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Editorial Carl Henrik Langebaek
En esta entrega No. 12 de nuestra Revista de Estudios Sociales, encontramos temas muy diversos tratados por diferentes autores. Dos de las principales contribuciones en Dossier se basan en una perspectiva histórica de procesos que nos acompañan hasta hoy, pero que hunden sus raíces en la vida colonial. Se trata, en el primer artículo, de la infraestructura de las comunicaciones en el país y, en el segundo, de la corrupción y su relación con el desarrollo económico. Ambos, temas que se introducen como tales en el país a raíz de la Ilustración, el deseo de un buen gobierno y las políticas de desarrollo económico. Las vías de comunicación, tan frágiles en el país, figuran al lado de la corrupción como una de las quejas más agudas del sistema colonial. El desarrollo de un país de regiones, de lo que algunos autores han llamado incluso pueblos , cada uno de los cuales se ha caracterizado por sus mentalidades y maneras de ver el mundo, no podía más que estar acompañado de débiles comunicaciones. Una fragilidad que trató de remediar la naciente república en un proyecto de construcción de nación , tan desarticulado como las mismas élites que lo promovían. Un arquitecto, Hernando Vargas, Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de los Andes, narra el desarrollo de la infraestructura de las comunicaciones en Colombia y su relación con el desarrollo de ciertas formas de trabajo y procesos políticos propios del país. También desde una perspectiva histórica, Luis Eduardo Fajardo, economista de la Universidad del Rosario, trata otro asunto que ya desde finales del siglo XVIII y principios de la vida republicana marcó una de las preocupaciones más acentuadas: la vida perdurable de instituciones coloniales y el alto costo de transacción que los mismos implicaban para el desarrollo del país. Algunos de los actores o temas que juegan un papel importante en la economía nacional, pero desde el punto de vista actual, son tratados desde diferentes perspectivas. Salomón Kalmanovitz escribe sobre el capital social y la tributación en Bogotá. Su propuesta de privilegiar los impuestos locales, fomentando así la buena aplicación de los mismos y la corresponsabilidad ciudadana en su ejecución hace parte de debates de actualidad, sobre todo en Bogotá. Igual cabe decir de la responsabilidad de los empresarios con el país, y su papel en los acontecimientos de la vida política nacional en los últimos años. De ello trata el artículo de Angelika Rettberg, profesora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes.
Editorial
Es igualmente interesante el trabajo de Enrique Chaux, también profesor de la Facultad, relacionado con las estrategias de prevención de la violencia en Colombia. El artículo llama la atención sobre la violencia interpersonal, tan poco estudiada en comparación con la guerra y la violencia política. Richard Harvey Brown, evaluador internacional del Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, también hace una reflexión sobre la guerra, pero desde el punto de vista de cómo los medios de comunicación la construyen y le asignan un contenido propio. Finalmente, la sección Dossier incluye un artículo de Alberto Flórez sobre el debate de la vigencia y vitalidad de las disciplinas en Latinoamérica. Es un debate bienvenido, en el cual, a partir de una lectura fundamentada en los llamados estudios culturales se pone de nuevo este tema sobre el tapete.
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La sección Otras Voces incluye dos artículos. El primero, de María Teresa Calderón sobre el debate contemporáneo en torno a la idea de nación, y el segundo, escrito por Gabriel Alejandro Rivera, vinculado a nuestro Departamento de Ciencia Política, referido a la gestión por el espacio público en Bogotá. Relacionar este análisis con el que hace Salomón Kalmanovitz será, sin duda, un ejercicio interesante. La sección Debate en esta oportunidad cuenta con la participación de Francisco Gutiérrez, Gary Hoskin, Oscar Delgado y Eduardo Pizarro. El tema gira en torno a las normas electorales vigentes y las propuestas de reformas políticas. La advertencia de Donald Saari, mencionada por Francisco Gutiérrez, no puede ser más pertinente. La importancia de este tema va más allá de lo electoral, aunque usualmente lo electoral es lo que lo pone sobre el tapete. Las diferentes posiciones son un ejercicio de vital importancia para nuestro país en la coyuntura actual. Complementa lo anterior un fragmento de la obra de Jean Bucher: Lenguaje y poesía en Heidegger. Este es un buen abrebocas para una próxima entrega de la Revista de Estudios Sociales dedicada, precisamente, al tema del lenguaje y la construcción de realidades.
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DE LA MULA AL AVIÓN: NOTAS PARA UNA HISTORIA SOCIAL DE LA INFRAESTRUCTURA DE TRANSPORTE EN COLOMBIA Hernando Vargas Caicedo *
Resumen El ensayo se propone presentar la evolución general de la infraestructura de comunicación terrestre en el país, de la Colonia hasta 1930, señalando sucesivos estados de cambio de la misma respecto de espacios sociales asociados. Revisa bibliografía tradicional de la ingeniería y contribuciones recientes sobre el tema y sugiere una síntesis de la secuencia de transformación de los sistemas de comunicación en el período a partir de la integración de elementos de la historia social, política y tecnológica.
Abstract The article presents the general evolution of surface communication infrastructure in Colombia from Colonial time to 1930, relating development stages associated with social spaces. Reviews traditional engineering and recent bibliographical contributions and suggests a synthetical transformation sequence integrating elements from social, political and technological history.
La geografía es la base fundamental de toda especulación política; habla de la extensión del país sobre el que se quiere obrar, enseña las relaciones que tiene con los demás pueblos de la tierra, la bondad de sus costas, los ríos navegables, las montañas que lo atraviesan, los valles que éstas forman, las distancias recíprocas de las poblaciones, los caminos establecidos, los que se pueden establecer, el clima, la temperatura, la elevación sobre el mar de todos los puntos, el genio y las costumbres de los habitantes, las producciones espontáneas y las que pueden domiciliarse con el arte1 .
Introducción
Dossier
La historia de la infraestructura del transporte en Colombia ha sido un área insuficientemente explorada. Un medio ambiente extraordinariamente difícil2 y un proceso discontinuo de
* Ingeniero Civil Universidad del los Andes, Maestría en Ciencias en Estudios de Arquitectura y Maestría en Planeación Urbana M.I.T., Decano Facultad de Arquitectura y Diseño, Universidad de los Andes, Bogotá. 1 Francisco José de Caldas (1808) en Semanario de la Nueva Granada. Citado por Andrés Olivos, Caldas, precursor del periodismo científico, Bogotá, Panamericana, 1998, pág. 88. 2 L.F. Vernon-Harcourt, Achievements in Engineering during the last Half Century, London, Seeley, 1891, pág. 51.
desarrollo económico habrían limitado la evolución de la infraestructura de transporte a un rango reducido de intervenciones. Aparte de los enfoques locales de historia de la ingeniería3 , se han revisado materiales e interpretaciones de investigadores norteamericanos para revelar4 el papel del desarrollo de la infraestructura en la historia social nacional. Un importante acopio de fuentes documentales5 desde el período colonial hasta el presente requiere, sin embargo, una referencia analítica a la periodización general para proponerse como base hipotética de un registro serial de la infraestructura y, en particular, de ésta antes de la era contemporánea de la planificación del desarrollo. Este ensayo corto intenta explorar la evolución de la infraestructura de transporte en Colombia, analizándola a través de una serie de etapas en el desarrollo del mismo. De la Colonia a las primeras décadas del siglo XX se muestran vínculos con el desarrollo agrícola, el comercio exterior y la transferencia tecnológica, se presentan consideraciones sobre el trabajo, impactos económicos y desarrollo nacional relacionados con la construcción de la infraestructura. Un proyecto más ambicioso6 relacionaría sucesivos espacios y estructuras sociales vinculados a través de la dinámica de sus medios de comunicación7 .
3 Alfredo Ortega, Ferrocarriles Colombianos: resumen histórico, Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, Volumen XXVI, Imprenta Nacional, 1920; Alfredo Ortega, Ferrocarriles Colombianos: la última experiencia ferroviaria del país, 1920-1930, Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, Volumen XLVII, Imprenta Nacional, 1932; Alfredo Bateman, Páginas para la historia de la ingeniería colombiana, Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, Volumen CXIV, Kelly, 1972. 4 James Parsons, La colonización antioqueña en el occidente de Colombia, Bogotá, Carlos Valencia, 1979; Robert L. Gilmore y John P. Harrison, Juan Bernardo Elbers y la introducción de la navegación a vapor en el río Magdalena ; Robert C. Beyer, El transporte y la industria del café en Colombia ; Fred J. Rippy, Los comienzos de la era ferroviaria en Colombia , en Jesús Bejarano (ed.), El Siglo XIX en Colombia visto por historiadores norteamericanos, Bogotá, La Carreta, 1977. 5 Marco Palacios, El café en Colombia 1850-1970, una historia económica, social y política, México, El Colegio de México, 1983; Emilio Robledo, Bosquejo biográfico del señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, Visitador de Antioquia 1785-1788, Bogotá, Banco de la República, Archivo de la Economía Nacional, 1954; E. Posada y P. M. Ibáñez, Relaciones de mando: memorias presentadas por los gobernantes del Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, Volumen VIII, Imprenta Nacional, 1910; Germán Colmenares, Fuentes coloniales para la historia del trabajo en Colombia,Bogotá, Universidad de los Andes, 1968. 6 Hernán Vásquez, El proceso de urbanización en la historia de Colombia, Bogotá, Externado de Colombia, 1985, pág. 12. 7 Hernando Vargas, Urban Settlement and Evolution in XIXth Century Antioquia, Colombia, Tesis inédita, Cambridge, MIT, 1986, pág. 79.
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Los asentamientos españoles en Colombia fueron considerablemente coincidentes con las poblaciones preexistentes, localizadas en climas suaves de los valles y altiplanos andinos interiores8 . Ningún aspecto ha caracterizado tanto al país como su sistema montañoso9 . La ocupación física en la Colonia, aunque juiciosamente preocupada con rasgos del asentamiento, así como con el diseño institucional para la extensa frontera de colonización, solamente se ocupó superficialmente en esquemas de comunicación, por varias razones. El control militar10 considerado generalmente como una determinante de los sistemas viales imperiales no constituyó una tarea difícil ya que la población indígena estaba efectivamente asentada en sistemas de explotación agrícola y minera, e incorporada a ellos. Los nuevos pueblos estaban considerablemente espaciados dentro de una división espacial apropiada para economías de subsistencia alrededor de los asentamientos originales. Muchas de las rutas de los conquistadores, conservadas en la Colonia11 , eran considerablemente inferiores a los trazados indígenas prehispánicos. El estado colonial, considerablemente fiscalista y monopólico, impuso gravámenes sobre el intercambio de la producción regional. A la alta tributación, los mercados y producciones locales, se tuvieron que añadir costos internos de transporte que estaban determinados por una actividad de comunicaciones muy arriesgada, estacional, lenta y errática, que requería mayores inventarios y limitaba fuertemente el conjunto de bienes en circulación. La red establecida en el Nuevo Mundo era esencialmente marítima y extractiva12 con inestables ejes y rutas. El transporte colonial era marcado por la escasez crítica de mano de obra, tanto para las duras tareas de navegación fluvial como para la apertura y mantenimiento de caminos. Diezmada por las enfermedades tropicales y por las importadas de Europa, el asentamiento y el trabajo forzados, la población indígena (indios de conducción) se mostró tan 8 Carlos Martínez, Apuntes sobre el urbanismo en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Banco de la República, 1967. 9 David Bushnell, Colombia: una nación a pesar de si misma. De los tiempos precolombinos a nuestros días, Bogotá, Planeta, 1996, pág. 21. 10 Christopher Savage, An Economic History of Transport, London, Hutchinson, 1959. 11 Manuel Ancízar, Caminos , en Editoriales del Neo-Granadino, Selección Samper Ortega, Bogotá, Universidad Sergio Arboleda, 1998, pág. 147. 12 Ramón María Serrera, Patrimonio vial y sistema colonial: arcaísmo y funcionalidad en el sistema de comunicaciones terrestres en las Indias Españolas , en Patrimonio ¿Qué Patrimonio?, Bogotá, Invías, 1996, pág. 71.
frágil que se tomaron disposiciones para asegurar un mejoramiento de sus condiciones13 . De éstas, ya desde el siglo XVI (de 1543 a 1598) varias ordenanzas se refirieron a la limitación de las horas de trabajo, a la exigencia de condiciones de bienestar y a la garantía de propiedad de embarcaciones. Pero, como en muchos otros episodios de la historia colonial, a pesar del espíritu de las leyes, prevalecieron los intereses económicos y en 1560 los indígenas fueron exentos de los trabajos de boga, los que se dejaron a la población de color, grupo con un status legal considerablemente inferior. Los caminos de montaña eran el complemento de los sistemas de navegación fluvial y mantuvieron muchos trazados prehispánicos. Surgió una serie de pueblos de río como paradas o términos de caminos (desembarcaderos). Se estableció una fuerte competencia entre ellos para promover trochas alternativas en la medida en que fueron controlados por coaliciones de comerciantes y empresarios de transporte. Las peticiones locales para trabajos camineros estaban abandonadas a la iniciativa de los mismos grupos interesados, sin asistencia económica o técnica del Gobierno. Los primeros trabajos importantes en ingeniería de caminos y puentes en Colombia se desarrollaron durante el siglo XVIII. En esos días se hicieron esfuerzos para conformar procedimientos más estables de obra pública. En Antioquia las ordenanzas del oidor Mon y Velarde14 establecieron la labor de presos como base permanente para trabajos de caminos y se nombraron funcionarios responsables de recolección anual de impuestos para financiar los costos. El desarrollo de los servicios de transporte estaba muy condicionado por la escasez de capital y se expresaba en escasos y pequeños grupos de animales de carga, lo que, a su turno, reiteraba las estructuras de trabajo forzado15 . En algunas áreas, y continuando tradiciones precoloniales16 , grupos especiales de indígenas, como los yanaconas, se asignaban específicamente a la construcción y mantenimiento de caminos, aunque su status legal restringía su utilización en otras regiones. Pero, aparte de las reformas borbónicas de final del XVIII (como el peaje de camellón para mejoramiento de caminos)17 que incluyeron mejoras urbanas, acueductos y
13 Antonio Ibot, Los trabajadores del Río Magdalena durante el siglo XVI, Barcelona, Veritas, 1933. 14 Emilio Robledo, 1954, op. cit., pág. 70. 15 Germán Colmenares, 1968, op. cit., pág. 199. 16 Íbid, pág. 116. 17 E. Posada y P. M. Ibáñez, 1910, op. cit. pág. 154.
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Infraestructura de transporte en la Colonia
Ya convertido en el principal eje comercial del país, el río Magdalena se constituyó en el foco de los capitales nacionales y foráneos interesados en el monopolio comercial del país. La temprana introducción de la navegación a vapor (1823) representó un esfuerzo sorpresivamente innovador para incorporar el país al comercio internacional, los últimos desarrollos técnicos y esquemas empresariales22 . De hecho, la edad de la navegación a vapor estaba aún en una fase inicial23 y, como tal, la evolución técnica de sus prototipos era aún débil y experimental. Los primeros barcos de vapor importados al país cruzaron el Atlántico como barcos marinos y probaron estar totalmente inadaptados para las condiciones de la navegación fluvial. Se efectuaron crecientes inversiones en barcos, bodegas, caminos, dragados y sistemas de correo para construir un sistema integral de transportes. Pero, a pesar de las reducciones considerables en el tiempo de viaje, las contingencias políticas y financieras terminaron con las compañías, sistemáticamente. El desarrollo de una carga estable, solamente alcanzada en la fase de expansión del tabaco (después de la liberación comercial de 1850) y continuada con otros productos agrícolas (añil, quina y café) mantuvo el transporte fluvial como la arteria vertebral que subordinó todos los esfuerzos provinciales para conectar los espacios interiores a la vía acuática. La posición más fuerte de los puertos fluviales y marítimos mayores después de esta consolidación (Honda, Puerto
Berrío, Barranquilla) fue el resultado de una continua competencia con antiguos puertos comerciales muchos de los cuales (Santa Marta, Mompós, Girardot) perdieron su rango comercial original por variaciones del río y factores de escala. La historia de la navegación del río Magdalena registra, entonces24 , desarrollos en la infraestructura (puertos fluviales y marítimos, bodegas, ferrocarriles, cables aéreos, carreteras, equipo de navegación, obras de canalización, mejoras de navegación) en formas multimodales de comunicación acuática y de superficie. Se establecieron peajes fluviales en 1826 para financiar dragados y limpieza del cauce. El conjunto antecedente de componentes se articuló por fin para proveer una acrecentada capacidad de transporte y costos más bajos de operación. Después de la aparición de la carga petrolera (de 1910 en adelante)25 los intereses ribereños, los sindicatos navieros, los agricultores, los pequeños pueblos intermedios, parecieron perder frente a los intereses urbanos, regionales y de ingeniería, que plantearon nuevas manifestaciones y planeación general y que, de los cuarenta a los cincuenta recomendaron proyectos troncales de carreteras y la línea férrea paralela al río (Misión del Banco Mundial, 1950). Pero aún hoy, el potencial del río es subutilizado a pesar de que, como lo muestra el impacto de la construcción del canal del Dique (1650)26 los costos de transporte fluvial han sido convenientes para carga masiva. Colombia nunca tuvo27 una auténtica edad de vías acuáticas ni, más generalmente, ninguna era neotécnica28 , y perdió así etapas completas de la evolución preindustrial que podrían haber contribuido a desarrollos de agricultura y minería a mayor escala en algunas áreas. Sin una tradición en trabajos hidráulicos29 los asentamientos españoles se apoyaron fundamentalmente en lugares conectados por trochas, lo que marcó la geografía urbana colombiana. Los proyectos de colonización durante el final del siglo XIX también se relacionaron con la navegación fluvial. La ruta Meta-Orinoco (1895) dio una vía comercial más corta a las
18 Frank Safford, El ideal de lo práctico: el desafío de formar una élite técnica y empresarial en Colombia, Bogotá, El Ancora, 1989, pág. 140; Hernando Vargas, Cambio técnico en la edificación en Colombia en el siglo XX , en Cien años de arquitectura en Colombia, Bogotá, Sociedad Colombiana de Arquitectos, 2000, pág. 361; Hernando Vargas, 1986, op. cit., pág. 5. 19 Carlos Marínez, 1967, op. cit., pág. 59. 20 Alfredo Bateman, Desarrollo de las obras públicas en Colombia, Bogotá, ACIC, 1969, pág. 44. 21 Roberto Velandia, Descubrimientos y caminos de los Llanos Orientales, Bogotá, Colcultura, 1956, pág. 15. 22 Robert L. Gilmore y John P. Harrison, 1977, op. cit. 23 Philip Spratt, The Birth of the Steamboat, London, Charles, 1958, pág. 99.
24 Rafael Gómez Picón, Magdalena, Río de Colombia, Bogotá, Antena, 1948, pág. 414. 25 Enrique Naranjo, El gran río de la Magdalena, Cali, Biblioteca de autores vallecaucanos, Imprenta Departamental, 1957, pág. 26. 26 Eduardo Lemaitre, Historia del Canal del Dique, sus peripecias y vicisitudes, Bogotá, Canal Ramírez, 1982, pág. 49. 27 Charles Hadfield, The Canal Age, Devon, Newton Abbot, David & Charles, 1968, pág. 13. 28 W.H.G Armytage, A Social History of Engineering, London, Faber and Faber, 1961, pág. 329. 29 Pierre Pinon, Un canal, des canaux, París, Picard, 1986, pág. 76.
puentes18 , el cuadro general de la infraestructura colonial es de precariedad, y práctico abandono19 . El inventario de puentes del informe del Virrey Ezpeleta (1795)20 resume la precariedad del inventario. Para muchas regiones21 , la historia de sus comunicaciones ha sido literalmente un vía crucis en busca de unidad territorial. Como agregación de regiones aisladas, el país tuvo que esperar al siglo XIX para nuevas condiciones favorables al desarrollo económico.
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Transporte acuático
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30 Augusto J. Gómez, y Camilo Domínguez, Economía extractiva y compañías privilegiadas en los Llanos: 1850-1930 , en Los Llanos: una historia sin fronteras, Bogotá, Academia de Historia del Meta, 1988, pág. 210. 31 Mariano Melendro, Compañía Nacional de Navegación, fundación y desarrollo, Bogotá, Imprenta Nacional, 1978, pág. 13. 32 Tom Peters, Building the Ninenteenth Century, M.I.T. Press, 1996, pág. 295. 33 David McCullough, The Path Between the Seas, The Creation of the Panama Canal 1870-1914, New York, Simon and Schuster, 1977, pág. 63. 34 Sergio Villalobos, et al., Historia de Chile, Santiago, Editorial Universitaria, 1993, pág. 637. 35 Christopher Savage, 1959, op. cit. pág. 11. 36 Ibíd., pág. 14. 37 Marco Palacios, 1983, op. cit., pág. 51.
38 Roberto Tisnes, Pedro Fermín de Vargas, Biografía de un precursor, Bucaramanga, Academia de Historia de Santander, 1979, pág. 392. 39 Alexander von Humboldt, Ensayo político sobre la Nueva España, París, Librería de Lecointe, 1836, pág. 65. 40 Christopher Savage, 1959, op. cit., pág. 11 41 Ibíd, pág. 25 42 Hermann Schumacher, Codazzi, un forjador de la cultura, Bogotá, Ecopetrol, 1988, pág. 164. 43 Marco Palacios, 1983, op. cit., pág. 52. 44 Horacio Rodríguez Plata, La inmigración alemana al estado soberano de Santander en el Siglo XIX, Bogotá, Kelly, 1968, pág. 108. 45 James Parsons, 1979, op. cit., pág. 198.
Mulas y trochas: la era de la arriería
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La condición remota e impenetrable de muchas áreas fue prácticamente intocada por los caminos reales de los que generalmente estaban excluidos los vehículos de ruedas. Cerca a la idea medieval de un camino35 como algo que solamente implicaba el derecho de paso, y considerando al mantenimiento simplemente como la remoción de los obstáculos al tráfico, prevalecieron las trochas. Los reportes de gobiernos y viajeros reconocían reiteradamente el penoso estado de los caminos que permanecían intransitables gran parte del año. El ganado era conducido a grandes distancias (hasta 800 kilómetros) para suplir las crecientes necesidades de abasto de los centros mayores y áreas mineras. Esto caracterizó a gran parte del sistema de comunicación como trochas o caminos ganaderos, aún visibles y activos en la Colombia contemporánea. Los vehículos de rueda eran un lujo introducido en la parte final del siglo XVIII36 y su uso se limitó a transporte de pasajeros en unas pocas áreas urbanas. Se abrían y mantenían caminos de penetración, desde la Independencia y hasta la cuarta década del siglo XX37 , por medio de la corvea de trabajo forzado de la población masculina (de 18 a 60 años)
y los campesinos más pobres, incapaces de atender contribuciones monetarias, debían trabajar por medio de cuotas anuales. Ya desde finales del XVIII38 se proponía el trabajo comunal para estas obras. El efecto de la interrupción de los valles transversales en la Nueva Granada y en el Perú39 produjo, en contraste con México, una economía de cargadores en lugar de una de carruajes. En muchas áreas estas iniciativas eran el resultado de las empresas agrícolas privadas, algunas de las cuales construían caminos empedrados. Como sistema mixto de trabajo obligatorio y contribuciones, similar a los casos europeos de las parroquias y señoríos40 , tiene precedentes medievales. Aunque los derechos de paso (pontazgo, peaje) eran una de las muchas instituciones españolas, nunca adquirieron la forma de un mecanismo sistemático para apreciar servicios. Algo como el sistema de vías rápidas inglesas (turnpike) del XVIII41 , donde los usuarios contribuían con los costos de reparación en proporción al tráfico que ellos tuvieran y a la utilidad que derivaran del mismo, no existió en Colombia Las minas42 trajeron mecánicos, químicos y técnicos foráneos que comenzaron a configurar mapas regionales. Con el advenimiento de la constitución liberal y federalista de 1863, la nueva política de infraestructura distribuyó los esfuerzos en obras públicas a varios niveles43 . El Gobierno Nacional solamente contribuyó en ocasiones a algunas nuevas vías y ferrocarriles principales en tanto que los estados regionales se encargaron de las conexiones entre centros. Los empresarios privados, sin embargo, tuvieron la parte del león a través de la generosa concesión de tierras en áreas estratégicas y de frontera, con privilegios de paso a su favor como compensación por sus inefectivas concesiones de caminos, como se demostró posteriormente44 . En muchos de estos contratos45 , se mencionaban peajes, puentes, pastajes, bodegas y especificaciones viales, a medida que emerge una preocupación por la estabilidad y calidad de servicio de estos sistemas, con frecuentes y explícitas restricciones sobre
Antillas y a Europa y atrajo atención, aunque los intereses comerciales de las ciudades caribeñas (Cartagena, Barranquilla)30 , la falta de una política multinacional de navegación fluvial y un gran desbalance de carga afectaron definitivamente su crecimiento31 . No tuvo la exploración como en el Brasil del XVIII y XIX grupos de avanzada apoyados en la navegación. La obra de ingeniería mas importante del siglo XIX, el Canal de Panamá32 , no tuvo sino la participación de un ingeniero colombiano33 . No se dio, en contraste con otros países marítimos como Chile34 , una propuesta ordenada de flota mercante nacional, que tuvo que esperar hasta 1945.
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animales, pasajeros o mercancías. Por la debilidad fiscal de los gobiernos estatales y central, este sistema costó extensas concesiones de tierras. Surgieron interminables evasiones, inequidades, favoritismos y abusos en la recolección de peajes. El sistema de concesión produjo una multitud de caminos de herradura dispersos, con administraciones que a menudo provocaron fuertes reacciones públicas por apoyar condiciones de monopolio y dar tarifas preferenciales a grupos determinados. Con todo, se propusieron algunos planes mayores, a escala nacional, como caminos rodados de conexión interoceánica46 , esquema efímero (1863-1873) antes de la fiebre ferrocarrilera. Ya estaban disponibles mejores técnicas de construcción vial. El sistema de MacAdam47 , en 1820, significó no solamente una estructura física para vías, sino una declaración de política vial. Incluía el concepto de acomodar las condiciones de la vía al tráfico, la idea de estandarizar los procedimientos de la ingeniería de caminos, la noción de fases y subdivisión del trabajo para todos los subcontratistas, la contratación de supervisión competente frente a la creciente preocupación por la honestidad de los funcionarios públicos y el sometimiento del sistema vial a un control público. Tal propuesta integral, sin embargo, sólo fue fragmentariamente aplicada a la construcción vial del siglo XIX en Colombia. Ya era claro, después de los triunfos de Telford, que la ingeniería como tecnología no era una panacea para el desarrollo de la infraestructura, y el pensamiento de MacAdam revela la conciencia creciente de la necesidad de una administración profesional organizada para el sistema vial. El cambio técnico será, sin embargo, desigual y profundamente determinado por el contexto social48 . El progreso significaba obras públicas y el desarrollo se concebía como un asunto de ingeniería y actividad empresarial en el tiempo romántico de la era liberal en Colombia, cuando el Estado debía permitir la iniciativa individual para puentes y ferrocarriles, inmigración y comercio. Pero, lejos de la retórica política, el transporte continuó siendo una materia de especulación económica. Aunque los cargueros (tercios) eran hacia 1870 todavía el principal medio de transporte49 , las recuas de mulas y bueyes ganaron un enorme impulso con el auge agrícola sucesivo 46 Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia 1810-1930, Medellín, FAES, 1979, pág. 237. 47 Christopher Savage, 1959, op. cit., pág. 29 48 Hernando Vargas, 2000, op. cit., pág. 381. 49 Marco Palacios, 1983, op. cit., pág. 45.
estimulado por el comercio de exportación. Como tipología controversial, monopolística y monopsónica, la del empresario de mulas, arriero, se hizo, sin embargo, crucial en el proceso de integración económica, formación de capital y colonización. A los ojos de los analistas de la colonización antioqueña50 , los caporales y propietarios de recuas se hicieron clase honorable en la sociedad de frontera que valoraba fundamentalmente las habilidades comerciales. Los grupos antioqueños se identificaron tempranamente51 con el negocio comercial y de transporte, controlaban navegación fluvial, bodegas, tambos y posadas, y la arriería, en general, más allá de los círculos políticos y a pesar de la protesta de los pequeños comerciantes. Y este poder también se extendió52 a través de concesiones de tierras a las áreas de colonización en expansión lo que determinó así precondiciones para ocupación capitalista y conflicto social en varias etapas. Las concesiones de tierras derivadas de construcción de caminos y ferrocarriles fueron similares en su estructura, aunque de costos disímiles por unidad de recorrido53 . Como clase líder54 , los arrieros actuaron a menudo como contratistas de ferrocarril, cables aéreos, servicios de correo, y acumularon grandes inventarios de mulas y bueyes. El comercio del café, aunque evolucionó a través de una serie de condiciones de mercado, de tecnología y política, a menudo reflejó la colusión entre los grandes empresarios de transporte y comercio, a expensas de las clases de pequeños agricultores emergentes de la zona central del país. Aunque el cambio técnico ha sido continuo en estas áreas55 , con la sucesión de trochas, cables aéreos, ferrocarriles y carreteras, aún en la actualidad el transporte animal es necesario en la economía rural. Con tarifas controversiales, aleatoriamente establecidas por el clima, el camino, las condiciones políticas, las características de la carga, para sus 125 kilogramos, las arrias de mulas estaban limitadas efectivamente por la estacionalidad de las cosechas y su incertidumbre, de modo que se abría un claro campo para la era emergente del café y los ferrocarriles. 50 James Parsons, 1979, op. cit., pág. 200 51 Alvaro López Toro, Migración y cambio social en Antioquia durante el siglo XIX, Bogotá, CEDE, 1976, pág. 73. 52 Jorge Villegas, La colonización de vertiente en el siglo XIX, Medellín, CIE, 1977, pág. 10. 53 Mariano Arango, Café e industria 1850-1930, Bogotá, Carlos Valencia, 1981, pág. 81. 54 Ibíd, pág. 223. 55 Manuel Rodríguez, El empresario industrial del viejo Caldas, Bogotá, Universidad de los Andes, 1979, pág. 22.
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Como la navegación a vapor, los ferrocarriles llegaron tempranamente a Colombia (1850)56 , pero su adopción fue criticada por no tener en cuenta un patrón de población disperso57 , una topografía compleja, la pobreza fiscal del Estado, la reducida capacidad de garantías, las ausentes tradiciones gerenciales y la falta de capital. Sin embargo, y posiblemente tras la articulación de una serie de intereses foráneos (la era de ferrocarriles ingleses ya estaba estancada hacia 187058 ), y presiones locales, políticas y regionales, la llamada fiebre ferrocarrilera fue jubilosamente bienvenida59 . Las líneas férreas concentraron inversiones privadas y de los estados federales en segmentos para importación y exportación, haciendo de la infraestructura de transporte una pura réplica del espacio del producto primario, dependiente del exterior60 . A nivel regional, la oposición a los ferrocarriles fue elocuente pero ineficaz61 . Se hicieron presentes temores sobre despilfarro de recursos y oportunidades. Algunas voces quisieron apoyar, alternativamente, la producción local de herramientas, la metalurgia, las escuelas técnicas. Los promotores extranjeros, apoyados en la élite comercial, presentaron a los ferrocarriles como el paradigma de la cuidada planeación y rentabilidad. Cisneros, norteamericano nacido en Cuba, con estudios de ingeniería civil, protagonizó varios proyectos en Colombia62 . Sus propias estimaciones para la evaluación económica de la propuesta para el ferrocarril de Antioquia muestran la predicción de carga (posteriormente considerada como sobredimensionada) y los términos del ciclo de vida de los componentes férreos (el contrato lo obligaba a reemplazar progresivamente materiales, como puentes de madera por puentes de ladrillo, para reversión al término del plazo de acuerdo). En sus datos presupuestales muestra tanto las clases de trabajadores como la inexistencia de equipos, y discute los componentes de la dieta del peón que revela un margen salarial mínimo. Con materiales locales, maderas, ladrillos, cales y tejas para 56 57 58 59
Fred J. Rippy, 1997, op. cit., pág. 221. Luis Ospina Vásquez, 1979, op. cit., pág. 239. Christopher Savage, 1959, op. cit., pág. 60 Miguel Samper, La protección (1880), en Selección de escritos, Bogotá, Colcultura, 1977, pág. 101. 60 Luis Ospina Vásquez, 1979, op. cit., pág. 240 61 Alvaro Restrepo, Historia de Antioquia, Medellín, Imprenta Oficial, 1903. 62 Francisco Duque, Historia de Antioquia, Medellín, Imprenta Departamental, 1967, pág. 806; Alberto Mayor, Francisco Javier Cisneros y el inicio de las comunicaciones modernas en Colombia, Bogotá, El Ancora, 1999, pág. 78.
estaciones63 , sin embargo, se menosprecia la ferrería de Amagá establecida en 186564 , de modo que el ferrocarril se inicia en 1874, desde Puerto Berrío, con importación de rieles, material de fundición y estructuras, todavía en la víspera de la era del acero y de la electricidad65 . La minería de carbón y los aserríos66 se activan con el ferrocarril cuyo trazado resulta basado en la lógica de la exportación cafetera. Aunque considerablemente menos extensas y desarrolladas que otros sistemas férreos en América Latina67 , las líneas colombianas fueron cruciales para el éxito de la industria cafetera desde 1880 hasta 1930. La limitación histórica de los altos costos de transporte por el bajo cociente valor/peso fue superada progresivamente. En lugar de los estereotípicos ferrocarriles del café, otros análisis sugieren que los ferrocarriles a principios del siglo XX servían carga mixta y no dependían estrictamente de él68 . Se ha exaltado cómo la contribución del ferrocarril a la estructura de costos de la exportación cafetera estaba, de todas formas, compensando altos costos de transporte en mula69 , pero aún no se reconoce, con excepciones70 , la moderada y más eficiente participación del componente de navegación fluvial. Al acortar los segmentos de transporte en superficie de 30 a 80 kilómetros, de 5 a 10 días71 , los ferrocarriles ayudaron grandemente a aprovechar la expansión del mercado mundial y a una economía nacional progresivamente organizada. El desarrollo regional (como en el caso de Antioquia)72 estaba, sin embargo, precariamente equilibrado por la necesidad de importación de materias primas y bienes de capital y el proteccionismo económico dentro de la muy inestable política del siglo XIX. Los peajes estatales73 63 Francisco Javier Cisneros, Ferrocarril de Antioquia, Memoria sobre la construcción de un ferro-carril de Puerto Berrío a Barbosa, New York, N. Ponce de León, 1880, pág. 101. 64 Roger Brew, El desarrollo económico de Antioquia desde la Independencia a 1920, Bogotá, Banco de la República, 1977, pág. 320. 65 Chris Freeman, y Luc Soete, The Economics of Industrial Innovation, Cambridge, MIT Press, 1997, pág. 58. 66 Roger Brew, 1977, op. cit., pág. 369. 67 Marco Palacios, 1983, op. cit., pág. 54 68 Robert C. Beyer, 1977, op. cit., pág. 245; Victor Huckin, Report on the Railways of Colombia, Presented to both Houses of Parliament by Command of His Majesty, Foreign Office and Board of Trade, No. 678, Diplomatic and Consular Reports, London, Harrison and Sons, 1910, pág. 3. 69 Marco Palacios, 1983, op. cit., pág. 46 70 Gabriel Poveda, Vapores fluviales en Colombia, Bogotá, Tercer Mundo, 1998, pág. 285. 71 Marco Palacios, 1983, op. cit., pág. 50 72 Rober Brew, 1977, op. cit., pág. 415. 73 Luis Ospina Vasquez, 1979, op. cit., pág. 283.
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Ferrocarriles
contribuían a apoyar una estructura comercial fragmentada de estado de emergencia. Con la llegada de los ferrocarriles en el último cuarto del XIX74 , y finalmente de las carreteras, a comienzos del XX75 , los patrones de localización agroindustrial cambiaron considerablemente. Las primeras unidades de procesamiento estaban dispersas en centros locales y las posteriores, de mayor escala, se concentraron en centros urbanos mayores. Como se ha observado76 , la indemnización del Canal de Panamá produjo en Colombia una serie de segmentos ubicuos en 17 proyectos diferentes que provocaron una gran crisis fiscal y administrativa, y finalmente terminaron por convertir a los ferrocarriles en una carga pública77 , plagada de corrupción, excesivas concesiones laborales, equipo obsoleto y donde, sólo recientemente (1960), se configuró un sistema integrado a escala nacional. A partir de los años veinte78 se hace claro que parte la era de las carreteras, con una nueva configuración de intereses y consecuencias.
Observaciones finales
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El período examinado, básicamente hasta 1930, registra transiciones en muchos aspectos. La ingeniería79 aparece en 1848 como disciplina académica. Son escasas80 las visiones integrales de las comunicaciones como parte del desarrollo, como en el caso de Mosquera (1846), o Camacho Roldán (1890)81 . Los promotores locales y extranjeros primero importan y luego adaptan fórmulas tecnológicas a condiciones peculiares (como en los sistemas de cables aéreos de Caldas y Santander en 1910 y 1920)82 . Una fuerte identificación de modernidad con ferrocarriles83 , durante un largo período (1873-1930) desvía la construcción de infraestructura de soluciones menos intensivas en capital. La concentración de inversiones y gastos localizados con 74 Gustavo Arias de Greiff, La mula de hierro, Bogotá, Carlos Valencia, 1986, pág. 35. 75 Mariano Arango, 1981, op. cit., pág. 222. 76 Robert C. Beyer, 1977, op. cit., pág. 291 77 Donald Banhart, Auge y fracaso: historia de la construcción de los ferrocarriles , en Jesús Bejarano (ed.), 1977, op. cit., pág. 27. 78 Fernando Casas, y Francisco Uribe Echeverría, El Proceso de urbanización en la Costa Atlántica, Bogotá, Cider-Uniandes, 1985, pág. 79. 79 Alfredo Bateman, 1972, op. cit., pág. 61. 80 Carlos Sanclemente, Reseña histórica de la ingeniería colombiana, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1998, pág. 11. 81 Salvador Camacho Roldán, El valor trascendental del río Magdalena , en Escritos sobre economía y política, Bogotá, Colcultura, 1976, pág. 141. 82 Alfredo Ortega, 1920, op. cit., pág. 266. 83 Ibíd, pág. 2.
impactos en sectores, grupos y áreas (puertos, café, comercio a gran escala) dejó a grandes regiones y actividades casi abandonadas. La fisonomía de la infraestructura básica aquí presentada era, sin embargo, una réplica de los corredores de tráfico colonial. En el proceso, de todos modos, ocurrió inversión de capital, a una tasa sin antecedentes, y el cambio tecnológico involucró nuevos grupos sociales y económicos (clases comerciales urbanas, cultivadores, ingeniería local), para participar en el desarrollo de un sistema de transporte no planeado bajo el control de una clientela. La pobreza del Estado y la falta de capital, en general, determinaron una estructura intensiva en trabajo en los programas de obras públicas, donde eran usuales estándares desiguales y componentes no compatibles, con control foráneo tras el origen de equipos y estructuras de financiación de los proyectos, mayoritariamente ingleses y sólo posteriormente, norteamericanos. Modernidad e infraestructura eran sinónimos, con una adaptación institucional prácticamente nula: el Ministerio de Obras Públicas solo se estableció en 1905. Las obras públicas estaban secularmente detrás del mercado y de las innovaciones de producción. La infraestructura de transporte como fuente de empleo fue solamente comprendida como tal durante los convulsionados años veinte. El cambio se asimilaba rápidamente. Como con la introducción del hidroplano (1919)84 y del deslizador85 , la necesidad urgente de mejora de las comunicaciones configuró progresivamente una trama más compleja de combinaciones modales. Un mejor entendimiento del proceso de desarrollo resultará solamente con la contribución de una revisión crítica de la historia de la infraestructura que evidencia el grado de interdependencia de los sectores y regiones económicas, fortalecido a pesar de las desigualdades. Como amplio campo de investigación, requiere un compromiso con la interpretación regional y en cuanto al área interdisciplinaria, necesita una valoración de la tecnología como cultura, de la infraestructura como política y de la geografía como herencia.
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84 William Burden, The Struggle for Airways in Latin America, Washington Council of Foreign Relations, 1943, pág. 12. 85 Gabriel Poveda, 1998, op. cit., pág. 263.
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Resumen Este ensayo discute el impacto de la herencia colonial en los actuales índices de corrupción del sistema legal colombiano. También explora los posibles nexos entre la corrupción judicial y el desarrollo económico en distintos momentos de nuestra historia.
Abstract This essay discusses the impact of the colonial inheritance in the present indices of corruption of the Colombian legal system. Also it explores the possible nexuses between the judicial corruption and the economic development at different moments from our history.
Introducción La teoría económica ha reconocido de tiempo atrás que el grado y la velocidad del desarrollo económico de un país pueden estar influidos por la calidad y eficiencia de su sistema legal. Ya desde la época de Adam Smith se subrayaba la importancia de los derechos legales de propiedad en el desarrollo capitalista. Más recientemente, estudios como los de Barro1 y Keefer y Knack2 han relacionado el crecimiento económico moderno en varios países con la calidad de sus instituciones, en particular con el grado de protección a los derechos de propiedad. En Colombia, Rubio3 y otros autores han empezado a cuantificar el impacto económico de la ineficiencia y corrupción en el sistema legal colombiano. Las consecuencias de la corrupción en el sistema judicial se revelan en aspectos tan variados como la oferta de crédito y la prevalencia de valores de entrepreneurship en nuestras sociedades. Hernando de Soto4 ha demostrado cómo la
* Profesor, Facultad de Economía, Universidad del Rosario. 1 Robert Barro, Economic Growth in a cross-section of Countries , Quarterly Journal of Economics, No. 106, 1991, pág. 106. 2 P. Keefer y S. Knack, Institutions and Economic Performance. Cross-Country Test Using Alternative Institutional Measures , Economics and Politics, 7, November 1995. 3 Mauricio Rubio, La Justicia y el Desarrollo Económico , Desarrollo y Sociedad, No. 41, Marzo 98, Bogotá, CEDE, 1998. 4 Hernando De Soto, La Protección del derecho de propiedad y la sociedad civil , en: Carrillo, F. y Jarquin, E. (eds.) La Economía Política de la Reforma Judicial. Washington, BID, 1997.
inseguridad jurídica en torno a los derechos de propiedad en el Perú, producto de la corrupción e ineficiencia judicial, imponía grandes costos de transacción a los microempresarios, impidiéndoles ejercer adecuadamente el papel de entrepreneurs y obligándolos a refugiarse en una precaria informalidad. De Soto5 estima que el mejoramiento de los sistemas de matrícula legal de las microempresas en el Perú ha generado en los últimos años 105.000 empresas y 500.000 empleos nuevos. Argumentos similares establecen una poderosa conexión entre la protección legal de los derechos de propiedad y el desarrollo de los sistemas financieros. Castelar y Cabral6 han demostrado el vínculo entre la calidad del sistema judicial en Brasil y el adecuado funcionamiento de los sistemas de crédito en ese país. Dicho estudio examina los niveles de ineficiencia, politización y corrupción de la rama judicial en los distintos estados brasileños. Sus resultados revelan que los sistemas judiciales corruptos o lentos en la resolución de conflictos particulares generan desconfianza entre los agentes proveedores de crédito y los llevan a reducir la oferta del mismo. Una adecuada oferta de crédito requiere que exista un sistema judicial capaz de garantizar que en caso de incumplimiento, respalde el repago de las deudas o la resolución del conflicto de manera imparcial y transparente. Este renovado énfasis en la calidad institucional como un requisito para el crecimiento económico moderno ha sido adoptado por las principales agencias multilaterales de desarrollo. El Banco Interamericano de Desarrollo afirmaba: el desarrollo de mercados competitivos y eficientes plantea como condición necesaria...la construcción de un marco institucional que...defina con precisión y garantice los derechos de propiedad y el cumplimiento de los contratos 7 .
Una explicación histórica ¿Por qué algunos países tienen sistemas legales más eficientes que otros? Estudios recientes han llegado a la conclusión de que una de las variables que explica las variaciones en eficiencia de la justicia en distintas partes del mundo radica en la herencia colonial.
5 Ibíd, pág. 41. 6 Armando Castelar Pinheiro y Célia Cabral, Credit Markets in Brazil: The Role of Judicial Enforcement and other Institutions . Interamerican Development Bank, Office of the Chief Economist, Working Papers Series R-368, junio 1999. 7 Banco Interamericano de Desarrollo, La Economía Política de la Reforma Judicial, Carrillo, F. y Jarquin, E. (eds.), Washington, D.C., BID, 1997, pág. xiii.
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LA CORRUPCIÓN HEREDADA: PASADO COLONIAL, SISTEMA LEGAL Y DESARROLLO ECONÓMICO EN COLOMBIA.
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Buena parte de las naciones en desarrollo heredaron sus sistemas legales de las antiguas potencias coloniales. La Porta et. al.8 analizaron la rama judicial en una muestra de 49 países de todo el mundo, y encontraron una correlación fuerte entre las características de sus actuales sistemas legales y la tradición colonial a la que pertenecen. Los países de la esfera colonial anglosajona, que comparten el sistema jurídico denominado common law, muestran grados más altos de protección a los inversionistas y menos corrupción que los países colonizados por Francia y España, como Colombia, quienes comparten el sistema legal continental. Para efectos del citado estudio9 , construyeron un índice de calidad del sistema judicial, y le asignaron a cada país una calificación del uno al diez, siendo las notas altas indicativas de mejores sistemas judiciales. Dicho índice parte de cinco parámetros para evaluar la calidad del sistema legal: eficiencia, imperio de la ley, riesgo de corrupción, riesgo de expropiación y riesgo de incumplimientos contractuales por parte del Gobierno. En las cinco categorías evaluadas, los países de herencia legal franco-española obtienen peor puntaje que sus contrapartes de herencia anglosajona, alemana y escandinava. Colombia aparece con puntajes particularmente mediocres en todas las categorías descritas anteriormente. En corrupción, obtiene una calificación de 5.00, frente a un promedio de 5.84 para las naciones de herencia francoespañola, 7.06 para las de herencia anglosajona y 6.9 para el total de la muestra. En cuanto a riesgo de expropiación, Colombia es calificada con 6.95, frente a 7.46 para el promedio de las naciones con sistema franco-español, y 8.05 para el total de la muestra. En la categoría imperio de la ley , el promedio de calificación en el total de la muestra es de 6.85 sobre 10. El promedio para las naciones con sistema legal anglosajón es de 6.46, mientras que el correspondiente a las naciones con herencia legal hispano-francesa es de 6.05. Colombia aparece con 2.08, el peor índice de toda la muestra de 49 países. El estudio citado no sólo encuentra graves deficiencias en la aplicación de la ley por parte de los funcionarios judiciales en los países de herencia legal franco-española, sino en la misma naturaleza de las normas vigentes en estos países. Comparado con los resultados de países con herencia anglosajona, el estudio le otorga bajos puntajes a los países
8 Rafael La Porta, Florencio Lopez-de-Silane, Andrei Shleifer y Robert W. Vishny, Law and Finance, NBER Working Paper 5661, Boston, NBER, 1996. 9 Ibíd.
hispanos en general, y a Colombia en particular, por la ausencia de normas de protección legal de los inversionistas y acreedores10 . En un ensayo subsiguiente, los mismos autores comprobaron que las naciones colonizadas por anglosajones tienen en promedio mercados de capitales más amplios y desarrollados que aquellas colonizadas por franceses y españoles, sugirieron, además, que la baja calidad de los sistemas legales en estos últimos había actuado como una limitación para el desarrollo de mecanismos modernos de financiación externa para sus empresas11 . La falta de un sistema legal eficiente y respetado en Colombia y Latinoamérica asusta a los inversionistas y ha influido en el escaso desarrollo de nuestro mercado de capitales. Una pregunta obvia que surge del anterior análisis es: ¿Por qué algunas naciones han aceptado permanecer con un sistema legal inferior en calidad, que produce resultados económicos deficientes frente a otras alternativas disponibles, como la del modelo legal anglosajón?
España contra Inglaterra Para entender por qué la herencia legal de la colonia español parece inferior a la anglosajona, hay que entender el origen de esos sistemas en la metrópoli colonial. En su obra Rise of the Western World, North y Thomas12 relataron la aparición del capitalismo moderno en Europa, basados en una explicación institucional. Según North y Thomas, El éxito (de los países anglosajones) ha sido la consecuencia de la reorganización de los derechos de propiedad en estos países. Los fracasos, -de la península Ibérica en la historia del mundo occidental, y de buena parte de Latinoamérica, Asia y Africa en nuestros tiempos-, han sido consecuencia de organizaciones económicas ineficientes 13 . Tal vez el punto central de su análisis consistía en explicar por qué España, que había sido la superpotencia económica al comienzo del desarrollo moderno de Europa, sufrió un severo declive mientras que Inglaterra, que había comenzado relativamente más pobre, se erigió después del siglo 18 como
10 Ibíd, pág. 40. 11 Rafael La Porta, Florencio Lopez-de-Silane, Andrei Shleifer y Robert W. Vishny, Legal Determinants of External Finance, NBER Working Paper 5879. Boston: NBER, 1997. 12 Douglass North y R. Thomas, The Rise of The Western World, Cambridge, Cambridge University Press, 1973. 13 Ibíd, pág. 157.
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14 Ibíd, pág. 156. 15 R. David y J. Brierly, Major Legal Systems in the World Today, Londres, Stevens and Sons, 1985, pág. 14. 16 Ibíd, pág. 85. 17 D. North y R. Thomas, 1973, op. cit., pág. 130.
políticas fiscales frecuentemente confiscatorias. Por el contrario, Inglaterra tenía un sector público pequeño y descentralizado y un arraigado respeto por la propiedad privada. Inglaterra desarrolló un derecho orientado hacia la actividad comercial y la protección al empresario individual. En España, donde el estado era controlado por una pesada burocracia y monopolios privados buscadores de rentas, se desarrolló en cambio un sistema legal de corte administrativista, burocrático e ineficiente que desincentivaba la competencia privada y hacía más fácil al Estado erigirse como el gran repartidor y en ocasiones expropiador de la riqueza de la nación18 .
Corrupción e Imperio Si aceptamos el argumento de North y Thomas sobre las deficiencias en el sistema legal español durante la época del despegue capitalista en Europa, el siguiente paso en nuestro análisis sería intentar comprobar si ese mismo sistema se reprodujo en sus colonias, entre ellas Colombia. Los estudios anteriormente mencionados de La Porta, et. al.19 parecen sugerir que sí existe una fuerte correlación entre la herencia colonial de 49 países y el estado actual de su sistema legal. En particular, las ex - colonias españolas tienen hoy en día un sistema legal corrupto, ineficiente y con poca protección al inversionista privado, comparado con el de sus contrapartes de herencia anglosajona. ¿Qué nos dicen las fuentes históricas sobre el real estado de la administración judicial en épocas coloniales? La precariedad de la administración colonial española en América hace difícil encontrar los registros estadísticos que detallen con gran rigurosidad la gestión de sus tribunales. Esto en marcado contraste con otros imperios como el británico, del cual sobrevive información estadística mucho más abundante y sofisticada. La búsqueda y el análisis detallado y sistemático de la información restante en archivos colombianos y españoles sobre el desempeño del sistema judicial de la Nueva Granada es, por lo tanto, una tarea que aún aguarda su realización. Sin embargo, un recorrido inicial por algunos documentos coloniales más conocidos sugiere claramente las limitaciones y vicios de la administración de justicia en esta colonia. 18 Ibíd, pág. 31. 19 Rafael La Porta, Florencio Lopez-de-Silane, Andrei Shleifer y Robert W. Vishny, 1996, op. cit.; Rafael La Porta, Florencio Lopez-de-Silane, Andrei Shleifer y Robert W. Vishny, 1997, op. cit.
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la nación líder en el desarrollo capitalista del mundo occidental. Para estos autores, una parte sustancial de la respuesta puede encontrarse al mirar de cerca los sistemas legales de ambos países. El comercio de larga distancia y otras operaciones de mercado que caracterizaron el tránsito al capitalismo moderno sólo se consolidaron cuando un sistema legal sofisticado garantizó los derechos de propiedad privada. Una vez las instituciones legales redujeron los costos de transacción asociados con dichas prácticas comerciales, los individuos tuvieron incentivos para invertir y participar en las actividades cada vez más complejas e impersonales del mercado moderno14 . Las instituciones de defensa de los derechos de propiedad son esenciales para la actividad económica moderna. Por lo tanto, el tipo de sistema legal adoptado por una sociedad particular puede determinar su trayectoria de desarrollo. Inglaterra surgió como una potencia industrial al tener un sistema legal más pro-capitalista que España. El sistema legal inglés está basado en el llamado derecho común o common law. La ley inglesa está formada primariamente por jueces que tratan de resolver disputas especificas . España recibió en cambio, las influencias del derecho romano, francés y continental, un sistema legal fundamentalmente distinto del anglosajón. El derecho continental vigente en España intenta proveer reglas de conducta generales y generalmente fue redactado por legisladores15 . Por lo tanto, se fundamenta en leyes codificadas y decretos. El derecho anglosajón, por el contrario, le da prominencia a la jurisprudencia. Los fallos específicos formulados por jueces sirven de derrotero y referencia para fallos posteriores. El derecho anglosajón parece apropiado para resolver los casos específicos que surgen de disputas comerciales entre particulares. El derecho continental, por el contrario, ha sido históricamente asociado con estados burocráticos y dirigistas y con el triunfo de la idea de las economías planificadas y el creciente rol del estado en todas las áreas 16 . No es ningún accidente que el derecho continental haya sido adoptado por España y Francia y no por Inglaterra. Tal como lo discuten North y Thomas17 los estados francés y español evolucionaron hacia grandes burocracias centralizadas con
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Obviamente, es difícil encontrar una institución judicial en cualquier parte del mundo que se encuentre totalmente libre de corrupción. Sin embargo, los tribunales coloniales españoles eran notorios por la regularidad de esta situación. Los historiadores del periodo colonial parecen tener una opinión casi unánime acerca del grado de ineficiencia y corrupción de las cortes españolas en América. Se esperaba que el servicio colonial, armado con amplios poderes discrecionales, trabajara de cerca con los intereses locales para fortalecer el status quo, manipulando los códigos legales coloniales. Para la élite, la ley se convirtió en una norma que se honraba rompiéndola. Para los pobres, la ley era arbitraria y extraña, y por lo tanto, no poseía fuerza moral 20 . Las colonias latinoamericanas de España, entre ellas Colombia, heredaron buena parte de las deficiencias institucionales de la metrópolis. La potencia colonial intentó establecer un sistema legal uniforme en sus posesiones americanas. Sin embargo, el diseño formal de las leyes y tribunales coloniales se estrelló rápidamente con la realidad de un imperio atrasado y desintegrado física y políticamente, en donde la ley se acataba pero no se cumplía. No sólo los mandatos reales especiales, sino las normas y regulaciones generales eran frecuentemente ignoradas en la práctica por funcionarios coloniales, quienes contando con la distancia y el aislamiento a su favor, esperaban poder hacerlo con impunidad 21 . Más aún, las élites coloniales buscaron adueñarse de las posiciones en la burocracia judicial de la colonia como una manera de capturar rentas. En la primitiva economía del virreinato, ocupar un puesto en el sistema judicial y abusar de él era una de las pocas actividades lucrativas disponibles para los miembros de las clases dominantes. En el siglo XVII los hombres más destacados buscaron la administración colonial por la oportunidad que ésta representaba de crear fortunas para ellos mismos, para los miembros de sus familias extendidas y para su clientela. Se infiere que en lugar de buscar soluciones, ellos preferían la búsqueda de consensos entre los grupos en conflicto basándose en sobornos, no en consideraciones de equidad. La venalidad y la corrupción se volvieron generalizadas, institucionalizadas y legitimadas al tiempo que el empleo en la burocracia colonial se convirtió en una fuente principal de ingreso y posición social para la aristocracia española 22 . 20 S. Stein y B. Stein, The colonial heritage of Latin América: essays on economic dependence in perspective, Oxford, Oxford University Press, 1970, pág. 701. 21 C. H. Haring, The Spanish Empire in América, New York, Oxford University Press, 1947, pág. 123. 22 S. Stein y B. Stein, 1970, op. cit., pág. 701.
Por todas estas razones, los reclutados para administrar el aparato de justicia no fueron los mejores. La ignorancia y la ineficacia de los funcionarios es una de las continuas quejas de virreyes y visitadores reales. Sumado a factores como la corrupción, que propiciaba por igual las bajas remuneraciones, la inexistencia del espíritu de servicio y la escasa preparación, que a veces llegaba hasta la falta de saber leer y escribir, constituyeron los varios motivos de la ineficiencia de la administración colonial 23 .
El subdesarrollo en los tribunales coloniales La institución más importante del sistema legal colonial en la Nueva Granada era la Audiencia, un tribunal nombrado por el Rey y basado en Santa Fe, que tenía simultáneamente responsabilidades administrativas y judiciales. Este arreglo institucional ha sido criticado ampliamente, pues al no prever una separación de poderes, estaba dejando un campo amplio para los abusos. La imprecisión misma en la delimitación de las funciones del más alto tribunal colonial, al mismo tiempo legislativas, ejecutivas, judiciales y fiscales, hacía que sus miembros se comportaran habitualmente como magistrados inmunes a cualquier crítica y a todo control 24 . La estructura del aparato judicial de la Colonia tenía tres niveles. La autoridad legal local estaba en manos de un funcionario judicial menor llamado Corregidor. La Real Audiencia de Santa Fe, como máximo tribunal, estaba encargada de recibir las apelaciones provenientes de los tribunales locales. Adicionalmente, para los casos de mayor cuantía era posible apelar las decisiones de la Real Audiencia ante el Consejo de Indias, una corte especial localizada en España que tenía jurisdicción sobre todo el imperio25 . La Real Audiencia de Santa Fe fue escenario continuo de escándalos relacionados con el comportamiento de sus miembros. Eran frecuentes las acusaciones acerca de conflictos de interés y de mezcla de actividades públicas y privadas. Igualmente constantes eran las denuncias sobre el irrespeto a la norma que prohibía a los Oidores (magistrados) de la Audiencia casarse y emparentarse con familias locales26 . Un ejemplo de los frecuentes conflictos de intereses y violaciones a las inhabilidades e incompatibilidades propias de 23 Jaime Jaramillo Uribe, La administración colonial , Nueva Historia de Colombia, Bogota, Planeta, 1979, pág. 177. 24 Germán Colmenares, Factores de la vida política colonial: el Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII , en Nueva Historia de Colombia, Bogotá, Planeta, 1979, pág. 204. 25 E. Schaefer, El Consejo Real y Supremo de Indias, Sevilla, Carmona, 1935. 26 Germán Colmenares, 1979, op. cit., pág. 203.
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27 Ibíd, pág. 204. 28 Germán Colmenares (ed.), Relaciones e Informes de los gobernantes de Nueva Granada, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1989, Tomo I, pág. 29. 29 Ibíd, pág. 305. 30 Ibíd, pág. 406. 31 Ibíd.
En 1796 el informe de su sucesor, el Virrey Ezpeleta, se refiere a la necesidad de nombrar otro corregidor para la administración judicial de Santafé, pero aclara que si no se le garantizaban recursos para su sueldo era mejor no crear la plaza, pues temía que el funcionario nombrado recurriera a buscar su subsistencia por medios indecentes 32 . En esa época era usual que el único ingreso de los funcionarios judiciales fueran las tarifas que cobraban a los particulares por resolver pleitos. Ezpeleta reportó que en su gobierno había suprimido las posiciones de nueve corregidores, pues encontró que ellos mismos fomentaban pleitos en sus comunidades para poder cobrar por su resolución. En otras ocasiones, agregaba Ezpeleta, estos funcionarios habían recurrido a medios aún más indecentes y ofensivos para ganarse la vida33 . El informe del Virrey Mendinueta en 1803, vuelve sobre temas familiares, y sugiere que en vísperas de la independencia, los españoles aún no habían podido construir un sistema judicial viable. Además de quejarse por la sobrecarga de trabajo de la Real Audiencia en Santa Fe, llama la atención sobre las dificultades encontradas para el nombramiento, ordenado por el anterior virrey, de funcionarios judiciales en Antioquia y Mompós. Mendinueta le pidió a las autoridades en Madrid que no accedieran al nombramiento de nuevos corregidores, pues alegó que resultaba difícil sostenerlos decentemente sin que la precariedad de su situación económica los llevara a buscar medios ilegales de ingresos. Agrega Mendinueta: Nada es mas difícil que la elección de sujetos para los pequeños destinos - corregidores, recaudadores, escribanos, etc.,- porque careciendo de aliciente justo y permitido, hay el recelo de que se haga un abuso de autoridad para existir a expensas del público y en prejuicio suyo 34 .
Estas impresiones sueltas de distintos gobernantes de la Nueva Granada dejan ver las limitaciones recurrentes de la administración judicial en esta colonia. En muchos casos los altos funcionarios judiciales de la Audiencia de Santa Fe violaban las inhabilidades e incompatibilidades propias de sus cargos, y se enriquecían aprovechando su posición e influencia en la sociedad local. Mientras tanto, los funcionarios judiciales menores, asignados a poblaciones
32 Ibíd, Tomo I, pág. 197. 33 Ibíd, Tomo II, pág. 201. 34 Ibíd, Tomo III, pág. 51.
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su cargo se encuentra en un incidente ocurrido en Santa Fe en el año de 1729: (Un funcionario colonial) había escrito al Consejo de Indias sobre los manejos de los Oidores José Martínez Malo y José Quintana. Estos Oidores no solo se ocupaban abiertamente en asuntos comerciales, sino que habían logrado convertirse en intermediarios entre algunos mineros del Chocó y la Casa de la Moneda de Santa Fe 27 . Una fuente interesante de información oficial acerca del estado del sistema judicial en la Nueva Granada puede encontrarse en las Relaciones de Mando, los detallados informes que los gobernantes coloniales rendían al Rey al final de su gestión. En su informe a Madrid en 1729, el Mariscal de Campo Antonio Manso, presidente de la Audiencia de Santa Fe, se quejaba de la tendencia de los Oidores a emparentarse con familias locales, por lo que sugería la necesidad de una frecuente rotación de éstos a fin de garantizar la integridad de la justicia. Afirmaba además, que la mediocre administración judicial era una de las causas de la pobreza en el Virreinato, y terminaba advirtiendo que si sus vasallos no podían obtener justicia de las autoridades coloniales, sobrevendría una ruina fatal sobre el reino. Concluía el informe: Y, pues, no estando la administración de justicia en el lugar en que debe, ya consta a Vuestra Majestad que no se puede conservar el reino 28 . El reporte del Virrey Manuel Guirior en 1776 aseguraba: La administración de justicia en el Virreinato, que depende en mucha parte de los gobernadores y corregidores: y como éstos no han ganado sueldo, dirigían sus anhelos a la negociación, sin perdonar arbitrios, por ilícitos que fueran, sacando su alimento y fondo de la miseria de los indios y pobres, quedándose las más veces los delincuentes sin castigo y los desórdenes sin remedio 29 . En su relación de mando de 1789, el Virrey Caballero se quejaba también de que los funcionarios judiciales locales o corregidores tenían dificultades para sobrevivir sin recurrir a los sobornos y frecuentemente abusaban de su poder para convertirse en monopolistas del comercio regional30 . El Virrey Caballero manifiesta en su informe que desearía encontrar los recursos para garantizar que las oficinas judiciales no fueran ocupadas por sujetos que sólo esperaban tomar ventaja de cualquier situación que les rindiera ganancias personales31 .
alejadas a duras penas podían lograr su subsistencia cometiendo actos triviales pero constantes de corrupción. ¿Por qué se conformó la sociedad neogranadina con un sistema legal tan deficiente? Las instituciones legales modernas en Europa surgieron a medida que la economía abandonó su estructura tradicional para volverse más comercial, impersonal, cosmopolita y capitalista, lo que requería normas legales más eficientes y transparentes. La Nueva Granada, por el contrario, no necesitaba mucho de tales avances legales pues su economía, en general, permanecía atada a esquemas precapitalistas. Es más, si la acumulación de riqueza en el Virreinato provenía frecuentemente de los favores y dádivas otorgados por la administración a sus amigos, existían incentivos entre los grupos dominantes para continuar con un sistema legal ambiguo y corrupto, pues así se facilitaría la manipulación y el desconocimiento de los derechos de propiedad privada por parte de las autoridades en provecho de sus aliados poderosos en la sociedad colonial35 .
El consulado de Cartagena y la privatización de la justicia colonial
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La venta de posiciones en el sistema judicial fue otro aspecto de la corrupción institucionalizada en la época colonial. Esta sección analiza el caso de un grupo de comerciantes españoles que compró el derecho a operar el Consulado de Cartagena, principal tribunal encargado de resolver las disputas comerciales de la plaza. El análisis contemporáneo de la corrupción en el Tercer Mundo ha descrito en términos metafóricos la compra de puestos públicos por funcionarios buscadores de rentas: La naturaleza permanente de las oportunidades de ingresos en estos puestos públicos implica la creación de derechos de propiedad intangibles dentro de estos sistemas... 36 . En la administración colonial española esta venta no tenía un carácter metafórico, sino que estaba plenamente institucionalizada. En otras colonias españolas en América fue usual la venta de posiciones para Oidores de la Real Audiencia37 . Incluso se tienen registros de niños de 9 años que fueron nombrados
35 S. Mosk, Latin América Vs The United States , en Morgan Betz (ed.), Readings in Economic Development. Choudry, Greenwood Press, 1963. 36 Jagannathan Vijay, Corruption, delivery systems and property rights , World Development Vol. 14 No. 1, 1986, pág. 127. 37 M. A. Burkholder y D. S. Chandler, Creole appointments and the sale of Audiencia positions in the Spanish Empire under the early Bourbons (17011750) . Journal of Latin American Studies, Vol. 4, No. 2, 1972.
por este mecanismo como magistrados de los más altos tribunales coloniales38 . Este caso en particular no se dio en la Audiencia de Santa Fe. Sin embargo, a finales del siglo XVIII la Corona vendió a particulares el derecho de organizar y administrar el tribunal comercial más importante de la Nueva Granada: el Consulado de Cartagena. Esta corte tenía una importancia particular por representar los intereses de uno de los pocos grupos sociales de la Nueva Granada integrados a la naciente economía global. El gremio de los comerciantes ultramarinos radicados en Cartagena era prácticamente la única comunidad en el Virreinato con vínculos fuertes y directos a la economía mundial. A diferencia de las elites del interior, que obtenían ingresos principalmente de la agricultura tradicional para el consumo interno, la pequeña minería y las rentas de la burocracia virreinal, un grupo de comerciantes españoles de Cartagena prosperaba con el comercio entre España y América. Este comercio requería capitales sustanciales invertidos a largo plazo en la peligrosa empresa de las travesías transoceánicas de los galeones. El incumplimiento de un agente podía arruinar a su patrocinador, porque la recuperación de una deuda acarreaba dilatados y costosos trámites judiciales que podían lesionar la reputación y la liquidez de un comerciante 39 . Las particularidades de este comercio interoceánico exigían un sistema legal confiable, como el que no se encontraba en el resto del Virreinato. Por esto mismo, el poderoso y bien conectado gremio de los comerciantes españoles de Cartagena pidió y obtuvo de la Corona en 1795 el derecho a organizar su propio tribunal judicial, denominado el Consulado de Cartagena 40 . Los comerciantes más acaudalados le compraron al Rey el derecho a formar un tribunal cuyos miembros eran escogidos entre ellos mismos. Formar parte del Consulado no era un privilegio barato. Sus fundadores le pidieron al Rey que limitara su membresía a los dueños de buques de mas de 100 toneladas y mercaderes con un capital no inferior a los 16000 pesos41 . El tribunal comercial más importante de la Colonia se convirtió así en una fraternidad cerrada al resto de la sociedad neogranadina y en un mecanismo mediante el cual los poderosos, con sanción oficial, capturaron para defender sus intereses privados una institución que normalmente debería 38 E. Schaefer, 1935, op. cit., pág. 53. 39 Anthony McFarlane, Colombia antes de la independencia. Economía, sociedad y política bajo el dominio Borbón , Bogotá, Banco de la República, 1997, pág. 273. 40 Ibíd, pág. 276. 41 Ibíd, pág. 277.
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El subdesarrollo en las normas coloniales El subdesarrollo legal de la Colombia colonial y la corrupción inherente a su sistema judicial se expresaba de muchas maneras. Ya hemos expuesto las limitaciones del aparato burocrático de administración de justicia. Pero los vicios del sistema se extendían a la normatividad y no sólo a su aplicación. Las normas legales de la Colonia, por su carácter primitivo y antitécnico, desalentaban la iniciativa empresarial, privilegiaban el monopolio, y en general servían para mantener ambigüedad en los derechos de propiedad privada, al facilitar el predominio del Estado como el principal asignador de rentas en la economía colonial. Una de las más notorias limitaciones de la normativa colonial era la debilidad de los derechos de propiedad sobre la tierra.
42 Ibíd, pág. 279. 43 Ibíd, pág. 240.
Los derechos del Rey guardaban primacía sobre todos los demás. La Colonia no fue una empresa privada sino un esfuerzo público emprendido con el auspicio del Rey, quien a través de sus capitulaciones delegaba en los conquistadores las funciones de toma de posesión de las nuevas tierras44 . La propiedad privada en la América hispana tenía entonces un carácter marcadamente subsidiario y frágil frente a las pretensiones del Estado. Los títulos legales del Rey sobre tierras americanas implicaron, por supuesto, una masiva expropiación de las tierras indígenas. Fue sólo hasta 1595, cuando la población original de Colombia había sido reducida en un 90% y los españoles enfrentaban una grave escasez de mano de obra, que no se tomó la determinación de entregar a algunas comunidades indígenas títulos legales sobre la tierra para evitar su extinción definitiva45 . Los indígenas no fueron las únicas víctimas de un sistema legal que mantenía inciertos los derechos de propiedad sobre la tierra. La historia colonial de América Latina abunda en instancias en las que la Corona, agobiada por problemas fiscales, intentó resolverlos al confiscar tierras de órdenes religiosas o de individuos españoles sin que éstos tuvieran mayores recursos legales para la defensa de sus derechos46 . Una vez más, la existencia de un régimen legal débil de propiedad sobre la tierra y un sistema judicial profundamente corrupto eran las circunstancias apropiadas para mantener el poder clientelista de la Corona sobre esta sociedad colonial. Al manipular e irrespetar casi a su antojo los derechos de propiedad privada, la autoridad virreinal podía cimentar su poder político al confiscar la propiedad de sus enemigos para repartirla a sus amigos o para aliviar sus propios problemas fiscales. La consecuencia de esta debilidad jurídica, además de inaugurar en nuestro país el rol de un Estado intervencionista y clientelista, fue, por supuesto, desincentivar casi por completo la iniciativa empresarial privada en la Nueva Granada colonial. El sistema legal español no podía garantizar los derechos privados sobre la tierra y era todavía más inadecuado para sostener las formas asociativas cada vez más complejas que se unen con el surgimiento del capitalismo moderno. El ejemplo paradigmático de la evolución legal que acompañó
44 J. C. González, Influencia del Derecho Español en América, Santiago, Mapfre, 1992, pág. 80. 45 William McGreevey, An Economic History of Colombia, Cambridge, Cambridge University Press, 1971, pág. 51. 46 OTS y José María Capdequí, El Estado español en las Indias, México, Fondo de Cultura Económica, 1957, pág.148.
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tener un carácter público. Desempeñar un cargo en el Consulado se convirtió en algo así como un asunto de familia, en el cual los lazos de sangre y de matrimonio reforzaban la identidad de los intereses económicos 42 . En los años finales del mandato español, los comerciantes de Santa Fe y de Antioquia, que estaban aumentando su influencia económica y política, también pidieron a la Corona el derecho a organizar un nuevo consulado en la capital del Virreinato. Los comerciantes del interior alegaban que siendo ellos en su mayoría deudores de los comerciantes de Cartagena, no podrían esperar un juicio justo del consulado de Cartagena, dominado y literalmente comprado por estos últimos. Todos (los comerciantes del interior) aceptaban que no deberían depender de una corte lejana y potencialmente prejuiciada en Cartagena. 43 . La petición les fue negada. La creación del Consulado de Cartagena y la negativa de la Corona de otorgar derechos semejantes a los comerciantes del interior demuestra que ciertas elites en el virreinato buscaron y obtuvieron un sistema judicial separado y privatizado , mediante el cual pretendían evadir la ineficiencia imperante en el resto de los tribunales de la Nueva Granada. A diferencia de otras potencias coloniales como Inglaterra, España no ofreció la justicia como un servicio público disponible sin costo a toda la sociedad colonial, sino como una valiosa prerrogativa subastada por la Corona a sus favoritos. En la Nueva Granada colonial, la pugna por el acceso a la justicia era un mecanismo más de clientelismo.
el capitalismo moderno en Europa y Norteamérica fue tal vez el surgimiento de la sociedad por acciones, que derivó en la sociedad anónima. Mientras que en 1776, más de media docena de corporaciones empresariales habían sido constituidas en las colonias británicas de este hemisferio, ninguna fue creada jamás por empresarios privados en la Nueva Granada para el comercio, la industria o la colonización47 . Excepto por un puñado de empresas mineras fracasadas, en todo el periodo colonial español no se registró la creación legal de ninguna empresa comercial mas allá de sociedades simples entre unos cuantos hacendados o mineros48 . Colombia no podía encontrar nada en su herencia española ni en su propia experiencia colonial que fuera útil para el desarrollo de sociedades empresariales sustanciales después de la independencia 49 .
La venalidad imperante en el sistema judicial colonial, así como su ineficiencia y las limitaciones técnicas de sus normas, actuaron como una barrera que impidió el surgimiento de empresas capitalistas como las que caracterizaron a otras colonias europeas a partir del siglo XVIII. La mala calidad de la justicia colonial fue un factor explicativo del subdesarrollo en que vivió la Nueva Granada hasta la Independencia, del mismo modo que la actual corrupción e ineficiencia del sistema judicial colombiano sigue obstaculizando el crecimiento moderno de la Nación.
Conclusiones
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La calidad de los sistemas judiciales es un determinante del desarrollo económico. Las diferencias en la eficiencia económica de los sistemas legales pueden explicarse, por lo menos parcialmente, con razones históricas. Estudios como los de La Porta et. al. revelan la influencia de la herencia colonial en los sistemas legales predominantes en buena parte del mundo. Los países colonizados por España tienen en promedio sistemas legales más corruptos y con menos protección de los inversionistas que los países colonizados por otras potencias europeas como Inglaterra.
47 R. C. Means, Underdevelopment and the development of the law, Corporations and Corporation law in nineteenth century Colombia, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1980, pág. 35. 48 Ibíd, pág. 10. 49 Ibíd, pág. 44.
North y Thomas han dicho que las particularidades de la economía política en España e Inglaterra durante la época de surgimiento del capitalismo se reflejaron en las diferencias entre sus sistemas legales. Mientras el sistema legal francoespañol favoreció las aspiraciones de un estado clientelista y burocratizado, la tradición legal anglosajona fortaleció el surgimiento del empresario capitalista. Un sistema consolidó la decadencia relativa de España mientras que el otro consagró el predominio de Inglaterra en la economía moderna. Una revisión inicial de algunas fuentes históricas sobre el sistema legal colonial en la Nueva Granada parece sugerir que los patrones observados en la metrópoli española se replicaron en las colonias americanas. La burocracia colonial encargada de administrar justicia era mal paga y corrupta. Las normas que aplicaban eran ambiguas y antitécnicas. Era un sistema legal que en vez de favorecer el surgimiento de empresarios capitalistas como ocurrió en varias de las colonias británicas, desincentivó la inversión privada y fortaleció el predominio de un aparato estatal clientelista que fue el gran distribuidor de riqueza en el Virreinato. El reconocimiento de la influencia del pasado colonial en la situación actual de nuestro sistema judicial no pretende llegar a un determinismo simplista. Colombia no estaba condenada al subdesarrollo permanente por cuenta de la herencia legal española. La supervivencia, casi dos siglos después de la Independencia, de instituciones legales claramente ineficientes e inapropiadas para el desarrollo económico moderno, ha sido el resultado de decisiones conscientes por parte de los grupos dominantes. En palabras de Buscaglia50 : En todos los casos en los que se han propuesto reformas judiciales exhaustivas, los obstáculos para el mejoramiento de la judicatura normalmente residen en la existencia de sólidos intereses creados que en el pasado, y ciertamente en el presente, se han beneficiado precisamente de esta ausencia del Estado de derecho . La Porta et. al.51 anotan al respecto: ¿Es una coincidencia que estos países (de herencia colonial franco-española) tengan leyes hostiles a los inversionistas privados? ¿O es que dichas leyes han sido diseñadas para mantener a los inversionistas relativamente débiles, y para asegurar a las firmas familiares y al Estado un rol más grande en el desarrollo económico? . 50 Eduardo Buscaglia, Los principales obstáculos a la reforma judicial , en Carrillo, F. y Jarquin, E. (eds). La Economía Política de la Reforma Judicial, Washington, D.C., Banco Interamericano de Desarrollo, 1997, pág. 35. 51 Rafael La Porta, Florencio Lopez-de-Silane, Andrei Shleifer y Robert W. Vishny, 1997, op. cit., pág. 20.
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Resumen A partir de algunos ejemplos sobre el papel que han cumplido los medios de comunicación en el desarrollo de la Guerra de Vietnam, la Guerra del Golfo y las invasiones militares a Granada y Panamá, este artículo presenta, desde una postura posmoderna, una reflexión sobre la manera como los medios de comunicación han convertido la guerra, más allá de su eficacia política o militar, en un espectáculo teatral.
Abstract Using some examples on the paper that mass media have fulfilled in the military course of the war of Vietnam, Gulf War and invasions to Grenada and Panama, this article presents, from a postmodern position, a reflection on the way in which mass media have turned the war, beyond its political or military effectiveness, in a theatre show.
Aunque el término posmoderno se ha utilizado con exageración y es objeto de muchas críticas, sí ayuda a describir ciertos aspectos relativamente nuevos de la guerra. En primer lugar, las características espectaculares o teatrales de la guerra se han pronunciado aún más en las últimas décadas. En segundo lugar, las tecnologías electrónicas utilizadas, tanto en el campo de batalla como en la información sobre los acontecimientos que allí se dan, han traído como consecuencia que el tiempo sea relativamente más importante que el espacio. Ciertamente, un lugar distante parece fundirse con la instantaneidad del tiempo. En tercer lugar, el uso de simulaciones en los entrenamientos, en los combates y en los informes sobre la guerra ha creado una hiperrealidad tanto del campo de batalla como de los análisis e interpretaciones de la guerra. Estos aspectos posmodernos de la guerra se han potenciado por el carácter global, por el poder aniquilador y por la ineficacia política de la guerra misma.
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Los procesos que engendra el capitalismo global y el posmodernismo no son solamente electrónicos, económicos
* Depto. de Sociología. University of Maryland at College Park - UMCP.
o culturales; también presentan dimensiones estratégicas, geopolíticas y militares. De hecho, el término global se utilizó ampliamente, por primera vez, en los contextos de la primera y la segunda guerras mundiales. Después de 1945, los desarrollos tecnológicos en armamento atómico, termonuclear y balístico, acercaron los continentes e incrementaron la capacidad de destrucción masiva. Tanto la proliferación de armas como los esfuerzos para contenerla se controlan ahora, en general, mediante un sistema global militar-corporativo dominado por los Estados Unidos. Los años de la posguerra presenciaron una carrera armamentista mucho más intensa y más generalizada; los armamentos constituyeron la industria más creciente del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, y llegó a ser, incluso, mayor que la de las computadoras, las telecomunicaciones, o las finanzas. Sólo cuatro países compitieron en la carrera armamentista anterior a la Primera Guerra Mundial: Gran Bretaña, Francia, Alemania y Rusia, en contraste con el número de naciones que han participado en los últimos años. Paralelamente a la globalización de las armas y a la carrera armamentista se ha dado un fortalecimiento tecnológico de su poder mortífero. Con la proliferación de proyectiles balísticos intercontinentales, las cabezas de guerra termonucleares, y otras armas de destrucción y contaminación en masa, aun países relativamente pequeños o pobres como Libia, Corea del Norte, o Pakistán poseen enorme poder de destrucción. La capacidad de los organismos multilaterales para desacelerar la proliferación global de armas altamente desestabilizantes, no sólo aeronáuticas y balísticas, sino también nucleares, químicas y bacteriológicas, se ve limitada por las crisis económicas en la medida en que incitan a los grandes fabricantes de armas (incluidos los estados) a competir intensamente por los mercados de exportación sin consideraciones del entorno global, político o militar. La Casa Blanca, por ejemplo, en su deseo de reducir el déficit comercial crónico de los Estados Unidos, ha llegado a autorizar a sus fabricantes de armas o a los militares a exportar armas ultramodernas y ultraletales, mientras impide que otros países hagan lo mismo. En la medida en que las dificultades o las penurias económicas se presentan, o en la medida en que los estados e imperios se destruyen, los poderes de la guerra se incrementan. Paradójicamente, la guerra ha perdido eficacia debido en parte a la proliferación, al poder destructor y a la peligrosidad de las armas; la guerra ha perdido fuerza y poder para lograr sus propósitos; aun la intervención militar directa es cada vez menos útil. Esta tendencia comenzó tal vez con la Guerra de
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De forma similar, el aparato militar que en la televisión aparecía tan eficaz en los desiertos de Irak, no pudo desempeñarse bien entre las alineaciones tribales de Somalia. Inclusive cuando las armas se usan estrictamente para la defensa, su eficacia ha disminuido considerablemente. En una era de armas nucleares, químicas y biológicas del tamaño de una valija ¿es la defensa nacional todavía posible, o incluso significativa? La iniciativa de la Guerra de las Galaxias del presidente Reagan aseguraba protección contra los ataques nucleares. Sin embargo, aunque hubiesen sido construidas según lo prometido, no habrían estado en capacidad de proteger a los Estados Unidos de los ataques con armas nucleares enviadas en contenedores o en paquetes postales. No existe un sistema de defensa eficaz contra las armas biológicas o químicas, aún más fáciles de transportar. En resumen, podemos ver tanto continuidad como cambio en la globalización de la fuerza militar y en el creciente desfase que existe entre la acción militar y el logro de los fines políticos que motivaron dicha acción. Estos altibajos responden a cambios cualitativos en el carácter y el manejo de la guerra, entre los cuales tres en particular parecen característicos de la posmodernidad:
Una flota británica creada para proteger las costas del Mar del Norte de los acercamientos de los submarinos rusos es la fuerza equivocada para escoltar buques de transporte de tropas en el remoto Atlántico Sur. Los destructores norteamericanos construidos y equipados para batallas navales en mar abierto están singularmente mal equipados para guiar los buques-tanque en el estrecho y poco profundo Golfo Pérsico, atestado con el tráfico aéreo y marítimo, de civiles no combatientes2 .
La descendente eficacia de la guerra permite en cierta medida la utilización de las armas como utilería para el teatro político. Esto se expresa en el deseo de muchos estados de tener armas nucleares para usar como señal explícita de su importancia nacional y geopolítica. En Bagdad, Teherán, Pyongyang, Jerusalén y Brasilia se cree que poseer armas nucleares los vuelve jugadores poderosos. Sin embargo, las armas nucleares son cada vez más inútiles fuera de su papel como símbolos de soberanía nacional o como cartas de presentación en las negociaciones internacionales. Irónicamente, en el momento en que las armas nucleares se esgrimen como prueba de soberanía nacional, se activa el consenso sobre su poder transnacional de destrucción y contaminación que pone al descubierto una ilusión nacionalista o su carácter de mito, porque su uso podría
1 Peter Drucker, The new realities, New York, Harper and Row, 1989, pág. 45 2 Ibíd, pág. 52.
Un énfasis en las imágenes y los símbolos: manejo de las emociones y de la guerra como espectáculo. Una devaluación del espacio, la distancia, o el lugar con respecto al tiempo: el lugar se vuelve espacio y al espacio lo supera la velocidad. Un desplazamiento de una realidad vivida por una hiperrealidad o un simulacro.
Las armas y la guerra del espectáculo
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Corea, que terminó en un empate a pesar de la arrolladora superioridad militar de los Estados Unidos. En otros conflictos entre grandes potencias y adversarios pequeños pero comprometidos, las primeras perdieron en varias oportunidades: los franceses en Argelia y Vietnam, los norteamericanos en Vietnam, los chinos en Vietnam, los rusos en Afganistán, las Naciones Unidas en Somalia. Israel, después de ganar cuatro guerras, llegó a resolver algunos de sus problemas por medios diplomáticos, y a retirar las fuerzas militares que ocupaban el sur del Líbano. Igualmente, después de siete años de guerra sangrienta, ni Irán ni Irak pudieron mostrar ganancias militares. Tampoco la ayuda militar es ya tan eficaz para lograr objetivos políticos. Por ejemplo, la generosa ayuda militar que Estados Unidos le proporcionó a los coroneles en Grecia, al Sha de Irán, a Marcos en Las Filipinas, y a Noriega en Panamá, no impidió ver cómo cada uno de ellos caía derrotado o perdía su utilidad. Existen razones específicas que explican cada uno de estos fracasos. Pero la conclusión general es que la acción militar ha perdido gran parte de su eficacia. Inclusive la Guerra del Golfo, aparentemente exitosa, no logró derrocar a Saddam Hussein1 . El armamento y la guerra que en un momento constituyeron medios para buscar objetivos políticos se han convertido, cada vez con más frecuencia, en factores de derrota de los fines políticos. Una razón de la pérdida de poder de las fuerzas militares es que mientras una nación puede prepararse, entrenarse y planear solamente algunos tipos de guerra, la globalización, tanto de los intereses políticos como de la tecnología avanzada, hace posible un rango mucho más amplio de acciones militares, cada una de las cuales puede requerir un enfoque completamente diferente.
provocar una retaliación devastadora. Aunque han sido desarrolladas como signo material de un poder nacional real, las armas nucleares han generado una impotencia posnacional hiperreal3 . El creciente acceso que tienen los diversos públicos a la información sobre asuntos militares también ha alterado la naturaleza de los conflictos armados, puesto que hace del control de los medios de comunicación una parte vital del entrenamiento militar. Por ejemplo, tanto los comandantes del Ejército como los funcionarios de la prensa reciben seminarios sobre retórica y sobre el manejo de la prensa escrita y la televisión. No obstante, aunque dicho control es cada vez más importante, se ha vuelto más difícil de ejercer. En muchos conflictos, los soldados y los ciudadanos tienen acceso directo a la información mediante teléfonos celulares o cámaras de video portátiles. Las fuerzas de oposición, con iguales ayudas, también pueden tener acceso no sólo a su propio público sino al del contrincante. La invasión de imágenes resultante se convierte en un factor que moldea el contenido de la información y la manera como se informa; las imágenes más dramáticas tienden a borrar el mensaje de las precedentes. El impacto de imágenes espectaculares sobre incidentes del campo de batalla desvía la atención del contexto que explica dichos incidentes y la forma en que se produjeron. Se enfoca a los individuos para lograr un efecto dramático, dejando de lado las causas más abstractas, o los procesos, o las posibles consecuencias. Cuando la presentación de un hecho se amplía en el tiempo, el espacio, o el análisis, rápidamente se cataloga como investigación y no como noticia, aburridora más que dramática 4 . El valor de la noticia se define cada vez más por lo espectacular, un criterio nuevo todavía más superficial que los que ya se consideraban problemáticos, tales como lo dramático, lo personal, lo evocador de mitos, y lo fácilmente descifrable. El espectáculo muestra un encantamiento con lo superficial como profundo, en el que uno puede participar simplemente a través de la observación. A medida que lo visualmente espectacular se vuelve central para el valor de la noticia, la cámara sigue lo que se puede filmar.
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Las cumbres de mandatarios valen la pena filmarse; los presidentes, la guerra, los soldados y la violencia; algunas 3 Véase Timothy W, Luke, New world order or new words order?, Blacksburg, Virginia Polytechnic Institute and State University, 1992, págs. 19-20. 4 Murry Edelman, Constructing the political spectacle, Chicago, University of Chicago Press, 1988, pág. 102.
veces la enfermedad y la muerte por inanición. En cambio lo económico no se puede filmar, ni las fuentes de información anónimas, ni los procesos. La cámara escamotea varios aspectos importantes sobre lo que sería una política extranjera total5 .
La superficie misma se vuelve fondo a medida que la imagen absorbe las emociones, la experiencia y la argumentación lógica de la gente6 . La televisión necesita imágenes espectaculares, dramáticas o por lo menos conmovedoras y esto la hace dependiente de quienes pueden enviarlas o de quienes controlan el acceso a ellas. Cuando una imagen es lo suficientemente fuerte, o el texto es lo suficientemente impactante, se convierte inmediatamente en el centro de la historia7 . Así, en la Guerra del Golfo, se difundió una proyección interminable de las bombas inteligentes que daban en el blanco, pero ninguna de las bombas estúpidas que fallaban, de los soldados que morían y mucho menos de los civiles o de la situación misma de los iraquíes. Como las imágenes definen la historia, el cubrimiento se puede ver influenciado por quienes controlan tales imágenes. La prensa y el público engañados en Granada y neutralizados en Panamá, tomaron ansiosamente lo que ofrecía el estamento militar en lo que se tituló La Guerra del Golfo. Las palabras se convirtieron en relleno entre las imágenes producidas por las cámaras8 y dichas imágenes tenían mayor poder de manipulación, precisamente cuando parecían más dignas de crédito, más fidedignas y más cercanas a la realidad. Quienes manejan las imágenes estupendas que sirven a sus intereses cuentan con un recurso político significativo para definir mejor la realidad que se les muestra a los televidentes. Este recurso no todas las veces es patrimonio de los gobiernos. Pero incluso cuando los reporteros y productores controlan las imágenes, pueden inclinarse hacia
5 Thomas L. Hughes, en Hedrick Smith, The media and the Gulf war: The press and democracy in wartime, Washington D.C.: Seven Locks Press, 1992, pág. 253. 6 Shayne Weyker, Technologies of Representation: How different ways of representing war may influence public opinion preliminary version, unpublished document, Dept. of Government and Politics, University of Maryland College Park, 1995; véase Todd Gitlin, Blips, bites and savvy talk: Television´s impact on American Politics, Dissent, 1988, reimpreso en D. Shimkin, H. Stolerman y H. O Connor (eds.), State of the art: Issues in contemporary mass communication, New York, St. Martin´s Press, 1992; Murry Edelman, 1988, op. cit., pág. 102. 7 Todd Gitlin, 1988, op. cit., págs. 1324-5 8 James Der Derian, Antidiplomacy: Spies, Terror, Speed and War, Oxford, Blackwell, 1992, págs. 180-182.
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La televisión dio la impresión de una guerra abierta... .[Pero] lo que se mostró fue lo que cada participante en la contienda quería que viera [su propio público]. La televisión tendió a ampliar esto, y desvió de esta manera la atención sobre la gran cantidad de información que no se estaba divulgando11 .
Como decía un periodista en tono burlón: Nunca antes se ha mostrado tan poco, por parte de tan pocos a tantos 12 . Por ejemplo, de las miles de fotografías tomadas en el campo de batalla, muy pocas se publicaron de los soldados iraquíes muertos. Poco antes de la guerra en tierra, los pilotos de los helicópteros Apache del ejército le habían dejado ver... a un reportero [de un periódico], unos videos grabados con las cámaras del helicóptero que mostraban a soldados iraquíes
9 Shayne Weyker, 1995, op. cit. 10 Hedrick Smith, The media and the Gulf war: The press and democracy in wartime, Washington D.C.: Seven Locks Press, 1992, pág. 149. 11 Philip Taylor, War and the media, Manchester, Manchester University Press, 1992, pág. 13.
en el momento en que eran aniquilados por la ametralladora Gatling del buque de asalto. Cuando el señor Balzar escribió sobre este hecho, las cadenas de televisión querían las cintas. Entonces el ejército opinó que no se deberían haber difundido. Lo que habían mostrado era demasiado real. Después de este incidente, las lentes de las cámaras se cerraron con respecto al cubrimiento de los helicópteros Apache13 .
De modo similar, los féretros de soldados norteamericanos muertos que llegaban a la base de la fuerza aérea de Dover quedaron fuera del alcance de los reporteros y fotógrafos, lo que definió de esta manera la muerte como demasiado macabra para ser filmada. Otro ejemplo del manejo de las noticias y de la opinión pública fue la otra poderosa imagen de la Guerra del Golfo como destrucción ecológica. La fotografía del albatros cubierto de petróleo fue un icono espectacularmente adecuado para el uso no político del programa ecológico, para la idealización de la preservación y protección del medio ambiente en una hipóstasis de lo político. El público pudo enojarse con Saddam Hussein por razones inmediatamente comprensibles (la defensa de la naturaleza) y pudo hacerle eco a los lamentos ecológicos, ahora desprovistos de cualquier interés político y llenos de un sentimentalismo que no siempre se hizo extensible a los niños, mujeres y ancianos iraquíes. Que la destrucción del ecosistema, de hecho, se haya iniciado y continúe produciéndose por el uso irracional de las fuentes de energía en Occidente un fenómeno que de ser imitado por todos los países del tercer mundo podría hacer el planeta inhabitable fue algo que se ocultó por conveniencia; en vez de eso, la catástrofe se vio como algo iniciado por las acciones bárbaras y homicidas de Saddam Hussein. Las causas más profundas del conflicto, que tienen que ver tanto con las congestionadas autopistas de California como con la salvaje irracionalidad de Sadam Hussein, estuvieron fuera de la película14 .
Por supuesto, los reporteros también hacen lo que esté a su alcance, a veces arriesgando sus vidas, para conseguir buenas 12 Shayne Weyker, 1995, op. cit. 13 John J. Fialka, Hotel Warriors: Covering the Gulf War, Washington D.C., Woodrow Wilson Center Press, 1992, pág. 59. 14 Beatriz Sarlo, Aesthetics and Post Politics: From Fujimori to the Gulf War , Boundary 2, Vol. 20, No. 3, 1993, pág. 189.
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un cubrimiento pro-gobiernista en aras de la seguridad nacional , de garantizar un acceso futuro, o de responder a la demanda de los televidentes. Algunas veces se muestran buenas imágenes dirigidas a un público más crítico, cuyo manejo responde a puntos de vista antiautoritarios de muchos reporteros e indirectamente al interés de lucro de editores y empresarios que no tienen en cuenta los deseos del Gobierno9 . Sin embargo, independientemente de que el cubrimiento sea bueno o malo, el Gobierno tiene que reaccionar de inmediato ante él y proceder a controlar las imágenes que aparecen. En este sentido, los eventos políticos se ven afectados por el cubrimiento que hacen los medios de comunicación, que con frecuencia los escenifican con el fin de filmarlos. Abstenerse de darle forma al flujo de las imágenes, incluso por un período corto, le abre la oportunidad a otros para orientar la agenda del público de una manera distinta10 . Por estas razones, una imagen de victoria en los índices de sintonía puede equivaler a una victoria militar en el campo de batalla. En la Guerra del Golfo, por ejemplo, la milicia norteamericana trató de minimizar las imágenes de muerte y sufrimiento y de maximizar las imágenes de eficacia tecnológica limpia , quirúrgica . También buscó, por supuesto, ocultar que estaba haciendo esto.
imágenes o por lo menos unas que parezcan dramáticamente cercanas a la realidad. Durante la Guerra del Golfo, por ejemplo, los periodistas de la televisión a veces les solicitaban en vivo y en directo a los corresponsales británicos o norteamericanos que les leyeran las últimas historias telegrafiadas y luego simplemente reproducían dicha información como si la hubieran conseguido ellos mismos15 . Los periodistas que transmitían desde el lugar de los acontecimientos , en realidad eran incapaces de documentarse bien o de proporcionar mucha información. No obstante, como la inmediatez se convierte en veracidad, la competencia por las noticias se vuelve competencia por tener el telón de fondo del lugar de los acontecimientos16 . La milicia forzó a la prensa a participar en un sistema colectivo estrechamente controlado por la misma milicia. Este sistema carecía de recursos y de personal calificado o motivado para avanzar al ritmo de la Guerra del Golfo. Más aún, la tecnología disponible terminaba en los límites del frente , dado que la mayoría de los reporteros no tenía acceso a los equipos de comunicación del campo de batalla ni se les permitía llevar sus propios equipos.
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Los relatos de importantes batallas llegaban a Nueva York con dos o tres días de retraso debido al... sistema de mensajeros y de escoltas de los reporteros diseñado por el Ejército. A medida que se intensificaban las batallas, nosotros (mensajeros, escoltas, periodistas) y el material noticioso, películas y cintas de video, permanecíamos durante un tiempo precioso perdidos en el desierto... Prácticamente no se grabaron las más grandes batallas; imágenes importantes [como la de un jeep y su conductor volados por armas de sus propias filas]... no están allí y una gran cantidad de texto y de metraje grabado en video no llegó más allá de la sala de redacción porque ya era obsoleto. [Paradójicamente] los informes noticiosos de la batalla de la Guerra Civil de Bull Run llegaron a Nueva York en un día, vía telégrafo17 .
norteamericanos vieron las transmisiones sobre ellos mismos en la televisión de su país sólo unas horas después de haber sido filmadas en el área de los acontecimientos18 . La participación, el testimonio y la confirmación, limitadas a aquellos que estaban en la escena, pueden ahora ser una experiencia global generalizada, y la respuesta o cooptación darse mientras el evento está todavía aconteciendo. La convergencia de las nuevas tecnologías de comunicación facilita el control, concentra el poder, comprime el tiempo y acelera la acción hasta un punto en el que se funden el reportaje, la elaboración y la redacción de la historia... El espectáculo tiene un comienzo, un intermedio, y un final claros. Despierta antiguas creencias... desencadena reacciones familiares. Se mezcla con nuestro repertorio de imágenes. No se desvanece fácilmente19 .
Por ejemplo, durante el golpe militar soviético de 1991, Gorbachov pidió ayuda por su teléfono celular. Imágenes dramáticas de sus desafiantes seguidores sirvieron de catalizador de la reacción nacional y mundial; los golpistas fueron desalojados en setenta y dos horas. El estudio de dichos casos sugiere que, una vez comenzada una crisis, es necesario desplegar una serie de estrategias de comunicación para conseguir y mantener el control de las imágenes:
En algún momento, al que tal vez ya hemos llegado, el poder para crear una crisis se mezcla con el poder para dirigir la película sobre dicha crisis. Esto prácticamente se logró en la invasión de Estados Unidos a Panamá, cuando los soldados
Dominar las imágenes globales en tiempo real, mediante la fusión de la acción, su cubrimiento, y el cubrimiento de la respuesta por parte de la audiencia (retroalimentación) con el fin de intensificar o modificar las acciones iniciales. Definir y organizar los acontecimientos como eventos dramáticos importantes mediante la saturación de los medios con imágenes espectaculares y signos y símbolos profundamente evocativos. Manipular la escena y darle a la audiencia-testigo la sensación de estar allí , con el fin de fusionar el frente doméstico con el frente militar. Lograr que la crisis y la selección de respuestas posibles parezcan simples y tal y como las describe la autoridad que se representa.
15 Taylor, 1992, op. cit., pág. 14. 16 Starowicz, citado en Neville Petersen, Asian news values: Changes and challenges , Media Asia, V. 19, No. 4, 1992, pág. 185. 17 John J. Fialka, 1992, op. cit., pág. 5.
18 Clarence E. Briggs, Operation Just Cause: Panama, December 1989: A Soldier´s eyewitness account, Harrisburg, PA, Stackpole Books, 1990. 19 George Gerbner, Hamid Mowlana y Kaarle Nordenstreng (eds.), The global media debate: Its rice, fall and renewal, New York, Ablex, 1993, págs. 244-245; véase Shayne Weyker, 1995, op. cit.
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Estos principios del espectáculo telepolítico describen ampliamente el cubrimiento denominado la Guerra en el Golfo. En las representaciones de la guerra electrónica, las imágenes de las bombas que explotan tal como aparecieron en las pantallas de la computadora de la aeronave y en las pantallas de televisión de los televidentes, parecían tan reales como las de un juego de video. Esto no sorprende en la medida en que todas estas imágenes han llegado a ser parte de la imaginación visual posmoderna, y en la medida en que las nuevas formas de combate y las nuevas formas de representación del combate son simulacros electrónicos. Ninguno de estos elementos fue decisivo en sí mismo, pero la fusión de tecnologías militares, de comunicación y de repertorio de imágenes logró que la representación de la guerra pareciera muy natural . Esto funcionó, en la práctica, mediante la transmisión de lo que había en la pantalla de un monitor a la de otros monitores y luego a millones de otras pantallas de televisión. Los efectos visuales complejos, tales como la perspectiva aérea de los depósitos de bombas, fueron logrados por repetición. De igual manera, la deficiente resolución de la imagen de lugares y figuras humanas se contrarrestó con la buena resolución del momento clave de la destrucción, de la explosión de la bomba. La reificación de la guerra en esta sintaxis comunicativa desestabilizó lo particular y prescindió de los recursos que tienden a construir un sentido verosímil. En el abismo de las pantallas sucesivas, uno podía casi creer que la guerra no estaba sucediendo. Los pocas fotografías de primer plano sobre la guerra fueron mostradas en ruedas de prensa cuya propia puesta en escena requirió tomas de corta distancia y distancia media, que las representaciones del combate mismo evitaron. También estaban aquellas historias de interés humano inspiradas en los estereotipos de Hollywood: soldados hombres y mujeres, blancos, hispanos
20 George Gerbner, 1993, op. cit., págs. 247-248, Shayne Weyker, 1995, op. cit.
y negros , recostados sobre sus jeeps con sus trajes de camuflaje, preparados pero no tensos, determinados y sin embargo sonrientes (con ese uso que los norteamericanos hacen de la sonrisa que contradice otras convenciones gestuales). Las fotografías de primer plano y las historias de interés humano llenaron las páginas de chismes de las noticias locales sobre el conflicto, por así decirlo21 .
En este entorno electrónico y visual espectacular, era muy difícil pensar en la guerra en términos militares. Ciertamente, las imágenes habían reemplazado ampliamente todo tipo de términos, palabras y discursos, al igual que las posiciones ideológicas, los hábitos de discusión, y las capacidades analíticas que se adquieren generalmente en el ejercicio de la deliberación política y que, por razones que estamos exponiendo se escamotean, por no decir que se excluyen totalmente de la televisión como medio de comunicación masiva. Realmente se pueden identificar paralelos entre el desarrollo de las formas de comunicación y los giros históricos en el ritmo y alcance de la guerra. En las culturas orales, los guerreros eran poco numerosos, se mantenían a tiro de distancia uno del otro y las batallas eran pequeñas y cortas. La cultura escrita permitió la coordinación de grandes tropas y materiales, y la guerra se convirtió en un enfrentamiento, a largo plazo, de grandes ejércitos los chinos, los romanos, los norteamericanos en la guerra civil. Otro cambio esencial se dio cuando la cultura se volvió audiovisual, electrónica y cibernética, especialmente cuando los satélites facilitaron la intercomunicación mundial. La cultura electrónica hace posible la transmisión en vivo y en tiempo real de un libreto central de imágenes globales documentadas que produce reacciones instantáneas, que retroalimentan por ahí mismo los eventos mediáticos de una crisis en proceso. Todo esto esclarece la visión de la guerra como espectáculo y como una forma especial de propaganda. El objetivo de la batalla en la guerra posmoderna pasa de los logros territoriales, económicos y materiales a otros terrenos no materiales. El espectáculo de la guerra se desplaza y se convierte en la guerra del espectáculo22 .
La devaluación del espacio con respecto al tiempo Los medios de comunicación no sólo cambian los límites del tiempo y el espacio. La invención y proliferación de aparatos 21 Beatriz Sarlo, 1993, op. cit., págs. 188-189. 22 James Der Derian, 1992, op. cit. pág. 191.
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Traducir el testimonio y la participación en retroalimentación de apoyo a partir de encuestas, cartas al editor, reuniones políticas y actividades similares. Seleccionar imágenes que muestren la acción desde su perspectiva como moral, decisiva, necesaria e invencible. Celebrar el resultado como un final feliz, victorioso20 .
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electrónicos y televisuales para la comunicación instantánea también han reducido la distancia entre el frente de guerra y el frente doméstico, y han convertido la acción en la batalla durante el día en el entretenimiento de la noche. Esto es posible, por supuesto, porque Norteamérica está ahora cableada . Hoy en día, casi todos los hogares norteamericanos tienen por lo menos un televisor y un teléfono; aproximadamente el 80% posee un VCR y cerca del 30% tiene computadoras. Aunque los modernistas podrían argumentar que dicha expansión del uso de los medios electrónicos simplemente aumenta la racionalidad de la comunicación, los posmodernistas ofrecen un punto de vista alternativo23 . Ciertamente, la telecomunicación sustenta un supuesto más importante del posmodernismo: la abolición de las concepciones interpersonales de espacio y tiempo y, por supuesto, la fusión de las distancias espaciales en una contigüidad temporal. Desde más o menos 1970, incluso los soldados que estaban en el frente de batalla podían hacer uso de los medios comerciales de telecomunicación. Durante la invasión de Estados Unidos a Granada en 1984, por ejemplo, los soldados tenían acceso en medio de la guerra a... conexiones telefónicas intercontinentales públicas y privadas. 24 . Un soldado norteamericano evitó un desastre al realizar una llamada con tarjeta de crédito a Fort Bragg, Carolina del Norte, para advertir que tanto el ataque terrestre como el aéreo estaban orientados hacia las propias filas, en vez de a las posiciones del enemigo25 . De igual manera, los teléfonos, los videos y las transmisiones por televisión en vivo y en diferido y otros medios electrónicos estuvieron presentes en diciembre de 1989, cuando cerca de 30.000 efectivos militares norteamericanos invadieron Panamá en el más grande operativo de la historia contra las drogas26 , más aún, como parte de la guerra contra las drogas, la misma invasión a Panamá se diseñó en gran parte como un espectáculo político, como una señal para los electores norteamericanos de que su Presidente estaba haciendo algo con respecto a las drogas aunque su acción militar, como bien se predijo, no tuvo ningún efecto sobre el volumen de sustancias ilegales que fluía a los Estados Unidos. Ciertamente, las rutas 23 Morten G. Ender, Soldiering toward the information superhighway: the comparison of old and new communication media use during military operations in the post-cold war era - preliminary version, unpublished document, Dept. of Sociology, University of Maryland at College Park, 1995, pág. 25. 24 Íbid, pág. 17. 25 Charles Doe, Grenada: Will its lessons be taught? , Army Times, 5 November, 1984. 26 Ron Hatcher, Soldiers and the press , NCO Journal, Spring, 1991.
cambiaron a otros sitios, y el tráfico se reanudó en Panamá bajo una nueva gerencia, tan pronto como se retiraron los norteamericanos. Por otra parte, en mayo de 1992, se unieron 1300 marines, 2500 soldados del ejército en servicio activo y 9000 soldados de la Guardia Nacional de California para ayudar a la policía urbana y rural de la ciudad de Los Angeles a controlar una revuelta que estalló tras la absolución de los oficiales de la policía que estuvieron involucrados en la paliza a Rodney King. Este hecho lo cubrió el Army Times, el cual publicó una fotografía de dos soldados uniformados listos para el combate, absortos en conversaciones sostenidas desde teléfonos públicos, con Los Angeles Sports Arena como telón de fondo. La leyenda o pie de foto indicaba que los soldados llamaban a miembros de su familia por lo menos una vez al día para darles su ubicación, que estaba también disponible a nivel local, nacional e incluso internacional, por televisión a través de la red y en vivo por cable27 . Una fusión similar del espacio lejano con el tiempo instantáneo se pudo ver en conflictos militares más amplios tales como los de Vietnam o Irak. En este sentido, la Guerra del Vietnam fue probablemente la primera guerra posmoderna28 . Entre los soldados norteamericanos en servicio en Vietnam los radios transistores son prácticamente de rígueur. Las cámaras y otros accesorios fotográficos son notorios y ampliamente utilizados. Incluso la tradición de escribir cartas a la familia está siendo desplazada por las grabaciones 29 . Igualmente, en 1965 mediante un servicio establecido por los Estados Unidos, entre otras cosas para levantar la moral, los soldados podían hacer llamadas por cobrar o enviar mensajes, denominados MARSGRAMS, a los Estados Unidos. Posteriormente, según informes, había cuarenta y siete estaciones MARS en varias bases en Vietnam del Sur. En 1970 se contabilizaron 42.000 llamadas en un mes (Bergen 1986, Rienzi 1972)... Los soldados hospitalizados podían llamar a casa a través de una interconexión por radio de alta frecuencia. El servicio telefónico estuvo a su alcance por medio de una empresa de Vietnam del Sur equivalente a la ATT30 . 27 Morten G. Ender, 1995, op. cit., pág. 22. 28 James Gibson, The Perfect War: Technowar in Vietnam, Boston, Atlantic Monthly Press, 1986; Fredric Jameson, Postmodernism, or The Cultural Logic of Late Capitalism, New Left Review, 146, 1984. 29 Charles Moskos, The American enlisted man, New York, Russell Sage Foundation, 1970, págs. 152-154. 30 Morten G. Ender, 1995, op. cit., pág. 13.
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El flujo de imágenes también iba en dirección opuesta. Gibson anota que la milicia norteamericana trajo la televisión a Vietnam, tanto para los vietnamitas como para ofrecerle entretenimiento a las fuerzas norteamericanas en las bases militares. Para noviembre de 1966, las fuerzas norteamericanas ya disponían de televisión. En 1971, los hogares en Estados Unidos ya tenían televisión en color y los viejos equipos en blanco y negro fueron enviados a villas remotas en Vietnam para que las comunidades tuvieran acceso a este medio. Inclusive se utilizaron televisores portátiles para desplazarse a las áreas más remotas y mostrarles a los habitantes repeticiones de Gunsmoke 32 .
Los nuevos medios de comunicación también funcionaron para reducir el espacio a tiempo instantáneo durante las operaciones Desert Shield y Desert Storm. Se usó el correo de voz que permitía a los soldados dejar mensajes que posteriormente serían recibidos por sus familiares y amigos33 . Los Desert Faxes y el correo electrónico también se usaron ampliamente. Todos estos medios de transmisión mediaron e incluso redujeron la distancia entre el teatro televisado de la guerra de los soldados y la televisión teatral de los observadores de la guerra, quienes con frecuencia eran las mismas personas. Durante la Guerra del Golfo, el espacio físico se redujo aún más, como si se tratara de comunicación en tiempo real. Los modos de información de esta guerra tuvieron características realmente sorprendentes. En primer lugar, los reporteros de televisión dejaron su papel de trasmisores objetivos; ahora eran parte del mensaje. Al utilizar máscaras de gas y escabullirse de los misiles, llegaron a ser parte del evento. En segundo lugar, la televisión instantánea en vivo y la transmisión radial dramatizaban la guerra como espectáculo. Todo el mundo, incluyendo la totalidad de los soldados, los iraquíes, la audiencia o audiencias, las fuerzas de la coalición y la tecnología de las comunicaciones contribuyeron a la improvisación de la guerra, gracias a la inmediatez de la información34 . 31 Michael A. Anderegg, Inventing Vietnam: The War In Film And Television. Philadelphia, P. A., Temple University Press, 1991. 32 Morten G. Ender, 1995, op. cit., pág. 13. 33 Karen Jowers, Voice mail system in service for Desert Shield , Army Times, December, 1991. 34 Morten G. Ender, 1995, op. cit., pág. 22.
En tercer lugar, inclusive las limitaciones de espacio, como la de tener que estar cerca a un teléfono fijo, disminuyeron con la proliferación del módem y los teléfonos portátiles satelitales. El espacio también se devaluó con respecto al tiempo, gracias a los Sistemas de Posicionamiento Global y a las Redes de Comunicación Masiva para Áreas Extensas, que dependen de los satélites y otras tecnologías sofisticadas de información y comunicación. A través de esta información y comunicación masivas, mejoradas y de rápida disponibilidad, el espacio se vuelve cada vez menos una limitación para las acciones militares. En la Guerra del Golfo, por ejemplo, el teatro no era siempre el mejor lugar desde donde dirigir las fuerzas de coalición; con frecuencia el comandante podía saber más de la situación de sus tropas y de las del enemigo desde un lugar en los Estados Unidos. Las líneas de la red de comunicación militar existente convergieron en el distante Pentágono y no en el adyacente Ministerio de Defensa Saudí. La reasignación del General Schwarzkopf a la zona de conflicto se debió más a las relaciones públicas que a una necesidad de mando. En el paso de la geopolítica a la cronopolítica, la distribución del territorio se convierte en la distribución del tiempo. Ser el primero en dar o conseguir información puede ser una ventaja política importante. El punto clave de una fuerte red de comunicaciones política y militar es permitir a un Estado (o una corporación o compañía de noticias) proyectar mejor su poder y avanzar en sus intereses. Esto significa conseguir información secreta sobre lo que está sucediendo y sobre qué se dice; darle órdenes a sus agentes, presentar su propio mensaje vigorosamente, y hacer todo esto con rapidez para ser el primero35 . Con la comunicación instantánea y el despliegue rápido, el espacio cede su puesto a la velocidad en importancia militar. Entonces el espacio se vuelve relativamente menos limitante y se puede utilizar más fácilmente como teatro. Por ejemplo, tanto Washington como Riyad querían poner al comandante en jefe de CENTCOM en el teatro. Esto parece haber sido motivado principalmente por consideraciones de índole política más que por necesidades militares, porque en los inicios de la crisis, el comandante de CENTCOM podía conseguir más información secreta y ejercer un control más eficaz sobre sus fuerzas a 6.482 kilómetros de distancia del teatro de los acontecimientos. Ciertamente, si se hubiese ubicado en Arabia Saudita antes de instalar una infraestructura de comunicaciones adecuada... el comandante
35 Shayne Weyker, 1995, op. cit.
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La televisión también acortó las distancias entre la zona de guerra en Vietnam y el frente doméstico norteamericano31 .
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habría tenido que llamar a la Base de la Fuerza Aérea Macdill, en los Estados Unidos, para saber qué estaba pasando 36 . La importancia de la ubicación ha cambiado tanto para los soldados como para el comandante. Por ejemplo, los miembros de la tripulación de los tanques iraquíes pensaron que la vasta extensión del desierto, no representada en los mapas, protegería sus flancos. Sin embargo, esta convención de corte modernista demostró ser un error mortal porque las fuerzas de coalición los podían buscar y localizar electrónicamente, con gran precisión, a una gran distancia. El lugar más seguro para un soldado iraquí era el campo abierto y lo más lejos posible de sus propias unidades armadas 37 . El uso de las telecomunicaciones, de los servicios de información de alta tecnología por parte de la milicia y de los medios noticiosos hizo que el estar cerca del hardware físico fuera menos importante que estar cerca del software electrónico. Al utilizar el equipo de navegación vía satélite y las armas de largo alcance y precisión, la coalición de las fuerzas armadas reescribió las reglas con respecto a dónde estar cuando se pelea una guerra. El tiempo también sustituye al espacio en los medios noticiosos cuando el cubrimiento se vuelve global y casi instantáneo. La competitividad de la industria de las noticias ciertamente, el nivel de importancia de lo que se presenta como noticia depende de que se logre ser el primero en presentar la siguiente narración en desarrollo. La industria identifica así el valor de la noticia con su inmediatez y su atractivo (con frecuencia inclusive hasta con la exclusión de las imágenes dramáticas). Sin embargo, en la Guerra del Golfo, aun la rapidez en la producción de las noticias fue superada por el ritmo acelerado de la guerra en el terreno. Las acciones militares generaban imágenes y eventos nuevos con tal dinámica que la prensa se volvió vulnerable a una censura de facto, si las historias sobre las imágenes se demoraban incluso 24 horas. Una noticia considerada como titular del día de ayer deja de serlo hoy, aunque todavía no haya sido escuchada. Para los reporteros de la televisión, estar cerca de la acción era en general menos importante que pedir que les leyeran las noticias de actualidad desde las centrales de las cadenas, que contaban con una enorme red de comunicaciones38 . En tales casos, la presencia de los reporteros filmados frente a un telón de fondo local tenía un efecto teatral39 . 36 Michael R. Macedonia, Information technology in Desert Storm , Military Review, October, 1992, págs. 34-35. 37 Shayne Weyker, 1995, op. cit. 38 Michael R. Macedonia, 1992, op. cit. 39 John J. Fialka 1992, op. cit.; Shayne Weyker 1995, op. cit.
Para los periodistas que trataron de cubrir la Guerra del Golfo, por ejemplo, el problema no era la censura militar directa sino las dificultades para enviar las historias y el no tener acceso a los eventos; por consiguiente, las historias terminaban siendo obsoletas o marginales40 . Dado que cualquier cosa que no es novedad instantánea deja de ser noticia, la censura se puede imponer simplemente por demoras en la entrega de la información. Por ejemplo, cuando la guerra en tierra terminó y los comandantes de campo y las tropas de combate podían hablar con libertad sobre sus hazañas, lo que tenían que decir ya no era de actualidad. La búsqueda de noticias está orientada por una competencia intensa entre los medios, por las 24 horas o los 7 días de continuo cubrimiento y recepción, el correspondiente corto tiempo de atención de los televidentes y el insaciable apetito por visuales dramáticos. Por estas razones, extrañamente, casi nadie se interesa en oír las historias de quienes realmente pelearon en la guerra41 . Así, los reporteros corrieron ansiosos a la ciudad de Kuwait en busca de la siguiente historia: la liberación de Kuwait, algo mucho menos importante para los futuros debates sobre políticas y presupuestos que las evaluaciones de la actuación previa del ejército en Irak. La inmediatez también opaca lo profundo y lo confunde con lo superficial. Cuanto más énfasis se haga en ello, más fácilmente pueden manejar a los periodistas los funcionarios públicos que controlan el acceso a la información; entre más se identifique una noticia con los eventos ocurridos en el presente inmediato, menos importancia tiene para el proceso y la historia y, por lo tanto, menos ayuda a sustentar la comprensión crítica42 . Como lo anotaba el asesor presidencial David Gergen, cuando la televisión cubre una crisis política o militar el conocimiento general que tenemos sobre la guerra, las imágenes comunes que tenemos sobre lo que está pasando en esa guerra son cada vez más los comunicados del Gobierno 43 . Al hacer énfasis en lo inmediato, lo nuevo, y el ahora de las historias, los contextos y los antecedentes se eliminan. De esta manera, la temporalidad hiperrápida refuerza los espectáculos hiperreales: los receptores de las noticias no son intérpretes críticos sino espectadores deslumbrados, con más información y menos comprensión. El ejército prohibió a los medios la utilización de la tecnología de las telecomunicaciones en el campo de batalla, lo cual 40 41 42 43
John J. Fialka 1992, op. cit., págs. 5-6. Ibíd., pág. 6. Neville Petersen, 1992, op. cit., pág. 184. Citado en Hedrick Smith (ed.),1992, op. cit., págs. 237-8.
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La importancia de las simulaciones Las simulaciones y los simulacros se han vuelto parte central del entrenamiento en los sistemas de armas y en los espectáculos político-militares. Por ejemplo, las tropas entrenadas mediante simulaciones de alta tecnología producen un mayor rendimiento en cuanto al poder aniquilador con respecto al tiempo y al dinero invertidos. Dichas tropas son más mortíferas porque la simulación contemporánea de las condiciones del combate puede darles algo de ese valioso temple que anteriormente sólo poseían los veteranos de la guerra. En las simulaciones, las tropas pueden ganar años de experiencia en el combate en pocos meses, con una baja probabilidad de que los maten o los hieran. Las simulaciones aportan información tan visceral y un conocimiento tal que a los soldados les queda difícil
experimentar alguna diferencia entre un combate real y una simulación, excepto, tal vez, cuando caen heridos o cuando ven de cerca otro herido44 . La simulación de vuelos logra una hiperrealidad tridimensional brillante, compuesta por una cabina montada sobre una plataforma movible y encerrada por una pantalla sobre la que se proyecta la escena. Las computadoras reproducen el sonido, la fuerza y el movimiento de un avión de caza dando giros o volando y las supercomputadoras proporcionan la imagen del terreno, las tropas y las instalaciones del enemigo, o de un portaaviones o de una franja amistosa de aterrizaje. El realismo de la simulación de un combate es sorprendente y se verifica porque las destrezas adquiridas en la simulación se trasladan directamente al mundo real. Y aun cuando sea hiperreal el simulador le ofrece un mejor escenario al novato... La simulación, a diferencia de los vuelos reales, es flexible más que impositiva. Supongamos que se quiera practicar el aterrizaje. En la vida real se pasaría el 95 por ciento del tiempo dando vueltas y carreteando el avión. El simulador permite ajustar estos márgenes y realizar veinte veces más aterrizajes por hora45 .
La realidad sumerge al individuo en un implacable flujo de tiempo; en cambio, un simulador le permite congelar un momento o repetir un evento. Es más, el mundo real de un vuelo es limitado en comparación con la riqueza de la simulación. Lo restringiría, digamos, al Aeropuerto Nacional de Washington. En un simulador, con sólo oprimir algunos botones, podría llegar a Atlanta o a cualquier otro lugar. La mayoría de los vuelos reales son afortunadamente tranquilos por no decir aburridos; en un simulador usted puede experimentar toda la emoción, las crisis o las catástrofes que quiera. Y finalmente, el mundo real es con frecuencia confuso; sus contornos, declives y obstáculos, poco llamativos y difíciles de distinguir. Un simulador puede realzarlos, clarificarlos y proporcionar una realidad más nítida y más transparente, es decir, brillante. Todo esto representa un incremento real del poder militar, logrado a un costo relativamente bajo, sin tener que pelear guerras o construir nuevas generaciones de aviones, tanques y barcos. Se pueden crear simulacros no sólo de cabinas de aviones o de otros escenarios de batalla, sino también de los procesos cognoscitivos de la gente. Por ejemplo, los sistemas de 44 Shayne Weyker, 1995, op. cit. 45 Haber, Ralph N., The simulation of high speed aircraft flight , Scientific American, 255 (July), págs. 96-103, 1986.
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demoraba sus informes sobre la siguiente historia una monomanía alimentada por su doctrina de alta tecnología de un nuevo titular por hora . Estas políticas de los militares y de los medios eran reforzadas por las tácticas militares. Las unidades del ejército en el terreno se maniobraban constantemente. Las unidades aéreas en las revolucionarias batallas AirLand de la campaña aérea trabajaban totalmente detrás de las líneas del enemigo, sin reporteros que los siguieran. Todos estos factores se combinaban para crear grandes brechas en los informes que los militares y el gobierno estaban felices de llenar con sus videos sesgados según sus propios intereses y grabados por cámaras montadas sobre armas y bombas. La imagen que recibieron los televidentes fue la de una guerra sin muertos, de una eficiencia técnica perfecta. La velocidad con la que terminó la guerra (30 días y 100 horas) también afectó en gran medida los reportajes. En primer lugar esto significaba que cualquier tiempo perdido preparando o recolectando información por parte de los reporteros o, ciertamente, cualquier tiempo perdido de alguna manera, sería un desastre. La velocidad de la guerra también impidió el buen funcionamiento del sistema de mensajería, la sustitución de agentes de publicidad incompetentes encargados de las relaciones públicas, o el cambio de las políticas periodísticas de los militares, en respuesta al sentimiento del público de que no se le estaba entregando toda la información. La velocidad, literalmente espectacular de la guerra (junto con el reducido número de víctimas norteamericanas), también hizo imposible movilizar la oposición o, incluso, generar mayor discusión pública sobre la guerra.
Inteligencia Artificial (IA), tales como los Sistemas Expertos, reproducen en software el conocimiento y el juicio de especialistas humanos profesionales de diversa índole. Un sistema de IA bien diseñado puede, incluso, sustituir o complementar el conocimiento personal que tiene el experto sobre una figura política, aunque nunca la haya conocido. Las armas generan defensas y las estrategias alimentan contra-estrategias. Esto juega también para la IA. En la medida en que se intensifique el uso de la IA, el conocimiento de las fortalezas y debilidades de los sistemas inteligentes de un adversario se torna crucial, en especial el conocimiento de prejuicios y debilidades de la IA, en relación con las reglas puestas en práctica para la toma de decisiones, y que los propios usuarios ignoran. Dicho conocimiento se puede utilizar para desinformar al sistema de IA del adversario o, por lo menos, para predecir posibles patrones en la toma de decisiones. Por ejemplo, si a las armas dirigidas por medio de simulaciones computarizadas se les diera a propósito o accidentalmente, simulaciones inexactas del terreno entre el punto de partida y el objetivo, esto probablemente constituiría una amenaza mayor para los usuarios o para los inocentes civiles, que el mismo enemigo 46 . La experiencia simulada se sobrepone a la experiencia real, la moldea, e incluso se convierte en ella. Esto sucede, por ejemplo, cuando la información directamente utilizable produce una interpretación más general de los contenidos y de los significados.
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Las simulaciones de los entrenamientos militares son útiles en cuanto al tipo de información detallada, necesaria para la supervivencia de un soldado, pero limitadas en cuanto al tipo de información sobre el contexto, necesaria para que los civiles puedan formarse una opinión sobre si el soldado debería estar allí. Esto también se aplica a las simulaciones de eventos reales, grabados con telescopios para visión nocturna, radariscopios, satélites de lectura distante, o cualquier otro aparato dentro de una plétora de tecnologías para la intensificación de los sentidos. El creciente uso de los dos tipos de simulación en el cubrimiento de noticias por parte de los medios estimula la exclusión de los interrogantes sobre los valores, el contexto social y las consecuencias humanas, y las sustituye por simulaciones audiovisuales espectaculares de detalles técnicos. Igualmente, la brillantez visual y la riqueza informativa de las simulaciones de entrenamiento estimulan los interminables
46 Shayne Weyker, 1995, op. cit.
análisis técnicos de los eruditos en asuntos militares, en detrimento de la comprensión de aspectos políticos, morales o incluso estratégicos47 .
Como las simulaciones tecnológicas se convierten en la materia prima de los reportajes, las imágenes visuales hiperreales y los sonidos dramáticos comienzan a reemplazar a las palabras en el discurso y en el imaginario público. Podríamos decir que la verdad, por lo menos las verdades del discurso, es la primera víctima no sólo de la guerra sino también de las imágenes. Para resumir la discusión, hay que decir que las limitaciones en la eficacia de la acción militar intensifican el valor de las dimensiones simbólicas o comunicativas de las armas y de la guerra y que, paradójicamente, también estas dimensiones comunicativas están jalonadas por las mismas tecnologías que incrementan el poder letal militar. En otras palabras, en la medida en que se logre mayor eficacia económica para la muerte mediante el uso de la comunicación y la simulación electrónicas, dichas comunicación y simulación fomentarán aún más que la guerra sea vista como un espectáculo carente de muertos, e incluso, el que sea llevada a los hogares de los usuarios de los medios como espectáculo. En este sentido la guerra posmoderna es guerra comunicativa en la que la actuación se produce y se consume a larga distancia y en la que hay relativamente menos ataques por tierra e incluso menos combates cuerpo a cuerpo. En este tipo de guerra, la muerte llega antes de hacerse visible, excepto en la pantalla del emisor de la información. En la Guerra del Golfo, al igual que posteriormente en la antigua Yugoslavia, con la participación de la OTAN, hubo una intervención a distancia por parte de los bombarderos, guiada por sistemas de computación y diseñada y dirigida por especialistas con amplia experiencia tecnológica. El cubrimiento de dicha intervención incluye lo que ocurre en estos espacios densamente comunicativos, al tiempo que se excluye el contexto histórico y político-moral de lo que se comunica. Todo esto deja el control en manos de expertos, quienes a su vez simulan el tratamiento democrático de la información, redefiniendo la participación cívica en términos de participación en espectáculos tecnológicos. A medida que el control de las imágenes adquiere relativamente más importancia que el control del campo de batalla, la importancia de la acción militar misma se disminuye. La esencia de la acción militar es ciertamente más difícil de
47 Ibíd.
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conocer o de entender, aunque se dé más información. Se convierte en un escenario móvil en el que se pueden filmar noticias, en el que las armas son parte de la utilería y los soldados los extras no pagados. Las imágenes de la guerra se vuelven la realidad central (excepto para los heridos o los que están muriendo). El teatro de la guerra se convierte en la guerra como teatro, el espacio se devalúa con respecto al tiempo o a la velocidad de la comunicación, y la realidad vivida y sus apariencias son desplazadas por la hiperrealidad y los simulacros que presentan lo aparente como real y la realidad como apariencia.
BUSCANDO PISTAS PARA PREVENIR LA VIOLENCIA URBANA EN COLOMBIA: CONFLICTOS Y AGRESIÓN ENTRE NIÑOS(AS) Y ADOLESCENTES DE BOGOTÁ Enrique Chaux
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Resumen La mayor parte de la violencia colombiana no tiene relación directa con el conflicto armado; sin embargo, la violencia interpersonal ha recibido mucho menos atención académica que la violencia política. Este artículo resume los resultados de un estudio reciente sobre conflictos entre niños(as) y adolescentes que viven en condiciones socio-económicas difíciles en Bogotá. Por medio de entrevistas a 56 estudiantes (entre 8.0 y 14.2 años), se recogieron y analizaron 128 historias de conflictos recientes entre amigos(as) o compañeros(as). Los resultados indican que el nivel de agresión, y, en especial, de agresión física es mucho más alto que lo encontrado en estudios similares realizados en países desarrollados. Aunque muchos participantes podían pensar en alternativas pacíficas y constructivas para manejar sus conflictos, casi ninguno las utilizó en situaciones reales. Se propone que el papel que juegan los(as) terceros(as), las fuertes emociones durante los conflictos, la falta de entrenamiento y práctica, y el querer quedar bien durante la entrevista son posibles explicaciones de esta distancia entre pensamientos y acciones. Se discuten diversas implicaciones de los resultados del estudio para la evaluación de la convivencia y para el desarrollo de intervenciones efectivas en la prevención de la violencia por medio de la educación.
Palabras clave Agresión, violencia, conflictos, resolución de conflictos, niños(as), preadolescentes, adolescentes, educación, prevención de la violencia, relaciones de pares, Bogotá, Colombia
Abstract Although most of the violence in Colombia does not have a direct relation with the armed conflict, interpersonal violence has received much less
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Doctor en Educación, Harvard University; Master en Educación, Harvard University; Master en Sistemas Cognitivos y Neuronales, Boston University; Físico, Universidad de los Andes; Ingeniero Industrial, Universidad de los Andes. Profesor e investigador Centro de Investigación y Formación en Educación, CIFE y Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. echaux@uniandes.edu.co La investigación en la que se basa este artículo fue posible gracias a la financiación del Instituto Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología Francisco José de Caldas - COLCIENCIAS, el fondo FES-Harvard, la Facultad de Educación de la Universidad de Harvard y su Office of International Education. Agradezco también la invaluable colaboración de Cecilia María Vélez y Amparo Ardila de la Secretaría de Educación de Bogotá, de las directivas, docentes, orientadoras y estudiantes de los Centros Educativos Distritales El Codito y Horizontes, y de Michael Nakkula, Robert Selman, Steven Brion-Meisels, Tracy Collins, Sue Motulsky, Ellen Pruyne, Claudia Pineda, Julián Gómez y Angelika Rettberg.
attention from the academic community than political violence. This article summarizes a recent study about peer conflicts among children and adolescents who live in difficult socio-economic conditions in Bogotá. During interviews, 56 students (ages 8.0 14.0), 128 stories of recent conflicts with friends and acquaintances were collected and analyzed. Results indicate that the level of aggression, and physical aggression in particular, was much higher than what has been found in similar studies conducted in developed countries. Although many participants could think of peaceful and constructive alternatives to deal with their conflicts, almost none of them used them in real-life situations. The role played by third parties, the strong emotions felt during the conflicts, the lack of training and practice, and socialdesirability issues are proposed as possible explanations for this distance between thoughts and actions related to conflicts. Different implications of the results of the study for assessing peaceful coexistence, and for the development of effective interventions for the prevention of violence by means of education are discussed.
Key words
Aggression, violence, conflicts, conflict resolution, children, preadolescents, adolescents, education, violence prevention, peer relations, Bogotá, Colombia
Introducción La mayor parte de la violencia colombiana ocurre por fuera del enfrentamiento político. Algunos estimativos indican que menos del 20% de los homicidios ocurren en combate o tienen una motivación política clara1 . No obstante, la mayoría de estudios académicos sobre violencia colombiana se han concentrado en el nivel macro, en particular en el conflicto entre guerrilla, paramilitares, y las fuerzas armadas. Algunos investigadores como Mauricio Rubio2 se han basado en la correlación geográfica entre presencia de grupos armados y niveles de violencia para argumentar que la violencia en el nivel micro tiene sus orígenes en la violencia entre grupos armados. La evidencia empírica parece respaldar esta relación. Sin embargo, no es claro que el fin de la violencia a nivel macro conduzca a la eliminación o reducción de la violencia a nivel interpersonal. Ejemplos recientes como los procesos de paz en El Salvador y Guatemala han mostrado que la violencia interpersonal puede continuar, o incluso puede aumentar, aún cuando la violencia entre grupos armados termina. Parece ser que el vivir en medio de un conflicto armado favorece el desarrollo de comportamientos violentos, y este efecto puede perdurar mucho tiempo después de finalizado el conflicto armado. Por estas razones, es crucial 1 S. Franco, El quinto: No matar, Bogotá, Tercer Mundo IEPRI, 1999. 2 Mauricio Rubio, Crimen e impunidad: Precisiones sobre la violencia, Tercer Mundo Editores CEDE, 1999.
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El estudio ¿Cómo fue realizado el estudio? Este estudio está basado en 128 historias de conflictos interpersonales que recolecté durante entrevistas con 56 niños(as) y adolescentes en Bogotá. Los participantes tenían entre 8 y 14 años de edad. Todos eran estudiantes de escuelas públicas, y vivían en barrios de estrato 1 y con altos índices de violencia. Durante las entrevistas, les pedí que me narraran disputas recientes que hubieran tenido con amigos(as) o conocidos(as) de su misma edad, o algunas que ellos hubieran observado entre compañeros(as). Mientras narraban las historias, les hice preguntas que intentaban esclarecer la secuencia de los eventos, e identificar sus conductas y emociones durante y después de los hechos. También les hice preguntas sobre quiénes estaban alrededor y cómo estos terceros respondieron ante la situación. Analicé cada historia en términos de los asuntos que la motivaron, las estrategias que usaron para manejarlas, las emociones que sentían durante las diferentes etapas de los conflictos, lo que sucedía con las relaciones después de estos, y el rol que jugaban los(as) terceros(as)3 . 3 Los resultados completos se encuentran en: Enrique Chaux, Peer conflicts in a violent environment: Strategies, emotions, and reconciliations in conflicts among Colombian children and early adolescents en Chaux, E., Peer conflicts in a violent environment: Strategies, emotions, reconciliations, and third parties in conflicts among Colombian children and early adolescents, Tesis doctoral sin publicar, Harvard University, Cambridge, Massachusetts, 2001a, págs. 9-45; y Enrique Chaux, The role of third parties in conflicts among Colombian children and young adolescents en Chaux, E., Peer conflicts in a violent environment: Strategies, emotions, reconciliations, and third parties in conflicts among Colombian children and early adolescents, Tesis doctoral sin publicar, Harvard University, Cambridge, Massachusetts, 2001b, págs. 46-78.
Agresión y otras respuestas al conflicto En la teoría de resolución de conflictos es usual agrupar en cuatro las distintas formas de manejarlos: 1) Evitar a las personas con quienes se tiene el conflicto, 2) imponer los objetivos propios sin mostrar consideración por la relación con la persona con quien se tiene el conflicto, 3) ceder por medio de la renuncia a los objetivos propios para no afectar la relación, o 4) buscar acuerdos que favorezcan los intereses propios sin afectar negativamente la relación con el/la otro(a)4 . Varios estudios realizados en otras partes del mundo han encontrado que la mayoría de los(as) niños(as) a finales de la infancia y comienzos de la adolescencia, si no han recibido entrenamiento en resolución de conflictos, responden a estos con sus pares (amigos(as) o compañeros(as)) de las primeras dos maneras, ya sea evitando a las otras personas, o imponiendo sus objetivos sin tener en cuenta cómo al hacerlo puedan estar afectando negativamente sus relaciones5 . Mi estudio arrojó los mismos resultados6 . a gran diferencia se observa al mirar más detalladamente la forma en que imponen sus objetivos (figura 2). En particular, los(as) niños(as) y adolescentes en mi estudio usaron agresión física (tal como pegar, patear, empujar, cachetear, tirar piedras) en el 35% de sus conflictos recientes. Esta es una cifra de agresión muy alta, considerando que la gran mayoría de los conflictos ocurrieron en la semana previa a la entrevista. Es decir que en promedio aproximadamente uno de cada tres estudiantes en estos colegios tiene una pelea física cada semana. En particular, esta frecuencia en agresión física es mucho más alta que aquella encontrada en otros estudios similares realizados con niños(as) y adolescentes de clase media de los Estados Unidos7 . Y aunque la agresión 4 R. R. Blake y J. S. Mouton, The managerial grid. Houston, Gulf Publications, 1964; D. W. Johnson, R. T. Johnson, B. Dudley, M. Ward y D. Magnuson, The impact of peer mediation training on the management of school and home conflicts en American Educational Research Journal, No. 32, 1995, págs. 829-844; M. A. Rahim, A measure of styles of handling interpersonal conflict en Academy of Management Journal, No. 26, 1983, págs. 368-376; K. W. Thomas, y R. H. Kilmann, Thomas-Kilmann conflict mode instrument. Tuxedo, NY, XICOM, 1974. 5 D. W. Johnson, y R. T. Johnson, Conflict resolution and peer mediation programs in elementary and secondary schools: A review of the research en Review of Educational Research, No. 66, 1996, págs. 459-506; B. C. Murphy, y N. Eisenberg, Provoked by a peer: Children s anger-related responses and their relations to social functioning en Merrill-Palmer Quarterly, No. 42, 1996, págs. 103-124. 6 45% y 82% de los conflictos, respectivamente; ver figura 1. 7 Entre 5% y 15% de conflictos recientes. C. J. Hobart, Conflict in the close relationships of preadolescents and adolescents, Tesis doctoral sin publicar, Wayne State University, Detroit, Michigan, 1990; D. W. Johnson et al., 1995, op. cit.; B. C. Murphy y N. Eisenberg, 1996, op. cit.; M. Raffaelli, Young adolescents conflicts with siblings and friends en Journal of Youth and Adolescence, No. 26, 1997, págs. 539-558.
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complementar los trabajos actuales que pretenden entender y reducir la violencia entre grupos armados a nivel macro con un gran esfuerzo por comprender y disminuir la violencia interpersonal a nivel micro. La investigación resumida aquí se basa en el supuesto de que la violencia interpersonal en Colombia podrá disminuir en el futuro, si las nuevas generaciones aprenden maneras pacíficas de manejar sus conflictos. El estudio busca comprender los conflictos interpersonales a las que se enfrentan cotidianamente niños(as) que viven en condiciones socioeconómicas difíciles en Bogotá. Este conocimiento sugiere maneras con las que la educación puede contribuir ahora mismo a fomentar en ellos formas pacíficas de manejar estos conflictos, a pesar del contexto social violento en el que viven.
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Figura 1. Estrategias usadas en conflictos recientes contra alternativas mencionadas en situaciones hipotéticas de conflicto Participantes mencionaron frecuentemente que podrían buscar acuerdos, pero casi nunca lo hicieron en situaciones reales. 90.0 80.0
Estrategias en conflictos reales
70.0
Alternativas ante conflictos hipotéticos
60.0 **
50.0 40.0 30.0 *
20.0 10.0 0.0 Evitar
Imponerse
Ceder
Buscar acuerdos
Figura 2. Estrategias impositivas en detalle La distribución es típica en estas edades, excepto porque la agresión física es mucho menos común en otros contextos (menos del 15%). Apoyarse en amigos Apoyarse en adultos Quejas o exigencias Dañar pertenencias de otros Agresión relational Agresión no verbal Agresión verbal Amenaza de agresión física Agresión física 5.0
10.0 15.0 20.0 25.0 30.0 35.0 40.0 45.0
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Pensamiento contra acción: Lo que dicen que harían contra lo que hicieron durante sus conflictos Después de contar cada historia, le pedí a cada participante que pensara en todas las distintas estrategias que podría implementar en caso de que el mismo conflicto volviera a ocurrir. Cerca de la mitad de los participantes mencionaron alternativas que reflejaban preocupación tanto por conseguir sus objetivos como por preservar sus relaciones, tales como ofrecer o buscar explicaciones, buscar acuerdos, o dialogar (ver figura 1). Además, estas alternativas fueron las más comúnmente seleccionadas cuando les pedí que escogieran las que preferían entre todas las que mencionaron. Sin embargo, rara vez usaron este tipo de soluciones en conflictos reales. Parece ser, entonces, que mientras estos(as) niños(as) y adolescentes son capaces de pensar en maneras constructivas de manejar conflictos, hay una distancia sustancial entre su pensamiento y su comportamiento. ¿A qué se debe la distancia entre pensamientos y comportamiento frente a los conflictos? Varias razones podrían explicar por qué los(as) niños(as) en este estudio hicieron algo diferente durante sus conflictos de lo que me dijeron que podrían hacer o preferirían hacer en futuras ocasiones. Primero, es posible que hubieran querido proyectar ante mí, como adulto-entrevistador, una imagen positiva de sí mismos, de acuerdo con lo que se imaginaban que yo valoraba o quería escuchar. Proyectar una imagen que no corresponde necesariamente a la realidad seguramente es más difícil al describir detalladamente sus acciones en 8 Los niños y las niñas también se diferenciaron en los asuntos de los que se trataban sus conflictos. Mientras los conflictos entre niñas se trataban principalmente de aspectos de sus relaciones tales como descuido de compromisos de amistad, celos, chismes, o exclusión del grupo de amigas, los conflictos entre niños eran principalmente sobre maltrato, empujones, burlas y otras formas de abuso físico y psicológico. Ver Enrique Chaux, 2001a, op.cit..
situaciones recientes que al mencionar lo que podrían hacer en situaciones futuras. En ese sentido, es más confiable la información cuando se basa en la descripción detallada de comportamientos recientes, que cuando se refiere a situaciones hipotéticas. Segundo, los participantes dijeron que durante los conflictos sentían emociones fuertes, especialmente rabia. Diversos estudios han documentado cómo las emociones influyen en las decisiones y la conducta9 . Es posible que durante las entrevistas, los(as) niños(as) y adolescentes puedan pensar con relativa calma en posibles comportamientos que les gustaría emplear. Pero durante los conflictos, sus emociones fuertes los podrían halar en otra dirección. La rabia, en particular, si no es manejada constructivamente, puede llevar fácilmente hacia la agresión. Un niño de trece años de edad lo resumió claramente: «Yo no pensé, yo reaccioné. Yo cogí la piedra y se la tiré». Otra posible razón del por qué de la distancia entre sus acciones y lo que dicen que preferían hacer es el papel que juegan quienes están alrededor durante los conflictos. En más del 70% de los casos había terceros que jugaban un papel activo. Usualmente, esos terceros eran compañeros(as) que apoyaban un lado ya sea aconsejando, haciendo barra, instigando, o involucrándose directamente en los conflictos del lado de una de las partes. Puede ser difícil resistir esta presión social hacia el escalamiento de estos conflictos. Finalmente, buscar un diálogo o un acuerdo en medio de una discusión acalorada es muy difícil, inclusive para adultos. Los(as) niños(as) reciben frecuentemente el mensaje transmitido por las escuelas, sus familias, o por los medios de comunicación, según el cual el diálogo es la mejor manera de manejar los conflictos con otros. Su respuesta ante preguntas hipotéticas refleja que pueden haber asimilado este mensaje. Sin embargo, aunque crean sinceramente en este mensaje, es poco probable que puedan ser capaces de manejar las cosas realmente, de esta manera, si no han recibido suficiente entrenamiento y apoyo sobre cómo hacerlo. Las habilidades para manejar conflictos de una manera pacífica y constructiva necesitan consolidarse con mucha práctica antes de que puedan ser usadas en la vida real. Mensajes y discusiones sobre la importancia de dialogar, si no vienen acompañados de desarrollo de habilidades y de oportunidades para practicar 9 A. Damasio, Descartes error: Emotion, reason, and the human brain, New York, Putnam, 1994; N.H. Frijda, The laws of emotion en American Psychologist, No. 43, 1988, págs. 349-358; D. Goleman, Emotional intelligence, New York, Bantam Books, 1995; J. E. LeDoux, The emotional brain: The mysterious underpinnings of emotional life. New York, Simon & Schuster, 1996.
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física fue mucho más común entre niños (50%) que entre niñas (22%), la cifra para ambos géneros es mucho más alta que aquella encontrada previamente en estudios similares realizados en otros contextos8 . En resumen, los(as) niños(as) que participaron en este estudio se diferencian de niños(as) en otros contextos no por tener comportamientos más egoístas durante los conflictos, sino por las estrategias agresivas que usan para imponer sus intereses.
estas habilidades, no parecen lograr el tránsito del pensamiento a la acción. Más sobre los terceros
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La gran mayoría de los(as) niños(as) que entrevisté dijeron que, como terceros en disputas entre compañeros, quisieran intervenir para desescalarlas. Sin embargo, lo más común es que instigaran o se involucraran apoyando un lado, contribuyendo no sólo a escalar los conflictos, sino también a proveer un contexto social que legitima el uso de la agresión10 . Por otro lado, los(as) profesores(as), padres o madres sólo se enteraron del 18% y 14% de los conflictos, respectivamente. Es decir que la gran mayoría de estos conflictos ocurren sin que los adultos se enteren. En los casos en que sí se enteraron, usualmente intervinieron buscando desescalarlos, pero usaron medios autoritarios tales como regaños o sanciones que generalmente no favorecen la reflexión ni el desarrollo de habilidades interpersonales (los padres y las madres también se involucraban, siempre del lado de sus propios hijos). En casi ningún caso, los terceros presentes, niños(as) o adultos(as), promovieron acuerdos por medio de mediaciones (el proceso por el cual terceros neutrales facilitan que las partes lleguen ellas mismas a un acuerdo). Esto hace suponer que las técnicas de mediación serían muy útiles, tanto para que los adultos puedan responder de maneras más constructivas a los conflictos entre niños(as), como para que los mismos niños(as) puedan responder más constructivamente ante las peleas entre sus propios amigos(as) o compañeros(as). Como lo mencioné anteriormente, las emociones intensas asociadas con estos conflictos pueden hacer que sea difícil llevar a la práctica habilidades cognitivas, tales como la capacidad para generar diversas alternativas de solución, que facilitarían una respuesta constructiva. Por esta razón, puede resultar muy alentador uno de los aspectos observados en esta investigación: los terceros se involucran emocionalmente mucho menos en los conflictos que las mismas partes afectadas. El 40% de los participantes en el estudio declararon sentirse bien o normal durante los conflictos entre otros, mientras que prácticamente ninguno dijo que se sentía bien o normal durante sus propios conflictos. Esto sugiere que puede resultar más fácil para terceros que para las partes del conflicto aplicar, en situaciones reales, sus habilidades
10 R. S. Atlas y D. J. Pepler, Observations of bullying in the classroom , en Journal of Educational Research, No. 92, 1998, págs. 86-99.
cognitivas en resolución de conflictos. Por esta razón, los terceros pueden estar en una posición privilegiada para influir constructivamente11 . Los terceros podrían ser actores cruciales en el fomento de la paz aprendiendo a mediar conflictos, interviniendo para que estos desescalen, o por lo menos no interviniendo de maneras que legitimen la agresión o que contribuyan al escalamiento. Los programas más comunes en resolución de conflictos pueden estar exigiendo mucho de las personas involucradas en ellos, pero muy poco de los terceros. Reconciliaciones después de los conflictos... ¿podrían aumentar? Una buena parte de los conflictos (43%) fueron seguidos por reconciliaciones, es decir, por acercamientos amistosos posteriores entre las partes enfrentadas. La mayoría ocurrieron en el mismo día (41%) o al día siguiente al hecho (27%). Dos tipos de reconciliaciones predominaron. Por un lado, algunas reconciliaciones fueron explícitas, con disculpas, apretón de manos, regalo de objetos como reparación, o discusión amistosa entre las partes sobre el asunto del conflicto. Estas reconciliaciones explícitas fueron comunes tanto entre niños como entre niñas. Por otro lado, otras reconciliaciones fueron implícitas, es decir, acercamientos amistosos entre las partes en los que no hubo mención de lo sucedido, ni disculpas, ni reparaciones. Un niño de trece años, por ejemplo, me contó: «Yo estaba sentado ahí y él llegó y empezó a decirme algo sobre [otra amiga que no estaba involucrada en el asunto]. Así fue como nos volvimos amigos otra vez». Las reconciliaciones implícitas ocurrieron casi exclusivamente entre niños. Esto parece indicar que mientras los niños pueden reconciliarse sin arreglar explícitamente el conflicto, las niñas necesitan una discusión, disculpa o reparación para volver a ser amigas. Finalmente, unas pocas reconciliaciones fueron promovidas por otros compañeros o adultos que no estaban involucrados. Las reconciliaciones fueron más frecuentes después de conflictos entre amigos(as) que después de los sucedidos entre conocidos(as), lo que refleja la necesidad por reparar daños causados en las relaciones cercanas. Sin embargo, un porcentaje importante (35%) de los conflictos entre amigos(as) no habían sido seguidos por reconciliaciones, por lo menos hasta el momento de la entrevista. En otras
11 Ver también los argumentos de W. Ury, Alcanzar la paz: Diez caminos para resolver conflictos en la casa, el trabajo y el mund,. México, Paidos, 2000.
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Implicaciones para evaluaciones e intervenciones en promoción de la convivencia Implicaciones para la evaluación de la convivencia Los resultados del estudio resumido aquí muestran claramente que los(as) niños(as) y adolescentes responden de
12 Frans B.M. de Wall, The first kiss: Foundations of conflict resolution research in animals en Aureli F. y de Waal F.B.M. (eds.), Natural conflict resolution, Berkeley, CA, University of California Press, 2000, págs. 15-33.
manera muy distinta ante preguntas sobre qué harían en la situación hipotética en que el conflicto vuelva a ocurrir, que ante preguntas sobre qué hicieron en una situación reciente de conflicto. Ante situaciones hipotéticas, la mayoría responden muy positivamente, diciendo que dialogarían con la otra persona. Esto contrasta con que casi ninguno hizo esto situaciones reales. Como lo han mostrado otros estudios13 , las respuestas ante preguntas hipotéticas no reflejan de manera adecuada lo que las personas hacen en la vida real. Por esta razón, si lo que realmente nos interesa es influir en lo que hacen no sobre lo que dicen que harían debemos encontrar maneras para evaluar lo primero. Recoger historias detalladas sobre disputas recientes y analizarlas cualitativamente es una manera para acercarse a evaluar comportamientos. Sin embargo, por la dedicación de tiempo que esto requiere, no parece ser algo factible de realizar a gran escala. Otras formas parecen ser necesarias. La prueba de Comprensión, Sensibilidad y Convivencia Ciudadana elaborada y administrada por la Secretaría de Educación de Bogotá busca evaluar, entre otros aspectos, el desarrollo del juicio moral de los participantes. En la guía para la evaluación de la prueba se explica que el desarrollo del juicio moral es importante para que los estudiantes sean capaces de tener en cuenta el bien de los demás y el suyo propio para tomar decisiones acertadas cuando se trata de actuar ante las diversas situaciones que la vida nos plantea 14 . Esto indica claramente que lo que se busca, en últimas, es influir en la acción, no sólo en el pensamiento. Sin embargo, la prueba no evalúa la acción moral. Como se desprende de los resultados de este estudio, preguntar qué harían en situaciones hipotéticas tampoco serviría como medio para evaluar el comportamiento moral en situaciones reales. Una mejor alternativa podría ser presentar una historia de una situación hipotética seguida de una pregunta sobre si esto le ha ocurrido recientemente o no. En caso positivo, el/la participante respondería las siguientes preguntas sobre qué hizo en dicha situación. Los resultados preliminares de una investigación cuantitativa que dirijo actualmente sobre el desarrollo de la agresividad entre niños(as) y adolescentes de Bogotá parecen indicar que este es un método efectivo y factible de implementar a
13 Ver, por ejemplo, F. Vitaro, y D. Pelletier, Assessment of children s social problem-solving skills in hypothetical and actual conflict situations en Journal of Abnormal Child Psychology, No. 19, 1991, págs. 505-518.
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palabras, aproximadamente una tercera parte de los entrevistados tenían relaciones cercanas afectadas, en ese momento, por conflictos recientes. Esto indica que una buena parte de las amistades se pone en riesgo frecuentemente por desavenencias que ni son manejadas constructivamente cuando ocurren, ni vienen seguidas de perdones, reparaciones o reconciliaciones. Frans de Waal, quizás el primatólogo más importante de la actualidad, ha insistido en que las agresiones no deben ser consideradas aisladamente. Deben ser miradas como parte de una dinámica conflictos ? agresión ? separación ? reconciliaciones12 . Si no se presentan las reconciliaciones, este ciclo no se completa y las relaciones van a ser afectadas indefinidamente. Parece fundamental, entonces, entender qué puede estar impidiendo o favoreciendo la ocurrencia de reconciliaciones, para poder entender cómo fomentarlas. Las emociones, de nuevo, parecen jugar un papel crucial en la ocurrencia o no de reconciliaciones. Durante el conflicto, la rabia fue la emoción más común entre las partes. Sin embargo, después de ocurrido, la rabia disminuyó y otras emociones como la tristeza aumentaron. Sentirse triste y solo debido al conflicto puede motivar a los niños(as) a usar conductas conciliatorias, algo que es difícil de hacer cuando se siente una rabia intensa. Por otro lado, el hecho de que un importante porcentaje de niños(as) no busquen la reconciliación a pesar de sentirse mal por estar perdiendo sus amistades sugiere que otras emociones, como por ejemplo el orgullo, o creencias como de que la otra persona debe ser quien tome la iniciativa, pueden estar obstaculizando la ocurrencia de reconciliaciones. Una niña de doce años, por ejemplo, contó que no se había reconciliado con su mejor amiga: Y ya ahora no volví a ir allá. Y eso que era mi mejor amiga desde chiquiticas . Entender mejor estas dinámicas es crucial, si queremos contribuir a que los niños(as) no pierdan fácilmente sus relaciones cercanas y valiosas.
gran escala para obtener información sobre comportamientos reales. Sin embargo, deben explorarse otras alternativas. Implicaciones para programas educativos en convivencia Los resultados del estudio resumido aquí indican que la agresión, y en particular la agresión física, son formas comunes mediante las cuales niños(as) y adolescentes que viven en ambientes urbanos violentos enfrentan sus conflictos interpersonales. Estrategias constructivas, que reflejen una preocupación por no afectar sus relaciones sin dejar de lado sus intereses, no se aplican casi nunca. El estudio también indica que muchos niños(as) y adolescentes conocen diversas estrategias constructivas e, inclusive, dicen que las prefieren frente a las alternativas violentas, pero no las usan en situaciones de conflicto reales. Esto sugiere que cualquier programa educativo que busque promover maneras pacíficas y constructivas de enfrentar conflictos no debe estar limitado a presentar estas maneras o a resaltar su importancia. Los(as) estudiantes que participaron en el estudio seguramente han escuchado en sus clases, en sus casas o en los medios el mensaje sobre la importancia de dialogar y de respetarse mutuamente. Han aprendido suficientemente bien ese mensaje como para poderlo repetir durante entrevistas. Inclusive pueden creer en su contenido. Pero si los programas no trabajan en formas para traducir los mensajes en comportamientos en situaciones reales, estos mensajes no van a pasar del discurso a la práctica. Resulta entonces fundamental que los programas se enfoquen en aquellos factores que facilitan o inhiben la puesta en práctica de estrategias constructivas en situaciones conflictivas. Este estudio identificó tres de estos factores: las emociones, el papel que juegan terceros(as) y la falta de entrenamiento y práctica como parte del proceso de aprendizaje.
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¿Es efectiva la educación en resolución de conflictos? Algunas evaluaciones internacionales rigurosas han documentado el efecto positivo de programas educativos que buscan promover la convivencia a través de la formación en resolución pacífica de conflictos. Algunos de estos programas cuentan con un sólo componente (usualmente una serie de clases a estudiantes) y son relativamente cortos (9 a 20 horas de clase, aproximadamente). A pesar de esto, algunos de estos programas han logrado efectos positivos entre los
estudiantes15 . Sin embargo, diversos estudios indican que los mayores efectos ocurren con programas integrales que buscan cambiar el clima de convivencia de la escuela como un todo16 . El programa Resolving Conflict Creatively (RCCP), desarrollado en Nueva York por la organización nogubernamental Educators for Social Responsibility, es un ejemplo de un programa integral con múltiples componentes. RCCP incluye: 1) Un currículo enfocado en habilidades para la resolución de conflictos, comunicación interpersonal, manejo emocional, cooperación, y respeto por la diversidad; 2) un programa de mediación entre pares por medio del cual los estudiantes aprenden a ayudar a sus compañeros a llegar a acuerdos cuando tienen conflictos; 3) entrenamiento a docentes sobre cómo enseñar resolución de conflictos; y 4) entrenamiento en resolución de conflictos para directivas y padres y madres de familia17 . Este programa fue evaluado recientemente con más de 5000 estudiantes por Lawrence Aber y sus colaboradores de la Universidad de Columbia18 . El resultado de la evaluación indicó que, mientras aquellos estudiantes que no participaron en el programa de RCCP aumentaron sus comportamientos agresivos durante el período de un año que duró la evaluación, así como la ocurrencia de procesos cognitivos que favorecen la agresión (como las fantasías agresivas o la tendencia a pensar, en situaciones ambiguas, que otros quieren intencionalmente hacerles daño), este aumento no ocurrió entre aquellos que tomaron parte en el programa. La capacidad para manejar sus propias emociones, la conducta altruista, y hasta los puntajes en pruebas de matemáticas y lectura mejoraron en este periodo entre aquellos que participaron en el programa, pero
15 D. C. Grossman, H. J. Neckerman, T. D. Koepsell, P. Y. Liu, K. N. Asher, K. Beland, K. Frey, y F. P. Rivara, Effectiveness of a violence prevention curriculum among children in elementary school en JAMA, No. 277, 1997, págs. 16051611; N. G. Guerra y R. G. Slaby, Cognitive mediators of aggression in adolescent offenders: 2. Intervention en Developmental Psychology, No. 26, 1990, págs. 269-277; D. W. Johnson, R. T. Johnson y B. Dudley, Effects of peer mediation training on elementary school students en Mediation Quarterly, No. 10, 1992, págs. 89-99; D. W. Johnson et al., 1995, op. cit.; M. J. Nakkula, y . E. Nikitopoulos, Negotiation training and interpersonal development: An exploratory study of early adolescents in Argentina en Adolescence, No. 36, 2001, págs. 120. 16 R. J. Bodine y D. K. Crawford, The handbook of conflict resolution education: A guide to building quality programs in schools. San Francisco, Jossey-Bass, 1998. 17 Para mayor información, consultar la página internet: www.esrnational.org 18 L. Aber, S. M. Jones, J. L. Brown, N. Chaudry y F. Samples, Resolving conflicts creatively: Evaluating the developmental effects of a school-based violence prevention program in neighborhood and classroom context en Development and Psychopathology, No. 10, 1998, págs. 187-213.
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Principios para intervenciones efectivas Basado en los resultados del estudio resumido aquí, así como en la evaluación de programas exitosos en resolución de conflictos, se pueden extraer algunos principios para intervenciones efectivas: Programas intensivos con profesores motivados. Como sugieren las evaluaciones del RCCP, para ser efectivos los programas educativos necesitan incluir lecciones ofrecidas durante un período de tiempo extenso y ser enseñados por profesores motivados. Los programas a corto plazo que prometen promover resoluciones pacíficas de conflictos con sólo algunas lecciones o talleres pueden ser atractivos por la reducida inversión que requieren, pero es
19 Dryfoos, J.G., Adolescents at risk: Prevalence and prevention. New York, Oxford University Press, 1990; Schorr, J.G. y Schorr, D., Within our reach : breaking the cycle of disadvantage. New York, Anchor Press, 1988.
poco probable que generen cambios positivos a largo plazo. Programas con múltiples componentes. Un currículo en resolución de conflictos, un programa de mediación por pares, un entrenamiento en resolución de conflictos para profesores o directivas, o una intervención centrada en aquellos(as) estudiantes que están más en riesgo de enfrentar conflictos de comportamiento en el futuro, probablemente no van a tener un impacto en el largo plazo si son implementados aisladamente. Como se indicó anteriormente, los programas de prevención efectivos requieren múltiples componentes bajo la misma misión y orientación. En palabras de David y Roger Johnson, por ejemplo, la efectividad de los programas de resolución de conflictos y mediación puede verse afectada si son implementados en un contexto escolar competitivo e individualista 20 . Similarmente, para que sean efectivos, estos programas necesitan trabajar en colaboración con otros que tengan objetivos similares. Entrenamiento en resolución de conflictos tanto para niños(as) como para adultos. Uno de los motivos del éxito del RCCP parece estar en el fomento de las relaciones pacíficas tanto entre estudiantes como también entre profesores, padres/madres, y directivas. De esta manera, se fomenta una cultura pacífica en toda la escuela, lo que facilita el aprendizaje de comportamientos pacíficos y constructivos. Entrenamiento en mediación para todos. Todos los estudiantes podrían responder de maneras constructivas ante las desavenencias entre sus compañeros21 . Los(as) niños(as) pueden aprender a mediar en los conflictos de sus compañeros, contribuir a su desescalamiento de maneras efectivas, o simplemente pueden aprender a no contribuir a su escalamiento. En mi estudio, encontré que los(as) terceros(as) están mucho menos involucrados emocionalmente en los conflictos que las partes principales. Esto significa que puede ser más fácil para terceros, que para las mismas partes del conflicto, usar sus habilidades de resolución en situaciones reales. Los programas educativos actuales pueden estar esperando demasiado de aquellos involucrados, pero muy poco de quienes los rodean. Por otro lado, en los programas de mediación por pares usualmente se entrenan sólo unos pocos estudiantes como mediadores. Estos son 20 D. W. Johnson y R. T. Johnson, 1996, op. cit., pág. 472. 21 W. Ury, 2000, op. cit.
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no entre quienes no participaron. Sin embargo, estos efectos positivos ocurrieron solamente entre los estudiantes que participaron en el programa completo de RCCP y lo hicieron con profesores motivados y comprometidos con el programa. Este resultado hace pensar que un programa integral puede tener efectos muy positivos sobre la convivencia y hasta puede tenerlos en aspectos académicos, pero que debe llevarse a cabo con docentes comprometidos y motivados por el programa. Otros estudios han encontrado resultados similares, analizando programas de prevención que trabajan con poblaciones en situaciones socioeconómicas difíciles en los Estados Unidos19 . Estas investigaciones encontraron similitudes notables entre los programas más efectivos, a pesar de las grandes diferencias entre lo que cada programa buscaba prevenir (por ejemplo, embarazo juvenil, delincuencia, deserción escolar, drogadicción, violencia interpersonal). Uno de los aspectos compartidos por todos estos programas exitosos fue su integralidad. Los programas efectivos tenían ya sea múltiples componentes bajo una misión común o trabajaban en colaboración cercana con otros programas. En cambio, los programas limitados a intervenciones individuales, implementados durante períodos muy cortos, o que carecían de entrenamiento y apoyo suficiente para el personal que conducía las implementaciones, no tuvieron impacto.
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usualmente los que más se benefician del programa22 . Si lo que se busca es tener impacto sobre todos los estudiantes como posibles terceros en conflictos entre sus compañeros, todos deberían recibir entrenamiento en mediación y en otras intervenciones constructivas y pacíficas. Finalmente, la mediación no debería ser considerada la única respuesta adecuada de los adultos a los conflictos entre niños(as). Una de las limitaciones de la mediación es la cantidad de tiempo que se requiere para cada conflicto. Típicamente, los docentes no pueden llevar a cabo mediaciones porque descuidarían al resto de sus estudiantes. La mediación entre pares es una mejor alternativa. Tomar en cuenta las emociones. Los conflictos de los(as) niños(as) ocurren espontáneamente y usualmente involucran emociones fuertes, especialmente rabia. Para poder reaccionar de acuerdo con sus propios intereses pero sin herir a los demás, los(as) niños(as) necesitan aprender a reconocer las emociones en otros y en ellos mismos. Programas que se concentren exclusivamente en los aspectos cognitivos del manejo de conflictos (por ejemplo, en la capacidad para generar y evaluar diferentes alternativas) probablemente le enseñarán a los estudiantes cómo manejar los hipotéticos, pero no los de la vida real. Práctica. Si lo que se busca es que los(as) estudiantes puedan usar las capacidades de resolución de conflictos en situaciones reales, es necesario que tengan muchas oportunidades para practicar las habilidades que aprendan. Los programas de resolución de conflictos deben proveer esas oportunidades por medio de simulaciones de casos, juegos de roles, tomas de decisiones en grupo y otras actividades similares. Los docentes también pueden ayudarle a los(as) niños(as) a convertir cualquier desacuerdo de la vida real en una oportunidad para practicar sus nuevas habilidades adquiridas. Como cualquier otra habilidad, debe practicarse en situaciones cada vez más complejas para que finalmente puedan usarlas autónomamente en situaciones reales. Infusión en otras áreas del currículo. El entrenamiento y la práctica de habilidades en resolución de conflictos podría ser trabajado inicialmente por separado del resto de las áreas. Sin embargo, es más probable que se logren 22 M. van Slyck y M. Stern, La resolución de conflictos en marcos educativos: Evaluación del impacto de los programas de mediación paritarios , en Duffy, K.G., Grosch, J.W. y Olczak, P.V. (eds.), La mediación y sus contextos de aplicación: una introducción para profesionales e investigadores, Barcelona , Paidós, 1996.
cambios a largo plazo si, después de un entrenamiento inicial, este tipo de trabajo se realiza de forma transversal en otras áreas del currículo. La literatura infantil que se trabaja en el área de lenguaje es particularmente apropiada para este propósito. Usualmente, las historias literarias involucran conflictos. Estos pueden ser analizados, se pueden extraer conexiones con situaciones de la vida real de los estudiantes, y se pueden usar estas situaciones literarias como oportunidades para practicar técnicas de resolución de conflictos por medio, por ejemplo, de simulaciones de casos. De igual forma, la enseñanza de las ciencias sociales, como por ejemplo de la historia, también es particularmente apropiada para el aprendizaje y la práctica de las capacidades para el manejo pacífico y constructivo de conflictos. Intervenciones de acuerdo con el nivel de desarrollo de los estudiantes. El trabajo en resolución de conflictos necesita tener en cuenta las capacidades cognitivas de los(as) niños(as) de diferentes edades. Puede ser muy difícil para los(as) niños(as) de los primeros años de la escuela primaria (pero no para adolescentes o preadolescentes) aprender a ponerse en los zapatos de otros, generar y evaluar diferentes alternativas, o aprender maneras efectivas de manejar sus propias emociones. Similarmente, puede ser muy difícil para adolescentes (pero no para los adultos) entender conceptos de negociación como la idea de la mejor alternativa a un acuerdo negociado, o la diferencia entre posiciones e intereses23 . Los programas de resolución de conflictos necesitan también tomar en cuenta las normas sociales que cambian con la edad. Por ejemplo, acudir a adultos para el manejo de conflictos puede ser aceptable entre preadolescentes o entre niños(as) más pequeños, pero no entre adolescentes. De manera similar, las mediaciones por parte de pares pueden ser apreciadas entre preadolescentes o niños(as) más pequeños, pero los adolescentes pueden preferir manejar ellos mismos sus diferencias. Evaluación permanente. El desarrollo de nuevos programas en contextos difíciles, como el colombiano, es una tarea difícil. Es necesario hacer ajustes permanentes con base en información que se recoja constantemente sobre cómo están respondiendo los participantes, qué está funcionando y qué puede mejorar. Así como es crucial
23 R. Fisher, W. Ury, y B. Patton, Sí, de acuerdo: Cómo negociar sin ceder, Bogotá, Norma, 1993.
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Conclusión: Conflictos interpersonales como un nudo crítico de la violencia colombiana
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La investigación resumida aquí representa una exploración inicial sobre los conflictos y la agresión entre niños(as) y adolescentes colombianos que viven en contextos urbanos en circunstancias socioeconómicas muy difíciles. La aproximación tradicional al estudio de la agresión en niños(as) ha sido la de buscar las causas de esa agresión y concentrar todos los esfuerzos de intervención en cambiar esas causas. Por ejemplo, una causa de la agresión en niños(as) es la violencia que presencian o sufren en sus hogares. Esto llevaría a que lo que se necesita es tratar de disminuir esa violencia. En cambio, la investigación resumida aquí estudió la agresión en niños, sin concentrarse en sus causas. El supuesto es que buenas intervenciones educativas basadas en una clara comprensión de la dinámica de los conflictos entre niños(as) pueden contribuir a la reducción de la agresión en niños(as), a pesar de que el contexto en el que viven la promueva. Estas intervenciones no necesitan esperar hasta que el contexto cambie. Deben ser implementadas al mismo tiempo y en cercana colaboración con programas que traten de reducir otros factores, tales como la violencia doméstica. En términos de teoría de sistemas, la propuesta es identificar e influir en los nodos críticos del sistema, es decir, aquellos aspectos que cumplen dos condiciones: 1) Está a nuestro alcance cambiarlos, y 2) si logramos un cambio en ellos, este cambio va a tener un impacto importante sobre el resto del sistema. La forma como los(as) niños(as) manejan sus conflictos es uno de los nodos críticos de la violencia colombiana.
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ENRIQUE CHAUX
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tomar en cuenta la investigación previa cuando se va a diseñar un nuevo programa, es fundamental realizar una constante evaluación formativa para garantizar la constante mejora del proyecto. Sin una evaluación permanente, es difícil saber si un programa está verdaderamente contribuyendo a mejorar relaciones entre niños y a prevenir violencia futura en la sociedad.
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BUSCANDO PISTAS PARA PREVENIR LA VIOLENCIA URBANA EN COLOMBIA: CONFLICTOS Y AGRESIÓN ENTRE NIÑOS (AS) Y ADOLESCENTES DE BOGOTÁ
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Angelika Rettberg * *
Resumen El artículo presenta resultados de un estudio sobre el comportamiento político del empresariado colombiano durante la controvertida administración del Presidente Samper (1994-1998), cuya campaña fue acusada de haber recibido dineros ilícitos. Confrontados con la crisis, los principales gremios agrupados en el Consejo Gremial reaccionaron con la petición de que el Presidente renunciara. Sin embargo, la oposición gremial no se mantuvo, a pesar de un creciente deterioro político y económico. El artículo sugiere que la incapacidad de sostener un frente gremial unido radicó, en buena medida, en el comportamiento de los grandes grupos económicos, que apoyaron al Presidente. El artículo discute las razones organizacionales por las cuales esto, más que un fenómeno aislado, constituye una característica recurrente del paisaje empresarial colombiano con implicaciones para otras áreas políticas. En segundo lugar, el artículo explora las motivaciones de los grupos para apoyar al Presidente. Sugiere que, por su tamaño y por el tipo de actividad económica que adelantan los grupos dependen del Estado para la obtención de créditos, contratos y regulación. En consecuencia, apoyar al Presidente protegía su acceso al Estado mientras que podían beneficiarse, simultáneamente, de la legitimidad derivada de su afiliación gremial.
Palabras claves:
Gremios, grupos económicos, empresarios, política, Colombia, Samper, Privatización, reformas de mercado
Abstract This article analyzes the failure of Colombian business to maintain an effective collective response to the crisis unleashed by the drug-scandal surrounding the administration of President Ernesto Samper (1994-1998). The article suggests that the failure can be explained by the behavior of the country s four largest diversified business groups (grupos) a form of business organization prevalent throughout Latin America who supported the administration. This undermined the attempt by organized business to respond to crisis collectively. Instead of an isolated phenomenon, the article
* Este artículo está basado en Angelika Rettberg (2000). Una versión anterior fue presentada en el marco del Programa de Visitantes Distinguidos, Silla Profesoral Corono, Facultad de Administración de Empresas, Universidad de los Andes, 26, 27 y 28 de Octubre, 2000. La investigación en la que se basa el artículo fue posible gracias a la financiación del Instituto Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología Francisco José de Caldas -COLCIENCIAS- en conjunto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). ** Profesora e investigadora, Departamento de Ciencia Política, Universidad de los Andes. Ph.D. en Ciencia Política, Boston University. M.A. en Ciencia Política, Boston University. Politóloga, Universidad de los Andes.
suggests this organizational contradiction is common in Colombia s modern corporate landscape and has important implications for other policy areas. The article also analyzes why the grupos supported Samper. In part, the answer draws from explanations centered on rent-seeking (grupos benefited from the privatization process) and on sunk costs (grupos had contributed generously to Samper s campaign). However, this article suggests that an unexplored explanation is their unique dependence on the state. By the nature of their main economic activities and their size, grupos depend on the state for credit, contracts, and regulation like few other business actors in Colombia. This shapes their preferences in favor of protecting their access to the state to the detriment of collective business endeavors.
Key words:
Organized business, diversified business groups, business, politics, Colombia, Samper, privatization, market reform
El 19 de junio de 1994, un domingo y día de elecciones en Colombia, Fernando Botero Zea, gerente de la campaña Samper Presidente, recibió un mensaje en su beeper. El mensaje era de Augusto López Valencia, el Presidente de Bavaria, quien le pidió que se comunicara con él de manera inmediata. Cuando Botero lo llamó, López ni lo saludó mientras que con entusiasmo le gritaba: Ganamos! . Luego, le explicó que acababa de recibir las últimas encuestas de la cadena radia Caracol, que indicaban que Ernesto Samper había sido elegido Presidente de Colombia.1 La continuación de esta historia es bien conocida. Pocas horas después de haber sido elegido Presidente en una reñida segunda vuelta Samper ganó por una diferencia de sólo 150.000 votos sobre su opositor Andrés Pastrana salieron a la luz pública unos audiocasetes que contenían grabaciones de conversaciones entre altos funcionarios de la campaña presidencial de Samper y representantes del cartel de Cali. En lo que habría de convertirse en uno de los escándalos políticos y procesos judiciales más turbulentos de la historia colombiana reciente, los así llamados narcocasetes apuntaban a la posibilidad de una estrecha relación económica entre la campaña de Samper y unos reconocidos narcotraficantes. Así, dieron inicio a lo que hoy se conoce de forma genérica el Proceso 8.000 (el número corresponde al orden de radicación del expediente), o una larga investigación judicial y controversia política en torno a la entrada de dineros del narcotráfico alrededor de 6 millones de dólares,
1 Semana, El que ríe de último... , 21 de junio de 1994, pág. 24.
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según estimativos del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense2 a la campaña de Samper. Los pormenores del así llamado Proceso 8.000 han sido publicados en múltiples testimonios de protagonistas y observadores3 . Este artículo, sin embargo, se centra en un actor fundamental que ha sido poco explorado: el empresariado colombiano. El propósito no es sólo contribuir a una mejor comprensión de un episodio histórico de gran trascendencia. Además, el artículo ilustra de qué manera el Proceso 8000 sirve también como vitrina privilegiada para ilustrar cómo los empresarios se comportan no sólo como agentes económicos, sino también como actores políticos, con motivaciones y capacidades divergentes y con estrategias variables. En ese sentido, este estudio de caso nos permite ilustrar algunas de las características de la relación entre empresarios y política en la Colombia actual, señalar los principales cambios que ha experimentado esta relación y, finalmente, evaluar las implicaciones de estos cambios para nuevos campos de la política colombiana.
Empresarios como actores políticos, una disciplina en desarrollo
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Hoy parecería obvio referirse a la relación entre empresarios y política en América Latina. En Venezuela, un bloque opositor liderado por empresarios fue el protagonista de la intentona golpista contra el Presidente Hugo Chávez. En México, el empresario Vicente Fox terminó con décadas de reino PRI-ista. En Argentina, decisiones empresariales en cadena principalmente una fuga masiva de capitales contribuyeron a desestabilizar el Gobierno del Presidente de la Rúa y llevaron a la crisis que aún no supera el Presidente Duhalde. De igual manera, la descalificación de los inversionistas extranjeros pende sobre el candidato de mayor acogida en las encuestas presidenciales de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva, y se constituye en su principal reto en caso de resultar victorioso. En breve, pocos hoy discutirían que los empresarios, en tanto controladores y generadores de capital4 , propónganselo o no,
2 Committee on Foreign Relations, United States Senate, Corruption and Drugs in Colombia: Democracy at Risk, A Staff Report, Washington, D.C., United States Government Printing Office, 1996, pág. 5. 3 Luis Cañón, La crisis: Cuatro años a bordo del Gobierno Samper, Bogotá, Editorial Planeta, 1998; Santiago Medina, La verdad sobre las mentiras, Bogotá, Editorial Planeta, 1997; Fernando Londoño, La parábola del elefante, Bogotá, Editorial Planeta, 1996; Mauricio Vargas, Jorge Lesmes y Edgar Téllez, El Presidente que se iba a caer: Diario secreto de tres periodistas sobre el 8.000, Bogotá, Editorial Planeta, 1996.
ejercen una presión fundamental en la política de una sociedad. En la academia los empresarios no siempre han sido trabajados desde esta perspectiva que enfatiza la relación dinámica y recíproca entre economía, política y sociedad5 . La empresa, como unidad de análisis cuya eficiencia, desempeño y capacidad de competencia hay que explicar y promover, ha sido del dominio de la Administración de Empresas y la Economía. Con notables excepciones, en estas disciplinas, la empresa y quienes la administran tienden a aparecer en un vacío histórico y lo político es tratado muchas veces como un factor perturbador o como fuente de corrupción y de interferencia en el juego del mercado. También en el caso de la Ciencia Política, lo empresarial, cuando es considerado, ha recibido muchas veces un tratamiento reduccionista, apareciendo en los estudios de élites que apiñan a los empresarios con otros grupos dominantes para formar una masa uniforme y monolítica de dominación o en los estudios sobre los actores involucrados en la búsqueda de rentas (ganancias en exceso de lo que arrojaría un resultado competitivo) propia de los países subdesarrollados. Dos fenómenos, principalmente, han contribuido a un cambio en esta orientación, de manera que hoy sea más común conceptualizar a los empresarios y grupos de empresarios como actores políticos complejos que obran bajo motivaciones diversas y con base en trayectorias variables. En primer lugar, la literatura sobre el papel del Estado en el desarrollo económico de los países subdesarrollados, especialmente aquellos del Sudeste Asiático, rompió el mito de las consecuencias necesariamente nefastas de una estrecha relación Estado-empresarios. Esta literatura sugirió que lo que explica la capacidad de desarrollo de los países no es el aislamiento del Estado, sino, por el contrario, la cooperación cercana y la mutua dependencia con los empresarios6 . En
4 Jeffrey Winters, Power in Motion: Capital Mobility and the Indonesian State, Ithaca, Cornell University Press, 1996. 5 Robert Gilpin, The Political Economy of International Relations, Princeton, Princeton University Press, 1987. 6 Alice Amsden, Asia s Next Giant: South Korea and Late Industrialization, New York, Oxford University Press, 1989; Peter Evans, State Structures, GovernmentBusiness Relations, and Economic Transformation en Maxfield, Sylvia y Schneider, Ben Ross (eds.), Business and the State in Developing Countries, Ithaca, Cornell University Press, 1997; Peter Evans, The State as Problem and Solution: Predation, Embedded Autonomy, and Structural Change , en Haggard, Steven y Kaufman, Robert (eds.), The Politics of Economic Adjustment, Princeton, Princeton University Press, 1992.
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¿Cuáles empresarios? La categoría empresarios abarca muchos tipos de empresas y de organización empresarial. Porque fueron los principales protagonistas empresariales del caso que se presentará, este artículo se centrará en dos actores claves: los grandes grupos económicos y los gremios de la producción. Un grupo económico reúne empresas operativamente independientes que están entrelazadas por medio de propiedad accionaria (es decir que las empresas componentes poseen un porcentaje de las acciones de las demás), o por medio del hecho de tener un dueño común9 . Un distintivo clave de los grupos colombianos, que comparten con los grupos de otros países del mundo en desarrollo es que participan en muchos sectores de la economía, dentro de los cuales suelen estar integrados horizontal e verticalmente10 . En Colombia hay alrededor de 15 grupos económicos11 , pero este artículo resaltará a los cuatro así llamados grandes: el Grupo Empresarial Bavaria (GEB), el así llamado Sindicato 7 Ben Schneider, Elusive Synergy: Business-Government Relations and Development Comparative Politics, Vol.31, No. 1, 1998. 8 Nueva para distinguirla de la economía política de los clásicos Carlos Marx y Federico Engels. 9 Lo que permite la coordinación central. Wilson Peres (ed.), Grandes empresas y grupos industriales latinoamericanos: Expansión y desafíos en la era de la apertura y la globalización, México, D.F., Siglo Veintiuno Editores, 1998. 10 En el caso colombiano, los grandes grupos económicos participan simultáneamente en sectores tan diversos como las bebidas (alcohólicas y no alcohólicas), el transporte aéreo, las telecomunicaciones, la fabricación de carros y telas, el procesamiento de alimentos, las finanzas y los seguros. 11 Javier Fernández-Riva, Adquisición de empresas y grupos económicos, Bogotá, Asociación Nacional de Instituciones Financieras, 1995.
Antioqueño (SA),12 la Organización Ardila Lülle (OAL), y la Organización Sarmiento Angulo (OSA), también llamada Grupo Aval. Las razones por las que los llaman grandes saltan a la vista: juntos controlan más de 200 empresas, incluyendo algunas de las más grandes del país, emplean alrededor de 200.000 personas, y sus ventas en 1998 representaban alrededor del 13% del PIB colombiano, que es un estimativo conservador basado en las ventas de las 5 empresas más grandes de cada grupo13 . Los grandes grupos son también grandes empleadores, sujetos tributarios por lo menos proporcionales a su participación en el PIB, generosas fuentes de financiación de las campañas políticas, y dueños de los principales medios de comunicación. Por otro lado, los gremios son organizaciones sin ánimo de lucro que buscan representar y fomentar los intereses de los empresarios de cierto sector de la economía en el proceso político14 . Esa actividad toma diversas formas, que pasa por la participación en juntas de organismos estatales, el ofrecimiento de servicios a sus afiliados en cuestiones de interés sectorial y la expresión pública de opiniones de relevancia sectorial. Los más de doscientos gremios colombianos varían enormemente en cuanto a antigüedad, tamaño, grado de especificidad y cobertura geográfica. En 1991 fue formado el Consejo Gremial Nacional (CGN), una especie de gremio de gremios, en el que están reunidos quince de los más importantes gremios, como la ANDI (industria), FENALCO (comerciantes), ASOBANCARIA (sector financiero) y la SAC (agricultura). El propósito de la creación del CGN fue facilitar las negociaciones entre el Gobierno y el sector privado en medio de los esfuerzos de la administración Gaviria de abrir la economía colombiana e impulsar un proceso de integración regional15 . Como veremos, grupos y gremios estuvieron en el ojo del huracán en el episodio que se reseñará.
Los empresarios y el Gobierno Samper Primeros indicios de la narco-financiación: Los empresarios en modo de espera Ante las comprometedoras revelaciones de los narcocasetes , los empresarios respondieron con cautela, al igual que otros 12 Su nombre es una figura periodística. 13 Angelika Rettberg, The Political Preferences of Diversified Business Groups: Lessons from Colombia (1994-1998) en Business & Politics, Vol.3, No.1, 2001b. 14 Angelika Rettberg, Corporate Organization and the Failure of Collective Action: Colombian Business During the Presidency of Ernesto Samper (1994-1998), Ph.D. dissertation, Boston University, 2000. 15 Fernando Cepeda, y Diana Umaña, Dirección política de la reforma económica en Colombia. Santafé de Bogotá, Fonade - Departamento Nacional de Planeación, 1994.
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segundo lugar, la ola de reformas de ajuste fiscal y apertura comercial que atravesó al sub-continente latinoamericano a partir de los años ochenta demostró que la variación regional en el tipo de reformas adoptadas, la velocidad con que fueron implementadas y los resultados que arrojaron dependieron crucialmente de las capacidades y la preparación de las empresas, pero también del tipo de organización empresarial predominante, de las principales divisiones intraempresariales, de la influencia de estas sobre las estrategias adoptadas y de los patrones de relación entre empresarios y Estado. En ese sentido, más que los mercados, quienes realmente adquirieron protagonismo fueron los empresarios7 . Ambos fenómenos contribuyeron al despertar de la nueva economía política y su mayor énfasis en el empresariado como actor político y complejo.8 Este artículo adopta esta perspectiva en la discusión del estudio de caso que sigue.
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sectores de la sociedad, que adoptaron una especie de modo de espera por más de un año. Ese silencio empresarial no era atípico en el caso colombiano. Como lo han sugerido Hartlyn16 y Wilde17 , una característica del régimen político colombiano de la segunda mitad del siglo XX ha sido un entendimiento básico, o un acuerdo tácito, entre las élites políticas y económicas de proteger sus mutuos intereses, conocido también como modelo consociacional18 . Ello explica los bajos niveles de antagonismo que han caracterizado la relación entre el sector privado y la dirigencia política, en contraste con países como México, donde acciones estatales como la nacionalización del petróleo y de los bancos dieron pie a una relación históricamente menos cordial. En Colombia, el CGN buscó acercarse al recién posesionado Gobierno y le ofreció su colaboración por medio de un documento que contenía su opinión sobre varios temas de naturaleza macro y microeconómica19 . Además, participó en las negociaciones iniciales del Pacto Social20 y avaló el Salto Social, plan de desarrollo propuesto por el Gobierno. Así, demostró que pretendía cumplir con los propósitos de su creación, a saber, la institucionalización de un sistema de concertación público-privada. Le dimos [a Samper] el beneficio de la duda, admitió uno de los Presidentes de las asociaciones gremiales.21 En desarrollo del proceso judicial que comenzó poco tiempo después de la publicación de los casetes, en julio de 1995 fue arrestado Santiago Medina, el tesorero de la campaña Samper, bajo cargos de enriquecimiento ilícito y falso testimonio. En sus declaraciones acusó a Samper de ser
16 Jonathan Hartlyn, The Politics of Coalition Rule in Colombia, Cambridge, Cambridge University Press, 1988; Jonathan Hartlyn, Producer Associations, the Political Regime, and Policy Processes in Contemporary Colombia , en Latin American Research Review, Vol. 20, No. 3, 1985. 17 Alexander Wilde, Conversations among Gentlemen: Oligarchical Democracy in Colombia , en Linz, Juan, y Stepan, Alfred (eds.), The Breakdown of Democratic Regimes, Vol.3, Latin America, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1978. 18 Jonathan Hartlyn, 1985, op. cit., pág. 111, ha encontrado importante apoyo al Gobierno de parte de los grupos productores, apoyo que está relacionado con una capacidad de influencia considerable . Arend Lijphart, The politics of accommodation: Pluralism and democracy in the Netherlands, Berkeley, University of California Press, 1968 19 Consejo Gremial Nacional, Hacia una política de desarrollo colombiano, Bogotá, Consejo Gremial Nacional, 1994. 20 Una de las promesas de campaña de Samper dirigida a controlar la inflación por medio de la negociación tripartita, ver Rafael España, El Pacto Social como instrumento de resolución de conflictos: La incipiente experiencia colombiana en Estrategia Económica y Financiera, 1997; Sergio Bustamante, El Pacto Social: Instrumento de concertación en Revista de la Andi, No.142, 1996. 21 Presidente de Asocaña, entrevistado por la autora, Bogotá, 7 de julio de 1998.
participante activo en la consecución de dineros del narcotráfico. En una alocución televisada, Samper respondió a esto que si algo había entrado a la campaña tenía que haber sido detrás de sus espaldas y que solicitaba que lo investigara la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes22 . Todavía fiel a las expectativas a las que daba pie la tradicional relación cordial entre empresarios y Gobierno, el CGN hizo un llamado a la prudencia y a la calma y expresó su fe en que la investigación que adelantaba la Comisión de Acusaciones del Congreso despejaría todas las dudas. En agosto de 1995, el CGN adoptó un tono más firme cuando se divulgó que Fernando Botero y Horacio Serpa, ambos ministros de Samper, habían tenido acceso ilegal a una copia del testimonio de Medina. Esa vez, ante las declaraciones contradictorias de los ministros, el CGN pidió la verdad por encima de todo 23 . Sin embargo, dos semanas después varios empresarios, incluyendo a varios integrantes del CGN, firmaron un documento para apoyar el Acuerdo Nacional contra la Violencia, propuesto por el Gobierno en respuesta a una ola de violencia guerrillera y paramilitar en el sur del país24 . Volvía así una calma temporal a las relaciones Gobierno-gremios. Se calientan los ánimos... En septiembre de 1995, más de un año después de la posesión de Samper, ocurrió un cambio drástico en la posición empresarial. En ese mes, Alberto Cancino, el abogado del Presidente, fue víctima de un atentado en Bogotá. Cuando se le preguntó si creía que la DEA (entidad estadounidense encargada de la política anti-drogas de los Estados Unidos) estaba involucrada en este atentado, Serpa, ministro del Interior, respondió me suena, me suena 25 . Con ello, daba a entender que el atentado reflejaba una conspiración de los Estados Unidos contra Samper. Esto provocó una airada respuesta del vocero del Departamento de Estado estadounidense, quien advirtió que ese tipo de comentarios eran extremadamente peligrosos por el ambiente que podían crear.26
22 El Tiempo, 27 de julio, 1995. 23 Consejo Gremial Nacional, Boletín de Prensa, La verdad por encima de todo , 1 de agosto de 1995; El Tiempo, Claridad absoluta piden los gremios, 2 de agosto de 1995, primera página. 24 Consejo Gremial Nacional, Boletín de Prensa, 24 de agosto de 1995. 25 Cañón, 1998, op. cit., pág. 267. 26 Dinero, Guerra fría , diciembre 1995 Enero 1996, pág. 40.
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¿Qué explica el cambio en la posición empresarial? Distintos factores contribuyeron a que los empresarios se distanciaran gradualmente del Presidente. Por un lado, la evidencia acopiada por los investigadores judiciales dejaba
cada vez menos dudas de que el elefante referencia coloquial a los dineros del narcotráfico había entrado a la campaña Samper. En reacción, incluso colaboradores cercanos a Samper empezaron a separarse del Gobierno. Sumado a esto, asesinatos como el del dirigente conservador Alvaro Gómez Hurtado, en noviembre de 1995, aumentaron la sospecha de que los intereses en juego eran tan intensos como turbios. Finalmente, el profundo descrédito de la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes -compuesta en su mayoría por representantes afines a Samper y liderada por el polémico Heyne Mogollón- terminó de enrarecer el ambiente político. Por otro lado, empezaron a sentirse las señales de deterioro económico (ver figura 1). La actividad comercial y la producción industrial empezaron a estancarse mientras sectores como la construcción y la agricultura se deterioraron. La revista Dinero lo puso en palabras contundentes, al sugerir que la economía estaba al borde de un ataque de nervios .29
Figura 1. Crecimiento porcentual del PIB colombiano en cuatro sectores, 1991 - 1999 20.0 15.0 10.0 5.0 0.0 -5.0
1991
1992
1993
1994
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1996
1997
1998
1999
-10.0 -15.0 -20.0 -25.0 Industria manufacturera Sector financiero
Construcción y obras públicas Producto Interno Bruto (PIB)
Comercio, restaurantes y hoteles
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), reporte en línea (http://www.eclac.org/DE/proyectos/eee/eee2001/xls/COL00-01.XLS), consultado el 10 de junio de 2002.
27 Consejo Gremial Nacional, Boletín de Prensa, 4 de octubre de 1995. 28 Ernesto Samper, Presidente de la República de Colombia, a los miembros del Consejo Gremial Nacional, 9 de octubre de 1995, Archivos Presidenciales, Santa Fe de Bogotá.
29 Dinero, Diciembre 1995/Enero 1996, 1996: Nada fácil , pág. 26.
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Los empresarios se dieron cuenta del mensaje de fondo y temieron el posible impacto de las declaraciones de Serpa sobre las relaciones bilaterales colombo-estadounidenses. De nuevo levantaron la voz pidiendo, por primera vez, una pronta solución a la crisis política.27 A pesar de que quedaba en la declaración cierto lenguaje vago y apaciguador como cuando pedían que resplandezca la verdad , este momento marcó un cambio de rumbo en la posición empresarial, de la conciliación al enfrentamiento progresivo, en pro de una pronta solución a la crisis. El Presidente notó el cambio de tono y en una carta al Consejo le recordó que las relaciones Gobierno-sector privado debían transcurrir en un ambiente de respeto mutuo.28
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Todo esto se veía empeorado por el gran temor que rodeaba la posibilidad de que los Estados Unidos tomaran represalias contra Colombia en el marco del proceso anual de certificación. Este es un proceso que exige al Presidente estadounidense hacer una evaluación anual de los esfuerzos de distintos países en la lucha contra las drogas. Un país puede ser certificado plenamente, descertificado, o certificado bajo consideraciones de interés nacional. La certificación es importante porque va más allá de un simple llamado de atención y puede traer consecuencias graves para la economía de un país. Si EE.UU. descertifica, está obligado legalmente a votar en contra de préstamos que se pudieran otorgar en bancos multilaterales. En 1996, por ejemplo, estaban pendientes de aprobación 200 millones de dólares para Colombia en el Banco Interamericano y entre 300 y 400 millones en el Banco Mundial. Además, una descertificación implica la posibilidad de imponer sanciones económicas, una consecuencia catastrófica para Colombia, cuyo principal socio comercial son los Estados Unidos30 . De igual manera, Colombia se afectaría por la cancelación del ATPA, un acuerdo comercial bilateral que permite que 15 por ciento de las exportaciones colombianas entren al mercado norteamericano libres de aranceles, lo que favorece especialmente a los floricultores.31 En 1995, Colombia había sido certificada bajo consideraciones de interés nacional, pero con la acumulación de evidencia que comprometía al Gobierno de Samper, se hacía más probable la descertificación y la imposición de sanciones. Contribuyendo a la preocupación, en octubre del 1995 salió la así llamada lista Clinton de varias entidades financieras colombianas en el exterior a las que se les había bloqueado sus activos por sus vínculos con el narcotráfico. Aunque la lista era específica, existía la posibilidad de que se extendiera a todo el establecimiento financiero, lo que implicaba un enorme riesgo para todos los bancos. Junto con la inminente decisión sobre la descertificación, la lista provocó una oleada sin precedentes de lobby empresarial ante el Congreso norteamericano en Washington32 , liderado por gremios que, como ASOCOLFLORES y ASOBANCARIA, 30 Que reciben casi dos tercios de las exportaciones colombianas, ver Departamento de Planeación Nacional, Unidad de Análisis Macroeconómico, Estadísticas Históricas de Colombia, Vol. 1. Santafé de Bogotá: Tercer Mundo Editores y Departamento Nacional de Planeación, 1998, pág.140 31 La renovación y ampliación del ATPA y su extensión a otros grupos mantiene periódicamente en vilo a la comunidad empresarial colombiana. 32 Russell Crandall, Explicit Narcotization: US Policy Toward Colombia During the Presidential Administration of Ernesto Samper (1994-1998) , en Latin American Politics and Society, Vol.43, No.2, 2001.
estaban en el grupo de los más afectados. La actividad preventiva no se limitó al exterior: en Colombia, por ejemplo, los bancos se sometieron a fuertes auto-controles para evitar el ingreso de dineros ilícitos; una sanción en sí misma , como lo describió un directivo de una fundación empresarial.33 Estos distintos factores ilustran cómo, a medida que progresaba el Gobierno Samper, la situación económica, política e internacional se complicaba cada vez más, llevando a un creciente malestar empresarial. El rompecabezas: Aparecen los grupos A pesar de que el deterioro parecía ser colectivo y, por tanto, la impaciencia empresarial generada por las múltiples problemáticas que rodeaban al Gobierno Samper, en diciembre de 1995 el comportamiento de un sector empresarial contradijo la creciente tendencia de rechazo al Gobierno Samper. En ese mes, la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes declaró que no había méritos para abrir una investigación contra Samper.34 En contravía de lo que el CGN había estado haciendo en el sentido de ser cada vez más crítico con el Presidente y más exigente en términos de presionar una solución a la crisis, en una muestra de activismo también sin precedentes, líderes de los grandes grupos económicos fueron a palacio a ofrecer su apoyo al Presidente. Tras la reunión, en un comunicado escueto le daban las gracias por haber conjurado la crisis institucional que algunos preveían .35 Viniendo de quien venía, este apoyo no era un logro cualquiera, tratándose de los representantes más grandes del capital colombiano y quedando consignado el amigable encuentro en una foto que circuló en la prensa nacional. Se prende el ventilador... El contraste entre las posiciones de ambas fracciones empresariales la del CGN y la de los grupos se hizo más claro un mes después. El 22 de enero de 1996, Fernando Botero, otrora ministro de Defensa de Samper y ahora detenido en la Escuela de Caballería de Bogotá bajo cargos de enriquecimiento ilícito, otorgó una entrevista televisada en la que denunciaba que Samper sí sabía del ingreso de narcodineros a su campaña. Esta confesión de uno de los 33 Presidente de Fundación Social, entrevistado por la autora, Bogotá, 14 de julio de 1998. 34 Cámara de Representantes, Comisión de Investigación y Acusación, Expediente No. 597. 35 El Tiempo, Respaldo de empresarios , 19 de diciembre de 1995, primera página.
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Es claro que se ha querido ocultar la verdad al país y a la justicia. ( ) La crisis debe resolverse de inmediato. Es evidente que en las circunstancias actuales el Presidente de la República está seriamente debilitado en el ejercicio de su autoridad y en su capacidad de gobernar de manera efectiva. Ante esta situación, es necesario buscar una solución institucional, incluyendo [ ] la dejación de su cargo. 36
El empresariado colombiano estaba invitando a un Presidente a que renunciara. Sólo una vez antes en la historia del siglo XX había pasado algo similar, cuando, a finales de los años 50, un Frente Civil, liderado y financiado por la Andi, había logrado galvanizar a los empresarios del país contra el general
Gustavo Rojas Pinilla, a quien se acusaba de corrupción y de agudizar el deterioro económico. En esa oportunidad un paro patronal de varios días que incluyó a los bancos y en el que se logró el acatamiento de los trabajadores pagando salarios por adelantado culminó en la renuncia del general y la instauración de una Junta Militar que luego daría paso al inicio del Frente Nacional37 . A la luz del antecedente histórico y considerando el poder estructural del capital38 o la posición privilegiada del empresariado en las sociedades modernas39 en razón de su capacidad de invertir o desinvertir y de utilizar esto como instrumento de presión ante los Gobiernos el rechazo del CGN parecía la fórmula segura para la renuncia del Presidente. Sin embargo, esto no ocurrió. Después de la declaración de Botero y animados por el CGN, otros actores comenzaron a secundar su exigencia de renuncia del Presidente. Desde la Iglesia Católica hasta amas de casa de estratos medio y alto, desde estudiantes universitarios hasta congresistas, desde militares en retiro hasta sindicatos,
Figura 2. Indice de percepción empresarial de las condiciones económicas (--x--) y socio-políticas (-- o--) para la inversión, basado en una encuesta trimestral, 1989-1999
40 20 0 1989 -20
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
-40 -60 -80 -100 Fuente: Fedesarrollo, Encuesta de Opinión Empresarial.
36 Consejo Gremial Nacional, Boletín de Prensa, 23 de enero de 1996.
37 Angelika Rettberg, Dos crisis, dos desenlaces: Retos y realidades del empresariado organizado colombiano en los años 50 y 90" en Revista de Estudios Sociales, No. 8, 2001ª; Eduardo Sáenz, Colombia Años Cincuenta: Industriales, política y diplomacia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2002. 38 Jeffrey Winters, 1996, op. cit. 39 Charles Lindblom, The Market as Prison , en Ferguson, Thomas y Rogers, Joel (eds.). The Political Economy, Armonk, M.E. Sharpe, 1984; Charles Lindblom, Politics and Markets, New York, Basic Books, 1977.
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colaboradores más cercanos de Samper radicalizó el debate y abrió la válvula del descontento con el Gobierno. Esto se reflejó en la respuesta con la que el CGN recibió la confesión de Botero. En un escueto comunicado del 23 de enero, el CGN le dijo al Presidente:
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diferentes grupos se unieron en contra de la permanencia del Presidente en el poder40 . Pero Samper no daba señas de quererse retirar del cargo. Paralelamente, la situación económica empeoraba. Las cifras eran elocuentes: Después de haber crecido 6.1 por ciento en 1994 y 5.2 por ciento en 1995, el crecimiento cayó a 0.6 por ciento en 199841 . El desempleo y el déficit fiscal aumentaron42 . Si bien algunos sectores, como la construcción y la industria, enfrentaban condiciones particularmente difíciles, la amplia mayoría de los empresarios pasaba penurias. Perdimos dos años , se convirtió en una de las frases más utilizadas por los empresarios en referencia a aquella época.43 Así lo corrobora la figura 2, que indica cómo desde mediados de 1995 las expectativas de los empresarios cayeron vertiginosamente, a la par con otros indicadores del comportamiento económico. Para mayor preocupación, se acercaba el 1 de marzo, fecha en la que se publican los resultados del proceso de certificación en los EE.UU. Y sucedió lo que todos temían: descertificaron a Colombia y, en el reporte que acompañaba la descertificación, el representante republicano Jesse Helms recomendaba sanciones, si el país no mostraba resultados verificables en la lucha contra las drogas. Anunciada como el umbral crítico que daría el golpe definitivo a la administración de Samper, la no certificación de marzo de 1996 indicó la disposición del Gobierno de los Estados Unidos de llevar sus amenazas hasta las últimas consecuencias, esto es, a las sanciones. Ante este hecho, parecían superfluos el lobby adelantado en los Estados Unidos así como la presión ejercida sobre el Gobierno en Colombia. Sin embargo, contrario a lo que uno esperaría tras el impacto de la respuesta del CGN a la confesión de Botero, este empezó a perder fuerza gradualmente. Había pedido la renuncia en enero del 96, insistido en febrero y era marzo y Samper continuaba en el poder. Los Estados Unidos habían descertificado a Colombia y en julio Samper fue objeto de 40 Francisco Leal (ed.), Tras las huellas de la crisis, Bogotá, Tercer Mundo Editores, Fescol y IEPRI, 1996. 41 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), reporte en línea (http://www.eclac.org/DE/proyectos/eee/eee2001/xls/COL00-01.XLS), consultado el 10 de junio de 2002. 42 Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia (DANE), Indicadores sociales: Tasa de desempleo en 7 áreas metropolitanas, reporte en línea (http://www.dane.gov.co), consultado 12 de junio 1999; Mauricio Cárdenas, Situación actual y perspectivas de la economía colombiana en Arturo tangarife (ed.) Colombia, su economía: Dónde estamos, hacia dónde vamos?, Bogotá, Ecoandinos, 1998, pág. 32. 43 Ver, por ejemplo, Carlos Caballero, Perdimos dos años Estrategia Económica y Financiera, 15 de agosto de 1996.
uno de los actos más bochornosos de la diplomacia internacional al serle cancelada su visa a los Estados Unidos. Pero cuando se habría podido esperar la mayor actividad empresarial anti-Samper por las dificultades económicas que se experimentaban, los miembros del CGN empezaron a diferir en la vehemencia de sus críticas a Samper. Mientras que algunos seguían abogando por romper completamente sus vínculos con el Gobierno de Samper (ANDI, CAMACOL, ACOPI, FEDEMETAL, SAC, ASOCAÑA y ASOCOLFLORES), otros estaban a favor de restablecer las relaciones con el Gobierno (FENALCO, ANALDEX, FASECOLDA y COLFECAR).44 De acuerdo con la posición más radical en contra de Samper, el Presidente no fue invitado a la reunión anual de algunos de los gremios más importantes, como la ANDI Y ACOPI, y se rompió así con una tradición de décadas.45 Otros dirigentes gremiales, sin embargo, reanudaron sus relaciones con el Presidente y su equipo.46 En cualquier caso, el tema de la renuncia del Presidente poco a poco desapareció de la agenda y el 8 de agosto de 1998 Samper completó el último día, la última hora y el último minuto de su mandato, tal como lo había prometido. El país, mientras tanto, se estancó en un estado de incómoda incertidumbre.
Lecciones De este resumen de lo que hizo una buena parte del empresariado colombiano en los años de 1994-98, que abarcan la administración de Ernesto Samper, se desprenden dos grandes preguntas: 1) Por qué el empresariado organizado colombiano no logró mantener un frente unido ante una crisis económica y política que afectó a todos los intereses empresariales? y 2) Por qué los grupos apoyaron al Presidente Samper? La exploración de estas preguntas, como se verá, expone algunos de los principales retos del empresariado colombiano de la actualidad. Así, puede servir para responder preguntas más amplias sobre cómo se desempeña el empresariado en tanto actor político, cómo define sus intereses, qué tan efectivo es al representarlos en el proceso político, y qué factores internos al empresariado obran en su contra.
44 Portafolio, Se cansa el Consejo Gremial , 30 de septiembre de 1996. 45 El Tiempo, Asambleas gremiales no invitan a Samper , 14 de septiembre de 1996. 46 El caso más sonado fue el de César González, ex-Presidente de ASOBANCARIA, quien se vinculó a la campaña de Horacio Serpa, considerado heredero político de Samper.
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La pregunta sobre las dificultades de los gremios de sostener su oposición al Presidente puede tener más de una respuesta. Por un lado, los gremios colombianos han sufrido un proceso progresivo de debilitamiento en las últimas décadas, principalmente porque han visto restringido su campo de acción a raíz de las reformas de apertura y desregulación de los mercados iniciadas en los tempranos noventa47 . En ese sentido, han tenido dificultades persistentes para servir como la voz unificada del sector privado que una relación productiva con el Estado ameritaría. Durante los años del Gobierno Samper, esto se reflejó en múltiples divisiones al interior del mundo gremial, especialmente cuando el Presidente no dio señas de pretender ceder tras el momento cúspide de la oposición empresarial, en enero de 1996.48 Sumado a estas divisiones, contribuyó significativamente al debilitamiento del CGN la actuación de los grandes grupos económicos. Así lo sugiere una vasta evidencia. Cuando se les preguntó qué explicaba el fracaso de los empresarios en aquel momento, dirigentes gremiales, ejecutivos de empresas, funcionarios gubernamentales y periodistas coincidieron en una respuesta contundente. Casi al unísono, señalaron el impacto debilitador que tuvo el hecho de que los grupos no apoyaran al CGN sobre la eficacia de la oposición empresarial. Los grupos apoyaron al Gobierno. Esto debilitó a los gremios , dijo el Presidente de uno de ellos.49 Los cacaos [expresión popular para referirse a personas muy acomodadas y que identifica a los dueños de los cuatro grupos] están por encima del CGN. Son la voz dominante del sector privado y lo demostraron, dijo el Presidente de otro gremio.50 ¿Por qué no lograron nada [los 47 Angelika Rettberg, The Dilemmas of Business Representation: The Uneasy Relationship Between Economic Groups (EGs) and Business Associations in Colombia (1994 - 1998) , ponencia presentada en el encuentro de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), Washington DC, 6-8 de septiembre (http:// 136.142.158.105/2001Papers/RettbergAngelika.pdf), 2001c; Angelika Rettberg, Gremios en la encrucijada , en Mason, Ann y Orjuela, Luis Javier (eds.), Colombia: Anatomía de una crisis, manuscrito en revisión editorial. 48 Existen otros ejemplos de divisiones intra-empresariales. A nivel regional, por ejemplo, varios movimientos anti-Samper en Medellín y Cali fueron aún más allá de la oposición del CGN al convocar a un paro patronal al estilo de los años cincuenta. Por otro lado, en el extremo opuesto, la Unión Intergremial (UIG), conformada por gremios menores no integrantes del CGN, defendía a Samper. Ambas corrientes minoritarias, sin embargo, no lograron afianzarse por su tinte radical, en el caso regional, y por su asociación con el Gobierno, en el caso de la UIG (su fundador, Saulo Arboleda, fue nombrado ministro de Comunicaciones de Samper pocos meses después de constituir la UIG). 49 Presidente de Acolfa, entrevistado por la autora, Bogotá, 2 de marzo de 1999. 50 Vice Presidente de Acopi, entrevistado por la autora, Bogotá, 23 de marzo de 1999.
gremios ante la crisis del Gobierno Samper]? preguntó retóricamente un ejecutivo independiente. Y respondió, carecían del apoyo de los cacaos. En aquel momento, la fuerza de los cacaos era mayor que la de los gremios. 51 El propio Ernesto Samper, en sus memorias de Gobierno, admite que tuvo el respaldo de los más importantes empresarios 52 . Abiertamente, los grupos económicos desautorizaron a los gremios sólo una vez, cuando hicieron aquella publicitada visita a palacio en diciembre de 1995, para ofrecerle su apoyo al Presidente. Como se verá en los próximos párrafos, la forma empresarial grupo afecta la capacidad de acción colectiva del empresariado de manera mucho más sutil. Como resultado, los gremios enfrentan un conjunto de condiciones que les impiden disuadir, mucho menos sancionar, a quienes no siguen la línea gremial. Disminuye, por tanto, la probabilidad de una respuesta empresarial unificada. Los gremios colombianos enfrentan diversos impedimentos para contrarrestar la indisciplina de los grupos. Debido a su carácter voluntario, los gremios dependen enteramente de los ingresos que obtienen de las afiliaciones53 . Como resultado, han tenido dificultades crónicas de financiación. Así lo refleja una encuesta de 1997, según la cual los gremios reportan los problemas financieros como los más frecuentes54 . Por otro lado, las afiliaciones se pagan proporcionalmente al tamaño de la empresa (o a la producción). En el caso de la ANDI, por ejemplo, en 1998 7.7 por ciento de sus 650 afiliados (aproximadamente cincuenta empresas) representaban el 38.5 por ciento de su presupuesto anual.55 En este contexto, la afiliación de las empresas más grandes, muchas de ellas de propiedad de los grupos (por ejemplo la cervecería Bavaria, en el caso de GEB o Postobón, en el caso de OAL) se vuelve vital para la supervivencia gremial. Sumado a esto, los gremios difícilmente podrían reclamarse representantes sectoriales en ausencia de jugadores sectoriales claves. La incapacidad gremial para disciplinar a sus afiliados se complementa con rasgos propios de los grupos que los inducen a buscar alternativas a la intermediación gremial. Un 51 Presidente de empresa de construcción, entrevistado por la autora, Bogotá, 7 de agosto de 1998. 52 Ernesto Samper, Aquí estoy y aquí me quedo: Testimonio de un Gobierno, Bogotá, El Áncora Editores, 2000, pág. 34. 53 Rodrigo Losada, Los gremios empresariales en Colombia, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2000. 54 Ibíd. 55 Vicepresidente de la ANDI, entrevistado por la autora, Boston, 9 de diciembre 1998.
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Grupos y gremios: una relación difícil
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factor es su composición multi-sectorial. Para una organización que simultáneamente tiene empresas en sectores tan disímiles como el transporte aéreo, las finanzas y las telecomunicaciones resulta difícil identificarse con un solo gremio. El caso de OAL ilustra el punto: mientras que sus ingenios azucareros están afiliados a ASOCAÑA, para Postobón, la empresa de gaseosas, puede ser más conveniente la compra de azúcar barata, posiblemente importada. Pueden así entrar en conflicto las necesidades disímiles de las empresas en el interior del grupo, representadas por gremios distintos. Un segundo factor tiene que ver con el acceso directo que los grupos tienen al Gobierno y a las agencias estatales. La anécdota con la que inició este artículo es un indicativo de esto al ilustrar la cercanía entre ejecutivos de los grupos y las altas esferas del poder. En parte, esto se debe al papel que los grupos desempeñan en la economía nacional, que los convierte en socios claves en el logro de políticas económicas, indicadores de la salud de la economía, importantes fuentes de ingresos fiscales y empleadores fundamentales. Además, los grupos son fuentes primordiales de financiación de campañas. Si bien las contribuciones no han sido medidas con precisión,56 en el caso de Samper, por ejemplo, los estimativos van de $1.2 millones donados por OAL y OSA57 a $3 millones, donados por GEB58 , lo que convirtió a este último grupo en el segundo donante más importante después del cartel de Cali. Sumado a lo anterior, los grupos tienen gran capacidad de ofrecer donaciones no materiales, como tiempo al aire en sus estaciones de radio y televisión. Como resultado de estos factores, los grupos gozan de acceso asegurado a la toma de decisiones. En palabras de un funcionario del OAL, [los grupos] tienen línea directa .59 Para complementar su impacto, los grupos han desarrollado una capacidad de lobby independiente por medio de oficinas encargadas de mediar sus intereses ante el Congreso y ante el Gobierno. Esta capacidad, sumada a los demás factores arriba señalados, subraya las limitaciones de los gremios en su 56 La legislación concerniente a la contabilidad de las campañas está poco desarrollada Colombia. Como resultado, la información sobre las finanzas de las campañas es, en el mejor de los casos, incompleta. En el caso de los grupos se presenta una dificultad adicional para distinguir las donaciones del grupo de aquellas de sus empresas componentes. La ley 130 de 1994 para regular la financiación de las campañas surgió en parte como respuesta a las acusaciones de malos manejos en la campaña de 1993-1994. 57 Fernando Londoño, 1996, op. cit. 58 Committee on Foreign Relations, 1996, op. cit. pág. 5. 59 Allegado a OAL, entrevistado por la autora, Cali, 28 de julio 1998.
capacidad representativa. La pregunta retórica de un dirigente gremial es apropiada al caso: A quién le importa si Suramericana [una empresa de SA] está en ASOBANCARIA [el gremio financiero], si [Suramericana] tiene acceso directo al Presidente? 60 Cabe preguntarse por qué los grupos, si enfrentan tantos incentivos para actuar de manera individual, no se retiran de los gremios. Por un lado, al permanecer afiliados a los gremios, los grupos hacen un uso óptimo de los medios de representación a su alcance. Como lo ilustra su comportamiento en el caso Samper, la doble apuesta apoyar al Presidente y continuar afiliados a los gremios fue una táctica exitosa. Lo primero les aseguraba la protección de sus intereses domésticos, mientras que lo segundo les permitía salvar la cara ante el Departamento de Estado norteamericano.61 En un plano más general, la pertenencia a los gremios facilita el acceso al apoyo técnico y a la información y otorga legitimidad política. Por lo tanto, los grupos tienden a combinar estrategias individuales con estrategias gremiales.62 Como lo argumentó esta sección, los grupos responden a poderosos incentivos para auto-gestionar sus intereses. Como consecuencia, los gremios tienen grandes dificultades para imponer una línea gremial a sus afiliados, o sancionar a quienes se apartan de esa línea. En los años de la administración Samper, esto se reflejó en la incapacidad de enfrentar la abierta desautorización de la que fueron objeto por parte de los grupos y explica, en buena medida, la 60 Gerente General de la Federación Nacional de Cafeteros, entrevistado por la autora, Bogotá, 11 de marzo 1999. 61 El apoyo de los grupos a Samper no fue automático ni homogéneo: se reunieron con el embajador norteamericano Myles Frechette para indagar sobre la posición del gobierno estadounidense frente a la permanencia de Samper en el poder, visitaron a Samper para discutir la situación económica en deterioro en julio de 1996 y contactaron al vicepresidente de la Calle para evaluar su disposición para suceder a Samper tras una renuncia hipotética. Ver New York Times, To Punish Colombia, US May Revoke Air Route , 4 de agosto de 1996. En palabras de un alto ejecutivo de GEB: Los grupos no son kamikazes. De haberse vuelto verdaderamente crítica la situación, hubieran cambiado su posición . (Entrevistado por la autora, Bogotá, 12 de agosto 1998). En una entrevista periodística, Julio Mario Santo Domingo, el principal accionista de GEB, confirmó que estuvo insatisfecho con las revelaciones sobre los malos manejos de la campaña de Samper. Cambio, Habla Santo Domingo , 18 de enero 1999, pág. 22. 62 El Sindicato Antioqueño (SA) representa una importante excepción a este patrón. En efecto, las empresas del SA son integrantes activos de los gremios respectivos. En parte, esto tiene razones históricas, al encontrarse gran parte de las empresas entre las fundadoras de la ANDI en Medellín, lo que explica el fuerte lazo entre grupo, gremio y ciudad. Más relevante es la estructura organizacional del grupo, que es menos centralizada en términos de propiedad y más autónoma en cuanto a la toma de decisiones de cada empresa. Este ejemplo indica que la presencia de los grupos no es condición suficiente para debilitar a los gremios.
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Los grupos económicos: actores empresariales complejos Si bien el desempeño de los grupos en los años en cuestión no alcanzó los bajos niveles que sufrieron otros empresarios (en parte porque su tamaño y su diversificación sectorial obran como diversificación del riesgo) también ellos vieron decaer su rendimiento. Por lo tanto, tenían qué temerle a la crisis y a la posibilidad de las sanciones que podía acarrear la descertificación de Colombia por parte de los Estados Unidos. Algunos ejemplos ilustran la situación: Avianca, la línea aérea en la que GEB tenía participación mayoritaria, deriva alrededor de un cuarto de sus ingresos de sus rutas a los Estados Unidos y podía verse afectada, si las sanciones limitaban sus derechos de aterrizar en EE.UU. En el caso de OSA, que tiene más del 90 por ciento de sus activos en el sector financiero, existía la posibilidad de que se vieran afectadas las transacciones financieras, tanto como resultado de las posibles sanciones económicas como de la lista Clinton . Finalmente, el efecto más tangible de la crisis para los grupos fue la disminución de sus utilidades como resultado de la recesión.63 Entonces ¿qué llevó a los grupos a apoyar a Samper a pesar de la pérdida de apoyo internacional y los previsibles efectos económicos adversos que tendría la crisis sobre la economía colombiana? La respuesta más frecuente a esta pregunta son los cuantiosos contratos que obtuvieron los grupos bajo el Gobierno Samper. Continuando con las reformas de ajuste y liberalización económica iniciadas en los tempranos noventa, el Gobierno de Samper abrió, y en mucho casos concluyó licitaciones para numerosas concesiones, contratos y licencias de negocios y servicios anteriormente manejados por el
63 Semana, Los 4 grandes , 26 de abril de 1994, 2 de mayo de 1995, 7 de mayo de 1996, 5 de mayo de 1997, 4 de mayo de 1998, y 10 de mayo de 1999.
Estado. Muchos de estos negocios fueron adquiridos por los grupos. Los ejemplos más representativos son la asignación de dos canales de televisión privados (por la que pagó 95 millones de dólares cada grupo), la prórroga de los contratos de telefonía celular (que habían sido adquiridos por subasta pública en el 1993) y la adquisición de bancos privatizados (y previamente saneados). En conjunto, los ejemplos permiten confirmar que los grupos afianzaron y ampliaron sus portafolios durante el Gobierno Samper64 . Esta explicación, que podría resumirse como apoyo político a cambio de acceso a negocios , se basaría, además, en el generoso apoyo financiero de los grupos recibido por la campaña Samper. En palabras de un crítico de los grupos, estos habrían invertido en un Gobierno amigo 65 . Sin embargo, como se verá a continuación, la explicación transmite la imagen de un Estado que es instrumento de los grupos, enfatiza la coyuntura de la crisis específica y descuida varios aspectos de la relación estructural entre grupos y Estado. Como se argumentará a continuación, la cuestión es más compleja. En primer lugar, los grupos económicos, debido a la capacidad de inversión y de endeudamiento que les otorga su tamaño y su estructura diversificada, parecieran ser los socios naturales de los procesos de privatización y concesión. En efecto, las sumas de dinero exigidas, las curvas de aprendizaje y la experiencia acumulada requeridas limitan notablemente el universo de aspirantes potenciales a los negocios en cuestión. Así lo demuestra el hecho de que en toda Latinoamérica, independientemente de los Gobiernos al mando, los procesos de privatización beneficiaron principalmente a los grupos económicos66 . Como consecuencia, no es claro por qué en Colombia, y no en otras partes, las concesiones y los contratos estaban destinados específicamente a comprar el apoyo de unos actores empresariales claves para un Gobierno en problemas. Si bien, la privatización limitó el alcance de la acción estatal en la producción de bienes y servicios, no la eliminó. En ese sentido, a pesar de ser privatizados, muchos de estos negocios en los que los grupos tienen una larga
64 Angelika Rettberg, 2001b, op. cit.; Angelika Rettberg, 2000 op. cit. 65 Ex-Presidente de la Andi, entrevistado por la autora, Bogotá, 24 de junio de 1998. 66 Werner Baer, Changing Paradigms: Changing Interpretations of the Public Sector in Latin America s Economies , Public Choice, No. 88, 1996; Werner Baer y Melissa H. Birch (eds.), Privatization in Latin America: New Roles for the Public and Private Sectors, Westport, Praeger, 1994; Werner Baer y William Maloney, Neoliberalism and Income Distribution in Latin America , World Development, Vol. 25, No.3, 1997; Wilson Peres, 1998, op. cit.; Angelika Rettberg, 2001b, op. cit.
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pérdida de impulso del movimiento de oposición empresarial a pesar de que el deterioro de las condiciones económicas y políticas parecieran crecientemente apropiadas para la resistencia. Esta contradicción entre los tipos de organización empresarial, sin embargo, representa un problema sólo cuando los intereses de grupos y gremios divergen de manera sustancial. Así sucedió en los años bajo estudio. Por ello, la siguiente sección se ocupará de explicar el comportamiento de los grupos, para también, a partir de ahí extraer algunas conclusiones tentativas sobre las implicaciones políticas de las estrategias adoptadas por estos actores empresariales.
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trayectoria siguen siendo objeto de regulación estatal, como el sistema financiero, la televisión y la radio. Esto se complementa con la relación crediticia que han mantenido grupos y Estado. Por ejemplo, muchas de las más grandes empresas de los grupos han sido receptoras de crédito del IFI, el Instituto de Fomento Industrial, lo que ilustra el importante y poco explorado papel de la banca de fomento en la financiación de los grupos.67 En resumen, aún después de varios esfuerzos por remover al Estado del ámbito de la acción empresarial, en el caso colombiano este sigue siendo fuente de contratos, crédito y regulación para los grupos. Como resultado, estos tienen razones importantes para cultivar una relación cercana con el Estado. Un rasgo organizacional de los grupos completa el cuadro de las razones que pudieron motivarlos para apoyar al Presidente: en contraste con otras empresas, la mayoría de los activos de los grupos son fijos y su mercado es, principalmente, doméstico. Esto limita su movilidad y convierte las condiciones domésticas de inversión en su preocupación central. Sumado a las razones anotadas arriba, debe entonces quedar claro que para un grupo resulta más estratégico proteger el acceso al proceso de toma de decisiones locales y su posición en la economía nacional que antagonizar al Gobierno, quien administra y controla las instancias estatales. Dos circunstancias subrayan este punto: en primer lugar, el carácter no Weberiano del Estado colombiano, que carece aún de múltiples mecanismos para reglamentar y neutralizar el intercambio entre los sujetos privados y públicos y en el que mucho depende de la discreción particular de cada Gobierno. En segundo lugar, como se ilustró en la sección anterior, los grupos, como ningún otro actor empresarial, podían emplear dos estrategias ante la crisis de Samper: Salvar su cara internacionalmente a través de la actividad opositora de los gremios y proteger sus inversiones domésticas y su continuo acceso al Estado por medio del apoyo al Presidente. Como se señaló en la sección anterior, esta doble estrategia de los grupos contribuyó al progresivo debilitamiento de la voz gremial pero era óptima desde el 67 De nuevo, el caso colombiano no es único. En muchos otros países latinoamericanos la banca de fomento es una fuente vital de crédito para estos grandes actores empresariales, como es el caso de la Corporación de Fomento (CORFO) en Chile. Aquí, si bien los grupos económicos eran los principales compradores de las empresas privatizadas en los 80, lo hacían en gran parte apoyados en créditos estatales, con el resultado de que el monto total de su contribución directa a la compra podía ser tan bajo como 10 o 15 por ciento (Werner Baer, 1996, op. cit.; Werner Baer and Melissa Maloney, 1997, op. cit.; Werner Baer y William Birch, 1994, op. cit.)
punto de vista de las necesidades de estos complejos actores empresariales. En conclusión, como en la sección anterior, una mirada específica a los años en cuestión arroja lecciones de aplicación más general. En particular, este análisis sugiere que es preciso reevaluar el poder de los grupos en cuanto a su capacidad de influir en y afectar la política y la economía. Con base en lo presentado, se propone replantear la relación grupos-Estado como una relación dinámica, compleja y de mutua dependencia. Si bien el Estado requiere el concurso de los grupos como fuentes de capital, empleo y tributación, estos, si bien son poderosos, no son omnipotentes y dependen de las condiciones, oportunidades y beneficios que sólo el Estado que conserva un poder relativo puede dictar y ofrecer.
Conclusiones Este artículo utilizó un estudio de caso reciente para extraer lecciones generales sobre varios aspectos de la relación entre empresarios y política en Colombia con base en un seguimiento del comportamiento de los grandes grupos económicos y de los gremios reunidos en el Consejo Gremial Nacional, durante los años de 1994 a 1998. Investigaciones posteriores tendrán que resolver las preguntas que han quedado sin explorar en este vasto campo de los empresarios y la política. Por lo pronto, hay señales de que los patrones identificados aquí se reproducen en otros contextos y de que la relevancia de las lecciones presentadas supera el marco específico de la crisis de Samper. En marzo del 2000, por ejemplo, varios dirigentes gremiales asistieron a una de las primeras Audiencias Públicas programadas por las mesas de diálogo entre el Gobierno y las FARC. Allí, fueron objeto de una rechifla por parte de los asistentes. El golpe fue más duro cuando, pocos días después, los representantes de los principales grupos económicos fueron recibidos personalmente por el líder de las FARC bajo un toldo en el Caguán. Reviviendo un evento conocido, una foto de este cordial encuentro en la selva circuló después en la prensa.68 Esto ilustra que el empresariado colombiano enfrenta hoy retos parecidos a aquellos que experimentó en los años analizados aquí. De las lecciones que extraiga dependerá su participación constructiva en campos que, como la negociación y la construcción de la paz en Colombia, requieren su concurso coordinado y colectivo. 68 Semana, La nueva Colombia? , 23 marzo, 2000.
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Alberto G. Flórez Malagón* *
Resumen Este texto explora la posible continuidad entre algunas prácticas de la historia y algunas propuestas de los estudios culturales, leyendo dicha continuidad como una práctica muy común actualmente en la que viejas y nuevas trayectorias intelectuales se intersectan.
Abstract
This paper explores the possible continuity between some practices of history and some proposals of the cultural studies, reading this continuity as a practice very common at the moment in which old and new intellectual trajectories converge.
I. De cómo historia y estudios culturales se suplementarían No se trata de referir ninguna de las dos experiencias exclusivamente, sino, como el título lo indica, hablar con ellas sin entrar en el combate entre los extremos y, mejor, planteando y asumiendo el debate entre los mismos, de una manera quizás más heurística. Además, porque una de las dificultades de referirse solamente al combate es la intransigencia que se apodera de los unos, atrincherados en la supuesta solidez del oficio, y los otros, en el supuesto mesianismo innovador de su campo. El uso del lenguaje del combate, empieza a facilitar las afirmaciones pobremente dicotómicas y descalificadoras y replica la guerra de las ciencias de la que tanto hablan ahora los científicos naturales para criticar las propuestas de las nuevas humanidades : de un lado se nombra el trabajo de los otros con epítetos como, moda, falta de rigurosidad, superficialidad, o neoconservatismo; en la otra cara del espejo se habla de la ortodoxia, el positivismo, el anacronismo, la racionalidad obtusa, y eso, si es que se habla. Los sociólogos e historiadores de la ciencia nos han recordado una y otra vez cómo la ciencia y las disciplinas no son cosas, sino procesos abiertos y cómo en la práctica de una buena ciencia las fronteras disciplinares no parecen haber sido más que las excusas institucionales y gremiales * Este trabajo en su versión original fue presentado en el Primer Encuentro Internacional de Estudios Culturales, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, Ecuador, en Junio, 2002. ** Profesor Asociado. Departamento de Historia e Instituto de Estudios Sociales y Culturales, PENSAR. Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
para tener una puerta de entrada a una práctica que las supera en su pretensión fundacional. Una vez adentro de la comunidad académica, las camisas de fuerza que a veces se suponen tan vivas y poderosas, no logran disciplinar absolutamente la práctica de los investigadores, y a pesar de los intereses de los administradores académicos, los buenos científicos, que lo son más por su condición individual que por los contenidos de su formación, siguen dinamizando sus oficios de maneras que no están dictadas por la organización administrativa, otros añadirán hegemónica, de los saberes. De la misma forma el funcionalismo atribuido al desarrollo de la ciencia podrá ser útil para asumir posiciones críticas, pero no parece compadecerse con las características de las comunidades científicas regionales y de sus vectores críticos. Esto nos lleva a desplazar y a enfatizar el eje del análisis de la discusión epistemológica fundamentadora de Occidente, hacia el tema de las prácticas académicas y al tiempo conduce a reconocer a la ciencia como un proceso abierto que, en una de sus transformaciones, puede haber superado en su construcción la pretensión teleológica de sus inicios. Aquí todavía me pregunto si los recientes trabajos con tinte epistemológico que critican la fragmentación de las ciencias, especialmente el ya clásico informe de la Comisión Gulbenkian, han exagerado el referente del agotamiento disciplinar, por lo menos en su desarrollo reciente, pues generalmente la crítica se ha hecho con referencia a las primeras etapas de las propuestas y ejercicios disciplinares, pero a menudo se ignoran desarrollos internos recientes de las disciplinas. No sobra plantear la duda de si dicha Comisión, por ejemplo, tomó en cuenta, o no, los desarrollos y prácticas disciplinares de las ciencias en América Latina, que como frecuentemente se reclama desde la región, habrían desarrollado, sin nombrarla así, una práctica cercana a la que hoy proclaman los nuevos campos transdisciplinares, punto de llegada de las reflexiones gulbenkianas. El punto de partida de la discusión aquí es entonces el encuentro en las fronteras entre una tradición disciplinar, que no está necesariamente encerrada en sus muros, y los nuevos campos transdisciplinares que tampoco tienen que declararse intransigentemente antidisciplinares. La existencia de caminos entre los viejos y los nuevos territorios se detecta con frecuencia en las prácticas académicas recientes. Muchos investigadores disciplinares han visto los estudios culturales como una manera más de hacer sociología, historia y por supuesto antropología. La distancia entre estudios culturales y estudios de la cultura sólo se entiende, tal vez, como útil para el posicionamiento institucional, pero en la práctica no parecen encontrarse en
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extremos tan alejados. La debatida obra del antropólogo Néstor García Canclini, quien hace estudios culturales sin llamarlos así; del sociólogo Immanuel Wallerstein quien después de coordinar la famosa Comisión Gulbenkian, terminó proponiendo la reconstitución de las ciencias sociales y humanas alrededor de la sociología; de los historiadores como Hayden White, Michel de Certau y Roger Chartier, entre muchos exponentes del famoso giro lingüístico, y aún más cerca de nuestro medio, el ejercicio del filósofo y sociólogo Santiago Castro por resolver el aparente divorcio entre estudios culturales y economía política parecen responder a la salida que reconstruye sin negar el estatuto de la tradición académica. Muchos nos han prevenido en la década pasada contra el nuevo disciplinamiento e imperialismo de los estudios culturales y proponen más bien que los estudios culturales fluyan entre las disciplinas y a través de ellas, oxigenándolas, sin repetir la historia de las demarcaciones. No se trataría de un crecimiento mutuo gracias a la influencia de historia y estudios culturales. Mejor nos referimos a un proceso de suplementación como se presenta en la propuesta derrideana, en donde una esencialidad adicional es añadida a lo que hasta la fecha había sido percibido como sustentado en sí mismo, pero al mismo tiempo, lo que se añade proclama la inadecuada esencialidad de la entidad previa. Así, el suplemento coexiste con aquello que suplementa de una manera profundamente desestabilizadora.1 De esta manera se podría, quizás, abrir un orificio en las murallas del debate para considerar la producción que predice el campo de los estudios culturales y que evitaría la defensa cerrada y la exigencia de una fundamentación absoluta de cada bastión del conocimiento, descuidando sus prácticas y su apertura a dialogar con otros espacios de representación. Además, este ejercicio puede ser muy útil, si se retoma no a partir de las experiencias de los críticos literarios sino desde los historiadores sociales y culturales, que han sido hasta cierto punto opacados por el auge de la producción y de la institucionalización que los primeros han liderado al colonizar el habla de los estudios culturales. El tema, además, coincide en la práctica con la pelea de poderes por la defensa y el ataque a la disciplinariedad institucional (seguimos dudando de que ésta tenga una expresión en la práctica académica por fuera del espacio institucional-gremial) con sus correlatos que son los viejos y los nuevos programas académicos. Por ello, en lugar de
1 Nicholas B. Dirks, Geoff Eley y Sherry B. Ortner, (eds.), Culture/Power/History. A Reader in Contemporary Social Theory, Princeton, Princeton University Press, 1994, pág. 39.
querer resolver la pregunta en todas sus dimensiones, intentaré a través de unas breves referencias historiográficas mostrar que, en la frontera, la nueva historia cultural y los estudios culturales se parecen tanto que se confunden ya que el potencial de la temporalidad y de la espacialidad pertenece consistentemente al corazón de los nuevos campos.
II. La historia al encuentro con los estudios culturales Aunque más arriba he querido ser condescendiente con la rigidez de la disciplinariedad, es evidente que en ocasiones ella ha sido un elemento deformador de los investigadores, y los historiadores a menudo son el ejemplo más claro de ello, con la adición, además, de la poca formación teórica que se les imparte, a lo sumo remitida a la externalidad de la teoría en las ciencias sociales. Ello plantea una doble debilidad que a muchos los ha conducido al espacio acrítico de la producción empírica, esclava de la evidencia y orgullosa de su propiedad de la temporalidad. Pero más allá de estas limitaciones, las nuevas historias vienen dando pasos hacia una apertura mental que no es simplemente un movimiento interno crítico de las disciplinas, así sea con un tinte de monismo culturalista, sino también un movimiento hacia espacios más allá de la racionalidad instrumental, que reivindican la ética, la estética y quién sabe qué otras facetas humanas que se habían demarcado como externas a la actividad científica. El análisis de este movimiento quiere ir más allá del debate interno que plantearon importantes latinoamericanistas en los años 90. Recordemos que para entonces un grupo de ellos cercanos a la academia norteamericana comenzó a vincular los desarrollos de la nueva historia cultural con las propuestas de los estudios subalternos en Asia2 . El artículo seminal de Florencia Mallon que retomó la discusión promovida por Gilbert Joseph y complementada por Patricia 2 El Grupo de Estudios Subalternos se consolidó inicialmente en India por intelectuales anticolonialistas y políticamente radicales, pero igualmente inmersos en el análisis textual y en los métodos posmodernos. El subalterno es definido, siguiendo la tradición gramsciana como el subordinado en términos de clase, casta, edad, género, oficio o cualquier otra forma de dominación. Pero la subordinación se entiende como un camino de dos vías que involucra a dominante y dominado. Así el objetivo final de este grupo era demostrar cómo, en las transformaciones políticas que ocurrieron en la sociedad india colonial y poscolonial, los subalternos no sólo desarrollaron sus propias estrategias de resistencia sino que efectivamente contribuyeron a definir y a refinar las opciones de las elites. Al tiempo el grupo buscaba recuperar las prácticas, creencias y acciones subalternas leyendo las viejas fuentes con nuevos métodos provenientes de la semiótica, la crítica literaria y toda forma de análisis textual. Florencia Mallon, The Promise and Dilemma of Subaltern Studies: Perspectives from Latin American History , American Historical Review, Vol. 99, No.5, Diciembre 1994.
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3 Florencia Mallon, 1994, op. cit.; Gilbert Joseph, On the trail of Latin American Bandists: A Reexamination of Peasant Resistance , Latin American Research Review, LARR, Vol. 25 No. 3, 1990; Patricia Seed, Colonial and Postcolonial discourse , LARR, Vol. 26 No.1, 1991. 4 Santiago Castro y Eduardo Mendieta (coord.), Teorías sin disciplina: Latinoamericanismo, Poscolonialidad y Globalización en debate, Méjico, Universidad de San Francisco y Grupo Editorial Porrúa, 1998. 5 Dipesh Chakrabarty, Subaltern Studies and Postcolonial Historiography . Nepantla: Views from South, Vol. 1, No.1, 2000, pág. 9. 6 Una importante caracterización de estos estudios, que los diferencia de los análisis coloniales clásicos, es la orientación de la crítica poscolonial que intenta mostrar la vinculación entre los valores culturales de Occidente y el proyecto de expansión mundial del capital. Véase un análisis del desarrollo de estas escuelas en Santiago Castro, Oscar Guardiola y Carmen Millán (eds)., Pensar en los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial, Bogotá, CEJA, 1999. 7 Ibíd., pág. 10.
momentos de la historiografía: independentistas, revolucionarios, nacionalistas, insurgentes, caudillos, populistas, marxistas, liberales, conservadores, y todos los demás grandes hombres sacados del universo político latinoamericano.8 Del primer énfasis biográfico se pasó a explicar más las situaciones en términos de los individuos y no tanto los individuos en términos de las situaciones y sobre todo se abandonaron los estereotipos simplistas, teleológicos y dicotómicos, para avanzar hacia un nuevo énfasis en la diversidad y la variación.9 Así, se avanzó en una mirada más histórica y, diríamos hoy, menos modelada y homogenizante de la región latinoamericana y por ello se dificulta seguir tendencias grandes en un universo de diversidad y menos encontrar tendencias por generalizar acerca del mundo latinoamericano. El tema parece coincidir con aquél de las nuevas humanidades en su afán de responder a la condición posmoderna reivindicando los multiculturalismos, los saberes locales y toda suerte de diversidades glocales. Sin embargo, se avanzó en una perspectiva histórica que retó aquellas concepciones ahistóricas de, por ejemplo, los saberes locales, los cuales a veces se presentaban de manera esencialista como imperturbables en el tiempo, y no como procesos temporales No extraña que la discusión entre historia y estudios culturales rete el punto de partida que desde Birmingham hasta la fecha sigue guiando a muchos estudiosos del nuevo campo. Este es el referente a la cultura contemporánea y a los contextos globalizados para estudiar de manera renovada dicha cultura. En este contexto, Alan Knight identifica la aparición en las siguientes etapas historiográficas de dos tendencias grandes dentro del universo que él llama de la historiografía fragmentada. El primero, el de la historia regional/local y el segundo, la historia popular. Ellos han introducido una variedad de formas de lo nacional, de lo étnico de los tejidos locales, y el concepto de región reemplazó como énfasis al anterior de nación. Uno de los impactos más interesantes de esta producción regional fue sobre la historia económica la cual, a la luz de los modelos de la modernización y luego del dependentismo, no había visualizado las especificidades regionales económicas que hoy dan nuevas luces sobre las tendencias y los acontecimientos políticos. Sólo faltaría un paso para llegar al influyente concepto de diferencia 8 Alan Knight, Latinoamérica: un balance historiográfico Historia y Grafía, No. 10, 1998, pág. 166. 9 Ibíd., pág. 168.
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Seed3 en torno a estos temas coincidió con la creación del Grupo de Estudios Subalternos en América Latina y con las reflexiones paralelas acerca del problema de la producción posmodernista, con clara referencia a los historiadores latinoamericanistas.4 Un punto de acercamiento, más familiar para los estudiosos de lo cultural, lo presentó recientemente el historiador indio Dipesh Chakrabarty, de nuevo escribiendo desde una universidad norteamericana, en este caso la reconocida Universidad de Chicago, al relacionar de manera directa las expectativas de los estudios subalternos con el oficio de los historiadores.5 Aunque Chakrabarty considera que el alcance intelectual de los estudios subalternos excede hoy a aquel de la disciplina histórica, reconoce a la vez que para el caso indio, lo que fueron una serie de publicaciones de historia india ahora se reconocen como parientes cercanos de la producción poscolonialista6 , entendida quizás como una inflexión de los estudios culturales. Esta aproximación es interesante, pues generalmente la producción poscolonialista se ha ubicado como más cercana a los departamentos de literatura, lenguas romances y demás vecinos. De hecho, afirmará el autor Los estudios subalternos pueden verse como el proyecto poscolonial de la escritura de la historia .7 En Latinoamérica, la evolución de la historiografía, que referiré a rasgos generales, permite percibir continuas redefiniciones de la categoría de lo político y de lo cultural que al final acercan de manera sugestiva la historia y los estudios culturales, de nuevo como un momento pos de las escrituras de la historia. En Latinoamérica, el estudio de poderosos líderes políticos marca de manera tradicional y excesiva los primeros
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colonial que Walter Mignolo10 nos ha presentado en el ámbito de los estudios poscoloniales, pero trabajándolo de manera más inductiva y más histórica. Los puntos de encuentro se multiplican entre la historiografía y las nuevas humanidades. Esta historiografía del centro hacia fuera como la llama Knight 11 es complementada por aquélla de abajo hacia arriba de la historia social, el equivalente historiográfico de los estudios subalternos de la India. El cuidadoso aporte de los historiadores acerca de conflicto rural, especialmente, ha potenciado de nuevo el tema no sólo de la agencia de los grupos subalternos en los procesos históricos, sino muy especialmente, el de las de las mediaciones culturales que explican la construcción relacional de los grupos y las clases en Latinoamérica, lo mismo que la posibilidades de su accionar político. Recuerdo rápidamente el estudio de las semánticas de la dominación de Andrés Guerrero, la inspiración en los modelos de la economía moral Thompsoniana y hasta las formas de la resistencia cotidiana de James Scott, que han influido los trabajos históricos. Todo ello nos emparenta con temas de los estudios culturales y por qué no decirlo también nos coloca en una posición más sofisticada frente al tema de lo político que las de muchos politólogos que siguen trabajando el tema de manera bastante convencional, siguiendo la tradición disciplinar del estado-centrismo analítico. Ni hablar de las fuertes revisiones al tema de clase, cultura e identidad que los trabajos de Edward P. Thompson, en Inglaterra, y más recientemente Mauricio Archila para Colombia, Daniel James para Argentina y Milton Luna para Ecuador, entre otros, han planteado para el caso de países latinoamericanos. Ello creó nuevas tensiones con la tradición que explicaba la naturaleza del poder sin consideraciones de tipo cultural, y rechazó, a la vez, las categorías marxistas, o mejor Hobsbawnianas, de lo prepolítico y sus implicaciones eurocentristas. En historia también se avanzó, al exceder los alcances intelectuales de la disciplina al teorizar mucho más sobre el problema de las estructuras frente a la agencia individual y al asimilar el aforismo de los estudios culturales que refiere las estructuras subjetivadas y los sujetos estructurados como nueva guía conceptual.12 A la síntesis entre cultura y poder, como se la venía presentando en la producción latinoamericana, se la enriqueció 10 Walter Mignolo, Local Histories/Global Designs: Coloniality, Subaltern Knowledges and Border Thinking, Princeton, Princeton University Press, 2000. 11 Alan Knight, 1998, op. cit., pág. 182. 12 Santiago Castro (ed.), La reestructuración de las ciencias sociales en América Latina, Bogotá, CEJA, 2000, pág. xxxvii.
con aquélla de cultura, poder e historia como tan lúcidamente ha planteado la antología de Dirks, Eley y Ortner, ya citada. La pregunta que planteaban las primeras etapas de la antropología histórica, ésta es si la historia es inherentemente cultural, o si la cultura es inherentemente histórica se resolverá más adelante, como lo sugiere ese momento historiográfico en que tanto historia como cultura convergen en el poder, lo cual posibilita un entendimiento más allá de los culturalismos, los historicismos y los politicismos de los auges disciplinares. El lenguaje retoma el tema de la función política de la cultura, tan caro a los estudios culturales, es cierto, pero además constituye esta función como un tema histórico. El énfasis más reciente a lo que ello conduce es la relación entre textos y poder de la llamada historia cultural13 . Sobre ésta, algunos historiadores llegan a afirmar que la nueva historia cultural con su sesgo lingüístico no es más que un desdoblamiento de las preocupaciones anteriores de la (ya vieja) nueva historia social.14 La nueva historia social ya predicaba, por ejemplo, la necesidad de estudiar grupos antiguamente considerados marginales (hoy dirían subalternos), e intentaba entender la formación de conciencia a través de la esfera cultural. Es tal la continuidad que se percibe que los debates entre historia y los nuevos campos, los estudios culturales, por ejemplo, han sido, aunque bastante serios, relativamente amistosos si se comparan con las guerras en las otras disciplinas, especialmente la literatura y la antropología.15 Utilizando la metáfora de Knight sobre las fronteras internas y externas de la historiografía, lo que me recuerda el tema es que justamente las fronteras que se expanden se entrecruzan con las que otros referentes de conocimiento empiezan a tratar, en este caso particular, el del campo transversal de los estudios culturales. Afirmar que el carácter disciplinario de una o el supuesto antidisciplinarismo de la otra no permiten ese acercamiento, no es más que un argumento radical que de nuevo reduce las prácticas de cada campo a algo homogéneo y establecido, desde posiciones que exageran sus opciones teóricamente correctas . Si se considera que el mundo de las prácticas determina la evolución y planteamientos tanto de uno como otro, entonces no se desecha la posibilidad del encuentro, de nuevo, en un espacio de suplementariedades más allá de la 13 Dipesh Chakrabarty, 2000, op. cit., pág. 22. 14 Barbara Weinstein, La investigación sobre identidad y ciudadanía en Estados Unidos: de la nueva historia social a la nueva historia cultural en Fronteras de la historia, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Icanh, No. 5, 2000, pág. 74. 15 Ibíd, pág. 78.
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16 Ibíd, pág. 76. 17 Mauricio Archila preferirá referirse no a estudios culturales sino a posmodernismo en su artículo ¿Es aún posible la búsqueda de la verdad? Notas sobre la (nueva) Historia Cultural en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Universidad Nacional de Colombia, Vol. 26, 1999. 18 Susan Deans-Smith y Gilbert M. Joseph, The Arena of Dispute The Hispanic American Historical Review, Vol. 79, No. 2, Mayo 1999.
probar mejor el uso de tan pertinentes marcos, pero que dada su promisoria experimentación deben cumplir la promesas a través de sus resultados. Y más aún, como lo propone Mallon, se quiere insistir en los métodos de verificación que permitirán una afirmación responsable de los valores intelectuales y la utilidad de las diferentes interpretaciones.19 Entender que la historia puede ser referida con los estudios culturales, no significa que todo vale. La prudente llamada de los nuevos historiadores culturales es por una apertura hacia los nuevos campos, pero siempre valorando las tradiciones disciplinares, exigiendo el cumplimiento de las promesas en la nueva producción, y sobre todo, reconociendo las limitaciones de los nuevos planteamientos que se adoptan. Hay una pregunta adicional que puede hacerse aquí, en cuanto a la aparición de la globalización, ¿se trata este de un fenómeno que genera una ruptura en las tradiciones de las disciplinas hasta el punto que parecen proponerse modelos diferentes para estudiar el antes y el ahora de la globalización? Eso parece implicarse cuando el énfasis de los estudios culturales en la contemporaneidad no logra a veces articularse, o por lo menos convencernos de que lo hace, con la mirada al pasado más remoto. A veces, los ejercicios genealógicos desde el momento global son sólo planillas de conocimiento ya establecidas a las que se pretende rellenar con las evidencias del pasado. Finalmente, insisto en que la profesionalización no define el ámbito disciplinario y aquéllos que practican el oficio sin ataduras a la profesión más como un noviazgo que como un matrimonio , pueden convivir en las fronteras y pueden hacerse llamar parte de los estudios culturales en prácticas históricas transdisciplinares e híbridas, a las que no importa tanto el referente gremial, como la reivindicación heurística del tiempo y el espacio en el corazón de las nuevas humanidades. Más allá de estas referencias, me parecería que lo demás son luchas por el poder institucional que no corresponden a los referentes y prácticas del oficio. Parece que se podrá seguir siendo historiador, a pesar de todo.
Bibliografía Archila Neira, Mauricio, Cultura e identidad en la clase obrera colombiana, Bogotá, CINEP, 1991.
19 Florencia Mallon, Time on the Wheel: Cycles of Revisionism and the New Cultural History en The Hispanic American Historical Review, Vol. 79 No. 2 Mayo 1999.
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epistemología radical, en la que ninguna es más esencial o permanente que la otra. Volviendo a la historia cultural, más allá de la versión que enfatiza los modos de representación y la construcción cultural discursiva de identidades, subjetividades, etc., que reflejan un influyente sesgo lingüístico,16 referiré aquí otras expresiones recientes de la nueva historia cultural a la que se acercan muchos de los planteamientos de los estudios culturales. Existen por lo menos dos tendencias, que a decir de Mauricio Archila, sólo hace unos años han venido siendo reconocidas en América Latina como nueva historia cultural, éstas son los énfasis en la microhistoria de la escuela italiana y en la vida cotidiana de la escuela alemana, que dicho sea de paso conectan de otra manera con las propuestas de la historia social. La aparición de una escala (micro y cotidiana) coincide con muchas de las expectativas de la fragmentación, o por lo menos de la localidad que reclaman los estudios culturales, pero sobre todo con una historia de las ideas populares legibles como historias situadas. Además, de los importantes espacios culturales de mediación que surgen del análisis de la cotidianidad politizada, como lo avanzaron la historia social y la nueva historia cultural, estas tendencias además enfatizaron en el otro, casi anónimo y vernáculo, descentrando sin duda los temas de la historia tradicional más estructuralista, dando respuestas más disciplinares a preguntas que, sin duda, se comparten con los estudios culturales.17 Ante estos desarrollos se publicó un número reciente de la Hispanic American Historical Review,18 en donde se planteó la arena de la disputa que visualiza el debate entre los nuevos historiadores culturales en Latinoamérica que sería muy útil retomar en el campo de los estudios culturales también. El debate, se plantea allí entre un supuesto imperialismo culturalista de la nueva historia cultural y una posible subsunción más que un suplantamiento de los géneros tradicionales. Para algunos de los autores, el punto álgido es aquél de la reificación de la cultura y la preocupación sobre el punto de si todos los significados son posibles simultáneamente . Si se reconoce por un lado la importancia de las categorías reapropiadas por los nuevos campos, subalternidad, espacio, hegemonía, discurso, identidad, saber-poder, etc., la tradición de la disciplina también pide un compás de espera para
Archila Neira, Mauricio, ¿Es aún posible la búsqueda de la verdad? Notas sobre la (nueva) Historia Cultural en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Universidad Nacional de Colombia, Vol. 26, 1999, págs. 249-85 Castro, Santiago, Guardiola, Oscar y Millán, Carmen (eds.), Pensar en los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial, Bogotá, CEJA, 1999. Castro, Santiago y Mendieta, Eduardo, (coords.), Teorías sin disciplina: Latinoamericanismo, Poscolonialidad y Globalización en debate, Méjico, Universidad de San Francisco y Grupo Editorial Porrúa, 1998. Castro, Santiago (ed.), La reestructuración de las ciencias sociales en América Latina, Bogotá: CEJA, 2000. Chakrabarty, Dipesh, Subaltern Studies and Postcolonial Historiography . Nepantla: Views from South, Vol. 1 No.1, 2000. De Mojica, Sarah (comp.), Mapas culturales para América Latina, Bogotá, Centro Editorial Javeriano, 2001. Deans-Smith, Susan y Joseph, Gilbert M., The Arena of Dispute , The Hispanic American Historical Review, Vol. 79, No. 2, Mayo 1999, págs. 203-9. Dirks, Nicholas B., Eley, Geoff y Ortner, Sherry B. (eds.), Culture/Power/History. A Reader in Contemporary Social Theory, Princeton, Princeton University Press, 1994. Flórez-Malagón, Alberto, La historia en su encerramiento. Una visión iconoclasta al quehacer de la historia en Colombia Fronteras de la historia, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Icanh, No. 5, 2000, págs. 9-34. Follari, Roberto, Modernidad y posmodernidad: una óptica desde América Latina, Buenos Aires, Aique/Rei/IDEAS, 1990. García Canclini, Néstor, La épica de la globalización y el melodrama de la interculturalidad en Moraña, Mabel (ed.), Nuevas perspectivas desde/sobre América Latina. El desafío de los estudios culturales, Santiago de Chile, Editorial Cuarto Propio, Instituto Nacional de Literatura Iberoamericana, 2000, págs. 31-40. Guerrero, Andrés, La semántica de la dominación: el concertaje de indios, Quito, Ediciones Libri Mundi, 1991. James, Daniel, Resistance and Integration : Peronism and the Argentine Working Class, 1946-1976, Cambridge Latin American Studies, No 64, 1994.
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Planteamiento del problema El proceso de reformas iniciado en la administración Betancur y que logró instaurar la elección popular de alcaldes ha cobrado sus mayores éxitos en Bogotá, Pasto y Manizales, aunque Barranquilla y Medellín han presentado también logros importantes. Se ha dado un avance sustancial en términos de democracia representativa, o sea de una tributación que alcanza cierto consenso entre los ciudadanos, pero además se ha ganado en eficiencia y en probidad. Después de que la Constitución de 1991 ampliara el período de los alcaldes a 3 años, todavía muy temerosos varios sectores tradicionales de permitir un período similar al presidencial, Bogotá ha tenido 4 administraciones que han contribuido a cambiar la cultura tributaria y ciudadana en forma notable. El desarrollo de una nueva cultura en la que aparecen políticos más responsables ante la opinión y los contribuyentes ha suscitado cambios importantes, pues logran una base política que es independiente de favores particulares. La clase política tradicional afincada en el Congreso ha tratado de reducir la competencia de los ejecutivos locales y regionales salientes, al ampliar su inhabilidad temporal para que no se puedan presentar a las elecciones parlamentarias con el buen nombre que lograran durante sus mandatos y, de esta manera, puedan seguir haciéndose reelegir por sus clientelas sin su competencia. Sin embargo, se puede preguntar qué tan sólido ha sido este avance de los movimientos cívicos conducidos por políticos independientes y carismáticos y, si es un fenómeno consolidado. Frente a esta disyuntiva, un político tradicional confesaba que ahora había que seleccionar candidatos locales con apoyo en la opinión, pero además conseguir mucho dinero para hacer la campaña y convencer a esa opinión con publicidad. Las elecciones de Mockus y del padre Hoyos en Barranquilla contradijeron este principio, porque lograron canalizar un profundo sentimiento popular contra la clase política. Ambos se sintonizaron con la opinión y barrieron sin hacer gastos en publicidad electoral. Se trató de figuras ejemplares, caracterizadas por el ascetismo, como son el maestro y el cura, que generaron confianza en el electorado, insatisfecho
* Las opiniones aquí expuestas son de exclusiva responsabilidad del autor. Co-director de la Junta Directiva, Banco de la República
frente a la rapacidad y desparpajo de las clases políticas locales. Es aparente que estos fenómenos tienen su base en el ascenso del llamado voto de opinión de las clases medias que aunque no siempre surgen en cada elección, mantienen una presión para reducir la corrupción. Hacia adelante puede suceder que políticos con maquinarias que movilizan amplias clientelas logren capturar buena parte del voto de opinión y entonces los cambios anotados no han sido muy profundos. Con todo, se ha cambiado la cultura tributaria del cinismo y la evasión de impuestos a los auto avalúos que sinceran el valor de las propiedades, al aumento de las contribuciones por valorización, acompañado de la realización de que hay una nueva clase política que no se roba la plata. La administración Mockus logró reabrir la valorización por beneficio local que durante muchos años el Concejo mantuvo cerrada y con ello financió obras como los puentes múltiples de Mata tigres.1 La tradición ha sido que los particulares capturan enteramente las plusvalías creadas por las inversiones públicas y que los cercanos a los que toman las decisiones sean aún más beneficiados. La nueva percepción es que los gobiernos de Bogotá invierten en obras públicas de buena calidad que benefician a toda la ciudadanía, incluso con un fuerte gasto social en el sur y occidente de la ciudad. Los concejales han sido portavoces del atraso de la ciudad por el fomento de la franca evasión de los impuestos por parte de los contribuyentes en el juego oportunista de nada poner y mucho recibir. Sin embargo, los ciudadanos han mostrado una cara altruista al pagar impuestos más altos, a veces incluso injustos como el del aumento del predial mientras se reducía el valor comercial de las propiedades en la crisis de 1998-1999, que benefician más a los sectores populares que a los mismos contribuyentes, aunque también estos se benefician. Ha tenido una amplia aceptación la construcción de andenes dignos2 y la preferencia que han mostrado las administraciones por el peatón, el usuario de transporte público y el ciclista. Pero también los vehículos comienzan a experimentar una infraestructura más extensa y resistente de la que disponían anteriormente. Un sistema novedoso, 2 Véase de Herbert Braun, El rescate, Bogotá, Editorial Norma, 1998, para un sensible análisis de la falta de andenes en las ciudades colombianas, lo que refleja la carencia de ciudadanía para los peatones y un déficit grande de democracia política. Braun explica que en alemán andén es bürgersteig que significa, steig un escalón encima de la calle, del barro y bürger, ciudadano, queriendo decir que el andén es un lugar de libertad, donde todos somos iguales y caminamos tranquilamente. El andén colombiano es deleznable, robado por los contratistas, erigido en forma privada a distintos niveles, invadido por los carros, lleno de obstáculos, inexistente para los urbanistas piratas y apropiado por los negocios.
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eficiente, sin subsidios y barato, de transporte público como el Trasmilenio ha transformado radicalmente el panorama urbano, presta un servicio rápido y trata al ciudadano dignamente. Se ha roto también la tendencia a que la educación pública sea de mala calidad, porque es para pobres, y estos no tienen representación que los defienda, con los programas de la Secretaría de Educación que han entregado en concesión los nuevos colegios a entidades de primera calidad del sector privado, lo cual comienza a abrir la posibilidad de que haya una mejor fuente de oportunidades para los jóvenes de familias de estratos bajos. Aunque estas son apenas gotas en el mar de pobreza que es el perímetro urbano de la capital, pueden convertirse en algo más importante con la acumulación de esfuerzos en la misma dirección. Hay desvíos muy grandes de los impuestos, como el de vehículos, cuyos propietarios los inscriben en los municipios aledaños -la mitad del parque automotor que utiliza intensamente la malla vial de la ciudad y la desgasta- atraídos por un trámite rápido y fácil y además por rebajas fraudulentas. El producto de estos trámites sirve para que otros municipios construyan coliseos (obras faraónicas que nunca utilizan), mientras que los vehículos transitan sobre cientos de huecos. Las licitaciones de obras han sido públicas y han concentrado gran atención de la opinión, al mostrar claramente el comportamiento de los responsables. El caso es distinto para las obras públicas nacionales. Sus contratos son obscuros, permiten desfalcos sistemáticos y entregan obras de mala calidad o las dejan inconclusas. De esta manera el país carece de una infraestructura adecuada, a pesar de que ha pagado más que suficientemente por ella. En Bogotá esta tradición se ha roto por medio de licitaciones públicas muy grandes y visibles que presionan por el cumplimiento de los contratos o para que estos se rompan cuando se hacen evidentes sus malos resultados.
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Las privatizaciones en Bogotá Las empresas públicas de Bogotá funcionan mejor que las de otras ciudades colombianas, pero están similarmente politizadas, exhiben sobre-empleo y son ineficientes. Hasta hace poco era necesario esperar dos años por una línea telefónica o pagar un soborno para acelerar el trámite, lo que era un costo sombra de transacción que no aparecía en la contabilidad, pero que era elevado. Su carencia hacía que la firma tuviera que recurrir a mensajeros para comunicarse con clientes y proveedores. Había en la empresa de teléfonos una organización fantasma que sí era eficiente y que explotaba la
renta provista por el racionamiento y por su ineficiencia. El sindicato cabildeaba a favor del sobre-empleo y resistía el avance tecnológico, puesto que este es ahorrador de trabajo. Menos le convenía que la empresa tuviera competencia, puesto que dificultaría capturar rentas de monopolio que acomodarían salarios altos y pensiones tempranas. Algo similar ocurre en la empresa de agua y en la de energía, con las llamadas pérdidas negras defendidas por algunos políticos que obligan, junto con la ineficiencia de la organización politizada de la empresa, a estar aumentando las tarifas. El sistema de subsidios cruzados oscurecía la contabilidad de las empresas y propiciaba sus pérdidas estructurales. Las privatizaciones en Bogotá se han inspirado en una filosofía distinta de la que ha mostrado el Gobierno nacional, puesto que es más transparente y participativa. Fabio Chaparro, quien fuera gerente de la EEB, leyó los trabajos fundamentales de los teóricos institucionalistas como Douglass North y Ronald Coase; él buscó y encontró, inspirado en ellos, una fórmula original y ventajosa para darle forma a una privatización por medio de la venta de la mitad de la empresa a un socio privado, que buscaba maximizar el beneficio para la ciudad y que tuvo en mente a los trabajadores de la empresa. De esta manera se le ofrecieron puestos al sindicato en la Junta Directiva de la EEB, para comprometerlo con la búsqueda de su eficiencia, y para que los beneficiara una creciente rentabilidad de la misma se le destinaron acciones que podían adquirir de manera favorable. El sindicato se vio tentado a aceptar, pero finalmente pudieron más los discursos polarizantes de la izquierda y dejó pasar esta importante oportunidad de defender sus intereses en un contexto que lo obligaba a pensar en su desarrollo ligado al de la empresa. La EEB tuvo anteriormente serios problemas con la Nación, que terminaron debilitándola. Al ser la principal socia en el proyecto del Guavio tuvo que absorber las pérdidas causadas por la decisión del Gobierno de suspender la obra con un costo financiero adicional de US$800 millones. En 1992 la EEB tuvo que asumir los costos de poner en funcionamiento en forma acelerada el proyecto, en el marco de la emergencia económica causada por el apagón. De esta manera la empresa bogotana tuvo que absorber tanto los costos de la suspensión como los de la puesta en marcha forzada del Guavio, sin compensación por la Nación. Otras regiones han salido mucho más beneficiadas en los proyectos eléctricos de lo que ha sido con el caso de Bogotá. Es frecuente en las empresas públicas en general, pero más en las colombianas que su administración maximice los beneficios de la clientela del partido que la regenta y no
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costo muy razonable e inferior por metro cúbico al que hubiera resultado con cualquier otra modalidad de financiamiento. En el caso de la Empresa de Teléfonos de Bogotá, ésta ha pasado a arrojar importantes excedentes a favor del distrito,3 en la medida en que se ha controlado el sobre-empleo, se ha reprimido a la empresa fantasma y se han emprendido nuevas inversiones en telefonía de larga distancia y trasmisión de datos. La ETB se propone conseguir socios estratégicos que le aporten capital adicional, al mismo tiempo que capitaliza su actividad, para lograr su modernización, entrar a la telefonía celular y a las áreas más dinámicas de esta rama.
La seguridad ciudadana En el plano de la seguridad ciudadana en Bogotá, se implementaron estrategias racionales que buscaron atacar al crimen organizado, desarmar la población e imponerle horarios para que haya menos intoxicación con alcohol y otras drogas. No se había pensado antes en restringir el expendio de alcohol, quizás porque la tradición colombiana ha sido la del estado cantinero que vive de fabricar licores de bajo precio y la del machismo que se alimenta de licor desde las más tempranas edades. Esa misma tradición machista ha legitimado que mucha gente ande armada, lo cual combinado con la ingesta de alcohol, resulta bastante letal. La administración Mockus planteó la necesidad de que existieran restricciones sobre la conducta de los ciudadanos, como también incentivos para el auto-control y la previsión, que son elementos que faltan en el desarrollo de la ciudadanía colombiana, procesos que caracterizan ciertas fases tempranas del desarrollo económico de los países avanzados. Se podría argumentar que el costo de tales políticas es la restricción de la libertad para divertirse de una capa de la población, mientras que el beneficio es la reducción de los homicidios y la accidentalidad. La policía que también se ha reformado y aumentado sus recursos destinados a inteligencia y estrategia ha actuado sobre el mapa del crimen en Bogotá al identificar a las principales bandas criminales y retener frecuentemente a sus miembros. De allí en adelante, el sistema de justicia falla lamentablemente porque no se llega a judicializar, sino a un número muy pequeño de personas acusadas. Según el estudio del CEDE de la Universidad de los Andes, sobre la 3 De alrededor de $30.000 millones en 1997 y 1998 y de cerca de $105.000 millones en 1999 y $162.000 millones en el 2000, según la Gerencia de la Empresa.
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busque reducir costos, aumentar eficiencia y utilidades. Se otorgan prebendas al sindicato, pensiones generosas para trabajadores y administradores, mientras no generen una crisis en el periodo que les corresponde. Se benefician también sus contratistas a costa del usuario, de la propia empresa y del presupuesto, porque posiblemente ellos fueron los que financiaron las campañas políticas del partido. Esto ha sido enfrentado con las privatizaciones de muchas de estas empresas o su liquidación con costos emergentes enormes para la Nación. Mientras en las privatizaciones del Gobierno nacional se ha buscado maximizar su ingreso corriente para llenar un hueco negro fiscal, la fórmula diseñada por Fabio Chaparro buscaba la maximización del valor de las empresas públicas por medio de su capitalización y administración por inversionistas privados. Se logró aumentar el patrimonio de la ciudad al tornar un activo administrado por políticos sobre un sindicato con el que tenía intereses comunes, en un activo rentable que trabaja con el número de empleados estrictamente necesarios. Hoy la mitad de la empresa que es propiedad del distrito vale más que toda la empresa mal administrada que se tenía antes. Pero además, la empresa le genera a la ciudad una renta de US$80-100 millones por año, lo que es una suma nada despreciable. La operación inicial, la descapitalización y esta renta han generado los fondos, entre otros, que han hecho posible la construcción de 20 colegios nuevos y 4 bibliotecas que favorecen a los sectores populares de la ciudad, las vías del Trasmilenio, cientos de kilómetros de andenes, a la vez que ha permitido financiar la renovación de muchas vías. Se ha logrado, de esta manera, desenterrar un activo público antes depredado, valorizarlo como también se han liberado recursos que han ido a financiar nueva infraestructura social y física de la ciudad. Tiene además otra ventaja: la parte que conserva de la antigua EEB le sirve al distrito para ofrecerla como garantía para lograr nuevos préstamos internacionales con lo cual se levanta la objeción de que tenga activos en una actividad en la que no es indispensable su presencia y que pueda destinarlos a otros menesteres de mayor rendimiento social. Otro caso interesante de privatización en el distrito fue el de la Tibitoc que fue muy exitoso en términos de ahorro para las inversiones del distrito. Fue una operación financiera mediante la cual una empresa privada internacional invirtió en la reconstrucción de la planta de tratamiento de agua y del mantenimiento de las tuberías para lo cual la empresa de Acueducto no contaba con recursos. El distrito pudo pagar el contrato colectando los montos en las tarifas de agua a un
reducción de la criminalidad en Bogotá, es esta estrategia la que ha contribuido mayormente al resultado de disminuir la tasa de homicidios y de otros crímenes. Buena parte de los accidentes de tránsito se producen porque los conductores están embriagados. El sistema de justicia siempre ha sido indulgente con los hombres que se emborrachan y la Corte Constitucional ha fallado en contra del retiro de las llaves del vehículo y la internación de los borrachos-conductores, con un argumento que dice que defiende el desarrollo libre de la personalidad, no importa que el sujeto sea un asesino en potencia. El texto de la sentencia C-189-99 de la misma Corte, redactada por el magistrado Carlos Gaviria, habla por sí sólo: Bajo los principios de dignidad y de libertad que inspiran la Constitución, no es posible presuponer que el embriagado es potencialmente peligroso y que deba privársele de la libertad por esa sola circunstancia; sólo en el evento de que la conducta delictiva se realice, y previa orden judicial, se puede detener a la persona en las circunstancias descritas; de lo contrario, se desconocen no sólo los derechos a la libertad y al debido proceso, sino a la presunción de inocencia. (Énfasis añadido)
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En vez de consultar la fisiología, las estadísticas y las probabilidades que tiene una persona embriagada de causar un accidente de tránsito, armar una bronca y causar heridas o la muerte a otros ciudadanos, el magistrado sentencia con base en un juicio de valor. El sólo acto de conducir un vehículo cuando la absorción de la droga alcohol ha perturbado la visión e induce a lentitud de los reflejos es una buena razón para inferir irresponsabilidad y peligro inminente para ciudadanos inermes y, por lo tanto, para retener al ciudadano hasta que recupere sus facultades. El derecho a la vida y a la seguridad de la sociedad es, en este caso, más importante que la restricción de la libertad de una persona que responde poco por sus acciones. Los resultados de todas estas políticas, a pesar de los obstáculos, han sido muy positivos al reducir la tasa de homicidios de la ciudad de 80 por 100.000 en 1995 a 40 por 100.000 en 1999. El logro es más destacable cuando se considera que el país y la economía entraron en crisis desde 1998 y el aumento tan fuerte del desempleo ha debido ser un acicate de la criminalidad en general. 4 4 Algo que se argumenta para explicar la reducción de la criminalidad en las ciudades norteamericanas con base en la reducción radical del desempleo en ese país y en particular en Nueva York donde el alcalde Giulani argumentaba que la reducción se debía a su política de tolerancia cero frente al crimen.
La ley zanahoria está siendo burlada por las discotecas que se tornan en clubes, por medio de un artificio legal que lleva a permitir que un número creciente de personas puedan embriagarse sin límite. Los municipios vecinos han aprovechado la enorme demanda reprimida para capturar ese mercado con la diferencia de que los trayectos que deben conducir estas personas son ahora mucho más largos e igualmente más peligrosos. Estos son problemas que deben ser enfrentados con más controles sobre el tránsito de fin de semana y la inmovilización de los conductores embriagados. Se trata, en últimas, de un proceso de disciplinamiento social en el que los ciudadanos son educados y restringidos en sus conductas para reducir el daño que puedan causarle a sus semejantes.
Bogotá y el país Es un hecho que en el país pesan más políticamente los sectores rurales y ciertas regiones, a pesar de constituir una menor proporción de la población. La sub-representación urbana ha conducido a que los impuestos que pagan las ciudades sean apropiados indebidamente en otras regiones que están sobre-representadas políticamente. En el caso que nos ocupa, Bogotá contribuye con el 45% de los ingresos corrientes de la Nación en 1994, con el 22% de la población y con el 30% del PIB nacional y, sin embargo, recibe menos del 10% de la inversión pública. Se puede argumentar que Bogotá concentra buena parte de las burocracias públicas y se beneficia del gasto público en especial, pero también que recibe enormes masas de inmigrantes y desplazados que constituyen un enorme compromiso y demanda de servicios públicos y sociales. Bogotá se quedó sin metro con que atender las necesidades de 7 millones de ciudadanos, mientras que Medellín consiguió un metro totalmente financiado por la Nación para atender 2 millones de habitantes que reciben un servicio subsidiado que pagamos todos los contribuyentes del país. El hecho de que el metro fuera pagado con aportes de todos los contribuyentes colombianos propició que fuera anti-económico y un desperdicio de muy escasos recursos públicos. El Trasnmilenio costó una quinta parte menos, transporta el doble de personas y ya tiene una red más extensa que el metro, lo que confirma que los recursos regionales se cuidan mucho más que los nacionales. (Anif) La forma como se reparten las transferencias según la Constitución de 1991 no consulta ni necesidades ni esfuerzos propios. La relación entre los ingresos recaudados por las entidades territoriales... y las transferencias que
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decisiones ser responsables ante sus circunscripciones. Debe haber buena información para la opinión pública y esta debe tener forma de manifestarse por medio de asociaciones civiles, organizaciones no gubernamentales, sindicatos, gremios, padres de familia, usuarios de servicios, etc. Sin embargo, no se trataría de co-gobierno ni de concertación, sino de expresión de intereses legítimos que deben ser tenidos en cuenta para que la defensa del interés general sea compatible con el avance y protección de intereses particulares. En la actualidad se supone que las contralorías, personerías y veedurías solucionan el problema de la transparencia en la gestión municipal. Sin embargo, en la práctica son burocracias enormes que empapelan a los funcionarios probos que no consienten en pagarle peajes a sus burócratas. Frecuentemente son nidos de venganza política. Son, así mismo, raponeros de la primera página, atentos a ver cómo capturan la imaginación del ciudadano frente a cualquier problema de las autoridades elegidas. Cuentan con presupuestos que no se les puede reducir por constitución. La sola Contraloría Distrital tuvo un presupuesto de $45.000 millones en el año 2000 con el cual se podrían construir miles de kilómetros de andenes. Si el sistema de elección fuera proporcional a los votos obtenidos, constituiría un gran avance y sería mucho más justo que el sistema de cocientes y residuos que rige en la actualidad. La circunscripción unipersonal comenzaría a resolver un problema básico de representación política que, a su vez, explica en parte la escasez de capital social en Colombia, de organizaciones cívicas, políticas y gremiales que buscan defender sus intereses. No hay un eslabonamiento entre las unidades políticas más elementales y primarias, como barrios y veredas, que debieran tener una representación en los concejos municipales y capacidad para presionar a ediles, concejales y alcaldes, y menos aún entre un conjunto mayor de estas unidades y el nivel nacional, con representación en la Cámara de Representantes y en el Senado. El problema es que el reparto de la torta tributaria no es transparente, sino que resulta de un desordenado proceso de transacción que no tiene en cuenta el monto de los aportes. Todos toman pero nadie pone podría ser el lema de los intereses regionales en juego, donde nunca se muestran las cartas sobre la mesa. Una representación proporcional a la población de las regiones y a la población urbana incentivaría a que todos pusieran más , que hicieran los máximos esfuerzos fiscales propios porque la redistribución de la torta fuera resultado de una negociación más dura que la actual,
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posteriormente reciben son inexistentes... no existen incentivos al esfuerzo tributario, debido a que políticamente es una medida impopular, ni a la ejecución de las transferencias, por la ausencia de estímulos financieros y de una cultura electoral que premie o castigue la gestión de los gobernantes territoriales... gran parte de los recursos están comprometidos con las negociaciones que se realizan desde el Gobierno central con FECODE, las ARS y los sindicatos de hospitales... lo cual deja muy limitada la autonomía de las entidades territoriales para la ejecución de sus recursos, de tal manera que no es procedente exigirles eficiencia o esfuerzo. Para que se generara una representación adecuada de los ciudadanos y sus asociaciones se requieren unas circunscripciones bien delimitadas y con intereses comunes que eligieran senadores, representantes, diputados y concejales que los representaran efectivamente en cada una de estas instancias políticas. La relación entre región y centro tendría que mantener una representación de las regiones respecto de su población, pero en la Cámara de Representantes actual esos votos regionales se debilitan con la votación proporcional a la población. En Bogotá hay una elección de ediles por barrios que quedan desconectados de la instancia siguiente que sería el Concejo municipal. Es en este sentido en que se puede afirmar que el capital social contenido en los barrios está fracturado y no puede acumularse a través de la estructuración de unidades mayores. Bogotá tiene 183 unidades de planeación (UPZ) según el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que arroja 5.2 millones de electores potenciales ( 7 millones por .75), lo cual arrojaría unos 29.000 electores por UPZ. Se podría muy bien, según John Sudarsky, identificar las UPZ con las Juntas de Administración Local y cada una podría elegir un edil. Cómo hay 20 localidades, existirían 260.000 electores por cada una que elegirían un concejal, el cual estaría más comprometido con intereses comunes que en la actualidad, cuando sólo debe responderle a su clientela y a sus financistas. Este sistema generaría todavía problemas de atomización y debe ser pensado dentro de un esquema que fortalezca los partidos pueden ser listas únicas por partido o un sistema parlamentario de gobierno cuya unidad sea condición de su permanencia en el poder en donde estos agreguen racionalidades de importantes intereses sociales. El sistema como un todo y en sus partes debe generar criterios de priorización: qué intereses atender antes que otros, cómo repartir los recursos entre fines contrapuestos, cómo complacer y hasta en qué medida intereses legítimos. Los procesos deben ser abiertos, públicos y los que toman las
en forma provechosa y eficiente. Se les deben ceder a los municipios para que administren sus sistemas tributarios sobre la propiedad, la renta y el valor agregado, mientras se disminuyen esos impuestos a cargo de la Nación. Esta es la única manera como se legitimará la tributación, de tal modo que los ciudadanos van a aceptar pagar unos tributos más altos porque estos son aplicados honestamente a las necesidades de la comunidad, que coinciden, en alguna medida, con las propias. En fin de cuentas, se ha dado un paso tímido en el ideal de una sociedad que toma el destino en sus manos y lo transforma para que sea más justa, más amable, más segura, y para que brinde a sus ciudadanos más oportunidades de avanzar material y culturalmente.
Bibliografía. Braun, Herbert, El rescate, Bogotá, Editorial Norma, 1998.
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en la que los que más aportan querrán tener buenas razones para ceder parte de sus recursos dirigidos a ciertos propósitos nacionales que así lo ameriten y para incrementar el bienestar de regiones pobres. En definitiva, la elección popular de alcaldes ha provisto los gérmenes de una trascendental transformación del municipio colombiano, que aún sin las herramientas suficientes, ha mostrado el enorme potencial que tiene la tributación democrática, de la capacidad que tiene el Estado de movilizar recursos cuantiosos con los que construir una infra-estructura física y de atender en forma racional las necesidades más apremiantes de los ciudadanos. Ahora es más visible el interés general y está siendo mejor defendido. El logro de estos fines mayores exige que se cambien los roles del Gobierno nacional y de las administraciones locales; que se creen incentivos para que cada unidad administrativa levante sus impuestos, tan cerca del ciudadano que este pueda pagarlos y pueda también supervisar que se empleen
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LOS TÉRMINOS DEL DEBATE CONTEMPORÁNEO EN TORNO A LA NACIÓN María Teresa Calderón* *
Resumen A partir de una reseña crítica de las principales corrientes teóricas contemporáneas sobre la nación y los nacionalismos, este artículo busca aproximarse a la naturaleza y fundamento del fenómeno nacional, desentrañar sus interrelaciones con la etnicidad y la religión y desvelar sus componentes constitutivos para revisar a partir de ellos los argumentos de quienes proclaman el inminente fin de las identidades nacionales, del estadonación y del orden mundial que se configuró a partir de él.
Abstract Following a critical review of the main contemporary currents regarding nation and nationality, this article aims to reconsider the arguments of those who state that national identities are disappearing under the impulse of globalization, along with nations and of the world order structured around them. It furthermore attempts to approach the nature of the phenomenon and to consider its relations to ethnicity and religion.
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A pesar de los augurios de los entusiastas de la globalización que aún pregonan el inminente fin de los estados nacionales y de los nacionalismos, la década que acaba de concluir evidenció una extraordinaria eclosión de estos fenómenos. Ellos se desplegaron con gran fuerza, acompañados, sin embargo, con frecuencia por formas de violencia que oscilaron entre la exclusión, la xenofobia y expresiones aberrantes de genocidio y de limpieza étnica1 . En este contexto, asistimos a un resurgimiento muy importante del debate en torno a estas temáticas. En Colombia, la aceleración y degradación crecientes de la guerra a lo largo de estos mismos años nos ha permitido soslayar esta discusión. Haciendo alarde de un simplismo
* Instituto Francés de Estudios Andinos IFEA Quiero agradecer a Luis Alberto Restrepo del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Nacional sus comentarios que fueron de enorme utilidad para la elaboración de este artículo. 1 El Cáucaso, los Balcanes y la antigua Yugoslavia evidenciaron conflictos de gran envergadura. En El Ulster, Sri Lanka, India, Birmania, Oriente Medio y África se perpetuaron viejas rivalidades de carácter nacional y entre tibetanos, moros, bakongueses, zulúes, kurdos, moldavos, quebequeses y vascos, entre muchos otros, se preservaron asimismo conflictos de menor alcance. Ver Anthony D. Smith, La Identidad nacional, Madrid, Trama, 1997.
excesivo, asumimos en efecto que ella tiene poco que ver con nuestra realidad. Esta reflexión está animada por la convicción contraria. Asume que cualquiera que sea la solución al conflicto colombiano ella necesariamente implicará una redefinición de la nación y de la nacionalidad. Propone además la tesis que la posibilidad de garantizar formas incluyentes de inserción en la globalidad para los estados menos desarrollados como el nuestro, exige construir y preservar identidades nacionales fuertes. El debate teórico sobre el tema es amplio. En la primera parte de este artículo pretendo esbozar algunas de sus líneas fundamentales a partir de dos interrogantes. El primero pone en evidencia un cisma, una auténtica ruptura historiográfica entre medievalistas y modernistas. Se expresa en la discusión en torno al carácter moderno o tradicional de la imaginación nacional. Remite, pues, a la naturaleza y fundamento del fenómeno. Esta veta ofrece elementos muy sugestivos para repensar la naturaleza de las interrelaciones entre etnia, religión y nación. El segundo se refiere a la pregunta por la centralidad de la nación en la edad moderna. La tesis difusionista parece insuficiente para dar cuenta de la expansión del fenómeno, después de la Segunda Guerra Mundial, prácticamente al conjunto de pueblos de la tierra, en la medida en que no da cuenta de la capacidad de penetración de la idea nacional. Aquí propongo la tesis de que ésta estaría asociada a su potencial para ayudar a la difícil construcción del orden en la modernidad. En efecto, la coexistencia de elementos étnicos y cívicos en todas las manifestaciones del fenómeno da cuenta de su aptitud para salvar los límites de la política racional y para asegurar la integración del proceso social. En la segunda parte de este artículo, a partir de las proposiciones constitutivas de la nacionalidad que plantea de manera muy sugestiva David Miller2 , intento revisar algunos de los argumentos de quienes proclaman la erosión de las identidades nacionales y el inminente fin del estado-nación y del orden mundial que se configuró a partir de él. Sin desconocer la trascendencia y la profundidad de los cambios que se están dando en muchos aspectos de la vida de los seres humanos en este nuevo milenio, considero que la nación y el nacionalismo conservan vigencia y que constituyen referentes claves para promover el desarrollo y para contribuir a la consolidación de la democracia en el mundo.
2 David Miller, Sobre la Nacionalidad. Autodeterminación y pluralismo cultural, Barcelona, Paidós, 1997.
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La etnia constituye el elemento distintivo más importante de todas las comunidades que anteceden a las naciones. En eso no parece haber mayor discusión entre quienes participan en esta reflexión3 . A pesar de sus diferencias en torno a la definición del fenómeno, parece haber asimismo coincidencia entre ellos en el sentido de que se trata de una comunidad de identidad, que comparte un mito de descendencia, unos recuerdos históricos, unos rasgos culturales diferenciadores y un idioma hablado4 . La idea de que las identidades étnicas no tienen ningún componente primordial y que por el contrario constituyen realidades histórico-sociales, inventadas en mayor o menor medida, también concita hoy amplio respaldo5 . En cambio, la presunción de que las etnias constituyen el fundamento de las naciones suscita amplia controversia. Este constituye pues el primer eje de la discusión que me interesa contemplar. Anthony Smith6 planteó la tesis de la continuidad entre identidad étnica e identidad nacional y de manera muy sugestiva señaló que la forma de la primera incide de manera decisiva sobre la segunda. Esto lo llevó a proponer una clasificación de las comunidades étnicas que busca dar cuenta de las distintas rutas y modalidades resultantes de nación. Las etnias laterales7 habrían transitado hacia formas
3 Ver Anthony Smith, 1997, op. cit.; Dominique Schnapper, La Communauté des citoyens. Sur l´ idée moderne de nation, Paris, Gallimard, 1994; David Miller, 1997, op. cit., entre otros. 4 La diversidad de definiciones asociadas al fenómeno dificulta enormemente su estudio. Es muy posible, como lo sugiere John Crowley que esta indefinición tenga una funcionalidad política en la medida en que permite encubrir los vínculos entre etnicidad y raza. Para una discusión sobre la problemática, ver John Crowley, Etnicidad, nación y contrato social en Gil Delannoi y Pierre-André Taguieff (eds.), Teorías del Nacionalismo, Barcelona, Paidós, 1993. Para una revisión de las distintas definiciones del fenómeno, ver entre otros Anthony Smith, 1997, op. cit., pág. 17.; Eric Hobsbawn, Naciones y Nacionalismo desde 1780, Madrid, Crítica, 1991, capt. 2, págs. 71-76.; Adrian Hastings, The Construction of Nationhood. Ethnicity, Religion and Nationalism, London, Cambridge, 1999, capt. 7.; Michel Wieviorka, La Démocratie a l ´ épreuve. Nationalisme, populisme et etnicité, Paris, La Découverte, 1993; Dominique Schnapper, 1994, op. cit. 5 Ver John Crowley, 1993, op. cit., Anthony Smith, 1997, op. cit., Michel Wieviorka, 1993 , op. cit., entre otros. 6 Anthony Smith, 1997, op. cit. 7 Ibíd. Este tipo de ethnie . Se llama lateral porque se daban dos circunstancias al mismo tiempo: socialmente estaba confinada a los estratos sociales más altos, mientras que geográficamente se extendía llegando a formar en muchos casos estrechos vínculos con los escalones superiores de ethnies laterales vecinas. En consecuencia, sus confines eran típicamente recortados, carecía de calado social y su pronunciado sentido de etnicidad colectivo estaba ligado al esprit de corps de estrato social de alto estatus y clase gobernante pág. 47.
cívico territoriales de nación, de la mano de la construcción de los estados modernos en Occidente, contando con la complicidad de la Iglesia. Las etnias verticales8 , por su parte, habrían desarrollado nacionalismos de carácter reactivo frente a las pretensiones expansionistas de las primeras. Por este camino, de la mano de la intelligentsia, habrían desembocado en la construcción de naciones étnicas. Desde esta perspectiva, las primeras naciones aparecen como un resultado contingente, no previsto ni tampoco deseado, fruto del cruce fortuito de fuerzas históricas en el que concurren el desarrollo del capitalismo, la secularización y, desde luego, la construcción del estado moderno. Este último habría desempeñado una función clave de agenciamiento del proceso por la vía de la incorporación burocrática. Estas antiguas naciones de Occidente anteceden al surgimiento del nacionalismo. Sin embargo, a partir del siglo XVIII, éste aparece como una fuerza de difusión enormemente poderosa. Juega un rol central en la emergencia de las naciones étnicas de Europa Central y del Este y aparece asimismo asociado a las oleadas sucesivas del fenómeno9 . Pero al igual que las naciones, el nacionalismo está imbricado con el sustrato étnico de las naciones que proyecta. En esa medida, Smith reconoce modalidades cívicas y étnicas del fenómeno. Variantes que dan lugar a fenómenos distintos en función de los contextos políticos en los que se expresan: los nacionalismos cívicos se despliegan en movimientos anticolonialistas e integradores mientras que los etnonacionalismos alimentan movimientos secesionistas e irredentistas. En síntesis: a distintos fundamentos, modalidades alternativas de un mismo fenómeno cuya modernidad, sin embargo, no se cuestiona. Más aún, la nación moderna necesita para su propia preservación cuidar y mantener los elementos de su herencia étnica premoderna. Esta doble orientación subsiste en el interior de toda nación. Ella aparece, en efecto, a la vez como una comunidad histórica, doblemente histórica en palabras del propio Smith, esto es construcción en la que la historia compartida, los recuerdos de un pasado común y de 8 Ibíd. En cambio, el tipo vertical de ethnie era más compacto y popular, pues la cultura étnica tendía a difundirse a otros estratos y clases sociales. Las diferencias culturales no apuntalaban las divisiones sociales, sino que una cultura histórica característica contribuía a unir a las distintas clases en torno a un patrimonio y unas tradiciones comunes En todas estas comunidades existían grandes diferencias entre estratos e incluso conflictos entre clases sociales, pero la cultura étnica no era de propiedad exclusiva de ningún estrato lo cual excluiría a las demás-, sino que en mayor o menor medida era propiedad de todos los miembros de la comunidad pág. 48. 9 Ibíd, pág. 92.
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1. ¿La nación: artificio moderno o imaginación tradicional?
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una cultura subjetivamente unificada juegan de manera decisiva, pero a la vez ella se presenta y con frecuencia se vive como natural, como un dato primordial. Por su parte, el nacionalismo se define como una ideología esencialmente secular, equivalente al mito sagrado del pueblo elegido10 . Los modernistas extreman la argumentación. En su esfuerzo por dar cuenta de la emergencia de las naciones y por explicar su naturaleza y funcionamiento, han propuesto modelos muy sofisticados. Desde esta perspectiva, es posible reconocer tres tipos de aproximaciones al fenómeno. La primera privilegia la inscripción cultural, la segunda pone el énfasis en las formas de organización social y la tercera, en el estado y la política modernos. En lo que sigue intentaré esbozar brevemente cada una, a partir de alguno de sus exponentes más representativos. En los términos de Benedict Anderson11 , la nación se define como una nueva forma de imaginación comunitaria. Fenómeno esencialmente cultural que solamente puede ser entendido en la perspectiva de los sistemas culturales que lo precedieron, a partir de los cuales y contra los cuales se configuró. Sobre el trasfondo de la erosión de la lengua sagrada y de la legitimidad divina y a partir de la emergencia de una nueva concepción secular del tiempo, convergen e interactúan el capitalismo y el hecho totalmente fortuito de la diversidad lingüística, haciendo posible la irrupción de estados nacionales en América, expresión primigenia del fenómeno. Para este autor, esta primera versión del modelo nacional, mezcla de elementos de los procesos revolucionarios americano y francés, fue posible gracias a la imprenta y al desarrollo del capitalismo que puso orden y le confirió sentido a lo que carecía de él. Su difusión posterior es cuestión de réplicas sucesivas del mismo modelo. De esta manera, éste se habría trasplantando a contextos diferentes, mezclándose una y otra vez con una amplia
10 Ibíd. La importancia de las doctrinas y los símbolos nacionalistas específicos alude a un significado más profundo del nacionalismo En un mundo de naciones cada nación es única, cada una es elegida. El nacionalismo es el equivalente secular y moderno del mito sagrado premoderno de pueblo elegido; es una doctrina de exclusividad policéntrica que predica la universalidad de los valores insustituibles de la cultura. Si antaño cada comunidad étnica era un mundo en sí misma, el centro del universo, la luz entre las tinieblas, ahora los valores almacenados del patrimonio y la cultura de esa misma comunidad seleccionados, reinterpretados y reconstituidos- constituyen una identidad nacional única e inconmensurable entre muchas otras identidades culturales igualmente únicas. Esta circunstancia implica que todas y cada una de las culturas, incluso las menos desarrolladas y elaboradas, tienen algún valor que es insustituible y que puede aportar algo a la reserva general de los valores culturales humanos pág. 76. 11 Benedict Anderson, Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, London, Verso, 1984.
variedad de formas políticas e ideológicas. En ese proceso se fue estandarizando. Se despoja en efecto de aquellos elementos que se empiezan a percibir como anomalías, vgr. la lengua compartida y el elemento de discriminación racial de sus expresiones americanas. Por el camino incorpora a las clases medias y a los miembros de la intelectualidad, a los colegios e instituciones académicas cuyo desarrollo se constituye en medida de la expansión del nacionalismo y a los sectores populares. Ernest Gellner insiste en esta dimensión social del fenómeno. Para él, la nación describe una nueva forma de cohesión social, resultado de un cambio que acompañó el desarrollo de las sociedades industrializadas complejas en la modernidad. Un cambio, en sus palabras, que hizo anónimas, internamente fluidas, bastante indiferenciadas y culturalmente homogéneas a las comunidades, únicas depositarias legítimas de la autoridad política 12 . Desde esta perspectiva, la fuerza modeladora del capital desata un cambio en la cultura. El capital se constituye en fundamento del proceso, la cultura en su medio. Las modificaciones en su contenido no son, sin embargo, lo determinante. La novedad estaría más bien en su función. En la modernidad, afirma Gellner, la cultura, como elemento funcional al imperativo de fluidez y movilidad de las sociedades modernas que viven bajo la expectativa de crecimiento sostenido, se hizo consciente y se constituyó en soporte de la ciudadanía 13 . De esta manera, Gellner reconoce en la correspondencia entre un estado y una cultura el poderoso y novedoso principio que instaura la nación y define la modernidad. La tercera mirada pone el énfasis en la política. Esta postula la idea de que la nación es una entidad social reciente, surgida en la confluencia entre un conjunto de desarrollos tecnológicos y de cambios sociales modernos y la aparición del estado-ciudadano de la Revolución Francesa. Pero además, desde la mirada de Eric Hobsbawn14 , el nacionalismo antecede siempre y en todo lugar a la nación. La continuidad entre vínculos protonacionales y la nación moderna o el nacionalismo para este autor resulta poco clara y difícil de desentrañar. En consecuencia, es preciso
12 Ernest Gellner, El nacionalismo y las dos formas de la cohesión en las sociedades complejas en Gil Delannoi y Pierre-André Taguieff (eds.), 1993, op. cit. 13 Ibíd. 14 Eric Hobsbawn, 1991, op. cit. En pocas palabras, a efectos de análisis, el nacionalismo antecede a las naciones. Las naciones no construyen estados y nacionalismos, sino que ocurre al revés pág. 18. Tesis que por lo demás comparte Gellner.
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del fenómeno. Por esa vía, el estado pierde su centralidad y en su lugar se instala la religión. Ella habría garantizado el impulso decisivo en la difusión del imaginario nacional. La Biblia provee para el mundo cristiano el modelo original de la nación y la visión del mundo como una comunidad de naciones. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento ofrecen, en efecto, la imagen del pueblo elegido de Israel, como un pueblo fuertemente monolítico que comparte un territorio, una lengua, una religión y un gobierno. Para Hastings, sin estas imágenes, su interpretación y realización cristianas, las naciones simplemente no habrían llegado a existir. Interpelando a Benedict Anderson, afirma que la lengua vernácula escrita, sin lugar, a dudas fue un elemento central en este proceso, pero sostiene que constituye una burda sobresimplificación asociar su emergencia a la erosión del latín como lengua sagrada. Para este teólogo, el cristianismo no conoce una lengua sagrada. En esto estriba precisamente una de sus diferencias frente al Islam. La expansión del cristianismo se habría apoyado en efecto en la traducción de los textos sagrados. De esta manera, animada por un profundo celo evangelizador, la Iglesia habría desempeñado una función clave en la difusión del imaginario bíblico y en el surgimiento de lenguas vernáculas escritas. Las etnicidades se habrían constituido naturalmente en naciones, en el punto en que estas lenguas habrían pasado de un uso oral a uno escrito, de manera que fueron empleadas en la producción de una literatura con impacto popular. Este proceso encuentra su punto de partida en la traducción de la Biblia. El desarrollo del capitalismo impreso sobre el que Anderson insistió, para Hastings simplemente no parece haber incidido de manera alguna en el surgimiento de las naciones. Desde su perspectiva, nación y nacionalismo aparecen como fenómenos que no tienen nada intrínsecamente moderno. Esto desde luego no implica desconocer que ellos desempeñan una función clave en la configuración del mundo moderno. Supone, en cambio, que la comprensión de su naturaleza pasa por la necesidad de disociarlos de manera radical, de cualquier vínculo necesario con ella. Ahora bien, la tesis de Hastings en el sentido de que el imaginario nacional es en su origen religioso, a pesar de que pone en entredicho las tesis de los modernistas en torno a su emergencia, parece apuntalar en lo demás muchas de sus afirmaciones y en particular aquella que hace de la nación la forma histórica de la modernidad política16 . De esta manera, 16 Vale la pena señalar que Hastings intenta relativizar esta tesis al afirmar que los imperios multinacionales, en particular el Británico, posiblemente prefiguren el surgimiento de formas estatales supranacionales propias de la era global.
15 Adrian Hastings, 1999, op. cit.
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desconfiar de ella. Ni la lengua hablada, ni la religión compartida, ni siquiera la pertenencia a una entidad política duradera describen este tránsito, aunque posiblemente lo faciliten allí donde configuraron lealtades supralocales. En particular, la etnicidad no mantiene ninguna relación con lo que constituye lo esencial de la nación: la formación del estado-nacional moderno. Hobsbawn sostiene, en efecto, que la confrontación empírica socava esta hipótesis. Los nacionalismos pluriétnicos y las etnicidades escindidas en distintas nacionalidades están ahí para dar cuenta de ello. Pero además afirma que la historia resulta igualmente elocuente. Las diferencias étnicas rara vez han dado paso a movimientos nacionalistas, aunque a menudo éstos las inventan sobre la marcha, muchas veces bajo la forma de racismos. De manera aún más radical, para Hobsbawn, la etnicidad adolece de ciertas características que comprometen su fuerza como elemento cohesivo de una identidad nacional: ella tiende, en efecto, a ser negativa y obra con mayor frecuencia como divisoria horizontal. En definitiva, la nación remite necesariamente al estado moderno. Ella surge y se difunde como nueva fuente de legitimidad. Pero además, en la era de la democratización, éste necesita de la lealtad de los ciudadanos. Demanda, en consecuencia, altos niveles de aceptación y de identificación. Esto explica para Hobsbawn la incorporación de una dimensión étnica en todo nacionalismo. Por esa vía la historia, la raza y la lengua se asocian a la ciudadanía compartida de su expresión democrática originaria. Pero contrariamente a lo que afirma Gellner, en estricto sentido, no habría nada parecido a un impulso homogenizador en la idea nacional, al menos en su expresión primigenia. Adrian Hastings, teólogo y medievalista, disiente radicalmente de estas aproximaciones15 . En contraposición a Hosbsbawn afirma que ellas son equívocas y que adolecen de un profundo conocimiento de la historia medieval. Este autor reconoce, por el contrario, una conexión intrínseca entre etnicidad, nación y nacionalismo imposible de soslayar porque solamente ella ofrece un punto de partida iluminador para su comprensión. Para él, las naciones surgen indefectiblemente de etnicidades. El desarrollo de una literatura vernácula propia constituye el elemento clave de esta transformación. Lo que en Smith era apenas una intuición, -la asociación entre nacionalismo y el mito del pueblo elegido- se constituye aquí en el centro de la explicación en torno a la emergencia
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es muy posible que modernistas y tradicionalistas tengan ambos razón. En efecto, el reconocimiento de que la nación tiene una carga étnica y religiosa parece explicar su capacidad para apuntalar la construcción del orden en la modernidad y por ese camino da cuenta de su centralidad. El asunto del orden reviste características singulares en la edad moderna. En el origen de esta problemática se adivina la compleja relación entre política y secularización que constituye un referente fundamental para la comprensión de la política moderna. En efecto, erosionado el fundamento divino que sostenía el orden y proveía certidumbre, la sociedad moderna parece inexorablemente librada a su propia suerte. Esto define la irrupción de la política moderna, encargada de fundar y preservar el vínculo social17 . Emancipación para algunos, desamparo para otros, lo cierto es que la sociedad moderna se proclama a sí misma autónoma al afirmar la soberanía del pueblo y lo hace a partir de una ruptura radical con toda fundamentación trascendente, distinta y anterior a ella. Norbert Lechner, citando a Marcel Gauchet, ha reparado de manera muy lúcida en la paradoja que envuelve este proceso: el orden recibido, aquél que reclama un fundamento extramundano, distinto y anterior a la sociedad y a la voluntad de los individuos, es en definitiva el único que nos permite un consentimiento sin reservas 18 . De allí su precariedad. Desprovisto de cualquier contenido sustantivo y sometido a la extraordinaria heterogeneidad de lo social, el orden moderno resulta inasible. La libertad que lo hace posible paradójicamente lo trastorna. De esta manera, constituido en interrogante ante la evidencia de su desnaturalización, el orden parece plantearse como problema en la modernidad bajo la dolorosa sospecha de su propia imposibilidad. De allí el sugestivo título de la obra de este autor: La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado.19 Desde esta perspectiva, etnicidad y religión dotan a la nación de una dimensión afectiva y le confieren una suerte de sanción religiosa que contribuye a fundar de manera estable y duradera la legitimidad del poder y a preservar la cohesión del vínculo social. De esta manera, resulta que es precisamente la coexistencia de elementos étnicos y cívicos que se manifiesta
17 Dominique Schnapper, 1994, op. cit. 18 Norbert Lechner, Los Patios interiores de la democracia, subjetividad y política, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, págs. 126 y sgtes. 19 Norbert Lechner La Conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado, Madrid, Centro de investigaciones Sociológicas / Siglo XXI, 1986.
en todas sus expresiones la que da cuenta de su capacidad de difusión, su fuerza y su persistencia. La experiencia histórica es muy fecunda en expresiones de los etnonacionalismos exacerbados, acompañados con mucha frecuencia por formas de exclusión, manifestaciones de xenofobia e incluso por modalidades de limpieza étnica aterradoras. La sacralización de la identidad nacional por su parte, ha desembocado asimismo, de manera recurrente, en formas de nacionalismo doctrinarias enormemente peligrosas. Sin embargo, las críticas a estas modalidades de acción política no pueden sustraerse al reconocimiento de aquello que las pone en marcha y que remiten a una demanda de certidumbre, hoy exacerbada por las dinámicas que acompañan la globalidad20 . Lechner ha advertido sobre los riesgos que puede entrañar la pretensión posmoderna de sobresecularizar la política. La preocupación resulta extensible a la nación. En el empeño por despojar a la nación cívica de cualquier rastro de etnicidad o de religiosidad, podríamos comprometer su capacidad para apuntalar el orden social y político. En este sentido, resulta necesario desentrañar la lógica interna de la idea nacional para acercarse a la comprensión de la fuerza del fenómeno en el mundo moderno. Es preciso desvelar sus componentes internos y poner en evidencia la manera cómo éstos se entretejen y se refuerzan en la experiencia. Desde esta perspectiva, la propuesta analítica de David Miller resulta muy iluminadora, entre otras cosas porque ofrece categorías enormemente operativas para la reflexión sobre esta problemática. Miller21 reconoce tres proposiciones constitutivas en el fenómeno. La primera está asociada a su dimensión identitaria. La segunda se refiere a su expresión ética. Y la tercera, a su manifestación política. La nación se perfila para este autor a la vez como comunidad de identidad, como comunidad de reciprocidad y como comunidad política. La primera proposición afirma que una nación no es solamente un conjunto de elementos objetivos, sino fundamentalmente una creencia compartida, una forma de autopercepción compartida por sus miembros. Ella necesita una cultura pública. Remite en ese sentido a la existencia de un conjunto de normas, de principios, de creencias, de ideales, de hábitos y de prácticas que obran como marcas diferenciadoras respecto de los otros .
20 Para una extraordinaria reflexión sobre esta temática, ver Zaki Laidi, Un Mundo sin sentido, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, Introducción y capts. 1-4. 21 David Miller, 1997, op. cit.
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22 John Hutchinson y Anthony Smith, Nationalism, Oxford, Oxford University Press, 1994, págs. 17-18. 23 Ernest Renan, ¿Qué es una Nación? en John Hutchinson y Anthony Smith, 1994, op. cit.
signadas por estos compromisos. De esta manera, la ficción de una historia compartida obra como cohesionador, como cimiente y como garantía de la pervivencia de la comunidad. Así se expresa la segunda proposición: la nación entraña obligaciones, vagas e indeterminadas es cierto, pero al fin y al cabo compromisos mutuos entre sus miembros. Deberes signados por el peso de un pasado compartido y por la promesa de un destino trascendente. Por último, la tercera proposición está asociada a la idea de que el nexo entre pasado y futuro en las naciones no es simplemente temporal. La nacionalidad es, en efecto, una forma de identidad activa. La nación no es solamente pueblo unido por la costumbre, la historia, la lengua o la aspiración de un porvenir compartido, sino también y de manera fundamental, se trata de un agente común. Su decisión le da forma a su aspiración a autogobernarse24
2. Las naciones en la era global Muchos son los argumentos que se esgrimen para afirmar el inminente fin de la era de las naciones y los estados nacionales. Refiriéndolos a estas tres proposiciones constitutivas de la nacionalidad, se podrían expresar de la siguiente manera: La estandarización de los patrones culturales y el surgimiento de nuevas identidades que desbordan los marcos estrechos de la nación concurren para debilitar y ulteriormente para desdibujar las identidades nacionales. La configuración de una auténtica sociedad global inaugura un espacio para nuevas formas de eticidad. Los nuevos movimientos sociales son una de sus expresiones, pero de manera mucho más contundente, las amenazas ambientales y poblacionales exigen una ética universalista que suplante definitivamente sus expresiones particularistas. Por último, el estado nacional dejó de ser el locus de toma de decisiones políticas, desplazado por instancias locales o supranacionales. Sus fronteras son cada vez más permeables, su control sobre la población y los recursos es cada vez más endeble. Ha perdido su monopolio de la exacción y con frecuencia también su monopolio de los 24 Miller reconoce en esta tercera proposición lo específicamente moderno en la idea de nación. Hastings ofrece, sin embargo, elementos que refutan esta idea. En cualquier caso es necesario reconocer que esta dimensión política de la nacionalidad se exacerba en la modernidad, cuando la legitimidad del poder se funda en el pueblo entendido en sentido moderno como conjunto de ciudadanos.
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Este autor recuerda la metáfora de Wittgenstein de una cuerda cuya resistencia no radica en el hecho de que una fibra la atraviese en toda su longitud sino en la superposición de muchas fibras, para afirmar que no es preciso que ésta sea monolítica ni omniabarcante. Hay en ella espacio para la divergencia, la pluralidad, la contradicción y el disentimiento. Esta dimensión intersubjetiva de la nacionalidad plantea dificultades porque está asociada a una mitologización. En efecto, aún los elementos más objetivos de la nacionalidad la lengua y la historia- son en estricto sentido invenciones. Los demás elementos de la etnicidad, no sobra insistir sobre ello, también participan de este proceso. Ahora bien, como lo señala de manera muy acertada Miller, esta invención no es fortuita. Supone, por el contrario, una resignificación de fenómenos que tienen un asidero histórico. El mito cumple además una función clave al conferirle majestad a la nación y reforzar por esa vía su eticidad. Por otra parte, no se puede perder de vista, como lo señaló Benedict Anderson, que éste responde igualmente a una demanda de sentido, a un afán de trascendencia en un mundo secularizado. La mitologización no supone únicamente reinventar, implica asimismo olvidar. La construcción de una memoria nacional precisa, en efecto, el olvido sobre el que reparaba Ernest Renan en su conferencia de 188222 . Solamente así es capaz de crear la ilusión de continuidad, que le confiere su fuerza y su eficacia. El mestizaje étnico que se encuentra en el origen de la mayoría de las nacionalidades, participa, sin duda de este olvido, seguramente como resultado de un esfuerzo por borrar las huellas de cualquier mancha de hibridez que pudiera comprometer la ilusión de pureza y autenticidad, allí donde éstas se viven como fundamento de la fuerza y del sentido de la etnicidad. La problemática del olvido reviste enorme interés, particularmente en un país desgarrado por la guerra como Colombia. La insistencia de Renan23 sobre el tema es en sí misma significativa. Parece en efecto proponer que este olvido es, o mejor, que debería ser, un olvido consciente, un olvido que pasa, en consecuencia, por el recuerdo como condición para sellar la unidad anhelada. En cualquier caso, por esta operación de reinvención y olvido, la lucha y la sangre de los antepasados se constituyen en obligaciones del presente. Aún las generaciones futuras quedan
medios de coerción. Además, se muestra incapaz de articular la vida social y de garantizar la seguridad y el sentido de identidad colectiva de sus asociados. En síntesis, el estado nacional está agónico.
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La defensa de la globalización se suele montar sobre estos argumentos para celebrar un presente y sobre todo un porvenir más promisorio para la humanidad. El discurso globalizador sostiene que estamos asistiendo al alumbramiento de un nuevo hombre, ciudadano del mundo, portador de una identidad planetaria, que en esta etapa inaugural todos contamos con iguales oportunidades, que con ella se vislumbran formas de solidaridad planetaria desconocidas y que los nacionalismos, que tantas veces sucumbieron a la irracionalidad y la violencia, han dejado de ser una amenaza para los seres humanos. Todos estos argumentos son sugestivos, pero adolecen de ciertos problemas. Por una parte, desconocen la lógica dialéctica que describe la globalización. Son, en efecto, unilineales y excluyentes25 . Pero además están montados sobre una generalización que dificulta la comprensión del fenómeno global y en particular el reconocimiento de su impacto diferencial sobre los estados y las naciones. A continuación, pretendo revisar cada uno de ellos a la luz de la investigación más reciente así como de la experiencia empírica. Busco proponer una defensa discriminada del nacionalismo y del estado-nación sobre la base de que éstos conservan funciones claves para el desarrollo y para la consolidación de la democracia en el mundo y, en particular, en los países menos desarrollados donde los procesos de marginalización que acompañan la globalización han sido más profundos y disruptivos26 . La erosión de las identidades nacionales se asocia a dos procesos distintos, pero profundamente interrelacionados: la supuesta homogenización de las culturas y el surgimiento de nuevas identidades que estarían socavando las nacionales desde adentro o, alternativamente, desde arriba. Resulta necesario contemplar, en consecuencia, cada uno de estos y su impacto sobre la nacionalidad. 25 Ulrich Beck ha insistido en las limitaciones epistemológicas del pensamiento binario para pensar la globalización y ha propuesto una lógica incluyente del tipo esto y aquello . Ver Ulrich BeckK, ¿Qué es la Globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Barcelona, Paidós, 1998. 26 Ver Jean Philippe Peemans, Globalización y desarrollo: Algunas perspectivas, reflexiones y preguntas en varios autores, El Nuevo orden global. Dimensiones y perspectivas, Bogotá, Universidad Nacional Universidad Católica de Lovaina, 1996; Jean Paul Fitoussi, La globalización y las desigualdades en Sistema, No 150, mayo 1999, págs. 3 15; Andrew Hurrel y Ngaire Woods Globalization and Inequality en Millenium, Vol. 24, No 3, 1995; Jorge Castañeda, El círculo mexicano de la miseria en Política Exterior, Vol. X, No 54, Madrid, noviembre / diciembre 1996.
A priori es necesario señalar que la identidad nacional tiene poco que ver con la cultura privada de los asociados sobre la que se apoya el primero de estos reconocimientos. Los cambios en los patrones de consumo y de ocio que acompañan la extensión de los mercados -el consumo de jeans, de Mc´ Donalds o de telenovelas- no tienen en efecto por qué incidir necesariamente en la comprensión que tienen los individuos acerca de los principios, las instituciones y la naturaleza de la comunidad política, ni tampoco sobre sus normas sociales27 . Pero además, en estricto sentido, estos procesos están asociados a dinámicas muy complejas de resignificación de las expresiones locales de la cultura28 que no se pueden reducir a una uniformización de los patrones culturales. En ese sentido, aunque es posible que esto se esté dando entre ciertos segmentos de las sociedades29 , constituye un fenómeno residual. Por el contrario, la reafirmación e incluso la exacerbación de los particularismos no admite dudas. Sin embargo, su impacto sobre las identidades nacionales no tiene por qué ser necesariamente disruptivo. La revitalización de las identidades locales y de las identidades étnicas en el interior de los estados-nación constituye, sin duda, un desafío para éstos, pero supone también una oportunidad para fortalecer las identidades nacionales en lo que ellas tienen de más deseable: su carácter abierto e inclusivo. Otro tanto puede afirmarse de los procesos migratorios y, en términos generales, de la creciente interrelación entre culturas que acompaña la globalización. En efecto, aunque es innegable que el multiculturalismo y la plurietnicidad se han expresado en muchos lugares en términos de discriminación, xenofobia y violencia no es menos cierto que éstos también han conducido a la tolerancia y al respeto y que las identidades nacionales han demostrado una extraordinaria capacidad de incorporación en muchos lugares de la tierra. La experiencia norteamericana no es desdeñable en ese sentido30 . En cuanto al surgimiento de formas de identidad supranacional, éstas se suelen plantear en términos de una competencia por las lealtades como si su emergencia implicara un juego de suma negativa. Este no parece ser el caso. Allí donde las nuevas identidades se han podido
27 Para la distinción entre cultura privada y cultura pública, ver David Miller, 1997, op. cit. 28 Ulrich Beck, 1998, op. cit. Beck habla de procesos de deslocalización , relocalización y translocalización de las culturas locales. 29 Renato Ortiz, Los Artífices de la cultura mundializada, Bogotá, Fundación Social, 1998. 30 Elise Marienstras, Nous le Peuple, les origines du nationalisme américain, Paris, Gallimard, 1988.
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30 Elise Marienstras, Nous le Peuple, les origines du nationalisme américain, Paris, Gallimard, 1988. 31 Estas identidades supranaciones están siendo objeto de amplio debate, pero lo cierto es que no ha sido posible verificar su existencia para el caso europeo, considerado como la experiencia más acabada de integración regional. 32 David Miller, 1997, op. cit., págs. 191 y sgtes. 33 En el momento en que estoy terminando este artículo estamos asistiendo a una movilización masiva de franceses contra el Partido Nacional de Le Pen. De manera muy significativa, los cerca de millón y medio de manifestantes marchan llevando la bandera de Francia y cantando la Marsellesa. 34 Michael Mann, El futuro del estado-nación en Análisis Político, No 38, sept / dic. 1999, Bogotá, IEPRI.
tienen un carácter puro. El capital financiero, y en mayor medida el capital industrial, continúan teniendo nacionalidad. Su expansión se apoya además en la existencia de redes nacionales e internacionales. El mercado global presupone, pues, la existencia de mercados nacionales e internacionales. Desde la perspectiva del estado, el argumento es asimismo parcial e impreciso y supone además una generalización inadmisible. Es parcial en el sentido de que desconoce la función de los estados nacionales y el impacto de las desigualdades de poder entre éstos, en el proceso económico global. Contrariamente a la retórica globalizante, hoy reconocemos que estas desigualdades inciden, que las instituciones y las formas de cooperación interestatal que acompañan la globalización no son neutrales y que la idea kantiana de una difusión paralela de los valores liberales encubre el desarrollo de formas asociativas poco benévolas35 . La sola mención de los países africanos basta para apoyar la afirmación de que la globalización tiene un impacto diferencial sobre los estados. Es impreciso porque asocia a su debilitamiento el desplazamiento de algunas funciones tradicionales del estado. Pero además porque encubre una trampa. Propone una comparación entre lo que simplemente no es susceptible de ser comparado: las dimensiones real y normativa de la nacionalidad. Efectivamente, contrasta un ideal absolutizado el estado nacional todopoderoso- y un hecho real -los estados nacionales tal como los conocemos. En este ejercicio estos últimos siempre salen perdiendo. De allí, la generalización que plantea. El proceso expansivo del capitalismo no ha respondido a alguna lógica transnacional, sino que ha estado regido por estados nacionales fuertes, estados con niveles de autonomía y de capacidad altos36 , y ha contribuido además a su fortalecimiento. Esto se aplica completamente en todos los casos. La simple enumeración resulta muy ilustrativa para estos efectos. Estados Unidos, los países de Asia Oriental y los países europeos, y entre éstos Francia y Alemania, lideran hoy este proceso. Para la Unión Europea, es preciso reconocer además que aunque los estados miembros han renunciado a formas de autonomía, en términos absolutos todos se han fortalecido, tanto individual como 35 Leo Panitch, Rethinking the role of the State en James H. Mittelman, Globalization, Critical Reflexions, Boulder, Lynne Rienner, 1996; Andrew Hurrel y Ngaire Woods, 1995, op. cit. 36 Karen Barkey y Sunita Parikh, Comparative Perspectives on the State en Annual Review of Sociology, No 17, págs. 523 549. En este trabajo las autoras proponen como variables de medición del poder de los estados, su autonomía y su capacidad, asociadas a su aptitud para realizar sus propios intereses.
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verificar31 , ellas parecen poner en evidencia una mayor fragmentación de las identidades pero no necesariamente el debilitamiento de las nacionales. El proceso de integración europeo resulta muy ilustrativo a este respecto. Mediciones del eurobarómetro sugieren, en efecto, que las identidades nacionales europeas se mantienen profundamente arraigadas y que la identidad europea se yuxtapone a ellas. Estos procesos parecen sugerir, en consecuencia, la existencia de identidades anidadas32 . Por lo tanto, no parece posible aceptar la tesis del desdibujamiento de las identidades nacionales como resultado obligado de la globalización, sin más. Parece, en cambio, necesario preguntarse por su impacto diferencial sobre las identidades en cada tiempo y lugar33 . Los argumentos referentes al supuesto surgimiento de nuevas formas de solidaridad social planetarias y sus bondades, simplemente, no admiten comprobación empírica. Los desalentadores resultados de las cumbres mundiales del medioambiente constituyen una expresión particularmente dramática de ello. La presunción de que la solidaridad entre los seres humanos y la responsabilidad hacia las generaciones futuras fluiría de manera natural en un mundo en riesgo de extinción, definitivamente, no ha sido cierta. En el contexto de los procesos de pauperización y de exclusión que describen la otra cara de la globalización no parece, pues, posible desestimar a priori la dimensión ética de la nacionalidad. Por último, la tesis del debilitamiento de los estadosnacionales se suele asociar a la idea de que en la fase transnacional del capitalismo contemporáneo, la nación ha dejado de ser el contexto para la reproducción y la acumulación de capital. Como resultado de ello, se afirma que el estado se ha visto desplazado en el desempeño de funciones claves que antes lo definían: ha perdido control sobre sus fronteras, ya no detenta el monopolio sobre los medios de exacción y coerción, no articula la vida social ni regula tampoco la acción política. Así planteado, este argumento adolece de varios problemas. Michael Mann34 ha insistido en que las redes globales no
colectivamente. Otro es evidentemente el orden de cosas cuando se trata de estados nacionales precarios. Todo ello permite pensar en la existencia de una relación dialéctica entre globalización y fortaleza estatal. En conclusión, aunque nacionalismos y estados-nacionales no tienen un carácter irreductible, los estados nacionales han desempeñando una función decisiva en la configuración del proceso global y, a pesar de los cambios que se vienen operando en ellos, continúan realizando, totalmente en todos los casos, funciones claves. Además, las naciones se encuentran potencialmente en capacidad de contribuir de manera muy importante a la consolidación de la democracia y a la conquista de mayor justicia social. En ese sentido es necesario reconocer que la tarea de reinventar y fortalecer las identidades nacionales conserva plena vigencia. En Colombia, a pesar de que el conflicto armado no tiene un componente étnico importante, su desenvolvimiento plantea interrogantes fuertes en torno a la nacionalidad. En verdad, no solamente no parecen claros los fundamentos de una cultura pública que nos permita reconocernos como una comunidad de identidad, sino que la existencia misma de la comunidad política está siendo seriamente cuestionada. La dificultad del estado para asegurar mecanismos de redistribución y para poner en marcha estrategias eficaces de solidaridad en el contexto de un proceso de pauperización generalizado y de una crisis humanitaria de proporciones alarmantes, así como la debilidad de la sociedad civil para palear estas insuficiencias, refuerza estas tendencias que erosionan la nacionalidad. Por otra parte, la globalización de la economía por la vía del narcotráfico no puede ser vista únicamente como causa de la degradación de la guerra, sino también como consecuencia de la precariedad de la nación, de su debilidad para reafirmarse, para garantizar la integración social y para asegurar una inserción exitosa en la globalidad. En este contexto, no parece presumible alcanzar una solución al conflicto, cualquiera que ella sea, sustrayéndose a la consideración de la cuestión nacional.
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Gabriel Alejandro Rivera Reyes*
Resumen En este artículo se presentan algunas consideraciones sobre la gestión de la Administración Distrital de Bogotá, derivadas del estudio de las políticas de espacio público formuladas e implementadas durante los años 1990-2000. En primer lugar, se contextualiza el carácter y las dificultades de la gestión del Distrito, para luego plantear las dimensiones definitorias del espacio público y el modo en que la Administración Distrital abordó el asunto e identificó en él un problema. El privilegio de una intervención descompasada de la generación de procesos que fortalezcan la institucionalidad democrática local, revela cómo la gestión urbana de los últimos años ha transformado la ciudad física, mas no la ciudad política.
Abstract In this article some considerations appear on the management of the Distrital Administration of Bogota, derived from the study of the formulated and implemented policies of public space during years 1990-2000. First the character and the difficulties of the management of the District are presented, and then the dimensions that define public space and the way in which the Distrital Administration approached the subject, identifying it as a problem, are stated. The privilege of an excessive intervention of the generation of processes that fortify the local democratic institutionality, reveals how the urban management of the last years has transformed the physical city, but not the political city.
Introducción Durante las últimas dos décadas, ha surgido un conjunto de temáticas referidas a la especificidad de lo urbano y su gestión, que buscan establecer caminos de investigación y de acción sobre la ciudad en el nuevo siglo1 . Ello responde a que en el mundo contemporáneo las ciudades son el hábitat de la mayoría de la población y el lugar privilegiado de asiento y desarrollo del sistema económico imperante. Este fenómeno hace de la funcionalidad urbana, junto con la
* Polítólogo, Magister en Ciencia Política, Universidad de los Andes. 1 Entre otros, el manejo del suelo urbano, el ordenamiento de los servicios públicos, la vivienda en el contexto de las políticas de Estado, el espacio público como articulador urbano, el deterioro de la calidad de vida en las ciudades, la prevención y el manejo de los desastres, la seguridad ciudadana y las nuevas formas de pobreza urbana.
apertura comercial y la integración internacional, una condición necesaria para el buen desempeño de la economía y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población, lo cual ha sido asumido de diferente manera por cada país, dadas las particularidades propias de sus procesos de urbanización. Las ciudades colombianas son el ámbito donde tienen lugar las relaciones sociales, políticas, económicas y culturales de la mayor parte de nuestra sociedad, sólo que, a diferencia del conjunto de países de la región, Colombia se ha desarrollado a través del crecimiento de conglomerados urbanos, cuyas áreas de influencia exceden sus propios límites geográficos al penetrar la región circundante. Como consecuencia, el proceso de crecimiento y densificación ha precipitado la modificación de la espacialidad de las ciudades, ha ampliado el espacio urbano y originado en el espacio público el surgimiento de situaciones novedosas, las cuales han hecho de este espacio un escenario propicio para la gestión e intervención política.
Espacio Público y Espacio Urbano La relación entre espacio urbano y espacio público (EP) tiene por referente teórico e histórico, el que la ciudad -desde su primera configuración, hasta nuestros días-, ha articulado sus elementos definitorios con base en la existencia de un espacio donde los ciudadanos expresan colectivamente, excluyendo el recurso a la violencia física, sus concepciones acerca de la forma en que deben conducirse los asuntos de la comunidad que habitan. En tanto que incorpora los asuntos que atañen a la comunidad en su conjunto, este espacio de expresión y ejercicio de la ciudadanía ha estado caracterizado por la confluencia heterogénea y diversa de proyectos de vida individual y colectiva, es decir, lo han definido la alteridad y la pluralidad2 . La ciudadanía, como concepto, ha estado referida a un status jurídico y político adquirido, en el marco del Estado, no por el hecho de habitar una ciudad o adquirir una nacionalidad, sino por el deseo de hacer de la vivencia en
2 A diferencia de las implicaciones clásicas de la existencia de este espacio, bajo su acepción moderna, el espacio público ha devenido de la separación formal (legal) entre la propiedad privada urbana (expresada en el catastro y vinculada normalmente al derecho de edificar) y la propiedad pública (o dominio público por subrogación normativa o por adquisición de derecho mediante cesión) lo cual ha supuesto normalmente la reserva de áreas sin construir (excepto equipamientos colectivos y servicios públicos) que sean destinadas a los usos sociales de la vida urbana (Jordi Borja, Ciudadanía y Espacio Público, Barcelona, mimeo, 1998).
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GABRIEL ALEJANDRO RIVERA REYES
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UNA DÉCADA DE GESTIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO EN BOGOTÁ, APRECIACIONES DESDE LA PERSPECTIVA DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS.
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ella algo material y espiritualmente digno y valioso, a través de mecanismos de coordinación y cohesión social que permitan y favorezcan tanto el ejercicio de derechos y deberes cívicos, políticos y sociales, como la acción colectiva, la cooperación y la reciprocidad. Hablar de mecanismos de coordinación y cohesión social tiene sentido en la medida en que exista un espacio colectivo donde éstos actúen y hagan de la ciudad un lugar de convivencia, socialización y creación de la cultura. Por lo tanto, lo que define fundamentalmente a la ciudad y lo urbano no son tan sólo las edificaciones y el espacio que queda entre lo edificado, sino el espacio abierto y colectivo donde la socialización ciudadana tiene lugar. Bajo esta perspectiva, se trata también del conjunto de espacios donde la autoridad se juega, por excelencia, su rol cohesionador y regulador, bien sea mediante la creación de dichos espacios, o bien mediante una gestión adecuada de los ya existentes convocando el concurso de múltiples actores sociales. En tal sentido, el espacio urbano tiene un carácter público fundado en su función de permitir la expresión de la alteridad y la realización de actividades colectivas, por ende, una primera aproximación al concepto «espacio público» podría consistir en considerarlo como un conjunto de elementos constitutivos del espacio urbano, donde se destacarían las vías de circulación, los sitios de reunión y encuentro, los espacios y edificios públicos y de patrimonio histórico, los monumentos, los servicios y equipamientos urbanos, los jardines, la secuencia de espacios y la visión serial. Sin embargo, esta angosta concepción del EP hace necesario distinguir algunos aspectos adicionales. En primer lugar, el EP es el atributo urbano que condensa y articula los demás atributos de la ciudad (sistemas de transporte, localización de actividades económicas, servicios públicos domiciliarios, vivienda, equipamiento urbano, sistemas de planeamiento y de control y vigilancia de la autoridad). Ello implica que no sólo las acciones realizadas en materia de espacio público inciden de manera exclusiva en su forma y configuración, sino que también lo hacen las disposiciones adoptadas sobre el desarrollo de los demás atributos y sectores que son articulados por él. En segundo lugar, el hecho de que el EP -en tanto continente de expresión de la ciudadanía- sea producido de forma colectiva y no anónima en distintos momentos de la historia de la ciudad, hace necesario diagnosticarlo considerando tanto sus formas, bordes o manifestaciones físicas y arquitectónicas, como la responsabilidad específica de diferentes actores urbanos en momentos históricos determinados. En este sentido, y en adición a su dimensión
física, el EP tiene también una dimensión socio-cultural, en tanto que constituye un conjunto de lugares de relación e identificación, de contacto entre las personas, de animación urbana y de expresión comunitaria. Junto con su dimensión física y formal, la dinámica propia de la ciudad y los comportamientos de sus gentes crean espacios públicos que jurídicamente no lo son, o que no estaban previstos como tales (abiertos, cerrados o de paso). De esta manera el contenido jurídico-formal del EP, derivado de la creciente normatividad que ha buscado regular su uso, ha facultado a las autoridades para intervenir puntualmente en la ciudad, privilegiando la dimensión física del espacio urbano y descuidando la generación de una institucionalidad que reconozca y gestione políticamente la dimensión social y cultural del EP. Al apreciar las dinámicas urbanas recientes, se percibe cómo diferentes fuerzas se han impuesto a los intentos de dar continuidad formal y simbólica al EP, lo que ha impedido que las múltiples racionalidades urbanas se estructuren a través de acuerdos y transacciones, por medio de los cuales se fundamente la ciudad como ámbito preferencial de lo colectivo.
La Gestión del Espacio Público 1990-2000 Al abordar el EP desde una perspectiva que rescata su riqueza conceptual, resulta notoria la angosta noción que se impuso a lo largo de la década3 . Retomando las ideas iniciales, al partir de señalamientos sobre el carácter bidimensional del concepto espacio público, se ha resaltado su carácter de producto físico y sociocultural en el cual se funda la razón de ser de la ciudad. A lo largo de la década, el EP fue definido bajo diferentes grados de especificidad, significación social, relevancia temporal y complejidad técnica, y se logró expandir y difundir mediante el uso de lenguajes y símbolos culturalmente arraigados y dotados de una carga emocional profunda. El principal obstáculo subsecuente a la expansión y difusión, consistió en que se compartió una definición genérica del asunto y una línea gruesa de acción a lo largo de la década,
3 La noción de espacio público es aplicable a la totalidad de lugares y elementos de la ciudad, de propiedad colectiva o privada, que albergan el cotidiano transcurrir de la vida colectiva, ya que enlazan y entretejen el ámbito propio de la arquitectura con su dimensión urbana, posibilitando la vida ciudadana en la medida que son ellos los lugares de expresión y apropiación social por excelencia . Alcaldía Mayor de Bogotá, Cartilla del Espacio Público, Bogotá, Alcaldía Mayor - Planeación Distrital, 1993.
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Formulación de las Políticas Públicas de Espacio Público Por formulación se entiende, generalmente, el proceso mediante el cual se proponen opciones de solución a los problemas dentro del Gobierno. La inserción de un problema o asunto en la agenda de gobierno se contempla como el momento de origen de una política pública, ya que está referida a la etapa en la cual los gobiernos prestan atención a los problemas públicos y los definen, lo que lleva a buscar alternativas de acción gubernamental en una materia determinada. Pese a no contar en la etapa de formulación con una participación amplia de sectores sociales diversos, el plan «Prioridad Social», de Jaime Castro, inauguró políticas de saneamiento fiscal, de incorporación de la problemática ambiental y de descentralización político-administrativa que marcarían el rumbo de las administraciones sucesivas. Aislado y enfrentado a los medios de comunicación y a los representantes de la forma tradicional de hacer política en Bogotá (ámbito desde el cual él mismo provenía), adoptó instrumentos que revolucionarían el escenario de acceso a las instituciones representativas de la ciudad. Todo ello se consideró como una suerte de suicidio político, lo cual contrasta con el perfil y los planes de gobierno de sus sucesores, quienes con un tinte anti-político (anti-politiquero) emprendieron transformaciones que marcharían en contra de las expectativas generadas por sus propios planes y formas de gobierno. El gobierno Mockus-Bromberg, abanderado del cambio de comportamiento de la ciudadanía, dispuso prioritamente instrumentos pedagógicos (simbólicos) con los que se lograra una convivencia pacífica y tolerante. Bajo este esquema, en la formulación de la política se convocó la participación del Consejo Territorial de Planeación, las JAL y las comunidades, para detectar las necesidades «sentidas» de la población e incorporar la ciudadanía al proceso de planeación de la gestión distrital4 . Durante este proceso, el diagnóstico 4 Esta práctica se efectuó también en la elaboración de los Planes Locales de Desarrollo.
realizado sobre el EP condujo a que su gestión fuera definida en términos de la recuperación de los espacios en que se es ciudadano. Se adujo que la falta de cultura ciudadana generaba una apreciación laxa sobre la reglamentación, distribución y mantenimiento de los espacios colectivos, lo que hace de ellos tierra de nadie erosionada por todos. Ello fue percibido como producto de la falta de acatamiento por parte de autoridades y ciudadanos- de aquellas normas que conducían al respeto y valoración del EP. En consecuencia, según lo establecido en la ley 9ª de 1989, la estrategia derivada de tal postulado se orientó a la ampliación, redistribución y cuidado de los espacios colectivos. La política de EP se formuló a través de una propuesta de intervención en tres niveles. En el primero, a nivel de toda la ciudad, se propuso la consolidación de la estructura ambiental (cerros, río Bogotá y quebradas que los unen); en el segundo, a nivel de sectores urbanos, se propuso la definición de los bordes de la ciudad y la conformación de grandes parques metropolitanos; en el tercero y último, a nivel de las localidades, se propuso la recuperación de parques existentes, generación de espacios recreativos, restitución de andenes, señalización, amoblamiento urbano, arborización y preservación del patrimonio histórico. Definido el carácter de la intervención en materia de EP, el plan pasó a ser adoptado mediante decreto5 una vez se venció el plazo para ser modificado por el Concejo Distrital. Las fallas de la formulación consistieron principalmente en la falta de compromisos susceptibles de medición y la incorporación de conceptos (líneas de acción, sector, megaproyectos) cuya operacionalización era difícil, dado que no se definían competencias institucionales o asignaciones presupuestales. Partiendo de un diagnóstico similar al de la administración anterior (Mockus-Bromberg), el plan de desarrollo «Por la Bogotá que queremos», de E. Peñalosa, enfatizó el carácter y propósito de la necesaria recuperación del EP. Se adujo que una ciudad más humana requería incrementar la calidad y cantidad de los espacios donde ésta es compartida socialmente, y que el civismo, la pertenencia y la seguridad se estimulan mediante la creación de espacios colectivos y recreativos. Si bien la formulación del plan de desarrollo de la mencionada administración había recogido lo aportado en 5 Se trata del Decreto 295 de 1995, Por el cual se adopta el Plan de Desarrollo Económico, Social y de Obras Públicas para Santafé de Bogotá D.C: 1995-1998 Formar Ciudad-
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acompañadas por un desacuerdo persistente sobre la composición y alcance del problema, así como las causas que lo ocasionan y la manera en que éstas debían ser abordadas. En particular, se desatendió el imperativo de la participación ciudadana en los procesos de formulación de los planes e instrumentos de modernización de la gestión de la ciudad, esto hace que diste aún de constituir un pacto colectivo en su dimensión social, cultural y política.
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procesos incipientes de participación, el plan de E. Peñalosa no contó con el concurso del Concejo Territorial de Planeación, ni planteó instancias de concertación que articularan los planes locales. La totalidad de programas estipulados para la prioridad Ciudad a escala humana serían ejecutados por la Defensoría del Espacio Público, entidad creada en 1999 tras la fusión de la Procuraduría de Bienes del Distrito y el Fondo de Ventas Populares. El propósito principal de esta entidad se expuso en términos de ser la garante del uso y defensa del EP según la normatividad y regulación existentes. A diferencia de la administración anterior, cuyos principales proyectos buscaron la readecuación de los contextos físicos donde se expresaba y potenciaba la cultura de quienes habitaban la ciudad, la última administración de la década enfatizó la necesidad de apropiar todos los bienes inmuebles del Distrito y del EP de la ciudad, supervisar el cumplimiento de las normas de planeación, reglamentar y hacer cumplir las disposiciones referentes a vallas y avisos, y apoyar las localidades en cuanto al control y cumplimiento de las normas de planeación de la ciudad. El cuello de botella de la formulación de la política de EP durante la administración Peñalosa, consistió en considerar que la escala humana de una ciudad se obtenía mediante la «recuperación» de andenes o la «ampliación» de parques, ya que se planteó la gestión del EP como un conjunto de acciones impuestas a los ciudadanos, a través de la expedición de normas que dieran significado a espacios donde se regulara el comportamiento de quienes los ocupaban. En contraste con la formulación de la administración precedente, que carecía de indicadores de logro o de progreso, la gestión Peñalosa formuló una estrategia que concretó y redujo el concepto de EP a medidas de áreas, distancias entre bolardos y tiempos-trayectos recorridos en ausencia de vehículos particulares. El diagnóstico compartido sobre el precario estado de los espacios colectivos sirvió de plataforma a la elaboración de discursos sobre lo público que, en nombre del mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos, dieron lugar a un tipo de gestión inclinada a la intervención física y la regulación normativa. A partir de la segunda mitad de la década, la planeación territorial tendría un nuevo marco institucional con el cual se dejarían atrás las épocas en que los planes de los distintos sectores carecían de una base territorial que los integrara y les diera coherencia. La infraestructura urbana dejó de estar en manos de las empresas de servicios públicos y del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), el equipamiento social salió de las
manos de secretarías e institutos respectivos, surgieron agencias responsables por la política de uso del suelo y el tema del EP dejó de estar distribuido en dependencias heterogéneas. En perspectiva, no obstante la formulación de las políticas de EP señalaría progresivamente la realización de grandes proyectos de infraestructura urbana como objeto primordial de intervención sobre la ciudad. Estas intervenciones transformarían sustancialmente la ciudad física, pero su elemento esencial -los ciudadanos y los espacios en que éstos deciden y deliberan sobre el futuro de la ciudad- no serían un objeto primordial de atención. Las consecuencias de la no complementariedad entre la obtención de resultados y la generación de procesos, se expresan aún hoy en los ámbitos locales y sus cuerpos representativos, donde las decisiones sobre la destinación de recursos responde a lógicas de apropiación con fines electorales, lo que da lugar a una participación ciudadana discursiva y sin desarrollos institucionales que la incentiven.
Espacio Público y Gestión Urbana Al comenzar la década de los noventa, el diseño macroinstitucional señaló, no obstante, diferentes tipos de exigencias a la administración distrital. La competitividad de la ciudad, entre otros, surgió como objetivo condicionado por la funcionalidad del sistema urbano, para lo cual se requería la eficiencia de los servicios, la seguridad ambiental, la calidad de los recursos físicos y humanos, y la integración cultural de quienes viven y usan la ciudad. Estos requerimientos serían asumidos de forma decidida -aunque heterogénea- por la administración distrital, a través de la formulación e implementación de estrategias que buscaron reivindicar el estatuto público de lo público en la ciudad. El discurso que inauguró la propuesta de esa reivindicación, hacia mediados de la década, se inició con un diagnóstico en el que se aceptaba la notoria debilidad y usurpación de lo público como la causa de los problemas urbanos. Al hacerlo, implícitamente se reconocía la debilidad de la institucionalidad democrática y ciudadana. Sin embargo, las acciones realizadas a lo largo de la década evidenciarían un tipo de gestión guiado por la obtención de resultados, sin orientar la generación de procesos a través de los cuales se buscara el fortalecimiento institucional. Esto se aprecia en la forma como empezaron a ser presentados los logros obtenidos por las sucesivas intervenciones de recuperación del EP, donde poco o nada se dice con respecto a los impactos producidos en las zonas recuperadas, las dinámicas
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Lo público y el Espacio Público En el ámbito jurídico, lo público es entendido como cualquier servicio destinado a satisfacer las necesidades comunes e 6 En diciembre pasado, el Plan Centro dijo que la recuperación era de 8.500 metros cuadrados de andenes, y que se habían puesto 84 protectores de árboles, 24 canecas de basura, 225 bolardos, 78 materas, 37 luminarias, se sembraron 40 árboles y se mantuvieron 38 existentes . El Tiempo, marzo 9 de 1995, pág. 1B. 7 La asignación global se distribuye por las JAL de acuerdo con el plan de desarrollo, la consulta de los índices de NBI y los criterios de planeación participativa, para lo cual deben escucharse las comunidades organizadas.
imprescindibles de los asociados, mientras que desde el ámbito económico, este se define como un bien o servicio que el libre mercado no puede proporcionar, por lo cual «lo público» incluye básicamente: el suministro de los bienes y servicios, y la deliberación y toma de decisiones con respecto a dichos bienes y servicios. Es con respecto a este segundo elemento que lo público se convierte en lo político, y donde la ciudad deja de ser una simple estructura física, para que las decisiones públicas obedezcan a una racionalidad colectiva, en lugar de obedecer a la racionalidad de quienes construyen la ciudad. El usufructo rentable extraído por los actores políticos del nivel local se obtiene de los recursos públicos, la gestión de los servicios y, en general, del conjunto de decisiones que tienen que ver con la vida diaria de los ciudadanos, quienes pasan a depender de núcleos cerrados de poder. La apropiación del EP de parte de tales actores, se da a medida que, privatizando la institucionalidad estatal, se cierra el acceso a la esfera públicapública (JAL, Concejo Distrital), es decir, el ámbito de dominio público donde la sociedad discute y concerta la acción por seguir en pro del bien común (como quiera que ésta lo defina). A pesar de la apertura formal efectiva de las instancias mediadoras para la construcción del proyecto colectivo de ciudad (como lo son los ámbitos de participación y decisión local), su función, que consiste en el reconocimiento de la existencia de intereses diversos articulados en torno a partidos o movimientos políticos efectivamente representados, evidencian una forma de privatización de lo público ante la cual no se han instrumentalizado propuestas que construyan o amplíen el EP como continente de la deliberación y participación ciudadanas. A este respecto, los índices de sobre-representación de los sectores que tienen a la ciudad como fuente de lucro, han conducido al establecimiento de poderes públicos indolentes frente a la segregación social del espacio urbano y la situación precaria en que viven millones de habitantes carentes de servicios públicos y sociales y con bajos niveles de organización social. Adicionalmente, la ciudad marginal, donde los fenómenos de apropiación se manifiestan de forma rampante, ha sido objeto de intervención sobre áreas muchas veces ya en desuso, lo cual dificulta las posibilidades financieras y de gestión para construir espacios públicos8 . La ausencia de 8 Este desuso se da en la medida en que los procesos de construcción de la ciudad marginal propios de los últimos 50 años (parcelación-construcción-urbanización), en contravía con la lógica moderna (urbanización-parcelación-construcción), posibilitan espacios públicos 20 ó 30 años después de realizados los asentamientos (DAPD, 2000).
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sociales posteriores o la situación de quienes habían sido afectados por la intervención.6 En este sentido, los logros presentados por la Administración Distrital con respecto a la política de EP evidenciaron y resaltaron cada vez más los resultados físicos de las intervenciones, en lugar de la puesta en marcha de procesos incluyentes y participativos a través de los cuales se generara y consolidara una institucionalidad democrática de acceso al EP en los ámbitos local y barrial. En su lugar, los esquemas de gestión urbana identificaron y diagnosticaron los múltiples obstáculos que producía el desencuentro entre las dinámicas de desarrollo y la marginalidad imperante, lo cual se manifestaba en la provisión de infraestructuras deficientes y equipamientos básicos deficitarios para amplios sectores sociales. El nivel de concentración de ingresos y recursos políticos y económicos, junto con los procesos de segregación, continuaron expresándose en el acceso diferenciado a los servicios y bienes urbanos colectivos. Los criterios eficientistas de la última administración de la década elevarían a un nivel mayor de abstracción la forma de interpretar las consecuencias sociales y políticas de la intervención física del territorio. Ello terminó por demostrar cómo la racionalidad administrativa ha estado enfrentada a la racionalidad política dominante en los ámbitos locales, en la que la política continúa teniendo por referente el uso persistente de las instituciones representativas en favor de intereses políticos informales, esto es, reales, en tanto expresan un tipo de apropiación del EP cuya manifestación espacial es microterritorial y «en concreto». A partir de esta última mención, se hace relevante entrar a considerar las características de la participación ciudadana y la forma en que ésta ha sido mediada en cuanto a la selección de proyectos prioritarios y la adopción de criterios de asignación de recursos entre localidades, los cuales no han podido reflejar realmente el tipo de demandas que de ellas surgen7 .
discursos públicos que enfrenten problemas como la marginalidad, la pobreza y la ineficiencia ejecutoria del nivel local, ha cedido el lugar a la gestión privada, la construcción de una infraestructura de transporte y amoblamiento urbano que ha traducido el concepto de ciudadano como cliente o usuario. La administración distrital se ha orientado así a la intervención física de estos espacios cuando ya los agentes políticos han entrado en escena, de ahí que el gran vacío de la planificación y cultura urbanas durante los años noventa haya consistido en la pretensión de construir proyectos colectivos, partiendo del desconocimiento de los intereses concretos de los ciudadanos, agentes locales y los pobladores de los sectores marginales. Su consecuencia más notoria es la descalificación de la ciudadanía como agente crítico de la gestión, dado que la misma formulación de planes y estrategias se ha abrogado el derecho de conocer, discernir y construir «lo público», desconociendo la importancia de generar en los ciudadanos procesos a través de los cuales adquieran habilidades y elementos de juicio para evaluar las propuestas de construcción de la ciudad en los ámbitos más cercanos a ellos. El resultado ha sido la apropiación del discurso sobre lo público, de parte de cualquier agente que vea en ello una fuente potencial de lucro o prestigio, manteniéndose dentro de los cauces tradicionales del ejercicio político en Bogotá. El balance que arroja la propuesta institucional de la administración distrital durante los noventa, señala que, si bien, hoy se cuenta con un EP de cierta calidad formal (continuidad del diseño urbano y la facultad ordenadora del mismo, la generosidad de sus formas, de su imagen y de sus materiales y la adaptabilidad a usos diversos a través del tiempo), en su dimensión cultural es deficitaria por cuanto los ciudadanos no participan -y no son incentivados a participarde forma efectiva en la planeación desde el ámbito local que es el más próximo a ellos.
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Participación, Recuperación y Negociación del Espacio Público A lo largo de los años noventa, la administración distrital ha adelantado programas donde existe un proceso de oferta estructurada de recursos, canalizados según procedimientos determinados por el nivel central. Las prioridades y programas relativos a la gestión del EP llegan al nivel local y se exponen a las redes clientelares, las cuales se han apropiado de las instancias de toma de decisión lo que hace de la autonomía un ideal prácticamente inexistente y colmado de obstáculos. El EP se debate así entre una condición de bien público que hay que recuperar y una de mercancía para ser negociada al
retal, en los ámbitos locales. A mitad de camino entre el carácter que le da el manejo político como un bien que se obtiene tras una transacción asimétrica, y el discurso recuperatorio impuesto a la ciudadanía desde la administración central, el EP ha continuado siendo un producto residual, impuesto y apropiado marginalmente por una ciudadanía que poco o nada influye en su construcción. Los individuos con sus derechos legítimos o adquiridos (legales o de facto), enfrentados por un poder de decisión que aísla a la ciudadanía de su rol dentro de la construcción del proyecto colectivo de ciudad, han movilizado fuerzas y recursos políticos que reducen el espectro reivindicativo y redistributivo de las políticas públicas de EP, y a la vez dinamizan modalidades complementarias de exclusión política, económica y social de la ciudadanía. Ello en la medida en que la implementación de las políticas está mediada por las preferencias del poder político local que busca efectos inmediatos, a través de intervenciones no planificadas que responden a situaciones de emergencia y canalizan los recursos hacia intervenciones puntuales, improvisadas y no coordinadas. Una enseñanza importante de la gestión adelantada por la Alcaldía Mayor durante los años noventa, es que la ciudad es un escenario siempre oportuno para la innovación política por la complejidad de las políticas públicas que en ella deben integrarse y por la relación más directa que se establece con la población. En tal sentido, la gestión política local requiere multiplicar la información, la comunicación y socializar las potencialidades de las nuevas y viejas generaciones. Los ámbitos de la gestión local exigen formas de participación, a veces genéricas, a veces específicas (consejos, comités ad hoc, consulta popular, etc). Todo esto busca indicar que la autonomía de la sociedad civil es fundamental en la obtención de resultados y generación de procesos sociales, no sólo técnicos o urbanísticos. De ahí que ella deba expresarse en capacidad de organización y articulación con otros actores, y en conocimientos y capacidad técnica para responder ante la necesidad de levantar propuestas justificadas y presupuestadas, y enfrentar mejor los procesos de negociación. Esto constituye un eficaz modo de evitar que la participación dependa de la voluntad política de las autoridades. Complementando lo anterior, la inexistencia de una cultura de participación y articulación de la sociedad civil impide que los espacios de participación sean apropiados adecuadamente, por lo que es necesario fortalecer las instancias municipales de participación local. A este respecto puede considerarse que la institucionalidad actual no es, pese a todo, el fruto de una
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la medida en que su potencial relacional sea confirmado por el diseño y luego verificado y desarrollado por el uso. No obstante, la posición adecuada frente a los problemas de EP consiste en entender que la población entera tiene un conocimiento concreto sobre la ciudad que no está al alcance de la técnica ni de la ciencia, que bordea más bien los confines de la fantasía y del arte. Conocer esos ritmos, sonidos, problemas y lenguajes cotidianos puede proporcionar razones sobre la manera imperceptible y silenciosa en que el EP es apropiado, pero también puede arrojar luz sobre la forma en que se renuncia o accede a él. Formular e implementar políticas de EP implica, en el futuro, tener en cuenta las nuevas generaciones y los valores generados en su interior, pues en la medida en que las dinámicas globales presentan una realidad fragmentada, es necesario atender los nuevos discursos y lenguajes con que se está expresando la plural y heterogénea vivencia de lo urbano. La continuidad y amplitud del EP, asumido bidimensionalmente, es una condición de visibilidad y de accesibilidad para cada uno de los fragmentos urbanos y un factor esencial de integración política y cultural. No es desatinado afirmar a modo de resumen, que el EP es el atributo urbano que en el futuro inmediato contribuirá con mayor fuerza a proporcionar sentido a nuestra vida urbana.
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confabulación contra la participación de los ciudadanos; es importante revisar estos argumentos, atendiendo también la forma en que nuestra sociedad da soluciones subóptimas a sus dilemas de acción colectiva. No es sólo el diseño o rediseño de instituciones el que va a proporcionar los frutos que sólo se alcanzan mediante la cooperación. En este sentido, la ciudadanía debe asumir el desafío político de conquistar la capacidad legal y operativa de hacer valer su estatuto político-juridico, y también adquirir las competencias y los recursos necesarios para desarrollar las políticas públicas que hagan posible el ejercicio y la protección de los derechos y deberes ciudadanos. Del mismo modo, debe asumir el desafío social de promover las políticas públicas que afronten las discriminaciones que imposibilitan o reducen el ámbito de la ciudadanía: empleo, situación de vulnerabilidad (por ej. niños), marginación cultural, etc.; y por último, siguiendo a Borja, debe asumir un desafío específicamente urbano: hacer de la ciudad (sus centralidades y monumentalidad, de la movilidad y accesibilidad generalizadas, de la calidad y visibilidad de sus barrios, de la fuerza de integración de sus espacios públicos, de la autoestima de sus habitantes) una productora de sentido a la vida cotidiana. La política en la ciudad no reduce su espacio a las instituciones, los partidos y las elecciones. Hay otro espacio, el de la sociedad política que es el que crean y ocupan todos los organismos y formas de acción colectiva cuando van más allá de sus objetivos e intereses inmediatos y corporativos. Es el espacio de la participación ciudadana que plantea demandas, propuestas, deberes y responsabilidades para criticar y ofrecer alternativas, pero también para ejecutar y gestionar programas y proyectos sociales, culturales, de promoción económica o de solidaridad. Los políticos elegidos democráticamente tienen la responsabilidad de la decisión de los proyectos públicos y la sociedad tiene el derecho y el deber de exigir que se tomen en cuenta, se debatan y se negocien sus críticas, sus demandas y sus propuestas. Esta es, tal vez, la única manera como los proyectos urbanos ciudadanos formarán parte de un proyecto de ciudad, dotado de legitimidad normativa, política y sociocultural. Es decir, una base legal (planes, leyes especificas, presupuestos, ordenanzas o reglamentos, etc.), un acuerdo político (más exactamente un conjunto de acuerdos contractuales) y un consenso ciudadano básico con diversos actores urbanos (empresariales, sociales, profesionales, intelectuales, medios de comunicación). En ellos, la consideración de los espacios públicos emerge como el factor clave de su capacidad creadora de ciudad, en
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REFORMA ELECTORAL
Gary Hoskin*, Óscar Delgado**, Eduardo Pizarro Leongómez*** y Francisco Gutiérrez****
1. Mencione tres de los principales problemas de las normas electorales vigentes, con respecto al funcionamiento adecuado de una democracia representativa, e indique cuáles serían las reformas concretas para solucionarlos. Gary Hoskin. Considerando el fraude que surgió a raíz de las elecciones legislativas de marzo, la primera reforma urgente se relaciona con cambios en la Registraduría Nacional para restablecer la legitimidad del proceso electoral en el país. Esta reforma debe ser orientada hacia dos temas principales: 1. La despolitización de la Registraduría Nacional por medio del nombramiento de profesionales y técnicos en vez de políticos, y 2. La modernización del proceso electoral, con la utilización de medios electrónicos para votar, lo cual descongestionaría los sitios de votación (por lo menos en las ciudades capitales). La segunda reforma deseable es el establecimiento de listas únicas para los partidos políticos y movimientos sociales, acompañado con un umbral y el aumento del número de firmas requeridas para obtener personería jurídica y del número de votos para retenerla (deben subir los dos requisitos a 4% del potencial del electorado o votos en la última elección). La tercera reforma puede ser el establecimiento de distritos para corporaciones legislativas (a excepción del Senado que se elige a base de circunscripción nacional), en los cuales se elija un solo legislador que viva en el distrito single member districts, como existe en Gran Bretaña y los EE.UU. (para la Cámara de Representantes). Óscar Delgado. Los problemas existentes en los sistemas político y de partidos no se resuelven tan sólo con un nuevo régimen electoral (normas jurídicas) o con un nuevo sistema electoral (Nohlen contra el determinismo causal de
Debate
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Gary Hoskin: Profesor, Departamento de Ciencia Política, Universidad de los Andes. ** Oscar Delgado: Profesor - Investigador, Facultad de Jurisprudencia, Universidad del Rosario. *** Eduardo Pizarro Leongómez: Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente, Profesor Visitante de la Universidad de Princeton. **** Francisco Gutiérrez: Profesor de planta del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional.
Duverger). Resulta indispensable la acción de una sociedad civil (que aún no se ha construido en Colombia), de unas esferas públicas que excedan el simple y volátil voto de opinión, o una organización opositora institucional con acceso a medios de comunicación, o una élite (contra-élite) que disuelva el actual consensualismo elitista, y tenga voluntad y capacidad para adelantar un proceso de transición del actual liberalismo neocorporativista (Schmitter, Offe, Przeworski) y delegativo (O Donnell) a alguno de los múltiples modelos de democracia clásica y contemporánea (Macpherson, Held, et al.). En la teoría de los sistemas electorales, se considera que la representación proporcional (RP) y el sistema mixto (SM) o paralelo (con escaños compensatorios) son obviamente más proporcionalistas que el clásico sistema uninominal de los anglosajones; sin embargo, en situaciones de crisis de partidos de masas, los sistemas RP y SM requieren, indispensablemente, el umbral o barrera legal para evitar la explosión de listas de microempresas electorales y de otros aventureros de diversa procedencia. En Colombia (donde el censo electoral es de 24 millones y el total de votos emitidos en los dos últimos comicios es de 1112 millones), el bipartidismo no logra movilizar a más de 6.7 millones de sufragantes (4.5 millones de liberales y 2.2 millones de conservadores). El resto de votos emitidos, 5.3 millones, corresponde en su gran mayoría a un agregado de personas sin partido (y con un sentimiento anti-partidista) y en menor proporción a independientes (no totalmente desprendidos de un partido, pero con capacidad de disentir y ser infieles). Dado que en el último decenio no ha sido posible consolidar en el país posconstitucional un esquema multipartidistamoderado (Sartori), se hace necesario controlar la mencionada atomización mediante umbrales rigurosos, tanto para el Senado como para la Cámara (sobre todo en las circunscripciones que eligen un mayor número de puestos, como Bogotá). El umbral para Senado no debiera ser inferior a un 5% de la votación total; para la Cámara, de un medio cuociente en distritos que elijan menos de 5 puestos, y de un cuociente natural para los que elijan 6 o más escaños. En segundo lugar, mientras el sistema de patronazgo patrimonialista siga eligiendo a las corporaciones públicas, a la mayoría de la clase política corrupta, el unicameralismo y/o la reducción drástica de los escaños y/o la uninominalidad o reducción del tamaño de las actuales circunscripciones departamentales en ambas Cámaras, tendría el efecto de dar consistencia y amplitud a las fracciones de partidos o de movimientos, y a obligar a complementar el voto cautivo (el
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favorece a los partidos tradicionales) al determinar que departamentos como Vaupés, Vichada o Putumayo, etc. elijan cada uno un senador (cuando ya están eligiendo a un representante a la Cámara con cuatro o cinco mil votos). Dentro del actual ordenamiento territorial, cualquier reforma electoral resultaría ineficaz para mejorar la representatividad, la participación y la calidad humana de la composición del Parlamento (sea Congreso o unicameral). La reducción del número de escaños es importante y convendría hacer efectivo ese proyecto, pero perdería eficacia, si se mantiene la circunscripción nacional para el Senado y las circunscripciones de gran tamaño para la Cámara por Bogotá, Antioquia, Valle, etc. Lo más importante, entonces, es la conformación de pequeños distritos electorales de igual «tamaño» (Lijphart), ni tan mínimos como los uninominales que serían excluyentes de las terceras fuerzas, ni de más de tres puestos por circunscripción, determinada ésta con base en la población, y tanto para el Senado como para la Cámara (o para la Cámara única). Así, por ejemplo, podrían configurarse cuarenta círculos electorales trinominales con una población aproximada de un millón de habitantes cada uno, desde luego dividiendo en distritos las ciudades que excedan esta población. Eduardo Pizarro Leongómez. En Colombia existen serios problemas tanto en el diseño de las normas electorales como en la ley de partidos. Unos y otros se complementan y generan la anarquía reinante. En primer lugar, en Colombia el conjunto del sistema electoral incentiva el personalismo extremo. Parece una contradicción, dado que el sistema de representación proporcional (RP) fundado en listas cerradas y bloqueadas, tiende a favorecer como lo evidencian otras experiencias a escala internacional - el papel de las élites partidistas en la selección de los candidatos y en su ubicación en las listas. Es decir, la RP con listas cerradas y bloqueadas debería en teoría incentivar un sistema altamente partidocrático. Sin embargo, por un conjunto de factores, la formula de RP en Colombia se ha transformado en lo que Carey y Shugart denominan una formula personal de lista (Personal-List Formula)1 . El origen de esta situación se debe, en cuanto hace a su dimensión institucional, a diversos factores: en primer término, a la libertad total que gozan los partidos con personería jurídica para presentar un número indefinido de listas para las corporaciones públicas. En segundo término, al carácter
1 John Carey y Matthew Shugart, Incentives to Cultivate a Personal Vote: A Rank Ordering of Electoral Formulas , Electoral Studies, V. 14, No. 4, 1995, pág. 429.
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del merchandising electoral de los microempresarios) con la procuración del voto de opinión. Sin embargo, a los movimientos que elijan menos de un 3% de miembros del Congreso, no debiera permitírseles presentar más de una lista por cada uno; pero a los movimientos o partidos que han elegido entre un 4 y un 9%, se les debería permitir la inscripción hasta de 3 listas, y a los que obtengan un 10% o más de los escaños en ambas Cámaras, podrían presentar hasta un máximo de cinco listas de candidatos para el Senado y hasta dos en cada circunscripción para Cámara. La lista única es una imposición arbitraria, dado que nuestra cultura política siempre permitió las disidencias como fracciones de partido (gaitanismo,/santismo; ospinismo/ laureanismo/alzatismo, etc.). Además, dicha lista única sería superflua si se adopta -como sería plausible- la permisividad de las alianzas o coaliciones entre movimientos o partidos ideológicamente afines, para garantizar la representación de las minorías. Las listas de candidatos deben ser abiertas para permitir su reordenamiento (voto preferente) pero no sólo a nivel intrapartidario sino inter-partidario (panachage). Si bien en la mayoría de países con RP, cada partido presenta sólo una lista de candidatos, en la que se permite la participación electoral de fracciones partidarias, se determina que a efecto del escrutinio, antes de aplicar a cada lista en particular la fórmula para asignar escaños (Hare, D Hondt, u otra) sean sumados los votos expresados por las fracciones intrapartidarias como correspondientes a la votación total por el partido. Luego se distribuyen los escaños, primero a nivel de partidos y luego en el interior de los mismos. Este método institucionalizante se conoce como del doble voto simultáneo, por lemas y sublemas, y se aplicó en Uruguay durante casi todo el siglo XX, y bajo una modalidad análoga, lo tuvimos en Colombia en los años cuarenta (la llamada ley del arrastre ). El voto obligatorio es importante y debería insistirse en su adopción. No lo es, en cambio, la fórmula de escrutinio de las mayores medias o D Hondt (no bien denominado cifra repartidora ) ya que el método Hare, que siempre hemos tenido desde 1932, es el más proporcionalista de todos, amén de comprensible para la población en general. En tercer lugar, mientras no se efectúe una necesaria y urgente reforma territorial, habría que aplazar la consideración sobre el excelente sistema electoral mixto o paralelo de Alemania (que en años recientes se ha puesto de moda en Europa y Asia, y en nuestra región se ha adoptado en cuatro países) el cual ha sido presentado al Congreso para la elección del Senado. Resultaría agudizada la desproporcionalidad actual entre votos y escaños (que
irrisorio de las normas actuales necesarias para conformar un partido o un movimiento político reconocidos ante el Consejo Nacional Electoral (CNE)2 . Y, en tercer término, a la ausencia prácticamente total de barreras de entrada al juego electoral. De acuerdo con la Constitución de 1991 (art. 108) son actores políticos los partidos, los movimientos políticos, los movimientos sociales o grupos significativos de ciudadanos, que pueden participar en elecciones gracias a un aval, a la creación de un partido o movimiento reconocidos por el CNE o mediante una caución mínima3 . Un segundo problema lo constituye la pérdida total de la capacidad de selección del personal político La selección del personal político que se realiza por intermedio de los partidos es fundamental para un sistema democrático. Como sostienen Gallagher y Marsh, la calidad en la selección de los candidatos determina la calidad de los representantes electos en el Parlamento, a menudo de los miembros del gobierno y, por extensión, de la política nacional 4 . La selección del personal político está viviendo una etapa de transformaciones en el ámbito internacional. En Europa Occidental, por ejemplo, los partidos están creando mecanismos para ampliar el papel de sus adherentes en la escogencia de los candidatos para los cuerpos colegiados. El origen de este cambio es la disminución de electores, de adherentes y de activistas benévolos, por lo cual están adoptando diversas estrategias para recuperar sus vínculos con la población, una de las cuales es la democratización de la selección de los candidatos. Aumentando el número de las personas involucradas en el proceso de selección de candidatos, se busca acrecentar el sentido de pertenencia a los partidos. En Colombia, por el contrario, el proceso de selección de candidatos para los cuerpos colegiados no se halla en un proceso de democratización, sino de desvertebramiento. No existe ni una selección desde arriba -como en el pasado-, ni
una selección democrática. No existe una selección del todo. En Colombia actualmente los candidatos se auto-proclaman y los partidos simple y llanamente les conceden el aval respectivo para participar en su nombre en las elecciones. Es la feria de los avales 5 . En el Cuadro No. 1 se puede observar el grado de personalismo en que ha incurrido el sistema electoral. Esta es la conclusión principal del Informe de la prestigiosa comisión de consultores internacionales que contrató el gobierno de Andrés Pastrana y que estuvo compuesta por Arturo Valenzuela, Joseph Colomer, Arend Lijphart y Matthew Shugart: (...), el actual sistema electoral de Colombia es el más personalista del mundo 6 . Cuadro No. 1 Número de listas inscritas para Senado y Cámara (1958-1998) Año 1958 1960 1962 1964 1966 1968 1970 1974* 1978 1982 1986 1990 1991 1994 1998 2002
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* 2 Según el art. 108 de la Constitución vigente el Consejo Nacional Electoral reconocerá personería jurídica a los partidos o movimientos políticos (...) cuando comprueben su existencia con no menos de 50 mil firmas, o cuando en la elección anterior hayan obtenido por lo menos la misma cifra de votos o alcanzado representación en el Congreso de la República . Esta norma constitucional se halla desarrollada en el art. 3 de Ley 130 de 1994 o Estatuto básico de los partidos y movimientos políticos . 3 En la Asamblea Constituyente de 1991 se impuso lo que hemos denominado una lógica de la incorporación , como el mecanismo supuestamente idóneo para superar al sistema bipartidista percibido como una de las fuentes de la crisis nacional. Sus efectos han sido contradictorios: de un lado, abrió las compuertas a nuevas fuerzas políticas, pero, del otro lado, anarquizó el sistema partidista. 4 Michael Gallagher y Michael Marsh (eds.), Candidate Selection in Comparative Perspective: The Secret Garden of Politics, London, Sage, 1988, pág. 1.
Cámara 83 113 143 192 215 221 316 253 308 343 330 351 486 628 692 883
La Cámara era elegida, entre 1958 y 1970, para un período de dos años. A partir de 1970, se unificaron los períodos con el Senado (cuatro años). Fuente: Registraduría Nacional del Estado Civil
5 La feria de los avales , en El Tiempo, 29 de enero del 2002. En este editorial, el más influyente diario colombiano denunciaba como la entrega de avales sin ningún control por parte de algunos de los 75 partidos o movimientos políticos con personería jurídica otorgada por la Registraduría Nacional del Estado Civil le estaban abriendo las puertas a candidatos de los grupos armados (guerrillas y paramilitares) y del narcotráfico. Sólo el Partido Liberal avaló 148 listas a su nombre para el Senado de la República. 6 Arend Lijphart et al., Sobre la reforma política en Colombia. Informe de la Consultaría Internacional , en Ministerio del Interior, Reforma política. Un propósito de nación, Memorias, Serie Documentos, No. 17, Bogotá.
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Senado 67 97 147 206 176 210 225 202 213 143 251 319 322
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Francisco Gutiérrez. Nuestra democracia tiene muchas dolencias. Sin embargo, creo que no se ha probado empíricamente que esas dolencias sean resultado de, o estén directamente relacionadas con, las normas electorales. Un buen ejemplo de esto es el tema de la dispersión electoral (que cada organización política presente muchas listas por circunscripción). Los partidos políticos colombianos se han convertido en nubes de pequeñas facciones locales, en el mejor de los casos regionales, con una enorme carga de particularismo, opacidad y confusión. Estas facciones a las que varios autores han puesto un marbete que cada vez considero más desafortunado: microempresas electorales se han convertido en blanco de ataque, bajo los siguientes supuestos: a. Son resultado de una equivocada legislación electoral. b. Se les puede imputar varios de los males de nuestro sistema político, comenzando por la corrupción y siguiendo por la falta de eficacia de nuestro Congreso, etc. Ninguno de los dos supuestos se sostiene. En un trabajo reciente, demostré que la dispersión electoral extraordinariamente alta que estamos viviendo en el partido liberal, pero un ejercicio para el conservador parece arrojar resultados semejantes precede a la Constitución de 1991, y que al contrario de los análisis puramente deductivos, la dispersión no parece ofrecer incentivos utilizables para los políticos tradicionales por la sencilla razón de que no viene acompañada de un mejor desempeño electoral. El asunto es que con la Constitución de 1991 aumentaron simultáneamente la dispersión y la competencia, dos fenómenos analíticamente separables y que no se deberían meter en un mismo saco.
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En cuanto al Congreso colombiano, los análisis sobre su funcionamiento son todavía bastante preliminares y no se han puesto en un contexto comparativo, que en este caso es indispensable. ¿En qué sentido es peor, igual o mejor que otros congresos de países con el mismo grado de desarrollo? Tengo alguna evidencia que reconozco incompleta de que como legislador no es ni excesivamente remolón ni excesivamente complaciente con el ejecutivo. Es cierto que hay dineros con destinación regional para aceitar la maquinaria, lo que se llama en Estados Unidos el barril de los puercos . Hasta el momento no conozco un solo trabajo empírico que demuestre adecuadamente cómo impactaría de manera negativa el funcionamiento de nuestros partidos sobre el trabajo legislativo. La poca producción que hay va más bien en la dirección contraria, muestra que la casuística desordenada de algunos estudiosos y divulgadores caricaturiza un panorama bastante complejo.
2. Se ha dado un debate entre participación, entendida como la presencia permanente de amplios grupos de la población en la política, y gobernabilidad, entendida como la búsqueda de eficacia en el ejercicio institucional del poder. ¿Cómo influirían sus propuestas a este respecto? G. H. Las reformas propuestas para la Registraduría y el proceso electoral, contribuirán a la vez a aumentar la participación y la gobernabilidad, en el sentido de que sería más fácil para los colombianos votar y tendrían más confianza en los resultados electorales por la disminución de las posibilidades de fraude. Un aumento en la participación ciudadana por medio de las elecciones contribuirá al incremento de la legitimidad del sistema político y facilitará más la gobernabilidad, porque los ciudadanos que participan en la política tienden a ser menos alienados del sistema político que los no participantes. La segunda reforma propuesta también aumentará la participación política y la gobernabilidad, porque dará mas coherencia a los partidos políticos y a los movimientos sociales. El umbral va a dar más representatividad a los elegidos; las listas únicas van a promover más coherencia dentro de los partidos y movimientos; y el aumento de los requisitos para obtener y mantener la personería jurídica va a reducir el número de partidos y movimientos. Estas reformas facilitarán la participación ciudadana en el sentido de que va a ser más fácil para el votante registrar sus preferencias en las elecciones, a raíz del incremento de la coherencia ideológica y programática de los partidos y movimientos. Actualmente,
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Aunque actualmente los partidos políticos poseen el control de la sigla partidista, la cual sólo puede ser utilizada mediante un aval del partido respectivo, en la práctica, ante la ausencia de barreras de entrada y dado que todos los candidatos que deseen presentarse pueden hacerlo a través de los mecanismos que hemos descrito (aval, caución o, simplemente, una nueva sigla), tanto los partidos tradicionales (Liberal y Conservador), como muchos partidos recientes, han decidido brindar avales de manera indiscriminada. Es lo que hemos denominado partidos de alquiler , es decir, partidos que están terminando por ser simples paraguas flexibles para guarnecer todo tipo de facciones personalistas.
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la dispersión de grupos políticos complica el proceso electoral para los votantes y aumenta los problemas de gobernabilidad, por razones de la falta de disciplina dentro de los partidos y movimientos. Como Samuel Huntington ha notado hace años, altos grados de participación política pueden complicar la gobernabilidad si no hay instituciones políticas que sean capaces de canalizarla. Las reformas propuestas podrán incrementar la capacidad de los partidos y movimientos para manejar altos grados de participación ciudadana. La tercera reforma se relaciona con el diseño de distritos single-member , dentro de los distritos electorales vigentes. El propósito de esto es acercar el elector a los elegidos, para facilitar el proceso de representación porque el tamaño de los distritos electorales disminuiría, al dar a los elegidos menos personas y grupos para representar en los cuerpos legislativos y facilitar el acceso de los ciudadanos a su representante. Esta reforma debe aumentar la participación, porque los ciudadanos van a elegir un representante que viva o tenga domicilio en su distrito y conozca mejor los problemas propios de su entorno, que un representante que no es de su localidad. Los ciudadanos de un distrito electoral conocerían entonces, al legislador que los representa. O. D. El constituyente de 1991 propuso la democracia participativa como complemento del modelo liberal clásicorepresentativo, del que el autor de la poliarquía, Dahl, dijo que era a sorry substitute for the real thing , mientras Bernard Manin recientemente en cierto modo apologiza la representación. El legislador usó la facultad legislativa para bloquear mediante normas restrictivas (paradójicamente propuestas y aceptadas por el impulsor de la Asamblea, el presidente Gaviria y su ministro Humberto de la Calle) las posibilidades de ejercitar la participación y las formas de democracia directa, en particular el referéndum y el plebiscito. A pesar de la imposibilidad de aplicar la iniciativa popular mediante elecciones directas, en la práctica hemos avanzado en otra de las formas de democracia directa: la realización constante de encuestas de opinión pública (y de intención de voto en coyunturas preelectorales) gracias a las cuales podemos conocer el grado de deterioro del prestigio de las instituciones (en particular, de la Presidencia, el Congreso, la justicia, etc.). De los demás modelos de democracia deliberativo, republicano, fuerte, asociativo, radical, etc.- es mejor no hablar como posibilidad, cuando aún nos hallamos en una fase pre o protodemocrática, o quizás en la del elitismo monista. Ya Macpherson había hecho la distinción entre
liberalismo y democracia, y Rafael del Águila nos la recuerda elocuentemente. E. P. En Colombia muchos analistas han llegado a afirmar contra toda evidencia - que las demandas de democratización y las exigencias de gobernabilidad son incompatibles. Es la una o la otra. No es posible exigir democracia y a su turno gobernabilidad. Se trata de un falso dilema. Uno de los secretos de las democracias avanzadas y altamente consolidadas ha sido la capacidad de conciliar ambas demandas. Un solo ejemplo basta. En Alemania existe un umbral del 5%: el partido que no obtenga como mínimo esa cifra no puede acceder al Parlamento. Este umbral que existe en muchas democracias avanzadas tiene como objetivo evitar la dispersión excesiva de las fuerzas políticas y garantizar la conformación de mayorías sólidas en el Parlamento. Es decir, las minorías políticas son duramente castigadas, y se ven obligadas a conformar coaliciones para poder superar el umbral mínimo. En el plebiscito del 1 de diciembre de 1957, se puso el acento en la gobernabilidad. En la Constitución de 1991, por el contrario, se acentuó la participación con una ampliación extrema del espacio político. Ahora, en el 2002, debemos buscar conciliar ambas exigencias. El dilema es claro: debemos mantener abiertos los espacios políticos, pero, al mismo tiempo, se deben llevar a cabo hondas reformas institucionales para recomponer el sistema de partidos. Las únicas minorías auténticas que existen en el país (las comunidades indígenas y las comunidades negras del Pacífico) deben conservar por un tiempo adecuado las circunscripciones especiales. El resto de minorías deben crecer, formar coaliciones o desaparecer. F. G. La rebelión de nuestra intelectualidad contra la representación proporcional merecería un capítulo aparte en la historia de las ideas. Tiene razón Eduardo Posada Carbó cuando dice que nuestra crisis política es también una crisis de la forma de comentar la política. La representación proporcional se introdujo en Colombia inicialmente durante el general Reyes con la idea de que garantizando la presencia de las minorías en el Parlamento se escaparía al ciclo exclusión política-guerra. Al insistir en este punto extremándolo quizás más allá de lo necesario, pero insistiría en el quizás la Constituyente de 1991 no hizo sino honrar esta vieja tradición: Entre más proporcional el sistema electoral, mejor . Ahora bien: ¿acaso no ha fracasado? En este punto habría que hacer un contrafáctico: ¿no hubiera sido peor la situación sin ella? En los países con
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3. Una reforma podría incluir una nueva correlación de poder entre el régimen parlamentario y el presidencialista. ¿Cuál es su opción preferida? Explique por qué. G. H. A pesar de que la literatura académica muestra claramente a nivel mundial, que los regímenes parlamentarios son más estables y más representativos que los sistemas presidenciales, un régimen parlamentario no funcionará bien en Colombia por una sola razón la ausencia de bloques parlamentarios disciplinados. Como ha anotado Giovanni Sartori, no hay un solo caso empírico en el cual un régimen parlamentario haya promovido un sistema partidista disciplinado. En la mayoría de los países de América Latina, las trayectorias institucionales y las culturas políticas no se prestan para sistemas parlamentarios que funcionen bien. Por eso, lo más importante para Colombia es la creación de un régimen presidencialista, en el cual haya un balance más equitativo en las relaciones de poder entre las tres ramas de poder público.
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O. D. Así es. Debería incluir una nueva forma de gobierno y un nuevo tipo de Estado, entre el parlamentarismo y el presidencialismo. Afortunadamente, ya la inventaron los franceses y, con acomodos, la han adoptado en años recientes once países europeos (incluidas las nuevas democracias del centro y del este). Es el semipresidencialismo, que le permite al Presidente (elegido popularmente) convocar a nuevas elecciones parlamentarias cuando la situación política determine su conveniencia, exponiéndose a renunciar si su partido o alianza es derrotado en los nuevos comicios; por su parte, el Parlamento, mediante su conformación en alianzas de gobierno y de oposición, ejerce con efectividad un control político sobre el poder ejecutivo. E. P. En la Constitución de 1991 se debilitaron las funciones presidenciales en beneficio del Congreso de la República. Este debilitamiento del poder ejecutivo se llevó a cabo bajo un presupuesto que se mostró falso: que la Constitución de 1991 era un pacto de paz. Solo lo fue parcialmente, el conflicto armado interno continuó con los grupos guerrilleros renuentes y los grupos paramilitares. Con lo cual, el debilitamiento del Ejecutivo terminó siendo un grave error, dado que el Presidente no cuenta actualmente con suficientes recursos para manejar un orden público tan convulsionado. Por otra parte, el aumento de las facultades parlamentarias se acompañó de una serie de decisiones en el plano políticoelectoral que ahondaron la grave atomización de los partidos tradicionales y coadyuvaron a la grave fragmentación de las terceras fuerzas . El impacto ha sido devastador: una total indisciplina parlamentaria y una mediocre gestión legislativa. No existen ni partidos de gobierno, ni partidos de oposición. Hablar de un cambio del sistema presidencialista hacia el sistema parlamentario actualmente en Colombia no es serio: un régimen parlamentario implica partidos políticos sólidos para poder garantizar la estabilidad en la gestión del gobierno y, hoy en día, tenemos un enorme déficit partidista. Y, como ha planteado Giovanni Sartori repetidas veces, no existe ninguna garantía de que la instauración por decreto de un régimen parlamentario produzca partidos disciplinados y de ámbito nacional. En Colombia tendríamos más inestabilidad política que en la IV República Francesa o en la Italia de la segunda postguerra, lo cual significaría añadirle a los problemas actuales un elemento adicional de ingobernabilidad del sistema. En pocas palabras, en las actuales circunstancias que vive Colombia es necesario fortalecer las facultades presidenciales: el problema de Colombia no es de ausencia de democracia, GARY HOSKIN / ÓSCAR DELGADO / EDUARDO PIZARRO LEONGÓMEZ / FRANCISCO GUTIÉRREZ
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sistema mayoritario, el 30 o 40% de los votantes pueden quedar sin una silla en el Parlamento. Cuánta gente periodistas, politólogos, referendistas profesionales no podría hacer de esta injusticia terrible un tema de vida. El punto demuestra que al sistema político colombiano se le están haciendo demandas inconsistentes. Palo porque bogas, palo porque no bogas. Esto sería sólo una curiosidad lógica, si no tuviera el potencial de llevarnos a aventuras autoritarias, como ha sucedido en los países vecinos. Hay muchísimos ejemplos de demandas inconsistentes. Se quieren partidos fuertes, pero a la vez política sin maquinaria. En una de las N versiones de la reforma electoral se clamaba por la consolidación de los partidos, y a la vez se proponía el voto preferente, uno de los instrumentos que más personaliza y desinstitucionaliza a la política. Se exige que los cuerpos colegiados vigilen y fiscalicen, pero cuando lo hacen se reclama que se le están atravesando en el camino al ejecutivo. Y se desea alejarse de la alta proporcionalidad que protege a las fuerzas pequeñas de la cuota electoral vigente, sin pagar los costos de este alejamiento. En general, si la oleada reformista de los últimos años adolece de un defecto, es de falta de ideas y objetivos claros. Por lo demás, no creo que Colombia carezca de gobernabilidad. Si se usa el término en la acepción de dificultad/ineficacia para gobernar , como lo denota la pregunta, nuestro sistema político tiene problemas de exceso de gobernabilidad, no de defecto. Necesitaríamos mucha menos oposición fuera del sistema, y mucha más, adentro.
sino de ausencia de un orden público democrático que permita el ejercicio de la democracia. F. G. Es necesario y a la vez imposible transitar hacia un régimen parlamentario. Necesario, porque parece la única vía para levantar varios de los bloqueos de nuestro sistema político y para profundizar la democracia. Imposible, por el enorme desprestigio del Parlamento, su debilidad, su falta de conexión con la población. Este fenómeno - falta de legitimidad - no es exclusivamente colombiano, es bastante complejo y va más allá de la simple reforma de los estatutos electorales. El reto de largo plazo más importante de nuestra política es: ¿qué hacer con el Congreso? ¿Qué lugar darle en el sistema político? Eso me lleva a la siguiente pregunta.
4. ¿Cuál cree que es la mejor manera de llevar a cabo una reforma política?
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G. H. Considerando las reglas vigentes, es más rápido y eficiente hacer una reforma política por medio del Congreso Nacional que por referéndum. Creo que el nuevo Presidente debe gastar su capital político tratando de sacar las reformas por el Congreso. Sin embargo, no estoy convencido de que eso sea factible dada, la intransigencia que ha mostrado el Congreso con los paquetes de reformas presentados en los últimos años. Si el Congreso no la aprueba, se debe utilizar la ruta de un referéndum popular para aprobar una reforma política bien pensada. Quiero terminar con la observación de que una ingeniería institucional que promueva las reformas mencionadas arriba, no necesariamente significará un cambio radical, en la manera como las instituciones políticas desempeñan sus funciones o en el comportamiento político de los colombianos. La suposición que existe en el país de que se puede arreglar cualquier problema político con nuevas leyes o cambios constitucionales no corresponde fielmente con las experiencias previas por razones de subestimación del impacto de la inercia institucional y la cultura política sobre el proceso de cambio. Pero eso no implica que debamos abandonar los esfuerzos para promover una reforma política bien pensada, solamente que debemos moderar nuestras esperanzas. O. D. a) Desde la perspectiva normativa, el referéndum, dada la inevitable concreción y la brevedad de las preguntas al pueblo, no permite rehacer in extenso la Constitución y puede devenir en la delegación de la soberanía para la
reforma, bien al poder ejecutivo o a un grupo de notables. Por tanto, en vista de la incapacidad demostrada por el Congreso para auto-reformarse y cambiar las reglas del juego de la política (en períodos anteriores y en vista de la composición del que fue elegido el 10 de marzo en medio de fraudes) no habría otra manera distinta para efectuar la reforma política, que convocar a elecciones para elegir popularmente una Asamblea Constituyente y Legislativa. Cabe anotar que el proyecto de Asamblea se enfrenta a los intereses creados del establecimiento y la clase política, que promoverán su archivo, si no hubiese un previo acuerdo sobre su texto. b) Desde la perspectiva del mundo de la vida y de los subsistemas, el deterioro de los procesos y de la situación política, judicial y bélica, para su normalización requeriría una movilización socio-política alrededor de un proyecto integral de cambio social, procedimiento que no se avizora a corto plazo, debido a 1. la desinstitucionalización del Estado y de los partidos, 2. la ausencia de sociedad civil, 3. el amalgamamiento colusorio de lo que Mair y Katz denominan el cartel-party, para la continuidad del patrimonialismo que la astuta clase política corrupta ha venido ejerciendo impunemente con respecto a los bienes públicos (el presidente electo, Alvaro Uribe, con réditos electorales, prometió luchar contra la corrupción y la politquería) y 4. lo que no es menos importante, la imposibilidad de construir un control social sobre las actuaciones y omisiones de los poderes (la rendición de cuentas), y sobre la regulación de los mercados, mientras los grandes medios y agencias de la comunicación social y pública permanezcan bajo el control del subsistema económico, eje de la concepción y práctica del neocorporativismo y la delegación, que inducen a la sustitución de un proyecto de Nación-Estado en torno de la idea de democracia, por la de un liberalismo no protectivo. E. P. Una de las mayores dificultades para llevar a cabo una reforma electoral es que ésta debe ser discutida y aprobada en el Congreso, es decir, por quienes han sido elegidos (y se han beneficiado) mediante las normas existentes. Sin embargo, no es positivo para un sistema democrático intentar pasar por encima de las instituciones existentes, por lo cual amenazas de cierre del Congreso o de llevar a cabo plebiscitos a sus espaldas, son pésimas decisiones. Es la introducción del morbo autoritario, un paso hacia la arbitrariedad. El presidente Álvaro Uribe Vélez debe aprovechar al máximo su primer año de gobierno para impulsar la reforma política en el marco del Congreso de la República, bajo la garantía de
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F. G. Hay muchas cosas que reformar en la política colombiana. Comienzo con las más obvias y, desgraciadamente, las menos nombradas en el debate sobre reforma. Hay que combatir implacablemente la presencia del crimen organizado y los grupos armados en el Congreso. El tema ameritaría un cuerpo especial de la Fiscalía. Hay, igualmente, que hacer un debate con presencia de la comunidad internacional y de los cuerpos de seguridad colombianos sobre el asesinato de opositores políticos, una constante en el país en los últimos 20 años. También deben eliminarse todos aquellos factores de deslegitimación y escándalo del Congreso y los cuerpos colegiados subnacionales. Auditorías privadas, reforma del régimen pensional y salarial de parlamentarios, concejales y diputados, eliminación de la casa por cárcel, etc., parecen todos cambios adecuados y que se pueden realizar rápidamente, si hay suficiente presión de la opinión. En cuanto al sistema electoral, es preciso hacer del Tribunal Electoral un cuerpo técnico, no partidista su composición y concepción actual no es buena, y da pie para todo tipo de escándalos, suspicacias e ineficacias. Creo que la idea de listas únicas (por partido/circunscripción/cargo por proveer) es también bastante robusta. Antes de reformar el conjunto del sistema electoral y de meterle la mano al Congreso, habría en cambio que precisar cuáles son los objetivos y las expectativas detrás de la propuesta. Cualquiera que haya estudiado mínimamente el
tema sabe de memoria dos cosas. Primero, los cambios en los sistemas electorales tienen efectos sobre el balance del poder, no son neutros la analogía con un puente. sugerida por el término ingeniería institucional resulta aquí particularmente desafortunada-. Segundo, no hay sistema electoral perfecto, esto es, todos tienen costos así como potenciales beneficios. Ganaríamos mucho si comenzáramos a mirar con desconfianza a todos aquellos que prometen almuerzos gratis. Donald Saari, en la introducción de uno de los libros más bellos que se han escrito sobre teoría del voto7 ofrece un corolario : Sea cuidadoso y mantenga su escepticismo cuando se encuentre a un vendedor de la academia o de un partido político ofreciéndole reformas electorales sobre todo en tiempos de elecciones. Enfrentar una reforma electoral debería ser tratado como involucrarse en una compra de gran tamaño, como adquirirle un carro usado a una persona desconocida. Asegúrese de estar bien seguro de saber exactamente qué se le está vendiendo . Los colombianos haríamos bien en aprendernos de memoria este sano consejo.
Bibliografía. La feria de los avales , en El Tiempo, 29 de enero del 2002. Carey, John y Shugart, Matthew, Incentives to Cultivate a Personal Vote: A Rank Ordering of Electoral Formulas, Electoral Studies, V. 14, No. 4, 1995. Gallagher, Michael y Marsh, Michael (eds), Candidate Selection in Comparative Perspective: The Secret Garden of Politics, London, Sage, 1988. Lijphart, Arend et al., Sobre la reforma política en Colombia. Informe de la Consultaría Internacional , en Ministerio del Interior, Reforma política. Un propósito de nación. Memorias, Serie Documentos, No. 17, Bogotá. Saari, Donald G., Basic Geometry of Voting, New York, Springer Verlag, 1995.
7 Donald G. Saari, Basic Geometry of Voting, New York, Springer Verlag, 1995, pág. 13.
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GARY HOSKIN / ÓSCAR DELGADO / EDUARDO PIZARRO LEONGÓMEZ / FRANCISCO GUTIÉRREZ
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Debate
que las nuevas normas sólo entrarán a regir a partir del año 2006. Para romper las resistencias anti-reformistas, el Presidente debe abrir un gran debate nacional y movilizar a la opinión pública a favor del cambio, con la garantía a los congresistas de que su mandato estará vigente hasta el final de su período constitucional.
LENGUAJE Y POESIA EN HEIDEGGER (Fragmento)* Jean Bucher
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En la última etapa de nuestras meditaciones heideggerianas y siguiendo las huellas de su experiencia pensante, a través de la rica región del lenguaje, nos acercamos a la vecindad misma del poeta que canta1 y vamos a tratar de entender la expresión enigmática según la cual «la poesía que piensa es en verdad la topología del ser»2 a la que hacen eco estas otras palabras no menos enigmáticas: «el pensamiento es la poesía original que precede todo arte poético»3 . Ambos están destinados al servicio del lenguaje, en él se gastan y se consumen, pensador y poeta aproximándose en una misma región misteriosa. Porque si la filosofía misma nos parece un modo privilegiado del decir, y el arte poético algo distinto de una imaginación desbocada, hacemos del pensamiento una obra de poesía; de cierta poesía elaborada sin la elegancia y la armoniosa resonancia que hace la verdadera poesía, y hacemos de la poesía misma, no un simple modo más noble y más sublime del decir del habla cotidiana, sino un decir que, como ningún otro, busca su eco en el pensamiento. La esencia del pensamiento, como la de la poesía, en última instancia reposa en un pensar que se da como memorial (Gedächtnis), como recuerdo evocado que se orienta hacia lo que invita a pensar4 . Así el avecinamiento sugerido no carece de fundamento. Es verdad que si hay parentesco entre pensamiento y poesía, éste permanece un poco oculto tanto por las construcciones teóricas de la razón como por las melodías armoniosas cantadas por el poeta que nos parecen apelar al pensamiento. Porque el diálogo entre pensamiento y poesía parece rehuirse de parte y parte con igual ardor. Se ve allí en primera instancia el riesgo de que el pensamiento se apropie de la poesía y la ahogue y de que el abandonarse, el refugiarse en el sueño, en la evasión del artista, pueda ser considerado por el filósofo como un esfuerzo desesperado por adornar el camino árido del pensamiento. Sin embargo, desde 1935 la actitud de Heidegger es clara al proclamar que pensamiento y
* Tomado de: Bucher, Jean, La experiencia de la palabra en Heidegger, Bogotá, Editorial Ariel, 1996. 1 M.H., Expérience de pensée , Questions III, 1966, pág. 29. 2 Ibíd, pág. 37. 3 M.H., La parole d´ Aniximandre , Chemins qui ne mènent nulle part, 1962b, pág. 268. 4 Sobre el pensamiento como memorial ver el ensayo Andenken (Recuerdo), M. H., Approche de Hölderlin, 1962a, págs. 99-194.
poesía pertenecen al mismo orden y se despliegan en una dimensión distinta de la del pensamiento científico. Así como lo testimonian ya los iniciadores del pensamiento filosófico: Parménides, Heráclito, cuyo pensar era todavía de carácter poético5 . De hecho, el diálogo historial entre el pensamiento y la poesía está ya establecido en la medida en que toda gran poesía tiende a ponerse a la altura del pensamiento y que el pensamiento que piensa lo que es más digno de ser pensado, «sigue sus caminos en el entorno de la poesía»6 . Heidegger sugiere que ambos, poetas y pensadores, se necesitan recíprocamente: afirmación que puede aparecer insólita para quienes se atienen al rigor del pensamiento como para los que admiran el libre despliegue de la imaginación poética. Pero es necesario justamente que la filosofía se escape del control de la lógica y de la ciencia como lo querían por ejemplo, los neopositivistas que veían en el pensamiento un dócil siervo de la ciencia. Para Heidegger, es necesario que la filosofía tome conciencia de su propia fuerza, sabiendo que no ha nacido de la ciencia, ni ha crecido gracias a ella y que más que estar subordinada a ella le está «preordenada»7 . La tesis de la afinidad esencial del pensamiento y de la poesía no puede ponerse en duda a menos que se esté prisionero del prejuicio que concibe el pensar únicamente como un asunto de la ratio, de la razón calculadora, y mientras se tenga desconfianza de todo lo que no se someta a su jurisdicción. Así según Heidegger, tenemos por sospechoso todo lo que aproxime pensamiento y poesía en la medida en que no se comprenda que ésta ha alcanzado su apogeo y que: «No se puede iniciar el pensamiento hasta que hayamos aprendido que la razón, esta cosa tan magnificada desde hace siglos, es el enemigo más encarnizado del pensamiento»8 .
5 Hay tres discursos heideggerianos sobre la poesía: a) El de tipo teórico: Origen de la obra de arte , Qué quiere decir pensar y Carta sobre el humanismo . b) Comentarios de poemas de Hölderlin (Acercamiento a Hölderlin), de Rilke. ( Para qué sirven los poetas en época de desolación . En Sendas perdidas) y de Trakl y Georg (Caminando hacia la palabra). c) Escrituras alegóricas: Camino de campo , Serenidad y los aforismos en Experiencia de pensamiento . 6 M. H., Le déploiement de la parole , Acheminement vers la Parole, 1959a, pág. 173. 7 El pensamiento científico no es más que una forma derivada, y como tal, petrificada, del pensamiento filosófico M.H., Introduction à la méthaphysique, 1959b, pág. 37. 8 M. H., Le mot de Nietzsche, Dieu est mort , 1962b, op, cit., pág. 219. Esas palabras fueron pronunciadas en 1943 en un momento donde la razón técnica había llegado a la suprema sinrazón.
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«El drama no es que el hombre crea hoy poder vivir sin Dios sino que continúe confundiendo a Dios con el ser y que rechace a la vez toda forma de lo sagrado. Disminuir lo sagrado, oscureciendo su luz, hacer de ello al máximo un atributo de Dios, es crear las condiciones de un oscurecimiento, de un retiro fundamental»9
simple acumulación de significaciones. Ella traduce sobre todo el paciente encaminamiento y el balanceo indeciso del decir, que es lo contrario de un juego estéril. O como lo dice M. Raymond: «Se lo induce a uno a ver una verdadera dicotomía entre dos caminos y dos modos de conocimiento. Esta dicotomía se inscribe primero en dos lenguajes diferentes. El del poeta es necesariamente ambiguo, plurívoco, sobredeterminado (como dicen los psicólogos) puesto que el hombre, con todos sus poderes y en primer lugar por medio de sus sensaciones busca el acoplamiento con la plenitud de las cosas, mientras que el lenguaje del científico tiende a la univocidad y a la aprehensión de una verdad que será susceptible de demostración lógica o matemática como también de aplicación práctica; verdad relativa, no obstante, relativa a la conciencia intelectual del observador y al perfil que ella habrá recortado en lo real»10 .
No hay que desconfiar entonces de la aproximación entre pensamiento y poesía mientras se tome el pensamiento, no como un instrumento de conocimiento, sino de entendimiento del poema original que precede toda poesía y el dictado de la verdad del ser. Mientras permanezcamos aferrados al pensamiento como vía única que habla con una voz única, seremos insensibles, aun hostiles, al decir poético que nos habla siempre con varias voces a la vez. Entender el decir poético no es denunciar o deplorar su plurivocidad esencial, que no constituye ni debilidad, ni vicio, sino por el contrario, un rigor único en su género, rigor que prevalece sobre la simple exactitud técnica y sobre la univocidad de los conceptos científicos. La poesía dice más en una sola palabra porque rehúsa reducir o abolir la infinita y vivaz riqueza de las cosas que nos hablan. Así el decir poético es irreductible a un enunciado que se pueda traducir en conceptos unívocos; el decir poético, como el pensar, avanza así a través de la multiplicidad congénita del sentido que es otra cosa que la
Ciertamente el pensamiento o la filosofía- y la poesía se habían puesto antes en relación y Hedigger no es el único en haberlo intentado, pero esto se hizo siempre de una manera superficial y puramente exterior, ligándolos al mismo ámbito cultural al género llamado literario- opuesto a la ciencia o a la técnica. Varios pensadores modernos, Nietzsche, Valéry, asimilan la obra de los filósofos a la obra de arte y más específicamente a una cierta forma de poesía, en vez de alinearla al lado de la ciencia de la cual no tiene más que la apariencia11 . Ante el dilema o la perplejidad de saber si la filosofía debía ser considerada como un arte o como una ciencia, Nietzsche, atento a distinciones sutiles, afirmaba por ejemplo que por sus fines y sus productos era la filosofía un arte pero que por su medios se aproximaba más al lado de la ciencia, y concluía que la filosofía es una forma de poesía, imposible de clasificar, y para la cual sería necesario inventar una categoría nueva. Porque la filosofía considerada desde el punto de vista científico sería para él una ilusión, una no verdad que podría frustrar la aspiración al conocimiento al no poderlo satisfacer verdaderamente, por no tener otro valor que el de un medio de expresión estético. La filosofía podría encontrar su justificación no en la esfera del conocimiento, sino en la esfera de la vida, y podría colocarse así en otro nivel, más fundamental tal vez.
9 A. de Benoist, L´eclipse du Sacré, 1986., pág. 175, y añade: reduciendo a Dios, a un ente supremo, primera causa o valor en la base de toda valoración, la metafísica occidental ha excluido toda trascendencia auténtica y, sin saberlo, preparado el auge del ateísmo contemporáneo . Ibíd., pág. 176.
10 M. Raymond, Vérité et Poésie, 1964, pág. 272. 11 J. Derrida hace alusión a una posible relación entre Nietzsche y Valéry desde el aspecto de la filosofía vista como obra literaria, Ver J. Derrida, Qual Quelle , Marges de la philosophie, 1972, pág. 349.
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Para Heidegger el culto de la razón tecnocientífica y su predominio no son más que la última expresión de la metafísica. Es cierto que a menudo se ha considerado que la esencia de los tiempos modernos consiste en la liberación de los lazos y ataduras teológicas de la edad media que la mantenían bajo la obediencia de un ente supremo trascendente. Pero la huida de los dioses es insuficiente para explicar lo que constituye la modernidad de nuestra época. A los ojos de Heidegger, es la concepción global del hombre y del ser y por tanto de sus relaciones- lo que marca la verdadera diferencia metafísica entre el mundo antiguo y la era moderna que se origina de hecho en la interpretación metafísica del ente. Para los griegos, por ejemplo, el hombre es más bien mirado por el ente mientras que el hombre moderno se pone en escena en un teatro donde al ente se le obliga a presentarse:
A conclusiones semejantes llevan las numerosas reflexiones de Valéry sobre las relaciones de la poesía y de la filosofía. Valéry se pregunta en qué se convierte la filosofía ante el progreso irresistible de la ciencia y los descubrimientos de la técnica que moldean hoy en gran medida la existencia misma del hombre. ¿En qué se convierte el filósofo apresurado y sorprendido por la actividad de las ciencias físicas, amenazado también por los hábitos de trabajo, lentos y minuciosos, de los filólogos y de los lingüistas? ¿En qué se convertirán las expresiones como yo pienso o yo soy? Además, tomando precisamente este término ser, tan caro para Heidegger y para los existencialistas en general, pronuncia estas palabras especialmente escépticas: «Qué se vuelve, o en qué se convierte este verbo nulo y misterioso, este verbo ser, que ha hecho tan gran carrera en el vacío? Muy sutiles artistas han sacado de esta sílaba humilde, cuya obsolescencia y desgaste del sentido original han tenido tan extraña suerte, una infinitud de preguntas y respuestas»12 .
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Así, Valéry ve en el filósofo un artista, pero un artista que «no quiere aceptar serlo», lo que caracteriza «el drama o la comedia de la filosofía». La diferencia que existe entre la filosofía y la obra poética no puede ser más que una pura forma, la frecuencia de ciertos términos, una disposición de fórmulas, sin que ni la una ni la otra, a la manera de la ciencia, pueda pretender ninguna verificación exterior, ninguna especie de poder. Sin duda, según Valéry, si la obra del filósofo es arte, su arte no consiste, como el del poeta, en abusar de la resonancia de las palabras y hacer de suerte que «el sonido y el sentido no puedan separarse y responderse indefinidamente en la memoria»13 . La filosofía especula más sobre el valor absoluto del sentido que sobre el del sonido esforzándose, inútilmente tal vez, en no dejarse manejar por las palabras y en seguir en todo momento el orden impuesto por el concepto. Pero a pesar del esfuerzo por no caer en la trampa que sería la búsqueda de un fin puramente verbal, no es menos cierto que el filósofo no puede abstenerse de «hacer hablar su pensamiento» y que en resumidas cuentas la palabra lo mismo que para el poeta, de manera diferente tal vez, es el medio y el fin de toda filosofía. Es cierto que a Heidegger este género de aproximación entre filosofía y poesía le parecería demasiado exterior. Su 12 P. Valéry, Léonard et les philosophes (Variété), Oeuvres I, 1957, pág. 1255. 13 P. Valéry, Situation de Baudelaire (Variété), 1957, op. cit., pág. 611.
interrogación fundamental de si el pensamiento es obra poética se sitúa en otro nivel. Si la poesía y el pensamiento son para él dos modos diferentes del decir que se reúnen en lo mismo, en una misma solicitud por el dicto del lenguaje, ambos son «paralelas que se unen en el infinito», en lugar de ser dos vías radicalmente separadas que conducen hacia la vecindad del ser. Habría que sentar las bases que permitieran hacer una distinción entre el pensar poético y el pensar lógico, es decir, responder a la pregunta fundamental a la cual Heidegger se esforzó en responder toda su vida-, pregunta que no ha cesado de obsesionar a los filósofos: «que quiere decir pensar?»14 . Evidentemente, no se trata aquí de aplicar los criterios lógicos de una definición o de una proposición bien formada, pues sería determinar de antemano la respuesta midiéndolas según un modo de pensamiento lógico. De esta misma lógica que ha pasado durante milenios como la ciencia por excelencia del pensar y como la disciplina misma del pensamiento que ella fue, y que aun en nuestros días sigue gobernando y rigiendo nuestra manera de pensar. Algunos, como Kant por ejemplo, depositaron en ella una confianza casi ciega por haber sabido ella, desde el principio, establecer con certeza «las reglas del pensar», de suerte que no tuvo que empeñarse en ningún progreso- a diferencia de otras ciencias- ni variar lo esencial de sus descubrimientos en cuanto a la esencia del pensar y de sus leyes. Heidegger nos muestra que, por el contrario, la lógica se ha atribuido una jurisdicción suprema a la cual debe ceñirse todo pensamiento digno de este nombre y subraya los esfuerzos hechos por algunos pensadores insulares para remover este reino incontestado: Leibniz, el mismo Kant y sobre todo Hegel. No obstante, por importantes que hayan sido estos esfuerzos, todos se atemperan a la pretensión de la lógica de ser la única interpretación válida del ser mismo del pensar, tal como lo señala Heidegger. Así, lejos de desfallecer ante el ataque de estos esfuerzos de renovación, la lógica no hace más que afirmar su poder tal como lo ejemplifica de manera patente la «Ciencia de la lógica» de Hegel. Y aunque Hegel represente el apogeo del imperio de la lógica, para Heidegger no hay más que una manera de sobrepasarla, destronándola y poniéndole fin a su reino absoluto. El fracaso de la lógica para decir el ser auténtico del pensar, se basa en primer lugar en el hecho que se funda sin saberlo- en una ontología implícita que, de entrada, 14 Qué quiere decir pensar es el título mismo de una conferencia pronunciada por Heidegger en la radio de Bavaria y también el de un curso dado en el año 19511952, retomado en M. H, Qu´appelle-penser, 1959c.
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« En el horizonte de la representación científica, que no conoce más que el ente, lo que no es de ninguna manera un ente, o sea el ser, no puede ofrecerse más que como nada»15 .
Heidegger se compromete en la vía peligrosa de un pensamiento no conformista que medita sobre el problema de la nada («¿por qué hay alguna cosa como el ente y no más bien la nada?»), ante la cual el entendimiento humano da paso atrás de miedo buscando ante todo la seguridad, lo estable, lo dado. ¿No es entonces que él rehúsa las categorías de la lógica tradicional al develar la angustia escondida en el corazón del hombre moderno que es, para él, «el lugarteniente de la nada?»16 . Esta insólita metáfora se contrapone a la del hombre visto como el «pastor del ser» y concierne precisamente a este cuestionamiento absolutamente radical del ser del pensar mismo, en el esfuerzo de poner fin al reino absoluto de la lógica y a la vez del entendimiento humano que se pavonea como señor y maestro del pensar. Al interrogarse sobre las razones por las cuales el ser humano ha permanecido durante tan largo tiempo como una «marioneta de la lógica», Heidegger se pregunta cuáles fueron las fuerzas metafísicas históricas que se ejercieron sobre el pensamiento de Occidente para que aceptara someterse a la sola ley del pensar lógico. Cuestión que se precisa todavía más cuando se pregunta qué pasó para que el discurso filosófico se haya esclavizado por completo ante el concepto de lógica, y a la lógica del concepto, y se haya definido el concepto mismo por la idea de la categoría (Aristóteles), la proposición por la de juicio y la conexión de las proposiciones por la idea de deducción. Esto remite en conjunto a una cierta comprensión del pensar y del pensamiento como el acto de enunciar, de decir «algo de algo». Se trata aquí del predominio de lo que se llamará
15 M.H., Contribution à la question de l´Etre , Questions I, 1968, pág. 242. 16 Exprexión que Heidegger utiliza en Qué es la metafísica (Questions I, 1968, op. cit.), donde él piensa la nada como aporte al pensamiento del ser.
más tarde la estructura predicativa del pensamiento en su interpretación metafisicológica, pues para predicar alguna cosa en relación con otra cosa es necesario que haya un sujeto, un algo como sujeto del cual se predique o enuncie, y en predicado, es decir, lo que se dice del sujeto. Por otra parte, para que haya predicación es necesario además que lo que está unido o separado el sujeto y el predicado- sean compatibles, que no haya posibilidad de contrariedad entre ellos, que no se contradigan: «La predicación para ser posible, debe evitar de antemano la contradicción. Es por eso que la regla de evitar la contradicción tiene el valor de principio para la predicación»17 .
Así la lógica o ciencia del pensar debe comprenderse ante todo como la ciencia de la proposición y el esquema que dominará el pensamiento que se da como lógico, se impondrá históricamente como determinado a la vez por una concepción del pensamiento y una concepción del objeto del pensamiento, dicho de otro modo, por una significación ontológica. Así la representación es la función esencial del entendimiento o del pensamiento occidental, puesto que ella es por esencia oposición del ente en su ser a la vez lógico y óntico. Lógico, al situar la relación del sujeto y del objeto en la proposición. Óntico en cuanto plantea al mismo tiempo la relación del objeto y del sujeto. Heidegger nos muestra cómo el pensamiento se hace representación para toda la tradición occidental salida de la ontología griega que coloca al ser como presencia: «De hecho, la historia de: pensamiento occidental no comienza porque piense en lo que da más a pensar, sino porque lo deja en el olvido. El pensamiento occidental comienza pues por un descuido, o aún por una debilidad»18 .
Las consecuencias que se desprenden de esta ontología de la presencia que proviene de Grecia son considerables para la historia del pensamiento: contribuyen a configurar la imagen que tiene el mundo occidental aun en sus concepciones científicas y técnicas. Si Heidegger nos convida a pensar el ser del pensamiento contra la lógica tradicional, no es como se podría pensar, que él preconice la actitud insensata de quien se resigna a renunciar a todo rigor de pensamiento.
17 M.H., 1959c, op.cit., p. 158. 18 Ibíd, pág. 154.
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circunscribe el dominio del ser pensable al dominio del ser dado y subsistente es decir, sustancial-; por consiguiente, limita a ella misma su validez y el alcance de sus interdicciones. Es que en definitiva ella le asigna al pensamiento un solo objeto posible, precisamente lo que es objeto (Gegenstand), lo que presenta como dato permanente, como lo que puede siempre de nuevo «sercolocado-delante» (Vorgestelt):
Pensar contra la lógica, dice en la «Carta sobre el humanismo», no significa favorecer lo ilógico sino volver en la reflexión al logos y a su esencia, tal como aparece ella en la primera etapa del pensamiento. El pensar debe renunciar a complacerse sólo en el pensamiento conceptual de la lógica y reubicarse en la «pobreza de su esencia provisional» que fue suya en el momento de su primera eclosión cuando el logos era todavía -en Parménides, en Heráclito- al mismo tiempo pensamiento y poesía y cuando el decir poético podía todavía, sin el riesgo de parecer caer en la demencia, ser loado como más verdadero que la exploración y la conquista del ente19 . Para entender y reencontrar el ser mismo del pensar, según Heidegger, es necesario ante todo abstenerse de caer en la idolatría -por no decir el imperialismo- del pensamiento lógico y racional: porque si la lógica da razón de la razón, no le hace verdaderamente justicia al pensamiento, que monopoliza en su provecho, y del que privilegia la única forma rigurosa que conozca: la que confunde rigor y exactitud como única medida de la razón reificada. Heidegger subraya que el rigor del pensamiento tanto como el rigor poético escapa a la alternativa de lo exacto y de lo inexacto sin por ello caer en lo irracional. Tal vez, según él, el único rigor que importa verdaderamente al pensar requiere precisamente esta renuncia a la exactitud y al razonamiento que nivela, reduciendo toda cosa a su medida. Este pensamiento de lo exacto no se pone más que a calcular lo que, en el ente y no en el ser- se numera y se cuenta sin jamás dejar de manifestar otra cosa que lo calculable y lo enumerado, habiendo decidido de una vez por todas que no hay más ente que el mensurable20 . Heidegger señala que si este cálculo resulta eficaz, no enriquece para nada el ser del pensamiento y paraliza su libre despliegue, al cerrarse a toda otra relación con el ente que no sea aquella estrictamente limitada a lo mensurable y calculable:
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«El pensamiento, comprendido en el sentido de representación lógica y racional se revela, en relación con el Gedanke inicial, como un estrechamiento y empobrecimiento tal de la palabra, que apenas si se lo puede concebir»21 . 19 Recordemos aquí la frase de Heidegger en su Carta sobre el humanismo que habíamos citado en la introducción: permanece todavía válida la expresión de Aristóteles en su Poética según la cual el decir poético está más cerca de la verdad que la exploración metódica del ente , M.H., Leerte sur l´humanisme , Questions III, 1966ª, op. cit., págs. 651-652. 20.Según la frase de Max Planck: Es real lo que se puede medir (citado por M. H., Science et méditation . Essais et Conférences, 1958, pág. 64). 21 M. H., 1959c, op. cit., pág. 145.
El rigor no consiste para él en el criterio de unicidad de sentido que favorece a las proposiciones y símbolos matemáticos. Sería olvidar que la multivocidad de la palabra meditante o poética no es una unicidad que no haya todavía alcanzado y que por debilidad no pudiera alcanzar. Al contrario, la multiplicidad del sentido es más bien el elemento donde el pensamiento debe moverse para ser riguroso, el rigor del pensamiento en el sentido de la palabra alemana Strenge tiene que ver más que todo con el vigor que él puede exhibir, mientras que el pensamiento lógico y racional que tiende a la exactitud y a la univocidad del sentido, lo que lo hace empobrecedor y paraliyante. Sobre todo no es cierto que la forma conceptual y predicativa convenga a toda forma de pensamiento. Para él la concepción no es más que la manumisión del ente colocado ante él y sometido a su poder y a su acción: una especie de pensamiento activo y conquistador que se esfuerza por apoderarse del ente no dejándole ninguna oportunidad de expandirse libremente, de dejar que las cosas sean lo que ellas son en verdad. A la concepción tecnológica del pensamiento opone él un pensamiento de despliegue del ser, pensamiento que surge sin conocer ni el concepto ni los enunciados bien formados según las reglas de la sintaxis predicativa22 . Nos recuerda Heidegger que todos los grandes iniciadores del pensamiento griego pensaron sin recurrir a los conceptos; y cuán equivocados están quienes quisieran acusarlos de falta de rigor. Algunos piensan que el pensamiento preconceptual de estos prearistotélicos, corresponde simplemente a un estado primitivo del pensamiento, a la infancia de la filosofía, y no a una etapa de madurez, así como el niño que no sabe aún manejar las estructuras rigurosas de la sintaxis se contenta con el orden más simple y espontáneo de la parataxis. Así mismo es posible que el pensamiento inicial griego haya preferido prescindir del concurso de concepto y haya privilegiado una forma de pensamiento místico o de imágenes, un pensamiento poético. Del mismo modo Hegel, dándole prioridad al concepto, se opone a aquellos que aun en nuestros días preconizan una manera mitológica o poética de filosofar, convencido como está de que el pensamiento se ha desarrollado suficientemente para realizarse en el elemento que le es propio el concepto-. El mito no es para él más que un «ornamento superfluo» que no contribuye en nada a hacer avanzar el pensamiento, así como se lo prueba suficientemente el ejemplo de Platón. Para Heidegger, por el
22 Ibíd, págs. 127-262.
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«Pensar, en el sentido de la palabra que inicialmente habla, la del gedanc (reconocimiento), es casi todavía más original que el pensamiento del corazón que Pascal, en los siglos posteriores y en contraposición al pensamiento matemático, trata de reconquistar»23 .
Según Heidegger, esta segunda manera de pensar aparentemente improductiva, requiere tal vez más tesón y paciencia y más trabajo que la otra y es tan natural como el pensamiento calculador. Compara él aun este pensamiento meditativo con el oficio del campesino que exige dedicación pero también paciencia para dejar germinar, madurar lo que ha sembrado o, como diría Hölderlin, a quien Heidegger suele citar: «El dios solícito detesta el crecimiento prematuro»24 . El suyo es un pensamiento poético abierto a la metáfora viva y en general al mundo mítico, mientras que para Hegel, continuando esta comparación con el representante más eminente del pensamiento concepto, ninguna metáfora podría adecuarse al pensamiento. Porque el mito y la imagen, para él, indican algo distinto del «pensamiento puro» y un espíritu desprevenido podría dejarse seducir por la 23 Ibíd, pág. 145. 24 M. H. 1959b, op. cit., pág. 156, y que hace eco a las palabras de Rilke que exalta la espera del artista inspirado por el poema Palma de Valéry.
sensibilidad, la imaginación que hay en ellos, es decir, por la afectividad más que por el pensamiento puro25 . Se sabe que para Hegel la poesía y el mito no se avienen con el pensamiento riguroso, porque la una como el otro se expresan en el lenguaje de la representación que finca su elocuencia en la imagen. Según él la representación a diferencia del concepto, mezcla en el pensamiento sentimientos e imágenes, y además confunde en un conjunto indistinto lo singular y lo universal. Al admitir sin embargo que en la poesía la razón no está completamente ausente, ve allí una razón soñada, una especie de sueño lúcido. Hegel admite que la poesía precede a la filosofía, así como a la poesía la precede la música: la poesía es a la vez melodía y ritmo y, contrariamente a la música, tiene también una significación. Allí reside para él la ambigüedad esencial que caracteriza la poesía, que no distingue entre lo real y lo imaginario, la melodía y la significación, lo sensible y lo inteligible, lo subjetivo y lo objetivo, lo individual y lo universal. Y piensa él que es precisamente esta rutilante ambigüedad de un lenguaje primitivo lo que explica la seducción que ejerce sobre el filósofo. En la poesía, para él, el signo no se borra totalmente en provecho de la significación, pues la poesía es una forma que permanece siempre sumergida en su material sensible. Y permanecer con el ser inmediatamente sensible del lenguaje, como lo hace el poeta, es mostrarse incapaz de sobrepasar el elemento inmediato del sentido, volver del pensamiento a la poesía que, lejos de ser la expresión propiamente dicha del sentido, no sería más que su presentimiento. Así la poesía, según Hegel, es melos y logos, en tanto que la filosofía es puro logos, puro pensamiento que se piensa a sí mismo. Son precisamente las virtudes que incitan a Hegel a preferir el concepto a la palabra poética y al mito las que llevan a Heidegger a separarse y a combatir la disciplina y la hegemonía del concepto en nombre de la libertad del pensar, que no podría desplegarse más que por fuera de las cadenas conceptuales que lo constriñen y limitan. Opone al concepto y a las barreras y moldes en que éste circunscribe el pensamiento, el libre despliegue de un pensar que no sea esclavo de la lógica, ni de la gramática26 . Muy lejos de creer
25 Las razones del corazón de Pascal ( El corazón tiene sus razones que la razón no conoce ) que Heidegger evoca en su ensayo Para qué sirven los poetas , Sendas perdidas (1950): Casi al mismo tiempo que Descartes, Pascal descubre la lógica del corazón antítesis de la lógica de la razón calculadora , pág. 367. 26 El pensamiento comprendido en el sentido del imperio del concepto y de la representación lógica constituye para él un empobrecimiento en contraste con el pensamiento fiel (andenkendes Denken).
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contrario, renunciar a traducir todo pensamiento en virtud del principio sintáctico, es de cierta manera volver a dar su libertad al despliegue mismo del pensar y, por consiguiente, todo su peso a cada palabra, en lugar de tratarla como un simple elemento de un conjunto sin el cual se la privaría de valor y de significación. El imperio del concepto le parece tanto más pernicioso cuanto que la limitación y el empobrecimiento del pensamiento, a los que conduce, no se captan como pérdida o falta. Del mismo modo que la falta o huida de los dioses no es percibida después de un cierto tiempo; lo que hace de esta pérdida algo más grave y el regreso menos probable o menos posible. Y el pensamiento que está bajo el imperio de la metafísica, la concepción que reduce todo pensamiento a aquello que construye, calcula y planifica, no puede aceptar que haya allí otro tipo de pensar que sea rebelde aun en su apariencia exterior, a la medida tecnológica del pensamiento. No puede admitir que haya, de hecho, dos clases de pensamiento, cada uno con su legitimidad: el pensamiento que calcula y el pensamiento que medita. El primero quiere avanzar y triunfar y apresurarse hasta huir de él mismo, en tanto que el otro retrocede y se torna sobre sí mismo.
que el pensar esté enteramente en poder del hombre y que sea uno de sus atributos esenciales, sería tal vez más justo invertir las relaciones instituidas entre el hombre y el pensar, como lo habíamos hecho antes en el nivel de la lengua, y comprender que es más bien el hombre quien se libra al poder del pensar, ya sea bajo la forma del pensamiento que medita su propio sentido. Pero es evidentemente esta segunda forma la que, para pensar el pensar consiente en un cuestionamiento sin fin y retomado sin cesar. A esta tarea ni la ciencia ni la tecnología nos preparan, ya que aprender a pensar exige una forma de docilidad diferente del dominio del cual se enorgullecía el pensamiento racional, del espejismo peligroso e ilusorio de creerse dueño de la tierra y del ser: «¿Qué se llama pensar? He aquí algo que suena como una pregunta resuelta y que se presenta como una pregunta unívoca. Pero la menor reflexión hace aparecer ya su multiplicidad de sentidos La multiplicidad de sentidos de la pregunta frustra toda tentativa de cubrirlos con una respuesta sin que medie otra preparación».27
Para Heidegger, pensar originalmente requiere siempre y en primer lugar ponerse en una actitud de acogida de los pensamientos, porque nunca el pensar puede desenvolverse fuera de esta disponibilidad del pensamiento que se hace dócil al mismo tiempo que se recoge. Pensar en este sentido sería hacer signo hacia la dimensión íntima del pensamiento que se acerca al fervor del recogimiento (Andacht) y la fidelidad de un pensamiento (Andenken) que quiere ser memorial (Gedachtnis): «¿Qué se llama pensar? Volvemos al fin a la pregunta y nos la planteamos al igual que al principio. Buscábamos lo que la palabra alemana Denken significa originalmente. Gedanc significa: memoria, reconocimiento, pensamiento»28
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Y el pensamiento como memoria y como integración de todo pensar fiel, sería por consiguiente la fuente primera de la poesía. Aunque lo que dice el poeta y lo que dice el pensador no es jamás idéntico. Y sin embargo pueden decir lo «mismo de manera diferente» puesto que no se trata de esclarecer el ser original del pensamiento sólo a través de la poesía. Digamos más bien que el pensamiento es impotente para pensar su ser profundo fuera del concurso de la poesía o de
27 M. H., 1959c, op. cit., pág. 127. 28 Ibíd, pág.225.
la mitología, de la misma manera que la poesía por su parte, se revelaría incapaz de decir lo que ella es en su esencia fuera de su proveniencia del pensamiento. El vaivén del pensamiento de Heidegger, entre el pensamiento y la poesía, arroja una luz nueva sobre su común procedencia y esencia respectivas29 . Se trata para él ante todo de desprenderse de la tiranía del pensamiento tecnológico y metafísico para abrirnos al poder mito-poético del pensamiento. Tal fue su ambición para la cual buscó, desde los años treinta y cinco, la ayuda de los poetas, de Hölderlin en particular. El pensamiento descubre desde entonces la cercanía singular que a través del hablar originario, lo liga a la poesía. Se capta a sí mismo en la asombrosa obediencia relativa al hablar y al pensar que son como un mismo y único dicto y se ve llamado a su decir original por aquello mismo que da para que se piense. Esta proximidad y esta obediencia sólo había osado reclamarlas para sí el poeta mientras que el pensador, no atento al pensar esencial ya haciendo prueba de una singular ingratitud hacia el pensamiento, se limita más a menudo al pensamiento razonador que calcula y que obliga a dominarlo todo a partir de la lógica. De ahí la inevitable conversión exigida por el pensamiento como por el decir auténtico, y el cambio de las relaciones que mantienen pensamiento y lenguaje. El lenguaje que piensa en su ser profundo no es la expresión del pensamiento humano, soberano en su realización de sí: es más bien lo que abre el espacio dentro del cual el hombre se ve dotado del poder de hacerse eco del ser que no accede a la palabra sino en el pensar auténtico: «Siguiendo la experiencia poética y siguiendo la más antigua tradición del pensamiento la palabra da el ser»30 .
Y este pensamiento del ser que llega por el decir del ser y para éste es, en cierto sentido, el pensamiento original y por tanto un modo de la poiesis puesto que también el decir poético llega dentro del pensamiento recogido y fiel a lo que es digno de ser pensado. Pero, como lo habíamos ya hecho resaltar a propósito del análisis de El ser y el tiempo, el decir que encubre el pensamiento más profundo es un decir en lo no dicho, porque la esencia del lenguaje se funda en último análisis en el recogimiento y en la acogida silenciosa del dicto del ser. El silencio, recordémoslo, lejos de ser el signo de una 29 Cuando el pensamiento se comprende como opuesto a la ciencia parece evaluado del punto de vista de la ciencia, como una poesía truncada . M. H., 1959c, op. cit., pág. 239. 30 M.H., Le déploiement de la parole , 1959a, op. cit., pág. 178.
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Heidegger invitándonos a derrocar las relaciones habituales que tenemos con nuestra lengua y nuestro pensamiento, debe parecer paradójica. Sólo el poeta consiente en responder31 , puesto que opta él por no preocuparse de la rentabilidad, ni ajustarse a la medida o a los criterios de una razón imperialista. Se trata en última instancia de que el pensador se someta humildemente al servicio del lenguaje y que acepte el riesgo de un pensamiento que no es útil para nada sino para enseñarnos la fidelidad del pensamiento consigo mismo y con su propio decir.
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impotencia de la palabra, permanece por ese hecho como el poder eminente del decir auténtico. En vez de tomar uno mismo la palabra, de apoderarse de ella para manipularla a su antojo, se convoca al pensador a dejar hablar en él el decir de la lengua que es menos suya que él de ella. Pero es evidentemente difícil hoy en día, cuando todo está sometido a la medida mercantil de eficacia y rentabilidad, comprender que el lenguaje no es esta herramienta cómoda que se tiene al servicio de la praxis. Así la exhortación de
ESPACIO Y TERRITORIOS. RAZÓN, PASIÓN E IMAGINARIOS AA.VV., Red de Espacio y Territorio (RET), Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2001, 725 p.
Gustavo Montañez y Fernando Viviescas
En la medida en que los humanos han ido comprobando la finitud del planeta en que viven y que casi todos los rincones donde habitan están ya interconectados por las comunicaciones y los mercados, parecen inquietarse más que nunca antes por el presente y el futuro de sus espacios y territorios. Desde comienzos del último cuarto del siglo XX ha crecido en el mundo un interés renovado alrededor de este tema por parte de muchos pensadores de la sociedad, de la cultura y de la naturaleza.
Los ensayos compilados en este volumen -desde la RET- pretenden elaborar reacciones a interrogantes relacionados con la construcción y viabilidad del proyecto territorial nacional y regional, con la inserción pertinente del país en las estructuras espaciales y territoriales del mundo del presente y del futuro, con la construcción de lo público del territorio
Este libro es pues inaugural en una temática -como la del espacio y el territorio- que cada día requiere más del estudio, de la crítica y de la confrontación intelectual para dotar el entorno político, social y cultural con elementos que, procedentes de la razón, puedan superar las pasiones que hasta ahora han enrarecido el ámbito de nuestra existencia individual y colectiva.
Pero hay también motivos de carácter más particular que nos invitan a pensar el espacio y el territorio, los cuales tienen que ver con nuestra condición de colombianos, pertenecientes a esta nación todavía en construcción.
Lecturas
Este renacimiento de la metáfora espacial sucede al mismo tiempo en que todo el planeta es escenario de la intensificación de ciertos fenómenos ambientales, económicos, culturales y
Este es el contexto de este libro, que se constituye en el primero que edita la Red de Estudios de Espacio y Territorio (RET) de la Universidad Nacional de Colombia, el cual recoge los trabajos que presentaron profesores investigadores de todo el país en el evento inaugural de la misma.
como factor de democracia e inclusión social, con la comprensión de las dimensiones territoriales de la guerra y la paz en el conflicto actual, con el desarrollo de la democracia de las territorialidades étnicas y sociales, con el conocimiento y tratamiento de la conflictividad de nuestras fronteras internas y externas, y la necesidad de su integración, con las potencialidades de la imaginación geográfica de los niños, jóvenes, adultos y ancianos, del campo y la ciudad, con la necesidad ciudadana de construir conciencia y pertenencia territorial, y, en fin, con la esperanza de construir una nación que resuma nuestras aspiraciones con visión democrática, humanística y universal capaz de gozar sus ecosistemas y su ambiente intertropical y de construir su espacio geográfico armónico con los valores fundamentales de la nación.
sociales, cuya interconexión es cada vez más estrecha. Todos estos procesos complejos provocan tendencias a veces contradictorias, dependiendo de sus escalas de acción espacial y de la naturaleza de las relaciones entre ellas.
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