Presentación • Ángela María Estrada–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. • Karen Ripoll–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. • Diana Rodríguez–Universidad Externado de Colombia.
36
36 9-12
Dossier Atención y reparación psicosocial en contextos de violencia sociopolítica: una mirada reflexiva • Liz Arévalo–Corporación Vínculos, Colombia.
29-39
Reflexiones y aproximaciones al trabajo psicosocial con víctimas individuales y colectivas en el marco del proceso de reparación • Olga Rebolledo–Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, Colombia. • Lina Rondón–Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, Colombia.
40-50
Perspectiva generativa en la gestión de conflictos sociales • Dora Fried Schnitman–Fundación Interfas, Argentina.
51-63
Reconstrucción de memoria en historias de vida. Efectos políticos y terapéuticos • Nelson Molina–Universidad Pontificia Bolivariana, Bucaramanga, Colombia.
64-75
Relatos autobiográficos de víctimas del conflicto armado: una propuesta teórico-metodológica • Patricia Nieto–Universidad de Antioquia, Colombia.
76-85
Lo que hemos aprendido sobre la atención a mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado colombiano • Ivonne Wilches–Consultora independiente, Colombia.
86-94
Hombres en situación de desplazamiento: transformaciones de la masculinidad • Claudia Tovar–Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. • Carol Pavajeau–Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.
95-102
Intervención psicosocial con fines de reparación con víctimas y sus familias afectadas por el conflicto armado interno en Colombia: equipos psicosociales en contextos jurídicos • Ángela María Estrada–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. • Karen Ripoll–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. • Diana Rodríguez–Universidad Externado de Colombia.
103-112
Bogotá - Colombia
ISSN 0123-885X
Presentación
Angela María Estrada Karen Ripoll Diana Rodríguez
Elizabeth Lira Liz Arévalo Olga Rebolledo Lina Rondón Dora Fried Schnitman Nelson Molina Patricia Nieto Ivonne Wilches Claudia Tovar Carol Pavajeau Ángela María Estrada Karen Ripoll Diana Rodríguez
Otras Voces
Grupo de Psicología Social Crítica
127-131
Debate Impacto de la dinámica política colombiana en los procesos de reparación a las víctimas de la violencia política • Ángela María Estrada–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
133-144
Descifrar nuestra hostilidad política: historias, categorías e intenciones • Íngrid J. Bolívar–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
145-148
Bogotá - Colombia
114-125
Documentos Principios éticos para la atención psicosocial
agosto 2010
Dossier
Otras Voces Del dolor a la propuesta. Voces del Panel de Víctimas • Grupo de Psicología Social Crítica–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social
http://res.uniandes.edu.co
ISSN 0123-885X
14-28
agosto 2010
Trauma, duelo, reparación y memoria • Elizabeth Lira– Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile.
Documentos
Principios éticos para la atención psicosocial
Debate
Ángela María Estrada Íngrid J. Bolívar
Lecturas
Eudes Toncel Silvia Monroy
Lecturas Para librarnos del “bien” y entender el mal: un rompecabezas cultural de la guerra en Colombia. Reseña del libro Líbranos del bien de Alonso Sánchez Baute • Eudes Toncel–Instituto de Altos Estudios Sociales, Argentina. • Silvia Monroy–Universidade de Brasília, Brasil.
150-153
Pp.1-172 $20.000 pesos (Colombia) ISSN 0123-885X
Atención psicosocial del sufrimiento en el conflicto armado: lecciones aprendidas 9 770123 885006
Revista36 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social
agosto 2010
ISSN 0123-885X
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ISSN0123-885X Periodicidad: Cuatrimestral (abril, agosto y diciembre) Pp: 1 - 172 Formato: 21.5 X 28 cm Tiraje: 500 ejemplares Precio: $ 20.000 (Colombia) US $ 12.00 (Exterior) No incluye gastos de envío Revista de Estudios Sociales Universidad de los Andes Decanatura de la Facultad de Ciencias Sociales Carrera 1 E No 18ª -10, Edifício Franco Of. 202 Bogotá D.C. Colombia Tel. (571) 3324505 -Fax (571) 3324508 res@uniandes.edu.co
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Revista36 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social
http://res.uniandes.edu.co
agosto 2010
ISSN 0123-885X
La Revista de Estudios Sociales (RES) es una publicación cuatrimestral creada en 1998 por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes y la Fundación Social. Su objetivo es contribuir a la difusión de las investigaciones, los análisis y las opiniones que sobre los problemas sociales elabore la comunidad académica nacional e internacional, además de otros sectores de la sociedad que merecen ser conocidos por la opinión pública. De esta manera, la Revista busca ampliar el campo del conocimiento en materias que contribuyen a entender mejor nuestra realidad más inmediata y a mejorar las condiciones de vida de la población. La estructura de la Revista contempla seis secciones, a saber: La Presentación contextualiza y da forma al respectivo número, además de destacar aspectos particulares que merecen la atención de los lectores. El Dossier integra un conjunto de versiones sobre un problema o tema específico en un contexto general, al presentar avances o resultados de investigaciones científicas sobre la base de una perspectiva crítica y analítica. También incluye textos que incorporan investigaciones en las que se muestran el desarrollo y las nuevas tendencias en un área específica del conocimiento. Otras Voces se diferencia del Dossier en que incluye textos que presentan investigaciones o reflexiones que tratan problemas o temas distintos. El Debate responde a escritos de las secciones anteriores mediante entrevistas de conocedores de un tema particular o documentos representativos del tema en discusión. Documentos difunde una o más reflexiones, por lo general de autoridades en la materia, sobre temas de interés social. Lecturas muestra adelantos y reseñas bibliográficas en el campo de las Ciencias Sociales. La estructura de la Revista responde a una política editorial que busca hacer énfasis en ciertos aspectos, entre los cuales cabe destacar los siguientes: proporcionar un espacio disponible para diferentes discursos sobre teoría, investigación, coyuntura e información bibliográfica; facilitar el intercambio de información sobre las Ciencias Sociales con buena parte de los países de la región latinoamericana; difundir la Revista entre diversos públicos y no sólo entre los académicos; incorporar diversos lenguajes, como el ensayo, el relato, el informe y el debate, para que el conocimiento sea de utilidad social; finalmente, mostrar una noción flexible del concepto de investigación social, con el fin de dar cabida a expresiones ajenas al campo específico de las Ciencias Sociales.
Ángela María Estrada Mesa, Karen Ripoll Nuñez, Diana Rodríguez Charry
Presentación
Presentación Ángela María Estrada Mesa* Karen Ripoll Nuñez** Diana Rodríguez Charry***
E
ste número de la Revista de Estudios Sociales que ponemos a su consideración recoge lecciones aprendidas en el ejercicio de la compleja responsabilidad de acompañar el sufrimiento padecido por las personas como efecto del conflicto de larga duración que lacera nuestra realidad nacional. En efecto, el Dossier y las demás secciones en conjunto configuran una pluralidad, donde distintas voces y miradas expresan la diversidad de la experiencia sistematizada sobre la atención psicosocial de las víctimas de la violencia política. El resultado que ponemos hoy en sus manos es el producto de una labor adelantada durante los últimos tres años por el Grupo de Psicología Social Crítica (GPSC) del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes. En efecto, al tenor de una investigación sobre trauma psicosocial y estrategias de atención psicosocial en jóvenes y sus redes sociales afectados por el conflicto armado en Colombia, organizó el seminario-taller (octubre de 2009) “Lo que hemos aprendido:
procesos psicosociales de atención, reparación y recuperación de víctimas del conflicto armado colombiano”, el cual fue pensado como un espacio de encuentro entre organizaciones de la sociedad civil, grupos de víctimas, grupos académicos y organizaciones del Estado, interesados en el sufrimiento psicológico de las víctimas y en su atención, a fin de generar un espacio para la articulación en red, el enriquecimiento mutuo, la puesta en común de problemáticas en la política pública y la producción colectiva de un conjunto de mínimos éticos para dicha atención. La mencionada investigación, que contó con el apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC, por su sigla en inglés) y del Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales (CESO), de la Universidad de los Andes, puso en acción los planteamientos de la Investigación Acción Participativa (IAP), como perspectiva metodológica orientada a la investigación de la práctica social y de la esfera pública como escenario de dicha práctica. Específicamente, se propuso reflexionar sobre las prácticas sociales en la atención psicosocial a jóvenes afectados por la violencia política, los criterios ético-políticos, los enfoques teórico-disciplinares y las aproximaciones técnicas empleadas por las
* Psicóloga y magíster en investigación y tecnologías educativas de la Pontificia Universidad Javeriana. PhD en Psicología Social de la Universidad Federal de Paraíba, Brasil. Catedrática del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: A Violência Política e o Conflito Armado na Colômbia: limites e posibilidades para a Psicologia da Libertação. En Psicologia Social para a América Latina. O Resgate da Psicologia da Libertaçao, eds. Raquel Guzzo y Fernando Lacerda, 295-303. Campineas: Alínea, 2009; y Retóricas eróticas disidentes (con Ángela María Báez Silva). Universitas Psychologica 8, No. 3: 653672, 2009. Correo electrónico: angelamariaestrada@hotmail.com. ** Psicóloga de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Educación de la Pontificia Universidad Javeriana y M.A. en Marriage and Family Therapy de la Universidad de Syracuse. Ph.D. Human Development and Family Studies de la Universidad de Connecticut. Actualmente es profesora asistente del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Relación entre hermanos y ajuste psicológico en adolescentes: los efectos de la calidad de la relación padreshijos (con Sonia Carrillo y John Alexander Castro). Avances en Psicología Latinoamericana 27, No. 1: 125-142; 2009. Four Decades of Developmental Psychology Research in the Latin American Review of Psychology (con Sonia Carrillo y José Ignacio Ruiz). Latin American Review of Psychology 40, No. 1: 141-165, 2008. Correo electrónico: kripoll@uniandes.edu.co. *** Psicóloga de la Universidad Católica de Colombia. Magíster en Psicología y Suficiencia como doctorando en Ciencias Psicológicas de la Universidad de Lovaina. Investigadora del Grupo de Psicología Social Crítica del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes. Actalmente es docente investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Motivos de consulta y clínica constructivista. Diversitas: Perspectivas en Psicología 3: 239-247, 2007; Marco comprensivo para el estudio de los procesos de formación de psicoterapeutas (con Julio Abel Niño). Diversitas: Perspectivas en Psicología 2: 42-54, 2006. Correo electrónico: dirocharry@gmail.com.
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Otro criterio ético que se impone en esta interfaz es el reconocimiento y la exigencia de una rigurosa formación y experiencia terapéutica para la atención de una problemática tan particular y tan marginal en los contextos tradicionales de formación de terapeutas. Las complejas prácticas que se dinamizan en la mencionada interfaz exigen evitar la subvaloración a priori de la intervención psicosocial, en favor, por ejemplo, de la práctica política con las víctimas, pues esto no sólo sesga y limita su escucha, sino que encubre el problema ético de la improvisación profesional y el valor diferencial de los modelos teórico-prácticos que se privilegian, al suponer que la intervención es secundaria y/o subsidiaria del activismo político. No se puede negar el valor de ese conocimiento experto que circula por fuera de la academia, que se ha comprometido políticamente con la atención del sufrimiento desencadenado en el marco del conflicto interno.
diversas organizaciones y grupos que atienden a las víctimas de la violencia política. En tal sentido, el seminario-taller ‘Lo que hemos aprendido’ se configuró en el espacio para poner un marcha un circuito de IAP en red, a fin de re-conocer las comprensiones y modos de actuar, compartir logros y preocupaciones, proyectar alternativas para el fortalecimiento de las prácticas existentes y construir conjuntamente productos que generen transformaciones en aspectos técnicos y éticos de la atención psicosocial, de forma colaborativa. Esta definición del espacio del seminario-taller reconoció varios aspectos que consideramos centrales en el logro de este ejercicio de IAP. En primer lugar, desde la misma convocatoria el seminario-taller se concibió como un espacio de y para los participantes, en el cual se compartieran experiencias acumuladas y se reflexionara sobre las prácticas de acompañamiento. Además, esta concepción del espacio al que se convocaba a las organizaciones estableció un marco para las conversaciones en el que se privilegiaban la polivocalidad y la coparticipación. De esta manera, la invitación partió de un cuestionamiento de la posición de experto y animó al reconocimiento de las posibilidades de creación colectiva que se generan en el diálogo entre diversos saberes. Por último, esta convocatoria invitó a los participantes a iniciar un proceso de reflexión sobre su práctica (metapráctica) que permitiera cualificar y afinar criterios para transformar y fortalecer sus propias acciones.
Por otra parte, se busca generar un contexto de interlocución con los investigadores de la Ciencia Política interesados en las problemáticas asociadas al conflicto interno, con quienes el diálogo desde la Psicología se ha estrechado históricamente, sin duda por las limitaciones de una corriente hegemónica de esta última, desinteresada por las problemáticas enfocadas en este número, pero también porque desde la Ciencia Política las problemáticas psicosociales tienden a asumirse como obvias (por ser evidentes). Para algunos politólogos, las categorías puente entre la psicología (social sociológica, sin duda) y la ciencia política están por investigarse. Formulamos un voto de confianza en que este número contribuya a hacer avanzar ese proceso.
El contexto disciplinar de la producción que recoge este número de la Revista de Estudios Sociales configura una interfaz crítica de la cultura nutrida por la Psicología Social Sociológica, la Ciencia Política y el conocimiento técnico sobre las Prácticas de Intervención frente al sufrimiento psicosocial. Importante señalarlo, pues en esta idea de interfaz el criterio de articulación es la convergencia de saberes, antes que la hegemonía de alguno de ellos.
Tres de los artículos que hacen parte del Dossier se ocupan de la relación entre el acompañamiento psicosocial, la reparación del daño y la reconciliación política. A partir de la sistematización de su experiencia de trabajo con víctimas durante la dictadura militar en Chile, Elizabeth Lira nos plantea cómo la construcción democrática y la recuperación de la sociedad después de la guerra requiere que se reconozca el sufrimiento de las víctimas. Así, para Lira, la reparación social es una actitud cívica y social que requiere la construcción colectiva intencionada de la memoria colectiva, en la que se elabora el sufrimiento vivido por las víctimas. Por su parte, Liz Arévalo, de la Corporación Vínculos en Colombia, sistematiza una valiosa experiencia profesional en dos contextos de atención: el de la reparación en el marco del Sistema Interamericano de Justicia y en el de la Ley de Justicia y Paz. Para ambos, busca responder la pregunta por la construcción de la agencia como perspectiva del acom-
El balance sobre la concepción de atención e intervención psicosocial que se presenta muestra que amplificar la escucha a las víctimas de la violencia política, resignificadas en su carácter de sobrevivientes y agentes de su recuperación emocional y sus proyectos de futuro, obliga a mantener un criterio ético-político de apertura a lo que ellas consideran reparador para su experiencia y su dolor, así como sus prioridades y expectativas en términos de la configuración tanto de su memoria biográfica como de la proyección de su ciclo vital. 10
Ángela María Estrada Mesa, Karen Ripoll Nuñez, Diana Rodríguez Charry
Presentación
en la reconstrucción de la memoria. La autora recoge en su texto las reflexiones del equipo investigador sobre las experiencias acumuladas en talleres de escritura con personas afectadas por el conflicto armado. A partir del trabajo colaborativo entre investigadores y participantes en espacios de narración oral y escrita, se facilita a las víctimas pensar sobre sus experiencias, reconstruir su memoria y convertirse, de alguna manera, en investigadores de sus propias historias.
pañamiento psicosocial. En el tercero, Olga Rebolledo y Lina Rondón nos comparten su punto de vista sobre el papel del acompañamiento psicosocial en la reparación, a partir de su experiencia de trabajo en la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación. Al igual que E. Lira, Rebolledo y Rondón hacen énfasis en el reconocimiento del sufrimiento y en la evaluación del daño causado a las víctimas como componentes necesarios en el proceso de reparación. Para estas autoras, la reparación del daño causado a las víctimas es, en la mayoría de los casos, simbólica y, por lo tanto, debe orientarse a la reconstrucción de significados previos otorgados a la experiencia y sus resignificaciones posteriores.
Algunas reflexiones con perspectiva de género se recogen en dos trabajos incluidos en el Dossier: por una parte, Ivonne Wilches nos presenta sus aprendizajes sobre la atención a mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado. En su escrito, la autora resalta de igual manera el potencial de la conversación en la elaboración del trauma, de las emociones ligadas a la experiencia traumática, y del desarrollo de resiliencia. Finalmente, Claudia Tovar y Carol Pavajeau realizan un análisis conceptual de los efectos del conflicto sobre la identidad masculina.
Otro grupo de artículos incluidos en el Dossier se enfoca en el uso de la conversación como estrategia para la construcción de la memoria de las víctimas, la resignificación de las experiencias traumáticas y la elaboración de historias que faciliten imaginar nuevos horizontes en sus proyectos de vida. Desde una perspectiva socioconstruccionista, Dora Fried Schnitman propone en su escrito algunas aplicaciones del modelo generativo en el trabajo con víctimas en situaciones de conflicto. Así, este artículo introduce a los lectores, desde una reflexión teórico-práctica, a las posibilidades que proporcionarían los diálogos generativos en el acompañamiento psicosocial a víctimas del conflicto armado, como estrategias para la construcción de alternativas. Específicamente, D. Fried Schnitman propone que el uso de diálogos no sólo se convierte en un vehículo para la reconstrucción de la memoria de las víctimas sino que, al mismo tiempo, permite reconocer los recursos y fortalezas de las personas, y promueve así el desarrollo de redes de relación y significados capaces de orientar a las personas y sus comunidades hacia el futuro.
Por último, se incluye en el Dossier un artículo del Grupo de Psicología Social Crítica (GPSC) producto de la investigación realizada en los últimos dos años sobre estrategias para la atención psicosocial a jóvenes afectados por el conflicto armado y sus redes sociales. El artículo Intervención psicosocial con fines de reparación con víctimas y sus familias afectadas por el conflicto armado interno en Colombia: equipos psicosociales en contextos jurídicos pretende servir como un marco de reflexión en torno a las maneras en que se pueden articular diferentes disciplinas en el diseño e implementación de intervenciones. Para tal fin, se proponen consideraciones epistemológicas y procedimentales, así como lineamientos sobre la construcción de protocolos y rutas de intervención.
En esta misma línea, otros escritos parten de la investigación sobre el uso de recursos conversacionales en el trabajo con personas afectadas por el conflicto armado, para hacer evidente su potencial como estrategia de intervención. Es así como, desde diferentes enfoques teóricometodológicos en psicología, el artículo de Nelson Molina sobre reconstrucción de memoria a partir de historias de vida reflexiona sobre el papel terapéutico de ejercicios conversacionales como la entrevista clínica y la elaboración de historias de vida. En ambos escritos, aunque desde perspectivas diferentes, se analizan las posibilidades ofrecidas por la conversación en la intervención psicosocial para la construcción de la memoria individual. Otro artículo de carácter investigativo, escrito por la periodista Patricia Nieto, nos invita a reflexionar sobre las posibilidades del uso de los relatos autobiográficos
En la sección Otras Voces se incluye un documento editado por el Grupo de Psicología Social Crítica, en el que se recogen las voces de representantes de organizaciones de víctimas que participaron en el seminariotaller ‘Lo que hemos aprendido’. En este documento se intenta reconstruir las voces de las representantes de estas organizaciones, con el propósito de dar a conocer sus experiencias y perspectivas en el trabajo que adelantan con personas afectadas de diferentes maneras por el conflicto armado en nuestro país. La sección Documentos de este número incluye un manuscrito sobre principios éticos para la atención psicosocial, que representa el trabajo colectivo de 11
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los participantes del seminario-taller en el marco del proceso de investigación acción participativa convocado por el Grupo de Psicología Social Crítica. En los espacios del taller, los participantes compartieron sus experiencias sobre la atención psicosocial en el contexto del conflicto armado. A partir de estas conversaciones, se planteó un ejercicio colectivo de reflexión sobre los principios éticos que deberían orientar el trabajo de profesionales y organizaciones en la atención psicosocial a víctimas del conflicto armado en nuestro país. Una versión preliminar del texto fue expuesta semanas después en la página web del evento, de manera que los participantes de la discusión pudiesen revisarlo. Las sugerencias de los participantes fueron recogidas y se elaboró la versión final del documento que se incluye en este número.
un comentario de la profesora Íngrid Bolívar en relación con los principales planteamientos sobre los procesos políticos expuestos en el artículo y sobre los conceptos clave que permiten tal interpretación. Con ellos, se fija en la sección de debate la posibilidad del diálogo y de la revisión crítica en relación con la lectura de los fenómenos descritos.
En el Debate se incluye, en primer lugar, el texto de Ángela María Estrada, Impacto de la dinámica política colombiana en los procesos de reparación a las víctimas de la violencia política, en el que se presenta un análisis de las dinámicas de relación tanto personales como profesionales que experimentó el Grupo de Psicología Social Crítica en la búsqueda de alianzas con organizaciones para el trabajo de acompañamiento psicosocial, en el marco de polarización política que ha imperado en el país durante los últimos años. El artículo viene acompañado por
Finalmente, no queda sino agradecer a los y las colaboradores de este número, que constituye un producto colaborativo y representativo de la experiencia acumulada ante los retos de la atención psicosocial del sufrimiento suscitado por la violencia política en nuestro país. Confiamos en que este número de la Revista de Estudios Sociales se constituya en una referencia obligada para animar la actividad en red en torno a los componentes ético-políticos y técnicos de la política de atención psicosocial en diferentes contextos comunitarios, sociales y jurídicos.
En la sección Lecturas, el número cierra con la reseña del libro de Alonso Sánchez Baute, Líbranos del bien. Silvia Monroy y Eudes Toncel cuestionan, a partir del análisis de la obra de Sánchez Baute, las aproximaciones convencionales al problema de la violencia en Colombia e invitan, en reconocimiento al aporte del autor, a acoger miradas renovadas y creativas para pensar la realidad del país y para imaginar rutas alternativas de reconciliación.
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Trauma, duelo, reparación y memoria* por Elizabeth Lira** Fecha de recepción: 16 de diciembre de 2009 Fecha de aceptación: 11 de junio de 2010 Fecha de modificación 30 de junio de 2010
Resumen El artículo describe y reflexiona acerca de la experiencia de trabajo psicosocial y terapéutico realizado con víctimas de violaciones de Derechos Humanos durante el régimen militar en Chile (1973-1990). Esta experiencia contribuyó a la inclusión de la atención médica y psicológica en las políticas de reparación del Estado a partir de 1990. La evolución de las modalidades terapéuticas y de intervención psicosocial se analizan a la luz de las tareas y dilemas que emergen en el contexto de la transición política: el reconocimiento y reparación de las víctimas, la verdad o la ocultación de los crímenes, la justicia versus la impunidad; el olvido o diferentes formas de memoria y su impacto en las víctimas y en el proceso de reconciliación política.
Palabras clave: Trauma, duelo, reparación, verdad, impunidad, justicia, olvido, memoria.
Trauma, Grief, Reparation and Memory Abstract The article describes and reflects on the experience of psychosocial and therapeutic work carried out with victims of human rights violations during the military regime in Chile (1973-1990). This experience contributed to the inclusion of medical and psychological care in the State reparation policies since 1990. The evolution in the modes of treatment and psychosocial intervention are discussed in the light of the tasks and dilemmas which emerge in the context of political transition: recognition of and redress for victims, the truth or concealment of crimes, justice versus impunity; oblivion or different forms of memory and their impact on the lives of the victims and on the political reconciliation process.
Key words: Trauma, Grief, Reparation, Impunity, Justice, Forgetfulness, Memory.
Trauma, duelo, reparação e memória Resumo O artigo descreve e reflete sobre a experiência do trabalho psicossocial e terapêutico realizado com vítimas de violações de Direitos Humanos durante o regime militar no Chile (1973-1990). Essa experiência contribuiu para a inclusão da assistência médica e psicológica nas políticas de reparação do Estado a partir de 1990. A evolução das modalidades terapêuticas e de intervenção psicossocial são analisadas à luz das tarefas e dilemas que emergem no contexto da transição política: o reconhecimento e reparação das vítimas, a verdade ou a ocultação dos crimes, a justiça versus a impunidade; o esquecimento ou diferentes formas de memória e seu impacto nas vítimas e no processo de reconciliação política.
Palabras chave: Trauma, duelo, reparação, verdade, impunidade, justiça, esquecimento, memória. * La investigación para este artículo ha sido realizada en el marco del proyecto “Memoria y Justicia” patrocinado por la Fundación Ford en la Universidad Alberto Hurtado. ** Psicóloga Terapeuta Familiar, Magister en Ciencias del Desarrollo. Directora del Centro de Ética, Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Psicología, ética y seguridad nacional: el rol de los psicólogos. Psykhe 17, No. 2: 5-17, 2010; y Chile: dilemas de la memoria política. En Políticas Públicas de la Memòria I Coloquio Internacional Memorial Democràtic Barcelona, eds. Jordi Guixé Coromines y Montserrat Iniesta, 39-83. Barcelona: Editorial Milenio - Memorial Democratic, 2010. Correo electrónico: elira@uahurtado.cl.
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Trauma, duelo, reparación y memoria
Elizabeth Lira
Dossier
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se convirtieran metafóricamente en sociedades ciegas, sordas y mudas al dolor y al horror, donde las voces no resuenan porque no hay nadie que escuche. La mudez y la sordera parecen provenir del miedo. El miedo a la muerte asociado a la violencia que se transforma en un miedo generalizado e inespecífico de muchos, a veces de casi todos, dependiendo de su lugar dentro de la sociedad. El miedo los (nos) hace o nos haría cómplices de esta mudez y sordera y de los hechos que las provocan. En una sociedad con torturados, muertos y desaparecidos, de alguna manera casi todos han (hemos) sido afectados por el terror causado por las amenazas de muerte que circulan en la sociedad. Un sector, casi siempre minoritario, reacciona moralmente con una fuerte indignación ante la denuncia de las violaciones a los derechos de las personas, buscando incidir en la voluntad de terminar con dichas violaciones y producir cambios políticos. Pero en casi todas las sociedades existe un sector importante que ha respaldado la política represiva y se ha identificado con el proceder de las autoridades, valorando sus actuaciones como actos necesarios en defensa del bien común.
as transiciones políticas desde dictaduras o guerras civiles a regímenes democráticos suelen empezar con países divididos y cargados de un pasado que sigue siendo presente para un gran número de personas, por cuanto sus vidas han estado cruzadas por el conflicto y sus consecuencias. Con frecuencia se hacen llamados a la reconciliación en nombre de la patria común, invitando a superar el pasado conflictivo. Pero los desplazados, los que perdieron a sus familiares que fueron secuestrados, desaparecieron o fueron asesinados, los niños que no tuvieron infancia y que vivieron bajo la amenaza y el miedo no siempre pueden dar vuelta a la página para empezar de nuevo como si no hubiera pasado nada. Los procesos de reconciliación política suelen recurrir a leyes de amnistía que buscan instalar el olvido jurídico y político sobre las responsabilidades criminales ocurridas en un pasado que se resiste a pasar al olvido y que suele convertirse en un presente asfixiado de exigencias y contradicciones para muchos. Por otra parte, la proclamación del olvido como fundamento de la paz social no tiene en cuenta el efecto del conflicto sobre las víctimas e impone, de diversas maneras, una resignación forzosa ante los hechos consumados y a la impunidad subsecuente. Diversas voces han señalado que tanta violencia no puede pasar por la historia como si no hubiera sucedido nada y que la reconciliación requiere hacerse cargo del pasado y reconocer y reparar a las víctimas, incorporando sus memorias y la memoria de la lucha, mediante condiciones de justicia y equidad como ejes de la construcción democrática actual y futura. Emerge así una lucha de visiones y de interpretaciones del pasado y de los procedimientos necesarios para superar sus consecuencias, que coexisten conflictivamente en los espacios políticos de transición. ¿Cómo entender la reconciliación política? ¿Puede ser posible basar la reconciliación política en el reconocimiento de los derechos de todos o es imperativo fundar la paz en la impunidad sobre el pasado?
El final del conflicto implica hacerse cargo de las tensiones surgidas de estas distintas visiones, establecer el imperio de la ley y el reconocimiento de los derechos de todos, garantizando mediante condiciones legales, culturales y políticas que estos hechos no se repetirán. No obstante, las razones profundas por las cuales la violencia llegó a ocurrir entre nosotros suscitan más polémica que la situación misma. Hay muchos elementos que provienen de raíces históricas y políticas sobre las cuales no hay todavía (y tal vez nunca habrá) un consenso nacional. Por eso la tarea de establecer la paz toma tantos o más años que los que fueron necesarios para generar las condiciones del conflicto, y, quizás, los años necesarios para producir este proceso de comprensión tomarán más tiempo que el resto de nuestras vidas. Cada sociedad ha debido enfrentar el conflicto y sus consecuencias desde su historia y condiciones políticas, con los valores y principios y visiones políticas de su gente, con su capacidad de forjar dimensiones de responsabilidad compartida sobre el futuro, con el fin de detener la multiplicación de las víctimas y hacerse cargo de éstas. En algunos países se desarrollaron esfuerzos de solidaridad, apoyo y reparación de las víctimas, a pesar de que el conflicto no había terminado, sirviendo de base a políticas oficiales posteriores. En otros, aunque el conflicto se dio por terminado, las medidas de reconocimiento y reparación respondieron a iniciativas oficiales débiles y ambiguas. En todos los casos, las personas afectadas
La prolongación de la violencia por años o décadas genera acostumbramiento. Paradójicamente, la denuncia que se repite una y otra vez contribuye a que, para la mayoría de esa sociedad, esos horrores se vuelvan invisibles y que el trauma y el sufrimiento se transformen en un asunto privado de las víctimas. Cuando las violaciones de Derechos Humanos se tratan políticamente como si no hubiesen existido o, de haber existido, como el costo necesario de la paz, es como si estas sociedades 15
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crímenes que las afectan. En algunos casos, el castigo a los responsables llega muy tarde; los perpetradores son ancianos mentalmente deteriorados y, para más de uno, el pasado y el presente se han borrado de su mente, perdiendo sentido toda acción de justicia. Otros han sido sentenciados como culpables, pero insisten en haber salvado a la patria de sus enemigos y afirman que, de verse enfrentados nuevamente a situaciones semejantes, procederían de la misma forma. No obstante, y a pesar de todas esas limitaciones, la justicia puede desempeñar un rol político pacificador e inhibir las venganzas y la justicia por mano propia. Puede cumplir también un rol terapéutico al confirmar la experiencia de las víctimas (que ha sido negada por décadas), cuando el juez define como delito el atropello y la injusticia sufridos por las personas, ordena el castigo de los perpetradores y determina medidas de reparación.
por la violencia de las dictaduras y los conflictos armados han visto profundamente alteradas sus vidas, con graves consecuencias. En varios países los profesionales de salud mental se preocuparon por las víctimas desde instituciones solidarias o a título personal. Esos profesionales funcionaron como “delegados” (informales) de la sociedad, asumiendo la responsabilidad de trabajar con las víctimas desde sus saberes y competencias, pero también desde las limitaciones de su rol y ubicación social, que, casi siempre, era, a pesar de todo, marginal. En algunos países la reparación ha sido una política pública que incorporó servicios de salud mental. En ese contexto, los agentes de salud mental se constituyeron en “delegados” formales de la sociedad, como en el caso del Programa de Reparación Integral de Salud (PRAIS) para las víctimas de las violaciones de Derechos Humanos ocurridas en Chile entre 1973 y 1990 (ILAS 1994, 1997). Este programa fue creado acogiendo las recomendaciones de la Comisión de Verdad y Reconciliación (Lira y Loveman 2005).
La no sanción de los crímenes es una forma de negación de que se trata de crímenes. A veces la negación es anterior a la instancia judicial. Ocurre cuando una autoridad declara que tales hechos nunca sucedieron. De esas formulaciones hay numerosos ejemplos. También se observa cuando se reivindican los hechos como actos necesarios en nombre del bien común, lo que constituye una re-negación del sentido que tiene para quienes fueron afectados por ellos. Esta posición favorece la perpetuación de los resentimientos, puede estimular las venganzas y reeditar el conflicto. El equipo de asistencia psicológica de CELS en Argentina señaló hace ya 20 años que “la vigencia de la impunidad en democracia evoca el terror impuesto [...] y, por consiguiente reaparece la parálisis, la fragmentación, la marginación económico social, el silencio, el miedo, la dificultad de organizarse, de imaginar un proyecto” (CELS 1989; ILAS 1989). Esa situación parece forzar a las víctimas a asumir el daño experimentado, la exclusión y el abuso como si no hubiese responsables y como si el Estado no tuviera la responsabilidad de restablecer el orden y el imperio de la ley, es decir, de garantizar el reconocimiento de los derechos de todos. Si estas situaciones se mantienen, las víctimas pueden sumirse en el desamparo, la desolación y el aislamiento o seguir reclamando sus derechos sin tregua y hasta su muerte, intentando resistir la privatización de las consecuencias de la violencia, devolviéndolas una y otra vez al espacio público y político en el que ocurrieron, denunciando que fueron actos abusivos de agentes del Estado.
En este artículo se reflexiona acerca de la experiencia de trabajo psicosocial y terapéutico efectuado en Chile durante el régimen militar (1973-1990) y lo que hemos aprendido en ese trabajo como profesionales de salud mental y como ciudadanos y ciudadanas comprometidos con la paz social y el respeto de los Derechos Humanos.
Las demandas de las víctimas: Verdad, Justicia y Reparación Las víctimas han reclamado esclarecer lo que les ha ocurrido a ellas y a sus familiares exigiendo la verdad. Parte de la verdad general y particular se alcanza en las comisiones de la verdad al establecer los hechos sucedidos y los nombres de las víctimas. En los tribunales de justicia, la verdad judicial es particular y posibilita identificar las circunstancias en que ocurrieron los hechos, las víctimas y los responsables en cada caso. La verdad que falta, casi siempre, es la verdad de los sufrimientos, de los temores y sueños de las víctimas y la conexión de sus vidas con la historia de violencia, del conflicto y de la resistencia en el país, permitiendo identificar los significados que estas experiencias han tenido y tienen para ellas. Las víctimas han reclamado justicia ante los tribunales, con resultados variables, casi siempre precarios. En la mayoría de los casos, los procesos judiciales han demorado décadas en lograr el esclarecimiento de los
Cuando las autoridades se hacen cargo efectivamente de la verdad y la reparación como política de Estado, y de garantizar el ejercicio independiente de la justicia, 16
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ONU 2003). Las intervenciones psicosociales y terapéuticas se inscriben en esos valores y forman parte de esas estrategias.
las víctimas pueden recuperar su libertad como ciudadanos, para dejar estas tareas en manos del Estado, de la sociedad civil, o continuar activamente en ellas, si así lo deciden, pero sin la presión moral de tener que desempeñar el rol de voceros incansables de la injusticia y el abuso de sus seres queridos y de ellas mismas.
Lo que hemos aprendido
La reparación es un proceso. La indemnización por el daño causado o una placa en memoria de una o más personas pueden formar parte de medidas de reparación. Pero la reparación social se funda, en primer lugar, en el reconocimiento de que los hechos ocurrieron efectivamente y que constituyeron una injusticia y un abuso, al violarse derechos fundamentales de las personas y las comunidades. La reparación opera mediante un cambio en la actitud social y cívica de las autoridades al asumir la responsabilidad por lo sucedido y sus consecuencias, mediante gestos simbólicos y acciones directas, y cuyo propósito es desagraviar y resarcir esos agravios y daños identificados. ¿Qué medidas y acciones forman parte de las políticas de reparación por parte del Estado en cada circunstancia? ¿Qué es lo que hace o puede hacer la sociedad civil? ¿Qué es lo que las víctimas identifican, requieren y demandan como reparación? Parece obvio que la reparación no se agota en la verdad ni en la sanción judicial de los responsables, pero ambos elementos forman parte del proceso que conduce a la percepción de las víctimas de sentirse reparadas, no obstante considerar que las experiencias y las pérdidas vividas son por definición irreparables.
Las violaciones de Derechos Humanos tuvieron lugar en Chile como consecuencia de la intervención militar en 1973. Las Fuerzas Armadas derrocaron al gobierno democráticamente elegido que encabezaba Salvador Allende como presidente de la República, apoyado por la Unidad Popular, coalición política de izquierda que llevaba a cabo un proyecto de “transición al socialismo”. El Presidente se suicidó en el Palacio de Gobierno el 11 de septiembre y el régimen militar se instaló con muy poca resistencia, controlando completamente el país antes de terminar el día. En pocas horas miles de personas fueron detenidas y sometidas a torturas en más de 1.200 recintos a lo largo del país. Se declaró el estado de sitio, entendido como estado de guerra, y se instalaron consejos de guerra para procesar a los detenidos. Miles de personas fueron ejecutadas como resultado de juicios sumarísimos; otras tantas murieron como consecuencia de las torturas. Miles de ellas recibieron condenas de cárcel; otras fueron expulsadas del país. Los partidarios del gobierno derrocado fueron catalogados y tratados como “enemigos” de la patria (Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación 1991; Comisión Nacional de Prisión Política y Tortura 2004).
La reparación se funda en el reconocimiento de las víctimas y de sus derechos; en la afirmación de que a causa de los atropellos han experimentado daños y sufrido diversas consecuencias en sus cuerpos y mentes que han llegado a afectar gravemente a sus familias, sus vínculos cercanos, y la vida de la comunidad a la que pertenecen. El trabajo terapéutico y psicosocial forma parte del proceso de reparación. Se basa en la recuperación de los recursos propios de las personas para reconquistar su condición de sujetos activos y participativos, de ciudadanas y ciudadanos con derechos. La reparación, en su dimensión moral y subjetiva supone que las víctimas pueden tramitar procesos de elaboración y discernimiento que permitan asumir lo vivido como parte de su propia historia, y, al mismo tiempo, moverse del lugar de víctimas, recuperando su autonomía personal. Por su parte, la doctrina de Derechos Humanos señala como estrategias principales de las políticas de reparación asegurar formas de restauración, rehabilitación, compensación e indemnización a las víctimas por los daños causados (Comisión de Derechos Humanos,
La asistencia legal, social, médica y psicológica a las personas perseguidas se organizó a inicios de octubre de 1973 con el respaldo de las iglesias, en particular, de la Iglesia católica.1 Los abogados que iniciaron la defensa de las personas ante los tribunales de justicia identificaron la necesidad de apoyo y acompañamiento psicosocial de las víctimas y sus familias, y recomendaron que se buscaran formas de atención psicológica porque su estado mental parecía gravemente alterado. Algunos profesionales se acercaron a los organismos solidarios y ofrecieron sus servicios en los organismos de Derechos Humanos. Otros ofrecieron horas de atención en sus consultas privadas. Algunos años después, se organizó formalmente la atención psicológica en los organismos de Derechos Humanos, en la Vicaría de la Solidaridad 1 En octubre de 1973 la Iglesia católica, la Iglesia luterana, la Iglesia metodista, la Iglesia ortodoxa y la comunidad judía crearon el Comité de Cooperación para la Paz, a fin de prestar servicios de defensa legal y atención social. Al cierre de esta iniciativa, en 1976 el arzobispo de Santiago creó la Vicaría de la Solidaridad con esos propósitos, que duró hasta 1992.
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(desde 1976), en la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (desde 1977) y en la Corporación de Derechos del Pueblo (desde 1980).
posición de indagación y búsqueda, una actitud crítica frente a los instrumentos clásicos de diagnóstico, con una clara perspectiva dinámica, en la cual la comunicación y el vínculo, la simbolización y la sintomatología se ubicaban en un contexto social y político real. El equipo del Programa Médico Psiquiátrico de la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC) fue el más completo y numeroso de profesionales de salud mental durante casi 10 años (1977-1987), y estuvo formado en sus primeros cinco años solamente por mujeres. Tuvo integrantes que tenían formación psicoanalítica, y otras tenían formación médico-psiquiátrica; algunas se habían formado en terapia familiar sistémica, y otras, en psicología social. Esta combinación permitió una gama muy amplia de posibilidades para los tratamientos que ofrecían, pero también una discusión permanente entre visiones diferentes que enriquecieron la manera de analizar las situaciones y conceptualizar el padecimiento de los pacientes. El equipo dedicó tiempo a lecturas inspiradoras de diversos autores que habían reflexionado sobre su práctica profesional desde experiencias que podrían considerarse análogas. Entre ellos cabe destacar a Carlos Castilla del Pino (1972 y 1974), quien desarrolló la mayor parte de su práctica clínica durante el franquismo en España, aunque nunca se refirió expresamente a la relación política específica. También se tuvieron muy en cuenta algunos autores argentinos, como José Bléger (1977), Armando Bauleo (1969 y 1971) y, especialmente, Marie Langer (1981 y 1987) y un grupo de psicólogos latinoamericanos en el exilio, en México, quienes fueron consejeros a distancia del equipo de FASIC.
Estos equipos de atención fueron la primera instancia en la que se constataron las graves consecuencias de la represión política sobre las personas y sus familias. Los consultantes eran personas que habían sido secuestradas y torturadas; familiares de ejecutados políticos, personas que habían sufrido condenas y encarcelamiento por varios años y salían al exilio, conmutando la pena de cárcel por el extrañamiento (Garcés y Nicholls 2005). Consultaban también familiares de detenidos desaparecidos, y, desde 1981, consultaron también personas y familias que retornaban al país desde el exilio, mientras que muchos continuaban saliendo del país para proteger sus vidas. La mayoría de quienes consultaban tenían condiciones económicas precarias, no tenían trabajo y, con frecuencia, presentaban enfermedades de diverso tipo que, muchas veces, eran secuelas de la tortura y del confinamiento en condiciones extremadamente insalubres. Los encuadres del trabajo de atención psicosocial eran flexibles. Se ofrecían diversas formas de trabajo grupal y terapia ocupacional, atención familiar y consultas individuales, y, según las necesidades, se proporcionaba atención médica y psiquiátrica en los casos que la requerían. Frente a situaciones de crisis aguda o de emergencia la respuesta era una atención médicopsiquiátrica, indicándose algunos medicamentos o una intervención psicoterapéutica de tipo breve, dentro de los enfoques teóricos y clínicos predominantes en el país en ese momento, sin mayores diferencias teóricas o prácticas entre los equipos de salud mental existentes.2
La lectura de diversos autores hizo parte de la formación de enfoques y criterios comunes en el equipo, buscando comprender mejor los conceptos asociados a trauma, experiencias traumáticas y procesos terapéuticos. Entre ellos, Franz Fanon, autor de Los condenados de la Tierra, prologado por Jean-Paul Sartre, contribuyó a una visión que integraba el análisis de experiencias políticas diversas al esfuerzo de teorizar las consecuencias de la violencia y la tortura.3 Un lugar relevante tuvo la revisión de los escritos de Bruno Bettelheim (1973 y 1982). La descripción de su experiencia como prisionero en un campo de concentración y su conceptualización de las “situaciones límites” como experiencias vitales asociadas a la percepción de un peligro de muerte dentro de un contexto amenazador e ineludible fueron un marco de referencia importante. En la época estaba disponible
El enfoque de trabajo de los equipos terapéuticos de los organismos de Derechos Humanos fue evolucionando a lo largo de los años. Hubo intercambios con grupos de otros países, y en Santiago, una coordinación eficaz entre los equipos de diversas instituciones. El trabajo en las regiones se empezó a desarrollar, con muchas limitaciones, a mediados de la década de 1980, debido principalmente al riesgo de sufrir represión por parte de las autoridades. Sin embargo, hacia finales de la dictadura se habían creado equipos de salud mental en cinco regiones, sostenidos por algunos profesionales apoyados por organismos de la Iglesia católica o la Iglesia metodista, según las regiones. La orientación psicoterapéutica de los equipos de salud mental surgió desde una 2 Una investigación realizada entre 1989 y 1992 descubrió que todos los grupos de salud mental que atendían víctimas tenían un enfoque semejante (Agger y Jensen 1996).
3 Ver http://autonomiayemancipacion.org/Biblioteca/D-4/Los%20condenados%20de%20la%20Tierra%20-%20Fanon.pdf
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una literatura variada sobre las experiencias vinculadas al Holocausto, que tenían alguna relación, a pesar de sus diferencias, con los problemas de los consultantes. Esos documentos y los otros escritos mencionados tuvieron como función incitar la reflexión y la construcción de un enfoque propio que respondiera al contexto político y a los padecimientos de las víctimas.
vivida desde un lugar simbólico. El reconocimiento de la persona y su padecimiento en diversas instancias privadas y públicas generaba posibilidades de reparación que se conectaban y que podían complementarse, adquiriendo un potencial terapéutico relevante. La conceptualización acerca del contexto político iba unida a la discusión acerca del trauma y las experiencias traumáticas que eran resultado de la violencia política. Las torturas, los secuestros, desapariciones y asesinatos, el exilio, la relegación, los amedrentamientos y allanamientos masivos eran entendidos como situaciones específicas potencialmente traumáticas, que atentaban contra la vida y la identidad de las personas, afectando negativamente su condición de miembros de una sociedad y su calidad de sujetos sociales activos y participativos.
El trabajo se realizaba en un marco institucional limitado por las riesgosas condiciones de la época. Por esta razón, las modalidades de trabajo fueron inicialmente intervenciones en crisis, que se fueron transformando progresivamente en modalidades flexibles y abiertas a las necesidades de los y las consultantes, sin las restricciones de un trabajo acotado en el tiempo por las condiciones institucionales.4
La tortura, el desaparecimiento de un hijo o el asesinato del padre pueden constituirse en un trauma, como ocurre con el abuso sexual en los niños y adultos. Observamos que, en el contexto de la dictadura, las situaciones de secuestro, tortura, desaparición de un familiar u otras –una o varias, acumulativamente– presentaban sintomatologías semejantes a experiencias traumáticas de otro origen. Con frecuencia, se aplicaba el diagnóstico de estrés postraumático, al observarse la sintomatología descrita. En varios países, este diagnóstico contribuía a una decisión favorable de las autoridades para otorgar la condición de refugiado, especialmente en California, durante la década de 1980, lo que contribuyó a su aplicación frecuente para favorecer la inserción de exiliados por razones políticas que se encontraban como ilegales en Estados Unidos (Quiroga 2005). No obstante, este diagnóstico basado en los síntomas era, a nuestro juicio, insuficiente para dar cuenta de las situaciones de alteración emocional que observábamos. Un elemento adicional era la dificultad de considerar la dimensión pos. Las situaciones eran más bien acumulativas y podrían repetirse mientras se mantuviera la situación política, de manera que la experiencia no sólo podría volver a ocurrir sino que existía el temor constante ante la posibilidad de que se repitiera efectivamente. Más bien nos preguntábamos: ¿Cuál es la particularidad traumática de cada una de estas experiencias ligadas a la violencia política? Nos parecía que era preciso responder a esta pregunta de manera específica para cada caso, pues cada una de las situaciones (tortura, desaparición de un familiar) podría dar lugar a un trauma psicológico específico.
Aprendimos que la asistencia psicológica debía sustentarse en un reconocimiento del doble carácter de las consecuencias de las violaciones a los Derechos Humanos en la vida de las personas. Por una parte, se trataba de efectos emocionales y materiales, expresados en dolores, enfermedades, sufrimientos y conflictos interpersonales. Por otra, se trataba de fenómenos de origen y significación política vinculados con sus proyectos vitales, sociales, y su participación política. Considerábamos que era fundamental la construcción de un vínculo de trabajo, que denominamos comprometido, para diferenciarlo de cualquier otro vínculo terapéutico o social. Implicaba una actitud éticamente no neutral frente al padecimiento del paciente, entendiendo que el trastorno o la alteración que presentaba era el resultado de una agresión infligida deliberadamente por sus ideas o actuaciones políticas por parte de agentes del Estado (Lira y Weinstein 1984). El vínculo terapéutico comprometido implicaba facilitar y restablecer la capacidad de confiar, a través de la construcción de una relación real. La comunicación estaba centrada en los hechos sufridos por las personas, que –a pesar de su carácter abrumador, atemorizador o doloroso, y de ser parte de una realidad socialmente negada– podían ser reconstituidos y contenidos en el espacio privado de la relación terapéutica. Este modo de trabajar implicaba confirmar la experiencia vivida como un hecho realmente sucedido. Esta función fue retomada, en cierta forma, por las comisiones de la verdad, en las que se producía la escucha del Estado, confirmando y validando la experiencia
Es importante recordar que las violaciones de Derechos Humanos eran y son el resultado de decisiones tomadas por agentes políticos, que se materializan en la acción
4 Parte del equipo que inicialmente formaba parte de FASIC constituyó el Instituto Latinoamericano de Salud Mental, una ONG que estaba compuesta únicamente por profesionales de salud mental. El equipo publicó artículos y libros acerca de su trabajo, que se incluyen en la bibliografía.
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estaban ligadas desde el inicio. Sin embargo, poner fin al horror en la propia historia personal generaba deseos de olvido, que se contradecían inevitablemente con la voluntad política de no olvidar, que suele ser expresión de la resistencia de las víctimas. Esa tensión formaba parte del proceso.
de unos seres humanos, que se transforman en victimarios, contra otros seres humanos, que se constituyen en víctimas. Las consecuencias en las víctimas se diagnostican identificando los síntomas y las alteraciones observados, que, aunque son semejantes a otras situaciones traumáticas, cobran sentido para la víctima, en la medida en que se enmarcan y se comprenden en el contexto político en el que ocurrieron, al mismo tiempo que se entienden en relación con el contexto de la vida y proyectos de cada persona. De este modo, la situación puede ser experimentada de formas muy diversas por un militante político, en comparación con una persona que no lo es, pero también puede haber muchas diferencias, de acuerdo con la edad, la experiencia, las creencias religiosas y la manera de ser de cada persona.
Las pérdidas de vidas de personas queridas y el malogramiento de los proyectos personales tienen una dimensión irrecuperable y abrumadora en un contexto marcado por la impotencia de las víctimas ante los hechos consumados. El proceso terapéutico puede posibilitar reconocer el significado de lo vivido y rescatar lo reparable en un conjunto de experiencias vitales marcadas por lo irreparable. Asumir las pérdidas implica una compleja tarea, que supone descubrir lo destruido en uno mismo, es decir, reconocer la vivencia de muerte alojada en la propia interioridad. En este contexto, poder tramitar el duelo por todo lo perdido implica iniciar un proceso de elaboración que permita una desidentificación con lo amado perdido o muerto (Caruso 1975). Esto requiere poder diferenciar el muerto y el viviente (el que ha muerto y lo que ha muerto y la vida del sobreviviente). Dicho de otra manera, se trataba de transitar desde la posición de víctima a la de sobreviviente y ciudadano.
Definimos en esa época que el proceso terapéutico tenía como propósito trabajar en la reparación de las repercusiones de la violencia política sobre personas dañadas y traumatizadas que consultaban pidiendo ayuda en relación con lo que les estaba sucediendo. Lo que se intentaba era restablecer la relación del sujeto con la realidad, buscando recuperar su capacidad de vincularse con las personas y las cosas, de proyectar su quehacer y su futuro, mediante un mejor conocimiento de sí mismo y de sus propios recursos, y también mediante la ampliación de su conciencia respecto a la realidad que le tocaba vivir (Weinstein, Lira y Rojas 1987). Recuperar la salud mental implicaba retomar el curso de la vida integrando el pasado participativo, enfrentar las experiencias represivas con su horror y sus secuelas, y el presente con todas sus dificultades y contradicciones.
Estas distinciones requieren ser especificadas según la naturaleza de cada situación. En los casos de detenidos desaparecidos, cabe señalar que la pérdida era y es experimentada inicialmente como una ausencia forzosa, una separación que se teme sea definitiva, pero que se espera revertir con la aparición con vida del desaparecido. Las autoridades no se hacen cargo de la desaparición (aunque son las responsables). Los recursos de amparo ante los tribunales no tienen resultados. La indefinición y la ambigüedad de las autoridades sobre la suerte del desaparecido obligan a la familia a mantener constantes la búsqueda y la demanda ante los tribunales de justicia para que la situación se resuelva. En el caso de Chile, la mayoría de las familias todavía buscan a sus desaparecidos. Aunque el Estado ha asumido responsabilidades políticas en los hechos, no se han encontrado los restos para darles sepultura, y en muy pocos casos los responsables han contribuido a dilucidar cuál fue el destino final de los desaparecidos. Un problema adicional ha sido la identificación de los restos encontrados, que ha tomado décadas. Con el paso de los años, la búsqueda se ha hecho irrenunciable, tanto si la mueven el afecto y la lealtad familiar con el desaparecido, como si la denuncia pública y política se hace en nombre de los derechos de todos y del imperio de la ley como fundamento de la convivencia democrática.
Esta modalidad terapéutica se hacía cargo del contexto histórico y político y buscaba promover la autonomía de la persona en todos los ámbitos de funcionamiento personal. Los objetivos se acordaban en las primeras sesiones, a partir de los motivos de consulta, y eran varios. Podían dirigirse al alivio de los síntomas, especialmente los estados de ansiedad e insomnio. Con frecuencia, el tratamiento implicaba interconsultas médicas en el equipo y alguna medicación que aliviara las reacciones agudas. La sintomatología era entendida como expresión de un conflicto vital actual en la lucha por sobrevivir y procesar las consecuencias de la agresión sufrida; por tanto, se buscaba responder a la pregunta “¿Por qué me ocurrió esto a mí?” en un contexto biográfico, político y circunstancial muy específico. En muchos casos la experiencia reciente se acumulaba en una historia vital que potenciaba su impacto y significado, que hacía necesario ampliar los objetivos iniciales del trabajo terapéutico. La historia personal y la experiencia represiva 20
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ficaciones ya no eran las mismas. Rastrear los cambios de esos significados era parte del trabajo terapéutico, y sigue siéndolo hasta el presente.
Durante la dictadura, en la vinculación entre contexto y efectos traumáticos de la violencia política –a juicio de los equipos psicosociales de la época–, se requería analizar algunos procesos psicosociales desencadenados por la represión política. Uno de ellos era la percepción de amenaza desde las personas y los grupos sociales. Describimos en esos momentos como amenaza política la práctica de violaciones de Derechos Humanos como política del régimen y la respuesta de miedo generalizado de amplios sectores de la sociedad. El miedo movilizaba vivencias de impotencia e indefensión ligadas a la inminencia de pérdidas y al riesgo vital, permaneciendo como una huella invisible en la interioridad de cada sujeto y en la vida social, incluso mucho tiempo después de haber cesado la amenaza directa (Lira y Castillo 1991).
Durante el período de mayor represión y de mayor silencio social (1973-1983), el trabajo terapéutico se iniciaba, casi siempre, con la reconstitución de la experiencia represiva vivida, expresada como un testimonio que posibilitaba algún grado de elaboración emocional, permitiendo, a su vez, vincularla al contexto de la biografía y de la experiencia vital de la persona que consultaba (Lira y Weinstein 1984). Al inicio, el testimonio fue una técnica terapéutica relevante. El relato era grabado y transcrito. El producto de este trabajo se leía y repasaba en las sesiones, se comentaba y revisaba, y se convertía en un texto que pertenecía a la persona consultante, quien podía usarlo, principalmente, en la denuncia de lo que le había sucedido, y, en muchos casos, posibilitaba otras formas de comunicación con su propia familia acerca de lo que había vivido. Cada texto era un fragmento de la vida de una persona, que, a su vez, formaba parte de la vida nacional. Se centraba en la experiencia de represión política, confirmándola como un hecho cierto, en un contexto social de negación generalizada (Cienfuegos y Monelli 1983). El testimonio permitía dirigir la rabia y los sentimientos agresivos a través de la denuncia de las violaciones de Derechos Humanos, acción que estaba ligada a la expectativa de contribuir a ponerles fin y a terminar con la dictadura. Esa dimensión de denuncia fue desarrollada por los propios consultantes mucho más allá del espacio terapéutico;5 posibilitaba orientar también un conjunto de experiencias muy destructivas, especialmente el padecimiento de torturas, hacia un espacio político y social que las resignificaba. Cuando la mayoría de la sociedad chilena empezó a expresarse abiertamente contra la dictadura, aproximadamente desde 1983, a través de las protestas nacionales, el testimonio dejó de tener la importancia terapéutica que tuvo en los años anteriores.
La desconfianza erosionaba las relaciones sociales y diluía los esfuerzos políticos de unidad para terminar con la dictadura y construir el proceso de transición a la democracia. El final del régimen abría perspectivas de cambio, pero este último era, en muchos sentidos, una amenaza a las adaptaciones y equilibrios logrados durante el conflicto, por desajustados que ellos fueran. En cierta forma, el miedo operaba como motivación para la supervivencia y, a la vez, la adaptación a la situación, inhibiendo los recursos, las capacidades y los esfuerzos para cambiarla (Martín Baró 1990). ¿Cómo entender la tarea de reparación individual y social en un escenario político en transición o declarado en transición? ¿Cuáles eran y son los desafíos y dificultades que se presentaban y se presentan al trabajo psicológico de reparación en un contexto político en el que se mantiene la violencia?
Otros temas sobre los que podemos reflexionar Cuando iniciamos el trabajo de atención clínica y terapéutica carecíamos de conocimientos eficaces y de la experiencia suficiente para abordar las consecuencias individuales y colectivas de la violencia que existía en la sociedad y que se concretizaba en las diversas formas de represión política, especialmente en la tortura. Para cada persona la experiencia de violencia y destrucción, con sus consecuencias de pérdidas, duelos y rabias, era particular. Era su propia identidad individual la que había sido amenazada y fragmentada, pero esos efectos subjetivos propios eran consecuencia del proceso político del país y se podían entender en relación con la actuación de cada persona en ese proceso. Sin embargo, el paso del tiempo, con su bagaje de nuevas experiencias, modificaba la percepción del pasado, del proyecto personal, de la participación política, y, por tanto, las signi-
Otro aspecto relevante era lo que ocurría con los propios terapeutas. Las motivaciones para involucrarse en esa tarea por parte de trabajadores sociales, psicólogos, terapeutas, abogados y otros profesionales en los organismos de Derechos Humanos se fundaban en valores y en opciones vinculadas a sus compromisos históricos 5 Las denuncias eran enviadas a los relatores especiales del caso de Chile de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. La votación anual en la Asamblea General, que condenaba las violaciones de Derechos Humanos en Chile, era percibida como un logro personal y como el resultado de los testimonios enviados. Ver también http:// www.umatic.cl/histch7.html (último acceso, 21 de junio de 2010).
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trabajos, artículos y diversos documentos explicitando las consecuencias individuales y colectivas de la represión política y de situaciones traumáticas específicas como la tortura o la desaparición de personas (Lira y Castillo 1986; Lira, Weinstein y Kovalskys 1987). Al formular estas ideas, al situar estas experiencias en un marco conceptual, se ponía un límite a la angustia experimentada. Mediante las palabras, se dio un orden a la realidad aterrorizadora vivida por las víctimas y las terapeutas, posibilitando el encauzamiento de las ansiedades y confusiones generadas por este trabajo. Sin embargo, los escritos hacían referencia solamente a los pacientes. No se describían las dificultades de las y los terapeutas. El impacto transferencial y contratransferencial de la violencia, la agresión y la angustia que los pacientes llevaban a las sesiones estaba ausente. Al final de la dictadura se inició un conjunto de actividades de autocuidado y supervisión permanente, que permitieron, precisamente, identificar, procesar y asumir algunas de las dificultades descritas con anterioridad.
y políticos. La no neutralidad ética frente a la violencia y la violación de los derechos de las personas era un elemento distintivo del vínculo terapéutico y de la actitud de los profesionales, subrayando la imposibilidad de asumir una posición neutral frente a la represión política. Los y las terapeutas estábamos involucrados con nuestras capacidades profesionales y nuestras emociones, y también como ciudadanas y ciudadanos. Las condiciones de amenaza en las que se vivía eran actualizadas cotidianamente, apareciendo en las sesiones, lo que implicaba trabajar muchas veces con un contenido muy angustioso que provenía de la amenaza de la realidad externa, y que podía afectar a pacientes y terapeutas de una manera muy concreta. La percepción de la amenaza podía desencadenar también ansiedades ligadas a la propia biografía. Sin embargo, las angustias no se registraban expresamente de manera que permitieran procurarles contención, y no se habían previsto espacios de elaboración en las instancias institucionales. Probablemente, el carácter en extremo amenazante de la situación política y la relevancia atribuida a las motivaciones éticas de los terapeutas fomentaban una actitud de omnipotencia frente a este trabajo, como un factor cualitativamente relevante, que facilitaba negar la angustia inherente a la vida propia y al trabajo cotidiano. Esta actitud era observable también en la mayoría de los trabajadores de Derechos Humanos (Lira 1995).
Esta revisión breve y sintética de lo que aprendimos requiere mencionar, además, los aspectos éticos incluidos en el trabajo terapéutico y psicosocial con víctimas de violaciones de Derechos Humanos que es necesario explicitar. En cada intervención se requiere garantizar el cuidado y bienestar de las personas y el respeto por su dignidad. Cada iniciativa de trabajo sobre los dolores y las pérdidas de las personas debe enmarcarse en esos principios, excluyendo todo aquello que puede volver a causar daño y dolor. Ello implica establecer los resguardos necesarios, a fin de que quienes implementen procesos terapéuticos o psicosociales sean competentes para ello, estén conscientes de sus límites y puedan pedir ayuda, si la necesitan. En el mismo sentido, se debe procurar el cuidado y autocuidado de quienes forman parte de los equipos, para evitar el desgaste emocional y otros efectos negativos asociados a este tipo de trabajo. Las consideraciones éticas mencionadas deben establecerse también para quienes realizan trabajos de investigación con víctimas, especialmente referidos a procesos de recuperación de memorias que se basan en testimonios. Se requiere garantizar que esos procedimientos no causarán daño y que respetarán la privacidad y el dolor de las personas. Es necesario, además, que quienes son entrevistados otorguen su consentimiento de ser grabados y registrados audiovisualmente, y se debe explicitar el uso posterior del material recogido, estableciendo con claridad las condiciones de confidencialidad, el almacenamiento, la propiedad de los datos y las condiciones de privacidad que se respetarán, en caso de eventuales publicaciones o difusión de las entrevistas.
Las condiciones de trabajo de los organismos de Derechos Humanos no permitían dar importancia al desgaste emocional de los profesionales ni tampoco al impacto de la escucha de historias terribles como consecuencia de trabajar con víctimas cuyas experiencias eran devastadoras. Las dificultades y la impotencia experimentadas podían ser atribuidas a las condiciones políticas y, más tardíamente, a las insuficiencias de las estructuras institucionales. La reacción espontánea frente a las dificultades tendía a ponerlas en el afuera, lo que posibilitaba unir al equipo y habilitarlo para expulsar lo contradictorio o conflictivo como no perteneciente al grupo, potenciando a su vez la omnipotencia como reacción que intentaba superar la impotencia que embargaba al equipo. Más de alguna vez, el equipo terapéutico se enfrentó a situaciones de amenaza. La reacción grupal implicó priorizar la protección de los consultantes, sin considerar los efectos en el equipo. En este contexto específico, uno de los recursos desarrollados para enfrentar la angustia generada por este trabajo fue el intento de sistematizar y conceptualizar la experiencia de trabajo y denunciar lo que estaba sucediendo a las víctimas y a sus familias en instancias sociales, académicas e internacionales. Se escribieron 22
Trauma, duelo, reparación y memoria
Elizabeth Lira
Dossier
La memoria de experiencias políticas traumáticas
la percepción consciente o inconsciente del sujeto de que su propia vida depende de olvidar o recordar, pero no siempre se trata de opciones; es decir, dentro de lo que sabemos, no se presenta claramente como una alternativa que el sujeto pueda elegir. La memoria al margen de la conciencia –de ese darse cuenta que opera como continuidad permanente en lo cotidiano– puede ser vivida como un recuerdo ajeno, sin sentido para el sujeto, y se hace inútil como recurso para el alivio de su ansiedad y temor, y, por tanto, infructuoso para la supervivencia. La psicobiología de la memoria nos indica que el recordar y el olvidar son el fruto de una red de conexiones, estructuralmente análoga en todos los seres humanos, pero diversa y diferenciada en cada uno, no solamente en la selección de lo que se recuerda sino también en como se recuerda (con imágenes, olores, impresiones, emociones, detalles o sentimientos gruesos que apuntan al significado de la experiencia y que queda fijado como una condensación individual). Algunas investigaciones recientes sobre la memoria concluyen que no es una facultad única sino que lo que llamamos memoria es el resultado de diferentes sistemas que dependen de distintas estructuras cerebrales. La flexibilidad o inflexibilidad, así como su accesibilidad, dependen de la integridad de los circuitos, pero también de la existencia de daños en las estructuras cerebrales que posibilitan su funcionamiento o de las experiencias traumáticas que los han alterado (Schacter y Scarry 2001).
El saber sobre lo traumático que hemos aprendido a través de la práctica clínica, nos ha mostrado que las experiencias de amenaza vital percibidas –es decir, la toma de conciencia de una amenaza a la existencia tal como la pensamos e imaginamos– alteran el funcionamiento de la memoria generando, en muchos casos, un olvido masivo que encapsula la totalidad de la experiencia y que se hace inaccesible a la conciencia, o que, por el contrario, se manifiesta como una amplificación de la memoria haciendo literalmente inolvidable lo vivido, en todos sus detalles y significaciones. Es decir, el recuerdo se impone, impidiendo cerrar la experiencia e invadiendo la vida del sujeto con imágenes recurrentes y angustias intolerables, que no dan tregua, ni en el sueño ni en la vigilia. Nuestra práctica clínica mostró también que, especialmente en el tratamiento de personas traumatizadas, la catarsis –al recuperar los recuerdos reprimidos– era aliviadora e incluso podía incidir haciendo desaparecer algunos de los síntomas, pero este alivio era casi siempre transitorio. Observamos que el psiquismo se había reorganizado en función de la amenaza de muerte percibida, y no bastaba solamente con volver al momento de la amenaza. Se hacía necesario trabajar con la experiencia de casi muerte que había vivido la persona analizando cómo esa amenaza se había inscrito en su historia, cómo esa casi muerte había cruzado sus vínculos, su trabajo, sus sueños. Por lo mismo, la función de recordar lo reprimido y lo olvidado como estrategia curativa conducía a identificar la necesidad de procesar el conjunto de la experiencia en sus distintos contextos, teniendo como eje central el trabajo de la memoria de ese pasado en función de la vida.
Se ha llegado a saber que la memoria humana es el resultado de numerosos procesos simultáneos, desde los complicados circuitos neurobiológicos que la hacen posible hasta las interpretaciones y significados posteriores sobre las experiencias que la constituyen. Varios estudios han mostrado cómo testigos diversos, presentes en el mismo acontecimiento, no lo recuerdan de modo semejante ni tampoco lo distorsionan de forma idéntica. Hay un sello individual en recordar y olvidar selectivamente. Es más, diversos estudios de psicofisiología han demostrado que ningún estímulo es recibido pasivamente por las células nerviosas y que la respuesta a la luz, al sonido o la oscuridad es fruto de la “interpretación” individual de los estímulos, sobre la base de una estructura común a la especie humana. Esa estructura funciona a partir de la experiencia pasada, codificada en las conexiones nerviosas, y pone en marcha la red de dichas conexiones modificando la nueva información. La clave de estas miles de operaciones es la vida, la supervivencia.
La imposibilidad del olvido circunscrita a ciertas experiencias traumáticas abre la pregunta sobre el proceso inverso: ¿cómo posibilitar algún tipo de olvido, cuando la experiencia del tiempo traumático se impone como un presente interminable marcado por la imposibilidad de un simple transcurrir? Tomando en consideración este otro ángulo, se entienden mejor las explicaciones populares que vinculan la memoria con la evocación de los sufrimientos, y el alivio de éstos, con el olvido y la supresión de la memoria. Las reacciones descritas tienen claves psicobiológicas que explican la memoria forzosa o la amnesia radical, y que, en último término, se encuentran asociadas a la supervivencia. De este modo, recordar u olvidar son alternativas complejas que se estructuran de acuerdo con
Desde hace siglos la “memoria” se vincula a la vida social y política señalando la necesidad social de olvidar o recordar, en beneficio de la convivencia y la reconciliación 23
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política. Correr el velo del olvido o dictar leyes de olvido han sido expresiones que vienen desde el siglo XIX en la historia chilena y que han formado parte del discurso político en el pasado en otras sociedades, generando la expectativa de que los grandes conflictos se resolvían decretando la obliteración de la memoria de ellos.6 Es decir, decretando el olvido o dejando que el tiempo extinguiera la memoria, asumiendo que el olvido pacificaría los ánimos y las pasiones políticas. Sin embargo, este supuesto ha demostrado sus limitaciones tanto psicológicas como políticas. Por otra parte, la memoria de las víctimas es, en muchos casos, una memoria traumática, es decir, el sufrimiento y el miedo permanecen vívidamente presentes sin que el transcurso del tiempo altere ese recuerdo, pero simultáneamente sin que ese recuerdo pueda ser integrado en el conjunto de la vida y de las relaciones sociales. La emocionalidad que tiñe esos recuerdos tiene la intensidad producida por una o muchas experiencias percibidas como amenazadoras y con riesgo de muerte, a las que se asocian pérdidas o temor a la pérdida de personas y de afectos y relaciones significativos. Las evocaciones del pasado sintetizan y condensan esas experiencias, cuyo sentido surge del sufrimiento y del dolor de las pérdidas, pero también de las resistencias ante la represión y las amenazas y de las lealtades construidas con personas y grupos sociales en estos procesos y en el curso de la vida. La posibilidad colectiva de resolver ese pasado entretejido de experiencias personales y políticas implica reconocerlo como un asunto que no es únicamente privado y propio de las biografías e historias individuales sino que concierne también al ámbito social y público, y que puede ser resignificado en los rituales del reconocimiento social, en los procesos judiciales y en las medidas de reparación. Dicho de otra forma, el pasado compartido socialmente nunca deja de tener una dimensión privada y personal, pero cuando los mismos hechos sociales y políticos han modelado un conjunto de experiencias traumáticas para miles de personas, se construye un espacio común que marca las relaciones sociales y requiere ser elaborado en los ámbitos colectivo y personal.
alcances y tejiendo redes en diversos ámbitos, asegurando formas de registro y de interpretación que se despliegan casi sin posibilidades de control y censura en internet. A diferencia de otras épocas, estas posibilidades han modificado los alcances de la expresión de las víctimas y del registro de su voz en la historia, haciendo una apelación ética y política en las sociedades de las que forman parte sobre las consecuencias de la violencia sobre sus vidas (Stern 2004 y 2006).
La memoria colectiva de una nación se compone de memorias diversas y contradictorias, que intentarán prevalecer unas sobre otras después del conflicto (González 1996). La batalla de las memorias se apoya actualmente en la tecnología de las comunicaciones ampliando sus
Casi siempre, los hechos de violencia política que han generado muertes han dado origen a conmemoraciones, memoriales, sitios de memoria y diversas formas de memoria política iniciados por los familiares de los muertos o por miembros de las comunidades afectadas.
6 El Edicto de Nantes, que estableció la tolerancia religiosa en Francia en 1598, empezaba señalando que la memoria de todo lo acontecido entre las partes desde el inicio del mes de marzo de 1585, “permanecerá borrada y extinguida, como cosa no sucedida”. Ver http://huguenotsweb.free.fr/histoire/edit_nantes.htm
7 Todorov (2000) advirtió sobre la supresión de la memoria como una acción política realizada en diversas culturas ante los conflictos como una forma de instalar una visión del pasado a favor de los vencedores. Entre ellos, los conquistadores españoles que destruyeron los vestigios de la antigua grandeza de los vencidos.
Como se ha dicho en distintos momentos y desde distintos enfoques teóricos y disciplinarios, la aseveración de los testigos constituye el material básico para una reconstrucción de lo “sucedido”, ya se trate de la historia de una familia, de un pueblo o de una nación, especialmente cuando sus testimonios son los únicos registros de hechos oprobiosos que han afectado a comunidades en conflicto. Esa verdad no existiría sin su palabra. En tiempos recientes, en muchos países, esos testigos han sido objeto de intentos sistemáticos de eliminación, tergiversación y suplantación de su palabra, mediante la negación social, la distorsión producida por la publicidad oficial y la descalificación de las palabras de las víctimas, considerándolas mentiras, agresiones al régimen en el poder o distorsiones que serían resultado de sus trastornos psicológicos.7 Al mismo tiempo, las atrocidades cometidas han sido de tal magnitud que las campañas destinadas a poner en duda la palabra de las víctimas y de los testigos suelen tener resonancia en distintos sectores, y hasta hoy hay quienes no pueden creer que aquello efectivamente ocurrió. Esa visión se corresponde casi siempre con aquellos que se identificaron con las medidas represivas y las apoyaron considerándolas necesarias en función de la salvación de la patria. Sin embargo, la convergencia de los relatos de diversos testigos y la calidad de testimonios judiciales de muchos de ellos han contribuido a la credibilidad de lo sucedido a cientos de miles de personas, y también los testimonios recogidos en las comisiones de la verdad han confirmado que los hechos sucedieron y afectaron a personas concretas, con nombre y apellido.
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Trauma, duelo, reparación y memoria
Elizabeth Lira
Dossier
El deber de memoria
El pasado ha sido fechado, recordado y conmemorado para no olvidar (a los muertos, lo vivido, las pérdidas, el miedo…). Los sobrevivientes, los familiares de las víctimas y sus amigos y personas cercanas declaran como postura ética (y política) no olvidar, invistiendo a la memoria de una fuerza política y cultural que se asocia con frecuencia al recuerdo de las víctimas, a la búsqueda de justicia, a la lucha por la paz, a la construcción y consolidación democráticas. La resistencia contra el olvido basada en el vínculo personal con los muertos y desaparecidos suele coexistir con una resistencia basada en la fidelidad y adhesión a sus creencias, ideas y valores y proyectos políticos. Este vínculo se traduce en una lealtad profunda que suele ser el motor de memorias militantes, que buscan trascender más allá de la represión y de la muerte. En algunos casos, expresan una dimensión del proceso de elaboración del duelo de las personas y familias, y, a veces, también surgen en los grupos políticos de los cuales formaron parte, como una deuda moral con aquellos que murieron en la lucha. Esas memorias mantienen el sentido de la causa por la que esas personas perdieron la vida y casi siempre coinciden en afirmar que se requiere recordar para asegurar que nunca más vuelvan a ocurrir tanta muerte, tanto dolor y miedo, tantas pérdidas.
y la memoria como un derecho
La memoria en el marco de políticas oficiales de memoria y de conmemoraciones forma parte del esfuerzo de las autoridades por establecer nuevas condiciones de convivencia política que reconozcan los agravios y busquen reparar a las víctimas. Hacen parte también de la memoria surgida desde las emociones y significados que tienen para las víctimas, las familias o una comunidad determinados sucesos o acontecimientos, que pueden ser reconocidos simultáneamente como hechos históricos de la nación y, a la vez, como sucesos y memorias de una comunidad particular. Casi siempre, los hechos se refieren a violencia y muerte, y se suelen recordar, casi únicamente, como agravios y pérdidas. En la trayectoria de los familiares de las víctimas (denuncia, manifestaciones públicas, acciones judiciales) la memoria de lo sucedido surge desde la lealtad con las víctimas, asumida como un deber moral. Se trata de los familiares que buscan a sus desaparecidos, o que exigen los restos de sus familiares asesinados, o que denuncian las torturas de sus familiares y luchan por su liberación. Las acciones son una expresión del vínculo con la víctima y, al mismo tiempo, afirman las propias convicciones y valores, el sentido de las luchas, el costo de las pérdidas y la necesidad de trascender el momento amargo de la muerte, la incertidumbre y el dolor. Esta actitud ha sido descrita como el deber de memoria. El deber de memoria se funda en la lealtad y en los afectos con las víctimas, pero es también expresión de una responsabilidad social hacia la comunidad humana global, publicitando el conocimiento de esa violencia y sus efectos, y convocando a que ésta nunca más se repita. Estos propósitos se encuentran en las iniciativas de memorialización y sitios de memoria en varios países. El deber de memoria fue explicitado en los escritos de Primo Levi, sobreviviente del genocidio nazi, interpretando ese deber en función de las lealtades de los vivos con sus muertos (Levi 2006); se inscribe en una visión valorativa de las relaciones sociales basada en el respeto al otro, en su individualidad y diversidad, y en la esperanza de que la memoria contribuirá a erradicar la crueldad y el abuso por motivos políticos.
La expresión nunca más se repite como un exorcismo y se asocia también a la expresión recordar para no repetir, afirmación familiar al saber psicoanalítico, que fundamenta la urgencia de examinar el pasado y reflexionar sobre él para proponer cambios en aquello que puede reproducir y activar el conflicto; sugiere recuperar la memoria sobre el pasado conflictivo y sus consecuencias, esperando que la comprensión del proceso y sus implicaciones pueda producir un cambio en las percepciones, en las conductas, en las emociones y, por tanto, en las relaciones sociales de la comunidad en la que se produjo la violencia. Pareciera existir la expectativa de que el conocimiento de la violencia represiva y sus consecuencias generaría una reacción de indignación moral ante la crueldad, y que ése sería el motor de una decisión política y moral de no repetir, de un nunca más, haciendo una analogía sugerente, aunque a veces excesiva, con los procesos psíquicos individuales.8
Esta visión se manifiesta principalmente en las acciones en relación con las víctimas, en la búsqueda de los detenidos desaparecidos, en la conmemoración de su ausencia, en las acciones públicas, hasta lograr identificar sus restos y conocer su destino final. Los procesos de memoria surgidos desde los vínculos con las víctimas
8 Asociación Psicoanalítica Argentina (1986). Este documento, publicado poco después del final de la dictadura militar, constituye una contribución para pensar las políticas de la transición y la memoria.
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han existido a lo largo y ancho del planeta; su persistencia en el tiempo surge desde la fuerza de su legitimidad afectiva y moral, tanto en América Latina como en otras latitudes. Así ha ocurrido con los familiares de muertos y desaparecidos durante de la Guerra Civil española y durante el franquismo, con familiares de los desaparecidos de la antigua Yugoslavia o del estalinismo (Merridale 2000).
el Memorial le añade la de desagravio y homenaje a todas las víctimas directas o indirectas de la lucha por la democracia, mínimo gesto que merecen como depositarias de una memoria silenciada, si no negada. Proclamar y rememorar –conmemorar en definitiva– son acciones que confieren al Memorial naturaleza de monumento en el sentido más radical del término: aquella obra humana edificada con la finalidad precisa de conservar vigente, en la conciencia de las generaciones futuras, el recuerdo de un acontecimiento o de un proyecto de futuro, o bien de ambas cosas a la vez.9
La construcción de una memoria democrática, de un proceso de memoria basado en la reconstrucción de la historia y la memoria de la resistencia política a la opresión, y en la construcción democrática, funda su legitimidad en un eje complementario del anterior, puesto que las historias individuales y los testimonios de las víctimas definen el sentido ético de la memoria política, tal como se ha analizado hasta el momento. La propuesta conocida como Memorial Democrático de Cataluña es una expresión concreta de esta visión. Se trata de construir en España una memoria sobre un pasado conflictivo, que incluye la República, la Guerra Civil, la dictadura de Francisco Franco, la transición y la democracia, tropezando con amnistías y amnesias políticas en diversos momentos de los últimos 70 años.
La propuesta del Memorial Democrático de Cataluña afirma, además, que las nuevas instituciones democráticas requieren de una condena política formal de los regímenes dictatoriales anteriores, para legitimar institucionalmente una política oficial de recuperación de la memoria democrática.
A modo de conclusiones
La propuesta catalana afirma que la memoria es un derecho. A partir de esa visión (y convicción), diversos grupos, desde la sociedad civil, se propusieron fundar una política pública sobre la memoria. Argumentando el derecho a la memoria política han apelado a la expresión de los valores de la lucha democrática como patrimonio cultural para la democracia y la gobernabilidad. La propuesta del Memorial Democrático de Cataluña se funda en la convicción de que la convivencia democrática no se ve favorecida por la amnesia política de un pasado violento, sino al contrario. Se requiere, señalan, un diálogo permanente entre la disciplina histórica y el testimonio de la vivencia, entre el conocimiento científico y la memoria:
Es importante recordar que las víctimas y sus familiares han luchado en decenas de países, durante décadas, buscando verdad y justicia, como dijimos al comienzo. El esfuerzo inicial era lograr que se reconociera la detención y luego la desaparición de sus familiares como hechos sucedidos efectivamente, enfrentando la negación oficial, incluso a riesgo de sus vidas. Ha sido habitual que las autoridades declararan, a pesar de las evidencias en contrario, que los hechos no tuvieron lugar. El primer objetivo de las víctimas ha sido, entonces, que las autoridades y los tribunales de justicia reconocieran la existencia de los hechos que las habían afectado. Al instalarse los gobiernos de transición de regímenes autoritarios a regímenes democráticos, las expectativas de los grupos y asociaciones de víctimas son, precisamente, que se reconozca lo que les ocurrió a ellos mismos o a sus familiares, que se reconozcan sus derechos y que se repudie, formalmente, la política de violaciones de Derechos Humanos. En muchos países la condena moral y política de los crímenes cometidos se ha expresado en las declaraciones y discursos de las autoridades que asumen el poder después del conflicto, representando a las fuerzas políticas opositoras y denunciando las violaciones de Derechos Humanos cometidas.
El Memorial Democrático se ha concebido como un observatorio de los valores de la democracia y un motor de iniciativas destinadas a mantener la memoria histórica. Como una herramienta del gobierno para transmitir a las nuevas generaciones los fundamentos históricos de nuestro sistema de libertades y garantías sociales. [...] La finalidad última de una política pública de la memoria democrática es proclamar solemnemente la vigencia de los valores democráticos como fundamento del modelo de organización y de convivencia de la sociedad catalana actual. Es, también, proclamar la voluntad de proyectar estos valores hacia el futuro. A esta función de afirmación,
9 http://www.gencat.cat/generalitat/cas/govern/infocatalunya/08_infocat/04.htm (último acceso,10-12-09).
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Trauma, duelo, reparación y memoria
Elizabeth Lira
Dossier
En Chile, después del final del régimen militar, el primer gobierno de la transición estableció una Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación destinada a identificar los casos de detenidos desaparecidos, ejecutados políticos y víctimas de violencia política (1990-1991). Trece años después se estableció una Comisión Nacional de Prisión Política y Tortura (2003-2005).10 La Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, así como la Comisión Nacional de Prisión Política y Tortura, señalaron en sus conclusiones que las violaciones de Derechos Humanos tuvieron efectos devastadores en las víctimas y en la convivencia social de la sociedad chilena, y rechazaron moral y políticamente que desde el Estado se hubiesen diseñado políticas sistemáticas de represión política utilizando la tortura y la desaparición de personas. Sin embargo, y paradójicamente, esos informes y las voces de las víctimas se suelen cerrar en el mismo momento en que se dan a conocer, y en poco tiempo se transforman en documentos simbólicos que concentran el horror del pasado pero no logran despertar un interés memorial, precisamente por su penoso contenido, incluso entre las propias víctimas.
dades políticas, aunque no se agota en ellos. Supone la construcción de una cultura democrática, fundada en el respeto intrínseco a los Derechos Humanos de cada uno, incluido el derecho a un debido proceso de los victimarios. Implica también una elaboración social del sufrimiento y de la violencia en el ámbito cultural reconociendo que esto ocurrió entre nosotros y que es lo que queremos que no vuelva a ocurrir. Cada víctima tiene derecho a que su historia y su padecimiento sean reconocidos como una injusticia y como una violación a sus derechos; que la sociedad le otorgue una reparación que incluya espacios de reflexión y elaboración en todos los niveles de contexto implicados, y que la memoria política conserve su nombre y su historia como elementos indispensables para sostener una memoria democrática que garantice el respeto y la dignidad de las personas en todo momento y circunstancia, ahora y en el próximo futuro. Cada país y cada comunidad humana son desafiados a construir la paz basada en la verdad de lo sucedido y en el reconocimiento y reparación de las víctimas, dejando atrás las fórmulas políticas que fundaron la paz en la impunidad de crímenes atroces, sembrando resentimientos y favoreciendo el resurgimiento de los odios y las venganzas y la recreación de la violencia con afanes justicieros, por ausencia de justicia.
Esas reacciones contribuyen a que esta historia sea, haya sido y siga siendo abrumadora no sólo para las víctimas sino para grandes grupos sociales en cada sociedad, precisamente porque esas historias se congelan en el momento del horror. Por otra parte, la formulación del deseo de Nunca más respecto al pasado oprobioso es una invitación a recordar para aprender de esta experiencia en el ámbito social y político, convocando a una nueva forma de convivencia. Estos dos movimientos no parecen encontrarse. Sin embargo, uno y otro no tienen mayor relevancia y efectividad para asumir (y superar) el pasado mientras no den curso a procesos que permitan grados de elaboración de lo vivido, padecido, renegado y destruido, es decir, procesos que posibiliten formas intencionadas de elaboración emocional y moral por parte de las y los afectados que faciliten construir una memoria común, con el propósito de sanarse ellos mismos e introducir procesos que apunten a la sanación de la vida social. De este modo, memoria y reparación social, procesos terapéuticos y proceso social democrático se vinculan y entretejen.
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Atención y reparación psicosocial en contextos de violencia sociopolítica: una mirada reflexiva* por Liz Arévalo Naranjo** Fecha de recepción: 2 de agosto de 2010 Fecha de aceptación: 6 de agosto de 2010 Fecha de modificación: 12 de agosto de 2010
Resumen En el presente artículo se reflexiona sobre los resultados de una experiencia específica de valoración psicosocial a víctimas de la violencia sociopolítica en Colombia en dos casos cubiertos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Colombia. A partir de los análisis de los resultados obtenidos en las valoraciones, se presentan algunas hipótesis construidas desde un enfoque sistémico y construccionista que pueden ser extensivas al resto de la población víctima, teniendo en cuenta que los efectos de los hechos violentos vividos por las personas, y los continuos escenarios de revictimización a los que se ven sometidas, son bastante similares, a pesar de las profundas diferencias en el desarrollo del conflicto en el nivel local. Además, plantea un análisis relacional sobre los efectos que ha generado la Ley de Justicia y Paz, teniendo en cuenta diferentes aspectos que, interrelacionados, cuestionan su aporte al proceso de recuperación psicosocial de las personas víctimas de la violencia sociopolítica en Colombia. Finalmente, se presentan algunos elementos para la consolidación de propuestas que articulen lo psicosocial a los procesos de reparación que tienen lugar actualmente en el nivel nacional.
Palabras clave: Acompañamiento psicosocial, enfoque sistémico construccionista social, impactos de la violencia sociopolítica, reparación, revictimización.
Psychosocial Intervention and Reparation in Sociopolitical Violence Contexts: A Reflective View abstract This article reflects on the results of a specific experience in psychosocial evaluation of victims of sociopolitical violence in Colombia in two cases covered by the Inter-American Court for Human Rights – CIDH – in Colombia. Based on the analysis of the results obtained in the evaluations we present various hypotheses built from a systemic and constructionist point of view, which can be extended to the rest of the victim population, taking into account that the effects of the violent events and the continuous revictimization scenarios to which they are subjected are quite similar despite the deep differences in the development of the conflict at a local level. Also, the article presents a relational analysis of the effects that the Justice and Peace law has generated considering several aspects which, when interrelated, come to question their contribution to the psychosocial recovery process in the victims of sociopolitical violence in Colombia. Finally we present some elements aimed at the consolidation of proposals which articulate psychosocial elements to the reparation processes which currently take place in the country.
Key words: Psychosocial Intervention, Systemic Social-Constructionist Perspective, Impacts of Sociopolitical Violence, Reparation, Revictimization.
* Este artículo hace parte del material bibliográfico de referencia de la línea de investigación de demandas e intervención psicosocial de la Universidad Central. ** Psicóloga de la Universidad Javeriana. Terapeuta Familiar Sistémica de Sistemas Humanos, Bogotá-Kensington Consultation Centre de Londres. Directora de la Corporación Vínculos y docente de la Maestría en Intervención en Sistemas Humanos e investigadora principal de la línea Demandas e intervención psicosocial de la Universidad Central. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Aspectos psicosociales de las investigaciones del delito del reclutamiento ilícito (con Nathalia Sandoval). En El delito Invisible, 88- 98. Bogotá: Coalición contra la Vinculación y Comisión Colombiana de Juristas, 2009; Siga el Hilo: Prevención a la vinculación de niños, niñas y jóvenes a la guerra (con Diana Contreras, Lisa Rodríguez, Milena Peña y Fernando Gonzalez). Bogotá: Corporación Vínculos, 2009; y Acompañamiento psicosocial en contextos de violencia sociopolitica. En Acompañamiento psicosocial en contextos de violencia sociopolítica, eds. Liz Arévalo, Miriam Penágos y Eduardo Martínez, 29-33. Bogotá: Corporación Vínculos. Correo electrónico: lizyas@gmail.com.
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Assistência e reparo psicossocial em contextos de violência sociopolítica: um olhar reflexivo resumo No presente artigo, reflete-se sobre os resultados de uma experiência específica da valorização psicossocial a vítimas da violência sociopolítica na Colômbia em dois casos cobertos pelo Tribunal Interamericano de Direitos Humanos - CIDH na Colômbia. A partir da análise dos resultados obtidos nas avaliações, apresentam-se algumas hipóteses elaboradas a partir de um enfoque sistêmico e desconstrucionismo que podem ser extensivas ao resto da população vítima, levando em consideração os efeitos dos atos violentos vividos pelas pessoas, e os contínuos cenários de revitimização aos quais são submetidas, são bastante semelhantes, apesar das profundas diferenças no desenvolvimento do conflito em nível local. Além disso, planteia uma análise relacional sobre os efeitos que gerou a lei de Justiça e Paz, levando em consideração diferentes aspectos que, interrelacionados, questionam sua contribuição ao processo de recuperação psicossocial das pessoas vítimas da violência sociopolítica na Colômbia. Finalmente, apresentam-se alguns elementos rumo à consolidação de propostas que articulem o psicossocial aos processos de reparação que acontecem atualmente em nível nacional.
Palabras chave: Acompanhamento psicossocial, enfoque sistêmico construcionista social, impactos da violência sociopolítica, reparação, revitimização.
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lacional con una comprensión desde el contexto. La perspectiva psicosocial permite comprender, así, la particularidad de la población víctima de la violencia sociopolítica, re-conocer sus múltiples contextos sociales, culturales y políticos como ámbitos en los que se construye y deconstruye la identidad, el mundo emocional y relacional, los cuales son constituyentes de la realidad que se vive.
n el presente artículo planteamos un marco comprensivo sobre acompañamiento psicosocial a partir del cual presentamos nuestras reflexiones y aprendizajes sobre el acompañamiento psicosocial desde dos contextos de análisis; el primero, la experiencia de valoración médica y psicológica desde una perspectiva psicosocial a la población víctima cobijada por la medida de reparación en salud de las sentencias proferidas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en los casos de Ituango y Pueblo Bello, y el segundo, la Ley de Justicia y Paz y los impactos psicosociales que consideramos ha generado en la población víctima y en las relaciones sociales de nuestro país.
En este marco, consideramos que el acompañamiento psicosocial tiene como objetivo construir un proceso reflexivo entre la población víctima, su red social y los acompañantes, que contribuya a la superación de los efectos sociales y emocionales de la violencia a través de la resignificación de la identidad y del reconocimiento de recursos personales y sociales, en el marco de la categoría de sujeto de derechos. Este objetivo destaca aspectos que consideramos básicos para adelantar procesos de acompañamiento psicosocial: el primero, la relación que se construye entre el acompañante y las personas víctimas de la violencia como el motor y brújula del proceso mismo. El segundo, la identidad como referente de análisis de la población sobre su situación emocional y relacional a partir de la experiencia violenta, lo cual permite reconocer el cambio abrupto que ésta genera, y desde allí proyectar nuevas explicaciones o miradas hacia el futuro. Y tercero, tener presente que el acompañamiento psicosocial se da en el marco de considerar a las personas como sujetos de derechos, con la capacidad y dignidad de exigir sus derechos, la reparación integral, y con la facultad de promover cambios en la vida.
Por último, esbozamos algunas ideas sobre cómo articular lo psicosocial en procesos de reparación llamando la atención sobre aspectos fundamentales que se deben transformar y fortalecer, donde resaltamos la importancia del papel de las personas víctimas durante todo el proceso.
Entendimiento sobre acompañamiento psicosocial
Desde nuestra mirada, lo psicosocial es irreverente frente a procesos de atención puramente psicológicos y focalizados en los individuos, e invita a adelantar acciones tendientes a integrar lo emocional y lo re30
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sólo individual, sino también colectivo; ámbito para la reflexividad institucional y del acompañante, en el cual se consideran los prejuicios, las emociones y el sistema de creencias de las instituciones y los acompañantes como parte del proceso para identificar cuándo éstos son obstáculos u oportunidades para que las personas puedan reconstruir sus proyectos de vida: por último, el ámbito para recrear la identidad, en el que se adelantan todas las acciones terapéuticas o reflexivas que es necesario abordar para superar el impacto emocional que genera la violencia en las personas, familias o comunidades víctimas de hechos violentos.
De otro lado, es importante mencionar que la perspectiva teórica de nuestro modelo de trabajo para el acompañamiento psicosocial es el enfoque sistémico construccionista social, el cual privilegia las investigaciones referidas a lo local, a diferencia de la búsqueda de verdades universales, y acentúa el aspecto de intercambio y de génesis social del conocimiento (Gergen 1996). El construccionismo social considera que las ideas y las comprensiones sobre el mundo surgen del intercambio social y son comunicadas en el lenguaje, y que éstos evolucionan o cambian en el espacio de las conversaciones entre las personas, en el dominio de la danza común. (Boscolo y Bertrando 1996). Esta perspectiva aporta focos de estudio pertinentes para la comprensión del mundo social que se crea en los contextos de violencia sociopolítica, dado que aporta categorías comprensivas, tales como contexto, identidad, relaciones y narrativas, como referentes de análisis sobre los efectos que tiene este tipo de violencia en las personas, familias y comunidades, y señala una postura teórica y metodológica respecto a que las prácticas de acompañamiento psicosocial son diálogos para concertar y diseñar soluciones que permiten a las personas incluirse a sí mismas e incluir a otros/as como parte del proceso, y definir de manera interactiva valores y rutas que emergen en el proceso mismo.
Respecto a este último ámbito, pensamos en la pertinencia de integrar a los procesos de acompañamiento intervenciones terapéuticas individuales, familiares y comunitarias que faciliten una resignificación del sufrimiento a partir del contexto anormal que lo generó, la violencia sociopolítica, distanciándonos de la patologización a través de rótulos y diagnósticos de las dificultades que expresan las personas. Lo anterior se basa en la consideración diferencial que se desprende de que el contexto donde se genera el daño es el de la violencia sociopolítica. Revisando algunas reflexiones teóricas de autores como Gurr, Sluzki, Zubero y Lira, se logra comprender cómo la Violencia Política debe ser entendida más allá del plano de la confrontación de actores por disputas de poder, para lograr evidenciar los efectos devastadores que dicha violencia genera en la vida de personas y comunidades.
Asimismo, nuestra labor se orienta desde una mirada diferencial del impacto psicosocial de la violencia sociopolítica a partir de aspectos tales como género, ciclo vital, tipo, intensidad y duración del hecho violento, tipo de pérdidas sufridas, la falta o presencia de apoyo social y de respuesta institucional, las condiciones sociales y políticas de las víctimas, el contexto cultural de origen y contexto cultural actual y el tiempo cronológico y subjetivo: antes, durante y después del hecho violento.
Para Carlos Sluzki (1995), “la violencia política, en cualquiera de sus muchas variantes, tiene un efecto devastador y de largo alcance en quienes han sido sus víctimas. La violencia física y emocional es perpetrada precisamente, por quienes tienen la responsabilidad social y legal de cuidar a los ciudadanos, de mantener el orden en su mundo, de preservar la estabilidad y predictibilidad de sus vidas: el Estado” (p. 351). Esta situación genera en las personas una incoherencia, pues quien debería proteger, se convierte en victimario; el Estado, además de no garantizar los derechos de sus ciudadanos, se constituye en un “actor” responsable por acción u omisión de acciones de violencia en contra de la población civil, generando así un espacio social hostil para sus miembros.
Por otra parte, hemos identificado ámbitos de acción del acompañamiento psicosocial, dado que es muy amplio el campo de trabajo y es importante hacer distinciones en el momento de desarrollar una u otra acción, aun cuando son complementarias entre sí. Los ámbitos se categorizan de la siguiente forma: ámbito para reconstruir la dignidad, donde se integra lo psicosocial a todas las acciones jurídicas, y en el campo de los Derechos Humanos, que contribuyen a la superación de los efectos de la violencia sociopolítica en la identidad de las personas como sujetos de derechos; ámbito para configurar o fortalecer las redes sociales como soporte para recuperar la vida social y la confianza; en cuanto la perspectiva psicosocial se orienta hacia la transformación del contexto político, social y cultural, el cambio no es
Por su parte, Zubero (2003) establece características propias de la violencia denominada política, la cual, afirma, es ejecutada con intencionalidad política, cuyo referente de sentido es otorgado por una determinada visión o aprehensión subjetiva de la realidad; visión 31
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que construye el problema, y en el marco de la cual la violencia aparece como la única reacción posible. Este autor define la visión como conjuntos articulados de creencias acerca del mundo, las personas y la sociedad. Las visiones son una forma de causación que no dependen de los hechos; por ello se mantienen, a pesar de los hechos, y hasta en contra de los hechos.
brindar una atención especializada desde una perspectiva psicosocial a las personas víctimas, y, de esta forma, que estableciera convenios a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con organizaciones no gubernamentales especializadas. Es así como Vínculos entra a ser parte de este proceso, el cual fue interrumpido por el Gobierno al terminar la primera fase de caracterización.
Comprender estas implicaciones de la violencia sociopolítica brinda la posibilidad de entender los efectos de la misma; de lo contrario, podemos caer en un ejercicio de patologización de las personas víctimas y de privatización del daño, al ocultar la responsabilidad del victimario (actores armados) y de la estructura social y estatal. Para Elizabeth Lira, comprender el contexto implica reconocer el uso del sufrimiento, el miedo, la impotencia, el horror y el poder, para regular la conducta política de la población y alcanzar unos intereses concretos: “la diferencia central radica en que un ‘loco’ se enfrenta a sus ‘demonios privados’, mientras que en la violencia política, el demonio adquiere una dimensión real y su violencia es un mensaje para el conjunto de la sociedad” (Lira, Becker y Castillo 1989, 24).
Esta situación ha sido altamente lesiva y revictimizante para las personas; hemos evidenciado por medio de entrevistas semiestructuradas y talleres de caracterización psicosocial que, ante las vulneraciones vividas y el incumplimiento de la medida de reparación de atención en salud desde una perspectiva psicosocial por parte del Estado, se han reconfigurado escenarios de desesperanza, impotencia y dolor, y una serie de impactos psicosociales individuales y colectivos, que se describen a continuación (Sáenz 2010). Pérdida de la confianza y desesperanza. La interrupción del proceso hacia la segunda fase de atención transgredió las expectativas y la esperanza de los familiares, quienes habían confiado en los compromisos planteados por funcionarios del Ministerio de la Protección Social de dar continuidad al cumplimiento de la medida brindando la atención en salud desde una perspectiva psicosocial. Al inicio del proceso las personas manifestaron: “Yo esperaría que sea un proceso serio, que haya el acompañamiento durante el tiempo que sea necesario, que si se establece un tratamiento que de verdad se cumpla”; “Sí requerimos de un acompañamiento, un tratamiento por parte de los profesionales de la salud, psicólogos, porque vos sabes también que el estrés y todo este dolor también genera muchas cosas a nivel físico”: “[Necesitamos] apoyo psicológico, que continúen esta valoración, porque si no eso no va a ser un proceso igual que si vuelven dentro de un año, nada nos ganamos con que vengan hoy y no vuelvan [después]”.2
Reflexiones desde la experiencia Podemos establecer dos contextos que han planteado retos e interrogantes y, por lo tanto, aprendizajes sobre la complejidad que tiene adelantar procesos de acompañamiento psicosocial en el contexto colombiano actual:
Primer contexto: en procesos de reparación La Corporación Vínculos participó en noviembre del año 2009 en el proceso de valoración médica y psicológica, desde una perspectiva psicosocial, de las víctimas cuya reparación ordenó la Corte Interamericana de Derechos Humanos en las sentencias de los casos de Ituango y Pueblo Bello, proceso que nos permitió conocer la situación emocional y física de 1.235 personas víctimas de hechos violentos, tales como desapariciones, asesinatos selectivos, masacres y desplazamientos. Es importante destacar dos elementos centrales del contexto: en primer lugar, estos hechos ocurrieron hace ya 18 años, en el caso de Pueblo Bello, y 12 años, en el caso de Ituango, y en segundo lugar, la sentencia de la Corte Interamericana se profirió en el año 2006. Por otro lado, las organizaciones representantes1 de las víctimas lograron que el Estado reconociera la falta de experticia para
La ausencia de respuesta ante estas demandas ha reafirmado las ideas que los familiares tienen frente al Estado: La percepción que tienen los familiares acerca del papel que ha asumido el Estado en el proceso jurídico y de cumplimiento de las medidas de reparación como ausente e indiferente (75%), ya que, de acuerdo con ellos, encuentran una institucionalidad que no se ha hecho presente para asumir sus responsabilidades, no es diligente para cumplirles sus derechos ni desarrollar
1 Comisión Colombiana de Juristas para el caso de Pueblo Bello y el Grupo Interdisciplinario de Derechos Humanos (GIDH) para el caso de Ituango.
2 Informe final, sentencia Ituango y Pueblo Bello, agosto de 2009.
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las medidas de reparación proferidas por la CIDH y es indiferente a sus necesidades y a su dolor. En la actualidad la comunicación del Estado con los familiares es nula, lo cual amplía la percepción de abandono y olvido y reafirma las percepciones frente a que en lugar de ser un aliado y protector, es una relación “fantasma” que lesiona y revictimiza.
mos concretos de atención en salud física y psicosocial4 mantienen y agudizan los efectos físicos y psicosociales que generaron los hechos de violencia. Respecto a esto último, los resultados de la valoración5 de 909 personas (206 para el caso de Ituango y 703 para el caso de Pueblo Bello) nos permitieron constatar que una gran parte de esta población se encuentra en situación de pobreza y muestra efectos profundos y permanentes, no sólo por los hechos violentos descritos en las sentencias sino por la ininterrumpida cadena de situaciones que hasta el día de hoy los han revictimizado. Cabe resaltar que para ambos casos encontramos porcentajes similares de los impactos emocionales en la población, tales como tristeza (40%, aproximadamente), depresión (90%, aproximadamente), ansiedad (75%, aproximadamente) y sensación de desesperanza y desconfianza en la vida (60%, aproximadamente). Las precarias condiciones de vida y de trabajo –explicables en parte por los procesos de desplazamiento forzado relacionados con la violencia de los cuales han sido víctimas–, sumadas a los eventos de violación de Derechos Humanos de los que han sido objeto, configuran un mapa de determinantes de la salud que explican la alta proporción de enfermedades halladas en la población valorada.
Dificultad para tramitar escenarios emocionales de duelo, sufrimiento, incertidumbre y demás expresiones de dolor. Desde el primer acercamiento las personas expresaron su inquietud “por darle una pronta continuidad al proceso ya comenzado con los profesionales”. Esta demanda es prioritaria, pues las personas manifestaron su preocupación por las implicaciones que tiene “reabrir su herida” (Sáenz 2010). Desde una mirada psicosocial, esto genera revictimización, al revivir la situación de violencia en su narración y no contar con un proceso terapéutico que permita tramitar, elaborar y resignificar los aspectos victimizantes de dicha historia que las mantienen atadas a un pasado inamovible, dificultando la reconstrucción de una ruta de vida. Cristalización de la identidad de víctima-victimizada. La falta de atención oportuna se traduce en un anclaje al sufrimiento por parte de las personas, como un medio para ser escuchadas y reparadas. La consecuente negación de su lugar como sujetos genera un vínculo con la identidad de víctima/no escuchada/ sufriente, que, a la postre los lleva a considerar (de manera no consciente) esta postura como una forma de no “perder la posibilidad” de exigir y restituir sus derechos y así reivindicar al ser querido perdido. En el nivel psicológico esto es devastador, pues la cristalización de esta identidad como una manera de lucha para ser visible o reconocido por el Estado y la sociedad lleva a las personas a “detener” su vida esperando la atención (reconocimiento de su dolor), mientras sus dinámicas cotidianas giran alrededor del hecho violento, lo cual constituye una trampa de la cual es difícil salir, situación que es agudizada por el incumplimiento de la medida de reparación. Algunos de los efectos emocionales observados se relacionan con embotamiento, restricción emocional y aislamiento social.
Para el caso de Ituango, se encontró en el momento de la valoración que el 54% de las personas tenía alguna enfermedad. Las más frecuentes corresponden a enfermedades metabólicas y nutricionales (diabetes, obesidad, desnutrición, entre otras), seguidas de problemas relacionados con el sufrimiento emocional (depresión, ansiedad, ataques de pánico), enfermedades del sistema
vivir una y otra vez experiencias extremas, en razón de la violencia ejercida por diferentes actores armados, guerrillas y paramilitares, y por no haber contado con la protección del Estado. 4 70% de la población valorada no recibió atención en salud, pese a las remisiones médicas realizadas durante el proceso de valoración. 5 Para el proceso de valoración médica y psicosocial se utilizaron diferentes instrumentos: ficha de consulta médica, caracterización sociodemográfica de los hogares, de la vivienda, de las redes o instituciones que apoyan a las familias, y se realizaron entrevistas semiestructuradas a los grupos familiares, diseñadas a partir de la metodología del calidoscopio, en la que, tomando como referencia la línea de tiempo, se indaga sobre el antes, el ahora y el después de los hechos violentos, considerando los ámbitos emocional, relacional y de derechos. El procesamiento de la información se realizó mediante una aplicación de base de datos relacional desarrollada con Microsoft Access (MR), empleando formularios electrónicos con una interfaz gráfica análoga a los formularios o fichas impresas para la recolección de información. Mediante la interfaz se controló la consistencia interna o correspondencia entre la información proveniente de los distintos instrumentos impresos empleados. Corporación Vínculos (2009). Informe final, Proceso de valoración médica y psicológica desde una perspectiva psicosocial a las víctimas del caso Ituango y sus familias.
En síntesis, se resalta que la deslegitimidad de las instituciones del Estado, la pérdida de la esperanza de la transformación de su situación, la constante revictimización por nuevas violaciones3 y la ausencia de mecanis3 Las personas han descrito que a lo largo de estos años han tenido que
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circulatorio (hipertensión arterial, angina, arritmias, etc.) y enfermedades endocrinas (hipotiroidismo, por ejemplo). Además, se encontró una mayor proporción de enfermedades en las mujeres, frente a los hombres, en relación de 3:1.
ciones efectivas orientadas a la restitución, rehabilitación, satisfacción y garantía de no repetición, elementos centrales de la reparación, como lo afirma el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en su informe más reciente.6
En el caso de Pueblo Bello, la proporción de personas con algún problema de salud en el momento de la valoración fue mayor: 76,5% del total. Las situaciones de salud más frecuentes fueron enfermedades metabólicas y nutricionales, del sistema circulatorio, importantes dificultades emocionales, el 90% con casos depresión (y con mayor predominio en mujeres), y enfermedades endocrinas. Al igual que en el caso de Ituango, la proporción de mujeres con alguna patología fue tres veces mayor que en el caso de los hombres.
A pesar de las marcadas diferencias que pueden encontrarse en los análisis de las dinámicas locales del conflicto armado en el país, consideramos que la situación de esta población, en cuanto a los efectos psicosociales y físicos de los hechos violentos en sus vidas y la falta de atención en salud física y emocional, es representativa de la realidad que actualmente atraviesa la mayoría de las personas víctimas en Colombia. Como ejemplo de ello, remitimos al texto de la Sentencia T-045 de 2010 de la Corte Constitucional, como respuesta a las tutelas interpuestas por los apoderados7 de cuatro mujeres víctimas de la masacre cometida por los grupos paramilitares en el corregimiento de El Salado, norte del departamento de Bolívar, entre el 16 y el 21 de febrero de 2000. La sentencia describe de manera muy clara y contundente la negligencia del Estado en la atención de las demandas de cuidado físico y psicológico de estas mujeres, y los efectos lesivos que esto ha tenido en sus vidas. La Corte Constitucional resolvió ordenar al Estado que, en un plazo de seis meses, “diseñe e implemente los protocolos, programas y políticas necesarios de atención en salud que respondan a las necesidades particulares de las víctimas del conflicto armado, sus familias y comunidades, especialmente en lo referido a la recuperación de los impactos psicosociales, producidos por su exposición a eventos traumáticos desencadenados por la violencia sociopolítica en el país”. Cabe destacar que esta sentencia ordena conceder la protección del derecho a la salud y afirma que el tipo de atención debe ser psicosocial y especializado considerando su condición de mujeres (género) y víctimas de hechos violentos.
Como vemos, se trata de una grave situación en cuanto a la salud mental y la presencia de enfermedades de tipo metabólico, relacionadas con el procesamiento de sustancias internas y externas que afectan el funcionamiento de órganos o sistemas en el cuerpo. Esta característica particular de los diagnósticos da cuenta de escenarios emocionales marcados por el congelamiento del dolor, la tristeza, la rabia y otras emociones experimentadas por las familias desde el momento de los hechos, y que, hasta el momento de las valoraciones realizadas, se mantenían en ellos y ellas como un presente continuo, al punto que la construcción de su historia vital y las narraciones de esa historia tienen como centro, punto de partida y de regreso los hechos violentos. A manera de hipótesis, podemos plantear que las enfermedades físicas son metáforas de la situación emocional que han vivido, dado que la dificultad de “procesar” las profundas emociones y las huellas que dejaron los hechos violentos en las familias, lo no dicho por ellos y ellas, se expresa finalmente a través del cuerpo. Al respecto, Sluzki (1994) señala que “la violencia emocional suele tener correlatos somáticos importantes e inmediatos de tipo autonómico, sistema que genera una ‘zona gris’ en la que el cuerpo aparece como territorio del acto violento aun cuando su espacio material no haya sido violentado” (p. 354).
Segundo contexto: en el marco de la Ley de Justicia y Paz Desde este marco, consideramos pertinente establecer, en primer lugar, algunos efectos que ha tenido y tiene la Ley 975 de 2005 de justicia y paz en la vida de las víctimas
Las evidencias muestran para estos casos que la salud física y emocional de las víctimas es crítica, y al Estado colombiano le corresponde reconocer que no cuenta con la capacidad institucional para responder a las demandas de atención, ni con los elementos técnicos para integrar la perspectiva psicosocial al concepto de salud, en el marco del cumplimiento de medidas de reparación. Adicionalmente, no ha dado muestras de una voluntad política para dar protagonismo a las víctimas y emprender ac-
6 Informe del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas a los Estados parte, en virtud del artículo 40 del pacto, Ginebra, 12-30 de julio de 2010. 7 Corte Constitucional, Sala Primera de Revisión, reiteración de Jurisprudencia, Sentencia T-045 de 2010, Acción de tutela instaurada por la Comisión Colombiana de Juristas en representación de Diana Carmenza Redondo, Argénida Torres, María Romero y Juana Cárdenas, contra el Ministerio de la Protección Social.
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y en el desarrollo mismo de los procesos de reparación integral que se vienen impulsando desde esta ley.
privilegios y uno que sufrió todo el daño, no podemos hacer nada, nosotros que vivimos tantas injusticias, que vimos matar tanta gente… eso da rabia”. • El proceso de reestructuración ética de los victimarios en este escenario de impunidad es difícil, en cuanto el proceso de integración de los actores armados al mundo social debe partir de un desarrollo claro y público de sanción por los hechos de barbarie, con el concomitante reconocimiento de los mismos, su arrepentimiento y el acto de pedir perdón. Esto último ya no con el objeto de utilizar la ley para conseguir los beneficios jurídicos, sino desde la búsqueda de la transformación del mundo social colombiano, con la articulación a procesos reales de reconciliación. • La lucha semántica.9 Uno de los indicadores más llamativos que evidencia la mentira institucional es la discrepancia entre el discurso grandilocuente del Gobierno respecto a los logros de la ley, frente a la permanencia del conflicto armado y a las violaciones de Derechos Humanos por parte de todos los actores en disputa. Esto lleva a que la forma como se describe la realidad se convierta también en un terreno de disputa y de “batalla”. El gran marcador de significado es, por ejemplo, la afirmación de que no existe un conflicto armado en Colombia y que la Ley de Justicia y Paz ha permitido el desmantelamiento del paramilitarismo, al tiempo que ha permitido conocer la verdad sobre los hechos de violencia, cuando en plena vigencia de esta ley, el Ejecutivo ordenó la extradición de los cabecillas más importantes del paramilitarismo en Colombia, en abierta contradicción con el principio de verdad. En este escenario narrativo, las personas víctimas y los defensores de Derechos Humanos se ven obligados a luchar por el reconocimiento social frente a lo que han vivido o en frente de lo que han sido testigos. Para el caso de las víctimas, la situación es mucho más compleja, en cuanto sus propias versiones y explicaciones sobre los hechos luchan por establecer que los hechos violentos realmente ocurrieron, no son su responsabilidad y no son un invento de ellas. El proceso social creado es altamente confuso, alienta la polarización y resta de nuevo el poder a las personas víctimas para describir desde ellas su realidad, mistificando así la versión del victimario. • La precaria respuesta estatal para brindar atención médica y psicosocial especializada a las personas víctimas, situación que genera un escenario de
Desde nuestro punto de vista, la Ley de Justicia y Paz, en vez de ayudar a la construcción de procesos que contribuyan a la paz, ha configurado un escenario que favorece la revictimización y el mantenimiento de un organización del mundo social basada en la utilización de la violencia como forma de relación. La vida cotidiana se ha militarizado, y la sociedad colombiana, afectada por la permanencia del conflicto armado, se encuentra sumergida, como diría Martín-Baró (1990), en una mentira institucionalizada, que niega la realidad de las víctimas al tiempo que justifica el uso de la violencia. La sociedad se convierte en espectadora invisible de las diferentes versiones sobre la realidad y de las incoherencias entre las narrativas de lo que sucede desde el discurso oficial y las situaciones por las que continúan atravesando millones de personas que son afectadas a diario por el conflicto armado. Este escenario se ha generado por la interrelación de varios elementos en diferentes niveles: • La impunidad,8 manifestada en la dilación en los procesos judiciales para establecer la responsabilidad de los victimarios, en la preponderancia de su voz en las audiencias como espacios para hallar la verdad, donde las explicaciones y versiones de los hechos violatorios de los Derechos Humanos se constituyen en la versión real, convirtiéndolos en protagonistas del proceso de la Ley de Justicia y Paz. En ese sentido, la impunidad mantiene el patrón devastador de la violencia sociopolítica enviando un mensaje a las víctimas, según el cual “el Estado no está a favor mío, pues no sanciona al responsable”; el testimonio de una persona da cuenta de esto: “[Siento] rabia porque muestran en la televisión esa gente que hace tanto daño y les dan un montón de 8 En un artículo publicado en la red por la Agencia de Prensa IPC en julio de este año, se citan cifras de la Alta Consejería para la Reincorporación a la Vida Civil, respecto a los procesos que se adelantan con los 3.861 desmovilizados, en el marco de la Ley de Justicia y Paz, que se acogieron a esta ley, de los cuales unos 2.872 “correspondían a militantes rasos que se desmovilizaron colectivamente, unos 25 eran jefes de bloques y unos 964 se encontraban detenidos al momento de la desmovilización”. Las afirmaciones hechas en la publicación apuntan a evidenciar los altos niveles de impunidad que se presentan cinco años después de la expedición de la Ley 975, pues del total de desmovilizados que publica la Alta Consejería, “sólo 2.161 ratificaron su postulación y de ellos, unos 670 se encuentran rindiendo versión libre ante los fiscales de Justicia y Paz. Es decir que menos del 2% del total de ex combatientes de la AUC está siendo juzgado por la justicia transicional. Hasta el momento se han realizado 1.790 diligencias de versiones libres y unas 641 continúan en curso”.
9 Esta descripción es utilizada por Rodolfo Arango (2010) en su artículo Cinco años de Justicia y Paz, camino hacia la impunidad.
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mismo desde el cual se concibe y desarrolla el proceso de reparación, así como la pertinencia respecto a las metodologías y a los enfoques que están orientando dicho proceso. Es decir, el proceso de reparación integral debe contemplar, entre sus bases fundamentales, la voz de las personas, familias y comunidades que han sido víctimas, en el desarrollo de cualquier tipo de medida, ya sea jurídica, psicosocial, en salud física, simbólica o administrativa. De ahí que la Reparación Integral debe buscar construir condiciones que dignifiquen a las víctimas desde un principio de inclusión y participación en la definición de tales condiciones.
revictimización y tiene efectos emocionales y relacionales que coadyuvan a la cristalización de la identidad de víctima-victimizada. • La creación de un patrón de relación donde las personas e instituciones interactúan desde los prejuicios y estigmatizaciones propios de un contexto militar, marcado por la lógica bipolar que genera la guerra, en la cual los seres humanos sólo tienen dos modos de relacionarse e identificarse: como amigos o como enemigos. Es decir, con la configuración de diferentes escenarios de disputa –entre ellos, el del reconocimiento de la situación de las víctimas–, las relaciones se establecen por medio de señalamientos, lo que construye un marco de significado que lleva a interpretar las acciones del otro como riesgosas o seguras para los propios objetivos. En este sentido, el juego de relación se basa en la desconfianza y la rotulación, constituyendo escenarios emocionales que definen formas de actuar, pensar o hablar desde marcos como la polarización, el miedo y la desconfianza. Otra consecuencia del establecimiento de este tipo de relaciones, es que restringe la creatividad y la imaginación para buscar salidas o proponer acciones que hagan frente al impacto del conflicto armado en la vida de las víctimas, pues el miedo y la desconfianza se constituyen en banderas de supervivencia. • Finalmente, la desmovilización de los paramilitares en el marco de la Ley de Justicia y Paz sentó un grave precedente frente al papel protector del Estado de la población infantil y juvenil. Este grupo armado ocultó a las niñas, niños y jóvenes que hacían parte de sus filas, evitó que fueran entregados a las instancias gubernamentales y que recibieran la debida atención y reparación que merecen como víctimas de este delito. Lo anterior propicia un contexto que invisibiliza el grave delito del reclutamiento y, a la postre, tolera que niños, niñas y jóvenes continúen siendo reclutados por los diferentes actores armados. Esto dificulta la creación de bases seguras para la construcción de un presente transformador, donde la protección de la vida digna de los niños, niñas y jóvenes sea el principal legado ético a las nuevas generaciones.
Por otro lado, la reparación integral, al abogar por la dignificación de las personas que han sufrido hechos de violencia, debe considerar como aspectos mínimos los debates centrales en torno a los procesos de exclusión y desigualdad social que viven y vivieron las víctimas, aun antes de que se presentaran las violaciones. De ahí que las medidas de reparación deben darse y apoyarse en procesos de transformación de los contextos de conflicto político y social en los que continúan viviendo las víctimas: Mientras más se posponga el ejercicio de reparaciones, más lejos se estará de avanzar hacia la consolidación de una sociedad justa y de una democracia estable. Un proyecto de sociedad y de Estado que pretenda superar la ignominia de la violencia, el conflicto y la exclusión inevitablemente tendrá que partir de un compromiso reflexivo orientado a la reconstrucción de la confianza pública, de la institucionalidad democrática y de los proyectos de vida truncados por la violencia (Díaz, Sánchez y Uprimny 2009, 17-18).
En otras palabras, reparar implica que el Estado asuma su responsabilidad frente a las violaciones que se presentaron, y que las organizaciones sociales, jurídicas y la comunidad en su conjunto coadyuven en el apoyo y el seguimiento del proceso mismo. Sin embargo, los riesgos de este proceso han sido y continúan siendo inminentes, dada la permanencia del conflicto armado y la “omisión” del Estado en la toma de medidas de no repetición, impartiendo justicia y señalando a los responsables de los delitos y adelantando condiciones para la democratización del país, en cuanto al fortalecimiento del Estado Social de Derecho. Por ende, dentro de este contexto tan complejo y ambiguo, es importante tener en cuenta varios aspectos, entre los que podemos mencionar los siguientes:
Consideraciones finales sobre la articulación entre el acompañamiento psicosocial y los procesos de reparación
La implementación de las medidas de reparación a personas, familias y comunidades que han sido víctimas de la violencia sociopolítica en el contexto del conflicto armado que vive el país debe considerar el contexto
• Tener una mirada compleja de la situación de la población víctima y de la comprensión del impacto psicosocial desde el reconocimiento del conflicto 36
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nes: la coordinación y cooperación trascienden la reflexión sobre la necesidad de articular esfuerzos y trabajar desde acuerdos políticos y éticos para el desarrollo de procesos de acompañamiento psicosocial en un marco de Reparación Integral. La articulación debe buscar, además, que el desarrollo de procesos como lo psicosocial y lo jurídico dentro de las medidas de reparación pueda entenderse, en primer lugar, como la búsqueda de la complementariedad, donde lo psicosocial cumple un papel importante en el apoyo a la población víctima frente a la comprensión del proceso jurídico, de las sentencias proferidas por las diferentes Cortes nacionales e internacionales y de la implementación de las medidas de reparación. Es decir, lo psicosocial busca acompañar a las personas y a las comunidades que han sido víctimas, en la comprensión de este tipo de medidas jurídicas y los alcances e implicaciones que puedan tener frente a su vida, en cuanto se reconozcan como víctimas y, por ende, como ciudadanos/as y sujetos de derechos. En segundo lugar, es necesario señalar que, si bien estos procesos son complementarios, también son diferentes, lo cual equivale a reconocer los alcances y limitantes de cada uno de ellos frente a los objetivos de la reparación y de la superación de los efectos emocionales y relacionales que dejaron los hechos de violencia. En otras palabras, el reconocimiento de la población como víctima se puede constituir en el centro del proceso jurídico, mientras que para el proceso de acompañamiento psicosocial cobran protagonismo otras dimensiones de la identidad, dado que las personas adquieren una particularidad desde su nombre, sus miedos, anhelos, aprendizajes, recursos y formas de ver el mundo. En este contexto, que es sobre todo reflexivo, palabras como víctima, perdón, olvido, adquieren un sentido diferente al que tiene en un contexto político o jurídico. En este sentido, la narrativa dominante de los Derechos Humanos debe contemplar que en el contexto de la atención psicosocial se abre la puerta a narrativas emocionales y de búsqueda de sentido particulares que pueden resultar aparentemente contradictorias para la lucha política de reivindicación y transformación social. Por ejemplo, la opción por el olvido o el perdón en el contexto terapéutico son búsquedas individuales que pueden permitir la superación de los efectos de la violencia en el mundo emocional y la experiencia de las personas, sin que esto implique renuncias a procesos de exigibilidad o a luchas colectivas de visibilización de las víctimas del conflicto armado y la búsqueda de verdad y justicia.
armado. Hablando en términos de salud física e impacto psicosocial, se debe partir del reconocimiento de que la situación de salud o enfermedad afecta no sólo a una persona sino que genera cambios y transformaciones en las dinámicas familiares y sociales. En otras palabras, se trata de insistir en el carácter colectivo de las medidas de reparación, además de las medidas individuales, puesto que los daños ocasionados a raíz de los hechos de violencia tienen dimensiones familiares y comunitarias, y si se quiere sociales, que es importante no perder de vista. Al respecto, Díaz, Sánchez y Uprimny afirman: En distintos escenarios de justicia transicional alrededor del mundo se está discutiendo la formulación e implementación de reparaciones colectivas para comunidades enteras que sufrieron a causa de la represión política y la guerra. Las comisiones de la verdad de Guatemala (19971999), Perú (2001-2003), Timor Oriental (2001-2005), Sierra Leona (2002-2005), Marruecos (2004-2006) y Liberia (2006-2009) recomendaron la adopción de medidas de reparación colectiva dirigidas a comunidades, pueblos y grupos de personas ( 2009, 145).
• En cuanto a la relación de los diversos actores involucrados en el proceso de reparación, es imperativo que el Estado reconstruya la relación con las personas víctimas, ya que la reparación sólo va a ser posible cuando las personas sientan que el Estado las reconoce como sujetos de derechos, ciudadanos a quienes se les vulneraron sus derechos, y que está haciendo lo imposible para resarcir el daño causado. En ese sentido, el desconocimiento de las personas como víctimas les endilga la responsabilidad de argumentar y/o demostrar que se les ha causado un daño, para poder construir su condición como víctimas. De ahí que sea necesario, dentro de los procesos de verdad y memoria, insistir en la restitución del buen nombre de los familiares asesinados o desaparecidos y de las familias que aún continúan en el proceso de seguir adelante y reconstruir su propia vida. Por otra parte, corresponde a las organizaciones no gubernamentales reflexionar sobre nuevas formas de respuesta ante la polarización, para buscar estrategias más creativas y novedosas a favor del protagonismo de las personas víctimas en los procesos de exigibilidad de sus derechos y reparación. • La coordinación y cooperación institucional. En este aspecto se reconocen al menos dos dimensio37
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sociales especializados en atención psicosocial a víctimas, que logren articular saberes y prácticas para realizar un proceso de atención integral. • Focalización en las capacidades de las personas recreando de manera complementaria a la identidad de las víctimas, la de los sobrevivientes. El proceso de atención psicosocial debe potenciar los recursos de las personas, las familias y las comunidades, de manera que se amplíen las fronteras narrativas de descripción de sus identidades, ya no sólo desde el déficit sino desde las alternativas siempre posibles de reconstruir sus vidas. Retomando a Martha Bello: “El reconocimiento del estatus de víctima debe estar acompañado de la construcción de discursos y prácticas que destaque la capacidad de ‘agencia’ de las personas, lo cual supone que despliegan sus recursos con el fin de asumir nuevamente el control de sus vidas, de incidir en ellas y de esta manera no caen en la dependencia y en la ‘victimización’” (Bello 2009, 25). Citando a Sluzki, éste destaca que la construcción de agencia sugiere que las personas: “[...] puedan recuperar su capacidad, sentirla y puedan iniciar acciones competentes por sí mismas”. Si bien la elaboración de una narrativa coherente permite identificar la responsabilidad de “los otros” (agresores y entidades), es necesario construir una narrativa que posibilite el establecimiento de las propias responsabilidades y compromisos y la capacidad de control sobre nuestras vidas, lo cual requiere liberar “[...] a la víctima de los efectos destructivos de la semantización mistificante [...] y restaurar el sentido de la agencia” (Sluzki 1995, 356). • Importancia de cada contacto con las víctimas. Uno de los puntos centrales de la atención en el marco de procesos de reparación tiene que ver con la calidad, calidez y respeto en el trato a las personas víctimas. En los últimos años, ellas han percibido de manera sistemática maltrato y estigmatización por parte de los servicios de salud (asunto reclamado por la mayoría de la población colombiana). Para que el proceso sea reparador se requiere que cada uno de los momentos de contacto –pero muy especialmente con los equipos interdisciplinarios– se dé en el marco de una relación de empatía y reconocimiento mutuos.
Diferenciar los contextos contribuye a que en procesos de atención psicosocial las personas puedan recrear su identidad de víctimas como referente de sus derechos y dignidad, al mismo tiempo que vislumbrarse como sobrevivientes (no sufrientes). • El cuidado que se debe tener para evitar la revictimización, en tres dimensiones. La primera se relaciona con el hecho de que los actores armados aún continúan cometiendo violaciones en contra de la población víctima, situación que se agrava, pues las denuncias y la incidencia política terminan siendo insuficientes ante el Estado, que es señalado como responsable, por acción u omisión. Este escenario de revictimización agudiza los impactos emocionales en la salud física, en el deterioro de la calidad de vida de las familias y, principalmente, en el hecho de poder reconstruir una ruta de vida. La segunda tiene que ver con la inoperancia e ineficacia de los organismos del Estado encargados de brindar atención en salud física y mental oportuna, además de apoyar con todas sus entidades públicas a la población víctima en la reconstrucción de condiciones para el goce pleno de sus derechos. La última se relaciona con el cuidado, por parte de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, de tener en cuenta las necesidades de la población, su voz y su opinión frente a las acciones que afectan su propia vida. Por ende, el fortalecimiento en la construcción de significados sobre el proceso mismo de reparación, y los sentidos que éste encierra para la reconstrucción de sus historias y proyectos de vida, es de vital importancia para conocer qué puede ser útil y qué no dentro del proceso, de tal forma que, aunque se mantengan directrices o principios fundamentales para el desarrollo de las medidas de reparación, no se pueden perder de vista la particularidad y las necesidades de cada persona, familia y comunidad en el proceso. • Consolidación de un mecanismo de enlace y articulación con otras medidas de reparación. El modelo de atención psicosocial debe fortalecer y facilitar un proceso de seguimiento al cumplimiento de las otras medidas de reparación, explorando cómo éstas adquieren sentido para los familiares y pueden ayudar a mitigar el impacto emocional que los hechos violentos generaron en ellos. • Interdisciplinariedad: dada la complejidad de los daños físicos, psicológicos y colectivos causados, la revictimización de la cual han sido objeto, y la complejidad para su atención, se requiere de equipos interdisciplinarios conformados por médicos, enfermeras, psiquiatras, psicólogos y trabajadores
Por último, consideramos que los aspectos y reflexiones presentados son una invitación a pensar en el papel de lo psicosocial en la actual coyuntura colombiana, en particular en los procesos de reparación, y a identificar puntos críticos y retos hacia el futuro. 38
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Reflexiones y aproximaciones al trabajo psicosocial con víctimas individuales y colectivas en el marco del proceso de reparación* por Olga Rebolledo** Lina Rondón*** Fecha de recepción: 16 de diciembre de 2009 Fecha de aceptación: 10 de junio de 2010 Fecha de modificación: 12 de julio de 2010
Resumen Se presentan las relaciones entre el concepto de daño individual, daño colectivo, su evaluación y las alternativas del trabajo psicosocial dentro del contexto de reparación integral. Las reflexiones que se exponen son resultado de los avances alcanzados en el marco del trabajo realizado como miembros del área de reparación y atención a víctimas de la CNRR. Finalmente, se sugieren, a manera de propuestas, las alternativas del trabajo psicosocial en contextos en donde hay continuidad de la situación del conflicto armado, pero la necesidad de procesos de reparación psicosocial que apoyen la elaboración de las experiencias violentas, faciliten la construcción de sentidos para promover efectos reparadores del proceso y reduzcan la vulnerabilidad psicosocial para la repetición de los hechos.
Palabras clave: Daño individual, daño colectivo, reparación integral.
Reflections on Psychosocial Work with Individuals and Groups within the Process of Reparation Abstract This paper examines the relationship between the concepts of individual and collective trauma, assesses how they are evaluated, and presents some alternatives of psychosocial work within the context of full and complete reparation. The following reflections are the result of work carried out in the reparation and assistance area of the National Commission for Reparation and Recuperation. The article concludes by underlining the importance of psychosocial initiatives in areas of long-standing armed conflict and emphasizing the need to deal with the trauma of violence, which helps communities make sense of events in order to promote the healing effects of the process and reduce the psychosocial vulnerability that such events repeat themselves.
Key words: Trauma, Assessment Tools, Individual Psychosocial Impact and Collective, Integral Reparation.
Reflexões e aproximações ao trabalho psicossocial com vítimas individuais e coletivas no marco do processo de reparação Resumo São apresentadas as relações entre o conceito de dano individual, dano coletivo, sua avaliação e as alternativas do trabalho psicossocial dentro do contexto de reparação integral. As reflexões que são expostas são o resultado dos progressos alcançados no marco do trabalho realizado como membros da área de reparação e assistência a vítimas da CNRR. Finalmente, se houver, como propostas, as alternativas do trabalho psicossocial em contextos nos quais há continuidade da situação do conflito armado, mas houver a necessidade de processos de reparação psicossocial que apoiem a elaboração das experiências violentas, que facilitem a construção de sentidos para promover efeitos reparadores do processo e reduzam a vulnerabilidade psicossocial para a repetição dos fatos.
Palavras chave: Dano individual, dano coletivo, reparação integral. * Este artículo es resultado del proceso de investigación adelantado en el área de atención y reparación a víctimas de la CNRR. Se recoge la experiencia de tres años de trabajo acerca del avance y desarrollo del enfoque psicosocial en los programas de reparación individual y colectiva. ** Psicóloga de la Universidad Javeriana, Máster Phil. en Psicología Social y del Desarrollo de la Universidad de Cambridge, Reino Unido. Coordinadora del Área de Reparación y Atención a víctimas CNRR en préstamo temporal de la OIM. Entre sus últimas publicaciones está el reporte para el día internacional de la mujer, Benefiting the Entire Community. En IOM Women on the Frontlines: A Compilation of Stories from IOM Female Staff in Emergency Post-conflict Situations, ed. Working group on gender issues, 15-18. Ginebra: IOM International, 2005; e Introducción. En Nuestros mejores maestros, experiencias educativas ejemplares 1999. Vol II, 5-8. Bogotá: Fundación Compartir, 2005. Correo electrónico: oarebolledoa@gmail.com. *** Psicóloga de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Especialización en Psicología Jurídica de la Universidad Católica de Colombia. Asesora del Área de Reparación CNRR. Correo electrónico: lprdaza@gmail.com.
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Reflexiones y aproximaciones al trabajo psicosocial con víctimas individuales y colectivas en el marco del proceso de reparación
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ticipación en los procesos judiciales, la indemnización, el bienestar emocional y psicosocial. De esta manera, se puede propiciar un proceso de reparación sostenible y consistente con las reales necesidades de las comunidades y los individuos afectados.
s necesario recordar que los conflictos y los enfrentamientos de los grupos armados producen experiencias traumáticas y consecuencias en los niveles individual, comunitario y social. Generalmente, las respuestas que se han privilegiado para enfrentar el impacto de los conflictos armados en las poblaciones se han centrado casi exclusivamente en la reconstrucción material y la satisfacción de las necesidades básicas, como en los casos de Sudáfrica, o en algunas de las políticas de los Balcanes. Esta falta de reconocimiento de los daños individuales y colectivos generados por los conflictos contribuye a la perpetuación del sufrimiento de los individuos y las comunidades, en cuanto no se toman medidas para mitigar ese sufrimiento y no se reconoce cómo la desatención de lo sucedido impide a las comunidades encontrar salidas que transformen su hoy y ahora, anclándolas en la memoria del dolor y dificultando la reconstrucción de los proyectos de vida. Si bien es cierto que en las comunidades existen condiciones de vulneración de derechos y de falta de acceso a los mismos, la provisión o las acciones que se pongan en marcha para garantizar el goce efectivo de esos derechos deberán tener en cuenta también el desarrollo de acciones que fortalezcan a los grupos sociales y los recursos culturales y comunitarios existentes, de manera que aporten en la construcción de sentido y en la transformación de la realidad de las comunidades afectadas.
En el acercamiento al trabajo con víctimas debe prevalecer el reconocimiento de la subjetividad, de las necesidades frente al acompañamiento y de los recursos de las colectividades. El modelo occidentalizado de psicoterapia, en donde al individuo, al tratar de singularizarlo, se le saca del contexto social para ser atendido, es aceptado y eficaz en escenarios urbanos, pero en el contexto rural debe incluir los procesos de acompañamiento comunitario y social que hay alrededor de la práctica psicológica. Esencialmente, porque el conflicto armado en Colombia es rural todavía y porque la inscripción de los recursos que se potencien se desarrollará dentro de ese mismo contexto, y, en ocasiones, aún con la presencia de condiciones de intimidación o amenaza. Proyectos o intervenciones terapéuticos con énfasis en modelos individuales centrados en la narración de los hechos dolorosos podrían alienar a las personas de sus comunidades en un momento en el que el énfasis debería ser la reconstrucción de los lazos sociales entre las personas y los grupos fragmentados. Pese a las actuales condiciones de continuidad de la violencia, las comunidades y los individuos requieren la materialización del derecho y el agregado psicosocial que favorece la integralidad de la reparación luego de los hechos violentos del pasado y que permite un mejor afrontamiento en una relación preventiva frente a la repetición de los mismos. En este documento se recogen las experiencias que hemos acumulado como responsables del diseño de herramientas de reconocimiento del daño psicosocial individual y colectivo en el área de Reparación y Atención a Víctimas de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), así como la perspectiva psicosocial en las propuestas de reparación para las violaciones ocurridas en el contexto del conflicto armado.
En el marco de la situación de violencia de muchas comunidades en Colombia, en las que prima una sistematicidad de eventos, el acompañamiento implica una lectura no sólo de los acontecimientos puntuales sino de los efectos que han dejado y continúan generando al perpetuar el ciclo de violencia y reiterar el paradigma víctima-agresor; implica identificar no sólo la ausencia de un reconocimiento adecuado del impacto en las poblaciones, con respuestas apropiadas cultural, social y subjetivamente, sino también la impunidad de los hechos.
El reconocimiento del daño individual
Reducir las medidas de reparación sólo a las indemnizatorias obtura, a la postre, todo el proceso de reparación integral. Una forma importante de contribuir a romper el ciclo de violencia es consolidar las perspectivas y prácticas que pueden ayudar y facilitar los procesos de recuperación emocional y de superación de los daños generados por los conflictos, para promover paralelamente la rehabilitación, la reconstrucción física, la par-
Los profesionales locales muchas veces están más preocupados por encajar los síntomas o afectaciones a un modelo médico del estrés postraumático. Este modelo asume que un gran porcentaje de la población está “traumatizada” o no tiene daños psicológicos severos por el conflicto; por esto argumentan la necesidad de un “tratamiento psicológico”. 41
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asociación a las lesiones personales, ya que esto reduce el daño psicosocial a criterios eminentemente médicos en el plano de las evaluaciones de víctimas de delitos cometidos en el contexto del conflicto armado, puesto que dichas consideraciones sostienen su base conceptual en que toda secuela psicológica se expresa, necesariamente, con un síntoma clínico. Hacer esta asociación clínica o sintomatológica a la condición para reconocer los daños psicosociales individuales desconocería el sufrimiento humano, la destrucción de los proyectos de vida, los duelos no resueltos; en general, todas aquellas manifestaciones y respuestas humanas que no son identificables con un diagnóstico de síntomas clínicos claros.
Esta presunción no está sustentada en la evidencia de investigación internacional sobre los efectos del conflicto tanto en niños como en adultos. El efecto de esta errada concepción se traduce en acciones en las que los psicólogos se concentran en la identificación de elementos de angustia psicológica y en la previsión de diferentes programas de asesoría. Frecuentemente, estas aproximaciones sacrifican la comunidad y las intervenciones de desarrollo social que pueden reconstruir lazos sociales; por otra parte, los programas que apuntan a grupos especiales en términos de edad y género podrían, si no son apropiadamente estructurados, crear una jerarquía en el sufrimiento y causar fricciones en la comunidad. La percepción de lo dañado es subjetiva, y la aproximación a su reconocimiento debe, además de identificar factores de similitud con criterios diagnósticos, entender los significados subjetivos que las víctimas han atribuido a lo perdido durante la guerra.
Es por esto que una evaluación del daño individual requiere ampliar su análisis desde dos conceptos fundamentales: la noción de sufrimiento y la de proyecto de vida. La noción de sufrimiento reconoce las diferentes reacciones que tienen los seres humanos frente a las situaciones adversas en las distintas esferas no sólo individuales sino familiares y las afectaciones en los vínculos que dejan duelos irresueltos. Se conecta entonces con el concepto de proyecto de vida, y con las afectaciones de esos hechos y del daño adicional ocasionado por la impunidad y la desatención, que cobra un valor retroactivo en la capacidad de los individuos de reconstruir sus vidas. Por esto, es necesario que en las evaluaciones de víctimas de graves violaciones a los Derechos Humanos se dé cuenta del sufrimiento, y en particular, del sufrimiento frente al proyecto de vida, de cómo estos hechos de vulneración han afectado la historia personal, familiar y comunitaria del individuo.
La medicalización de estos programas puede generar la descontextualización. La estructura de la intervención es frecuentemente creada fuera del contexto en el que va a tener lugar, e impuesta sin ninguna referencia del contexto social y político. El trabajo con víctimas que están en tránsito al acceso a derechos como la verdad y la justicia no puede estar escindido de los procesos de reparación y superación del sufrimiento, toda vez que la recuperación emocional está, con estas víctimas, íntimamente ligada al acceso a la verdad y la justicia como derechos independientes. Así, por ejemplo, para los profesionales que desarrollan este trabajo son tan importantes las habilidades terapéuticas como el conocimiento de las condiciones del conflicto armado, del marco transicional de justicia y de los sistemas de aplicación de los mismos. El acompañamiento psicosocial debe al mismo tiempo potenciar la participación activa y la capacidad de afrontamiento frente a los procesos jurídicos y mitigar el impacto emocional que esa participación genera, ya sea en procesos judiciales o administrativos.
Desde esta óptica, el daño se entenderá entonces como el “resultado de procesos que niegan la dignidad humana y que afectan negativamente las relaciones satisfactorias al punto de generar situaciones de carencia o agudizar los estados carenciales previos […] [Así] la situación indeseable que constituye el daño en una persona ocurre en el contexto de una relación del ser humano con los otros o con su contexto” (Bello y Chaparro 2009, 50).
En la evaluación del daño psicosocial en el nivel individual,1 se debe considerar que no se puede hacer referencia a las lesiones psicológicas por adopción y
Esta definición de daño considera varios elementos que son fundamentales para una adecuada valoración:
1 El concepto de daño que se aborda es producto de un trabajo permanente que durante 2009 han convocado el Área de Reparación y atención a Víctimas y la Sede Regional Centro de la CNRR, en la conformación de una Mesa de expertos en evaluación y atención de víctimas de delitos ocurridos en el contexto del conflicto armado, quienes construyeron un documento de recomendaciones que servirán como insumo para el Comité Nacional de Reparaciones Administrativas en la aplicación de criterios para aprobar las reparaciones por vía administrativa a quienes aducen lesiones psicológicas, así como para recoger insumos para la identificación de necesidades de reparación diferentes a las indemnizatorias.
1. Que el sentido del daño debe entenderse como un proceso, y no sólo como un hecho puntual en donde se marca la afectación, lo que implica que quien valore debe procurar la reconstrucción de un proceso con sentidos previos y con resignificaciones posteriores que son parte misma del daño. 42
Reflexiones y aproximaciones al trabajo psicosocial con víctimas individuales y colectivas en el marco del proceso de reparación
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2. Que la afectación del daño psicológico no perturba selectivamente una o más esferas del funcionamiento, sino que trasciende hasta vulnerar el sentido mismo de la dignidad. 3. Que la afectación causada por el daño no sólo tiene una repercusión individual en la persona victimizada, sino que constituye una afectación clara en su capacidad de establecer relaciones satisfactorias; por tanto, las afectaciones no se restringen únicamente a la esfera individual sino que se extienden al sistema al que pertenece ese individuo. 4. Que la afectación causada por el daño en las relaciones significativas tiene un impacto tan fuerte en la persona que altera su existencia misma en cuanto la expone a nuevos contextos de privación o deteriora los ya afectados, lo cual implica una afectación de la persona en su experiencia de interacción con su propia realidad.
influyen en la concepción de los fenómenos violentos, y en el delito que produjo la condición de víctima. Tales diferencias deben considerase en el momento de la evaluación como características de las víctimas, lo cual implica realizar un análisis de cada caso particular para tener en cuenta estas variables y examinar las medidas que, por este particular, deben ser aplicadas para efectos de la valoración. Las evaluaciones del daño requieren, además, entender la salud mental no sólo como ausencia de enfermedad, sino como capacidad psicológica para el disfrute de las condiciones de vida y de bienestar, la condición de integración social dentro de los contextos social, relacional, familiar, político y cultural presentes en el momento de la evaluación del daño, y la forma como la víctima ha logrado integrarse a estas condiciones. Por tanto, es necesario resaltar que su recuperación implica la definición de medidas que propendan al restablecimiento de la condición de bienestar psicológico, familiar y relacional-social del individuo.
El conflicto armado y las violaciones de derechos ocurridas tienen diferentes efectos en una sociedad, dependiendo de los contextos culturales, sociales y políticos, que pueden llevar, al terror y la fragmentación social, o por otro lado, a la cohesión y a aumentar la solidaridad. El factor importante aquí debe ser el contexto cultural, social y político. En este sentido, es el contexto cultural, social y político el que moldea las prioridades y expectativas de las personas; también moldea el significado y el impacto de la violencia. Los efectos de esta violencia en los individuos, según Bracken (2000),2 determinarán el tipo de intervención y apoyo que podría ser relevante y efectivo. Quizás, entonces, se deba hacer un intento por cambiar nuestra comprensión de los efectos de la violencia y de las graves violaciones de los Derechos Humanos, lejos de concentrarnos en la mente de los individuos, para hacer énfasis en el contexto en el cual ocurrieron los eventos. Dado este nuevo modelo, podemos ver entonces lo que es más clave e importante: el procesamiento que ocurre en la mente de los individuos. Sólo podríamos entender las afectaciones y el daño psicosocial, si podemos explicitar cómo estos eventos han cambiado a los individuos, familias y comunidades; cómo estos cambios afectan el presente y la forma de pensarse el futuro.
Se requiere, además, tener en cuenta la sistematicidad del hecho violento y la cronicidad del contexto disruptivo. Así mismo, es importante considerar que la evaluación del daño puede darse ante elementos que significan, de manera simbólica o de manera explícita, la presencia del agresor y la continuidad del hecho delictivo, en cuyo caso la evaluación del contexto requiere tener en cuenta también los aspectos de éste que sirven como prolongadores de una situación continua de violencia, así como las características de vulneración psicológica de la víctima previas a los sucesos violentos.
El reconocimiento del daño colectivo Como hemos visto, los significados individuales y la manera de asimilar el sufrimiento desde lo privado han sido generalmente atendidos por profesionales de la salud mental, quienes, desde el escenario puramente individual, se han orientado a la disminución de la sintomatología que se asocia a condiciones traumáticas para el individuo. Sin embargo, ese individuo está involucrado en estructuras sociales mucho más amplias, y pertenece a ellas; ha heredado además un histórico colectivo de las formas de violencia que han afectado su comunidad, y, además de heredarla, la ha significado en un discurso social propio (Sironi 2008). En el caso de las intervenciones individuales, por ejemplo, aun cuando pueden mitigar el impacto en un sujeto, éste regresa a un contexto social y relacional en donde se requiere integrar y acompasar los procesos de recuperación colectivos.
Las lesiones psicológicas se presentan en forma diferencial, según la etapa del ciclo vital en que se encuentra la persona, como lo plantea Young (1995) refiriéndose a la diferenciación en el llamado “estrés traumático”; el género, las características culturales, étnicas y sociales 2 Bracken es un psiquiatra consultor e investigador del Department of Applied Social Studies, University of Bradford.
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Según el estudio del Relator Especial de Naciones Unidas relativo al derecho de restitución, indemnización y rehabilitación de las víctimas de violaciones flagrantes de los Derechos Humanos y las libertades fundamentales, se pueden identificar dos subcategorías: comunidades y grupos, que, entendidos como víctimas colectivas, pueden ser objeto de reparación.3 Dentro de la categoría de comunidades, para efectos de este documento, se identifican los pueblos indígenas y tribales y las comunidades campesinas. Dentro de la categoría de grupos, se pueden identificar grupos sociales y políticos (asociaciones y sindicatos).
mente, la transición a otra retórica no ocurre de una manera suave, y hay una gran brecha entre la salida de la retórica o discurso dominante previo y la creación de uno nuevo y coherente. Es importante tener en cuenta que esta brecha no sólo genera confusión en el ámbito político sino también en muchas otras esferas, incluida la salud mental. Por ejemplo, después de la caída del régimen del apartheid en Sudáfrica, se necesitó un discurso nuevo, construido por Nelson Mandela y el Congreso Nacional Africano (ANC): el mensaje era por la reconciliación, y se construyeron eslóganes e imágenes que encajaban en ese nuevo discurso. La difícil tarea de la reconciliación necesitaba una nueva retórica para un nuevo comienzo, y ésta fue dada por la “nueva Sudáfrica”, acompañada de una imagen poderosa de la “Nación arco iris”. El apoyo psicosocial en Sudáfrica ahora está basado en el marco de este contexto, estos imaginarios y esta retórica de la reconciliación.
Es importante resaltar que los sujetos titulares de la reparación colectiva deben caracterizarse por una identidad colectiva compartida. La identidad colectiva de estos sujetos puede ser delimitada a partir de un reconocimiento jurídico, político o social que se haga del colectivo, o puede estar determinada en razón a la cultura, el territorio y un propósito común.4 Otros elementos que permiten definir la identidad colectiva son: la certeza compartida de pertenencia real a una red social, organización, comunidad o grupo que pueda distinguirse en el espacio, el tiempo, o mediante la enumeración de sus integrantes, toda vez que haya permanecido en el tiempo mediante procesos de enseñanza, mecanismos de aprendizaje, reglas compartidas y lazos de compromiso y confianza. En todo caso, para ser titulares de la reparación colectiva, se debe determinar cómo la violación de los Derechos Humanos y las afectaciones impactaron la identidad y el proyecto colectivo.
Desafortunadamente, el caso de Sudáfrica no es muy común. Por ejemplo, el final de los regímenes comunistas en Europa del Este y en Rusia, en particular, no guió hacia una retórica coherente; en su lugar, creó un vacío que fue llenado por el crimen, la pornografía, la violencia y el fundamentalismo (Tishkov 1996). En el caso del contexto colombiano, el discurso predominante ha estado atravesado por la negación de los hechos (“no se puede usar la palabra conflicto armado”), la cooptación de la institucionalidad por parte de los grupos armados al margen de la ley, la parapolítica, el paramilitarismo; transgrede el concepto de protección de los derechos que se tiene de un Estado, genera confusión en el imaginario, causa unos daños adicionales que se tendrán que tener en cuenta en las valoraciones del daño individual.
En otros países donde ha habido conflictos armados, prolongados y sistemáticos, como en Chile (Moreno Martin 2004), Guatemala, El Salvador, Sudáfrica, y en el territorio de Kosovo, como lo plantea Judah (2000), se resalta como de gran importancia primero considerar la pertinencia de la posición que se tenga sobre el sufrimiento humano en contextos políticos de conflicto armado (Papadopoulos y Hildebrand 1997). Bajo estas condiciones, la estabilidad del discurso predominante está trastornada y crea un peligroso vacío. Frecuente-
De acuerdo con la experiencia de varios investigadores en el ámbito psicosocial, como Popadopoulos, y recopilaciones en Kleinman, Das, Lock (1997), durante ese vacío de un discurso predominante en la sociedad, los profesionales de lo psicosocial enfrentan peligros, porque uno de los discursos que compiten, y que es el más acogido, por lo general para llenar esa brecha, es el de la psicopatología. Las personas tienden a sobrepatologizar el sufrimiento humano e ignoran las otras dimensiones políticas, dándole un matiz medicalizado (Papadopoulos 1999).
3 No se puede negar que tanto los individuos como las colectividades a menudo resultan víctimas de violaciones flagrantes de los derechos humanos […] A este respecto la resolución menciona en su primer párrafo del preámbulo ‘las personas’, ‘los grupos’ y ‘las comunidades’”. Estudio relativo al derecho de restitución, indemnización y rehabilitación. 4 Los elementos para esta definición fueron, así mismo, contemplados en el Documento de análisis Grupo de reparación colectiva Octubre 2007, documento producto del análisis de integrantes de la CNRR y organizaciones externas a la CNRR (ONG, centros de pensamiento, agencias de organismos internacionales).
Es aquí entonces en donde conectamos el concepto de contexto con lo que usualmente se llama trauma, que está en la base de las valoraciones del daño individual. Creemos que existe una confusión básica entre trauma como un sustantivo y trauma en su forma adjetiva (i.e. traumático); esta confusión es similar a la ausencia 44
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periencia nos plantea la necesidad de revisar los discursos predominantes, las narraciones de los eventos ocurridos, los imaginarios que están implícitos en los relatos, en los valores sociales predominantes, y que nos darán claves para alternativas de intervención en las que se recojan las formas como las comunidades e individuos han elaborado esas experiencias dolorosas.
de diferenciación entre trauma como un evento y la experiencia de ese evento. Coloquialmente, esta palabra es utilizada indistintamente. Podría argumentarse que cuando el trauma se refiere a la experiencia de eventos y no a los eventos en sí mismos, sería inapropiado usar el sustantivo trauma bajo cualquier circunstancia. La confusión se vuelve más inteligible si aceptamos que cuando se usa trauma como sustantivo, lo que realmente significa es que el evento en cuestión tuvo efectos dolorosos y perturbadores en algunos individuos.
En el área de reparación en algunas de las comunidades, escogidas como casos emblemáticos para generar aprendizajes y recomendaciones para la comprensión de la reparación colectiva, específicamente, en la comunidad de Libertad en San Onofre (Sucre), se llevó a cabo una experiencia de seis meses, con el propósito, por un lado, de valorar el daño colectivo de esa comunidad confinada por un bloque paramilitar por más de ocho años, y por otro, a partir de esa valoración, de señalar y llevar a cabo acciones colectivas que contribuyeran a la recuperación psicosocial de la comunidad. Esta valoración se hizo sobre los siguientes supuestos:
Aunque estemos de acuerdo respecto a que ciertos eventos o fenómenos, como las atrocidades o violaciones de Derechos Humanos de cualquier tipo, son condenables, la pregunta es por qué nombramos esos eventos como traumáticos y no como eventos abominables o condenables, etc. En otras palabras, mientras más fallemos en reconocer, comprender o responder al sufrimiento humano, más se tiende a usar la palabra trauma, y cuanto más insensibles estemos a la tragedia humana, más aumenta nuestra necesidad de ver traumas en todas partes. De esta manera, se podría argumentar que, aunque la palabra trauma es utilizada para referirse a hechos o eventos, esencialmente el trauma es un producto de construcción social (Martín-Baró 1988), y la experiencia de la afectación varía de acuerdo con los recursos comunitarios que posee un colectivo antes de la experiencia violenta o disruptiva (Benyakar 2003). El trauma se refiere a la forma como alguien construye y experimenta un hecho o unos hechos, más que al fenómeno en sí mismo. Sin embargo, para el caso de este artículo y para la argumentación de la valoración del daño psicosocial en el contexto de reparación a las víctimas, continuaremos con la argumentación y conceptualización que hace Papadopoulos (2000), que recoge las raíces griegas que vienen del verbo teiro, que significa “friccionar”. Teiro tiene dos significados diferentes: uno de ellos es restregar, o refregar; si tratara de frotar algo duro en la piel por mucho tiempo, produciría una marca o una lesión. El trauma, entonces, es una marca que deja una herida (el resultado de una experiencia); también puede ser el resultado de una herida; de esta forma, el trauma es una palabra neutral al implicar que potencialmente cualquier experiencia puede tener, o efectos dañinos o efectos positivos.
1. Existen diferentes reacciones psicológicas que los individuos y los colectivos pueden tener en situaciones de conflicto. 2. Se distinguieron las siguientes tres categorías de las posibles respuestas humanas a las experiencias dolorosas: a. Unas respuestas que hablan de la capacidad de las comunidades o individuos para preservar funciones, habilidades o competencias, a pesar de las experiencias dolorosas. Por ejemplo, la madre que tuvo que desplazarse con sus dos pequeños y que tenían prácticas antes de la ocurrencia de esos eventos que garantizaban el vínculo, como contarles un cuento a sus hijos para ayudarles a dormir, y después del desplazamiento, la madre, a pesar de lo angustioso que puede ser estar en esa situación, lo siguió haciendo. Estas respuestas las hemos denominado resilientes, es decir, aquellas que se preservan y, aunque se sometan a presiones externas, no se modifican. b. Otras respuestas al daño, tales como aquellas referidas al sufrimiento humano que cualquier persona puede experimentar al pasar por eventos tan devastadores; otras reacciones psicológicas dolorosas que tienen una naturaleza transitoria y que no requieren de una atención especializada, y en las que los recursos propios, culturales y familiares podrían ayudar a superar las consecuencias negativas que se vivencian, tales como síntomas de ansiedad, falta de sueño, desórdenes alimenticios; y las últimas se refieren a aquellas respuestas de personas que han desarrollado desórdenes psiquiátricos.
Teniendo en cuenta estas experiencias internacionales y las recogidas en la experiencia con comunidades desde el área de reparación y atención de la CNRR, se puede informar de la necesidad de recoger y evaluar las significaciones que las comunidades o individuos hacen de esos eventos, violaciones de derechos. Es decir, esta ex45
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hagan deberán tener en cuenta, que este proceso al igual que la reparación, se debe producir en una dialéctica entre lo singular y lo colectivo, entre el sujeto o la comunidad afectada. Incluir la perspectiva psicosocial en un proceso de reparación, evidencia la integralidad del ser humano y las afectaciones que en diferentes esferas se producen, sin ser excluyentes.
c. Finalmente, la última categoría de las respuestas posibles al trauma podría ser llamada desarrollo activado en la adversidad (Papadopoulos 2007), y se refiere al grupo de posibles consecuencias positivas que pueden ser activadas por el trauma. La literatura relevante utiliza diferentes términos para este tipo de respuestas, por ejemplo, crecimiento postraumático, stress-related growth/development. La gente que ha estado expuesta a una serie de experiencias traumáticas, además de sus reacciones negativas, usualmente también experimenta una revisión fundamental en sus vidas y una renovación de éstas. Por ejemplo, los nuevos liderazgos que se pueden activar por la situación de victimización, en donde se ha observado que muchas mujeres han cumplido un rol de liderazgo en sus comunidades para promover el acceso a sus derechos como víctimas. Este concepto se diferencia del de resiliencia, en cuanto se define resiliencia como aquellas funciones o habilidades que existían en los individuos o comunidades y que, a pesar de la adversidad, no se debilitan y se conservan; estas reacciones son nuevas habilidades que surgen por la presión de los eventos.
Igualmente lo psicosocial en un proceso de reparación, señala lo simbólico del concepto, en el entendido que los actos de reparación para las víctimas o comunidades representan en algo lo perdido, pero no borran los daños irreparables ocurridos. Este reconocimiento, dignifica el sufrimiento de las personas y reconoce la capacidad de transformar la realidad. Desde el psicoanálisis el concepto de reparación fue introducido por Melanie Klein para referirse a un mecanismo intrapsíquico, es decir, del sujeto en relación a sus objetos internos. La utilización de este término en el ámbito de la justicia o de los procesos de reparación, nos obliga a hacer un giro absoluto, porque en este caso, es por la vía de una medida externa, en donde se ubica la culpa en el plano concreto y no en el imaginario propio. Es decir, con una medida o con un acto, el perpetrador o culpable da un libre testimonio donde reconoce su culpabilidad a través, por ejemplo,de la entrega de un bien que puede tener efectos reparadores en su víctima.
Estas tres categorías fueron el eje central para la valoración del daño colectivo, y para identificar estas reacciones en las esferas familiar, comunitaria, social y cultural. Facilitaron la identificación de narrativas que daban cuenta de las afectaciones colectivas, y de las rupturas en el tejido social, en la capacidad de vincularse, en los factores de su identidad como comunidad.
Que ese acto tenga efectos reparadores dependerá de la significación que la víctima le pueda otorgar a esa medida y de su capacidad para integrarla a su proceso de reconstrucción de su proyecto de vida. Es ahí donde lo psicosocial cobra un valor fundamental, en promover acciones que fortalezcan la toma de sentido y de integración de esas medidas a los procesos de recuperación de las víctimas.
La reparación y el acompañamiento psicosocial La reparación debe entenderse como un proceso humano y psicosocial, en tanto que reconoce la capacidad humana de transformar y significar los actos de reparación en pro de su proceso de reconstrucción de vida. Entender la subjetividad que está involucrada en un proceso de reparación, facilitaría reconocer la necesidad de emprender acciones que aporten en la toma de conciencia del contexto de violación de derechos, de las afectaciones y daños en las diferentes esferas, y las medidas que se puedan tomar para subsanar esas afectaciones. Evidenciar esa autonomía de las víctimas como sujetos de la reparación y no como objetos de la reparación, puede facilitar que los actos de reparación tengan un efecto de reparación.
Estos actos de reparación se conjugan con la necesidad de “hacer aparecer” en la realidad la prueba simbólica de eso que desapareció por muchos años, como muchas de las comunidades que han sido afectadas en nuestro país, años en los que hubo impunidad desatención, y el discurso predominante era el no reconocimiento de lo ocurrido. En este sentido, hablar de que toda reparación es simbólica cuando entendemos que esta pretende una compensación que transforma el daño real a un acto de justicia o a una medida concreta de indemnización, y pretende representarlo en magnitud cualitativa o cuantitativa, pero nunca podrá reparar el daño real producido sobre la víctima. El afectado no podrá bajo ninguna circunstancia “volver a la situación anterior a la violación”, aún cuando la reparación sea justa,
El proceso de reparación implica también pensarse por el papel de lo psicosocial, y las intervenciones que se 46
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Dentro del concepto del daño hay dos figuras que son importantes diferenciar y que expresan una discontinuidad. El daño moral y el daño psíquico que abarca este concepto. En primer lugar es necesario entender que el daño psíquico en su definición es una entidad nosológica de origen mixto: psicológico y jurídico. Y que refiere por un lado al daño moral que habla de todo sufrimiento psíquico que padece una persona como consecuencia de una multitud de hechos muy difíciles de enumerar, de variada magnitud y que no son objeto de valoración económica, puesto que su valoración es incalculable, ya que su resarcimiento económico no es suficiente para reparar dicho sufrimiento psíquico. Igualmente, se dice que este daño debe llevar a obtener una resolución judicial que se pueda traducir en un resarcimiento económico, por ejemplo. En este sentido, al daño moral es posible dar respuesta a través de medidas de reparación como la indemnización, rehabilitación, garantías de no repetición, restitución, sin embargo en la definición del daño psíquico encontramos unos límites más estrechos y complejos para definir medidas que subsanen el sufrimiento humano. El daño psíquico se define como: “todos aquellos que constituyen el llamado ‘sufrimiento normal’. Es decir, aquellos trastornos emocionales que han sido transitorios y han cursado sin dejar secuelas”.5 Es ahí donde radica la discontinuidad y el estrecho límite para la definición de medidas, además de la dificultad de valorar un daño que habla del sufrimiento humano y no tiene secuelas evidentes y obvias, en tan que como se exponía previamente ese daño tendrá que contextualizarse con las narraciones, los significados, la historia de los sujetos y comunidades para entender la dimensión de ese daño.
contribuya al reconocimiento público por parte del Estado de su responsabilidad, y se asuma de este modo “el deber de la memoria”. Por otro lado como se mencionaba, el papel de un acompañamiento psicosocial en el proceso de reparación, reconoce que esos actos de reparación están expuestos a la relación absolutamente singular que puede establecer la victima entre lo que la reparación ofrece, y aquello que ha perdido. Con ello se quiere decir que el acto reparador abre un “trabajo de simbolización” muy importante con la población, que en la medida en que es absolutamente íntimo y singular, no dependerá exclusivamente del accionar de la justicia o del Gobierno. Esta naturaleza simbólica de la reparación es la que brinda la posibilidad de construir otras significaciones más allá de lo otorgado, la que podría o no atenuar la perdurabilidad de lo traumático. Pensarlo de otro modo, supondría no sólo que la justicia o las políticas de reparación pretende efectivamente “reparar” el daño producido, como si éste no hubiera ocurrido, sino incluso que de alguna manera pretendería determinar el procesamiento psíquico que de la reparación haga la víctima. El proceso de reparación –como función psicosocial– es decir que más allá de lo que el Estado y los grupos armados implicados puedan entregar para subsanar el daño causado, las víctimas harán una elaboración singular sobre aquello que se les ha entregado. Si no establecemos esta diferencia, si no le otorgamos un papel de sujeto activo del proceso de reparación a las víctimas, corremos el riesgo de volver a ubicar a la víctima en manos de un otro que tan sólo con un gesto “repara” el daño que produjo, repitiendo la lógica de la guerra, en donde se niega la existencia del otro y su autonomía. Que los actos o medidas de reparación implementados, se traduzcan en reparación efectiva, desde el punto de vista psicosocial, estará asociado al ejercicio de la autonomía psíquica, como elección de un sentido, que no está dictado con anterioridad, que se tendrá que construir.
Es por esto que en un proceso de reparación se requiere tener en cuenta la discontinuidad que existe entre el campo de lo jurídico y el campo psicosocial. Mientras que para lo jurídico se trata de una lesión mensurable, para el campo psicosocial adquiere una complejidad que no supone la posibilidad de cuantificación del sufrimiento padecido. Desde lo psicosocial, y para el proceso de diseñar medidas de recuperación emocional, se debe tener en cuenta que existe una irrupción violenta de un acontecimiento que deja unas secuelas y unos daños en la dinámica propia del individuo y produce una desestructuración del sistema en su conjunto, esta instancia es no mensurable y en muchos casos no reparable. Sin embargo, no se puede desconocer que el reconocimiento público y el accionar de la justicia y las
En este proceso de reparación, al ser uno de los criterios centrales el reconocimiento de los impactos y afectaciones de las victimas, su dignificación y recuperación; la noción del daño desde una noción que incorpore los conceptos vistos anteriormente, como la naturaleza simbólica de la reparación y el concepto de reparación que facilite la transformación de esas afectaciones para contribuir a la reconstrucción de los proyectos de vida, recobra un valor igualmente central.
5 Risso E. Cuadernos de Medicina Forense. Año 1, Nº2, Pág.67-75. Mayo 2003.
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dad del sujeto para dar cuenta de él, y uno segundo en donde ese primer suceso retroactivamente cobra valor traumático. En los hechos victimizantes producidos por los conflictos políticos y armados, de manera esquemática, se podría decir que el primer momento es el de la tortura o la desaparición de un sujeto, y el segundo el de la impunidad y de la falta de mecanismos para reconocer lo sucedido, donde no existe institucionalidad, ni atención a esas vulneraciones. Ese segundo tiempo es diferente al primero. En efecto, el primero tiene la consistencia de un acontecimiento puntual y devastador. El segundo ya es un período de tiempo que puede durar años, y esos años pueden dejar secuelas irreparables en las víctimas. Son dos modos complementarios del daño psíquico. La tortura o desaparición o asesinato, y la desaparición de esa desaparición que la impunidad genera. Se trataría de un daño en dos tiempos.
medidas de reparación que puedan implementarse –es decir, el pasaje de lo privado e íntimo como sufrimiento a la esfera de lo público– restituyen en algo lo que fue lesionado por el trauma. Es entonces una de las posibles funciones de una perspectiva psicosocial en un proceso de reparación darle más relevancia al “cómo” se hace la reparación y no tanto al qué o cuánto se entrega. Partimos de esa discontinuidad de un concepto central en el proceso de reparación que es el reconocimiento de los daños y afectaciones a las comunidades y víctimas de violaciones de derechos humanos, para precisar que aunque se establezcan mecanismos o actos públicos para hacer aparecer la voluntad y la prueba de que el Estado reconoce esas violaciones, esto también puede facilitar hacer visible lo subjetivo del proceso de recuperación, ya que sabemos la importancia que tiene lo público en la elaboración de un duelo, de lo que significa nombrar algo o alguien para hacerlo realidad. Por esto, se considera importante escuchar en la singularidad de cada caso, los efectos que las medidas de reparación provocan.
Cuando se ha producido este doble daño, según Graciela Guillis6 se han tocado los cimientos mismos de la posibilidad de tener la básica creencia que el mundo ofrece ciertas garantías para construir un proyecto de vida, para darle sentido al presente en función del futuro que se quiere alcanzar. Cuando estos cimientos se han roto es necesario establecer mecanismos para restaurar ese mínimo orden social que toda sociedad, comunidad e individuos requieren para avanzar hacia el futuro deseado y no seguir anclado en el relato doloroso de los hechos victimizantes.
La discontinuidad que implica el concepto de daño moral y daño psíquico, no solo refiere elementos diferenciados y limitaciones en las acciones que se puedan poner en marcha, sino también aspectos que podrían establecer un puente para reconocer estas dimensiones del daño. Por un lado, se considera primordial que el criterio de participación y escucha activa a las víctimas puede ser un proceso que subsane el daño que ocasionó el despojo de la palabra de aquellas personas afectadas, supondría el reconocimiento de su dolor y la consecuente aplicación de la sanción al responsable.
De acuerdo con las consideraciones de Graciela Guillis, hechas en el marco del concepto de la reparación simbólica en el contexto jurídico del Sistema Interamericano, se plantea que lo irreparable es lo producido en ese primer tiempo de esos eventos que marcaron daños y sufrimiento: como el asesinato o la desaparición. Y cuando el Estado juzgue y castigue a los culpables, y reconozca el daño producido en sus dos tiempos, es cuando puede hacer cesar la impunidad, es decir que repara en parte, acota el sufrimiento. Esto abre la posibilidad de otra reparación simbólica, la del duelo que solo en ese momento podría desarrollarse con cierta “normalidad”.
Por otra parte, el concepto de dignidad y dignificación de las víctimas también podría extender un puente posible que ayudaría a reconocer la relación entre el daño moral y el psíquico. Recuperar la dignidad es la manera de reparar tanto el daño moral como el psíquico, porque puede ayudar a des-culpabilizar a la víctima, a sacarla del contexto de criminalidad en donde todos son sospechosos, restaurar la verdad y hacerla pública para sacarla del ámbito del dolor privado y facilitar la construcción de nuevos valores de la solidaridad y la corresponsabilidad.
Finalmente, consideramos que el papel del acompañamiento psicosocial en un proceso de reparaciones deberá también recuperar el significado de la palabra reparar, que etimológicamente se deriva del latín reparare y significa “disponer de nuevo”. De esto, creemos que se trata, de que las víctimas y las comunidades puedan
En este punto, volvemos a retomar el concepto del trauma y su relación con la valoración del daño de graves violaciones a los Derechos Humanos, ahora desde la constitución temporal del mismo. Freud desarrolló la idea de la constitución temporal del trauma en dos momentos. Un acontecimiento primero que desborda la capaci-
6 Guilis, G (2001) Equipo de Salud Mental –CELS- Argentina.
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ambientales, también tienen un efecto en el bienestar psicosocial, lo que significa que los procesos de estabilización y de recuperación del Estado Social de Derecho, legitimidad de la presencia de la institucionalidad basada en el respeto de los derechos humanos, tiene un efecto en la recuperación del bienestar psicosocial de las comunidades e individuos. • Reconocer el proceso de reparación como un proceso de transformación, que involucra para los individuos el desarrollo de nuevas relaciones entre sus capacidades, los vínculos, los valores y los recursos de las comunidades, dicha transformación debe ser vista como un proceso más que como un evento puntual. Los ajustes en la capacidad humana, el contexto social y los valores pueden cambiar a lo largo de muchos años. • La respuesta eficaz programática se confía demasiado en la interacción entre las comunidades afectadas y las “comunidades externas- ONGs, agencias gubernamentales”, y se desconoce que los acontecimientos y las condiciones también han afectado las funciones y capacidades de esta comunidad externa (ej. la situación de seguridad afecta la implementación de un de programa) así como la comunidad ‘afectada’.
disponer de nuevo de su existencia sin terror, sin arbitrariedades y sin impunidad, puedan transformar esas afectaciones y trascender de una condición de víctima a sujeto de derechos. Esa sería la oportunidad que inspira el pedido de reparación de la mano de una perspectiva psicosocial, teniendo en cuenta la subjetividad, las narraciones y significados que las comunidades e individuos puedan darle a esas experiencias dolorosas a ese sufrimiento humano para construir lo nuevo que apunta hacia adelante. Desde esta mirada de la construcción de lo nuevo, de apuntar hacia visibilizar los recursos propios, comunitarios, culturales, se intentan implementar procesos de recuperación psicosocial en el marco de un proceso de reparación.
Recomendaciones para el acompañamiento psicosocial en procesos de reparación
Desde algunos de los aspectos que el área de reparación y atención a víctimas ha intentado recomendar en los espacios de construcción de la política pública de reparación, tales como el diseño de un programa institucional de reparación colectiva y en el diseño de una política de reparación y atención a víctimas, se considera primordial tener en cuenta los siguientes aspectos para movilizar recursos que promuevan el bienestar psicosocial en las comunidades e individuos, que reconozcan las diferentes dimensiones de afectación para facilitar:
Por lo tanto se considera que es necesario también emprender acciones que promuevan bienestar psicosocial, que faciliten la autonomía de las comunidades y los individuos, la intergeneracionalidad y fortalezcan las prácticas vinculantes de las comunidades:
• Aliviar el sufrimiento humano, mitigando los efectos de la violencia en el desarrollo y capacidad humana • Brindar protección a aquellos especialmente vulnerables a los impactos del conflicto y/o • Promover la recuperación y la reconciliación comunitaria, reduciendo el conflicto y asumiendo medidas de garantía de no repetición de los hechos, así como desarrollo social.
• Recuperar la institucionalidad, pública, social, comunitaria y religiosa que brindan el orden social y el sentido a las poblaciones afectadas • Promover la participación activa de todos los sectores de la sociedad , esto podría involucrar acciones especiales para jóvenes, niños, mujeres, personas discapacitadas, para ayudar a construir confianza y recuperación de la comunidad • Evaluar los recursos propios de las comunidades así como de necesidades, siempre se focaliza la intervención en lo psicosocial en las necesidades y no en las capacidades y recursos de las comunidades para recuperarse. Se deben recuperar los recursos populares, tales como ceremonias religiosas y medicina tradicional. • Asegurar que las actividades de promoción de salud mental utilizan y refuerzan la capacidad de adaptación de la comunidad. La salud mental no debería ser vista como un tema individual, sino entendido y reconocido desde un nivel comunitario. Es importante activar los grupos y redes sociales existentes
Estas dimensiones requerirán: • Desplegar recursos desde las diferentes iniciativas y medidas de reparacion que se implementen, en las tres dimensiones que abarca el bienestar psicosocial de las victimas, tales como recursos para fortalecer o desarrollar habilidades que incrementen la capacidad humana de las víctimas de enfrentarse a este proceso de reconstruir o construir sus proyectos de vida. • Entender que la perdida de recursos económicos, físicos, las afectaciones a la comunidad y a la infraestructura regional y la degradación de los recursos 49
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para identificar las necesidades en salud mental y movilizar las respuestas a ellas. Estos grupos podrían ser organizaciones de mujeres, asociaciones religiosas, asociaciones de jóvenes y cualquier grupo social puede servir como base para la promoción efectiva de la salud mental. • Vincular las actividades de promoción de salud mental al trabajo en Derechos Humanos y de construcción de paz. La conexión entre la protección de los derechos humanos, las acciones de reparación, la construcción de paz y la promoción de la salud mental deben ser fortalecidas y promovidas. • Enfatizar actividades de formación y desarrollo de capacidades. Esto incluye apoyo para determinar los medios para trabajar las necesidades en salud mental en el nivel comunitario, facilitar habilidades de participación, respuestas psico-educativas y donde sea pertinente, difusión de las rutas de atención y referenciación. • Comprometer recursos para la evaluación de los programas y los servicios. Esto implica dotar a las personas con las herramientas necesarias para sistematizar lecciones aprendidas de la experiencia y qué aproximaciones son más eficientes en contextos culturales particulares. Los métodos de evaluación participativa deberían ser utilizados simultáneamente con las evaluaciones cuantitativas
4. Kleinman Arthur, Veena Das y Margaret Lock (Eds.). 1997. Social Suffering. Berkeley: University of California Press. 5. Martín-Baró, Ignacio. 1988. La violencia política y la guerra como causas del trauma psicosocial en El Salvador. Revista de Psicología de El Salvador 7, No. 28: 123-141. 6. Moreno Martin, Florentino. 2004. Reflexiones sobre el trauma psicológico y la violencia política: de las guerras centroamericanas de los 80 al 11 de marzo de 2004. Clínica y Salud 15, No. 3: 253-271. 7. Papadopoulos, Renos. 1999. Working with Families of Bosnian Medical Evacuees: Therapeutic Dilemmas. Clinical Child Psychology and Psychiatry 4, No. 1: 107-120. 8. Papadopoulos, Renos. 2000. Factionalism and Interethnic Conflict: Narratives in Myth and Politics. En The Vision Thing. Myth, Politics and Psyche in the World, ed. Thomas Singer, 6-14. Londres: Routledge. 9. Papadopoulos, Renos. 2007. Refugees, Trauma and Adversity-activated Development. European Journal of Psychotherapy & Counselling 9, No. 3: 301-312. 10. Papadopoulos, Renos y Judy Hildebrand. 1997. Is Home where the Heart Is? Narratives of Oppositional Discourses in Refugee Families. En Multiple Voices; Narrative in Systemic Family Psychotherapy, eds. Renos Papadopoulos y John Byng-Hall, 206-233. Londres: Duckworth.
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3. Judah, Tim. 2000. Kosovo. War and Revenge. Nuevo Haven: Yale University Press.
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Perspectiva generativa en la gestión de conflictos sociales* por Dora Fried Schnitman** Fecha de recepción: 5 de febrero de 2010 Fecha de aceptación: 17 de junio de 2010 Fecha de modificación: 6 de julio de 2010
Resumen En situaciones de conflictos político-armados la población civil resulta afectada de maneras muy dolorosas por el impacto de la violencia, que también fragmenta el tejido social. Este artículo presenta algunas aplicaciones del modelo generativo y sus metodologías para el afrontamiento de crisis y conflictos que pueden contribuir a que las personas recuperen sus recursos, significados y relaciones, reorienten sus vidas y restauren su integridad personal y social. Si bien el artículo reconoce el impacto de las situaciones traumáticas, entiende que las víctimas de la violencia tuvieron también la condición de personas capaces de sobrevivir y sostenerse frente a la adversidad –y en muchos casos afrontarla– apelando a sus recursos, su capacidad para detectar y aceptar los encuentros y colaboraciones disponibles, para encontrar o construir las condiciones y redes sociales que les permitieron reorientar sus vidas. Sugiere que este énfasis en los recursos y la construcción conjunta de alternativas ofrece una aproximación para estudiar estos procesos y posibilitar espacios de recuperación y convivencia. Propone que esta estrategia de supervivencia –cuando es reconocida como tal– puede expandirse promoviendo transformaciones de identidad y vínculos sociales para avanzar más allá de los recursos con los que cuentan las personas hacia su transformación en ciudadanos con derecho pleno, impactando no sólo sus condiciones de vida sino también las agendas sociales y políticas.
Palabras clave: Recursos, afrontamiento de conflictos sociales, perspectiva generativa.
Generative Perspective in the Management of Social Conflicts Abstract The effects of armed political conflict on civilian populations are very painful and involve not only the direct impact of violence but also the fragmentation it wages on the social tissue. This article presents some applications of the generative model and its methodologies for facing crisis and conflict. These applications can help people recover their resources, meanings and relationships, re-orient their lives and restore personal and social integrity. While the article recognizes the impact of traumatic situations, it understands that victims of violence were also capable of surviving and carrying on in the face of adversity. Indeed, they were often able to confront such adversity, appealing to their resources, and to detect and accept alliances and collaborations in order to find or build social conditions and networks that allowed them to re-orient their lives. This article suggests that this emphasis on resources and the joint construction of alternatives provides an approach to the study of these processes and facilitates spaces of recovery and coexistence. The article proposes that, when recognized as such, these survival strategies can be expanded to promote the transformation of identity and social bonds that go beyond that initial resources of these survivors to facilitate their transformation into citizens with full rights, and have an impact not only on their living conditions but also social and political agendas.
Key words: Resources, Facing Social Conflicts, Crisis, Generative Perspective.
* Este artículo es resultado de una investigación independiente sobre la metodología de aplicación del modelo generativo en los procesos de atención, acompañamiento y reparación. ** Ph.D en Psicología. Directora de la Fundación Interfas. Profesora de Posgrado de la Universidad de Buenos Aires y del Programa de Doctorado de Taos Institute-Tilburg University. Profesora de la Maestría Latinoamericana Europea en Mediación, Institut Universitaire Kurt Bösch, Suiza-Argentina. Profesora invitada internacional del Magíster y Diploma en Psicología de las Organizaciones, Escuela de Psicología, Universidad Adolfo Ibáñez, Santiago, Chile. Codirectora de la Red de Trabajo para Diálogos Productivos, www.dialogosproductivos.net. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Negócios e famílias: promovendo recursos (con Eva Rotenberg). Pensando Famílias 13, No. 2: 33-58, 2009; Diálogos generativos. En Diálogos apreciativos: el socioconstruccionismo en acción, comp. Gabriela Rodríguez, 17-48. Madrid: Instituto Internacional de Sociología Jurídica Oñati-Editorial Dykinson, 2008; y Generative Inquiry in Therapy: From Problems to Creativity. En Meaning in Action. Constructions, Narratives and Representations, eds. Toshio Sungiman, Kenneth J. Gergen, Wolfang Wagner y Yoko Yamada, 73-95. Tokio: Springer, 2008. Correo electrónico: dschnitman@fibertel.com.ar, interfas@fibertel.com.ar.
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Perspectiva generativa na gestão de conflitos sociais Resumo Em situações de conflito político-armados, a população civil termina afetada de maneiras muito dolorosas pelo impacto da violência, que também fragmenta o tecido social. Este artigo apresenta algumas aplicações do modelo generativo e suas metodologias para o enfrentamento da crise e conflitos que podem contribuir para que as pessoas recuperem seus recursos, significados e relações, reorientem suas vidas e restaurem sua integridade pessoal e social. Embora o artigo reconheça o impacto das situações traumáticas, entende que as vítimas da violência tiveram também a condição de pessoas capazes de sobreviver e se manter frente à adversidade – e, em muitos casos, enfrentá-la – apelando a seus recursos, sua capacidade para detectar e aceitar os encontros e colaborações disponíveis, para encontrar ou construir as condições e redes sociais que lhes permitiram reorientar suas vidas. Sugere-se que esta ênfase nos recursos e a construção conjunta de alternativas ofereça uma aproximação para estudar esses processos e possibilitar espaços de recuperação e convivência. Propõe-se que esta estratégia de sobrevivência – quando reconhecida como tal – pode se expandir, promovendo transformações de identidade e vínculos sociais para avançar mais além dos recursos com os que contam as pessoas rumo a sua transformação em cidadãos com direitos plenos, impactando não apenas suas condições de vida, mas também as agendas sociais e políticas.
Palavras chave: Recursos, enfrentamento de conflitos sociais, perspectiva generativa.
En nuestra trayectoria podríamos describirnos en un principio como víctimas, luego como sobrevivientes y actualmente como ciudadanas con plenos derechos y responsabilidades.
trabajado sobre el trauma, la afectación, la victimización, la importancia de la reconstrucción de la historia y las redes sociales como recursos que facilitan una transición hacia realidades postraumáticas (Beristain y Páez 2000; Boss 2005; Cyrulnik 2003; Duffy 2010; Higuera y Orozco 2009; Landau 2004; Seligman 1990; Sluzki 1994, entre otros). La posibilidad de construir agendas generativas que consideren la recuperación de los recursos de las personas y los vínculos que permitieron la transición desde la posición de víctima a la de sobreviviente, y la formulación de un proyecto de vida, implica que estas agendas incluyan ingredientes que aporten a los esfuerzos ya realizados. Una agenda generativa comparte con otras perspectivas la importancia de reconstruir lo vivido, de recuperar la memoria y restaurar el tejido social, y al mismo tiempo propone avanzar hacia la apreciación de los recursos y las fortalezas de las personas, promoviendo el desarrollo de futuros personales y relacionales, y los significados relevantes para ellas y las comunidades, capaces de orientar nuevas ecologías sociales, perspectivas y acciones.
Un nuevo diálogo interpersonal, social y político
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os diálogos interpersonales, sociales y políticos constituyen procesos básicos para la recuperación de personas, vínculos y redes sociales, y para la construcción de ciudadanía en situación de afectación por conflictos armados. La comprensión de los recursos del diálogo ofrece un marco generativo para la forma en que las personas se consideran a sí mismas y a sus relaciones interpersonales y sociales en estas circunstancias. La reconstrucción de redes sociales y el diseño de agendas de interés público inclusivas de los temas significativos para las personas, las comunidades y la sociedad pueden favorecer la aceptación de sus nuevas realidades y un posicionamiento de ciudadanía responsable. Se ha
El construccionismo social da marco a perspectivas y prácticas que ofrecen la posibilidad de construir conjuntamente realidades, racionalidades y nuevos valores compartidos. Inspirados en Kenneth Gergen (Gergen 2000, 2009; Gergen et al. 2007) proponemos un conjunto de principios orientadores que son una aproximación a la vida y que, para algunos, sostienen la promesa 52
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da centrada en los problemas hacia otra que también atiende las posibilidades; si bien considera el trauma, trabaja con un marco positivo basado en los recursos, el aprendizaje y la creatividad. No olvida el pasado pero construye futuros, ofrece herramientas prácticas que utilizan el diálogo y el aprendizaje como medios para identificar y construir alternativas, innovaciones y acciones específicas que las materialicen por medio de diferentes metodologías.
de afrontar en forma productiva las situaciones de conflicto y sus consecuencias. Sugiere que entendemos y valoramos el mundo y a nosotros mismos de maneras que emergen de nuestra historia personal y la cultura que compartimos. Estos mundos de significado compartido están íntimamente relacionados con las acciones que llevamos adelante con otros. Habitualmente actuamos guiados por aquello que interpretamos que es real, racional, satisfactorio y bueno. Sin estos significados habría muy poco para hacer que valga la pena en nuestras vidas. Esta pérdida de significado ocurre, precisamente, en condiciones de conflicto armado.
Diálogos generativos: creación dialógica
Los mundos de significado están construidos dentro de relaciones. En las relaciones nace aquello que tomamos como real, racional y dado. Sin relaciones habría muy poco significado; nuevos mundos de significado son posibles. No estamos poseídos o determinados por el pasado. Podemos abandonar, transformar o disolver formas de vida que no se adecuan a las situaciones presentes, dolorosas o traumáticas, y crear alternativas conjuntamente. Si encontramos condiciones adecuadas para sostener procesos de creación de valores, realidades y relaciones o crear nuevos futuros; llevarlo a cabo requiere la participación en tramas sociales que sostengan esta reconstrucción.
Podemos denominar creación dialógica a la construcción gradual en el tiempo de algo nuevo mediante el diálogo reflexivo y el aprendizaje conversacional entre personas y grupos humanos. En el desarrollo de este proceso las personas o grupos llegan a ver, experimentar, describir, vincularse y posicionarse de una manera diferente. Este enfoque, centrado en los diálogos generativos y en el construccionismo social, considera a la creación de significado, a la experiencia y al conocimiento como procesos constructivos en los que los acontecimientos específicos, los actos y los episodios tienen la capacidad potencial de transformar las perspectivas que las personas tienen de sí mismas, sus relaciones y contextos, sus posibilidades y futuros. En esta perspectiva, las herramientas generativas se focalizan en facilitar que se generen tales procesos (Fried Schnitman 2002, 2008a, 2008b, 2008c, 2010b; Fried Schnitman y Schnitman 2000a, 2000b). ¿Qué recursos recuperar del pasado y lo vivido? ¿Cómo emergen y se consolidan las nuevas alternativas para convertirse en un contexto de práctica o significado? ¿Qué coordinaciones discursivas y sociales producen estos desarrollos? ¿Qué contextos o condiciones facilitan la emergencia y el sostén de las nuevas posibilidades de significado y acción? La perspectiva generativa actúa desde el presente y el pasado hacia el futuro mediante una de sus herramientas: las preguntas generativas.
Cuando los mundos de significado se intersectan pueden ocurrir resultados creativos; pueden emerger nuevas formas de relacionarnos, nuevas realidades y nuevas posibilidades. En un proceso de supervivencia y reconstrucción de la vida, se trata de recomponer o tomar como punto de partida estas posibilidades. Si dañamos o destruimos las relaciones perdemos la capacidad de sostener una forma de vida y de crear nuevos futuros. Cuando los mundos de significado están en conflicto pueden llevar a la alienación o la agresión, socavando las relaciones y su potencial creativo. A través del cuidado creativo de las relaciones se puede reducir o transformar el potencial destructivo de los conflictos. En este contexto se han nutrido y desarrollado nuevas metodologías y formas de diálogo tendientes a restaurar y transformar realidades, relaciones y valores porque las condiciones cambiaron, las relaciones se dañaron o rompieron porque desapareció el tejido social. La perspectiva generativa que presenta este artículo se apoya en los recursos de las personas y organizaciones, sus valores y habilidades para afrontar dificultades y desafíos, y en los eventos inéditos para construir nuevas realidades sociales e innovar. Ayuda a las personas, comunidades y organizaciones a desplazarse de una mira-
La construcción de futuros posibles o deseados conlleva la exploración de procedimientos para acceder a dichos futuros desde las circunstancias del presente. Las posibilidades creadas en una conversación generativa devienen núcleos de innovación que, una vez creados, pueden actualizarse si están basados en acciones que privilegian alternativas existenciales, y orientarse hacia la construcción de realidades novedosas y diferentes, y la implementación de dichas realidades mediante otra de sus herramientas: la creación de escenarios posibles. 53
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oportunidades emergentes singulares de cada proceso, promueve competencias y desarrolla habilidades para reconocer las posibilidades, investigarlas, implementarlas y aprender a partir de las mismas. Junto a los distintos tipos de saberes, constituyen otro conjunto de herramientas vinculadas al aprendizaje.
La capacidad generativa que los seres humanos compartimos nos permite preguntarnos acerca de nuestras maneras de comprender, poner en perspectiva y flexibilizar nuestras visiones de la realidad, nuestros valores y relaciones; recuperar nuestros recursos y potencialidades; reconsiderar aquello que tomamos o se toma por “dado”; implementar capacidades para la reflexión y el aprendizaje; revisar perspectivas, relaciones y posibilidades alternativas; formularnos preguntas fundamentales acerca de nuestra vida personal, social, organizacional, comunitaria; considerar nuevas alternativas para la acción personal y social en el presente, y a futuro. Esta perspectiva y esta práctica, sumadas a la reconstrucción del tejido personal, social y las redes, contribuyen a restaurar significados y lazos sociales, y a la recuperación de los recursos y valores.
Es en y a través del diálogo que se pueden modificar las relaciones entre los participantes o crear acciones conjuntas, especificar valores y significados relevantes y orientarse a la construcción de nuevas realidades y tramas sociales. Es a través de esta multiplicidad y complejidad que pueden construirse enlaces, síntesis y nuevas posibilidades. También pueden crearse proyectos específicos y cursos de acción participativos, proactivos y con fuerza para iniciar acciones sociales relevantes y significativas.
La perspectiva generativa propone que mediante el diálogo reflexivo y el aprendizaje conversacional tienen lugar procesos de creación entre personas y en beneficio de las personas mismas. En todas estas circunstancias promueve la coconstrucción gradual en el tiempo de posibilidades, aprendizajes compartidos, coordinación de acciones, conocimientos e innovaciones singulares y conjuntas (Fried Schnitman 1995, 2008a; Fried Schnitman y Schnitman 2000a, 2000b). Sus principales características son: sostiene la importancia del diálogo y las relaciones sociales porque ocurre entre personas, promueve coordinaciones y procesos productivos, y favorece la formación de espacios sociales colaborativos; entiende la subjetividad desde una psicología social, dado que nos conformamos como seres humanos en vínculos con otros; promueve relaciones proactivas y el reconocimiento de los sujetos participantes como potenciales gestores de futuros posibles; reconoce el conocimiento implícito y los recursos de los participantes, y su capacidad como productores de conocimiento, relaciones y prácticas; trabaja con la complejidad humana y las oportunidades que ésta brinda; es creativa y se desarrolla a partir de la identificación de oportunidades para innovaciones en la conversación, cursos de acción posibles y su puesta en acto; explora y avanza hacia la implementación de las nuevas posibilidades; expande las nuevas posibilidades cuando son satisfactorias o adecuadas para los participantes, los propósitos y los contextos; favorece el interés por otro(s), la curiosidad, la indagación, la reflexión y la innovación: facilita que las personas se formulen preguntas fundamentales acerca de sí y de la vida social; considera nuevas opciones para la acción personal, interpersonal y social; explora las condiciones y contextos que permitirían la puesta en acto de estas posibilidades, en particular, las ecologías sociales; revisa perspectivas, relaciones, conocimientos y posibilidades alternativas.
La capacidad generativa de las personas que trabajan en un contexto de diálogo ofrece posibilidades no anticipadas ni pensadas, transforma potencialidades en nuevas realidades operativas y existenciales, y acerca la experiencia al carácter abierto y siempre incompleto del aprendizaje, la coconstrucción y la creatividad. Planteamos que la perspectiva generativa privilegia las
En esta perspectiva, la indagación, las herramientas y los recursos para promover diálogos generativos se focalizan en cómo se generaron o podrían generarse tales procesos y cuál sería su impacto si sucedieran. Para esto la perspectiva generativa ha desarrollado un conjunto de preguntas, llamadas preguntas generativas, que apuntan a comprender cómo surgen y se consolidan nuevas
Diálogo es un término que alude a la cocreación de significados a través de –y entre– cierto número de interlocutores (Bohm 1996) y el entramado social involucrado (Bakhtin 1981 y 1986). Es un proceso de construcción de significados y acciones entre personas, formativo de mundos sociales. Cuando las personas pueden sostener diálogos generativos hay lugar para la expresión de sus diversas experiencias y las múltiples circunstancias en que han estado involucradas en el pasado, el presente, o en que podrían estarlo en el futuro, mediante diálogos externos entre personas o internos que incluyen a la persona y sus circunstancias. En estas conversaciones las personas intercambian experiencias, perspectivas y sentimientos, reconstruyen significados que puedan dar sentido a sus vidas y a las relaciones que los sostienen y de las que participan, recuperan sus recursos y encuentran posibilidades.
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posibilidades. ¿Qué oportunidades para las personas abriría la implementación de estas nuevas posibilidades? ¿Qué contextos o condiciones facilitan la emergencia y el sostén de las nuevas posibilidades de significado y acción? ¿Qué posibilidades y qué diferencias producirían si se implementaran? ¿Cuáles son las condiciones específicas de su implementación? ¿Qué aprendizajes promueven? ¿Qué vínculos sociales se constituyen y requieren?
Más allá de su punto de inicio, todo ciclo generativo requiere observación, experimentación, reflexión y reconocimiento de las nuevas alternativas. Las personas experimentan este proceso como una fuente de empowerment (recuperación del poder positivo o poder de gestión), innovación, bienestar y nuevos recursos. El efecto que promueve en las personas es de reconocimiento, que a su vez conduce a mejores desempeños.
El diálogo generativo expande las habilidades de los participantes para identificar y apreciar aquello que han hecho bien, así como sus recursos, sus relaciones y la conectividad social para establecer nuevos vínculos y compartir experiencias con otras personas, la importancia de escuchar y expresarse, el reconocimiento de lo positivo y de la diversidad, creando versiones enriquecidas de sí mismo y de sus relaciones, de la capacidad de aprender aun de las experiencias más dolorosas.
Esta transformación permite acciones creativas para reconocer el proceso “aprendiendo a aprender” y alcanzar los propósitos deseados. El aprendizaje tiene lugar cuando los participantes exploran las acciones iniciadas, las elecciones realizadas y los valores que los guiaron, las consecuencias o sus implicaciones, y extraen conocimiento de allí.
Herramientas generativas
Este proceso favorece la participación activa y colaborativa de quienes están involucrados en revisar los límites de lo que piensan, dicen o hacen, mediante la expansión de los significados, relaciones y valores que hemos conformado en nuestras vidas personales y en nuestras relaciones; allí reside su potencial transformativo. En los procesos generativos se promueve la coconstrucción de opciones para facilitar la aproximación a situaciones problemáticas transformando la descripción, la visión y el registro de posibilidades. Dicha transformación permite una acción creativa.
Ciclos generativos Las oportunidades para el despliegue de ciclos generativos pueden iniciarse desde el diálogo mismo, desde el reciclaje de la experiencia, la experimentación o la síntesis de aprendizajes en la construcción de nuevos conocimientos. Cuando las personas permanecen alertas a las transformaciones pueden incrementar gradualmente las alternativas y disponer de competencias para promover giros productivos. Un ciclo generativo vincula aprendizaje e innovación mediante distintos tipos de procedimientos constructivos. Los procedimientos que pueden tener lugar en el diálogo mismo incluyen: recuperación de recursos; innovaciones mediante la vinculación de diferentes temas en el diálogo; desarrollo de nuevos temas por medio de la transformación de comentarios en temas centrales, o la integración entre temas diversos; aprendizaje acerca de lo realizado; descubrimiento de lo novedoso en lo que acontece, lo actuado, lo dicho o escuchado, lo argumentado; introducción de visiones de futuro y pasos que se deben tomar, así como la reafirmación de las personas como productoras de conocimientos y prácticas para orientarse hacia ellas; formulación de nuevos significados, argumentos inéditos o trascendentes y maneras de narrar una situación; nuevas maneras de verse a sí mismo y sus potencialidades.
Este proceso se apoya en un aprendizaje que denominamos generativo y que tiene lugar mientras los participantes exploran las acciones que han iniciado, las perspectivas que utilizan, las elecciones que realizan y los valores que los guían; así realizan nuevos aprendizajes, sosteniendo un nivel reflexivo y la apertura en el diálogo. La búsqueda se orienta a encontrar conversaciones que produzcan mejores posibilidades y cursos de acción. A partir de ciclos generativos se abren nuevas oportunidades en el diálogo; puede surgir todo tipo de innovaciones –espontáneas o premeditadas–, por el reciclado y síntesis de conocimientos previos o por la experimentación. Para ello, las personas deberán permanecer atentas a los cambios que tienen lugar. Un proceso generativo relaciona diálogo, aprendizaje y transformación, y se puede iniciar desde diferentes puntos de partida: introducción de temas y eventos novedosos, exploración de lo que se sabe o conoce implícitamente, descubrimientos espontáneos, innovaciones premeditadas, nuevas formas de abordar situaciones o nuevos argumentos, etcétera.
Las personas también pueden construir ciclos generativos a partir de sus acciones, mediante su habilidad para reconocer diferencias en lo que hacen, aprender, innovar y experimentar, así como mediante la posibili55
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– Preguntas para encuadrar caminos posibles y perspectivas emergentes: ¿Qué caminos abrirían las posibilidades que están considerando? ¿Qué aportarían? ¿Cómo podrían participar, cada uno y el grupo, para avanzar? ¿Cuáles son sus dudas e incertidumbres? – Preguntas para facilitar el reconocimiento del otro y la constitución de un grupo colaborativo: ¿Con qué cuenta, qué le permite o permitió sobrevivir? ¿Qué aportan o aportaron las otras personas? ¿Qué aporta usted a los otros? ¿Qué nota diferente en las propuestas que permitiría avanzar? ¿Cuándo se sintió escuchado? ¿En qué nuevas situaciones se reconoció involucrado? – Preguntas para incrementar la solidaridad y la conciencia colaborativa: ¿De qué manera beneficiarían a los participantes, el grupo y la comunidad las nuevas posibilidades que están explorando? ¿De qué nuevas maneras podrían conversar entre ustedes y con otros para que este proceso resulte productivo? ¿Cómo podría involucrarse específicamente cada uno de ustedes en la construcción de las posibilidades que están considerando? – Preguntas a futuro: ¿Cómo podría imaginar un futuro? ¿Cuáles son los pasos que podrían conducirlo? ¿Cuáles han sido sus fortalezas y recursos? ¿Cómo podría expandirlos?
dad de registrar y expandir su conocimiento implícito o utilizarlo de manera innovadora, fortaleciendo sus redes sociales y las posibilidades de acciones personales y conjuntas o creando visiones novedosas de sí mismas y del futuro. En todas estas instancias pueden expandir sus habilidades, mejorar sus acciones o su comprensión, mientras tienen lugar. Si están atentas puede reconocer las posibilidades, identificar los eventos inesperados, transformar el conocimiento implícito en explícito, y recuperar y utilizar de manera novedosa los recursos existentes. Las personas facilitan ciclos generativos a través de la utilización de la conversación y el aprendizaje como medios de conexión, innovación y coordinación de acciones. También es importante que sepan reorientar conversaciones y cerrar las que sean improductivas, mientras abren otros ciclos productivos. Estos procesos son transformativos cuando los participantes pueden reflexionar acerca de sí mismos, sus circunstancias, el proceso y sus resultados, y esto marca una diferencia en sus acciones futuras. Restablece una escena de personas con una relación como sujetos-agentes que pueden ejercitar su capacidad de aprender e innovar, a efectos de manejar los diferentes problemas que la vida les presenta.
Preguntas generativas Las preguntas generativas –una de las herramientas de esta perspectiva– abren espacios e identifican las nuevas posibilidades de acción y el proceso por el cual las personas reconocen su propia capacidad y la de los otros para construir alternativas. Estas preguntas expanden las habilidades de las personas para reconocer y utilizar sus propios recursos, favorecer la experimentación, reconocer caminos posibles, relaciones sociales productivas, el conocimiento y la comunicación efectiva frente a diferentes requerimientos de un proceso generativo. Las preguntas que se incluye en esta sección y en las siguientes son sólo una guía ilustrativa. En cada situación particular se formularán preguntas adecuadas a los propósitos del proceso y a quien(es) las escucha(n).
Indagación apreciativa y generativa Indagar remite al acto de explorar y descubrir, de formular preguntas. La indagación apreciativa se orienta a la afirmación de las fortalezas, potencialidades, valores y logros presentes y del pasado de las personas, organizaciones y comunidades. Mediante la indagación generativa se entablan diálogos para facilitar posibilidades de innovación utilizando la conversación y el aprendizaje como medios para la coordinación de acciones alternativas. Al reflexionar y preguntarse ¿qué he(mos) aprendido? las personas reencuadran proactiva y positivamente toda experiencia vivida. Ambas formas de indagación corresponden a procesos de aprendizaje generativo porque permiten revisar los propósitos que animan a los proyectos y las personas, quienes adquieren habilidades para reflexionar sobre las tareas que las convocan, sobre ellas mismas y su participación, sus relaciones, los procesos que tienen lugar y los resultados. Cuando se involucran en procesos de indagación desde esta óptica, las personas adquieren una visión reflexiva de sí mismas como capaces de producir conocimientos; revisar, recuperar y utilizar sus recursos y sus relaciones; desarrollar acciones conjuntas y participar adecuadamente en diálogos; escuchar, aprender e
– Preguntas para identificar y describir posibilidades generativas que permitan ubicar recursos propios y de los otros: ¿Qué nuevas posibilidades tuvieron lugar o podrían considerar frente a los desafíos que están enfrentando? ¿Qué soluciones imaginan? ¿Cuáles de ellas podrían contribuir y de qué manera? Si se implementaran esas posibilidades en la situación que enfrentan, ¿qué cambios producirían? ¿Qué otras posibilidades podrían recuperar o construir? ¿Qué futuro podrían construir? 56
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reconocer las innovaciones, evaluar su adecuación a los contextos, reconocer las oportunidades que cada una ofrece, revisar sus opciones conjuntamente y los criterios para seleccionar unas por sobre otras; como también examinar el proceso con que las construyeron y los requerimientos de su implementación. A través de este proceso reflexivo, los participantes identifican los propósitos y valores que organizan sus percepciones y acciones, y, mediante este aprendizaje, también identifican las innovaciones que pueden crear. Completando ciclos generativos, pueden transformarse a sí mismos y sus circunstancias, reconocer lo que han creado y construir el andamiaje de una nueva posibilidad.
innovar para manejar los diversos problemas que presentan las situaciones que necesitan considerar. También las habilitan para reconocer y colaborar en la búsqueda y selección de alternativas adecuadas. ¿Qué podríamos hacer o aprender? Si lo hiciéramos, ¿a qué nos conduciría? Cuando los ciclos se completan, la apreciación y el reconocimiento permiten afirmar las fortalezas, potencialidades y logros presentes y previos de las personas y comunidades. Los diálogos son capaces de crear un proyecto y promover transformaciones de las personas, sus relaciones y sus contextos.
Espacios sociales colaborativos: coconstrucción
Un vínculo o una cultura comunitaria u organizacional que privilegia las relaciones y propone la creatividad, el reconocimiento de recursos y la innovación crea condiciones favorables para el aprendizaje, la confianza y el clima emocional necesario para la participación, la construcción de redes de conocimiento y, básicamente, la capacidad de vivir situaciones difíciles con interés, responsabilidad, compromiso y bienestar.
de grupos y redes que favorecen el diálogo y la investigación en acción
Quienes participan en los diversos tipos de procesos de diálogo lo hacen como parte de un grupo colaborativo que aprende desde sus propios procesos e interacciones (Fried Schnitman 1999; Fried Schnitman y Schnitman 2000a, 2000b). Ese grupo constituye un espacio social productivo que puede incluir otras personas significativas, deviniendo en una comunidad capaz de desarrollar recursos y crear oportunidades para la acción.
El conocimiento como diálogo: tipos de conocimientos o saberes
En esencia, el grupo se comporta como un “espacio personal y social de trabajo colaborativo” que explora las soluciones de los problemas presentes y genera innovaciones. Los miembros realizan investigación en acción, a efectos de comprender mejor el espectro de alternativas disponibles para sí y para el grupo, y los nuevos recursos vinculados con el aprendizaje que aporta cada uno de ellos, y en conjunto.
La perspectiva generativa trabaja el conocimiento como diálogo y recupera los saberes de los participantes como parte de un proceso de reencuentro de las personas y organizaciones con aquello que conocen –a veces implícitamente– y no lo reconocen como tal hasta que lo revisan reflexivamente (Fried Schnitman 2008a, 2008b, 2008c). Encontrar un sentido de dirección, saber qué hacer, es tan importante como saber cómo hacer, cuando las personas necesitan considerar acciones específicas para relacionar su situación, el contexto y las posibilidades. La capacidad de saber expresarse y comprenderse adecuadamente permite discernir las posibilidades. Saber ubicarse en las diferentes dimensiones de los procesos de conflicto y crisis se acompaña del saber emocional que ofrece un sensor para evitar los trayectos minados y elegir los que ofrecen oportunidades (Fried Schnitman y Schnitman 2000a, 2000b). Poder reconocer las posibilidades de contextos emocionales y sociales de apoyo y bloqueo, las potencialidades, aunque no estén presentes, y gestionar recursos son algunos de los saberes que se implementan.
En este proceso, los participantes revisan sus experiencias previas y seleccionan qué les ha resultado útil y qué puede ser “reciclado” o transformado. Éste es un proceso reflexivo en el que todos los participantes consideran qué está sucediendo, cuáles son las oportunidades disponibles, qué procedimiento es adecuado y qué vislumbra cada uno para sí, para los otros involucrados y para los proyectos. Los participantes pueden experimentar con las ideas que emergen, ejercitando las nuevas posibilidades y herramientas. Los participantes en este tipo de proceso consideran que todos y cada uno de ellos son hábiles para generar opciones, aprender nuevas habilidades, seleccionar sus objetivos, coordinar y avanzar hacia ellos. Así, las personas pueden reconocer, evaluar y modificar las posibilidades de diferentes maneras: pueden revisar sus respuestas y la selección de alternativas consideradas,
La indagación y las preguntas generativas también pueden utilizarse para identificar el conocimiento explícito o implícito de los participantes. A través del reconocimiento de 57
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tar el problema que los ocupa, o si la confrontación es entre personas que quieren imponer sus ideas? Cuando escucha a otras personas exponer argumentos contrarios a los suyos, ¿puede rescatar ideas interesantes? ¿Qué características del contexto no le resultan cómodas u óptimas y qué puede aportar para aceptarlas y transformarlas? ¿Cómo podría trabajar, coordinar acciones y puntos de vista con confianza? ¿Qué los ayudaría a trabajar juntos? – Saber reconocer posibilidades en el presente que remitan a futuros posibles y tomar los pasos necesarios en la dirección adecuada: ¿Qué cursos de acción distingue para estas situaciones (aun potenciales o incipientes)? ¿Qué posibilidades ofrecen? ¿Qué le gustaría que sucediera? ¿Quiénes serían los responsables adecuados? ¿Qué compromisos habría que asumir? ¿Qué recursos previos ayudarían? ¿Qué le gustaría expresar que hasta ahora no pudo y qué le gustaría escuchar? – Saber ubicarse en diferentes maneras de considerar una historia que vivió o desearía vivir: ¿Cómo podría escuchar y expresar las diversas maneras de narrar historias (la que vive, la que conoce, la que podría narrar, las que podrían estar presentes pero no fueron registradas, las que podrían construirse)? ¿Cómo caracterizaría su lugar como persona y el de otros en las diferentes historias? ¿Qué tendría que modificar(se) para ubicarse mejor? – Saber construir potencialidades a futuro o ser capaz de identificar el futuro incipiente: ¿Qué recursos podrían ser útiles? ¿Cómo podría coordinar con otros? ¿Qué podría ofrecer oportunidades? ¿Cómo sería un futuro aceptable? ¿Qué innovaciones resultaron útiles? ¿Qué le resultaría implementable? – Saber gestionar(se), reconocer las posibilidades personales y las de los otros en los diferentes contextos: ¿Qué lo ayuda a manejar el estrés y la incertidumbre en situaciones de crisis?
qué saben y qué no saben acerca de sus problemas, diferencias y soluciones posibles, los participantes crean plataformas para el cambio. Distintos tipos de saberes pueden estar implícitos en acciones; “sabemos hacer” sin pensar acerca del conocimiento involucrado. Este conocimiento implícito puede hacerse explícito mediante preguntas generativas que incorporen descripciones y reflexiones sobre una acción dada, mediante diálogos. Hay diversos tipos de saberes que son igualmente importantes en estas situaciones. – Saber qué implica reconocer un sentido de dirección y saber cómo alude a su implementación: ¿Está procediendo de la manera habitual o de modo diferente? ¿De qué habilidades dispone, cuáles necesita desarrollar? ¿Cómo reconoce los nuevos desarrollos, posibilidades y perspectivas? ¿Qué oportunidades abrieron? ¿Cómo fueron implementados? – Saber cómo decir se refiere al modo de expresarse capaz de conducir el diálogo en la dirección indicada: ¿Cuán bien y con qué claridad considera que puede/ pudo transmitir aquello que es importante para usted? ¿Cuán bien considera que escucha aquello que expresó (expresaron) el (los) otro(s)? – Saber reconocer un contexto se refiere a identificar sus características significativas, adecuar(se)(lo) y transformar(se)(lo): ¿Qué circunstancias facilitarían esta posibilidad? ¿De qué otras maneras podría pensarse esta situación? ¿Habría otras más adecuadas? ¿Qué tiene en cuenta para decidir qué factores son importantes? ¿Cómo posicionarse en el conjunto de las relaciones involucradas? ¿Está relacionado con otras personas, con grupos u organizaciones? – Saber acerca de sí en contexto significa estar en contacto con uno mismo en el momento, así como en experiencias pasadas, presentes o futuras vinculadas al contexto: ¿Se sorprendió por alguna de sus acciones en esta situación o en situaciones similares? ¿Había sucedido antes? ¿Considera que esta posición no tiene precedentes para usted o para los otros? Desde la experiencia vivida ¿qué aprendió de ella, de usted mismo, de los otros? ¿Cómo desearía verse a usted y a sus seres queridos? – Saber reconocer el campo emocional y las oportunidades que ofrece: ¿Qué le permitiría aclararse? ¿Qué tipo de apoyo lo ayuda a sortear la incertidumbre y ver más claramente? ¿Qué le incrementa el desaliento/la esperanza/la inseguridad/la confianza? ¿En qué situaciones puede/no puede lidiar con los problemas? ¿Qué actitudes suyas desalientan/dan esperanzas/desorientan/ubican a otras personas? ¿Cómo reconoce si están confrontando ideas útiles para tra-
Las personas pueden sostener diálogos sobre saberes que involucran procesos de indagación generativa consigo mismas, con otros; pueden implementarlos como procesos de trabajo grupal y utilizarlos frente a tareas o proyectos específicos o tenerlos como lineamientos generales que guían el acercamiento a otras personas.
Posición del profesional Los profesionales facilitan el diálogo generativo a través de la utilización de la conversación y el lenguaje como medios de conexión, innovación y coordinación de acciones. Este proceso es transformativo porque los 58
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De la crisis a la creatividad: afrontamiento Denominamos afrontamiento de crisis y conflictos al diseño e implementación de procedimientos necesarios para abordarlos adecuadamente, con la aspiración de que resulten efectivos. Abarca la elaboración de realidades, relaciones y valores alternativos, la construcción de conversaciones productivas, y favorece la colaboración y la coordinación entre las personas involucradas, con un foco en la resolución del conflicto o crisis en curso.
participantes pueden reflexionar acerca de sí mismos, del proceso y sus resultados; esto hace una diferencia en sus acciones futuras y restablece una escena de personas con una relación como sujetos-agentes que pueden ejercitar su capacidad de aprender e innovar, a efectos de manejar los diferentes problemas que la vida les presenta. Y habilita al profesional para reconocer y colaborar en la selección de alternativas. Requiere del profesional la adquisición de competencias dialógicas. El profesional que trabaja con el diálogo entiende que su papel es facilitar procesos reflexivos y de recuperación de recursos y competencias. Entiende que el conocimiento, las jerarquías y la responsabilidad están distribuidos entre los participantes. Aunque difieran las competencias que cada uno posee, todos comparten la responsabilidad y el conocimiento que son generados socialmente y distribuidos entre todos, dado que sólo se construye sentido, realidad y relación si se reconocen y confirman recíprocamente a medida que el proceso avanza.
La capacidad de afrontamiento alude a la recuperación o desarrollo de competencias y recursos para promover conversaciones productivas, desarrollos personales, coordinaciones sociales y diseño de los procedimientos necesarios para desplazarse hacia alternativas y nuevas posibilidades. El afrontamiento implica aprendizaje reflexivo, innovación, foco y creatividad social (Fried Schnitman 2005, 2010a). Las crisis y conflictos pueden incluir alternativas u opciones que permiten la recuperación y hasta el crecimiento de las personas y organizaciones cuando se afrontan las circunstancias y las tareas vitales; cuando se dan las condiciones para una reconsideración de las circunstancias personales e interpersonales; cuando la comunicación deviene productiva y genera acciones viables; cuando las emociones pueden ser reorientadas positivamente; cuando los aportes recíprocos permiten afianzar posibilidades, captar oportunidades, reciclar las habilidades y competencias; cuando pueden aprender. En síntesis, cuando las personas pueden afrontar en lugar de estar confusas, desorientadas, desorganizadas o sin poder iniciar acciones productivas. Las políticas públicas y las organizaciones que trabajan con víctimas necesitan orientarse de manera consistente y clara en este sentido para favorecer estas reorganizaciones.
Sin embargo, los procesos generativos pueden ocurrir sin la facilitación de un profesional, y las preguntas serían: ¿Cómo tuvo lugar, cuáles fueron las iniciativas e innovaciones, cómo lo llevaron a cabo, qué recursos pusieron en juego, qué contextos de apoyo encontraron, cuáles fueron las etapas, qué hicieron y qué favoreció su desarrollo, etcétera? En el diálogo generativo el lugar del profesional es el de facilitador de un proceso que provee de nuevas posibilidades para la acción y la interacción. Para comenzar este proceso se pregunta cómo puede invitar a los participantes y facilitarles que dialoguen con su propia experiencia, encuentren sus recursos; elaboren, investiguen y expandan las nuevas posibilidades; reflexionen acerca de las agendas existentes (personales y comunes), las viables delineadas por las posibilidades y aquello que podrían considerar como emergente; hablen con el otro, en tanto cada uno habla por sí mismo acerca de las posibilidades emergentes; busquen intereses compartidos en las posibilidades emergentes; expresen sus incertidumbres, áreas grises, dilemas y dudas relacionados con esas posibilidades; investiguen perspectivas que transformen la manera de expresarse de cada persona, su visión acerca del conflicto y el marco compartido en el que consideran y formulan las diferencias y convergencias; elaboren coordinaciones posibles sin desestimar las diferencias; encuentren un curso productivo para la conversación, para sí y para otros, y maneras de vehiculizarlo. Estos interrogantes permiten focalizar la atención en la calidad del proceso.
Para el desarrollo de una adecuada respuesta de afrontamiento se requiere un análisis de los contextos, los valores, las relaciones y los recursos. El afrontamiento requiere diferentes tipos de iniciativas: – Recuperación y construcción de recursos novedosos: formular síntesis inéditas e inclusivas de las diferentes perspectivas o acciones relevantes, conformar escenarios para la acción que incorporen la creatividad y el desarrollo de una mirada apreciativa de los aportes recíprocos. – Creación de relaciones interpersonales de confianza y conectividad: compromiso de coordinación con otros, aceptación de la diversidad, la flexibilización 59
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hacia una transformación; construir nuevos significados y posibilidades de acción conjunta; formular argumentos novedosos que trasciendan las perspectivas previas; reconocer oportunidades singulares, en la medida en que puedan recibir y aportar; promover interpretaciones y acciones novedosas; reconocer interacciones útiles, en algunos casos inéditas; promover puntos de vista novedosos y lugares sociales legítimos para los participantes y las situaciones que viven; coordinar o negociar encuadres que permitan construir acuerdos y avanzar; identificar o diseñar los cursos de acción que se consideren más productivos, implementarlos y evaluar su funcionamiento.
de las relaciones, realidades y valores, con el objetivo de avanzar hacia coordinaciones operativas que permitan afrontar la crisis. – Gestión del sí mismo: ponderar las contribuciones y recursos que puede aportar cada participante, reflexionar sobre la situación conservando la capacidad de escuchar a los otros participantes y a sí mismo. – Gestión de la crisis: implica un ajuste permanente de acuerdo con los resultados que se vayan obteniendo, un aprendizaje continuo sobre la base de las mejores prácticas y los problemas, y una evaluación de la gestión. – Creación de un contexto adecuado: analizar la situación, los desafíos y recursos, seleccionar los propósitos y objetivos, priorizar temas, encontrar rumbos, apoyarse en los vínculos existentes o posibles, o reformularlos, y restituir las condiciones de seguridad y confianza. – Facilitación de emociones capaces de sostener el proceso: esperanza, convicción de que es posible encontrar una solución, solidaridad y respeto recíproco, sentido de pertenencia, participación proactiva en la búsqueda de soluciones, coraje. – Creación de condiciones que permitan construir nuevas perspectivas, encuadres y significados; vincular posibles acciones a contextos específicos, intercambiar acerca de cursos posibles, ajustar el foco de acción, avanzar, evaluar, aprender, es decir, crear nuevas matrices generativas. – Manejo del tiempo: a menudo las crisis provocan confusión o turbulencia, se producen demoras, a veces inadecuadas; se requiere ecuanimidad y sostén de la alternativa considerada en el tiempo ponderando permanentemente los resultados. – Gestión de diálogos productivos: son aquellos que tienen la capacidad de ser efectivos en relación con el problema (comprendiendo el contexto en el que tiene lugar), y de ser inclusivos de los participantes involucrados; permiten reconocer y recuperar los recursos, promover saberes y las innovaciones necesarias en los diferentes momentos, incrementando la cohesión social y la efectividad.
Profundización de la crisis vs. afrontamiento Más allá de su origen, las crisis se profundizan o se procesan por la interacción que se establece entre factores de crisis, contextos y respuestas de los participantes. No hay crisis per se, hay procesos de crisis y gestiones de crisis. La interacción entre los factores de crisis, la gestión y los contextos va marcando el rumbo del proceso. Si los procesos de crisis se intensifican, se desarticulan progresivamente la posibilidad de funcionamiento de las personas, el encuentro de un nuevo espacio social y la inclusión en redes y organizaciones que les permitan reconstruir su identidad, encontrar nuevos sentidos y valores que reorienten su vida, recuperar sus recursos y su capacidad de establecer relaciones. En la interacción social se reconstruye qué nuevos sentidos son posibles, cuáles resultan adecuados, qué se puede esperar de los otros. Cuando las crisis o conflictos no se abordan en tiempo y forma, el impacto y la desorganización avanzan limitando progresivamente las competencias para afrontar los desafíos. Así, se verán limitados el registro de los contextos internos y externos, y las reformulaciones operativas acerca de la crisis, las competencias para realizar transformaciones, la capacidad de acción, la conectividad entre personas, la capacidad para participar en diálogos productivos, el registro de las emociones y el sentido de identidad de unos y otros.
El afrontamiento es una de las formas de coordinación social que requiere disposición a trabajar con otro(s). Implica que las personas puedan vincularse entre sí, escuchar lo que cada una puede aportar, clarificar contextos y propósitos, poner el foco en los temas que se deben resolver, expresarlos de manera adecuada y construir posibilidades que promuevan recursos para acciones específicas. En un proceso exitoso las personas podrán trabajar con una lógica de lo posible creando oportunidades para sí y para otros; encontrar caminos
Si los conflictos y crisis se profundizan, la desorientación y la búsqueda sin foco pueden conducir a la anomia, la polarización, la atribución de culpas, el foco en un aspecto parcial o la imposibilidad de discriminar los temas importantes y ordenar su resolución en el tiempo. Las realidades, relaciones y valores que se utilizaban y las prácticas consecuentes pierden la eficacia, la congruencia y la posibilidad de generar respuestas adecuadas. 60
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tipos de abusos por parte de diferentes grupos armados relatan sus experiencias, algunas de las cuales vamos a incluir en esta descripción.1
Las personas encuentran que su experiencia subjetiva y las acciones que podrían llevar adelante ya no calzan adecuadamente con sus circunstancias, con su pertenencia, ni con el contexto. Una de las manifestaciones de una crisis es el resquebrajamiento de la dinámica personal y social, y la necesidad de adecuación a las nuevas circunstancias, que, sin embargo, no pueden materializarse. Se instalan la desazón, la desesperanza, la desorientación; disminuye la capacidad de emprender y las personas están cada vez más aisladas y con menos posibilidades de coordinar con otros. A menudo, las crisis provocan confusión o turbulencia y no se encuentran fácilmente las respuestas produciéndose demoras, estancamientos, reverberaciones, a veces inadecuadas.
Testimonio 1. Una mujer cuenta que presenció la muerte de sus cuatro hermanos, incluida una hermana embarazada; que ella misma sufrió abuso sexual, fue despojada de sus posesiones y deambuló sola durante mucho tiempo sin tener sentido de sí misma ni de dirección para su vida. Varios meses después se encontró con otras mujeres en las mismas circunstancias, con las que pudo compartir sus experiencias, desarrollar un vínculo y comenzar a resignificar su vida. Pudo elaborar un foco y acciones para un contexto, apoyada en estas relaciones. Al compartir las experiencias a través de su testimonio y los de otras personas comenzó a reconstruir un sentido y un valor para sí misma. El testimonio de su tragedia se convirtió en el articulador de una nueva identidad y de vínculos de fuerte pertenencia que le permitieron encontrar un nuevo espacio social de inserción y un nuevo propósito para su vida. A través del testimonio sostuvo abierta la reflexión sobre las condiciones de vida y su impacto en la población. A lo largo de su experiencia aprendió a transformar eventos trágicos en procesos socialmente responsables y productivos, en la medida en que su testimonio se convirtió de una implosión a una transformación de sí misma, su visión y su proyección de una vida responsable frente al sufrimiento humano. Recordar la tragedia adquiere nuevas características que proveen un sentido de identidad y un propósito por el cual vivir y por el cual luchar.
Las situaciones de crisis y su afrontamiento incluyen procesos y tiempos muy diversos, que requieren diferentes tipos de acciones: poder reconstruir la experiencia; reflexión; reconocimiento del contexto y los recursos; encontrar recursos para articular un cambio; vincular posibles acciones a contextos específicos; intercambiar acerca de las ventajas y desventajas de los cursos posibles; ajustar el foco y los propósitos de la acción; actuar, evaluar, aprender y avanzar hacia un manejo de la situación. En los procesos de afrontamiento es necesario que los participantes puedan considerar la situación y el contexto que les facilitarían sobrellevar el dolor y reorganizarse, crear condiciones necesarias para seleccionar los objetivos, priorizar temas, coordinar rumbos, reconocer las emociones positivas y negativas, apoyarse en los vínculos existentes o posibles, o reformularlos, restituir las condiciones de seguridad y confianza, y promover conversaciones productivas. Sin embargo, esto no sucede cuando disminuyen el consenso y la habilidad para actuar coordinadamente; se opacan el sentido de identidad y las expectativas recíprocas; se cuestiona la validez de las relaciones; se generan aislamiento, inculpación y anomia; se incrementan el sentimiento de desintegración o la rigidez y las demandas de un funcionamiento que ya no es necesariamente válido; disminuye la capacidad de tomar responsabilidades; se disuelve la trama social y a veces se llega a una crisis profunda o a una fractura; se pierden los valores, la realidad conocida y los significados que orientaban la vida.
Testimonio 2. Otra persona relata que es miembro del colectivo Ciudad de las Mujeres, formado por mujeres que perdieron sus maridos y quedaron a cargo de sus hijos. Vivieron en condiciones infrahumanas, en zonas anegables, hasta que –en la medida que decidieron no criar a sus hijos en ese contexto de marginalidad y abuso– progresivamente se organizaron e integraron un colectivo constituido por familias en las mismas condiciones, y una organización con profesionales que las apoyaron en distintos niveles. Un factor que destaca es el aprendizaje inicial sobre Derechos Humanos. En este proceso fueron reorganizando el sentido de sus vidas, recuperaron y definieron los valores que las llevaron a
Crisis y generatividad en procesos de afrontamiento: testimonios
1 Testimonios presentados en el encuentro Lo que hemos aprendido: procesos psicosociales en atención, recuperación y reparación de los efectos del conflicto armado. Organizado por el Grupo de Psicología Social Crítica del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes, con el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá y el Programa por la Paz del Centro de Investigación y Desarrollo (CINEP). Bogotá, 7-9 de octubre de 2009.
En esta sección presentamos dos testimonios que ilustran procesos generativos de afrontamiento espontáneos. Un grupo de mujeres que padecieron diversos 61
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posicionarse proactivamente en la búsqueda de soluciones de su situación. También experimentaron transformaciones personales y vinculares importantes, adquirieron conocimientos, por ejemplo, sobre sus Derechos Humanos; la búsqueda de apoyos, cómo conectarse con otras organizaciones, cómo posicionarse activamente en defensa de sus derechos, formular de manera adecuada las propuestas y reclamos necesarios para obtener recursos (fondos, terrenos) que les permitieran construir viviendas. Más adelante debieron aprender habilidades para construir sus nuevos hogares: albañilería, electricidad, etcétera. En este proceso comenzaron a reconocerse como personas con capacidades y recursos para aprender, y a avanzar hacia aquello que podría haber sido considerado como imposible. En este momento constituyen un grupo de ciento veintidós familias y siguen trabajando.
en la elaboración del trauma, ésta también considera el reconocimiento de los recursos, la construcción de significados, valores y realidades sociales que permitan la creación de futuros posibles.
Referencias 1. Bakhtin, Mikhail. 1981. The Dialogic Imagination. Four Essays by M.M. Bakhtin. Austin: University of Texas Press. 2. Bakhtin, Mikhail. 1986. Speech Genres and Other Late Essays. Austin: University of Texas Press. 3. Beristain, Carlos M. y Darío Páez. 2000. Violencia y apoyo a las víctimas y reconstrucción social. Experiencias internacionales y el desafío vasco. Madrid: Editorial Elementos.
Los procesos generativos pueden tener lugar espontáneamente o ser facilitados; las preguntas son útiles en ambas situaciones. Desde una mirada generativa, en procesos espontáneos las preguntas y el foco se orientarían hacia qué recursos y qué nuevos saberes les permitieron continuar con sus vidas, consolidar valores, obtener apoyos; qué aprendieron estas personas en el proceso que pudieran transmitir a otros grupos en condiciones similares, qué pudieron recuperar para obtener de sí mismas y del grupo la integridad necesaria para avanzar, qué contextos favorecieron y cuáles impidieron o bloquearon avances, qué pudieron resignificar, cuáles fueron sus procesos personales y los lazos sociales que les permitieron hacer la transición desde la devastación de una tragedia hacia una vida plena de integridad y sentido, qué les falta aún para completar el proceso deseado, cómo podrían hacerlo.
4. Bohm, David. 1996. On Dialogue. Londres: Routledge. 5. Boss, Pauline. 2005. Trauma, Loss, and Resilience: Therapeutic Work with Ambiguous Loss. Nueva York: W.W. Norton. 6. Cyrulnik, Boris. 2003. El murmullo de los fantasmas: volver a la vida después de un trauma. Barcelona: Gedisa. 7. Duffy, Maureen. 2010. The Body, Trauma, and Narrative Approaches to Healing. En Discursive Perspectives in Therapeutic Practice, eds. Andy Lock y Tom Strong. Oxford: Oxford University Press [En prensa]. 8. Fried Schnitman Dora. 1995. Hacia una terapia de lo emergente: construcción, complejidad, novedad. En La terapia como construcción social, comps. Sheila McNamee y Kenneth J. Gergen, 253-274. Barcelona: Editorial Paidós.
Señalamos que ambas personas describen un proceso generativo a través de su propia trayectoria y agregan que en ese proceso, en su visión de sí mismas, transitaron un pasaje de víctimas a sobrevivientes y de sobrevivientes a ciudadanos, con los derechos que otorga la ciudadanía.
9. Fried Schnitman, Dora. 1999. Navegando en un círculo de diálogos. Sistemas Familiares 15, No. 2: 43-53. 10. Fried Schnitman, Dora. 2002. Perspectivas y prácticas transformativas en el manejo de conflictos. Sistemas Familiares 18, No. 1-2: 101-114.
La formulación de preguntas generativas, en procesos de afrontamiento espontáneos o facilitados por un profesional, incrementa la reflexividad, el aprendizaje y el empowerment. La reconstrucción de la identidad y la red social son ingredientes fundamentales de las estrategias de afrontamiento y constitución de nuevas ecologías sociales.2 A diferencia de otras estrategias que se centran
11. Fried Schnitman, Dora. 2005. Afrontamiento de crisis y conflictos: una perspectiva generativa. Sistemas Familiares 21, No. 1-2: 98-118. 12. Fried Schnitman, Dora. 2008a. Generative Inquiry in Therapy: From Problems to Creativity. En Meaning in Action. Constructions, Narratives and Representations, eds. Toshio Sungiman, Kenneth J. Gergen, Wolfang Wagner y Yoko Yamada, 73-95. Tokio: Springer.
2 Estas metodologías fueron incorporadas satisfactoriamente en el diseño de una estrategia de trabajo con grupos de autoapoyo con afectados del conflicto político armado colombiano (Higuera y Orozco, 2009).
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Perspectiva generativa en la gestión de conflictos sociales Dora Fried Schnitman
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19. Gergen, Kenneth J. 2000. Hacia un vocabulario para el diálogo transformador. En Nuevos paradigmas en la resolución de conflictos. Perspectivas y prácticas, ed. Dora Fried Schnitman, 43-71. Buenos Aires: Granica.
13. Fried Schnitman, Dora. 2008b. Diálogos generativos y su aplicación a organizaciones. Psicología Organizacional Humana 1, No. 1: 101-115. 14. Fried Schnitman, Dora. 2008c. Diálogos generativos. En Diálogos apreciativos: el socioconstruccionismo en acción, ed. Gabriela Rodríguez Fernández, 17-48. Madrid: Instituto Internacional de Sociología Jurídica Oñati - Editorial Dykinson.
20. Gergen, Kenneth J. 2009. Relational Beings. Beyond Self and Community. Nueva York: Oxford University Press.
15. Fried Schnitman, Dora. 2010a. Afrontamiento generativo de crisis y conflictos. En Innovaciones en psicología de las organizaciones, ed. Ignacio Fernández. Santiago de Chile: J. C. Sáez Editor [En prensa].
21. Gergen, Kenneth J., Dora Fried Schnitman, Jorge Leiva, Jorge Sanhueza, Roberto Arístegui y Marcelo Cavarozzi. 2007. Material preparado para el proyecto Innovación en el Diálogo Social y Político, en el marco de la Red de Trabajo para Diálogos Productivos, www.dialogosproductivos.net.
16. Fried Schnitman, Dora. 2010b. Diálogos generativos e indagación apreciativa: perspectivas y herramientas para el diálogo en/entre organizaciones. En Co-construyendo el espacio de la cooperación: evidencias de la evolución en el vínculo Academia-OSC, ed. Beatriz Schmukler. México: W. K. Kellogg [En prensa].
22. Higuera Pedraza, Nelsy J. y Jeimmy A. Orozco Celis. 2009. Evaluación de estrategias generativas y narrativas en grupos de autoapoyo con afectados del conflicto político-armado colombiano. Trabajo de grado, Universidad Pontificia Bolivariana. Disponible en: http://biblioteca.upbbga.edu.co/ material.php?idmaterial=18040.
17. Fried Schnitman, Dora y Jorge Schnitman. 2000a. La resolución alternativa de conflictos: un enfoque generativo. En Nuevos paradigmas en la resolución de conflictos. Perspectivas y prácticas, ed. Dora Fried Schnitman, 133-158. Buenos Aires: Granica.
23. Landau, Judith. 2004. El modelo LINC: una estrategia colaborativa para la resiliencia comunitaria. Sistemas Familiares 20, No. 3: 87-102. 24. Seligman, Martin E. P. 1990. Learned Optimism. Nueva York: Knopf.
18. Fried Schnitman, Dora y Jorge Schnitman. 2000b. Contextos, instrumentos y estrategias generativas. En Resolución de conflictos. Nuevos diseños, nuevos contextos, eds. Dora Fried Schnitman y Jorge Schnitman, 331-362. Buenos Aires: Granica.
25. Sluzki, Carlos E. 1994. Violencia familiar y violencia política. Implicaciones terapéuticas de un modelo general. En Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad, ed. Dora Fried Schnitman, 351-370. Barcelona: Paidós.
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Reconstrucción de memoria en historias de vida. Efectos políticos y terapéuticos* por Nelson Molina Valencia** Fecha de recepción: 16 de diciembre de 2009 Fecha de aceptación: 10 de junio de 2010 Fecha de modificación: 26 de junio de 2010
Resumen El artículo presenta las conclusiones de un proceso de intervención psicosocial con personas afectadas y ofensoras en el conflicto político armado colombiano. La intervención se orientó desde contenidos de memoria colectiva recolectada a través de historias de vida en el Área Metropolitana de Bucaramanga, Colombia. La primera conclusión fundamentada en el construccionismo social es el giro en la nominación de los actores en conflicto: afectado, por víctima; ofensor, por victimario, y ofendido, por sociedad civil. Al final del proceso se definieron cinco categorías comunes a las poblaciones para el trabajo en torno a la memoria, y una específica para ofensores. Las comunes son: temporalidad, causalidad, hechos relatados, sentimientos y afrontamiento. La categoría propia de la comunidad ofensora es Vida-Experiencia en la organización armada.
Palabras clave: Memoria colectiva, Colombia, psicosocial, construccionismo, historia de vida.
Reconstruction of Memory in Life Stories. Political and Therapeutic Effects Abstract The article presents the findings of a psychosocial intervention process with affected people and offenders in the Colombian armed political conflict. The intervention was oriented from collective memory contents collected through life stories in the Metropolitan Area of Bucaramanga, Colombia. The first conclusion based on social constructionism is the shift in the nomination of the actors in conflict: victim for affected, victimizer for offender, civil society for offended. At the end of the process five categories were defined which were common to both populations and one which was specific to offenders. The common ones were: temporality, causality, facts reported, feelings, and coping. The specific category of the offender community was LifeExperience in the armed organization.
Key words: Collective Memory, Colombia, Psychosocial, Constructionism, Life Story.
Reconstrução da memória em histórias de vida. Efeitos políticos e terapêuticos Resumo O artigo apresenta as conclusões de um processo de intervenção psicossocial com pessoas afetadas e ofensores no conflito político armado colombiano. A intervenção foi orientada a partir de conteúdos de memória coletiva recompilada através de histórias de vida na Região Metropolitana de Bucaramanga, Colômbia. A primeira conclusão fundamentada no construcionismo social é o ciclo na indicação dos atores no conflito: afetado, por vítima; ofensor, por vitimizador; e ofendido, por sociedade civil. Ao final do processo, foram definidas cinco categorias comuns às populações para o trabalho sobre a memória, e uma específica para ofensores. As comuns são: temporalidade, causalidade, fatos relatados, sentimentos e enfrentamento. A categoria própria da comunidade ofensora é Vida-Experiência na organização armada.
Palabras chave: Memória coletiva, Colômbia, psicossocial, construcionismo, história de vida.
* Los aportes para este documento provienen, entre otras fuentes, de los trabajos realizados con Diana Paola Jerez, Hugo Alexander Amado, Yina Paola Pineda, Diana Carolina Páez, Yessenia Arenas, Jairo Díaz, Andrea Agudelo, Jenny Galvis y Melba Andrea Rey. El artículo hace parte de la línea de investigación “Análisis y gestión de conflictos” del grupo Análisis y transformación psicosocial de la Universidad Pontificia Bolivariana. El articulo reúne conocimientos de dos proyectos de investigación: “Contenidos, procesos e intervención de la memoria colectiva referida al conflicto político-armado colombiano” e “Intervenciones clínico sociales en afectados por el conflicto político-armado colombiano”. ** Profesor Asociado de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia Bolivariana, seccional Bucaramanga. Psicólogo de la Universidad de los Andes. Especialista en Opinión Pública y Mercadeo Político de la Pontificia Universidad Javeriana. Máster y Doctor en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Assessment of Generative Strategies in Selfsupport Groups in People Affected by the Colombian Armed Political Conflict (con Johana Higuera y Jeimmy Orozco). Revista de Cercetare i Interven ie socialâ 29: 44-56, 2010; y Diálogo sobre la psicología clínica comunitaria. En Sujetos políticos y acción comunitaria, comp. Esmeralda Hincapié, 301-310. Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana. Correo electrónico: nelson.molina@upb.edu.co.
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Reconstrucción de memoria en historias de vida. Efectos políticos y terapéuticos Nelson Molina Valencia
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con este tipo de aproximación. Los fundamentos teóricos que orientaron el proceso, y lo siguen haciendo, fueron postulados desde el construccionismo y las perspectivas críticas en psicología social, los cuales sugieren una revisión permanente del proceso, una comprensión no lineal de los acontecimientos sociales, a la vez que colectiva, a partir de los significados existentes y emergentes, y el reconocimiento de la politextualidad, sin pretensión alguna de unificación.
La memoria del otro que aparece en el relato choca con la memoria del lector, y este choque provoca un cambio, un traumatismo, un acontecimiento. Nada vuelve a ser como antes
H
(Mèlich 2001, 75).
Una vez puesto en marcha el proyecto, la pregunta inicial resultó errónea, debido al contenido en los testimonios que estaban siendo conocidos. Las personas de quienes estábamos reconstruyendo su historia de vida relataban acontecimientos en los cuales su activa toma de decisiones les permitió mantener la vida, algunos bienes y proteger a su familia y, en algunos casos, a otras personas, de las más diversas formas. El conocimiento de estas situaciones evidenció que las personas que habían sufrido alguna de las acciones y consecuencias del conflicto armado no se encontraban en una situación de indefensión total que supusiera la necesidad de convertirlas en actores sociales, porque ya lo eran. Si bien el concepto de actor social ha sido referido directamente a acciones tendientes a la construcción comunitaria de forma deliberada y en algunas ocasiones con efectos políticos (Carley y Newell 1994), la experiencia directa del conflicto político armado evidencia un conjunto de acciones que tienen como propósito salvaguardar la vida propia, la dignidad y algunos bienes, que en sí mismas constituyen respuestas a un proceder de cualquier actor armado. Así, el aislamiento, el desplazamiento y la búsqueda de anonimato son acciones sociales, ejercidas por actores sociales. Constituyen, en sí mismas, respuestas específicas en un juego de relaciones de poder que se ejercen mediante la coacción de las armas, principalmente, lo que convierte en actores sociales a quienes las despliegan (Molina 2001). Dicho en otras palabras, las personas que enfrentan la violencia de los actores armados toman decisiones, cada vez que pueden, frente a la situación de coacción, en contraste con una posición pasiva, fatalista, a través de la cual se negaría el valor de la vida. Es en esta situación que se reconoce la existencia de un actor social porque, si bien la decisión tomada no se sigue de un proyecto de vida deliberado previo a la experiencia violenta, a través de la toma de decisiones sobre la acción se participa en un amplio y complejo sistema de relaciones que tiene consecuencias en la manera como se organiza la comunidad. Así, todos los miembros de una comunidad se constituyen en actores sociales cuya función en la red de relaciones es diferente, lo cual no niega el impacto de sus procedimientos.
acer memoria de la reconstrucción de la memoria es ante todo un proceso reflexivo. Cualquier trayectoria supone recuerdos, deseos, presentes y múltiples experiencias que sustentan algunos de los porqués de los sucesos. Se trata de acontecimientos multicausados e indiferenciados que tienen como verdad inicial las condiciones propias que los producen, aunque luego sea imposible reconstruir científicamente su origen. La revisión de tales condiciones permite dar cuenta de la inserción y circulación de contenidos y comprensiones de sucesos en espacios comunitarios en donde aparecen como conocimiento que referencia la acción. Es por esto que se propone un texto que surge de la reflexión y del reconocimiento de aquellas condiciones que hicieron posible la emergencia de un saber acerca de la memoria, y más específicamente, desde algunas personas afectadas por situaciones del conflicto político armado en Colombia.
Reconstrucción de categorías al hacer memoria ¿Cómo transformar la condición de víctima hacia la de actor social? Ésta fue la pregunta con la que se dio inicio a nuestro trabajo en memoria colectiva. Al mismo tiempo, se había identificado un conjunto de objetivos que justificaron el proyecto: a) Construir un archivo de historias de vida para que en el futuro otras personas conocieran, de fuentes primarias, sucesos del conflicto político armado del país; b) Reconocer voces no oficiales como testimonios de lo sucedido; c) Visibilizar la experiencia de un conjunto de personas que no serían tenidas en cuenta por los medios masivos de comunicación; y d) Contribuir, como institución universitaria,1 a los procesos de reparación simbólica y colectiva, atendiendo población que antes no había tenido contacto 1 Institución universitaria se refiere al organismo social en general, sin una nominación específica. La pertenencia a una universidad en particular, en este caso, no supone el propósito de una mayor visibilización de ella.
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La noción de víctima tampoco era pertinente en el proceso propuesto, y la pregunta inicial se había transformado, debido al conocimiento adquirido al hacer memoria con personas que habían sido dañadas por la coacción de cualquiera de los actores armados. Discutir la noción de víctima no supone la negación del daño y de sus consecuencias físicas, materiales, políticas y morales. Proponer una noción diferente supone la no aplicación generalizada de una categoría a todas las condiciones vitales de quienes han sufrido daño. En consecuencia, ¿cuál sería la noción emergente capaz de hacer una descripción adecuada del fenómeno de la violencia? Infligir un daño supone una afectación; por tanto, la persona que ha sido dañada por cualquier actor armado, en el contexto del conflicto que está siendo analizado, será nominada como afectada. La consideración de esta noción tiene por lo menos dos ventajas: a) Llama la atención sobre el daño y no sobre una condición general, por lo que se pregunta: ¿qué se ha afectado?, y, b) Focaliza las condiciones acerca de las cuales se debe dirigir la reparación: ¿qué de lo afectado es susceptible de reparación y restauración? ¿Cómo se puede reparar y restaurar?
La transición en la comprensión y posicionamiento de la noción de víctima hacia la categoría de actor social sucedió en tres niveles. En primer lugar, la identificación en el relato de un conjunto de toma de decisiones que definieron un plan de acción a seguir. En segundo lugar, la significación de todos los efectos que tuvieron esas decisiones, para terminar, en tercer lugar, en la configuración de escenarios para la acción y el afrontamiento de los hechos violentos por los que se tuvo que pasar; escenarios que también fue necesario identificar en el relato, para trascender cualquier posible naturalización de los acontecimientos. Por consiguiente, el hecho de no abandonar la toma de decisiones para la acción configura la noción de actor social, a diferencia de las carencias que implícitamente contiene la idea de víctima. Cualquiera de las acciones emprendidas contiene un sentido, por lo que es posible encontrar en todas ellas al menos una explicación de futuro, constituyendo el resquicio para la libertad en medio de condiciones de dominación (Molina 2006). En este punto de la reflexión toda víctima ya era actor social, con lo cual nuestra pregunta inicial fue cuestionada. Habiendo deconstruido la pregunta y reconstruido el significado de la noción de actor social, fue necesario hacer el mismo ejercicio en relación con el término víctima.
La afectación proviene de un tercero que a través de las armas ejerce coacción física y simbólica convirtiéndose en un ofensor. De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), ofender significa “Humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien, o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos/ Ir en contra de lo que se tiene comúnmente por bueno/ Hacer daño a alguien físicamente, hiriéndolo o maltratándolo/ Sentirse humillado o herido en el amor propio o la dignidad”. Las acciones del ofensor tienen la posibilidad de causar daño y de convertir a una persona en afectada por las acciones cometidas en el plano simbólico, físico y material. Así, la reconstrucción de memoria a través de historias de vida no se refiere a las víctimas de victimarios sino a las personas afectadas por las acciones de personas ofensoras, en sucesos específicos acontecidos en momentos y lugares igualmente singulares. La pregunta por la afectación causada por el ofensor trasciende el daño objetivo que jurídicamente se reconoce, y considera el significado atribuido al acontecimiento en la dimensión subjetiva. Desde esta consideración, el ofensor establece una relación simbólica y material con la persona afectada sobre la cual es necesaria una intervención en los procesos de reconstrucción de memoria y reconciliación.
Jurídicamente, la noción de víctima tiene un valor importante. Se encuentra presente en diferentes legislaciones con propósitos específicos, particularmente, para señalar la responsabilidad de quien ejerció el daño y dejar en el centro de atención a la persona que resultó violentada. En este contexto, el término víctima no sólo se compone de una denotación hacia una clase de persona que ha sido dañada por la acción de un tercero (Tamarit 2006), sino que también resalta el valor político del daño, el cual muchas veces ha sido infligido no sólo a la persona sino también, simbólica y materialmente, a un colectivo en particular, como suele suceder en el conflicto político armado de Colombia. La victimología en algunas de sus vertientes ha llegado a estudiar las condiciones propias de quien ha sido victimizado, para explicar el porqué de los hechos (Tamarit 2006), lo cual constituye en sí mismo un segundo daño, que podría ser recurrente. Por tanto, la noción de víctima no es sólo un descriptor en el plano jurídico sino un contenido del discurso cotidiano compartido por diversos actores que en su uso la han transformado en una comprensión que, en ocasiones, supone marginalidad, incapacidad, dependencia e, incluso, peligrosidad.
La relación a través de los componentes simbólicos también se traza hacia otro actor diferente a los afectados y ofensores. Se trata del conjunto de personas que, aunque no han sufrido afectación directa, se sienten 66
Reconstrucción de memoria en historias de vida. Efectos políticos y terapéuticos Nelson Molina Valencia
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ofendidas por las acciones que cometen los ofensores, bien por las características y efectos de sus acciones, o por el riesgo de que sean cometidas contra ellas para convertirlas en nuevos afectados. Los ofendidos constituyen la mayor cantidad de personas que toman parte en esta relación conflictiva y que suelen considerarse expectantes frente a los acontecimientos. No obstante, su posición no es pasiva sino muy activa porque definen acciones que marcan la orientación del conflicto a través de los medios de comunicación, la promulgación de políticas públicas, o en los ejercicios de socialización a través de los cuales se transmiten criterios para la comprensión, reproducción y transformación de la realidad. Por tanto, los ofendidos también constituyen un papel importante, más allá de ser considerados sociedad civil.
y la reparación; no son cuestiones de los ofensores para obtener beneficios de la justicia transicional y conjurar la impunidad; y tampoco son cuestiones exclusivas de los ofendidos para que exorcicen el riesgo de ser afectados mientras intentan-intentamos posicionar lecturas adecuadas acerca de los acontecimientos. La memoria es ante todo un proceso de encuentro simbólico de las diferentes experiencias en relación con el conflicto, tendiente, deseablemente, a la significación del pasado y el futuro mediante una diversidad suficiente que garantice la convivencia; proceso en el cual cada uno de los actores es reconocido por su capacidad de agencia, aun cuando no haga parte de un proyecto colectivo incluyente. Reconocer un horizonte de significado diferente no supone su aceptación por parte de quien lo conoce (será puesto en escena a partir de los contenidos vigentes, con lo que tendrá que negociar su validez), pero rechazarlo constituye un acto de exclusión en medio de ingentes esfuerzos por el reconocimiento y la inclusión.
El conflicto se define, por consiguiente, a través de tres actores. Los ofensores, que poseen las armas, ejercen la presión, la dominación, la coacción; los afectados, que sufren de manera directa las acciones de los ofensores, y los ofendidos, que no han sido afectados pero corren el riesgo de serlo, y en la mayoría de las ocasiones contribuyen a la gestación y gestión de políticas públicas y opinión pública respecto a la relación entre los dos primeros.2 Los ofendidos se afectan simbólicamente, y en función de esa condición contribuyen al posicionamiento de significados y discursos acerca de lo que sucede en el contexto, del cual toman parte otros actores. Esta trilogía de actores define y constituye el universo de recursos a partir de los cuales se construye la memoria del conflicto: la definición de temas comunes y significados diversos, de tiempos para mantener la relación, de condiciones para su transformación y la complejidad de ésta (Molina 2006).
En síntesis, el cambio de categorías para nominar los actores transforma la comprensión de ellos pero también la del conflicto. Como ha sido señalado, las nociones de víctima y victimario tienen un referente jurídico al cual no se debe renunciar pero que limita la comprensión que las personas pueden tener de sí mismas en un proceso de memoria y reconciliación. Afectado, ofensor y ofendido reconocen ante todo una agencia para cada uno de los actores, ante lo cual cualquier indicio de pasividad o fatalismo se niega, al menos desde la perspectiva que ha sido argumentada. En este sentido, el conflicto no depende solamente de la relación entre dos o más actores que han generado una disputa (Molina 2006), sino de todos los actores que causan daño, son dañados y potencialmente podrían sufrirlo.
La pregunta acerca de cómo llevar una víctima a actor social fue trascendida siguiendo procesos reflexivos propios de la investigación cualitativa y de la comprensión construccionista. Comprendimos que las relaciones trazadas en el conflicto y la construcción de su memoria son un asunto complejo mediado por condiciones simbólicas, materiales y corporales que a su vez definen la identidad de cada uno de los actores involucrados. La memoria en situaciones de conflicto político armado, el recuerdo y el futuro mestizado para soportar lo colectivo y lo comunitario, no son cuestiones solamente de las personas afectadas, en pro de la verdad, la justicia
Hacer memoria e historias de vida Las historias de vida han sido empleadas en diversas ocasiones para la reconstrucción de significados en perspectiva temporal, porque se focalizan en las formas de intercambio y circulación de la memoria en el interior de la cultura. Cultura en la que convergen en la narración la experiencia social y la individual. La historia de vida recoge la expresión de lo colectivo a través del discurso de las personas, al punto que individuo y sociedad son a la vez repetición y creación. Además, la producción narrativa de la historia siempre produce una selección de acontecimientos del pasado en relación con el presente, que son organizados de acuerdo con significados cada vez actualizados (Santamaría y
2 Las nominaciones afectado u ofendido y ofensor son producto de las discusiones sostenidas con Diana Paola Jeréz y Hugo Alexánder Amado, en el marco del proyecto de Reconstrucción de Memoria Colectiva con personas en condición de desplazamiento en el municipio de Piedecuesta (Santander).
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La historia de vida consiste primordialmente en escuchar a otros con una actitud empática, a través de la escucha activa y preguntas estimulantes, acción que genera en el narrador nuevos significados para descubrir otros que estaban ocultos. En la historia de vida se expresa la experiencia de una persona, en la que ella se transforma en espectadora de sí misma. La narración no es necesariamente la historia objetiva y aglutinadora de hechos precisos, pero sí la historia tal como la presenta quien la narra, a lo largo de un período dado. A través de la historia de vida se intenta captar las reacciones espontáneas de una persona ante determinados acontecimientos fundamentales de su vida; es decir, aprehender una experiencia individual en la forma más natural y amplia posible (Aceves 1998).
Marinas 1995); éste es el mecanismo a través del cual la estrategia de historias de vida permite el trabajo en relación con la memoria –colectiva–. En la memoria colectiva, lo que se recuerda con el paso de los años es el significado de los acontecimientos por los que atraviesa un grupo o sociedad (Mendoza 2005). Posiblemente no se recuerda el dato, ni el hecho exacto de lo que pasó –que sí le importa a la historia–, sino lo que para una persona o un grupo representó o representa tal acontecimiento, que está fijado en puntos de apoyo que permiten su posterior recuperación. Esta comprensión trasciende los marcos de memoria que propuso Halbwachs (1992), haciendo posible que sean ocupados por diversas comprensiones existentes más allá de la voluntad de fijar una verdad. Al reconocer la existencia de por lo menos tres perspectivas de significado en relación con el conflicto a partir de las características de los actores, es importante señalar la necesidad de trabajar por la recuperación de la memoria en cada uno de tales grupos. Los esfuerzos realizados hasta el momento a través de las investigaciones que llevamos adelante dan cuenta de los contenidos de memoria en afectados y ofensores, sin que ello suponga la falta de interés en el tercer grupo, con el que hasta el momento se ha trabajado sobre asuntos relativos a la reconciliación.
Escuchar la historia del otro constituye un acto de confianza que antes no se había producido, como consecuencia del debilitamiento de los vínculos, acontecimiento propio de un contexto en conflicto, más aún político armado. Por consiguiente, quien escucha y provoca la evocación del recuerdo mediante la historia de vida, muchas veces en condición de ofendido, contribuye a la reparación del daño a los vínculos, generado por la violencia y la coacción. Contar la historia es hacer pública una experiencia que no existe hasta que no se decide compartirla. Traer al espacio público las historias de las personas involucradas en el conflicto desde cualquier posición y acción constituye un esfuerzo por resignificar el conjunto de interpretaciones existentes acerca de lo que las voces oficiales afirman respecto a los afectados, los ofensores e, incluso, los ofendidos. Los acuerdos colectivos, contratos sociales o acciones constituyentes sólo pasan por esta puesta en escena pública del logos de los actores que deseen hacerlo, y, por consiguiente, la transformación del conflicto y los esfuerzos por la reconciliación no son sólo endilgables al Estado o a los sectores mayoritarios que trazan las formas de relación convenientes para los colectivos; en el Diálogo Social ha de ser incluida la mayor parte de los actores posibles, y esto se logra a través de procesos de politización (Fernández 1987) que hacen públicos los contenidos que orientan y referencian la acción cotidiana.
Desde una perspectiva hermenéutica y contemporánea de las ciencias sociales, las historias de vida no se refieren solamente al conjunto de significados que una persona ha construido para sí y que le pertenecen. Por el contrario, una historia de vida da cuenta del conjunto de influencias con las que una persona ha tenido contacto recíproco y que han constituido su subjetividad, razón por la cual todos los significados y contenidos que la definen provienen del ámbito colectivo, se transforman y se validan en la interacción con él. Cuando se proyecta el conocimiento de una historia de vida se propone el acceso a las claves sociales que definen modos de relación, modos de control, mecanismos de producción de discurso y afectividad, así como la manera en que todos estos elementos se encarnan en un sujeto a través de la subjetividad (Ferrarotti 1991; Santamaría y Marinas 1995). Este proceso, aunque se lleva adelante a través del contacto con relatos singulares que definen la categoría de vida, siempre supone una clave para acceder a condiciones del contexto en el cual emerge la narración. Una historia de vida es, por tanto, la narración de una sociedad en un sujeto y de un sujeto actuante en una sociedad, sin que sea posible una diferenciación sencilla entre los dos contenidos más allá de la estrictamente metodológica, argumento que es compartido desde perspectivas construccionistas (Gergen 1992).
Cada historia, pese a ser una narración diferente, comparte elementos con otras, que permiten una identificación de colectividad. Ver un noticiero, una película o un documental, leer un libro, periódico o revista, o sostener múltiples conversaciones y experimentar el a mi me pasó lo mismo, contribuyen a promover procesos sociales y a reconocer que el otro está incluido en el propio discurso. Sin embargo, ésta no es una condición 68
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consideran minorías. No obstante, en el caso colombiano siempre hay pequeños grupos de personas que no provienen de sectores minoritarios que resultan afectados por el conflicto y que han desarrollado sus propios medios de memoria, también comerciales, a través de publicaciones o un seguimiento mediático sostenido. De cualquier manera, minorías o no, la narración de las personas afectadas ha recibido mayor atención que la experiencia de quienes han cometido las ofensas o la de los ofendidos, siendo una condición que debe ser transformada para lograr mayor simetría en la reconstrucción de la memoria, el diálogo social y el desarrollo de la reconciliación.
suficiente para la transformación del conflicto, que no es una situación neutral en sí misma. Es importante precisar el valor de unos contenidos frente a otros y el tratamiento que se les otorga en la esfera pública; no debe confundirse la opción ética y, por consiguiente, política de algunos contenidos con la censura de otros. La posibilidad de compartir significados y experiencias más allá de las mismas coordenadas espaciales constituye la oportunidad para que la memoria sea colectiva. Es decir, no hace falta que las personas compartan el mismo espacio para construir procesos colectivos de recuerdo, olvido y omisión, porque esto se logra mediante horizontes de significados convergentes y, en algunos casos, comunes.
Ricardo Foster, retomado por Mèlich (2001), señala que para el judaísmo la memoria es la presencia selectiva de lo impostergable en cualquier dimensión temporal, no sólo del pasado, situación que le otorga una condición de continuidad. Esta perspectiva precisa que la memoria se construye porque hay algo que se puede perder y que, por tanto, debe ser rescatado, por el valor que tiene para quien lo ha vivido. El autor sostiene que se trata de la versión de los perdedores, porque la de aquellos que han triunfado se escribe como historia, como verdad. Y es en este argumento donde se encuentra la eliminación de la simetría de los actores de la memoria sustentada en una dicotomía igualmente contextual: vencedoresvencidos. De acuerdo con la teoría de juegos, en los conflictos transformados no hay una suma cero una vez que han pasado los acontecimientos más críticos; por el contrario, las partes que han estado enfrentadas siempre quedan en desequilibrio, pero no absoluto. A partir de esta consideración, es necesario validar procesos de memoria en todos y cada uno de los actores que participan y viven la experiencia del conflicto en Colombia. La forma de aproximación a los testimonios, a las versiones, constituye la diferenciación más importante entre la reconstrucción de la memoria, el descubrimiento de la verdad jurídica o la instauración de la versión oficial de la historia, que no es otra cosa que una respuesta a una demanda mayoritaria incapaz de movilizarse, por las incompatibilidades éticas y políticas emergentes. El proceso de la memoria debe ser sensible a tales contradicciones y reconocerlas como parte del posicionamiento de la diversidad, la reconciliación y, posiblemente, el perdón, en los casos procedentes.
Memoria colectiva y conflicto Una amplia variedad de documentos y textos sobre la memoria se refieren a la experiencia de las personas afectadas en un conflicto armado, como una manera de evitar la repetición de los acontecimientos (CNRR 2008, 2009; Levi 1989; Mèlich 2001; Nieto 2007; Semprún 1997). No obstante, para que se trate de un proceso colectivo debe tener en cuenta a los actores que estuvieron involucrados en los hechos que se desean reconstruir. En esta condición, se debe aplicar el principio de simetría para que las narraciones de todos se consideren de la misma manera. No es deseable que en los procesos de reconstrucción de memoria la narración de algunos se convierta en verdades judiciales y que otras versiones adquieran el estatuto de memoria. La transición desde la violencia hacia la convivencia y, por ende, la reconciliación pasa por el deseo de escuchar y reflexionar sobre las versiones de todos, con independencia de lo doloroso, impactante o cuestionable que resulte el testimonio de unos y otros, de unos con otros, de unos para otros. El holocausto nazi es, sin duda, el acontecimiento de la historia que más documentación ha tenido para la memoria, y desde la memoria, de algunos de sus actores. Recomposiciones de la vida de Hitler, de los soldados alemanes, de los ciudadanos germanos, constituyen un esfuerzo por la simetría frente a la gran cantidad de documentos fílmicos acerca de la experiencia de los judíos, como La lista de Schindler, La vida es bella o El pianista, entre otros ejemplos.
Así, en esta reflexión, todo lo que se exprese conceptualmente de la memoria, no se refiere ni orienta exclusivamente a un ejercicio con las personas afectadas, sino a la voluntad de un proceso incluyente de recuerdos, olvidos y omisiones, centrado en contradicciones, y no por ello necesariamente amenazante.
La barbarie y las atrocidades de la guerra en Colombia, producto de su conflicto político armado, como en cualquier guerra, orientan la atención mayoritaria hacia el reconocimiento de aquellos acontecimientos deplorables que generalmente se dirigen a quienes se 69
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La memoria es un proceso constante, imbuido de transformaciones permanentes, acciones selectivas y consecuencias relacionales y, por ende, políticas. Los contextos en conflicto han hecho más evidente la importancia de la memoria colectiva y el valor que ella tiene en la transformación de situaciones violentas, injustas e impunes, pero es importante señalar que los procesos de recuerdo y olvido son adjetivos inherentes a las situaciones cotidianas. No sólo recordamos aquello que debe ser tenido en cuenta para evitar la impunidad, sino también aquello que nos vincula, que nos une, que nos permite trascender en los grupos y las comunidades, por grandes o pequeñas que sean, por ejemplo, la familia o el Estado. De la misma manera se evita, se selecciona aquello que deseamos recordar y desplazar de nuestra memoria, así como es recordado aquello que tiene algún sentido.
La reconstrucción de memoria a través de historias de vida se ha constituido en una estrategia que reconoce cualitativamente el significado de aquellos que han participado en el proceso. Sus bases conceptuales son diversas. En primer lugar, Vázquez (2001) señala que, en cuanto los testimonios del pasado son cada vez más y sus interpretaciones son heterogéneas, se corre el riesgo de que las versiones se fijen como historia, lo cual denota una lógica discursiva de las sociedades, comunidades o grupos, que controlan la contradicción y la divergencia, ratificando una organización funcional, lineal, de los vínculos humanos. Por este motivo, la memoria a través de historias de vida constituye una forma de resistirse a la unificación social a través de sus leyes, de sus procedimientos, dado que se centra en la recuperación de experiencias subjetivas en un marco simbólico específico, y no sólo de acontecimientos tipificados en lógicas de discurso institucionalizadas. Una vez más, se hace el señalamiento del papel que las Ciencias Sociales tienen en este proceso. Portelli, citado por Vázquez, expresa claramente las vertientes que sufre el testimonio personal cuando se construye memoria, y en sus palabras expresa:
La memoria colectiva es un proceso simbólico de recuerdo y olvido, a partir del intercambio y transformación de significados en la acción, en relación con hechos y objetos, en coordenadas espaciales y temporales específicas. Esta definición incluye tres características generales que sustentan la noción de memoria colectiva: los factores sociales, la temporalidad y los medios implicados. En cuanto a los factores sociales, Vázquez (2003) los comprende en torno a los significados que orientan la acción, siendo éste un marco bastante amplio y general. Tal comprensión de lo simbólico considera que la realidad está constituida por significados y que la manera como se comprende, recuerda y olvida está mediada por el valor que tienen las declaraciones, los objetos y los juegos de lenguaje propios de cada contexto.
El distanciamiento entre el hecho (acontecimiento) y la memoria, no se puede atribuir al deterioro del recuerdo, al tiempo transcurrido, ni a la edad avanzada de algunos de los narradores. Sí puede decirse que nos encontramos delante de productos generados por el funcionamiento activo de la memoria colectiva, generados por procedimientos coherentes que organizan las tendencias de fondo que incluso encontremos en las fuentes escritas contemporáneas a los hechos. Podemos añadir una última observación: conoceríamos mucho menos el sentido de este acontecimiento si las fuentes orales no lo hubieran referido de manera cuidadosa y verídica. El hecho histórico relevante, más que el propio acontecimiento en sí, es la memoria (Portelli citado en Vázquez 2001, 83).
La temporalidad de la memoria. La memoria en sí misma es un fenómeno temporal; es quizá la noción a través de la cual se vinculan a la experiencia las coordenadas temporales de pasado, presente y futuro, en cuanto categorías de significado. La evocación del recuerdo es, por lo general, hacia el pasado, y es una acción que siempre se realiza en un presente efímero con deseos de futuro. Las tres coordenadas temporales contribuyen a la organización de la experiencia, lo cual tiene consecuencias en la planeación de la acción. Cuando se habla de la reconstrucción de la memoria suele señalarse el valor que ésta tiene para que no se repitan las acciones del pasado. Se trata de un recuerdo de acontecimientos que ya sucedieron y que son reconstruidos a partir de las nociones de significado de las personas que están en medio de ese proceso, en ese momento. Tal reconstrucción se da en una experiencia de presente, pero con un deseo de consecuencias respecto al futuro y el pasado.
De acuerdo con Portelli, la intertextualidad es una característica de la memoria, que en sí misma la define colectiva antes que individual. Dicho en otras palabras, la memoria constituye una forma de hipertexto a partir del cual se accede a los cruces de interpretaciones que un sujeto posee acerca de un fenómeno. Su memoria será la memoria del grupo, y es por ello que, hipotéticamente, los horizontes de significado de afectados, ofensores y ofendidos pueden tener significados vinculantes y no sólo disociados, como se supone en el discurso cotidiano y se ha evidenciado en estudios previos (Arenas 2009). 70
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es abrir nuevamente las heridas del pasado. Nosotros nos preguntamos por quién y cuándo se cerraron esas heridas. Ellas están abiertas y la única manera de cerrarlas será logrando una verdadera reconciliación nacional que se asiente sobre la verdad y la justicia respecto a lo sucedido” (Serpaj 1989, 43); esto sólo se consigue mediante procesos simétricos de reconstrucción de memoria, sin privilegiar una voz sobre otra, pero sin descuidar las consecuencias éticas de las acciones de todos los actores. Este planteamiento se convierte en un eje que determina la importancia de reconocer en el pasado las bases sobre las cuales se desea o no construir sociedad, por lo que las historias vividas son el conjunto de piezas de un rompecabezas que intentan dar sentido y comprender las acciones realizadas en un momento determinado.
Por su parte, los medios implicados en la memoria son los procesos propios por los que se la identifica: el recuerdo, el olvido y la selectividad de significados. Las comunidades configuran, a través del lenguaje, de aquello que comparten y aquello que omiten, el conjunto de significados y recursos de la memoria, y los medios por los que funciona. Recordar y olvidar son dos acciones propias de la memoria, y la una no se puede entender sin la otra; es imposible recordar todo y es imposible olvidar todo. Aquello que se recuerda y que se olvida no es en sí un proceso cognitivo de selección de información sino una elección de significados que tienen la capacidad de vincular o desvincular a las comunidades y a las personas de propósitos específicos en marcos temporales. Recordar y olvidar son acciones de selección de significados, no sólo de información, porque, como se ha dicho, la memoria es un proceso significante inmerso en un contexto específico.
Los procesos de memoria colectiva a través de las historias de vida requieren posicionar el lenguaje y la narración, para acceder a la comunidad y comprender su estilo de vida y así captar su sistema de valores y creencias (Egido 2001). Se trata de una narración que no sólo interpreta a quien la enuncia sino al contexto desde el cual se produce, al tiempo que incumbe a quien toma contacto con ella. Mèlich señala al respecto:
Así como se habla de memoria colectiva, es posible igualmente hablar de amnesia colectiva como aquel proceso resultante de la omisión de significados de los espacios colectivos de relación. Dicho proceso se consolida tanto en condiciones de convivencia como de conflicto, y la búsqueda para que emerjan significados omitidos es un propósito político que en algunas ocasiones no pertenece exclusivamente a la comunidad que le incumbe. ¿Cuáles son los significados de la memoria y la amnesia colectiva en Colombia a través de los tres grupos que descriptivamente nos permiten hablar del conflicto?
La narración es portadora de sentido, no intenta resolver los problemas (al modo de los especialistas técnicos), sino provocar que el ser humano se enfrente a cuestiones fundamentales de su existencia. Por la narración, el ser humano vive el pasado en el presente, comprende que el pasado sigue abierto, que no ha concluido. Por la narración, el ser humano es oyente de las voces excluidas de la historia. Por la narración el lector es hospitalario, es receptivo y responsable del otro. Porque en la narración el lector no lee un informe objetivo, ni siquiera solamente la experiencia del escritor, del superviviente, sino de la ausencia de testimonio (Mèlich 2001, 56-57).
Trabajar en la reconstrucción de la memoria colectiva de un país que continúa en conflicto ha sido todo un desafío, porque la diversidad de versiones, la indiferencia y el miedo son las principales razones para no querer involucrarse en esta clase de procesos. El trabajo por reconstruir la memoria colectiva se convierte en un laberinto, puesto que, aunque han sido declaradas afectadas miles de personas, no se conocen con el mismo detenimiento las condiciones de victimización sin haber trabajado los contenidos subjetivos y significantes de tales experiencias de afectación. El proceso de reconstrucción de historias de vida se convierte en un punto de articulación, análisis y formación de hipótesis para la transformación del conflicto en clave de memoria, puesto que aquellos que han vivido acontecimientos violentos y de dolor, quienes los han contado, quienes los han ocasionado y quienes los han ignorado, deben encontrar condiciones de diferenciación y negociación para la construcción de pactos colectivos de convivencia. El Informe Uruguay Nunca Más sostiene: “Se ha dicho que hurgar en estos acontecimientos del pasado
Categorías para la memoria La reconstrucción de la memoria a través de historias de vida se ha realizado con poblaciones afectadas y ofensoras en el conflicto político armado colombiano. Dicho proceso, llevado a cabo de manera deductiva-inductiva, ha permitido precisar categorías para construir las historias de vida en clave de memoria, a la vez que se generan efectos en las personas narradoras y facilitadoras –es una manera de reconocer la condición compartida de actor social para cada una de las partes que participa en esta interacción–. Las categorías constituyen marcos de 71
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referencia que orientan la recolección de información y el proceso de diálogo, para centrarse en la experiencia de la persona y la comprensión que se tiene acerca de los sucesos relatados.
organiza y evoca la información en cada una de las historias de vida. La temporalidad constituye un vector necesario en la comprensión de la memoria, especialmente en la manera como se articulan los acontecimientos del pasado con el presente, del pasado con el futuro, del presente con el futuro, o del futuro con el pasado; incluso, la no articulación entre las dimensiones y experiencias temporales indica significados particulares que deben ser indagados. Dicho de otra manera, la comprensión temporal que tienen las personas es un indicio acerca de la manera como se comprende y organiza la experiencia vivida, bien como afectado o bien como ofensor. Sin embargo, la temporalidad constituye el marco para que los hechos se organicen. Describir e identificar los hechos no es suficiente en una perspectiva de afectado, dado que este ejercicio es el que suele construir la noción de víctima. Por consiguiente, los hechos se comprenden en su ubicación dentro de coordenadas temporales, así como en la manera en que la persona explica la relación-causalidad existente entre ellos. Finalmente, la forma como son comprendidos y explicados estos hechos describe la emocionalidad presente en ellos (Fernández 2001).
La investigación ha arrojado un total de seis categorías, de las cuales tres son deductivas y tres son inductivas. Las categorías deductivas son: temporalidad, acontecimientos (de afectación o no) y explicación causal de éstos. Por su parte, las categorías que han emergido de la recolección de las historias de vida son: sentimientos, estrategias de afrontamiento y vida en la organización. Dos de las categorías inductivas marcan diferencia entre las poblaciones con quienes se ha trabajado el modelo. En las historias de vida de personas afectadas se identifica un diverso conjunto de estrategias de afrontamiento a la situación o las situaciones de daño, que no aparecen en las historias de los ofensores, quienes centran su relato en la experiencia dentro de la organización armada al margen de la ley (ver el cuadro 1).3 Las categorías y subcategorías presentadas en el cuadro 1 sintetizan los ejes principales en torno a los cuales se
Cuadro 1. Categorías para la memoria en afectados y ofensores Temporalidad Pasado Presente Futuro
Causalidad No necesaria y suficiente No necesaria y no suficiente Necesaria y no suficiente Necesaria y suficiente
Hechos
Sentimientos
Abuso sexual Desplazamiento Extorsión Homicidio Reclutamiento Tortura Secuestro Amenazas*
Desesperanza Ilusión de futuro Falta de futuro Inundación emocional
Afrontamiento Laboral Espiritual Familiar
Vida en la Organización Vinculación Organización Vinculación Fijación al ideal Reparación Visión política
*Las categorías señaladas en cursiva en el cuadro corresponden a contenidos exclusivos que aparecieron en las historias de vida de las personas ofensoras. La no aparición de la categoría “Secuestro” en la población afectada se debe a que hasta el momento no se ha hecho proceso alguno con personas que hayan sufrido esta forma de afectación.
Las historias de las personas afectadas se organizan alrededor de experiencias de afrontamiento, que analíticamente se constituyen en el argumento para la transformación de la categoría de víctima en actor social y, posteriormente, afectado. La memoria de las personas afectadas evidencia un contenido importante referido a la manera como, a través de acciones, se ha hecho
3 En la aplicación del principio de simetría cabe considerar la pregunta acerca del contenido de esta categoría en personas que participan en los grupos armados legales, estatales. Hasta el momento se ha prestado atención a las características sociales, psicológicas y económicas de las personas desmovilizadas o desvinculadas, pero los mismos análisis podrían hacerse a cualquier actor armado para explicar la existencia, o no, de condiciones personales, sociales y/o económicas transversales a quienes participan en el conflicto como parte de uno de los actores armados.
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los investigadores e investigadoras ponen en procesos vitales reconociéndolos como actores sociales, con sus respectivas particularidades, e integrándolos en una dinámica de interés hacia ellos que no habían experimentado. En este momento, quienes orientan la recolección de las historias de vida, así como quienes narran su experiencia, trascienden su condición de sujetos singulares para representar un colectivo al cual pertenecen por las acciones que realizan o por las experiencias vividas. Los investigadores representan la institucionalidad académica, la sociedad ofendida, y los narradores, a un grupo de afectados por hechos particulares, que viven en una comunidad específica y que provienen de territorios concretos; aunque también podría tratarse de ofensores u ofendidos. Se trata de la toma de contacto entre comunidades que no se reconocen permanentemente y que a través de este tipo de proceso inician acciones de reconocimiento, reparación simbólica y reintegración social. Incluso, este tipo de texto derivado de la experiencia constituye un ejercicio de transferencia de reflexiones en pro de la inclusión, el reconocimiento y el posicionamiento de la diversidad que ha sido negada durante el conflicto. Cuando los actores se acercan más allá de su identidad subjetiva y se relacionan a partir de su anclaje social, se recomponen las distancias entre actores e instituciones que antes quizá no habían prestado la suficiente atención a un fenómeno, así como actores que no atribuían confianza a un tipo específico de relación y, por qué no decirlo, intervención simbólica. Éste es el principal efecto político del trabajo de memoria a través de historias de vida.
frente a las situaciones de daño y las consecuencias que de ellas se derivan. Tal afrontamiento consiste en la transformación del discurso y, por consiguiente, de la acción, capaz de afectar la relación con los actores armados para propender a la defensa de la vida, la integridad corporal, la integridad moral y la salvaguarda de algunos bienes. Cuando las personas afectadas se percatan del conjunto de acciones que han llevado adelante y de resultados deseables que han tenido, emerge del proceso de la reconstrucción de las historias de vida un efecto terapéutico importante (Molina 2010), análogo a lo que en el construccionismo se denomina Efecto de Ilustración. Proponer el empleo de la noción terapéutica desplaza la atención de las posibles implicaciones asociadas a la intervención clínica, ligadas a la enfermedad, o a algo que está por ser reparado, que no funciona bien y que necesita arreglo. Si bien estas nociones son muy generales y pueden no representar la comprensión general, sí hacen parte del discurso y del pensamiento colectivos en torno a la idea de la clínica social. Por tanto, el efecto terapéutico de la intervención profesional en la conversación empática, interesada por el otro, tiene la posibilidad de conseguir los propósitos de bienestar, que no son otra cosa que los propósitos terapéuticos, ahora desterritorializados de un consultorio o un experto (situación que no niega, ni contradice, la experticia técnica necesaria para el desarrollo de una recolección de historias de vida en clave de memoria) (Hincapié 2010). En contraste, las personas ofensoras articulan su historia de vida desde las experiencias que tuvieron en la organización armada. El efecto de este relato es establecer de manera detallada la experiencia personal que está siendo narrada en diversos escenarios de manera selectiva y que en pocas oportunidades se integra alrededor de una totalidad que no impone tiempos, ni prejuicios, excepto la censura de detalles de acciones delictivas cometidas en el grupo armado. Esta censura emerge de considerar que este tipo de detalles no competen al proceso de memoria, excepto a la verdad en un ámbito jurídico, en donde también pueden procesarse para el beneficio de afectados, ofensores y ofendidos. El valor de la memoria no se centra exclusivamente en este tipo de detalles sino también, de manera relevante, en la experiencia y comprensión que la persona tiene del acontecimiento en relación con otros, así como en el reconocimiento que se hace de su condición de actor social.
Discusión La reconstrucción de la memoria colectiva es un proceso que atañe a todos los actores sociales que conforman una sociedad, una comunidad o un colectivo. La organización y la comprensión de tales actores dependen del contexto, y, en el caso del conflicto político armado colombiano, se pueden identificar al menos tres actores: afectados, ofensores y ofendidos; clasificación y forma de nominación que se derivan de una perspectiva hermenéutica antes que jurídica, con pretensiones de simetría. Tal simetría se caracteriza por considerar previamente de igual valor el testimonio de cada uno de los actores, el cual se diferenciará en función del contenido, del efecto y de las identidades emergentes en los relatos. Desde esta perspectiva, los horizontes de significado provienen del relato y no de las concepciones jurídicas y políticas previas, lo que constituye una oportunidad para diversos trazados del tejido social, así
Sin embargo, afectados y ofensores comparten un efecto del proceso de memoria colectiva a través de las historias de vida. En ambos casos se destaca el énfasis que 73
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relaciones microsociales, de grupos, no dependen únicamente de la cantidad de personas que impacten, sino de la transformación que logren en la manera como las personas se refieren al mundo y sus experiencias; una transformación en el lenguaje es una transformación de la realidad susceptible de ser comunicada o por lo menos cuestionada, en cuyo caso no habrá pasado desapercibida para la promoción de nuevas acciones.
como para estrategias específicas orientadas a la reparación, la reconciliación y la gestión de lo cotidiano, incluidos los conflictos. Sin embargo, la reconstrucción de memoria en un contexto de conflicto, acerca del conflicto, está condicionada por el miedo, la desesperanza e, incluso, la autovaloración de la narración como inapropiada, innecesaria, muy relevante o impertinente. En el caso de las personas afectadas la memoria no es una prioridad en tanto no se haya resuelto la demanda por otro tipo de condiciones asociadas a necesidades materiales. Aunque se reconozca por parte de quienes participan en el proceso de memoria a través de las historias de vida que éste tiene efectos positivos, en sí mismo no se percibe como una necesidad o una acción que tenga valor agregado, con lo que el proceso en conjunto será disperso, prolongado e incompleto, si se quisiera que todas las personas afectadas participaran. Esta situación llama la atención sobre las características que supone un proyecto de estas características en cuanto no será universal, no pondrá las versiones en horizontes de significado necesariamente homogéneos, y el silencio es otra forma de memoria, a través de la omisión y el olvido. En cualquier caso, se trata de una decisión que configura la manera como se construyen las relaciones comunitarias. A los investigadores y analistas sociales nos corresponde comprender la dimensión posible de la recuperación de la memoria, y no suponer que debe ser un proceso completo, universal y metodológicamente perfecto.
Finalmente, se plantea una inquietud en relación con este tipo de ejercicios que trasciende la lógica de la argumentación. Se trata de una condición pragmática de la relación entre los diversos actores sociales y de las condiciones discursivas del entorno: ¿cómo negociar los procesos de memoria con los esfuerzos institucionalizados de verdad histórica y verdad jurídica? La politextualidad de la que se ha hablado a lo largo de este documento señala la dificultad para unificar los testimonios, las comprensiones y, en consecuencia, sus efectos. El problema de fondo en este debate y dinámica es la comprensión de verdad y su instrumentalización, acerca de la relación entre los actores sociales, con lo que cualquier variación no será entendida solamente como una tergiversación, sino como una narración sesgada que en algunos casos tendrá mayores repercusiones que en otros. La invitación es, entonces, a establecer diálogos, no sólo exposición de argumentos, entre los promotores de la verdad jurídica, la verdad histórica y la memoria colectiva, como un ejercicio de convivencia en medio de intereses académicos y ciudadanos heterogéneos: es una forma de constituir un espacio de convivencia fundado en el reconocimiento explícito de la diferencia.
El mismo análisis aplica a los testimonios de las personas ofensoras. Pero en este caso las obligaciones jurídicas constituyen un escenario complementario que transforma el discurso acerca del conflicto más allá de las coordenadas que trace un proyecto como el que ha sido presentado en este artículo.
Yo creo que donde mis papás no hubieran tenido esos problemas y no se hubieran separado, yo no me hubiera estado por allá en la guerrilla. Uno pensaba era cosas así, tener la familia unida (testimonio de ofensor).
A pesar de las limitaciones, el proceso tiene dos efectos, que fueron señalados líneas atrás: el terapéutico y el político. En cuanto al terapéutico, se destaca que a través de la producción de la palabra mediante estrategias apreciativas es posible comprender y resignificar la experiencia. Una experiencia que paradójicamente es desconocida para quien la vivió en primera persona. Y es a partir de esta comprensión y toma de contacto con la experiencia que se teje el efecto político, dado que dos actores sociales hasta entonces desconocidos logran un acercamiento que amplía la mutua comprensión y recupera un espacio para la confianza. Alguien podría objetar que el impacto de este ejercicio es minúsculo, lo cual no constituye falsedad alguna; no obstante, las
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Relatos autobiográficos de víctimas del conflicto armado: una propuesta teórico-metodológica* por Patricia Nieto** Fecha de recepción: 16 de diciembre de 2009 Fecha de aceptación: 10 de junio de 2010 Fecha de modificación: 9 de julio de 2010
Resumen A partir de la descripción del proyecto de escritura pública denominado “De su puño y letra. Polifonía para la memoria. Las voces de las víctimas del conflicto armado en Medellín”, este artículo avanza en la construcción de un marco teórico-metodológico para valorarlo como estrategia para la construcción de memorias. De esta manera, las líneas que siguen se convierten en lazo que une dos preguntas básicas: qué pasó y cómo escribimos el relato de lo que pasó. La primera funciona como una motivación para evocar, recordar, enunciar y publicar relatos de los hechos ominosos del pasado (estrategia de comunicación y pedagogía); la segunda tiende a descubrir los mecanismos de la narración propios de cada autor (método autobiográfico y crítica genética).
Palabras clave: Memorias, narrativas, testimonio, escritura autobiográfica, conflicto armado, víctimas.
Autobiographic Accounts of Victims of the Armed Conflict: A Theoretical and Methodological Approach Abstract Working from the description of the public writing project named “De su puño y letra. Polifonía para la memoria. Las voces de las víctimas del conflicto armado en Medellín” (From their own hand. Polyphony for memory. The voices of the victims of the armed conflict in Medellin), this article advances towards the construction of a theoretical and methodological framework to value it as a strategy in the construction of memories. As such, the line it follows becomes a connection which links two basic questions: what happened and how do we write the story of what happened. The first acts as a motivation to evoke, remember, enunciate, and publish stories of the ominous events of the past (communication and pedagogic strategy); the second tends to describe the narrative mechanisms of each author (autobiographical method and genetic critique).
Key words: Memoirs, Narratives, Testimony, Autobiographic Writing, Armed Conflict, Victims.
Relatos autobiográficos de vítimas do conflito armado: uma proposta teórico-metodológica Resumo A partir da descrição do projeto de escritura pública denominado “De seu punho e letra. Polifonia para a memória. As vozes das vítimas do conflito armado em Medelim”, este artigo avança na construção de um marco teórico-metodológico para valorizá-lo como estratégia para a construção de memórias. Dessa maneira, as linhas que se seguem se convertem um laço que une duas perguntas básicas: o que aconteceu e como escrevemos o relato que aconteceu. A primeira funciona como uma motivação para evocar, recordar, enunciar e publicar relatos dos atos nefastos do passado (estratégia de comunicação e pedagogia); a segunda tende a descobrir os mecanismos da narração próprios de cada autor (método autobiográfico e crítica genética).
Palavras chave: Memórias, narrativas, testemunho, escritura autobiográfica, conflito armado, vítimas. * El artículo hace parte del proyecto “Relatos autobiográficos de víctimas del conflicto armado en Colombia: génesis y representaciones construidas durante un proceso de escritura pública”. Investigación doctoral. Doctorado en Comunicación. Universidad Nacional de la Plata, Argentina. ** Comunicadora Social-Periodista y Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Antioquia. Entre sus últimos libros publicados se encuentran: Inventario Vegetal. José Celestino Mutis descubrió nuestra diversidad en el siglo XVIII. En este siglo XXI el botánico Álvaro Cogollo Pacheco continúa la Expedición (coautora). Bogotá: Argos, 2009; y Llanto en el Paraíso. Crónicas de la guerra en Colombia. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2008. Actualmente finaliza su doctorado en Comunicaciones de la Universidad Nacional de La Plata y se desempeña como profesora asociada de la Universidad de Antioquia, Colombia. Correo electrónico: nietopatricia12@hotmail.com.
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sencillas: qué pasó y cómo escribimos el relato de lo que pasó. La primera, enfocada a evocar, recordar, enunciar y publicar los hechos ominosos del pasado (estrategia de comunicación y pedagogía); la segunda, tendiente a desentrañar los mecanismos de la narración propios de cada autor (método autobiográfico y crítica genética).
arrar el conflicto armado se ha convertido, lentamente, en un imperativo para muchas víctimas colombianas. Diversas organizaciones han adelantado proyectos de construcción de memoria en todo el territorio colombiano. Basta viajar por el mapa digital que la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR 2010) ha elaborado, para conocer decenas de experiencias artísticas, comunicativas, artesanales, políticas, religiosas, que buscan contar los acontecimientos que han marcado la historia de los pueblos de Colombia en los últimos cuarenta años.
Medellín: el terror y la seguridad Medellín es una ciudad especial para emprender un proyecto de construcción e interpretación de narrativas surgidas de las voces de las víctimas, no sólo porque durante las tres últimas décadas ha sido centro tanto del conflicto armado como de iniciativas nacionales de paz, sino por el tipo de relatos sobre estos fenómenos que proponen los medios de comunicación.
El presente artículo describe uno de esos proyectos que en nuestro país convoca a la narración de la violencia, y, además, esboza un marco teórico-metodológico que permitirá valorar la experiencia como mecanismo para la construcción de memorias. De manera que las siguientes páginas se referirán a “De su puño y letra. Polifonía para la memoria. Las voces de las víctimas del conflicto armado en Medellín” y “Relatos autobiográficos de víctimas del conflicto armado en Colombia: génesis y representaciones construidas durante un proceso de escritura pública”. Los anteriores títulos son las dos caras de una misma moneda: un proyecto de comunicación que buscaba escuchar (leer) los relatos de las víctimas y una línea de investigación que quiere conocer cómo ellas producen sus textos.
Entre 1985 y 2008 predominaron dos tipos de narrativas: las del terror y las de la seguridad. Las narrativas del terror presentaron a Medellín como la ciudad más violenta del mundo. Éstas se construyeron a partir de informes de Policía, testimonios de víctimas, relatos de los actores armados, crónicas periodísticas, obras de la cinematografía y fotografías de las evidencias del terrorismo que quedaron en la estructura física de la ciudad. Sin duda, fueron los grupos de narcotraficantes, asociados en el cartel de Medellín, los responsables directos de una espiral de violencia que no deja de reproducirse. Las mafias del comercio de drogas ilícitas reclutaron jóvenes de los barrios populares y los convirtieron en mulas, testaferros, sicarios, capos y cadáveres que dejaron como herencia el sentido de la dignidad entendida como venganza; del bienestar como ostentación; de la libertad como lealtad al capo; de la trascendencia como muerte temprana.
“De su puño y letra. Polifonía para la memoria. Las voces de las víctimas del conflicto armado en Medellín” es un proyecto de escritura pública que rompe con los prototipos de escritores letrados y premiados con un don, y forja un taller de narración escrita que saca a la luz las virtudes narrativas de quienes no han sido oídos. Con una propuesta pedagógica, creada y apropiada en el curso mismo de los talleres, más de cien personas –la mayoría de ellas iletradas– han escrito relatos, publicados en tres libros, distribuidos gratuitamente en la ciudad.
A ese territorio –marcado por el contraste entre la abundancia en las épocas de Pablo Escobar y el hambre una vez el cartel se rearticuló bajo lineamientos que excluían el trabajo masivo y publicitado– también reingresaron las milicias urbanas de las guerrillas, con el propósito de tomar sus antiguas zonas ocupadas por los grupos de paramilitares. Fue entonces, en los años noventa, cuando Medellín empezó a vivir la complejidad del conflicto armado que ya había arrasado las zonas rurales.
“Relatos autobiográficos de víctimas del conflicto armado en Colombia: génesis y representaciones construidas durante un proceso de escritura pública” propone construir un marco teórico-metodológico para halar los hilos secretos de cada escritura, para saber cómo sucedió.
Las comunas populares fueron disputadas por guerrilleros y paramilitares que intentaban conectar la ciudad con regiones rurales ya cooptadas para el tráfico de drogas y armas. A esta etapa, última década del siglo XX
Estas líneas son el primer ejercicio de tender un puente entre dos etapas, no planeadas de antemano, como suele suceder en la academia, guiadas por dos preguntas 77
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y primera del XXI, corresponden las operaciones adelantadas por las Fuerzas Armadas de Colombia, con el propósito de “recuperar” los territorios tomados por los armados ilegales.
de reinserción a la civilidad. Pese a la incertidumbre sobre el desenlace de este proceso y a la doble postura de la opinión pública –que, al mismo tiempo que duda sobre su aceptabilidad política, se aferra a él como única esperanza de recobrar un poco de tranquilidad–, la reinserción de estos hombres y de miles más se cumple a marchas forzadas en Medellín y en otras regiones del país.
Las estadísticas han sido el gran soporte de estas narrativas. Entre 1986 y 2004, el homicidio fue la primera causa de mortalidad en la ciudad; en la década del noventa se registraron 45.434 homicidios, con un promedio de cinco mil por año, en una ciudad que no alcanzaba los dos millones y medio de habitantes (Cardona et al. 2005, 841). El conflicto armado dejó centenares de muertos, desparecidos y desplazados. Entre junio de 2000 y junio de 2006, 5.380 personas debieron dejar sus casas en Medellín por órdenes de los grupos armados (Personería de Medellín s. f.). Al mismo tiempo, Medellín era ya la segunda ciudad receptora de desplazados internos de Colombia.
Los testimonios: notas al pie o páginas sin correlato
En los trabajos sobre el conflicto armado colombiano, los relatos de vida se han tomado con cuatro fines: como fuentes de información, como ilustración para una situación descrita, como estrategias para conocer un evento y como instrumentos para la denuncia. Así, algunos estudiosos recurren a los relatos de las víctimas o de los testigos para dotar al texto de elementos de credibilidad; el investigador se vale del “yo vi” o del “a mí me pasó” para dar la idea de que su reflexión tiene que ver con la realidad. Otros utilizan el relato en primera persona para dotar de sentido sus propias reflexiones; la voz de la víctima aparece para convencernos de que las interpretaciones que elabora el experto calzan a la perfección con las vivencias de la víctima. En otros casos, los analistas sociales han incorporado en sus trabajos los relatos de vida como estrategias de denuncia, convirtiéndolos así en eventos comunicativos en los que las víctimas cuentan sus vivencias y sus propósitos para el futuro, sin interferencias externas.
Por otra parte, también surgieron las narrativas de la seguridad para las que Medellín es la ciudad que renace. Fundamentadas en la propaganda, estas narrativas están en consonancia con la sensación generalizada de seguridad que se palpa en la ciudad, rubricada por una considerable disminución de los homicidios: en 2003 ocurrieron 2.012 asesinatos; en 2005, la cifra fue de 782; y en 2007 bajó a 771.1 En las narrativas de la seguridad se ubica la abundante programación de algunos canales de televisión que hace eco de los logros de la política de seguridad democrática, eje del actual gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez, y la congestionada agenda de eventos internacionales que intentan mostrar a Medellín como una ciudad segura y en constante desarrollo urbanístico. El IV Congreso Internacional de la Lengua Española 2007, la Quincuagésima Asamblea de Gobernadores del BID 2009 y los IX Juegos Suramericanos 2010 son muestra de ello.
Por su parte, el periodismo, como profesión del mundo de la información, enfrenta los hechos del conflicto de manera cotidiana, constante, urgente, inmediata; circunstancia –la de la inmediatez– que para muchos profesionales suele convertirse en la causa de que su trabajo no pase del registro visual, oral o escrito al ámbito de la reflexión y la interpretación, pese a contar con información de primera mano.
A esta sensación de seguridad contribuyó de manera decisiva la negociación del Gobierno nacional con los grupos paramilitares. En 2003, por ejemplo, en Medellín se desmovilizaron 869 hombres del Bloque Cacique Nutibara que combatieron a la guerrilla en los cerros orientales de la ciudad (Noreña 2007). A 2009, el Programa de Paz y Reconciliación de la Alcaldía de Medellín ha atendido a 4.295 ex paramilitares en su proceso
Si bien las metodologías cualitativas requieren de refinamiento constante y los investigadores colombianos ya han iniciado una carrera que seguramente permitirá la construcción de múltiples modelos, todavía las investigaciones basadas principalmente en la voz de las víctimas no han logrado dar el paso de lo testimonial a lo interpretativo, para descubrir en los relatos e historias de vida los referentes simbólicos, las imágenes, las metáforas y las representaciones colectivas que ellas entrañan.
1 Es necesario decir que en 2009 y 2010 los homicidios han aumentado en Medellín, debido a la pérdida de mando de los grupos delictivos, como la llamada Oficina de Envigado, una vez sus mandos, entre ellos Diego Fernando Murillo, fueron extraditados a Estados Unidos.
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2. Ésta es mi historia: la narración oral de la experiencia traumática permitió dar continuidad a eventos de la vida que se han entendido como aislados, plantear reflexiones sobre lo que ha pasado y esbozar posibles salidas de situaciones conflictivas. Abrir el taller de escritura con un ejercicio de narración oral, provocado por objetos reconocidos por cada participante, permitió darles voz, como un paso previo a su condición de escritores, e introducir una noción elemental: un relato parte de la estructura simple de inicio, nudo y desenlace. 3. ¿Cómo me veo?: ésta fue la pregunta eje de un ejercicio de autorretrato. Mirarse al espejo, preguntarse por las marcas de la piel y del vestuario, recordar el rostro del pasado y contemplarse para ver qué había cambiado, fueron estrategias de vocación y de reconocimiento. Este ejercicio buscó reflexionar sobre el sentido del yo, que luego se convirtió en un yo narrador. 4. Los momentos de mi vida: reconstruir las escenas de la propia vida ayudó a expresar significados que a veces no pueden ser transmitidos por las palabras. La puesta en escena partió básicamente de una historia completa en la que, además de inicio, nudo y desenlace, fue posible identificar protagonistas, personajes secundarios, escenarios, ambientes, detalles y voces. 5. El mapa de mi viaje: el mapa del recorrido de la vida fue un excelente plano para delinear la historia de cada uno. Al ubicar los ríos, las montañas, los asentamientos y las ciudades, se los fue asociando con los cambios fundamentales de la existencia. Sobre un papel, que representaba el territorio colombiano, marcaron los momentos y los escenarios en donde la vida privada o de la comunidad cambió drásticamente. 6. La historia de mi vida: dibujar les permitió a los participantes pensar en sí mismos, introducirse en sus emociones y plasmarlas con colores y formas sorprendentes que nunca podrían contar con su voz. Dibujar un fragmento de la vida, escena por escena, fue reconstruir una historia con antecedentes y contextos, y a través de cada una encontrar respuestas a preguntas que han permanecido abiertas durante años. 7. Mi vida en una canción: con la ayuda de músicos profesionales, los participantes hicieron un ejercicio de síntesis de las tramas narrativas y de los sentimientos resultantes del ejercicio de evocación. La canción compuesta por Elvia Posada y su familia bien habla de esta síntesis:
Esta situación preocupa de manera directa a antropólogos, politólogos y periodistas, por cuanto un gran acervo documental es insuficientemente abordado. Para los periodistas es particularmente crítico ver cómo las historias que consiguen en misiones en las que ponen en riesgo sus vidas se reducen a anécdotas publicadas en periódicos, por falta de un análisis sistemático que les dé sentido en la historia de la nación.
Diez pasos para llegar a una historia “De su puño y letra. Polifonía para la memoria. Las voces de las víctimas del conflicto armado en Medellín” partió, en 2006, de una simple convicción: si se escucha con atención a Medellín, es posible identificar voces de víctimas que sólo serán reconocidas una vez su palabra sea recuperada y publicada. La certeza se convirtió en un objetivo sencillo: acompañar a un grupo de víctimas de la violencia en la narración escrita de su historia, como un ejercicio que devuelva la palabra a los ciudadanos. Con esa premisa, un grupo de periodistas ha recorrido la ciudad durante los últimos cuatro años en busca de colombianos capaces de escribir al natural la historia que los convirtió en víctimas. Jóvenes recién graduados o todavía estudiantes de la Universidad de Antioquia han visitado parroquias, centros comunitarios, grupos de oración, colegios, bares, agencias internacionales, organizaciones no gubernamentales, oficinas del Estado, centros de rehabilitación, hospitales, etc. Así, de calle en calle, han escuchado historias orales que, al fuego del periodismo, la pedagogía, la literatura y el arte, se han convertido en magistrales relatos autobiográficos. Durante los talleres grupales no se escribe sobre el papel, se reescribe en la memoria. Cada participante recuerda, recrea, reconstruye su historia cinco o diez o todas las veces que necesite, con palabras, juguetes, colores, fotografías, papeles y canciones, hasta que se le hace natural, conocida, tan ya sentida que puede escribirla con libertad. 1. Todos tenemos una historia: el vestuario, los gestos, los accesorios, cuentan algo sobre quiénes somos, de dónde venimos y qué hemos vivido. Construir imaginariamente la historia de los personajes representados por estatuas humanas que trabajan como artistas callejeros en nuestra ciudad permitió reconocer que todos tenemos un pasado que nos da identidad. 79
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¿Qué hemos hecho?
Tengo mucho sueño,/ es difícil despertar./ ¡Levántese de nuevo, no hay que echar para atrás!/ Qué bello era el camino/ que solía transitar./ Hoy recorro otras laderas/ sin nunca olvidar/ ese pueblo, aquella loma,/ mi tierra natal. Ayer, ¡pum pumm!/ Hoy, canciones que cantar./ ¡Pum, pum!, cosas que suenan./ Melodías que entregar./ Tengo mucho sueño,/ es difícil despertar./ Ayer, ¡Pum pumm!/ Hoy, canciones que cantar./ ¡Pum, pum!, cosas que suenan./ Melodías que entregar. ¡Levántese de nuevo, no hay que echar para atrás!
A medida que se imponía la riqueza de los relatos y de la comunicación fluida y amorosa que generaban los participantes, el asunto se hizo más complejo. Así, a la ejecución de los talleres se sumó la reflexión: ¿Qué hemos hecho? ¿Cómo lo hemos hecho? ¿Qué significa nuestro trabajo? ¿Qué hemos aprendido de este proceso? A esas preguntas llegaron líneas para comenzar la búsqueda de las respuestas: relato autobiográfico y construcción de memoria social. El método autobiográfico es entendido por Ruth Sautu como “los procedimientos seguidos para organizar la investigación alrededor de un yo individual o colectivo que toma la forma narrativa incorporando sus descripciones de experiencias y sucesos y sus interpretaciones” (2004, 24). El fin de este método es revelar las interpretaciones subjetivas de los protagonistas, tratando de descubrir cómo construyen su propio mundo y entretejen su experiencia individual con la de los demás.
8. Breve autobiografía: ésta fue la etapa de transición entre la sensibilización hacia la narración y la escritura propiamente dicha. Aquí terminó el trabajo en grupo y comenzó un proceso individual que llevó al escritor a pensarse como sujeto, como testigo de un momento histórico crucial y como contador de esa historia. 9. Memorias: a partir de este momento se formaron grupos de trabajo de cinco participantes y un periodista que hizo de mediador. Lo corriente es que el investigador plantee sus inquietudes, obtenga respuestas y las anote para incluirlas en su texto. En esta experiencia, tanto el narrador como el mediador plantearon preguntas, con el propósito de llenar los vacíos del relato, pero fue el participante del taller, y no el mediador, quien introdujo las nuevas secuencias y reflexiones en su texto. 10. No se habla de investigador e investigado, porque ambos sujetos cumplen los dos roles. El participante se preguntó por su experiencia, por su historia, por lo que significa lo que ha ocurrido. El periodista mediador dejó su rol de constructor de los relatos para ayudar al otro a reconstruir su historia. Este papel lo obligó a repensar los métodos de su trabajo y a llevar un cuaderno de campo de la experiencia de ayudar a restituir las voces de quienes han sido despojados de todos los derechos. 11. El libro: después de un mes de trabajo constante, cada grupo entregó la versión final de las historias. El texto, las fotografías, los mapas, los cuadernos de campo de los investigadores y los registros en video fueron el insumo para producir las publicaciones de Jamás olvidaré tu nombre, El cielo no me abandona y Donde pisé aún crece la hierba.2
Los productos del método autobiográfico, conocidos como biografía, autobiografía, historia de vida, testimonio, trayectoria, narración, carta, diario personal, se construyen a partir de ubicar al sujeto-protagonista en su contexto histórico y social, y de desplegar la historia que constituye el argumento de la narración. Así lo explica Vasilachis en el prólogo al texto de Sautu: Cada texto se construye como un fino lienzo en cuyo tejido se entrelazan los fuertes hilos de la voz de los actores –con reminiscencias y recuerdos de otras voces– con las hebras de la voz del investigador apelando al recurso de convocar a ese encuentro a otros teóricos y estudiosos que antes reflexionaron sobre la estrategia o la aplicaron. Cada texto, entonces, no solo presencializa el pasado sino que recupera, junto con la historia, al propio protagonista, a sus emociones, a sus sentimientos, a sus sensaciones, a sus interpretaciones, quebrando a la vez, tanto los límites espaciales y temporales como las representaciones construidas por otros acerca de la acción histórica de los hechos sociales (Sautu 2004, 17).
Para contribuir a que cada escritor tejiera su lienzo, el taller “De su puño y letra. Polifonía para la memoria. Las voces de las víctimas del conflicto armado en Medellín” diseñó estrategias pedagógicas que respondieran a situaciones particulares, como testimoniar hechos atroces de un conflicto armado que no ha terminado, apoyar a participantes que han dedicado varios años a
2 Los talleres de escritura han sido financiados por el Programa de Atención a Víctimas de la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía de Medellín y por la Vicerrectoría de Extensión y la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia.
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nes, propios de una colectividad de seres humanos. Es decir, en el marco y por medio de la ‘intersubjetividad’. Esto implica que lo social no radica ‘en’ las personas sino ‘entre’ las personas, es decir, en el espacio de significados del que participan o construyen conjuntamente” (citado por Vásquez 2001, 28).
la exaltación de los seres queridos ausentes y han olvidado su propia condición de individuos, demostrar que la escritura es un camino abierto y no reservado para aquellos seres iluminados por las musas, y reafirmar que el olvido es ignorancia. Una pedagogía que respondiera a tales situaciones supuso la aceptación de que las publicaciones Jamás olvidaré tu nombre, El cielo no me abandona y Donde pisé aún crece la hierba son polifonías, obras colectivas donde cada individuo se destaca por el brillo de su voz y responde por su historia como testimonio político y como producción estética.
Es la memoria, entendida como construcción intersubjetiva y como sistema de memorias individuales interconectadas, la que posibilita a los grupos tomar conciencia de su identidad, por medio de representaciones sociales que se configuran a través del tiempo. Así, las representaciones sociales son el núcleo de la memoria, y ésta, el fundamento de la identidad. Según Maurice Halbwachs, “Lo más sustancial de una representación social, es decir su aspecto definitorio, es además del contenido de lo que se recuerda, su carácter colectivo y compartido que se manifiesta en su función comunicativa, la definición de identidades grupales y su dimensión normativa” (citado por Vásquez 2001, 48-49).
El carácter público de la escritura en los talleres convierte las obras citadas en narrativas del conflicto armado. Narrativa se refiere a seriar acontecimientos, describir momentos, rescatar voces, configurar contextos; en síntesis, a construir un discurso en forma de relato. Narrar es, en suma, un asunto colectivo, un mecanismo usado por las comunidades para reafirmarse aun después de grandes cambios, una estrategia que permite identificar las mutaciones de la realidad social, un método para comprender las causas de las transformaciones, un recurso para delinear los conflictos sociales, un dispositivo para avanzar en la configuración del relato histórico a través de la cultura. De esta manera, es posible entender las narrativas como obras intelectuales significativas para el devenir de Colombia.
En el sentido anterior, puede considerarse la autobiografía como el arte de contar y decir acerca de la propia vida, de la memoria, y también de la intimidad. Por eso la autobiografía nunca se rinde a una única perspectiva crítica, ni se reduce a fórmulas ya ensayadas, ni nos deja tranquilos como receptores. Discurso lleno de paradojas, paradójico en sí mismo, moviliza las terminaciones de la sensibilidad intelectual, moral, ideológica de sus lectores, les interpela en los quiebres de una escritura que pugna a menudo por ser más que lenguaje y rebasar las figuraciones de la voz, el cuerpo, la vida o la muerte (Amícola y Fernández 2007, 1).
Los relatos autobiográficos, al tender el lazo del lenguaje entre los sucesos y los sujetos, contribuyen a la construcción de los acontecimientos y, así, a una determinada concepción de los hechos que se instala en la memoria social. Una lectura de la memoria en perspectiva sociológica dice que los recuerdos individuales sólo existen y se trasladan del presente al pasado, y viceversa, al articularse con la memoria de otros por medio del lenguaje: uno sólo recuerda como miembro de un grupo social.
En la autobiografía sobresale un lenguaje que va más allá de los testimonios; es el lenguaje que logra consignarse en la palabra escrita y que concede múltiples posibilidades de investigación, en la medida en que el lector escucha la voz escrita para interpelarla, para profundizar sobre cada uno de los sentidos que subyacen a ésta.
La singularidad y la irreducible originalidad de los recuerdos personales son, de hecho, producidas por el entrecruzamiento de varias series de memorias que corresponden a los diferentes grupos a los cuales pertenecemos –familia, amigos, partido político, clase social, nación–. La rememoración de los individuos es el punto de encuentro de las múltiples redes de solidaridad de las cuales hacen parte (Wachtel 1999, 77).
Ahora bien, en términos metodológicos, la autobiografía pertenece al método biográfico. Y la investigación biográfica se da a partir del despliegue de sucesos de vida y experiencias, todos estos acontecidos “a lo largo del tiempo, articulados en el contexto inmediato y vinculados al curso o a historias de vida de otras personas con quienes han construido lazos sociales […]. La sociedad y el tiempo están presentes en las oportunidades y limitaciones socioculturales en que se desarrollan los grupos y personas” (Sautu 2004, 22).
Se trata de la memoria social, que también Félix Vásquez presenta en palabras de T. Ibáñez como “aquello que es instituido en el mundo de los significados comu81
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sibilita a los miembros de una sociedad armar modelos para organizar el mundo de la vida, y, en algunos casos, en los individuos se despierta el interés por el destino de todos, como parte de sus preocupaciones personales. De esta manera, los relatos de las víctimas del conflicto armado colombiano son mediadores en la construcción del pensamiento social, como designa Moscovici (1975) a la “representación social”. Según este autor, las representaciones sociales constituyen modalidades de pensamiento práctico orientadas hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno social, material e ideal. En este sentido, la noción de representación social se sitúa donde se articula lo psicológico con lo social.
Los textos autobiográficos, como “actos de escritura”, responden al llamado “pacto autobiográfico”, entendido como “un contrato de lectura que se establece entre el autor y el lector, un compromiso de veracidad que viene garantizado por la firma –el nombre propio– de la persona que asume el discurso, como sucede con los documentos legales. La firma designa al enunciador” (Hurtado 2004, 2). Sin embargo, debe entenderse que el compromiso de veracidad al que alude la cita anterior obedece a una condición subjetiva de la verdad de cada narrador al entregar su historia o testimonio. Según Lomsky-Feder, la autobiografía parte de experiencias personales, situación que implica una selección consciente e inconsciente de recuerdos, evocaciones, nostalgias, imaginarios o hechos que pueden ser enunciados mediante un proceso de interpretación de quien entrega el relato: “Por lo tanto el relato que hace la persona no es sólo una descripción de sucesos sino también una selección y evaluación de la realidad” (citado por Sautu 2004, 23). Así, toda investigación apoyada en el método biográfico combina los mencionados componentes una vez se plantea el objeto de estudio y se selecciona a los testigos, sus testimonios y archivos, si se cuenta con ellos.
En la escritura autobiográfica, el testimonio cumple una importante función, pues permite actualizar su significado y resaltar que la víctima no ha sido reconocida ni resarcida, como en el caso del común de las víctimas del actual conflicto colombiano. Actualizar es otra de las labores que se adelanta a partir de la representación testimonial venida de los participantes en los talleres, y debe entenderse el verbo “actualizar” como la posibilidad que tiene el testimonio de aportar a la memoria y a su significado, de hablar por sí mismo y, lo más importante, de conseguir un lugar en la sociedad –también víctima–, independiente de las mentalidades, sea cual sea su contenido.
Siguiendo con Sautu, un aspecto característico del método al que se viene haciendo referencia es el núcleo común que comparten los procedimientos propios de la historia de vida, un enfoque bastante próximo a la autobiografía. Dicho núcleo se caracteriza por la presencia de un “yo” partícipe de varios sucesos o experiencias presentes en un texto, que, según Louis Smith, “es una biografía, autobiografía, historia de vida o relato de vida, testimonio, trayectoria, narración, carta, diarios personales, etc., que comienza por ubicar al sujeto-protagonista en su contexto histórico y social, y despliega el tema o historia que constituye el argumento de la narración” (citado por Sautu 2004, 24).
Otros relatos Las relecturas de los cincuenta y cinco relatos autobiográficos publicados en las obras ya mencionadas añadieron mayores complejidades al proyecto. Las preguntas abundaron: ¿Qué ocurrió en la intimidad de los invitados que los llevó a tomar lápiz y papel después de décadas sin escribir? ¿Cómo personas casi iletradas lograron construir relatos completos, intensos, reveladores? ¿Quiénes son? ¿Qué nos han dicho? ¿Qué nos quieren decir más allá de lo escrito?
Lo anterior permite afirmar que los materiales testimoniales publicados en los libros Jamás olvidaré tu nombre, El cielo no me abandona y Donde pisé aún crece la hierba cumplen con la característica de la presencia de un yo que narra, expresa, interpreta, da cuenta, explica y asume la responsabilidad del relato que entrega. Frente a esta última declaración, es importante señalar que en el relato autobiográfico los testigos asumen la condición de autores; en consecuencia, sus palabras narran la realidad vivida por ellos en su condición de víctimas.
Nuevos objetivos se impusieron: conocer la génesis de la escritura de los relatos autobiográficos escritos por víctimas del conflicto armado y validar este tipo de escritura como metodología para la reconstrucción de la memoria. Las preguntas anteriores implican para este proyecto, en adelante, la aplicación de la metodología conocida como la crítica genética o génesis de la escritura. Élida Lois, una de las teóricas de la metodología de la génesis de la escritura en América Latina, plantea que “el acto de guardar o compilar algún tipo de material
El relato autobiográfico puede considerarse como uno más de los discursos que opera entre los sujetos y po82
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la noción de “literatura” que nace en la modernidad como resultante de la valoración del trabajo del escritor. De hecho la “obra” puede ser considerada como sinónimo de “trabajo”, y puede ser vista como la suma de los “pre-textos” y el texto final. Sin embargo, esta noción, que está latente, es todavía muy vaga, porque en ese marco histórico al instaurarse con mayor nitidez una práctica enunciativa dialogante entre el autor y el público a través del texto, lo que se focaliza y “entroniza” es el texto, valorado como producto original (Lois 2001, 46).
que antaño se tiraba –y que muchos escritores continúan desechando– no permite apreciar, de entrada, que cuando la escritura es trabajo de creación van quedando en el escrito rastros del proceso de creación de sentido” (Lois 2001, 47). Infortunadamente, como también lo expone Lois, sólo algunas obras de carácter literario han sido estudiadas o abordadas desde una perspectiva de la crítica genética; es el caso de las obras de Zola, Flaubert, Borges, Cortázar, Güiraldes, Proust, Valéry, Victor Hugo, entre otros. Esto explica por qué ha habido materiales que durante mucho tiempo han sido ignorados, por considerarlos carentes de valor documental, e incluso por levantar sospechas en cuanto a su calidad literaria. No obstante, son estos textos relegados de los estudios clásicos de la literatura los que ocupan un lugar primordial, una posición destacada, para los estudiosos de la genética de la escritura.
“El texto valorado como producto original” hace parte del interés fundamental del rumbo que ha tomado este trabajo. De tal afirmación dan cuenta los materiales compilados en las obras Jamás olvidaré tu nombre, El cielo no me abandona y Donde pisé aún crece la hierba y un archivo documental que recoge desde los primeros trazos hasta los relatos publicados. En ellos es claramente perceptible el proceso de construcción de los textos, situación que permite el alcance de una verdadera práctica dialogante entre autor y público. Para el caso que será objeto de análisis en este proyecto, se trata de una práctica que conmueve, dado que los acontecimientos narrados fueron conocidos por el público a través de otras narraciones (medios de comunicación), o por haberlos vivido o presenciado directamente.
Con la apropiación del método de crítica genética hecha por los franceses, se estableció que su objetivo no es la edición de un texto, sino la revelación de los mecanismos de la escritura, para conocer lo fundamental de los actos materiales e intelectuales propios de la creatividad verbal. Según lo afirma Lois:
Éste es, tal vez, uno de los casos que permite corroborar la pertinencia de la crítica genética, por cuanto el objeto de esta investigación es una narrativa en primera persona, narrativa venida desde la vivencia de una situación original, sin presencia de situaciones de ficción. Por tanto, merece, como bien lo expresa Lois, ser valorada como “un producto original”.
[…] ya no se trata de establecer una edición –como objetivo primario– y mostrar en su interior varias capas superpuestas –como objetivo secundario–: lo que focaliza es la reproducción gradual de todos los pre-textos (Lois 2001, 8). El objeto de investigación de la crítica genética es un “campo en desequilibrio” y, más que señalar factores determinantes de procesos, busca descubrir posibilidades, potencialidades. Así, el pre-texto se redefine como un proceso de no-equilibrio orientado en el tiempo, y el texto ya no puede ser visto como la “consecuencia inevitable” del pre-texto. Aun en los casos de una escritura rigurosamente programada (como la de Zola), el texto no puede ser visto como predeterminado por sus etapas anteriores: no es más que una de las alternativas que ha tomado el devenir escritural (Lois 2001, 18).
En la considerable masa documental analizada hasta el presente por la crítica genética, la escritura se exhibe como un conjunto de procesos recursivos en los que escritura y lectura entablan un juego dialéctico sostenido que rompe con la ilusión de una marcha unidireccional: “escritura” resulta ser sinónimo de “reescritura”, y este objeto “redescubierto” por el geneticismo en tanto soporte material e intelectual de la cultura, recoge en su interior las tensiones del proceso social en que está inmerso. Así, las fluctuaciones de la escritura son descritas como el resultado de tensiones en las que se enfrentan programas versus improvisaciones pulsionales, la adhesión a lo establecido versus la voluntad de innovar, y otras indecisiones y tironeos que hacen de los papeles de trabajo escritural
En aras de ubicar el sentido de la voz “autor” en el mundo moderno, Lois juzga que: [De lo que] se trata es de la noción moderna de “autor” como sujeto productor de una obra literaria y practicante de una actividad clasificable como profesional, y de 83
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El taller “De su puño y letra. Polifonía para la memoria. Las voces de las víctimas del conflicto armado en Medellín” permitió corroborar que la voz de las víctimas es importante para una sociedad afligida por el conflicto. Que las víctimas recuerden y hablen es una manera de tenerlas presentes, de reconocerlas, de hacerlas parte crucial para una salida negociada del conflicto. Además, el ejercicio del taller de escritura ha permitido consolidar una metodología, probada en tres experiencias exitosas, que puede ser aplicada en otras ciudades del país y perfeccionada con la participación de maestros y escritores.
un “lugar de conflictos discursivos”. En su modo peculiar de avanzar, la escritura se revela regida por códigos sociolingüísticos y estéticos, y por otras constricciones culturales; su sustrato ideológico se integra, entonces, en ese espacio complejo que Foucault ha denominado “formación discursiva”, y en el interior de una “formación discursiva” la escritura se correlaciona con las “formaciones sociales”. Analizar esas tensiones escriturales, entonces, abre un camino para replantear la problemática de la existencia de algún tipo de “homología” estructural y/o funcional entre los distintos sistemas simbólicos (Lois 2001, 4).
El trabajo de campo que ha integrado el periodismo, la comunicación, la pedagogía, las narrativas, ha evidenciado la necesidad del análisis académico de los resultados. Esto permite que de una fase puramente experimental, el proyecto encuentre un desarrollo académico en disciplinas como las ciencias del lenguaje. Para terminar, recojo algunas reflexiones que lectores críticos de las tres obras mencionadas aportan para avanzar en la construcción de los proyectos que he tenido ocasión de presentar en esta revista.
Acerca de la idea de Lois referida a “escritura” como sinónimo de “re-escritura”, el proceso de construcción de Jamás olvidaré tu nombre, El cielo no me abandona y Donde pisé aún crece la hierba permite confirmar la sentencia anterior cuando un participante, al reflexionar sobre el proceso de la escritura, afirmó: “Escribir es volver a vivir”. A partir de lo anterior, es posible reiterar que la metodología aplicada a la investigación titulada “Relatos autobiográficos de víctimas del conflicto armado en Colombia: génesis y representaciones construidas durante un proceso de escritura pública. La experiencia reciente de la ciudad de Medellín” no busca conocer un camino único para escribir testimonios, sino confirmar cómo la escritura se va rehaciendo en términos de construcción y no de perfección. Es decir, que la escritura tiene su propia génesis.
De Jamás olvidaré tu nombre, el primero de la trilogía, el escritor Juan José Hoyos escribió en la solapa: Amanda y diecinueve vecinos más escribieron de su puño y letra o dictaron estos relatos en los que cada uno cuenta su propia tragedia, que es también la tragedia de todos […] Algunos apenas sabían firmar. Otros escribían con mucha dificultad. La mayoría vivían en condición de refugiados en barrios de invasión. Sin embargo, durante cinco meses, trataron de que el papel y las palabras se convirtieran en depositarias de su duelo (Betancur y Nieto 2006).
Si bien la interpretación parte de los materiales ya considerados, es necesario agregar que el proceso cultural en que se instala el acto de escribir es determinante para el análisis de la escritura. Es decir, la metodología propuesta saca la escritura del campo específico de la lingüística y la lleva a buscar sus orígenes particulares marcados por el contexto, es decir, por la historia cultural del manuscrito.
La experiencia de producción de El cielo no me abandona motivó en el escritor Jorge Franco la siguiente reflexión: Hay algo catártico en la escritura. Definitivamente, se trata de exorcizar, de hablar sobre lo que nos ha pasado en Colombia […] Escribir sobre esas rabias, sobre esos miedos, es mejor que callar, mejor que tragárselo, y creo que en Colombia llegamos a un punto de desesperación donde todo el mundo, simplemente, habla. Por eso cuando leemos libros como este encontramos espejos para reflejarnos, y ahí depositamos mucho de lo que sentimos (Nieto 2007, contraportada).
Conclusiones en construcción Aunque el desconocimiento de las víctimas ha sido una constante en la historia del conflicto armado del país, este tipo de proyectos demuestra que el relato de ellas contribuye de manera definitiva a la recuperación de la memoria. Como lo han reiterado los estudiosos del tema, la recuperación de la memoria es condición básica para evitar la repetición de ominosos hechos del pasado.
Al evaluar Donde pisé aún crece la hierba, el cronista y profesor Carlos Mario Correa dejó consignado: 84
Relatos autobiográficos de víctimas del conflicto armado: una propuesta teórico-metodológica Patricia Nieto
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Este libro pone de presente el valor del género testimonial que, por la fuerza de su expresividad elemental, natural, a corazón abierto y en carne viva, no da lugar a que el lector dude de la veracidad de las historias que grafican la magnitud del drama que la violencia ha causado en la nación colombiana.
4. CNRR. 2010. Memorias expresivas recientes. Resistencias al olvido [Multimedia]. Disponible en http://www.memoriahistorica-cnrr.org.co/administrador/Multimedia%20Iniciativas/ Memoria_H/index.html [Consultado el 8 de mayo de 2010]. 5. Hurtado, Amparo. 2004. Memorias del pueblo: la Guerra Civil española contada por testigos de ambos bandos: Anna Pibernat, Francesca Sallés, Josep Torras. Madrid: La Esfera de los Libros.
Ahí justamente está uno de los principales aportes de este trabajo: romper la mudez de las víctimas que se ha traducido en amnesia e impunidad. Este reportaje testimonial presenta la catástrofe colombiana con nombres propios de personas y de lugares, con clara descripción de situaciones y consecuencias que permiten ver más allá de los esguinces de responsabilidades de todo tipo que hacen los victimarios cuando han tenido la ocasión de hablar ante los medios judiciales o de comunicación.
6. Lois, Élida. 2001. Génesis de escritura y estudios culturales. Introducción a la crítica genética. Buenos Aires: Edicial. 7. Moscovici, Sergio. 1975. Introducción a la psicología social. Barcelona: Planeta. 8. Nieto, Patricia (Comp.). 2007. El cielo no me abandona. Medellín: Alcaldía de Medellín.
El lenguaje de las víctimas que se escucha en estos relatos es sencillo, rico en detalles y en imágenes descriptivas, elocuente, directo, sin metáforas. Es el lenguaje de la vivencia y su recordación sinceras del escritor novato que, como el niño que se apoya en sus primeras frases para satisfacer necesidades elementales, no sabe mentir, pues al no tener el complejo oficio de lenguaje organizado tampoco tiene oficio para mentir (Nieto 2010, contraportada).
9. Nieto, Patricia (Comp.). 2010. Donde pisé aún crece la hierba [En prensa]. 10. Noreña Betancur y Eduardo Hermann. 2007. Los paramilitares en Medellín: la desmovilización del bloque Cacique Nutibara. Un estudio de caso. Tesis de Maestría en Ciencia Política, Instituto de Estudios Políticos, Universidad Antioquia. Disponible en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ ar/libros/colombia/iep/tesis/norena.pdf
Referencias
11. Personería de Medellín. s. f. Desplazamiento forzado intraurbano en la ciudad de Medellín. http://acantioquia. org/documentos/memorias_foro/INF_PERS_DESP_INTRAURB.ppt (Recuperado el 9 de octubre de 2009).
1. Amícola, José y Celia Fernández. 2007. Autobiografía como provocación. Archipiélago 69: 1.
12. Sautu, Ruth (Comp.). 2004. El método biográfico. La reconstrucción de la sociedad a partir del testimonio de los actores. Buenos Aires: Lumiere.
2. Betancur, Jorge Mario y Patricia Nieto (Comps.). 2006. Jamás olvidaré tu nombre. Medellín: Alcaldía de Medellín. 3. Cardona, Marleny, Héctor Iván García, Carlos Alberto Giraldo, María Victoria López, Clara Mercedes Suárez, Diana Carolina Corcho, Carlos Hernán Posada y María Nubia Flórez. 2005. Homicidios en Medellín, Colombia, entre 1990 y 2002: actores, móviles y circunstancias. Cadernos de Saúde Publica 21, No. 3: 840-851.
13. Vásquez, Félix. 2001. La memoria como acción social. Relaciones, significado e imaginarios. Barcelona: Paidós. 14. Wachtel, Nathan. 1999. Memoria e historia. Revista Colombiana de Antropología 35: 70-91.
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Lo que hemos aprendido sobre la atención
a mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado colombiano* por Ivonne Wilches** Fecha de recepción: 16 de diciembre de 2009 Fecha de aceptación: 29 de junio de 2010 Fecha de modificación: 5 de julio de 2010
Resumen El presente documento describe aprendizajes acerca de la atención psicosocial y psicojurídica a mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado colombiano. La violencia sexual tiene características que la diferencian de otras formas de violencia que ocurren contra las mujeres, pues es un delito “invisibilizado” que se acompaña muy fuertemente del silencio de las víctimas. Un silencio que surge de la culpa y la vergüenza, por imaginarios culturales y por ideologías patriarcales según las cuales las mujeres pueden evitar ser violadas, y si lo son se asume que algo hicieron para provocar a sus agresores. Este fuerte prejuicio cultural hace que las mujeres se callen y no denuncien. En el conflicto armado se utiliza la violencia sexual como un arma eficaz de guerra, con un uso sistemático y generalizado, pero silenciado y no admitido ni por las víctimas ni por los agresores. La atención psicosocial de la violencia sexual en el conflicto debe considerar el enfoque de género, de Derechos Humanos, y la postura política, que permita a las víctimas dejar de serlo, para convertirse en ciudadanas que exigen sus derechos.
Palabras clave: Género, identidad, violencias de género, culpa, resiliencia, apoyo psicosocial, apoyo psicojurídico, Derechos Humanos.
What We Have Learned about Treating Female Victims of Sexual Violence in the Colombian Armed Conflict Abstract The article describes what we have learned about psychosocially and psycho-legally treating female victims of sexual violence in Colombia’s armed conflict. Sexual violence has characteristics that differentiate it from other forms of violence against women: the strong tendency for victims to remain silent “invisiblizes” the crime. This silence arises from the sense of guilt and shame that stem from cultural imaginaries and patriarchal ideologies which maintain that women can avoid being raped and assumes that somehow they provoked the attack if they were. This strong cultural prejudice makes women keep quiet and not report the crime. In the armed conflict, sexual violence has been systematically used as an effective weapon, but one that has been silenced and is neither admitted by its victims nor its perpetrators. The psychosoical treatment of sexual violence in the conflict should consider the issues of gender, human rights, and political position in order to help victims stop seeing themselves as such and become, instead, citizens who demand their rights.
Key words: Gender, Identity, Gendered Violence, Guilt, Resilience, Psychosocial Support, Psycho-Legal Support, Human Rights.
O que aprendemos sobre a assistência a mulheres vítimas de violência sexual no conflito armado colombiano Resumo O presente documento descreve aprendizagens sobre a assistência psicossocial e psicojurídica a mulheres vítimas de violência sexual no marco do conflito armado colombiano. A violência sexual tem características que a diferencia das outras formas de violência que ocorrem contra as mulheres, pois é um delito “invisibilizado” que é acompanhado muito fortemente pelo silêncio das vítimas. Um silêncio que surge da culpa e da vergonha, por imaginários culturais e por ideologias patriarcais segundo as quais as mulheres podem evitar ser violadas e, se o são, supõe-se que fizeram algo para provocar seus agressores. Este forte preconceito cultural faz com que as mulheres se calem e não denunciem. No conflito armado, utiliza-se a violência sexual como uma arma eficaz de guerra, com um uso sistemático e generalizado, mas silenciado e não admitido nem pelas vítimas nem pelos agressores. A assistência psicossocial da violência sexual no conflito deve considerar o enfoque de gênero, de Direitos Humanos, e a postura política, que permitam às vítimas deixar de serem vítimas, para se converterem em cidadãs que exigem seus direitos.
Palavras chave: Gênero, identidade, violências de gênero, culpa, resiliência, apoio psicossocial, apoio jurídico, Direitos Humanos. * Este artículo fue escrito como parte de las actividades dentro de la coordinación del área psicosocial en la Corporación Sisma Mujer. ** Psicóloga y Magíster en Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente se desempeña como consultora independiente con Unifem y PNUD. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: La ausencia de políticas de Estado para enfrentar la violencia sexual contra las mujeres en Colombia. IX Informe sobre violencia sociopolítica contra mujeres, jóvenes y niñas en Colombia. Bogotá: Mesa de Mujer y Conflicto Armado, 2009; y El miedo a la diferencia. Revista Javeriana 735: 54-59, 2007. Correo electrónico: ivonnewilches@hotmail.com.
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Lo que hemos aprendido sobre la atención a mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado colombiano
Ivonne Wilches
Dossier
Atención psicosocial y psicojurídica
las secuelas de la guerra de una forma diferenciada. Cuando se acompaña a las víctimas en un proceso jurídico de demanda por el delito, integrando la atención psicosocial a la asesoría jurídica, se dice que se hace atención psicojurídica.
de la violencia sexual a mujeres1
La violencia convierte en cosa a quien está sujeto a ella. Simone Weill (Sontag 2003, 10)
L
Consideramos a las mujeres víctimas como potenciales defensoras de derechos, una vez reconozcan sus enormes capacidades de afrontamiento y puedan manejar los instrumentos que el derecho les otorga, como poder simbólico y como herramienta para exigir justicia. Al acompañamiento que hacemos para que las mujeres se fortalezcan y conozcan sus derechos, pero también para que se apropien de las posibilidades jurídicas que tienen para entrar al terreno de la justicia y exigirla, lo llamamos la atención psicojurídica. Es el apoyo en el que el Derecho y la Psicología se integran para fortalecer a las mujeres, para que sean ellas las dueñas del proceso jurídico que llevan a cabo, pero también del proceso emocional que les permite recuperarse para dar mejor su pelea.
a atención psicosocial es un servicio en el que alguien está dispuesto a ofrecer ayuda a una persona que ha padecido hechos traumáticos. Este servicio implica al menos dos personas: una que sufre y otra que quiere ayudar. En situaciones de guerra como la que vive Colombia, la atención psicosocial se circunscribe muy frecuentemente a las ayudas, como consecuencias del conflicto, y las heridas psíquicas individuales de las víctimas tienen su origen en hechos políticos que afectan los Derechos Humanos de la población civil. En un contexto de guerra, la atención psicosocial es el tratamiento de las afecciones emocionales que sufren las personas, a las que se les han vulnerado sus derechos humanos, por causas políticas y sociales y que atañen a un colectivo o a una comunidad.
Dentro de la gama de violencias que sufren las mujeres, hemos decidido trabajar con las víctimas de violencia sexual, porque creemos que ésta es tal vez la forma de violencia más soterrada contra las mujeres en la paz, que se exacerba en la guerra y que permanece invisibilizada y naturalizada y, por tanto, con los índices más altos de impunidad. Y porque estamos seguras de que la violencia sexual constituye un arma que usan los actores de la guerra contra las mujeres, de una manera sistemática y generalizada.
En un país con más de 50 años en guerra, con una política gubernamental hipócrita, que nos manda un mensaje contradictorio en el que niega la guerra, a la vez que la promueve, en donde al menos una persona de cada 10 ha tenido que huir de su hogar y de su tierra debido a la guerra,2 la atención psicosocial debería ser considerada un servicio básico, como el agua o la energía. Pues si las víctimas son todas aquellas personas afectadas por el conflicto, bien podemos decir que todos los habitantes de este país somos víctimas.
Los actores armados utilizan la violencia sexual contra las mujeres de manera intencionada y normalmente con un propósito dentro de los fines de la guerra, como violentar a las mujeres señaladas como colaboradoras, informantes o novias de guerrilleros; agudizar el ataque que se da junto a las masacres, asesinando a las lideresas o a las figuras femeninas de autoridad en la comunidad; hacer notar la presencia en zonas de ocupación militar, etc. (Corporación Sisma Mujer 2007).
Ante las diferentes formas de acercarse al análisis de los efectos de la guerra, existe la alternativa del trabajo a favor de las víctimas, y dentro de ellas, de las mujeres víctimas, que por su condición de género padecen
La violencia sexual (OMS 2010) no se refiere únicamente a la violación, entendida como el acceso carnal violento, sino que incluye el embarazo forzado, el aborto forzado, la anticoncepción forzada, la esclavitud sexual, la desnudez forzada, la explotación sexual, la prostitución forzada. Y en esta guerra pueden perpetrarse todos estos delitos en una sola mujer.
1 La Corporación Sisma Mujer es una organización no gubernamental de carácter feminista que trabaja por la defensa, promoción y protección de los Derechos Humanos de las mujeres en Colombia. En el marco de este trabajo, Sisma Mujer representa judicialmente y presta apoyo psicosocial individual y colectivo a mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado colombiano. Este documento expresa “lo que hemos aprendido” sobre atención psicosocial a las víctimas de violencia sexual en el conflicto. 2 En Colombia hay 4’300.000 personas en situación de desplazamiento forzado, según el informe CODHES de 2009. Ver www.codhes.org.
La atención psicosocial de la violencia sexual no puede limitarse a los estrechos márgenes que nos ofrece la 87
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cuados ni personal capacitado para recaudar testimonios de violencia contra las mujeres y, en general, no se les cree a las víctimas. Y, por otra parte, las víctimas no denuncian. Y no lo hacen porque tienen una profunda desconfianza en los aparatos de justicia, porque saben que volverán a victimizarlas, porque reconocen que no serán protegidas, porque no cuentan con recursos económicos y porque el acceso a las instituciones judiciales suele ser muy difícil.
atención psicoterapéutica, de consultorio o diván. No es posible hacer tampoco un adecuado apoyo psicosocial sin tener una clara perspectiva de género que nos permita entender que la violencia es diferencial y afecta de forma específica a las mujeres, por el hecho de serlo; un enfoque feminista que de cuenta del hecho de que la violencia sexual contra las mujeres ocurre en un contexto cultural que ha validado tradicionalmente la propiedad sobre los cuerpos de las mujeres por parte de los hombres; requiere también un enfoque de Derechos Humanos que haga contundente el argumento de que la violencia sexual no es algo privado, ni algo natural que les pasa a las mujeres, sino que el derecho a vivir una vida libre de violencias es para las mujeres un derecho fundamental. Es indispensable también que reconozcamos el contexto político que origina la guerra. No podemos ser ajenas, ni ser neutrales, ante una posición del gobierno que ha desarrollado múltiples alternativas de beneficio a los victimarios, como la Ley de Justicia y Paz, y ha negado la atención, la restitución y el reconocimiento mínimo de los derechos de las víctimas.
Hay dos características de este conflicto que se vuelven en contra de las mujeres: una, que no tenemos posconflicto, que no ha habido negociación, ni solución de la guerra, ni desmovilización efectiva, ni transición. Las mujeres deben convivir con sus agresores, los diferentes actores armados que siguen actuando en los territorios, imponiendo sus normas, manteniendo sus amenazas. Y la otra: la militarización de la vida cotidiana, la intromisión de actores armados en el mundo social y político del país, la legitimización que se ha hecho de la guerra, hacen que las mujeres perciban que al denunciar ante un organismo estatal, lo hacen ante aquellos que también representan a sus agresores. El mismo Estado que no las protegió, que omitió su deber y su responsabilidad de garantizarles sus derechos fundamentales, que en el caso de los paramilitares propició su creación y fortalecimiento, que actuó en complicidad con ellos, debe recibir sus denuncias, como si se juzgara a sí mismo. Y esto no da confianza.
Luchar contra la impunidad, hacer que el Estado cumpla con la responsabilidad que tiene y lograr que las víctimas se conviertan en defensoras de sus derechos, son los principales pilares del trabajo psicosocial y psicojurídico, tanto en la atención individual como en la colectiva, y constituyen medios para avanzar hacia la garantía de una vida libre de violencias para las mujeres.
Pero, por otra parte, las mujeres no denuncian porque la violencia sexual es un delito marcado por la ironía, pues hace que las víctimas se conviertan en las principales sospechosas, y eso las obliga a callar.
Violencia sexual en la guerra, sin cifras y sin denuncia
De todas maneras los principales efectos de la violencia no pueden ser medidos en términos cuantitativos. La violencia cierra la posibilidad de proyectar futuros y de imaginar otras formas de convivencia, pues la vida queda atrapada por el miedo (Serje 2006, 27)
El exorcismo de la culpa Existe un imaginario según el cual las mujeres, si verdaderamente se lo proponen, pueden evitar ser violentadas sexualmente, de manera que cuando el hecho ocurre se sospecha que algo hizo la mujer para provocar su violación. Aún se interroga a las víctimas por su vida sexual, cómo iban vestidas en el momento de la agresión o si conocían a los agresores. Es por esto que la culpa está siempre presente en las víctimas.
La invisibilización de la violencia contra las mujeres, especialmente la sexual, acompañada de la idea de que esto no es un delito, sino algo natural, que les sucede a las mujeres por el hecho de serlo, hace que sea muy difícil conocer la magnitud de la violencia sexual. Y no se conoce porque no hay registros, y no los hay, entre otras cosas, porque históricamente el Estado se ha interesado poco por las víctimas y ha sido responsable, por acción o por omisión, de las violencias contra las mujeres.
La culpa es tal vez el sentimiento que mayores malestares psíquicos produce. Está en la base de las depresiones, de las adicciones, de muchos de los trastornos mentales. Y en la violencia sexual es uno de los sentimientos que aparece con más fuerza y dificulta la recu-
Los delitos que ocurren contra las mujeres en la guerra no se consideran prioritarios, no hay protocolos ade88
Lo que hemos aprendido sobre la atención a mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado colombiano
Ivonne Wilches
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miden por su “éxito”, sino por las posibilidades que le dan a la víctima de reparar en el camino el daño ocasionado. Algunas mujeres –conscientes de las pocas probabilidades–, de manera casi heroica, deciden que sentir que hacen algo frente al hecho de violencia, que sentarse frente a una autoridad a contar sus historias sintiéndose respaldadas, que poner sus firmas en un documento oficial, resultan profundamente significativos porque se transforman en sujetas de derechos, porque retoman el control de su vida, porque de pronto en el camino se van cayendo algunas culpas, asignándolas a quien corresponde: al agresor. Y también porque muchas mujeres saben que si denuncian y hay justicia, esto favorecerá para que no sean víctimas de este delito otras mujeres. Ése es el éxito con el que se puede medir un “caso” de violencia sexual.
peración. Cuando se logra eliminar la culpa, sin duda, habrá una mujer fortalecida, con un proceso mejor elaborado. Esto hace pensar que el exorcismo de la culpa es el trabajo principal del apoyo psicosocial. Las mujeres tienen, en general, muchas posibilidades de enfrentar situaciones difíciles. Sufrir abusos o violencia sexual no tiene necesariamente que marcar de forma negativa el destino de las mujeres. Muchas logran rehacerse de esas heridas emocionales que las han traumatizado y volver a vivir una vida similar a la de quienes no han tenido estos traumas. Pero los traumas no se curan a solas, se requiere siempre de un entorno favorable, de alguna persona próxima que proporcione apoyo y afecto para poder retomar el curso de la vida sin encallarse en el dolor. La resiliencia es la capacidad que tienen las personas para hacer frente al dolor, a experiencias difíciles o traumáticas. Pero no es una capacidad innata, sino que está muy determinada por las relaciones sociales, afectivas y familiares. Requiere también que la persona quiera comprender su herida y actuar. Una buena resiliencia empieza en la infancia, cuando de pequeños ha habido un entorno afectivo que nos permite sentirnos protegidos, seguros, cuando se ha conocido el buen trato. Por ello, la recuperación de los horrores de los hechos violentos será diferente, también, según haya sido la infancia de las víctimas. Y, en buena medida, el apoyo psicosocial proporciona a las mujeres una especie de “tutora de resiliencia”, una persona que acompaña, protege, entiende y le permite a la víctima volver a sentir apoyo y seguridad. En esto cumple un papel importante, en los casos de apoyo psicojurídico, el acompañamiento de la abogada, que es la persona que, además de apoyar y ser un modelo de protección, traduce la jerga jurídica a las mujeres y les hace entender que son ellas las dueñas de sus litigios, que pueden tomar sus propias decisiones para hacer valer sus derechos y que son, en muy buena medida, autogestionarias de su propia justicia.
El trauma, un dolor de todo el cuerpo La psicología cuenta con numerosos estudios sobre el trauma. Según Laplanche y Pontalis, el trauma es “un acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica” (Laplanche y Pontalis 1996, 236). Se han estudiado mucho el trauma en las guerras y, también, los efectos traumáticos como consecuencia de las catástrofes naturales. Lo que se ha encontrado es que las víctimas de desastres de la naturaleza pueden hablar más de ellos, recordar más, olvidar menos, y los tiempos de recuperación suelen ser más cortos. Mientras que los traumas en los que se afectan las relaciones con las personas, con los seres queridos, son más difíciles de elaborar, toman más tiempo. A mi esposo lo asesinaron delante de mí; tengo un hijo desaparecido, ellos se lo llevaron. A mí me violaron, y a mis dos hijas. Mi nieto mayor es producto de esas violaciones. Tuvimos que desplazarnos, dejar todo, las cosas, los animales, la casita, todo. Nos vinimos con lo que teníamos puesto. A pesar de tanto tiempo sigo con hemorragias y me duele, pero tengo que trabajar para poder comer, aunque a veces también pasamos hambre. No he recibido ninguna ayuda y, la verdad, ya no sé qué más me puede pasar.3
Es importante que el valor de la justicia lo den las mujeres y no quienes ayudamos, ni el Estado, en el que las posibilidades de justicia son tan escasas, sin que esto exonere del cumplimiento de los deberes frente a las víctimas. Una cosa que deben tener en cuenta las organizaciones no gubernamentales es que no pueden asumir las responsabilidades que son del Estado y resolver problemas que lo eximan de sus obligaciones. Buena parte del trabajo está en exigir el cumplimiento de esas obligaciones.
Cuando una mujer sobreviviente de la guerra pierde uno o más hijos o hijas, algunos asesinados, otros desapareci-
Sin embargo, también es importante que quienes ayudan comprendan que los casos de violencia sexual no se
3 Testimonio, mujer del grupo de autoayuda. Sisma, 2009.
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dos, con la dificultad del duelo cuando no hay cadáver, o pierde a su compañero porque muere o desaparece, o porque la abandona, o es forzada a desplazarse y a dejar absolutamente todo lo que tenía: su tierra, sus cosas, su casa, sus redes sociales, su arraigo, y además es violada, generalmente por más de un actor armado, ¿qué trauma debemos atender? Las teorías del trauma se quedan cortas, porque lo que ocurre es un arrasamiento de la persona en todas sus dimensiones. La desestructuración de la persona es total y los duelos que debe elaborar son múltiples, al igual que sus dolores.
ocurre algo, que la duración eterna del dolor bestial se ha interrumpido por un instante –aunque sea para intensificarse– (Pavese 2005, 89).
El dolor suele estar bastante más cercano del silencio que de la palabra. El acompañamiento de víctimas exige entonces el acompañamiento del dolor, la comprensión del silencio y el respeto por el sufrimiento ajeno. Es entonces que hay que estar atentos a no querer, por nuestra propia comodidad, negar el dolor de ellas, ocultarlo tras el discurso o presionar el entendimiento. Hay también violencia en la memoria, y recordar el dolor puede ser volver a sentirlo. Es evidente que tras la palabra se logra dar nuevos significados a los recuerdos, y que las palabras, como símbolos, pueden reparar. Pero los tiempos para apaciguar el dolor son los tiempos de las víctimas, no los nuestros. “En el dolor transita una materia intransferible a la comunicación, más cerca del silencio, más sensible a procesos no verbales, a procederes analógicos y a estratos más comprometidos con el inconsciente” (López 1998, 108).
Las mujeres víctimas de violencia sexual en la guerra suelen ser invisibilizadas, y los ámbitos del padecimiento que las define buscan ser neutralizados a toda costa. La sociedad les niega su dolor, a veces de manera institucionalizada y organizada. Y unido al dolor de la violencia sexual padecida, la mayoría de las víctimas debe enfrentar otros dolores: la tortura, la muerte y la desaparición de seres queridos, el secuestro y el desplazamiento forzado. Para las sobrevivientes de la guerra, nunca antes la muerte había sido tan cotidiana y su presencia tan palpable, pero a la vez, nunca antes se había enaltecido tanto al silencio tras la muerte. Y se vuelve rutinaria la convivencia con los rastros del crimen y con las huellas de la sangre, hasta que, incluso, dejan de verse. “Esta muerte que nos acompaña desde el amanecer hasta la noche, insomne, sorda, como un presentimiento o un vicio absurdo” (Pavese 2005, 47).
Sin embargo, cuando una víctima se decide a denunciar, los tiempos no son nuestros, ni de ella, son de procedimientos estrechamente rígidos: los tiempos dispuestos por el Estado son irrespetuosos y desestimulan insistentemente la denuncia, el decir, el contar. Paradójicamente, frente a la violencia sexual, el Estado estimula el silencio… “No hay nada más pesado que la comprensión. Ni siquiera el propio dolor es tan pesado como el dolor sentido, por alguien, para alguien, multiplicado por la imaginación, prolongado en mil ecos” (Kundera 1984, 6).
No hay nada que nos desintegre de manera más íntima que el dolor (Orjuela 2009). Y en ningún caso el dolor es un privilegio:
La vivencia del dolor obliga a la introspección, al encuentro inefable consigo misma, pero el sufrimiento inconmensurable que puede ser dialogado crea nuevas dimensiones al dolor, a través de la relación con alguien que escucha. En la atención psicosocial el que acompaña se convierte en espejo, que devuelve imágenes reparadoras, siempre y cuando sea capaz de marchar al ritmo de la que padece, pudiéndose afinar con la tonalidad de su sufrimiento.
El dolor es una cosa bestial y feroz, trivial y gratuita, natural como el aire. Es impalpable, escapa a toda captura y a toda lucha; vive en el tiempo, es lo mismo que el tiempo; si tiene sobresaltos y gritos, los tiene sólo para dejar más indefenso a quien sufre, en los instantes sucesivos, en los largos instantes en los que se vuelve a saborear el desgarramiento pasado y se espera el siguiente. Estos sobresaltos no son el dolor propiamente dicho, son instantes de vitalidad inventados por los nervios para hacer sentir la duración del dolor verdadero, la duración tediosa, exasperante, infinita del tiempo-dolor. Quien sufre está siempre en situación de espera, espera del sobresalto y espera del nuevo sobresalto. Llega un momento en que se prefiere la crisis del grito a su espera. Llega un momento en que se grita sin necesidad, con tal de romper la corriente del tiempo, con tal de sentir que
El cuerpo es la parte visible del alma. (William Blake)4 El dolor se instala en el cuerpo, porque el cuerpo es el alma. La agresión física es igualmente psíquica, pues no se da una sin la otra. Y la agresión sexual potencia 4 Citado por Álvaro Restrepo en su curso de sensibilización corporal.
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las otras dos. Debemos estar muy atentas a los cuerpos de las víctimas, porque sus cuerpos nos hablan; sólo está en nosotras estar dispuestas a escucharlos. Siempre buscamos cómo “descargar” las penas, los dolores, los sufrimientos en alguno de los órganos de nuestro cuerpo, de manera que las enfermedades pueden estar frecuentemente asociadas a los malestares del alma. En las víctimas de violencia sexual hay “dolores” que les son comunes. Hay trastornos del sueño, del apetito, en el vientre, cólicos, dolores de cabeza y, con frecuencia, ideas e intentos de suicidio. Son, en todo caso, dolores de almas heridas. “Compré un veneno para ratas, para dárselo a mis hijos y tomar yo. Era la única salida que le vi a este dolor”.5
instalado en el ejercicio de la palabra. Pero su uso debería ser libre, y a las víctimas debemos reconocerles su libertad de valerse de la palabra o del silencio. Tanto el Estado como sus autoridades dudan de la falta de palabras de las víctimas. Ven en el silencio una forma de ocultar la verdad; en el llanto excesivo, una forma de manipulación, y en las contradicciones, la confesión de la mentira. Y es que la administración de justicia es incapaz de considerar los silencios, los llantos y las contradicciones, porque el Derecho se basa en la objetividad, la serenidad, la racionalidad, la imparcialidad. Pero la violencia sexual no es objetiva, serena, racional, ni imparcial, y sus víctimas tampoco pueden serlo.
El trabajo de reconocimiento del cuerpo en las mujeres víctimas de violencia sexual se relaciona con frecuencia con la aceptación de la propia sexualidad, que se instala en el cuerpo. La profundidad se esconde en la superficie de las cosas, por lo que la piel de las mujeres víctimas también hace parte del fracaso. El derecho al goce parece terminarse tras la violación. Es común que las víctimas cambien su apariencia física, se vistan con ropas que las cubran, se engorden, se arreglen poco.
El lenguaje nunca es inocente: las palabras tienen una memoria segunda que se prolonga misteriosamente en medio de las significaciones nuevas. La escritura es precisamente ese compromiso entre una libertad y un recuerdo (Barthes 1973, 114).
Las mujeres, organizadas o solas, han dado pasos enormes frente al delito de violencia sexual, cuando se han atrevido a denunciarlo, a nombrarlo, a hablar de lo que les ocurrió, con lo que suele aparecer para ellas la esperanza. Y es un enorme atrevimiento, pues a pesar de los estudios feministas, de los avances –a paso de tortuga– de las legislaciones, de los numerosos acuerdos internacionales, de los estudios de género, de la psicología, de la antropología, de las organizaciones y los movimientos de mujeres, la violencia sexual sigue instalada en el silencio de las víctimas, un silencio afianzado por la vergüenza y la culpa, que no deberían ser sentimientos de la víctima, sino del victimario. El silencio de los victimarios no se cuestiona, no se les presiona a hablar de sus delitos sexuales, de los detalles con que instalaron el horror en el cuerpo de sus víctimas.
La piel es lo más profundo. (Paul Valéry) Pero cuando logran iniciar el camino de la recuperación, lo primero que observamos son las transformaciones de sus cuerpos, por las caricias que ellas mismas se hacen en el alma. Vuelven a sentirse lindas. Existe de nuevo la esperanza del deseo y del amor. Y cuando ellas optan por las caricias, parecería que el camino no tiene reversa.
Se pide a las víctimas que hablen, porque en realidad se duda de la palabra de las mujeres, no así de la “palabra del hombre”; la credibilidad de los hombres y de sus palabras se da como un hecho, mientras que la de las mujeres pareciera siempre tener que comprobarse. Pero el silencio sigue allí, porque no es fácil escuchar a las mujeres, ni reconocer sus silencios, y de alguna manera se piensa que es mejor no saber, negar que ocurrieron esos hechos de violencia contra mujeres y niñas, terribles, siniestros, como si, al no saber, estos hechos desaparecieran. “A mí no me cuente de eso” es una respuesta típica a la que se enfrentan las víctimas cuando logran vencer el silencio y quieren contar lo que les pasó. Una respuesta así quiebra
Silencio y violencia sexual. Ser capaces de escuchar el silencio Las mujeres víctimas de violencia sexual tienen al menos tres elementos comunes, que son sus opciones y sobre los que nadie puede pregonar: conservar la memoria subjetiva, ejercer el perdón y elegir entre hablar o callar. Sin embargo, todo el entramado sobre el que se construyen la atención, la recuperación, la memoria, está 5 Testimonio, mujer del grupo de autoayuda. Sisma Mujer, 2009.
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Los resquicios del olvido
cualquier oportunidad para que la mujer pueda al fin hablar, y señala las incapacidades de aquellos que deberían saber escucharlas.
El diablo es el seductor de la memoria. Deshace todo lo bueno. (Bergman 1959)
Pero también porque las víctimas saben que es mejor guardar silencio, porque muy probablemente no les van a creer, o van a ser acusadas por no haberlo evitado, o por haberlo provocado. La violencia sexual, ese dramático delito en el que la víctima enseguida se vuelve culpable.
Frente a la negación que se hace de la violencia sexual, usualmente por parte de familiares, especialmente de la madre en los casos de abusos de sus hijas, así como por la sociedad, el Estado y las comunidades que invisibilizan este delito, ocurre un fenómeno psicológico llamado desmentida, es decir que la víctima, debido a la percepción recibida del exterior, de inexistencia de lo ocurrido, termina por considerar que lo que pasó no pasó, lo que existe no existe, lo que sucede no sucede.
No sabe cómo me duele hablar de eso. Es volver a sentir lo mismo, pero a la vez siento un alivio. Es como quitarse un peso y la siguiente vez que uno vuelve a hablar como que duele un poquito menos.6
Quienes trabajamos con mujeres sabemos de lo poco probable que es que ellas consulten por haber sido víctimas de violencia sexual. Consultan por cualquier otra cosa, y es nuestro deber estar atentas a escuchar el silencio, a indagar estos hechos, si sospechamos que pudieron haber ocurrido, si algo en sus relatos nos permite inferirlos. Las agresiones sexuales que cometen los actores armados, legales e ilegales, en la guerra, se dan luego de haber sometido a las víctimas a una situación de militarización de sus vidas, imponiendo modelos machistas fuertemente asociados al temor, al control, a las armas, a la coacción y a la fuerza. Ante esta nueva situación de la vida de las mujeres, la violencia por parte de actores armados confirma la vivencia milenaria de su debilidad, su vulnerabilidad y su impotencia. En estos casos, el silencio de las víctimas es mucho mayor, porque hablar significa poner nuevamente en riesgo sus vidas y las de sus familias.
El yo queda dañado, al no poder identificar una percepción. Ocurre entonces “la amnesia de acontecimientos traumáticos” asociada a la desmentida, y que se presenta en sobrevivientes de la guerra, de la violencia sexual, de atentados terroristas, etc. La pérdida de memoria no es una represión propiamente dicha, es una defensa para no recordar lo que ha dolido tanto. El efecto traumático de la violencia sexual suele ser devastador, y ante la imposibilidad de nombrarlo, lo mejor es no recordar. Pero el olvido tiene grietas y las afectaciones aparecen en comportamientos autodestructivos, intentos de suicidio, pesadillas, aislamiento, depresión, problemas sexuales, baja autoestima y, en ocasiones, afectaciones más serias de trastornos mentales. El Estado, creado tan perfectamente para la palabra, no permite pérdidas de memoria, duda de ellas, imagina manipulaciones y deseos de venganza. Y es que el Estado no deja espacio para ver el cuerpo, no pregunta por las depresiones, por la autoestima, por los suicidios. Los informes que se hacen a las mujeres sólo apuntan a validar la credibilidad de las víctimas y dejar en papel –nuevamente con palabras, pero esta vez de especialistas– las secuelas físicas en sus vidas y aquellas relacionadas con el espacio público (pérdidas económicas, en su sociabilidad, en sus trabajos), no con el privado (sus dolores, pesadillas, depresiones, llantos).
Cuando las mujeres recuerdan y narran sus historias, la violencia vuelve a ser vivida por ellas de una manera especialmente dolorosa y humillante, aterradora, que no es fácil de escuchar y para la que es necesario también prepararse, pues con facilidad quien escucha, si no lo hace con suficiente respeto, tacto y prudencia, puede, en vez de acercarse, entrometerse, abusar de nuevo. Aquí se exige, entonces, para quienes trabajamos con las mujeres y por sus derechos, una escucha que debe llegar casi a la filigrana, de manera que cualquier sospecha, cualquier inferencia, se convierte en un deber nuestro de indagar, sin juzgar, sin hacer parte de la imagen del dedo que señala, sin entrometerse. Respetando el tiempo de las víctimas, sus silencios tanto como sus palabras.
El olvido es la única venganza y el único perdón. (Borges 1969, 55) Sin embargo, debemos considerar los olvidos, no tanto como intenciones de las mujeres de no querer hablar, sino como mecanismos de defensa, muchas veces inconscientes, que son reales y se utilizan como protectores frente a la angustia. Hay violencia en la memoria, cuan-
6 Testimonio, mujer del grupo de autoayuda. Sisma, 2009.
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no en su masificación. Y también en el reconocimiento de su dolor, no en su neutralización. No en considerar que hay víctimas de primera y de segunda categoría.
do recordar obliga a que la persona vuelva a sentir el dolor de lo ocurrido. Cada víctima tendrá sus olvidos, de la misma manera que sus recuerdos, con los tiempos propios para cada caso, para cada historia, para cada mujer. Pero con mucha frecuencia las historias relatadas por las mujeres tendrán lapsus, lagunas, pedazos de tiempo que se olvidan y que podrán aparecer cuando se inicia el acompañamiento psicológico, tras un trabajo psíquico que hace la mujer, cuando vislumbra la esperanza. Es frecuente que haya contradicciones en sus relatos, dificultades para precisar tiempos, espacios, rostros. Y estas imprecisiones no son mentiras, son sólo el resultado del dolor, que ha hecho que se repriman los recuerdos, y con el ejercicio de la palabra y de la memoria, los relatos aparecen fácilmente fragmentados.
La reparación debe aspirar a que la víctima deje de serlo, igual que en la psicoterapia, que lo que busca es que al paciente deje de servirle. Una víctima repara cuando se reconcilia, primero, consigo misma, luego con su entorno y luego con la sociedad. El perdón y el olvido, que lo que buscan es reparar a los victimarios, no tienen cabida en el desagravio a las víctimas y deberán ser una opción. La verdad debe posarse sobre la dignidad de las personas que vivieron esa verdad, que la padecieron. Es la recuperación de la dignidad lo que restituye la humanidad de las mujeres que han sido violentadas. Pero son las mujeres víctimas quienes deciden cuáles son los símbolos que reparan, sin que se les impongan símbolos ajenos, resultado de posiciones intelectuales, políticas, ideológicas. Los símbolos deben apuntar a la dignidad y a la fuerza de las víctimas, no a su debilidad o a su precariedad. Deben estar en contra de la compasión que ofende a las víctimas, y al lado de su valor y de su integridad. Los símbolos de la reparación deben evocar la calidad de lo perdido (Orjuela 2009), el reconocimiento del dolor que daña la subjetividad y lesiona a las comunidades, la posibilidad de simbolizar lo perdido que nunca será ya idéntico. Es, en últimas, la posibilidad de dar nuevos significados al daño, de manera que se atenúe el dolor.
Los símbolos del desagravio. ¿Es posible la reparación? Se ha discutido mucho sobre la reparación a las víctimas, y nuestro gobierno ha asumido el camino más fácil, pero sobre todo el más injusto: el de pretender reparar económicamente los daños que la violencia ha causado, sin asumir que faltó a su deber de garantizar el respeto de los Derechos Humanos, y disfraza su falta con una actitud aparentemente solidaria, con la que no se apropia de su responsabilidad, haciéndose cómplice de la violencia contra las mujeres.
Las víctimas heredan el dolor, pero también pueden expresar un poder colectivo al que se le teme, pues constata unas fortalezas personales que muchas veces intimidan. Las exposiciones públicas de las víctimas, con sus verdades y sus ambiciones de justicia, construyen hechos históricos para la memoria colectiva, pero especialmente fortalecen a las que padecen y, de paso, a quienes las acompañan.
La vulneración de los derechos no tiene un precio, de la misma manera que la reparación de alguien no es posible. Puede repararse una cosa, no una persona. Pero, por sobre todo, solamente la víctima puede determinar, desde su dimensión moral, el alcance de la reparación del daño ocasionado a su patrimonio subjetivo (Orjuela 2009). Bien puede hacerse un balance del daño económico, cuánto valen los muebles e inmuebles, pero cómo poner precio al dolor, a la angustia, al miedo, a la vulneración. Cuánto de indemnizable tienen las pesadillas o el miedo. Qué capital rehabilita el equilibrio interior. La víctima es la única que puede saberlo, pero no hay un precio monetario para ello. La reparación opera entonces sobre los símbolos.
Pretensión de epílogo Los seres humanos no somos objeto de ciencia, sino de poesía. (Constaín 1997, 37)
Lo que requiere la reparación psíquica, moral, subjetiva, no puede traducirse en dinero, sólo puede operar el desagravio a través del sentimiento. Y el desagravio debe operar también sobre los colectivos, sobre las comunidades.
Estamos ante un camino que hacemos al caminar, que nos obliga a andar sin pautas preestablecidas, sin señales, ni guías. Con la certeza de nuestra obligación de caminar a la vez que investigamos, de acompañar siempre preguntándonos y, especialmente, de crear, de ser las inventoras de la esperanza.
La reparación simbólica debe insertarse y originarse en el respeto profundo de la individualidad de las víctimas, 93
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La violencia sexual es la llaga sobre la que tenemos que poner el dedo que resarce. Y como profesionales, como mujeres, sabemos que son las víctimas quienes tienen las pautas, quienes pueden leer en la brújula el norte que se debe seguir en cada caso. Ojos bien abiertos, oídos bien despiertos que nos permitan atender al corazón, para promover el atrevimiento y dejar que surja la esperanza. Abrirle la puerta a la fuerza de las mujeres y disfrutar, por tener el privilegio de compartir sus abrazos.
7. Kundera, Milan. 1984. El libro de la risa y el olvido. Barcelona: Seix Barral. 8. Laplanche, Jean y Jean Pontalis. 1996. Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Paidós. 9. López, Martha. 1998. El dolor: la sede del conflicto. En Duelo, memoria y reparación, ed. Iván Cepeda, 49-59. Bogotá: Fundación Manuel Cepeda Vargas - Defensoría del Pueblo.
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16. Weil, Simone. 2004. La Ilíada o el Poema de la Fuerza. Bogotá: Señal que Cabalgamos - Universidad Nacional de Colombia.
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Hombres en situación de desplazamiento: transformaciones de la masculinidad* por Claudia Tovar Guerra** Carol Pavajeau Delgado*** Fecha de recepción: 16 de diciembre de 2009 Fecha de aceptación: 10 de junio de 2010 Fecha de modificación: 8 de julio de 2010
Resumen El artículo muestra la falta de reflexión académica y política acerca de la situación de los hombres en condición de desplazamiento forzado en Colombia y analiza cómo esta problemática incide en la reconfiguración de las masculinidades, al tiempo que produce tensiones, reacciones y transformaciones en su subjetividad de género. Alude a las implicaciones sociales de dicha situación, invitando a pensar el tema desde una perspectiva psicosocial para el diseño de estrategias de acompañamiento útiles para avanzar hacia la equidad de género en este campo.
Palabras clave: Masculinidades, desplazamiento forzado, subjetividad, género.
Men in Situations of Displacement: Transformations of Masculinity Abstract This article demonstrates the lack of academic and political attention regarding the situation of forcibly displaced men in Colombia. It analyzes the way the problem of displacement reconfigures masculinities at the same time that it generates tensions, reactions, and transformations in the way that men think about their own gender. It alludes to the social implications of this situation, encouraging us to think about the topic from a psychosocial perspective in order to design useful accompaniment strategies to move towards gender equity in this area.
Key words: Masculinities, Forced Displacement, Subjectivity, Gender.
Homens em situação de deslocamento: transformações da masculinidade Resumo O artigo mostra a falta de reflexão acadêmica e política sobre a situação dos homens em condição de deslocamento forçado na Colômbia e analisa como esta problemática incide na reconfiguração das masculinidades, ao mesmo tempo em que produz tensões, reações e transformações em sua subjetividade de gênero. Alude às implicações sociais de tal situação, convidando a pensar sobre o tema a partir de uma perspectiva psicossocial para o desenvolvimento de estratégias de acompanhamento úteis para avançar até a igualdade de gênero nesse campo.
Palabras chave: Masculinidades, deslocamento forçado, subjetividade, gênero.
* Este artículo hace parte de una investigación independiente. ** Psicóloga, Especialista en Resolución de Conflictos y Magister en Estudios Políticos de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesora de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Miembro del Grupo de investigación Lazos sociales y culturas de paz. Últimas Publicaciones: Building Cultures of Peace from the Devastation of War (con Stella Sacipa, Luisa Fernanda Galindo y Raúl Vidales). En Psychology of Liberation: Theory and Applications, eds. Maritza Montero y Christopher Sonn, 221-235.Berlín: Springer-Verlag, 2009; Acompañamiento psicosocial comunitario a personas en situación de desplazamiento. En Psicología de la liberación en el contexto de la globalización neoliberal: acciones, reflexiones y desafíos, eds. Ignacio Dobles, Sara Baltodano y Vilma Leandro Zúñiga, 329-335. San José de Costa Rica: Universidad de Costa Rica, 2007. Correo electrónico: claudia.tovar@javeriana.edu.co. *** Psicóloga de la Pontificia Universidad Javeriana. Magister en Antropología Social de la Universidad de los Andes. Profesora de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Consultora independiente en los temas de género, sexualidad y derechos humanos. Última publicación: Las subjetividades como centro de la formación ciudadana (con Ángela María Ocampo y Sara Méndez). Universitas Psychologica 7, No. 3: 837-852. Correo electrónico: cpavajeau@javeriana.edu.co.
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Masculinidades en Colombia
En América Latina y en Colombia, los mencionados estudios han realizado avances significativos al aproximarse a los diferentes contextos masculinos y a la influencia de éstos en la construcción de las identidades de los hombres. En ese sentido, han aportado claridades sobre las prácticas masculinas (paternidad, sexualidad, homosocialidad y violencias, entre otras) que tanto en lo particular como en lo colectivo pueden ser liberadoras, dominadoras o ambivalentes (ambas cosas a la vez), debido a que están sujetas a los momentos históricos y a las dinámicas culturales en donde se desarrollan. Estas prácticas también proporcionan elementos tradicionales o innovadores de la subjetividad masculina. Adicionalmente, los mencionados trabajos han evidenciado la importancia de comprender el género como categoría de análisis relacional, ya que dicha mirada permite entender cómo éste opera en cada contexto; cuáles son los códigos éticos y políticos que lo sostienen; cómo se consolida lo correcto, la norma, el deber ser en las subjetividades y colectividades hasta naturalizarlo, anclando así una visión crítica que facilita pensar en la necesidad de una deconstrucción cultural (Pavajeau 2006).
L
a investigación sobre masculinidades en América Latina comienza a finales de la década de los ochenta. El tema surge y se desarrolla simultáneamente en la academia y en los grupos de reflexión interesados en el mismo. Mara Viveros (2002) agrupó en los siguientes ejes temáticos los diferentes estudios sobre masculinidades realizados en la región: • Identidades masculinas: los significados de la masculinidad, los efectos del contexto social en las identidades masculinas, identidades masculinas en el mundo del trabajo, masculinidades y clases sociales, masculinidades e identidades étnico-raciales. • Las masculinidades en el ámbito privado: la paternidad, prácticas y representaciones; los estudios sobre salud sexual y reproductiva; las fronteras de la sexualidad. • Violencias y homosocialidad masculina: masculinidades y violencia, escenarios de homosocialidad masculina.
Ahora bien, la relación entre masculinidades y desplazamiento forzado en Colombia ha sido poco explorada por la academia, aunque muchos señalan la necesidad de su estudio, dado que la experiencia de trabajo con personas en tal situación lo ha hecho evidente. Pese a ello, puede sostenerse que en el país no hay una problematización clara, ni una trayectoria de trabajo que permita visibilizar el fenómeno y formular lineamientos de acción para las ciencias sociales y la política pública.
A su vez, Fredy Gómez (2001, 21-35) condensó los estudios de masculinidad en Colombia en tres campos: el primero se refiere a la construcción de las identidades masculinas; allí se sitúan las siguientes líneas de investigación: a. La referida a narraciones, opiniones y reflexiones colectivas alrededor de las identidades de género y el papel de los varones en el ejercicio del poder y la violencia. b. La concerniente a las identidades en cohesión con diversas culturas regionales y aspectos socioeconómicos. c. Y una centrada en las identidades masculinas y femeninas en contextos específicos como la educación, a partir de una investigación etnográfica en el aula.
Desplazamiento forzado y género El desplazamiento forzado es una problemática que afecta a Colombia desde hace varias décadas. Durante los últimos 20 años la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento Forzado (Codhes) y la Conferencia Episcopal de Colombia (2005) han contabilizado 3,8 millones de personas en situación de desplazamiento, mientras que las cifras estatales señalan un acumulado de 1,9 millones a octubre de 2006. Según Codhes (2008), 305.966 personas fueron desplazadas en Colombia durante el año 2007, es decir, un promedio de 838 personas cada día. Estas cifras evidencian la difícil y compleja situación de violencia política que atraviesa Colombia. La Ley 387 de 1997 define así la condición de desplazamiento:
El segundo campo alude al fenómeno de la paternidad e indaga por la participación de los padres en el contexto de las dinámicas familiares. El último aborda lo concerniente a la salud sexual y reproductiva, y es donde más se han centrado las investigaciones. Acá se explora la relación que tiene este ámbito con la construcción de masculinidades y la perspectiva de derechos en Colombia. 96
Hombres en situación de desplazamiento: transformaciones de la masculinidad Claudia Tovar Guerra, Carol Pavajeau Delgado
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4. Mujeres y hombres vivencian el estigma del desplazamiento en diferentes ámbitos. Las mujeres experimentan mayor discriminación en los espacios comunitarios, situación que se agudiza cuando ellas son indígenas o afrocolombianas. En el ámbito laboral, los hombres, debido a que sus saberes u oficios están relacionados en su mayoría con lo rural, no son demandados en los contextos urbanos. Por otro lado, el uso del documento de identificación para acceder a los apoyos y beneficios a los que tienen derecho por su condición, se ha convertido en una dificultad, pues durante sus muchos años en el campo, para ellos y ellas no era de vital importancia poseerlo, motivo por el cual algunas personas no accedieron al mismo, como en el caso de la mayoría de las mujeres; además, en el momento del desplazamiento, y por ser una situación de impacto improvista, a muchas personas, y en especial a los hombres, se les extravió su documento de identificación. 5. La dificultad para adaptarse al nuevo contexto también se evidencia en el deseo de retorno o reubicación, este último preferido por las mujeres, mientras que los hombres optarían por volver a su sitio de origen. 6. En relación con la vida pública reflejada en la interlocución que estas personas hacen con las instituciones, predomina la participación masculina, en cuanto se considera como un espacio tradicionalmente masculino. Las mujeres acuden más a las redes cercanas e informales. 7. Respecto de los derechos sexuales y reproductivos, se presentan una mayor vulneración hacia las mujeres en hechos como la violencia sexual usada como arma de guerra (violación, acoso, prostitución y servicios sexuales forzados) y la agudización del maltrato intrafamiliar.
Es desplazado toda persona que se ha visto forzada a migrar dentro del territorio nacional abandonando su localidad de residencia o actividades económicas habituales, porque su vida, su integridad física, su seguridad o libertad personales han sido vulneradas o se encuentran directamente amenazadas, con ocasión de cualquiera de las siguientes situaciones: Conflicto armado interno, disturbios y tensiones interiores, violencia generalizada, violaciones masivas de los Derechos Humanos, infracciones al Derecho Internacional Humanitario u otras circunstancias emanadas de las situaciones anteriores que puedan alterar o alteren drásticamente el orden público.
Dado que el desplazamiento forzado tiene efectos diferenciales según el género (mujeres, hombres), la edad (niños, niñas, jóvenes, adultos, adultos mayores), la procedencia regional y la pertenencia étnica, la aproximación investigativa de su impacto sobre las subjetividades y la colectividad exige adoptar una perspectiva relacional. Igualmente, es necesario tener en cuenta que los efectos diferenciados del desplazamiento obedecen, a su vez, a una doble condición de desigualdad: la histórica y la actual (agudizada por el fenómeno mismo). Donny Meertens (2004) resume así los efectos diferenciados del desplazamiento entre hombres y mujeres: 1. Aumento de mujeres jefas de hogar a causa de la violencia: viudez, rupturas familiares provocadas por el desarraigo, las tensiones del anonimato, la clandestinidad o las nuevas dinámicas de la gran ciudad. 2. El hecho violento y sus efectos traumáticos son más fuertes para las mujeres campesinas cuando quedan viudas o se ven sometidas a la desintegración familiar, debido a que su mundo ha estado restringido al ámbito privado (la familia, lo doméstico, la vecindad). 3. Posteriormente, en el proceso de subsistencia y reconstrucción fuera de su lugar de origen, los hombres se ven más afectados por el desempleo, pues se altera su imagen de proveedor y protector. Ellos ven vulnerada su dignidad al tener que asumir actividades de rebusque o dedicarse a las tareas domésticas. Debido a la experiencia de trabajo doméstico, para las mujeres desplazadas es más fácil movilizarse en el área productiva, lo cual no significa que sea en las mejores condiciones laborales. Esta circunstancia ha afectado las dinámicas familiares, propiciando transformaciones en las formas de vivir y sentir lo masculino y lo femenino y los significados, hábitos y prácticas de los roles de género y generación.
Masculinidades y desplazamiento Las investigaciones con perspectiva de género acerca del desplazamiento forzado generalmente se han centrado en caracterizar las condiciones de vulnerabilidad de mujeres, niñas y niños que afrontan esta dura experiencia. La importancia de tales estudios radica en proponer estrategias de acompañamiento y apoyo a dicha población, máxime cuando se ha demostrado que la violencia contra mujeres, niñas y niños se incrementa considerablemente. No obstante, son escasos los estudios interesados en la situación de los hombres desplazados y que aporten comprensiones amplias sobre las transformaciones en su subjetividad. Más allá de 97
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considerarlos como agentes de la violencia intrafamiliar, resulta importante abordar la manera como la situación de desplazamiento incide en la reconfiguración de las masculinidades, generando tensiones, reacciones y/o transformaciones.
población desplazada y población estrato uno no desplazada en cuatro ciudades de Colombia (OPS e INS 2002) y el Sistema de Información Rut (Conferencia Episcopal de Colombia 2006), dejan ver claras diferencias en el impacto sobre la situación laboral de los hombres en relación con las mujeres, quienes al poco tiempo de llegar han accedido en un porcentaje superior a una actividad económicamente productiva. Este último, por ejemplo, reporta que:
Diversas investigaciones sobre masculinidades en Latinoamérica han insistido en la necesidad de abordar y propiciar transformaciones en los hombres como estrategia importante para avanzar hacia la equidad de género (Faur 2004 y 2006; Gómez 2004; Pavajeau 2006; Viveros, Olavarría y Fuller 2001). Desde una perspectiva relacional que tenga en cuenta aspectos regionales, generacionales y étnicos, resulta relevante entender la operación del sistema de género en el contexto situacional específico del desplazamiento: ¿cuáles órdenes morales sostienen las masculinidades?, ¿qué tipo de masculinidades se perfilan?, ¿qué tipo de relaciones de género se instauran?, ¿qué tensiones y transformaciones experimentan las masculinidades emocional, personal, social y culturalmente?
La desocupación afecta más a los hombres que a las mujeres, aunque las diferencias no son muy significativas. En cuanto a actividad laboral, entre los hombres la agricultura ocupa el primer lugar, seguida de Oficios varios; las mujeres tienen muy poca vinculación con la agricultura; la mayor participación se encuentra en Oficios varios, con proporciones muy similares a las de los jefes; las/os empleados representan sólo el 6%-7%. […] La movilización hacia las grandes ciudades choca con esta especialización, generando mayor desocupación masculina; en el caso de las mujeres, en los procesos migratorios de distinto orden, la posibilidad de éstas de hacer una extensión del trabajo doméstico de manera remunerada en otros hogares, facilita su inserción laboral.
A partir de preguntas como éstas se busca construir una visión crítica que promueva procesos de deconstrucción cultural y transformación de las subjetividades hacia mayores grados de equidad de género.
Otros ya lo habían observado: “Dado el perfil ocupacional básicamente agrícola y ganadero de las cabezas de familia, en razón de su condición rural, éstas encuentran grandes obstáculos para generar sus propios recursos en la ciudad” (Acnur y Defensoría del Pueblo 2003, 31).
Fisuras de la masculinidad hegemónica a raíz del desplazamiento
El desplazamiento es una situación de cambio forzado que impone movilizaciones personales, sociales y culturales. Por motivos ajenos a la voluntad de los hombres, los rigores de la supervivencia económica llevan a la modificación de los roles de la tradicional división sexual del trabajo, así como de la dinámica familiar misma. Esta situación repentina y crítica revela transformaciones personales y relacionales y trastoca los límites tradicionales entre lo masculino y lo femenino. Si bien se han documentado algunas de las problemáticas más frecuentes que viven los hombres desarraigados, aún son invisibles sus efectos en su identidad de género y en su subjetividad.
No obstante, estos estudios no permiten identificar la afectación producida en la identidad de género y en el bienestar emocional de la población masculina, así como en la calidad de vida de sus familias. Tal como están diseñados los instrumentos, no se tienen en cuenta los elementos culturales que pueden afectar el registro de la información sobre estos temas. Por ejemplo, el componente psicológico en la Encuesta Nacional de Hogares Desplazados (Codhes 2001) medía básicamente indicadores de depresión y satisfacción, a través del autorreporte de síntomas que para la racionalidad masculina rural resultan inconfesables, lo que sólo permitió ver la afectación en la población femenina, que históricamente no se avergüenza del llanto y el miedo, y, por
Estudios encargados del seguimiento a la situación de la población en condición de desplazamiento forzado, tales como la Encuesta Nacional de Hogares Desplazados (Codhes 2001),1 el Estudio de Perfil Epidemiológico de
se realizó anualmente desde 1995 hasta 2000. A partir de entonces el seguimiento cambió su perfil para ocuparse de monitorear la respuesta estatal de atención integral a la población, y más recientemente se está ocupando de medir el goce efectivo de derechos, con el fin de hacer seguimiento a los compromisos estatales derivados de la sentencia T-025.
1 La encuesta hace parte del Sistema Nacional de Información sobre Desplazamiento Forzado y Derechos Humanos en Colombia (Sisdes) y
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ción masculina y producen una crisis en la construcción de identidad de género en los hombres. En este contexto, “la constitución de la identidad masculina es un proceso sometido constantemente ante la sociedad, costoso emocionalmente para los hombres concretos que lo viven” (Viveros 2002, 54).
lo tanto, invisibilizó la experiencia masculina. Las mediciones actuales sobre las condiciones de la población desplazada no se están ocupando de las afectaciones emocionales ni siquiera a través de dichos indicadores. Otras observaciones, basadas en experiencias con comunidades, producen hipótesis como la siguiente:
La sociedad colombiana ya ha experimentado los cambios mencionados: “Algunos trabajos recientes sobre la familia colombiana plantean que los hombres han visto disminuido su rol de principales proveedores económicos, con la consecuente pérdida de autoridad y de funciones que este papel les otorgaba” (Zamudio y Rubiano, citados por Viveros 2002, 39). Sin embargo, la vida rural ha logrado permanecer relativamente al margen de estos procesos y conserva prácticas culturales propias del mundo patriarcal. Así, la llegada del campesino a la ciudad supone un enfrentamiento abrupto con dichas transiciones sociales, que, aunadas a la situación de marginalidad y a la experiencia violenta, constituyen un panorama digno de ser tenido en cuenta.
A los hombres se les presenta una crisis de la masculinidad, que es causada por la pérdida de funcionalidad laboral mencionada, [...] pierden su rol de proveedores y empiezan a depender de los ingresos, las gestiones y el liderazgo de las mujeres, lo que no aceptan sin resentimiento, que conlleva muchas veces el maltrato intrafamiliar […] [El hombre] pierde su status [sic] de proveedor pues las entidades oficiales, al menos por un tiempo, suplen esta necesidad y su inserción laboral es más lenta, ya que los trabajos del campo, son de poca utilidad en el entorno urbano (Solano 2004, 7).
Así mismo, Sacipa (2003) encuentra que los hombres en situación de desplazamiento tienen dificultades especiales para adaptarse a las dinámicas urbanas, dada su dificultad para la inserción laboral o la ocupación productiva que les plantea una ruptura radical con sus actividades rurales, a las cuales se vinculan elementos clave de su identidad de género, tales como sus roles de proveedor y protector. Esto produce en los hombres frustración, sensación de impotencia y disminución de su propia estima. Pero, ¿por qué puede considerarse que dicha situación implica una especial vulnerabilidad psicosocial en los hombres?
Para comprender la magnitud de la experiencia del hombre desplazado, conocer las formas como los varones latinoamericanos viven la crisis de masculinidad proporciona un buen punto de partida. El CES y la Universidad Nacional de Colombia, con el apoyo de la Fundación Ford, publicaron los estudios de tres académicos latinoamericanos sobre masculinidad en sectores urbanos de clase media (Viveros, Olavarría y Fuller 2001) de ciudades como Lima, Santiago de Chile, Quibdó y Armenia. Estas investigaciones, al identificar valores propios de la masculinidad, reflejar la realidad de sectores medios y enfatizar el trabajo como elemento clave en la construcción de identidad masculina, ofrecen un panorama que evidencia la vulnerabilidad a la que está expuesto el hombre en situación de desplazamiento. Analicemos esto:
El mundo contemporáneo ha sido escenario de múltiples cambios en las relaciones de género que han puesto en tela de juicio, de forma tanto discursiva como práctica, la dominación patriarcal (Bell 1997; Gilmore 1994; Meler 2000). A la experiencia de los hombres en este escenario se le ha llamado “crisis de masculinidad”.
En primer lugar, la elección de sectores medios obedece a la intención de visualizar las transformaciones en las relaciones de género que se están dando en la sociedad, ya que los cambios sociales que promueven dichas transformaciones (tales como el ingreso de la mujer al mundo laboral y su acceso a la educación) se han dado en estos sectores. Por ejemplo, el estudio colombiano adelantado por Mara Viveros (2002) refleja las transiciones que los hombres quibdoseños y cuyabros han tenido que vivir desde la generación de sus padres a la propia. La investigadora identifica tales vivencias como de carácter crítico. Esto permite imaginar que la crisis de masculinidad de los hombres desterrados se agudiza,
La masculinidad obedece a un proceso de construcción de la identidad de género en el hombre; a través de éste se aprende lo que significa ser hombre en términos de roles y comportamientos atribuidos, y de la forma de interpretarse desde tales parámetros (Viveros 2002). Cambios sociales tales como el aumento de la vinculación femenina a la estructura productiva, el mayor acceso de las mujeres a la educación formal, el reconocimiento de derechos políticos a las mujeres y la reducción del número promedio de hijos por mujer traen consigo un cambio en las relaciones de género, que cuestionan la domina99
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observa: “Los varones saben desde niños que ‘hay que trabajar’ y aprenden a hacerlo a través de los procesos de socialización” (Viveros 2001, 83). Por su parte, Olivarría señala que el trabajo:
en la medida en que los cambios sociales que le dan origen son vividos de manera abrupta: de la noche a la mañana, el campesino inmigrante se enfrenta con cambios que los hombres de sectores medios han presenciado a lo largo de toda una generación.
[...] es uno de los pilares sobre los que [el varón] sostiene el lugar de hombre en el núcleo familiar, especialmente a través de la paternidad que consagra la relación del varón con su mujer e hijos/as como jefe del hogar, establece la subordinación de los otros miembros de su familia y permite un orden familiar que cuenta con respaldo legal (Olavarría 2001, 197).
En segundo lugar, los autores de las investigaciones, al asumir una perspectiva de género relacional, reconocen valores propiamente masculinos desde una mirada en doble vía, los cuales bien pueden articularse con la necesidad de ser la figura de autoridad y constituir relaciones de dominación, o canalizarse hacia un papel creativo y constructivo en las nuevas relaciones sociales. En el prefacio del libro, Bonnie Shepard comenta: “En los tres estudios las normas masculinas esenciales son la responsabilidad, la fuerza y la actitud protectora” (Viveros, Olavarría y Fuller 2001, 12).
Igualmente, Norma Fuller (1997), en su estudio sobre los hombres limeños, ha considerado el espacio laboral como “eje central de la masculinidad”. Como se ha señalado, el campesino inmigrante se encuentra con un contexto donde su “saber hacer” no tiene cabida. El nuevo mundo laboral ofrece escasos ambientes para las destrezas que ha afianzado en su socialización.
Este reconocimiento de valores básicos contribuye a comprender lo que significa para un hombre la situación de desplazamiento forzado en cuanto a su masculinidad y la necesidad de resignificar estas experiencias. Así, haber tenido que huir con su familia puede interpretarse en un primer momento como el fracaso de su papel protector, pues frente a muchos hombres que tomaron las armas y otros que se enfrentaron temerariamente hasta la muerte (sin descartar aquellos que fueron desaparecidos o asesinados sin que pudieran calcular nada), los hombres que huyeron con sus familias pueden sentir la necesidad de justificar su supervivencia; una forma de hacerlo es tener un papel crucial en el bienestar de los suyos, y es aquí donde entra en juego la responsabilidad. El rol de proveedor es, aún hoy, el mecanismo social por excelencia del ejercicio de la responsabilidad masculina, de tal suerte que la segunda herida a su masculinidad es la imposibilidad de generar ingresos, dadas las circunstancias ya mencionadas.
En consecuencia, la pérdida de funcionalidad laboral de los hombres desplazados cuando llegan al contexto urbano, y la concomitante crisis de poder, desembocan en una crisis de masculinidad. Pero ¿qué tipo de tensiones les genera esta crisis?, ¿mediante cuáles estrategias la afrontan?, ¿cómo asumen la disminución de su capacidad de proveedores económicos?, ¿cómo se transforman sus relaciones en el ámbito privado? Aunque para las anteriores preguntas aún no tenemos respuesta, el aporte de nuestra reflexión es proponer criterios de lectura que vayan en la dirección de reconocer estas fisuras como evidencia de importantes movilizaciones de la masculinidad hegemónica, a las que se ven impelidos los hombres que viven el destierro. Esto implicaría mucho más que dirigir esfuerzos hacia la creación de condiciones que mitiguen el impacto descrito aquí; supondría replantear la subjetividad de género en un sentido que propicie prácticas masculinas más equitativas.
Queda la fuerza, que en la racionalidad campesina adquiere forma en la fuerza física, pero cuyo ejercicio no es tan relevante en un contexto urbano, tecnificado e informatizado. Ante la imposibilidad de encontrar un lugar legítimo para la expresión de su masculinidad, tal y como la conocían en su entorno original, algunos hombres utilizan la violencia para recuperar infructuosamente la autoridad y el estatus perdido dentro de la familia y difícilmente ganado ante sus nuevos pares.
Una introducción a la transformación de la subjetividad masculina
Por su carácter de emergencia y crisis, el desplazamiento propicia la reestructuración, así sea transitoria, de elementos culturales ligados al género, tales como las costumbres, las normas, la toma de decisiones, la administración de los recursos, la paternidad, la conyugalidad, el ejercicio de la autoridad, entre otros. Todas estas movilizaciones se encuentran inmersas en la manera
En tercer lugar, un aspecto de la experiencia vital y de la vida social que los tres autores coinciden en destacar como clave para pensar la masculinidad, es precisamente el mundo laboral. La investigadora colombiana 100
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como cada uno se concibe a sí mismo como hombre, en las creencias que tiene sobre sí mismo y en los modos en que ha organizado sus vivencias con relación a su subjetividad de género.
Este artículo es sólo una aproximación a la articulación de masculinidades y desplazamiento forzado, la cual pretende ser una provocación para seguir mirando desde un lente particular esta problemática social con preguntas que necesitan ser profundizadas, como: ¿En qué medida la experiencia del desplazamiento forzado propicia transformaciones en la masculinidad cuando los hombres son enfrentados a cambios en las dinámicas de género? ¿Cuáles conflictos surgen en los hombres que no pueden cumplir con los parámetros culturales y sociales que demandan la reafirmación de su identidad masculina, debido al cambio en las relaciones de género que propicia el desplazamiento forzado? ¿Cómo asumen la crianza estos hombres y cómo se transforma su ejercicio de la paternidad? ¿Cuáles son las transformaciones que se dan en las relaciones de pareja cuando se ven modificados los roles en la división sexual del trabajo? ¿Cuál es la influencia de esta situación sobre la masculinidad de estos hombres? ¿Qué transformaciones ligadas a la experiencia del desplazamiento viven los hombres en relación con la sexualidad, el embarazo, la anticoncepción, la reproducción, las enfermedades de transmisión sexual, el uso de métodos anticonceptivos? ¿Cuáles diferencias y contrastes se manifiestan en las transformaciones de la masculinidad de acuerdo con la edad y la procedencia regional de los hombres en situación de desplazamiento?
Vivir el contraste entre el antes y el después del desplazamiento, les implica a los hombres confrontarse consigo mismos y con sus entornos relacionados con las prácticas cotidianas de distribución del poder, sintiendo habitualmente la falta de equidad y las desventajas que antes se naturalizaban o invisibilizaban y de las cuales no eran víctimas. Esto los descoloca frente a códigos masculinos tradicionales que ya no les son tan funcionales y los enfrenta a unos nuevos que aún no comprenden (y que la sociedad misma se encuentra elaborando), lo que ocasiona frecuentemente reacciones de desconcierto, tanto en ellos como en quienes comparten sus contextos significativos, especialmente en los ámbitos laboral y familiar. El asunto de las masculinidades ha estado marginado o limitado en las acciones adelantadas mediante políticas y programas de apoyo a personas en situación de desplazamiento. Incluirlo requiere una mirada compleja que dimensione a los hombres como agentes de cambio, con necesidades propias y como interlocutores válidos en los procesos de transformación. También supone acercarse a ellos más desde la pregunta y menos desde la adjetivación, sin desconocer las implicaciones y consecuencias del sistema patriarcal en la guerra y en las dinámicas cotidianas de mujeres y hombres, siendo éstos los ejes centrales de cambio.
Se podría concluir que el desplazamiento forzado evidencia los costos del mantenimiento de la inequidad de género dentro de nuestra sociedad. Si el fin último es que mujeres y hombres cada día aprendamos a vivir mejor juntos, esto nos implica para el caso “examinar las interacciones entre los géneros en el contexto de las relaciones geopolíticas, económicas y culturales de una sociedad y en el marco de los derechos” (Herrera y Rodríguez 2007, 158). Reto que sólo es posible al replantear la masculinidad, “[…] desproveerla de su paradigma de normatividad, desuniversalizarla y democratizarla para que todos, varones y mujeres, encontremos en ella nuevas señas de identidad que permita pensar en formas alternativas de ser hombre más justas y equitativas” (Carabí y Armengol 2008, 9).
Adicionalmente, exige incluir dentro de la atención psicosocial para estas poblaciones un enfoque de género relacional que identifique los efectos y los recursos de manera diferencial para mujeres y hombres, y que desde allí diseñe estrategias de acompañamiento, las cuales podrían, entre otras cosas, profundizar en las manifestaciones masculinas del fenómeno, promover el fortalecimiento diferencial de capacidades de afrontamiento, propiciar la reflexión sobre los nuevos roles e identidad de género y fortalecer las dinámicas familiares. Además, intensificar acciones de comunicación y educación encaminadas a repensar las identidades de género en los diferentes contextos sociales, pues como señala Bonnie Shepard:
Referencias
La clave para ayudarles a los hombres a conseguir fortaleza interior es cambiar el entorno sociocultural que los rodea, para que las definiciones sociales de masculinidad se hagan más flexibles, y que no se requieran pruebas constantes de la identidad masculina (Viveros, Olavarría y Fuller 2001, 13).
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Intervención psicosocial con fines de reparación con víctimas y sus familias afectadas por el conflicto armado interno en Colombia: equipos psicosociales en contextos jurídicos* por Ángela María Estrada Mesa** Karen Ripoll Núñez*** Diana Rodríguez Charry**** Fecha de recepción: 3 de mayo de 2010 Fecha de aceptación: 16 de junio de 2010 Fecha de modificación: 20 de julio de 2010
Resumen El presente artículo reúne las reflexiones finales, presentadas a modo de conclusiones, que el equipo de investigación intervención en Psicología Social Crítica construyó luego de casi tres años de trabajo de investigación-intervención participativa con operadores e interventores situados en organizaciones gubernamentales y no gubernamentales de carácter nacional e internacional, así como con víctimas, sus familias y miembros de las comunidades afectadas por el conflicto armado interno en Colombia. El propósito se centró en valorar y construir procesos de acompañamiento y reparación en marcha y por adelantarse. Para ello se crearon espacios reflexivos de conversación entre los diversos actores, particularizando la indagación con los equipos psicosociales y los actores jurídicos. Dado el carácter interventivo del proceso, simultáneamente se diseñaron y evaluaron diversas formas de definir, encuadrar y construir conjuntamente los procesos y estrategias conversacionales y los encuentros entre los actores. El proceso exhibió un valor importante para los equipos psicosociales, cuya presencia en el país en el ámbito de la atención a víctimas es más bien reciente, así como para los actores jurídicos y las víctimas, quienes encontraron formas de presentar, participar y configurar colaborativamente las necesidades, oportunidades y recursos psicosociojurídicos de que disponían para animar los procesos de acompañamiento y reparación. Estos aprendizajes se dinamizaron en un encuentro nacional donde se convocó a organizaciones gubernamentales, no gubernamentales, de víctimas y a la academia, lo que amplió la perspectiva y enriqueció la lectura del contexto de atención a víctimas. El proceso generó un conjunto de reflexiones de cierre y de proceso, que se reúnen en este artículo bajo la denominación de lineamientos, donde se privilegian la experiencia y comprensión que el propio equipo construyó.
Palabras clave: Investigación intervención participativa, reparación, atención a víctimas, conversación reflexiva, equipos psicosociales, recursos psicosociojuridicos, lineamientos.
* El artículo es producto de un proyecto de investigación financiado por el Centro Internacional de Investigaciones para el desarrollo (IDRC) Canadá titulado: “Psicología Social Crítica: estrategias para la atención del impacto psicosocial acumulado en jóvenes, y sus redes sociales, afectados por el conflicto interno en Colombia”. ** Psicóloga y magíster en investigación y tecnologías educativas de la Pontificia Universidad Javeriana. PhD en Psicología Social de la Universidad Federal de Paraíba, Brasil. Catedrática del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: A Violência Política e o Conflito Armado na Colômbia: limites e posibilidades para a Psicologia da Libertação. En Psicologia Social para a América Latina. O Resgate da Psicologia da Libertaçao, eds. Raquel Guzzo y Fernando Lacerda, 295-303. Campineas: Alínea, 2009; y Retóricas eróticas disidentes (con Ángela María Báez Silva). Universitas Psychologica 8, No. 3: 653-672, 2009. Correo electrónico: angelamariaestrada@hotmail.com. *** Psicóloga de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Educación de la Pontificia Universidad Javeriana y M.A. en Marriage and Family Therapy de la Universidad de Syracuse. PhD en Human Development and Family Studies de la Universidad de Connecticut. Actualmente es profesora asistente del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Relación entre hermanos y ajuste psicológico en adolescentes: los efectos de la calidad de la relación padres-hijos (con Sonia Carrillo y John Alexander Castro). Avances en Psicología Latinoamericana 27, No. 1: 125-142; 2009. Four Decades of Developmental Psychology Research in the Latin American Review of Psychology (con Sonia Carrillo y José Ignacio Ruiz). Latin American Review of Psychology 40, No.1: 141-165, 2008. Correo electrónico: kripoll@uniandes.edu.co. **** Psicóloga. Magíster en Psicología de la Universidad de Lovaina. Investigadora en el Grupo de Psicología Social Crítica del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes. Docente investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Motivos de consulta y clínica constructivista. Diversitas: Perspectivas en Psicología 3: 239-247, 2007; Marco comprensivo para el estudio de los procesos de formación de psicoterapeutas (con Julio Abel Niño). Diversitas: Perspectivas en Psicología 2: 42-54, 2006. Correo electrónico: dirocharry@gmail.com.
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Reparation-driven Psychosocial Intervention with Victims and Families Affected by Colombia’s Internal Armed Conflict: Psychosocial Teams in Legal Contexts Abstract This article presents the final reflections of the Investigative-Intervention Team in Socially-Critical Psychology after almost three years of participative investigation-intervention with governmental and non-governmental organizations, victims and their families, and other members of communities affected by Colombia’s internal armed conflict. The central aim was to value and construct on-going and future processes of accompaniment and reparations. Given the intervening nature of the process, we simultaneously designed and evaluated various ways of jointly defining, framing, and building conversational processes and strategies as well as the encounters between participants. The process was important for the psychosocial teams, whose presence in the country in terms of providing attention to victims is rather recent, as well as for victims and actors from the legal community, who found ways of collaboratively presenting, participating, and defining the available psychosocial-legal needs, opportunities, and resources in order to encourage the processes of accompaniment and reparation. This learning process was critical to the organization of a national meeting of governmental and non-governmental organizations, victims, and academics that widened perspectives on and enriched our understanding of the context in which victims are attended. The process generated a series of reflections that we gather in this article under the heading lineamentos (guidelines) and in which we privilege the experience and understanding developed by team itself.
Key Words: Participatory Intervention Research, Reparations, Victim Attention, Reflexive Conversation, Psychosocial Teams, PsychosocialLegal Resources, Guidelines.
Intervenção psicossocial com fins de reparação com vítimas e seus parentes afetados pelo conflito armado interno na Colômbia: equipes psicossociais em contextos jurídicos Resumo O presente artigo reúne as reflexões finais, apresentadas a título de conclusões, que a equipe de pesquisa de intervenção em Psicologia Social Crítica construiu após quase três anos de trabalho de pesquisa-intervenção participativa com operadores e interventores situados em organizações governamentais e não-governamentais de caráter nacional e internacional, bem como vítimas, seus parentes e membros das comunidades afetadas pelo conflito armado interno na Colômbia. O propósito foi centrado na valorização e construção de processos de acompanhamento e reparação em andamento, e futuros. Para tanto, foram criados espaços reflexivos de conversação entre os diversos atores, particularizando a indagação com as equipes psicossociais e os atores jurídicos. Dado o caráter interventivo do processo, foram projetadas e avaliadas, simultaneamente, diversas formas de definir, enquadrar e construir conjuntamente os processos e estratégicas conversacionais e os encontros entre os atores. O processo exibiu um valor importante para as equipes psicossociais, cuja presença no país no âmbito da assistência às vítimas é bem mais recente, bem como para os atores jurídicos e as vítimas, que encontraram formas de apresentar, participar e configurar colaborativamente as necessidades, oportunidades e recursos psico-socio-jurídicos de que dispunham para encorajar os processos de acompanhamento e reparação. Essas aprendizagens foram dinamizadas em um encontro nacional no qual foram convocadas organizações governamentais, não-governamentais, de vítimas e a academia, o que ampliou a perspectiva e enriqueceu a leitura do contexto de assistência às vítimas. O processo gerou um conjunto de reflexões de encerramento e de processo, que foram reunidas neste artigo sob a denominação de lineamentos, onde são privilegiadas a experiência e a compreensão que a própria equipe elaborou.
Palavras chave: Pesquisa de intervenção participativa, reparação, assistência às vítimas, conversação reflexiva, equipes psicossociais, recursos psico-socio-jurídicos, lineamentos.
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dad de sus vidas. Igualmente, reclamaban ser mejor escuchados. Las relaciones interinstitucionales y la convergencia de los equipos, tanto institucionales como ad hoc, mostraron ser asuntos difíciles de gestionar, ante los cambios en las políticas gubernamentales, los presupuestos, la dimensión del problema y los diversos marcos disciplinares que soportaban.
l presente documento tiene como propósito presentar las reflexiones y conceptualizaciones que el Grupo de Psicología Social Crítica construyó, conjuntamente con otros actores (ver el cuadro 1), a lo largo de casi tres años de trabajo, en los que se valoraron, diseñaron y desarrollaron procesos de intervención psicosocial con fines de acompañamiento y reparación a víctimas y sus familias. Este proceso se desenvolvió en contextos que entendimos como complejos, dado que se incluían en un ambiente político polarizado y en uno social que continuaba vivenciando el conflicto armado, atravesados por diversos lenguajes técnicos, visiones profesionales, necesidades humanas y disposición de recursos institucionales y técnicos. En estas circunstancias, psicólogos y otros profesionales de las ciencias sociales, convocados en años recientes, participan en la atención a víctimas en contextos impregnados de un carácter jurídico-político. Ello interrogaba sobre la manera en que se organizaba y definía tal labor (llamada con frecuencia acompañamiento psicosocial), los marcos institucionales y organizacionales que los cobijaban, la valoración de los efectos de tales procesos sobre ellos mismos y, especialmente, sobre las víctimas, sus familias y las comunidades afectadas.
La segunda fase se propuso participar de manera decidida en un proceso de reparación. Para ello, adelantó acercamientos con distintos organismos e instituciones, y consolidó un acuerdo con la Cancillería y su División de Derechos Humanos, con quienes se estudiaron varios casos, se emprendieron reuniones con los actores de éstos y, finalmente, se acordó una acción conjunta con uno de ellos, que tenía por objetivo realizar una evaluación con fines de reparación. Para esta labor el equipo construyó protocolos de trabajo para el equipo ad hoc, un protocolo para la atención valorativa del caso, y con ello se configuraron rutas y escenas de trabajo que permitieron construir un contexto colaborativo que implicaba al equipo jurídico de la Cancillería, al representante legal, a una organización no gubernamental, a la familia, y a la víctima y su pareja. Con el fin de compartir y debatir en torno a los diversos aprendizajes en relación con esta labor, el equipo realizó un encuentro nacional de actores en los procesos de atención y reparación. Asistieron representantes del Estado, de organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales, de víctimas y de la academia. Ello nutrió nuestras consideraciones sobre la atención y reparación a las víctimas.
El proceso de investigación intervención se desarrolló en dos grandes fases. La primera reconoció y valoró participativamente los modelos y rutas de atención dispuestas por instituciones del Estado colombiano y organizaciones no gubernamentales. Identificó los territorios con más altas afectaciones –Norte, Centro Occidental y Oriental–, donde se entrevistaron y desarrollaron grupos focales con operadores y responsables, jóvenes víctimas y sus familias y miembros de las comunidades. Esto facilitó una lectura del contexto de la atención y del acompañamiento psicosocial, que mostró profesionales comprometidos, creativos y ávidos de evaluar sus procesos e impactos, de disponer de marcos de acción más claros y estables, e interesados en ser escuchados. Los modelos que han construido se nutren de referentes disciplinares e institucionales que medianamente vinculan la experiencia local y disponen de una escasa evaluación de los mismos. Por su parte, víctimas y afectados expresaron también reconocimiento por la labor de los profesionales, aunque las rutas eran confusas, e insuficientes los recursos que su recorrido les aportaba, tanto en oportunidad como en impacto para la continui-
Nuestro recurso técnico metodológico principal a lo largo de toda la investigación fue la escucha para la conversación reflexiva. Ello nos condujo a diversas consideraciones, que se sitúan en ámbitos que distinguimos. El primero, de tipo epistemológico, referencia los dominios que se presentan y convocan en las conversaciones para respaldar las acciones: el político, el jurídico, el sociocomunitario y el psicológico; el segundo se relaciona con las formas y niveles de intervención, llamados aquí procedimentales: los equipos institucionales, los equipos ad hoc, las comunidades, las familias y los individuos. Distinguimos un tercer ámbito importante, transversal a los dos anteriores, el del tiempo: de los procesos históricos, políticos, jurídicos, psicológicos, y la manera en que con el paso del tiempo se encarnan el sufrimiento y el temor de víctimas y familias, en el trasegar de representantes de DD. HH. y del Estado; podría pensarse como el tiempo de la justicia y la equidad, es decir, para nuestros 105
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mer momento, su permanencia per se no se hace tan evidente, pues ello reclama la convergencia de cualidades biológicas, psicológicas y sociales, que se inscriben de manera dinámica en procesos culturales, políticos e históricos. Con ello, las huellas del daño no se circunscriben exclusivamente a las disposiciones y cualidades de los individuos, sino, de manera más compleja, a sus vidas inscritas en múltiples planos y niveles. Por lo tanto, los modos de incidir en el trauma y sus afectaciones pueden y deben ocuparse de éstos. Ello aparece parcialmente contemplado en los modelos de atención y en la valoración con fines de reparación.
propósitos, el tiempo de la reparación. Ellos son materia de discusión más adelante, así como los lineamientos derivados, que pueden entenderse como: • Un conjunto de principios para guiar el trabajo de manera interdisciplinar e intersectorial, que integra las lecciones que hasta aquí aprendimos en torno a la reparación del daño y al alivio del sufrimiento de víctimas, y que considera el largo conflicto armado en el país. • Una delimitación técnica, operativa y procedimental que dibuja los “cómo” de los procesos intencionados y progresivos que pueden adelantar de manera mancomunada diversos actores, para emprender intervenciones con fines de reparación. • Un marco de reflexión en torno a las maneras en que se hace posible integrar los diversos dominios convocados, en especial el jurídico y el psicológico, de modo que su armonización supere las jerarquías de los conocimientos y, por ende, de los operadores. • Un posible punto de referencia para los actores que se desempeñan como responsables del cuidado psicosocial de las víctimas y los afectados a lo largo de procesos jurídicos, reconociendo sus incidencias históricas, políticas, sociocomunitarias y psicológicas.
En particular, nos inquietó la forma en que tiende a migrar la concepción de trauma desde discursos médicos a situaciones de orden psicosocial, lo que arriesga generar medidas como el tratamiento individual (médico y psicológico), que, si bien pueden aliviar en algo el sufrimiento, dejan de fondo acciones más abarcadoras para movilizar el malestar inscrito procesal y contextualmente. Convocar familias y redes sociales permite impactar los espacios en los que se inscriben la vida cotidiana y las instituciones que la dinamizan. El mayor problema al situar exclusivamente en el individuo el proceso de reparación, es que arriesga amputar el acontecimiento de su contexto de emergencia, fracturar así la experiencia vivida y desatender el sentido social de la misma. Esto demanda una postura crítica y abierta sobre las disciplinas y sus teorías, para integrar un enfoque interdisciplinar y los diversos dominios de la experiencia.
En el cuadro 1 se presentan institucionalmente los actores que encontramos en este recorrido del proceso investigativo interventivo:
Referentes epistemológicos y procedimentales
El segundo referente es de orden interdisciplinar y se relaciona con el conocimiento del que disponen las ciencias sociales sobre las afectaciones psicosociales en comunidades, familias e individuos enfrentados a desastres humanitarios. Si bien en la actualidad hemos aprendido sobre las maneras en que, como humanos, todos disponemos de recursos psicobiológicos para enfrentar el peligro y la amenaza, el conocimiento es menor en cuanto a cómo se ajustan estos recursos en las diversas condiciones contextuales de orden social, cultural y político. Además, como lo aprendimos en este proceso investigativo interventivo, consideraciones contextuales como el género y el ciclo vital (por ejemplo, el acontecer para niños o mujeres aparecen como diferentes) requieren mayor reconocimiento y resolución en el plano familiar y sociocomunitario, que faciliten dinamizaciones en el plano individual. Esto no parece resolverse con el diseño de intervenciones por grupos (de edad o género), tendencia que se observa actualmente en el país, pues arriesga efectos y resultados similares a los descritos arriba en relación con las comprensiones individualistas.
Se trata de las ideas y concepciones que inspiran las maneras de proceder de los actores implicados. En éstos distinguimos la presencia reiterada de tres: El primero es de orden disciplinar. Se trata del referente de lo “psi”, que se demanda a psicólogos, psiquiatras y otros científicos sociales, que se entienden como conocedores del sufrimiento y el miedo, así como de las maneras de convertirlos en formas resilientes de enfrentamiento y supervivencia. El fenómeno es referenciado como de trauma psicosocial. En los modelos de tendencia más positivista, con anclajes en comprensiones biologicistas, el trauma aparece como entidad que se establece corporal y mentalmente en los sujetos, con cualidades de permanencia y generalización. Sin embargo, en el trabajo con víctimas, tanto de nosotros como de otros (por ejemplo, Cyrulnic 2001 y 2008), se encuentra que, si bien el impacto de una experiencia adversa puede impregnar la vida cotidiana en un pri106
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Cuadro 1. Organizaciones convocadas a lo largo del proyecto En la segunda fase se trabajó: En la primera fase se trabajó con:
- Bemposta Nación de Muchachos - Hospitales municipales - Organización Paradigma - Secretaría Social y de Participación: Subcomité de Infancia y Adolescencia de Villavicencio - Organización No Gubernamental Encuentro - Organización No Gubernamental Retoños - La Mesa Humanitaria del Meta - Organización Civipaz - SENA - Organización Desquejar - Alcaldía de Quimbaya (Quindío): departamento de atención al desplazado. - Caja de Compensación de Risaralda: Comfamiliar - Universidad Católica de Risaralda - Corporación Déjalo Ser - Casa de la Mujer de Pereira - Unidad de Orientación a Población Desplazada Unidad de Atención y Orientación al Desplazado (UAO) del Atlántico. - Organización No Gubernamental Volver a la Gente. - Terre Des Hommes - Atlántico - Children InternationalFundación Amigo de los Niños - Fundación Social Revivir - Fundación Social Cultivar - Corporación Colombia Nueva - Pastoral Social – Atlántico
El seminario-taller “Lo que hemos aprendido”, que convocó: - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
La intervención con fines de reparación, que integró en su trabajo a:
Corporación AVRE Corporación Vínculos Centro de Investigación en Educación Popular (CINEP) Pontificia Universidad Javeriana (Facultad de Psicología y Maestría en Psicología Clínica) Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz Universidad Pontificia Bolivariana Sede Bucaramanga Coordinación Eclesial para la Acción Psicosocial de las Iglesias MENO Universidad del Norte (Atlántico) Universidad de Antioquia Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) International Center for Transitional Justice (ICTJ) Sinapsis Centro de Formación, Terapia y Consultoría Universidad Santo Tomás Instituto Pensar Colectivo ANSUR Colectivo Aquí y Ahora CEAS Colombia Universidad Minuto de Dios Corporación SISMA Mujer Universidad de los Andes Comisión Colombiana de Juristas Fundación País Libre Fundación Ideas por la Paz (FIP) Mesa Mujer y Conflicto Armado Observatorio de Paz y Reconciliación Asociación de Terapia Breve IPAZUD, Universidad Distrital Liga de Mujeres Desplazadas (LMD), Bolívar Fundación Social Defensoría del Pueblo Cancillería GTZ Universidad de Caldas Hospital de Chapinero Ministerio de la Protección Social Universidad Católica de Bogotá Equipo Psicosocial Reiniciar Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) Grupo musical Emergencia Centro de Atención a Víctimas de Violencias y Delitos (CAVID) Atención a Víctimas de Violencias y Delitos, de la Alcaldía Mayor de Bogotá
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- Cancillería y su División de Derechos Humanos - GPSC de la Universidad de los Andes - Organización de defensa de DD. HH. - RL. – Abogada litigante - Organización feminista de defensa de DD. HH. - Víctima, esposo y familia de origen (padres y hermanos)
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dimensiones psicosociales, culturales, políticas e históricas y sus implicaciones económicas y de educación. El protocolo dispone al tiempo un modo de proceder, entendido como construcción del contexto para posibilitar la confluencia de epistemes y acciones. De tal suerte, puede ser visto como un pacto de relación y de trabajo, muy necesario cuando convoca a un conjunto de actores sin trayectorias previas.
La tercera y última consideración se relaciona con el ámbito que se erige central para la reparación, el jurídico-político. Éste se configura a través de la vinculación de instituciones, organizaciones, instrumentos jurídicopolíticos y actores decididos, en una imbricada y extensa red de relaciones que requiere esfuerzos de largo aliento para vincularse y avanzar hacia los procesos de reparación. Estos largos plazos parecen generar, con más frecuencia de la deseable, que las víctimas sean relegadas, con el paso del tiempo, en sus necesidades, participación y comunicación. Se arriesga con ello una reparación descontextualizada en el tiempo, dirigida a necesidades pasadas, y en el espacio, al cursar medidas desconocedoras de las nuevas condiciones. Por ejemplo, afectaciones causadas cuando las víctimas eran menores de edad y que en la actualidad son mujeres adultas en etapa de construcción de su propia familia, a quienes se les sigue valorando como hijas, más que como madres, o el caso en el que se construye un monumento en un pueblo que carece de servicios de salud.
Por su parte, la ruta define un ordenamiento y una posible cronología de las acciones entendidas como necesarias y oportunas. Implica identificar explícitamente los actores sectoriales e institucionales, familiares y comunitarios, con sus conocimientos disciplinados e institucionales, así como otros saberes. El sentido de la ruta es construir procesos de convergencia, y colaboración para trazar distinciones que permitan ir construyendo ideas, visiones, y tomando decisiones. La cronología de acciones se agrupó en momentos como espacios de tiempo, con propósitos comunes que se cumplían con diversas escenas que operaron como encuentros conversacionales propositivos y reflexivos, que recurrían a las historias y memorias, así como a las visiones y aspiraciones de los actores.
Si bien se vienen incorporando lo que se ha llegado a llamar “componentes psicosociales” o “psicojurídicos”, para enfrentar esta situación, la integración de tales componentes no logra una complementariedad heterárquica, y el dominio jurídico y político natural de tales procesos predomina sobre lo social y psicológico, en una lógica no tan natural. La integración solidaria de necesidades jurídicas y psicosociales facilitaría una lectura compleja y prospectiva de las necesidades de las víctimas, intermediando entre los lenguajes e instrumentos de uno y otro dominio.
Rutas El primer momento se ocupa de reconocer y delimitar la comprensión del impacto como descripción integral, compleja, relacional e histórica. Se trata de un estudio interdisciplinar del caso para generar una primera lectura de la afectación. Es importante revisar los primeros efectos conocidos: reacción de las víctimas, sus familias, los responsables, las medidas de cuidado, si no se dieron, y cómo estos primeros momentos parecen situar la experiencia en los ámbitos individual, familiar, sociocomunitario y político. Estudia conjuntamente, y construye, la emergencia de la victimización de manera procesal y contextual.
Referentes operativos: los protocolos, rutas, actores y escenas de intervención
Entendimos los protocolos y rutas de trabajo como dispositivos para aprender, considerando que aprender es una acción social que dota de sentido lo acontecido. Al igual que Schön (1996), reconocemos una crisis del conocimiento profesional, lo que reclama la inclusión franca de una epistemología de la práctica y la experiencia, y el reconocimiento de una zona de indeterminación abierta a la construcción participativa, lo que inspiró la construcción de este método y sus instrumentos.
El segundo momento se ocupa de construir el contexto, su propósito y alcance para las víctimas y su entorno más cercano, así como para los demás actores que participen. Es necesario declarar cómo se le comprende; si toma la forma de “acompañamiento psicosocial” (que aparece como intento de no “terapeutizar”; sin embargo, puede oscurecer el rol, la relación con el acompañado y la intención para la evaluación del proceso) o de “componente psicojurídico” (que se muestra centrado en los logros jurídicos [enfocados] en ilustrar legalmente a las víctimas, así como en contener su emocionalidad para
El protocolo opera como carta de navegación. Su propósito es identificar los referentes epistemológicos y procedimentales que el colectivo considera necesarios para realizar la valoración de la afectación y sus posibilidades de reparación. Recurrimos a distinguirlos siguiendo las 108
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el afrontamiento de los procesos judiciales). En nuestro caso, toma forma de atención valorativa, que aporta a la reparación, por ejemplo, al facilitar encuentros cara a cara entre actores del Estado y las víctimas, y conversar promoviendo el reconocimiento y la identificación de recursos.
ellos es útil, además, identificar su posición, interés y visión del proceso y la manera en que plantean el trabajo que se va a realizar. Todos los participantes construyen colectivamente la manera en que quieren ser reconocidos. Nosotros nos concebimos así:
Aquí se configurarán la comprensión de la naturaleza de la reparación y la propuesta para la atención valorativa. Se incorporan las disciplinas y saberes por medio de encuentros conversacionales. Particularmente, entendimos la reparación como un modo de dinamizar la configuración de identidad mediante la construcción de historias con mejores formas (Sluzki 2006), que inciden en el posicionamiento como ciudadano, miembro de una comunidad y una familia, en un momento histórico que dispone los recursos de afrontamiento con los cuales víctimas y familias han lidiado con el sufrimiento, las maneras en que se han resistido y han construido sentidos de la experiencia (incluidos elementos de tipo político, cultural, material y espiritual).
Nuestra labor es de enlace y facilitación (intervenir, como “venir entre”), para recuperar de manera protectora la experiencia y sus efectos, con el fin de hacerla inteligible ante los abogados y sus instrumentos y dispositivos, y animar con ello procesos jurídicos que logren reparación, es decir que se integren como experiencia de sentido. Esto conllevaría una resignificación de lo vivido, su sentido individual y familiar, un impacto en las redes locales con construcción de memoria familiar y local, y un relanzamiento de las dinámicas vitales, que impacten el presente y redefinan pasado y futuro. Es un trabajo casuístico, en el sentido de ir armando la solución a partir de las características del caso, haciendo gestión de recursos entre las entidades y sus actores, para ir construyendo rutas de intervenciones institucionales e intersectoriales, en respuesta a las exigencias y características del caso.
Se hace necesario reconocer el contexto y las dinámicas relacionales de tipo cultural, político y económico; sin embargo, es crítico identificar las coyunturas que actualmente lo atraviesan, ya que el momento propiamente interventivo se centra en el presente. Es posible que en el pasado hubiesen sido deseables algunas acciones; no obstante, su no realización en el pasado no es suficiente indicación para su realización en el presente, y muy posiblemente pueden emerger como importantes nuevas acciones más acordes, por ejemplo, con el ciclo vital de las personas, y las condiciones y aprendizajes de las instituciones, profesionales y comunidades. Allí es también importante cuidar la psicologización o la sociologización de los problemas: en la primera se relevan el individuo y sus permanencias, y en la segunda éste tiende a desaparecer bajo las formas sociocomunitarias y culturales. Incluso, cuidar la politización de las víctimas, donde la manera en que se sufre el daño tiende a ser preservada por las agendas políticas.
Conocidos los actores, es importante reconocer el espacio de convergencia donde emergerá el punto de entrada para la atención, valoración e intervención, y disponerlo como punto de encuentro con los participantes a partir de sus sistemas de referencia, para promover su inclusión decidida. Es usual hoy que estas convergencias tomen la forma de lo “psicosocial” o “psicojurídico”. Esto demanda un estudio estratégico, es decir, considerar la configuración de un sistema de relaciones con capacidad de cambio y servicio, ya que implica acuerdos, compartir agendas y recursos, visiones e intenciones para el recorrido conjunto. Podría ser necesario convocar inicialmente a diversos subgrupos. Es un momento sensible al éxito del proceso, pues cada participante requiere ser incluido, escuchado cuidadosamente, mas no extensamente, para generar relaciones incluyentes desde el reconocimiento que logre inscribir un colectivo de trabajo, un equipo ad hoc, una comunidad de práctica, un sujeto colectivo. Éste es un factor que se debe cuidar celosamente a lo largo de todo el proceso, pues se modula con las dinámicas de cambio de los actores y sus contextos de referencia. Es importante aquí que los convocantes dispongan de documentos y experiencias que se presenten bajo la forma de proyecto, propuesta, portafolio, o puede ser el mismo protocolo y sus rutas, que hace parte de un primer proceso conversacional para construir el sistema de relaciones más allá de los límites tradicionales dibujados por la academia y la política.
Los actores Ante la comprensión del problema y del contexto, se hace posible identificar los actores que requieren ser convocados y considerar sus cualidades para el diseño de la ruta de trabajo y sus escenarios. Entendimos que quienes actúan son representantes de instituciones y sectores, de comunidades y familias, y las familias y las víctimas mismas. Algunos de ellos actúan como “convocantes”, con frecuencia ONG contratadas para atención y valoración, operadores institucionales del Estado; para 109
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Tomamos la decisión de no postergar el sufrimiento hasta el “acto oficial” de reparación. Entendimos que son asuntos distintos, aunque vinculados. La presencia del sufrimiento ha gravitado como garante de la reparación, y con ello se posterga. Entendimos que el sufrimiento, bastante documentado ya, no tiene vigencia como resorte que empuje el proceso jurídico en marcha y sus largos tiempos de desarrollo. Así, nuestra intervención se entendió también como reparadora.
Cuanto más pronto se convoque a los actores en la construcción del proceso, más se facilitará el consenso.
Escenas y escenarios El proceso puede ser abocado bajo la forma de escenas, donde se proyectan las acciones posibles que se van a desarrollar, como encuentros, reuniones, visitas, es decir, espacios colectivos para la conversación.
Realizamos conversaciones con la víctima directa, y con ella y sus familiares (pareja y familia de origen), a fin de valorar las afectaciones y recursos disponibles para construir una historia de sentido del presente que reinterpreta el pasado y proyecta el futuro, involucrando y distinguiendo las voces: víctima, familia, comunidad, representante legal, Estado.
Conversar es la herramienta central; para ello diseñamos guiones amplios y generales que comportaban dominios de la afectación/reparación, por medio de un pequeño conjunto de preguntas orientadoras. Nuestro aprendizaje muestra que las conversaciones apreciativas y prospectivas facilitan el curso de las acciones; las maneras de conversar que atienden una escucha clara y sencilla, y el reconocimiento del otro, construyen confianza y generan apertura, y con ello, construcción de conocimiento. Para nosotros, al conversar fue útil recurrir a la lectura del posicionamiento (referencias en cuanto a género, ciclo vital, condiciones sociales, culturales e históricas) y la resistencia (como recurso de supervivencia y logro), para con ello comprender las formas cognitivas y afectivas, las prácticas y otros recursos de los que disponían los actores ante la experiencia vivida y el proceso que se iba a realizar.
Prestamos cuidadosa atención a las escenas novedosas que consideraron la participación directa de los representantes de defensa de DD. HH., del Estado, con las víctimas y su familia, situándonos como puentes en la conversación con fines de reparación en las relaciones cara a cara entre Estado, víctimas y representantes legales, con capacidades de ritualización: pasar de víctima a sobreviviente, de víctima a sujeto social diverso, de olvidado a reconocido, impregnando la conversación con capacidad apreciativa y prospectiva, lo que inaugura versiones de sí en relación con lo acontecido.
A lo largo de las escenas, el proceso convocó la valoración y la resiliencia. Es decir, no adoptamos modelos de evaluación-diagnóstico-intervención preocupados por los déficits, sino formas de conversación convergente (en el tiempo y el espacio) que valoran, comprenden e interrogan las formas discursivas y prácticas en torno a la afectación.
La reparación Este nuevo escenario de actuación demanda, sin miramientos, un reconocimiento del posicionamiento político, disciplinar y ético, pues reclama claridad para la apertura inter y trans, así como para ir al encuentro de las experiencias de afectación y daño. No nos parecieron suficientes la intervención psicológica clásica centrada en psiquismos íntimos ni las formas de contención del sufrimiento. Es necesario transformar las construcciones de realidad local y familiar, así como las de subjetivación individual. Todo ello hace parte de la lectura para la intermediación que hace inteligible ante estamentos de lenguajes jurídicos el reconocimiento de las afectaciones psicosociales, y con ello, los acuerdos de reparación.
Las escenas pueden moverse siguiendo focos de atención, para la comprensión de la afectación/reparación en los dominios de lo humano ya mencionados y los niveles de relaciones involucrados. Diseñar escenas y sus guiones de conversación para encuentros con la familia, los individuos, la pareja, si la hay, permite valorar las distintas relaciones y sus recursos para el cambio. Si hay lugar a encuentros comunitarios, su diseño demandará construir un propósito colectivo y una dinámica participativa donde se escuchen voces con un sentido de reconocimiento y reparación. Son críticas las escenas mixtas: familia, víctima y representantes institucionales, pues ellas cristalizan las posibles medidas de reparación, y este solo acontecimiento tiene capacidad para promover el bienestar.
Se hacen altamente sensibles los lenguajes técnicos y los tiempos de sus procesos. El reto para los primeros es la integración de equipos ad hoc que reclaman permear tales lenguajes y diversificarse a través de la 110
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escucha, particularmente, de las voces del sufrimiento y del miedo. Para los segundos, el reto se sitúa en la humanización de las experiencias de sufrimiento, que no pueden anclarse en los tiempos administrativos de la justicia, sino que, una vez reconocidas las víctimas, éstas deben situarse en las rutas de atención para recibir acompañamiento psicosocial. Esto permitiría que, una vez se presente la reparación, sea tanto un logro jurídico-político como humano en el plano psicosocial. Es decir, que sea recibida por sujetos capaces de integrarla a sus vidas en procesos de recuperación, más que cristalizarla en su espera salvadora, situación reiterada con frecuencia entre las víctimas y sus familias, en un marco de vida empobrecida.
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Los lineamientos •
Las referencias al ámbito político estaban siempre presentes en los interventores, donde acontecimientos recientes como las disposiciones gubernamentales sobre la Ley de Justicia y Paz y los procesos de negociación con grupos armados ilegales, se convertían en discusiones importantes en los diversos escenarios de actuación entre representantes del Estado, de organizaciones de defensa de DD. HH. y otros organismos. Ello conducía a valorar políticamente a las víctimas. Así, las conversaciones y decisiones se intermediaban por las posiciones de unos y otros frente a éstos y otros procesos relacionados.
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Estos actores operaban disciplinados en diversos lenguajes y perspectivas sobre el acontecer político, y configuraban así consideraciones diversas en torno a las necesidades de las víctimas, las familias y las comunidades. Esto generaba lo que comprendimos como posicionamientos, que no siempre convergían, y cuyos efectos más inquietantes incluyen desde las dificultades para escuchar y dar curso a las necesidades de las víctimas hasta los quiebres relacionales entre los miembros de equipos, particularmente cuando éstos se construyen en el propio proceso de la atención.
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Entendimos que todas estas acciones y sentidos que referencian lo acontecido configuran memoria para estos actores y los afectados, que se descubren situados en esta compleja red. Nuestras reflexiones, presentadas a continuación, ilustran las opciones que emprendimos como equipo y que entendemos como lineamientos. Con relación a los referentes epistemológicos, planteamos que:
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• Se dispone de recursos conceptuales para una comprensión inicial de las afectaciones psicosociales de 111
las personas que han sido víctimas de condiciones de guerra y conflicto armado. Los situados disciplinarmente parecen insuficientes para la intervención con fines de reparación. Estos recursos requieren ampliarse de dos maneras. Por medio de las investigaciones, particularmente de corte participativo, y de comprensiones con vocación inter o transdisciplinar. Tanto en una como en otra, se hace indispensable reconocer críticamente los posicionamientos políticos. La investigación se entiende como una dinámica generativa de construcción de conocimiento sobre el ejercicio práctico que se piensa a sí mismo. Esto parece crítico para los componentes psicosociales y psicojurídicos emergentes, donde es necesario revisitar los marcos teóricos disciplinares y reconocer los entrelazamientos ideológicos que impregnan los modos de conocer y actuar. Es indispensable facilitar la participación de los diversos actores tanto en la comprensión de lo que acontece como en la resolución de ello, lo que reclama un cambio en la forma de las relaciones entre los participantes, por medio de una comunicación clara y sencilla, que desmonte posiciones de poder/ autoridad, y promover el reconocimiento de todos los participantes, particularmente de los sufrientes, como seres con capacidad de conocer, criticar y proyectar. Las construcciones interdisciplinares buscan ganar en capacidad de reparación, y cada uno se aboca a tareas particulares de su dominio. Por ello, tanto su vinculación como su distinción parecen necesarias para los procesos institucionales (Estado, Cortes, Ministerios, Municipios, Salud, Educación, y otros). Los tiempos y procesos de la reparación jurídica y política requieren distinguirse de los tiempos psicológicos y familiares. Esto es crítico: se trata de procesos de naturaleza diferente, donde, si bien se afectan mutuamente, se dinamizan en formas particulares. Asimilarlos como uno solo implica graves errores de comprensión y de acción para la atención de unos y otros, lo que ha permitido que se postergue la intervención psicosocial hasta que se adelante el proceso jurídico. Nuestra experiencia mostró que uno facilita el otro, pues víctimas y familias, a través de la atención psicosocial, ganan en comprensión y proyección de su experiencia, y con ello convocan en el dominio jurídico reparaciones pertinentes a sus historias de vida. Reconocer los lenguajes y sus formas retóricas, instaurados disciplinar y políticamente, y los efectos que ello genera sobre las maneras en que se comprenden, explican y diseñan procesos de reparación.
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Por ello, las formas de conversación requieren ser diligentemente conocidas para que sean generadoras de conocimiento, al tiempo que de cuidado y consideración ante el sufrimiento (y su grave postergación en el tiempo). • El componente “psico”, con frecuencia abocado por psicólogos, requiere competencias amplias que inscriban un campo de conocimiento inter o transdisciplinar que vincule las cualidades y procesos humanos, sus circunstancias vitales y contextuales en el tiempo y, particularmente los recursos personales, familiares y comunitarios. Sin embargo, todo ello con frecuencia se reconoce e inventa en conversaciones; por esto, los marcos y modos de hacerlo se hacen altamente sensibles para tramitar la literalidad de los textos y sus mimesis, a fin de configurar una experiencia positiva de sentido.
de la mejor manera, a fin de facilitar participación y escucha, mediante el diseño de escenarios conversacionales de convergencia. Los equipos hoy diseñan modelos, protocolos y rutas de atención; invocamos la construcción de éstos de manera inter y trans (disciplinar, sectorial e institucional), integrando la experiencia de afectación de las víctimas. • Generar memoria. Escribir y divulgar, es decir, configurar conocimiento con capacidad de hacerse público, de impactar diversas comunidades y sectores locales (la gente del común, la academia, los sectores políticos y privados), una memoria que honre a los sobrevivientes y su disposición a la continuidad. • Tanto el trabajo en equipo como la generación de memorias reclaman la solidaridad. Es decir, una posición ética y estética donde se cuida del otro, de sí y de lo que los vincula.
En el orden de lo procedimental, consideramos importante:
La manera en la que discurre este proceso construye memoria. Entendimos cómo el pasado recuperado en eventos situados en fechas históricas se configura como momentos “del tiempo social, que se integran al tiempo experiencial, psíquico de diversas formas” (Harré y Van Langenhove 1991); será decisión de los participantes definir cuáles quisieran otorgarles.
• Reconocer los paradigmas, entendidos como las maneras en que se establecen relaciones entre los factores, aspectos o causas reconocidas, y sus relaciones con los procesos, acontecimientos y efectos. Nuestra experiencia privilegia la búsqueda de comprensiones procesales y contextuales, más que causalistas. • Construir colaborativamente una lectura del problema y su solución, que parta de la escucha activa sobre las aspiraciones y expectativas de reparación de los participantes. Integrar en ella las condiciones locales y los diversos entrelazamientos institucionales que allí se perciben. Ello protegería de simplismos y reduccionismos. Por ejemplo, la psicologización o la politización del sufrimiento. • Trabajar en equipos intersectoriales e interinstitucionales, como equipos ad hoc, capaces de arriesgar desde sus funciones y conocimientos de base, para configurar campos de comprensión y acción también inter (disciplinares, sectoriales e institucionales), a partir de diseños claros y participativos, que integren lo colectivo e individual, lo histórico y coyuntural, en el mediano y largo plazos. • Reconocer el conjunto de estrategias y técnicas de las que, como dispositivos sociales para la construcción de conocimiento, dispone el equipo y usarlas
Referencias 1. Cyrulnik, Boris. 2001. Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida. Barcelona: Gedisa. 2. Cyrulnik, Boris. 2008. Autobiografía de un espantapájaros. Testimonios de resiliencia: el retorno a la vida. Barcelona: Gedisa. 3. Harré, Rom y Luk Van Langenhove. 1991. Varieties of Positioning. Journal for the Theory of Social Behaviour 21, No. 4: 393-407. 4. Schön, Donald. 1996. La crisis del conocimiento profesional y la búsqueda de una epistemología de la práctica. En Construcciones de la experiencia humana. Vol. 1, ed. Marcelo Pakman, 183-212. México: Gedisa. 5. Sluzki, Carlos. 2006. Victimización, recuperación y las historias con mejor forma. Sistemas Familiares 22, No. 1-2: 5-20.
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Del dolor a la propuesta Voces del Panel de Víctimas1
¿Quiénes nos hablan? Las integrantes del GPSC, llenas de gratitud por la presencia de sus voces, les presentamos a continuación a las mujeres cuya mirada queremos transmitir en las páginas siguientes: la primera, según el orden en el que se dieron las intervenciones, es Sandra Arteaga, representante de la Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz (IMP), quien compartió con nosotros el documento “Impactos psicológicos que producen en las mujeres las situaciones de riesgo o amenaza contra la vida, la libertad, la integridad y la seguridad”.5 La IMP está constituida por de organizaciones de mujeres, mixtas y de sectores que mantienen su identidad y autonomía pero comparten un objetivo común, una estructura organizativa y administrativa, local, regional y nacional.
Bogotá, 8 de octubre de 2009
R
De víctimas a ciudadanos con un lema que nos ha identificado, para que otras voces se escuchen y el dolor sea propuesta.
APROVIACI, octubre de 2009
eescribir las voces de otros es probablemente una de las tareas más difíciles que cualquier ser humano pueda emprender. No obstante, el deseo de generar un puente que permita la comunicación entre sectores que muchas veces tienen dificultades para oírse, más que un reto, es un deber. Así que hemos2 decidido presentarles a Sandra, Ana Luz, María Ofelia y Luz Dary3 a través de las palabras que nos regalaron, con el fin de traducirlas, no de la manera más fiel y neutra, sino de la forma más curiosa y respetuosa de sus explicaciones y perspectivas. El texto que a continuación presentamos recoge las conversaciones que tuvieron lugar durante la presentación del panel de organizaciones de víctimas, el cual aconteció dentro del marco del Seminario-taller “Lo que hemos aprendido: procesos psicosociales en atención, reparación y recuperación de víctimas del conflicto armado colombiano”.4
Esta organización ha brindado acompañamiento psicojurídico a 417 mujeres que han experimentado graves situaciones de riesgo para su vida, su seguridad y su integridad, por participar en la exigibilidad de sus derechos. Mujeres que debieron ingresar a los programas de protección estatales y algunas de las cuales se vincularon al proceso de aplicación de la Ley de Justicia y Paz. Retomando la voz de cuatro mujeres a quienes acompañó la IMCP, Sandra nos explicó qué es lo que les sucede a las víctimas en las situaciones del conflicto y cómo las enfrentan, poniendo en diálogo sus relatos con algunas construcciones teóricas, como trauma, indefensión aprendida y acción colectiva. Acto seguido, contamos con la presencia de María Ofelia Orozco y Luz Dary Valencia. Ellas son PROVISAME, promotoras de vida y salud mental, pertenecientes a la organización APROVIACI. Ésta es la Asociación Provincial de Víctimas a Ciudadanas y Ciudadanos del Oriente Antioqueño, la cual trabaja con socios o aliados promoviendo proyectos en red, reuniendo los esfuerzos de tres instituciones: AMOR, que es la Asociación de Mujeres del Oriente Antioqueño que trabaja en la reconciliación; CONCIUDADANÍA, que es una ONG pensada para la construcción de democracia local en contextos de violencia y polarización, y el Programa por la Paz del CINEP. APROVIACI es una organización regional, cuyos socios son cada una de las organizaciones
1 Seminario-taller: Lo que hemos aprendido: procesos psicosociales en atención, reparación y recuperación de víctimas del conflicto armado colombiano organizado por el Grupo de Psicología Social Crítica de la Universidad de los Andes con el apoyo del Centro Internacional de Estudios para el Desarrollo-IDRC Canadá. 7-9 de octubre de 2009. Universidad de los Andes. Bogotá, Colombia. 2 Grupo de Psicología Social Crítica de la Universidad de los Andes (GPSC) integrado por Ángela María Estrada, Diana Rodríguez, Karen Ripoll, Nathalie Antolin, Ángela María Báez-Silva y María Paula Céspedes. 3 Sandra Arteaga, abogada representante de la Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz (IMP); Luz Dary Valencia y María Ofelia Orozco, sobrevivientes del conflicto armado colombiano y representantes de APROVIACI, y Ana Luz Ortega, sobreviviente del conflicto armado colombiano y representante de la Liga de Mujeres Desplazadas de Bolívar (LMDB). 4 Celebrado en Bogotá, en octubre de 2009, organizado por el GPSC, dentro del marco de la segunda fase de la investigación “Estrategias para la atención del trauma psicosocial acumulado en jóvenes afectados por el conflicto armado y sus redes sociales en Colombia”, realizada por el Grupo de Psicología Social Crítica de la Universidad de los Andes, gracias al apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, IDRC (Canadá).
5 Elaborado por Andrea L. Guana, psicóloga de la IMP, con aportes de Claudia M. Páez, abogada de la IMP, en septiembre de 2009. En el presente artículo incluimos testimonios de las víctimas, que se mencionaron en la ponencia y que aparecen en el documento original, con el fin de enriquecer la comprensión de las posturas de las mismas. Todas las citas extraídas del documento de la IMP, aparecen referenciadas como en el texto original (por ejemplo, Mujer 4, IMP).
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Grupo de Psicología Social Crítica
Otras Voces
En este punto –nos cuentan– “se escogieron doce lideresas de la zona para hacer una prueba piloto y luego inició el proyecto de formación a promotoras de vida y salud mental (PROVISAME) en todos los municipios en el 2003”. Esta alianza tripartita entre AMOR, CONCIUDADANÍA y Programa por la Paz formó 78 mujeres que debían atender 15 víctimas cada una, a través de grupos de apoyo mutuo. Una vez puesto en marcha el proyecto de apoyo psicosocial, estas mujeres (y hombres, actualmente) víctimas del conflicto comenzaron a pensar en su próxima meta: ayudar a los niños y las niñas afectados. Desde entonces, han estado construyendo un diagnóstico sobre la situación de ellos, con la ayuda de algunas instituciones. Como María Ofelia nos explica:
municipales. Todo el trabajo lo desarrollan en red y todas las organizaciones tienen los mismos lineamientos. Por último, tuvimos el placer de escuchar a Ana Luz Ortega, en representación de la Liga de Mujeres Desplazadas (LMD) de Cartagena, Bolívar. Ésta es una organización de mujeres que, o son víctimas del desplazamiento forzado o hacen parte de comunidades receptoras. Dentro de la Liga se promueve la participación pacífica y democrática, y se procura la contención emocional de sus miembros.
¿Cuál ha sido su labor? Erigir una voz que reclame los derechos. Según nos cuenta Sandra, la IMP ha promovido y acompañado causas dirigidas a la participación de las mujeres en los procesos de diálogo y negociación política del conflicto armado y a la construcción de la paz con todos los actores, teniendo como una de sus guías fundamentales el marco de la Resolución 1325 de las Naciones Unidas. Igualmente, ha trabajado por la disminución del impacto del conflicto armado en las mujeres, mediante la incidencia en políticas públicas y la defensa de los derechos de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición.
Sabemos que el trabajo con niños y niñas es una situación delicada. Es un trabajo grande que tenemos, es un reto, es un sueño, pero ahorita que están los académicos y todas las personas acá, el llamado es para que pensemos en cómo atender a todos estos niños y niñas afectados en nuestro país.
Como vemos, el trabajo de nuestras panelistas no termina, y se ve impulsado por la experiencia, que les ha enseñado que organizándose pueden expandir el alcance de su ayuda mucho más lejos de lo que inicialmente se proponían.
Desde su punto de vista, la organización de las mujeres ha permitido hacer valer su voz en escenarios políticos locales, regionales y nacionales. No obstante, la ponente nos advierte que este ejercicio de representación legal y de exigencia de derechos (dentro del marco de la Ley de Justicia y Paz) ha traído consigo riesgos y amenazas contra la vida y la integridad de las mujeres que participan en los procesos judiciales o que ejercen liderazgos visibles en sus comunidades.
Construir cimientos. Así mismo, el trabajo que se lleva a cabo dentro de la LMDB es un ejemplo de la consolidación y el alcance de estas organizaciones. Ana Luz afirma que desde la Liga se ha prestado acompañamiento e intervención psicosocial a cada una de las mujeres testimoniantes6 de forma individual y se ha elaborado un plan de trabajo teniendo en cuenta los factores y diferencias de cada una, así como el proceso en el cual se encuentran. La conformación inició en el momento en que algunas mujeres desplazadas se conocieron y se dieron cuenta de que compartían puntos en común en sus historias, y que el sólo hecho de reunirse les permitía, de cierta manera, movilizarse frente a las situaciones extremas, tanto emocionales como económicas.
Capacitarse, asociarse y transformar. Por su parte, la organización AMOR y las PROVISAME trabajan en torno a un horizonte de reconciliación, ya que, según Luz Dary, “muchas de las víctimas y de los victimarios tenían familias, hijos y hermanos que debían ser vinculados”. El primer paso en el camino hacia la organización fue la realización de unos talleres de no violencia: seminarios y encuentros para sensibilizar frente al tema. Como lo exponen Luz Dary y María Ofelia, inicialmente fue creado un comité regional con el fin de plantear algunas líneas de trabajo más generales. Las primeras participantes fueron sólo mujeres que ya habían hecho los talleres de AMOR, pero que estaban muy afectadas emocionalmente. Entonces, la pregunta por cómo ayudarles dio paso al proyecto de apoyo psicosocial, al que se unieron CONCIUDADANÍA y el Programa por la Paz.
Ana Luz nos comenta que su objetivo, hoy en día, es acompañar las víctimas (por lo general, madres cabeza de familia) durante el proceso de judicialización (litigio) y realizar intervenciones que buscan retornar a la sobreviviente a ciertos niveles de funcionalidad que le 6 El término alude al hecho de que comparten sus testimonios entre ellas, y a que denuncian abiertamente las situaciones de violación de sus derechos.
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permitan plantearse o retomar su proyecto de vida. Las mujeres de la Liga se han capacitado en Derechos Humanos y en otras labores productivas que les han permitido fundar la “Ciudad de las Mujeres”, un barrio que ha sido construido con sus propias manos.
papeles en IMP y ella me dijo que debía denunciar las amenazas; ella me acompañó y ahí todo se puso peor porque pusieron a unos policías a vigilar mi casa y eso me daba más miedo; una vez hasta pensé en matarme para acabar con todo esto; yo me encontraba a esos dos hombres en la tienda o en la calle y me hacían gestos; yo ya pensé que hasta ahí llegaba mi vida; un día se metieron a la casa […] yo casi me desmayo; desde esa noche me sacaron de allá; ahora estoy reubicada y estoy mejor pero cada rato me acuerdo de eso y se me acelera el corazón, a veces no duermo y me dan muchas ganas de llorar; allá se quedó mi familia, yo aquí me siento muy sola (Mujer 4, IMP).
¿Cómo se han acercado a las víctimas y a las comunidades? El riesgo y la vulnerabilidad. Sandra Arteaga nos ofrece una mirada informada tanto por los testimonios de las mujeres a quienes ha acompañado como por los conceptos teóricos que utiliza para su trabajo. Desde su punto de vista, existen dos estrategias que se pueden evidenciar, y que son puestas en práctica por las mujeres cuando afrontan el riesgo: la primera sería la indefensión aprendida, y la segunda, la acción colectiva. Es decir, inicialmente las mujeres afrontarían las situaciones de riesgo usando sus recursos personales, familiares y comunitarios, tanto para calmar su ansiedad como para movilizar estrategias instrumentales de autoprotección; pero ante situaciones más críticas acudirían a las instituciones que desde su misión asesoran o garantizan la protección.
Partiendo de estos testimonios, Sandra nos explica que el SEPT (Síndrome de Estrés Post Traumático) en estas mujeres se produciría después de la exposición a uno o varios acontecimientos estresantes y extremadamente traumáticos. Aunque cabe señalar que ninguna de las mujeres acompañadas por la Alianza IMCP presenta un deterioro tan significativo que le impida ser funcional en su cotidianidad, algunas han realizado múltiples y fallidos intentos para que el Estado les garantice su seguridad e integridad o para que su sufrimiento no quede impune. Desde la perspectiva de Sandra, estas mujeres acaban creyendo que no tienen más tiempo ni energía para luchar por sus derechos, ni para aportar algo a la sociedad. Esto último se reflejaría en la pasividad y el conformismo ante los sucesos, debido a que “no tiene sentido esforzarse por cambiar algo que, en últimas, no se puede lograr”.
El dilema es que, en Colombia, estas “instituciones misionales” se suelen convertir en una nueva fuente de percepción de riesgo, pues, según Sandra nos cuenta, las mujeres no confían en éstas e incluso consideran que las exponen más a sus agresores, tanto por las evidencias de corrupción como por la inadecuación de las medidas de protección que les son brindadas. Para ilustrar la situación, que Sandra califica como de trauma, ella nos ofrece el siguiente fragmento del relato de una de las mujeres con quien ha trabajado:
[…] yo sé que este proceso no va para ninguna parte, yo sigo porque ya empecé, pero la justicia no va a llegar, ni la verdad ni nada, eso yo lo sé. A veces quisiera dejar todo tirado y desparecerme más bien; cada vez es peor, y cuando parece que algo va a mejorar, nada. Vea, ya me han encontrado dos veces, a la tercera seguro me matan (Mujer 3, IMP).
[...] yo les dije que yo estaba dispuesta a denunciar y ellos no quieren que yo hable, ellos saben que yo sé muchas cosas y no les conviene que hable, pero […] yo necesito que me digan qué hicieron con mi marido, yo ya no puedo más con la zozobra […] yo tenía mucho miedo pero denuncié; desde ahí empezaron las amenazas, al frente de mi casa se paraban dos tipos de ésos, me miraban […] y casi no me quedaba sola en la casa, me daba miedo; yo sé que ellos son capaces de todo; dejé de comer y me puse flaquita, tampoco dormía, y cuando dormía tenía unas pesadillas horribles; mis hijos me decían que qué me pasaba; yo no quería meterlos en eso, pero me tocó contarles para que estuvieran pendientes; yo ya no sabía qué hacer; le conté a la señora que me llenó los
Agenciar y cuidar. Por su parte, PROVISAME se ha acercado a las víctimas pensándolas también como agentes activos de apoyo a sus comunidades. En opinión de Luz Dary, la formación de “lideresas” implicaba hacer un proceso de duelo también para ellas; por esta razón, junto con un equipo de psicólogos y trabajadores sociales, desarrollaron un programa llamado “entre pasos y abrazos”, en el cual se celebraban reuniones mensuales de todo el equipo, para compartir con los profesionales las dificultades que se habían vivido. Ese proceso duró dos años e incluyó reuniones mensuales y grupos de apoyo mutuo que se sostuvieron en cada municipio con las 15 116
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Grupo de Psicología Social Crítica
Otras Voces
mecanismo que dificulta aún más la elaboración de las situaciones y la emergencia de redes de apoyo mutuo. APROVIACI ofrece a las víctimas lo que ellas mismas llaman “formación en primeros auxilios a víctimas”. Son conscientes de sus limitaciones dentro del campo psicológico y no tienen pretensiones de hacerse cargo de procesos que requieran de profesionales. No obstante, también son conscientes de los beneficios que a ellas mismas como víctimas les trae la posibilidad de pertenecer a una colectividad, y seguirán preparándose para esto. Con respecto al trabajo con los victimarios, ellas consideran que este apoyo exigiría una formación de otro tipo, y prefieren ver este tipo de límite como ético: “No hacerlo con victimarios. Las PROVISAME no estamos formadas para eso, le corresponde a otros sectores: academia, otras organizaciones, etcétera”.
víctimas a cargo. En el segundo grupo de promotores se formaron también hombres y personas de otras regiones del país, y casi de inmediato se amplió la formación en el nivel nacional, constituyendo el diplomado de PROVISAME, que implica tanto formación práctica como teórica. María Ofelia nos cuenta, a título personal, la importancia que han tenido las PROVISAME para su vida. Ella es víctima directa del conflicto armado y fue invitada a la reunión de su municipio. Inicialmente, nos dijo: “yo tuve esa misma crítica: de decir que cómo era que un líder sin ninguna formación me iba ayudar a mí; aunque yo no tenía mucha, sentía que tenía más que ella”. Sin embargo, por razones que ella otorga al azar, terminó asistiendo a la reunión, y desde entonces no ha salido. Para esta mujer la experiencia fue “muy bonita”, y la tocó tanto, que en cuanto tuvo la oportunidad se unió al equipo de PROVISAME hasta llegar a ser hoy en día la representante legal de la organización de víctimas. Según nos comentó, el haber encontrado la organización ha promovido no sólo su crecimiento laboral sino también el personal y familiar.
Romper el silencio. A su vez, Ana Luz piensa en las víctimas también como agentes clave para la movilización y el cambio. Dice que, a pesar del riesgo, “vale la pena seguir adelante en busca de justicia y reparación”, y para que esto sea posible, para ella resultan indispensables tanto la investigación como el apoyo psicosocial durante los procesos de litigio. Ana Luz era desplazada, y como tal, no tenía ninguna seguridad; trataba de sobrevivir como podía y fue conociendo en su camino mujeres que se encontraban en circunstancias similares. Poco a poco fue formándose un grupo de mujeres que comenzaron a reunirse simplemente para hablar. Luego se dieron cuenta de que necesitaban capacitarse, y lo hicieron en Derechos Humanos, puesto que entendían que no tenían ninguna participación y que no eran escuchadas en ningún espacio.
María Ofelia dedica su labor “a todas las mujeres y hombres del Oriente Antioqueño que no se quedaron en la queja sino que ahora, recuperados, pasan del dolor a la propuesta”. Ella nos narró cómo, inicialmente, era una de las víctimas que se enfrentaba a la desconfianza, para quienes el silencio es el primer obstáculo que debía ser vencido. En su caso, el peligro de hablar pudo ser vencido gracias a un espacio donde creó lazos fuertes con las personas, donde se sintió con fuerzas para hablar. Antes de PROVISAME, María Ofelia nos dice que se sentía impotente y que estaba convencida de que la indiferencia era lo que más nos estaba matando. Sin embargo, el miedo que reina en los lugares más afectados por el conflicto sólo permitía que la asaltaran las preguntas, sin poder descifrar la manera de hacer algo. Pero cuando comenzó a escuchar las historias de las familias de los desaparecidos, recuerda bien que empezó a ver su propia historia desde otra perspectiva: antes “sentía que lo que a mí me había pasado era lo más duro, pero cuando empiezo a escuchar las historias de las familias empiezo a elaborar todos mis duelos, a salir del rincón de la guerra y a formarme como promotora”.
Como madres veían las necesidades que cada una tenía y las responsabilidades ante sus familias. Todas se encontraban en condiciones infrahumanas, viviendo en un lugar que el río inundaba constantemente y que, por lo tanto, se constituía en un foco de enfermedades. La vivienda fue así su primera meta. Una vez se capacitaron en Derechos Humanos, tocaron diferentes puertas y consiguieron un terreno en el municipio de Turbaco, donde 97 familias fundaron el barrio “Ciudad de las Mujeres” y construyeron sus viviendas con sus propias manos. Ana Luz nos cuenta que lo esencial fue “aprender de nosotras mismas”. Y es que no sólo se trató de un proyecto de vivienda, sino que también, sin buscarlo, terminaron formando un grupo de apoyo psicosocial, que fue organizándose con base en la experiencia que cada una tenía en “el dolor sufrido, las violaciones y la violencia. Sentimos el dolor de nuestra compañera porque de pronto también pasó por nuestro cuerpo, algo.
Podemos imaginar entonces cómo las víctimas experimentan la sensación de aislamiento total, la cual se refuerza con el miedo a hablar. Las amenazas parecerían prometer la inexistencia de un espacio seguro, y las historias de vida que comparten unos y otros, y que les permitirían empoderarse, se mantienen en silencio como 117
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condiciones de pobreza y marginalidad, desconfían de las instituciones y funcionarios estatales, y se encuentran en condiciones de vulnerabilidad especial, debido a los impactos del conflicto y a la permanencia de grupos armados en las regiones.
Entonces, ahí nos vamos agrupando y entre nosotras tenemos más confianza”. Este espacio, como nos cuenta Ana Luz, les permitió pensar en la posibilidad de hablar y de denunciar, de exigir justicia y ejercer su derecho a conocer la verdad. De cierta manera, también está presente el mismo deseo que María Ofelia nos enunciaba: “el […] de no querer sentirse impotente”. Al conocer las historias compartidas surge también la necesidad de prevenir, de evitar que se repita esto, que ya no aparece como un suceso aislado que “sólo me pasó a mí”, sino que es recurrente y no debe seguir pasando. El silencio deja de ser el refugio y, como Ana Luz nos dice, pasa a ser el elemento que de alguna manera “me convierte en cómplice”.
Bajo dichas condiciones, las medidas de protección rígidas resultan poco eficaces, razón por la cual la IMP logró la concesión de una tutela, mediante la Sentencia T496/08, en la que se constataron los riesgos reales que enfrentan víctimas y testigos en los procesos de aplicación de la Ley de Justicia y Paz, derivados del mantenimiento de grupos armados, a pesar de los procesos de desmovilización. Asimismo, Sandra afirma que se reconoció que, a causa de su condición de género, las mujeres están expuestas a riesgos particulares y vulnerabilidades específicas dentro del conflicto armado, y que, a su vez, éste genera un impacto diferencial y agudizado sobre las mismas (lo que además coincide con los señalamientos de la Corte Constitucional en el Auto 092/08).7
La doctora Elizabeth Lira estuvo presente en el evento y, durante su comentario a los testimonios, resaltó cómo escuchar el relato de otras personas que también han sido afectadas genera compenetración y promueve que el dolor evolucione y se convierta, con el tiempo, en propuesta. Las víctimas se piensan entonces como personas que viven situaciones “infrahumanas” (Ana Luz), que sufren las consecuencias del constante “riesgo y amenaza contra la vida y su integridad” (Sandra), pero, a pesar de experimentar inicialmente “impotencia y desconfianza” (María Ofelia y Luz Dary), cuentan con recursos que les permiten cambiar dicha situación, superando el miedo y transformándose.
Desde la perspectiva de la IMP, las sobrevivientes con quienes trabaja se encuentran en situaciones de riesgo y amenaza, entendiendo la segunda como la inminencia de un suceso desagradable o que las pone en peligro de sufrir un daño o una afectación a su integridad física, moral, o a su propiedad, a través de una acción intencionada que usualmente es violenta. Y al primero, como la relación entre amenaza, vulnerabilidad y capacidades. Las variables del riesgo están en la probabilidad de ocurrencia, y la gravedad, en caso de que se materialice el riesgo, depende de la disminución de la probabilidad de su ocurrencia, aunque en ocasiones un acto de prevención puede disminuir una variable y aumentar la otra, como en el caso de las rondas policiales, que disminuyen la probabilidad del riesgo pero aumentan la gravedad del daño si se produjera un ataque.
¿Cómo conciben las condiciones de las víctimas? Amenaza, discriminación de género y trauma psicosocial. Para la IMP, en los procesos de exigibilidad de derechos se ha constatado la especial vulnerabilidad de las mujeres víctimas frente a las violaciones, la integridad y la seguridad, en los que los victimarios buscan acallar su voz y dejar en la impunidad los delitos, que además se encuentran dentro del marco de las tradicionales relaciones de género, en las que las mujeres se ven subsumidas por el poder androcéntrico en espacios públicos y privados.
Sandra, desde su marco teórico de referencia, entiende que cualquier percepción de inseguridad trasciende el plano de lo físico, tiene un efecto psicológico en las personas y produce cambios en las relaciones entre ellas y en las distintas formas de organización e institucionalidad de la sociedad. También señala que los quiebres en la percepción de seguridad son producidos por
Ante las dificultades en la seguridad de víctimas, testigos y líderes sociales y políticos, Sandra nos informa que el Estado ha diseñado programas que buscan suministrar medidas de protección. Sin embargo, muchas veces las mujeres no logran adaptarse a las medidas otorgadas. Se debe tener en cuenta que, de acuerdo con la exposición de Sandra, en su mayoría las víctimas sobrevivientes del conflicto armado colombiano son mujeres que viven en
7 Sandra Arteaga cuenta que a partir de la sentencia se inició un riguroso ejercicio para analizar las condiciones de las mujeres, y, en conjunto con otras organizaciones, proponer algunas recomendaciones para la adecuación de los programas de protección con perspectiva de género mediante la conformación de la Mesa de Trabajo por un Plan Integral de Protección a Víctimas y Testigos de graves violaciones a Derechos Humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario.
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las personas que han vivido una situación de desplazamiento a causa del conflicto.
la vivencia súbita de indefensión, percepción de impotencia frente al futuro y pérdida de confianza básica en sí mismo y en los demás. Dentro de su presentación, nos explica que se considera que las víctimas afrontan un hecho traumático cuando han tenido una experiencia humana extrema que constituye una amenaza grave para su integridad física o psicológica, y ante la cual han respondido con temor, desesperanza u horror intensos. Tras haber experimentado, presenciado o escuchado un hecho de este tipo, pueden aparecer síntomas que escapan del control del superviviente y le crean un profundo sufrimiento psicológico.
Allá lo que esos hombres decían era lo que se hacía; yo también hacía caso, y mi marido, todos; no salía a las horas que ellos decían, no hablaba de nada de lo que ellos hacían, pero cuando mataron al comandante ellos se desorganizaron y comenzaron las amenazas; ahí fue cuando denuncié y pedí la reubicación. Yo ya estaba más tranquila y empecé a saber de los derechos; yo al principio me quedé callada de todo lo que me habían hecho, sólo conté lo de las amenazas para que me sacaran de allá; pensé que nadie me iba a creer ni a ayudar; igual, yo también les hice caso (Mujer 1, IMP).
De acuerdo con lo anterior, la IMP considera que, para las mujeres con quienes ha trabajado, las amenazas producidas antes o durante los procesos de reclamación de sus derechos son eventos traumáticos significativos, caracterizados por la constante percepción de riesgo, la falta de capacidades para enfrentar la situación, la sensación incrementada y permanente de vulnerabilidad, lo que provoca angustia, alteraciones psicosomáticas y otras manifestaciones de estrés. En resumen, cuando los eventos traumáticos sobrevienen, modifican nuestra capacidad adaptativa provocando dos disfunciones cognitivas básicas: “el mundo es completamente peligroso” y “soy totalmente incompetente”, las cuales ocasionan desde crisis psicológicas hasta la desintegración total del sentido de realidad. Para ilustrar la situación en la que se encuentran las víctimas, presentamos el testimonio de una mujer enfrentada a una situación de amenaza constante:
Teniendo en cuenta su mirada sobre los efectos que genera la exposición a situaciones de riesgo y amenaza, Sandra concluye que la historia de muertes, torturas y amenazas –vivida por las personas desplazadas–, y la movilización a lugares desconocidos desintegran el sistema de creencias, lo cual puede generar una mayor dificultad para establecer nuevas relaciones en las comunidades de llegada, debido al temor de que las personas que los rodean estén involucradas en grupos armados y puedan atentar contra sus vidas o las de sus seres queridos. Es muy duro pasar por todo esto, y más duro no tener a nadie que lo escuche a uno y que lo ayude; yo no cuento con mi mamá, nunca conté con ella, ella nunca me quiso; cuando yo era niña dos veces me dijo que había sido mejor que me hubiera abortado, que yo no le daba sino problemas; mi papá si me quería, y mi abuela, pero ellos ya se murieron (Mujer 2, IMP).
Desde todo eso yo ya no confío en nadie; yo vivía tranquila, pero ahora yo ya no confío en nadie, ni en mi familia, porque ni ellos me han ayudado, y mucho menos en el Estado; cuando me pasó lo de la violación y las amenazas, ni en la Personería, ni en la Fiscalía, ni en ninguna parte me creyeron. Después, cuando por fin puse la denuncia, dijeron que tal vez eso me había pasado por andar buscando lo que no se me había perdido; hasta el psiquiatra dijo que era que yo era masoquista, que siempre buscaba sufrir, y tal vez hasta tenga razón. Ahora sé que a nadie le importa realmente lo que le pase a los demás, no confío ni en mi sombra porque esa también me delata; si no fuera por los hijos que tengo que mantener... ellos sí no tienen la culpa de nada (Mujer 3, IMP).
[…] fueron muchos meses huyendo, viendo la muerte cerquita, como que me acostumbré a tener miedo, ahora que yo sé que estoy lejos y que es más difícil que me encuentren siento que todo está igual, todavía tengo miedo; me acuerdo de todo, cada rato tengo pesadillas, yo intento no pensar pero no puedo, hay muchas cosas que me recuerdan lo que pasó y es como si no se hubiera terminado, como si nunca se fuera a terminar (Mujer 1, IMP).
En todo caso, para la ponente, la consideración de psicopatología no parece ser suficiente para comprender el impacto psicológico que conllevan los riesgos a la integridad y la seguridad, si se piensa que la afectación se produce en el plano de lo individual, pero no exclusivamente. Es por esto que la IMP se pregunta si el criterio de normalidad depende también del contexto.
Sandra nos informa que algunas de las víctimas, en distintas regiones del país, dada su condición de riesgo, deben asumir cambios drásticos en su cotidianidad y experimentan las mismas dificultades de adaptación de 119
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desde modelos médicos e individualistas de la psicología. Tales críticas apuntan principalmente a la falta de formación de las personas que realizan la intervención, puesto que son líderes comunitarios sin formación profesional. Existe entonces mucha desconfianza, desde algunos sectores, frente a los resultados que puedan tener los grupos de apoyo. No obstante, Luz Dary y María Ofelia consideran que el modelo psicologista centrado solamente en la subjetividad y el individuo no da suficientes respuestas a la situación que viven las personas afectadas por el conflicto.
Siguiendo este cuestionamiento, la salud mental debería entonces verse como un problema de relaciones sociales, interpersonales e intergrupales. Particularmente para las mujeres, nos dice Sandra, la salud mental no es ajena a los patrones culturales que las han restringido a espacios privados que subvaloran su accionar político y que silencian sus sufrimientos y potencialidades. Nuestra invitada, finalmente, enuncia que, si bien los avances de los movimientos feministas y de mujeres han permitido que éstas asuman una posición activa en las comunidades, y han abierto posibilidades para favorecer la recuperación emocional relacionada con las múltiples violaciones a sus derechos, aún en nuestra cultura está arraigado el modelo androcéntrico, que, en muchos casos, aún posiciona a las mujeres en situaciones de vulneración y debilita sus estrategias de afrontamiento, particularmente cuando buscan acceder al sistema de justicia o a los programas de protección estatales. Las experiencias de violencia pueden reforzar la creencia de las víctimas de que no existe quién les garantice sus derechos, más cuando se considera que el Estado es indiferente o incluso responsable de dichas violaciones. Sobre la base del acompañamiento a las mujeres que realiza la IMP, la organización afirma que sí existen manifestaciones psicopatológicas en las víctimas que han experimentado situaciones traumáticas relacionadas con el riesgo a su seguridad e integridad, y que, por tanto, se requiere de atención especializada.
Lo que finalmente ha sucedido es que, en el ejercicio de la visibilización de las organizaciones de víctimas, muchos de los psicólogos que están en los municipios y en los hospitales han empezado a crear alianzas con las PROVISAME. “Tanto los psicólogos han aprendido y se han apoyado en estos grupos, como nosotros nos hemos apoyado en ellos y les remitimos los casos que vemos necesarios”. Ellas consideran que para el territorio, las PROVISAME son un patrimonio, pues son líderes y lideresas de las mismas comunidades, y, por lo tanto, están dejando allí un capital humano instalado que no abandonará el proyecto a largo plazo. Y es que hay que resaltar la denuncia que nuestras panelistas hacen: que muchos proyectos y organizaciones en el país centran su trabajo en atender la emergencia, es decir, parten de un enfoque asistencialista que no tiene en cuenta el acompañamiento posterior, y no tienen proyecciones de intervención a largo plazo.
Indiferencia, silencio, y posibilidades de superarlos. Las representantes de APROVIACI nos cuentan sobre la crisis que vivió el Oriente Antioqueño, una crisis humanitaria por la disputa de los territorios entre guerrillas y paramilitares. Esta situación llevó a los habitantes de la región a sentir que no había políticas estatales para atender a las víctimas, a pensar que no se hablaba ni siquiera de las mismas, y que tampoco había las políticas asistencialistas que hoy en día existen. Como nos lo cuentan Luz Dary y María Ofelia, esta situación crítica llevó finalmente al desarrollo del proyecto PROVISAME, que graduó a los primeros participantes en 2006.
Dado que estos modelos denominados por ellas como “modelos traídos desde fuera” no son concertados con la gente (ni previamente ni sobre la marcha) ni construidos desde la base –es decir, desde los contextos particulares–, entonces, según ellas, suelen ver a las víctimas como pobres, vulnerables y enfermas, y no tienen en cuenta sus habilidades y capacidad de transformación. Olvidan que las víctimas no son receptores pasivos de ayuda externa, sino protagonistas del proceso. Nos pasa mucho en el Oriente Antioqueño –comenta Luz Dary–, que es una región con mucha presencia de ONG, instituciones y organización internacional con una mirada asistencialista y creen que ir a hacer una intervención de dos o tres consultas es suficiente y ya se van con sus “objetivos” de sus proyectos cumplidos.
Desde el punto de vista de nuestras invitadas, esta experiencia ha sido muy importante para la región, dado que ha permitido exponer públicamente el tema del conflicto, que antes se mantenía negado y silenciado. Este paso, a su vez, promovió la generación de procesos de empoderamiento y organización que inicialmente eran impensables. Luz Dary aclara, en todo caso, que el proyecto ha sido muy criticado, en especial por parte de algunos profesionales de la salud mental que trabajan
Dado que ésta es una preocupación común en la zona de impacto de APROVIACI, la organización ha analizado la situación y ha concluido que sólo dos o tres organizaciones (entre éstas, el Programa por la Paz del 120
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CINEP) han realmente apoyado los proyectos de la región mediante una presencia constante, llevando a cabo un proceso que no puede ser de dos o tres meses sino que, desde su perspectiva, debería implicar un desarrollo a largo plazo. Luz Dary percibe que en la actualidad se están conformando y fortaleciendo las organizaciones de víctimas, y que este incremento en la actividad es resultado del proceso de acompañamiento psicosocial a los sobrevivientes, que emprenden una tarea de agruparse para hacerse visibles en las localidades.
La situación, tal y como nos la muestra María Ofelia, remite a un llamado por la infancia colombiana. Estas lideresas que se encuentran en situaciones económicas precarias, y que son madres cabeza de familia, observan con tristeza la indiferencia frente al sufrimiento de los niños y niñas, y ante las consecuencias que la guerra les traiga. María Ofelia cierra su intervención tocando brevemente el dilema de las políticas de reconciliación, y el trabajo que se hace desde algunas organizaciones enfocado hacia la mediación y el perdón. Al respecto, se muestra muy decidida, y comenta: “Sentimos que no hay condiciones ni garantías (ni para víctimas ni para victimarios) para hacer ese trabajo […] la reconciliación es a largo plazo”. Ellas no creen en lo que denominan políticas de “reconciliación forzada”. Aclara que si bien el trabajo con los victimarios debe realizarse, éste no es un asunto del que en este momento las víctimas deban ni tengan que ocuparse. Esta postura puede entenderse como un llamado a que otros sectores gestionen este tipo de proyectos.
Ellas mismas han redoblado los esfuerzos y están desarrollando diversos proyectos, entre los cuales destaca uno llamado “Abriendo trochas por la vida o por la paz” (que se enmarca dentro de la propuesta de “La semana por la paz’), en el que cada uno de los municipios hace acompañamiento a sus veredas o a un lugar que haya sido muy afectado en el conflicto, para sensibilizar y visibilizar lo que allí pasó. María Ofelia nos brinda su testimonio, y no sólo nos muestra el proyecto en el que ella participa, sino que nos facilita la comprensión de la realidad que ellas, como víctimas, viven: Yo llego al Oriente Antioqueño desplazada de Medellín, después de haber sufrido varios tipos de victimización como el desplazamiento, el asesinato de mis cuatro hermanos y el asesinato de mi hermana que estaba esperando bebé. También sufro violación por un grupo armado. Al Gobierno no le interesa lo que nos pasa a nosotros; al contrario, ataca a las ONG que nos acompañan y trabajan con nosotros. Al contrario, ataca a las organizaciones de víctimas… ya nos tildó de guerrilleras. Entonces empiezo a formarme ahí y también me dan la oportunidad de participar en un grupo de teatro con mujeres víctimas del Oriente Antioqueño (nos extienden la invitación desde los grupos “gane abrazos” de mujeres). Yo soñé toda mi vida con hacer teatro y se me dio la oportunidad ahí. Llevamos tres años con el grupo y cada año nos dan la oportunidad de venir al festival de teatro acá en Bogotá, a lo de “Mujeres en Escena” por la paz de Colombia.
Más indiferencia, falta de información y capacidad de movilización. Por último, contamos con la lectura que Ana Luz hace acerca de la situación en la que se encuentran las víctimas y sus comunidades. Desde su experiencia, Ana luz Ortega se narra como “sobreviviente” del desplazamiento del departamento de Córdoba. Ella menciona el hecho de que no tenía ningún conocimiento que la acreditara como capaz de implementar un proyecto; no obstante, 97 familias fueron beneficiadas en el municipio de Turbaco, vereda El Talón, y pudieron construir con sus propias manos las viviendas, que no sólo representaban un techo, sino el primer paso materializado hacia la construcción de su bienestar. Las víctimas se organizaron al principio sólo para apoyarse emocionalmente, pero luego implementaron 144 encuestas que arrojaron alguna información sobre la situación general de las mujeres desplazadas: entre las experiencias recurrentes se encontraba la violencia sexual basada en género, el haber presenciado o sido víctimas de crímenes y actos violentos, y el no saber con certeza por qué ninguna se atrevía a hablar.
Todo este proceso ha sido muy bonito, ahora siento tristeza porque no se ve el apoyo del Gobierno. Es una lucha continua porque lo estamos haciendo en medio de la guerra, porque el conflicto no cesa. Nos duele muchísimo lo que hacen los llamados malos, pero nos duele más la indiferencia de los que se llaman buenos. Nosotros tenemos una preocupación muy grande, y las víctimas hacen un reclamo: es por la atención de niños y niñas. Nosotros vamos para la tumba, pero el futuro del país son estos hijos tan afectados psicosocialmente.
Hoy en día, Ana Luz afirma que están llevando a cabo la ley de justicia y género. Ellas se dieron cuenta de que su seguridad dependía de su capacidad para exigir sus derechos y para organizarse, y, por esta razón, lucharon para que el Ministerio del Interior les diera protección. Aún Ana Luz se siente insegura; de hecho, se ve obligada a visitarnos en compañía de un escolta, y se lamenta porque aún no les pueden garantizar (a ella y a las mujeres de su organización) una protección que les dé tranquilidad. Sin embargo, reconoce que su trabajo 121
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Finalmente, ¿qué propuestas promueven la transformación de las víctimas?
tuvo incidencia en las políticas públicas de su región, en donde, según nos cuenta, no había ninguna diseñada para desplazados ni para receptores.
La IMP sostiene que pertenecer a una organización contribuye al restablecimiento emocional de las mujeres que han sufrido situaciones de riesgo y favorece la constitución de acción colectiva en la que las mujeres se reconocen como ciudadanas y agentes sociales y políticas. El desarrollo de capacidades –entendidas como los recursos personales (cognitivos, conductuales y fisiológicos), familiares, comunitarios, sociales e institucionales de los que se dispone para afrontar las amenazas– es considerado por la IMP como uno de los aspectos clave para la eficacia de estrategias de afrontamiento. La recuperación de la rutina cotidiana y la implicación en proyectos que generen expectativas e ilusiones –en suma, la organización de las mujeres antes, durante y después del trauma– surgen como elementos potenciales para el restablecimiento de las emociones y los proyectos de vida, lo que a su vez jalona el desarrollo familiar y social.
Su testimonio, al igual que el de María Ofelia, nos permite asomarnos a una realidad que nos es ajena, y mirar, a través de su interpretación, la situación de las víctimas del desplazamiento en la región de Bolívar. Veíamos la necesidad de que… vamos a buscar, a hacer posible una vivienda, una vivienda digna, para no estar viviendo donde realmente el agua nos pasaba siempre, porque vivíamos en el barro, se puede decir. […] Siempre está la discriminación; no, que está desplazada… que, no, pues, cuando usted dice soy desplazada, todo pierde. Muchas de nosotras no sabíamos ni qué, o sea, qué derecho teníamos nosotras. No los conocíamos. [Luego] nos dimos de cuenta que sí, pudimos exigir nuestros derechos. Y que había, pues… nosotras no éramos culpables de lo que nos había pasado. Que realmente un Estado debía de responder por todo lo que nos sucedió, pero al igual él ni siquiera se daba de cuenta, ni siquiera miraba en el lugar en donde estábamos. Porque realmente es así. Y lo logramos con miles de dificultades porque cuando nosotras comenzamos a trabajar en la construcción de las viviendas, o sea, en el momento no conseguíamos tierra, pero también teníamos un subsidio que era de siete millones quinientos mil pesos que no nos alcanzaba para construir una casa ni aún para comprarla. Pasamos a tocar puertas, no lo encontramos en el departamento. […] y logramos conseguir el otro aporte para esas viviendas. Y fue […] internacional, quien en ese momento miró la necesidad que realmente nosotras estábamos viviendo. Y que sí éramos capaces de construir este barrio en el que hoy vivimos, que es la Ciudad de las Mujeres.
Según Sandra, las mujeres que en algún momento han perdido la esperanza encuentran en la organización el escenario propicio para resignificar su subjetividad y construir transformaciones en sus propias vidas, en las de sus familias, en las de sus comunidades, y en la sociedad en general. Y es allí donde conforman lo que podemos llamar acción colectiva: un resultado con diversidad de factores, que posibilita la intervención organizada en espacios de conflicto. El accionar de las mujeres que acompaña la IMP, que encuentran en la organización la posibilidad de narrar y resignificar sus historias, ha permitido la consolidación de grupos de soporte en los que se comparten vivencias, emociones y conocimientos, que se transforman en identidad colectiva y permiten que las mujeres se reconozcan como sujetos de derecho y actrices políticas que actúan consecuentemente con ello. Para ilustrar esta experiencia, veamos este relato que nos comparte Sandra de una sobreviviente:
En este momento ya estamos ubicadas en la Ciudad de las Mujeres […]. Pero no ha sido fácil entrar a trabajar con el municipio, o bien sea con las entidades públicas. No ha sido fácil. Incluso cuando nosotras inauguramos nuestro barrio, invitamos al alcalde de Turbaco, para que fuera; igual, eso pertenecía ya al municipio. Y él no se hizo presente; entonces, vemos que hay una indiferencia muy grande de éste.
Yo le agradezco a estas mujeres, porque sola yo no habría podido con tanta cosa, es que uno aquí sabe que vale, que ser mujer no es sólo cocinar y planchar, que debemos luchar por nuestros derechos; aquí me escuchan, yo siento que me entienden, y es que así junticas es que vamos a salir adelante (Mujer 4, IMP).
En el testimonio de Ana Luz podemos encontrar algunas coincidencias con las voces de las otras invitadas: el dolor por la indiferencia, el silencio como gran obstáculo y la enorme capacidad de resiliencia y transformación son algunos de los aspectos que quedan en el aire del auditorio tras escuchar las intervenciones.
Dado que la IMP considera que la atención especializada es indispensable, insiste en la necesidad de que el 122
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Ministerio de Protección Social diseñe estrategias adecuadas a las características poblacionales y a la naturaleza del trauma. Sin embargo, también insiste en la consideración de la salud mental desde las relaciones interpersonales inmersas en un contexto sociohistórico. Para la IMP, la víctima requiere de la garantía del Estado en calidad de regulador social, y, por lo tanto, éste, a través de sus funcionarios, debe ver a la persona que hay en cada víctima y reconocer su subjetividad, su afectación y sus posibilidades reales, no cosificarla, no tratarla como objeto. Así mismo, debe reconocer su agencia social y política, garantizar su posibilidad de agrupación y organización y dar cabida a su participación y representación política. Para concluir, Sandra insiste en la necesidad de que las mujeres que se encuentran en una situación de riesgo o la han experimentado recuperen la confianza en el sistema de justicia y en el Estado, como garantes de sus derechos, para así poder reconfigurar su subjetividad e identificarse como ciudadanas plenas de derecho.
deran que el grupo de ayuda mutua es una estrategia de apoyo a las personas que les permite elaborar sus duelos al compartirlos. Desde su comprensión, la comunicación es la fuente de ayuda, y por esto no se requiere de un profesional, sino de una persona que entienda el enfoque y tenga herramientas para contener.
Desde la perspectiva de APROVIACI, la organización también ha sido una experiencia muy importante para la región, pues ha permitido poner en lo público el tema del conflicto, ya que se tenía negado y silenciado, superando así el aislamiento y la estigmatización de las víctimas, haciendo público su dolor y generando procesos de empoderamiento. De acuerdo con Luz Dary, cualquier modelo de intervención debe tener en cuenta, además de lo subjetivo, los contextos sociales, políticos y culturales en los que está inmerso un sujeto. Ella afirma que lo que se afecta en la guerra son las redes de apoyo, razón por la cual la estrategia de recuperación, a través del grupo de apoyo mutuo, resulta exitosa al posibilitar la reelaboración de vínculos y recobrar confianzas. Para ellas, no se debe considerar a la persona afectada por la guerra como enferma; no creen que necesariamente requiera medicamentos o tratamientos psiquiátricos; por el contrario, postulan, con base en su experiencia, que muchas veces basta con que las escuchen y les validen su experiencia de dolor. Se unen a la perspectiva de Martín-Baró citando su tesis de que muchas veces dichas experiencias son reacciones normales ante situaciones anormales.
La conformación y el fortalecimiento mismo de las organizaciones de víctimas son entendidos por Luz Dary como el resultado del proceso de acompañamiento psicosocial a los sobrevivientes que emprenden una tarea de agruparse para hacerse visibles en las localidades. Es así como una forma de sobreponerse a la vulnerabilidad las convertiría, poco a poco, en actrices del desarrollo, es decir, las llevaría a trascender su estado de “víctimas a ciudadanos, para que otras voces se escuchen y el dolor sea propuesta”. Y éste es precisamente uno de los lemas que las ha identificado.
Ellas afirman que quienes participan en estos procesos entienden que su situación no es aislada, ni fortuita, sino que lo que les pasó responde a una lógica e intencionalidad de la guerra que busca desestructurar la comunidad; y que esta comprensión permite, a su vez, que la gente se empodere, pueda significar lo que le pasó y emprenda nuevos proyectos de vida dentro de la sociedad. Un aspecto importante por el que hay que preguntarse –nos dicen– es el de la sostenibilidad de los proyectos de apoyo psicosocial, puesto que llevan unos dos años aproximadamente, pero necesitan diseños que les permitan perdurar mucho más tiempo.
Cuando el dolor puede ser reconocido socialmente, las víctimas pueden ser las protagonistas de nuevas propuestas para el cambio social. Ser actor, afirma Luz Dary, implica recuperar la dignidad, sentirse sujeto de derechos. Razón por la cual el trabajo lo han enfocado hacia el conocimiento de los derechos a la verdad, la justicia y la reparación; y hacia la realización de acciones que creen rutas de acceso a éstos, como la asesoría jurídica y el trabajo por la memoria. En PROVISAME, la mayoría son víctimas del conflicto armado, lo vivieron en carne propia. María Ofelia nos explica la efectividad de los grupos desde su propia experiencia: “cuando uno abre el corazón y cuenta esa historia, las otras personas se animan”.
Como podemos observar, ellas evitan hablar de “trauma” y se cuidan de utilizar categorías patológicas; sin embargo, son cuidadosas al advertir que, si bien este acercamiento ha sido suficiente la mayoría de las veces, también han enfrentado situaciones en las cuales las personas han necesitado otro tipo de ayuda: la del psicólogo, y en estos casos no han dudado en remitir a las víctimas a un profesional. En todo caso, ellas consi-
Para Ana Luz, el punto de partida es muy similar al de las otras invitadas: al inicio, las mujeres muestran renuencia a hablar, a tener que dar un relato completo, a brindar detalles y volver a recordar claramente el evento, debido a que este acto significa encontrarse con sen123
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timientos o pensamientos de vergüenza, culpa, rabia, y tener que revivir momentos dolorosos para ellas. Es entonces de vital importancia el acompañamiento del proceso de litigio y no olvidar, dentro del mismo, la importancia de las relaciones interpersonales, el contexto socioeconómico, familiar, la salud física y la seguridad. Es por ello que se necesita ir más allá de lo referente al trauma y preguntarse por aquellos aspectos que afectan a estas mujeres tiempo después del evento como tal. Para Iván Avellaneda, psicólogo que acompaña los procesos de la LMDB, es importante resaltar la necesidad de conocer mejor el contexto específico de las víctimas, en este caso, la realización de investigaciones que tengan enfoque de género y que sean sensibles a las particularidades de cada población.
capacitarnos porque a medida que nosotras vamos aprendiendo, nos capacitamos en Derechos Humanos, y decimos, nosotras vamos restituyendo nuestros derechos […]. Pero, a pesar de no ser vistas por el otro, seguimos adelante; hubo una mirada, de nosotras con nosotras o de alguien con nosotras, que nos hizo creer que podíamos. En ese momento la persona que se acerca a nosotras, muy profesional, es la doctora Patricia Guerrero, y ella es la que nos agarra y nos dice: “Ustedes pueden y podemos juntas, hacer muchas cosas”. […]. Y lo logramos con miles de dificultades […]. Y, sí, éramos capaces de construir este barrio en que hoy vivimos y nosotras mismas nos capacitamos en autoconstrucción.
El papel de la memoria
Para Ana Luz, la mirada de la doctora Patricia Guerrero, una persona externa que les permitió confiar de nuevo, es una de las piedras angulares que impulsó la transformación. La presencia de esta persona, a su juicio, les dio la fuerza “porque, al igual, ella no estaba pensando para una sola sino para todas en conjunto”. Esta valoración de la forma en la que se acerca el “profesional” a la víctima resulta reveladora ante el llamado común de las expositoras a mirar a la víctima como agente, como sujeto de derechos, como colectividad, y, así mismo, a trabajar acorde con esta mirada, que promovería lo que Ana Luz denominó pensamiento en conjunto.
A lo largo de las intervenciones de algunos de los ponentes en el evento surgió de manera recurrente la pregunta acerca del lugar de la memoria: si constantemente se proponía que la resignificación a través de la narración era una herramienta poderosa para promover la transformación de la vida de las víctimas y apoyar los procesos de cambio y movilización, entonces, ¿en dónde quedaban los recuerdos? ¿Cómo eran incorporados en las “nuevas” historias? ¿Cuál era el sentido de recordar o de olvidar? En última instancia, ¿cuál era el papel de la memoria? En vista de que estos interrogantes parecían muy familiares para los académicos y profesionales, consideramos relevante recoger las voces de las expertas al respecto.
A continuación, el testimonio de Ana al preguntarle qué le permitió pasar de la situación inicial a una de acción, de transformación:
Luz Dary y María Ofelia consideraban que la indiferencia era lo que nos estaba matando, así que ellas mismas se preguntaron el porqué de la memoria, y contestaron:
Primeramente, estar organizadas. Segundo, empoderarnos, de qué queríamos; es decir, adquirir conocimiento; nos capacitamos en Derechos Humanos nosotras mismas. Y, finalmente, el hacer el colectivo. Cuando nosotras ya estamos empoderadas, empezamos a analizar realmente qué nos hacía falta y qué queríamos, […] Hacemos un diagnóstico, y casi todas estábamos en las mismas condiciones. Bueno, esto nos da fuerza para nosotras seguir adelante. ¿Por qué? Para lograr un proyecto de vivienda, una sola no podía ser, sino todo un grupo de mujeres para apostar a un subsidio […] Y de esa forma nosotras, creo… este proyecto todavía nos une más, nos fortalece más. No solamente esperábamos que saliera el proyecto […] Por ejemplo, decíamos: “Bueno, si vamos a tener una vivienda, ¿cómo vamos a sostener esa vivienda?” […]. No teníamos trabajo porque realmente cuando uno viene desplazado, no es posible conseguir un trabajo. Se nos ocurrió
Para que otras voces se escuchen y el dolor sea propuesta. El proceso de memoria se fundamenta en traer la voz de las víctimas, cuando la guerra impone el silencio. Darle un lugar al dolor, lograr un reconocimiento colectivo de lo injusto e irreparable que sucedió. Romper con la lógica de la impunidad y la normalización de la violencia y abrir un espacio para que sea inaceptable cualquier acción que atente contra la vida y la dignidad.
La propuesta de APROVIACI es la de una memoria concebida como mecanismo de denuncia, como medio para recordar la anormalidad de la situación y luchar contra el silencio y la indiferencia. Una memoria que 124
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A manera de despedida Nuestras invitadas tuvieron un tiempo límite para compartir con nosotros sus saberes, sentimientos y experiencias. Antes de que se agotara, Ana Luz se preguntó por el mensaje que quería dejarnos; no habría otra manera de cerrar este texto híbrido que no fuera citando su propia voz y agradeciendo a todas el haber compartido con nosotros sus vivencias, lecturas, trabajos y críticas:
hable, pues una que calle perdería toda razón de ser, todo alcance. Como puesta en práctica de su ideal, ellas realizan, los últimos viernes de cada mes, unas jornadas que denominan “Por la luz”. Durante estos días se encienden luces en los municipios, bajo el lema “Enciende una vela, apaga el miedo”. De esta manera, la memoria no sólo recuerda la violencia sino también los mecanismos que existen para luchar contra sus efectos. Así mismo, ellas han participado en la construcción de plantones, monumentos, galerías… e incluso en una página multimedia que construyó el municipio de La Unión con 130 historias, y en un salón del “Nunca más”, en el municipio de Granada. Para estas mujeres lo más impactante y lo más bonito es el proceso que se vive en la construcción de estos “monumentos”, pues la gente puede recuperar la memoria y sentir la importancia de ésta, se dignifica y logra elaborar duelos al poner en lo público el dolor.
[…] pero sí quiero decirle que éste es el primer modelo de trabajo que se hace en una organización […] ¿Qué mensaje le quiero dejar? Pues que nada en esta vida es difícil, aunque hayamos pasado por dificultades, estemos en dificultades… todo es posible, desde que nosotros tengamos ganas de salir adelante, que tengamos una visión hacia adelante, dejar lo que pasó atrás, porque nuestra vida sigue y más si tenemos hijos, eso nos da una inspiración para seguir luchando, gracias.
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Principios éticos para la atención psicosocial*
* Documento organizado y editado por el Grupo de Psicología Social Crítica, Departamento de Psicología, Universidad de los Andes, a partir de las contribuciones de los colaboradores aquí mencionados.
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Colaboradores:
- Dora Fried Schnitman, Fundación Interfas, Universidad de Buenos Aires. Correo electrónico: dschnitman@fibertel.com.ar - Elizabeth Lira, Centro de Ética, Universidad Alberto Hurtado (Santiago de Chile). Correo electrónico: elira@uahurtado.cl - Jeisson Noppe C., Instituto Pensar. Correo electrónico: noppe60@gmail.com - Mónica Polo, Francisco Grimaldos, María Inés Patiño, Colectivo Aquí y Ahora. Correo electrónico: mpolo@uniandes.edu.co - Mónica Novoa Gómez, Pontificia Universidad Javeriana. Correo electrónico: mmnovoa@javeriana.edu.co. - Pablo Stucky, CEAS Colombia. Correo electrónico: ceascolombia@yahoo.es - Beatriz Ángela Hernández, Sinapsis Centro de Formación, Terapia y Consultoría. Correo electrónico: angelahc@etb.net.co - Patricia Nieto, Universidad de Antioquia. Correo electrónico: nietopatricia12@gmail.com - Claudia Tovar, Pontificia Universidad Javeriana. Correo electrónico: claudia.tovar@javeriana.edu.co - Yadira Sánchez, Universidad Minuto de Dios. Correo electrónico: ysanchez@uniminuto.edu - Mariana Díaz Kraus, Fundación Ideas para la Paz. Correo electrónico: mdiaz@ideaspaz.org - Miguel Rojas Guatama, Pontificia Universidad Javeriana. Correo electrónico: mirg2002@hotmail.com - Jairo Estupiñán, Universidad Santo Tomás. Correo electrónico: jairoesupinan@correo.usta.edu.co, jaigutesmo@yahoo.es - Amanda Romero, Correo electrónico: amandaromerom@gmail.com - María Hilda Sánchez, Universidad de Caldas. Correo electrónico: maria.hilda_i@yahoo.es - María Idaly Barreto, Universidad Católica de Colombia. Correo electrónico: mibarreto@ucatolica.edu.co
Organizaciones de víctimas - Analuz Ortega, Liga de Mujeres Desplazadas (Bolívar). Correo electrónico: analuz.ortega@ligademujeres.org - Claudia Marcela Páez, Alianza Iniciativa Mujeres Colombianas por la Paz-IMP. Correo electrónico: psicologa@mujeresporlapaz.org - María Ofelia Orozco, Asociación Provincial de Víctimas a Ciudadanos y Ciudadanas del Oriente Antioqueño, APROVIACI. Correo electrónico: aproviacioriente@yahoo.es - Luz Dary Valencia, APROVIACI. Correo electrónico: aproviacioriente@yahoo.es Organizaciones de la Sociedad Civil - Ivonne Wilches, Corporación Sisma Mujer. Correo electrónico: infosisma@sismamujer.org - Liz Arévalo Naranjo, Corporación Vínculos. Correo electrónico:larevalo@vinculos.org - María Magdalena Osorio, Corporación Vínculos. Correo electrónico: mmagdalena.vinculos@gmail.com - Mariana Sáenz Uribe, Corporación Vínculos. Correo electrónico: mariana.vinculos@gmail.com - Ángela Ospina, Terre Des Hommes Italia. Correo electrónico: tdhit@tdhitcolombia.org, angela@centrodeatencionpsicosocial.org - Hernando Millán, Corporación AVRE. Correo electrónico: corporacionavre@corporacionavre.org - Ana María Téllez Luque, Equipo Psicosocial Reiniciar. Correo electrónico: psicosocialreiniciar@gmail.com - Carolina Villarraga, CAVID. Centro de Atención a Víctimas de Violencias y Delitos. Correo electrónico: carovilla2002@yahoo.es - Andrés Acosta, CINEP/Programa Por la Paz. Correo electrónico: andresara2004@yahoo.com - Catalina Díaz, ICTJ. Correo electrónico: cdiaz@ictj.org - Viviana Quintero, Colectivo ANSUR. Correo electrónico: vivianaabril@yahoo.es, colectivoansur@yahoo.es
Organizaciones del Estado - Martha Janeth Giraldo, ICBF, Subdirectora de Intervenciones Directas. Correo electrónico: martha.giraldo@icbf.gov.co - Margarita Rosa Ramírez, ICBF. Correo electrónico: margarita.ramirez@icbf.gov.co - Beatriz Eugenia Guerra Gómez, ICBF. Correo electrónico: beatriz.guerra@icbf.gov.co - Sofía Gutiérrez, Rosa Elena Vargas, Erika Alejandra Ramírez, Ministerio de Protección Social. Correo electrónico: sgutierrez@minproteccionsocial.gov.co
Académicos/Investigadores/Interventores - Jorge Palacio, Edith Aristizábal, Universidad del Norte (Barranquilla). Correo electrónico: jpalacio@uninorte.edu.co - Nelson Molina, Universidad Pontificia Bolivariana (Bucaramanga). Correo electrónico: nmolina@upbbgc.edu.co
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Principios éticos para la atención psicosocial
Documento
b. Promover la acción reflexiva para que tanto la práctica como la teorización en los equipos no sean procesos estáticos. Esto implica que quienes participan en estos ejercicios reflexivos empiecen por reconocer las posiciones de poder (o no poder) en su quehacer profesional. c. Reconocer en el trabajo con las personas afectadas por el conflicto, los diferentes espacios en los cuales se da el proceso de subjetivación. Especialmente, establecer una diferenciación entre el sujeto jurídico y el psicológico en la formulación de intervenciones. d. Repensar y articular las diferentes formas de entender la memoria, junto con las maneras en las que ésta se utiliza como herramienta en la intervención: • Desarrollar comprensiones que caractericen su relación con el olvido y el recuerdo, y que diferencien entre la construcción histórica y la personal. • Reparar en las posibilidades de abordar la memoria como proceso de producción de subjetivaciones y de imaginarios sociales que permitiría relacionar nuestras experiencias con las de una colectividad.
Los siguientes principios o lineamientos éticos se constituyeron a partir de las discusiones colectivas que tuvieron lugar a propósito del seminario-taller “Lo que hemos aprendido: procesos psicosociales en atención, reparación y recuperación de víctimas del conflicto armado colombiano”. En los espacios que se programaron a lo largo de los tres días del seminario, los participantes se reunieron en grupos para compartir sus experiencias y escuchar diferentes perspectivas sobre la atención psicosocial en el contexto del conflicto armado. A partir de estas conversaciones, se planteó un ejercicio colectivo de reflexión sobre los principios éticos que deberían orientar el trabajo de profesionales y organizaciones en la atención psicosocial a víctimas del conflicto armado en nuestro país. Los principios que aparecen planteados a continuación recogen las principales ideas esbozadas en ese ejercicio de reflexión por los participantes del seminario. Una versión preliminar del texto fue incluida en la página web semanas después del evento, de manera que los participantes de la discusión pudiesen revisarla y sugerir cambios a la misma. Las sugerencias de los participantes fueron recogidas y se elaboró la versión final que aquí se presenta.
2. Asumir críticamente una postura política a. Facilitar la visibilización de las víctimas. • Reconocer la existencia de un conflicto armado en nuestro país, en el cual los actores no son exclusivamente los grupos ilegales, y aceptar que la situación genera no sólo un daño individual, sino colectivo. • Sensibilizar a las comunidades receptoras y brindar conocimiento sobre el contexto del conflicto armado. • Reconocer las particularidades y las necesidades de las poblaciones afectadas por el conflicto armado (tipos de victimización, género, grupo etario y étnico). • Pensar el tipo de acompañamiento que demanda cada tipo de victimización (violación de DDHH, litigio, defensa, duelo, contención, etcétera).
Estos principios buscan ser independientes y se proponen como condiciones para la planeación y ejecución de intervenciones psicosociales dentro del marco jurídico de los Derechos Humanos. Principios éticos generales en la evaluación e intervención con personas afectadas por el conflicto armado:
1. Incorporar en la práctica profesional el
ejercicio de reflexionar sobre las acciones y, en especial, sobre el uso del lenguaje como herramienta en la intervención
b. Reflexionar sobre el lugar de la reconciliación y las posibilidades del perdón en los procesos políticos nacionales. En especial, reflexionar sobre la posibilidad de plantear/implementar iniciativas generativas en las que se articulen estos procesos y en las cuales se incluya a los victimarios. c. Mantener una postura crítica frente a las propuestas de reconciliación que no privilegian el cuidado de las necesidades de las víctimas y acaban imponiendo políticas que las coaccionan y desconocen. d. Enfrentar las preguntas sobre posturas políticas que subyacen al trabajo de intervención. Por ejemplo, sobre el tipo de sujeto que estamos construyendo y/o privilegiando a partir de las estrategias desde donde ejercemos. Así mismo, sobre el posicionamiento de
a. R econocer los efectos del poder del lenguaje en la reparación • Potenciar el uso de narrativas y palabras que construyan ciudadanos plenos. • Reconocer el uso de las palabras técnicas con fines estratégicos. • Utilizar el poder del discurso y el lenguaje como herramientas para potenciar distintas maneras de participación en escenarios políticos y personales. • Entender la palabra como mecanismo de lucha contra el silencio y la indiferencia y también permitir abiertamente espacios de silencio. • Abrir la posibilidad de narrar diversos textos y contextos desarrollando distintas interpretaciones y reflexiones en torno a las experiencias. 129
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academia, profesionales y comunidades que promuevan un mayor impacto en la intervención. g. Co-construir las formas de intervención procurando la no polarización dentro de las organizaciones: generar desde allí un clima de respeto, donde puedan plantearse las diversas posiciones de los actores (población-interventores). h. Promover la inclusión de la diversidad de la población en términos etarios, étnicos y de género, y actuar en la práctica desde dicho reconocimiento.
la terapia “cara a cara”, entendiendo las dificultades que entraña el pensar este tipo de intervenciones dentro de la realidad nacional. e. Tomar una postura crítica frente a procesos cuyo fin es la indagación para establecer una versión única y verdadera de la realidad. Cuestionar el valor de la verdad en los procesos y el beneficio que reporta a las víctimas la realización de iniciativas de este tipo. f. Promover formas de reparación que se construyan desde estrategias locales que promuevan las garantías de no repetición. g. Desarrollar programas sustentados en la actualidad del país y los escenarios cambiantes, así como propuestas que promuevan la coordinación de las agencias, instituciones y organizaciones a cargo de la intervención a población afectada por la guerra.
4. Trabajar desde una ética de cuidado a. Los programas de atención deben tener claros los objetivos de intervención. b. Procurar la creación de lenguajes comunes y espacios de diálogo, para evitar la revictimización a través de discursos polarizantes o desempoderantes. c. Cuidar de no convertir a las víctimas en medios para conseguir fines políticos: buscar con las intervenciones el beneficio directo de las víctimas y el respeto mutuo. d. Tener como prioridad la recuperación de las personas: • Buscar la transición de la narrativa de “víctimas” a narrativas de “sobrevivientes”. • Establecer distinciones entre la exploración histórica y anecdótica de los relatos de dolor y los relatos desde la recursividad, las posibilidades, las excepciones y capacidades.
3. Abandonar la posición de experto a. Partir de una posición “desde abajo” que priorice la voz, el bienestar y las potencialidades de las víctimas. Es decir, desarrollar cualquier proyecto de atención pensándolo desde la experiencia de las víctimas, y no ejercerlo exclusivamente desde la experticia teórica de los profesionales. Esto implica la construcción conjunta, entre profesionales y personas afectadas, de una manera de trabajo que reconozca las voces de los distintos actores en el proceso (víctimas y profesionales) y genere formas de pensar y actuar desde la corresponsabilidad. b. Valorar las experiencias y saberes locales como legítimos e importantes. Esto implica pensar en formas de conexión entre los conocimientos generados en lo local y los aportes que pueden plantear las instituciones y la academia “desde arriba”. Al trabajar desde esta lógica, se evitaría plantear intervenciones ajenas a los contextos culturales. c. Abordar la atención psicosocial, reconociendo su complejidad y, por lo tanto, nuestras limitaciones personales, profesionales y grupales en la acción y en los saberes. Esto implicaría abandonar la posición de “expertos” y valorar las voces de las víctimas (verdaderos expertos). d. Generar procesos investigativos locales, en los que se reconozca la importancia de los líderes populares y de las intervenciones que se generan dentro de las comunidades. Asumir como profesionales la responsabilidad de acompañar y asesorar a la comunidad en estos procesos. e. Aprovechar la diversidad disciplinar en la aproximación psicosocial y, desde allí, la polifonía de voces y posiciones profesionales y políticas. f. Generar alianzas estratégicas entre instituciones,
e. Comprometerse con procesos de intervención, capaces y suficientes, planeados, sujetos a rendición de cuentas y susceptibles de influir en las políticas públicas. f. La formación de los profesionales en el campo; su experiencia y sensibilidad deben convertirse en criterios centrales para la selección y conformación de los equipos de intervención, de manera que se responda a las necesidades propias de cada contexto. g. Asumir una ética de cuidado, que promueva un conjunto de prácticas y modos de relacionarse tanto con las personas afectadas como dentro de las organizaciones. Por ejemplo, buscar que los equipos tengan en cuenta mecanismos de apoyo interno, como protocolos de seguridad y espacios de “oxigenación”, así como promover y reforzar redes para garantizar el cuidado de manera creativa. Para esto se necesita la creación de rutas claras sobre los pasos a seguir, de manera que el procedimiento legal no constituya una fuente más de vulnerabilidad. h. Garantizar a las víctimas el acceso a información completa y en términos comprensibles por ellos y ellas. Esto implica, también, promover el papel activo del sujeto jurídico y la información principal de los procesos que deben llevar a cabo las víctimas. 130
Principios éticos para la atención psicosocial
Documento
k. Trascender los imaginarios del sentido común y comunicarse con las personas desde una comprensión del contexto sociohistórico.
i. Trabajar en la reparación desde el cuidado de las relaciones entre los miembros de las redes de las poblaciones afectadas, pues éstas se consideran un eje central de la reconstrucción del tejido social. j. Buscar el fortalecimiento de redes de apoyo, tanto para las organizaciones como para las personas afectadas por el conflicto armado.
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Impacto de la dinámica política colombiana en los procesos de reparación a las víctimas de la violencia política Ángela María Estrada Mesa* Estas páginas presentan una reflexión que emergió en el proceso de ejecución del proyecto de investigación “Psicología Social Crítica: estrategias para la atención del impacto psicosocial acumulado en jóvenes, y sus redes sociales, afectados por el conflicto interno en Colombia”, adelantado por el Grupo de Investigación en Psicología Social Crítica (GPSC)1 a lo largo de más de dos años y medio.
cidad que muestran actualmente las organizaciones de defensoras y peticionarios de Derechos Humanos para la acción sinérgica con organizaciones académicas y del Estado, así como su priorización de agendas políticas de oposición al actual régimen político –y más concretamente, al gobierno del presidente Uribe– sobre el derecho a la reparación de las víctimas. Se trata, sin duda, de un análisis de coyuntura que justifica su importancia en razón de las formas en que se están afectando las víctimas.
En efecto, se busca –a partir de la experiencia acumulada, y con la intención de insertarnos a diferentes organizaciones tanto del Estado como de la sociedad civil y articularnos con ellas– proponer, con base en el análisis de fragmentos de diarios de campo y grupos focales, un análisis crítico de la actual polarización de las relaciones entre organizaciones defensoras y peticionarias de víctimas de la sociedad civil, organizaciones del Estado encargadas de ejecutar las medidas de reparación y los grupos académicos que investigan e intervienen en la problemática de las víctimas de la violencia política en Colombia, así como su impacto sobre la efectiva (pertinente y oportuna) reparación a las víctimas de la violencia política en Colombia.
En efecto, más temprano que tarde, en el proceso de ejecución del mencionado proyecto comenzamos a experimentar una exacerbación de la hostilidad y la activación emocional como característica de las interacciones entre grupos o personas que se ubican con diferencias o matices (reales o atribuidos) en la dinámica sociopolítica y en el ordenamiento institucional del país. De hecho, ya algunos analistas comienzan a nombrar el fenómeno en términos de ‘crispación’; así, por ejemplo: “el ambiente de crispación política originado por los constantes insultos y descalificaciones entre el gobierno y la oposición […]” (Rangel 2010, 49). Para nuestro caso en particular, no se trataba de un posicionamiento explícito y autoafirmado, sino de ejercicios de inferencia y atribución, en las prácticas conversacionales, de un lugar desfavorable para el otro en la dinámica política, cuyo tono emocional estaba escalando y exacerbándose con el correr de los ocho años de gobierno de Álvaro Uribe.
Se enfoca particularmente en la forma como la mencionada polarización –que se caracterizará a continuación– afecta los procesos de reparación y revictimiza a las personas afectadas por la violencia política en el país, en su proceso de recuperación emocional y en la reconstrucción de un proyecto de futuro viable. Nos mueven dos razones principales: por un lado, las formas en que la polarización política interna está afectando el proceso de reparación de las víctimas; por otro, y en estrecha relación con el anterior, la merma de recursos culturales y el potencial para la intervención que conlleva la incapa1
A medida que buscábamos articulaciones y alianzas en procura de la construcción de escenarios más fuertes y socialmente articulados para adelantar propuestas de acompañamiento psicosocial a víctimas de la violencia política, se hacía evidente que no manejábamos las claves de un lenguaje políticamente correcto que parecía condición sin la cual no sólo se nos obstaculizaba la articulación, sino que recibíamos una sanción retórica en términos de inadecuación política, técnica, y hasta humana. No faltaron la hostilidad de viejos amigos y el eco de otros que no conocíamos ni nos conocían. Eso nos llevó
Grupo de Investigación reconocido y clasificado por Colciencias (Departamento administrativo que lidera la política de ciencia y tecnología en Colombia), liderado por Ángela María Estrada Mesa, PhD en Psicología Social y catedrática de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes. Proyecto financiado por IDRC-Canadá.
* Psicóloga y magíster en investigación y tecnologías educativas de la Pontificia Universidad Javeriana. PhD en Psicología Social de la Universidad Federal de Paraíba, Brasil. Catedrática del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: A Violência Política e o Conflito Armado na Colômbia: limites e posibilidades para a Psicologia da Libertação. En Psicologia Social para a América Latina. O Resgate da Psicologia da Libertaçao, eds. Raquel Guzzo y Fernando Lacerda, 295-303. Campineas: Alínea, 2009; y Retóricas eróticas disidentes (con Ángela María Báez Silva). Universitas Psychologica 8, No. 3: 653-672, 2009. Correo electrónico: angelamariaestrada@hotmail.com.
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a querer comprender lo que estaba en juego en esas dolorosas dinámicas personales y profesionales, y éste es el motivo en el que se originan estos análisis emergentes, que esperamos contribuyan a revisar y fortalecer las condiciones para la construcción de sinergias entre las ONG, el Estado y la academia, en procura de más y mejores estrategias de acompañamiento y recuperación del sufrimiento psicológico como consecuencia de la violencia política en Colombia:
tas que litigan en el Sistema Interamericano. Comenzamos por las más prestigiosas y al mismo tiempo las más cercanas porque teníamos personas amigas, conocidas de largo tiempo atrás, con las cuales, pensamos, había condiciones personales para establecer relaciones de confianza en un momento de polarización política en el cual el establecimiento de lazos de confianza se ve dificultado por el enrarecimiento del contexto [socio]político.
[…] En marzo de 2009 comenzábamos, como Grupo de Psicología Social Crítica (GPSC), el contacto con organizaciones de la sociedad civil que llevaran casos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con las cuales pudiésemos hacer sinergia para desarrollar propuestas de intervención psicosocial.
Para el encuentro preparamos un portafolio de servicios del grupo de Psicología Social Crítica al cual le invertimos mucho tiempo y esfuerzo. En él hacíamos énfasis en el enfoque apreciativo para adelantar conversaciones terapéuticas y en los distintos procesos que podríamos desarrollar y aplicar según las características de las distintas víctimas (Diario de Campo [AME] Caso 1).
Se trataba de una estrategia en el marco del proyecto ‘Psicología Social para el postconflicto. Estrategias para la atención del trauma psicosocial acumulado en menores desvinculados/as del conflicto y sus redes sociales en Colombia’, que veníamos desarrollando, y concretamente, para iniciar la fase 2 del mismo, cuya orientación era básicamente interventiva. Se buscaba, con una lógica de IAP (Investigación – Acción – Participativa) , generar un espacio para la sistematización y enriquecimiento de estrategias técnicas para la atención psicosocial del trauma acumulado por efecto de la violencia política.
Es primordial señalar la importancia de que el acceso a las personas vulneradas –básicamente en lo local– se lleve a cabo con un criterio de inserción etnográfica y pertinencia ética, el cual debe contar con las redes existentes. De ahí la necesidad de acceder a otras redes sociales por medio de los peticionarios de la víctimas. Continuemos un poco más con el relato de ese encuentro: [...] En el portafolio mencionábamos la ley de justicia y paz, iniciativa del gobierno de Álvaro Uribe para la desmovilización de grupos paramilitares, como un nuevo marco jurídico existente en el país para avanzar hacia el posconflicto. Nuestro proyecto, como se puede ver en el título mencionado arriba, asumía que la psicología debería desarrollar un saber, una experticia para la atención psicosocial del trauma acumulado por efecto de la violencia política.
Nos pareció que era adecuado iniciar contactos con organizaciones de abogados con quienes pudiéramos asociarnos para aportar el desarrollo del componente psicosocial de la intervención, que hace parte de las sentencias de reparación en los casos que se llevan en el Sistema Interamericano de Justicia. Eso aseguraba que las asociaciones intentadas no entraban en conflicto de intereses, lo que sí sucedería con organizaciones con un perfil [...]
Varias fueron las reacciones inmediatas por parte de esa organización: en primer lugar, el rechazo a referirse a la ley como de ‘ justicia y paz’ y señalarla únicamente por su número de identificación, ya que, según puntualizó [Nombre - Director ONG],2 “esa es la ley para los amigos” (refiriéndose obviamente al presidente Uribe). En segundo lugar, el rotundo rechazo a mencionar siquiera el posconflicto en Colombia, toda vez que si se está negociando con algunos grupos en medio del conflicto y no con otros, es imposible asumir que exista posconflicto alguno. Eso no parecía negociable.
Con estas últimas entraríamos en directa competencia profesional, no tanto por los recursos disponibles, pues de alguna manera contar con financiación nos aseguraba la capacidad económica para poner a prueba unos dispositivos de intervención [de manera autónoma], sino ante todo competencia de imagen, de reconocimiento y de articulación previa, en términos de trayectoria. Hasta cierto punto, competencia por el acceso a ‘las víctimas’. Habíamos hecho un mapa, tanto de organizaciones con un perfil psicosocial como con el perfil de juris-
2 Por motivos éticos los nombres propios han sido eliminados para garantizar la necesaria confidencialidad.
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tre las ciencias sociales, la intervención psicosocial3 y la política social.
Nuestra propuesta no sólo fue evaluada respecto de lo no negociable políticamente, sobre lo cual no se discute, sino que las diferencias políticas se señalaban como insuficiencias o deformaciones políticas del otro, producto de no militar directamente en la izquierda, o de los sesgos propios de la vida académica. Así, pues, rápidamente comprendimos que aunque un sector del país asumía encontrarse en proceso de posconflicto, otro sector consideraba la afirmación francamente ofensiva y políticamente incorrecta.
Los análisis que se presentan a continuación, se basan en la información recolectada en tres fuentes primarias. En efecto, se trata de conversaciones adelantadas por nosotras con: a) representantes de ONG colombianas que llevan casos de víctimas de la violencia política y litigan ante el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, b) peritos e interventores psicosociales que actúan como expertos en el Sistema Interamericano y como asesores e interventores psicosociales para las anteriores organizaciones y c) profesionales del Grupo Operativo Interinstitucional (GOI),4 quienes formulan y desarrollan la defensa técnica del Estado frente a peticiones y casos que se encuentran en trámite ante los órganos del Sistema Interamericano y que se encargan de impulsar el cumplimiento de lo establecido en las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en materia de reparación a las víctimas. Todas las conversaciones y entrevistas referidas fueron recogidas en diarios de campo o grabadas y transcritas para su análisis.
Comprendimos que nuestra propuesta se ponía en cierta medida en el medio de una polarización extrema en la cual distintos sectores –principalmente la sociedad civil versus el Estado– sostienen y legitiman versiones opuestas sobre lo que está aconteciendo con la dinámica política que afecta la reparación de las víctimas en el país. Entendimos hasta dónde la presencia de un presidente que cambió la Constitución para asegurarse la reelección inmediata ha generado un odio y personalización frente al abordaje del conflicto por parte de la izquierda.
Se busca dar cuenta del contexto sociopolítico que rodeó la ejecución del proyecto, de las características más destacables de la interacción social entre las diferentes organizaciones y grupos involucrados e intervinientes en la atención y reparación a las víctimas. En tal sentido, este trabajo da respuesta a la siguiente pregunta de investigación propuesta originalmente: ¿Cuáles son las condiciones materiales (políticas, culturales, disciplinarias e institucionales) asociadas a las diferentes prácticas discursivas encontradas? El análisis del discurso visibiliza algunas estrategias retóricas dominantes como contexto sociopolítico.5
Ello nos llevó a cambiar algunos de los planteamientos incluidos en el portafolio de servicios, comenzando por el nombre del proyecto. Cambiamos el nombre original de todos los documentos públicos. De ahí en adelante, el proyecto se llamó ‘Estrategias para la atención del impacto psicosocial acumulado en jóvenes, víctimas y sus redes sociales afectadas por el conflicto interno en Colombia’. De este cambio informamos incluso al IDRC (Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo) de Canadá, entidad financiadora. También abandonamos la pretensión de buscar un saber que trascendiera las situaciones de conflicto y que anticipara escenarios de posconflicto. Construimos una ‘versión definitiva’ del portafolio, que se adjunta, la cual cuidaba de manera particular el lenguaje políticamente aceptable por parte de las ONG de Derechos Humanos (Diario de Campo [AME] Caso 1).
Polarización política. Una tradición exacerbada Muy pronto, en el marco del gobierno Uribe se generó una radicalización de las tensiones entre quienes actúan desde la sociedad civil organizada y quienes actúan a nombre del Estado e, incluso, en la academia. En efecto,
Quisiéramos pensar que testimonios como el anterior quedan para nutrir y hacer parte de la historia –que todavía está por hacer– sobre el control del lenguaje de la política social en tiempos de polarización política y su incidencia sobre el desarrollo de las ciencias sociales en Colombia, así como la función de una izquierda radical aclimatada en algunas organizaciones de defensores de víctimas en ese ejercicio. Lo anterior conduce a dejar planteada la pregunta sobre las relaciones históricas en-
3 Se debe reconocer que lamentablemente en Colombia no existen organizaciones fuertes de profesionales de la intervención clínica. 4 Creado mediante la Directiva Presidencial 002 de 2005, el cual está conformado por funcionarios del Ministerio de Defensa, Ministerio de Relaciones Exteriores, Ministerio del Interior y de Justicia y Programa Presidencial de Derechos Humanos. 5 Otros artículos del GPSC en este número de la Revista de Estudios Sociales analizan las retóricas disciplinares que operan como recursos interpretativos y para la acción de los profesionales que llevan a cabo la atención psicosocial.
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como consecuencia, por un lado, de los discursos y las acciones del Presidente y su equipo de asesores orientados a criminalizar la sociedad civil y, en general, a la oposición y a la izquierda, y por otro, porque la agenda política de tales organizaciones priorizó la oposición al régimen de Uribe, en buena medida en oposición a la política de seguridad democrática (Plataforma colombiana de derechos humanos, democracia y desarrollo 2003), como se ve, no sin razones,6 se fortaleció un proceso de oposición estereotipada en la lógica amigo-enemigo entre quienes ejercen la función pública y quienes actúan desde las organizaciones de la sociedad civil.
Como puede concluirse, el(la) autor(a) de esa afirmación le da el carácter de punto de vista colectivo (de nosotros) en torno al cual existiría acuerdo político, incluso técnico, asunto que parece asumir el hecho de ser una posición representativa de un sector de la sociedad colombiana y que podríamos caracterizar como una posición radical, no sabemos si de extrema izquierda o de extrema oposición, en la actual coyuntura política de la atención a víctimas de distintas formas de violencia. En efecto, por una lado se privilegian las víctimas activistas de Derechos Humanos, y por otro, se desvalorizan las víctimas de otro tipo de delitos, tales como los sexuales, sobre todo si son cometidos por paramilitares y fuerzas del Estado, y, peor aún,, lo-as menores desvinculados de los grupos armados, por ejemplo, y aun en menor grado, agentes de las fuerzas del Estado víctimas de secuestro, tortura, etc., por parte de las guerrillas.
En ese proceso de polarización, se han generado visiones irreconciliables entre los actores, intelectuales y militantes, entre otros,7 que aceptaron poner en marcha un proceso de posconflicto en el marco de la ley de justicia y paz, por un lado, y las ONG que actúan como peticionarias en el Sistema Interamericano de Justicia, quienes se dedican a acompañar víctimas de violaciones graves de Derechos Humanos, para quienes el posconflicto no puede tener lugar sino como parte de un proceso de negociación posterior a la finalización de hostilidades.8 Esto a pesar de que muchas de las ONG que actúan como peticionarias en el Sistema Interamericano también se han constituido como representantes de víctimas en los procesos de justicia y paz. Puesto que se hizo explícita la valoración diferencial del posicionamiento de las víctimas:
Quizás lo más fuerte emocional y retóricamente fue enfrentarse a una práctica conversacional en la cual se asumía la vocería de una legitimidad exclusiva para lo que no es, sin duda, más que un punto de vista entre otros, y que se aproveche un cierto reconocimiento profesional para imponer la legitimidad política del propio punto de vista, sin campo a discusión o a disenso. Adicionalmente, nos preocupa que con razones políticas se presione la concentración de la atención psicosocial de calidad en un sector social de víctimas en particular, dejando a otras al margen de tales beneficios, que redunden en una sociedad más integrada y reconciliada, como ya lo proponía el propio Ignacio Martín-Baró (1990) hace ya dos décadas, en ese caso criticando que la acción de la psicología en la sociedad latinoamericana estaba al servicio de las élites mediante un enfoque casi exclusivamente privado de sus prácticas profesionales y no comprometido con el servicio a las mayorías pobres.
[…] Por ese entonces, todas las puertas que tocábamos ponían como referente en el escenario de la intervención psicosocial un nombre: [profesional extranjero] […] Recientemente habíamos tenido un encuentro con él-ella […] Mi sorpresa en esa conferencia fue mayúscula cuando, presentándose como representante de Colombia, afirmó: “¡Es claro que a nosotros nos importan más unas víctimas que otras!” (Diario de Campo [AME] Caso 1).
Ya, de hecho, históricamente, una lógica de polarización entre el Estado y la sociedad civil9 configura una tradición política, por lo menos en la región, según reconocen intelectuales y activistas en toda América Latina invitados por Basombrío (2005) a narrar su experiencia y reflexionar sobre ella, en un interesante libro editado por él. Preocupa que en esta época estemos adelantando acciones que exacerben tal polarización. Los autores mencionados anteriormente, quienes han tenido la experiencia de pasar a ejercer en algún momento de sus
6 Por ello, lamentamos las denuncias aparecidas contra la Casa de Nariño en relación con la investigación ilegal de distintas personas consideradas de oposición al régimen, entre las que se encuentran defensores de Derechos Humanos. Estas graves denuncias, sin embargo, no invalidan ni deslegitiman que las tensiones Estado-Sociedad Civil, exacerbadas durante este gobierno, hayan tenido unos efectos perversos e indeseables sobre las víctimas. 7 Es el caso de Eduardo Pizarro Leongómez y Ana Teresa Bernal en la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) o de Gonzalo Sánchez en la Comisión de la Memoria, entre otros. Véase http://www.cnrr.org.co/contenido/09e/spip.php?article4 8 Investigadores como Alejo Vargas (2010) recientemente han reconocido que en Colombia están teniendo lugar simultáneamente dinámicas de conflicto y posconflicto, toda vez que procesos de desmovilización y negociación coexisten con hostilidades entre las Fuerzas Armadas y las FARC, principalmente.
9 Tanto Basombrío (2005) como nosotros, cuando hablamos de sociedad civil, nos estamos refiriendo casi exclusivamente a ONG y movimientos cívicos “con cierto nivel de institucionalidad y profesionalismo” (p. 21).
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carreras una función pública, derivan un conjunto de lecciones aprendidas. Tal vez la primera que quisiera señalar es que las luchas por la defensa de los Derechos Humanos y, en esa medida, por la democratización en Colombia han sido profundamente exitosas, hecho que, a veces de forma terriblemente impaciente, no logramos reconocer:
hay tres países en los que no aparece: Perú, Brasil y Chile. Estoy simplificando, obviamente, pero me parece que la diferencia está en cierto nivel de maduración de la ‘sociedad civil progresista’ para tener o no, vocación de poder (Basombrío 2005, 24 y 25).
Sin duda, el autor reconoce que existen áreas de mayor sensibilidad en las relaciones entre sociedad civil y Estado, destacando entre ellas las de los Derechos Humanos y la seguridad. El autor muestra cómo en el continente hay avances en estos campos, que sin duda se encuentran en el centro de la actual radicalización:
[…] En Colombia ocurren cosas atroces y además no son excepcionales porque es un país en conflicto […] el tema de los derechos humanos es un tema de minorías […] Trabajar en profundidad sobre nuestras sociedades para elevar los niveles de la exigencia pública en materia de democracia […] en eso hemos sido profundamente exitosos. Lo que pasa es que es un trabajo lento, los que ya pasamos de cincuenta años sabemos que las cosas eran mucho peores hace veinte o treinta años. Hoy en día, cosas que eran perfectamente aceptables hace treinta años son por fortuna intolerables para nuestros pueblos […] (De Roux 2005, 22).
[…] Este diálogo con los “represores” con o sin comillas es una de las áreas más difíciles de manejar por muchas organizaciones. Elizabeth Lira (p. 269) explica muy claramente el porqué: “En algunos casos esa carga emocional ha reforzado la conducta exigente y ‘opositora’ desde personas y grupos de la sociedad civil del movimiento de derechos humanos, operando como conciencia crítica del proceso que se está desarrollando. A veces esa carga emocional se ha traducido en la descalificación de quienes, habiendo sido parte del movimiento de derechos humanos, hoy ejercen responsabilidades en el gobierno, debilitando las relaciones de cooperación entre unos y otros” (Basombrío 2005, 26 y 27).
Sin duda, la segunda tiene que ver con la crítica a esa tradición de polarización en sí misma: […] “Lo que hay es una concepción dualista que heredamos de aquellas viejas luchas del poder como amigo-enemigo; allí no hay matices, al enemigo lo combato, lo necesito neutralizado”. De acuerdo con Quintana (p. 365): quienes provenimos de la sociedad civil no podemos seguir manejando una prevención, una fobia por el poder del Estado. Muchas veces hay incluso algo cuasi religioso en ello, como si el poder fuera un pecado […] (Basombrío 2005, 23).
Sin duda, nos parece importante reconocer no sólo que esas relaciones son y deben ser pensadas y abordadas como dinámicas diferenciadas en el tiempo; es decir, históricamente, sino que en el momento actual son un indicador necesario de madurez social por parte de una intelligentsia que enfrenta, de manera constructiva y asertiva o no, la fragmentación y la polarización existentes en su propia sociedad:
Recojo afirmaciones como la anterior para llamar la atención sobre el hecho de que mucha de esta oposición estereotipada tiene como base fenómenos emocionales, muchas veces como consecuencia de experiencias personales, sobre las que se puede reflexionar, con el fin de mejorar la racionalidad de unas relaciones que podrían favorecer la justicia, la política social y el bienestar de las víctimas:
[…] Clara Jusidman usa otro concepto pero se refiere a la misma idea: “[…] al enorme potencial que existe en la interlocución y las alianzas entre funcionarios públicos, académicos y miembros de las organizaciones civiles en la promoción de agendas y temáticas de interés común. La llamada ‘fertilización cruzada’ entre las experiencias del ejercicio de la función pública, el trabajo en comunidad o en defensa de derechos ciudadanos y los trabajos de investigación, enriquecen la realización de cada una de esas actividades” (Basombrío 2005, 30).
[…] A decir de Clara Jusidman “el temor de las organizaciones y sus líderes de ser cooptados, controlados y utilizados, no sólo por las instituciones del gobierno, sino incluso por líderes de otras organizaciones para propósitos de ascenso personal, se constituye en un obstáculo fundamental para una acción colectiva más estratégica” […] Hay tres países acá en los que aparece el mote de ‘traidor’ para quienes viniendo de organizaciones de la sociedad civil asumen responsabilidades en el Estado: México, Colombia y Argentina; y
Entre nosotros, en cierta medida, parecería que la posición políticamente correcta legitimada en el sector de la sociedad civil dedicada a la reparación de las víctimas 137
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cialistas consultados por Basombrío (2005, 30): “[…] ser puente es eso, no estar en ninguna de las dos orillas completo y estar en ambas a la vez […]”.
debe ser aprendida letra por letra por parte de las personas jóvenes que van vinculándose a estas organizaciones, como garantía de ‘supervivencia laboral’, estrategia que cumple una función de verdad en la construcción de un consenso impuesto mediante la amenaza –curiosamente, semejante a las prácticas retóricas presidenciales–: ‘o conmigo o contra mí’. La polarización política que se experimenta fuertemente en las organizaciones de Derechos Humanos de la sociedad civil hoy por hoy en Colombia parece estar animada por el rechazo fuertemente emocional al mantenimiento del presidente Uribe en el poder y la implantación de unas formas de oposición al régimen. Procedemos a exponer argumentos que aclaren la anterior afirmación.
El GOI, por medio de la Dirección de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores, acogió el portafolio de servicios del Grupo de Psicología Social Crítica (GPSC), con gran confianza en que podríamos contribuir a ejercer la función de puente también con los profesionales (abogados y psicólogos) de las ONG que actúan como representantes y peticionarios de las víctimas en el Sistema Interamericano, y, en tal sentido, buscando un aval técnico para adelantar procesos de reparación que hasta el momento se encontraban totalmente estancados. Contábamos con la seguridad de una trayectoria, un equipo con competencias de muy alto nivel y una mirada política que, poniéndonos al margen de la ingenuidad ciega, nos ubicaba en un punto distinto entre los polos de la tensión exacerbada:
En efecto, Basombrío, refiriéndose específicamente a las características que debe tener un gobierno para que la sociedad civil pueda éticamente vincularse a la función pública, señala que: […] En las experiencias que hemos conocido, un tema fundamental para tomar decisiones ha sido, más que la orientación política o ideológica de un gobierno determinado, su naturaleza democrática y su legitimidad frente a la población […] Lo que se impone, pues, es hacer un balance de lo que se entrega y lo que se recibe […] (Basombrío 2005, 32 y 33).
[…] El 12 de mayo de 2009 tuve la primera reunión con el equipo de la Cancillería, un grupo de abogados y abogadas, quienes nos expusieron lo siguiente: –Su interés en la coordinación y el impulso a las medidas de reparación, –Hay demoras muy significativas, una brecha, entre el diagnóstico y la atención […] –Entre las víctimas de algunos casos hay una confianza ganada, pues se ha contratado un diagnóstico etnográfico extenso con organizaciones especializadas […] –Han logrado una articulación del trabajo médico (que realiza el Estado) y el trabajo psicosocial (que realizan organizaciones privadas) (Diario de Campo [AME] Caso 1).
Lo anterior sugiere que, dada la alta legitimidad del actual gobierno colombiano, ésta no podría ser una razón para evitar la colaboración entre sociedad civil, Estado y academia en favor de la reparación (oportuna e integral) a las víctimas. Decidir la implementación de prácticas de oposición al régimen que afecten los procesos de reparación a las víctimas, buscando impedir la reparación de casos emblemáticos para argumentar falta de voluntad de reparación por parte del Estado, no parece una estrategia de oposición admisible. Más aún, en los casos concretos que estamos narrando, notamos que ya no es ni aceptable ni justo que ni la academia ni la sociedad civil se refieran de manera genérica a la burocracia e ineficacia del Estado, pues éste ya es un fenómeno que requiere un juicio más fino en cuanto a gobiernos y grupos concretos dentro de los mismos.
Eran evidentes el interés y la voluntad de adelantar procesos de reparación, incluso anticipados a una posible condena por parte de la Corte Interamericana, en función del bienestar de las víctimas, particularmente en los casos en los cuales el Estado ya ha reconocido responsabilidad. Sin duda, el cuello de botella mayor era la lentitud (¿dilación?) de los procesos, que incluso había conducido al vencimiento de términos para soluciones amistosas (Carrillo 2008)10 previamente acordadas y luego incumplidas: “[…] necesitamos alianzas con
En el proceso de ejecución de la segunda fase del proyecto decidimos asumirnos como puente entre las expectativas y necesidades de las víctimas y la voluntad y los recursos para la reparación por parte de los profesionales del Grupo Operativo Interinstitucional (GOI). Encontramos que esa metáfora ha resonado tanto en las víctimas atendidas por nosotros como en los espe-
10 Las soluciones amistosas son aquellas en las cuales las partes acuerdan un acercamiento amigable, entre otros aspectos, en materia de la reparación de las víctimas, dispensándose del litigio ante los órganos del Sistema Interamericano. La lentitud de los procesos en dicho Sistema conduce a que aspectos críticos de la reparación como la salud o la capacitación, factores determinantes para la dinamización de proyectos de vida muchas veces afectados por los eventos objeto de la reparación, pierdan la posibilidad de la oportunidad, revictimizando a las personas afectadas.
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organizaciones especializadas en atención psicosocial que contribuyan a mediar entre el Estado y las organizaciones de la sociedad civil, que nos miran con sospecha […]” (Diario de Campo [AME] Caso 1).
Las dificultades para el encuentro y para la búsqueda de alternativas para dar cumplimiento a la reparación parecen evidentes, más aún cuando previamente se había acordado una solución amistosa, a pesar de lo cual, en todo un año, peticionarios y Estado no se encontraron ni una sola vez. Se sospecha incluso que los peticionarios y las víctimas del caso tampoco se encontraron durante un lapso significativo. La reacción de los profesionales de las ONG ante la propuesta de nuestra participación, respaldada por un protocolo amplio de alternativas como pretexto para iniciar la conversación alrededor del caso y la participación de las diferentes organizaciones, puede resumirse así:
Sin duda, pronto iríamos a comprender qué más había de fondo en las búsquedas desde el Estado de alternativas para lograr el avance de casos muy estancados, como lo anunciaba ya la expectativa del GOI citada anteriormente: casos que hace tiempo cuentan con una etnografía diagnóstica completa que documenta la situación de las víctimas, realizada por profesionales de organizaciones especializadas e idóneas en atención psicosocial, e incluso esfuerzos y avances en cuanto al establecimiento de lazos de confianza y atención en salud que se quedan sin continuidad y se desestiman. Notamos, pues, que las organizaciones de psicólogo(as) especializadas en la atención psicosocial a las víctimas, teniendo su posición y su lectura políticas muy claras, habían participado de manera asertiva en el avance significativo de las condiciones para la reparación.
[…] No podemos olvidar que estamos en un litigio en el marco de la seguridad democrática11 con la cual se han asesinado muchas víctimas como éstas […] El proceso hace parte de un litigio: no ha habido disposición de acuerdo amistoso por parte del Estado […] y se ha sospechado de colaboración entre las FARC y la comunidad […] Ésta no es una actividad académica; éste es el mundo real […] No queremos ser ofensivos, pero va a haber momentos difíciles […] (Diario de Campo [AME] Caso 1).
El lugar de las víctimas en la agenda política de las ONG
Sin duda, éste fue el primer indicio de que la agenda política de oposición al gobierno de Uribe involucraba la reparación a las víctimas. Así lo indican la calidad del protocolo presentado por el GPSC y la reacción más bien elusiva y ambigua, en la cual, en todo caso, se reconocía la falta de atención del caso durante este Gobierno, sin quedar claras las responsabilidades.
Un intento de actuar como puente entre el Estado, las ONG y las víctimas promovido por el GOI condujo a una reunión alrededor de un caso concreto y emblemático para el cual los términos de la solución amistosa acordada se habían vencido. En esa ocasión, la posición del Estado, expresada por profesionales del GOI, puede resumirse así:
Llaman la atención la negativa a involucrar a un grupo al que se le enfatizaba y descalificaba por su perfil académico, cayendo en esa oposición estereotipada que ya hemos señalado, así como la ambigüedad respecto a las responsabilidades, no sólo en relación con nuevos atentados a víctimas, sino con la falta de reconocimiento sobre el hecho de que, dada la lentitud de los procesos en el Sistema Interamericano, un gobierno ejecuta reparaciones para violaciones cometidas por otros gobiernos.
[La directora de la Dirección de Derechos Humanos de la Cancillería] […] Señalando con agrado la posibilidad de cumplir con compromisos previos potenciando espacios, para lo cual nos convocaba no sólo a construir una hoja de ruta a partir de lo acordado para este caso en la solución amistosa, sino a explorar una prórroga del acta de acuerdo de la solución amistosa de 2007, creando un acuerdo para superar obstáculos y buscar condiciones y medidas de reparación. Presentó con mucho agrado a nuestro grupo, como garante de una propuesta técnica y de calidad. Éste fue el primer encuentro entre la Cancillería y los peticionarios en un año, como los primeros nos lo habían expuesto desde el inicio, siendo prudentes, eso sí, en describir el nivel de desgaste que, se infiere […], había sufrido esa relación […] (Diario de Campo [AME] Caso 1).
Igualmente, llama la atención la ambigüedad en el manejo de las nociones de Gobierno y Estado entre las organizaciones de la sociedad civil, en comparación con el hecho de que la defensa técnica que adelanta el GOI se planea y ejecuta desde una perspectiva de Estado, no de Gobierno: 11 El programa bandera del presidente Uribe que hace énfasis en una solución militar antes que negociada del conflicto y que afirma la falta de voluntad de negociación por parte de la guerrilla.
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[…] Se hace evidente que, por lo menos en este caso, está primando el criterio político de impedir que ‘el gobierno de la seguridad democrática’, que se asimila sin más al Estado, pueda reportar la reparación de un caso como éste como un logro del Estado […] (Diario de Campo [AME] Caso 1).
financieros y materiales, la eficiencia, la eficacia. No podemos medir al gobierno con una vara y con otra a nosotros mismos”. En el sentido de la última idea, una tercera lección es que el paso por lo público nos ayuda a relativizar esa dicotomía maniquea de sociedad civil buena frente a Estado malo. “Yo aprendí […] que la corrupción y las prácticas autoritarias no tienen color, y desmitificar muchas cosas que a uno le decían que era el otro” […] “En mi experiencia aprendí que no todos los ‘buenos’ están entre los representantes de la sociedad civil, ni todos los ‘malos’ entre los funcionarios gubernamentales […]” (Basombrío 2005, 55-56).
Con base en esa reacción que hizo imposible la atención del caso, ya que no fue dable concertar una siguiente reunión con los peticionarios; llegamos a preguntarnos qué tanto está afectando la polarización política la reparación a las víctimas, en el sentido de que sea posible que se dilate la aplicación de las medidas incluidas en la sentencia, como una forma de oposición al régimen:
Y otro tanto deberíamos añadir de la academia y del potencial benéfico de la sinergia que se buscaba, y que tal vez sea posible si la próxima coyuntura política lo facilita y se anima la reflexión aquí propuesta. Lo anterior nos llevó a buscar la realización de un grupo focal con profesionales del GOI (que se ha venido analizando en estas páginas), a fin de recoger una experiencia sin duda valiosa y, sospechábamos, dura como formación para los profesionales jóvenes que actualmente conforman este grupo:
[…] El tema de la polarización es realmente marcado; se nota y es demasiado visible. Por ejemplo lo estamos notando precisamente en el avance en el tema del tratamiento médico; en los casos grandes de masacres; en las sentencias. En ocho sentencias la Corte ordena como medida de reparación el tratamiento médico y psicológico. En cinco son masacres y los otros son casos individuales y pocas personas. Y hemos notado el discurso político por parte de los representantes. Hace muy poco tuvimos una reunión con ellos y hubo participación de víctimas; además, con viceministros, para explicarles cómo se iba a ejecutar la parte de atención médica. Y en una cosa realmente muy evidente, decían: “¡No!; es que como aquí, como en el gobierno de Uribe todo es así, todo es impuesto, todo […]”. Y las víctimas que estaban ahí decían: “Bueno, sí; pero ¿cuándo empieza el tratamiento?” […] (Grupo Focal con Profesionales de la Cancillería).
[…] E:12 Es decir, de alguna manera tú ves un desfase entre la priorización política de las organizaciones peticionarias y las expectativas y necesidades de las víctimas. PC1/:13 Yo voy a decir esto; me atrevo a decirlo, por el trabajo que venimos realizando no solamente en sentencias, sino también en las soluciones amistosas: y es que a mi modo de ver, los representantes sienten más, o les importa más la estrategia política y atacar al Estado respecto a ciertos temas, que en realidad de verdad la representación y los intereses de las víctimas de los casos; así lo siento […] PC2/: Me parece también a mí que cuando los representantes no hacen parte de estas asociaciones muy conocidas, es mucho más fácil tener diálogo con ellos, porque me parece a mí que en ese caso el trasfondo político no importa tanto, sino que hay más, no sólo hay una relación más cercana con la víctima, sino que hay un interés que a mi parecer es más genuino porque al menos para nosotros es más visible […] (Grupo Focal – Cancillería).
Preocupa mucho la sensibilidad ante las necesidades de las víctimas por parte de sus peticionarios, toda vez que incluso las medidas orientadas a recuperar la salud terminan pospuestas en esta lucha exacerbada. Así, pues, encontramos motivos para una reflexión como la que se está adelantando en estas páginas, ya que resonaba el punto de vista de intelectuales y activistas latinoamericanos: “[…] la convicción de que son la participación, la pluralidad, el respeto a la diferencia, la transparencia y la rendición de cuentas los valores que están en la base de cualquier intento gubernamental o no gubernamental para ir transformando la sociedad”. Como correlato se sostiene que “en nuestras organizaciones debemos practicar lo mismo que le demandamos a las dependencias del gobierno: promover la participación, la transparencia, la rendición de cuentas, la austeridad, el correcto y austero manejo de los recursos
Priorizar de manera tan radical los intereses y las agendas políticas por encima de las necesidades y expectativas de las víctimas limita en gran medida la aplicación de una premisa básica del enfoque terapéutico para 12 E: Entrevistador(a). 13 PC: Profesionales de la Cancillería.
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casos de violaciones de Derechos Humanos: “[…] que para superar el daño sufrido, la persona debe desarrollar la capacidad de retomar el curso de su vida […]” (Lira 2005, 259-260). Parece posible afirmar que en la coyuntura política actual la reparación de las víctimas está supeditada a la oposición política al régimen, por lo cual tampoco hay interés, particularmente en casos emblemáticos, por facilitar procesos de solución amistosa o de reparación anticipada a favor de las víctimas:
muchas veces irreparables existe alguna posibilidad de que esas palabras y acciones sean valoradas por las víctimas y puedan “sentirse” reparadas. Pero para muchas víctimas, si no se cambian las condiciones que hicieron posible la violencia, todas las acciones de reparación aparecen como si no tuvieran piso. Pero nos falta que las víctimas sean escuchadas y tomadas en serio […]14
En definitiva, vale la pena seguir juiciosamente la recomendación de Lira, en el sentido de ampliar la pretendida escucha a las víctimas, sobre todo buscando reconocer y respetar sus prioridades y posiciones políticas. Los profesionales del GOI señalan lo que consideran diferencias muy importantes entre víctimas que articulan sus expectativas de reparación con un proyecto político y las que buscan una reparación que les permita reconformar un proyecto de vida, que en todo caso nunca es exclusivamente privado y que admite (y se beneficia de) una re-lectura y contextualización políticas:
[…] PC2/: Para nosotros es importante destacar que en muchos casos el Gobierno adelanta con buena intención los trámites de solución amistosa y que muchas organizaciones prefieren no; si bien manifiestan expresamente que quieren el trámite de solución amistosa, en la práctica no cooperan como se esperaría de acuerdo a la voluntad que manifiestan, para precisamente después decir que fue imposible el trámite de solución amistosa y llevar a la etapa de reparaciones vía sentencia ese tipo de reparaciones que ya se estaban incluso proponiendo en la etapa de solución y por lo tanto sí muestran eso como un logro, digamos de una batalla más o menos ganada: como, “logramos un pronunciamiento en el que obligamos al Estado a”, cuando el Estado incluso desde la solución amistosa quería transar. Es como que la víctima termina siendo un premio de quien se la lleva. Si fueron las organizaciones que tuvieron que presionar a la Corte o la Comisión, o si fue el Gobierno por voluntad propia; o sea, es una lucha política […] (Grupo Focal – Cancillería).
[…] PC1/: Muchas veces las víctimas desconocen cuál es su posición dentro del proceso. Cuál es la importancia, porque las peticiones se presentan a nombre no del contexto, sino a nombre de una persona o de un grupo de personas y no saben qué tanto le pueden reclamar a las organizaciones. Entonces un poco se atienen a la experticia de las demás personas que anteponen muchas cosas, claro, confían por otro lado y […] Entonces, a mí me llama, yo creo que en todo caso hay que diferenciar; yo he visto distintos tipos de víctimas. Hay víctimas que ya también están vinculadas con un discurso, que ya están metidas en la agenda política y para esas víctimas una de las prioridades es el tema político. Entonces son víctimas que han enfocado su nivel de reparación en qué tanto se logre eh, como conquistar ante el sistema, de sus intereses de agenda política. Y hay otras víctimas; que esas son la que a mí me parece que están mal informadas, que se les generan falsas expectativas y que terminan no siendo reparadas, que son víctimas que son supremamente humildes y que lo que buscan en realidad es algo más parecido a la reparación que les podría dar el Estado o el contencioso. Que necesitan es volver a recuperar su vida, pero en términos de, pues de dignidad humana, pero de dónde vivir, de un empleo, de una serie de cosas. Resolver una serie de cosas que son totalmente lejanas a la agenda política en su manejo. Entonces hay las dos. Nosotros tenemos de las dos […] (Grupo Focal – Cancillería).
La reparación, cuando llega, debe privilegiar el análisis de los factores del proyecto de vida que se lesionaron a consecuencia de la violación, y las condiciones involucradas en la estructuración de tal proyecto de vida. Cuando hay daño psicológico, el cual se debe en parte al ejercicio de asumirse por largo tiempo como víctima en espera de reparación, se han debilitado e inmovilizado muchos recursos psicológicos en las víctimas, particularmente cuando éstas no están interesadas (ni preparadas) en darle una dimensión de militancia política al aplazamiento de su reparación. Cuando el daño psicológico es menor, en muchos casos se debe principalmente a la resiliencia desarrollada en las propias redes sociales locales: […] Palabras, gestos, acciones y dinero son considerados expresiones de reparación casi siempre pensados desde sectores distintos de las víctimas y a veces desde los victimarios sin que se explicite que el agravio suele dejar daños irreparables. Creo que cuando se reconoce que la reparación es limitada sobre daños
14 Comunicación personal con Elizabeth Lira (2010).
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Como se ve, a nombre de las víctimas, los profesionales del GOI solicitan que se les informe del lugar que ocupan en la agenda política de la organización que busca representarlos, y en ese sentido, que se les informe sobre lo que pueden esperar, o tal vez deberíamos aspirar más bien a que se abra un espacio donde se construya participativamente un perfil del caso que responda o involucre de manera prioritaria las expectativas y necesidades de las víctimas, en el cual ellas hagan parte del proceso de toma de decisiones sobre los componentes de la reparación. Actualmente, queda a discreción de las organizaciones de representantes informar a las víctimas de decisiones que se toman en instancias en la cuales ellas no participan.
[…] PC1/: Yo agregaría, es que hay una realidad que no podemos desconocer, y es cómo está conformada la sociedad civil, y entonces, por ejemplo, las ONG, y es una realidad súper triste, pero hay muchas ONG que están conformadas en sí mismas por víctimas. Hay activistas de Derechos Humanos muy importantes de este país que en sí mismos son víctimas y que muchas veces no están llevando su caso ante ninguna instancia. Están llevando el caso porque hay otra víctima; pero en cuanto víctimas les hace falta reparación y les hace falta reconciliación y les hacen falta muchas cosas que ellos mismos no tienen. Entonces, digamos que muchas veces están respirando por su propia herida. Y es difícil porque, si bien ellos pueden conseguir muchas cosas para las víctimas que representan su caso, y como ellos lo sienten, y la impunidad que ellos sienten, y todo eso seguirá siempre (x).15 Entonces ellos como asistencia psicológica a las víctimas y son gente que se puede poner en el papel de las víctimas, pero que no las puede sacar de ahí, porque ellos siempre van a seguir estancados. Y por eso es que, no sé; ustedes que han tratado más con ellos, porque ellos son gente que en muchos casos tienen mucho dolor, mucho rencor. Y hay gobiernos y hay personajes que les inspiran eso más que otros. Y éste es un gobierno que especialmente les inspira eso a algunos. Y hay funcionarios que especialmente les inspiran eso a algunos. Entonces esto se vuelve una lucha, no solamente como organización para reivindicar unos derechos y un contexto, sino para reivindicar un caso propio, y que finalmente nunca van a lograr reivindicar, porque no es su caso propio, pero uno sí siente que la realidad es más compleja, y que está lidiando con organizaciones como que representan todo el dolor, toda la violencia y toda la falta de reparación de este país. Entonces creo que uno no puede hacer una mirada sólo de oposición, sino que ahí está representado todo lo que le ha pasado al pueblo colombiano. Entonces por eso es tan difícil, porque hay muchas cosas sin sanar […] (Grupo Focal – Cancillería).
Es preocupante que aparezcan evidencias de una comunicación insuficiente entre los peticionarios y las víctimas que representan, porque esto hace pensar en la imposición autoritaria de la lógica de la organización sobre la reparación de las víctimas. Por otro lado, tiende a promover prácticas perversas de actuación desarticulada, en la medida en que no se participa en la viabilización de alternativas para la reparación: […] PC3/: A nosotros no nos interesa simplemente cumplir la medida. Nosotros por estrategia podríamos decir: “La Corte nos ordenó y lo vamos a hacer con o sin los representantes”. Pero partiendo de la base que los representantes tienen la vocería de las víctimas, pero que en el fondo no es así, nosotros hemos decidido no cumplir con lo ordenado por la Corte y asumiendo un costo político muy alto; porque nos pueden decir: la Corte nos da este ‘papayazo’ [sic], ¡cumplamos! E/: Ya hay una sentencia, mejor dicho… PC3/: ¡Exacto! O sea, porque la Corte dice: “No importa. Ya ustedes hicieron todo lo posible para que los representantes, para llegar a un acuerdo. Ellos no están de acuerdo, ¡hágale! [sic]”. Y nosotros no lo hemos hecho, no lo hemos hecho y no lo vamos a hacer. Porque a nosotros no nos sirve ir a un acto de reconocimiento a pedir perdón, ¡sin víctimas! Simplemente para cumplirle a la Corte […] (Grupo Focal – Cancillería).
O problemas relacionados con las limitaciones en la aplicación de justicia; en otras palabras, sobre el sentido de lo que es reparador para las víctimas, etcétera:
Los profesionales del GOI reiteran la lógica de oposición estereotipada amigo-enemigo empleada por profesionales de las ONG respecto de funcionarios del Estado, que impide que se traten temas de fondo como el potencial reparador de diferentes intervenciones psicosociales a manos de profesionales que militan (ellos-as mismos-as) como víctimas en organizaciones de Derechos Humanos:
[…] E/: Ustedes que están en el lugar del Estado y les toca actuar a nombre del Estado, qué dirían ustedes como falencias de concepción de Estado que ustedes reciban de las organizaciones de peticionarios. PC1/: Yo 15 Palabras perdidas en la transcripción.
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gobiernos de turno, antes que asumir que tales agendas y posturas son las que permiten articular el contexto sociopolítico al acompañamiento psicosocial, dándole, de hecho, una adecuada dimensión reparadora. Esperamos contribuir a animar una sana reflexión sobre las prácticas de cada quien en función de la reparación y su impacto sobre el bienestar de las víctimas.
iba a decir una cosa demasiado infantil: “No somos su enemigo”. No; creo que, es que el tema de justicia es súper difícil. A mí el tema que más duro me da es el de justicia. Y como Estado hay que tener líneas y parámetros bajo los cuales se tratan los casos. Y digamos que la concepción de Estado debe dar reconocimiento a los fallos y a las investigaciones y a todo lo que se hace a nivel interno. Y pues ésa es una limitación conceptual, porque en algunos casos son investigaciones eficaces, pero estamos hablando de investigaciones de hace veinte años la mayoría. Y que han sufrido fallos de la justicia y cada día que pase es más difícil que se logre algo ahí. Entonces una limitación conceptual yo diría: qué reconocer y qué ofrecer en materia de justicia. No sólo conceptual. También, es también práctica. ¡Es que reparación es plata! […] Nos pueden condenar, nos pueden ordenar veinticinco mil investigaciones, pero es que hay investigaciones que ya no son viables. (Grupo Focal – Cancillería).
En efecto, en muchos casos la aproximación integral de los procesos de atención psicosocial en el marco de la reparación implica que la reconstrucción del contexto sociopolítico interpele centralmente la memoria y el olvido de los participantes en relación con prácticas que en el pasado sustentaron la vida y los vínculos vitales. Un análisis del olvido de prácticas culturales ancestrales, por ejemplo – antes que una lectura exclusiva del posicionamiento de las víctimas en la dinámica política del conflicto (y como consecuencia, en la militancia de las organizaciones), que hace parte de las peores formas de pobreza en cuanto se materializan en el cuerpo (García Canclini 1987), a la manera de habitus–, hace parte de aquello que la intervención psicosocial debe abordar terapéuticamente.
En definitiva, para concluir, aunque este tema en Colombia en la actualidad haga parte de los lugares políticamente incorrectos que evitan los intelectuales, vale la pena señalar que si la reparación es condición para la reconciliación, al dificultarla se contribuye a la reproducción de la fragmentación social y a la revictimización.
El compromiso ético de la acción sin daño hace parte de los criterios con los cuales los psicólogos construccionistas, de manera crítica, evaluamos nuestra propia práctica terapéutica y reflexionamos sobre ésta. Sin duda, aunque indispensable para la intervención psicológica, éste no es un criterio que se aplique con exclusividad a tal actividad. En efecto, recomendamos que sea un criterio privilegiado en el acompañamiento sociojurídico de las víctimas de delitos contra sus Derechos Humanos, ante el cual la responsabilidad de la acción oportuna en función de las necesidades y expectativas de las víctimas haga parte del contexto explícito de coordinación entre los actores involucrados en el proceso de reparación.
Lo anterior es importante si se toma en consideración el hecho de que muchas organizaciones de la sociedad civil no creen en la reconciliación y defienden exclusivamente la verdad y la justicia. En forma permanente aparecen movimientos y patrones de militancia que promueven la idea del olvido cero como consigna básica, que vincula la narrativa identitaria de las víctimas asociadas o a las cuales representan, suscitando la culpabilización de cualquier pretensión de dejar atrás la memoria de la violación. En tal sentido, parece no reconocerse la diferencia necesaria entre el posicionamiento personal en la narrativa identitaria y la memoria histórica, necesariamente colectiva y de gran escala. La primera implica de suyo no sólo una permanente reconstrucción del pasado en el presente (Harré y Van Langenhove 1991), sino la construcción de relatos identitarios con mejor forma (Sluzki 2006) terapéuticamente empoderantes y sanadores, que liberen los recursos emocionales para proyectar el propio ciclo vital.
Referencias 1. Basombrío, Carlos. 2005. Reflexiones sobre la experiencia de activistas e intelectuales de la sociedad civil en la función pública en América Latina. En Activistas e intelectuales de sociedad civil en la función pública en América Latina, ed. Carlos Basombrío, 19-64. Santiago de Chile: FLACSO. 2. Carrillo, Arturo. 2008. Justice in Context: The Relevance of Inter-American Human Rights Law and Practice to Repairing the Past. En The Handbook of Reparations, ed. Pablo de Greiff, 504-538. Nueva York: Oxford University Press.
Por otro lado, es indispensable mirar críticamente cómo afectan el bienestar de las víctimas las distintas agendas políticas y las posturas personales en relación con los 143
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tina, eds. Geraldo Pacheco y Bernardo Jiménez, 91-114. Guadalajara: ITESO.
3. De Roux, Carlos Vicente. 2005. Si me tocara volver a vivir… Reflexiones sobre un tránsito por el gobierno para trabajar por los derechos humanos. En Activistas e intelectuales de sociedad civil en la función pública en América Latina, ed. Carlos Basombrío, 183-198. Santiago de Chile: FLACSO.
8. Plataforma colombiana de derechos humanos, democracia y desarrollo. 2003. El embrujo autoritario. Primer año de gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Bogotá: Plataforma colombiana de derechos humanos, democracia y desarrollo.
4. García Canclini, Néstor. 1987. ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de lo popular? Seminario del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales 6, No. 6: 21-37.
9. Rangel, Alfredo. 2010. ¿Watergate? Serenidad magistrados. Semana 1459, 19-26 de abril de 2010.
5. Harré, Rom y Luk Van Langenhove. 1991. Varieties of Positioning. Journal for the Theory of Social Behaviour 21, No. 4: 0021-8308.
10. Sluzki, Carlos. 2006. Victimización, recuperación y las historias “con mejor forma”. Sistemas Familiares 22, No. 1-2: 5-20.
6. Lira, Elizabeth. 2005. Psicología y derechos humanos: quehacer profesional y desafío político. En Activistas e intelectuales de sociedad civil en la función pública en América Latina, ed. Carlos Basombrío, 257-270. Santiago de Chile: FLACSO.
11. Vargas Velásquez, Alejo. 2010. ¿Es posible y deseable la solución del conflicto interno armado colombiano hoy? En Colombia: escenarios posibles de guerra y paz, ed. Alejo Vargas Velásquez, 19-92. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia - UNIJUS.
7. Martín-Baró, Ignacio. 1990. La Psicología Política latinoamericana. En Psicología de la liberación para América La-
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Descifrar nuestra hostilidad política: historias, categorías e intenciones Íngrid J. Bolívar * tenido en las comprensiones prevalecientes del Estado y la política. Quienes han estudiado la formación del Estado en Europa y el Tercer Mundo contrastan precisamente el tipo de relaciones que construyen Estado y “sociedad civil”.
El texto presentado por Ángela María Estrada y su preocupación por los crecientes desencuentros entre académicos, miembros de ONG, funcionarios públicos y activistas –a propósito de las formas de apoyo psicosocial requerido por las víctimas del conflicto armado colombiano– me suscitan varias reflexiones.
En los países centrales de Europa, el Estado emerge de los procesos sociales, representa el triunfo de unos grupos sobre otros y “logra” ir separando –aunque siempre de formas incipientes– los poderes burocráticos de las otras formas de poder social. Por contraste, en el Tercer Mundo, el Estado funciona más como un aparato administrativo que tiende a estar más o menos cooptado por lógicas de reproducción del poder social de grupos específicos (Mann 1997; Barkey y Parikh 1991). Esta perspectiva más histórica y sociológica sobre las relaciones entre Estado y Sociedad Civil contrasta con las aproximaciones normativas y organizativas vigentes hoy, y según las cuales Colombia sería un país con una intensa sociedad civil, por cuanto hay un alto número de organizaciones sociales e incluso de acciones colectivas contestarías.1 Aspecto que, sin embargo, no se puede negar y cuyo significado se torna aún más importante si se compara el mundo de las organizaciones sociales y de la acción colectiva organizada colombianas y el de otros países de Centro y Suramérica.
Las notas de campo y las entrevistas transcritas por Estrada muestran bien que la discusión sobre la “estrategia de apoyo psicosocial” no puede separarse de las trayectorias sociopolíticas de actores específicos. Actores llamados a o interesados en promover e implementar tales estrategias, ya sea desde la denominada “sociedad civil” o desde el Estado. Escribo sociedad civil entre comillas porque, como han mostrado varios autores (Bobbio 1997; Lechner 1996a, 1996b), el término no es nada neutral o sencillamente descriptivo. Más bien, la dicotomía Estado-Sociedad Civil tiene alcances diferenciables en filosofía política, en teoría social y en discusiones políticas específicas. Norbert Lechner, por ejemplo, mostró que en América Latina la sociedad civil ha sido invocada con fines políticos tan distintos como la lucha contra el autoritarismo, el rechazo de la política y la reforma del Estado (Lechner 1996a). Estrada invoca la sociedad civil, pero en Colombia tal invocación es parte ya de interesantes debates académicos y políticos. Debates que parten del hecho de que en muchas regiones colombianas Estado y Sociedad Civil no son “entidades” o espacios de relación tan diferenciables como supone la distinción. Y no lo son porque, en varias zonas, el Estado se monta y funciona a través de las redes de poder social que equívocamente podríamos denominar sociedad civil. Este punto es de crucial importancia porque ha demorado nuestra comprensión del tipo de Estado, de prácticas políticas y de relación entra actores armados y sociedades regionales que se han configurado en Colombia. Además, no se trata de una particularidad colombiana o siquiera latinoamericana sino de los efectos que visiones homogeneizantes y poco históricas de la historia del Estado en Europa han
Otra cuestión al respecto, y que alude a “quienes” desde la “sociedad civil” intentan hacer qué, tiene que ver precisamente con el grado de organización, legitimidad y acceso al Estado que tienen algunos de los actores de la sociedad civil (empresarios, prensa, Iglesia, academia e, incluso, algunas organizaciones no gubernamentales) frente a otros (organizaciones comunales, étnicas y de base).
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En esta dirección se orientan tanto la profesora Estrada como el discurso público promovido por las organizaciones no gubernamentales. Mi punto no es negar la existencia de este dinamismo organizativo o incluso de la movilización social en Colombia, sino recordar que uno y otro están inscritos en procesos políticos mucho más ambiguos y de largo plazo.
* Pregrado en Ciencia Política e Historia y Maestría en Antropología Social de la Universidad de los Andes. Actualmente es profesora asistente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Discursos estatales y geografía del consumo de carne de res en Colombia. En El poder de la carne. Historia de ganaderías en la primera mitad del siglo XX colombiano, ed. Alberto Flórez, 231-289. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2008; y Reinados de belleza y nacionalización de las sociedades latinoamericanas. Revista Iconos 28: 71-80. Correo electrónico: ibolivar@uniandes.edu.co.
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las formas de contraposición política entre los grupos en pugna. Sí. Podríamos coincidir en ese anhelo. El problema arranca cuando recordamos que ese anhelo tiende a ignorar o, por lo menos, a subestimar las ambigüedades de la vida social y las difíciles relaciones entre formas de conocimiento, formas de poder y experiencia social.
Incluyo en mis comentarios esta discusión sobre “sociedad civil” porque atender a esas diferencias y tener presente las distintas trayectorias políticas de los actores implicados en el desarrollo de una perspectiva de atención psicosocial nos ayudan a comprender algunas de las hostilidades detectadas por Estrada e, incluso, la propia dificultad para dar un trato igual a los diferentes grupos de víctimas.
Me explico mejor. Estrada expresa su preocupación por la hostilidad y la polarización que encuentra en las relaciones entre los miembros de las ONG y los funcionarios públicos, a propósito del tipo de atención que se debe dar a personas víctimas del conflicto o de la situación de guerra que atraviesa el país. La autora recuerda, adecuadamente, que tal hostilidad se enmarca en un conflicto político más amplio en el cual el gobierno del presidente Uribe ha presionado por la redefinición social y política sobre quiénes son los actores en disputa, el tipo de disputa en juego y las posibles salidas. Incluso, Estrada llama la atención sobre la creciente importancia política que cobra el “lenguaje” en las relaciones entre las partes. Algunos lectores podrían encontrar en esas referencias del texto de Estrada solamente una semblanza de polarizados espacios políticos, de tercos y politizados integrantes de organizaciones no gubernamentales, de concernidos funcionarios públicos y de “especialistas” de lo “psicosocial” buscando hacer bien su trabajo. Aquí no quiero poner en duda la existencia de tales espacios políticos marcados por la hostilidad, y menos aún dudar de la entrega y decisión con que activistas, funcionarios y expertos asumen su tarea de velar por las víctimas, aun cuando, con frecuencia, terminen “enfrentados” unos con otros. No quiero hacer eso, no porque no me preocupe, sino porque nos lleva por el camino de la culpabilización de las personas y no por el de la identificación de las condiciones que pueden hacernos más libres y responsables al hacer lo que hacemos, ya sea en condición de activista, funcionario o investigador.
En efecto, los desencuentros entre actores del movimiento de Derechos Humanos, funcionarios públicos y académicos en torno al apoyo requerido por las víctimas tiene que ver con diferentes trayectorias organizativas y sociopolíticas de cada uno de estos actores y a disímiles visiones acerca de lo que está en juego con el conflicto armado entre guerrilla, paramilitares y Estado. Sin suponer que cada uno constituye una entidad monolítica o sin fisuras, sí podemos subrayar la relación del movimiento de Derechos Humanos con las redes organizativas profesionales de la universidad pública, sensible o “sensibilizada” por temas y formas de política cercana a la denominada izquierda. Las relaciones ambiguas de esa izquierda con la academia y con las formas de acción colectiva y de movilización política han sido exploradas por Mauricio Archila (2003 y 2006), entre otros. Lo que me interesa aquí es subrayar que los desencuentros y la hostilidad encontrados por Estrada hablan también de esas historias de largo plazo sobre redes organizativas de izquierda, academia, proyección y comprensión de la movilización social y de la diferencia regional, entre otras cuestiones. Estrada y su equipo están interesados en las retóricas con que diferentes actores sociales acogen la tarea de montar una estrategia psicosocial. Ellos muestran cómo, en torno a esa obligación legal recientemente impuesta, los actores reeditan peligrosas polarizaciones. Mi punto simplemente es recalcar que en las hostilidades de hoy se actualizan y resignifican tensiones profesionales y sociales que aún están por estudiarse y que, como mencioné antes, tienen que ver con la historia de la institucionalización de las ciencias sociales, la universidad pública, la izquierda y las formas de intervención del Estado en temas “sociales”.
Precisamente, el texto de Estrada me hace revivir mi propia dificultad para aclararme y para articular mi experiencia como funcionaria de una ONG que tiene a cargo procesos de formación política y, en menor medida, de intervención “psicosocial” con mi práctica como investigadora de temas de violencia política y formación del Estado. Mi trabajo durante más de diez años en una ONG me mostró que las formas de “intervenir” y de “apoyar” desde lo psicosocial o desde la formación política o desde la implementación de proyectos productivos no es sólo una forma de apoyar. Es también una manera de promover, disipar y gestionar determinados modos de experimentar el mundo y de juzgar las relaciones sociopolíticas en las que viven otros. En calidad
Una segunda cuestión que quisiera recalcar tiene que ver con el “anhelo” de una estrategia psicosocial compartida. En efecto, a primera vista, todos podríamos coincidir en el anhelo de una “estrategia de apoyo psicosocial” altamente “técnica”, “profesional”, basada en conocimientos “expertos” y, por eso mismo, supuestamente separada de vericuetos e historias políticas. Una forma de “intervención psicosocial” que no discrimine entre víctimas, que sea de acceso general y que no favorezca 146
Descifrar nuestra hostilidad política: historias, categorías e intenciones Íngrid J. Bolívar
Debate
que Estrada reseña. Abogados, psicólogos y activistas pueden acercarse cuando condenan la violencia por amenazar las libertades y la salud mental de los individuos. Sin embargo, más allá de la condena, la tarea de comprensión de los lazos entre actores armados, sociedades regionales y redes políticas aguarda. Trabajar por esa comprensión no implica ignorar la existencia de victimas y los efectos psicosociales de la guerra. No podemos ignorar tales cuestiones, pero tampoco podemos consagrarlas como punto de partida del análisis o de la discusión.
de funcionarios de una ONG o de activistas sociales de una determinada organización nos encontramos promoviendo específicas formas de pensar el mundo y de juzgar las relaciones sociales. Formas que, como científicos sociales o como investigadores de temas de violencia política y formación del Estado, podemos reconocer como “burguesas”, “liberales”, “individualistas”, “ahistóricas” (Archila y Bolívar 2003; Bolívar 2003; Bolívar 2006). Así sucede con el tema de la salud mental y el apoyo psicosocial. Ambas “categorías” se han establecido y afianzado como formas de pensar las relaciones humanas en contextos políticos más o menos “pacificados” o más o menos caracterizados por el monopolio de la violencia y la consecuente individuación. Sin negar las diferentes perspectivas dentro de lo que se denomina “apoyo psicosocial” o “salud mental”, puede afirmarse que bajo ambas referencias suele hacerse de los eventos de violencia eso: eventos, anomalías, relaciones deshumanizadoras. Circunstancias traumáticas que desde afuera del individuo o de los grupos los amenazan no sólo en su integridad física, sino también en su integridad mental.
Quisiera ser capaz de poner entre comillas la existencia de víctimas y de daños psicosociales. No porque no crea que existen sino porque no quiero esencializarlos y porque no quiero que las categorías analíticas y los modos de presencia a que ellas me invitan me hagan sólo corroborar semejante encuentro. Aunque quisiéramos que no hubiera distinción entre las víctimas, en algún punto, la distinción la hace la vida. Pero la distinción no es entre personas sino entre situaciones y procesos que hacen que personas de las zonas rurales tiendan a ser sistemáticamente ofendidas y menospreciadas por actores armados con distintos tipos de intenciones –algunas buenas–. De aquellas de las que está empedrado el camino al cielo y que pueden reproducirse apaciblemente en el mundo de nuestras categorías académicas.
El recorrido que hago puede parecer obvio pero tal obviedad no es más que la muestra del exitoso olvido que los integrantes de las sociedades contemporáneas han tejido sobre la violencia como un fenómeno social. Varios autores (Escalante 1991 y 1992; Elias 1994) se han ocupado de mostrar que en otras sociedades, tiempos o espacios de relación la violencia puede parecer “tan natural como una hambruna, tan natural como una sequía”. Los autores coinciden en que es el esfuerzo estatal por monopolizar la violencia lo que permite que ella emerja como acto diferenciable y del que son responsables unos actores. Me detengo en esta discusión porque las perspectivas actuales sobre “apoyo psicosocial” tienden a ignorar ese carácter de la violencia como proceso y fenómeno social que articula grupos e intereses, y a convertirla solamente en un acto “dañino” de unos sobre otros. Acto que genera trauma, dolor y problemas mentales. Entre nosotros, ya Iván Orozco ha comentado algunas de las consecuencias que está teniendo la transformación creciente del estudio de la violencia, de aproximaciones histórico-bélicas que reconocen el carácter de instrumento político que aquélla tuvo o tenía hacia comprensiones de la violencia más centradas en sus “efectos” sobre las víctimas.
Gracias a la profesora Estrada por redescubrir para nosotros que, como decía un poeta español, “en la casa donde falta el pan, todos riñen y todos tienen razón”. Activistas, miembros de ONG, psicólogos, expertos, víctimas, políticos. Todos riñen. Todos tienen razón. Se los consagra como punto de partida del análisis. No hay duda de que la guerra tiene unos efectos, pero una comprensión histórica y política del conflicto recalca que la violencia no sólo es externa o impacta la salud mental de unos individuos que son afectados. La violencia, en cuanto atributo de las relaciones sociales, también configura sujetos.
Referencias 1. Archila, Mauricio. 2003. Idas y venidas. Vueltas y Revueltas. Protestas sociales en Colombia, 1958-1990. Bogotá: Icanh - Cinep. 2. Archila, Mauricio. 2006. La izquierda hoy. Reflexiones sobre su identidad. Informe de investigación del proyecto Izquierda y nociones de vida buena en Colombia. Bogotá: Cinep - Mimeo de Investigación.
Estas transformaciones conceptuales, unidas al olvido de la reciente emergencia de la violencia como fenómeno social diferenciable, inciden en la hostilidad 147
Revista de Estudios Sociales No. 36 rev.estud.soc. agosto de 2010: Pp. 172. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.145-148.
8. Elias, Norbert. 1994. Los alemanes. México D.F.: Editorial Mora.
3. Archila, Mauricio e Íngrid Bolívar. 2003. Introducción. En Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio, 1990-2001, eds. Mauricio Archila, Íngrid Bolívar, Álvaro Delgado y Martha García, 9-36. Bogotá: Colciencias - Cinep. 4. Barkey Karen y Parikh Sunita. 1991. Comparative Perspectives on The State. Annual Review of Sociology 17: 523-549.
9. Escalante, Fernando. 1992. Ciudadanos imaginarios. Memorial de los afanes y desventuras de la virtud y apología del vicio triunfante en la República Mexicana –Tratado de Moral Pública–. México D.F.: El Colegio de México.
5. Bobbio, Norberto. 1997. Estado, gobierno y sociedad. Por una teoría general de la política. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
10. Escalante, Fernando. 1991. La política del terror. Apuntes para una teoría del terrorismo. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
6. Bolívar, Íngrid. 2003. Transformaciones de la política: atribución causal, movilización social y configuración del Estado en el Magdalena Medio. En Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio, eds. Mauricio Archila, Íngrid Bolívar, Álvaro Delgado y Martha García, 373-465. Bogotá: Cinep.
11. Lechner, Norbert. 1996a. La problemática invocación de la sociedad civil. Revista Foro 28: 24-33.
7. Bolívar, Íngrid. 2006. La legitimidad de los actores armados en Colombia. http://www.institut-gouvernance.org/es/analyse/ fiche-analyse-250.html (Recuperado el 30 de junio de 2010).
13. Mann, Michael. 1997. Las fuentes del poder social II. El desarrollo de las clases y los Estados nacionales, 1760-1914. Madrid: Alianza Editorial.
12. Lechner, Norbert. 1996b. ¿Por qué la política ya no es lo que fue? Revista Foro 29: 7-15.
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Para librarnos del “bien” y entender el mal: un rompecabezas cultural de la guerra en Colombia Sánchez Baute, Alonso. 2008. Líbranos del bien. Bogotá: Alfaguara [372 pp.]
Eudes Toncel Rosado* Silvia Monroy Álvarez**
* Antropólogo, Universidad de Antioquia. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Entre las réplicas y los saqueos. Anagénesis. Revista contra-cultura chilena 3: 22-23, 2010; y La comunidad narrada: reflexiones sobre los pasquines en Fonseca. Ponencia presentada en el XIII Congreso de Antropología en Colombia, del 30 de septiembre al 3 de octubre, Bogotá, 2010 (en prensa). Actualmente cursa la maestría en Antropología Social en el Instituto de Altos Estudios Sociales, Argentina. Correo electrónico: eudestoncel@hotmail.com. ** Antropóloga, Universidad de los Andes. Magíster en Antropología Social de la Universidade de Brasília y actualmente finaliza su doctorado en Antropología Social en la misma universidad. Becaria del programa Capes-proex, Brasil. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Consejos comunales” e sequestrados: reflexões sobre a noção de intimidade cultural e a construção de estereótipos nacionais na Colômbia. Universitas Humanistica 67: 309-322, 2009; y Río Abajo. Una exposición de Erika Diettes (reseña). Antípoda, Revista de Antropología y Arqueología 8: 197-200. Correo electrónico: silviamonroy@gmail.com.
Para librarnos del “bien” y entender el mal: un rompecabezas cultural de la guerra en Colombia Eudes Toncel Rosado, Silvia Monroy Álvarez
Lecturas
A
l parecer, los profesionales de las ciencias sociales hemos sucumbido a los hechos absurdos, horrorosos e indignos que resaltan la violencia extrema. Esto a propósito del análisis de la estela de muerte y desplazamiento dejada a lo largo de décadas por la guerra insurgente y las retaliaciones supuestamente contrainsurgentes en Colombia. La intelligentsia del país se debate entre la actualización de las denuncias ante la constante aparición de nuevos hechos, que incluso recrean los ya conocidos y asombran por la capacidad creativa de los crímenes, y la explicación de las maquinaciones que están por detrás de ellos. Los análisis de los ciclos históricos y territoriales de esta guerra nos advierten su lejano final, pero no contemplan la contribución del ciudadano promedio a su perpetuación. Otros se dedican a reconstruir la enmarañada red de circunstancias y actores que, se supone, deben ser resaltados en los análisis de coyuntura. Algunos consideran las crónicas más fieles a los hechos y, por ende, más eficaces en la labor de sensibilización de la opinión pública al convertirse, dígase de paso, en éxitos editoriales. También pulula la crónica testimonial de carácter autobiográfico que suele reproducir el pensamiento binario de la guerra: víctima-victimario, y, más allá de eso, replica la oposición enemigo-aliado, arma ideológica de largo alcance que nos sume en el odio perpetuo. A nuestro modo de ver, existe una crisis creativa en el análisis del conflicto colombiano y sus profundas raíces. Algunos podrán responder a este llamado de atención diciendo que los acontecimientos superan las posibilidades
analíticas. Otros podrán argumentar que desde la historia, la economía, la sociología, la ciencia política y la antropología se imprime un estilo particular que obedece a una sombrilla disciplinaria, sumada al propio sello de las configuraciones teóricas que empleamos o los recortes de los cuales nos valemos; los estudios de caso (por masacre o hechos focalizados o por regiones) son tendencias que se han venido imponiendo. Habrá quien diga que es osado hablar de crisis creativa al referirnos a un asunto tan serio y sensible, lo cual requiere objetividad y neutralidad. No pretendemos establecer una reflexión sobre estos valores, correspondientes a un pacto ideológico moderno y occidental. Reconocemos, eso sí, que la neutralidad, al menos, podría ser “sustituida” por un ejercicio de reflexión sensible de nuestra propia trayectoria de vida y sus encuentros con la guerra. Luego de ello, tal vez sea posible declarar una neutralidad con vocación crítica, enriquecedora, en la medida en que permita acercarnos más a la expresión. Líbranos del bien de Alonso Sánchez Baute es prueba indiscutible de que tal ejercicio es posible. Conflicto armado, parapolítica, falsos positivos, etc., son etiquetas de fenómenos que nos sobrecogen por su complejidad, aunque las interpretaciones y análisis terminan siendo planos, poco comprometidos –en primera instancia– con dicha complejidad. Carecen de algo que la ensayista india Arudhati Roy (2009) advierte a propósito del desgaste de la democracia, como sistema político que se ha excedido en la representación y como utopía que se ha tornado embriagadora. La crítica de esta autora es avasalladora porque nace de lo que ella considera una de las preocupaciones fundamentales de todo escritor: tratar de minimizar la distancia entre el pensamiento y la expresión. Este cuestionamiento debería guiar a los científicos sociales 151
–también escritores y narradores– que tratan de analizar los meandros del conflicto colombiano, de la guerra en Colombia, pues, en últimas, bajo sus designios nacimos todos, así como todos hemos vivido bajo los designios de una democracia dubitativa. En su libro Líbranos del bien, Alonso Sánchez Baute sigue esta advertencia y nos da una memorable lección: habla desde el dolor de ver su pueblo natal desangrado, y, al mismo tiempo, nos hace conscientes de la dificultad de “tomarse en serio” esta guerra cuando se crece junto con ella. Declaración sencilla pero profunda que confirma la complicidad pasiva o la naturalización de la violencia como el proceso más peligroso que se aferra a ciertos sentimientos y estereotipos nacionales. “Nos odiamos como hermanos”, sentenció el autor en la página 66. En letras cursivas empiezan a aparecer los relatos, en primera y tercera persona, de los implicados en esta historia multivocal sobre las trayectorias de vida de Rodrigo Tovar Pupo y Ricardo Palmera Pineda, vallenatos posteriormente transfigurados en “Jorge 40” y “Simón Trinidad”, nombres de guerra del jefe del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y de uno de los comandantes del Bloque Caribe de las FARC, respectivamente. Ambos fueron extraditados a Estados Unidos y “se reúnen” en aquel país bajo otra modalidad de exilio que se ha vuelto común. La obra de Sánchez Baute, como él mismo lo reconoce en las páginas finales, bebe en varias fuentes y, por esa razón, en ella caben los rótulos de crónica, reportaje, entrevista, noticia, artículo de opinión, perfil psicológico, ensayo, biografía y autobiografía. Esta gimnasia estilística permite que, entre otras cosas, la devoremos sin darle largas, pero responde también a la intención del autor de alejarse de algunos
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rasgos de la crónica latinoamericana que “exalta la tragedia, lo marginal, lo pobre, lo violento, lo asesino” (p. 18). Ésta es, a nuestro modo de ver, una segunda advertencia para los académicos del conflicto y para algunos violentólogos. Su investigación no está interesada en mostrar los horrores y las víctimas de la guerra, sino que ahonda en la tragedia de Valledupar de las últimas décadas, intentando determinar por qué una generación, representada en los dos personajes citados, tuvo que enfrentar la encrucijada de irse “pa’l monte”. En ello también hay una profunda injusticia, anidada en otro rincón del sentido común nacional: la guerra se libra en el monte y no en otros espacios de interacción y decisión, algunos de ellos más cotidianos, más próximos, de lo que se suele pensar o de lo que se quiere reconocer.
Marco Fidel Suárez (1918-1921) y que uniría, más adelante, Valledupar y Riohacha, para esas épocas reluciente puerto por donde fueron llegando “religiosos y cultura”. Religiosos a los que “no les importó meter su trola en la cintura de una indígena local o de una esclava negra”. En este panorama se fue gestando toda suerte de gracias y desgracias, apogeos varios que marcan una continuidad histórica y dan mérito suficiente para tomarse en serio las pesquisas del escritor. Como si de una periodización estratigráfica se tratara, aparecen el contrabando, la bonanza del algodón y su posterior gran quiebra, la expansión de la ganadería y el maravilloso estreno del “mayor artilugio de riqueza”: el alambre de púas. De esos latifundios a la guerrilla y de allí a los paramilitares, subsuelo infértil de nuestra historia reciente.
La ausencia casi manifiesta de metáforas críticas sobre el conflicto en el folclor del Valle de Upar tiene su contrapunto en el testimonio de un vallenato neto; Rodrigo Tovar Pupo, Ricardo Palmera Pineda y Alonso Sánchez Baute, en la inmensidad divergente de sus elecciones vitales, comparten no sólo un universo cultural sino un entramado de relaciones sociales que oscilan entre el statu quo político colombiano y el universo bucólico de su pueblo original. Reseña nuestro autor, en una profunda y consciente faceta de etnógrafo, los episodios que van convirtiendo el paisaje local en un escenario de la muerte: “¿qué pasó en Valledupar, por qué una aldea apacible y calmada, un verdadero remanso edénico, de repente se convirtió en semejante teatro de tragedias donde el odio y la violencia son el pan de cada día?” (p. 303).
Un capítulo impresionante de este relato tiene que ver con la construcción social de los géneros. La notoria ausencia de “escritura femenina” en el acervo literario de los colombianos, salvo numeradas excepciones, hubo de privilegiar a los varones. En el campo de las armas, las revoluciones y las contrainsurgencias, no hay mayor diferencia. Representa Alonso Sánchez Baute, abiertamente homosexual, una voz disidente e inconforme entre los acuerdos y desacuerdos, pues hace énfasis de forma penetrante en la exaltación de los atributos sexuales – de género– de la escritura, creando así una especie de manifiesto que contiene una crítica cultural a un ethos retorcido que exalta la violencia y valida la polarización de pensamiento.
Valledupar fue creciendo, las bonanzas fueron llegando y se fueron yendo; en el gobierno de López Pumarejo (1934-1938) todavía no se terminaba de construir la carretera que empezó
Sánchez Baute logra lo que pocos antropólogos conseguirían –lo afirmamos nosotros en nuestra condición de antropólogos confesos–, en gran medida por falta de creatividad y por ponerle corsé a las experiencias etnográficas: reconstruir el rompecabezas cultural del Cesar –y de Valledupar, 152
específicamente–. Al hacerlo, reconstruye el mapa cultural de la guerra en Colombia. Reconstruir el propio rompecabezas cultural es un dilema de los antropólogos nativos –de los investigadores, en general– decididos a problematizar el lugar de origen. De hecho, Sánchez Baute demuestra que la perpetuación de la guerra en Colombia tiene que ver con el mantenimiento de un proyecto de género: ¿Cómo se enseña a los hombres a ser hombres en Colombia y en medio de la guerra? ¿Qué se espera de ellos? ¿Por qué una vez extraditados jefes paramilitares a Estados Unidos, en sus “áreas de influencia” se padecía de una sensación de indefensión y orfandad? Como muy bien dice el autor, el machismo del Caribe colombiano no es la causa de que nos matemos hace décadas entre “nosotros mismos”; el asunto es, más bien, que la guerra anida en un ethos machista, en el cual el pensamiento pausado y reflexivo es sospechoso y se exige arrojo y acción para mantener el orden “natural” de las cosas. ¿O, por qué la misma sanción social generalizada que sufre el homosexual la padece aquel que, teniendo la “oportunidad” en la administración pública, no roba y no busca su propio beneficio? Una de las volteretas de la historia de vida de Ricardo Palmera Pineda –antes de ser Simón Trinidad, como lo aclara insistentemente el autor– retrata la traición a la propia clase social; proceso poco explorado por los científicos sociales en este país, más entusiasmados con el asunto de la perpetuación de las élites o con las historias de ascenso social o de las clases emergentes. Pero la traición a la clase por parte de miembros de élites regionales es un asunto que tiene mucho que ver con el conflicto armado. ¿Qué ocurre con los personajes que en una esfera pública se tornan displicentes con los de su misma condición y se acercan a los estigmatizados por ella? En Colombia el ascenso social es un
Para librarnos del “bien” y entender el mal: un rompecabezas cultural de la guerra en Colombia Eudes Toncel Rosado, Silvia Monroy Álvarez
Lecturas
tema, el centro de nuestra afición por “la novelería” –y las novelas–, el chisme y “la urgencia por la apariencia”, pero la movilidad social no lo es: transitar entre diferentes camadas sociales es imperdonable, menos aún si se es partidario de transformaciones en lugares que no corresponde hacerlo. Mientras cada uno permanezca en su lugar y pueda hasta burlarse a partir del estereotipo que se ha formado del otro, no hay mayores problemas, y ésa, entre otras cosas, termina siendo una forma nefasta de reconocer nuestra diversidad. Las categorías nativas del Valledupar retratado en Líbranos del bien nos horrorizan porque condensan algunos de los motivos de tanto odio nacional; las nociones a las que nos referimos son las que dividen el mundo entre “ambiciosos” y “pretenciosos”: los prime-
que marcaron la vida de Ricardo Palmera Pineda y Rodrigo Tovar Pupo. Leer su transformación nos deja “pálidos por dentro” −tomando en préstamo una bella expresión del escritor–, pues pone de presente la necesidad de modificar ciertos hábitos de pensamiento y acción para no continuar enfrentando el vórtice que nos seguirá arrastrando hacia la muerte. Para nosotros es claro que hemos dejado en un segundo plano el análisis de los sistemas de valores en los cuales ha ido prosperando y prosperará, con nuevas ropas y en otros escenarios, esta guerra que sigue sin nombre.
ros, “blancos” y “ricos”, los segundos, “negros” –o en algunos casos, menos blancos– y “pobres”. Cuando este tipo de clasificación social está tan anclada es posible entender el porqué de la complicidad con aquellos que permiten que los ricos sean cada vez más ricos y por qué en Colombia, como sentencia uno de los personajes casi centenarios de Sánchez Baute, “el primer sospechoso siempre es la víctima” (p. 235). Por ello, en zonas que han sufrido los embates militares, guerrilleros y paramilitares, muchos investigadores al presenciar algún asesinato han recibido como respuesta: “En algo debía andar”, “Algo debía” o “Aquí al que se porta bien no le pasa nada”.
Referencias
Si pudiéramos encontrar un género entre tragedia y epopeya, lograríamos situar algunos de los acontecimientos
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153
Presentación • Ángela María Estrada–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. • Karen Ripoll–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. • Diana Rodríguez–Universidad Externado de Colombia.
36
36 9-12
Dossier Atención y reparación psicosocial en contextos de violencia sociopolítica: una mirada reflexiva • Liz Arévalo–Corporación Vínculos, Colombia.
29-39
Reflexiones y aproximaciones al trabajo psicosocial con víctimas individuales y colectivas en el marco del proceso de reparación • Olga Rebolledo–Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, Colombia. • Lina Rondón–Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, Colombia.
40-50
Perspectiva generativa en la gestión de conflictos sociales • Dora Fried Schnitman–Fundación Interfas, Argentina.
51-63
Reconstrucción de memoria en historias de vida. Efectos políticos y terapéuticos • Nelson Molina–Universidad Pontificia Bolivariana, Bucaramanga, Colombia.
64-75
Relatos autobiográficos de víctimas del conflicto armado: una propuesta teórico-metodológica • Patricia Nieto–Universidad de Antioquia, Colombia.
76-85
Lo que hemos aprendido sobre la atención a mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado colombiano • Ivonne Wilches–Consultora independiente, Colombia.
86-94
Hombres en situación de desplazamiento: transformaciones de la masculinidad • Claudia Tovar–Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. • Carol Pavajeau–Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.
95-102
Intervención psicosocial con fines de reparación con víctimas y sus familias afectadas por el conflicto armado interno en Colombia: equipos psicosociales en contextos jurídicos • Ángela María Estrada–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. • Karen Ripoll–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. • Diana Rodríguez–Universidad Externado de Colombia.
103-112
Bogotá - Colombia
ISSN 0123-885X
Presentación
Angela María Estrada Karen Ripoll Diana Rodríguez
Elizabeth Lira Liz Arévalo Olga Rebolledo Lina Rondón Dora Fried Schnitman Nelson Molina Patricia Nieto Ivonne Wilches Claudia Tovar Carol Pavajeau Ángela María Estrada Karen Ripoll Diana Rodríguez
Otras Voces
Grupo de Psicología Social Crítica
127-131
Debate Impacto de la dinámica política colombiana en los procesos de reparación a las víctimas de la violencia política • Ángela María Estrada–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
133-144
Descifrar nuestra hostilidad política: historias, categorías e intenciones • Íngrid J. Bolívar–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
145-148
Bogotá - Colombia
114-125
Documentos Principios éticos para la atención psicosocial
agosto 2010
Dossier
Otras Voces Del dolor a la propuesta. Voces del Panel de Víctimas • Grupo de Psicología Social Crítica–Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social
http://res.uniandes.edu.co
ISSN 0123-885X
14-28
agosto 2010
Trauma, duelo, reparación y memoria • Elizabeth Lira– Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile.
Documentos
Principios éticos para la atención psicosocial
Debate
Ángela María Estrada Íngrid J. Bolívar
Lecturas
Eudes Toncel Silvia Monroy
Lecturas Para librarnos del “bien” y entender el mal: un rompecabezas cultural de la guerra en Colombia. Reseña del libro Líbranos del bien de Alonso Sánchez Baute • Eudes Toncel–Instituto de Altos Estudios Sociales, Argentina. • Silvia Monroy–Universidade de Brasília, Brasil.
150-153
Pp.1-172 $20.000 pesos (Colombia) ISSN 0123-885X
Atención psicosocial del sufrimiento en el conflicto armado: lecciones aprendidas 9 770123 885006