Revista de Estudios Sociales No. 28

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ISSN0123-885X Periodicidad: Cuatrimestral (abril, agosto y diciembre) Pp: 1-152 Formato: 21.5 X 28 cm Tiraje: 500 ejemplares Precio: $ 15.000 (Colombia) US $ 8.00 (Exterior) No incluye gastos de envío

Carrera 1a Este No 18 A 10 Bogotá D.C. Colombia Tel. (571) 3 39 49 49 www.uniandes.edu.co C ARLOS A NGULO GALVIS Rector JOSÉ R AFAEL TORO GÓMEZ Vicerrector Académico C ARL HENRIK L ANGEBAEK RUEDA Facultad de Ciencias Sociales Decano JOSÉ A NTONIO R AMÍREZ Facultad de Ciencias Sociales Coordinador Editorial de Publicaciones Seriadas

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Revista28 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social

diciembre 2007

ISSN 0123-885X

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COMITÉ EDITORIAL Fundador Dr. Germán Rey Beltrán Universidad Javeriana - Colombia germrey@hotmail.com

Fundador Francisco Leal Buitrago Ph.D. Universidad de los Andes - Colombia frleal@uniandes.edu.co Álvaro Camacho Guizado Ph.D. Universidad de los Andes - Colombia alcamach@uniandes.edu.co

Dr. Jesús Martín-Barbero Universidad Javeriana - Colombia jemartin@cable.net.co

Dr. Felipe Castañeda Salamanca Universidad de los Andes - Colombia fcastane@uniandes.edu.co

Dr. Andrés Dávila Ladrón de Guevara Programa Presidencial para la Acción Integral contra minas antipersonales andresdavila@presidencia.gov.co

Lina María Saldarriaga Mesa Estudios de Ph.D. University of Concordia - Canadá lsaldarr@uniandes.edu.co

Juan Gabriel Tokatlián Ph.D. Universidad de San Andrés - Argentina jgtoka@hotmail.com

Fernando Viviescas Monsalve Master of Arts Universidad Nacional - Colombia fernandoviviescas@cable.net.co

DIRECTOR

EDITORA INVITADA

Carl Henrik Langebaek Rueda Ph.D. Universidad de los Andes - Colombia clangeba@uniandes.edu.co

María Mercedes Gómez García Ph.D. Universidad de los Andes - Colombia margomez@uniandes.edu.co

EDITORES Lina Mendoza Lanzetta Universidad de los Andes - Colombia limendoz@uniandes.edu.co

Nicolás Rodríguez Idárraga Universidad de los Andes - Colombia nicorod99@yahoo.com

COMITÉ CIENTÍFICO Charles Bergquist Ph.D. (University of Washington, Estados Unidos); Dr. Atilio Borón (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Argentina); Gerhard Drekonja-Kornat Ph.D. (Universidad de Viena, Austria); Jonathan Hartlyn Ph.D. (University of North Carolina, Estados Unidos); Kees Koonings Ph.D. (Universidad de Utrecht, Holanda); Dirk Kruijt Ph.D. (Universidad de Utrecht, Holanda); Mabel Moraña Ph.D. (University of Washington, Saint Louis, Estados Unidos); Marco Palacios Ph.D. (Colegio de México, México); Dr. Daniel Pecaut (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Francia); Dr. José Antonio Sanahuja. (Universidad Complutense de Madrid, España); Dr. Martín Tanaka (Pontificia Universidad Católica del Perú, Perú).

Revista de Estudios Sociales Universidad de los Andes DECANATURA DE LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Carrera 1 E No 18ª -10, Edifício Franco Of. 202 Bogotá D.C. Colombia Tel. (571) 3324505 -Fax (571) 3324508 res@uniandes.edu.co

COLABORADORES Sandra Caicedo María Mercedes Ladrón de Guevara Julia Morales José Antonio Ramírez Pablo Rodríguez Sonia Romanello Matthew Rossman Natalia Rubio Julia Salazar Shawn Van Ausdal

Ilustraciones 1. Chinos: Imagen antigua recuperada de: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/40/Chinese_homoerotic_print_Hua_Ying_Chin_Chen.jpg 2. Courbet: The Sleepers (1866). Gustave Courbet. Óleo sobre lienzo. Paris, Petit Palais. 3. David Eng – fotos: Imágenes originales de la película fotografiadas por David Eng (autor del artículo). 4. Documento: Foto del Folio 848, Tomo 65, Fondo criminales, sección Colonia, Archivo General de la Nación. 5. Hombre y mujer: Semana literaria del Neo-Granadino. Teatro Social del Siglo XIX. Bogotá: Imprenta de Antonio María Pradilla. 1849. Pg. 113. 6. Safo: Imagen antigua recuperada de: http://www.brigitte-tschamper.com/art-romain/art-romain-sapho.jpg Diagramación Gatos Gemelos Comunicación www.gatosgemelos.com

Impresión y encuadernación Panamericana Formas e Impresos S.A. www.panamericanafei.com

Corrección de estilo .Puntoaparte Editores Guillermo Díez contacto@puntoaparte.com.co gudiezteacher@yahoo.com

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Revista28 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social

http://res.uniandes.edu.co

diciembre 2007

ISSN 0123-885X

La Revista de Estudios Sociales (RES) es una publicación cuatrimestral creada en 1998 por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes y la Fundación Social. Su objetivo es contribuir a la difusión de las investigaciones, los análisis y las opiniones que sobre los problemas sociales elabore la comunidad académica nacional e internacional, además de otros sectores de la sociedad que merecen ser conocidos por la opinión pública. De esta manera, la Revista busca ampliar el campo del conocimiento en materias que contribuyen a entender mejor nuestra realidad más inmediata y a mejorar las condiciones de vida de la población. La estructura de la Revista contempla seis secciones, a saber: La Presentación contextualiza y da forma al respectivo número, además de destacar aspectos particulares que merecen la atención de los lectores. El Dossier integra un conjunto de versiones sobre un problema o tema específico en un contexto general, al presentar avances o resultados de investigaciones científicas sobre la base de una perspectiva crítica y analítica. También incluye textos que incorporan investigaciones en las que se muestra el desarrollo y las nuevas tendencias en un área específica del conocimiento. Otras Voces se diferencia del Dossier en que incluye textos que presentan investigaciones o reflexiones que tratan problemas o temas distintos. El Debate responde a escritos de las secciones anteriores mediante entrevistas de conocedores de un tema particular o documentos representativos del tema en discusión. Documentos difunde una o más reflexiones, por lo general de autoridades en la materia, sobre temas de interés social. Lecturas muestra adelantos y reseñas bibliográficas en el campo de las Ciencias Sociales. La estructura de la Revista responde a una política editorial que busca hacer énfasis en ciertos aspectos, entre los cuales cabe destacar los siguientes: proporcionar un espacio disponible para diferentes discursos sobre teoría, investigación, coyuntura e información bibliográfica; facilitar el intercambio de información sobre las Ciencias Sociales con buena parte de los países de la región latinoamericana; difundir la Revista entre diversos públicos y no sólo entre los académicos; incorporar diversos lenguajes, como el ensayo, el relato, el informe y el debate, para que el conocimiento sea de utilidad social; finalmente, mostrar una noción flexible del concepto de investigación social, con el fin de dar cabida a expresiones ajenas al campo específico de las Ciencias Sociales.



Presentación

11-13

María Mercedes Gómez

Dossier Sexualidades Los usos del sexo • Katherine M. Franke - Columbia Law School, Nueva York, EE.UU.

16-43

El sexo y la revolución: la liberación lésbico-gay y la izquierda partidaria en Brasil • Rafael de la Dehesa - College of Staten Island, City University of New York, Nueva York, EE.UU.

44-55

¿Se nace o se hace? Repertorios interpretativos sobre la homosexualidad en Bogotá • Angela María Estrada – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; • Marlon Ricardo Acuña – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; • Leoncio Camino - Universidad Federal da Paraíba, Brasil; • Martha Traverso-Yepes - Universidade Federal do Rio Grande do Norte, Brasil

56-71

Violencia, homofobia y psicoanálisis: entre lo secreto y lo público • María Mercedes Gómez - Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

72-85

La transformación transatlántica de la Monja Alférez • Chloe Rutter-Jensen – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

86-95

En un instante: la teoría de la representación como crítica queer/feminista de la violencia • Katharina Pewny - Elise Richter researcher / Austrian Science Fund, Austria

96-103

La fuerza expresiva del deseo en Lan Yu de Stanley Kwan • David L. Eng - University of Pennsylvania, Pennsylvania, EE.UU.

104.117

Debate Parejas del mismo sexo: entre la justicia y la política • Rodrigo Uprimny - Centro de Investigaciones “De Justicia”, Bogotá, Colombia; • Gina Parody, Senado de la República, Colombia Coordinación: Marcela Sánchez y Mauricio Albarracín – “Colombia Diversa”, Bogotá, Colombia

120-123

Documentos Archivo General de la Nación, Sección: Colonia, Fondo: Criminales, Tomo Rollo 65, Folios 848r.v y 883r. a 887r.

126-131

Lecturas El reto de pensar la distribución. A propósito del libro de Janet Halley, Split Decisions: How and Why to Take a Break from Feminism • Isabel C. Jaramillo – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

132-137


11-13

Presentation María Mercedes Gómez

Dossier Sexualities 16-43

Putting Sex to Work • Katherine M. Franke - Columbia Law School, New York, USA

44-55

Sex and the Revolution: Lesbian and Gay Liberation and the Partisan Left in Brazil • Rafael de la Dehesa - College of Staten Island, City University of New York, New York, USA

56-71

Is One Born or does One Become? Interpretative Repertoires of Homosexuality in Bogotá • Angela María Estrada – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; • Marlon Ricardo Acuña – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; • Leoncio Camino - Universidad Federal da Paraíba, Brazil; • Martha Traverso-Yepes - Universidade Federal do Rio Grande do Norte, Brazil

72-85

Violence, Homophobia and Psychoanalysis: Between Secrecy and Openness • María Mercedes Gómez - Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

86-95

The Transatlantic Transformation of the Lieutenant Nun • Chloe Rutter-Jensen – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

96-103

In One Breath: Performance Theory as a Queer/Feminist Critique of Violence • Katharina Pewny - Elise Richter researcher / Austrian Science Fund, Austria

104.117

Expressive Desire in Stanley Kwan’s Lan Yu • David L. Eng - University of Pennsylvania, Pennsylvania, USA

Debate 120-123

Same-Sex-Couples: Between Justice and Politics • Rodrigo Uprimny - Centro de Investigaciones “De Justicia”, Bogotá, Colombia; • Gina Parody, Senado de la República, Colombia Coordinated by: Marcela Sánchez y Mauricio Albarracín – “Colombia Diversa”, Bogotá, Colombia

126-131

Documents Archivo General de la Nación, Sección: Colonia, Fondo: Criminales, Tomo Rollo 65, Folios 848r.v y 883r. a 887r.

Readings 132-137

El reto de pensar la distribución. A propósito del libro de Janet Halley, Split Decisions: How and Why to Take a Break from Feminism • Isabel C. Jaramillo – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia


Apresentação María Mercedes Gómez

11-13

Dossier Sexualidades

Os usos do sexo • Katherine M. Franke - Columbia Law School, Nova York, EUA

16-43

Sexo e a revolução: liberação lésbico-gay e a esquerda partidária no Brasil • Rafael de la Dehesa - College of Staten Island, City University of New York, Nova York, EUA

44-55

Nascem ou se tornam? Repertórios interpretativos sobre a homossexualidade em Bogotá • Angela María Estrada Mesa – Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia; • Marlon Ricardo Acuña Rivera – Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia; • Leoncio Camino – Universidad Federal da Paraíba, Brasil; • Martha Traverso-Yepes - Universidade Federal do Rio Grande do Norte, Brasil

56-71

Violência, homofobia e psicanálise: entre o secreto e o público • María Mercedes Gómez - Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia

72-85

A transformação transatlântica da Freira Alferéz • Chloe Rutter-Jensen -Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia

86-95

Em um instante. A teoria da representação como crítica queer/feminista à violência • Katharina Pewny - Elise Richter researcher / Austrian Science Fund, Austria

96-103

A força expressiva do desejo em Lan Yu de Stanley Kwan • David L. Eng - University of Pennsylvania, Pensnsylvania, EUA

104.117

Debate Casais do mesmo sexo: entre a justiça e a política • Rodrigo Uprimny - Centro de Investigaciones “De Justicia”, Bogotá, Colômbia; • Gina Parody, Senado de la República, Colômbia Coordenação: Marcela Sánchez y Mauricio Albarracín – “Colômbia Diversa”, Bogotá, Colômbia

120-123

Documentos

126-131

Archivo General de la Nación, Sección: Colonia, Fondo: Criminales, Tomo Rollo 65, Folios 848r.v y 883r. a 887r.

Leituras El reto de pensar la distribución. A propósito del libro de Janet Halley, Split Decisions: How and Why to Take a Break from Feminism • Isabel C. Jaramillo – Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia

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El equipo editorial de la RES agradece a todas las personas que participaron y colaboraron con la elaboración de sus últimos números pues gracias al trabajo en conjunto la revista acaba de ser clasificada en la categoría A2 de Publindex (Colciencias). Esperamos continuar mejorando nuestra calidad editorial y científica con el fin de satisfacer las necesidades de la comunidad académica lectora tanto a nivel nacional como internacional.


MARÍA MERCEDES GÓMEZ

presentación

Presentación POR

MARÍA MERCEDES GÓMEZ*

E

ste número señala algunos de los desafíos que plantea la exploración crítica de las sexualidades en la investigación en Ciencias Sociales, así como las posibilidades que abre dicha exploración. Cada uno de los artículos es un ejemplo del carácter transversal de la pregunta por la sexualidad y una confirmación de la riqueza de la interpretación cuando se libera de límites disciplinares. Aunque estos estudios enfatizan o se vinculan a las lógicas de la antropología, los estudios legales, la ciencia política, la psicología social, el análisis literario y del discurso, los estudios sobre teatro y el psicoanálisis, el tratamiento de sus asuntos desafía tales lógicas y exige repensar los métodos y hasta los presupuestos teóricos de las mismas.

Los estudios críticos sobre sexualidad giran en torno a la discusión contemporánea que revisa las tensiones entre la afirmación de identidades políticas (LGBT) y la deconstrucción de las mismas (teoría queer). La sigla LGBT refiere a lesbianas, hombres gay, bisexuales y transgeneristas, y con ella se presenta la mayoría de los movimientos sociales que reivindican la lucha por el reconocimiento de identidades diversas o disidentes de las identidades heterosexuales. Los grupos y movimientos LGBT buscan el reconocimiento legal, cultural y social de sus diferencias y la inclusión paritaria y participativa de sus miembros en los deberes y derechos de todos los ciudadanos. Por eso, muchas de sus reivindicaciones tienen que ver con lo que Nancy Fraser define como soluciones de tipo afirmativo1, es decir, con soluciones que atacan procesos discriminatorios e injusticias sociales en un orden establecido, sin cambiar los pilares que sostienen el orden mismo. La teoría queer, por su parte, surge como un esfuerzo por revelar los límites de la política de la identidad, en tanto ésta opera con identidades rígidas e invariables en el tiempo. Su trabajo consiste en demostrar cómo y por qué las reivindicaciones de identidad son excluyentes, afirman y fortalecen jerarquías binarias y colaboran a la preservación de órdenes establecidos. Esta teoría afirma la flexibilidad y fluidez del deseo y sus identificaciones, y al hacerlo quiere mostrar que la organización del mundo en binarios de género, orientación sexual y raza, entre otros, es el efecto de los límites que imponen y la naturalización que ejercen las regulaciones políticas y sociales. Asimismo, considera la explicación binaria del mundo como inadecuada para abarcar las variaciones y multiplicidades en que se construye y despliega la subjetividad. Por eso, se piensa política de manera radical y dirige sus esfuerzos a la deconstrucción de identidades y a las transformaciones políticas al modo de lo que Nancy Fraser denomina soluciones transformadoras a la injusticia2; esto es, soluciones que no sólo compongan las injusticias particulares sino que socaven el orden regulativo fuente de las mismas. *

1

2

Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia; Especialización, Instituciones Jurídico Penales, Universidad Nacional, Bogotá, Colombia; Maestría, Estudios de Género y Teoría Feminista, New School For Social Research, Nueva York, EE.UU.; Ph.D., Teoría Política, New School For Social Research, Nueva York, EE.UU. Profesora Asociada y actual Directora del Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: margomez@uniandes.edu.co. Fraser, N., (1997) “¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas en torno a la justicia en una época ‘postsocialista’” en Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas sobre la posición “postsocialista”, Bogotá: Siglo del Hombre Editores y Universidad de los Andes, 1997, pp. 37-44. Ver también la evolución de su propuesta al respecto en Nancy Fraser & Axel Honneth. 2003. Redistribution or Recognition? A Political-Philosophical Exchange, New York: Verso, pp. 72-88. Ibid.

11 Revista de Estudios Sociales


Revista de Estudios Sociales No. 28, rev.estud.soc. diciembre de 2007: Pp. 152. ISSN 0123-885X: Bogotá, Pp.11-13.

En este número presentamos un Dossier con siete artículos que tratan, desde diferentes perspectivas, temas que tienen que ver con sexualidades no-normativas, es decir, sexualidades que se separan de las prácticas y definiciones de la norma (hetero)sexual y que al hacerlo reflexionan también sobre los usos analíticos y explicativos de lo sexual y la sexualidad. Omitimos la acostumbrada sección Otras Voces porque creemos que la selección está compuesta fundamentalmente por voces alternas; voces que están en la academia preguntando y arriesgando explicaciones “desde el márgen [disciplinar] hacia el centro” –la expresión es de bell hooks– sobre la construcción del conocimiento y los desafíos que se erigen ante la reflexión social y cultural contemporánea. Los primeros cuatro artículos organizan sus argumentos a partir de investigaciones empíricas, historia política o casos jurídicos. El artículo de Franke trata sobre los límites y peligros de usar el sexo y lo sexual como categorías centrales para describir y juzgar violencias de género, de raza y de religión. Analiza interpretaciones antropológicas de las prácticas seminales de los sambia, el ataque de policías de Nueva York al inmigrante haitiano Abner Louima y el tratamiento que el Tribunal Criminal Internacional dio a las violaciones de hombres y mujeres en la antigua Yugoslavia. Propone un desplazamiento desde la discrecionalidad jurídica que afecta al uso de las categorías de “sexo” y de lo “sexual” hacia el campo más incluyente del derecho internacional humanitario. El artículo de De la Dehesa parte de la noción de ‘campo cultural’ como un orden negociado y desde allí se aproxima a los acercamientos, divisiones y tensiones que se presentaron en el escenario político de la izquierda partidaria en Brasil con el surgimiento del movimiento de liberación homosexual a finales de la década de 1970 y principios de 1980. Señala también los cambios institucionales y culturales sobre los significados históricos vinculados al cuerpo, la sexualidad, la política y la vida cotidiana que han ocasionado en los partidos políticos de izquierda, los debates de los movimientos LGBT, las contraculturas juveniles, los nuevos movimientos sociales y de izquierda transnacional. El artículo de Estrada, Acuña, Camino y Traverso se ocupa de mostrar algunos desarrollos de la psicología social crítica y las tensiones entre los estudios LGBT y la teoría queer como marco teórico y metodológico para revisar narraciones sobre prácticas homoeróticas en Bogotá. Sus entrevistas preguntan si los homosexuales nacen o se hacen. Sus resultados exponen los recursos retóricos de los participantes y afirman que emplean la deconstrucción con potencial de resistencia y la reflexión como posibilidad de cambios discursivos en la cultura. El artículo de Gómez combina los enfoques psicoanalítico y feminista para analizar actos de violencia suscitados por prácticas e identificaciones sexuales no-normativas. La autora introduce una distinción entre prácticas discriminatorias y excluyentes y presenta un caso que ilumina cómo dichos modos del prejuicio convergen cuando prácticas noheterosexuales privadas amenazan con hacerse públicas. Asumiendo que la violencia por prejuicio constituye un síntoma social que revela la tendencia a mantener la norma heterosexual, el artículo examina las condiciones que promueven la violencia y el prejuicio frente a prácticas que desafían dicho orden. Concluye diciendo que la heterosexualidad obligatoria otorga privilegios simbólicos a las identidades y sexualidades dominantes que se ven amenazadas cuando prácticas e identificaciones transgresoras revelan el carácter arbitrario y contingente del pacto heterosexual. Los tres artículos finales organizan sus argumentos a partir de textos literarios, teoría del teatro y del cine. El texto de Rutter-Jensen revisa la autobiografía de Catalina de Erauso, conocida como la monja alférez. De Erauso vivió y luchó como hombre en las colonias

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MARÍA MERCEDES GÓMEZ

presentación

españolas en América durante los primeros años del siglo XVII. Se confesó mujer y virgen, recibió pensión del Rey y una autorización papal para vestirse de hombre. La autora analiza los viajes transatlánticos como categoría paralela para explicar el transitar de la monja entre los géneros y, de forma simultánea, des-naturalizar el carácter binario del sexo y del género. El artículo de Pewny se ocupa de las tensiones entre teorías feministas que afirman la identidad de género y la teoría queer que critica el binario hombre-mujer, heterosexualhomosexual. La autora señala que estas tensiones sufren un desafío cuando se trata de enfrentar la violencia de género; se pregunta, ¿cómo se puede nombrar al agresor sin naturalizar su identidad y, por ende, el orden sexual y de género? Encuentra en la representación teatral y en el uso de medios sensoriales en ella una forma de irritar la percepción tradicional que la audiencia pueda tener de la “natural” dicotomía del género y, así, potencia “en un instante” su deconstrucción. El texto de Eng estudia la película Lan Yu de Stanley Kwan y analiza cómo en ella la fuerza expresiva del deseo homosexual da cuenta de la aparición de un nuevo humanismo en China; humanismo que sitúa a los gays (y a las lesbianas) como precursores de una nueva modernidad. El artículo examina a los personajes del filme en relación con las fuerzas en que se debate la China contemporánea (post)socialista, sus rupturas con el pasado (semi)colonial, su aspiración a construirse como una sociedad moderna y sus apuestas por el orden neoliberal y el capitalismo global. A lo largo de todo el número conservamos la expresión queer en inglés. Aunque hay debate sobre su potencial traducción (literalmente, significa “rara” o “raro”), su uso en el idioma original se ha extendido en todo el mundo académico y activista. El término queer se usó en el pasado, en los países angloparlantes, como insulto a quienes no se adecuaban a las estructuras de género convencionales, pero ha ganado potencial emancipatorio gracias al uso político y al trabajo académico sobre sexualidades no-normativas de las últimas dos décadas en todo el mundo. En aras de enriquecer esta edición, hemos incluido en la sección Documentos apartes de un juicio celebrado en 1801 en Villa de Leyva. El juicio trata sobre la acusación hecha por Juana María Pinzón contra su marido, el caballero y alcalde de Puente Real, Alexo Franqui como delincuente del pecado nefando con el mulato Miguel Vargas. Asimismo, el documento trata las acusaciones de sodomía continua y repetida hechas por doña Ana María Joaquina Rivera en contra de su marido don Carlos Pinzón. En nuestra sección Debate incluimos una discusión sobre el papel del legislativo y de la Corte Constitucional en las decisiones sobre derechos de las parejas del mismo sexo en Colombia. Marcela Sánchez y Mauricio Albarracín de Colombia Diversa hicieron las preguntas y organizaron el texto que entrevista a la senadora Gina Parody y al ex magistrado de la Corte Constitucional e investigador Rodrigo Uprimny. En la sección Lecturas presentamos la reseña hecha por Isabel Cristina Jaramillo del libro de Janet Halley, Split Decisions: How and Why to Take a Break from Feminism. Para terminar, quiero agradecer a los autores por la atención con que recibieron las múltiples llamadas y exigencias del proceso editorial y por el entusiasmo y la generosidad con que compartieron sus textos; al Director de la revista, Carl Langebaek, y al Comité Editorial por invitarme a editar este número; a José Antonio Ramírez y a Julia Morales por su constante solidaridad. Pero, sobre todo, agradezco a la editora general de RES, Lina Mendoza. Su paciencia, agudeza y sentido del humor no sólo hicieron posible que termináramos el número a tiempo, sino que lograron que el arduo trabajo de edición fuera una experiencia gozosa y nunca solitaria. Esperamos que ustedes disfruten esta lectura tanto como lo hemos hecho nosotras.

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Dossier Sexualidades Los usos del sexo • Katherine M. Franke - Columbia Law School, Nueva York, EE.UU.

16-43

El sexo y la revolución: la liberación lésbico-gay y la izquierda partidaria en Brasil • Rafael de la Dehesa - College of Staten Island, City University of New York, Nueva York, EE.UU.

44-55

¿Se nace o se hace? Repertorios interpretativos sobre la homosexualidad en Bogotá • Angela María Estrada – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; Marlon Ricardo Acuña – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; Leoncio Camino - Universidad Federal da Paraíba, Brasil; Martha Traverso-Yepes - Universidade Federal do Rio Grande do Norte, Brasil

56-71

Violencia, homofobia y psicoanálisis: entre lo secreto y lo público • María Mercedes Gómez - Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

72-85

La transformación transatlántica de la Monja Alférez • Chloe Rutter-Jensen – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

86-95

En un instante: la teoría de la representación como crítica queer/feminista de la violencia • Katharina Pewny - Elise Richter researcher / Austrian Science Fund, Austria

96-103

La fuerza expresiva del deseo en Lan Yu de Stanley Kwan • David L. Eng - University of Pennsylvania, Pennsylvania, EE.UU.

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{Dossier

Sexualidades

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Revista de Estudios Sociales No. 28, rev.estud.soc. diciembre de 2007: Pp. 152. ISSN 0123-885X: Bogotá, Pp.16-43.

Los usos del sexo* POR

KATHERINE M. FRANKE **

TRADUCCIÓN DE JULIA SALAZAR HOLGUÍN

RESUMEN Este artículo analiza cómo la clasificación legal y social de ciertas conductas como “sexuales” o “basadas en el sexo” dice demasiado o muy poco acerca del daño que éstas inflingen. Por un lado, dicha clasificación sobredetermina la conducta y el daño como algo sexual, y, por el otro, subvalora otros aspectos de esa conducta y ese daño que son descalificados cuando se les imprime el sello de lo “sexual”—aspectos raciales, nacionales o religiosos, entre otros. A partir de tres ejemplos (las interpretaciones que algunos antropólogos hacen de las prácticas seminales de los sambia como un tipo de “homosexualidad ritualizada,” del ataque contra el inmigrante haitiano Abner Louima cometido por oficiales de la policía de Nueva York, y de las violaciones y otros ataques perpetrados contra hombres y mujeres por soldados en la Antigua Yugoslavia) el artículo muestra cómo la noción de “prácticas sexuales” o de “crimen sexual” puede esconder discriminaciones de género, raza y religión. Con esto en mente, la autora propone un desplazamiento desde el uso jurídico discrecional de lo “sexual” hacia una revisión de la violencia desde la perspectiva del derecho internacional humanitario. No podemos, concluye el artículo, perder de vista “los usos del sexo en la construcción de los hombres, la masculinidad y las naciones y en la destrucción de las mujeres, los hombres y los pueblos.”

PALABRAS CLAVE Teoría Legal Crítica, Foucault, género y sexualidad, derechos humanos, poder.

Putting Sex to Work

ABSTRACT This article analyzes how the social and legal classification of certain injuries as “sexual” or “sex-based” risks telling us too much and not enough about the kind of harm these injuries inflict. This classification both overdetermines the conduct and the injury as sexual and underdetermines other aspects of the conduct and the injury that get crowded out once the “sexual” label is applied – aspects such as racial, nationalistic or religious. Using three examples – the interpretations by some anthropologists of the seminal practices of the Sambia in New Guinea as a kind of “ritualized homosexuality,” the attack against Haitian immigrant Abner Louima by New York City police officers, and the rapes and other assaults against men and women by soldiers in the former Yugoslavia – the article shows how the notion of “sexual practices” or “sexual crime” can hide gender, racial, and religious discrimination. With this in mind, it proposes a move from the discretionary legal use of the “sexual” towards a revision of violence from the perspective of international human rights law. We cannot, the article concludes, lose sight of “the uses of sex in the construction of men, masculinity and nations and in the destruction of women, men and the people.”

KEY WORDS Critical legal theory, Foucault, gender and sexuality, human rights, power.

Os usos do sexo

RESUMO Este artigo se preocupa em analisar como as categorias do “sexo” e do “sexual” podem se tornar produtivas no discurso jurídico para encobrir relações de poder que não são sexuais na natureza. Parte-se de três exemplos (as interpretações de alguns antropólogos das práticas seminais dos sambia da Nova Guiné como formas de “homossexualidade ritualizada”, os ataques contra o imigrante haitiano Abner Louima, perpetrados por agentes da polícia de Nova York e o tratamento que o Tribunal Criminal Internacional deu as violações massivas de mulheres e homens na antiga lugoslávia) para mostrar o encobrimento, sob as noções de “práticas sexuais” ou de “crime sexual”, de discriminações de gênero, raciais e religiosas. Propõe, nesse sentido, um deslocamento desde a discricionariedade da categoria “do sexual” para uma revisão da violência baseada nas propostas do direito internacional humanitário. A autora conclui que não se pode perder de vista “os usos do sexo na construção dos homens, da masculinidade, das nações e na destruição das mulheres, dos homens e dos povos”.

PALAVRAS CHAVE Teoria Legal Crítica, Foucault, gênero e sexualidade, direitos humanos, poder. *

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La presente traducción corresponde al artículo “Putting Sex to Work” incluido en Halley, J. & Brown, W. (Eds) (2002). Left Legalism/Left Critique. Duke University Press. Nota de los Editores: Por tratarse de un texto traducido y que contiene múltiples citaciones legales, hemos decidido respetar las normas de citación utilizadas en la versión original así como su formato bibliográfico general. Añadimos, sin embargo, una lista de las referencias bibliográficas al final del texto. B.A., Barnard College, EE.UU; J.D., Northeastern University School of Law, EE.UU; LL.M., Yale Law School, EE.UU; J.S.D., Yale Law School, EE.UU; actual profesora y codirectora, Center for the Study of Law and Culture, Columbia Law School, EE.UU. Correo electrónico: kfranke@law.columbia.edu

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que “sabemos” una vez que lo hemos hecho? Mi preocupación se deriva del hecho de que cuando algo se califica como sexual, eso es al mismo tiempo decir mucho y no decir lo suficiente acerca del significado de una práctica así denominada.

ientras vivía en New Haven hace algunos años, ocurrió un milagro que hizo que miles de personas fuesen testigos directos de la evidencia de lo Divino: apareció un crucifijo en el tronco de un roble ubicado en el centro de la Plaza Worchester. Yo asistí. Después de todo, ¿cuándo tiene uno la oportunidad de ver algo así? No es de sorprenderse que al comienzo yo no pudiera ver sino el tronco y las extremidades normales de un árbol. No obstante, un creyente se tomó el tiempo de mostrarme lo que realmente estaba allí; algo que mi vista no entrenada no pudo captar en un comienzo: la cruz en la que se hallaba crucificado Jesucristo. Bueno, quizás sí había algo allí1.

Cuando en el lugar de trabajo los hombres les hacen la vida intolerable a sus compañeras, utilizando términos de connotación sexual o colgando fotografías de mujeres desnudas y tocando sus senos y traseros, su conducta –conducta no bienvenida de naturaleza sexual– se describe legalmente como acoso sexual. Cuando un grupo masculino de oficiales de policía ataca sin piedad a un hombre bajo su custodia, introduciéndole por el ano el mango de una chupa para destapar inodoros, estos oficiales reciben cargos de abuso sexual agravado. Cuando un hombre adulto fuerza a un niño de diez años a practicarle felación, el hombre es arrestado por abuso sexual a un menor. Estos delitos son objeto de reglamentación legal especial en nuestras leyes civiles y penales como mala conducta sexual. No obstante, el uso de violencia excesiva al esposar a un sospechoso, o el usar de forma agresiva llaves de estrangulación así como encadenar a un extraño a una cañería en un sótano, sea como sea que se denominen estos delitos no son delitos sexuales.

Para los creyentes, la forma del roble era la evidencia de algo que en realidad estaba allí; una manifestación corpórea del Ser Divino omnipresente. Para ellos, una vez que uno ha visto el crucifijo, no puede no verlo, no puede “des-verlo”. Para la mayoría de las personas, el sexo es como el Ser Divino: es un dominio oscuro y poderoso que se revela a sí mismo en lugares esperados e inesperados, y que se hace inmediatamente visible al ojo entrenado. De hecho, una vez que uno lo ha visto es difícil desviar la mirada. Como el árbol en la Plaza Worchester, el cuerpo humano es una “superficie inscrita”2, marcada discursivamente de forma tal que ciertas partes del cuerpo y ciertos comportamientos particulares resultan esencialmente sexuales.

Al centrarnos con frecuencia sólo en lo que consideramos como el aspecto sexual de comportamientos de este tipo, tendemos a ignorar o a eclipsar las formas como opera el sexo “como un punto de transferencia especialmente denso de relaciones de poder”3 – con frecuencia un poder basado en género, raza u orientación sexual. Por un complejo conjunto de razones, casi intuitivamente etiquetamos algunos comportamientos como sexuales; por ejemplo, el acoso sexual en el lugar de trabajo. No obstante, si se les presionara, la mayoría de personas no podrían identificar ni defender el conjunto de criterios que aplica en esos momentos nominalistas. Revelar una definición satisfactoria y estable de sexo significa, para utilizar la expresión de Abraham Lincoln, tratar de palear pulgas: “Uno levanta una palada de pulgas, pero cuando las va a botar, todas se han escapado”4. Lo que quiero indagar aquí es el impulso regulador inicial, lo que marca el comportamiento como algo fundamentalmente sexual. Si de hecho es cierto que “no existe un tipo de Stoff ahistórico de la sexualidad, un tipo de cargo sexual que pueda simple-

¿Qué vemos cuando reconocemos algo sexual? ¿Cómo sabemos si una práctica es sexual por naturaleza? Es decir, ¿cómo distinguimos una práctica fundamentalmente sexual de una que no lo es? Formulo estas preguntas con el fin de plantear otros dos interrogantes normativos: ¿Por qué lo hacemos, y qué pasa con lo 1 La Bienaventurada Virgen María, según se dice, se aparece todo el tiempo en Queens, Nueva York. De hecho, hay incluso anuncios en el metro donde aparece un número telefónico al que se puede llamar por sólo US$1,50 el minuto para recibir información sobre las apariciones más recientes de la BVM. Yo siempre me he preguntado por qué en Queens y no en otro lugar. Carol Rose respondió recientemente a esta pregunta: “Por la cantidad de católicos que viven allí, por supuesto”. 2 Michel Foucault, Language, Counter-Memory, Practice: Selected Essays and Interviews, ed. Donald E. Bouchard, trad. Donald F. Bouchard y Sherry Simon (Ithaca, N.Y: Cornell University Press, 1977), 148.

3 Michel Foucault, The History of Sexuality, trad. Robert Hurley (New York: Vintage Books, 1990), 103. 4 David Herbert Donald, Lincoln (New York: Touchstone, 1995), 389.

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mente agregarse a la relación social para ‘sexualizar’ dicha relación en una dirección constante y predecible, o que se separa de ella sin cambiarse o transformarse”5, entonces cabe preguntarnos qué estamos haciendo y qué estamos omitiendo o de qué nos estamos perdiendo cuando suponemos que dicho Stoff existe.

puede no ser así? De hecho, las lecturas antropológicas occidentales de estas prácticas las describen en primer lugar como sodomía, y hoy en día por lo general se hace referencia a este comportamiento como una homosexualidad ritualizada o institucionalizada7. Yo ofrezco una lectura alternativa de las prácticas seminales ritualizadas de los sambia, que ilustra la forma como la ingestión de semen se lleva a cabo principalmente al servicio de la enseñanza y el refuerzo del poder cultural y de la supremacía tanto de los hombres como de la masculinidad, mientras que, al mismo tiempo, enseña y refuerza la subordinación y la inferioridad cultural de las mujeres y de la feminidad. En este aspecto, las prácticas seminales juegan un papel en la cultura sambia similar al que juega el acoso sexual en el lugar de trabajo en nuestra cultura.

Las preguntas que planteo aquí son las que consideré en primera instancia en mi anterior trabajo sobre el acoso sexual. En “What’s Wrong with Sexual Harassment?” exploro cómo el acoso sexual en el lugar de trabajo puede ser una especie de discriminación sexual. Critico tanto a los tribunales como a los comentaristas que identifican que lo malo del acoso sexual reposa en la naturaleza sexual del comportamiento. A diferencia de ellos argumento que el acoso sexual debe ser entendido como una tecnología del sexismo, es decir, como una herramienta o un instrumento de regulación del género que feminiza a las mujeres y masculiniza a los hombres como objetos sexuales6.

A continuación examino la agresión contra Abner Louima, un hombre negro atacado por oficiales de policía blancos de la ciudad de Nueva York en agosto de 1997. Louima sufrió heridas graves después de que varios oficiales de policía lo golpearan brutalmente, luego le introdujeran por la fuerza el mango de madera de una chupa para destapar inodoros por el recto, para finalmente retirarlo e introducírselo a la fuerza en la boca. La naturaleza sexual de la conducta de los oficiales generó gran parte de la ira expresada por el público, la prensa y las autoridades judiciales en las semanas siguientes a la agresión mencionada. Inicialmente los fiscales acusaron de delitos sexuales a los oficiales de policía blancos arrestados en conexión con el ataque a Louima8. Dos aspectos de este caso ameritan un análisis más profundo. En primer lugar, ¿por qué debemos considerar este ataque como un delito sexual? Segundo, al interpretar la agresión como fundamentalmente sexual se eliminan, o por lo menos se minimizan, importantes reflexiones en torno a la forma como se utiliza el sexo en tanto instrumento de humillación y lesión por motivos de género y raza.

En este ensayo llevo un paso más adelante estas reflexiones acerca del uso del sexo como una tecnología del sexismo, al sondear dos preguntas más fundamentales. Primero, ¿por qué ciertas prácticas son denominadas sexuales? Y, segundo, ¿qué se deriva del hecho de que sean denominadas así? Exploro la práctica aparentemente denotativa de calificar cierto comportamiento como fundamentalmente sexual por naturaleza, examinando dos contextos en los cuales la etiqueta “sexual” entendida como erótica, obstruye la forma como el sexo media en otras relaciones sociales de poder. En cada contexto planteo que cometemos un grave error cuando interpretamos ciertos comportamientos como eróticos por naturaleza. Este error, argumento, es amplificado en el tratamiento legal de prácticas como los delitos sexuales. Como primera medida examino las prácticas ritualizadas de las altiplanicies de Papúa, Nueva Guinea, donde los niños varones a la temprana edad de siete años son forzados a practicar felación a hombres mayores que ellos durante un período de hasta ocho años, como parte de su proceso para convertirse en hombres. La primera impresión que puede tener la mayoría de intérpretes no nativos de la felación ritualizada del hombre-niño concluye, sin dudarlo, que se trata de una conducta erótica por naturaleza. ¿Cómo

7 Ver, por ejemplo, F. E. Williams, Papuans of the Trans-Fly (Oxford: The Clarendon Press, 1936), 158; Gilbert H. Herdt, Guardians of the Flutes (Nueva York: McGraw-Hill, 1981): (I); Gilbert H. Herdt, “Ritualized Homosexual in the Male Cults of Melanesia, 1862-1983: An Introduction”, en Ritualized Homosexuality in Melanesia, ed. Gilbert H. Herdt (Berkeley: University of California Press, 1984); Gerald W. Creed, “Sexual Subordination: Institutionalized Homosexuality and Social Control in Melanesia”, Ethnology 23 (1984): 157, 158. Herdt se pregunta, por ejemplo, “¿por qué una sociedad de viriles guerreros cree que un niño debe ser inseminado oralmente para hacerse masculino? ¿Qué ocurre cuando esta convicción se ejecuta a través de prácticas homosexuales ritualizadas prolongadas?”. 8 Ver Merrill Goozner, “NYC Cut in Crime Has a Brutish Side”, Chicago Tribune 16 de agosto 1997.

5 Eve Kosofsky Sedgwick, Between Men: English Literature and Male Homosocial Desire (New York: Columbia University Press, 1985), 6. 6 Ver Katherine M. Franke, “What’s Wrong with Sexual Harassment?” Stanford Law Review 49 (1997): 691, 730-47, 76272.

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¿Acaso estos ejemplos sugieren que debiéramos desexualizar los delitos como en los casos del sexo forzado y la violación de niños? Existen argumentos de peso a favor de la reforma de las leyes que regulan las conductas tratadas tradicionalmente como delitos sexuales. En efecto, Michel Foucault expresó este argumento a mediados de los años setenta. Sin duda, el problema inherente al proyecto de diferenciación entre una agresión sexual y un golpe en la cara sugiere que debe considerarse seriamente la posición según la cual “no existe diferencia, en principio, entre golpear a alguien en la cara o introducirle el pene en su sexo”9. Sin embargo, en el fondo rechazo esta idea puesto que la experiencia material de la agresión sexual por parte de los agredidos deja en claro que “ellos no pueden saltar a la esfera de lo ideal y pretender que (…) el sexo (los genitales) es igual a las demás partes del cuerpo”10. En cambio, sugiero una solución de naturaleza más detallada tomada de la experiencia de los procesos judiciales relacionados con la violencia sexual por parte del Tribunal Criminal Internacional en la Antigua Yugoslavia. Este Tribunal ha juzgado las violaciones individuales y masivas, y las agresiones sexuales a mujeres y hombres como violaciones del Derecho Internacional Humanitario. Debido en parte a las disposiciones de la ley internacional estipuladas por las autoridades encargadas del cumplimiento de estas normas dentro del Tribunal, así como a la forma como la violencia sexual se utilizó para torturar, humillar y degradar civiles en Bosnia, el Tribunal eligió no centrarse exclusivamente en la naturaleza sexual de dichos crímenes. Por el contrario, trata la violencia sexual como actus reus de tortura, genocidio y crímenes de lesa humanidad. Por consiguiente, sus fiscales tienen la capacidad, con base en el modelo de cada caso en particular, de elaborar sus argumentos de forma tal que se subraye la naturaleza de género de estos crímenes, siempre que sea pertinente, sin perpetuar la esencialización de ciertas partes del cuerpo y de ciertos comportamientos humanos como fundamentalmente sexuales. De esta forma, el fiscal ha resistido a la tendencia de caracterizar el lado malo de estos actos violentos como predominantemente sexuales en su naturaleza, y más bien ha demostrado cómo el sexo puede utilizarse como una herramienta al servicio de los crímenes de guerra basados en raza, etnicidad o religión.

de poder. Algunas veces el sexo se utiliza para satisfacer el deseo erótico. Otras veces a través del sexo se logra la reproducción. A veces se dan ambos casos. No obstante, como me decía recientemente Robin West en una conversación que sostuvimos sobre el tema, “mucho de lo que está relacionado con el sexo heterosexual reproductivo no es erótico”. Algunas veces el sexo paga el arriendo, otras vende carros, cigarrillos, alcohol o vacaciones en México. Algunas veces el sexo se utiliza para subordinar, o tiene el efecto de subordinar a otra persona con base en el género, la raza, o ambos casos. Ver el sexo como un impulso fundamentalmente erótico y como algo dado y “natural” que el poder intenta mantener bajo control (por ejemplo los procesos judiciales de crímenes sexuales), o como “un campo oscuro que el conocimiento intenta gradualmente descubrir o revelar”11 (por ejemplo: los descubrimientos antropológicos de la homosexualidad primitiva), es correr el riesgo de cometer dos graves errores. Primero, una vez que clasificamos algo como sexual, entendemos su significado principalmente en términos eróticos y perdemos la perspectiva de las formas en que el sexo se despliega fácilmente como un instrumento de múltiples relaciones de poder. En segundo lugar, probablemente entenderemos que lo erótico está presente en muy pocos comportamientos humanos, si negamos o ignoramos el papel de lo erótico en actitudes menos susceptibles de ser interpretadas como “sexuales”.

PRÁCTICAS

SEMINALES/SEXUALES

En Guardians of the Flutes, el antropólogo Gilbert Herdt escribe una monografía inicial de lo que él denomina la “homosexualidad ritualizada” entre los sambia, una tribu de los altiplanos orientales de Papúa, Nueva Guinea12. Para los sambia, el proceso de convertirse en hombres no debe dejarse a la naturaleza, como en el caso de las niñas, sino que debe lograrse a través de la intervención ritualizada de la cultura. De esta forma, hacia los siete años de edad los niños empiezan un proceso de masculinización ritualizada que se completa únicamente cuando el joven tiene un hijo.

A través de estos ejemplos espero ilustrar la productividad del sexo, es decir, cómo es posible poner el sexo a trabajar al servicio de una gran variedad de relaciones

11 Foucault, The History of Sexuality¸105. 12 Herdt utiliza el nombre “sambia” como seudónimo del verdadero nombre de la tribu para “proteger las identidades de quienes depositaron su confianza en él y para salvaguardar los cultos rituales de la comunidad, que siguen siendo una forma de vida reservada en el sentido estricto de la palabra. Los hombres sambia estipulan explícitamente que ningún fragmento de su documento original debe divulgarse dentro de Papúa, Nueva Guinea” (Guardians of the Flutes, xvi).

9 Michel Foucault, Politics, Philosophy, Culture: Interviews and Other Writings 1977-1984, ed. Lawrence D. Kritzman, trad. Alan Sheridan et al. (New York: Routledge, 1988), 200. 10 Vikki Bell, “Beyond the ‘Thorny Question’: Feminism, Foucault and the Desexualization of Rape”, International Journal of the Sociology of Law 19 (1991): 83, 89.

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Este proceso se inicia con una serie de prácticas ritualizadas destinadas a purgar el cuerpo masculino de los efectos contaminantes y feminizantes del contacto con las mujeres. Herdt denomina esta costumbre “ritos de egestión”, diseñados para “retirar el material interno, esencialmente ‘extraño’, que se cree han adquirido a través del contacto íntimo y prolongado con la madre (y otras mujeres)”13.

y luego firme (…) el semen gradualmente transforma también el cuerpo del iniciado. Internamente fortalece sus huesos y desarrolla sus músculos.

De acuerdo con estas creencias, los niños deben evitar toda interacción con las mujeres, incluida su madre, y deben practicar diariamente la felación a hombres mayores que ellos hasta llegar a la adolescencia, aproximadamente a la edad de quince años, momento en el cual cambian los roles; a partir de ese momento serán los niños más jóvenes quienes les practiquen a ellos la felación16. Estos señoritos, como los llama Herdt, son objeto de felación por parte de los iniciados hasta que la respectiva futura esposa empiece a menstruar. En ese punto, la cultura sambia dicta que deben cesar las prácticas seminales con personas del mismo sexo e iniciar únicamente coito heterosexual. Una vez más, los hombres mantienen estos ritos de ingestión en secreto; los hombres amenazan de muerte a los niños si revelan esta información a las mujeres17.

Para empezar, los niños deben practicar tragando cañas. El ejercicio consiste en forzar estos palillos por sus gargantas para inducir el vómito y la defecación y, así, purgar comida que pertenezca a la madre y que se encuentre en el cuerpo masculino – un prerrequisito necesario para la masculinización14. En segundo lugar, se lleva a cabo una práctica de sangrado por la nariz para retirar la contaminación de sangre menstrual que haya quedado en el cuerpo masculino. Se introducen tallos de pasto duros y puntiagudos por la nariz del muchacho hasta hacerlo sangrar, retirando, así, la “mala sangre” de su cuerpo. Es motivo de “urgente preocupación que la sangre contaminada de la madre sea retirada de los niños; de otra forma se impedirá el desarrollo biológico masculino”. Sólo los hombres realizan estos rituales, y se mantienen escondidos de las mujeres de la comunidad para efectuar dicho ritual; los niños deben jurar mantener el secreto15.

Aquí encontramos lo que Herdt describe como “homosexualidad ritualizada”. Se cuida al no describir a los sambia como homosexuales18. De hecho, la distinción entre prácticas homosexuales e identidad homosexual constituye para Herdt el interrogante central de la cultura sambia. ¿Cómo es posible que “los niños sambia de siete a diez años, sean separados de sus madres cuando inician el culto masculino y posteriormente experimenten las actividades de felación homosexual más poderosa y seductora”, y sin embargo “emerjan como adultos competentes exclusivamente heterosexuales, y no homosexuales?” Los niños “experimentan [la felación ritualizada] como placentera y eróticamente excitante. No obstante, a pesar de estos antecedentes formidables, el resultado final es la heterosexualidad exclusiva”. Es precisamente por el hecho de que “el comportamiento homosexual” entre los hombres sambia no puede explicarse ni por determinismo genético ni como una teoría del aprendizaje social que Herdt encuentra la cultura sambia tan fascinante19. ¿De acuerdo con qué teoría de la adquisición de la identidad sexual puede una heterosexualidad adulta “normal” evolucionar a partir de

Más adelante vienen los “ritos de ingestión”; es aquí donde se centra la atención de aquellas personas intrigadas por las prácticas de esta cultura. “El rito temprano de ingestión más importante de todos”, según Herdt, es el de la felación. Los hombres sambia creen que sin la ingestión diaria de semen, el cuerpo del niño no madurará en el de hombre y podría marchitarse y morir. Por consiguiente, las inseminaciones repetidas crean una reserva de masculinidad: se cree que el niño adquiere gradualmente un reservorio de esperma dentro de su órgano seminal (…) el órgano del semen cambia y pasa de ser un órgano seco y duro a uno carnoso, húmedo 13 Ibid., 204-5, 223. Herdt resumió las creencias sambias de la siguiente manera: “Se cree que la feminidad es inherente al desarrollo de la niña por su continua asociación con la madre. La masculinidad, por el contrario, no es un resultado intrínseco de la condición de ser varón; es un logro diferente al que se deriva de tener órganos sexuales masculinos. La madurez reproductiva masculina debe ser inducida artificialmente, mediante la práctica estricta de técnicas rituales” (160). 14 Ibid., 224. Herdt observa que la práctica de tragar cañas fue abandonada hacia 1964 por considerarse demasiado dolorosa (223 n. 29). 15 Ibid., 224-26, 262-65.

16 Los “ritos de ingestión” incluyen la práctica de tragar y absorber sustancias que se creen esenciales para lograr el crecimiento masculino (ibid., 227, 232, 234, 236, 252); ver también 281-82, teniendo en cuenta que hay una etapa de transición cuando los niños que se acercan a la pubertad adoptan un papel activo en la motivación de los más pequeños hacia esa misma práctica. 17 Ibid., 233, 252. 18 Ibid., 3 n. 2: “Es crucial que distingamos desde el comienzo entre identidad y comportamiento homosexual”. 19 Ibid., 2-3, 8.

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a través de las diferentes culturas”25. Por consiguiente, Herdt a través de la lente científica de la antropología, emprende la tarea de ilustrar el “oscuro dominio” del impulso homosexual en Nueva Guinea.

prácticas sexuales ritualizadas con personas del mismo sexo en la época de la infancia? Los relatos iniciales de la cultura sambia recogidos por antropólogos occidentales simplemente omiten mencionar las prácticas seminales entre personas del mismo sexo que se describieron anteriormente20. Herdt, entre otros antropólogos, atribuye esta omisión a un rechazo más amplio de la antropología a ver la sexualidad como un tema legítimo de investigación etnográfica21. En Papúa, Nueva Guinea, este descuido llevó rápidamente al rechazo y a la condena por parte de los antropólogos occidentales, acompañado de esfuerzos agresivos por parte de los misioneros para disuadir a los locales de dicha perversión22. Efectivamente, muchas de las prácticas observadas por Herdt en su trabajo de campo inicial ya no existen en la cultura sambia23. Sin embargo, fue uno de los primeros observadores occidentales en encontrarse con estas prácticas de la cultura sambia y en declarar: “Miren, homosexualidad. ¡Aleluya, estamos en todas partes!” Es así como con The Guardians of the Flutes, sus colecciones editadas y sus escritos posteriores sobre los sambia24, Herdt “establece un marco de estudio de las homosexualidades

Prácticamente desde todos los puntos de observación los comentaristas han interpretado las prácticas seminales de los sambia como eróticas y, al mismo tiempo, como homosexuales; es decir, como homoeróticas26. ¿Cómo puede negarse la naturaleza sexual de la felación? o ¿la naturaleza homoerótica de la felación entre hombres? Lo que yo quisiera debatir es la forma de entender estas prácticas. Desde la perspectiva de las personas objeto de felación, la felación incluye excitación, erección, eyaculación – con seguridad esta práctica tiene que ver con una forma de “liberarse de la tensión sexual” por parte de los señoritos. El trabajo de Herdt documenta el hecho de que los hombres solteros realmente disfrutan y buscan ese tipo de prácticas sexuales con los niños27. En forma similar, los niños parecen disfrutar en diversos grados sus “relaciones eróticas” con los hombres solteros. Por esta razón, Herdt no tiene inconveniente en caracterizar algunas de estas uniones como “relaciones entre amantes”28. Herdt encuentra que la cultura sambia es un tema interesante de estudio etnográfico por sus manifestaciones exóticas de lo erótico; otros sin duda se horrorizarían ante la forma en que los hombres adultos explotan sexualmente a los niños. La naturaleza ritualizada de esta práctica sólo agrava la violación sexual. Así como advertí contra la interpretación del acoso sexual en el lugar de trabajo como una actividad fundamentalmente sexual29, existe también un peligro al interpretar las prácticas seminales de los sambia como fundamentalmente eróticas. Deborah Elliston argumenta que identificar “las ‘prácticas homosexuales’ entre hombre y niño como ‘homosexualidad ritualizada’ impone un modelo occidental de la sexualidad a estas prácticas melanesias, un modelo que se basa en las ideas occidentales acerca del género, el erotismo y la indivi-

20 Ver Herdt, Ritualizad Homosexual Behavior, 2, quien cita algunos estudios melanesios que ignoran las prácticas seminales entre personas del mismo sexo. 21 Ver ibid., 3, reconociendo que desde 1984 “el sexo sigue siendo uno de los temas ‘tabú’ en antropología”; Kath Weston, “Lesbian/ Gay Studies in the House of Anthropology”, Annual Review of Anthropology 22 (1993): 339: “A lo largo de la primera mitad del siglo, la mayoría de las alusiones por parte de los antropólogos al comportamiento homosexual permanecieron tan veladas por su ambigüedad como complicadas en su formulación, como lo son las referencias a la homosexualidad en el discurso dominante de la sociedad circundante”. Herdt atribuyó tres factores adicionales a esta falla: (1) falta de datos; (2) “la tendencia de los escritores a ver el comportamiento homosexual como universalmente desviado, artificial o perverso”; y (3) el uso de autoridades que ven únicamente la heterosexualidad como “normal” (Herdt, Ritualizad Homosexual Behavior, 3). 22 Ver Gilbert Herdt, “Representations of Homosexuality: An Essay on Cultural Ontology and Historical Comparison, Part II”, Journal of the History of Sexuality I (1991): 603, 607, que plantea la reacción negativa de los misioneros, funcionarios gubernamentales y agentes occidentales blancos respecto del “hombre inseminador de niños”. 23 Ver ibid., 607-8. Debemos preguntarnos en qué forma la obra publicada por Herdt puede haber contribuido precisamente a la extinción de las prácticas que documentó. 24 Herdt, Ritualizad Homosexuality in Melanesia (colección de artículos acerca de las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo en distintas sociedades de la región del Pacífico Sur); Gilbert Herdt, ed., Rituals of Manhood: Male Initiation in Papua New Guinea (Berkeley: University of California Press, 1982), analiza los ritos de maduración de los hombres en Papúa, Nueva Guinea; Gilbert Herdt, Same Sex, Different Cultures: Gays and Lesbians across Cultures (Boulder: West-view Press, 1997), 81-88, 112-23.

25 Deborah A. Elliston, “Erotic Anthropology: ‘Ritualized Homosexuality’ in Melanesia and Beyond”, American Ethnologist 22 (1995): 848. 26 Ver Herdt, “Representations of Homosexuality”, 606-7. 27 Herdt observa: “Los hombres no sólo pasan el tiempo divirtiéndose con los iniciados. Los niños son sus primeros compañeros eróticos. Por esta razón, y otros factores de personalidad, en ocasiones los solteros quieren apasionadamente a ciertos chicos en particular” (Guardians of the Flutes, 288). 28 Ver ibid., 282, 319; Herdt, “Representations of Homosexuality”, 611, donde se describe la protección y los lazos que pueden entablarse entre hombres solteros y niños. 29 Ver Franke, “What’s Wrong”, 729-47.

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respuesta erótica a otra persona o situación34. Se ha documentado muy bien que los hombres pueden tener erecciones asociadas a miedo, sueño, vejiga llena, violencia y poder de tipo no sexual35. Alfred Kinsey observó que en los niños la erección y la eyaculación son fácilmente inducidas por fuentes “no sexuales” tales como las cabalgatas de carnaval, montar en bicicleta a gran velocidad, sentarse en arena tibia, iniciar un fuego, ver películas de guerra, ser perseguidos por la policía, escuchar el himno nacional y, mi favorita, ver su nombre impreso. Kinsey concluye, sin embargo, que hacia el final de la adolescencia los hombres han condicionado la respuesta principalmente a “la estimulación física directa de los genitales o situaciones psíquicas específicamente sexuales”36. A pesar de este condicionamiento general, “un contexto romántico no es una condición necesaria para la excitación sexual, ni en hombres ni en mujeres”37.

dualidad y que en últimas oscurece el significado que tienen estas prácticas en Melanesia”30. Entre las preguntas interesantes que se plantean al analizar las prácticas sexuales de los sambia están las que tienen que ver con su propósito. ¿La felación se practica al servicio de la satisfacción del deseo erótico individual o del fortalecimiento de normas culturales más amplias que sin duda tienen un componente sexual? Herdt formula esta pregunta y en últimas determina mantener la centralidad de lo erótico en su interpretación de los rituales de iniciación entre los sambia. Expresa preocupación acerca de las etnografías que tienden a “ignorar, desvirtuar, trivializar e incluso invalidar los significados y deseos homoeróticos de los actores”. Está determinado a no “desodorizar lo erótico y marginar la ontología homoerótica”31. Herdt no está solo en su preocupación. Gerald Creed, al expresar algunas críticas con respecto a la interpretación de Herdt de la cultura sambia, hace eco al compromiso de mantener el foco en lo erótico: “los aspectos reales físicos y eróticos de la homosexualidad (…) muchas veces se ignoran cuando se trata de un comportamiento institucionalizado. La homosexualidad institucionalizada sigue siendo sexo y puede servir como función placentera. Los análisis que ignoran este hecho son incompletos”32.

Por consiguiente, existen motivos para cuestionar las estrategias interpretativas que tienden a esencializar ciertas respuestas corporales, por ejemplo la erección masculina, como si fueran, ante todo, de naturaleza erótica o romántica. En la medida en que “Herdt plantea un ordenamiento tautológico del erotismo que hace que la erección esté sujeta a algún tipo de excitación que es por definición erótica”38, está cometiendo justamente ese tipo de error al interpretar la cultura sambia.

Es precisamente esta “ontología homoerótica” la que me preocupa. ¿Por qué debemos suponer que el significado central de las prácticas de iniciación de la cultura sambia son sexuales, es decir, eróticas? Para formular esta pregunta cuidadosamente se debe dividir la categoría “sexual” en distintas partes constitutivas. Describir las prácticas seminales como homoeróticas, como pretenden con insistencia Herdt y Creed, es derribar importantes conceptos que ameritan desagregarse. Para Herdt, debe entenderse la erección masculina como producto de la excitación, y la excitación debe definirse en términos eróticos33. No obstante, los hombres pueden excitarse y tener una erección por una gran diversidad de razones independientes de la

Así mismo, quisiera resistir a la inclinación de reducir el objeto de ciertas prácticas a la satisfacción erótica del deseo. Claro está que este tema surge de lo que yo he descrito en otros artículos como “el debate continuo dentro del feminismo acerca de si la violación debe 34 Como lo observa Thorkil Vanggaard, Phallós: A Symbol and Its History in the Male World, trad. Thorki Vanggaard (New York: International University Press, 1972), 102: “Al parecer, las emociones e impulsos diferentes a los eróticos, pueden causar erección y actividad genital en los hombres; así como en el babuino, montar y penetrar para mostrar superioridad, o sentarse en guardia con las patas abiertas y el pene amenazadoramente expuesto muestra una erección de un origen asexual(…) posiblemente lo mismo que ocurría con la gente de la Edad de Bronce en Escandinavia – o en el norte de Italia – que equiparaban la potencia fálica con el poder del arpón, la espada y el hacha, como puede verse en sus petroglifos”. 35 Ver, por ejemplo, Ron Langevin, Sexual Strands: Understanding and Treating Sexual Anomalies in Men (Hillsdale, N.J.: L. Erlbaum Associates, 1983) 8; Joost Dekker y Walter Everaerd, “Psychological Determinants of Sexual Arousal: A Review”, Behavior RES and Therapy 27 (1989): 353, 361. 36 Alfred C. Kinsey et al., Sexual Behavior in the Human Male (Philadelphia: W.B. Saunders Co., 1948): 164-65. 37 Dekker y Everaerd, “Psychological Determinants”, 361. 38 Elliston, “Erotic Anthropology” 854

30 Elliston, “Erotic Anthropology”, 849. 31 Ver Herdt, “Representations of Homosexuality”, 603: “¿Acaso las relaciones de inseminación de los niños expresan deseo erótico?” Herdt reconoce y rechaza dos tendencias interpretativas que descartan la naturaleza erótica de la homosexualidad melanesia. Esta primera tendencia trata dichas prácticas como “una práctica puramente ritual que hace parte de las costumbres” (607). 32 Creed, “Sexual Subordination”, 160. 33 Ver Herdt, “Representations of Homosexuality”, 613: “Es una redundancia necesaria decir que sin excitación sexual – representada en erecciones por parte del inspirador y entusiasmo subido de tono en el niño inspirado – estas prácticas sociales no sólo reposarían más allá de lo erótico sino que, sencillamente, no existirían”.

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entenderse como un delito sexual o de violencia”39. En lugar de considerar el tema del sexo y el poder en relación con la violación en términos antinómicos, consideremos los siguientes ejemplos. En la antigua Roma, cuando el esposo descubría a otro hombre en la cama con su esposa, era aceptable que el esposo y/o sus esclavos varones castigaran al delincuente violándolo analmente40. Así también la violación oral y anal se utilizaba como castigo en la Persia medieval por diferentes delitos41. Aunque es posible que estas prácticas le produjeran a la persona que administraba el castigo en esas circunstancias algún tipo de satisfacción erótica, caracterizarlas como fundamentalmente eróticas en su naturaleza significa pervertir radicalmente su significado. Es claro que no es mi intención insinuar que prácticas de este tipo estén sujetas a “interpretaciones” correctas, ya que no poseen significado independientemente de su interpretación. No obstante, creo que algunas interpretaciones reflejan mejor las formas en que estas prácticas son entendidas por los participantes, el significado que tienen en las culturas en las cuales se llevan a cabo, y las formas particulares en que el sexo puede ser una herramienta poderosa para infringir multitud de daños42.

trabajo del sexo puede ser y a veces es a la vez simbólico y material, productivo y reproductivo, placentero y peligroso. Un estudio más profundo de los rituales de iniciación masculina entre los sambia revela que las prácticas seminales funcionan de manera simbólica, metonímica y literal en la transmisión de una ideología de poder basado en el género. Más que una evidencia de la expresión del deseo o del amor entre el hombre y el niño, las prácticas seminales ritualizadas entre los sambia deben entenderse con relación a su ubicación respecto de las normas sociales relativas al género. La cultura sambia está fundamentalmente polarizada y segregada sexualmente44. Las divisiones estrictas del trabajo y los tabúes rituales que regulan el contacto físico entre los sexos son evidentes a lo largo y ancho de la cultura. Desde el momento en que los niños son aislados de todas las mujeres, una vez cumplen siete años se les enseña a verlas como criaturas peligrosas cuyos fluidos corporales pueden contaminar a los hombres y agotarles su sustancia masculina. Con frecuencia se refieren a las mujeres como “contaminantes sucias”, y los hombres realizan ritos de purificación después del coito; por ejemplo, el sangrado de la nariz para sacar de sus cuerpos la contaminación femenina45. Tan peligrosa es la amenaza de contaminación de las mujeres que los espacios públicos y privados están estrictamente segregados por sexos46. Durante el proceso de iniciación, los hombres enseñan a los niños la realidad de la amenaza que significan las mujeres tanto para la masculinidad como para la virilidad.

Por consiguiente, quisiera desafiar la inclinación a declarar la felación hombre-niño en Melanesia como una práctica principalmente homoerótica. Prefiero que entendamos estas actividades no como homoeróticas u homosexuales, sino como homosociales. Al igual que Eve Kosofsky Sedgwick, creo que el término homosocial ofrece una mejor descripción de la relación entre los hombres en la sociedad sambia. En lugar de reducir esa relación a lo erótico, describirla como homosocial deja espacio para el papel de lo erótico, reconociendo al mismo tiempo la “gama de formas en las cuales la sexualidad funciona como significante”43 y como instrumento de aplicación de las relaciones de poder. El

Acompañan a las nociones de peligro femenino en la cultura sambia creencias concomitantes acerca del tremendo poder material y simbólico del semen, y su 44 Un claro ejemplo de esta polarización se encuentra en las numerosas segregaciones espaciales que se evidencian en la cultura sambia. El acceso a la “casa club”, sitio de muchos de los ritos de masculinización, está prohibido a las mujeres (ver Herdt, Guardians of the Flutes, 74-75). En forma similar, las “cabañas menstruales” de las mujeres son estrictamente evitadas por los hombres (75). Esta segregación espacial opera en muchas otras áreas, incluidos los domicilios y los senderos peatonales (75-76). 45 Ver ibid., 28-29, 162, 244-45; Herdt, Same Sex, Different Cultures, 113. 46 Herdt observa que en la cultura sambia “los hombres sostienen que las mujeres los pueden contaminar por el simple hecho de pasar a su lado, tocarlas, o tocar su comida u objetos personales. Durante el período menstrual, las mujeres se van de la casa y se retiran a la cabaña menstrual, situada cerca del caserío. Los hombres y los iniciados evitan completamente el área de la cabaña. Por su parte, las mujeres no deben caminar cerca de la casa club de los hombres ni mirar hacia adentro” (Guardians of the Flutes, 75). Los arreglos domésticos giran igualmente en torno al peligro de la contaminación de los hombres por parte de las mujeres. Al entrar a una casa, las mujeres deben inmediatamente acuclillarse cerca de la entrada para disminuir así la posibilidad de transferir sus fluidos contaminantes a los hombres (75-76).

39 Franke, “What’s Wrong”, 740 40 Ver Amy Richlin, The Garden of Priapus: Sexuality and Agression in Roman Humor, ed. Rev. (Oxford: Oxford University Press, 1992), 215, 256. 41 Ver Vanggaard, Phallós: “’Un castigo persa favorito impuesto a los extraños atrapados en el Harem o Gynaeceum es desnudarlos, y lanzarlos y exponerlos a los abrazos de los novios y de los esclavos negros’” (101, citando a Richard Burton, “Thousand Nights and a Night”, Terminal Essay X [1885]: 235). 42 Como observó Foucault, “la sexualidad no es no es el elemento más inextricable en las relaciones de poder, pero sí un o de los más instrumentales: útil para la mayor cantidad de maniobras y capaz de servir como punto de apoyo, como eje de las más variadas estrategias” (The History of Sexuality, 103). 43 Sedwick reconoce que ciertos aspectos de la cultura sambia se ajustan a su “continuum homosocial”. Between Men, 7; ver también 5.

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valor. De acuerdo con Herdt y Stoller, “el semen es el fluido humano más precioso (…) más precioso aún que la leche materna”. El semen se relaciona con la reproducción humana y con el crecimiento en diversas formas. En primer lugar, los hombres inseminan oralmente a las esposas antes de la concepción, creyendo que el semen prepara el cuerpo de su esposa para hacer bebés así como para la lactancia, pues el semen se convierte en leche. Después de la inseminación oral, la pareja emprende repetidas inseminaciones vaginales, mediante las cuales el hombre deposita el semen en el útero de la mujer donde se transforma en feto. Múltiples inseminaciones son necesarias para que esta evolución se produzca, ya que la creación de un bebé requiere de una cantidad crítica de semen47.

son tanto el lubricante que facilita como el pegamento que adhiere el ideal representativo de la superioridad masculina y de la inferioridad femenina. En sus escritos más recientes sobre los sambia, Herdt refleja cierta sensibilidad ante la crítica según la cual él habría cometido los errores etnográficos más graves – la imposición de sus propias nociones sobre identidad sexual en sus estudios: “Pero, ¿qué es – atracción hacia el niño, exceso de libido, poder, exhibicionismo, fantasías de crianza (…) - lo que excita al varón adulto? ¿Y acaso su compañero más joven también siente excitación? ¿Debemos representar la naturaleza de estos deseos como homoeróticos, no homosexuales – es decir, como una forma de deseo y no solamente de conformidad social hacia un rol sexual?” Sin embargo, incluso aquí al preguntar sobre el “significado” de las prácticas seminales entre personas del mismo sexo en la cultura sambia, la mirada de Herdt está marcada por lo que él considera como el hecho bruto de la excitación homoerótica. Una vez más rechaza cualquier interpretación que “margine la ontología homoerótica”49.

El semen también es necesario para el crecimiento humano. Así, “el crecimiento inicial de cada feto ocurre a través de la acumulación de semen”. Los bebés crecen gracias a la ingestión de leche materna; los sambia creen que los senos de las mujeres transforman el semen en leche. Después del destete, las niñas continúan creciendo solas debido a la presencia de sangre femenina en su sistema. En cambio, en los hombres el crecimiento requiere de la ingestión diaria de semen para desarrollar la piel, los huesos y los rasgos masculinos48.

Para ser justos, Herdt reconoce el papel que juega la “homosexualidad ritualizada” en la masculinización de los niños cuando se inician en “la cultura sexual masculina integral”50. Aun así, omite la indispensable relación de la masculinidad con la misoginia y la jerarquía de género dentro de la cultura sambia. Su enfoque insistente en el homoerotismo sambio niega la oportunidad de apreciar el grado en que las nociones de superioridad de los hombres e inferioridad de las mujeres son mutuamente constitutivas en dicha cultura. Deborah Elliston describe estas prácticas como “lecciones traumáticas de jerarquía social para los iniciados (…) Las enseñanzas rituales acerca de las diferencias entre hombres y mujeres inculcan entre los hombres la sospecha generalizada y el miedo a las mujeres mientras que simultáneamente exalta las capacidades y la supremacía de los hombres; al mismo tiempo estas enseñanzas suministran ejemplos de una jerarquía de género”51. Al representar las prácticas seminales entre hombres y niños como algo que tiene que ver únicamente con la sexualidad masculina o con los hombres, se excluye la naturaleza sistémica de las normas de sexo y género como ideales reguladores entre los hombres y las mujeres sambios.

Por consiguiente, la sambia es una cultura altamente estratificada por sexos, en la que los hombres son superiores a las mujeres y las desprecian, y en la cual sólo los hombres poseen el elíxir necesario para la reproducción y el crecimiento humanos. A la luz del papel central que juega el semen en el sistema de creencias sambio basado en el género, sería un descuido entender la transmisión de semen, ya sea entre hombres o entre hombres y mujeres, fundamentalmente como una práctica erótica. Teniendo en cuenta que la felación entre hombres y niños se lleva a cabo explícitamente para que se realice una transformación de los niños desde un estado feminizado a la masculinidad, y que es parte de un proceso más extenso de adoctrinamiento por medio del cual los hombres aprenden e internalizan las normas de género basadas en la superioridad masculina, la integridad de una interpretación de dichas prácticas como naturalmente eróticas es bastante cuestionable. De hecho, las prácticas seminales

Como se advirtió anteriormente, más que homosexuales por naturaleza, las prácticas seminales entre hombres

47 Gilbert Herdt y Robert J. Stoller, Intimate Communications: Erotics and the Study of Culture (New York: Columbia University Press, 1990): 60, 62 y 63. Como dato interesante, se requiere más semen para procrear a una niña que a un niño. 48 Ibid., 65, 62

49 Herdt, “Representations of Homosexuality”, 605-6, 607. 50 Herdt, Same sex, Different Cultures, 121 51 Elliston, “Erotic Anthropology”, 855.

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y niños en la cultura sambia se entienden mejor como homosociales. Sedwick las llamaría el producto del deseo homosocial más que homosexualidad masculina52. El manto de la homosexualidad masculina abarca más allá del campo de lo erótico otros lazos y normas de identidad social que regulan el privilegio heredado, las estructuras de poder patriarcales y la desigualdad ancestral de poder entre las mujeres y entre los hombres. Lauren Berlant hizo una observación similar en su lectura de Passing de Nella Larson, una historia acerca de las interacciones íntimas e intensas de dos mujeres de piel clara y ascendencia africana53. Berlant se resistió a hacer una lectura del texto que lo caracterizara como “una narrativa clásica gráficamente homosexual disimulada, que esconde a medias el erotismo entre Clare e Irene”. Por el contrario, según Berlant, “puede haber una diferencia entre desear a alguien sexualmente y desear el cuerpo de alguien”. Para las mujeres en la historia de Larson, y para los niños sambia, quizás la mejor forma de entender su deseo por una persona privilegiada del mismo sexo es describirlo como “un deseo de ocupar, de experimentar los privilegios del cuerpo del otro [u otra], no de amarlo [o amarla] o hacer el amor con él [o ella], sino más bien usar/ponerse como él [o ella] lo hace, como una prótesis o un fetiche”54. El erotismo escondido que se interpone en la envidia racial en Passing es literal entre los sambia: el hecho de tragarse el semen es necesario para que el niño se convierta en hombre, para que el iniciado ocupe el cuerpo del hombre adulto. Así, lo homosocial es un marco que acomoda tanto el significado erótico como el significado generativo de género de las prácticas seminales ritualizadas de los sambia. Calificar el deseo subyacente a las prácticas seminales como homosocial en lugar de homosexual es situar el deseo en la red de lazos de forma tal que lo erótico no eclipse otras relaciones de poder.

Herdt observa a los sambia y representa las prácticas seminales entre personas del mismo sexo como fundamentalmente homoeróticas, ignorando así el papel que juegan estas prácticas tanto en la creación como en el mantenimiento de la supremacía masculina en esta cultura. Si bien es cierto en las diversas culturas que “el cuerpo requiere de un trabajo ritual incesante para mantenerse en su forma sociocultural”55, debemos reconocer las formas en que las prácticas sexuales producen no sólo identidad sexual sino también identidad corporal y social: “las suturas de la [identidad social] son más visibles bajo la óptica desensambladora de una narrativa alternativa, ideológica como tal narrativa pueda ser”56. Por consiguiente, las prácticas seminales entre hombre y niño en la cultura sambia, si bien son en un comienzo asombrosas, ofrecen una oportunidad instructiva de desafiar la tendencia a esencializar ciertas prácticas como eróticas. Paso ahora a un incidente menos exótico, aunque no menos sorprendente, que ilustra mejor el peligro de esencializar ciertos comportamientos como sexuales/ eróticos. Los ejemplos de la cultura sambia y de la agresión de la que fue víctima Abner Louima ilustran cómo la clasificación de ciertas prácticas como sexuales conlleva el peligro de ocultar la forma como el sexo “a la vez epitomiza y ejerce una influencia marcada sobre relaciones sociales de poder más amplias”57.

PRÁCTICAS

ANALES/SEXUALES

En la noche del 9 de agosto de 1997, Abner Louima salía del Rendez-Vous, un club nocturno en Brooklyn, popular entre los inmigrantes haitianos de Nueva York, cuando la policía llegó para disolver una pelea que había estallado entre los clientes del lugar58. “Los policías blancos empezaron con el racismo”, informó más tarde Louima. Dijeron: “¿Por qué vienen ustedes a este país si no pueden hablar inglés? y nos llamaron niggers”59. Uno de los oficiales de policía creyó que Louima lo había golpeado y tumbado al piso

52 Sedwick postula que “el deseo homosocial masculino” tiene por objeto marcar tanto discriminaciones como paradojas. En primer lugar, “el deseo homosocial es una especie de oxímoron. ‘Homosocial’ es una palabra utilizada ocasionalmente en historia y ciencias sociales, y que describe los lazos sociales entre personas del mismo sexo; es un neologismo, que se forma obviamente por analogía con ‘homosexual’, y que también obviamente debe distinguirse de ‘homosexual’. De hecho, se aplica a actividades como ‘establecimiento de lazos masculinos’, que puede, como en el caso de nuestra sociedad, caracterizarse por intensa homofobia, miedo y odio hacia la homosexualidad. Situar de nuevo lo ‘homosocial’ en la órbita del ‘deseo’, de lo potencialmente erótico significa, por ende, hipotetizar la ininterrupción de una continuidad entre lo homosocial y lo homosexual” (Between men, I). 53 Nella Larson, “Passing”, en Quicksand and Passing, ed. Deborah E. McDowell (New Brunswick, N.J.: Rutgers University Press, 1986) 135, 149-61 54 Lauren Berlant, “Nacional Brands/Nacional Body: Imitation of Life” en Comparative American Identities: Race, Sex, and Nationality in the Modern Text, ed. Hortense J. Spillers (New York, 1991), 110, 111.

55 T.O. Beidelman, The Cool Knife: Imagery of Gender, Sexuality, and Moral Education in Kaguru Initiation Ritual (Washington, D.C.: Smithsonian Institute Press, 1997), 244. 56 Sedgwick, Between Men, 15. 57 Ibid., 13. 58 Goozner, “NYC Cut in Crime”. 59 Mike McAlary, “The Frightful Whisperings from a Coney Island Hospital Bed”, New York Daily News 13 de agosto de 1997, 2, citando a Abner Louima cuando éste se encontraba en la cama del hospital cuatro días después del ataque. Nota de los editores: por considerar que la traducción al español del término “nigger” (“negro”) elimina su connotación racista, conservaremos el original.

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durante el altercado60. Más tarde el oficial declaró, “Nadie me ataca y se sale con la suya”61. Los oficiales tumbaron a Louima al piso, lo esposaron y lo llevaron a la Estación 70 golpeándolo fuertemente durante el trayecto. Louima fue acusado de conducta desordenada, obstrucción a la administración gubernamental y resistencia al arresto62.

trozada66. Permaneció en el hospital durante dos meses y sólo entonces se recuperó de las heridas que le produjeron los oficiales de policía de la Estación 7067. Tomó un tiempo a los medios conocer este ataque violento. Una vez que se supo, los periódicos anunciaron en sus primeras páginas: Policía sodomiza a sospechoso. Sospechoso dice haber sido violado con el mango de una chupa para inodoros. Oficial acusado de brutalizar sexualmente a sospechoso arrestado68. Los miembros de la comunidad haitiana marcharon en protesta contra esta violenta forma de brutalidad policial, agitando chupas de inodoros y portando afiches que se referían a los policías como “criminales”, “pervertidos”, “violadores”69. Un oficial de policía de tránsito retirado que asistió a la marcha exclamó: “El acto que cometieron con ese hombre fue asqueroso y sórdido”70. El alcalde Giuliani aseguró que el ataque que tuvo lugar en la Estación 70 de policía había sido en su opinión un acto “repulsivo” y que los policías acusados de ataque eran unos “pervertidos”71. Inmediatamente después del ataque varios oficiales de policía asociados con Justin Volpe, uno de los oficiales acusados de atacar a Louima, dijeron que el Rendez-Vous era un club gay y que las heridas de Louima habían sido producto de relaciones anales violentas sostenidas mientras estaba allí72. Cuando los

Cuando llegaron a la estación, los oficiales requisaron y desnudaron a Louima en un área pública, dejándolo con los pantalones abajo63. Luego lo llevaron al baño de hombres, donde lo atacaron brutalmente: Tenía los pantalones en los tobillos a la vista de los demás policías. Me llevaron hasta el baño y cerraron la puerta. Eran dos policías. Uno dijo, “ustedes, niggers, tienen que aprender a respetar a los oficiales de policía”. El otro dijo, “si grita o hace cualquier ruido, lo mato”. Luego, uno me sostuvo y el otro me introdujo el [mango de madera de una] chupa por detrás. Luego lo sacó y me lo introdujo en la boca, me rompió los dientes y dijo “esa es tu m…a, nigger”. Más tarde, cuando llamaron la ambulancia, el policía me dijo, “si se atreve a decirle a alguien… los mato a usted y a su familia”64.

Luego fue llevado a una celda de la prisión y sólo cuando otros internos se quejaron de que él estaba sangrando la policía llamó a la ambulancia65. Louima requirió cirugía para repararle el colon perforado y la vejiga des-

66 Tom Hayes, “Officer Accused of Sexually Brutalizing Suspect Arrested” (oficial acusado de brutalizar sexualmente a sospechoso arrestado), AP agosto 13 de 1997, 1 (como lo reprodujeron varios periódicos). 67 Ver “Louima Starts on a Long Road Back”, Newsday octubre 12 de 1997, A39. 68 J. Zamgba Browne, “Police Sodomize Suspect: The Tale of Torture at 70th Precinct”, New York Amsterdam News 20 de agosto de 1997, 1; Suspect Claims Police Raped Him with Plunger”, Salt Lake Tribune agosto 14 de 1997, A13. Hayes, “Officer Accused”, 1. Ver también “New York Officer Surrenders on Sexual Assault on Immigrant”, Los Angeles Times¸agosto 14 de 1997, A18; “Cop Surrenders on Sexual Brutality Charges”, San Diego Union Tribune agosto 14 de 1997, A12. 69 Ver Vinette K. Pryce, “A Week of Outrage, Pain and Celebration”, New York Amsterdam News septiembre 10, 1997, I, que incluye una fotografía de un manifestante en una marcha con una pancarta, que dice: “Criminales, Pervetidos, Violadores”. 70 Charles Baillou, “Marchers Blast Police Barbarism at City Hall”, New York Amsterdam News, sept. 10, 1997, 8. 71 David Firestone, “Giuliani’s Quandary: Mayor Who Linked Name to Police success Is Now Facing a Very Ugly Police Failure”, New York Times agosto 15, 1997, AI. La prensa informó que durante la agresión contra Louima en la estación de policía Nº70, uno de los oficiales dijo: “Estamos en tiempos de Giuliani, no de Dinkins” (Eleanor Randolph, “In Police Abuse Case, Giuliani’s Balance Tested” Los Angeles Times agosto 16 de 1997, AI). Sin embargo, ver Carolina Gonzalez y Bill Hutchinson, “Sharpton Promises He’ll Defend Louima”, New York Daily News¸ enero 19, 1998, 8, donde se informa que en ese momento Louima no estaba del todo seguro de que el oficial hubiera efectivamente dicho eso. El alcalde Giuiliani suministró una respuesta bastante interesante con respecto a los informes acerca del supuesto comentario del oficial: “La observación es tan pervertida como el acto que se denuncia” (en Randolph, AI). 72 John Sullivan, “New Charges Field in Police Brutality Case”, New York Times 22 agosto 1997, B3.

60 Ver Richard Goldstein, “What’s Sex Got to Do with It? The Assault of Abner Louima May Have Been Attempted Murder. But It Was Also Rape”, Village Voice 2 de septiembre de 1997, 57; Tom Hays, “Haitian’s Beating May Have Been Case of Mistaken identity, Punch”, Arizona Republic 22 de agosto de 1997, A11, informa que testigos alegan que otro individuo, que no era Louima, atacó al oficial Volpe. 61 “Report: Officer Boasted alter Attack”, UPI agosto 19 de 1997, disponible en Lexis, Nexos Library, archive UPI, informe sobre la presunta declaración de Justin Volpe, oficial de policía de la Ciudad de Nueva York. 62 Según un informe “los oficiales se enfurecieron cuando él protestó por su arresto; detuvieron dos veces la patrulla para darle puñetazos”. McAlary, “Frightful Whisperings” 2: ver también David Kocieniewski “Injured Man Says Brooklyn Officers Tortured Him in Custody”, New York Times 13 de agosto de 1997, B1. 63 Louima relató el incidente a un diario: “ ‘Los policías me bajaron los pantalones frente al sargento de la recepción’(…) ‘¿Lo hicieron caminar desnudo de un lado a otro del precinto? ‘Sí’. ‘¿Había otros policías en el lugar? ‘Sí. Estaban el sargento y otros policías. Ellos vieron’. ‘¿Y no dijeron nada?’ ‘Yo gritaba. “¿Por qué? ¿Por qué?” Todos los policías me oyeron, pero no dijeron nada. Lo que me dijeron, nunca podré olvidarlo. Uno dijo en público “ustedes, negros, tienen que aprender a respetar a los oficiales de policía”’. (Mike McAlary, “Victim and City Deeply Scarred”, New York Daily News 14 de agosto de 1997, 4). 64 McAlary, “Frightful Whisperings”, 2. 65 Kocieniewski, “Injured Man”, B1

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dos oficiales de policía arrestados en conexión con el ataque comparecieron ante el tribunal, los manifestantes puyaron a los policías llamándolos “maricas”73. El Fiscal del Distrito acusó a los oficiales de abuso sexual agravado y ataque de primer grado, ambos delitos mayores de clase B por los cuales podrían recibir una sentencia máxima de 24 años74. Sólo más tarde se enmendó la acusación para incluir acoso agravado, un delito de discriminación racial por el cual la máxima sentencia es, dato curioso, únicamente de 4 años75.

tran fotos de Louima y su familia en los días posteriores a la agresión79. Más aún, los atacantes fueron descritos por los medios como heterosexuales saludables. Entonces, ¿por qué llamarlo delito sexual? La respuesta más fácil es tautológica: los alegatos se ajustan a la descripción de los delitos así llamados80. Pero, ¿qué es un delito sexual? Existen diversas formas de diferenciar un ataque sexual de un ataque simpliciter: (1) es motivado por el deseo erótico del perpetrador; (2) involucra contacto con las partes corporales sexuales del perpetrador o de la víctima (por ejemplo: vagina, senos o pene) o involucra actos típicamente considerados como sexuales (por ejemplo: beso, felación, relaciones sexuales); (3) es experimentado como sexual por parte de la víctima.

Fue precisamente el aspecto sexual de este ataque lo que hizo que los periodistas le dieran a Louima el alias de “La víctima más famosa de brutalidad policial en los Estados Unidos desde Rodney King”76. Sin duda la policía se ha sobrepasado en ocasiones, ha disparado a quemarropa y sin necesidad a sospechosos que huyen, estrangulado a un sospechoso con las llaves de estrangulamiento o, incluso, violado prostitutas en algún burdel durante alguna redada77. Sin embargo, como el periodista del Village Voice Richard Goldstein observó: “Ninguno de estos casos documentados despertó la ira que generó este acto “barbárico que (…) se supone que sólo ocurre en el tercer mundo. Aquí en la tierra de la libertad, cuando se trata de brutalidad policial, el límite se traza en violar a un hombre”78.

La Ley Penal de Nueva York define como delitos sexuales los siguientes: violación, sodomía, comportamiento sexual indebido, abuso sexual, abuso sexual agravado y agresión sexual continuada contra un menor81. Dos de estos crímenes anclan explícitamente la naturaleza sexual del delito total o parcialmente en la satisfacción del deseo sexual: abuso sexual delictivo y conducta sexual continuada contra un niño. La ley penal define el abuso sexual criminal

No puede negarse que este crimen sea atroz, pero ¿está mejor caracterizado como un delito sexual? ¿Qué tiene exactamente de sexual este ataque? Como Goldstein preguntó: “¿Qué tiene que ver el sexo con esto?” prácticamente todos los informes del caso mencionan al comienzo del artículo que Louima está casado y tiene hijos, y continuamente los noticieros de la noche mues-

79 Ver, n.gr. Charles Bailout, “Angry Haitians March at the 70th Precinct in Brooklyn”, New York Amsterdam News, de agosto 27 de 1997, 1; “The Blue Wall, police Brutality and Police Silence”, Nightline, ABC, agosto 22 de 1997. 80 Ver, v.gr., n.81 siguiente, donde aparece la definición que establece la Ley Penal de Nueva York de abuso sexual agravado en primer grado. 81 Ver la Ley Penal de Nueva York §§ 130.00-.85 (Mc Kinney 1998 y Sup. 1998, donde aparece una lista de los delitos sexuales en Nueva York). La Ley Penal de Nueva York define la mala conducta sexual como: 1) en el caso del hombre, sostener relaciones sexuales con una mujer sin el consentimiento de esta última; 2) tener relaciones sexuales desviadas con otra persona sin el consentimiento de esta última; o 3).algún tipo de conducta sexual con un animal o con un cadáver humano (§130.20). “Relaciones sexuales desviadas” se definen como “conducta sexual entre personas no casadas entre sí que consistan en contacto entre el pene y el ano, la boca y el pene, o la boca y la vulva” (§130.00(2)). El abuso sexual en primer grado ocurre cuando:[Una persona] somete a otra a contacto sexual: 1).Por la fuerza; 2) cuando la otra persona es incapaz de consentir por encontrarse físicamente indefensa; o 3) cuando la otra persona tiene menos de 11 años de edad (§ 130.65). Ocurre abuso sexual agravado en primer grado cuando: [Una persona] introduce un objeto extraño en la vagina, la uretra, el pene o el recto de otra persona, causándole lesión física a esa persona: (a) por la fuerza; (b) cuando la otra persona es incapaz de consentir por estar físicamente indefensa; o (c) cuando la otra persona tiene menos de 11 años de edad (§ 130.70(1)). Una conducta sexual en primer grado contra un niño ocurre cuando “durante un período de tiempo no menor de tres meses de duración, [una persona] lleva a cabo dos o más actos de conducta sexual, que incluyen por lo menos un acto coital, relación sexual desviada o contacto sexual agravado, con un niño menor de once años de edad” (§ 130.75; ver también § 130.80, acto de conducta sexual en segundo grado contra un niño).

73 Goldstein, “What’s Sex Got to Do with It?”, 57. 74 Ver Goozner, “New York Cut in Crime”, I; ver también New York Penal Law § 120.10 (McKinney 1998) (agresión en primer grado); New York Penal Law § 130.70 (abuso sexual agravado en primer grado). 75 Ver “2 New York Officers Get New Charge in Haitian’s Beating”, Boston Globe sept. 9 de 1997, A8; ver también New York Penal Law § 240.31 (acoso sexual agravado en primer grado). 76 Mike McAlary, “Home Sweet Heartache: Love Alone Won’t Aid Louima in Brooklyn”, New York Daily News oct. 10, 1997, 3. 77 En un informe de comisión de la Ciudad de Nueva York se exponen dos ejemplos del exceso de celo policial: “Un oficial de una comisaría del Norte de Brooklyn nos contó cómo él y sus colegas le lanzaron una vez a la cara a un detenido un baldado de amoníaco. Otro oficial cooperante nos relató como él y sus colegas le lanzaron basura y luego agua hirviendo a una persona que se escondía debajo de una mesa rodante” (Ciudad de Nueva York, Comisión para Investigar Acusaciones de Corrupción de la Policía y los Procedimientos Anticorrupción del Departamento de Policía, Comisión Report [1997], 47; en adelante Mollen Report). Ver también Amnistía Internacional, Estado Unidos de América, Police Brutality and Excessive Force in the NewYork City Police Department (1996), 26, 37-54. 78 Goldstein, “What’s Sex Got to Do with It”, 57.

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como contacto sexual con otra persona a la fuerza o cuando la persona es incapaz de otorgar su consentimiento. La agresión continuada contra un menor se comete cuando, entre otras cosas, una persona realiza un contacto sexual agravado con un niño de menos de 11 años de edad. Como fundamento de estas dos violaciones, la ley penal define “contacto sexual” como “tocar cualquier parte sexual o íntima de una persona no casada con el autor del hecho con el propósito de satisfacer el deseo sexual de cualquiera de las dos partes”82.

del deseo sexual es irrelevante en estos delitos. Por consiguiente, al menos para efectos de la ley penal, estas partes del cuerpo son esencialmente sexuales; esto hace que estos sean crimenes sexuales ipso facto. La Ley de Registro de Delitos Sexuales, versión de Nueva York de “La Ley Megan”, ofrece un ejemplo sobresaliente del poder de la ley para etiquetar o señalar ciertos comportamientos como exógenamente sexuales86. Las personas que han sido condenadas en Nueva York por violación, sodomía, abuso sexual, abuso sexual agravado, incesto, acto sexual con un niño, encarcelamiento ilegal o secuestro de una persona menor de 17 años están sujetos a las disposiciones de notificación y registro consagradas en la Ley de Registro de Delincuentes Sexuales de Nueva York87. Las últimas dos categorías, encarcelamiento ilegal y secuestro de un menor de 17 años, no requieren que el delito haya sido de naturaleza sexual; no obstante, la ley califica a las personas convictas de estos delitos como delincuentes sexuales88. Más aún, los padres de la persona presa o secuestrada están específicamente exentos de ley de notificación89 – bajo la premisa de que ningún padre secuestraría o encarcelaría a su propio hijo o hija por razones sexuales. Ésta, obviamente, es una premisa falsa.

Debido a que la satisfacción del deseo sexual debe realizarse al tocar partes sexuales o íntimas, posiblemente sean esas partes lo que hace que la conducta represente un delito sexual. Pero, ¿cuáles son esas partes sexuales u otras partes íntimas? Los tribunales han dictaminado el tórax, la parte superior de la pierna, la pierna, la boca y el ombligo como “partes sexuales o íntimas” para efectos del estatuto de abuso sexual delictivo83. Así mismo, se ha establecido que “el término ‘partes íntimas’ es mucho más amplio que el término ‘partes sexuales’” y que “intimidad…debe verse en el contexto en el que tiene lugar el contacto… una parte corporal que puede ser íntima en un contexto puede no serlo en otros”84. Así es que, en realidad, cualquier parte del cuerpo puede ser considerada sexual o íntima, dependiendo del contexto. Al parecer es el deseo erótico del perpetrador el que sexualiza la parte del cuerpo, haciendo del contacto con esa parte corporal un delito sexual.

El breve recorrido por la Ley Penal de Nueva York ilustra que aquellos comportamientos denominados delitos sexuales son, si acaso, familiares entre sí. La respuesta a la pregunta ¿qué hace que un delito sea considerado como un delito sexual? no se revela en la ley positiva. En cambio, se requiere de un complejo conjunto de interpretaciones para calificar como sexual la naturaleza de determinado comportamiento. Parte del trabajo simbólico lo hacen en forma endógena una o las dos partes involucradas, y parte lo hacen en forma exóge-

No obstante, no puede ser el deseo del perpetrador el que establezca ciertos crímenes como crímenes sexuales. La conducta sexual indebida, la violación, la sodomía y el abuso sexual agravado se caracterizan por penetración de la vagina, del recto o de la boca85. La satisfacción 82 Ley Penal de Nueva York § 130.00 (3); se agregó énfasis. En su expresión más amplia, “contacto sexual” significa: “tocar cualquier parte sexual o íntima de una persona que no sea el cónyuge del autor, con el objeto de gratificar el deseo sexual de cualquiera de las partes. Incluye tanto el hecho de que el autor toque a la víctima como que la víctima toque al autor, ya sea directamente o a través de la ropa”. 83 Ver El Pueblo vs Cammarere, 611 N.Y.S.2d, 682, 684 (App. Dic. 1948); El Pueblo vs Gray, 607 N.Y.S2d 828, 829 (App. Dic. 1994); El Pueblo vs Graydon 492 N-Y.S.2d 903,904 (Crim. Ct. 1985) El Pueblo vs Rondon 579 N-Y.S.2d 319, 320-21 (Crim. Ct. 1992); El Pueblo vs Rivera 525 N.Y.S.2d 118, 119 (Sup. Ct. 1988); El Pueblo vs Belfrom 475 N.Y.S.2d 978, 980 (Sup. Ct. 1984). 84 Rivera en 119. 85 La Ley Penal de Nueva York dispone lo siguiente: La relación sexual definida como “su significado ordinario y que ocurre tras cualquier penetración, así sea leve” (Ley Penal del Nueva York §130(I)) (McKinney 1998)), es un elemento necesario de conducta sexual indebida (§130.120), violación (§130.35) y sodomía (§130.50). El ataque sexual agravado requiere que haya inserción de un objeto extraño en la vagina, la uretra, el pene o el recto de otra persona” (§130.70).

86 Ley Correccional de Nueva York §§ 168-168-v (McKinney Sup. 1998); Estatutos Anotados de New Jersey §§ 2C:7-1 a -11 (West 1995, 1998). 87 La Ley de Nueva York exige el registro de los “delincuentes sexuales” (Ley de Correcciones o Correccional de Nueva York §168-b). El estatuto define delincuente sexual como “una persona condenada por ciertos delitos establecidos”; ver §168-a(I), que relaciona los delitos de la lista §168-I(2), (3). Estos delitos establecidos consisten en aquéllos relacionados en el texto que acompaña esta nota. 88 Según la Ley Penal de Nueva York, el encerramiento ilegal en segundo grado ocurre cuando “una persona (…) rapta a otra persona” (§135.20). El secuestro en primer grado debe cumplir con esta definición, además de incluir otras circunstancias; entre ellas la muerte, el intento de obtener un rescate o la retención durante más de 12 horas con intención de “inflingir lesión física o violar o abusar sexualmente de la víctima” (§135.05) 89 Ley Penal de Nueva York §135.15 (encarcelamiento ilegal); §135.30 (secuestro).

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na aquéllos quienes actúan como intérpretes públicos del comportamiento: fiscales, jueces y jurados. Pero, en todos los casos, lo que hace que un delito sea sexual “es una formación discursiva (…) y no un hecho o una propiedad del cuerpo”90.

renció el ataque de Louima de otros incidentes de violencia policial no fue su naturaleza sexual, sino que los oficiales de policía fueron descubiertos. La preocupación sobre la naturaleza supuestamente sexual de estos ataques desvía la atención de la naturaleza racial y de género de este crimen. Aquí tenemos un ejemplo de lo que comúnmente se considera un acto sexual utilizado como instrumento de terror basado en el género y la raza 93. No se puede entender el significado de esta conducta sin tener en cuenta su significado racial y de género, verlo ante todo como algo sexual es cometer el mismo error que cometió Herdt en Melanesia: caracterizar ciertas conductas y partes corporales como esencialmente sexuales y hacer caso omiso de las formas en las cuales “lo sexual” puede desplegarse como el instrumento a través del cual se cultivan otras formas de poder y supremacía. Después de todo, el incidente Louima se inició cuando un oficial de policía le dijo, “Ustedes los niggers tienen que aprender a respetar a los oficiales de policía” 94.

Entonces, ¿qué hizo que el ataque a Abner Louima fuera considerado un delito sexual? Sin duda la penetración anal. ¿Por qué? Con seguridad no querríamos basar la naturaleza sexual del delito en el placer erótico, latente u otro, que recibieron los oficiales al realizar este acto. Louima seguramente no experimentó este ataque como erótico. Tampoco podríamos decir que la inserción violenta de un mango de madera en el recto de una persona sea intrínsecamente un acto sexual o que todos los actos que involucran el recto sean considerados como tales. No obstante, la mayoría de personas dirían que existió algo particularmente malo en este ataque que lo diferencia de otros igualmente violentos como puede ser un golpe en la cara o en las costillas. Justin Volpe, el oficial de policía acusado de ser el principal responsable de las lesiones causadas a Louima, al parecer dijo a otros policías la noche del ataque: “Tenía que quebrar a ese hombre”91. En este comentario radica la clave para entender el poder y lo que estuvo mal en el ataque de Louima. Sugiero que el poder del ataque radica principalmente no en su naturaleza sexual, simpliciter, sino en la forma única en que se humilló a Louima como hombre negro. Para los hombres blancos, en particular para los oficiales de policía blancos, atacar a un hombre negro analmente es una de las formas más poderosas de atacar la masculinidad negra. Lastimosamente, Louima no es el primer hombre que experimenta este tipo de agresión. Por lo menos seis hombres negros, todos inmigrantes, se han quejado de que oficiales de policía blancos los han raptado y llevado a un lugar aislado en Queens y los han violado analmente a mano armada. Las víctimas y los testigos informan que los policías los amenazaron con matarlos si informaban a la autoridades acerca de estos ataques92. Lo que dife-

Más aún, ”hipersexualizar” el ataque de Louima conlleva el peligro adicional de normalizar otras prácticas violentas de la policía porque no son sexualmente barbáricas. Recordemos la observación de Richard Goldstein: “Al tratarse de la brutalidad de la policía, trazamos un límite cuando hay violación de un hombre”. Otras formas no sexuales de violencia policial pueden ser lamentables, pero muchos pueden ver este comportamiento como un droit du seigneur95 ejercido por la policía. De hecho, puede ser perfectamente el caso como argumenta Goldstein, existe una especie de satisfacción sádica que acompaña el uso de esposas, llaves de estrangulamiento y otros métodos excesivos de control por parte de la policía, como amarrar los pies o las piernas de los sospechosos. Ver el ataque de 93 En un pasaje característicamente lacónico de Beloved, Toni Morrison describe la amarga humillación que sufre un grupo de hombres afroamericanos en una cadena de presidiarios forzados todas las mañanas por guardias varones blancos a ponerse sus propias cadenas, arrodillarse en fila y practicarles a la fuerza felación a los guardias. Ver Toni Morrison, Beloved (New York: Knpof, 1987), 107-8. Leo este pasaje no por ser principalmente acerca de la expropiación del sexo de los hombres afroamericanos, sino por tratarse de formas rutinarias de prácticas sexuales utilizadas para degradar a estos prisioneros. 94 Ver McAlary, “Frightful Whisperings”, 2, citando lo que recuerda Louima acerca de lo que le dijo el oficial justo antes de introducirle la chupa por el ano. 95 Droit du seigneur o “derecho del señor” históricamente se refiere a “un derecho supuestamente legal o consuetudinario en la época del matrimonio cuando el señor feudal tenía relaciones sexuales con la novia de un vasallo en la noche de su matrimonio” (Webster’s Third New International Dictionary [1993], 633).

90 Bell, “Beyond the Thorny Question”, 86 (se atribuye este argumento a Michel Foucault). 91 Ver Goldstein, “What’s Sex Got to Do with It”, 57. 92 Earl Caldwell, “Police Sodomy in Queens: The Column the Daily News Killed”, New York Amsterdam News 27 de agosto de 1997, 12. Los periódicos “negros” en Nueva York reportan estos accidentes en forma amplia, pero ninguno de los periódicos “blancos” los menciona. Ver Earl Caldwell, “Earl Caldwell to the Daily News (…)’Le advertí. Usted me despidió’”, New York, Ámsterdam News, 27 de agosto de 1997, I: “Los principales periódicos parecen haber ignorado la historia. El Daily News no publicó nada. El New York Times tampoco publicó ninguna de las historias”.

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LA “DESEXUALIZACIÓN”

Louima como la excepción, donde policías pervertidos se sobrepasaron totalmente, “nos impide imaginar que los policías que se especializan en tácticas [violentas] pueden encontrarlas excitantes”96. “Sobreerotizar” el trato hacia Louima conlleva el peligro de “suberotizar” las tácticas policiales que no involucran penetración de una “parte corporal sexual o íntima”. Después de todo, si, como sugiere Kinsey, los hombres jóvenes pueden excitarse al ser perseguidos por la policía, ¿por qué no podría un policía excitarse al perseguir a unos sospechosos? Recientemente los cargos de conducta indebida presentados contra un oficial de policía en Seattle dejaron al descubierto el potencial erótico de las prácticas policiales rutinarias97.

DE LA VIOLENCIA

A partir de The History of Sexuality, Michel Foucault desarrolló una teoría de la verdad discursiva del sexo y, para efectos del presente documento, un análisis crítico de los medios por los cuales se despliegan ciertas formas de poder basado en el conocimiento, de forma que la sexualidad queda anclada en ciertas partes del cuerpo100. Los ejemplos que he dado anteriormente, tomados de la Ley Penal de Nueva York, ilustran justamente el punto de Foucault: no sólo la ley penal selecciona un conjunto de prácticas de naturaleza verdaderamente sexual, sino que ciertas partes del cuerpo o prácticas se convierten en sexuales en virtud de su regulación legal. Como resultado, distintas partes del cuerpo se relacionan con diferentes áreas del conocimiento: cuando cuestionamos las prácticas que involucran los genitales estamos, por definición, aprendiendo algo sexual.

Lo anterior nos lleva entonces a formular la pregunta clave: ¿Es acaso la naturaleza sexual/erótica de cualquiera de estas prácticas lo que hace que sean indebidas? En su mayoría, creo que no. A mi juicio estos incidentes deben ser analizados con el objeto de revelar la forma como opera lo sexual/erótico como una conducta particularmente eficiente y peligrosa, con la cual se ejerce el poder. Por consiguiente, decir que el ataque a Louima fue sexual es decir mucho y al mismo tiempo decir poco. Como lo explica Ana Ortiz en forma tan elocuente, esta simple construcción de la lesión en el ataque a Louima oculta el significado que tiene para un hombre negro del Caribe la penetración anal, especialmente en términos de raza y género98. “Siempre nos han considerado como una comunidad frágil y vulnerable”, dijo Tatiana Wah, una activista haitiana y una de las organizadoras de la marcha de protesta por los ataques de la policía contra Louima99. El ataque anal a Louima, realizado, no en privado sino frente a un grupo de oficiales de policía blancos en su terreno, efectivamente materializa la fragilidad y la vulnerabilidad percibidas por los hombres haitianos.

Poco después de la publicación de The History of Sexuality, Foucault inició una serie de discusiones con feministas acerca de la violación101. Teniendo en cuenta su preocupación acerca de los peligros de castigar la sexualidad, Foucault plantea la siguiente pregunta: “¿Qué debiera decirse sobre la violación? En estas conversaciones insta la posición según la cual “cuando se castiga la violación debe castigarse la violencia física y sólo eso (…) Puede considerarse como un acto de violencia, posiblemente más serio o más grave, pero del mismo tipo que golpear a alguien en la cara”102. Pues bien, Foucault está inequívocamente sopesando el aspecto violento del sexo versus violencia, en un debate entre feministas acerca del significado de la violación103. Como respuesta a las mujeres que objetaron su insistencia en desexualizar la violación, Foucault revela su verdadera preocupación. Al hacer de la violación un crimen “sexual”, estamos una vez más anclando la sexualidad en ciertas partes del cuerpo y, al hacerlo, “el cuerpo queda marcado discursivamente al construir ciertas partes del cuerpo como más importantes que otras”104. Al adjudicar este estatus “especial” a algunas partes del cuerpo marcadas como sexuales, “la sexualidad como tal,

¿Cómo evitar borrar la subordinación basada en la raza y el género al invocar lo sexual? En la sección siguiente hablaré sobre la desexualización de la sodomía, la violación y otras agresiones denominadas ‘crímenes sexuales’. 96 Goldstein, “What’s Sex Got to Do with It”. 97 Después de coquetear con una mesera de un bar durante el descanso, un oficial de policía la persiguió en su vehículo cuando ella se dirigía del trabajo a la casa, la abordó y le dijo “Ahora vas a ver lo que es ser arrestada (…) l” 57. Luego la sacó a la fuerza del carro, la esposó, la tiró del cabello y le echó la cabeza hacia atrás y empezó a tocarla sexualmente” (Ronald K. Fitten, “County Officer Faces Charges of Misconduct”, Seattle Times 24 de octubre de 1998, A7). 98 Ver Ana Ortiz, “Remarks at the Intersexionality Symposium”, University of Denver College of Law, 6 de febrero de 1998 (trascripción de archivo de la Denver University Law Review). 99 Richard Goldstein y Jean Jean Pierre, “Day of Outrage”, Village Voice, 9 de septiembre de 1997, 44, citando a Tatiana Wah.

100Ver Foucault, The History of Sexuality, 57-63. “¿Es realmente el ‘sexo’ el punto de anclaje que sostiene las manifestaciones de la sexualidad o no es más bien una idea compleja que se formó dentro del despliegue de la sexualidad?” (152). 101 Ver Foucault, Politics, 200-204; Bell, “Beyond the Thorny Question”, 84-87. 102 Foucault, Politics, 200-201. Foucault inicia la discusión con la declaración provocadora de que “en todo caso, la sexualidad no puede en ningún caso ser objeto de castigo”. 103 Ver, por ejemplo, Franke “What’s Wrong”, 740-44, donde se discute el debate entre feministas acerca del significado adecuado de violación: un crimen de violencia o sexo.. 104 Bell, “Beyond the Thorny Question”, 92.

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tiene un lugar preponderante en el cuerpo; el órgano sexual no es como la mano, el cabello o la nariz. Por consiguiente debe ser protegido, rodeado, debe estar sujeto a una legislación diferente a la aplicada al resto del cuerpo”105.

significa que las víctimas de violación tendrán que soportar los costos de transición de esta reforma representativa. Es decir, que las víctimas de violación continuarán experimentando la violación como un ataque a su cuerpo sexual, mientras se transforman las leyes que regulan los delitos sexuales y cambia la forma como conocemos el cuerpo.

Muchos feministas responderían: “¿Y qué hay de malo en eso? Los delitos sexuales son diferentes”. La preocupación de Foucault se deriva de la forma como este despliegue del sexo oculta el modo como opera el poder sobre el cuerpo, “ordenando en la medida en que estudia, organizando sus movimientos en la medida en que observa, categorizando en la medida en que sondea. De esta forma, el poder, o el poder/conocimiento, produce nuestra comprensión del cuerpo”106. Así, para Foucault, el sexo no es algo que tengamos o hagamos, sino un ideal regulador. Judith Butler expresa un interés similar en las formas como el “sexo” “produce los cuerpos que rige” y, al hacerlo, produce cuerpos que importan y cuerpos que no importan107. Wendy Brown lleva estas reflexiones de Foucault hacia otra dirección, iluminando el peligro de la política basada en los derechos, la cual se construye sobre la naturalización de la identidad, que es, de hecho, el resultado de un ideal regulador: “Las producciones disciplinarias de la identidad pueden convertirse en el sitio de lucha por los derechos que naturalizan y, por consiguiente, fortalecen los poderes de los cuales tales identidades son efecto108.

A fin de reconciliar la tensión entre el daño que causan las leyes que perpetúan “lo sexual” como un ideal regulador y el costo que supone para las víctimas de violación solicitar que la ley no reconozca el aspecto sexual de su lesión, paso a analizar lo que considero como un ejemplo de posición de conciliación: el reconocimiento de la violencia sexual como una violación del Derecho Internacional Humanitario.

VIOLACIÓN

Y TORTURA

Entre 1991 y 1995 una guerra interétnica, interreligiosa devastó el país que se conocía como Yugoslavia. La violación y las agresiones sexuales han sido siempre parte de la guerra, pero lo que les ocurrió “en Bosnia y Herzegovina a las mujeres musulmanas y croatas parece no tener precedentes en la historia de los crímenes de guerra. Las mujeres [fueron] violadas por los soldados serbios en forma organizada y sistemática, como un crimen planeado para destruir a la totalidad de la población musulmana, para destruir la integridad cultural tradicional y religiosa de una sociedad”111. Los soldados serbios no fueron los únicos acusados de utilizar la violación y otras agresiones sexuales como instrumento de guerra en la Antigua Yugoslavia. Los soldados musulmanes y croatas también habrían cometido atrocidades sexuales similares a aquéllas cometidas por los serbios112. Nunca este aspecto aparentemente inevitable de la guerra había suscitado el grado de atención y consternación internacional como las atrocidades cometidas en la Antigua Yugoslavia. En lo que ha sido llamado eufemísticamente “limpieza étnica”, los serbios establecieron campos “con el propósito de violar

Lo que busca interrumpir Foucault es el poder regulador del sexo al cuestionar la necesidad de tratar la violación de una manera diferente a un golpe en la cara. A su parecer, ganamos mucho y perdemos poco al castigar la violencia física de la violación “sin invocar el hecho de que está involucrada la sexualidad”109. En términos generales estoy de acuerdo con el punto teórico de Foucault, aunque pienso que Monique Plaza acierta al argumentar que las mujeres, en particular, no pueden darse el lujo de saltar al ámbito de lo ideal110. Aunque en principio sea en gran parte acertada la sugerencia de Foucault de tratar la violación y los delitos “no sexuales” como delitos de violencia, recomendar este cambio en las leyes positivas actualmente

111 Slavenka Drakulic, “Rape after Rape after Rape”, New York Times 13 Dic. 1992, sec. 4, p. 17. 112 Ver Prosecutor vs Delalic esteroides al, Judgment, Caso No. IT96-21-T (ICTY 16 de noviembre de 1998); en adelante Juicio Celebici. En la época en que se escribe este documento, 78 sospechosos han sido acusados por el Tribunal. La mayoría de los acusados de crímenes de guerra eran serbios bosnios y la mayoría de las decenas de miles de víctimas de la guerra entre 1991 y 1995 eran croatas y musulmanes. Sin embargo, “la mayoría de los acusados que se han entregado o han sido arrestados son musulmanes y croatas; las dos sentencias del Tribunal a la fecha involucran un serbio bosnio y un croata y un serbio bosnio confeso”. Ver Charles Trueheart, “Bosnian Muslims, Croat Convicted of Atrocities against Serbs”, Washington Post 17 de noviembre de 1998, A34.

105 Foucault, Politics, 201-202 106 Bell, “Beyond the Thorny Question”, 91. 107 Judith Butler, Bodies That Matter: On the Discursive Limits of “Sex” (New York: Routledge 1993), I. Al abordar el “ideal regulador” de Foucault, Buttler anota: “El sexo no sólo funciona como una norma sino como parte de una práctica reguladora (…) cuya fuerza reguladora se hace clara como una especie de poder productivo, el poder de producir – demarcar, circular, diferenciar – los cuerpos que controla”. 108 Wendy Brown, Status of Injury: Power and Freedom in Late Modernity (Princeton University Press) 109 Foucault, Politics, 202. 110 Monique Plaza, “Our Costs and Their Benefits”, M/F: A Feminist Journal (1980); 28, 35.

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[mujeres musulmanas bosnias] (…) para embarazarlas”. Las mujeres embarazadas eran detenidas hasta un momento del embarazo en que ya no tenían la opción de abortar113. Una comisión de las Naciones Unidas caracterizó este patrón de violación como “parte de una ‘política de limpieza étnica’”114. Si bien las ejecuciones masivas de civiles también caracterizaron lo inhumano de este conflicto, es claro que tanto mujeres como hombres fueron víctimas de agresiones sexuales y que la violencia sexual se convirtió en “un arma de guerra” en formas nunca antes vistas115.

goslavia, dichos actos inhumanos han tomado la forma de la llamada “limpieza étnica”, violación extendida y sistemática, y otras formas de agresión sexual, incluida la prostitución forzada”116. Por consiguiente, en este Tribunal la violación y la agresión sexual fueron por primera vez juzgadas como violaciones graves del Derecho Internacional Humanitario117. Desde su creación en 1993, el Tribunal ha investigado y procesado extremas formas de crueldad y brutalidad humanas, algunas de ellas de naturaleza sexual. La forma como el Tribunal ha caracterizado la violencia sexual, así como las disposiciones particulares de la Ley Internacional de Derechos Humanos que ha invocado para procesar la violencia sexual, han evolucionado de manera interesante durante este período. Los cambios a este respecto ocurridos en el seno del Tribunal reflejan un enfoque cada vez más sofisticado del papel que puede jugar el sexo en la degradación, la humillación, la tortura, y el profundo sufrimiento experimentado por las víctimas de esta horrible guerra.

En respuesta a la enorme presión ejercida sobre las Naciones Unidas por parte de los Estados Miembros, así como de los medios internacionales, en mayo de 1993, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estableció el Tribunal Internacional para juzgar a los responsables de graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario cometidas en territorio de la Antigua Yugoslavia desde 1991 (ICTY o el “Tribunal”) con el “poder de juzgar a los responsables de graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario cometidas en territorio de la Antigua Yugoslavia desde 1991”. Con arreglo al estatuto del Tribunal Internacional, éste tiene autoridad para procesar a aquellos individuos que hayan cometido, entre otras cosas: (1) graves violaciones a los Convenios de Ginebra de 1999, (2) violaciones a las costumbres de guerra, (3) genocidio y (4) crímenes de lesa la humanidad. El estatuto del Tribunal considera específicamente la violación como un crimen de lesa humanidad cuando se comete dentro de un conflicto armado y es perpetrado contra la población civil. En su informe sobre las bases específicas de jurisdicción del Tribunal, el Secretario General estableció que los crímenes de lesa humanidad incluyen “tortura o violación cometidas como parte de un ataque difundido o sistemático contra cualquier población civil por motivos nacionales, políticos, étnicos, raciales o religiosos”. Asimismo, declaró específicamente que “en el conflicto dentro del territorio de la Antigua Yu-

En mayo de 1992, se dice que las fuerzas serbias hicieron una redada y enviaron al Campo de Prisioneros 116 Report of the Secretary-General Pursuant to Paragraph 2 of Security Council Resolution 808 (1993) UN scor, 48, anexo, artículo 1, página 36, Documento Naciones Unidas §25704 (1993, reimpreso en ILM 32 (1993): 1163, 1192, disponible en (http://www.un.org/ icty/basic/i-bencon.htm) (visitado 2 de septiembre de 1998); en adelante Estatuto del Tribunal (que establece el estatuto del tribunal internacional en el anexo), adoptado por S.C.Res. 827, UN scor, sección 48, 3217 mtg, página 2, Documento Naciones Unidas S/RES/827 (1993). Ver también Estatuto del Tribunal , artículo 2,36; artículo 3, 37; artículo 4, 37; artículo 5, 38; artículo 5 (g), 38; ¶48. Diversos documentos del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia incluidas decisiones y opiniones discutidas aquí están disponibles en el portal del ICTY: (http://www. un.org/icty/) (visitado el 11 de julio de 2002). 117 Ver Justice Richard Goldstein, “‘The United Nations’ War Crimes Tribunals: An Assessment”, Connecticut Journal of International Law 12 (1997): 227, 231: “El ICTY está sentando un importante precedente con respecto a los delitos relacionados con género porque es la primera vez que la violación masiva sistemática ha sido acusada y procesada como un crimen de guerra”; Jennifer Green y otros, “Affecting the Rules for the Prosecution of Rape and Other Gender Based Violence before the International Criminal Tribunal for the Former Yugoslavia: A Feminist Proposal and Critique”, Hastings Women’s Law Journal 5 (1994): 171, 173, No. 5. El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, un tribunal de crímenes de guerra de las Naciones Unidas, homólogo del ICTY, ha procesado atrocidades sexuales similares cometidas en 1994 durante la guerra étnica en Ruanda. En septiembre 2 de 1998, el Tribunal de Crímenes de Guerra de Ruanda dictó una sentencia final en la que determina que Jean-Paul Akayesu, un oficial Hutu, fue culpable de nueve cargos de genocidio y crímenes de lesa humanidad por haber incitado a la violación y agresión sexual de mujeres Tutsi. Ver Prosecutor vs Jean-Paul Acayesu, Sentencia, Caso No. ICTR-96-4-T (ICTY 2 de septiembre de 1998), disponible en (http://www.un.org/icty/English/judgements/akayesu.htm) (última visita el 11 de julio de 2002).

113 Final Report of the Commission of Experts Established Pursuant to Security Council Resolution 780, Sesión 49, ¶248, Documento Naciones Unidas s/1994/674 (1994); en adelante Final Report. 114 Según el Informe Final se identificaron cuatro patrones de violación de los cuales el campo de violaciones para efectos de limpieza étnica fue uno de ellos (¶¶244-45). Se reconocieron otros cuatro patrones: (1) violaciones ocurridas conjuntamente con saqueo e intimidación; (2) violaciones ocurridas junto con luchas en el área; (3) violaciones en instalaciones de detención; y (4) violaciones en instalaciones de detención establecidas con el “único propósito de entretener sexualmente a los soldados” (¶¶245-47, 249). A una mujer musulmana le dijeron que “daría a luz a un niño chetnik que cuando fuera grande mataría musulmanes” (249). 115 “Rape Becomes a Weapon of War”, New York Times enero 10 de 1993, secc. 4, p.4.

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de Omarska cerca de 3.000 musulmanes y croatas, en particular intelectuales, profesionales y líderes políticos. De estos prisioneros, aproximadamente 40 eran mujeres. Las condiciones en Omarska eran horribles y los soldados sometían a muchos civiles “dentro y fuera de los campos a campañas de terror que incluían asesinatos, torturas, agresiones sexuales y otros abusos físicos y psicológicos”. En febrero de 1995, el Fiscal del Tribunal presentó dos acusaciones separadas, la de Meakic y la de Tadic, en conexión con atrocidades cometidas por las fuerzas serbias contra los musulmanes croatas en Omarska. Ambas acusaciones comúnmente denominadas “las acusaciones de Omarska”, contienen denuncias de violencia sexual – en el caso de Meakic principalmente por parte de hombres contra mujeres y en el caso de Tadic por parte de hombres tanto contra mujeres como contra hombres118. Las denuncias de violación y violencia sexual en ambos casos son absolutamente horripilantes y, sin embargo, como fue típico en las acusaciones presentadas previamente ante ese Tribunal, el trato jurídico de los fiscales de estas atrocidades difería dependiendo del sexo de la víctima.

entre los 12 y 19 años eran las más vulnerables. Un prisionero con entrenamiento médico asignado a tratar y a aconsejar a muchas de estas víctimas de violación atestiguó ante el Tribunal: El simple acto de violar, en mi opinión – hablé con estas personas y observé sus reacciones – tuvo un efecto terrible en ellas. Quizás podían explicarse a sí mismas cuando alguien les robaba algo o incluso las golpeaba, o cuando había asesinatos. De alguna forma lo aceptaban, pero cuando empezaron las violaciones perdieron toda esperanza. Hasta ese momento guardaban la esperanza de que la guerra terminaría, de que todo se calmaría. Cuando empezaron las violaciones, todos perdieron la esperanza, todos en el campo, hombres y mujeres. El miedo era horrible120.

Por esa conducta el Fiscal acusó a los soldados serbios argumentando, entre otros cargos, violaciones graves a la Convención de Ginebra de 1949 bajo el Artículo 2(c) del Estatuto del Tribunal (causar intencionalmente gran sufrimiento o graves lesiones corporales o atentar contra la salud), violaciones de las leyes o costumbres de guerra según el Artículo 3 del Estatuto del Tribunal y crímenes de lesa humanidad según el Artículo 5(g) (violación). Cabe contrastar esta construcción de la naturaleza de la lesión con los cargos presentados en conexión con la tortura de hombres en el Campo de Omarska. De acuerdo con la acusación, los soldados serbios golpearon fatalmente a los prisioneros hombres por utilizar expresiones musulmanas, los desnudaron, les golpearon los testículos y las costillas hasta dejarlos inconscientes. Igualmente, obligaron a otros prisioneros a tomar agua de los charcos, como animales, y luego les descargaron un extintor de incendios en la boca. Como los procesos involucraban a víctimas mujeres, el Fiscal acusó a los soldados de violaciones graves según el Artículo 2(c) (causar intencionalmente gran sufrimiento, serias lesiones en el cuerpo o atentados contra la salud), violaciones de la ley o costumbres de guerra bajo el Artículo 3. Pero en lugar de acusar de violación del Artículo 5(g) (violación), el Fiscal alegó crimen de lesa humanidad por “otros actos inhumanos” en virtud del Artículo 5(i)121.

En el caso de Meakic, el fiscal acusó a los soldados serbios de un número de violaciones del Derecho Internacional Humanitario. Dentro de los cargos proferidos entre mayo y diciembre de 1992 aparecían violaciones repetidas por parte de soldados serbios a prisioneras en Omarska. Las mujeres croatas eran forzadas a salir de sus camas en la noche, llevadas a un cuarto en la planta baja, lanzadas sobre una mesa o en el piso y violadas repetidamente noche tras noche119. Las jóvenes 118 Ver Prosecutor vs Meakic , Acusación Formal, Caso No. IT-95-4, ¶1 (ICTY 13 de febrero de 1995), reimpreso en ILM 34 (1995): 1013, 1014 en adelante Acusación Formal contra Meakic); Prosecutor v Tadic, Segunda Enmienda, Caso No. IT-94-1-T ¶2.3 (ICTY 14 de diciembre de 1995) reimpreso en ILM 36 (1995): 908, 915; Prosecutor v Tadic, Opinión y Juicio, Caso No. IT-94-1T ¶377 (ICTY Mayo 7 de 1997), extractos reimpresos en ILM 36 (1997): 908 (párrafos ¶¶ 1-12, 557-765 de la Opinión y ¶¶1-14 de la opinión en contrario del Juez McDonald sobre la aplicabilidad del Artículo 2 del Estatuto; en adelnte Opinión Tadic); Prosecutor v Tadic, Acusación Formal Inicial, Caso No. IT-94-1-T (ICTY 13 Feb. 1995), reimpreso en ILM35 (1995): 1001, 1028. Esta se enmendó dos veces. Ver Prosecutor v. Tadic Primera Acusación Formal, Caso No. IT-94-1-T (ICTY 1 Sept. 1995); Segunda Enmienda Caso Tadic; ver también Opinión Tadic, ¶36; Acusación Formal contra Meakic, ¶¶2.6, 22.1, 25.1, 26.1, 30.1; Primera Acusación Formal contra Tadic, ¶¶4.1, 5.1. Los cargos asociados con ¶4.1 finalmente fueron retirados en el juicio (ver Tadic Opinion , ¶37). Dada la postura del siguiente argumento, las posteriores citaciones se refieren a la acusación formal inicial con las modificaciones pertinentes. 119 Acusación Formal de Meakic, ¶¶22.1 – 22.16, 25.1 – 25.4, 26.1 – 26.4, 30.1 – 30.4; ver también Opinión Tadic, ¶165: “Las mujeres retenidas en Omarska eran sacadas en forma rutinaria de sus cuartos en la noche y violadas. Una testigo dijo haber sido sacada cinco veces y violada, y, luego de ser violada, golpeada”.

Por consiguiente, en el caso de las mujeres prisioneras la tortura y la humillación por violación se procesaron 120Opinión Tadik, ¶ 175. 121 Acusación Formal contra Meakic (Meakic Indictment), ¶¶27.1, 29.1, 31.1, 29.2, 31.2, 29.4, 31.4. Artículo 5(i) los crímenes de lesa humanidad permiten incluir “otros actos inhumanos”. Ver el Estatuto del Tribunal, Artículo 5(i), 38.

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por “causar intencionalmente gran sufrimiento o lesiones severas en el cuerpo o la salud”, mientras que la tortura y la humillación inflingidas a los hombres, cuando involucraban los genitales, fueron procesadas por “causar intencionalmente gran sufrimiento o lesiones severas al cuerpo o la salud” y con la categoría residual para “otros actos inhumanos”. Esta diferencia se ejemplifica aún más en el caso Tadic.

Por esta conducta, el Fiscal acusó a Tadic de grave violación del Artículo 2(b) (tortura y trato inhumano), violación de las leyes o costumbres de guerra en virtud del Artículo 3 (tratamiento cruel) y crimen de lesa humanidad, en virtud del Artículo 5(i) (otros actos inhumanos) del Estatuto del Tribunal. Si bien el juez encargado del juicio se refirió a la conducta anteriormente descrita como agresión sexual y mutilación sexual, Tadic no fue acusado de violar el Artículo 5(g) del estatuto (violación) aunque la conducta incluía felación forzada y otras violencias sexuales124.

El juicio Tadic se relaciona con las atrocidades cometidas y ampliamente divulgadas contra croatas musulmanes en Omarska. Como en el juicio de Meakic, el de Tadic incluye cargos de violencia sexual y no sexual contra presos civiles en el campo. Como en el caso de Meakic, en las acusaciones relacionadas con la violación de una mujer “F” en Omarska, al acusado se le imputaron cargos de crimen de lesa humanidad en virtud del Artículo 5(g) (violación) del Estatuto del Tribunal122. No obstante, los cargos asociados a la violencia sexual contra hombres ejemplifican un enfoque diferente. El tribunal encontró que los acusados golpearon a un prisionero llamado Harambasic, después de lo cual obligaron a otros dos a lamerle el trasero, a practicarle felación y a morderle los testículos. El tribunal lo establece así:

Cinco meses después de dictar sentencia en los casos Meakic y Tadic, el Tribunal dictó otras cinco sentencias, tres de las cuales contenían cargos de violencia sexual125. Estas acusaciones evidencian una evolución en la forma como la Fiscalía redactó sus cargos, así como un cambio sustancial en la forma en que se juzgan las atrocidades que involucran violación, sexo forzado y otras clases de tortura relacionadas con el sexo. Estos cambios representan, en mi opinión, las formas complejas en que se utilizó el sexo en la tortura, la humillación y el trato inhumano tanto de hombres como de mujeres en la guerra en la Antigua Yugoslavia. Más aún, el enfoque utilizado hoy en día por la Fiscalía en lo que se refiere a violencia sexual, diseñado en gran parte con base en el trabajo de Patricia Sellers, asesora del Tribunal para asuntos de género126, ofrece un mo-

Mientras tanto un grupo de hombres uniformados se encontraba alrededor del foso de inspección observando y gritando que mordieran más fuerte (…) el testigo H fue amenazado con un cuchillo, mientras le decían que le sacarían los ojos si no mantenía la boca de Fikret Harambasic cerrada para impedirle gritar; luego G fue obligado a recostarse entre las piernas desnudas de Fikret Harambasic mientras este luchaba, y a golpear y morder sus genitales. Luego, G mordió y arrancó uno de los testículos de Fikert Harambasic y lo escupió, después de los cual le dijeron que se podía ir (…) Desde entonces no se ha sabido nada de Harambasic123.

124 Tadic Initial Indictment, ¶¶5-29, 5-32, 5-21, 5-24, 5-31, 5-34. En la acusación enmendada, Tadic fue acusado, entre otros cargos, de violación del Artículo 2 (b) (tortura y trato inhumano), Artículo 2(c) (causar intencionalmente gran sufrimiento o lesiones graves en el cuerpo y la salud), Artículo 3 (tratamiento cruel) y Artículo 5(i) (actos inhumanos). Ver Segunda Enmienda Tadic ¶6, numerales 8-11. Tadic fue eventualmente hallado culpable de violación de los Artículos 3 y 5(i) del Estatuto del Tribunal, pero el Tribunal encontró que la evidencia no superaba la norma de duda razonable en cuanto a los cargos del Artículo 2. Ver Opinión Tadic, ¶¶237, 719-30, 222, 231, 45, 231. 125 Véase Fiscal vs Karadzic, Caso No. IT-95-5 (ICTY 25 de julio de 1995); Fiscal vs Martic, Caso No. IT-95-11 (ICTY 25 de julio de 1995); Fiscal vs Sikirica, Acusación Formal, Caso No. IT-95-8, ¶ 19 (ICTY 21 de julio de 1995; en adelante Acusación Formal Karatern); Fiscal vs Kiljkovic, Acusación Formal, Caso No. IT-95-9, ¶31 (ICTY 21 de julio de 1995; en adelante Acusación Formal Bosanski Samac); Fiscal vs Jelisic, Acusación Formal, Caso No. IT-95-10 (ICTY 21 de julio de 1995; en adelante Brcko Acusación Formal Inicial), enmendado por Fiscal vs Jelisic, Acusación Formal Enmendada, Caso No. IT-95-10-PT (ICTY 3 de marzo de 1998; en adelante Brcko Primera Enmienda de la Acusación Formal) y Fiscal vs Jelisic, Segunda Enmienda de la Acusación Formal, IT-95-10-PT (ICTY 19 de octubre de 1998). Ver también Acusación Formal Karatern, ¶¶19,20 (forzar a las víctimas a practicar felación); Acusación Formal Bosanski Samac, ¶33 (forzar a dos hermanos a “realizar actos sexuales entre si”). 126 Anteriormente Asesora Legal sobre Crímenes relacionados con Género ante los Tribunales para la Antigua Yugoslavia y Ruanda, y en la época en que se escribió el presente documento, fiscal del ICTY en la Haya.

122 Comparar la Acusación Formal Inicial contra Tadic, ¶¶4.1-4 (cargos de violación dispuestos en el Artículo 2 (c) [causar intencionalmente gran sufrimiento], Artículo 3 y Artículo 5(g) [violación]), con la del caso Meakic ¶¶22.1-4 (acusación por las mismas violaciones). Las acusaciones Tadic enmendadas substituyeron “violación del Artículo 2 (b) (trato inhumano)” por el Artículo inicial 2(c) (causar intencionalmente gran sufrimiento) de la primera acusación formal. Ver la segunda enmienda de la acusación formal contra Tadic ¶5, numeral 2. Los cargos asociados con la violación de una mujer eventualmente fueron anulados del juicio. Ver la Opinión Tadic, ¶37 (nótese el retiro de los cargos asociados con el ¶5 de la Segunda Enmienda que corresponde al ¶4.1 de la acusación inicial). 123 Opinión Tadik, ¶ 206. Ver también Acusación Inicial Tadik, ¶ 5.1; Segunda Acusación Enmendada, ¶6.

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delo útil como alternativa a las formas más esenciales y estáticas, en las cuales la Ley Penal de Nueva York, por ejemplo, categoriza ciertos comportamientos como crímenes sexuales.

mano), del Artículo 3 (trato humillante y degradante) y del Artículo 5(g) (violación, incluidas otras formas de agresión sexual) del Estatuto del Tribunal130. Cabe resaltar la introducción de dos cambios importantes en esta acusación. En primer lugar, la interpretación del término “Crímenes de Lesa Humanidad”, tal como se establece en el Artículo 5(g), incluyó por primera vez no sólo la violación sino “otras formas de agresión sexual”. En segundo lugar, se determinó que la agresión sexual de un hombre por parte de otro hombre constituye una agresión sexual según el significado del Artículo 5(g), y no un acto inhumano generalizado como se establece en el Artículo 5(i)131.

Si bien las atrocidades representan una parte significativa de la lista de casos del Fiscal, éstas no son procesadas como delitos sexuales per se, sino como el actus reus de otros crímenes; por ejemplo crímenes de lesa humanidad, infracciones graves, genocidio o violación de las leyes y costumbres de guerra. Esta forma de juzgar dichos crímenes, junto con las Reglas de Procedimiento y Evidencia del Tribunal que reflejan sensibilidad hacia los asuntos de carácter único surgidas en el marco de los juicios por violencia sexual127, acarrea una estructura jurídica que reconoce de inmediato la forma como opera el sexo en tanto “punto de transferencia especialmente denso en lo que se refiere a las relaciones de poder”128, sin sobresexualizar la violación ni otras formas de violencia sexual.

En una acusación aparte emitida formalmente en julio de 1995, en conexión con atrocidades cometidas en la ciudad de Bosanski Samac, soldados serbios fueron acusados de forzar a dos prisioneros hombres “a realizar actos sexuales entre sí en presencia de otros presos y guardias”. Por estas acusaciones el Tribunal alegó las mismas violaciones del Derecho Internacional Humanitario que en el caso de Brcko: crímenes de lesa humanidad, conforme al Artículo 5(g) (violación, incluidas otras formas de agresión sexual), entre otras132.

En las acusaciones formales emitidas en julio de 1995, la Fiscalía adoptó por primera vez el uso de títulos dentro de los cuales se organizaron varios cargos, tales como “Genocidio”, “Asesinato de [X]”, “Tortura a [Y], “Golpes a [Z] y “Agresión Sexual”129. Estos títulos no sólo representan un cambio en la forma, sino también una evolución en la manera sustancial en que el Tribunal procesó la violencia sexual. En el caso de Brcko, por ejemplo, se acusa a Rango Cesic de haber forzado a dos hermanos, apuntándoles con un arma, “a golpearse mutuamente y realizar actos sexuales entre sí en presencia de otros, causándoles honda humillación y degradación”. Por esta conducta, el fiscal dictó contra Cesic cargos de violación del Artículo 2(b) (trato inhu-

130 Acusación Brcko, ¶ 33, puntos 50-52. Acusación Enmendada, emitida el 3 de marzo de 1998, eliminó el cargo del Artículo 2(b). Ver Acusación Brcko Enmendada, ¶ 32, puntos 34-35. 131 No obstante, la reforma de la política acusatoria evidenciada en la Acusación Brcko no fue implementada en forma coherente por la Fiscalía. Compárese la Acusación Inicial de Brcko (cargos de violación del Artículo 5(g) [violación, que incluye otras formas de agresión sexual] cuando presuntamente los acusados forzaron a dos hermanos a realizar actos sexuales entre sí), con la Acusación Inicial de Tadik, ¶¶ 5.I, 5.3I, 5.34 (cargos de violación del Artículo 5(i) [otros actos inhumanos] cuando los acusados forzaron a dos individuos a “lamer las nalgas y los genitales y luego a mutilar sexualmente [a la víctima]”). En otra acusación emitida el mismo día que la de Brcko, el Fiscal acusó a varios soldados serbios de forzar a un hombre a realizar “actos degradantes, humillantes y/o dolorosos, como acostarse sobre vidrios rotos, saltar repetidamente de un camión y practicar felación” (Acusación de Karaterm, ¶ 19). Por dicha conducta, a los acusados se les imputaron los delitos de causar gran sufrimiento bajo el Artículo 2(c), trato cruel bajo el Artículo 3 y actos inhumanos bajo el Artículo 5(i), mas no de violación ni de agresión sexual, delitos contemplados en el Artículo 5(g). Ver Acusación de Karaterm, ¶¶ 19.2.I-2.3. Soldados hombres fueron igualmente acusados, en un capítulo aparte, de forzar a un prisionero a correr llevando una ametralladora de alto peso y a practicar felación (Acusación Karaterm, ¶ 20). La Acusación de Karaterm no contenía los títulos contenidos en el caso de Brcko ni en otras acusaciones presentadas en julio de 1995. 132 Como en el caso de los acusados de Brcko, a los acusados de Bosanski Samac se les imputaron cargos de grave violación del Artículo 2(b) (trato inhumano), violación de las leyes o costumbres de guerra bajo el Artículo 3 (trato humillante y degradante) y crimen de lesa humanidad según el Artículo 5(g) (violación, incluidas otras formas de agresión sexual). Ver Acusación Bosanski Samac, ¶ 31, puntos 36-38.

127 Ver Tribunal Internacional para el proceso de personas responsables de graves violaciones del Derecho Internacional Humanitario cometidas en el territorio de la antigua Yugoslavia desde 1991: Reglas de Procedimiento y Evidencia 96, documento de la ONU IT/32/REV. 13 (1998), reimpreso en ILM 33 (1994): 484, 535, disponible en (http://www.un.org/icty/basic/rpr/rev13e.htm) (visitado julio 11 de 2002); en adelante Reglas de Procedimiento del Tribunal. La Regla 96, “Evidencia de Casos de Agresión Sexual” establece lo siguiente: En casos de agresión sexual: (i) no se exigirá corroboración del testimonio de la víctima; (ii) el consentimiento no se permitirá como defensa, si la víctima: (a) ha sido sometida o amenazada o temió ser objeto de violencia, coacción, detención u opresión psicológica, o (b) tuvo razones para creer que si no se sometía, otro sería sometido, amenazado o atemorizado; (iii) antes de admitir evidencia de consentimiento de la víctima, el acusado deberá cumplir con la norma de la Sala de Juicios según la cual la evidencia es relevante y confiable; (iv) el comportamiento sexual previo de la víctima no será admitido como evidencia. 128 Foucault, The History of Sexuality, 103. 129 Ver, por ejemplo, Acusación Brcko.

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En dos acusaciones formales emitidas en 1996, el Fiscal desarrolló un enfoque aún más refinado al juicio de las conductas, que incluyeran cierto grado de violencia sexual. Continuando con el uso de encabezados en las acusaciones, en marzo de 1996 el Fiscal profirió acusaciones en conexión con atrocidades cometidas en un campo en el pueblo de Celebici133. Según una de éstas, Hazim Delic, el comandante del campo Celebici, forzó repetidamente a una mujer a tener relaciones sexuales, en ocasiones en público y otras veces con más de un violador. Según otra acusación, éste habría violado a una prisionera durante su primer interrogatorio y luego en repetidas ocasiones durante las seis semanas siguientes. Por estos actos Delic fue acusado de grave violación del Artículo 2(b) (tortura) y de violaciones de las leyes y costumbres de guerra según el Artículo (3) (tortura y trato cruel). Esta fue la primera vez que el Fiscal del ICTY caracterizó la violencia sexual contra un hombre o una mujer como tortura y no como violación134.

cómo muchas mujeres musulmanas fueron esclavizadas en casas y apartamentos convertidos en “campos de violación”136, y fueron sometidas a violación y a otras agresiones sexuales en forma repetida. Estas mujeres también eran obligadas a realizar tareas domésticas, como cocinar, lavar la ropa y hacer la limpieza, y eran vendidas y compradas por los mismos soldados serbios y los montenegrinos. El Fiscal acusó a ocho serbios por estos delitos. En los casos en los que las mujeres fueron presuntamente violadas y torturadas individualmente y no en los “campos de violación”, el fiscal clasificó los cargos bajo el encabezado de “Tortura y violación” y acusó a los perpetradores de grave violación del Artículo 2 (b) (tortura), violaciones de las leyes o costumbres de guerra de conformidad con el Artículo 3 (tortura) y crímenes de lesa humanidad de conformidad con el Artículo 5 (f) (tortura) y 5 (g) (violación). Los cargos de violación, sin cargos adicionales de violencia o amenaza de violencia, como cortar o morder, fueron clasificados bajo el encabezado de “Violación” y a los acusados se les imputaron únicamente cargos de crimen de lesa humanidad de conformidad con el Artículo 5 (g) (violación), más no de infracción grave (tortura). Por último, las acusaciones relativas a los “campos de violación” figuraron bajo el encabezado “Esclavización y violación” y el fiscal imputó a los acusados cargos de crímenes de lesa humanidad conforme al Artículo 5 (c) (esclavización) y 5 (g) (violación), infracción grave bajo el Artículo 2 (b) (trato inhumano) y violación de las leyes y costumbres de guerra bajo el Artículo 3 (atentado a la dignidad personal). Razón por la cual lo curioso es que esta conducta no haya sido caracterizada como tortura. Igualmente sorprendente es la decisión del Fiscal en el caso Foca de abandonar las descripciones de actos imputados bajo el Artículo 5 (g) como “violación, incluidas otras formas de agresión sexual”.

De otra parte, el Tribunal dictó una acusación en junio de 1996, en la cual los cargos principales fueron violación, esclavización sexual y otras formas de agresión sexual. En la acusación Foca, el Tribunal describió cómo, entre abril y julio de 1992, soldados detuvieron a mujeres jóvenes y adultas musulmanas en la ciudad de Foca, en casas, campos de atletismo, la escuela local, centros de detención, apartamentos y casas. Tanto en forma individual como en grupos, los soldados serbios sistemáticamente violaron, torturaron y humillaron a estas mujeres135. En varias ocasiones los soldados les dijeron, mientras las violaban, que tendrían hijos serbios y, en un caso, que su cuerpo “sería encontrado en cinco países distintos si le decía a alguien que él la había violado”. De otra parte, la acusación describe 133 Fiscal contra Delalic, Acusación, Caso Nº IT-96-21 (ICTY 21 de marzo de 1996); en adelante Acusación Celebici. 134 Es muy posible que el Fiscal no haya incluido el cargo de crimen de lesa humanidad contemplado en el Artículo 5(g) (violación), porque quizás consideró que no disponía de suficiente evidencia para probar que las violaciones habían sido cometidas como parte de un ataque generalizado o sistemático contra la población civil por motivos nacionales, políticos, étnicos, raciales o religiosos. 135 Fiscal v. Delalic, Acusación Formal, Caso Nº IT-96-23 (ICTY 21 de marzo de 1996); en adelante Acusación Foca. Una víctima fue violada por un grupo de por lo menos 15 hombres durante tres horas, y luego abusada sexualmente “de todas las formas posibles”, incluida la amenaza de un soldado de cortarle un seno con su cuchillo (Acusación Foca, ¶ 9.10) Otra víctima fue violada por un grupo de por lo menos ocho hombres. En el evento un hombre le mordió los pezones hasta hacerla sangrar y le apretó los senos mientras la violaba. Ella perdió el conocimiento debido al dolor (¶9.11). Mientras otra víctima era violada por un soldado, el soldado la amenazó con cortarle los brazos y piernas, y llevarla a la iglesia para ser bautizada. (¶ 9.15).

Por último, en la Acusación Kovacevic, el Fiscal imputó a dos oficiales serbios cargos por Genocidio en conexión con la tortura de hombres y mujeres musul-

136 Con respecto al uso del término, ver Amnistía Internacional, Bosnia-Herzegovina: Rapes and Sexual Abuse by the Armed Forces (Nueva York: Amnistía Internacional, 1993), 10-12 Roy Gutman, “Rape Camps: Evidence Serb Leaders in Bosnia Okd Attacks”, Newsday 19 de abril de 1993, 5; Maggie O’Kane, “Bosnia Crisis: Forgotten Women of Serb Rape Camps”, Guardian 19 de diciembre de 1992, 9; Tom Post, “A Pattern of Rape”, Newsweek 4 de enero de 1993, 32.

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manes en la ciudades de Prijedor y Banja Luka137. Si bien la acusación cita la violación y tortura de mujeres y niñas por parte de subordinados de los acusados, a aquéllos no se les imputaron cargos de violación conforme al Artículo 5(g), sino de genocidio conforme a los Artículos 4 y 7. La acusación fue enmendada posteriormente para incluir contra ellos cargos de crímenes de lesa humanidad, violaciones de las leyes y costumbres de guerra e infracciones graves. En este caso, las violaciones y otras formas de agresión sexual constituyeron actos de genocidio, como ya se mencionó, mas no una violación sustancial del Derecho Internacional Humanitario.

les no como delitos enumerados como tales (como en el Artículo 5(g)), sino como elementos, usualmente el actus reus de los delitos”139. Por consiguiente, tomando prestada la definición de otras convenciones sobre tortura, el Fiscal del ICTY define fundamentalmente la tortura como “todo acto mediante el cual se causa a una persona dolor o sufrimiento severo, ya sea físico o mental, con el propósito de (…) castigarla por un acto que ésta o un tercero haya cometido o se sospeche haya cometido, o intimidarla o coaccionarla a ella o a un tercero, o por cualquier razón basada en discriminación de cualquier índole”140. Por consiguiente, la agresión sexual es vista como un elemento del delito de tortura – como un acto por medio del cual se causan dolor y sufrimiento severos a una persona por un motivo prohibido. Esta visión es equivalente a la del Relator Especial de la ONU sobre tortura, quien definió la violación como “una forma especialmente traumática de tortura”141. En consecuencia, la evidencia de violación u otras agresiones sexuales “cumple sólo parcialmente con los elementos de tortura (…) los cuales a su vez cumplen sólo parcial-

Por lo tanto, la forma como la fiscalía del ICTY ha enmarcado la violencia sexual se ha modificado con el tiempo. Al comienzo, el Fiscal interpretó la violencia sexual como equivalente a infracción grave, violación de las leyes y costumbres de guerra y crimen de lesa humanidad. No obstante, la violencia sufrida por las mujeres se alegó como violación según lo dispuesto en el Estatuto bajo “Crímenes de lesa humanidad”, mientras que la violencia sexual sufrida por los hombres fue juzgada con base en disposiciones relativas a otros actos inhumanos. Más tarde, la violación, un delito específicamente contemplado en el Estatuto como un “Crimen de lesa humanidad”, se interpretó ampliamente como agresión sexual, “un ‘término abarcante’ que se refiere a (…) penetración sexual forzada, agresión indecente, prostitución forzada, mutilación sexual, fecundación forzada y maternidad forzada”138. En consecuencia, actualmente los cargos que se formulan haciendo referencia al Artículo 5(g) se describen frecuentemente como “violación, incluidas otras formas de agresión sexual”. Este término ampliado se ha aplicado a la violación tanto de mujeres como de hombres forzados a realizar actos sexuales, ya sea coito forzado o felación forzada.

139 Sellers y Okuizumi, “Intentional Prosecution”, 57-58. 140 Convention against Torture and Other Cruel, Inhuman, or Degrading Treatment or Punishment (Convención contra la tortura y otros tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes), art. 1, G.A. Res. 39/46, UN GAOR 3d Comm., 39 Sesión, Supp. Nº 51, p. 197, Documento Naciones Unidas A/39/51 (1984); ver C.P.M. Cleiren y M.E.M. Tijssen, “Rape and Other Forms of Sexual Assault in the Armed Conflict in the Former Yugoslavia: Legal, Procedural, and Evidentiary Issues”, Criminal Law Forum 5 (1994): 471, 492. 141 Question of the Human Rights of All Persons Subjected to any Form of Detention or Imprisonment, in Particular: Torture and Other Cruel, Inhuman or Degrading Treatment or Punishment. Report of the Special Rapporteur, Mr. Nigel S. Rodley, Submitted Pursuant to Commission on Human Rights Resolution 1992/32, UN ESCOR Sesión 50, ¶ 19, Documento de la ONU E/CN.4/1995/34. Los Convenios de Ginebra de 1949, que hoy en día constituyen las reglas fundamentales del Derecho Internacional Humanitario aplicable a los conflictos armados internacionales, no clasifican la violación como infracción grave. Ver el Convenio de Ginebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra, del 12 de agosto de 1949, art. 147, 6 UST 3516, 75 UNTS 287, 388 (en adelante Convenio de Ginebra), incluidos “el homicidio intencional, la tortura o los tratos inhumanos (…) el hecho de causar deliberadamente grandes sufrimientos o de atentar gravemente contra la integridad física o la salud” como infracciones graves. No obstante, el Comité Internacional de la Cruz Roja y el Departamento de Estado de los Estados Unidos declararon que la infracción grave contemplada en el Artículo 147 (relativa a “tortura o trato inhumano” incluye la violación). Ver Simon Chesterman, “Never Again… and Again: Law, Order, and the Gender of War Crimes in Bosnia and Beyond”, Yale Journal of International Law 22 (1997): 299, 331, n. 199, citando a Theodor Meron, Comentario Editorial, “Rape as a Crime under International Humanitarian Law”, American Journal of International Law 87 (1993): 424, 426-67, citando al Comité Internacional de la Cruz Roja, Aide-Memoire (3 de diciembre de 1992); Informe Final, ¶105.

Más aún, el Fiscal del ICTY ha llegado a considerar la violencia sexual no sólo como agresión sexual según el Artículo 5(g), sino, además, como una forma de tortura y genocidio –ya sea que se cometa contra hombres o contra mujeres. “Esto se hace enjuiciando las agresiones sexua137 Fiscal v. Drljaca, Acusación Inicial, Caso Nº IT-97-24-1 (ICTY 13 de marzo de 1997; en adelante Acusación Inicial Kovacevic; Drljaca y Kovacevic son nombrados como acusados), enmendada por Fiscal v. Kovacevic, Acusación Enmendada, Caso Nº IT-9724-I (ICTY 28 de enero de 1998), en adelante Acusación Kovacevic Enmendada. 138 Patricia Viseur Sellers y Kaoru Okuizumi, “Intentional Prosecution of Sexual Assaults”, “Transnational Law and Contemporary Problems 7 (1997): 45, 51; ver también Tribunal Rules of Procedure, Regla 96 (el uso del término “agresión sexual” en la Regla 96 en lugar de “violación” indica la intención del Tribunal de Interpretar el Artículo 5(g) en forma amplia).

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mente con los elementos exigidos para establecer una infracción grave”142. La evolución de la forma como el ICTY ha procesado la violencia sexual culminó en dos sentencias dictadas por la Sala de Juicios del Tribunal en casos que involucran cargos de violación y otras formas de agresión sexual. En el caso Celebici, tres oficiales militares, dos musulmanes y un croata, fueron condenados por cometer crímenes de guerra, incluida la violación de prisioneras, poner cuerdas de mechas encendidas alrededor de los genitales de los prisioneros hombres y forzar a dos hermanos a practicar felación entre sí. En el caso Furundzija, la Sala de Juicios condenó al acusado por participar e incitar a un soldado bajo su mando a violar y agredir sexualmente a una prisionera, mientras Furundzija miraba la escena143.

en forma de violación, le fue inflingida por Delic por el hecho de ser mujer. Esto representa una forma de discriminación que constituye un propósito prohibido en el delito de tortura”145. En forma similar, el panel de Furundzija concluyó que el fiscal había probado que la violación de la prisionera era una forma de tortura, porque se le había causado esa forma de sufrimiento físico y psicológico con el objeto de forzarla a suministrar información durante un interrogatorio. Cabe anotar que el hombre que violó a la víctima en el caso Furundzija le había advertido a otro soldado “no golpearla pues él tenía ‘otros métodos’ para las mujeres, los cuales puso en práctica”146. Por consiguiente, el panel de Furundzija pudo concluir que las violaciones y otras agresiones sexuales causadas a las mujeres prisioneras fueron perpetradas con fines discriminatorios, así como también con el propósito de extraer información.

En ambos casos, los jueces se aseguraron de discutir a fondo la forma como las agresiones sexuales, incluida la violación, se usaron como modalidad de tortura. Para alegar tortura, el fiscal debe demostrar que se causó deliberadamente gran dolor o sufrimiento físico o psicológico con un propósito prohibido. De acuerdo con el panel del caso Celebici “es difícil concebir circunstancias en las cuales la violación (…) no implique de alguna manera castigo, coerción, discriminación o intimidación”144. Con respecto a las agresiones sexuales específicas imputadas a los acusados, el panel concluyó que “la violencia sufrida por [una prisionera]

Este cambio que consiste en tratar la violencia sexual como forma de tortura, incluida la violación, a la luz del Artículo 2(b) relativo a infracciones graves es una posición que la profesora Rhonda Copelon ha urgido para que la Fiscalía la adopte, tanto directamente a través de correspondencia, como indirectamente en sus publicaciones académicas. Su lógica para hacerlo se basa en tres elementos. En primer lugar, Copelon argumenta que es más adecuado clasificar la violación y otras agresiones sexuales como infracción grave debido a que “a la luz de los Convenios de Ginebra, los crímenes de guerra más graves son denominados ‘infracciones graves’”. En segundo lugar, para probar que se ha cometido una infracción grave no es necesario demostrar que la conducta fue sistemática o que se llevó a cabo a escala masiva; “un acto de violación es castigable”, así como un acto de asesinato o tortura lo sería. Por último, a los crímenes clasificados como “Infracciones graves” se les confiere jurisdicción universal, lo cual quiere decir que pueden ser juzgados ante un tribunal internacional147. Por lo tanto, Copelon y otros urgen a la Fiscalía a procesar la violación y otros

142 Sellers y Okuizumi, “Intentional Prosecution”, 62. La Sala de Juicios determinó que los elementos de tortura en un confl icto armado exigen que la tortura: (i) implique causar, por acto u omisión, dolor o sufrimiento severo, ya sea físico o mental; adicionalmente, (ii) dicho acto u omisión debe ser intencional; (iii) su objetivo debe ser obtener información o una confesión, o bien castigar, intimidar, humillar o coaccionar a la víctima o a terceros, o discriminar por cualquier motivo a la víctima o a terceros; (iv) debe estar relacionada con un conflicto armado; (v) por lo menos una de las personas involucradas en el proceso de tortura debe ser un funcionario público o por lo menos debe ocupar un cargo que no sea de carácter privado; por ejemplo, un organismo de facto de un Estado u otra entidad que ejerza autoridad (Fiscal v. Furundzija, Sentencia, Caso Nº IT-95-17/I-PT, ¶ 162 [ICTY 10 de diciembre de 1998]; en adelante Acusación Furundzija). Ver también Fiscal v. Tadic, Informe previo al juicio, Caso Nº IT-94-I-T (ICTY 10 de abril de 1995). Para probar infracción grave, el Fiscal debe demostrar (i) que el acto se llevó a cabo en el marco de “conflicto armado de carácter internacional” y (2) que la víctima era una persona “considerada como ‘protegida’, en particular civiles en manos de una de las partes del conflicto en el cual ellos no son ciudadanos” (Opinión de Tadik, ¶ 559). 143 Fallo Caso Furundzija, ¶¶ 264-75. El hombre acusado de agredir a la mujer víctima en este caso fue inculpado con los cargos de “frotar su cuchillo por la parte interna del muslo de [la víctima] y de amenazarla con cortar sus partes íntimas si no decía la verdad al responder durante el interrogatorio” (¶ 264). Posteriormente, la mujer fue violada vaginal, anal y oralmente por el mismo hombre en medio del interrogatorio, mientras Furundzija miraba y la interrogaba, así como a otras presas (¶¶ 266-67). 144 Fallo Celebici, ¶ 495.

145 Fallo Celebici, ¶ 941. 146 Fallo Furundzija, ¶¶ 267-87 (se omitió pie de página) 147 Ver Rhonda Copelon, “Surfacing Gender: Re-Engraving Crimes against Women in Humanitarian Law”, Hastings Women’s Law Journal 5 (1994): 243, 253-54, n. 46 (que describe la comunicación entre Copelon y el fiscal principal del ICTY) y 248-57 (argumentos en pro de juzgar la violación como una Infracción Grave a la luz del Artículo 2(b) del Estatuto del Tribunal [tortura]; ver también 249, 250. Ver también, por ejemplo, Chesterman, “Never Again”, 327; Copelon, “Surfacing Gender”, 248-57; Madeline Morris, “By Force of Arms: Rape, War, and Military Culture”, Duke Law Journal 45 (1996): 651 n. 108; Amy E. Ray, “The Shame of It: GenderBased Terrorism in the Former Yugoslavia and the Failure of International Human Rights Law to Comprehend the Injuries”, American University Law Review 29 (1997): 793, 818.

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crímenes sexuales como formas de tortura, con el objeto de eliminar toda ambigüedad en cuanto a la gravedad de la agresión148. El Fiscal y la Sala de Juicios adoptaron esta estrategia no como un tema de enmienda del Estatuto, sino como un elemento de interpretación: hoy en día, la Sala de Juicios, en su interpretación de las disposiciones sobre infracción grave contenidas en el Artículo 2(b) relativas específicamente a tortura, incluye la violación de mujeres en el Valle del Río Lasva y en Celebici.

Todas estas formulaciones son claramente preferibles al manejo de la violación como un botín de guerra, como un delito de pasión o lujuria, o como un delito contra el honor, el pudor o la dignidad, que le dio el Derecho Internacional Humanitario en el pasado153. Si bien es cierto que el sexo y otras formas de violencia sexual se practicaron sistemáticamente en la Antigua Yugoslavia como parte de una campaña de persecución de carácter étnico y religioso154, también se realizaron como parte de una campaña sistemática de persecución por razones de género. El Derecho Internacional Humanitario ha empezado a reconocer la trascendencia de la persecución por razones de género en la medida en que la violación ha sido tratada como una forma de discriminación sexual en el contexto de los juicios por tortura. La construcción de la violación como tortura, por parte de la Sala de Juicios del ICTY, constituye un paso enorme que va más allá de la visión según la cual “la tortura y otras agresiones sexuales se han definido con frecuencia como ‘privadas’, excluyendo, así, la posibilidad de que estos delitos sean castigados a la luz del derecho nacional o internacional155.

De hecho, lo que ha ideado el Fiscal del ICTY es una estrategia para evaluar en cada caso el papel que juega la violencia en el contexto de las violaciones del Derecho Internacional Humanitario, en la medida en que “horroriza la conciencia de la humanidad a tal punto que produce un efecto internacional”149. En lugar de fundamentar sus argumentos en leyes especiales que aíslan la violación y/o la agresión sexual como un tipo privilegiado de lesión, el Fiscal y los jueces del Tribunal decidieron adaptar la construcción de estos crímenes a los efectos de la violencia sexual en la destrucción mental de la persona o las personas. Cuando la violencia sexual tiene lugar a escala masiva o es objeto de políticas orquestadas, es debidamente juzgada como crimen de lesa humanidad, lo cual exige que las acciones del acusado hagan parte de un ataque generalizado y sistemático contra la población civil150. Cuando opera como parte de una campaña para destruir a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, debe ser enjuiciado como genocidio151. Sin embargo, como observa la Juez del ICTY, Elizabeth Odio Benito, “sería difícil recopilar suficiente evidencia para llevar a juicio a personas individualmente responsables de (…) crímenes de lesa humanidad o genocidio”152. Es así como el Tribunal puede y debe invocar las disposiciones del Estatuto relativas a infracciones graves y violaciones de las leyes y costumbres de guerra en casos que involucran también violencia sexual.

La misma interpretación debe plantearse con respecto al significado de los Crímenes de Lesa Humanidad: “En Bosnia, las mujeres víctimas y sobrevivientes están siendo sometidas a crímenes de lesa humanidad tanto por razones de etnia y religión, como de género. Es crucial reconocer ambos y admitir que la intersección entre violencia étnica y de género tiene características propias”156. Por consiguiente, la persecución por razones de género debe reconocerse como una clase particular de crímenes de lesa humanidad. No obstante, es importante aclarar que hacerlo es una estrategia interpretativa muy diferente a centrarse en el papel del sexo en la guerra. El ICTY trató por primera vez la violencia sexual como una infracción seria, con frecuencia grave, del Derecho Internacional Humanitario, evitando al mismo tiempo cometer el error de tipificar esencialmente la conducta sexual como un tipo especial de lesión que merece

148 Ver también, por ejemplo, Chesterman, “Never Again”, 327; Copelon, “Surfacing Gender”, 248-57; Madeline Morris, “By Force of Arms: Rape, War, and Military Culture”, Duke Law Journal 45 (1996): 651 n. 108; Amy E. Ray, “The Shame of It: Gender-Based Terrorism in the Former Yugoslavia and the Failure of International Human Rights Law to Comprehend the Injuries”, American University Law Review 29 (1997): 793, 818. 149 Goldstone, “The United Nations’ War Crimes Tribunals”, 228. 150 Ver Tadic Opinion, ¶626; Sellers y Okuizumi, “Internacional Prosecution”, 57 n. 47; Elizabeth Odio Benito, “Rape and Other Sexual Assaults as War Crimes Prohibited by internacional Humanitarian Law”, marzo 8 de 1998, 22 (manuscrito sin publicar, en los archivos del autor). 151 Ver Acusación Inicial Kovacevic, ¶¶ 9-16; Estatuto del Tribunal, art. 4,37. 152 Benito, “Rape”, 12

153 Ver el Convenio de Ginebra, art. 27, 61 UST, 3516 (que declara que las mujeres “deberán ser especialmente protegidas contra cualquier tipo de ataque a su honor, en particular contra la violación, la prostitución forzada y cualquier forma de agresión indecente”); Copelon, “Surfacing Gender”, 249. 154 Ver Further Promotion and Encouragement of Human Rights and Fundamental Freedoms, Including the Question of the Programme and Methods of Work of the Commission, Comisión de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, 50ª Sesión, Item de Agenda 11(a), ¶ 268, ONU Doc. E/CN.4/1995/42 (1994). 155 Fallo Celebici, ¶ 471. 156 Copelon, “Surfacing Gender”, 261

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ser “protegida, rodeada, sujeta a”157 una respuesta legal especial. Las Reglas de Procedimiento y Evidencia del Tribunal reflejan sensibilidad hacia las particularidades de la violencia sexual fundamentada en la verificación del testimonio de las víctimas sobre la agresión sexual, a la evidencia de conducta sexual anterior y a la complejidad de la noción de consentimiento158. De hecho, la Sala de Juicios basó la condena en el caso Celebici en el testimonio no corroborado de la víctima de violación. Por lo tanto, si bien es probable que este Tribunal reconozca que en los casos de violencia sexual el sexo fue usado como arma de guerra, evita al mismo tiempo muchas de las preocupaciones de Foucault con respecto a las formas como el sexo está inscrito legalmente en el cuerpo. Al mismo tiempo, este método de enjuiciamiento es sensible a los significados particulares de la violencia sexual para aquellas personas que la han sufrido, así como para la cultura en general en la Antigua Yugoslavia.

da a la estación de policía de Prijedor por un policía serbio que ella había conocido en el trabajo. Camino a la estación de policía, él le habló en forma vulgar, usando términos étnicamente peyorativos, y le dijo que todos los musulmanes debían morir porque “no quieren ser controlados por las autoridades serbias”. Cuando la mujer llegó a la estación de policía, vio a dos hombres musulmanes que conocía, cubiertos de sangre. Fue llevada a una celda de la prisión que estaba llena de sangre y (…) fue violada de nuevo y golpeada”159. Esta evidencia apoya un hallazgo del Tribunal, según el cual Tadic sería culpable de persecución religiosa: un crimen de lesa humanidad. Esta evidencia suena parecida al relato de Abner Louima sobre la conducta y los comentarios de los oficiales de policía que lo agredieron verbal y físicamente en la noche del 19 de agosto de 1997. Recordemos que se acusa a los oficiales de haber dicho: Ustedes, niggers, tienen que aprender a respetar a los oficiales de policía”. El otro dijo: “Si grita o hace ruido, lo mato”. Luego uno de ellos me sostuvo mientras el otro me metía [el mango de madera] de la chupa por detrás. Luego la sacó y me la metió en la boca, rompiéndome los dientes, y dijo: “Esa es tu m…….a, nigger”. Más tarde, cuando llamaron a una ambulancia, el policía me dijo: “Si se atreve a decirle a alguien, los mato a usted y a su familia160.

CONCLUSIÓN Es claro que todas las culturas ‘sexualizan’ diferentes partes del cuerpo y distintos comportamientos en formas muy variadas. En cierto sentido, insto a que hagamos una sociología inversa de lo erótico. Más que estudiar la forma como los dedos de las manos o de los pies, los labios, las orejas, los penes, las vaginas o los anos son erotizados por las diferentes culturas, me preocupa la forma como las partes del cuerpo y las prácticas, una vez ‘sexualizadas’, no pueden escapar a un proceso de significación, según el cual el contacto con dichas partes del cuerpo y el poner en acto dichas prácticas fuera algo siempre y exclusivamente sexual. En ese sentido, quisiera cuestionar si lo sexual es una lente de análisis satisfactoria para entender el significado de ciertas prácticas interpersonales tales como el acoso sexual, las prácticas seminales en Melanesia, la agresión contra Abner Louima o la violencia sexual en la Antigua Yugoslavia.

Si lo que experimentó Sauda Ramic fue violencia sexual al servicio de la persecución religiosa, sin lugar a dudas lo que sufrió Abner Louima fue violencia sexual como una forma de persecución racial. En ambos casos, las víctimas sufrieron también una forma de violencia motivada por género. Esperamos que algún día el Derecho Internacional Humanitario reconozca los crímenes basados en el género en el mismo nivel que los crímenes de naturaleza racial, religiosa, étnica o política. No obstante, en cualquiera de los dos casos sería un error reducir las atrocidades sufridas por las víctimas al hecho de que eran de carácter sexual. Así mismo, cuando los observadores se oponen a las prácticas seminales ritualizadas de los sambia, porque equivalen a relaciones sexuales intergeneracionales, perdemos de vista el poder que tienen estas prácticas para enseñar a los niños importantes lecciones de género. Es crucial, en todos estos casos, mantener una visión clara de cómo se utiliza el sexo para construir hombres, masculinidad y naciones, y para destruir mujeres, hombres y pueblos.

En el caso Tadic, el Tribunal encontró que Suada Ramica, una mujer musulmana con tres o cuatro meses de embarazo, resultado de la violación por parte de un soldado serbio en un campo de prisioneros, fue “lleva157 Foucault, Politics, 202. 158 Reglas de Procedimiento del Tribunal, Regla 96 (establece reglas estrictas para la recepción de testimonios y limita la defensa de consentimiento en casos de agresión sexual); ver n. 127 anterior (se refiere al texto completo de la Regla 96). Los acusados del caso Celebici fueron condenados.

159 Opinión Tadic, ¶470 160 McAlary, “Frightful Whisperings”, 2

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Los usos del sexo KATHERINE M. FRANKE

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El sexo y la revolución: la liberación lésbico-gay y la izquierda partidaria en Brasil POR

RAFAEL DE LA DEHESA *

FECHA DE RECEPCIÓN: 29 DE OCTUBRE DE 2006 FECHA DE ACEPTACIÓN: 8 DE ABRIL DE 2007 FECHA DE MODIFICACIÓN: 30 DE OCTUBRE DE 2007

RESUMEN Este artículo emplea la teoría de campos para explicar por qué partidos de izquierda en Brasil empezaron a plantear debates sobre la liberación homosexual a finales de la década de 1970 y principios de 1980. El concepto de campo cultural permite aportar un análisis tanto cultural como institucional a los cambios en los debates en la izquierda, revelando procesos de impugnación frecuentemente ignorados en la literatura institucionalista sobre partidos. Cambios en instituciones electorales y la llegada de una nueva generación de cuadros, especialmente del movimiento estudiantil, alteraron fundamentalmente qué y quién era representable en el campo. El surgimiento de una contracultura de jóvenes también expandió el repertorio discursivo disponible a activistas y sus aliados partidarios, apoyados por debates marxistas en el nivel internacional. En últimas, esta coyuntura de fuerzas permitió a militantes partidarios impugnar significados históricamente vinculados al cuerpo, la sexualidad, la política y la vida cotidiana.

PALABRAS CLAVE Homosexualidad, partidos políticos, izquierda, movimientos sociales, Brasil.

Sex and the Revolution: Lesbian and Gay Liberation and the Partisan Left in Brazil ABSTRACT This article draws on field theory to explain why leftist parties in Brazil first broached debates on homosexual liberation in the late 1970s and early 1980s. The concept of a cultural field allows one to bring together both an institutional and a cultural analysis of changing debates in the left, casting light on processes of contestation often obscured in the institutionalist party literature. Electoral institutional changes and the emergence of a new generation of cadres, particularly from the student movement, fundamentally changed who and what were representable in the field. The emergence of a youth counterculture also expanded the discursive repertoire available to activists and their party allies, supported by debates in Marxist circles occurring internationally. This conjuncture of forces ultimately allowed party militants to contest meanings historically attached to the body, sexuality, the political, and everyday life.

KEY WORDS Homosexuality, political parties, the left, social movements, Brazil.

Sexo e a revolução: a liberação lésbico-gay e a esquerda partidária no Brasil RESUMO Este artigo emprega a teoria de campos para explicar por que os partidos de esquerda no Brasil começaram a levantar debates sobre a liberação homossexual no final da década de 1970 e início de 1980. O conceito de campo cultural permite apresentar uma análise tanto cultural como institucional para as mudanças nos debates da esquerda, revelando processos de impugnação com freqüência ignorados na literatura institucionalista sobre os partidos. Mudanças nas instituições eleitorais e a chegada de uma nova geração de quadros, particularmente do movimento estudantil, alteraram fundamentalmente o que e quem eram representáveis no campo. O surgimento de uma contracultura de jovens também expandiu o repertório discursivo disponível aos ativistas e aos seus aliados partidários, apoiados por debates marxistas no plano internacional. No final, esta conjuntura de forças permitiu aos militantes partidários impugnarem significados históricos vinculados ao corpo, à sexualidade, à política e à vida cotidiana.

PALAVRAS CHAVE Homossexualidade, partidos políticos, esquerda, movimentos sociais, Brasil.

*

B.A., Francés e Inglés, University of Texas, Austin, EE.UU.; M.A., Portuguese and Brazilian Studies, Brown University, Providence, EE.UU.; M.A., Relaciones internacionales, Johns Hopkins University, Washington DC, EE.UU.; Ph.D., Gobierno, Harvard University, Cambridge (MA), EE.UU. Actual Profesor Asistente, Departamento de Sociología, Antropología y Trabajo Social, College of Staten Island, City University of New York, New York, EE.UU. Correo electrónico: rafa5000@hotmail.com.

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había surgido en Brasil en 1978, establecieron contactos con diversos partidos de izquierda, buscando resignificar la representación de identidades lésbico-gay y los permisos y prohibiciones que implicaban. En este artículo, examino los factores que permitieron una apertura hacia el tema por parte de la izquierda partidaria brasileña. Me enfoco principalmente en los debates iniciales, desde finales de los años 70 hasta principios de los 80, aunque cito algunos momentos más recientes para resaltar tendencias más amplias.

n 1979, la recién fundada comisión cultural de la sección parisina del Comité Brasileño de Amnistía (CBA), una organización de exiliados políticos brasileños, propuso iniciar una serie de discusiones sobre las llamadas demandas de ‘minorías’, que estaban recibiendo creciente atención en la prensa alternativa, en una izquierda floreciente y en la sociedad civil brasileña. Herbert Daniel, un miembro de la comisión que había participado en la insurrección armada contra el gobierno militar y que se volvería uno de los activistas de VIH/SIDA más importantes de Brasil, propuso empezar con el tema de la homosexualidad porque “los otros temas ya tienen alguna penetración en nuestra izquierda. Ya están en discusión” (Daniel, 1979). Es más, el gobierno militar recientemente había abierto un caso contra el periódico lésbico-gay Lampião da Esquina, bajo el Decreto 1077 de la Ley de Prensa, referente a violaciones a “la moral y las buenas costumbres”. De hecho, el propio CBA se había mostrado renuente al tema, rechazando una oferta de organizar un concierto en beneficio del grupo, por parte de un dúo de cantantes brasileños populares en la ciudad, por ser homosexuales (Gabeira, 1981). Finalmente, Daniel justificó el debate asociando la liberación homosexual a preocupaciones más amplias de la izquierda: “Es necesario discutir el homosexualismo para entender los prejuicios y no discutir los prejuicios para entender el homosexualismo” (1979).

Para abordar esta apertura, empleo el concepto de ‘campo cultural’. Un campo cultural puede concebirse como una especie de topografía social que incluye a los actores relevantes que la ocupan, estructuras institucionales, creencias, expectativas, identidades, y prácticas discursivas comúnmente comprendidas aunque impugnadas. Desarrollado por Lewin (1951), es un marco metodológico que permite romper con ciertas dicotomías prevalecientes en las ciencias sociales. Por una parte, crea un puente analítico entre el binario objeto/sujeto, subrayando tanto estructuras sociales externas a los actores, delimitando sus acciones, como los esquemas de percepción de estos actores y los significados que adscriben a su entorno. Al mismo tiempo, y por ende, el concepto nos permite juntar un análisis cultural e institucional —o constructivista y estructuralista (Bourdieu, 1989)— revelando microprocesos de conflicto y negociación que la literatura estrechamente institucional sobre partidos políticos, por ejemplo, puede ignorar (Bourdieu, 1994; Armstrong, 2002; Anheier, Gerhards y Romo, 1995). Muchos de los intentos de activistas LGBT de cuestionar el estigma pueden entenderse como esfuerzos por ocupar diferentes campos culturales, resignificar identidades estigmatizadas en ellos, y así, expandir las posibilidades de representación y práctica permitidas en público sin amenaza de sanción. La izquierda partidaria enfrentada por activistas a finales de los 70 puede concebirse como un campo tal, regido por nociones comúnmente comprendidas sobre qué y quién podía y no podía ser representado. Durante la década de los 70, el campo estaba conformado mayormente por pequeñas organizaciones clandestinas y estaba marcado por la hegemonía del Partido Comunista Brasileño (PCB), aún ilegal. Aunque estos grupos estaban divididos en torno a particularidades, compartían ciertas metas y supuestos normativos, competían dentro de muchos de los mismos espacios (como sindicatos) y, por lo tanto, participaban dentro de una especie de comunidad ideológica, compartiendo un mismo lenguaje, aunque no siempre en armonía.

Los coordinadores del CBA discutieron la propuesta y la rechazaron rotundamente. Sus razones iban desde la hostilidad abierta —no debemos promover la homosexualidad, o la homosexualidad es un vicio— hasta la más diplomática: este tema sirve para dividirnos, no para unirnos. Finalmente, Daniel y otros miembros de la comisión, especialmente miembros de la sección de mujeres, organizaron el encuentro, aunque no oficialmente, a nombre del grupo. La controversia, de cierta forma, es ilustrativa del lugar de la liberación homosexual en la izquierda brasileña de la época. Normalmente incorporado bajo el rubro ‘derechos de minorías’, el tema, sin embargo, permanecía particularmente estigmatizado en el grupo: de hecho, con frecuencia alternativamente enmarcado junto al aborto, la legalización de la marihuana y el trabajo sexual, bajo la categoría ‘temas malditos’, unidos por la polémica que despertaban y una preocupación subyacente por el control del cuerpo. En los siguientes años, activistas del movimiento de liberación homosexual, que

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Al incorporar las demandas de un movimiento de liberación homosexual emergente, la izquierda partidaria estaba representando un nuevo mensaje ante una audiencia presumiblemente más receptiva. La pregunta, entonces, que puede plantearse es: ¿qué factores moldearon este nuevo mensaje y qué factores condicionaron esta audiencia?

1998; Castañeda, 1993; Keck, 1992). Los cambios en los debates sobre sexualidad, en otras palabras, deben comprenderse a través de los efectos mediadores de cambios mucho más amplios en el campo, teniendo lugar en los niveles nacional y transnacional. La discusión en este artículo parte de un proyecto de investigación comparativo más amplio que explora la relación de activistas lésbico-gay, bisexuales y transgéneros (LGBT) con la esfera pública en Brasil y México. Este proyecto envolvió casi tres años de trabajo de campo, que incluyó más de 100 entrevistas en cada país con activistas, militantes partidarios, servidores públicos, aliados y adversarios, como también investigación extensiva en archivos de activistas, partidos, y el Estado. Cabe estipular que uso la terminología ‘gay y lésbica’ y ‘homosexual’ por ser las principales identidades políticas empleadas por activistas y militantes partidarios en la época discutida en este artículo.

Analizar toda la gama de estas organizaciones sobrepasa el alcance de este ensayo. Más bien, me enfoco en algunos partidos, por su importancia para el movimiento de liberación homosexual, en particular, o la izquierda, en general. Específicamente, la organización que abrió estos debates y los llevó más lejos en la época fue la Convergencia Socialista (CS), de orientación trotskista, que no sólo incorporó una estipulación contra discriminación por orientación sexual en su programa sino que también estableció una Facción Gay, que cumplió un papel importante, aunque controversial, en la historia inicial del movimiento. También aludo al PCB como punto de comparación, donde corrientes marxistas más ortodoxas en gran medida bloquearon debates sobre la sexualidad. Finalmente, discuto los debates iniciales en el Partido de los Trabajadores (PT), fundado en 1980, que aglomeró a varias organizaciones de izquierda, incluso la CS, y diversos sectores de la sociedad civil, allanando el camino para el desarrollo de un partido de masas de izquierda. En su Primera Convención Nacional, el 27 de septiembre de 1981, el líder partidario Luís Inácio ‘Lula’ da Silva declaró: “No aceptamos que, en nuestro partido, el homosexualismo sea tratado como enfermedad, mucho menos como un caso para policía. Defendemos el respeto que estas personas merecen, invitándolas al esfuerzo mayor de construir una nueva sociedad” (Partido dos Trabalhadores, 1998, p. 111). El año siguiente, el partido incluyó un artículo contra la discriminación por orientación sexual, en su primera plataforma nacional, y las primeras tentativas de organizar un núcleo lésbico-gay empezaron poco después de su fundación.

ESTIGMA, INSTITUCIÓN Y AUDIENCIA Cuando activistas brasileños empezaron a acercarse a la izquierda, enfrentaron numerosos argumentos para bloquear sus esfuerzos. Muchos reiteraban prejuicios presentes en la sociedad más amplia —que la homosexualidad era una enfermedad, un vicio, etc.— pero otros se enmarcaban en discursos específicos de gran parte de la izquierda de la época. El estigma homosexual, por ejemplo, muchas veces se leía a través de un lente marxista que lo calificaba como un producto de la decadencia capitalista y una sexualidad burguesa. En su primera entrevista para tocar el tema, por ejemplo, el propio Lula confesó no conocer homosexuales de la clase obrera. (Lampião da Esquina, 1979, pp. 9-11). Similarmente, Giacondo Dias, secretario general histórico del PCB, reiteró: “Viví [en la Unión Soviética] y nunca los vi. En Cuba hay una campaña en su contra. Cuando la cuestión del homosexualismo sea un hecho social en Brasil, tendremos que enfrentarla” (Isto É, 1982, pp. 26-27). Un militante del Movimiento Revolucionario Ocho de Octubre, antigua guerrilla entonces ligada al partido oficial de oposición, llevó el argumento más lejos, sugiriendo que el egocentrismo de los homosexuales les dificultaba adaptarse al trabajo colectivo, evidenciado en el reciente éxodo de miles de homosexuales cubanos en el Mariel, y que el socialismo corregiría estas tendencias (Okita, 1980). Implícita en muchas de estas representaciones estaba la noción de lo extranjero: homólogo a representaciones conservadoras de la homosexualidad como ajeno a ‘tradiciones nacionales’, aunque visto a través de un nacionalismo de izquier-

Este ensayo, entonces, vincula los primeros contactos de activistas con la sociedad política y la trayectoria de debates sobre sexualidad en la izquierda con el desarrollo de lo que algunos han llamado una ‘tercera generación’ de la izquierda latinoamericana (López Castellanos, 2001). Con el ocaso de los partidos comunistas de principios del siglo XX y de las guerrillas de los 60 y 70 en gran parte de la región, esta nueva generación —conformada por partidos de masas que mantenían un pie en la arena parlamentaria y el otro en la sociedad civil— ha tenido que enfrentar tanto la crisis del marxismo como modelos estadistas de desarrollo y la ascendencia regional de políticas económicas neoliberales a finales de siglo (Ellner, 1993; Roberts,

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da que resaltaba el carácter culturalmente colonizado de una burguesía nacional desviada.

En resumen, la izquierda partidaria en los años 70 presentaba un terreno hostil para los activistas que plantearon los primeros debates sobre liberación homosexual. No sólo gran parte de la izquierda compartía nociones estigmatizadoras presentes en la sociedad, sino que también existían preceptos ideológicos fuertes que excluían la legitimidad de cuestionar esta resistencia políticamente. El campo, sin embargo, estaba viviendo cambios considerables. Un factor crucial que contribuía a ellos era una reestructuración importante en las instituciones electorales. En 1979, en una tentativa de dividir a la oposición, el gobierno militar reemplazó el sistema bipartidario que había instalado en 1965 por un sistema multipartidario. Para la liberación homosexual, este cambio tuvo dos impactos significativos en la izquierda partidaria.

Más allá de una cuestión de representación política en lo abstracto, estas construcciones de sexualidad se inscribían en los cuerpos de los cuadros revolucionarios, disciplinando los límites de lo masculino y lo femenino en el nivel de la vida cotidiana. Después de regresar del exilio, por ejemplo, Herbert Daniel recordó sus experiencias en la guerrilla como sigue: Ni puedo decir que fui homosexual cuando era guerrillero. Eché mano de mis sentimientos más íntimos para no perturbar la “gran revolución social”. El homosexualismo, la menstruación, la locura, en vacilación: todos eran problemas que no podían estorbar la buena marcha de la lucha. Estaban todos en el capítulo “limitaciones para el guerrillero”. Como todo problema, la solución era no tenerlos. Por eso pasé siete años en completa abstinencia sexual. La guerrilla me llevó a la castidad absoluta. Gozaba de un cuerpo completamente abstracto, que era un cuerpo de santo y de guerrillero (1983).

Primero, permitió la entrada de nuevos actores, definiéndose en contraposición al PCB y actuando como agentes de cambio cultural en el campo. En la época, los partidos tradicionales de izquierda —no sólo el PCB sino el Partido Comunista de Brasil (PC do B), pro-albano— habían forjado alianzas tácticas con el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el único partido de oposición oficialmente autorizado, como parte de una estrategia amplia de ‘frente democrático’. La implementación práctica de esta estrategia implicaba una subordinación de acciones autónomas de la izquierda a una oposición democrática más amplia organizada en torno al MDB y al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), su sucesor bajo el sistema multipartidario. Por lo tanto, mientras el PCB apoyaba un sistema multipartidario en principio, exhortó en contra de organizar partidos autónomos de oposición demasiado temprano, bajo el argumento de que sería divisivo y podría provocar un contragolpe militar (Santana, 2001; Bueno de Azevedo, 1995).

Al mismo tiempo, esta disciplina del cuerpo era invisible como cuestión política en la izquierda de la época, y la resignificación del cuerpo y de la vida cotidiana como terrenos eminentemente políticos sería crucial para su transformación. Finalmente, más allá de estos rechazos explícitamente homofóbicos, el privilegio ideológico acordado a la cuestión de clase como el principal clivaje social que impulsaba la historia y al proletariado como el actor histórico clave también se avanzaban como razones para no encarar el tema. Para algunos, esto implicaba que la represión de homosexuales desaparecería con el fin de la lucha de clases; para otros, que la homosexualidad en sí lo haría. En este sentido, la sexualidad se incorporaba junto a otros temas defendidos por feministas, activistas afrobrasileños, y otros movimientos identitarios en la categoría de cultura, o la superestructura. Acrecentando este rechazo estaba la percepción generalizada de que este tipo de movimiento estaba conformado en gran parte por la clase media y que canalizar recursos y energía en esta dirección resultaría una distracción e incluso un impedimento para la movilización de la clase obrera. Para muchos, estas llamadas ‘luchas específicas’ sólo debilitarían las fuerzas de la ‘lucha general’ (de clase): una posición que efectivamente descartaba el tema de la arena de acción política legítima. En este sentido, la apertura a la cuestión implicó una resignificación de lo político y lo que la izquierda en sí representaba, desplazando su identificación singular con la cuestión de clase.

Esta estrategia, en realidad, llevaría al desmoronamiento del propio partido, mientras su hegemonía en la izquierda se desplazaba gradualmente a sectores ligados a sindicalistas independientes organizados en la Zona Industrial ABC de São Paulo, liderados por Lula, y su proyecto de construir un partido de trabajadores. Entre los sectores ligados a este proyecto estaban varios grupos trotskistas, incluida la CS, creada en 1978 precisamente con la idea de erigir un partido de izquierda de masas. La CS, de nuevo, se destacaría entre los diversos grupos en el campo por su participación en el movimiento de liberación homosexual en São Paulo. Con la fundación del PT en 1980, entró como corriente organizada, aunque en la práctica, manteniendo bastante autonomía. La CS y el PT representaron prácticamente la extensión de la apertura de la izquierda partidaria en la época.

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Segundo, las nuevas oportunidades electorales de la izquierda cambiaron los cálculos de audiencia de muchos militantes —o sea, como construían lo que representaban ante diversas audiencias, variablemente definidas e institucionalizadas—, lo que llevó en cierta medida a erosionar la posición del obrero. Con más actores compitiendo en el campo —aunque inicialmente menos por electores que por cuadros potenciales—, también cambiaron las oportunidades para el ingreso de activistas. En cuanto la hegemonía en el campo pasó al PT, un partido de masas en una trayectoria crecientemente electoralista, la izquierda reformuló su identidad manteniendo un pie en la arena electoral y otro en la sociedad civil. A largo plazo, muchos actores partidarios desplazaron gradualmente sus cálculos de audiencia del obrero al elector, con la sociedad civil cayendo en algún lugar en el medio.

la cultura, el cuerpo, el género y la vida cotidiana. Segundo, la entrada de una nueva generación de cuadros, particularmente desde el movimiento estudiantil, alteró la composición del campo y, por tanto, las expectativas en torno a quién y qué era representable. En resumen, tanto los actores en el campo como el lenguaje que hablaban estaban cambiando. El final de los años 70 en Brasil se vino a conocer como el desbunde, una era de liberación cultural que coincidía con la apertura política anunciada por el régimen militar. A través de nuevas prácticas culturales, la juventud buscaba reconstruir los mitos de nación de la era populista y crear un nuevo lenguaje para su época. Parte de este lenguaje fue una celebración de libertad sexual. Cantantes populares como Caetano Veloso, Gilberto Gil, Maria Betânia y otros artistas y escritores del Movimiento Tropicalista empujaban los límites de roles de género prescritos mientras impugnaban construcciones oficiales de nacionalidad. Con performances que quebraban las fronteras de género en su lírica y presencia en el palco, artistas como el grupo de cabaret Dzi Croquetes y la estrella de rock Ney Matrogrosso, que se asumió públicamente como homosexual, contribuyeron a la visibilidad en el país de identidades sexuales que rompían con la heteronormatividad (Silvério Trevisan, 2000).

SIEMPRE JOVEN: RESIGNIFICACIÓN DE LA REVOLUCIÓN Si estos cambios en las instituciones electorales reconfiguraron el campo, estas transformaciones también fueron fomentadas por procesos culturales más amplios. Como en muchos países en los 60 y 70, los jóvenes brasileños empezaron a exigir un cambio; una transformación generacional de creencias y valores empezó a enraizarse en la sociedad, especialmente en la juventud de clase media. Este cambio generacional finalmente encontró expresión en la izquierda partidaria, abriendo camino a la liberación homosexual. Dos manifestaciones relacionadas podrían destacarse. Primero, el país vio surgir una contracultura de jóvenes participando en flujos culturales transnacionales, que empezó a cuestionar, por una parte, construcciones de nación de la era populista a través de reinvenciones culturalmente híbridas y, por otra, ideas dominantes en la izquierda sobre el significado de lo ‘político’. Segundo, los jóvenes también estuvieron al frente de un ciclo de protestas que abarcaba el movimiento estudiantil y varios movimientos identitarios, incluido el de liberación homosexual (Tarrow, 1994). Aunque las dos expresiones eran distintas y aunque muchos en la izquierda, e incluso en el movimiento estudiantil, descalificaban la contracultura y los movimientos identitarios como expresiones de una clase media enajenada, las preocupaciones originadas por éstos ultimadamente penetraron la izquierda también.

Indudablemente, una expresión importante de esta transformación más amplia fue la creciente visibilidad de una subcultura lésbico-gay politizada en grandes centros urbanos. El antropólogo y escritor argentino Nestor Perlongher (1987) describió así los cambios que vio en São Paulo durante su exilio: Ahí ya aparece claramente el gay como personaje. Esto sucede alrededor de 1974… Esto fue antes de que apareciera el movimiento gay propiamente dicho. En verdad, estaba todo mezclado, el movimiento era contestatario, y el gay agarraba aventón. Había un local particular de reunión de esa gente, gay-contestataria, que era la Calle Nestor Pestana. Ya existía independientemente, como otro foco, el Largo do Arouche, también empezando a ser gay…

Durante toda la época, se mantiene una diferencia de clase muy clara; todos esos locales: Nestor Pestana, Largo do Arouche, eran disfrutados por gente de clase media… Lo importante era que en la época, quien daba las directivas en el mundo gay de clase media era la vanguardia teatral, más intelectualizada. Ellos acababan imponiendo el padrón gay/gay. Ya en el inicio de los 70 empieza a debilitarse ese padrón bicha/bofe ante la ideología que

Con respecto a debates sobre la liberación homosexual en la izquierda, este cambio generacional expandió las oportunidades de penetrar el campo de dos maneras. Primero, creó un nuevo lenguaje político que cuestionó los significados históricamente vinculados a la política,

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empezaban a propagar los teatrólogos. En los años 60, la bicha era la mujer, y el bofe era el hombre. Luego, en los años 70, ese esquema viene a ser cuestionado.

En una entrevista en 1979, el ex guerrillero e intelectual de izquierda Fernando Gabeira situó la contribución del movimiento de liberación homosexual a la izquierda de una manera bastante similar:

Perlongher resalta así una compleja interdependencia, en proceso de transformación, entre el espacio público, la identidad sexual, la política sexual, el mercado y la clase social. El espacio, sugiere, es un producto tanto geográfico como cultural, usado —o consumido— selectivamente por comunidades específicas, marcadas por clase, en un proceso que también las transforma, reconstituyendo comprensiones del Yo y la sexualidad, y estableciendo las bases para una política explícitamente contestataria.

Si una persona está pensando en su felicidad sexual, no puede esperar 70 años para tener un orgasmo cuando la izquierda haga la revolución… El homosexual coloca la cuestión de la felicidad aquí y ahora, ¿entiendes? [...] Como no formuló una política sexual, [la izquierda] terminó adoptando la política sexual burguesa. En este sentido es que creo que existe una gran importancia en los movimientos de mujeres y de homosexuales, en el sentido de traer a la escena una política sexual de izquierda, pues ellos, en su desdoblamiento, según entiendo, ya serían esa política. (Rodrigues et al., 1979)

Reflejando estos procesos culturales más amplios, son estas identidades reconfiguradas las que finalmente llegan al campo de la izquierda partidaria, de afuera hacia adentro. Cabe notar que la literatura sobre partidos políticos normalmente ignora esta dimensión de la política sexual, que refleja no sólo microprocesos de impugnación y cambio cotidianos muchas veces invisibilizados, sino también la manera en que ciertas inscripciones de sexualidades se incorporan selectivamente a la arena de la política formal. Vale la pena resaltar este punto, dada la extensiva literatura sobre sexualidades en Brasil que remarca la aparición reciente de identidades lésbico-gay y sus límites cotidianos, especialmente cruzando líneas de región y de clase (Parker, 1986, 1999; Perlongher, 1987; Green, 1999).

De hecho, a pesar del rechazo de muchos en la izquierda, las exhortaciones a una nueva noción de política no cayeron enteramente en saco roto, encontrando alguna resonancia ahí también. El propio Gabeira, por ejemplo, que había conquistado bastante renombre por su participación en el secuestro del embajador americano Charles Elbrick en 1968, regresó del exilio a captar la atención de jóvenes de la izquierda una vez más, levantando cejas al usar una tanga de ganchillos notoria en la playa, que algunos vieron como menos que masculino, y suscitando debates dentro del sector sobre género y sexualidad. En la época, Gabeira situó este diálogo como una síntesis entre la izquierda marxista institucional y la contracultura de jóvenes:

En realidad, la izquierda partidaria y hasta sus simpatizantes estudiantiles muchas veces respondían a estos procesos culturales con hostilidad, pues se apartaban de ideas predominantes en el campo sobre el contenido y las metas de la política. En un incidente notorio en el Tercer Festival Internacional de Canto en São Paulo en 1968, por ejemplo, estudiantes de izquierda abuchearon a Caetano Veloso cantando “Es Prohibido Prohibir”, provocando su reto al público desde el palco: “¿Ustedes son los que quieren una revolución? ¡No entienden nada!”. La crítica literaria Heloisa Buarque de Holanda (1980) atribuye el desafío del Movimiento Tropicalista a la izquierda marxista (también reflejado en otras expresiones de la contracultura juvenil), en parte, a su escepticismo hacia el enfoque marxista en la conquista del Estado y, en parte, a su énfasis en una política de la vida cotidiana, en vez de un cambio estructural a largo plazo: “El Tropicalismo comienza a sugerir una preocupación con el aquí y ahora, comienza a pensar la necesidad de revolucionar el cuerpo y el comportamiento, rompiendo con el tono serio y la falta de flexibilidad de la práctica política vigente”.

Mi reflexión, desde mi punto de vista individual, es que la transformación que ha habido desde la generación del 68 hasta ahora fue una división en términos de perspectiva de dos grupos básicos. De un lado, el grupo que salió hacia la guerrilla urbana, que ponía cualquier posibilidad de liberación en el contexto de transformaciones sociales. No había ninguna liberación individual que no dependiera de una transformación previa de la sociedad. Por otro lado, otra corriente, que fue el movimiento hippie y un sector de la clase media, buscando liberación individual, ignorando todas las transformaciones sociales, es decir, ubicando la cuestión de liberación más como una conquista personal que como un proyecto de transformar la sociedad en un momento dado… Pienso que ahora, en la década de los 80, existe una posibilidad de establecer una síntesis entre las dos visiones. (Ortiz, 1980, p. 11)

A pesar de la resistencia de muchos, el desbunde había preparado la escena para tal síntesis, si bien limitada. Para

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algunos militantes, ‘apertura’ llegó a significar un cuestionamiento de la autoridad en todas sus expresiones, incluidas las sexuales. En su candidatura infructuosa a la Cámara municipal de São Paulo en 1982, por ejemplo, la socióloga Caterina Koltai (PT) exhortó a los ciudadanos a cuestionar todo tipo de autoridad, incluidos los roles sexuales prescritos, en un panfleto provocadoramente intitulado “DESOBEDEZCA”. Cuando la controversia despertada por el panfleto provocó su censura por parte de las autoridades electorales, Koltai respondió:

discusiones sobre sexualidad y género en las oficinas estatales del PT, como una serie de debates sobre los ‘temas malditos’ en 1983, de nuevo organizada por Herbert Daniel. Un participante del grupo, elegido diputado del estado en 1982, recuerda las razones que lo llevaron a posicionar la política sexual como un foco central de su campaña: Fue por varias razones. Primero, vine con esas nuevas ideas de los últimos años, que me removieron un poco la manera de pensar. El hecho de estar viviendo en Francia [...] Fui influenciado y traje ideas que en la época eran novedad, porque los partidos políticos no discutían eso. No eran consideradas un tema político. Hoy, claro, esos temas ya están politizados pero en la época no lo estaban. Entonces, fue una campaña que causó una sorpresa muy grande y tuvo un cierto impacto… Esa campaña, en verdad, fue una relación entre temas alternativos ligados a temas más institucionales, a los temas de política económica, etc. […] Correspondía también una cierta influencia de Foucault, de discutir el micropoder: la cuestión de relaciones de poder en la sociedad, no en el Estado, sino en las relaciones sociales… Y tercero, uno de los coordinadores de mi campaña también era Herbert Daniel, que era un intelectual, escribió libros, y tenía una reflexión sobre la homosexualidad. (Vieira, 2001)

La prohibición de DESOBEDEZCA, por lo tanto, sirve para ilustrar el tenor de mi programa. Creo que el poder que nos oprime en la sociedad no es sólo aquel que es visible, el Ejercito, la Policía, el patronato, los Ministerios cerrados a nosotros, sino también instancias menos visibles, aunque no por eso menos poderosas, instancias morales y culturales. (Koltai, 1982)

Antes y más allá de cualquier consideración estratégica, en otras palabras, la incorporación de este tipo de tema por la izquierda envolvió una reinscripción del significado de lo ‘político’ y de los límites de la representación legítima.

MOVILIZACIÓN POR EL CAMBIO De nuevo, aunque muchos en la izquierda rechazaron la contracultura como reflejo de una juventud culturalmente colonizada y una distracción del proyecto central de transformación estructural, la importancia creciente de una nueva generación de cuadros creó espacios donde algunos de sus cuestionamientos resonaban. Hasta ahora, mi discusión se ha enfocado en transformaciones contextuales que estaban tanto alterando la composición y los cálculos de audiencia como expandiendo el repertorio discursivo disponible en el campo de la izquierda partidaria. Aquí, considero los actores específicos que impulsaron estos debates, resaltando el papel de antiguos exiliados políticos y de nuevos cuadros procedentes de un ciclo de protesta social encabezada por jóvenes.

Esta experiencia de exilio —entre otros vínculos—, por supuesto, sitúa a la izquierda partidaria en Brasil en un campo más amplio de debate y organización marxista transnacional. Si la arena transnacional tal vez ofrecía estrategias discursivas nuevas, no obstante, sus ventajas ultimadamente dependían de la fuerza y posición de actores en el nivel nacional que buscaban el cambio. En el PCB, por ejemplo, una facción simpatizante del eurocomunismo empezó a impulsar debates sobre cultura y género en el partido. Su posición en el PCB, sin embargo, era relativamente débil, sin un apoyo significativo entre el liderazgo y, sin duda, obstaculizada por la existencia informal del partido hasta 1985 y la aparición del PT mientras tanto como una alternativa electoral. Dado este contexto desfavorable, el tema de la homosexualidad en particular parecía sobrepasar los límites del cambio. En 1984, la revista Isto É reportó la derrota después de debates acalorados de una moción presentada en el congreso estatal del partido en São Paulo demandando más atención a los temas de sexualidad, comportamiento y moral. El artículo también remarcó la influencia del eurocomunismo en ciertos sectores del partido —particularmente su impacto en el sector de jóvenes y sus expresiones en el suplemento juvenil del periódico partidario— pero estipuló que

Se ha resaltado el papel importante de exiliados que regresaron a Brasil después de la ley de amnistía de 1979, en movimientos sociales (Alvarez 1990; Green 1994). Quizás no sorprenda, por lo tanto, que cumplieron un papel parecido ocupándose de temas asociados a la llamada “nueva izquierda” en la izquierda partidaria también. En Rio de Janeiro, por ejemplo, un pequeño grupo de antiguos exiliados políticos —varios de los cuales fundarían el Partido Verde en Brasil en 1985— empezó a sostener

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con respecto al tema de la homosexualidad, incluso los reformadores tenían una posición gradualista.

En otras palabras, cuando la atención del partido viró hacia el enfoque histórico de la izquierda, también cambiaron sus cálculos de audiencia y el lugar de la liberación homosexual.

Como sugiere este ejemplo, por lo tanto, existía un cierto paralelo entre los procesos de resignificación cultural e hibridización que tenían lugar en el Tropicalismo y otras expresiones contraculturales y el papel de cuadros jóvenes que empleaban corrientes transnacionales para intentar renovar debates en la izquierda. En un diálogo intergeneracional entre antiguos exiliados y jóvenes en 1982, una joven discutió la resonancia de las ideas que éstos trajeron como sigue: “Cuando Gabeira llegó, trajo un discurso nuevo. Pero él fue importante porque esas cosas ya estaban aquí, en la cabeza de la gente. Él fue una gran fuerza para nosotros justamente por haber venido de otra generación y al mismo tiempo por conseguir estar tan cerca de lo que las personas estaban sintiendo y pensando” (Calirman, Bastos, Lipiani, Azevedo, Chor y Soriana, 1982).

Además del movimiento estudiantil, este cambio generacional encontró expresión en varios movimientos sociales identitarios, incluido el de liberación homosexual, que también se convirtieron en una fuente de nuevos cuadros. Más allá del apoyo a demandas específicas, el significado más amplio de su entrada al campo fue la presencia de varios actores colectivos presionando en conjunto por una nueva lógica de representación sectorial para grupos identitarios. Esta lógica, basada en la noción de doble militancia y, en cierto sentido, extendiendo la aproximación histórica de la izquierda a sindicatos, buscaba establecer vínculos institucionales entre la izquierda partidaria y sectores emergentes de la sociedad civil. Aunque la liberación homosexual no llegó a ser una prioridad para estos partidos en la época, limitada no sólo por las barreras de estigma sino también por la ausencia de una base de apoyo de masas visible, los activistas pudieron aprovecharse de esta transformación más amplia para empujar los límites de la representación legítima y el significado de ‘lo político’.

No es coincidencia, por supuesto, que el grupo que abrió los primeros debates sobre la homosexualidad y los llevó más lejos surgiera de las universidades. En 1982, la CS atribuyó casi todo su crecimiento y 90% de sus cuadros existentes al movimiento estudiantil de los 70 (CS, 1982). Y, notablemente, la decisión del liderazgo ese año de cambiar su enfoque de estudiantes a obreros también marcó el final de su participación activa en el movimiento de liberación homosexual, como un líder del partido recuerda:

En 1979, activistas lésbico-gay en la CS establecieron una Facción Gay con la doble agenda de concientizar al partido sobre la liberación gay e impulsar una agenda socialista en el movimiento. Sus dobles militantes en Somos, el principal grupo lésbico-gay en São Paulo, promovieron el primer mitin público lésbico-gay en el país el 20 de noviembre de ese año, parte de una concentración más amplia para marcar el Día Nacional de Zumbi organizada por el Movimiento Negro Unificado, donde el partido también tenía una fuerte presencia. En 1980 promovieron la participación de activistas junto a obreros en una manifestación el 1 de mayo en el Distrito Industrial ABC de São Paulo; y de nuevo, el año siguiente, bajo la consigna “Homosexuales Construyendo el PT” (Green, 2000). De hecho, la actuación de dobles militantes y su promoción de vínculos con la izquierda despertaron tensiones en torno a la cuestión de autonomía que terminaron fracturando a Somos y al movimiento en São Paulo. Después de que el CS entró al PT como corriente organizada, miembros de la facción participaron en los primeros esfuerzos efímeros de organizar un núcleo homosexual en ese partido también.

Cuando fundamos la Convergencia, nuestro peso más importante era en el movimiento estudiantil. Era donde teníamos más militantes. Entonces, evidentemente, la facilidad incluso con que esa propuesta fue asimilada tenía que ver con el gran peso de la clase media y el movimiento estudiantil que tenía una facilidad: era más abierta a la discusión de esos temas que los movimientos sindicales o cosas por el estilo […] Hasta el comienzo de la década de los 80 —82, 83— actuamos con mucha fuerza en el movimiento estudiantil. Y después dimos un giro hacia los sindicatos, porque era donde, en nuestra evaluación, se estaba desarrollando un proceso de recomposición, de reorganización del movimiento obrero brasileño. Y que era necesario entrar para que nuestro partido pudiera participar en ese proceso. El sector estratégico para la construcción de nuestro partido es la clase obrera, por la concepción que tenemos de transformación socialista de nuestro país por una revolución. Entonces el giro de fuerzas políticas que dio nuestro partido hacia el sector obrero y el sector sindical tiene que ver con esa concepción general nuestra. (De Almeida, 2001)

En el Partido de los Trabajadores —proyectando esta discusión a debates más recientes— cabe mencionar que, si bien ha habido una mayor apertura a los derechos sexua-

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les y mayor institucionalización de la presencia de dobles militantes, estos logros han sido circunscritos en algunos sentidos por su giro electoral. Por una parte, después de varios intentos infructuosos en los años 80, un núcleo LGBT duradero se consolidó en São Paulo en 1992. En 2001, el partido dio otro paso, creando un sectorial LGBT en el nivel nacional, bajo el ala de su Secretaría de Movimientos Populares, con la idea de darles a militantes LGBT en el partido mayor voz en su programa para el sector.

Reflejando el giro electoral de la izquierda, los cálculos electorales entonces han dominado paulatinamente una contemplación a la base, ya sea definida en torno a una clase social específica o una construcción más amplia, como ‘sociedad civil’. Al mismo tiempo, y como consecuencia, el lugar de las estructuras de base que ayudaron a construir el partido se ha erosionado, como sugiere un petista de muchos años y ex líder de la Comisión de Derechos Humanos en la Cámara de Diputados: El concepto organizativo del partido que llevaba la idea de núcleos está muy vinculado a la idea de un partido militante, un partido de militantes, que se reúnen todos los días. El PT no es eso. El PT tiene una base militante y una base mucho mayor de simpatizantes, de amigos y electores. Es un partido de masas. ¿Y qué es el núcleo? El núcleo es la antigua célula de los partidos comunistas. Viene de una idea leninista de organización. Por eso no funciona. (Rolim, 2001)

Al mismo tiempo, este giro electoral ha fomentado una lógica más susceptible a cálculos políticos en torno a la representación de un grupo estigmatizado, mientras que ha disminuido el peso de organizaciones partidarias de representación sectorial en general. La importancia de este tipo de cálculos electorales se manifestó dramáticamente cuando líderes partidarios vetaron la candidatura de Fernando Gabeira como vicepresidente de Lula en 1989; como él y un miembro del comité ejecutivo nacional en la época recuerdan:

Si acaso, este tipo de organización llega hoy a ejercer una influencia coyuntural en periodos electorales. En su primer mandato presidencial, el gobierno de Lula dio pasos importantes en el área de derechos sexuales, notablemente, con la creación del programa Brasil Sin Homofobia, buscando incorporar políticas públicas para combatir la homofobia en todos los ministerios federales participantes. Es destacable, sin embargo, que estas medidas se hayan desarrollado a través de burocracias ejecutivas, de alguna manera apartadas de los cálculos políticos y electorales característicos de legislaturas, y marcan un contraste notable con la inacción del gobierno en torno a la agenda legislativa del movimiento. Y aunque el gobierno Lula ha creado vínculos con el movimiento, esta apertura se ha dado principalmente a través de contactos con organizaciones no gubernamentales externas, mientras que el sectorial LGBT del PT ha sido en gran parte marginado.

En realidad, yo fui escogido en la elección de 1989 a ser el vice de Lula. Con Lula en el puesto de presidente, y yo fui escogido por la convención del PT, por mayoría, para ser el candidato a vice. Entonces hubo una enorme reacción de sectores más conservadores que apoyaban el PT: los comunistas prochinos, el partido socialista, que decían que yo no tenía el perfil adecuado. Pensaban que yo no era, digamos así, suficientemente viril para ser el candidato en esa planilla, porque no tenía la masculinidad muy bien definida como candidato. Y pensaban que mi defensa de la legalización de la marihuana podría traer problemas. (Gabeira, 2001) Creo importante comentar sobre eso porque aquella apertura del PT tiene sus límites —la principal resistencia dentro del PT al nombre de Gabeira como vice— y era el nombre más fuerte, incluso, entre los militantes del PT. Algunos años antes había sido candidato a gobernador de Rio, y había salido bien y tal. La principal resistencia fue porque su imagen estaba muy vinculada al movimiento gay, aunque nunca había participado formalmente. Pero todo el debate que había provocado había dejado esa imagen. Había gente que decía: estamos contra la discriminación, pero no podemos colocar a alguien visto con el movimiento gay como vicepresidente, porque provocaría la resistencia del electorado… En el caso del liderazgo del PT, me acuerdo que había varios que lo decían explícitamente: Gabeira no puede, por esa razón. (Machado, 2001)

CONCLUSIÓN Este artículo ha buscado trazar factores que fomentaron una apertura inicial a debates sobre la liberación homosexual en partidos de izquierda brasileños, en efecto, abriéndoles a activistas las primeras puertas a la política formal. Por una parte, resalté transformaciones en la composición del campo, provocadas por cambios institucionales y la entrada de una nueva generación de cuadros; por otra, la expansión del repertorio discursivo disponible, fomentado por contraculturas juveniles, nuevos movimientos sociales y debates de izquierda transnacionales. Cabe sugerir, en conclusión, algunas maneras en

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te considerar el activismo en cada campo en sus especificidades sino que también implica que las identidades sexuales en sí pueden entenderse como constituidas en múltiples campos, de manera polivocal.

que esta discusión podría contribuir a nuestra comprensión de partidos políticos y sexualidades. Primero, dejando de lado aproximaciones que enmarcan a partidos políticos como actores racionales unitarios o incluso como arenas de conflicto entre facciones cuyas identidades e intereses pueden suponerse a priori (Kitschelt, 1989; Carey, 1997; Shugart y Carey 1992; Downs, 1957), encuadré la discusión a través del lente de la teoría de campos, como una especie de ‘orden negociado’ en el que los significados son impugnados y las identidades cambian (Fine, 1993). Esta manera de abordar el tema permite considerar cambios tanto institucionales como culturales y, así, resaltar microprocesos contestatarios en torno a significados que tienen lugar tanto dentro como fuera de partidos y los vínculos entre ellos: una dimensión sociológica muchas veces ignorada en la literatura sobre partidos políticos, contribuyendo al cambio de abajo hacia arriba y de afuera hacia adentro.

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La discusión también vincula cambios en los debates sobre sexualidades en la izquierda, en lo referente a un giro más amplio hacia la sociedad civil. Para explicar este giro, algunos investigadores han resaltado el debilitamiento de sindicatos precipitado por la crisis económica de los años 80 y la implantación del neoliberalismo (Ellner, 1993; Roberts, 1998). Al acentuar los actores promoviendo cambios, transformaciones en los repertorios discursivos y los contextos fluidos en los que actuaban, este artículo sugiere que este proceso, en realidad, empezó antes, por lo menos en Brasil, y que fue impulsado más por demanda que por oferta, desde la perspectiva de partidos políticos. Es decir, incluso en Brasil, donde el trabajo sindicalizado, de hecho, estaba cobrando fuerza en la época, la llegada de nuevos actores con nuevas demandas —especialmente jóvenes— no podía ser completamente ignorada. Por ende, la discusión también implica que la expansión de la agenda de la izquierda más allá del clivaje central de clase tiene que ver tanto con el modelo de desarrollo de los 50 y 60 (y sus desencantos) como con el modelo neoliberal de los 80 y 90; y de hecho, estos cambios tienen que ver más con instituciones políticas que con modelos económicos.

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Finalmente, el enmarcar a la izquierda partidaria como un campo cultural nos permite considerar sus construcciones específicas de sexualidades, su lógica y las condiciones para su impugnación y su cambio. Esta manera de abordar el tema podría extrapolarse a otros campos impugnados por activistas, con construcciones de sexualidades y dinámicas contestatarias específicas: el movimiento feminista, departamentos policiacos, la prensa, el campo médico-psiquiátrico, etc. Esta observación no sólo permi-

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¿Se nace o se hace? Repertorios interpretativos sobre la homosexualidad en Bogotá* POR

ANGELA MARÍA ESTRADA MESA**, MARLON RICARDO ACUÑA RIVERA***, LEONCIO CAMINO****, MARTHA TRAVERSO-YEPES*****

FECHA DE RECEPCIÓN: 24 DE SEPTIEMBRE DE 2007 FECHA DE ACEPTACIÓN: 5 DE OCTUBRE DE 2007 FECHA DE MODIFICACIÓN: 31 DE OCTUBRE DE 2007

RESUMEN Este artículo expone las tensiones y supuestos bajo los cuales se han venido entendiendo y agenciando las prácticas homoeróticas. En este sentido, recurre a los desarrollos historiográficos de la Psicología Social Crítica para identificar las nociones que se derivan del yo y la identidad personal. Se ilustran igualmente las propuestas socioconstruccionistas para una construcción social de la sexualidad. También se exponen algunas tensiones contemporáneas entre los Estudios LGBT****** y la Teoría Queer. Se expone el modelo de los repertorios interpretativos de Potter y Wetherell para orientar el análisis de las argumentaciones que ofrecieron los participantes del estudio ante la disyunción: esencialismo (nacen)-construccionismo (se hacen) de la homosexualidad. Los resultados obtenidos evidencian cómo los-as participantes emplearon recursos retóricos tales como la deconstrucción con un potencial de resistencia y reflexividad posibilitador de cambios discursivos para la cultura. A manera de comentario final, se propone la plasticidad erótica como un patrón que caracteriza narrativas contemporáneas sobre la homosexualidad.

PALABRAS CLAVE Homosexualidad, identidad, Psicología Social, Psicología Crítica, análisis del discurso, repertorios interpretativos.

Is One Born or does One Become? Interpretative Repertoires of Homosexuality in Bogotá ABSTRACT This article discusses the tensions and assumptions underlying the understanding and implementation of homoerotic practices. It refers to the historiographic developments of Critical Social Psychology to identify notions that are derived from the self and personal identity. It also presents the socio-constructionist approach to the social construction of sexuality. Additionally, it exposes some of the current tensions between LGBT Studies and Queer Theory. The article employs Potter and Wetherell’s model of interpretive repertoires to guide the analysis of arguments presented by participants in the study to the disjunction between essentialism (being born homosexual) and constructionism (becoming homosexual). The findings show how participants used rhetorical resources such as deconstruction, with its potential for resistance, and reflexivity, which can trigger discursive changes in the culture. To conclude, the article proposes that contemporary narratives of homosexuality are characterized by erotic plasticity.

KEY WORDS Homosexuality, identity, Social Psychology, Critical Psychology, discourse analysis, interpretative repertoires.

Nascem ou se tornam? Repertórios interpretativos sobre a homossexualidade em Bogotá RESUMO O artigo expõe as tensões e os supostos sob os quais têm sido entendidas e agenciadas as práticas homoeróticas. Neste sentido, apela aos desenvolvimentos historiográficos da Psicologia Social Crítica para identificar as noções que se derivam do eu e da identidade pessoal. Igualmente são ilustradas as propostas sócio-construcionistas para uma construção social da sexualidade. Também são expostas algumas tensões contemporâneas entre os Estudos LGBT e a Teoria Queer. Apresenta-se o modelo dos repertórios interpretativos de Potter e Wetherell para orientar a análise das argumentações que ofereceram os participantes da pesquisa frente à disjunção: essencialismo (nascem) - construcionismo (tornam-se) da homossexualidade. Os resultados obtidos evidenciam a maneira como os/as participantes empregaram recursos retóricos tais como a deconstrução com um potencial de resistência e reflexividade possibilitador de mudanças discursivas para a cultura. Como comentário final propõe-se a plasticidade erótica como padrão que caracteriza narrativas contemporâneas sobre a homossexualidade.

PALAVRAS CHAVE Homossexualidade, identidade, Psicologia Social, Psicologia Crítica, análise do discurso, repertórios interpretativos. *

Este trabajo hace parte de la disertación doctoral “Narrativas y políticas de la homosexualidad en Bogotá”, adelantada por Angela María Estrada en el Programa Integrado de Doctorado en Psicología Social de las Universidades Federales de Paraíba y Río Grande del Norte en Brasil. ** Psicóloga; Magíster en Investigación y Tecnología Educativas; actual Profesora Asociada, Departamento de Psicología, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Líder del Grupo de Investigación en Psicología Social Crítica. Correo electrónico: aestrada@uniandes.edu.co *** Estudiante de Psicología y Ciencia Política, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Asistente de Investigación Grupo de Investigación en Psicología Social Crítica. Actualmente adelanta su trabajo de grado en Psicología en el marco de esta disertación doctoral. Correo electrónico: marl-acu@uniandes.edu.co **** PhD en Psicología Social, Universidad Católica de Louvain, Bélgica; actual profesor, Departamento de Psicología Social, Universidad Federal da Paraíba, Brasil. Orientador de esta disertación doctoral. Correo electrónico: leocamino@uol.com.br. ***** Pregrado en Psicología, Universidad de Guayaquil, Ecuador; doctorado en Psicología Social, Universidad Complutense de Madrid, España; Posdoctorado en Salud Comunitaria, Memorial University of Newfoundland, Canadá; actual profesor, Universidade Federal do Rio Grande do Norte, Brasil. Lectora de esta disertación doctoral. Correo electrónico: traverso@ufrnet.br. ****** Sigla empleada para indicar el campo académico y político referido a la problemática de las personas Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgeneristas.

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¿Se nace o se hace? Repertorios interpretativos sobre la homosexualidad en Bogotá ANGELA MARÍA ESTRADA MESA, MARLON RICARDO ACUÑA RIVERA, LEONCIO CAMINO, MARTHA TRAVERSO-YEPES

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identidad masculina, en tanto ‘la homosexualidad’ representa culturalmente todo lo que el hombre no debe ser. Por su parte, el homoerotismo femenino ha adquirido el índice de la negación, lo que no existe, de lo que no se habla. En conjunto, la estigmatización de la homosexualidad como categoría identitaria parece servir a la reproducción de la heterosexualidad obligatoria.

os desarrollos contemporáneos de la genealogía de la sexualidad señalan que ésta, más que cualquier otra necesidad humana, ha sido objeto de agudas problematizaciones y complejas formas de regulación y control a lo largo de la historia. Así, pues, desde la Antigüedad, la sexualidad ha sido objeto de una preocupación moral que ha llevado a los seres humanos a desarrollar formas de interpretación y construcción variables sobre el deseo y los sujetos que lo encarnan.

Uno de los mecanismos de significación más poderosos para el sostenimiento cultural de la heterosexualidad obligatoria se encuentra en la conexión de significado que articula sexo/género/deseo, como cadena determinista en el proceso de subjetivación; es decir, un axioma no explorado, tanto en las explicaciones cotidianas como en las concepciones ‘científicas’, según el cual el sexo determina el género y estos dos, a su vez, determinan los cuerpos/ objetos adecuados del deseo (Butler, 2001; 1990).

En esta perspectiva, la historia de la sexualidad no puede ser centralmente el relato de “las conductas y prácticas sexuales, según sus formas sucesivas, su evolución y su difusión”, sino más bien “una historia del contexto teórico y práctico al que está asociada” (Foucault, 1993, p. 7); es decir, una historia de los saberes y de los sistemas de regulación con base en los cuales se ha construido y transformado la experiencia de los sujetos de deseo a lo largo de la historia.

Se trata de una explicación naturalista que asume sin cuestionar un axioma esencialista y binario que sustenta los modelos de identidad de género legitimados en Occidente (siendo sus opciones femenino y masculino). En tal sentido, en la historia contemporánea, tanto en las disciplinas sociales como en las explicaciones cotidianas, se ha consolidado una jerarquía sexual que establece el límite entre una sexualidad aceptada y reconocida como saludable y la que no. Aunque en tal jerarquía, la línea entre lo normal y lo anormal viene desplazándose, de forma que el espectro de las prácticas y preferencias sexuales reconocidas viene ampliándose, el parámetro de la sexualidad normal, natural, saludable y ‘santa’ sigue siendo heterosexual, realizada en el contexto conyugal y monógamo, reproductivo, y practicada en el hogar (Rubin, 1993).

Históricamente, es de particular interés establecer el lugar que han ocupado las relaciones homoeróticas en los sistemas culturales de interpretación y regulación de la sexualidad en su conjunto, puesto que, se presume, tales interpretaciones han operado como dispositivos de regulación de la sexualidad como tal. En otras palabras, se trata de repensar la historia de la producción del sujeto desde el lugar del homoerotismo (Giraldo Botero, 2006).

En el contexto del presente trabajo se privilegian las críticas a tales políticas de la identidad adelantadas en dos campos académicos y políticos contemporáneos: la teoría queer y la Psicología Social socioconstruccionista.

Algunas de las prácticas eróticas de la Antigüedad fueron objeto de una compleja reflexión y regulación social –al menos por parte de los filósofos–, pero también objeto de la poesía erótica entre mujeres como Safo de Lesbos. Puede afirmarse que durante esta época mucha gente se ocupaba de construir una estilística de la existencia, una ética de la vida cotidiana y de la erótica. Tal ‘esplendor’ quedó sepultado con las Teologías de la Alta Edad Media y el nacimiento de los Estados modernos.

La formulación queer, adelantada por Judith Butler, señala que no existe un sexo prediscursivo que sirva como referencia estable para la construcción cultural del género; más bien, este último debe ser visto como el conjunto de prácticas que cada individuo realiza en el marco de unos regímenes normativos que se van materializando en el cuerpo (Butler, 1993). Tal materialización puede consolidar perspectivas, bien de sumisión, bien de resistencia, o bien de insubordinación (Butler, 1993).

En ese tránsito, el homoerotismo ha pasado de ser una práctica erótica entre otras, a una tentación de la carne a la que todos estaban potencialmente expuestos, a una categoría identitaria, ‘un tercer sexo’ que, en los tiempos modernos, muchos atribuyen a determinaciones de carácter biológico. Socialmente, la homosexualidad, una producción moderna que copa el espacio discursivo del homoerotismo, opera como sistema de regulación de la

La teoría queer propone una postura resistente a las políticas de la identidad, caracterizada por la oposición a la ubicación subjetiva de una categoría identitaria particu-

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lar: asumirse como queer es resistirse a la categorización de género y ser solidario con las luchas de exclusión y discriminación.

dividualistas, insostenibles ya argumentativamente? La hipótesis implícita de esta propuesta, siguiendo a Judith Butler, es que aunque se acepte que la restricción de género es constitutiva, las autonarraciones homosexuales (en cuanto lugar subjetivo, tanto de inteligibilidad como de abyección del sujeto, Butler, 2002) parecen ser el resultado, de realidades construidas conversacionalmente (Shotter, 2001) en las que los roles emocionales o expresivos (pánico erótico, efecto performativo del nombre propio, etc.) juegan un papel determinante.

Implica también operar una distinción crítica y reflexiva para los propios relatos identitarios, entre la funcionalidad de la categoría homosexualidad, construida por la modernidad en Occidente, y la libertad de las preferencias y prácticas eróticas entre distintas personas y en cada una de éstas en distintos momentos de su ciclo vital. Por su parte, la psicología socioconstruccionista señala críticamente cómo actualmente la exclusión de lo otro opera en el marco de unas políticas de la identidad que la psicología tradicional ha contribuido a legitimar (Sampson, 1993). En efecto, los modelos identitarios de la psicología moderna han privilegiado como parámetro de ‘normalidad’, características masculinas, heterosexuales, de clase media y occidentales, para legitimar un individualismo autocontenido que desconoce la génesis dialógica del yo, configurando una economía discursiva en la que lo otro resulta necesariamente estigmatizado.

Con base en lo anterior, puede afirmarse que si bien la patologización y la exclusión de los sistemas de protección social de la población LGBTT (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y transgeneristas) han venido rectificándose lentamente (en Occidente y en el caso colombiano en particular) en los discursos y saberes expertos (psiquiatría, psicología y derecho, principalmente), la estigmatización de la homosexualidad como fenómeno cultural que reproduce la heterosexualidad obligatoria mantiene plena vigencia. Entre nosotros, a pesar de algunas conquistas en el plano de los derechos, homosexuales, bisexuales y otros siguen siendo víctimas de crímenes de odio y exclusión social, ante la carencia de políticas públicas más sólidas que sancionen y pongan límite a los comportamientos homofóbicos, que siguen teniendo una enorme legitimidad cultural (Colombia Diversa, 2005).

En los tiempos contemporáneos, la exclusión y la estigmatización operan ya no sólo desde la matriz heterosexual, sino también en los límites que cada categoría de sujetos está dispuesta a reconocer; por ejemplo, una concepción biologicista y esencializada de la homosexualidad tiende a excluir tanto a la bisexualidad como a los sujetos queer, particularmente, por la concepción naturalizada tanto sobre los objetos de deseo adecuados para cada categoría identitaria como por la estabilidad atribuida a cada una de ellas.

El presente artículo busca alcanzar dos objetivos: a) presentar algunos de los debates conceptuales más potentes para la comprensión del homoerotismo contemporáneo y b) exponer algunos avances del análisis del discurso que buscan caracterizar y comprender cuáles son los recursos discursivos (Potter y Wetherell, 1987, 1995; Wetherell y Potter, 1988; Willig, 2001) que están empleando gays, lesbianas y bisexuales en sus relatos de identidad y sus explicaciones cotidianas sobre la homosexualidad. En ambos casos, lo expuesto en estas páginas se basa en los avances de una disertación doctoral adelantada sobre esta temática.

La variabilidad histórica de las interpretaciones y los discursos culturalmente legitimados sobre la homosexualidad, la evidencia de que durante muchos períodos de la historia la homosexualidad hizo parte de una erótica mucho más compleja que incluía relaciones tanto hetero como homoeróticas, y la deconstrucción de los determinismos sobre los objetos adecuados de deseo, en conjunto, permiten proponer la tesis de que los seres humanos estamos en capacidad de constituir a otros, independientemente del sexo, en sujetos de deseo, siendo los sistemas de regulación de la identidad los que limitan culturalmente las opciones. En el proceso de socialización humana, tales límites culturales se construyen mediante aprendizajes emocionales, ‘pánicos eróticos’ (Rubin, 1993), elicitados, al menos en parte, de manera ideológica mediante asociaciones entre la homosexualidad y el estigma social.

LA EMERGENCIA DE LA AUTONARRACIÓN EN EL MARCO DE UNA NUEVA PSICOLOGÍA SOCIAL Como es ya bastante difundido, durante la primera mitad del siglo XX, con el auge del paradigma empírico analítico en las ciencias sociales, la Psicología Social inició un complejo y fragmentado proceso de desarrollo, caracterizado, de un lado, por la división entre lo que ha llegado

Si se acepta lo anterior, entonces, ¿cómo explicar la homosexualidad, sin caer en discursos esencialistas o in-

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a reconocerse como Psicología Social informada sociológicamente y la informada psicológicamente (Stryker, 1983; Álvaro, 1995; Farr, 1996; Álvaro y Garrido, 2003); y de otro, por los desarrollos típicamente atribuidos a un contexto geopolítico particular; durante ese período, se reconoce la existencia de varias psicologías sociales geográficamente delimitadas: entre ellas, la norteamericana, la europea, la latinoamericana y la soviética.

preparado para recibir el giro lingüístico, que ponía en cuestión toda aquella psicología que empleaba el lenguaje como un medio neutro y seguro para acceder a la ‘parafernalia mental’. d) la denuncia de una crisis en la Psicología Social a partir de la década de los sesenta llevó a algunos psicólogos sociales, tanto norteamericanos como europeos (Sampson, 1978, Gergen, 1985, 1996; Harré, Clarke y De Carlo, 1989; Shotter, 1993; Ibáñez, 2001; Parker, 1994), a denunciar la necesidad de una tercera revolución en Psicología Social (siendo las dos anteriores la conductista y la cognitiva), con base en dos argumentos: la impotencia de la Psicología Social para acompañar las preocupaciones cotidianas de la gente común y corriente, en razón del recorte de la base social de los fenómenos de estudio en el laboratorio, y la urgencia de que toda teoría psicológica se articulara simultáneamente como una teoría cultural (crisis de relevancia y de pertinencia), facilitaron la apertura al tránsito de la epistemología a la sociología del conocimiento como campo para pensar las bases sociales del conocimiento científico.

La reciente y escasa historiografía de la Psicología Social nos permite afirmar que: a) los productos más consolidados por la Psicología Social empírico analítica que privilegia una racionalidad instrumental caracterizan una psicología local norteamericana, difundida por los órganos de la APA como la única Psicología Social científica en el mundo, apelando a argumentaciones fundacionales que hoy en día no se sostienen, toda vez que la psicología de Lewin tuvo más impacto que el conductismo en psicología social, incluso en Norteamérica (Farr, 1996). b) ante el reconocimiento de que la Psicología Social no mejoraría su capacidad explicativa sobre los fenómenos psicosociales (Moscovici, 1991) —objeto de estudio de tal disciplina—, estudiando únicamente características propias del funcionamiento psicológico individual, desde sus inicios la Psicología Social europea se dedicó a la búsqueda de otro paradigma científico, que denominó la dimensión social (Tajfel, 1984), caracterizado por la articulación de: factores de los procesos sociales de amplia escala, procesos que forman el funcionamiento social, y características del funcionamiento psicológico humano, para el estudio de los problemas de la psicología social, proponiendo, desde entonces, un paradigma transdisciplinar para la Psicología Social.

Los psicólogos sociales citados arriba se articularon, a partir de la década de los ochenta, en torno a una nueva propuesta paradigmática denominada socioconstruccionismo, que definió un estatuto histórico crítico para la psicología social. Aunque sus seguidores contemporáneos han desarrollado caminos y agendas de investigación que sostienen intensos debates, haciendo de este campo una arena productiva y vigorosa, derivaron para la Psicología Social, en particular (pero afectando el estatuto completo de la psicología), las consecuencias de la falla en la función referencial del lenguaje, el carácter histórico del conocimiento psicológico y su función como dispositivo complejo de poder en la producción privilegiada de determinadas narrativas del self, así como la restricción y/o patologización de otras, y en general, la función de los proyectos políticos y los juegos de poder en el sostenimiento de ciertas formas de comprensión científica a lo largo de la historia (Gergen, 1985).

c) el campo de la Psicología Social conocida con el adjetivo de sociológica, que estableció desde sus inicios el carácter transdisciplinar de su estatuto científico, definiendo su campo como una interface entre la psicología y la sociología, aportó desarrollos tan significativos como el interaccionismo simbólico, la etnometodología y el enfoque dramatúrgico, los cuales contribuyeron en dos sentidos a consolidar una plataforma de despegue para una Psicología Social posmoderna: por un lado, se unieron a las voces que para la década de los sesenta señalaban una profunda crisis en Psicología Social, y por otro, maduraron un punto de vista científico

En particular, el trabajo de Kenneth Gergen se ha orientado al desarrollo de una teoría construccionista del self, coherente con los planteamientos desarrollados en campos tales como la teoría queer. Reconociendo el carácter históricamente variable de la dinámica social, asuntos como la identidad personal –conceptualizada en una lógica esencialista y fija– quedan puestos en tela de juicio (Gergen, 1996). La fe cie-

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ga en la relación significado-significante le ha otorgado al lenguaje científico un poder incontrolado a través del cual logra transformar la realidad y el mundo en sí, al tiempo que defiende su carácter neutral y objetivo. En la evidencia del lenguaje escrito, los escritores de novelas, de filosofía y de psicología han retratado con frecuencia la conciencia humana como un flujo continuo (Gergen, 1996); los historiadores, por su parte, sugieren que las explicaciones de la acción humana difícilmente pueden proceder sin una incrustación temporal (Gergen, 1996). Comprender la acción, en últimas, implica situarla en un contexto de acontecimientos precedentes y consecuentes (Gergen, 1996).

percataban de la multiplicidad de perspectivas posibles, las cosas en sí fueron desapareciendo de vista. Sin duda alguna, el yo se posicionó claramente como un tema crítico, cuyos seguidores están dispuestos a luchar por despojarlo del carácter esencialista y determinista que se le ha otorgado históricamente (Gergen, 1996). La posmodernidad se instaura entonces con un sentido liberador, de forma tal, que invita a los individuos a apartarse de todas las tradiciones, y a hablar cualquier lenguaje atractivo. De este modo, a medida que las expresiones de la comprensión se democratizan, no queda nadie que pueda otorgarse autoridad. La vida del posmoderno se vuelve entonces más rica y expresiva si se suspenden las demandas de coherencia personal, de reconocimiento o de enfoque determinante, y simplemente se narra en el curso de las relaciones con los demás. No obstante, cabe resaltar que la situación posmoderna es de crisis, una crisis de nuestras verdades, de nuestros valores, de las certezas que más apreciamos; una crisis que debe su origen, su necesidad y su fuerza a la reflexividad (Gergen, 1996).

El concepto de autonarración, en particular, es portador de una afinidad con una variedad de propuestas desarrolladas en otros dominios de la psicología cognitiva tales como las teorías sobre los guiones, los esquemas de relato, la del árbol de predictibilidad, así como la teoría del pensamiento narrativo. Tales teorías han sido utilizadas para ‘dar cuenta’ de la base psicológica de la comprensión y/o para dirigir la secuencia de acciones a lo largo del tiempo. Contrariamente al enfoque cognitivo, con su búsqueda de procesos cognitivos universales, los teóricos de la regla-rol, tales como Harré y Secord, y los construccionistas tienden a hacer hincapié en la contingencia cultural de los diversos estados psicológicos (Gergen, 1996).

Nos resulta más sensato pensar ahora las pretensiones de verdad y rectitud como construcciones de comunidades que tienen intereses, valores y estilos de vida particulares. De este modo, las preguntas cruciales ya no se dirigen al mundo como es, y pasan a centrarse en el mundo representado. Se ha advertido que toda tentativa de ‘decir la verdad’, de ‘describir las cosas como son’, de sensatez, penetración, inteligencia o profundidad, es una construcción lingüística prestada, ambigua y acosada por factores ideológicos. Y cuando el análisis critico de tales problemas demuestra estar sometido a las mismas fallas, hasta la crítica seria palidece (Gergen, 1996).

De manera contraria a los que hacen hincapié en el individuo psicológico universal, según este autor, surge la necesidad de examinar las autonarraciones como formas sociales de dar cuenta de sí mismo, o como discurso público. En este orden de ideas, las narraciones se entienden como recursos conversacionales, construcciones abiertas a la modificación continuada, a medida que la interacción progresa. Inscritas como dispositivos lingüísticos, las narraciones pueden usarse para indicar acciones venideras, pero no son en sí mismas la causa o base determinante para tal tipo de acciones; en ese sentido, las autonarraciones funcionan más como historias orales o cuentos morales en el seno de una sociedad. Este enfoque se une a los que hacen hincapié en los orígenes socioculturales de la construcción narrativa, aunque con ello no se pretende aceptar un determinismo cultural: adquirimos habilidades narrativas a través de la interacción con otros, no a través de ser meramente actuados (Gergen, 1996).

Podremos, en últimas, referirnos a la identidad como algo propio que emerge del continuo, vuelve a conformarse y sigue en una nueva dirección, a medida que uno se abre paso por el mar de relaciones en cambio permanente. Sin embargo, resulta claro que estamos ansiosos por renunciar a lo que somos porque llegar a ser uno mismo es difícil y penoso, y porque, en últimas, deseamos recibir las recompensas que nuestra cultura está dispuesta a ofrecernos a cambio de nuestra identidad. Como concluye Gergen (1996), la aceleración del ritmo del cambio cultural exige un nuevo enfoque del ‘yo’ que suprima el objetivo tradicional de su ‘estabilidad’ (el yo como objeto) y lo reemplace por un objetivo de cambio (el yo como proceso); el yo mudable, “abierto a la mayor amplitud posible de experiencias”, caracterizado por la tolerancia y la flexibilidad (p. 273).

Las identidades se construyen ampliamente mediante narraciones, y éstas, a su vez, son propiedades del intercambio cultural. En la concepción moderna, ocupaba un lugar central la premisa sobre la existencia de las cosas en sí. Con el paso del tiempo, y a medida que las personas se

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DESARROLLOS CONSTRUCCIONISTAS

anterior podría entonces llevarnos a pensar que la sexualidad es una de las mayores fuerzas que movilizan o activan el comportamiento humano (Seidman, 2003), cualidad que no ha pasado desapercibida para los intereses económicos, dado que éstos ya han descubierto que comercializar con lo prohibido resulta ser un negocio altamente lucrativo.

PARA LA COMPRENSIÓN DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA SEXUALIDAD

Desde una perspectiva socioconstruccionista, es aceptable inscribir el significado de la homosexualidad dentro del ámbito político, económico y social por medio de dos elementos fundamentales: el poder y la regulación. Órganos del poder social, como la Iglesia y el Estado, han instituido estrictas leyes morales, gracias a la autoridad que poseen; es así como las nociones de normalidad y naturalidad han venido configurando a través del tiempo cuerpos enajenados y ajustados al sistema social establecido (Seidman, 2003). Esta perspectiva deconstruye las bases y los principios fundamentales de las sociedades modernas, en cuanto constituye un cuerpo argumentativo crítico.

Las posturas críticas llaman la atención también sobre el interés de hacer universal la falsa creencia de que la pulsión sexual es por naturaleza heterosexual (Seidman, 2003). Esta idea se ha visto fortalecida a través de la historia, por las contribuciones que han hecho las ciencias naturales y sociales, sin dejar de lado, claro está, el rol fundamental que han jugado las religiones en la construcción y regulación de los cuerpos y estilos de vida. En este mismo orden de ideas, Mauss (citado por Corbin et al., 2005) fue uno de los primeros en demostrar cómo las normas sociales dan forma a nuestros gestos más ‘naturales’; es así que nuestras maneras de andar, de jugar, de parir, de dormir o de comer, guardan estrecha relación con las normas que nos son impuestas socialmente (Corbin et al., 2005). El erotismo es entonces otra de las cualidades narradas o negadas socialmente, naturalizadas y asumidas como sobreentendidas.

Políticamente, el socioconstruccionismo se une a las voces políticas de los que reclaman el derecho a la autonomía, al libre desarrollo de la personalidad y que los debates y políticas humanas y sociales se den en el marco de los derechos humanos. Del mismo modo, coinciden en afirmar que el cuerpo humano posee un enorme potencial para experimentar estimulación sensual, y que, con base en ello, la postura de la sociedad radica en enseñarnos cuáles de estas sensaciones son sexuales y cuál es su significado (Seidman, 2003).

El rechazo a la homosexualidad se vale del argumento antinaturalista, para negar otras formas de erotismo y afecto que, aunque no quieran ser reconocidas como expresión de la variabilidad erótica, de hecho han sido identificadas en otras especies. Por ejemplo, en cuanto a los mamíferos se refiere, los bonobos —la especie primate más cercana al humano en la escala filogenética— manifiestan atracción y claro vínculo afectivo estable entre miembros de su mismo sexo; asunto similar se ha visto en los grupos de pingüinos, canes y delfines, entre otros (Alexandresco, Loyer y Menéndez, 2001).

Por otro lado, la crítica apunta a señalar el sesgado trabajo que han venido efectuando los sexólogos, los cuales aún continúan concibiendo al sexo a partir de una mera concepción fisiológica. En este orden de ideas, se reclama rescatar al sexo de ese lugar superficial de la existencia humana en el que ha sido ubicado (Seidman, 2003); la sexualidad humana ha estado sometida a una serie de prácticas ritualizadas y privadas, que sólo adquieren significado y valoración social cuando se encuentren adscritas al vínculo matrimonial. En este punto, la homosexualidad podría estar resquebrajando las expectativas que ha construido la sociedad para todos y cada uno de sus individuos, en cuanto propone nuevas maneras de establecer los vínculos relacionales y ciertas configuraciones distintas de los imaginarios sobre el cuerpo (Corbin, Courtine y Vigarello, 2005).

El uso del término ‘homosexual’ trae implícita una enorme carga peyorativa, que muy difícilmente podrá ser reconciliada con el intento de obtener mayor reconocimiento y aceptación (Churchill, 1969); si bien lo empleamos, este término sigue inscribiéndose como una antítesis del heterosexismo predominante, que ni siquiera requiere hacerse explícito, dado que está catalogado como parámetro. Por su parte, teóricas y autoras lesbianas, entre las que se puede mencionar a Adrienne Rich y Monique Wittig, entre otras, caracterizan el lesbianismo principalmente como una opción política, más que como una identidad sexual determinada por el deseo, en la cual se privilegia el establecimiento de un compromiso social y emocional

La fuerte regulación sexual que rige en la actualidad resulta paradójica: por un lado, se ejerce una práctica fuertemente regulada, y por el otro, se desarrolla un gran mercantilismo del sexo altamente diversificado y rentable. Quizás ése sea el papel que podría estar cumpliendo la censura dentro de las actuales sociedades modernas. Lo

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primario entre mujeres. En tal sentido, el lesbianismo resulta ser ante todo una declaración de independencia de las mujeres respecto de los hombres (Seidman, 2003; Gimeno, 2005).

Las conclusiones que al respecto ha desarrollado la historia apuntan a señalar que las categorías identitarias, tanto la ‘homosexual’ como las construcciones contemporáneas hombre-mujer, más que ser algo innato, responden más bien a un momento coyuntural de la historia de la humanidad (Seidman, 2003). De hecho, Butler (2001) ha llegado a afirmar que las dos últimas categorías mencionadas han llegado a ser altamente problemáticas. La ‘homosexualidad’ a través del tiempo ha pasado de ser una conducta sexual, expresada en la sodomía, a un tipo de desviación de género, expresada en la idea de invertido, a una personalidad anormal, nombrada como ‘homosexual’, para finalmente configurarse como una identidad social afirmativa, bajo las nociones gay o lésbica (Seidman, 2003).

Dentro de la propuesta del construccionismo social, el trabajo de sociólogos, historiadores y filósofos ha sido pionero en el replanteamiento de la sexualidad (Seidman, 2003). De este modo, el debate sobre el carácter de construcción social de las realidades, identidades y especificidades gay y lésbicas, así como de la esencia homosexual, ha estado presente desde el inicio de investigaciones de orden académico y de los debates y discursos militantes que tienen lugar a partir de los años setenta (Llamas, 1998). Para Ken Plummer, la homosexualidad no es una condición innata de los seres humanos; más bien, ésta se inscribe como un proceso de aprendizaje por medio del cual los individuos aprenden a interpretar sus deseos y sentimientos como sexuales, inscribiéndolos al mismo tiempo como parte integral de una identidad homosexual (Seidman, 2003).

La teoría queer, en cabeza de Judith Butler (2002), nos invita a considerar el género en términos pragmáticos como un tipo de performatividad; para tal fin, analiza cómo a través de un proceso de aprendizaje social (básicamente informal), y por medio de un sistema de recompensas y sanciones, cada uno de nosotros aprende a presentarse o insubordinarse a sí mismo con referencia a los modelos de hombre o mujer vigentes. Desde esta perspectiva, los modelos de socialización de género alcanzan niveles de materialización, en la medida en que corporalizan (Butler, 1993, 2002).

En su idea de concebir la homosexualidad como una identidad que es construida socialmente, el análisis construccionista implica la consideración de los múltiples fenómenos que tienen lugar dentro del contexto social del individuo. Así, pues, los procesos de subjetivación de los individuos no sólo responden a la regulación de las instituciones sociales, dado que los discursos científicos y la cultura popular logran establecer diversos puntos de partida para la construcción de la identidad personal (Churchill, 1969). Al respecto, Jeffrey Weeks investigó el rol de los postulados médicos y científicos en la creación de la homosexualidad como una identidad social distinta (Seidman, 2003); una de sus tesis principales plantea que la experiencia subjetiva de la vida sexual es en sí misma un producto de significados y símbolos intersubjetivos, asociados a la sexualidad en diferentes situaciones sociales y culturales (Weeks, 1985).

En este orden de ideas, y muy de la mano de la propuesta de Foucault, el reconocimiento de los sujetos tiene lugar en el marco de los mecanismos de poder que rigen a la sociedad. Butler se detiene a analizar las diferentes transformaciones que ha sufrido el término queer, siendo claros dos momentos básicos: uno de afirmación degradante y otro de carácter más significativo. Con base en lo anterior, Butler esquematiza las condiciones y límites dentro de los cuales se construye una inversión significante, la cual, a la luz de sus explicaciones, tendría la función de crear nuevas formas sinónimas para expresar una postura crítica ante el repudio (Butler, 2002).

Según las tesis construccionistas, no se pueden señalar regularidades entre unas y otras comunidades, culturas y sociedades que sostengan la hipótesis del carácter universal de la ‘homosexualidad’ tal y como se conceptualiza en el mundo occidental, o de la diferencia hombre/mujer como único prisma a través del que pueden considerarse las formas de placer o afecto entre las personas. Sostener una regularidad de tales proporciones equivaldría a postular el carácter anacrónico, ahistórico, transcultural, interclasista y transétnico de las implicaciones concretas de un modelo de ‘homosexualidad’ básicamente eurocéntrico (Llamas, 1998).

Por supuesto, no se desconoce que nacemos con una estructura biológica definida, pero aceptamos también que es la sociedad la que en últimas determina cuáles partes de nuestro cuerpo, qué placeres y qué actos son sexuales. Ello conlleva, entonces, a que la clasificación de los actos sexuales como buenos o malos, aceptables o ilícitos, dependa directamente de cuáles sean las normas sexuales dominantes, las cuales, a su vez, expresan las creencias de los grupos sociales dominantes. El hecho de inscribir la sexualidad como el núcleo de la identidad personal hace que los individuos dirijan toda su atención hacia su

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propia sexualidad y hacia la de los demás, y que el resto de elementos constitutivos de dicha identidad, basado en los roles y estereotipos de género, no sea más que un claro reflejo de la manera inequitativa en que la sociedad trata a los sujetos (Seidman, 2003).

de los estudios LGBT se ubica en la reacción académica al contexto homofóbico característico en Norteamérica en las décadas de los cincuenta y los sesenta, y adicionalmente, en las luchas por la liberación suscitadas por la revuelta de Stonewall. Por su parte, la teoría queer surge de aquellos enfoques críticos configurados con la posmodernidad y el postestructuralismo, que en buena medida se pronunciarían en contra del determinismo y el esencialismo de carácter biológico.

La historia del cuerpo, en suma, no puede separarse de la historia de las identidades y de las de los modelos sexuales. El cuerpo para las ciencias sociales, como lo ha señalado Norbert Elias (citado por Corbin et al., 2005), ha sido configurado como el lugar de un lento trabajo para reprimir y alejar lo impulsivo o espontáneo. De ello es buena prueba el esfuerzo por elaborar etiquetas, normas de educación y de control de uno mismo. Dichos controles corporales, lentamente elaborados y pronto olvidados hasta el punto de parecer naturales (Corbin et al., 2005), no han logrado erradicar la distancia entre la identidad personal y la identidad colectiva o social (Weeks, 1985).

En buena medida, podría señalarse que los estudios LGBT han estado vinculados más estrechamente con las tradiciones cultivadas en las ciencias sociales; en este sentido, puede identificarse el interés por el establecimiento de significados o unidades de conocimiento que se configuran en torno al método científico y la racionalidad. Desde de esta perspectiva, y acorde a la tesis propuesta por Elia, Lovaas y Yep (2007), la corriente modernista ha pretendido entonces, por lo menos para lo que respecta a occidente, crear una noción de “consenso significante” que permita entender las metanarrativas referidas a los orígenes y al desarrollo de la identidad del Yo sexual. En este margen, se concibe entonces una (homo)sexualidad que se presume esencial y que requiere ser develada e interiorizada como parte del proceso ‘natural’ del desarrollo de la identidad personal. Podría, pues, afirmarse que los estudios LGBT operan buscando rectificaciones en los desarrollos tradicionales de las ciencias sociales.

Pese a la arbitrariedad que suscitan las políticas de la identidad, hoy encontramos dentro de algunas propuestas teóricas un manejo responsable de la distinción entre comportamiento sexual e identidad (Seidman, 2003). Con base en los recursos que han sido apuntados, podemos aceptar que en Occidente la sexualidad no se refiere exclusivamente a cuáles actos sexuales se prefieren o al género aceptado del compañero o compañera. Sexualidad también incluye cuándo y dónde se puede tener sexo, el número de compañeros, el tipo de convenios íntimos que se prefieren, el ser monógamo o no, y en últimas, el privilegio de un cierto tipo de motivos para la sexualidad, bien sea el placer, el ‘amor’, la reproducción, la expresión, la diversión o el poder (Seidman, 2003).

Encontrar puntos en común, o un acuerdo explícito sobre el enfoque que requieren los estudios sobre la identidad (homo)sexual, resulta un objetivo poco claro, dadas las tensiones entre los distintos campos para el estudio del género y la homosexualidad, en curso hoy en las ciencias sociales. En últimas, y si bien puede ser objeto de discusión, aunque resulte paradójico, parece que nos encontramos ante una lucha por la hegemonía del conocimiento. Más concretamente, nos estamos refiriendo a dos tradiciones importantes: los estudios LGBT y la teoría queer.

La teoría queer, calificada como disidente, subversiva y provocadora, se niega a reconocer los supuestos que toman por dados las políticas de la identidad, es decir, la idea de una identidad sexual fija y biológicamente determinada que le significa a la sociedad un único modelo de organización capaz de establecer los límites entre lo normal y anormal, lo bueno y lo malo, y lo deseable e indeseable. Lo que Llamas (1998) tradujo como teoría torcida, refiriéndose a la teoría queer, debe entenderse como “una estrategia discursiva que no se acomoda al esquema basado en la distinción entre la esencia y el carácter socialmente construido” (p. 372). Lo queer viene, en últimas, a enfatizar un entendimiento auto reflexivo del género y la sexualidad. De la misma manera, demanda el derecho a la libre elección de prácticas erótico-afectivas particulares, con un carácter provisional y autónomo, lo cual reconoce la posibilidad de resignificar reflexivamente las autonarraciones que los sujetos construyen sobre sí mismos a lo largo del ciclo vital.

Empecemos por señalar las diferencias que subyacen al contexto en el que emergen ambas tradiciones. El origen

Así, pues, una primera tensión entre estas dos tradiciones se encuentra entre lo esencial y lo construido o, más

TENSIONES CONTEMPORÁNEAS: EL YO ENTENDIDO DESDE LOS ESTUDIOS LGTB Y LA TEORÍA QUEER

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cas de la identidad ‘homosexual’. Es así como la noción comunitaria de que los ‘homosexuales’ comparten un coro de experiencias, intereses y estilos de vida común entra en oposición con una idea que resalta las múltiples formas en que puede manifestarse y significarse la ‘homosexualidad’.

bien, entre un sentido moderno y otro posmoderno de lo óntico. Mientras que los estudios LGBT hacen énfasis en la estabilidad de la identidad homosexual, basándose en una concepción universal de la identidad personal, pautada mediante invariantes funcionales propios de la especie, la teoría queer es subsidiaria de ideas tales como las ontologías locales (Gergen, 1996), las ontologías del momento presente (Shotter, s. f) o la ontología de los gerundios (Butler, 1999), que remiten a la función de verdad y los niveles de materialización corporal que logran los modelos de identidad sexual y de género legitimados en cada momento de la historia y la cultura particulares. En tal sentido, no es que la identidad sexual y de género esté determinada biológicamente para la especie, sino que convertimos en realidades sociales y corporales (y, por tanto, locales) los discursos dominantes sobre la identidad sexual y de género.

Una tercera tensión, que toca más las prioridades políticas de cada una de las perspectivas académicas, se refiere a los recursos discursivos mediante los cuales se busca la erradicación y reivindicación de la estigmatización del homoerotismo, y tiene que ver con la forma en que se asume de manera más o menos radical la idea de diferencia. Mientras que para el movimiento LGBT resulta claro que el reconocimiento de la diferencia remite principalmente a la idea de exclusión y, por lo tanto, privilegia la idea de que la solución está básicamente en la conquista de la inclusión social, la teoría queer busca la construcción de una nueva epistemología de la diferencia (Sampson, 1996), donde lo otro no sea subordinado a lo mismo, que ha sido el parámetro de la epistemología clásica. En el primer caso, la inclusión se satisface sin transformar necesariamente las actuales bases inequitativas de la organización social.

De este modo, afirmar que el género es el resultado de una construcción social no es lo mismo que afirmar que éste es absolutamente arbitrario; por el contrario, se trata de la producción de la corporalidad misma, en el marco de unos regímenes de poder. Con base en lo anterior, y de cara al abordaje de otras sexualidades, mientras que los estudios LGBT privilegian la denuncia de la exclusión social de la homosexualidad como una de las identidades posibles, la teoría queer elabora retóricamente la transformación de las bases culturales de la identidad.

En últimas, aunque el argumento anterior puede parecer un mero juego de palabras, lo que está en consideración son las distintas formas de acción política: en el primer caso, se privilegia la inclusión, y en el segundo, la reconsideración de la diferencia como criterio para estructurar el reconocimiento, el cambio cultural y la producción científica.

Además, al mismo tiempo que los estudios LGBT hacen énfasis en la exclusión del individuo, como objeto de reivindicación teórica, social y jurídica, mediante la eliminación del prejuicio; es decir, acompaña las prácticas priorizadas hoy por los movimientos sociales, la teoría queer reclama un sujeto sin etiquetas, capaz de reconocer y valorar los múltiples significados que adquieren las prácticas erótico afectivas entre personas del mimos sexo. De muy buena manera, la evidencia de las prácticas homoeróticas a lo largo de la historia ha sacado a la luz lo problemáticas y difíciles que han resultado las caracterizaciones que les han sido adjudicadas a los ‘homosexuales’. Ni qué decir que estas dos dinámicas parecen hoy necesarias y complementarias.

Las tensiones descritas hasta aquí hacen pensar que más que buscar la eliminación de uno de los dos campos, ellos deben ser vistos como elementos de una dinámica productiva entre el corto y el mediano plazo, entre la denuncia de las experiencias de las personas concretas y la reivindicación de sus derechos, por un lado, y la apertura de posibilidades culturales a las actuales políticas de la identidad, por el otro. En tal sentido, es importante reconocerles a los estudios LGBT el hecho de haber producido una genealogía de la ‘homosexualidad’, que ha logrado hacer visible una historia no escrita acerca de la presencia e influencia del homoerotismo a lo largo de la existencia humana. Por su parte, a la teoría queer debe reconocérsele la apertura a la resignificación de las posibilidades culturales. Puede afirmarse que ambas tradiciones han hecho aportes diferentes, y más importante aún, que ambas son indispensables para el alcance de las rectificaciones sociales que tanto se esperan.

La segunda tensión entre los estudios LGBT y la teoría queer se hace explícita ante la idea de comunidad; es decir, ante el hecho de que el activismo LGBT haya creado redes comunitarias para el apoyo mutuo y la inclusión social, que se distancian considerablemente de las consideraciones queer, las cuales se inclinan más por señalar los riesgos a los que se ve expuesta la identidad personal al adscribirse a estas nuevas políti-

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PSICOLOGÍA DISCURSIVA. UN PRODUCTO

repertorios interpretativos aplicados a diversas situaciones o tipos de personas.

CONSOLIDADO DE LA TERCERA REVOLUCIÓN EN PSICOLOGÍA SOCIAL

El hecho de que este abordaje permita, mediante el análisis de la variación, captar los diversos repertorios interpretativos presentes en el discurso de los hablantes y establecer las contradicciones o incoherencias es un recurso altamente efectivo en el análisis de la ideología, campo en el cual, particularmente sobre racismo, estos investigadores han aplicado su propuesta metodológica, por cierto altamente desarrollada (Camino, 2004). Su orientación conduce, una vez establecidos los recursos discursivos que sostienen determinadas prácticas sociales, a preguntas sobre cómo pueden ser socavados tales recursos y prácticas, a fin de transformar las bases culturales para la interpretación de ciertos fenómenos.

El giro narrativo en Psicología Social ha permitido integrar las críticas y propuestas desarrolladas en una tradición que se remonta a la fenomenología y al interaccionismo simbólico y cuya articulación debe mucho a la psicología sociológica tanto europea como norteamericana. Puede afirmarse que los principales rendimientos de esa psicología híbrida, propia de nuestra época contemporánea, son: a) la articulación conocimiento-poder, que se hace visible en el discurso, tanto para las prácticas académicas como para las propias de la vida cotidiana, y b) la naturaleza social del self y de la cognición humana. La Psicología Discursiva, un producto socioconstruccionista que configura en sí mismo un campo académico actualmente muy dinámico y consolidado, encuentra en la obra de Potter y Wetherell (1987) un referente fundacional. Otro de los primeros anuncios sistemáticos del nacimiento de una nueva forma de hacer Psicología Social aparece en la edición de Antaki (1988), que reúne a investigadores que confluyen en lo que denominan las ‘explicaciones cotidianas’ en Psicología Social. Tal manera de hacer psicología se caracteriza por: a) considerar el discurso como práctica social y b) privilegiar el estudio de los efectos retóricos de los discursos cotidianos de las personas en sus contextos de significado.

MÉTODO MUESTRA Empleamos como criterio teórico intencional para la búsqueda de la muestra el hecho de que se tratara de personas con identidades alternativas (gays, lesbianas, bisexuales, queers) satisfactoriamente ajustadas a entornos académicos y/o laborales, a fin de evitar sesgos de muestreo (propios de personas cuya actividad diaria está determinada por sus preferencias sexuales), y por otro lado, que fueran personas ubicadas en dos grupos de edad: adultos jóvenes y estudiantes universitarios, por un lado (entre 18 y 25 años), y adultos con una actividad profesional estable, por el otro (25 en adelante), y residentes en la ciudad de Bogotá. Para el caso del presente trabajo se adelantó un análisis piloto de los repertorios interpretativos en una sub-muestra de 7 participantes (1 hombre joven bisexual, 3 hombres jóvenes gays y 3 mujeres adultas lesbianas).

En el presente trabajo se emplea la propuesta de los repertorios interpretativos (Potter y Wetherell, 1987, 1995), ya que permite orientar el análisis de las explicaciones implícitas que sobre la homosexualidad ofrecieron los participantes en el estudio. El análisis se orienta concretamente al establecimiento de los recursos lingüísticos que utilizan para la explicación del fenómeno.

PROCEDIMIENTO Se llevó a cabo una entrevista individual en profundidad con cada participante, con base en una guía elaborada para tal fin, que orientaba la exploración en cuatro campos de la vida personal: a) biografía, b) explicaciones cotidianas sobre la homosexualidad, c) consecuencias experimentadas atribuidas a las preferencias sexuales y las autonarraciones sobre el self y, d) perspectivas de futuro. A todos-as los-as participantes se les explicó el objetivo de la investigación, se les garantizó el anonimato y la reserva de su información, se les explicó que podían dar por terminada la entrevista en el momento en que así lo decidieran y que eran libres de señalar si había alguna pregunta

Tal enfoque de análisis del discurso en Psicología Crítica permite estudiar de manera fina los sistemas de argumentación que las personas emplean en la vida cotidiana, los efectos retóricos de tales sistemas, así como las construcciones que posibilitan. Las características de tales construcciones en el discurso se llevan a cabo mediante el establecimiento de las variaciones en el mismo. En otras palabras, se reconoce que las explicaciones cotidianas de las personas están lejos de ser coherentes y que en nuestras prácticas diarias esa falta de coherencia no nos incomoda, ni se hace necesariamente evidente, toda vez que podemos articular diversos

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ante la cual preferían no responder. Todos-as firmaron un consentimiento informado

planteamientos del dilema esencialismo versus construccionismo aplicados a la heterosexualidad: “… es que es tan natural como la heterosexualidad, ¿será que los heterosexuales nacen o se hacen? La respuesta es la misma”. En este orden de ideas, la orientación sexual se cataloga como un ámbito propio del sujeto en cuanto que: “… es algo que sale de adentro..., ¿Por qué es el gusto por algo?”. Se evidencian, del mismo modo, algunas posturas intermedias; es decir, argumentos elaborados a la luz de una postura neutral que no se adscribe al esencialismo ni al construccionismo: “… en ese sentido, no hay [como]2 el que nace, ni el que se hace, ni el que lo hacen, sino que es como una condición de uno”… “es una cosa genética que te da una tendencia, pero si tú le das la posibilidad de explorar, puedes encontrar todas las posibilidades”.

Con el consentimiento de los-as participantes se grabaron las entrevistas, las cuales fueron transcritas posteriormente. Dicho material se importó al NUD*IST 61 para ser fragmentado y/o analizado según varios modelos de análisis de discurso. Para efectos del presente trabajo nos centramos en el material recuperado sobre repertorios interpretativos de la homosexualidad en cada entrevista. De manera particular, dado que se trata de un avance, se seleccionaron los recursos lingüísticos presentes en las explicaciones esencialistas (nacen) o construccionistas (se hacen) sobre la homosexualidad. Finalmente, se procedió a la identificación de las características que se hallaban implícitas en los discursos de los participantes aplicando el modelo de repertorios interpretativos de la psicología discursiva de Potter y Wetherell (1995).

Las variaciones en los niveles de argumentación evidencian también diferentes formas de explicar la aceptación inicial de la posibilidad homoerótica en la narrativa autobiográfica. Las narrativas organizadas en términos de precedencias en el ciclo vital se estructuran a través de momentos: en un primer momento se plantean atribuciones de descubrimiento (epifanía): “… descubrí porque me di la posibilidad de vivirlo”; en un segundo momento, las atribuciones se dirigen hacia agentes o sujetos externos que le dan forma social a la epifanía individual: “… ¡Bendito Dios, llegó una fémina y me despertó, porque yo lo tenía ahí dormido! Pero no, no podía, no podía como descubrirlo yo sola y llegó alguien”.

RESULTADOS CARACTERÍSTICAS DE LOS ESQUEMAS ARGUMENTATIVOS ANTE LA TENSIÓN ESENCIALISMO-CONSTRUCCIÓN Los participantes recurren a distintos esquemas argumentativos para dar cuenta de sus autonarraciones como homosexuales o bisexuales. En este sentido, a pesar de hacerse explícitas preferencias afirmativas o conclusivas, éstas involucran desplazamientos hacia argumentos que las hacen contradictorias y/o neutrales ante el dilema esencialismo versus construccionismo. Los argumentos que ponen fin a las elaboraciones discursivas no suministran de manera clara un sustento para la tesis que se había planteado en un principio (¿los homosexuales, nacen o se hacen?); y aunque en algunos casos los cierres del discurso logran tener vínculo con la tesis central, ponen al descubierto nuevas elaboraciones reflexivas sobre la propia autonarración. Como ejemplo, presentamos el siguiente esquema evidenciado en el discurso de una lesbiana: “… nacen, sin duda” —tesis inicial—, “… por supuesto que puede ser una actitud aprendida, sin duda” —argumento contradictorio/neutral—, y finalmente, “… también yo pienso que uno se enamora de las personas” —reflexión sobre la propia autonarración—.

LECTURA AL DETALLE En una de las entrevistas con un hombre homosexual, se encontró un especial interés por validar las propuestas teóricas del psicoanálisis a partir del contexto familiar de otras personas homosexuales. De acuerdo con ello, se mencionaron explicaciones sobre la homosexualidad referidas al complejo de Edipo y el narcisismo: … en la mayoría de mis amigos uno ve modelos como de, digamos, una relación distante con el padre3: de: separación. Entonces creo que sí tiene mucho que ver con la construcción como: en los procesos de socialización, el ambiente familiar, en los núcleos como de familia, de procesos de apego. Y: creo en el Edipo. Y en, o sea, creo en las dos explicaciones que el psicoanálisis le da al: homosexualismo, que es el Edipo y como un egocentrismo que se: que se replica.

Del mismo modo, los argumentos se reformulan hacia su categoría antagónica; en este sentido, se desarrollan 1 Non-numerical Unstructured Data Indexing Searching and Theorization, software diseñado para el procesamiento y organización en la información en la investigación cualitativa.

2 Muletilla del lenguaje informal. 3 Símbolo empleado en la transcripción para señalar la prolongación de la última sílaba de la palabra.

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Por otro lado, y en el contexto mismo de esta entrevista, se recurre a datos históricos, y concretamente al fenómeno, de la amistad del mundo helenístico, para dar cuenta de un modelo de relaciones erótico-afectivas entre personas con una marcada diferencia generacional, que relieva el carácter ético del lazo emocional:

oposición cultural homosexual/heterosexual como estrategia retórica, para reivindicar la propia narrativa personal, como en el caso de los dos testimonios siguientes: […] cuando a uno le hacen preguntas sobre los homosexuales, y uno las voltea para los heterosexuales, se da cuenta que hay preguntas absurdas, los heterosexuales ¿nacen o se hacen? [(risas)] […] intentar cambiar una orientación sexual es ridículo, uno es lo que es, ¿por qué tiene que cambiar o buscar una forma de llegar a ser algo más? Uno es lo que es, uno no debe luchar contra eso, no tiene nada de malo.

… los procesos homoeróticos de esa época en la antigua Grecia se podían dar más por un deseo [como] intelectual, ¿si? Por un deseo como de conocimiento, y como en esa época la figura representante de la sabiduría y el conocimiento eran los hombres de edad: entonces estaba el hombre de edad con el hombre joven.

Del mismo modo, se estructuraron argumentos a favor de una deconstrucción de los prejuicios o de aquellas interpretaciones que desde el sentido común pretenden explicar la homosexualidad en función de la presencia de traumas o experiencias de abuso en la infancia, recurriendo al humor:

En la entrevista a una mujer adulta, afirmada como lesbiana (aunque estuvo casada y tiene dos hijos), la noción de diferencia se elabora en el discurso a partir del ejemplo de lo distintas que resultan las identidades entre hermanos que han sido criados en el mismo contexto y bajo las mismas circunstancias: “… tanto que estos unos que son hermanos y que viven en el mismo sitio, criados por los mismos padres en las mismas condiciones, todos son completamente distintos; entonces uno es uno, definitivamente uno es uno”.

[…] yo no encuentro digamos el patrón de ‘las mujeres violadas se vuelven lesbianas’, o ‘los hombres igual’. Eh: como me decía un amigo mío, ‘¡Ojala a mí me hubieran hecho algo los curas, pero no me hicieron nada!

En la misma entrevista, la participante plantea la posibilidad de involucrarse erótica y afectivamente con un transformista, abriendo el espectro de las posibilidades erótico- afectivas y construyendo una línea argumental que sostiene la transformación de las preferencias sexuales a lo largo del ciclo vital: “Pero ahora en los últimos años pues (**)4 de los transformistas, yo me enamoré de XX [nombre artístico], y por ahí hay una transformista enamorada de mí. Donde a mí me llegue a gustar un transformista yo no tengo ningún problema, yo ya lo sé”.

En tensión con argumentos críticos como los anteriores, aparecen argumentos claramente contradictorios entre la condición homosexual como algo genético en la familia y las decisiones en términos de preferencias eróticas de las personas: […] en una familia siempre va a haber un gay, y ese gay más adelante puede tener otro pariente que sea gay también;… pero si, si, si se tiene una educación de pronto digamos, eh: rígida, militar o algo por el estilo, a veces puede resultar que esa persona lleve una vida, digamos caso normal, o sea, tener una esposa, tener una familia y etcétera.

Los participantes emplean recursos lingüísticos como el anterior para ubicar las preferencias homoeróticas como parte del curso fluido (no estable o esencial) de su vida afectiva, y en ese sentido, como una evidencia más del carácter cambiante y de indeterminación que caracteriza, en últimas, a lo humano: “… también he descubierto que es posible que esa orientación sexual sea algo que cambie; como todo en la vida cambia…”.

En general, puede afirmarse que las estructuras retóricas empleadas por los participantes pueden caracterizarse como ‘relatos de progreso’ (Gergen, 1985; Gergen, 1996); es decir, en general, las autonarraciones homoeróticas se estructuran con base en un patrón que va ‘de menos a más’, sin duda uno de los patrones discursivos más valorados en Occidente. Podemos citar, a manera de ejemplo, el tránsito discursivo de una mujer lesbiana:

ORGANIZACIÓN RETÓRICA En algunos casos, los recursos discursivos de los-as participantes se articulan privilegiando estrategias deconstructivas que priorizan el uso lógico y persuasivo de la 4

Momento 1: […] nacen, sin duda, yo te, ahí te voy a contestar como médico; total, a pesar de que yo no tengo ningún estudio

Palabras perdidas en la transcripción.

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análisis precedentes, los participantes expusieron argumentos que apelan al ‘deseo de lo mismo’ para afirmar sus autonarraciones. Tales argumentos muestran unas sensibilidades, unas formas eróticas, unas sexualidades, unos cuerpos, que nos ponen en contacto con la diferencia como experiencia personal, en el ámbito de lo otro. No queremos olvidar, sin embargo, que nos referimos a la experiencia relatada por los participantes en la situación de entrevista que logramos construir con ellos-as, por lo cual queremos expresarles nuestra gratitud.

que lo respalde, pero sí pienso que es una cosa genética, esto es una opción genética pero no es un defecto genético.

Momento 2: […] es una cosa genética que te da una tendencia, pero si tú le das la posibilidad de explorar puedes encontrar todas las posibilidades…

Momento 3:

En conjunto, los repertorios interpretativos analizados hasta el momento nos permiten afirmar que las-os participantes construyen sus relatos de identidad en un contexto reflexivo que se ve presionado por la exclusión y las crisis familiares que su orientación suele suscitar. En otras palabras, la marginalidad social que implica entre nosotros (nuestros-as participantes son profesionales o en proceso de serlo) una orientación sexual diversa trae aparejado un ejercicio reflexivo mediante el cual se resignifican las autonarraciones, apelando a diferentes recursos lingüísticos, que van desde los culturales especializados hasta tensiones y contradicciones entre el esencialismo y la construcción social que no respaldan con una comprensión científica de la problemática involucrada, sino mediante el recurso al conocimiento cotidiano.

[…] y viene una cosa genética, una cosa de aprendizaje, una cosa de posibilidades y lo que tú estés dispuesto a explorar.

Finalmente, las diferencias en cuanto a la complejidad y el número de ideas articuladas en las conclusiones que ponían fin a las narrativas permiten evidenciar cómo mediante las trayectorias del discurso, los participantes se ubican en distintos niveles o contextos de significado; es decir, pese a que en un principio presentaron hipótesis en uno u otro sentido —nacen, se hacen, o ambos—, en el transcurso del relato iban involucrando nuevos elementos e interpretaciones para llegar a una conclusión.

COMENTARIO FINAL Como es obvio, las explicaciones cotidianas de los-as adultos entrevistados-as se caracterizan por ser más complejas, toda vez que en sus narrativas deben involucrar períodos muy amplios y significativos en sus vidas, durante los cuales, en algunos casos, sus prácticas erótico-afectivas fueron satisfactoriamente heterosexuales.

En general, puede afirmarse que las estructuras retóricas de la autonarración, empleadas por los participantes, se caracterizan como ‘relatos de progreso’ (Gergen, 1988; Gergen, 1996); es decir, en general, las autonarraciones homoeróticas de nuestros participantes se estructuran con base en un patrón que va ‘de menos a más’, sin duda uno de los patrones discursivos más valorados en el Primer Mundo contemporáneo.

No obstante lo anterior, independientemente de la edad, en las estructuras retóricas de los participantes en este estudio se encuentra que, aunque se acepte algún componente genético (lo cual no es explícito en todos los casos), en sus actuales preferencias y prácticas homoeróticas, en general, todos aceptan más bien una plasticidad erótica; es decir, aceptan que sus prácticas responden a una apertura personal a la exploración de alternativas no hegemónicas, o que las construyeron con otros en procesos de interacción social, y por tanto, disponibles para cualquier ser humano.

No obstante lo anterior, puede afirmarse que los participantes cuyas entrevistas fueron incluidas en este avance emplearon diversos formatos o géneros para estructurar (dar luz a) la historia personal. Todos-as estuvieron de acuerdo en afirmar que su orientación es un elemento en el conjunto de narraciones que se articulan en su historia de vida y en sus perspectivas de futuro.

Aprendimos de nuestros participantes, con quienes estamos sinceramente agradecidos por su generosidad, que la pretensión explicativa de las preferencias homoeróticas hace parte de esa herencia moderna de los discursos médicos que ilustran la diferencia dejando sin cuestionar la posición que se considera estándar o, peor aún, ‘normal’.

El avance sobre repertorios interpretativos que se presenta en este artículo muestra varios ejemplos interesantes del uso de géneros, de forma incluso contradictoria, a lo largo de la entrevista. En relación con la orientación sexual o las preferencias eróticas, como preferimos llamarlas nosotros, dados los

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Finalmente, encontramos que el recurso retórico más poderoso y potente en la autonarraciones de nuestros participantes es la deconstrucción explícita de esa pretensión de juzgar lo otro desde lo mismo, que pone en evidencia los juegos de poder hegemónicos de la heterosexualidad.

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Nuestros hallazgos ofrecen pistas para un análisis final más completo de la información recolectada, que sin duda podrán ser útiles tanto para las prácticas clínicas como escolares, tan urgidas de nuevos modelos que se articulen a una epistemología de la diferencia.

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Violencia, homofobia y psicoanálisis: entre lo secreto y lo público* POR

MARÍA MERCEDES GÓMEZ**

FECHA DE RECEPCIÓN: 23 DE OCTUBRE DE 2007 FECHA DE ACEPTACIÓN: 30 DE OCTUBRE DE 2007 FECHA DE MODIFICACIÓN: 13 DE NOVIEMBRE DE 2007

RESUMEN Este artículo revisa, desde los conceptos psicoanalíticos de “síntoma” y “represión”, expresiones de violencia por prejuicio sexual en sociedades de heterosexualidad institucionalizada y obligatoria. Desde estas nociones la autora examina las tensiones que existen entre la prohibición de prácticas homosexuales, el concomitante deseo por lo prohibido, la violencia con que se normaliza tal deseo y sus efectos. Parte de un ejemplo jurídico para mostrar cómo prácticas de subordinación frente a sexualidades no-normativas son toleradas y mantenidas como fuentes de gozo privado, pero se tornan objeto de violencia excluyente cuando el gozo de lo prohibido se hace público. El texto explora las vicisitudes de esta transición desde una perspectiva psicoanalítica y política.

PALABRAS CLAVE Heterosexualidad obligatoria, psicoanálisis, violencia por prejuicio, discriminación, exclusión, género y sexualidad.

Violence, Homophobia and Psychoanalysis: Between Secrecy and Openness ABSTRACT Through the psychoanalytical concepts of “symptom” and “repression,” this article looks at expressions of sexual prejudice-based violence in societies where heterosexuality is institutionalized and compulsory. With these concepts, it examines the tensions that exist between the prohibition of homosexual practices, the concomitant desire for the prohibited, and the violence with which this desire and its effects are normalized. The article begins with a legal example to show how practices of subordination in terms of non-normative sexualities are tolerated and maintained as sources of private pleasure, but how they become objects of exclusionary violence when the pleasure of the prohibited is made public. The text explores the vicissitudes of this transition from a psychoanalytical and political perspective.

KEY WORDS Compulsory heterosexuality, psychoanalysis, prejudice-based violence, discrimination, exclusion, gender and sexuality.

Violência, homofobia e psicanálise: entre o secreto e o público RESUMO O artigo analisa, a partir dos conceitos psicanalíticos de “sintoma” e “repressão”, expressões de violência por preconceito sexual nas sociedades de heterossexualidade institucionalizada e obrigatória. Partindo destas noções, revisam-se as tensões que existem entre a proibição de práticas homossexuais, o concomitante desejo pelo proibido, a violência com que se normaliza esse desejo e seus efeitos. A autora parte de um exemplo jurídico para mostrar como as práticas de subordinação frente às sexualidades não-normativas são toleradas e mantidas como fontes de gozo particular, mas tornam-se objetos de violência excludente quando o gozo do proibido se faz público. O texto explora as vicissitudes desta transição a partir de uma perspectiva psicanalítica e política.

PALAVRAS CHAVE Heterossexualidade obrigatória, violência por preconceito, discriminação, exclusão, gênero e sexualidade.

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Agradezco a Juan Felipe Moreno por la traducción de una primera versión del texto y de las citas, a Julia Morales por el trabajo de edición de las referencias bibliográficas, a Liz Fitting, Claudia Steiner y a dos evaluadores anónimos por sus comentarios. El texto es una versión revisada del capítulo II de mi tesis doctoral titulada “Discrimination and Exclusion: An Interdisciplinary Approach to Hate Crime Politics” New School for Social Research, NYC, 2006. Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia; Especialización, Instituciones Jurídico Penales, Universidad Nacional, Bogotá, Colombia; Maestría, Estudios de Género y Teoría Feminista, New School For Social Research, Nueva York, EE.UU; Ph.D., Teoría Política, New School For Social Research, Nueva York, EE.UU. Profesora Asociada y actual Directora del Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: margomez@uniandes.edu.co

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En sociedades con modelos binarios de distribución del poder (por ejemplo, hombre/mujer; heterosexual/homosexual, blanco/no-blanco), ciertas prácticas son discriminatorias porque apuntan a la subordinación de quienes se perciben como diferentes o disidentes y ciertas prácticas son excluyentes porque apuntan a suprimir las diferencias del paisaje social. Los dos tipos de prácticas, ambos en la lógica del prejuicio, es decir, en un talante de hostilidad o predisposición negativa hacia lo percibido como diferente, pueden desplegarse en violencia física. Los usos u objetivos de la violencia física motivada por prejuicio, sin embargo, pueden ser distintos; por ejemplo, un gesto violento es jerárquico cuando pretende advertir y marcar –al individuo y al grupo que simboliza- su subordinación dentro de un orden social. En comparación, el gesto violento es excluyente cuando apunta a eliminar del paisaje social al otro u otros que encarnan una diferencia amenazante (Gómez, 2004; 2006).

xisten muchos textos sobre psicoanálisis y homosexualidad y múltiples debates sobre la homofobia interiorizada en los individuos y en las teorías y prácticas psicoanalíticas, pero no muchos trabajos que hagan acopio de teorías psicoanalíticas para debatir las dinámicas de la violencia física contra las sexualidades disidentes o sexualidades no-normativas1. En este texto analizaré, a partir de los conceptos psicoanalíticos de ‘síntoma’ y ‘represión’, la ansiedad que suscitan las prácticas e identificaciones sexuales no-normativas en sociedades donde prima lo que Adrienne Rich denomina la ‘heterosexualidad obligatoria’. Esta ‘heterosexualidad obligatoria’ es, antes que nada, un régimen político –institucionalizado por medio de arreglos legales, culturales y económicos– en el que el privilegio masculino y heterosexual es sistemáticamente construido a costa de la subordinación y el desprecio hacia lo que es percibido e identificado como femenino o en disidencia de la norma heterosexual (Rich, 1993, p. 227).2

En diferentes lugares y momentos históricos, las prácticas discriminatorias y las prácticas excluyentes se dan en un continuum y los usos de la violencia jerárquica y excluyente pueden coincidir, intercalarse o superponerse entre ellas. De igual forma, una práctica discriminatoria puede generar gestos de violencia excluyente y una práctica de exclusión puede domesticarse si un gesto violento logra sus propósitos de subordinación. Los gestos violentos que culminan en la muerte pueden responder a un uso jerárquico o a un uso excluyente de la violencia. Así, por ejemplo, a mediados del siglo XX los triunfos jurídicos que terminaron con la segregación en los Estados Unidos dieron pie a linchamientos de afro americanos en el sur. Estos eventos constituyeron un uso jerárquico de la violencia, cuyo propósito no era el de eliminar a todos aquéllos que la hacían posible, la comunidad afro descendiente subordinada y productiva, sino, por el contrario, advertir sobre los riesgos de subvertir un orden jerárquico, el de la supremacía blanca.

1 Por sexualidades disidentes, diversas, no-normativas o no-heterosexuales entiendo aquéllas prácticas e identificaciones que alteran las relaciones binarias y correspondientes entre sexo biológico, rol de género y deseo. Los textos que han dado mayor claridad a mi reflexión son: Young-Bruehl, E. (1996). The Anatomy of Prejudices. Cambridge, Mass: Harvard University Press. y Moss, D. (1992). “Introductory Thoughts: Hating in the Fisrt Person Plural: The Example of Homophobia”. American Imago, 49(3), 277-291. Véase también, Moss, D. (2003). Hating in the First Person Plural. Psychoanalitic Essays on Racism, Homophobia, Mysogyny, and Terror. New York: Other Press. 2 En palabras de Rich, la heterosexualidad obligatoria “es una institución política que resta poder a las mujeres” (Rich, 1993:, p. 227). Véase también Wittig (1992). Existen, sin embargo, diferencias entre Wittig y Rich en torno a la posición de la categoría ‘mujer’ en articulaciones políticas. Para Wittig, la sociedad heterosexual se asienta sobre la categoría de sexo, entendida no como ser sino como relación. Los hombres y las mujeres son el resultado de relaciones, pero la categoría ‘sexo’ se utiliza para ‘naturalizar’ la construcción de las mujeres como seres (hetero)sexuales, disponibles a los hombres y entregadas a la economía heterosexual. (Wittig, 1992, pp. 6-7). Michel Foucault fue pionero en la crítica con su genealogía de la historia de la sexualidad (Volumen 1, 1978; Volumen 2, 1985; Volumen 3, 1986). Para una exposición interesante de la heterosexualidad como régimen político, véase también Marie-Héléne Bourcier (2001). Un extenso cuerpo de trabajos de carácter lésbico feminista ha desarrollado este argumento. Prefiero usar ‘feminidad’ o ‘femenino’ y ‘masculino’ en vez de ‘hombres’ y ‘mujeres’ para enfatizar los rasgos culturales en lugar de la distinción binaria de los sexos. En argumentos específicos –como los argumentos políticos y psicoanalíticos– mantendré el par binario hombre/mujer con el fi n de enfatizar la conflación entre la producción cultural y biológica de géneros, y la jerarquía de géneros y sus implicaciones con respecto a la violencia homofóbica.

El caso de la violencia doméstica, especialmente aquélla contra las mujeres, incluso cuando culmina en la muerte, responde al mismo tipo de lógica: se trata de recordar a la víctima (y a todas las que estén en la misma situación) su lugar de subordinación y los riesgos de pretender subvertirlo. No así la violencia contra los judíos durante el holocausto nazi. Aunque en ocasiones y por razones utilitarias la vida de los trabajadores recluidos en los campos de concentración se conservara con lo mínimo, las prácticas estaban dirigidas a suprimirlos del entorno después de haber vaciado sus cuerpos y mentes de cualquier energía o deseo (Levi, 1987). Esas prácticas son claramente excluyentes: el judío, como lo señala Sartre (1946; 1992), es visto por el anti-semita como la encarnación y fuente de todo mal; el fin, por ende, es su destrucción. En el mismo sentido

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las sexualidades no-normativas han sido investidas con los epítetos del mal, la perversión, la traición y la muerte. Por eso es posible afirmar que las diversas prácticas que se han ejercido sobre ellas, desde la conversión, la expulsión social, la tortura física y psíquica en terapias y lobotomías y los discursos estigmatizantes (Eskridge, 1999, p. 82; D´Emilio, 1983), apuntan no tanto a subordinar como a hacer desaparecer las diferencias o los cuerpos que las ostentan.

teórica. Lo que me interesa en este texto en particular es explorar un proceso que ilustre estas tensiones en los siguientes registros: primero, en la posible confluencia de prácticas discriminatorias con usos excluyentes de la violencia como resultado de la dinámica entre lo secreto y lo público. Segundo, en la exposición de algunos de los elementos que el psicoanálisis aporta para la comprensión de la ansiedad que genera la potencial pérdida de los privilegios que en estas sociedades se distribuyen entre quienes se definen o son definidos como heterosexuales.

La mayoría de los casos de violencia motivada por hostilidad hacia lo que es diferente, incluido el prejuicio sexual3, no se ajustan completamente a la polaridad de las distinciones enunciadas entre discriminación y exclusión, sino que las complejizan y exigen su afinación

DE LA DISCRIMINACIÓN A LA EXCLUSIÓN El 24 de noviembre de 2001, un hombre al que llamaremos LCP asesinó a otro al que llamaremos JAG, después de llevarlo a un paraje solitario en las afueras de la ciudad de Pereira, Colombia. El hecho fue resultado de la extorsión a la que JAG habría sometido al primero. La extorsión consistía en amenazar al agresor con mostrar a su esposa el contenido de un videocasete en el que supuestamente se habían grabado las relaciones homosexuales que aquellos habían sostenido. LCP se hizo acompañar de un amigo y en el remoto lugar exigió a JAG la devolución del objeto. Frente a lo que se sospecha una negativa de entregar el videocasete, LCP apuñaló de muerte a JAG (Gómez, 2008).4

3 La noción de ‘prejuicio sexual’ fue acuñada por el psicólogo social Gregory Herek para señalar “todas las actitudes negativas basadas en la orientación sexual, sin importar si el blanco es homosexual, bisexual o heterosexual. Dada la actual organización social de la sexualidad [que es de heterosexualidad obligatoria], sin embargo, dicho tipo de prejuicio está casi siempre dirigido a personas implicadas en comportamiento homosexual o a personas que se designan a sí mismas como gays, lesbianas o bisexuales. Así (…) el prejuicio sexual abarca las actitudes negativas del heterosexual hacia a) el comportamiento homosexual; b) las personas de orientación homosexual o bisexual; c) las comunidades de gays, lesbianas y bisexuales.” Véase, Gregory Herek (1999), quien privilegia la noción de ‘prejuicio sexual’ sobre nociones tales como ‘homofobia’ y ‘heterosexismo’. Para ello argumenta que el término homofobia “implícitamente sugiere que las actitudes anti-gay son mejor entendidas como un miedo irracional y que representan una forma de sicopatología individual en vez de un prejuicio socialmente reforzado (…) [y que] el heterosexismo, con su foco histórico en el macro-nivel de las ideologías culturales por sobre las actitudes individuales, no es un reemplazo satisfactorio para el término homofobia” (Herek, 1992, p. 2). Utilizo los términos ‘homofobia’ y ‘prejuicio sexual’ de forma intercambiable, puesto que pienso que el significado popularizado del primero desborda la simple connotación individual psicológica para incluir el componente social del prejuicio. También utilizo la palabra ‘homofobia’ para describir específicamente las actitudes anti-gay y anti-lesbianas y para diferenciar a éstas de comportamientos que pueden ser denominados anti-heterosexuales y que están por fuera del alcance de este trabajo. En diferencia con Herek, intento demostrar que la homofobia es socialmente construida antes que una “asunción a priori acerca de los orígenes, dinámicas y motivaciones subyacentes de las actitudes anti-gay” (Ibid., p.2) y que, consecuentemente, no necesariamente enfatiza el comportamiento individual, o, al menos, no lo hace sin mostrar la complicidad del ambiente en la interiorización y actuar hostil del perpetrador. La homofobia puede ser un ‘miedo irracional’ en algunos casos, tal y como sucede con otros prejuicios. Pienso que Herek está más preocupado por la ‘irracionalidad’ del miedo que por el miedo mismo. Me imagino, y en esto concuerdo con él, que si enfatizamos la ‘irracionalidad’ de la violencia anti-gay, no podemos debatir acerca de las responsabilidades objetivas. Este es el caso, por ejemplo, de la infame, pero aún existente, figura de defensa legal conocida como ‘síndrome de pánico sexual’. Pero, así utilicemos el término ‘homofobia’ o la expresión ‘prejuicio sexual’, un componente de miedo a la diferencia es parte central de la definición. Finalmente, nunca utilizo la palabra ‘heterosexismo’ porque pienso que la expresión ‘heterosexualidad obligatoria’ enfatiza mucho mejor el aspecto normativo de los patrones culturales y políticos en contra de las sexualidades alternativas.

Este caso parece tener explicación en lo que la filósofa y psicoanalista Elisabeth Young-Bruehl ha clasificado como un tipo de prejuicio histérico.5 La homofobia crea 4 Para un seguimiento del proceso legal: Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Dosquebradas, Risaralda, Junio 7, 2004. Proceso: 2002-00135. También Tribunal Superior del Distrito Judicial. Sala de Decisión Penal. Pereira, Agosto, 2004 y Corte Suprema de Justicia de Colombia. Sala de Casación Penal. Proceso No 23093. Bogotá, 9 de febrero, 2005. 5 Young-Bruehl integra teorías psicoanalíticas y sociales para identificar tres tipos de prejuicio: El ‘prejuicio obsesivo’ (del anti-semita) ve la conspiración en todas partes y se siente obligado a eliminar la amenaza (1996: p. 33). El ‘prejuicio histérico’ (del racismo y el clasismo) está dirigido a personas consideradas como de más bajo estatus, pero que, sin embargo, deben ser mantenidas en sus lugares porque resultan útiles a los propósitos del grupo o individuos prejuiciosos (1996, p.34). El ‘prejuicio narcisista’ (del sexismo) se basa en la intolerancia (usualmente pero no exclusivamente masculina) hacia la idea de que existe gente que no es como los hombres (anatómicamente hablando). Este prejuicio apunta a reforzar las identidades (principalmente masculinas) por medio del refuerzo de los límites. (1996, p. 35 y pp. 157-158). El prejuicio obsesivo coincide con mi definición del uso excluyente de la violencia, es decir la que apunta a eliminar al otro o sus identificaciones y prácticas del entorno social, y el prejuicio histérico coincide con mi definición del uso jerárquico de la violencia que apunta a mantener al otro en su lugar de subordinación. Véase, Gómez 2006 a y b.

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al homosexual6, dice la autora, y lo hace objeto de prejuicios obsesivos, histéricos y narcisistas (pp.33-39; pp. 137159). Aunque, según la clasificación de Young-Bruehl, todos los prejuicios pueden desplegarse en homofobias, en este texto en particular nos interesa el prejuicio histérico. Según este tipo de prejuicio las personas deben permanecer subordinadas pero disponibles porque resultan útiles a los propósitos del grupo o individuo prejuicioso (p.34). El prejuicio histérico coincide con los propósitos de las prácticas discriminatorias que pretenden “mantener al otro en su lugar de subordinación” y, por lo tanto, con el interés por mantener las jerarquías. El tipo de subordinación que caracteriza al prejuicio histérico consiste en suponer que las personas percibidas como homosexuales están “disponibles para prestar [al homofóbico], en la realidad o en la fantasía, sus servicios sexuales” (p.34). Para las personas con prejuicios histéricos, las sexualidades no-normativas y quienes las ejercen sirven como objeto de fantasías sexuales o como sujetos de actos prohibidos y deseados. El homosexual, dice Young-Bruehl, facilita al homofóbico histérico la representación de su mascarada y, simultáneamente, establece una frontera entre él y el otro:

narra el caso de un hombre de 30 años que entró a terapia para trabajar su homosexualidad latente. El hombre afirmaba que todas sus relaciones habían sido con mujeres y por cortos lapsos de tiempo. Un día, después de dos años de estar en análisis, contó al analista que una llamada telefónica hecha por un hombre desconocido que sabía su nombre lo había despertado en mitad de la noche. La llamada era abiertamente sexual; ambos se excitaron, cada uno se masturbó y él tuvo un orgasmo. El paciente dijo a la mañana siguiente que “nunca en su vida se había sentido tan cerca de otra persona”. Reportó que al principio se sentía preocupado por el tono “homosexual” de su experiencia pero que pronto se relajó y sintió lástima por aquel buen hombre que necesitaba “recurrir a la homosexualidad y al sexo telefónico”. “Por la mañana –añade Moss– los sentimientos de hombría, masculinidad y potencia del paciente habían sido restaurados.” (Moss, 1992, pp. 285-286) ¿Qué pasa si el secreto se hace público? ¿Cuál habría sido la reacción del paciente si alguien hubiese hecho pública su experiencia? Es difícil saber en el caso particular. En nuestro primer ejemplo, el de LCP, generó un asesinato. Por eso es posible suponer que la separación entre lo secreto y lo público es problemática y sirve para ilustrar la endeble frontera entre el prejuicio homofóbico y la violencia, además de la imperante necesidad de marcar la diferencia entre ‘nosotros’ y ‘ellos’, una vez que se hace explícita la trasgresión y con ella la inestabilidad de las identificaciones y prácticas sexuales. En nuestros ejemplos, el hecho de mantener al homosexual como disponible y subordinado, y (aquí diríamos) disponible y oculto en el closet del homófobico, es útil a la realización de los deseos secretos de este último. Sin embargo, cuando el secreto amenaza o se torna público, el peligro (el cuerpo (homo)sexual o no-normativo)7 debe ser eliminado con

… [Nosotros] podemos disfrutar, de forma indirecta su amor, verlos en películas pornográficas, imaginarnos como sus amantes, incluso, quizás, viajar o experimentar con ellos y luego volver a nuestro mundo, “olvidando” que alguna vez lo abandonamos o que hicimos lo que hicimos… Este tipo de homofóbicos no quiere eliminar a los homosexuales, los quiere explotar. (1996: p. 158).

El prejuicio histérico se centra entonces en la instrumentalidad del homosexual en tanto encarnación de un placer secreto que requiere de una forma contradictoria de externalización: el homosexual tiene que ‘estar ahí’ disponible como objeto de fantasías sexuales y como ser inferior (un chivo expiatorio, quizás) que tiene que ser castigado con su subordinación- por ese mismo hecho de ‘estar ahí’ –del lado de la trasgresión.

7 De forma similar en casos que ilustran ataques fatales a personas transgeneristas, se vislumbran tensiones entre las prácticas sexuales y su reconocimiento público. Dos casos de asesinato en los Estados Unidos ponen en evidencia los dilemas de “hacer pública” la “verdad” de la identidad de género y establecer su relación con los motivos del crimen. Se trata del asesinato de la adolescente transgenerista Gwen Araujo el 3 de octubre de 2002. Gwen, quien vivía como mujer, fue asesinada por cuatro hombres y se dice que tuvo relaciones sexuales con al menos dos de ellos. Sometida por la fuerza a un chequeo para confi rmar su sexualidad biológica, fue golpeada hasta la muerte cuando descubrieron que tenía genitales masculinos. Los asesinos fueron juzgados en California, estado que tiene leyes de aumento de pena para crímenes cometidos por razón de la identidad de género de la víctima. Sin embargo, la condena a tres de los acusados fue por asesinato y no por homicidio. Un tercero recibió condena por homicidio involuntario. El jurado consideró que el asesinato se produjo porque la situación se les salió de las manos y no en razón de la orientación sexual/identidad de género de la víctima; por eso no se sentenció con aumento de penas, es decir, no se reconoció el incidente como un crimen de odio. Véase, http://www.trans-

Encontramos otro ejemplo de esta forma de prejuicio en una historia contada por el psicoanalista Donald Moss. Él nos 6 Conservo la categoría ‘homosexual’ que usa la autora. YoungBruehl es cautelosa en el uso de la misma y considera que es difícil determinar quién puede ser nombrado por ella. Anota (y coincido con su anotación) que la homofobia es “una atribución de control sobre la categoría ‘homosexual’ y que los homofóbicos tratan de tomarse el poder de definirla.” (p. 143). Como señalé anteriormente, a lo largo del texto hago uso de formas alternativas para nombrar las prácticas, identificaciones o deseos que suelen dar lugar a la categoría ‘homosexual’. Los términos que uso son: sexualidades no-normativas o no-heterosexuales y sexualidades diversas o divergentes. Esto para reiterar la incongruencia entre prácticas, identificaciones y deseos.

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el fin de marcar la diferencia y recuperar una “identidad heterosexual coherente” (Mason, G. 2001, p.3)

tadística que impiden distinguir la violencia en contra de las lesbianas de la violencia en contra de las mujeres heterosexuales o de los hombres homosexuales (Herek, 2000). Aun así, también hay razones de tipo normativo que tienen que ver con que el deseo lésbico despierta ansiedad extrema y odio debido a que es percibido como una amenaza radical: las lesbianas “roban los placeres de la heterosexualidad” (Mason, 2001, p. 275) y así, amenazan “la forma en que la comunidad organiza su gozo” (Zizek, 1993, p.206; Mason, 2001, p. 275). El deseo lésbico bloquea la participación masculina en los actos del deseo, participación que sostiene el régimen político de heterosexualidad obligatoria (Rich, 1993; Foucault, 1978; Wittig, 1992). Por eso puede decirse que los gestos violentos contra personas percibidas como lesbianas suelen apuntar a suprimir la diferencia y no a subordinarla, aunque la pornografía entre mujeres, hecha y dirigida a un público heterosexual, se podría pensar como un ejemplo del prejuicio histérico mencionado.

PERDER LAS “CREDENCIALES MASCULINAS”8 Este aparte tiene como objetivo explorar las siguientes preguntas: ¿Por qué la transgresión de las normas (hetero)sexuales es simultáneamente objeto de gozo y de castigo?, ¿qué hace que la posibilidad de hacer pública una práctica sexual no-normativa genere gestos de violencia excluyente? ¿qué hace que la transgresión de la norma heterosexual sea especialmente vulnerable ante el prejuicio y la violencia? Antes de discutir estos puntos vale la pena hacer un breve excurso y precisar que los argumentos de este texto se dedican a pensar la violencia en contra de los hombres homosexuales. La violencia contra las lesbianas puede ser tan sólo parcialmente explicada por las aproximaciones aquí examinadas, a pesar del hecho de que tales aproximaciones se exhiben con frecuencia como discursos representativos de la violencia basada en prejuicio sexual en general.9

En el orden del uso excluyente de la violencia, Amnistía Internacional (2005) reporta el caso de una mujer en Zimbawe autoidentificada como lesbiana cuyos padres ordenan su repetida violación hasta que quede embarazada para así “corregir” su orientación sexual. En otro caso del mismo informe se cuenta que “dos lesbianas de color reportaron que dos hombres en Brooklyn, N.Y., las siguieron, las acosaron y las golpearon mientras les gritaban: ‘Voy a matarte, perra. No eres un hombre’” (Amnistía Internacional, 2005). Este incidente señala cómo la ansiedad frente a mujeres percibidas como lesbianas es, en cierto sentido, diferente aunque familiar al de la ansiedad frente a hombres percibidos como homosexuales. Ante las lesbianas el agresor no parece temer “volverse el otro (una mujer) sino experimentar miedo a ser desenmascarado como un impostor.10 Atacar a una lesbiana gritando “no eres un hombre” parece operar como un espejo de la incapacidad del agresor de asegurar su propia masculinidad excepto con referencia a lo que el piensa que la otra “no es”. Tal operación pone de cabeza el sentido de su enunciado: cuando dice “no eres un hombre”, también está diciendo “haces lo que los hombres hacen”, en otras palabras, “tienes mujeres.” Así el sentido oculto del enunciado del agresor parece ser “si TÚ tienes mujeres, YO NO soy un hombre” (Gómez, 2006b, p. 186-187).

La violencia contra las personas transgeneristas tampoco está cubierta por estas reflexiones. En lo que concierne a la violencia por prejuicio sexual, considero que tanto las lesbianas como los transgeneristas sufren de grados más intensos de exclusión que los hombres homosexuales, aunque no del mismo modo. En el caso de la violencia contra lesbianas o personas percibidas como lesbianas, el investigador enfrenta, cuando no los omite, obstáculos en los métodos investigativos y en la recolección esgenderlawcenter.org/gwen/index.html, consultado el 25 de mayo del 2007; http://www.sfgate.com, artículo publicado el domingo 16 de mayo de 2004; http://en.wikipedia.org/wiki/Gwen_Araujo, página actualizada el 17 de abril de 2007. Otro caso similar es presentado por Arthur Dong en su excelente documental Licensed to Kill. David Feikema conoció a Larry Venzant el 19 de diciembre de 1993 y lo invitó a su casa con fines sexuales. Feikema confiesa que pensó que Venzant era biológicamente mujer y que se enfrascaron en una discusión sobre el tipo de relaciones sexuales que querían sostener. La discusión terminó en la pelea que condujo a Feikema a apuñalear a Venzant causándole la muerte. Después de darse cuenta de que Venzant era hombre, Feikema le cortó el pene y se lo insertó en la boca. Fue condenado a 21 años de cárcel, aunque declarado enfermo mental y llevado a una institución psiquiátrica con posibilidad de libertad condicional a partir de mayo del 2004. En el curso de una entrevista Feikema asegura que al cortarle el pene “le estaba dando a Venzant lo que él quería, es decir, ser una mujer” (Dong, 1997) y enfatiza que el dictamen de su locura en el momento del crimen no fue unánime. La mayoría de sus interlocutores, asegura, al oír los pormenores de su caso suelen decirle que “hizo lo correcto”, lo que cualquiera en su situación hubiera hecho. 8 Tomo prestada la expresión de Mason, G. 2001. 9 Los argumentos presentados a continuación se encuentran desarrollados en Gómez 2006b, Capítulo V.

Pocos ataques son tan brutales, repetidos y visibles como los perpetrados contra personas transgeneristas. Su especificidad viene dada porque los transgeneristas “encarnan”, si puede decirse sin contradicción, la inde10 Veremos en el argumento psicoanalítico en qué consiste el fraude.

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terminación latente en toda sexualidad, la prueba viva de la innecesidad de los binarios (hombre-mujer /heterosexual-homosexual) que sostiene a la heterosexualidad como obligatoria y por lo tanto evidencian una radical contingencia de la hetero(sexualidad). La indeterminación del transgenerista angustia, al modo de lo ominoso en Freud, quien, citando a Schelling afirma que lo ominoso es “todo lo que estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz” (1989, p. 225); también es aquello abyecto en Kristeva, quien lo nombra como “No yo. No eso. Pero tampoco nada. Un ‘algo’ que no reconozco como cosa. Un peso de no-sentido que no tiene nada de insignificante y que me aplasta.”(1988, p.9); o el concepto derrideano de lo indecible y cuyo rastro encontramos en la figura cinematógráfica del zombie, lo que no está vivo ni tampoco muerto. Lo indecible amenaza, como el zombie, las certezas de lo determinado (Derrida, 1997; Collins, J. y Mayblin, B. 1996, pp. 16-23). Minar las condiciones de la determinación convierte a las personas transgeneristas en blanco paradigmático de violencia excluyente.

ser violento es una forma social reconocida de ser hombre” (782). 3. En el mundo anglosajón, dice Harris, (y me atrevería a decir que con sus variaciones en América Latina también) las identificaciones de género están marcadas además por condiciones de raza y clase social. Los privilegios de la masculinidad se juegan en combinación con las posiciones raciales, de clase y, agregaría, de orientación sexual e identidad de género -en caso de que no se use el “género” en un sentido amplio. Sin embargo, las jerarquías en que algunas masculinidades son subordinadas, no impide que desarrollen formas alternativas para probar su masculinidad (780). Todos los hombres, independiente de su estatus, experimentan la necesidad de probar a sus pares que no son mujeres, ni homosexuales, ni niños (Harris, 2000, p. 782; Badinter, 1990, pp. 83-117). ¿Qué nos lleva de la violencia de género a la homofobia? El sociólogo Michael S. Kimmel afirma que la homofobia de los hombres que se definen como heterosexuales en contra de hombres que se definen o son percibidos como homosexuales está relacionada con el miedo a ser mutilado de alguna forma: “el miedo implícito en la noción de homofobia es principalmente el miedo de los hombres heterosexuales a ser catalogados como homosexuales por sus pares masculinos.” (Kimmel, 1997, pp. 223-242; Herek, 2000, p.253. Énfasis de la autora).

Volvamos ahora al asunto de la violencia por prejuicio sexual contra los hombres percibidos o que se identifican como homosexuales.

EL ARGUMENTO POLÍTICO Según los imperativos e instituciones de la “heterosexualidad obligatoria,”11 lo que es percibido como femenino, cualquier cosa que ello signifique, es lo que necesita en primera instancia mantenerse subordinado, disponible y dispuesto para ser apropiado: ¿qué pasa si un cuerpo masculino, constituido socialmente bajo la presunción del privilegio, renuncia o es apartado de él?

La expresión ‘inversión de género’ refiere a forma en que se equiparan las sexualidades no-normativas con roles de género (invertidos) binarios y correspondientes. Aunque esta comparación ha sido dejada de lado correctamente por la medicina y la psicología, hay rastros de ella en el sistema de heterosexualidad obligatoria. Incluso hoy en día ser identificado como “homosexual” hace referencia no sólo a la propia sexualidad, sino también al rol o a la identidad de género. La homosexualidad masculina es percibida socialmente como un tipo de feminidad en el caso del homosexual percibido como femenino, o como una amenaza de feminización (miedo a la penetración) encarnada en el homosexual percibido como masculino. Por tanto, ser interpelado como homosexual implica ser blanco tanto de sexismo –el homosexual se hace merecedor del desprecio reservado a las mujeres porque éste podría ser hombre pero declina dicho privilegio como de homofobia –puesto que el homosexual es la encarnación viviente de que “cualquiera puede volverse homosexual y perder privilegios, especialmente ‘yo’”.

En su magnífico texto sobre género y violencia en los Estados Unidos, Angela Harris (2000) señala al menos tres elementos que pueden, de forma indirecta, iluminar esta pregunta: 1. La violencia de género no puede entenderse sola o exclusivamente como violencia de los hombres contra las mujeres. Dado que la mayoría de víctimas de la violencia son hombres, es importante revisar los fuertes sentimientos de atracción y repulsión que hay entre ellos (779-780). 2. La estructura de la identidad masculina es inestable, la masculinidad es más una idea que una realidad y su materialización encuentra en la violencia una posibilidad constante de afirmación y defensa (781): “La literatura sobre “masculinidades” sugiere que los hombres son desproporcionadamente violentos, en parte, porque

Por otra parte, la atracción-repulsión del homófobico hacia el sujeto homosexual puede surgir del hecho de no ser partícipe del misterioso goce en el que un amo domina

11 Supra nota 3.

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a otro amo. La interdicción a dicho goce produce envidia en el sentido en que Melanie Klein la define como la compulsión a destruir la fuente del gozo que uno no puede tener. La implicación más compleja de la noción kleiniana de envidia sugiere que el agresor no tiene que esperar a que se haga público su deseo para hacer un uso excluyente de la violencia. El homofóbico, lleno de conflictos, destruiría el objeto ilegal de su deseo por pura envidia.12

físicas ni genéticas, ningún elemento mental o moral, que distinga a los homosexuales de los heterosexuales. Por consiguiente, se ha vuelto cada vez más difícil afirmar cualquier diferencia entre homosexuales y heterosexuales, con la excepción de la escogencia de los compañeros sexuales. La homofobia es uno de los miedos más profundos hacia la diferencia, precisamente porque el límite entre gay y heterosexual es construido como el más permeable; virtualmente cualquiera puede volverse gay, especialmente yo, por lo que la única manera de defender mi identidad es la de mostrar un disgusto irracional. Así, podemos entender por qué la gente que ha eliminado medianamente con éxito los síntomas de racismo y sexismo, sin embargo, frecuentemente muestra una profunda homofobia (Young, 1990, p. 146).

Ahora bien, en sus famosos reportes sobre la sexualidad masculina (1948) y femenina (1953) en Estados Unidos, el sexólogo Alfred Kinsey no encontró diferencias significativas entre el comportamiento y las experiencias homosexuales y heterosexuales. Más bien, los reportes sugirieron que existe un continuum entre homosexualidad y heterosexualidad: muchos heterosexuales experimentan atracción por personas de su mismo sexo y un considerable número de hombres homosexuales y de lesbianas han tenido experiencias heterosexuales (Reportes Kinsey citados por Herek, 2000, p. 253). Es precisamente esta mezcla entre el predominio de la experiencia a lo largo del continuum y la estigmatización pública de la homosexualidad lo que alimenta los altos niveles de ansiedad ante lo que Iris Young llama la porosidad de los límites (1990, p. 146) y que se manifiesta como necesidad de exteriorizar la diferencia. La exteriorización de la diferencia (sexual) se materializa, con frecuencia, en hostilidad, disgusto y violencia hacia las sexualidades no-normativas. Young afirma que en años recientes estas sexualidades se han vuelto indiferenciables de las heterosexualidades (con excepción de la escogencia de compañeros sexuales):

Aunque estoy de acuerdo con el punto central de la aseveración de Young, sostengo que la homofobia está íntimamente ligada al sexismo; aún más, entiendo que la ‘heterosexualidad obligatoria’ refiere, precisamente, al continuum entre sexismo y homofobia. El desprecio por lo que se considera femenino (sexismo) tiene un objetivo notablemente perturbador en los hombres percibidos como homosexuales por cuanto aparecen declinando los privilegios de la masculinidad y haciendo evidente que cualquiera puede perderlos. Esta percepción suele generar en el homofóbico, que se siente atraído y repelido por su objeto, la necesidad de marcar de forma violenta las diferencias articulando su ansiedad así: “porque me atraes o porque tal vez incluso podría querer ser como tú, necesito afirmar mi total diferencia con respecto a tí con el fin de mantener mi sentido de mí mismo y mi privilegio”. De esta forma, el gesto violento cometido por un hombre que se define heterosexual contra el hombre percibido como homosexual sirve al agresor para marcar la diferencia, le posibilita la afirmación de su “identidad cohesiva heterosexual” y la validación de sus “credenciales masculinas” (Mason, 2001, p. 268; Harry, 1990). En tal gesto, el fin deja de mantener al otro en un lugar de subordinación y se convierte en un gesto de violencia excluyente dirigida a liquidar al otro, a suprimir la amenaza. Sin embargo, es paradójico, como lo vimos en el caso de LCP, que el gesto violento que se emplea para borrar al otro sea el que simultáneamente posibilita el retorno de la característica que se pretendía hacer desaparecer. Fue el ataque, y en este caso el asesinato de JAG, el que reveló las prácticas homosexuales entre ambos individuos y, así, marcó a LCP con las “características” que éste pretendía dejar ocultas.

La homosexualidad se ha vuelto, de forma creciente, des-objetificada; no hay características específicas, ni 12 Es importante comentar que, a diferencia de los celos, la envidia consiste en el impulso tendiente a destruir aquello que el sujeto no puede poseer. En los celos el sujeto quiere lo que el otro tiene (Klein, 1975). “Una distinción debe ser trazada entre envidia, celos y avaricia. La envidia es el colérico sentimiento de que otra persona posee y disfruta algo deseable –el impulso envidioso es el de tomarlo o dañarlo. Más aún, la envidia implica la relación del sujeto solamente con una persona y data de la primera relación exclusiva con la madre. Los celos se basan en la envidia, pero implican una relación hacia, al menos, dos personas; tienen que ver principalmente con el amor que el sujeto considera como su derecho y que ha sido robado o está en peligro de ser robado, por su rival. En la concepción cotidiana de los celos, un hombre o una mujer siente que la persona amada le ha sido arrebatada por otra persona. La avaricia es un ansia impetuosa e insaciable, que excede aquello que el sujeto necesita y lo que el objeto es capaz y está deseoso de dar (1975, p. 181).” Agradezco a Paola Bohórquez por esta referencia. En un tono más político, insisto en la instrumentalidad de la ‘homosexualidad’ como el elemento relacional y confirmatorio de las identidades heterosexuales. Puesto que la heterosexualidad es la norma, la homosexualidad sirve a la oposición binaria jerárquica como ‘otro’.

La configuración política de un régimen que discrimina a las sexualidades no-normativas se afinca en mantener secreto y subordinado el “amor prohibido”. Algunas perspectivas psicoanalíticas pueden resultar útiles para nuestro entendimiento de cómo y por qué este régimen produce sujetos

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homofóbicos y cómo la homofobia se convierte en violencia excluyente.

percibido de forma distorsionada por la conciencia. De esta manera el sujeto no sospecha que su representación o actitud (síntoma) consciente surge gracias a la tensión entre el deseo original y la resistencia que se le opone. El síntoma es siempre el resultado de una falla parcial en la represión psíquica.

EL ARGUMENTO PSICOANALÍTICO En la literatura psicoanalítica13, la noción de “síntoma” se refiere al residuo de un proceso de represión y a un compromiso entre el deseo y la resistencia (Freud, 1989). En el proceso de represión, el sujeto suprime de la conciencia las representaciones de su deseo, tales como imágenes, pensamientos o recuerdos. La represión tiene lugar cuando la satisfacción de ese deseo, que en sí puede parecer placentera, resulta peligrosa en relación con las prohibiciones externas (Laplanche y Pontalis, 1981, p. 375). El síntoma es el fracaso de dicha represión, es lo que permanece del deseo después de la represión. Por consiguiente, la formación del síntoma (tanto el proceso como su resultado) implica el retorno de lo reprimido. En otras palabras, los elementos que nunca fueron completamente aniquilados a través de la represión vuelven a surgir en la conciencia de forma distorsionada.

Un punto más importante y extenso acerca de la relación entre el individuo y la sociedad es que la articulación del síntoma es siempre el trabajo de un orden social específico. A nivel individual, el síntoma es producido o reforzado por la repetida exposición del sujeto a su ambiente social, en el que hay prohibiciones sexuales explícitas o implícitas. El síntoma revela, de forma velada, la “verdad” de aquellas interdicciones. Las críticas feministas de la teoría psicoanalítica lacaniana, desarrolladas por Monique Wittig (1992) y Gayle Rubin (1975), son de particular utilidad en este punto. Ambas autoras enfatizan la fundación del psicoanálisis en un contexto de heterosexualidad obligatoria y arguyen que aunque la heterosexualidad ha sido naturalizada por siglos, arreglos sociales alternativos son posibles. Mientras que Wittig busca desacreditar, en gran parte, al psicoanálisis, en contraste, Rubin afirma que dicha teoría puede servir como herramienta para el análisis feminista.

Utilizo la noción psicoanalítica freudiana de ‘síntoma’ como una herramienta heurística para revelar un conflicto y en tanto traza de una tensión social.14 A nivel individual, la homofobia es un síntoma en el sentido en que el sujeto es afectado por un deseo sexual cuya satisfacción promete placer, y al mismo tiempo, cuya satisfacción produce alarma y una fuerte sensación de peligro originada en las demandas externas; por ejemplo, las prohibiciones sociales. Como la estructura de la psique exige que una meta socialmente aceptable reemplace a un deseo frustrado (Freud, 1980, pp. 22-23), el sujeto debe negociar un balance entre la satisfacción del deseo y la prevención del peligro. Por medio de la represión, el inconsciente transforma el deseo original en ‘algo’ que es

Una de las contribuciones fundamentales de Wittig a los debates feministas sobre el psicoanálisis es la aserción según la cual la homosexualidad –y no el incesto– constituye la mayor prohibición de la sociedad moderna (Wittig, 1980, p. 28). Según Freud, podría decirse que tanto la homosexualidad reprimida como el incesto fundan el pacto social.15 Eso no significa que Wittig esté completamente errada cuando afirma que la constitución psicoanalítica del sujeto exige relaciones sociales marcadas por la oposición binaria de los

13 El hecho de referirse a la ‘literatura psicoanalítica’ es siempre una sobre-generalización, debido a que el psicoanálisis comprende muchas perspectivas y aproximaciones teóricas. Para los propósitos de mi argumento, voy de la mano de algunos autores que han revisado críticamente y desde una perspectiva no-técnica aportes del psicoanálisis a la reflexión sobre las sexualidades nonormativas; en particular sigo aquéllos argumentos que me ayudan a aclarar el problema de la violencia por homofobia. Para ello empleo varios términos psicoanalíticos freudianos y lacanianos en ocasiones a partir de las fuentes primarias, en ocasiones con apoyo del clásico diccionario de psicoanálisis de Jean Laplanche and J.B. Pontalis (1981). Así mismo, estoy en deuda con el trabajo de Donald Moss (1992) y de Elizabeth Young-Bruehl (1996) los cuales han sido fundamentales en la revisión específica de la “homofobia”. 14 El carácter social del síntoma es tratado de forma extensa por Slavoj Zizek en muchos de sus libros. Un ejemplo memorable es su artículo “How did Marx invent the Symptom?” (1989) sobre el síntoma en relación con el fetichismo de la mercancía de Marx. En este texto nos dice refi riéndose al paso del feudalismo al capitalismo, “El síntoma, el lugar de la aparición de la verdad de las relaciones sociales…” (26).

15 Para Freud, el incesto es el tabú que dio origen a la sociedad (1988) aunque éste refiere al deseo pasivo de los hermanos por el padre, es decir a la homosexualidad reprimida. Así, “el vínculo social se funda como un vínculo religioso, los hermanos se niegan entre sí las mujeres, las reglas de intercambio exogámico son elaboradas. Los hermanos, que se han vuelto seres sociales, deniegan lo femenino, renuncian a ello. Este femenino es el femenino de las mujeres como objetos sexuales, pero también el femenino de los hermanos, en el sentido de su deseo pasivo por el padre, de su amor y fascinación con el padre. Freud afirma que es esta homosexualidad reprimida lo que provee la base para el contrato social: culpa y homosexualidad reprimida; uno sintetiza lo que lo mantiene en el nombre del padre” (Kristeva, 2000, p. 13). Según Levi-Strauss (1969), el incesto y el intercambio de mujeres son constitutivos de la vida social. La lectura que Lacan hace de Levi-Strauss reafirma la noción de que el sujeto es el producto de estructuras de parentesco de un orden simbólico que es heterosexual desde siempre (Rubin, 1975; Butler, 2002).

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sexos,16 y que el psicoanálisis es parte fundamental de un conjunto de disciplinas y teorías que naturalizan (debido a la culpa y la homosexualidad reprimida) las relaciones heterosexuales. Por ejemplo, el psicoanálisis naturaliza la heterosexualidad con la teoría del complejo de Edipo, así como “poetiza acerca del carácter obligatorio del ‘serás-heterosexual o-no-serás’” (Wittig, 1980, p. 28). En este sentido, la coherencia interna del sujeto y la sociedad dependen de un orden (simbólico) específico, constituido a través de “las obligaciones impuestas por el coito heterosexual y las instituciones derivadas de éste”. Cualquier otro arreglo “no tiene ningún sentido” o “hace que la construcción de significado sea imposible” (Wittig, 1980, p. 28). Debido a que el complejo de Edipo implica en principio (pero no exclusivamente) relaciones incestuosas entre “hombre” y “mujer”, el incesto permanece dentro del dominio del sentido. En contraste, según Wittig, la homosexualidad existe más allá del dominio del sentido o en los límites mismos de la significación; dicho de otro modo, del éxito de su represión dependen la significación y la permanencia del sistema heterosexual.

Dicha culturalización, sin embargo, está marcada por una innecesaria e invasiva heterosexualidad obligatoria (1975, p. 159). Así, Rubin encuentra que la teoría psicoanalítica es útil para entender los imperativos de lo que ella denomina “el sistema sexo-género” por medio del cual se organiza la sexualidad humana. En dicho sistema los sexos se encuentran divididos y deformados y los niños, originalmente andróginos y bisexuales, se vuelven “niños” y “niñas” (1975, p. 159; Althusser, 1994, p. 132). Este sistema surgió de la necesidad (económica y política) de organizar el parentesco como sistema de propiedad sexual de los hombres sobre las mujeres y está simbolizado por la posesión o la falta de falo (Rubin 1975, p. 181). Con el fin de entender la importancia del análisis de Rubin es necesario resumir brevemente los argumentos de Freud y Lacan en torno al falo. A pesar de los desacuerdos entre sus diversos intérpretes, tal parece ser que Freud nunca hizo una distinción tajante entre el pene (el órgano masculino corporal) y el falo (término que designa el valor simbólico del pene, de la autoridad y del control sobre la producción cultural del sentido). Según Freud, “el infante (masculino o femenino) encara dos opciones: tener un pene/falo o ser castrado”. Así, la organización del ‘falo’ se aplica a ambos sexos y está relacionada con los complejos de Edipo y de castración. El conflicto entre tener falo o ser castrado “no es visto como algo que comprende dos realidades anatómicas diferentes (pene y vagina), sino, más bien, como la presencia o ausencia de una de dichas realidades: la del pene/falo” (Laplanche y Pontalis, 1981, p. 136). En la teoría de Freud el órgano masculino es revestido con fuerza simbólica en tanto determina la clasificación de los seres humanos –en “hombres” o “mujeres”– y en tanto crea la “asunción de su propio sexo por parte del sujeto” (Laplanche y Pontalis, 1981, p. 136; Rubin, 1975. pp. 190-191).

Como Wittig, Rubin concibe la teoría psicoanalítica como una construcción basada en la heterosexualidad obligatoria aunque resalta su carácter de herramienta potencialmente emancipatoria para las feministas y para las sexualidades nonormativas. Rubin considera útil la teoría psicoanalítica en dos aspectos: en primer lugar, en el potencial para explicar cómo las mujeres interiorizan la subordinación al entrar en contacto “con las reglas y regulaciones sexuales de las sociedades en que nacieron” (1975, p. 183). En segundo lugar, reconoce la importancia de afirmar que la sexualidad humana siempre estará sujeta a prohibiciones y en oposición a la teoría psicoanalítica argumenta que los mecanismos que restringen nuestra indomada sexualidad no tienen que darse –aunque permanezcan como tales- separados de un proceso consciente, ni tampoco tienen que ser una repetición de formas u organizaciones arcaicas de parentesco que han perdido su función aunque sobrevivan bajo la égida de la heterosexualidad obligatoria (1975, pp. 198-199).

Para Lacan, en contraste, el falo carece de referencia anatómica. El falo no es el pene y aún así las personas generalmente actúan como si ambos fueran uno y el mismo. En el orden simbólico falocéntrico, la mujer es considerada como castrada.17 Incluso si la identificación entre el falo y el pene es ilusoria, la posesión del pene se torna en el rasgo definitorio de ambos sexos. El mismo Lacan aceptaba que, “aunque ficticia, la ecuación entre ambos es constitutiva del deseo humano y del orden simbólico” (Grosz, 1990, p. 116). En

Rubin interpreta la teoría psicoanalítica (y las teorías freudianas y lacanianas en particular) como la descripción de la ‘culturalización’ de la sexualidad biológica del individuo. 16 Por ejemplo, según Lacan, el orden simbólico es el dador de identidad y es “representado” en el Nombre-del-Padre. Es en (el) Nombre-del-Padre que el sujeto es posible. Cuando el niño identifica al padre con la figura de la Ley, el o ella es introducido en el orden del lenguaje (Salecl,1994, pp. 99-100). Esto implica una ruptura del nexo imaginario con la madre y el o ella aparecen confrontados con la idea de la autoridad. Así, la construcción de la identidad del sujeto implica su acceso (o no-acceso) al orden simbólico. El padre (metáfora paternal) atrae al sujeto hacia el orden simbólico o hacia el mundo de los significantes.

17 Es posible complejizar el significado de esta afirmación en Lacan si se recurre a la noción de la sexualidad femenina como “notodo” y en fuga de la lógica fálica. Sin embargo, en este texto me interesa resaltar el falo como significante del sentido de la cultura, “en el nombre del padre” y sus efectos en la construcción de la masculinidad heterosexual. Agradezco a uno de los lectores por referirme a este asunto de indudable interés para futuros desarrollos del argumento.

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este sentido lo femenino aparece siempre como un receptáculo de sentido asignado por los ‘dueños’ del falo.

intento por mantener a raya el elemento percibido como peligroso (estrictamente hablando, este es el elemento fóbico); en segundo lugar, el agrupamiento identificatorio de sujetos amenazados de forma similar; y, en tercer lugar, la transformación del miedo en odio (pp. 282-283).

Así, el falo, incluso si no corresponde con el órgano biológico masculino, simboliza el poder mediante el cual la cultura ha revestido a la masculinidad con un privilegio y un estatus superior. En tanto el falo y el pene son simbólicamente colapsados en una sola entidad, aquellos que poseen el falo dominan los espacios del intercambio simbólico, y la masculinidad es construida como dominante. Siguiendo a Rubin podemos ver que en una sociedad de heterosexualidad obligatoria, la “posesión” del falo, aunque simbólica, tiene consecuencias instrumentales. El falo le otorga a los hombres:

El miedo homofóbico surge de la ansiedad por la posible pérdida de privilegios. Los privilegios en juego son los inscritos o imaginados para los sistemas de heterosexualidad obligatoria, y el miedo, en términos psicoanalíticos, es miedo ante la potencial pérdida del falo en todos o cada uno de sus registros. La homofobia puede ser considerada como un síntoma individual porque representa un deseo sexual que ha sido reprimido por prohibiciones externas pero que ha retornado a la conciencia de forma distorsionada. En este sentido, la homofobia es una “respuesta no sexual a un peligro que en sí era explícitamente sexual” (p. 282). No obstante, el sujeto no puede detectar el carácter sexual de su síntoma porque el deseo ha sufrido una distorsión.

(…) derechos sobre las mujeres que éstas no tienen sobre sí mismas. (…). [El falo] es donde nosotras [las mujeres] no estamos. En este sentido, el falo es más que un rasgo que distingue a los sexos: es la incorporación del estatus masculino, al cual los hombres acceden, y dentro del cual ciertos derechos son inherentes – entre éstos, el derecho a una mujer. Es una expresión de la transmisión del dominio masculino (Rubin, 1975, pp. 191-192).

Como ya lo he mencionado, mi interés en el síntoma individual se debe a que éste constituye un medio para rastrear las vicisitudes del síntoma social. El sujeto amenazado encuentra legitimidad en alinearse con representantes de (algún tipo de) ley y orden.18 Existe, en la mente prejuiciosa, sólo una forma inmutable de hacer lo correcto, una forma en la que “yo y la gente como yo” defienden un orden pre-existente y evitan pensar en la naturaleza contingente de dicho orden (p.282). Para la persona homofóbica, el posible trastorno del orden representa la conciencia del carácter contingente de la supremacía fálica y, en consecuencia, la pérdida potencial de sus privilegios (p. 283). El miedo hacia el objeto amenazante se transforma en odio. En palabras de Freud:

Para resumir, en una sociedad de heterosexualidad obligatoria el falo representa el órgano genital, el objeto del deseo, un objeto relacional (a través del cual los ‘dueños’ poseen eróticamente ‘a aquellas que carecen de éste’), y el estatus simbólico de aquellos que creen que lo tienen. En consecuencia, en una sociedad falocéntrica la homosexualidad (particularmente la homosexualidad masculina) encarna el peligro de la pérdida del estatus dominante de masculinidad, el peligro de ser simbólicamente castrado o de ser (penetrado) como una mujer. En otras palabras, la homosexualidad masculina representa la pérdida del objeto de deseo prometido, en donde dicho objeto no es la mujer o la madre, sino, más bien, y sobre todo, la posesión misma del falo, del significante de todos los significantes, de la fuente que articula el sentido (hetero)social.

Si el objeto es una fuente de sentimientos desagradables, existe un afán que procura aumentar la distancia entre el objeto y el ego, y repetir, con relación al objeto, el intento original de huir del mundo exterior con su multiplicidad de estímulos. Sentimos la ‘repul-

Ahora bien, ¿qué relación hay entre la pérdida de privilegios y la homofobia? Por una parte, la homofobia es similar a otras fobias. Como Donald Moss asevera, todas las fobias (sean homofóbicas, misóginas o racistas), operan reforzando los límites y las distancias entre el ‘yo’ y el elemento que es percibido como peligroso (Moss, 1991, pp. 282-283). La homofobia, así, se ajusta a esta fóbica primera persona del singular. Por otra parte, la transformación de las fobias en prejuicios requiere, como Moss también ha demostrado, la transición de la primera persona del singular a la primera persona del plural; o del síntoma del individuo al síntoma social. Esta transición exige tres pasos: en primer lugar, el

18 La ley y el orden no siempre representan instituciones ya existentes (familia, sistema legal, matrimonio heterosexual, etcétera), aunque la mayoría del tiempo el prejuicio social se alimenta y reproduce en ellas. Con fines de “odiar en la primera persona del plural” (Moss 1991;1992), la ley y el orden también pueden estar representados, como es el caso en muchos grupos de supremacía blanca o cultos religiosos, por un sistema de creencias fundamentado en interpretaciones específicas de la ley como divina o natural y en argumentos defensivos que buscan conservar las viejas estructuras de poder y dominación. Véase, por ejemplo, la formación de muchos grupos de supremacía blanca como organizaciones en contra del gobierno, e, incluso, en contra de la cristiandad en Kreger (2003).

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‘no lo ames’, solamente identifícate con él (como el amante) y con todos los otros que son “como él” (hombres). Ama sólo a “aquellos que no son como él (las mujeres) con la excepción de la que él ama –tu madre.” Esta narrativa presupone el carácter heterosexual originario de la interdicción primaria (o, mínimamente, la oposición binaria de los sexos) y enmarca a la homosexualidad (junto con el incesto) como interdicción fundamental de la cultura.

sión’ del objeto, y lo odiamos; este odio puede luego ser intensificado hasta el punto de volverse una inclinación agresiva contra del objeto – una intención de destruirlo (Freud, 1915, p. 15 citado en Moss, 1992, p. 283).

En la empresa de mantener a raya al ‘otro’ peligroso, o de destruirlo, el ‘yo’ consigue transformarse en un ‘nosotros’. De esta forma, “la pluralización parece ofrecer un refugio” (Moss, 1992, p. 287). Puesto que esta descripción es aplicable a todos los prejuicios, uno podría preguntarse: ¿en qué sentido es la homofobia diferente a los demás prejuicios? o ¿qué elemento particular de la homofobia exige no simplemente mantener al ‘otro’ a raya (como en el caso de las prácticas discriminatorias) sino la urgencia de destruirlo (como en el caso de las prácticas excluyentes)?

Lo que las interdicciones culturales explícitamente articulan es el tabú del incesto, lo que dichas interdicciones culturales no articulan explícitamente es la ausencia de un fundamento heterosexual en el origen de la cultura, o un vínculo homosexual primario reprimido. La fundación heterosexual de la cultura es un valor articulado como un hecho, la prohibición-represión de la homosexualidad original siempre está latente y amenazante, la Ley que la omite, que no la nombra, tiene que hacerse rotunda, aparecer como absoluta. La permanencia de la Ley que sostiene el orden heterosexual sólo es posible a través de la repetición ansiosa de su necesidad, del ocultamiento de su contingencia, de la violencia de la interpretación (Derrida, 1992) de la heterosexualidad como “la norma”.

Iris Young ha señalado que los límites entre los géneros y las razas son relativamente visibles y claros, pero que los límites entre las sexualidades son menos definidos, menos visibles y bastante flexibles y porosos. Esta ambigüedad hace que las sexualidades no-normativas sean “un paradigma de la ansiedad por los límites.” (1990, p. 146). Introduje la noción de Rich de ‘heterosexualidad obligatoria’ como un régimen político y lo conecté con elementos de la teoría psicoanalítica, en parte para demostrar cómo esta última ve la ansiedad frente a las porosas fronteras sexuales como un conflicto. La homofobia es, en palabras de Moss, una “acentuación ansiosa de límites, y una identificación ansiosa con el objeto”. La homofobia atraviesa al ego en la forma de un conflicto. Este conflicto implica “la necesidad de límites, simultáneamente porosos y definidos” o la necesidad simultánea de identificarse y des-identificarse con el objeto amenazante (Moss, 1992, p. 283). Esta lógica conflictiva de la homofobia puede tomar prestado el lenguaje del complejo de Edipo y expresarse en estos términos: “Así –como el padre- debes ser…Así –como el padre- no debes ser: no debes hacer todo lo que él hace, pues hay algo que le está exclusivamente reservado” (Freud, 1984, p. 27). “Sé como ese objeto [los hombres]; no lo ames. Ama a este otro [las mujeres]; pero no seas como él” (Moss, 1992, p. 288).

Judith Butler explica esta naturalización a partir de las nociones psicoanalíticas de duelo y melancolía (2001). La ‘heterosexualidad obligatoria’ se funda en la ley paterna que hace de la identidad de género (entre las posiciones masculinas y femeninas) algo “fijo y fantasmático”19 (100). Si eso es así, entonces “la Ley [a prohibición del incesto heterosexual y la represión de la homosexualidad] no es determinista y (…) tal vez no sea una sola” (101). Si lo que funda la cultura es la Ley, y tal Ley resulta no ser única ni absoluta, lo que resta es mostrar a qué costos se impone como si lo fuera. Los imperativos de la Ley obligan al sujeto a desconocer (excluir) las divergencias y disidencias de sus identificaciones no-heterosexuales. Pero el objeto y el objetivo del deseo en ningún caso desaparecen del psiquismo, entonces tienen que buscar modos permitidos de mantenerse. Los desplazamientos que sufren el objeto y el objetivo del deseo (heterosexual/homosexual) se deciden en situaciones de duelo o de melancolía. El duelo por la pérdida de objeto, por ejemplo, en el incesto heterosexual (102), es un proceso que se logra a través de la introyección20 del objeto perdido y, por lo tanto, del reconocimiento de la pérdida: “El desplazamiento exitoso de la libido respecto del objeto perdido se logra mediante

El complejo de Edipo es una narrativa de conflicto que surge como una oposición entre la identificación y la selección de objetos (sexuales). Sin embargo, sabemos que para la teoría psicoanalítica las identificaciones son siempre una forma de selección de objetos (de deseo). El psicoanálisis permite describir las consecuencias de las prohibiciones sociales así: el momento identificatorio del ‘sé como el’ (el hombre que tu padre es) y el momento des-identificatorio ‘no seas como el’ (tu padre como amante de tu madre) entran en conflicto con el momento de la selección de objeto: ‘sé como él’ pero

19 Lo fantasmático tiene que ver con formaciones imaginarias (Laplanche y Pontalis, 1981, 138-139). 20 En la introyección el sujeto “hace pasar en forma fantaseada, del ‘afuera’ al ‘adentro’ objetos y cualidades inherentes a estos objetos” (Laplanche y Pontalis, 1981: 205).

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la formación de palabras que significan y a la vez desplazan ese objeto; este desplazamiento respecto del objeto original es una actividad esencialmente metafórica en que las palabras “figuran” la ausencia y la sobrepasan.” (Butler, 2001, 101; Abraham & Torok, 1980, 3-16 citados por Butler, 2001, 101).

ción y por necesaria y absoluta que parezca no puede ‘dejar de temer’ el retorno de lo reprimido. El temor ante semejante amenaza, ante el miedo a lo innombrable, hace que el sujeto (y la cultura) busque modos de mantener la fantasía de la heterosexualidad como la norma. Estos modos de mantener tal fantasía como norma no son ajenos a la cuestión sobre por qué y cómo la construcción del sujeto homofóbico envuelve la des-identificación y la identificación con el objeto de deseo prohibido. En la lógica de la homofobia, el sujeto se (des)identifica con el objeto prohibido tomando distancia del mismo. El sujeto, además, se alinea con los representantes de la ley y el orden (la religión, la tradición moral, pandillas y cultos, etc.) para lograr protección y justificación. Aun así pronto se da cuenta de que algunas personas viven ‘fuera’ del orden y este “vivir de otra manera” evidencia la contingencia de su “forma de vivir” de su “sistema de seguridad”. El sujeto también se da cuenta de que con la contingencia llega la amenaza de perder lo que él o ella (y otros u otras como él o ella) atesoran y creen merecer (Moss, 1992, pp. 284-287).

La melancolía, por su parte, sufrida por el sujeto ante la pérdida del objeto y el objetivo de su deseo (por ejemplo en la interdicción del vínculo homosexual primario) resulta de la conservación de lo perdido a través de la “incorporación”; esto es, de la fantasía de que un objeto se introduce o guarda dentro o sobre el cuerpo. La fantasía melancólica de la incorporación es un “estado de afiliación no reconocido o suspendido en que el objeto se mantiene “mágicamente” en el cuerpo de alguna manera” (2001, 101). Así, el vínculo homosexual primario se queda en el sujeto en forma melancólica, como una pérdida de objeto y objetivo (del deseo homosexual) que ni se siente ni se reconoce como tal: “no sólo se pierde el objeto sino que se niega totalmente el deseo, de modo que “nunca perdí a esa persona y nunca amé a esa persona y, de hecho, nunca sentí para nada ese tipo de amor.” La preservación melancólica de ese amor se salvaguarda con mucho mayor seguridad mediante la trayectoria totalizadora de la negación.”(102)

De todas formas la (des)identificación también implica un momento identificatorio. El sujeto homofóbico se da cuenta de que el homosexual ha tenido pero ha perdido lo que él mismo atesora al máximo: los privilegios del orden fálico. Si los homosexuales han perdido dichos privilegios es posible que “yo/nosotros” pueda/podamos llegar a perderlos también. Los hombres homosexuales son, en este sentido, ‘ángeles caídos’ y deben ser castigados por dicha pérdida (caída) y también por ser, como Moss explica, la encarnación de lo que recuerda a los ‘dueños del falo’ 22 su posible pérdida:

Con esta distinción Butler señala que la identidad de género (heterosexual)21 es una estructura melancólica en el sujeto no sólo porque pierde su objeto (el padre y los que son como él) y su objetivo (niega totalmente su deseo homosexual) sino porque no sabe que los perdió. Aún más, esa ‘ignorancia’ es reforzada en una “trayectoria totalizadora de la negación.” Esta estructura de negación opera preservando, ‘incorporando’, una identidad de género opuesta a aquélla que se ha perdido: “En otras palabras, la homosexualidad masculina no reconocida culmina en una masculinidad intensificada o consolidada, la cual mantiene lo femenino como lo impensable e innombrable” (103).

[Los homosexuales] no tienen el derecho a carecer de lo que yo, nosotros, queremos tener. No tienen el derecho a que nos identifiquemos con ellos y, por consiguiente, a recordarnos que lo que tenemos también lo queremos; esto es, que tener y querer son las dos caras de una forma excesivamente volátil (p. 285).

La naturalización de la heterosexualidad se construye en la negación del vínculo homosexual primario y la incorporación y “cultivo de una masculinidad intensificada o consolidada”. Sin embargo, una naturalización es siempre una naturaliza-

CONCLUSIÓN Estas reflexiones sobre heterosexualidad obligatoria y homofobia no están lejos de lo que en términos lacanianos se llama la violencia de hacer público lo secreto. En la teoría psicoanalítica el sistema heterosexual de privilegios es una suerte

21 “Un homosexual para quien sea impensable el deseo heterosexual bien puede mantener esa heterosexualidad mediante una estructura de incorporación melancólica, una identificación y encarnación del amor que ni se reconoce ni produce afl icción. Pero aquí queda claro que la negación heterosexual a reconocer el vínculo homosexual primario se impone culturalmente por una prohibición de la homosexualidad que de ninguna manera tiene paralelo en el caso del homosexual melancólico” (Butler 2001, 103).

22 Como se mencionó anteriormente, en la teoría lacaniana, nadie “posee el falo”. Sin embargo, aunque ilusorio, el falo tiene una influencia decisiva en la producción del orden simbólico, en la construcción social de la autoridad y, más importante, en la producción social del sentido.

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de mascarada en torno a la cual yace un secreto: creer que los hombres poseen el falo. Es sobre esta suerte de mascarada sobre la que se construye el orden simbólico. La noción de que los hombres poseen el falo es, antes que otra cosa, una mentira que necesita ser encubierta y permanecer en oculta. Este infortunio masculino de estar (simbólicamente) castrado y sin embargo, obligado a actuar como si no se estuviera, crea la necesidad de formar y mantener un orden social y simbólico que “comparta la mentira, [convirtiéndola en] un lazo incomparablemente más efectivo para [el] grupo que la misma verdad” (Zizek 1994, p. 58).

que con valencia invertida… La única forma permisible para amar al objeto prohibido es por medio de la (des)identificación con él (Moss, 1992, pp. 287-288).

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Así, el proceso de identificación y (des)identificación con el objeto de deseo prohibido que caracteriza a la homofobia opera por medio de la vinculación de un grupo –o pluralidad– en torno a la mentira de que los hombres poseen el falo. Aquí yace de nuevo la paradoja: en la formación del síntoma, el agresor exterioriza el odio con el fin de ocultar la mentira y al hacer esto él/ellos también satisface(n) el deseo opuesto, el deseo que está(n) tratando de evitar. En ciertas expresiones extremas de odio este deseo antagónico atraviesa al grupo entero o al sistema defensivo del individuo. Este proceso es similar a lo que le sucede a una persona obsesionada con la limpieza que termina dedicando su vida a la remoción del polvo y la mugre (Laplanche and Pontalis, 1981, p. 163).

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Tal paradoja nos remite, entonces, a la producción del ‘otro’ por medio del uso excluyente de la violencia. A través del gesto violento el sujeto homofóbico trata de ajustar sus “credenciales masculinas” inscribiéndose también en la misma identidad que quiere destruir. El gesto violento homofóbico quiere marcar el límite más claro y diáfano, el límite menos ambiguo de todos: la exclusión, sin embargo, el objeto de su agresión (en este caso la identidad homosexual real o percibida) se resiste a la aniquilación total (con la complicidad del agresor), y retorna como una confirmación renovada de la presencia de la interdicción.23 El objeto de la agresión es construido como “homosexual” por medio del mismo acto que se proponía eliminarlo. Puesto de otra manera:

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La persona homofóbica se enamora negativamente de la homosexualidad – la des-identificación es una simple vicisitud del amor, todo se preserva, excepto

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23 Para una comparación entre la producción de identidades por medio de los diferentes usos de la violencia, véase Gómez (2006a, pp. 19-55) y (2004, p. 160, 179-181). En 2004 argumento que el asesinato –en mayo de 2003– de Sakia Gunn, una joven negra lesbiana de clase trabajadora, es un buen ejemplo de cómo Sakia –debido a su raza, género y clase– estaba siempre ocupando –a priori al gesto violento– el lugar del “otro” inferior. La producción social de su identidad como “lesbiana”, en cambio, es el resultado del uso excluyente de la violencia.

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Violencia, homofobia y psicoanálisis: entre lo secreto y lo público MARÍA MERCEDES GÓMEZ

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La transformación transatlántica de la monja alférez* CHLOE RUTTER-JENSEN ** FECHA DE RECEPCIÓN: 15 DE MARZO DE 2007 FECHA DE ACEPTACIÓN: 9 DE JULIO DE 2007 FECHA DE MODIFICACIÓN: 29 DE OCTUBRE DE 2007

RESUMEN La historia de la monja alférez escrita por ella misma / Catalina de Erauso narra las aventuras de la autora como hombre, su confesión de ser mujer y virgen, su pensión del Rey, e incluso, la legitimización dada por el Papa para vestirse como hombre. La autora examina este texto por su contribución y resistencia a la construcción de género en España y las colonias de las Américas durante los primeros años del siglo XVII. Los viajes transatlánticos abren un espacio en el que la figura de Catalina de Erauso transita de una categoría de género a otra. Con énfasis sobre el prefijo ‘trans’, leer el texto a través de una perspectiva de la narrativa ‘transexual’ crea nuevas fronteras y límites, y lo intensifica como un sitio de lucha sobre la identidad de género. La narrativa ‘transexual’ permite ver el texto, no sólo como sitio de transición y combinación de categorías sociales, sino también como una irrupción en lo que hoy nos parece una estructura natural y binaria, como es la de sexo y género.

PALABRAS CLAVE Género, sexualidad, transexualidad.

The Transatlantic Transformation of the Lieutenant Nun ABSTRACT Catalina de Erauso’s story, La historia de la monja alférez escrita por ella misma / Catalina de Erauso recounts her adventures as a man, her later confession of being a woman and virgin, her pension from the king, and even the Pope’s legitimization of her dressing as a man. The author examines this text in terms of its contribution and resistance to the construction of gender in Spain and the Spanish American colonies in the early 17th century. The transatlantic voyages open a space in which the figure of Catalina de Erauso transits from one gender category to another. With an emphasis on the prefix ‘trans’, reading the text through the lens of the ‘transsexual’ narrative creates new borders and limits, and accentuates the text as a site of struggle over gender identity. The ‘transsexual’ narrative can help us see the text not only as a site of transition and combination of social categories, but also for interrupting the binary structure of sex and gender that appears so natural today.

KEY WORDS Gender, sexuality, transsexuality.

A transformação transatlântica da freira alferes RESUMO A história de Catalina de Erauso, La historia de la monja alférez escrita por ella misma / Catalina de Erauso narra suas aventuras como homem, sua confissão de ser mulher e virgem, a pensão que recebia do Rei e, inclusive, a legitimação dada pelo Papa para se vestir como homem. A autora examina o texto pela contribuição e resistência à construção de gênero na Espanha e nas colônias das Américas durante os primeiros anos do século XVII. As viagens transatlânticas abrem um espaço no qual a figura de Catalina de Erauso transita de uma categoria de gênero a outra. Com ênfase sobre o prefixo ‘trasn’, ler o texto através de uma perspectiva da narrativa ‘transexual’ cria novas fronteiras e limites e o intensifica como um lugar de luta sobre a identidade de gênero. A narrativa ‘transexual’ permite ver o texto, não só como um espaço de transição e combinação de categorias sociais, mas também como uma irrupção no que hoje nos parece uma estrutura natural e binária, como é a do sexo e a do gênero.

PALAVRAS CHAVE Gênero, sexualidade, transexualidade. *

**

Traducción del original en inglés por Juliana Martínez. Agradezco a los lectores por sus valiosas sugerencias. Es importante mencionar que las versiones utilizadas durante el análisis de los textos fueron las siguientes: Contreras, A. (1967). Vida del capitán Alonso de Contreras: vida, nacimiento, padres y crianza del Capitán Alonso de Contreras. Edición y notas de Fernando Reigosa. Madrid: Alianza Editorial; y De Erauso, C. (1626). La historia de la monja alférez escrita por ella misma / Catalina de Erauso. Presentación y epílogo de Jesús Munárriz. Madrid: Hiperión. El texto se publicó originalmente en forma de folleto. B.A., Literatura Comparada, Colorado Collage, EE.UU.; M.A., Literatura Hispánica, New York University, Madrid, España; Ph.D., Literatura, University of California, San Diego, EE.UU.; actual profesora asistente del Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: chloe@uniandes.edu.co

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La transformación transatlántica de la monja alférez CHLOE RUTTER-JENSEN

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I’ve decided I don’t want to be called Caliban any longer. Call me X. That would be best. Like a man without a name The Tempest

A

nero/sexo mucho antes de su posibilidad tecnológica. Para esto, utilizo teorías contemporáneas de género/sexo y sexualidad, incluyendo conceptos como transexualidad, masculinidad femenina y performatividad de género, por ejemplo, la teoría de la narrativa transexual elaborada por Jay Prosser en Second Skins: The Body Narratives of Transsexuality. Prosser demuestra las maneras en las que un individuo autentica su género, de él o de ella, a través de una narrativa que relata su vida. En consecuencia, a pesar de su emergencia a finales del siglo XX, la narrativa transexual es sugestiva a la hora de leer el cambio de género/sexo de Erauso. Además, también me nutro de géneros de la modernidad temprana como los relatos de caballería, la picaresca y las narrativas de soldados, pues éstos reflejan las masculinidades al alcance de Erauso. Su2 figura cuestiona las categorías de género/sexo tanto en los estudios de la modernidad temprana como en los estudios culturales contemporáneos. De hecho, la noción de Judith Halberstam de presentismo perverso3 establecida en Female Masculinity4 nos permite afirmar lo que no sabemos tanto como lo que creemos que sabemos. Admitiendo esta cantidad ‘x’ de posibilidades, mi lectura afirma que en este caso la transformación narrativa se relaciona con la necesidad de cambios fisiológicos. En otras palabras, Erauso logra un cambio de sexo a través de una operación narrativa.

Aimé Césaire

comienzos del siglo XVII, una joven vasca proveniente de una prestante familia en San Sebastián, España, llamada Catalina de Erauso, escapó del convento de clausura en el que sus padres la habían internado desde los cuatro años. Se vistió con ropas masculinas e inició su vida como hombre. Aunque cambiaba de trabajos frecuentemente, Erauso permaneció en el norte de España. Un encuentro cercano con su padre, quien buscaba a Catalina1, lo convenció de partir a las Américas. Según esta narración, allí pasó desapercibido para todos. Durante veinte años viajó de región en región como soldado, comerciante y contador, entre otros trabajos. Primero como paje en España y luego como soldado en las luchas de la conquista de América, Catalina de Erauso sirvió tan bien al Rey que, pese a su transgresión de la normativa de las fronteras del género, le escribió una petición solicitándole una pensión de soldado y pidió al Papa una autorización especial para vestirse con ropas de hombre. Una vez recibida la pensión, se mudó a México, donde poseía una recua de mulas, y continuó su vida de tránsito constante, transportando mercancías desde la ciudad porteña de Veracruz hacia el interior. Erauso murió bajo el nombre de Antonio de Erauso, mulero, a la edad de cincuenta años en México, y la historia de su vida se transformó en leyenda oral narrada a lo largo y ancho de España. Un testimonio escrito, La historia de la monja alférez escrita por ella misma / Catalina de Erauso, podría estar basado en la petición de la pensión de soldado hecha al Rey. Como texto literario, la historia resurge en los estudios de finales del siglo XX como un texto popular para acercarse a cuestiones de género y sexualidad en la temprana modernidad española. Algunos críticos, por ejemplo, han cuestionado la autenticidad del carácter biográfico del texto, otros han hecho estudios alrededor de temáticas de travestismo y, más recientemente, se ha propuesto el concepto del deseo lésbico (Velasco, 2000). Al reexaminar el texto desde el punto de vista contemporáneo de las teorías queer sobre transexualidad, me propongo abordar específicamente la forma como la narrativa de Erauso legitima su elección, de él/de ella, de género/sexo, que, en su caso, transgrede las fronteras establecidas.

NARRATIVAS TRADICIONALES Y NO TRADICIONALES Las convenciones literarias o las formaciones textuales pueden ser usadas para (y son cómplices de) la construcción de los sistemas de género/sexo. El texto de Erauso utiliza muchos de los tropos de la narrativa soldadesca española del siglo XVII, un género que delinea la masculinidad a través de hazañas militares. Además de eventos heroicos, la narrativa soldadesca presenta detalles más mundanos de la vida diaria. Alonso Contreras, escrito en la misma época de La historia de la monja alférez escrita por ella misma / Catalina de Erauso, es un relato ejemplar de la narrativa soldadesca española durante la modernidad temprana. Comparando La historia de la monja alférez escrita por ella misma / Catalina de Erauso, con 2 En el original en inglés se utiliza el pronombre masculino ‘his’, ‘de él’. En el artículo se seguirá con el uso de ‘su’ y se pide a los lectores recordar que la autora se refiere a Erauso con el pronombre masculino. Nota de la traductora. 3 “Propongo el presentismo perverso no sólo como una desnaturalización del presente, sino también como una aplicación de lo que no sabemos en el presente respecto a lo que no podemos saber sobre el pasado” (Halberstam, 1998, p. 53). 4 En este estudio, Halberstam rastrea mujeres masculinas en una serie de novelas, películas y fotografías. Ella comienza preguntando: “¿Si la masculinidad no es la expresión social, cultural y, de hecho, política de la hombría, entonces, ¿qué es?... Yo tengo algunas propuestas de por qué la masculinidad no puede ni debe ser reducida al cuerpo masculino y sus efectos” (Halberstam, 1998, p. 1).

Asumo la controversial posición de que la narrativa de Erauso expresa el deseo de (y/o el “hecho” de) un cambio de gé1 Este trabajo se referirá a Catalina de Erauso utilizando los pronombres masculinos, como señal de respeto a su vida como hombre.

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Contreras, se encuentran acontecimientos similares en ambos textos: duelos de honor, luchas por causas nobles, rescates de damiselas en peligro y relatos históricos que narran la conquista de las gentes ‘salvajes’ y la difusión del cristianismo. La historia de la monja alférez escrita por ella misma / Catalina de Erauso, al igual que Contreras, hace muy poco uso de la introspección, los eventos son expuestos como hechos sin detalles sentimentales ni florituras literarias. En su estudio sobre Catalina de Erauso, Stephanie Merrim compara la forma literaria de Erauso con la de la narrativa soldadesca y sugiere que ambas muestran “casi una completa ausencia de interioridad y de expresiones de emoción o remordimiento y reducen sustancialmente el ‘yo’ en la Historia a la res gestae, un locus de eventos externos” (Merrim, 1994, p. 181). Estas convenciones literarias indican, más que expresiones de objetividad o distancia emocional, métodos para construir la masculinidad según la tradición de la época. Las acciones militares de Erauso le otorgan la autoridad de contar su historia y, en el proceso, construir su masculinidad5.

lo menos, la oportunidad de tener un ‘curso intensivo’ de masculinidad. De hecho, la violencia asociada a la invasión —descubrimiento— de las Américas, o el probar el propio sexo/género asumido contra el ‘descubrimiento’, promueve un discurso de hipermasculinidad común a gran parte de la literatura de la época. De esta manera, Erauso, además de las batallas de conquista, narra una hipermasculinidad que incluye peleas, duelos, refriegas y otras anécdotas violentas. La picaresca ofrece otro género de la modernidad temprana a través del cual se pueden cuestionar presunciones de género auténtico. En la tradición picaresca, el protagonista muestra un personaje de antihéroe, aquel que burla a los otros. En la narrativa soldadesca de Erauso puede claramente verse que Erauso es ‘más hombre’ que muchos de los que se encuentra. Además de su fuerza física, está bien dotado con las habilidades asociadas con la masculinidad, la astucia picaresca y la sagacidad intelectual. Podemos colocarlo en la tradición picaresca en tanto jugador empedernido y camorrista que manipula a quienes lo rodean.

Si se interpreta el texto como un intento por representar la masculinidad, entonces la inclusión de valentía, fortaleza y fuerza por parte de Erauso se convierte en algo distinto de la mera aplicación de un estilo de escritura; estas inclusiones representan intentos textuales de establecer su masculinidad. Primero, él alardea de su habilidad en el manejo del cuchillo: “y dile con el cuchillo un refilón que le valió diez puntos” (Erauso, 1626, p. 20). Más adelante, él escribe sobre su valentía y lealtad al Rey al narrar su lucha contra los indígenas: “Yo, con un mal golpe en una pierna, maté al cacique que la [bandera] llevaba, se la quité y apreté con mi caballo, atropellando, matando e hiriendo a infinidad” (Erauso, 1626, p. 28). Finalmente, cuenta en detalle su fortaleza en una larga caminata a través de los Andes, en la que sus dos compañeros mueren: “poco a poco y caminando… quedándonos a pie y sin podernos tener. Entramos en una tierra fría; tanto, que nos helábamos…Ya se comprenderá mi aflicción, cansado, descalzo y lastimados los pies. Me arrimé a un árbol y lloré, y pienso que fue la primera vez que lo hice” (Erauso, 1626, p. 34). Teniendo en cuenta estos ejemplos, parece razonable sugerir que al escribir un relato soldadesco, Erauso permite a los lectores ver su texto como una contribución a las nociones de masculinidad y hombría.

Erauso, como ‘héroe’ masculino de la narrativa soldadesca y biológicamente sexuado como mujer, puede ser interpretado como aquel que burla a los otros y, por tanto, como personaje antiheroico. Al igual que en la picaresca, los personajes diegéticos no conocen la broma, mientras que la lectora sí. Erauso constantemente describe situaciones en las que la lectora sabe que él es mujer pero los personajes diegéticos no. La tensión entre el conocimiento del lector y el de los personajes diegéticos impide a los lectores resolver las cuestiones de género/sexo. A través de los actos heroicos de la narrativa soldadesca y de las astutas manipulaciones del estilo de la picaresca, la historia nos permite ubicar el texto en distintos géneros de la producción literaria de la temprana modernidad española, validando con esto el estatus literario dentro de las fronteras establecidas. Sin duda el texto manifiesta estrategias literarias de su momento histórico, como jugar cartas y estar involucrado en juegos de todo tipo. De hecho, La historia de la monja alférez escrita por ella misma / Catalina de Erauso, participa en la transformación de los textos culturales del momento. El contraste y la transición entre el sexo/género de nacimiento de Erauso y el sexo/ género vivido sirven como fuerza narrativa primordial que motiva sus esfuerzos de demostrar su masculinidad. El texto constituye no sólo el conformarse a limitaciones previas sino también la transgresión de esas fronteras. La narrativa de un imperio en expansión, de la reconfiguración de Europa, establece la habilidad de moverse fuera de los códigos y cambiar el ambiente. La historia de Erauso, publicada y narrada oral-

El ejercicio militar permitió que Erauso rápidamente aprendiera y encarnara la masculinidad, y la narrativa soldadesca le proporcionó una forma excelente para narrarla. Parecería que lo militar es el extremo de un mundo masculino y que, por tanto, permitiría una transformación expedita o, por 5 En el original, los pronombres ‘su’ y ‘él’ son masculinos: ‘him’ (él) y ‘his’ (de él). Nota de la traductora.

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mente por España y las colonias, se transforma en leyenda y símbolo de esta reconfiguración.

más cortos, también es el final del autorrelato. A pesar de que a lo largo de la narración él raramente reconoce su sexo femenino, la historia concluye (tal como se inicia) con una alusión específica a su masculinidad, aun pese a haber sido identificado por las mujeres como de género femenino. Esta referencia explícita a su habilidad de cambiar de un género a otro, junto con los insultos sexistas, confirma su insistencia en ejercer la masculinidad de acuerdo con su época.

ESTATUS Hemos visto cómo las estrategias literarias de la temprana modernidad y los discursos del cuerpo contribuyen a la exitosa operación narrativa de Erauso. En esta sección trabajaré brevemente otros discursos de la temprana modernidad que se suturan en el cambio de sexo. Clase, vasquismo y el servicio al Rey son claves para definir la categoría social de una persona en la época de Erauso. Pese al travestismo de Erauso, su bagaje religioso, racial, étnico y de clase, le otorga un estatus de superioridad ante el ‘otro’ de la temprana Edad Moderna: los pueblos indígenas, los judíos y los moros. Los pueblos indígenas de las Américas operan como un contraste negativo que permite que Erauso resalte gloriosamente. En una escena, Erauso es acogido por una mestiza que lo desea para su hija, por su españolidad. Raza/etnia hacen de Erauso un partido apropiado para una prestante criolla. A pesar de que la ausencia de vello facial o de apariencia masculina es con frecuencia atribuida a la suposición de que podría tratarse de un eunuco, la españolidad y el estatus de clase sobrepasan los rasgos físicos y le permiten ser considerado como un posible pretendiente masculino. Aquí, la apariencia física es leída a través de lentes distintos, no masculinos ni femeninos, sino más bien de clase y raza. Erauso resume astutamente esta situación: “Era bien acomodada… y como parece que aportan por allí pocos españoles, parece que me apeteció para su hija… la cual era muy negra y fea como un diablo, muy contraria a mi gusto, que fue siempre de buenas caras” (Erauso, 1626, p. 35). La ausencia de españoles en la región funciona en favor de Erauso. De hecho, pareciera que la familia sólo ve lo que quiere ver.

EL CUERPO SEXUADO La caballería y la picaresca proveen los modelos literarios del texto de Erauso. No obstante, el modelo del cuerpo del sexo único también se encuentra circulando en la época. Estos discursos convergen para dotar de un argumento sólido al cambio de sexo de Erauso. La comparación transhistórica del género/sexo desarrollada por Thomas Laqueur en La construcción del sexo ofrece una alternativa a la ideología de la binariedad biológica que divide a los sexos en nuestra sociedad. En su estudio, Laqueur esboza cómo en el siglo XVII género y sexo se relacionaban mutuamente y con otros roles sociales, de modos diferentes de los contemporáneos. Él escribe que “ser hombre o mujer significaba tener un rango social, un lugar en la sociedad, asumir un rol cultural, no ser orgánicamente uno u otro de los dos sexos inconmensurables. En otras palabras, con anterioridad al siglo XVII, el sexo era todavía una categoría sociológica, no ontológica” (Laqueur, 1990, p. 28). El concepto del cuerpo del sexo único del siglo XVII y la presentación del cuerpo masculino como el cuerpo normativo y del femenino como un cuerpo anormal, como aquello que es siempre inferior, ayudan a explicar la capacidad de las instituciones de la época para aceptar el travestismo de Erauso, al tiempo que glorifican su servicio al Rey. Debido a que el modelo del cuerpo de un sexo deja lugar para un ‘avance de género’, esto es, de lo femenino a lo masculino, Erauso avanza hacia el estatus y la categoría de hombre. Ciertamente, los genitales de una persona se usan para identificar al bebé en el momento del nacimiento y, posteriormente, diferentes instituciones como la Iglesia, la familia y el Estado refuerzan esa identidad de género particular. Pero Erauso interrumpe este ciclo al adoptar una identidad de género diferente tanto por decisión como por necesidad.

El texto crea una paradoja de subversión y reafirmación simultáneas de los discursos ortodoxos. Por una parte, Erauso logra su validación, al ser considerado como hombre y, por tanto, con derecho a una pensión de soldado, con lo que subvierte la conexión masculinidad-genitalidad. No obstante, al final de su texto, su búsqueda por la masculinidad reproduce el discurso patriarcal de su época. Él cosifica a las mujeres a lo largo del texto, como vimos anteriormente, y en el último capítulo, responde con aire de superioridad a las dos ‘damiselas’ que le preguntan hacia dónde se dirige: “Señoras putas, a darles a ustedes cien pescozones y cien cuchilladas a quien las quiera defender” (Erauso, 1626, p. 82). Él las amenaza y reta, primero, mediante el uso del término ‘damiselas’, que puede contener un aire de superioridad, y segundo, a través del uso irónico de la palabra ‘señoras’ y el término irrespetuoso ‘putas’ juntos6. No sólo es éste uno de los capítulos

Laqueur explica hasta qué punto el modelo del cuerpo del sexo único sentó las bases del discurso médico de la época. Se creía que la esperma masculina apropiada creaba al niño masculino correcto, pero que si durante la concepción se recibía una esperma más débil, el bebé nacería mujer e inferior. George Mariscal, en Contradictory Subjects, explora con mayor profundidad el papel del modelo del cuerpo del sexo único en la temprana modernidad española, señalando cómo la época confiaba en la teoría de las distintas espermas

6 Me pregunto si esto podría interpretarse como algún tipo de coqueteo.

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para engendrar el hijo7. Al respecto, escribe que “los teóricos… creían que una esencia previamente sexuada precedía la constitución del cuerpo material” (Mariscal, 1991, p. 55). Gracias a esta noción del cuerpo en términos de un sexo único, el género ‘esencial’ de Erauso podía ser masculino, pese a tener un cuerpo material femenino. Por tanto, en la temprana modernidad española, era posible validar su hombría a través de su masculinidad. Su comportamiento como jugador, soldado y aventurero lo marcan como hombre, más que su anatomía.

de los personajes de teatro, Erauso muere como hombre. Su masculinidad no es un disfraz ni una actuación que se desenmascara al final de la obra sino el testamento de una exitosa operación de cambio de sexo.

TRANSEXUALIDAD La teoría de la narrativa transexual de Jay Prosser nos provee de medios instructivos para interpretar el texto de Erauso. En Seconds Skins, Prosser interpreta las autobiografías y testimonios de personas del siglo XX que han reconfigurado su corporalidad a través de la cirugía. Identifica una serie de tropos que definen el género de la narrativa transexual como el “síndrome de haber nacido en el cuerpo equivocado”, la cirugía y las escenas del postoperatorio que pertenecen a la narrativa transexual. Evidentemente, las especificidades técnicas de este tropo no tienen aplicación en el caso de Erauso, pero sí la intención general del marco conceptual de alcanzar legitimidad a través de la narración de una historia convincente. Erauso se valida a sí mismo a través de los tropos literarios y la tecnología médica de su época.

La perspectiva histórica que Laqueur ofrece nos ayuda a comprender la afirmación que Judith Butler hace en Género en disputa: “cuando la condición construida del género se teoriza como algo radicalmente independiente del sexo, el género mismo se convierte en un artificio vago, con la consecuencia de que hombre y masculino pueden significar tanto un cuerpo de mujer como uno de hombre y mujer y femenino tanto uno de hombre como uno de mujer” (Butler, 1990, p. 39). Por lo tanto, la exitosa transición de Erauso a hombre depende principalmente de la representación de la masculinidad, no de una asociación natural, de nacimiento, entre hombre y masculinidad8.

La autobiografía transexual comienza con el nacimiento de una persona como hombre o mujer. Erauso comienza su narración así: “Nací yo, doña Catalina de Erauso, en la villa de San Sebastián” (Erauso, 1626, p. 11). La yuxtaposición de yo con el nombre femenino enfatiza la identidad femenina. Supuestamente, Erauso escribe su historia después de haber recibido permiso para utilizar trajes masculinos y vive como Antonio, así que el uso del nombre femenino Catalina, en vez de “Yo, Antonio nací Catalina”, establece la afirmación de una identidad femenina al comienzo. Tanto la narrativa transexual contemporánea como el texto de Erauso luchan por alcanzar una transición auténtica que presume un punto de partida auténtico.

Finalmente, vale la pena mencionar otro término moderno: ‘mujer varonil’. En su estudio del teatro de la modernidad temprana española, Melveena McKendrick define a la mujer varonil como “la mujer que se distancia de la norma femenina de los siglos XVI y XVII… la mujer que es ‘masculina’ no sólo en su atuendo sino en sus actos, su discurso o incluso en su actitud mental” (1974, p. X). Pero surge un problema al aplicar ‘mujer varonil’ a Erauso porque, pese a que una mujer vestida como hombre era un tropo común en el teatro, la masculinidad de ella se borra antes del final de la presentación y su figura se utiliza para reafirmar las instituciones del matrimonio y la heterosexualidad9. A diferencia

La narrativa transexual de Prosser ilustra teóricamente la narrativa de identidad de género que Erauso articula en su10 historia. Prosser propone abordar la materialidad del cuerpo transexual moderno a través de la autobiografía transexual,

7 En el original se utiliza el término neutro ‘child’. Nota de la traductora. 8 Laqueur señala que muchos de los cambios en las aproximaciones científicas a los cuerpos sexuados están marcados, o son descubiertos, a través de cuestiones de sexualidad. Aunque fuera del alcance de este trabajo, el deseo por el mismo sexo en la toma de las decisiones de sexo/género de Erauso ofrece otro camino por el cual explorar la transformación de las masculinidades. En el caso de Erauso, así como en el siglo XX, la sexualidad de la narrativa transexual y el placer sexual todavía están íntimamente relacionados con género y sexo. 9 En su detallado estudio de mujeres vestidas como hombres en el teatro de la temprana modernidad española, Bravo Villasante reduce a dos los papeles: la amante intentando atrapar a su hombre y la guerrera luchando por su país. Las mujeres vestidas como hombres en el escenario eran aceptadas porque era ‘estimulante’ para el público reconocer mujeres en ropajes de hombre. Bravo Villasante documenta muchas obras de esta época y rastrea la figura de la mujer vestida como hombre hasta las ‘doncellas andantes’ del género caballeresco. Melveena McKendrick, en Wo-

men and Society in Golden Age Spanish Drama, analiza la obra de Montalván basada en la historia de Catalina de Erauso. Ella es la protagonista. La obra, producida en la época de Erauso, fue un éxito seguro de taquilla, debido a la popularidad de la historia. Montalván vela el aspecto de la sexualidad de la historia. Lejos de ser el típico galán que las mujeres vestidas de hombre solían ser, Montalván describe la figura de Erauso como inescrupulosa y sin principios; “si la impresión que [Erauso] causó era inequívocamente masculina, como la obra de Montalván sugiere, a la luz de esta obra, ella era material dramático insatisfactorio” (McKendrick, 1974, p. 216). 10 En el original, la autora elige el pronombre masculino: ‘his’ (de él). Nota de la traductora.

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una narrativa que sigue el cambio de un sexo/género a otro e intenta probar hasta qué punto se pertenece a una categoría de sexo/género distinta. Pese a que Erauso no usa la narrativa de haber-nacido-en-el-cuerpo-equivocado y de sentirse fuera de lugar, su travesía, cambios de nombre y cambio de ropas se asemejan a los tropos contemporáneos en la narrativa de probar la identificación transgenérica de sí mismo.

con un género. Mientras que el estudio de Anderson refuta la nacionalidad como sui generis, el texto de Erauso refuta el que Anderson asuma el género como concreto. La construcción de la nacionalidad nos es visible en donde la construcción de la narrativa de identidad de género no lo es. Es interesante observar que, en su conclusión, Anderson escoja el verbo ‘engendrar’ como lo que ocasiona la necesidad de la narrativa de identidad. Anderson afirma que “la conciencia de estar inmerso en tiempo lineal y secular, con todas sus implicaciones de continuidad […] engendra la necesidad de una narrativa de ‘identidad’” (Anderson, 1983, p. 205; las cursivas son mías). La narrativa de la identidad manifestada por Erauso engendra la necesidad de una identidad masculina porque él no puede en ningún momento ser nada. Erauso no es ‘x’: él es definido e identificado como un hombre. De la misma manera que los discursos modernos tienden a negar una nacionalidad ambigua, así también se niega un género ambiguo.

Una limitación de usar lo pretransexual para enmarcar mi lectura de Erauso es que se puede presuponer o asumir demasiado sobre el tipo de decisiones que un personaje como Erauso habría tomado en el siglo XVII11. No obstante, la teoría de la narrativa transexual de Prosser considera la transexualidad como un pasaje en el espacio, un viaje de un lugar a otro que se beneficia de la expansión colonial en la que Erauso participa. La partida de muchos hombres de España a las colonias abrió un nuevo espacio en el que las mujeres asumieron actividades usualmente masculinas y pudieron subvertir los roles tradicionales de algunas maneras.

En la literatura actual sobre los cuerpos y su relación con nociones contemporáneas de sexo, género y sexualidad, muchos críticos conciben el cuerpo como un posible lugar para la ambigüedad y, por tanto, una interrupción de las estructuras binarias del género. Yo argüiría que en el caso de Erauso no hay ambigüedad. Hasta el momento en que es atrapado y llevado de vuelta a España, él es identificado como un hombre por aquellos que lo rodean y por sí mismo. Según Erauso y otros textos de apoyo, los demás perciben su cuerpo claramente como masculino. La estructura contemporánea del género se desliza del cuerpo del sexo único, a una binariedad de los cuerpos masculino/femenino. Algunos dirán que Erauso ocupa un lugar ambiguo entre lo masculino y lo femenino, de manera semejante a la del hermafrodita del siglo XVII13. Al contrario, Erauso reafirma la estructura binaria de género de finales del siglo XX al probar ansiosamente su masculinidad como distanciada de las mujeres. Al mismo tiempo, su clara identificación como hombre, basada en sus acciones, sostiene la noción del cuerpo del sexo único. La habilidad para interpretar este texto con nociones contemporáneas e intentar entender cómo los conceptos históricos nutren nuestra versión subraya la equivocación de asumir ‘naturalidad’ en categorías de sexo y género. En este caso, la autenticidad es el privilegio de categorías consideradas

La transexualidad, como término médico, es narrada con la intención específica de validar la masculinidad12 mediante la reconfiguración del cuerpo de una persona, para que concuerde con sus acciones. La masculinidad, aunque a menudo es ejercida, no es necesariamente legitimada. El término transexualidad, en el caso de Erauso, sugiere que su historia ha sido construida para ilustrar cómo sus acciones demuestran la autenticidad de su masculinidad. Él es ‘naturalizado’ como hombre tras haber vivido veinte años como tal. Vale la pena hacer la analogía de la narrativa de la identidad nacional para ponderar sobre la narrativa de la identidad de género. Erauso adquiere su identidad de género del mismo modo en el que hoy en día se adquiere la nacionalidad. Imagined Communities, el libro de Anderson, quizás sin intención, presenta el género como algo dado, universal y concreto, para discutir la noción de la narrativa de la nacionalidad. En la introducción, el autor presenta una de las paradojas de la nación: “la universalidad formal de la nacionalidad como un concepto sociocultural, en el mundo moderno todos pueden, deben y tendrán una nacionalidad, así como él o ella tiene un género, contra la irremediable particularidad de sus manifestaciones concretas, de manera que, por definición, la nacionalidad ‘griega’ es sui generis” (1983, p. 5). En otras palabras, en el mundo moderno la suposición es que uno nace con su nacionalidad del mismo modo que uno nace

13 En el artículo de Israel Burshatin, “Interrogating Hermaphoditism in Sixteenth-Century Spain”, el autor examina la historia de Eleno/a, un ex esclavo de raza mixta que decía haber adquirido genitales masculinos tras dar a luz. Él/ella no escapó del tribunal de la Santa Inquisición por haber transformado su identidad de mujer a hombre y fue castigado. Al comparar las resoluciones de las historias de Catalina de Erauso y Eleno/a podemos ver hasta qué punto raza y clase eran extremadamente importantes. Una prominente vasca católica, Catalina de Erauso, transgrede y recibe, en vez de castigo, una pensión de soldado.

11 En el libro de Mary Elizabeth Perry, Gender and Disorder in Early Modern Sevilla, la autora sostiene que los roles de la mujer resultaron radicalmente cambiantes como resultado de la expansión del Imperio español. Las mujeres eran básicamente restringidas al matrimonio, el convento o los burdeles. 12 Femenina en este caso, también puede funcionar a la inversa.

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‘naturales’, y dichas categorías son construidas a través de nociones hegemónicas de pertenencia de clase, raza y etnia (nacionalidad). El transexual también es ‘naturalizado’, esto es que su cuerpo (el de él o el de ella) es tecnológicamente alterado para coincidir con el género ‘natural’ (¿interior, instintivo, preferido?) de él o ella.

man no sólo su sexo femenino, sino su virginidad. Si bien es culpable de asesinato, y culpable también de travestismo, la revelación de que es monja y virgen confunde y su delito es juzgado como dudoso, y es brevemente confinado en un convento para reformarse. Relatos de transiciones del género femenino hacia el género masculino en la temprana modernidad europea provienen principalmente de los archivos de las cortes, juicios y otros documentos legales. Al descubrimiento del travestismo con frecuencia le seguía el arresto por otras diversas infracciones a la ley, y podemos inferir que había muchos más transgresores de género de los que indican los registros. En consecuencia, el elemento de criminalidad introducido por prohibiciones legales y eclesiásticas contra la transgresión de género es crucial en el desenvolvimiento de la historia. El caso de Erauso está vinculado al asesinato, no al travestismo. Él se identifica como mujer sólo en un caso de vida o muerte, utilizándolo como una apuesta para salvar su vida. Es decir que él estratégicamente utiliza el sentido común y el ‘hecho inviolable’ de que los genitales definen el sexo. Conceder, sólo por un momento, que es una mujer podría permitirle escapar del castigo por asesinato; sin embargo, esta concesión puede complicar su situación legal al añadir al crimen de homicidio crímenes contra Dios y la Naturaleza, o más prosaicamente, por haber engañado a quienes creían que era hombre. Si la identidad es menos una cosa fija que un proceso narrativo, aquí la narración de la identidad de género de Erauso se convierte en una apuesta de vida o muerte (apropiadamente, pues él es un jugador empedernido). Si él puede re-narrar su género (tras veinte años de contar y vivir una historia diferente), podrá librarse de las manos de su verdugo14.

En un esfuerzo por abordar cuestiones de terminología, reconozco que aplicar términos contemporáneos a la modernidad temprana española es difícil. No obstante, el concepto del ‘transexual’, en este caso, permite leer el cambio permanente en las nociones de sexualidad, sexo, género, en vez de asumirlos como lugares fijos. Además, nos permite debatir la masculinidad como algo exclusivo de los hombres. El individuo transexual cuestiona las definiciones de ‘hombre’ y ‘mujer’. Por ejemplo, en un lugar de ‘sólo mujeres’ en el que un transexual de-hombre-a-mujer desea participar, los parámetros de ‘mujer’ deben ser renegociados. Los problemas con la terminología se derivan también del amplio espectro de definiciones. Ciertamente, la transexualidad de Erauso ignora la reforma genital, mientras que tanto la masculinidad femenina como la noción de transgénero no aprehenden la noción temprano-moderna del cuerpo del sexo único que permitía el tránsito de un género a otro, de acuerdo con las propias acciones. El término travesti ignora la muy real vida material de Erauso como hombre, no como una mujer en ropas de hombre. La incapacidad para localizar cómodamente la figura de Erauso señala la importancia de su propio texto y de su autopercepción como hombre, de acuerdo con su comportamiento masculino. Tal vez Erauso encarna un prototipo de masculinidad femenina. En esta conjunción, Erauso ocupa un lugar queer, particularmente por la ausencia de un nombre, categoría o etiqueta que articule precisamente la transformación de su género/sexo. A pesar de que él cambia a un género diferente, su pasado femenino es constantemente invocado como recordatorio. Él no es Antonio de Erauso, más bien es Antonio de Erauso + la monja alférez. Su nacimiento femenino y su estatus de monja son constantemente adjuntados a su nuevo nombre. El caso de Erauso sugiere un lado discursivo de la transexualidad, el cual no necesita de la cirugía.

IMPERIO Erauso viola las fronteras del género al hacerse pasar como soldado; sin embargo, como se mencionó anteriormente, valida la jerarquía patriarcal y monárquica de la España del siglo XVII al unirse a la Conquista y colaborar en el proceso de ‘domesticación’ de los indígenas. Debido a que Erauso sostiene las ideas de la Iglesia y el Estado, su texto escrito nos provee un duradero testamento de su interpelación de

LEY

14 Adicionalmente, su defensa fue apoyada por su estatus de clase y raza, pese a las contradicciones de haber transgredido fronteras establecidas. A lo largo de su texto, Erauso reitera la ‘pureza’ de sus antecedentes, afirmando su linaje vasco. Desde el comienzo de sus aventuras en América, Erauso cuenta muchos escapes, con la ayuda de compatriotas vascos. Aun más, como vimos, su vasquismo lo exonera de la tortura en manos de los inquisidores. Y mientras Erauso sale sin castigo alguno, debido a su clase y a su etnia, vimos cómo Eleno/a, mulato/a, es castigado/a por su comportamiento transgresor.

Habiendo vivido como hombre durante veinte años, violando las regulaciones eclesiásticas y estatales, Erauso es finalmente aprehendido; no por travestismo, sino por asesinato. Él escapa del juicio de Estado al confesarle al obispo que es (era) una monja y que, en consecuencia, se encuentra sujeto(a) a la ley eclesiástica. Dos mujeres mayores confir-

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las ideologías vigentes en su época, incluso cuando pareciera subvertirlas con su travestismo.

hombre. Además de participar en batallas, se involucra en reyertas de taberna y partidas de cartas. La necesidad de Erauso de probar su honestidad en las cartas reaparece de manera tan constante que se podría asumir que esta actitud defensiva contra acusaciones de fraude proviene de la ansiedad del descubrimiento.

En otras palabras, vemos cómo Erauso se conforma y resiste a su ambiente social simultáneamente. Asumir que revistiéndose, al hacer la transición de mujer a hombre, Erauso está cuestionando todo el orden social puede confundir a la lectora. En un acto de rebeldía, se viste y vive como hombre; sin embargo, hace uso de esta transición para sostener los sistemas patriarcales tradicionales, al participar con entusiasmo en la colonización española de las Américas. Su transgresión de género no cuestiona la estructura del Estado ni la de la Iglesia; como hombre, participa activamente en las prácticas de opresión.

SUPRESIÓN DE LA SEXUALIDAD Si bien la idea de las zonas erógenas en la temprana modernidad española difiere de la nuestra, que Erauso alcanzara su fama a través de su15 virginidad apunta a que la sociedad que construyó a Erauso consideraba los genitales femeninos como no erógenos. De hecho, lo desexualizaron para poder aceptarlo16. Saber si Erauso tuvo o no encuentros sexuales es imposible, pero la creencia en su castidad en tanto ‘mujer’ (monja) le permitió ser aceptado como ‘hombre’. Las ideas de castidad en las mujeres y virilidad en los hombres entran en conflicto cuando él es aceptado como hombre. Sin embargo, su aceptación se sostiene en la condición de que no sea un hombre viril. Parte de la definición de masculinidad y virilidad, sobre todo para el soldado, es tener mujeres y ser deseado por ellas. Erauso no cabe dentro de la categoría de la mujer casta porque es hombre. Sin embargo, tampoco se le permite ser un hombre viril, porque es mujer. En consecuencia, su ‘estado intermedio’ o estado de transición lo configura, ante los ojos de la sociedad, como asexuado y sin sexualidad, para poder categorizarlo dentro de las fronteras establecidas17. Sin embargo, su afirmación de qué clase de mujeres le gustan, y el hecho de que cariñosamente llame a una de ellas “mi monja”, así como el recorrido de sus dedos sobre las piernas de una amiga, contradicen claramente el desdibujamiento sexual llevado a cabo por la sociedad.

A pesar de estar rígidamente dividida según el género, la expansión colonial aumenta las oportunidades de que su transgresión de género sea bien remunerada. Le da la posibilidad de ir a las Américas y vagar sin ser reconocido ni perseguido. Portar ropas masculinas le otorga una libertad de movimiento inaccesible a las mujeres de la época. Al mismo tiempo, mantiene el orden hegemónico neutralizando la que de otro modo sería una contradicción flagrante. Su sexo biológico pasa a un segundo orden ante sus acciones individuales como soldado del Rey. Catalina/Antonio encarna la tensión entre las exigencias de la vida diaria real, material, y la ideología, promovidas por la Iglesia y el Estado, no sólo a través de la identidad de género y de sexo, sino también por haber alcanzado la fama y el confort, a pesar de tantos ‘pecados’ contra la Iglesia, como el asesinato, el robo y, por supuesto, el travestismo. El lenguaje hermafrodita de encarnar dos ‘opuestos’ en un solo cuerpo; la combinación de la virilidad con la virginidad y su título de Monja Alférez yuxtaponen en un oxímoron distintos tropos que se repiten en la narrativa colonial, como el del trabajador religioso o el de la tierra pura y fértil, y el del estado militar fuerte y viril. El título de monja le permite continuar su vida como alférez, no puede simplemente ser una mujer/alférez, debe ser una monja + alférez, pues la pureza implícita en ‘monja’ permite sus acciones. El estatus religioso le permite desafiar las reglas. Pese a su travestismo, sus antecedentes religiosos, raciales, étnicos y de clase le otorgan las herramientas necesarias en su época para validar su historia.

15 En el original, el pronombre es masculino: ‘his’ (de él). Nota de la traductora. 16 Si bien el texto de Erauso no se parece en modo alguno a la escritura mística de las monjas, su contenido es refigurado de manera similar a la experiencia mística. Las interpretaciones de la temprana modernidad de la escritura y la experiencia mística de muchas monjas modernas sostienen que éstas no eran experiencias sexuales sino exaltaciones sobrenaturales, divinas, con Dios. Su sexualidad se borraba, en favor de una ideología mística. Una vez despojadas de su sexualidad, ellas “podían ser representadas con benevolencia y [la] transgresión de la dualidad hombre-mujer se hacía comprensible” (Wheelwright, 1989, p. 77). 17 Separar el género de las categorías limitadas de homosexualidad y heterosexualidad subraya la inestabilidad de las defi niciones de sexualidad. El transexual contemporáneo demuestra los límites de ambos términos, hetero y homosexualidad. Si un transexual de hombre a mujer prefiere a un hombre, los trabajadores médicos consideran que la transformación ha sido exitosa. Si un transexual de hombre a mujer decide ser lesbiana, él/ella perturba el deseo clínico de mantener a los sexos, los géneros y las sexualidades dentro de fronteras establecidas.

Es particularmente interesante notar que la motivación de su petición y su relato es justificar sus luchas como batallas militares y hacerlas parte del servicio al Rey, y no justificar su infracción de travestir. Erauso deja de lado cualquier explicación de por qué se trasviste. Él simplemente afirma: “me visto como hombre”, y continúa con el recuento de sus historias y aventuras. Vestido como hombre ‘se vuelve’ un

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CONCLUSIÓN

A pesar de que él sigue encarnando el ideal masculino de su época y de que vive una contradictoria existencia como la Monja alférez, se le niega el acceso a las relaciones santificadas con las mujeres. Fuentes secundarias recuentan la historia de Erauso ocasionando un escándalo público en México al retar a duelo al hombre comprometido con la mujer que deseaba. Si bien Erauso demuestra su masculinidad a través del duelo, no puede casarse con la mujer. La narración de Erauso valida la masculinidad hasta el final de su texto. No obstante, los textos secundarios resaltan el carácter incompleto de la transformación mediante la supresión de su sexualidad y su imposibilidad para sellar un contrato de matrimonio.

Las innovaciones médicas contemporáneas permiten a un individuo cambiar físicamente su género (el de él o el de ella). El texto de Erauso permite rastrear la transexualidad en diversos discursos, como el discurso médico de la temprana modernidad. Erauso se inscribe y escribe a sí mismo en una historia del género, el sexo y la sexualidad, y contribuye a construir y producir masculinidades que niegan la dependencia absoluta de la anatomía y la genitalidad. La figura de Erauso refuerza la división binaria entre femenino y masculino, al tiempo que representa la elasticidad de dichas categorías. He argumentado que la narrativa transexual describe adecuadamente el texto de Erauso, pero no por esto niego que un análisis del deseo lésbico o una aproximación feminista también serían herramientas teóricas apropiadas. En tanto prototipo potencial de dos categorías contradictorias: masculinidad femenina y transexualidad, Erauso puede enriquecer las maneras en las que nos aproximamos a identidades que se narran hoy en día. Uno de los elementos que contribuye a que haya un fuerte énfasis en la medicalización de la transexualidad es el deseo de la masculinidad masculina de sostener una hegemonía del poder que viene de la mano del privilegio masculino del hombre blanco. Al otorgarle a Erauso permiso para vestirse como hombre, el Papa asegura una estricta recategorización de Erauso en una posición no subversiva. Al nombrar a Erauso como un hombre transexual, se mantiene la división binaria de los géneros, en vez de permitir diversas perspectivas de identidad de género. Sin embargo, su habilidad de ser leído como soldado, pícaro, monja, lesbiana, transexual, en este caso, colonizador, conquistador, etc., enfatiza una identidad flexible, una identidad en estado de devenir. Así, como se mencionó anteriormente, no es la aprobación lo que asegura su comodidad económica. En este caso, se trata de su transformación o su identidad transexual, que puede inscribirse en diferentes narrativas, discursos y géneros, y en el discurso masculino, lo que le permite no ser censurado. Al naturalizar y desnaturalizar el género simultáneamente, él perturba las nociones de la autenticidad del género. Finalmente, la idea de la preferencia de género, hasta el punto que “la gente puede ‘salir del clóset’ (declarar o manifestar) como un género, de la misma manera que puede ‘salir del clóset’ (declarar o manifestar) como una sexualidad” (Halberstam, 1998, p. 12)18, aparece en el texto de Erauso como indisociable de la noción de la capacidad del individuo para elegir, o ‘hacer su género opcional’ en la sociedad contemporánea. En consecuencia, el texto de Erauso desbarata los presupuestos de géneros

La masculinidad de Erauso y su posible homosexualidad desaparecen de las afirmaciones que enfatizan su excepcionalidad como mujer y su servicio al ‘maravilloso’ y ‘sabio’ Rey de España. Además de reforzar el ideal masculino, la historia de Erauso es un testamento de la historia de la naturaleza transitoria de la identidad de género. En el establecimiento médico contemporáneo, el clínico promueve una única identificación de género como la esencia y totalidad de la persona. En consecuencia, el individuo ‘trans’ debe pasar desapercibido sin que el espectador sospeche intervención clínica alguna; el reconocimiento señalaría explícitamente el fracaso. Por tanto, aceptar la cirugía es imperativo en la narrativa transexual, pues a este hecho subyace no sólo la capacidad del individuo para narrar la propia percepción de la identificación transgenérica, sino también el desempeñar sin sospecha un género ‘nuevo’ ante los ojos de la sociedad. Prosser escribe que “para ser transexual, el sujeto debe ser un diestro narrador de su [la de él o la de ella] propia vida” (1998, p. 108). Erauso utiliza los géneros disponibles para narrar su transformación, a fin de ganar una pensión, fama y honor. Como la narrativa precede a la ‘operación; o, en el caso de Erauso, la legitimidad, el sujeto es ya transexual aunque puede no ser reconocido como tal. En el caso de Erauso, la transición y la aprobación lo condujeron a la fama, la estabilidad económica y la pensión de soldado. Adicionalmente, clasificó para recibir la herencia de sus padres por ser el único ‘hijo’ sobreviviente. En este caso, el concepto de naturalización le queda perfectamente a Erauso porque no requiere borrar sus primeros años como niña en un convento, ni sus antecedentes familiares. Su pasado no es elidido por su presente, sino pensado como un espacio/tiempo de residencia anterior. Si, como Prosser sugiere, estar cómodo en el género de uno es como estar en casa (y no en el cuerpo/casa equivocado), el trasteo de un lugar a otro depende de la transición, no de la negación del lugar precedente.

18 “[…] people could come out as a gender in the way they come out as a sexuality.”

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históricamente auténticos y demuestra la categorización de las que son consideradas narrativas ‘legítimas’.

3. Burshatin, I. (1998). Interrogating Hermaphoditism in Sixteenth-Century Spain. En: S. Molloy y R. Irwin (Eds.), Hispanisms and Homosexuality. Durham: Duke University Press.

Al revelarse como mujer para escapar del proceso judicial, y después retornar a las ropas masculinas, él transforma los roles de género de manera compleja. Regresa al ‘nuevo’ mundo con un nuevo nombre, Antonio, y con su apellido, Erauso, sin temor de perder el respeto familiar ni de ser descubierto, como antes. Los viajes transatlánticos son los tropos geográficos del cambio en la época de la colonización de las Américas. Su habilidad para cambiar de género cambiando de ropajes podría ser entendida como una alegoría de los pasajes entre el ‘nuevo’ y el ‘viejo’ mundo. El Nuevo Mundo ofrecía un espacio propicio para que los conquistadores españoles ascendieran socialmente, donde la gente podía crear nuevas identidades, y donde Erauso podía viajar, sin ser reconocido, en términos de género. El contexto imperial, tan geográficamente lejano de España, le permitió usar las guerras para demostrar su patriotismo, que a su vez le permitió justificar su transformación. Por lo anterior, él ‘encarna’ la masculinidad de manera ‘correcta’, su coraje es valorado y su travestismo perdonado.

4. Butler, J. (1990). Género en disputa: el feminismo y la subversion de la identidad. México: Editorial Paidós Mexicana. 5. Césaire, A. (1986) Tempête. English: A Tempest: Based on Shakespeare’s The Tempest: Adaptation for a Black Theatre. New York: G. Borchardt. 6. Contreras, A. (1967). Vida del capitán Alonso de Contreras: vida, nacimiento, padres y crianza del Capitán Alonso de Contreras. Madrid: Alianza Editorial. 7. De Erauso, C. (1626). La historia de la monja alférez escrita por ella misma / Catalina de Erauso. Presentación y epílogo de Jesús Munárriz. Madrid: Hiperión. 8. Halberstam, J. (1998). Female Masculinity. Durham: Duke University Press.

En consecuencia, lo que está en juego en el cambio de géneros son la ‘normalización’ y el reconocimiento de la ‘transitoriedad’ del género, el sexo, la sexualidad, la raza, la clase, la etnia y demás categorías de identidad. Me gustaría regresar al epígrafe de este trabajo de La tempestad de Aimé Césaire, pues en tanto símbolo de la reescritura y el repensar históricos, me permite relacionar la modernidad temprana con nuestra época, y sus ideologías de raza, clase y género, con las de nuestra época (a través de La tempestad de Shakespeare y la versión de Césaire). El Caribe (donde Erauso se establece) es entonces el lugar de su encuentro de los ‘nuevos’ y los ‘viejos’ mundos. El epígrafe también muestra a Calibán cambiando su nombre por X, signo de los múltiples elementos en un único cuerpo, y de las intersecciones de transgresiones19. Pero, sobre todo, el epígrafe abre la puerta a una concepción del cuerpo como lugar de una discusión mayor de cuestiones transhistóricas/transgeopolíticas o, simplemente, de transiciones.

9. Laqueur, T. (1990). La construcción del sexo: Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud. Valencia, España: Ediciones Cátedra. 10. Mariscal, G. (1991). Contradictory Subjects, Quevedo, Cervantes, and Seventeenth-Century Spanish Culture. Ithaca and London: Cornell University Press. 11. McKendrick, M. (1974). Woman and Society in the Spanish Drama of the Golden Age, A Study of the mujer varonil. Cambridge: Cambridge University Press. 12. Merrim, S. (1994). Catalina de Erauso: From Anomaly to Icon. En: F. J. Cevallos-Candau, J. A. Cole, N. M. Scott y N. SuarezArauz (Eds.), Coded Encounters. Writing, Gender, and Ethnicity in Colonial Latin America. Amherst: University of Massachusetts Press. 13. Perry, M. E. (1990). Gender and Disorder in Early Modern Seville. Princeton, N. J.: Princeton University Press.

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16. Wheelwright, J. (1989). Amazons and Military Maids. London: Pandora Press.

19 En el texto original la palabra usada es ‘crossings’. Esta palabra es más neutral y conlleva también los significados de ‘cruzar’ físicamente de un lado a otro. Nota de la traductora.

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En un instante: la teoría de la representación como crítica queer/feminista de la violencia KATHARINA PEWNY * FECHA DE RECEPCIÓN: 17 DE ABRIL DE 2007 FECHA DE ACEPTACIÓN: 9 DE JULIO DE 2007 FECHA DE MODIFICACIÓN: 31 DE OCTUBRE DE 2007

RESUMEN El presente artículo analiza distintos acercamientos que las teorías feministas y queer presentan frente a las categorías de género. Si bien las primeras buscan rotular explícitamente la feminidad y la masculinidad, las segundas cuestionan el sistema binario de género. No obstante, ambos cuerpos teóricos son confrontados cuando se trabaja la violencia: ¿Cómo nombrar la masculinidad de un victimario sin naturalizar el orden sexual? ¿Qué función puede cumplir la violencia en los procesos de género? La autora utiliza la representación “Who wants to, can come” para ejemplificar los medios sensoriales de las construcciones de género. La vista, el sonido y el movimiento son recursos empleados para irritar la percepción de la audiencia y, así, su acercamiento a la dicotomía tradicional de los sistemas de género.

PALABRAS CLAVE Género, queer, representación, teatro.

In One Breath: Performance Theory as a Queer/Feminist Critique of Violence ABSTRACT This article discusses the different approaches to gender categories in feminist and queer theories. Whereas feminist theories seek to explicitly label femininity and masculinity, queer theories look to undermine the binary system of gender. When it comes to violence, however, both bodies of theories run into difficulty. How can a perpetrator’s maleness be named without naturalizing the sexual order? What might the function of violence be in the processes of producing genders? The performance “Who wants to, can come” exemplifies a way of constructing gender through senses. Sight, sound and movement are used to irritate the audience’s perception of, and thus their approach to, the traditional dichotomy of gender systems.

KEY WORDS Gender, queer, performance, theater.

Em um instante. A teoria da representação como crítica queer/feminista à violência RESUMO Este artigo analisa as diversas aproximações que as teorias feministas e queer apresentam frente às categorias de gênero. Embora as primeiras procurem etiquetar explicitamente a feminilidade e a masculinidade, as segundas questionam o sistema binário de gênero. Ainda que ambos os corpos teóricos sejam confrontados quando se trabalha a violência: Como denominar a masculinidade de um verdugo sem naturalizar a ordem sexual? Que função pode desempenhar a violência nos processos de gênero? A autora utiliza a peça “Who wants to, can come” para exemplificar os meios sensoriais das construções de gênero. A vista, o som e o movimento são recursos empregados para irritar a percepção da audiência e, assim, sua aproximação à dicotomia tradicional dos sistemas de gênero.

PALAVRAS CHAVE Gênero, queer, representação, teatro. *

Theater, Film and Media Studies, German Literature, Philosophy, and Women’s Studies, Universidad de Viena, Austria; Ph.D., Institute for Theater, Film and Media Studies, Universidad de Viena, Austria; actual miembro del grupo de investigación Theater and Transnationality y catedrática del Werkstatt Tanzwissenschaft (taller de estudios sobre danza) en el Gesellschaft für Tanzforschung (Sociedad para la investigación sobre la danza). Elise Richter researcher / Austrian Science Fund, Austria Correo electrónico: katharina.pewny@univie.ac.at.

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Q

why theater-related categories have provided quite illuminating insights when thinking about gender. In German-speaking countries, what started out as text-based studies within German literature departments, Theaterwissenschaft (literally: “theater science”) emerged as a discipline in the 1920s (Corssen y Kirsch, 1992). This new discipline recognized the power of signification of space, stage, acting, music and directing in its analyses and allowed for differentiations to be made in content and method. Theater and performance studies developed during the century well-known for having engendered practices that blurred clear-cut lines between art forms and those involved in it, i.e. between the “artists” and “audience” and for the institution of hybrid aesthetic movements, conventions and experiments4. Because of this, theater theory provides ways of speaking about realities that can no longer possibly be explained via (common philosophical/scientific practices of) ontology. The fleetingness of the “object of study” of theater studies is the specific characteristic that could explain the above-mentioned affinity of theatrical concepts and deconstructive discourses with one another, as the de-centralization of the play script left theater studies without an epistemic foundation. In theater studies research there is no genuinely comprehensible central element, in contrast to studies of art history and aesthetics which have images, scores and texts as “central elements” that can fall back on for their research. Susan Leigh Foster asserts that a consequence of and reason for this is a dialectics of theorizing bodies as the signifiers of the ephemeral and the momentary, thus covering up underlying “scripts” or “choreographies,” which leads to a lack of visibility of such theories5.

Queer/feminist movements of thought aim to change the very power relations on which discrimination and violence are founded1. This pertains to all social spheres including the sciences and their institutions: queer/feminist movements criticize structures of dominance and in doing so they intentionally disrupt the symbolic order of academia. These movements are not conceived as simply appending to the traditional sciences, but rather as transgressing them. In the following I will offer a critical reading of categories of academic discourses – i.e. of their premises. I hope that by denaturalizing these discourses I will contribute to altering their hetero/sexist dynamics. From the perspective of queer/feminist theoretical developments, I will first address the question: What could “we” possibly “get out of” theater and performance theory? Second, I will give a brief summary of a queer/feminist critique on violence, which I will then bring together with certain aspects of a performance by Barbara Kraus2.

THEATRICAL CATEGORIES IN CONCEPTUALIZING GENDER I will begin with some thoughts on the categories of theatrical repertoire. Theater, performance theories, and practices as art forms have rarely been taken into account in recent European discourses on genders. Frequently researched topics include film, video, cyberart and club cultures. Categories of theater and performance such as staging, mimesis, masquerade, performativity have been circulating within gender and other post-structuralist theories since the 1980s. For at least twenty years, theatrical repertoire has supplied diverse gender theories with its concepts3. Taking a look at the history of theater studies (Theaterwissenschaft) as a discipline could help explain

This may explain why theatrical concepts (mirror, mask/ masquerade, stage/staging, mimesis, performativity) have been appropriated by post-structuralist “gender” theories. Theatrical concepts can be employed to describe unstable and variable relations as they refer to aesthetic – in terms of the original meaning of aesthesis as “sensuous perception or awareness” – processes of constructing meaning, which are not based on objectifiable conditions. In theater the construction of meaning takes place on the bodies physically present within a certain space. Sue-Ellen Case shows that analyses surrounding the concept of “perfor-

1 I use “queer/feminist” to indicate the connections between the two while still separating both words in order to point to their differences. 2 This particular focus is related to the interest of the conference “Queering the humanities” (Berlin 2004), which sought to examine productive additions to and contentious fields of queer and feminist approaches. I have chosen to address some tensions between queer and feminist approaches in order to reveal the strengths of their connections. 3 Although performativity has become a familiar term, particularly through Judith Butler’s reading of John Austin’s linguistic philosophy, it is also a theatrical term.

4 Roland Barthes’ proclamation of the “Death of the Author” (1974, p.29) can be read as symptomatic for this change in paradigm, which took place specifically in text-based arts where the main focus moved away from the (artistic) subject toward discourses. 5 Susan Leigh Foster discusses the problems linked to a perpetuation of the hierarchy between thought and deed that enables “performance” to emerge as an uncontested concept of theater studies, making a compelling argument for the use of the concept of “choreographies of gender”.

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mativity” have receded from the foreground in favor of a “performativity of writing” that guarantees the physicality of the body, specifically for performance theorists. The concept of “performative writing” is established, according to Case, through the traditional dominance of writing over the body, of theory over art (1996, pp. 20-23)6. If performativity is deemed to have problematic effects in theater and performance theory, then, to a large extent, it remains unclear as to what art-specific implications “performance” holds in gender theories.

tinctly clear in these “dance theater” pieces that both have parts without music where the breathing took on the role of the music8. The synchronicity of the sign character and materiality of bodies – that has to be mentioned in one breath for them to flow into one another – is in line with a “queer” definition of sex/ gender (Butler, 2001 and Polymorph, 2002). 3.

The indistinguishability of “art” from “reality,” implied by the “theater” concept, has all but disappeared in the concept of “performativity” and in performance art practices that, since the 1960s, have managed to cancel out any possible distinctions between everyday life and art, i.e. in relation to spaces, such as performance art in living rooms, store windows, etc. “Performance” indeed implies a specified double meaning, or more precisely, a simultaneity (of the performer and the “figure”). In contrast to theater, which is understood in its classic form as a representation, a “representation of” (a reality); “performance” suggests a transgression of the binary per se. In the following, I will sum up the implications of “performance” for understanding “gender”. 1.

“Performance” places emphasis on gender as a perceptual process and on the incoherence within the individual subject (gender is not seen as ontologically self-evident, but as “something that is perceived”) (Irigaray, 1994; Butler, 2001; Felman, 1981 and Vinken, 1992). This is the point of intersection with notions of “queer”. “Queer [...] tears apart the seemingly obvious relationship between sex and gender, sexual desire and object choice, sexual practices and political identities, and renders subjectivities infinitely indeterminant”(Walters, 1996, p. 835).

2.

Performance does not privilege linguistic signification, rather it focuses on the synchronicity of the sign character and the materiality of bodies visible. The title In One Breath alludes to this. In the performances Zwischenräume (Spaces In Between) and Home Sweet Home7, the breathing of the dancers/performers created a level of visual and acoustic signs, which are dis-

An understanding of materiality and sign character that gives primacy to the synchronicity of the material being and sign character of bodies has the power to uproot unproductive dichotomies (especially “feminist” and “queer” theories) of the “constructed” body versus the “natural” body.

Following my reflections on theater theory, I will now expand upon the specific practices. One particular type of theater that has found its way into queer theory is Shakespearian theater. Similar to the way ancient Greek theater has been constructed as the “ideal” origin by early feminist research in theater studies (Pewny, 1993), Shakespearian theater seems to have initiated and pushed forward queer theater theory. Research on so-called boy actors who played women (characters) who played men (or male roles) has worked toward further staging and rendering ambiguous the correspondence between sex, outer appearance and desire (Stallybrass, 1991). The ambiguity of the actors’ gender literally “clung” to their bodies and the “layered” manner in which they wore gender(s) contributed substantially to the representational order of the theater. According to Marjorie Garber the invention of the stage curtain and its integration into the theatrical architecture moved the indistinguishability between real and non-real away from being based on bodies and moved it toward the difference between art and reality (Garber, 1990, 244f). Movements that muddled the distinction between (theater) art and reality, between theatrical and other types of spaces and between two (clearly separable) sexes were turned around in the 20th century, the most prominent examples of which can be found in performance art. The concept of the “veiled phallus” (Garber, 1990, 244f)9 returns here and is re-enacted as difference within the individual subject. The theater’s “curtain” has been (at least for the most part) physically done away with, and now is enacted within the characters on stage/performers themselves as well as in the gaze of the audience (Brandstetter, 2002).

6 This analysis is situated within Case’s reflections on the transformation of the order of the book (or print culture) and that of the screen. Here, the highly contested field that works on the meaning of “performativity” is holding on to a culture of the book while simultaneously proclaiming its end. 7 dis.danse (Corinne Stelzer), Kosmostheater Wien, 28 April 2004; Namanli Han (Emre Koyuncuoglu, director), Theatre Festival Istanbul, 28 May 2004.

8 See also Schlichter, 2000. 9 “Veiled phallus” (Garber, 1990) points at the phantasmatic character of phallic power, which is shifting and can never be finally tracked down. It is, at the same time, present and absent. This doubleness describes exactly what Barbara Kraus does in her performative appearance as Johnny.

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DIFFERENTIAL POLITICS OF CATEGORIZATION

Feminist critiques of violence have sounded out a spectrum ranging from women as victims/survivors to women as perpetrators – with all of its nuances in between (such as considering the possibility that a woman could simultaneously be both a perpetrator and a victim) – that are still valid today. In German-speaking countries, the “complicity” debate (which focused on the complicity of women in National Socialism) initiated by Christina Thürmer-Rohr put a spotlight on women as perpetrators, both within heterosexual and lesbian contexts (Ebner, Coltre and Newald, 2001, p.14)11. From the mid-1990s, further work has focused on women/lesbians as aggressive and (potentially) violent subjects, also uncovering how the mainstream has marketed “lesbians” as “violent”12.

Theatrical concepts such as “masquerade”, “staging” and “role” employed in thinking about gender uncover the inconsistencies and ambiguities of sexuality10. They highlight gaps between a (seemingly consistent) self and its representations. But the different theatrical concepts bear implicit constructions of subjectivity and thus, of gender. For example, a term like “role” that stems from classic dramatic theater implies a self that can take on a role and afterwards return to its former self. So, in this context the following questions come up: What happens when we try to unambiguously name gender relations? What (terminological) limits are we confronted with when naming the varying categories of gender? The following section was developed based on my interest in a critique of concepts treated as self-evident and in queer/feminist thought. Here I step into contentious fields of inquiry and am concerned with fruitful contributions made by feminists and queer theorists to a critique of sexualized violence. The above named questions are among the most crucial topics, and, therefore, some of the most promising points of encounter between feminist and queer analyses and understanding.

In recent years, the discourses listed below have been developed and added to the initial feminist analyses of sexualized violence: 1. Distortion through media and conservative portrayals that was aptly dubbed the “abuse of the abuse debate” (Heynen, 2000, p. 306). 2. Psychology/trauma theory that interweaves sociopolitical analyses with internal psychological processes (of the victims), and others that limit themselves to “therapeutic” discourses in the stricter sense (Herman, 2003; Heynen, 2000; Rothschild, 2000).

In giving a brief overview of this discussion, I will incorporate both writings and debates from political movements. In the 1970s, feminist critiques erupted – also as part of the (personal experience of) making the private political – and they strongly focused on relations of dominance and on a critique of (sexualized) violence by men on women and girls. “Men” and “women” – the conceptual framework of gender duality – functioned as necessary categories in order to be able to describe the immense number of perpetrators and the women and girls affected. There are many different terms that name many different realities: in order to expand the meaning of the word “rape,” women began to speak of “sexual violence” against women/girls. “Sexual violence of men” made an explicit reference to the sex of the violator. The use of the terms “sexual violence of men” against “women, lesbians and girls” was an attempt to differentiate the positions of those involved and to clearly specify different forms of violence (misogynist, lesbophobic violence). “Naming ‘sexualized violence’ also strengthens the exertion of power by means of violence that is exercised sexually” (Unterweger, 2001). Hence, “sexualized” violence stresses that a physical attack does not constitute the beginning of violence; rather it is embedded within numerous other societal norms.

3. National and supranational juridical discourses, symposia and debates (on “women’s shelters” and other institutions, including the debate on rape as a war crime or as grounds for asylum, etc.). In German-speaking countries, (academic) publications of violence critiques from the perspectives of anti-racist, queer and dis/ability studies have increased in circulation in the past years (for example Ohms, 2000; Castro Varela, 2003; Steyerl and Gutiérrez Rodríguez, 2003). Although these analyses intricately work through the interplay of different forms of violence and see these not simply as “supplemental,” but as having emerged “intertwined” with one another (for example Haritaworn, 2003), these works 11 Here I am referring to the debates – which were disproportionately larger in Germany than in Austria – that dealt with women as perpetrators in National Socialism, yet they were almost fully disengaged from debates on sexual violence. Exceptions from this dissociation are Dan Bar-On in Weigel, and a recent publication on sexual violence in concentration camps by Amesberger, Auer and Halbmayr (2003). 12 See the above-mentioned publications by Hacker, 1998; Hart, 1994; Ebner, Coltre and Newald, 2001.

10 This is particularly obvious in the case of “performativity.” For more on the various implications of different terms see Pewny, 2004.

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often remain separate from the past history of feminist debates on sexualized violence13. One difficulty in bringing together these violence critiques could be posed by their differing politics concerning the use of categories. While “queer positions” (despite this problematic generalization) aim to dissolve the principle of gender dualism, “feminist” positions rely on designating (two) sexes, as in the model of the perpetrator and victim. The main discrepancy between feminist and queer critiques of violence is not to be found in putting women exclusively in the position of the victim, but rather it lies in the gender dualism posited by feminists who maintain that the sex of the majority of the perpetrators is male and that of the victims is female. “The insistence on ‘queer’ – a term defined against ‘normal’ and generated precisely in the context of terror – has the effect of pointing out a wide field of normalization, rather than simple intolerance, as the site of violence” (Michael Warner quoted in Walters, 1996, p. 834). I find that the connection between a critique of sexualized violence based on gender dualism and the critique of instating a dualistic distinction of gender as a form of violence14 is a very productive point of departure, and I would therefore like to begin with a definition of violence that encompasses both critiques. Carol Hagemann-White states that violence within gender relations is when a person’s physical or emotional integrity is violated, in a way that has to do with the sexuality of the victim and the perpetrator, and has been brought forth by the structurally ‘stronger’ person taking advantage of their position in the power structure (Dackweiler in Koher and Pühl,2003, p. 47).

In order to be able to name this power structure, it is necessary to have categories that – following the line of argument of critiques on sexualized violence – relate to gender (relations). Sexualized violence is – in line with a structural strengthening of (a male) position – to be viewed as a political institution that produces the hierarchical orders of compulsory heterosexuality that embodies a male part, defined by its power over the female, and a female part constituted by subjugation (against one’s own will). The analysis of establishing hetero/sexist norms through the assertion of (e.g. via sexualized) violence could be a common field of interest for queer/feminist thought. I would like to 13 Ebner, Coltre and Newald, (2001) and Tost, (1999) are exceptions in the German-speaking discourse. 14 These different focal points are not directly correlated with the changes in the political movements. (See above)

demonstrate this point by means of an analysis of the film Dandy Dust15 by Doro Wiese: Compulsory embodiment of a differentiated self that invents itself from within categories that bring about identity, such as family background, historical memory, unambiguous gender and heterosexual desire, are staged here […]. In Dandy Dust the self is staged as inconsistent and a means to transport these outgrowths that are bodies embedded in a fragmented narrative structure and that function as nodes within the collective family experiment and the constitution of the subjects that are violently brought about, and which – despite the will to be a family – escape being rendered unambiguous.

Furthermore, “If Dandy had always been a son to Sir Sidore, with whom he homosocially engaged, for example when he took him* hunting, he made him a girl/woman through rape. […] Rape rendered Sir Sidore heterosexual” (Wiese in Koher and Pühl, 2003, p.119-128, my translation)16. Here, Dandy Dust is raped into becoming a girl/woman (Heinrichs, 175f)17. In Wiese´s argument, it is not clear why rape makes a multiple gendered person a woman. In continuing with the genealogy of feminist critiques of violence I would like to point to the significance of linking “being raped” to “becoming a woman/girl,” and “man” (men) to perpetrator(s). Therefore, we could add that “Sir Sidore rendered himself [not only, K.P.] a heterosexual man through rape” (Wiese in Koher and Pühl, 2003, p. 128, my emphasis). From a queer/feminist view we can point out the following aspects of sexualized violence as hetero/sexist conditioning: 1. Feminization as/through the object status, masculinization through the perpetrator status; 15 Film critic Stefan Grissemann describes Dandy Dust (1998) as follows: “A cyborg with a split personality and fluid gender zooms through time to collect his/her “selves” in a struggle against a family obsessed by lineage: This cartoon-like futuristic low-budget horror satire by the Austro-British fi lmmaker Hans Scheirl turns the real into the absurd, for the duration of a small cybernetic, chemo-sexual film adventure at least. Identity is just a matter of creativity, and far beyond cinema’s limitations.” Downloaded September 20th, 2007 from http://verleih.polyfi lm.at/ sommer99/hans_scheirldandy_dust.htm. 16 In this section Wiese stresses that the perpetrator is repulsed by homosexual desire, which drives him to “make himself heterosexual.” The category of “man” does not surface in the discussion of this particular scene. The sign him* is used here to indicate undefined gender status. 17 Gesa Heinrichs, in her analysis of a film version of Brandon Teena’s life, uses a similar way of naming her this.

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2. Sexualized violence as heterosexualization, and as 3. a mechanism that renders gender unambiguous. In differentiating these approaches in order to offer a critique of violence, I aim to demonstrate that sexualized violence is a product of hierarchically structured compulsory heterosexuality that “calls for” sexual dualism: for a masculinity that has power over femininity and for a femininity defined along the lines of involuntary sexual(ized) subjugation.

is performed18. This indifference toward difference (man/ woman) corresponds with the lack of spatial signifiers in the performance space (clearly delineating the audience or stage) and with the missing stage curtain19. One “scene” that stands out because of its unconventional spatial and aesthetic setup is when a tape recording of the performer’s voice (in the character of Johnny) is heard narrating a text about sexual acts and acts of sexualized violence. Beforehand, the performer distributed eye masks or suggested that the “spectators” close their eyes for this part. The performer moved throughout the room lightly touching the “audience” on their shoulders, necks etc. and handing out eggs and strawberries to everyone20.

TOUCHING Accounts of sexualized violence are “touchy” to deal with, because they underscore both the materiality of bodies and their sign character that is linked to ways of thinking about performance. Hence, rape or beating are assaults on the body that touch, hurt and make incisions on the body on both material and symbolical levels. This dual effect has been taken on as a theme by numerous authors, performers, and theater-makers (Pewny, 2002). In this third and final section I will bring performance theory and violence critique together by examining the performance Wer will, kann kommen (Who wants to, can come, my translation, Vienna, 1999) by Barbara Kraus through the lens of Ann Cvetkovich’s reading of queer/feminist performances as expressions of culture that also have the potential to “preserve” traumas. Cvetkovich understands lesbian cultures (songs, films, everyday events, photographs, artwork etc.) as “archives,” e.g. of traumatic memory (Cvetkovich, 2003). In contrast to discourses that are generally based on the psyche, Cvetkovich’s approach concentrates on visible and perceptible expressions of culture that often employ different practices to bring out into the open that which is unspeakable and repressed. She works with the collective dimension, into which she “integrates” sexualized violence. She writes: “trauma cultures are actually doing the work of therapy” (Cvetkovich, 2003, p. 10), which she does not mean as a reference to processes of individualized therapy but rather public and cultural manifestations, such as concerts and workshops during the Michigan Women’s Music Festival. Performances are public, cultural manifestations. The performance Wer will kann kommen portrays a single figure (Barbara Kraus) as she transforms into diverse characters of different genders without employing a “stage curtain,” thus rendering her transitions transparent and making her body the site where the ambiguity of gender

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This “scene” shows a particular point where several aspects I have mentioned above intersect, i.e. it provides a site for them to un-ravel. In this way, this scene could be seen as a “binding element” for queer and feminist critiques of violence. Some such conjunctures made possible here are: 1. From a position identifiable as that of a man, Johnny tells about his acts (or fantasies) of violence. His relaying of this story could be interpreted as the presentation and critique of a “negative” reality, or it could also be read as (uncritically) repeating this kind of a reality. 2. A male (possibly perpetrator-) identified woman tells the same story of her experiences or fantasies. This could be read as alluding to the psychological concept of identifying with the enemy/perpetrator and as the story being a product of female fantasy. 3. A person with a male-connoted name and a femaleconnoted voice speaks of her/his own acts, fantasies or experiences. 4. The disassociation of “voice” from “body” in theatrical representation makes reference to the fragmentation that can come about due to sexualized violence and 18 Austrian performer Barbara Kraus is by now well known in the middle European performance -and dance scene. Wer will, kann kommen and its thrilling character Johnny, a white, low classdrag figure, travelled to numerous dance and performance festivals over the last decade. 19 For this reason, it came as no surprise that during the public discussion that followed the performance the most frequently asked question was about the “true” identity of the performer. Obviously, for an average festival audience, the fluid changes of “Barbaras” to “Johnnys” sex/gender provoked a requirement of a stable gender identity. 20 Small details of the performance changed with the years. Sometimes the performers are handing out plums and grapes.


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the incoherence between the subject, the body, desire and sexuality. The instability of the speaker’s position increases when the performer constantly changes her location (the voice on tape is easily identifiable as that of the performer) and when the audience is denied all visual images (they are void of any visual reassurance because they have their eyes shut or blindfolded); which clearly points to the interpretative authority of one’s own perception and to the dominance of one’s own (and society’s) conceptualizations about gender. Hence, (this) contemporary performance shifts differentiations, e.g. between visible/invisible, theater/reality and stage/audience to become situated in the gaze (the eyelid as a curtain), thus shifting them into the realm of the imaginary, behind the spectators’ eyelids. Here, the impressions one gets from the performance are no longer conveyed through the visual images, but rather through the physical presence of the body, through touching and through the body’s memory of sensual perception and the feelings experienced. In this way, the performance evokes the materiality of the body and of violence and destabilizes seemingly fixed positions (through performing fragmentations). In one breath, two (hetero/sexist) gender constructions of the violent male and suffering female are installed and are simultaneously constituted, evoked and irritated. In politically engaged theater, “evocation” is a contentious element, because it is disputable whether evocation is an affirmative or rather a subversive gesture. In addressing this question, I will answer and conclude in one breath, using Ann Cvetkovich’s words: “The subversive possibilities of repetition with a difference, which have been valorized in discussions on butch-femme, drag and other queer cultural practices, therefore provide the basis for healing rituals and performances […]”(Cvetkovich, 2003).

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In One Breath: Performance Theory as a Queer/Feminist Critique of Violence KATHARINA PEWNY

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La fuerza expresiva del deseo en Lan Yu de Stanley Kwan* DAVID L. ENG ** TRADUCCIÓN DE SANDRA CAICEDO FECHA DE RECEPCIÓN: 25 DE MAYO DE 2006 FECHA DE ACEPTACIÓN: 19 DE SEPTIEMBRE DE 2007 FECHA DE MODIFICACIÓN: 13 DE NOVIEMBRE DE 2007

RESUMEN El presente artículo analiza cómo la película Lan Yu, del director Stanley Kwan, retrata el surgimiento de la homosexualidad en la China contemporánea más allá de su legitimación en reconocidos términos identitarios occidentales: la afirmación de una población minoritaria existente pero poco reconocida; la defensa de la “perversión” sexual; la búsqueda por la libertad sexual, el reconocimiento legal y los derechos políticos; la justificación de un estilo de vida consumidor burgués, o incluso la expresión de un amor que universaliza y vincula a dos individuos abstractos. En contraste, en la película de Kwan la homosexualidad y su deseo expresivo marcan la aparición de un nuevo humanismo en la China (post)socialista bajo las sombras del capitalismo global y el desarrollo neoliberal. Así, al ayudar a situar a China en el lugar debido dentro de un mundo cosmopolita globalizado, los gays y las lesbianas actúan como precursores de una nueva modernidad. Desde esta perspectiva la homosexualidad funciona como una herramienta crítica para organizar y evaluar continuidades y rupturas históricas propias del pasado (semi)colonial chino, sus aspiraciones revolucionarias por una sociedad modernista, y sus actuales inversiones en el orden neoliberal del mundo capitalista.

PALABRAS CLAVE China, neoliberalismo, colonialismo, modernidad capitalista, modernidad socialista, homosexualidad, queerness, deseo.

Expressive Desire in Stanley Kwan’s Lan Yu ABSTRACT

Stanley Kwan’s Lan Yu configures the emergence of homosexuality in contemporary China far beyond its validation in recognizably Western identitarian terms: the affirmation of an existing but misrecognized minority population; the defense of sexual “perversion”; the positing of sexual freedom, legal recognition, and political rights; the justification of a bourgeois consumer lifestyle, or even the expression of a universalizing and binding love bringing together two abstract individuals. Instead, in Kwan’s film, homosexuality and its expressive desire mark the emergence of a new humanism in (post)socialist China under the shadows of global capitalism and neoliberal development. Gays and lesbians, that is, are harbingers of a new modernity, helping to situate China in its proper place within a cosmopolitan globalized world. From this perspective, homosexuality functions as a critical tool for organizing and evaluating the historical continuities and ruptures among China’s (semi)colonial past, its revolutionary aspirations for a socialist modernity, and its present investments in a neoliberal capitalist world order.

KEY WORDS China, neoliberalism, colonialism, capitalist modernity, socialist modernity, homosexuality, queerness, desire.

A força expressiva do desejo em Lan Yu de Stanley Kwan RESUMO

O presente artigo analisa a maneira como o filme Lan Yu, do diretor Stanley Kwan, retrata o surgimento da homossexualidade na China contemporânea além da sua legitimação em reconhecidos termos identitários ocidentais: a reafirmação de uma população minoritária existente, mas pouco reconhecida; a defesa da “perversão” sexual; a busca pela liberdade sexual, o reconhecimento legal e os direitos políticos; a justificativa por um estilo de vida consumidor burguês ou inclusive a expressão de um amor que universaliza e vincula dois indivíduos abstratos. Segundo o autor, contrário ao anterior, no filme de Kwan a homossexualidade e seu desejo expressivo marcam a aparição de um novo humanismo na China ‘pós-socialista’ sob as sombras do capitalismo global e do desenvolvimento neoliberal. Assim, ao ajudar a posicionar a China no lugar certo dentro de um mundo cosmopolita globalizado, os gays e as lésbicas atuam como precursores de uma nova modernidade. A partir desta perspectiva, a homossexualidade opera como ferramenta crítica para organizar e avaliar continuidades e rupturas históricas próprias do passado semi-colonial chinês, suas aspirações revolucionárias por uma sociedade modernista e seus atuais investimentos na ordem neoliberal do mundo capitalista.

PALAVRAS CHAVE China, neoliberalismo, colonialismo, modernidade capitalista, modernidade socialista, homossexualidade, querness, desejo.

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Hay muchas personas con quienes estoy en deuda por sus generosos comentarios y críticas al presente artículo. Quiero agradecer particularmente a Guo-Juin Hong, Olivia Khoo, Homay King, Petrus Liu, Sean Metzger, Lisa Rofel, Teemu Ruskola, Shuang Shen, y Denise Tang. Algunas versiones preliminares de este ensayo fueron presentadas en las universidades de New South Wales (Sydney, Australia), Portland State (Oregon, Estados Unidos); y National Cheng Kung (Tainan, Taiwán); agradezco a los organizadores y públicos de estas instituciones su compromiso intelectual y hospitalidad. Finalmente, quisiera dar las gracias a los lectores anónimos de este ensayo por animarme a tender puentes entre la expresión del deseo y las visiones contrapuestas de las modernidades socialista y capitalista. Nota de los Editores: El título del texto en la versión original en inglés es Expressive Desire in Stanley Kwan’s Lan Yu. Para el título de la versión en español hemos traducido “expressive desire” como “la fuerza expresiva del deseo”. Sin embargo, a lo largo del artículo conservaremos la traducción literal, es decir, “deseo expresivo”; esto con el fin de enfatizar que “such (…) desire speaks as much as it is spoken(…)” (versión original). B.A., English and East Asian Studies, Columbia College, Columbia University, Nueva York, EE.UU.; M.A., Comparative Literature, University of California, Berkeley, EE.UU.; Ph.D., Comparative Literature, University of California, Berkeley, EE.UU.; actual profesor, English Department, University of Pennsylvania, EE.UU. Correo electrónico: deng@english.upenn.edu.

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In the discursive context of contemporary China, raising the questions of Asia, globalization, and the Chinese revolution seems like part of an historical cycle, but it has already become a critical process and in no way can be said to be a simple replay of the revolutionary worldview. How to achieve a new understanding of the Chinese revolution, of the legacy of socialism, and of the achievements as well as the tragedies of this legacy are major questions urgently in need of address from Chinese intellectuals, but to which they have so far been unable to respond. Wang Hui The 1989 Social Movement and China’s Neoliberalism Almost every generalization about China—that it is a communist-led socialist society as before, that at its core it is a society of traditionally centralized power, that it has nearly become capitalist, that it is a fullfledged consumer society, or even that it is already “postmodern”—can be supported, while the characterization diametrically opposed can be backed with an equal number of examples. Wang Xiaoming China on the Brink of a ‘Momentous Era’ One of the features of new Hong Kong cinema is its sensitivity to spatial issues, in other words, to dislocations and discontinuities, and its adoption of spatial narratives both to undermine and to come to terms with these historical anachronisms and achronisms: space as a means of reading the elusiveness of history. We get a better sense of the history of Hong Kong through its new cinema (and architecture) than is currently available in any history book. Ackbar Abbas Hong Kong: Culture and the Politics of Disappearance This is how one pictures the Angel of History. His face it turned toward the past. Where we perceive a chain of events, he sees one single catastrophe which keeps on piling wreckage upon wreckage and hurls it in front of his feet. The angel would like to stay, awaken the dead, and make whole what has been smashed. But a storm is blowing from Paradise; it has got caught in his wings with such violence that the angel can no longer close them. This storm irresistibly propels him into the future to which his back is turned, while the pile of debris before him grows skyward. This storm is what we call progress. Walter Benjamin Theses on the Philosophy of History

el abrazo espontáneo de Handong a su joven amante. Estos abrazos señalan el restablecimiento de su intermitente relación homosexual iniciada cuando Handong, un respetable y próspero hombre de negocios del floreciente Beijing de los años 80, contrata por primera vez a Lan Yu para un trabajo nocturno. La desesperación de Handong por retener a Lan Yu, universitario pobre del noreste rural, marca un súbito surgimiento de emoción que sobrepasa el control afectivo de este hombre mayor. Aun cuando podría decirse que Handong ‘expresa’ en esos dos momentos su deseo por Lan Yu, sería igualmente correcto decir que su deseo expresa tanto como su palabra. Uno de los abrazos ocurre aproximadamente después del segundo tercio de la película de Kwan. Tras un largo período de separación de Lan Yu, iniciado por la decisión unilateral de Handong de ‘crecer’ y casarse con su traductora profesional Jingping (Su Jin), el hombre de negocios encuentra que su vida es un desastre financiero y emocional. Divorciado hace poco tiempo, no sólo ha sufrido varios reveses financieros sino que también ha estrellado su carro. Al encontrarse con Lan Yu en el aeropuerto, Handong se las arregla para hacerse invitar a comer, a regañadientes, por su antiguo amante, ahora un maduro y sobrio arquitecto de veintisiete años. Luego de una tarde de confesiones bañadas en alcohol, Lan Yu saca a Handong del sopor de la intoxicación que pasa en el sofá de la sala diciéndole que ya es hora de partir. En respuesta, Handong lo toma en un desesperado abrazo y se pregunta en voz alta, “¿Qué me llevó a dejarte ir?”

ABRAZO I En Lan Yu de Stanley Kwan (2001), hay dos momentos significativos en los que se reúnen Chen Handong (Hu Jin) y Lan Yu (Liu Ye)1. Los dos están marcados por 1

Lan Yu. Director Stanley Kwan (Golden Scene, 2001).

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Como casi todas las escenas de la reposada y hermosa película de Kwan, la de la reunión de los amantes está marcada visualmente por una serie de tomas que se reflejan en un espejo.


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De hecho, tanto Kwan como el cinematografista Yang Tao, presentan a lo largo de la película muchos espejos y ventanas cuya lógica visual consiste no sólo en unir dos espacios diferentes, sino también en reunir a los amantes separados que los ocupan. En la secuencia que lleva a este abrazo Handong está de pie en la entrada a la cocina, en donde Lan Yu prepara la comida.

Podemos decir que la composición asimétrica de esta imagen pantalla-espejo (que divide al tiempo que junta dos espacios imposibles), no es una auto-reflexión idealizada (Narciso) o una irreconocible jouissance lacaniana. En su lugar, los efectos acumulativos de las numerosas imágenes asimétricas de la película en las que Handong y Lan Yu están separados y no obstante aparecen juntos, se despliegan en un tiempo y espacio disonantes para los protocolos convencionales de la representación visual de Occidente y la comprensión tradicional de la modernidad. En síntesis, este paradójico despliegue nos presenta una modernidad discrepante: una conciencia histórica alterna, un tempo y ritmo históricos diferentes, un tiempoespacio queer. De hecho, como argumentaré más adelante, lo queer en la película de Kwan termina funcionando como un elemento crítico para organizar y evaluar no sólo el surgimiento contemporáneo de sexualidades y deseos no convencionales en la China (post)socialista (Estudios Queer en China), sino también, y con mayor urgencia, las continuidades y rupturas históricas en el pasado (semi) colonial de China, sus aspiraciones revolucionarias a una modernidad socialista y sus inversiones actuales en el orden capitalista neoliberal del mundo (Rofel, 2001, pp. 637-649)2. Quiero referirme a este espacio paradójico (espacio queer de desaparición y aparición fuera del alcance de la lógica visual que rige a la cámara) como el espacio del ‘deseo expresivo’3.

ABRAZO II Otro abrazo se lleva a cabo durante el primer tercio de la película de Kwan. Una escena presentada mucho antes que la que se discutió previamente conecta el espacio del deseo expresivo con el del dominio político. Incapaz de 2

Handong ocupa el lado izquierdo de la pantalla mirando hacia Lan Yu, quien permanece fuera de foco, en tanto se enfrascan en una conversación acerca de su antigua vida de pareja. Mientras que el interlocutor de Handong está visualmente ausente (la cámara no puede captar los movimientos de Lan Yu dentro de la cocina), este espacio es representado no sólo por la voz de Lan Yu sino también por su reflejo desdibujado en el espejo del corredor a lo largo del lado derecho de la pantalla. En consecuencia, la imagen está partida en mitades desiguales y se encuentra dividida verticalmente en dos por el grueso marco blanco de la puerta contra la que Handong se inclina. Por eso, sólo Handong ocupa el lado izquierdo de la imagen mientras que ambos aparecen en el lado derecho de la misma.

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Rofel nos presenta una definición importante del término: “Con modernidades discrepantes me refiero a un mundo de interacciones obligadas y violentas en el cual emerge un espacio imaginario que produce relaciones tardías con la modernidad. Ésta es algo con lo que la gente lucha porque conlleva efectos que reafi rman y, a la vez, amenazan la vida. Esta lucha es lo que la gente comparte, como el piso de un cuadrilátero de boxeo (incluyendo apuestas y egresos fijos), más que una forma universal con sus particularidades locales. Esta última perspectiva es la ideología de programas de ajuste estructural”. Tomo la defi nición de “desaparición” de Abbas (1997), quien describe el Hong Kong anterior a 1997 como una “forma de vida con su mezcla de trampas coloniales y democráticas […] en inminente peligro de extinción. ‘Cualquier cosa que uno sepa que pronto no tendrá, se convierte en una imagen,’ escribió una vez Walter Benjamin. La inminencia de su desaparición, argumento, fue lo que precipitó el interés intenso y sin precedentes por la cultura de Hong Kong […] el cambio de estatus de cultura en Hong Kong podría ser descrito así: de la alucinación inversa, que sólo ve el desierto, a una cultura de la desaparición cuya apariencia se posa en la inminencia de su desaparición” (Abbas, 1997, p.7).


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tolerar la infidelidad sexual y emocional de Handong, Lan Yu se ha separado de su amante tras una terrible confrontación que involucraba a un atleta universitario que había sido seducido por Handong. Es junio de 1989, víspera de la masacre de Tiananmen. Daning (Zhang Yongning), cuñado de Handong y funcionario público bien posicionado, se presenta en la oficina de Handong con un consejo claro: “Si tiene amigos en la Plaza,” le informa Daning, “dígales que salgan ahora… Van a desocupar la Plaza esta noche. Los jóvenes que quieran un futuro, mejor se quedan en casa”. Encaminándose a la puerta, Daning se voltea hacia Handong con una última información crucial: “Se me olvidaba. El otro día vi a su amigo Lan Yu en la Plaza, manteniendo en orden a la multitud…”.

carro de Handong. Interrumpida su intranquila siesta, Handong se aferra a un herido y quejumbroso Lan Yu en un abrazo espontáneo de alivio aterrado.

Agitado e incapaz de conciliar el sueño esa noche, Handong conduce hasta las afueras de la Plaza Tiananmen para buscar a Lan Yu, a quien no ha visto durante varios meses. La ofensiva militar en la Plaza nunca es mostrada explícitamente en la pantalla, pero puede escucharse. Ésta es señalada acústicamente por el tremor de disparos lejanos y, posteriormente, por la secuencia repentina de una serie de imágenes borrosas: una estampida de ciclistas y heridos escapando en la noche4. Incapaz de encontrar a Lan Yu entre el caos de la desalojo armado, Handong conduce hasta el dormitorio del joven quedándose dormido tras el timón de su Mercedes. Al final, la violencia de la rebelión política de Tiananmen no aparece visualmente en la película. Más bien es desplazada hacia la imagen de un Lan Yu golpeado y ensangrentado quien se materializa, como una aparición cenicienta, al lado del 4

Lan Yu está basada en unas “memorias” anónimas publicadas en internet, en 1997, bajo el título Beijing Story (Beijing Gushi). Jimmy Ngai adaptó la historia para el guión de la película. Kwan filmó Lan Yu en la ciudad capital sin permiso oficial del gobierno. La naturaleza clandestina de la producción de Kwan eliminó cualquier posibilidad de repetición de las demostraciones masivas en la Plaza Tiananmen o su violenta represión el 4 de junio de 1989. “De cualquier forma,” señaló en su reseña A.O. Scoot, “una parafernalia como esa habría irrumpido en la extraña intimidad de la película”. Ver A. O. Scoot, “Passion Erupting Amid Political Upheaval”, The New York Times, 26 de julio de 2002. Así describió Kwan la experiencia de fi lmar Lan Yu: “Al principio estaba bastante preocupado… Había trabajado en calidad de director de películas como Center Stage y Red Rose, White Rose en la China continental, pero en cooperación con un estudio chino y todo había sido previamente aprobado por parte de la Junta Estatal de Cine. Pero para esta película, el tema todavía era tabú. Aunque una historia de amor entre dos hombres podría no ser gran cosa comparada con las películas sobre asuntos políticos, defi nitivamente no me iban a decir: ‘Sí, puede hacer su película; está aprobada’. Sin embargo, sucedió que miraron para otro lado. […] Hicimos la película en Beijing y la gente de la Junta de Cine sabía que estábamos ahí. Y, cuando la película ganó un premio en Taiwán, ello fue mencionado en los periódicos de Beijing (no en los titulares, pero sí en el reporte). Fue sorprendente”. Ver D. Kehr, “At the Movies”, The New York Times, 26 de julio de 2002.

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Como en la anterior escena del apartamento, este abrazo de Handong y Lan Yu abre un espacio (un espacio de deseo expresivo) que aparece precisamente mediante la lógica de la desaparición. En este caso lo que desaparece no es el espacio privado de la cocina de Lan Yu, sino el espacio público de Tiananmen, cuyos traumáticos eventos políticos son reubicados en el dominio de lo afectivo. Esto es, los incidentes de la violencia militar del 4 de junio no se expresan visualmente en la pantalla sino mediante los efectos emocionales que producen. Dichos incidentes están representados afectivamente en el abrazo espontáneo y en el deseo expresivo que marcan El encuentro homosexual tardío de Handong y Lan Yu. Como tal, la problemática historia política de Tiananmen es registrada como una relación entre lo afectivo y lo espacial. En realidad, afecto y espacio son configurados -para llegar a mi tercer epígrafe- como “un medio de lectura de la inaprensible de la historia” (Abbas, 1997, p.27). Entonces, del espacio de la desaparición política surge la pregunta por la subjetividad, agencia y deseo (homo)sexuales. La configuración de esta subjetividad, agencia y deseo homosexuales (sus


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fronteras afectivas y condiciones de posibilidad) se convierte en un método crítico para leer la política de una escurridiza historia china, el lugar y significado histórico de Tiananmen y el movimiento social de 1989. Desde otro punto de vista, podemos decir que este desplazamiento de lo político hacia el deseo expresivo ubica la pregunta por la homosexualidad no en la periferia sino en el mismísimo centro de los debates actuales respecto de la modernidad (post)socialista de China y de sus prácticas y políticas neoliberales en la actualidad. En Lan Yu, el deseo expresivo no sólo constituye la homosexualidad como la validación de una identidad sexual emergente o la afirmación de una práctica sexual ‘perversa’, sino que más bien comprende un campo político mucho más amplio, relacionado con el tortuoso surgimiento de la modernidad china así como con el papel protagónico que el deseo homosexual juega en esta parábola de Ilustración renovada. La antropóloga Lisa Rofel da inicio a su reciente libro Desiring China, dando cuenta de una reunión que tuvo en 1988 con un joven chino que encontró por azar una noche en un bar gay de Beijing. Rofel recuerda al joven quien, con una fuerte convicción en su voz, afirmaba que era absolutamente humano manifestar los “sentimientos personales” (ziji xinli hua) así como los “asuntos personales” (geren shi). Dijo que le gustaba contarle a la gente su historia personal; que ésa es la manera correcta de comunicarse. Veía la expresión de sus deseos, anhelos y aspiraciones como una “habilidad”. Argumentaba que en todo el mundo la gente era capaz de expresar lo que tenía en su corazón y que para ser parte del mundo, para ser verdaderamente cosmopolita, los chinos también necesitaban expresarse de esa manera. Hacía estas afirmaciones como si estuviéramos mirando al horizonte; lo seguí para imaginarme el surgimiento de un mundo de deseo expresivo. No parecía que esto fuera una defensa de la homosexualidad. En la calma y expectación de su mirada, sugería que la escena que nos rodeaba era el ejemplo de una nueva humanidad. Los homosexuales y lesbianas de China, era lo que sugería, son la vanguardia de una nueva era de la humanidad. Lejos de representar perversión, los homosexuales y lesbianas chinos guían su país hacia su verdadero lugar en un mundo cosmopolita y globalizado (Rofel, 2007, p.1).

El informante de Rofel sitúa el surgimiento del deseo expresivo en China mucho más allá del arco iris—más allá de legitimar la homosexualidad en términos de iden-

tidad reconocibles para Occidente: la afirmación de la existencia de una población minoritaria no reconocida; el posicionamiento de la libertad sexual, el reconocimiento legal y los derechos políticos; la justificación de un estilo de vida burgués y consumista; o, incluso, la expresión de un amor universalizante y vinculante capaz de unir a dos individuos abstractos (como si fuera un Brokeback Mountain en Beijing). Por el contrario, los desafíos sociales de la expresión del deseo homosexual se despliegan sobre el horizonte político del llegar a ser, un horizonte político de gran significación para la modernidad china y, de igual manera, para los ciudadanos chinos. De hecho, tal como lo sugiere el informante de Rofel, la aparición del deseo expresivo promete marcar, aunque tardíamente, el lugar apropiado de China dentro del “mundo cosmopolita y globalizado”. Al relatar sus “historias personales”, al compartir sus “deseos, anhelos y aspiraciones”, insiste el informante de Rofel, los homosexuales en China se vienen a parecer más y más a sus contrapartes en Occidente, uniéndose así a gays y heterosexuales “que están por doquier”, y que son “capaces de expresar lo que [está] en sus corazones”. Y desde esta perspectiva, el deseo expresivo homosexual asume un papel central en el desarrollo de las relaciones de China con la modernidad de Occidente y sus ideales de libertad individual. Incluso los homosexuales, mediante esa expresión de su deseo, se convierten en los heraldos de una humanidad nueva que surge en China (y quizá realmente, en el mundo). Tal como lo señala Rofel, el campo del deseo se ha convertido en un ámbito poderoso para la producción de ciudadanossujetos ‘apropiados’ en la China (post)socialista. El “deseo”, escribe Rofel, “es el medio a través del cual la gente en China, como en cualquier otra parte, prueba su mundanidad cosmopolita, su habilidad certera de trascender las fronteras del Estado-nación, pero también de desplegar su normatividad como ciudadanos, su adopción exitosa del neoliberalismo”. Las monumentales reformas económicas que transformaron a China en la década de 1980, de una economía planeada a un sistema de mercado ‘libre’, se concentraron en “reemplazar el experimento socialista con una ‘naturaleza humana universal’ imaginada como el ingrediente esencial de la mundaneidad cosmopolita. Esta representación de la naturaleza humana tiene como núcleo el sujeto deseante: la persona que funciona mediante el propio interés sexual, material y afectivo”5. El informante de Rofel implícitamente sitúa a China en el discurso del desarrollo cuando sugiere que el de5

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Lisa Rofel, “The Traffice in Money Boys,” Positions: East Asia Cultures Critique (en prensa).


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seo expresivo de la homosexualidad—su “propio interés afectivo”—no es solamente un paradigma de la subjetividad (neo)liberal sino, de hecho, algo que todos los chinos deben aprender y aprender a aceptar. De esta forma el informante sitúa a la China en la narrativa del progreso liberal de Occidente, registrada, en palabras de Dipesh Chakrabarty, en la “imaginaria sala de espera de la historia” (Chakrabarty, 2000, p.8). A diferencia de Japón, del que se dice que ascendió a la modernidad de Occidente mediante varias conquistas imperiales a inicios del siglo XX, China ha permanecido excluida de la “familia de naciones” desde por lo menos mediados del siglo XIX, cuando perdió la Guerra del Opio y tuvo que abrir sus puertos comerciales ante las fuerzas occidentales (Ruskola, 2005). Si hoy en día el deseo expresivo homosexual puede ser considerado a “la vanguardia de una nueva era de la humanidad” en China, simultáneamente también registra esta larga y continua historia de relaciones EsteOeste en la que una China “carente” y “rezagada” cae bajo la sombra, no sólo del poder militar de Occidente y de un gobierno (semi)colonial, sino también de sus concomitantes discursos de civilización, desarrollo, modernidad y progreso. Al constituirse en una perpetua pausa espacio-temporal ante a los estándares convencionales de la modernidad de Occidente, los chinos subsisten como sujetos a la espera: esperan el desarrollo de su economía, así como el de su propia subjetividad y agencia bajo el rótulo (neo)liberal de privacidad y propiedad, individualismo y decisión personal. En tal formulación, es fundamental enfatizar de qué manera los discursos contemporáneos sobre la homosexualidad se convierten en una categoría fundamental para medir el progreso social de China y, en el mismo grado de importancia, su avance económico y político. En la era del liberalismo queer, los nuevos debates ilustrados acerca del individualismo, la libertad, el desarrollo y el progreso, convierten el asunto de la homosexualidad en la vara que verdaderamente mide el lugar de China en un mundo cosmopolita, su (carente) economía política de “libre” mercado, su (rezagada) relación con los derechos humanos6. Y, similar al deseo expresivo de Handong por Lan Yu, estos discursos contemporáneos sobre la homosexualidad, como lo señalan elocuentemente las palabras del informante de Rofel, le hablan al ciudadano-sujeto chino cosmopolita emergente y son hablados por él. 6

Estos debates, por supuesto, asumen la capacidad universal de traducir la homosexualidad y un estándar universal para medir la homofobia en diferentes contextos culturales y economías políticas. Ver Eng, D. L.; Halberstam, J. & Muñoz, J. E. (2005). Introduction: What’s Queer about Queer Studies Now? Social Text 84/85, 23(3-4), 1-17.

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A continuación considero lo que implica aceptar tal recuento histórico del desarrollo colindante entre lo social y lo afectivo. Por ejemplo, la re-escritura neoliberal de la historia china posterior a 1949 señala las formas por las cuales el Maoísmo obstruyó la capacidad de China de abrazar la modernidad precisamente al exigir la transferencia ‘impropia’ y ‘artificial’ del deseo desde el dominio privado hacia el público: en otras palabras, al Padre al Partido y, en tiempos de la Revolución Cultural, al líder mismo (Dutton, 2004). Actualmente, bajo el mandato neoliberal, estas pasiones y deseos excesivos han sido contenidos y redirigidos de la esfera pública nuevamente a la privada, del Estado y del Partido al dominio ‘natural’ del individuo privado y el interés personal. A medida que el espacio condensado, unificado de la unidad de trabajo socialista ha dado paso a la re-segregación de lo privado (vida familiar) y lo público (espacio laboral), se le ha devuelto al pueblo chino la capacidad para expresar su naturaleza humana. De esta manera, el ‘hipo’ de la modernidad socialista da paso, de acuerdo con el cálculo de Merle Goldman, a nada menos que el ‘reinicio’ de la historia china (2000, pp.153-164)7. Aceptar dicho recuento histórico como una verdad universal, sería como someterse a una gran narrativa de progreso neoliberal ilustrado que endosa el triunfo del capitalismo global y sus demandas al “final de la historia”. En esta narrativa teleológica, en términos de Wang Hui, el eventual desempeño y transformación de China después de 1949 y hasta la reforma económica de principios de los años de 1980, se explica como una “transición de un pasado déspota, planeado y oscuro a un futuro democrático, libre y brillante” (Hui, 2003, IX). Desde otro punto de vista, podemos decir que la legitimación y objetivación del presente neoliberal de China ha dependido en gran medida del “repudio total y la condenación moral” de su “experimento” socialista (Hui, 2003, 110). Más que aceptar esta interpretación histórica de la modernidad china, marcada por la última represión y re-alineación de sus afectos desplazados, más bien quiero concentrarme en el papel central que el deseo expresivo juega en esta narrativa; es decir, en la producción de dos sujetos 7

Goldman escribe: “No hay duda de que a comienzos del siglo XXI, la creciente economía de mercado de China, su rápida descentralización política, su pluralismo social y cultural, su naciente democracia y la apertura internacional parecen más cercanas a la historia anterior a 1949 que a la centralización política, economía estatal, homogeneidad cultural y aislamiento internacional de la era de Mao… Sin embargo, mientras que China ha restablecido su historia y ha revivido las reformas y métodos utilizados en la primera mitad del siglo XX, ahora se mueve en direcciones nuevas e impredecibles”.


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en contienda por la modernidad de China: el socialista y el capitalista. El historiador Michael Dutton señala que “Mao se aseguró de que el entrenamiento en la devoción se cumpliera sin descanso. De esta manera, prácticamente reveló el significado latente de su noción de la revolución continua” (2004, p.180). Junto con Dutton quiero enfatizar la importancia de explorar los latentes, aunque desestimados, afectos que constituyen la historia de la continua revolución de Mao, mientras me resisto a aceptar cualquier recuento naturalizante del deseo expresivo que adjudique su distribución ‘apropiada’ al proyecto neoliberal; su uso ‘apropiado’ al sujeto neoliberal. Un re-enfoque del deseo expresivo podría ofrecernos realmente, no una historia sobre la marcha inexorable del progreso neoliberal en China y, por ende, en el mundo sino, al contrario, sugeriría que el “final de la historia” no es inevitable. En el naufragio del progreso, le imploramos al Ángel de la Historia de Benjamin que nos ayude a enfrentar tanto el pasado como el futuro con una mirada histórica diferente. Al contar con otro relato no sólo de las discontinuidades y rupturas, sino de las continuidades y vínculos entre las visiones en competencia de las modernidades propias de socialismo y capitalismo en la China posterior a 1949, un análisis del deseo expresivo bosqueja la promesa de una modernidad discrepante, orientándonos hacia un relato histórico alternativo y una forma alternativa de relatar. De hecho, ¿de qué manera los extravíos del deseo expresivo nos ayudan a repensar esta historia escurridiza, además de, para volver a mi primer epígrafe, “lograr una nueva comprensión de la Revolución China, del legado del socialismo y de los logros y tragedias de este legado?” Siguiendo el provocativo análisis de María Josefina Saldaña-Portillo acerca de los movimientos de descolonización en América Latina, podemos considerar de qué manera en Lan Yu la evolución de un sujeto de deseo (homo)sexual maduro, consciente y auto-expresivo no constituye el terreno en el que la conciencia socialista revolucionaria y el neoliberalismo chino se separan, sino, por el contrario, el punto en el que se encuentran. En The Revolutionary Imagination in the Americas and the Age of Development, Saldaña-Portillo observa una “teoría normativa de la transformación y agencia humanas […] al centro de la colisión discursiva entre los discursos revolucionario y del desarrollo”. Incluso, “no podemos simplemente leer los movimientos revolucionarios (…) como contraposición al capitalismo colonial y neocolonial. También debemos leerlos como dentro de un desarrollismo racial y de género” (2003, p. 7). Lan Yu, como el informante de Rofel, sitúa el surgimiento de la subjetividad y deseo homosexuales directamente dentro de una teoría de la transformación humana, de un desarrollismo de género

y de la política de la modernidad de China. No se puede afirmar que los deseos expresivos que marcan e inscriben en el género estas transformaciones afectivas son vitales únicamente para el proyecto neoliberal; estos son igualmente importantes a la imaginación socialista. En resumen, el deseo expresivo constituye una dialéctica de la modernidad socialista y capitalista inherente a la historia moderna de la nación china y encarnada en el trauma de Tiananmen. Petrus Liu escribe en el contexto del Taiwán contemporáneo y resalta que los estudios queer se desarrollaron en la República de China como una “práctica materialista que tiene afinidades con varios movimientos sindicales”. Más específicamente, escribe que la “teoría queer en Taiwán conlleva un análisis del papel del Estado en la acumulación de capital”. A diferencia de sus contrapartes dominantes en Occidente, las políticas queer de Taiwán no surgen como afirmación de identidades y derechos minoritarios, ni como una exploración de los procesos sociales de normalización acumulados alrededor de cuerpos disidentes. En su lugar, las políticas queer de Taiwán se desarrollaron en diálogo con la izquierda asiática y, por lo tanto, “no pueden ser entendidas independientemente de la ‘división’ de Asia a causa de la Guerra Fría, el neocolonialismo norteamericano, las respuestas de Taiwán al socialismo existente en China, Bandung, la trayectoria del Tercer Mundismo y el reajuste estructural de la posición estratégica de Taiwán en el comercio internacional” (Petrus, en prensa). Quiero hacer una pausa en este punto para reflexionar sobre el asunto de los “Estudios Queer en China” (la República Popular de China). Por una parte, el asunto exige una respuesta teórica y política tan comprehensiva como la de Taiwán (La República de China) y, por otra, implica nada menos que la reconsideración histórica de la dialéctica de las modernidades capitalista y socialista. Esa dialéctica se resiste no sólo a la estabilidad de la sexualidad naturalizada o la identidad sexual, sino también a la inevitabilidad “natural” del desarrollo y progreso neoliberales. En el espacio de la desaparición (política) y el surgimiento (subjetivo), el problema de la subjetividad homosexual establece una hermenéutica poderosa para la exploración de asuntos acerca de la transformación histórica y social que subyace al corazón del pasado (semi)colonial de China, así como en su presente (post)socialista y neoliberal. Ese proyecto exige no sólo considerar cómo los discursos sobre la (homo)sexualidad nombran a la China comparativamente en el marco de normas y valores políticos occidentales universalizantes, sino también exige considerar la posibilidad de que el surgimiento de la subjetividad homosexual en China no pueda ser aprehendido por el marco teórico occidental dominante, que ya asocia una “crítica de la historia del socialismo chino con una crí-

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tica de la modernidad y el hecho de que el problema de la modernidad fue primero planteado como un problema del capitalismo europeo y de su cultura” (Hui, 2003,p.182). Así las cosas, los estudios queer en China no pueden ocuparse exclusivamente del problema de la (homo)sexualidad como objeto racional y empírico de análisis, de cómo puede ser ‘traducido’ o “importado” a China a través del vocabulario o el marco teórico de, por ejemplo, la sociología o el psicoanálisis (Berry, 1998)8. En otras palabras, los estudios queer en China no sólo deben ocuparse de la homosexualidad como cuerpo dado de conocimiento (occidental) estándar que funciona imperiosamente como ideal cultural, carta de navegación política y brújula moral de una identidad, subjetividad y agencia gay emergente en China. Simultáneamente y más allá, también deben examinar las formas en que un discurso sobre la sexualidad basado en el género, arraigado en una larga historia colonial de gobernabilidad racial, constituye tanto los marcos de referencia del pasado como los del presente de China como objeto (semi)colonial, socialista y neoliberal a ser estudiado, conocido y, en últimas, juzgado. En un contexto global, los estudios queer deben necesariamente aproximarse a la pregunta por la (homo)sexualidad como lugar crítico de la investigación y negociación de la geopolítica. Parece crucial en esta coyuntura ampliar la comprensión que Foucault tenía acerca de la sexualidad como formación discursiva que opera epistemológicamente en el contexto de la China actual, una nación-Estado cuya economía política actual no encaja necesariamente en la contabilidad y las divisiones estándar entre el Norte industrial y el Sur global de los discursos convencionales sobre la globalización. Mejor dicho, parece fundamental explorar las maneras en las que la cultura en general, y los relatos de (homo)sexualidad en particular, complementa los discursos de economía política apoyando interpretaciones más empíricas y ortodoxas de la modernidad china, así como el desarrollo y el progreso neoliberales. Podría ser realmente a través del examen de estos aspectos efímeros de la “cultura” (deseos expresivos que son intangibles y efímeros) que lleguemos a aprehender lo que los análisis convencionales de las ciencias sociales no logran capturar: lo escurridizo de la forma políticas en la China contemporánea. En palabras de Wang Xiaoming, debemos aportar 8

Berry señala: “La conformación de una agencia colectiva está en peligro de perderse de vista otra vez. Esto es un movimiento ideológico en sí mismo, consciente o no, que sigue la tendencia individualista liberal de negar lo colectivo y llevar la atención lejos de él, como lo ejemplificó el célebre comentario de Margaret Thatcher acerca de que la sociedad no existía, comentario que hizo teniendo un cargo que le daba el poder de transformar la mismísima entidad que negaba. Salir de este atolladero exige repensar las teorías de la subjetividad, incluyendo las que se derivan del psicoanálisis, más que rechazarlas de plano” (p.143).

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un nuevo y trascendental enfoque al estudio de la literatura, el arte, la teoría crítica […] Los estudios culturales no deben, en nombre de volverse modernos, mezclarse con las técnicas sociales operativas en los cada vez más detallados sistemas administrativos, educativos y académicos caracterizados por la compartimentalización de la vida, el conocimiento regulado y la mentalidad de la especialización, que se derivan, en sí mismos, de la nueva ideología (2003, pp. 603-604).

Actualmente, el rápido crecimiento económico y ascenso político de China en el escenario global, así como la fuerza y el fervor de su nacionalismo revitalizado, son causantes de una ansiedad colectiva que no se puede menospreciar y que, en el imaginario mundial, transforma al país de “víctima colonial” y “amenaza comunista” en un “agresor neoimperialista”. Si China, como lo señala Wang Xiaoming, “está en el umbral de una nueva modernidad”, el asunto de la homosexualidad—aquella que remonta su genealogía a los discursos coloniales de la gobernabilidad racial y la extiende al surgimiento putativo de una nueva humanidad bajo el sello del neoliberalismo y de la globalización del capitalismo—adquiere un espacio preponderante para reconsiderar de forma sostenida la lógica de esta nueva modernidad. Muchos comentaristas en Occidente (así como en China) predicen que la globalización eventualmente absorberá al Estado socialista chino. Por el contrario, podríamos plantear una pregunta contra-intuitiva sobre si el Estado socialista chino absorberá, de hecho, la globalización en su muy particular trayectoria histórica y lógica nacionalista.

CIRCULACIÓN El argumento según el cual la globalización del capitalismo estimularía el desarrollo económico y, en consecuencia, fomentaría el progreso político y la ilustración social en China, tiene una larga historia colonial que es anterior al surgimiento del neoliberalismo de la década de 1980 y que, de hecho, nos lleva a reconsiderar algunos de los problemas clásicos y provocadores de Karl Marx respecto del determinismo económico y cuestiones acerca de cultura, raza y nación. Los escritos de Marx sobre el colonialismo británico en India y China resaltan la naturaleza ambivalente y contradictoria de tal propuesta teleológica. En su comentario acerca del despotismo oriental y el “modo de producción asiático”, por ejemplo, Marx explica de qué manera el colonialismo en India socavó la economía local mediante la destrucción de su industria textil y la negligencia absoluta en el manejo de obras públicas a cargo del Estado. Sin embargo, Marx también defiende el colonialismo británico como un discurso de desarrollo. A pesar o a causa de su devastación económica y


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social, el gobierno colonial en India es finalmente provechoso porque genera el espacio que permite introducir un sistema económico moderno que promete no sólo revolucionar la producción sino también debilitar las estructuras políticas y sociales del despotismo oriental. En el análisis final, la industrialización introduce una dialéctica necesaria de progreso tecnológico y avance cultural que será de utilidad para la población india a largo plazo. “La pregunta es”, dice Marx en un célebre pasaje de sus cartas en India, “¿la humanidad puede llegar a su destino sin una revolución fundamental en el Estado social de Asia? Si la respuesta es negativa, sin importar los crímenes que haya podido cometer Inglaterra, ella fue el instrumento inconsciente de la historia que trajo consigo esa revolución” (Marx, 1993, p. 307). En el contexto de China, el “Imperio Celestial” que describe como “la antítesis total de Europa”, Marx sostiene que: “Es casi innecesario observar que, en la misma medida en que el opio ha alcanzado soberanía sobre los chinos, el emperador y su corte de mandarines pedantes han sido despojados de su propia soberanía. Parecería como si la historia primero tuviese que emborrachar al pueblo antes de poder sacarlo de su estupidez ancestral” (Marx, 1993, p. 327). Y así Marx sugiere que la Guerra del Opio, que marcó la exclusión de China de la familia (europea) de naciones, también determinó la simultánea interferencia sobre la soberanía del Emperador y su restricción, así como el doloroso, aunque necesario, comienzo del proceso de modernización en China. De esta manera Marx configura el colonialismo en China como iniciando un proceso de evolución histórica, desarrollo económico y progreso político bajo la mirada atenta de la dominación europea que compartía sus supuestos y principios fundamentales con los discursos civilizadores de la Ilustración. Por supuesto, Marx no vivió para ver el movimiento independentista de India, ni la victoria comunista de Mao, dos de las principales revoluciones históricas del siglo XX que marcaron la modernidad socialista, el advenimiento de la descolonización y los proyectos de desarrollo, el tercermundismo y el sueño de los no-alineados, el surgimiento de las guerras frías y calientes en Asia y, más recientemente, el auge y la proliferación de la globalización. Juntos, estos eventos requirieron la reubicación de las teorías marxistas convencionales sobre las contradicciones entre los medios y las relaciones de producción en el contexto contemporáneo del capitalismo global post-industrial, el reajuste estructural y la biologización y capitalización de la vida humana.

India hacia la modernidad de Occidente, parece encontrar a finales del siglo veinte un aliado dispuesto y receptivo en la figura de Chen Handong. En Lan Yu, él es el representante paradigmático de una clase capitalista emergente en la acelerada globalización china de la década de 1980, ya no bajo la lógica del (semi)colonialismo europeo del siglo XIX, ni del socialismo programado posterior a 1949, sino bajo la creciente influencia del desarrollo neoliberal liderado por Estados Unidos. Nunca se nos aclara cuál es la verdadera naturaleza de los negocios e inversiones de Handong con socios de Europa del Este (enfrascados en su propio desarrollo económico posterior a 1989), quienes aparecen esporádicamente a lo largo de la película. Sin embargo, desde las escenas iniciales sabemos que su empresa vale más de cien millones de yuanes, una cifra astronómica para entonces (e incluso hoy en día). A medida que avanza el relato, nos enteramos de que Handong es el hijo mayor de un funcionario gubernamental de importancia. Hace parte de los nuevos ricos de China que han sacado provecho de sus vínculos con la elite gobernante y de las reformas económicas y esquemas de privatización del gobierno posterior a Mao, los cuales transfirieron buena parte de las propiedades nacionales a individuos y familias particulares. Al transformar sus conexiones políticas en una extensa red de oscuros aunque lucrativos acuerdos comerciales, Handong representa la nueva clase urbana en las regiones costeras y las grandes ciudades que, como lo señala Wang Xiaoming, constituye menos del uno por ciento de la población del país, pero controla por lo menos la mitad del producto interno bruto9. En este sentido, la política y la economía no están separadas, como lo mandaría la ideología neoliberal; al contrario, es precisamente bajo el auspicio del autoritarismo político en China, como en todas partes, que se establece y conquista ese extremismo del mercado. Así, Handong parecería ser el emblema más representativo de la circulación capitalista (que va de la mano del guanxi chino), un tema que permea absolutamente el contexto, la crisis y el desenlace de la narración. Esta lógica de circulación llega incluso a gobernar en gran medida las interacciones personales de Handong con Lan Yu, llevando su relación a repetidos conflictos justo en los precisos momentos en los que ésta amenza con evolucionar hacia algo más profundo y emocionalmente significativo. En todos estos apartes, Han9

A primera vista, para volver a la película de Kwan, la dialéctica marxista de la Ilustración colonial de mediados del siglo diecinueve, aquella que prometía impulsar a China e

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La historia de los nuevos ricos, según lo explica Wang Xiaoming, “es muy corta; de menos de dos décadas. De los ‘diez mil yuanes’ de ingreso a comienzos de la década de 1980, se pasó a ingresos de diez millones e incluso a cien millones de yuanes a finales de la década de 1990. Hoy en día se nota la presencia de los nuevos ricos a lo largo de la región costera y en las grandes ciudades. […] Esta clase constituye menos del uno por ciento de la población, pero controla por lo menos la mitad del producto interno bruto. […] No obstante, los estrechos vínculos entre esta nueva clase y la clase dirigente actual cada vez son más evidentes” (2003, pp. 591-592).


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dong se distancia deliberadamente de Lan Yu al intentar reducir su relación al lenguaje del intercambio. Lo intenta de una manera que podríamos reconocer dentro de la narrativa occidental del ‘amante benefactor10 y su joven protegido’. En otros momentos, Handong describe sus interacciones mediante el vocabulario del “contrato y el intercambio”, como si se tratara de una transacción entre un prostituto y su cliente. Utilizando frases de cajón, el hombre de negocios le dice a Lan Yu que “cuando ya no nos sintamos bien, nos separamos”, o que cuando “dos personas se conocen demasiado bien, es tiempo de separarse”. A lo largo de sus numerosos rompimientos, acusa a Lan Yu de no corresponderle adecuadamente su generosidad y reta al joven a encontrar otro “cliente tan dadivoso como yo”. Handong—a veces pródigo y tierno, a veces cruel y tosco—abruma a Lan Yu con dinero o costosos regalos. De esta manera, organiza estratégicamente su capital en una lógica de circulación e intercambio, con la que evita cualquier responsabilidad emocional y compromiso con el joven. Estos intercambios se hacen cada vez más y más extravagantes, a medida que la relación de los dos hombres se intensifica en el tiempo: de pequeñas cantidades de dinero a cuantiosas sumas en vestuario importado, un carro nuevo y, finalmente, una villa en las afueras de la ciudad dotada de una impresionante escalera en caracol que Handong regala a Lan Yu ante la inminencia de su matrimonio. Intentando enmarcar su relación en el lenguaje moderno de ‘amante paternalista’, Handong configura lo que podría ser interpretado como vale de afecto, como vale de intercambio. Sin embargo, Handong encuentra sistemáticamente en Lan Yu un compañero reacio, desafiante y rebelde. Aunque el joven muchas veces acepta de modo pasivo los regalos lujuriosos que Handong insiste en darle, no los ‘usa’. Vale decir que Lan Yu no permite que esos regalos circulen en la economía del mercado de intercambio bajo la cual Handong trata de utilizarlos. Lan Yu no sólo guarda diligentemente todos los regalos de Handong, sino que, al hacerlo, se mantiene emocionalmente leal a él, rehusándose a circular en los crecientes círculos de capitalismo estatal o del deseo homo(sexual) de Beijing. Esto es, se rehúsa a circular él mismo—la ‘jugar’ con otros niños o, para el caso, niñas. Más aún, cuando Handong finalmente le presenta el anhelado pasaporte con visa a Estados Unidos, acompañado de una jugosa cuenta bancaria en el exterior, Lan Yu se rehúsa a hacer el viaje. Recordando la teoría del signo de Jean Baudrillard, Lan Yu se rehúsa al ‘valor de intercambio’ y al ‘valor de uso’ de los numerosos regalos de Handong. Por el contrario, apela a su ‘valor afectivo’ 10 En la versión original aparece la expresión “sugar daddy”. La hemos traducido como “amante benefactor” para significar la persona mayor que mantiene a su joven amante (protegé).

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y ‘simbólico’ tratando de configurar esos ofrecimientos como inmaculados vales de afecto (1988). En el vocabulario desarrollista de Marx, este joven del noreste rural ejemplifica el impenitente ‘recolector’ del viejo modo de producción asiático. En un detalle revelador de la perspectiva que Lan Yu tiene del mundo, encontramos en una escena justo antes del frenético viaje de Handong a Tiananmen, varias valijas de ropa japonesa sin usar que el hombre más viejo le ha donado a Lan Yu. La ropa permanece sin usar en la parte de abajo de un closet que Handong ha abierto para sacar un traje amarillo.

Los repetidos intentos de Handong para hacer a Lan Yu ‘más japonés’, más ‘moderno’, parecen destinados al fracaso. Por eso, se presenta a Lan Yu como el recolector primitivo y premoderno, en tanto que Handong es la imagen del capitalista moderno y consumado, imagen que se refuerza por las crecientes conexiones de circulación e intercambio. Sin embargo, esta división no se sostiene. Ciertamente debemos detenernos a preguntar por qué Lan Yu, al igual que muchos de sus compañeros de universidad, permanecen apostados en la Plaza de Tiananmen el 4 de junio de 1989. ¿Cómo conciliamos esta curiosa imagen de un Lan Yu recolector pre-moderno y a la vez moderno agitador político? Si él se rehúsa a ser hecho “moderno” a imagen de Handong, ¿cómo es que Lan Yu puede ser el representante de la modernidad de esta otra forma? Mejor dicho ¿cómo podemos balancear la configuración de Lan Yu en la película como recolector primitivo con los relatos típicos de las protestas de Tiananmen como el movimiento político de la modernidad e ilustración chinos, por la ‘democracia’ y los ‘derechos humanos’ violados por la guardia del viejo régimen autoritario? En últimas, Lan Yu sugiere que volverse ‘moderno’ en China no es asunto de moverse de un extremo al otro de una relación de opuestos—premoderno-moderno, rural-urbano, agrícola-industrial, recolector-capitalista, Oriente-Occidente, vie-


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jo-nuevo. Una vez más, la película de Kwan nos señala lo discrepante de la modernidad china. Esta forma emergente de humanidad—esta nueva era de lo humano—es producida y triangulada precisamente a través de una desafiante visión de la revolución socialista que disuena de las narrativas históricas dominantes de la China moderna, del desarrollo neoliberal y del progreso político y social. Aquí vale la pena anotar que el movimiento social de Tiananmen de 1989 está convencionalmente asociado con la fase posterior a 1984 de la reforma china comúnmente conocida como la ‘reforma urbana’ que consistió en una expansión gradual de los mercados bajo los mandatos neoliberales y sus promesas de transformación democrática y social del estado leviatán. Como lo señala Wang Hui, “no obstante, no debemos desestimar otro antecedente de este movimiento: el avance de la reforma urbana y la inminencia de reforma en el campo (expresada de manera más notoria en asuntos como el sistema de precios, el sistema de registro doméstico, el sistema de seguro de empleo, y los temas ecológicos y de organización social básica) que llevaron la diferenciación de ciudad y campo a niveles aún mayores” (Wang Hui, 2003, p.55). En este aspecto debemos tener en cuenta que el sistema ‘tradicional’ y autoritario criticado en el movimiento social de 1989 no era en realidad el viejo Estado ‘pre-moderno’ (maoísta), sino el nuevo Estado reformista ‘moderno’. En otras palabras, mientras que Tiananmen pudo marcar el final de una vieja era de autoritarismo comunista (1949-1976), simultáneamente significó una “protesta contra las contradicciones sociales inherentes a lo nuevo; fue (para estudiantes e intelectuales) un llamado a la democracia y la libertad, y también (para trabajadores y otros residentes urbanos) una demanda de igualdad y justicia sociales” (Wang Hui, 2003, p. 62). Desde este punto de vista se podría decir que el deseo de expresión en Lan Yu dirige nuestra atención hacia esta dinámica crítica entre el Estado socialista y el capitalista, hacia una re-escritura del significado de Tiananmen. Desde otro ángulo, la película de Kwan exige una reconsideración de otra clase de modernidad en China, al cuestionar los vínculos permanentes entre reforma neoliberal, transformación democrática y justicia social. Entonces, Lan Yu funciona como una figura sobredeterminada en la comprensión de estas múltiples y problemáticas concepciones históricas de las desafiantes modernidades chinas. El problema de la circulación, sobre el que la presencia de Lan Yu llama inmediata y repetidamente la atención en la película—el asunto de una forma política elusiva a la que el deseo da una insistente expresión—significa la naturaleza incongruente y superpuesta de Tiananmen y el movimiento social de 1989, como protesta simultánea por y contra los impulsos neoliberales del pensamiento reformista del

Estado chino. El estatus de Lan Yu de ‘campesino palurdo’ (según sus propias palabras) del noreste rural conlleva, junto con el deseo expresivo de la homosexualidad, a exponer la irresistible tentación del desarrollo neoliberal como si se tratara de una estratagema contradictoria, cuyo sentido cabal no puede ser completamente vertido en el vocabulario convencional de lo premoderno-moderno, Oriente-Occidente, viejo-nuevo, ni tampoco puede ser resuelto por una división simple de lo rural-urbano, agrícola-industrial. La enigmática presencia de Lan Yu en la película de Kwan nos reta a encontrar un vocabulario nuevo para el análisis crítico. Recordemos aquí que es precisamente el estatus de campesino palurdo, de recolector impenitente, el que resuelve la crisis narrativa de la circulación en la película de Kwan, pues ella rescata el día, salva la vida de Handong, reconcilia su amor torturado y, finalmente, preserva el deseo expresivo de la homosexualidad. Sólo después de que Handong es arrestado por corrupción y enfrenta la pena de muerte, Lan Yu ‘hace uso’ de los vales de afecto de su amante como vales de intercambio. Haciendo efectivos estos bienes, Lan Yu los pone en circulación, agregándoles sus propios ahorros. Así puede aportar el ‘capital’ necesario para el soborno que rescata a Handong de un final inminente, reposicionándolo en la senda de la acumulación y la especulación. Sin embargo, como el incidente mismo de Tiananmen, el estatus de dicho soborno es decididamente ambivalente, develando un sentimiento fundamentalmente anti-democrático dentro del neoliberalismo. Distorsiona los límites entre el espacio de lo económico y lo político, al tiempo que eleva la pregunta por la circulación ‘impropia’ en un mercado ‘libre’ supuestamente carente de influencia política y corrupción. En síntesis, un soborno así desnaturaliza la separación distintiva de lo público y lo privado—la separación distintiva de las esferas política, económica y cultural—sobre la cual se predica la ideología (neo)liberal. En la escena de la prisión, ya hacia el final de Lan Yu, Handong le pregunta a su hermana, Yongdong (Lu Fang) y a su cuñado Daning, cómo pudieron conseguir los tres millones de yuanes de soborno para su liberación. Al igual que Lan Yu, quien aprende una lección fundamental acerca de la imposibilidad de separar el valor afectivo del valor de intercambio, el capitalista aprende una lección igualmente importante acerca de la imposibilidad de separar el valor de intercambio del valor afectivo: Yongdong: Liu Zheng hipotecó su casa. Pero todavía estábamos cortos. Entonces Lan Yu nos oyó. Vino al día siguiente con todo el dinero que hacía falta. Handong: ¿Lan Yu? ¿No se había ido para los Estados Unidos?

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hay una sana desconfianza de la intelectualización y la teoría social abstracta—que insiste en que otras estructuras de la experiencia (las del sufrimiento, por ejemplo) están más en contacto con la realidad. Pero esto también ha significado ignorancia acerca de las verdaderas dimensiones políticas y sociales de estos cambios y su causalidad y, en consecuencia, ha fomentado progresivamente formas de entretenimiento masivo cada vez más escapistas” (Elsaesser, 1985, p.170).

Daning: ¡Enfrentabas la pena de muerte! ¿Cómo podría haberse ido a los Estados Unidos, sin siquiera pensarlo? Handong: ¿De dónde sacó tanto dinero? Yongdong: Oí que vendió la villa que le regalaste. También puso sus propios ahorros. Daning: El dinero se puede recuperar. Pero vida sólo tenemos una. Lan Yu entiende eso.

MELODRAMAS DEL NEOLIBERALISMO Entonces, ¿por qué debe morir Lan Yu? Porque él debe pasar a mejor vida en el momento exacto de la solución emocional, cuando la pareja ha conciliado sus disímiles perspectivas del mundo y se ha establecido en el patrón mundano de la satisfacción cotidiana de la cohabitación, otras veces llamada “vida doméstica de pareja”—¿qué podemos entonces apresurarnos a describir como el surgimiento de una identidad gay global reconocible? ¿ Es Lan Yu simplemente el queer melancólico que debe ser sacrificado al final, el que no tiene un lugar propio en el surgimiento de la China moderna? (Y ello pese a su integración a la agradecida familia de Handong) ¿O es Lan Yu un adelantado a su tiempo, un heraldo profético de la brillante y reluciente China del futuro, de una nueva humanidad todavía por venir? ¿Simboliza este joven una forma añeja de la cultura tradicional, un rezago de lo primitivo y pre-moderno que aparece para salvar el día sólo porque ésta está a punto de desaparecer? ¿Acaso Lan Yu es una víctima del desarrollo, un vestigio del pasado socialista cuyos ideales de justicia e igualdad son inalcanzables y erradicados por la inexorable marcha del progreso neoliberal? ¿Es la muerte accidental de Lan Yu, donde él industriosamente erige día tras día una alegoría del abuso al trabajador rural migrante forzado a irse a la ciudad en busca de una mejor vida, un masivo y sombrío público perfectamente utilizable por la cruda lógica del capitalismo global, la explotación y la dominación? Por supuesto que Lan Yu es todo eso y nada de eso. Recordando las palabras de mi segundo epígrafe: cada una de estas posibles interpretaciones “puede sustentarse y, al mismo tiempo, caracterizaciones diametralmente opuestas pueden respaldarse con el mismo número de ejemplos”. En Tales of Sound and Fury Thomas Elsaesser observa que la persistencia del melodrama familiar como género cinematográfico podría indicar las formas en que la cultura popular hace las veces de nicho para el “hecho de que los perdedores no sean siempre quienes más se lo merecen”. Sin embargo, tal perspectiva también rechaza una comprensión del “cambio social en contextos distintos de los privados y términos distintos de los emocionales. En ello, obviamente,

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En el mejor de los casos, señala Elsaesser, el melodrama familiar se las arregla para evitar este impulso escapista y presenta a todos sus personajes como víctimas convincentes. De esta manera, la crítica a la victimización es desviada de la “arbitraria y finalmente obtusa lógica de los motivos privados y la psicología individual”. Bajo tales condiciones, el melodrama familiar surge como una forma cinematográfica “capaz de reproducir más directamente que otros géneros, los patrones de dominación y explotación existentes en una sociedad determinada, especialmente la relación entre psicología, moralidad y conciencia de clase, al enfatizar tan claramente una dinámica emocional cuya contraparte social es una red de fuerzas externas que ejercen presión interna y con las cuales los personajes mismos chocan inocentemente para convertirse en sus agentes” (Elsaesser, 1985, p.185). Quisiera interpretar el melodramático final de Lan Yu, su abrupta y almibarada conclusión, en esos términos. El deseo expresivo en Lan Yu configura la película como un “melodrama del neoliberalismo”, como una afectividad invasiva en relación íntima e insistente con el público y lo social: a los dictados económicos de la circulación capitalista, al tortuoso surgimiento político de la modernidad socialista, al problemático desarrollo cultural de la subjetividad y del deseo homosexuales como síntoma de esos dictados en competencia. Finalmente esta afectividad extendida culmina en un impulso auto-destructivo encarnado en la transición de la enigmática figura de Lan Yu. En el dislocado espacio de la China contemporánea, para volver a Ackbar Abbas, “la afectividad a su vez se vuelve problemática” (1997, p. 27). De hecho, este impulso afectivo es incontenible. La película termina con un final elíptico y abierto: el largo y continuo parpadeo difuso de la panorámica de Beijing, filmado desde el interior del carro de Handong, un cierre que dura casi cuatro minutos. De nuevo, se nos presenta el problema del afecto y del espacio, ya que el ‘cuadro’ del desarrollo neoliberal—el sitio del accidente mortal de Lan Yu, aprisionado tras un amasijo de columnas de concreto y barandas metálicas de construcción—aparece sólo a través de la lógica de la desaparición: la velocidad constante del veloz auto de Handong desafiando las barreras visuales de acero y concreto.


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géneos del capitalismo—en una simple cronología histórica o en cualquier comprensión convencional del ‘reinicio’ de la historia china mediante el progreso neoliberal. En su lugar, está representado por el afecto queer del deseo expresivo homosexual. En un diálogo revelador con Lan Yu, Handong discurre sobre la muerte de su padre y su próximo funeral. El hombre mayor se pregunta cómo es que él es incapaz de derramar una sola lágrima por su propio padre pensando en su reacción extrema ante la muerte del Presidente:

Fiel a la forma clásica del melodrama, esta escena de exceso emocional—de tiempo y espacio queer—está desplazada al régimen acústico de la película. La voz de Handong en off, es un recuerdo dirigido a su desaparecido amante: “¿Sabes qué? Beijing está ahora igual que antes. Construcciones por todas partes. Edificios arriba y abajo. Siempre que paso por el lugar de tu accidente me detengo. Pero mi mente está en paz porque siento que en realidad nunca te fuiste”. Este diálogo interno con su amante perdido da paso a la canción de Huang Pinyang que acompaña la imagen de una Beijing (des)apareciendo. Su estribillo efectista, “¿Cómo te atreves ser testigo de mi pena?” (Ni zenme shede wo nanguo?), se repite una y otra vez, hasta prácticamente saturar la diéjesis de la película hasta sus momentos finales. En la medida en que el deseo expresivo produce exceso emocional, que no puede ser contenido, se torna en signo de queerness que resiste y re-elabora las normas convencionales y las narrativas históricas dominantes por medio de las cuales nos hemos acostumbrado a evaluar el orden de las cosas. Al hacer del deseo expresivo un problema formal de visualización, y de tiempo y espacio, la película de Kwan presenta todo un juego de elementos estéticos que introducen una revaloración crítica de la forma política: el espacio de desaparición y surgimiento; el tiempo vacío y homogéneo del capitalismo; la superficial marcha hacia “el fin de la historia”. Elvis Mitchell, en su reseña de Lan Yu para The New York Times, escribe: “Las escenas del Sr. Kwan están tan delicadamente elaboradas que el impacto de cada una parece mayor instantes después de que termina” (Mitchell, 2001). En ocasiones, la simple edición de una escena a otra lleva a cambiar de día. En otras, ésta marca el paso de meses e incluso años. Se nos deja a nosotros el inferir retroactivamente los momentos y movimientos de un espacio y tiempo queer a través de detalles sutiles: el tamaño de celulares cada vez más pequeños, el cambio de la moda y los carros último modelo. El tempo narrativo de Lan Yu, nos damos cuenta, no está registrado en el espacio y el tiempo y vacíos y homo-

Handong: De repente recordé el día en que murió el Presidente Mao. Cuando escuché las noticias, estaba tan contrariado, que lloré. Lloré mis ojos durante varios días. Pero por mi padre, no lloro. Lan Yu: Yo era muy joven entonces. Sin embargo recuerdo que todos en el pueblo lloraba. Nunca he visto a mi padre llorar como ese día. Handong: ¿Cuál es el punto? La muerte es la muerte. Es el final de todo. Lan Yu: No es exactamente el fin mientras subsistan los recuerdos.

Este intercambio acerca de una pasión exagerada y una filialidad equivocada, tiene lugar en la villa que Handong le ha regalado a Lan Yu, un hogar que el joven aún no ha usado ni decorado en el estilo burgués acostumbrado. Pero la supuesta separación entre una conciencia revolucionaria malentendida y una modernidad capitalista reinante se alarga en una tensión sugestiva con la respuesta de Lan Yu frente a la convicción racionalista de Handong de que “la muerte es la muerte. Es el final de todo”. “No es exactamente el fin,” afirma el joven, “mientras subsistan los recuerdos”. Se trata, por supuesto, del efecto acumulativo de estos excesos de memoria lo que constituye el terreno queer del deseo expresivo. Lan Yu termina donde empieza. El comienzo y final de la película, nos damos cuenta, son idénticos y de esa manera senci-

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llamente se oponen al ‘progreso’ de la narración. Éstos repiten la mañana del accidente de Lan Yu y su muerte repentina. El joven, de pie junto al lecho que comparte con Handong, ejecuta su rutina diaria de la afeitada. Mientras se mira en el espejo del vestier, su reflejo asimétrico capta la imagen de un Handong que duerme plácidamente a su lado. Estos recuerdos, y de igual forma la película de Kwan, son narrados desde la perspectiva de Handong, en una extenso flashback con su voz en off. Finalmente resulta que el deseo expresivo de la película no pertenece al enigmático Lan Yu sino, sorprendentemente, a Handong el ‘frío’ capitalista. En el último análisis, este tiempo-espacio queer se le debe a los recuerdos dilatados del empresario acerca de su joven amante, como la foto melancólica de la extravagante villa que una vez compartieron y que ahora cuelga en la puerta del cuarto, la cual sólo vemos cuando Lan Yu la cierra, saliendo de la habitación y de la vida de Handong.

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Parejas del mismo sexo: entre la justicia y la política • Rodrigo Uprimny - Centro de Investigaciones “De Justicia”, Bogotá, Colombia; Gina Parody, Senado de la República, Colombia Coordinación: Marcela Sánchez y Mauricio Albarracín “Colombia Diversa”, Bogotá, Colombia

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Como consecuencia de una demanda interpuesta por Colombia Diversa y el Grupo de derecho de interés público de la Universidad de los Andes, la Corte Constitucional reconoció en la Sentencia C-075 del 7 de febrero de 2007, que la Ley 54 de 1990 -la cual garantiza derechos patrimoniales a las parejas heterosexuales- debía proteger también a las parejas del mismo sexo. El que la Corte reconociera exclusivamente los derechos de las parejas heterosexuales, ignorando la realidad de las parejas del mismo sexo, violaba la Constitución y los derechos fundamentales de gays y lesbianas; en otras palabras: “…la ausencia de protección en el ámbito patrimonial para la pareja homosexual resulta lesiva de la dignidad de la persona humana, es contraria al derecho al libre desarrollo de la personalidad y comporta una forma de discriminación proscrita por la Constitución”. A pesar de este histórico reconocimiento, y como parte del cambio social que muchas veces recoge y a la vez propicia estos avances legales, las parejas del mismo sexo tienen que enfrentar el desconocimiento, los prejuicios y/o la ausencia de mejores herramientas jurídicas al momento de hacer efectivos sus derechos patrimoniales. Como resultado de una continua lucha por alcanzar la legitimación de las parejas del mismo sexo, el 3 de octubre de 2007 la Corte Constitucional reconoció en la sentencia C-811 el derecho a su afiliación en salud, reiterando las consideraciones de la sentencia anterior. Estas decisiones, junto con la que en el futuro tomará la Corte Constitucional sobre la sustitución pensional, se producen en medio de un debate político que se sostiene actualmente en Congreso de la República. Dicho debate estudia proyectos de ley que corresponden a los derechos reconocidos por la Corte, abriendo así una discusión acerca de la conveniencia y legitimidad del reconocimiento de los derechos ciudadanos en las instituciones del Estado Colombiano.

Rodrigo Uprimny, ex magistrado de la Corte Constitucional, y Gina Parody, senadora, fueron invitados a debatir sobre este tema y sobre la tensión que existe entre las ventajas y desventajas del proceso de reconocimiento de derechos legales en la Corte o en el Congreso de la República

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Coordinación del Debate: Marcela Sánchez Buitrago, actual Directora Ejecutiva de Colombia Diversa, correo electrónico: msanchez@colombiadiversa.org; y Mauricio Albarracín Caballero, actual Coordinador del Proyecto de Derechos Humanos de Colombia Diversa, correo electrónico: malbarracin@colombiadiversa.org.

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1. EN LA SENTENCIA C-075 DE 2007, CONSTITUCIONAL RECONOCIÓ LOS

LA CORTE DERECHOS PATRIMONIALES DE LAS PAREJAS DEL MISMO SEXO. SIN EMBARGO ACTUALMENTE ESTÁN EN CURSO DOS PROYECTOS DE LEY QUE DE NUEVO INCLUYEN ESTOS DERECHOS PATRIMONIALES. ¿QUÉ RIESGOS Y OPORTUNIDADES VEN A ESTA SITUACIÓN?

Rodrigo Uprimny (RU): En mi opinión es mejor que la definición del alcance de los derechos se haga dentro del escenario legislativo, pues eso permite que estos derechos sean legitimados de forma más democrática. En ese sentido, en principio estoy a favor de que esas decisiones se tomen por el medio legislativo. Sin embargo, el riesgo que se corre es que el proceso político de minorías usualmente estigmatizadas, como son las minorías homosexuales, suele no ser un instrumento adecuado para proteger sus derechos puesto que en esos escenarios responde al principio de mayoría. Aquí se encuentra una de las grandes justificaciones al control de constitucionalidad y a la existencia de tribunales constitucionales, los cuales, por ser órganos, en un comienzo plantean tensiones con el principio democrático, como afirman algunos teóricos contra-mayoritarios. Por esta razón tienen la capacidad de anular decisiones de las mayorías protegiendo, por ejemplo, a estas minorías usualmente estigmatizadas que no logran que sus derechos sean reconocidos en el escenario legislativo a causa las restricciones que presenta el proceso político mayoritario. En ese marco general, si ya el tema fue definido por la Corte Constitucional y hay unos mínimos de protección, el desafío que tiene el Congreso es precisar y concretar esos mínimos definidos. Creo que este sería un buen escenario en donde, por un lado, se daría un diálogo entre la labor de los tribunales constitucionales de proteger los derechos de las minorías y la labor del escenario legislativo de configurar los desarrollos y la protección de tales derechos. Ese podría ser el escenario optimista. Por el otro, el escenario pesimista sería aquel en donde surgieran limitaciones y regulaciones más restrictivas a los derechos de estas parejas; de allí derivarían las decisiones de la Corte Constitucional generando la necesidad de realizar nuevamente un litigio constitucional para enfrentar dichas restricciones.

que la sociedad no puede tener ciudadanos de primera y de segunda. Por ejemplo, el derecho a la salud y a la pensión lo tiene cualquier ciudadano colombiano por el sólo hecho de serlo. Sin embargo, en nuestro país tenemos una excepción: cuando una persona decide conformar una pareja con otra del mismo sexo. En este caso, el Estado no sólo no le garantiza ese derecho, sino que lo pierde. Por otro lado estaban quienes, bajo el argumento de la protección de la familia, se oponían a la iniciativa alegando que otorgarle derechos patrimoniales y de seguridad social a las parejas del mismo sexo atenta contra el núcleo fundamental de la sociedad. El balance de toda esta situación es positivo, en la medida que el proyecto fue aprobado en los 4 debates reglamentarios y se dio una discusión que sólo 13 países del mundo han dado (entre ellos Brasil, Dinamarca, Noruega, Canadá, Italia o Bélgica). Sin embargo, con este proyecto sucedió lo que nunca había ocurrido: se hundió en la conciliación. Esto sucedió por dos motivos: tanto por el ausentismo de quienes apoyaban la iniciativa, como por el cambio de su voto de algunos congresistas. No obstante, esto no implica que se esté imponiendo la visión de una sociedad menos igualitaria. De hecho, en este proyecto apenas se está garantizando un mínimo de derechos. Ese es el primer paso: sacar los temas a la luz pública y hacer entender que realmente tenemos un problema en cuanto a la garantía y el acceso a derechos. ¿Cómo puede ser posible que una persona, expulsada de su familia, a quien se retiró todo el apoyo cuando decidió asumir sus preferencias sexuales, no pueda dejarle su patrimonio o parte de él a su pareja? Esta es una de las tantas preguntas que se están comenzando a hacer los colombianos, y ese es un buen comienzo para las “revoluciones” legales que buscan otorgar derechos. Entonces, si bien el camino para lograr que una amplia mayoría dentro del Congreso apruebe los derechos patrimoniales y de seguridad social de las parejas del mismo sexo es duro, no es ni imposible, ni impensable. Creo que esta nueva generación de congresistas ha entendido que tenemos en nuestras manos la oportunidad de seguir construyendo una sociedad más incluyente e igualitaria.

Gina Parody (GP): El Congreso de la República se encuentra dividido entre quienes consideran que en un Estado de Derecho los poderes públicos deben garantizar los derechos de los ciudadanos, y quienes piensan que esos poderes públicos pueden tomar la decisión de negarlos o de garantizarlos.

2. MUCHOS DE LOS DEBATES SOCIALES, POLÍTICOS Y MORALES, RELACIONADOS CON GRUPOS MINORITARIOS EN COLOMBIA SE HAN SOLUCIONADO FAVORABLEMENTE EN LA CORTE CONSTITUCIONAL PERO NO EN EL CONGRESO, ¿QUÉ OPINIÓN LES MERECE ESTE FENÓMENO?

Esta discusión se materializó durante el debate de este proyecto: por un lado estábamos aquellos a favor, argumentando

RU: A mí en principio, ese no me parece el mejor escenario. Lo ideal es que haya una democracia vigorosa

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en donde las mayorías gobiernen pero tengan sensibilidad suficiente para tomar en cuenta los derechos de las minorías discriminadas y, por consiguiente, que la protección de esos derechos se haga en el escenario legislativo. A mí me parece más satisfactorio tener un escenario como el holandés, en donde los derechos de las parejas del mismo sexo son reconocidos y regulados en un debate legislativo, que el escenario colombiano en donde tiene que hacerse eso a través del litigio constitucional. Precisamente, sin embargo, la idea de funcionarios constitucionales consiste en que la democracia no se agota en el principio de mayoría sino en que, por el contrario,, la democracia surge de una complementariedad entre el respeto por los procedimientos mayoritarios y la protección de los derechos fundamentales. Cuando los derechos fundamentales no son protegidos en el escenario democrático surge la necesidad de una salvaguarda y dicha salvaguarda es quizás el tribunal constitucional. En conclusión, no me parece el escenario más deseable, pero me parece que muestra la importancia de preservar una justicia constitucional independiente y con sensibilidad a los derechos de las minorías. GP: Un Estado de derecho está concebido para garantizar derechos y no para otorgar privilegios. Ahora, como el Congreso se ha mostrado conservador en algunos temas y ha negado algunas iniciativas, es apenas natural que sea la Corte Constitucional la que entra a mediar. Esa es la esencia de la separación de poderes dentro de la democracia. Es preferible que la Corte decida sobre los derechos fundamentales y obligue al Congreso a legislar sobre ciertos temas, y no que la única posibilidad que tengan los colombianos sea acudir al legislativo. En ese caso, sólo nos restaría desear y buscar elegir un congreso más progresista y moderno, además de éticamente irreprochable. El Congreso tiene que entender, y para eso es necesario el debate, que la nuestra no es una sociedad en la que unos son libres y otros no, o en la que unos pueden ejercer sus derechos y otros no. Limitar a una parte de nuestra sociedad derechos como la salud y las pensiones simplemente nos hace enemigos de la libertad.

3. A CORTE

PESAR DE QUE LA SENTENCIA DE LA TIENEN EFECTOS JURÍDICOS PLENOS Y VINCULANTES, EN UN PAÍS CON UNA TRADICIÓN LEGALISTA COMO EL NUESTRO SE PRESENTADO PROBLEMAS DE APLICAHAN CIÓN, DIFUSIÓN Y COMPRENSIÓN DE ESTA SENTENCIA. ¿CREEN USTEDES QUE LA EXPEDICIÓN DE UNA LEY TENDRÍA MAYORES IMPACTOS SIMBÓLICOS Y

PRÁCTICOS PARA GARANTIZAR ESTOS DERECHOS QUE LOS QUE TENDRÍA LA SENTENCIA?¿CÓMO SUPERAR DE FORMA DEMOCRÁTICA LOS BLOQUEOS POLÍTICOS A ESTE TEMA EN EL CONGRESO, ASÍ COMO EL DESCONOCIMIENTO Y LA NO APLICACIÓN DE LA SENTENCIA DE LA CORTE?

RU: La respuesta a la primera pregunta es sí, ese es el escenario más deseable. Si el procedimiento legislativo no resulta efectivo a la hora de defender derechos de las minorías y los tribunales constitucionales (en este caso la Corte Constitucional colombiana,) deben establecerse unos marcos normativos para la protección de esos derechos. Lo ideal es que eso, a su vez, tenga un efecto capaz de movilizar lo que algunos han llamado un diálogo constitucional entre los jueces y la legislatura. Una concreción de esas definiciones constitucionales hechas por el juez constitucional en regulación del legislativo tiene varias potencialidades: la primera es que legitima la protección de los derechos porque está en el doble escenario de la democracia que es la justicia constitucional y el procedimiento legislativo. La segunda que permite que el legislador, que cuenta con mayor legitimidad democrática, pueda adoptar regulaciones y desarrollos más específicos pues resulta muy problemático que los asuma un juez constitucional. Finalmente, que hace inobjetable la protección de esos derechos en la medida en que nadie podría negarse a cumplir una ley que a su vez surja y sea desarrollo de una decisión constitucional. ¿Cómo evitar esos bloqueos? Digamos que ahí no hay respuesta fácil o evidente, porque cuando los jueces constitucionales toman esas decisiones es porque precisamente hay—en muchos casos no en todos—una cierta resistencia de los órganos, de los partidos representativos en el Congreso, a desarrollar esos temas y la relación puede no siempre ser armónica. Esto no sólo ha sucedido aquí en Colombia; hubo casos semejantes en los años 50 y 60 frente a todo el debate para implementar las decisiones de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, las cuales establecieron la inconstitucionalidad de la segregación. En los distintos estados del sur de ese país hubo mucha resistencia para poner en marcha esa decisión del tribunal supremo y eso generó dificultades que trataron de ser removidas por distintas vías. Por un lado, litigios constitucionales ya no frente al tema general sino a casos concretos; por otro, frente a movilizaciones políticas en favor de la decisión de la Corte Suprema; y finalmente un apoyo del Congreso Federal que finalmente en los años 60 tomó cartas en el asunto y decidió cumplir y vigorizar la decisión de la Corte Suprema. Digamos que lo que se interpreta de

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esos esfuerzos es que en ciertos casos la cosa puede tomar su tiempo porque implica vencer resistencias políticas que no son fáciles. GP: Yo no veo que la sentencia de la Corte se esté incumpliendo. Por el contrario, creo que ha ayudado a que muchas parejas del mismo sexo declaren su unión y a que otros asuman su homosexualidad sin temor. La sentencia de la Corte es un primer paso para reconocer a este sector de la sociedad que ha sido discriminado tradicionalmente, y, sumado a los esfuerzos de la Alcaldía de Bogotá y de otros sectores, acelerará el pleno reconocimiento de los derechos de las parejas del mismo sexo. Es necesario entender que la sociedad y las instituciones están viviendo un proceso, frente a la jurisprudencia de

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las Cortes. Hace 15 años era impensable que la Corte Suprema de Justicia obligara al Congreso a legislar sobre cierto tema, o que todas las entidades acataran e implementaran lo expresado por un fallo de la Corte. Lo que sí es claro es que la difusión de las normas y derechos resulta necesaria para que la aplicación tenga los efectos esperados. De lo contrario, la ignorancia de las normas será el principal obstáculo para su aplicación. Aun así, no creo que exista en el Congreso el bloqueo del que se habla . Aunque existen sectores muy conservadores en la sociedad que tienen influencia en el Congreso de la República pues ese es el juego político, también es una realidad que Colombia ha venido avanzando para garantizar derechos fundamentales sin distinción; precisamente por eso es que necesitamos el debate.


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Archivo General de la Naciรณn โ ข Secciรณn: Colonia Fondo: Criminales, Tomo / Rollo 65, Folios 848r.v. y 883r. a 887r*

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Archivo General de la Nación Sección: Colonia Fondo: Criminales, Tomo / Rollo 65, Folios 848r.v. y 883r. a 887r*

* Los Editores del número agradecen al profesor Pablo Rodríguez por su ayuda en la identificación y selección de este documento y a Julia Morales por su diligencia en conseguirlo. El trabajo de paleografía fue realizado por María Mercedes Ladrón de Guevara.

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Archivo General de la Nación , Sección: Colonia, Fondo: Criminales, Tomo Rollo 65, Folios 848r.v. y 883r. a 887r

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FOLIO 848R. Nº 2 [Yllmo – Ilustrisimo] Señor Señor de toda mi veneracion: Pongo en la [Supor-Superior] compre-/ hencion de V.[uestra] S.[eñoria] Y.[lustrisima] que Doña Juana Maria Pinzon mujer de / Don Alexo Franqui ha denunciado a su marido como / delicuente en pecado nefando con Miguel Vargas / que lo acompaña hace muchos años, y duerme / con el expresado Franqui a pesar de ser el primero / caballero y actual Alcalde de esta parroquia y el segundo / mulato. Los fundamentos en que apoya su queja / resultan de la carta que original elevo a las manos / de uestra señoria Ilustrisima. Ygualmente Ana Maria Joaquina Rivera / tambien abandonada de su marido Don Carlos Pinzon / a manifestado que este hace dos años duerme / con Salvador Camelo su complice en el pecado / de sodomia, y que el mismo delito ha cometido / su marido con un muchacho llamado Casiano / Dineros, y con Pedro Briceño, de esta feligresia. Todo lo pongo en la sabia consideracion / de V[uestra] S[eñoria] Y[lustrisima] en cumplimiento de mi obligacion para la //

FOLIO 848V. providencia que la justificacion de Vuestra Señoria Ylustrisima estime / conveniente. Dios [gue – guarde] la preciosa vida de Vuestra Señoria Ylustrisima / los muchos años que necesita esta Metropoli para su / felicidad. [Pte.- Puente] [Rl.- Real] y Diciembre 15 de 1800. [Yllmo – Ylustrisimo] Señor B[eso] L[a] M[ano] de V[uestra] S[eñoria] Y[lustrisima] Su mas rendido [Subdto –Subdito] y reconocido [Cappn - Capitan] Ylustrisimo Señor Don Fray Fernando Fray Pedro Pardo Del Portillo y Torres

FOLIO 883R. [Sor – Señor] Juez de [Comicon – Comision] Doña Juana Maria Pinzon y Bernal, vecina / de esta Jurisdiccion, mujer legitima de Don Alejo Franqui. Ante V[uestra] M[erced] como mejor proceda en [dro – derecho] paresco y / digo: que por V[uestra M[erced] se me intimo una Orden [Supor – Superior] dirigida a fin / de

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que jurase lo que habia depuesto contra mi esposo Don Alexo Franqui / al cura de Puente Real Fray Pedro Pardo: que hechoseme saber / por vivo el relato, o informe que hizo dicho [Pe - Padre] me admire, de que / se dixese, que yo hubiera hecho tales producciones: y solo la ligereza / de la pluma, poca prudencia del incinado cura, pudiera haber / informado los disparates, que yo tal vez, como mujer, y que me hallaba / en cinta vociferaria contra mi inocente y amado esposo: y caso / que asi sucediera fuere en delirios, o locuras. Pues es constante: / que con los partos, y pasmos que he tenido, en ocasiones padesco delirios. Y solo hago memoria: que tome pasion, o sentimiento / contra mi dicho esposo, por que no asistia en casa, sin hacer refleccion, / que se hallaba de Juez, y le era indispensable la asistencia / en la Parroquia. Y si algo vocifere contra mi amado esposo / seria en los terminos [dhos - dichos]. Y por tanto me desdigo una, dos y tres / veces, y ahora en mi entero juicio le devuelvo la honrra; / confesando, y a gritos publicando: que me ama, y en todo cumple / como buen Christiano con sus obligaciones: y que solo su buena / cristiandad, y acrisolada paciencia, puede tolerar mis continuas / y pesadas imprudencias: cuando me hallo en cinta: y lo que me es mas sencible son las pesadumbres, que ocasiono a mi / amante esposo. Por tanto se ha de servir V[uestra] M[erced], dar al desprecio, / tal informe, en fuerza de mi relato, por ser [justª - justicia]: la que mediante = / a V[uestra] M[erced] suplico provea según solicito, y en lo necesario etc. Juana Maria Pinzon y B[ernal]

FOLIO 884R. (AL MARGEN) Santa Fe, y Junio 20 / de 1801. / Vista reservada con / todos los antecedentes / al Abogado Agente / Fiscal del Crimen. / (Rubrica) / Doctor Aguilar, El Abogado Agente / como Fiscal del / Crimen que: Ha / visto las [diligs- diligencias] que ha practicado el Comisionado / en orden a inquirir /

FOLIO 884R. (AL TEXTO) M[uy] P[oderoso] S[eñor] En la valija del correo ordinario del 26 de Febrero ultimo; / a la sazon que mi salud se hallaba en bastante / decadencia, recibi con mi mayor respeto y veneracion / la Superior Providencia de V.[uestra] A[lteza], librada en 14 del mismo / mes, para que abriese sumaria informacion secreta, / en los terminos que con el auxilio de la cosa presente / tuvieses por mas conforme sobre los puntos contenidos / en las dos cartas y vista fiscal que en la presente / legali-


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zada se me acompañaron, y que evacuada en / todas sus partes diese cuenta con las diligencias, / informando al mismo tiempo lo que me parezca / y exponiendo el juicio que llegase a formar de la verdad / con consideracion a la calidad de los testigos y demas / ocurrencia en su examen y presentacion y desde / luego hubiera ordenado esta superior confianza a no / habermelo impedido mi indisposicion de salud, que / continuo hasta pocos dias antes al de mi traslacion / a la Parroquia de Puente Real y el invierno que ha / sido sobre manera riguroso en todo el tiempo pasado, pero luego que este dio muestra de abonanzar / y algunas treguas de mejoria mi males, resolvi / con el objeto de poner en ejecucion el Superior Mandato / de vuestra Alteza trasladarme a aquella, y en efecto lo verifique / el dia trece de Mayo proximo pasado. En los cuatro primeros dias de mi mansion //

vivia / con este y siguiendo en esta parte por / separado la correspondiente informacion con / los testigos que me citase en mi declaracion, / hizelo asi como lo acredita el legajo / numero 5º admitiendo solo el examen de dos / de ellos: el del uno por que se hallaba grave-/mente enfermo a distancia considerable, / y el otro, por ausente, y sin noticia alguna de su residencia. Como al mismo tiempo me hubiese / informado que la suya la tenia Don / Alejo Franqui en su propia estancia, / llamada San Vicente, y considerarse por lo tanto, / que su actual mansion en ella mientras / duraba mi actuacion podria ser / causa de algun transitorio de las diligencias / que habia de practicar en cumplimiento / de mi comision, me sali del arbitrio de / confirmarlo pero de modo que no llegase a / entenderlo, para lo cual, sabiendo que // Folio 885r. (Al margen)

FOLIO 884V. (AL MARGEN) las torpes comu-/nicaciones que se denun-/ciaron contra Don Carlos / Pinzon y Salvador Camelo, / y contra Don Alejo Franqui / y Miguel de Vragas. / Una y otra se han seguido por actuacion separada. / La primera instrui / suficientemente para proceder contra los expre-/sados Pinzon y Camelo / por resultar señales nada / equivocas de su / desordenada inclinacion y / fundandose presuncion / de su verdad, por dormir / juntos: vivir el primero / separado de su mujer, y haber sido motivo / para ello, la amistad / que contrajo con dicho / Camelo. El segundo se ha pretendido / oscurecer por el / arrepentimiento de Doña / Juana Maria Pinzon, mujer / de Don Alejo Franqui / a quien ella misma / denuncio por el trato de sodomia / que tenian uno y otro, / llegando a tal extremo / que pretendio que se / /

FOLIO 884V. (AL TEXTO) en dicha Parroquia de donde son feligreses Don / Alejo Franqui y Don carlos Pinzon, me dedique / con todo esmero en inquirir con la mayor reserva, / lo uno, testigos que pudieran ser sabedores, / o tuviesen alguna noticia de los enormes / delitos denunciados contra estos dos sujetos / y lo otro, si en sus propias causas de / habitacion tenian aquellos la suya digo / sus complices: pero como ni de lo primero / ni de lo segundo nadie me diere razon / que pudiera servir de presupuesto a mi / actuacion, resolvi dar a esta principio, / trayendo por primeros testigos a las dos consortes / de los denunciados, examinando / primero a Anna Maria Joaquina Rivera, / que lo es de Don Carlos Pinzon, prefiriendola / por haberme informado, que no

franqueara ella, para con / su complice; amenazandola / si no consentia en / sus iniquidades, y sin / embargo de que dicha / mujer pretendio el remedio de un delito continuado por once o / trece años; ella misma / a pretendido / darle nueva fuerza por una ocultacion / maliciosa y conservar / la compañía, amistad / y union de aquellos / dos delincuentes que / descaradamente y a su / vista han ofendido su / matrimonio. Esto solo / bastaria para proceder / contra ella, por / encubridora de tan / feos delitos y de haber sufrido tanto / tiempo una /comunicacion tan repugnante / al honorde su estado / y de la naturaleza:/ a no ser que se / descubre muy bien el / temor que le acompaña / de su marido ha / causa del [predominio] / y autoridad con que has-//

FOLIO 885R. (AL TEXTO) el Alcalde Ordinario Don Manuel Garzon de Angulo / se hallaba en su hacienda a un dia de distancia / de la parroquia de Puente Real por medio de un / Personero le pase reservadamente oficio, significandole / por el, que para evacuar la reservada comision / de Vuestra Alteza en que me hallaba entendiendo / convenia le librase a dicho Franqui comparendo, y / que cuando estando este alli le detuviese con algun honesto pretexto por dos o tres dias. En efecto asi lo hizo este Alcalde previniendo / a su compañero Don Juan Crisostomo, que residia / en Puente Real, intimase a Don Alejo Franqui / el comparendo, y que precisamente lo hubiese / de verificar el dia veintidos por la tarde del [pº- proximo] Mayo, conminandolo con la multa de veinte y / cinco pesos, en caso de contravencion, y cuando / en este mismo dia lo consideraba ausente de / su casa, tuve noticia, que no habia obedecido / el com-

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parendo y que temeroso de que / mi comision fuese dirigida contra el; y en / ese mismo dia habia mandado a su consorte / Doña Juana Maria Pinzon, para que por / mas retractacion del denuncio que de su delito / habia dado, facilitase y hallanase, que la causa / pues que de lo contario / abandonaria su casa y familia y haria lugar / a donde nadie su piese de el. Todo lo qual, y / en los mismos terminos lo significo la misma / Doña Juana Maria Pinzon al Padre cura Fray / Pedro Pardo, suplicandole interpusiese toda su / autoridad para conmigo a fin de que se truncase / el asunto de su denuncio, y que a su marido / no se le siguiese daño alguno. Con noticia, que de todo este pasaje me / comunico dicho Padre cura llega el caso de presentarseme la Señora Doña Juana Maria satisfecha de / que yo habia de dar algun corte a la causa de su denuncio, pero viendo que yo en nombre / /

FOLIO 885V. (AL MARGEN) ta a sus mismos / extraños (como dice el / Comisionado), los tiene / tan a su amaño que / prefieren incurrir en el / horroso crimen de [per-/juro], antes que ocasionar / a su patron el daño y /nota de delincuente. / No obstante aunque ella no ha querido / jurar jamas se ha / apartado de lo que refirio / al Padre Fray Agustin / Archila; pues [spre.- siempre] sostuvo que era cierto lo que habia / denuciado, o ya porque / descubrio que si decia la / verdad, perjudicaba a / su marido; o por que protexto que se dexaria / hacer pedazos antes que / declarar que ya estaba en paz con su marido. / Estas y las demas reflexiones / que vierte en su / informe el Comisionado. Folio 885v. (Al texto) V[uestra] A[lteza], le amonestaba, reconvenia y estrechaba / a que bajo la religion y gravedad del / juramento, declarase con arreglo al denuncio que / habia hecho de los enormes delitos de / sodomia y lenocinio en que complicaba su / consorte Don Alexo Franqui, siempre se mantubo / constante de no hacer el juramento expresando / con vivas voces el sentimiento que / si juraba habia de decir como christiana / la verdad y que si la decia perjudicaba con / ella a su marido Don Alexo Franqui, volvile / a reconvenir segunda y tercera vez para / que prestase el juramento, siempre se mantuvo / en su negativa aunque confesando / por cierta su delacion, exponiendo que en / ella, ni hecha pedazos, ni aunque le cortaran / un brazo, jamas se ratificaria con el / juramento a que le compelia, y mucho menos en las actuales circunstancias en que / en paz y tranquilamente vivia con el / expresado, su consorte

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por quien ya se / habia quitado la causa que habia / dado motivo a la delacion. Acreditado todo este paraje con la decla-/racion del amanuence Don Jorge Ramirez, / y certificacion del Escribano, de actuacion / por cuyas [contextas] exposiciones, sin / embargo de estar realizado el denuncio dado [pª-para] / la nombrada Doña Juana Maria Pinzon / y no hallando otro arbitrio, para adelantar la justificacion, que el de tomar / declaraciones a sus domesticos y arrendatarios circunvecinos, procedi a practicar esta / diligencia, pero sin provecho alguno de la verdad, que intentaba sacar en limpio, por / que los cinco testigos que examine a dos, como / instruidos y aconsejados (juzgolo asi) por la denunciante.

FOLIO 886R. (AL MARGEN) nado en su informe / no dejan duda de / la verdad de / ambos denuncios y que / es preciso evitar / la ocasión de su / re[incidencia] que les propor-/cionara su libertad / si se mantuvieran en ello. Por tanto se ha de servir / V[uestra] A[lteza] mandar / que separando el / sumario primero / del segundo; se si[ga] / causa a los vecinos / y a los otros; / se proceda a sus / prisiones, remiti-/endolos a esta / Capital, por caerle / justamente [ilegible] las / circunstancias ocurridas /que nunca podra / perfeccionarse este / negocio allandose ellos a la vista / de sus dependientes / y amigos: Y que

FOLIO 886R. (AL TEXTO) Y denunciado se han perjurado: por que es tanta / la autoridad y predominio de que usan los sujetos / principales y dueños de tierras de la Jurisdiccion de / Velez, sobre sus criados, sirvientes y arrendatarios / que aun quando estos les vieran cometer los mas / execrables crimenes [previsados] a declararlos bajo / la religion santa del juramento; querian / mas bien, como por regular se observa, gravar sus almas con notorio agravio de la justicia con un / perjurio que declarar la verdad siempre que esta / ceda en perjuicio de aquellos; y no por otro temor / y [miramto.- miramiento] que de precaverse de las vejaciones, / y molestias que se les habian de seguir, y sobre / todas, la de verse desposeidos de la tierra. Preocupada de este temor y respeto iba ya / a perjurarse Simona [Bombiela], ultimo testigo / de la informacion que actue contra Don Carlos Pinzon, / negando las citas, que la mujer de este le hace / en su declaracion, a la manera que lo havia / ya executado su marido Bernardo Castillo, pues / en el mismo acto del examen, suspendiendo por algun / rato dar la respuesta a lo que se le pregunaba llorosa y conturbada


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hizo esta exclamacion. Oh señor / gran trabajo es ser pobre y desbalido. Yo / temiendo el que me echen de la tierra iba a / negar en todo eso que se me pregunta, pero / es como se contiene en la cita que se me / hace por Anna Maria Joaquina Rivera. Por ese mismo temor y respeto llegue / tambien a comprehender que no todos los testigos de / esta informacion han declarado la verdad clara / y desnuda. Solo los dos jovenes Balentin y / Miguel Casiano Lineros se manifestaron en sus / dichos con mucho candor y sencilla realidad / pues asi lo conoce en el modo de incinuarse. Lo mismo note en la Anna Maria Rivera. / Tambien estoy en la crehencia de que al testigo / Pedro Briceño, que no pudo ser havido para / tomarsele su declaracion lo ocultaron, pues siendo vecino de la Parroquia de Puente Real / no hubo persona que diese razon de su para-/ dero.

FOLIO 886V. (AL MARGEN) por lo mismo se radique / su conocimiento en este /[TriblTribunal]. Y por que V[uestra] A[lteza] en el Auto / de 8 de[FebºFebrero] tiene V[uestra] A[lteza] / mandado que se librara / orden para que se remitiera / razon de las causas de / bestialidad seguidas en / años anteriores; se ha / de servir V[uestra] A[lteza] mandar / quesi se ha remitido se le / pase al que hace de Fiscal; y de lo contrario se les / repita a los [Alcs- Alcaldes] [Ordins- Ordinarios] / de Velez a quienes se / dirigio la primera para / que se cumpla como esta / mandado en [Justª- Justicia]. Santa / Fe, Julio 3 de 1801= Vergara Autos en calidad de / reservados Rubricado [Provª- Providencia] por los SS[eñores] Virrey, Presidente / [Regte.- Regente] y Oydores de la [Audª- Audiencia] y Chancilleria / [Rl.- Real] del [Rno.- Reyno] en Santa Fe a tres / de Julio de mil ochocientos y un años. Doctor Aguilar.

FOLIO 886V. (AL TEXTO) Por todas estas ocurrencias y en vista / de lo que cada uno de los testigos examinados / ha declarado en particular, por una / exacta convinacion de sus dichos he llegado / a formar concepto de que Don Carlos Pinzon / y Salvador Camelo se hallan complices / en el delito de Sodomia. Lo primero por / que viviendo aquel con su legitima [mugr- mujer] / y en su propia casa, por una de las / principales obligaciones del matrimonio debia / preferir el lecho de esta, al de Salvador / Ca-

melo con quien de continuo dormia, y / desprecio de dicha su mujer. Lo segundo por que / si esto lo hacia desnudo de toda pasion y / malicia a que a que [fin] celarse mutuamente [qdo.- quando] por / algun tiempo se veian en la precisión de / estar separados y lo tercero, si con este trato y amistad no intervenia motivo / de torpeza; por que causa tanta ostinacion [sic] / en el Camelo en no separarse del / Don Carlos, tanto, que llego a decirle en ocasión / en que el Don Carlos lo habia echado / de su casa no se separaria de el: a que se agrega / que por quatro o cinco ocaciones que / Balentin [sic] Lineros durmio con don Carlos / quiso este cometer con aquel el torpe / delito de Sodomia, según lo declara el mismo / Lineros. La actuacion por lo respectivo a / don Alexo Franqui, no da tantos motivos / de complicidad en los delitos de Lenocinio / y Sodomia con [Migl. - Miguel] de Vargas, y sin / embargo tambien lo juzgo en algun modo / comprehendido en estos feos excesos pues / si libre de ellos estubiera, no hubiera / obligado a la mujer a pretexto de que se derro-/taria abandonandola y a sus hijos para / que pasase a la Parroquia y se retractase //

FOLIO 887R. (AL MARGEN) [Vs- vistos] oy [sic] 4 de Julio / de 1801 por los [Ss- Señores] / Alva y [Eztpª- ¿?] Folio 887r. (Al texto) del denuncio que habia hecho y que a fin / el temor de cumplir con el comparendo que / le habia librado el [Alce – Alcalde] Don Manuel Gavino / de Angulo, receloso de que fuese para apre-/sarlo, remacharle […..] los y remitirlo a esa / Capital. Esto la misma Doña Juana Maria / Pinzon lo refirio al [Pe- Padre] Cura Fray Pedro Pardo. / Por todo lo qual pareciendome haber / cumplido en todo lo posible con el tenor del / Superior mandato de V[uestra] A[lteza] y no habiendo / consistido la demora que se ha notado en / culpable omision mia, suplico con el mas / sumiso acatamiento se me dispense el que las adjuntas [diligs –diligencias] no las haya remitido al / [Supor- Superior] Tribunal em el [tmpo.- tiempo] que debi / hacerlo. Nuestro Señor Guarde la importante / vida muchos felices años. Villa de Leyva Junio 13 de 1801. Muy Poderoso Señor Pedro Porras (rúbrica) - FIN DEL DOCUMENTO -

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El reto de pensar la distribución: A propósito del libro de Janet Halley, Split Decisions: How and Why to take a Break from Feminism* Halley, J. (2005). Split Decisions. How and Why to Take a Break from Feminism. New Jersey: Princeton University Press**.

Isabel Cristina Jaramillo*** FECHA DE RECEPCIÓN: 25 DE JUNIO DE 2007 FECHA DE ACEPTACIÓN: 22 DE JULIO DE 2007 FECHA DE MODIFICACIÓN: 30 DE OCTUBRE DE 2007

* Agradezco la invitación de María Mercedes Gómez a participar en este número de la Revista de Estudios Sociales y los siempre oportunos y acertados comentarios de Helena Alviar. ** De aquí en adelante las referencias a este libro se harán indicando el número de la página entre paréntesis. Las traducciones que se incluyen son de mi autoría. Los argumentos en este libro habían sido ya parcialmente desarrollados por la autora en un artículo en el que firma como Ian Halley (2004) titulado “Queer Theory by Men”, Duke Journal of Gender Law and Policy,11, Pp.7 -54 *** Abogada, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; Doctor en Derecho (SJD), Harvard Law School, EEUU; actual profesora asistente de la Facultad de Derecho, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: ijaramil@uniandes.edu.co

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El reto de pensar la distribución: A propósito del libro de Janet Halley, Split Decisions: How and Why to take a Break from Feminism ISABEL C. JARAMILLO

lecturas

U

n libro que desde su subtítulo pregunta cómo y por qué “tomarse un descanso del feminismo”, parecería darle la razón a una academia latinoamericana que todavía sostiene que el feminismo no tiene mucho que decir sobre la violencia y la pobreza que caracterizan su situación actual. Adicionalmente, el planteamiento parece especialmente oportuno en un momento en el que el feminismo liberal -posando como “perspectiva de género”- adquiere un papel cada vez más protagónico en la formulación de políticas públicas a nivel nacional, regional e internacional; así como en el periodo en el que los estudios y las políticas LGBT se han convertido en el espacio para las reflexiones sobre la sexualidad, después de que las feministas de la región abandonaran el tema y de que la idea de que el feminismo no tiene nada que decir sobre la sexualidad haya cobrado tanta importancia.

matiza las articulaciones LGBT como movimientos de identidad4 y su reclamo de autoridad sobre el tema de la sexualidad5. La autora cumple ambos objetivos a través de cuidadosas reconstrucciones de los textos clásicos en cada uno de los campos, y de revisiones de los conflictos y conversaciones que han venido desarrollándose entre ellos durante los últimos 10 años.

Por un lado Halley propone un feminismo diverso y vibrante en el que dominan el feminismo radical,1 el cultural2 y el postmoderno (para llamar de algún modo el feminismo de Butler3–sí, aquí Butler es ferozmente feminista). Por el otro, proble-

Tan magistral recopilación justifica una lectura cuidadosa de todo el libro por parte de iniciados y no iniciados. Sin embargo, es hasta las últimas páginas cuando Halley presenta sus argumentos sobre lo que implica “tomarse un descanso del feminismo”; por ser profundamente persuasiva y por contener contradicciones y vacíos del argumento, esta es la parte más fascinante. Con esto en mente quiero proponer una interpretación del argumento básico de esta autora para luego apuntar a algunas de las dificultades que encierra, particularmente la contradicción entre el énfasis en la distribución y la imposibilidad de la distribución a la luz de las críticas de la autora al análisis que parte de sujetos posicionados. Cierro anotando por qué el feminismo radical y el postmoderno nos dicen todavía más que Halley en el tema de la distribución, y por qué “tomarse un descanso del feminismo” tal vez no sea la mejor manera de entender los retos existentes al pensar la sexualidad en relación con la distribución.

1 En la versión de Catherine Mackinnon. Véase, “Feminismo, Marxismo, Método y Estado: Una Agenda para la Teoría” y “Feminismo, Marxismo, Método y Estado: Hacia Una Teoría del Derecho Feminista” en Crítica Jurídica (Mauricio García Villegas, Isabel Cristina Jaramillo Sierra y Esteban Restrepo Saldarriaga, eds.), Bogotá, Universidad de los Andes y Universidad Nacional de Colombia, 2006, pp. 163-221. Véase también, Catherine Mackinnon, Toward a Feminist Theory of the State, Cambridge, Harvard University Press, 1989 y Feminism Unmodified, Cambridge, Harvard University Press, 1987. 2 En la versión de Robin West. Veáse, en particular, Robin West, Caring for Justice, New York, New York University Press, 1997. 3 Véase, en particular, Judith Butler, Gender Trouble, New York, Routledge, 1990.

4 La autora ya había enfrentado el tema de los problemas en la representación de gays y lesbianas a la luz de los parámetros de la opresión racial en su artículo “Gay Rights and Identity Imitation: Issues in the Ethics of Representation” en The Politics of Law (David Kairys, ed.), Basic Books (3rd. Edition, 1998), Pp. 115-145. Aquí discute las complejidades involucradas no sólo en el proyecto de identidad en torno a la sexualidad, sino también aquellas que organizan dicha identidad de acuerdo con la comprensión feminista de la sexualidad. 5 Aunque Halley cree que la acusación feminista de misoginia dirigida a los autores que no adoptan la posición feminista al hablar de la sexualidad es poco productiva, su cuidado en presentar los argumentos feministas sobre la sexualidad reubica al feminismo como un interlocutor importante en el debate.

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“TOMARSE UN DESCANSO DEL FEMINISMO” El argumento de Halley se desarrolla en varias partes. En primer lugar establece sus límites: teniendo en cuenta el reclamo feminista sobre la diferencia entre la sexualidad y la reproducción, la autora anuncia que sólo hará referencia a los argumentos feministas sobre la sexualidad y dejará para otra ocasión pronunciarse sobre lo que el feminismo tiene para decir en cuanto a la reproducción: “no considero que los argumentos que presento aquí necesariamente funcionen para el lado [del debate] relacionado con la reproducción. Este libro –es sobre sexo” (p. 23). Adicionalmente, Halley deja en claro que “tomarse un descanso” no es lo mismo que “matar, superar, abandonar, aprisionar, inmolar o enterrar” el feminismo; por el contrario significa “pasar algún tiempo por fuera de él explorando teorías de la sexualidad, viviendo realidades e imaginando objetivos políticos que no puedan enmarcarse en sus términos” (p. 10). En segundo lugar, Halley caracteriza al feminismo por su adherencia a tres proposiciones: 1) m (hombre, macho, masculino, etc.) es distinto a f (mujer, hembra, femenino, etc.); 2) m > f; y 3) hay que estar a favor de f. En su opinión, adherirse a estas proposiciones, invita a dar un lugar privilegiado a lo que llama el “trío de la injuria”. Según dicho trío: 1) las mujeres sufren daños; 2) las mujeres son inocentes; y 3) los hombres son inmunes (no sufren ningún daño). En materia de sexualidad esto quiere decir que en el sexo las mujeres sufren daños y son inocentes mientras que los hombres salen ilesos. En tercer lugar, Halley hace un análisis de los costos y beneficios que podría tener “tomarse un descanso del feminismo”. Por un lado, los costos resultan ser objeciones que la autora rechaza por exageradas, mal fundamentadas o peligrosas. Por el otro, los beneficios son mucho más interesantes. En general podría decirse que son de dos tipos: los primeros son aquellos que


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se refieren a la disciplina, academia o “teoría”. Para Halley, la insistencia del feminismo en ser la única teoría reconocida sobre sexualidad—según lo cual ignorarlo equivale a “equivocarse”, “reproducir la misoginia” o “apoyar el heterosexismo”— impide reconocer que las huidas hacia otros campos del conocimiento puedan ser algo bueno, reforzando así la mala fe y aumentando el moralismo. En efecto, en la representación que la autora hace del feminismo las tendencias que encuentra como dominantes son tildadas de “estructuralismo paranoico” y “exigencia moral a la convergencia”. La primera, en cuanto obliga a encontrar siempre la misma respuesta, sería en parte responsable de que el trabajo teórico propio del feminismo haya dejado de tener el atractivo que tenía, además de cerrar las posibilidades de duda y por lo consiguiente incentivar la mala fe6. Estos dos patrones se verían reforzados por la exigencia moral a la convergencia, la demanda de que cualquier desviación del mínimo feminista es “mala” en un sentido moral y no meramente teórico. Asimismo, el estructuralismo paranoico y la exigencia moral a la convergencia enfatizan el reclamo feminista de su propia inocencia y debilidad. Para Halley, ello impide a las feministas “ver” y hacerse cargo de los daños que el feminismo puede causar a las mujeres y a los hombres, además de reproducir un perfeccionismo moral que no siempre es productivo a nivel político porque, entre otras, genera desconfianzas de posibles aliados y los aleja sin necesidad. 6 Sobre el estructuralismo paranoico como argumento crítico, véase Duncan Kennedy, “A Semiotics of Critique” en (2002) Cardozo Law Review, 22(3), 1147-1189. Kennedy había ya propuesto una interpretación sobre los límites que el estructuralismo paranoico producía en el argumento de Mackinnon en Duncan Kennedy, “Sexual Abuse, Sexy Dressing and the Erotization of Domination” en (1992) New England Law Review, 26, 1309-1393. Halley reconoce este texto como uno de los pocos que intenta pensar el problema de la sexualidad por fuera de los límites del feminismo.

El segundo tipo de beneficios que Halley añeja a “tomarse un descanso del feminismo” se refiere a los que tendrían las mujeres “reales” o aquellas que “deambulan en la actualidad”. Halley propone dos beneficios como propios a este tipo. Por una parte, anota, “tomarse un descanso del feminismo” puede hacer evidentes problemas de distribución que existen entre las mujeres como género y entre las mujeres del primer mundo y los hombres del tercer mundo. Por otra parte, y lo que es más importante, “tomarse un descanso del feminismo” puede contribuir a reducir la victimización de las mujeres. Para Halley, si nos tomamos en serio el poder de las representaciones, el énfasis feminista puesto sobre el sufrimiento de las mujeres puede considerarse responsable de este mismo sufrimiento, bien sea porque podría estarle robando a las mujeres herramientas para imaginarse de otra manera los eventos de agresión sexual, o porque podría estar generando nuevos incentivos para la agresión sexual causada por los hombres al enfatizar la gravedad de los daños soportados por las mujeres. Ya para terminar la autora propone tres ejercicios que en su opinión ilustran cómo podría alguien “tomarse un descanso del feminismo”. El primero se refiere al reclamo feminista sobre la protección de la maternidad, específicamente propuesto por Christine Littleton (1987).El segundo se refiere a la defensa feminista enunciada por Catherine MacKinnon sobre la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos en el caso Oncale v. Offshore Coastal Services Co. El tercero se refiere al uso de argumentos del feminismo cultural por los jueces de la Corte Suprema de Texas en el caso Twynman v. Twynman. El primer ejercicio difiere sustancialmente de los siguientes. Por una parte, el análisis no se refiere a un caso sino a un tema o problema. Por otra, Halley es más enfática en el tema distributivo. Lo que específicamente le preocupa es que cuando las feministas reclaman que

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la maternidad no debería costarle a las mujeres, no están teniendo en cuenta que los cambios en los regímenes laborales a favor de las mujeres blancas en los Estados Unidos podrían perjudicar a las mujeres que no tienen hijos, así como a los hombres en países del tercer mundo. Halley no predice cómo se darían estos costos, pero sí plantea que, por una parte, el feminismo no puede verlos porque es incapaz de aceptar que los hombres sufran daños cuando se trata de beneficiar a las mujeres, y, por otra, que las propuestas feministas sobre el tema de la maternidad se caracterizan por su realismo mágico: la fe en que los empleadores sí van a asumir todos los costos, que no va a haber desempleo, o que la economía no se verá afectada7. En los otros dos ejercicios sobre Oncale y Twynman Halley intenta algo distinto. 7 Aunque Halley dedica muy pocas páginas a este ejemplo y sus sugerencias son interesantes, su crítica es injusta con el feminismo en al menos tres sentidos. Primero, la propuesta que estudia es de hace más de 20 años, cuando el asunto de la “globalización” no era discutido ni siquiera por los académicos de los derechos de los trabajadores. Segundo, porque dentro de quienes adhieren a las tres proposiciones que según la autora caracterizan al feminismo ha habido intensas discusiones en torno a si las licencias de maternidad favorecen o no a las mujeres, incluyendo discusiones sobre los efectos de tal tipo de medidas sobre mujeres de color y desempleadas. Véase, entre muchos otros, Gillian Calder, “Recent Changes to the Maternity and Parental Leave Benefits Regime as a Case Study: The Impact of Globalization on the Delivery of Social Programs in Canada” en (2003) Canadian Journal of Women and the Law, 15, 342 -366 ; Dorothea Alewell y Kertin Pull, “An International Comparison and Assessment of Maternity Leave Legislation” en (2000) Comparative Labor Law and Policy Journal, 22, 297-326; Barbara B. Bergmann, “Subsidizing Child Care by Mothers at Home” (Working Paper Series, September, 1999, Foundation for Child Development); y Arnlaug Leira, “Caring as Social Right: Cash for Child Care and Daddy Leave” en (1998) Social Politics, 5, 362 - 391. Tercero, porque Halley no explica en qué sentido el problema de las licencias de maternidad se relaciona con la sexualidad, que es el tema al que supuestamente se restringe su crítica.


El reto de pensar la distribución: A propósito del libro de Janet Halley, Split Decisions: How and Why to take a Break from Feminism ISABEL C. JARAMILLO

lecturas

Aquí lo que le interesa es introducir al debate interpretaciones alternativas de los hechos e intereses en juego; es decir, alternativas al feminismo. En el caso Twyman v. Twyman la Corte Suprema de Texas decidió que un cónyuge puede reclamar a otro una indemnización por causarle intencionalmente daños emocionales al pedirle, bajo amenaza de divorcio, representar fantasías sadomasoquistas que le recuerden un evento de violación ocurrido mucho antes del matrimonio. Halley argumenta que pensar en la violación como un daño irreparable es una idea feminista, hecho que fue crucial en el fallo de los jueces; incluso cuando los dos jueces inferiores, interpretando los precedentes establecidos por la Corte Suprema de Texas, hubiesen decidido lo contrario. Por su parte, Halley propone tres lecturas del caso. En la primera, la esposa que exige la indemnización actúa como el esclavo nietzscheano que se refugia en la moralidad para vengarse de aquellos que por extensión resultan involucrados en el daño que la ubicó en una posición de subordinación: Experimentándose como profundamente dominada, ella decidió oponerse con el poder de los débiles: él no era malo en el sentido de que actúo en contra de su voluntad, sino malo en el sentido de demoníaco. Y su proyecto moral de castigarlo, en su feroz deseo de venganza, no tuvo en cuenta que William [su esposo] –pues– era un individuo diferente [al que la había violado] (p. 358).

En la segunda interpretación, inspirada en Foucault, lo que resulta estar en juego es la monogamia marital. En este caso tanto el uno como el otro tienen guiones culturalmente disponibles que los convierten en víctimas y victimarios, por lo que en últimas el resultado está menos relacionado con la inocencia y la culpa que con preservar una institución de amplios poderes regulatorios como el matrimonio. En la tercera interpretación, el juicio aparece como

un escenario de conexión íntima que permitiría a las partes continuar su relación y su resolución como la posibilidad de que cada una quede sola y sin rumbo. En Oncale v. Sundowner Offshore Services Co., la Corte Suprema de los Estados Unidos decidió que un hombre cuyos compañeros de trabajo perseguían como objeto sexual (arrinconándolo y rozando sus penes contra él, entre otras agresiones) podía considerarse víctima de discriminación sexual por ser el blanco de conductas constitutivas de acoso sexual. La interpretación feminista, dada por MacKinnon en una intervención enviada a la Corte, es que las conductas desplegadas por los compañeros de trabajo del demandante fueron conductas de dominación sexual discriminatoria puesto que dicha dominación “feminizó” al demandante. Halley contesta a esta interpretación desde el punto de vista del movimiento de identidad de gays y lesbianas y también desde el punto de vista de la teoría queer. Según la primera de sus versiones, lo que realmente ocurrió fue que el demandante sintió pánico homofóbico directamente relacionado con su propia incapacidad para asumir su homosexualidad. Este pánico habría sido el que guió y mantuvo el interés por el litigio, y el que se habría visto reforzado con la decisión de la Corte Suprema, favoreciendo el heterosexismo. En la segunda versión lo que está en juego es la problemática misma del deseo: el hecho de que el deseo siempre sea peligroso es ambivalente, porque queremos y no queremos algo al mismo tiempo. En esta versión el demandante estaría negando deshonestamente esta peligrosidad del deseo, y la Corte, al fallar como lo hizo, estaría reforzando una imagen de un deseo domesticado sin ningún riesgo.

REALMENTE ¿“TOMARSE UN DESCANSO DEL FEMINISMO”? Es difícil estar en desacuerdo con Halley cuando nos invita a escapar del simplismo

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del estructuralismo paranoico y a interrogar la exigencia moral a la convergencia. Ambos mecanismos de lealtad política cierran las posibilidades críticas de maneras poco productivas. En su presentación de los debates primero entre feministas y segundo entre feministas y pródigos (teorías queer y feminismos divergentistas), Halley provee suficientes elementos para persuadirnos de que estas hayan incurrido en estos vicios de la política. Cualquiera que se haya sentado suficiente tiempo con grupos de feministas encontraría que las políticas de la teoría se han traducido ampliamente en las prácticas de las activistas. También es difícil estar en desacuerdo con Halley cuando le exige a las feministas que han logrado traducir sus ideas en legislación, decisiones judiciales y políticas públicas, que se hagan cargo de los costos que estos puedan estar generando, así como de los daños que puedan haberle causado a las mujeres y a los hombres. Aún si las feministas piensan que hay muchos compromisos y cooptación, de modo que el derecho nunca ha traducido verdaderamente los proyectos feministas, el argumento de la debilidad del feminismo y su inocencia, derivada de su marginalidad, no parece ser ya sostenible. Pero si, en general, los argumentos que nos propone sobre por qué “tomarse un descanso del feminismo” son persuasivos, sus intentos por plantear cómo tomarse ese descanso son menos exitosos. En mi opinión, esto tiene que ver con la dificultad que tiene Halley de entender la relación entre sexualidad y distribución, bien sea porque considera que identificar “clases” de individuos implica asumir el estructuralismo paranoico (a), o bien porque no explica cómo el derecho distribuye poder entre las identidades que crea (b). En este sentido, podría ser que antes de tomarnos un descanso del feminismo necesitemos producir una teoría que pueda explicar cuál es la importancia de los discursos sobre la sexualidad en términos distributivos (c).


Revista de Estudios Sociales No. 28, rev.estud.soc. diciembre de 2007: Pp. 152. ISSN 0123-885X: Bogotá, Pp.132-137.

A. INTERESES, SEXUALIDAD Y DISTRIBUCIÓN

En el resumen que Halley hace del argumento dentro las primeras páginas de su libro, enfatiza que: Tal vez en últimas mi punto es que no podemos tomar decisiones responsablemente sobre qué hacer con el poder legal en sus múltiples formas sin tomar en consideración todos los intereses, grupos e incertidumbres que podamos reconocer. Para ejercer poder responsablemente, necesitamos enfrentarnos al hecho de que, cuando decidimos abogar, negociar, legislar, adjudicar, o administrar de un modo u otro, distribuimos tanto beneficios como daños en la vida social e ideológica – y que algunos de estos beneficios y costos, no importa cuán reales, pueden haber sido constituidos por las prácticas mismas de reconocerlos e intentar repararlos (p. 9).

En otras palabras, Halley plantea que tomar decisiones sobre el derecho o en el derecho implica entenderlo como distribuidor de beneficios y daños en la “vida social e ideológica”. Lo mismo sucede con entender que el ejercicio de identificar beneficios y daños acarrea a su vez beneficios y daños. Sin embargo, a pesar de esta apuesta por la distribución, Halley no llega nunca a profundizar en los análisis distributivos que esboza; por el contrario, sugiere que el presupuesto de la distribución es problemático y procede asumiendo que en materia de sexualidad es mejor pensar que todos perdemos o ganamos lo mismo, que algunos ganan/ganamos más que otros, y que esto que ganamos tiene alguna relación con la distribución de poder e ingresos. Halley esboza análisis distributivos sobre dos puntos: cuando se refiere al caso de la licencia de maternidad y cuando nos explica qué perdemos y qué ganamos si nos “tomamos un descanso del feminismo”. En el caso de la licencia de maternidad,

como lo indiqué más arriba, apenas si llega a sugerir que además de los intereses de las mujeres norteamericanas puede ser relevante tener en cuenta los intereses de los hombres del tercer mundo. Punto. En sus argumentos sobre qué perdemos y qué ganamos con el feminismo, la autora sólo hace la mitad del trabajo. Si bien señala los costos y beneficios de persistir en el feminismo, no indica cómo se distribuyen dichos costos y beneficios; esto es quién gana y quién pierde con esta movida. Su sugerencia sobre que las “mujeres reales” pierden con el feminismo, porque éste intensifica su sufrimiento, no pasa del enunciado. Esta dificultad de pasar del enunciado podría relacionarse con su dificultad para aceptar que en materia de sexualidad puedan vincularse intereses a grupos de personas que están posicionados diferencialmente según el poder y los recursos que controlan. Halley se refiere a este punto en particular cuando discute las propuestas de Michael Warner. De acuerdo con la autora existen dos posibilidades para pensar las políticas sexuales: o bien “las políticas sexuales implican involucrarse directamente con poderes sociales distribuidos tan ampliamente e incorporados tan finamente en el mundo social que las compresiones minoritarias no son adecuadas para entenderlas” (p. 243), y por eso oponerse a los regímenes de lo normal implicaría que todos trabajásemos (p. 243); o bien “una población minoritaria sin nombre tiene una posición epistémica privilegiada sobre cómo hacerlo [oponerse al régimen de la normalidad]” (p. 244). Para Halley, adoptar la segunda posición, equivale a pensar igual que MacKinnon, así la minoría en la que se esté pensando sea la de “los queers, a quienes incesantemente se les está exigiendo alterar su ‘comportamiento’” y quienes “pueden entenderse como protestando no simplemente contra el comportamiento social normal sino contra la idea misma de que hay un comportamiento social normal, ellos trae-

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rán el escepticismo” (p. 244) (las cursivas son las mismas que Halley agrega al texto de Warner). Pensar igual que MacKinnon es incurrir en los vicios del estructuralismo paranoico. Estos vicios son unas de las razones principales para querer “tomarse un descanso del feminismo”. De todas formas, adoptar la primera posición implica renunciar al análisis distributivo ya que trabajar a favor de todos es lo mismo que pensar que no hay nadie particularmente perjudicado y, por lo tanto, que el problema no es de distribución. Esto sería menos problemático si Halley no insistiera en que el problema sí es de distribución. Finalmente, en sus análisis de los casos Twynman y Oncale la autora actúa conforme a que en últimas se trata de oponerse a los regímenes de lo normal. En el caso Twynman, los análisis alternativos de Halley sugieren que lo que está mal tiene que ver con todos o con lo que somos individualmente: por una parte está el régimen de la monogamia marital (y Halley no hace ningún esfuerzo por mostrar que algunos pierden más que otros con este régimen), y por otra el conflicto psicológico (por llamarlo de alguna manera) de proyectar en otros el daño sufrido (en el análisis nietzscheano) o de desear –con masoquismo- prolongar el daño (en el último de los tres análisis planteados por la autora para el caso Twynman). Así mismo, en el caso Oncale la alternativa que Halley considera que podría ser verdaderamente queer es una en la que todos nos apoderamos de los riesgos de nuestro propio deseo. B.

DISTRIBUCIÓN Y DERECHO En los análisis no feministas de Halley, además de estar ausente alguna representación sobre quiénes ganan y quiénes pierden cuando se afirma el masoquismo, se niega la peligrosidad del deseo o se refuerza la monogamia marital. Asimismo falta una reflexión sobre la manera en la que el derecho produce las identidades y


El reto de pensar la distribución: A propósito del libro de Janet Halley, Split Decisions: How and Why to take a Break from Feminism ISABEL C. JARAMILLO

lecturas

distribuye el poder desde el cual se negocian los conflictos8. En efecto, los actores de los casos que Halley analiza parecerían igualmente “libres” para decidir si llevan sus conflictos a las instancias judiciales, con el mismo poder para negociar los términos en los que se plantea el conflicto, y como igualmente afectados en su poder y recursos por la manera en la que fue fallado el caso por la Corte Suprema.9 Por ejemplo, a propósito del caso Twynman, Halley omite que la mayoría de los divorcios no se litiga sino se negocia por fuera de las instancias judiciales y obvia la importancia que tiene que este caso específico haya llegado hasta una instancia judicial. Tampoco nos dice si el esposo se vio sustancialmente afectado en su capacidad económica en razón de la indemnización que tuvo que pagar (de hecho, para los Estados Unidos los estudios muestran que son las mujeres y no los hombres los que ven su capacidad económica afectada en al menos un 20%), ni cómo puede uno imaginarse que este tipo de indemnizaciones van a afectar lo que se les pague a las esposas por concepto de alimentos en futuros divorcios (a las que reciban las indemnizaciones y a las que no); mucho menos intenta explicarnos cómo obligar a los esposos a indemnizar violaciones pasadas puede afectar las negociaciones pre-matrimoniales, o si esto podría afectar las oportunidades que tienen las mujeres violadas de contraer matrimonio, ni siquiera si esto podría volverse 8 Véase Kennedy, D. (1993). Sexy Dressing etc. Cambridge: Harvard University Press. 9 Estos supuestos han sido debatidos en textos clásicos sobre derecho y distribución. Además del texto de Kennedy citado justo antes, véase entre otros, Robert Hale, “Coercion and Distribution in a Supposedly non Coercive State” en (1923) Political Science Quarterly, 38, 470 -494; Marc Gallanter, “Why the Haves Come out Ahead: Speculations on the Limits of Legal Change ” en (1974) Law and Society Review, 9, 95-160 - ; y Lewis Kornhauser and Robert Mnookin, “Bargaing in the Shadow of the Law: the Case of Divorce” en (1979) Yale Law Journal, 88, 950 -997 .

una excusa para reducir la persecución de los casos de violación (en últimas algún hombre -el que escoja mal su esposa- va a pagarlo). C.

DE REGRESO AL FEMINISMO Aunque el feminismo que representa Halley parece mucho más una cárcel que un espacio para articular nuevas respuestas a viejas preguntas, el aporte de los feminismos radical y postmoderno a la comprensión del problema de la relación entre sexualidad y distribución, y su capacidad para dar cuenta de cómo el derecho construye posiciones de poder y las posibilidades de acumulación de recursos, hacen, en mi opinión, que estos feminismos sean una herramienta más poderosa que la que Halley es capaz de ofrecer después de sus interminables críticas. Así, quisiera proponer que lo más interesante del feminismo radical10 no es su énfasis en que el sexo siempre es sexo subordinado, o en la idea de que las mujeres son meros objetos de deseo de los hombres, como lo plantea Halley, sino su capacidad de mostrar cómo la erotización de la dominación se relaciona con la falta de poder y recursos de las mujeres. Para las feministas radicales no se trata simplemente de que las mujeres pierdan porque no tienen sexo consensual o porque no pueden articular su deseo, sino de que en razón de esto o para producir estos efectos las mujeres tienen empleos peor remunerados, no logran obtener posiciones en las jerarquías políticas y empresariales, terminan en proyectos de maternidad no deseados, etc. La sexualidad es la raíz del problema no sólo porque produce ciertas identidades sino también porque determina quién 10 Me refiero principalmente a la MacKinnon crítica de los dos artículos publicados en Signs a principio de los ochenta. Catherine MacKinnon, “Feminism, Marxism, Method and State: An Agenda for Theory” en (1982) Signs, 7, 515 - 544; y “Feminism, Marxism, Method and State: Towards a Feminist Jurisprudence” en (1983) Signs, 8, 635 -638.

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gana qué en todas las negociaciones entre hombres y mujeres. A su vez, el feminismo legal postmoderno de Mary Joe Frug y Duncan Kennedy es interesante porque es capaz de dar cuenta de cómo las normas jurídicas definen las posiciones de negociación de hombres y mujeres en cada situación, y cómo las diferentes situaciones de negociación se relacionan entre sí. El siguiente párrafo de Kennedy es ilustrativo del método de ambos autores: Puede ser que los hombres no violen o amenacen con violar a sus mujeres en los conflictos sobre quién debe realizar las labores domésticas, pero los hombres que categóricamente renuncian a violar a las mujeres lo hacen como parte de un complejo negocio con ellas que afecta quién hace cuánto trabajo doméstico. Parece plausible que los hombres logren mayor cooperación de las mujeres, a cambio de no violarlas, de la que lograrían si la idea de que los hombres son potenciales violadores no fuera parte de nuestra cultura. Puesto que podemos imaginarnos un programa legal que redujera radicalmente la incidencia de la violación, el impacto de la violación sobre el poder de negociación relativo de los hombres no violentos y de las mujeres es una función del sistema legal (1993, p.104).

En este sentido, el proyecto de acentuar las divergencias dentro del feminismo y de canibalizar sus argumentos para trascender sus límites (entre otros el de estar siempre a favor de las mujeres) resulta más atractivo que simplemente “tomarse un descanso”. Esto no porque podamos llegar a una teoría comprehensiva que dé cuenta de todos los intereses y trabaje a favor de todos sino, más bien, porque buscamos rearticular los puntos de disenso y profundizar en la comprensión de los proyectos políticos en los que queremos involucrarnos.


Presentación

11-13

María Mercedes Gómez

Dossier

Sexualidades

Los usos del sexo • Katherine M. Franke - Columbia Law School, Nueva York, EE.UU

16-43

¿Se nace o se hace? Repertorios interpretativos sobre la homosexualidad en Bogotá • Angela María Estrada – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; Marlon Ricardo Acuña – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia; Leoncio Camino - Universidad Federal de la Paraíba, Brasil; Martha Traverso-Yepes - Universidade Federal do Rio Grande do Norte, Brasil

56-71

Violencia, homofobia y psicoanálisis: entre lo secreto y lo público • María Mercedes Gómez - Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

72-85

La transformación transatlántica de la Monja Alférez • Chloe Rutter-Jensen – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

86-95

En un instante: la teoría de la representación como crítica queer/feminista de la violencia • Katharina Pewny -

96-103

La fuerza expresiva del deseo en Lan Yu de Stanley Kwan • David L. Eng - University of Pennsylvania, Pennsylvania, EE.UU.

104.117

Debate Parejas del mismo sexo: entre la justicia y la política • Rodrigo Uprimny - Centro de Investigaciones “De Justicia”, Bogotá, Colombia; Gina Parody, Senado de la República, Colombia Coordinación: Marcela Sánchez y Mauricio Albarracin – “Colombia Diversa”, Bogotá, Colombia

Documento

ISSN 0123-885X

Presentación María Mercedes Gómez

Dossier Katherine M. Franke Rafael de la Dehesa Angela María Estrada Marlon Ricardo Acuña Leoncio Camino Martha Traverso-Yepes María Mercedes Gómez Chloe Rutter-Jensen Katharina Pewny David L. Eng

Bogotá - Colombia

44-55

diciembre 2007

El sexo y la revolución: la liberación lésbico-gay y la izquierda partidaria en Brasil • Rafael de la Dehesa - College of Staten Island, City University of New York, Nueva York, EE.UU

diciembre 2007

118 120-123

Debate Parejas del mismo sexo: entre la justicia y la política

Lecturas

124-131

Isabel C. Jaramillo

Lecturas El reto de pensar la distribución. A propósito del libro de Janet Halley, Split Decisions: How and Why to Take a Break from Feminism • Isabel C. Jaramillo – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

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Sexualidades

Pp.1-230 Tarifa Postal Reducida No.2007-134 Servicios Postales Nacionales S.A. Vence 31 Dic 07 $15.000 pesos (Colombia)


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