo tanto dentro como fuera de los partidos tradicionales. Una vez más: aunque no deba sorprender a nadie el hecho de que la política sea por definición una actividad regulada por la desconfianza (Hume), si se supera un cierto umbral de expectativas pesimistas los actores empiezan a buscar refugios allí donde la confianza sea un poco mayor y la incertidumbre más manejable. Veremos enseguida que también dentro de la familia se pueden producir feroces luchas políticas, pero coexisten con dos características básicas: el conocimiento mutuo, que aumenta la previsibilidad, y la capacidad de perdón, que dificulta que los enfrentamientos degeneren en largas espirales de hostilidad. Quizás la familia no sea muy eficaz bloqueando la traición o el simple abandono, pero en cambio es muy buena morigerando sus efectos. Al introducir cohesión y expectativas de interacción en el largo plazo, se convierte en un capital decisivo. Una vez visto el porqué ha seguido siendo importante, detengámonos en el cómo. ¿Cómo aparece la familia en la vida política práctica? ¿A cuenta de qué actividades específicas se giran los fondos de ese capital? Hemos podido identificar al menos seis dimensiones significativas. En primer lugar, la familia constituye un modelo fundamental de socialización política. El partido liberal, por ejemplo, se ha considerado "una familia", y a lo largo de su agitada historia faccional, cada vez que un grupo obtenía la victoria sobre otro llamaba a los derrotados a la unidad porque al fin y al cabo eran "hermanos" liberales19. A un nivel más capilar, la relación de los políticos "de las grandes ligas" con los entrantes en la política local y regional incorporó de vieja data

19 Por ejemplo, en la década del setenta apenas los turbayistas derrotaron a los lleristas, una de las mejores plumas del turbayismo exclamó: "Todos somos hermanos. Somos liberales, turbayistas y lleristas de ayer, somos liberales de hoy"(Samper, 1978).

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un fuerte componente paternalista, y aún hoy, pese a los intensos cambios que han tenido lugar tanto en la política como en la sociedad colombianas, subsiste la imagen del "padre" o del "hermano mayor". Por ejemplo, un senador de Cundinamarca dice que él es como "un papá para los de la base (...) siempre lo siguen a uno buscando para pedirle. Le toca a uno seguir escuchándolos y ayudándolos". El paternalismo aparece aquí como una grilla cognitiva perfectamente "natural" y explícita: la "base" son los hijos, el político el padre, y la relación una de "crecimiento" y "enseñanza", que conforma un "hogar" en el cual hay deferencia de abajo-arriba y ayuda continua (en los "momentos difíciles") de arriba-abajo. Dice el senador: Yo pondría el ejemplo de la familia, en donde resulta que uno cuando nace y abre los ojos por primera vez ve es a su mamá y luego al papá que entra a visitar a la mamá y ve al hijo, entonces son las dos primeras personas que uno ve; y luego, va creciendo y como va creciendo siempre ellos le dan la mano y siempre busca uno al papá y a la mamá y nunca se oía cuenta de que ya creció y que ya tiene un hogar, sigue siendo su papá y su mamá. Y cada vez que tiene problemas dentro de su hogar, a quien busca, al papá y ala mamá. Yo diría que ese es un ejemplo para mí valido de por qué siguen buscando al senador o al presidente si uno llega a ser presidente algún día al cargo mas alto del país, porque ha sido la persona con que ha trabajado, que le ha pedido, que le ha dado una respuesta.

Esta es una mirada desde la "perspectiva del padre"; la inversa, la de los "hijos" que supuestamente constituyen el "hogar", es mucho más desencantada y cínica: a menudo una historia de incumplimientos continuos (pero esto perfectamente podría corresponderá un deterioro general de la imagen del padre en el país). Con todo, se trata de la dimensión que liga de manera más directa el familismo contemporáneo con las nociones básicas de clientelismo, y posiblemente esté más generalizada en las áreas rurales que en las urbanas. En efecto, poco de esto ha sobrevivido en las grandes ciudades, aunque todavía es posible encontrarse con casos espectaculares de deferencia, sobre todo allí donde hay un intercambio de votos por tierra20. En segundo lugar, es un criterio importante para la creación de facciones. Es decir, hay un componente hereditario dentro de la política tradicional colombiana. Ésta históricamente

20 Francisco Gutiérrez, op.cit.

estuvo dividida en "casas", los López y los Lleras dentro del liberalismo y los Gómez y los Ospina dentro del conservatismo, por ejemplo, que dotaban de una estructura básica faccional al respectivo partido. Los expresidentes jugaban un papel central dentro de él, lo cual garantizaba una carrera a su familia y sus protegidos. Pero esto no operaba únicamente a nivel nacional. La institución del delfín el heredero de un político ilustre que estaba destinado a conseguir la presidencia u otro cargo- se encontraba bien establecida en la década del sesenta, y tenía también una expresión regional y, ciertamente, local. En el ámbito regional, un caso como el de Camilo Sánchez muestra la evolución característica: su padre, Julio César Sánchez, "amigo" de la "casa" llerista, creó un importante patrimonio electoral en Cundinamarca, que traspasó a Camilo. Éste, a su vez, es liberal pero dirige un movimiento que se ha vuelto "cívico" (se llamaba Convergencia Liberal y ahora es Convergencia Nacional), sin relaciones cercanas con expresidentes y maneja un caudal de votos respetable en las actuales circunstancias, pero con mucho menor empuje que el de Julio César. En Cali y en Valle del Cauca, Carlos Holmes Trujillo, un entrante plebeyo temprano, construyó un vigoroso movimiento - que sus seguidores interpretaban como de inspiración "socialista" - que después recogerían sus hijos, pero sólo parcialmente: como en las herencias económicas, hay patrimonio que se pierde y la distribución debilita a los beneficiarios en comparación con el padre. Así pues, la herencia política aún funciona, pero a través de sucesivos "encogimientos", como una piel de zapa. No creemos que en este sentido haya diferencia sustancial entre el mundo urbano y el rural, aunque Bogotá podría ser una excepción (en el sentido en que aquí heredar podría resultar particularmente difícil). En las redes locales estudiadas, hay también una suerte de micro-delfinazgo. Fueron varios los casos en los que se pudo observar el proceso de conquista familiar y grupal del territorio de la política. Hay alguna clase de analogía con los métodos de población de los inmigrantes (y en las grandes ciudades participación y migración frecuentemente van unidas): el primero que llega, a medida que van mejorando las condiciones, trae a los demás. El padre induce al hijo, y éste, a su vez, abre las puertas a sus hermanos menores. Una maniobra típica: una vez ha adquirido el poder necesario para influenciar las decisiones de un político de menor jerarquía, se las ingenia para hacer nombrar a su hermano cabeza de lista para concejal. En tercer lugar, es una unidad de cálculo electoral básica, y' esto a varios niveles. Los candidatos cuentan a su familia

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como una parte importante de su patrimonio electoral. Tener familias grandes debió de ser una ventaja importante en estos últimos años para los nuevos entrantes, sobre todo en el Partido Liberal, que es la fuerza que más claramente expresa estos procesos de incorporación particularista. Esto resultó especialmente claro para aquéllos que trabajaron a nivel local, en donde el peso relativo de unas decenas de votos no es despreciable. Nos encontramos en este caso con un espectacular ejemplo de retro-alimentación positiva, pues a medida que aumenta la dispersión debido a nuevos entrantes se reduce el número de votos necesarios para ganar una curul y por lo tanto aumenta el peso electoral de cada familia (y las oportunidades para que entren nuevos competidores). La cadena de causalidad va en la siguiente dirección: Baja el número de votos necesario para ser elegido-> aumentan los incentivos para entrar-> participan muchas más personas y dividen el total de votos en fracciones cada vez menores-> esto a su vez baja todavía más el número de votos necesario para ser elegido, tentando a nuevas personas a lanzarse a la liza. Por varias razones que escapan a los límites de este artículo, llega un momento en que a una parte significativa de los actores involucrados les resulta conveniente detener este tiovivo de apertura política particularista. Además, en sus actividades de proselitismo, muchos candidatos locales hablan con las "cabezas de familia", contando con que ellas persuadirán a los demás miembros en edad de votar (está por verse si esta convicción subjetiva es cierta). Una vez más, la matemática de la política local pasa por multiplicaciones alrededor de las cabezas de familia. "Si yo tengo cien en la asociación y son cabezas de familia, cada uno cuánto cree que me puede aportar: cuatro, cinco o seis votos", afirma optimista un candidato que ha conquistado una asociación de transportadores. Las disidencias e indisciplinas intra-partidarias también pueden pasar por las estructuras familiares.

caso, podríamos echar mano de la argumentación de Hirschman21, quien afirmaba que las lealtades son tanto más importantes cuanto más irracionales (menos apoyadas en diferencias reales) aparezcan: precisamente en estos contextos es en donde se justifican como criterio diferenciador y constructor de identidades22.

Por qué la familia Correa vota por Andrés Pastrana, será porque Leonor le dio la orden o sería por principios, yo personalmente no me da pena decirle que o voté por Andrés Pastrana siendo todo un liberal, no soy liberal de trapo rojo

En cuarto lugar, la familia es fuente de reputación y de identidades sociales y territoriales que son claves en las campañas. "Ser de aquí", "ser campesino" o trabajador manual o "de clase media", ser respetable, son activos de vida o muerte para cada candidato, casi exclusivamente otorgados por la familia. Nadie más puede otorgar un certificado bona fide de procedencia adecuada. El prestigio

Y no hay que olvidar que, como nicho básico de socialización y de formación de preferencias, las familias crean fuertes identidades político-filiales. Muchos miembros de los partidos tradicionales afirman que las identidades liberal y conservadora son puramente sentimentales y tradicionales, algo así como la adhesión a un equipo de fútbol. En ese

No, la verdad es que yo diría que en Colombia nos acostumbramos a ser liberales o conservadores y hoy día no por ideología tal vez sino por tradición. Porque la familia de pronto era liberal o era conservadora y ahí empieza, eso es como el caso del deporte, si uno mira usted porque es Millonarios o porque es amigo de Santa Fe, de pronto porque su familia lo es.

Otros, en cambio, hacen énfasis en el papel de las ideas y de su aprendizaje temprano en familias altamente politizadas (en un sentido partidista). El resultado puede ser un bricolaje bastante bizarro, pero no creemos que esa confusión cuidadosamente construida se pueda equiparar con "ausencia de ideología": Yo diría que esa era mi vinculación, yo no tenía nada distinto a ser muy desprevenido. Creía mucho en las ideas de mi padre, mi madre ha sido una persona apolítica, y se mezclaba poco la política en nuestra familia, pero en ese momento empecé yo a leer. A empaparme qué era el partido liberal, qué era el partido conservador, las diferencias entre el uno y el otro. No sólo eso que la gente ha creído que ser conservador es ir a misa y ser liberal es apartarse de la iglesia. Yo soy un convencido de la iglesia, soy católico y el libre pensamiento y todo lo que la gente habla de los partidos, empecé a mirar que era el fascismo, el socialismo, el comunismo; y efectivamente vi que había que mezclar un poquito de todo.

21 Albert Hirschman, Salida, voz y lealtad, México, Fondo de Cultura Económica, 1977. 22 El argumento es muy inteligente, pero tiene un giro estrechamente funcionalista que no deja de incomodar.

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de una familia "bien", "tradicional", puede tener un impacto grande, sea en un municipio o en el barrio de una metrópoli. "Después en el 76 me metí a participar como obrero raso de la política apoyando al Dr. J., ayudándolo, aprovechando la credibilidad que tiene la gente sobre mi familia". En el primer caso, la relación de los políticos con los actores armados también parecería pasar por la familia: "Y también me contó que a su familia ya la habían vacunado y ya le habían puesto problema, entonces que él estaba como con cuentas sanas con la guerrilla, entonces que a él no le daba miedo"23. En quinto lugar, la familia ofrece mecanismos directos de ingreso para aquéllos que ya tienen alguna tradición de liderazgo, ya sea a través de participación intensa en la acción comunal ya sea a través de la intermediación política. Como en los últimos años los "dueños de los votos" han pasado a ser los activistas locales, que después los subastan (a cambio de obras, en el mejor de los casos, o de beneficios personales, en el peor) en un mercado en el que participan políticos profesionales, los hijos de esos activistas tienen la posibilidad de comenzar su carrera ya con algún patrimonio. ¿Cómo arranqué yo en la política?... Cosas de la vida, por ayudar a un primo por parte de mi mamá, para que tenga la oportunidad de ser alcalde del municipio, pues más como solidaridad familiar, comenzó mi vida política... A ver, lo que le decía es que la motivación fue más por parte de esta solidaridad familiar, por parte de mi abuelo materno fue el que me impulsó, me lanzó pues allá; y pues por esa ayuda familiar fue la motivación, porque realmente motivación voy a ser muy sincero de ayuda a la gente desde esta posición, nunca se me había ocurrido, nunca se me había pasado por la cabeza, de pronto sí dentro de mi familia, de mi forma de ser pues sí trata uno de ayudar a las personas, pero nunca se me ocurrió que pudiese llegar a ayudar desde la política, hay otras formas de ayudar y no necesariamente estar uno metido en política.

En sexto lugar, es como ya se dijo una estructura ideal de transferencia de recursos y de clientelismo. Lo es porque cuenta con normas comunes y confianza suficiente como para garantizar las expectativas de reciprocidad, que fuera de la familia están seriamente deterioradas en Colombia. La colocación en la burocracia oficial y otras formas de ayuda

23 La tragedia de la familia Turbay, barrida por las Farc, muestra cuan cierto puede ser esto.

son típicas de este mutualismo familiar y parte esencial de la vida cotidiana de nuestra política. La eficacia mutualista a veces produce genuino orgullo, sobre todo porque los actores reconocen que debido a las reformas de 1991 el mutualismo se está tornando cada vez más difícil. Dice un apparatchiki conservador: No, yo le estaba comentando que les ayudé bastante a mis hermanos, yo les mandaba, les giraba, les llevaba cada quince días alguna cosa, les llevaba a todos. Ya a raíz de la política me sirvió muchísimo porque yo coloqué a mis ocho hermanos a trabajar con el gobierno a raíz del vínculo que yo tuve en la política y a todos les ayudé. Al segundo hermano lo vinculé a mi empresa... A mi tercera hermana la vinculé a la contraloría de Bogotá, ella es economista... A otro hermano lo coloqué en la empresa de teléfonos, a otro en obras públicas, a otro hermano en Catastro y a la cubita la coloqué en el hospital .Entonces me queda la satisfacción que a todos les pude ayudar, a todos los pude colocar, gracias a mi vinculación con la política y cuando se podía, cuando era más fácil. Hoy en día sí es casi imposible uno vincular a alguien.

En términos de estrategia electoral, el tema del padrinazgo merece una mención aparte. Con frecuencia es posible observar políticos comprometiéndose en labores dispendiosas tales como hacer las vueltas de algún trámite legal para personas que son los ahijados. La práctica del padrinazgo debe seguir siendo en alguna medida exitosa puesto que subsiste y en varias de las redes estudiadas atraviesa toda la práctica política cotidiana. Muchos de los involucrados en el proceso 8000 fueron excluidos de la política, pero lograron poner a cónyuges o hermanos en el congreso de 1998. A veces, el bienestar de la familia (incluyendo o no a los ahijados) es EL objetivo de la actividad política, que así se constituye en una simple máscara para la apropiación de recursos. Sin embargo, estos casos no necesariamente son la norma, y generalmente la racionalidad individual, la familiar y la partidista-faccional no se suplantan, sino que conviven. Parecería más bien que hay una gran escasez de recursos sociales e institucionales para solucionar dilemas de acción colectiva, y que entonces esta labor termina reposando en buena parte sobre la familia. Esta se convierte así en un referente de primera línea para construir nociones de lo común y lo colectivo. La importancia de las obras y la lógica de "hoy por ti mañana por mí" parecen dominar el panorama:

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con la primera elección popular a alcaldes en la que apoyaron a un hermano mío para la candidatura a la alcaldía que vivía en el municipio, lo primero que hicimos fue construir carreteras a las veredas que no existían carreteras (Concejal) Más adelante se dio la oportunidad de tener una participación más directa ya, en el momento de que mi hermano ingresa a la vida pública del municipio como inspector de policía, cargo que obtuvimos gracias a esta participación que yo tenía en política. Posteriormente accedimos a la Secretaria de Gobierno con él mismo y seguidamente pues alcanzamos la Alcaldía con él mismo, pues consecuencia de un trabajo largo no... de una tarea de ayuda a las comunidades pues con estos cargos que él tuvo (candidato a alcaldía)

Familias infelices Como ya se dijo, la familia en la actividad política no está a salvo de intensos conflictos. Esto debe ser puesto en un contexto más amplio. Hay que recordar que la Constitución de 1991 restringió severamente el alcance del nepotismo, estableciendo múltiples inhabilidades. Esto y el simultáneo aumento de la competencia generaron un "modelo de congestión" que exacerbó brutalmente los problemas de acción colectiva de los políticos a todos los niveles. La familia proveyó soluciones, pero también se vio afectada por la situación. Si en el pasado cercano los conflictos familiares consistían básicamente en que los delfines debían comprar su perfil independiente rebelándose contra sus mayores-que los trataban con paciente distancia, cooptándolos apenas fuera posible- ahora la situación es mucho más delicada24. Los parientes en política riñen con frecuencia, por varias razones. A veces, simplemente un sector cree que puede obtener más de otro candidato que de su familiar. Véase la siguiente declaración: No, nosotros simplemente lo hicimos la primera vez independiente contra todos, inclusive creyendo que La Familia se iba a sentir orgullosa y resulta que no. La Familia tenía otros ideales, La Familia en ese momento creía mas en las posibilidades del Dr. Julio Cesar Sánchez, en las posibilidades del Dr. C, las posibilidades del Dr. B. de ayudar

24 Nos referimos al pasado cercano, porque más atrás la situación se torna borrosa. Varias de las grandes rivalidades de nuestra política (Julio Arboleda vs. José María Obando) han tenido una fuerte dimensión familiar.

que en las posibilidades mías, preferían la palmadita del cacique de turno a creer que su familiar, su tío, su sobrino pudiera hacer algo. Esa es la política; yo no les puedo culpar a ellos porque ese es el grado cultural, esa era la cultura, la educación de ellos, entonces ante la palmadita y el abrazo de 3, 8, un día, 30 días antes de las elecciones del alcalde mayor de Bogotá, del senador o representante pues eso era para un | campesino, eso es la bendición de mi Dios .

En este revelador párrafo de un letrado urbano de primera generación confluyen muchos elementos: la evaluación crítica de la "cultura campesina"; la lucha contra el caciquismo desde la perspectiva del recién entrado; un cierto resentimiento contra los suyos. Esta persona, altamente urbanizada (tiene muchos vínculos con Bogotá, donde ha estudiado en universidades privadas) y candidato de un municipio relativamente grande, termina su análisis con una conclusión significativa: uno de los objetivos claves, en términos de programa, de su actividad pública será obtener "la unidad familiar". La familia, por lo tanto, puede abandonar al candidato por otros que prometan más o parezcan más importantes (defección). Pero hay otras fuentes de conflicto. Cuando varios miembros de una familia se disputan una misma base electoral, cualquier expansión se hace a costa del miembro dominante, lo cual provoca brutales reyertas (traición). Esto es lo que ha sucedido por ejemplo con la red familiar de los Ramírez, en Soacha. Fernando, cabeza de la red, cayó bajo el ataque simultáneo (por supuesto no es nada más que coincidencia de tiempos) de la guerrilla y de la justicia. Esto lo marginó temporalmente de la política, justo en el momento en que se involucraba en un ambicioso plan de expansión en toda Cundinamarca. Su hermano Jorge, a la sazón alcalde de Soacha, aprovechó el momento de debilidad para tratar de suplantarlo. La prensa informó sobre una reyerta similar que involucró al actual presidente del congreso Carlos García y a su hermano. A nivel local, este tipo de enfrentamientos es bastante frecuente. Simplemente, hay demasiados aspirantes presionando por ascenso rápido y muy pocos puestos como para garantizar nichos tranquilos y estables. La guerra a veces también divide, con hermanos colocándose detrás de distintas barricadas. En ocasiones los hermanos quieren presentarse a cargos que podrían exponerlos a incurrir en inhabilidades, y entonces uno de ellos, con gran pesar, debe retirarse de la liza (exclusión). Aquí se nota claramente el papel que tiene el cambio institucional sobre la configuración de la política, pero también queda en evidencia que el efecto de las reformas no es necesariamente el mismo que se hubiera esperado:

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A ver, desafortunadamente él [mi hermano] dice que teme que se convierta un poco desafortunadamente, la situación de que elecciones para asamblea y para alcaldía sean el mismo día dentro del municipio nos pudiera restar a ambos, entonces él viene con esa preocupación y pues últimamente no está muy de acuerdo con la candidatura [mía], de pronto ha insistido que nos esperemos un poquito, pero desafortunadamente ya tenemos claro que no podemos echar para atrás

Organizar los turnos de quién le cede la prioridad a quién es pues materia delicada, y también genera rupturas continuas. Estamos casi en la misma posición, aunque de pronto yo siempre he hecho el análisis de que la ventaja mía frente a él en [este municipio], es que a la gente le interesa más su alcalde, la gente trabaja más por su candidato a la alcaldía, le preocupa más que el alcalde sea el amigo, pues que el diputado, porque de todas formas el que va a administrar el municipio es el alcalde, es que va a poderles ayudar, pues muchísimo más en comparación con lo que hace el diputado, entonces el diputado lo necesitamos es como apoyo de la administración, entonces desde ese punto de vista también pues es más importante el administrador del pueblo que el diputado, de todas maneras la relación familiar es muy buena y es muy estable, siempre ha sido buenísima, de todas maneras yo pienso que él más adelante reconsiderará las cosas y va terminar dándonos el respaldo y (…)

En resumen: la familia cuenta dentro de la política, pero la política también cuenta dentro de la familia. Esto en parte explica por qué la política local colombiana se desenvuelve en medio de acusaciones cruzadas de nepotismo. Ciertamente, hay algún nivel de condena moral por parte de los electores, aunque aparentemente condicional. Es un tema sobre el que toca averiguar más. Como concluye prudentemente un candidato a alcaldía: Hay que saber manejar la situación, porque hay gente que dice- la machera que sean los dos, hay gente que dice no, sobre todo la contraparte, los otros candidatos, no, pues es que quieren todo para la familia, que los dos hermanos, que el nepotismo (...)

Todo esto debería servir para advertir al lector contra inferencias demasiado rápidas y fáciles en lo que concierne a la familia. Como se ha tratado de mostrar a lo largo de este texto, la lúcida observación de Palacios acerca de la

importancia de la familia como unidad de análisis en la política colombiana queda plenamente confirmada. Hay varias dimensiones en las que la familia es fundamental. Pero no es el nicho de «alianzas naturales», sólidas e inamovibles. Está dividida, cercada, atravesada por múltiples cortocircuitos sociales, institucionales y, sí, políticos; más aún, de alguna forma «anterior» a la política, está signada por el conflicto y los desencuentros característicos de un país en proceso de vertiginosa -y sangrienta- modernización/urbanización25. Son marcas que a menudo los políticos, si se nos permite parafrasear el título de una estupenda película, tienen «escritas en el cuerpo»: Porque primero que todo yo soy el menor de 7 varones y de 9 hijos en la casa, el menor de los hombres y el último de los 9, en la vida mi papá tuvo un enorme acierto en la vida y una enorme equivocación que fue darle estudio a las mujeres y dejar que los hijos manejaran el campo, es decir convertir a sus hijos en unos campesinos, en unos trabajadores más agrarios, pero en un momento en que la historia de la sociedad colombiana implicaba era que los padres tenían la mentalidad de que la letra con sangre entra, que los hijos aprenden es a golpes. De hecho mi papá nos educó fue a punta de golpes, de patadas, ni siquiera de fuete, patadas y palo, y eso pues marca a la gente, y eso tuvo la reacción en mí, a los 7 años a raíz de una paliza del taita me fui de la casa y entonces fui un obrero común y corriente, un inmigrante más, yo a veces con orgullo, lo asimilo con el pasaje bíblico del hijo pródigo, pero la realidad fue que tocó pasar una etapa de miseria, hambre y desolación.

Conclusiones La cita con la que cerramos este análisis es el drama del paso de campesino a obrero, de poblador rural a urbano, de trabajador manual iletrado a universitario y manipulador de signos. Debajo del terremoto político colombiano hay un cambio social en gran escala, que algunos especialistas en los parágrafos e incisos de la ley electoral han sido completamente incapaces de comprender e interpretar. Lo sorprendente es que tal cambio ha mantenido aparentemente intacto el papel de la familia atribuido a los contextos tradicionales. ¿Qué interpretación se puede ofrecer ante esto? En primer lugar, aunque el quantum de relevancia - si se nos permite esta expresión torpe - se ha mantenido, la naturaleza, los aspectos cualitativos de la relación han 25 Esto no implica caracterizar la formación de las preferencias partidistas como pre-políticas, una idea que es discutible (por decir lo menos).

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cambiado. Ya no expresan una pirámide tradicional. Representan más bien una rebelión particularista (a veces pero no siempre plebeya) contra el caciquismo tradicional. En ese sentido, nos encontramos con dos modelos encriptados en sendas formas rivales de hacer política. Es claro que la rebelión está asociada a cierta nostalgia con respecto del mundo tradicional, y algún resentimiento frente a la imposibilidad de reconstruirlo con los nuevos materiales y el nuevo personal político. Dicho en términos de expectativas, muchos actores desearían destronar el clientelismo tradicional para convertirse ellos mismos en patrones, en un mundo idealizado e idílico de estabilidad y favores mutuos. El que el viejo mundo se esté derrumbando produce ansiedad incluso en aquéllos que han puesto todas sus apuestas en tal derrumbe. En segundo lugar, la nueva manera en que entran las familias a la política subraya tanto su relevancia como su carácter atormentado y contradictorio. Sometidas a continuas presiones de todo tipo, solucionan ingentes problemas de acción colectiva sólo para caer víctimas de otros. Las alianzas familiares son valiosísimas, pero inestables; tranquilizadoras, pero peligrosas; funcionales, pero a menudo ilegales. A lo largo del artículo hemos intentado mostrar en detalle cómo opera la familia en contextos político-electorales (formas de conteo de votos, etc.). En un tema vital y bastante poco tratado, el esfuerzo descriptivo es fundamental. Sin embargo, como habrá notado más de un lector, metimos en un mismo saco («urbano») municipios medianos, capitales departamentales y mega-ciudades como Bogotá. ¿Es lícita esta asociación? Hasta el punto que se ha discutido aquí, tendríamos la esperanza de que sí; más allá, lo dudamos. En cierto sentido, el mundo de lo urbano hace un contraste con lo rural. En otros, se subdivide a su vez en varias categorías. Así, sugeriríamos la hipótesis de que en prácticamente todos los centros urbanos el caciquismo y el clientelismo tradicionales han entrado en crisis, siendo reemplazados con frecuencia por otros modelos de familia (cosa que también se podría observar cómodamente desde las llamadas terceras fuerzas o independientes). A la vez, las dinámicas políticas de Bogotá en algunos sentidos deben ser diferentes de las de Facatativá, Soacha o Girardot. De hecho,

en un artículo Gutiérrez26 mostró, con base en evidencia cuantitativa que ese efectivamente es el caso: hay alguna diferencia, aunque no el sentido del «bloque urbano» que esperaban Nielson y Shugart27. Pero en términos del papel de la familia, este aspecto, como tantos otros, está por investigar.

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26 Francisco Gutiérrez, "¿Se ha abierto el sistema político colombiano? Una

evaluación e los procesos de cambio (1970-1998)" en América Latina Hoy, no. 27,2001, págs. 189-215. 27 Daniel Nielson y Matthew Shugart, "Constitutional change in Colombia. Policy adjustment through institutional reform" en Comparative Political Studies, vol.32, no.3,1999, págs. 313-342.

Sartori, Giovanni, "Comparación y método comparativo" en Sartori, Giovanni y Moruno, L (eds.), La comparación en las ciencias sociales, Madrid, Alianza, 1999, págs. 29-50.

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EL ESTUDIO DE LA CIUDAD EN LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL GILBERTO L. OVIEDO P*

Resumen El presente artículo se propone realizar una reseña histórica de la forma en que la psicología, a través de una de sus más recientes ramas, la psicología ambiental, ha abordado el estudio de la ciudad. Se presentan dos momentos distintos: los orígenes conductuales del estudio de la ciudad y las tendencias fenomenologías que hacen énfasis en la cognición. Se ¡lustran ambas posturas, al igual que algunas teorías intermedias, a través de sus fundamentos teóricos y metodológicos, y se establece la tendencia contemporánea a sostener la tesis de la ciudad como una abstracción o un estado cognitivo.

Abstract The aim of the present paper is to make an historical review of the way in which psychology, through one of its most new areas, environmental psychology, has studied the city. Two different moments have appeared in this approach: The first, behavioral studies of the city and second, the phenomenological tendencies that have made emphasis in cognition. These positions, as well as some intermedíate theories, were analyzed through its methodological and theorical foundations, and the thesis about the city as an abstraction or cognitive state, was settle down.

La psicología ambiental es una de las más recientes ramas de la psicología encargada de estudiar las relaciones del individuo con el entorno físico, a través de procesos psicológicos como la percepción, el aprendizaje y la cognición, entre otros. La psicología ambiental representa un intento de la psicológica por ubicar al sujeto en un contexto más amplio que el del simple trabajo explicativo de los procesos individuales, para incorporarlo en el plano de su relación con el ambiente complejo, como es el caso de la ciudad y ofrecer explicaciones a fenómenos tales como las actitudes y formas de incorporación al entorno urbano. El orden que se le ha dado a este artículo procura seguir una secuencia histórica. Se muestran los inicios de la psicología ambiental, a mediados del siglo XX, dentro de la tradición investigativa propia de la psicología conductual desarrollada por Watson (en Gondra, 1996) y se establecen las áreas de interés y ejemplos de sus principales producciones científicas.

* Profesor asistente del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes. Psicólogo y Magíster en Psicología Comunitaria de la Universidad Javeriana. Candidato a doctorado en Historia de la Psicología en la Universidad de Passau (Alemania).

Con base en la presentación de este primer momento se presenta el gradual proceso de aparición del concepto de "cognición ambiental", en el cual juegan un papel de importancia las teorías de Tolman1 y Lynch2. Finalmente se presentan algunos fundamentos conceptuales del cognitivismo contemporáneo que encuentran en Neisser3 un importante representante encargado de explicar la forma de proceder de los procesos mentales superiores en la organización del ambiente. La tensión existente entre las tendencias conductuales y cognitivas, ha marcado la forma de pensar la ciudad en psicología y ha dejado una serie de postulados básicos sobre el sujeto psicológico y la ciudad. La tesis del conductismo radical asume al individuo como un ente pasivo, que guiado por sus tendencias biológicas a la adaptación, responde a los estímulos ambientales y se comporta de manera estereotipada. El conductismo radical asume que el control de los estímulos garantiza la predicción de los comportamientos de las personas y que una ciudad es un centro de acopio de elementos diseñados para elicitar formas de comportamiento eficiente y funcionales acordes con intereses de los diseñadores o planeadores de los ambientes urbanos. Sin embargo, autores conductistas disidentes como Tolman se encargan de replantear el determinismo conductual de Watson4 e introducir la tesis del control interno de la conducta. Los movimientos cognitivistas realizan una crítica a los fundamentos conceptuales del conductismo y reformulan la noción de sujeto psicológico. Se asume que el sujeto es un ente activo en su relación con el entorno; el sujeto desarrolla estados mentales y establece juicios y categorías que lo llevan a relacionarse con la ciudad según sus creencias y con vi cci on es . El sujeto en la ciudad construye representaciones simbólicas, crea imágenes mentales y diseña a nivel psíquico su propia perspectiva de la ciudad, con base en su capacidad de abstracción y delimitación de aspectos relevantes y orientadores. Así la ciudad no es una mera sumatoria de elementos elicitadores de conductas homogéneas y estereotipadas sino son organizaciones internas de cada

1 Eduard. C Tolman, "Cognitive maps in rats and men" en Psychological Review, no.55, 1948. 2 Kevin Lynch, La imagen de la dudad, Barcelona, Gustavo Gilli, 1998. 3 U.Neisser, Procesos cognitivos y realidad: principios e implicaciones de la psicología cognitiva, Madrid, Marava, 1981. 4 J. B. Watson, "La psicología tal como la ve el conductista" en J.M.Gondra, La psicología moderna, Bilbao (España), Desclée de Brower, 1996.

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sujeto, quien en la búsqueda de darle significado al entorno realiza una labor de selección y ordenamiento. El presente artículo presenta los elementos de juicio que llevaron al desarrollo de una postura cognitiva en psicología ambiental y su diferenciación de las iniciales posturas conductuales.

• No es el individuo el que selecciona estímulos para comportarse, sino los estimulos los encargados de educir respuestas y formas de comportamiento • El comportamiento de las personas dentro de la ciudad sigue una tendencia a la homogeneidad que puede ser controlada con una adecuada modificación del ambiente

Los antecedentes conductistas en el estudio de la ciudad

El conductismo no duda en asumir una postura ambientalista, en la cual las condiciones físicas son un predictor de la conducta de los individuos y a su vez toda conducta obedece a la presentación de ciertos estímulos. Los estudios pioneros y la tradición investigativa en psicología ambiental encuentran sus cimientos en las aproximaciones conductuales, realizadas en la primera mitad del siglo XX, interesadas en desarrollar el modelo Estímulo-Respuesta alrededor del desempeño de los sujetos en ambientes específicos. Un ejemplo representativo de las primeras aproximaciones conductuales son los trabajos realizados a nivel industrial en Hawthorne Works Western Electric en la ciudad de Chicago7. Allí se realizaban estudios comparativos en grupos de trabajadores a los cuales se les proporcionaban diferentes condiciones de estimulación como la iluminación (tratada como variable independiente) y se realizaban mediciones sobre la eficiencia en el desempeño conductual y el cumplimiento de metas (variables dependientes). En el estudio Hawthorne se le concede una enorme importancia a la influencia del diseño ambiental en la productividad laboral. Se llega a demostrar que las variaciones en iluminación producen leves mejorías en la actividad laboral, pero este primer esfuerzo inicial termina por asignarle mayor valor a los aspectos sociales. Así por ejemplo, se encuentran que la presencia de supervisores encargados de realizar observaciones sobre la productividad individual era un factor de estímulo para el desempeño en las funciones asignadas. De otra parte el hecho de realizar el trabajo de manera individual en condiciones de aislamiento para ser observado generaba en los individuos un incremento en su, rendimiento laboral. Afirma Aragones8, "fueron los ingenieros y los arquitectos fundamentalmente los que, a partir de ese momento, (estudio Hawthorne) se ocuparon en mayor medida de las

Bailly5 sostiene que existen importantes supuestos sobre los cuales se fundamenta la investigación psicológica del individuo en la ciudad. En primer lugar resalta la tradicional preocupación por el comportamiento de las personas dentro de los contextos urbanos y la naturaleza de su actividad conductual: "En el siglo XIX la dimensión psicológica tuvo su lugar en determinadas obras que versaban sobre el comportamiento," en las que las ciencias sociales consideraban "al hombre como racional e influido por objetivos de maximización. Todos estos modelos tratan de un hombre ideal, que responde a un comportamiento homogéneo"6.

Supone Bailly que la conducta de las personas en la ciudad y su tendencia a la homogeneidad o a la diferenciación es una preocupación determinante en el desarrollo de las aproximaciones científico-sociales. Sin embargo, es la teoría conductista la encargada de focalizar el interés en el comportamiento del individuo en la ciudad y para tal efecto desarrolla un modelo explicativo de gran importancia. El conductismo radical de Watson lleva a su máxima expresión la idea de que el comportamiento de las personas se desarrolla con base en principios o leyes universales y que el comportamiento de las personas tiende a ser idéntico si se administran adecuadamente las contingencias ambientales. El marco de referencia de la aproximación conductual radical asume ciertos aspectos básicos sobre la forma de desempeño del individuo en la ciudad: La información proveniente del medio ambiente provoca en todos los individuos reacciones similares. (Bailly, 1979) Los procesos de asociación entre un estimulo externo y una conducta específica llevan al individuo a adoptar un patrón estable de comportamiento

.

5 A. Bailly, La percepción del espacio urbano, Madrid, Instituto de Administración Local, 1979. 6 Ibid., pág.17

7 F. J. Roethlisberger y W. J. Dickson, Management and the worker An account

of research program conducted by westerm electric company, Cambridge, University Press, 1939. 8 J. I. Aragonés, M.Amérigo, Psicología Ambiental, Madrid, Pirámide, 1998, pág.29.

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relaciones entre medio ambiente y el comportamiento a través de la experiencia que por ensayo y error obtenían en sus diseños". Así desde sus orígenes el desarrollo de la psicología ambiental ha tenido un origen interdisciplinario en el que toman tanta importancia las iniciativas de la psicología como las aproximaciones de otras áreas. El estudio Hawthome ofrece un modelo de análisis que les permite a los diseñadores de ambientes y en especial a los diseñadores urbanos pensar la ciudad como un espacio dotado de ciertas cualidades de iluminación, superficies, espacios que pueden ser administrados para educir en el ciudadano formas de conducta específicas y a su vez darle un sentido funcional y eficiente a la ciudad. A mediados del siglo XX, los contextos institucionales como los hospitales psiquiátricos son los espacios predilectos para realizar observaciones sobre el efecto que tienen estímulos tales como los materiales de las paredes, el número de camas en una habitación, las formas de desplazamiento, utilización y duración dentro de los espacios arquitectónicos9. Se considera en estos estudios que la presencia de materiales como los azulejos son un elemento de elevado nivel de incidencia sobre las conductas de higiene y tendencias hacia la asepsia. Señalan Proshansky, Ittelson, Rivlin el enorme interés por establecer la naturaleza del comportamiento social de los individuos. Se trataba de evidenciar en cuáles ambientes arquitectónicos se daba una tendencia al aislamiento o a la interacción con otras personas, si existía una tendencia a la homogeneidad en la conducta de los individuos y muy especialmente si el comportamiento de los usuarios en los espacios coincidía con el propósito para el que habían sido diseñados. Así por ejemplo, se observaba si los comedores generaban conductas de alimentación o si allí se realizaban otro tipo de actividades. Al igual que en los estudios Hawthorne, los estudios en entidades psiquiátricas no escapan al interés que tiene la variable social. Así, por ejemplo, se hace evidente la influencia de los reglamentos institucionales en las formas de comportamiento dentro de los espacios. La prohibición de no comer en los alojamientos o la de no trasladar elementos de la sala de juegos a otros sitios comienzan a considerarse como factores determinantes (considerados como estímulos sociales) del comportamiento individual10.

9 H. M. Proshansky, W. H. Ittelson y L G. Rivlin, La psicología ambiental: el hombre y su entorno, México, Trillas, 1978. 10 Ibid.

Se puede afirmar que la psicología ambiental le otorga, a partir de estos estudios en centros psiquiátricos, un enorme interés al hecho de establecer si la conducta de los ciudadanos se asocia a los diseños ambientales creados por los arquitectos o los diseñadores y cuales son las variables que inciden en que haya una coincidencia entre planeador y usuario. Así se inicia un intento por evaluar el trabajo del diseñador de ambientes, con base en la observación directa de la conducta de los ciudadanos. Estamentos tales como las cárceles, la vivienda, las entidades educativas son sometidos a un análisis conductual en un intento por ampliar las posibilidades de comparación poblacional. A nivel educativo, señala Hollahan, estudios realizados en residencias estudiantiles en las que se establece que hay "menor satisfacción y cohesión de grupo en edificios altos que en los de dos o tres pisos... Estudiantes hacinados en grandes edificios se interesan menos por establecer contacto social con sus compañeros que los que viven en ambientes sin aglomeración y están menos dispuestos a ayudar y colaborar con las personas con las que viven"11. En términos generales se puede decir que la década de los sesenta es el momento de mayor desarrollo de la psicología ambiental y su arraigo obedece al inusitado interés del momento histórico en "la calidad del ambiente físico y las consecuencias a largo plazo de la contaminación industrial, el descuido en la eliminación de la basura y el manejo inadecuado de los recursos naturales"12. Cobra igualmente importancia el interés del público de la época por el cuidado y protección del ambiente natural y urbano. Sin embargo, la característica que le da mayor impulso al desarrollo de la psicología ambiental es el marcado interés mundial por la calidad de vida de las personas y como parte esencial del concepto de calidad de vida la calidad ambiental. Se considera entonces al entorno urbano como el hábitat de las personas. Las condiciones ambientales de la ciudad pueden incidir en los niveles de salud o enfermedad de las personas, en los estados de satisfacción o inconformidad social, en la formación de actitudes como la protección y la solidaridad y en la aparición de fenómenos importantes como la agresividad de los individuos. La psicología ambiental y la conducta animal Una importante fuente de desarrollo investigativo en psicología ambiental la constituyen los trabajos realizados

11 Ch. L. Hollahan, Psicología ambiental, México, Limusa, 1996, pág.33. 12 Ibid

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también en la década de los sesenta por diferentes investigadores en el estudio del comportamiento animal y el traslado de sus aportes al contexto humano y social. Stea13 considera que el hombre como especie animal posee ciertas características orgánicas como la necesidad de un territorio en el cual desarrollar actividades fundamentales como la procreación, la alimentación, el descanso y el cuidado de las crías. Alrededor del territorio encuentran explicación buena parte de las conductas y formas de reacción de los individuos en una ciudad. "Cuando los hombres poseen colectivamente el espacio, sus conductas en relación con éste se asemejan enormemente a las conductas animales que defienden los territorios individuales. La hostilidad es patente y se liberan colectivamente las pautas de agresión del individuo socializado"14. Los fenómenos de tendencia a la privacidad, búsqueda del aislamiento y la intimidad, se encuentran relacionados con las pautas biológicas que permiten la adaptación. La presencia de muros en la ciudad, una clara delimitación de lo privado y lo público es la clara evidencia de la forma en que la tendencia biológica a la protección del territorio alcanza formas de expresión arquitectónica. La tendencia a la agresión se encuentra subordinada al deseo de defender un territorio, establecer límites exactos y señalar formas de comunicación que establezcan mecanismos preventivos de enfrentamientos directos. La ciudad es un escenario de luchas territoriales Tenemos razones para creer Que la conducta territorial, el deseo tanto de poseer como de ocupar porciones de espacio se halla difundida lo mismo en los hombres que en los animales antepasados; y esto queda manifestado por la actitud que mantienen las pandillas de los barrios bajos hacia sus dominios. Hay algunos indicios, que provienen fundamentalmente del mundo animal, acerca de que la posesión territorial no es menos fundamental que la posesión sexual15

Se interpreta la ciudad como un espacio físico en el cual los individuos desarrollan noción de territorialidad y ante ella se comportan de manera adaptativa a través de dos formas específicas que son la agresión y la fuga.

13 H. M. Proshansky, W. H. Ittelson y L G. Rivlin, op.cit. 14 Ibid. 15 lbid

Esta corriente de pensamiento biologicista en psicología ambiental se encuentran temas de gran proliferación científica como los vínculos entre agresión y superpoblación. Uno de los estudios más representativos es el de Calhoum16 quien realizó una serie de experimentos con el propósito de demostrar que las alteraciones en la distribución del territorio afectan notablemente la salud de los organismos y pueden crear patologías conductuales. La superpoblación de ratones en cajas de laboratorio se encontraba asociada a fenómenos tales como una perdida de las actividades reproductivas, pérdida de la actividad sexual, las crías no eran atendidas, se presentaban fenómenos de aborto y ausencia de conductas asociadas a la construcción y cuidado de nidos17. En estos estudios se aplicó la metodología de grupo control, en la cual se dejaba a otro grupo de ratas blancas en condiciones de amplitud en una caja espaciosa, haciendo evidente que en este segundo grupo no se presentaban conductas patológicas. Calhoum18, encontró que las ratas que habían vivido bajo condiciones de hacinamiento al ser llevadas a cajas amplias y espaciosas, tendían a desarrollar conductas de amontonamiento o de conservación de estados de estrechez propios de la experiencia anterior conformando el fenómeno denominado "pathological togethernes" (amontonamiento patológico). El concepto de "pathological togethernes" no solo implica la tendencia al mantenimiento de condiciones de incomoda proximidad corporal con los otros congéneres, aun en lugares con amplitud, sino la presencia de periodos de vida más cortos, estados de tensión y alteración que se reflejaban en agresión generalizada e indiscriminada. Algunas de las conductas más patológicas de estos animales fueron la de haber devorado sus propias crías o presentar tendencias canibalistas. Estos fenómenos patológicos fueron explicados como el producto de mecanismos biológicos que tienen por propósito reducir el volumen de organismos presentes y seleccionar a aquellos que presentan características de mayor adaptabilidad y recursividad19. La inmediata traspolación de estos fenómenos al estudio de la conducta humana y en particular al estudio de la influencia de la superpoblación en las conductas de agresión en las

16 17 18 19

Citado por L Mann, Elementos de psicología social, México, Limusa, 1994. Ibid. Ibid. Ibid.

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ciudades no se hizo esperar. Se inició un proceso de medición de la distribución de personas en espacios físicos y se analizó la presencia de fenómenos delictivos y enfermedades según los niveles de hacinamiento. El modelo biologicista introduce la idea de que la ciudad es una jungla de cemento en la cual la especie humana reproduce las características de organismos en búsqueda de adaptación y satisfacción a sus necesidades instintivas. Se afianza la idea de que los hombres lejos de reflejar una capacidad racional y una disposición a la vida civilizada, exhiben una tendencia a la lucha por la supervivencia, a través del uso de recursos primitivos como la agresión física. La ciudad debe diseñarse tomando en cuenta la instintividad humana y deben anticiparse las funestas consecuencias de situaciones asociadas al hacinamiento. Se desarrollan categorías de análisis como el concepto de espacio personal, concepto que describe la "necesidad biológica" de los individuos de mantener un grado de distancia con las personas para mantener un estado de relativa calma. La pérdida de espacio personal implica la aparición de la agresividad generalizada y su permanente transgresión se entiende como un atentado contra la propia salud mental, así como un factor desencadenante de malestar colectivo20 El concepto de espacio personal plantea importantes implicaciones en investigación ambiental. Se crea el concepto de Proxemia, categoría encargada de estudiar la forma en que la proximidad física entre individuos establece formas de comportamiento. Se introduce la necesidad de intimidad, como un aspecto relevante en el diseño ambiental y se deben proporcionar espacios en los cuales las personas puedan encontrar zonas abiertas para evitar situaciones de amontonamiento. Estudios sobre la orientación espacial en animales Capítulo aparte dentro de la investigación del comportamiento animal y su influencia sobre el estudio del comportamiento del individuo en la ciudad lo merecen los estudios de Tolman21, quien se anticipa a la tendencia actual de la psicología al estudio de la cognición ambiental, a través de conceptos tales como el mapa cognitivo, la conducta propositiva e imagen mental. El psicólogo norteamericano Eduard Tolman, quien se autodenomina como conductista, realizó una intensa actividad experimental con el propósito de establecer la forma

en que los organismos resuelven problemas de orientación y ubicación dentro de espacios físicos. Tolman emplea la técnica de laberintos, con ratas como sujetos experimentales. Un laberinto es una situación problemática en medio del cual un organismo hambriento como las ratas blancas tratan de encontrar el alimento a través de pasillos y callejones sin salida. Consideraba Tolman que las ratas son organismos que sistemáticamente se encuentran resolviendo problemas complejos de desempeño conductual en espacios confusos como las alcantarillas, en condiciones de oscuridad y con la obligación de atender necesidades básicas de alimentación y procreación, entre otras, evadiendo diversas circunstancias que ponen en riesgo su supervivencia. El conductismo radical de Watson había señalado que el comportamiento de los organismos se encuentra determinado por los aprendizajes y que la repetición de conductas ante determinados estímulos lleva a los organismos a comportarse de manera estereotipada. El término conducta propositiva lo empleó Tolman para señalar que ante la solución del problema del laberinto las ratas no se comportan con base en los aprendizajes previos, sino que priorisaban el cumplimiento de la meta e improvisaban conductas. El hecho de modificar la conducta de manera acorde con las metas impuestas por las necesidades biológicas (hambre, sed, sexo, etc.) representa para Tolman una evidencia de que los organismos disponen de la capacidad de dirigir la conducta para cumplir propósitos específicos y hacen uso de la capacidad de orientarse para atender a sus necesidades de adaptación. Considera Tolman, que las ratas no son seres mecánicos y reiterativos que actúan según la costumbre, sino que son organismos inteligentes con capacidad de tomar información del ambiente y conformar un "mapa cognitivo". La conducta es dirigida por una imagen mental o una representación interna del entorno que les permite a los organismos ubicar dentro de esta imagen la localización de cada uno de los componentes y frente a ellos establecer pautas de acción o formas de procedimiento. Se puede decir que la imagen mental representa la capacidad de visualizar internamente los elementos que hacen parte del ambiente, dichos elementos ambientales son ordenados de forma tal que se establecen relaciones entre ellos (distancia, tamaño, ubicación). Las imágenes mentales, según Tolman, se configuran a la manera de un mapa terrestre que le indican a los organismos la disposición de los elementos en el espacio y su forma de desempeñarse dentro de ellos. Por tratarse de mapas

20 H. M. Proshansky, W. H. Ittelsony L G. Rivlin, op.cit. 21 Eduard. C Tolman, op.cit.

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subjetivos de carácter abstracto Tolman los denomina como mapas cognitivos. El mapa cognitivo se define como: "un constructo que abarca aquellos procesos que hacen posible a los sujetos adquirir, codificar, almacenar, recordar y manipular información acerca de la naturaleza de su ambiente espacial. Esta información se refiere a los atributos y localizaciones relativas de la gente y los objetos en el ambiente y es un componente esencial en los procesos adaptativos de la toma de decisión espacial."22. El mapa cognitivo es la instancia con base en la cual los organismos superiores pueden organizar la información proveniente del entorno, conformando una pantalla visual o "imagen mental" en la cual pueden consultar su posición actual dentro de un plano amplio y establecer relaciones mentales de planeación hasta lograr una adecuada ejecución de las acciones. Tolman considera que el mapa cognitivo es un sistema de orientación de gran funcionalidad también en los humanos. Asume el autor, que las ciudades son gigantescos laberintos en los cuales las personas se ven enfrentados constantemente a situaciones de planeación y solución de problemas como el encontrar la ruta más conveniente. El comportamiento de las personas en la ciudad es enteramente propositivo, es decir, está orientado por una meta definida. No hay azar o caos en la conducta del hombre en la ciudad, ya que siempre busca la mejor alternativa de adaptación. Resulta de singular importancia que Tolman considere que la conducta de los organismos está dirigida desde su interior y no es la simple reacción a las contingencias ambientales. El concepto de mapa cognitivo pone de presente que los organismos toman de manera selectiva información del ambiente y la administran de manera abstracta para darle solución a la prioridad inmediata; en el caso de las ratas saciar el hambre, en el caso de los humanos desplazarse hacia el sitio de trabajo o ir al encuentro con otra persona. El concepto de mapa cognitivo plantea una de las más importantes tesis de la psicología ambiental: los organismos en su interacción con el ambiente realizan procesos abstractos que llevan a formar estados de conocimiento y a establecer vínculos entre estos conocimientos para resolver problemas y adaptarse. Tolman no solo desarrolla la tesis de la "cognición animal", sino que rescata una de las más importantes tradiciones de la

22 R.M. DowsyD.Stea, Image and enviroment Cognitive mapping and spatial behavior, Chicago, Aldine Publishing Co., 1973, pág. XIV.

psicología como es la idea de que la información espacial se construye dentro de una "totalidad", como ya lo había formulado la Gestalt, teoría hacia la cual Tolman profesa una profunda admiración. En los planteamientos de Tolman se considera que la mejor forma de abordar los estados cognitivos es a través de la dimensión conductual. Asume el autor que la actividad cognitiva tiende a verse plasmada en manifestaciones comportamentales observables y susceptibles de ser abordadas experimentaImente. La conducta es el reflejo de estados cognitivos que se realizan de manera abstracta en los sujetos.

El mapa cognitivo y la percepción de la ciudad Kevin Lynch, uno de los más importantes diseñadores urbanos del siglo XX, realiza una investigación pionera en la cual intenta explorar la existencia de mapas cognitivos en humanos. Lynch se propuso demostrar que las ciudades no son simples conjuntos de objetos o estímulos, sino imágenes mentales, en torno a las cuales, las personas construyen su noción de ciudad. De allí el título de su obra cumbre "La imagen de la ciudad". Considera Lynch que cada persona posee una imagen mental de la ciudad y que esa imagen es la que determina los objetos o espacios con los cuales se entra en relación. Una ciudad puede disponer de muchos objetos, espacios y alternativas de servicio, pero si el sujeto no las percibe y si no entran a formar parte de su imagen mental, son inexistentes para la persona; no entran a formar parte de sus formas de interacción, ni son tenidas en cuenta dentro de sus planes de desempeño. La ciudad es, en sí, aquel conjunto de componentes que la persona puede organizar a nivel interno e incluirlas de manera abstracta en la pantalla visual de la imaginación. Asume Lynch, entonces, que las ciudades son aquel conjunto de elementos percibidos por las personas y que son organizados a la manera de un plano cartográfico pero enteramente subjetivo (mapa cognitivo). Las imágenes ambientales son el resultado de un proceso bilateral entre el observador y su medio ambiente. El medio ambiente sugiere distinciones y relaciones y el observadorcon gran adaptabilidad y a la luz de sus propios objetivosescoge, organiza y dota de significado lo que ve23

23 Kevin Lynch, op.cit., pág.15.

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La pretensión de Lynch no es solo asumir la existencia de un plano cartográfico a nivel mental, sino su interés es abordarlo metodológicamente y poder describir la ciudad tal como es imaginada. Lynch desarrolló una encuesta en la cual solicitaba a los sujetos que respondieran una serie de preguntas sobre su ciudad y les pedía que dibujasen un mapa del centro de la ciudad y le asignaran nombres a cada uno de los objetos graficados. Es evidente el interés de abordar la imagen mental con base en su propia forma de expresión que son los planos cartográficos. Con base en docenas de dibujos de tres ciudades norteamericanas (Nueva Jersey, Boston y Los Angeles), realiza Lynch una clasificación de los mapas tratando de encontrar entre ellos elementos comunes. Lynch consideró que "cada individuo lleva su propia imagen, pero parece existir una coincidencia fundamental entre los miembros de un mismo grupo. Son estas imágenes colectivas, que demuestran consenso entre números considerables de individuos las que interesan a los urbanistas que aspiran a modelar un medio ambiente que será usado por gran número de personas."24. Los elementos percibidos por la mayoría de las personas constituyen lo que denomina Lynch con el nombre "imagen pública". Existen 3 componentes que determinan la "imaginabilidad" de un sitio: identidad, estructura y significado. Los espacios urbanos tienen "identidad" cuando poseen características perceptuales sobresalientes como forma, tamaño, volumen, brillo, textura, borde y superficie. Los espacios urbanos con "identidad" son fácilmente discriminables dentro del contexto ambiental y ofrecen una imagen mental estable y continua. Así, por ejemplo, una calle tiene mucha identidad, cuando le permite a la persona saber que se trata de la misma calle cuando la persona la transita en diversos sentidos. La característica de "estructura" se hace presente cuando "la imagen mental incluye la relación pautal del objeto con el observador o con otros objetos"25. Así, por ejemplo, cuando la persona puede establecer con facilidad relaciones entre los diversos sectores de la ciudad, en términos de distancia o dirección, posee una adecuada estructura. El componente de "significado" hace referencia a la tendencia a atribuirle a los sitios un valor práctico, como la ruta más corta o menos fatigante, o una asignación afectiva, como el sitio más agradable, excitante o seguro. 24lbíd.,pág.16. 25lbíd.,pág.17.

La investigación de Lynch demostró que los objetos urbanos que hacen parte de la imagen pública son aquellos que tienen las características de identidad, estructura y significado. Los mapas dibujados por los sujetos tienen en común el hecho de presentar cinco elementos o componentes básicos que hacen posible la formación de imágenes de la ciudad: Sendas, Bordes, Barrios, Nodos, Mojones. Cada uno de estos elementos es en sí mismo un factor de orientación y ubicación del sujeto dentro del contexto urbano. Las personas tienden a presentar algunos en mayor cantidad que otros, pero se asume que en la medida en que la persona posea una mejor imagen mental de los sectores, tiende a utilizarlos de manera recursiva e integrada. Lynch a través de su obra logra trasladar las formulaciones de Tolman al contexto urbano. Formula Lynch que la ciudad es un conjunto de elementos diseñados para ser comprendidos por las personas y para comunicar una noción de unidad y coherencia arquitectónica. Las ciudades deben ser el reflejo de la continua exploración de las imágenes subjetivas hasta integrar una imagen pública asequible y comunicable a los ciudadanos.

El concepto de cognición ambiental Con base en el desarrollo de Lynch y la utilización del mapa cognitivo como herramienta metodológica, se inaugura una nueva concepción de la relación del individuo con la ciudad. Las personas se vinculan a la ciudad de manera cognoscitiva. Cognición es "la actividad de conocer: la adquisición, organización y uso del conocimiento"26. La persona ante un espacio urbano realiza labores de toma y registro de información, la cual es almacenada y clasificada para ser empleada en torno a propósitos definidos. En este orden de ideas la presencia del cognitivismo plantea una serie de transformaciones en su consideración de la relación de los individuos con la ciudad: • Los estímulos e informaciones provenientes del ambiente no provocan en los individuos reacciones idénticas. • La persona selecciona la información del entorno que le permite desarrollar un estado de comprensión sobre su propia orientación espacial. • El ambiente no se reduce a un conjunto de unidades elementales de estimulación (luz, sonido, temperatura), sino es una totalidad compleja que es organizada por el sujeto.

26 U. Neisser, op.cit, pág.23.

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• La imagen mental de una ciudad es subjetiva, aunque guarda correspondencias con tas de la mayoría. • Los elementos encargados de explicar la relación entre individuo y ciudad no son solamente los estímulos y las respuestas. Los procesos cognitivos son entidades de mayor capacidad explicativa. • El hombre no es un agente pasivo en su relación con el entorno. Es constructor de ciudad a través de sus imágenes mentales. • La personas se desplazan en la ciudad con base en la noción abstracta (mapa) que hayan construido de ella. Buena parte de la tradición investigativa contemporánea se ha encargado de abordar la naturaleza de la imagen mental, su forma aparición y de desarrollo. Neisser, considera que las imágenes mentales son estados cognoscitivos que se encargan esquematizar las experiencias externas dentro de un formato interno de procesamiento. Las imágenes mentales no son fotografías del espacio exterior que reproducen datos significativos, sino por el contrario son representaciones mentales del mundo externo que se encargan de registrar el orden de los elementos e identificar sus variaciones. Neisser considera que los mapas cognitivos al igual que otras imágenes mentales (mapas conceptuales, mapas semánticos, etc.) son "esquemas" o formatos simples de acopio y administración de la información, que permiten mantener un estado de conocimiento actualizado de la disposición del mundo externo. Los mapas cognitivos se conciben como una estrategia cognoscitiva que permite mantener al individuo orientado en su entorno y darle una idea global del orden en que se encuentran dispuestos los objetos den entorno. "Usaré el término «esquema de orientación» como sinónimo de «mapa cognitivo» para resaltar el hecho de que se trata de una estructura activa de búsqueda de información... los esquemas de orientación aceptan la información y dirigen la acción"27. Los mapas cognitivos son estados de conocimiento esenciales para el desempeño del sujeto en la ciudad: se encargan de conservar la información obtenida del entorno, con base en un formato de registro espacial de los objetos y su distribución al estilo de un mapa cartográfico, pero sistemáticamente está introduciendo datos y modificando elementos almacenados. Toda la información que pueda resultar

necesaria para el desempeño del sujeto en la ciudad debe ser esquematizada con el fin de favorecer la planeación de los desplazamientos y el sentido de la orientación espacio-temporal. Un esquema es como un formato de información (format) en el lenguaje de programación de computadoras. Los formatos especifican de qué tipo debe ser la información para que sea interpretada de modo coherente28.

Los esquemas perceptivos son planes para identificar en el ambiente detalles que le resulten significativos a la persona: así por ejemplo la búsqueda de un sitio en el cual experimentar el placer de un rato de soledad e intimidad, implica recurrir a los recuerdos o realizar exploraciones en la ciudad que satisfagan el criterio de la persona. Se puede afirmar que el mapa cognitivo realiza labores de conservación de las experiencias vividas dentro de la ciudad, pero su principal labor radica en planear las interacciones del sujeto con el entorno y llevar un registro pormenorizado de lo que sucede en cada interacción. Las investigaciones de Neisser conducen a destacar la importancia de la actividad perceptual como la base del desempeño en la ciudad. Imaginar la ciudad es verla representada a través del ojo de la mente. Neisser asume que cuando alguien construye mapas mentales se realiza actividades análogas a la percepción: distribuir en un marco espacial los objetos más relevantes (mojones, nodos, sendas, barrios, límites) y realizar labores de visualización que permiten de manera rápida y ágil desarrollar estimaciones sobre distancias, localización, tamaño, forma, etc. El concepto de cognición ambiental encuentra en Neisser un importante representante que se encarga de evidenciar la enorme importancia de la subjetividad en la constitución de los eventos externos. Neisser se encarga de demostrar que la labor de la psicología, al estudiar las relaciones del individuo con el ambiente, radica en ilustrar la forma en que los estados cognoscitivos regulan la constitución del entorno y le dan la posibilidad de interactuar dentro de una capacidad de planeación. Los estados cognoscitivos son la médula de lo psicológico, son los aspectos en los cuales se ve plasmada la subjetividad en su dimensión más genuina. La ciudad en términos psicológicos son cogniciones ordenadas bajo el formato de mapas cognitivos en los que aparece representada en versión abstracta la realidad objetiva.

28 Ibíd., pág.68. 27 U. Neisser, op.cit, pág.116.

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La tendencia a definir la ciudad como una abstracción mental ha llevado definir las corrientes cognoscitivas bajo la denominación de "fenomenológicas" debido a su profundo énfasis en los estados subjetivos y en la consideración de la relación del individuo con el entorno como una permanente construcción de carácter simbólico.

Conclusiones La psicología ambiental es una de las más recientes ramas de la psicología que alcanza su reconocimiento y máximo nivel de desarrollo en la mitad del siglo XX como consecuencia del enorme interés en el problema de la calidad de vida, y la influencia del ambiente social, el ambiente natural y el entorno urbano en el bienestar humano. Los inicios de la psicología ambiental mostraron una particular tendencia a estudiar el "comportamiento" del individuo en la ciudad (homogeneidad vs. Heterogeneidad). El desarrollo del conductismo radical llevó a suponer que la conducta de los individuos en la ciudad se encuentra determinada por los estímulos con los que ha sido diseñada la ciudad, y que una adecuada pauta de estimulación permite predecir y controlar la conducta de los ciudadanos. La psicología ambiental describe un permanente transcurso entre dos posturas extremas: 1. Considerar al individuo en la ciudad como un producto del ambiente. El individuo es un agente pasivo que tan solo responde a los elementos o estímulos de la ciudad (visión del conductista radical y de carácter objetivista). 2. El individuo es un agente activo que a través de la cognición constituye la ciudad dentro de un margen de subjetividad, (visión fenomenológica) Ambas concepciones del sujeto psicológico tienen capacidad de fundamentación conceptual y han hecho de la ciudad un campo de reflexión dentro del cual establecer la validez de sus principios. Sin embargo, el desarrollo de la psicología cognitiva ha llevado a agudizar cada vez más las críticas al modelo del conductismo radical y ha construido un andamiaje teórico-metodológico que le permite asumir una postura explicativa que enfatiza en la relevancia de los procesos mentales. La intención del presente artículo, fue la de mostrar la forma en que la psicología ambiental aborda el tema de la ciudad en medio de la tensión planteada por las dos posturas

(objetivistas y fenomenológicas) en torno a la definición del sujeto psicológico. La contraposición de las dos posturas es una fuente permanente de producción conceptual en psicología ambiental, que ha llevado al desarrollo de modelos teóricos y] metodológicos de diversa índole. El presente artículo ha descrito la tendencia histórica a rescatar la tesis de que la actividad psicológica es de naturaleza "abstracta". Este rescate de la subjetividad en psicología tiene particular importancia, pues se consideraba en la década del sesenta que el conductismo radical había echado las bases para el desarrollo de toda explicación psicológica en materia ambiental. El concepto de cognición ambiental describe el interés por demostrar la presencia de estados internos que tienen carácter decisorio y le devuelven al sujeto su nivel de ente autónomo y participativo en la constitución de su propia realidad.

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Ciudad y política Fabio Giraldo Isaza*

Resumen Pensar el debate actual sobre el ejercicio político y descubrir sus propios condicionamientos nos exige afirmar el origen humano de todas las instituciones sociales. A partir de este supuesto, este texto pretende brindar nociones generales con las que se pueda pensar una nueva convivencia democrática en la ciudad, teniendo presente el juego de fuerzas que se da entre lo público y lo privado, los distintos enfoques multidisciplinarios que pueden servir de ayuda, los beneficios y perjuicios de la globalización, y el papel preponderante que juega la libertad humana para que la vida humana no se reduzca a la dimensión económica y más bien se constituya en la facultad humana para la construcción de su verdadera autonomía.

I. Lo político y la política Enfrentarnos a una discusión sobre la política y la ciudad es enfrentarnos a una de las relaciones esenciales que nos sirven para pensar al individuo y la sociedad. Para ello es menester comenzar un poco lejos: los seres humanos viven solamente en sociedad y es la sociedad la que ha hecho a los seres humanos. Lo anterior significa que los seres humanos producimos colectivamente nuestras instituciones, creándolas sin saberlo. Como todas las instituciones básicas, lo político existe en toda sociedad. No hay ser humano ni sociedad sin una dimensión explícita - implícita o quizás imperceptible, del poder, de las instancias instituidas que emiten mandatos con autoridad y que al menos incluyen siempre de forma explícita, lo que denominamos un poder judicial y un poder de gobierno. Una sociedad sin instituciones explícitas de poder, sin lo político, es un absurdo1. Lo político es como el lenguaje ¿Quién lo instituyó? Todos y nadie. Con la aparición del individuo se crea una neoformación biológicamente monstruosa: la imaginación radical del individuo singular, la cual debe ser socializada en lo que Cornelius Castoriadis ha denominado el proceso de socialización de la psique a partir de la imaginación y de la imposición a ésta de la institución cada vez dada de la sociedad, que establece normas en y por la institución. La humanidad surge del caos como psique rompiendo con la organización regulada de lo vivo, heredando los sistemas

* Economista, Universidad de los Andes, Universidad Externado de Colombia.Consultor y profesor de urbanismo. 1 Cornelius Castoriadis, El avance de la insignificancia, Madrid, Ediciones Cátedra, 1998, pág. 219.

inmunológico, endocrino y nervioso, así como sus características biológicas generales, las cuales se remontan a tiempos diferentes de la evolución natural de la vida. La institución permite sobrevivir del caos originario a la psique humana, al imponerle la forma social a través de la socialización del individuo. Profundamente incapaz para la vida, la especie humana sobrevive al crear la sociedad y la institución. Socialización de la psique a partir de la imaginación e imposición a ésta de la institución de la sociedad en el círculo de la creación, donde el individuo socializado despliega su capacidad de creación radical inmerso en lo político, en lo público-público, creando en algunos momentos y lugares la política como resultado de una creación histórico social rara y frágil, instituida de una forma heterónoma, esto es, enajenada ante sí y atribuyéndose un origen extrasocial: Dios o los dioses, las leyes de la naturaleza, las leyes de la razón, o, como en el caso del marxismo, las leyes de la historia. La heteronomía se da en razón de que las instituciones deben asegurarse su propia conservación, y lo hacen encerrando a la sociedad en la creencia de que las instituciones no se pueden tocar. La política, la discusión colectiva de nuestros actos, no está determinada, pero tiene sus condicionamientos; condicionamientos que dependen de nosotros y que por lo tanto pueden ser cuestionados y, dado el caso, transformados; es la parte relacionada con las instituciones explícitas de la sociedad. La política en mayúsculas, es, en esencia, la actividad que partiendo de una interrogación sobre la forma y el contenido deseables de estas instituciones, se propone realizar las instituciones juzgadas como las mejores y especialmente las que favorecen lo opuesto a la heteronomía, la autonomía humana individual y colectiva. No solamente lo que me afecta a mí como persona sino lo que es conveniente a la sociedad y sus instituciones, lo que afecta directamente a la esfera pública como tal y al destino de una colectividad anónima, que es precisamente la definición de la política2. La autonomía y el despliegue de la política nos revelan una verdad oculta portadas las sociedades heterónomas: son siempre los seres humanos los que crean las instituciones, y esto ha sido así en casi toda la historia de la humanidad. Hay, como sostiene Castoriadis, creación imaginaria en el nivel de lo colectivo anónimo, en el nivel histórico social, un nivel instituyente y constitutivo, una fuente o capacidad de esos colectivos de hacer surgir de manera inmotivada -pero

2 Ibíd., op.cit., págs. 207-209.

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condicionada-formas, figuras, esquemas nuevos que, más que organizaciones, son creaciones de mundos. Mundos creados con significaciones imaginarias sociales que dan sentido creando instituciones y leyes. La institución de la sociedad es obra humana, no producto de la naturaleza sino creación, creación imaginaria sin la cual no hay vida humana ni sociedad; la creación es hacer surgir posibilidades que no existían antes. Su función es, por una parte, animar y sostener las instituciones sociales, y por otra, dar sentido a la vida de los individuos concretos. La política da lugar a lo público que pese a su enorme trascendencia no posee, como muchos de los conceptos políticos, una definición precisa. En la mayoría de las veces, lo público se utiliza para trazar un límite con lo privado, observando sus modificaciones y transformaciones a través de la historia. Dicho límite forma parte de las maneras específicas de concebir la vida política y esto nos lleva directamente a la discusión sobre la ciudad que en esencia es una discusión filosófico—política: la filosofía y la política no se dan sino en y por la ciudad, donde se crea un espacio nuevo, el espacio público-político, el espacio donde el ciudadano en abierta discusión hace valer su opinión en la esfera pública—pública.

II. La ciudad y la política La política y la ciudad son creaciones que se pueden situar con el advenimiento en Grecia y particularmente en la Atenas clásica, de una nueva forma social histórica donde se producen la polis, la filosofía y la democracia, creaciones particulares del dominio de lo histórico social. Creaciones de formas nuevas de vida, que no están «determinadas» por «leyes» naturales o históricas. La sociedad, como la ciudad, es autocreación de un mundo nuevo, de cosas, lenguajes, normas, valores, modos de vida y de individuos integralmente incorporados a la institución de la sociedad. Al crear la política y la filosofía, Grecia creó el juzgar, el decidir o elegir deliberando explícitamente sobre sus leyes y la forma de modificarlas. La pregunta sobre la bondad o inconveniencia de la ley, en una palabra, la interrogación abierta y la pregunta por la justicia, se vincula inmediatamente con la creación de la filosofía, la interrogación explícita sobre la representación colectiva e instituida del mundo, que a su vez desemboca en otra pregunta: ¿Qué es la verdad? Aunque debe ser claro que las incursiones rápidas sobre lo sucedido en épocas remotas no dan plena claridad sobre lo «realmente» ocurrido, sí es posible haciendo uso de teorías generales revivir el debate del que surgieron, desplegando los

horizontes del mundo que le eran propios. Para ello nos apoyamos en la ontología de la creación propuesta por Castoriadis3 y particularmente su teoría de la institución social. Castoriadis4 distingue entre instituciones primeras y segundas de la sociedad. La institución primera es el hecho, ya señalado, de que la sociedad, para nuestro caso la ciudad, se crea a sí misma como ciudad y se crea dándose instituciones animadas por significaciones imaginarias sociales específicas, articuladas a las instituciones segundas-no secundarias-, que se dividen en dos: las abstractas que según su forma son transhistóricas -lenguaje, poder, lo público etc.- y las específicas de cada ciudad -polis, civitas, ciudad medieval, capitalista, industrial, comunicacional etc.-. La polis, a diferencia de lo político y lo público, es una institución segunda específica, lo público es una institución segunda abstracta. Sin la polis, la ciudad griega, el mundo griego es inconcebible. La ciudad es una significación imaginaria social, en tanto que comunidad/colectividad de ciudadanos responsables de sus leyes, de sus actos y de sus destinos. En la ciudad griega se da una fuerte inter-relación, una inmensa interdependencia en todas las dimensiones esenciales de la sociedad: lo político, lo económico-social y lo cultural. Esta ciudad no podría existir para los griegos antiguos sin institución, sin ley: no hay ciudad sin leyes y no • hay seres humanos fuera de la ciudad, de la colectividad/ comunidad política. La ley, lo que instituye la política, es siempre institución/convención de una ciudad determinada y también es, al mismo tiempo, el requisito transhistórico para que haya ciudad. La política así como lo público -el colectivo anónimo- no tiene existencia fuera de la cultura, del ámbito de lo imaginario, pero toma cuerpo en las instituciones y en una institución particular: la ciudad; empero, lo público es un imperceptible inmanente propio de toda sociedad que existe como creación e institución social. Lo público es inevitable, como son inevitables los vínculos del poder instituyente, no instituidos, que nosotros podemos cambiar con la política. Lo político referido a lo público es a lo que nos sometemos para ser individuos y ser sociedad. Es el colectivo anónimo al cual estamos adheridos como condición de ser social y como camino para la socialización de los individuos concretos que no existen sino y por la sociedad: es una fuerza de creación de los colectivos humanos que hace ser una forma que no

3 Cornelius Castoriadis, "Ontología de la creación" en Ensayo y Error, 1997, Bogotá. 4 Cornelius Castoriadis, Figuras de ¡o pensable, Madrid, Ediciones Cátedra, 1999, págs. 113-123.

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existía, crea una nueva forma de ser. Es un imaginario primordial, un imaginario social instituyente que penetra densa y masivamente al ser histórico-social. Lo político en cuanto significación imaginaria que anima una creación histórica particular, la ciudad, es una creación que tiene lugar con la aparición de la polis, la filosofía, la democracia, el ciudadano, animando y redefiniendo lo público y mostrándonos cómo lo específico de la ciudad es ser el lugar donde se discute la institución de la sociedad: el espacio público-político donde se crean las leyes, donde se crea el espacio público donde el ciudadano es; el ámbito de la ciudadanía libre para el tratamiento debatido de los asuntos comunes que como tales hay que separar nítidamente de lo doméstico, ligado a la resolución de las necesidades básicas pero articulado a lo público, al ser social. Lo político, la dimensión pública del ser social crea un poder instituyente y ese poder es la dimensión imperceptible pero inmanente de lo público como institución imaginaria. La política en la versión de Castoriadis es la forma más alta de la acción colectiva donde el principal asunto no es el problema de las simples condiciones de posibilidad del orden existente, sino de la naturaleza misma de los orígenes y las condiciones de ese orden. La política se entiende en este pensador como un modo reflexivo que puede transformar la existencia social modificando segmentos de la realidad instituida, y en este sentido va más allá de la simple reproducción consensual del orden político y legal existente., Su teoría se apoya en el concepto de poder instituyente del imaginario social y en la capacidad de la sociedad de autoinstituirse evitando las problemáticas consecuencias de neutralidad y procedimientos de otras teorías políticas. Al levantar el velo del extenso campo de las significaciones imaginarias detrás del cual las reglas, las formas legales y los procedimientos, no existen en el vacío, sino que son creaciones socio-históricas que encarnan las metas predominantes y hegemónicas de las sociedades y sus individuos en el poder, ha abierto el paso a la búsqueda de un modelo de democracia participativa que favorezca y permita la autonomía humana5. El individuo concreto y las formas concretas de lo público, son diferentes en cada ciudad -sociedad- pero no hay ciudad que no instituya algún tipo de individuo y de colectividad; lo público, su organización y el «contenido» específico de lo político son distintos en cada ciudad considerada, pero no

5 Andreas Kalyvas, "Castoriadis contra Habermas: la política de la autonomía y el desafío de la deliberación" en Ensayo y Error, no.8, 2001, Bogotá, págs. 88-89.

hay ni puede haber ciudad que no asegure la producción y reproducción del poder. La institución encargada de ello es lo público cualquiera que sea su forma, la cual es tomada de todo aquello que es vital para la institución de la ciudad y de sus significaciones imaginarias. La polis surge en Grecia como significación social, como colectividad de ciudadanos responsables de sus actos y destinos. Por ello, la igualdad de los ciudadanos es una igualdad ante la ley -isonomía-, pero en esencia es mucho más que eso. Esa igualdad se resume, no en el hecho de otorgar «derechos» iguales pasivos, sino en la participación general activa en los asuntos públicos, que se materializa en la ecclesia, la asamblea del pueblo que es el cuerpo soberano operante compuesto por la totalidad de las personas afectadas; si una delegación resulta inevitable, los delegados son elegidos, pero en todo momento pueden ser renovados sus poderes. La representación es un principio ajeno a la democracia griega; en ella es el pueblo, en oposición a los expertos, quien toma las decisiones relativas a la legislación donde no había ni podía haber «especialistas» en cuestiones políticas. El principal juez era la polis y la polis no es un «Estado» en el sentido moderno, la polis son los seres humanos y no una institución separada del cuerpo de los ciudadanos6; la ciudad es una creación donde los seres humanos viven en comunidad a pesar de sus diferencias e intereses, buscando por medio de la política una ley común donde se busquen la justicia y la equidad, que como tales no se logran sino por la política, ese esfuerzo organizado por obtener y ejercer poder: poder administrar lo que es público y gobernar la sociedad, esto es, administrar en buena parte los destinos de la ciudad. En la polis ateniense se dio un principio muy notable: cuando la ecclesia delibera, los ciudadanos con intereses particulares sobre los dominios de la discusión no podían votar, la decisión siempre se debería tomar atendiendo a consideraciones generales. Los intereses deben apartarse en el momento de la toma de decisiones para no aniquilar el espacio público de la política. Por ello, la polis griega, al crear la participación en la política excluyendo de esa participación a quien defiende intereses particulares creó el espacio público por excelencia, el espacio de dominio público, el espacio que pertenece a todos. En Atenas, con la creación del espacio público-público, se visualizó por primera vez que se sepa, en la historia de la humanidad, la forma en que lo público

6 Cornelius Castoriadis, Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto, Barcelona, Editorial Gedisa, 1988, págs. 117-121.

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dejaba de ser una cuestión privada y la forma en que las decisiones concernientes a los asuntos comunes debían ser tomadas por la comunidad.

III. La ciudad y la política hoy De la experiencia griega se extraen enseñanzas trascendentes para la sociedad de hoy, donde vivimos con una concepción política diametralmente opuesta. Los intereses y la política se encuentran entreverados de tal forma, que ya es casi imposible en la sociedad distinguir con nitidez la dimensión política de la dimensión económica. Se confunden con gran facilidad, y lo económico aniquila a la política, la cual no es, en la mayoría de los casos, sino una máscara para defender intereses particulares. Lo público se ha privatizado; el espacio público se ha fragmentado y la sociedad se encuentra profundamente dividida por intereses contradictorios. La autonomía política pasa entonces por la transformación de la sociedad como único camino para modificar el conflicto de intereses haciendo que lo económico quede nuevamente subordinado a lo político y no como hoy ocurre. El derecho es seguramente el primer paso. Pero de nada sirve una formalidad jurídica si ella en la realidad no hace sino validar una situación oprobiosa llena de injusticia e inequidad. Los asuntos humanos, incluidos los económicos son en últimas asuntos políticos. Economía y política formalmente se encuentran separadas pero en la «realidad» son inseparables, se contaminan mutuamente; no son lo mismo, pero en su esencia, como actividades humanas, son inseparables. La sociedad no se puede entender sin la economía, pero la economía es solamente una de las dimensiones de la sociedad. En el momento en que la economía se ve sólo como un fin y no como un simple medio no se percibe el potencial de la política como capacidad para crear un nuevo tipo de poder, de instituir una nueva «base» que pueda tener un carácter totalmente distinto y darle a lo económico una nueva función, un papel diferente al que posee en la actual sociedad. La ciudad puede ser representada por «atributos»7 que son la expresión formal de las significaciones imaginarias que mantienen a la ciudad unida. Los individuos socializados pertenecen a la ciudad en la medida en que participan en las

7 Fabio Giraldo, Ciudad y crisis, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1999, y La política y la ciudad, ESAP, Bogotá, 1997; Fabio Giraldo y José Malaver, "Cornelius Castoriadis, El Laberinto del Pensamiento y la Creación" en Ensayo & Error, Bogotá, 1997.

significaciones imaginarias, en sus normas, valores, mitos, representaciones, proyectos, tradiciones, etc., y porque comparten -lo sepan o no- la voluntad de ser de esta ciudad y de hacerla ser continuamente. La creación de un espacio político democrático no es una simple cuestión de disposiciones legales que garanticen a todos la libertad de expresión, de pensamiento, de acción, de oposición, etc. Lo esencial es saber qué puede hacer la población con esos derechos. Para ello es esencial la educación de los ciudadanos, la paideia griega, la toma de conciencia de que la ciudad nos crea al tiempo que nosotros la creamos a ella, que su destino depende también de nuestra reflexión, comportamiento y decisiones; en una palabra, la creación del espacio público político de la ciudad a través de la participación abierta en la vida política. Política y ciudad son imposibles sin una nueva filosofía política que busque sin descanso la creación de una democracia popular, de un espacio público donde el pueblo es la fuente de la ley y no los «científicos» de la política, los expertos, ya sea en asuntos de política económica o de interpretación constitucional. La ciudad es creación y creación de sí misma: autocreación. Es la emergencia de una nueva forma ortológica -un nuevo eidos- y un nuevo nivel y modo de ser. Es una cuasi totalidad mantenida por las instituciones-lenguajes, normas, familia, herramientas, modos de producción, etc.- y por las significaciones imaginarias sociales que estas instituciones encarnan -tótems, tabúes, dioses, Dios, mercancía, riqueza, patria, etc.-. La ciudad y la política hoy se instituyen como lo han hecho a través de la historia, en la clausura de sus significaciones imaginarias. Pero la ciudad, su creación histórica, es ruptura de la clausura, puesta en cuestión de las significaciones imaginarias sociales. Es auto-alteración de la vida urbana -vida anterior a la creación de la ciudad-, nueva forma que es creación levantada sobre el estrato natural y sobre el cual se construye un «edificio» de significaciones extraordinariamente complejo que dota de significación a todas las cosas. Este es el aporte de Cornelius Castoriadis para quien el sersociedad de la sociedad son las instituciones y las significaciones imaginarias sociales que esas instituciones encarnan y hacen existir en la efectividad social, dando sentido imaginario a la vida de los seres humanos. Las sociedades heterónomas, tienen lugar en el cierre del sentido. Las ciudades de hoy tienen la posibilidad de romper la clausura reinventando la política y haciendo nuevamente activa a la filosofía política: creando al ciudadano y al filósofo público en la ciudad, en el espacio público político y

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arquitectónico donde política, pensamiento y arte lleguen a ser modos de vida, donde el ser humano crea la ciudad y ella crea a los seres humanos. IV. Ciudad y globalización Si bien es cierto que desde las visiones alternativas no se ha podido aún desarrollar un adecuado esquema teórico y conceptual para el estudio de las ciudades, los enfoques multidisciplinarios ganan cada vez más terreno. Cada vez hay mayor número de investigaciones donde se plantea como necesaria la interacción de lo económico con lo social, indicando cómo la política es la encargada de trazar los grandes objetivos de la sociedad, buscando un diálogo entre saberes y abriendo un debate y una crítica sobre la situación social de la mayoría de la población mundial, nacional, regional y local; se llama con insistencia la atención sobre el carácter desigual y combinado en las relaciones internacionales de comercio mostrando cómo el intercambio se realiza en una relación de desigualdad donde los beneficios se concentran en la parte más fuerte y los costos recaen sobre los más débiles. La globalización engendra desigualdad y pobreza abriendo más las grietas sociales y dejando a la sociedad expuesta a todo tipo de fundamentalismos totalitarios que, como se sabe, buscan siempre la supresión del otro, del diferente, del extraño. Cada vez son más los círculos que denuncian la crisis y la fatiga, en los tiempos que corren, de las concepciones lineales del proceso humano y social, pero todavía son muy pocas las voces que se atreven a afrontar el problema capital de la civilización: la crisis ortológica política en la que el ser humano ha quedado inmerso en el capitalismo-red. A medida que el capital continúa su expansión victoriosa, el espacio público-público, el espacio donde la ciudadanía es, se achica, se privatiza y reduce dramáticamente. La pobreza psíquica alcanzada a través de años de domesticación televisiva, ha llevado a una servidumbre voluntaria donde impera el «sálvese quien pueda» productor de miedo e insolidaridad. La fina caracterización de la sociedad industrial realizada por Max Weber en lo que él denominó como «el espíritu del cálculo racional» ha llevado en la actualidad a lo que Cornelius Castoriadis denominó el individuo privatizado, el individuo que está en su pequeño medio personal y se ha vuelto cínico con relación a la política. Toda discusión política, económica y social debe afrontar esta situación. Sí lo público se ha vuelto privado, el trabajo político consiste en poner al alcance de «todos» la posibilidad real de discutir sobre las decisiones macropolíticas y macroeconómicas que

se toman en la mayoría de los casos en secreto y entre bastidores. Hacer público lo público es luchar por la existencia de una democracia plena donde se abra la participación del individuo común. Ésta, sin un ciudadano efectivo, educado en los asuntos públicos, conocedor de sus derechos y deberes y liberados de las cadenas de la esclavitud de la necesidad, es una mera utopía. La despolitización generalizada impide una reconstrucción de la sociedad que permita un espacio de discusión sobre el rumbo de los asuntos comunes. La discusión política se encuentra obstruida. El sistema capitalista desde una perspectiva humana no funciona, él no proporciona a la mayoría de la población una calidad de vida como la que promociona por los medios de comunicación. Una nueva política global es urgente para evitar que individuos y sociedades no queden disminuidos o destruidos por las nuevas tendencias. La apertura indiscriminada de los mercados, y la homogeneización y estandarización de las políticas que se copian de los países del centro es difícil de sostener. La combinación de la economía de mercado con el sistema político democrático debe no sólo adecuarse a nuestras realidades sino corregir sus deficiencias y limitaciones. La experiencia reciente en países como Colombia es clara. Aceptando las limitaciones del entorno global y la precaria capacidad de incidir en las políticas económico-sociales globales, hay espacio para actuar con algo de autonomía. En el marco de imperfección de los mercados caben estrategias de protección del mercado nacional que ayuden al crecimiento económico sin inducir a desequilibrios macroeconómicos internos y externos que hagan inviable su aplicación: ¿porqué no regular con políticas públicas globales la liberación del mercado de capitales impidiendo la exposición de las naciones de la periferia a la volatilidad de los capitales de corto plazo? ¿Por qué no impulsar una apertura drástica de los mercados de las economías del centro impidiendo que subsidien a sus productores en forma masiva haciendo imposible la competencia? Si se predica el libre mercado como un nuevo evangelio, por qué no aplicar lo esencial de su mensaje al interior de los países más ricos: ¿La globalización es viable si imitamos lo que dicen y no lo que hacen los países del centro? La globalización en sí es un proceso tecnológico utilizado políticamente por la ideología neoliberal como base para sustentar su credo como el único posible. Es un proceso que va más allá de lo económico, de carácter multidimensional, expresado como todo lo que acontece en el mundo de la vida presente por la interdependencia global de los mercados

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financieros lograda a través de las nuevas tecnologías de información y comunicación y favorecida por la desregulación y liberalización de dichos mercados8. La sensación de cambio, la utilización permanente del término globalización es la "prueba" de que están ocurriendo cosas nuevas y tendencias diversas que se superponen: la revolución mundial de las comunicaciones; la nueva economía del conocimiento donde los mercados financieros constituyen la vanguardia; la caída del muro de Berlín y la intensificación de conflictos étnicos y religiosos así como la transformación de la vida cotidiana, donde la crisis de la familia y los movimientos de liberación femenina son la expresión de profundos cambios en la vida emocional del ser humano9. La globalización no da frutos sostenibles si ella no viene acompañada de una política democrática donde se acepte al otro diferente, a través de la preeminencia del derecho y la creación de reglas que atenúen los desequilibrios, las injusticias, y los sufrimientos impuestos a la mayoría de la población mundial por la política imperial resumida en esa broma siniestra del fin de la historia, con la cual los Estados Unidos han pretendido homogenizar la conducción de los asuntos político-económicos de la humanidad, a través de la intensificación de la presión competitiva. Con la globalización todos entramos a depender unos de otros, importando cada vez menos las distancias; lo que sucede en un lugar puede llegar a tener consecuencias mundiales. La separación entre ciudad y política se profundiza y las fronteras del territorio se vuelven muy porosas. Hay una red mundial de interdependencias. Las acciones básicas abarcan grandes distancias espaciotemporales, y por muy limitadas que ellas sean localmente, pueden tener efectos globales. La dimensión económica se desarrolla en un «territorio extraterritorial», un espacio sin localización definida que tumba todos los obstáculos de lo local mostrando la manera en que estamos inmersos y asistiendo al nacimiento de una nueva institucionalidad encaminada a la construcción de una política global completamente distinta a la aún hoy vigente política interestatal de contenido internacional. Asistimos a un conjunto de transformaciones, quizás irreversibles, que requieren de nuevas identidades y

8 Cornelius Castoriadis, El avance de la insignificancia, Madrid, Ediciones Cátedra, 1988. 9 Anthony Giddens y Will Hutton (eds.), En el límite: la vida en el capitalismo global, Barcelona, Tusquets, 2001, págs.13-14.

soberanías para que el ser humano pueda afrontar los nuevos dilemas y esperanzas. No sólo se globalizan los mercados, también lo hacen los derechos humanos, la persecución y juicio internacional de delincuentes y terroristas que cometen crímenes de lesa humanidad. Lo global y lo local coexisten y son una expresión de la irrefutable existencia del otro. Las jerarquías se flexibilizan, el desconcierto florece por doquier poniendo en dificultades la conciencia democrática pero preguntando: ¿seremos capaces de salir de ese suicidio autoimpulsivo de la civilización occidental sabiendo controlar nuestro bien más preciado, el planeta y su bioesfera, del cual todos somos parte? Cuando lo público se privatiza, el estado se vuelve autónomo y se separa de la sociedad. Esta escisión, esta separación va creando una administración de lo público que va tomando el carácter de economía política la cual deviene como ideología que postula los actos del individuo y, a través de ellos, los de la sociedad, como racionales. Esta situación se trata de legitimar por medio de la racionalidad económica: maximización de beneficios, minimización de costos son sus grandes consignas con las cuales se ha fabricado un individuo que trata de cuantificarlo todo, llevando a la sociedad a construir la significación imaginaria social del capitalismo como el empuje ilimitado hacia la extensión del dominio racional por medio de la economía y su teoría que deviene en nueva religión, en religión convertida en una abstracta y complicada cuantificación, pero religión a fin de cuentas, expresada en una fe ciega en el mercado y en su supuesto análisis «científico», la teoría de los precios y su arsenal cuantitativo: la nueva fe es la fe en la medición, la cual deviene como palabra sagrada de dios, del nuevo dios, el dinero.

V. El dogma del mercado: una nueva religión La discusión entre economía y ciencia es uno de los campos que merece menos atención actualmente en nuestro medio. El positivismo neoclásico ha dejado deliberadamente los debates gruesos de la metodología económica por fuera de ladiscusión. Al aceptar en la mayoría de los casos, una homologación mecánica y anti-filosófica entre el procedimiento de las ciencias naturales y el de las supuestas ciencias sociales, ha ideado un conjunto problemático y limitado de herramientas para evitar al máximo su contacto con la sociedad y por esta vía introducir descaradamente una apología al sistema económico vigente en nombre de una supuesta ciencia que en forma creciente pierde todo vestigio social. Al negarse a la discusión filosófica, se produce un

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empirismo ingenieril desarrollado a través de modelos abstractos que pretenden explicar la realidad, no por lo que en ella se puede observar, sino por su capacidad de formulación lógico-matemática, hasta el punto que, si las relaciones entre las variables y las predicciones de sus modelos no coinciden con la realidad, lo que está mal organizado no es el modelo sino la realidad. La teoría económica, levantada sobre la teoría del valor para interpretar la sociedad capitalista, ha caído en una problemática valoración por la homogeneidad, dejando la diferencia como criterio de exclusividad de sus selectas minorías que son las únicas capaces de disfrutar de los bienes escasos. Al postularse como ciencia, ha pretendido en el campo social presentarse como neutral, olvidando maliciosamente que nuestras leyes físicas constituyen una multitud de piezas distintas que no encajan del todo bien. Los modelos físicos tienen limitaciones que han impedido que puedan liberarse de las incertidumbres, desequilibrios e inestabilidades propias de nuestro actual modelo del universo. Este procedimiento, el de asimilar lo histórico social a lo físico, ha negado lo esencial del ser humano, su capacidad de preguntar, y, en últimas, de pensar y criticar. La ciencia, después de los aportes de la mecánica cuántica de Schrödinger, la relatividad de Einstein o los desarrollos de la biología moderna y la neurociencia ya no acepta la separación de objeto y sujeto y mucho menos la existencia de una «verdad objetiva» o de una neutralidad de la ciencia; el saber, todo saber es una creación humana, una creación social, impensable por fuera de la axiología. Una buena gestión económica, global o local, depende crucialmente de las restricciones que impone la política. Los valores creados en las ciencias naturales, las metodologías propias del racionamiento científico no son fácilmente extensibles al comportamiento humano sin incurrir, como en efecto lo hace la «ciencia» económica, en un reduccionismo más próximo a la ideología. La teoría económica ha divinizado el uso de los modelos y las matemáticas, diabolizando la discusión política y llegando a ser la ciencia menos social de todas las ciencias, convirtiéndose, en un sentido fuerte, en una religión que pretende con su método tener las claves de todo el comportamiento humano. Mientras la ciencia abandona la ilusión de un conocimiento absoluto, la ideología economicista y tecnocrática asume un problemático imperialismo y con sus dudosas categorías se postula como un saber indiscutible y unívoco, expresado en lenguaje matemático con un poder ilimitado no sólo sobre la sociedad sino sobre el individuo. El modelo estándar con el que el

Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han tratado de uniformar a la sociedad contemporánea corresponde a esta problemática. Se ha diseñado un «pensamiento» único en términos espacio-temporales con «leyes» naturales independientes de la sociedad. Esta nueva religión, la religión que proviene del uso positivo de la matemática en economía, es la que a través de la teoría económica nos ha impuesto lenta pero seguramente la fe en los dogmas del mercado, el progreso, el crecimiento como fin último y todo ese conjunto de significaciones, de nuevos valores que impulsa por todos los rincones de nuestra existencia, esta nueva creencia. Esta nueva ideología, amparada en una supuesta neutralidad de la ciencia ocupa hoy en muchas mentes el lugar que en otro momento histórico tenía Jesucristo, y al igual que con este dogma, el del mercado promete redimirnos de todos nuestros males y angustias, logrando en un solo movimiento crear lo que la psique y la sociedad necesitan, saber y creencia: el individuo en el capitalismo inviste una imagen de sí y del mundo a través de una creencia disfrazada de ciencia con la cual las significaciones e instituciones que le dan sentido al mundo contemporáneo vienen de la nueva religión, la teoría económica y su institución central, el mercado capitalista. La globalización económica penetra la sociedad y genera transformaciones políticas y culturales. La nueva religión se constituye sobre una supuesta racionalidad del sujeto soportado en la libertad de elección política y económica de un individuo soberano, transhistórico y por fuera de la sociedad. Se radicaliza la separación individuo-colectividad y la pregunta de cómo nos hacemos humanos, se confunde con la pregunta de cómo conseguir más y más ilusiones, baratijas y trivialidades llamadas pomposamente mercancías. El «individuo» dominado por esta religión ya no puede ser considerado un ser libre, soberano, es en la mayoría de los casos una marioneta que realiza espasmódicamente los gestos que le impone el campo histórico social: hacer dinero, consumir y «gozar». Es supuestamente «libre» de darle a su vida el sentido que quiera, pero en realidad no da sino el «sentido» que impera, es decir, el sin sentido del aumento indefinido del consumo: su «autonomía» vuelve a ser «heteronomía» su «autenticidad» es el conformismo, el vacío10; no hay autonomía individual sino hay autonomía colectiva, ni «creación de sentido» para el individuo que no se inscriba en el marco de una creación colectiva de significados; una sociedad democrática es una sociedad que

10 Cornelius Castoriadis, Le monde morcelé, París, Seuil, 1990, págs. 11 -24.

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cuestiona todo sentido dado de antemano, y donde se libera la creación de significaciones nuevas11. En las sociedades capitalistas contemporáneas la crisis de la dimensión cultural se expresa en el derrumbe de la «vivencia subjetiva» un rechazo «inconsciente» de la necesidad psíquica de la vida social de los otros, de la necesidad de la institución llevando a lo que Castoriadis denominó "la privatización de la sociedad" haciendo que el individuo ya no le apueste, ya no busque un proyecto relativo a la sociedad, ni a su transformación, ni siquiera el de su reproducción/ conservación: no acepta las relaciones en que se encuentra atrapado y que reproduce no por pasión sino porque no puede hacer otra cosa, está dominado, alienado por una fuerza impersonal localizada en la red y en el poder intangible pero inmanente de los medios de comunicación que se encargan de embrutecer al individuo y de banaiizar la vida. Pero no hay que acudir a discusiones que nos aparten de una praxis en la vida cotidiana. Es muy desesperanzador pensar que no hay alternativas fuera del todo o nada, de caer en el individualismo político que se polariza entre la transformación total de la sociedad o en la inmovilidad absoluta cercana al cinismo complaciente. Hay espacios alternativos y muchas cosas particulares que podemos realizar, saliendo de las utopías y realizando propuestas «eutópicas» situadas en el aquí y el ahora, en un tiempo y un espacio posible y que sean realizables. La antropología filosófica de la creación, de la poiesis, propuesta a lo largo de la extensa obra de Cornelius; Castoriadis, introduce una serie de dificultades para el intelectual corriente: articulación y diferenciación de diversos dominios del pensamiento -filosofía, política, ciencia, economía, antropología, psicoanálisis y arte-en una nueva forma de pensar el ser -ser ente total- criticando la especialización y compartimentación de saberes, creando una nueva concepción de lo socio-histórico, articulado complejamente al imaginario radical para dar cuenta de lo que a cada momento histórico se va instituyendo a través de la creación de nuevas formas en las cuales podemos «ver» la aparición de lo nuevo, de lo otro diferente. Para la discusión de la ciudad se debe entender, y en esto hay que insistir, cómo la institución de la ciudad es la institución de un mundo de significaciones imaginarias sociales que cada ciudad crea. Una ciudad, así como la sociedad, nunca se encuentra fijada definitivamente, ella es auto-creación, auto-

11 Cornelius Castoriadis, El avance de la significación, Madrid, Ediciones Cátedra, 1998, y Figuras de lo pensable, Madrid, Ediciones Cátedra, 1999.

alteración perpetua: la ciudad estando definida en parte por sus instituciones nunca queda totalmente subordinada a ellas. Hay en la obra de Cornelius Castoriadis una crítica radical al racionalismo naturalista de la época contemporánea y a la forma como la filosofía occidental desde Parménides, pasando por Platón y Aristóteles hasta Kant y Heidegger, ha elaborado la razón y la racionalidad como una teoría del ser como ser determinado de principio a fin. Para Castoriadis el ser humano y la sociedad son esencialmente creaciones del imaginario radical y de la psique humana singular que no pueden concebirse exclusivamente como categorías racionalistas y racionalizantes12; con la creación de la ciudad surgió una nueva significación imaginaria social inconcebible sin ciudadanos que a su vez sólo pueden ser fabricados en y por la ciudad. El liberalismo primero y el marxismo después, plantearon una concepción racionalista de lo histórico-social, y de ahí su gran limitación para abordar lo que acontece hoy por fuera de la «racionalidad» capitalista donde lo económico se vuelve autónomo y el ciudadano de la vieja filosofía política es sustituido por el cliente. El individuo es instalado en un dudoso modo de vida lleno de bienes de consumo, replegándose más y más en su esfera privada, al tiempo que existe un gran desprecio por el funcionamiento de la política, que lleva a la sociedad de la mano de un individuo que no tiene sino un único interés: hacer dinero para consumir ilusiones fabricadas por la televisión. Lo anterior no es óbice para que tratemos de construir un sistema democrático participativo que opere haciendo circular nuestras necesarias diferencias y conflictos para que nuestra sociedad pueda existir acorde con las exigencias del siglo XXI. No es a estas alturas innecesario reiterar lo que he sostenido en otro lugar: en cualquier urbe se genera toda una cascada de derechos, que emanan de las categorías superiores de los derechos humanos: el derecho a la libertad, a la justicia, a la identidad, a la autonomía etc., que como tales son imperceptibles e inmanentes; también se encuentran los derechos medibles, como él derecho a la vivienda, al encuentro, a la educación, a la salud, en fin todo ese conjunto de derechos que apuntan a la obtención de una buena calidad de vida. Esto nos enfrenta a una discusión política central: la existencia efectiva de la democracia no se puede medir solamente por lo que contenga su carta constitucional, sino por las relaciones efectivas que los hombres y las mujeres puedan establecer mutuamente; la

12 Fabio Giraldo y José Malaver, "Cornelius Castoriadis, el laberinto del pensamiento y la creación" en Ensayo y Error, Bogotá, 1997, págs.19-24.

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igualdad de derechos oculta la más aberrante desigualdad e inequidad. Nuestra deformada democracia permite la construcción de urbes pero no de ciudades, de lugares donde se ejerza libremente el derecho fundamental que nos confiere el título de ciudadanos13. La discusión se debe abordar desde una perspectiva global y haciendo uso de la complejidad como postura filosófica para romper la idea de separabilidad que conduce a una imputación separada, a contar de acuerdo a determinados fines parciales, sin mirar el conjunto; la complejidad enfatiza cómo el trabajo sobre la sociedad y la ciudad, no se puede realizar sino por medio de la interdisciplinariedad: la interrelación de saberes, el reconocimiento de los aportes en otros campos y la posibilidad de aplicarlos al nuestro, es un camino fecundo para abrir un espacio de crítica al pensamiento uniforme y uniformador que promueve hasta el vértigo la nueva ideología religiosa.

VI.Ciudad y libertad En economía, es bueno consultar posturas democráticas de avanzada como las del premio Nobel Amartya Sen, quien impulsa políticas públicas que no se subordinan a la sola visión economicista, buscando que el desarrollo no sólo se plantee los problemas económicos de eficiencia y eficacia sino también, y de una forma no residual, los problemas políticos de equidad y libertad. Sen trata de articular los problemas económicos sociales con los políticos para el diseño de políticas públicas. Al mezclar concepciones de mercado y de gobierno, políticas de estado con el papel de los partidos políticos y los medios de comunicación, abre una vía heterodoxa donde la libertad juega un papel protagónico. Al cambiar la noción neoclásica del capital humano por la más amplia de capacidades humanas nos enfrenta a la posibilidad de luchar por una vida más libre y digna. La calidad de vida no se reduce a lo meramente material; la vida es mucho más que un conjunto de relaciones comerciales: el ser humano es un misterio insondable, y sus necesidades y deseos jamás podrán expresarse totalmente de una forma tabular. Sen al colocar las capacidades humanas en el centro del proceso de desarrollo da un giro en la forma de entender la satisfacción de las necesidades la cual, para él, no se reduce a la mera adquisición de cosas; penetra en la búsqueda de la

13 Oscar Alfonso (ed.), Ciudad y región, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2001, pág. 10.

igualdad de posibilidades aunque no se disponga de los mismos medios. El énfasis se centra en las libertades humanas y la búsqueda de justicia que sólo se alcanza con la libertad real, no formal, de elegir un estilo de vida, una solidaridad colectiva, un derecho a la diversidad, pues en últimas, el «desarrollo» no es sólo un instrumento de crecimiento económico sino también lo es de desarrollo social. La economía con sus medidas, en particular con esa global y burda medición del progreso, el PIB, no puede captar la capacidad de una persona, la libertad que ella tiene para llevar una determinada clase de vida, esto es, la de crear un espacio efectivo y real de libertad, democracia y cultura. Para lograr este objetivo es menester, poner a la economía en el lugar que le corresponde, subordinándola a la política para hacer que no sean los mercados quienes decidan sobre nuestras vidas; el «desarrollo» económico, no se puede separar de las vidas que pueden llevar las personas y de las libertades reales que pueden disfrutar. El desarrollo no se puede medir solamente por la acumulación de objetos inanimados utilizables sino también, por la libertad para poder hacer lo que tienen razón de ser en nuestra valoración particular14. Los espacios abiertos en la discusión actual sobre la sociedad y la ciudad son variados y ricos. Muestran cómo no hay que seguir polarizando economía y política, mercado y estado. Nuestra vida no tiene por que estar sometida a ese gran regulador de nuestra existencia, a esa mercadolatría que absolutiza el mercado como guía, desplazando el poder político colectivo al poder económico individual. Si hoy la sociedad depende más de la economía y sus instrumentos, del sistema de precios que de las decisiones políticas y de la construcción de instituciones democráticas, esto no tiene por que ser así. Para ello debemos ser capaces nuevamente de dudar y de dudar lo que nos promete el pensamiento único atrincherado en el poder, que domina a la sociedad con acrobacias algebraicas concebidas como ciencia y que no son más que una nueva religión. Es necesario poder distinguir la imagen ideológica de la economía de mercado de la imagen real, tratando de salir de esa absurda idea promovida por el totalitarismo neoliberal de la existencia de una economía al margen de la sociedad y sus controles políticos. Si no queremos que la educación, la salud, los servicios públicos básicos y la cultura se conviertan en mercancías asignadas por un mercado libre, es bueno no

14 Amartya Sen, Desarrollo y libertad, Bogotá, Planeta, 2000.

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militar en el álgebra-religiosa que considera al mercado como respuesta a todas las inquietudes humanas. Este fundamentalismo religioso es una amenaza mayor que el totalitarismo. Se disfraza de ciencia y sus cálculos y predicciones evidencian un cinismo esquizofrénico: «es difícil encontrar una profesión como la del economista, dentro de las ciencias sociales, que sufra tan esporádicamente de accesos de optimismo y pesimismo sin solución de continuidad - una cierta escisión de la personalidad, una especie de esquizofrenia - que persista tan reiterativamente en el error sin sofocarse, sin mirar la realidad y sin dejar de engolar la voz para hacer profecías sobre el futuro15. A más de diez años de la caída del muro de Berlín hay que seguir insistiendo en que el modelo económico político neoliberal, no está bien articulado con las orientaciones de carácter social y democrático de la misma. También hay serias dificultades con la dimensión cultural del orden social, al arrasar con su «racionalidad» y promoción del individualismo, con todas las tradiciones que el mismo modelo pretende defender. El «revolcón» en que se inspiró un costado denso de nuestra carta, trató de ir veloz en un terreno lleno de dificultades. El resultado fue un desorden descomunal que muestra cómo las visiones ortodoxas que pretenden guiar a la sociedad exclusivamente por el mercado, la dejan en el peor de los mundos: un estado que se disuelve ante los ojos impávidos de sus «dirigentes». Una sociedad que se desmorona en un gobierno que entre más tributo coge hace más débil al estado. Estado que para el colombiano del común se fragmentan en diversas bandas que esperan en la sombra el momento para cometer sus crímenes comprando con el dinero de sus fechorías a los individuos que tienen el poder del estado. Debemos continuar y profundizar las reformas. No hay modelos económicos puros, pero el cambio debe asumir sin temores y con plena conciencia los errores y problemas del pasado, en particular los costosos errores macroeconómicosapertura indiscriminada, disminución de la inflación a costa del empleo y recesión, incremento desmesurado de las tasas de interés, en fin, la adopción de una política monetaria importada de los centros intelectuales y de poder de U.S.A., completamente equivocada, que estranguló la demanda agregada por la fuerte reducción de los ingresos- en el diseño de las reformas y en calcular la profundidad de nuestros débiles e incipientes mercados que no han podido funcionar

15 Joaquín Stefanía, Aquí no puede ocurrir: el nuevo espíritu del capitalismo, Madrid, Taurus, 2000, págs. 9-10.

como lo había pensado el llamado consenso de Washington. La globalización no es un programa «win- win» en el que todos ganamos. Se trata de imposiciones económicas difíciles en las que los ganadores son los mismos de siempre y los perdedores también. El crecimiento por el crecimiento atenta contra la cohesión social y genera un problemático clima de inseguridad y desconfianza que al actuar en un escenario político como el colombiano, aumentan el riesgo del país por inseguridad afectando las tasas de interés y destruyendo la confianza y el capital social que ella representa. En la ciudad, la única política seria es aquella en la cual cada uno de sus habitantes se sienten motivados por algo más grande y abarcador que el mero interés individual. Es importante aceptar la dinámica empresarial y tomar conciencia que en la era de la globalización; países, regiones y ciudades, hacen cola para atraer a las empresas y convencerlas de que construyan plantas, convencidas que ellas vana generar nuevas oportunidades de empleo. Los Estados dan facilidades a las empresas y esto no es desdeñable si se tiene claro que las empresas demandan políticas responsables y una fuerza laboral cualificada16. Igualmente se puede construir aquello presente en todos los territorios exitosos económicamente, la provisión de significaciones imaginarias unidas por ese intangible construido por normas y valores donde se subordina lo individual y se refuerza lo colectivo para, a través de esos valores compartidos, hacer emerger la confianza, clave para discutir en torno a la ciudad y a la política. No hay que caer en el extremo de una globofobia de derecha para no advertir que la liberación de los mercados haciéndose más internacionales y perdiendo muchas de sus restricciones geográficas. Es una aventura necesaria, pero llena de sorpresas. La actividad comercial no puede generar dinámica en una sola dirección; se deben equilibrar las cargas y los beneficios del comercio, sin creer que la salida se encuentra en volver a la escala pequeña y local de nuestros débiles e incipientes mercados. La globalización económica ha demostrado sus carencias. En el territorio de la ciudad las dificultades no han sido menores: las incertidumbres y la falta de oportunidades se han multiplicado peligrosamente. El desempleo en las ciudades alcanza niveles insospechados; la concentración de los ingresos y las disparidades sociales hacen prever fatalismos inmanejables: fobias, localismos agresivos, fundamentalismos étnicos y regionalismos intolerables. La globalización sin conducción política choca

16 Anthony Giddens y Will Hutton (eds.), op.dt., págs. 61-62.

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con las políticas territoriales abriendo peligrosas puertas a un nuevo mundo lleno de agresiones desconocidas e invisibles. La estabilidad macroeconómica es una condición básica para el crecimiento ordenado, pero ella no puede ponerse en contravía, en oposición con los consensos políticos alcanzados para darle acceso efectivo a toda la población de servicios sociales donde se garantice la igualdad de oportunidades aumentando las coberturas y la calidad de las necesidades sociales básicas generadoras de inequidad: salud, educación, vivienda y servicios públicos domiciliarios. Una tributación equitativa y un manejo escrupuloso del recurso público son la clave para una reorientación del papel del estado revisando las confusas relaciones entre la nación y los entes territoriales, definiendo nuevamente las competencias y responsabilidades de los municipios y su papel en la definición de una tributación territorial que permita una democracia más amplia y un estado más fuerte. Igualmente es imperioso desarrollar una perspectiva filosófica y crítica que haga circular libremente otros puntos de vista sobre la globalización y sus consecuencias en la destrucción del medio ambiente y la profundización de desigualdades que hacen más difícil una comunicación social planetaria en la que nuestros territorios y ciudades se garanticen los derechos humanos y la educación y salud sean universales. Con la constitución del 91 se abrieron nuevos espacios para la discusión y se pusieron al descubierto el enorme déficit de participación que padece la sociedad colombiana; empero, si se desea continuar abriendo la brecha hacia la creación de la democracia, debemos hacer visibles las enormes deformaciones políticas de los partidos y su inmensa capacidad de diluir en mitos, mentiras y, por qué no, en buenas intenciones sus programas de cambio y reforma. El camino de la historia es insondable y el progreso de la sociedad por medio del crecimiento es uno de los puntos ciegos del liberalismo político el cual se encuentra arraigado en la extraña e insostenible idea de la racionalidad de la historia. La confusión generalizada en el orden natural -físico, químico y biológico- propio de la ciencia y el orden humano histórico y social- ha llevado a una ampliación problemática de las teorías especiales a casos específicos y a ignorar que los asuntos económicos actúan al interior de la sociedad donde los conocimientos de las dimensiones puramente funcionales de la vida, meramente instrumentales, admiten una acumulación en el saber, mientras los cambios en la sociedad, y especialmente en la política y en la cultura, no operan con esa lógica. La primacía de lo lógico-instrumental ha llevado al absurdo de postular en el nivel de lo histórico

social una funcionalidad como la que opera en el mundo natural, mezclando indiscriminadamente naturaleza y cultura. El imperialismo alcanzado por la teoría económica en el dominio histórico social alerta sobre esta discusión. Nociones como las de capital humano, natural, social, simbólico, introducidas en las funciones de producción de los economistas neoclásicos, así como la reducción en las nuevas corrientes del pensamiento económico, de las leyes y el derecho a meros cálculos monetarios, nos enfrentan a este nuevo oscurantismo disfrazado de pensamiento riguroso, en el cual la coherencia lógica se ha tomado como explicación última de la realidad social; más aún, en las versiones más recientes de la historia económica17 se señala, como con los trabajos de D. North y sus incontables seguidores, que se ha dado una suerte de mano invisible de las instituciones que vendría a sustituir la mano invisible de Adam Smith: «Todos los procesos de cambio histórico en los que se entrecruzan en forma intrincada complejas redes de interacciones ideológicas, culturales, económicas, sociales y políticas pueden explicarse con la palabra mágica: «instituciones»18. El progreso, así como el crecimiento por el crecimiento son ideas muy problemáticas que impiden mirar con energías nuevas las búsquedas políticas. Lo único claro es que la democracia existente es mejor que cualquier totalitarismo de derecha o de izquierda y sin ella es imposible pensar en una democracia popular concebida como una interrogación permanente en un proceso indefinido donde se deben incrementar las garantías, el respeto al otro diferente, y un desarrollo sin contemplación de los derechos ciudadanos en su doble acepción de derechos civiles y políticos, que garanticen la autonomía individual y la autonomía política. La lucha por la autonomía es un proyecto capital. Para ello debemos partir de la ya vieja y defectuosa democracia representativa e ir sustituyéndola, ir creando un mayor espacio político para el renacimiento de la democracia participativa a través de la revolución informática. Hay que ampliar los mecanismos de participación abriendo los espacios, haciendo público el espacio público de las decisiones centrales de la sociedad, con delegaciones y controles precisos. El mercado no es fácilmente sustituible como mecanismo de reproducción social. La autorregulación del sistema de precios debe ser reinsertada en una regulación global manejada y

17 R.Rollinat, La nouvelle histoire économique, París, Liris, 1997. 18 Susana Valdivieso, "North y el cambio histórico: luces y sombras de la nueva historia institucional" en Economía Institucional, no.4, Externado de Colombia, Bogotá, 2001, pág.166.

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controlada políticamente para hacer que el mercado sea lo más democrático posible, separando drásticamente el poder político y el económico. Debe haber libertad de consumo evitando la manipulación de los medios de comunicación por la publicidad, creando una auténtica soberanía de consumidores y productores por medio de amplios procesos de autogestión comunitaria. Sólo así podemos articular democráticamente economía -social y política-, construyendo una nueva cultura que nos lleve hacia una sociedad autónoma donde se universalice la participación activa y la vigilancia responsable de la ciudadanía; para que ello sea posible, se le deben establecer límites no sólo al mercado sino también a su primo hermano, el estado. La fe religiosa en un mercado libre perfectamente autoregulado de forma espontánea ignora maliciosamente el poder y, lo más importante, los dueños del poder, los que controlan los hilos más sutiles de las significaciones centrales de la sociedad, distorsionando los intercambios humanos colectivos en beneficio propio, privado. La separación entre política y religión tan largamente construida por la civilización occidental ha reducido lenta pero seguramente la complejidad humana a una racionalidad sustentada en la lógica matemática; con ello se evade la discusión sobre el ser humano y ante la perplejidad que día tras día nos ofrecen los productos del psiquismo humano, no somos capaces de asumir una teoría general de la cultura. Castoriadis es un camino firme; George Steiner19 es una profunda intuición poética: en lo tocante a una teoría de la cultura parecemos estar donde esta la Judith de Bartók cuando pide que se abra la última puerta hacia la noche. Se ha abierto una puerta para liberarnos de lo religioso dando un fuerte impulso a lo matemático positivo, pero esto es una tentación fatal para la cultura. La profunda meditación de este gran crítico sobre la enfermedad del hombre ilustrado al aceptar de una forma completamente supersticiosa la superioridad de los hechos sobre las ¡deas, sustituyendo los viejos oscurantismos y dogmas religiosos por el oscurantismo más tirano aún de la única verdad, la «verdad racional científica» nos llevan a meditar sobre el futuro del ser humano y de la libertad por medio de la ciudad y la política.

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19 George Steiner, En el castillo de Barbazul /, Madrid, Guadarrama, 1976.

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ANTECEDENTES INDÍGENAS DEL URBANISMO COLONIAL EN DOS REGIONES DE COLOMBIA: LOS ANDES ORIENTALES Y EL VALLE DE ABURRÁ. UNA VISIÓN DESDE LA ARQUEOLOGÍA Carl Henrik Langebaek*

Este artículo evalúa la propuesta según la cual, los españoles iniciaron procesos de centralización y desarrollo de jerarquías de asentamiento en lo que hoy corresponde a territorio colombiano. Por el contrario, se ilustra el desarrollo de ambos procesos desde tiempos prehispánicos, así la forma en que la llegada de los españoles y el sistema colonial implicó una menor centralización de la población y una estrategia de resistencia que consistió en ocupar viviendas aisladas lejos de los centros de poder colonial. El artículo se basa en los resultados de investigaciones regionales en los Andes orientales (Fúquene y Valle de Leiva) y el Valle de Aburrá, en Antioquia

Abstract This paper evaluates traditional wisdom related to the introduction of central places and settlement hierarchies by the Spaniards in what today is Colombia. It isargued that both processes have a long prehispanic tradition. It is also argued that the arrival of the Spaniards and the colonial system actually implied less centralized settlements as well as a strategy of resistance that led incligenous populations to live in scattered dwellings away from the colonial power. This paper is based upon research in the Eastern Highlands(Fúquene and the Leiva Valley) and the Aburrá Valley, in Antioquia.

En Colombia, se asume que la fundación de "pueblos de indios" y de las primeras ciudades españolas constituyeron el primer esfuerzo por concentrar la población. De acuerdo con esta idea, las poblaciones aborígenes del país se caracterizaron por un poblamiento disperso, acompañado de un bajo desarrollo de centralización política. No se habla, salvo contadas excepciones1, de centros políticos, y se asume que el poder y la autoridad eran muy débiles como para llevar a su desarrollo. Esta imagen del poblamiento indígena se refuerza por la existencia de múltiples documentos españoles que insisten una y otra vez en la necesidad de "poblar" y "reducir" la población a la vida en aldeas nucleadas, donde se

* Antropólogo, Universidad de los Andes. Doctorado de la Universidad de Pittsburg. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes y director de la Revista de Estudios Sociales. 1 Margarita Serje, "Organización urbana en ciudad perdida" en Cuadernos de Arquitectura, no. 9,1984. Martha Herrera, "Espacio y poder. Pueblos de indios en la Provincia de Santafé (siglo XVIII)" en Revista Colombiana de Antropología, no.31,1994, págs.33-62.

les pudiera controlar y catequizar más eficientemente2. En palabras de Colmenares, los "reiterados esfuerzos de la administración española por reducir los indígenas a poblaciones dan una ¡dea de los patrones de asentamiento de los chibchas"3. Si ésta es la idea sobre el poblamiento muisca (usualmente ejemplo de la sociedad prehispánica que alcanzó el mayor desarrollo de centralización política), con mayor razón se asume cierta para el resto de grupos humanos que, en el siglo XVI, ocuparon el territorio ahora colombiano. Debido al poco desarrollo de los estudios arqueológicos dedicados a los patrones de asentamiento prehispánicos, el estudio del poblamiento indígena, desde un punto de vista urbanístico e incluso social y político, ha estado en manos de investigadores de otras disciplinas4. Sin embargo, en los últimos años el estudio de secuencias de cambio social -en particular el desarrollo de "cacicazgos"- desde una perspectiva regional ha venido aportando información útil para entender la forma cómo la población ocupó el espacio5. La relación entre estudios regionales y el interés por cacicazgos resulta natural porque éstos se definen como organizaciones políticas regionales en las cuales se desarrollaron estrategias de control político que implicaban un centro de carácter regional desde el cual se controlara una región6. En este artículo se busca aprovechar la experiencia reciente en el estudio de cacicazgos para hacer un seguimiento de los cambios en patrones de asentamiento prehispánicos en dos regiones de Colombia. Las dos regiones

2 Orlando Fals Borda, Campesinos de los Andes. Estudio sociológico de Saucio. Monografías sociológicas 47, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1961; Juan Friede, Los chibchas bajo la dominación española, Medellín, Editorial La Carreta, 1974; Germán Colmenares, "La sociedad indígena y su evolución posterior a la Conquista" en La nueva historia de Colombia, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1967; Diana Bonnett, "De la conformación de los pueblos de indios al surgimiento de las parroquias de vecinos. El caso del altiplano cundiboyacense" en Revista de Estudios Sociales, no.10, Bogotá, Universidad de los Andes-Fundación Social, 2001. 3 Germán Colmenares, La provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada-Ensayo de Historia Social 1539-1800, Santafé de Bogotá, Tercer Mundo Editores- Colciencias-Universidad del Valle-Banco de la República, 1997, pág. 6. 4 Margarita Serje, op.cit; Jacques Apriles-Gniset, La dudad colombiana, prehispánica, de Conquista e Indiana, Bogotá, Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular, 1991; Lorenzo Fonseca y Alberto Saldarriaga, Arquitectura popular en Colombia, Bogotá, Altamir Editores, 1992; José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1999. 5 Robert Drennan, "Chiefdoms in northern South America" en Journal of World Prehistory, no. 9,1995, págs. 301 -340, y, Las sociedades prehispánicas del Alto Magdalena, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2000. 6 Timothy Earle, How chiefs come to power: the political economy in prehistory, Stanford, Stanford University Press, 1997.

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seleccionadas -los Andes orientales (Fúquene y Valle de Leiva) y el Valle de Aburrá, en Antioquia- se caracterizan por un marcado contraste en relación con el tipo de sociedades que encontraron los españoles. En los Andes orientales, los conquistadores describieron cacicazgos centralizados bajo el dominio de una élite; en el valle de Aburrá, pequeños cacicazgos poco centralizados. En los Andes orientales la población indígena sobrevivió a lo largo de los siglos XVI y XVII; aunque sufrió un rápido proceso de cambio cultural, pudo sobrevivir al impacto de la conquista participando activamente en procesos de mestizaje con población blanca. En el Valle de Aburrá, la población indígena fue llevada al borde del aniquilamiento y ya en el siglo XVI los españoles necesitaron mano de obra indígena y negra traída de otras regiones7. En los Andes Orientales se implantó un sistema relativamente exitoso de encomiendas8, mientras en el Valle de Aburrá, la minería y la ganadería fueron más importantes que el desarrollo de encomiendas9. El objetivo de este artículo es proponer que, contra lo comúnmente aceptado, las políticas coloniales no introdujeron la concentración de población. Todo lo contrario. Antes de la llegada de los españoles, se habían iniciado procesos de concentración de población. Las estrategias de poder político de las élites indígenas prehispánicas, basadas en la negociación, fueron eficientes en el propósito de centralizar la población indígena, aunque mucho más en algunas regiones (como los Andes orientales) que en otras (como el Valle de Aburrá). La dominación española, basada en la violencia y la coerción, fue poco exitosa en su intento de concentrar la población. Por el contrario, su implantación coincide con un marcado proceso de dispersión de la población indígena. A nivel regional, la llegada de los españoles debilitó el desarrollo de nucleaciones de población y favoreció el de un poblamiento disperso, característico del país hasta los acelerados procesos de urbanización en el siglo XX. Aspectos conceptuales Los estudios realizados en las dos regiones permiten reconstruir el proceso de centralización y jerarquización de asentamientos, y sus transformaciones después de la llegada de los españoles. Antes de discutir los resultados de

7 Víctor Álvarez, "La sociedad colonial, 1580-1720" en Historia de Antioquia, Medellín, Editorial Presencia, 1988. 8 Juan Friede, op.cit. 9 Víctor Álvarez, op.cit.

investigación en las dos regiones, es necesario presentar brevemente algunos presupuestos sobre los cuales se hicieron los estudios cuyos resultados presentamos. Las investigaciones en los Andes orientales y en el Valle de Aburrá enfatizaron un estudio regional de los patrones de asentamiento indígenas y coloniales. Para ello se tomaron en cuenta modelos arqueológicos comúnmente utilizados para el estudio de asentamientos. Muchas de las preguntas formuladas por los arqueólogos sobre antiguos asentimientos indígenas son similares a las que se formulan estudiosos de la sociedad urbana contemporánea10. Debido a su interés por identificar patrones de cambio en los asentamientos que puedan asociarse a cambios sociales, los arqueólogos han tomado modelos tomados originalmente de la geografía, especialmente a partir de los trabajos centrados en el estudio de lugares centrales11, teorías de transporte12 y seguimiento de jerarquías de asentamiento13. Sin embargo, dos aspectos estudiados en esas regiones son particularmente relevantes en este artículo: la centralidad y la jerarquía. El estudio de centralidad y jerarquía en los asentamientos prehispánicos ha enfatizado la noción de lugares centrales14. Estos se identifican como lugares que asumen la forma más compleja dentro de una jerarquía de asentamientos y desde los cuales se ejerce control político15. Su presencia es un buen indicador de cacicazgos en la medida en que se asume que el surgimiento de una élite implica el concepto de centralidad16. La complejidad de un sitio se puede evaluar de muchas maneras, dependiendo de las preguntas a resolver y del contexto social en el cual se desarrolló dicha complejidad.

10 Saskia Sassen, "A new Geography of Centers and Margins: Summary and Implications" en The City Reader, London, Roütledge, 1998. 11 Eric Grant (ed.), Central Places, Archaeology and History, Shefield, University of Shefield,1986. 12 Richard Hodges, "Spatial modas, anthropology and archaeology" en J. M. Wagstaff (ed.), Lands and Culture-Geographical and Archaeological Perspectives, New York, Basil-Blackwell, 1987, págs. 118-133. 13 J. F. Cherry, "Power in Space: Archaeological and geographical studies of the state" en J. M. Wagstaff (ed.), Landscape and CultureGeographical and Archaeological Perspectives, New York, BasilBlackwell, 1987, págs. 146-172. 14 Kent Flannery, "Evolution of Complex Settlement System" en Kent Flannery (ed.), Early Mesoamerican Village, Orlando, Academic Press, 1976, págs. 162-172; Robert Drennan y Kent Flannery, "The Growth of Site Hierarchies in the Valley of Oaxaca: part I" en Kent Flannery y Joyce Marcus (eds.), The Cloud People-Divergent Evolution of the Zapotec and Mixtrec Civilizations, New York, Academic Press, 1983, págs. 53-64; Olivier de Montmollin, Archaeology of Political StructureSettlement Analysis and Classic Maya Polity, Cambridge, Cambridge University Press, 1983. 15 Kent Flannery, op.cit, págs. 168-170. 16 G. A. Johnson, "Aspects of Regional Analysis in Archaeology" en Annual Review of Anthropology, no. 6, págs. 479-508,1977.

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Una de las formas más comunes de hacerlo consiste en medir la proporción de la población que ocupaba los sitios más grandes. Sin duda esta solución es complicada, especialmente gracias a la evidencia que sugiere que el tamaño de un sitio no necesariamente indica su importancia17. Por esta razón, es necesario justificar por qué en esta comparación asumimos que el tamaño de los lugares centrales de los cacicazgos colombianos sí es una buena medida de su importancia política. Existe una relación lógica entre el surgimiento de lugares donde se concentra la población y la consolidación del control político. La concentración de gente favorece la reducción de los costos de transporte, permite un mayor y más eficiente flujo de información y facilita el desarrollo de un más sofisticado y eficiente sistema de supervisión y control18. En estas circunstancias, la tendencia a localizarse lejos de los lugares centrales se puede tomar como una estrategia de resistencia orientada a minimizar el grado de control al cual la población está sujeta. En cada caso es importante diferenciar entre formas de control que, aunque pueden ser muy diferentes, todas se favorecen por el desarrollo de lugares centrales. Encontrar procesos de centralización no permite identificar cuáles fueron las formas particulares de control político que se favorecieron de ellos19. Tampoco permite establecer cuál fue el nivel al cual se tomaron las decisiones "racionales" (unidades domésticas, comunidades, etc.) que llevaron a sacrificar autonomía a expensas de un mayor control20. En el estudio de sociedades mesoamericanas se argumenta que el nivel de concentración de la población se relaciona con el grado de eficiencia de medidas coercitivas establecidas para controlarla21. Este trabajo asume que la noción de coerción requiere una aproximación más sustantivista. Las políticas coloniales son un testimonio de cómo la idea de agregar la población se puede relacionar con una estrategia de control político coercitivo. La idea de las autoridades coloniales fue la de concentrar a los indígenas en lugares en los cuales se garantizaran los medios de subsistencia (acceso

17Kent Flannery, op.cit; Joyce Marcus, "On the Nature of the Mesoamerican City" en E. Z. Vogt y R. M. Leventhal (eds.), Prehispanic Settlement Patterns, Alburquerque, University of New México Press, 1983, págs. 195-242; Olivierde Montmollin Archaeology of Political Structure-Settlement Analysis and Classic Maya Polity, Cambridge, Cambridge University Press, 1983, pág.86. 18 Olivier de Montmollin, op.cit, pág. 87. 19 Henry T. Wright, "The evolution of Civilizations" en DJ.Meltzer, D.D.Fowlery J.Sabloff (eds.), American Archaeology Past and Future, Washington, Smithsonian institution Press, 1986, pág. 358. 20 Olivier de Montmollin, op.cit, pág. 90. 21 lbid.,pág.93.

a suelos buenos) e inclusive ciertas peculiaridades de la cultura nativa22. Sin embargo, los medios para llevar a cabo la política incluyeron la amenaza real de aplicar la fuerza física. Es poco probable que los mecanismos para centralizar población fueran iguales en contextos prehispánicos. Aunque los cacicazgos indígenas se alejan de las sociedades redistributivas como las propuestas por Service23, las formas de coerción eran diferentes de las impuestas por el régimen colonial. Lamentablemente no son muchos los estudios orientados a entender las formas de poder y coerción en las sociedades prehispánicas colombianas24. Sin embargo, los documentos coloniales apoyan la idea de que las estrategias para transformar excedentes en beneficio social no fueron incompatibles con los intereses individuales25. La documentación colonial sugiere que el prestigio de las élites en los cacicazgos colombianos se negociaba permanentemente. Los caciques muiscas, por ejemplo, tenían control sobre el trabajo de las mujeres dedicadas a la producción de chicha y alimentos los cuales eran ofrecidos a la comunidad. Estos servicios, más la propia generosidad de los caciques mediante regalos suntuarios y la capacidad de ejercer liderazgo, atraían gente a sus comunidades. En los Andes Orientales, las unidades mínimas de organización social fueron llamadas capitanías. Con alguna frecuencia se encuentran documentos en los cuales estas capitanías estaban situadas en lugares centrales. Sin embargo, parecen haberlo hecho mediante arreglos cambiantes, que dependían más del atractivo que ofreciera la posibilidad de vivir en grandes aldeas bajo el liderazgo de un cacique, que de la imposición de una autoridad central. En caso de no recibir beneficios suficientes, la población podía marcharse a otro lugar, como efectivamente parece haber sucedido por lo menos en algunos casos26. Coerción y control no podían reñir

22 Germán Colmenares, "La sociedad indígena y su evolución posterior a la Conquista" en D. Jaramillo (ed.), La nueva historia de Colombia, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, pág. 103; Francisco Zuluaga, Los pueblos de indios en la Colonia, Cali, Universidad del Valle, s.f. 23 Elman Service, Primitive Social Organization, New York, Random House, 1962. 24 Robert Drennan, "Chiefdoms in northern South America" en Journal of World Prehistory, no. 9,1995, y, Las sociedades prehispánicas del Alto Magdalena, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología, 2000; Fernando Guillén, El poder político en Colombia, Bogotá, Editorial Planeta, 1996; Carl Henrik Langebaek, Mercados, poblamiento e integración entre los Muiscas, siglo XVI, Bogotá, Banco de la República, 1987. 25 Brian Hayden, "Fabulous Feasts: A Prolegomenon to the importance of Feasting" en M. Dietler y B.Hayden (eds.), Feasts-Archaeological and Ethnographic Perspedives on Food, Politics and Power, Washington, Smithsonian Institution Press, 2001, pág.58. 26 Carl Henrik Langebaek, op.cit., pág. 51.

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demasiado. La cantidad de gente que vivía en las aldeas donde residía la élite, puede tomarse como una medida satisfactoria del grado de éxito de la estrategia de control de la misma. Al menos en el territorio muisca, el éxito de un cacique se medía por el poder de convocatoria, y éste, a su vez, por la cantidad de gente que estuviera dispuesta a vivir al lado de él27. El desarrollo de jerarquías de asentamiento es otro aspecto que requiere cierta reflexión. Una manera de establecer las características de dichas jerarquías asume también que el tamaño de los sitios es una medida de su importancia en una región y que los quiebres en histograma de su distribución por tamaño es útil para identificar niveles de jerarquías. Por lo general, las jerarquías pueden ser equivalentes a niveles en las tomas de decisiones políticas en una región. Los problemas y virtudes de esta metodología han sido ampliamente discutidos28. En general, este procedimiento asume que el desarrollo de centros de poder político a nivel regional implica un cambio cualitativo en la distribución de asentamientos en términos de su tamaño. En la medida en que el manejo de funciones administrativas se comporta de forma discontinua, los sistemas de asentamientos tendrán una distribución discontinua, a la cabeza de los cuales estarán los lugares centrales29. De igual forma, se asume que el número de jerarquías dentro de un sistema tiene relación con el sistema político. Por ejemplo, las sociedades igualitarias corresponden a un pobre desarrollo de jerarquías en la medida en que los sitios no corresponden a niveles jerárquicos en la escala de toma de decisiones. Los cacicazgos usualmente implican el desarrollo de dos o tres jerarquías30, mientras las sociedades estatales tienen usualmente más jerarquías31. Para identificar ese cambio, los

27 Robert Drennan, "Regional Demography in Chiefdoms" en R.D.Drennan y C.A.Uribe (eds.), Chiefdoms in the Americas, Lanham, University Press of America, 1987; Carl Henrik Langebaek, "Regional Archaeology in the Muisca Territory-A Study of the Fúquene and Susa Valleys" en University of Pittsburgh Memoirs in Latin American Archaeology, no.9, 1995. 28 Kent Flannery, op.cit, pág. 170 y 'The Grounds Plans o Archaic States: An Extension of the Dynamic Model" en G.M.Feinman y Joyce Marcus(eds.), Archaic States, Santa Fe, School of American Research Press, 1998. 29 Charles Spencer, "Development of Venezuelan Chiefdoms" en E.Redmond (ed.), Chiefdoms and Chieftancy in the Americas, Gainesville, University Press of Florida, 1998,pág.1O7. 30 Henry T.Wrighty Gregory A.Johnson, Population, Exchange and Early State Formation in Southwestern Iran. American Anthropologist, 77,1975; Robert Caneiro, “The Chiefdom: precursor of the State" en G.DJones y R.R.Kautz (eds.), The Transition to Statehood in the New World, Cambridge, Cambridge University Press, 1981. 31 Kent Flannery, op.cit, pág.16.

estudios regionales en los Andes orientales y el Valle de Aburrá utilizaron un histograma con la distribución de asentamientos en intervalos de .5 hectáreas, para cada período. Los quiebres en este diagrama se asociaron con niveles en la jerarquía de sitios, siendo el quiebre que diferencia el sitio más grande de los demás fundamental para definir el lugar con más posibilidades de haber funcionado como centro político regional.

Los Andes Orientales Los muiscas de los Andes Orientales fueron reconocidos por los españoles, a su llegada al norte de Suramérica, como una de las sociedades más centralizadas y complejas. Los estudios regionales se han concentrado, hasta ahora, en dos secuencias: las márgenes occidentales de la Laguna de Fúquene, y el Valle de Leiva. En ninguna de estas regiones se desarrollaron los centros de poder político más importantes, pero sí cacicazgos con cierto grado de diferenciación interna y control territorial. En la primera región se estudiaron cerca de 51.3 km2, mientras en la segunda el estudio comprendió 180 km2. La secuencia cronológica en ambas regiones es la misma32. Comienza con las primeras evidencias de sociedades agricultoras y alfareras, conocidas con el nombre de Herrera (siglo IV a.C- d.C.) pasando por los períodos Muisca Temprano (IX-XIII d.C), Muisca Tardío (Xlll-I d.C.) y Colonial (XVI d.C.-). El poblamiento Herrera se caracteriza por una muy baja densidad de población. En Fúquene tan solo se encontraron 31.78 hectáreas de ocupación, equivalentes al .6% del área estudiada33. En el reconocimiento realizado en el Valle de Leiva, se encontraron 21.7 hectáreas de poblamiento Herrera, menos del .5% del área estudiada. En ambos casos, la población Herrera se distribuyó en las áreas planas y fértiles a lo largo de los ríos, mostrando poco interés por las áreas más inclinadas y alejadas de los cursos de agua. En general, los asentamientos se encuentran en las zonas fértiles. En Fúquene, la población se concentró en dos sitios que podríamos llamar pequeñas aldeas cercanas a las 5 hectáreas de tamaño cada una. Estas dos aldeas en su conjunto

32 Carl Henrik Langebaek, op.city Carl Henrik Langebaek et al, Aqueología y Guerra en el Valle de Aburré: estudio de cambios sociales en una región del noroccidente de Colombia, Bogotá, Universidad de los Andes-Instituto Francés de Estudios Andinos-Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular-Strata, 2002. 33 CarI Henrik Langebaek, op.cit., pág.75.

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comprenden el 31% del área de ocupación del período. El resto del área ocupada corresponde probablemente a sitios de ocupación de unidades domésticas. Sin embargo, los resultados del reconocimiento no apoyan la idea de que las dos aldeas se puedan considerar lugares centrales. Los sitios son algo más grandes que los demás, pero no más complejos. La densidad de cerámica es la misma en los dos sitios grandes que en los sitios pequeños. Además, la cerámica es idéntica en ambas clases de sitios. Durante el Período Muisca Temprano, se dieron cambios importantes, aunque no idénticos, en Fúquene y el Valle de Leiva. En Fúquene, se pasó de 31.78 a 61.43 hectáreas de ocupación. En el Valle de Leiva, el total de hectáreas ocupadas fue de 34.77. En Fúquene, este aumento de población no implicó el desarrollo de aldeas más grandes. Por el contrario, los sitios más grandes del período Herrera disminuyeron de tamaño. Muchos de los asentamientos de mayor tamaño se ubicaron en islas de la Laguna de Fúquene que tienen los peores suelos. En los sitios arqueológicos se encontraron evidencias de vasijas asociadas a actividades de festejo, como jarras para chicha y cuencos ricamente decorados. Sin embargo, en ningún caso parece que se lograra la concentración de un porcentaje importante de población regional en uno o unos pocos lugares. En el Valle de Leiva el proceso de poblamiento fue muy diferente. En lugar de la población dispersa del Período Herrera ahora la población se concentró en dos sitios: las aldeas de Suta y de El Infiernito. Cada uno de estos asentamientos abarca cerca de 1 km2 de ocupación discontinua que da la impresión de corresponder a unidades domésticas separadas entre sí por áreas de cultivo. En ambos casos, se pudieron identificar zonas de poblamiento más denso, de cerca de 15 hectáreas en cada caso. En el Infiernito la ocupación se asocia con la elaboración de enormes monolitos de piedra, que sugieren actividades especiales y diferenciadas de cualquier otro lugar en el Valle. Es probable que El Infiernito y Suta representaran dos lugares que competían entre sí. El área de ocupación entre los dos sitios se encuentra desocupada, como se esperaría de sitios enfrentados. En caso de que se tratara de dos unidades políticas independientes, el Infiernito y Suta serían testimonio de un exitoso proceso de centralización. En efecto ambos sitios concentrarían prácticamente el 100% de la población regional. Incluso si los dos lugares hicieron parte del mismo sistema político, la concentración de población de cada uno de ellos sería cercana al 50%. Sin embargo, esta concentración no necesariamente indica sistemas políticos centralizados y jerarquizados. De hecho, precisamente el grado de centralización tan marcado se debe a la ausencia de

jerarquías de asentamiento; simplemente, se desarrollaron dos concentraciones muy grandes de población, sin que existan aldeas de tamaño intermedio: únicamente pequeñas y escasas unidades domésticas existen por fuera de El Infiernito y Suta. Para el Período Muisca Tardío, tanto en Fúquene como en el Valle de Leiva, aumentó el número de sitios, al igual que el área ocupada. En Fúquene, se pasó de 61.4 a 195.2 hectáreas de ocupación. En ambas regiones se desarrollaron grandes aldeas, las cuales, de acuerdo con los documentos de archivo, corresponden a los sitios que ocupaban los caciques. La aldea más grande tiene cerca de 22 hectáreas de ocupación densa y continua. En cada caso de concentración, sin embargo, se observan agregaciones relativamente poco densas de población que pueden tener hasta 1 km2 en cada caso. Por lo general, las aldeas grandes se ubicaron directamente sobre suelos fértiles o muy cerca de ellos34. El área ocupada en Leiva es de 307.2 hectáreas, es decir casi 10 veces más grande que la del período anterior. En esta región, el número de asentamientos grandes aumentó, si bien los dos que venían del período anterior continuaron concentrando una importante cantidad de gente. El Infiernito y Suta siguieron siendo sitios aproximadamente importantes, pese a que surgieron otros sitios de tamaño comparable o incluso algo mayor. El histograma que ilustra la jerarquía de asentamientos en el Valle de Leiva muestra tres asentamientos que se diferenciaron de los demás: Suta, El Infiernito y otro asentamiento más al norte de El Infiernito al lado del río Cane. Incluso, se detectan quiebres entre por lo menos Suta y El Infiernito con respecto a este último asentamiento que surge más al norte, lo cual sugiere la presencia de un cacicazgo de mayor tamaño. Sin embargo es difícil interpretar esto como si el asentamiento más grande estuviera a la cabeza de un sistema regional y El Infiernito y Suta constituyeran dos jerarquías de asentamiento intermedias entre ese nuevo sitio y el resto de pequeñas concentraciones. Por lo menos en el siglo XVI estos tres asentamientos correspondían a cabezas de sistemas diferentes y autónomos. Es muy probable que en ambas regiones la mayor parte de la población viviera en aldeas grandes, sede de caciques importantes. Aunque existe un porcentaje alto de sitios pequeños en el campo, es probable que se tratara de lugares solo ocupados temporalmente35. Tanto en Fúquene como en el Valle de Leiva, el período de ocupación humana posterior a la invasión española se

34 Carl Henrik Langebaek, op.dt. 35 Ibíd.

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caracterizó por una densa población, mucha de la cual vivió dispersa y, frecuentemente, en sitios de muy baja fertilidad. Es evidente que la población indígena descendió después de la llegada de los españoles, pero, en términos de proceso a largo plazo, los dos estudios regionales muestran que la población se recuperó y aumentó en relación con la población que encontraron los españoles en el siglo XVI. El número de hectáreas ocupadas en el Valle de Leiva es de 996, es decir tres veces más que durante el último período prehispánico. El tamaño promedio de cada sitio es de 1.7 hectáreas, el mayor de toda la secuencia. De lejos, este período se caracteriza por la mayor cantidad de población: el aumento en la cantidad de cerámica representa el 345% en relación al Período Muisca Tardío. En Fúquene los resultados no son muy diferentes. El área ocupada pasó de 195.2 a 468 hectáreas, lo cual representa el más significativo aumento a lo largo de toda la secuencia. Las aldeas, que antes de la llegada de los españoles habían concentrado un alto porcentaje de la población regional, tendieron a desaparecer. En Fúquene, las grandes haciendas coloniales fueron fundadas en los sitios donde se encontraban esas aldeas, lo cual tiene sentido si se recuerda que éstas controlaban las tierras más fértiles. En el Valle de Leiva, las aldeas muiscas continuaron siendo habitadas por más tiempo, pero también terminaron por desaparecer. Pese a la idea de que fueron los españoles quienes trataron de concentrar a una población indígena que vivía dispersa, los resultados obtenidos en Fúquene y el Valle de Leiva indican que con la conquista el patrón de poblamiento pasa de un importante grado de centralización a uno bastante más disperso. En el papel los españoles buscaron la concentración de población, pero sobre el terreno la conquista logró lo contrario. Con la conquista, se multiplicó el número de pobladores por fuera de dichas aldeas, lo cual se puede interpretar como una estrategia de resistencia eficaz contra las pretensiones de control ibérico y también como consecuencia de la desarticulación del sistema político nativo que había logrado importantes índices de concentración de población. La gente no se desplazó a Villa de Leiva, fundamentalmente un pueblo de colonos españoles, ni a los pueblos de indios que las autoridades fundaron con muy poco éxito, sino al campo. Prefirió vivir lejos de las aldeas, aun en tierras poco adecuadas para la agricultura.

Valle de Aburrá. En el Valle de Aburrá, donde hoy se encuentra la ciudad de Medellín, se ha reconstruido una secuencia prehispánica que

abarca desde tiempos precerámicos hasta nuestros días (Castillo 1988; Langebaek et al 2002a). La periodización incluye, además de una larga ocupación precerámica, los períodos Ferrería (siglo I-III d.C), Pueblo Viejo (III-VII d.C), Tardío (VII-XVI d.C.) y Moderno (XVI d.C-). El estudio regional abarcó cerca de 90 km2 distribuidos en dos zonas: la Estrella, caracterizada por suelos fértiles, y Girardota, pobre en suelos, pero rica en fuentes de sal y oro36. A la llegada de los españoles, las sociedades indígenas se describieron como pequeños cacicazgos con un bajo desarrollo de centralización política. A juzgar por los documentos coloniales, el grado de centralización político y la escala territorial de los cacicazgos de la región eran muy limitados. Durante el período Ferrería la ocupación se concentró en el área de La Estrella, caracterizada por tener los suelos más fértiles del área reconocida. En cambio, en Girardota el poblamiento Ferrería fue muy reducido. Sin embargo, en ninguna de las dos áreas se puede hablar del surgimiento de aldeas. La gran mayoría de los asentamientos tienen menos de una hectárea de extensión, excepto por un sitio en La Estrella que es apenas un poco más grande. Es difícil plantear la existencia de jerarquías de asentamientos. En síntesis, para la ocupación Ferrería, tan solo se puede hablar de un poblamiento poco denso, caracterizado por sitios pequeños y dispersos que en la mayoría de los casos se ubicaron en las tierras más fértiles de La Estrella. La situación se alteró significativamente durante la ocupación Pueblo Viejo. El cambio más importante corresponde al énfasis en el poblamiento del área de Girardota, en comparación con su reducción en La Estrella. En La Estrella el poblamiento continuó siendo similar al de la ocupación Ferrería: los asentamientos son en general menores a una hectárea, excepto dos sitios, uno apenas de 1.19 y otro de 1 hectárea. En cambio, en Girardota se pueden identificar varias aldeas de considerable tamaño. La más grande de estas aldeas tiene 6 hectáreas. Otras dos concentraciones de población tienen 4.19,3.42 hectáreas. Es muy posible que los asentamientos de este sector fuesen aún más grandes puesto que el casco urbano de Girardota se encuentra precisamente al lado de ellos. En todo caso, se puede detectar un quiebre en la distribución de asentamientos para Girardota: un grupo de sitios menores a 2 hectáreas y otro, constituido por las aldeas mencionadas (mayores de 3 hectáreas). Las cuatro aldeas de Girardota comprenden un área de 13.55 hectáreas, lo cual equivale a tan solo el 7% del total del área.

36 Carl Henrik Langebaek et al, op.cit.

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Para la ocupación Tardía, continuó el aumento de población, hasta alcanzar niveles no muy diferentes a los del período Muisca Tardío de los Andes Orientales37. Se detecta, así mismo, un nuevo cambio en la concentración de población. Esta vez La Estrella volvió a ser ocupada más intensamente que Girardota. La distribución de las aldeas es muy diferente a la del período anterior. En Girardota las concentraciones de población Pueblo Viejo desaparecieron para dar paso a un asentamiento disperso, y caracterizado por sitios pequeños. Las zonas donde se encontraban las aldeas mayores de 3 hectáreas se desocuparon (como sucedió en el lugar donde se encontraba la aldea más grande) o, por lo menos, la población descendió considerablemente. No se puede identificar quiebres en el histograma de asentamientos del período Tardío en Girardota. El contraste con La Estrella es evidente: allí la población no solo fue mayor, sino que ocupó aldeas más grandes. En Girardota apenas dos sitios tienen algo más de una hectárea de extensión. En La Estrella el sitio más grande alcanza las 4.55 hectáreas y existen dos aldeas algo menores: una de 2.57 hectáreas y tres más entre las 2 y las 3 hectáreas. En Girardota, los dos sitios más grandes equivalen tan solo a 2.47 hectáreas, es decir al 1% del total del área ocupada. En la Estrella, los asentamientos mayores a 2 hectáreas suman en total un área de 14.62 hectáreas, equivalente a un 5.6% del total del área ocupada. Pese al muy bajo porcentaje de población que vive en los sitios más grandes, parece existir una continuidad en la existencia de jerarquías de asentamiento. El histograma de asentamientos para este período tiene un quiebre debido a la ausencia de sitios entre las 3 y las 4 hectáreas. Para el período posterior a la invasión española, los datos del estudio regional coinciden con la impresión del visitador Juan Antonio Mon en 1788 cuando sostuvo que la mayor parte de la población vivía dispersa por el campo. A diferencia de las secuencias estudiadas en los Andes Orientales, la población descendió después de la conquista. Se trató de un descenso bien marcado, equivalente al 85%, en relación con el último período de ocupación prehispánico. Tanto en La Estrella como en Girardota la población ocupó después de la conquista asentamientos pequeños, dispersos, sin conformar nucleaciones como las que se reportan para los períodos Pueblo Viejo y Tardío. En La Estrella, ningún asentamiento superó una hectárea de extensión. En Girardota apenas tres tienen más de una hectárea. Dos miden entre una y dos (1.25 y 1.50) hectáreas, mientras el asentamiento más grande

37 Ibíd.

mide 2.61 hectáreas. El histograma de distribución de asentamientos no indica quiebres en ninguna de las dos zonas de reconocimiento. El porcentaje de población que vivía en los asentamientos más grandes es ínfima38. Los resultados del análisis de patrones y jerarquías de asentamientos se pueden resumir de la siguiente manera. La ocupación Ferrería no evidencia jerarquías de asentamiento ni en La Estrella ni en Girardota. Los primeros quiebres en los histogramas de distribución de sitios coinciden con el desarrollo de aldeas durante la ocupación Pueblo Viejo en Girardota. En términos de organización política este resultado insinúa para la ocupación Ferrería la presencia de una sociedad en la cual no se habían desarrollado sistemas regionales que se pudieran llamar cacicazgos. El desarrollo de dos jerarquías de asentamiento solo vinieron a darse durante la ocupación Pueblo Viejo. Dos jerarquías de asentamiento siguieron caracterizando el poblamiento del último período prehispánico. Con la conquista, las jerarquías de asentamiento, al igual que los lugares centrales, desaparecieron para dar paso a un poblamiento disperso, probablemente caracterizado por la presencia de unidades domésticas separadas unas de otras.

Consideraciones finales El poblamiento de los Andes Orientales y el Valle de Aburrá, antes y después de la conquista española, permite hacer algunas comparaciones interesantes. En primer lugar, se deben destacar algunas similitudes y diferencias entre las secuencias. En ambos casos, se puede reconstruir un gradual proceso de aumento de población. La mayor densidad de población prehispánica corresponde al último período anterior a la llegada de los europeos. En ambas secuencias el desarrollo de jerarquías de asentamiento que permitan hablar de cacicazgos no ocurre con el poblamiento inicial, sino algo más adelante. El desarrollo de aldeas que concentraron un porcentaje importante de población a nivel regional parece haber sido bastante desigual, aun en los mismos Andes Orientales, donde las secuencias de Fúquene y el Valle de Leiva muestran diferencias al respecto. Sin embargo, en las tres secuencias estudiadas se puede identificar que para el último período prehispánico se desarrollaron asentamientos más grandes que el promedio los cuales pueden corresponder a sitios donde residió la élite. Aunque la escala fue diferente, se pueden identificar algunos patrones interesantes en las secuencias estudiadas. En primer lugar, en ambas regiones se comienza con un asentamiento predominantemente disperso (Villa de Leiva y Aburrá), o con

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el surgimiento de aldeas muy pequeñas (Fúquene). La vida aldeana se incrementó en períodos intermedios en los cuales se puede identificar el surgimiento de cacicazgos. Durante estos períodos intermedios (Muisca Temprano en el caso de los Andes Orientales y Pueblo Viejo en el Valle de Aburrá) se desarrollaron procesos de nucleación, aunque la escala fue muy diferente. Se incluye desde un marcado nivel de centralización, donde prácticamente el poblamiento disperso desaparece (Valle de Leiva) hasta la proliferación de aldeas de tamaño intermedio (Fúquene) o un tímido desarrollo de lugares centrales (Valle de Aburrá). La tendencia a mantener un patrón de poblamiento basado en lugares centrales continuó hasta el último período prehispánico, si bien el porcentaje de población a nivel regional que vivió en lugares centrales se redujo en el caso del Valle de Leiva y, algo menos, en el Valle de Aburrá. Podríamos especular sobre el porqué de esta tendencia y si ello se debió a un cambio en los sistemas de coerción hacia formas menos negociadas y másimpositivas. En ambas regiones es claro que los españoles encontraron un poblamiento caracterizado por la presencia de lugares centrales y jerarquías de asentamiento. Igualmente claro es que esta situación se transformó brutalmente después de la llegada de los conquistadores. En ambas regiones, el período posterior a la llegada de los españoles no coincidió con un mayor proceso de centralización, ni con un mayor desarrollo de jerarquías de asentamiento. Por el contrario, el siglo XVI marcó el comienzo de un proceso de menor centralización y el colapso de las jerarquías de asentamiento que se habían desarrollado, con mayor o menor intensidad, en las dos regiones estudiadas. Sin embargo, este proceso sucedió de formas muy distintas. En los Andes Orientales, en medio de un proceso de considerable aumento de población, gran parte de la gente se alejó tanto de las tradicionales fundaciones como de las nuevas que los españoles trataron de imponer. En el Valle de Aburrá, los lugares centrales que se habían desarrollado durante el último período de poblamiento prehispánico desaparecieron en medio de un brutal descenso de población. En las regiones estudiadas el comportamiento demográfico posterior a la conquista podría corresponder a patrones observados en otras regiones donde se han realizado estudios regionales aún en proceso de análisis. Por ejemplo, lo ocurrido en el Valle de Aburrá resulta similar a lo que sucedió en zonas de la Costa Caribe, donde la población también descendió brutalmente después de la

conquista. Las razones deístas tendencias demográficas posteriores a la conquista involucran sin duda muchos aspectos políticos, económicos, migracionales y epidémicos. Dado que la gran diferencia entre las regiones comparadas no parece ser la densidad de población a la llegada de los españoles, se contradicen viejos estereotipos según los cuales la posibilidad de las sociedades indígenas para sobrevivir se relacionó con su tamaño a la llegada de los españoles. Es posible especular que un mayor proceso de centralización y desarrollo de jerarquías de asentamiento, como el detectado entre los muiscas, fuera más eficiente para resistir el sistema de dominación colonial (pero al mismo tiempo a costa de ser mucho más beneficioso para el sistema colonial mismo al permitir la implantación del sistema de encomiendas). Lo cierto es que el sistema centralizado y multijerárquico de los muiscas resistió mucho mejor el impacto de la conquista en comparación con el sistema menos centralizado y menos jerarquizado de los cacicazgos del Valle de Aburrá. En las dos regiones estudiadas, el porcentaje de población que vivía en los asentamientos más grandes descendió después de la conquista. También disminuyó la complejidad de los sistemas de asentamiento en términos del número de jerarquías de sitios. En esta perspectiva se pueden resaltar los siguientes aspectos sobre la dinámica de poblamiento impuesta por los españoles: los cientos de documentos españoles en los cuales; se insiste en la necesidad de hacer vivir a la población en pueblos nucleados son más resultado de la conquista misma, que del poblamiento nativo antes del siglo XVI. La disminución de la población y su carácter disperso fueron el resultado de la conquista, no la situación que encontraron los primeros colonos. En el mismo sentido se puede afirmar que los mecanismos de coerción impuestos por los españoles para hacer poblar a los indígenas en lugares nucleados, los cuales abarcaban desde la amenaza de destrucción de sus viviendas y campo de cultivos dispersos, hasta la más sutil política doctrinera, pueden parecer muy eficientes sobre el papel; pero en la práctica, fueron menos efectivos que las estrategias desarrolladas por las élites prehispánicas. Testimonio de la enorme resistencia al control ejercido por los colonizadores lo constituye el predominio del patrón de poblamiento disperso a lo largo de toda la colonia tanto en los Andes Orientales como en el Valle de Aburrá. Los mecanismos de coerción de los cacicazgos prehispánicos, basados en la negociación, parecen haber sido mucho más efectivos a la hora de congregar gente.

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LOS TERRORISMOS CONTRA LA CIUDAD _________ Fernando Viviescas M. Al parecer, a nadie le cabe la menor duda sobre las intenciones de quienes destruyeron el World Trade Center, en Nueva York, y averiaron el Pentágono, en Washington, el pasado 11 de Septiembre: anunciar al mundo la existencia de una actitud de enfrentar hasta la muerte -incluso de todos: de atacantes y defensores, de usufructuarios y sometidos, de hombres y mujeres de aquí y de allá-, a través de la devastación1, las formas de dominación imperantes en el inicio de este Tercer Milenio y, desde luego, de asegurarse que "todo el mundo" lo supiera simultáneamente justo en el momento en que ocurriera la enorme masacre. Las dudas, y la discusión, empiezan cuando nos interrogamos por los detonantes y consecuencias de semejante conflagración. El despliegue de esta enorme capacidad de destrucción puede ser uno de los resultados del desespero absoluto, en el que se hunde el resto de los pueblos ante la arrogancia del imperio unívoco del Capital (no sólo Norteamericano sino también Europeo y Japonés) que no ha hecho sino crecer de manera también absurda, también irracional, desde la Caída del Muro de Berlín; arrollando a su paso tanto la historia como cualquier perspectiva alternativa, sin ofrecer salidas a los grandes problemas de la humanidad y sin preocuparse por sus enormes limitaciones intelectuales y culturales para hacer del orbe un ámbito sostenible para la preservación de la especie humana. Pero también es posible que se deba a la pretensión de reeditar una "redención del mundo" mediante su sometimiento a una "sola" Fe, por parte de concepciones de organización social ancestrales las cuales -ante la extensión cada vez más universal de posibilidades relativamente reales - de formular nuevos imaginarios, a partir de los cuales los hombres y las mujeres contemporáneos puedan poner a funcionar formas de comunicación y de creación de cultura que lleven a un mundo de emancipación y de autonomíase dispondrían a dar la Gran Batalla, a librar una "Guerra

* Arquitecto-Urbanista, Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. 1 Lo cual, incluso, había sido advertido de manera literal:"... es inútil esperar las primicias de un futuro 'terrorismo nuclear' si los Estados responsables o las organizaciones más o menos controlables han podido tentarse por un pasaje a la acción de este tipo: derrumbar uno de los edificios más altos del mundo para hacer escuchar sus diferencias o su posición política, y esto a riesgo de asesinar a veinte o treinta mil personas." Véase: Virilio Paul (1997; original en francés de 1995) Un paisaje de acontecimientos ("Nueva York delira") Paidos, Buenos Aires, Argentina. Pp. 53-58.

Santa", por el mantenimiento de la (su) tradición. Pues en aquella perspectiva emancipatoria no se buscaría superar solo la limitada -aunque bárbara por lo violenta- dominación capitalista sino que irían en ello todas las formas de sociedad que basan su predominio en el mantenimiento de la. discriminación y de la exclusión de segmentos específicos de la población, sean cuales fueren sus bases ideológicas de sustentación y/o sus prevalecencias temporales y territoriales. Pero el derrumbe del complejo del cual el centro lo constituían la Torres Gemelas y la pulverización de miles de seres humanos de todas la razas, de todas las creencias, de todos los continentes2 - en el sur de la Isla de Manhattan pudieron ser el resultado, también, de la combinación de ambos procesos -y, claro, del involucramiento de algunos otros que no sospechamos- pues, aunque aparezcan contradictorios, pueden ser complementarios: la arrogancia y la desesperanza hacen parte del agotamiento de los referentes que hasta ahora se ha creado la Humanidad para desenvolverse en el mundo los cuales, ante los virajes distintos que ella misma ha venido tomando, no tienen la menor posibilidad no solo de responder a lo nuevos anhelos y necesidades, de darle salidas a inéditos campos de reivindicación social y política, sino incluso de poder interpretar plenamente lo que constituiría los horizontes de los hombres y mujeres actuales y del futuro. Ese nuevo mundo: de críticas profundas y de interrogantes complejos, tiene su más clara presencia y su más contundente potencia en La Ciudad Contemporánea, especialmente en las metrópolis, en los grandes conglomerados urbanos que han venido proliferando en el globo y que han recibido a los millones de hombres y mujeres que una vida dispersa y nómada en el campo, sometida por siglos a formas de explotación y sometimiento básicamente rurales, no ha podido retener o ha tenido que expulsar. Ello como resultado de un proceso de urbanización que durante el siglo XX se exacerbó de tal manera que ahora, pasando el umbral hacia el XXI, nos muestra como una especie que está cambiando su nicho existencial para convertirse esencialmente en urbana, constituyendo la transformación más trascendental que hayamos sufrido los hombres y las mujeres, como especie viva, en nuestros millones de años sobre la tierra3. 2 "Cincuenta mil personas de todos los estratos de la sociedad trabajaban en el World Trade Center y ciento cincuenta mil lo visitaban a diario." Cfr. Weinberger, Eliot (2001) "Diario de Nueva York" en Revista El Malpensante No.34 (Nov.-Dic), Bogotá. Pp. 84. 3 ".. .The Earth formed some 4.6 billion years ago... Among the animals, within the last one-thousandth of the Earth's history appeared anatomically modern Homo Sapiens." Cfr. Cohén, Joel E. (1995) Howmany people can the Earth support? W. W. Norton Company, New York and London. Pp.32.

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Así, todas las ciudades sobre la tierra se constituyen en el producto más genuino y más grande de todos cuantos pueda mostrar la humanidad en su devenir y, por eso, ellas mismas y cuanto en ellas se pueda erigir son también los símbolos más acabados de las formas de concebir, de crear, de explotar y de gobernar el mundo desplegadas hasta hoy. Pero también, al mismo tiempo y por los mismos motivos, se configuran en el soporte fundamental del requerimiento crítico hacia el pasado y en la fuente de interrogantes definitivos con respecto a cómo vamos a vivir de ahora en adelante, cuando estamos materializando la esencia numérica y concentradora de la humanidad4. Por acoger a todos los hombres y las mujeres, albergan la mayor capacidad de masa crítica tanto con respecto a lo que han sido las formas de dominación hasta ahora impuestas como con respecto a la posibilidades de idear y de diseñar y poner en práctica respuestas creativas y superiores para las preguntas: ¿cómo vamos a vivir (todos) juntos? ¿como nos' vamos a gobernar y a administrar en la aldea global que con la aglomeración poblacional, por un lado, y la perfección y extensión de los medios de comunicación, por el otro, hemos creado en las últimas décadas? Por la configuración del mundo en este ámbito complejo de preguntas sin respuestas heredadas y completas, el blanco de los letales misiles humanos en los que convirtieron a los aviones sus secuestradores suicidas, teniendo en cuenta que querían (necesitaban) impactar de manera contundente al mundo, no podía ser otro que Nueva York: The City. Manhattan y sus alrededores son la condensación por excelencia de la aporía que es la urbe contemporánea. Nueva York es, claro, el centro financiero del capitalismo; el símbolo del dominio mundial de la democracia selectiva (esto es, excluyente) con la que el Capital se ha entronizado en el mundo; el signo más grande del despliegue de la empresa privada y de una libertad individual cerrada, alejada de la autonomía de pensamiento y de la creatividad colectiva emancipatoria. Pero es también, y al mismo tiempo que todo lo anterior, el nodo del cosmopolitismo mundial: una enorme potencia de imaginación y de creatividad soportada por la presencia -en sus calles y en sus distritos, en sus casa y en sus museos, en sus parques y en sus centros académicos, en sus núcleos de investigación y en sus teatros, en su Metro y en sus "Malls",

3 ".. The Earth formed some 4.6 billion years ago... Among the animals, within the last one-thousandth of the Earth's history appeared anatomically modern Homo Sapiens." Cfr.: Cohen, Joel E. (1995) Howmany people can the Earth support?, W. W. Norton & Company, New York and London. Pp.32. 4 Véase: Zarone, Giuseppe (1993) Metafísica de fe dudad. Encanto utópico y desencanto metropolitano, Pre-Textos y Universidad de Murcia, Valencia, España.

en sus cines y en sus bibliotecas, en sus rascacielos y en sus enormes puentes, en sus autopistas y en sus "lanes", en sus Cafes y Estaciones del Subway, en sus mercados y restaurantes- de la más abigarrada cantidad de hombres y mujeres de todo el mundo: con su infinidad de lenguajes e idiomas intercambiando con el inglés neoyorkino para hacerse entender y para hacer entender que provienen de civilizaciones diferentes pero que vienen a jugarse en la recreación y en la potenciación de la que se reconstruye a cada momento entre el Hudson y el East River. Centro de habitación y referencia de los hombres y mujeres más ricos del mundo pero actuando dentro de una aglomeración que comprende a muchos seres humanos originarios de los países más pobres, quienes buscan en la Gran Manzana cómo ganarle a la miseria generalizada que el capitalismo va dejando regada por todo el orbe. Gente que hace la base del conglomerado más grande de artistas, científicos, críticos, intelectuales, profesores, pero también de trabajadores, obreros, empleados; de buscadores de fortuna, seguro: también de delincuentes, de ilusos, de locos y de genios que se buscan y esconden en los vericuetos de sus "Streets". Una "toda la humanidad a escala" que diariamente tiene presente los dioses del orbe como sus guías y que, desde luego, interroga cada noche en sus casas a la infinita cantidad de sagas que han sostenido al mundo desde que mundo, esto es, desde que los hombres y las mujeres se juntaron para darse la posibilidad de un existencia que todavía no encuentran. Allí están presentes y funcionando todas las creencias religiosas y todas las formas de concebir la vida y sus relaciones con lo material y con lo espiritual, en una conformación de escenarios de discusión y de posibilidades que solo es posible en las grandes urbes. Todo esto hace que, portanto, Nueva York, como todas las grandes metrópolis contemporáneas, se convierta -a pesar de ser, como ya vimos, el símbolo del capital- en una enorme posibilidad de emancipación y por ello en una eventual esperanza renovadora para la Humanidad entera: ella se ubica en el territorio de Estados Unidos pero todos sabemos que como cultura, esto es, como forma de vida, distinta al resto de ese país.5

5 "Anyone who has lived within and travelled outside it knows that New York not like the rest of the United States. More than any other American city, New York offers the open stage that Munford describes as urban. Considered an archetypal modern city, New York continues to attract innovators in the fields culture and capital..." Cfr.: De Salvo, Donna (2001) "New York 19691974" en Blazwick, lwona (Edit.) Century City M and Culture in the modern metrópoli Tate Gallery Publishing Ltd., London. Pp. 124.

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Incluso, en medio de la tragedia: "[a] diferencia del resto de los Estados Unidos, los neoyorquinos no han mitigado su pesar compartido con nacionalismo y bravuconería. No están comprando pistolas. En la ciudad judía más grande del mundo no se está agrediendo a los árabes que despachan en las pequeñas tiendas de comestibles de casi todos los barrios." Más todavía: "[l]a mayor parte del país y los dos partidos políticos nacionales se han unido para respaldar a un presidente que habla el idioma de los fanáticos religiosos ("cruzada"), de los vaqueros ("Se busca: vivo o muerto") y de los cazadores ("los sacaremos de sus madrigueras") para plantearles exigencias innegociables a gobiernos extranjeros y propugnar claramente el derrocamiento de uno de ellos..." mientras, "en Nueva York, no ha habido violencia, y la ira vengativa ha sido apabullada por el duelo a causa de los seis mil o más muertos y por el desbordado cariño hacia los bomberos y otros rescatadores, vivos o muertos. El ánimo que prevalece es el de la apatía por la neurosis de guerra,..." (Weinberger, E.; 2001:85-89) Claro, aquella perspectiva de emancipación no se logra de manera mecánica, por la sola concentración de gente: la política y sus distintos desarrollos culturales y organizativos serán los únicos que la activen, pero en esas circunstancias la CIUDAD CONTEMPORÁNEA siempre funciona como posibilidad y es por ello por lo que se convierte en una amenaza latente para todos los órdenes establecidos, o que pretendan establecerse, sobre la base del mero sometimiento: heredado o violento. Por otro lado, esas mismas circunstancias la toman sumamente vulnerable pues la construcción consciente de esta nueva actitud política es incipiente en todo el mundo, está en sus inicios: todavía se encuentra dominada institucionalmente por las formas de administración del capitalismo que no comparte sus pretensiones emancipantes y, por tanto, no está dispuesto a defenderla sino como productora de valor y concentradora de riqueza, y tampoco ella misma, la Ciudad o, más exactamente, su ciudadanía, ha construido todavía los elementos y lo procesos que la capaciten para defenderse o siquiera protegerse de los ataques de sus enemigos. Es así como la CIUDAD CONTEMPORÁNEA se convierte en el objetivo del terrorismo (también del estatal) y, por ello, es posible comprender que tanto los acontecimientos y procesos (ciertamente, de vieja data) que dieron origen al ataque de aquel fatídico martes, y el atentado mismo, más allá de dirigirse contra un país en específico y/o contra una forma singularizada de organización social, hicieron blanco también en la perspectiva cultural y política que personifica la Ciudad

de este inicio de centuria: esa forma de vida que pretende refundar la existencia de la humanidad por el camino de la justicia, la tolerancia, la inclusión, la sostenibilidad, el reconocimiento de la diferencia y la democracia. Es decir, la destrucción del World Trade Center -por ser Nueva York al mismo tiempo el símbolo tanto del Capital como de la eventual emancipación frente al mismo- demuestra hasta dónde está agotado el mundo tal cual lo hemos construido hasta ahora: tanto bajo la égida del capitalismo como arropado por las tradiciones premodemas, es incapaz de atender las demandas -mayoritariamente urbanas, inclusivas, sostenibles, democráticas, ciudadanas, emancipadoras- que hace la humanidad para el presente y para le futuro. Frente a ellas, este mundo dominado por los fundamentalismos ancestrales y postmodernos (preurbanos y/o anticiudadanos) sólo atina a responder con la desesperanza y la arrogancia: con la destrucción. De esta manera, este sino de la Ciudad como objetivo del terrorismo -tanto de aquel de la alta industria militar capitalista como del otro, también militar, de quienes solventan la desventaja económica con el ingenio: utilizando navajas y aviones comerciales, se habría ido construyendo impunemente tanto de manera consciente como inconsciente; tanto desde perspectivas individuales como de grupo, y tanto afuera como dentro de los Estados Unidos. Según la enorme publicidad desplegada desde los medios de comunicación, esta debacle fue diseñada y dirigida estratégicamente, utilizando los medios más sofisticados con que cuenta la comunicación interoceánica del momento, desde unas cuevas situadas en las lejanas montañas del territorio afgano y desde unos hoteles alemanes; pero hace más de dos años "[l]os autores de la masacre en la escuela Columbine de Littleton, Colorado (Estados Unidos), planeaban matar a más de 500 estudiantes, volar el edificio y, si salían vivos, secuestrar un avión y estrellarlo contra Nueva York, afirmaron fuentes policiales citadas ayer (26 de Abril de 1999) por The Denver Post. "6 Ni estos avisos ni otros mucho más conscientes y consistentes, pudieron poner en alerta a una institucionalidad 6 "...Eric Harris, de 18 años, y Dylan Klebold, de 17, sembraron el pánico en la escuela el pasado martes (20 de Abril de 1999), asesinando a 12 de sus compañeros y un profesor antes de suicidarse... Harris y Klebold sembraron la escuela con más de 30 bombas y trataron de hacer explotar, sin conseguirlo, una de ellas, la más peligrosa, que había sido fabricada con una botella de propano y un tanque de gasolina, ambos unidos por cables... aunque dispararon contra ella para hacerla estallar, no explotó, pero, de haberlo hecho, hubiera destruido completamente una escuela con 1800 alumnos..."Cfr.: "Asesinos de Littleton querían matar a más de 500 alumnos" en Periódico El Tiempo, Abril 27 de 1999, Pag. 10A Bogotá, Colombia.

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que sigue anclada en las formas tradicionales de concebir y de gobernar a la ciudad sin poder comprender los nuevos significados que ella asumía y, por tanto, las nuevas pretensiones que desataba: "[e]l atentado del World Trade Center (del 02 de Febrero de 1995) es el primero después de la guerra fría. Sean quienes fueren sus autores, inaugura una nueva era del terrorismo... el aspecto distintivo de semejante atentado es que estaba clara y definitivamente destinado a derrumbar el edificio del World Trade Center; dicho de otra manera, a provocar la muerte de decenas de miles de personas ¡nocentes. Al modo de un bombardeo aéreo masivo, la única bomba de varios centenares de kilos de explosivos colocados en sus propios cimientos habría de producir el derrumbe de la torre de cuatrocientos metros de alto... No se trata entonces de una simple remake de la película Infierno en la torre, como se han cansado de repetir los medios deseosos de proponer imágenes, sino más bien de un a acontecimiento estratégico que confirma a los ojos de todos el cambio de régimen militar de este fin de siglo."(Virilio,P., 1997:53). Pero no se trata simplemente de un "cambio en el régimen militar", se trata, ante todo de un cambio en el orden del pensar: organizar la cotidianidad actual (menos de veinte tiquetes aéreos con otras tantas navajas y unos edificios donde diariamente va "todo el mundo" y la seguridad de que la televisión está transmitiendo las veinticuatro horas7) para convertirla en el arma más eficaz y eficiente en la destrucción de seres humanos y de bienes materiales, sin que pueda aparecer ninguna señal para los órganos de "inteligencia" -

más sofisticados del mundo y sin que pueda reaccionar el ejército más poderoso de la historia de la humanidad, solo puede ser posible sobre la base de construir una forma de interpretar los signos y los actos desde un contexto completamente diferente al dominante. Ese es el "peligro" que entraña LA URBE CONTEMPORÁNEA por ser, en esencia, la máxima posibilidad de desatar la dinámica de la imaginación humana, de la autonomía: de la emancipación. Esa potencia para generar el pensar y el imaginar que entraña LA CIUDAD es lo que lo que la convierte en objetivo del terrorismo, el cual destruye por igual a Bagdad o a Nueva York, como hizo con Sarajevo8 o, antes, en otro 11 de Septiembre (el de 1973), a Santiago de Chile; o como lo ha hecho (y hace) con las ciudades colombianas (Medellín9, Cali, Bogotá y centros menores) desde hace varias décadas. Pero es también esa posibilidad -puesta en peligro ahora por el enfrentamiento de los terrorismos en los cuales se materializan los distintos fundamentalismos actuales- lo que le permite transformarse en una potencia creadora de dignidad y de posibilidades de futuro si se cambian los referentes con los cuales hasta ahora se ha movido la humanidad: especialmente, el pretendido -e imposible: Saddam Hussein sigue en el poder en Irak y el capitalismo ya asumió las perdidas de Wall Street- predominio de unos hombres sobre otros, y sobre la naturaleza, soportado apenas en justificaciones de órdenes heredados. Bogotá, Sept. 30-Dic. 17 de 2001.

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DE PUEBLOS, CIUDADES Y METRÓPOLIS: URBANITAS Y URBANISMOS Juan José Plata*

Resumen En este ensayo se busca dar cuenta de los procesos de cambio sociocultural de pueblos y ciudades a partir de mi propia experiencia como urbanita migrante, pues como señala Manuel Delgado1 ser urbanita es ser habitante del espacio público, en múltiples viajes, en cruces inesperados, en los que se construye ese modo de ser urbano que no se puede reducir a la ciudad, a sus múltiples dispositivos, es más expresión de esa características emergentes del modo de habitarla en tanto ciudadanos y urbanitas. La experiencia que se recorre es la vivencia transcurrida del pueblo (La Mesa) a la ciudad moderna (Medellín, Bogotá), en sus múltiples ¡das y vueltas. Dado que la población de la ciudad no se reproduce a sí misma, ha de reclutar a sus inmigrantes en otras ciudades, en el campo y en otros países. La ciudad ha sido así históricamente crisol de razas, pueblos y culturas y un vivero propicio de híbridos culturales y biológicos nuevos. No sólo ha tolerado las diferencias individuales, las ha fomentado. Ha unido a individuos procedentes de puntos extremos del planeta porque eran diferentes y útiles por ello mutuamente, más que porque fuesen homogéneos y similares en su mentalidad. Louis Wirth, "El urbanismo como forma de vida" La contrapartida de los pueblos es la ciudad (tanto la grande como la mediana); a su vez, la contrapartida de ésta es la gran urbe cosmopolita. Su estudio no se puede reducir a verla como el resultado de una sucesiva transformación de unidades de aglomeración urbanas que se extiende a un espacio mucho mayor; ni tampoco como el paso de espacios tradicionales o "premodemos" a espacios modernos y, luego, a los espacios postmodernos y la cibercultura. No sería; prudente acercarse al tema de la cultura como un proceso evolutivo que implica diversas etapas que ligan directamente los fenómenos propios de la organización social y las manifestaciones culturales con fases de crecimiento económico. La ciudad moderna no es un recipiente; es la manifestación de nuestro devenir urbanitas y el resultado de profundas transformaciones socio-culturales. El lema que durante mucho tiempo distinguió a la Cacharrería Mundial: "De la mula al Jet", refleja el vértigo del

* Economista, Magíster en Antropología Social, Universidad Nacional de Colombia, Asesor Programa Nacional de Ciencias Sociales y Humanas, Colciencias. \ Manuel Delgado, El animal público, Barcelona, Anagrama, 1999.

cambio y de las transformaciones del mundo de los negocios, de la técnica, de los medios de transporte. Es José Joaquín Brunner2 quien menciona cómo la modernidad en América Latina le debe mucho a la diseminación de las nuevas tecnologías de comunicación, pero, en especial, al avión, artefacto que cambia toda noción de tiempo y distancia. Sin duda los procesos de migración que se dan del campo a la ciudad (y en ocasiones a la gran metrópoli) implican cambios en los entornos socioculturales. Este mismo autor señala la importancia que, en el proceso de modernización y desarrollo de la modernidad, ha tenido el acceso masivo a la educación, a los consumos modernos y a la vida urbana. Uno de los rasgos distintivos de la región latinoamericana es su fuerte grado de urbanización, lo que, unido a la incapacidad de generar empleos del sector industrial para los emigrantes rurales y las crecientes desigualdades en la distribución de la riqueza y el ingreso, da como resultado una cantidad innumerable de conflictos que afectan tanto el campo como la ciudad: los problemas de vivienda, el desempleo, la informalidad y el carácter provisional de la prestación de los servicios públicos, la corrupción, los altos niveles de criminalidad y la discriminación están presentes en la ciudad latinoamericana de hoy. Sin embargo, hay que distinguir entre esta diversidad de problemas y los pobladores urbanos, sus interacciones, las formas de relacionarse en la ciudad y las diversas expresiones culturales emergentes de tales procesos sociales. La ciudad es uno de esos ámbitos de estudio que no puede ser abordado desde una única disciplina. Es el lugar por excelencia de la acción colectiva y al tiempo de la expresión del egoísmo individualista. Ha sido siempre el espacio para el desarrollo de la técnica y de los más diversos saberes, por las posibilidades comunicacionales que propicia. Es posible allí tanto el saber especializado como el saber popular. La emigración del campo a la ciudad, y, a partir de los años sesenta, las migraciones internacionales se han convertido en una válvula de escape a la conflictiva situación social colombiana. En estos procesos se recomponen imaginarios, los sitios que se dejan permanecen en la memoria y se hacen

2 "La modernidad madura, aquella que se desarrolla gradual y disparejamente a lo largo del siglo xx no es, por lo tanto, obra de la razón de los filósofos ni un producto de la planificación social. Es, en cambio, el resultado heterogéneo y contradictorio de las racionalidades aplicadas. Racionalidades de mercado, de las burocracias y las tecnocracias, de los intelectuales, los sindicatos, los grupos religiosos, las empresas transnacionales, los ejércitos victoriosos, los medios de comunicación y las creaciones tecnológicas", José Joaquín Brunner, América Latina Cultura y modernidad, Editorial Grijalbo, 1992, pág. 9.

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necesarias estrategias de adaptación. Se transforman hábitos de consumo y las relaciones de pareja. La religión católica pierde su influencia en la construcción del imaginario popular, sin que esto mitigue el fervor ni disminuya el número de plegarias para resolver el afán de cada día. En suma, el proceso de migración del campo a la ciudad (y su movimiento inverso) produce un acercamiento entre lo que los separa, se ocurren mutuas influencias y contaminaciones. Las transformaciones demográficas y de la base productiva se acompasan. La modernización del campo es concomitante con la modernización urbana y la industrialización. La separación campo-ciudad se ve superada por nuevas relaciones de interdependencia, por los incesantes circuitos económicos que se establecen entre industria y agricultura; se diversifica la producción al igual que los medios de transporte y de comunicación, así como surgen nuevas expresiones en el ámbito de la cultura. Producto de los múltiples procesos de movilidad, así como, en cierto modo, por la influencia de los medios de comunicación de masas, algunas zonas de la ciudad en cierta medida se ruralizan y algunas zonas rurales se urbanizan.

1. Los entornos pueblerinos y sus cambios recientes Sobre ese lugar antropológico que denominamos "el pueblo" se han construido muchos imaginarios. En el refranero popular se acostumbra señalar "pueblo chico, infierno grande", como una manera de sugerir y resumir al tiempo las angustias y desesperanzas de sus habitantes, pero también como una forma de recordar el fuerte control social que se instituye en estos ambientes. Los pueblos de Colombia se constituyeron sobre la base del orden colonial, erigidos siguiendo el esquema del damero (expresión de jerarquías y poderes propios a una sociedad estamentaria). En el marco de la plaza se sitúan los poderes civiles, militares y eclesiásticos y las casas de los más pudientes, la medida del poder se calcula con relación a dicho centro. A las afueras del pueblo, el cementerio, lugar de ambivalencias, es la expresión por igual de las desigualdades terrenales. La Mesa de Juan Díaz se fundó en 1778, cuando se trasladó desde Gualanday al centro de la meseta. Medardo Rivas en sus cuadros costumbristas la pintó así: La Mesa era un población de enramadas de paja mal construidas, a lo largo de una calle que atravesaba la plaza desierta siempre, y se prolongaba hasta la quebrada de La Carbonera, habiendo entre casa y casa, siembras de plátano y de yuca, que le daban al lugar un aspecto de primitivo

salvajismo. Fuera de la calle principal no había a uno y otro lado sino el campo abierto y una que otra choza sin paredes, habitada por mendigos o gentes del campo que cuidaban cerdos; y no había en La Mesa ni una posada, ni un hotel donde pudiera detenerse el viajero.3 La historia económica del país resalta el papel preponderante de la agricultura de exportación y en especial del café, así como de la minería, y el comercio en el proceso de acumulación originaria, y en el desarrollo de las condiciones favorables a la modernización productiva y de desarrollo capitalista. La Mesa es una de las zonas que Salomón Kalmanovitz tipifica como zona agraria dominada por el régimen de hacienda. Las haciendas constituían verdaderos circuitos cerrados sobre sus arrendatarios, cuyas condiciones de vida eran deplorables. La tienda de raya, la apropiación del excedente por parte del hacendado y otras gabelas propias de un régimen de servidumbre eran usuales.4 Los cambios que se derivan de las inversiones en infraestructura en los años veinte, así como del crecimiento de los intercambios, la ampliación del mercado interno, el desarrollo urbano y la ampliación de la incipiente base industrial, poco a poco van trasformado el viejo régimen de hacienda en nuevas estructuras de producción tanto en el campo como en los pueblos y ciudades. En los años treinta estos cambios se reflejan en el pueblo, conforme lo narra Pedro Alejo Rodríguez, en reconocimiento al dinamismo de su pueblo natal: Así llega el viajero a la extensa plaza, rodeada de casas de teja, altas y de mampostería, teniendo al frente una hermosa catedral en construcción, y en la mitad una pila elegante. (..) La Mesa aparece por las noches como un pueblo de hadas; y el viajero sorprendido y encantado, va a descansar en un buen hotel. (...) Ya ha empezado la gran feria. En la parte alta de la ciudad se hacen las transacciones de miel, panela y maíz; y los sabaneros gordos, colorados, barbados y pequeños, con sus largas ruanas de lana, sombreros jipijapas, y llevando en la mano cortos arreadores, se preparan para cargar las mulas con los productos de tierra caliente. En la plaza se expenden los víveres y las frutas. Todo cuanto la sabana produce en su inagotable fecundidad, allí

3 Otado por Pedro Alejo Rodríguez, La Mesa de Juan Díaz, Bogotá, Editorial Cromos, 1938, pág. 21. 4 Salomón Kalmanovitz, "El régimen agrario durante el siglo XIX en Colombia" en Manual de Historia de Colombia, vol. II, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura Talleres Editoriales Andes, 1979.

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se encuentra; y todo cuanto hay de maravillas en la naturaleza tropical, allí se vende. Allí concurren los hacendados de los alrededores a proveerse; los habitantes de la ciudad a hacer semana, y las señoras a recrearse. (...) De la plaza para abajo, como en inmenso bazar, están extendidas en la calle, y aprovechando la sombra de los árboles las tiendas ambulantes donde se venden monturas y todas las cosas necesarias a los hombres. (...) Más abajo, pero en la misma calle, está el reino de los calentanos, en donde se vende el cacao de Neiva, que en grandes zurrones de cuero está a la vera de la calle; o el arroz de Cunday, o el tabaco de Ambalema; allí se ven figuras largas, pálidas, escuálidas, y hombres vestidos de blanco, con un sombrero alón de caña, que sin alboroto ni impaciencia aguardan a los compradores. (...) Más lejos, allá junto a la quebrada de La Carbonera, está el infierno suelto, y produce un ruido espantoso, como de cataratas que se desprenden (...)y son las piaras de cerdos que allí están acorralados contra la quebrada, y que se venden para llevar a Bogotá. (...) Del lado del Picacho, está la hoya por donde corre el Bogotá serpenteante entre inmensos cañaverales y se ven al pie todos los ingenios que allí se han establecido. (...) Por el lado de San Joaquín, es el Apulo que lento y perezoso corre por praderas de pasto de guinea; y en el horizonte se divisa uno que otro de los antiguos trapiches.5 La Mesa por su situación fue un sitio de intercambio entre la capital y el occidente del país; este papel lo cumplió, en especial, en el cambio de siglo y antes de la construcción del ferrocarril. Era, entonces, y ha sido, una zona de contacto cultural. En los años treinta contaba con teatro, luz eléctrica, hospital, parque de deportes, telégrafo, telefonía, hoteles; en el año 1931 se acondicionó un aeródromo en el Hato: era un pueblo próspero. Con el crecimiento urbano y con la construcción del ferrocarril y la carretera cambiaron los sitios donde se realizaban los intercambios. San Joaquín se convirtió en el sitio de negocios para los productos locales (miel, panela, maíz, frutas) y en el barrio El Recreo era donde se realizaban los negocios de miel y maíz. La plaza era el centro de abastecimiento local y de comercio mayorista de frutas. Pero ya los intercambios entre occidente y la capital se realizaban en las principales estaciones del ferrocarril (Girardot, Neiva, Apulo, etc.). En los años del desarrollo vial del país y de la creciente urbanización e industrialización, la actividad económica principal del municipio seguía siendo la

agricultura, en especial el cultivo de la caña panelera, en la parte baja, y el café, en la parte alta. La actividad de la molienda concentraba una importante cantidad de mano de obra, era realizada en el trapiche (que hoy tiende a desaparecer) y en ese momento fue una de las principales fuentes de trabajo y de explotación de arrendatarios, agregados y peones. Eugenio Díaz, en La Manuela, retrata esta situación: El Retiro es un trapiche que está metido en las quiebras de un terreno montuoso, al cual no se llega impunemente, como decía Calipso, de su isla, porque está fortificado, especialmente en el invierno con fosos llenos de barro y con angosturas y bejucadas. La obra principal se llama ramada, y es un cuerpo de edificio ancho y muy prolongado, y sin más paredes que los estantillos o bastiones, la cual abriga la máquina de exprimir caña, las hornillas y los cuerpos humanos, que en ocasiones amanecen por allí botados, cuando la molienda es apurada en extremo.6 En el relato de una conversación entre dueños de trapiche, uno de ellos responde refiriéndose a la facilidad de conseguir peones: A mí me iban escaseando; pero le mandé picar el rancho a un arrendatario que se me estaba altivando, y temblando o no temblando, están todos ahora obedientes. No hay cadena tan poderosa como la de la tierra (...) Me obedecen de rodillas el día que yo quiera. Porque figúrese usted que les arrendáramos el aire, así como les arrendamos la tierra que les da el sustento ¡con cuanto mayor respeto nos mirarían estos animales!7 Estas situaciones del trabajo y de las formas de vida, fueron propias al régimen de hacienda, que paulatinamente se disolvió con los cambios sociales y económicos del país a partir de los años treinta. La dinámica demográfica de La Mesa en parte refleja las condiciones de su actividad económica y sus relaciones con los centros de poder económico y político. El pueblo contaba con 10.952 habitantes según el censo de 1.918, que pasaron a ser 14.000 en el censo de 1938; en 1973 el censo indica una población de 15.439; en 1985 de 16.225; y en el último

a

5 Pedro Alejo Rodríguez, op. cit., págs. 26-28.

6 Eugenio Díaz Castro, Manuela, Colombia, Editorial Panamericana, 3 edición, 1997, pág.45. 7 lbíd.,pág.51.

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censo (1993) la población registrada es de 19.132 habitantes de los cuales el 43.3% viven ya en el casco urbano. El crecimiento relativo del año 1918 al 1993 (esto es, en 75 años) fue del 74.7%, crecimiento lento comparado con la tasa de crecimiento de Bogotá o Medellín. Los cambios ocurridos en el pueblo se dan tanto por factores externos como por las transformaciones que ocurren en su propio entramado social, en sus habitantes. En el pasado, el modelo de educación católica era el predominante. Allí tenía sede un colegio de la Presentación, en los años cuarenta y cincuenta, para señoritas; también uno de los Hermanos Cristianos para varones. Los niños y niñas recibían sus clases por separado y en la misa de siete de la mañana también tenían sitios separados en la iglesia, como parte del modelo imperante desde la Regeneración, con el cual se buscaba dominar el cuerpo y disciplinar los espíritus. La construcción del templo actual obedeció a la condición de sede provincial que ostenta. La nueva edificación se erige al lado de la vieja iglesia, la que con motivo de la conmemoración de la Expedición Botánica, se recupera como monumento histórico, pues de esta iglesia partió la expedición del Sabio Mutis hacia Mariquita. La Mesa ha sido un lugar de intercambios, un lugar de llegada pero también de partida. Con el ferrocarril primero, luego con la carretera a Girardot vía La Florida (años treinta), y recientemente con la variante de Mondoñedo (años sesenta), el uso del suelo ha ido cambiando, así como los ritmos del comercio y de vida del pueblo. En efecto en los años cuarenta y cincuenta el principal medio de transporte tanto de los habitantes como de sus productos es la bestia de carga, muy temprano se preparan para desplazarse desde las diversas veredas para ir al pueblo o a la estación de San Joaquín (figura 11)8, sitios donde se concentran los intercambios de productos entre Bogotá y Girardot. En los años sesenta, setenta y ochenta los caminos veredales se han ido convirtiendo paulatinamente en carreteras de veredas crecientemente urbanizadas y los camperos y los camiones son hoy el principal medio de movilización. Con lo anterior paulatinamente se ha fraccionado la propiedad y se ha

instalado con frecuencia un nuevo tipo de propietario urbano de clase media, que tiene allí su finca de descanso y recreo9. Varios de estos propietarios son habitantes que habían emigrado y que desean regresar para pasar allí sus temporadas de vacaciones o su jubilación. La Mesa es a la vez un punto de partida y uno de llegada. Recientemente se han empezado a construir condominios recreacionales y habitacionales. Las viejas prácticas de las peleas de gallos, las corridas de toros, los juegos de tejo y otros juegos de azar siguen vivos en las veredas y en la ciudad (la política se ha hecho relacionada con estas prácticas). La migración a la capital en parte se puede explicar por el puesto que les ofrece el político local o su jefe inmediato en la capital, esto es por las redes clientelistas en la política de provincia, que se asocia a la oferta de puestos en trabajos en esferas públicas como la Gobernación, la Asamblea, Corabastos, etc. La Mesa es predominantemente liberal y católica. En el imaginario popular, la mujer era de la casa, el hombre de sus amigos, de la cantina, de la cancha de tejo, etc. El lugar de encuentro posible en la vida pública era la retreta de la banda municipal, o en el atrio de la iglesia. Esta situación y el peso de la iglesia católica fue cambiando, la educación hoy está en manos del estado y hay un colegio evangélico. La política, la educación y los negocios siempre se han pensado como posibles medios de ascenso social. Hoy con las huellas de la guerra reciente que se lleva a cabo en el territorio colombiano, cuenta con una guarnición militar, en el sitio en que otrora estuviese el aeródromo, sus campos en buena parte se han convertido en fincas de veraneo, se ha ampliado la actividad de servicios, se cuenta con una flota de taxis para el servicio urbano, plaza de toros, polideportivo, piscinas, se construye la sede de una universidad, en fin, su estructura es cada vez más urbana. ! Hay importantes transformaciones culturales, el teatro ha desaparecido y en su lugar se encuentran las videotiendas. La tienda tradicional poco a poco es reemplazada por el supermercado y los centros comerciales.

2. Ciudades, migrantes y cultura urbana A Santa Fe de Bogotá -hoy de nuevo Bogotá a secas- se le conoció como la Atenas Suramericana y a Medellín como la

8 El tren recorría tres estaciones en el municipio de La Mesa: una en La Esperanza, en la parte alta; la segunda en San Javier, que era la Estación donde se apeaban los que se dirigían hacia el casco urbano del pueblo, primero a lomo de mula, y luego en chiva por un carreteable permitían subir a la meseta donde se localiza el poblado; y la tercera en San Joaquín. La vida de estos lugares ha cambiado con la desaparición del tren, y es una pena que la infraestructura de las estaciones no se hubiese mantenido para construir espacios públicos, y se hubiesen dejado a la desidia y al abandono.

9 Este cambio de unidad de producción campesina a mercancía de consumo conspicuo substrae de la producción y de la oferta alimentaria, y a veces del mercado de trabajo estos predios.

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Bella Villa, o en palabras de Efe Gómez, La Batea del Minero. La urbanización es un proceso, no un estado final, la transformación de pueblos a ciudades es parte de dicho proceso, que siempre será desigual como lo es el propio desarrollo capitalista. Los grandes centros urbanos de hoy, a principios de siglo eran tan solo pueblos en crecimiento. Pero esto no nos debe llevar a engaños; decir que la modernización y la urbanización se suceden en el país fundamentalmente a partir del gobierno de Reyes con el desarrollo de la infraestructura vial del país a partir de los años veinte, no significa que en el primer siglo de la república no pasó nada, simplemente las cosas ocurrieron de otra manera. Las dinámicas demográficas, económicas, sociales, culturales y políticas de estos dos centros urbanos tienen tanto de común como de diferente. Bogotá ha sido desde su fundación expresión del poder central, primero el colonial, luego el de la República. Los caminos primero, después la modernización de los medios de transporte permitió a la ciudad comunicarse con el exterior; la vía de acceso a la ciudad por el norte y el sur fue la Calle Real, hoy ocupada por las troncales del norte y el sur; el Camino de Occidente, que partía de San Victorino, se bifurcaba en dos ramales, uno que, vía La Mesa, permitía llegar a Neiva, Popayán y Quito, y otro que, vía Honda comunicaba, con el Caribe10. Por otra parte, Medellín en una dinámica similar pero en contextos socioculturales distintos crecía alrededor del Parque de Berrío, siguiendo la lógica del damero colonial; y en una constante búsqueda de apartarse de él, los caminos comunicaban con los pueblos que el proceso de colonización paisa iba fundando a su paso hacia los cuatro puntos cardinales pero en especial hacia el occidente. Paulatinamente Medellín creció como un centro asociado a la dinámica minera, la colonización del occidente, el comercio y la producción cafetera, hasta erigirse en el presente siglo en uno de los principales centros urbanoindustriales del país11. Estas vías han tomado rumbos diferentes a las de los viejos caminos nacionales, cuando la economía, la cultura y las transformaciones de este país iban a lomo de mula. Bogotá como centro de la región cundiboyacense ha tenido un papel preponderante como centro administrativo

10Fabio Zambrano, "La ciudad colombiana una mirada de larga duración" en Julián Arturo (compilador), Pobladores Urbanos, vol. 1, Bogotá, Tercer Mundo-lcan, 1994, pág.42. 11 Catalina Reyes, La vida cotidiana en Medellín 1890-1930, Bogotá, Ministerio de Cultura, 1996.

burocrático que desde la colonia se extendía a todo el virreinato, por esta situación la ciudad ha estado influenciada por dinámicas nacionales y regionales, su crecimiento demográfico en buena parte se asocia a crecientes procesos de migración provenientes de todas partes del país, proceso que a la vez guarda relación con el hecho de ser la ciudad al tiempo un centro industrial y comercial de primer orden. Por el contrario, Medellín se puede identificar claramente como el eje de una expresión de dinámicas regionales, que en su proceso de diferenciación logran un sentido de identidad y pertenencia, conocido como cultura paisa, siendo receptora de población en especial de su propia región o de zonas de influencia como el Occidente y el corredor hacia el Golfo de Urabá y la Costa Caribe. Hay en este proceso un problema interesante de estudiar, la conformación diferente de las manifestaciones culturales de la vida urbana: Medellín con una tendencia más homogeneizante, con fuertes rasgos de asimilación; Bogotá, más difusa, diversa, aparentemente más caótica, donde el clásico cachaco casi ha desaparecido. La ciudad es un sitio de contactos culturales, de procesos de producción y generación de cultura. Entendida ésta como el producto de los grupos sociales en su estrategia adaptativa al medio ambiente, entendida como conocimiento social, como expresión de los medios de interacción social. El paso de villas a ciudades, de ciudad colonial a ciudad moderna que se diera en el cambio de siglo y en especial luego de los años treinta, conllevó importantes transformaciones no sólo en la morfología; el espacio urbano ha servido de expresión de procesos de transformación social del más diverso orden, hechos que registran sus nomenclaturas, las calles, las historias, las fotografías, las noticias de prensa, el espacio público, el equipamiento urbano y las manifestaciones culturales. Proceso de transformación signado por la violencia, el conflicto, la desigualdad social y la miseria; muy lejos de condiciones idílicas, de imaginarios remansos de paz y tranquilidad. Contrario al imaginario de Elena la protagonista de la novela Una mujer de cuatro en conducta, quien al ser preguntada sobre las comodidades de la ciudad responde: ¿Qué le parece papá? ¿Qué cuáles son las comodidades? Pues estar conversando con todo el que uno quiera, sin moverse de su casa, por el teléfono. Así no hay que hacer mandados, sino que todo lo que se desea se pide a la casa. Y si uno quiere moverse, miles de automóviles están a la disposición, o sino los tranvías o los buses eléctricos. Y no hay que cargar leña, ni encender candela, sino conectar el

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fogón; o hacer funcionar la tina eléctrica, si uno quiere bañarse en agua caliente. Ni hay que lavar y limpiar y planchar, sino entregar los vestidos sucios a la lavandería y recibirlos como nuevos. En lugar de andar uno todo el día con el balde de agua, se mueve una llave y se tiene toda la que se necesite. Si se quiere leer se va a una biblioteca. Si se quiere uno instruir sin libros se va a una conferencia. Si se quiere reír un rato, se va a ver una película de Chaplin, en ese silencio y en esa oscuridad de los teatros. No me diga nada doctor, que yo no me explico cómo la gente que vive en Medellín resuelve venirse a pasar dos meses en estas montañas, donde todos son inclemencias. Sin luz eléctrica siquiera. Y sin sociedad... Que hagamos esto los pobres porque no tenemos más remedio, pero los ricos (...)12 Comodidades que en su vida en la ciudad la protagonista no puede disfrutar, al tener que luchar en un medio urbano adverso, donde se le niega hasta su propio nombre, el apellido a su hijo, y el trabajo en la fábrica por su condición de madre soltera.13 Para el caso de Medellín el paso de villa a urbe moderna se sucede en las primeras décadas del presente siglo; urbanización que significa desarrollo capitalista y que no es otra cosa que cantidad de sueños enterrados, enfermedades, pobreza y creciente desigualdad. Como lo afirma Catalina Reyes: "La vida urbana aparece como un espejismo de progreso a los ojos del campesino, que muchas veces no encontraba en ella sino pobreza, marginamiento, desarraigo cultural y familiar, y no pocas veces la muerte. La mortalidad en Medellín sólo empezaría a descender a partir de la década de los cuarenta"14. Esta espiral de atesoramiento y pobreza se alimenta a sí misma, la ciudad sigue creciendo y modificando su morfología gracias a los flujos migratorios del campo, a la expansión industrial. La población pasó de 59.815 habitantes en 1905 a 168.266 en 1938; se duplica en el año 1951 al llegar a 358.189 habitantes; en el año 1973 ya sobrepasa el millón de habitantes; en 1985 cuenta con 1.480.382 habitantes y el último censo, en el año 1993, registra 1.562.244 habitantes.

12 Jaime Sanín Echeverri, Una mujer de cuatro en conducta, lima, Editorial Panamericana, s.f. 13 Para una ampliación de las condiciones de la vida de las mujeres incorporadas a la industria textil en Medellín, véase Luz Gabriela Arango, "La obrera en la industria textil, 1950-1970" en Jorge Orlando Melo, La Historia de Medellín, Medellín,Suramericana de Seguros, 1966. 14 Catalina Reyes, op. cit., pág. 142.

El número de habitantes de 1905 en el año de 1993 es, aproximadamente, veinticinco veces mayor. Por su parte la población de Bogotá es una de las de mayor crecimiento tanto en términos absolutos como relativos. En el año 1918 contaba con 143.994 habitantes; en el año 1938 esta población alcanzó la cifra de 355.506 habitantes; se dobló nuevamente en el año de 1951 con alrededor 712.250 habitantes; en el año 1973 se cuadriplicó la del año 51 y alcanzó 2.901.000 habitantes; en el año de 1985 son ya 4.350.979 habitantes y en 1993 llegó casi a los seis millones de habitantes. En suma, del año 1918 al año 1993 la población se ha multiplicado cuarenta y dos veces. La población de Bogotá es hoy casi cuatro veces la población de Medellín. Estas dos ciudades junto con Cali configuran el triángulo de oro del país, esto es, el área donde reside el mayor poder político, religioso y militar del país, concentran la mayor parte de la población, así como de red vial y de comunicaciones, y la infraestructura industrial y agropecuaria. Propio de los países donde la primacía urbana es compartida, Colombia es un país de ciudades y de regiones. Como se indica arriba, sin embargo, las dinámicas de transformación en una y otra ciudad difieren aunque guarden rasgos similares en algunos aspectos. En los años sesenta estas dos ciudades se comunicaban tanto por vía terrestre (vía La Dorada o vía Pereira, o por ferrocarril vía Puerto Berrío) como por vía aérea (el Aeropuerto Olaya Herrera, en Medellín -que siempre se recordará como el sitio donde murió Gardel-, y El Dorado, reminiscencia de la búsqueda de tesoros prehispánicos). El Olaya Herrera se ubica en las inmediaciones del Barrio Antioquia, barrio popular que tiene la distinción de haber sido oficialmente designado como zona de tolerancia en una ciudad donde prima la ideología católica, la doble moral de defensa de la familia y las buenas costumbres. Zonas semejantes se pueden encontrar en Bogotá, y, de hecho, algunos se asocian con las casas de citas más famosas a los ilustres padres de la patria. Una característica de la morfología urbana de ambas ciudades es la especialización en cuanto actividades productivas y uso ocupacional según estratos sociales por barrios y zonas de la ciudad. Más allá de la simple diferenciación, en el caso de Bogotá, entre el norte de los ricos- y el sur -de los pobres-, está el proceso de desarrollo de los barrios obreros: La Perseverancia, el barrio Restrepo (de talleres artesanales y pequeñas industria del calzado), los Barrios Unidos que dieron espacios de

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recreación a migrantes rurales (desplazados en buena parte por la violencia partidista) y el nuevo modelo de ciudades dentro de la ciudad como Ciudad Kennedy (a cuya inauguración asistiera el mandatario de Estados Unidos acompañado de Jacqueline, quien gracias a los medios de comunicación había impuesto entre las mujeres colombianas su moda y su estilo, el peinado 'Jackie'); igualmente, como parte de la singularidad de la ciudad, se pueden nombrar los barrios de clase alta: el Chicó, la Soledad y Chapinero. En Medellín los barrios obreros surgen como una iniciativa de las fábricas, de los patronatos, las agencias del gobierno: Enciso, Colombia, Manrique, etc. Los barrios de la clase alta se sitúan alrededor de la Basílica Metropolitana, y aparecen nuevos barrios de clase media como Laureles, donde se ubica la Universidad Pontificia Bolivariana. Los años sesenta y setenta se constituyen en el período de mayor crecimiento demográfico y a la vez de mayor explosividad del conflicto social, ante la incapacidad de generar tanto nuevos empleos como nueva oferta habitacional para una población creciente, tanto por crecimiento vegetativo como por los flujos migratorios internos. Esta oleada explica el rápido crecimiento de las comunas nororientales y noroccidentales de Medellín, así como de Ciudad Bolívar en Santa Fe de Bogotá. Esta situación tiene entre sus efectos una economía del rebusque, así como transgresiones permanentes al orden establecido. Un caso típico en Medellín15, pero que no es ajeno a Bogotá, lo constituye el contrabando (actividad que se desarrolla entre sectores de estratos medios y bajos de la población). Transgresiones como las asociadas a la emergencia de los grupos de rock, la marihuana y el mercado de la droga que se abre paso. De estos años pervive el recuerdo del festival de Ancón en Medellín {1970) y de los conciertos de los Flippers y los Speakers, los hippies de la sesenta en Bogotá, el club del clan, etc. Con el tiempo las fronteras de la ciudad se van ampliando, el perímetro urbano va creciendo y de igual forma va cambiando la distribución del suelo. Con la tradición colonial los majestuosos templos metropolitanos se situaron

en el centro de la ciudad; con los cambios en la dinámica urbana, con los desplazamientos de las élites del centro hacia las afueras, el centro se deprime. El poder de convocatoria del centro religioso queda constreñido a ceremonias especiales del poder político, y en este sentido es lamentable el deterioro urbanístico y social del centro de la ciudad. Las autoridades de Medellín han estado más atentas a recuperar el centro, para lo cual han desplazado recurrentemente a los desplazados que se han ubicado en estos lugares del deterioro urbano16. Esta perspectiva de nueva planificación urbana la están adoptando las autoridades capitalinas; los primeros resultados concretos son proyectos tales como el Parque para el Tercer Milenio y los desalojos de los vendedores ambulantes del centro, en los alrededores de San Victorino. Por igual, ambas ciudades vivieron los horrores del narcoterrorismo y viven los temores de la delincuencia común, las milicias y otras organizaciones armadas. Los permanentes conflictos entre las autoridades y grupos de habitantes de la ciudad, o aquellos que han surgido por desplazamientos al interior de la ciudad, llaman la atención sobre la necesidad de investigaciones sociales básicas que aborden la relación entre grupos dominantes y grupos subalternos, entre pobladores establecidos y los recién llegados. Dado el caso del deterioro urbano (en especial el del centro de la dudad que trae consigo la disolución del tejido social que es su soporte) y el desplazamiento de las clases pudientes hacia el perímetro urbano o a zonas más exclusivas, surgen las preguntas por las consecuencias indeseadas de acciones sobre la ciudad no planificadas, que expresan ciertas trayectorias. Estas preguntas de igual modo surgen por las actividades asociadas con el narcotráfico, la lucha política armada, las relaciones entre clases dominantes y clases subalternas y los cambios en el manejo de poder. Son reiterados los ejemplos que muestran las contradicciones que se dan entre los grupos que ya se han establecido en un lugar y el grupo de recién llegados que quiere desplazarlos. Un ejemplo reciente lo protagonizó la alcaldía de Bogotá al dar la orden de reubicar a un grupo de

15 Estanislao Zuleta. En una conferencia dictada a la Asociación de Economistas de la Universidad Nacional, en 1990, para respondera la pregunta ¿por qué Medellín, la ciudad de la droga y el sicariato? remitió a la cultura de hacer plata, a ese consejo paterno de "hijito mío hace platica honradamente, y si no se puede honradamente, hace platica", que está en la base del rebusque y la contravención a la norma (tanto la social como la jurídica).

16 Víctor Gaviria, en la película "La vendedora de rosas" (1998), da cuenta de esos lugares del anonimato. Comunas nororientales, la olla en los alrededores de la vieja plaza de Guayaquil, etc., albergan la vida de niños y niñas cuya vida transcurre en el instante. Aquí las territorialidades son distintas de aquellas que construyen otros grupos de habitantes de la dudad (la casa, el trabajo, el sitio de diversión); la muerte surge del mismo azar que posibilita el próximo instante de vida. Es el otro lado del espejo, que recurrentemente traspasa los límites del orden establecido.

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recicladores. Sin embargo, esto ocurre diariamente, cuando distintos grupos de control social (juntas de acción comunal, grupos de milicianos, asociación de vecinos, etc.) ejercen su poder en los barrios populares. 17

3. Dinámicas socioculturales: de urbanitas y urbanismos De urbanitas y urbanismos es el relato acerca de los procesos de transformación de la vida contemporánea, en el que vemos que la vida de los hombres se acompasa con las dinámicas crecientemente urbanas, con su hibridación cultural, con las huellas que quedan marcadas en la trama de la ciudad, los cambios en los medios de transporte, los medios de comunicación y los negocios. Las transformaciones no sólo se dan en el centro, en el casco urbano, sino también en las veredas y los corregimientos. Las antiguas estaciones del ferrocarril son, por ejemplo, mudos testigos del cambio y del abandono estatal por el patrimonio que funda la memoria colectiva; expresión a la vez de lo azaroso que es para la dinámica de una región, de una comarca, los cambios en los flujos comerciales, las costumbres, la economía, la cultura. El deterioro de las ciudades interiores, no es un fenómeno exclusivo de ellas; en ciudades de la periferia, como el caso de Villanueva (en los alrededores del área Metropolitana de Medellín) en los negocios las ventanas se han convertido en rejas. También ha ocurrido lo mismo con el centro de Washington y el centro de Bogotá. Pero estos procesos de ajuste sólo ponen en evidencia qué tanto los lugares los hacen sus habitantes, sus redes de solidaridad, sus maneras de relacionarse; así como la acción de las instituciones del gobierno local, etc. Frente a estos procesos de deterioro de la ciudad interior, promovió en buena parte de las ciudades

17 Norbert Elias, "Ensayo teórico sobre relaciones entre establecidos y marginados" en La civilización de los padres y otros ensayos, Norma Editorial, 1998. "En este caso se trata de un grupo de establecidos cuya superioridad en relación con los marginados aún no presenta fisuras. Para sus miembros, la sola existencia de unos marginados interdependientes, que no comparten su memoria ni parecen conocer sus normas de reputación, resulta irritante; la interpretan como un ataque contra la imagen que tienen de ellos mismos en términos de 'nosotros' y por supuesto igualmente el ideal 'nosotros' que se han construido. El rechazo rotundo y la estigmatización de los marginados representan la contraofensiva. El grupo establecido se siente obligado a repeler lo que experimenta como una amenaza tanto para su poder superior (en términos de su cohesión y control monopólico de los cargos locales e instalaciones para el ocio) como para su superioridad humana, es decir para su carisma de grupo. Se sienten autorizados para emplear el rechazo continuo y la humillación del otro grupo como armas de su contraataque", pág. 130.

norteamericanas acciones conjuntas entre la autoridad local, las comunidades y los hombres de negocio para recuperar la vitalidad de dichos centros. Esto también en parte se encuentra en discusión en el caso de Medellín y Bogotá, donde se viene adelantando planes de ordenamiento y de obras de infraestructura que buscan recuperar la importancia cívica del centro, caso Parque del Milenio de Bogotá, y el Parque de Cisneros en Medellín (zona del pedrero). Adicionalmente hay que destacar el conflicto entre grupos de pobladores, como es el caso de los vendedores ambulantes, en nuestras ciudades, que también inundan las ciudades con presencia grande inmigrantes en Estados Unidos, o los conflictos entre grupos étnicos en estas mismas ciudades que destacan la manera como se resuelven los conflictos entre establecidos y recién llegados, como conflicto básico social, o como se resuelve las contradicciones interétnicas, en ese proceso de configuración de nuevas identidades que posibilita la ciudad. Pero estos puntos de contacto cultural ya los encontramos por igual gracias a los nuevos medios de comunicación, por igual en las ciudades nuestras. No sobra recordar que toda nuestra historia ha estado signada por los puntos de encuentro entre culturas, así tengamos que hablar más de desencuentros. Los procesos migratorios del campo a la ciudad, revitalizan y transforman el mundo urbano, las metáforas vitales, el refranero popular también invade el mundo de la ciudad, y se reacomoda en nuevas expresiones culturales, la carranga, la música de carrilera, los dichos y decires que rondan la tienda de barrio, son expresión de la doble vía de la migración. Con los medios masivos de comunicación se encoge el mundo, los acontecimientos de cualquier parte del mundo invaden la tienda local, los acontecimientos ocurran donde ocurrieren, tienden a entrar en el mundo del simulacro. Las ciudades como promotoras de la obra civilizatoria de la que habla Elias, en los crecientes procesos de urbanización,' caracterizada por diversos procesos migratorios, propicia los encuentros culturales, pero por igual los desencuentros, y el conflicto. En dicho proceso, en medio de tales conflictos ocurren estigmatizaciones, segregaciones, y devaluación de unos grupos en detrimento de otros. Procesos que se pueden apreciar en la apropiación social y uso del territorio urbano por los diversos grupos, según diferenciales de poder, en los movimientos y desplazamientos al interior de la ciudad, que vuelve a llamar la atención sobre la segregación, la pérdida de capital social, los problemas de justicia y equidad, como se evidenció en el manejo de la reubicación de Los Comuneros

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en Bogotá, o en la reubicación de los habitantes de Moravia en Medellín. La ciudad metropolitana de nuestros días es polifónica, multicultural, enredada en circuitos globales de comunicación e intercambio. Las grandes ciudades de todo el mundo son lugares donde una multiplicidad de procesos transnacionales asumen formas concretas y localizadas y donde convergen personas de regiones, países y aldeas muy diferentes. El carácter internacional de las grandes ciudades radica no solamente en su infraestructura de telecomunicaciones y sus empresas multinacionales; también radica en los numerosos ambientes culturales diferentes en los que viven y trabajan sus habitantes. El crecimiento de las ciudades se correlaciona con las tendencias mundiales migratorias del campo a la ciudad, así como con los flujos migratorios internacionales, hecho cada vez más frecuente. Todo lo cual genera nuevas maneras de recomposición étnica y nuevas expresiones culturales. Las migraciones surgen de complejos lazos entre sociedades diferentes y llevan a la formación de nuevos lazos. En suma, la cultura como estrategia adaptativa, como conocimiento local emerge de la interacción cercana, primero entre generaciones, después de los contactos culturales. La ciudad se caracteriza por ser un lugar de inmigración, de urbanización creciente, de múltiples contactos culturales. La transgresión a la norma cumple una función ambivalente, primero como mimesis, luego como expresión de la identidad negociada, con diversos grados de asimilación y

diferenciación, para finalmente expresarse como un nuevo orden instituido socialmente, con la posible emergencia del síndrome del barco lleno, expresión del conflicto entre establecidos y recién llegados.

Brunner, José Joaquín, América Latina Cultura y modernidad, Editorial Grijalbo, 1992. Delgado, Manuel, El animal público, Barcelona, Anagrama, 1999. Díaz Castro, Eugenio, Manuela, Colombia, Editorial Panamericana, 3a edición, 1997. Elias, Norbert, "Ensayo teórico sobre relaciones entre establecidos y marginados" en La civilización de los padres y otros ensayos, Bogotá, Norma Editorial, 1998. Kalmanovitz, Salomón, "El régimen agrario durante el siglo XIX en Colombia" en Manual de Historia de Colombia, vol. II, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura-Talleres Editoriales Andes, 1979. Reyes, Catalina, La vida cotidiana en Medellín 1890-1930, Bogotá, Ministerio de Cultura, 1996. Sanín Echeverri, Jaime, Una mujer de cuatro en conducta, Lima, Editorial Panamericana, s.f. Zambrano, Fabio, "La ciudad colombiana una mirada de larga duración" en Julián Arturo (compilador), Pobladores Urbanos, vol. 1, Bogotá, Tercer Mundo-lean, 1994.

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OBSERVACIONES PARA UNA POÉTICA DE LA LITERATURA URBANA BOGOTANA Héctor Hoyos*

Resumen La fragmentación del espacio e imaginario urbanos es uno de los rasgos que distinguen a Bogotá de otras ciudades del mundo. En este artículo se hacen algunas caracterizaciones sobre esta fragmentación y se propone la tesis de que ella es un importante criterio a considerar a la hora de estudiar la reciente literatura urbana de Bogotá.

Abstract Fragmentation both in urban space and imagery, is one of the features that allow someone to distinguish Bogotá from other cities in the world. This article addresses such a fragmentation and introduces the important role that it should have in the study of Bogotá's recent urban literature. "En cada ciudad del imperio cada edificio es diferente y está dispuesto en un orden distinto: pero apenas el forastero llega a la ciudad desconocida y pone la vista en aquel apeñuscamiento de pagodas y buhardillas y henares, siguiendo el entrelazarse de canales huertos basurales, distingue de inmediato cuáles son los palacios de los príncipes, cuáles los templos de los grandes sacerdotes, la posada, la cárcel, los bajos fondos. Así -dice alguien- se confirma la hipótesis de que cada hombre lleva en su mente una ciudad hecha sólo de diferencias, una ciudad sin figuras y sin forma, y las ciudades particulares la rellenan. En Zoe no es así. En cada lugar de esta ciudad se podría sucesivamente dormir, fabricar herramientas, cocinar, acumular monedas de oro, desvestirse, reinar, vender, consultar los oráculos. Cualquier techo piramidal podría cubrir tanto el lazareto de los leprosos como las termas de las odaliscas. El viajero da vueltas y vueltas y sólo tiene dudas: como no consigue distinguir los puntos de la ciudad, se le mezclan incluso los puntos que en su mente son distintos. De esto deduce lo siguiente: si la existencia en todos sus momentos es enteramente ella misma, la ciudad de Zoe es el lugar de la existencia indivisible. ¿Pero entonces, por qué la ciudad? ¿Qué línea separa el dentro del fuera, el estruendo de las ruedas del aullido de los lobos?"1

* Literato y estudiante de filosofía de la Universidad de los Andes. 1 Italo Calvino, Las ciudades invisibles, Barcelona, Siruela, 1994, págs. 47-48.

La recepción y producción de la reciente literatura urbana bogotana se parece a la llegada del extranjero a Zoe. Como este personaje de Italo Calvino en Las ciudades invisibles, hay lectores y escritores que llevan en su mente una ciudad', la cual no pueden ajustar a las particularidades de la ciudad. El modelo de ciudad a partir del cual se pretende evaluar la literatura urbana bogotana es aquel que han canonizado ciudades como París o Londres, ciudades que han hecho posible hablar de la 'literatura urbana' como un género literario. Sin embargo, cuando se considera a Bogotá y a su literatura teniendo en mente el modelo de estas ciudades, se presentan vacíos en la aproximación al tema. En este artículo se mostrará cómo tener en cuenta la fragmentación tanto del espacio como del imaginario bogotano es algo que permite enriquecer la empresa del crítico y la del escritor a la hora de pensar el problema de la literatura urbana en Bogotá.

El mapa imposible La capital reciente es una ciudad fragmentada tanto en su trazado urbano como en su imaginario. Esto hace que ciertas experiencias de ciudad sean posibles en Bogotá y que otras no, incluidas diversas formas de experiencia literaria. Dicho en otras palabras: hace que un cierto modelo de literatura urbana no corresponda con el modelo de ciudad. Con miras a hablar de modelos de literatura urbana, conviene entonces hablar primero de ciudad. Al decir que Bogotá está 'fragmentada en su trazado urbano' se quiere llamar la atención hacia varias peculiares características físicas de la ciudad. La primera de estas características es que así como en Zoe" en cada lugar se podría sucesivamente dormir, fabricar herramientas, cocinar, acumular monedas de oro, desvestirse, reinar, vender, consultar los oráculos", en Bogotá, a diferencia de otras ciudades del mundo, con frecuencia no hay límites claros entre zonas de la ciudad que sirvan a diferentes propósitos. No siempre hay diferencias marcadas entre 'zonas residenciales' 'industriales', 'comerciales', etc., sino que muchos lugares de la ciudad no tienen una identidad funcional definida dentro del conjunto de la ciudad, y más bien recogen aisladamente una mezcla de tales funciones. Esto lleva a que ciertas zonas se aislen del resto. Este aislamiento se hace más pronunciado si se piensa que la ciudad, a pesar de ya hace varios años haber pasado los 5 millones de habitantes, apenas empieza a desarrollar eficientes medios masivos de transporte. Una segunda característica, relacionada con la primera, es la falta de homogeneidad en la identidad física de la ciudad. En

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palabras de Alberto Saldarriaga Roa: "en la ciudad latinoamericana conviven tres situaciones físicas, espaciales: la ciudad histórica, la ciudad planificada y diseñada y la ciudad popular"2. Siguiendo a Roa, esa convivencia que existe en muchas ciudades, en ciudades como Bogotá es particularmente poco armoniosa: ciudad histórica, planificada y popular se convierten en tres realidades descoyuntadas. La diferencia con una ciudad como París es que estas tres situaciones se han articulado entre sí a partir de disposiciones urbanísticas. Por supuesto que incluso en el caso de aquellas ciudades hay lugar para que estos elementos no se relacionen a la perfección, pero es de notar que la relación es especialmente conflictiva para el caso de Bogotá, en donde la ciudad planificada no alcanza a dar abasto para el crecimiento de la ciudad popular, y ciertamente tampoco para que ésta establezca una relación con la ciudad histórica., La basta presencia de asentamientos 'parcialmente urbanizados' hacen difícil de determinar, recordando el epígrafe, la línea que 'separa el dentro del fuera, el estruendo de las ruedas del aullido de los lobos'. Desde la falta de servicios públicos, pasando por la improvisación urbanística y llegando hasta la ausencia de la fuerza pública, varias son los factores que dan cuenta de la marginalidad de extensos sectores, y de la poca homogeneidad en la ciudad que los contiene. Cabe ilustrar esa falta de homogeneidad con un ejemplo. Ángel Rama (escribiendo en 1982) se inclina por esa 'ciudad planificada' que menciona Saldarriaga Roa, tal vez sin detenerse en las otros dos 'situaciones físicas' que ya por ese entonces mostraba la urbe: En la ciudad de Bogotá se ha impuesto un nomenclator numérico aún más preciso y rígido que el de Manhattan: las ubicaciones pueden hacerse exclusivamente con números fijando exactamente el lugar de la cuadra en que se encuentra la casa: 25 # 3-70,13 # 69-31,93 # 13-A-10.3 ¿Se equivocó Rama en su apreciación de Bogotá como una ciudad que responde a una 'fuerte acción racionalizadora', como dice unas líneas adelante? Sí y no. No es que no exista una ciudad planificada en Bogotá; lo interesante del planteamiento de Saldarriaga Roa es que muestra que esa ciudad convive con otros modelos de ciudad. Esa convivencia se pone en evidencia si consideramos, siguiendo con el

2 Alberto Saldarriaga Roa, "Arquitectura popular urbana: la definición cultural de la ciudad" en Texto y Contexto, pág. 88. 3 Ángel Rama, La ciudad letrada, Hannover, Ediciones del Norte, 1984, pág.36.

ejemplo de la nomenclatura, la dirección de algunas Juntas Administradoras Locales (JAL) que aparecen en los directorios telefónicos de la ciudad. La sucursal de Bosa queda en la "Cra. 88G No. 59C-05", mientras que la dirección de la sucursal de Ciudad Bolívar dice: "Av. 22 Gaitán Cortés Vía Sierra Morena, La Casona". En el primer caso vemos cómo el modelo ordenado de la cuadrícula ha sido forzado para acoger al otrora municipio: 88 G, indica que hacen falta por lo menos siete cuadras intermedias (a-g) para que la cuadrícula siga 'funcionando', aunque herida precisamente en la simplicidad que la llevó a ser escogida como nomenclatura. La segunda dirección muestra otro quiebre a la unidad en la disposición física, uno mucho más sugestivo: la cuadrícula desaparece, regresa una nomenclatura toponímica (o mejor, nunca llega otra a reemplazarla) que además funciona como la nomenclatura veredal ('Vía Sierra Morena, La Casona'). Planeación, improvisación, ciudad, vereda, todas estas categorías se funden en Bogotá y hacen su heterogénea superficie. En ciudades del primer mundo hay mayor claridad sobre cuestiones como dónde acaba la vereda y empieza la ciudad, dónde acaba una zona de la ciudad dedicada a una función en particular y empieza otra, qué criterios rigen la nomenclatura de las direcciones, y así con cuestiones similares. En general, puede decirse que la planeación urbana, como algo que se anticipa a las necesidades de una ciudad en crecimiento y diseña soluciones para sus problemas, es algo que está menos presente en Bogotá que en las ciudades de las que se ha ocupado la literatura urbana más reconocida. Aparte de la fragmentación a un nivel físico, conviene considerar la fragmentación en el imaginario bogotano, concretamente en torno a la conformación de la ciudad dentro de ese imaginario. Hay un rasgo de una ciudad como París que difícilmente podría tener la Bogotá reciente, que es el tener una 'ciudad imaginada oficial'. Mientras casi cualquier occidental 'culto' conoce una imagen de París, pocos bogotanos tienen una imagen clara de su propia ciudad. Muchos elementos se articulan en el imaginario asociado a París; sus calles y plazas comparten su espacio con una ciudad imaginada en donde el Barrio Latino todavía está lleno de bohemia y no de boutiques, en donde los Citroen 2CV todavía andan por las calles, los impresionistas desdoblan sus bastidores en el lado izquierdo del Sena, Simone y Sartre discuten en Les Deux Magots, algún novelista latinoamericano pasea de un lado a otro. No se trata simplemente de que en París estén más presentes las herencias culturales, lo interesante es que esos legados se

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articulan con las experiencias de ciudadanos y visitantes, crean una ciudad imaginada tan fuerte que a quien se le leyera un fragmento que transcurra en la París imaginada podrá identificar, si no un sitio en específico, sí la ciudad donde ocurre la acción. Es tan fuerte ese imaginario que comúnmente se tiene cierta sensación de lugares como los alrededores de la torre Eiffel, los Campos Elíseos, o bien en Londres el Big Ben, el palacio de Buckingham. Ciudades imaginadas tan fuertes como París o Londres tienen además marcas muy específicas: piénsese en las sirenas de los carros de policía franceses o en el uniforme de sus colegas ingleses, etc. Allí lo típico no es simplemente un listado de atracciones turísticas, es una serie de elementos de distinta índole (físicos, humanos, simbólicos, gastronómicos, históricos, etc.) que se entrelazan para articular una imagen de ciudad que tanto conocen sus ciudadanos como sus visitantes y, en fin, quienes hayan oído hablar de ella. En cambio, cuando se piensa en cosas típicas, específicas de Bogotá, se puede enumerar algunos puntos que aparecen en las guías de turismo: el museo del oro, el ajiaco, Monserrate, la calle 72, etc. Estos elementos no parece que se articulen en una imagen de ciudad, no parecen hacer parte de una unidad, no son puntos en un tejido de sentidos. Tampoco debe pensarse que París sea exactamente como la París imaginada. Los banlieux, por ejemplo, el suburbio-tugurio-del-primer-mundo parisino, hace en su derecho parte de la París física pero no de la París imaginada. Como en toda ciudad, en París hay una París a medida de cada cual, hay muchas Parises. Hay un amplio espectro de vivencias de ciudad y sin embargo, todos tienen ante sí y conocen a la ciudad imaginada a la que nos hemos referido. Mientras los ciudadanos reales de París se enfrentan a la decisión de ratificar con sus actos o antes combatir esa imagen (estereo)típica de su tradición urbana, el ciudadano bogotano no tiene un referente comparable. Bogotá no tiene hoy una 'ciudad imaginada oficial'. Existe pues una ciudad imaginada para París que logra ser un mapa más o menos fiel de la ciudad real. Se pueden constatar sus imprecisiones, pero el mapa existe y funciona. No hay tal mapa para Bogotá, a pesar de muchos. No sólo no lo hay, sino que hay indicios de que sería imposible que lo hubiera en corto plazo. En primer lugar, la fisonomía cambiante de Bogotá no es muy favorable a que se establezcan espacios-hito en torno a los cuales se aglutine el imaginario urbano. Todo mapa necesita puntos fijos. Al derrumbar los espacios que había y construir nuevos se condena al olvido a las nuevas generaciones, que aparte de las anécdotas de los mayores no tienen un referente de lo que

les dicen. El Louvre es en cambio el mismo de la Noche de San Bartolomé, el mismo que ahora contiene una parte importante del patrimonio cultural de su país, el mismo al que Miterrand le mandó a hacer una pirámide en vidrio. El Louvre, sobre todo, está ahí. ¿Dónde está nuestro Parque Centenario, nuestros ríos? Pavimentados, y claro, olvidados. Toda ciudad hace sacrificios en su crecimiento (no confundir con desarrollo). Los de Bogotá han sido tantos que se han llevado consigo buena parte de los elementos con los que se podría construir su correlato en el imaginario. Si bien existe una relación entre la fragmentación física, las demoliciones y la falta de una imagen fuerte de ciudad, ninguna de éstas puede explicarse completamente a partir de la otra. Para explicar cabalmente estas cuestiones habría que tener en cuenta muchos más aspectos de los que es oportuno-tener en cuenta aquí, como por ejemplo la influencia de las políticas de estado o diversas coyunturas históricas que han llevado a la situación actual4. Lo que sí puede decirse es que Bogotá carece de 'puntos fijos en el mapa', esto es, de referentes tanto simbólicos como físicos que den con una imagen única de ciudad. De ahí que, de nuevo recordando a Zoe, 'el viajero no logra distinguir los puntos de la ciudad'. Lfl CHJuSu 3 DfiuflCltOS

Se han dado razones para suponer que el modelo de las ciudades del primer mundo no da cabal cuenta de Bogotá. ¿Qué consecuencias puede tener eso para la apreciación y creación literaria en Bogotá? Y ¿qué tipo de ciudad es Bogotá, ya que no es como París? Se dirán a continuación algunas cosas a propósito de estas preguntas, teniendo en mente que lo que interesa aquí es cómo afecta el tipo de ciudad que es Bogotá a la novelística urbana que acoge. Una de las experiencias de ciudad que son posibles en una 'ciudad-unidad' es la del flâneur. Puesto en boga por Baudelaire, el verbo flâner se traduce como 'pasear sin propósito'. No es en su significado literal en el que la expresión gana sentido en el mundo literario. Siguiendo la

4 También podría considerarse el resquebrajamiento del ideal de prosperidad asociado a Bogotá: desde las famosas octavas reales de Juan de Castellanos 'Tierra buena, tierra buena/Tierra que pone fin a nuestra pena' (circa 1589), pasando por el largo período de influencia de El Camero y llegando a la crónica del Siglo) y comienzos del XX (Cordovez Moure y El Mosaico), un elemento que identificaba a Bogotá -cuando menos en su imaginario tal como lo recoge la literatura- era de ser un lugar de prosperidad. Desde la novela del Bogotazo, las letras capitalinas no han vuelto a representar un ideal semejante. Asimismo ha desaparecido la figura del 'cachaco' como el burgués bogotano por excelencia.

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exposición que al respecto hace Walter Benjamín, flaner es una acción típicamente urbana en la que el escritor entra en un contacto profundo con la ciudad y con la masa humana que la transita a diario; un contacto basado en la observación, en el nuevo anonimato que hacen posibles las grandes metrópolis, pero también en las nuevas libertades a quedan lugar. Añade Benjamín que el flâneur transita con "destreza y facilidad"5 por las calles, se permite deambular sin rumbo en una ciudad que conoce cada vez más, que lo acoge. Esta particular experiencia urbana es sintetizada muy elocuentemente por unas palabras del poeta, que Marshall Berman cita en sus reflexiones sobre el tema: "el espectador se maravilla ante [...] la sorprendente armonía de la vida en las capitales, armonía mantenida tan providencialmente en medio de la barahúnda de la libertad humana"6. Esa experiencia de armonía propia de la ciudad moderna habrá de resquebrajarse si contemplamos ciertas ciudades en particular. En lo que bien puede verse como una respuesta a los textos más canónicos de Benjamín y Berman, Néstor García Canclini dice "Narrar es saber que ya no es posible la experiencia del orden que esperaba establecer el flâneur al pasear por la urbe a principios de siglo. Ahora la ciudad es como un videoclip: un montaje efervescente de imágenes discontinuas"7 (100). La ciudad que García Candini tiene en mente es Ciudad de México, ciudad en donde vivir 'la experiencia del orden' difícilmente es posible. ¿Sería pues la capital colombiana como la mexicana, en tanto que haga imposible la experiencia del flâneur? ¿Sería la discontinuidad su elemento característico? Si nos atenemos a la opinión de Armando Silva, efectivamente debemos considerar que Sao Paulo, Ciudad de México y Bogotá comparten una misma categoría: la 'trasciudad', presentada de la siguiente manera: América Latina, cuna de varias de las ciudades más grandes del mundo, constituye, por definición, el exceso de gente. El cuerpo del continente sur es amalgamado, tumultuoso, asaltado, rodeado de todo tipo de sonidos y gritos, vendedores ambulantes, ruidos y toda suerte de obstáculos. (...) Sus calles se usan demasiado y, al contrario de un orden inmaculado, se vive el caos permanente que ya se volvió amenaza diaria. (...) ciudades que sugiero entender como

5 Walter Benjamín, Iluminations, New York, Shocken, 1969, pág. 167. 6 Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, México, Siglo Veintiuno, 1989, pág. 134. 7 Néstor García Candini, Consumidores y ciudadanos: conflictos multiculturales de la globalización, México, Grijalbo, 1995, pág. 100.

trasciudades, en los cuales las urbes avanzan a la deriva, sin planificación, agrandándose a su antojo y tomando para sí varias zonas rurales (...) ¿Querrá eso decir que si cunden las huelgas de los servicios públicos en París y la ciudad se sume en el caos se convertirá también en una 'trasciudad'? No. Armando Silva, en concordancia con el concepto de 'ciudad masificada' del que habla José Luis Romero, se refiere a ciudades en donde cierto desorden es la norma, hace parte de su identidad e hizo parte de su conformación histórica. Los patrones de asentamiento de estas trasciudades están marcadas por una incontrolable migración desde el campo, urbanización sin urbanismo, no preservación de marcas históricas, entre otros. A la luz del planteamiento de Silva, cuyo desarrollo no cabe aquí, podría decirse que Bogotá sí comparte rasgos con el México de García Candini, sí obedece a una discontinuidad que haría imposible la experiencia del flâneur. Sirva lo anterior para dirigir la atención hacia cómo la realidad de la ciudad puede hacer que tengan o no cabida ciertas experiencias estéticas y literarias. Teniendo en cuenta estas indicaciones sobre la imposibilidad de flaner en Bogotá, cabe entonces preguntar: ¿qué resultaría de novelas bogotanas contemporáneas que, como en el flâner, partan de la ciudad vista como un todo orgánico? Es claro que una poética acompaña a la 'ciudadunidad' (Benjamín, Berman), ¿pero qué tipo de poética responde a este tipo de ciudad?

Nudos en la malla A partir de los trabajos de Juan Carlos Pérgolis puede plantearse un marco más adecuado para entender cómo puede la literatura urbana bogotana relacionarse con su ciudad. Él se refiere a las experiencias de ciudad como a 'mallas', en el sentido en que, así como hablábamos de un mapa de puntos fijos simbólicos para ciudades imaginadas únicas como la de la 'París oficial', las experiencias de una ciudad fragmentada se sobreponen como mallas, a veces tomando en común uno de estos puntos fijos, a veces otro. Así, ni se puede individualizar un centro en el sentido físico-espacial (para muchas personas el centro de Bogotá no es su centro9), ni se debe entender (bor fragmentación una simple sectorización. Hay vivencias de ciudad que atraviesan de 8 Armando Silva, "Bogotá y Sao Paulo: cultura y comunicación urbana en América Latina" en Imaginarios Urbanos, Bogotá, Tercer Mundo, 1992, pág.7. 9 Juan Carlos Pérgolis, Bogotá fragmentada, Bogotá, Tercer Mundo, 1998, pág. 17.

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lado a lado la ciudad todo el tiempo (taxistas, mensajeros) que no por ello comparten las vivencias de mucha gente. Esas personas tienen muchos puntos en común con personas que pertenecen a otras mallas, pero lo que determina 'cómo se configura para ellos la ciudad' es la totalidad de los puntos de la propia malla y la relación que guardan entre sí. Bajo esta abstracción de la vida en la 'trasciudad' puede formularse una hipótesis. Una narración que logre retratar convincentemente a la ciudad será una que, en lugar de buscar presentar una visión de la ciudad como algo orgánico cuando ésta no lo es, preste atenta nota a los nudos que se forman entre estas mallas superpuestas, a los referentes simbólicos comunes a algunas de las mallas de la ciudad. Idealmente el narrador miraría ese nudo desde el horizonte del resto de cada una de las mallas que desee explorar y que se toquen en un punto. Sin embargo, sería poco creíble el querer 'dar con la esencia de la ciudad, de su ambiente característico', etc. A menudo se dice que precisamente ese es el logro de grandes novelas urbanas, como Manhattan Transfer de Dos Passos, El vientre de París de Zola o el Ulises de Joyce. Estas novelas construyen, y son construidas, a partir de fuertes ciudades imaginadas. En ciudades de mallas, en cambio, habría una cantidad mayor de ciudades imaginadas con qué habérselas. El escritor bien podría tocar varias de éstas y proponer ejes de sentido para ordenar una narración dentro de la ciudad, pero difícilmente se llegaría a un resultado convincente si se representa a la ciudad como un todo ordenado y coherente, como el que puede darse en las ciudades de las novelas mencionadas. Asimismo, la labor del criticó literario también se enriquece al considerar la relación entre la fragmentación y el tipo de literatura que se puede dar en Bogotá. Por ejemplo, puede llevar a notar que pedirle a una novela urbana bogotana lo que se da en las 'novelas urbanas clásicas' no siempre es pedirle que haga un retrato fiel de la ciudad. No hay lugar en este artículo para comprobar por extenso la hipótesis de que tener en cuenta la fragmentación es enriquecedor tanto para escritores como críticos. Sin embargo, sí es necesario presentar algunos ejemplos al respecto. Un primer punto que habría que mostrar es en qué sentido puede ser desafortunado ignorar la importancia de la fragmentación física y simbólica de la ciudad. Julio Paredes, autor de los libros de cuentos Salón Júpiter (y otros cuentos) (1994), Guía para extraviados (1997) y Asuntos familiares (2000), cuenta sobre las dificultades que tiene para relacionarse como escritor con su ciudad natal: raya: ¿Entonces falta crear el imaginario para Bogotá?

paredes: Yo no sé si Bogotá lo permita como espacio. No veo que haya un espíritu,'un estilo, un tono. Para mí como practicante de la escritura, nunca lo he podido hacer, nunca me he sentido cómodo hablando de Bogotá como un espacio. Bogotá es una ciudad abierta, no terminada.10 (el énfasis es mío) A lo largo de la entrevista de donde es tomada esta cita, el autor muestra su desconcierto ante Bogotá. Ese desconcierto se debe en gran medida a que se le mira con los ojos de 'lo que debe ser la ciudad', de las ciudades que Bogotá no es más que de las que sí es. Continúa: paredes: yo nunca he visto a Bogotá como un tema literario. (...) es muy complicado, literariamente, hablar de un espacio que no ha cumplido con la formación a nivel etimológico de lo que es una ciudad, mejor dicho ni en el sentido griego, esto es, un lugar donde conviven civiles. Yo pensaba por qué París, Londres, Madrid o Nueva York son ciudades -y esto lo dice Calvino- imaginadas; hay algo adicional en la mente del lector, y es que piensa en París como una ciudad que, aunque nunca haya ido o nunca vaya, sabe realmente qué es. Y Bogotá no. La posición de Paredes es pues casi paradigmática de la criticable posición de ver a la ciudad a partir de modelos de ciudades-unidad. No sorprende que lesea tan difícil sentirse cómodo escribiendo sobre Bogotá. Esta añoranza por la ciudad ordenada es como una camisa que no le queda a Bogotá y que hace que, por un lado, los escritores que se ocupan de Bogotá a menudo se tracen metas imposibles para sus narraciones urbanas (saber 'realmente qué es Bogotá'), y por otro que los críticos literarios le exijan a las novelas urbanas bogotanas algo que no podrían lograr. A todas luces, sería insensato aspirar a tener en Bogotá una novela urbana como las de Zola. No pocas veces, entonces, escritores y críticos se quedan 'esperando a Godot'. Dejemos que sea el también escritor Santiago Gamboa, autor de las novelas Páginas de vuelta (1995), Perder es cuestión de método (1997) y Vida feliz de un joven llamado Esteban (2000), quien, en otra entrevista, le responda a Paredes: No creo que haya temas literarios y temas no literarios. Los temas se vuelven literarios dependiendo de la habilidad del escritor. Yo pensé eso. Cuando estudié en esta ciudad 10 En Raya, no.1, pág.24.

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pensaba que las cosas que yo vivía en Bogotá y las cosas que me acontecían no eran interesantes para nadie. Y pensaba lo mismo: "carajo, por qué no habré nacido en París". París es una ciudad que uno puede atravesar de lado a lado y no salirse de las novelas de Balzac. Está toda escrita, creo que no hay un solo palmo de París que no esté relatado en una novela. No sólo de franceses, también de latinoamericanos, americanos, en fin... (...) En general cualquier ciudad, así sea una ciudad real se vuelve una ciudad literaria en la medida en que uno empieza a involucrar en ella las historias que quiere escribir, que pueden ser ficción o biográficas.11 Es imposible juzgar la obra de Gamboa sólo por su apreciación de la misma, y es justo decir lo mismo sobre Paredes. Ambos autores bien podrían 'predicar y no aplicar'. De todas maneras, es interesante ver las distintas perspectivas que tienen sobre un mismo tema, y cómo una de éstas lleva, tratando infructuosamente de aplicar el modelo de París, a condenar a Bogotá como un tema no literario. Otro testimonio interesante es el de Selnich Vivas, autor de la novela Para que se prolonguen tus días (1998). En un artículo publicado en el desaparecido semanario Suburbia, Vivas hace varios juicios acertados, pero no desiste del error de mirar la literatura urbana bogotana bajo los modelos de las otras ciudades mencionadas. Refiriéndose a un grupo de novelas bogotanas dice: "Estamos lejos de leer una novela como La conjura de los necios y pensar de inmediato en la atmósfera y la cultura de una ciudad en particular (Nueva Orleáns)"12 Vivas, como crítico literario, le hace exigencias incumplibles a la novelística urbana bogotana. Es consciente de la fragmentación como un elemento característico de la ciudad, pero no se percata de las consecuencias que esa fragmentación puede tener para el tipo de novela que se dé en ella: "La vida en la ciudad está sectorizada y aún no ha habido quien se arriesgue a caminar esos sectores. Que muestre sin obstáculos lingüísticos el tránsito de una calle a otra, de una mentalidad consumista a una consumada"13. No es cosa simplemente de 'riesgo' el pasar de un 'sector' a otro, es como hemos visto un problema de fondo. Mostrar el paso sin obstáculos no sería mostrar a Bogotá. Un último testimonio que vale la pena mencionar apareció en un artículo de la revista Semana. Allí el escritor Antonio

García Ángel, autor de la novela Su casa es mi casa (2001) retoma el tema de los 'lugares literarios' tal vez con más optimismo que algunos de sus colegas: Una de las dificultades de escribir sobre Bogotá es que la ciudad no tiene lugares literarios. Como, por decir algo, Corrientes en Buenos Aires, o La Plaza Garibaldi en México, o las calles de París. Son lugares de los que se ha escrito tanto que son fáciles de imaginar. Macondo es un lugar literario. Con Bogotá toca explicarlo todo. Otra cosa es que las calles son la 85, la 100, la 127, etc., y toca describirlas bien pues nadie tiene porqué saber cómo son.14 Acá los lugares de la ciudad no son irredimiblemente no literarios, pero exigen del escritor un mayor esfuerzo. En medio de la nostalgia por las posibilidades que una imagen única de ciudad le da a la novela urbana, como por ejemplo el que en el imaginario haya ya 'lugares literarios', a la pregunta de García Candini sobre si podríamos narrar la ciudad en su fragmentación, García Ángel, uno de los más jóvenes de los jóvenes escritores bogotanos, responde con un reconfortante 'sí'. Al parecer, efectivamente hay consecuencias indeseadas de considerar la literatura urbana bogotana bajo modelos de ciudades del primer mundo. Se corre el riesgo de perder detalle y cercanía en el trato de la ciudad como espacio y tema literario. Contrario a la opinión de Paredes, Bogotá sí es una 'ciudad acabada', por más que le quepan mejoras ya es el espacio donde se vive y como tal merece no ser tratada como algo que 'todavía no es narrable'. Para que sea narrable, sin embargo, y para que puedan ser entendidos desde la crítica los intentos de narración que se hagan de ella, conviene tener en cuenta que el modelo de ciudad que le corresponde no es el de la 'ciudad-unidad', sino más bien el de la 'trasciudad'. La novelística urbana se enriquece no sólo de no ser ciega a la fragmentación bogotana sino que puede enriquecerse de representarla, sentirla y explorar las experiencias estéticas (tan distintas del flâner) a que da lugar, apoyándose más sobre las posibilidades de expresión que trae la fragmentación que sobre las limitaciones que pueda traer. Si se va a dar con la identidad de Bogotá, con aquello que la hace Bogotá y no otra ciudad del mundo, será más teniendo en cuenta los puntos de contacto entre distintas vivencias de Bogotá que pretendiendo ordenarlas de acuerdo a una única imagen de ciudad.

11 En Raya, no.2, s.p. 12Selnich Vivas, "Escribir la ciudad" en Suburbia, septiembre 25 a octubre 1,1998, pág.7. 13Selnich Vivas, op.cit, pág.7.

14 "Bogotá por dentro" en Semana, no.993, mayo 14,2001, pág.74-76.

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Por lo menos esa es la lección que a mi juicio dejan varias de las recientes novelas bogotanas, como por ejemplo las primeras dos obras de Gamboa o la un poco anterior Sin remedio de Antonio Caballero (1984). En ellas no se aspira a dar con la esencia de la ciudad, ni se busca recorrerla de un cabo a otro como a la París de Zola, sino que se narran con credibilidad distintos fragmentos de la urbe que entran en contacto gracias a situaciones particulares dadas por la trama. A diferencia de novelas que tratan de dar con una imagen única de Bogotá fracasan, como La ansiedad viaja en buseta de Héctor Ocampo Marín (1991) o La Ciudad de los umbrales (1994) y Scorpio City (1998) de Mario Mendoza, estas novelas ¡lustran puntos de contacto entre mundos distintos dentro de la ciudad. Falta entonces comprobar si las novelas mencionadas efectivamente se alejan o no del modelo de ciudadunidad, si recrean los lugares en los que se desarrollan en lugar de limitarse a usarlos como trasfondo para su historia, si la crítica las ha reconocido justamente, etc. Para tratar tales cuestiones, sin embargo, será útil tener en cuenta las consideraciones presentadas sobre algunas particularidades de la ciudad y lo que éstas exigen de su literatura reciente.

Silva, Armando, "Bogotá y Sao Paulo: cultura y comunicación urbana en América Latina" en Imaginarios urbanos, Bogotá: Tercer Mundo, 1992. Texto y Contexto # 3: Ciudad y vida urbana, septiembre a diciembre, 1984, Bogotá, Universidad de los Andes. Vivas, Selnich. "Escribir la ciudad" en Suburbia, septiembre 25 a octubre 1,1998.

Bibliografía Benjamin, Walter, llluminations, New York, Shocken, 1969. Berman, Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire, México, Siglo Veintiuno, 1989. Calvino, Italo, Las ciudades invisibles,Siruela, Barcelona, 1994. García Canclini, Néstor, Consumidores y ciudadanos: conflictos multiculturales de la globalización, México, Grijalbo, 1995. Hoyos, Héctor, Bogotá en su narrativa: la fragmentación como lugar literario, Monografía de grado. Universidad de los Andes, 2001. Pérgolis, José Antonio, Bogotá fragmentada, Bogotá, Tercer Mundo, 1998. Rama, Ángel, La ciudad letrada, Hannover, Ediciones del Norte, 1984. Raya, "Raya paredes: entrevista a Julio Paredes" en Raya, revista bogotana de literatura 1, Bogotá, 1998, págs.7-19. Raya, "Entrevista a Santiago Gamboa (29 de febrero de 1999)" en Raya, revista bogotana de literatura 2, por publicar. Romero, José Luis, Latinoamérica: las dudads y las ideas, Medellín, Universidad de Antioquia, 1999. Saldarriaga Roa, Alberto. "Arquitectura popular urbana: la definición cultural de la ciudad" en Texto y contexto, págs.87-92. Semana. "Bogotá por escrito" en Semana #993, mayo 14,2001, Bogotá, págs.74-76.

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EL ESPACIO ELECTRÓNICO Y LA CONFORMACIÓN URBANA DE INTERNET EN BOGOTÁ ___________ Carlos Mauricio Nupia M.*

como disciplina, ha desarrollado en cada una de sus etapas, tratando de responder a los nuevos fenómenos que complejizan cada vez más las relaciones de las personas que habitan una ciudad. 1. Comunicaciones y Espacio: Primera Relación Compleja

Resumen Entender la interfase que vincula a la ciudad con las tecnologías de información y comunicación (TICs) implica establecer unas bases teóricas desde las cuales hacer la reflexión. El presente artículo pretende explicar de dónde nace la preocupación por vincular estos dos conceptos, enfatizando en aspectos de contexto histórico como son: (i) el cuestionamiento actual por el que atraviesa la disciplina del urbanismo y (¡i) la aparición de la utopía tecnológica como característica esencial de la globalización. El primer aspecto está más relacionado con el discurso urbanístico tradicional, y se explica en la reflexión de la ciudad contemporánea como extensión de la ciudad industrial; mientras que el segundo tiene que ver con una discusión mucho más transversal que involucra no solo la ciudad sino a la sociedad, donde las TICs proponen una nueva forma de interacción humana: menos física y más virtual.

Abstract The interface, which is linking the city with telecommunication and information technologies (TICs), implies to establish a theory framework to generate a deep reflection around it. This article try to explain how is possible to link these two concepts, emphasizing in aspects of history context: (i) the actual question about the crisis of urban discipline and (ii) the emerging technology utopism, which is a essential feature of globalization. The first one is related to traditional urbanism discourse and is explained by the reflection around contemporary city like extensión of industrial city; whereas the second one is inserted in a cross-cutting debate involving not only the city but society as a whole, where TICs are shaping a new kind of human interaction: less physic and more virtual.

El crecimiento de los asentamientos urbanos en el mundo es innegable. La ciudad como expresión social de una vida en comunidad y símbolo por excelencia del ser urbano ha venido experimentando cambios constantes, pero siempre consolidándose como centro de interacciones. Esos cambios se refieren a la relación de la ciudad con el espacio y se reflejan en la concepción que el urbanismo,

La forma de la ciudad y el cambio en las relaciones que experimentan los ciudadanos a través de la historia, han estado relacionados directa o indirectamente con la evolución de sus sistemas de comunicación. Dichos sistemas han variado principalmente la relación espacio-tiempo ya que su evolución representa para la ciudad física el hecho de salvar mayores distancias en tiempos menores. De esta forma se invierte progresivamente la relación lógica de las primeras etapas del desarrollo urbano y se introduce un elemento de cambio constante que, conjugado con las exigencias de la ciudad contemporánea, contribuye a la pregunta del urbanismo desde la perspectiva comunicacional. Esta perspectiva está deslumbrada en la actualidad por la utopía que representan las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) aquella que promete solucionar los problemas de distribución de la riqueza a partir de la redistribución del conocimiento, obedeciendo a una tabula rasa que se expande sobre el espacio: ¿Qué tanta importancia tendrán las fronteras físicas del territorio si el mundo estará conectado por la fibra óptica? ¿Es la ciudad una figura morfológica que depende exclusivamente de sus confines, fungiendo como un contenedor de las actividades humanas? O por el contrario ¿se puede concebir una ciudad que no tenga límites? La comunicación física de los transportes ha sido parte integral de la planeación urbana desde sus inicios. Valdría la pena preguntarse si en la nueva etapa de la economía simbólica, cuyos fundamentos se encuentran en los intercambios de información y no en los de mercancías físicas, la comunicación virtual (aquella experimentada mediante las redes de computadores) podría alcanzar para la ciudad una importancia similar a la que se ha comprobado tuvo la comunicación física del transporte. En caso afirmativo, la comunicación virtual de las TICs adquiriría su espacio de reflexión dentro de la ciencia urbana, como un nuevo medio de intercambio que complejizaría aún más la vida cívica y cuya expresión arquitectónica, quizás morfológica, aún no es muy clara. Si Pizzorno predicó la "orientación universalista" de la ciudad burguesa y la superación de sus límites morfológicos, tal vez la ciudad informacional de Castells sea una versión menos física de

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Comunicador Social, Universidad Externado de Colombia. Magísteren Urbanismo, Universidad Nacional de Colombia. El autor ha trabajado como asesor de comunicaciones de Agencias de las Naciones Unidas en Colombia como PNUD y PMA y de la Agencia Colombiana de Cooperación Internacional (ACCI). También se ha desempeñado como profesor de Nuevas Tecnologías de la Imagen en la Universidad Externado de Colombia. Actualmente es Jefe de la División de Internalización de la Ciencia de Colciencias.

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urbe, que no solo supera los límites morfológicos sino que los invalida por completo. Tratando de buscar dentro de la ciencia urbana un contexto para el nuevo análisis de la ciudad y las TICs, se reflexionará a continuación sobre algunos de los elementos de la crisis o reformulación del urbanismo y los nuevos espacios que se abren para analizar la ciudad desde otras perspectivas.

la re/ación espacio-habitante se funda en la cultura La idea de densidad es una de las primeras que sufre variaciones en el modelo de planeamiento. Si bien es cierto que la sociedad urbana siempre estuvo asociada a la existencia de asentamientos humanos de alta densidad, la aparición de una ciudad extensa en virtud de la movilidad de personas y toda clase de objetos generó la posibilidad de crear asentamientos menos densos, que en el esquema del urbanismo americano se denominaron suburbios y que permitieron una cierta independencia del Distrito Central de Negocios (DCN). Esto llevó a afirmar que la esencia de la urbanización no es la densidad de la población, o la aglomeración, sino las interacciones humanas, y que la idea de urbanidad obedece más a cualidades culturales que territoriales, entendiendo como territorio, en este caso, lo que está ligado específicamente al suelo de la ciudad. El tema de las densidades en la ciudad ya no es tan fácil de controlar o planear. Depende de muchos factores externos como son las migraciones internas1, el crecimiento natural de las poblaciones, los precios del suelo, la calidad del suelo ofrecido, la accesibilidad de los lugares, etc. Por eso la técnica del zonning ha tenido que revalorarse o flexibilizarse en su pretensión de definir exhaustivamente el destino de cada lote o sector. Como pudo verse últimamente, en la discusión urbanística sobre Bogotá, el debate se planteó en torno a la pertinencia de adoptar para el Distrito Capital un modelo de crecimiento como el norteamericano, el cual se basaba en un consumo intensivo de tierra a bajas densidades. Esta opción resultaba bastante onerosa para la administración, más si se tenía en cuenta la baja disponibilidad de suelo urbanizable en la Sabana y el esfuerzo en inversión para construir la infraestructura vial necesaria para que un modelo así funcionara. Las densidades para el desarrollo ideal de una ciudad parecen no existir. La cuestión se complejiza aun más cuando no hay

mucho de dónde escoger: el suelo en una ciudad como Bogotá se hace escaso y la posibilidad de una articulación con los municipios de la Sabana se ve como la posibilidad ante el crecimiento progresivo.

El funcionalismo también recibe críticas El punto anterior es precisamente el que obliga a pensar en una crisis de la interacción funcional en la ciudad. Al cuestionar la eficacia de una ciudad planeada únicamente en el concepto del suelo, cualquier fraccionamiento del espacio según su espacialidad funcional se ve afectado. La misma propuesta de la ciudad dispersa obliga a pensar que pueden existir muchas instituciones dedicadas a lo mismo sin la necesidad de estar ubicadas dentro de un mismo "polígono" u obedecer a relaciones de cercanía. De esta forma la interacción entre distintos puntos de la ciudad ya no es tan específica ni tan fácil de referenciar. Y lo que contribuye a complejizar aún más esta situación es el hecho de que ya no son las actividades más débiles las que se están desplazando hacia la periferia sino que funciones y elementos emblemáticos de la centralidad abandonan las localizaciones tradicionales para colonizar un nuevo territorio suburbano2. En este punto podría afirmarse que el urbanismo extravió su poder integrador (ordenador) sobre la ciudad. La complejidad de las relaciones humanas sobre el territorio superó la retensión del plan como expresión holística y única del interés público, provocando un reclamo por la flexibilidad del mismo para incluir la concertación con la ciudadanía. El urbanismo dejó de ser esa disciplina "infalible" bajo la cual se controlaban y modelaban las cuestiones de la movilidad, el acceso y la construcción de equipamientos entre otros, para dar paso a la incertidumbre de ciertos fenómenos, entre los cuales se podrían contar las TICs. Desde este punto de vista, dejó de "integrar" los problemas de la ciudad bajo una visión dominante, cuya expresión por excelencia es la norma. Ya con anterioridad se había presentado un enfrentamiento entre el planeamiento de una ciudad canónica, caracterizada por su modelo metropolitano segregado y jerarquizado, y un ciudad policéntrica cuya estructura compleja ratificaba la necesidad de reacomodación en la ciencia urbanística. En términos propios de las ciencias naturales, este debate se resume entre la transición de una "ciudad estática" a una "dinámica", donde la probabilidad (la incertidumbre) aparece] como elemento clave para el proceder urbano.

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Caído el límite, muere el concepto de continuidad Finalmente, el concepto de continuidad espacial también sufre sus variaciones en la ciudad contemporánea. Ya se ha explicado que entre los nuevos asentamientos que surgen y el DCN existe una gran cantidad de suelo rural, testimoniando que la continuidad espacial no es condición esencial para el desarrollo de lo urbano. Es indudable que esta pérdida de importancia de la continuidad espacial está estrechamente ligada al establecimiento de nuevos sistemas de comunicación. El automóvil hizo menos importantes las distancias y la aparición hoy de nuevas tecnologías como Internet plantean la pregunta sobre si la continuidad espacial definitivamente se perderá como atributo fundamental del urbanismo. La lógica de la red hace más viable la ciudad policéntrica, y entre centro y centro de esta nueva concepción hay mucho terreno físico de por medio. Es más, la imagen policéntrica no se visualiza solo al interior de las ciudades, sino que se ha trasladado al sistema mundial, colocando centros en cada ciudad y asignándoles una función específica dentro de una red mundial. Si bien el problema de la metropolización o la regionalización están dentro de la agenda de los países desde que el crecimiento de la ciudad se hizo inocultable, destacando así el fenómeno de la pérdida de límites, la nueva figura de organización que plantea la red va más allá de la frontera de los países, respondiendo a la ideología de la integración y la globalización. Sin embargo, en términos de telecomunicaciones, para una ciudad como Bogotá, la integración a la red mundial podría llegar a ocurrir antes que una integración a su territorio contiguo de la sabana, lo cual se constituye en una paradoja del desarrollo, que a la vez es un ejemplo de la combinación de nuevos y antiguos problemas. Apenas en el 2000 la Alcaldía Mayor de Santa fé de Bogotá hizo entrega de 200 líneas telefónicas para Sumapaz, región que aunque es localidad del Distrito Capital se encuentra casi a la misma distancia que otras poblaciones consideradas municipios (Facatativá, Funza, Mosquera, etc.). ¿Qué tanto pueden contribuir las TICs a la discontinuidad territorial de Bogotá o a la trastocación de sus límites? ¿Es posible que la ciudad esté más conectada a otras ciudades del mundo de manera virtual que a su propia región contigua? El límite es un concepto que muere en la sobremodernidad. Existen más bien zonas fronterizas o "escalones", pero nunca se está totalmente de un lado o del otro. Nunca se está totalmente en casa o fuera de ella. Por eso mismo Marc Auge reflexiona sobre la condición de extranjero en la actualidad. Al

respecto anota que gracias a la existencia de espacios comunes (aeropuertos, autopistas, supermercados), diseñados con los criterios estándares de la globalidad, ocurre la paradoja de que un extranjero se siente más familiarizado cuando llega a este tipo de espacio y deja de ser un foráneo. Entre más espacios de este tipo existan, espacios definidos por su carácter efímero y de tránsito, más desdibujados se ven los límites que ligan la nacionalidad al territorio.

2. La pregunta al urbanismo colombiano La discusión urbana actual en Colombia muestra un panorama de debate entre una corriente que concibe el desarrollo de la ciudad basado en el comportamiento del suelo (ilegalidad de la urbanización, desequilibrios funcionales, cambios de usos), en la que la actuación y gestión de la institución pública es fundamental para coordinar el planeamiento de la ciudad, y otra corriente que prioriza el aspecto cultural de los habitantes para construir una ciudad diversa, plural y democrática, cuyo tejido cultural entrelaza, crea y recrea innumerables imaginaciones, conexiones y comprensiones del mundo (reconocimiento de multiplicidad de proyectos citadinos, pluralidades culturales, solidaridades ciudadanas), y en la que la actuación de las organizaciones de base y su participación en la planeación son el eje principal. Esta ciudad diversa rompe con el esquema desarrollista y trasciende las miradas conservacionistas para las cuales la ciudad se constituye en un artefacto de cemento y asfalto que consume recursos y evacua desechos3. Estas corrientes también reconocen el proceso de globalización, que afecta a todas las ciudades del mundo, como al particular desarrollo de la descentralización en Colombia. En este contexto, el municipio pasa a ser considerado como célula básica del ordenamiento, inaugurando una nueva etapa de concertación dinámica con la Nación. Mientras que para la primera corriente el éxito de esta redefinición radica en que se incluirán en la agenda junto a los municipios asuntos diferentes a la financiación y apoyo técnico en los sectores de vivienda y servicios públicos, para la segunda, el problema es una asunto más de corte político que surgió a raíz de una crisis de gobernabilidad. Entre estos nuevos enfoques aparece el de la ciudad vista desde las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs).

3 Fundación Habitat de Colombia, Producción, Uso y Consumo de Ciudad, Carta Colectiva IV, Encuentro Internacional Habitat Colombia, Medellín, Marzo de 1996. pág.1.

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Caído el límite, muere el concepto de continuidad Finalmente, el concepto de continuidad espacial también sufre sus variaciones en la ciudad contemporánea. Ya se ha explicado que entre los nuevos asentamientos que surgen y el DCN existe una gran cantidad de suelo rural, testimoniando que la continuidad espacial no es condición esencial para el desarrollo de lo urbano. Es indudable que esta pérdida de importancia de la continuidad espacial está estrechamente ligada al establecimiento de nuevos sistemas de comunicación. El automóvil hizo menos importantes las distancias y la aparición hoy de nuevas tecnologías como Internet plantean la pregunta sobre si la continuidad espacial definitivamente se perderá como atributo fundamental del urbanismo. La lógica de la red hace más viable la ciudad policéntrica, y entre centro y centro de esta nueva concepción hay mucho terreno físico de por medio. Es más, la imagen policéntrica no se visualiza solo al interior de las ciudades, sino que se ha trasladado al sistema mundial, colocando centros en cada ciudad y asignándoles una función específica dentro de una red mundial. Si bien el problema de la metropolización o la regionalización están dentro de la agenda de los países desde que el crecimiento de la ciudad se hizo inocultable, destacando así el fenómeno de la pérdida de límites, la nueva figura de organización que plantea la red va más allá de la frontera de los países, respondiendo a la ideología de la integración y la globalización. Sin embargo, en términos de telecomunicaciones, para una ciudad como Bogotá, la integración a la red mundial podría llegar a ocurrir antes que una integración a su territorio contiguo de la sabana, lo cual se constituye en una paradoja del desarrollo, que a la vez es un ejemplo de la combinación de nuevos y antiguos problemas. Apenas en el 2000 la Alcaldía Mayor de Santa fé de Bogotá hizo entrega de 200 líneas telefónicas para Sumapaz, región que aunque es localidad del Distrito Capital se encuentra casi a la misma distancia que otras poblaciones consideradas municipios (Facatativá, Funza, Mosquera, etc.). ¿Qué tanto pueden contribuir las TICs a la discontinuidad territorial de Bogotá o a la trastocación de sus límites? ¿Es posible que la ciudad esté más conectada a otras ciudades del mundo de manera virtual que a su propia región contigua? El límite es un concepto que muere en la sobremodernidad. Existen más bien zonas fronterizas o "escalones", pero nunca se está totalmente de un lado o del otro. Nunca se está totalmente en casa o fuera de ella. Por eso mismo Marc Auge reflexiona sobre la condición de extranjero en la actualidad. Al

respecto anota que gracias a la existencia de espacios comunes (aeropuertos, autopistas, supermercados), diseñados con los criterios estándares de la globalidad, ocurre la paradoja de que un extranjero se siente más familiarizado cuando llega a este tipo de espacio y deja de ser un foráneo. Entre más espacios de este tipo existan, espacios definidos por su carácter efímero y de tránsito, más desdibujados se ven los límites que ligan la nacionalidad al territorio.

2. La pregunta al urbanismo colombiano La discusión urbana actual en Colombia muestra un panorama de debate entre una corriente que concibe el desarrollo de la ciudad basado en el comportamiento del suelo (ilegalidad de la urbanización, desequilibrios funcionales, cambios de usos), en la que la actuación y gestión de la institución pública es fundamental para coordinar el planeamiento de la ciudad, y otra corriente que prioriza el aspecto cultural de los habitantes para construir una ciudad diversa, plural y democrática, cuyo tejido cultural entrelaza, crea y recrea innumerables imaginaciones, conexiones y comprensiones del mundo (reconocimiento de multiplicidad de proyectos citadinos, pluralidades culturales, solidaridades ciudadanas), y en la que la actuación de las organizaciones de base y su participación en la planeación son el eje principal. Esta ciudad diversa rompe con el esquema desarrollista y trasciende las miradas conservacionistas para las cuales la ciudad se constituye en un artefacto de cemento y asfalto que consume recursos y evacua desechos3. Estas corrientes también reconocen el proceso de globalización, que afecta a todas las ciudades del mundo, como al particular desarrollo de la descentralización en Colombia. En este contexto, el municipio pasa a ser considerado como célula básica del ordenamiento, inaugurando una nueva etapa de concertación dinámica con la Nación. Mientras que para la primera corriente el éxito de esta redefinición radica en que se incluirán en la agenda junto a los municipios asuntos diferentes a la financiación y apoyo técnico en los sectores de vivienda y servicios públicos, para la segunda, el problema es una asunto más de corte político que surgió a raíz de una crisis de gobernabilidad. Entre estos nuevos enfoques aparece el de la ciudad vista desde las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs).

3 Fundación Habitat de Colombia, Producción, Uso y Consumo de Ciudad, Carta Colectiva IV, Encuentro Internacional Habitat Colombia, Medellín, Marzo de 1996. pág.1.

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Como un elemento más del nuevo mundo urbano, las TICs han sido comparadas con la máquina de vapor industrial pero en la era de la información. Si esta analogía es correcta, los cambios que se esperan de las TICs sobre la ciudad podrían ser homologados a los de la industrialización, solo que ahora se trata de un mundo más complejo, un mundo en pleno proceso de urbanización que no se sabe a ciencia cierta si ha salido de la etapa industrial. Por lo menos, esa parece ser la corazonada para las ciudades latinoamericanas que conservan el sueño de acortar la brecha con los países desarrollados. El espacio de Internet y las TICs en Bogotá Descritas, de manera sucinta, las corrientes que actualmente pujan en el urbanismo colombiano por la idea de desarrollo de ciudad, se debe reflexionar sobre la forma como se cree que se articulan las TICs a este proceso. Es importante aclarar que las TICs per se son herramientas tecnológicas representativas del fenómeno de interconexión mundial y de la mencionada sociedad del conocimiento. Por lo tanto su uso puede estar tanto al servicio de una concepción como la de la ciudad del suelo, como al de la de la ciudad diversa. Uno de los principales retos en el tema propuesto, es el de cómo aterrizar en la ciudad latinoamericana los conceptos de un debate tan contemporáneo como cambiante. Al respecto existen esfuerzos, aún aislados, por aterrizar las doctrinas de intelectuales como Castells, Borja, Graham, Mitchell, Negroponte y muchos otros. Los enfoques con que se pretende estudiar el fenómeno en Latinoamérica van desde estudios de consumo cultural como los promovidos por Néstor García Canclini en México; pasan por el esfuerzo de integrar en un pensamiento común a las empresas líderes en telecomunicaciones con la universidad, como lo han hecho Esther Schiavo y Susana Fiquelievich en Argentina; o se pueden concentrar en diversas iniciativas de organizaciones no gubernamentales que con apoyo de la cooperación internacional abordan el tema, especialmente con relación a las poblaciones más excluidas. Sobre este último caso, vale la pena revisar la experiencia de Colnodo en Colombia, cuyo liderazgo en el campo de la "informática social" ha logrado captar recursos del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CIID) de Canadá, con el fin de promover el proyecto denominado Unidades de Información Barrial (UIB)4. 4 La tesis que sirvió de base para la realización de este artículo comprende en su capítulo III una reflexión completa sobre la UIB y su relación con el concepto de "telecentro" tan promovido por Stephen Graham.

Además de las experiencias de las UIB, cuyos centros de . acceso paradójicamente llevan más tiempo de funcionamiento que los caféintemet más antiguos identificados en una muestra que sirvió de análisis para el desarrollo de la tesis, Bogotá ha sido epicentro de una serie de situaciones que la han llevado a acumular experiencias en el campo. Los kioskos multimedia que entraron en funcionamiento en 1.996; las redes ligadas a la educación como el caso del Proyecto REDP de la Alcaldía Mayor; el debate sobre el concepto de "Tecnópolis" en los inicios de la formulación del Plan de Ordenamiento Territorial5; la concentración de proveedores de acceso a internet (ISPs) muy por encima de Medellín y la evidente densificación en materia de líneas telefónicas, son algunas de las manifestaciones que se pueden convertir en herramientas de investigación sobre el tema. De otro lado, existen datos interesantes e hipótesis socioculturales que se pueden esbozar con base en el trabajo realizado en la tesis "Las TICs y su Relación Espacial con la Ciudad". Particularmente en su capítulo IV, esta investigación realizó la espacialización de 6.633 registros de cuentas de internet suministrados por uno de los ISPs con mayor mercado en el país. Aunque esta muestra podría representar solo un 3% de los usuarios de Internet en Bogotá6, ofrece un patrón de concentración interesante. Con base en esta información, la investigación arrojó ocho planos que combinaron la ubicación espacial de los usuarios con algunos referentes físicos importantes como ejes viales, centralidades, equipamientos de cultura, densidades poblacionales, centros de negocios reconocidos, cobertura de servicio telefónico, usos del suelo y estrato social. Estas mismas categorías se cruzaron con 66 café internet

5 En el momento en que se llevó a cabo la investigación que da origen a este rtículo, el Plan de Ordenamiento Territorial había avanzado tímidamente sobre la nclusión del concepto de Tecnópolis. Particularmente desde la visión de los urbanistas, su validez era seriamente cuestionada por considerar que la relación entre territorio e innovación tecnológica formaba parte de problemas menos prioritarios para el ordenamiento de la ciudad. Recientemente, en el Seminario Nacional "Lo Regional en la Colombia del Siglo XXI", organizado por la Universidad de los Andes (Octubre de 2001), una mesa temática denominada 'Territorio e Innovación" tuvo que ser cancelada por falta de ponencias. Esto lo que demuestra es que la reflexión en Colombia sobre dicho tema aún no ha despertado el suficiente interés o no ha sido lo suficientemente promovida. Sin embargo, en Ia Política Distrital de Ciencia y Tecnología para Bogotá presentada por el DAPD, nuevamente el tema de Tecnópolis fue rescatado, esta vez bajo á nombre de "Anillo de Innovación". 6 Este cálculo nace de información suministrada por el investigador Armando quien basado en una encuesta de la Price Waterhouse en 1997 estimó que zpodía tener alrededor de 250.000 a 300.000 cuentas de acceso a internet.

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identificados en toda la ciudad7, proporcionando evidencias de concentración de puntos de acceso a internet en estructuras de la ciudad física como: el eje de la carrera 15 entre calles 72 y 100; el eje de la calle 53 desde la carrera 7a hasta la carrera. 50; la zona de Ciudad Salitre; el centro comprendido desde la Calle 100 hasta la calle 127, entre Autopista Norte y Avenida Suba; y la zona de Cedritos entre las Carreras 15 y 7a, basada en el eje vial de la calle 140. En cuanto a las relaciones culturales que se establecen a partir de la red en Bogotá, podría decirse que el consumo de Internet tiende a ser más fragmentado en la ciudad norte y más comunal en la ciudad sur8. Aunque los café-internet son locaciones de carácter público, su distribución favorece notablemente a la ciudad central y su expansión sobre el eje de la carrera 7a proporciona más oportunidades para el tejido residencial norte. Esto haría presumir que el consumo tecnológico es más individual en los estratos altos -la cantidad de usuarios así lo confirma- y más colectivo en los bajos: la escasez de la infraestructura motiva a la gente a vincularse en torno a proyectos especiales que permitan el acceso a la red. Pero los soportes a esta hipótesis no paran allí. Al relacionar la distribución de los equipamientos culturales con la nube de usuarios de Internet -tanto individuales como colectivos en cafés- se encuentra la proliferación de salones comunales en la ciudad sur y la baja densidad de ellos en la ciudad norte. Al parecer, la ausencia de consumo de Internet en la ciudad sur Fes reemplazada por la oferta cultural de los salones ¡comunitarios, lo cual confirma la importancia de la ¡organización comunal en esta zona de la ciudad, y por ende las ventajas para penetrar tecnológicamente con experiencias como las de las Unidades de Información Barrial (UIB)9.

7 El número de café-internet que pudieran censarse a inicios de 2002 evidentemente es mucho mayor. La proliferación de estos sitios en distintos puntos de la ciudad es progresiva. Los 66 establecimientos de cafés internet que se utilizaron como muestra en la investigación se censaron con base en el directorio telefónico de Bogotá año 2000 y se complementaron con listados publicados en prensa. En este año aparece por primera vez la categoría "Cafés Internet" en las páginas amarillas de la ciudad. 8 Las categorías ciudad sur, dudad norte y ciudad central corresponden a las definidas por el Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá. 9 Las UIB empezaron a trabajar con anterioridad a la explosión comercial de Internet en Bogotá, demostrando que hay experiencias de apropiación comunal que apenas se consideran como manifestaciones urbanas, y que se visibilizaron a partir de la aparición legal de proveedores de servicio de Internet. Esto confirma que la red también es susceptible del desarrollo informal, trayendo consigo experiencias de organización comunitaria y contradiciendo el ataque frontal contra la informalidad que contiene el Estudio Monitor de competitividad financiado por la Cámara de Comercio de Bogotá.

En fin, dentro del campo cultural se plantea el problema de si existe o no una segregación generada por las TICs. Revisando el Plano No. 10 de la tesis es evidente que existe una relación inversa entre usuarios de Internet y densidad poblacional, dejando con muy pocas posibilidades de conexión a las periferias, caracterizadas por su alta concentración de habitantes. Esta situación refuerza la idea de que la promoción de centros de acceso público (Plan Compartel; Agenda de Conectividad: Proyecto REDP) es significativa si se concibe no solo como un plan de infraestructura sino como un proyecto educativo integral. En términos generales, sí existe un empleo interesante de la red por parte de los ciudadanos10. Quizás quienes están más a la vanguardia son los que ligados a flujos de capital económico y financiero buscan reactivar sus negocios con base en la conexión global que proporciona la red, superando de esta forma los límites de la ciudad y del país. En este sentido, el concepto de continuidad espacial parece irrelevante, pues si se le compara con la ambición de integración entre Bogotá y su zona metropolitana, es muy probable que la capital esté más cerca ahora de otras ciudades que de sus municipios aledaños. Sin embargo, esto no hace más que confirmar la paradoja entre lo global y lo local. Pero desde el otro extremo, en Bogotá tampoco se puede hablar de una ciudad compuesta únicamente por imágenes virtuales o simulacros. Este tipo de imágenes están ahí, pero mezcladas con las imágenes físicas que a su vez están ligadas al proyecto físico de intervención en la ciudad. En la actualidad, la ciudad parece estar saldando una serie de compromisos de décadas anteriores, relacionados principalmente con el establecimiento de condiciones físicas mínimas para vivir. Pero también se están sentando las bases para relaciones menos físicas con la ciudad y la administración. Esto es así no sólo porque existan planes o agendas a futuro que involucren el tema de las TICs, sino porque las generaciones que vienen están realmente atravesadas por el componente tecnológico interactivo, es decir, algo que va más allá de la simple relación con la televisión o el cine. Finalmente, la utopía tecnológica de la reconexión de fragmentos o territorios dentro de una misma ciudad sí parece estar presentándose. Las experiencias sociales de las UIB confirman que las zonas periféricas, y tradicionalmente excluidas, tienen una posibilidad de "conectar" con la ciudad

10 Ver en el capítulo IV de la investigación el análisis hecho sobre un sondeo de opinión realizado a administradores de cafés internet.

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y con lo global vía red. Esto reafirma la importancia del seguimiento a la ejecución del Plan Compartel, e incentiva un cambio cultural en cuanto a la generación de contenidos locales para ser difundidos en la red. II Reto de lo Novedoso Si bien es cierto que el tema de la ciudad y las TICs se encuentra a la orden del día, su misma novedad hace difícil encontrar una comunidad investigadora desde el urbanismo que se responsabilice de su desarrollo temático. Parece existir una especie de miedo a aceptar que la ciudad física tiene una nueva acompañante intangible que se expande sin que ni siquiera se tenga conciencia de ella. No se trata de un tema para después; pero tampoco se debe tildar de light. La ciudad de las telecomunicaciones muestra sus manifestaciones, y si en los países desarrollados la conocen a medias, quiere decir que es una buena oportunidad para avanzar sobre su naturaleza en las "desordenadas" y "caóticas" ciudades latinoamericanas. Sobre metodologías para avanzar en esta línea, la investigación deja abierto un camino interesante en la manipulación de datos concretos sobre Internet y el esfuerzo por geo-referenciarlos. Tal vez acudiendo a la parte más "visible" de las redes de TICs -los puntos de acceso en la ciudad, por ejemplo- se pueda llamar más la atención sobre el tema. La potencia en el análisis de datos estadísticos por parte de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) puede ser el camino para consolidar el trabajo de campo que se combinaría de la mejor forma con el análisis de las relaciones sociales en el tercer entorno. Indudablemente la discusión sobre el ordenamiento del espacio de las calles, las plazoletas y los edificios ha marcado la reflexión del urbanismo tradicional. En esta concepción de

la ciudad prima el ordenamiento físico de los objetos y las estructuras sobre el espacio. Pero la agenda de la ciudad y las TICs debe ir más allá de lo meramente físico e involucrar el estudio de esas nuevas formas de comunicación entre ciudadanos, cuya verdadera dimensión se corre el peligro de extraviar si se considera a la red de telecomunicaciones como un simple equipamiento urbano. Bibliografía Auge, Marc, Los No Lugares. Espacios del Anonimato, Editorial Gedisa, 1992. Aymonino, Cario, Orígenes y Desarrollo de la Ciudad Moderna, Barcelona, Editorial Gustavo Gilí, 1971. Borja, Jordi y Castells, Manuel, Loca/y Global: La Gestión de las Ciudades en la Era de la Información, Madrid, Editorial Santillana, 1998. Castells, Manuel, La Era de la Información, Economía, Sociedad y Cultura, Madrid, Alianza Editorial, 1998. Castells, Manuel y Hall, Peter, LasTecnópolis del Mundo: La Formación de los Complejos Industriales del SigloXXI, Madrid, Alianza Editorial, 1994. Del Castillo, Juan Carlos y Salazar, José, La Planeación Urbanística en Colombia: Evolución y Perspectivas, Ministerio de Desarrollo Económico. Viceministerio de Vivienda, Desarrollo Urbano y Agua Potable. Proyecto de Apoyo a la Gestión Urbana COL93/001, Bogotá, Noviembre de 1995. Echeverría, Javier, Los Señores del Aire: Telépolis y el Tercer Entorno, Barcelona, Ediciones Destino, 1999. Finquelievich, Susana y Schiavo, Ester, La Ciudad y sus Tecnologías de Información y Comunicación, Centro de Estudios e Investigaciones, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1998. Monclus, Javier, La Ciudad Dispersa, Barcelona, Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, 1998.

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LA CIUDAD EN LA CIENCIA FICCIÓN (La literatura como ilustración y contraste de la teoría] Nayibe Peña Frade* ___________________________

Resumen Las utopías son textos instauradores de la teoría urbanística porque rompen con la religión y lo sagrado como únicos y grandes ordenadores del espacio humano. Sus autores creen que la estructura de una ciudad puede depender de consideraciones racionales con lógica propia. La utopía es un modelo espacial y social que pretende lograr la sociedad perfecta, por lo tanto es una imagen especular de la realidad: para cada falla o defecto propone una corrección. Este artículo pretende mostrar las similitudes entre la Ciudad que han creado algunas utopías negativas y aquella que cierta lectura del urbanismo moderno pretendió construir; busca ilustrar y contrastar la teoría urbanística con la ciencia ficción a través de una prolija entrevista a seis novelas acerca de su morfología y modo de vida urbano.

Las ciudades ideales son formas de utopía no narradas sino representadas que han cambiado en el tiempo, tienen modelo espacial pero no social. Las primeras representaciones datan de la Edad Media y sus objetivos principales eran la defensa tanto del territorio como de la cultura y la consolidación de un modo de vida orientado a lo ultramundano. Las propuestas de los reformadores sociales contemporáneos o inmediatamente posteriores a la revolución industrial buscaban equilibrar lo social y lo cultural con las nuevas condiciones tecnológicas; introducir en la vida cotidiana y la organización social la acelerada secularización que generaron la industrialización y la urbanización. Hoy son fantasías individuales abstraídas de condiciones o ideas sociales, son fines absolutos y no medios para modificar la realidad. Aunque tienen un esquema muy claro, las utopías han sido transformadas por fuerzas históricas: la conciencia individualista e histórica, la idea de libertad individual y el racionalismo del Renacimiento rompen con la utopía sagrada y milenarista; la idolatría por el conocimiento, la razón, la ciencia, el análisis crítico y la búsqueda del bienestar; la aparición y expansión de las ciencias sociales; el progreso y aplicación de la técnica que condujeron al maqumismo; el escepticismo generado por guerras y totalitarismos,

*Socióloga y Magíster en Urbanismo de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá

revoluciones y conflictos sociales;la pérdida de la fe en el poder organizador del Estado y en el progreso inducido por la industrialización; la aparición del psicoanálisis y el materialismo histórico, entre las más importantes. Por la interacción de estos procesos en el desarrollo y consolidación de la ciudad moderna, la Utopía derivó en las utopías negativas; esa es su forma contemporánea: ya no son "el lugar que no existe" sino uno de los posibles desarrollos del devenir actual; la utopía negativa es la puesta en escena literal y sarcástica de las utopías clásicas. Ahora bien, según su acercamiento a la realidad, pueden existir dos tipos de literatura: la naturalista y la de extrañamiento. La primera genera en el lector conmociones de índole existencial y estética; le transmite en cuanto ser sensible, individuo universal que trasciende la cultura y la biografía personal. Su mensaje está relacionado con la emoción. La literatura de extrañamiento, al contrario, crea un marco de referencia formal radical o significativamente distinto para mostrar las relaciones que establece la sociedad entre sí, y con el medio que la circunda; es una literatura que no se verifica mediante el sentido común y que se dirige más al intelecto, al individuo como ser capaz de procesos racionales. Uno de los subgéneros de la literatura de extrañamiento es el utópico y dentro de él están la ciencia ficción y las utopías negativas o distopías. Las utopías son textos instauradores de la teoría urbanística porque rompen con la religión y lo sagrado como únicos y grandes ordenadores del espacio humano. Sus autores creen que la estructura de una ciudad puede depender de consideraciones racionales con lógica propia. La utopía es un modelo espacial y social que pretende lograr la sociedad perfecta1. El procedimiento utópico está en el orden de la \ teoría y la especulación intelectualizada más que en el de la creación artística. Emplea los mismos procesos que la investigación científica; es un ejercicio mental sobre las posibilidades laterales. Las utopías son imágenes especulares de la realidad: para cada falla o defecto hay una corrección. Las utopías seculares empezaron en 1516 con Tomas Moro y en el transcurso de los siglos han conservado elementos comunes que las definen: su medio natural es la ciudad, consiguen una fuerte cohesión social a través de la identidad entre individuo y sociedad, excluyen toda manifestación de

1 Francoise Choay, La reglé et le modelé. Sur la théorie de l'architecture et de l'urbanisme, París, Editions du Seuil, 1996. Choay es la espina dorsal de este trabajo porque permite ligar teoría urbanística, utopía y modelo espacial.

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individualidad, uniforman los modos de vida, observan una estricta simetría y regularidad en los espacios urbanos, reglamentan y distribuyen en el espacio a todas las actividades humanas, recrean mundos aislados que no admiten comparaciones con otros. Los utopistas creen que la sociedad será mejor entre menos se diferencien los individuos y menos importancia tenga lo individual respecto a lo colectivo. Esa concepción toma forma en espacios urbanos hechos de casas idénticas (con una misma dotación y amoblamiento) que ocupan un lugar específico de la ciudad definido jerárquicamente con respecto a otros. Imaginan ciudades ordenadas a partir de líneas rectas, ángulos y simetrías; hermosas por su estética depurada de detalles que destaca la forma elemental; atravesadas por enormes espacios destinados a hacer una vida en común. En esas ciudades los edificios representativos son los del gobierno y el orden; los que simbolizaban el progreso, la ciencia, la técnica y la razón. En este artículo se pretende mostrar un marco de similitudes entre la Ciudad que alguna literatura de ciencia ficción ha creado y aquella que cierta lectura del urbanismo moderno pretendió construir. Se basa en la tesis "La ciudad y lo Urbano en la Ciencia Ficción y la Utopía Negativa"2, la cual se propuso ilustrar y contrastar la teoría urbanística con la ciencia ficción. La tesis es una prolija entrevista a seis utopías negativas acerca de su morfología y modo de vida urbano. Las novelas que el trabajo de grado analiza extensamente son: Amantes, de José Farmer; Cuando el Dormido Despierte, de Herbert George Wells; Nosotros, de Evguenii Zamiatin; Mundo Feliz, de Aldous Huxley; 1984 de George Orwell y Mercaderes del Espacio de Frederik Pohl y CM. Kornbluth.

La ciudad de la modernidad y su aproximación a la utopía negativa. Las ciudades utópicas nacen acabadas y definitivas; en ellas el cambio no es necesario, peor aún, es peligroso o inadmisible. Las personas, las actividades y las cosas tienen un lugar inmodificable e inmutable; todo en ellas es predecible en la medida que toda esta reglamentada y fijada en el tiempo. Son ciudades perfectas en su limpieza, orden, iluminación, ventilación, higiene, orientación y ocupación del territorio; su trazado, sus construcciones y forma de vida son sobrios, mesurados, parcos y frugales; en ella habitan hombres y mujeres nuevos, redimidos, regenerados, salvados de los

2 Presentada por la autora para optar al título de Magíster en Urbanismo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, en abril de 2000.

vicios que producen el individualismo, el deseo de poder y la riqueza. Tal espacio, apoyado por las instituciones adecuadas, debería ser capaz de producir una sociedad sana y un individuo feliz.

Más aún: el espacio controlador es un instrumento indefinidamente reproducible de conversión y de cura, destinado a resolver las contradicciones de sociedades pervertidas y enfermas. Su carácter distintivo es la intercambiabilidad: cualquier individuo puede vivir en cualquier lugar porque todos -personas y espacios- son iguales y porque nadie tiene nada suyo, todo es dado por el gobierno de la ciudad a cambio de que cada quien haga lo que debe hacer, ese es el único esfuerzo que se pide. La ciudad misma es el símbolo del poder y el orden, lo que está por fuera de su perímetro es el caos, el desorden, la barbarie, la amenaza. Ciudad es civilización y virtud, el reino de lo concretamente humano. Funciona de acuerdo a los principios más racionales, más técnicos y ecuánimes para evitar el conflicto y la desintegración social. En su recinto no tienen cabida las supersticiones, las ambiciones, las ideologías, las guerras, la enfermedad, el hambre o las extravagancias de la individualidad. Sus habitantes son felices porque son virtuosos; la virtud no es trascendente ni ultramundana sino social, se define por la prioridad del interés general sobre el particular, de lo colectivo sobre lo individual. Por su parte la teoría urbanística, las interpretaciones y críticas de la arquitectura y el urbanismo, las ciencias sociales y la literatura, han podido sistematizar algunos modelos de ciudad que ha construido la historia urbana3. Y en relación con lo que describe la literatura de ciencia ficción, uno de esos modelos que más se acerca es el llamado progresista, expresión propia, típica y particular del capitalismo, de la Modernidad, de la tecnología y las comunicaciones masivas. Muchos indicios morfológicos y tipológicos inscriben a las ciudades narradas en las utopías negativas dentro de este modelo. El paisaje urbano progresista es el resultado directo de unas condiciones técnicas y de coordenadas ideológicas específicas. Entre las primeras están los nuevos materiales y organización del trabajo que trajo consigo la revolución industrial (hierro, vidrio, hormigón, acero, cadena de montaje, división del diseño y la ejecución). Entre las

3 Estas ideas se basan en la interpretación de Choay sobre las ideas que proporcionan su base al urbanismo moderno. Frangoise Choay, Urbanismo: Utopías y realidades, Barcelona, Editorial Lumen, 1970, págs. 20ss.

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segundas es fundamental la concepción del hombre tipo y, en consecuencia, de la vivienda tipo, la importancia que para la arquitectura adquirieron la objetividad y la universalidad, el sueño de crear un nuevo orden espacial, estético y cultural que se sirviera del capitalismo y la tecnología como medios y la obsesión por la planificación. Sin embargo, apenas se obtuvieron ciudades substancialmente iguales, organizadas según una misma lógica y pobladas por idénticas tipologías. En estas ciudades se expresan varios supuestos fundamentales y racionales: primero, se puede identificar (e incluso inducir) aquello que hace iguales a todos los seres humanos independientemente de su medio geográfico y de su cultura. Segundo, todo puede ser estandarizado y producido en serie lo cual significa mayor eficiencia, funcionalidad, orden y racionalidad económica; las singularidades (sean individuos, construcciones, objetos o concepciones) no tienen lugar o deben ser privilegios de altísimo costo. Tercero, la planificación, realizada por expertos, con objetivos específicos definidos por ellos, hace a las ciudades eficientes para la satisfacción de las cuatro necesidades-tipo humanas: habitar, trabajar, recrearse (o recuperarse) y circular. La ciudad progresista es la realización de un sueño que empezó a soñarse incansablemente desde el Renacimiento, el de la sociedad perfecta habitando el espacio perfecto; sueño que se fue confundiendo con la idea de un modelo espacial que puede generar un modelo social. La imbricación de lo social y lo espacial llegó a tal punto que se imaginaron ciudades y sociedades construidas como mecanos, por la yuxtaposición de piezas diferentes que terminaban formando un todo con sentido en sí mismo, autofundamentado y aislado, congelado en el tiempo, hecho de una vez por todas y para siempre. La hegemonía del mercado, entre otras fuerzas portentosas, coadyuva a que las ciudades del progresismo tengan una aparente unidad, formen un todo por la homogeneidad de fachadas y la repetición de unas pocas tipologías que se van extendiendo por el territorio - esta es la manera como el capital disminuye el riesgo de la inversión. La uniformidad repetida de los espacios privados y el orden funcional dado a las ciudades van generando un modo de vida cada vez más masivo y estereotipado. La uniformidad ya no actúa sólo en las ciudades, se extiende al mundo entero y convierte a sociedades distintas en un mismo público cautivo. Podría llegar el día en que conocer una ciudad sea conocerlas todas porque se construirán desconociendo el contexto, suponiendo que la ciudad existente debe desaparecer porque su orden empieza a ser visto como desorden e imponiendo modelos utópicos y simbólicos con fines literales.

Esta forma de vida no deja espacio ni da un sentido positivo a la individualidad, a la diferencia o la particularidad. El orden social es más estable en la medida que las reacciones de la gente sean más predecibles y, por lo mismo, manipulables. La sociedad tiende a ser transparente no porque se haya llegado a la armonía y fraternidad soñadas sino porque ya no se conciben la peculiaridad, el secreto o la unicidad creativa La desaparición del sentido de lo individual o, peor aún, su criminalización o patologización, parecerían ser el correlato del progresismo. Una ciudad progresista se adapta naturalmente a una sociedad de masas (o al contrario). Las sociedades modernas pueden ser tiranizadas sin que exista un único e identificable tirano y eso se logra, entre otros medios, a través de una ordenación estricta, tajante e invariable del espacio, las funciones y las actividades urbanas. No se puede vigilar uno por uno los millones de individuos que viven en una ciudad moderna, pero se les puede controlar si el uso de su tiempo es predecible y estandarizado, si la mayor cantidad de sus necesidades se satisface en el mercado y puede cosificarse, si se garantiza que sean el público cautivo de medios que expresan ideologías controladas. De ese totalitarismo ligth se escapan los marginados y excluidos del consumo, pero éstos, rara vez, significan un riesgo al orden establecido. La ciudad de la utopia negativa o del control por la coacción siquica La vida urbana que hay en las seis ciudades analizadas en las novelas se acerca, en distintos grados, al arquetipo "progresista". En estas sociedades se aplican formas evidentes o sutiles (pero en todo caso novedosas e interesantes) de control del individuo; formas de organización social homogeneizadas a través de la morfología y la tipología de la ciudad. Estas ciudades narradas son artefactos intencionalmente creados para consolidar y mantener una determinada organización social subordinada a un poder. En este texto, podemos ilustrar lo anterior mirando un poco más de cerca las distintas historias. Las religiones del Estado Único -Nosotros- y del Ingsoc -1984son profanas porque "se constituyen en torno de una visión del mundo social. Explican el origen de la sociedad y describen minuciosamente las etapas de su devenir hasta un estado perfecto, que se espera sea definitivo"4. Cumplen la

4 Serge Moscovici, La era de las multitudes. Un tratado histórico de psicología de las masas, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pág. 446.

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función de identificar a los individuos con la colectividad. La religión de Los Amantes es sagrada en la medida que exige la renuncia a los instintos y equipara ley con moral. Si bien las seis novelas muestran sociedades de masas, éstas tres son diferentes. En las primeras la masticación está marcada por el consumo, por la división del trabajo y la interdependencia funcional, por las condiciones de reproducción social. Cada londinense y neoyorkino de Cuando el Dormido despierte y de Los Mercaderes del Espacio vive librado de sus propias fuerzas, está vitalmente desarticulado del todo, lo único que comparte con los demás es un modo de vida determinado por las condiciones económicas de todo el sistema. El individuo está sólo en medio de la muchedumbre de los que son en apariencia ¡guales a él. No hay un sentimiento de comunidad. Aunque los "números", los "sigmenitas" y los "miembros del Partido Único" -de Nosotros, Los Amantes y 1984, respectivamente-también son una enorme multitud de personas formadas ¡guales entre sí, la diferencia es que los primeros trabajan para sobrevivir y éstos para ser salvos. Los habitantes de estas sociedades comparten un credo, son hijos de un mismo padre y a él obedecen, son parte vital de un orden que les dio la vida. La deidad manifiesta su enorme poder en la colectividad. En algunos sentidos las novelas de Zamiatin y Orwell no parecen religiones; hacen pensar más en un régimen político fascista muy planificado, evocan más una fábrica que una iglesia. Esa asociación es inducida por la igualdad de sus miembros, por la rígida distribución de tareas y recursos, por la parquedad absoluta en la expresión de sentimientos, por la inexistencia de la privacidad, no sólo en la propiedad sino en el modo de vida, por la carencia de voces divergentes o diversas y por el absoluto colectivismo. Farmer [Los amantes), por el contrario, sí hace sentir al lector que el suyo es un Estado religioso por una razón básica: los conflictos del personaje central giran en torno a sentimientos culposos, a dilemas relacionados con dicotomías morales clásicas: el deber y el placer, la voluntad y la misión, lo bueno y lo malo, la rebelión y el miedo, etc. Para hacerlo más evidente Farmer describe la jerarquía, los textos sagrados, las oraciones y fórmulas y, sobre todo, el proceso que en lo cotidiano convierte el dogma sagrado en pequeñas normas prosaicas y precisas. La diferencia de Los Amantes con Nosotros y 1984 es que éstas dominaciones no admiten trampas ni hacen concesiones; son rígidas, racionales y frías. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre lo que sienten D503, Hal Yarrow y Winston Smith, todos ellos violando normas por ser objeto de una pasión prohibida?

Yarrow {Los Amantes) ha sido desde su infancia un desadaptado, un niño problema que no hada y decía lo que se esperaba de él, aun sabiéndolo. Los innumerables y diversos castigos que por eso ha merecido le han creado un resentimiento que él reprime cada vez con más precariedad. Cuando se enamora de Jeannette sus lealtades desaparecen y se hace osado y temerario. Además, ha comprendido el pragmatismo de una religión que homologa méritos morales con logros económicos, descubre el placer erótico y las posibilidades afectivas, puede comparar su cultura con la de otras especies y tomar distancia, adquiere conciencia de las jerarquías y arbitrios. En otras palabras el proceso que hace Yal Harrow es de una desacralización vertiginosa a través de la cual recupera su propio ser. Harrow pierde el miedo al castigo. El ingeniero D504 {Nosotros) no era un desadaptado, jamás había dudado ni cuestionado; era un convencido, estaba satisfecho con su vida y su sociedad. El conflicto comienza cuando aparece una mujer, ella sí en contradicción real y absoluta con el sistema. D504 se enamora de ese otro ser específico y empieza a violar normas y cambiar costumbres para encontrarla, para pasar más tiempo con ella, para conocerla, para poseerla. En el trayecto de su pasión se convierte en contraventor. Sin embargo, nunca duda del sistema en sí mismo y siempre está buscando la manera de volver al redil; no quiere dejar de pertenecer al todo pero no puede controlar el sentimiento que se lo impide. Winston Smith {1984) sabe que le mienten, lo manipulan y lo vigilan, no cree en su sociedad; ha tomado distancia y la observa críticamente. Tiene plena conciencia de lo que se espera de él y por ello controla sus actos; es un individuo lúcido y escéptico, se sabe criminal mental y tiene la certeza, de que pronto será arrestado y condenado. Julia, que odia al partido y la vida que le impone, se enamora de él y se lo hace saber; su amor despierta el del hombre y lo hace osado e impulsivo. Ambos buscan una oportunidad de escapar de la rigidez afectiva y emocional, de la estupidez asfixiante de la vida social; quieren vivir su relación mientras puedan, aunque saben que en cualquier momento serán capturados y castigados con la muerte. Estas anécdotas muestran la diferencia entre los tres sistemas. Los Amantes es un régimen que combina el premio y el castigo, el miedo y la amenaza, la arbitrariedad y la fuerza, la jerarquía y el privilegio. Los otros funcionan por la identidad absoluta entre el individuo y la colectividad. El Estado Único no deja intersticios para la duda o el descontento; actúa como una máquina, no hace excepciones ni se contradice; es una dominación regular y permanente, completamente

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interiorizada por los números. Es coherente, generalizada y continua en todas las instancias de la vida y la cotidianidad. Los jerarcas del Partido Único de 1984 saben que hay heterodoxos, individuos no convencidos ni asimilados que siempre están buscando la forma de infringir la norma sin demasiado riesgo, que actúan según los comportamientos prescritos, que aparentan sumisión, que obedecen lo elemental para desviar las sospechas y poder transgredir lo fundamental. Por eso estrechan y tecnifican la vigilancia, hacen cada vez más sofisticado el control hasta llegar al punto de incitar a delinquir como un método de purga. Las masas que forman estas sociedades son de una naturaleza diferente a la masa de consumidores o de oprimidos porque existen en función de un líder, jefe, caudillo, portador de carisma o como se le quiera llamar. "Masa y líder se miran como en un espejo en el que cada uno de ellos ve siempre la imagen del otro"5. Esto significa que a pesar de su absoluto poder sobre el pensamiento, las acciones y la vida de sus dominados, estos regímenes son precarios. Han modelado a la sociedad pero para que su dominación se mantenga deben saber siempre qué quiere. El líder no interroga a una sociedad madura y civilista que se expresa en consultas, votaciones o partidos, sino a una sociedad atomizada, emotiva e irracional. Los líderes deben ser capaces de "movilizar los corazones, tensar las energías y calmar las inquietudes que acosan al individuo"6; se justifican y mantienen afirmando: (...) sin cesar la pureza de la cual nació (la sociedad), recordando el gran ritual purificatorio que le ha permitido romper con los extravíos del pasado y exorcizar así los temores y las angustias de los hombres.7 Estos individuos-masa están articulados a una dominación que los impregnó a través de su psiquis, que los domina por un estado que combina el terror, el odio y el éxtasis, la des-individualización, la primacía de lo inconsciente, que es colectivo y legado, sobre lo consciente, que es personal y construido. La dominación de "el Protector", "el Gran Hermano" y de "Sigmen" funciona porque propicia las condiciones para que los individuos-masa acentúen lo común, que es lo que los acerca, por sobre lo personal, que los opone. Es efectiva porque no apela a leyes y razones sino a la memoria y la sugestión. Son líderes que no discuten sino

5 Serge Moscovia, op.cit, pág. 190. 6 Paul Claval, Espacio y Poder, México, Fondo de Cultura Económica, 1982, pág. 156. 7 Ibíd., op.cit, pág.157.

que imponen; demuestran más carácter-que para las masas es fuerza- que inteligencia, a la que consideran signo de debilidad; utilizan enunciados concisos y categóricos porque ante las masas "el poder de un hombre o una ¡dea que se discute pierde toda credibilidad"8. El líder reemplaza al padre y se convierte en el super-yo del dominado. Persuade a los individuos con que pertenecen a un grupo humano particular y diferenciado y que cada subdito sólo puede desarrollarse en el seno del grupo, así el hombre sólo existe si posee esos rasgos y si comparte los valores y fines del grupo.

El espacio o del control colectivo. Las seis ciudades descritas son concentradas y de trama continua pero el contacto personal que inducen no genera cambios sino que consolida la identidad entre individuos y sociedad; al encontrarse las personas se ven iguales, lo que significa que se asumen como indiferenciadas. El espacio urbano es la principal institución controladora porque elimina la diversidad y consolida la homogeneidad. Son ciudades radiantes (altos y populosos edificios en medio de parques), densas y compactas; panópticos donde el individuo siempre está vigilado y ayuda a vigilar a los otros. Más que las actividades en estas ciudades se zonifican los grupos sociales y se les hace independientes unos de otros. Las actividades y funciones urbanas están distribuidas de acuerdo a esta zonificación social; no hay movilidad espacial ni social, la ciudad no es transitada y la biografía personal no es un factor de diferenciación. Las utopías negativas analizadas muestran que una enorme ciudad -por el territorio que ocupa y la población que alberga- puede tener un ethos de aldea; en ellas se pierde la especificidad histórica de la ciudad: no subvierte ni relativiza sino que uniforma y controla; no es calidoscopio que descompone y recompone sino centro de la ortodoxia. En estos espacios urbanos predomina la monumentalidad típica del poder; la morfología y la tipología de la ciudad expresan la dominación y la ceremonia más que la cultura o la vida cotidiana. La ciudad es un artefacto diseñado para controlar, no un organismo que haya crecido a través de múltiples transformaciones. Los espacios representativos son los de la dominación y el ceremonial de masas, no hay equipamientos recreativos, educativos ni culturales. Dominar

8 Serge Moscovia, op.cit., pág. 185.

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la ciudad es dominar la sociedad, romper la escala urbana es hacer ostentación de poder. La dominación se consolida eliminando la memoria y una forma de hacerlo es uniformando y señalizando el espacio, haciéndolo monótono e invariable, siempre idéntico a sí mismo. La ruptura entre los actores y procesos del diseño y la construcción o entre el diseñador y el usuario es total. Nadie construye ni diseña por sí mismo -o por interpuesta persona-el espacio en el que vive; tampoco puede alterarlo para hacerlo personal y privado. Ni la ciudad ni los espacios expresan una cultura específica; están abstraídos de un contexto geográfico, histórico y cultural. Estas son ciudades agorafóbicas en un doble sentido. Por un lado, están formadas por espacios abarcables sólo en el plano, no por la vista; por otro, tienen fobia al agora como símbolo de comunicación e intercambio. La paradoja es que teniendo espacios y vida pública no tengan ciudadanía; esto comprueba que sólo existe lo público en la medida que lo privado, lo particular y lo individual sean vigorosos, es decir, que la existencia espacial de lo público como función urbana es condición necesaria pero no suficiente, el espacio público sólo existe cuando tiene significación social, legal y cultural. La vivienda, como concepción y realidad, se redujo a la cama y a una habitación por adulto, temas que desarrolló el urbanismo de finales de los años veinte. Esta óptica implica un ser social más que individual, volcado hacia afuera más que ensimismado, disminuido en su autonomía, instrumentalizado. Es una reducción no sólo física sino cultural y existencial de la ciudad. En las utopías negativas la sociedad está en la ciudad, fuera de ella no hay nada significativo, apenas los rezagos del régimen anterior, "al fin superado", y una naturaleza hostil que puede matar a la especie humana con su atmósfera envenenada o su esterilidad. La ciudad es la segunda naturaleza, la propia de la especie humana. El género se liberó de la naturaleza, se hizo autosuficiente. Se redujo el número de roles desempeñados por el individuo, siempre está en un mismo grupo lo cual elimina la dificultad logística de vigilar una gran población habitando un enorme territorio. Parte del control es asegurar que todo individuo esté siempre en compañía de otros y que no haya espacios o actividades individuales. No hay tiempo libre sino un ocio planificado, administrado y consumido en masa. Los comportamientos estereotipados, las actuaciones y el silencio son la precaria posibilidad de sobrevivir que tienen los lúcidos o los desadaptados; son los únicos espacios y momentos para la intimidad y la individualidad.

El control más sutil y constante es el ejercido sobre la pasión erótica, las expresiones de afecto y las relaciones íntimas entre las personas. Las relaciones de pareja han sido despojadas del vínculo amoroso y convertidas en intercambio sexual institucionalizado.

A manera de conclusión: la organización socio-política y la vida urbana. Las sociedades descritas son todas sociedades de masas. La diferencia entre ellas es el tipo de dominación política a la que están sometidas. Son tres grandes sistemas. 1. Sociedades polares formadas por una élite dueña de los ] medios de producción y reproducción de la fuerza de trabajo, y una gran masa de desposeídos que sólo tiene su capacidad de trabajo. Estas sociedades y ciudades están ¡ definidas en términos exclusivamente económicos de producción y consumo. No hay diferencia entre capitalismo de Estado, sociedades planificadas, capitalismo privado y sociedades de mercado. En la ciudad cada clase tiene su lugar, no hay coincidencia en actividades, espacios o tiempos. Tampoco convergen las actividades individuales y las de la ciudad porque el espacio urbano es un factor más de producción; es el lugar del consumo individual, el gran mercado de bienes. En este tipo de ciudad el espacio urbano es para las muchedumbres, congestionado y saturado; el espacio que se valora y se desea es el interior porque puede controlarse y filtrarse. Obviamente es escaso e inaccesible excepto para una élite minúscula y poderosa. 2. Sociedades religiosas en las que el poder es ejercido por un caudillo carismático que es proveedor y dominador absoluto de la sociedad. La dominación está asegurada por una coacción psíquica que gira en torno a la salvación. El espacio urbano de estas sociedades favorece deliberadamente el efecto de la muchedumbre, se hacefuncional a la ceremonia y a los rituales que exaltan la identidad colectiva y eliminan las diferencias individual Estas sociedades están sometidas a una fuerte y permanente vigilancia mecánica y social, por ello el espacio público es el lugar a donde se huye, donde el individuo se evade actuando los comportamientos indicados; en el espacio público se vigila la conducta muchedumbre, en el privado los pensamientos y los gestos del individuo.

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La visibilidad absoluta y la transparencia atenta contra la socialización y lo público porque obligan a resguardar y proteger al individuo, a inventarse formas y espacios opacos en los cuales pueda refugiarse. La vigilancia constante impide la diferenciación entre el adentro y el afuera y, por tanto, entre vida privada y vida pública, entre el rol y la personalidad. 3. Sociedades, aparentemente, dominadas por la ciencia; unas garantizan la estabilidad por el absoluto bienestar, otras por la manipulación psíquica de sus habitantes. Las primeras eliminaron todos los motivos de conflicto, las segundas despojaron al individuo de la memoria destruyendo referentes objetivos que pudieran indicar la existencia de un pasado o una forma de vida diferente a la actual. No hay historia, ni personal ni social. En ambos casos la ciudad está diseñada y organizada para grupos homogéneos pero diferenciados entre sí, que nunca salen del territorio que les corresponde. El espacio urbano ratifica la identidad del grupo y ayuda a refundir y eliminar cualquier contraste, sospecha o deseo que pudieran allegar a la diferenciación. Las utopías negativas comprueban que la desindividualización no es un camino hacia la sociabilidad y que, al contrario, sin un fuerte sentido de la individualidad no existen ciudadanía, ni política, ni cultura. Quizás estas peculiaridades de la ciudad de la utopía negativa están en su origen: fueron creadas y construidas con su forma definitiva; los hombres y mujeres llegaron a una escena fija e inmodificable, tal como les fue impuesto un pacto social en cuya construcción tampoco participaron. Las ciudades que habitan no fueron la

solución a un problema, o el medio para lograr una meta, no tienen, por tanto, un sentido social y cultural, no tienen un significado para sus habitantes. No tienen un valor distinto al de ser contenedores que determinan sin fertilizar o propiciar. Las ciudades construidas en su totalidad según un modelo estético previo -caso límite- excluyen al individuo y la sociedad en la medida que los convierten en inquilinos que tienen un carácter contingente y temporal.

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BOGOTÁ VISTA A TRAVÉS DEL OLVIDO DE UN OBJETO DE CULTO

Resumen Bogotá vista a través del olvido de un objeto de culto, es una pequeña reflexión sobre cómo influyen las transformaciones de una ciudad en los significados y los usos que son dados a los objetos y a las imágenes que la habitan. Para tal motivo se analiza aquí un caso particular, una Virgen en piedra colonial conocida desde 1627 como Nuestra Señora del Campo y que ha estado ubicada desde entonces en la Iglesia de San Diego en Santa fe de Bogotá. Durante la Colonia y parte del siglo XIX la Virgen fue un importante objeto de culto de la ciudad pero desde finales del siglo XIX empezó a desdibujarse como tal. Esta transformación estuvo relacionada con una serie de cambios que se dieron en Bogotá como fueron la transformación de la zona rural de San Diego en una zona activa de la capital, la migración de devotos de la Virgen que vivían en las cercanías de San Diego a otras zonas de la ciudad y el amplio y variado escenario de la imagen que se empezó a generar desde mediados del siglo XIX en Bogotá.

La historia cultural permite pensar y estudiar relaciones entre diferentes ámbitos del conocimiento, que la historia o la historia del arte tradicionales estarían renuentes a considerar. Aprovechando estas posibilidades el texto siguiente quiere ser una pequeña reflexión sobre la relación existente entre la historia de las imágenes y de los objetos y la historia urbana, en este caso en particular, una reflexión sobre el cómo influyen las transformaciones de una ciudad en los significados y los usos que son dados a los objetos y las imágenes que la habitan. Para tal fin quisiera tomar como ejemplo, una escultura en piedra de la Virgen María creada hacia 1572 en Santa fe de Bogotá, convertida en 1627 en un objeto de culto con el nombre de Nuestra Señora del Campo y ubicada como tal en la Iglesia del entonces Convento de recoletos franciscanos de San Diego a las afueras de Santa fe. Hoy la escultura de la Virgen sigue siendo conocida con el mismo nombre y aun se encuentra en la misma Iglesia.1 Los cambios de significado que desde el siglo XVI usuarios, espectadores, religiosos y devotos le han dado a esta imagen han estado constantemente relacionados con la historia de Bogotá. Esta relación se hace visible en diferentes aspectos, por ejemplo, en el nombre que le fue dado en el siglo XVII a * Diseñadora Gráfica y Magíster en Historia Universidad Nacional de Colombia. 1 El texto que aquí se presenta esta relacionado con una investigación realizada recientemente y presentada como Tesis de Maestría de Historia en la Universidad Nacional de Colombia. Ver: Olga Isabel Acosta Luna, Nuestra Señora del Campo. Historia de un Objeto en Santafé de Bogotá. Siglos XVI al XX, Maestría de Historia Universidad Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá, 2001.

la Virgen: "Nuestra Señora del Campo". Este nombre hace referencia a la zona de San Diego en donde fue encontrada la escultura a comienzos del siglo XVII y que durante los años coloniales hizo parte de la zona rural al norte de Santa fe2. Hoy la Virgen sigue conservando el mismo nombre a pesar de que San Diego se ha convertido en una zona activa del centro de Bogotá. Aquí nos queremos concentrar en un momento específico en que la historia de Nuestra Señora del Campo se cruza con la de Bogotá: El olvido de la Virgen como un objeto de culto. Nuestra Señora desde 1627 y hasta finales del siglo XIX había sido considerada por la población santafereña como uno de sus más importantes y queridos objetos de veneración. A la Virgen durante más de doscientos años se le atribuyeron variados milagros como la curación de enfermos y el haber salvado las cosechas de trigo de los alrededores de Santa Fe de una temible plaga hacía comienzos del siglo XVIII. Igualmente la Virgen contó con un gran número de devotos adinerados que le donaron tierras, objetos y dinero para garantizar el mantenimiento de su culto durante tiempo indefinido. Con la ayuda de esas donaciones, por ejemplo, se celebraban en honor a Nuestra Señora del Campo dos fiestas anuales que se configuraban en importantes eventos para la población santafereña y que reafirmaban cada año su estado como objeto de culto efectivo. Pero en un proceso que duró alrededor de un siglo y que comenzó a finales del siglo XIX, la Virgen fue perdiendo su fuerza como un objeto de culto hasta el día de hoy en que cuenta con un limitado grupo de devotos. En su olvido como objeto de culto jugaron un importante papel algunas transformaciones dadas durante este período en la ciudad de Bogotá y principalmente en la zona de San Diego. Estas mutaciones urbanas se produjeron en tres sentidos. La primera se refiere a la transformación de la zona rural de San Diego en una zona activa de Bogotá, circunstancia que produjo la pérdida de las funciones que la Virgen había tenido hasta entonces como advocación del Campo. El segundo aspecto se refiere a la migración de devotos de la Virgen que vivían en las cercanías de San Diego a otras zonas de Bogotá dejando así a Nuestra Señora sin visitantes y sin devotos. Por último Bogotá se ha poblado desde la segunda mitad del siglo XIX por un amplio y variado escenario de la imagen y esta situación ha convertido a la escultura colonial 2 Fray Rafael De La Serna, Historia de la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Campo que se venera en la Iglesia de San Diego de Bogotá (1825), Editada por el R.P. Rafael Almansa, Ex-definidorde Recoletos franciscanos, Bogotá, Imprenta de San Bernardo, 1916.

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de la Virgen del Campo en una de las tantas imágenes que conforman el panorama visual de la ciudad.

I. Del campo a la ciudad A comienzos del siglo XX la zona rural de San Diego fue incorporada como una parte activa del norte de Bogotá. Esta conversión hizo parte de un cambio fundamental que la ciudad experimentó durante la segunda mitad del siglo XIX: su separación de la Sabana. La zona de San Diego había representado durante la Colonia de forma casi imperceptible el límite entre el campo y la ciudad. La Santa Fe colonial había sido una ciudad de ríos, riachuelos y quebradas a cada paso, de montañas siempre a la vista, de huertas dentro de las casas, de animales deambulando por la Plaza Mayor, de calles sin empedrar y de un ambiente tranquilo y silencioso que no permitía establecer claramente la diferencia entre el campo y la ciudad. Al comenzar el siglo XX la diferencia ya era notoria, la ciudad se convirtió en un espacio particular, en una construcción humana donde calles, edificios, tranvías, coches y sus mismos habitantes se diferenciaban del ambiente rural cercano a Bogotá. Esta separación ha sido explicada3 como una consecuencia de tres motivos que tuvieron lugar en Bogotá durante la segunda mitad del siglo XIX. El primero de ellos se refiere a un cambio en el uso de la tierra; la agricultura le abrió paso a la ganadería en las grandes haciendas que se formaron gracias a la compra de tierras de resguardo y de las propiedades desamortizadas; este fenómeno produjo la disminución de los sembrados cercanos a la Santa Fe colonial. Un segundo motivo estuvo vinculado con el adelanto de los medios de comunicación y el mejoramiento de las vías que unieron lentamente por tierra y agua a Bogotá con el resto del país. Esta situación le introdujo a la ciudad un nuevo ritmo de vida que la alejó de la calma rural. El último motivo de la separación de Bogotá con el campo se refiere al crecimiento que vivió la capital hacía sus cuatro costados, incorporando al norte de la ciudad al antiguo convento de San Diego, jalonado por la integración de Chapinero como zona residencial. Fue así como el antiguo entorno apacible de la Virgen del Campo, comprendido desde el siglo XVII por el Convento de franciscanos recoletos de San Diego, se transformó para los

3 Germán Rodrigo Mejía Pavony, Los años del cambio: Historia Urbana de Bogotá, 1820-1910, Bogotá, CEJA, 1998, págs. 43-51.

primeros años del siglo XX en un entorno urbano. A su alrededor se reunieron entonces nuevas construcciones que estaban ligadas a la ¡dea de progreso que se le quería imponer a Bogotá y que comenzó después de la desamortización de las tierras pertenecientes a la Recoleta. Hacía 1870 el Gobierno cedió a la ciudad de Bogotá el edificio y las zonas anexas del antiguo convento y en el mismo año fue convertido en asilo de indigentes, mendigos, manicomio de locos y enajenados de ambos sexos, que vivían en la miseria y el abandono4. Igualmente a partir de ese año los presos fueron trasladados al Panóptico ubicado en el alto de San Diego, donde hoy esta el Museo Nacional. Igualmente desde el siglo XVIII se generó la necesidad de construir cementerios a las afueras de la ciudad, dejando atrás la costumbre española de enterrar los muertos en las Iglesias. En 1840 se terminó de construir en las cercanías de San Diego el Cementerio Viejo que a finales del siglo XIX fue ampliado sobre un lote de propiedad del municipio al que se llamó Cementerio Nuevo. Las dos partes conformaron lo que hasta hoy se conoce como Cementerio Central5. Tanto el manicomio, el asilo, la cárcel y el cementerio se edificaron a las afueras de Bogotá cerca a San Diego y lejos de las casas de los bogotanos quienes consideraban a los locos, pobres y presos como seres que debían ser excluidos. Paradójicamente cerca a los ciudadanos excluidos, encerrados o enterrados se instalaron al costado sur, norte y oriente de la Iglesia de San Diego, parques y lugares de distracción que todos querían visitar, como el Parque Centenario, el Parque de la Independencia y el Velódromo e Hipódromo de la Magdalena. En el año 1889, el entorno de la Virgen fue acompañado con una nueva construcción, la fábrica alemana de cervezas Bavaria, que significó un cambio importante en este sector de la ciudad porque le dio una nueva dinámica generada por la industria. Las construcciones coloniales caracterizadas por ser bajas, contrastaron desde entonces con las edificaciones de Bavaria que sorprendieron a los bogotanos por sus grandes dimensiones. La fábrica creó también cerca de ella un barrio para sus obreros llamado la Perseverancia6. Otros cambios importantes en el entorno de la Virgen que merecen ser resaltados fueron: la aparición del tranvía como transporte interno de Bogotá hacía 1884 y que ayudó a

4 Pedro M. Ibañez, Crónicas de Bogotá, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1989, Tomo IV, pág. 560. 5 Germán Rodrigo Mejía Pavony, op. cit, págs. 223-224. Ibíd., págs.216-217.

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acercar la Iglesia de San Diego a la ciudad; la conformación de dos caminos que buscaban comunicar a Bogotá con Zipaquirá y que salían cerca de la Iglesia de San Diego hacía el Puente del Común; y la aparición de postes sobre los andenes que obedecían a la introducción del teléfono y de la electricidad a finales del siglo XIX. Durante la década del siglo XX, a medida que Bogotá crecía aceleradamente, la zona de San Diego se seguía transformando. En el año de 1938 la ciudad se extendía hacía la calle 81, y San Diego se consolidó como el límite norte del centro de la ciudad. Esta situación se vio reflejada en que algunas edificaciones como el Panóptico, el Asilo y la Escuela Militar que se habían situado allí a finales del siglo XIX por ser un sitio alejado e inhóspito de la ciudad, debieron ser reubicadas en zonas más distantes. El Panóptico se convirtió en Museo Nacional en 1946 y en la década de los cincuenta en el espacio ocupado por el Asilo y la Escuela Militar se construyó el Hotel Tequendama. Estas dos transformaciones del espacio hablan por sí solas, aquello que representaba la vergüenza de la sociedad, a mediados del siglo XX se convirtió en un museo para sus habitantes y turistas y en un Hotel para recibir visitantes de otras ciudades o países que llegaban a Bogotá. La transformación de Nuestra Señora del Campo en una Virgen de ciudad implicó que las funciones que había tenido durante la colonia como advocación del Campo, por ejemplo la protección de las cosechas de trigo, se olvidaran. Igualmente al desaparecer los sembrados y las tierras cercanas a San Diego desaparecieron también sus devotos que allí habitaban y que confiaban en la efectiva capacidad de la Virgen para cuidar sus cosechas. Así Nuestra Señora dejó lentamente desde comienzos del siglo XX de ser representativa de su advocación y su nombre recuerda hoy tan solo su antigua condición como patraña del Campo.

II Las migraciones Durante las décadas de 1930 y 1940, Colombia se definió en el contexto capitalista y Bogotá como su capital hizo parte activa de esta transformación, "este hecho estuvo enmarcado, por un lado por la violencia y, por otro, por un proceso migratorio (entrelazado con esta problemática) que empieza a configurar una nueva espacialidad en el país"7. La

7 Femando Viviescas, "La ciudad: El espacio del encuentro y la aventura. Conversación sobre la ciudad y la literatura con Estanislao Zuleta y Luis Antonio Restrepo" en Ensayo y Error, Septiembre, 1997, Año 2, no. 3, Bogotá, pág. 201.

violencia como un fenómeno que ha acompañado a Colombia a lo largo de su historia se acrecentó en la segunda mitad del siglo a partir de la lucha entre conservadores y liberales en un período que se ha conocido como la época de la Violencia; esta lucha estuvo ubicada principalmente en las zonas rurales del país, incrementando la migración de campesinos a las ciudades, proceso que ya había comenzado en el siglo XIX. Este hecho se ve reflejado en el aumento de la población en Bogotá durante estos años; en 1928 su población era de 235.421 habitantes, en 1951 de 715.250 y en 1964 ya contaba con 1.697.311 habitantes8. Dicha circunstancia logró reunir en un solo punto la diversidad del colombiano, los nuevos habitantes llegaban para quedarse y para construir una nueva vida, posibilitando este hecho la creación de espacios y costumbres diferentes en la ciudad. El contraste acrecentó las grandes diferencias sociales y económicas que existían desde la colonia en la ciudad, haciéndose visibles en la conformación y distribución del espacio. Se generó una marcada diferencia entre el sur y el norte de la capital, el sur se configuró como el sector discriminado de Bogotá, que comenzaba a partir de la calle séptima hacía el sur y donde se reunieron campesinos, obreros, artesanos y educadores, entre otros. El norte comenzaba alrededor de la zona de San Diego y se dirigía hacía Chapinero, allí se ubicaron los bogotanos más adinerados y quienes ya veían en el centro un sitio de poco prestigio social. La generación de esta diferencia se reforzó con los años y hoy se sigue manejando como un indicador , de estatus social en los habitantes de la capital. El crecimiento y mejoramiento de la ciudad hacía el "norte" se tradujo en el olvido y mayor empobrecimiento del "sur"; obras como el arreglo de calles, carreras, alcantarillado o locales para escuelas llegaron primero al norte9. Durante estos años Bogotá también se constituyó en el centro político, económico y administrativo de Colombia y el centro de la ciudad en su escenario. El centro se afianzó como zona histórica pero también como un lugar activo de la vida nacional; allí confluyeron los calmados años coloniales y la agitada situación política y social del siglo XX. Los edificios y objetos de la ciudad se transformaban, destruían o movían según las necesidades de los bogotanos; fue así como algunas construcciones coloniales o republicanas fueron derruidas durante este período, porque eran consideradas

8 Varios, Historia de Bogotá, tomo I. Siglo XX, Bogotá, Fundación Misión Colombia Salvat-Villegas Editores, 1989, pág.56. 9 Ibíd, pág.53

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ambiental y artístico y la Virgen fue restaurada como un objeto artístico colonial en 199614. III. Rodeada de imágenes

Durante más de trescientos años Santa Fe de Bogotá estuvo dominada por imágenes de carácter religioso, pero a partir de la segunda mitad del siglo XIX se dio cabida a nuevas imágenes que poblaron lentamente la ciudad. Hoy Bogotá es una ciudad plagada de anuncios, carteles, vallas, afiches, esculturas, fotografías, calendarios y pinturas que invaden los lugares públicos y privados de sus habitantes. El siglo XIX trajo consigo unos nuevos objetos y lugares de culto a la patria. El nuevo culto estuvo representado por las batallas de la independencia y principalmente por sus protagonistas como Bolívar o Santander, a quienes se quería inmortalizar a través de estatuas de piedra ubicadas en ambientes públicos, como plazas o parques, que se configuraron en sus espacios de culto. En el Parque Centenario cerca a San Diego, un templete albergaba una estatua de Simón Bolívar que era agasajada con flores al igual que se hacía con la Virgen del Campo. Hoy los espacios públicos de Santa Fe de Bogotá cuentan con un gran número de estos monumentos, a los que se han añadido Gaitanes, Galanes y Garzones que pretenden recordar diariamente el conflictivo y violento siglo XX. Nuestra Señora del Campo como un objeto artístico, como una escultura colonial, convive hoy en Bogotá con otras esculturas creadas en diferentes épocas y que están exhibidas en museos o en algunos lugares públicos. En ese mundo escultórico, del cual hace parte la Virgen del Campo, se incorporaron desde la primera mitad del siglo XX ideas que dieron a luz nuevas esculturas, que ya no solo son el producto de la talla en madera, en piedra o del modelado en barro, sino también del ensamblaje y la manipulación de diferentes materiales u objetos15. Así mismo durante la segunda mitad del siglo XIX aparece en el panorama bogotano, la fotografía. Invención que produjo diversas reacciones, algunos sintieron un miedo infinito al ver que se transformaban en figuras de papel, otros la catalogaron como un truco de magia o como un invento del demonio, pero a pesar de estas reacciones poco a poco fotos en blanco y negro y posteriormente en color se fue integrando a la vida de los 14 Ibídem, pág.154; Historia Clínica de la Virgen del Campo, Clave 129196, Insitu, Bogotá. 15 Germán Rubiano Caballero, La Escultura en América Latina Siglo XX, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1986.

bogotanos, quienes gracias a ellas pudieron congelar los momentos que deseaban recordar. La fotografía contribuyó a que la posesión y la observación imágenes no fuera un privilegio de la iglesia o de la élite bogotana y que diversos espacios se vieran invadidos progresivamente de ellas, aumentando así sus escenarios en la ciudad. Al final del siglo XIX los bogotanos vieron como la estática imagen que habían conocido hasta entonces a través de la pintura o de la fotografía se movía, una nueva imagen que no podían tocar y que a diferencia de las anteriores ya no era un objeto. Fue así como en 1894 los bogotanos tuvieron el primer contacto con el cine en el Parque del Centenario, donde se instaló el kiosco de la cámara oscura16. A partir de esa fecha y durante todo el siglo XX se han construido en Bogotá diversos teatros para presentar películas. La zona de San Diego desde la creación del teatro Olympia en la primera mitad del siglo XX se convirtió en un espacio que hoy concentra más de una decena de cines. En la década de los cincuenta, durante el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, se dio inicio a una nueva etapa de la imagen, la televisión. A partir de entonces la imagen entró diariamente a las casas de los bogotanos, a través de un objeto que ha sido constantemente diseñado y modernizado y que no presenta una imagen sino multitud de ellas. El televisor hoy representa para la mayoría de hogares un objeto de culto, que ubicado en un lugar importante de la casa, logra reunir a su alrededor grupos de personas quienes se instalan allí horas enteras a ver las imágenes que él presenta; con él los bogotanos han establecido una estrecha relación afectiva, en ocasiones le hablan, lo abrazan o lo agreden. En las últimas décadas los espacios privados han seguido siendo invadidos por más objetos cargados de imágenes, como el computador que al igual que el televisor se ha configurado en un objeto del culto cotidiano. Ante este múltiple panorama visual de Bogotá, la Virgen del Campo se ha constituido en una de tantas imágenes que hoy pueden ser vistas en la ciudad, en contraposición a los años coloniales donde el escenario de la imagen era limitado y los medios para acceder a ella estaban restringidos a los centros de poder de la ciudad como las iglesias.

Conclusiones La Bogotá de hoy con casi 8'000.000 de habitantes, es una™ ciudad que convive de manera activa con su pasado. La

16 Varios, Historia de Bogotá, Tomo II, Siglo XX, pág.43

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como un estorbo para cambios y progresos que se querían realizar en la ciudad. A partir del crecimiento acelerado que se vivió en Bogotá desde 1950, el barrio de San Diego, conformado por las manzanas de la Iglesia y los Parques del Centenario y de la Independencia hasta la calle 24, fueron integrados a la zona 8 de la ciudad que incluía, así mismo, otros cinco barrios, Bavaria, Independencia, Perseverancia, Nieves y Samper10. A partir de entonces varias familias, entre ellas algunas de la élite bogotana, que desde finales del siglo XIX se habían instalado en esta zona de Bogotá, decidieron dejar San Diego y desplazarse al norte de la ciudad como una manera de reafirmar su estatus social11. Desde entonces San Diego se ha convertido en un lugar de paso de personas que en su mayoría trabajan pero no viven allí. Hoy es conocido como el "Centro Internacional", donde se concentra entidades financieras, bancos, corporaciones y comercio; entre estos edificios se mezclan museos, una biblioteca, un observatorio, el Parque de la Independencia, cines y uno que otro edificio o casa de vivienda. Los domingos concentra un ambiente diferente, un gran número de habitantes de Santa Fe de Bogotá acuden a la zona para descansar y divertirse, el centro financiero se transforma en ciclovía y en mercado de las pulgas, pero en la tarde cuando todo se acaba la zona se queda sin sus visitantes y retorna a una calma que desaparece al día siguiente. Ese es el ambiente que rodea a la antigua Recoleta franciscana de San Diego que hoy simula una isla entre la avenida 26 y las carreras séptima y décima, rodeada de la agitación y del nuevo ritmo de vida de la zona. Pero al entrar allí todo se transforma, a través de sus robustas paredes no pasa el ruido de las calles y los visitantes viajan en el tiempo hacía el calmado convento recoleto del siglo XVII. La Iglesia de San Diego a pesar de que continua siendo un sitio tradicional donde los bogotanos se bautizan, se casan o le dan el último adiós a sus seres queridos, está viviendo la misma situación de otros templos coloniales como San Victorino, Santa Bárbara y la Catedral ubicados en el centro de Santa Fe de Bogotá y que han ¡do perdiendo lentamente su importancia como lugares activos del culto católico de la ciudad. Los fieles y constantes visitantes de San Diego hoy son pocos hombres y mujeres que se encuentran entre los | cincuenta y los sesenta años y que aún viven en la zona y

10 Ibíd., págs. 28-34. 11 Entrevista realizada a Monseñor Alvaro Fandiño Franky, antiguo párroco de la Iglesia de San Diego, Bogotá, 8 de junio de 2000.

que no han sido renovados por nuevas generaciones de devotos12. El lento olvido de una Iglesia como San Diego y de un objeto de culto como Nuestra Señora del Campo no obedece a la incredulidad de los bogotanos quienes siguen siendo en su mayoría católicos, que se bautizan, se confirman y se casan en las iglesias. Pero son sus ritmos de vida los que se han modificado substancialmente desde la Colonia hasta hoy y por ende la manera de llevar a cabo sus prácticas religiosas también ha cambiado. Hoy muy pocos tienen tiempo para las misas interminables de otros años que se han convertido en ceremonias de 30 o 45 minutos. Por esto San Diego hoy es visitada durante la semana por trabajadores de la zona quienes durante la hora del almuerzo o al salir del trabajo acuden a misa, rezan alguna oración, dan las gracias o piden algún favor a la Virgen del Campo o a otro objeto de culto y rápidamente se van a cumplir otras ocupaciones. Estos visitantes cambian los fines de semana, se transforman en familias o en los habitantes de las cercanías que como parte del plan dominical incluyen una misa en San Diego. Adaptándose a estos cambios la Iglesia ofrece diez horarios diferentes de misa para que los visitantes escojan el que mejor se acomode a su rutina13. La Santa Fe de Bogotá de hoy al igual que la Santa Fe colonial sigue siendo una ciudad de iglesias, cada barrio cuenta con una de ellas y es en esta proliferación de templos en que San Diego se ha convertido en un lugar de paso. A partir de los años cincuenta los habitantes de San Diego se empezaron a desplazar al norte o a otras zonas de Bogotá, pero esto no significó que los devotos dejaran de creer sino que sus prácticas religiosas se trasladaron a otras iglesias más cercanas a sus residencias o a sus lugares de trabajo. Hoy esos antiguos devotos de la Iglesia de San Diego y de la Virgen vuelven allí solo en una ocasión especial, como la misa en memoria de un muerto conocido. Al mismo tiempo que la Iglesia de San Diego desfallece lentamente como centro de culto activo renace como monumento histórico de Bogotá y Nuestra Señora del Campo como un objeto del arte colonial. Como reconocimiento a ello el templo de San Diego fue declarado monumento nacional en 1975, con valor arquitectónico, histórico,

12 Entrevista con Héctor Cubillos Peña, actual párroco de la Iglesia de San Diego, Julio 25 de 2000, Bogotá. 13 Centro Nacional de Restauración, Historia Clínica de la Restauración del Retablo Mayor y el Camarín de la Virgen del Campo, Clave 129-196, In situ, Bogotá, págs. 176-185.

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presencia de la Colonia y de la República no es una presencia muda, no solo las costumbres e ¡deas de algunos bogotanos se asemejan a las de los santafereños de antaño, parte del mundo material que se comenzó a construir en el año de 1538 convive hoy con la ciudad que sus habitantes construyen y modifican diariamente. Bogotá sigue utilizando los edificios, imágenes y objetos coloniales y republicanos como contemporáneos, las zorras como herencia del transporte colonial comparten las calles con busetas, carros y ejecutivos, las iglesias siguen prestando sus servicios religiosos y las casas de antaño están hoy habitadas o adaptadas a nuevas necesidades. Estas presencias del pasado están muy lejos de constituir a Bogotá en un museo porque ellas siguen estando vivas al ser utilizadas a diario. El pasado material de Bogotá solo en un pequeño porcentaje es un pasado congelado por el tiempo exhibido e inmovilizado en los museos. Un objeto como la escultura de Nuestra Señora del Campo participa de esta actividad no sólo por ser una presencia del pasado colonial, sino también porque es una huella del siglo XIX y del XX, y hoy sigue siendo un objeto de uso sometido a permanentes manipulaciones y cambios en su materialidad y en su significado determinados en gran medida por Santa Fe de Bogotá y sus habitantes.

Centro Nacional de Restauración, Historia Clínica dé la Virgen del Campo. Clave 129-196. Insitu. Bogotá.

Bibliografía Acosta Luna, Olga Isabel, Nuestra Señora del Campo. Historia de un Objeto en Santa Fe de Bogotá. Siglos XVI al XX, Maestría de Historia Universidad Nacional de Colombia, Santa Fe de Bogotá, 2001. De La Serna, Fray Rafael, Historia de la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora del Campo que se venera en la Iglesia de San Diego de Bogotá (1825), Editada por el R.R Rafael Almansa, Ex-definidor de Recoletos franciscanos, Bogotá, Imprenta de San Bernardo, 1916. Ibañez, Pedro M., Crónicas de Bogotá, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1989, Tomo IV. Mejía Pavony, Germán Rodrigo,Los años del cambio: Historia Urbana de Bogotá, 1820-1910, Bogotá, CEJA, 1998. Rubiano Caballero, Germán, La Escultura en América Latina Siglo XX, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1986. Viviescas, Fernando, "La ciudad: El espacio del encuentro y la aventura. Conversación sobre la ciudad y la literatura con Estanislao Zuleta y Luis Antonio Restrepo" en Ensayo y Error, Septiembre, 1997, año 2, no. 3,

Fuentes Documentales Centro Nacional de Restauración, Historia Clínica de la Restauración del Retablo Mayory el Camarín de la Virgen del Campo, Clave 129-196, In situ, Bogotá.

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DESPLAZAMIENTO E IDENTIDAD SOCIAL Donny Meertens* En los estudios sobre desplazamiento, desarraigo y reconstrucción, temas como la ruptura de tejido social y la pérdida o transformación de identidades han contado con un creciente interés académico y político. En efecto, el desplazamiento constituye, más allá de pérdidas materiales y derechos vulnerados, un conjunto de interacciones y procesos subjetivos de «negociación» y, a veces, de «negación» de identidades sociales. Una mayor comprensión de esos procesos nos ayudará a identificar las enormes dificultades que experimentan tanto las iniciativas populares como las políticas de atención institucional a población desplazada, para fomentar integración, convivencia y procesos organizativos en los lugares de llegada de los desplazados. En estas breves líneas, quiero señalar cuán complejo es el análisis de los procesos identitarios en la población desplazada en Colombia. Para ello, me refiero a dos momentos de tensión interpretativa: la ruptura identitaria que supone el hecho del desplazamiento y las contradicciones en las nuevas sociabilidades urbanas que tejen los y las desplazadas a su llegada. Partimos de una noción procesual, contextual y relacional de la identidad. Ésta no es estática, se ubica en contextos concretos y cambiantes y siempre se define con relación al otro. Nadie la ha definido mejor que la geógrafa noruega Liisa Malki, en un artículo que analiza la mirada de los investigadores sobre los refugiados en África: ""[La] Identidad (...) siempre es móvil y cambiante, en parte una autoconstrucción, por otra parte una categorización impuesta por otros, en parte una condición, un status, una etiqueta, un arma, un escudo, un fondo de memorias (...)1. El desplazamiento conlleva un cambio radical en el contexto (la tierra, el trabajo, la participación social) y en las relaciones con los otros, atravesadas, primero, por hechos violentos, y luego por la imposición de categorías estigmatizantes. Pero el desplazamiento también activa resistencias, nuevas búsquedas y representaciones de lo propio o simplemente un aferrarse a ese 'fondo de memorias' que menciona Malki. Miremos, pues, las tensiones concretas que presentan esas redefiniciones a lo largo del proceso de desplazamiento.

* CES-Programa de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia. 1 .Liisa Malki, «National Geographic: The Rooting of Peoples and the Territorialization of National Identity among Scholars and Refugees» en Cultural Anthropology 7(1), 1992, pág. 37 (Traducción Donny Meertens).

1. La ruptura: entre el desarraigo y la vida móvil2 La población colombiana tiene una larga trayectoria de movilidades internas. Durante todo el siglo XX ha sido expulsada de sus sitios habituales de vivienda y producción, ha migrado o colonizado nuevas tierras, a causa de violencia política, de ensanche de latifundios, de fragmentación de minifundios, de modernización de relaciones de producción, de megaproyectos hidroeléctricos, o por una variable mezcla de los causales y motivos anteriores. Poco se ha discutido las consecuencias que arrojan las experiencias de estas vidas móviles para la elaboración de sentidos de pertenencia, para la construcción y conjugación de identidades. En la memoria y en la historia familiar, los desplazados de hoy guardan reminiscencias a momentos anteriores de enfrentar violencia, pero también de rehacer las vidas en condiciones adversas. María Teresa Uribe3 propone rescatar esas habilidades de los colombianos, dadas las experiencias colectivas inscritas en la memoria y en la tradición de sus vidas, que más que al arraigo remiten a la confrontación con la guerra y a las estrategias de supervivencia correspondientes. Es un punto muy importante para superar las visiones del problema de los desplazados en términos exclusivamente de victimización. Sin embargo, deben considerarse también los factores relacionados con la identidad y la experiencia subjetiva que afectan negativamente las habilidades y las condiciones de reconstrucción. Primero, el peso de las experiencias individuales (a diferencia de las colectivas), en las secuelas de violencias viejas y nuevas. De hecho, hoy en día la gran mayoría de las familias desplazadas llega en forma dispersa a las ciudades, sin ningún proceso colectivo de por medio. Segundo, la posibilidad de mantener el control sobre la propia vida. Existe una gran diferencia entre la vida móvil como consecuencia de fuerzas mayores que gobiernan los movimientos y los espacios -sean éstos vistos como poderes dominantes localizables o como 'fatalidades'-, y la vida móvil como propósito de futuro, de energía de construcción, de concreción de ilusiones. Aunque en realidad se mezclan estas dos modalidades, mi argumento es que la repetición (en la historia y en la memoria) de los desarraigos forzados, erosiona ese control. Más que estimular la acumulación de habilidades, tiene un efecto devastador sobre las ilusiones y tiende a fortalecer la dimensión pasiva -la ensimismada social y emocional- de la vida móvil como referente identitaria.

2.Finn Stepputat, Sorensen Nyberg et al, Vidas móviles y la governanza de la movilidad: poder, políticas e identidades en el campo del desplazamiento interno en América Latina, Centerfor Development Research, Copenhague, 1998. 3. María Teresa Uribe, "Notas para la conceptualizadón del desplazamiento forzado en Colombia" en Estudios Políticos, no. 17, julio-diciembre, 2000, Medellín, págs. 47-72.

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2. Las tensiones de las nuevas sociabilidades urbanas No cabe duda que la ciudad propicia una serie de escenarios nuevos de interacción social: comunidades barriales, oficios nuevos, oficinas de atención del Estado, medios de comunicación. En ese juego de sociabilidades de los desplazados, nuevamente podemos señalar unas tensiones o contradicciones. Primero, desplazarse forzadamente significa romper con el proyecto vital, lo cual implica una pérdida de rumbo, una desorientación hacia el futuro y un sentimiento fuerte, a veces paralizante, de nostalgia. Por ello, muchos desplazados "no saben lo que quieren" frente a las desiguales opciones de quedarse, de reubicarse o de retornar en medio del conflicto armado. En la reconstrucción de sus proyectos de vida y la re-negociación de aspectos de su identidad, se ha notado una marcada diferencia entre hombres y mujeres desplazadas. Las mujeres, a diferencia de los hombres, tienden a ganar un poco más autonomía y amplían su inserción de redes sociales. La visualización de nuevos horizontes para sus proyectos de vida mantiene un cariz más práctico, más ligado a la supervivencia cotidiana y la responsabilidad de los hijos. Segundo, los desplazados constituyen un grupo muy heterogéneo, cuyo status común no se deriva de alguna característica como la etnia o la filiación política. Su carácter es mucho más circunstancial y ligado a su condición de habitantes de una región en disputa entre los actores armados. El miedo les ha llevado a renunciar a sus derechos ciudadanos y a abandonar las pertenencias políticas, sociales y culturales que en diferentes grados habían funcionado antes como referentes identitarios. Esta condición lo hace más difícil defenderse del estigma que asocia "desarraigado" con "desculturado". Los desplazados, sin causa compartida, no logran formular una demanda fuerte de justicia y reconocimiento en común, diferenciador de los pobres de la ciudad, que contrarreste la discriminación colectiva. No constituyen, ni ante sus propios ojos, ni ante los de los demás, lo que Malki ha llamado una comunidad moral4. Tercero, los procesos de redefinición identitaria de los desplazados están supeditados a su condición de transitoriedad. A la vez, la transitoriedad constituye un elemento identitario importante en común, imprescindible para acceder a las instancias de ayuda nacional e internacional y base para varios procesos organizativos por iniciativa propia. En la interacción con las entidades de asistencia humanitaria, esa transitoriedad va forjando lo que Zetter5 ha llamado identidades de crisis o perversas (spoiled

4 Lusa Malki, op.cit., pág. 35.

identities), ya que inevitablemente sus vidas son descontextualizadas y convertidas en casos de necesidades en camino hacia alguna forma de restablecimiento social. Contradictoriamente, es esa misma identidad transitoria, la que une a los desplazados en sus procesos organizativos, ante la ausencia de otros elementos cohesivos en el terreno cultural, social o político. Es a nombre de esa transitoriedad que aceptan la dependencia de las ayudas del Estado o de organismos internacionales, o que la critican, la demandan o negocian. A la vez, a nombre del fracaso o del mal funcionamiento de las políticas de atención humanitaria se ha intentado crear nuevas y unificadoras identidades contestatarias (véase, por ejemplo, la ocupación del edificio de la Cruz Roja Internacional)6, cuyas reivindicaciones, sin embargo, siempre se mueven bajo la restricción de no traspasar los límites de la condición común de transitoriedad, que les defina como categoría única. Es, por ende, una contradicción que impulsa, y a la vez limita, la evolución de una etiqueta burocrática hacia procesos identitarios que permitan una reconstrucción social diversificada y democrática.

Agier, Michel, 2001, «La política en tiempos de la guerra suda-Notas sobre la toma del Edificio de la Cruz Roja» en Análisis Político no.42, enero/abril, 2001, págs. 88-92. Malki, Lusa, "National Geographic The Rooting of Peoples and the Territorialization of National Identity among Scholars and Refugees" en Cultural Anthropology 7(1), págs. 24-44,1992, pág. 37 (Traducción Donny Meertens). Stepputat, Finn; Nyberg, Sorensen etal, Vidas móviles y la governanza de la movilidad: poder, políticas e identidades en el campo del desplazamiento interno en América Latina, Centerfor Development Research, Copenhague, 1998. Uribe, María Teresa, "Notas para la conceptualización del desplazamiento forzado en Colombia" en Estudios Políticos, no. 17, julio-diciembre, 2000, Medellín, págs. 47-72. Zetter, Roger, "Labelling Refugees: Forming and Transforming a Bureaucratic Identity" en Journal of Refugees Studies, vol. 4, no. 1,1991, págs. 39-62.

5 Roger Zetter, «Labelling Refugees: Forming and Transforming a Bureaucratic Identity» en Journal of Refugees Studies, vol. 4, no. 1,1991, págs. 39-62. 6 Michel Agier, 2001, «La política en tiempos de la guerra sudaNotas sobre la toma del Edificio de la Cruz Roja» en Análisis Político no.42, enero/abril, 2001, págs. 88-92.

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EL CONFLICTO ARMADO Y LOS DESPLAZAMIENTOS INTERNOS |Nora SeguraEscobar* La fatiga impotente y acumulativa con que diariamente enfrentamos los eventos de la guerra en el país, trátese de los que directamente se vinculan con los conflictos armados o de las diversas estelas que aquellos van dejando a su paso (desplazamientos poblacionales, por ejemplo), lejos de ser una manifestación de indolencia colectiva, moralmente condenable y susceptible de modificación voluntarista, o una simple respuesta de paralización ante el terror, sugiere que podría tratarse de una construcción compleja cuyo valor polisémico cabría explorar.1 1. La capacidad de expresar indignación colectiva, de protestar públicamente y de afirmar masivamente y con entereza el rechazo a prácticas de violencia y a eventos de terror, tan vital en otras sociedades contemporáneas, en Colombia se registra simultáneamente con envidiosa admiración y con dosis de mayor desesperanza. La comparación sistemática y recurrente a través de imágenes fragmentarias de lo que sucede en Colombia y en otras latitudes, conduce frecuentemente a miradas auto-derogatorias y a consideraciones auto-flagelantes que pretenden enfrentar el enigma del ¿qué nos pasa? Respuestas en ocasiones teñidas de esencialismos (clasistas, racistas, sexistas) o en otras de determinismos (económicos, políticos, culturales) pero sin duda con una enorme carga de dolor e impotencia, pretenden en muchos casos identificar las claves del inmovilismo en las acciones o inacciones de otros. Así, por ejemplo, se acentúan las líneas que separan como imposibilidades mucho más que aquellas que acercan las posibilidades de una acción concertada. Al atribuir las responsabilidades (cuando no las culpas) a otros, se traza también una frontera de auto-exoneración personal-grupal y se reproduce la fragmentación social como nicho explicativo y como principio justificatorio. Partiendo entonces de que la injusticia, la opresión y la violencia no generan inevitablemente, en la conciencia y * Socióloga, profesora de la Universidad Externado de Colombia. 1 Se arguye que los medios de comunicación son un actor más del conflicto colombiano y desde luego cualquier intento por desentrañar sus significados diferenciales para distintos grupos y segmentos de la sociedad colombiana, reclama una sistemática revisión de la manera como mediáticamente se construye la denominada "opinión pública". Sobre esta última, véase de Pierre Bourdieu "La opinión pública no existe" en Cuestiones de Sociología, Madrid, Ed. Istmo, 2.000, págs. 220-232.

en la acción, respuestas de indignación, de rebeldía y de defensa, ¿qué podría plantearse de cara a la población desplazada por la guerra? 2. En un estudio memorable, Barrington Moore enlaza las nociones de inevitabilidad de una situación de injusticia con la de anestesia social, como mecanismo de autoprotección individual y colectiva2. Es decir, la impotencia percibida (atribuible a razones muy diversas) frente a una situación que se define como inevitable actúa sobre la conciencia atenuando la rabia y el dolor y adormeciendo la capacidad de acción. Superarla, desde luego, supone procesos colectivos de conciencia, organización, elaboración discursiva, liderazgo, etc., inherentes a lo que en otras perspectivas teóricas se denomina los movimientos sociales. En su defecto, justamente, se requiere identificar lo que para distintos segmentos sociales se impone en su "inevitabilidad" las eventuales convergencias para superarlas. El mismo autor hace una distinción entre procesos de fragmentación y de atomización que con algunas variaciones puede ser pertinente a nuestro tema. La fragmentación social implica una experiencia histórica de división entre grupos con distintos modos de vida (en términos de clase, etnia, religión y/o ocupación) que actúa como obstáculo de la conciencia colectiva y de la cooperación. Ante situaciones o eventos de violencia, la fragmentación social generalmente no destruye sino acentúa los nexos y obligaciones previos, así como las fronteras de separación con otros segmentos sociales. Por el contrario, la atomización implica procesos de destrucción de lazos y de hábitos compartidos que habitualmente minan la confianza entre los individuos, debilitan la solidaridad de los afectados, víctimas muy frecuentes de la destrucción de sus formas tradicionales de ganarse la vida.3 La anterior distinción parecería corresponder respectivamente a la sociedad colombiana y a la población desplazada, en cuanto víctimas diferenciales de la guerra. 3. Aun cuando los desplazamientos por la violencia han afectado a la población colombiana de todos los estratos, quienes normalmente asumen la identidad social del

7 Jr. Barrington Moore, Injustice. The social Bases of Obedience and Revolt, New York, M.E. Sharpe, 1978, págs. 458-505. 8 Ibíd., págs. 79-80.

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desplazado son los sectores económica y socialmente más vulnerables. Tras huir de su habitat y abandonar sus medios de subsistencia, deben recurrir a la ayuda humanitaria ante la carencia de recursos personales o redes familiares de apoyo. Para otros sectores con recursos económicos y redes sociales alternativos, desde luego, las'" crisis asociadas con el desplazamiento tienen otras connotaciones.4 Por otra parte, los desplazamientos de comunidades enteras no han sido predominantes. En estos casos han ocurrido procesos de fragmentación, en cuanto reforzamiento interno de los nexos y agudización de las diferencias con el "exterior", al tiempo que contribuyen a atenuar los impactos del destierro y a mantener la esperanza del retorno. La expulsión más frecuente, de individuos y grupos familiares, por el contrario, se asocia con fenómenos de atomización, de debilitamiento del tejido social y de mayores grados de anomia. El retorno se torna imposible para la mayoría en virtud de la continuidad de la guerra. En el resto de la sociedad hay percepciones y valoraciones que varían según la proximidad al "problema". En la agenda gubernamental nacional ha ganado alguna visibilidad y reconocimiento mientras que para las administraciones locales constituye una presión inmanejable. En la conciencia ciudadana tiende a ser representado como amenaza de invasión del espacio público, competencia por el empleo y los cupos escolares, inseguridad personal y colectiva, etc. En síntesis, la vía del estigma, más que la de la solidaridad, parece nutrir las relaciones con ese otro, ajeno y distante, y por eso mismo cabe afirmar que los desplazamientos poblacionales impuestos por la guerra

operan hacia niveles societales de mayor fragmentación al dramatizarse las lineas de separación social y de segregación urbana, A su turno la población desplazada, víctima de múltiples rupturas y desarraigos, voluntaria o involuntariamente se desdibuja y atomiza entre los miles de pobres urbanos. 4. Para terminar, vale matizar la anterior perspectiva en términos de reconocer que, si bien a escala nacional no proliferan las acciones colectivas de resistencia organizada ni la movilización sistemática de la población en rituales de protesta, a escala regional y local, se manifiesta una dinámica colectiva creciente que de diversas maneras y con grados distintos de autonomía canaliza la rebeldía de la población civil contra la acción armada de unos u otros5. Por otra parte, pese a la enorme heterogeneidad de la sociedad colombiana, pese a sus profundas asimetrías y desigualdades, y pese también a su evidente polarización, muchas otras tonalidades y fuerzas ocupan progresivamente el escenario de la acción colectiva.

Barrington Moore, Jr, Injustice. The social Bases of Obedience and Revolt, New York, M.E.Sharpe, 1978. Bordieu, fierre, "La opinión pública no existe" en Cuestiones de Sociología, Madrid, Ed. Istmo, 2.000. Molano, Alfredo, Desterrados, Crónicas del desarraigo, Bogotá, El Ancora Editores, 2001. Romero, Mauricio "Sociedad civil, cooperación y movilización por la paz en Colombia"(Borrador), Bogotá, lEPRI-Universidad Nacional, marzo de 2000.

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NUEVAYORK DELIRA (Extracto)* Paul Vírilio El atentado del World Trade Center (02/02/95) es el primero después de la guerra fría. Sean quienes fueren sus autores, inaugura una nueva era del terrorismo, que nada tiene en común con las explosiones a repetición que sacuden regularmente a Irlanda e Inglaterra. En efecto, el aspecto distintivo de semejante atentado es que estaba clara y definidamente destinado a derrumbar el edificio del World Trade Center; dicho de otra manera, a provocar la muerte de decenas de miles de personas inocentes. Al modo de un bombardeo aéreo masivo, la única bomba de varios centenares de kilos de explosivos colocados en sus propios cimientos habría de producir el derrumbe de la torre de cuatrocientos metros de alto...(...) Un poco como habían señalado las bombas de Hiroshima y de Nagasaki, en su tiempo, un cambio de época de la guerra, la camioneta explosiva de Nueva York ilustra a su manera la mutación del terrorismo. Inaugurado por el derrumbe de) «Muro de Berlín», pero sobre todo por el conflicto del Golfo, el fin de la era de disuasión nuclear está hoy confirmado por esta tentativa felizmente abortada de derrumbar la torre de Nueva York. (...) [N]os encontramos entonces ante una final escalada al extremo de este género de acciones político-militares que se apoyan a la vez sobre un número restringido de participantes y sobre una cobertura mediática asegurada. Al punto que mañana, si no tomamos recaudos, un solo hombre podría muy bien provocar los mismos desastres que provocaba ayer una escuadra naval o aérea.

Después de Nueva York el último 2 defebrero, es en Bombay, el 13 de marzo y luego en Calcuta cuatro días más tarde, que debían explotar las nuevas cargas destinadas a destruir la Bolsa de la capital económica de la India y tres edificios del barrio comercial del Bow-Bazar, no lejos del centro de la antigua capital colonial del país... Si agregamos a esto el reciente atentado del IRA contra la city de Londres, nos hallamos ante una ofensiva en gran estilo de los secuaces del terror. Aun cuando es evidente que se trata de causas y objetivos diversos que afectan a regiones sin relación aparente entre sí, no se puede negar la serie negra que sacude hoy a los grandes centros estratégicos mundiales. En Estados Unidos, el World Trade Center es, como se sabe, uno de los más importantes centros de telecomunicación del país, lo mismo que la Bolsa de Bombay o la city de Londres. En cuanto al Bow-Bazar de Calcuta, es igualmente un importante centro de transacciones de los negocios indios. Trescientos muertos en Bombay y casi mil heridos graves, cincuenta muertos en Cakuta y casi cien heridos... Aun cuando hubo apenas cinco muertos y no más de diez heridos • graves en Nueva York, la dimensión terrorista de estos atentados no tiene nacía en común con la «pequeña delincuencia» política de estos últimos años. La voluntad de sus autores no es ya sólo la de «hacer hablar a la pólvora» sino más bien la de tratar de devastar los centros fundamentales del gran mercado mundial. (...)

Desde hace poco, en efecto, la miniaturización de las cargas y los progresos químicos en el terreno de la deflagración de explosivos favorecen una ecuación hasta ahora inimaginable: UN HOMBRE - UNA GUERRA TOTAL (...)

Mientras tanto, hay que volver sobre la evolución reciente de los sistemas de armas para interpretar una mutación que no es solamente cuantitativa sino también cualitativa. A partir de la década del noventa y de la Guerra del Golfo Pérsico, hemos asistido a la emergencia estratégica de esas «armas de comunicación» que llegaron para reemplazar la supremacía tradicional de las «armas de destrucción» y de «armas de obstrucción»; dicho de otra manera, el duelo del arma y el escudo.

Después de la era del equilibrio del terror que se ha extendido durante casi cuarenta años, ahora se trata de la era del desequilibrio. (...)

En efecto, después de los tres frentes de ejércitos de tierra, mar y aire, asistimos a la instalación progresiva de un cuarto frente: el del poder de la información.

Tomado de: Virilio, Paul, Un paisaje de acontecimientos, Buenos Aires, Editorial Paidós, Argentina, 1997.

Pues, no lo olvidemos, el terrorismo internacional es inseparable de ese frente mediático, y los atentados carecen de sentido y de valor político si no es por la publicidad

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televisiva de la que disponen inevitablemente: la «telegenia» de las atrocidades que refuerzan constantemente su poder de evocación. Ciertos países, como la Unión Soviética o Italia, han llegado incluso a censurar totalmente, junto a los accidentes, las más graves acciones terroristas.

XV, a los condottieri y a las grandes compañías de bandidos que asolaban las campiñas europeas en la época de las guerras privadas... Alcanza finalmente con no demasiado dinero y bastante carisma, religioso o de otro tipo, para hacerse de una banda de asesinos «paramilitares».

Si la miniaturización del poder destructivo ha podido permitir que un hombre solo o un comando restringido inflijan daños análogos a los de una operación militar de envergadura, no hace falta decir que la antigua guerra de masas de los ejércitos de ayer corre el riesgo de desaparecer mañana, de desvanecerse en beneficio de algún mass-killer, «asesino de masas», que utilice el impacto de los mass media para ejercer una presión máxima sobre la opinión pública internacional.

Se lo comprueba hoy, tanto en los Balcanes como en Medellín, en Birmania o en el triángulo dorado de la droga, sin hablar de las mafias en Rusia y en otros lugares. Señalemos a manera de conclusión provisional que el atentado del World Trade Center ve la astuta combinación de una fuerte dimensión simbólica y de un poder de demolición urbana que no necesita más que unos pocos individuos que utilicen una camioneta para desatar el terror... en la época de los cruise missiles y de los vectores de lanzamiento nuclear más sofisticados; admitamos que se trata de un ejemplo sorprendente de economía política.

Pero lo que es importante aquí es que la súbita proliferación del terror «molecular» de los explosivos clásicos -en espera de la del terror «nuclear»- se acompaña de una pauperización reciente de la guerra. Se retrocede a los conflictos del siglo

30 de marzo de 1995.

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CIUDAD E IDENTIDAD (...) Marx dice que piensa en el comunismo no como una sociedad de la satisfacción de las necesidades, sino como una sociedad capaz de multiplicar continuamente las necesidades humanas y por lo tanto de crear una insatisfacción creciente: hacer que aquello que hoy es suntuario se convierta en necesario. Quería traer a cuento la teoría de la riqueza concreta y la riqueza abstracta para desarrollar la ¡dea de Marx de que el desarrollo de la sociedad (como efecto de una racionalización de la producción y de un ahorro de tiempo) que era para él efectivamente lo más racional y esencial era una multiplicación de la riqueza en el sentido de un incremento de la necesidad: de un incremento de la necesidad de arte y la necesidad de conciencia, de cultura y de una multiplicidad de las relaciones humanas. Hay en esto una perspectiva que se ignora por completo cuando se imagina la voluntad de transformación, propia del marxismo, como la voluntad de la satisfacción de necesidades, olvidando que desde el comienzo y en todo su desarrollo Marx siempre pensó en términos de la multiplicación de las necesidades y de la generalización creciente de la insatisfacción humana. El fenómeno de las formaciones colectivas del crecimiento: el fenómeno del desarrollo de las grandes ciudades en el siglo XVII, XVIII y XIX, hace que ahora el hombre se vea enfrentado con un problema no propiamente exclusivo del consumo de bienes o de cosas; a un fenómeno mucho más vasto, del cual la palabra consumo no nos daría una noción adecuada que nos sirva para pensar, por ejemplo, en términos de arquitectura o en términos de urbanismo. Nosotros generalmente no hablamos de qué calles sería bueno consumir, sino en qué calle sería bueno vivir o en qué plazas; o qué tipo de relaciones sociales se corresponden con una organización específica del espacio; qué tipo de relaciones humanas resultan habitables y qué quiere decir allí habitable. Para que no resulte un corte muy abrupto quiero recordar que entre las múltiples gentes que se asombraron ante la experiencia de la gran ciudad estuvieron muy desde el comienzo también los marxistas. Ustedes ven en la cultura y la literatura de la primera mitad del siglo XIX (no sólo de la primera mitad) el primer asombro sobre la gran ciudad. El fenómeno de la gran ciudad, visto por muchas gentes que llegaron a ella desde las aldeas.

situación de la clase trabajadora en Inglaterra" (una de sus primeras obras y la que tuvo una más grande influencia sobre Marx, quien la cita con gran respeto y reconociendo continuamente lo que le debe) dice Engels lo siguiente: "Cosa extraña ver una ciudad como Londres, allí uno puede caminar durante horas sin descubrir ni siquiera el comienzo de un final, sin encontrar el menor signo que indique al menos que ya está vecino el campo, ¡qué prodigiosa centralización! Esta reunión en un solo punto de 3 millones y medio de hombres ha centuplicado la fuerza de estos 3 millones y medio, pero no se descubre si no más adelante el sacrificio que puede costar esta multiplicación de la fuerza. Después de haber caminado durante varios días por el pavimento de las grandes ciudades, uno se da cuenta por primera vez que los londinenses han debido sacrificar la mejor parte de su humanidad para realizar estos milagros de civilización, de los que su ciudad se mantiene tan orgullosa, que todas las fuerzas que en ellos dormitan necesitan permanecer improductivas, necesitan ser inhibidas en su desarrollo para que esta ciudad exista, por ello mismo la multitud de las calles tiene algo de antipático, algo de repugnante para la naturaleza humana: estos centenares de miles de individuos que pertenecen a todas las clases sociales y a todas las condiciones humanas que aquí se aprietan y se codean. Cuesta recordar, sin embargo, que son hombres con las mismas cualidades, aptitudes y que todos tendrían el principio del interés de llegar a ser felices y sin embargo -aquí corre el uno al lado del otro como si no tuviesen nada en común, nada que hacer juntos, ninguna empresa que los ligue. El único punto sobre el cual están de acuerdo tácitamente es el de que cada uno vaya por la parte derecha de la acera para que no se choque con la comente que viene en el sentido inverso y para que el río no se detenga; nadie tiene ni siquiera la idea de que el otro merezca una simple mirada o pueda tener algún interés propio, esta manera de acumularse los individuos en una masa cerrada, en tan pequeño espacio, hace surgir de manera terrible y escandalosa, la indiferencia más brutal de que cada uno es

* Estos extractos se editan con la expresa autorización de la Fundación Estanislao Zuleta y de Hombre Nuevo Editores (a quienes RES les agradece la gentileza de permitir esta edición como un reconocimiento al ¡lustre filósofo), Cfr.: Zuleta, Estanislao (2001) ARTE Y FILOSOFÍA. Fundación Estanislao Zuleta y Hombre Nuevo Editores, Medellín. Pág. 229 a 246. ** Pensador y Catedrático, nacido en Medellín en 1935 y fallecido en Cali en 1990.

(...) En una obra muy notable de Engels que se llama "La

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capaz. La imposibilidad de aislarse en su propio interés privado los lleva a todos a refugiarse en él". Esta es una visión que se repite frecuentemente en los comienzos del siglo XIX. Puedo recomendarles algunas cosas a los que les interese la historia de este problema: cómo se inició y cómo fue vivida desde el comienzo la gran ciudad. Poe, por ejemplo, escribió un cuento que se llama "El hombre de la multitud". Pero en la experiencia de la gran ciudad hay una obra que se destaca mucho y es la obra de Baudelaire: "Las flores del mal" y "Los pequeños poemas en prosa" principalmente lo tratan. Toda la obra de Baudelaire puede ser leída sin riesgo alguno como una respuesta a la experiencia de París, de la gran ciudad. La multitud va y viene en toda la obra de Baudelaire. Y no sólo de Baudelaire; les doy un ejemplo: el pensamiento de Balzac se ejerce en contra del anonimato, casi como una manía personal, y Baudelaire lo sigue en un texto extraordinario que se llama "Ventanas". También a Balzac le pasaba una cosa muy similar: su manera de contraatacar, de volverse contra la agresión que para él era la gran ciudad. Ustedes se fijan que no se trata solamente de dos individuos que se sienten agredidos por ser artistas, por eso les comencé por citar a Engels. Balzac se paseaba por París y se detenía en las gentes que veía en los apartamentos cuyas ventanas estaban semicerradas, o cuyas persianas estaban corridas, y la angustia de la dispersión que sentía por todo aquello era tal que empezaba a imaginar una vida en todas partes, una vida personal, una vida contable, algo más que una suma, algo más que una serie. Y así hizo "La comedia humana", sirviéndole, como él mismo dijo, "de Secretario a París". Tratando de establecer el acta y rescatando la vida de tanta gente masificada; volviendo a ver detrás de cada ventana una historia, una angustia, una esperanza; algo que existe y no la serie de las semejanzas simples: la serialidad mortal que le angustiaba mucho. (...) Continuamente, en la lectura de esas obras (que son válidas, independientemente del siglo XIX) se encuentran ustedes con esa reacción ante una amenaza que es la gran ciudad. En ese momento la gran ciudad comienza a crecer con un carácter vertiginoso. También hay varios textos de Marx muy notables en los cuales describe claramente por qué "La lucha de clases en Francia" y, también muy interesante, "El 18 Brumario"; en "El Capital", hay referencias notabilísimas, por ejemplo, el capítulo 24 del primer tomo y los estudios sobre la renta al final en el tercer tomo.

Marx ha descrito ese crecimiento monstruoso de la gran ciudad tratando de mostrar que el fondo y la forma de ese crecimiento está en dos grandes razones: en una parte la descomposición del campesinado, (...) la expulsión del campesinado del sector rural; una tendencia permanente de la forma moderna de la acumulación; prácticamente todos los países con diferentes cifras han tenido, en una forma más o menos rápida, un cambio de una inmensa mayoría de la población en el campo que va siendo expropiada y va acumulándose en la ciudad. (...) Pero en las ciudades el fenómeno no es solamente crecimiento numérico, sino el hecho de que allí se crece (también) por gentes desarraigadas, expulsadas, desambientadas y el efecto segundo es que los propios pobladores urbanos van a ser desarraigados por un efecto diferente: la descomposición del artesanado; el artesano es suprimido por la gran industria; un fenómeno muy conocido que hace que los carpinteros por un tiempo se sostengan mientras se producen las industrias de muebles, luego la industria va convirtiéndolos a todos en asalariados. Es decir, hay un crecimiento doble: uno externo y otro interno. Lo que es interesante observar en ese crecimiento es, pues, no solamente el factor que nos dan las estadísticas, sino que el crecimiento va acompañado de un fenómeno humano muy notable y muy característico de nuestra época y es el fenómeno de la pérdida creciente de toda autonomía relativa. La ciudad griega a veces creció hasta 100 mil o más habitantes (Atenas) pero no tenía esos ritmos ni esos motivos de crecimiento. No debemos confundir estas ciudades con el fenómeno del crecimiento de la ciudad moderna, porque no se trata solamente del aumento del número de habitantes, sino que ese aumento está determinado por una característica muy particular: la pérdida de toda autonomía; quiero decir: de toda posibilidad de trabajar por sí mismo (como tiene el campesino con su parcela) de saber qué es lo que está haciendo, de resolver qué siembra. Por ejemplo un zapatero sabe lo que está haciendo, sabe cómo se hace un par de zapatos; se reconoce en la buena o en la mala calidad de su producto, sea con el orgullo o con la vergüenza, que son dos formas de reconocimiento; en cambio el obrero en una fábrica no tiene nada que ver con el producto ni tiene la menor ¡dea de cómo se hace, ni de cuándo se hace, ni de dónde interviene, ni de dónde no.

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La pérdida de la inteligencia del proceso productivo, lo llama Marx, la pérdida de la autonomía relativa, en términos generales. El crecimiento de una barrera radical y terrible entre la producción material artesanal y la producción artística. En las ciudades italianas en la época inicial del Renacimiento, de los siglos XIII y XIV, no había una barrera entre artesanía y arte, y la multiplicación del arte y su contacto con la artesanía son una misma cosa. Entre nosotros hay una ruptura absoluta entre lo uno y lo otro, la producción directa y la producción artística. Ahora, eso hay que concebirlo así para poder pensar el efecto del desarrollo de las grandes ciudades. Un efecto de depresión generalizada que ha producido muchas filosofías pesimistas, muchas ideas imposibles; sea como refugios personales o como simples utopías, por ejemplo, retorno al campo, retorno a la edad media, etc. Lo que tenemos por delante para que los hombres vuelvan a tener una autonomía relativa no es la edad media, ni el campo, ni la parcela, ni el tallercito, de los cuales es mejor despedirse; lo que tenemos por delante es algo a lo que es mucho más difícil de acceder: es el respeto. El respeto por las diferencias, la autonomía de la persona como persona, el tiempo para su formación, el espacio para decidir su vida. Eso es mucho más difícil que volver a la edad media, porque la edad media es imposible, no es más que un sueño romántico pero no difícil. Lo imposible no es difícil; optar por lo imposible es una manera de declarar que uno no quiere meterse con el futuro. Ahora, en nuestra época hay una gran dificultad derivada de la crisis que vivimos para investir el futuro. Ese es uno de los problemas más graves de nuestra época. Yo quisiera referirme con cierto detalle a esta cuestión. Investir, lo digo en el sentido psicoanalítico, es poner allí su deseo; poner allí su proyecto, poner allí el foco de sus intereses y de sus trabajos, su atención. Hoy es muy difícil eso: investir el futuro. Descriptivamente, sin que por ahora podamos desarrollar los motivos, es fácil darse cuenta de que nosotros tenemos hoy una crisis de una hondura muy grande, tal vez de una hondura más grande de lo que pensó Marx; porque Marx describió la crisis como la crisis de un modo de producción que por su crecimiento ya era irreversible y que iba a conducir a una sociedad radicalmente nueva y sin clases. Pero él la describió esencialmente como la crisis acumulativa, creciente de un modo de producción, del modo de producción capitalista y que llegaría a ser mundial.

Cuando les digo que en la sociedad nuestra queda extraordinaria y particularmente difícil investir el futuro, me refiero más particularmente desde luego a la juventud. Nosotros vivimos en una época en donde en muy diversas áreas mundiales (no me estoy refiriendo solamente a nuestra parroquia) la juventud tiene una inmensa dificultad para investir el futuro. Más bien lo que tiene es una tendencia a temer el futuro; lo que significa un gran repliegue sobre el presente como disfrute no como producción (porque la producción, la creación, la búsqueda, la investigación, el proyecto, la acción, postulan siempre un futuro y un desear: ser después en el futuro) sino como consumo puro, además, preferiblemente como consumo destructor; como consumo no productivo y no transformador. Esa tendencia se puede considerar (algunos así lo han descrito, porque es un fenómeno muy conocido) como un repliegue narcisista, una supervaloración de lo estético, de lo corporal gimnástico, danzarín y, demás, de la moda. El narcisismo dirigido por las casas de publicidad: allí lo que parece más íntimo, más propio, resulta ser también la vía y el camino de los vendedores. Un repliegue sobre el presente como narcisismo, como esteticismo, como droga también; droga vivida como rebelión. El contraste creciente, pues, entre lo que promete una vida monótona de deberes y la proclamación de la felicidad en el instante, en el presente; el deseo de no ver un futuro amenazador, lleno de oficinas grises, de horarios y buses y de tareas que uno no quiere llenar pero que tiene que hacer para pagar cuotas y arriendos. En contra de todo eso la juventud quiere ser alegre aquí y ahora; y no dejan de tener razón los jóvenes al no investir semejante futuro. Sin embargo, si no logran inventar un futuro, un futuro real, tampoco podrán hacer nada por transformar la sociedad, ni por buscar su propia felicidad. El problema es que el futuro es cada vez más difícil de investir para la juventud; no por culpa, desde luego, de la juventud, sino del futuro que se les propone como real. Que no venga ningún moralista a condenar tal o cual droga, y sus perniciosos efectos, porque el que la consume ve como más pernicioso el futuro que se le ha prefabricado y en todo caso como indeseable. Sus ocho horitas, más su busecito, sólo para repetirse en un apartamentico, mientras que la vida se va acabando añito por añito no es algo de

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investir desde luego. Hay investigadores norteamericanos muy notables de este problema, que nos enseñan mucho, han descrito (incluso han hecho cuentas porque a los norteamericanos les gusta hacer cuentas sobre todo), han hecho cuentas de cómo disminuye la conversación, es decir, el número de minutos por día que la gente se dedica a conversar; para decirlo en sus términos: cómo va disminuyendo hasta aproximarse a cero, a medida que aumenta sin embargo la compra de objetos. Las relaciones humanas que sean afectivas, quiere decir que prometan algo, colaboración, transformación, enamoramiento, cuestionamiento, adversidad; que prometan algo, no solamente positivo (puede ser algo negativo) también lucha y puesta en cuestión de nuestras convicciones y nuestros valores, es decir, que prometan algo en general, que prometan entrar en contacto efectivo, disminuyen a un ritmo terrible y eso es parte de lo que llamamos ciudad. Lo grave no es sólo diseño, desde luego desde el punto de vista estético: ustedes tienen razón si les aterra, como arquitectos, ver la serie de cajones de cemento grises, enfilados al lado de una gran avenida, diseñado todo eso para los automóviles y para albergar una colmena que luego va a salir volada para su fábrica.

Atenas o Florencia; es decir como formas de identidad, como inscripción en tradiciones determinadas y participación en realizaciones culturales colectivas. En lo que suele llamarse ahora la crisis de la juventud, se oculta, generalmente en formas negativas, regresivas (infantilistas), destructivas y autodestructivas, la exigencia de un cambio cualitativo: no más de lo mismo, sino otra cosa, otra vida. Ya no esperamos nada del desarrollo económico y no moveríamos un dedo porque Cali se convirtiera en Chicago. Es verdad que la lucha contra la inicua y vergonzosa desigualdad y explotación económica es necesaria e inaplazable; pero no es suficiente. La exigencia de una vida diferenciada, artísticamente productiva, abierta al debate y al conflicto teórico, político y científico, individual y colectivo, no es una exigencia secundaria o diferible; no se puede postergar para después del quinto o el décimo "plan quinquenal". Si no se pone desde el comienzo como estilo, motor y guía, no vendrá después, y esa exigencia es la única que puede sacudir en los más diversos estratos de nuestra sociedad, la modorra, la depresión y el escepticismo. Valorar el arte como algo esencial a la vida, cómo hemos tratado de hacerlo en este breve texto, es sólo un aspecto de esa lucha por una nueva sociedad, un aspecto fundamental.

La ciudad se hace cada vez más grande y anónima. No se es de Chicago o de Hamburgo como se era en otras épocas de

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LAS GRANDES URBES Y LA VIDA DEL ESPÍRITU

Georg Simmel en El Individuo y la libertad (Ensayos de Crítica de la Cultural Barcelona, Ediciones Península, 1986

Carlos Andrés Manrique 0.**

Sondeando el Alma Humana en las Grandes Ciudades Hace más o menos cien años el profesor de la Universidad de Berlín Georg Simmel, escribía y publicaba este ensayo sobre el impacto que tiene el fenómeno de las grandes ciudades en la vida interior de sus habitantes. Este era uno más de las decenas de escritos que Simmel publicaba año tras año, escritos que en su forma variaban desde poemas hasta obras de medio millar de páginas como su Filosofía del Dinero, pasando por reseñas y ensayos, y que en su alcance temático abarcaban campos tan disímiles como la historia de la filosofía, la estética, la religión, y la naciente y en gran parte inspirada por él, sociología. También abarcaba temas referentes a una disciplina más general que podríamos denominar crítica de la cultura en la que se circunscribe el ensayo que ahora nos ocupa.

observaciones psicológicas, económicas, sociológicas y filosóficas dirigidas a comprender la peculiar situación existencial del individuo humano en el contexto de las metrópolis. En este sentido, vale la pena comenzar por lo que el mismo Simmel nos dice allí acerca de la intención y dirección de sus reflexiones. Tal intención y dirección se puede sintetizar en una idea orientadora, una idea acerca de cómo quiere proceder en el análisis de su objeto de estudio y hacia dónde quiere dirigir la mirada, y que Simmel expresa con las siguientes palabras:"(...) desde cada punto en la superficie de la existencia, por mucho que parezca crecer sólo en y a partir de ésta, cabe enviar una sonda hacia la profundidad del alma"1. Siguiendo esta idea, un fenómeno tan especial del desarrollo socio-cultural de la época moderna como es el de la formación de las grandes metrópolis ha de tener resonancias cruciales y determinantes en la constitución interna de las personas allí inmersas, en el estado de su alma, en su manera de experimentar la vida. A Simmel le interesa examinar ciertas características externas de la dinámica de las grandes urbes, pero no para comprender el fenómeno en sí mismo como producto socio-cultural, sino para penetrar desde allí en lo que sucede dentro de las personas cuyas vidas transcurren y se desenvuelven en esta dinámica. El objetivo es comprender mejor la situación existencial del individuo humano partiendo de las particulares condiciones que lo circundan. Esto

implica la suposición de que lo primero está esencialmente vinculado a lo segundo, aunque, y esto es importante tenerlo en cuenta, Simmel no esté pensando que el individuo humano sea un mero producto de las condiciones de su entorno y su medio ambiente sociocultural. Esto se hace evidente cuando, una vez establecida la tarea, Simmel quiere llevarla a cabo teniendo como bitácora de viaje una intuición central: el problema de la vida del hombre en el contexto de la sociedad moderna consiste en su lucha por defender y mantener vivo aquello que le es más íntimo y más propio en su interioridad, frente a una avalancha de fuerzas externas suprapersonales sociales, culturales y económicas- que tienden a imponerle las condiciones de su vida y a aniquilar su autonomía: "los más profundos problemas de la vida moderna manan de la pretensión del individuo de conservar la autonomía y peculiaridad de su existencia frente a la prepotencia de la sociedad (.. .)"2. Con esta intuición central el problema se transforma, entonces, en cómo el fenómeno de las grandes metrópolis amenaza con sacar al individuo humano de su propio centro, cómo impide la plena realización de sus impulsos y motivaciones más hondas, o, por el contrario, cómo la posibilita o

El diagnóstico de Simmel termina siendo paradójico, casi en el mismo sentido en que es paradójico aquel trajinado verso de Hölderlin que afirma "allí donde crece el peligro crece también la salvación". El peligro,

Esta amplitud y envergadura de la perspectiva intelectual de Simmel se manifiesta notablemente en este ensayo en el que se entrecruzan y funden Traducción y prólogo de Salvador Mas. ** Filósofo, Universidad de los Andes. 1 Georg Simmel, "Las grandes urbes en la vida del espíritu" en El individuo y la libertad (Ensayos de Crítica déla cultura), Barcelona, Ediciones Península, 1986, pág. 251.22 Ibíd., op.cit., pág 247.

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Simmel empieza a develarlo, fiel a su idea orientadora, partiendo desde la superficie más visible de la vida en las grandes ciudades, que es el flujo de impulsos sensoriales al que se encuentra allí sometido el ser humano. Este flujo, por ser vertiginosamente rápido y cambiante produce, en principio, lo que Simmel llama "el acrecentamiento de la vida nerviosa". Estamos apenas en la superficie, en el impacto fisiológico que tiene sobre la persona humana un abigarrado conglomerado de estimulaciones sensoriales fugaces que se suceden una tras otra en incesante cambio. Pero vamos sumergiendo la sonda y pronto este impacto fisiológico se traduce en reacciones psicológicas. Frente a esta sobre - estimulación sensorial que tiende a fatigar y absorber su conciencia y su energía vital, el habitante de la gran urbe genera mecanismos de defensa para no fragmentarse anímica y psíquicamente. El principal de estos mecanismos es el de convertir su racionalidad, su inteligencia, en el instrumento predominante de su relación con el entorno. A diferencia de la vida rural donde las relaciones tanto con las cosas como con los hombres son fundamentalmente afectivas y sentimentales, el habitante de la gran ciudad aborda los contenidos vitales circundantes a partir de su cada vez más desarrollada racionalidad calculadora. Esta insensibilidad o indolencia frente a las cosas y frente a los demás se vuelve el rasgo más predominante de su carácter. El ser humano se termina relacionando con las cosas y con las personas en tanto

3

Ibíd, op.cit., pág. 249.

4

Ibíd, op.cit., pág. 248.

5

Ibíd., op.cit., pág. 253.

son entidades abstractas que se vuelven objetos de cálculo: "Todas las relaciones anímicas entre personas se fundamentan en su individualidad mientras que las relaciones conforme a la racionalidad calculan con los hombres como con números"3. Todo este diagnóstico lo enriquece Simmel con sugestivas relaciones que arrojan luz sobre él a partir de fenómenos como el de la economía monetaria y la división del trabajo, relaciones que no podemos consignar aquí por cuestiones de espacio. Me interesa resaltar, sobre todo, cómo a partir de este binomio de insensibilidad/racionalidad que distingue la manera como el habitante de la gran ciudad experimenta la vida y se relaciona con su entorno, la sonda de Simmel llega finalmente a tocar la profundidad del alma humana. En esta constitución interna se tienden a suprimir y aniquilar todos aquellos impulsos irracionales, instintivos, anímicos que, moviéndose en el fondo de la persona humana buscan determinar el rumbo de su existencia, en lugar de recibirlo impuesto desde afuera como una entidad fija predeterminada. En las condiciones de vida de la gran ciudad tienden a debilitarse en grado sumo las motivaciones más personales y propias del individuo, sus deseos más hondos y arraigados. El fundamento de su manera de existir, dice Simmel, "se traslada al órgano psíquico menos perceptible, distante al máximo de la profundidad de la personalidad"4, órgano que es el entendimiento lógico. La vida del citadino se fundamenta, podríamos decir, en lo más lejano de su

propio centro vital. Su existencia se "desmorona inevitablemente en un sentimiento de desvalorización"5. Pero decíamos hace un momento, que lo paradójico de este diagnóstico es que "allí donde crece el peligro crece también la salvación". Miradas las cosas desde otro ángulo, las condiciones de vida de la gran ciudad son el terreno más propicio para desarrollar con libertad aquellas motivaciones más hondas y auténticas de nuestro propio ser. Ese mismo malestar de la indolencia y la apatía que caracteriza el modo de ser del citadino, hace que la gran urbe sea el modo de organización que más libertad de movimiento le permite al ser humano para expresar y manifestar lo que late en el fondo más íntimo de su individualidad. Esto, en virtud de una ley de las interacciones sociales que Simmel formula más o menos así: entre más pequeño sea un grupo social cualquiera, los vínculos de cohesión entre sus miembros van a ser mucho más sólidos y cohesionados, lo que hace que la libertad de movimiento y autonomía de sus miembros sea muy estrecha. La identidad grupal prevalece sobre la identidad individual. A medida que el grupo se ensancha estos vínculos se van debilitando y tendiendo a desaparecer, lo que ensancha el campo de acción y movimiento de los individuos. La indolencia, la mutua antipatía encubierta de indiferencia que caracteriza la relación que el urbanita establece con los demás es un signo inequívoco del máximo desvanecimiento de los vínculos y lazos grupales. A la vez que soledad, desarraigo y desamparo, este desvanecimiento es el terreno propicio

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para el desarrollo y la expresión de sus motivaciones e impulsos más propios, de su identidad individual, desarrollo que en agrupaciones pequeñas y altamente cohesionadas se ve impedido por el predominio de los parámetros colectivos.

más profunda individualidad. Pero es precisamente por el avasallamiento del "espíritu objetivo" (cultura externa materializada en construcciones e instituciones de toda índole, progreso material) sobre el "espíritu subjetivo" (la interioridad del individuo), es precisamente por esta amenaza que se manifiesta de manera paradigmática, en el De modo que junto a esa especie de malestar inevitable fenómeno de la gran ciudad, que la necesidad de resistencia y que generan las grandes autoafirmación de lo más propio y lo ciudades en la constitución más personal se vuelve imperiosa. interna del ser humano, Ésta es, digámoslo así, la dosis malestar sin el cual le sería optimista del diagnóstico de Simmel. imposible sobrellevar la dinámica de la vida urbana, son Pero no deja de aparecer una pregunta: ¿de dónde sacará las ellas también una especial fuerzas el ser humano, en medio del posibilidad. liberadora de la desasosiego generado por las

condiciones vitales externas, para defender aquello que le es más valioso en el interior dé su personalidad y no caer en la inercia de la indiferencia y el hastío? ¿no es ésta posibilidad únicamente accesible para aquellos "grandes espíritus", para aquellas "grandes personalidades" entre las cuales sin duda se encontraría Simmel, que a toda costa defienden el tesoro de su vitalidad, de su deseo más hondo, frente a las amenazas del medio ambiente externo? Preguntas éstas cuya actualidad me consuelan a mí un poco de haber reseñado un texto escrito y publicado hace más o menos cien años, cuando en las revistas se busca que las reseñas sean más bien sobre las últimas novedades, no importa si en unos pocos días éstas ya envejecen.

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LA CIUDAD Y LAS CIENCIAS SOCIALES

Germán Rodrigo Mejía. Fabio Zambrano (Eds.), La Ciudad y las Ciencias Sociales, Bogotá, CEJA, 2000.

Lariza Pizano y Federico Arango*

El libro editado por Fabio Zambrano y Germán Mejía1, propone abordar desde distintas perspectivas el tema de la ciudad. Busca trascender las definiciones convencionales -y a veces construidas a partir de criterios superficiales—de la misma. Así, resaltando los planteamientos de la economía, el urbanismo, la geografía, la antropología, la sociología y la historia, busca determinar los elementos que le dan sentido a la ciudad y cuáles la pueden definir como una unidad particular de estudio de las ciencias sociales. Aunque la aproximación desde cada una de estas disciplinas se realiza de manera separada, el tema de la ciudad y la reflexión compartida acerca de cómo abordarla permite que cada capítulo desarrolle un conjunto de argumentos que hacen parte de un mismo diálogo en el cual se busca "superar límites, revisar paradigmas y proponer metodologías realmente acordes con el objeto que se quiere conocer". En el artículo Significados de Ciudad, Jairo Chaparro desarrolla una

aproximación desde la sociología. Este autor nos muestra la ciudad como un conjunto de bienes que, organizados por una determinada traza urbana, adquieren significado. En la construcción social de este significado son determinantes los usos, la memoria, la carga simbólica y los imaginarios que, sigilosos, crecen y se arraigan en la urbe. Sin embargo, la convivencia de múltiples memorias en un mismo espacio, reviste dificultades. Entre estas, Chaparro destaca la relativa fragilidad de los "hilos y de las bisagras" que permiten una relación y una continuidad entre las diferentes narrativas urbanas, advirtiéndonos sobre el peligro que, en términos de la propia supervivencia de una ciudad, representa la carencia de una "proyección histórica" de los diferentes procesos de cambio que en ella tienen lugar. Es a través del concepto de cultura urbana (entendiendo ésta en términos de los "comportamientos y tipos de relaciones" existentes en una ciudad) que Chaparro desarrolla su propuesta, la cual tiene que ver con la generación de espacios de encuentro entre las múltiples formas de relación que se dan en y con la ciudad. Esto supone varias cosas. En primer lugar, la importancia de consolidar lugares que constituyen "reservas culturales" (el barrio, la calle, el sector) y, en segundo termino, la necesidad de promover procesos deliberativos que permitan intercambiar "miradas de ciudad". Al plantear no una simple agregación de "identidades urbanas", sino un diálogo entre éstas, Chaparro invita al lector a descubrir la ciudad más no la "ciudad formal"-sino la que narran los propios actores y

espacios que la conforman. La validez del texto de Chaparro, se encuentra en la capacidad que tiene de trascender una aproximación teórica a la ciudad, para trasladarse al campo de lo propositivo, delineando una estrategia con el objetivo de "propiciar un reencuentro con lo que somos y lo que queremos llegar a ser". Desde la historia, en el artículo titulado El Contexto Histórico del Ordenamiento Territorial en Colombia Fabio Zambrano introduce y articula los conceptos de espacio urbano y de región, al tiempo que invita a pensar estos dos ámbitos no como entes homogéneos y monolíticos, sino como contextos heterogéneos, sujetos a una constante redefinición y recomposición espacial, política, económica y cultural. En consecuencia, el autor hace énfasis en la idea de espacio social en contraste con aquella de espacio geográfico -que tanta incidencia ha tenido en la definición formal de las regiones en Colombia-. Para Zambrano, en un proceso constante e inacabado, las condiciones socioeconómicas son el principal motor que impulsa las diferentes dinámicas que dan forma a un determinado espacio social, el cual, a su vez, constituye la materialización de un discurso y de un modelo de ordenamiento político, social y económico. En tomo a la pregunta por la conformación dé las diferentes regiones que hoy en día conocemos y a partir de estos planteamientos teóricos, el autor revisa algunos aspectos de la historia de Colombia desde la óptica del ordenamiento territorial. Así, el texto dedica especial atención a los procesos

* Profesora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes.' Estudiante de Ciencia Política e Historia de la Universidad de los Andes. 1 Este libro fue editado a partir de una recopilación de trabajos presentados en un evento realizado por la Maestría en Restauración de Monumentos Arquitectónicos de la Universidad Javeriana en 1999.

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LA CIUDAD: HÁBITAT DE

las maneras en las cuales se pueden formular esas mismas preguntas.

DIVERSIDAD Y COMPLEJIDAD

Carlos A. Torres T. Fernando Viviescas M., Edmundo Pérez H. EComp], Facultad de fines, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. 2000, 349 p. Carlos Torres, Fernando Viviescas y Edmundo Pérez

En la época contemporánea, uno de los principales signos de que una urbe inicia su proceso de madurez -esto es, que toma el rumbo definitivo hacia el reconocimiento de su identidad como ciudad, rompiendo con los comportamientos y fantasmas que la mantenían sometida a sus ancestros rurales-, se presenta cuando sus ciudadanos y ciudadanas empiezan a asumir la complejidad como la característica fundamental, tanto de su configuración y funcionamiento como de los determinantes, procesos y movimientos que condicionan y modelan la existencia, individual y colectiva, que es posible construir en ella. Cuando sus habitantes y constructores reconocen que las respuestas a las innumerables cuestiones que demanda la vida citadina no son necesariamente las de siempre sino que, por el contrario, son múltiples, y que además son diversas

Este es el punto al que ha llegado la población colombiana en el cambio de siglo. Ha empezado a indagar por los soportes estructurales y por las lógicas internas que determinan el movimiento y los efectos que en sus vidas, tanto en el orden individual como en el colectivo, tiene esa realidad contundente que es la ciudad contemporánea. A preguntarse por el significado de experimentar la vivencia cotidiana en el medio urbano -cada vez más alejada del recuerdo rural y aldeano- y a buscar el sentido futuro que tendrá la vida en un mundo en el cual la diferencia, la diversidad, el desplazamiento poblacional, lo extranjero, comienzan a configurarse en los referentes de cualquier formulación cultural y política, de cualquier propuesta de sociedad que ellos se apresten a hacer. Tratando de ilustrar estas cuestiones y de responder a estas inquietudes, el Departamento de Urbanismo de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional desarrolló la Cátedra Manuel Ancizar, en el primer semestre de 1999, con la tema "Pensar la Ciudad: Una mirada hacia el próximo milenio". El libro que resume los resultados recoge las ponencias que expresaron en dicho evento los distintos intelectuales invitados. Se ha publicado de tal

manera quetrinde al lector una formulación amplia y diversa, pero rigurosa, de varias de las visiones que sobre la ciudad se proyectan en estos momentos en Colombia: filosóficas, sociales, psicológicas, antropológicas, artísticas, urbanística, económicas, entre otras. Más allá de servir de base para que la Universidad establezca una posición ante los problemas urbanos (la totalidad de los ensayistas son profesores universitarios), la publicación pretende construir una visión panorámica que abra el paréntesis de comprensión y de potenciación del uso del espacio público, individual y colectivo, de la ciudad colombiana. Desde esta perspectiva todos los ensayos buscan insertarse en el espacio en el cual, en Colombia, empieza a cualificarse la participación ciudadana haciendo de la palabra (la conversación, la discusión, el análisis colectivo) la principal herramienta para construir un futuro en el cual quepamos todos de manera civilizada. Parodiando a Bernardo Correa, uno de los participantes en la cátedra, pensamos que la construcción de ese ámbito "está íntimamente ligado a la existencia de los hombres en su condición de ciudadanos, es decir a la condición de seres que, para adoptar proyectos comunes y, por lo tanto, vivir juntos, necesitan razonar, discutir, poner en movimiento el pensamiento".

* Departamento de Urbanismo, Universidad Nacional.

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TRAYECTORIAS URBANAS EN LA MODERNIZACIÓN DEL ESTADO EN COLOMBIA

PeterC. Brand (Edil y Comp.), Universidad Nacional de Colombia Medellín y Tercer Mundo Editores, Bogotá, 2001,355 p.

Peter Brand* y Fernando Viviescas**

A pesar de un sinnúmero de hechos y procesos desalentadores, el nuevo siglo se inició en Colombia con una vitalidad planteadora sin precedentes. Las ciudades y regiones más dinámicas ya contaban con un plan estratégico, los alcaldes electos se comprometieron con un plan programático de gobierno, y un alto porcentaje de los municipios del país logró culminar la formulación de una nueva generación de planes locales, los planes de ordenamiento territorial. Estos últimos no sólo cobraron una innegable importancia para las administraciones locales, sino que también despertaron un inusitado interés entre la ciudadanía y las organizaciones sociales. Estos intentos contemporáneos de organizar espacialmente la vida de los municipios del país representaron la movilización de grandes esfuerzos de las instituciones estatales en interacción con amplios sectores de la sociedad civil. Despertaron polémicas y se volvieron noticias. La planeación local se había convertido en algo verdaderamente colectivo y significativo. Este libro, a través de los ensayos temáticos de diez investigadores, pretende describir y explicar esta conversión de la planeación local, hasta hace diez años todavía una actividad

tecnicista y marginal, en un asunto político, social y administrativamente vital hoy en día. En términos generales, se entiende por planeación el conjunto de políticas, instituciones, normas, procesos de gestión e intervenciones directas sobre el espacio urbano, y se propone contribuir a entender cómo, al llegar al nuevo milenio, la planeación se ha vuelto imprescindible para los gobiernos locales y ha logrado captar la imaginación política y estética de la ciudadanía organizada. Los cambios en el alcance social, los objetos y mecanismos de intervención y los procedimientos técnico-políticos han sido enormes, y han carecido de un análisis sistemático e integral. Y no se trata de un asunto de poco peso, pues con estos cambios se trazan las nuevas trayectorias de las ciudades que, a su vez, dimensionan la experiencia urbana, y por lo tanto social, de la gran mayoría de la población del país. El propósito expuesto exige una perspectiva amplia. De hecho, los mismos procesos de planeación se han ampliado, y hoy día la elaboración de una visión del futuro de las ciudades y regiones, y la consignación de ésta en un plan, se labora mediante procesos de participación, negociación y concertación. La construcción de esta visión y su realización en el tiempo ya no reside en las manos exclusivas del Estado sino que está regada entre muchas instancias sociales. En otras palabras, el Estado ha perdido la autoridad y los poderes que antes poseía para pretender dirigir el devenir de las localidades, cuya planeación ahora se ha convertido en algo simultáneamente más abierto y práctico. Dentro de esta perspectiva, los

diez capítulos del libro describen sistemáticamente y reflexionan críticamente sobre dimensiones específicas de la modernización del Estado colombiano y sus efectos urbanos. Cada autor desarrolla su propia visión e interpretación de los hechos. Algunos capítulos son más teóricos, otros más enfocados en la práctica, pero todos comparten el objetivo de esclarecer el carácter técnico y la envergadura social de los cambios en la planeaci6n local y exploran las perspectivas hacia el futuro para las ciudades y regiones del país. Los primeros capítulos dan énfasis al contexto en el cual se ejerce la planificación local, resaltando las transformaciones en el derecho público, la organización del Estado y las nuevas condiciones político-culturales en las cuales éste se concreta y opera. Los últimos cinco capítulos están dirigidos hacia algunas dimensiones concretas del desarrollo urbano y las áreas, modalidades de intervención y efectos espaciales de la modernización de la administración territorial. Para terminar, conviene aclarar que el objetivo de este libro no es intentar un balance general sobre la modernización del Estado local y sus efectos socioespaciales. Sin embargo, los resultados de los amplios y diversos estudios presentados aquí no son alentadores. Al contrario, en su conjunto constituyen una alerta contundente sobre las limitaciones de las políticas y prácticas actuales y los inminentes peligros para el futuro de las' ciudades del país. En todo caso, se espera proveer al lector de argumentos e información suficientes para ayudar en la urgente tarea de entender críticamente la magnitud de las transformaciones, afectando la vida urbana del país, cuyo alcance y significado fácilmente se pierden en la velocidad de los hechos.

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* Director Escuela de Posgrado en Planeación Urbano-Regional, Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. ** Arquitecto y urbanista. Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.

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