22 diciembre / 2005
Revista22 de Estudios Sociales Bogotá
facultad de ciencias sociales, uniandes / fundación social
diciembre 2005
7 Editorial Jesús Martín Barbero
15 Dossier Arturo Escobar Susana Finquelievich José Luis Villaveces Alexis De Greiff Mauricio Nieto Arlindo Machado Clemente Forero-Pineda Luis Castro Nogueira Andrés Valderrama Javier Jiménez
107 Debate Judith Sutz Andrés Burbano Alejandro Piscitelli
137 Documentos CEPAL CMSI
147 Lecturas José Antonio Ramírez
Tecnología y sociedad
issn 0123-885X tarifa postal reducida no. 818 - vence 12/05 $15.000 pesos (Colombia)
Fundadores Francisco Leal Buitrago Germán Rey Director Carl Henrik Langebaek Comité Editorial Álvaro Camacho Felipe Castañeda Jesús Martín-Barbero Andrés Dávila Fernando Viviescas Comité Internacional Mabel Moraña Daniel Pécaut Editora Lina María Saldarriaga Editor Invitado Jesús Martín-Barbero Coordinación Editorial Nicolás Rodríguez Diagramación Gatos Gemelos Impresión y encuadernación Panamericana Formas e Impresos S.A. Tarifa postal reducida No. 818 Vence diciembre/05 ISSN 0123-885X Distribución y Ventas Editorial El Malpensante Calle 35 No. 14 -27/29 Tel: 3270730/31 Fax: 3402807 Bogotá, D.C., Colombia Correo electrónico: distribucion@elmalpensante.com Librería Universidad de los Andes Cra 1 No. 19-27. Ed. AU106 PBX: 3394949 – 3394999 Exts: 2071-2099-2181 Fax: 2158 Bogotá, D.C., Colombia Correo electrónico: libreria@uniandes.edu.co http://edicion.uniandes.edu.co Suscripciones Decanatura de la Facultad de Ciencias Sociales Cra.1ª E No. 18 A 10, Edificio Franco Of. 202 Universidad de los Andes. Tel: 3324505 Fax: 3324508 Correo electrónico: res@uniandes.edu.co ARCCA Tel.: 288 58 92 Esta Revista pertenece a la Asociación de Revistas Culturales Colombianas y a la Federación Iberoamericana de Revistas Culturales
Editorial Tecnología y sociedad / Jesús Martín Barbero
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Dossier Bienvenidos a cyberia. Notas para una antropología de la cyber-cultura / Arturo Escobar
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Las cooperativas de telecomunicaciones y la democratización social. Telpin, un estudio de caso de organización comunitaria de la Sociedad de la Información / Susana Finquelievich
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Tecnología y sociedad: un contrapunto armónico / José Luis Villaveces
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Anotaciones para una agenda de investigación sobre las relaciones tecno- científicas Sur-Norte / Alexis De Greiff y Mauricio Nieto
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Tecnologia e arte contemporânea: como politizar o debate / Arlindo Machado
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Baldíos y cercamientos en la aldea global de la ciencia / Clemente Forero-Pineda
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¿En qué espacio habitamos realmente los hombres? / Luis Castro Nogueira
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Tecnología, cultura y resistencia / Andrés Valderrama y Javier Jiménez
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Debate Sobre agendas de investigación y universidades de desarrollo / Judith Sutz
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Instantáneas. Estética, biología y tecnología, articulando Latinoamérica / Andrés Burbano
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Tecnologías educativas. Una letanía sin ton ni son / Alejandro Piscitelli
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Documentos CEPAL
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CMSI
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Lecturas La historia de la educación en Bogotá / José Antonio Ramírez
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 7-11.
Editorial TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD Jesús Martín Barbero* La necesidad de dedicar un número de RES a pensar y debatir las relaciones entre tecnología y sociedad surgió a raíz de la encuesta que COLCIENCIAS realizó el año pasado (2004) sobre La percepción que tienen los colombianos sobre la ciencia y la tecnología, y de la evaluación de sus resultados en la que participé (VV.AA., 2005). La lectura de la encuesta muestra una bien sintomática contradicción: el grupo de los docentes universitarios, único de los cuatro encuestados que reconoce en algún grado el componente de conocimiento presente en la tecnología, no le atribuye sin embargo a ésta el componente descubrir/inventar, con lo cual la atribución de conocimiento acaba reducida -como por todos los demás grupos- al de su mera aplicación y utilidad. Y adscrita al mundo de la mera instrumentalidad, la tecnología nada tendría que ver con la creatividad. Los motivos de fondo de esa adscripción resultan aun más inquietantes: a la idealización de la ciencia por parte de la mayoría -público en general, docentes de secundaria y empresarios- responde la elite académica negándole a la tecnología su dimensión más propia: la de la innovación y la invención. En la percepción de los colombianos la técnica sigue habitando un planeta completamente extraño al de la ciencia, pero esa polarización apunta hacia otro lado: a la inercia que aún apresa no sólo la mentalidad de la mayoría en su proyección de la ciencia hacia mundos lejanos, como el de las retóricas grandilocuentes y huecas -“avances de la civilización”, “progreso humano”-, y al de los aún más lejanos países ricos, considerados las verdaderas patrias de la ciencia, sino también a la anacrónica mentalidad de la intelligentsia en su obstinado aplastamiento de la tecnología sobre el mundo de la practicidad y la factualidad. Lo que en ambos lados resuena es la aún tenazmente interiorizada dependencia del ¡“que inventen ellos”! Y ¿no será entonces esa dependencia la otra cara de la flagrante ausencia de debate público que padece este país acerca de lo que se hace, y de lo que se deja de hacer, aquí con la investigación científica y la invención/apropiación tecnológica? A romper con lo que los prejuicios ideológicos y las inercias culturales no dejan pensar ni hacer entre nosotros se hallan dedicados los once textos recogidos en este número de RES.
Mapas En el primer trabajo se traza un detallado y retador mapa del cybermundo que emerge de las actuales mutaciones tecnológicas. Y el mayor reto viene del lugar desde el que se otea y avizora el cybermundo: la antropología! Acostumbrados como estamos a identificar esa disciplina con el mundo-del-pasado, más de un lector se sentirá chocado y desconcertado por los desafíos que entraña no sólo la ancha y rigurosa conceptualización que ahí se despliega -el “cambio tecnológico” aparece exigiendo una renovación radical del pensamiento antropológico pues lo implicado en el cambio concierne a las sensibilidades y las ritualidades, a las relaciones sociales, a las narrativas culturales y las instituciones políticas- sino las explícitas tomas de posición que se asumen sobre la relación entre movimientos sociales y nuevas tecnologías, entre el saber-hacer local y las políticas públicas del plano nacional o global. No está de más *
Iniciador y director del Departamento de Ciencias de la Comunicación en la Universidad del Valle. Fundador y presidente de ALAIC (Asociación Latinoamericana de Investigadores de Comunicación). Actualmente es profesor/ investigador en la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Universidad Javeriana y miembro del Consejo Nacional de Ciencias Sociales de Colciencias. Es autor de Comunicación masiva: discurso y poder (Ciespal,Quito,1878), De los medios a las mediaciones (G. Gili,Barcelona,1987, traducido al inglés, al portugués y al francés), con Germán Rey, Los ejercicios del ver (Gedisa, Barcelona, 1999), y Oficio de cartógrafo (F.C.E., Santiago de Chile,2002).
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EDITORIAL
adelantar que ese texto ha sido elaborado por un antropólogo colombiano, Arturo Escobar, publicado en inglés hace ya seis años, y traducido al castellano para este número de RES. En contraste con el espesor teórico y la multiplicidad de abordajes propuestos en el primer texto, el segundo nos muestra el revés de toda aquella trama: los usos sociales de la tecnología. Y ello en la historia de una cooperativa argentina de telecomunicaciones. De la mano de Susana Finquielevich nos asomamos a un pequeño municipio del litoral de la provincia de Buenos Aires en el que tiene lugar una espléndida experiencia de apropiación comunitaria de las más diversas y avanzadas tecnologías, en la que la gestión empresarial posibilita y articula un proyecto de democratización social y educativa no sólo para la población local sino para todo el país. La experiencia no tiene desperdicio, tanto en las lecciones de gestión social que muestran la envergadura de su alcance, como en las de pedagogía ciudadana que hablan de su sentido: “iniciado como un curso introductorio al uso de PCs en el aula, el programa ha ido incluyendo gestión de la información y diseño de sitios web (…) El objetivo es formar tanto a maestros como estudiantes a apropiarse del nuevo cyberterritorio, a navegarlo e incorporar sus propios trabajos en la Red”. Hay otro revés de la compleja trama que hoy tejen tecnología y sociedad, y al que sólo hay acceso por el largo rodeo de la historia de las revoluciones tecnológicas. En un apretado relato cargado de un certero sentido del humor, José Luis Villaveces traza esa historia casi no contada, puesto que ha sido impedida de contar por una modernidad que, en la absolutización de “su” razón, nos ha vueltos sordos a toda sonoridad que no sea binariamente distinguible y linealmente opuesta. Pero resulta que la historia de las relaciones tecnología/sociedad es polifónica [a lo Schonberg] y además no se mueve en un solo sentido o dirección: no va directamente de la techné griega a la epistheme ilustrada, como les ha gustado pensar a los franceses y otros europeos, sino que ha pasado por otros lugares y discursos, por otras materialidades y creatividades. Y lo que es más importante: ahora estamos de vuelta, rehaciendo el camino, no a la inversa (pues no hay linealidad ahora tampoco) sino en otras direcciones, que nos llevan de las nuevas tecnologías como nuevos modos de saber-hacer a radicalmente nuevos modos de conocimiento. Si, según Arturo Escobar, la cybertecnología es lo que más radicalmente des-coloca hoy a la antropología, Villaveces va más lejos: en la mutación tecnológica des-cubrimos la hondura de la quiebra que padece la razón moderna, y no sólo en su modo de pensar el mundo sino también en la democracia como forma de organizarlo y gobernarlo. Y es también acerca de un otro quiebre de la universalizada razón moderna, el de su eurocentrismo, que documentadamente reflexionan Alexis De Greiff y Mauricio Nieto. Nada más tramposo y frustrante para los países que conforman el SUR del mundo que la manera como los del NORTE han sabido disfrazar de desinteresado progreso universal de lo humano lo que en el desarrollo tecnocientífico ha habido, y sigue habiendo, de intereses de dominio tanto económico como cultural y político. Pero el quiebre en la invisibilidad de que supo dotarse el eurocentrismo no significa ni que los científicos del Norte hayan abdicado de la hegemonía que aun rentabilizan, y mucho menos que los gobiernos del SUR estén sabiendo aprovecharlo para re-hacer sus modos de relación, de re-apropiación del conocimiento y de la técnica. Es cierto que la investigación sociológica e histórica de la ciencia y la tecnología han avanzado mucho en desentrañar las estratagemas de cooptación de nuestras propias instituciones académicas y políticas, pero falta mucho camino por andar tanto en el plano conceptual -para pensar en serio ese “universal no centrado” que reclama Michel Serres (2001)como en el ideológico –ir más allá de la denuncia desentrañando los muy concretos mecanismos de control y cooptación- y también en el político: replantear en la práctica una concepción subordinada y determinista del desarrollo, un uso intensivo de agroquímicos que a la larga desertiza nuestras tierras, una biotecnología que no sólo expropia saberes de nuestras comunidades sino que se los devuelve transformados en nuevas y más perversas modalidades de dependencia y dominio.
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Desafíos Pero no sólo de ciencia está hecha la tecnología, también lo está de arte. Y también el arte se halla des-ubicado en su sentido y su valor, en su ejercicio y su función social, por la mutación que hoy introduce en él la tecnología. Partiendo de una larga experiencia en ese campo, y de algunos textos pioneros y claves en el ámbito latinoamericano, el brasileño Arlindo Machado nos alerta, primero, contra la euforia propagandista que, con su vocinglería pseudo-utópica, busca acallar y ocultar el ensanchamiento de la brecha sociocultural producido por el uso hegemónicamente privado y privatizador de las cybertécnicas. Y en segundo lugar, apoyándose en la reflexión de un fílósofo checobrasileño, Vilém Flusser (del que va siendo hora que tengamos traducciones en castellano), Arlindo Machado indaga en lo que de radical novedad hay en el cambio tecnológico, a través de la cual conecta específicamente con el mundo del arte en su capacidad de emancipación humana, esto es de creatividad y libertad. Pero indaga también en las profundas contradicciones que la dimensión automatizada del arte digital, el net-art, introduce al propiciar un nuevo tipo de esterotipia que contagia la mayoría de ese arte del más escapista de los formalismos, robándole así su capacidad de estrañamiento y choque, de cuestionamiento y subversión, del inmovilismo que atenaza la vida social y cultural. Uno de los ámbitos más estratégicos del nuevo horizonte tecnosocial, pero que sin embargo se halla aún menos elaborado, es el de la apropiación privada del conocimiento, y el rol legitimador de esa devastadora des-regulación que está legitimando buena parte del pensamiento tecnológico. Llamando a las cosas por su nombre, a la vez que introduciendo ángulos de mirada nada convencionales, Clemente Forero pone en relación el proceso histórico que condujo a la desaparición de los baldios o ejidos -las tierras reglamentadamente destinadas a usos comunes- con “el progresivo estrechamiento de los espacios públicos de la ciencia y la profundización de la brecha tecnológica que dificulta el acceso de la mayoría de las naciones del mundo al conocimiento científico”. Una de las más rentables trampas a través de la cual opera ese proceso es la indispensable protección a la propiedad intelectual: categoría ésta espúrea -pues en ella lo intelectual queda equiparado y reducido a lo mercantilmente apropiable- y mistificadora del derecho de autor, un derecho que es definitivamente cooptado por la idea de patente y su pseudo jurisprudencia comercial. Lo que alcanza este trabajo es a poner al descubierto las formas y alcances del actual sometimiento que sufren la investigación y el conocimiento por el desmantelamiento de las múltiples modalidades de regulación que impedían la extensión e invasión de la propiedad en los terrenos públicos de los saberes, de los métodos y de toda la información considerada pública. Detallando los procesos de restricción, e incluso perversión, de los llamados colaboratorios de investigación científica, Clemente nos conduce hasta un inesperado fondo político del asunto: la verdadera capacidad de acceso de los investigadores de un país a la ciencia viva, o “en acción”, se halla estrechamente relacionada con una variable, sólo aparentemente externa, la del acceso del conjunto de la población al conocimiento. Los retos y posibilidades que plantea esa lucida y democrática concepción están exigiendo un decisivo debate al sistema educativo entero de este país, un debate aún no iniciado, o lo que es peor, imposibilitado por las sucesivas reformas -placebo con que se busca remediar la educación-. Si hay una dimensión de la vida social, que está siendo radicalmente transformada por la mutación tecnológica de la que somos contemporáneos es la experiencia espacial. Pero incluso en la decisiva reflexión de Paul Virilio sobre la aceleración social el protagonismo de lo temporal devalúa la especificidad de los cambios en la espacialidad. El primero, y con mucho, en alertar a las ciencias sociales sobre eso fue Foucault quien en una conferencia de 1967 afirmó: “la gran obsesión del s. XIX fue la historia, el desarrollo, la crisis, el ciclo, la acumulación, la sobrecarga del pasado, la sobrecarga de muertos y el enfriamiento del mundo”, para afirmar a reglón seguido: “tal vez la época actual sea más bien la del espacio, la de lo simultáneo, la yuxtaposición, la de lo cercano y lo lejano, la del pie a pie, la de lo disperso”, y reforzar su idea diciendo: 9
EDITORIAL
“estamos en un momento en que el mundo se experimenta menos como una gran vida que se desarrolla en el tiempo y más como una red que une puntos y entrecruza su madeja” (Foucault, 1999). En su texto, el español Luis Castro Nogueira, partiendo, no de los últimos desarrollos de la tecnología sino de una investigación reciente sobre ruralidades navarras -agroindustria, agroganadería, economía tradicional y simbiótica, movilidad social, nuevos residentes, y también las metáforas con que se explican esas relaciones: la experiencia del lugar, la singularidad local, las representaciones del pueblo y las ciudades, los sentidos del arraigo- nos propone pistas y categorías con las que adentrarnos en la desconcertante experiencia que es hoy el habitar. Se trata de un arriesgado pero fecundo entrelazado de nuevas cartografías imaginarias con “viejas” categorías sociológicas con las qué hacer pensable la compleja y pesada carga que hoy presentan, y las conflictivas tensiones que desgarran, las relaciones sociales del tiempo/espacio. Y sobre transformaciones del espacio -el de Bogotá- y del cuerpo -madre/hijoreflexionan Andrés Valderrama y Javier Jiménez, transformaciones miradas al mismo tiempo como procesos de innovación y como prácticas de resistencia a esa ladina cooptación que los modelos del Norte siguen ejerciendo sobre nuestros expertos en urbanismo o en salud. Frente al determinismo tecnológico que ha impuesto al metro subterráneo como único “sistema técnico moderno” para los problemas del transporte urbano, los gobiernos de la ciudad han decidido políticamente, desde fines del año 2000, darse con transmilenio “otro sistema sociotécnico” que, apoyándose en experiencias de otras ciudades sudamericanas, ha demostrado no sólo capacidad técnica y económica para responder a la demanda creciente de transporte, sino que se ha constituido en ingrediente estratégico de la “transformación sociocultural de la ciudad”. La segunda experiencia de innovación y resistencia social es la del programa “cuidado materno canguro”, iniciado a fines de los año ’80 en el Hospital Materno Infantil de Bogotá, en el que también, frente al determinismo tecnológico que ligaba la supervivencia de los bebés prematuros a una dependencia completa de la capacidad técnica de incubadoras disponibles, se nos muestra una experiencia que, recogiendo muy diversos y descentrados tipos de saberes, articula eficiencia a potenciación de la relación paciente/familia frente al entramado tecnología/hospital/especialistas. Otra vez la apropiación comunitaria subvierte las inercias de la colonización cultural en beneficio de los más vulnerables.
Debate En esta acostumbrada sección de RES hemos ubicado tres textos que señalan tres ámbitos de tensiones claves en tecnología/sociedad. En el primero, la investigadora uruguaya Judith Shutz aborda las difíciles y conflictivas relaciones de la investigación científico-técnica con la institución universitaria, detallando la contradictoria situación que esa relación atraviesa en Latinoamérica. Una aseveración de entrada pone piso al tipo de relación que necesitamos contradiciendo el malentendido de una tecnología que no sería más que la exterior aplicación de un conocimiento previo: “De manera extraordinariamente dinámica en el siglo XX las tecnologías emergentes estuvieron asociadas a bases cognitivas sólidas”, pues a la inversa de lo que se suele decir “dichas tecnologías se convirtieron en un flujo constante de nuevas preguntas planteadas en el ámbito del conocimiento proposicional”. A partir de ahí las cuestiones de fondo son dos. Primera, ¿pueden nuestras universidades dedicarse prioritaria y mayoritariamente a la docencia y transmisión de lo ya sabido y lo ya hecho marginándose -y marginando así inevitablemente a nuestros países- de la investigación innovadora y la invención tecnológica? Segunda, ¿qué tipo de relación con la empresa privada puede permitir a nuestras universidades llevar a cabo una gestión del conocimiento en la que se prioricen las agendas que dan entrada a las grandes demandas del desarrollo colectivo por encima tanto de los intereses mercantiles como de los intereses de las camarillas de poder académicas? La multiplicidad y pertinencia de planos a dar entrada en ese debate y de experiencias a tener en cuenta detalladas por Judith son un aporte 10
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estratégico al momento de cambios que atraviesa COLCIENCIAS. Otro escenario de tensiones, hasta ahora soslayadas en el país pero que las “negociaciones” (¡con muchas comillas!) del TLC con los EE.UU han puesto al fin sobre la mesa del debate político y académico, es el que narra y analiza Andrés Burbano: diversidad biológica, tecnología genética y desarrollo social. Entre los principales focos de tensión planteados hay tres, cuyo orden de presentación yo altero por objetivos de síntesis. Uno, los procedimientos de traducción mediante los cuales avanza imparable la apropiación privada de recursos biológicos. Así la patentización por agencias en USA de especies botánicas, que no sólo implica su expropiación a las comunidades “de origen” de esas plantas, sino el perverso simulacro mediante el cual el encuentro de un explorador con una planta es convertido en invención tecnocientífica. Dos, la ausencia entre nosotros de una adecuada atención -de estudio y de política pública- a los procesos y dispositivos de traducción mediante los cuales la biodiversidad se relaciona estructuralmente con las culturas y sensibilidades locales, pues sólo a partir del conocimiento de esas traducciones, y de sus correspondientes políticas, puede enfrentarse un proceso como el del TLC. Ausencia que está mostrando sus trágicos efectos en la aún mayoritaria desconexión entre el saber académico -cientos de tesis de antropología y sociología sobre sistemas de saberes y técnicas de las comunidades tradicionales arrumadas en las bibliotecas universitarias- y el saber experto con el que deberíamos estar enfrentando las “trampas” del vocabulario mediante las cuales los negociadores norteamericanos sí han sabido traducir nuestros recursos biológicos al idioma de sus negocios. Y tres, la creativa tensión de la biotecnología con el arte, especialmente cuando con base en la convergencia entre proyectos de reingeniería genética con experimentaciones estéticas se es capaz de trazar un diseño transgénico de los espacios verdes urbanos. Finalmente, el investigador argentino Alejandro Piscitelli esclarece las claves del debate más truncado de todos: el que sigue emborronando de viejos prejuicios, falsos atajos y fundamentalismos de todo tipo las relaciones entre educación y tecnología. Pues de lo que se trata ante todo, es de que nuestros “sistemas” educativos dejen de pensar instrumentalmente en “el cambio tecnológico” -ayudas y remedios a lo que no marcha en la educación- puesto que “ese cambio instala una constelación que abarca lo que se elige y lo que no se elige, lo que se prevee y lo que no puede preverse, lo que se desea y lo que no se desea”. El cambio trastorna los parámetros de lo que entendíamos por enseñar y aprender. Y, en últimas, se trata de asumir la tecnología como parte constitutiva de la cultura, lo que significa dejar de hablar de efectos aislados que hay que evitar para pasar a pensar etnográficamente: mediante pequeñas modificaciones en las condiciones iniciales pueden producirse transformaciones imprevisibles. Ante la muy grande diversidad de voces que tejen el diálogo y el debate en este número de RES, hemos prescindido de la sección “otras voces”.
Referencias Foucalut, M. (1999). Espacio Otros. Versión México, No. 9, pg. 15. Serres, M. (2001). Hominescence. Paris: Ed. Le Pommier. VV.AA. (2005). La percepción que tienen los colombianos sobre ciencia y tecnología. Bogotá: COLCIENCIAS.
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 15-35.
BIENVENIDOS A CYBERIA. NOTAS PARA UNA ANTROPOLOGÍA DE LA CIBERCULTURA* Arturo Escobar**/***
Resumen El uso generalizado de computadores, de biotecnologías y el flujo de información digital han introducido en la vida social contemporánea transformaciones importantes. Tanto, que algunos argumentan que un nuevo orden cultural está cobrando forma: la “cibercultura” (cyberculture). En este artículo presento un panorama del tipo de análisis antropológicos que están siendo implementados en el área de las nuevas tecnologías; así mismo, sugiero algunos pasos adicionales para la articulación de una antropología de la cibercultura. Esta aproximación se cimienta en estudios de ciencia, tecnología y sociedad en varios campos y en análisis críticos sobre la modernidad. También exploro las implicaciones de la tecnociencia para la teoría antropológica y la investigación etnográfica.
Palabras clave: Antropología de la cibercultura, nuevas tecnologías, investigación etnográfica.
Abstract Significant changes in the nature of social life are being brought about by computer, information, and biological technologies, to the extent that—some argue—a new cultural order, “cyberculture”, is coming into being. This paper presents an overview of the types of anthropological analyses that are being conducted in the area of new technologies and suggests additional steps for the articulation of an anthropology of cyberculture. It builds upon science, technology, and society studies in various fields and on critical studies of modernity. The implications of technoscience for both anthropological theory and ethnographic research are explored.
Keywords: Anthropology of cyberculture, new technologies, ethnographic research.
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Este artículo fue publicado originalmente en inglés como: Welcome to Cyberia. Notes on the Anthropology of Cyberculture (Escobar, 1994). El tema también fue tratado posteriormente en un corto artículo: Living in Cyberia (Escobar, 1995b). Una versión en español de este último texto se encuentra en el libro: El final del salvaje. Naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea (Escobar, 1999, 319-325). ** Profesor del Departamento de Antropología en la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill, Estados Unidos. Correo electrónico: aescobar@email.unc.edu *** Traducción: Carlos Andrés Barragán. Antropólogo. Contratista del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH).
Fecha de recepción: Agosto de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
Actualmente están tomando lugar cambios considerables tanto en el carácter de la tecnología como en la manera en que la entendemos. La información computarizada y las biotecnologías están produciendo una transformación fundamental en la estructura y en el significado de la cultura y de la sociedad moderna. Dicha transformación no sólo es susceptible al cuestionamiento de la antropología, sino que quizás constituye un campo privilegiado para avanzar en el proyecto antropológico de comprender las sociedades humanas desde los puntos de vista estratégicos de la biología, el lenguaje, la historia y la cultura. En este artículo reviso las clases de análisis que están siendo desarrollados sobre la naturaleza social, el impacto y el uso de nuevas tecnologías; además sugiero contextos y pasos adicionales para la articulación de una “antropología de la cibercultura” (cyberculture)1. Como un nuevo campo de práctica antropológica, el estudio de la cibercultura está relacionado particularmente con las construcciones y reconstrucciones culturales en las que las nuevas tecnologías están basadas y a las que a su vez ayudan a tomar forma. El punto de partida de este cuestionamiento es la creencia de que cualquier tecnología representa una invención cultural en el sentido de que ésta contribuye a formar un mundo nuevo. Toda tecnología emerge de unas condiciones culturales particulares y de forma concomitante ayuda a producir otras. Los antropólogos podrían llegar a estar bien preparados para entender estos procesos si están abiertos a la idea de que la ciencia y la tecnología son campos cruciales para la creación cultural en el mundo contemporáneo. La entrada a este mundo podría permitir a los antropólogos renovar su interés en el carácter político del cambio cultural y de la diversidad cultural.
Modernidad, tecnología y las ciencias sociales Muchas de las nociones convencionales en el campo de la tecnología están siendo transformadas por nuevas tendencias producidas en los estudios sociales de éstas. En enfoques convencionales, la tecnología es identificada de forma estrecha con herramientas, máquinas; así mismo la historia de la tecnología es asociada con la historia de estos instrumentos y con su progresiva eficacia en el desarrollo económico y en el bienestar humano y social. Como una forma de “ciencia aplicada”, a la tecnología se le ubica por fuera de la sociedad, se le considera autónoma, y se le señala como valorativamente neutral. Dado que la tecnología no es calificada ni como buena o 1
Desde una perspectiva etimológica, los términos “cyberculture”, “cyberspace”, “cyberocracy”, y similares, son nombres inapropiados. Al acuñar el término “cybernetics” / “cibernética”, Norbert Wiener tuvo en mente la palabra en griego para “piloto” o “timonero” (kybernetes); en otras palabras, no existe una raíz griega para “Cyber”. Dada la extendida aceptación del prefijo “Cyber”, utilizaré cibercultura (cyberculture) como un elemento de análisis.
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DOSSIER • Arturo Escobar
mala, ésta no puede ser culpada por los usos que los humanos le han dado o le dan2. La teoría subyacente a estas consideraciones es que la ciencia y la tecnología inducen el progreso de manera autónoma –una creencia representada por la metáfora de “la flecha del progreso”-. Extendida por estudios en variadas disciplinas, la flecha del progreso personifica un evolucionismo determinista que va desde la ciencia a la tecnología, a la industria, al comercio y, finalmente, al progreso social. Excepciones prominentes a este imperativo tecnológico se encuentran en los trabajos de críticos radicales de la sociedad tecnológica que van desde Heidegger y Ortega y Gasset a Marcuse, Illich, Mumford y Ellul. Académicos de varias tendencias argumentan que los eventos de la década de 1960 auspiciaron un nuevo marco de comprensión de la ciencia y la tecnología. Entre los factores que abrieron paso a un nuevo cuestionamiento de la perspectiva tradicional que considera a la ciencia y la tecnología como independiente de los contextos socioeconómicos y políticos se encuentran la aparición de la “gran ciencia”, la difusión de una conciencia sobre los efectos negativos de las tecnologías nucleares e industriales –y el consecuente surgimiento de movimientos a favor de tecnologías apropiadas–, y la aparición de una clase de expertos en ciencia, en políticas tecnológicas y en su evaluación (Sanmartín y Luján, 1992). Tanto en las comunidades técnico-científicas como en las ciencias sociales, han comenzado a conformarse nuevas perspectivas. En estas últimas, un campo completo de enseñanza e investigación tomó forma alrededor de dos proyectos distintos pero relacionados: (a) los estudios de ciencia y tecnología y (b) los programas de ciencia, tecnología y sociedad. Estos proyectos han sido institucionalizados en varias formas, incluyendo asociaciones como la National Association for Science, Technology, and Society (NAST), la Society for Social Studies of Science (4S), y la Society for Philosophy and Technology, todas con sede en Estados Unidos. Los programas de ciencia, tecnología y sociedad existen desde hace tiempo en varias universidades alrededor del mundo, aunque sin una orientación común distinta del interés en analizar la ciencia y la tecnología como empresas complejas resultado de procesos políticos y socio-económicos. De manera general los estudios de ciencia y tecnología3 intentan explicar las implicaciones de la constitución de la ciencia y la tecnología como formas y prácticas dominantes de conocimiento en la cultura moderna. El análisis algunas veces se dirige a la
consideración de cuestionamientos políticos y éticos que “… ayuden a orientar nuestra comprensión del lugar de la tecnología en los asuntos humanos” (Winner, 1993a, p. 364). Es ampliamente sostenido que los estudios de ciencia y tecnología han alterado radicalmente los enfoques pasados sobre la tecnología, desplazando así la concepción lineal del cambio tecnológico y posibilitando la apertura de sólidos programas de investigación que están dando como resultado una verdadera renovación teórica. En el centro de esta renovación está el constructivismo social cultivado especialmente por los sociólogos y los historiadores. Con el objetivo de estudiar la ciencia y la tecnología como una construcción social, estos académicos han comenzado a investigar laboratorios y grupos de tecnólogos y han visto con nuevos ojos sus archivos históricos. Los constructivistas han demostrado, contrario al determinismo tecnológico del pasado, que la contingencia y la flexibilidad son la esencia del cambio tecnológico. Al evidenciar que los procesos sociales son inherentes a las innovaciones tecnológicas, han dado un golpe contundente a la alegada distancia entre la tecnología y la sociedad y entre éstas y la naturaleza. La creencia más generalizada es que los sistemas de ciencia y tecnología son regulados a través de acuerdos técnico-sociales flexibles que, dentro de ciertas limitantes estructurales, propician acuerdos sociales alrededor de ciertos desarrollos. Algunos investigadores han ido más allá para afirmar que la naturaleza y las máquinas han llegado a ser actores importantes en los procesos históricos que determinan el cambio tecnológico4. Además de la decisión metodológica de observar de cerca las tecnologías y los sistemas que los rodean -acercamiento con el cual los antropólogos simpatizan-, el constructivismo social ha introducido innovaciones conceptuales sugerentes, como la noción de “flexibilidad interpretativa”. Ésta corresponde al hecho bien conocido entre los antropólogos, de que los diferentes actores (categoría equivalente en el lenguaje constructivista a “grupos sociales relevantes”), interpretan los artefactos de diversas maneras. El principal objetivo de análisis corresponde a la identificación de los grupos sociales relevantes, la variabilidad en sus interpretaciones sobre la entidad técnica en cuestión, y los mecanismos por los cuales dicha variabilidad es reducida alrededor de una opción dada. Esto hace posible explicar por qué algunas tecnologías son escogidas y otras no. El resultado último de toda esta investigación es un modelo evolutivo del cambio tecnológico con múltiples caminos y 4
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Esta postura fue modificada por la evaluación tecnológica que surgió en los primeros años de la década de 1970 y que desde ahí ha llegado a constituirse en un campo importante de estudio. Como lo señalan sus críticos, el propósito de la “evaluación de la tecnología” no es su reorientación, sino la adaptación de los humanos a los efectos peligrosos, actuales o potenciales, que las evaluaciones revelan (Sanmartín y Ortiz, 1992). STS, por su sigla en inglés (Science and Technology Studies).
Por supuesto, esta no pretende ser una aproximación exhaustiva al enfoque constructivista, cuyos proponentes no necesariamente constituyen un grupo homogéneo. Entre los trabajos más citados por estos autores se encuentran, por ejemplo: Knorr-Cetina y Mulkay (1983), Latour y Woolgar (1979), Bijker, Hughes y Pinch (1987), Latour (1987; 1988), y Woolgar (1988; 1991). Otros nombres importantes, asociados con el constructivismo son: Michel Callon, H. M. Collins, Thomas Hughes y John Law. Para una reseña de estos estudios ver los trabajos de Winner (1993a) y Medina (1992).
Bienvenidos a cyberia. Notas para una antropología de la cibercultura
niveles. En la “teoría de actor-red” de Michel Callon y Bruno Latour, la investigación y el desarrollo son estudiados de manera similar; en especial, en lo que concierne a las estrategias con que los actores –humanos y no humanos– pugnan alrededor de la identificación de los problemas a solucionar (Sanmartín y Luján, 1992). A pesar de su importancia y visibilidad, el constructivismo social igualmente ha despertado críticas y controversias. Una de ellas se relaciona con su objetivo de responder por qué surgen las tecnologías y por qué prevalecen ciertos componentes, por encima de otros análisis, como por ejemplo, los efectos de tecnologías particulares, sobre la población y/o las estructuras de poder. Esta tendencia es considerada por algunos como una forma irresponsable de relativismo. Así mismo se reprocha su silencio con respecto a los grupos sociales “irrelevantes”, los cuales no obstante también son afectados por la tecnología (Winner, 1993a). Desde una corriente más filosófica, pero atendiendo la misma crítica, los constructivistas dan por sentado el profundo trasfondo cultural que condiciona la interpretación y a la práctica tecnológica. Es apropiado considerar la flexibilidad interpretativa, “hasta cierto punto”; pero, sin un análisis paralelo de los significados que los logros tecnológicos tienen para las personas, “... prontamente ésta se convierte en indiferencia moral y política” (Winner 1993a, p. 372). Desde una perspectiva diferente se ha sostenido que el constructivismo social simplifica el papel de la ciencia en el desarrollo tecnológico y minimiza el efecto de otros factores en ese proceso, tales como la economía, los medios informativos y el público general (Sanmartín y Ortí, 1992). El análisis de los esquemas socio-técnicos debe ser complementado, al menos, con preguntas acerca de la conveniencia de las prácticas personales y sociales informadas por las tecnologías bajo consideración -de nuevo, preguntas que los constructivistas parecen pasar por alto (Medina, 1992)-. Algunas de las críticas mencionadas son consideradas en otros estudios antropológicos, filosóficos y postestructurales sobre ciencia y tecnología. El cuestionamiento de la modernidad como el escenario para la actual comprensión y práctica de la tecnología es de vital importancia entre los antropólogos. En esta antropología de la modernidad este cuestionamiento está más cercano de la filosofía que de la nueva sociología de la tecnología. De hecho, la cibercultura está fomentando una reformulación de la naturaleza de la modernidad en formas que ya no están mediadas solamente por consideraciones literarias y/o epistemológicas. Si nuestra era es posmoderna o moderna modificada (“tardía”, “meta”, o “hiper”, como lo han propuesto algunos), es una pregunta que no puede ser contestada antes de una investigación sobre el estado y el estatus actual de la ciencia y la tecnología. Aunque algunos insisten en que la ciencia y el capital todavía funcionan como principios vectoriales de los órdenes sociales dominantes, no es posible afirmar que ya nos hayamos despedido de la modernidad, no obstante los modos de operación sin precedente desarrollados por estos
dos principios en las últimas décadas5. De acuerdo con Michel Foucault (1973), el período moderno trajo consigo órdenes particulares de la vida, el trabajo y el lenguaje, encarnados en la multiplicidad de prácticas por medio de las cuales la vida y la sociedad son producidas, reguladas y articuladas por los discursos científicos. ¿De qué maneras la cibercultura continúa participando en estos agenciamientos de vida, trabajo y lenguaje? Los sistemas que cuentan en la producción de la vida (el cuerpo, el ser, la naturaleza), el trabajo (la producción, la economía), y el lenguaje (el discurso, la comunicación, el sujeto hablante), ¿han sido modificados significativamente? La discusión sobre si la biopolítica foucaultiana y los bordes de las disciplinas han sido transcendidos por la biotecnología y por la ingeniería genética es un tema aún por abordar. Los antropólogos pueden ser invitados de honor en este álgido debate. La modernidad ha sido caracterizada por teóricos como Foucault (1973), Jürgen Habermas (1987) y Anthony Giddens (1989) en términos de la continua apropiación de trasfondos y prácticas culturales dados por sentado por parte de mecanismos explícitos de poder y conocimiento. Con la modernidad, muchos aspectos de la vida previamente regulados por normas tradicionales (la salud, el conocimiento, el trabajo, el cuerpo, el espacio y el tiempo), fueron apropiados progresivamente por discursos científicos acompañados de formas técnicas y administrativas de organización. Modelos orgánicos y mecánicos de vida social y física abrieron paso a modelos centrados en la producción y maximización de la vida en sí misma, incluyendo formas novedosas de articulación entre el cuerpo y las máquinas en espacios como las fábricas, las escuelas, los hospitales y los hogares. Ahí comenzó la íntima imbricación de procesos entre el capital y el conocimiento para la producción simultánea de valor y vida6. La expansión de la palabra escrita, la preeminencia de la máquina, el control del tiempo y del espacio, y las revoluciones biológicas y bioquímicas en los últimos cien años han producido órdenes biotécnicos sin precedentes, que hoy encuentran nuevas formas de expresión en los regímenes ciberculturales. Aunque la relación entre ciencia, tecnología y cultura permanece insuficientemente teorizada (Lécourt, 1992), la
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Que las recientes innovaciones en los dispositivos biológicos y tecnológicos no sean el resultado de un cambio radical en las estructuras culturales y epistemológicas, pero sí de la profundidad del proceso de modernización y creaciones biosociales a partir del siglo XVIII, es el punto de partida de la colección Incorporaciones (Incorporations); ver Crary y Kwinter (1992). Este aspecto ha sido señalado también por Rabinow (1992a). La imbricación de capital y vida está condensada en la noción de “biopoder” de Foucault. El autor la explica en términos de dos procesos: (a) una anatomía política del cuerpo humano, realizada por la normalización y disciplinización de la vida diaria; (b) las biopolíticas de la población, llevadas a cabo por mecanismos de planeación, regulación y administración (Foucault, 1980, pgs. 135-159). Ver también Guattari (1992) y Deleuze y Guattari (1987).
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ciencia y la tecnología, o si se quiere la tecno-ciencia, ha tenido un papel central en el orden moderno. A este respecto sigue siendo ejemplar el tratamiento de Heidegger sobre la tecnología como una práctica paradigmática de la modernidad. Para este autor ciencia y tecnología son medios para la creación de nuevas realidades, nuevas manifestaciones de ser. La ciencia moderna necesariamente construye (“encuadra” / “enframes”) la naturaleza como algo que debe ser apropiado, algo cuya energía debe ser liberada para propósitos humanos. Este es “el peligro en el sentido último”, al punto de que este encuadramiento lleva a actividades destructivas y, particularmente, a la desaparición de otras formas fundamentales de revelar la esencia de ser (“poiesis”). Esencia que Heidegger ve presente en las artes y en ciertas filosofías orientales. Su noción de tecnología tiene un rol ontológico importante en tanto que el mundo se nos vuelve presente a través de conexiones técnicas (links) de distintas clases. En este sentido es por medio de las prácticas técnicas que el carácter social del mundo toma forma (Heidegger, 1962). Algunos filósofos han sugerido recientemente que la racionalidad técnica es el modo primario de conocer y de ser, reversando así la primacía de la ciencia sobre la tecnología y de la teoría sobre la práctica (Medina y Sanmartín, 1989; Mitcham, 1990)7. Para estos filósofos, la prioridad concedida a la ciencia y a la teoría por encima de la creatividad técnica ha dejado que los modernos crean que pueden describir la naturaleza y la sociedad de acuerdo a leyes. Más que el efecto de prácticas, la naturaleza y la sociedad aparecen en las concepciones modernas como objetos con mecanismos y por consiguiente son tratados de manera instrumental (Medina y Sanmartín, 1989). Las nuevas tecnologías parecen profundizar estas tendencias en formas que son visualizadas de mejor forma por la ciencia-ficción contemporánea. Los nuevos paisajes de la ciencia-ficción están poblados con cyborgs de todas las clases (seres humanos y otros organismos con innumerables prótesis e interfaces tecnológicas) que se mueven en vastos ciberespacios (cyberspaces), realidades virtuales y ambientes mediados por computador8. 7
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La filosofía de la tecnología despegó en los setenta y en los ochenta (ver Mitcham, 1990). Aspectos centrales en este proceso han sido, por ejemplo, la creación en Nueva York del Philosophy and Technology Studies Center bajo la dirección de Carl Mitcham, la conformación de un grupo similar en la Universidad Politécnica de Valencia (INVESCIT), y la aparición de la Society for Philosophy and Technology. La publicación del libro Neuromancer por William Gibson (1984) marcó el asenso del género de ciencia-ficción conocido como cyberpunk. Así mismo, es considerado como el punto de partida de la era ciberespacial. Para una introducción al cyberpunk ver McCaffrey (1991). Mientras que algunos ven en el cyberpunk una crítica velada a los años de gobierno de Ronald Reagan, es inquietante analizar la forma en la cual el movimiento ha crecido y ha sido presentado en los medios. Ver por ejemplo el artículo principal de la revista Time sobre el cyberpunk y el “underground electrónico” (Febrero 8 de 1993). Ver también Mondo 2000, quizás el medio impreso más visible sobre cyberpunk y su User’s Guide to the New Edge (1992). Para un análisis crítico de estas tendencias ver Rosenthal (1992).
Pero mientras que muchos escritores de ciencia-ficción y diseñadores de nuevas tecnologías manifiestan una posición poco crítica de estas tendencias, queda por determinar hasta qué punto y en qué maneras específicas las transformaciones que estos han vislumbrado se encuentran en proceso de convertirse en realidad. Esta es otra tarea para la antropología de la cibercultura9.
La naturaleza de la cibercultura Mientras que cualquier tecnología puede ser estudiada antropológicamente desde varias perspectivas –los rituales que origina, las relaciones sociales que ayuda a crear, las prácticas desarrolladas por distintos usuarios alrededor de éstas, los valores que fomenta–, la cibercultura refiere específicamente a nuevas tecnologías en dos áreas: (a) inteligencia artificial, particularmente tecnologías de computación e información; y (b) la biotecnología10. Es posible separar estos dos conjuntos de tecnologías para propósitos analíticos; sin embargo, no es una coincidencia que los dos hayan alcanzado su actual auge de manera simultánea. Mientras que las tecnologías de la computación y la información están trayendo a discusión un régimen de tecno-socialidad (Stone, 1991), considerado como un proceso de construcción sociocultural puesto en acción en el despertar de las nuevas tecnologías; las biotecnologías están dando lugar a la bio-socialidad (Rabinow, 1992a), un nuevo orden para la producción de vida, de naturaleza y del cuerpo a través de intervenciones tecnológicas fundamentadas en la biología. Estos dos regímenes forman la base de lo que yo llamo cibercultura. 9
La literatura sobre ciberespacio y realidad virtual producida por sus comentaristas y practicantes es caracterizada por lo grandioso de sus afirmaciones. Dos ejemplos provenientes de dos prominentes diseñadores, Scott Fisher y Myron Kruger, pueden que sean suficientes: “Parece ser que las posibilidades de la realidad virtual son tan ilimitadas como las posibilidades de la realidad. Ellas pueden proveer de una interfase que desaparece –una puerta hacia otros mundos–” (Fischer, citado en Rheingold, 1991, p. 131). Aún más interesante es el concepto de Kruger: “Estamos increíblemente afianzados a la idea de que el único propósito de nuestra tecnología es resolver problemas. Ésta también crea conceptos y filosofía. Debemos explorar completamente esta característica de nuestras invenciones, porque la nueva generación de tecnología hablará por nosotros, nos entenderá, y percibirá nuestro comportamiento. Entrará en cada hogar y oficina... Debemos reconocer esto si queremos entender y escoger lo que hemos llegado a ser como resultado de lo que hemos hecho” (Kruger, citado en Rheingold, 1991, p. 113; mi énfasis). Algunos conectan las actuales transformaciones a la revolución industrial, aunque esta vez “... abastecida no por petróleo sino por un nuevo bien llamado inteligencia artificial” (Kurzweil, 1990, p. 13). 10 No es claro el por qué las tecnologías de la computación y la información caen ambas bajo la rúbrica de la inteligencia artificial. En la medida que los computadores pueden ser pensados como las tecnologías dominantes actuales, es valido proponer que “... todo lo informático puede ser pensado como inteligencia artificial” (Lévy, 1991, p. 8).
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A pesar de la novedad, la cibercultura se origina en una bien conocida matriz social y cultural de la modernidad, aunque ésta se oriente hacia la constitución de un nuevo orden- el cual aún no podemos conceptuar, pero que debemos tratar de entender- a través de la transformación de los posibles tipos de comunicación, trabajo y formas de ser. La modernidad constituye el “trasfondo de entendimiento” (background of understanding) –la tradición y forma de ser que se da por sentada y en cuyos términos interpretamos y actuamos–, y que inevitablemente moldea los discursos y las prácticas generadas por y alrededor de las nuevas tecnologías. Esta tradición ha creado una imagen neutral de la tecnología, útil para liberar la energía de la naturaleza con el objeto de aumentar las capacidades humanas y servir a sus propósitos (Heidegger, 1977). Con el fin de reorientar esta tradición dominante es preciso hacer explícita esta tradición. Algunos consideran como el fin último de esta reorientación, aportar a una democratización de la ciencia y la tecnología y al desarrollo de prácticas tecnológicas y tecno-ilustradas que estén más acordes a las necesidades humanas, y que contrasten con las actuales (Winograd y Flores, 1986; Winner, 1993a; Medina, 1992). Acorde con esta presentación general, la investigación antropológica puede estar guiada por el siguiente conjunto de interrogantes: 1. ¿Cuáles son los discursos y prácticas que son creados alrededor de y por los computadores y la biotecnología? ¿Qué dominios nuevos de actividad humana crean estos discursos y prácticas? ¿En qué redes sociales –instituciones, valores, convenciones, etc.– están situados estos dominios? En una perspectiva más amplia, ¿qué nuevas formas de construcción de la realidad, “tecno-espacios” (technoscapes), y de negociación de tal(es) construcción(es) están siendo introducidas por las nuevas tecnologías? ¿De qué manera rutinaria las personas vinculan estos “tecnoespacios”, y cuáles son las consecuencias de esta vinculación en términos de la adopción de nuevas formas de pensamiento y de ser? ¿En qué formas nuestras prácticas sociales y éticas cambian a medida que el proyecto técnico-científico avanza? 2. ¿Cómo estudiar etnográficamente estas prácticas y dominios en diferentes espacios sociales, regionales y étnicos? ¿Qué conceptos y métodos antropológicos establecidos pueden ser apropiados para el estudio de la cibercultura? ¿Cuál(es) tendría(n) que ser modificado(s)? ¿Cómo, por ejemplo, distintas nociones de comunidad, trabajo de campo, cuerpo, naturaleza, visión, sujeto, identidad, y escritura, podrán ser transformadas por las nuevas tecnologías? 3. ¿Cuál es el trasfondo de comprensión desde el cual las nuevas tecnologías surgen? De manera más específica ¿qué prácticas modernas de la vida, del trabajo, y del lenguaje, moldean la actual comprensión, diseño y maneras de relacionarse con la tecnología? ¿Qué continuidades presentan las nuevas tecnologías con relación al orden
moderno? ¿Qué clase de apropiaciones, resistencias, o innovaciones con relación a las nuevas tecnologías están tomando lugar en los contextos, por ejemplo, de las culturas minoritarias? ¿Cuáles de éstas pueden representar aproximaciones diferentes a la comprensión de la tecnología? ¿Qué le sucede a las perspectivas no occidentales a medida que las nuevas tecnologías extienden su alcance? 4. ¿Cuál es la economía política de la cibercultura? ¿En qué maneras, por ejemplo, están siendo reestructuradas las relaciones, en base a las nuevas tecnologías, entre los denominados Primer y Tercer Mundo? ¿Qué nuevas articulaciones locales con formas de capital global y basadas en nuevas tecnologías están apareciendo? ¿Cómo la automatización, las máquinas inteligentes y la biotecnología transforman los procesos de producción, de capitalización de la naturaleza, y la creación de valor en el contexto global? Si los distintos grupos de personas (clases sociales, mujeres, minorías, grupos étnicos, etc.) están ubicados de manera diferencial en los contextos de las nuevas tecnologías, ¿Cómo pueden los antropólogos teorizar y explorar este orden de construcción tecno-cultural? Para finalizar, ¿cuáles son las implicaciones de este análisis para una política cultural de la ciencia y la tecnología?
El proyecto antropológico
Formulaciones teóricas El interés por parte de los antropólogos sociales / culturales sobre la ciencia y la tecnología ha aumentado constantemente en los últimos años. Ya se han dado pasos para construir una presencia institucional de la antropología de la ciencia y la tecnología dentro de la American Anthropological Association (AAA) de los Estados Unidos11. Una variedad de paneles relacionados con temas de ciencia y tecnología fueron llevados a cabo, por ejemplo, en las reuniones de esta Asociación en los años 1992 y 199312. En los años más recientes algunos de los tópicos de interés para los antropólogos han incluido etnografías de
11 El primer paso fue dado en la reunión anual de la Society for the Social Studies of Science en 1992, donde un grupo de antropólogos norteamericanos (entre ellos Michael Fischer, Sharon Traweek, Rayna Rapp, David Hess, Lisa Handwerker, Shirley Gorenstein y David Hakken) se reunieron para discutir estrategias para la implementación de un Comité de Ciencia y Tecnología dentro de la AAA. Este proceso se encuentra detallado en la edición de 1992 del Social / Cultural Anthropology of Science and Technology Newsletter, editado por David Hess. 12 Los paneles en la reunión de 1992 incluyeron, por ejemplo, temas como: la antropología del cyborg; perspectivas culturales sobre la computación; barreras culturales a la innovación tecnológica; comunidades virtuales (también llamadas comunidades en línea), consecuencias de la implementación de tecnologías de información interactivas en el campo cultural y en la educación; y cyborgs y mujeres (en honor de Donna Haraway).
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científicos, estudios sobre tecnologías reproductivas y médicas, temas sobre género y ciencia, ética y valores, y la enseñanza de la ciencia y la ingeniería. Los estudios proclives a convertirse en temas de moda como la tecnología computacional y biológica, la realidad virtual, las comunidades virtuales y el ciberespacio, están captando la atención general de manera creciente. Un esfuerzo por teorizar la antropología de la ciencia y la tecnología también ha estado en proceso de consolidación13. Aunque la gran mayoría de estudios antropológicos sobre ciencia y tecnología han tenido lugar en países altamente industrializados, hay una creciente atención a estos temas en el Tercer Mundo. Esta se desprende del hecho de que la globalización de la producción económica y cultural se apoya cada vez más en las nuevas tecnologías de vida y en las de información. Ya sea que el encuentro entre el Norte y el Sur se dé en los dominios del desarrollo, la información, la guerra –mediados por la biotecnología–, éste está fuertemente mediado por gran variedad de tecnologías. El impacto de tecnologías como la televisión y los videocasetes sobre nociones locales de modernidad y desarrollo y de sus respectivos efectos en antiguas prácticas culturales y sociales ya ha sido abordado etnográficamente (Abu-Lughod, 1990; Dahl y Rabo, 1992; García Canclini, 1990). Consideradas antes como responsables de una homogenización mundial y de una generalizada aculturación, actualmente la ciencia y tecnología cosmopolitas son vistas en términos de su contribución real o potencial a la formación de culturas híbridas y de procesos de autoafirmación a través de la selección autónoma y parcial de éstas14. Incluso está presente la esperanza de que los avances en biotecnología puedan ser usados por grupos locales en regiones ricas en biodiversidad alrededor del mundo, con el objetivo de defender sus territorios y articular nuevas estrategias culturales y económicas. Sin embargo, como David Hess (1993) lo argumenta, el efecto de tecnologías cosmopolitas en grupos del Tercer Mundo aún permanece poco estudiado, especialmente desde el punto privilegiado de las políticas culturales que éstas ponen en movimiento. Aquí se incluyen temas como la destrucción cultural, la hibridación, la homogenización, y la creación de nuevas diferencias a través de formas de conexión fomentadas por las nuevas tecnologías –sin duda un aspecto de lo que Arjun Appadurai denomina “etno-espacios” (ethnoscapes) globales (Appadurai, 1991). El trabajo sobre estos temas está avanzando rápidamente, en particular en conexión con la redefinición de desarrollo (Hess, 1993; Escobar, 1995a). Por supuesto, la reflexión antropológica de la relación entre 13 Para una guía y bibliografía sobre estudios antropológicos sobre ciencia y tecnología ver Hess (1992), Hess y Layne (1992), Pfaffenberger (1992) y Hakken (s.f.). 14 Por ejemplo, el uso cada vez más generalizado de video cámaras, aviones y la aplicación de rentas a la explotación de minas de oro entre los kayapo de la selva amazónica –como parte de su estrategia de autonomía cultural– se ha convertido en caso legendario.
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cultura y tecnología no es nueva. El impacto de las tecnologías occidentales sobre la evolución y el cambio cultural ha sido un tema de investigación desde los primeros años de la década de 195015. El control tecnológico y la economía política están generando fuertes discusiones, dadas las preocupaciones que despiertan. No obstante, los estudios de cultura material y tecnología han sufrido de una dependencia de lo que un crítico del tema ha denominado “la concepción estándar de la tecnología” (basada en una teleología descontextualizada que arranca con las herramientas simples y termina con las máquinas complejas). Únicamente con los estudios contemporáneos de ciencia y tecnología, se tiene la posibilidad de ver la ciencia y la tecnología en relación con sistemas tecnológicos complejos. Esto “... crea la base para una comunicación fructífera entre los antropólogos sociales, etnoarqueólogos, arqueólogos, y los estudiosos de la evolución humana” (Pfaffenberger, 1992, p. 513). También promueve el intercambio entre antropólogos y otras disciplinas involucradas en estos estudios como la filosofía, la ciencia cognitiva y la lingüística. En el Primer Mundo han comenzado variados intentos por articular una estrategia antropológica centrada explícitamente en el análisis de la información digital, la computación y las biotecnologías. Una importante precursora en esta materia fue Margaret Mead, en particular con su trabajo en el contexto de surgimiento de la cibernética entre la Segunda Guerra Mundial y la primera mitad de la década de 196016. Al comienzo de la década de 1990, es posible identificar tres diferentes propuestas. La primera, enunciada por el antropólogo David Thomas, se fundamenta en la creciente literatura sobre nociones de “ciberespacio”17 y el “cyborg” –definido en un sentido amplio como una mezcla entre humano y máquina–. El autor argumenta que las formas avanzadas de tecnología occidental están produciendo “un rito de paso” entre las sociedades industriales y “postorgánicas”, y entre “... formas de vida orgánicamente humanas y aquellas formas de vida ciberfísicas digitales reconfiguradas a través de sistemas de software de computador” (Thomas, 1991, p. 33). En este contexto el autor hace un llamado a los antropólogos a abordar los “mundos
15 Entre los estudios más conocidos se encuentra el trabajo de Godelier (1971), en el cual el autor desarrolla los efectos de la introducción de hachas de acero entre los aborígenes australianos y entre los baruya de Papua, en Nueva Guinea. Un útil repaso de trabajos previos es reseñado por Hess (1992). 16 Mead fue una participante activa en las Conferencias Macy sobre cibernética (Mead et al., 1950-1956), así como también una figura central en la fundación de la American Society for Cybernetics (Mead, 1968). La vida de este ilustre grupo de “cibernéticos”, en el cual participaron Gregory Bateson, Heinz von Foerster, Norbert Wiener, y Kurt Levin entre otros, es descrita en el libro de Heims (1991). Es preciso señalar que las Conferencias Macy tomaron lugar en el contexto de la Guerra Fría, la primera ola de tecnología computacional, y en el desarrollo general de la teoría de sistemas; actualmente los contextos históricos y epistemológicos son bastante diferentes.
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de las tecnologías virtuales durante esta etapa temprana de especulación y desarrollo”; en especial desde el punto de vista de cómo estas tecnologías son producidas socialmente. Desde los paradigmas de lectura y escritura visual a los mundos virtuales de la información digital, estamos siendo testigos de una transición a una etapa post-corpórea muy prometedora en términos de creación de lógicas sociales y de regímenes sensoriales. El ciberespacio proporciona a los antropólogos posibilidades sin precedente para hacer palpable esta promesa. La segunda propuesta es una “antropología cyborg”. Ésta fue lanzada formalmente con dos sesiones que tuvieron lugar en San Francisco en la reunión de la AAA en el año 1992, y en las que se tomó como punto de partida los estudios feministas de ciencia y tecnología. Aunque su principal objetivo fue el análisis de la ciencia y la tecnología como un fenómeno cultural, uno de sus mayores logros ha sido el estudio etnográfico de los límites entre humanos y máquinas, específicos a las sociedades del final del siglo XX. Con la convicción de que el “anthropos” debe ser desplazado –como tema y objeto de la disciplina–, los antropólogos emergentes del “cyborg” argumentan que la realidad humana y social es un producto tanto de las máquinas como de las actividades humanas. Asimismo, sostienen que debemos reconocer una labor de agenciamiento a las máquinas, y que la tarea propicia de la antropología de la ciencia y la tecnología es examinar etnográficamente cómo la tecnología sirve de agente de producción social y cultural18. Las posiciones críticas sobre las dos propuestas anteriores han comenzado a articularse de manera notable en la antropología visual. Dada la importancia de la visión en 17 El término ciberespacio (cyberspace) fue acuñado por William Gibson (1984) e introducido en los círculos intelectuales, artísticos y académicos en el libro editado por Michael Benedikt: Cyberspace: The First Steps (1991). El término hace alusión a las crecientes redes y sistemas de ambientes mediados por computadores. Como una red de interacciones espacializadas –mediadas por la computación–, el ciberespacio es visto como la “habilitación de una co-presencia e interacción completa de múltiples usuarios, que permite una entrada y una salida desde y hacia el campo sensorial humano, con lo cual se permite percibir realidades virtuales y reales, recolección remota de información, control por medio de telepresencia y una total integración e intercomunicación con un rango completo de productos y ambientes inteligentes en el espacio real” (Novak, 1991, p. 225). Para una introducción al concepto de ciberespacio ver Rheingold (1991) y Stone (1991, 1992). Para una presentación general de las redes globales de computación ver Dertouzos (1991) y Cerf (1991). Una breve revisión de las guías de Internet se encuentra en el Chronicle of Higher Education (1992, diciembre 16, pg. A9). 18 Esta descripción está basada en la ponencia presentada en el panel: “Antropología Cyborg I: Sobre la producción de la humanidad y sus límites”, por Gary Lee Downey, Joseph Dumit y Sarah Williams (1992). Algunos de los trabajos presentados tocaron temas como la participación de la mujer japonesa en los campos de la física de alta energía; seguidores de la ciencia-ficción; psicoterapia asistida por computador; cyborgs de baja tecnología (cyborgs en el Tercer Mundo); tecnología reproductiva y construcciones culturales de la biotecnología.
temas como la realidad virtual, las redes de computadores, las gráficas e interfaces y las tecnologías de imagen –desde satélites de vigilancia, estrategia militar, exploraciones espaciales hasta tecnologías médicas como la tomografía y la ecografía prenatal (Haraway, 1988; DeLanda, 1991; Cartwright y Goldfarb, 1992; Duden, 1990)–, no es sorprendente que el campo de la antropología más sintonizado con el análisis de lo visual como un régimen cultural y epistemológico, haya sido el primero en reaccionar ante la celebración poco crítica de las tecnologías ciberespaciales (ver Benedikt, 1991; Rheingold, 1991). El señalamiento que hacen algunos diseñadores ciberespaciales con respecto a que las nuevas tecnologías “harán al cuerpo obsoleto, destruirán la subjetividad, crearán nuevos mundos y universos, cambiarán el futuro político y económico de la humanidad y dejarán un nuevo orden post-humano”, constituyen para los críticos, en el mejor caso, un deseo piadoso, motivado por el carácter seductivo de la realidad virtual y de tecnologías similares. En el peor de los casos constituyen esfuerzos equivocados en la ingeniería de la realidad social (Gray y Driscoll, 1992, p. 399). Ellos argumentan, entonces, que esta lectura se da por la atención aparentemente exclusiva a una sociedad cyborgrizada mediada por las interacciones entre humanos y máquinas19. Más que sugerir que se necesita una nueva subdisciplina antropológica, Gray y Driscoll prefieren referirse a una “antropología de, y en el ciberespacio”. Desde esta perspectiva, los antropólogos podrían estudiar las tecnologías en los entornos en los cuales éstas se originaron y en los que operan, incluyendo sus continuas conexiones a los valores dominantes de racionalidad, instrumentalidad, beneficio y violencia. No es coincidencia, siguiendo el argumento de estos autores, que la realidad virtual como uno de los desarrollos recientes en el centro del movimiento ciberespacial, ha sido y seguirá estando circunscrita por intereses económicos y militares. Y que a pesar de su esperado potencial para propósitos de liberación y humanización, las aplicaciones orientadas hacia un beneficio económico seguirán siendo indudablemente dominantes. Su prescripción apunta a examinar estas tecnologías desde una perspectiva que considere la forma en que éstas permiten a varios grupos de personas negociar formas específicas de poder, autoridad y representación. Desde la antropología de la cibercultura, podemos descartar a priori la existencia de una nueva era, y la necesidad de una nueva área de trabajo en la antropología. Realmente la disciplina está –en principio– bien dotada para abordar lo que 19 Para Roseanne Stone (1991; 1992), el énfasis en “post-corporalidad”, surge de la disconformidad masculina con el cuerpo. Este sesgo será corregido, en la perspectiva de la autora, cuando más mujeres participen en el diseño de las tecnologías virtuales y ciberespaciales. Aunque esto está comenzando a suceder, los resultados aún están por verse. Desde otro ángulo, se puede argumentar que el énfasis en trascender el cuerpo en el contexto cyber es otro aspecto de la despersonificación de la “teorización virtual”, y que algunas veces tiene tenues conexiones con la realidad (Tsugawa, 1992).
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debe iniciarse más bien como un proyecto etnográfico tradicional: describir, a la manera de un diagnóstico cultural inicial, qué está pasando en términos de la emergencia de prácticas y transformaciones asociadas al aumento de desarrollos técnico-científicos. Sin embargo, dado que estos desarrollos son sitios crecientes de articulación de conocimiento y poder sin precedente, es pertinente preguntarse sobre la adecuación teórica de conceptos establecidos a la luz de sus especificidades históricas y culturales. Uno de los acercamientos más fructíferos es que la tecnociencia está motivando una implosión de categorías en diferentes niveles, particularmente de aquellas categorías que han definido lo natural, lo orgánico, lo técnico y lo textual. Los límites entre naturaleza y cultura, entre organismo y máquina están siendo incesantemente redibujados de acuerdo a complejos factores históricos en los cuales los discursos sobre ciencia y tecnología juegan un papel decisivo (Haraway, 1991). De esta manera, los “cuerpos”, los “organismos” y las “comunidades”, tienen que ser nuevamente teorizados como compuestos de elementos que se originan en tres distintos dominios demarcados por límites permeables: lo orgánico, lo técnico (o lo técnico-económico), y lo textual (dicho de una manera amplia, lo cultural). Mientras que la naturaleza, los cuerpos y los organismos ciertamente tienen una base orgánica, de manera creciente estos están producidos en conjunción con máquinas y esta producción está siempre mediada por narrativas científicas (“discursos” de la biología, la tecnología y otras similares) y por la cultura en general. La cibercultura debe ser entendida como el campo de fuerzas y significados, en el cual esta compleja producción de sentidos de vida, de trabajo y de lenguaje, toma lugar. Para algunos investigadores (Haraway, 1991; Rabinow, 1991a), mientras que la cibercultura puede ser vista como la imposición de una nueva cuadrícula de control en el planeta, también representa nuevas posibilidades para articulaciones potenciales entre los seres humanos, la naturaleza y las máquinas. Lo orgánico, siguiendo estas críticas, no necesariamente está opuesto a lo tecnológico. También se debe hacer énfasis en que las nuevas configuraciones de conocimiento y poder están estrechando la vida y el trabajo, como en el caso del proyecto sobre el genoma humano. Por ejemplo, en los avances vinculados a técnicas computacionales, el bio-chip se ha proyectado de manera superficial como su mejor promesa. Este campo podría llegar a probar ser el espacio más fuerte para remoldear la sociedad en formas nunca antes atestiguadas. La naturaleza sería conocida y reelaborada a través de la técnica; literalmente será construida en la misma forma en la que la cultura lo es, con la diferencia de que la hechura de la naturaleza tomará lugar a través de la reconfiguración de la vida social por microprácticas en la medicina, la biología y la biotecnología (Rabinow, 1991a). Aspectos similares han sido señalados por Evelyn Fox Keller con respecto a que la relación entre naturaleza y cultura será igualmente reconcebida; lo anterior al punto de que la biología molecular está creando la sensación, por ejemplo, de una 22
“nueva maleabilidad de la naturaleza” (Keller, 1992b). El “derecho a genes normales” podría llegar a ser el grito de batalla de un ejército de expertos en salud y de políticos reformistas desplegando prácticas de transformación biosocial, un alcance no visto desde “el nacimiento de la clínica” hace poco más de dos siglos (Foucault, 1975). El corolario de este análisis es la necesidad de prestar atención a las relaciones sociales y culturales entre la ciencia y la tecnología como mecanismos centrales de producción de vida y cultura en el siglo XXI. El capital, con certeza continuará jugando un papel importante en la reinvención de la vida y la sociedad. La actual expansión del valor y la plusvalía, sin embargo, toma lugar ya no tanto en la extracción directa de plusvalía de la mano de obra o de la industrialización convencional, como a través de la capitalización de la naturaleza y la sociedad en base a la investigación científica y el desarrollo (principalmente en las áreas de inteligencia artificial y biotecnología). Incluso el genoma humano ha llegado a ser un campo importante para la reestructuración capitalista, y por ende importante para la contestación. La reinvención actual de la naturaleza y la cultura –efectuada por y dentro de redes de significado y producción que conectan ciencia y capital–, deben ser comprendidas de acuerdo a una economía política que se ajuste a la era de la cibercultura. Los antropólogos necesitan comenzar en serio el estudio de las prácticas sociales, económicas y políticas relacionadas con la tecnología y a través de las cuales la vida, el lenguaje y el trabajo están siendo articulados y producidos.
Dominios etnográficos Como ya he mencionado, las preguntas principales a ser enunciadas por la antropología de la cibercultura incluyen los siguientes temas: ¿Qué nuevas formas de construcción social de realidad y de negociación de dichas construcciones están siendo creadas o modificadas? ¿Cómo son socializadas las personas por sus propias experiencias rutinarias de espacios construidos, creados a su vez por las nuevas tecnologías? ¿Cómo se relaciona la gente con sus mundos tecnológicos (máquinas, cuerpos y naturalezas reinventados)? Si la gente está posicionada diferencialmente en los tecno-espacios, de acuerdo a aspectos como raza, género, clase social, ubicación geográfica, ¿cómo difieren entonces sus experiencias de estos espacios? Finalmente, ¿podría ser posible dar cuenta etnográfica de la multiplicidad de prácticas asociadas con las nuevas tecnologías en diversos contextos sociales, étnicos y geográficos? ¿De qué maneras estas prácticas se relacionan a temas sociales más amplios como por ejemplo, el control de la mano de obra, la acumulación de capital, la organización de modos de vida, y la globalización de la producción cultural? Uno podría comenzar a pensar estas preguntas en términos de espacios etnográficos posibles y de estrategias concretas de investigación. Algunas pistas concernientes a estos espacios pueden ser encontradas en proyectos de investigación contemporáneos. Diferentes dominios de investigación
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etnográfica pueden ser identificados como aproximaciones iniciales, para luego ser refinados como avances de investigación: 1. La producción y el uso de nuevas tecnologías. En este punto la investigación antropológica se concentrará, por una parte, en científicos y expertos, en sitios tales como los laboratorios de investigación genética, corporaciones de alta tecnología, y en centros de diseño de realidad virtual; y por otra, en los usuarios de estas tecnologías. Las etnografías en este dominio podrían seguir en términos generales los pasos de las útiles etnografías de la ciencia y tecnología moderna (Latour y Woolgar, 1979; Martin, 1987; Visvanathan, 1985; Latour, 1988; Traweek, 1988; Kondo, 1990); la teorización de la ciencia y la tecnología, en particular desde la antropología (Hakken, s.f.; Pfaffenberger, 1992; Hess y Layne, 1992; Hess, 1993); los estudios feministas de ciencia y tecnología (Haraway, 1989, 1991; Jacobus et al., 1990; Wajcman, 1991; Keller, 1992a). No obstante, estos tienen que ser resituados dentro del espacio conceptual de la antropología de la cibercultura. Un puñado de estudios de esta clase ya han sido comenzados20. Un aspecto sobresaliente de la investigación en este campo es el estudio etnográfico de la producción de subjetividades que acompañan las nuevas tecnologías. Sherry Turkle ha mostrado en un estudio pionero (1984) que el computador es “un objeto evocativo”, un medio para proyectar la construcción de una variedad de mundos privados y públicos. A medida que el uso del computador se extiende, Turkle muestra que más y más personas comienzan a pensarse a sí mismos en términos de computadores. Los computadores personales están cambiando nociones de identidad y de ser en modos que son poco comprendidos. La cibercultura está creando un conjunto de verdaderas “tecnologías del ser” que van más allá de la visión del ser como máquina; y la productividad cultural de estas nociones solamente puede ser valorada etnográficamente. Mundos virtuales constituidos por la participación de individuos en juegos de rol en línea pueden ser vistos como una forma de moverse fuera del ser individualizado y entrar al mundo de las interacciones sociales virtuales. Aunque este medio es ampliamente percibido como negativo, el trabajo de Turkle indica que estos mundos virtuales pueden llegar a ser instrumentos para la reconstrucción de identidades en formas interactivas y como fuentes de conocimiento acerca de otras culturas y del mundo exterior. Existe un componente global a la producción de subjetividades que debe ser explorado. ¿Cuál es el significado de la globalización de aparatos tecnológicos de entretenimiento como Nintendo, Play Station, Game Cube, XBox, en la cultura juvenil? ¿Cómo son “consumidos” los videojuegos en sociedades que tienen diferentes códigos culturales? El hecho de que la reconstrucción de espacio vincule la reconstrucción del cuerpo, es algo que necesita ser teorizado. 20 Estos incluyen, por ejemplo, el estudio de Deborah Heath sobre un laboratorio de biotecnología molecular (1992), la etnografía de Barbara Joans sobre diseñadores de realidad virtual (1992), y el trabajo de David West sobre usuarios de realidad virtual (comunicación personal).
¿Cómo está siendo reconfigurado e imaginado el cuerpo a través de inscripciones en el contexto de la relación entre cuerpo y máquina? ¿Qué constituiría un análisis postestructural del cuerpo en el ciberespacio, si este conocimiento busca evitar las trampas de la frontera (el cuerpo que puede o no ser trascendido) y del humanismo (el cuerpo que uno puede “rehacer” más o menos a voluntad)? Una fructífera teorización de la post-humanidad podría tomar como punto de partida este grupo de cuestionamientos. Si las nuevas tecnologías permiten oportunidades para la reproducción de la vida a través de las máquinas, entonces ¿debe el computador ser incluido en el conjunto de las tecnologías reproductivas? ¿Qué significaría un “cuerpo femenino” en estos procesos, desde una perspectiva feminista?21 2. La aparición de comunidades mediadas por computador, como las llamadas comunidades virtuales y en general, lo que uno de los diseñadores más creativos de ambientes computarizados ha llamado “las nuevas y vibrantes aldeas de actividad dentro de enormes culturas de computación” (Laurel, 1990, p. 93)22. El análisis antropológico puede ser relevante no únicamente para la comprensión de lo que estas nuevas “aldeas” y “comunidades” son; de igual forma sirve para imaginar las clases de comunidades que los grupos humanos pueden crear con la ayuda de tecnologías emergentes. De nuevo, la investigación en este campo está apenas comenzando. Podemos anticipar una activa discusión sobre los métodos apropiados para estudiar estas comunidades, incluyendo preguntas sobre el trabajo de campo on line / off line, sobre los límites del grupo a ser estudiado, la interpretación, la ética, etc23. 21 Estas ideas sobre el cuerpo provienen de Jennifer Terry (comunicación personal). 22 Las comunidades virtuales están formadas por grupos de personas que se relacionan entre sí principalmente a través de un medio electrónico como el computador, el correo electrónico y redes especializadas como PeaceNet, EcoNet, y de una gran variedad de carteles (bulletin boards) y sistemas de conferencia provenientes de espacios académicos, de negocios, etc., los cuales están conectados a través de lo que fue Bitnet, Usenet y actualmente Internet. Un ejemplo único de comunidad on-line es el Whole Earth Lectronico Link (WELL), localizado en el área de la bahía de San Francisco, y en el cual participan personas de distintas partes de Estados Unidos. En el WELL se mantienen discusiones permanentes sobre el significado de las comunidades virtuales, realidad virtual, multimedia, y temas relacionados. Una etnografía del WELL está en proceso (Bessinger, 1993). 23 La dimensión ética en comunidades virtuales es muy significante con temas como la posibilidad de asumir diferentes personas, la relación entre personas “virtuales” y “reales”, el reconocimiento de marcadores sociales propios, como el género, la raza, la clase social o la posibilidad de hacer “lurking” (es decir, observar una comunidad sin hacer conocer la propia presencia a aquellos que se observa). Hay un rico conjunto de aspectos a ser explorados por antropólogos (ver Bessinger, 1993).Aspectos sobre el intercambio de información entre antropólogos de distintas partes del mundo y entre estos y aquellos con quienes trabajan en campo, toman una nueva dimensión con el avance de las redes electrónicas. En algunas situaciones las comunidades virtuales llegan a ser parte del “campo”, más que una mera expresión, o extensión de éste. Un esfuerzo por conectar antropólogos y otros sujetos en el mundo a través de medios electrónicos para discutir temas, ideas, libros, conferencias que son relevantes para la antropología, ha sido liderado por Arjun Appadurai y Carol Breckenridge miembros de la revista Public Culture.
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Una variante de esta línea de investigación es lo que Laurel ha denominado “antropología de interfaces” (1990, pgs. 91-93). La creación de interfaces entre humanos y computadores ha sido tratada de forma estrecha y como un problema de diseño de ingeniería que intenta hacer coincidir las tareas a ser desarrolladas con las herramientas de que se dispone. Pero la pregunta central sobre los distintos usuarios a los que van dirigidas las tecnologías todavía continúa siendo ignorada o en algunos casos es inferida de información estadística. De igual forma el cuestionamiento crítico sobre el efecto que la tecnología tiene en los usuarios y de lo que a estos les permite hacer, nunca se plantea. Los niños, maestros, diseñadores de juegos de computador y usuarios, escritores de ficción, arquitectos, activistas tienen diferentes necesidades y acercamientos a estas preguntas básicas. Una “antropología de interfaces” que señale esta ausencia se concentraría en las intersecciones entre usuario / contexto, encontrando “informantes” para guiar la exploración crítica (no meramente utilitaria) de los usuarios y los contextos24. 3. Estudios de cultura popular de la ciencia y la tecnología, incluido su efecto en el imaginario popular (el conjunto de elementos básicos que estructuran un discurso dado y de las relaciones entre ellos) y en las prácticas populares. ¿Qué sucede cuando tecnologías como los computadores y la realidad virtual permean las discusiones diarias? La emergencia de un “tecno-charla” (Barry, 1992) es solo la punta del iceberg en relación con los cambios que están tomando lugar en este nivel. Para Beatriz Sarlo (1992) –crítica cultural de nacionalidad argentina–, la principal necesidad es examinar la inclusión estética y la práctica de la tecnología en la vida diaria. En el contexto de los sectores populares, el imaginario tecnológico despierta una reorganización de los conocimientos populares y el desarrollo de contenidos simbólicos que, innegablemente modernos, difieren de manera significativa de aquellos que pretenden los científicos. Lo anterior tiene que tomarse en consideración en el estudio de las prácticas tecno-literarias que permiten que la gente se relacione activamente con las nuevas tecnologías (Penley y Ross, 1991). Desde la mitad de la década de 1980 los estudios etnográficos de cultura popular (Fiske, 1989; Willis, 1990) han estado lidiando con algunos de estos temas. La imbricación de formas culturales con cuestiones sociales puede ser estudiada etnográficamente; incluso puede ser recogida desde la literatura y otras producciones populares, así como lo
24 Walker distingue cinco fases en la historia de interfaces de usuario: (a) perillas y teclado, (b) series (un operador especializado de computador manejando un montón de trabajos sobre tarjetas perforadas, (c) tiempo compartido, (d) menús, y (e) gráficas, o ventanas (Walter, 1990). La siguiente fase llevará al usuario directamente al interior (“inside”) del computador; en otras palabras: a través de la pantalla al ciberespacio. Este será un espacio tridimensional, tal y como el que ha alcanzado la realidad virtual actualmente. La esperanza de los diseñadores es que paulatinamente se reemplazará una visión contemplativa pasiva con una participación activa.
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demuestra el trabajo de Sarlo (1992), Seltzer (1992), y Jenkins (1992)25. 4. El crecimiento y el desarrollo cualitativo de la comunicación humana mediada por la computación; particularmente desde la perspectiva de la relación entre lenguaje, comunicación, estructuras sociales, e identidad cultural. Mientras que la comunicación mediada por computadores comparte muchas características con otras formas de comunicación mediada, como es el caso del teléfono, las máquinas contestadoras de mensajes (bien estudiadas por lingüistas y antropólogos lingüistas), también difiere en aspectos importantes. La interacción humana a través de computadores personales debe ser estudiada no únicamente desde la perspectiva de los principios transculturales y transituacionales y de las estrategias de discurso (Gumperz, 1983) que gobiernan cualquier tipo de interacción humana; también debe abordarse en términos de la especificidad de las prácticas comunicativas y lingüísticas que afloran de la naturaleza del medio en cuestión. En el proceso de construcción de comunidades mediadas por la computación (Celso Álvarez, comunicación personal, 1992) existen tres dimensiones relevantes de análisis: (a) la relación entre las máquinas y los sujetos sociales como productores de discurso en el umbral del nacimiento de una sociedad internacional “ciberliterada” (cyberliterate); (b) la pregunta por la creación y la distribución de y el acceso a los códigos y lenguajes “autorizados” o “legítimos” de la comunicación mediada por computadores, cuyo dominio y manipulación le garantiza a grupos de practicantes particulares una autoridad simbólica y control sobre la circulación de la cibercultura; (c) el rol de la comunicación mediada por computador en el establecimiento de conexiones entre sí, en propiciar cohesión, y en la creación de continuidades en la historia interaccional de los miembros del grupo (sumadas a las conversaciones telefónicas, al correo electrónico estable, y a la interacción cara a cara). Esto quizás pueda incluir investigación sobre conversación, interacción y tecnología en espacios de trabajo (Goodwin y Harness Goodwin, 1992) y en contextos de ocio. Así mismo en la formación y reformación de límites sociales y
25 En su libro, Seltzer examina “... la antropología de la niñez y la adolescencia en la transición del siglo XIX al XX y las tecnologías sociales y culturales en la ‘formación del hombre’ ” (1991, p. 5), desde la perspectiva foucaultiana de la producción de subjetividades y de cuerpos dóciles. El trabajo de Sarlo reflexiona alrededor de la introducción en Argentina de nuevas tecnologías en las décadas de 1920 y 1930. Uno de los puntos más fuertes de este trabajo es que en los momentos históricos en los cuales las nuevas tecnologías son introducidas (al igual que en el presente), es que existe la posibilidad de una cierta construcción popular original en conexión con éstas. El trabajo de Penley y Ross consiste en el análisis de las prácticas de grupos como los hackers y seguidores de la ciencia-ficción. Por su parte, la defensa propuesta por Jenkins (1992) del estudio de las “apropiaciones textuales” (textual poaching) de los escritores de ciencia-ficción y por usuarios de computador, apunta en la misma dirección.
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culturales dentro de una comunidad computacional dada y otras comunidades y también dentro de tales comunidades. Un aspecto particular de este campo de investigación lo constituye el hipertexto. Este es un texto de computador diseñado para ser recreado o transformado a través de actos colaborativos que envuelven una persona, o una base de datos, o muchos usuarios llevando a cabo operaciones sobre un(os) texto(s). Su importancia está dada en que es el ambiente virtual del hipertexto lo que permite que una “matriz” (“matrix”) de usuarios potencialmente conocibles interactúen (Barrett, 1989; Piscitelli, 1991)26. Una inquietud apenas explorada en este dominio es la hipótesis de la transición a una sociedad post-escritural facilitada por las tecnologías de información. Si la escritura y sus modos lógicos de pensamiento reemplazaron la oralidad y las formas situacionales de pensar, la era de la información digital podría estar marcando un distanciamiento de la escritura como la tecnología intelectual dominante. En la misma manera en la que la escritura incorpora la oralidad, la información podría incorporar la escritura; por supuesto, luego de una mutación cultural de consideración. El conocimiento teórico y hermenéutico –tan cercanamente conectado con la escritura– entraría igualmente en un período de declinación o, al menos, de conversión a una forma secundaria. Nuevas formas de pensamiento determinadas por las necesidades operacionales de información y computación estarían siendo instituidas. El tiempo no sería más una concepción circular (como ocurre en la oralidad), ni lineal (como en las sociedades históricas que utilizan la escritura), sería puntual. El tiempo puntual y la aceleración de la información traería consigo que el conocimiento no sea fijado, como en la escritura, pero sí evolucionado, como en un sistema experto (Lévy, 1991). Donde sea que estos cambios de gran importancia tomen lugar, postularán difíciles preguntas para la antropología -tan dependiente en sí misma de la escritura y de la interpretación hermenéutica-. Una cosa parece certera: a pesar de los extendidos argumentos que afirman una situación contraria, la comunicación electrónica ha producido cambios básicos en las experiencias lingüísticas y en la construcción de eventos. “Lo que está en riesgo son las nuevas formas de lenguaje que alteran de forma significante la red de relaciones sociales, que reestructuran aquellas relaciones y a los sujetos que ellas constituyen” (Poster, 1990, p. 8). La comprensión de estos cambios demanda aventurarse en dominios de análisis inexplorados. 26 Celso Álvarez afirma que la caracterización de los grupos de comunicación mediados por computación, como comunidad “virtual” es equivocada, dado que desde la perspectiva de interacción lingüística, ellas son comunidades “reales”. Un cuestionamiento sobre lo adecuado del modelo de conversación para tratar con los computadores ha sido propuesta por Walker: “Cuando usted está interactuando con un computador, usted no está conversando con otra persona. Usted está explorando otro mundo” (1990, p. 443). Aquí también podrían yacer algunos retos para la antropología lingüística.
5. La economía política de la cibercultura. En décadas recientes la antropología le ha prestado mucha atención al análisis de las comunidades en contextos globales e históricos (Wolf, 1982; Roseberry, 1992). La cibercultura presenta nuevos retos para una articulación continuada de una economía política antropológica. Lo que desde diferentes perspectivas se ha llamado el “orden del silicón”, el “capitalismo del microchip”, y la “economía de la información”, guardan profundos cambios en la acumulación del capital, las relaciones sociales y en la división del trabajo a distintos niveles. ¿Cuál es la relación entre “información” y “capital”? ¿Es apropiado postular, como algunos lo han hecho (Poster, 1990), la existencia de un “modo de información” semejante a un modo de producción? ¿Cómo podemos teorizar la articulación entre información, mercados y órdenes culturales? El cambio a las nuevas tecnologías de información ha marcado la aparición de procesos flexibles, descentralizados de mano de obra, pero altamente estratificados por factores de género, raza, etnia, clase social y ubicación geográfica. Este “régimen post-fordista” (Harvey, 1989) presenta nuevas articulaciones del capital global con culturas locales. Estamos asistiendo a “... la producción de diferencia cultural dentro de un sistema estructura de economía política global” (Pred y Watts, 1992, p. 18). ¿En qué formas específicas están estos procesos globales mediados y constituidos localmente? ¿Qué pasa con las nociones locales de desarrollo y modernidad a medida que toman forma nuevos mecanismos de interacción local-global? La aparición de una “sociedad de control” (Deleuze, 1993b) y de la ciberocracia (cyberocracy) o “el gobierno por la ruta de la información” (Ronfeldt, 1991), es un llamado a la necesidad de etnografías institucionales orientadas desde la perspectiva de la economía política de la información. ¿Cuáles son los sitios institucionales dentro y desde los cuales son creadas y circuladas categorías de información centrales? ¿Qué perspectivas del mundo representan estas categorías, y cómo éstas decretan mecanismos de manejo, que dependen de la relación de grupos particulares al modo de producción de información? Estas etnografías se moverían de la producción de información mediada por computador, al análisis de su recepción y uso; investigando en cada nivel las dinámicas culturales y las políticas que la “información” pone en juego. Como información, la ciencia y la tecnología se han convertido en una parte central del capitalismo en tanto que la creación de valor y plusvalía depende directamente de los desarrollos científicos y tecnológicos. Las formas concretas de apropiación científica de la vida y la mano de obra por parte del capital, muestran nuevas características como la cada vez más estrecha relación entre la academia y la industria y el campo biotecnológico (Rabinow, 1992b). Estas nuevas fuerzas están por desarrollar una “biorevolución” en el Tercer Mundo: “Nuevas formas técnicas... podrán cambiar de manera significativa el contexto dentro del cual es conceptuado y planeado el cambio tecnológico en el Tercer 25
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Mundo. Nosotros sugerimos que el grupo de técnicas emergentes llamadas de forma genérica ‘biotecnología’ será a la Revolución Verde, lo que la Revolución Verde fue para la variedad de plantas y prácticas tradicionales” (Buttel et al., 1985, p. 32). La genética de plantas, la producción industrial de tejido, el uso de microorganismos genéticamente manipulados, representan intervenciones sin antecedente en el contexto de desarrollo del Tercer Mundo. Las corporaciones ya están en la delantera con relación a la investigación y al desarrollo de estos temas. Como lo muestra el análisis de estos investigadores sobre el comportamiento corporativo, los prospectos para el Tercer Mundo son siniestros porque a las corporaciones simplemente no les importan las necesidades e intereses del Tercer Mundo. En el caso de las regiones con una alta biodiversidad, la naturaleza biofísica está siendo representada de manera creciente como una reserva de valor en sí misma para ser explotada por la biotecnología en el nombre de un uso racional y eficiente. Las comunidades locales y los movimientos locales son engatusados a participar en estos esquemas, como “guardianes” del capital social y natural. Las comunidades o sus sobrevivientes, son reconocidos finalmente como los dueños legales “del medioambiente”, sólo en la medida que acuerden tratarlo (y a ellos mismos) como capital (O’Connor, 1993). Todo el tema de “derechos de propiedad intelectual” conectado con los recursos naturales del Tercer Mundo27 está surgiendo como uno de los aspectos más inquietantes de la fase ecológica del capital (Shiva, 1993; Kloppenburg, 1991). ¿Cuáles son las implicaciones de estos desarrollos para los estudios de cultura material y para la antropología biológica? Los antropólogos han sostenido que la transformación de ecosistemas por el capital es mediada por las prácticas de sociedades específicas en las cuales tales apropiaciones ocurren (Godelier, 1986). Actualmente, la ingeniería genética, la biología molecular y las ciencias relacionadas con productos naturales califican el concepto de “mediación” de tal forma que hacen que los análisis antropológicos disponibles no sean suficientes28. Finalmente, la reestructuración de las relaciones políticas y macroeconómicas entre países ricos y pobres en el despertar
27 Aquí se incluye el trámite de patentes por parte de corporaciones multinacionales de semillas y variedades de plantas, y de las sustancias derivadas de cepas usadas por “sociedades tradicionales” en el Tercer Mundo. 28 No es coincidencia que el Banco Mundial, a través de su Global Environment Facility (GEF), esté liderando esfuerzos para la conservación de la diversidad biológica. En Latinoamérica, en países como Colombia, Brasil y México, ya están en funcionamiento proyectos del GEF orientados hacia sus respectivas zonas selváticas. Otros proyectos del GEF también están tomando como objetivo otras zonas biodiversas, todas ubicadas en el Tercer Mundo. El conflicto entre las corporaciones, los movimientos sociales, y los Estados sobre estos recursos en éstas áreas es muy intenso, dado que es la base para una industria multimillonaria. Así es también el conflicto por la patente de genes y de nuevas formas de vida.
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de la cibercultura debe ser un tema de análisis prioritario. Como algunos afirman, la tecnología de punta ha devenido en una “nueva dependencia” de los países con tecnología pobre hacia los líderes de la innovación tecnológica en el mercado de los computadores, la información digital y la biotecnología (Castells, 1986; Castells y Laserna, 1989; Smith, 1993). Los países del Tercer Mundo, de acuerdo a estos autores, deben negociar esta dependencia por medio de una agresiva modernización tecnológica que vaya acompañada de una reforma social. Desde un punto de vista antropológico, esta opción es problemática en tanto que respalda las políticas de desarrollo posteriores a la Segunda Guerra Mundial y que como se sabe han tenido efectos desastrosos en la cultura y en la economía del Tercer Mundo (Escobar, 1995a). Al igual que el desarrollo, las tecnologías no son culturalmente neutrales. ¿Hay otras posibilidades para las sociedades del Tercer Mundo que incluyan otras formas de participación en las conversaciones y procesos tecnológicos que están transformando el mundo? ¿Cómo pueden los movimientos sociales en Asia, África, y Latinoamérica articular políticas que les permitan participar en las ciberculturas sin que se sometan del todo a las reglas del juego? ¿Podrán los grupos del Tercer Mundo estar en posición incluso de conocer sobre las posibilidades que permiten acceder a las nuevas tecnologías? Una pregunta importante es si los gobiernos del Tercer Mundo estarán interesados en construir los “imaginarios” que se necesitan para acceder a las nuevas tecnologías, desde la perspectiva de un diseño más autónomo: “... no habrá una transformación social genuina, sin la transformación de la relación entre la sociedad y las tecnologías que incorpora” (Sutz, 1993, p. 138). Sin duda, comenzar a prestar atención a la innovación tecnológica es un primer paso hacia la obtención de una “autoestima tecnológica”. Una inquietud más general es si las nuevas tecnologías pueden ser conceptualizadas en formas que no las reduzcan a su rol en el desarrollo económico, y otra es lo que significan las ciberculturas desde distintas perspectivas del Tercer Mundo. La importancia de discutir estos temas en el Tercer Mundo también surge del rol que juega la mujer en la industria de la tecnología en un contexto global. El desarrollo de la cibercultura se apoya, en muchas formas, en la fuerza trabajo de mujeres jóvenes en Norteamérica, Japón, y en enclaves industriales de Europa en Asia sur-oriental, América Central, y en otras partes del Tercer Mundo (Ong, 1987; Mies, 1986). Hay muchas razones para creer que la electrónica continuará siendo favorecida en los esquemas industriales del Tercer Mundo, bajo el auspicio de las corporaciones multinacionales; así mismo, también es posible pensar que las mujeres jóvenes seguirán siendo consideradas por estas industrias como la fuerza laboral “ideal” para usar. Las consecuencias de estos procesos en las dinámicas de género y cultura son enormes, como lo pueden evidenciar las escasas investigaciones sobre las maquiladoras y las fábricas de explotación. La antropología feminista y la economía política tienen muchas
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consideraciones y aportes que hacer a este aspecto trascendental de la cibercultura. Los antropólogos pueden contribuir con estudios profundos sobre aspectos de clase social, de género y raza en la construcción de la cibercultura; y así mismo, con desafíos a ésta. En este último aspecto se incluyen análisis de las élites técnico-científicas, por una parte, y del potencial que tienen los individuos, los grupos y los movimientos sociales para articular tecnologías alternativas o paralelas, formas de conocer, y el estudio de las relaciones sociales en la tecnología y la ciencia (Darnovsky et al., 1991). Los estudios antropológicos sobre las ciberculturas pueden ayudarnos a imaginar contextos (que sí puedan surgir) en los cuales las posibilidades de relacionarse con la tecnocultura no exacerben los desbalances de poder en la sociedad.
Antropología y complejidad: ¿repensando la tecnología? Las innovaciones tecnológicas y las visiones globales dominantes generalmente se transforman una a la otra para legitimizar y naturalizar las tecnologías de la época. La naturaleza y la sociedad vienen a ser explicadas en términos que refuerzan los imperativos tecnológicos actuales, haciéndolos parecer como la forma más racional y eficiente de práctica social. En la era moderna este refuerzo mutuo ha resultado en la universalización del imaginario técnico-científico europeo. Para algunos la visualización de una sociedad post técnico-científica dependerá de la habilidad de fijar límites a este imperativo tecnológico, así como también de estudiar de cerca el alcance de la tecnociencia, para luego discutir qué dominios deben ser defendidos de ésta y demarcando dominios técnicos apropiados y estilos de competencia (Medina, 1992). Independiente de que esta propuesta sea viable o no, o incluso útil, se necesitan nuevos lenguajes para permitir que distintos grupos de personas (expertos, movimientos sociales, grupos de ciudadanos), reorienten la comprensión dominante que se tiene de la tecnología. Algunos de estos lenguajes son armados dentro de la propia ciencia (desde la ecología, la ciencia feminista, las tradiciones científicas no occidentales, etc.). Uno de estos nuevos lenguajes –que parece estar ganando prestigio rápidamente– es el lenguaje de la complejidad. De acuerdo con aquellos dedicados a esta empresa, los desarrollos durante los últimos veinte años en la termodinámica y las matemáticas (la termodinámica de fenómenos irreversibles y la teoría de sistemas dinámicos) han forzado a los científicos a reconocer que la separación entre los mundos físico-químicos y los biológicos, entre lo “simple” y lo “complejo” y entre “orden” y “desorden”, no es tan clara ni tan grande como se había pensado. El descubrimiento de que la materia “inerte” tiene propiedades que están notablemente cerca de aquellas de las formas de vida llevó al postulado de que la vida es una propiedad no de la materia orgánica per se, sino de la organización de la materia; de ahí el concepto mismo de vida no orgánica (DeLanda, 1992). En una corriente similar, los científicos han
comenzado a prestar atención al hecho de que sistemas simples como algunas reacciones químicas y un péndulo mecánico pueden generar comportamientos extremadamente complejos; mientras que sistemas altamente complejos pueden dar lugar a fenómenos simples y fácilmente cuantificables29. La constatación de que eventos previamente considerados fuera del alcance de la ciencia porque no podían ser descritos por sistemas de ecuaciones lineares, eran de hecho centrales en el universo, les permitió a los científicos plantear la teorización de la complejidad como programa crucial de investigación científica para las dos últimas décadas del siglo XX y de las que vendrán30. Así como los diseñadores de las nuevas tecnologías creen estar haciendo un aporte a la transformación del mundo, los científicos que trabajan en el desarrollo de la ciencia de la complejidad no tienen duda que están en el umbral de una gran revolución científica. En lugar de enfatizar la estabilidad en la naturaleza y las sociedades, ellos enfatizan las inestabilidades y las fluctuaciones; en lugar de procesos reversibles lineales, la no-linealidad y la irreversibilidad son ubicadas en el centro del inquirir científico. De manera similar, los “sistemas conservativos” (sistemas físicos considerados en aislamiento de sus alrededores) han dado espacio a sistemas “auto-organizados”; equilibrio estático al equilibrio dinámico y al no-equilibrio; orden al caos; elementos fijos y cantidades a patrones y posibilidades; y predicción a explicación. La ciencia de la complejidad ha reemplazado la física del siglo XIX como modelo, por la biología moderna. Estudia los fenómenos físicos como complejos procesos biológicos y emplea tipos de análisis que están más basados en lo concreto y en lo heterogéneo que en lo abstracto o lo homogéneo y en lo general. Mientras que la epistemología cartesiana y la ciencia newtoniana buscaron modelar el orden de las cosas por medio de leyes, la ciencia de la complejidad (aunque todavía busca una ley general de los patrones de formación para todos los sistemas fuera de equilibrio en el universo), se acerca a una visión pluralista del mundo físico; redes más que estructuras; y conexiones y transgresiones en lugar de límites bien trazados que aíslan sistemas prístinos. La popularidad alcanzada por la teoría de fractales y la del 29 Los ejemplos más comunes usados para ilustrar estos procesos son el reloj químico, para el primer tipo; y los tsunamis, para el segundo. 30 La investigación sobre complejidad ha sido encabezada por el Santa Fe Institute, establecido en la mitad de la década de 1980, principalmente por físicos y economistas. Sin embargo, algunas de las ideas básicas vienen de varias décadas atrás de trabajos hechos en la ciencia y la filosofía de sistemas y de trabajos hechos desde la biología, las matemáticas y las teorías de auto-organización (por ejemplo Prigogine y Stengers, 1983). La gran mayoría de estos precursores son pasados por alto en el de otro modo, recuento informativo que hace Waldrop (1992) de la historia y del trabajo del Santa Fe Institute. Una introducción a la complejidad, para aquellos lectores con algunos años de entrenamiento en matemática, se puede encontrar en Nicolis y Prigogine (1989). Introducciones útiles a la teoría del caos y la auto-organización las ofrecen DeLanda (1992), Hayles (1991a, 1991b) y Kauffman (1991).
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caos (un subconjunto relativamente pequeño de la complejidad) en la década de 1980 ha ayudado inmensamente a colocar estos desarrollos en el mapa de la discusión pública. El caos llegó a ser el significante de muchas cosas, pocas de las cuales tal vez tienen algo que ver con el trabajo científico que se adelanta actualmente. Esta popularidad despierta preguntas importantes, recientemente tomadas en cuenta por un grupo de lingüistas teóricos: el grado hasta el cual la ciencia y la cultura intervienen en la producción de imaginarios populares. La teoría del caos, de acuerdo a algunos de sus representantes (Hayles, 1991a; 1991b), da eco y participa en tendencias como la teoría post-estructural y el postmodernismo. El nacimiento del caos y la complejidad no es independiente del fermento histórico que le dio origen a la “condición posmoderna”: un mundo que cada vez es más caótico y más totalizado, con eventos pequeños que tienen efectos grandes en la economía y en el orden social y con la expansión mundial de la información. El “caos” debe ser visto entonces como una fuerza que es negociada en diversos lugares dentro de la cultura, incluyendo la ciencia, el post-estructuralismo, y el postmodernismo; éste es parte de la condición posmoderna, bien sea reflejada en la literatura, las ciencias humanas, o las ciencias de la complejidad31. Sea como sea, la ciencia de la complejidad ya ha desarrollado un vocabulario y un cuerpo teórico impresionantes (Nicolis y Prigogine, 1989, pgs. 5-78). En el corazón de la complejidad está la idea del fenómeno de auto organización generado por sistemas complejos bajo ciertas condiciones32. La idea de auto-organización no está restringida a la complejidad. Maturana, Varela y otros colegas (Maturana y Varela, 1987; Varela et al., 1991) han hecho de la auto-organización (la autopoiesis de la vida), la piedra angular de su biología y de su epistemología teórica. 31 Otro intento de relacionar la complejidad (particularmente el caos) a las ciencias humanas corresponde a la crítica de la deconstrucción expuesta por Argyro (1991). 32 El concepto de auto-organización es intuitivamente simple y teóricamente complejo. Una perturbación inicial podría conducir ciertos sistemas a un tipo de no-equilibrio y comportamiento caótico que no es, sin embargo, un desorden total. De hecho, patrones recurrentes y comportamientos auto-organizados pueden aparecer alrededor de ciertos estados (atractores), desviando parte de la energía del sistema dentro de un comportamiento ordenado de nuevo tipo (una estructura disipada). Esta estructura está caracterizada por el rompimiento de la asimetría previa y de la aparición de múltiples opciones. En otras palabras, los sistemas auto-organizados pueden desarrollar diferentes patrones partiendo de unas condiciones iniciales. Más allá de cierto punto, estos sistemas pueden mostrar bifurcaciones hacia múltiples estados o soluciones; una solución dada es dictada por azar y no puede ser predicha. Cualquier evolución subsecuente del sistema, sin embargo, dependerá de la elección tomada en el punto de bifurcación. Estos puntos marcan el paso del sistema hacia la complejidad: representa innovación y diversificación, dado que ellos traen consigo nuevas soluciones o senderos de cambio. Los sistemas auto-organizados tienen así una dimensión histórica; una “ontogenia”, en los términos de Maturana y Varela (1987).
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La conceptualización de las formaciones discursivas planteada por Foucault puede ser vista, de manera similar, como una teoría del carácter auto regulativo de los sistemas de conocimiento. Quizás la visión más completa del carácter penetrante de los procesos de auto-organización es el trabajo de Deleuze y Guattari (1987; y Guattari, 1993a). Independiente de que sea en los dominios de la materia inerte (geología), de las ciencias, la economía política, o el ser, lo que estos autores han encontrado en su trabajo son procesos “maquínicos”, estratificaciones y territorializaciones que devienen en las estructuras que conocemos33. La tecnología ha sido esencial para la aparición y consolidación de las estructuras modernas. Éstas se relacionan con la línea, la demarcación de límites, la disciplinariedad, la unidad y el control jerárquico. Perspectivas como los fractales, el caos, la complejidad, la “nomadología” podrían dictar diferentes dinámicas de vida: fluidez, multiplicidad, pluralidad, conexión, segmentariedad, heterogeneidad, elasticidad; no “ciencia” pero sí conocimientos de lo concreto y lo local, no leyes pero sí conocimiento de los problemas y de las dinámicas de autoorganización orgánicas y no orgánicas y de fenómenos sociales. Hay un esfuerzo de conscientización entre los científicos de la complejidad, de que están reversando una actitud dualística (mantenida desde hace siglos) de Occidente, de la lógica binaria, y de la estrategia reduccionista y utilitaria. Algunos incluso han entablado conexiones con el pensamiento oriental (Varela et al., 1991). Estos científicos, en contraste con los filósofos postestructuralistas, todavía continúan haciendo mucho énfasis en el orden y en las leyes generales y han entrado (muy rápido, quizás) en el juego intelectual de aplicar las ideas de la complejidad a fenómenos sociales como la economía, los órdenes sociales, la evolución, y en la formación y el ocaso de las civilizaciones. Su tendencia a producir teorías totalizadoras que conecten los mundos de la física, la biología, lo social y cultural sin hacer explícitos los procesos y los supuestos epistemológicos envueltos en este esfuerzo, tiene como resultado una perspectiva problemática (ver Winner, 1993b)34.
33 Deluze y Guattari oponen el árbol –el tropo por excelencia del mundo moderno– al de rizoma. En contraste con el árbol, el rizoma asume diversas formas, bifurcándose en todas las direcciones. Tiene distintos principios de concepción y heterogeneidad; es múltiple, dando avance a su propia estructura, pero también rompiendo la estructura de acuerdo con las “líneas de fuga” que contiene. “Estamos cansados de los árboles”, escriben Deleuze y Guattari. “Debemos dejar de creer en árboles, raíces y radículas. Estos nos han hecho sufrir demasiado. Todo lo de la cultura arborescente está fundamentando sobre sí, desde la biología a la lingüística (1987, p. 15)”. 34 Ver por ejemplo los estudios sobre ciencias de la complejidad del Santa Fe Institute; y para una aplicación de la teoría de la complejidad a la economía ver el trabajo de Anderson et al. (1988). La investigación sobre la complejidad se está dando a un ritmo rápido; ésta incluye áreas como la vida artificial, modelos computacionales adaptativos, auto-catálisis, redes neuronales, autómatas celulares, emergencia y co-evolución.
Bienvenidos a cyberia. Notas para una antropología de la cibercultura
En otras palabras la complejidad necesita ser antropologizada; al mismo tiempo que podría ofrecer introspecciones a la antropología. Las preguntas antropológicas difícilmente han sido tratadas dentro de la ciencia de la complejidad, con la excepción de una reformulación en progreso de la teoría de la evolución con el objetivo de establecer el rol del aprendizaje, la autoorganización (en adición a la selección natural) y la articulación de un concepto más complejo de adaptación. De hecho, el Santa Fe Institute considera buena parte de su trabajo como la investigación de sistemas complejos de adaptación. Aunque hay algún interés en la complejidad cultural, la pregunta no ha sido aún comenzada a discutir con suficiente fuerza y frecuencia. Se puede afirmar que los antropólogos han estado preocupados en la complejidad de la vida y han resistido la reducción de ésta a fórmulas mágicas o leyes. Sin embargo, a través de todo el siglo XIX hasta los trabajos de Malinowski, Boas, Benedict, y de LéviStrauss a Geertz, ha estado presente la tendencia a reducir la realidad cultural a descripciones de instituciones, patrones y estructuras definidas. Sólo en años recientes esta tendencia ha comenzado a ser modificada con el desarrollo de análisis que enfatizan la parcialidad, para abandonar finalmente cualquier pretensión de dar cuenta de leyes o de perspectivas objetivas. ¿Puede la empresa de la complejidad –aparentemente tan distante de la ciencia convencional, pero relacionada de forma estrecha con la cultura científica– ayudar a reorientar la comprensión prevaleciente que se tiene de la tecnología? La perspectiva que los científicos de la complejidad están intentando brindar a la comunidad científica y al público, es verdaderamente poderosa, y parece que su influencia está creciendo. Sus implicaciones para la reorientación de la tecnociencia aún no han sido exploradas, y esto es cierto para el caso de la teoría post-estructural también a este nivel. ¿Es posible desestabilizar (desestratificar, desterritorializar) los sistemas sociales modernos tecnocientíficos, político-económicos, y biosociales, en la manera que lo proponen Deleuze y Guattari (1987)? Una expansión de la articulación y de la adopción de entendimientos tecnológicos y de políticas que puedan contribuir a la vida autónoma de la gente y a experiencias de auto-organización, en el mejor de los casos están proyectados a darse dentro de unos cuantos años. Si estamos dispuestos a creer en aquellos que trabajan en nuevas formas de entender el universo y la vida social –sea en la ciencia o en las humanidades–, entonces es posible una metodología social nómada de la tecnología. Tal vez el lenguaje de la complejidad esté señalando que es posible para la(s) tecnociencia(s) contribuir al diseño de formas de vida que le hagan el quite a los mecanismos de estructuración de la vida y del mundo introducidos por el proyecto de modernidad. No se trata de una pregunta que resulte en una utopía tecnosocial –descentralizada, auto-organizada, empoderada–, pero sí una que permita pensar de forma imaginativa si la tecnociencia no puede ser parcialmente reorientada para servir diferentes proyectos políticos y culturales.
¿Antropología sin primitivos? Sobre la antropología se continúa afirmando que aún está circunscrita al orden del moderno y del salvaje, el ser civilizado y el otro incivilizado (ver Trouillot, 1991). Si ésta quiere “entrar de nuevo al mundo real” y “trabajar en el presente” (Fox, 1991) tendrá que tratar con el avance progresivo de la cibercultura. Además, la cibercultura le ofrece a la antropología una vía para renovarse a sí misma sin que alcance –como en la antropología del siglo XX– un encerramiento prematuro alrededor de figuras como el “otro” y el mismo. Estas preguntas y en general la cibercultura, conciernen sobre aquello de lo que se trata la antropología: la historia de la vida como ha sido vivida y es vivida en este preciso momento. ¿Qué le está pasando a la vida en la última parte del siglo XX? ¿Qué está aún por venir?
Epílogo35 Una de las características de “Bienvenidos a Cyberia” es el énfasis en considerar las nuevas tecnologías desde una perspectiva integrada y a diferentes niveles. El primero, geográfico (el Primer Mundo, el Tercer Mundo, las variaciones y los énfasis regionales); el segundo, tecnológico (tecnologías biológicas, de información y computación); y el tercero, disciplinar (los enfoques de las ciencias humanas y sociales, en los que la antropología se ubica en algún lugar en el medio). Este acercamiento tiene ventajas, como la identificación de conexiones, efectos y mecanismos que de otra manera quedarían sin enunciar. Así mismo muestra desventajas, como la sobre generalización y la falta de profundidad. Marilyn Strathern (1994), no obstante, tiene razón al señalar que mi consideración de cibercultura es sobredimensionada y ambiciosa, con lo cual socava el mismo principio de complejidad que mi planteamiento parece invocar. Sin embargo, en el artículo no trato de señalar una “verdad total”. Simplemente es un intento de hacer comprensibles las nuevas tecnologías desde una perspectiva que considere los efectos históricos y geográficos actuales del capitalismo y la modernidad. Es imposible no considerar la fuerza universalizante del conocimiento moderno y de la acumulación y circulación del capital. Esta fuerza es reflejada en los ordenamientos tecnológicos así como en la forma en que se estructura el trabajo. El verdadero reto es teorizar tales efectos sin dejar pasar las múltiples formas que estos toman y así mismo considerar las infinitas variaciones en las cuales operan. Como uno de los tantos participantes de un esfuerzo colectivo por articular una antropología de la ciencia y la 35 Este texto corresponde a la respuesta que Escobar (1994, pgs. 227-228) presentó a los comentarios suscritos por David Hess, Isabel Licha (1994), Willis Sibley (1994), Marylin Strathern (1994) y Judith Sutz (1994) al artículo, y que fueron incluidos en el mismo número de Current Anthropology.
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tecnología, David Hess (1994) se encuentra en una posición privilegiada para contextualizar cualquier contribución a este objetivo. Dado que no he participado en las reuniones de este grupo durante los años pasados, recibo con gratitud sus ilustrativos comentarios a mi breve acercamiento a éstas. Estos tempranos esfuerzos, afirma Hess, tuvieron como objetivo abrir horizontes disciplinarios más que crear nuevos campos, objetivo que actualmente sigue vigente. Hess también nos advierte no dejar pasar por alto la necesidad de estudios continuos sobre tecnologías bien conocidas, particularmente en el Tercer Mundo. Estoy de acuerdo. Difiero en su consideración sobre los peligros que él ve con relación a concentrarse en tecnologías vanguardistas. Por una parte es preciso señalar que un buen número de biotecnologías y tecnologías computacionales se encuentran ya ampliamente dispersas; por otra, que existe una particularidad cultural sobre estas tecnologías que es importante señalar. Sin embargo, este enfoque –como él enfatiza– no debe ser a expensas del estudio antropológico de otras clases de tecnologías. Necesitamos, por ejemplo, miradas retrospectivas completas sobre estudios antropológicos de ciencia y tecnología. Este es uno de los puntos más fuertes en los comentarios que presenta Willis Sibley (1994). El ejemplo que él da sobre cómo los sistemas de alcantarillado contribuyen a la conformación de dinámicas en la población de las ciudades, da espacio a una pregunta más general: la relación entre tecnología y modernidad. Rabinow (1989) ha demostrado cómo las prácticas de planeación en ciudades francesas y de África del Norte influenciaron la producción social de nociones de espacio, de poblaciones y subjetividades; llegando a tener un papel instrumental al configurar la modernidad como un orden cultural. ¿Hasta qué punto debe ser incorporado el estudio de las “prácticas de la razón” –aquellas que combinan verdad y poder– en la antropología de la ciencia y la tecnología? Un físico, por ejemplo, ¿constituye un tema de investigación más legítimo para los estudios de ciencia y tecnología que, digamos, un planeador del Banco Mundial encargado de financiar proyectos de desarrollo? ¿Qué visión de ciencia y tecnología subyacería a tal suposición? Hay una relación entre la antropología de la modernidad y la antropología de la ciencia y la tecnología que necesita ser trabajada. Una de las preocupaciones más fuertes que salen de los varios comentarios es el tratamiento diferencial de la ciencia y la tecnología en el Primer Mundo en comparación con el de las sociedades del Tercer Mundo. La noción de Hess de cyborgs de ‘baja tecnología’ (low-tech cyborgs) es una manera de dar forma a esta diferencia. Como nos recuerda Strathern (1994), las personas del Tercer Mundo también hacen cyborgs por fuera de su trato con el otro. Esto por supuesto toma lugar a través de múltiples tecnologías, bien sean consideradas ‘altas’ (high-tech) o ‘bajas’, y con lo cual no estoy sugiriendo que sean más o menos complejas. El punto más general a este respecto lo presenta Judith Sutz (1994). Como coordinadora de un proyecto de investigación sobre tecnología en 30
Latinoamérica, ella también está en una excelente posición para hablar sobre esto. Ella afirma que el contexto histórico latinoamericano conlleva a que analicemos de diferentes formas el tema de la tecnología en concordancia con la especificidad de la modernidad en Latinoamérica. Las subjetividades y las estructuras latinoamericanas –desde instancias como el gobierno, los grupos económicos y las clases populares– marcan diferentes relaciones con la tecnología. La conclusión es que los estudios críticos sobre ciencia y tecnología tienen que desarrollar distintas políticas en los contextos del Primer y Tercer Mundo. En el primer caso el dominio de imaginarios tecnológicos ameritan los diagnósticos y los estudios críticos. En el segundo, los estudios quizás revelen la creatividad tecnológica que está asociada con tecnologías globales como una forma de fomentar tecno-culturas (technocultures) más autónomas. Strathern elabora sus comentarios alrededor de las inquietudes que se derivan de la última parte del artículo (el discurso científico sobre la complejidad). Una de las características que personalmente encuentro más atractiva del trabajo de Strathern es su notable habilidad para evidenciar el lugar desde el cuál los antropólogos hablan. Todo cuestionamiento antropológico, como lo expone en su libro The Gender of the Gift, debería estar acompañado por “una etnografía de las prácticas del conocimiento occidental (Strathern,1988: xi)”. Este empeño requiere acercamientos creativos como la ciencia de la complejidad “… a través de una apreciación de las culturas de las ciencias sociales occidentales y su respaldo a ciertos intereses en la descripción de la vida social” (Strathern, 1988, p. 4). Sus escritos nos recuerdan con una inusual fuerza que nuestros esfuerzos científicos y etnográficos son construcciones del mundo. De ahí su definición de la complejidad como “… aquella característica de la percepción que conserva el detalle del fenómeno sin importar la escala… Nosotros simplemente la hacemos visible en aquellas descripciones / intervenciones que apuntan a lo ‘concreto’ y a la ‘heterogeneidad’” (Strathern, 1988, p. 4). Este es un correctivo necesario tanto para aquellos científicos de la complejidad (de los cuales muchos están aún comprometidos con epistemologías realistas), como para los antropólogos que persisten en una comprensión modernista de la complejidad, con sus cuentos anacrónicos sobre sociedades simples o complejas. Esta es la tradición antropológica a la cual Strathern nos invita a descartar de una vez por todas, al repensar la relación entre etnografía y complejidad –tema que desarrolla en su libro Partial Connections (1991). Desde esta perspectiva, la antropología nos enseña que nunca ha existido una precibercultura (precyberculture); que la vida social siempre ha sido compleja y que la tecnología ha sido parte de esa complejidad. Lo cual nos es equivalente a decir que las nuevas tecnologías no están fomentando importantes transformaciones culturales. Como construcciones académicas, el discurso sobre la complejidad y la antropología de la ciencia y la tecnología están intentando entender la vibrante creatividad de la vida social y natural.
Bienvenidos a cyberia. Notas para una antropología de la cibercultura
De formas que no tienen precedente alguno, las nuevas tecnologías tal vez están facilitando la aparición de esta nueva mirada. Esta última posibilidad es bosquejada en algunos escritos de Guattari (1993), especialmente en su noción de sociedad post-mediática. Aunque él reconoce que las biotecnologías, la información digital y la tecnología computacional refuerzan los sistemas alienantes y retrógrados de la modernidad capitalista, también señala que éstas proveen espacios para la creación de nuevas subjetividades auto-referenciadas. Para Guattari eso constituye una posibilidad histórica que vale la pena pelear. Para llegar a ser real requiere la actualización del derecho a la singularidad y la alteridad, a nuevos tipos de relación entre el Norte y el Sur, y una democratización radical de las relaciones de género. Lo que él denomina “prácticas ecosóficas” incluyen una profunda transformación de las economías, de las ecologías urbanas y rurales, de la ciencia, y de formas de pensamiento (un cuestionamiento que trasciende la elemental concepción de auto-manejo y autonomía y que se ocupa de una complejidad social que socava la hegemonía de la valorización técnico-capitalista). El afianzamiento de esta complejidad puede ser adelantado por desterritorializaciones que hagan posibles nuevas bifurcaciones de singularidades existentes y potenciales, y en la formación de diversas subjetividades colectivas. Ahí puede encontrarse también otra forma de ser bienvenido a la cibercultura.
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 37-47.
LAS COOPERATIVAS DE TELECOMUNICACIONES Y LA DEMOCRATIZACIÓN SOCIAL. TELPIN, UN ESTUDIO DE CASO DE ORGANIZACIÓN COMUNITARIA DE LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN* Susana Finquelievich**
Resumen De la misma manera en que las hormigas argentinas forman las cooperativas más grandes del mundo, entre los habitantes humanos del país, las cooperativas comunitarias en servicios como electricidad, gas, telecomunicaciones y otros, sirven a 30% de la población de la Argentina. En la sociedad de la Información, ¿pueden las comunidades pequeñas generar y administrar exitosamente su propio sistema de telecomunicaciones, incluyendo telefonía, Internet y Wi-Fi, y aún así continuar brindando servicios baratos y aún gratuitos a los miembros de la comunidad? Así lo prueba el caso de la Cooperativa Telefónica de Pinamar. En 1962, un grupo de vecinos creó la Cooperativa Telefónica de Pinamar, TELPIN Ltda., una de las primeras cooperativas de telecomunicaciones en Argentina. Su objetivo es conquistar un lugar notorio entre los proveedores de servicios de telecomunicaciones, sin perder su sentido de servicio de y para la comunidad.
Palabras clave: Cooperativa, comunidad, sociedad de la información, Pinamar, TELPIN.
Abstract Just as Argentinean ants create the biggest cooperatives in the whole world, cooperative communities among humans distribute electricity, gas, and telecommunications to almost 30% of the Argentinean population. With this in mind—regarding the information society—a question arises: can small communities successfully generate and administrate their own
*
Este trabajo es una versión posterior y actualizada de la investigación realizada por Susana Finquelievich y Graciela Kisilevsky, Community Telecommunication Cooperatives in Argentina: The case of TELPIN, para el estudio de Ó Siochrú, S. & Girard, B (2005). Innovative Technologies and Community Ownership: A New Model of ICT Access for the Rural Poor, UNDP (en prensa). También recoge los resultados parciales de la investigación Redes electrónicas ciudadanas, una nueva herramienta para la organización social, PIP CONICET, dirigido por Susana Finquelievich en el IIGG / FSOC –UBA. ** Arquitecta, Master en Urbanismo y Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones científicas y Técnicas (CONICET, Argentina), basada en la Universidad de Buenos Aires. Directora del Programa de Investigaciones sobre la Sociedad de la Información en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (www.iigg.fsoc.uba.ar ), Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Presidente de LINKS, Asociación Civil para el Desarrollo de la Sociedad de la Información (www.links.org.ar ). Ha publicado siete libros sobre diversos aspectos de la Sociedad de la Información, además de un centenar de artículos. Su último libro (2005) es Desarrollo local en la Sociedad de la Información. Municipios e Internet. Buenos Aires: Editorial La Crujía.
Fecha de recepción: Agosto de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
telecommunication system (including phones, Internet and Wi-Fi) while maintaining rates at low—even free—charge for other members of the community? Such is the case of Cooperativa Telefónica de Pinamar, TELPIN Ltda, which was created in 1962 by a group of neighbors who’s objective was to conquer a top ranking place among distributors of telecommunication services, without leaving aside their sense of service to and from the community. TELPIN Ltda is now one of the top telecommunication cooperatives in Argentina.
Keywords: Cooperative, community, information society, Pinamar, TELPIN.
Mide unos tres milímetros de longitud, su color es marrón oscuro, y enarbola unas largas antenas. Bautizada por los científicos "Linepithema humile", la hormiga argentina nació en zonas aledañas al río Paraná, en la Mesopotamia y el norte de la provincia de Buenos Aires, y se extendió, primero a través del comercio por vías terrestres y fluviales, a Brasil, Paraguay y Uruguay. Más tarde, haciendo gala de una gran capacidad de adaptación, se fueron extendiendo y ocupando grandes zonas en los cinco continentes (Algañaraz, Diario Clarín, 2005-03-10). En general, las hormigas compiten, luchan por el control del alimento y de la zona que habitan. También lo hacen las hormigas argentinas, cuando están en territorio nacional, pero en el exterior, en condiciones más adversas, se agrupan en supercolonias que colaboran entre sí, se concentran en la reproducción, desplazan con una inmensa cantidad de individuos a otras especies y las hacen desaparecer. La clave del éxito de las hormigas argentinas, su gran colaboración mutua, quedó expuesta cuando los científicos "juntaron" hormigas argentinas del norte de Italia con otras del sur de España. Se reconocieron como hermanas. Es un fenómeno lleno de enigmas que azuza cada vez más estudios sobre la cuestión. Las hormigas argentinas están sólidamente implantadas en veinte países como Estados Unidos, España, Portugal, Francia, Italia, Japón, Nueva Zelanda y Australia, y se ha descubierto su presencia en Gran Bretaña y Alemania. Son millones de hormigueros y billones de individuos que continúan difundiéndose sin que se encuentren medios para frenarlos. Los biólogos están a la vez alarmados y admirados por estos argentinos que no responden al denominador común del individualismo. En Europa la presencia de estas hormigas sureñas se extiende sobre 6.000 kilómetros, bordeando la costa del Mediterráneo y el Atlántico. ¿Cuál es la razón de tanto éxito?, se preguntan científicos de varios países. "Los hormigueros dejaron de lado sus diferencias para crear la unidad cooperativa más grande jamás descubierta", señala Laurent Keller de la Universidad de Lausanne, Suiza. Keller explica que "la colonia europea representa la mayor unidad de organismos cooperando descubierta en la historia" (Algañaraz, Diario Clarín, 2005-03-10). Antes aún de conocer la perplejidad de los entomólogos, otro tipo de organización cooperativa, no tan extensa pero 37
DOSSIER • Susana Finquelievich
sí exitosa, se había extendido en Argentina: las cooperativas comunitarias de telecomunicaciones, que muchas veces tenían un origen tan humilde como sus compatriotas insectos. Como éstos, son un caso atípico en América Latina y el Caribe, y desde sus comunidades se están extendiendo por el territorio nacional.
El contexto nacional Una cooperativa de telecomunicaciones, que provee telefonía e Internet, puede definirse como una asociación autónoma de individuos, que deciden unir sus fuerzas para resolver necesidades y aspiraciones comunes, ya sean económicas, sociales o culturales, a través de una empresa de propiedad común y administrada democráticamente. En Argentina, las cooperativas comunitarias de telecomunicaciones (CCTs) no son nuevas: fueron creadas en los años 1960s por ciudadanos que deseaban llenar el vacío comunicacional creado por la empresa de telefonía del Estado, ENTel, que no podía proveer servicios en las áreas alejadas o de baja densidad poblacional. En 1989, ENTel fue privatizada, pero las cooperativas continuaron funcionando, y se expandieron hacia comunidades que, por su localización geográfica o por su escasa población, no resultaban rentables para las grandes empresas telefónicas privadas. Las comunidades deben estar conectadas a infraestructuras de telecomunicaciones para tener acceso a la información, conocimiento, servicios, y oportunidades de desarrollo económico y social. Por lo tanto, grupos de vecinos en diversas comunidades decidieron crear cooperativas telefónicas autónomas y autosustentables, cuyos miembros ejercerían un control democrático de la gestión y participarían equitativamente en la financiación y en los beneficios de la entidad. Estas cooperativas no solo crecieron y prosperaron, sino que también introdujeron nuevas tecnologías, como Internet, para proveer a sus miembros de nuevos servicios con costos bajos. En Argentina, las dos Federaciones de Cooperativas más importantes que existen actualmente son: FECOTEL (Federación de Cooperativas de Telecomunicaciones Ltda.), y FECOSUR (Federación de Cooperativas del Servicio Telefónico de la Zona Sur). Entre las dos, representan 350 CCTs. La Federación más grande, FECOTEL, tiene 40 años de antigüedad, y entre sus miembros administran US$ 3,000,000,000 en haberes. El sector cooperativo sirve a más de 2.5 millones de argentinos-aproximadamente el 8% de la población total del país - con 600.000 líneas telefónicas, factura alrededor de US$100 millones por año, y emplea a 3,500 personas.
El status legal de las cooperativas Hasta la privatización de los servicios telefónicos en 1989, éstos fueron administrados por ENTel, la empresa estatal monopólica, que proveía servicios con preferencia a áreas urbanas rentables, y eludía las complejidades de áreas de bajos recursos, baja densidad poblacional, o remotas. En 38
respuesta a solicitudes de diversos grupos de ciudadanos en el país, una regulación especial permitió la creación de cooperativas telefónicas, organizaciones sin fines de lucro calificadas para suministrar servicios de telefonía en sus áreas geográficas, con la condición de que estas áreas fueran declaradas por ENTel como no rentables. La primera cooperativa fue creada en el pueblo de San Genaro, Provincia de Santa Fe, en 1959. En 1960, ante el reclamo de las Cooperativas, un decreto estatal autorizó a ENTel a construir conexiones telefónicas para éstas. Las cooperativas retuvieron sus concesiones cuando ENTel fue finalmente privatizada, junto con otras empresas estatales, en 1989. Como todas las empresas cooperativas, las de telefonía están regidas por la legislación que las define como “empresas sociales”, para diferenciarlas de las empresas tradicionales, orientadas al mercado. Las fuentes de financiación más importantes para las Cooperativas provienen fundamentalmente de sus miembros o accionistas, que incluyen empresas locales interesadas en tener servicios de telecomunicaciones locales eficientes y económicos. Mientras algunas cooperativas piden créditos a bancos nacionales o locales, algunos de los informantes clave entrevistados para este trabajo plantean las dificultades enfrentadas por las Cooperativas para obtener préstamos importantes. Uno de los problemas que afecta actualmente a las Cooperativas es su estatuto fiscal. Durante la dictadura militar que se mantuvo en el poder desde 1976 a 1983, el gobierno, desconfiando del poder de las Cooperativas, tomó un número de medidas contra ellas. Una de ellas fue anular los beneficios fiscales de los que las Cooperativas se beneficiaban, en tanto que empresas sin fines de lucro, que reinvierten sus beneficios en vez de distribuirlos. Lamentablemente, el retorno a la democracia no fue acompañado de un regreso de la exención fiscal; esta es en la actualidad una de las reivindicaciones más fuertes de este sector.
Compromiso con la comunidad: el comportamiento ético de las cooperativas FECOTEL (2004) es muy estricta con respecto al comportamiento ético de las Cooperativas. Sus asociados deben “siempre y en todas sus acciones, respetar los principios cooperativos: membresía abierta y voluntaria; control democrático de la organización por sus miembros; participación económica de sus miembros; autonomía e independencia; educación, formación permanente e información; cooperación entre Cooperativas; y compromiso con la comunidad”. Las Cooperativas asociadas deben “trabajar en defensa del movimiento cooperativo, y en particular del movimiento cooperativo de telecomunicaciones, representado por FECOTEL; las Cooperativas deben observar los valores cooperativos, basados en la ayuda mutua, responsabilidad, democracia, equidad, igualdad y solidaridad…. No deben actuar persiguiendo posiciones dominantes o hegemónicas”. Con respecto a las relaciones entre las
Las cooperativas de telecomunicaciones y la democratización social. TELPIN, un estudio de caso de organización comunitaria de la sociedad de la información
Cooperativas asociadas a FECOTEL, se espera que “celebren acuerdos entre ellas, con los propósitos de construcción de redes cooperativas a través de la integración de entidades que pertenecen a la economía social, para mejorar y/o incorporar nuevos servicios, y para trabajar hacia la implementación del servicio universal”. También deben “Promover la práctica cooperativa, para alcanzar los mejores servicios a los costos más bajos posibles, evitando intermediaciones innecesarias, y procurando incorporar el número más alto de usuarios a los servicios cooperativos”.
Servicios proporcionados y expansión de las Cooperativas a nivel nacional El nivel en el que las CCTs utilizan las tecnologías de última generación varía de acuerdo a las necesidades específicas de sus comunidades, y de sus posibilidades económicas. Tanto su autonomía, como, en muchos casos, el pequeño tamaño de la organización, las torna flexibles y les permite adaptarse a las nuevas tecnologías a un ritmo relativamente rápido. Muchas cooperativas están usando redes de datos sobre IP y transportan voz sobre IP, aunque las centrales de conmutación digitales seguirán en servicio aún por muchos años1. También utilizan IP inalámbrico en áreas de baja densidad poblacional que aún no han sido alcanzadas por las redes de cables de cobre. Las CCTs proporcionan a sus comunidades servicios de telefonía e Internet, con conexión dial-up y/o de banda ancha (ADSL o WiFi), así como telefonía sobre IP, con tarifas significativamente menores que las grandes compañías privadas que actúan en Argentina (Telefónica y Telecom). Muchas Cooperativas proveen servicios gratuitos a una comunidad, como cursos sobre tecnologías de información y comunicación (TICs), acceso gratuito a Internet para escuelas públicas, bibliotecas e instituciones públicas (cuarteles de bomberos, policía, hospitales, etc.). Según las autoridades del COMFER (Comité Federal de Radiodifusión), la nueva legislación de radiodifusión propuesta en Argentina permitirá a las Cooperativas proporcionar también televisión por cable, lo que las tornará actores poderosos en el mercado de las telecomunicaciones. Las TV. CCTs están prontas para ofrecer un paquete que incluye TV por cable, telefonía y acceso a Internet por una tarifa mensual de US$16 (precios de 2004). En todo el país, alrededor de 300 Cooperativas que proveen Electricidad y/o telefonía han unido sus fuerzas para proveer servicios de telefonía celular (o móvil) a partir del año 20062. El proyecto comenzará a ofrecer estos servicios en las Provincias de Buenos Aires, las áreas central y sur de Santa Fe y el sur de Córdoba. Las conexiones y una red de transmisión serán utilizadas para la red celular, así como para interconexiones locales con los pueblos y
1 2
http://www.cicomra.org.ar/eventosycursos/Eca2003/Presentacion%20A%20Maccio.pdf http://www.lacapital.com.ar/2004/07/17/economia/noticia_117081.shtml
ciudades servidas. El business plan de telefonía móvil prevé tarifas bajas para las llamadas locales y para llamadas en el interior de la red. El mercado potencial para la primera fase es de 200,000 líneas. Una estimación sobre la expansión nacional calcula que el servicio puede ganar 1.100.000 usuarios (Fuente: EN LINEA Nº 59 Julio / Agosto 2004). En síntesis, las CCTs argentinas están atravesando un momento sumamente favorable. Proveen 600,000 líneas telefónicas, la nueva Ley de Radiodifusión les permitirá casi seguramente ofrecer servicios de televisión por cable, así como servicios de radiodifusión, están a punto de lanzar una red de telefonía móvil y son accionistas del satélite argentino Nahuel 2, que será lanzado en el 2005. La combinación de servicios de alta calidad con tarifas bajas ha hecho de las CCTs argentinas el tercer proveedor local de telefonía, luego de Telefónica y Telecom.
Etapas evolutivas y futuro Antonio Roncoroni, presidente de Fecosur, hizo hincapié en el proceso histórico de cooperativismo, en donde identificó cuatro etapas3: •La primera (1960) está caracterizada como fase fundacional, en tiempos en que existían ciudades del interior en donde el Estado y las empresas no prestaban servicios. Sólo en 1963, el Estado le otorgó a las cooperativas una Licencia Precaria de Comunicaciones. •La segunda etapa es la de transición (1980-1990). "Las empresas cooperativas prestábamos bien nuestros servicios; el Estado se había convertido en una institución pasiva para cobrarnos, hecho que nos permitió crear nuestras redes", explicó el presidente de Fecosur. •La tercera etapa fue de subsistencia: es la fase de la privatización de ENTEL. "Cuando se privatizó la empresa pública de telecomunicaciones nos prometieron el 5 % del patrimonio. Ese porcentaje nunca fue entregado por las dos empresas que resultaron de la privatización. Telecom y Telefónica no cumplieron la ley", añadió Roncoroni. •A partir de esta iniciativa, la empresa formada por las cooperativas y que en el año 2005 dará a conocer gran parte de su plan de negocio, representa para el Estado la recuperación de la línea de bandera en el plano de las telecomunicaciones. Esta sería la cuarta etapa: el momento de la consolidación.
Actualmente, las empresas privadas de telefonía móvil CTI, Personal y Movistar son los señores de un negocio que mueve millones de dólares. ¿Existe un límite para el incremento de la telefonía móvil? ¿Cuál es? ¿Son los celulares una respuesta a la brecha digital, en lo que se 3
http://www.canal-ar.com.ar/Noticias/NoticiaMuestra.asp?Id=1800, consultado el 27 de abril de 2005.
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DOSSIER • Susana Finquelievich
refiere a la conectividad? El surgimiento de una empresa mixta estatal – cooperativa, Comarcoop, representa para el Estado la recuperación de la empresa nacional en el plano de las telecomunicaciones, pero también un competidor importante para las empresas ya instaladas.
TELPIN: el caso de una cooperativa en una comunidad turística
Fundación y contexto histórico Localizada en el sudeste de la Provincia de Buenos Aires, sobre el litoral marítimo, Pinamar está situada en un área conocida como los Montes Grandes de Juancho, que originalmente pertenecía a cuatro estancias: "Martín García", "La Invernada", "El Rosario" y "Manantiales". Los 25 Kilómetros de dunas y playas de arena fueron poblados en 1907. El año siguiente, los Ferrocarriles del Sud construyeron una pequeña estación, llamada Juancho, que más tarde recibiría los flujos de turistas que llegaban a la costa. Entre ellos llegaron los empresarios belgas Fernando Robette y Agustín Poli, con el propósito de construir una ciudad turística que recordara a su ciudad natal, Ostende. Compraron los terrenos y proyectaron un emprendimiento turístico que incluía hoteles, playas, una estación ferroviaria, edificios públicos, avenidas, terrenos para el cementerio y una importante avenida central. En 1912 comenzó la construcción de la Rambla y se edificó el Thermas Hotel (hoy, Hotel Ostende). Los sucesivos proyectos de urbanización consiguieron crear un rosario de pequeñas ciudades -Cariló, Ostende, Valeria del Mar, Montecarlo- y afirmar las dunas con plantaciones de pinos, generando el nombre de la ciudad: Pinamar. Luego de la Segunda Guerra Mundial, entre 1949 y 1953, varios grupos de inmigrantes italianos se instalaron en Pinamar. Traían con ellos una fuerte conciencia comunitaria, así como experiencias europeas en la formación y gestión de cooperativas, elementos ambos que han influido fuertemente en la vida de la ciudad. En ese período se organizó la comunidad local, y surgieron clubes e instituciones, una escuela primaria y una unidad pública de salud, más tarde transformada en la Cooperativa Unidad Sanitaria Pinamar Ltda. En 1948, un grupo de vecinos empezaron a encontrarse periódicamente, con el objeto de considerar la provisión cooperativa de servicios públicos para la comunidad. El año siguiente crearon la de Agua y Luz de Pinamar (CALP4) que aún provee al distrito de electricidad, y de infraestructuras y servicios de agua y saneamiento. Con estos antecedentes, no resulta sorprendente que en 1962, el Dr. Enrique T. Susini, junto con un grupo de 82 vecinos, creara la Cooperativa Telefónica de Pinamar, TELPIN Ltda., una de las primeras Cooperativas de servicios telefónicos en el país. El 1 de Julio 1978, se estableció oficialmente el Municipio 4
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http://www.calp.com.ar/Historia.htm
Urbano de Pinamar. Actualmente incluye los pueblos de Montecarlo, Pinamar, Mar de Ostende, Ostende, Valeria del Mar, y Cariló, y se ha transformado en un centro regional de servicios vinculados a la industria del turismo. Cubre un área total de 6,720 Hectáreas, y posee una costa marítima de 21 Kilómetros, que incluye un sector urbanizado a lo largo de 12 Kilómetros de playas. Según el Censo Nacional del 2001, Pinamar tiene 20,666 habitantes permanentes, aunque recibe cerca de 200.000 turistas durante los meses de verano austral. Treinta y nueve por ciento de los habitantes son económicamente activos: de éstos, 64 por ciento tienen empleos fijos, mientras que el resto está desempleado o subempleado (Censo Nacional del 2001; Departamento de Comercio, Municipalidad de Pinamar, 2000). Doce por ciento de los habitantes con empleos trabajan en el sector público, incluyendo la Municipalidad y las escuelas públicas. En lo que concierne a los empleos en el sector privado, autoridades del gobierno local han sugerido que pertenecen fundamentalmente al sector de hotelería y restaurantes. La alfabetización de la población es de 99 por ciento, una de las más elevadas en el país (Ministerio del Interior, Secretaría de Asuntos Municipales, 2004)5.
Por qué se creó TELPIN Dada la rápida transformación de Pinamar en una ciudad playera de moda, se instauró la necesidad imperiosa de una sólida red de comunicaciones para sostener la creciente actividad turística. Sin embargo, la ciudad era demasiado nueva, y la población estable demasiado pequeña, como para resultar interesante para ENTEL. El 14 de noviembre de 1962, TELPIN fue creado por el Dr. Enrique T. Susini, con un grupo de residentes de Pinamar, la mayoría de ellos fundadores de la comunidad local. Más tarde, el 1 de enero de 1963, TELPIN lanzó su servicio de telefonía, proporcionando 92 líneas al mismo número de hogares. Dado que el objetivo de la Cooperativa es ganarse un lugar significativo en el mercado de las telecomunicaciones, sin perder por ello su sentido de servicio a la comunidad, ha efectuado varias acciones en este sentido. Para fines del año 2004, TELPIN había instalado alrededor de 18,000 líneas, así como 720 links digitales con el resto del mundo6. Su servidor de Internet, TELPINet, fue inaugurado en 1998; actualmente TELPIN posee 1120 conexiones de banda ancha, y otras 3.500 conexiones de dial-up. Cincuenta de las conexiones de banda ancha son gratuitas: están otorgadas a las escuelas de Pinamar, la biblioteca pública, el cuartel de bomberos, la policía y otras instituciones comunitarias. Doscientas veinte conexiones de dial-up también son gratuitas: se han concedido a personas portadoras de discapacidades físicas, entre otros usuarios. Si bien es cierto que el desarrollo de TELPIN es atípico, en el sentido de que su creación y desarrollo fue sostenida por
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http://www.mininterior.gov.ar/municipales/busqueda/amplia_info.asp?ID=BUE097 http://www.telpin.com.ar
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la rentabilidad estacional de un público turístico, y por lo tanto, en cierta forma, económicamente privilegiado, también lo es que la calidad inusual de su servicio de comunicaciones ayudó a atraer a turistas de clases media y alta, otorgándole a Pinamar una ventaja competitiva en el sector de las telecomunicaciones. Tal como se señaló en el caso de hombres de negocios que viajaban de Buenos Aires a Pinamar para usar sus servicios telefónicos, en tiempos anteriores a Internet y a la telefonía celular, los turistas que elegían Pinamar para sus vacaciones (ejecutivos, profesionales, artistas, empresarios, etc.), necesitaban buenos sistemas de comunicaciones para permanecer en contacto con sus hogares y trabajos, lo que no hallaban encontrar en otras localidades turísticas.
Estructura de la Cooperativa y expansión de los usuarios TELPIN ha conseguido alrededor de 18.000 usuarios, o socios, pertenecientes a los grupos socioeconómicos más diversos, alcanzando un punto de saturación en la ciudad de Pinamar. Cada línea telefónica representa a una acción en la Cooperativa. En el caso de un establecimiento que posee líneas telefónicas múltiples (como en los hoteles), la Cooperativa considera múltiples acciones, pero los dueños del establecimiento sólo tienen derecho a un voto en las asambleas y encuentros de la Cooperativa, de acuerdo con las reglas prefijadas por las Cooperativas Argentinas.
Tabla 1 Usuarios de Internet. Nuevos usuarios Acumulados
1998 160 160
1999 406 566
2000 532 1098
2001 461 1559
En noviembre de 2004, TELPIN tenía - como se ha mencionado más arriba - 1120 conexiones de banda ancha y otras 3,500 de dial-up. La comparación entre el número de líneas telefónicas en Pinamar con la tasa nacional en Argentina durante el mismo periodo sugiere que TELPIN había conseguido en Pinamar niveles de aprovisionamiento similares a los más elevados en el mundo.
Tabla 2 Proporción de líneas telefónicas en Pinamar. Año 2002 Líneas por 100 habitantes Líneas por 100 unidades de vivienda
98 91
Proporción de líneas telefónicas en Argentina. Año 2002 Líneas por 100 habitantes Líneas por 100 unidades de vivienda
20.11 63
Luego de la privatización en 1990 de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), que administraba toda la red telefónica del país, salvo por las áreas servidas por las Cooperativas y por pequeñas empresas, el gobierno argentino dividió la gestión de la red telefónica: la compañía de origen francés Telecom opera en la mitad norte del país, y la de origen español, Telefónica, en la mitad sur. La ciudad de Buenos Aires, donde se concentra la mayor parte de la actividad económica del país, también quedó partida en dos: los barrios del norte quedaron bajo la gestión de Telecom, y los del sur bajo la de Telefónica. Después de la privatización, el mercado telefónico creció notablemente. La digitalización se incrementó de 13% en 1990 a 100% en 1999. En el mismo periodo, el número de líneas creció un 250%, lo que resultó en 5 millones de clientes adicionales. En este nuevo mercado y en condiciones que eran mucho más competitivas, TELPIN mantuvo su administración de los servicios locales y los servicios de larga distancia. Ni siquiera la gran empresa Telefónica de Argentina pudo quitarle sus usuarios, aún cuando el Estado desreguló el mercado telefónico. Esto puede entenderse porque la Cooperativa ya había provisto a sus usuarios con un alto nivel de servicios y una política de recompensas a la fidelidad que igualaba o superaba a las propuestas por Telefónica. Los servicios especiales ofrecidos por TELPIN -llamadas locales gratuitas, importantes descuentos en los abonos durante la estación no turística, una política de atención al usuario particularmente atractiva- ayudaron a que los abonados permanecieran en “su” cooperativa. Los niveles de crecimiento plurianual muestran que durante el periodo 1990-1999, los socios de TELPIN, lejos de emigrar a otros proveedores, se incrementaron de 5031 a 17.710: un crecimiento de 352% mucho mayor que el de Telefónica y Telecom en el resto del país (Schiavo et al., 2002). Si bien las diversas Cooperativas poseen diferentes tarifas, ellas son en general menos costosas que las de las grandes empresas privadas de telecomunicaciones. En el caso de TELPIN, los usuarios pagan un abono mensual de alrededor de U$S 4, incluyendo impuestos, por llamadas locales ilimitadas. En cuanto a las llamadas de larga distancia, TELPIN cobra 0.07 pesos argentinos (U$S 0,02) por minuto, para las comunicaciones con localidades situadas hasta 110 Km. o menos, y 0.20 pesos argentinos (U$S 0.06) por minuto para las comunicaciones con localidades situadas a más de 110 Km. Una de las dos grandes empresas de telecomunicaciones, TELECOM, cobra un abono mensual básico de U$S 5.80, 45% más alto que TELPIN, y además, también cobra por los llamados locales.
Un modelo de negocios empresarial con objetivos sociales Desde su creación, por medio de la obtención de una licencia de ENTel, la Cooperativa fue considerada como una entidad comunitaria, con fuertes deberes sociales. Sin embargo, su política es la de actuar tan eficientemente como una empresa privada y más aún, como una empresa innovadora.
Fuente: Schiavo et al., 2002.
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Sus fuentes de ingresos son las cuotas de los 18,000 socios, puntualmente pagadas cada mes, más la rentabilidad dejada por las comunicaciones nacionales e internacionales, que aumentan de manera importante en la temporada turística. TELPIN está administrado por un Consejo de Administración, integrado por un Presidente (Ing. Jorge Shaw), un Vice-Presidente, un Secretario, un Subsecretario, un Tesorero, cinco Consejeros y cuatro Consejeros suplentes. De acuerdo al gerente General de TELPIN en el 2004, Juan Santoianni, la organización ha adoptado una estructura empresarial, con una gerencia general y un número de Gerentes de Área, que administran determinados sectores, antes que líneas de productos. El rol decisivo de los líderes (o campeones, como se ha dado en llamarlos siguiendo el término inglés champions) es evidente en la historia de TELPIN. Todas las iniciativas importantes fueron generadas por un grupo de entusiastas. TELPIN también invierte importantes sumas en la formación permanente de sus empleados. Juan Santoianni explica: “Una compañía de telecomunicaciones debe estar permanente y completamente informada sobre las tendencias del Mercado, y la formación es una cuestión clave en esta área. Debemos prever hacia dónde se dirigen las telecomunicaciones. Internet está ganando fuerza, y la siguiente cuestión va a ser la convergencia de los servicios de telecomunicaciones, más nuevos servicios y contenidos (…) no creemos que el cooperativismo vaya en contra de las mejores prácticas empresariales. Diría que es una pobre comprensión del cooperativismo la que sólo acentúa su rol solidario, sin proporcionar servicios buenos, eficientes, innovadores, a la comunidad. Nosotros somos una cooperativa de telecomunicaciones: no financiamos ollas populares, pero proveemos los mejores y más democráticos servicios de comunicaciones que podemos”.
Es verdad que TELPIN ha podido capitalizar la experiencia de sus miembros de una manera que puede no ser fácilmente accesible a otras comunidades: como centro turístico que atrae un alto número de residentes temporarios de grupos sociales de ingresos altos y medios, un número también alto de socios de la Cooperativa son empresarios o profesionales; la Cooperativa ha conseguido incorporar sus experticias. La Cooperativa ofrece planes de pago especiales para los habitantes de bajos recursos, o para los que experimentan problemas financieros. Por ejemplo, los trabajadores que se ocupan durante la temporada de verano en el sector de turismo, y que quedan desempleados en el invierno, pagan sólo US$2.50 por mes, por una línea telefónica que les permite ilimitadas llamadas locales, mucho menos de lo que pagarían por transporte urbano en bus si tuvieran que viajar por el área en búsqueda de trabajo. Además, en los meses en que el balance de la Cooperativa es particularmente abundante, y en el invierno, se les otorga un descuento a todos los usuarios. TELPIN ha implementado un sistema de subsidios cruzados para 42
ciertos servicios, subsidiando las llamadas locales con la rentabilidad de los servicios de comunicación nacionales e internacionales, mucho más lucrativos. En 1999, Cariló era el único pueblo en el distrito de Pinamar que no estaba servido por TELPIN, sino por la empresa de origen español Telefónica, que tenía 800 líneas en la comunidad. En esos tiempos, solo Telefónica y Telecom podían competir en el mercado de telecomunicaciones de la zona. TELPIN implementó una empresa separadamente de la Cooperativa, que realizó una alianza con Telecom. El acuerdo entre TELPIN y TELECOM establece que los socios proveen conjuntamente servicios telefónicos locales y de larga distancia fuera del área original de la Cooperativa. La nueva empresa tenía 1,200 líneas en Cariló a fines del año 2004 y estaba extendiendo el servicio a otras comunidades en General Madariaga, y a las ciudades de San Clemente, Santa Teresita y Necochea, alcanzando 10.000 nuevos usuarios. Internet también juega un rol de suma importancia en la sustentabilidad financiera de la cooperativa: en 1998 la cooperativa implementó una conexión al backbone de Internet y compró equipamientos que permitieron la conexión simultánea de 60 módems. Durante los primeros tres meses, les ofrecieron a los socios acceso ilimitado a Internet mediante dial-up, luego de lo cual cobraron una suscripción mensual. Al final del período gratuito de prueba, contra todos los pronósticos realizados por los vendedores del equipamiento, la red ya había alcanzado el nivel de saturación, y TELPIN tuvo que comprar más equipos. El modelo de la cooperativa difería de otros ISPs, que generalmente utilizan un modem por cada 20 usuarios, cobrando por cada minuto de conexión. TELPIN tenía un modem cada 5 usuarios, y una tarifa baja que permitía acceso ilimitado; en consecuencia, el servicio alcanzó muy rápidamente una masa crítica de usuarios, y en el año 1998 generaba un superávit, luego de contabilizar las amortizaciones por la adquisición del equipamiento. Los socios de la cooperativa pueden tener una segunda línea telefónica por una tarifa simbólica mensual de un peso, alrededor de US$0.33. Como las llamadas locales son gratuitas, el único costo que tienen que abonar para tener ilimitado acceso a Internet por dial-up es la suscripción mensual, que en diciembre de 2004 era de US$12 (incluyendo impuestos). En noviembre 2004, TELPIN tenía 4620 conexiones de banda ancha, incluyendo todas las ciudades y pueblos servidos por TELPIN. Las conexiones de ADSL se ofrecen por alrededor de US$24 por 256 kbps y US$36 por 512 kbps; el web hosting cuesta US$7 por mes. TELPIN proporciona acceso gratuito a Internet a todas las escuelas de Pinamar, ha donado ocho computadoras con acceso gratis a la biblioteca pública, y ha provisto de equipamiento y acceso gratuitos al cuartel de bomberos local. Seis Cooperativas más pequeñas han comprado el sistema completo organizacional, gerencial y administrativo de TELPIN: “No se trata solo de un sistema: es toda una filosofía de trabajo. El sistema fue desarrollado para trabajar en línea,
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como explico: por ejemplo, cuando usted compra un servicio extra, como la llamada en espera, este servicio se conecta instantáneamente a su línea, sin ninguna demora, sin tener que pasar por papelerío y burocracia en diferentes departamentos, no tener que comprobar si sus pagos están o no al día. Se le propone un plan de pagos y paga la primera cuota, que se ajusta a las posibilidades económicas del usuario. Los propietarios que alquilan sus casas a turistas durante el verano pueden ver en línea el consumo telefónico de sus inquilinos, y ser pagados por ellos inmediatamente. Esto no ayuda sólo a nuestros vecinos: ayuda a nuestro crecimiento”. - Juan Santoianni, ex Gerente General de TELPIN.
El rol de la comunidad en la gestión de la Cooperativa TELPIN opera de acuerdo a los principios y prácticas ya establecidos y acordados en el movimiento cooperativo, asegurando transparencia y posibilitando la participación significativa de sus socios. Es uno de los negocios más grandes en la comunidad de Pinamar. Sobre todo, es propiedad de la misma comunidad, y está financiado y monitoreado por ella. La autoridad más alta de TELPIN es la Asamblea General, abierta a todos los miembros de la cooperativa. Esta Asamblea elige un Consejo de voluntarios, que supervise las operaciones de la cooperativa. En la práctica, las asambleas en general no son polémicas, y en todas las oportunidades, salvo en una, se ha presentado una lista única en las elecciones. Esto no significa que todos los miembros del Consejo estén de acuerdo en todas las cuestiones que se debaten, sino que refleja la política de la Cooperativa en cuanto a incorporar a los que disienten en el Consejo. Hay que señalar que un número desproporcionadamente alto de miembros del Consejo son empresarios locales, o bien hombres de negocios que tienen intereses en Buenos Aires o en otras áreas del país. Sin embargo, según el Gerente General de TELPIN en el año 2004, esto no quiere decir que los intereses del sector privado estén sobre representados en el Consejo: éste es considerado como representativo de la comunidad, y la presencia de empresarios le da a la Cooperativa el plus del acceso a la experticia necesaria (que de otro modo estaría fuera del alcance de TELPIN, por razones económicas), además de valiosos contactos. La transparencia de la Cooperativa (los balances financieros mensuales e informes de gestión periódicos son accesibles para todos sus miembros) aseguran que los socios de TELPIN pueden estar informados sobre la gestión y la dirección de la empresa y emitir sus opiniones al respecto. La lealtad miembro/usuario que resulta de esta transparencia es un factor clave en la auto sustentabilidad de la Cooperativa. Una significativa anécdota ilustra la fidelidad de los usuarios a TELPIN: en 1999, Telefónica solicitó a la
Comisión Nacional de Comunicaciones, CNC, que abriera el área de Pinamar para la competencia en servicios de comunicación de larga distancia. Telefónica movilizó siete camiones, equipados cada uno con cuatro empleados, para rastrillar toda el área, visitando cada casa y apartamento para convencer a la gente a que se suscribiera a sus servicios de larga distancia. Luego de dos semanas, durante las cuales se desinformó a los ciudadanos diciéndoles que TELPIN no estaba autorizada a proveer servicios de larga distancia, los empleados de Telefónica lograron sólo quince suscripciones. Catorce de estos usuarios retornaron a TELPIN cuando fueron a la Cooperativa a pedir su cambio de suscripción y se les informó que TELPIN podía de hecho ofrecer estos servicios. Sólo un usuario mantuvo su línea con Telefónica, “para probar un poco”.
Educación en la sociedad informacional: los avances cooperativos En 1980 las centrales telefónicas tradicionales fueron reemplazadas por una conexión digital japonesa, la primera en su tipo que se instaló en el país. Esta innovación le permitió a la cooperativa ofrecer a sus asociados servicios (despertador telefónico, voice mail, conferencias, etc.) que sólo una década después y luego de la privatización de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), fueron provistos al resto del país. En 1982, TELPIN comenzó a enviar a sus socios facturas detalladas, sin costos adicionales. En 1984, fue la primera empresa que proveyó a sus usuarios de discado directo internacional (DDI). Nuevamente, en 1993, TELPIN optimizó sus conexiones, preparando el terreno para las transformaciones en comunicación que están teniendo lugar actualmente. Estos y otros servicios, así como el incremento drástico del consumo durante los meses de verano, las vacaciones de invierno y las temporadas turísticas en general, generan beneficios que regresan a los socios de la Cooperativa en forma de descuentos (p. ej. los socios de TELPIN no pagan el abono durante el invierno) o a la comunidad en general (p.ej. Internet Educativa, descrita más tarde en este mismo texto). Como se ha mencionado más arriba, TELPIN proporciona acceso gratuito a Internet a las escuelas y bibliotecas públicas de Pinamar, cumpliendo una importante obra social en el sector educativo. Pero la contribución más notable a la educación es Internet Educativa7. Lanzado en 1999, el programa provee a los maestros formación en TICs, además de computadoras, conectividad y servicios técnicos. Planteado en sus inicios como un curso introductorio al uso de PCs en el aula, el programa ha añadido módulos sucesivos, incluyendo prácticas pedagógicas, gestión de la información, diseño de sitios web, y otros. El objetivo es formar a los maestros en el uso apropiado de las TICs en educación, de modo que las clases no se focalizan sobre las herramientas tradicionales (Word, Excel, etc.) sino en instrumentos y prácticas que permiten, tanto a los maestros 7
http://www.telpin.com.ar /itelpineduca
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como a los estudiantes, apropiarse del nuevo cyber territorio, navegarlo, integrar redes virtuales, y sobre todo, incorporar sus propios contenidos en la Red. Se equipa a los educadores con herramientas básicas, que les permiten adquirir el capital cultural necesario en la Sociedad de la Información, y por su parte, contribuir con su trabajo a la construcción de esta Sociedad. Actualmente, todas las escuelas del Distrito de Pinamar poseen sus propios websites, construidos por sus maestros y alumnos. Dejando de lado consideraciones de orden estético o de contenidos, es interesante señalar las diversas identidades reflejadas en cada website, y el brillante uso de las herramientas informáticas: además de textos, se usan imágenes, sonidos, videos. En Pinamar, cinco jardines de infantes, ocho escuelas primarias, dos secundarias, un centro de educación física, tres instituciones de gestión educativa, y dieciséis organizaciones comunitarias integran Internet Educativa. Todos ellos son provistos de formación, computadoras, conexiones de Internet, server y servicios técnicos. TELPIN no ha limitado sus acciones en el campo de la educación a Pinamar: en el año 2000, amplió Internet Educativa al vecino distrito de General Madariaga, y el año siguiente, a la ciudad de Trenque Lauquen, en la Provincia de La Pampa. En base a estos logros, el Ministerio Nacional de Educación decidió implementar el Curso “Uso Apropiado de Internet en la Educación” para 1000 maestros de Trenque Lauquen. En agosto de 2001, el curso fue elegido por la Fundación Equidad8 para ser implementado en la Provincia de Neuquén, en la Patagonia, en el marco de un programa de modernización de escuelas financiado por la compañía petrolera Repsol-YPF. Dos equipos de formadores de TELPIN viajaron a dictar estos cursos: uno de ellos a San Cabao Junín de los Andes y otro a Manzano Amargo. Entre ambos, formaron a 49 maestros de 19 escuelas alejadas9. El mismo año, de septiembre a diciembre, Equidad y Repsol-YPF financiaron un curso para áreas urbanas, en el que fueron formados maestros de 90 escuelas en las ciudades de Neuquén, Cutral-Có, Plaza Huincul, Rincón de los Sauces, Zapala y San Martín de los Andes. En 2002, TELPIN Educa inauguró sus nuevas oficinas en la biblioteca pública “Manuel Belgrano”. Una habitación provista de 20 computadoras en red sirve a la vez como laboratorio utilizado por el FUPIN10 en su Grado Técnico en Informática, y a TELPIN Educa para sus clases. En mayo de ese año, luego de un año de investigación y desarrollo, TELPIN Educa inició su plataforma virtual para e-learning, Campus de Educación Virtual de TELPIN Educa11. Se trata de 8 9
http://www.equidad.org/ Se pueden leer comentarios sobre los cursos en http://www.telpin.com.ar/interneteducativa/PATAGONIA/ 10 FUPIN es la Fundación pro Universidad de Pinamar. Su fin es proporcionar educación terciaria y técnica, con el objetivo de crear una Universidad en el corto plazo. http://www.telpin.com.ar/InternetEducativa/Instituciones/fupin/Index.htm 11 http://cve.telpin.com.ar
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una herramienta virtual para formación en línea, orientada a docentes en todo el país. En el año 2003, la experiencia se amplió a las provincias de Santa Cruz y Chubut. Hacia octubre de 2004, más de 2000 maestros y profesores en Buenos Aires, Neuquén, Chubut y Santa Cruz habían sido formados para usar TICS para fines educativos. Puede sugerirse que TELPIN Educa ha alcanzado resultados importantes, y ejercido impactos sociales y culturales en la comunidad, no solo en Pinamar, sino también en otras amplias regiones del país. Las principales innovaciones en la iniciativa de TELPIN, tanto en conectividad como en educación, fueron fundamentalmente gerenciales y tecnológicas. Desde el punto de vista gerencial, el hecho de utilizar los servicios más costosos, como las comunicaciones internacionales, para subsidiar las más populares, como las llamadas locales; el concepto de administrar la cooperativa como una empresa, mientras se mantienen sus valores sociales y la calidad de sus recursos humanos, aseguró su sustentabilidad económica y su continuidad, así como la lealtad de sus usuarios. Desde el punto de vista tecnológico, la cooperativa ha sido pionera desde sus inicios, introduciendo tecnologías y servicios innovadores mucho antes que las grandes empresas privadas de telecomunicaciones.
Síntesis y conclusiones Las Cooperativas Comunitarias de Telecomunicaciones están cumpliendo un rol social pionero en los países de América Latina y el Caribe12, no sólo en tanto que proveedoras de servicios, sino también de generadoras de empleo, de factores de apropiación comunitaria de las TIC, y de democratización de las comunicaciones. En nuestra investigación, hemos identificado las siguientes diez ventajas de las Cooperativas: 1. Son los únicos proveedores de telecomunicaciones en Argentina con una base de capital completamente nacional (de las comunidades locales). Las organizaciones miembros de FECOTEL, que representan 250 de las cooperativas de telecomunicaciones de Argentina, administran alrededor de US$3.000 millones de haberes comunitarios. El capital inicial proviene de contribuciones de sus miembros, y en algunos casos, de bancos locales o provinciales. 2. Las ganancias no son exportadas a otros países, como en el caso de las empresas privadas, sino reinvertidas en la comunidad, para ampliar e innovar servicios y reducir las tarifas. Las CCTs alientan el desarrollo socio económico local, así como la mejora del nivel de vida de la comunidad. 3. Las Cooperativas constituyen importantes centros sociales: 12 Bolivia es una excepción: la Federación de Cooperativas Telefónicas de Bolivia, FECOTEL, fue creada en 1987 en Santa Cruz de la Sierra, http://www.comteco.com.bo/cooperativa/FecEstat.doc
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proporcionan contenidos locales, educan a la comunidad, y alientan actividades comunitarias. 4. Son una fuente de empleo para trabajadores calificados y no calificados (3,500 personas trabajan en las CCTs argentinas, con datos de octubre de 2004). 5. Proporcionan educación y formación en los diversos usos de las TICs. 6. Las sucesivas crisis económicas sufridas por Argentina no fueron usadas como excusas para despedir a los empleados. 7. Las Cooperativas son empresas de economía solidaria, por lo tanto, sus superávits económicos son reinvertidos en otros proyectos de la comunidad, contribuyendo de esta manera al desarrollo de la economía local y regional. 8. Proveen servicios de telecomunicaciones avanzados y de alta calidad, incluyendo acceso a Internet a bajo costo. 9. Son agentes de democratización y de apropiación social de las infraestructuras de telecomunicaciones. 10. Son un factor de empoderamiento de las comunidades, que ya no dependen en tan alto grado del Estado ni el sector privado para satisfacer sus necesidades de comunicación.
Entre estas Cooperativas, el caso de TELPIN es paradigmático: está considerada como la cooperativa de telecomunicaciones más exitosa del país. Su creación tuvo ciertamente circunstancias auspiciosas, que no son fácilmente replicables en otras experiencias: entre sus 80 socios iniciales había algunos de los más brillantes empresarios en el área; una importante empresa local, Pinamar S.A., hizo una contribución substancial cuando se creó la cooperativa; y la naturaleza de la economía local, relacionada con el turismo, que necesitaba de comunicaciones con el mundo, implicó que los habitantes de Pinamar entendieran y sostuvieran rápidamente la iniciativa. Sin embargo, éstos no fueron los únicos factores clave que contribuyeron a su éxito: los factores más importantes fueron la existencia de campeones lúcidos y entusiastas, dispuestos a ofrecer su experiencia y sus conocimientos para hacer de TELPIN la cooperativa más innovadora del país; la gestión, orientada al mismo tiempo a la comunidad y a una eficacia empresarial, junto con la constante actualización y formación del personal de administración; la voluntad de aventurarse en innovaciones tecnológicas y organizacionales, y sobre todo, la calidad, compromiso y responsabilidad de los recursos humanos. El éxito de TELPIN proviene también de su uso de tecnología de última generación, la calidad y el precio de sus servicios, y sus servicios a los consumidores, superiores a los de las posibles competencias. Todos estos elementos les ganaron el apoyo y el compromiso de la comunidad. Los beneficios concretos derivados de TELPIN a la
comunidad incluyen: cobertura Telefónica completa, con tarifas menores que las de las empresas privadas; Internet a costos accesibles; servicios completos de telecomunicaciones para las instituciones de la comunidad; tecnología innovadora; formación de formadores; y generación de empleos locales, además de aliento a empresas que utilizan TIC. La comunidad es dueña de la cooperativa, la financia, y controla sus movimientos financieros y sus inversiones. Por otra parte, las inversiones efectuadas por TELPIN en tecnología han tenido el pleno apoyo de los pinamarenses: el compromiso de la comunidad hacia su cooperativa ha sido la razón fundamental de su sustentabilidad. Para finalizar, se debe señalar que esta nueva clase de hormigas argentinas descritas al comienzo de este trabajo, las CCTs, no son predadoras ni invaden el mundo, pero sí se están extendiendo y ganando poder en Argentina. Este crecimiento tiene consecuencias en el mercado de tecnologías (un número creciente de empresas se tornan proveedoras de las innovaciones requeridas por las Cooperativas), pero también en las políticas de telecomunicaciones. En el año 2004, las Cooperativas telefónicas y el Gobierno manifestaron el deseo de crear una nueva “ENTel13”, a partir de la unión de más de 300 emprendimientos de este tipo en todo el país, que permitiría lograr una facturación de 250 millones de pesos anuales14. Así lo indicó el presidente de la Federación de Cooperativas Telefónicas (Fecotel), Juan Carlos Fissore, quien a la vez pronosticó que las 550 mil líneas que poseen en la actualidad (el 7 por ciento del total) se duplicarán en dos años. Esto colocaría a las Cooperativas en el lugar de un poderoso actor en las telecomunicaciones nacionales. Las consecuencias son difícilmente previsibles, tanto en términos de competencia con las empresas privadas como de continuación y grado de compromiso con las comunidades, pero creemos que es una pista muy interesante para investigaciones futuras.
Algunas lecciones aprendidas de este estudio Las Cooperativas Comunitarias de Telecomunicaciones constituyen herramientas potenciales y potentes para la democratización de las comunicaciones en la Sociedad de la Información, dado que la comunidad se transforma en propietaria y administradora de su propia infraestructura de telecomunicaciones. El compromiso hacia la comunidad es un factor fundamental para el éxito de las cooperativas. Esta responsabilidad implica esfuerzos continuos para implementar nuevas 13 Se recuerda que ENTel fue la Empresa Nacional de Telecomunicaciones que privatizó en 1990 el ex presidente Carlos Menem, dando nacimiento a las concesiones del servicio a las empresas privadas Telefónica y Telecom. 14 Ver Cityeconomika.com, http://www.cityeconomika.com/ar/13/notes%2C13381.asp, consultado el 23 de abril de 2005.
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tecnologías, eficiencia y transparencia gerencial y administrativa, servicios mejores y más baratos que las demás empresas, y servicios superiores a los usuarios. Para ser replicables en otras regiones de Argentina y/o de América Latina y el Caribe, las CCTs necesitan de: una legislación adecuada, que les permita proveer servicios a las comunidades ignoradas o no consideradas por otros operadores de telecomunicaciones, y que eventualmente les admitan competir con ellos; un estatuto fiscal favorable; una gerencia talentosa y preparada, preferentemente profesional, que sea a la vez responsable y abierta a las innovaciones tecnológicas y de gestión. La creación de CCTs necesita que la comunidad realice contribuciones financieras importantes – esto no se refiere sólo a los usuarios potenciales, sino también y sobre todo a las empresas locales – así como necesita también de créditos blandos de Bancos nacionales o provinciales. Las comunidades de bajos ingresos pueden experimentar dificultades para implementar CCTs, a menos que puedan negociar las inversiones de Bancos o de organizaciones internacionales. La participación activa de “campeones” o líderes locales lúcidos y entusiastas es esencial para el éxito de las iniciativas de creación y funcionamiento de las CCTs, no sólo en las primeras etapas, sino para la sustentabilidad en el largo plazo. En el caso de las cooperativas, “ser muchos” es mejor. Las cooperativas pueden obtener mejores resultados, tanto cuando negocian con gobiernos, como con empresas privadas, si conforman redes o federaciones nacionales. La construcción de capacidades es esencial para la realización a largo plazo: la formación continua del personal técnico y administrativo de las cooperativas es un factor clave para su éxito. Las comunidades también necesitan formación para percibir y utilizar las ventajas de la Sociedad de la Información: las CCTs poseen un rol muy importante como educadoras de las poblaciones locales. Las Cooperativas pueden proporcionar los medios tecnológicos (acceso, formación) y la información necesaria para que en las comunidades surjan emprendimientos relativos a la Sociedad de la Información, eventualmente, spin-offs de las mismas CCTs.
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 49-57.
TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD: UN CONTRAPUNTO ARMÓNICO José Luis Villaveces *
Fecha de recepción: Agosto de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
que expresan su preocupación por la intervención sobre los ecosistemas. Pocos caen en cuenta de que llevamos milenios haciendo biotecnología y que lo que estamos haciendo hoy es un poco más de lo mismo que se ha hecho siempre, tal vez a otra escala.
Resumen
Primer excurso: siglos de biotecnología
El autor sostiene que la separación de las dos culturas, la cultura de las ciencias sociales y la cultura de las ciencias naturales, ha deteriorado la comprensión del todo. En ese sentido, aboga por su integración y afirma que para narrar el curso de la historia es tan importante la mirada sociológica como la mirada tecnológica.
A pesar de la gran información que hay sobre ella, no hay una idea clara de lo que es la biotecnología. Monsanto, multinacional de este campo, la define como: “toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos en usos específicos”1. Por su parte, el Foro Argentino para la Biotecnología, la define como: “Desde el punto de vista científico, es cualquier técnica que utilice organismos vivos o sustancias de estos organismos para hacer o modificar un producto, mejorar plantas o animales, o desarrollar microorganismos, para usos específicos”2. Desde este punto de vista no ha habido mayor revolución biotecnológica en la historia que el desarrollo de la agricultura. La posibilidad de tener en el patio de la casa seres vivos trabajando para producir nuestro alimento o nuestro vestuario surgió cuando se aprendió a sembrar. Incluso la posibilidad de tener casa y patio donde cultivar nació de allí. Antes, la humanidad vagaba en busca de alimentos; se hizo sedentaria cuando aprendió a cultivar el alimento. Entonces fue necesario hacer casas y reglas de juego para vivir en ellas, empezaron a juntarse las casas y a hacerse comunidades, que requirieron más reglas de juego. Empezó a haber tiempo libre durante el cual imaginar de dónde habíamos venido y si había un ser supremo que nos había dado esas gracias. La sociedad y la cultura nacieron de ese proceso: son un producto de la biotecnología, de la primera y más grande revolución biotecnológica. La semilla plantada en el patio era un ser vivo al que, controlándole las condiciones, se le ponía a trabajar para generar productos deseados por quien la sembró. Siglos después se hicieron nuevas revoluciones biotecnológicas en las que se puso a los microorganismos a trabajar para generar productos deseados por el hombre: a transformar el mosto en vino, la leche en queso o la masa en pan. Sin ellos no se habría logrado la conservación de las perecederas materias primas ni la posibilidad de guardar alimentos para tiempos más difíciles. La fabricación de vacunas en el siglo diecinueve fue otro paso en el mismo proceso y si ahora el camino nos permite intervenir en escala más pequeña, ya no con el polen como hace mil años ni con la célula como hace cien, sino con las moléculas del DNA celular, es cierto que se ha achicado la escala, pero conceptualmente estamos en el mismo proceso.
Palabras clave: Cultura, sociedad, tecnología, individuo, historia.
Abstract The author affirms that general understanding has been affected by the separation between both cultures—i.e. social sciences and natural sciences—. In this sense he pleads for their unification stating that, in order to narrate the course of history, sociological and technological points of view are in the same way necessary.
Keywords: Culture, society, technology, individual, history.
Preámbulo 1: sobre la era de las revoluciones tecnológicas Estamos en una era de revoluciones tecnológicas y eso afecta mucho a la sociedad. Todos los días aprendemos nuevas formas de hacer las cosas o nos enteramos de avances sorprendentes. Los medios de comunicación nos inundan con información sobre las “nuevas tecnologías” y los consultores se llenan la boca con listas de nombres. Los más “actualizados” nos hablan de “Nanotecnología” o de “Plasmónica” y los más “industrializados” de TDMA vs. FDMA u otros paquetes de siglas. Sin embargo, las tres más populares en nuestros días tal vez son los “Nuevos materiales”, la “Biotecnología”, y las “Tecnologías de la información y de la comunicación, TICS”. Parecería que estamos frente a tres nuevos gigantes de la historia que van a cambiar por completo nuestra sociedad. La más debatida es la Biotecnología que es anunciada por unos como panacea para aliviar el hambre y las enfermedades, pero atrae las iras de los ortodoxos religiosos, “¿cómo se atreve el ser humano a intervenir en los procesos de la vida, que es la obra de Dios?”, o de los fundamentalistas del ambiente
1 *
Director Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología. Correo electrónico: jlvillaveces@ocyt.org.co
2
Recuperado de: http://www.monsanto.es/biotecnologia/glosario.html#b Recuperado de: http://www.foarbi.org.ar/ppal/glosario.php
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DOSSIER • José Luis Villaveces
Si la biotecnología no es tan nueva, y si sus primeros productos fueron las sociedades y la cultura, llevemos entonces la atención a la segunda de las altas tecnologías de la última década, para precisar cuál es la revolución que estamos viviendo hoy, en el siglo XXI: los nuevos materiales. Ellos sí, evidentemente son nuevos; de eso se trata, precisamente, de que sean nuevos. Pero, ¿cuánta revolución tecnológica hay en tener nuevos materiales, si desde los albores de la historia la humanidad ha trabajado por tener nuevos materiales? Al fin y al cabo, entre millones de materiales que en su momento han sido nuevos, qué cambia tener ahora otros cuantos nuevos?
Segundo excurso: siglos de nuevos materiales Las verdaderas revoluciones de los nuevos materiales se dieron al principio de la historia o al fin de la prehistoria. De hecho, los grandes momentos de la organización humana, hace entre 5000 y 3000 años, han sido caracterizados por los historiadores con base en los nuevos materiales utilizados en cada momento: la edad del cobre, la edad del bronce, la edad del hierro. El dominio de la metalurgia de cada uno de estos materiales no fue simplemente una cuestión de talleres o de laboratorios. El cobre fue el primer metal que usó industrialmente el ser humano, pero cuando civilizaciones que disponían de este metal se encontraron con las que habían desarrollado el bronce, las relaciones de poder político cambiaron inmediatamente: el dominio del bronce dio el poder a las culturas de oriente medio que lo manejaron y que fueron expandiéndose lentamente a lo largo del Asia. Cuando el hierro comienza a desplazarse desde Irán hacia Occidente al ritmo de los movimientos indo-europeos, el poder político va alterándose con el hierro. El encuentro de los guerreros armados con espadas y escudos de hierro contra los armados de cobre o de bronce fue definitivo y los grandes imperios pasaron a ser los que dominaban el nuevo material. El resto de la historia ha sido la búsqueda constante de nuevos materiales para construir herramientas y sobre todo para ganar guerras. En el siglo XIX aparecieron los colorantes sintéticos y la primera mitad del siglo XX fue la era de los “nuevos materiales” plásticos. Hacia 1960 podía afirmarse que la mayoría de las sustancias usadas por el hombre para su vestuario, para sus casas, para las pinturas con que recubrir los viejos objetos o para protegerse de los insectos no existían cien años atrás y nunca habían existido. Hoy se siguen creando nuevos materiales y aparecen las fibras de carbón, las cerámicas superconductoras o los extraños y promisorios fullerenos, pero en realidad es el mismo proceso. Hoy, como ayer, quienes dominan estos nuevos materiales tienen el poder y ganan en las guerras, tanto en las económicas como en las otras; pero las verdaderas revoluciones de los nuevos materiales fueron las que terminaron la prehistoria, generaron la historia y el poder político: la del bronce y la del hierro. Así, la afirmación que vamos construyendo es que cuando hablamos de biotecnología y de nuevos materiales estamos 50
hablando simplemente de lo mismo que se ha hablado a lo largo de la historia. Más fuerte aún: estamos diciendo que los productos importantes de la biotecnología y de las tecnologías de nuevos materiales han sido precisamente productos sociales, la sociedad misma, la cultura, la historia y el poder político. Y, ¿de las tecnologías de la información y la comunicación, qué podemos decir? Esas sí parecen típicas de nuestros días y modeladoras de la sociedad actual.
Tercer excurso: siglos de tecnologías de la información y la comunicación La más grande revolución en materia de tecnologías de la información y la comunicación, en realidad fue la creación del lenguaje. No es claro cuándo fue inventado ni a qué se parecieron los primeros lenguajes, pero con seguridad un paso mayor en el largo camino desde los homínidos hasta el homo sapiens fue el desarrollo del lenguaje. La revolución máxima, el cambio total fue el que permitió a dos seres humanos comunicarse, intercambiar información en un plano simbólico, describir lo que no estaba presente, hablar de lo ausente. Después de ser capaces de semejante proeza, generar mitos, fantasías, filosofías o religiones es apenas desarrollar la capacidad de hablar de lo no presente, de lo que no se necesita que esté presente ni nunca lo haya estado. A las tecnologías de la información y la comunicación hay que añadir las tecnologías de la memoria, las que permiten guardar el recuerdo de algo que se dijo después de que haya sido dicho y aún en ausencia de quien lo dijo. La mayor de todas estas tecnologías fue el desarrollo de la escritura. Cuneiforme o alfabética, soportada en barro, en papiro, en papel o en chips, si hay escritura el problema de encontrar un soporte material adecuado es un progreso apenas incremental. Así, las tres nuevas tecnologías que se anuncian llenas de promesas redentoras o de amenazas apocalípticas han acompañado a la humanidad a lo largo de toda su historia y de hecho, los productos más interesantes de ellas han sido la misma sociedad y la propia historia, la cultura y la política, el poder y la poesía. Como humanidad somos producto de la biotecnología, y de las tecnologías de los nuevos materiales y de la información y la comunicación, entre otras.
Preámbulo 2: hacia una comprensión polifónica de la sociedad Las anteriores son afirmaciones fuertes, para introducir el tema que me parece esencial: la tecnología, esto es, las maneras de hacer las cosas, están indisociablemente ligadas a lo que llamamos la cultura y la sociedad. Contar la historia sólo desde el lado del desarrollo de las tecnologías es posible y no es difícil defender la hipótesis de que este desarrollo material ha forjado por completo el desarrollo cultural, social y político. Tampoco es difícil
Tecnología y sociedad: un contrapunto armónico
contradecir la hipótesis3. Lo que quiero hacer, aprovechando la invitación de Jesús Martín Barbero para escribir en este número monográfico de la Revista de Estudios Sociales sobre Tecnología y Sociedad, no es enfrascarme en una discusión sobre esta hipótesis, sino decir que la historia de la sociedad se puede escribir en clave tecnológica y eso nos ayuda a entender muchas cosas, tanto como la historia de la tecnología se puede escribir en clave social y muchos relatos excelentes del tema hay, desde la magistral Historia Social de la Ciencia de John Bernal. Claro está, la historia de la sociedad también se puede escribir y lo es frecuentemente, en clave social, etc. Así, si se pueden estudiar los mismos acontecimientos en clave tecnológica o en clave social, lo mejor es hacer un esfuerzo por integrar los dos tipos de relatos monofónicos en un conjunto polifónico y hasta contrapuntístico en el que se complementen las dos claves. El problema es que solemos escuchar sólo uno de los dos cada vez y perdemos así gran cantidad de la riqueza y armonía que se puede lograr al combinar las dos maneras de entender la sociedad. Me parece maravillosa la oportunidad que ofrece Jesús y habría que aprovecharla para conectar los dos conjuntos de ideas. Schönberg dice que las técnicas de conectar ideas musicales son tan variadas como las de combinar ideas en el lenguaje y dependen de que haya suficiente en común para permitir la adición. Cuando se logra el contrapunto armónico, entonces la combinación de las diferentes partes debe producir un todo comprensible; de hecho, lo que hay que hacer es trascender el placer que se deriva del desarrollo independiente de las partes de una polifonía y combinarlos en el contrapunto que significa “un punto que se opone de tal manera que su combinación con el punto original es necesaria si la idea va a existir” (Schönberg, 1924, edición revisada de 1975). Lo que trataré de afirmar acá es que la separación de las dos culturas, como llamaba Snow a la cultura de las ciencias naturales y a la de las ciencias sociales, ha deteriorado la comprensión del todo, que se puede recuperar si avanzamos hacia la integración polifónica. De hecho, será aparente que en los párrafos anteriores he mezclado conscientemente las ideas de “tecnología” y de “ciencia”. La invitación es para escribir sobre tecnología y sociedad, no sobre ciencia y sociedad y durante siglos esos fueron términos diferentes y hasta opuestos: la tecnología hacía énfasis en las habilidades, dominar la tecnología era dominar el oficio y el profesional de la tecnología era el 3
Muchos autores lo han hecho. Puede recordarse al Habermas de La técnica y la ciencia como ideologías o, más recientemente, al brillante ensayo de Lucien Stez, Tecnique et idéologie, un enjeu de pouvoir. Un argumento fuerte es que la técnica y la ciencia están siempre ideologizadas y por lo tanto producen aquello que ya tenían en sus causas y así, sólo reproducen cierta visión particular de sociedad, la de la clase dominante en el momento de la producción. Stez va más allá y afirma que toda la tecnociencia es un enorme juego de ficción, uno de los últimos grandes relatos sociales.
ingeniero, mientras que la ciencia hacía énfasis en la comprensión, dominar la ciencia era comprender el fenómeno y el profesional de la ciencia era el científico. La una hacía énfasis en la technê y la otra en la epistêmê. Incluso hoy, fuera del ámbito de la ciencia se ve poca relación entre la teoría y la práctica y se piensa que la primera está lejos de la realidad, que puede alcanzarse y modificarse con la sola práctica. Esta separación ha ido desapareciendo poco a poco en la edad moderna y la epistemología del siglo XX fue acercándolas más y más, hasta acuñar el término tecnociencia para hablar de la actividad compleja. Prefiero pensar en las dos como facetas distintas de un mismo proceso, indisolublemente ligadas, incapaces de existir la una sin la otra. Lo importante es que la manera de hacer las cosas, la techen, constituye la cultura tanto como la manera de explicarnos por qué hacemos las cosas como las hacemos, la epistêmê. La diferencia principal entre cualquier pareja de culturas está en ello. La cultura y la sociedad son producto de la tecnología, y cada cambio importante en la manera de hacer las cosas produce cambios sociales y culturales concomitantes.
E pur si muove: del technê al epistêmê en la modernidad Después de haber afirmado que existe esta fuerte relación, dedicaré los próximos párrafos a sostener que los verdaderos cambios sociales, los grandes cambios culturales no se deben tanto a los cambios en la forma en que hacemos las cosas, sino en las explicaciones que sobre ellas nos damos y que, al comenzar el siglo XXI, estamos asistiendo a un cambio en la manera de entender el mundo, no a un cambio tecnológico, que, como afirmé al comenzar, no es muy distinto de los que se dieron al comienzo de la historia, son básicamente los mismos llevados un poco más lejos. Por estar en medio del cambio no somos capaces de verlo con la suficiente claridad; es decir, no es fácil aún teorizar sobre este cambio y así, tal vez es útil seguir la recomendación de Umberto Eco, cuando hablando sobre el Nombre de la Rosa decía que aquello sobre lo cual no se puede teorizar, se debe narrar. El cambio de pensamiento más importante en los tiempos recientes, muy bien narrado y razonablemente teorizado fue el que se dio entre la Edad Media y la Modernidad. Sentimos hoy que estamos dejando atrás esa modernidad y hemos entrado en una época nueva, innominada aún. Unos la llaman la posmodernidad, para otros es la era posindustrial, o poscapitalista. Algunos hablaron ya del fin de la historia. El consenso parece ser que estamos en la era pos-algo. Estamos después de lo que había pero no sabemos en qué consiste y por eso sólo queda fácil nombrarlo con referencia a lo anterior. Podemos hacer una rápida narración de cómo comenzó esa modernidad y qué de ella no está vigente ya. Un hecho sobresaliente es que el nacimiento de la modernidad estuvo relacionado con nuevas tecnologías. Tecnologías de la información y la comunicación, como la 51
DOSSIER • José Luis Villaveces
imprenta. La posibilidad que ella abrió a todo el mundo de tener acceso a la información estuvo directamente vinculada al nacimiento de la modernidad, como otras dos tecnologías de la comunicación, en este caso de los medios de comunicación y transporte: la brújula y las carabelas que permitieron separarse de las costas y navegar en alta mar. La pólvora, usada como nuevo material para definir disputas de poder fue también determinante. Ellas trajeron a América a los europeos y condujeron a la constitución de los grandes imperios modernos. Pero un cambio de pensamiento profundo comenzaba a gestarse en Cracovia en 1492 año en que Copérnico entró a la universidad a estudiar astronomía. La astronomía de posición se había vuelto repentinamente importante debido precisamente a las nuevas tecnologías de la navegación. Solitario, a dos mil kilómetros de la costa, rodeado de mar, un marino necesita saber dónde está y sus únicos puntos de referencia son las estrellas. La brújula ayuda a saber hacia dónde está el norte, pero para saber dónde se está hay que mirar con mucho cuidado las estrellas. Lo malo es que ellas se mueven y hay que saber calcular muy bien sus movimientos, así como los de los planetas que son mucho más complicados. Hay, sin embargo, un hecho notorio: aunque todas las estrellas se mueven todas las noches, lo hacen conservando sus posiciones relativas y así, cuando uno ve un grupito con forma de toro, de virgen, de cazador o de cangrejo, como los vieron los persas, tal grupito se mantiene mientras el conjunto entero viaja de oriente a occidente. Esto llevaba a suponer que todas las estrellas estaban fijas sobre una esfera firme -el firmamento- que giraba en torno a la Tierra como se ve en cualquier noche que uno mire con atención al cielo. Calcular la velocidad de este giro después de unas cuantas noches de observación no era tan difícil y así se podía predecir dónde estarían las estrellas en una noche posterior y dónde el navegante en relación con ellas. Lo bonito de este modelo es que mostraba que el cielo es ordenado y muy distinto del caos reinante en la Tierra, donde todas las cosas se mueven sin patrón, al azar. El orden de los cielos permitió hacer calendarios y ordenar la vida con relación a ellos. Con los planetas –en griego “planeta” quiere decir “errante” o “vagabundo”–, la cosa era más difícil. No parecían estar adheridos al mismo firmamento, pues a veces uno de ellos estaba cerca de la virgen o del Toro y luego cambiaba esa posición. Se supuso que estaban adheridos a otras esferas firmes, transparentes, que estaban más abajo que la de las estrellas fijas y se movían con distinta velocidad. El modelo teórico se iba complicando y hubo que postular la existencia de siete cielos sucesivos. Dante nos contó cómo es la ascensión a través de ellos y La Divina Comedia incluye un relato completo de la cosmología medieval. El modelo hasta ese nivel bastaba para explicar el orden de los cielos, pero no para quitar la angustia del marino en medio del mar, porque no le daba precisión suficiente. Las esferas de los planetas, parecían acelerar o desacelerar y eso hacía mucho más difícil predecir dónde estaría un planeta en una noche 52
determinada y por lo tanto no perderse en el mar. Empezó a complicarse el modelo añadiendo otras esferas transparentes más pequeñas que giraban sobre las esferas transparentes grandes, de manera que a veces iban en la misma dirección y parecían acelerar, a veces en dirección contraria. Siglos de observación habían llevado a modelos de enorme precisión que permitían predecir con exactitud dónde estaría cada cuerpo celestial y cómo se comportaría en cada noche. Lo importante del modelo era que el cielo estaba perfectamente ordenado -aunque no fuera simple- y transmitía una imagen del mundo que tranquilizaba: hay dos mundos, uno ordenado y hecho de cuerpos puros, el Cielo, y otro desordenado y caótico, lleno de cuerpos impuros de comportamiento impredecible, la Tierra. Existen unas leyes simples para lo celestial y los cuerpos nobles tienden hacia allá. Los humanos tenemos los dos componentes, un alma cuyo destino es tender al cielo y un cuerpo que nos atrapa en este valle de lágrimas. Cuando el alma se desapega de lo material logra ascender al cielo, pero cuando lo material predomina, el alma se queda atrapada y pierde la recompensa celestial. La Luna, el más bajo de los cuerpos celestes, con sus mutaciones y eclipses muestra esa cercanía con lo material. La única mancha impredecible en la perfección de los cielos era la aparición de los cometas que, justamente, se interpretaban como avisos que nos escribían en los cielos de que algo no estaba funcionando bien o no funcionaría bien en el único lugar donde hay cosas que no funcionen bien: la Tierra. Con las esferas grandes y pequeñas el modelo de los cielos ordenados se mantenía, pero se complicaba mucho. En 1543 se imprimió De revolutionibus orbium coelestium, el libro de Copérnico. En él retomaba una hipótesis que ya había sido usada en la Grecia clásica y abandonada: la que hoy llamaríamos un cambio en el origen de coordenadas. Se mostraba que si se colocaba al sol en el origen de coordenadas de los planetas, y no a la Tierra, el modelo se simplificaba. De hecho, lo que buscaba Copérnico era la simplicidad y la estética: “En este hermoso templo, ¿quién pondría la lámpara en otra o mejor posición que aquella desde donde puede iluminarlo todo al tiempo? … Encontramos así una maravillosa conmensurabilidad del universo y un vínculo armonioso que no puede ser encontrado de otra forma… Tan grande es la mano del Todopoderoso”. El modelo más sencillo debería permitir hacer los arduos cálculos con más facilidad, pero tardó mucho en reunirse observaciones suficientes para lograrlo y Copérnico murió sin verlo. A comienzos del siglo siguiente, en el norte de Italia, Galileo Galilei enseñaba astronomía en la universidad de Pisa. Era un excelente docente y, aunque los cálculos hechos con el modelo geocéntrico seguían siendo mejores, el modelo matemático de planetas girando alrededor del sol requería menos hipótesis de esferas imbricadas unas entre otras y Galileo lo enseñaba como una hipótesis más general y simplificante. Era cuidadoso en decir que era “como si” la tierra girara en torno al sol aunque
Tecnología y sociedad: un contrapunto armónico
evidentemente no era así, como lo mostraba la más elemental experiencia de los sentidos. Además, el modelo geocéntrico era el cosmológicamente correcto, que separaba lo celestial y lo terrenal y colocaba cada cosa en su lugar adecuado. La iglesia católica a comienzos del siglo XVII ya había revisado lo que enseñaba Galileo y no había encontrado ninguna objeción a que enseñara el modelo heliocéntrico siempre y cuando lo hiciera a manera de hipótesis, matemáticamente útil, pero evidentemente falsa. Pero seguía la necesidad de desarrollar mejores observaciones de los astros, fuera cual fuera el modelo y así, cuando los holandeses inventaron el telescopio, Galileo se apresuró a construir uno y mirar con él al cielo. Vio lagos y montañas en la Luna. Vio que Venus tenía fases, como la Luna, y vio que Júpiter tenía cuatro lunas que giran alrededor de él. Era un descubrimiento simpático y lo divulgó pronto. Todo lo que hemos recordado hasta ahora, desde la brújula hasta las lunas de Júpiter fueron nuevas tecnologías que cambiaron la manera de hacer las cosas. De pronto comenzó a entenderse el escándalo: lo grave no es que haya detallitos en el cielo. Lo grave es que si la Luna tiene montañas se parece demasiado a la Tierra y no puede ser así con un cuerpo celestial. Si Venus tiene fases se parece demasiado a la Luna y el desorden va aumentando, pero si Júpiter tiene Lunas, entonces Júpiter resultaría similar a la Tierra. Los nuevos inventos estaban resultando inaceptables porque atacaban la base misma de la sociedad y la cultura: los cielos estaban pareciéndose a la Tierra, lo celestial se volvía demasiado parecido a lo terrenal y Roma tuvo que llamar a Galileo y prohibirle que propagara esas ideas que se salían del ámbito de la ciencia y vulneraban todo el orden social, cultural y religioso. Sin embargo, el daño estaba hecho. Después del telescopio, se inventó el Cálculo Diferencial por Newton y Leibniz, a mediados del siglo XVII. Con él hizo Newton algo más grave y fue preguntarse cómo caen las manzanas y por qué no cae la Luna. Lo peor fue que encontró que la Luna no ha cesado de caer sobre la Tierra desde su formación, y lo hace con la misma Ley con la que caen las manzanas en el otoño inglés:
F=G
ya el colmo de la fantasía y de lo contrario al sentido común. El enunciado de la Ley de Gravitación Universal fue muy importante, pero más lo fue la definición de una fuerza como “aquello que produce un cambio en la manera de moverse un cuerpo”, es decir, una aceleración. Con esta definición nueva y el cálculo diferencial a mano, se podía expresar la aceleración como el cambio en la manera de moverse, es decir como la derivada de la velocidad o la segunda derivada de la posición con respecto al tiempo:
F = ma = m
El poder inmenso de estas ideas resulta cuando se sustituye en el miembro izquierdo la expresión para la Fuerza Universal de Gravitación y se integra la ecuación diferencial, pues entonces se obtiene una ecuación para x en función de t:
x = x (t) Esta expresión fue más allá de la profanación y dio a la humanidad el poder de los dioses: clarividencia total sobre pasado y futuro.
Figura 1 x
mm’ r2
Esta es la profanación fundante de la edad moderna. La inocente fórmula que repiten aburridamente los escolares culminó el trabajo de Galileo: las leyes del cielo son iguales a las leyes de la tierra. No hay tal separación entre lo celestial y lo terrenal. ¿Cómo se llegó a creer en algo tan contraevidente y que vulneraba todo el orden cultural establecido? Ya Galileo se había preguntado cómo llegaban algunos a creer que la Tierra se mueve en torno al Sol, cuando toda la evidencia nos muestra lo contrario. Pero creer que la Luna cae continuamente sobre la Tierra y que todos los cuerpos que caen sobre la Tierra, manzanas, balas, piedras, “masas puntuales” o cualquier otra cosa lo hacen con la misma ley es
d2x dt2
t Con ella se puede calcular la posición del cuerpo: manzana, luna o cualquier otro, en todo momento, pasado o futuro: su trayectoria. Basta con conocer la posición y la velocidad en un momento dado, para que, por el simple uso de la ecuación que describe la trayectoria, puedan calcularse todas las posiciones pasadas y futuras del objeto que nos interesa. La predicción se hizo posible y fue la piedra de toque de la física clásica desde los días de Newton4. Con ella en la 4
Difícilmente puede exagerarse en este sentido. De hecho la epistemología se sometió a la voluntad de predicción. Por cerca de tres siglos los filósofos manejaron la idea de que el conocimiento surge de la capacidad de enunciar frases que predigan ciertos resultados. Luego se trata de hacer los experimentos indicados. Si se cumplen las predicciones, el conocimiento que los produjo es cierto y, si no, es falso.
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DOSSIER • José Luis Villaveces
mano, calcular dónde va a estar una aguja movida muy rápidamente por el vapor que se escapa de una caldera se vuelve elemental. El siguiente paso es cambiar la manera de hacer camisas a mano por una forma mecanizada de industria textil, o cambiar el coche de caballos por una máquina guiada por la misma ecuación que predice cómo se mueven las manzanas, la Luna y las locomotoras. La revolución industrial surgió de ese poder. Los economistas la han analizado exhaustivamente. Las dos ecuaciones que acabamos de mencionar se propagaron rápidamente. Voltaire comenzó el esfuerzo por difundir estas ideas inglesas en el continente y a finales del siglo XVIII los filósofos franceses ya sabían, gracias a ellas, que las leyes del cielo son iguales a las de la Tierra. Más aún, que estudiando fenómenos sobre la Tierra pueden entenderse las cosas del cielo, que están contenidas en la Tierra. Cuando Edmond Halley, contemporáneo y amigo de Newton, usó las ecuaciones de la manzana de Newton para predecir que cierta mancha inadecuada en el cielo volvería a verse setenta y cinco años después y cada setenta y cinco años una vez más, no sólo estaba dándole el nombre a “su” cometa. Estaba recuperando el orden de los cielos aún para eventos tan caóticos como los cometas, que se explicaban ahora con las mismas leyes de las manzanas y las máquinas de tejer. La aparición repetida con absoluta precisión del cometa de Halley –la última vez en 1985– nos confirma sin cesar que el cielo está contenido en la tierra. El camino estaba abierto para decir que la unción divina de los reyes no envuelve misterio y que el poder político no tiene por qué venir de los altos e inescrutables cielos sino de fuentes terrenales bien concretas y cotidianas. Después de esto es muy fácil cortar la cabeza del rey que no gobierna para su pueblo y por su pueblo y declarar que el poder político viene del pueblo y no de Dios5. Iniciadas la revolución industrial y la revolución política, pudo exclamar Laplace, el matemático de Napoleón, al comenzar el siglo XIX, “si conocemos las posiciones y velocidades de todas las partículas del universo en un momento dado, así como las fuerzas a las que están sometidas, podemos conocer la evolución futura de todo el universo”, por lo cual podemos acceder al conocimiento total y al dominio total. El ser humano es amo y señor de la naturaleza y Dios pasa a ser una hipótesis innecesaria. El científico en el laboratorio, el técnico en el taller y el pueblo en las urnas o representado en los parlamentos son todo lo que se necesita para hacer marchar al mundo. Lo que estoy afirmando, para dejarlo suficientemente claro, es que la democracia moderna, pero no la mecánica o la retórica, sino la posibilidad misma de pensar democráticamente, nació de la revolución científica que tiene como actores descollantes a Copérnico, a Galileo, a Newton y a Laplace, además de los constructores de 5
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Como decía todavía, anacrónicamente, la Constitución Política que rigió a Colombia hasta 1991.
máquinas de la Escocia del siglo XVIII y así, ya llevo bastantes afirmaciones en este contrapunto: la sociedad nació de la biotecnología, la política de los nuevos materiales, la cultura y la poesía nacieron de las tecnologías de la información y la comunicación y la democracia es hija de la mecánica newtoniana.
Medida, objetividad y conectividad: del epistêmê al technê en la posmodernidad Pero, como ya recordamos, ese triunfante pensamiento moderno está quedando atrás y hay consenso sobre el hecho de que estamos después de él, en la posmodernidad, la posguerra fría, la era posindustrial o en todo caso el posalgo. ¿Por qué, si todo funcionaba tan bien? Una parte muy importante –y poco trabajada por los científicos sociales – del declive de la modernidad se debe
Figura 2 x=x(t) x
x
a que la presuntuosa actitud de Laplace encontró una dificultad muy precisa: su premisa mayor es muy difícil de cumplir y si se cometen pequeños errores en la medida inicial, repercuten mucho en el resultado final, como lo ilustra la figura, en la cual pequeñas desviaciones en la medida inicial pueden hacer que no sepamos cuál de varias trayectorias muy cercanas es la que se sigue, generando una incertidumbre grande, x, en la posición al cabo de un cierto tiempo. El dominio y el conocimiento total no son tan ciertos, a menos que logremos medidas de precisión total en el momento inicial. El triunfalismo clásico depende de una teoría de la medida, que sólo en el siglo XX comenzó a desarrollarse con algún rigor6. La medida en ciencias experimentales, aquella sobre la cual se funda todo el ideal de objetividad moderno, depende de la existencia de un aparato que interactúa con el 6
Para un recuento reciente bastante claro puede leerse Greenstein, G. & Zajonc, A.G. (1997). Para un análisis del efecto del problema de la medida en la química contemporánea puede verse Primas H. (1983). También puede consultarse Villaveces J.L. (2003), donde fueron presentadas algunas de las ideas que se desarrollan en este apartado.
Tecnología y sociedad: un contrapunto armónico
objeto observado. El objeto debe modificar al aparato, hacerle mover una aguja o indicador, de manera general, para que pueda haber medida, pero el aparato no debe modificar al objeto, pues si lo modificara no estaría midiendo las propiedades del objeto, sino las resultantes de la interacción. La medida clásica supone así una asimetría entre aparato y objeto.
O
A
Pero esa es una falla principal de la epistemología moderna. Cuando el aparato y el objeto interactúan, los dos son objetos físicos similares y la interacción es necesariamente recíproca. No es posible modificar al aparato sin modificar al objeto que se observa.
O
A
Pero, si el objeto es modificado por la observación, no es posible el conocimiento sin que el sujeto observe, es decir, no es posible el conocimiento “objetivo” como lo soñó Bacon y como lo necesitaba Laplace. Si un sistema se conoce por varias de sus propiedades, p1, p2, p3,…, cuando midamos p1, todas las demás cambiarán, cuando midamos p2, ya no será el mismo sistema para el cual medimos p1, etc. El ideal de la medida inicial de precisión absoluta, indispensable para la predicción de la trayectoria no es sostenible. Pues si no conocemos las condiciones iniciales, no podemos conocer con certitud el decurso y así, el mismo principio clásico de causalidad, que según entrevió Hume no provenía sino de la costumbre que tenemos de ver siempre el mismo orden temporal de los fenómenos: después de A ocurre B, se ve en entredicho, cuando no podemos ver con precisión ni a A, ni a B. Al comenzar el segundo cuarto del siglo XX quedó claro que esta limitación era absoluta y Heisenberg le dio una forma cuantitativa con su Principio de Incertidumbre, cuando concluyó que para cualquier objeto existen variables complementarias que no pueden medirse simultáneamente con toda precisión. En la versión más conocida, dos de las variables complementarias son la posición y la velocidad, (o la cantidad de movimiento, p=mv), y el límite de la precisión con la que se pueden medir simultáneamente está dado por:
x p>
h 2π
Estas son precisamente las dos variables que necesitaba Laplace para conocer sus trayectorias. Heisenberg nos demuestra que no se pueden conocer simultáneamente y así, el ideal de la modernidad está construido sobre pies de barro: Luis XVI y Dios Padre fueron decapitados sobre premisas falsas. Desde el enunciado del principio de incertidumbre estamos en la posmodernidad, en la necesidad de modificar nuestra
manera de pensar sobre el mundo, sin que esto haya sido suficientemente reflexionado. Los libros de texto elementales o divulgativos de física, dicen que para los niveles de aproximación usuales en la vida corriente no hay que preocuparse demasiado por estas imprecisiones que sólo son importantes en la escala atómica. Sin embargo, no se decapita al rey ni se cambian constituciones “sólo hasta cierto nivel de aproximación”. Los grandes relatos de la democracia se construyeron creyendo que la idea del pueblo por el pueblo y para el pueblo era buena siempre y, aunque en las últimas décadas los sociólogos y filósofos políticos han comenzado a sospechar de ellos y a sentir que también hay razones políticas para creer que la modernidad se agotó, hace falta más reflexión sobre las razones profundas de esta quiebra. Retomo el tema, siguiendo la idea de que una polifonía repite un mismo tema presentado en muchas variaciones. La modernidad, el pensamiento democrático contemporáneo y la misma teoría política de nuestros días son hijas de la física clásica: no hay “leyes del cielo” distintas de las leyes terrenales. Estas últimas las podemos descubrir y construir lentamente por la observación y la experimentación y gracias a ellas podemos enunciar leyes generales válidas en todas las circunstancias, como las leyes de Newton, o las de Maxwell para el electromagnetismo y una vez tengamos estas leyes generales las aplicamos adecuadamente a las diferentes circunstancias de tiempo y lugar, según que lo que deseemos sea fabricar máquinas de tejer, locomotoras, aviones, o explicar la astronomía. Esto es lo que hace la Teoría Constitucional en los estados nacionales: se da una ley general cuya fuente es el pueblo, la Constitución Política, y después se la aplica adecuadamente a las diferentes circunstancias de tiempo y lugar, según que lo que se desee sea fabricar máquinas de tejer o códigos penales bajo la mirada cuidadosa de una Corte que vigila el respeto permanente a la Ley General. Lo que nos dicen sigilosamente en voz baja (como dicen que hizo Galileo al salir del tribunal de la inquisición) los físicos desde 1926 es que el modelo está mal, que la presuntuosa forma de ver el mundo de la modernidad no estaba bien, que había un error desde el principio. La modernidad estuvo construida también sobre la noción del individuo y de la individualidad. In-dividuo o á-tomo, según se escoja la etimología latina o griega, son dos palabras clave del mundo moderno. La idea de que los átomos forman la materia, uniéndose gracias al enlace químico para formar moléculas y cuerpos más complejos se desarrolló paralelamente a la idea de que los individuos forman la sociedad uniéndose gracias al contrato social. Una de las consecuencias más impresionantes y menos difundidas del principio de incertidumbre es que tal desacoplamiento entre los objetos físicos para dar origen a los individuos no tiene sentido. Que la idea de un individuo aislado, átomo, electrón o fotón no es sostenible. De hecho, Bell en 1964 enunció un teorema que permitía poner a prueba esa posibilidad y un grupo de físicos franceses, 55
DOSSIER • José Luis Villaveces
Aspect, Grangier y Roger (1981) en los años ochenta la pusieron a prueba de manera definitiva: no existe tal cosa como un objeto aislado en el universo7. Como ya mencionamos, suele decirse que los efectos cuánticos son sólo visibles e importantes a escalas muy reducidas y no tienen por qué afectar nuestra visión del mundo. En este punto, una buena parte de mi argumento anterior se invierte y, si antes dije que los grandes cambios culturales no se deben tanto a los cambios en la forma en que hacemos las cosas, sino en las explicaciones que sobre ellas nos damos, ahora diré que al comenzar el siglo XXI estamos asistiendo a un cambio en la manera de actuar en el mundo que está basado en uno en la forma de entenderlo, pero que el gran cambio se está dando por el desarrollo tecnológico. La realidad es que los objetos cuánticos sí invadieron la vida corriente. Aunque los ingenieros no suelen pensar en ello, objetos cuánticos por excelencia son el transistor y el láser8. Las propiedades de semiconducción de un transistor, llevadas a una tecnología que permite manipularlas al nivel molecular para encerrar muchos millones de transistores en un chip de un milímetro son enteramente cuánticas, como lo son las de un fotón encerrado en una cavidad resonante que le permite generar una radiación láser. Computadores y teléfonos celulares, reproductores de discos compactos y televisión satelital son objetos completamente cuánticos de nuestra vida corriente. Lo interesante es que son estos objetos los que están llevando a la construcción social del objeto encontrado por Aspect, Grangier y Roger con sus experimentos sobre fotones: el individuo aislado, átomo conceptual de la democracia moderna no existe. Todos estamos interrelacionados y correlacionados. Cuando vemos derrumbarse las torres gemelas o las bombas en Londres al mismo tiempo que se produce el hecho, la manera de pensar la política cambia, como cambian los gustos gastronómicos cuando todos comemos McDonald’s hechos de la misma manera. La cultura está cambiando por la interconexión. Más que un problema de “Tecnologías de la Información y de la Comunicación”, lo que está produciendo el desarrollo tecnológico contemporáneo es una desaparición de la idea de individuo aislado. Esto es un paso evolutivo comparable al que dieron los seres vivos 7
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Puede verse un análisis interesante en: http://www.brera.unimi.it/old/Atti-Como-97/Bergia.pdf , consultado en agosto de 2005. Es impresionante la esquizofrenia epistemológica de la mayoría de los físicos e ingenieros contemporáneos que, teniendo una buena formación en los principios de la mecánica cuántica y en algunas de sus consecuencias epistemológicas, recurren sin embargo a afirmaciones peregrinas como la de que “los electrones son cuánticos, pero los núcleos son clásicos”, afirmación que surge de la aproximación de BornOppenheimer, que era un ensayo algebraico de poder obtener una solución aproximada a una ecuación diferencial. Así, siguen dando explicaciones de los objetos macroscópicos que corresponderían a epistemologías decimonónicas. Sobre la influencia de esto en la química puede verse el libro de Primas citado más atrás o los trabajos de Sutcliffe (1994) o de Moyano G. (1998).
unicelulares cuando conformaron organismos pluricelulares. Un conjunto extremadamente complejo de señales entre las células permite la especialización a partir de la mórula que todavía señala el comienzo de la vida, para que puedan asumirse funciones extremadamente complejas y claramente emergentes en el proceso de la vida. Un organismo es mucho más que la suma de sus células, pero para que se mantenga se necesita que todas estén conectadas “en tiempo real” por el intricado sistema de señales. Esto trasciende de lejos el simple problema de una tecnología de la información y la comunicación expresada, en el caso de las células por la comunicación química entre células vecinas o por la comunicación mediada por la transmisión nerviosa entre células lejanas. Lo importante en la evolución no fue que se desarrollaran estas tecnologías de la información y la comunicación entre células. Lo importante fue el fenómeno emergente que surgió cuando las células se encontraron permanentemente intercomunicadas y surgió el organismo, que a su vez se lanzó en una violenta carrera evolutiva, desde las primeras algas hasta la humanidad contemporánea. Parecería haber señales de que está sucediendo lo mismo en nuestros días. Sin duda los filósofos y los sociólogos lo están sintiendo, como Habermas cuando afirma que el 11 de septiembre fue el “primer acontecimiento histórico mundial” (citado en Borradori, 2003). “Un acontecimiento histórico mayor debería ser tan impredecible e irruptivo como para perturbar hasta el horizonte del concepto o de la esencia desde donde se cree reconocer a un acontecimiento en cuanto tal. De ahí que las preguntas “filosóficas” sigan estando abiertas, y quizás más allá de la filosofía en cuanto se trata de pensar el acontecimiento” (citado en Borradori, 2003).
A manera de coda La nueva technê abre paso a la nueva epistêmê y esto es lo verdaderamente importante hoy. El tema es, y lo retomo por última vez, que para narrarnos el curso de la historia es tan importante la mirada sociológica como la mirada tecnológica. Que estamos sin duda ante una mutación en la historia de la humanidad por lo menos tan profunda como la que se dio al pasar de la Edad Media a la Edad Moderna, de la cual son signos el 11 de septiembre y el láser, el teléfono celular y la interconexión cuántica demostrada por Aspect (1981) y sus colaboradores, la multinacional sustituyendo a los estados nacionales y el desarrollo del transistor. Esta mutación proviene del fracaso de los grandes relatos políticos del siglo XIX tanto como del de los grandes relatos de la epistemología y el final del principio clásico de causalidad. Lo único que podemos es estar alerta. En una época caótica se hace indispensable la filosofía para alumbrar el camino, pero hay que recoger las señales de todas las partes donde se están produciendo: de los cambios sociales y de los cambios técnicos, de la crisis de las teorías políticas y de las nuevas epistemologías. Sociología y tecnología o
Tecnología y sociedad: un contrapunto armónico
tecnociencia cuentan la misma historia, pero cada uno de los relatos monofónicos nos da apenas parte del total y podemos no ver el bosque por quedarnos en uno solo de los árboles. Hoy es más necesario que nunca el pensar polifónico y armónico usando todas las disciplinas del conocimiento humano.
Referencias Aspect, A., Grangier, P., Roger, G. (1981). Experimental test of realistic local theories via Bell’s theorem. Physical Review Letters, Vol. 47. Bell, J. (1964). On the Einstein-Podolsky-Rosen paradox. Physics, Vol. 11. Borradori, G. (2003). La filosofía en una época de terror. Bogotá: Taurus.
Quantum Mechanics. Massachussets: Jones and Bartlett Publishers. Primas, H. (1983). Chemistry, Quantum Mechanics and Reductionism. Berlin, New York: Springer-Verlag. Schönberg, A. (1975). Theory of form. En L. Stein (Ed.) & L. Black (Trad.), Style and Idea, selected writings of A. Schoenberg. California: University of California Press. Sutcliffe, B. (1994). The decoupling of nuclear from electronic motions in molecules. En E.S. Kryachko & J.L. Calais (Eds.), Conceptual Trends in Quantum Chemistry. Netherlands: Kluwer Academic Publishers Group. Villaveces, J.L. (2003). Epistemología con perspectiva de género. Colombia, ciencia y tecnología, Vol. 21.
Calais, J.L., Kluwer, O., de Moyano, G. (1998). Estudio de los fundamentos matemáticos para un modelo de las reacciones químicas. Tesis de doctorado no publicada. Universidad Nacional de G. Greenstein, G. & Zajonc, A.G. (1997). The Quantum Challenge. Modern research on the foundations of
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 59-69.
ANOTACIONES PARA UNA AGENDA DE INVESTIGACIÓN SOBRE LAS RELACIONES TECNOCIENTÍFICAS SUR-NORTE Alexis De Greiff* Mauricio Nieto**
Resumen En este artículo exploramos algunos temas que consideramos de potencial interés para investigar los problemas de la cooperación tecnocientífica entre el Norte y el Sur desde la perspectiva de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Para ello presentamos un somero repaso del estado del arte en los temas que discutimos, a saber: ciencia, tecnología y teorías del desarrollo; las Revoluciones Verdes y tecnociencia y Guerra Fría en el Sur. Nuestro argumento central es que la comprensión de la dinámica de los intercambios tecnocientíficos entre el Tercer Mundo y los países industrializados es esencial para continuar desarrollando los estudios sociales de la ciencia y entender el papel de la tecnociencia no solo en el Sur sino también en el Norte.
Palabras clave: Relaciones internacionales, instituciones científicas, Guerra Fría, Siglo XX, Revolución Verde, desarrollo, Tercer Mundo, Ciencia y Tecnología.
Abstract In this paper we investigate a few examples of potential interest to those concerned with problems regarding the technoscientific scientific exchange between North and South from the social studies of science and technology perspective. We present a review of the state of the art of those subjects we discuss, namely: science,
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Físico de la Universidad de los Andes, Master en física teórica de la Universidad Nacional de Colombia. Maestría y Doctorado en historia y filosofía de la ciencia de la Universidad de Londres. Profesor invitado de la Università degli Studi di Milano. Vice-rector General de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor asociado del Departamento de Sociología e investigador del Centro de Estudios Sociales. Ha publicado sobre discursos y prácticas de intercambio tecnocientífico Norte-Sur y sobre instituciones internacionales de cooperación internacional. Actualmente es director del grupo de investigación en Estudios Sociales de la Ciencia, la Tecnología y la Medicina de la Universidad Nacional. Correo electrónico: ahdegreiffa@unal.edu.co ** Filósofo de la Universidad de los Andes. Maestría y Doctorado en historia de las ciencias en la Universidad de Londres. Ha sido profesor de historia y sociología de la ciencia en las Universidades de los Andes y Nacional de Bogotá. Investigador invitado del Departamento de historia y filosofía de la Ciencia de la Universidad de Cambridge y del Departamento de historia de la ciencia del CSIC en Madrid. Actualmente se desempeña como profesor asociado del Departamento de historia de la Universidad de los Andes. Entre sus publicaciones se destaca el libro Remedios para el imperio: historia natural y la apropiación del nuevo mundo (Bogotá: ICANH, 2000), obra galardonada con el premio Silvio Zavala de Historia Colonial , 2001. Correo electrónico: mnieto@uniandes.edu.co
Fecha de recepción: Agosto de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
technology and development theories; the Green Revolutions; and technoscience and Cold War in the South. We argue that, in order to understand the role of technoscience, both in the South and the North, it is essential to study the dynamics of the technoscientific exchanges between the Third World and the industrialized countries.
Keywords: International relationships, scientific institutions, Cold War, XX Century, Green Revolution, development, Third World, science and technology.
En julio del 2001 tuvo lugar en Ciudad de México el XXI Congreso Internacional de Historia de la Ciencia. El título de la reunión era provocador y relevante: 'ciencia y diversidad cultural'. Era particularmente significativo que esta tradicional reunión tuviera lugar en América Latina. México, un país que en términos geopolíticos podemos considerar del ‘Sur’, cuna de algunas de las más complejas e interesantes culturas americanas, imagen vívida de todos los excesos del imperialismo y ejemplo orgulloso de supervivencia de una cultura autóctona, parecía un lugar apropiado para discutir sobre diversidad cultural. Cincuenta y dos países diferentes y centenares de historiadores acudieron al encuentro. La conferencia inaugural tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes, cuyos enormes murales encierran un claro sentido de orgullo nacional. Con la ayuda de traducción simultánea a varios idiomas pudimos escuchar las intervenciones de apertura del protocolo, las cuales predecían que iba a tratarse de una ocasión muy especial. El invitado especial a cargo de la conferencia inaugural era el filósofo e historiador de la ciencia, de origen egipcio Roshdi Rashed. Su procedencia parecía congruente con el espíritu del congreso y anticipaba que desde el comienzo íbamos a hacer parte de una estimulante renovación. El profesor Rashed resaltó el hecho de que este era el primer congreso de historia de la ciencia que tenía lugar en “un país de cultura antigua que no es ni mediterráneo ni asiático”, y que se trataba del primero de estos encuentros que no tenía como anfitrión a “un país industrializado del Norte” (Rashed, 2003, p. 15). Sin embargo, para nuestro desconcierto, en lugar de mostrar la riqueza de la pregunta sobre la diversidad cultural y la ciencia, el profesor Rashed parecía estar realizando un esfuerzo por bloquear toda alternativa y descorazonar a quienquiera que estuviera interesado en el problema. Nuestro distinguido conferencista expresó su preocupación por la diversidad, “para no decir dispersión”, de la disciplina y su temor sobre la “floreciente tentación de extender la historia social a la tradición conceptual…” (Rashed, 2003, p. 27). A lo largo de su exposición, claramente establecía lo que él consideraba era el verdadero camino de la historia de la ciencia, a saber una historia “interna” de las ideas de ideas y de las disciplinas. De acuerdo con Rashed, no sólo era importante establecer la diferencia entre los elementos sociales externos y aquellos genuinamente científicos, sino que era además necesario “preguntarse qué la distingue [a la ciencia] de 59
DOSSIER • Alexis De Greiff / Mauricio Nieto
todas las demás producciones culturales” (Rashed, 2003, p. 27). Para el profesor Rashed la difusión del conocimiento es diferente de su producción. Y va aún más allá al decir que los factores externos “pueden explicar controversias cuando los hechos están imperfectamente establecidos y no se han llevado a cabo pruebas rigurosas” (Rashed, 2003, p. 27). Hemos empezado nuestra reflexión con este episodio pues nos parece ilustrativo del tipo de obstáculos que tienen que enfrentar los estudios sociales del intercambio tecnocientífico Sur-Norte. Algunas de las afirmaciones hechas en la conferencia inaugural no sólo eran descorazonadoras para iniciar un debate sobre ciencia y diversidad cultural, sino que expresan una clara resistencia a entender la ciencia y la tecnología como prácticas políticas. Las afirmaciones con las que se inauguró el congreso de México parecen darle la espalda a los logros y la riqueza de más de medio siglo de investigación sobre ciencia, tecnología y sociedad. Varias décadas después de que Thomas Kuhn iniciara una nueva fase en los estudios históricos de la ciencia y la tecnología; luego de varias décadas de trabajo de historiadores, sociólogos y filósofos que mostraron una y otra vez –apelando a estudios de caso- las raíces históricas y sociales de los problemas epistemológicos; cuando los escritos de David Bloor, Steve Shapin, Michel Callon y Bruno Latour, entre otros, son lecturas obligadas para los historiadores de la ciencia1; las afirmaciones de Rashhed resultan provocadoras y en nuestra opinión problemáticas. Sin embargo, es innegable que el profesor Rashed estaba en lo cierto en un punto clave: los estudios sociales de la ciencia, a pesar de sus logros, lejos de ser una disciplina plenamente constituida, son un campo de investigación con un largo y fascinante camino por recorrer. No contamos aún con una historia de los estudios sociales de la ciencia, sin embargo, sus orígenes pueden remontarse a una época de preocupación pública y política acerca de los intereses imperialistas y coloniales, el género, la raza, las consecuencias de la tecnología militar, la Guerra Fría y el medio ambiente. Sus lineamientos ideológicos yacen en el marxismo y en el movimiento contra-cultural. Recordemos a Paul Forman en los Estados Unidos, Hillary y Steven Rose en el Reino Unido y Marcello Cini en Italia. Para muchos de los futuros estudiantes de la ciencia, la tecnología y la sociedad, la “Sociedad para la Responsabilidad Social en la Ciencia”, así como la “Ciencia para el Pueblo” se convirtieron en espacios para la acción política y la reflexión teórica sobre el papel de la ciencia en la sociedad contemporánea, especialmente en la guerra de Vietnam. El legado del compromiso político de J. D. Bernal era evidente. Su interés por la ciencia y la tecnología era sólo una parte de una preocupación mayor sobre la política global. Su objetivo era develar la relación entre el
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Entre los numerosos trabajos que se han ocupado del carácter social de la ciencia y la tecnología, podríamos mencionar, entre muchos otros: Bloor (1991), Barnes (1977), Shapin y Schaffer (1985), Latour (1999).
capitalismo, las relaciones asimétricas entre Sur y Norte, y la ciencia y la tecnología. Después de todo, el movimiento de 1968 estuvo inoculado por una fuerte conciencia antiimperialista. Tristemente, el compromiso político e intelectual con respecto al intercambio Sur-Norte casi desapareció de las agendas profesionales de los historiadores y sociólogos de la ciencia. Libros sobre este tema son escasos; hay pocos cursos que lo abordan; y la presencia de estudiosos del Tercer Mundo brilla por su ausencia en la mayoría de consejos editoriales. Este trabajo pretende ser una introducción a algunas de las cuestiones y tópicos centrales en el estudio del intercambio tecno-científico Sur-Norte. Términos como Norte, Sur, Este, Oeste y tecnociencia fueron acuñados como nociones políticas luego de la Segunda Guerra Mundial2. Por lo tanto, el intercambio tecno-científico Sur-Norte indica aquí las relaciones internacionales que involucraron a la tecnociencia como una parte constituyente durante la segunda mitad del siglo veinte. Sin embargo, nuestras reflexiones sobre eurocentrismo tienen sus raíces en los inicios de la modernidad. Argumentaremos que considerar atentamente y analizar el intercambio tecno-científico SurNorte es esencial para entender la historia política del mundo moderno y contemporáneo. El nacimiento de la ciencia moderna no se podría explicar sin entender los procesos de expansión europea y la tecnociencia en el Norte no se desarrolla independientemente de las negociaciones entre Sur y Norte. Más aún, volviendo nuestra atención a estos temas tocamos las verdaderas raíces de los estudios sociales de la ciencia. El presente ensayo es además una invitación al estudio del tipo de problemas, brechas, dificultades conceptuales y temas políticos relacionados con los estudios sobre ciencia y tecnología en la dinámica de intercambio Sur-Norte. No pretendemos cubrir todos los posibles temas relevantes, sino más bien ofrecer ejemplos que nos permitan ilustrar que para hablar de ciencia y política no requerimos modificar los marcos de referencia ni cambiar el nivel de los análisis, como si los análisis de la política y de la ciencia requirieran competencias distintas. En la primera sección exploramos de qué forma en los estudios sobre ciencia e imperialismo, los críticos de la historiografía colonial tradicional y de los estudios postcoloniales han contribuido a construir una visión crítica de la ciencia y la tecnología. Luego ofrecemos un breve resumen de tres tipos diferentes de literatura, a saber: Desarrollo, Revoluciones Verdes y Guerra Fría. Aunque no necesariamente relacionados con el 2
El término “Tercer Mundo,” que por sus orígenes políticos hallamos más apropiado, fue acuñado por el demógrafo e historiador económico francés Alfred Sauvy en 1952 (Sauvy, 1952), y entró en vigencia luego de la Afro-Asian Conference de Badung en 1955. Utilizamos los términos Sur-Norte y Este-Oeste de la misma forma en que son usados actualmente por la ciencia política. El Norte se refiere a los países industrializados, algunas veces llamados también “países atlánticos”; el Este al bloque soviético; el Oeste a los Estados Unidos y Europa; y el Sur al “Tercer Mundo”.
Anotaciones para una agenda de investigación sobre las relaciones tecnocientíficas sur-norte
campo actual de los Estudios Sociales de la Ciencia, constituyen poderosas ilustraciones de los nexos irrompibles entre ciencia y política, o mejor dicho, son buenos ejemplos de la ciencia como política. Hemos elegido revisar con algún grado de detalle estos temas pues son campos de investigación interesantes y cruciales hoy en día, a pesar de que existen muchos otros3. Los viajes de exploración científica, la Historia Natural, la Geografía, la Medicina o la Antropología son, entre otros, temas de investigación histórica y sociológica en los que la relación entre la práctica científica y el poder son evidentes. Esperamos que los tópicos desarrollados en lo que sigue ayuden a entender la importancia de los argumentos esgrimidos por la reciente sociología de la ciencia. A pesar de la evidencia, como hemos señalado, algunos historiadores aún tratan de explicar la ciencia como un producto humano diferente e independiente de otras prácticas culturales. El presente trabajo busca mostrar que para un cabal entendimiento del intercambio tecnocientífico entre Sur y Norte debemos considerar seriamente las lecciones fundamentales de la sociología, a saber que el conocimiento científico y la tecnología son inseparables del ejercicio de la autoridad, del control y de la dominación.
Eurocentrismo, postcolonialismo y la difusión de la tecnociencia En las reflexiones sobre ciencia y política convergen campos de estudio diversos. Además de aquellos que se han ocupado de los que podríamos llamar de manera genérica los Estudios sociales de ciencia y Tecnología, y que reúne filósofos, sociólogos e historiadores, entre otros; hoy contamos con frentes de la investigación social para los cuales la ciencia y la tecnología son ejes de análisis central. Desde una perspectiva feminista (Harding, 1998); desde el punto de vista de los estudios poscoloniales o subalternos (Guha y Spivak, 1988); desde la crítica al orientalismo o la crítica al discurso colonial (Said, 1978); o desde los estudios literarios (Pratt, 1992); ha sido posible profundizar en el análisis político de las prácticas científicas. Muchas de estas reflexiones conducen a un problema central de la historia del mundo moderno: la consolidación de 'Occidente' como centro de la historia del mundo, el problema del eurocentrismo y su estrecha relación con las prácticas científicas y tecnológicas. Tanto 'Occidente' como 'Europa' son categorías que deben ser explicadas históricamente (Dussel, 2000) pero podemos decir que su sentido más frecuente en la actualidad, es el resultado de una forma de ver la historia del mundo como un proceso lineal e ininterrumpido que parece tener sus raíces en la antigüedad clásica y que llega a su máxima expresión con la Ilustración europea. Esta percepción de la historia del
mundo en la cual los griegos, el mundo cristiano, y el renacimiento italiano son vistos como preámbulos de la Ilustración europea es falsa y excluyente, pero muy efectiva políticamente y familiar entre nosotros. Esta visión que hemos denominado 'eurocéntrica' no sería posible sin el éxito tecnológico de los viajes de exploración de los siglos XV y XVI, el “descubrimiento de América” y la circunnavegación del globo a comienzos del siglo XVI por parte de españoles y portugueses. La apertura del circuito comercial Atlántico permitió la conexión de círculos comerciales ya existentes en Asia, África y Europa, y este es un factor determinante en la idea del “hemisferio occidental” (Mignolo, 2000). Este es un proceso que se verá notoriamente fortalecido en el periodo de la Ilustración como una consecuencia del auge de la exploración científica del globo por parte de los imperios de Europa occidental, a los cuales ya se han sumado Francia, Holanda e Inglaterra. Tal vez sea innegable que todas las culturas han sido etnocéntricas, pero el etnocentrismo de los europeos modernos adquiere unas características y un éxito sin precedentes. Su rasgo fundamental no es tanto sus proclamaciones de superioridad racial o su violencia, sino la manera como la cultura occidental se auto-comprende como universal. Es decir que lo interesante está en entender los mecanismos a través de los cuales se justifica el derecho sobre el mundo natural y el dominio sobre los demás. Su firmeza parece descansar sobre las ideas de ‘civilización’, ‘progreso’ y más recientemente ‘desarrollo’, de una racionalidad que se presenta como absoluta y que por lo tanto se abstiene de justificar su propósito de dominar o eliminar a todo aquel que se presente como un obstáculo para la expansión de dichas verdades sin reparo alguno sobre los medios. Su violencia e ‘irracionalidad’ son encubiertos bajo el manto de la autoridad absoluta de la verdad y por lo tanto la hegemonía se presenta como un proceso de liberación. Hoy podemos negar la inocencia del cometido civilizatorio y denunciar la brutalidad de sus acciones, pero más interesante que la mera denuncia es la explicación de los mecanismos que han hecho posible el control de ciertos grupos humanos sobre otros. Es en ese sentido que consideramos pertinente un examen cuidadoso del carácter político del conocimiento, los procesos de difusión de la ciencia y la tecnología de Occidente y las relaciones tecnocientíficas Sur-Norte. El modelo de George Basalla sobre la difusión de la ciencia en tres fases4 que se publicó en la revista Science en 1967 ha sido suficientemente criticado (Bassala, 1967; Lafuente, Elena, y Ortega, 1993). Algunos comentaristas han 4
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Todo “artículo de revisión” es un intento deliberado de los autores por crear, consolidar o cerrar un campo de investigación, incluyendo y excluyendo sujetos, autores y cuestiones para poder establecer una agenda para los futuros investigadores (Restrepo, 2003).
Durante la fase 1 una sociedad o nación no científica se reduce a ser fuente y objeto de la ciencia europea; en la fase 2 se desarrolla una ciencia colonial, la cual se desarrolla en estos países distintos de Europa pero con una total dependencia teórica e instrumental frente a los colonizadores; y en la fase 3 se completa el proceso de difusión con la consolidación de prácticas científicas independientes o nacionales.
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señalado que las tres etapas de Basalla podrían ofrecer un marco teórico adecuado para la discusión del desarrollo científico en países como los Estados Unidos, Rusia o Japón, pero también que sus propuestas son insuficientes al tratar de explicar la historia de la ciencia en los países no industrializados. Ni siquiera tenemos certidumbre de que una situación como la descrita en la tercera etapa de Basalla haya tenido jamás lugar en los países menos desarrollados. Pero más allá de la universalidad del modelo, la noción de difusión es problemática en tanto supone que aquello que se difunde tiene unas características definidas y mantiene el mismo carácter en el nuevo lugar, desplazando todo aquello que la antecede. Así, el emisor (que difunde, propaga, esparce, divulga y extiende) aparece como la parte activa, y el receptor tiene un carácter pasivo. En el caso de las prácticas científicas, resulta más interesante pensar en la configuración recíproca de formas de conocimiento, en el proceso de construcción de la ciencia europea como el referente del conocimiento legítimo y del proceso de socialización de los diferentes actores dentro de marcos europeos. Una de las mayores contribuciones de la sociología del conocimiento científico es haber removido la distinción tradicional entre los contextos del descubrimiento y los de la justificación, mostrando que la producción y la difusión del conocimiento son procesos simultáneos. Si reconocemos que la creación, o el nacimiento, de lo que llamamos ciencia occidental es inseparable de su expansión, el estudio de su difusión adquiere un significado fundamental, muy diferente del lugar marginal y accesorio que por lo general ocupa. Esto conlleva a que la expansión de la ciencia occidental no pueda ser explicada en términos epistemológicos o por el rigor de sus métodos; por el contrario, su status es una consecuencia de su expansión. Como ya ha sido comentado, la crítica a la noción de una ciencia occidental única y superior ha sido también llevada a cabo por tradiciones intelectuales diferentes a los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Es así que los estudios post-coloniales y de género son útiles para examinar los supuestos de una historiografía que ha centrado su atención primero en Europa y luego en los Estados Unidos. En contraste, la historiografía de la tecnología aún se centra en la innovación más que en los usos, imponiendo serias limitaciones a los tentativos de escapar del Norte-centrismo (Edgerton, 1999). La historiografía post-colonial, la cual comparte problemas con ciertas ramas del feminismo, ha despertado interés en la explicación de las relaciones causales existentes entre la expansión europea y la creación de una ciencia moderna en Europa, poniendo especial atención en la noción de desarrollo. De otro lado, se ha argumentado que la difusión de prácticas científicas como la geografía, la historia natural o la medicina fueron mecanismos poderosos de establecimiento de orden así como de formas eficientes de control y dominación (Nieto, 2000). El examen crítico del proceso de la difusión científica abre todo un campo para la meditación histórica y política en una constelación de 62
temas ignorados por historiadores o politólogos consagrados al estudio de aspectos legales, económicos y culturales, pero alejados de la ciencia. Es decir que la noción de política que nos interesa no puede restringirse a las esferas del Estado, del gobierno o las leyes. En este sentido, Sandra Harding muestra formas en las que los estudios post-coloniales de la ciencia y la tecnología, un campo que de hecho aún no existe, pueden ser desarrollados, “la relación entre el cambio científico y tecnológico y los proyectos del imperio europeo y norteamericano, recuentos eurocéntricos de la tradición científica y tecnológica de otras culturas, y las implicaciones de las ahora obvias fallas de los intentos del Norte por incrementar el nivel de vida en el Sur- [en suma] la falla del ‘desarrollo’” (Harding, 1998, p. 25) . El poder se ejerce a través de prácticas sociales concretas tales como la historia natural, la taxonomía, la elaboración de mapas y cartas celestes y náuticas, el ejercicio de la medicina, la construcción y el uso de cronómetros o instrumentos de medición, la puesta en marcha de una imprenta, o la construcción de una planta nuclear. Estas prácticas constituyen un ejercicio activo de poder y su diseminación debe verse como un intento por ganar control en nuevos espacios. Nuestra tarea -como sugiere Macleodes entonces estudiar la ciencia no dentro de la historia imperial sino como historia imperial (Macleod, 1987). En este punto se hace necesario hacer algunas aclaraciones. El intento por escapar a las visiones eurocéntricas y norteamericano-céntricas de la historia, y la necesidad de hacer posibles y perceptibles otras voces no pueden reducirse a negar la importancia de Europa y de los Estados Unidos en la historia moderna, o a negar el protagonismo de la ciencia occidental. Por el contrario, debemos explicar histórica, social, cultural y políticamente su éxito y las consecuencias del mismo. Asimismo, la idea no es abandonar nuestro interés en la ciencia occidental para rescatar “otras formas de conocimiento”. Tal como Arif Dirlik ha señalado, “El rasgo característico del eurocentrismo no es su exclusividad, la cual es común a todos los etnocentrismos, sino más bien el reverso: su inclusividad” (Dirlik, 2002). El eurocentrismo no es el resultado de ignorar a los otros, sino más bien la consecuencia de organizar el conocimiento del mundo, incluyendo otras formas de saber, bajo un único marco de referencia. Debemos ayudar a deconstruir este estado de cosas, pero la tentación de identificarnos con los excluidos y volvernos los portavoces de los subordinados tiene el gran riesgo de suponer que somos legítimos traductores, y portavoces del “otro”, y en consecuencia, de ratificar la cultura occidental como el marco de referencia privilegiado (Spivak, 1994).
La carrera por los corazones y las mentes del Tercer Mundo: la seducción del desarrollo Durante las décadas de 1950 y 1960, amplios sectores de la población mundial lucharon por la construcción de una identidad nacional dentro del contexto de tensión
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internacional, luchas nacionales de clases y debate ideológico. Aunque el estado de revuelta es un aspecto bien conocido del Tercer Mundo, es sólo un aspecto de la historia de sus naciones. Tal como Arturo Escobar y otros han señalado, dicho periodo estuvo marcado por la construcción del “discurso del desarrollo” como una nueva forma de dominio sobre las nuevas naciones y más en general, sobre los denominados “países en desarrollo” (Escobar, 1995). Instituciones internacionales, entre las que son de notar el Banco Mundial y las agencias técnicas de las Naciones Unidas, jugaron un papel central en el advenimiento del discurso y de las prácticas de los programas de desarrollo. El efecto de estos programas significó la creación de brechas aún más grandes entre países ricos y pobres, la ampliación de los conflictos sociales, culturales y económicos internos y el agotamiento del medio ambiente entre otros. Los trabajos de la retórica pública y de la práctica del desarrollo aún permanecen inexplorados en gran medida por la historiografía actual, a pesar de que se han realizado algunos esfuerzos por investigar el fenómeno en estudios de discriminación en análisis literario, así como trabajos antropológicos sobre modernización y resistencia, especialmente en Asia, África y América Latina (Mubimbe, 1988; Mohanty, Russo y Torres, 1991; Bhabha, 1994). Curiosamente, estos trabajos no han tocado el tema de la ciencia y el desarrollo con la misma atención que algunos historiadores han estudiado los nexos cercanos existentes entre dominación colonial, ciencia y tecnología. Una lección importante a aprender de estos trabajos es la necesidad de desviar el objeto de estudio “de los pueblos a ser ‘desarrollados’ hacia el aparato institucional que está llevando a cabo el ‘desarrollo’”(Escobar, 1995, p. 107). En otras palabras, necesitamos abandonar la idea de que el desarrollo y la modernidad son proyectos “inconclusos” en todas partes excepto en Europa occidental y Norte América, debido a los obstáculos culturales y/o estructurales de la gente a ser“desarrollada”, y empezar a mirar las instituciones del desarrollo como instrumentos de control y dominio, y así reconocer que los programas científicos son programas políticos. Mientras que Escobar se concentra en el desarrollo como práctica, esto es, en el establecimiento y operación de instituciones preocupadas por la implementación de programas, movilización de recursos y creación de nuevos espacios de representación basados en la idea de “desarrollo”, desde una perspectiva ligeramente diferente Gilbert Rist analiza la historia del concepto y la manera en que ha moldeado las visiones de la historia del mundo durante el siglo XX. Rist señala que el “desarrollo” es un elemento central de la religión de la modernidad (Rist, 1999, p. 22). ¿Cuál es el papel de la ciencia y la tecnología en las teorías del desarrollo? Tal como señala John Agnew (1982), todas las teorías del desarrollo y del cambio social contienen en su interior posiciones sobre el rol y el impacto de la ciencia y de la tecnología en el desarrollo”. Sorprendentemente, el diálogo entre los estudios de ciencia y tecnología y los análisis críticos del desarrollo es pobre.
Mientras que los estudios sobre ciencia y tecnología han sido virtualmente olvidadizos con respecto al intercambio Sur-Norte para el desarrollo, los autores críticos con el desarrollo continúan tratando a la ciencia y a la tecnología como cajas negras. Escobar ha observado que la ciencia y la tecnología actúan no sólo como “promesas” (palabra que recuerda el paradigma de Kuhn), sino como “marcadores de civilización”; ¿pero en qué medida? Tristemente, el trabajo de Michael Adas (1989) sobre la ciencia y la tecnología como instrumentos ideológicos para el establecimiento del poder colonial británico culmina en la Gran Guerra. Sin embargo, el papel de la ciencia y la tecnología en las relaciones internacionales se ha intensificado desde entonces. De qué manera las nuevas formas de dominio (el discurso del desarrollo) trabajaron hombro a hombro con la ciencia y la tecnología, es un tema que requiere mayor atención. Mientras que los trabajos de los científicos sociales en el diagnóstico y construcción de representaciones sociales del mundo “desarrollado” han sido estudiados en detalle, los científicos naturales brillan por su ausencia en numerosas obras sobre el “subdesarrollo”. Varias cuestiones requieren de estudio: por ejemplo, el papel de personal técnico, ingenieros, administradores científicos y científicos en proyectos científicos y tecnológicos de desarrollo; sus negociaciones locales y el uso de recursos culturales locales para adquirir supremacía epistemológica, y, por lo tanto, acceso a los recursos; la imagen de la ciencia y la tecnología que estos agentes tratan de establecer; así como la imagen híbrida que resulta de este esfuerzo y del conocimiento local. Existe en la literatura sobre las relaciones tecno-científicas internacionales una interesante asimetría. Mientras que los trabajos que se ocupan de las relaciones internacionales entre los países industrializados hablan de “intercambio científico”, la literatura sobre el intercambio Sur-Norte se ubica en los estudios de “cooperación científica y técnica”, vale decir el análisis de los programas de asistencia para el desarrollo. Como si las prácticas científicas, no vinculadas explícitamente con el desarrollo de proyectos en el Sur, fueran marginales para las relaciones políticas y científicas internacionales. Dicha distinción entre intercambio y cooperación debe entenderse como un producto histórico en sí mismo. Muy poco ha sido estudiado sobre la excelencia científica del Sur, para usar la expresión de Cueto, y sobre los intercambios horizontales con el Norte (Cueto, 1989). Los recursos disponibles, las prácticas profesionales, los instrumentos y el impacto son radicalmente diferentes. Sin embargo, como en las teorías del desarrollo, estas diferencias son a menudo percibidas como defectos y manifestaciones de que estamos un paso atrás en el “desarrollo”. Más aún, un cierto tipo de “sociología de los obstáculos” es común en trabajos sobre ciencia, tecnología y desarrollo económico. Desde una perspectiva más amplia, debemos señalar lo poco que se sabe sobre la forma en que conflictos internacionales modularon las dinámicas de la cooperación internacional, 63
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especialmente en la segunda mitad del siglo veinte; virtualmente nada se ha publicado sobre instrumentos políticos como el boicot (De Greiff, 2005). Por su parte, los centros nacionales de investigación del Tercer Mundo desarrollaron interesantes y complejos vínculos intelectuales, políticos, técnicos y económicos con institutos del Norte. Aunque el número de trabajos va en aumento (Kim, 2002; Ribeiro de Andrade, 1999), aún estamos lejos de tener un buen mapa de estos institutos y de sus relaciones mutuas. Necesitamos aprender más acerca del papel de las academias y sociedades científicas en el Sur en la consolidación de las élites locales que utilizaron la ciencia para el discurso sobre el desarrollo, convirtiéndose en agentes locales de programas de ayuda ofrecidos por los países industrializados. Las élites científicas y políticas en el Tercer Mundo con frecuencia recibieron entrenamiento en Europa y en los Estados Unidos. Sin embargo, las investigaciones detalladas sobre la globalización del conocimiento luego de la Segunda Guerra Mundial son escasas. En particular, haciendo un escrutinio de los centros que promovían la cooperación Sur-Norte podemos aumentar la comprensión del papel de los institutos científicos en la construcción de los programas para el desarrollo y, de esta manera, aprenderemos sobre la distribución global del conocimiento. La ciencia, la tecnología y los programas de entrenamiento fueron apoyados con entusiasmo por parte de instituciones filantrópicas. No obstante, los estudios existentes revelan también la enorme diversidad de motivaciones, mecanismos y estrategias esgrimidas por igual por solicitantes y por las fundaciones mismas. Incluso si realmente queremos saber acerca de los patrones de financiación por parte de instituciones filantrópicas norteamericanas, y sobre el tipo de conocimiento por ellas promovido ansiosamente, debemos enfocarnos en sus actividades en el Tercer Mundo, en donde invirtieron más del doble que lo que lo hicieron en Europa (De Greiff, 2001, p. 50) . En un nivel diferente tenemos el papel que jugaron las distintas disciplinas científicas. Primero, los discursos y prácticas del desarrollo produjeron imágenes cambiantes de la ciencia. La imagen de la ciencia moderna y del progreso estaba representada más por el físico teórico que por el agrónomo. La física teórica en particular, como otras ramas de las ciencias llamadas ‘básicas’ traen consigo fuertes supuestos de neutralidad y universalidad y por lo tanto parecen inmunes a cualquier resistencia social o ingerencia política. Por supuesto, las culturas y las tradiciones locales contribuyeron a consolidar dichas imágenes (Kim, 2002). ¿Cuál es la relación entre estas ideas sobre la ciencia y la tecnología y los proyectos de la modernidad en los diferentes establecimientos culturales del Sur? El apoyo financiero estaba invariablemente condicionado para demostrar que los proyectos contribuían al desarrollo. En consecuencia, algunas áreas de investigación se volvieron más “pertinentes” que otras. ¿Por qué apoyaron los gobiernos ciertos tipos de proyectos científicos, como la física teórica o la corrosión, y qué se esperaba de ellos? 64
¿Qué hicieron los científicos para llenar esas expectativas o al menos para dar esa impresión? Los procesos de recepción e incorporación de prácticas científicas son procesos complejos que no se han estudiado con suficiente cuidado. Algunas áreas de investigación procedentes del Norte, tanto en establecimientos científicos como industriales, tuvieron que ser adaptadas en el Sur dado que las tradiciones culturales, las facilidades de infraestructura, los recursos humanos y naturales, etc. eran diferentes. Estos procesos de adaptación son, en efecto, “nuevos usos” de material y de artefactos conceptuales. El estudio de estos usos podría dar una nueva visión de las innovaciones en el Sur (Katz, 1976; Edgerton, 1999).
Nuevas y viejas Revoluciones Verdes Los alimentos y la pobreza, sobre todo con posterioridad a la década de 1970, han sido los temas centrales de la mayoría de los programas de desarrollo. La Revolución Verde es quizás uno de los casos más discutidos en la literatura sobre ciencia y desarrollo. Tal como lo explica un historiador del medio ambiente, se trató de un “paquete técnico y gerencial exportado del Primer Mundo hacia el Tercer Mundo, empezando en la década de 1940 pero con su mayor impacto en las décadas de 1960 y 1970” (McNeil, 2000, p. 219) . En 1970, el botánico norteamericano Norman Borlaug, director de la División de Cultivo de Cereales en el Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y Trigo en México, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Era el principal promotor de un programa mundial de desarrollo de la agricultura basado en la manipulación genética de las semillas para incrementar la producción -la Revolución Verde-. El programa fue introducido en varios países asiáticos en 1965. Cinco años más tarde, cubría diez millones de hectáreas de área cultivada. El programa había sido promovido y apoyado por varias instituciones de los Estados Unidos, Francia, Canadá, Alemania, Brasil, India, Nigeria y otros, las cuales conformaban el Grupo de Consulta de la Investigación Internacional en Agricultura. Fundaciones filantrópicas tales como la Fundación Rockefeller y la Fundación Ford participaron activamente en el programa. El impacto de la Revolución Verde es motivo de grandes debates. Por un lado, sus efectos sobre la producción nacional de trigo y arroz se hicieron sentir pronto. Varios países de América del Sur y de Asia alcanzaron cifras récord en sus cosechas. A finales de los años 1970, India era autosuficiente en materia de trigo y arroz, llegando a triplicar su producción de trigo entre 1961 y 1980. Este era el lado positivo de la Revolución Verde, de acuerdo con sus defensores (McNeil, 2000, pgs. 219-227; Glaeser, 1987, pgs. 1-9). Por otro lado, desde los mismos años 1970 la Revolución Verde fue objeto de severas críticas. La principal de ellas era que, para que el programa fuera rentable, eran necesarios suelos ricos, una irrigación óptima y un uso intensivo de fertilizantes y de pesticidas químicos. Aún en
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aquellos países en donde fue exitoso, algunos autores encontraron fallas. J. K. Bajaj argumenta que, antes que incrementar el sistema agrícola, devastó su productividad y aumentó el hambre. La dependencia económica aumentó, puesto que la reducción en la importación de cereales fue compensada con la importación de fertilizantes y la dependencia del conocimiento de “expertos”. Por esto Bajaj cuestiona la aseveración de que la Revolución Verde haya convertido a la India en autosuficiente en producción agrícola (Bajaj, 1988). Desde un punto de vista ambiental, la velocidad y escala de la diseminación de nuevas semillas hizo de la Revolución Verde el más grande conjunto de transferencia de granos en la historia mundial, reduciendo, según sus críticos, dramáticamente la biodiversidad. La Revolución Verde era el epítome de una solución tecnocientífica, alternativa a la revolución social. En regiones cercanas a la frontera comunista, como Turquía y Corea, su introducción fue el resultado del temor norteamericano a la difusión del comunismo chino (McNeill, 2000, p. 222). Sin embargo, esta revolución se presentaba en sí misma como políticamente neutral. Shiva brillantemente demuestra de qué manera la ciencia “era ofrecida como una receta ‘milagrosa’ para la prosperidad. Pero cuando el descontento y nuevas carencias hicieron su aparición, la ciencia se desligó de los procesos económicos” (Shiva, 1991, p. 20). Este poder de la ciencia para desaparecer de la escena política cuando las cosas van mal cimenta la fe en la tecnociencia como motor del progreso: borra las contradicciones entre teoría y práctica del desarrollo. Más estudios de caso sobre los programas de intercambio SurNorte serían útiles para la comprensión de episodios sobre ciencia y democracia hoy en día. La ingeniería genética (IG) y sus productos, los Objetos Genéticamente Modificados (OGM), son vistos como la nueva promesa tecnológica para aliviar el hambre en el Tercer Mundo. Los OGM se transfieren de Norte a Sur, mientras que los genes caminan en la otra dirección. Por lo que concierne a la transferencia tecnológica hacia el Sur, se ha argumentado que la Revolución Verde sirvió como marco de referencia para identificar los puntos en juego (Sorj y Wilkinson, 1994). Hasta ahora, la Revolución Verde ha sido estudiada sobre todo en el caso hindú. Pero las compañías de IG tienen intereses en otros países del Tercer Mundo. Por esto necesitamos saber más acerca del proceso de génesis e impacto de la Revolución Verde en otras partes del mundo. Las lecciones que las firmas de IG extrajeron de la Revolución Verde constituyen una cuestión importante. Conclusiones como estas provienen de lecturas críticas, pero también necesitamos saber más sobre aquellos que la consideran un éxito, y que por tanto justifican la IG como una versión mejorada de aquel primer experimento. ¿Qué clase de prácticas tecno-científicas llevan o no a relaciones de dominio? Por ejemplo, se requiere mucho análisis, discusión y debate acerca del acceso a la propiedad intelectual y a la regulación sobre patentes. Comparado con los años del desarrollo, el centro del poder se ha desplazado al sector privado. ¿Cuáles son
las implicaciones del papel líder de los poderes corporativos, especialmente en aquellas regiones en las que el Estado ha sido endémicamente débil?
La Guerra Fría/Caliente desde una perspectiva del intercambio Sur-Norte tecnocientífico La Guerra Fría y las ideologías, programas y discursos del desarrollo se traslaparon. Más aún, el “desarrollo” era un instrumento de dominación y un factor constitutivo de la Guerra Fría. Con todo, la historiografía de las relaciones internacionales del siglo veinte ve la Guerra Fría como una confrontación Este-Oeste, mientras que las relaciones SurNorte son vistas en términos de economías de intercambio, a pesar del hecho de que la guerra en el Sur no era fría. Quizás no sea sorprendente que la literatura sobre internacionalismo científico se haya enfocado en el primer periodo de globalización liberal (1870-1914) y en la crisis generada por la Gran Guerra en los años de entre guerra. Más difícil resulta explicar porqué la historiografía de la ciencia ha mostrado tan poco interés en estos temas en relación con las actitudes políticas posteriores a 1940. La retórica del internacionalismo científico tomó un nuevo y tal vez más dramático rumbo luego de la guerra debido a la creciente importancia atribuida a la ciencia y a la tecnología, catalizada por la amenaza del conflicto nuclear. En consecuencia, el periodo postcolonial ofrece un excelente y poco usado contexto en el cual estudiar el fenómeno de la ciencia internacional y la ideología del internacionalismo científico. Para los estudiosos que se ocupan de las cuestiones sobre la tecnociencia en el Sur, es siempre decepcionante ver cuán poco ha sido estudiada la tecnociencia de la Guerra Fría por fuera de los Estados Unidos y Europa occidental. La literatura sobre ciencia, tecnología y Guerra Fría se concentra en la producción de conocimiento y en la producción de bienes tecnológicos y, en particular, en la manera en que la Guerra Fría “distorsionó” la ciencia y la tecnología (Hounshell, 2001). La Gran Ciencia ocupa un papel privilegiado en los estudios sociales de la ciencia, al enfocarse en el complejo industrial-académico-militar en los Estados Unidos. Dicho en breve, las armas nucleares, la carrera espacial y los artefactos militares de alta tecnología son dominantes en la literatura. Se ha argumentado que la Gran Ciencia es un fenómeno que trasciende la cuestión obvia de la escala. Ella afectó la forma en que los científicos interactuaban con el poder, la imagen pública del poder, las interacciones entre los científicos, ingenieros, técnicos y administradores, y las técnicas pedagógicas (Galison y Hevly, 1992). Instituciones en Estados Unidos y Europa que carecían de gran instrumentación se convirtieron en laboratorios de física teórica, desarrollando nuevas técnicas, conceptos y tecnologías teóricas (Kaiser, 2005). La Gran Ciencia tuvo, de hecho, un impacto significativo en la imagen y práctica de la ciencia y la tecnología en varios países del Tercer Mundo. El más inmediato ejemplo es el de los programas nucleares en algunos de estos países. El 65
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asombro público ante la capacidad nuclear de naciones como Pakistán, Irak o Irán es una consecuencia de la pobre atención dada a los programas de investigación nuclear que se iniciaron hace unos treinta años con la asistencia activa de países como Estados Unidos, Canadá, Francia y Reino Unido. El establecimiento de una hegemonía nuclear regional era ciertamente una de las motivaciones, pero no la única. En un corto pero punzante libro, Itty Abraham sugiere que el programa hindú era un moderno fetiche que sirvió para la consolidación del Estado. En sus palabras, el proyecto hindú era una estrategia que debía verse en el marco de la cultura postcolonial. Asimismo, muestra de qué manera la Comisión de Energía Atómica estuvo en capacidad de negociar simultáneamente con varios proveedores nucleares en el Norte para producir una explosión atómica en suelo indio (Abraham, 1998). Aquellos países involucrados en la construcción de capacidades nucleares, para fines pacíficos o de otra índole, tales como India, Pakistán, Argentina, Brasil, España, Irak e Israel, iniciaron una activa búsqueda de proveedores en el Norte. Si bien estos casos han merecido alguna atención en los últimos años, aún hay un universo por explorar. A mitad de la década de 1950, en el marco de la iniciativa “Átomos para la paz”, los Estados Unidos iniciaron una política atómica hacia algunos países del Tercer Mundo. La lógica de dicha asistencia seguía de cerca los intereses geopolíticos de la Guerra Fría. Comisiones de Energía Atómica fueron establecidas en casi todos los países, a la espera de la llegada de la tecnología prometida. Con algo de renuencia, las élites políticas en aquellos países que no habían mostrado interés en el desarrollo de capacidades nucleares –como Colombia y Paraguay, por ejemplo– aceptaron el ‘regalo’ norteamericano como símbolo del sueño nuclear. No representaba el desarrollo de conocimiento local, sino una modernidad importada. Desde la perspectiva norteamericana, el reactor era un instrumento político para presionar a los gobiernos a la firma de tratados bilaterales con el propio gobierno. Los científicos, que veían en él la ocasión para la institucionalización de la física, desarrollaron las habilidades necesarias, trayendo al debate aliados humanos y no humanos –como el mismo reactor– con el fin de romper el escepticismo (León, 2004). Por medio de un análisis de esta compleja red de intereses y negociaciones uno podría aprender acerca del papel de los científicos del Tercer Mundo en los intercambios diplomáticos, sobre la relación de la ciencia y la tecnología con los militares en el Tercer Mundo (Hurtado, en prensa), sobre el entramado de la ciencia y el desarrollo ideológico de la Guerra Fría, y sobre los criterios de los países industrializados para colaborar con ciertos regimenes antes que con otros. El rol activo de actores locales nos obliga a preguntar por otras iniciativas institucionales. Si es poco lo que sabemos acerca de la política científica exterior de los norteamericanos y los soviéticos en relación con sus aliados, sabemos aún menos sobre sus actividades con respecto a naciones “poco amigables”. Por ejemplo, la 66
Unión Soviética proporcionó asistencia técnica a varios países de América Latina aparte de Cuba. También acogió a varios estudiantes de diferentes naciones bajo la influencia norteamericana que retornaron a sus países de origen luego de finalizar sus estudios. ¿Cuál era la lógica detrás de estas iniciativas? ¿Cuál el impacto sobre la investigación y las prácticas pedagógicas? ¿Cómo era la interacción entre estos estudiantes y aquellos que procedían del bloque occidental? Estos temas merecen especial atención si queremos aprender sobre las relaciones internacionales de la tecnociencia en una perspectiva amplia. La ciencia de la Guerra Fría se ha asociado con la Gran Ciencia, excluyendo a la tecnociencia en el Tercer Mundo. A pesar de que las armas nucleares fueron centrales en las negociaciones Este-Oeste, es importante notar que el principal campo de batalla de la Guerra Fría fue el Tercer Mundo. Las acciones militares de la segunda mitad del siglo veinte tuvieron lugar en Asia, África y América Latina. Mientras que las armas nucleares tuvieron un efecto disuasor, no se usaron, mientras que las armas menores fueron usadas extensamente en este periodo. Vietnam es un doloroso episodio en la historia norteamericana. Sin embargo, el número de víctimas civiles vietnamitas fue casi sesenta veces superior al número de víctimas norteamericanas. El énfasis continúa poniéndose en la confrontación Este-Oeste y en las implicaciones de la guerra en lo social, político, económico y, en menor grado, en las consecuencias científicas y tecnológicas en los Estados Unidos, Europa, y más recientemente en la Unión Soviética. Tenemos que dar un paso adelante y echar una mirada a las víctimas de la Guerra Fría. Los discursos del desarrollo y de la Guerra Fría inflaron las ambiciones neocoloniales del Norte en el Sur; por lo tanto, la Guerra Fría/Caliente puede verse como una fase del intercambio Sur-Norte modulado por el conflicto Este-Oeste. Aún más, si adoptamos esta perspectiva, el terrorismo del nuevo siglo puede ser visto como otra fase de esta relación conflictiva. Una perspectiva como esta nos permitiría dirigir nuestra atención hacia otros problemas relacionados con el intercambio Sur-Norte. La agenda de guerras del siglo veinte fue transformada por la innovación y nuevos usos de las armas convencionales y de la tecnología en serie. Deberíamos investigar la participación de científicos e ingenieros, y las negociaciones con los militares en ese tipo de empresas. Siguiendo una ideología liberal, muchos historiadores creen que la colaboración entre científicos y militares es contingente y desafortunada (Edgerton, 1996). Esta idea ha imbuido también a toda la historiografía del Tercer Mundo. El surgimiento de dictaduras militares ha sido asociado con masivas emigraciones científicas y con la destrucción de comunidades científicas en países como Argentina. Con todo, sería ingenuo pensar que los militares carecían de interés en la tecnociencia. Algunos países del Sur, como Brasil, producen y exportan tecnología militar gracias, entre otros, a la participación de personal calificado cuyas habilidades, educación, tipo de investigación que desarrollan y poder relativo en la estructura política y
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militar es desconocida. La transferencia de conocimiento y la adaptación a condiciones locales debe haber ocurrido. Esta transferencia, tanto Sur-Norte como Sur-Sur, involucraba armas y también instrumentos de represión que se convirtieron en técnicas rutinarias anticomunistas como la tortura. El otro lado del conflicto también requiere ser investigado. Prácticamente nada sabemos sobre innovación y nuevos usos de la tecnología en las fuerzas insurgentes. Pero tenemos que prevenir a los interesados en esta línea de investigación: si nos enfocamos en la innovación, como lo ha hecho la historiografía de la tecnología, el resultado puede ser decepcionante. Por otro lado, si nos concentramos en los nuevos usos de la tecnología, el campo es fértil: la adaptación y usos de cilindros de gas como bombas por parte de los grupos insurgentes en Colombia, o la bicicleta en Vietnam, son dos ejemplos. La cuestión puede extenderse al estudio del terrorismo, tal como lo demuestra la reinvención de los kamikazes en Nueva York, Madrid y Londres.
Anotaciones para una agenda abierta Empezamos este artículo refiriéndonos a la importancia que los intercambios Sur-Norte tuvieron para la generación que repensó las relaciones entre ciencia y sociedad en el Norte. El movimiento de la “Ciencia para el Pueblo” tomó el liderazgo en cuanto a demostraciones contra la participación de científicos en la Guerra de Vietnam. Sin embargo, con el paso del tiempo, su interés disminuyó. No sabemos de un solo estudio sobre la División Jason o entes similares en las guerras anticomunistas en el Sur5. Para entender la dinámica de estos conflictos, debemos aprender sobre la concepción, representación y acciones de aquellos científicos que participaron en las decisiones gubernamentales o actuaron como consultores (Solovey, 2001). Sin embargo, nuestra investigación no puede confinarse al rol de los científicos involucrados en política, sino que también debe investigar las prácticas científicas en sí mismas para poder hacer visibles sus consecuencias políticas. Esta sería una oportunidad para que los estudios sociales de la ciencia redescubrieran y reivindicaran su vocación política en una época de crecimiento de las diferencias y de peligrosas confrontaciones entre Norte y Sur. Hemos presentado lo que consideramos podrían ser algunas de las más promisorias y relevantes líneas de investigación en historia y sociología de la ciencia. Los tópicos y los problemas mencionados anteriormente cubren una amplia variedad de campos y algunos de ellos han sido abordados desde diferentes literaturas y perspectivas, pero todos ellos comparten bases comunes de análisis: el carácter político de las prácticas científicas y tecnológicas. Como ha sido argumentado, el estudio del intercambio científico Sur-Norte puede beneficiarse de los debates recientes propuestos tanto por la historiografía postcolonial 5
La existencia de la Division Jason, en la que participaron jóvenes físicos teóricos, fue expuesta en The New York Times (1971).
como por los sociólogos de la ciencia. Las dicotomías tradicionales tales como “científico/social”, “técnico/social”, “ciencia/tecnología”, “externo/interno”, “político/epistemológico”, “puro/aplicado”, “producción científica/difusión científica” y “poder/conocimiento” impiden una comprensión cabal de la ciencia, la tecnología y la sociedad. La idea de una ciencia y tecnología como empresas autónomas, independientes de la política, ha sido uno de los mayores obstáculos hacia una explicación crítica del papel de la ciencia en la conformación del mundo moderno. En particular, el estudio del intercambio científico Sur-Norte requiere considerar seriamente el carácter político de la ciencia y la tecnología.
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DOSSIER • Alexis De Greiff / Mauricio Nieto
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 71-79.
TECNOLOGIA E ARTE CONTEMPORÂNEA: COMO POLITIZAR O DEBATE Arlindo Machado*
Resumen Antes de indagar las relaciones entre arte y tecnología, el autor plantea la necesidad de ubicar la actual mutación tecnológica en una “discusión seria”, que vaya más allá de los discursos celebratorioapologéticos y sitúe la tecnología en el desgarrado escenario de sus contradicciones socioculturales y políticas. Miradas desde ahí, las relaciones arte/técnica aparecen dando lugar hoy a dos tipos de práctica radicalmente distintas. De un lado, un montón de festivales dedicados a exaltar las posibilidades formales de la informática, en los que abunda la producción de un diseño novísimo pero meramente funcional, sin el menor asomo de conexión con los procesos y preguntas de lasociedad. Del otro, una minoría de poéticas tecnológicas que buscan empatar con las dimensiones más hondas del arte, como el desacomodamiento y la invención, la ampliación de la libertad y la lucha contra el conformismo.
Palabras clave: Merchandising estético, poéticas tecnológicas, festivales multimedia, conformismo formalista, invención socioartística.
Abstract Before investigating the relationship between art and technology, the author states the necessity of locating the current technological transformation inside a “serious discussion” that goes beyond praising and apologetic speeches; instead, it should position technology inside the sprained scenario of its sociocultural and political contradictions. From that point on, relationships between art and technique allow the appearance of two radically different performances. The first one being a group of festivals dedicated to exalt the formal possibilities informatics has, where innovative but functional design proliferates without any apparent connection to the processes and questions society has. The second one being a minority of technological poetics that seeks to fit within the deepest dimensions of art, such as inadaptability and invention, freedom expansion and struggle against conformism. *
Doctor en Comunicación y Semiótica de la PUC, Sao Paulo. Profesor del Departamento de Cine, Rádio e Televisión de la Universidad de São Paulo e del Programa de Pós-Graduación en Semiótica de la PUC-SP. Su campo de investigación va desde las imágenes técnicamente mediadas -fotografía, cine, vídeo y TV-, hasta las “poéticas técnicas”, que emergen en la compleja relación actual entre arte y técnica, habiendo sido curador pionero de exposiciones que exploran el desarrollo del arte eletrônica en Brasil y director de trabajos multimedia. Ha publicado libros claves en este campo, como: A Arte do Vídeo (São Paulo: Editora Brasiliense, 1988); Máquina e Imaginário: o Desafio das Poéticas Tecnológicas (São Paulo: EDUSP, 1993); A televisao levada a sério (Senac: Sao Pauolo, 2000). Traducidos al castellano se encuentran: El Imaginario Numérico (Valência: Eutopias), El Paisaje Mediático (Buenos Aires: Rojas).
Fecha de recepción: Febrero de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
Keywords: Aesthetic Merchandizing, Technological Poetics, Multimedia Festivals, Formalist Conformism, Socio-artistic Invention.
Em um livro recente – Politizar as Novas Tecnologias (2003) – o sociólogo brasileiro Laymert Garcia dos Santos procurou dar expressão a um sentimento cada vez mais generalizado de insatisfação para com os discursos apologéticos da tecnologia, discursos esses de glorificação das benesses do progresso científico, de promoção do consumismo, quando não de marketing direto de produtos industriais, que costumam tomar corpo em boa parte dos eventos internacionais dedicados às relações entre arte, ciência e tecnologia. Num país como o Brasil, deslocado geograficamente em relação aos países produtores de tecnologia e em que o acesso aos bens tecnológicos é ainda seletivo e discriminatório, uma discussão séria sobre o tema das novas tecnologias deve necessariamente refletir esse deslocamento e essa diferença, para que possa servir, ao mesmo tempo, de caixa de ressonância a experiências e pensamentos independentes, problematizadores e divergentes, que acontecem, ainda que marginalmente, em várias partes do mundo, sobretudo fora dos centros hegemônicos. A onipresença dos computadores à nossa volta, a generalização da Internet, os avanços da biotecnologia, as promessas da nanotecnologia, as inovações tecnológicas de toda sorte já ultrapassaram infinitamente os limites dos laboratórios científicos e hoje fazem parte do cotidiano de uma porcentagem cada vez maior das populações urbanas de grande parte do planeta. À medida que o mundo natural, tal como o conheceram as gerações de outros séculos, vai sendo substituído pela tecnosfera – a natureza criada ou modificada pela ciência –, novas realidades se impõem: de um lado, aumento das expectativas de vida, incremento da produtividade, multiplicação das riquezas materiais e culturais, mudanças profundas nos modos de existir, circular, relacionar-se, perceber e representar o mundo, campo fértil para experiências artísticas inovadoras. De outro lado, generalização dos efeitos colaterais, dos riscos de acidentes de toda espécie, centralização da produção e do poder nas mãos de um número cada vez menor de nações e empresas transnacionais, ampliação da exclusão social, do apartheid econômico, do gap entre ricos e pobres, produtores e consumidores, hegemônicos e marginais. A onipresença dos computadores à nossa volta, a generalização da Internet, os avanços da biotecnologia, as promessas da nanotecnologia, as inovações tecnológicas de toda sorte já ultrapassaram infinitamente os limites dos laboratórios científicos e hoje fazem parte do cotidiano de uma porcentagem cada vez maior das populações urbanas de grande parte do planeta. À medida que o mundo natural, tal como o conheceram as gerações de outros séculos, vai sendo substituído pela tecnosfera – a natureza criada ou modificada pela ciência –, novas realidades se impõem: de um lado, aumento das expectativas de vida, incremento da 71
DOSSIER • Arlindo Machado
um lado, aumento das expectativas de vida, incremento da produtividade, multiplicação das riquezas materiais e culturais, mudanças profundas nos modos de existir, circular, relacionar-se, perceber e representar o mundo, campo fértil para experiências artísticas inovadoras. De outro lado, generalização dos efeitos colaterais, dos riscos de acidentes de toda espécie, centralização da produção e do poder nas mãos de um número cada vez menor de nações e empresas transnacionais, ampliação da exclusão social, do apartheid econômico, do gap entre ricos e pobres, produtores e consumidores, hegemônicos e marginais. As novas tecnologias, associadas ao processo de globalização, penetraram todos os espaços do planeta e interferiram na vida de todos os povos, até mesmo das populações mais isoladas e refratárias à modernização, como é o caso dos povos indígenas. Uma notícia surpreendente, que circulou há pouco tempo apenas nos meios interessados em mídias mortas, informa que o último serviço de pomboscorreios que ainda existia no mundo fechou finalmente as suas portas em 2001 (Sterling, 2002, p. 82). Atuando na região de Orissa, na Índia, uma das mais remotas e miseráveis do planeta, a pequena empresa que se dedicava à mais arcaica forma de comunicação à distância do mundo não pode resistir à chegada dos serviços de telecomunicações e telemática. Até mesmo a esquecida, longínqua e quase inacessível Orissa, último reduto do mundo em que as informações ainda viajavam atadas fisicamente às patas de uma ave, teve de dobrar-se à globalização implacável dos serviços de telefonia e à conexão universal via Internet. Hoje, quando os índios do Xingu (Brasil) usam a Internet para construir um sistema alternativo de comunicação entre as nações indígenas da região do Pará, quando os camponeses miseráveis da região de Chiapas vão à Web buscar adesão à rebelião zapatista contra o governo do México, quando os índios norteamericanos, praticantes da mais antiga forma de comunicação interativa em tempo real do mundo, trocam a skywriting (linguagem dos sinais de fumaça) pela netwriting, não há mais como ignorar o fato de que a conexão universal via Internet é um fato consolidado e sem retorno. Mas as novas tecnologias não promoveram esse avanço democratizando o acesso, universalizando as riquezas produzidas, promovendo o crescimento material e cultural de todo o planeta atingido pela sua influência. Elas avançaram fortemente ancoradas em instrumentos políticos e jurídicos autoritários, como a propriedade privada, a patente e o copyright, a hegemonia do capital global, a divisão do planeta em estratos sociais, classes, raças, etnias e gêneros diferenciados, desigualmente beneficiados com o acesso aos bens produzidos. A divisão do formato DVD em seis diferentes regiões planetárias, para possibilitar a distribuição desigual dos bens culturais, sobreposta ainda à anterior divisão do planeta em sistemas de vídeo incompatíveis entre si (NTSC, SECAM, PAL-G, PAL-M, PAL-N etc.) é um bom exemplo da perspectiva segregacionista do pensamento tecnológico globalizado. A aceleração tecnológica modulou também o ritmo de nossas vidas, 72
exigindo atualizações cada vez mais rápidas, premiando os que se adaptam mais facilmente e descartando os que não conseguem acompanhar a velocidade das mudanças – os “dromo-inaptos”, na feliz acepção de Eugênio Trivinho (2001, pgd. 217-9). As novas tecnologias colocaram ainda em risco o ambiente em que vivemos, promovendo os cenários catastróficos que diariamente perturbam as páginas dos jornais. Ao mesmo tempo, as novas descobertas científicas, com raras exceções, têm sido conduzidas por velhas instituições econômicas, na direção de uma apropriação legal (sob forma de patentes) de plantas e animais transgênicos, células e sementes geneticamente modificadas, genes sintéticos e genomas, e configuram, portanto, uma forma de enquadramento da vida como propriedade privada (Shiva, 2001). No entanto, apesar de todo o impacto produzido sobre a vida cotidiana, sobre a política ambiental e sobre a geopolítica de dominação internacional de nações ricas sobre pobres, as novas tecnologias continuam sendo implantadas por decisões políticas exclusivas dos Estados ou por estratégias das empresas privadas, sem a participação da sociedade, que fica escamoteada da discussão por negligência, desconhecimento ou incapacidade crítica. A centralidade das novas tecnologias, sejam elas eletrônicas, digitais ou biogenéticas é também pouco problematizada nos eventos dedicados a elas, sobretudo no campo que aqui mais nos interessa: a arte contemporânea. Predomina ainda, no universo das artes eletrônicas ou das poéticas tecnológicas, um discurso legitimador, o seu tanto e quanto ingênuo, alheio aos riscos que a adoção de uma estratégia de aceleração tecnológica comporta. Se é verdade, como demonstra Martín-Barbero (2004, pgs. 22-37), que nos últimos cinqüenta anos assistimos a um processo de esvaziamento da política, vazio esse que foi sendo aos poucos preenchido pelo discurso hegemônico da tecnologia, também é verdade, por outro lado, que a tecnologia foi se convertendo em um novo campo de utopias, onde doutrinas as mais variadas vislumbraram nas máquinas e nos algoritmos perspectivas de emancipação, progresso e felicidade coletiva que antes estavam circunscritas ao discurso político. Alguns analistas do ciberespaço têm sugerido, por exemplo, que os computadores conectados em rede, ao colocar também em conexão os seus usuários e permitir que cada um deles se distribua dentro dessa rede, estão afetando profundamente as relações de intersubjetividade e de sociabilidade dos homens, assim como a própria natureza do “eu” e da sua relação com o outro. O inglês Roy Ascott (2003, pgs. 257s), um dos líderes dessa corrente, vem mesmo a afirmar que a Internet está produzindo uma “consciência planetária”, resultante da síntese de todos sujeitos presentes no ciberespaço. O navegante da rede, integrado ao corpo das interfaces, não é mais um mero espectador passivo, incapaz de interferir no fluxo das energias e idéias; pelo contrário, ele se multiplica pelos nós da rede e se distribui por toda parte, interagindo com outros participantes e constituindo assim uma espécie de
Tecnologia e arte contemporânea: como politizar o debate
consciência coletiva. Com essas idéias, Ascott parece promover algo assim como uma hipertrofia do ciberespaço, transformando-o num “espaço” privilegiado, numa espécie de agora virtual em que, diferentemente do pobre e degradado espaço real, as promessas de uma verdadeira democracia finalmente encontrariam a sua expressão acabada. “Ou você está no interior da rede, ou você não está em parte alguma. E se você está no interior da rede, você está em todos os lugares” (Ascott, 2003, p. 258). Na linha do pensamento de Ascott, vemos hoje multiplicar-se esses novos discursos utópicos que creditam aos dispositivos tecnológicos um potencial quase que “revolucionário”, potencializador dos ideais de democratização universal tão duramente perseguidos pela humanidade em sua história, e desencadeador também de mutações na própria natureza biológica do homem, a ponto de converter este último em alguma espécie de Übermensch (super-homem ou sobrehomem), na acepção nietzchiana, capaz de superar a fragilidade ou a perecibilidade do corpo através de próteses eletrônicas e engenharia genética. O canadense Derrick de Kerckhove, o alemão Peter Weibel, o francês Pierre Levy, o norte-americano Nicholas Negroponte,entre tantos outros, representam hoje a vanguarda intelectual dessas utopias tecnológicas que rapidamente se espalham e ganham adeptos por todo o mundo. É curioso verificar também como essas doutrinas neopositivistas, que se generalizam na Europa, Japão e América do Norte, encontram eco em setores significativos da América Latina, mesmo quando a realidade ao nosso redor as questione permanentemente. No Brasil, particularmente, em que idéias como as Roy Ascott estão, além de tudo, mescladas com um misticismo de tipo folclorizado e de fundo colonizador (retorno ao xamanismo, ao tribalismo e aos efeitos terapêuticos de drogas indígenas como a aiuasca, supostamente formas “primitivas” de imersão e navegação, como aquelas que hoje experimentamos no ciberespaço e nos dispositivos de realidade virtual), a importação em larga escala de idéias e de modelos de ação de outras realidades sócio-econômicas tem impedido o desenvolvimento entre nós de uma consciência alternativa relacionada às novas tecnologias e, com isso, seguimos a reboque – e sem massa crítica – de um movimento hegemônico, arquitetado em escala planetária. Por sua vez, a crítica ainda não foi capaz, entre nós, de discutir as novas tecnologias em toda a sua complexidade, limitada que está, muitas vezes, por uma tendência tecnófoba igualmente ingênua e igualmente importada de modelos apocalípticos europeus ou norte-americanos (Paul Virilio, Jean Baudrillard, Fredric Jameson, entre outros). Em primeiro lugar, o que se percebe é uma crescente dificuldade, à medida que os aplicativos de computador se tornam cada vez mais poderosos e “amigáveis”, de saber discriminar entre a contribuição original de um verdadeiro criador e a mera demonstração das virtudes de um programa. Nesse sentido, assistimos hoje a um certo degringolamento da noção de valor, sobretudo em arte: os juízos de valorização se tornam frouxos, ficamos cada vez mais condescendentes em relação a trabalhos realizados com mediação tecnológica,
porque não temos critérios suficientemente maduros para avaliar a contribuição de um artista ou de uma equipe de realizadores. Como conseqüência, a sensibilidade começa a ficar embotada, perde-se o rigor do julgamento e qualquer bobagem nos excita, desde que pareça estar up to date com o estágio atual da corrida tecnológica. Para além das tendências mais confortáveis da tecnofilia e da tecnofobia, o que importa é politizar o debate sobre as tecnologias, sobre as relações entre a ciência e o capital, sobre o significado de se criar obras artísticas com pesada mediação tecnológica.
A contribuição de Flusser Dentre os vários pensadores da tecnologia que despontaram no ocidente na segunda metade do século XX, Vilém Flusser talvez seja aquele cuja importância mais tem crescido ultimamente. O que chama a atenção, em primeiro lugar, na figura desse pensador, é a sua posição divergente com relação tanto à posição tecnófila quanto à corrente tecnófoba, ambas atualmente em vigor. Tcheco de nascimento (e criado no seio de uma família judaica), Flusser teve de abandonar seu país em 1939, para fugir dos nazistas, que já tinham liquidado toda sua família, inclusive o pai, então reitor da Universidade de Praga. Depois de viver algum tempo na Inglaterra e já cansado de ver a Europa submergir nas trevas, com seus mitos arcaicos de raça, poder, ideologia e nação, ele migra com sua mulher Edith Barth para o Brasil, acreditando encontrar aí uma civilização descompromissada com os valores do velho mundo. Não foi exatamente o que lá encontrou. Embora tenha conseguido tornar-se um pólo de atração entre os intelectuais mais independentes do país, ele foi hostilizado tanto pela ditadura militar, que dominou o país entre 1964 e 1984, quanto pela esquerda local, que, no dizer de Sérgio Paulo Rouanet (1997, p. 5), “não podia entender um pensamento tão anárquico, tão genuinamente subversivo, tão livre de todos os clichês”. Flusser viveu 31 anos no Brasil e foi possivelmente o principal mentor intelectual de várias gerações de artistas brasileiros que enfrentaram o desafio da tecnologia. Mesmo depois de seu retorno à Europa e até o seu falecimento em Praga em 1991, continuou freqüentando regularmente o ambiente intelectual brasileiro, país onde deixou não apenas dois filhos, mas também um largo círculo de discípulos. Os seus estudos sobre o impacto causado à civilização contemporânea pelas tecnologias eletrônicas e biogenéticas começaram a se desenvolver muito precocemente, já a partir dos anos 1960 e ainda no período brasileiro. Além dos seus primeiros escritos sobre as imagens técnicas e da sua polêmica com o grupo brasileiro da poesia concreta, Flusser aproximou-se bastante dos artistas brasileiros que estavam trabalhando com as novas tecnologias e essa aproximação produziu influências mútuas. Muitos desses artistas eram seus alunos ou colegas nas Faculdades Armando Álvares Penteado (FAAP), de São Paulo. É possível, portanto, traçar uma relação entre o surgimento das idéias flusserianas sobre a sociedade tecnológica e o contexto das artes 73
DOSSIER • Arlindo Machado
eletrônicas no Brasil a partir dos anos 1960. Toda a notoriedade post mortem que Flusser vem recebendo em grande parte do mundo se explica, entre outras coisas, pelo fato de seu pensamento ser absolutamente certeiro na análise das mutações culturais, sociais e antropológicas que estão ocorrendo no mundo contemporâneo e também o mais convincente na advertência dos riscos que corremos. Na verdade, o filósofo tcheco-brasileiro só reconhece uma época comparável com a nossa: aquela que ocorreu na Antigüidade, quando o homem passou de um estágio préhistórico e mítico para uma fase histórica, lógica e baseada na escrita alfanumérica. No atual estágio, chamado por Flusser de pós-histórico, a “escritura” é construída com ou por máquinas e ela consiste essencialmente numa articulação de imagens – no limite, imagens digitalizadas, multiplicáveis ao infinito, manipuláveis à vontade e passíveis de distribuição instantânea a todo o planeta. Caracteres se tornam bytes, seqüências de texto se convertem em seqüências de pixels, os fins e os meios são substituídos pelo acaso, as leis pelas probabilidades e a razão pela programação (Flusser, 1978). É certo que muitos pensadores contemporâneos – de McLuhan a Kerckhove, de Debord a Baudrillard, de Ong a Lévy – buscaram ou continuam buscando exprimir algo semelhante por outras vias e com outros argumentos, mas Flusser o fez não apenas mais precocemente que os outros, mas também com uma clareza, com uma precisão e com uma radicalidade que torna todos os outros caminhos mais tortuosos, mais áridos, mais retóricos, mais comprometidos e estrategicamente menos eficazes. Falar de Flusser significa falar, em primeiro lugar, de Filosofia da Caixa Preta, sua obra mais densa e também a mais conhecida. Esse livro apresenta uma história bastante singular. Publicado pela primeira vez na Alemanha em 1983, a sua versão para o português não é simplesmente uma tradução, mas já uma revisão da versão alemã. A começar pelo título: enquanto a primeira versão recebeu o nome de Für eine Philosophie der Fotografie (“Por uma Filosofia da Fotografia”), título que foi mantido em todas as traduções para as outras línguas, a versão para o português teve o seu título modificado para Filosofia da Caixa Preta, permitindo perceber melhor o universo conceitual e o campo de abrangência do livro. As mudanças foram providenciadas pelo próprio autor, que aliás escreveu ele mesmo a versão em português, depois de reconsiderar alguns aspectos de sua argumentação. Em 1984, data provável de redação da versão brasileira, Flusser estava envolvido com a concepção de Ins Universum der technischen Bilder, que era, na verdade, um desdobramento da Philosophie e uma resposta aos inúmeros comentários críticos que o filósofo recebeu com a edição desta última. Era impossível, portanto, que essa nova discussão não afetasse a “tradução” da Philosophie para o português. Eis a razão porque a versão em língua portuguesa dessa obra fundamental de Flusser é única e difere significativamente das outras traduções conhecidas (baseadas no original alemão). Uma simples comparação das versões para o alemão e para o português já deixa 74
entrever as diferenças. O prefácio foi inteiramente refeito na versão brasileira, o glossário acrescentou novos termos, não considerados na versão alemã, e partes inteiras do texto principal do livro foram reescritas para dar maior precisão e consistência à argumentação. Nesse sentido, para ser realmente fiel ao pensamento de Flusser, a versão em língua portuguesa (e não a alemã) é que deveria ser tomada como o texto definitivo da Philosophie e, por conseqüência, ela é que deveria estar sendo utilizada como base para a tradução a outras línguas. A mudança do título é fundamental. Malgrado a fotografia seja realmente o objeto principal da reflexão efetuada no livro, ela funciona mais propriamente como um pretexto para que, através dela, Flusser possa verificar o funcionamento de nossas sociedades “pós-históricas”, ou seja, de nossas sociedades marcadas pelo colapso dos textos e pela hegemonia das imagens. Na verdade, a fotografia ocupa, entre as mídias de nosso tempo, um lugar bastante estratégico, porque é com base na sua definição semiótica e tecnológica que se constroem hoje as máquinas contemporâneas de produção simbólica audiovisual. É com a fotografia que se inicia, portanto, um novo paradigma na cultura do homem, baseado na automatização da produção, distribuição e consumo da informação (de qualquer informação, não só da visual), com conseqüências gigantescas para os processos de percepção individual e para os sistemas de organização social. Mas é com as imagens eletrônicas (difundidas pela televisão) e com as imagens digitais (difundidas agora no chamado ciberespaço) que essas mudanças se tornaram melhor perceptíveis e suficientemente ostensivas para demandar respostas por parte do pensamento crítico-filosófico. Que ninguém espere, portanto, encontrar nessa obra de Flusser uma análise da fotografia de tipo clássico. A fotografia é nela abordada com base sobretudo em conceitos da informática e comparece aí apenas como um modelo básico para a análise do modo de funcionamento de todo e qualquer aparato tecnológico ou midiático. Daí porque Filosofia da Caixa Preta traduz melhor as ambições da obra do que um lacônico Filosofia da Fotografia. Por que caixa preta? Sabemos que o termo vem originalmente da eletrônica, onde é utilizado para designar uma parte complexa de um circuito eletrônico que é omitida intencionalmente no desenho de um circuito maior (geralmente para fins de simplificação) e substituída por uma caixa (box) vazia, sobre a qual apenas se escreve o nome do circuito omitido. Atentemos ao fato bastante significativo de que Gregory Bateson (1972), em seu Steps to an Ecology of Mind, amplia ironicamente o significado de caixa preta, com o propósito de aplicá-lo a grande parte dos conceitos problemáticos da filosofia e da ciência. Como os engenheiros eletrônicos – explica Bateson – também os filósofos e cientistas utilizam rótulos, nomes, ou “caixas pretas” para designar certos fenômenos, mas diferentemente daqueles, estes últimos acreditam, muitas vezes, que tais expedientes implicam uma compreensão do fenômeno. Assim, por exemplo, damos a uma certa classe
Tecnologia e arte contemporânea: como politizar o debate
de fenômenos o nome de instinto e acreditamos que isso resolve o problema, mas o que chamamos de instinto pode ser apenas uma caixa preta que está ali para mascarar o que justamente não conseguimos compreender. No caso específico de Flusser, o conceito de caixa preta deriva mais propriamente da cibernética. Nesse campo particular, dá-se o nome de caixa preta a um dispositivo fechado e lacrado, cujo interior é inacessível e só pode ser intuído através de experiências baseadas na introdução de sinais de onda (input) e na observação da resposta (output) do dispositivo. Em geral, caixa preta traduz um problema de engenharia: como deduzir acerca do que há dentro de uma caixa, sem necessariamente abri-la, mas apenas aplicando voltagens, choques ou outras interferências em suas paredes externas (Ashby, 1970, p. 100)? No entender de Flusser, o transporte desse conceito para a filosofia possibilita exprimir um problema novo, que a fotografia foi justamente o primeiro dispositivo a colocar: o surgimento de aparatos tecnológicos que se pode utilizar e deles tirar proveito, sem que o utilizador tenha a menor idéia do que se passa em suas entranhas. O fotógrafo, de fato, sabe que se apontar a sua câmera para um motivo e disparar o botão de acionamento, o aparelho lhe dará uma imagem normalmente interpretada como uma réplica bidimensional do motivo que posou para a câmera. Mas o fotógrafo, em geral, não conhece todas as equações utilizadas para o desenho das objetivas, nem as reações químicas que ocorrem nos componentes da emulsão fotográfica. A rigor, pode-se fotografar sem conhecer as leis de distribuição da luz no espaço, nem as propriedades fotoquímicas da película, nem ainda as regras da perspectiva monocular que permitem traduzir o mundo tridimensional em imagem bidimensional. As câmeras modernas estão automatizadas a ponto de até mesmo a fotometragem da luz e a determinação do ponto de foco serem realizadas pelo aparelho. Nesse sentido, a caixa preta “cibernética” de Flusser se encontra com a caixa preta “eletrônica” de Bateson no ponto em que ambas exprimem um desconhecimento fundamental e, mais do que isso, um desconhecimento que se transforma em atividade, força motriz e razão estrutural, seja do pensamento (no caso de Bateson), seja da sociedade (no caso de Flusser). Somos, cada vez mais, operadores de rótulos, apertadores de botões, “funcionários” das máquinas, lidamos com situações programadas sem nos darmos conta delas. Pensamos que podemos escolher e, como decorrência disso, nos imaginamos criativos e livres, mas nossa liberdade e nossa capacidade de invenção estão restritas a um software, a um conjunto de possibilidades dadas a priori e que não podemos dominar inteiramente. Esse é o ponto em que a Filosofia de Flusser quer justamente intervir: ela quer produzir uma reflexão densa sobre as possibilidades de criação e liberdade numa sociedade cada vez mais programada e centralizada pela tecnologia. Em termos bastante esquemáticos, podemos resumir mais ou menos assim o percurso do pensamento de Flusser na Filosofia: a imagem fotográfica não tem nenhuma “objetividade” preliminar, não corresponde a qualquer
duplicação automática do mundo; ela é constituída de signos abstratos forjados pelo aparato (câmera, objetiva, película), pois a sua função fundamental é materializar conceitos científicos. Em outras palavras, o que vemos realmente ao contemplar as imagens produzidas por aparelhos não é o “mundo”, mas determinados conceitos relativos ao mundo, a despeito da aparente automaticidade da impressão do mundo na película. Talvez tenha sido necessário esperar até o surgimento do computador e das imagens digitais para que as imagens técnicas se revelassem mais abertamente como resultado de um processo de codificação icônica de determinados conceitos científicos. O computador permite hoje forjar imagens tão próximas da fotografia, que muita gente não é mais capaz de distinguir entre uma imagem sintetizada com recursos da informática e outra “registrada” por uma câmera. Só que, no computador, tanto a “câmera” que se utiliza para descrever complexas trajetórias no espaço, como as “objetivas” de que se lança mão para dispor diferentes campos focais, como ainda os focos de “luz” distribuídos na cena para iluminar a paisagem são todos eles operações matemáticas e algoritmos baseados em alguma lei da física. Eis porque as imagens técnicas, ou seja, as representações icônicas mediadas por aparelhos, não podem corresponder a qualquer duplicação inocente do mundo, porque entre elas e o mundo se interpõem os conceitos da formalização científica. O aparelho fotográfico é, portanto, uma máquina programada para imprimir nas superfícies simbólicas modelos previamente inscritos. Nesse sentido, as fotografias são atualizações de algumas dessas potencialidades inscritas no aparelho. O fotógrafo “escolhe”, dentre as categorias disponíveis, as que lhe parecem mais convenientes, mas essa “escolha” é limitada pelo número de categorias programadas na construção do aparelho. O universo fotográfico inteiro é realização causal, por “funcionários da transmissão”, de algumas dessas virtualidades, mas não cabe em seu horizonte a instauração de novas categorias. Num certo sentido, não é o fotógrafo quem fotografa, mas a câmera (ou o dispositivo fotográfico inteiro). “O fotógrafo só pode fotografar o fotografável”, sentencia Flusser (1985, p. 37). “Quem contemplar o álbum de um fotógrafo amador – continua ele mais à frente (1985, p. 60) –, estará vendo a memória de um aparelho, não a de um homem. Uma viagem para a Itália, documentada fotograficamente, não registra as vivências, os conhecimentos, os valores do viajante. Registra os lugares onde o aparelho o seduziu para apertar o gatilho”. Não é por acaso que quase todas as fotografias da Torre Eiffel, do Big Ben, da Estátua da Liberdade ou do Pão de Açúcar são idênticas, independentemente dos valores de quem as fotografou. Para produzir novas categorias, não previstas na concepção do aparelho, seria necessário intervir no plano da própria engenharia do dispositivo, seria preciso reescrever o seu programa, o que quer dizer: penetrar no interior da caixa preta e desvelá-la. Numa primeira aproximação, Flusser adverte, portanto, sobre os perigos da atuação puramente externa à caixa preta. Na 75
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era da automação, o artista, não sendo capaz ele próprio de inventar o equipamento de que necessita ou de (des)programá-lo, queda-se reduzido a um operador de aparelhos pré-fabricados, isto é, a um funcionário do sistema produtivo, que não faz outra coisa senão cumprir possibilidades já previstas no programa, sem poder, todavia, no limite desse jogo programado, instaurar novas categorias. A repetição indiscriminada das mesmas possibilidades conduz inevitavelmente à estereotipia, ou seja, à homogeneidade e previsibilidade dos resultados. A multiplicação à nossa volta de modelos pré-fabricados, generalizados pelo software comercial, conduz a uma impressionante padronização das soluções, a uma uniformidade generalizada, quando não a uma absoluta impessoalidade, conforme se pode constatar em muitos encontros internacionais de artes eletrônicas, onde se tem a impressão de que tudo o que se exibe foi feito pelo mesmo designer ou pela mesma empresa de comunicação. Se é natural e até mesmo desejável que uma máquina de lavar roupas repita sempre e invariavelmente a mesma operação técnica, que é a de lavar roupas, não é todavia a mesma coisa que se espera de aparelhos destinados a intervir no imaginário, ou de máquinas semióticas cuja função básica é produzir bens simbólicos destinados à inteligência e à sensibilidade do homem. A estereotipia das máquinas e processos técnicos é, aliás, o principal desafio a ser vencido na área da informática, talvez até mesmo o seu dramático limite, que se busca superar de todas as formas.
O papel da arte Aqui podemos agora introduzir o nosso problema principal: a relação entre a tecnologia e a arte contemporânea. Flusser não chega a tratar especificamente dessa questão na Filosofia da Caixa Preta, preocupado que está com a utilização mais banal da tecnologia na vida cotidiana por parte dos funcionários da produção, mas ele vai encará-la em escritos esparsos, publicados em revistas especializadas (parte deles compilados recentemente em: Flusser, 2002). Embora seja até um lugar comum dizer que a arte (qualquer arte, de qualquer tempo) sempre foi produzida com os meios tecnológicos de seu tempo, a apropriação que ela faz do aparato tecnológico que lhe é contemporâneo difere significativamente daquela feita por outros setores da sociedade, como, no nosso caso, a indústria de bens de consumo. Em geral, aparelhos, instrumentos e máquinas semióticas não são projetados para a produção de arte, pelo menos não no sentido secular desse termo, tal como ele se constituiu no mundo moderno a partir mais ou menos do século XV. Máquinas semióticas são, na maioria dos casos, concebidas dentro de um princípio de produtividade industrial, de automatização dos procedimentos para a produção em larga escala, mas nunca para a produção de objetos singulares, singelos e “sublimes”. A fotografia, o cinema, o vídeo e o computador foram concebidos e desenvolvidos segundo princípios de produtividade e racionalidade, no interior de ambientes 76
industriais e dentro da mesma lógica de expansão capitalista (sobre a relação entre a invenção desses dispositivos técnicos e o contexto político-econômico ver, sobretudo, Winston, 1998, e Zielinski, 1999). Mesmo os aplicativos explicitamente destinados à criação artística (ou, pelo menos, àquilo que a indústria entende por criação), como os de autoria em computação gráfica, hipermídia e vídeo digital, apenas formalizam um conjunto de procedimentos conhecidos, herdados de uma história da arte já assimilada e consagrada. Neles, a parte “computável” dos elementos constitutivos de determinado sistema simbólico, bem como as suas regras de articulação e os seus modos de enunciação são inventariados, sistematizados e simplificados para serem colocados à disposição de um usuário genérico, preferencialmente leigo e descartável, de modo a permitir a produtividade em larga escala e atender a uma demanda de tipo industrial. Os atuais algoritmos de compactação da imagem, utilizados em quase todos os formatos de vídeo digital, são a melhor demonstração da “filosofia” que ampara boa parte dos progressos no campo das tecnologias audiovisuais. Eles partem da premissa de que toda imagem contém uma taxa elevadíssima de redundância, entendidas como tal as áreas idênticas dentro de um único quadro e as que se repetem de um quadro a outro, no caso da imagem em movimento. Eliminando-se essa redundância por meio de uma codificação específica, obtém-se uma significativa compactação dos arquivos de imagem, o que possibilita um armazenamento econômico (poucos Kbytes de memória) e uma rápida recuperação da imagem (visualização em tempo real). A premissa do vídeo digital é evidentemente discutivel, pois só aplicável à produção mais banal e cotidiana, de onde, aliás, ela foi extraída. Ela não pode aplicar-se a imagens limítrofes da arte contemporânea, como os quadros da action painting ou os flickering films (filmes “piscantes”, em que cada quadro individual é diferente dos demais) do cinema experimental norte-americano, razão porque obras dessa natureza resultam destruídas pela compactação digital. Recentemente, tentei gravar em DVD uma coleção de filmes de Stan Brakhage pintados à mão diretamente na película cinematográfica e sem obedecer aos limites dos fotogramas: o gravador de DVD simplesmente entrou em pane e desligou automaticamente, uma vez que, como não havia nenhuma redundância nas imagens, a compactação ficava impossilitada. Experiências do tipo que citamos acima, que lidam com questões essenciais da arte contemporânea, como o estranhamento, a incerteza, a indeterminação, a histeria, o colapso, o desconforto existencial não estão obviamente no horizonte do mercado e da indústria, ambientes usualmente positivos, otimistas e banalizados. Algoritmos e aplicativos são concebidos industrialmente para uma produção mais rotineira e conservadora, que não perfura limites, nem perturba os padrões estabelecidos. Existem diferentes maneiras de se lidar com as máquinas semióticas crescentemente disponíveis no mercado da eletrônica. A perspectiva artística é certamente a mais desviante de todas, uma vez que ela se afasta em tal
Tecnologia e arte contemporânea: como politizar o debate
intensidade do projeto tecnológico originalmente imprimido às máquinas e programas que equivale a uma completa reinvenção dos meios. Quando um artista como Nam June Paik, com a ajuda de imãs poderosos, desvia o fluxo dos elétrons no interior do tubo iconoscópico da televisão, para corroer a lógica figurativa de suas imagens, não se pode mais dizer que ele está operando dentro das possibilidades programadas e previsíveis dos meios invocados. Ele está, na verdade, atravessando os limites das máquinas semióticas e reinventando radicalmente o seus programas e as suas finalidades. O que faz, portanto, um verdadeiro criador, em vez de simplesmente submeter-se às determinações do aparato técnico, é subverter continuamente a função da máquina ou do programa de que ele se utiliza, é manejá-los no sentido contrário de sua produtividade programada. Talvez até se possa dizer que um dos papéis mais importantes da arte numa sociedade tecnocrática seja justamente a recusa sistemática de submeter-se à lógica dos instrumentos de trabalho, ou de cumprir o projeto industrial das máquinas semióticas, reinventando, em contrapartida, as suas funções e finalidades. Longe de deixar-se escravizar por uma norma, por um modo estandardizado de comunicar, obras artísticas realmente fundantes na verdade reinventam a maneira de se apropriar de uma tecnologia.
Arte e tecnologia: a experiência brasileira O Brasil apresenta uma trajetória de cerca de cinqüenta anos de história no campo das poéticas tecnológicas. Desde que essa história começou, nos anos 1950, com as primeiras experiências com arte cinética por Abraham Palatinik, e nos anos 1960, com o surgimento da música eletroacústica, por iniciativa inicialmente de Jorge Antunes, e a introdução do computador na arte, por Waldemar Cordeiro, as poéticas tecnológicas se definiram muito rapidamente entre nós com pelo menos duas características mais marcantes: 1) sintonia e sincronia com o que estava sendo produzido fora do Brasil, o que dava aos brasileiros uma condição de atualidade, quando não até mesmo de precocidade em alguns casos específicos; 2) ao mesmo tempo e paradoxalmente, uma certa diferença de abordagem, motivada principalmente pelo veio crítico de boa parte dos trabalhos, fruto do enfrentamento de uma trágica realidade social e de uma vida política massacrada por uma ditadura militar, o que tornava as obras brasileiras um tanto distintivas com relação ao que se fazia no exterior. As gerações seguintes, que enveredaram pelos terrenos da vídeo-arte, computer art, computer music, artecomunicação, holografia, poesia intersemiótica e intersecção arte-ciência (para citar apenas os campos que mais se desenvolveram no Brasil nos anos 1980 e 1990), um pouco mais aliviadas dos constrangimentos, pelo menos no campo político, deram continuidade aos princípios dos pioneiros e fizeram expandir o campo de experiências de modo a abarcar quase todo o universo das poéticas tecnológicas. Seria o caso de se indagar um pouco sobre o significado dessa precocidade e expansão qualitativa das poéticas
tecnológicas no Brasil, fenômenos surpreendentes se considerarmos que poucos outros países da América Latina (a não ser, talvez, Argentina e México) atingiram o mesmo patamar de experiências. O Brasil teve a sorte de contar desde cedo com um contexto favorável à inserção do computador na criação artística, graças primeiramente à discussão aberta ali pela poesia concreta, ambiente de onde saíram, já na década de 1970, um dos primeiros exemplos mundiais de poesia gerada em computador, tal como foram concebidos por Erthos Albino de Souza. Além disso, embora grande parte dos pioneiros da computer art, nos anos 1960/70, tenham sido europeus e norte-americanos, pela razão óbvia de que viviam em contextos científicos em que a pesquisa com informática estava mais desenvolvida, um brasileiro ocupou um lugar importante entre os inventores desse campo de criação artística. Trata-se de Waldemar Cordeiro, artista que, ao incorporar as imagens digitais ao seu trabalho, já era reconhecido nacional e internacionalmente sobretudo por seu trabalho no campo da arte concreta. Trabalhando em conjunto com o físico italiano Giorgio Moscati, Cordeiro foi importante também por ter dado uma dimensão crítica à computer art, acrescentando às imagens o comentário social que não havia na produção mundial. Comunista assumido e militante, Cordeiro não promove, com suas imagens digitais, o milagre da tecnologia, mas busca uma forma diferenciada de discutir, em pleno auge da ditadura militar, o desastre sócio-político do país. O desenvolvimento das artes computacionais no Brasil foi grandemente impulsionado pelo fato de Cordeiro ter organizado em São Paulo, em 1971, uma das primeiras conferências internacionais de computer art – a Arteônica – que reuniu os nomes mais importantes nessa área no plano mundial e colocou o país na rota internacional do uso criativo dos computadores em arte. Durante um certo tempo, acreditamos aqui no Brasil que as tecnologias eletrônicas e digitais estavam introduzindo, no campo das práticas significantes, novos problemas de representação, abalando antigas certezas no plano epistemológico e, por conseqüência, exigindo a reformulação de conceitos estéticos. Supúnhamos, então, que as idéias que estavam brotando no campo das diversas engenharias e das ciências “puras” como a física e a matemática poderiam possibilitar à arte reinventar-se novamente e se manter em sintonia com o seu tempo. Nessa época, quando ainda éramos um grupo bastante reduzido de pessoas, quando a tecnologia e a ciência ainda eram consideradas intromissões mais ou menos estranhas e até certo ponto indesejáveis no universo estabelecido das artes oficiais, sentíamos que era preciso juntar forças para implantar no Brasil, tal como já vinha acontecendo em outros lugares do mundo, um novo campo de intervenção estética, e também para dar legitimidade a uma prática artística que era vista então com uma certa desconfiança pela ala hegemônica da cultura. Idéias como as da vídeo-arte, holographic art, computer art, Web art, telepresence art, ambientes interativos, instalações multimídias etc. foram sendo aos poucos introduzidas, desde os tempos heróicos de Abraham Palatinik e Waldemar 77
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Cordeiro, até serem reconhecidas como formas legítimas de expressão artística neste nosso período de generalização das tecnologias da eletrônica e da informática. De lá para cá, muita coisa mudou. As poéticas tecnológicas foram perdendo seu caráter marginal e quase underground, para rapidamente se converterem nas novas formas hegemônicas da produção artística. Nos últimos anos, temos visto multiplicar-se em todo o mundo os festivais, encontros e mostras dedicados exclusivamente a experiências de intersecção da arte com a tecnologia e a ciência. Cada vez mais, artistas lançam mão do computador para construir suas imagens, suas músicas, seus textos, seus ambientes; o vídeo é agora uma presença quase inevitável em qualquer instalação; a incorporação interativa das respostas do público se transformou numa norma (quando não numa mania) em qualquer proposta artística que se pretenda atualizada e em sintonia com o estágio atual da cultura. De repente, nos damos conta de uma multiplicação vertiginosa ao nosso redor de trabalhos realizados com pesada mediação tecnológica. Mas o que prometia aflorar como um período intensivo de descoberta e invenção, logo se revelou uma fase de banalização de rotinas já cristalizadas na história da arte, quando não um retorno do conformismo e da integração como valores dominantes. O grosso da nova produção parece hoje marcada por uma impressionante padronização, por uma uniformidade generalizada, como se o que estivesse em jogo fosse uma espécie de estética do merchandising, em que cada trabalho deve fazer nada mais que uma demonstração das qualidades do hardware ou das potencialidades do software. Por outro lado, percebemos também que nossos critérios de julgamento e crítica não se tornaram suficientemente maduros para possibilitar uma avaliação desses trabalhos em termos de sua real importância, ou de sua contribuição efetiva para uma redefinição dos conceitos de arte e de cultura. O que parece estar ocorrendo, em grande parte dos casos, é uma perda sutil, mas implacável, da perspectiva mais radical da arte. Hoje, quando visitamos qualquer evento de arte eletrônica, de música digital ou de escritura interativa, ou quando folheamos qualquer revista dedicada a essas especialidades, não é preciso muito esforço para constatar que a discussão estética foi quase que inteiramente substituída pelo discurso técnico, e que questões relativas a algoritmos, hardware e software tomaram grandemente o lugar das idéias criativas, da subversão das normas e da reinvenção da vida. Com o boom das tecnologias eletrônicas, a arte parece ter-se reduzido – excetuadas, naturalmente, algumas poucas experiências poderosas e inquietantes – a uma espécie de perícia profissional, à medida que a habilidade técnica foi tomando o lugar das atitudes mais radicais. No âmbito dos relacionamentos entre arte e tecnologia, poucos eventos até agora lograram ultrapassar a mera consideração de algoritmos, linguagens de computador, programação, circuitos eletrônicos e o inevitável emolduramento industrial de tudo isso, buscando enfrentar, por outro lado, as interrogações mais profundas e 78
mais dramáticas de nosso tempo. Tudo parece indicar que chegou a hora de traçar uma diferença mais nítida entre, de um lado, a mera produção industrial de desenhos agradáveis para a festa multimídia e, de outro, a busca de uma ética e uma estética para a era da informática e da engenharia genética. O que precisamos, na verdade, é restabelecer, em primeiro lugar, o elo perdido entre a atual atividade de criação e a melhor tradição de incorformismo da arte contemporânea, elo este que foi artificialmente cortado por um certo número de teses obtusas sobre a pós-modernidade. Nada pode ser mais inconcebível do que toda uma geração de yuppies desinformados, que hoje produz trabalhos de autoria em multimídia, utiliza dispositivos de edição nãolinear, diagrama suas homepages na Internet, mas nunca viu um filme de Vertov, nunca leu Artaud, jamais ouviu falar de Beckett ou tocou num bicho de Lígia Clark. Em segundo lugar, temos de buscar critérios mais severos e mais rigorosos para separar o joio do trigo dentro desse terreno movediço das poéticas tecnológicas, de modo a diferenciar e privilegiar trabalhos feitos para marcar o seu tempo, trabalhos que tragam uma contribuição efetiva e duradoura, trabalhos enfim que apontem para perspectivas de invenção, de liberdade e de conhecimento. No Brasil, alguns eventos dedicados às novas tecnologias vêm tentando, desde há algum tempo, reintroduzir no cenário artístico a produção e o debate que nos últimos anos têm sido escamoteados e, para isso, têm buscado reunir as inteligências e os talentos não-alinhados de várias partes do mundo, sobretudo daquelas partes que não participam das estratégias globais de inserção tecnológica. Dentre esses eventos, pode-se citar as duas edições de Emoção Art.ficial, evento bienal sediado em São Paulo e que tem explicitamente essa preocupação, a ponto do tema da última edição, em 2004, ter sido justamente Divergências Tecnológicas. Outro exemplo é o Festival Internacional de Arte Eletrônica Videobrasil, também bienal, este ano em sua 15ª edição, que abre espaço para experiências também divergentes no campo tecnológico, sobretudo as que acontecem em regiões não-hegemônicas do planeta, como a América Latina, a África, o Sudeste Asiático, a Europa do Leste, o Oriente Médio e a Oceania. Um leque imenso de possibilidades está aberto para a intervenção problematizadora da arte: a crítica das novas formas de dominação baseadas em gênero, classe, raça ou nacionalidade (as guerras imperialistas, os genocídios, o terrorismo, a migração internacional, a intolerância com relação aos estrangeiros etc.), a crítica da vigilância universal, da globalização predatória, da espetacularização da vida, da degradação ambiental. Ao mesmo tempo, as novas formas de engajamento social direto baseadas nas redes telemáticas, as mídias táticas, a utilização de sistemas de distribuição multiusuários para a criação de obras colaborativas verdadeiramente coletivas, a busca de novas políticas do corpo, a expressão de identidades culturais diferenciadas etc. Trata-se agora de indagar onde a inserção de novas tecnologias nas artes está introduzindo
Tecnologia e arte contemporânea: como politizar o debate
uma diferença qualitativa ou produzindo acontecimentos verdadeiramente novos em termos de meios de expressão, conteúdos e formas de experiência. Enfim, trata-se de buscar as pequenas revoluções, as “revoluções moleculares” como dizia Felix Gattari, que hoje estão claramente identificadas com a criação digital e com os novos cenários biológicos. As tecnologias, os artifícios, os dispositivos de que se utiliza o artista para conceber, construir e exibir seus trabalhos não são apenas ferramentas inertes, nem mediações inocentes, indiferentes aos resultados, que se poderia substituir por quaisquer outras. Eles estão carregados de conceitos, eles têm uma história, eles derivam de condições produtivas, econômicas e geopolíticas bem determinadas. As poéticas tecnológicas, como qualquer arte fortemente determinada pela mediação tecnológica, colocam o artista diante do desafio permanente de se contrapor ao determinismo tecnológico, de recusar o projeto industrial já embutido nas máquinas e aparelhos, evitando assim que sua obra resulte simplesmente num endosso dos objetivos de produtividade e hegemonia global da sociedade tecnológica. Longe de se deixar escravizar pelas normas de trabalho, pelos modos estandardizados de operar e de se relacionar com as máquinas, longe ainda de se deixar seduzir pela festa de efeitos e clichês que atualmente dominam o entretenimento de massa, o artista digno desse nome busca se reapropriar das tecnologias digitais e biognéticas numa perspectiva inovadora, fazendo-as trabalhar em benefício de idéias estéticas verdadeiramente contemporâneas.
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 81-87.
BALDÍOS Y CERCAMIENTOS EN LA ALDEA GLOBAL DE LA CIENCIA Clemente Forero-Pineda*
Resumen En la última década se ha observado el progresivo estrechamiento de los espacios públicos de la ciencia, en particular los de la información científica. El conocimiento científico ha venido siendo apropiado progresivamente en forma corporativa. Se explora la analogía histórica entre la tragedia de los baldíos de la aldea pre-moderna y la de los baldíos del conocimiento en la aldea global de la ciencia contemporánea. Las críticas a la utopía de la aldea global tienen allí particular validez e ilustración. La protección de la propiedad intelectual se ha extendido a muchos descubrimientos científicos. El acceso a la comunicación científica es muy desigual entre países industrializados y países en desarrollo. En los países de América Latina se observan algunas comunidades científicas globalizadas que coexisten con otras centradas en la vida local, y un problema generalizado de acceso de la población al conocimiento científico.
Palabras clave: Aldea global de la ciencia, redes científicas, propiedad intelectual, acceso a la ciencia, formas organizativas, países en desarrollo, baldíos de la ciencia.
Abstract During the past decade scientific public spaces have gradually narrowed, particularly those regarding scientific information. Scientific knowledge has been slowly retained in a corporative way. This article examines the historical analogy between the tragedies of the pre-modern village wastelands and the contemporary scientific global village wastelands of knowledge. Here criticism towards global village utopias has particular validity and erudition. Intellectual property protection embraces multiple scientific discoveries. Access to scientific communication is uneven between industrialized countries and those still developing. In Latin American countries one can perceive some global scientific communities that coexist with others centered on local life, as well as a generalized problem of population’s access to scientific knowledge.
Keywords: Scientific Global Village, Scientific Nets, Intellectual Property, Access to Science, Organization Ways, Developing Countries, Scientific Wastelands.
Son numerosas las debilidades que se le han señalado a la utopía de la aldea global. Entre ellas, se destacan dos que tienen una particular relación con la ciencia: la que critica la creencia en una fusión armónica entre lo público y lo privado, y la que presupone que la tecnología asegura un acceso igualitario a la información y a la *
Profesor Facultad de Administración, Universidad de los Andes, Bogotá. Correo electrónico: cfp@adm.uniandes.edu.co
Fecha de recepción: Agosto de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
comunicación1. En el mundo de la ciencia, la última década ha sido rica en investigaciones y debates que señalan el progresivo estrechamiento de los espacios públicos de la ciencia, y la profundización de la brecha tecnológica que dificulta el acceso de la mayoría de las naciones del mundo al conocimiento científico. En la discusión sobre lo público y lo privado en la ciencia, la analogía con la aldea se ha profundizado y hoy incluye un elemento esencial de la aldea tradicional: los baldíos. Los baldíos o ejidos (“commons” en Inglaterra), eran los terrenos comunes de la aldea tradicional europea, que se sustraían a la apropiación privada y que todos podían aprovechar en común, aunque en forma regulada, para llevar a pastar sus ganados o para adelantar ciertos cultivos. Los ejidos cayeron en tragedia por los grandes cambios económicos y sociales que se dieron en Europa en el siglo XVIII. La concentración de riqueza con capacidad para llevar la agricultura más allá de la parcela individual indujo a su sobre-explotación y agotamiento, en un proceso en el que la sobre-población también jugó un papel. Los baldíos fueron cercados y apropiados individualmente o por el Estado, primero en Inglaterra entre 1770 y 1790, luego en el resto de Europa y más tarde en América y otros continentes.
Los baldíos de la ciencia Es posible establecer un paralelo entre los procesos históricos que se dieron en la desaparición de la aldea tradicional y durante la evolución más reciente de la sociedad de la información y el conocimiento en las últimas décadas del siglo XX y comienzos del XXI. La comparación permite observar movimientos de apropiación y de exclusión análogos, que fracturaron los baldíos de tierras y los baldíos de la ciencia. En el caso de la ciencia, esta apropiación se ha dado mediante la extensión y defensa de derechos cada vez más amplios de propiedad sobre el conocimiento científico. La protección de la propiedad intelectual, hasta hace 30 años reservada a los inventos y a la tecnología, se ha extendido paulatinamente a los descubrimientos científicos. Ha pasado de proteger solamente aparatos mecánicos a proteger organismos vivientes, datos científicos, métodos matemáticos, herramientas de investigación científica, servicios y procedimientos administrativos2. Los derechos de propiedad sobre la tecnología, consagrados en los sistemas de patentes, eran originalmente un mecanismo para inducir al creador de este conocimiento a hacer público su invento y todo el conocimiento con él asociado. El sistema de patentes fue definitivo en el 1
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Una síntesis de estas fallas se encuentra en Martín Barbero, J. (2003). Transformaciones comunicativas y tecnológicas de lo público. Recuperado de: http://www.infoamerica.org/documentos_word/martin_barbero1.doc. Este proceso se estudia en más detalle en Forero (2005).
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surgimiento del capitalismo porque exigía la publicación de la patente y permitía el desarrollo de otros inventos que usaran el conocimiento incorporado en patentes anteriores. Hoy este panorama ha cambiado. En las industrias más dinámicas, el patentamiento es apenas un arma en la compleja competencia estratégica que libran las grandes empresas por el predominio tecnológico. De acuerdo con una entrevista concedida al autor por el vice-presidente de producción de una de las más grandes empresas de semiconductores de Silicon Valley en 1999, se patenta más para dificultarle a los adversarios proseguir en determinadas líneas de investigación y desarrollo, que para asegurarle un mercado estable a un producto. La ventaja comercial y la competitividad, según él, se aseguran mejor conservando siempre una ventaja tecnológica y haciendo obsoletos los propios inventos cuando los adversarios desarrollan sustitutos. Esta forma dinámica de la competencia que permite un rápido avance del conocimiento a pesar de las trabas institucionales no se da por igual en todas las industrias. Por ejemplo, en la industria farmacéutica, distintas investigaciones han mostrado un relativo estancamiento tecnológico que se apoya en la obstrucción que las patentes de amplio espectro permiten. La progresiva extensión de la propiedad intelectual a intangibles que otrora fueran de dominio público, les ha dificultado crecientemente a los científicos el uso en sus investigaciones de una fracción importante del conocimiento previamente generado por otros. El conocimiento científico, hasta hace un cuarto de siglo considerado como un baldío de donde todos podían extraer para desarrollar nuevo conocimiento científico o hacer desarrollos tecnológicos se ha venido estrechando. El secreto que acompañaba los experimentos de los alquimistas en la edad media ha vuelto a ser frecuente. Y la publicación estratégicamente programada de los resultados científicos, combinada con el patentamiento fraccionado o el secreto sobre fórmulas y procedimientos, rompen con centenarias tradiciones científicas y con los principios de universalismo, desinterés, originalidad, cooperación y escepticismo con que el sociólogo Robert Merton caracterizaba los comportamientos de las comunidades científicas (Merton, 1973). Estas tendencias bien pueden interpretarse como un proceso de cercamiento de los baldíos de la ciencia, entendiendo por baldíos los recursos apropiados y regulados colectivamente a los que cualquier cooperante puede acceder (David, 2005). Además, como lo expresa este autor, “la información y los datos científicos no son bienes económicos ordinarios y tangibles. Por el contrario, poseen propiedades inherentes que los economistas asocian con los bienes públicos (…): no se agotan con su uso, ni siquiera por un uso infinitamente repetido, y pueden ser empleados simultáneamente por muchos usuarios independientes. También, costos adicionales significativos son necesarios para impedir que la información sea accesible en forma universal y ubicua”. Estas características de la información científica hacen que esta pueda administrarse sin que se corra el riesgo de caer
en la “tragedia de los ejidos” de sobre-uso y agotamiento. Y si la propiedad de los baldíos de tierra nunca fue de los habitantes de la aldea, hoy es posible construir estos depósitos comunes y abiertos de información científica por una vía voluntaria y contractual de los cooperantes, como lo señalan iniciativas de científicos para el acceso abierto a la información científica como Science Commons3. El consenso sobre este principio del acceso abierto a la información científica ha alcanzado a una fracción amplia de las comunidades científicas del mundo, con el liderazgo de las más importantes asociaciones científicas nacionales e internacionales, a organizaciones multilaterales y a un número creciente de revistas científicas tanto de países industrializados como de países en desarrollo4.
El cercamiento de la información Aunque estas iniciativas procuran retornar al balance tradicional entre unos baldíos abiertos de la información científica y una apropiación del conocimiento tecnológico que se desarrolla usando libremente ese conocimiento científico (razón por la cual algunas grandes empresas del mundo de la informática comienzan a verlas con simpatía), la utopía del acceso igualitario global dista mucho de avanzar en esa dirección. En primer lugar, los medios de acceso a las comunicaciones están muy concentrados, como lo muestran los indicadores que hemos construido y que se presentan al final de este artículo. Esto afecta las posibilidades de acceso de las comunidades científicas de los países más pobres. En segundo lugar, el acceso real que tienen los investigadores de los países más pobres, inclusive cuando disponen de conexiones de Internet es reducido para la gran mayoría. Es posible encontrar fracciones de las comunidades científicas de los países más grandes de América Latina que tienen un acceso comparable a las revistas científicas al de cualquier investigador de un país industrializado, pero esta es la situación de una reducida minoría. En tercer lugar, las necesidades de información científica son más críticas para las comunidades de los países en desarrollo, en la medida en que los altos y crecientes costos de los equipos de laboratorio los orientan hacia tipos de investigación más intensivos en información5. Estos factores hacen que los costos de las revistas científicas y los costos de acceso a las bases de datos afecten particularmente a las comunidades científicas de los países en desarrollo. Mientras los costos de los libros científicos crecieron con los índices de precios al consumidor entre 1970 y 1995, multiplicándose por tres, los costos de las revistas científicas se multiplicaron en ese mismo lapso por dieciocho (Walker, 1998). Por otro lado, la Unión Europea, 3 4
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Recuperado de: http://sciencecommons.org/. Creating the Information Commons for e-Science: Toward Institutional Policies and Guidelines for Action, UNESCO Headquarters, Paris, France, 1-2 Septiembre 2005. Recuperado de: http://www.codataweb.org/ UNESCOmtg/agenda.html Este análisis se desarrolla en mayor profundidad en Forero (2004).
Baldíos y cercamientos en la aldea global de la ciencia
varios países europeos, y por lo menos un país latinoamericano, han adoptado directivas o legislaciones que ofrecen protección de propiedad intelectual sobre bases de datos no originales, a pesar de la oposición de las sociedades científicas (Esanu & Uhlir, 2004).
La ciencia muerta y la ciencia en acción Mantener abiertos los baldíos de la ciencia, sin embargo, significa algo más que tener acceso a la información científica publicada. En su análisis acerca de la creación de los hechos científicos, Bruno Latour (1987) hace una radical distinción entre la ciencia muerta y la ciencia en acción. Los hechos científicos son según él aquellos sobre los cuales se ha establecido un consenso. Podríamos decir que los artículos científicos publicados están ya en el camino de convertirse en hechos científicos (ciencia muerta), en la medida en que han pasado por un procedimiento de validación que comienza en consultas informales, continúa en las discusiones de congresos científicos y culmina en la evaluación de pares secretos asignados por los comités editoriales de las revistas científicas. Cuando el artículo aparece, generalmente una buena parte de ese camino hacia la ciencia muerta ha sido recorrido. En contraste, la “ciencia en acción” es para Latour todo el proceso de construcción de alianzas, no sólo entre científicos sino entre laboratorios, lo que incluye hasta compatibilizaciones de equipos. El acceso al conocimiento científico implica la participación en redes disciplinarias, un proceso de “interesamiento” de colegas en los temas originales del investigador, que implica una complicidad en la destinación de recursos a la comprobación de sus resultados (Callon, 1999)6. En el caso de los investigadores de los países en desarrollo, la construcción de estas redes sociales es particularmente costosa, inclusive cuando su quehacer se concentra en obtener resultados de lo que Kuhn (1962) denominaba ciencia normal (Forero, 2004).
Redes y conocimiento tácito A pesar de su desigual distribución, las nuevas tecnologías de la información han tenido un profundo impacto sobre el panorama organizacional, en todas las actividades humanas. Aunque los conglomerados económicos tienen una historia oscilante de más de un siglo, las redes se convirtieron en una de las formas predominantes de organización de la actividad económica y de las actividades sociales. Estas redes de organizaciones formalmente independientes se “hibridan”, vinculándose por contratos formales de largo plazo o arreglos informales. Comparten grandes volúmenes de información y conocimiento, pero no toda la información ni el conocimiento, manteniéndose parcialmente en el marco de una relativa competencia. En el caso de las empresas, se trata de competencia de 6
Un análisis específico del carácter de la ciencia que se practica en los países en desarrollo se presenta en Proyecto CTS-Colombia, 2004.
mercado; en el caso de las organizaciones sociales y en particular científicas, competencia por fondos de financiación, por acceso al poder del Estado y por reconocimiento social. Las nuevas tecnologías han reducido considerablemente una clase particular de costos de transacción, aquellos relacionados con la información y la comunicación. Esto ha hecho posible la sustitución de organizaciones altamente jerarquizadas, como la gran corporación, por nuevos modelos de negocios, soportados en redes de unidades relativamente autónomas, que atraviesan muchas veces la frontera entre Estado, mercado y sociedad civil. Las organizaciones centradas en la producción y el uso intensivo del conocimiento, como son las organizaciones científicas, han sido especialmente susceptibles a estos cambios.
Los colaboratorios en la aldea global de la ciencia El abaratamiento de la infraestructura de información y telecomunicaciones, en especial la construcción de líneas de transmisión que enmallan a los países industrializados y tocan los centros poblacionales de muchos países en desarrollo, han hecho posible una nueva forma de hacer ciencia: los colaboratorios. Muchos autores enfatizan el aspecto físico de los colaboratorios. Clement y Van den Besselaar (1993) los entendían como laboratorios en los cuales los científicos pueden trabajar conjuntamente, estando en sitios geográficos distintos, alejados unos de otros y de sus instrumentos y equipos de investigación. Dentro de la misma tendencia tecnologista, también han sido descritos como centros de investigación sin paredes, en los que sus usuarios pueden desarrollar investigaciones sin depender de su ubicación geográfica. Estos usuarios comparten instrumentos, datos y capacidad de cómputo, a la vez que el acceso a inmensas librerías digitales (Wulf, 1999). El término “usuarios” refleja bien la concepción del autor acerca de cómo la ciencia es una relación entre unos científicos y unos equipos, en la que la interacción proviene exclusivamente de compartir esos equipos. Si la ciencia se redujera a eso y se pudiera ignorar el contexto social y político, seguramente las barreras que dificultan el acceso de los científicos de países en desarrollo al conocimiento no existirían. El colaboratorio sería el paradigma de la colaboración científica sin fronteras en la aldea global de la ciencia, conformada por Internet, Internet 2 y Grid. En contraste, la ciencia puede concebirse como un conjunto abierto de relaciones sociales entre científicos, sus grupos, sus comunidades, sus congresos, sus journals, sus entornos sociales y políticos, y, evidentemente, también sus laboratorios físicos. En este contexto, la predicción que algunos autores hicieran en la década pasada de la inminente sustitución de los laboratorios tradicionales por colaboratorios abiertos, queda en el mismo lugar que hoy se le asigna a la utopía de la aldea global. Kling et al. (2000) trascienden ese determinismo 83
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tecnológico y adoptan una visión social de los colaboratorios, que ven respectivamente como una relación que trasciende la de un grupo de usuarios de un instrumento de laboratorio, y como una red socio-técnica de interacción. Aunque no desarrollan las implicaciones internacionales, su visión permite una inmediata extrapolación al escenario mundial. La simple disponibilidad de medios de información y comunicación ha mostrado ser insuficiente para asegurar una difusión adecuada del conocimiento científico en la sociedad y entre las sociedades de los distintos países, algo que puede explicarse por factores económicos, jurídicos y políticos, además de los sociales que señalan Kling et al. Ni siquiera los argumentos que muestran el beneficio global que podría traer una más cercana incorporación de las comunidades científicas de los países en desarrollo a las grandes corrientes de la ciencia mundial (Forero y Jaramillo, 2002), son suficientes para asegurar ese acceso. Las barreras son de distinta índole: los altos costos que representa acceder a las espinas dorsales de la comunicación digital para muchos países; la precaria preparación previa de los potenciales receptores del conocimiento para apropiarlo y hacerlo funcional; las interferencias de los sistemas de propiedad intelectual con el intercambio científico, ante la señalada tendencia a desdibujarse de las fronteras entre tecnología y ciencia; y las limitaciones (de magnitud variable) de los medios de comunicación de transmitir el conocimiento tácito o no codificable. También hay problemas que tienen que ver con las estructuras de gobierno propias de las comunidades científicas, sus reglas de acceso, el carácter de la competencia por la primacía en obtener determinados resultados, que son cuellos de botella en el avance en un campo determinado; la interferencia de las relaciones personales aún en procesos tan intencionalmente asépticos como la evaluación por pares secretos, especialmente en temas relativamente estrechos; la influencia de los colegios invisibles en la conformación de agendas y en el reconocimiento de méritos; la complejidad y diversidad de las recompensas que se otorgan a la colaboración en la investigación; las trabas consulares a la movilidad de los científicos, y las dinámicas laborales que, unidas a la competencia entre instituciones por fondos de investigación, suelen frenar la colaboración científica. Todos estos obstáculos están relacionados con las instituciones que regulan la actividad científica y están enraizados culturalmente. Sin embargo, no son los únicos que se interponen al acceso de los países en desarrollo al conocimiento.
La contracción de los tejidos de la ciencia En las dos últimas décadas del siglo XX, surge un nuevo mercantilismo entre las naciones industrializadas, esta vez centrado en el conocimiento. La apropiación de porciones crecientes del conocimiento científico por distintos tipos de agentes económicos es su principal manifestación. En el plano de la “ciencia muerta”, los costos del insumo principal de la creación de conocimiento científico, que es la 84
información científica, aumentaron de manera desmesurada. El precio de las revistas científicas se multiplicó 18 veces en el período 1970-1995, cuando el índice de precios al consumidor (y aún el costo de los libros, que puede interpretarse como un índice de los costos de impresión) apenas se ampliaron por un factor de 3 (Walker, 1998). En los Estados Unidos se aprobó el Bayh Dole Act, iniciativa que rompió con la tradición de mantener en el dominio público el conocimiento científico generado como resultado de proyectos de investigación universitarios, adelantados con financiación gubernamental. Varios países de Europa, preocupados por la competitividad a corto plazo de su industria ante la potencial ventaja de las empresas norteamericanas beneficiadas, aprobaron regulaciones similares (Forero, 2005). Con esta medida, el conocimiento científico, que tradicionalmente se mantenía en el dominio público, puede ser objeto de apropiación y monopolización. Siempre fue posible usar el conocimiento científico para desarrollar tecnología apropiada mediante el sistema de patentes; ahora, el acceso al conocimiento se puede monopolizar desde el momento de su formulación científica, cuando existe el potencial de su utilización para el desarrollo de tecnologías. Aunque en Estados Unidos las iniciativas para consagrar la protección a la propiedad intelectual sobre las bases de datos no originales han sido frenadas por la oposición de la comunidad científica, una Directiva de la Unión Europea y la ley de algunos países de fuera de la comunidad como México protegen la propiedad intelectual de estos depósitos de información científica que contienen trabajos y datos cuyo copyright fue generalmente cedido por el autor a una revista, y luego negociado por ésta con el promotor de la base de datos (Forero, 2004). En el plano de la ciencia viva, se ha operado en forma concomitante un estrechamiento de los baldíos de la ciencia. Por una parte, se han reducido los apoyos de los gobiernos de países altamente industrializados a los colaboratorios (Kesselman, 2005). Por otra, el afán de comercialización de los resultados de sus investigaciones, impulsado por medidas como el Bayh Dole Act y sus similares, ha traído como consecuencia un cierre relativo de muchos laboratorios a las pasantías de científicos de otros países (Forero, 2005). Finalmente, recientes medidas de seguridad y provisiones consulares orientadas en el mismo sentido han dificultado la movilidad de científicos a través de las fronteras. El intercambio permanente de resultados, el aprendizaje de métodos, la formación de jóvenes investigadores son cruciales para el desarrollo de las comunidades científicas, en especial para las de países en desarrollo, lo que implicaría una reapertura de estos flujos de “conocimiento vivo”. Este estrechamiento de los tradicionales baldíos de la ciencia tiene un impacto especialmente marcado sobre los flujos de conocimiento tácito (Polanyi, 1967), aquel que no es fácilmente transmisible por los medios electrónicos de comunicación (principalmente competencias y destrezas) y requiere normalmente de la presencia en el
Baldíos y cercamientos en la aldea global de la ciencia
mismo lugar de emisor y receptor. Una forma común de validación de un resultado científico es la reproducibilidad de su componente experimental. La posibilidad de reproducir esos experimentos es condición de aceptación de unos resultados por la comunidad científica, pero también una forma de inducir la codificación plena de los métodos empleados y su divulgación libre en toda la comunidad. Sin embargo, son muchos los casos en que esta codificación plena no se logra, ya sea por la imposibilidad de articular los métodos de manipulación, ya sea por el comportamiento estratégico de estos laboratorios, que prefieren guardar el secreto de sus métodos, en violación de los principios de la ética mertoniana, pero en interés de sus ventajas científicas o para preservar el potencial comercial de sus investigaciones7. Las ventajas de promover la colaboración científica internacional son pues grandes: la importancia que para la ciencia tiene transmitir el conocimiento tácito; la posibilidad de mejorar la reproducibilidad de los resultados científicos sin tener que recurrir a procesos de codificación de protocolos que serían excesivamente costosos, y disminuir los costos de duplicar muchos proyectos de investigación cuando distintos grupos compiten por los mismos resultados. También es claro que la cooperación entre investigadores no se da en forma espontánea, y que son necesarios incentivos para asegurarla, con el objeto de que la regla de la primacía que otorga el reconocimiento al primero que obtiene un resultado científico, o los potenciales intereses comerciales, no impidan la cooperación, especialmente la cooperación internacional.
La ecología de las formas de hacer ciencia No siendo válidas las predicciones del advenimiento de una aldea global de la ciencia, donde los colaboratorios sin fronteras desplazarían a los laboratorios tradicionales, encontramos en la realidad una ecología de la actividad científica, en la que coexisten en la actualidad distintos tipos de laboratorio: el colaboratorio con ramificaciones nacionales e internacionales, generalmente basado en un país industrializado; el laboratorio o equipo de investigación tradicional, que comparte un mismo espacio geográfico, y se encuentra con los demás miembros de la comunidad científica a través de los medios clásicos de comunicación científica: la correspondencia, los congresos, las revistas, en donde sus miembros son participantes activos; el laboratorio aislado, de mayor frecuencia en los países en desarrollo, receptor pasivo de la “ciencia muerta” de las revistas, sin conexiones vivas con otros laboratorios o grupos de investigación internacionales y con agendas locales que se expresan en revistas y memorias de eventos locales, en las que el arbitraje es deficiente. Recientes entrevistas del autor con investigadores de seis países de América Latina confirman la existencia de estos tres 7
Véase la ponencia del autor presentada en IIASA 2000, en la que se basa una parte de esta sección.
modelos de investigación en las ciencias básicas y de la salud en la región. Los investigadores más citados de cada país en su área tienen vinculaciones internacionales relativamente fuertes, que con frecuencia se expresan en coautorías, siempre en revistas internacionales. En contraste, un conjunto más amplio de laboratorios y grupos de investigación, con agendas de proyección local, se encuentra en relativo aislamiento o se mueve en circuitos locales de ciencia, que rara vez alcanzan siquiera la escala latinoamericana, indicaría la plausibilidad de una hipótesis dualista, comparable a la clásica separación de un sector moderno y un sector tradicional en las economías en desarrollo, para interpretar el panorama de la ciencia latinoamericana. En el caso de las ciencias sociales, se observa que los investigadores más destacados de cada país no coinciden con los más citados en las bases del Institute of Scientific Information. Su proyección es nacional y en algunos casos latinoamericana. Estas comunidades, entre las que se encuentran grupos de muy alta productividad y con estructuras internas que no difieren tanto de los de las ciencias básicas, publican sus resultados de investigación en libros y revistas que tienen la particularidad de una capacidad mayor de autosostenimiento que las de otras ciencias. Sus comunidades científico-sociales nacionales son relativamente más amplias que las de las ciencias básicas. Más allá de la descripción de este panorama, resulta interesante tratar de explicarse porqué pueden coexistir estas formas tan diversas de hacer ciencia en el mundo, a pesar de las grandes diferencias de productividad que hay entre ellas. La primera es que estas estructuras no están gobernadas por el mercado, sino que se financian generalmente dentro de esquemas de asignación distintos del mercado. La segunda está relacionada con el carácter único de cada conocimiento y el “monopolio” que sobre él ejercen los grupos. En este sentido, las agendas locales (por oposición a universales) aparecen como seguros de vida para estos grupos que, sometidos a la competencia en agendas de interés universal, y sin el apoyo de fondos estatales nacionales, tendrían mayores dificultades para sobrevivir. La tercera tiene que ver con las diferencias considerables de entorno y el apoyo que reciben y las estrechas conexiones que guardan con determinados sectores de sus sociedades nacionales. Es el caso de los grupos de investigación de temas agropecuarios, observado directamente en las entrevistas de América Latina, en los que la relación con los sectores productivos locales y regionales es particularmente cercana, su agenda de investigación relativamente estrecha y su reconocimiento internacional variable.
El acceso de las comunidades científicas y de las poblaciones El acceso a la ciencia de los investigadores de una nación está íntimamente relacionado con el acceso de la población de esa nación al conocimiento. La relación que construyen las personas del común con la ciencia, más que la simple disponibilidad de información, es la base que soporta la 85
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permanente renovación de las comunidades científicas. En el largo plazo, no es probable que una nación con una estrecha base de personas que han tenido acceso a la educación, en especial al desarrollo de competencias para preguntarse, indagar y compartir conocimiento pueda renovar, desarrollar y ampliar su comunidad científica. En particular, la brecha digital entre naciones es uno de los obstáculos que impide el avance balanceado de una comunidad científica a escala de la Humanidad. Si el ingreso está mal repartido en el mundo, es posible mostrar que el acceso a la comunicación digital está aún más concentrado en ciertos países. Para ello, hemos construido una curva de Lorenz y calculado el Gini del ingreso a nivel global. Aún sin tener en cuenta las inexistentes estadísticas de los países más pobres del globo, la concentración del acceso a los computadores y a Internet es muy aguda, mucho más que la concentración del ingreso. Es posible mostrar dramáticas fotografías que ilustren la disparidad del ingreso en el globo. La disparidad del acceso al conocimiento digital no es tan visible y quizá no sea tan fácil de fotografiar, pero es aún mayor, como lo muestran el gráfico siguiente.
Figura 1 Curvas de Lorenz del Ingreso y del Acceso a Internet. % del PIB mundial y % Usuarios Internet
1 0.9 0.8 0.7
J. and G. Sachs. 2001. Network Readiness Index.
La figura ilustra las brechas de la comunicación y en particular la brecha digital entre países, pero no la brecha interna de cada país. En su cálculo se han tomado las cifras de promedio per-cápita tanto de los ingresos como de los accesos digitales. Es por ello apenas una aproximación a una concentración que es todavía más aguda. Quizá esta reflexión acerca de las comunidades científicas y su estrecha dependencia en el largo plazo del acceso de las poblaciones al conocimiento, en particular a las competencias básicas que le permiten aprovechar el conocimiento y construir el que le sea necesario para sobrevivir, le agrega una responsabilidad social a los científicos de los países en desarrollo. Para ellos, la tarea no se limita a la creación de conocimiento para la Humanidad, ni a la adaptación de conocimiento para la solución de problemas endémicos de su entorno local. También les cabe un papel qué jugar en la renovación y ampliación de sus comunidades locales, algo que pasa necesariamente por la ampliación del acceso al conocimiento de las poblaciones de sus países. La misma continuidad de sus agendas de investigación depende de la ampliación de sus comunidades. Y esta no será fácil a menos que el acceso a la educación que permite recibir el conocimiento creado por los investigadores se extienda a capas más amplias de la población. En ello, la extensión de los medios de comunicación y en particular de los accesos digitales, juegan un papel central. La aldea global de la ciencia será una utopía un poco más cercana cuando la aldea global de la información y las comunicaciones también lo sea.
Referencias
0.6
Callon M. (1999). Le réseau comme forme emergente et comme modalité de coordination: le cas des interactions stratégiques entre firmes industrielles et laboratoires académiques. En M. Callon, P. Cohendet, N. Curien, J.M. Dalle, F. Eymard-Duvernay. D., Foray & E. Schhenk, Réseau et coordination. Paris: Economica.
0.5 0.4 0.3 0.2 0.1 0 0
0.1
0.2
0.3
0.4
0.5
0.6
0.7
0.8
0.9 1
Clement, A. & Van den Besselaar, P. (1993). A restrospective look at PD projects. Communications of the ACM, 36(6), 29-37.
% Poblacion mundial Ingreso
Acceso a Internet
Si bien la concentración del ingreso entre los países del mundo es muy alta (su Coeficiente de Gini es 0.23), la de los accesos a Internet es aún mayor (Gini = 0.35). 85 % de los usuarios de Internet en el mundo residen en países donde sólo está el 20 % de la población mundial. Los computadores tienen una distribución muy similar a la de los accesos a Internet. Los teléfonos celulares están mejor distribuidos que los accesos a Internet (Gini = 0.30). Fuente: cálculos del autor, basados en estadísticas básicas publicadas en Kirkman 86
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Baldíos y cercamientos en la aldea global de la ciencia
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 89-98.
¿EN QUÉ ESPACIO HABITAMOS REALMENTE LOS HOMBRES? Luis Castro Nogueira*
Resumen Partiendo del examen a una investigación sobre las transformaciones del espacio rural en Navarra (España) el autor –sociólogo especializado en el análisis de los imaginarios espacio-temporales en la cultura contemporánea- traza un mapa de los desafíos que esas transformaciones plantean a las ciencias sociales en Europa pero también, en buena medida, a este otro lado del Atlántico.
Palabras clave: Espacio-tiempo social, cartografias simbólicas, paisajes sociales, imaginarios espaciales, curvaturas del espacio-tiempo social (plektopoi), procesos de subjetivación: socius, corpus, animus, habitus/fluxus.
Abstract Using a research on the rural space transformations at Navarra (Spain) as starting point, the author—a sociologist specialized in the study of spatial-temporal imaginaries of contemporary culture— traced a map of the challenges these transformations impart to the Social Sciences in Europe as well as in the Americas.
Keywords: Social Space-Time; Symbolic Cartographies; Social Landscapes; Spatial Imaginaries; Social Space-Time Curves (plektopoi); Subjectivity Processes: socius, corpus, animus, habitus/fluxus.
Cuando redacto el texto (agosto de 2005), los colonos judíos, siguiendo órdenes del gobierno de Sharon, abandonan, no sin fuerte resistencia, la franja de Gaza, mientras los palestinos se disponen a recuperar con enorme alborozo popular el primero (¡!) de sus territorios ocupados. Ciertamente, un telón de fondo ideal para cualquier meditación sociológica sobre la complejidad de los imaginarios espacio-temporales. Y a ello vamos. El ensayo se divide en tres partes. En la primera exponemos
*
Doctor en Filosofia por la Universidad Autónoma de Madrid y Master of Arts en la Universidad de Londres, es profesor de Filosofía y Metodología de las Ciencias Sociales en la UNED. Hace parte, con Ignacio Gomez Liaño y Mariano H.Ossorno, del grupo que introduce en España la investigación sobre la historia de la espacialidad como experiencia social : cognitiva, estética, política. Ha publicado Ensayo general para un ballet anarquista (Libertarias, Madrid, 1986); Tiempos modernos, ( La General,Granada 1991); La risa del espacio: el imaginario espacio-temporal contemporáneo (Tecnos, Madrid, 1997); Social Space and Time in Classical Greece (en prensa).
Fecha de recepción: Agosto de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
algunas ideas del libro Paisajes sociales y metáforas del lugar, de J. Oliva y LA Camarero (2005) y su doble relevancia como trabajo empírico y manifiesto teórico a la hora de reformular algunas categorías básicas de las ciencias sociales. En la segunda parte repensamos y reubicamos sus hallazgos a la luz de nuestro propio modelo de tensores y curvaturas para explorar el imaginario espacio-temporal expuesto en La risa del espacio. En la tercera, exponemos sucinta y críticamente algunas consideraciones básicas sobre el habitus espaciotemporal y los procesos de subjetivación desde las cuales tratamos de integrar en las ciencias sociales las brillantes metáforas espaciales de Sloterdijk en torno a burbujas y esferas, las conocidas tesis de Bourdieu sobre la lógica de los campos y nuestras propias contribuciones en torno a los imaginarios espacio-temporales y su lugar en las investigaciones sociológicas.
La (re)inserción del espacio-tiempo social y los imaginarios espaciales en las ciencias sociales
Paisajes sociales y metáforas del lugar (Oliva y Camarero, 2005) Los hombres, dicen Oliva y Camarero, necesitan inventarse a sí mismos sin descanso… se trata de una incesante tarea de elaboración figurativa que produce discursos, metáforas y se vale de esos constructos de sentido, del imaginario magmático que media nuestra percepción de la realidad y la instituye (Castoriadis, 1975). Como sugiere la metáfora de Geertz, no somos sino arañas prendidas en la propia red de sentidos y significados que hemos tejido y seguimos tejiendo sin descanso (Geertz, citado en Oliva y Camarero, 1992). Los pueblos y ciudades se viven e imaginan de forma muy diferente a como lo eran tan sólo hace unas décadas. Algo que forzosamente exige un radical cambio de enfoque en las propias ciencias sociales. Para los autores es menester penetrar a fondo en la propia configuración de la persona o el self contemporáneo y en los sentidos que adquieren los lugares junto a sus relaciones con la identidad y los estilos de vida. Los media, el posfordismo y las TIC han licuado los viejos fetiches sobre el campo, la ruralidad y sus habitantes. Mientras la instantaneidad erosiona la sensación del lugar, la experiencia inmediata de otros lugares reales o imaginarios, a menudo mercantilizados, nos sumerge en una utopía globalizada y falsamente supercomunicada que desestabiliza los referentes tradicionales de nuestra seguridad ontológica (Oliva y Camarero, 1992, p. 22). A medida que los lugares (reales o imaginarios, mercantilizados o significados) inundan nuestra experiencia cotidiana, también se transforma la manera como son vividos en tanto que realidades físicas, sociales y simbólicas (Oliva y Camarero, 1992, p. 24). 89
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Los autores captan lúcidamente la compleja experiencia social (n-dimensional) de una ruralidad itinerante (una nueva estacionalidad espaciotemporal), que redefine radicalmente el socio-ritmo (como diría Lefebvre) de pueblos y ciudades, determinado por la dispersión productiva y residencial y nuevas prácticas de ocio-consumo, conectadas al espacio de los flujos del que habla Castells: flujos de información, de capital y de imágenes, que reconfiguran la experiencia de los lugares creando nuevos espacios sociales y simbólicos en mutación constante. Factores como la deslocalización productiva, la contraurbanización y la desagrarización han reestructurado el ethos de la modernización desarrollista de los años sesenta del siglo pasado, enfrentándonos con el reto de pensar a fondo estas transformaciones. La nueva experiencia de lo rural ha adquirido un notable poder como dispositivo ideológico-cultural rompiendo con el mito de la urbanización. El pueblo y la ciudad se valoran desde la conciencia del fracaso de aquella utopía urbana y los nuevos héroes ya no son los emigrantes a la ciudad en busca de fortuna sino, por el contrario, los nuevos actores y residentes que pueblan (retornando a veces a) las nuevas urbanizaciones y zonas rurales. La ciudad (y las narrativas de malestar de los emigrantes retornados y turistas) ha dejado de ser el utópico lugar de la liberación para convertirse en un nodo del espacio de los flujos en el que se entra y se sale conservando todavía cierta aura de poder. Todo ello ha llevado a profundos cambios en los estudios sociales del fin de milenio que cuestionan la oposición rural/ urbano (como formas de vida radicalmente diferenciadas) para explorar la hibridación, la desdiferenciación y el mestizaje, borroso y cambiante, de nuevas estrategias y estilos de vida, protagonizados por nuevos actores, nuevas identidades y narrativas. Los autores defienden la necesidad de esta reorientación que enfatiza las representaciones colectivas (Halfacree), la construcción social (Mormont) y el carácter discursivo (Marsden) de esta desdiferenciación, representada muy especialmente por autores anglosajones que diseccionan este nuevo imaginario rural y suburbano, adelantado ya en los años sesenta y setenta del siglo pasado por autores como Lefebvre, Morin y Gaviria. Lo rural como elemento imaginario asociado a lo natural, la salud, la identidad, la pertenencia, pasa a formar parte de nuestras estrategias identitarias, de consumo, residenciales y turísticas (Oliva y Camarero, 1992, p.26). La mirada del turista convierte a los lugares en objetos de voracidad visual, los museifica y disneyfica amenazando con convertirlos en parques temáticos ligados a (y disueltos en) circuitos de consumo. De esta forma, los sentidos que asociamos a nuestras experiencias con los lugares (la infancia, las verdades eternas, la seguridad, la solidaridad intergeneracional...), pueden ser vinculados a los productos (compramos comida enlatada porque es “sana” y elaborada como si fuera “artesana”, adquirimos unifamiliares porque así vivimos “independientes” y “libres” (Oliva y Camarero, 1992, p. 27). Como muestran 90
Lash y Urry (1998), en torno a los lugares y lo rural ha surgido una poderosa economía de signos y espacios. Como constructos de sentido los lugares despliegan toda una dimensión emocional. Una ventajosa vía de acceso a nuestros deseos y expectativas. Los autores conceden la palabra a los propios residentes rurales y a sus estrategias discursivas, prácticas y estilos de vida, a la hora de desentrañar los significados de lo rural como artefacto imaginario que subyace en las narrativas sobre el arraigo, el futuro local y los otros y que legitima las estrategias residenciales de ocio y consumo.
Cartografías imaginarias: apuntes para pensar la itinerancia y la fluidez social “Los significados atribuidos al lugar y a la pertenencia; las metáforas utilizadas para describir nuestra experiencia del mismo o para expresar los sentidos de nuestro arraigo; las batallas (reales y simbólicas) por la apropiación de sus tiempos, espacios y recursos, o los discursos sobre los buenos y malos usos de todos ellos... conforman otra cartografía imaginaria a partir de la cual podemos estudiar esta ruralidad cambiante” (Oliva y Camarero, 1992, p. 65). Esbozan los autores, como resultado de sus análisis, una ruralidad reflexiva e itinerante (que se compara sin complejos con las ciudades), nómada (que hace de la movilidad su principal capital de arraigo) y heterogénea (formada por grupos de residentes que la viven con estilos de vida diferenciados, en espacios y tiempos a menudo asimétricos)...una realidad local sometida a un cambio vertiginoso, irremediablemente ligada a las nuevas ventajas e incertidumbres glocales (Oliva y Camarero, 1992, p21). Los pueblos y enclaves rurales constituyen para sus habitantes accidentes geográficos dotados de “un marco relacional y de sentido mediante un imaginario sobre el que se proyectan expectativas e intereses. Y en este sentido, también constituye toda una apuesta emocional que amalgama deseos, temores, identidades... y cuyo reflejo los (nos) instituye como sujetos sociales” (Oliva y Camarero, 1992, p. 119). “Para los individuos, en definitiva, la ruralidad se convierte en un imaginario de la localidad (...) La localidad, como realidad social, adquiere su carácter a través del plano ideal que representa la ruralidad...Esto resulta muy claro en el caso de los nuevos residentes, quienes construyen su localidad en función de las características deseadas. Así valoran, por ejemplo, la homogeneidad edificatoria, la apariencia de antiguo, los espacios abiertos, los olores...” (Oliva y Camarero, 1992, p. 121). En definitiva, la localidad no es un marco estricto, física y objetivamente delimitado, sino que es un entorno complejo. Complejo en el sentido de que es “proyectado por sus habitantes y a la vez interiorizado en sus acciones por los mismos” (Oliva y Camarero, 1992, p. 122).
Necesidad de repensar las categorías sociológicas Las herramientas epistemológicas y metodológicas han sido
¿En qué espacio habitamos realmente los hombres?
forjadas para representar procesos lineales de modernización. Sin embargo, la irrupción sobremoderna (la generalización de la movilidad, la desestabilización de los referentes, la instantaneidad telemática...) y la glocalización multicultural (la omnipresencia de los otros, la reversibilidad de los acontecimientos) nos han lanzado, paradójicamente, a la incertidumbre de lo heterogéneo, a las trayectorias esquivas de lo itinerante. Las sociedades complejas se han revelado profundamente inestables, y la mirada que ejercen sobre sí mismas las convierte en un poderoso entramado, construido sobre la fragilidad convulsa de los estados de ánimo y la cambiante fluidez de las representaciones sobre lo real. “(...) Por otro lado, los gobiernos locales no pueden ya pensar su entorno inmediato sin tener en cuenta los circuitos de circulación de capitales, personas y signos. Debemos empezar a pensar la posición en las redes del “espacio de los flujos”, más que en la vieja localización del lugar. El futuro local no está determinado sólo por sus residentes sino por los que pueden arraigarse en la itinerancia, la actitud de los propietarios ausentes o la demanda de los potenciales consumidores de sus recursos (materiales o simbólicos)” (Oliva y Camarero, 1992, p.123). ¿Qué significa para las ciencias sociales la aportación de Oliva y Camarero, más allá de un novedoso y brillante análisis empírico sobre los paisajes sociales, tan valioso desde un punto de vista metodológico y, quizás, incómodo (para muchos) en el plano político? Lo esencial de su aportación por lo que respecta al objetivo de este ensayo es lo siguiente: 1. Más allá del caso navarro, los paisajes sociales de cualquier ruralidad (inglesa, italiana o alemana) son (crecientemente) irreductibles a los viejos procesos lineales de modernización que han surtido de categorías epistemológicas, metodológicas y ontológicas, a las ciencias sociales. Aunque en cierto modo siempre lo había sido, quizás nunca como ahora la vieja geografía física se nos revela, ante todo, como geografía constitutivamente social, narrativa y simbólica. 2. Las venerables cartografías (basadas en indicadores convencionales de renta, actividades productivas, edad o género, propias de la geografía económica clásica) de los paisajes sociales de cualquier ruralidad, son causa/ efecto de cartografías imaginarias cuyos solapamientos son cada vez más determinantes para el destino, sentido, destino, realidad y objetividad de las primeras. 3. La hibridación y el mestizaje protagonizados por nuevos actores, nuevas identidades y nuevas narrativas, reclaman nuevas herramientas para repensar los paisajes rurales de la posmodernidad. 4. El espacio-tiempo social de las ruralidades contemporáneas es un espacio social cada vez más y más glocalizado: abierto a (y contaminado por) el espacio de los flujos (infográficos, financieros, geopolíticos, mediáticos y de consumo). 5. Las viejas localidades de la geografía física pierden su autonomía y singularidad para depender, cada vez en mayor grado, de imaginarios colectivos, ligados a esa
omnipresente esfera, asimismo magmática y en perpetua metamorfosis, de los flujos del capital, las modas y los estilos de vida. Algo que no sólo para los nacionalismos crea problemas identitarios. 6. Las TIC (tecnologías de información y comunicación) han licuado los vetustos fetiches sobre el campo, la ruralidad y sus habitantes. Los patrones rurales de consumo son inseparables de conflictos y luchas simbólicas causa/efecto de la dinámica económica y cultural. Lo ideológico, onírico y emocional forma parte decisiva de la mercantilización flexible de las neo-ruralidades posmodernas. Lo rural, lo natural, la salud y la identidad personal se entretejen prometiendo nuevos (fascinantes) fetichismos para el consumo ecológico, económico e ideológico-político. 7. Las realidades locales ya no dependen socioeconómicamente de sí mismas, de la actitud política de sus residentes y de sus propios procesos productivos, sino de otros agentes virtuales remotos en el espacio (inversores/consumidores) que en cualquier momento pueden resultar decisivos para cualquier lugar, modificando las reglas del juego. 8. El espacio-tiempo social de las nuevas ruralidades se halla tramado por texturas y energías (colectivas e individuales) imaginarias, discursivas, narrativas, figurativas, metafóricas y simbólicas, cargadas de poderosas resonancias y de complicidades emocionales, en continuo (impredecible) devenir, que no sólo modifican la realidad social sino que la determinan y constituyen de cabo a rabo. 9. La vivencia del lugar, la singularidad local, las representaciones del pueblo y los sentidos del arraigo, pero también, y de manera inextricable, el valor de mercado de las casas y la propia experiencia de los lugareños (que a menudo se compra/vende empaquetada y con el precio puesto), se hallan mediadas por esos magmas imaginarios en permanente becoming, creando rentables nichos posfordistas en una industria de turismo rural cada vez más (¡Heidegger permitting!) ontologizada y kitsch.
Revisitando las curvaturas (plektopoi) del espacio-tiempo social En La risa del espacio (Castro Nogueira, 1997) recurríamos para describir la genealogía y ontología de lugares y espacios, a lo que llamábamos metafóricamente tensores de curvatura que constituyen, pliegan y trenzan virtualmente el espacio-tiempo social tanto a un nivel local (campos gravitatorios de ciertos cuerpos institucionales) como al nivel global del espacio-tiempo propio de una época histórica o de una determinada cultura. De acuerdo con ello, manteníamos que todo espacio-tiempo social se constituye y redimensiona exteriormente como causa y efecto (entre otras variables) de sus prácticas materiales constructivas de orden técnico, sus juegos discursivos y sus códigos visuales. Interiormente, en primer lugar, como causa y efecto de las prácticas individuales; en segundo lugar, de sus relaciones con las facultades humanas (deseo, memoria, imaginación/ razón) y, finalmente, en 91
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tercer lugar, de las diferentes estrategias de poder. Por ello, toda época es causa/efecto a la vez de la curvatura de su espacio-tiempo tanto a un nivel local como global. Sin embargo, toda época- y esto es decisivo- se sueña y se postula, imaginariamente, como curvatura cero: puro plano normal de consistencia; coexistencia espacio-temporal de grado cero, como una suerte de en- sí, autoevidente, de su propia e irreductible, espacio-temporalidad. De esta suerte, inspirándonos y modificando esquemas de Lefebvre y Harvey, distinguíamos las siguientes dimensiones a la hora de analizar el imaginario espacio-temporal que otorga sentido a los lugares en los que habitamos los hombres:
imaginería de la polis (templos, mercados, estadios, murallas, plazas, estatuas, pinturas y decoración) pone en escena todos los valores políticos, religiosos y familiares. Por su parte, la visualidad del barroco (trampantojos, cúpulas ilusionistas y perspectivas vertiginosas) se expresa admirablemente como aquellos espejismos del Engaño/ Desengaño que pueblan los hábitos perceptivos de los personajes de El Criticón. En nuestra época, la iconosfera, la aldea global, la sociedad del espectáculo, el juego de los simulacros y la realidad virtual son, todos ellos, ingredientes decisivos de la ontología política de la visualidad posmoderna, o como quiera llamársele.
A. Curvatura Externa del espacio-tiempo social, con tres tipos de coeficientes tensoriales1 que operan de un modo complejo en una sinergia irreductible a cualquier modelo de pensamiento lineal.
B. Curvatura interna del espacio-tiempo social que constituye el habitus. Esta curvatura interna permite su desglose en tres niveles interdependientes y, asimismo, relacionados de manera muy compleja, no lineal y a menudo discordante, con la curvatura externa del espacio-tiempo social.
1. Producción física y material (técnica) del espacio-tiempo social. Como ejemplos emblemáticos pueden servir la polis o la ciudad santa barroca (Roma). En nuestra época aparece toda una problemática de la organización geopolítica y técnico-financiera: el espacio-tiempo desterritorializado del capital y los viejos (territorializados/ territorializantes) estados nacionales, el espacio de los flujos (Castells) y lo que nosotros llamamos flujos del espacio2. 2. Producción/ reproducción de discursos sobre el espaciotiempo social: tensores científicos, mitológicos, mágicos y teológicos que constituyen y traman el legein (la normalidad simbólica) de lo espacial en todas sus dimensiones y complejidad: mapas, planos, topografías, cartografías, teorías geopolíticas; pero también representaciones geométricas o topológicas, filosóficas y sistemas simbólico-estéticos de representación espacial. Así, para seguir con los mismos ejemplos, el espacio-tiempo social de la polis arcaica se fundamenta en la pareja Hestia (la casa, lo telúrico, lo femenino, lo inmóvil)/ Hermes (lo público, el ágora, el dominio de lo masculino y el ritmo social). Y la Roma de Sixto V (con sus obeliscos y plazas herméticas), exhibe una escritura urbanística tramada por las virtudes mántico-psico-tópicas de la infinitud espacial. En la modernidad, la reducción instrumental del espacio ontológico y urbanístico a la vorágine del tiempo, el progreso, el mercado y el Estado se inscriben en los bulevares, los pasajes de Paris que tanto fascinaron a Benjamín, los (casi desparecidos) enclaves obreros y las actuales (densas) constelaciones mediático-telemáticas. 3. Producción/ reproducción de la visualidad social propia de una época: formas visuales materiales y utópicas; heterotopías, imaginería y control social; aprendizaje de códigos visuales y de otros órdenes perceptivos. La 1 2
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Sobre el significado de esta metáfora tensorial que explica la curvatura del espacio-tiempo social. Para aclarar esta distinción, ver Castro Nogueira (1997), p. 60 y siguientes.
1. Cartografía cognitiva y prácticas espacio-temporales. (Des)orientación del sujeto en el espacio. (In)capacidad de situarse e imaginar su lugar en la globalidad virtual del espacio-tiempo social. El ciudadano de la Atenas de Pericles constituye un buen ejemplo de cierta particular (feliz y efímera) integración de prácticas espaciales y cognitive mapping. Sus dimensiones como ser humano parecen solaparse con las de polités en una ontología política en la que todo parece localizado: como despotés y amo en la casa; como demócrata en la Asamblea; como creyente en el templo; como cuerpo y deseo en el gimnasio y como ser civilizado en los límites del Ática que marcan su territorio frente a los bárbaros. En el Barroco, sin embargo, coexisten dos cartografías cognitivas: una contrarreformista ligada a los mencionados trampantojos y espejismos del mundo, y otra, dióptrica y cartesiana, vinculada a la nueva ciencia y la mathesis universalis. En nuestra época, entre otros fenómenos, surge la nueva problemática de lo sublime posmoderno como (im)posibilidad de un cognitive mapping (Lynch y Jameson), los hiperespacios infográficos y mediáticos, la deslocalización no sólo económica y los no-lugares. 2. Funciones psico-epistemológicas y ontológicas del espacio-tiempo social en relación con el deseo, la memoria, la imaginación y el conocimiento. La interioridad e identidad personal concebidas en términos de espacio-tiempo interior tal como se han configurado en las diferentes culturas y épocas históricas. Por ejemplo, la relevancia crucial de Nnemosyne (la memoria, el retorno y la repetición) para el ideal griego de acción determina, sin duda, su escasa o nula capacidad de imaginar o gestionar (política, económica, técnica o filosóficamente) el futuro en un sentido moderno. Y, como es sabido, la interioridad barroca se expresa, en general, como alma constituida por cierta infinitud espacial imaginaria: mónada que refleja especularmente la infinitud del cosmos y en la que tampoco existe espacio todavía para la singularidad biográfica y la irreversibilidad del tiempo. La modernidad, sin embargo, concibe la interioridad humana
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como tiempo -en todas sus variantes-: proyecto colectivo revolucionario (Saint-Simon, Comte, Marx), memoria personal (Proust, Freud) y originalidad subjetiva (vanguardias artísticas) irreductiblemente personal.
espacio-tiempo social que apuntan, inequívocamente, a una espaciología más allá de la modernidad: 1.
3. Poder y modalidades de la experiencia subjetiva. Reproducción del interior del exterior como operación de la curvatura externa sobre la interna y viceversa. Por ejemplo, la densidad simbólica que articula la casa griega (JP. Vernant) o el poder edificante del imaginario barroco sobre la psique individual (I. Gómez de Liaño, 1992). Y ya, en nuestro tiempo, por citar sólo algunos ejemplos: el poder normalizador de las disciplinas foucaultianas; la eidosfera infográfica, la alienación de la sociedad del espectáculo, los efectos esquizofrénicos inducidos por el hiperespacio posmoderno, los media y la mercantilización de los estilos de vida.
De esta guisa, decíamos, la experiencia espacio-temporal de un ser humano se constituye por el cruce complejo y, a menudo, discordante entre ambas curvaturas externa e interna. Todo espacio-tiempo social se halla inextricablemente trenzado, tramado y urdido por toda una serie de coeficientes tensoriales o fuerzas imaginarias (a fuer de reales y materiales). La polis, el burgo medieval o un sweat-shop actual californiano son, en este sentido, plektopoi: racimos de espacio-tiempos (a la vez materiales e imaginarios, a la vez sociales y rabiosamente personales) plegados por n dimensiones que se entrelazan y repliegan entre sí de modo tan irreductible como impredecible y enigmático. Conviene, advertíamos, por ello mismo, evitar los determinismos que ponen todo su énfasis en los factores objetivos externos (las venerables fuerzas productivas en tanto que configuradoras decisivas en última instancia del espacio-tiempo social o las no menos sacrosantas epistemes discursivas estructuralistas que se pretenden orgullosamente incontaminadas por cualquier proceso material), reduciendo -dialéctica o estructuralmente- la curvatura interna del espacio-tiempo (la experiencia subjetiva con todos sus vertiginosos y polimórficos registros históricos) a un mero producto ideológico o a un efecto más o menos superficial de la episteme de turno. En segundo lugar, y de manera paralela, hay que resistirse, asimismo, a la tentación de obviar el peso y la densidad de esos coeficientes tensoriales externos, incurriendo en cualquier registro subjetivista (aquí la bestia negra sería cualquier filosofía del sujeto desde kant hasta Bergson, desde el primer Heidegger a Sartre) que hacen del espacio-tiempo social una virtual creación imaginaria, más o menos épica, de los poderes autistas y trascendentales de la conciencia humana. La curvatura externa preexiste a (y condiciona) la experiencia individual pero siempre en la medida que deviene habitus operativo (Bourdieu), y mientras que la reproduce, la distorsiona y la recrea topológicamente, en función de las diferentes posiciones del sujeto en el espacio-tiempo social. Como resumen de lo anterior, esbozábamos algunos de estos nuevos plektopoi o curvaturas contemporáneas del
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Plektopoi urbanísticos, dotados de cierta autonomía psicotópica y aurática, irreductibles a aquellos viejos objetos (ciudades y grandes desarrollos urbanos como los de Hausmann en el París del Segundo Imperio o los de R. Moses en New York): espacios apropiados por subculturas y tribus urbanas, étnicas, sexuales o juveniles; a menudo efímeros pero con virtudes para (re)crear todo género de cuerpos y subjetividades a la carta y una arborescente, rizomática, proliferación de nuevos registros psicotopológicos. Espacios diferenciales (Lefebvre), con densidad de flujo (Serres), de los que emanan placeres, deseos, cuerpos, cyborgs, razones y sueños. Espacios que materializan ciertas intuiciones poéticas de Benjamín y los viejos situacionistas. Espacio-tiempos mediáticos e infográficos, interactivos, que ostentan cada vez en mayor medida ciertas energías y promesas (memoria, inteligencia e imaginación), antaño exclusivas del imaginario de la subjetividad ilustrada. Espacio-tiempos del arte contemporáneo, irreductibles desde el arte pop al gesto creador del artista, que parecen brotar de ellos mismos y de sus poderosas contaminaciones figurativas. Espacio-tiempos visuales que se evaden de cualquier mirada que pretenda, al modo canónico de la modernidad, tornarlos objetos de ciertas operaciones instrumentales; espacios que prometen prescindir de una visión productiva que los determine, controle y materialice, disolviéndose en la alteridad propia de cierta visualidad posmoderna. Espacios-tiempos discursivos cuya ontología ya no se pliega a los flujos trascendentales de la conciencia (Kant) o del cuerpo sin órganos (su inversión deleuziana). Espacios-tiempos arquitectónicos (edificios y ciudades inteligentes) que se autodeconstruyen exhibiendo sus vertiginosas alteridades, más allá de la preceptiva moderna/ posmoderna. Espacios-tiempos que se resisten a cualquier cartografía cognitiva, rebasando cualquier representación que pretenda localizarlos en el seno de una totalidad más o menos controlable. Espacios-tiempos mentales, oníricos, psicotópicos, psicotrópicos, que han dejado, igualmente, de abonarse a la confortabilidad del deseo freudolacaniano y su inconsciente significamentoso. Espacios-tiempos que, como metáforas de cuerpos y verdaderos cuerpos metafóricos, impregnan y constituyen el núcleo sacrosanto de los procesos racionales (en un crescendo que va desde Nietzsche a Bloor, Latour, Lakoff/Johnson y Haraway), cuestionando radicalmente el mito de la representación. 93
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Espacios-tiempos que trascienden su viejo carácter de organismos para devenir, no siempre festivamente, auténticos híbridos/ cyborgs más allá de cualquier modelo de subjetividad clásica. 11. Espacios-tiempos, en fin, que sujetan a los sujetos, al tiempo que, como han mostrado Foucault y Goffman desde un punto de vista micro, y Debord y Castells desde un punto de vista macro los constituyen/ destituyen. ¿Qué decir, ahora, de este modelo (abreviado) de La risa del espacio para analizar el imaginario espacio-temporal, a la luz de las ruralidades contemporáneas, los paisajes sociales y las metáforas del lugar? Varias cosas: 1. Como ya había reconocido D. Harvey: La producción de imágenes y discursos es un factor importante de la actividad social que debe analizarse como parte de la reproducción del orden simbólico. “(...) Existen espacios de poder tanto reales como metafóricos que han llegado a ser determinantes como fuerzas organizativas en la geopolítica del capitalismo, al mismo tiempo que constituyen el emplazamiento de innumerables diferencias y alteridad que han de comprenderse tanto por sí mismas como dentro de la lógica global del desarrollo del capitalismo” (Harvey, 1989, p. 353). 2. Los paisajes sociales empíricos sólo pueden comprenderse mediante la superposición, a menudo discordante y con serias rozaduras, de tradicionales cartografías de orden material y tecnológico (la producción física y material (técnica) del espacio-tiempo social) con aquellas otras de naturaleza simbólica/ imaginaria. 3. La identidad personal empírica, con sus decisivos registros emocionales, deseantes y oníricos, es causa/ efecto de la glocalización y mercantilización crecientes de una experiencia subjetiva sometida a nuevos efectos de poder (posfordismo), formateado mediático de la experiencia y producción flexible de estilos de vida). 4. Nunca, como en esta época posmarxista, ha sido tan cierto el célebre dictamen de Marx: todo lo sólido se disuelve en el aire. Si el espacio-tiempo social de las ruralidades contemporáneas es un espacio social líquido, fluido, móvil, nómada e itinerante, no lo es menos la identidad subjetiva que lo determina, experimenta, sufre y acompaña. Algo que en nuestro modelo se contempla como la relevancia esencial (para la curvatura interna) de las funciones psico-epistemológicas y ontológicas del espacio-tiempo social en relación con el deseo, la memoria, la imaginación y el conocimiento, así como su vinculación con los juegos de poder y las modalidades de la experiencia subjetiva.
Personalizar los plektopoi Hasta aquí, pues, todo apunta a la relevancia y consistencia de nuestro modelo para la investigación aplicada en ciencias sociales. Sin embargo, después de haber meditado largamente sobre los logros de la investigación empírica de 94
Oliva y Camarero, hay algo que echamos de menos en su trabajo (como, por cierto, en cualquier otro de la investigación sociológica actual) y que, ciertamente, tampoco contemplaba suficientemente el nuestro, dedicado al estudio del imaginario (global) espacio-temporal en la cultura contemporánea y, por ello mismo, muy alejado de cualquier trabajo de campo y de la experiencia cotidiana de los individuos. ¿Qué es ello? Algo elemental, si se nos permite la licencia (no enteramente irónica): personalizar el espacio. Nos referimos a personalizar el verdadero espacio-tiempo social en el que viven, sufren, respiran y se alojan los individuos de carne y hueso, tanto en el barrio de Lavapiés de Madrid como en la ruralidad Navarra. Un espacio-tiempo que no longer debemos seguir construyendo como simple interiorización de los parámetros ya expuestos o de cualesquiera otros (adquisición pasiva de un habitus al modo de Bourdieu) y que, por el contrario, habría de permitir algún lugar para la espontaneidad y creatividad personales. Planteamos con ello (en términos esta vez de la experiencia espacio-temporal), el problema esencial de las ciencias sociales: la cuestión de la socialización y la reproducción social. Algo que nos llevará, paradójicamente, un poco más lejos de la experiencia posmoderna y un poco más cerca, quizás, de la naturaleza humana y su inextricable condición espaciotemporal. La pregunta a la que apuntamos no es otra que la que subyace a la fundamentación misma de las ciencias sociales: ¿Debemos seguir considerando la experiencia personal, en toda su vertiginosa y polimórfica variedad, como una simple interiorización de estructuras sociales, conciencias colectivas, ideologías, imaginarios o campos en el sentido de Bourdieu? ¿Conocemos ya el verdadero espacio-tiempo social de un sujeto (el espacio de su experiencia personal) cuando exploramos el imaginario espacio-temporal colectivo?
Para una (re)inserción de la naturaleza espacio-temporal del hombre en las ciencias sociales3
Socius, corpus, animus, habitus/ fluxus: Un cibersistema biocultural infinitamente complejo “Animula, vagula, blandula hospes comesque corporis ¿quae nunc abilis in loca? Pallídula, rígida, núdula ... Nec ut soles dabis joco”.
Adriano
“Como señala Luchair, para el historiador de la sociedad francesa del siglo XIII, con excepción de una élite reducida, el robo, el expolio y el asesinato eran pautas normales de comportamiento de la sociedad guerrera de la época (...) Las 3
Adelantamos aquí algunas ideas sobre ontologías socioespaciales y procesos de subjetivación, desarrolladas con detalle en nuestra Metodología de las ciencias sociales. Una introducción crítica, de próxima publicación (septiembre 20005) por la editorial Tecnos, pgs. 489-604.
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manifestaciones de la crueldad no quedaban excluidas del trato social. No eran socialmente condenables. La alegría producida por la tortura y el asesinato de los otros era muy grande; era una alegría socialmente permitida. Hasta cierto punto la estructura social operaba en ese sentido y hacía que este tipo de comportamiento fuera necesario y razonable (...) Y una de las muestras más evidentes de la escasa regulación social y represión de la vida emotiva, era el hecho de que esa alegría producida por la destrucción solía transformarse en la conmiseración más extrema debido a una identificación repentina con los torturados y, ciertamente, a causa de los sentimientos de temor y de culpabilidad que se producían en el curso de una vida sometida perpetuamente a las amenazas (...) La alegría se transformaba de modo inmediato en miedo, como sucedía con el destino verdadero, y el miedo a su vez solía disolverse de inmediato en la alegría” (Norbert Elias, 1993, pgs. 234-239). Para pensar en toda su radicalidad la historicidad de las emociones (de lo que podríamos denominar dispositivos emocionales que median y determinan cualquier experiencia del espacio-tiempo social) conviene interrogarse sobre aquello que ha impedido hasta ahora un pensamiento de ese tipo. Para ello no tenemos más remedio que comenzar a desmontar y deconstruir el fetichismo de la subjetividad burguesa (en todas sus variantes) en un sentido radical pocas veces planteado en las ciencias sociales. Y la mejor compañía para este viaje no es otra que la de un metafísico burlón que habla y divaga sobre esferas, globos y espumas. El filósofo alemán P. Sloterdijk (como tantos otros desde los años ochenta del siglo pasado) intenta pensar más allá del sujeto autónomo y autosuficiente de la modernidad; más allá del sujeto kantiano y de su temporalidad fáustica instrumental, de genealogía weberiana. Los hombres, nos recuerda, vivimos y siempre hemos vivido dentro de espacios compartidos, dentro de esferas como mínimo diádicas: placenta/feto; madre/niño; pareja de amantes; amigos íntimos y cómplices; alma/dios o los buenos demonios (daímones o ángeles de la guardia) que han acompañado a los individuos en las épocas premodernas. Tal sería la condición esencial de nuestro estar- en- elmundo, parafraseando irónicamente a Heidegger, tan presente en su pensamiento: habitamos siempre un espacio social íntimo, una intimidad compartida4. Para convencernos 4
También para el lúcido Aristóteles la intimidad compartida es el fundamento de la verdadera vida ética: “La ocupación que constituye propiamente la vida, y en la cual se encuentran más encantos, es también aquella en la que quiere cada cual que participen sus amigos viviendo juntos. Y así, unos beben y comen juntos; otros juegan ejercicios de la gimnasia; otros se consagran juntos al estudio de la filosofía; en una palabra, todos pasan el tiempo haciendo juntos lo que más les encanta en la vida. Como quieren vivir siempre con amigos, buscan y distribuyen todas las ocupaciones de manera que puedan aumentar esta intimidad y esta vida común. Esto es precisamente lo que hace tan perjudicial la amistad de los hombres depravados. Inconstantes en sus afectos, sólo se comunican los malos sentimientos, y se pervierten tanto más cuanto más se imitan mutuamente. Por lo contrario, la amistad de los hombres de bien, siendo como es honrada, se acrecienta con la intimidad, y hasta parece que los amigos se mejoran continuándola y corrigiéndose recíprocamente”. Aristóteles: Moral, a Nicómaco (IX, XII).
(y convencerse) de ello, realiza Sloterdijk una atrevida (a menudo kitsch) arqueología poética de lo íntimo: de los espacios nutricios que albergan y entretejen las sutiles telas del alma humana que la unen a las demás y la hacen resonar consigo misma. Son las burbujas duales o polares que exhibe este autor contra la mónada autista, verdadero fetiche ensimismado de la moderna subjetividad. Las burbujas diádicas, triádicas o multipolares son el exterior del interior y el interior del exterior. Son el entretejido extático de los sujetos en el espacio interior común donde se nutren mutuamente aquellos que viven en verdad juntos (Sloterdijk y Heinrichs, 2004). Sloterdijk apunta todas sus baterías contra los fantasmas sustancialistas del individuo, recorriendo poéticamente las pompas (no siempre fúnebres) de nuestra más profunda intimidad; los frágiles y etéreos paneles de los glóbulos en los que anidamos: un nuevo y brillante imaginario antropológico de un espacio siempre compartido. Para comunicar su evangelio, recurre a todo género de artificios retóricos, sabedor de que los hombres también moramos en los guisos de la retórica; inventando un lenguaje entre el sesudo discurso filosófico, la sátira inmisericorde, cierta picante mordacidad y una salvaje poética de lo uterino, (sin hacerle ascos a viscosas jergas placentarias); en busca siempre de aquello que la filosofía había aparentemente amortizado: el espacio que habitamos y que habita en nosotros. “Mi libro (se refiere al primer tomo de Esferas, subtitulado Burbujas) versa sobre las situaciones tonales o las relaciones totales microclimáticas en las que los hombres “viven, se entretejen y son”, en las que se disuelven y se sumergen de manera tan natural que, por lo general, no suelen ser objeto explícito de discusión” (Sloterdijk y Heinrichs, 2004, p. 143). Las metáforas usadas provocativamente por Sloterdijk resucitan una y otra vez aquella dimensión cancelada por la modernidad, a saber: lo envolvente, la climatología anímica, lo atmosférico, los meteoros emocionales y deseantes, en fin, que urden, tejen, traman, y protegen la intimidad social y compartida de los hombres. La díada primordial de Sloterdijk (al margen de su literalidad como madre/hijo o esfera de amantes, amigos íntimos, cómplices o creyentes) no es más que una evidencia de que la hominización (en su filogénesis/ontogénesis) implica que lo más hondo de uno mismo (el objeto de sus deseos y emociones) pertenece a una esfera de participación radical con/por los otros5. Algo que ya había escenificado Hegel, a su manera, en la dialéctica del reconocimiento descrita en la Fenomenología
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Para los sociólogos modernos/posmodernos, sentencia Sloterdijk, que se han “convertido” (convertir significa cambiar de error básico) del productivismo al comunicacionaliosmo, de lo que se trataría ahora sería de darse cuenta de que en el análisis esferológico de las sociedades se muestra un “plano” que queda antes de la diferenciación entre producción y comunicación. La endosfera totalizada es el primer producto de las comunidades que viven estrechamente unidas, y el acuerdo de ánimo que supone es su primera comunicación a sí misma. Compactarla, redondearla, regenerarla y despejarla es el primer proyecto creador de humanidad (Sloterdijk y Heinrichs, 2004, p. 137).
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del Espíritu y mixtificado, posteriormente, el hermético doctor Lacan: nuestro deseo es siempre el deseo del Otro. Durante la mayor parte de la evolución humana (hasta la aparición de la escritura), advierte Sloterdijk, la concepción de las ideas privadas aún no tenía ningún apoyo en la experiencia o en el concepto social de espacio. “(...) La mayoría de los hombres de la Antigüedad... vivían inmersos en un universo oral expuesto de manera participativa, un universo en el que habría sido completamente improcedente la idea de un alma trascendental o a distancia del “entorno”. El alma del observador sólo surge con la escritura (...) El alma no para de recibir visitas. En las culturas primitivas los hombres se imaginaban a sí mismos como seres que contaban continuamente con la posibilidad de una invasión del alma de los otros... Ellos entraban en ti como el lenguaje: a través del oído. Del mismo modo que el gran tema de la era moderna se llama autonomía, el gran tema de las épocas premodernas u orales no es otro que la locura o la posesión; de ahí que, quizás, sea una característica significativa de la posmodernidad el hecho de que el pensamiento retroceda a conceptos relacionados con la posesión extática (...) Esta es la razón de que la cultura de masas vuelva a fantasear con invasores psíquicos o con la dificultad de liberarse de ellos (...) Una situación que, como es natural, Hollywood conoce mucho mejor que la filosofía académica” (Sloterdijk y Heinrichs, 2004, pgs. 159-160). A pesar de su aire provocador de goliardo jaranero, Sloterdijk (como los niños y los locos) parece decir una verdad de Perogrullo, ignorada sistemáticamente por la modernidad ilustrada que alumbró las ciencias sociales: el hombre jamás ha vivido ni puede vivir (aislado como la mónada kantiana) en el tiempo subjetivo del proyecto, de la producción, del desarrollo y del progreso, sino que (muchísimo antes que eso) ha necesitado (y sigue necesitando) crear y recrear espacios compartidos, sin los cuales no existe la cultura humana y en los cuales le va la vida. Tales espacios (como ya hemos mostrado a lo largo del texto) no se reducen a la materialidad físico/ tecnológica de chozas, pueblos, ciudades o imperios, ni tampoco a los tensores discursivos o visuales de la curvatura externa, sino que implican aquellas otras esenciales dimensiones de los plektopoi ligadas a deseos, emociones, placeres y complicidades sociales: intercambio de flujos amnioestéticos6 basados en una (novedosa e increíble) capacidad de fascinación mutua. Capacidad de fascinación (seleccionada en la filogénesis de nuestra especie) que consiste (entre otras cosas) en aprender a desear los deseos de los otros, a emocionarnos con las emociones de los otros y a sentir 6
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De amniótico (líquido intrauterino rodeado por la membrana o amnios), aisthetos (visible, sensible) y ethos (carácter moral). Este neologismo se aplica a todas aquellas interacciones humanas basadas en la sugestión, la empatía y cualquier otra modalidad de fascinación y magnetismo, en cuyo desarrollo son inseparables las dimensiones cálidas y envolventes que configuran un cielo protector y benévolo, de aquellas otras (propiamente estéticas) relacionadas con la escenografía y, en fin, de aquellas (éticas) ligadas a valores morales.
placer con (los placeres) de los otros: es decir, a fundirnos en/con los otros, convirtiéndonos (en cierto modo) en ellos7. Como sugiere Sloterdijk, siempre hemos vivido (y seguimos viviendo, pese a las apariencias) en burbujas compartidas que incluyen (añadimos nosotros) lugares materiales transmutados por una placenta imaginaria, entretejida por discursos, formas y visualidades, en cuyo seno nos (des)orientamos, plegamos y desplegamos nuestros goces, fantasías, recuerdos y esperanzas, en el ámbito de complejos juegos de poder. Las leyes de la comunidad, dictamina JL Pardo, “(...) no están escritas en el espacio público sino inscritas en el lugar íntimo o en la piel interna de la afectividad, inscritas con esas huellas que remueven nuestras entrañas cuando escuchamos nuestras historias, nuestras canciones, esas canciones e historias que hacen que la vida nos sepa y nos suene porque nos las “sabemos” de memoria (...) porque las hemos aprendido de los nuestros, porque para nosotros son lugares comunes; es más: son ellas las que dibujan y constituyen nuestro lugar común, la tierra de los hombres hecha de cuentos, cantos y figuras” (1994, p. 234). En los orígenes mismos de la institucionalización de la sociología como disciplina académica, G. Tarde había planteado una lúcida enmienda a la totalidad del proceso de socialización de Durkheim. Para aquel pensador, la transmisión cultural no se producía exclusivamente por la imposición coactiva de una conciencia colectiva sino por una exclusiva facultad propiamente humana que poseía en el mundo cultural la misma fuerza que las leyes ondulatorias en física o las genéticas en biología y que se expresaba a través de lo que denominó (muy en la línea de cierto naturalismo positivista) las leyes de la imitación. Estamos ya en disposición de esbozar8 un modelo que comience a integrar en alguna medida las principales instancias ontológicas: plektopoi, sujetos, estructuras, habitus y flujos amnioestéticos de seducción mutua, empatía y fascinación compartida. Y creemos que la mejor manera de hacerlo es a través de una breve reflexión sobre los procesos de subjetivación. 7
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“Sin esa identificación no puede producirse ninguna transformación radical de la realidad subjetiva (en la que se incluye, por supuesto, la identidad), identificación que reproduce inevitablemente las experiencias infantiles en cuanto a la dependencia emocional de otros significativos (...) El prototipo histórico de la alternación es la conversión religiosa. Las consideraciones antes expresadas pueden aplicarse aquí con la frase “extra ecclesiam nulla salus”(...) Únicamente dentro de la comunidad religiosa, la “ecclesia” puede la conversión mantenerse como plausible (...) No se puede seguir siendo musulmán fuera del “`umma” del Islam, ni budista fuera del “shanga”, y probablemente tampoco hindú en ningún lugar que no sea la India. La religión requiere una comunidad religiosa y vivir en un mundo religioso exige afliarse a esa comunidad. Las estructuras de plausibilidad de la conversión religiosa han suido imitadas por los organismos de alternación seculares, cuyos mejores ejemplos se encuentran en las áreas del adoctrinamiento político y en la psicoterapia” (Berger y Lukmann, 1986, pgs 197-198). Algo que ampliaremos, próximamente, en un libro escrito con Laureano Castro Nogueira sobre Homo Assessor y las ciencias sociales
¿En qué espacio habitamos realmente los hombres?
En tales procesos (configuradores de individuos o sujetos) distinguiremos tres elementos de orden histórico-cultural y dos de orden psicobiológico que recorren (como soportes vivificadores) aquellos. Llamaremos a los primeros Socius, Corpus y Animus y a los segundos (que constituyen esa parte de la naturaleza humana que las ciencias sociales no pueden seguir negando) Habitus y Fluxus. Digamos, brevemente, algo de cada uno de ellos y de sus mutuas interacciones. Socius (compañero, en latín). Es la dimensión social y afectiva (inseparablemente) de cualquier proceso de subjetivación. Remite a (y depende de) las estructuras sociales anteriores a los individuos. El Socius implica una radical historicidad de los usos, prácticas y complicidades sociales, aun en aquellas sociedades en las que no existe propiamente historia. El Socius hace referencia a las prácticas y relaciones sociales (incluidas las relaciones de poder, aunque no se reduce a ellas) y muy especialmente a las sintonías empáticas que constituyen las burbujas amnioestéticas (múltiples y diversas: responsables de ilusiones, delirios y alegrías) en las que se alojan verdaderamente los hombres. El Socius está condicionado por las estructuras sociales pero no se disuelve en ellas. El Socius no existe sin Corpus ni Animus. Corpus (cuerpo, en latín). Es la dimensión pulsional, instintiva y orgánica, inseparable, asimismo, de los dispositivos emocionales objeto de aprendizaje cultural (dimensión absolutamente esencial reivindicada por N. Elías y M. Foucault). El Corpus implica una radical historicidad de los dispositivos emocionales9 y de los complejos afectivos. No existe sin Socius ni Animus. Animus (alma, en latín). Es la dimensión imaginaria (que comprende las llamadas racionalidades e imaginarios sociales) tanto a un nivel colectivo como individual. El Animus implica, también, la radical historicidad de los imaginarios. No existe sin Corpus ni Socius. Habitus (hábito, en latín). Es la dimensión psicobiológica (introducida por Bourdieu) que explica ciertos aspectos entrópicos de la reproducción social. Fluxus (flujo, en latín). Es la dimensión psicobiológica (Castro Nogueira, L., Castro Nogueira, MA. y Morales Navarro, J., 2005) responsable de la empatía y fascinación compartidas, las derivas amnioestéticas y la creatividad/ espontaneidad individual y cultural10. 9
La costumbre de ceder sin más a los impulsos, y de no calcular a largo plazo, pertenecía a las épocas anteriores en las cuales los guerreros todavía podían competir libremente unos con otros, a las formas de comportamiento que- aunque llevarán al hundimiento del individuo-, se correspondían con la estructura social en su totalidad y, en consecuencia, eran acordes con la realidad. El furor guerrero era aquí un presupuesto necesario para el éxito y el prestigio de aristócrata. Todo esto cambia con consolidación progresiva de los monopolios (de la violencia y el poder) y con la centralización. La distinta estructura de la sociedad castiga ahora con el hundimiento seguro toda manifestación afectiva y todas las acciones que no se realicen con la suficiente previsión (Elías, 1993, p. 491). 10 El brillante psicólogo M. Csikszentmihalyi ha descrito los trances de creatividad personal como entrar en flujo con uno mismo. Sin embargo, el origen de esos trances personales y aquello que los ha fundamentado filogenéticamente es, sin duda, un anterior y previo entrar en flujo amnioestético con los otros.
La reintegración de la naturaleza espacio-temporal del hombre en las ciencias sociales\ Las ciencias sociales siempre han construido a los individuos, al espacio-tiempo social, a las estructuras y a los sistemas para después explicarlos. Así hace Durkheim con los primitivos (contra lo que se revuelve Malinowski con toda razón), Marx/ Lukács con la conciencia de clase del proletariado, Freud con los neuróticos y la sexualidad, los economistas marginalistas con el consumidor soberano (al menos Keynes mostró cínicamente que la cosa tenía más que ver con una política de intervención estatal que con sistemas de mercado homeostáticos), Parsons con el sistema social y Foucault y Deleuze con los locos en general y los esquizos en particular. Una vez teorizados los sujetos, la gran teoría se las arregla para que éstos puedan comenzar a perfilarse a sí mismos según sus propios parámetros. ¡Lo sorprendente es que a menudo lo consigue! Si la teoría sociológica no admite el poder imprevisible e irreductible de esas derivas amnioestéticas (responsables, por cierto, de buena parte de sus propios desatinos e irracionalidades de escuela), se verá obligada a amonestar, amenazar y reñir una y otra vez a los sujetos por no tener suficiente conciencia de clase (Lukács), ser suicidas escasamente anómicos (Durkheim), poseer un habitus a medio hacer (Bourdieu) o creerse ilusoriamente sujetos autopoiéticos al margen de la única y verdadera autopoiesis sistémica (Luhmann). Cualquier tentativa de explicar / comprender no sólo el cambio social sino también la (aparente, entrópica) reproducción social, ha de estar atenta a todas esas silenciosas mutaciones amnioestéticas (de individuos y grupos), la mayor parte de las cuales no cuajan como tales y pueden convivir durante años con cualquier ilusión entrópica de sistema social; aunque, en cualquier momento (aliadas con cambios materiales de orden técnico, institucionales o de relaciones de poder), pueden producir (¡esta vez sí!) una bifurcación neguentrópica (si se nos permite la pedantería) que lance a todo el (supuesto) sistema a una deriva en cascada de consecuencias imprevisibles. Tales derivas imaginarias sólo se admiten y perciben por los científicos sociales cuando cuajan históricamente como tales (revoluciones religiosas, económicas, políticas o tecnocientíficas); pero esos mismos científicos suelen olvidar que cotidianamente se producen mutaciones semejantes en millones de seres humanos. Y lo cierto es que sólo teniendo en cuenta esta segunda (silenciosa, oscura) dinámica podremos comprender algún día en toda su complejidad la primera. El habitus, como una suerte de sujeto sujetado, dotado de estructuras cognitivas y motivacionales que confina toda su creatividad a cierta lógica del campo social, interioriza hasta un límite entrópico ideal la reproducción del espacio-tiempo social, ligando las estructuras, prácticas y complicidades del socius con los registros emocionales del corpus y las representaciones del animus. El habitus es un buen indicador de las sujeciones de los sujetos y, en este sentido, es el gran heredero (pace Bourdieu) de la tradición durkheimiana y de la vocación propiamente 97
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sociológica11. El fluxus amnioestético funciona (virtualmente) en paralelo al habitus y constituye su verdadero soporte psicobiológico; ligando igualmente las prácticas y complicidades sociales (socius) a los dominios de la afectividad subjetiva (innata y objeto de aprendizaje histórico-social: corpus) y al animus pero con una tendencia hacia la diferencia/ invención más que a la repetición. Desde el habitus, los procesos de subjetivación se contemplan al modo de un delirio spinoziano/ durkheimiano (la realidad social engendra un improbable duplicado subjetivo), mientras que desde el fluxus se experimentan más bien como una cierta deriva creativa y alucinatoria (quijotesca o bovaryana según la caracterización de R Girard): a menudo el sujeto y su grupo de referencia parecen habitar realidades fantasiosas e imaginarias. Habitus y fluxus constituyen, en fin, los anclajes psicobiológicos12 responsables de lo que Berger y Luckmann han denominado mantenimiento de la realidad social13: realidad formateada por las complejas tramas de 11 “En suma, siendo el “producto” de una clase determinada de regularidades objetivas, el habitus tiende a engendrar todas las conductas “razonables” o de “sentido común” posibles dentro de los límites de estas regularidades, y sólo de éstas, y que tienen todas las posibilidades de ser sancionadas positivamente porque están objetivamente ajustadas a la lógica característica de un determinado campo del que anticipan el porvenir objetivo; tiende también, al mismo tiempo, a excluir “sin violencia, sin método, sin argumentos” todas las “locuras” (“esto no es para nosotros”), es decir, todas las conductas destinadas a ser negativamente sancionadas porque son incompatibles con las condiciones objetivas” (Bourdieu, 1991, p. 97). 12 También para W Pareto los residuos (acciones no lógico-experimentales) se componen de dos instintos esenciales que poseen esas máquinas psíquicas profundas que constituyen nuestra naturaleza psicobiológica: el instinto de las combinaciones y la persistencia de los conglomerados. El primero remite a la imprevisible y delirante creatividad humana y el segundo a su capacidad de mantener y conservar creencias, tradiciones e instituciones. 13 “Es conveniente distinguir dos tipos generales de mantenimiento de la realidad: mantenimiento de rutina y mantenimiento de crisis. El primero está destinado a mantener la realidad internalizada en la vida cotidiana, y el segundo, en las situaciones de crisis.Ambos entrañan fundamentalmente los mismos procesos sociales, aunque deben anotarse algunas diferencias. Como hemos visto, la realidad de la vida cotidiana se mantiene porque se concreta en rutinas, lo que constituye la esencia de la institucionalización. Más allá de esto, no obstante, la realidad de la vida cotidiana se reafirma continuamente en la interacción del individuo con los otros.Así como la realidad se internaliza originariamente por un proceso social, así también se mantiene en la conciencia por procesos sociales. Estos últimos no difieren drásticamente de los de la internalización anterior, y reflejan el hecho fundamental de que la realidad subjetiva debe guardar relación con una realidad objetiva socialmente definida. En el proceso social de mantenimiento de la realidad es posible distinguir entre los otros significativos y los otros menos importantes. Fundamentalmente, todos o por lo menos la mayoría de los otros que el individuo encuentra en su vida diaria, le sirven para reafirmar su realidad subjetiva (...) Sería por lo tanto un error suponer que únicamente los otros significativos sirven para mantener la realidad subjetiva; pero lo cierto es que ocupan una posición central en la economía del mantenimiento de la realidad y revisten particular importancia para la confirmación continua de ese elemento crucial de la realidad que llamamos identidad” (Berger y Lukmann, 1986, pgs. 187-189).
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racimos espacio-temporales (plektopoi) en los que habitamos verdaderamente los hombres. Habitus y fluxus constituyen y despejan, en fin, esa decisiva dimensión espacio-temporal de la naturaleza humana que las ciencias sociales han de tomarse definitivamente en serio si no quieren seguir sucumbiendo a sus ingenuas tautologías fundadoras.
Referencias Castro Nogueira, L. (1997). La risa del espacio. El imaginario espacio-temporal en la cultura contemporánea: una reflexión sociológica. Madrid: Tecnos. Castro Nogueira, L., Castro Nogueira, M., Morales Navarro, J. (2005). Metodología de las ciencias sociales. Una introducción crítica. Madrid: Tecnos. Elías, N. (1993). El proceso de la civilización. Madrid: Fondo de Cultura Económica. Geertz, C. (1992). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa. Gómez de Liaño, I. (1992). El idioma de la imaginación. Madrid: Tecnos. Harvey, D. (1989). The Condition of Posmodernity. Oxford: Basil Blackwell. Lash, S. y Urry, J. (1998). Economías de signos y espacios. Sobre el capitalismo de la posorganización. Buenos Aires: Amorrortu. Oliva, J. y Camarero, L. (2005). Paisajes sociales y metáforas del lugar. Pamplona: Universidad Pública de Navarra. Pardo, J.L. (1994). La intimidad. Valencia: Pretextos. Sloterdijk, P. y Heinrichs, HJ. (2004). El sol y la muerte. Madrid: Siruela.
Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 99-103.
TECNOLOGÍA, CULTURA Y RESISTENCIA* Andrés Valderrama** Javier Jiménez***
Resumen El artículo retoma dos desarrollos sociotecnológicos hechos en Colombia, Transmilenio y el Programa Canguro, para ejemplificar cómo innovaciones tecnológicas locales se constituyen en actos de resistencia frente a paradigmas globales.
Palabras clave: Tecnología, cultura, resistencia, Transmilenio, Programa Canguro.
Abstract In order to demonstrate how local technological improvements constitute resistance actions towards global paradigms, this article analyses two Colombian socio-technological innovations: Transmilenio and the Kangaroo Mother Program.
Keywords Technology, Culture, Resistence, Transmilenio, Kangaroo Mother Program.
El estudio de la relación entre Tecnología y Cultura está atrapado en dos formas extremas de reduccionismo: por un lado el estudio de la adopción de las innovaciones tecnológicas foráneas a través del tiempo. En el otro extremo se encuentran los énfasis en el contexto social local y el modo en que las comunidades resignifican las innovaciones tecnológicas. Los estudios de caso típicos del primer reduccionismo se concentrarn en las grandes tecnologías; los del segundo, en las “innovaciones de pies desnudos” (Gelsin, 2003). Esta diferencia en el conjunto de estudios revela una asimetría entre “sociedades desarrolladas” y “comunidades subdesarrolladas”, es decir, entre el norte y el sur. Son visiones concomitantes con
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Una primera versión de este argumento se presentó en el Seminario Internacional “Uno o varios mundos posibles” del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos de la Universidad Central de Bogotá, Colombia, el 9 de junio de 2005. ** Ingeniero Mecánico de la Universidad de los Andes. MSc en Historia de la Ciencia, la Tecnología y la Medicina del Imperial College, University of London, Reino Unido. Profesor y Coordinador del Grupo de Tecnología y Sociedad de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes. ***Economista de la Universidad Javeriana. Máster en Consultoría y Verificación Medioambiental de la Universidad de Málaga, España. Magíster en Administración y Planeación del Desarrollo Regional, Universidad de los Andes. Profesor e investigador del Grupo de Tecnología y Sociedad de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes.
Fecha de recepción: Agosto de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
modelos difusionistas de la transferencia tecnológica que presuponen una relación de dominación entre el origen y el lugar de recepción de una determinada tecnología. En gran parte de la literatura que aborda el debate de Tecnología y Cultura se suele cerrar la discusión a las nuevas tecnologías de información y comunicación. Así, los aspectos privilegiados a discutir se concentran, por un lado, en la forma en que estas tecnologías afectan comportamientos, conductas, percepciones, identidades, vivencias (Santos y Márquez, 2003). De otro lado está la “batalla de los sistemas”1 (Hughes, 1983) entre los sistemas propietarios y los no propietarios, entre la regulación y la libertad, sobre todo en Internet, donde se verifican dinámicas de dominación y resistencia (Castells, 2001)2. Sin embargo, la relación Tecnología y Cultura es mucho más amplia. En lo que sigue presentaremos dos casos de desarrollos sociotecnológicos hechos en Colombia: Transmilenio y el Programa Canguro. Nos proponemos demostrar cómo innovaciones tecnológicas locales se constituyen en actos de resistencia frente a paradigmas globales.
Tecnología y Dominación Lewis Mumford propone que desde el neolítico las sociedades humanas se han organizado de dos maneras: una asociada a las tecnologías democráticas y otra a las tecnologías autoritarias. Las tecnologías autoritarias se caracterizan por la concentración del poder que se logra mediante la coerción física, el trabajo forzado y la esclavitud. Exalta el conocimiento experto, el control central de las decisiones sobre la tecnología; el énfasis del sistema está en su desarrollo y en la autonomía del entorno más que en los intereses humanos y sociales (Mumford, 1964). A manera de ejemplo, Mauricio Nieto demostró cómo el conocimiento científico desarrollado por la expedición botánica estuvo fuertemente determinado por las relaciones de poder colonial de España sobre el Nuevo Reino de Granada (Nieto, 2000). Otro ejemplo lo constituye el modo en que algunas tecnologías (trenes, tratamientos con quina, barcos a vapor y telegrafía), se diseñaron y estuvieron al servicio del crecimiento y la consolidación del poder imperial de Inglaterra sobre sus dominios en el siglo XIX (Headrick, 1981). Otra cara de este argumento la establece Aníbal Quijano 1
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El concepto de “batalla de los sistemas” supone que cuando dos sistemas sociotécnicos compiten la discusión sobre las ventajas y desventajas no es solo técnica, sino además política. El ejemplo más claro y fascinante de la actualidad es la batalla entre los sistemas operativos Windows y Linux. Este autor analiza los inicios de Internet y la tensión entre público y privado, software propietario y software libre, que es en últimas la sustancia de la batalla entre Windows y Linux hoy día: copy right vs. copy left.
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cuando propone que en América Latina el conocimiento social se ha constituido desde Europa con la creación de América y del capitalismo colonial moderno como un nuevo patrón de poder mundial durante la conquista y la colonia española. En la actualidad, los ejes fundamentales de ese patrón de poder están asociados a las nociones que se usan para describir lo social y las construcciones mentales asociadas (desarrollo, progreso), que demuestran la dominación colonial y que privilegian una forma de saber específico: el científico de tipo eurocéntrico como explicación válida del mundo (Quijano, 2001). Estos mecanismos de dominación se reflejan en la forma como tradicionalmente se han visualizado los sistemas tecnológicos en nuestro contexto. Así, durante muchos años se ha deseado un desarrollo tecnológico del transporte público urbano en Latinoamérica asociado a una trayectoria cronológica que establece una escala de éxito cultural donde el paradigma por excelencia es el metro subterráneo. De manera similar, el desarrollo de la salud en la región se entiende como el grado de apropiación de las prácticas médicas alopáticas de occidente con sus paradigmas químicos y quirúrgicos. En ambos casos, los sistemas tecnológicos a apropiar encarnan los valores de la modernidad: racionalidad, eficiencia, eficacia, economía, asepsia, control, centralidad, homogeneidad, entre muchos otros. En síntesis, se trata de una versión colonial del determinismo tecnológico donde se privilegia la explicación de la tecnología por sus productos y se invisibilizan los procesos culturales que la hacen posible.
Transmilenio Durante varias décadas la ciudad de Bogotá se caracterizó en el ámbito latinoamericano por ser una ciudad sin metro. Quienes tenían la oportunidad de conocer otras ciudades de hispanoamérica como Santiago de Chile, Buenos Aires, Ciudad de México y Caracas hablaban con envidia de sus sistemas de transporte urbano de rieles. No eran extraños los comentarios del estilo “la gente en el metro se comporta distinto, camina rápido, es limpia, parece como del primer mundo”3. Observaciones que revelan un deseo de desarrollo que se logra a través de la construcción de los mismos sistemas tecnológicos que operan en otros países. Pero el fundamento de estas observaciones no es técnico ni económico, sino cultural: los metros conllevan una cultura desarrollada. Podríamos afirmar que es un deseo sociotécnico. El sistema de transporte urbano Transmilenio que sirve a la ciudad de Bogotá desde finales del año 2000 es un claro ejemplo de otro sistema sociotécnico. Es una tecnología compuesta por múltiples componentes físicos, lógicos y humanos. Pero, su diseño, puesta en marcha y mantenimiento no es solo una actividad de técnicos de
diversas especies (ingenieros, economistas, administradores, antropólogos, sociólogos), sino que, además, se constituye en parte integral de una transformación cultural en la ciudad desarrollada con mucho esfuerzo por más de cuatro administraciones distritales. Este hecho es evidente para el observador local: Transmilenio es otro más de los resultados de los esfuerzos en Cultura Ciudadana y no al revés, como lo propondría una lectura de determinismo tecnológico (Smith & Marx, 1994; Edgerton, 2000). Sin embargo, hay otro aspecto fundamental de Transmilenio que hoy día se ha invisibilizado a nivel local: Transmilenio no es un metro. Este detalle se constituye en un acto de resistencia. Es un acto de resistencia mediante la innovación, porque hasta finales del siglo XX, y aún hoy en día, gran parte de la comunidad de expertos en transporte en el mundo no acepta que se pueda lograr un sistema de transporte masivo con buses. Aunque los sistemas integrados de buses existen hace tres décadas, y en particular, aquellos con vías exclusivas y estaciones (ya tipificados como BRT - Bus Rapid Transit) (Levinson, 2003), es Transmilenio el primero en lograr desempeños de sistemas masivos y es también el primero en incorporar componentes que anteriormente eran exclusivamente de los metros -por ejemplo el monitoreo central- (Lleras, citado en Ardila, 2004; Hidalgo, 2005). El detalle económico más importante es que Transmilenio costó diez veces menos que un metro y ha logrado ingresos mayores a los proyectados. Es decir, logró revertir la tendencia mundial de los grandes proyectos de infraestructura que generalmente cuestan más de lo proyectado y producen menos de lo inicialmente estimado (Flyvbjerg, Holm & Buhl, 2002). A lo anterior hay que añadir que estos proyectos de infraestructura, cuando se hacen en el sur, generalmente los desarrolla una multinacional o una empresa extranjera del norte, luego los altos endeudamientos suponen una relación de subordinación financiera y económica, y por tanto política, a un extranjero (El Tiempo, 2005)4. En síntesis, Transmilenio es una innovación del sur, mediante transferencias sociotecnológicas sur-sur5, que se opone a los marcos tecnológicos dominantes del norte y que evita las recurrentes relaciones de subordinación sur-norte.
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Observación hecha por una filósofa colombiana en Caracas en diciembre de 1989.
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El 24 de julio de 2005, el periódico El Tiempo informa lo siguiente: “¿Se ahoga plan para descontaminar el río Bogotá? La planta fue construida por una multinacional francesa y su operación era tan costosa e ineficiente, que la segunda administración de Antanas Mockus decidió dar por terminado el contrato y pagarle a la empresa contratista la multa por incumplimiento. Hoy en día la opera la EAAB a un costo de 46 millones de pesos diarios y su efecto sobre la contaminación del río no es medible.” Los principales modelos inspiradores de Transmilenio fueron Curitiba, Sao Paulo, Quito y Portoalegre. Los consultores principales del proyecto fueron brasileños y colombianos. Ver Ardila, 2004.
Tecnología, cultura y resistencia
Programa de Cuidado Materno Canguro El Programa Canguro es un programa de atención a niños prematuros creado y desarrollado en Colombia y reconocido hoy mundialmente con el nombre de Kangaroo Mother Care (World Health Organization, 2003). El programa fue desarrollado inicialmente por el Doctor Edgar Rey Sanabria del Instituto Materno Infantil en Bogotá, Colombia, en 1978. El diseño del procedimiento atendía preocupaciones relativas a la congestión del hospital, la insuficiencia de las instalaciones de atención de prematuros (incluido el número de incubadoras disponibles), y a los impactos negativos de la separación de la madre de su bebé (Ruiz-Peláez, Charpak, Cuervo, 2004). Es decir, el programa surge en Colombia como solución a una problemática local. El programa ha desarrollado un procedimiento de atención integral para bebés prematuros que se inicia una vez el bebé se estabiliza en la maternidad o en la unidad neonatal según su estado al nacer e incorpora tres componentes: posición canguro, alimentación canguro y una política de salida temprana del hospital. La posición canguro implica que el bebé prematuro está 24 horas en contacto piel a piel con su madre, en medio de los senos, vestido únicamente con un pañal y dentro de la ropa de la madre (de hecho ya se ha diseñado una faja apropiada para este propósito). La alimentación canguro implica que, en su posición, el bebé puede tomar seno con la asistencia de sus padres (generalmente se cansa mas rápidamente para succionar), y leche artificial si se requiere. La salida temprana a la casa con su familia significa que los bebés en este programa permanecen mucho menos tiempo en el hospital. Sin embargo, son monitoreados con mayor frecuencia dependiendo del estado del bebé y de su avance. Usualmente el programa también prevé la utilización de incubadoras, pero este artefacto ya no es el centro del tratamiento (Charpak & Ruiz Peláez, s.f.). Es decir, antes de entrar en el programa, el niño prematuro pasa probablemente en una incubadora el tiempo necesario para su estabilización. La Técnica Madre Canguro no reemplaza los cuidados neonatales de “alta tecnología” que pueda necesitar el recién nacido que llega en mal estado o demasiado prematuro: es un complemento que mejora estos cuidados y que se debe iniciar tan pronto el niño pueda ser manipulado sin riesgo. Para el analista en Tecnología y Cultura lo más significativo de este programa es que se subvierte la relación pacientefamilia vs. médicos-hospital-ente financiador-tecnología. En el tratamiento convencional con incubadora el bebé es alejado de sus padres, introducido en un ambiente artificial controlado y supervisado exclusivamente por los médicos, las enfermeras y una plétora de monitores artificiales, alarmas y sensores complejos. En general, dadas las condiciones en Colombia, la madre solo es autorizada a alimentar a su bebé una o dos veces al día, pero el resto del tiempo debe permanecer fuera de la sala de
incubadora. Esto por supuesto supone altos costos para la familia y para el hospital, baja relación afectiva, y sometimiento por parte del bebé-paciente y su familia a un orden médico, administrativo y tecnológico que no comprenden, lo que implica que los padres del bebé son desempoderados, su responsabilidad es desplazada. Es importante aclarar que este desplazamiento no siempre es visto como algo negativo. El Programa Canguro se constituye en otro ejemplo de resistencia sociotecnológica en la medida en que se aparta de la tendencia mundial de la medicina alopática a incrementar el uso de medicinas y artefactos en los tratamientos para suplir condiciones que el mismo cuerpo humano y el grupo familiar pueden proveer, lo cual conlleva una relación de poder asimétrica entre los expertos (médicos) y los pacientes y sus familias. Se trata de una innovación que a primera vista parece simple y antitecnológica: un bebé prematuro está mejor con su madre y su padre que en una incubadora. En palabras de Natalie Charpak, su principal promotora en Colombia y en el mundo: “lo que más molesta de este programa, es que no parece ser alta tecnología en el sentido convencional” (Charpak, 2005). Sin embargo, el programa ha debido luchar su reconocimiento. Aunque sus efectos financieros y administrativos, además de los médicos, eran notables, durante muchos años se le consideró una práctica “folclórica” en el ámbito internacional (Charpak, 2005). La formalización del programa ha requerido un gran esfuerzo por parte de un equipo de médicos y científicos tanto colombianos como extranjeros por traducir los resultados del programa en conocimiento internacionalmente aceptado. Es de notar que dicha traducción sería imposible sin la participación de médicos bien armados como Nathalie Charpak que conocen la cultura institucional y de gremio de países desarrollados y son capaces de resistir el complejo asimétrico experto-internacional-del norte/profesional-local-del sur6. A pesar de lo anterior, muchos profesionales de países desarrollados siguen considerando el programa Canguro como la alternativa de los pobres (Charpak & Ruiz Peláez, s.f.).
Tecnología, Cultura y Resistencia Los Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad han venido insistiendo en la superación de las consideraciones asimétricas entre el éxito y el fracaso en las empresas científicas y tecnológicas (Doménech y Tirado, 1998). Este principio incluye la no diferenciación en los métodos explicativos entre la tecnología de punta y la tecnología en uso y en desuso, entre lo high y lo low. Si bien esta consideración es evidente en abstracto, lo es menos cuando 6
El programa Canguro cuenta hoy con una larga lista de publicaciones en revistas arbitradas internacionales de mucho prestigio como Pediatrics, Acta Pæpiatr y Lancet.
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DOSSIER • Andrés Valderrama / Javier Jiménez
se considera su geopolítica: es decir, cuando high significa norte y low sur. Todo esto no es posible si no se superan las cargas asimétricas de la dupla tecnología/cultura. Los sistemas tecnológicos deben ser considerados en su formación histórica localizada dada la interdependencia de los mismos con todos los aspectos de la vida cotidiana y cómo dentro de la tecnología están incluidos consciente e inconscientemente valores y/o políticas que llevan a normas sociales particulares (Sclove, 1995). La fuerza de los sistema tecnológicos para conformar la cultura es la fuerza de un discurso dominante para colonizar los supuestos de la práctica social. Esta fuerza adquiere vida a medida que los actores se comprometen con la tecnología y por medio de sus acciones la hacen un elemento constitutivo de la cultura. Estos elementos son las relaciones sociales de la comunicación y la producción en el conjunto de conocimiento técnico y los símbolos que mantienen unida a la sociedad y sus significados (Hill, 1997). En consecuencia nosotros "continuamente creamos y mantenemos un mundo de sistemas tecnologizados al vivirlo" (Hill, 1997). La resistencia radica en el conocimiento y conciencia del sentido de la tecnología, en la excavación de los cimientos de la fachada tecnológica de la vida diaria. Solo así se puede evitar la dominación propia de los paradigmas tecnológicos que se presentan como soluciones únicas a disyuntivas que de suyo plantean múltiples posibilidades. Hemos prescindido conscientemente del uso de la expresión “tecnología alternativa”, pues planteamos que tanto Transmilenio como el Programa Canguro son propuestas centrales que se oponen a un discurso dominante; en ningún caso son caminos alternos, de menor valor, o para poblaciones cualitativamente distintas a las que acogen la solución paradigmática. El peligro radica en que se conviertan en paradigmas en sí mismos, es decir, que empiecen a ser tomados como modelos susceptibles de ser aplicados en cualquier otro lugar, sin tener en cuenta su historicidad, su carácter contingente y situado, es decir, la manera como se apropia la tecnología en un contexto determinado. El mayor reto frente a la tecnología surge, por tanto, en la posibilidad de entender un entramado de redes de significado, donde la comunidad en lo cultural adquiere un sentido especifico y asigna un sentido determinado a la tecnología. Este reto implica plantear una tecnología basada en lo común7 y en un continuo proceso de transformación, que plantea en el futuro una incertidumbre y desmiente la idea de evolución o continuismo (Martin Barbero, 2005). Cerramos este artículo con una consideración reflexiva: la dominación tecnológica se refuerza en el discurso de las 7
Usamos lo común en el sentido de estructura ósea del discurso, aquello que posibilita y ordena la comunicación, el “topoi koinoi” en el sentido aristotélico, a diferencia de lo común como vacío, trillado y banal. Ver Virno, 2003.
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ciencias sociales. Al centrarse el debate en las implicaciones culturales de las tecnologías de vanguardia de los centros dominadores con el pretexto de anticiparse a las tendencias, se puede estar incurriendo en un efecto de promoción, y por tanto, de servicio al modelo difusionista que se pretende criticar. Transmilenio y el Programa Canguro son estudios de caso de los muchos que deberíamos desarrollar para apartarnos de la colonización intelectual de los casos de análisis de Tecnología y Cultura. En Colombia no podemos admitir exclusivamente en nuestros salones de clase y en nuestras preocupaciones intelectuales la bomba atómica, la crisis de los misiles, el desastre de Chernobyl, las ondas gravitatorias, las estadísticas de investigación de la National Science Foundation de los Estados Unidos o los nuevos prototipos de transporte del MIT o de la ciudad de Paris (Valderrama, 2004).
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Tecnología, cultura y resistencia
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 107-115.
SOBRE AGENDAS DE INVESTIGACIÓN Y UNIVERSIDADES DE DESARROLLO Judith Sutz*
Resumen El artículo reflexiona en torno al papel que han desempeñado las universidades en los países del sur y del norte. Sostiene que en el contexto actual, momento en el que las relaciones con la tecnología se han estrechado, las universidades -particularmente del sur- han perdido la posibilidad de diseñar sus propias agendas de investigación. Aboga por la consolidación de universidades, en contextos de subdesarrollo, que cumplan el papel de agentes de cambio en las relaciones entre tecnología y sociedad.
Palabras clave: Universidades, agendas de investigación, tecnología, sur, norte, desarrollo.
Abstract This article meditates on the role played by universities in countries on the north and south. It affirms that nowadays—period during which the relationship with technology has become closer—universities (mostly in the south) have lost the possibility of designing their own research agendas. The author advocates the creation of universities that, in developing contexts, play the role of change agents in the relations between technology and society.
Keywords: Universities, research agendas, technology, south, north, development .
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Ingeniera Eléctrica con maestría en Planificación del Desarrollo por la Universidad Central de Venezuela y doctorado en Socio-Economía del Desarrollo en la Universidad de Paris-Sorbonne. Profesora titular de la Universidad de la República, Uruguay, donde inauguró la cátedra “Ciencia, tecnología sociedad”. Coordinadora Académica del CSIC. Pionera latinoamericana en la investigación sobre Ciencia, Tecnología y Desarrollo, hace docencia periódica en centros académicos de Uruguay, Venezuela y Francia. Ha escrito libros y capítulos de libros en español, inglés y francés - relacionados con los aspectos sociales de informática, el cambio técnico, los sistemas de innovación. Ha coordinado los proyectos " Uruguay: el complejo electrónico de un pequeño país ", "Posibilidades y riesgos de una inserción activa en el mercado mundial: el caso de Uruguay", y “Compatibilidad Sistémica e Innovación en Uruguay". Entre 1991 y 1997 fué Secretaria de Ciencia, Tecnología y Desarrollo, de la Comisión latinoamericana de Ciencias Sociales (CLACSO).
Fecha de recepción: Agosto de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
Relaciones entre tecnología e investigación Buena parte de los artefactos, en sentido amplio, con los que actualmente interactuamos, están basados en principios que no demasiado tiempo antes pertenecían al dominio de la investigación. Esto ocurre en el campo de las comunicaciones, en el de la provisión de salud en sus más diversas variantes, en múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana. No siempre fueron así las cosas. Como lo señala Mokir (2002), antes de 1800 los nuevos artefactos y las nuevas técnicas eran más bien productos azarosos de procesos de prueba y error. Ejemplo notable de artefacto cuyos principios de funcionamiento fueron explicados varios años después de haberse expandido su uso es la propia máquina de vapor. Dicho proceso azaroso de emergencia se debe a la ausencia de una base cognitiva sólida en torno a los principios operativos subyacentes; a su vez, la debilidad de la base cognitiva dificulta la evolución tecnológica a partir de los artefactos originales. “Cuánto más restringida es la base cognitiva en Ω (conocimiento proposicional, acerca del qué) de una técnica particular, menos probable es que siga creciendo y expandiéndose luego de su primera emergencia, porque una expansión futura requeriría aún más eventos fortuitos” (Mokir, 2002, p. 19). A partir de la segunda mitad del siglo XIX y de manera extraordinariamente dinámica durante el siglo XX, las tecnologías emergentes estuvieron asociadas a bases cognitivas sólidas; a la inversa, dichas tecnologías, en parte por su complejidad y en parte por su velocidad de aparición, se convirtieron en un flujo constante de nuevas preguntas planteadas al ámbito del conocimiento proposicional. No quiere decir esto que el azar haya dejado de jugar un papel en los procesos de descubrimiento e invención, sino que la búsqueda de explicación de lo nuevo se integra rápidamente al cuerpo teórico disponible. Esto ha colaborado al extraordinario despliegue de la tecnología que hoy nos rodea: planteando por la positiva la afirmación de Mokyr, cuánto más amplia es la base cognitiva de una técnica particular, más probable es que siga creciendo y expandiéndose luego de su primera emergencia. La relación entre tecnología e investigación se evidencia especialmente en aquellos casos en que prototipos y resultados se obtuvieron en universidades. En algunos casos, de ellos se derivaron industrias enteras: ello ocurrió con la computación y con la biotecnología y no sólo respecto del puntapié inicial sino de buena parte de sus mayores avances. Antes aún dicha relación se había establecido en el campo de las ciencias agrarias, donde el carácter de bien público que hace cien años tenían buena parte de las tecnologías agropecuarias hacía de las universidades ámbito propicio para su desarrollo. Ahora bien, no es solamente la emergencia de nuevas tecnologías la que está asociada a procesos de investigación. También lo está la búsqueda de nuevas aplicaciones de una tecnología dada, de su utilización en 107
DEBATE • Judith Sutz
condiciones variadas, de posibles transformaciones que permitan obtener determinados resultados. En ocasiones esta búsqueda es realizada en empresas, en otras en universidades y en otras aún en esfuerzos cooperativos de ambos ámbitos. Recordar que en el origen de las tecnologías y artefactos que pueblan nuestro entorno hay investigación, incluyendo investigación universitaria, importa en un doble sentido. En primer lugar porque ubica un espacio donde se toman decisiones -en torno a la agenda de investigación- de las que se deriva lo que puede llegar a realizarse en materia de tecnologías y lo que no tendrá chance alguna por no constituirse en problema. En segundo lugar porque remite parcialmente al ámbito universitario donde, en principio, la toma de decisiones admite orientaciones normativas y donde la opinión ciudadana puede llegar a tener, si no voto, al menos voz.
La “tecnologización” de los sistemas de investigación, Norte y Sur Los sistemas de investigación académicos están siendo afectados por un doble proceso de “tecnologización”. Por una parte, la sofisticación de los instrumentos para hacer investigación es cada vez mayor; por otra, la lógica de la producción tecnológica tiende a imponerse en un medio donde anteriormente no prevalecía. La importancia del primer vector de tecnologización no debiera ser subestimada: “Los instrumentos científicos pueden ser útilmente pensados como los bienes de capital de la industria de la investigación” (Rosenberg, 1995, p. 251). Trabajar con bienes de capital de última generación puede llegar a ser más importante para la productividad académica, al menos en ciertas áreas de conocimiento, de lo que lo es para la productividad industrial (Nedeva et al., 1998). Por otra parte, es muy significativo el papel que ha jugado la “tecnología de laboratorio” al migrar de los medios académicos a ámbitos de producción o de servicios: ejemplos típicos incluyen la computadora y la resonancia magnética nuclear. Además, el diseño de tecnologías de laboratorio da lugar a espacios privilegiados de trabajo interdisciplinario, en especial porque la innovación en ese plano suele tener como actor principal al usuario de la tecnología (von Hippel, 1998). En el Sur, otra es la situación. La escasa inversión en I+D se refleja en la dotación tecnológica relativamente pobre de los sistemas de investigación, lo cual tiene a su vez consecuencias sobre el alcance y la visibilidad de los resultados obtenidos. Ejemplo de esto último es el requisito de validación en determinado tipo de equipos, por lo general de última generación, para que resultados experimentales sean admitidos en ciertas revistas, sobre todo en el área de ciencias de la vida. La investigación en el Sur no se detiene por esto, sin embargo. Al decir de una investigadora de la Universidad de California que trabajó por años en contacto con laboratorios de 108
biotecnología de países especialmente pobres en el contexto latinoamericano: “Hacer accesibles instrumentos científicos en dichas situaciones necesita del análisis de los fundamentos de sus requisitos técnicos, lo que conduce a la inteligente adaptación de equipos, al uso de técnicas alternativas, a la simplificación de protocolos y al recurso al reciclaje. Los impedimentos que llegan a encontrarse... fomentan las más ingeniosas innovaciones que puedan imaginarse” (Harris, 2004). La tecnologización de la investigación forma parte de los factores que delimitan actualmente los alcances de lo que se puede investigar, un elemento diferencial entre Norte y Sur que remite a la cuestión de la agenda, sobre la que volveremos más adelante. El segundo vector de tecnologización actúa sobre las prácticas de investigación de forma diferente, no tanto sobre sus condiciones materiales de producción sino más bien sobre sus modalidades de socialización. Además, no lo hace de manera directa, es decir, mediante artefactos tecnológicos, sino indirectamente, a través de la extensión del alcance de conceptos y prácticas familiares en su ámbito a otros. Un estudioso de los procesos recientes de transformación de la investigación académica ejemplifica la percepción de estos cambios a través de un ejercicio imaginario, en que una investigadora de la década de 1960 vuelve de un viaje espacial en los años 1990 y, al principio, sólo puede admirarse de cuánto avanzó el conocimiento en ese lapso. Pero poco a poco comienza a percibir cambios sutiles aunque perturbadores. Uno de ellos tiene que ver con los diálogos mantenidos en la cantina a la hora del almuerzo, “donde la Doctora iba a escuchar frecuentemente palabras que parecían bastante fuera de lugar en el mundo académico, palabras como “gerenciamiento”, “outputs”, “rendición de cuentas” y “evaluación”. Poniendo estas palabras todas juntas, junto al significado de otras, poco familiares, como “masa crítica” y “derechos de propiedad intelectual”, ella empezó a ver a la ciencia de hoy bajo una luz bien distinta” (Ziman, 1994, p. 2). Este proceso estaría llevando a un nuevo tipo de investigación, la investigación postacadémica (Ziman, 2000, p. 67). Un signo mayor de esta transformación es el pasaje del “tipo ideal” de normatividad académica descrito por Robert Merton comunalismo, universalismo, desinterés, originalidad, escepticismo organizado- a otro, mucho más propio de la investigación tecnológica realizada generalmente en ámbitos productivos: propietario, local, autoritario, comandado y experto (Ziman, 1994, p. 178). La legislación norteamericana de 1980 que permite el patentamiento de resultados de investigación universitaria a partir de fondos gubernamentales y las consecuencias que tuvo sobre las prácticas y orientaciones de la investigación es uno de los signos paradigmáticos de dicha transformación. En el Norte, estos cambios se ven estimulados por la conjunción de dos factores. Por una parte, nuevas orientaciones de las políticas públicas buscan forzar
Sobre agendas de investigación y universidades de desarrollo
aproximaciones entre el mundo académico y el empresarial, re-direccionando al primero; por otra, una parte minoritaria pero sumamente significativa de la industria, aquella basada directamente en resultados de investigación académica, abre oportunidades de trabajo y de ganancias a los trabajadores académicos -en su calidad de tales- como era impensable imaginar hace apenas unas pocas décadas. Los juicios de valor en torno a estos cambios van desde la preocupación manifiesta hasta la bienvenida calurosa; más allá de ellos, nadie discute mayormente qué está ocurriendo. En el Sur, en cambio, la transformación es menos neta. La investigación post-académica “auténtica” requiere una fuerte demanda externa real; si quienes la fomentan son principalmente las agencias de financiamiento, nacionales o internacionales, su alcance será menor, más allá de condicionar -o distorsionar- el qué y el cómo de la investigación.
Cambios en la percepción acerca del papel de las universidades Una tipología interesante clasifica a las universidades, desde su emergencia medieval, en cuatro categorías: universidades de la fe, de la razón, del descubrimiento y, en una tendencia que se estaría dibujando actualmente, del cálculo (Muller, 1996). La segunda, emblemáticamente representada por la Universidad de Berlín, fundada en 1811 por Guillermo von Humboldt, habría dado lugar a la primera revolución académica, por la cual las universidades, además de enseñar, adquirían una nueva misión íntimamente imbricada con la anterior: producir nuevo conocimiento, es decir, investigar (Etzkowitz, 1990). En particular, las universidades de la razón no sólo se dedicaron a formar científicos sino también ingenieros: “el descubrimiento de conocimiento nuevo y el desarrollo de nuevas tecnologías empezaron a ser percibidos como el mayor logro de las universidades” (Muller, 1996, p. 16). El énfasis en el descubrimiento y la invención como misiones explícitas de la universidad tuvo un gran impulso en el siglo XX, acompañando una serie de grandes eventos con repercusiones económicas inmensas. Las ciencias de la computación así como la primera computadora digital surgieron en universidades; la estructura de la transmisión de información genética y, años más tarde, los mecanismos que permitían manipularla, también fueron encontrados en universidades. La polémica se instaló: ¿debían las universidades proseguir sus búsquedas de acuerdo a impulsos internos, que tan buenos resultados habían dado hasta entonces, o más bien debían orientar su trabajo de acuerdo a criterios fijados, al menos en parte, desde afuera? Esto último es lo que estaría pasando en los hechos, según algunos. El influyente texto de Gibbons et al. (1994) así lo indica: no otra cosa sería el “modo 2” de producción de conocimientos, en que nada se investiga sin haber pasado antes por un proceso de negociación en
torno a qué investigar en el que intervienen actores externos al medio académico. Esta tendencia, todavía en proceso, admite en principio orientaciones diversas. La que percibe Muller, asociada a la universidad del cálculo, es por cierto poco grata: “La universidad del cálculo es una institución inmensa y cara, altamente funcional como inversión económica en términos de entrenamiento e innovación continua en ciencia y tecnología, ya no más comprometida con la enseñanza por sí misma y con la formación del carácter...”(Muller, 1996, p. 21). Además, “una implicación adicional de esta evolución institucional es que los participantes en sus actividades no compartirán necesariamente un conjunto de valores comunes más allá del imperativo económico de producir lo suficientemente bien como para ser recompensados y viceversa” (Muller, 1996, p. 21.) Por cierto elementos de esta tendencia son observables a simple vista. La imagen de individualismo extremo, de pérdida de sentido institucional, asociada a la universidad del cálculo, no es visualizada como la deriva inevitable de una mucho mayor preocupación por contribuir al crecimiento y al desarrollo económico en una economía mundial basada en el conocimiento y motorizada por la innovación. Por el contrario, esta última podría dar lugar a una nueva misión de la universidad, asumida por todos sus integrantes, de compromiso con la creación de riqueza. Es a la asunción de esta nueva misión que Etzkowitz (2000) denomina “segunda revolución académica”; las universidades que las encarnan serían “universidades empresariales”. Una segunda revolución académica de este tipo, en línea con la idea de un “modo 2” de producción de conocimientos, sólo puede producirse si hay actores económicos externos a las universidades dispuestos a demandar y a utilizar los conocimientos que en ella se producen. Es esto lo que hace tan problemático, más allá de todo planteo normativo, la emergencia de universidades empresariales en el Sur. Esta nueva misión de la universidad, propuesta como concepto que recoge tendencias profundas de cambio en la década de 1990, hace énfasis en una “universidad abierta al exterior”. Setenta años antes, otra idea de nueva misión para la universidad también basada en la apertura al exterior surge en América Latina, en Córdoba, 1918, más precisamente. Se trata de una verdadera revolución académica, si por tal entendemos, como lo hace Etzkowitz, la asunción por parte de la universidad de un nuevo papel en la sociedad (Arocena y Sutz, 2001a; Arocena y Sutz, 2005). Este papel incluía asumir “responsabilidades sociales...que volviesen a las universidades más democráticas, más eficaces y más actuantes hacia la sociedad” (Ribeiro, 1971, p. 85). Como toda revolución académica, la que derivó del Movimiento de la Reforma Universitaria (MRU) trajo consigo innovaciones institucionales, de las cuáles dos de destaque fueron el cogobierno estudiantil de la institución y la legitimación como tercer papel de la universidad del extensionismo hacia la sociedad, parte todavía hoy de la trilogía latinoamericana de deberes a cumplir por parte de sus integrantes. 109
DEBATE • Judith Sutz
El impulso del MRU parece agotado hace ya tiempo: “Cordoba...inauguró el ciclo heroico de la reforma universitaria, el mismo que se cerró en los ’70, en medio del control militar de las universidades y de la apertura de la enseñanza superior a las dinámicas del mercado” (Brunner, 1990, p. 21). Sin embargo, las luchas antidictatoriales de los años ’80 vieron a los estudiantes, respaldados por la ciudadanía, enarbolar esas viejas banderas. Las terribles crisis sociales por las que está pasando hoy América Latina y la comprensión de que no son resultado de la mala o incompleta aplicación de las recomendaciones del “Consenso de Washington” sino su consecuencia, abre nuevas interrogantes para los procesos de desarrollo de la región y para sus universidades públicas. Si es cierto que en la política latinoamericana se están procesando transformaciones para adecuarse a dicha comprensión, cabe preguntarse igualmente por la expresión de las nuevas misiones de la universidad en estos nuevos tiempos. A un intento de respuesta nos acercaremos hacia el final de este trabajo. Pero antes conviene examinar cuál es la situación, en general y en América Latina, respecto de la segunda revolución académica tal como ésta ha sido propuesta.
Ideología y realidad: ¿para qué sirven las universidades? Datos provenientes de encuestas de innovación, en la Unión Europea y en América Latina, muestran un panorama relativamente similar en la percepción que las empresas tienen de las universidades: éstas son las fuentes menos importantes de información para la innovación. En el caso de la UE las encuestas indican consistentemente a las actividades de Investigación y Desarrollo internas a las empresas como fuente fundamental de dicha información. Aunque con diferencias de magnitud en ambas realidades, tampoco son las universidades los actores externos con los cuáles las empresas más entran en acuerdos con propósitos de innovación (UE, 2004; Sutz, 2004). En un estudio realizado a mediados de los años ’80 en Estados Unidos, decenas de ejecutivos de más de cien industrias fueron interrogados acerca de la importancia de los resultados de la investigación universitaria para el progreso tecnológico en sus sectores respectivos, en diversos proyectos que abarcaban una multiplicidad de disciplinas. La conclusión es que, salvo en industrias como la farmacéutica o la biotecnológica, dichos resultados no eran percibidos como de mayor relevancia. El avance del conocimiento en las disciplinas antes mencionadas, sin embargo, era indicado por esos mismos gerentes como de importancia significativa (Rosenberg y Nelson, 1994). Una explicación, explícitamente ofrecida en este último estudio y válida también para los datos inicialmente mencionados, es que el papel vital que cumplen las universidades para la innovación empresarial está asociado a la formación de alto nivel de los profesionales que trabajan en las firmas y no tanto como proveedoras de 110
soluciones a problemas específicos. Los resultados de las encuestas están referidos al conjunto de la industria: en sectores especiales, donde la innovación en bienes y servicios está directamente basada en la productividad de la investigación académica vale lo primero y no lo segundo. Pero en términos generales, la información empírica sugiere fuertemente que la universidad importa en la medida que cumpla bien con el decimonónico “mandato humboldtiano”: investigar bien para formar mejor y formar bien para investigar mejor. La tercera misión de contribuir a la generación de riqueza ocupándose de problemas de directo interés para la industria no parece ser reconocida como tan importante por la propia industria. Esta interpretación también se ve avalada por la literatura sobre innovación. La capacidad de innovar de las empresas está íntimamente asociada a sus capacidades para utilizar creativamente el conocimiento, denominadas “capacidades de absorción”. “Las habilidades de una firma para reconocer el valor de nueva información externa, asimilarla y aplicarla para fines comerciales es crítica para sus capacidades de innovación. Denominamos a esas habilidades capacidad de absorción de la firma, y sugerimos que es en gran parte una función del conocimiento previo (que ésta ha llegado a acumular) (Cohen y Levinthal, 1990, p. 128). “Para integrar cierta clase de conocimiento tecnológico complejo y sofisticado de forma exitosa a las actividades de la firma, ésta requiere de un grupo interno de tecnólogos y científicos que sean competentes en sus campos específicos y que tengan familiaridad con las necesidades idiosincráticas de la empresa, con sus procedimientos organizativos, sus rutinas, sus capacidades complementarias y sus relaciones externas” (Cohen y Levinthal, 1990, p. 135). Parte de las capacidades de absorción de las firmas se incrementa a través del acceso a conocimiento creado fuera de ellas, pero para lograr dicho acceso sigue siendo fundamental contar internamente con personal altamente calificado, capaz de identificar fuentes externas, relacionarse con ellas, formularle demandas precisas e incorporar luego los resultados obtenidos a la dinámica empresarial. El caso danés confirma concretamente lo anterior. En Dinamarca las universidades y los institutos de investigación juegan un papel bastante menor en los procesos de producción de nuevos productos y en el desarrollo de nuevos procesos. Ello no se debe ni a una calidad deficiente de las actividades académicas ni a su irrelevancia para las empresas, sino a las carencias de éstas en términos de “capacidades de absorción”. En efecto: “El potencial para una mayor colaboración entre empresas y universidades y centros de investigación no sólo depende de la motivación y capacidad que estos tengan para comunicar sus ideas y resultados de investigación con potencial de aplicación industrial. Es también crucial que las empresas mismas tengan la capacidad de buscar y de aplicar resultados de investigación provenientes de universidades” (Gregersen, 2000). Sólo una de cada tres
Sobre agendas de investigación y universidades de desarrollo
empresas danesas de más de 50 empleados tiene personal con una educación académica de larga duración; una de cada cinco empresas pequeñas los tiene. Eso explica que se relacionen poco con universidades; eso explica también que exista un instrumento de política pública que subsidia a las empresas para la contratación de su primer académico, instrumento que también está presente en varios países europeos. El Sistema Nacional de Innovación danés es especialmente denso y en él tiene fuerte presencia un sistema de consultores “para quebrar el hielo”, una de cuyas funciones es ayudar a establecer puentes entre empresas y universidades. La polémica acerca de qué transformaciones tienen que procesar éstas para colaborar a ese acercamiento está instalada en Dinamarca, como en el resto del mundo: la respuesta que un experto da a esta cuestión es que “parecería más conveniente fortalecer las competencias científicas del sistema de consulta que fortalecer los aspectos comerciales del sistema académico” (Lundvall, 2002, p. 152). A partir de variados elementos empíricos es posible discutir la propuesta de que las universidades sirven más al desarrollo económico en la medida en que se concentran en la resolución de problemas de directo interés para las empresas. La evidencia disponible parece indicar que lo que las empresas -y la teoría de la innovación- señalan como importante enfatiza sobre todo las capacidades internas a las firmas para vincularse con el conocimiento y, también, para buscar conocimiento fuera de ellas. Así, el papel crucial de las universidades estaría vinculado con la provisión de formación de la más alta calidad, para lo cual las actividades de investigación también de la más alta calidad son imprescindibles. Esto es válido en particular para las tecnologías: la razón por la que los gerentes del estudio norteamericano valoraban tanto el avance del conocimiento en disciplinas “fundamentales” como matemáticas y física para el desarrollo tecnológico de sus empresas tenía que ver con su aporte a la formación de profesionales creativos y con capacidad de seguir aprendiendo. Esto no ocurre sólo en el país más dinámico del mundo en materia de innovación; también es válido en el Uruguay. Preguntados ingenieros que habían creado empresas de electrónica profesional cuál era el aporte que más rescataban, para su condición de empresarios, de la formación universitaria recibida, la respuesta mayoritaria fue la formación en ciencias básicas: la razón esgrimida, de orden más bien psicológico, era que dicha formación daba la seguridad de que por complejo que fuera un problema, si se trabajaba lo suficiente se terminaría por resolverlo (Sutz, 1986) La discusión sobre el papel de las universidades suele ser acalorada, incluso cuando se la expresa en artículos académicos. Es razonable que ello sea así, pues se está discutiendo sobre una institución cuyo fin específico es crear conocimiento y otorgar credenciales que aseguren que quienes las tienen pueden manejar razonablemente campos de conocimiento, y todo ello en momentos en que el conocimiento es visualizado como uno de los más
importantes instrumentos con los que cuenta la economía. Es común acusar y ser acusado de tomar posición en torno a estos temas por razones ideológicas: es malo que las universidades se mezclen con las empresas; es imprescindible que las universidades pongan las manos en el barro de la vida real. Sin entrar en plano normativo alguno -aún-, lo que se afirma aquí es que las políticas que implícitamente adjudican responsabilidad por los escasos contactos entre empresas y universidades a estas últimas y que buscan revertir esa situación promoviendo que las universidades definan sus agendas de trabajo en función de las demandas de la producción, no parecen contar con mayor soporte empírico.
Realidad y normatividad: la cuestión de las agendas de investigación Las agendas de investigación académicas constituyen un eslabón clave en las relaciones entre investigación y sociedad y también, por tanto, entre tecnología y sociedad. No son por cierto estas agendas las únicas que cuentan: las elaboradas por grandes empresas, algunas de las cuales disponen de grupos humanos e infraestructura que superan largamente las que tienen muchas universidades, son también de enorme importancia. En el área farmacéutica, por ejemplo, la agenda de I+D de dichas empresas fija en buena medida qué enfermedades tendrán chance de tratamiento y cuáles no. Esto, con ser cierto, no quita en absoluto importancia a las decisiones que en materia de agendas de investigación se toman en los medios académicos. ¿Cómo se determinan estas agendas? No es razonable buscar una respuesta general a esta pregunta, pues refiere a un proceso que ocurre a nivel micro-social bajo la influencia de condiciones meso y macro sociales, todas ellas altamente contexto-dependientes. Las decisiones en torno a qué problemas específicos abordar se toman en el marco de la unidad colectiva mínima de trabajo académico: el grupo de investigación. (Unidad Académica CSIC, 2003). Estas decisiones, a su vez, están influenciadas por orientaciones definidas en las estructuras donde estos grupos se encuentran insertos, desde la más inmediata como el Departamento o Instituto hasta la más global, la facultad o la propia universidad. Las condiciones generales del país influyen igualmente, tanto a nivel de las políticas públicas como de la situación del sector privado. Las primeras determinan los recursos que se destinan a las universidades públicas, aunque no termina allí su influencia. En América Latina, donde aún hoy la investigación académica se lleva a cabo mayoritariamente en universidades públicas, los presupuestos nacionales a éstas destinados determinan en buena medida las estrategias de trabajo de los grupos de investigación. Las políticas de compras tecnológicas del estado, a su vez, han sido en ocasiones vector privilegiado de fijación de agendas de investigación académica (Edquist y Hommen, 1998), pero sobre todo en los países centrales y 111
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muy excepcionalmente en el subdesarrollo. La participación del sector privado en la fijación de las agendas de trabajo depende del nivel de importancia que tenga el conocimiento para sus estrategias comerciales y, también, de la tradición de relacionamiento con sectores académicos. En América Latina el sector privado es minoritario tanto en el financiamiento como en la ejecución de actividades de I+D; además, la proporción de los investigadores existentes que absorbe es muy pequeña -a diferencia del conjunto de los países desarrollados donde el sector empresarial emplea, en promedio, a la mitad de los investigadores- (RICYT, 2003). Esto hace que, en términos generales, el sector empresarial sea un débil demandante de conocimiento sin mayor influencia sobre la agenda de investigación. Esta tendencia se revierte parcialmente en el sector agropecuario, cuyas direcciones de trabajo incluyen preocupaciones y objetivos planteados a nivel de la producción; en esto influye la tradición de larga data de vinculación entre productores agropecuarios e instituciones públicas de investigación agropecuaria, de mucha importancia y solidez en la región, que abren camino a la participación universitaria. En términos muy generales puede decirse que las agendas de investigación se van configurando en torno a tradiciones cognitivas, al reconocimiento de nuevas avenidas en campos específicos, a diversos factores de legitimación del trabajo académico, a los recursos disponibles “libres” y a las políticas de las agencias de financiamiento de la investigación. Estas últimas, públicas y también privadas, nacionales e internacionales, son cada vez más influyentes, en todas partes. Ziman comenta este aspecto como un agregado a “to publish or to perish”: “to apply or to die”. Cada vez más lo que puede hacerse en materia de investigación depende de la capacidad de traducir objetivos en proyectos que calcen dentro del esquema de prioridades de agencias externas al ámbito directo de funcionamiento de los colectivos de trabajo. Salvo para universidades privadas muy ricas en países altamente desarrollados, que configuran la excepción y no la regla, esta tendencia a “abrir” la agenda de investigación a influencias externas a la propia academia parecen irreversibles. Esto no es un juicio de valor; es, simplemente, una conjetura, casi una constatación. La orientación de las agendas de investigación recibe también la influencia de los criterios de evaluación académica, en buena parte internos al sistema de investigación pero en parte también externos a él. La búsqueda de visibilidad individual, sea en esquemas de premios o incentivos sea en términos de posible movilidad académica, define una suerte de ingeniería reversa desde las mejores revistas y congresos -con sus respectivos requisitos y preferencias- hacia lo que se decide emprender. Más en general, la evaluación académica orienta conductas, como puede apreciarse en este comentario de un investigador en ciencias sociales británico: “...el ethos de la investigación académica está dominado por lo que (se ha dado en llamar) ‘rituales de verificación’. Estos engendran el ethos de la valoración periódica -examen, 112
escrutinio, evaluación, la justa medida de angustia- todos los cuales son tributos pagados en el altar de la rendición de cuentas. Esta orientación hacia ser continuamente valorados implica que la empresa de investigación ha sufrido un desplazamiento de objetivos y una reorientación en un aspecto clave: se trata menos de crear conocimiento y de comprender mejor que de demostrar que se es capaz de cumplir con criterios de alta calidad a efectos de generar ingresos” (Schlesinger, 2000). A esta tendencia se suma, en el subdesarrollo, lo que puede denominarse la esquizofrenia del sistema de evaluación (Arocena y Sutz, 2001b). En realidades de escaso dinamismo económico, el discurso sobre la necesidad de que las universidades se vuelquen a apoyar la competitividad de las empresas, más allá de los desmentidos empíricos que ya comentamos, es particularmente fuerte. Pero la evaluación académica, preocupada -no sin buenas razones- por asegurar la calidad de las actividades de investigación, suele utilizar criterios de productividad basados en la publicación en revistas arbitradas de circulación internacional, sesgando las agendas de trabajo del Sur hacia problemas planteados en la agenda del Norte. Esta tensión se hace por momentos irresoluble: responder al “deber ser” de las agencias de financiamiento y, a la vez, al “deber ser” de la productividad académica puede llegar a tener una intersección pequeña. El punto a destacar es que las agendas de investigación nunca se definen en soledad. Los grupos de investigación establecen líneas de trabajo en base a articulaciones entre la acumulación que han logrado en el pasado, a sus objetivos a futuro, a las posibilidades concretas que tienen de conseguir financiamiento, a estrategias para maximizar su visibilidad, a su percepción de lo que puede llegar a ser importante, sea para el avance disciplinar sea para la resolución de problemas. En esas articulaciones intervienen visiones normativas diversas, en ocasiones convergentes y en otras encontradas, con diferentes capacidades para incidir en el resultado final.
Dilemas de legitimación Desde una perspectiva normativa, las agendas de investigación en contextos periféricos deberían tener la brújula apuntando hacia colaborar con los esfuerzos por superar el subdesarrollo. Esto exige el concurso de todas las orientaciones disciplinarias: no puede inferirse de lo anterior sesgo alguno a favor de lo “aplicado” y en desmedro de lo “básico”. El centro de la cuestión se ubica en el término colaboración: ¿colaboración con quién? ¿colaboración en torno a qué?, lo que equivale a plantear que las agendas de investigación incorporen a su formulación demandas que se generan en el ámbito social, en el sentido más amplio del término. Esto incluye cuestiones muy concretas que algunos actores de investigación estarán en condiciones de abordar de forma directa; incluye también orientaciones más amplias a las
Sobre agendas de investigación y universidades de desarrollo
que otros investigadores pueden sumarse. En todos los casos la calidad en la producción de conocimientos es requisito imprescindible: a nadie sirve la investigación mediocre. Una dificultad central para favorecer una orientación de este tipo de las agendas de investigación en contextos periféricos es la carencia de organicidad de la demanda a la que deberían responder. Los problemas se presentan por miles, con orígenes en la producción, la formación de los jóvenes, el medio ambiente, la pobreza, la marginalidad. No suelen presentarse aislados: parte de la degradación ambiental está asociada con la pobreza, así como la marginalidad está asociada en parte con la falta de formación de los jóvenes. Lo que aparece como dificultad es que este conjunto de problemas interrelacionados no se presenta ante la investigación de forma naturalmente integrable en agendas de trabajo. Lograr que lo esté configura un desafío mayor, que se plantea además en el plano de la legitimación. Los investigadores deben legitimar sus actividades en un plano intrínseco: ello se produce a través de los sistemas de evaluación académica. Para poder realizarlas deben recurrir crecientemente a mecanismos de financiamiento que resultan también elementos de legitimación: quien accede a ellos no sólo puede trabajar mejor sino que demuestra exante “ser mejor”. La legitimidad de trabajar en cualquier área de conocimiento, con otros, procurando aportar a la solución de problemas del subdesarrollo, no se construye desde la sola conciencia o voluntad de los investigadores. En ausencia de una sólida fuente externa de legitimidad así entendida, en el mejor de los casos se producirán dilemas individuales en torno a qué dedicar esfuerzos; lo más probable sin embargo es que ni siquiera se planteen. Normativamente, entonces, importa que aparezca un dilema de legitimación. Ello ocurrirá si la orientación hacia problemas del subdesarrollo se configura como un conjunto de demandas explícitas a cuya solución se convoca a la investigación, asegurando que quienes a ello se dediquen contarán con recursos materiales para hacerlo y con reconocimiento académico y social por hacerlo. Lograr cosa semejante no es tarea para un solo actor; buena parte de la dificultad consiste precisamente en la necesaria articulación entre actores múltiples que miran la cuestión desde perspectivas particulares de convergencia problemática. Pero principio tienen las cosas y las universidades, por muchos motivos, están en el principio.
Universidades de desarrollo como agentes de cambio en las relaciones entre tecnología y sociedad Las universidades pueden ser, y en diversas ocasiones históricas lo han sido, agentes de cambio. Se trata de que vuelvan a serlo, en contextos de subdesarrollo, para colaborar a revertirlo. A las universidades que adopten explícitamente esa misión como nuevo compromiso institucional proponemos llamarlas universidades de desarrollo (Arocena, Gregersen y Sutz, 2004; Sutz, 2005).
Resulta claro que no podrá haber universidades de desarrollo en contextos nacionales para los cuales el desarrollo integral de la sociedad o desarrollo humano auto-sustentable no sea una meta; igualmente claro resulta que en el marco de la economía (¿global?) del conocimiento esta meta no se logra sin transformaciones sustantivas de las universidades. Cuatro elementos distintivos caracterizan a las universidades de desarrollo y marcan los espacios de interacción con el medio en que se insertan: i) Formar más estudiantes a alto nivel, para los cuales oportunidades de aplicar creativamente el conocimiento adquirido deben abrirse en los espacios nacionales. Una universidad de desarrollo no puede atender a una minoría de la población en la edad correspondiente: el Banco Mundial, 2002, acuñó una expresión elocuente, brecha de la matriculación, para ilustrar la distancia que separa al mundo periférico con menos del 20% de matrícula universitaria en promedio del mundo desarrollado, donde más de la mitad de los jóvenes acceden a educación superior. Pero además, la demanda por conocimiento tiene que ampliarse de modo de dar cabida a los jóvenes formados: de lo contrario la emigración parece destino ineluctable. En esta ampliación de demanda juega papel central la formulación de problemas que afectan a la parte más desfavorecida de la población - salud, vivienda, nutrición, educación- además de otras demandas asociadas a la vida económica y social en general. Ello lleva a ii) Colaborar a definir agendas de investigación que atiendan necesidades sociales y cooperar con agentes externos de modo de asegurar que los resultados obtenidos sean efectivamente aplicados. Dicho de otro modo, las universidades de desarrollo tienen que instalar un nuevo dilema de legitimación para la vida académica, centrado en la satisfacción de demandas sociales y, también, impulsar que esa legitimación alcance al conjunto de la sociedad, muy en especial a la esfera de acción pública. Para que ello sea posible hay que iii) Impulsar desde los criterios de evaluación académica la atención a problemas del subdesarrollo, elaborando nuevos criterios para la valoración del trabajo de investigación que premien explícitamente las orientaciones disciplinarias e interdisciplinarias abocadas a la solución de dichos problemas. Esto debe hacerse sin descuidar, sino todo lo contrario, la excelencia académica de la investigación emprendida, combinando de forma adecuada, que no podrá sino ser muy innovadora, criterios que atiendan al qué se investiga y al cómo se lo hace. Esto exige a su vez iv) Ayudar a que profesores y estudiantes se involucren con problemas productivos y sociales del medio nacional, tomando una posición pro-activa respecto de sus intereses y lealtades, incluyendo en esto la organización de la docencia, de la investigación y de la articulación entre ambas. Esta posición institucional necesita en particular de las ciencias sociales y de las humanidades, cuyo papel, si falta hiciera, debe ser reivindicado. 113
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En las universidades de desarrollo se van a producir conocimientos y tecnologías. Ambas tendrán como sello distintivo derivar de un proceso de definición de problemas orientado por preocupaciones sociales muy diversas, que a todas las vertientes disciplinarias pueden dar cabida. Detrás de esta idea hay una hipótesis, que es de recibo explicitar llegando al final de este texto: una parte significativa de los investigadores que viven y trabajan en el subdesarrollo nada querrían más que resultar todo lo socialmente útiles que pueden ser. Misión específica de las universidades que quieran devenir de desarrollo es transformarse a sí mismas y, también, actuar como agentes de transformación en el medio social de modo que esa aspiración se realice. ¿Qué conocimientos y qué tecnologías producirán las universidades de desarrollo? Imposible saberlo de antemano, aunque cabe suponer que se integrarán en mayor medida que antes al desarrollo en tanto capacidad de la gente para “no vivir menos ni ser menos”, como lo plantea Amartya Sen. Si avanzan en esta dirección volverán a ser, allí donde estén, como supieron serlo en el pasado latinoamericano, agentes de cambio en las relaciones entre conocimiento, tecnología y sociedad.
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Sobre agendas de investigación y universidades de desarrollo
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 117-125.
INSTANTÁNEAS. ESTÉTICA, BIOLOGÍA Y TECNOLOGÍA, ARTICULANDO LATINOAMÉRICA* Andrés Burbano**
Resumen Este texto es parte de un proyecto que explora estrategias que permiten pensar en la articulación dinámica de dos discursos desde Latinoamérica. Por un lado el de la reflexión en torno a la ciencia, la tecnología y la sociedad, y por otro lado el de la reflexión en torno a la estética contemporánea. Para el desarrollo del ensayo se abordarán diferentes fenómenos que tienen en común la manifestación de la problemática entre biología, tecnología y arte.
Palabras clave: Arte contemporáneo, arte y ciencia, arte latinoamericano, tecnología y sociedad.
Abstract This text is part of a project that explores different strategies for a dynamic articulation of two discourses in Latin America: on one hand, a deliberation on science, technology, and society, and on the other a thought on contemporary aesthetics. Different phenomena, which share the revealed problematic between biology, technology, and art, will be taken in account for the sake of the essay’s development.
Keywords: Contemporary art, art and science, Latin-American art, technology and society.
Las reflexiones que ahora toman la forma de texto, originalmente no fueron pensadas para tal fin. Son los engranajes de búsquedas ligadas a la posible producción de un documental en torno a la relación de la biodiversidad y la tecnología en América Latina. Este proyecto es de origen común de quien escribe y la documentalista brasileña Francisca Caporali. Dado lo difícil de la temática planteada y de las innumerables aristas del
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Quisiera agradecer el invaluable aporte para la consecución de información y/o la escritura de este texto a las siguientes personas y grupos de trabajo: Francisca Caporali, Daniel Rivera, Eduardo Kac, Nelson Ramón, Tomás Martín, Xavier Hurtado, Alejandro Martín, Grupo de Tecnología y Sociedad de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes, y por último quisiera agradecer también a Jesús Martín Barbero su invitación a participar en esta publicación. ** Master en comunicación en medios interactivos. Profesor Asistente, Departamento de Arte - Facultad de Artes y Humanidades, Universidad de los Andes. Correo electrónico: aburbano@uniandes.edu.co
Fecha de recepción: Agosto de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
problema, el documental aún no ha encontrado modos de financiación, sin embargo me pareció importante compartir algunas de las reflexiones que hasta ahora hemos planteado como posibles hilos de fuerza del proyecto audiovisual. Más que conceptualizaciones fundamentadas lo que se propone en este texto son “polaroids” de una red y algunas reflexiones líquidas que podrían operar como operan los químicos al revelar una fotografía.
Cuarto oscuro, proceso de revelado: Hace algunos años gracias al trabajo de búsqueda y en algunos casos de traducción de textos que pudieran constituirse en herramientas para configurar escenarios de entendimiento de la relación entre el arte y la tecnología en América Latina me topé con un escenario inédito, la emergencia de propuestas ligadas no solamente a las tecnologías electrónicas visuales o de comunicación sino a la biotecnología. En primera instancia, una serie de proyectos del artista brasileño Eduardo Kac abrieron ante mí un espectro de posibilidades de reflexión donde lo estético se cruzaba con lo ético, donde las tecnologías señalaban un camino distinto al digital, donde naturaleza y cultura parecían fundirse. Las propuestas de Eduardo Kac, particularmente su trabajo “Génesis”1 exploran la noción de “traducción”, en un proceso en el cual literalmente un fragmento del Génesis bíblico es traducido en primera instancia a un código de cuatro elementos basado en el código Morse y este a su vez es traducido a una secuencia de aminoácidos formando una cadena de material genético. Este material genético es posteriormente insertado a una bacteria la cual habita una caja de petri. Dicha caja de petri está expuesta en una instalación, así es posible acceder vía Internet a este sistema para intervenir con rayos ultravioleta la bacteria y producir posibles mutaciones en la cadena de ADN que proviene originalmente de una traducción del génesis bíblico. La frase inicial reza: “… dejemos que el hombre tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre los pájaros del aire, y sobre los ganados, y sobre toda la tierra -y sobre todas las cosas vivientes que se muevan sobre la tierra-”2. Otro canal que designa la complejidad del problema que implica la noción de traducción en el discurso contemporáneo que se ocupa de las intersecciones entre ciencia, tecnología y estética, puede encontrarse en el texto Remedios para el imperio. Historia natural y apropiación del nuevo mundo (Nieto, 2000). En él, Mauricio Nieto retoma la noción de traducción para diseccionar un 1
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Eduardo Kac. Detailed description of Genesis, en: www.ekac.org. Disponible en archivo HTML en: http://www.ekac.org/geninfo2.html - Última fecha de consulta: 23-08-05. La sagrada Biblia, Antiguo Testamento, Génesis. Recuperado de: http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/Biblia/index.asp - Última fecha de consulta: 23-08-05.
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fenómeno que hace visible el entramado entre estética, apropiación y discurso científico. Dicho fenómeno es uno de los acontecimientos históricos que se constituye como un antecedente profundamente pertinente a las reflexiones de este texto: “La Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada” (Nieto, 2000). “Para entender los procesos de traducción que ocurren en la investigación botánica de América, debemos seguir a los exploradores en el campo, y entender su relación con la naturaleza y las culturas locales. Sólo así podemos entender el papel de los botánicos en el proceso de apropiación y legitimación del conocimiento médico” (Nieto, 2000, p. 137). Nieto, citando a Callón propone que “traducir es desplazar”… que “traducir es expresar en un lenguaje propio lo que otros dicen o hacen, es hacer de uno mismo el portavoz” (Nieto, 2000, p. 137). La intersección dibujada por estas dos maneras de “traducción”, por un lado de practicarla y por otro de entenderla, plantean la posibilidad de reflexionar en torno a nuestra condición como seres humanos expuestos a los cambios que vienen de la exploración biológica y de la biotecnología en la actualidad. Estos procesos están cruzados por un sin número de fuerzas y fuentes, una de las cuales es el discurso estético. Conceptos como el de “traducción” perfilado por Nieto, nos pueden ayudar a entender históricamente el complejo asunto ligado a los registros de material biológico y genético de origen americano en las oficinas de patentes de otros países.
Cuarto oscuro, proceso de fijado: Si existen lugares en el mundo donde la tensión entre diversidad biológica, “desarrollo” y tecnología se manifiesta de maneras inéditas, es en los países que actualmente son poseedores de los complejos y reservas de biodiversidad importantes que aún quedan en el mundo. Este tipo de reflexión, cada vez más común, se manifiesta de manera dispersa y difusa a través de una serie de fenómenos y hechos concretos, sin embargo, es notable la ausencia de individuos y entidades que se ocupen de ello de manera sistemática, ante todo en su naturaleza relacional, para señalar la importancia radical de ese escenario en el mundo contemporáneo. Esto se debe en buena parte a que para abordar los matices de las discusiones de los sucesos en curso no se tiene las suficientes herramientas interpretativas, analíticas, ni claras posibilidades de acción que puedan responder a la magnitud de los problemas. Por otro lado la ausencia de textura en la discusión dificulta pensar en visiones no convencionales de los problemas y plantear posibles apreciaciones alternativas de ellos. En mi caso particular entré a este problema a través de la reflexión artística y me parece importante señalar que en este campo existen muchas puertas que se pueden 118
tocar dado el profundo componente simbólico y ético que envuelve los hechos y asuntos en cuestión. Cuando tuve oportunidad de trabajar en la traducción del texto de Kac sobre la creación de una coneja verde fluorescente, proyecto que se denomina “GFP Bunny” y en el cual la noción de vida es potenciada de manera radical hacia el asunto de la “creación” en el escenario compartido entre arte y vida, la primera impresión que dejó en mí este polémico proyecto es que los sistemas, posibilidades, prácticas de manipulación y “control” ligados a la biología molecular aumentan aceleradamente con el tiempo, tanto que incluso artistas están desarrollando proyectos usando este tipo de tecnologías. Algunos de los aspectos más frágiles y a la vez que significativos a mi juicio son los niveles de producción simbólica que hay de por medio en todo este tejemaneje de los ires y venires del impacto de la biotecnología en la sociedad; incluso se podría decir que existe un profundo componente estético en la discusión del cual no dan cuenta sino los trabajos de algunos artistas como Kac o el artista colombiano radicado en México, Daniel Rivera. Paralelamente al estudio de las obras y proyectos de estos artistas, logré identificar que el discurso sobre la biotecnología ha sido abordado a nivel teórico por el discurso reflexivo en torno a ciencia, tecnología y sociedad desde hace mucho tiempo dado que se han planteado consideraciones importantes sobre los asuntos bioéticos, económicos, legales, etc. Sea en el contexto internacional o en el contexto local. La conjunción de la biología y la tecnología está relacionada con muchas esferas de la vida cotidiana de cada ser humano en el planeta. Por sólo mencionar algunos puntos, los asuntos referentes a los transgénicos o a la biopiratería tienen un impacto significativo en el estudio, investigación y comercialización de los alimentos y las medicinas del presente. Este impacto será aún mas fuerte en un futuro no tan lejano. Las implicaciones se expanden sobre diversos campos, es así como algunos asuntos ligados a la investigación biotecnológica pueden guiar un cambio de perspectiva respecto a la revaloración de los conocimientos tradicionales en nuestros países. Esto dado que en el nivel comercial una investigación en torno a las propiedades fisicoquímicas de una planta puede ahorrar miles de dólares en inversión en investigación si parte del conocimiento previo de las propiedades de las plantas que han sido parte de los conocimientos tradicionales de una comunidad determinada. Dicho posible cambio de mirada sobre los problemas ligados a los conocimientos tradicionales y los recursos genéticos abren la posibilidad de relacionarnos de otro modo con, por ejemplo, las prácticas médicas indígenas o afroamericanas, que aún hoy son usualmente consideradas prácticas sospechosas y sinónimo de superstición, etc. Esas prácticas, ahora se revelan como fundamentales guías de los procesos de bioprospección porque, entre otras cosas,
Instantáneas. Estética, biología y tecnología, articulando Latinoamérica
muestran un alto grado de conocimiento del entorno, aspecto que es crucial para quienes intentan entender, estudiar o comercializar las propiedades o características de una planta o animal.
Instantáneas:
Instantánea # 1 - 1983: El joven científico Luís Herrera-Estrella publica el 19 de mayo de 1983 en la prestigiosa revista Nature un artículo titulado Expression of chimaeric genes transferred into plant cells using a Ti-plasmid- derived vector (HerreraEstrella, 1983); Exponiendo ahí los primeros resultados de la investigación de su tesis doctoral en genética vegetal, el texto es firmado en conjunto con los científicos Ann Depicker, Marc Van Montagu y Jeff Schell. La investigación fue realizada en uno de los centros de investigación más importantes en ese campo científico en el contexto mundial en Gent, Bélgica. Las instituciones asociadas a los firmantes son el Laboratorium voor Genetica, Rijksuniversiteit de Gent y el Max Plank Institut de Colonia. Los conceptos y resultados expuestos en el texto van a ser determinantes para el devenir de la última etapa del siglo XX y para el inicio del siglo XXI. Los alcances de su proyecto científico son enormes y aún están por verse muchas de las posibles consecuencias del espectro de posibilidades que en ese momento se abrieron. En la parte final del paper queda claro cuál es el campo en el que se está entrando “… this approach can be used to transfer and express the coding sequences of foreing genes in plants” (Herrera-Estrella, p. 213); mostrando de esta manera, incluso para un lector no experto, que se está frente a la información concerniente a la primera planta transgénica. El científico mexicano que hoy trabaja en su país en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, CINVESTAV, en Irapuato, es reconocido mundialmente como el pionero, es decir el primer científico en plantear el método y conseguir resultados concretos para realizar plantas transgénicas. Herrera-Estrella fue capaz de transferir por primera vez partes del material genético de una bacteria a una planta. Lejos de considerar el impacto social de la biotecnología ligada a la producción de alimentos como un problema cerrado y ajeno a los intereses científicos, Herrera-Estrella ha planteado en textos posteriores la importancia de desarrollar un debate sobre el tema que dé la cara a las implicaciones sociales y económicas de este tipo de procesos biotecnológicos en el contexto específico de los “países en desarrollo” (Herrera-Estrella & Álvarez-Morales, 2001). Incluso ha llegado a afirmar que pensando en las posibles soluciones a los problemas alimenticios en nuestro contexto, es necesario considerar seriamente las alternativas que la biotecnología pudiera ofrecer y hace un llamado a
que el bienestar de los pueblos, en este caso específico el bienestar alimentario, debería ser considerado como “patrimonio de la humanidad” al igual que lo son algunos espacios urbanos o naturales específicos en el globo. Cada vez que el tema de los transgénicos viene a tocar nuestras puertas, las noticias parecen llegar de un mundo extraño que nada tiene que ver con nosotros, y al que estamos condenados a pertenecer o rechazar, sin embargo, ¿por qué no se ha analizado suficientemente el hecho de que fue justamente un latinoamericano quien llegó originalmente a estos resultados en el laboratorio? En las ocasiones en las que he tenido la oportunidad de oír hablar o leer en los medios sobre el tema, sea en textos oficiales o alternativos, sea de manera crítica o de manera informativa, esta crucial información se pierde. Por supuesto, esto contribuye de manera decisiva a que nuestra comprensión del fenómeno sea escasa. Es necesario tener en cuenta que el tipo de investigación que se desarrolla en CINVESTAV es de carácter público, algunos autores coinciden en afirmar que la investigación sobre biotecnología que se desarrolla en Latinoamérica es prioritariamente de carácter público a diferencia de la importancia del sector privado en los “países desarrollados”. Esto debería ser visto como una posible ventaja de nuestra condición (Graff, 2003).
Instantánea # 2 - 1986: El analista mexicano Gian Carlo Delgado Ramos ha venido desde hace varios años construyendo una obra crítica sobre diversos problemas económicos y sociales vinculados con asuntos biológicos y ambientales, se ha ocupado en casos concretos de fenómenos concernientes a problemas acuíferos, minerales no energéticos, o al problema de bioprospección y biodiversidad. En su texto En la mira el saqueo de la biodiversidad (Delgado Ramos, s.f.) llama la atención sobre el problema estratégico que constituyen los asuntos de derechos de propiedad intelectual sobre material biológico en Latinoamérica. Lejos de detenerme a analizar los detalles y fundamentados argumentos de este texto, me gustaría señalar un caso específico en el cual las reflexiones de Delgado Ramos podrían tener eco. En el escenario mundial actual los asuntos de propiedad intelectual se han extendido de manera rápida a los seres vivos, sean estos modificados genéticamente o no. A las plantas, por ejemplo, repentinamente no sólo les aparecen dueños sino también inventores. Esto sucede a pesar de los grandes esfuerzos realizados por entidades serias a nivel mundial para cuestionar este tipo de prácticas hasta que se haya generado un análisis sobre sus implicaciones éticas, sociales, económicas, ambientales, e incluso religiosas. El 17 de junio de 1986 una “nueva” variedad de una planta fue patentada en las oficinas respectivas de los Estados Unidos, bajo el número de patente 5.751. El poseedor de la patente es el señor Loren S. Miller. La patente registra una “nueva” variedad de una planta cuyo 119
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nombre será “Da Vine” (United States Patent, 1986)3, esta planta es patentada porque posee características que podrían ser aplicadas a usos medicinales e incluso a usos decorativos: “La planta en cuestión se está investigando por su valor medicinal en el tratamiento del cáncer y en psicoterapia. Es útil en el tratamiento “post-encephalytic Parkinsonism” y es útil en el tratamiento de la angina de pecho. También tiene características antisépticas, bactericidas y tiene acción amebicída y “antihelmentic”. Es una planta atractiva para el hogar dado que florece estacionalmente” (United States Patent, 1986). Un examen del documento de la patente hace visible una serie de problemas serios sobre las consideraciones a tener en cuenta al hacer efectivo el registro de propiedad intelectual de una especie botánica. Primero que todo es curioso ver cómo el “encuentro” de la planta es tratado como una “invención”, así en los ítems respectivos referidos en el texto de la patente al “background” de la invención tanto como en el “summary” de la invención, definitivamente nada da pistas para pensar que exista un proceso de “invención” o algo similar que pudiera justificar la asignación y aprobación de derechos de propiedad intelectual sobre el uso o explotación de dicha planta. Así pues se hace urgente un análisis detallado del proceso de “traducción” a través del cual los derechos de propiedad intelectual sobre especie botánica fueron asignados. La lista de patentes sobre material biológico de las que se tiene noticia es interminable -entre ellas frutas amazónicas, plantas medicinales, etc-. Sin embargo el caso de la Banisteriopsis caapi, Ayahusca o Yagé, parte fundamental de la visión mágica y de las prácticas medicinales de comunidades amazónicas marcó un episodio aparte, episodio que bien podría titularse “el ataque del presente al resto de los tiempos”. La información sobre la existencia de la patente encendió las alarmas y los comentarios críticos por parte de líderes de varias comunidades Suramericanas, el hecho de que el Yagé había sido patentado en los EEUU, a pesar de que está patentada tan sólo una variedad de la Banisteriopsis caapi, marcó el inicio de una campaña mundial por derogar esta patente. Los acontecimientos ligados a este hecho fueron en varias medidas muy significativos. Por un lado está el gran interrogante de cuáles son los elementos que se tienen en cuenta a la hora de entregar una patente de este tipo a alguien y por otro lado está el enorme choque cultural que implicó el hecho de apelar a la legitimidad de tal patente. A pesar de la oportuna y lúcida intervención de varias agrupaciones de comunidades indígenas, de la manifestación de repudio por parte de organizaciones no 3
Bajo los datos anteriores se puede acceder - gracias al pago de 33 dólares - al documento en formato PDF de la patente de la Banisteriopsis caapi en la base de datos sobre patentes a nivel mundial: Delphion: http://www.delphion.com/
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gubernamentales, la patente fue reactivada en el año 2001 bajo el mismo número de registro, aunque se reconoció y citó una extensa bibliografía que da cuenta de la utilización centenaria de la planta; entre los documentos referenciados se encuentran textos de Shultes, Dobkin de Ríos y testimonios orales de indígenas como Antonio Jacanamijoy. Las prácticas inescrupulosas de patentar material biológico del cual se conocen los usos pero se pretende ocultar o ignorar a la hora de registrar una patente, han recibido el nombre de “biopiratería”, es decir un modo de bioprospección inescrupuloso. En conversaciones con el artista catalán Xavier Hurtado, quien ha desarrollado una serie de proyectos artísticos y culturales en la amazonía, él ha manifestado su interés particular por la noción de “imagen” ligada a las prácticas medicinales vinculadas al Yagé. Hurtado afirma4 que a través de la toma de Yagé los “taitas” evocan imágenes mentales con poder curativo. Así pues estas sofisticadas formas de pensamiento son atropelladas por complejidades legislativas y por el orden económico del mundo occidental contemporáneo.
Instantánea # 3 - 1998: En 1998 en la revista Leonardo Electronic Almanac editada por el MIT press, aparece un texto fundamental para la transformación y comprensión del arte contemporáneo de cara a una relación más estrecha entre la estética y la biotecnología. El artista carioca Eduardo Kac, ahora profesor del Art Institute de Chicago, propone la creación de una nueva forma de arte basada en las posibilidades de la ingeniería genética. Este tipo de expresión artística llamaría la atención del mundo artístico, de los medios intelectuales, de los medios de comunicación y de la comunidad en general, marcando el inicio de una gran polémica que hasta ahora no ha terminado. Hasta el día de hoy, Kac ha desarrollado cuatro trabajos de arte transgénico, a saber, “Genesis”, “GFP Bunny”, “The Eighth Day” y "Move 36” (Leonardo Electronic Almanac, 1998). En el contexto específico de la teoría de los medios y de la crítica de arte se han producido varios textos relevantes al respecto, sin duda uno de los más interesantes en el contexto latinoamericano es “Por un arte transgénico” del teórico brasileño Arlindo Machado (2000), editado en las publicaciones que dirige Jorge La Ferla en Argentina. La propuesta de “arte transgénico” tal y como la describió Kac en su texto inaugural es la siguiente: “Propongo que el arte transgénico sea una nueva forma de arte basada en el uso de las técnicas de ingeniería genética para transferir material de una especie a otra, o de crear unos singulares organismos vivientes con genes sintéticos.
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Entrevista para el artículo, realizada en 18-08-05.
Instantáneas. Estética, biología y tecnología, articulando Latinoamérica
La genética molecular permite al artista construir el genoma de la planta y del animal para crear nuevas formas de vida. La naturaleza de este nuevo arte no sólo es definida por el nacimiento y el crecimiento de una nueva planta o un nuevo animal, sino sobretodo, por la naturaleza de la relación entre el artista, el público y el organismo transgénico. El público puede llevarse a casa las obras de arte transgénicas para cultivarlas en el jardín o criarlas como animales domésticos. No hay arte transgénico sin un compromiso firme y la aceptación de la responsabilidad por la nueva forma de vida creada así. Las preocupaciones éticas son de capital importancia en cualquier obra artística y se hacen todavía más cruciales que nunca en el contexto del arte biológico, donde un ser vivo real es la propia obra de arte. Desde la perspectiva de la comunicación entre las especies, el arte transgénico reclama una relación dialógica entre el artista, la criatura/obra de arte y aquellos que entran en contacto con ella.” Lo remarcable de la controversial idea sobre el arte transgénico y de los proyectos ligados a esta propuesta, más allá de sus componentes biotecnológicos, es que desde el principio del planteamiento, hasta en los textos sobre obras específicas como la creación de “GFP Bunny” (Kac, 2002), Kac ha planteado que la discusión en curso en torno a los alcances e implicaciones de esta manifestación artística son parte fundamental del proceso artístico, es decir, la discusión en torno a los aspectos éticos, científicos y estéticos hacen parte de un todo, manifestando así que no sólo se ocupa del asunto de la manipulación genética sino también de sus debates. De tal modo que, por ejemplo, el enfrentamiento de Kac con el medio científico francés por la custodia de “GFP Bunny” habría que ubicarlo en ese contexto. Adicionalmente quisiera agregar que desde el punto de vista de la teoría de la comunicación, pensar los procesos de transgénesis como procesos comunicativos, como ha propuesto Kac, amplía el debate contemporáneo sobre la naturaleza de la comunicación. Ese ha sido sin duda alguna un punto importante de la propuesta estética a la cual nos estamos refiriendo. Los debates en torno a teoría de la comunicación, centrados desde hace algunas décadas en el análisis de los medios, son convocados para abordar otras esferas prioritarias para el entendimiento del mundo que experimentamos, en este caso concreto el problema de la “comunicación” de material genético entre las especies.
Instantánea # 4 - 1999: Del 14 al 22 de Febrero de 1999 tuvo lugar en Cartagena de Indias la reunión de 138 delegaciones de los países miembros de la Convesión sobre Diversidad Biológica con el objetivo de suscribir el documento titulado Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología (Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica, 2000), que se ocuparía de los riesgos potenciales del transporte y cruce de fronteras de organismos genéticamente modificados
dado que ese tránsito podría representar una amenaza para la salud humana y para la estabilidad ambiental. Varios de los medios de comunicación en Latinoamérica registraron como un fracaso esta reunión dadas las tensiones provocadas por una serie de manifestaciones de prudencia sobre los riesgos potenciales y reales que implicaba el movimiento transfronterizo de organismos genéticamente modificados y por otro lado por las posiciones de los países exportadores de cereales (Grupo de Miami) que abogaban por una agenda más libre para el tránsito de estos organismos (Yoke Ling, 2000). El estancamiento de las negociaciones en Cartagena derivó en la necesidad de hacer una nueva reunión para suscribir el protocolo más adelante, el escenario fue Montreal para enero del 2000, aunque se conservó el nombre de Cartagena para el protocolo como un homenaje a la ciudad colombiana. Analistas coinciden en afirmar que el retrazo en las negociaciones resultó algo positivo para los intereses de la bioseguridad y el enfoque de precaución ante las implicaciones relativas (Yoke Ling, 2000). Una lectura de El Protocolo de Cartagena sobre la Seguridad de la Biotecnología se puede experimentar como una suerte de “bienvenida a la Geo – Bio – Política del siglo XXI”. En la introducción del documento que recalca la idea de un “enfoque de precaución” sobre las posibilidades e impactos de la biotecnología se dice lo siguiente: “Reconociendo que la biotecnología moderna tiene grandes posibilidades de contribuir al bienestar humano si se desarrolla y utiliza con medidas de seguridad adecuadas para el medio ambiente y la salud humana, Reconociendo también la crucial importancia que tienen para la humanidad los centros de origen y los centros de diversidad genética, Teniendo en cuenta la reducida capacidad de muchos países, en especial los países en desarrollo, para controlar la naturaleza y la magnitud de los riesgos conocidos y potenciales derivados de los organismos vivos y modificados, Reconociendo que los acuerdos relativos al comercio y al medio ambiente deben apoyarse mutuamente con miras a lograr el desarrollo sostenible … ha convenido lo siguiente” (Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica, 2000, p.2).
A menos de 20 años de las investigaciones que dieran como resultado las primeras plantas transgénicas, a nivel planetario se está discutiendo y legislando, ya no la pertenencia de este tipo de investigaciones y sus resultados, sino su transito, su “movilización” a nivel fronterizo, hecho que hace pensar, además, que dicho proceso de tránsito fue al menos significativo en años anteriores al protocolo de manera tal que esos hechos 121
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reclamaron la pertinencia de la redacción del documento en cuestión. Más adelante el documento se ocupa en sus “artículos” de definir claramente políticas frente al movimiento de seres vivos modificados genéticamente que instan a los pueblos a adoptar el “enfoque de precaución” y establece una serie de procedimientos necesarios para que los procesos de tránsito de seres vivos modificados sean visibles, legalizados y controlados. Este nuevo mundo del cual hacemos irremediablemente parte, cuenta con un protocolo muy firme y sólido en sus concepciones y maneras de expresar la importancia pero a la vez marcar una distancia respecto a las posibles consecuencias de nuestra condición post transgénica. La pregunta fundamental para nuestro contexto es si realmente existen los mecanismos para aplicar las normatividades referentes al protocolo en Latinoamérica. Por otra parte me parece crucial señalar que dado que el protocolo lleva el nombre de una ciudad colombiana, nuestra nación estaría en la obligación ética de liderar las acciones para el cumplimiento de dicho protocolo, o de ser el caso, de su cuestionamiento y revaloración.
Instantánea # 5 - 2000: En la primavera del 2000 un curador del Museo Universitario de Ciencias y Arte, MUCA, de la UNAM, le preguntó a Daniel Rivera, un artista colombiano radicado desde temprana edad en México, si tenía un proyecto en mente para la ciudad de México. El curador estaba enterado de que Rivera asistía a seminarios sobre biología molecular. Siguiendo el hilo de esta invitación Rivera presentó un proyecto basado en la transformación genética del pasto, dado que es una especie botánica común en las ciudades. El objetivo era la obtención de un pasto transgénico con los genes del jazmín, para la alteración del paisaje urbano a través de las fragancias. -Fue un proyecto de urbanismo, de arte urbano - afirma Rivera5. En el verano de 2001, Rivera es aceptado para desarrollar la parte inicial de su proyecto en el instituto CINVESTAV en Irapuato. La residencia se desarrolló entre junio y julio de ese año y quien autorizó la residencia fue directamente el científico Luís Herrera-Estrella. Rivera comenta que en un primer momento entró en contacto por correo electrónico con Herrera-Estrella, sin saber muy claramente de quien se trataba. Herrera-Estrella le manifestó su profundo interés en el arte y en particular en la música, y manifestó que le permitía ir a ver lo que se hacía en sus laboratorios para que fuese considerado como un escenario para el desarrollo del proyecto. A continuación, una descripción del proyecto inicial hecha por el mismo autor donde describe con propiedad la naturaleza y los alcances estéticos de la propuesta:
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Entrevista para el artículo, realizada en 16-08-05.
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El Jardín de las Delicias es una instalación que presenta un proyecto de arte transgénico basado en el pasto. Tomando como referencia la obra de El Bosco, la instalación recorre los paisajes generados por la biología molecular, implicados hoy en la posibilidad real de transformar la naturaleza de los seres vivos. Como sabemos, la secuenciación de genomas, la transgénesis, o la clonación, son tecnologías directamente comprometidas con el diseño de las especies, paradigma que convoca la participación irrevocable del arte. El El Jardín de las Delicias es un concepto-dispositivo que “mapea” las ciudades, apropiándose de las zonas verdes, para re-escribir los futuros jardines públicos. La lenta desaparición del olor industrial dará vía libre a la recuperación de las fragancias que han acompañado a los jardines desde su aparición en la cultura. La re-escritura de las ciudades, de la arquitectura, y de las especies, incluyendo la humana, es una tarea imprescindible en ese futuro que suponemos más allá de la confluencia de la biotecnología, nanotecnologías y la realidad virtual. Se trata pues, de la presentación de una maqueta de lo que podrán ser los jardines futuros: tecnológicamente asistidos, científicamente controlados y artísticamente diseñados (Valdéz, s.f.). Pero el proyecto tuvo que cambiarse debido al escaso conocimiento genético del jazmín. La transformación del pasto se hizo utilizando el gen que expresa la proteína verde fosforescente, y la especie que se transformó fue la gramínea “navajita azul”, una especie nativa de las praderas de Norteamérica. Existen dos aspectos que es necesario señalar sobre este trabajo, por una parte está el hecho de que la propuesta de Rivera va encaminada a plantear una propuesta original de arte urbano basado en la ingeniería genética, esto puede ser visto como una relectura, un modo diferente de entender y practicar el urbanismo y el ambientalismo urbano. El aporte del proyecto está en desplazar el escenario de los alcances de la biotecnología de los lugares en donde el imaginario las ubica, tales como granjas y laboratorios, para darle una bienvenida al tema en las ciudades. Por otro lado es importante señalar que uno de los componentes que constituyen el proyecto es que Rivera participó activa y directamente en el mismo proceso tecnocientífico de producción del pasto transgénico que se exhibió con el nombre de El Jardín de las Delicias.
Instantánea # 6 - 2001: Dados los antecedentes mencionados como el caso de la patente de la Banisteriopsis caapi y un sin número de casos menos sonados pero no por ello menos importantes y haciendo evidente las contradicciones profundas que subyacen a esos acontecimientos, la OMPI (2001), Organización Mundial de Propiedad Intelectual, creó a principios de siglo una sección específica de su organización llamada Comité Intergubernamental sobre
Instantáneas. Estética, biología y tecnología, articulando Latinoamérica
Propiedad Intelectual y Recursos Genéticos, Conocimientos Tradicionales y Folclore (OMPI, 2001) que se ocupa de crear un escenario coherente a esta explosiva y compleja relación. La extensa documentación publicada por este comité de la OMPI, que es un organismo especializado de las Naciones Unidas, debe ser consultada a la hora de entender la configuración de la relación entre genética y cultura. Resulta sintomático que justamente la pregunta sobre los recursos genéticos haya mostrado su estrecha relación con los conocimientos tradicionales sea que estos palpiten a través de manifestaciones tangibles o intangibles. Hechos como la creación de esta sección de la OMPI reclaman que se vuelva la cara a la importancia de los conocimientos tradicionales de indígenas, campesinos, comunidades afroamericanas, etc. Esto puede constituir una oportunidad de activar procesos de revaloración y estudio de la importancia del conocimiento que las comunidades tienen de su entorno y de la naturaleza de las prácticas médicas ligadas a sus entornos biológicos y ambientales. En la introducción del documento sobre “el panorama general de las cuestiones relativas a la propiedad intelectual y los recursos genéticos, los conocimientos tradicionales y el folclore” -redactado entre el 30 de abril y el 3 de mayo de 2001 en Ginebra, Suiza- podemos encontrar un párrafo que define claramente su carácter y señala la importancia de pensar el asunto de los conocimientos tradicionales, ligados a los recursos genéticos, etc. Es decir que aporta elementos para caracterizar esa relación: “Las cuestiones de propiedad intelectual relacionadas con los recursos genéticos, los conocimientos tradicionales y el folclore se han planteado en una amplia gama de áreas de política, incluida la alimentación y la agricultura, la diversidad biológica y el medio ambiente, los derechos humanos, las políticas culturales y el desarrollo económico y comercial. Por ejemplo, se han concedido derechos de propiedad intelectual para la utilización de plantas que forman parte de los sistemas de conocimientos tradicionales en los ámbitos de la agricultura, la salud y el medio ambiente. Las industrias del espectáculo y de la moda han utilizado diseños, canciones y danzas tradicionales para crear obras protegidas por la propiedad intelectual. Los debates acerca de dicha utilización de los recursos genéticos, los conocimientos tradicionales y el folclore han vinculado la protección de la propiedad intelectual a objetivos de política tan diversos como la promoción del libre comercio, la conservación del medio ambiente, la seguridad alimentaria, la diversidad cultural, etc. Estos vínculos, creados por debates en otros foros internacionales, repercuten considerablemente en el sistema de propiedad intelectual en términos técnicos, administrativos y de políticas. En tanto que organismo especializado de las Naciones Unidas encargado de fomentar la propiedad intelectual, la OMPI ha recibido de sus Estados miembros el encargo de
proporcionar un foro en el que puedan debatirse las consecuencias de dichos vínculos sobre la propiedad intelectual que se abordaron, pero no se examinaron plenamente en otros foros. Los Estados miembros decidieron estudiar los tres temas conjuntamente debido a que, desde el punto de vista de la propiedad intelectual, dichos temas comparten ciertas características comunes…” (OMPI, 2001, p. 3). Como consecuencia de las apreciaciones de la OMPI, se ha instado a las naciones, en particular a las naciones poseedoras de significativas riquezas a nivel biológico y cultural, a emprender procesos de estudio, exploración y sistematización de estas riquezas articulando los niveles para hacer efectivo un proceso de protección. De desarrollarse expediciones de carácter genético y cultural en esas direcciones, estas deberían estar caracterizadas por la participación activa, informada y conciente por parte de las comunidades involucradas y poseedoras de los conocimientos tradicionales, sólo una relación de reciprocidad ética en una empresa de esas características podría evitar el fuerte sello colonial que marca la historia de ese tipo de expediciones en nuestras latitudes. Esto debería hacerse con la perspectiva de contribuir al conocimiento de nosotros mismos, de nuestras culturas, al reconocimiento del valor de la diversidad biológica, de la diversidad cultural y de la diversidad humana. Algunas iniciativas que podría considerarse caminan en esa línea en Colombia son adelantadas por el Instituto Humboldt.
A manera de conclusión, notas para un manifiesto: Proponer un debate amplio, documentado, original y crítico de cara a la sociedad latinoamericana sobre el impacto y la condición de los desarrollos biotecnológicos en nuestro contexto se hace cada vez más urgente y sobre todo nuestras comunidades realmente lo merecen. Las enormes implicaciones en diferentes niveles hacen que esto deba ser considerado por la academia, por los artistas, por los gobiernos, por las entidades no gubernamentales, por la industria, por los medios de comunicación, sean estos oficiales o alternativos, como un asunto de importancia fundamental para nuestro presente y nuestro futuro e incluso en un sentido ontológico para el entendimiento de nosotros mismos como seres biológicos y culturales. No obstante existen muchos esfuerzos sólidos por ocuparse seriamente del rol y las implicaciones de la relación entre biología, tecnología y sociedad en aspectos específicos en nuestras latitudes, sin desconocer la importancia de los esfuerzos y trabajos realizados en varios campos específicos. Resulta prioritario que el debate sea expandido gracias a la identificación de su carácter transdisciplinar, dado que no resulta suficiente para la comprensión del problema el identificar los problemas particulares en el campo científico, o el en campo de la propiedad intelectual, 123
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o en el campo del arte, o en el campo de los conocimientos tradicionales, o en el campo de la agricultura, o en el campo legislativo, etc. Una activación de la red relacional, de su visión en conjunto, puede ayudarnos a entender mejor las variadas aristas del problema, para así pensar en posibles modos de acción y contribuir a la originalidad del enfoque del debate. Latinoamérica de alguna manera es un sector privilegiado para dar un debate inédito y a nuestra medida, como quizás podrán intuir las personas que leen este texto, ya que se cuenta con componentes científicos importantes -como es el caso de las investigaciones del doctor Herrera-Estrella-, contamos con recursos de biodiversidad invaluables, contamos con una serie de conocimientos tradicionales de los cuales tenemos muchísimo que aprender -el caso de los saberes medicinales asociados al Yagé son tan sólo un ejemplo-, contamos con organizaciones indígenas serias como es el caso de las organización representada por Antonio Jacanamijoy, citada en el caso de la patente de la Banisteriopsis caapi-, contamos con varias iniciativas desde el campo del arte que han mostrado que los límites del problema van mucho más allá o vienen de mucho más acá de donde se pretende ubicarlos -como el caso de los proyectos de Kac y Rivera-, contamos con investigaciones invaluables en el campo de las ciencias humanas que pueden dar luces sobre esta problemática, incluso a nivel histórico -como el caso de las investigaciones de Nieto Olarte sobre el contexto de “La real expedición botánica de La Nueva Granada”- o de los análisis del campo socio político ligado a la biodiversidad -como se manifiesta en los ensayos de Delgado Ramos-, igualmente en nuestros países se han tomado decisiones serias a nivel mundial sobre asuntos relevantes como la bioseguridad -como es el caso del protocolo de Cartagena -. Para concluir esta lista parcial y necesariamente incompleta, es importante insistir en que es fundamental no perder de vista que el campo de investigación biotecnológica en Latinoamérica está liderado desde las entidades públicas que se muestran definitivamente más fuertes que la investigación privada y esto, quizás, posibilite un diálogo franco y consistente con los sectores científicos y técnicos involucrados. Quisiera señalar la importancia de tener en cuenta los factores estéticos y simbólicos en la discusión, ya que varias iniciativas desde el campo del arte le dan color y textura a la discusión en curso, y sobre todo, que la reflexión estética es altamente pertinente cuando se tratan problemas éticos profundos; en mi concepción particular de la estética la encuentro como un campo muy cercano a la reflexión de la práctica ética. Para terminar es mi intención como autor de este modesto documento decir que el debate que se propone nunca debe perder de vista la noción de “máximo bien común” (Roy, 1999) que ofrece una perspectiva que debe caracterizar un debate apropiado en el contexto de la interacción sobre tecnología, cultura y sociedad en Latinoamérica. 124
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 127-133.
TECNOLOGÍAS EDUCATIVAS. UNA LETANÍA SIN TON NI SON Alejandro Piscitelli*
Resumen El autor aboga por una reflexión de la codeterminación y la coevolución Tecnología/Educación en la que se eviten los maniqueísmos. Sostiene que el corazón de la discusión se centra en aceptar que los efectos y las relaciones globales de las tecnologías no pueden entenderse en función de los intereses en materia de medios y fines, y critica los análisis en los que la tecnología es separada de la cultura.
Palabras clave: Educación, tecnología, tecnologías de la comunicación, epistemología, cultura.
Abstract The author pleads for a meditation on co-determination and coevolution of technology/education free from maniqueisms. He states that the heart of the discussion is the acceptance of the fact that technologies’ effects and global relations cannot be understood in terms of interests of media and aims. He also criticizes the studies where technology is separated from culture.
Keywords: Education, technology, communication technology, epistemology, culture.
Haciendo tabla rasa con el facilismo epistemológico El presente -salvo error o decepción- es mucho menos glamoroso y utópico que el pasado o el futuro. Frente a las indolencias e inclemencias de una realidad mutante y agresiva, que perturba nuestra tendencia a la comodidad y el goce, tendemos a divinizar tanto al pasado como el futuro. Frente a la indocilidad de la realidad, preferimos refugiarnos en hipotéticas edades de oro edénicas o adánicas, e igualmente no nos tiembla el pulso si de huir
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Licenciado en Filosofía y Sociología de la Universidad de Buenos Aires. Secretario Adjunto del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y Subsecretario Académico de la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. Director general de educ.ar, el Portal Educativo Oficial del estado argentino. Profesor Titular del Taller de Procesamiento de Datos, Telemática e Informática en Carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y docente de post-grado en varias universidades argentinas, latinoamericanas y españolas. Ha publicado Post-Televisión. Ecología de los medios en la era de Internet (Paidós, 1998); (Des)Haciendo Ciencia. Conocimiento,creencias y cultura (Ediciones del Riel, 1997); Ciberculturas. En la era de las máquinas inteligentes (Paidós, 1995); Meta-cultura (La crujía, 2002).
Fecha de recepción: Agosto de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
hacia adelante se trata, con la excusa (fraudulenta pero transitoriamente convincente) de que el futuro curará la impotencia del aquí y el ahora. Estos mecanismos generales de funcionamiento del psiquismo (deseos y pulsiones) ponen en cuestión todo facilismo epistemológico que pretende todavía hoy refugiarse en un racionalismo burdo, y en hipótesis hace rato desacreditadas, acerca de la naturaleza intrínsecamente racional de las conductas humanas, y acerca de la previsión y control de los comportamientos humanos a nivel macro y social. En el terreno hoy tan vapuleado de las tecnologías y la educación1 se han escrito tantas tonterías y se han proclamado tantas ingenuidades, que resulta prácticamente imposible detectar un solo gramo de sensatez o de plausibilidad en las propuestas ventiladas mediáticamente acerca de la revolución educativa hecha posible por las nuevas tecnologías. El problema es que la tontería no solo abunda del lado del mercado que quiere vender chatarra a cualquier precio, ni tampoco de los intermediarios que aun buscan convertir al Estado en un financista barato (en pleno éxtasis de déficit fiscal cero) sino también a los mentores del propio campo pedagógico y educacional. Oscilando entre el tremendismo apocalíptico y la no menos torpe y desviada actitud de abrazar cualquier innovación tecnológica como un Santo Grial (la Mejor Manera de Enseñar o la Nueva Cosa), lo que se esconde en estos pseudo-debates son las intenciones mutuamente aniquiladoras de esquivarle el bulto a lo más importante, a saber a un nuevo planteo capaz de evitar maniqueísmos y de proponer lecturas osadas y plausibles acerca de la codeterminación y la coevolución Tecnología/Educación. Son por ello un bálsamo de finesa e inteligencia las reflexiones hechas por Nicholas C. Burbules, profesor de Estudios de Política Educacional en la Universidad de Illinois Urbana-Champaign y de Thomas A. Callister (jr), jefe del departamento de educación del Whitman College en Washington, autores de Educación: Riesgos y promesas de las nuevas tecnologías de la información (2001). Abrevando en tradiciones de investigación afines a las nuestras, desde el constructivismo radical al tecno-realismo, desde la paradigmatología hasta los estudios sociales de la ciencia y la tecnología, los autores ponen por fin los puntos sobre las íes y se plantean con una fuerza que aplaudimos, dónde están los errores que distraen la atención, y cómo podemos abrir nuevos surcos en una alianza en la que hay mucho que ganar, pero que correlativamente implica perdidas irreversibles no menos evidentes. Contrariamente a mucho discurso simplista, la incorporación de nuevas tecnologías, aunque no se trata de un juego de suma cero se acerca peligrosamente a él, mucho más que
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Patéticamente reafirmado en las infinitas charlas y discusiones que supuestamente dan cuenta de nuestra impotencia pedagógica y de nuestra ceguera didáctica.
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esas promesas chirles de integrar todo con todo. El punto de partida de Burbules2 y Callister es terminar con las dicotomías baratas y mal orientadas. Son tan tecnológicas las opciones tradicionales de formalizar el conocimiento y compartirlo, segmentarlo, atesorarlo o diseminarlo, (como el lápiz y el papel) como lo son las tecnologías sofisticadas de la computación y la Internet. En el primer caso no vemos que no vemos y naturalizamos nuestras herramientas de hacer/conocer, en el segundo, al revés, la complejidad nos atemoriza y nos lleva a verlas como antinaturales, cometiendo en ambos casos errores de lesa apreciación, que tienen consecuencias educacionales negativas tanto para los docentes como para los alumnos. Una de las palabras que nos acerca a la indomesticabilidad de la incorporación educacional de las tecnologías es la tramposa idea de elección. Suponer que elegimos qué tecnologías utilizar para educarnos (y lo mismo sucede en el caso de las tecnologías que utilizamos para transportarnos, para alimentarnos, para vestirnos) es tan ingenuo como creer que los procesos sociales y humanos nacen de una planificación y de una optimización de las necesidades y de los deseos. No remitimos a cuestiones metafísicas sino al instante clave en que una nueva tecnología (de la comunicación o de la información por ejemplo) es introducida en un complejo entramado sociotécnico pre-existente. Las nuevas tecnologías se han convertido en un problema educativo, un desafío, una oportunidad, un riesgo, una necesidad, por razones que poco o nada tienen que ver con las decisiones intencionales de los propios educadores. Por ello mismo pensar las tecnologías educativas implica salirse de los modelos estrechos de las reflexiones precocinadas en términos de su selección (¿es mejor el CBT o el WBT?, ¿es mejor el CD-Rom o la Intranet?, ¿es mejor la tecnología inalámbrica o la fibra óptica?) y también del listado de sus posibles usos. Porque el corazón de la cuestión es aceptar (algo que ni educadores ni mucho menos tecnófilos quieren ni están dispuestos a hacer) que los efectos y las relaciones globales de las tecnologías no pueden entenderse en función de nuestros intereses en materia de medios y fines. Y mucho menos en términos de efectos buenos y malos. El cambio tecnológico rompe con cualquier esquematismo racionalista y horada todas las divisiones binarias. Porque instala una constelación que abarca lo que se elige y lo que no se elige, lo que se prevé y lo que no puede preverse, lo que se desea y lo que no de desea. Aprehendiendo estos rasgos contradictorios y mutuamente imbricados los autores subtitularon su libro con la controvertida figura de las promesas de riesgos y los riesgos promisorios. 2
Dio en el año 2000 una charla en la Universidad de San Andrés, Argentina, invitado por Silvia Gvirtz, directora del departamento de educación de la citada casa de estudios y de la colección de Granica donde fuera publicado su libro.
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Pero Burbules & Callister no se agotan en preámbulos sino que llevan adelante una discusión epistemológica muy fina y detallada acerca de los planteos erróneos que puntúan la relación entre tecnologías y educación, abriéndose camino hacia un impensamiento de la relación y hacia una irreducción de cualquiera de uno de los términos al otro3.
Cuando la solución es parte del problema Hace rato que sabemos que el enunciado del problema muchas veces es el propio problema. Las preguntas no son inocentes y a menos que seamos cuidadosos -lo que siempre conlleva tiempo y esfuerzo-, es más que probable que en el momento de su formulación estemos volviendo imposible poder responderlas con la amplitud, búsqueda de diversidad y la posibilidad de enriquecernos que nos gustaría. El grado de presupuestos erróneos que hay en una pregunta puede estar asociado, a un nivel todavía más primario, a uno de los términos que la misma incluye. Algo que se da por sentado cuando justamente hacerlo es invalidarla. En el caso de la relación entre tecnología y educación no hay peor metáfora para tratar de averiguar el alcance y las ventajas de la incorporación de nuevas tecnologías que añadirles al sustantivo el adjetivo "de la información". Imaginarnos que la revolución educativa pasa por las tecnologías de la información -a esta altura un truismo compartido por igual tanto por tecnófilos como por tecnófobos- es equivocar el punto de partida, y asegurarnos que no llegaremos a ningún lado. La información tiene la mala suerte de presentarse como un presupuesto, un dato o un hecho. Participa de lo más granado de la constelación representacionalista que todos lo tomemos como algo elemental o primero. Salvo rarísimas excepciones ni siquiera los investigadores full time de muchos de estos fenómenos tenemos acceso a información primaria o al dato en crudo. El 99% de lo que circula hoy en el mundo como información son datos cocinados, fabricados o alterados a fin de adaptarlos a conclusiones preexistentes. Esto sucede en la prensa diaria (comparar titulares es una aburrida pero necesaria confirmación de la cocina de la información urbi et orbe), pero también en la citadela 3
Inmanuel Wallerstein (especialmente en The End of the World As We Know It: Social Science for the Twenty-first Century, 1999) nos enseñó hace tiempo que nuestros problemas de conceptualización de la complejidad utilizando las categorías de las ciencias sociales decimonónicas emanaban de nuestra incapacidad de impensarlas, lo que nos lleva a repetir -y a esclerosar- sus falsos planteos y sus malas propuestas; Bruno Latour (especialmente en Pandora's Hope: Essays on the Reality of Science Studies, 1999) nos viene entrenando desde hace dos décadas insistiendo en respetar la complejidad de los fenómenos sin reducirlos jamás a algunas de sus facetas o partes constituyentes, preservando permanentemente su interconectividad y mutua dependencia.
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científica que oscila entre inventar (o falsear resultados) para conseguir fondos, en formular hipótesis que cuando sean constatadas agradarán a financistas y fundamentalmente en una avidez muy fuerte de los investigadores4 para evitar -y esto vale tanto para el neoliberalismo como para lo que queda de la izquierda exótica- confundir las conclusiones de las que parten con las preguntas que deberían ser capaces de desestimarlas -y no a la inversa como sucede casi siempre. No nos vengan a correr con que profesamos un relativismo a la Feyerabend. No decimos que toda información es falsa o inútil, insistimos, eso si, que nunca es un dato o un dato respecto de los hechos mas obvios5. El segundo error de la expresión tecnología de la información es centrarse en lo inerte y opinable y descartar que su poder nace (y se estrella) mucho más como posibilidad/dificultad de la comunicación que como mero conducto transmisor de datos. Por suerte investigadores del nuevo entorno (medio, ciberespacio) comienzan a conceptualizar su multidimensionalidad, arrancándolo de las estrechas conductas en que tanto admiradores como réprobos tratan de reducir al nuevo medio. Es por ello que podemos imaginarnos a este nuevo espacio como facilitando y ampliando los intereses básicos de todo aprendizaje como son la indagación, la comunicación, la construcción y la expresión. En la misma dirección va la observación de que Internet y las tecnologías asociadas, además de irreductibles a la visión telegráfica de la comunicación y mucho más a un mero entorno de interacción desigual y caótica, es principalmente un entorno, un espacio, una muestra sesgada pero no menos valiosa del mundo real. Se trata, con todas las dificultades de acceso y con la necesaria acuñación de criterios y de condiciones -como lo hacen excelentemente bien Burbules y Callister-, de un espacio público, de entornos colaborativos, de coconstrucción de ideas, conceptos e interpretaciones, de diseño de nuevos productos, y también como motor principal de la creación del contexto global generando interacciones a distancia irreductibles al contacto cara a cara (lo que es bueno y malo a la vez). Internet no es tan solo un nuevo medio, sino un espacio virtual en el que pasan cosas. Por ello imaginarla como una biblioteca virtual o un repositorio multimedial es (deliberadamente) no entender nada. Se trata más bien de un territorio potencial de colaboración en el cual pueden 4
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Los analistas deberían volver a la universidad y tragarse de cabo a rabo la importante obra de Georges Devereux, De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento, una de las mejores al momento de analizar la dificultad que éstos tienen para no provocar efectos de transferencia sobre sus objetos de estudio. Que a más de 500 años de sucedido el "hecho", sigamos discutiendo si América fue descubierta o inventada, o de si el contacto entre españoles y americanos fue un encuentro o un desencuentro resume con concisión de qué estamos hablando.
desplegarse de manera adecuada (pero también en forma muy equivocada) procesos de actividades de enseñanza y aprendizaje. Por otra parte si nos cuesta tanto entender la imbricación entre tecnología y educación ello se debe básicamente a la insuficiencia de las retóricas actuales que tratan de pensar (o usufructuar esa relación). Así es claramente insuficiente la concepción harto difundida de que la tecnología es instrumental porque reduce la tecnología a una función y deja (supuestamente) abierta la posibilidad de utilizarla en función de criterios de adopción claros y distintos. La concepción instrumental hace agua por todos lados. Difícilmente las tecnologías se agotan (o vayan en la dirección correcta) en el enunciado de propósitos por parte de sus inventores (o marketineros). Generalmente (y esto vale desde la propia Internet hasta la web, desde las interfases hasta las aplicaciones mas sofisticadas). Muchas veces (y el caso del e-mail es uno de los mejores ejemplos) pueden crear propósitos nuevos inimaginables antes de la puesta en circulación de la innovación. Por otra parte las herramientas modifican (al coevolucionar cada vez más íntimamente) a los usuarios. No solo el e-mail, la navegación hipertextual y la visualización de la información cambian la forma como vemos y actuamos sobre el mundo. Sino que lo hacen en una continuidad perfectamente encastrada con modificaciones ancestrales en la relación entre utensilio, rediseño biológico e invención de los rasgos profundamente humanos6. No solo usamos las herramientas sino que estas nos usan a nosotros, en forma permanente e indeleble. Al usar la tecnología para cambiar al medio, el medio nos cambia a nosotros (recodar ese maravilloso ejemplo de coevolución de personas y habitats que es el codiseño habitante de la casa y mutación de la casa en Steward Brand, How Bulding Learn. What happens after they are built, 1994). La relación de las personas con la tecnología no es unilateral e instrumental sino bilateral y por ello Burbules y Callister la denominan (como hemos hechos nosotros y tantos otros como Lewis Mumford, Langdon Winner, Bruno Latour, Michael Callon, Knorr-Cetina, etc) relacional.
La falsa gran divisoria tecnología vs cultura Quizás el peor impedimento para un análisis más sutil de la imbricación tecnología/educación proviene de nuestra idea simplista y reduccionista que quiere plantar una pica de Flandes separando (al peor estilo cartesiano) a la humanidad de un lado, y a la tecnología del otro. Como si 6
Algo que anticipó Edgar Morin en su maravilloso texto El paradigma perdido. La naturaleza humana (1973) al referirse a la continuidad /mano/pie/cerebro, y como está maravillosamente ejemplificado en la antropología de la mano en la obra de Frank R. Wilson, The Hand. How its use shapes the brain, language and human culture (1998).
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pudiera haber una tecnología antihumana o una humanidad antitecnológica -como insisten a más no poder los tecnofóbicos (partiendo de Jaques Ellul hasta llegar a Clifford Stoll y Steven Biejkerts)-. Las mismas máquinas que nos ayudan nos enferman. El síndrome del túnel carpiano se difunde, hay quienes creen todavía que los monitores y los celulares están creando cánceres de nueva generación -son sus principales tesis-. Pero no menos claro es que las técnicas de diagnóstico por imágenes y los nuevos análisis bioquímicos modifican nuestra manera de entender la salud y la enfermedad. Cambian asimismo las nociones de capacidad, pero muy especialmente la noción de ser humano puramente natural. Donna Haraway lo dijo hace 10 años atrás y sonó a escándalo. Todos somos Cyborgs. A medidos de 2004, Proyecto Genoma Humano, así como los avances en nanotecnologia y en computación ubicua y transplantable mediante, nos permiten prever un futuro a la vez colosal y angustiante. Al concebir relacionalmente a la tecnología debemos estar atentos a su enorme poder de interferencia en las prácticas sociales anteriores. La etnografía muestra7 cómo modificaciones en condiciones iniciales mínimas (dejar ollas de metal en una cultura de greda) pueden producir transformaciones macro imprevisibles e irreversibles. En el caso de las tecnologías de la comunicación, y a pesar de nuestra dureza imaginativa en cuanto a valorar los inicios de estas transformaciones, los resultados son tan espectaculares (y caóticos) como los que estamos viviendo actualmente. La tecnología no es solo la cosa, sino la cosa y las pautas de uso con las que se la aplica, la forma en que la gente piensa y habla sobre ella, así como los problemas y expectativas cambiantes que genera. Esto que es una señal de alarma también podría serlo de alivio y viceversa. En el campo educativo lo más importante no son las tecnologías. De hecho 20 años de uso de computadoras en el aula han dejado, en términos de costos/beneficio, un resultado ruinoso para el sistema, de desconfianza hacia los fabricantes y de justificado desprecio frente al software que se viene utilizando8. El impacto producido por la tecnología solo se sentirá cuando cambien simultáneamente (antes y/o después) en una cascada de relaciones muchas veces difíciles de prever otras prácticas y relaciones educacionales encadenadas. La capacidad de transformación no es algo intrínseco a la tecnología, imaginar que lo es -la película que desde hace 7
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La película Los Dioses deben estar locos de Jamie Uys (1981) que recorre el espinel que va de la caída accidental de una botella de Coca Cola en medio del desierto de Kalahari a la invención de una sociedad de clases bosquimana, caricaturizadamente revela ese poder. Ver el articulo seminal de Tedd Oppenheimer, The computer delusion en The Atlantic Monthly de Julio 1997 y nuestras editoriales del ILHN nº 886 y sucesivas, El conocimiento de las manos nunca se fue y está por volver. ¡Computers go home!
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más de dos décadas también nos quieren vender Bill Gates y Nicholas Negroponte- es el sueño (o la pesadilla) tecnocrática del fundamentalismo digital, y frente a ella hay que plantearse firme e inteligentemente. Muchas de las propuestas de reforma educacional vía la tecnología parten de concepciones totalmente erróneas acerca de su naturaleza, uso y alcances, acerca de la sociedad y acerca de los modos en que ambas se codiseñan mutuamente. Cada uno de los intentos que los últimos 20 años han querido venderle a la sociedad la solución tecnológica se han encapsulado en dos o tres mantras indefendibles. El más conocido -y que hasta la caída del Nasdaq era la encarnación más moderna de viejas ilusiones- es concebir a la computadora (o a Internet) como La panacea. Según esta perspectiva que participa de un simplismo ramplón y de capacidad argumentativa cercana al 0 absoluto (endosada por ejemplo por Educ.ar) las nuevas tecnologías traen consigo posibilidades intrínsecas capaces de revolucionar la educación, y bastaría con liberar este potencial para que se resolvieran la mayoría de los problemas que asolan a las escuelas. Aunque se podría deshojar esta margarita en detalle, antes de perder el tiempo en enunciados absurdos, sinteticemos el error garrafal de esta propuesta. La mayoría de las dificultades educativas (y de la sociedad en su conjunto) derivan de la insuficiencia o de la mala distribución de los recursos, canalizar hacia un solo sector la mayor parte de los limitados fondos disponibles podría aumentar estos problemas en vez de remediarlos. Como bien insisten Burbules & Callister, la Revolución de la tecnología de la Información es solo el último de esta larga serie de sueños utópicos y dogmáticos, y siempre habrá en el campo educativo (como en el económico o social) quienquiera comprarse estas burradas-esperanzas. Otra concepción que es la de la computadora y la Internet como herramienta ha sido desestimada más arriba por ello conviene detenernos un poco en una tercer propuesta que también debe ser criticada- que sostiene (supuestamente en forma realista contra las otras dos anteriores) que hay que nivelar costos y beneficios, reconocer lo bueno y lo malo en la tecnología, comprender el lenguaje de las consecuencias no deseadas, y aceptar las imperfecciones de la racionalidad humana. Por más que parece prometer, lamentablemente sigue siendo una variante del tecnocratismo. Los invitamos a recorrer el primer capítulo de la obra de Burbules para abrevar de primera mano en las críticas que los autores le hacen a las visiones tecnocráticas y cómo proponen superarlas. Propositivamente se trata de interpretar el cálculo de costos y beneficios como un modo de evaluar el cambio. Porque la historia social de la tecnología muestra acabadamente que existen consecuencias no deseadas a las que no puede adjudicárseles valor alguno porque no son previsibles, y que hay múltiples secuelas difíciles de
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aislar o de apreciar en forma separada9.
Hacia una forma postecnocrática de hacer/pensar Pero se puede ir un poquito más lejos que los análisis muchas veces defensivos de Tenner. Al proponer desarrollar una forma postecnocrática de hacer/pensar debemos simultáneamente (y contradictoriamente) destacar los límites de la previsión y la planificación humanas, la interdependencia de múltiples consecuencias, y lo difícil que es discriminar los resultados buenos de los malos Porque lo bueno/malo está contenido en todos los asuntos humanos que se precien y ninguna consecuencia importante de una decisión puede evaluarse en forma individual. Cualquier cosa lo bastante poderosa para hacer el bien y el mal en gran escala es simultáneamente peligrosa. Las consecuencias que hay que sacar son claras y contundentes. Las nuevas tecnologías son poderosisimas y por lo tanto son peligrosísimas. Si estas observaciones valen para todas las tecnologías, son mucho mas aplicables que en ningún otro lugar a la interfaz educación/tecnología. Las razones son evidentes para quienes balizamos este territorio durante los últimos 20 años, y en particular durante los últimos 10 tonificados por la existencia de las web que justo ahora cumple 10 años de vida gráfica. El campo de las tecnologías de la comunicación es el que más rápido evoluciona, el más dinámico de los sectores industriales y una área estratégica en donde las innovaciones se realimentan a si mismas de un modo singular. Se trata de un campo autoreflexivo en donde los avances posibilitan más avances. Este carácter autoreflexivo no es particularmente agradable ya que vuelve muy proclive a definir sus propios problemas y objetivos de manera hermética, como metas técnicas valiosas en si mismas, apartándose de una evaluación de las consecuencias para la sociedad en su conjunto10.
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Burbules & Callister son ávidos lectores de la mejor literatura existente acerca de las consecuencias imprevisibles y muchas veces contraproducentes de la tecnología. Y por ello se recuestan en el maravilloso libro de Edward Tenner, When things byte back, quien revela mejor que nadie cómo las derivaciones no queridas no son infortunados efectos secundarios de los cambios que se procuran lograr, sino que muchas veces representan lo opuesto a los mismos y de hecho agravan el problema que supuestamente deberían resolver. Ver en la misma línea de análisis, de Ivars Peterson, Fatal defect. Chasing Killer computer bugs (1995), así como nuestras referencias en las editoriales del ILHN nº 182, Repulsión fatal. Breve incursión al mundo de los chips asesinos (31/7/1995), y nº 1774, Mas bugs asesinos. El infierno del software. 10 Para un extraordinario análisis de los peligros de este enfoque en la oposición entre medicina preventiva social y genética post hoc individual, ver el articulo publicado por Robert Pollack en el Clarín de Buenos Aires del 16 de Julio del 2001, “La fascinación por la genética atenta contra la salud pública”.
Para complicar más las cosas como estas tecnologías trabajan sobre la información, y esta se plantea como baremo en la plausibilidad de la construcción del mundo, quienes orientan las especulaciones acerca del uso y la finalidad de la información decidirán al mismo tiempo acerca de lo pensable (o de lo que necesita ser hecho/pensado). Lo que quede fuera de la materia prima también se volverá inaccesible y por ende indecidible (de eso no se habla, de eso no opina, eso no se toca, de aquí al pensamiento único hay un paso que todos dan fácilmente no solo en economía sino también en tecnología, en semiótica, en filosofía o donde fuera). Por ello debemos descartar definitivamente los análisis en términos de costos/beneficios, medios/fines (sistematizados demasiado apolíneamente en los análisis FODA) y lanzarnos de lleno a analizar, incidir e intervenir sobre la constelación mucho más atractiva de lo conocido/desconocido multiplicada -como bien dicen Burbules & Callister- por una reflexión crítica sobre lo que puede y no decirnos el medio de información sobre lo conocido/desconocido11. Porque para Burbules & Callister las futuras líneas de desarrollo son literalmente inconcebibles, no solo por la rapidez y complejidad del cambio, ni por la dimensión autorreflexiva de la innovación, sino también porque los vaivenes en las tecnologías de la información y de la comunicación impulsan al mismo tiempo, nuevos avances en nuestras posibilidades de imaginar las capacidades y las metas. Cuando insistimos en que Internet es la imprenta del siglo XXI tenemos algo de razón pero generalmente no por las razones que nosotros mismos invocamos. La imprenta (ver los estudios siempre frescos de Elizabeth Einsenstein, Roger Chartier, Robert Escarpit, Alberto Manguel y Ann-Marie Chartier, al respecto) no solo generó un nuevo tipo de transmisión de la escritura, sino que modificó las condiciones de la propia accesibilidad de sus aplicaciones (hizo posible y necesario que más gente aprendiera a leer, en un fenómeno de feedback positivo imparable). Generó un mecanismo para una nueva clase de producción, organización y difusión de la información y como tal creó posibilidades inimaginables e irrealizables antes de su emergencia -pero que tampoco estaban contenidas como un programa o plantilla en su estructura-. Es imposible conocer todos los cambios que presagian las 11 Por si sus aportes ya no hubiesen sido lo suficientemente generosos y lúcidos, los autores -consecuentes con todo lo que venían diciendoinsisten en que debemos tomarnos en serio observaciones del tipo de las que alguna vez hicimos en el capítulo 1 de Ciberculturas 2.0 acerca del advenimiento de las inteligencias o situaciones posthumanas (o post-racionales en el sentido de despojarnos de la tutela cartesiana que nos tiene presos, pero también de la freudiana que solo nos libra de la anterior para arrinconarnos en sus neo-garras).
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nuevas tecnologías y hoy consideramos bueno o malo12, es probable que se invierta o se ignore cuando hayamos entrado de pleno en La Tercera Fase -ver editoriales del ILHN nº 2334 y siguientes, Tres fases en la historia del conocer-. Seguimos viviendo encerrados en binarismos esclerosados. Por rechazar la promoción de la gran panacea (o de la gran divisoria) caemos indefinidamente en el negativismo -bien reflejado en las obras tecnofóbicas de Neil Postman y Clifford Stoll). Lo fascinante de las tesis de Burbules & Callister es su propuesta de incorporar una perspectiva critica, no en oposición total a la nuevas tecnologías de la comunicación y la información, sino dentro de una polémica sobre éstas. Esta perspectiva muy afín al tecno-realismo sopesa riesgos y promesas, pero al mismo tiempo los ve como inseparables. Los peligros y posibilidades de estas tecnologías no se oponen entre si, son aspectos de sus mismas capacidades. No se puede escoger unas y rechazar otras. Como inconclusiones podemos sacar que, convertir todo lo dicho en materia de controversia, solo tiene por efecto polarizar las posturas e introducir la metáfora de la guerra (ver Lakoff y Jonson, Metáforas de la vida cotidiana, 1980) donde el discurso ganaría mucho más de la danza (Ver de E.T.Hall, La danza de la vida). Pero mucho más interesante aun es que debemos abandonar la idea (grabada a fuego en la cabeza de los intelectuales) de que el simple hecho de investigar más nos dirá qué (buen) rumbo adoptar. Los estudios en si no tienen valores intrínsecos, porque la mayoría de las decisiones que se toman los puentean alegremente, y obedecen a una combinatoria insólita de datos anecdóticos, presiones de los grupos de intereses, prejuicios y fantasías. Ni los tratados, ni las conferencias, ni las compilaciones ni los análisis que dicen albergar la verdad sobre las cosas inciden grandemente (ni disuelven de ninguna forma) todos los enigmas, contradicciones, ambigüedades y dilemas planteados previamente13. Ningún diseño experimental, ninguna metodología simplista ni ninguna epistemología (que ni siquiera entiende la complejidad de la realidad de medio o un siglo atrás) arrojan ninguna luz sobre estos problemas. Porque lo que todos estos trabajos ignoran (aunque UNESCO y otras instituciones les regalan decenas de millones de dólares que podrían ser utilizados de forma mucho más útil e inteligente) es que estamos en medio de un proceso de reformulación del significado y de los fines 12 Más allá de las pavadas que recitan ciertos filósofos para quienes este tipo de afirmaciones provienen de una mala lectura de la metamatemática como insiste Jacques Bouveresse en su obra Prodigios y vertigos de las analogías (2001). 13 Para una epistemología de estas impotencias devorarse de Massimo Piatelli- Palmarini, Inevitable illusions. How mistakes of reason rule our minds (1994).
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de la educación y no buscando (con el auxilio de máquinas más o menos tontas) seguir haciendo (bien) lo mal que estábamos actuando en educación hasta ayer. Es por ello un escándalo y una vergüenza que cualquier consideración acerca del futuro del aprendizaje, y especialmente cualquier propuesta de e-learning no pase antes por la criba de una critica radical del aprendizaje fallido, y de los peligros de reiterar sus fallas, más allá de las maquinas que se utilicen, a menos que nos tomemos en serio en qué consiste la cultura del aprendizaje14.
Referencias Brand, S. (1994). How Building Learn. What Happens After they are Built. New York: Viking. Bouveresse, J. (2001). Prodigios y vertigos de las analogías: sobre el abuso de la Literatura en el pensamiento. Buenos Aires: Libros del Zorzal. Burbules, N. y Callister, T. (2001). Educación: Riesgos y promesas de las nuevas tecnologías de la información. Buenos Aires: Granica. ILHN. El conocimiento de las manos nunca se fue y está por volver. ¡Computers go home! No 886. ILHN. Repulsión fatal. Breve incursión al mundo de los chips asesinos (31/7/1995). No 182. ILHN. Más bugs asesinos. El infierno del software. No 1774. Latour, B. (1999). Pandora's Hope: Essays on the Reality of Science Studies. Boston: Harvard Univ Press. Morin, E. (1973). El paradigma perdido. La naturaleza humana. Bercelona: Kairós. Oppenheimer, T. (1997). The Computer Delusión. The Atlantic Monthly, Julio. Peterson, I. (1995). Fatal Defect. Chasing Killer Computer Bugs. New York: Times Books Division of Random House. Pollack, R. (2001). Clarín. La fascinación por la genética atenta contra la salud pública. 16 de Julio. Piatelli – Palmarini, M. (1994). Inevitable Illusions: How Mistakes of Reason Rule our Minds. New York: John Wiley & Sons. Piscitelli, A. (2001). Ciberculturas 2.0. Argentina: Paidós. 14 Para un recorrido maravilloso sobre el tema apropiarse de Ignacio Pozo Municio, Aprendices y Maestros. La nueva cultura del aprendizaje (2001).
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Pozo Municio, I. (2001). Aprendices y Maestros. La nueva cultura del aprendizaje. Buenos Aires: Alianza. Tenner, E. (1996). When Things Byte Back: Technology and the Revenge of Unintended Consequences. New York: Alfred A. Knopf. Wallerstein, I. (1999). The End of the World As We Know It: Social Science for the Twenty-first Century. Minnesota: University of Minnesota Press. Wilson, F. (1998). The Hand. How its Use Shapes the Brain, Language and Human Culture. New York: Vintage Books.
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 137-140.
LOS CAMINOS HACIA UNA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE CEPAL*
Una agenda de política pública en América Latina y el Caribe Las TIC pueden estar al servicio de una gran variedad de metas de desarrollo. Pueden servir para promover el desarrollo social en áreas tales como la atención de la salud y la educación, mejorar la eficiencia económica, aumentar la participación cultural y política, ayudar en la reducción de la pobreza, promover la igualdad y la mejor integración de los grupos marginados y apoyar la creación de asociaciones mundiales. Por lo tanto, el primer paso hacia el establecimiento de una agenda de política pública es definir un conjunto de principios que debieran guiar la transición hada una sociedad de la información en América Latina y el Caribe. El segundo paso consiste en formular una estrategia para la sociedad de la información. A medida que la sociedad mundial de la información se acerca a la madurez, se ha hecho evidente que la cuestión para los países en desarrollo no es “conectarse o no conectarse", sino más bien u “cuándo conectarse" y “cómo conectarse". Para que los países de América Latina y el Caribe puedan Integrarse a la sociedad mundial de la información de manera rápida y beneficiosa, es vital que cuenten con una estrategia sólida y de amplia base. Para que tenga éxito, tal iniciatlva debe concentrarse en los aspectos nacionales e internacionales de la sociedad de la información y debe cubrir un amplio espectro de temas afines. Se podrían crear varios grupos de trabajo temáticos dentro del marco conceptual en que se fundan los argumentos presentados en este trabajo. Tal iniciativa deberá contar con la participación de los sectores público e industrial, el ámbito académico y la sociedad civil. En el siguiente capítulo se señalan algunas de las prioridades para esa agenda de política pública.
A. Estrategias nacionales para la sociedad de la información En muchos países del mundo se están aplicando estrategias nacionales especiales para integrarse a la sociedad mundial de la información. Las estrategias de desarrollo para la sociedad de la información pueden comenzar a partir de una iniciativa de gobierno en pequeña escala, pero su objetivo último debiera ser integrar a todo el sector público, las Instituciones nacionales, regionales e internacionales, las autoridades reguladoras y técnicas, el ámbito académico, los proveedores de servicios del sector privado y la industria de la alta tecnología, las instituciones intermediarias y la sociedad civil. Un elemento esencial para aprovechar la *
Comisión Económica para América latina y el Caribe - (CEPAL). Santiago de Chile, julio de 2003
"oportunidad digital” es adoptar un enfoque holístico, entablando un diálogo abierto con toda la sociedad, así como entre países. Para lograr este objetivo, una de las primeras medidas que el sector público debería tomar es establecer una autoridad nacional que actúe como organismo coordinador. Algunos países de América Latina y el Caribe ya han lanzado iniciativas nacionales para la sociedad de la información, en tanto otros están aún determinando cuál es el mejor enfoque para aplicar en este programa. En los casos en que las iniciativas ya están en marcha, los países han asignado esta tarea a la autoridad de telecomunicaciones (que suele ser un ministerio o una subsecretaría), al Ministerio de Ciencia y Tecnología (como el “Programa Sociedade da lnformacao de Brasil) o al Ministerio de Comunicaciones (como en el programa "e-México" o la "Agenda de Conectividad” en Colombia). Otros países han creado un comité interministerial (como en Chile). Dados el profundo Impacto y el carácter genérico de las TIC, una alternativa válida parece ser una autoridad directamente ligada a la presidencia (como en Paraguay o Uruguay). Según otro enfoque, adoptado en Bahamas, por ejemplo, se vinculan las medidas nacionales relacionadas con los temas de la sociedad de la información con el Ministerio de Finanzas, en vista del carácter intersectorial de esta importante unidad de gobierno. Es de importancia capital definir claramente el papel de esta iniciativa nacional para la sociedad de la información, a fin de evitar la superposición de responsabilidades. La cooperación armoniosa, por un lado, o las luchas de poder, por el otro, entre las distintas autoridades que participan en la iniciativa nacional para la sociedad de la información pueden ser decisivas en el éxito o el fracaso del programa. Independientemente de qué órgano público esté encargado de llevar a cabo la iniciativa nacional para la sociedad de la información, la estrecha colaboración con una serie de otros organismos del sector público es fundamental. El regulador nacional en el ámbito de las telecomunicaciones cumple un papel importante en asegurar la expansión de la infraestructura de las TIC, con lo cual la industria de las telecomunicaciones y su órgano regulatorio desempeñan un papel preponderante en la creación de una sociedad de la información. Los organismos nacionales de formación profesional (que existen en muchos países de la región) tienen una función especial que cumplir al capacitar a la fuerza de trabajo para la sociedad de la información. Las autoridades de salud pública y educación también deben integrarse al programa del sector público. Sin embargo, el alcance de la sociedad de la información va mucho más allá del sector público. Una iniciativa nacional debe incorporar a muchos actores diferentes del sector (por ejemplo, los proveedores de servicio y alta tecnología, así como la industria de la multimedia), cámaras de comercio, organismos de normalización y organizaciones de gobernabilidad de Internet (como los registros de nombres de dominios), asociaciones del sector de salud, redes e instituciones académicas, organizaciones de trabajo y, por 137
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supuesto, grupos de la sociedad civil, que tienen un papel fundamental que cumplir en la definición de una visión común de la sociedad de la información deseada. Una cuestión central que hay que resolver es cómo institucionalizar la participación del sector privado y la sociedad civil en el programa nacional para la sociedad de la información. La complejidad y el ritmo de evolución de las TIC, por un lado, y las profundas implicaciones de la implementación de las TIC, por el otro, exigen desde un principio una estrecha asociación entre los sectores público y privado y la sociedad civil. El sector público debe tratar de integrar al sector privado en su proceso de adopción de decisiones de una manera neutral y no discriminatoria. Algunas prácticas que se aplican en la región, como la Alianza Público -Privada de Internet en Chile, que se basa en los cuatro pilares de transparencia. eficiencia, neutralidad tecnológica y liderazgo privado, ilustran los beneficios de tales iniciativas de cooperación para la regulación general o proyectos específicos. Sin embargo, las asociaciones público- privadas y la participación de la sociedad civil no deben malinterpretarse como una "división de trabajo" en que el sector privado es el que simplemente debe donar los fondos necesarios y las organizaciones de la sociedad civil son las que deben dar la impresión de responsabilidad "democrática”. Tal división funcional del trabajo no es sostenible en el largo plazo. Para llegar al final del largo camino que lleva a la sociedad de la información, es preciso encontrar e implementar conjuntamente visiones comunes sobre las sendas del desarrollo futuro. Las preocupaciones e intereses de la sociedad civil deben encararse al más alto nivel de formulación de políticas. Hay que respetar y tener en cuenta el hecho de que el sector privado se concentra en las utilidades (por lo menos en el largo plazo), en tanto el sector público debe velar por la existencia de mercados competitivos y la sostenibilidad del modelo ("competencia practicable") y asegurarse de que ninguna parte de la sociedad quede excluida de los beneficios del progreso. Uno de los principales objetivos de esa profunda y amplia iniciativa es minimizar la duplicación de esfuerzos. En muchos casos, la introducción de las TIC en las estructuras orgánicas de los diferentes sectores (sea con respecto al gobierno- e, la salud-e, la enseñanza-e, etc.) no es parte integrante de las reformas de modernización en curso. En América Latina y el Caribe las iniciativas de salud-e suelen lanzarse de manera adicional a los modelos de reforma del sector de la salud que se están llevando a cabo en la actualidad (Rodrigues, 2003), así como los proyectos de gobierno-e se implementan paralelamente a los programas de modernización del Estado (Orrego, 2003). Los laboratorios de computación de las escuelas no están suficientemente integrados en los programas de estudio nacionales y en cambio funcionan como una actividad voluntaria situada a la par de las reformas educacionales (Jara, 2003; Bonilla, 2003). Una de las razones más frecuentes para este desperdicio de recursos es que el 138
debate se transforma en un intercambio de opiniones sobre tecnología y ciencias de la computación, en lugar de concentrarse en los temas de eficiencia administrativa, transparencia, gobernabilidad y enfoques de enseñanza. Otro factor que se debe tomar en cuenta en las iniciativas para la sociedad de la información es la necesidad de definir metas y objetivos precisos, en cooperación con los usuarios, que estén en línea con las necesidades y prioridades existentes y que tengan parámetros establecidos de desempeño de proyectos. Las TIC pueden cubrir una amplia gama de necesidades. Sin embargo, los esfuerzos deben estar concentrados en un número limitado de necesidades a fin de evitar confusión y desorientación, lo que lleva a una menor motivación y a un menguante apoyo político y financiero de tales programas. Las iniciativas nacionales para la sociedad de la información también deben concentrarse en la identificación y evaluación de las fallas del mercado y de medidas especiales para acelerar la adopción de los mecanismos que van surgiendo. Si bien el liderazgo del sector privado es una condición sine qua non en el proceso de expansión de las TIC, el sector público debe esforzarse por complementar su labor. Actualmente, las fallas de mercado suelen encontrarse en la provisión de aplicaciones. Los mecanismos de mercado a menudo no son suficientes para crear programas y herramientas que puedan ayudar a alcanzar objetivos de desarrollo más amplios. El mercado puede producir juegos de video y aplicaciones recreativas, pero no necesariamente produce programas computacionales adecuados para satisfacer las necesidades locales en los ámbitos de la atención de la salud o los servicios educativos. Se trata de un ejemplo clásico de falla de mercado que justifica la intervención estatal. Aparte de las preocupaciones respecto de las fallas del mercado, existe una línea de política pública de larga data tendiente a “empujar” suavemente al consumidor en la dirección de los patrones de consumo deseados. Este tipo de políticas desalientan el consumo de cigarrillos (habitualmente a través de los impuestos), por ejemplo, en tanto promueven el uso del cinturón de seguridad. Los mismos mecanismos pueden refinarse para alentar el uso del las TIC. La meta debiera ser reemplazar algunos de los métodos ineficientes existentes de procesar la información. Las TIC pueden reemplazar los canales obsoletos de comunicación o los mecanismos incompletos de coordinación y traer incrementos de eficiencia y de participación democrática. El Gobierno de Brasil ha utilizado este tipo de incentivos para promover el pago de impuestos en línea. El organismo de recaudación de impuestos brasileño ha complicado el proceso de presentación de las declaraciones de impuestos en papel y ha promovido mecanismos que permiten un procesamiento más rápido de los formularios electrónicos. En consecuencia, recibió más del 90% del total de las declaraciones de impuestos por Internet, sólo cuatro años después de implementar el sistema de pago de Impuestos en línea.
Los caminos hacia una sociedad de la información en América Latina y el Caribe
B. Infraestructura y servicios genéricos Los temas más evidentes de las estrategias para la sociedad de la información se concentran en la expansión de la Infraestructura y los servicios genéricos de las TIC. Este tipo de políticas contemplan dos vertientes. Primero, deben estar destinadas a promover el acceso y el uso universales de la tecnología, proporcionando un mínimo básico de conectividad para toda la sociedad. y especialmente los grupos marginados, como los habitantes de zonas rurales, las minorías étnicas, las mujeres, los discapacitados y los adultos mayores. Para lograr la provisión del acceso a las TIC como un bien público, es preciso formular iniciativas y proyectos públicos que reduzcan los costos del acceso individual mediante modelos de acceso compartido, financiados a través de mecanismos de tributación cruzada (como los fondos especiales de las telecomunicaciones) o de asociaciones especiales entre el sector público y el privado. Un enfoque holístico respecto de las TIC debe contemplar la eficaz integración de todas las diferentes alternativas de acceso (computadoras. televisión digital, telefonía móvil, soluciones inalámbricas fijas, red eléctrica. entre otros). Deberá mantenerse una sana competencia entre las distintas soluciones tecnológicas para acceder a la infraestructura de las TIC. También es preciso tomar medidas para velar por que la introducción de la televisión digital y la telefonía móvil de tercera generación sirva a los intereses de toda la sociedad y no genere otra forma de exclusión tecnológica. La institución de grupos de trabajo sobre la televisión digital y la telefonía móvil / inalámbrica dentro de los foros regionales de telecomunicaciones (como la CITEL en el caso de las Américas, la REGULA TEL en el de América Latina y la UTC en el de la CARICOM) permite buscar formas para que estas tecnologías puedan contribuir a la agenda de conectividad y ayuden a asegurar el aprovechamiento pleno de la convergencia de las TIC. Además, la creación y provisión de equipos de acceso (hardware y software) económicos y suficientemente -pero no innecesariamente- sofisticados debe pasar a ser parte esencial de la agenda de la brecha digital. La cooperación internacional puede contribuir muchísimo a crear y mantener la infraestructura de las TIC. Los proyectos subregionales1 como la Autopista Mesoamericana de la Información del Plan Puebla-Panamá, son especialmente importantes. Con todo, en algunos casos la mejor forma de encarar los desafíos que plantea la infraestructura de las TIC es en el plano regional. Para muchos actores en América Latina y el Caribe, por ejemplo, el actual sistema de contabilidad del tráfico de Internet es inequitativo e injusto. Los operadores latinoamericanos pagan por todos los flujos de tráfico de Internet (o al menos la mayoría de ellos) entre América Latina y América del Norte, en tanto
los usuarios de fuera de América Latina pueden acceder a los contenidos latinoamericanos sin pagar por la conectividad que les permite hacerlo (REGULATEL y AHCIET, 2001). Los foros Internacionales de los sectores público y privado a nivel regional (si no hemlsférico) deben examinar este terna y encontrar soluciones adecuadas para hacer frente a este apremiante problema. En segundo lugar, la calidad del acceso debe mejorarse. Los beneficios de las TIC seguirán siendo limitados y la brecha internacional sólo se profundizará más silos países de la región no logran mantenerse en la frontera tecnológica. En 2002 el 65% de las empresas de América Latina se conectan a la Internet a través de terminales de acceso conmutado de 56kbps (o más lentas), de manera que la perspectiva de una economía en red en tiempo real es aún remota (Harte-Hanks, eMarketer, 2002). Claramente, los intentos de hacer negocios electrónicos eficazmente con un modem de banda estrecha seguramente no permitirán alcanzar grandes incrementos de la productividad. En 2002 América Latina representó el 5.8% de los usuarios de Internet en todo el mundo, pero sólo el 2.2% del total de los usuarios usaba banda ancha (eMarketer, 2002)2.1 Sin embargo, la penetración de la banda ancha no es privilegio exclusivo de los altamente desarrollados, ya que la República de Corea y la provincia china de Taiwán son dos de los cuatro países con las mayores tasas de penetración de banda ancha del mundo (52% y 18%, respectivamente). La experiencia indica que la introducción de la banda ancha en general es una cuestión de directrices de política y reglamentación. Las tarifas fijas y las políticas de banda ancha son esenciales para allanar el camino y aprovechar eficazmente estas oportunidades. Otra importante medida de política para elevar la calidad del intercambio digital es aumentar la difusión de los sistemas de programas informáticos entre las unidades orgánicas pequeñas y medianas. Las experiencias del sector comercial indican que la introducción de sistemas de información internos (como ERP, SCM, CRM, etc.) contribuye decisivamente a alcanzar incrementos globales de eficiencia. La falta de sistemas de aplicación internos es un serio obstáculo para la adaptación de prácticas interempresariales en línea. Los productores de programas informáticos locales han demostrado tener capacidad para llenar los nichos de mercado y proporcionar soluciones adecuadas y rentables para los pequeños actores, como las pymes, las municipalidades, los pequeños hospitales y clínicas, las escuelas, etc. Dichos productores merecen especial atención de los formuladores de política. Una solución alternativa para facilitar la adopción de TIC es promover una industria de proveedores de servicios de aplicación. Una Industria de este tipo que sea fuerte y funcione bien puede cumplir un papel crucial en prestar 2
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Por ejemplo. en la Comunidad Andina. el MERCOSUR.1a CARlCOM y el Mercado Común Centroamericano.
Las cifras concretas son 33.1 millones de un total mundial de 565.1 millones de usuarios de Internet y 1.17 millones de un total de 53.03 millones de usuarios de banda ancha., respectivamente.
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servicios de aplicaciones de alta calidad a un precio razonable a un amplio sector de organizaciones en América Latina y el Caribe. El modelo de proveedores de servicios de aplicaciones (ASP) también suele facilitar la capacitación y las tareas de mantenimiento mediante la prestación de asistencia profesional.
1. Marcos regulatorios La política propuesta para promover la creación de marcos regutarorios adecuados para la sociedad de la información tiene tres componentes principales: Primero, es preciso encontrar medios de asegurar que la incipiente sociedad de la información amplíe y fortalezca los derechos humanos fundamentales, así como el derecho a la información, la comunicación y la libertad de expresión. En los últimos 15 anos, en virtud de significativos cambios constitucionales introducidos en Trinidad y Tabago, Dominica, Jamaica y Granada, se ha definido que el derecho a la libertad de expresión y de palabra abarca el derecho al acceso a la infraestructura (medios) para ejercer dicha libertad (Sanatan, 2002). Entre esos derechos básicos no deberían dejar de considerarse la ética y la viabilidad de la interacción humana en la sociedad de la información. La importancia de la información en esta sociedad incipiente y los nuevos medios disponibles para manejar la información mediante redes digitales también exigen que se dedique especial atención a la cuestión de cómo ser propietario de la información y quién debe serIo. Los derechos de propiedad intelectual son una característica muy difundida de la sociedad de la información y exigen un análisis detallado a fin de velar por que su aplicación sirva para alcanzar metas de desarrollo más amplias. En segundo lugar, deben establecerse marcos regulatorios para garantizar la ampliación y renovación de los fundamentos tecnológicos de la sociedad de la información. La regulación del sector de las telecomunicaciones y el fortalecimiento de los mercados de hardware y software son ámbitos clave de las políticas. En este sentido, la enorme significación y el potencial estratégico de los estándares técnicos suelen subestimarse en las estrategias de desarrollo tecnológico de América Latina y el Caribe. La omisión de este terna y la búsqueda descoordinada de inversiones extranjeras han creado un escenario singularmente difícil respecto de las normas técnicas en la región, lo que puede plantear un serio obstáculo para el desarrollo tecnológico fluido en el futuro, dado el acelerado ritmo de la convergencia de las TIC y la Importancia del “efecto candado (lock -in effect) en las redes digitales. Antes de introducir un nuevo sistema tecnológico (como la televisión digital o la tercera generación de teléfonos móviles), debería llevarse a cabo un proceso institucionalizado de pruebas para identificar la mejor solución para cada situación en particular. Tal mecanismo debe tomar en cuenta el proceso de 140
convergencia de las TIC (que implica la interdependencia, por ejemplo, de los sistemas de televisión digital y de la telefonía móvil tercera generación, ya que a la larga convergerán). Los países podrían agruparse a fin de compartir los altos costos de dichas pruebas. También debiera aplicarse un mecanismo regional de este tipo para evaluar los costos y beneficios de usar estándares de propiedad exclusiva o estándares abiertos para las diferentes soluciones tecnológicas que hay en el mercado. Es preciso hacer constantes y profundos análisis económicos para resolver este problema crucial. En principio, la preferencia debería estar con los estándares abiertos, dado que evitan el mencionado “efecto candado", ayudan a mantener bajos los pagos de regalías por la propiedad intelectual, promueven la integración y la interoperabilidad, y por lo tanto contribuyen a la participación industrial, la competencia y las economías de escala en una plataforma común. En el mediano plazo, tambIén seria importante que los países y empresas de América Latina y el Caribe participen en consorcios para la elaboración de estándares mundiales. Los estándares abiertos en materia de telefonía móvil (como el GSM) y televisión digital (como el DVD) han sido creados a través de dichos consorcios en la década pasada. Muchos de estos consorcios son de participación abierta. La participación en estos consorcios contribuiría a asegurar que se consideren las características especiales de la región al crear un nuevo estándar. Además, gracias a la estrecha cooperación con los países y empresas en la frontera tecnológica, la región de América Latina y el Caribe podría posicionarse en una curva de aprendizaje y, con el tiempo, pasar de ser un "tomador de estándares" a ser un "formulador de estándares" . La tercera área de política tiene que ver con ajustar el marco legislativo a fin de permitir y alentar las comunicaciones y transacciones digitales. La seguridad y confiabilidad, la certificación y los contratos electrónicos, los sistemas de pago electrónico y la protección del consumidor son temas que deben abordarse en debates transfronterizos en América Latina y el Caribe. La legislación sobre la Internet -y especialmente la legislación sobre el comercio en Internet- es un área de política que quizá debiera considerarse primero en el marco de los bloques comerciales subregionales, como la Comunidad Andina, el Mercosur, la CARICOM y el Mercado Común Centroamericano, apoyando, al mismo tiempo, las normas y tendencias mundiales y regionales (como las que se están tratando en la OMPI, la CNUDMI, la Conferencia de La Haya de Derecho Internacional Privado, la ISO y otras). En los casos en que no sea posible o necesario (o siquiera deseable) contar con medidas internacionalmente armonizadas, los efectos comerciales negativos de las disparidades entre países pueden reducirse reconociendo la equivalencia de las medidas regulatorias de las partes comerciantes o los resultados de evaluaciones de conformidad realizadas en otros países.
Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 141-143.
CONSTRUIR SOCIEDADES DE LA INFORMACIÓN QUE ATIENDAN A LAS NECESIDADES HUMANAS* CMSI*
Nosotros, mujeres y hombres de distintos continentes, contextos culturales, perspectivas, experiencias y conocimientos técnicos, actuando como miembros de diferentes audiencias de una emergente sociedad civil mundial, considerando que es fundamental la participación de la sociedad civil en la primera Cumbre celebrada por las Naciones Unidas sobre cuestiones de información y comunicación, a saber, la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, hemos trabajado durante dos años en el marco del proceso de dicha Cumbre, consagrando nuestros esfuerzos para definir un concepto incluyente y equitativo de sociedades de la información y la comunicación centrado en las personas. Aspiramos construir sociedades de la información y la comunicación en donde el desarrollo se enmarque en los derechos humanos fundamentales y esté orientado a lograr una distribución más equitativa de los recursos, que conduzcan a eliminar la pobreza en el sentido de un ambiente sostenible de no-explotación. Para ello, consideramos que las tecnologías pueden utilizarse como medios fundamentales, y no así como fines en sí mismas, por lo cual reconocemos que reducir la brecha digital es un paso más, entre otros, en el camino para conseguir el desarrollo en favor de todos y todas. Reconocemos el enorme potencial de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para responder a la devastación ocasionada por el hambre, las catástrofes naturales, las nuevas pandemias, por ejemplo el VIH/SIDA, y la proliferación de armamento. Reconocemos que no hay ninguna tecnología neutra respecto a su impacto social y, por consiguiente, la posibilidad del llamado principio "de neutralidad tecnológica " en los procesos fundamentales de toma de decisiones resulta una falacia. Reviste suma importancia elegir cuidadosamente opciones técnicas favorables a la sociedad en su conjunto, a la hora de introducir nuevas tecnologías, y ello desde su diseño hasta su despliegue y aplicación. Normalmente, es muy difícil rectificar efectos sociales y técnicos negativos de los sistemas de información y comunicación que se descubren ulteriormente a su proceso de diseño, por lo cual estos sistemas errados pueden ocasionar daños duraderos. Prevemos una sociedad de la información y la comunicación en que las tecnologías se conciban y apliquen de manera participativa, para impedir o reducir a un mínimo sus consecuencias negativas. Somos conscientes de que disponemos de información, *
Declaración de las asociaciones de la Sociedad Civil en la CMSI Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información- adoptada en Plenaria en Ginebra el 8 de diciembre de 2003. [Fragmentos]
conocimientos y medios de comunicación en una escala que no pudo siquiera soñar la humanidad en el pasado, pero también estamos conscientes de que la exclusión frente a los medios de comunicación, a la información y a los conocimientos especializados que se requieren para participar en la esfera pública, sigue siendo una limitación fundamental, especialmente en los países en desarrollo. Por otra parte, la información y el conocimiento se están transformando cada vez más en recursos privados que pueden ser controlados, vendidos y comprados, como si se tratara de simples mercancías y no de elementos fundamentales de la organización y el desarrollo social. Así pues, reconocemos la urgencia de buscar soluciones a estas contradicciones, ya que se trata de los principales desafíos que se plantean a las sociedades de la información y la comunicación.
Alfabetización básica Las sociedades del conocimiento requieren una ciudadanía informada y educada. La creación de capacidad debe incluir la formación necesaria para utilizar las TIC, la capacidad crítica ante los medios de comunicación y la información, y las habilidades necesarias para una ciudadanía activa, incluyendo la capacidad de encontrar, discriminar, utilizar y crear información y tecnologías. Debe darse prioridad a los enfoques locales, horizontales, adaptados al género y dirigidos y arraigados en lo social. Debe promoverse la combinación de medios tradicionales y nuevos, así como el acceso abierto al conocimiento y la información. Las bibliotecas, tanto reales como virtuales, tienen la función importante de garantizar el acceso al conocimiento y la información a todos y todas. A nivel internacional y multilateral, ha de protegerse el conocimiento y la cultura de dominio público. La alfabetización, la educación y la investigación son componentes fundamentales de las sociedades de la información, la comunicación y el conocimiento. La creación y adquisición del conocimiento deben ser nutridas a través de procesos participativos y colectivos y no considerarse como un flujo unidireccional o confinado a un solo sector en la creación de capacidades. La educación (formal, informal, continua) construye la democracia alfabetizando a los pueblos y capacitando la fuerza trabajadora. Pero sólo los pueblos informados y educados que puedan acceder a los instrumentos de difusión de una investigación plural pueden participar plenamente y contribuir eficazmente a las sociedades del conocimiento. Debe prestarse atención urgente a las consecuencias positivas y negativas que pueden tener las TIC en cuestiones tales como el analfabetismo en los diomas regionales, nacionales e internacionales de las grandes mayorías de los pueblos del mundo. Entre los esfuerzos por alfabetizar, educar e investigar en el contexto de las sociedades de la información y la comunicación debe hacerse hincapié en las necesidades de las personas con discapacidades físicas y promover todas las maneras posibles de superarlas (por 141
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ejemplo, reconocimiento de voz, ciberaprendizaje y capacitación a través del formato universidad abierta). El reciclaje de equipos debe cumplir las normas medioambientales, y producción de las tecnologías no debe consumir una cantidad no sotenible de energía o recursos naturales. Es fundamental desarrollar propuestas y políticas concretas para mejorar la eficacia en la utilización de los recursos y encontrar recursos energéticos renovables. Esto conlleva la "desmaterialización" (por ejemplo, utilizar menos papel) y la reducción de desechos originados por las TIC; incrementar la vida útil del hardware y sus compponentes; mejorar las condiciones de reciclaje; garantizar una eliminación segura del hardware y componentes de las TIC; y promover alternativas a los componentes tóxicos de las TIC. Se trata asimismo de conceder la mayor prioridad a la creación y utilización de recursos energéticos renovables para satisfacer las necesidades básicas de los pueblos de los países en desarrollo. Deben utilizarse recursos energéticos renovables para la diseminación, por vía de las TIC, de la información y las comunicaciones, con inclusión de la radio y la televisión. En especial, África puede beneficiarse de la energía solar gracias a su alto nivel de exposición directa a la radiación solar. Movilizando las tecnologías regionales, con la ayuda de la necesaria cooperación técnica y financiera, África puede transformarse en líder en este campo estratégico en la próxima década. Las comunidades deben poder participar directamente en el desarrollo y el mantenimiento de soluciones basadas en las TIC para sus propios problemas. Para que las comunidades puedan crear y sostener sus propias soluciones utilizando las TIC, deberá dárseles la capacidad de elaborar sus propias fuerzas productivas y de controlar los modos de producción dentro de la sociedad de la información. Debe asimismo otorgárseles el derecho de participar plenamente en el desarrollo y mantenimiento de proyectos de TIC mediante procesos democráticos, con inclusión de la toma de decisiones en lo que afecta a las cuestiones económicas, culturales, medioambientales y de otro tipo. Así, deben utilizarse las TIC como instrumento para la creación de fuentes verdaderas y sostenibles de trabajo, proporcionando así nuevas oportunidades laborales. Para que las comunidades y las personas puedan encontrar sus propias soluciones sostenibles a nivel económico y técnico deberán poder utilizar software libre, pudiendo así adquirirlo a un precio más asequible y participar en su desarrollo y mantenimiento. La innovación de las TIC debe ajustarse a normas técnicas internacionales para el hardware, el software, y los procesos, de modo abierto, libremente aplicable, documentado a nivel público, interoperable, no discriminatorio y conforme a la demanda. Es importante trabajar por que las comunidades utilicen para sus comunicaciones los medios y las tecnologías de la 142
comunicación tanto tradicionales como nuevos. Es necesario desarrollar la informática comunitaria y fomentar su implantación, centrándose en las características propias y en las necesidades de cada comunidad en lo que atañe al diseño, el desarrollo, la instalación y el funcionamiento de las TIC, así como a la producción de contenido local.
Diversidades culturales La diversidad cultural y lingüística no sólo debería protegerse, sino que ha de fomentarse. Esto implica tener la capacidad de expresarse, en su propio idioma, en todo momento, de cualquier modo, incluidos los medios de comunicación tradicionales y las nuevas TIC. Para convertirse en un contribuyente y un creador en las sociedades de la información y la comunicación, se necesitan no sólo conocimientos técnicos sino también competencia crítica y creativa. La educación en materia de medios de comunicación debe recibir atención específica en el marco de los programas de educación y formación, en el sentido de la Declaración Grunwald de la UNESCO. La diversidad cultural y lingüística también implica acceder de manera equitativa a los medios de expresión y divulgación de bienes y servicios culturales. Se debería conceder prioridad a las iniciativas impulsadas por las comunidades. Para crear sociedades de la información sólidas, es indispensable un rico acervo de conocimientos de dominio público, lo que servirá para reducir la brecha digital y sentar las bases del desarrollo positivo de la creatividad intelectual, la innovación tecnológica y el uso adecuado de esa tecnología. En las sociedades de la información han surgido nuevas formas de almacenamiento digital cuya peculiaridad es que la información se puede copiar y transmitir de manera innovadora, lo cual ha planteado muchos problemas desde el punto de vista de los usos sociales y las legislaciones existentes. El aumento de la privatización del conocimiento amenaza con restringir la disponibilidad de esos resultados de las nvestigaciones. Han habido muchos intentos de comercializar y explotar conocimientos indígenas tradicionales sin consultar a las comunidades, que son las legítimas propietarias de dicho conocimiento.
Programas informáticos Los programas informáticos constituyen el medio y el marco reglamentario para la información digital, y el acceso a los mismos determina el acceso a esa información. Es fundamental que exista un acceso equitativo a los programas informáticos para integrar y fomentar las sociedades de la información y la comunicación digitales, para lo cual es esencial que haya plataformas diversas. Tenemos que ser conscientes de los efectos políticos y reglamentarios de los programas informáticos en la sociedad digital y concienciar, mediante políticas que
Construir sociedades de la información que atiendan a las necesidades humanas
atañen al público y programas específicos, los efectos y beneficios que se derivan de los diferentes modelos de programas informáticos. En particular, deben fomentarse los programas gratuitos, que se pueden utilizar, estudiar, modificar y redistribuir libremente para cualquier propósito, y que por sus características ofrecen beneficios y oportunidades desde el punto de vista social, educativo, científico, político y económico. Es necesario reconocer, hacer publicidad y aprovechar las importantes ventajas que ofrecen este tipo de programas para los países en desarrollo, pues son de bajo costo, fomentan y estimulan sólidamente las economías locales y regionales, se pueden adaptar a las culturas y a los idiomas locales, son más seguros, permiten la creación de capacidad, etc. Los gobiernos deben promocionar la utilización de programas gratuitos en los colegios, en la educación superior y en la administración pública. Las Naciones Unidas deben llevar a cabo un examen fundamental de los efectos sobre la pobreza y los derechos humanos del régimen vigente de aceptación y control de conocimiento e información monopolizada, en particular la labor de la OMPI y el funcionamiento del acuerdo sobre los ADPIC. Debe hacerse lo posible para que los monopolios intelectuales limitados estimulen la innovación y recompensen la iniciativa, y evitar que los conocimientos permanezcan en manos privadas hasta el momento en que pierden prácticamente toda utilidad para la sociedad. El aumento de la participación del sector privado en la investigación científica ha fomentado la creación de patentes y la privatización de los conocimientos científicos, en lugar de hacerlos de dominio público. Además, el aumento de la competencia entre científicos y equipos científicos ha generado, en algunas ocasiones, prácticas científicas inadecuadas, secretismo y la creación de patentes sobre descubrimientos que antes se hubieran hecho de dominio público. La base de la investigación debe seguir siendo la cooperación, la franqueza y la transparencia. Los centros públicos como bibliotecas, centros de investigación científica y universidades, deben ser capaces de contribuir al enriquecimiento de los bienes comunes culturales y de conocimiento, para lo cual deben hacer de dominio público los resultados de sus actividades financiadas con dinero público. La divulgación del conocimiento mundial debe defenderse y ampliarse mediante políticas públicas, la concientización y la inversión en programas. De este modo, se ha de garantizar que los resultados de cualquier labor financiada con fondos públicos u organizaciones sin fines de lucro pasen a ser de dominio público y debe aumentarse el acceso a la información a través de los medios de comunicación, en línea o no,mediante la documentación gratuita, bibliotecas públicas y otras iniciativas de divulgación de información, por ejemplo periódicos y archivos de acceso gratuito que contengan información de dominio público científica y de otro tipo. Todos los datos de información científica, porejemplo los genomas de seres vivos, deben ser accesibles gratuitamente a través de bases de datos de libre acceso.
Infraestructura y acceso La infraestructura de (tele)comunicaciones es fundamental para la difusión de los servicios basados en las TIC y es crucial en la consecución del objetivo del acceso universal, sostenible, ubicuo y asequible a estas tecnologías y servicios y a su utilización por todos y todas. Además, la energía es un requisito previo para la infraestructura y el acceso. La implementación y despliegue de una infraestructura de (tele)comunicaciones y acceso en los países en desarrollo exigirá inversiones financieras congruentes con las enormes necesidades en esta materia. A fin de reducir el monto de los recursos financieros necesarios, deben optimizarse las inversiones para consolidar proyectos a nivel nacional o (sub)regional y efectuar un nuevo diseño y actualización tecnológicos. Además, la sinergia entre los distintos sectores debe explotarse sistemáticamente desde la fase de proyecto, prestando especial atención a los sectores de energía y de transporte con los que hay vínculos muy estrechos. Por último, la sinergia especialmente intensa y la similitud tecnológica entre las TIC y las redes de radio y TV debe inducir a los gobiernos y a las autoridades de planificación a desplegar y utilizar una infraestructura común para el transporte y la difusión de sus servicios. Los telecentros comunitarios (centros de acceso público) han pasado a ser espacios para el acceso efectivo y la utilización estratégica de las tecnologías de información y comunicación, haciendo hincapié en la democratización de las comunicaciones. Los gobiernos deben garantizar la aplicación de políticas encaminadas al desarrollo de telecentros, entre otros, para dar acceso equitativo y asequible a la infraestructura y a las TIC y para fomentar las políticas de integración digital de la población, con independencia del género, los aspectos étnicos, el idioma, la cultura y la situación geográfica. De esta manera se promoverá el debate y la participación activa de las comunidades en los procesos públicos de la política relacionados con la implementación y la función de los telecentros para el desarrollo local. La planificación y reglamentación del espectro deben asegurar un acceso equitativo entre la pluralidad de los medios de comunicación, incluyendo la reserva de la capacidad de satélites suficiente para los medios de difusión comunitarios. Debe reservase un porcentaje fijo de los recursos orbitales, de la capacidad de los satélites y del espectro de radiofrecuencias para fines educativos, humanitarios, comunitarios y otros no comerciales.La expansión de la infraestructura mundial de la información debe basarse en principios de igualdad y asociación, y debe orientarse mediante reglas de libre competencia y regulación a nivel nacional e internacional. La integración del acceso, la infraestructura y la capacitación del público, así como la generación de contenidos locales en un marco de redes sociales y de políticas públicas o privadas claras es una base fundamental para el desarrollo de sociedades de la información igualitarias e integradoras. 143
Lecturas La historia de la educación en Bogotá / José Antonio Ramírez
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Revista de Estudios Sociales no. 22, diciembre de 2005, 147-150.
La historia de la educación en Bogotá. Olga Lucía Zuluaga Garcés (2002). Bogotá: Alcaldía mayor de Bogotá. José Antonio Ramírez* Un encuentro con Bogotá recorriendo la historia de las diferentes tradiciones, reformas e instituciones educativas que acompañaron la construcción de Colombia como Estado y la consolidación de Bogotá como ciudad y capital del mismo, es la invitación que nos hace Olga Lucía Zuluaga Garcés al presentarnos la obra publicada por la Alcaldía Mayor de Bogotá, en el año 2002, que lleva como nombre La Historia de la Educación en Bogotá. La ambiciosa propuesta, que nos guía desde los claustros coloniales hasta los avatares delineados por la globalización, convoca a un equipo interdisciplinario conformado por educadores, pedagogos, arquitectos, directores de políticas públicas educativas, y científicos sociales. Si bien el amplio margen que caracteriza la convocatoria hace que algunos artículos parezcan islas en medio de la nada, también es cierto que el lector puede encontrar en la diversidad de intereses un archipiélago en común: la inmensa preocupación por el desenvolvimiento de la educación en la historia de Bogotá y de Colombia. De está intención es de donde se deriva la gran importancia que tiene este texto para comprender el lugar de la educación y del maestro en el presente. Al ser un texto que contempla la dimensión histórica de los procesos educativos es imposible partir sin preguntar por las fuentes que interrogaron los investigadores y por *
Politólogo y historiador de la Universidad de los Andes, estudiante de la Maestría de Antropología Social. Profesor del área de Ciencias Sociales del Colegio Gimnasio Moderno.
Fecha de recepción: Mayo de 2005 · Fecha de aceptación: Septiembre de 2005
las razones por las cuales se escogieron tanto el espacio como la cronología que guían el texto. El tipo de fuentes es muy variado y concuerda con el interés de cada tema, sin embargo, hay que rescatar tanto la pluralidad heurística con la que algunos autores abordaron sus preocupaciones, usando desde novelas hasta revistas especializadas, como la rigurosa selección con que otros se ciñeron a los decretos, códigos, planes y reformas del campo de la educación. De igual manera, también se descubren múltiples respuestas al cuestionar por las razones que llevaron a delimitar el estudio a la ciudad de Bogotá. Aún así, se puede decir que el interés general para justificar tal elección se revela al entender el lugar que ocupó la ciudad, al ser capital tanto del Virreinato como del naciente Estado, dentro de la propagación de cada proyecto educativo. Para los articulistas participantes, la gran mayoría de ellos afiliados a universidades públicas que no sientan sus bases en Bogotá, la ciudad es el escenario donde se han concentrado las instituciones y los personajes que han piloteado los proyectos educativos a lo largo de la historia del país. Así mismo, se destacan algunas visiones que, sin caer en un marcado centralismo, entienden el papel que ha jugado la ciudad en determinados periodos como espejo donde todos se miran en busca de perfección, como un eje o punto de fuga, como un lugar privilegiado o foco proyector. En todo caso, no son muchos los artículos que logran entender la compleja relación entre ciudad y educación, siendo más comunes los textos que conciben a la primera como mero escenario donde se implanta la segunda, dejando de lado la inherente relación constitutiva que las une. La pretensión impuesta por el título de la obra de abarcar la totalidad de la Historia de la Educación en Bogotá, se vuelve dudosa en la misma introducción del texto cuando la directora nos anuncia la ausencia de un período como el que cobijan las décadas de 1950 y 1970, en donde
se dio la expansión y modernización del actual sistema educativo. Esto, para no hablar de los varios períodos en estudio en donde la voz de los maestros o maestras y de los o las estudiantes se ve acallada por la elocuente sinfonía de próceres, dirigentes políticos y acontecimientos históricos ya reconocidos. Sin embargo, el principal logro (educativo) de este texto es que suscita más preguntas que respuestas y ofrece múltiples caminos para aquellos lectores perspicaces que decidan recorrerlos. La estructura del texto se puede dividir en dos partes. De un lado, se distingue la preocupación por la consolidación de Bogotá como una capital que impulsa, en medio de los dilemas partidistas que turban y enriquecen el debate, los proyectos educativos que van a permitir al país romper con el caparazón colonial durante el siglo XIX. De otra parte, se comprende la inquietud tanto por los procesos de modernización a los cuales se enfrenta la ciudad y el país en el siglo XX, como por las repercusiones que han tenido estos procesos en las transformaciones educativas hasta la actualidad. Las dos partes, que siguen el devenir del tiempo, se enfrentan a temas como el lugar y significado de la educación dentro del proceso de independencia y construcción del Estado Nacional; las relaciones entre centro y periferia; entre el partido liberal y el conservador; entre la elite y sectores “alternativos”; y entre la iglesia y el estado. Al mismo tiempo describen tanto las tensiones entre la educación pública y la privada, como las principales instituciones femeninas o masculinas, las revistas especializadas, los métodos educativos en práctica, las influencias extranjeras, los personajes involucrados, la cobertura del servicio, etc. La primera parte comienza con un estudio de Jorge Orlando Castro y Carlos Ernesto Noguera en donde se aprende la forma como “La educación en la Santa Fe Colonial” experimentó el paso, como un esfuerzo más de las reformas borbónicas por controlar la 147
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sociedad colonial y conseguir la transformación racional de la sociedad, de la escuela pía a la Escuela Pública de primeras letras. Este artículo, el único sobre la educación en la colonia, nos muestra cómo la enseñanza en Santafé pasa de las manos de la iglesia a los funcionarios reales y a las prácticas de policía. De la educación guiada por las cátedras de derecho, teología y latín en el Seminario de San Bartolomé, se pasó al predominio de las ideas racionales de la ilustración que promovieron el estudio de las ciencias útiles, el surgimiento del manual y del título de maestro. Se resalta en este trabajo el estudio de Don Agustín Joseph de Torres que con su “Cartilla Lacónica de las cuatro reglas de la aritmética práctica” ya mostraba la pelea por un salario justo que va a librar el maestro hasta nuestros días. Los siguientes artículos van a trabajar las idas y vueltas que dio la educación en la pugna partidista del siglo XIX. En la investigación de Jesús Antonio Echeverri, que presenta el “Surgimiento de la instrucción pública de Bogotá entre 1819-1842” con el Plan Santander de 1826 y el código impulsado por José Ignacio Márquez en 1834, el lector podrá encontrar la forma como se buscó reinterpretar las contribuciones educativas de la colonia al intentar copar las posiciones de derecho y de verdad por medio de un repliegue hacia la sociedad en vez de dirigirse a los poderes locales. Así mismo, comprenderá cómo en medio de la fragmentación de la Gran Colombia, el Estado, siguiendo los postulados utilitaristas de Jeremias Bentham, va a controlar al patronato y a suprimir los conventos menores, para posibilitar el ascenso del nuevo actor político: el ciudadano. Una idea central de este artículo permite dilucidar la forma como la instrucción pública, como proyecto homogeneizador, se fue haciendo ciudad desde lo físico y lo simbólico. Siguiendo el interés por mostrar la rivalidad partidista, el artículo de Diego Bernardo Osorio trabaja en “La reforma de Ospina 148
1842-1845” la reorientación que sufre la educación tras la guerra de los Conventos o de los Supremos, cuando el conservador Ospina reintroduce el culto a las aulas y retoma las cátedras tradicionales de medicina y teología. Se recalca también el fortalecimiento del centralismo en la prestación del servicio educativo y el reconocimiento de títulos en Bogotá, Popayán y Cartagena. Después del interregno expuesto con Ospina y de algunos intentos de Mosquera, apenas expuestos en el libro, de acercar las instituciones educativas al poder militar, se registran tres artículos dedicados a estudiar las reformas liberales de mediados del siglo XIX. El primero de ellos sobre las “Instituciones educativas y libertad de enseñanza 1845-1868” de Olga Lucía Zuluaga Garcés, argumenta la influencia del ideario liberal dirigido por José Hilario López para la educación. Además de la abolición de la esclavitud y de los monopolios, de instituir la libertades de imprenta, palabra, religión e industria en la Constitución de Rió Negro de 1863, los liberales promueven la libertad de enseñanza para terminar con las barreras con las que el título académico coartaba la libertad de trabajo y afirmaba los privilegios del “doctor”. Al mismo tiempo muestra cómo se impusieron los métodos de enseñanza mutua de Lancaster y la gramática de Pestalozzi sobre la educación religiosa que sufrió las dos expulsiones de los jesuitas en 1850 y 1861. La idea central de este artículo propone entender tanto la disminución de la calidad académica pública como la consolidación del monopolio de la educación de las también disminuidas instituciones privadas para este período. El cenit de las reformas de lo que se llamó el “Estado docente” queda consignado en el trabajo de Stella Restrepo, “La Universidad Nacional: vicisitudes y enmiendas del proyecto académico 1868-1886”, en donde se deja claro que gracias a la institución en mención y a la promulgación del
Decreto Orgánico de Instrucción Pública por Eustorgio Salgar, en 1870, la instrucción pública estará orientada para la consolidación de la unidad nacional. La nueva centralización administrativa de la educación difundida por el “Olimpo” radical, según la autora, buscará la uniformidad y obligatoriedad de los textos de estudio no sin encontrar resistencias religiosas como lo dejó expreso la renombrada insurrección de los “Bartolinos” o de las “Escuelas”. La propuesta de entender la instrucción pública como una herramienta de cohesión social también será trabajada por Jorge Enrique Gonzáles Rojas en el apartado titulado “La Reforma Instruccionista de 1870 en Bogotá”. El autor pone a consideración la pretensión que guió a los liberales de disminuir el peso que tenía la educación privada al volver la educación pública gratuita, obligatoria, y al asignarle un mecanismo de control como lo fueron las inspecciones. Sin embargo, también contempla el descuido que tuvieron los radicales de no asegurar “la indispensable articulación entre el movimiento de transformación cultural, las estrategias de participación política y la adecuación al sistema productivo”. Las reformas educativas de finales del siglo XIX estarán acompasadas por una profunda reorganización del Estado y la Sociedad. Así lo deja claro Vladimir Zapata en “La reforma de Núñez en Bogotá”, cuando en el período conocido como la Regeneración, Miguel Antonio Caro y Rafael Núñez intentan, por medio de la constitución de 1886, limitar al “Estado Docente” propuesto por lo liberales. El aporte decisivo para el lector apunta a señalar cómo la instrucción fue cooptada por el poder regenerador ya que renovó el papel de la iglesia con la firma de un Concordato y exacerbó el centralismo para lograr un “encuadramiento dócil de los actores sociales”. Para los regeneradores, dice el autor, el estado solo debe proteger, acompañar y fomentar la educación en un mundo
La historia de la educación en Bogotá
en donde ser feligrés y ciudadano es prácticamente lo mismo. De igual forma, Luis Arturo Vahos Vega, con su texto “La reforma educativa de 1893: epilogo de una estrategia”, dilucida cómo el Plan Zerda no solo fue una estrategia más por la recuperación del control eclesiástico de la educación y la sociedad, sino que también constituyó parte de un acto civilizatorio que proponía la reorientación moral. El panorama al que se enfrenta el lector sobre la educación en Bogotá y Colombia en el siglo XIX, es bastante sórdido. Se registra un estado naciente en donde la cobertura nunca alcanzó los mínimos, las escuelas fueron ocupadas numerosas veces por los cuarteles, y sobresalió la ausencia de la infraestructura y el dinero para impulsar la educación. Esta última se vislumbra como un parapeto ideológico de las facciones partidistas que durante el siglo XIX enfrentaron dos grande modelos: el propuesto por los radicales con la constitución de 1863, que impulsaba la educación gratuita y laica, y el estimulado por los regeneradores con las constitución de 1886, que propugnaba lo contrario. Ambos modelos no dieron visibilidad a la mujer y dejaron por fuera a amplios sectores de la población. Al hacer un balance sobre la primera parte de la obra se descubren dos artículos que van a recompensar al esmerado lector. Por un lado está el texto de María Solita Quijano y Marlene Sánchez Moncada, “La escolarización de niños y niñas y jóvenes en Bogotá 1870-1920”, que pregunta por las diferencias que tuvieron los procesos educativos entre las niñas y los niños, entre las maestras y los maestros. La reflexión arguye que mientras el corazón del niño fue fuente de disputa, el de la niña se gestionó bajo los requerimientos que la sociedad machista imponía. El argumento deja latente que la invisibilidad que resigna a la mujer a la educación religiosa y a las “enseñanzas propias de su sexo” va a prevalecer hasta que los procesos de modernización y urbanización
demandaron su profesionalización. De otro lado, se devela la importante propuesta de Humberto Quiceno Castrillon nominado “De la metáfora del centro a la metáfora de lo abierto. 1900-1930” que va servir de pivote o bisagra para articular las permanencias y discontinuidades en el cambio de siglo. El autor, tomando como base una amplia variedad de fuentes, enseña cómo se dio una transformación profunda al comenzar el siglo XX, en donde se pasa de la instrucción como plan para saber sin contemplar el espacio público ni la ciudad, a la educación como un plan para vivir que si los incorpora. Al mismo tiempo, le propone al lector, a manera de hipótesis, que la instrucción pública enunciada por Antonio José Uribe en 1904 se puede leer como una escritura que ordena y asigna funciones gravitando en torno a un centro. Ese punto de partida orienta el ritmo de transición de la ciudad a su modernidad específica, en donde Bogotá destruye a Santa Fe, y se dibuja “otro mapa de la ciudad que incluyera al país y otro mapa del país que incluyera la ciudad”. La segunda parte de la obra registra los distintos procesos de modernización de la ciudad y de la educación y sus respectivos problemas o discontinuidades. Se encuentra, en primera instancia, una serie de artículos que contemplan la renovación educativa de la primera mitad del siglo XX. El texto “Los niños de la calle: Bogotá: 1900-1950” de Alejandro Álvarez Gallego propone una mirada sobre las mudanzas de la imagen que se tenía de la infancia, comprendiendo el cambio de imaginario de los “niños de la calle” como aventureros románticos a su encuadramiento dentro de la óptica delincuencial. El autor también se centra en el surgimiento de una cantidad de prácticas y disciplinas, incluyendo la estadística, que inciden en las condiciones higiénicas, educativas y morales de los “infantes”. Aparecen en escena desde los jueces de menores hasta los maestros especializados en la niñez
dejando explicito un interés por el concepto de biopolítica, trabajado por Foucault, aplicado para entender los discursos educativos. Esta dimensión que cobija la influencia biológica en la educación también se contempla en el artículo “La Reforma Educacionista en Bogotá 1920-1936 ¡Instruir, educar o higienizar el pueblo” de Carlos Ernesto Noguera. Este texto, se expone una profunda relación entre los cambios de las concepciones y prácticas educativas, mantenidos por la llegada de la segunda misión alemana y la influencia de la llamada generación del “Centenario”, con el debate sobre la supuesta urgencia de mejorar la raza ante el riesgo de su degeneración. De igual forma, el texto de Oscar Saldarriaga y Javier Sáenz Obregón, “La Escuela Activa en Bogotá en la primera mitad del siglo XX: ¿un ideal pastoril para un mundo urbano?”, presenta la manera como el ámbito urbano comenzó a ser el laboratorio de experimentación y producción de las nuevas estrategias de gestión de la población. La ciudad se vuelve un ámbito de educación que transforma el panóptico en jardín. Así, los pilares de la Escuela Activa, implantados en el Gimnasio Moderno, y ejemplificados con el auge de las excursiones, forman un sujeto que, por medio de su experiencia, se lanza a hacer hipótesis del mundo. Finalmente dentro de esta primera etapa se encuentra el interesante trabajo de Martha Cecilia Herrara titulado “La Escuela Normal Superior 1936-1951. Avatares en la construcción de un proyecto intelectual”. En él, sintetiza el lugar que asumirá la educación dentro de la “Revolución en marcha” impulsada por Alfonso López Pumarejo. El lector encontrará que con la llegada al país de una corriente de intelectuales extranjeros, se refrescó la árida y clerical atmósfera educativa del país y se concibieron instituciones como la Escuela Normal Superior, que encarnaba el espíritu modernizador de la época al ser laica, dar admisión a las mujeres y gestar elocuentes debates desde las Ciencias Sociales y 149
LECTURAS • José Antonio Ramírez
las humanidades. La visión de la autora propone que la Escuela Normal Superior se fue desvaneciendo en la medida en que quedó enfrascada dentro de la creciente polarización política que asolaba al país a mediados del siglo XX. A partir de este punto la obra cambia de rumbo centrándose más en balances generales o estudios específicos ligados a la ciudad y la educación. El primero de ellos, escrito por Nohra Pavón Fernández y Yolanda Castro Robles trabaja, como su título lo indica, las “Políticas para la Educación Superior”, realizando “una primera aproximación a su impacto en Santa Fe de Bogotá”. Resalta la falta de continuidad del planeamiento de las políticas educativas, que quedan atrapadas en los intereses del gobierno de turno, y la marcada tendencia hacia la privatización del servicio que subsiste hasta nuestro días. Por otro lado, se encuentra un pertinente trabajo de Jorge Orlando Castro, “El proyecto Bogotá. Apuntes sobre la extensión de la tecnología educativa y el modelo curricular en el Distrito”, que estudia la incorporación de la tecnología, desde los años 50, a la práctica educativa en algunos planes distritales como el PIDUZOB. Si bien el autor entiende la relación de este acontecimiento con fenómenos como la globalización y el auge del pensamiento instrumental económico, no abarca ni las consecuencias de esta implantación en los procesos educativos, ni los profundos cuestionamientos que han hecho a esta los críticos de las teorías del
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desarrollo. Aún así, hay que resaltar su llamado a reinterpretar las formas de enseñar y aprender, dentro de la necesidad de adaptarse al mundo actual. El lector encontrará un atrayente aporte de este compendio en el apartado dedicado a estudiar “La arquitectura escolar en Bogotá”. El contenido trabajado por Rafael Maldonado Tapias sostiene que las características de las edificaciones educativas dependerán de las políticas del Estado y de los métodos educativos puestos en práctica. A manera de ejemplos expone las características del panóptico para las escuelas de enseñanza mutua, el eclecticismo para las comunidades religiosas y el papel del movimiento moderno en la ciudad universitaria. Resulta muy sugerente la relación que se teje entre el espacio físico y el orden de las mentalidades. Si se habla de la historia de la educación en Bogotá o en Colombia es ineludible no tratar el tema de la asociaciones y sindicatos de profesores. Así lo perciben Martha Cárdenas Giraldo y María Mercedes Boada Eslava quienes en su artículo “El movimiento pedagógico 19821998” dan testimonio del recorrido histórico que ha caracterizado la lucha de los profesores en consonancia con las problemáticas del país. Su idea principal plasma las múltiples contribuciones del movimiento pedagógico a la educación colombiana al mismo tiempo que resalta algunas de las que han sido sus principales dificultades como son
las tensiones entre lo sindical y lo pedagógico, lo nacional y lo local. Esta historia, aunque como lo anuncian sus autoras es una “historia desde abajo” que no está hecha por historiadoras, sería más fructífera si aumentara el espacio designado a las voces de los protagonistas. Para finalizar encontramos el artículo trabajado por Jesús Hernando Pérez, “La ley General de Educación y su aplicación en Santa Fe de Bogotá 1995-1997”, que resulta ser un testimonio, de un profesor y funcionario público, que invita a conocer la forma como se instituyó, por mandato de la Constitución de 1991, la ley 115 de 1994 en Bogotá. El autor hace un seguimiento de los desafíos que experimentó el Plan de desarrollo Formar Ciudad, durante la administración Mockus, con la nueva reglamentación. Al terminar el vasto recorrido histórico por el desenvolvimiento de la historia de la educación en Bogotá, queda la sensación de haber seguido los pasos de parte de la historia del país. Cada reforma, cada plan educativo, cada misión extranjera parece invocar la necesidad de la educación para orientar la reconstrucción de una sociedad, que independientemente del momento histórico, es descrita por sus protagonistas como a punto de resquebrajarse. El que la obra reseñada no le ofrezca conclusiones al lector no hace más que confirmar que este amplio y sugerente trabajo busca suscitar preguntas y enriquecer el debate antes de dar respuestas absolutas.
22 diciembre / 2005
Revista22 de Estudios Sociales Bogotá
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diciembre 2005
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