Revista de Estudios Sociales No. 45

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Revista45 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social

enero - abril 2013

ISSN 0123-885X

http://res.uniandes.edu.co

FUNDADORES Francisco Leal Ph.D. Universidad de los Andes, Colombia frleal@uniandes.edu.co

Germán Rey Dr. Pontificia Universidad Javeriana, Colombia germrey@hotmail.com

COMITÉ EDITORIAL Angelika Rettberg, Ph.D. Universidad de los Andes, Colombia rettberg@uniandes.edu.co Catalina Muñoz Ph.D. Universidad del Rosario, Colombia catalina.munoz@urosario.edu.co Fernando Purcell Ph.D. Universidad Católica de Chile fpurcell@uc.cl

José Carlos Rueda, Dr. Universidad Complutense de Madrid, España j-c-rueda@hotmail.com Héctor Hoyos Ph.D. Stanford University, Estados Unidos hhoyos@stanford.edu Ana Catalina Reyes Ph.D. Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia acreyes@unal.edu.co

DIRECTOR EDITORA Hugo Fazio Universidad de los Andes, Colombia hfazio@uniandes.edu.co

Vanessa Gómez Universidad de los Andes, Colombia vane-gom@uniandes.edu.co Angela Núñez Universidad de los Andes, Colombia la.nunez30@uniandes.edu.co

EDITORES INVITADOS Ania Tizziani, Dra. CONICET / Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina atizzian@ungs.edu.ar

François-Xavier Devetter, Dr. CLERSE / Université Lille 1 Telecom, Francia devetter@telecom-lille1.eu

Lorena Poblete, Dra. CONICET / IDAES / Universidad Nacional de San Martín, Argentina lorena.poblete@conicet.gov.ar

COMITÉ CIENTÍFICO Jesús Martín-Barbero, Ph.D. Pontificia Universidad Javeriana, Colombia Lina María Saldarriaga, Ph.D. Universidad de los Andes, Colombia Fernando Viviescas, Master of Arts, Universidad Nacional, Colombia Juan Gabriel Tokatlian, Ph.D. Universidad de San Andrés, Argentina

Dirk Kruijt, Ph.D. Universidad de Utrecht, Holanda Gerhard Drekonja-Kornat, Ph.D. Universidad de Viena, Austria Jonathan Hartlyn, Ph.D. Universidad de North Carolina, Estados Unidos Carl Henrik Langebaek Ph.D. Universidad de los Andes, Colombia

Corrección de estilo en español Guillermo Díez

Corrección de estilo y traducción al inglés Felipe Estrada

Corrección de estilo y traducción al portugués Roanita Dalpiaz

Equipo informático Alejandro Rubio Claudia Vega

Dirección de arte y diagramación Leidy Sánchez

Impresión Panamericana Formas e Impresos S.A.

Portada: Fotomontaje de Víctor Gómez

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ISSN 0123-885X Dirección: Cra 1a No 18 A-10, Ed. Franco, of, G-615 Teléfono: (571) 339 49 49 ext. 4819 Correo electrónico: res@uniandes.edu.co Periodicidad: cuatrimestral Páginas del número: 276 Formato: 21.5 x 28 cm. Tiraje: 500 ejemplares Precio: $ 20.000 (Colombia)

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Pablo Navas Sanz de Santamaría Rector Hugo Fazio Decano Facultad de Ciencias Sociales Martha Lux Editora Facultad de Ciencias Sociales

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Portales Web a través de los cuales se puede acceder a la Revista de Estudios Sociales: http://www.lablaa.org/listado_revistas.htm (Biblioteca Luis Angel Arango, Colombia). http://www.portalquorum.org (Quórum Portal de Revistas, Universidad de Alcalá, España). http://sala.clacso.org.ar/biblioteca/Members/lenlaces (Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO, Argentina).


Revista45 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social

http://res.uniandes.edu.co

enero - abril 2013

ISSN 0123-885X

La Revista de Estudios Sociales (RES) es una publicación cuatrimestral creada en 1998 por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes y la Fundación Social. Su objetivo es contribuir a la difusión de las investigaciones, los análisis y las opiniones que sobre los problemas sociales elabore la comunidad académica nacional e internacional, además de otros sectores de la sociedad que merecen ser conocidos por la opinión pública. De esta manera, la Revista busca ampliar el campo del conocimiento en materias que contribuyen a entender mejor nuestra realidad más inmediata y a mejorar las condiciones de vida de la población. La estructura de la Revista contempla seis secciones, a saber: La Presentación contextualiza y da forma al respectivo número, además de destacar aspectos particulares que merecen la atención de los lectores. El Dossier integra un conjunto de versiones sobre un problema o tema específico en un contexto general, al presentar avances o resultados de investigaciones científicas sobre la base de una perspectiva crítica y analítica. También incluye textos que incorporan investigaciones en las que se muestra el desarrollo y las nuevas tendencias en un área específica del conocimiento. Otras Voces se diferencia del Dossier en que incluye textos que presentan investigaciones o reflexiones que tratan problemas o temas distintos. El Debate responde a escritos de las secciones anteriores mediante entrevistas de conocedores de un tema particular o documentos representativos del tema en discusión. Documentos difunde una o más reflexiones, por lo general de autoridades en la materia, sobre temas de interés social. Lecturas muestra adelantos y reseñas bibliográficas en el campo de las Ciencias Sociales. La estructura de la Revista responde a una política editorial que busca: proporcionar un espacio disponible para diferentes discursos sobre teoría, investigación, coyuntura e información bibliográfica; facilitar el intercambio de información sobre las Ciencias Sociales con buena parte de los países de la región latinoamericana; difundir la Revista entre diversos públicos y no sólo entre los académicos; incorporar diversos lenguajes, como el ensayo, el relato, el informe y el debate, para que el conocimiento sea de utilidad social; finalmente, mostrar una noción flexible del concepto de investigación social, con el fin de dar cabida a expresiones ajenas al campo específico de las Ciencias Sociales.



Servicio doméstico y desigualdad social 9-14

Presentación

• Lorena Poblete – CONICET / IDAES / Universidad Nacional de San Martín, Argentina • Ania Tizziani – CONICET/ Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina

Dossier 16-28

Política y trabajo. Debates sobre las normas jurídicas y las relaciones laborales de servidumbre en el Bolívar Grande (Colombia) en el siglo XIX • Sergio Paolo Solano – Universidad de Cartagena, Colombia. • Roicer Flórez Bolívar – Universidad de Cartagena, Colombia.

29-41

El Sindicato del Servicio Doméstico y la Obra de Nazareth: entre asistencialismo, paternalismo y conflictos de interés, Bogotá, 1938-1960

42-53

De “sirvientas” y eléctricos servidores. Imágenes del servicio doméstico en las estrategias de promoción del consumo de artículos para el hogar (Argentina, 1940-1960)

54-66

El acceso desigual a los derechos laborales en el servicio doméstico argentino: una aproximación desde la óptica de las empleadoras

67-79

El trabajo doméstico se sienta a la mesa: la comida en la configuración de las relaciones entre empleadores y empleadas en la ciudad de Buenos Aires

80-95

¿Por qué externalizar las tareas domésticas? Análisis de las lógicas desigualitarias que estructuran la demanda en Francia

96-109

• William Elvis Plata Quezada – Universidad Industrial de Santander, Colombia.

• Inés Pérez – Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

• Francisca Pereyra – Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina.

• Débora Gorbán – Universidad Nacional de San Martín / CONICET, Argentina.

• François-Xavier Devetter – CLERSE / Université Lille 1 Telecom, Francia

Mulheres Brasileiras na divisão internacional do trabalho reprodutivo: construindo subjetividade(s) • Manoela Carpenedo – Universidad de Oviedo, España. • Henrique Caetano Nardi – Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Brasil.

110-122

A Matter of Decency? Persistent Tensions in the Regulation of Domestic Service

123-134

Trabajo doméstico-trabajo afectivo: sobre heteronormatividad y la colonialidad del trabajo en el contexto de las políticas migratorias de la UE

136-143 144-157 158-169 170-184

186-197

• Manuel Abrantes – Universidade Técnica de Lisboa, Portugal.

• Encarnación Gutiérrez-Rodríguez – Universidad Gießen, Alemania.

Otras Voces

El concepto de lo político: la necesidad de un criterio (inevitablemente transitorio) • Daniel Hurtado – Universidad Autónoma de Manizales, Colombia.

Infraestructura ferroviaria y ciudad: su cambiante correspondencia espacial desde los paradigmas de la ciencia, la historiografía urbana y el urbanismo

• María Alejandra Saus – Instituto de Teoría e Historia Urbano-Arquitectónica (INTHUAR), Argentina.

Panamá Viejo: una experiencia exitosa de gestión patrimonial • Juan Guillermo Martín – Universidad del Norte, Colombia. • Julieta de Arango – Patronato Panamá Viejo, Panamá.

Prácticas descriptivas de los enviados especiales de la prensa francesa a Colombia. Narrativa de una experiencia sensible en un marco intercultural • Mary Luz Botero – Universidad de Antioquia, Colombia.

Documentos

Nanny Diaries and Other Stories: Immigrant Women’s Labor in the Social Reproduction of American Families • Mary Romero – Arizona State University, Estados Unidos.

198-211

Proyecto de Investigación-acción: trabajo doméstico y servicio doméstico en Colombia

212-224

¿Así en la tele como en la casa? Patronas y empleadas en la década del sesenta en Argentina

• Magdalena León – Universidad Nacional de Colombia. • Rebekah E. Pite – Lafayette College, Estados Unidos.

Debates

Trabajo doméstico remunerado: espacios y desafíos de la visibilidad social 226-228

• Jurema Brites – Universidade Federal de Santa Maria, Brasil. • Ania Tizziani – CONICET / Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina. • Débora Gorbán – CONICET / Universidad Nacional de San Martín, Argentina.

229-232

Presentación Mesa de discusión sobre trabajo doméstico

233-246

Los espacios internacionales de la participación política de las trabajadoras remuneradas del hogar

• María Betânia Ávila– SOS CORP Instituto Feminista para a Democracia, Brasil. • Mary Goldsmith – Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México.

Lecturas 248-251

De madres a hijas: trabajo, familia y reproducción social. Reseña del libro The Maid’s Daughter. Living Inside and Outside the American Dream, de Mary Romero

252-255

La paradoja francesa: el empleo doméstico como política contra el desempleo. Reseña del libro Du balai. Essai sur le ménage à domicile et le retour de la domesticité, de François-Xavier Devetter y Sandrine Rousseau.

• Ania Tizziani – CONICET / Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina.

• Lorena Poblete –CONICET / IDAES / Universidad Nacional de San Martín, Argentina.


Domestic Service and Social Inequality 9-14

Presentation

• Lorena Poblete – CONICET / IDAES / Universidad Nacional de San Martín, Argentina • Ania Tizziani – CONICET/ Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina

Dossier 16-28

Politics and Labor. Debates on the Legal and Labor Relations of Servitude in Bolivar Grande (Colombia) in the Nineteenth Century • Sergio Paolo Solano – Universidad de Cartagena, Colombia. • Roicer Flórez Bolívar – Universidad de Cartagena, Colombia.

29-41

Domestic Service Union and “Obra de Nazareth”: Between Welfarism, Paternalism and Conflict of Interest, Bogotá, 1938-1960

42-53

Maids and Electric Servants. Images of Paid Domestic Work within the Strategies that Promoted the Consumption of Household Goods (Argentina, 1940-1960)

54-66

Unequal Access to Labor Rights in Argentina’s Domestic Service: An Approach from the Point of View of Employers

67-79

Domestic Work Sits at the Table: The Role of Food in the Configuration of Relationships Between Employers and Employees in Buenos Aires

80-95

Why Outsource Domestic Tasks? Analysis of the Unequal Logic Behind Demand in France

96-109

• William Elvis Plata Quezada – Universidad Industrial de Santander, Colombia.

• Inés Pérez – Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

• Francisca Pereyra – Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina.

• Débora Gorbán – Universidad Nacional de San Martín / CONICET, Argentina. • François-Xavier Devetter – CLERSE / Université Lille 1 Telecom, France.

Brazilian Women in the International Division of Reproductive Work: Constructing Subjectivities • Manoela Carpenedo – Universidad de Oviedo, Spain. • Henrique Caetano Nardi – Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Brazil.

110-122

A Matter of Decency? Persistent Tensions in the Regulation of Domestic Service

123-134

Domestic Work-Affective Labour: On Heteronormativity and the Coloniality of Labour within the Context of EU Migration Policies

• Manuel Abrantes – Universidade Técnica de Lisboa, Portugal.

• Encarnación Gutiérrez-Rodríguez – Universidad Gießen, Germany.

136-143 144-157 158-169 170-184

Other Voices

The Concept of the Political: The Need for a (Inevitably Temporary) Criterion • Daniel Hurtado – Universidad Autónoma de Manizales, Colombia.

Railroad Infrastructure and City: Changeable Spatial Connection from Paradigms of Science, Urban Historiography and Urban Planning • María Alejandra Saus – Instituto de Teoría e Historia Urbano-Arquitectónica (INTHUAR), Argentina.

Panama Viejo: A Successful Experience about Cultural Heritage Management • Juan Guillermo Martín – Universidad del Norte, Colombia. • Julieta de Arango – Patronato Panamá Viejo, Panamá.

Descriptive Practices of the Special Correspondents of the French Press to Colombia. Narrative of a Sensitive Experience in an Intercultural Framework • Mary Luz Botero – Universidad de Antioquia, Colombia.

Documents 186-197

Nanny Diaries and Other Stories: Immigrant Women’s Labor in the Social Reproduction of American Families

198-211

Action-Research Project: Domestic Work and Domestic Service in Colombia

212-224

Just Like at Home on Television? Mistresses and Maids in 1960s Argentina

• Mary Romero – Arizona State University, USA.

• Magdalena León – Universidad Nacional de Colombia. • Rebekah E. Pite – Lafayette College, USA.

Debate

Paid Domestic Service: Spaces and Challenges of Social Visibility 226-228

• Jurema Brites – Universidade Federal de Santa Maria, Brazil. • Ania Tizziani – CONICET / Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina. • Débora Gorbán – CONICET / Universidad Nacional de San Martín, Argentina.

229-232

Presentation of a Discussion Panel on Domestic Work

233-246

International Spaces in the Political Participation of Paid Domestic Workers

• María Betânia Ávila– SOS CORP Instituto Feminista para a Democracia, Brazil. • Mary Goldsmith – Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México.

Lecturas 248-251

From Mother to Daughter: Work, Family, and Social Reproduction. Review to Mary Romero book The Maid’s Daughter. Living Inside and Outside the American Dream • Ania Tizziani – CONICET / Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina.

252-255

The French Paradox: Domestic Work as a Policy Against Unemployment. Review to François-Xavier Devetter y Sandrine Rousseau book Du balai. Essai sur le ménage à domicile et le retour de la domesticité • Lorena Poblete –CONICET / IDAES / Universidad Nacional de San Martín, Argentina.


Serviço doméstico e desigualdade 9-14

Apresentação

• Lorena Poblete – CONICET / IDAES / Universidad Nacional de San Martín, Argentina • Ania Tizziani – CONICET/ Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina

Dossier 16-28

Política e trabalho. Debates sobre as normas jurídicas e as relações laborais de servidão no Bolívar Grande (Colômbia) no século XIX

29-41

O Sindicato do Serviço Doméstico e a Obra de Nazareth: entre assistencialismo, paternalismo e conflitos de interesse, Bogotá, 1938-1960

• Sergio Paolo Solano – Universidad de Cartagena, Colômbia. • Roicer Flórez Bolívar – Universidad de Cartagena, Colômbia.

• William Elvis Plata Quezada – Universidad Industrial de Santander, Colômbia.

42-53

De “criadas” e elétricos servidores. Imagens do serviço doméstico nas estratégias de promoção do consumo de artigos para o lar (Argentina, 1940-1960) • Inés Pérez – Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

54-66

O acesso desigual aos direitos laborais no serviço doméstico argentino: uma aproximação sob a ótica das empregadoras

67-79

O trabalho doméstico se senta à mesa: a comida na configuração das relações entre empregadores e empregadas na cidade de Buenos Aires

80-95

Por que externalizar as tarefas domésticas? Análise das lógicas desigualitárias que estruturam sua demanda na França

96-109

• Francisca Pereyra – Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina.

• Débora Gorbán – Universidad Nacional de San Martín / CONICET, Argentina. • François-Xavier Devetter – CLERSE / Université Lille 1 Telecom, França.

Mulheres Brasileiras na divisão internacional do trabalho reprodutivo: construindo subjetividade(s) • Manoela Carpenedo – Universidad de Oviedo, Espanha. • Henrique Caetano Nardi – Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Brasil.

110-122

Uma questão de decência? Tensões persistentes na regulação do serviço doméstico

123-134

Trabalho doméstico-trabalho afetivo: sobre heteronormatividade e a colonialidade do trabalho no contexto das políticas migratórias da UE

• Manuel Abrantes – Universidade Técnica de Lisboa, Portugal.

• Encarnación Gutiérrez-Rodríguez – Universidad Gießen, Alemanha.

136-143 144-157 158-169 170-184

Outras Vozes

O conceito do político: a necessidade de um critério (inevitavelmente transitório) • Daniel Hurtado – Universidad Autónoma de Manizales, Colômbia.

Infraestrutura ferroviária e cidade: sua instável correspondência espacial a partir dos paradigmas da ciência, historiografia urbana e urbanismo

• María Alejandra Saus – Instituto de Teoría e Historia Urbano-Arquitectónica (INTHUAR), Argentina.

Panamá Viejo: uma experiência de sucesso de gestão patrimonial • Juan Guillermo Martín – Universidad del Norte, Colômbia. • Julieta de Arango – Patronato Panamá Viejo, Panamá.

Práticas descritivas dos enviados especiais da imprensa francesa à Colômbia. Narrativa de uma experiência sensível em um âmbito intercultural • Mary Luz Botero – Universidad de Antioquia, Colômbia.

Documentos 186-197

Diários de babás e outras histórias. O trabalho da mulher imigrante na reprodução social das famílias estado-unidenses

198-211

Projeto de Pesquisa-ação: trabalho doméstico e serviço doméstico na Colômbia

212-224

Assim na tevê como em casa? Patroas e empregadas na década de sessenta na Argentina

• Mary Romero – Arizona State University, Estados Unidos. • Magdalena León – Universidad Nacional de Colômbia. • Rebekah E. Pite – Lafayette College, Estados Unidos.

Debate

Trabalho doméstico remunerado: espaços e desafios da visibilidade social 226-228

• Jurema Brites – Universidade Federal de Santa Maria, Brasil. • Ania Tizziani – CONICET / Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina. • Débora Gorbán – CONICET / Universidad Nacional de San Martín, Argentina.

229-232

Apresentação da Mesa de discussão sobre trabalho doméstico

233-246

Os espaços internacionais da participação política das trabalhadoras remuneradas do lar

• María Betânia Ávila – SOS CORP Instituto Feminista para la Democracia, Brasil. • Mary Goldsmith – Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México.

Leituras 248-251

De mães a filhas: trabalho, família e reprodução social. Comentário sobre o livro The Maid’s Daughter. Living Inside and Outside the American Dream de Mary Romero

252-255

O paradoxo francês: o emprego doméstico como política contra o desemprego. Comentário sobre o livro Du balai. Essai sur le ménage à domicile et le retour de la domesticité de François-Xavier Devetter y Sandrine Rousseau

• Ania Tizziani – CONICET / Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina.

• Lorena Poblete –CONICET / IDAES / Universidad Nacional de San Martín, Argentina.



Lorena Poblete, Ania Tizziani

Presentación

Presentación por Lorena Poblete*

Ania Tizziani**

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.01

E

En este marco, el número 45 de la Revista de Estudios Sociales busca generar un espacio de discusión y debate en torno de las problemáticas vinculadas a la domesticidad en diferentes regiones. Al igual que en numerosos estudios, el servicio doméstico es aquí concebido como un nodo en el que confluyen diferentes formas de desigualdad (Rollins 1985; Romero 2002). Es por ello que el análisis de la relación laboral que instituye aparece como un espacio privilegiado para el estudio de las dinámicas de jerarquización y diferenciación sociales. Si bien la desigualdad social ha sido uno de los temas más estudiados por las ciencias sociales (en particular, latinoamericanas) en las últimas décadas, su aproximación a través del servicio doméstico permite explorar la manera en que ésta es instituida, reforzada y reproducida en y por las prácticas. También hace posible el análisis de las interacciones entre las diferentes formas de desigualdad social, y el estudio de las dinámicas que les son propias. En efecto, en la estructuración de esta relación laboral se movilizan diversos criterios de categorización social: entre hombres y mujeres, clases sociales, razas y grupos étnicos, entre migrantes y trabajadores locales. A los que se suma el clivaje Norte-Sur como una de las maneras de nombrar la jerarquización de los territorios en un contexto global, regional o nacional.

l servicio doméstico constituye una de las ocupaciones femeninas más antiguas y, en las últimas décadas, presenta un renovado interés para las ciencias sociales. En primer lugar, esta ocupación sigue representando amplios contingentes de trabajadoras,1 en particular no calificadas, tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados. En general, el servicio doméstico concentra mujeres provenientes de los sectores más pobres, y se caracteriza por bajos salarios, condiciones precarias de empleo y altos niveles de informalidad. En segundo lugar, el envejecimiento de las poblaciones, por un lado, y la falta de dispositivos de cuidado que permitan compatibilizar la vida familiar y profesional, por el otro, son factores que acrecientan de un modo significativo la demanda. Ambos factores cuestionan la tesis que preveía la disminución de esta forma de empleo como consecuencia de la industrialización de las sociedades y la “tecnificación” del trabajo doméstico. Como señala Helma Lutz (2002), el recurso a la domesticidad puede cambiar de forma en las sociedades actuales, pero está lejos de desaparecer.

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La riqueza de esta compilación de artículos radica en que cada uno de ellos, a partir del análisis de un objeto preciso, dialoga con los otros en torno a estos diferentes criterios de construcción de las jerarquías sociales. La complejidad de esta problemática es analizada desde diferentes perspectivas disciplinarias (antropología, sociología, historia,

Las empleadas domésticas representaban, en 2010, el 1,3% de las mujeres ocupadas en los países desarrollados, 1,2% en Asia, 1,4% en África, 5,6% en Medio Oriente y 7,6% en América Latina (ILO 2011).

* Doctora en Sociología de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Argentina (CONICET), con sede en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES); y profesora del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Argentina. Investigadora del proyecto de cooperación “Servicio doméstico y desigualdad social. Los casos francés y argentino analizados desde una perspectiva comparada” (A12H02), financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la República Argentina (Mincyt) y los ministerios de Asuntos Extranjeros y de Educación Nacional e Investigación de Francia, a través del programa ECOS-SUD. Correo electrónico: lorena.poblete@conicet.gov.ar ** Doctora en Sociología de la Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne, Francia. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), con sede en la Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina. Investigadora del proyecto de cooperación “Servicio doméstico y desigualdad social. Los casos francés y argentino analizados desde una perspectiva comparada” (A12H02), financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la República Argentina (Mincyt) y los ministerios de Asuntos Extranjeros y de Educación Nacional e Investigación de Francia, a través del programa ECOS-SUD. Correo electrónico: atizzian@ungs.edu.ar

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Revista de Estudios Sociales No. 45 rev.estud.soc. • ISSN 0123-885X • Pp. 276. Bogotá, enero - abril de 2013 • Pp. 9-14.

Según Inés Pérez,

economía). Dentro del conjunto de los trabajos presentados, algunos estudian casos nacionales (Argentina, Brasil, Colombia, Portugal, Francia), y otros analizan dinámicas más globales centrándose en las migraciones de trabajadoras latinoamericanas hacia Europa y Estados Unidos. La lectura cruzada de los distintos artículos nos invita a reflexionar sobre las especificidades locales, y al mismo tiempo pone en evidencia los elementos característicos de esa relación laboral que perduran en el tiempo, más allá de las fronteras geográficas. Los textos aquí presentados se distribuyen en tres secciones diferentes: Dossier, Debate y Documentos.

[…] la extensión de unas masculinidades domésticas, así

como el crecimiento de la participación en el mercado de trabajo de mujeres casadas de clase media, tensionaron

los lugares tradicionalmente asignados a mujeres y varo-

nes. […] En este sentido, el trabajo doméstico aparecía como una responsabilidad femenina: si las empleadas domésticas reemplazaban al ama de casa, los artefac-

tos domésticos (que reemplazaban a las empleadas) cumplían la misma función, agregando un eslabón a la cadena de sustituciones.

Si bien cada uno de los trabajos aborda la problemática mencionada desde un ángulo original y específico, la desigualdad de género es un postulado de base en casi todos ellos. Se trata tanto de la disparidad entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo como de la desigual división sexual del trabajo doméstico. Si bien la legislación laboral pone en igualdad de condiciones a hombres y mujeres, el funcionamiento del mercado de trabajo es discriminatorio respecto de las mujeres. Esto se manifiesta a través de salarios más bajos, condiciones de empleo precarias y menores posibilidades de construcción de carrera. Esta discriminación está vinculada con la persistencia de la división sexual del trabajo que atribuye casi exclusivamente a las mujeres las tareas domésticas y de cuidado. En efecto, la mayor participación femenina en el mercado de trabajo no se acompañó ni de una distribución más equitativa de las responsabilidades del hogar, ni de un incremento de la oferta de servicios colectivos (públicos o privados). El servicio doméstico es presentado como una pieza clave de “resolución” paradójica de esa contradicción. Como sostiene Bruno Lautier: “la gran paradoja es que al querer librarse de las tareas domésticas impuestas por el orden masculino, las mujeres de las clases medias participan de otro tipo, más oscuro y más perverso, de reproducción de las relaciones sociales de género a través de la esfera privada” (Lautier 2003, 810). Así, como muestran diferentes estudios de este número, el servicio doméstico, lejos de resolver esa contradicción, contribuye a la invisibilización de la desigualdad de género y perpetúa la atribución del rol doméstico a las mujeres.

Es por ello que, como sostiene Pite, en el contexto de los años sesenta, en el que las relaciones domésticas desiguales ganaban visibilidad y eran cuestionadas, la relación entre Doña Petrona y su asistente “se convirtió en una especie de pararrayos de los aspectos más importantes de la cambiante dinámica del trabajo de las mujeres dentro y fuera del hogar”. A pesar de los cambios, el modelo de domesticidad dominante siguió manteniendo la centralidad femenina en los quehaceres del hogar. Esta constatación sigue siendo válida en la actualidad. Analizando el caso francés y centrándose específicamente en los factores que determinan la demanda de servicios domésticos, François-Xavier Devetter (Dossier) subraya que “la externalización concierne sólo a una parte de las tareas domésticas corrientes […]. Por lo tanto, si bien representa una reducción del trabajo doméstico, no implica la supresión de las cargas domésticas asignadas a las mujeres. […] Parecería entonces que la externalización reduce mayoritariamente las situaciones de igualdad, porque beneficia a los hombres”. Además, Devetter afirma que […] las ganancias en términos de igualdad de género parecen limitadas y potencialmente negativas respecto

de otras formas de desigualdad asociadas. […] Dado que las tareas domésticas son una carga principalmente

femenina, la externalización hace posible la extensión de la jornada laboral de las mujeres de mayores ingresos.

Esto contribuye a la degradación de la posición relativa de los hogares que no pueden recurrir a estos mismos

Dos artículos se centran en el anclaje histórico de la construcción de estos roles domésticos atribuidos y del papel que en ella cumple el servicio doméstico. A través del análisis de los avisos publicitarios de electrodomésticos publicados entre 1940 y 1960, y de la relación entre Doña Petrona y Juanita (su asistente de cocina), protagonistas de un famoso programa televisivo de la misma época, Inés Perez (Dossier) y Rebekah Pite (Documentos) –respectivamente– nos presentan la evolución de los modelos de domesticidad en Argentina.

servicios. Desde esa óptica, las desigualdades son no sólo necesarias sino que también son reforzadas.

La importancia de las desigualdades de género en la estructuración de esta forma de empleo muestra, como sostienen María Betânia Ávila (Debate) y Magdalena León (Documentos), la profunda imbricación de las problemáticas del servicio doméstico y del trabajo doméstico no remunerado. En efecto, según María Betânia Ávila, “Para

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Lorena Poblete, Ania Tizziani

Presentación

poder abordar la construcción de esa relación de trabajo que instituye el servicio doméstico tenemos que pensar la tensión entre el trabajo remunerado y no remunerado”. La desvalorización e invisibilización del trabajo no remunerado que las mujeres realizan en los hogares son las mismas que pesan sobre esas tareas cuando son realizadas de manera remunerada. Esta desvalorización es además reforzada, como destaca Magdalena León, por los orígenes y las características sociales de las trabajadoras en quienes las mujeres de clases medias y altas delegan parte de las responsabilidades domésticas atribuidas. Para el caso de Colombia que presenta la autora, en esta categoría de trabajadoras, la presencia de mujeres de sectores populares, de origen rural, indígena o afrodescendiente, es mayoritaria, y estas características estructuran la relación entre empleadas y empleadores: “Esto supone una asimetría de poder que da paso a relaciones contradictorias entre mujeres y entre clases sociales diferentes”.

ción laboral: subordinación del tiempo de la empleada al del empleador, delimitación estricta del espacio de la empleada dentro del domicilio de quienes la contratan, atribución de las tareas domésticas más desvalorizadas, etc. Entre ellos, como lo subraya Débora Gorbán (Dossier), la comida es uno de los más importantes porque contribuye a la definición de territorios, y por consiguiente, de fronteras. La misma resulta de “procesos de desjerarquización e inferiorización que atraviesan la práctica laboral de las trabajadoras. Las diferencias establecidas a través de la comida y la comensalidad reflejan el lugar que los empleadores esperan que las trabajadoras domésticas ocupen”. Así, “las prohibiciones y restricciones sobre los alimentos aparecen como mecanismos a través de los cuales los empleadores informan a las trabajadoras de las representaciones que sobre ellas construyen, y fundamentalmente cómo esperan que sean y que actúen”. Gorbán subraya que “el lugar de las cosas refleja el lugar social”, es decir que las cosas no hacen “más que cumplir en recordarles permanentemente su lugar de subordinadas”.

Así, como en otros estudios, los textos presentados destacan que el peso del rol doméstico socialmente asignado no es el mismo para todas las mujeres. Como sostiene Mary Romero (2002), la dominación de género en relación con la carga de trabajo doméstico implica experiencias diferentes para las mujeres según la clase y la raza: mujeres blancas de clases medias y altas, sin cuestionar la división sexual del trabajo doméstico, pueden escapar a esa carga contratando trabajadoras pobres y de color (negras, chicanas, inmigrantes, en el caso de Estados Unidos), en puestos de bajo estatus y bajos salarios. Así, aquellas mujeres que tienen la posibilidad de acceder a servicios remunerados compran una ilusión: la “ilusión de su emancipación” o la “ilusión de paridad” (Devetter y Rousseau 2011).

La construcción de la posición subordinada de las trabajadoras domésticas en el marco de esta relación laboral se basa en una desigualdad de clase que está fuertemente imbricada con otros criterios de categorización asociados con las pertenencias étnicas, raciales y, cada vez más, el origen geográfico. El aumento significativo de los flujos migratorios femeninos, regionales e internacionales que se registra en las últimas décadas ha tenido un peso importante en la estructuración de esta ocupación, debido a que la gran mayoría de esas mujeres migrantes se inserta en los servicios domésticos. Barbara Ehrenreich y Arlie Russell Hochschild, entre otros autores, hablan de un contexto de globalización de los cuidados y del trabajo doméstico que pone en contacto a las mujeres a través de las fronteras, aquellas pertenecientes a las clases medias y altas de los países ricos, y las mujeres migrantes de países pobres. Esa puesta en contacto no se parece a la que imaginaron las feministas en los países desarrollados –una alianza de mujeres en pos de un objetivo en común–, sino que está atravesada por la desigualdad de oportunidades y privilegios que marca la situación de las empleadas y las empleadoras (Ehrenreich y Hochschild 2002).

De esta manera, la diferencia de clase es uno de los elementos constitutivos del servicio doméstico, dado que significa su condición de posibilidad. Al mismo tiempo, el acceso al servicio doméstico contribuye a la reproducción de la posición de clase de los empleadores. Como sostiene Bridget Anderson, el trabajo doméstico remunerado se distingue de otras ocupaciones caracterizadas por los bajos salarios y la escasa valorización social por su profunda imbricación en procesos de reproducción del estatus social. Permite, en efecto, el mantenimiento de una serie de objetos y relaciones sociales que refuerzan las identidades de clase de los empleadores, al tiempo que marcan la distancia respecto de las posiciones sociales de las trabajadoras (Anderson 2002).

Como muestra el texto de Mary Romero (Documentos) para el caso de Estados Unidos, el rol central de las mujeres migrantes en la reproducción de los estilos de vida y la organización familiar de las clases medias y altas de los países ricos es invisibilizado en el debate público. Este mismo proceso esconde las problemáticas específicas a las que están enfrentadas estas trabajadoras, en cuanto a la ausencia de derechos sociales y laborales, y la exposición a situaciones

Estas dinámicas de diferenciación social se desarrollan en la interacción cotidiana entre empleadas y empleadoras, y se expresan a través de distintos aspectos de esta rela-

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de discriminación y explotación. En ese mismo sentido, como sostiene Encarnación Gutiérrez (Dossier) a través del análisis del caso de la Unión Europea, las políticas migratorias cumplen un rol central en la recreación de estos procesos de exclusión y diferenciación que estructuran estas relaciones en el ámbito del hogar. Apoyándose en el concepto de “colonialidad del poder”, la autora muestra que las políticas migratorias conforman un sistema jerárquico de diferenciación social que establece diversos grados de inclusión o exclusión, en función de criterios de ciudadanía o extranjería que recrean la segregación racial y de género en el mercado de trabajo. Estas relaciones se complejizan aún más por las particularidades del servicio doméstico, dada la importancia de la dimensión afectiva de este trabajo.

a la inviolabilidad de domicilio. Este principio ha servido como fundamento para las restricciones que se imponen

a las labores de la Inspección de Trabajo, restricciones que

garantizarían el derecho a la privacidad como expresión de

los límites frente a la amenaza potencial del abuso de poder de las instituciones públicas (Loyo y Velásquez 2009, 26).

Varios textos de este número abordan las características de estos marcos regulatorios diferenciados y su aplicación. Para el caso de Argentina, Francisca Pereyra (Dossier) destaca que el régimen especial del servicio doméstico establece menores derechos laborales que los que instaura la Ley de Contrato de trabajo que rige las actividades de los trabajadores del sector privado. A esta reducción de derechos se suma el incumplimiento de la reglamentación. La autora explora en las percepciones, representaciones y prácticas de las empleadoras respecto del marco regulatorio, la manera en que se desdibujan los derechos sociales y el carácter laboral de la relación. Sin embargo, los usos y costumbres hacen que las empleadoras se refieran a algunos de ellos (la indemnización por despido, las vacaciones pagas, las actualizaciones salariales, etc.) como elementos que sirven a la negociación de las condiciones laborales, concibiéndolos en general más como “premios” o “castigos” que como derechos laborales.

Las dinámicas migratorias y estos procesos de exclusión e inclusión en el marco del servicio doméstico son analizados en detalle por Carpenedo y Nardi (Dossier) para el caso de las trabajadoras brasileras en París. En esas condiciones, “estas mujeres experimentan una cotidianidad marcada por restricciones y reglas que contribuyen a la formación de una subjetividad signada por el miedo, la invisibilidad y la sumisión”. Pero, al mismo tiempo –y es lo que los autores destacan–, esta situación puede dar lugar a nuevas formas de subjetividad. Carpenedo y Nardi muestran que “el acontecimiento ruptura proporcionado por la experiencia migratoria puede, en cierta medida, revertir las dinámicas opresoras y de sumisión”. “La experiencia migratoria puede producir procesos de subjetivación complejos, dando margen al sujeto para recrear nuevas posibilidades de existencia, usando estrategias de resistencia” en las relaciones en las que se está inmerso.

Esta desigualdad de derechos no es un elemento nuevo. Como muestran Manuel Abrantes (Dossier) para el caso de Portugal, y Sergio Paolo Solano y Roicer Flórez Bolívar (Dossier) para Colombia, este tratamiento diferenciado tiene un profundo anclaje histórico. Para el caso colombiano, a través del análisis de las discusiones jurídicas y políticas que se desarrollaron en torno a las relaciones sociolaborales en el siglo XIX en el Bolívar Grande (Colombia), los autores explican la persistencia de ciertas formas de domesticidad y su relación con el derecho. El texto muestra que “uno de los temas que concentró la atención y produjo acciones normativas y políticas fue el de la redefinición del estatus jurídico de determinadas formas del trabajo manual no calificado, en especial la polémica y las decisiones en torno al área del derecho en que debían estar adscritas las normas que las regían”. Lo que estaba en juego era “si las relaciones sociolaborales quedaban circunscritas al ámbito doméstico de los empleadores, reafirmadas mediante normas que servían para dirimir conflictos y establecer derechos y deberes, ya fuese por vía institucional o por el peso de las costumbres, o en caso contrario, si esas relaciones laborales formaban parte del derecho privado, y como resultado, no debían tener consecuencias policiales”. Al igual que en muchos países del continente, la regulación de esta forma de empleo tensiona las fronteras entre el espacio definido como doméstico/privado y la esfera pública.

Si estas problemáticas vinculadas con la ausencia de derechos o con su incumplimiento se manifiestan de manera más acentuada en el caso de las trabajadoras migrantes, estructuran la ocupación en su conjunto. En efecto, el servicio doméstico no es un trabajo como cualquier otro (Anderson 2002). En casi todos los países, las trabajadoras domésticas están excluidas del derecho laboral común, y sometidas a regímenes especiales que establecen menores derechos laborales y sociales. Este tratamiento diferenciado de las trabajadoras domésticas respecto de los asalariados amparados por el derecho laboral común reenvía a una cuestión política central, que es la de la extensión y la fragmentación de la ciudadanía (Lautier 2004). En general, la justificación de este tratamiento diferenciado de la actividad se sitúa en la definición legal del lugar de trabajo: El reconocimiento a la privacidad de la familia ha dificul-

tado la aplicación de la legislación laboral y su fiscaliza-

ción en este espacio, por la aplicación del llamado derecho

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Presentación

Esta fuerte asociación del servicio doméstico a la esfera privada del empleador no sólo desemboca en un tratamiento diferenciado en el derecho laboral, sino que también limita las posibilidades de asociación y organización colectivas de las trabajadoras. Por un lado, la exclusión del empleo doméstico del marco general del derecho laboral, en la mayoría de los países de la región, ha operado como un obstáculo para la organización colectiva (Chaney y García 1993). Por otro lado, la dispersión de los lugares de trabajo y el aislamiento dentro del domicilio del empleador han sido señalados como elementos que obstaculizan considerablemente el desarrollo de las entidades sindicales.

cas. Estos temas son abordados por los textos de Manuel Abrantes (Dossier) y Mary Goldsmith (Debate) en relación con el proceso de adopción, por parte de la OIT, del Convenio 189, “Trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos”, en 2011. Basándose en el caso de Portugal, Abrantes examina la construcción histórica de la posición desfavorable de las trabajadoras domésticas en cuanto a derechos laborales y el rol que puede cumplir la regulación internacional en el cuestionamiento de esa desigualdad. Según el autor, la mayor visibilidad de las problemáticas vinculadas a esta forma de empleo en el debate público internacional es una de las claves de ese cuestionamiento. Lo es también para Mary Goldsmith, quien destaca que la participación de las organizaciones gremiales de trabajadoras domésticas en este proceso no sólo contribuyó a su reconocimiento en cuanto interlocutoras políticas legítimas, sino que su presencia física en las conferencias de la OIT en Ginebra subvirtió el espacio relegado en el que las empleadas son situadas en la experiencia cotidiana de trabajo. En este sentido, como sostiene la autora, el hecho de considerar una Conferencia Internacional del Trabajo como un lugar propio para una trabajadora del hogar adquiere un significado político innegable.

Pese a esas dificultades, las organizaciones de trabajadoras domésticas existen en la mayoría de los países, y en muchos casos cuentan con trayectorias de larga data. Las primeras organizaciones de trabajadoras domésticas en América Latina se formaron en diversos países en la primera mitad del siglo XX, principalmente vinculadas con la Iglesia católica (Valenzuela y Mora 2009). William Elvis Plata Quezada (Dossier) nos presenta un análisis histórico de una de esas experiencias de sindicalización a través de la creación y la desaparición del Sindicato del Servicio Doméstico en la Bogotá de principios del siglo XX. Este sindicato, que surge bajo el protectorado de la Acción Católica, “no podemos entenderlo como una organización reivindicativa o emancipadora. No se luchaba por la búsqueda de una conciencia de clase entre las empleadas o la exigencia de sus derechos”. “De igual forma, se preocupaba por eliminar de las asociadas cualquier idea ‘subvertora’ del statu quo, al afirmar que la desigualdad de las riquezas no estaba en la injusticia y la explotación, sino en las ‘desigualdades de la naturaleza’, es decir, unos hombres tenían más talento que otros, eran más trabajadores que otros, y eso no podía cambiar”. Esta experiencia de sindicalización de las trabajadoras domésticas bogotanas desaparece al comenzar la década del sesenta, por su escasa valoración dentro del proyecto de la Acción Católica, por su dependencia respecto de los líderes que la idearon y por su desvinculación con sus bases potenciales.

La sección Lecturas incluye la presentación de dos textos recientemente publicados que contribuyen también a la discusión central de este número. Se trata del texto de Mary Romero, The Maid’s Daughter. Living Inside and Outside the American Dream, publicado en 2011 por New York University Press, y del libro de François-Xavier Devetter y Sandrine Rousseau, Du balai. Essai sur le ménage à domicile et le retour de la domesticité, publicado en 2011 por Raisons d’agir. El conjunto de las investigaciones que conforman este número de la Revista de Estudios Sociales, por su diversidad y la originalidad de sus aproximaciones, informa sobre la complejidad que caracteriza la estructuración de esta ocupación, en su dimensión histórica y en las sociedades actuales. Cada uno de los trabajos intenta dar nuevas respuestas a viejas preguntas, así como develar interrogantes que reenvían a las problemáticas centrales de las ciencias sociales. La riqueza de los trabajos aquí presentados es un fuerte incentivo para generar nuevos espacios de intercambio en torno de esos interrogantes. La presencia de investigaciones sobre distintos casos nacionales es también una invitación a futuros proyectos de investigación comparada, tanto entre países latinoamericanos como entre países del Norte y del Sur.

Más allá de las importantes continuidades que se constatan en la ocupación, como menciona Jurema Brites (Debate), en las últimas décadas se registran algunos avances importantes, tanto en cuanto a las regulaciones como a la organización colectiva. En particular, el surgimiento de espacios transnacionales presenta nuevas potencialidades. Permite hacer avanzar las legislaciones nacionales hacia la igualdad de derechos y fortalecer las organizaciones gremiales de las trabajadoras domésti-

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Referencias

Agradecemos enormemente a los distintos autores por sus valiosas contribuciones, a los evaluadores por su inestimable labor, así como al equipo editorial de la revista, que apoyó y acompañó la realización de este proyecto.

1. Anderson, Bridget. 2002. Just Another Job? The Commodification of Domestic Labor. En Global Woman. Nannies, Maids and Sex Workers in the New Economy, eds. Barbara Ehrenreich y Arlie Russel Hochschild, 104-115. Nueva York: Henry Holt.

Nota editorial: La Revista de Estudios Sociales, como es usual, reserva el espacio de Otras Voces para textos originales de tema abierto, que presentan indagaciones diversas dentro del área de ciencias sociales. En esta oportunidad, incluimos cuatro artículos con análisis desde la arqueología, la filosofía, la historia y el urbanismo, y la comunicación social. El primero de ellos, “Panamá Viejo: una experiencia exitosa de gestión patrimonial”, escrito por Juan Guillermo Martín y Julieta de Arango, nos presenta un análisis de la gestión patrimonial y de las políticas de conservación sobre el material arqueológico a partir del proceso y aprendizaje ofrecido por el Patronato Panamá Viejo, institución dedicada a la protección, conservación, investigación y puesta en valor de las ruinas del primer puerto español en la Costa Pacífica americana. Desde el campo de la historiografía urbana y las discusiones actuales sobre el espacio, María Alejandra Saus, autora de “Infraestructura ferroviaria y ciudad: su cambiante correspondencia espacial desde los paradigmas de la ciencia, la historiografía urbana y el urbanismo”, reconstruye los principales paradigmas de interpretación que han modelado la relación entre ciudad e infraestructuras ferroviarias en el pensamiento social, y con ello ilumina los giros en la concepción de lo urbano que, en diferentes momentos, han permitido la reconfiguración de este vínculo. Por su parte, Mary Luz Botero, en su artículo “Prácticas descriptivas de los enviados especiales de la prensa francesa a Colombia. Narrativa de una experiencia sensible en un marco intercultural”, plantea un riguroso análisis sobre los discursos imperantes del conflicto armado y del “problema colombiano” en la prensa francesa y las distintas estrategias retóricas y modos de representación de los enviados especiales a partir de sus experiencias en campo. Por último, está la contribución de Daniel Hurtado, “El concepto de lo político: la necesidad de un criterio (inevitablemente transitorio)”, quien, desde una reflexión filosófica, propone una lectura de la discusión elaborada por Carl Schmitt en su libro El concepto de lo político, y para ello, se apoya en un tipo de argumentación comparativa que toma como referentes centrales a Camus, Derrida y Weber, y de este modo logra destacar la naturaleza transitoria de la fundamentación de lo político en el pensamiento de Schmitt.

2. Chaney Elsa y Mary García (Eds.). 1993. Muchacha, cachifa, criada, empleada, empregadinha, sirvienta y más nada. Caracas: Nueva Sociedad. 3. Devetter, François-Xavier y Sandrine Rousseau. 2011. Du balai. Essai sur le ménage à domicile et le retour de la domésticité. Ivry-sur-Seine: Raisons d’agir. 4. Ehrenreich, Barbara y Arlie Russell Hochschild (Eds.). 2002. Global Woman. Nannies, Maids and Sex Workers in the New Economy. Nueva York: Henry Holt. 5. ILO. 2011. Domestic Work. Policy Brief nº 4: Global and Regional Estimates on Domestic Workers. http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_protect/---protrav/---travail/ documents/publication/wcms_155951.pdf (Recuperado el 9 de octubre de 2012). 6. Lautier, Bruno. 2003. Las empleadas domésticas latinoamericanas y la sociología del trabajo: algunas observaciones acerca del caso brasileño. Revista Mexicana de Sociología 65, no. 4: 789-814. 7. Lautier, Bruno. 2004. L’économie informelle dans le tiers monde. París: La Découverte. 8. Loyo, María Gabriela y Mario D. Velásquez. 2009. Aspectos jurídicos y económicos del trabajo doméstico remunerado. En Trabajo doméstico: un largo camino hacia el trabajo decente, eds. María Elena Valenzuela y Claudia Mora, 21-70. Santiago: Oficina Internacional del Trabajo. 9. Lutz, Helma. 2002. At Your Service Madam! The Globalization of Domestic Service. Feminist Review 70: 89-104. 10. Rollins, Judith. 1985. Between Women. Domestics and Their Employers. Filadelfia: Temple University Press. 11. Romero, Mary. 2002. Maid in the USA. Londres: Routledge. 12. Valenzuela, María Elena y Claudia Mora. 2009. Esfuerzos concertados para la revaloración del trabajo doméstico remunerado en América Latina. En Trabajo doméstico: un largo camino hacia el trabajo decente, eds. María Elena Valenzuela y Claudia Mora, 285-304. Santiago: Oficina Internacional del Trabajo.

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Política y trabajo. Debates sobre las normas jurídicas y las relaciones laborales de servidumbre en el Bolívar Grande (Colombia) en el siglo XIX* por Sergio Paolo Solano D.**

Roicer Flórez Bolívar***

Fecha de recepción: 3 de julio de 2012 Fecha de aceptación: 20 de septiembre de 2012 Fecha de modificación: 29 de noviembre de 2012

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.02

Resumen En este artículo analizamos las relaciones sociolaborales en el Bolívar Grande a la luz de las discusiones jurídicas y políticas desarrolladas en el siglo XIX en torno al campo del derecho en que debía quedar inserto el trabajo no calificado. Mostramos que al pretender adscribirlo a la esfera de la unidad doméstica se intentó controlar la mano de obra acudiendo a formas de relaciones sociolaborales semiserviles.

Palabras clave Servidumbre, concertaje forzoso, disposiciones civiles, Código de Policía, unidad doméstica.

Politics and Labor. Debates on the Legal and Labor Relations of Servitude in Bolivar Grande (Colombia) in the Nineteenth Century Abstract This article analyzes socio-labor relations in Bolivar Grande in light of the legal and political discussions which took place in the nineteenth century with regard to the field of law in which unskilled labor should be included. We show that seeking to attach unskilled labor to the field of the domestic unit was an attempt to control labor, using forms of social semi-servile labor.

Key words Subservient, forced peonage, civil rules, police code, household.

Política e trabalho. Debates sobre as normas jurídicas e as relações laborais de servidão no Bolívar Grande (Colômbia) no século XIX Resumo Neste artigo, analisamos as relações sociolaborais no Bolívar Grande à luz das discussões jurídicas e políticas desenvolvidas no século XIX em torno do campo do direito em que devia estar inserido o trabalho não qualificado. Mostra-se que, ao pretender vinculá-lo à esfera da unidade doméstica, tentou-se controlar a mão de obra recorrendo a formas de relações sociolaborais semisservis.

Palabras chave Servidão, concertaje forçosa, disposições civis, código de polícia, unidade doméstica. *

Artículo resultado del proyecto de investigación Artesanos, trabajo, estilos de vida y reconocimiento social en Cartagena 1750-1830, que cuenta con el respaldo institucional de la Universidad de Cartagena. * Licenciado en Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Atlántico, Colombia. Profesor Asociado de la Universidad de Cartagena e integrante del grupo de investigaciones Frontera, Sociedad y Cultura en el Caribe y Latinoamérica, Colombia. Correo electrónico: ssolanod@unicartagena.edu.co ** Magíster en Historia del convenio Universidad de Cartagena-Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Profesor Asistente de la Universidad de Cartagena e integrante del grupo de investigaciones Frontera, Sociedad y Cultura en el Caribe y Latinoamérica, Colombia. Correo electrónico: rflorezb@unicartagena.edu.co

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Política y trabajo. Debates sobre las normas jurídicas y las relaciones laborales de servidumbre en el Bolívar Grande (Colombia) en el siglo XIX Sergio Paolo Solano D., Roicer Flórez Bolívar

Dossier

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a un lugar y como la puesta en escena de unos valores sociales considerados virtuosos, y en consecuencia, la proyección de una imagen social respetable (Flórez y Solano 2011). Por eso se discutió con cierta frecuencia sobre la propiedad y la independencia social, los hábitos laborales, tales como el trabajo, los vicios, los usos del tiempo y las virtudes sociales, y sobre los factores que intervenían en la productividad como las técnicas, y la intensidad de la jornada laboral (Solano 1994 y 1996).

espués de la Independencia las élites, los sectores medios y los grupos subalternos de las nacientes repúblicas latinoamericanas se vieron precisados a redefinir al hombre en función de la vida política y la moral, es decir, en la vida social, tanto pública como individual. Esa redefinición originó dos grandes debates estrechamente relacionados: uno tuvo que ver con las discusiones y las medidas que se tomaron en torno a los atributos asignados a los portadores y a los excluidos de la ciudadanía. Y relacionado con lo anterior, se presentó la discusión en torno al papel del trabajo en la vida individual y social de los individuos (Solano 2011 y 2012).

Esa centralidad en las preocupaciones de los hombres de ese siglo convirtió al trabajo en uno de los escenarios de mayores conflictos sociales en el que se manifestaron las tensiones entre las élites, las autoridades, y el mundo social y cultural de los sectores subordinados, dado que la implementación de algunos mecanismos dirigidos a modificar las valoraciones de estos últimos en torno a las labores materiales chocó con las conductas y prácticas sociales de los trabajadores. Por esta razón, éstos tomaron parte activa en las discusiones, ya fuese por derecho o por vías de hecho, e hicieron sentir sus puntos de vista de acuerdo con sus tradiciones, expectativas, prácticas sociales, y por las apropiaciones y resignificaciones que dieron a los nuevos discursos que llegaron a lo largo de esa centuria.

El primer debate introdujo un nuevo lenguaje político, jurídico e institucional sobre el individuo, redefinió los espacios y las formas de participación pública, como también las normas que regirían las relaciones de los individuos entre sí, entre los distintos grupos sociales, y de los individuos y grupos con el poder. En parecida dirección, y como consecuencia tanto de los desajustes producidos por la Independencia, las guerras civiles y la vida partidista en las relaciones sociales y laborales, como también de los intentos para reconstruir la economía, las discusiones sobre el trabajo llevaron a rediseñar la normatividad que lo regía en función de los grados de autonomía, subordinación y compromiso de las partes contratantes. Esto se expresó en ciertas redefiniciones del estatus jurídico de determinadas formas del trabajo no calificado y en algunas polémicas y decisiones en torno al área del derecho en que debían estar adscritas las normas laborales.

En el contexto de esos debates, uno de los temas que concentró la atención y produjo acciones normativas y políticas fue el de la redefinición del estatus jurídico de determinadas formas del trabajo manual no calificado, en especial la polémica y las decisiones en torno al área del derecho en que debían estar adscritas las normas que las regían. Como lo veremos más adelante, estas discusiones políticas y jurídicas definieron la suerte de amplias franjas de trabajadores, si se tiene en cuenta que lo que pusieron en juego era si las relaciones sociolaborales quedaban circunscritas al ámbito doméstico de los empleadores, reafirmadas mediante normas que servían para dirimir conflictos y establecer derechos y deberes, ya fuese por vía institucional o por el peso de las costumbres, o en caso contrario, si esas relaciones laborales formaban parte del derecho privado y, como resultado, no debían tener consecuencias policiales.

En este sentido, política, moral y economía estuvieron estrechamente ligadas, por lo que la ciudadanía no se puede estudiar desligada de una de sus variantes centrales, la autonomía laboral individual y/o la subordinación a otras personas, es decir, de la naturaleza del trabajo que se ejercía y de sus consecuencias en la condición de sujeto activo de la vida política y del reconocimiento social que se granjeara. Los preceptos creados por las Cortes de Cádiz para ser ciudadanos se prolongaron en el imaginario político latinoamericano de la primera mitad del siglo XIX: “tener empleo, oficio o modo de vivir conocido”; es decir, el reverso de las definiciones de vagancia hechas en los códigos de Policía coloniales y republicanos. De ahí que la ciudadanía de los decenios iniciales de la República implicara el atributo del buen vecino, entendido como la pertenencia

Era una discusión central para muchos hombres del siglo XIX que seguían concibiendo al mundo social como expresión y prolongación del mundo doméstico, que tendía a perpetuarse, debido a la naturaleza familiar de la gran mayoría de las actividades empresariales que empleaban trabajadores manuales no calificados. Esa visión de la sociedad como una proyección del orden doméstico era reforzada por el hecho de que el mundo

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político colonial y republicano estaba constituido por la familia, y porque a su alrededor se tejían clientelas políticas y redes de dependencia social asimétricas de diversas jerarquías en las que quedaban insertos los trabajadores de manera pasiva o activa. Así, el universo laboral de muchos trabajadores, por lo común, estaba circunscrito a la casa de quienes usaban su fuerza de trabajo, reforzándose viejas formas de relaciones sociolaborales fundadas sobre la servidumbre doméstica.

dad sobre las relaciones sociolaborales. Nos interesa ver cómo durante el siglo XIX la escasez de trabajadores y el crecimiento de las formas de trabajos libres originaron que empresarios, políticos y autoridades propusieran iniciativas conducentes a fortalecer formas laborales serviles como mecanismo para controlar el incremento del desorden social (inestabilidad sociolaboral, incumplimiento de los compromisos laborales adquiridos) y para abastecerse de mano de obra. También nos interesa mostrar cómo estas iniciativas también fueron motivadas por una concepción del orden social y político que lo imaginaba como una prolongación del orden doméstico.

Esta cosmovisión de la sociedad es lo que explica las continuas iniciativas para lograr que todo lo relacionado con los trabajadores quedara inscrito en los códigos de Policía, debido a que autoridades y empresarios vieron con mucha preocupación la desaparición de las formas de sujeción serviles, al tiempo que se hacían más laxos los mecanismos de control social y que los sectores subalternos aparecieron desafiantes en los espacios públicos. La guerra por la Independencia y las guerras civiles generaron una inestabilidad social expresada en el incremento de la vagancia, vista por parte de los empresarios y dirigentes políticos del siglo XIX como una amenaza contra el nuevo orden social. Buena parte de la legislación social nacional y regional del período que estudiamos se refiere a medidas contra la vagancia, a favor del trabajo, y a regular las relaciones entre patrones y trabajadores (hasta finales de esa centuria también llamados “amos y sirvientes”).1 Y esas medidas afectaban también al trabajo calificado, pues en los momentos de crisis económicas muchos maestros y oficiales artesanos veían disminuir la demanda de sus trabajos y, en consecuencia, quedaban cesantes, corriendo el riesgo de ser acusados y apresados por vagancia, como lo han puesto de manifiesto algunos estudios sobre otros países latinoamericanos.

Ese conflicto entre la mencionada tendencia secular y los intentos de control extraeconómico de la mano de obra, como también la inserción de las relaciones laborales dentro del orden doméstico, son visibles en el campo político-jurídico, tanto por las propuestas normativas que se hicieron como por la movilización de imaginarios e ideas por parte de partidarios y contrarios de las relaciones serviles. Para ello, hacemos un seguimiento a la legislación sobre el tema y la contrastamos con la realidad social de la época, con el propósito de determinar en qué medida los discursos jurídicos ayudaron a darle forma a esta última y cómo los distintos sectores reaccionaron frente a las pretensiones de las autoridades y las élites.

Orden social, orden doméstico y Estado En la reciente historiografía social y política latinoamericana existe una preocupación por articular los factores del encumbramiento social, como son la riqueza y la prestancia, con el poder político, superando el hiato establecido por la modernidad entre este último y las formas de poder social (Lempérière 2007). Esto ha llevado a prestar atención, por ejemplo, a la normatividad, la simbología y los rituales que regían las relaciones sociolaborales como una ventana que permite observar los fundamentos socioculturales que hacían posible el funcionamiento del orden social concebido como una prolongación del orden doméstico, tiñendo al mismo tiempo todo el engranaje de las instituciones del Estado colonial.

En este artículo analizamos algunos aspectos relacionados con las discusiones políticas y jurídicas suscitadas en el Bolívar Grande2 en torno al tema del área de la jurisprudencia en la que debía estar adscrita la normativi-

1

En el censo de 1870 no aparece la categoría “jornaleros”, mas sí la de “servidumbre”, que, en el caso de Barranquilla, cobijaba a 43,2% de la población económicamente activa. Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA), colección de prensa microfilmada, El Promotor, Barranquilla, 1° de mayo de 1875.

2

Para efecto de este artículo, por Bolívar Grande se entiende el territorio situado entre el margen occidental del bajo curso del río Magdalena y el golfo de Urabá, en la frontera con Panamá. Durante la Colonia y en la primera mitad del siglo XIX, esta área se llamó provincia de Cartagena, nombre que conservó hasta 1857, cuando se crearon los Estados Soberanos. Desde este año hasta 1885 se denominó Estado Soberano de Bolívar. A partir de 1886 recibió el nombre de departamento de Bolívar o Bolívar Grande. Abarcaba los actuales departamentos de Atlántico, Bolívar, Sucre, Córdoba, y el archipiélago de San Andrés y Providencia (Solano, Flórez y Malkún 2008).

Dos aspectos empiezan a llamar la atención de los entronques entre las élites, el orden social y el Estado: el vecino como el sujeto político básico del mundo colonial, que no puede asimilarse al ciudadano moderno, debido a que tenía que cumplir con unos requisitos de naturaleza orgánica, tales como ser cabeza de familia y tener casa poblada. Esto significaba mucho más que estar al

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frente de un hogar, pues conllevaba unas obligaciones que diferían de las que reconocemos en la familia nuclear moderna, aunque por su estructura básica podían ser similares. Entre esas funciones estaba la de tener casa poblada (Zamora 2010a y 2010b), que en muchos casos se traducía en la convergencia en el espacio familiar de la prestancia, el poder, la riqueza y los vínculos sociales con sus congéneres de igual condición social. En una sociedad basada en distinciones sociorraciales, esas familias eran de naturaleza endogámica y mantenían estrechos lazos, con el fin de preservar la riqueza, el prestigio y el poder (Büschges y Langue 2005).

empresariales de una familia de Mompox con títulos nobiliarios (Daza 2009). En igual dirección ha trabajado María T. Ripoll (2006) con sectores de la élite de Cartagena pero intentando mostrar los vínculos entre ésta y las gentes del común. Los estudios basados en el censo de Cartagena de 1777 (Meisel y Aguilera 2009; Rodríguez 1996 y 2001; Tovar 1998) ponen de presente la existencia de esta realidad, que se prolongó durante el siguiente siglo, según se puede ver en los datos parciales del censo de Cartagena de 1875 (Meisel y Aguilera 2009). En efecto, el análisis del censo de Cartagena de 1777 evidencia la presencia de ese orden doméstico en las casas altas (de dos plantas) de la ciudad.3 Tanto quienes han caracterizado esa realidad sociourbana como expresión de familias polinucleares (Rodríguez 1996), como quienes han propuesto la hipótesis de que es expresión de residencias multifamiliares (Tovar 1998), debido a que el crecimiento demográfico no se acompañaba de un incremento de viviendas, han dejado de lado la pregunta sobre las relaciones de poder que devenían de la convivencia en una residencia alta o baja de esclavos, servidumbre, dependientes comerciales, pulperos, artesanos y personas de diversas condiciones sociorraciales y ocupaciones. También olvidan preguntarse cómo en una sociedad que carecía de estratificación sociourbana, la casa que vincula a la familia nuclear con otras familias y personas de distintas condiciones apuntalaba la prestancia social.4 Algunos elementos de esas condiciones siguieron existiendo a mediados del siglo XIX. El censo del barrio de La Catedral de 1851 continúa mostrando que las casas altas son sitios de residencia de diversas familias y personas de distintas condiciones socioocupacionales, y que aún muchas familias prestantes vivían rodeadas de esa especie de inquilinos que a su vez constituían una clientela.5

La casa podía estar conformada por un grupo doméstico restringido o, como en el caso de las familias de las élites, por un grupo ampliado que involucraba relaciones parentales y de patrón-clientela con personas y otras familias con las que no se tenían vínculos de consanguinidad. También implicaba, en una imagen de círculos concéntricos que iban de lo interior a lo exterior a partir de la casa, la presencia de servidumbre doméstica, con su jerarquía interna, esclavos, trabajadores libres no calificados, pulperos a los que se proveían de mercaderías, gente en la miseria a la que se socorría por caridad, trabajadores de las haciendas de las inmediaciones de ciudades y villas, dependientes del comercio, sacerdotes a los que se ayudaba con capellanías y limosnas, cofradías que también recibían socorros, y muchas otras personas de menor condición social. Se trataba de un mundo social y político que giraba en torno a las casas de los notables, conformando una tupida red de clientela y de contraprestaciones, que permitía a las familias de las élites mostrar poder (Uribe y Álvarez 1998). Esto hizo posible la construcción de redes de lealtades jerarquizadas y asimétricas que se heredaban o que podían ser utilizadas por las redes parentales en distintos ámbitos de la vida.

En buena medida, la adscripción del mundo laboral al orden doméstico fue motivada por tres elementos. Por una parte, fue una consecuencia directa de varias situaciones propias de la Colonia tardía, en especial del hecho de tratarse de una sociedad construida sobre valoraciones raciales que llevaron a las élites y a los sectores interme-

Recientes investigaciones sobre las élites del siglo XVIII de Santa Marta, Cartagena y Mompox muestran las relaciones entre la limpieza de sangre, el comportamiento como grupo endogámico, la riqueza y el poder (Borrego 2010). En su estudio sobre la primera de las mencionadas ciudades, Steinar Saether ha avanzado en el análisis de las características de las élites de la provincia de Santa Marta (Santa Marta, Valledupar, Riohacha y Ocaña), observando los vínculos matrimoniales, la riqueza y el poder político, y mostrando el funcionamiento de algunas familias (Díaz Granados, Mozo, Munive, Troncoso, Zúñiga, Fernández de Castro) en la dirección que estamos resaltando (Saether 2005). Algo parecido, pero con mayor énfasis en lo económico, ha hecho Vladimir Daza en su estudio sobre las actividades

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Archivo General de la Nación (Colombia), Sección Colonia, Censos Varios, t. VIII, ff. 75r.-134v.; Censos Varios, t. VII, 134r.-164v.; Miscelánea, t. 49, ff. 1004r.-1079v.; Miscelánea, t. 44, ff. 946r.-957v.

4 Una pista sobre estas relaciones dentro de las casas de los notables la dio David Parker (1995) en su estudio sobre los sectores medios de Lima de 1850 en adelante, que preferían vivir en las calles (y no en los callejones) en condición de inquilinos de las familias notables, debido a la prestancia que devenía de ello. 5 Archivo Histórico de Cartagena, Sección manuscritos, “Censo de población del distrito de la Catedral, enero 20 de 1851”.

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dios a conferirle una función determinante a la unidad familiar, porque de ella dependía el mantenimiento de ese orden que a todas costa (e infructuosamente) pretendió evitar que sus miembros se cruzaran con los integrantes de las castas (Lux 2006; Marín 2008; Tovar 2012). Además, por sus propias limitaciones, la vida económica estuvo circunscrita a la esfera de lo doméstico, como se puede ver en las casas comerciales, talleres artesanales, pequeños comerciantes y vivanderos, tanto coloniales como republicanos (Ripoll 2007). Por otro lado, esa adscripción también se debió a que en esa época los vínculos establecidos entre el trabajador manual libre, el servicio doméstico y el empresario o patrón eran concebidos como una prolongación de las relaciones laborales de la esclavitud patriarcal urbana, fortalecidas a finales de la dominación española. Esto porque entre los sectores dominantes de la sociedad colonial y de buena parte del primer siglo republicano, la adscripción de la servidumbre y de las clientelas al orden doméstico constituía un importante capital simbólico de prestancia y poder. Además, esa adscripción también permitía controlar el cumplimiento de las obligaciones y velar por éste, pues la experiencia había mostrado que los trabajadores libres eran muy propensos al incumplimiento y a las actitudes desobligantes. Y por último, era una forma de garantizarse mano de obra en un contexto en el que los trabajadores escaseaban y/o mantenían actitudes de resistencia.

tico se produce mediante actos individuales y voluntarios para establecer un contrato social, cuyo principio legitimador es el consenso. La base contractual entre los individuos para pasar del estado natural al estado social o político está en la libertad y la igualdad (Bobbio 1989). Estas dos visiones de la sociedad se enfrentaron en el Bolívar Grande durante el tercer cuarto del siglo XIX, dado que había que definir el campo del derecho en el que debían quedar adscritas las normas sobre las relaciones laborales. En 1842, el poder ejecutivo nacional otorgó potestad a las Cámaras de las provincias para que decidieran sobre este asunto, al tener en cuenta que variaban las costumbres entre éstas.6 En el marco de esas atribuciones, la Cámara de la Provincia de Cartagena expidió en ese año una ordenanza en la que definió el concertaje como un vínculo de dependencia personal: “Todo concertado tiene para con aquel que lo ha recibido como tal, la obligación de obedecerlo, respetarlo y trabajar en provecho de él, hasta donde alcancen sus fuerzas y capacidad, y todos los demás que se expresen en el convenio”. Otro artículo rezaba: “El concertado que fallare al respeto y obediencia que debe a su patrón sufrirá un arresto de uno a tres días según la gravedad de la falta sin tener opción a la parte de su salario correspondiente que dure su arresto”. También estatuyó penas para los que violaran las disposiciones del convenio firmado ante las autoridades municipales, y de igual forma estipuló que el vínculo no podía disolverse por libre voluntad del trabajador, y que si huía de la casa del patrón o faltaba al trabajo sería perseguido bajo la acusación de vagancia.7

Debates jurídicos y políticos sobre las relaciones laborales serviles Esa forma de concebir la sociedad como una prolongación del orden doméstico originó continuas medidas de Policía dirigidas a insertar las relaciones laborales en la esfera doméstica de los patrones, a los que en muchas ocasiones se les llamaba “amos”. Y en consecuencia, fue el centro de las discordias con quienes se empecinaban en modernizar la sociedad con base en el credo liberal de una sociedad de individuos libres e iguales frente a la ley.

Por ejemplo, con base en el Código de Policía de 1841, en la villa de Barranquilla se empezó a perseguir a los considerados vagos y malentretenidos. Entre ese año y 1847 fueron detenidos 261 hombres,8 todos jóvenes, número significativo para una villa cuya población en 1852 ascendía a 6.114 habitantes. De esa cifra, 17 notables cancelaron los multas de 113 detenidos, concertándolos para diversos oficios en el espacio urbano, donde los podían controlar de mejor forma,9 en especial en la movilización

En efecto, frente a quienes adecuaron el liberalismo al jusnaturalismo de fundamento cristiano para establecer relaciones no conflictivas entre el individuo y la comunidad, que se entendían como una prolongación del orden natural de la familia (Romero y Romero 1986), algunos reformadores liberales del decenio de 1850 intentaron introducir la diferencia propia de la política moderna entre estado de naturaleza y sociedad civil, en la que los individuos singulares son elementos constituyentes de lo social, y la familia es vista como parte de la naturaleza. Para estos pensadores, el paso del estado de naturaleza al estado polí-

6 Codificación Nacional (1927). 7 BLAA, Semanario de la Provincia de Cartagena, Cartagena, 9 de octubre de 1842. A comienzos del siglo XIX, al jornalero también se le llamaba “sirviente”, “doméstico libre” y “criado libre”. En 1857, el Código de Policía del estado de Bolívar asimiló al jornalero a la figura jurídica del “concertado”. BLAA, Gaceta Oficial del Estado de Bolívar, Cartagena, 22 de diciembre de 1857. 8 Archivo Concejo Municipal de Barranquilla (ACMB), Libros de 1841, 1842, 1843, Acuerdos; Libros de 1844, 1845, 1846, 1847, Informes. 9 ACMB, Libros de 1844 y 1848, correspondencia; Libros de 1846 y 1848, varios; Libros de 1847 y 1849, cuentas.

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de cargas en el puerto, debido a que era muy costosa la contratación de braceros (Solano 2010a, 39-60). El empresario que concertó el mayor número de detenidos fue el comerciante Esteban Márquez, propietario de embarcaciones menores del tráfico por el río Magdalena, casas, tierras, ganado; comerciante y al mismo tiempo funcionario público en varias ocasiones durante esos años. Durante ese lapso concertó a 32 detenidos. Por escrituras notariales, así como por el pago de impuestos por propiedades urbanas, se puede inferir que Esteban Márquez había unido a su sitio de residencia las casas contiguas, y ahí mantenía a sus trabajadores concertados, bajo la vigilancia de capataces.10

de un problema de los códigos de Policía, y que debía estar cobijado en las normas que velaban por el mantenimiento del buen orden doméstico. La tradición colonial y de la primera mitad del siglo XIX, al igual que las costumbres, señalaban que las normas debían ir en esta dirección. Cuando se miran las disposiciones emanadas de las instituciones oficiales de las provincias, parecería existir un consenso sobre este último punto de vista. El otro punto de vista fue sostenido por Antonio del Real, jurista cartagenero que opinaba que las normas relativas a los contratos y relaciones laborales debían situarse en el libro de “las personas” del Código Civil, por tratarse de obligaciones de estricto orden personal, privado. De igual forma, las clasificaba en el título de “contratos en general” del mismo código, porque a su entender, el vínculo laboral se consideraba comprendido en el ramo de “los contratos cuyo objeto es adquirir derechos a servicios personales”. En rechazo a la propuesta de clasificarlo en el orden doméstico, anotó: “[…] aunque con propiedad solo se forma de aquí un estado doméstico cuando hay esclavitud perpetua, en cualquiera de sus formas. Abolida la esclavitud […] el carácter de sirviente resultará solo de un contrato, y no tendrá otro deber que cumplir sino sus estipulaciones, pudiendo entonces dejarse de comprender entre el estado doméstico”.12

Para 1847 Esteban Márquez elevaba varias quejas ante las autoridades de Barranquilla porque, “[…] pese a todo el empeño que he puesto en tratar a mis concertados como a unos hijos, dándole protección y seguridad, estos tienden a no compensar sus sacrificios, se resisten y colocan en entredicho el orden establecido por las costumbres”. Aunque no hizo una descripción de todos sus concertados, el mencionado empresario habla de tres casos, de “[…] un negro, un pardo y un indio” que huyeron de su casa sin pagar la deuda contraída.11 Esto da a entender que aun en pequeñas poblaciones con una dinámica comercial significativa como la de Barranquilla de mediados del siglo XIX (Solano 1989), la mayoría de los acusados por vagancia y sometidos a concertaje eran gentes de las llamadas castas durante la Colonia tardía.

En concordancia con esos planteamientos, en 1862 el Estado Soberano de Bolívar aprobó su Código Civil con base en el proyecto presentado por Antonio del Real, en el que se excluyeron las normas sobre contratación laboral del ámbito del título sobre “orden doméstico”, debido a que los vínculos de subordinación y dependencia que tal clasificación implicaba iban en contravía respecto a su credo de que toda persona era libre y, por tanto, sujeto de derecho en cuanto a igualdad con cualquier otra. En el Código se distinguen unas normas generales del “concierto de servicios” y unas normas particulares para el “concierto de servicios domésticos”. El Código definió que “El concierto de servicios es el contrato en que uno se compromete a ejecutar a favor de otro ciertos servicios personales, recibiendo en pago una suma de dinero, otro servicio, la propiedad, el usufructo o el uso de alguna cosa”. Para el caso de concierto de servicios domésticos, convino contrato a término fijo e indefinido y la obligación forzosa de cumplirlo por el lapso de tiempo estipulado o el rompimiento a voluntad de una de las partes y con previo aviso y consentimiento del contratista. Del mismo modo, consagró una disposición que

La llegada del liberalismo al poder produjo situaciones ambiguas, pues si por un lado algunos liberales clásicos intentaron modernizar la legislación sobre las relaciones laborales, otros se resistieron a ello y prefirieron conciliar con las formas tradicionales, originando unas normatividades que las seguían manteniendo en la esfera de los códigos de Policía y/o en últimas relegaban las decisiones a las costumbres de cada lugar. En efecto, desde 1851 se desarrolló un debate en torno al proyecto de código civil de la Nueva Granada sometido a consideración del Congreso Nacional, que suscitó discusiones sobre aspectos que tenían que ver con las expectativas de la gente humilde, tales como definir en qué área del derecho se iban a clasificar los contratos de trabajo que establecían las relaciones entre “señores y sirvientes”, también llamados “concierto de servicios”. Algunos pensaban que se trataba

10 Archivo Histórico del Departamento del Atlántico, Sección 1. Notaría Primera, libros de 1838 tomo único; 1849, tomo único; ACMB, Libro de 1849, Impuestos. 11 Carta de Esteban Márquez al Cabildo Parroquial, Barranquilla, 22 de julio de 1847, en ACMB, Libro de 1848, Correspondencia. Sin foliar.

12 BLAA, La Democracia, Cartagena, 9 de enero de 1851.

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obligaba a cualquiera de las partes vinculadas por un término fijo a pagar una indemnización correspondiente a un mes de jornales si rompía el contrato sin “causa grave”, pero en el artículo siguiente dio herramientas a quien contrataba para incumplir el contrato sin ser penalizado por las autoridades. De igual forma, excusó la responsabilidad de quien contrataba por la ineptitud del criado para prestar el servicio que ofreció; como también por acto de infidelidad o insubordinación y todo vicio habitual que perjudicara al servicio o turbara el orden doméstico. De igual manera, el contratista quedaba excusado de cualquier responsabilidad civil por una enfermedad contagiosa o de cualquiera clase que inhabilitara al criado para prestar el servicio contratado por más de una semana, y abolió la heredad de las obligaciones por parte de los familiares del trabajador. Y por último, el Código obligaba a cualquiera de las partes que rompiera el contrato a indemnizar a la parte afectada con la suma correspondiente al salario de un mes.13

trabajo era “[…] la que en el distrito se acostumbra emplear en el oficio para el cual se hizo la contrata”. Si el concertado se marchaba sin que se hubiesen vencido los términos del contrato, se avisaba a la Policía para que fuera perseguido, “[…] y los costos que se causen serán de cuenta del concertado”. Convino prisión por incumplimiento del contrato, y la heredad por parte de los familiares de las deudas monetarias y materiales contraídas con el contratista por parte del trabajador difunto, mas no de la ocupación.14 Aunque el Código de Policía del estado de Bolívar aprobado en 1867 no hizo referencia alguna al tema de los contratos de trabajo (Estado Soberano de Bolívar 1876), pues estaba en vigencia el aludido Código Civil de 1862, la Asamblea Legislativa de este estado, ahora dominada por el naciente sector de ganaderos, intentó conciliar las normas de contratación privada con las punitivas, por violación de contratos.15 Con este propósito, aprobó varias normas que permitieron clarificar un poco los derechos y deberes de los trabajadores y empresarios, pues lo común era que las autoridades se vieran enredadas en una madeja de pleitos y órdenes judiciales y policiales que las agobiaban. Tales fueron los motivos de expedición de la Ley 42 del 12 de octubre de 1867 (“sobre concier-

Estas normas se diferenciaban de las que regían los contratos con artesanos u otros trabajadores libres, llamadas en el Código de 1862 “Concierto para la ejecución de una obra material”. Si era el artesano quien suministraba las materias primas, el concierto se regía por las normas de la compraventa consagradas en el Código, y si era el cliente quien las suministraba, el contrato se regía por las normas generales del concierto. Todo lo demás estaba regido por normas civiles que no comprometían la libertad ni la autonomía del trabajador, y los motivos de conflictos eran dirimidos por los jueces (Asamblea Legislativa del Estado Soberano de Bolívar 1862).

14 BLAA, Gaceta Oficial del Estado de Bolívar, Cartagena, 22 de diciembre de 1857. 15 Aunque representantes de esta actividad empresarial siempre habían estado presentes en los organismos de decisión política del Bolívar Grande, con el despegue y la consolidación de esta economía vacuna empezaron a actuar como grupo, con un significativo protagonismo de los hacendados de las sabanas y del bajo Sinú: las familias Manotas, Solano, Llinás, Moreno, en Sabanalarga; los Santodomingo, Navas, Pinedo, Castillo, Mendoza y Pineda, en Chinú; Burgos, Laza Grau, Lugo, Corrales, Martelo, Martínez Camargo, en Lorica; Palacio, Márquez, Insignares, en Barranquilla; Comas, Viñas y García, en Magangué; Verbel, Flórez, Navas, Támara, Vergara, Pérez, Valverde, Romero, Gómez-Casseres, Arrázola, Urzola, Martelo, en Corozal y Sincelejo; Salzedo Ramón, Jiménez, Guerra, en Mompox; Bustillo, Pareja González, en Carmen de Bolívar; Gómez, Recuero, Martínez, Vélez, Racero y Cabrales, en Montería. Aparecen asimismo muchas otras familias registradas en las actas de las sesiones de la Asamblea Legislativa del estado de Bolívar, en calidad de diputados y desempeñando otros cargos públicos (Solano y Flórez 2011). De 1870 en adelante estos políticos-ganaderos promulgaron una legislación sobre asuntos agropecuarios, para esclarecer los tipos de dominio y posesión del suelo y garantizar la libre comercialización de la tierra, intentando que su valor estuviera determinado por las leyes del mercado, y no por factores extraeconómicos, como las tradiciones corporativas de dominio territorial y otras costumbres locales y comarcanas. Esto fue necesario porque el acceso a la tierra en un contexto caracterizado por diversas formas de propiedad y de usufructo del suelo, y la dificultad para establecer, aclarar y delimitar los títulos, revivieron y suscitaron viejos y nuevos conflictos con las formas corporativas de propiedad (ejidos y resguardos) y con los proindivisos o tierras de mancomunidad. Sobre la remoción de obstáculos al mercado de tierras, ver BLAA, Gaceta de Bolívar, Cartagena, 16 de diciembre de 1869; Asamblea Legislativa del Estado Soberano de Bolívar (1880, 1881 y 1884). BLAA, Diario de Bolívar, 11 de marzo de 1876.

Sin embargo, mientras que se discutían estos temas, se dejaban en pie normas de códigos de Policía que seguían muchas de las pautas establecidas en 1842, aunque se modificaran algunos aspectos formales. Así, el Código de Policía aprobado en 1857 por la Asamblea Constituyente del estado de Bolívar introdujo algunas reformas en las normas que regían la servidumbre de mayordomos, caporal, jornaleros y domésticos. Exigió que se registraran los contratos ante los jefes de Policía, especificando tiempo de duración, valor del jornal, posibilidad de otorgar copia por petición de una de las partes, rescisión del contrato por mutuo acuerdo, o por maltrato del patrono al concertado, falta de respeto, enfermedad contagiosa, latrocinio. La jornada de

13 BLAA, Gaceta Oficial del Estado Soberano de Bolívar, Cartagena, 20 de abril de 1862; Código civil del Estado Soberano de Bolívar, 1862, 97.

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to de servicios personales”), que consagró muchas de las anteriores disposiciones pero estableció la norma de requerir al trabajador si faltaba por primera vez, arresto de tres días si insistía en la ausencia, y cárcel si continuaba (Estado Soberano de Bolívar 1876).

También se pensaba que, aunque reglamentado por el Código Civil, el cumplimiento de los contratos de trabajo era función de la Policía, por lo que las disposiciones departamentales encaminadas a hacer cumplir las leyes, y que no estuvieran en contravía respecto al mencionado Código, no eran ilegales.

La Ley 34 del 29 de octubre de 1870 (“Protectora de la agricultura y de la ganadería”) señaló que los artículos 821 a 825 del Código Civil (sobre concierto de criados domésticos) se hacían extensivos a los contratos celebrados con trabajadores de establecimientos agrícolas e industriales (Estado Soberano de Bolívar 1876). Años más tarde, la Ley 42 del 4 de diciembre de 1880 (“sobre conciertos de servicios personales y que protege a la industria agrícola y pecuaria”) convalidó iguales normas.16 Esto fue resultado de una enconada oposición de los empresarios a la regulación del trabajo por el derecho privado, en medio del ascenso de las producciones tabacalera y ganadera en el estado de Bolívar, que demandaban mano de obra.

Concertaje forzoso y servicio doméstico La materia que pretendía regular toda esa legislación era la figura jurídica y social del concertado. Tanto en la vida cotidiana como en el lenguaje oficial de la época, los términos concierto y concertado tenían varios sentidos. En un sentido literal, aludían a una relación contractual, pues el verbo concertar significa ajustar, contratar un vínculo, en este caso laboral, con sus respectivas contraprestaciones. En esta dirección, su empleo era genérico, al designar cualquier contratación laboral de tipo salarial, fuese voluntaria o forzada, de servidumbre doméstica, de un jornalero agrícola o artesano altamente calificado. Éste es el significado que tuvo en los códigos civiles.

Bajo la Regeneración volvieron a agudizarse las normas coercitivas para los trabajadores concertados voluntaria o forzadamente. La Ordenanza 54 del 18 de agosto de 1892 (“sobre policía”) ratificó la reducción de los vagos a concierto con quienes pagaban las multas, mientras que a comienzos del siglo XX éstos eran confinados en territorios con escasísima densidad demográfica. Como la república unitaria de 1886 decidió continuar con el Código Civil de 1873, se siguió asumiendo como algo que no ameritaba discusión, que ese “orden doméstico” comprendía el “[…] modo de ejercer los derechos y autoridad que las leyes civiles conceden a los padres de familia […] y con relación a los derechos y obligaciones del amo y del sirviente doméstico asalariado que las mismas leyes establecen”, que sin dudas estaba muy a tono con el discurso ideológico de los regeneradores sustentado en las doctrinas de la Iglesia, que hacía de la unidad familiar la célula primaria de la reproducción y el control del orden social.17 Las relaciones laborales fueron expresamente concebidas como parte integrante del orden social patriarcal preponderante. En 1891 se pensaba que “el orden doméstico” comprendía el “[…] modo de ejercer los derechos y autoridad que las leyes civiles conceden a los padres de familia […] y con relación a los derechos y obligaciones del amo y del sirviente doméstico asalariado que las mismas leyes establecen”.

Pero con esos términos también se nombraba un vínculo social y laboral, ya fuera por libre voluntad o forzoso, que conllevaba lazos de dependencia con relación a las personas y/o familia que los contrataban (en el caso de los concertados libres) o que cogían a los trabajadores para sus servicios gracias al pago de la multa que los liberaba del arresto impuesto por las autoridades bajo la acusación de “vagancia” (Fals 1982 y 1986). En los códigos de Policía y en la legislación sobre el trabajo del siglo XIX los contratos laborales son clasificados en “concierto de criados libres” y “concierto forzoso”. En las normas legales de uno y otro estaba presente la concepción de la relación laboral como de carácter subordinado. Y esto tenía validez tanto para el concertaje forzoso como para los concertados libres (jornaleros), quienes, aunque en apariencia no estaban regulados por esta norma, sí quedaban cobijados por el ámbito de lo doméstico del contratista, lo cual se prestaba a arbitrariedades y abusos contra los trabajadores (Asamblea Departamental de Bolívar 1891). El lenguaje de la época devela un poco las características de estas relaciones. Así, cuando una persona era contratada para trabajar, prestaba un “servicio personal” (Ariès 1996; Lautier 2003), debido a que antes –además del vínculo laboral, que de hecho podía establecer cierto reglamento laboral dictado por las costumbres de los oficios y de las regiones– el contrato (o “concierto”) implicaba otras obligaciones por parte del trabajador situadas por

16 BLAA, Gaceta Oficial del Estado Soberano de Bolívar, Cartagena, 20 de abril de 1862; Leyes expedidas de 1880, 1881, 68-72. 17 Asamblea Departamental de Bolívar (1891); BLAA, Registro de Bolívar, Cartagena, 28 de noviembre y 29 de diciembre de 1892 y 6 de febrero de 1893; Ordenanzas y resoluciones de 1894, 1895, 69-72.

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fuera de los motivos de la contratación pero con un reconocimiento tácito de las partes involucradas. Esta última situación era muy manifiesta en las sociedades que acababan de abolir el sistema de trabajo esclavista, que había originado esa concepción del trabajador como algo inserto en la esfera de lo doméstico, del amo o patrón. Ahora bien, como esta forma de ordenar la sociedad era consecuencia del predominio de una economía doméstica de subsistencia representada en el hogar, en opinión de un jurisconsulto y político cartagenero del tercer cuarto del siglo XIX, el contrato laboral estaba en una condición desigual con relación a los demás contratos civiles, tanto porque era imposible reglamentar la minuciosidad de los deberes mutuos, como “[…] porque siendo por lo común enorme la diferencia de los contrayentes en fortuna, en carácter y responsabilidad, fácilmente se introducen abusos de una y otra parte que es preciso prevenir”.18

la modalidad de “tierra por pastos”, y con obligaciones con la hacienda (Solano 2009 y 2010b). Esto es un hecho real, aunque la documentación específica sea de difícil acceso (libros de haciendas, juicios, etc.), pues estaba en el ambiente de una sociedad jerarquizada y concebida como de relaciones subordinación basadas en contraprestaciones y deferencias que vinculaban a los diferentes estratos de la pirámide social. En estas formas de vida laxas, en las que los mecanismos de cohesión social no son eficientes, los vínculos sociolaborales estaban comprendidos por ese marco general de dependencia social que existía en las sociedades tradicionales estratificadas, a su vez determinado por factores que estaban más allá de lo económico y que vagamente denominamos aquí relaciones de clientela y de contraprestaciones. Esta variedad de relaciones sociales y de trabajo se combinaba con otras, como la de un campesinado independiente concentrado en poblados (al menos en las investigaciones de Orlando Fals Borda, para el caso de la Costa Caribe) que tenía acceso a los bienes nacionales y se veía libre de la dependencia, aunque acudiera a enganches laborales en ciertas épocas del año.

Sobre ambas formas de trabajo en la región costeña del siglo XIX, es poco lo que conocemos. Sin embargo, algunas ideas pueden colegirse de la documentación de la época. No nos debe engañar el hecho de que a primera vista estemos frente a unas relaciones asalariadas, si nos atenemos a que el contrato nominalmente implicaba un salario. No debemos olvidar ciertas circunstancias propias de ese siglo que convertían en letra muerta las normas de las autoridades. Una de ellas era la continua escasez de circulante, que restringía las formas salariales en dinero, que se notaba mucho más en las zonas del campo alejadas de los poblados que tenían alguna vida comercial. Tampoco debemos dejar a un lado que los estudios de algunas de las grandes haciendas ganaderas e ingenios azucareros de la Costa muestran cómo sus propietarios y administradores se esforzaron por monopolizar el comercio de los productos de demanda local y comarcana, para así sustraer a sus trabajadores de los circuitos mercantiles y del mercado de trabajo, pues de esta manera podían continuar vinculándolos a la tierra, inmovilizándolos e impidiendo la formación de una gran oferta laboral, tan necesaria para el desarrollo de la sociedad moderna. En consecuencia, las formas salariales variaban, y por lo común no eran monetarias, aunque para finales del período en estudio éstas ya tiendan a ganar terreno, y las normas que regían los contratos también rezaban que, en últimas, los salarios se establecerían acordes con las circunstancias y costumbres del lugar, que permitía contar con mano de obra sin vínculos salariales en moneda, en su mayoría aparceros y terrajeros, bajo

Pese a que en lo nominal las normas obligaban al contratista a otorgar una especie de salvoconducto al trabajador –en el que constara su cumplimiento y honradez, porque en muchas partes se le exigían–, lo usual era que esto se violara, pues aquél podía estar interesado en controlar la mano de obra y evitar su desplazamiento hacia otros frentes de trabajo. Un año después de expedida una ley en el estado de Bolívar, el gobernador de la provincia de Lorica –una de las áreas del Bolívar Grande donde la expansión de la frontera agrícola y ganadera era más acelerada y desde donde se demandaba mano de obra por parte de los hacendados– exigía aplicar mecanismos más severos, con el fin de, […] equiparar los derechos de las partes contratantes [del trabajador] […] pues se ha dado el caso que sirvientes aburridos del trabajo y cansados de pedir sus ajustes de cuentas, se fugan del establecimiento, ocurriendo

unas veces a la autoridad para que haga se les liquide, y otras cambiando por completo de domicilio, ya por mala índole o por la poca fe que tengan en el resultado de sus

gestiones, que generalmente son nugatorias, porque como es sabido a la falta de independencia o a la ten-

dencia que hay de despreciar la parte menesterosa de nuestra sociedad.19

18 BLAA, La Democracia, Cartagena, 9 de enero de 1851.

19 BLAA, Diario de Bolívar, Cartagena, 26 de agosto de 1881.

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Política y trabajo. Debates sobre las normas jurídicas y las relaciones laborales de servidumbre en el Bolívar Grande (Colombia) en el siglo XIX Sergio Paolo Solano D., Roicer Flórez Bolívar

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Y el problema era tan grave que dos años después volvió a insistir en la necesidad de que la Asamblea Legislativa del estado acogiera su sugerencia.20 Y esto era acuciante, debido a que la servidumbre era una realidad con significativo peso en el Bolívar Grande, pues en el censo de 1870, un 12,4% de su población económicamente activa (PEA), que ascendía a 87.200 personas, estaba agrupada bajo la denominación de servidumbre. Su distribución era totalmente desigual entre las diez provincias que formaban en ese entonces el Estado Soberano de Bolívar. En las de Barranquilla y Lorica, espacios con economías en crecimiento gracias al comercio y la ganadería, respectivamente, un poco más del 25% de su PEA estaba integrado por “sirvientes”. Luego seguían las de Sabanalarga, Mompox, Chinú y Cartagena, con 18%, 13%, 12% y 10%, respectivamente. Sincelejo, Carmen de Bolívar y Corozal rondaban el 9% cada una, y Magangué, el 7,6%.21

deudas, quienes de manera usual eran llevados apresados con cepos para entregarlos a los hacendados de quienes eran deudores. En varias cartas enviadas en 1906 desde Lorica al diario El Porvenir de Cartagena se presenta una radiografía detallada de lo que significaba el concertaje por deuda practicado aún en 1906 en el valle del río Sinú. Su autor describe los procedimientos empleados por los hacendados para proveerse de una mano de obra estable, que acuden a mecanismos que la reducían a una condición social semiservil. También nos ubica en la ventajosa posición de poder ver las razones que llevaban a esta situación, al describir de manera punzante la psicología social de los campesinos frente al adelanto como forma de enganche laboral, y frente al cumplimiento de sus deberes.22 Así sucedió en 1867, cuando varias autoridades provinciales se lamentaban por las costumbres de los trabajadores no calificados (jornaleros) de no cumplir con las condiciones que se establecían en los contratos escritos o “palabreados” y regidos por las normas consuetudinarias. El gobernador de la provincia de Sabanalarga exigía a las autoridades centrales del estado de Bolívar la expedición de normas severas por fuera de las establecidas en el Código Civil, para “[…] corregir la desmoralización a que ha sido llevado el servicio de operarios, por la malentendida libertad que otorgan nuestras instituciones a los ciudadanos […] Las disposiciones de los artículos 821 a 830 del Código Civil no bastan, y la industria agrícola reclama disposiciones terminantes sobre la materia”.23

Por tanto, estas formas de trabajo asalariado eran cruzadas por obligaciones por fuera de las pactadas en un contrato. Juzgadas desde la perspectiva de la sociedad moderna, en esas relaciones no existían las nociones del contrato que establecen equivalencias entre las labores y su remuneración, de precio justo al mérito del trabajo, de contratación en igualdad de condiciones, y por medio de unas relaciones impersonales, de mercado de trabajo; todo lo contrario, pues lo que existía era la noción de servicio personal, de hombre a hombre, de servidumbre. Hasta cierto punto todo podía depender del hecho de que la aplicación de las normas sobre concertaje estaba en función de la voluntad de las autoridades de las diversas comarcas costeñas, y de sus relaciones con los potentados, normalmente gamonales y hacendados o sus representantes legales, un ejército de capataces y rábulas. La información de archivo permite afirmar que mientras más retrocedemos en el siglo XIX, esas formas de trabajo semiserviles hicieron presencia en el mundo urbano. Y todo lo contrario, cuanto más se avanzó en el siglo, el concertaje forzoso terminó reduciéndose a las zonas agrarias que padecían escasez de mano de obra, o en las que ésta era en su mayoría de origen indígena, como es el caso del área del río Sinú, que mantenía una vieja tradición de origen colonial.

Por eso, en 1867, en pleno auge de la economía tabacalera de los Montes de María y de otras poblaciones de las sabanas, la Asamblea Legislativa del estado de Bolívar aprobó un proyecto de ley “sobre concierto de servicios personales”, presentado por los representantes de las provincias de Carmen de Bolívar y Chinú (tabacalera y ganadera, respectivamente), que penalizaba con cárcel el incumplimiento del contrato laboral por parte de los trabajadores.24 Aunque esa disposición fue objetada por el poder ejecutivo del estado, para los propósitos de este artículo lo importante es que el debate que suscitó ese proyecto sacó a la luz pública los argumentos jurídicos, sociales y morales de quienes se enfrentaban, como también los intersticios legales que podían ser utilizados por los de abajo para defenderse. En efecto, las autoridades centrales del estado de Bolívar objetaron ese proyecto al considerar que iba en contravía de las normas constitucionales y de la legislación civil. En

En periódicos editados en diversas poblaciones de las provincias de Montería y Lorica aparecen denuncias sobre el trato inhumano dado a los campesinos concertados por

20 BLAA, Diario de Bolívar, Cartagena, 4 de septiembre de 1883.

22 BLAA, El Porvenir, Cartagena, 22 de febrero de 1906.

21 BLAA, Gaceta de Bolívar, Cartagena, 5 de febrero de 1870; 8 y 22 de enero, 12 de febrero, 12 de marzo, 9 y 21 de mayo, 10 de septiembre de 1871; 7 de enero, 4 de febrero de 1872; 17 de marzo de 1874.

23 BLAA, Gaceta de Bolívar, Cartagena, 25 de agosto de 1867. 24 BLAA, Gaceta de Bolívar, Cartagena, 13 de octubre de 1867.

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un extenso documento firmado por Manuel Amador Fierro, presidente del estado, se trajeron a colación iguales motivos a los argüidos en 1851 para excluir del Código de Policía los aspectos que tenían que ver con la contratación laboral. La razón que se dio fue que, por tratarse de un contrato entre particulares, debía regirse por las normas del derecho privado, pues era un contrato de igual naturaleza a los de compraventas, permutas, mutuo o préstamo, comodato, depósito, y otros. En estos casos, el incumplimiento no conllevaba pena de prisión, “[…] sin que hasta ahora haya sido necesario para ello en ninguna época, antes ni después de la creación del Estado de Bolívar, caracterizar de delitos los hechos que llevan consigo la falta de cumplimiento de aquellas”.25

tades que tenía el Estado republicano para cobijar todo el territorio nacional y para hacer cumplir las normas. En consecuencia, se impuso la alternativa de dejar a las costumbres de los lugares los términos de los contratos, y por esta vía se mantuvieron las viejas instituciones sociales opresivas, como el concierto forzado.

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Conclusión

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En el paso de las regulaciones del derecho privado al policial influyeron varios factores, entre los que se destacan los económicos, tales como el incremento de algunos sectores de la economía de exportación (tabaco), y también la que tenía una demanda en crecimiento en los mercados locales, comarcanos, y de otras regiones. El aumento en la demanda de trabajadores puso de nuevo en evidencia lo que se consideraba como las perniciosas influencias de las ideas republicanas de libertad e igualdad entre los estratos bajos de la población, por lo que se planteó la aspiración de que las normas se compaginaran con las formas tradicionales de sujeción de la mano de obra.

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Mientras que la economía había permanecido estacionaria en todos sus frentes, el problema de los trabajadores sólo parece remitirse al tema de la vagancia y el desorden moral. Pero cuando desde mediados del decenio de 1850 algunos sectores económicos empezaron a crecer, como fue el caso del tabaco, la ganadería y las actividades comerciales y portuarias, se hicieron sentir con cierto rigor los problemas de la escasez de brazos y el incumplimiento de los contratos.

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25 BLAA, Gaceta de Bolívar, Cartagena, 13 de octubre de 1867.

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Política y trabajo. Debates sobre las normas jurídicas y las relaciones laborales de servidumbre en el Bolívar Grande (Colombia) en el siglo XIX Sergio Paolo Solano D., Roicer Flórez Bolívar

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El Sindicato del Servicio Doméstico y la Obra de Nazareth:

entre asistencialismo, paternalismo y conflictos de interés, Bogotá, 1938-1960* por William Elvis Plata Quezada** Fecha de recepción: 13 de junio de 2012 Fecha de aceptación: Primero de octubre de 2012 Fecha de modificación: 30 de octubre de 2012

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.03

Resumen La organización sindical de trabajadoras del hogar ha sido una tarea muy difícil, entre otras razones, por las condiciones mismas del oficio, la baja escolaridad de sus miembros, su alta tasa de informalidad y la misma subvaloración y el desprecio social que han existido frente a este antiguo e importante oficio. Pocos conocen que, sin embargo, los intentos de organizar este sector de los trabajadores tienen una relativamente larga historia en Colombia, y que ya en los años cuarenta del siglo XX se dio una iniciativa de fundación del primer sindicato, impulsada por la Acción Católica. Queremos en las siguientes líneas reconstruir parte de esa historia, mostrando que se trató de una organización generada por iniciativa externa, que tuvo un claro rasgo paternalista, y que aunque contó con un conflictivo liderazgo femenino, su vida y desarrollo estuvieron determinados por el respaldo otorgado por un clérigo. Asimismo, que aunque en principio era una organización laica, el Sindicato se convirtió en plataforma para la creación de dos comunidades religiosas femeninas, cuya génesis generó un conflicto de intereses que a su vez determinó la suerte del Sindicato y de la obra social.

Palabras clave Acción Católica, servicio doméstico, Obra de Nazareth, sindicalismo católico, historia.

Domestic Service Union and “Obra de Nazareth”: Between Welfarism, Paternalism and Conflict of Interest, Bogotá, 1938-1960 Abstract Organizing housemaids to form a trade union has been quite a difficult task because of the characteristics of this occupation,the lack of school education of its members, and the traditional undervaluation and disdain such an important activity generates. Not many people are aware of a relatively long history of attempts for organizing these workers and that in the 1940s the foundation of the first domestic service union was set by a Catholic Church initiative through the so-called Catholic Action. The purpose of this paper is to reconstruct part of this story, highlighting the paternalistic bias of the organization and, even though the movement had female leadership, activities and development of the union were determined by the support given by the clergy and the ecclesiastical institution. Also, although it was a lay organization in its beginnings, the union served as for the creation of two women religious orders.

Key words Catholic action, domestic workers, obra de Nazareth, catholic syndicalism, domestic service union, history.

*

En memoria de la hermana Blanca Ligia Perilla Ávila (1945-2008). Este artículo es fruto de un proyecto de investigación llevado a cabo entre 2001 y 2005, intitulado “Recuperación de la memoria histórica de la Congregación de Dominicas de Betania. 1938-2000”. Fue financiado por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos de América y la Congregación de Dominicas de Betania. Agradecemos a todas las personas que contribuyeron con su testimonio a la reconstrucción de esta historia, y en especial, a las religiosas dominicas de Betania y dominicas de Nazareth. ** Doctor en Historia de Facultés Universitaires Notre-Dame de la Paix y Université Catholique de Louvain, Bélgica. Profesor de la Escuela de Historia de la Universidad Industrial de Santander, Colombia. Correo electrónico: weplataq@uis.edu.co

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O Sindicato do Serviço Doméstico e a Obra de Nazareth: entre assistencialismo, paternalismo e conflitos de interesse, Bogotá, 1938-1960 Resumo A organização sindical de trabalhadoras do lar vem sendo uma tarefa muito difícil; isso devido, entre outras razões, às condições do ofício, à baixa escolaridade de seus membros, a sua alta taxa de informalidade, à mesma subvalorização e ao desprezo social que existe diante deste antigo e importante ofício. Poucos sabem que, contudo, as tentativas de organizar este setor dos trabalhadores têm uma história relativamente longa na Colômbia e que já, nos anos 1940, deu-se uma iniciativa de fundação do primeiro sindicato, impulsionada pela Ação Católica. Pretende-se, nas seguintes linhas, reconstruir parte dessa história e mostrar que se tratou de uma organização gerada por uma iniciativa externa, que teve um claro traço paternalista e que, embora tenha contado com uma conflitiva liderança feminina, sua vida e desenvolvimento estiveram determinados pelo respaldo outorgado por um clérigo. Da mesma forma que, embora tenha sido uma organização laica em princípio, o Sindicato se converteu em plataforma para a criação de duas comunidades religiosas femininas, cuja gênese gerou um conflito de interesses que, por sua vez, determinou o destino do Sindicato e da obra social.

Palavras chave Ação católica, serviço doméstico, Obra de Nazareth, sindicalismo católico, história.

Nacimiento del Sindicato del Servicio Doméstico

Católica1 en sus territorios eclesiásticos, sino fomentar el sindicalismo católico.

E

Esta idea, que ya se había puesto en práctica en países como Italia desde los años 1920 (Auza 2006), se implementó en Colombia desde finales de la década de 1930 como una estrategia de la Acción Católica. Esta organización

l sindicalismo católico, organizado en la Colombia de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, fue tan importante en su momento como poco estudiado por la historiografía. Apenas comienzan a darse algunas investigaciones al respecto, realizadas en especial por historiadores jóvenes (Cáceres 2011a; Calderón 2008). No se sabe mucho de sus estructuras, funcionamiento, capacidad de convocatoria y radios de influencia. Menos se conoce que dentro de los planes de organización laical se previó incluir a las trabajadoras domésticas, uno de los sectores más marginados y subvalorados del mundo laboral. De hecho, a este grupo perteneció uno de los primeros sindicatos que nacieron en Colombia.

1 Desde la segunda mitad del siglo XIX, ante el avance de la sociedad moderna y sus consecuencias sociales, culturales, económicas y religiosas, la Iglesia católica, superando la grave crisis que en Europa le generó la Revolución Francesa, concibe un nuevo proyecto de “reposicionamiento” en la sociedad, para lo cual da mucha importancia al apostolado social. Múltiples iniciativas de laicos y clérigos llevadas a cabo ya desde el siglo XIX motivaron la aparición de la Encíclica Rerum Novarum (“Sobre las Cosas Nuevas”) de León XIII (1891), y a partir de ella, la denominada “Doctrina Social de la Iglesia”, que dio inicio a una nueva etapa en las conflictivas relaciones Iglesia-mundo moderno, que dejó las posturas netamente defensivas, por unas más propositivas, con el propósito de “combatir” mejor a sus rivales –el liberalismo y el socialismo– y “competir” con ellos (Rogier y Knowles 1984). De igual manera, cuando, bajo la inspiración de Rerum Novarum, se conforman la Acción Social Católica y, más adelante, la Acción Católica general, proyecto en el cual los papas Pío XI (1922-1939) y Pío XII (1939-1958) pusieron grandes esperanzas, se tenía como fin la búsqueda de un laico militante al servicio de la jerarquía, que, utilizando las instituciones y espacios ganados por el mundo moderno, luchara por los “derechos” de la Iglesia, cual soldado de avanzada de un ejército que combate en el campo del enemigo. Era, entonces, una organización para crear una poderosa fuerza institucional entre el pueblo católico. La idea era formar un partido de masas que defendiera el poder institucional de la Iglesia y conquistara espacios para ella, lo cual implicaba competir con otros partidos en el campo político. Además, constituía una estructura que permitía seguir manteniendo el control social sobre la población católica (Cáceres 2011b). Por ello, la Acción Católica era jerárquica en su estructura, clerical en su concepción y tradicionalista en su pensamiento (Arias 2003; Figueroa 2009; Zagheni 1998).

Cuando el cardenal Pacelli, futuro Pío XII –en su visita a Argentina en 1934, con ocasión de un Congreso Eucarístico Internacional–, habló de la necesidad de incentivar la organización laical, varios obispos y sacerdotes del continente, hasta entonces más o menos desentendidos de estas cuestiones, decidieron no sólo crear la Acción

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El Sindicato del Servicio Doméstico y la Obra de Nazareth: entre asistencialismo, paternalismo y conflictos de interés, Bogotá, 1938-1960 William Elvis Plata Quezada

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había sido fundada en este país en 1933 y se había convertido durante el período de gobierno de López Pumarejo (1934-1938) –y a instancias de su director, Juan Manuel González Arbeláez (1892-1966), obispo auxiliar de Bogotá– en un instrumento político al servicio de los sectores más integristas de la institución eclesiástica y del Partido Conservador, en su disputa con el liberalismo en el poder y sus propuestas de reformas político-religiosas (Figueroa 2009). Tal confrontación llegó a amenazar con repetir los episodios decimonónicos de confrontación Iglesia-Estado (Bidegain 1985).2 Finalmente, la “desautorización” que en la práctica dio el Vaticano a la orientación inicial que González Arbeláez había otorgado a la Acción Católica, y la posterior salida de dicho obispo del escenario político nacional, permitieron una mejor organización del naciente sindicalismo católico.

fue el caso de las trabajadoras domésticas, cuyo sindicato se creó por iniciativa de un joven religioso dominico, fray Eliécer Arenas Santos (1904-1964).

La Acción Social Católica, con el apoyo de los jesuitas, fomentó campañas para evitar que los trabajadores se afiliaran a sindicatos comunistas o socialistas, e insistió en que en cada diócesis se debía tener al menos un experto en sindicalismo y cooperativismo, y que cada párroco debía propiciar la sindicalización, incluso de los trabajadores del campo. Esta campaña intentaba contrarrestar el auge del sindicalismo de izquierda y el crecimiento del Partido Comunista, que desde tiempos de López Pumarejo había dejado de ser considerado ilegal. Sin duda alguna, el sindicalismo católico contó con el apoyo de los empresarios y la clase patronal, y ya en 1939 la Acción Social Católica contaba con 73 sindicatos, contra 224 de la CTC (Confederación de Trabajadores de Colombia, organización que contaba con el apoyo del liberalismo y la izquierda). En total, tenía 10.515 afiliados, concentrados sobre todo en Bogotá, Medellín y Cali (Archila 1991). En la década siguiente, el sindicalismo católico se expandió a distintos sectores,3 incluso a aquellos más insospechados. Tal

Foto 1. Fray Eliécer Arenas. Circa 1950 (APCOP, fondo Fototeca, sección Frailes).

Reconocido entre los suyos por su dinamismo, jocosidad y actitudes pintorescas, fray Eliécer Arenas nació en Guadalupe (Santander), el 2 de julio de 1904; fue ordenado sacerdote en la orden de los dominicos en 1925, y luego enviado a Bogotá. Dada su dinámica personalidad, fray Eliécer comenzó a participar en asambleas, conferencias, peregrinaciones, desfiles, congresos, manifestaciones católicas e inauguraciones de monumentos, entre otros; prácticamente estaba al tanto de las actividades públicas que se hacían en Bogotá. Su actividad pública coincidió con la puesta en marcha de la Acción Católica general y la Juventud Obrera Católica,4 proyectos en los cuales Arenas se inscribió

2 Las disputas entre González Arbeláez y el Gobierno y la utilización abiertamente política de la Acción Católica hicieron que el Gobierno, en lugar de enfrentarla de un modo directo, utilizara la diplomacia ante el Vaticano, convenciéndolo de la actitud “perjudicial” de González para las buenas relaciones entre la Iglesia y el Estado. El recurso tuvo éxito y, valiéndose de algunos pretextos, Roma optó por marginar a quien estaba destinado a ser arzobispo de Bogotá, enviándolo a una diócesis de segundo orden (Popayán). Más adelante, en 1943, presionado políticamente, González renunció a su cargo en Popayán y marchó a Europa (en principio a España y luego a Italia), donde permaneció en calidad de “exiliado” hasta su muerte, en 1966 (Naranjo 1993).

católico eran paternalistas y estructurados jerárquicamente, muestran que “el rol preciso de la Iglesia en asuntos políticos, económicos y agrarios es mucho más complejo de lo que indican los apelativos con que tradicionalmente se ha identificado a esa institución: tales como conservadora, reaccionaria e insensible” (Larosa 2000, 29). No obstante, estos programas, según este mismo autor, despertaron expectativas que no se cumplieron en un momento trascendental para la historia social del país, lo cual explica las razones de la radicalización de figuras de la Iglesia durante la generación siguiente. 4 La JOC (Juventud Obrera Católica) fue una rama de la Acción Católica “especializada” (es decir, dirigida a sectores particulares, como estudiantes, campesinos, obreros e intelectuales) bastante diferente de la Acción Católica “general”, promovida desde la jerarquía. Nacida en Bélgica, en Colombia la JOC fue traída de manera independiente a la Acción Católica, en 1932, por iniciativa de un sacerdote bogotano, Luis María Murcia. Y aunque al principio fue anticomunista y compitió de manera exitosa frente al liberalismo

3 El mayor vigor del sindicalismo católico en Colombia se da en las décadas de 1940 y 1950. En 1946 se crean las centrales Fanal (Federación Agraria Nacional) y UTC (Unión de Trabajadores de Colombia). Esta última era en 1953 la organización sindical más poderosa de Colombia. Según Larosa, a pesar de que los programas del sindicalismo

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con gusto: rápidamente se constituyó en el inmediato colaborador del Arzobispo de Bogotá en la coordinación de estos movimientos. Fue en estos años cuando conoció al entonces obispo auxiliar, Juan Manuel González, a la postre asesor nacional de la Acción Católica en Colombia. Fray Eliécer, en su opción, trabajó en barrios obreros, fue capellán del barrio Carvajal y fundó el barrio obrero San Vicente Ferrer, en el sur de Bogotá. Al mismo tiempo, creó la asociación obrera Sociedad de Amigos de San Martín. Con el fin de actualizarse y potenciar su capacidad creativa en cuestiones sociales, viajó al exterior y recorrió varias naciones, donde asistió a congresos católicos, de los cuales trajo nuevas ideas y más iniciativas (Acevedo 1980). Precisamente, Arenas trajo de Argentina la idea de fomentar la organización de un sindicato de trabajadoras domésticas, en el cual comenzó a trabajar desde 1935,5 obra en la cual puso muchas esperanzas y a la que le dedicó grandes energías. Ya en 1938 había sido nombrado por la Curia “Asistente eclesiástico del servicio doméstico”. Su gran empeño en el apostolado con los obreros lo convirtió en una persona muy reconocida en la ciudad.6

Para organizar mejor dicho sindicato, fray Eliécer invitó a varias damas de la alta sociedad bogotana, como Sara Alvarado, Sofía Espinosa, Mercedes Gutiérrez, y a otras de menos “alcurnia” como María Benavides, María Eudora del Carmen, y otras señoritas, a que le ayudaran en la coordinación del mismo y la creación y sostenimiento de una casa de acogida en el barrio Las Cruces. Las primeras se encargarían de planificar y dirigir, y las segundas, de las cosas prácticas. Ellas permanecieron en esta labor durante más de quince años. Sara Alvarado y María Benavides se destacaron como líderes femeninas de una obra social, la “Obra de Nazareth”, fundada en 1938 para atender espiritualmente al sindicato, y de la cual nacieron luego dos comunidades religiosas femeninas: las dominicas de Nazareth y las dominicas de Betania.

La Obra de Nazareth Esta asociación fue iniciativa de la señorita Sara Alvarado Pontón,8 quien venía trabajando en la idea de hacerse religiosa, sin encontrar hasta el momento (tenía 36 años de vida) “un lugar apropiado”. Sara se conectó con el proyecto de Arenas gracias a la iniciativa del obispo González Arbeláez, coordinador de la Acción Católica y amigo mutuo. A Sara se le invitó a trabajar con este gremio, para evitar que “el comunismo ateo se vaya infiltrando en el pueblo y vaya envenenando las conciencias honradas de las clases trabajadoras” (Dominicas 1995, 124), pensamiento con frecuencia aceptado en los sectores eclesiales y en el cual se justificaba, en parte, la labor de acción social emprendida por la Iglesia en esa época. Partía de la siguiente observación sobre ese sector social:

No está claro cómo un dominico, de una orden religiosa cuyo carisma no enfatiza en este tipo de apostolados, se involucró tan de lleno en la organización del sindicalismo de trabajadoras domésticas. Parece ser que esta idea no surgió de modo espontáneo de Arenas, sino que estaba siguiendo las indicaciones dadas en congresos de Acción Católica continentales, en los cuales se insistía en organizar, en especial, a los trabajadores más vulnerables y despreciados, pues ellos podían ser los primeros en acoger las ideas de naturaleza radical, materialista y revolucionaria.7 Ya los salesianos venían desarrollando algunas experiencias de este tipo en Argentina, país que visitó Arenas en 1934.

Es un dolor verdadero su carencia de hogar fijo; la mayor parte de las sirvientas son huérfanas o tienen su familia lejos [...] así es que cuando se enferman o por cual-

quier motivo salen de la casa donde se colocaron, no tienen a dónde ir, y ahí comienza su vida de angustias

en el terreno sindical, recibiendo apoyos económicos por parte de los grupos dominantes, a medida que fue avanzando en el análisis social, fue “desconservatizándose”, atacando, además del comunismo, al falangismo (ideología muy alabada por clérigos y obispos como monseñor González), al que veía tan peligroso como aquél. Incluso, llegó a reconocer en el comunismo ciertas verdades. Poco a poco fue ganando apoyo popular y se separó del control de la Acción Católica, a la cual se había adherido en 1933. Ideológicamente, también lo hizo. El movimiento se volvió más beligerante y se acercó a algunos sectores liberales, tendiendo hacia una democracia social cristiana. La respuesta de la jerarquía no se hizo esperar: monseñor González Arbeláez logró que el cardenal Pizzardo desautorizara a la JOC y ordenara su liquidación (Bidegain 1985). 5

que a veces las lleva a la perdición (Dominicas 1995, 124).

8 Hija de una tradicional, pudiente y conservadora familia bogotana, Sara Alvarado Pontón nació el 12 de septiembre de 1902. Sus padres fueron Dámaso Alvarado y Felisa Pontón; era la menor de trece hermanos. Fue siempre de carácter enfermizo, por lo que en varias etapas de su vida estuvo en cama. Esto marcó su carácter. Se educó en colegios religiosos y también bajo la tutoría de sacerdotes jesuitas, quienes la guiaron hacia la vivencia religiosa orientada al misticismo, los sacrificios, la austeridad y las penitencias. A los 18 años se graduó como maestra del nivel elemental. Intentó ser religiosa en cuatro comunidades diferentes, pero tanto su carácter enfermizo como algunos conflictos de personalidad se lo impidieron. A los 34 años, al ver que sus esperanzas de ser religiosa se esfumaban, Sara decide vivir como laica consagrada, hasta que su amigo, el obispo González Arbeláez, la contacta con fray Eliécer Arenas (Dominicas 2000).

Archivo General de la Congregación de Dominicas de Betania. Bogotá (en adelante, AGDB), Registro en audio 36.

6 AGDB, Registro en audio 35. 7

AGDB, Registro en audio 36.

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El Sindicato del Servicio Doméstico y la Obra de Nazareth: entre asistencialismo, paternalismo y conflictos de interés, Bogotá, 1938-1960 William Elvis Plata Quezada

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Por ello, este grupo de mujeres, al adherirse al proyecto de fray Eliécer Arenas, buscó ampliarlo, organizando, junto al naciente Sindicato, una institución religiosa de asistencia social a estas personas, que las acogiera material y espiritualmente. El 19 de marzo de 1938 elaboró el primer reglamento que se debía observar en la casa de “Nazareth”, nombre dado a la habitación que se consiguió en el barrio Las Cruces de Bogotá para servir de sede al Sindicato y a la Obra Social,9 y el 25 de marzo iniciaron formalmente los trabajos. La obra de Nazareth tenía como fin acoger a las trabajadoras domésticas que se encontraban cesantes; les ayudaban a encontrar trabajo –utilizando para ello los contactos que se tenían con las familias pudientes de la ciudad–, atendían a quienes se encontraban enfermas y, por último, ofrecían asilo a las ancianas.

tercera orden dominicana.12 En 1945 el arzobispo de Bogotá, Ismael Perdomo, le concedió personería canónica a la Obra de Nazareth (Auxiliar del Servicio Doméstico) como Pium Sodalitium. En dicho decreto se volvió a resaltar que su fin era “procurar la santificación de sus miembros por medio del ejercicio del apostolado, trabajando por el bien espiritual de las empleadas del servicio doméstico orientando a su formación moral y religiosa, así como al mejoramiento de su condición personal y de sus capacidades profesionales”.13 Por último, en 1949 Sara logró que la Arquidiócesis de Bogotá iniciara los trámites legales, con miras a su aprobación como congregación religiosa de derecho diocesano, la cual se efectuó en 1964.14 En 1980 se obtuvo la aprobación pontificia. La Obra de Nazareth, como otras de su tipo, se abría en medio de penurias económicas y escasez. Fray Pablo Acevedo (1980), un dominico de la época, decía lo siguiente sobre la sede de la Obra:

Dicha obra social tenía como directores a la señorita Alvarado y al fraile Arenas. Además, contaba con una secretaria, una tesorera, una revisora fiscal y un consejo directivo.10 Sin embargo, esta institución de beneficencia social, estructurada formalmente como una entidad civil, fue adoptando en su interior la organización de una comunidad religiosa, por iniciativa de Sara y sus compañeras. Esto se podía ver en los objetivos iniciales: “laborar de modo permanente por el bien espiritual de las mujeres consagradas al servicio doméstico, atendiendo a su formación moral y religiosa, así como también al mejoramiento en todo sentido de su condición personal y de sus capacidades profesionales”. Dicha institución “tendrá carácter religioso, por lo cual se solicitará del Excmo. Sr. Arzobispo de Bogotá que sea reconocida esta obra como fundación eclesiástica para los fines legales a que haya lugar. También se solicitará del Gobierno Nacional el que le sea reconocida Personería Jurídica”, la cual fue concedida en noviembre de 1939.11 En 1942, por iniciativa suya y de fray Eliécer Arenas, solicitó su admisión como asociación laical perteneciente a la entonces

Una mañana del mes de mayo de 1941, el Padre Eliécer Arenas, Suprior del convento de Santo Domingo de Bogotá, me invitó a conocer su “Obra de Nazareth”, en el barrio de Las Cruces. Allí, secundado por tres o cuatro

abnegadas señoritas, tenía una gran obra social: se pro-

ponía organizar un hogar acogedor para las empleadas del servicio doméstico que andaban en busca de colocación o cesantes por enfermedad o por vejez. La casa era pequeña, como un nido de golondrinas, de una sola planta con dos

patios interiores, una salita de recibo, un piadoso oratorio y algunas habitaciones acondicionadas para las directo-

ras y las huéspedes a quienes servía de refugio. Todo allí era tan pobre y tan humilde que la Casa de Nazareth no

se distinguía de las demás casitas del barrio. Así nació a costa de sobrehumanos sacrificios, una de las pocas obras

sociales que, al par de las del Padre Campoamor y la Madre Margarita Fonseca, el Padre Arenas quiso ofrecer a la clase más humilde y más olvidada de la sociedad.15

La Obra Social de Nazareth en sus primeros años se abría paso en medio de muchas dificultades económicas. Por ello, y aunque la casa fundada para atender al sindicato recibía algún dinero proveniente de lavados de ropa, de la atención a sacerdotes y de mujeres que pagaban para

9 Según un testimonio, esta casa fue conseguida por iniciativa de Sara Alvarado, quien recibió de su hermana Elisa, propietaria de varios inmuebles, una casa en calidad de préstamo. “Ella [Elisa] dijo: sí presto la casa, la de Las Cruces, porque la tengo ya perdida; si logra sacar toda esa gente [que vive allí] le presto la casa. El padre Arenas se empeñó en hacerlo. [...] el Padre pidió el favor a uno de los abogados que conocía; el abogado se interesó, trabajó, y al poco tiempo desocuparon la casa; las puertas y ventanas quedaron caídas en el suelo, pasaba el policía y alumbraba qué había adentro; la basura hasta el techo, toda amontonada, y así toda la casa hecha un desastre”: AGDB, Registro en audio 19.

12 AGDB, Secretaría (Carta de Sara Alvarado Pontón a fray Alberto Ariza, O.P. Bogotá, 31 de julio de 1942).Ver también Ariza (1993). 13 AGDB, Secretaría (Decreto de constitución de la Obra de Nazareth en Pium Sodalitium. Bogotá, 25 de junio de 1945).

10 AGDB, Secretaría (Informe sobre el Pium Sodalitium de Nazareth. Chiquinquirá, 15 de agosto de 1950).

14 AGDB, Secretaría (Perfil biográfico documentado de la S.D. Sara Alvarado Pontón. Bogotá, [s. f.]).

11 AGDB, Secretaría (Estatutos de la Obra de Nazareth. Auxiliar del Servicio Doméstico. Bogotá, 25 de marzo de 1938, p. 1).

15 AGDB, tomo 42, fl. 129; Acevedo 1980, 79.

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poder vivir allí mientras conseguían trabajo, éste no alcanzaba, de modo que con frecuencia tenían que salir a las calles, a las plazas de mercado o a instituciones de salud y beneficencia social a pedir limosna y donativos.16

debía tener la empleada frente a la autoridad; sus líderes cuidaron mucho de no provocar conflictos entre ellas y sus patrones. Usualmente se inculcaba la necesidad de la obediencia, el respeto a las autoridades y al sistema social establecido. Para ello, se utilizaban incluso el propio Evangelio y la explicación que de éste se hacía en el boletín semanal del Sindicato. Por ejemplo, Orientación Doméstica, boletín oficial del Sindicato, afirmaba:

Pero la solidaridad no era mucha. Las propias trabajadoras domésticas debían, con frecuencia, llevar comida a quienes trabajaban en la obra social, o recibían donativos en especie de algunas religiosas. Según las entrevistas, la falta de alimentos era tal que el padre Arenas tenía que sustraer pan de su convento y de otros lugares, para enviarlo a la casa sede de la Obra:

Como los servidores de las bodas de Caná, debemos obedecer ciegamente y con espíritu de Fe aquellos que

han sido puestos por Dios como superiores nuestros para el bien de nuestras almas. Dios obrará la trans-

Iba con un paquetico, que cuando iba a celebrar donde

formación de nuestra pobre alma y convertirá el agua

las Inesitas [Hermanas Dominicas de Clausura de Santa

insípida de nuestras obras en vino delicioso de méritos

Inés], las de claustro, cuando lo mandaban a celebrar la

para el Cielo, si obedecemos y creemos en la palabra de

Misa le daban desayuno, y él con su pancito, y lo que no

Dios por medio de sus representantes.19

se comía, siempre lo llevaba en una cosita porque allá

De igual forma, se preocupaba por eliminar de las asociadas cualquier idea “subvertora” del statu quo, al afirmar que la desigualdad de las riquezas no estaba en la injusticia y la explotación, sino en las “desigualdades de la naturaleza”, es decir, unos hombres tenían más talento que otros, eran más trabajadores que otros, y eso no podía cambiar. Una sociedad igualitaria económicamente era una utopía. La esencia de la pobreza estaba en la pereza y la ignorancia, y la de la riqueza, en el trabajo y el talento. Con ello se buscaba contravenir las ideas comunistas y socialistas que procuraban una sociedad y una economía igualitarias: “Dado que se pudiera efectuar una liquidación y reparto total de las fortunas, la ventaja que correspondería a cada individuo sería tan insignificante que no bastaría para el diario sustento”. Por eso, la verdad que se recomendaba era: “Muéstrense los ricos benéficos con los pobres y obreros; no sean crueles con los deudores, como el mal siervo del Evangelio. Y los pobres y los obreros, muéstrense agradecidos con su condición, no olvidando que la verdadera paz y justicia sólo pueden hallarse en el Cielo”.20

no había absolutamente nada, allá donde yo estaba, no

había nada, él llegaba con sus cositas que le daban por allá; compartía el pan con Nazareth. De resto, nada.17

Y aunque Sara Alvarado provenía de una familia de cuantiosos bienes, no podía disponer de ellos para ayudar a la Obra, debido a que tenía que contar con el consentimiento de sus hermanos y otros familiares. Sara tuvo entonces que llegar a vender sus propios trajes, vestidos y accesorios costosos, usados en épocas juveniles,18 para poder proveer de recursos a la Obra. La Obra de Nazareth, además de ofrecer una ayuda asistencial a las trabajadoras domésticas, se encargaba de codirigir el Sindicato del Servicio Doméstico, fundado paralelamente y unido en la práctica a la Obra.

Estructura, objetivos y actividades del Sindicato del Servicio Doméstico Aunque tenía el rótulo de “sindicato”, no podemos entenderlo como una organización reivindicativa o emancipadora. No se luchaba por la búsqueda de una conciencia de clase entre las empleadas o la exigencia de sus derechos. Para comenzar, con frecuencia resaltaba el valor del sufrimiento ofrecido a Dios como un método para ganar el Cielo y salvar a los pecadores, y recalcaba la sumisión que

Podemos concluir que en gran parte este sindicato, como la generalidad del sindicalismo católico de entonces, no contribuía a la emancipación, sino que procuraba dar un “rostro amable” a la dominación. Eso no quiere decir que no se abogara por una mejor calidad de vida de las asociadas. De hecho, buscaba “atenuar” las cargas que debían soportar las trabajadoras domésticas, sujetas a toda clase de explotación por parte de sus patronos, quienes

16 AGDB, Registro en audio 32. 17 AGDB, Registro en audio 32.

19 BNC, Prensa 1ª. (Orientación Doméstica 751, 3).

18 AGDB, Registro en audio 23.

20 BNC, Prensa 1ª. (Orientación Doméstica 855, 3).

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se aprovechaban de su buena fe y su condición social y educativa. El Sindicato se proponía consolar y “ayudar a sobrevivir”. Por ejemplo, pedía a los patronos horarios de reposo suficientes, de siete a ocho horas de sueño, “en un local sano y bien aireado”; aconsejaba, asimismo, a las empleadas cuidarse su salud y no exponerla sin razón.21

el desorden, de manera que pudiera continuar obteniendo el respaldo por parte de los patrones, algunos de los cuales fueron benefactores del Sindicato. Pero la labor de esta asociación iba más allá, al desarrollar una interesante actividad de apoyo social y beneficencia, no siempre valorada de un modo suficiente. El Sindicato tenía personería jurídica y era dirigido por una Junta, conformada durante los años 1940 por personal de la Obra de Nazareth, el padre Eliécer Arenas y representantes de trabajadoras domésticas de la ciudad, distribuidas por zonas;23 cada zona o grupo tenía el nombre de un santo. La labor de las representantes era detectar los problemas que las muchachas tenían y ayudarles a dar solución, sin provocar enfrentamientos con los patronos, y siendo fieles a la filosofía institucional. Asimismo, tenían que ganar adeptas para la causa, y motivar a las empleadas de su zona al sostenimiento económico del Sindicato. Por último, debían manifestar un decidido trabajo catequético entre las jóvenes.24 Pronto, se arrendó una oficina, asistida por personal de la Obra Social de Nazareth. En ella, las trabajadoras domésticas podían afiliarse y daban una cuota periódica, por lo cual tenían el derecho a recibir ciertos beneficios sociales: atención médica, servicios funerarios, y hasta prestaciones sociales y cesantías. Si alguien se enfermaba o estaba muy anciana, podía ir a residir en la casa que la Obra Social había adquirido, siendo atendidas por las hermanas de Nazareth.25 También había una bolsa de empleos. A cada socia se le daban como identificación un carnet y el escudo de la asociación.26 Años más tarde, en 1953, se consiguió una mejor sede, que sirvió tanto para el Sindicato como para el Secretariado Social del Servicio Doméstico, dependencia de la Arquidiócesis de Bogotá. Se le llamó Casa Santa Zita, ubicada en el barrio La Candelaria.

Foto 2. Sindicato del Servicio Doméstico. Circa 1938 (APCOP, fondo Fototeca, sección Frailes). Se observa a fray Eliécer Arenas (sentado a la izquierda, marcado con una cruz) y al obispo Juan Manuel González (sentado a la derecha).

Sus objetivos también eran morales y éticos: se le insistía a la trabajadora doméstica que atacara la pereza, los vicios, y demás obstáculos que le impedían cumplir bien sus deberes; también, que tuviera temple en su voluntad para que no abandonara la casa en donde servía ante la primera dificultad, sino que permaneciera por mucho tiempo: La perfecta empleada del servicio debe formar su cora-

zón, su voluntad y su alma para ser útil a sí misma y a

Con la ayuda de un sacerdote franciscano y del padre Arenas, se elaboró una hoja informativa, denominada Orientación Doméstica, que se editaba cada semana y era vendida por las mismas asociadas los domingos a la salida de las iglesias. En ella se publicaban mensajes especiales para el gremio, se explicaba el evangelio del día y se daban consejos prácticos, desde cuestiones de moral hasta de cocina y lavado. También promovía la solidaridad espiritual entre

la sociedad. Para formar sus sentimientos debe templar

su corazón en esa fuente perenne de verdadera vida, frecuentando la Santa Eucaristía. Para templar su volun-

tad, y reafirmarla en el bien, debe orar, pedir consejo y

hacerse enérgica y fuerte contra el dolor, el placer y todo aquello que tiende a debilitar los buenos impulsos.22

El interés de procurar que las asociadas fueran hacendosas y se mantuvieran estables, evitando cambiar de casa con frecuencia, también tenía que ver con la necesidad de prevenir que el Sindicato fuera acusado de fomentar

23 San Francisco, Santo Domingo, Santa Clara, El Voto Nacional, Las Aguas, San Victorino, La Veracruz, Chapinero, Porciúncula, El Carmen, San Diego y Santa Inés. 24 BNC. Prensa 1ª. (Orientación Doméstica 848, 1).

21 BNC. Prensa 1ª. (Orientación Doméstica 763).

25 AGDB, Registro en audio 28.

22 BNC. Prensa 1ª. (Orientación Doméstica 766, 2).

26 BNC. Prensa 1ª. (Orientación Doméstica 862, 2).

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las integrantes de la asociación al publicar, por ejemplo, listados de mujeres enfermas, para que las fueran a visitar y ayudar. La hoja informativa llegó a publicar aproximadamente 1.000 números.27 Asimismo, se creó una Escuela dominical, que funcionaba a partir de las 2 de la tarde. En ella se daban clases de modistería, lectura, escritura, matemática, al igual que charlas sobre el Evangelio, la vida humana, morales, virtudes y formación cristiana en general. Al finalizar, se ofrecía un chocolate con pan y queso, se escuchaba la radio, y algunas se ponían a bailar, hasta las 6 de la tarde, cuando se escuchaba el tañido de las campanas llamando a misa.28

Foto 3. María Teresa Benavides con algunas trabajadoras del Hogar. Circa 1952. Bogotá. (AGDB, fotografías).

La asesoría espiritual estaba a cargo de los frailes dominicos, principalmente, quienes predicaban retiros y encuentros, a los cuales, en tiempos de bonanza, asistían más de 400 asociadas, que llenaban el templo parroquial de Nuestra Señora de Chiquinquirá, en Chapinero, en el cual se realizaba la mayor parte de estos eventos.29 También se celebraba con gran pompa, cada 27 de abril, la Fiesta de Santa Zita, una mujer italiana del siglo XIII, fallecida a los 58 años de edad y cuya profesión había sido la de trabajadora doméstica. Con estos actos se buscaba exaltar su ejemplo como una “demostración de que sí es posible, aún en medio de las humildes ocupaciones que nos han tocado, elevar el espíritu, santificar el alma, alcanzar altísimos grados de perfección”.30 De igual modo, se honraba a san Martín de Porres, aquel fraile lego dominico del siglo XVII que llegó a ser santo desempeñando trabajos manuales y otros oficios despreciados por sus hermanos de hábito, en el convento dominicano de Lima. Además, el Sindicato promovía la realización de ejercicios espirituales para las socias, en casas de retiros, al menos una vez al año, durante cinco días.

Hacia 1940 llegó a la Obra de Nazareth la señorita María Benavides ( (1909-2004). Ella era una mujer boyacense31 de origen campesino que –al igual que Sara Alvarado–, ante su imposibilidad de ser religiosa de clausura, terminó un día en el portal de la casa del barrio Las Cruces, donde funcionaba la Obra de Nazareth. Arenas vio en ella un elemento muy valioso para los objetivos de la obra social y del Sindicato,32 por lo que en poco tiempo ella fue adquiriendo muchas responsabilidades prácticas. Pronto, ella asumió la coordinación del Sindicato en el terreno práctico, así Arenas y Alvarado figuraran como sus superiores. En una entrevista, Benavides contó: “Yo trabajé mucho con las muchachas, con catequesis y atendiendo esa oficina”. María llegó a convertirse en el brazo derecho de Sara y fray Eliécer: supervisaba los trabajos, reunía la junta directiva de la obra, programaba las reuniones y el catecismo dominical, organizaba las ceremonias religiosas; en fin, estaba pendiente de todas las cuestiones prácticas de la Obra de Nazareth.33 Era además

Crisis y declive del Sindicato del Servicio Doméstico

28 AGDB, Registro en audio 28.

31 María Román Benavides nació en Paipa en 1909 en el seno de una familia campesina de, relativamente, medianos recursos. Tenía ocho hermanos. Se crió en un ambiente de piedad religiosa que incluía el rosario diario y la pertenencia a cofradías. Siendo ya una adolescente, sus padres la llevaron donde las hermanas de la Presentación para que continuara su formación, primero en su casa-colegio de Duitama, y luego en el Instituto Politécnico de Tunja, donde estuvo interna por cinco años, “más en plan de trabajo que de estudio”, según contó después ella misma. Motivada por sus padres y por una hermana religiosa, María Román quiso hacerse religiosa de clausura, ingresando en 1935 al Monasterio de la Concepción, como religiosa “lega” o “conversa”, pues no tenía dinero suficiente para poder pagar una dote. Tras permanecer allí casi cinco años, las superioras no la aprobaron para realizar votos solemnes, por lo que María abandonó el claustro en 1940. Antes de salir, una religiosa de ese monasterio, amiga de Sara Alvarado, le aconsejó dirigirse a la naciente Obra de Nazareth, en el barrio Las Cruces, adonde llegó conducida por su padre (Sierra 1997).

29 AGDB, Registro en audio 36.

32 AGDB, Registro en audio 2.

30 BNC. Prensa 1ª. (Orientación Doméstica 862, 1-2).

33 AGDB, Registro en audio 1.

Según nuestra investigación, la crisis y el declive del Sindicato tuvo mucho que ver con los cambios sucedidos en la Obra de Nazareth, entidad que desde el inicio hacía de “tutora” de dicho sindicato, motivados por conflictos entre sus dirigentes y las perspectivas que se le quería dar a la Obra.

27 BNC. Prensa 1ª. (Orientación Doméstica 749, 1-2).

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el vínculo entre la jefatura de la Obra y los demás estamentos de la misma, incluidos el Sindicato y, por supuesto, las jóvenes y señoras trabajadoras domésticas. Su carisma hacía que fuera requerida en todo momento por las empleadas domésticas, quienes la buscaban para pedirle consejos y ayuda.

Por otra parte, la preponderancia que ganó la figura de María Benavides en el funcionamiento del Sindicato y de la propia obra social hizo que fuera vista como una figura rival por Sara Alvarado (Dominicas 2000). Según testimonios, la organización física de la comunidad corría por cuenta de María Benavides, no de Sara Alvarado. Mientras María era la que atendía a las trabajadoras domésticas, les oía sus problemas, se encargaba de las actividades litúrgicas, de los oficios y del Sindicato, la madre Sara, según una fuente, “era apenas en su celda leyendo libros”, y recibía muy pocas visitas. “La Madre Sarita únicamente salía de la Casa con la Madre María por alguna diligencia [...] pero la Madre Sara no se entendía con cosas y actividades de la Casa, nada”.35 María se había ganado rápidamente a las de “abajo”, a las menos instruidas, al grupo que no podía utilizar el hábito de las profesas y, por supuesto, a las propias trabajadoras domésticas, ya que era a ella a quien más veían y con quien más compartían.36 La rivalidad creciente con María Benavides le causaba a Sara fuertes dolores de cabeza y una tremenda inquietud, como lo muestran su diario y el análisis que de él hacen las autoras de su biografía oficial (Dominicas 2000).

Foto 4. Religiosas del grupo directivo de la Obra de Nazareth. Circa 1949. Bogotá (AGDB, fotografías). Sara Alvarado se encuentra en primera fila, sentada a la izquierda del clérigo. María Benavides, de pie, primera a la izquierda.

Además, la decisión de Sara de apartarse poco a poco del Sindicato no gustó para nada a fray Eliécer Arenas, quien nunca estuvo de acuerdo con la idea de convertir la Obra de Nazareth en una congregación de religiosas.37 La tensión crecía en la medida que María era dueña de un gran espíritu de liderazgo y seguía con mayor ahínco las recomendaciones del padre Arenas que las de Sara Alvarado. También existía una incompatibilidad de caracteres entre Alvarado y Arenas. Mientras que la primera era delicada y sensible, el segundo era franco, directo y altanero, y llegó incluso a humillarla en público para “probar su voluntad”.38 Todo ello generó una situación insostenible, que terminó con una abrupta ruptura que determinaría la suerte del Sindicato y de la Obra de Nazareth.

Sin embargo, se generó un conflicto de liderazgo entre Alvarado, por un lado, y Benavides y Arenas, por otro. Por una parte, todo indica que Sara Alvarado nunca estuvo a gusto con trabajar exclusivamente con trabajadoras domésticas. Ella soñaba con hacer de la obra de Nazareth, no sólo una comunidad religiosa, sino además una comunidad que se dedicara a otros “apostolados” mejor vistos, tales como la educación femenina, el servicio en asilos de ancianos y hospicios, entre otros. El grupo social al cual pertenecía Sara (la alta sociedad bogotana) no veía con buenos ojos que uno de los suyos trabajara con personas tan humildes. Al parecer, Sara hacía mucho rato se había desencantado del gremio de las trabajadoras domésticas, a cuyo Sindicato, según testimonios, nunca le prestó mayor interés. Su verdadero objetivo fue siempre la Obra de Nazareth, a la cual le dedicaba su tiempo y sus energías.34

En 1948 Sara Alvarado, con el respaldo de algunos familiares, de algunos frailes dominicos y clérigos ligados a la Curia, decidió romper con Eliécer Arenas, y María

padres dominicos). AGDB, Secretaría (La Obra de Nazareth, Auxiliar del servicio doméstico). 35 AGDB, Registro en audio 33. 36 AGDB, Registro en audio 2. 37 Según el diario de Sara Alvarado, cuando ella le solicitaba al padre Arenas que le ayudara a estudiar las reglas y constituciones de la comunidad, él la “saciaba de humillaciones” o simplemente la ignoraba, bajo la excusa de que antes de fundar una congregación religiosa era importante la formación de sus líderes: AGBD, Secretaría (Diario personal de Sara Alvarado Pontón, doc. II 1110).

34 La Obra de Nazareth fue creciendo. En 1949 contaba con 50 integrantes: 11 hermanas directoras y 39 hermanas “conversas”, distribuidas en los apostolados de las casas de Nazareth de Bogotá (Hospedaje de mujeres trabajadoras en el servicio doméstico convalecientes y cesantes), Bosa (Ancianato), Usaquén (Servicio de cocina y ropa a la Comunidad y Seminario de los RR. PP. Eudistas), Chiquinquirá y Santo Ecce-Homo (Servicio de cocina y ropa a los

38 AGDB, Registro en audio 33.

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Benavides fue destituida de su puesto de “vicaria” o segunda al mando. A partir de entonces, la Obra de Nazareth quedó separada del Sindicato y bajo la guarda del Arzobispado de Bogotá. Pero María no se amilanó y mantuvo su liderazgo entre sus compañeras, resistiéndose a las pretensiones de Sara y su grupo. Por ello, en 1953, María fue expulsada, junto con varias compañeras que se resistían a abandonar su labor con las trabajadoras domésticas. A partir de ese año la Obra de Nazareth dejó a un lado el Sindicato y sus actividades con las trabajadoras del hogar. Hoy se conoce como “Congregación de Dominicas de Nuestra Señora de Nazareth”, y se dedica a actividades sociales varias y a la educación femenina, principalmente. Tras ser expulsada, María Benavides marchó a Palmira (Valle) a trabajar con el obispo de dicha diócesis, Jesús A. Castro, quien, a la postre, terminó fundando con ella en 1957 una nueva comunidad religiosa, las dominicas de Betania. Por su parte, Arenas entró en una época de controversia con su comunidad religiosa por las actividades que desarrollaba, pues una parte de los dominicos se manifestaba en contra de que uno de los suyos anduviera en actividades sindicales, y más con un gremio con el cual no tenían ninguna afinidad.

Sin sus dos principales lideresas, sin el apoyo de la obra social que en principio había sido creada para ayudarle, y con un líder que no podía darle suficiente atención, el Sindicato entró en una época de conflictos internos entre las asociadas y quienes asumieron su dirección, Catalina Sierra (presidenta del Sindicato), Lolita Talero y Dioselina Cárdenas. Hacia 1955, en su hoja informativa, el Sindicato del Servicio Doméstico reconocía que, aunque éste era uno de los más grandes de los que existían en Bogotá, ya se encontraba en “una pobreza que raya en la miseria y en el desorden más espantoso debido a la desunión, incomprensión y personalismo, de tal suerte que, no puede nunca subsistir ninguna entidad que deshacen por las luchas apasionadas de las propias asociadas”. Las directivas se quejaban de que el servicio “moral y cultural” que prestaba no les parecía suficiente a las integrantes del gremio, quienes solicitaban, cada vez con mayor ahínco, soluciones materiales, económicas y recreativas. La advertencia que hacían los autores como conclusión de este artículo no podía ser más diciente: “Alerta: ¡Disciplina o iremos al desastre!”.40 El mismo órgano informativo entró en crisis; se vendía poco, y repetidamente comenzaron a aparecer avisos en los cuales se invitaba a las socias a tener interés en la venta de la hojita, “pues es lamentable ver la poca demanda que tiene el único vocero del servicio doméstico”.41 Sin duda, el Sindicato había despertado grandes expectativas entre las trabajadoras domésticas, expectativas que fue incapaz de cumplir, debido a sus propias limitaciones conceptuales, administrativas y organizativas.

La salida de María Benavides creó fuertes resentimientos por parte de algunas trabajadoras domésticas frente a la Obra de Nazareth: MPE: Por la sacada (sic) de la Madre [María] se desmoralizaron varias muchachas [quienes] las trataban más duro todavía, más duro las trataban.

Pronto, Lolita Talero, una de las líderes del Sindicato, quien había pertenecido a la Obra de Nazareth, decidió separar en 1956 a uno de los principales grupos que formaban el Sindicato (específicamente, el “Santo Domingo de Guzmán”, que abarcaba la zona de Chapinero). Fundó con él un hogar de acogida para trabajadoras domésticas, llamado primero “Santa Zita” y luego “San Martín”, construido mediante su iniciativa, sus bienes y su trabajo.42 La fundación de esta nueva obra desorientó más a las asociadas, quienes dejaron de llevar sus aportes para una futura pensión. El rumor era “que algún día el Sindicato se acababa y no había quién colaborara ni quién ayudara, pues que eso quedaría para la familia [de Lola]”.43 Por eso, muchas se retiraron del Sindicato. Asimismo, dicha obra enfrentó duramente a Talero con el padre Arenas, quien le reprochó el fomentar con ello la división del grupo.

BLP: ¿A quiénes?

MPE: A las nazarenas, cuando ellas [las muchachas] supieron que habían sacado a la Madre, se pusieron más drásticas contra ellas.39

Las críticas y protestas por parte del gremio acabaron de dar la razón a Sara Alvarado, quien de inmediato cesó definitivamente toda labor en el Sindicato, dejando plasmada en sus cartas de la época sentimientos negativos hacia él y su director, sentimientos de frustración y traición: [...] El servicio doméstico nos pisotea como barro y el agente principal de esta especie de persecución es el

mismo Padre Arenas fundador de la Obra [...] bien comprendo que se hunde todo lo que fue edificado sobre Are-

nas, pero queda firme lo que edificó Dios en nuestras almas y sembró en nuestros corazones. Todo el Sindicato nos abandonó, a pesar de 15 años de sacrificios a favor de ellas [...] (Dominicas 2000, 72-73).

40 BNC. Prensa 1ª. (Orientación Doméstica 888, 2). 41 BNC, Prensa 1ª. (Orientación Doméstica 885, 3). 42 AGDB, Registro en audio 25. 43 AGDB, Registro en audio 14.

39 AGDB, Registro en audio 25.

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Dossier

Así, pese a los esfuerzos por evitarlo, el proyecto concebido por fray Eliécer Arenas se derrumbó rápidamente. La división de los principales líderes y los distintos rumbos que tomó cada una de las facciones, la ausencia de nuevos liderazgos y el poco interés que la jerarquía eclesiástica siguió prestando a ese tipo de organizaciones –máxime ahora, cuando empezaba una época de distensión entre Iglesia y Estado– llevaron al Sindicato por la cuesta de la disolución, de modo que al finalizar la década de 1950 era poco lo que quedaba de esta particular organización social.44 A esto se sumó la repentina muerte de Arenas, ocurrida el 28 de diciembre de 1964, en un accidente automovilístico producido en el cañón del Chicamocha, a la altura del pueblo de Aratoca, cuando se dirigía a Bucaramanga, ciudad adonde había sido asignado.45 Para esta época el Sindicato ya era historia.

cato propiamente dicho. Asimismo, la oposición que tal hecho va a generar en fray Eliécer Arenas, secundado por María Benavides, quienes estaban interesados en mantener y fortalecer la segunda institución. Este conflicto generó la separación de la Obra de Nazareth del Sindicato del Servicio Doméstico y la marginación de los dos últimos, no sólo de la Obra, sino del Sindicato mismo. Es interesante también resaltar cómo una mujer decide enfrentarse a un clérigo y salir victoriosa en su propósito. Ello fue posible gracias al poder social con que contaba, por pertenecer a una de las familias más tradicionales de Bogotá, lo que le permitía mantener buenos contactos entre la jerarquía eclesiástica y obtener así apoyo masculino para su propósito. Por su parte, Arenas, aunque era miembro de una de las principales órdenes religiosas del país, nunca contó con el apoyo de su comunidad religiosa ni de la jerarquía eclesiástica, la cual veía su trabajo con tan poco interés que rayaba en la indiferencia, sin entender bien cómo uno de los suyos, un miembro de la legendaria y añeja Orden de Predicadores (Dominicos), seno de grandes teólogos e intelectuales, se dedicaba a una causa perdida, a una labor tan poco productiva en términos políticos, sociales y materiales. María Benavides, por su parte, aunque era una líder innata, por su condición de género y social (era de origen campesino) fue la principal perjudicada del conflicto, siendo marginada de la Obra de Nazareth y del Sindicato. Su destino estuvo determinado por decisiones que tomaron por ella otras figuras masculinas de poder (que actuaron como “protectoras”) –un obispo y el provincial de los dominicos–, decisiones en las que no estaba la idea de que María continuara liderando la organización del Sindicato.

Epílogo y conclusiones El Sindicato del Servicio Doméstico, aunque integrado a la Acción Católica, nunca fue considerado muy importante para su proyecto; de ahí, el poco apoyo recibido a lo largo de su historia por las distintas instancias eclesiásticas. De manera que existió mientras la persona que lo ideó, fundó y “protegió” estuvo interesada en él, y mientras contó con lideresas –no pertenecientes al gremio de las trabajadoras domésticas– que se encargaban de organizar la base, y que fueron sus verdaderos soportes. Ningún clérigo estaba dispuesto a asumir la obra, y en una sociedad clerical como la de la Bogotá de la época, cualquier obra de Acción Católica que no contara con un sacerdote (y menos aún si esta obra era de naturaleza femenina) que la apoyara estaba destinada a sucumbir. En buena parte, las mujeres en la Iglesia servían sólo para realizar los planes y proyectos de los hombres, lo cual hace resaltar la actitud tomada por Sara Alvarado, quien logró con éxito rechazar un proyecto del cual nunca estuvo plenamente convencida y que le había sido impuesto.

Políticamente, el Sindicato del Servicio Doméstico tuvo poca influencia. Sobre todo, por el tipo de personas que lo componían: mujeres de los sectores más humildes de la ciudad y del país, con muy poca formación académica. Las perspectivas del Sindicato nunca fueron más allá de agrupar para fraternizar, educar en la doctrina cristiana y generar algún tipo de bienestar que atenuara un poco las duras condiciones de trabajo de las servidoras domésticas, sin confrontar nunca a los patronos ni interponerse en sus intereses. Por otra parte, la característica de ser en general trabajadoras internas casi toda la semana, o el hecho de tener jornadas largas y extenuantes (en el caso de las externas), no les daban mucho tiempo para dedicarse a reflexiones políticas o político-religiosas. En la práctica, el único espacio del que disponían para ello eran los domingos en la tarde, que, como se vio, estaba completo con una agenda de naturaleza educativa, religiosa y recreativa muy bien coordinada por las directivas de la Obra de Nazareth. Los artículos publicados

El funcionamiento y la suerte del Sindicato también estuvieron determinados por los giros que tomó una obra social melliza y unida a éste por vínculos estrechos: la Obra de Nazareth, y en especial, por un conflicto de intereses surgido en torno a ambas organizaciones. Conflicto en el que estuvieron inmersos los principales líderes y que tenía que ver con la decisión tomada por uno de ellos (Sara Alvarado) de conformar una comunidad religiosa femenina desde la Obra de Nazareth, anteponiendo este interés al del Sindi-

44 El Hogar San Martín llegó a ser la entidad que guardó los restos del antiguo sindicato. Esta casa todavía funcionaba en 2005, bajo grandes penurias económicas. 45 AGDB, Registro en audio 23.

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en la hoja informativa tampoco iban en la línea ni de formar políticamente, ni de hacer del Sindicato una fuerza de apoyo político a la Iglesia, caso que sí ocurría con los sindicatos masculinos. Por último, tras la dictadura de Rojas Pinilla (1953-1957), y con el inicio del Frente Nacional (1958), las relaciones entre la Iglesia y el Estado mejoraron, al punto que la primera hizo las paces con el liberalismo colombiano y dejó de considerar importante la organización sindical, que se utilizaba para generar presión ante el Gobierno. El Concilio Vaticano II (1962-1965) y su idea de promover un diálogo con el mundo moderno hicieron el resto, de manera que este período no sólo representó el final del Sindicato del Servicio Doméstico, sino el rápido eclipse de todo el sindicalismo católico en Colombia, cuyo ascenso fue tan espectacular como fugaz.

6. Benavides, María Teresa. 1982. 25 años Congregación de Hermanas Dominicas de Betania. Bogotá: Hermanas Dominicas de Betania. 7. Bidegain, Ana María. 1985. Iglesia, pueblo y política. Una historia de conflictos de intereses. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana. 8. Cáceres Mateus, Sergio. 2011a. La Acción Católica y la resistencia al proyecto liberal de laicización. 1933-1942. Trabajo de grado en Historia, Universidad Industrial de Santander, Colombia. 9. Cáceres Mateus, Sergio. 2011b. El cine moral y la censura, un medio empleado por la Acción Católica Colombiana 1934-1942. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras 16, no. 1: 195-220.

En cuanto a la estructura y labor del Sindicato mismo, podemos decir que se inscribieron dentro de las lógicas de la doctrina social católica de entonces, que combinaba el paternalismo y el asistencialismo con algunas demandas reivindicativas. Como sucedía en la mayoría de las organizaciones de Acción Católica, en el Sindicato del Servicio Doméstico las trabajadoras domésticas tenían muy poco poder de decisión y, curiosamente, como puede verse, no fueron las protagonistas de la historia que acabamos de contar; o al menos, la documentación y fuentes que tuvimos a mano no las resaltan. Eran apenas actores de “reparto”, y dependían casi por completo de sus líderes, de sus conflictos y de sus decisiones. Su condición de marginación social y de total vulnerabilidad no les daba mucho margen para actuar como sujetos de una obra que, sin embargo, había sido creada para procurar su beneficio.

10. Calderón, Ivonne Vanessa. 2008. Sindicalismo y obras sociales de la Acción Católica en la ciudad de Pamplona, 1956-1961. Trabajo de grado en Historia, Universidad Industrial de Santander, Colombia. 11. Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth. 1995. Ensayo de Sylloge de las virtudes de Madre María Sara Alvarado Pontón. [Inédito]. 12. Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth. 2000. Cronología de la S.D. Sara Alvarado Pontón. Bogotá: Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth. 13. Figueroa, Helwar. 2009. Tradicionalismo, hispanismo y corporativismo. Una aproximación a las relaciones non sanctas entre religión y política en Colombia. 1930-1952. Bogotá: Universidad de San Buenaventura.

Referencias

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15. Naranjo Villegas, Jesús. 1993. Biografía del arzobispo Juan Manuel González Arbeláez. Medellín: Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia.

3. Arias, Ricardo. 2003. El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad 1850-2000. Bogotá: Universidad de los Andes – ICANH.

16. Rogier, Aubert y David Knowles. 1984. Nueva historia de la Iglesia. Tomo V. Madrid: Ediciones Cristiandad.

4. Ariza, fray Alberto. 1993. Los dominicos en Colombia. Vol. II. Bogotá: Provincia de San Luis Bertrán.

17. Sierra García, Carolina. 1997. Congregación Colombiana “Hermanas Dominicas de Betania”, de la Orden de Predicadores. Su peculiar carisma fundacional. Misión, Visión, Innovación. Trabajo de grado en Maestría en Ciencias Sociales y de la Religión, Instituto Pedro de Córdoba – Colegio Angelicum, Chile.

5. Auza, Néstor. 2006. Una experiencia de doctrina y acción social católica: El Secretariado Económico Social (19341945). Revista Valores en la Sociedad Industrial XXIV, 67: 53-71.

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El Sindicato del Servicio Doméstico y la Obra de Nazareth: entre asistencialismo, paternalismo y conflictos de interés, Bogotá, 1938-1960 William Elvis Plata Quezada

Dossier Fondo Secretaría

18. Zagheni, Guido. 1998. La Edad Contemporánea. Curso de Historia de la Iglesia. Vol. IV. Madrid: San Pablo.

30. Informe sobre el Pium Sodalitium de Nazareth. Chiquinquirá, 15 de agosto de 1950.

Archivos consultados

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Archivo General de la Congregación de Dominicas de Betania. Bogotá (AGDB)

32. Carta de Sara Alvarado Pontón a fray Alberto Ariza, O.P. Bogotá, 31 de julio de 1942.

Fondo Registros en audio 19. No. 1. Entrevista a María Teresa Benavides. Bogotá, Convento de Santo Domingo, diciembre de 1973 y enero de 1974.

33. Decreto de constitución de la Obra de Nazareth en Pium Sodalitium. Bogotá, 25 de junio de 1945.

20. No. 2. Conversatorio colectivo. Hermanas Dominicas de Betania. Bogotá, Convento Santo Domingo, diciembre de 1973 y enero de 1974.

34. La Obra de Nazareth, Auxiliar del servicio doméstico. Bogotá, 9 de noviembre de 1949, pp. 1-2. Perfil biográfico documentado de la S.D. Sara Alvarado Pontón. Bogotá. [s. f.].

21. No. 14. Entrevista a Esther Coca. Bogotá. [s. f.]

35. Diario personal de Sara Alvarado Pontón, doc. II 1110.

22. No. 19. Entrevista a las hermanas Aurora Fonseca y Cecilia Castro, religiosas dominicas de Nazareth. Villa de Leyva, 23 de diciembre de 1996.

Tomo 42. 36. Archivo de la Provincia San Luis Bertrán de Colombia, de la Orden de Predicadores. Bogotá (APCOP)

23. No. 23. Entrevista al padre Gustavo Huertas González. La Mana, Chía, 11 de octubre de 2001.

Fototeca.

24. No. 25. Entrevista colectiva a M. María Teresa Benavides Díaz, Hermana María Paulina Espitia y padre. Gustavo Huertas. Chiquinquirá, 25 de octubre de 2001.

Biblioteca Nacional de Colombia. Bogotá (BNC) Hemeroteca, Prensa 1ª. 37. Orientación Doméstica No. 749. Bogotá: 1952.

25. No. 28. Entrevista a hermana Martha María Mahecha. Chiquinquirá, 1º de noviembre de 2001.

38. Orientación Doméstica No. 751. Bogotá: 18 de enero de 1953. 39. Orientación Doméstica No. 763. Bogotá: abril de 1953.

26. No. 32. Entrevista a Victoria González. Bogotá, 4 de noviembre de 2001.

40. Orientación Doméstica No. 766. Bogotá: 3 de mayo de 1953.

27. No. 33. Entrevista a hermana Rosa Cecilia Cortés. Chiquinquirá, 9 de noviembre de 2001.

41. Orientación Doméstica No. 848. Bogotá: 23 de enero de 1954. 42. Orientación Doméstica No. 862. Bogotá: 8 de mayo de 1955.

28. No. 35. Entrevista a fray Carlos Alfredo Alarcón. Tunja, 10 de diciembre de 2001.

43. Orientación Doméstica No. 885. Bogotá: 16 de octubre de 1955.

29. No. 36. Entrevista a fray Tomás Monsalve Sánchez. Bogotá, 12 de diciembre de 2001.

44. Orientación Doméstica No. 888. Bogotá: noviembre de 1955.

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De “sirvientas” y eléctricos servidores.

Imágenes del servicio doméstico en las estrategias de promoción del consumo de artículos para el hogar (Argentina, 1940-1960)* por Inés Pérez** Fecha de recepción: 12 de junio de 2012 Fecha de aceptación: 10 de septiembre de 2012 Fecha de modificación: 9 de octubre de 2012

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.04

Resumen En Argentina, el proceso de tecnificación del espacio doméstico sufrió un notable impulso a partir de la década de 1940, asociado a las políticas de vivienda del período, así como a una expansión y diversificación del consumo. En ese contexto, los discursos que promovían el consumo de distintos artículos para el hogar se apoyaron de distintas maneras en la figura de la empleada doméstica y los “eléctricos servidores”. Estas figuras fueron usadas de manera recurrente en la promoción del consumo de estos nuevos bienes, en diferentes textos dirigidos al ama de casa, como un modo de manejar, pero también de explotar, las ansiedades despertadas por las transformaciones en la vida cotidiana de las décadas centrales del siglo XX: por una parte, por los cambios en el servicio doméstico (en especial, en relación con la sanción de derechos laborales para las trabajadoras de este sector); por otra, por los cambios en las relaciones de género, vinculadas a la presencia más asidua de las mujeres casadas de sectores medios en el mercado de trabajo, así como a la emergencia de unas masculinidades domésticas.

Palabras clave Artefactos domésticos, consumo, publicidad, servicio doméstico, representaciones.

Maids and Electric Servants. Images of Paid Domestic Work within the Strategies that Promoted the Consumption of Household Goods (Argentina, 1940-1960) Abstract The home mechanization process in Argentina received a major boost starting in the 1940s, which was related to the housing policies of this period and to the expansion and diversification of consumption. In that context, the discourses that promoted the consumption of domestic appliances relied on the figures of the “maid” and of “electric servants”. These images were used in the promotion of these new goods in various texts targeting housewives as way to deal with and also exploit the anxieties generated by the transformations of everyday life which characterized the central decades of the Twentieth Century: on one hand, by changes in domestic service (especially the approval of labor rights for domestic workers); on the other hand, by the changes in gender relations, related to the increasing presence of married middle class women in the labor market and to the emergence of domestic masculinities.

Key words Domestic appliances, consumption, advertisements, domestic work, representations.

*

Este artículo es resultado de la investigación llevada a cabo en el marco de una beca posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina. Agradezco los comentarios de los evaluadores anónimos de la Revista de Estudios Sociales, de los que este texto se benefició enormemente. ** Doctora en Ciencias Sociales y becaria posdoctoral del Conicet, Argentina. Docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. Correo electrónico: inesp18@yahoo.com

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De “sirvientas” y eléctricos servidores. Imágenes del servicio doméstico en las estrategias de promoción del consumo de artículos para el hogar (Argentina, 1940-1960) Inés Pérez

Dossier

De “criadas” e elétricos servidores. Imagens do serviço doméstico nas estratégias de promoção do consumo de artigos para o lar (Argentina, 1940-1960) Resumo Na Argentina, o processo de tecnificação do espaço doméstico sofreu um notável impulso a partir da década de 1940, associado às políticas de moradia desenvolvidas nesse período, assim como a uma expansão e diversificação do consumo. Nesse contexto, os discursos que promoviam o consumo de diferentes artigos para o lar se apoiaram de diferentes maneiras na figura da empregada doméstica e nos “elétricos servidores”. Essas figuras foram usadas de maneira recorrente na promoção do consumo desses novos bens, em diferentes textos dirigidos à dona de casa, como um modo de manejar, mas também de explorar, as ansiedades despertadas pelas transformações na vida cotidiana das décadas centrais do século XX: por um lado, pelas mudanças no serviço doméstico (em especial, com relação à sanção de direitos laborais para as trabalhadoras desse setor); por outro, pelas mudanças nas relações de gênero, vinculadas à presença mais assídua das mulheres casadas de setores médios no mercado de trabalho, assim como a emergência de umas masculinidades domésticas.

Palavras chave Artefatos domésticos, consumo, publicidade, serviço doméstico, representações.

siglo XX, en el marco de lo que se ha calificado como una “democratización del bienestar” (Rapoport 2003; Torre y Pastoriza 2002). En ese contexto, los discursos que promovían la adquisición de distintos artículos para el hogar se apoyaron de diferentes maneras en la figura de la empleada doméstica: los “eléctricos servidores” o las ayudas encarnadas en productos de limpieza, artefactos de gas o alimentos envasados, eran una figura recurrente en los avisos que publicitaban estos objetos.

Piense que Ud. puede tener doce sirvientes; eso no es hacer “castillos en el aire”. Los aparatos electro-domésticos se lo permiten; son silenciosos y fieles servidores que sólo cobran cuando trabajan y que trabajan rápido y bien. Por eso resultan económicos y están a su alcance (Casas y Jardines, abril de 1946).

L

Éste fue un elemento común a otros espacios, en los que la imagen de los “electric servants” fue acompañada de una drástica disminución del empleo doméstico (De Grazia 2005; Forty 1986; Loehlin 1999; Strasser 1982). Sin embargo, en Argentina la recurrencia de la imagen de los artefactos que reemplazan la mano de obra humana no fue acompañada de la desaparición de este tipo de trabajo, aunque sí de cambios intensos en el trabajo doméstico tanto remunerado como no remunerado. En 1947, más de la mitad del 59% de las mujeres empleadas en el sector terciario eran empleadas domésticas (Torrado 2003). Para 1964, se estima que el 16,8% de las mujeres ocupadas en la ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires se desempeñaban como empleadas domésticas, siendo la rama que más mujeres ocupaba y también la más feminizada.1 La creación del

as transformaciones en la estructura de la vivienda y en la provisión de servicios, así como la introducción de nuevos artefactos al hogar (cocinas, heladeras, lavarropas, etc.), marcaron profundas transformaciones en las formas, el tiempo y el esfuerzo implicados en el trabajo doméstico (Lawrence-Zúñiga 2004; Loehlin 1999; Pérez 2012; Schwartz 1983; Strasser 1982). También marcaron cambios en las representaciones vinculadas a su ejecución (y a sus ejecutoras): la estética del confort y la imagen del ama de casa moderna tuvieron un papel central en la promoción de los usos de las nuevas tecnologías y artefactos para el hogar. En ellos había implícita una promesa de liberación (encarnada en la imagen de los “eléctricos servidores”) que se extendería al ámbito prosaico, rutinario y femenino de las tareas de la casa.

1

En Argentina, la tecnificación del espacio doméstico sufrió un notable impulso, asociado a mayores facilidades para el acceso a la vivienda propia y a una expansión y diversificación del consumo, en las décadas centrales del

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Estos datos fueron tomados de Encuestas de empleo y desempleo, Buenos Aires, julio de 1963 y abril de 1964, Instituto Nacional de Estadística y Censos, Buenos Aires, 1964. Tomo estos datos porque no es posible desagregar los datos del servicio doméstico del Censo Nacional de Población de 1960, y éstos resultan los más cercanos temporalmente a los datos que busco contextualizar.


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Régimen de Trabajo y previsión del personal que presta servicios en casas de familia en 1956 permite atisbar, sin embargo, algunas de las transformaciones que experimentaría el sector en este período, que marcarían el surgimiento de nuevas ansiedades de parte de los empleadores (Cárdenas 1986; Vásquez 2010). En este sentido, resulta interesante plantear cómo la imagen del reemplazo de las trabajadoras por distintos artefactos y de la mecanización del trabajo doméstico cobró importancia en los textos destinados al ama de casa, tanto en aquellos que promovían el consumo de los nuevos bienes como en prescripciones respecto de cómo y quiénes debían realizar el trabajo doméstico. Si la figura de los “eléctricos servidores” fue creada para otros escenarios, ¿qué sentidos le fueron asignados en el contexto local?

tilo tanto en sus contenidos como en su formato. Para Ti, publicada desde 1922 por Editorial Atlántida, había adquirido para mediados de siglo un tono conservador respecto al de Claudia, cercano al de El Hogar, otra revista de interés general editada desde los primeros años del siglo XX por Haynes, que apelaba a un público de élite. A pesar de ser más costosa que Para Ti, Claudia se convirtió en la revista femenina más popular en los años 1960 y 1970 (Bontempo 2006; Cosse 2011).2 Tanto Para Ti como Claudia estuvieron entre las revistas femeninas más vendidas en este período. Para Ti, por ejemplo, en este período no bajó de tiradas de más de 100.000 ejemplares semanales. En mi corpus he incluido además Casas y Jardines, editada desde los años treinta por Contémpora, que era una de las revistas de decoración más importantes en el país. Tomé, además, manuales de economía doméstica y otros textos dirigidos al ama de casa, a partir de los que busqué reconstruir las prescripciones acerca del trabajo doméstico y el lugar de la figura de la empleada doméstica en la promoción de su mecanización.

En este artículo sostendré la hipótesis de que en Argentina, la figura de la empleada doméstica y la de los “eléctricos servidores” tuvieron un papel especialmente notable en la promoción del consumo de artefactos para el hogar, a partir del conjuro y la explotación de las ansiedades despertadas por las transformaciones en el servicio doméstico (sobre todo, en relación con la sanción de un régimen legal de protección de los derechos –limitados– de las trabajadoras), así como en las relaciones de género, vinculadas a la presencia más asidua de las mujeres casadas de sectores medios en el mercado de trabajo, y a la emergencia de unas masculinidades domésticas. Esta estrategia fue parte de un movimiento que en las décadas centrales del siglo otorgó relevancia pública al ama de casa como consumidora (Elena 2006; Milanesio 2006), al tiempo que situaba el trabajo doméstico en el marco de discursos que promovían la modernización social (Aguilar 2007; French 2006), explotando las jerarquías que caracterizaban a la sociedad argentina, articuladas paradigmáticamente en la imagen de la relación entre el ama de casa y la empleada doméstica (Pite 2011).

Este tipo de textos distorsionan aquello que pretenden “reflejar”, en la medida en que su objetivo principal es modificar la conducta del lector. Sin embargo, son fuentes interesantes para observar, si no directamente los valores y las actitudes del público lector, sí al menos lo que los publicistas y redactores consideraban eran esos valores en un determinado momento; en particular, hay que tener en cuenta que los publicistas tienen la necesidad de asociar sus mensajes de venta con los valores y actitudes que la audiencia ya tiene (Marchand 1985). En este artículo, dichos textos resultarán centrales para contribuir a la comprensión del proceso de domesticación3 de distintos objetos que conforman los modos de habitar modernos. Tanto las publicidades como los discursos mencionados antes expresan las ansiedades generadas por un proceso de cambio intenso en la vida cotidiana. El análisis de estos discursos busca contribuir a la historia de la cultura material, haciendo foco en los modos en los que nuevos objetos fueron investidos de sentidos que hicieron plausible (y deseable) su consumo, al tiempo que expresaron distintas tensiones surgidas de transformaciones en las relaciones de género y en la tecnificación de la vida cotidiana. Este artículo busca también contribuir a la reconstrucción de las representaciones del trabajo doméstico

Exploro esta hipótesis a partir de un corpus constituido por distintas publicaciones femeninas de amplia circulación, prestando especial atención a las publicidades de artículos para el hogar aparecidas en ellas. Tomo, asimismo, otros textos cuyo lector modelo era un ama de casa de clase media, textos que prescribían cómo y quiénes debían realizar el trabajo doméstico. Centro mi análisis en las revistas Para Ti, El Hogar y Claudia, que estaban entre las más populares del período, entre 1940 y 1960. Para los años cincuenta, distintos analistas señalaban que los diarios y las revistas eran la principal fuente de lectura de la clase media, que para los sesenta redundaría en un nuevo auge de las industrias culturales vinculada a la creación de nuevos hábitos de consumo (Cosse 2011). Claudia, editada por Abril, introdujo un nuevo es-

2

Para el período aquí considerado, tomé los números correspondientes a tres meses de cada una de estas revistas.

3 El concepto de domesticación es utilizado por Roger Silverstone (1996) para referir al proceso de incorporación de nuevas tecnologías en el ámbito doméstico.

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De “sirvientas” y eléctricos servidores. Imágenes del servicio doméstico en las estrategias de promoción del consumo de artículos para el hogar (Argentina, 1940-1960) Inés Pérez

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y de sus ejecutoras, particularmente de las empleadas domésticas, en un período en el que dicho trabajo fue objeto de intensos cambios. Para ello, exploro dos de las estrategias utilizadas para vincular el servicio doméstico a los nuevos artefactos: por un lado, la imagen de la mecanización del trabajo doméstico; por otro, la de la humanización de los nuevos artefactos.

dificultades de la vida ¡las sirvientas se van! Día llegará

en que Buenos Aires tenga menos sirvientas que Nueva

York. Pero para ese día los maridos porteños ya no encontrarán exótico al dueño de casa que seca los platos con la pipa entre los dientes y que la pantalla yanqui

nos muestra ahora, más que como una nota pintoresca, como una invitación muy personal y muy directa a que vayamos preparando el delantal […]4.

La mecanización del trabajo (y del servicio) doméstico

Como en el ejemplo anterior, tomado de un número de la revista El Hogar de 1941, en las revistas femeninas esta situación era usualmente planteada desde la perspectiva del/a empleador/a que no encontraba servicio adecuado o suficiente. “Las sirvientas se van”, rezaba el título de este artículo, en el que se adoptaba la perspectiva del empleador. El servicio doméstico era presentado como un lujo que sólo algunos podían darse, en un contexto en que la cantidad de “sirvientes” en relación con la de familias era muy baja. Por otra parte, se sostenía que, gracias a los modernos artefactos y comodidades de las casas modernas, los “sirvientes” de carne y hueso eran ahora obsoletos: también en el hogar (y más allí que en otros ámbitos) las máquinas reemplazaban al trabajo humano.

Tanto en los manuales de economía doméstica como en las revistas femeninas de principios de siglo se encontraban numerosos consejos para el trato y la vigilancia del servicio doméstico (Liernur 1997). Décadas más tarde, el ama de casa aparecía como destinataria de los consejos acerca de la realización de las tareas domésticas. El título de un manual de economía doméstica publicado por primera vez en 1959 –365 días sin servicio doméstico (Lobstein 1959)– resulta significativo. En efecto, desde comienzos de los años cuarenta es posible observar un diagnóstico recurrente. En distintas revistas femeninas se describía una creciente escasez de servicio doméstico paralela a un proceso de modernización que, llegado al ámbito del hogar, suponía la mecanización del trabajo del hogar y la consecuente desaparición del servicio doméstico.

No obstante la existencia de enceradora o pisos plastificados, siempre será necesario limpiar el parquet

de un departamento. Las comodidades mecánicas

podrán influir en el ánimo de algunas amas de casas

Todos hemos leído una y otra vez que en Estados Uni-

(sic) no muy adineradas para abastecerse del servi-

dos no hay, prácticamente, servicio doméstico. Que

cio de algún doméstico. Consideramos que siempre

solamente la gente de más encumbrada posición social

habrán de existir personas que ofrezcan sus servicios

puede darse el placer de tener criados y criadas. El cine

personales en la atención de las necesidades del hogar

y las historietas cómicas han popularizado el tipo de

y también personas que encuentren en ello una dife-

buen esposo que, una vez terminada la cena, se ciñe

renciación de clase. Ello ocurrirá siempre y mientras

un delantal y, con la pipa en la boca, ayuda a su señora

se mantenga la actual estructura social, en la que

a secar la vajilla […] Y estas escenas, tan frecuentes

conviven ricos y pobres (Rojas 1956, 174).

en la pantalla, nos impresionan a los porteños como

Sumamente extendida, la imagen de la desaparición del servicio doméstico en manos de los “eléctricos servidores” no era unánime. Así, voces del mundo académico que buscaban incidir sobre la interpretación del nuevo régimen jurídico para las trabajadoras domésticas sostenían que, en tanto existieran ricos y pobres, éste no desaparecería: el servicio doméstico era un elemento central en la búsqueda de distinción de quienes podían pagarlo. Esta asociación entre estatus y servicio doméstico fue explotada por las publicidades que promovían el consumo de los nuevos artefactos a partir de su identificación

algo típicamente norteamericano y absolutamente exótico. […]. Las sirvientas se van. Anotando y comen-

tando las cifras acerca de este problema, se llega a la

conclusión de que en ningún otro ramo como en el del servicio doméstico la máquina está desplazando el trabajo humano. Hemos dicho que nuestras abuelas se

asombrarían de ver cómo se puede vivir con tan poca

servidumbre. Pero también es cierto que nosotros nos asombramos a menudo al pensar cómo se podía vivir

en aquellos tiempos sin calefacción, sin heladera eléctrica, sin aire acondicionado y sin baños ni calefón […] ¡Cosas de los tiempos!, se dirá. Cosas de los tiempos que

demuestran la relatividad de todo y cualquier punto de vista humano. Lo que no es relativo, sino muy tangible

4 “Las sirvientas se van: ¿qué pasa en Buenos Aires con el servicio doméstico”. El Hogar, 4 de abril.

y muy real es que ante el avance del “progreso” y de las

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con los servidores, extendiendo la promesa del bienestar y la jerarquía a un público notablemente más amplio que aquel que podía contratar una empleada.

Los adjetivos utilizados para describir los artefactos informan no sólo sobre la continuidad que se establecía entre estos objetos y la figura de los “servidores”, sino también sobre el tipo de cualidades valoradas en relación con el trabajo doméstico. El “confort” y el “bienestar” –que, de acuerdo con la publicidad, la adquisición de estos productos garantiza– son notas características que adquiriría en este período el modelo de domesticidad de clase media. Por otra parte, la “eficiencia” es uno de los criterios que ganarían centralidad en este tiempo en relación con el trabajo doméstico: en este período, en Argentina ganó relevancia el diseño “eficiente” de la cocina, en el que se recuperaban los criterios tayloristas de racionalización del trabajo fabril, para llevarlos al trabajo doméstico (Crispiani 1996; Nolan 1990; Pérez 2012).

La figura de la empleada doméstica en la publicidad no era una novedad; se trataba de uno de los elementos más recurrentes y estereotipados de las publicidades de las primeras décadas del siglo XX, al que se apelaba como signo de clase dentro del mundo doméstico para otorgar estatus al producto promocionado. Sin embargo, a comienzos de los cuarenta comenzaría a vislumbrarse una nueva conexión entre la tecnificación del hogar y el servicio doméstico, un elemento especialmente fuerte en América Latina, en relación con la posibilidad de confirmar (para sí mismo y para los demás) una identidad de clase media (O’Dougherty 2002; Owensby 1999). Por una parte, esa novedad implicaba la presentación de los cambios introducidos en la vida cotidiana en una línea de continuidad con lo que los precedía: la apelación a la figura de los “servidores” recuperaba un elemento arcaico, para situarlo en la promesa de un mundo tecnificado y libre de esfuerzo. Era un modo de “domesticar” ese futuro al ubicar en él elementos reconocibles que destacaban una línea de continuidad con el presente. Era, también, un modo de borrar el trabajo que implicaba su uso (Forty 1986), vendiendo el beneficio asociado al producto, más que el producto en sí mismo (Marchand 1985).

Ahora bien, estos elementos son comunes a los observados en otros contextos. La importancia que adquirieran las pujas por el incremento en el estándar de vida, medido ahora ya no sólo en relación con la cobertura de las “necesidades básicas”, sino también con el confort identificado con el hogar moderno, es un elemento común a un proceso de extensión del ideal del american way of life a distintas regiones del globo (De Grazia 2005). Su llegada a los medios argentinos se explica por la presencia en el país tanto de empresas norteamericanas productoras de artefactos domésticos como de agencias publicitarias (Aprile et al. 2009). Por otra parte, se enlaza con una creciente visibilización de las amas de casa en el discurso público que tuvo lugar en Argentina a mediados del siglo XX. En particular, con la centralidad que adquirió su figura en el discurso peronista, que las interpelaba como guardianas del presupuesto familiar –y, por extensión, de la economía nacional–, en contextos de crisis económicas (Elena 2006; Milanesio 2006). La “fidelidad” y “seguridad”, por otra parte, adquirían una connotación particular en el contexto local, en el marco de transformaciones en los derechos laborales, así como de cambios profundos en el trabajo doméstico remunerado. Si los trabajadores domésticos de principios de siglo se desempeñaban toda su vida al servicio de una sola familia, para mediados de siglo la expansión del sistema “con retiro” y una mayor movilidad de las trabajadoras domésticas entre distintos puestos de trabajo (Cárdenas 1986) hicieron de la fidelidad un valor especialmente destacable: a diferencia de las empleadas (que podían faltar o tomar otro empleo más conveniente), los “eléctricos servidores” estarían siempre presentes, siempre disponibles.

Imagen 1. Para Ti, 28 de abril de 1953.

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“Fidelidad” y “seguridad” se situaban, además, respecto de otras modificaciones en el mercado de trabajo (tanto doméstico como no doméstico) de este período. El fragmento que hace las veces de epígrafe de este artículo destacaba que los aparatos electrodomésticos “sólo cobran cuando trabajan”. Esta característica adquiere un sentido renovado cuando se la sitúa respecto de los derechos laborales conquistados en este período, leídos por buena parte de la clase media como el inicio del fin de la ética del esfuerzo (Torre y Pastoriza 2002).

Es ya de consenso público que este Organismo llamado Consejo de Trabajo Doméstico, actúa como si cada patrón

o presunto patrón fuese un expoliador y cada auxiliar de servicio doméstico, una dulce y cauta paloma, propensa

a la expoliación de aquel. V.S. que a más de magistrado es hombre que vive la realidad del medio social, convendrá conmigo que es todo lo contrario: la víctima es el dador de empleo. De acuerdo al preconcepto expresado,

el referido Consejo hace todo lo posible para que el pre-

sunto patrón, pague con razón o sin ella. La cuestión es que la “víctima” sea vindicada por el Estado. Esta sentencia es un caso típico de injusticia.8

En particular, a pesar de lo restrictiva que resultó en comparación con los derechos de otros trabajadores (con menores licencias, indemnizaciones, vacaciones, y otros derechos sociales),5 la sanción de un régimen jurídico para el servicio doméstico marca un cambio en la sensibilidad en torno al servicio doméstico. Si bien existieron numerosos proyectos legislativos para regular este trabajo desde principios del siglo XX, éste fue el primero sancionado. Sin embargo, puede rastrearse un cambio en la tónica dominante en los proyectos legislativos de los años previos a su sanción. Hasta los años treinta, el eje de los proyectos había sido el trabajo infantil, los maltratos, la salud pública y las preocupaciones eugenésicas.6 Los proyectos presentados a partir de los años cuarenta situarían la preocupación por el servicio doméstico, en cambio, en sintonía con las preocupaciones presentadas para otros trabajos desarrollados en el marco del mercado de trabajo, cuyos derechos habían sido sancionados previamente, destacando su carácter “profesional”.7

Los eléctricos servidores conjuraban el peligro implícito en trabajadoras que podían abusar de la “industria del juicio” (Vasilachis 1997). Este período estuvo marcado tanto por el crecimiento de los sectores medios como por la conquista de distintos derechos sociales por parte de los trabajadores, y una “retórica plebeya” de la que estuvieron imbuidos estos cambios. Dichos elementos dieron lugar a una crisis de las clasificaciones que habían “ordenado” la sociedad argentina en las primeras décadas del siglo XX (Adamovsky 2009). En este sentido, la figura de las empleadas domésticas asociada a los nuevos bienes funcionaba como una suerte de promesa del lugar social ocupado, constituyéndose en bienes de estatus clave en las nuevas formas de distinción de quienes buscaban materializar su nuevo bienestar en objetos visibles (y mostrables), tanto como de los que buscaban marcar distancias también evidentes respecto de aquellos que se acercaban peligrosamente. El diagnóstico del desplazamiento de las empleadas domésticas por los domésticos servidores aparece también en el marco de ansiedades generadas por cambios en la organización de lo doméstico. Por una parte, la desaparición del servicio doméstico se asociaba a un nuevo papel que las amas de casa debían ganar en el hogar. Las décadas centrales del siglo XX fueron el contexto de la reedición de las imágenes de ama de casa y de domesticidad prescriptas, apoyadas en una nueva centralidad del consumo asociado al confort, una antes desconocida relevancia de indicaciones tendientes a la racionalización y al aumento de la eficiencia del trabajo doméstico, y una imagen del hogar como espacio de una vida hogareña armónica, plena y satisfactoria para cada uno de los miembros de la familia. La mujer ideal en la que se apoyaban estos elementos era un ama de casa que, no importa el sector social del que proviniera, realizaba

Este cambio, potenciado por la efectiva sanción del Estatuto del Servicio Doméstico y la creación del Tribunal de Trabajo Doméstico en 1956, marcó una transformación en la imagen de las trabajadoras, vistas a partir de entonces como “amenaza”. A pesar de lo limitados que fueron los derechos reconocidos a estas trabajadoras, el propio hecho de que el Estado interviniera en su sanción y les diera algún tipo de garantía para su cumplimiento implicaba nuevas ansiedades para los empleadores. En 1959, por ejemplo, un empleador sostuvo ante el citado Tribunal:

5 Decreto Ley 326/56. 6 Ver Diario de Sesiones, Cámara de Diputados de la Nación, 26 de junio de 1916, pp. 550-556; 29 de septiembre de 1920, p. 783; 9 de agosto de 1929, pp. 534-537; 28 y 29 de septiembre de 1933, p. 739; 18 de julio de 1934, pp. 357-359. 7 Ver Diario de Sesiones, Cámara de Diputados de la Nación, 1º de octubre de 1956, pp. 57-58; 12 de mayo de 1948, pp. 243-244; 7 y 8 de septiembre de 1955, pp. 1172-1243.

8 Acta 332/59, Archivo General de la Nación, fondo documental “Tribunal Doméstico”.

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las tareas domésticas por sí misma (Pérez 2012). Es sintomático que esta imagen se instalara en los discursos en el momento en que la participación de las mujeres en el mercado de trabajo alcanzó su punto más bajo, pero también el momento en que esa curva empezaría a cambiar de signo: a partir de 1947, su crecimiento sería sostenido y cada vez más acelerado (Wainerman 2007).

mismo en todos los casos. En el apartado anterior examiné una de las imágenes utilizadas en dicha promoción: la de una progresiva mecanización del trabajo y la consecuente desaparición del servicio doméstico. Me detendré ahora en otra de las relaciones establecidas entre estos elementos: la personificación de los artefactos domésticos y su identificación con la figura de la “sirvienta”.

Por otra parte, la mecanización de las tareas del hogar se asociaba a la emergencia de unas masculinidades domésticas y a la americanización de la vida familiar. Como veíamos en el artículo publicado en El Hogar en 1941, la imagen que motivaba la reflexión sobre la mecanización del hogar y la eventual desaparición del servicio doméstico era la de los esposos con delantal que podían verse en las películas norteamericanas. En Argentina, la “democratización” del tiempo libre y la casa propia de los años cuarenta y cincuenta dio una nueva amplitud a la asociación entre masculinidad y domesticidad, que se apoyó en la inclusión de nuevas tecnologías y de nuevas actividades en el hogar. El hogar ya no sólo aparecía como sitio donde poner en práctica un saber técnico ligado al trabajo manual; era presentado también como objeto de ese saber hacer puesto en práctica en el tiempo libre recientemente conquistado (en 1929, la jornada laboral había sido reducida a 8 horas diarias, y en 1932 se aprobó el régimen de sábado inglés) (Recalde 2003). A pesar de que la condición doméstica de la masculinidad no supuso una sustitución de las mujeres por parte de los varones en las tareas “propias” del ama de casa (Pérez 2012), ese nuevo lugar de los varones dentro del hogar generó no pocas ansiedades en torno de los lugares asignados a cada género, en especial en lo que hace al trabajo doméstico, que se acoplaron a aquellas producidas por la tecnificación del hogar y la potencial desaparición del servicio doméstico. Como expresaba el título de un artículo publicado en Claudia en abril de 1961, si el marido iba a lavar los platos, sería a máquina.9

Los siguientes avisos forman parte de una campaña publicitaria de Aurora que apareció en Para Ti entre 1953 y 1954. La campaña estuvo conformada por distintas variaciones de un mismo tema: las virtudes de Aurora –cocina y cocinera–. La cocinera ocupa en todos los casos más espacio en el cuadro y está ubicada en un primer plano, mientras que el artefacto en algunas publicidades llega incluso a ocupar un espacio reducido en la esquina inferior de la imagen. A pesar de ser graficadas como entes independientes, cocina y cocinera remiten, sin embargo, a un mismo significado: Aurora es, en definitiva, la cocina. La última de las publicidades –que es la última aparecida en Para Ti de esta serie– funciona como coda: en ella, múltiples cocineras minúsculas pueblan el artefacto y condensan así su dimensión humana. Como para no estar contentos con las maravillas que hace Aurora! Grandes, chicos y todos los que pueden gustar los ricos platos y golosinas que se preparan en

un instante con la moderna cocina Aurora, están de acuerdo en consagrarla la más extraordinaria de las cocinas, por su eficiencia, prontitud y economía […].11

La humanización de los eléctricos servidores Las imágenes invocadas para promover el consumo de los nuevos artefactos no fueron unívocas. Si la apelación a la figura del servicio doméstico y de la “sirvienta” fue recurrente en publicidades de artículos para el hogar a lo largo de todo el período trabajado,10 su uso no fue el Imagen 2. Para Ti, 6 de abril de 1954. 9 “El marido lava los platos a máquina”. Claudia, abril de 1961. 10 Éste es un punto común con lo ocurrido en otros espacios latinoamericanos (Ribeiro dos Santos 2009).

11 Para Ti, 2 de marzo de 1954.

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una empleada doméstica como a quienes comprarían los nuevos artículos para el hogar (con mayor o menor dificultad) para utilizarlos en sus labores diarias, en lo que Marchand identificó como la parábola de la democracia de los bienes (Marchand 1985). Esta imagen se articuló en el espacio local con otras en las que las empleadas domésticas ocupaban también un lugar relevante en la confirmación de la identidad de clase media. En este sentido, Rebekah Pite (2011) ha mostrado cómo buena parte del atractivo del segmento televisivo de Doña Petrona, la ecónoma del hogar más famosa del país, radicaba en su compleja relación con Juanita, su ayudante, percibida como una relación de intensa desigualdad que emulaba la de una patrona de clase media con “su” empleada doméstica. Los publicistas también explotaron esta imagen en la promoción del consumo de artículos para el hogar: la humanización de los artefactos prometía servidores (aun eléctricos) sobre quienes la reina del hogar ejercería su dominio. La humanización de los artefactos es el reverso de la imagen de los domésticos servidores analizada en el apartado anterior; es, si se quiere, su complemento: por un lado, la promesa de estatus y distinción; por otro, la de una democratización del bienestar. Esta estrategia también expresa ansiedades vinculadas a transformaciones en el mundo doméstico y, en particular, a las identidades de género. Sin embargo, son otros los cambios que estaban en el origen de dichas ansiedades, en particular, la progresiva ausencia de sus hogares de las amas de casa.

Imagen 3. Para Ti, 2 de marzo de 1954.

La personificación de la cocina y su identificación con una empleada doméstica puede rastrearse en las fórmulas que se usan para describir la cocina promocionada (“rápidas”, “eficientes”, “económicas”, que “prestan incomparables servicios”). Dicha identificación se busca tanto a partir de elementos textuales (como en “las maravillas que hace Aurora”) como de recursos visuales. Así, cocina y cocinera son las figuras graficadas con mayores contrastes entre el blanco y el negro. Se las representa, sin embargo, a partir de una imagen de complementariedad: en la cocina dominan los blancos; en la cocinera, los negros. Lo mismo sucede con las líneas utilizadas para graficarlas: en la cocina predominan las rectas; en la cocinera, las curvas. La síntesis de ambas figuras es el logotipo de Aurora.

Hacia el final del período aquí recorrido, el diagnóstico de la escasez del servicio doméstico seguía siendo recurrente. En enero de 1961, por ejemplo, Claudia publicó un artículo titulado “Un problema de nuestro tiempo: el trabajo doméstico”. Allí se buscaba una explicación de la “escasez” del servicio doméstico, a partir de la pregunta a las propias mujeres que se desempeñaban en esa actividad.12 El gran drama se publica todos los días. Aparece en

El recurso a la humanización de los artefactos invitaba al lector desde la empatía. A partir de él se buscaba interpelar al ama de casa de clase media para que se identificara con este modelo de domesticidad centrado en el consumo de estos nuevos artefactos: podrían así prescindir de las “sirvientas” y, sin embargo, tener tiempo para descansar o atender a los suyos. Este discurso también acentuaba una imagen inclusiva, por cuanto interpelaba tanto a aquellas mujeres que podían tener

columnas monótonas de letra pequeña. Personal

doméstico: doscientos pedidos, veinte ofrecidos. […] Y más del treinta por ciento de las porteñas trabajan. No importa si quedan solos los niños o padres ancianos. Hay que salir a la calle, a cumplir con un deber

12 Este artículo forma parte de una serie que se completaría en los dos números siguientes de la revista.

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El recurso a la personificación de los artefactos no fue únicamente utilizado a partir de su identificación con el servicio doméstico, sino también con el ama de casa. Un ejemplo quizás extremo es el de la publicidad de planchas Atma reproducida aquí y que fue parte de una campaña desarrollada en distintas revistas femeninas a lo largo de 1962 (Claudia, Para Ti, etc.), en la que el artefacto y el ama de casa se fundían en un solo ente: la perfecta “atma de casa”.

que podría ser orgullo y se vuelve angustia o repro-

che. No es la mera comodidad lo que se halla en juego […]: son la paz familiar y la armonía matrimonial las que están mezcladas. A esas mujeres tensas e insatisfechas, a esos hogares en peligro, hemos querido dar

ayuda. Entonces hemos interrogado a la otra parte,

a las muchachas […] Las hemos visto lanzadas casi con desesperación a la búsqueda de un empleo en una fábrica. ¿Por qué ese desencuentro de dos necesidades que podrían complementarse? 13

Por un lado, el texto informa sobre una serie de transformaciones en el trabajo doméstico remunerado del período, como la reducción en la cantidad de empleados por vivienda, la progresiva coexistencia de los sistemas sin y con retiro. Estos cambios fueron paralelos al desarrollo de otros puestos de trabajo que “competían” con el trabajo doméstico remunerado como opciones para las mujeres de escasos recursos económicos (fundamentalmente, el trabajo fabril), así como al crecimiento de la cantidad de hogares de clase media que contrataban una empleada doméstica. En las décadas previas, por otra parte, había cambiado también el origen de quienes se empleaban en este sector: de inmigrantes ultramarinos a migrantes del interior del país, acompañado además de una progresiva distancia entre la cultura material y los saberes de empleadas y empleadoras. Finalmente, para mediados de siglo se observa una progresiva feminización de este sector (Cárdenas 1986; Jelin 1976). Sin embargo, el modo en que estos cambios son retomados en el artículo citado revela las ansiedades que les dieron origen. Imagen 4. Claudia, junio de 1962.

En el artículo de Claudia de 1961, el conflicto que daba lugar a esta reflexión era el de los peligros para la armonía familiar generados por la ausencia del hogar del ama de casa. Desde fines de los cuarenta, aunque con mayor fuerza a partir de los sesenta y setenta, se registra una tendencia –entonces todavía incipiente– de acuerdo con la cual las mujeres de clase media casadas volvían a insertarse en el mercado de trabajo después de los 35 años, y a permanecer activas hasta los 55 (Torrado 2003). El tema del servicio doméstico cobraba otra vez relevancia a partir de preocupaciones asociadas a las transformaciones en el trabajo doméstico (tanto remunerado como no remunerado) y, en términos más generales, en el trabajo femenino, que generaban tensiones en relación con el ideal familiar y los lugares asignados en él a los géneros.

Ya fuera que se identificara al artefacto con el ama de casa o con la empleada doméstica, su personificación redundaba en situar una mujer en el espacio doméstico en un momento en que se observaba su progresiva ausencia de él. A pesar de que no podría decirse que la estrategia de la humanización de los artefactos reemplazó la imagen de la mecanización del trabajo doméstico observada en el apartado anterior, su uso se intensificó en este período, de la mano de niveles crecientes —aunque todavía limitados— de participación de las mujeres casadas en el mercado de trabajo. Esta imagen se sostenía en el supuesto implícito de que el trabajo doméstico era una responsabilidad femenina: si la empleada doméstica “reemplazaba” al ama de casa, el artefacto doméstico cumplía la misma función. Resulta significativo que también aquí dichas ansiedades fueran vinculadas a las tensiones surgidas de un progresivo acercamiento al american way of life y del abandono de

13 “Un problema de nuestro tiempo: el trabajo doméstico”. Claudia, enero de 1961.

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los valores presentados como tradicionales. Los cambios en la vida cotidiana identificados con Estados Unidos, en especial la “liberación femenina” encarnada en distintos productos industriales para el hogar, eran vistos con ambivalencia: las mujeres liberadas de la atención al marido y a los hijos enfrentaban el serio riesgo de “extraviar la huella”.

imagen de la mecanización del servicio doméstico o de la personificación de los artefactos) buscó otorgar estatus a los nuevos productos. En un contexto en que las clasificaciones que habían ordenado los lugares sociales hasta ese momento estaban en juego, y donde el estatus debía confirmarse por distintos medios, la promoción de los nuevos bienes se apoyó en una figura conocida como promesa y garantía de prestigio. Por otro lado, y a pesar de lo limitados que fueron los derechos reconocidos a las trabajadoras –la sanción de un régimen legal para el servicio doméstico y la creación de un tribunal (aunque de orden administrativo, excluido de la justicia laboral competente para los conflictos de otros tipos de trabajo)–, el hecho de que el Estado apareciera como garante de esos derechos generó una serie de ansiedades que permitieron la emergencia de un ideal de mecanización en el que serían superados el trabajo humano y los conflictos que potencialmente conllevaba. Los “eléctricos servidores” permitían abstraerse de ese tipo de conflictos laborales, conservando los lugares tradicionalmente reservados a servidos y sirvientes, aunque ello implicara la mecanización de estos últimos.

Han conocido –los americanos– una organización

industrial montada en base a (sic) la producción femenina y paralelamente un sistema de servicios, como el

de la alimentación, con sus fabulosas cadenas de sumi-

nistros envasados, refrigerados, precocidos […] y, en fin, con todos los adelantos de la ciencia alimentaria

aplicados a librar a la mujer de su atención al marido y a los hijos. […] [Sin embargo,] los fracasos en la juventud invalidan las conquistas de la vida moderna.14

Si las lecturas fueron heterogéneas, las ansiedades surgidas de estas transformaciones en las relaciones de género encontraban algún tipo de solución a partir de la incorporación de los modernos artefactos al hogar. Por una parte, la apelación a una noción de progreso concebido como lineal e inevitable anunciaba un futuro predecible y deseable. La idea del progreso y la búsqueda de soluciones certeras frente a los cambios en el trabajo doméstico eran tópicos centrales de distintos textos de la época: en agosto de 1961, por ejemplo, Claudia publicó un “test para elegir mucama”. Por otra, la promoción del consumo de estos artefactos se apoyó en buena medida en la reedición del modelo de la mujer doméstica, reforzando la división sexual del trabajo. Finalmente, la figura de “las sirvientas” aseguraba el lugar social de enunciador y lector(a) en el marco de dicha transformación.

La recurrencia de este tópico informa también sobre la explotación de otras ansiedades vinculadas a transformaciones en las relaciones de género. La extensión de unas masculinidades domésticas, así como el crecimiento de la participación en el mercado de trabajo de mujeres casadas de clase media, tensionaron los lugares tradicionalmente asignados a mujeres y varones. Las certezas buscadas en la imagen de una cotidianidad tecnificada, fruto de un progreso concebido como inevitable, fueron una de las vías para aplacar las incertidumbres generadas por dichas transformaciones. El trabajo doméstico (remunerado y no remunerado) cambió sustancialmente en este período. Los textos aquí trabajados informaron sobre esos cambios de un modo oblicuo. Más que “reflejarlos”, mostraron algunas de las preocupaciones a las que dieron lugar. Mostraron, además, que a pesar de la retórica igualitaria que primó en la extensión del modelo de domesticidad de clase media, ésta estuvo atravesada por fuertes desigualdades. La persistencia de la figura de la empleada doméstica advierte que el éxito en la identificación con dicho modelo dependía de la posibilidad de distinguirse de otros que estuvieran en una posición subordinada. Al mismo tiempo, estas imágenes expresaban algunas de las claves en torno de las representaciones de ese trabajo que aún son significativas en la sociedad argentina. En este sentido, el trabajo doméstico aparecía como una responsabilidad femenina: si las empleadas domésticas reemplazaban al ama de casa, los artefactos domésticos (que reemplazaban a las empleadas) cumplían

Consideraciones finales Las décadas centrales del siglo XX fueron escenario de fuertes transformaciones en la vida cotidiana vinculadas a la tecnificación del espacio doméstico, así como a la extensión y diversificación del consumo. En este contexto, el tópico de la escasez del servicio doméstico fue retomado reiteradamente. En este artículo sostuve la hipótesis de que este tópico permitió conjurar distintas ansiedades asociadas a las transformaciones en la vida cotidiana, en las relaciones de género y en el trabajo doméstico de este período. Por una parte, el recurso de identificación de los modernos artefactos con las empleadas domésticas (a partir de la

14 “La mujer norteamericana retoma la huella”. Para Ti, 19 de enero de 1960.

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la misma función, agregando un eslabón a la cadena de sustituciones. La nueva relevancia pública otorgada a las amas de casa como consumidoras y la vinculación del trabajo doméstico con la retórica de la modernización fueron elementos que potenciaron el recurso a la imagen de los eléctricos servidores. Al tiempo que situaban estas transformaciones en una clave de progreso vinculada a la automatización del trabajo, explotaban la imaginería de la desigualdad y la jerarquía, epitomizadas en la relación entre el ama de casa y la empleada doméstica.

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El acceso desigual a los derechos laborales en el servicio doméstico argentino: una aproximación desde la óptica de las empleadoras* por Francisca Pereyra** Fecha de recepción: 12 de junio de 2012 Fecha de aceptación: 13 de septiembre de 2012 Fecha de modificación: 13 de noviembre de 2012

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.05

Resumen El empleo doméstico en Argentina –así como en América Latina en general– es una de las principales fuentes de trabajo para las mujeres de sectores populares y constituye, además, una de las ocupaciones con mayores niveles de desprotección laboral. Por un lado, este trabajo está regulado por un régimen laboral especial que implica derechos sustancialmente más acotados que los del resto de los trabajadores asalariados amparados por la Ley de Contrato de Trabajo. Y, por otro, aun en el marco de las restringidas obligaciones patronales que plantea la normativa, resulta preocupante su escaso nivel de cumplimiento. En este contexto, cualquier política destinada a mejorar la situación de estas trabajadoras requiere actuar sobre el sector empleador. Por esta razón, es necesario ahondar en el conocimiento de las percepciones y conductas de quienes contratan estos servicios. El presente trabajo, de carácter exploratorio, presenta la visión de las empleadoras mujeres, principales referentes de la gestión cotidiana de este tipo de trabajo. El objetivo es conocer el discurso y las prácticas de las empleadoras en relación con el trabajo doméstico en cuanto ocupación, a sus trabajadoras en cuanto empleadas, así como en relación con los derechos y condiciones laborales del sector.

Palabras clave Empleo doméstico, derechos laborales, condiciones laborales.

Unequal Access to Labor Rights in Argentina’s Domestic Service: An Approach from the Point of View of Employers Abstract Domestic work in Argentina–as in Latin America in general–is one of the main sources of employment for low-income women, as well as one of the most unprotected types of occupation. On one hand, the regulation of this type of work is based on a special regime that implies substantially restricted rights when compared to those of the general legislation for salaried workers. On the other hand, despite the restricted rights of this occupation, employers’ low levels of compliance are alarming. In this context, any attempt to improve these workers’ situation requires measures aimed to change employers’ behavior. Therefore, it is necessary to expand existing knowledge regarding the perceptions and conduct of those who hire these services. This exploratory piece of work is centered on the point of view of female employers –usually the ones responsible for the daily management of this type of work. The purpose is to look in depth at the discourse and practices related to this kind of work as an occupation, its workers as employees as well as this sector’s rights and labor conditions.

Key words Domestic service, labor rights, working conditions.

*

El presente artículo se enmarca dentro del proyecto de investigación “Las condiciones laborales de las y los trabajadores del cuidado. Procesos sociales y políticas públicas detrás de su configuración” (con sede en la Universidad Nacional de General Sarmiento y financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica Argentina- PICT 2011-0622). La autora agradece los comentarios y sugerencias realizados por la doctora Valeria Esquivel. ** Doctora en Sociología de University of Essex, Reino Unido. Investigadora-Docente del Área de Economía del Instituto de Ciencias de la Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina. Correo electrónico: fpereyra@ungs.edu.ar.

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El acceso desigual a los derechos laborales en el servicio doméstico argentino: una aproximación desde la óptica de las empleadoras Francisca Pereyra

Dossier

O acesso desigual aos direitos laborais no serviço doméstico argentino: uma aproximação sob a ótica das empregadoras Resumo O emprego doméstico na Argentina – assim como na América Latina em geral – é uma das principais fontes de trabalho para as mulheres de áreas populares e constitui, além disso, uma das ocupações com maiores níveis de desproteção laboral. Por um lado, este trabalho está regulado por um regime laboral especial que implica direitos substancialmente mais limitados que os do restante dos trabalhadores assalariados amparados pela Lei de Contrato de Trabalho. E, por outro, ainda no âmbito das restringidas obrigações patronais que a normativa propõe, resulta preocupante seu escasso nível de cumprimento. Nesse contexto, qualquer política destinada a melhorar a situação dessas trabalhadoras requer atuar sobre o setor empregador. Por essa razão, é necessário aprofundar no conhecimento das percepções e condutas dos que contratam esses serviços. O presente artigo, de caráter exploratório, apresenta a visão das empregadoras mulheres, principais referentes da gestão cotidiana deste tipo de trabalho. O objetivo é conhecer o discurso e as práticas das empregadoras com relação ao trabalho doméstico enquanto ocupação, a suas trabalhadoras enquanto empregadas, assim como com relação aos direitos e condições laborais do setor.

Palavras chave Emprego doméstico, direitos laborais, condições laborais.

E

compara con aquellos de los que goza el conjunto de los asalariados amparados bajo la legislación general (Ley No. 20744 de Contrato de Trabajo). Ahora bien, el cumplimiento de estos exiguos derechos también plantea una situación deficitaria. A modo ilustrativo, a fines del año 2011, sólo el 18% del total de las trabajadoras domésticas argentinas estaban registradas, es decir, se les realizaban los aportes patronales que permiten acceder a una jubilación y a cobertura de salud por obra social. Y sólo cerca de un 20% contaba con los beneficios que contempla el régimen ocupacional de estas trabajadoras, tales como vacaciones, aguinaldo y días por enfermedad. La situación es en particular preocupante si consideramos el significativo contingente de mujeres insertas en esta ocupación: nada menos que el 15% de las mujeres ocupadas del país se desempeñan como trabajadoras domésticas.2

n Argentina, como en la mayoría de los países de la región, las trabajadoras domésticas tienen un rol muy importante en la provisión de servicios de cuidado de los hogares. Este tipo de trabajo, además de ser una de las principales fuentes de empleo para las mujeres de bajos recursos, constituye, sin duda, una ocupación bastante desprotegida. Esta desprotección se manifiesta tanto en lo que respecta al marco legal que regula la actividad –que establece condiciones muy desventajosas respecto a las del resto de los trabajadores– como en lo que concierne a su escaso cumplimiento. Respecto a la normativa que rige la ocupación en nuestro país –y en línea con una tendencia que ha sido documentada para el conjunto de los países latinoamericanos (Loyo y Velázquez 2009)–, la misma constituye un régimen especial que establece derechos muy restringidos,1 si se los

domésticas no alcanza esa dedicación horaria en un solo domicilio. Otra de las limitaciones salientes del decreto tiene que ver con la ausencia de licencia por maternidad, así como de protección ante el potencial despido por maternidad, en una ocupación casi exclusivamente ejercida por mujeres. A esto se le suman la ausencia de algunas licencias o licencias más cortas que las del resto de los asalariados registrados, así como jornadas laborales más extensas. Además, las trabajadoras del hogar no poseen cobertura por riesgos de trabajo, y sus indemnizaciones son de menor valor que para el conjunto de los asalariados registrados (Cortés 2009).

1 El estatuto que regula la actividad, que data del año 1956 (Decreto 326/56), establece que son consideradas trabajadoras domésticas todas aquellas personas que trabajen al menos 16 horas semanales en un mismo domicilio. Aquellas empleadas con una dedicación inferior (aunque se desempeñen en diferentes hogares, acumulando una cantidad de horas semanales igual o superior al límite establecido) son consideradas trabajadoras “independientes” y quedan por fuera de la normativa. En la actualidad, cerca del 40% de las trabajadoras

2 Fuente: elaboración propia con base en datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).

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En este contexto, es importante señalar que, en el momento en que se escribe este artículo, ya recibió media sanción en la Cámara de Diputados un proyecto de ley sobre el sector impulsado desde el poder ejecutivo (“Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares”). El mismo busca equiparar en muchos aspectos las condiciones laborales de las empleadas domésticas con las del resto de los trabajadores amparados bajo la Ley de Contrato de Trabajo.3 No obstante, cabe preguntase: si con una legislación como la actual que establece derechos tan acotados los niveles de incumplimiento son tan elevados, ¿cómo se podrá garantizar el cumplimiento de derechos más amplios como los que en principio se continuarán discutiendo en el Congreso?

Economía del Cuidado es una línea de trabajo que analiza y cuestiona la forma en que las sociedades organizan la provisión de cuidados necesaria para su funcionamiento. Tal como señala Esquivel (2011), la gran potencialidad de la Economía del Cuidado como aproximación conceptual es la de contribuir a instalar al “cuidado” como un problema de política pública, sacándolo del terreno de lo privado y, en lo posible, desnaturalizándolo como lo propio de las mujeres y de los hogares. En este sentido, no resulta sorprendente que los debates en torno a la Economía del Cuidado hayan incorporado con fuerza la preocupación por las ocupaciones del cuidado y sus condiciones laborales. Sin duda, generar oportunidades de trabajo social y económicamente valorizadas en este sector es condición esencial para desarrollar y consolidar un sistema remunerado que provea servicios de calidad y, por ende, contribuya a la socialización de los costos del cuidado (Folbre 2006; Nelson 1999).

Sin duda, el rol del Estado como promotor de la concientización, fiscalización y sanción de conductas contractuales en el sector es de suma importancia. Ahora bien, si se busca intervenir sobre conductas arraigadas del sector empleador en el servicio doméstico, también aparece como indispensable generar conocimiento sobre la situación, las percepciones y prácticas de quienes emplean este tipo de servicios. Por esta razón, el objetivo de esta indagación es abordar el conocimiento, las opiniones y las conductas que exhiben quienes contratan estos servicios respecto a las condiciones y los derechos laborales de las trabajadoras domésticas. La misma se centra en el punto de vista de las empleadoras mujeres, ya que podemos afirmar –no sólo a partir de la literatura sobre el tema4 sino también del “saber común” que surge de nuestra propia experiencia social– que cuando hay mujeres adultas en el hogar, son en su mayoría ellas, y no los varones, quienes se relacionan en forma directa y cotidiana con las empleadas domésticas.

¿Quiénes son las y los trabajadores del cuidado? En general, se considera como tales a quienes desempeñan actividades que contribuyen a la salud, seguridad física, así como al desarrollo de habilidades cognitivas, físicas o emocionales de las personas, interactuando directamente con los recipientes del servicio en cuestión (England, Budig y Folbre 2002). En especial, estas ocupaciones incluyen trabajadoras/es de la educación –docentes de todos los niveles– y trabajadoras/es de la salud –terapeutas, médicas/os y enfermeras/os–. Además, en contextos como el de nuestro país y de la región en general, el trabajo doméstico remunerado resulta en particular relevante, tanto en cuanto a su peso en la estructura de empleo femenina como en su incidencia en la forma en que se organiza el cuidado de los hogares relativamente mejor posicionados (Esquivel 2011a).

Trabajadoras domésticas y derechos laborales restringidos: una mirada desde la Economía del Cuidado

La evidencia empírica internacional indica que las ocupaciones del cuidado generan salarios y condiciones de trabajo más precarios que aquellas no relacionadas con el cuidado (England, Budig y Folbre 2002; Razavi y Staab 2010). Una de las explicaciones más frecuentes respecto a la situación relativamente desventajosa de estas ocupaciones tiene que ver con que quienes las desempeñan son en su mayoría mujeres, y las labores en sí son vistas como extensiones de habilidades e inclinaciones inherentes a la condición femenina, y por ende, desvalorizadas en cuanto “verdadero trabajo” (Folbre y Nelson 2002).

El presente artículo forma parte de un programa de investigación más amplio sobre las condiciones laborales de las y los trabajadores del cuidado, cuyo marco conceptual se inscribe dentro de la Economía del Cuidado. La

3

Hay que señalar, sin embargo, que el tratamiento de este proyecto en el Congreso se encuentra en la actualidad demorado, no habiéndose retomado desde mediados del año pasado hasta el momento en que se escribe este artículo, situación que abre algunos interrogantes respecto a la voluntad política de lograr su efectiva sanción.

Ahora bien, si las ocupaciones del cuidado sufren –con intensidad variable– algún tipo de penalidad salarial respecto al resto de las ocupaciones, las trabajadoras domésticas representan un caso especial. No se trata sólo de que

4 Una discusión teórica sobre este enlace “entre mujeres” puede encontrarse en Rollins (1985). Evidencia concreta en Argentina sobre la prevalencia de las empleadoras mujeres como responsables de gestionar esta relación con la trabajadora del hogar es provista por Wainerman (2005).

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Dossier

la penalidad salarial relativa de estas trabajadoras sea superior al resto de las ocupaciones del cuidado (Esquivel 2011b), sino que se trata de un sector ocupacional con serias carencias en relación con los estándares mínimos que hacen al “trabajo decente” (Valenzuela y Mora 2009).

sólo desde hace poco tiempo, algunos investigadores han abordado la visión y los comportamientos de quienes contratan trabajo doméstico. Los estudios existentes informan de un vínculo laboral que, a diferencia del trabajo institucionalizado, implica una posición de inferioridad en el contexto de una relación personalizada entre empleada y empleadores (Tizziani 2011). En este sentido, se ha analizado cómo el componente laboral coexiste y se entrelaza con relaciones afectivas, de conflicto, complicidad y antagonismo, entre otras (ver, por ejemplo, Canevaro 2009; Gorban 2011; Cutuli y Pérez 2011). Este artículo se propone contribuir a esta incipiente línea de indagación abordando el tema específico de las percepciones y conductas de las empleadoras de servicio doméstico respecto a este trabajo como ocupación, así como en torno a sus derechos laborales.

A la tipificación de género de las tareas que implica la ocupación se le suman en este caso las presiones a la baja de salario y condiciones de trabajo que impone una numerosa oferta de mano de obra sobre el mercado de trabajo (Bergmann 1974; Folbre 2006). En efecto, el empleo doméstico es una ocupación sin “barreras de entrada” significativas, razón por la cual constituye una de las principales opciones laborales entre las mujeres de estratos bajos (Esquivel 2009). Asimismo, también se ha observado que el hecho de trabajar en el ámbito privado de hogares particulares atenta no sólo contra las posibilidades de fiscalizar el cumplimiento de la legislación (OIT 2010) sino también contra la capacidad de interacción y organización de las propias empleadas, en pos de la defensa de sus derechos (Cortés 2009).5

La selección del perfil de las empleadoras y la aproximación metodológica

Sin duda, las soluciones de este problema requieren corregir las profundas desigualdades estructurales que sustentan la disponibilidad de una fuerza de trabajo bajo las condiciones laborales ofrecidas en el sector.6 No obstante, resulta claro que en el mediano y corto plazos se torna necesaria una política de regulación más activa en las relaciones laborales de la ocupación, sobre todo teniendo en cuenta el importante nivel de subregistro y los escasos niveles de concesión de derechos laborales básicos, comentados en la introducción.

El presente trabajo se basa en información cualitativa, obtenida a través de dos entrevistas grupales con empleadoras de servicio doméstico residentes en la ciudad de Buenos Aires. Desde luego, la selección de las empleadoras no agota la multiplicidad de perfiles posibles, sino que se apuntó a un subgrupo con características particulares, que de todas maneras creemos que reviste un peso significativo dentro del universo de empleadoras. Seleccionamos a mujeres, en pareja heterosexual, que realizaran algún tipo de actividad laboral, con al menos algún hijo menor de 12 años (bajo el supuesto de que estas características implicarían una dependencia significativa en relación con el servicio doméstico). Asimismo, se limitó la selección a aquellas mujeres que emplearan trabajadoras domésticas 16 horas semanales o más, ya que ésta es la carga horaria mínima que la legislación argentina establece para que el monto íntegro de los aportes a la seguridad social sea una obligación del empleador.7

Como ya señalamos, la formulación de políticas en esta dirección requiere ahondar en el conocimiento de la perspectiva de aquellos que contratan servicio doméstico (de quienes depende el cumplimiento de los magros derechos laborales de la ocupación). En nuestro país,

5 Además, en lo que constituye un “círculo vicioso de la privatización del cuidado”, este importante contingente de trabajadoras que sostienen en buena medida las necesidades de cuidado de los hogares mejor posicionados enfrenta severas limitaciones para garantizar el cuidado en sus propias familias. Esto es así porque, en función de sus bajos ingresos, no pueden comprar en el mercado estos servicios y dependen de la provisión de sistemas públicos de cobertura limitada y calidad fragmentada (Esquivel, Faur y Jelín 2012; Pereyra 2012).

7 El “Régimen especial de Seguridad Social para Trabajadoras Domésticas” (Ley 25.239) establece la obligatoriedad de realizar aportes patronales para todas las empleadas que trabajen al menos 6 horas semanales para un mismo empleador, graduando el valor de la contribución patronal de acuerdo con la dedicación horaria de la empleada. La responsabilidad del pago íntegro de los aportes se estipula para las empleadas con una dedicación horaria de 16 horas semanales o más. Aquellas empleadas que trabajen entre 6 y 15 horas semanales pueden complementar el monto necesario para cubrir la totalidad de los aportes con dinero de su propio bolsillo o combinando los aportes de diferentes empleadores.

6 En este sentido, resultan relevantes los argumentos de la Economía del Cuidado en favor de políticas que apunten a expandir la provisión pública de servicios institucionales de cuidado. Tales políticas no sólo contribuirían al acceso igualitario a estos servicios sino que también podrían crear oportunidades de empleo con mayores niveles de protección para muchas mujeres que en la actualidad se desempeñan en el servicio doméstico.

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Si bien todas las entrevistadas compartieron estas características, se conformaron dos grupos para realizar las entrevistas, en función de ciertas diferencias sobre las que se apuntó indagar. Estas diferencias tienen que ver con el nivel educativo, el tipo de ocupación y extensión de la jornada laboral de las empleadoras. Estas cuestiones, suponíamos, podrían marcar distintos grados de dependencia respecto al servicio doméstico, así como determinar la conformación de diferentes tipos de arreglos laborales e influir en las percepciones, actitudes y conductas respecto a las empleadas. De esta manera, se conformó, por un lado, el grupo de las empleadoras con estudios universitarios finalizados con trabajos profesionales de jornada completa (Grupo de Empleadoras Profesionales, EP). Y, por otro lado, se entrevistó a empleadoras con niveles de instrucción relativamente más bajos –secundario o terciario completo o universitario incompleto–, que tienden a trabajar en ocupaciones de medio tiempo (Grupo de Empleadoras No Profesionales, ENP). A partir de esta distinción, a lo largo del texto se señalan las diferencias que separan las visiones y prácticas de cada uno de estos perfiles de empleadoras.

y “decente”. ¿Contra qué tipo de actividad se está contrastando la labor de las empleadas domésticas para valorar estas características? Entre las ENP, un punto de comparación que aparece con fuerza tiene que ver con una supuesta alternativa entre decidir trabajar como empleada doméstica o trabajar en forma remunerada en general, y vivir de “los planes”. Esta alusión a la figura de los planes se refiere fundamentalmente a la multiplicidad de programas de transferencia condicionada de ingresos que, con el objeto de combatir la pobreza –y sobre todo a partir de la década de los noventa–, se han implementado tanto en Argentina como en la región.8 Si bien la referencia a estos planes es muy vaga –ninguna de las entrevistadas pudo explicar a qué planes sociales se estaba refiriendo en concreto–, lo que subyace es una valoración positiva de alguien que en teoría opta por progresar con base en su trabajo y esfuerzo personal, en contraposición con una supuesta alternativa facilista, propia de un sector de la población oportunista que usufructúa recursos públicos (los “planes”), en lugar de elegir el trabajo como medio de vida. –Yo valoro que la señora que está conmigo quiera trabajar […] porque hay muchas que no quieren trabajar,

El empleo doméstico y sus trabajadoras, desde la óptica de las empleadoras

porque tienen estos planes […] no, no sé exactamente cómo se llaman. (E7)

– Esos “Jefes de Hogar”, creo, no sé, ¿existen todavía? (E3)

– Sí, no sé, bueno, prefieren quedarse en su casa, para

El comienzo de nuestra indagación sobre las ideas en torno a este trabajo en cuanto ocupación estuvo marcado por una reflexión llamativa. Ante la pregunta “¿Qué piensa sobre el trabajo doméstico como ocupación?”, algunas entrevistadas consideraron pertinente señalar que “se trata de seres humanos, ni más ni menos”. Esta necesidad de las empleadoras de reafirmar que son conscientes de la humanidad de las empleadas –que, creemos, resultaría improbable si estuviéramos indagando sobre otro tipo de ocupación– es sugerente, si la asociamos a la invisibilidad en la que con frecuencia se posiciona a la trabajadora doméstica, quien constituye una presencia silenciosa, ignorada y, muchas veces, tratada “como si no estuviera allí” (Rollins 1985).

qué van a hacer el esfuerzo, entonces es difícil conseguir. O vienen con muchas pretensiones, ¿viste? Total, tienen el plan […] (E7)

–Yo digo que me saco el sombrero por la mía, que igual quiere trabajar. (E6) (Grupo ENP)

8 Los Programas de Transferencias Condicionadas (PTC) se caracterizan por la asignación de un estipendio mensual dirigido en general a las familias en situación de pobreza y/o desempleo con hijos menores de edad. Estos programas, que suelen plantearse como objetivo mitigar la transmisión intergeneracional de la pobreza, contemplan contraprestaciones relativas a controles de salud, escolarización y/o nutrición de los niños (en algunos casos, los PTC también han incluido contraprestaciones laborales por parte de los adultos desempleados del hogar). Cabe aclarar que en Argentina, desde el año 2009, viene implementándose la denominada Asignación Universal por Hijo (AUH), que marca un punto de quiebre importante respecto a la lógica tradicional de focalización de los PTC. En este sentido, la AUH plantea una significativa extensión del universo de cobertura de este tipo de prestaciones, previendo un monto mensual de ingresos por niño para todos las hogares con menores donde los responsables a cargo son: a) trabajadores/as no registrados en el sistema de seguridad social (y esto incluye a la significativa proporción de trabajadoras domésticas que no se encuentran registradas), b) desempleados/as y c) personas económicamente inactivas sin pensiones.

Más allá de esta reacción inicial, un primer consenso general que surge entre las entrevistadas es el de que el trabajo doméstico es “un trabajo como cualquier otro”. Ahora bien, al repreguntar sobre los parámetros de referencia de esta afirmación, notamos que no se trata de un trabajo como otros desde el punto de vista de los derechos y obligaciones de la ocupación, sino de un trabajo como otros en el sentido de que es “honesto”

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El acceso desigual a los derechos laborales en el servicio doméstico argentino: una aproximación desde la óptica de las empleadoras Francisca Pereyra

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Al centrarnos específicamente en la valoración de las trabajadoras del sector como colectivo, una primera aproximación al tema tuvo que ver con dos preguntas: ¿Qué se espera de ellas? ¿Cuáles son los atributos deseables en una empleada del sector? Los testimonios dejan claro que la trabajadora buscada no es cualquier persona. La primera condición que se menciona en forma unánime en ambos grupos de entrevistadas es la de la confianza (que se construye en función de las recomendaciones y del devenir de la propia relación laboral con la trabajadora).

Un ángulo adicional utilizado para abordar las percepciones respecto a esta ocupación tuvo que ver con la forma en que se concibe la relación laboral dentro de la misma. Sin desconocer la complejidad y los matices de este tipo de vínculos, nuestra indagación exploratoria buscó detectar algunos “tipos ideales” o formas predominantes, prestando atención al tipo de arreglo contractual en que se enmarca cada uno. Un primer tipo de relación, que se presentó entre las ENP que contratan estos servicios a medio tiempo, es el que fue catalogado por las empleadoras como un vínculo “amistoso” (“Sí, pensá que muchas veces es una señora que viene por años a tu casa, vos sabés de su vida, ella de la tuya, compartís cosas cotidianas. Yo… hay una, la que estaba antes, que la llamo para el cumpleaños, ella me llama, a veces viene a tomar el té…”). Un segundo tipo de vínculo que se registró entre una minoría de ENP que contratan servicio doméstico sin retiro es el que podríamos calificar como “jerárquico”. Aquí la empleadora toma una distancia importante respecto a las circunstancias personales de la trabajadora y hace énfasis en las exigencias y la supervisión respecto a sus labores (“Yo a la mía la tengo a los piques…Yo cumplo con mi parte, a ella no le falta nada y ella tiene que cumplir con la suya. A ver… es como que con el tiempo… es normal, se relajan. Mi rol es el de marcarle que el trabajo tiene que tener un ritmo, una constancia. A cierta hora la casa tiene que estar impecable”). Por último, el tercer tipo de vínculo que se registró es el que las empleadoras califican como “protector” (respecto a una empleada doméstica que, a su vez, actúa como “protegida”). El relato sobre esta clase de relación surgió de forma casi unánime entre las EP que contratan empleadas domésticas a tiempo completo. Estas entrevistadas manifestaron que ejercían prácticas de contención, asesoramiento y ayuda frente a mujeres que las entrevistadas perciben como vulnerables (“Se da esa cosa de consejo, de guía… yo a Mirta la ayudé con el plan social éste… la Asignación Universal por Hijo […] Le averigüé la agencia a la que tenía que ir y los papeles para llevar […] también le he ofrecido prestarle plata alguna vez porque estaba con problemas para internar a la madre, pero no quiso saber nada”).

Ahora bien, entre las ENP, la lista de atributos deseables es numerosa y se prolonga para incluir el respeto, la responsabilidad, la “buena onda”, la diligencia y la rapidez. No obstante, y reforzando algunas expresiones despectivas y discriminatorias que se observan en este tramo de la charla con las ENP, una de las entrevistadas advierte sobre los peligros del exceso de diligencia/rapidez que aparecen casi automáticamente asociados a una mayor propensión a la deshonestidad (“Bueno, pero ojo, porque por ahí son rápidas, geniales, y te diste vuelta y se llevaron el iPhone el iPod, el CD player, ¡todo rapidísimo!”). Además, algunas de las ENP, en particular las que manifiestan mantener vínculos jerárquicos con sus empleadas, expresan la preferencia por las empleadas paraguayas,9 que son ponderadas, en contraste con las argentinas que realizan este tipo de trabajo (“Nunca tuve argentinas, ¡las detesto! ¡Son vagas, mentirosas! Las que me encantan son las paraguayas, muy respetuosas, trabajan bien, no te vienen con esos aires que tienen las argentinas… Nunca contraté, no contrato ni voy a contratar argentinas”). La apreciación resulta sugerente, por cuanto la mayor vulnerabilidad de las migrantes suele operar como incentivo para una docilidad que las trabajadoras locales –quienes cuentan con mayores redes de contención cercanas– pueden no exhibir (Romero 2002). Las EP, en cambio, que dependen en mayor medida de las trabajadoras domésticas para cuidar a sus hijos, limitan sus requerimientos a la confianza antes mencionada y la calidez y el trato afectuoso con los niños. Este último atributo es fuertemente privilegiado sobre otras cuestiones, en especial la “perfecta” ejecución de las labores domésticas (“Lo que pido de tareas domésticas es bastante

De todas formas, y en línea con las superposiciones, las tensiones y la ambigüedad que han sido señaladas en relación con este tipo de vínculos laborales (Gorban 2011), a lo largo del texto los testimonios dejan entrever ideas y conductas respecto a las empleadas, donde coexisten ingredientes de los tres tipos de relaciones descritas. En particular, la distancia social o el componente jerárquico es un elemento que aparece en forma recurrente y atraviesa relaciones que en principio fueron catalogadas como “amistosas” o “protectoras”.

9 Si bien las migrantes de otros países constituyen un grupo relativamente limitado entre las trabajadoras domésticas argentinas (en torno al 12%), dentro del mismo, las trabajadoras paraguayas constituyen la primera minoría (Rodríguez y Sanchís 2011).

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mínimo, llegar y que las camas estén tendidas, la casa más o menos ordenada… los chicos son la prioridad”)

echado hace rato”). Este dato no resulta sorprendente si consideramos las restricciones que experimentan estas trabajadoras, que, en función de sus magros salarios, deben muchas veces recurrir a estrategias vulnerables y cortoplacistas (Rodríguez 2005). Las mismas pueden involucrar una (deficitaria) provisión pública de servicios de cuidado o, con más frecuencia, la ayuda fluctuante de otros familiares, casi siempre mujeres, así como la de vecinas, amigas o conocidas.

Al margen de estas expectativas o estos requerimientos, al indagar por la evaluación concreta que las entrevistadas hacen sobre este conjunto de trabajadoras surge con fuerza, sobre todo entre las ENP, la visión de “un gremio complicado”. Si bien se manifiestan una satisfacción y valoración personal altas de la empleada actual (y real), el colectivo de las trabajadoras domésticas, situado en un plano más imaginario que concreto, es valorado en forma muy negativa. En efecto, muchos de los testimonios de empleadoras que se autodefinieron como “amigas” de sus empleadas dejan al descubierto el fuerte componente jerárquico y desigual de este tipo de relación laboral.

No obstante, al repreguntar en este grupo de entrevistadas (ENP) sobre experiencias concretas de conflictos más allá de la disponibilidad de las trabajadoras, sólo tangencialmente se hace referencia a experiencias personales para justificar estas críticas. La mayoría de las veces el relato se remite a algo que le pasó a una amiga o a una percepción personal sin demasiado sustento concreto (“Yo nunca tuve problemas, pero escuchás cosas… algunas que roban… otras que le pegan a los chicos. Amigas que me cuentan… Encima, después te hacen historia para irse de la casa, que te hacen juicio, eso es lo que más escuchás…”). Si bien estas referencias apuntan a experiencias ajenas, parecen preocupar a las empleadoras y causar una suerte de “pánico moral” respecto a la conducta de las empleadas. Los temores más comunes son el robo, el maltrato de los niños y el juicio laboral, este último percibido como un acto de deslealtad y una injusticia desde el punto de vista de reclamos que se consideran desmedidos.

En relación con las razones para sustentar esta percepción negativa, las quejas del grupo de las ENP son numerosas. La falta de disponibilidad completa respecto a los requerimientos de estas empleadoras es un factor que las irrita. Desde el punto de vista de las entrevistadas, la raíz del problema se encuentra, una vez más, en los “planes”, que desincentivan el trabajo y corrompen a las empleadas (“Sí, a mí, una que entrevisté me dice que ella a la mañana no trabaja. Claro, ¡porque tienen los planes! No necesitan, están tranquilas. Toman un par de casas en el horario que les viene bien, y con los planes, ya está, ¡ganan más que vos!”). Tal como señala Goldsmith (1981) en cuanto a sus primeros estudios sobre el empleo doméstico en México, las frecuentes críticas de las empleadoras a la “cultura” de las trabajadoras domésticas (en este caso específico, críticas sobre una supuesta falta de propensión al trabajo) no son sino la manifestación de un conflicto de clases: lo que estas entrevistadas revelan es el malestar frente a ciertas trabajadoras domésticas que –según perciben las empleadoras–, en virtud de la ayuda estatal, no terminan de someterse de manera absoluta a sus necesidades.

En vista de esta percepción marcadamente negativa del colectivo de trabajadoras del sector que se manifestó entre el conjunto de las ENP, se insistió en este grupo sobre el relato de experiencias personales concretas de conflicto para sustentar esta imagen conflictiva. No obstante –y al margen del tema de la disponibilidad que se trató más arriba–, no es mucho lo que estas empleadoras tienen para contar. Más allá de una entrevistada que relata una situación de sospecha de hurto por parte de la trabajadora, el resto se refiere a episodios menores, tales como fumar en ausencia de los dueños de casa o charlar mucho cuando se va de compras.

También relacionado con el tema de la disponibilidad completa, de acuerdo con las ENP, sus empleadas domésticas abusan de las faltas al trabajo (“Ah… ¡las faltas! Te dice que se enfermó la hija, y vos decís: ‘¡La pucha!... la faltada…’, una es madre también y entiende, pero es como que tienden a abusar… yo te digo que si yo faltara a mi laburo10 la mitad de lo que ellas faltan, me habrían

Percepciones y prácticas respecto a los derechos laborales del sector Al adentrarnos en el tema específico de los derechos de las trabajadoras domésticas, una primera cuestión que nos interesó fue determinar cuánto se conocía respecto al tema, así como explorar las opiniones acerca de la importante desprotección que experimenta el sector.

10 Término informal utilizado en Argentina para referirse al trabajo u ocupación.

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Mientras que el conjunto de las ENP expresó abiertamente desconocer la regulación sobre este tipo de trabajo, las EP hicieron referencias a un sector con carencias en materia de derechos laborales. No obstante, tal como observamos en el apartado anterior, esta noción de precariedad laboral se expresa como una percepción personal sin demasiado sustento desde el punto de vista de la información concreta a la que acceden (“Y, yo entiendo que es un trabajo sacrificado, sobre todo porque están bastante desprotegidas. Lo primero, por lo que te das cuenta es porque muchas están en negro11… eso lo sé por gente que conozco… y medio que se sabe que muchos abusan de las empleadas… con cargas laborales muy fuertes, no sé… como que los términos del contrato son muy de cada familia y eso da para todo, ¿no?”).

está ahí firme como una soldado, labura todo el día, sale a las cinco, te soluciona las cosas, ¿cómo no va a tener aportes por sus trabajo? […] Sí, vos salís a tu trabajo y ella está entrando al suyo”). Si bien en este grupo el tema del registro de la empleada fue tratado fundamentalmente en clave de derechos, varias entrevistadas aludieron también a la conveniencia de cumplir con esta obligación. En este sentido, se hizo referencia al programa gubernamental que permite deducir una parte de los salarios y contribuciones patronales del servicio doméstico entre los hogares que tributan ganancias12 (“Registrarlas, hay que registrarlas, pero al final, fijate que incluso te conviene, porque te quedás tranquila que está todo en regla, y además tenés una ayuda económica”).

Al informarse, dentro del marco de la entrevista, sobre las carencias que experimentan las trabajadoras domésticas en materia de derecho laboral, las entrevistadas de ambos grupos afirmaron de forma unánime que estas empleadas debían gozar de todos los derechos de los que disfruta cualquier asalariado registrado.

En el caso de las ENP, la situación presentó matices. Si bien dos de las ocho entrevistadas manifestaron realizar los aportes correspondientes, el resto esgrimió diferentes razones para justificar la ausencia de los mismos.

Ahora bien, resulta claro que esta aceptación unánime –y en el nivel discursivo– respecto a los derechos laborales de los que deben gozar las trabajadoras del hogar no se condice con las prácticas laborales concretas que dejan entrever los relatos, particularmente los de las ENP.

–La mía no, porque tiene un plan social, y si no lo

–La mía no, porque está en blanco en otra casa. (E2) –(asiente con la cabeza) Lo mismo… (E7) pierde. (E3)

–La mía también. (E6)

–La mía no, porque es de Paraguay y está haciendo los papeles. (E1)

–En el caso de la mía, el marido trabaja en blanco en una fábrica, entonces no le interesa, tiene la cobertura

Una de las primeras cuestiones por analizar –en el contexto de la altísima incidencia del trabajo no registrado que exhibe esta ocupación– tuvo que ver con el registro y el pago de aportes de las trabajadoras del hogar en el sistema de seguridad social por parte de las empleadoras (lo que permite el acceso a aportes para una futura jubilación y cobertura médica por obra social). Como ya se señaló, dado que se seleccionó a empleadoras de más de 16 horas semanales de estos servicios, en todos los casos el registro de la empleada revestía carácter obligatorio. En este sentido, surgió un patrón bastante definido entre los dos grupos de empleadoras analizados.

de la obra social por ese lado… (E8) (Grupo ENP)

El hecho de que estas empleadoras estén incumpliendo un requisito obligatorio para quien contrate la cantidad de horas de trabajo doméstico que ellas contratan (independientemente de que otros empleadores realicen aportes a la trabajadora) no es interpretado en ningún caso como una falta propia. Según las empleadoras, son las propias empleadas las que no quieren, no pueden o no lo necesitan. Otro ejemplo respecto a la contradicción entre el discurso sobre derechos laborales y las prácticas tiene que ver con el derecho a indemnización. A modo de ejemplo, cuando se preguntó sobre cómo terminaron las relaciones laborales

Todas las EP entrevistadas declararon realizar los aportes obligatorios a sus empleadas. Los testimonios sugieren que el hecho de que se trate de una única ocupación de jornada completa refuerza la percepción de que es un trabajo con derechos (“Vos tenés una tipa que llega a las 8,

12 A partir de 2005, la Administración Federal de Ingresos Públicos implementó, mediante la Ley 26063, la posibilidad de que aquellos hogares que tributan ganancias puedan deducir, hasta cierto monto –actualizado periódicamente–, los salarios y contribuciones sociales de las trabajadoras domésticas.

11 La expresión alude a contratos de trabajo no registrados.

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donde las ENP experimentaron situaciones conflictivas (ver apartado anterior), el relato del desenlace de la situación en todos estos casos entra de nuevo en tensión con la noción de manera inicial manifestada de que se trata de un “empleo como cualquier otro”. Respecto a la empleada que fumaba: “¿Cómo se solucionó? Así: le dije a mi marido: ‘Andá, tocale el timbre y que te devuelva la llave […]’. No, qué indemnización, ella era la que había mentido. Yo estaba indignada, no la quería ver más porque si me miente en una pavada…” (E3, Grupo ENP). Respecto a la empleada que charlaba durante las compras: “Le dijimos que ya no la necesitábamos más […] no, indemnización no, pero le pagué el mes completo y chau, que me devuelva la llave” (E7, Grupo ENP). Respecto a la empleada de la que se sospechaba de hurto: “Le dijimos: ‘Vos acá no entrás más, está todo bien pero no venís más […]’ No, indemnización no, si me había robado la indemnización ya, no se iba a atrever. Directamente cambiamos la cerradura y todo” (E7, Grupo ENP).

–Aguinaldo, sí, a fin de año […] ¿A mitad de año? No, no me da el cuero. (E3)

–Yo lo mismo, es un bono que le doy a fin de año, le doy lo que puedo. (E2)

–Yo también “Para los regalos de papá Noel”, le digo. (E7) –Pero si la tenés en blanco le tenés que pagar dos veces. (E8) –Ah, sí, en ese caso… (E3) (Grupo ENP)

Otro tema relacionado con los derechos laborales tiene que ver con los criterios utilizados para establecer remuneraciones. En este sentido, el Ministerio de Trabajo instituye y actualiza remuneraciones mínimas para este tipo de trabajo. Al indagar los parámetros utilizados para establecer el salario inicial, las referencias en ambos grupos de entrevistadas tienden a converger en información que circula a través de redes de amigas, vecinas, colegas y conocidas. La pregunta que se hacen las empleadoras no es qué se debe pagar por normativa, ni mucho menos cuánto podrían pagar, sino que la referencia está puesta en el mercado: ¿qué se está pagando? Es importante señalar, no obstante, que – con excepción de una minoría de ENP que contratan trabajadoras bajo la modalidad sin retiro– las remuneraciones de mercado que se mencionan son superiores a las oficialmente estipuladas. El dato no resulta sorprendente si consideramos que estas remuneraciones son fijadas de manera unilateral por parte del poder ejecutivo, ya que las trabajadoras domésticas se encuentran excluidas de cualquier tipo de negociación colectiva de sus salarios.

A diferencia de una relación laboral “como cualquier otra” regulada e inscripta en un marco institucional, aquí el contrato –ante una “inconducta” de contornos lábiles o una sospecha que no puede ser probada– puede terminar abrupta e unilateralmente. En estos casos, el punto de inflexión respecto a la discontinuidad de la relación laboral, vivenciado con bastante naturalidad por estas empleadoras, parece ser el pedido de devolución de llaves o cambio de cerradura, sin mediar instancia de apelación alguna. Un ejemplo adicional respecto al incumplimiento de los derechos que se afirman en el discurso surgió al preguntar acerca de las vacaciones pagas. Aquí observamos –en particular, entre las ENP que tienden a contratar empleadas originarias del interior u otros países– que este derecho suele reemplazarse por otro tipo de arreglo.

Cuando se trata de las actualizaciones salariales, entre las EP –cuyas empleadas, recordemos, son de tiempo completo– las referencias que se toman suelen basarse en parámetros discrecionales, como la evolución de los propios ingresos o la percepción respecto a los aumentos inflacionarios (“Vas viendo como sube todo… y ella sabe que si ve en el diario ‘Le aumentaron a los judiciales’ [la entrevistada trabaja en el poder judicial], le toca a ella también”). Hay que remarcar que en todos los casos se relata la actualización salarial como una iniciativa de las propias empleadoras (“Cuando me aumentan a mí, yo pienso en ella y enseguida le aumento, porque ella… nunca te va a pedir”). En cambio, entre la mayoría de las ENP cuyas empleadas se desempeñan menos horas, y muchas veces en más de un domicilio, los relatos acerca de pedidos de aumento se hacen presentes, así como también las quejas (“Una amiga me dice: ‘La mía me aumentó’, y yo digo: ‘¡Uy! Ahora me va a pedir a mí […]’. Lo que pasa es que ellas no tienen como las empresas aumento una vez por año, o dos, con suerte. No, el precio de ellas au-

–A mí lo que me pasa es que […] ella me dice: “No se

preocupe señora que yo me voy un mes y medio” […] porque ella es de Santiago del Estero, y entonces le

pago diciembre (la empleada trabaja tres semanas

de ese mes) y después empezamos a contar de nuevo cuando vuelve. (E3)

–Claro, la mía lo mismo. Ella el 26 de diciembre se va a su provincia y todo enero no viene, entonces yo

le pago diciembre completo y después empezamos de nuevo en febrero […] no, nunca me reclamó los quince

días. Yo, si me pide algo, se lo doy, pero nunca me lo reclamó… (E6) (Grupo ENP)

Este mismo cumplimiento recortado de las obligaciones patronales se observa en el caso del aguinaldo, en especial entre las ENP que contratan estos servicios a media jornada:

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menta constantemente […] O les suben el plan social y vienen y te piden aumento a vos también”). En este caso particular, las demandas más activas de actualización salarial por parte de las trabajadoras podrían explicarse en función de la no dependencia exclusiva de una sola empleadora.13 Por último, las pocas ENP que contratan este tipo de trabajo bajo la modalidad sin retiro constituyen el único caso donde las decisiones de aumento se basan en la evolución de los magros salarios mínimos determinados por el poder ejecutivo. En este caso, no se registran relatos de reclamo por parte de trabajadoras situadas en una posición de vulnerabilidad extrema (que incluye la dependencia habitacional) respecto a sus empleadores.

generales). Este apoyo se expresa a través de lo que las empleadoras perciben como medidas demagógicas y clientelistas –la expresión por excelencia es, una vez más, la referencia a “los planes”–, donde es recurrente la acusación respecto a un supuesto abandono de la clase media (incluso, hay referencia a la intención explícita de “destruirla”):

La entrevista concluyó con una indagación sobre el potencial aumento de costos del hogar que implicaría la mejora de las condiciones laborales de las empleadas, que podría devenir del efectivo cumplimiento de la precaria legislación actual cuando no lo hacen, o bien en función de la ampliación de derechos que contempla el proyecto de ley mencionado en la introducción (estas mejoras pueden incluir, por ejemplo, tener que pagar un seguro de riesgos de trabajo o vacaciones y licencias más largas).

–Los beneficios no están parejos. Porque también, otro

–O sea, no, más beneficios no. (E2)

–Tienen todos estos planes y nosotros cero beneficios. (E5)

–Es lo que ya dijimos, va a desaparecer el trabajo doméstico. (E3)

–Porque yo voy a tener que trabajar para mantener a una mina que encima cobra planes, le dan tarjeta para la comida 14 … para eso me quedo en mi casa fregando. (E2)

ejemplo, vos para acceder a una propiedad te endeudás hasta el cuello, y a ellas les dan la casa gratis.15 (E8)

–La casa gratis, la comida gratis, todo gratis. (E6)

–El Gobierno tiene que tener conciencia de que toda

esta gente se va a quedar sin trabajo, en las villas 16 teniendo hijos. (E1)

–Y eso es lo que están haciendo, ¡los tienen a casi todos

en las villas cobrando planes para que los voten! (E2) (Grupo ENP)

Se trata entonces –y en particular, entre las empleadoras de trabajadoras en situación más precaria– de posiciones sociales en juego, de un statu quo que no se desea modificar, como garante de ventajas económicas y posiciones de subordinación que se verían en potencia amenazadas.

Las EP –que tienden a cumplir con la legislación vigente– se manifiestan en un principio de acuerdo con la expansión de derechos del proyecto de ley, aunque deslizan algunas sugerencias respecto a la posibilidad de compartir gastos con el Estado, mediante alguna “ayuda” (“Tal vez el tema del seguro [de riesgos] de trabajo es un gasto con el que te puede ayudar el Estado, ¿no? Todo lo que te puedan ayudar cuenta porque está bien que tengan derechos pero… convengamos que es caro”). No obstante, es definitivamente entre las ENP –tanto las “amigas” como las “jerárquicas”– donde se registra una negación contundente respecto al potencial incremento de gastos en este rubro. En este grupo, la discusión deviene con rapidez en un cuestionamiento de clase respecto al rol del Estado como árbitro en esta tensión entre intereses de las empleadoras y las trabajadoras. Aquí, el Estado, con más precisión, el Gobierno, es concebido como un actor parcial en la disputa situado del lado de las trabajadoras (y de los sectores populares, en términos

A modo de conclusión Si pensamos en la posibilidad de implementar mejoras reales en las condiciones de trabajo de las empleadas domésticas, lo expuesto hasta aquí evidencia una serie de cuestiones que resultan preocupantes. Las mismas representan un obstáculo para la implementación de cualquier proyecto que busque mejorar las condiciones del sector (como es el caso del proyecto que

14 Alude a un plan del gobierno de la provincia de Buenos Aires (“Más Vida”) que otorga a familias en situación de pobreza con niños menores de 6 años, entre otras prestaciones, una tarjeta débito con un monto asignado para gastar en comercios adheridos.

13 De todas formas, si bien habría una mayor capacidad de negociación salarial, los ingresos mensuales promedio de las empleadas que trabajan en diferentes domicilios son menores que los de las que lo hacen a tiempo completo, ya que no llegan a acumular horas de trabajo equivalentes a una jornada completa (MTEySS 2005).

15 Las entrevistadas hacen referencia a Planes Sociales de Vivienda en general. 16 El término “villa” o “villa miseria” se utiliza en Argentina para referirse a los asentamientos habitacionales precarios.

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está en tratamiento en el Congreso) del mismo modo que se hace hoy respecto a la aplicación de la precaria legislación actual.

predominan las interpretaciones arbitrarias de la norma en favor de los empleadores, pero en este caso la situación se sustenta en la extrema situación de sujeción de las empleadas respecto a los hogares empleadores (se trata, en general, de trabajadoras jóvenes, migrantes recientes y dependientes de sus empleadores en términos habitacionales). Si bien esta modalidad de contratación se encuentra en franco retroceso (por representar a menos del 4% del conjunto de las trabajadoras a fines de 2011),18 su situación particular plantea un importante desafío a la regulación del sector.

Una primera cuestión –y enfocándonos en el universo de las trabajadoras con retiro, la modalidad prevalente de contratación– que observamos es una mayor propensión a ignorar los derechos laborales a medida que la dedicación horaria de la empleada y la dependencia respecto a sus servicios se vuelven menos significativas. En efecto, la mayor importancia del rol de la empleada para el sostenimiento de la dinámica familiar y el propio ritmo laboral de las empleadoras que vimos en el caso de las EP pareciera actuar como atenuante de la desigualdad propia de este tipo de relación laboral. Asimismo, y tal como se relata desde este grupo de entrevistadas, cuanto más se identifica la dedicación horaria de la trabajadora con la de una jornada laboral “típica” (y similar a la de sus empleadores), mayor propensión a percibir su labor como trabajo con derechos. No obstante, este perfil de empleada doméstica constituye una minoría: las empleadas que trabajan para un solo empleador a jornada completa con retiro representan menos de un 30% de las ocupadas en el sector.17 Lo que predomina, entonces, son arreglos laborales de menor dedicación horaria, donde muchas veces la trabajadora combina inserciones en múltiples hogares y donde los arreglos laborales serían más“flexibles”. ¿Qué significa la flexibilidad en este contexto? Básicamente, que lo que deberían ser derechos laborales inapelables pasan a ser objeto de “arreglos” más bien informales. La entrevista con las ENP refleja a un grupo empleador que, en términos generales, presenta una menor dependencia relativa respecto a estos servicios, y por ende, hace un uso más intensivo de su posición de poder en la relación (a pesar de haber autodefinido en su mayoría su relación laboral con las empleadas como “amistosa”). Esto implica relativizar y/o resignificar las condiciones laborales mínimas estipuladas por la legislación, restringiéndolas en función de sus intereses y necesidades. Algunos de los ejemplos que vimos indican que los aportes patronales no se realizan, las vacaciones se reemplazan por permisos de ausencia más largos que no se pagan y/o el aguinaldo se convierte en una suerte de bono-contribución para los regalos de Navidad.

Asimismo, una cuestión adicional que se debe tener en cuenta es el discurso abierto de defensa de intereses clasistas observado entre las ENP (tanto las “jerárquicas” como las que se autodefinieron como “amigas”), que surge en diferentes puntos a lo largo de las charla y que termina expresándose sin reserva hacia el final de la entrevista, cuando se indaga la posibilidad de mejorar las condiciones laborales del sector. Este discurso señala de un modo claro la existencia de un “nosotras”, empleadoras de clase media, abandonadas por el Estado, sobreexigidas económicamente y, por ende, amenazadas de extinción como parte de la clase media, en contraposición con “ellas”, empleadas domésticas de sectores populares, sobreprotegidas por el Estado, sujetos de prácticas clientelares y corrompidas en su disposición a trabajar a través de una ayuda social excesiva. Lo que nuestras entrevistadas dejan entrever es que lo que está en juego aquí es el interés o la preocupación por mantener la situación tal como está: esto significa empleadas dóciles y, fundamentalmente, baratas.

Un caso aparte, sin duda, lo constituye la extrema situación de vulnerabilidad de las empleadas contratadas bajo la modalidad sin retiro, reducidas a una situación más claramente identificada como servidumbre, tal como lo reflejan los testimonios de las ENP “jerárquicas”. Aquí también

Ante este tipo de percepciones y prácticas que exponemos –y que parecen muy arraigadas– todo sugiere la insoslayable necesidad de una activa intervención de la política pública para revertir la situación. Sin desconocer a la desigualdad de nuestras sociedades como fuente estructural que permite el desarrollo de las fuertes asimetrías observadas en este tipo de relaciones laborales, existen aproximaciones de política pública que pueden y deben actuar en el corto y mediano plazos. En este sentido, todas las aproximaciones persuasivas que apunten a deconstruir las percepciones y conductas que desdibujan los derechos de este trabajo – como las que expresan las entrevistadas de este artículo– constituyen aportes valiosos y necesarios. Nos referimos, por ejemplo, a las campañas informativas y de concientización. Un caso en particular interesante en lo que atañe a la intensidad y los resultados de tales campañas ha sido el de Uruguay (Batthyány 2012). Otra herramienta utilizada en

17 Con base en datos de la EPH, para el cuarto trimestre de 2011 (definimos aquí como jornada completa la dedicación laboral de 35 horas semanales o más para un mismo empleador).

18 En 1974 esta modalidad de inserción representaba cerca del 30% del colectivo de trabajadoras del sector (elaboración propia con base en datos de la EPH).

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la misma dirección ha sido el incentivo económico dirigido a alentar el registro de las trabajadoras19 implementado en países como el nuestro o como Brasil, que ha implicado algunos avances relativamente significativos en este campo (Pereyra 2012; Sanches 2009).

Para terminar, es importante destacar que, más allá de todos los desafíos técnicos que sin duda implican estas dos últimas cuestiones arriba mencionadas, existe un reto adicional, y tal vez más significativo, que consiste en el desafío político de implementarlas. ¿Por qué decimos esto? Porque, como quedó evidenciado en los testimonios de muchas de las empleadoras entrevistadas, decisiones de este tipo apuntarían a desmantelar ciertos beneficios (desproporcionados) de sectores medios y altos que tienen mucha mayor capacidad de hacerse oír que el sector más vulnerable al que se buscaría proteger. De todas maneras, creemos que, en el marco de un planteo gubernamental de equidad, no sólo vale la pena sino que es ineludible el afrontar ciertas resistencias y costos políticos iniciales que son propios de cualquier proceso que apunte a una redistribución más equitativa del ingreso y, por ende, a una sociedad más justa.

No obstante, también creemos que si esta ocupación ha de ser tratada “como cualquier otra”, también es ineludible abordar al menos dos carencias centrales del servicio doméstico (que se encuentran en general resueltas en el marco de las ocupaciones asalariadas que gozan de niveles razonables de protección social). Por un lado, resulta imprescindible fortalecer las agrupaciones que defienden los derechos de estas trabajadoras, a fin de empoderar al sector y promover una mayor autonomía en la definición de sus condiciones laborales. Sin duda, éste es un campo en el que el impulso del Estado resulta decisivo en función de las condiciones aisladas en que se desarrolla la ocupación. Cabe señalar que en este campo la experiencia de Uruguay, donde el Estado ha promovido e instaurado la celebración de negociaciones colectivas en el sector,20 constituye un modelo de referencia para la región (Espino 2011). Y, por otro lado, también resulta indispensable generar mecanismos de fiscalización, control y eventual sanción ante los (extendidos) incumplimientos patronales, una política en la práctica inexistente en este rubro. En este ámbito, encontramos de nuevo la restricción que impone el lugar donde se desarrolla esta relación laboral, es decir, hogares particulares donde prima el derecho de inviolabilidad de domicilio (OIT 2010). La situación demanda, entonces, aproximaciones alternativas que busquen los resquicios posibles para ejercer el control sobre el cumplimiento de la norma respetando el derecho a la privacidad de los hogares.21

Referencias 1. Batthyány, Karina. 2012. Estudio sobre trabajo doméstico en Uruguay. Serie Condiciones de Trabajo y Empleo No. 34. Ginebra: OIT. 2. Bergmann, Barbara. 1974. Occupational Segregation, Wages and Profit When Employers Discriminate by Race or Sex. Eastern Economic Journal 1: 103-110. 3. Canevaro, Santiago. 2009. Empleadoras de servicio doméstico en la ciudad de Buenos Aires: intimidad, desigualdad y afecto. Avá. Revista de Antropología 15: 187-207. 4. Cortés, Rosalía. 2009. Labour Regulations’ Ambiguity and Quality of Working Life: Domestic Servants in Argentina. Ponencia presentada en Conference on Regulating Decent Work, julio 8-10, Ginebra, Suiza. 5. Cutuli, Romina e Inés Pérez. 2011. Trabajo, género y desigualdad. El caso de las empleadas domésticas en Mar del Plata 2010-2011. La Plata: Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires.

19 El mismo se ha traducido en la posibilidad de deducir –hasta cierto límite– los salarios y contribuciones patronales del impuesto a las ganancias de los hogares empleadores. Si bien este tipo de políticas han sido criticadas como un subsidio a la clase media, tal como señalan Estévez y Esper (2009), ayudan a cimentar una cultura tributaria en la práctica inexistente en el rubro y generan una recaudación donde antes no la había. A partir de la implementación de la medida en Argentina en 2005, el nivel de registro experimentó una suba, si bien modesta, significativa en términos relativos (pasando del 5% a valores que oscilan en torno al 15%).

6. England, Paula, Michelle Budig y Nancy Folbre. 2002. Wages of Virtue: The Relative Pay of Care Work. Social Problems 49: 455-473.

20 En nuestro país, el proyecto de ley bajo tratamiento, luego de su paso por la Cámara, incorporó un artículo que prevé el procedimiento de negociación colectiva dentro del sector (Art. 1 4). El mismo estableció un plazo para que el Ministerio de Trabajo promoviera la conformación de la comisión negociadora del sector. No obstante, la incorporación de este artículo habría sido rechazada en la Comisión de Trabajo del Senado, por considerarlo “poco viable y razonable en función de la realidad del sector” (s. a. 2011).

tipo de trabajo, seguida de citaciones y multas en caso de negativas a colaborar y/o incumplimientos (para ejemplos de operativos puntuales de este tipo en Argentina, ver en el diario La Nación (s. a. 2005a y s. a. 2005b). Más allá de estas experiencias, tal como señala Valenzuela (2010), mediante buenos sistemas de acogida de denuncias y procedimientos claros y expeditos de citaciones, multas y sanciones, el tema de la fiscalización debería experimentar importantes avances.

21 A modo de ejemplo, podemos mencionar la visita “en puerta” en zonas de altos ingresos donde existe una importante concentración de este

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11. Esquivel, Valeria, Eleonor Faur y Elizabeth Jelín. 2012. Hacia la conceptualización del cuidado: familia, mercado y Estado. En Las lógicas del cuidado infantil: entre las familias, el Estado y el mercado, eds. Valeria Esquivel, Eleonor Faur y Elizabeth Jelín, 11-43. Buenos Aires: IDES – UNICEF – UNPFA.

24. Rodríguez, Corina y Norma Sanchís. 2011. Cadenas Globales de Cuidados: el papel de las migrantes paraguayas en la provisión de cuidados en Argentina. Buenos Aires: ONU Mujeres. 25. Rollins, Judith. 1985. Between Women: Domestics and their Employers. Filadelfia: Temple University Press.

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El trabajo doméstico se sienta a la mesa:

la comida en la configuración de las relaciones entre empleadores y empleadas en la ciudad de Buenos Aires* por Débora Gorbán** Fecha de recepción: 29 de junio de 2012 Fecha de aceptación: 1 de octubre de 2012 Fecha de modificación: 6 de noviembre de 2012

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.06

Resumen El trabajo en el servicio doméstico remunerado atraviesa una multiplicidad de dimensiones vinculadas no sólo a la problemática laboral de mujeres de sectores populares sino a la situación de desigualdad social sobre la que se configura esta actividad. El análisis que proponemos en este texto toma como punto de partida el estudio de los procesos de jerarquización y categorización que se producen en el marco de la interacción entre empleadas y empleadores, para el caso de la ciudad de Buenos Aires. Específicamente, este artículo se propone indagar acerca del lugar que ocupa la comida en el contexto de las interacciones mencionadas, en cuanto elemento a través del cual se construyen lugares sociales jerarquizados. El trabajo de campo fue realizado en Buenos Aires (Argentina) entre 2010 y 2011, siguiendo una aproximación de tipo cualitativo.

Palabras clave Servicio doméstico, jerarquías, comida, mujeres, trabajadoras, empleadores.

Domestic Work Sits at the Table: The Role of Food in the Configuration of Relationships Between Employers and Employees in Buenos Aires Abstract Domestic service comprises multiples dimensions that are related not only to the labour issues of women from popular sectors but also to the situation of social inequality that is at the root of this activity. The analysis that we propose in this text begins with the study of the construction of hierarchies and categorization that takes place in the context of interaction between employees and employers in the city of Buenos Aires. Specifically, this paper analyzes the place that food occupies in the context of the mentioned interactions, as an element through which social hierarchies are built. Our fieldwork was carried out in Buenos Aires, Argentina, between 2010 and 2011, following a qualitative approach.

Key words Domestic service, hierarchies, food, women, workers, employers.

*

Este artículo es resultado de la investigación “Entre el afecto y el trabajo. Un estudio sobre las experiencias y condiciones de trabajo de las empleadas domésticas en la ciudad de Buenos Aires”, PICT 07- 00258, ANCPYT. 2009-2011. ** Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, y Doctora en Sociología de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia. Investigadora del Conicet, con sede de trabajo en el Instituto de Altos Estudios Sociales (Idaes), Universidad Nacional de San Martín, Argentina. Correo electrónico: dgorban@gmail.com

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O trabalho doméstico se senta à mesa: a comida na configuração das relações entre empregadores e empregadas na cidade de Buenos Aires Resumo O trabalho no serviço doméstico remunerado atravessa uma multiplicidade de dimensões vinculadas não somente à problemática laboral de mulheres de áreas populares, mas também à situação de desigualdade social sobre a qual se configura essa atividade. A análise que se propõe neste texto toma como ponto de partida o estudo dos processos de hierarquização e categorização que se produzem no âmbito da interação entre empregadas e empregadores, para o caso da cidade de Buenos Aires (Argentina). Especificamente, neste artigo se propõe indagar sobre o lugar que a comida ocupa no contexto das interações mencionadas, enquanto elemento pelo qual lugares sociais hierarquizados são construídos. O trabalho de campo foi realizado em Buenos Aires (Argentina) entre 2010 e 2011 seguindo uma aproximação de tipo qualitativo.

Palavras chave Serviço doméstico, hierarquias, comida, mulheres, trabalhadoras, empregadores.

E

determinado por la importancia de ese trabajo en la economía, sino que el significado social de ese trabajo es determinado por la constelación de relaciones sociales en las que ese trabajo tiene lugar” (Tizziani y Gorbán 2012, 75).1 Y es en ese sentido que la constelación de relaciones sociales es central en el análisis del trabajo doméstico remunerado, relaciones que se establecen, como dijimos, en contextos de profundas desigualdades, en donde los bienes de consumo, entre otros, se transforman en señales demarcadoras dentro del espacio social en el que se despliega esta actividad: el hogar particular de los empleadores. Como sostiene Romero, el trabajo doméstico no es intrínsecamente degradante, sino que esta característica surge de la dinámica de las relaciones interpersonales entre empleadas y empleadores. En este marco, los aspectos inferiorizantes de la actividad son incluidos por medio de las prácticas de control y demarcación de límites implementadas por los empleadores, a través de las que estructuran el trabajo de las empleadas: el control de la comida, la restricción en el tránsito de los espacios, uniforme, etcétera. Estos aspectos degradantes están estrechamente vinculados con el comportamiento que los empleadores esperan de las empleadas, en función de sus características sociales, raciales y étnicas. Este tipo de comportamiento es analizado por Romero y Rollins en cuanto a la interacción deferencial.2

l trabajo en el servicio doméstico remunerado atraviesa una multiplicidad de dimensiones vinculadas no sólo a la problemática laboral de mujeres de sectores populares sino a la situación de desigualdad social sobre la que se configura esta actividad. Coincidimos con Romero (2002) en que fundamentalmente se trata de una actividad que se sostiene a partir de relaciones de subordinación de clase, raza, género, migración. A su vez, estas relaciones de subordinación son reforzadas por procesos de jerarquización e inferiorización movilizados por quienes emplean a trabajadoras para la realización de tareas de limpieza y cuidados en hogares particulares (Tizziani y Gorbán 2012). En efecto, las mujeres que trabajan en el sector no lo hacen sólo para otras mujeres y varones, sino para mujeres y varones de otra condición socioeconómica que es reforzada por características de tipo étnico y racial, y por el origen migratorio, que distancian aún más a empleadores y empleadas. De hecho, la centralidad que podemos atribuir a los estudios sobre el servicio doméstico reside en su potencialidad para iluminar estos aspectos clave de las relaciones sociales. Retomando a Romero, creemos que “la estructura del trabajo doméstico es determinada por una variedad de factores sociales, y es el contexto en el que las tareas son llevadas a cabo lo que lo hace opresivo. El impacto del trabajo en la posición social del trabajador no estuvo nunca

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1

Traducción de la autora.

2

Estos aspectos fueron abordados en un trabajo anterior; para más detalle, consultar Tizziani y Gorbán (2012).


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de las relaciones de parentesco.3 Si muchos de los estudios sobre alimentos se centran en analizar las relaciones entre mujeres (esposas-madres) y varones (esposos-padres) y las implicancias en cuanto a la distribución de roles de género, la particularidad de este artículo es indagar las implicancias que la comida tiene en las relaciones entre empleadas y empleadores.4 Es decir, si, como sostiene Woortman (1986), la comida permite ver la construcción social diferenciada de los géneros, lo que ésta nos muestra en las relaciones entre empleadores y empleadas es una de las formas en la que se construye la legitimidad social de la desigualdad. O mejor dicho, la manera en que son aceptadas determinadas diferencias en el acceso a la comida (que en esta relación es provista por el más poderoso –o no– al más débil) estaría reflejando las formas que adopta una relación social particularmente jerárquica, y las formas de su legitimación.

El análisis que proponemos en este texto toma como punto de partida el estudio de los procesos de jerarquización y categorización que se producen en el marco de la interacción entre empleadas y empleadores, para el caso de la ciudad de Buenos Aires (Tizziani y Gorbán 2012). Específicamente, este artículo se propone indagar el lugar que ocupa la comida en el contexto de las interacciones mencionadas, como elemento a través del cual se construyen lugares sociales jerarquizados. Es en ese sentido que serán analizados los datos presentados en el presente texto, resaltando la dimensión de desigualdad que configura al trabajo en el servicio doméstico y la manera en que la práctica específica de demarcación de límites –a través del acceso y prohibición a la comida de parte de los empleadores– permite fijar la mirada sobre los procesos de construcción de jerarquías sociales inferiorizantes que tienen lugar en el marco del servicio doméstico. El acento estará puesto entonces en informar sobre la manera en que las trabajadoras experimentan estas prácticas, sin dejar de lado las formas que encuentran para desplegar sus estrategias de resistencia (De Certeau 1996). La comida nos interesa en cuanto permite mostrar las dinámicas de jerarquización movilizadas en el contexto de las relaciones que se despliegan en el servicio doméstico entre empleadores y trabajadoras. Tal como sostiene Contreras: “La proximidad o estrechez de las relaciones sociales entre las personas puede expresarse mediante los tipos de alimentos y comidas que toman juntos, así como por la frecuencia de las mismas” (Contreras 1995, 18).

Según Van Eeuwijk (2007), la comida y la nutrición están fuertemente marcadas y moldeadas por el poder, y, en ese sentido, se transforman en instrumentos efectivos para manifestar y ejercer el poder, y para generar y evaluar la confianza entre individuos, grupos y, también, naciones. Incluso va más allá, al sostener que las relaciones sociales pueden ser reproducidas y representadas a través de la comida, al mismo tiempo que la comida crea y da forma a la coherencia e identidad en el interior y entre unidades sociales como hogares, categorías de parentesco, clases de edad, grupos profesionales o asociaciones informales (Van Eeuwijk 2007).

Algunas notas sobre el rol de la comida en la construcción de relaciones sociales

En este sentido, nos preguntamos: ¿Qué se esconde o qué nos indican las distintas estrategias de acceso y prohibición a la comida que los empleadores ponen en práctica en la relación con las empleadas? Para ello, analizaremos –a partir de entrevistas en profundidad realizadas a empleadores varones y empleadoras mujeres, trabajadoras domésticas, y registros de observaciones sobre

Parafraseando a Appadurai (1991), podemos decir que la comida tiene una vida social, ya que no se trata sólo de ver cómo y de qué manera circula la comida, sino de resituarla en el lugar de generadora de relaciones sociales. Coincidimos con otros autores (Counihan 1999; Van Eeuwijk 2007; Woortman 1986) en que la comida resulta un objeto significativo de estudio para las ciencias sociales. Sin embargo, en los estudios sobre trabajo doméstico remunerado se encuentran pocas referencias al tema, aun cuando existen análisis que comprenden a la comida como un elemento en las relaciones entre trabajadoras y empleadores, que adquiere un lugar central en el caso de las empleadas que trabajan “sin retiro” (Hondagneu-Sotelo 2007).

3 Existe una amplia bibliografía sobre la antropología de la alimentación, que aborda desde distintos enfoques metodológicos problemáticas referidas a la nutrición, las pautas alimentarias de distintas sociedades y las implicancias que la alimentación tiene en las representaciones e imaginarios, entre otros. El presente artículo se centra en algunos de esos estudios, sin pretender una aproximación exhaustiva, considerando aquellos que permitan vincular las prácticas alrededor de la comida y la comensalidad con las construcciones de jerarquías sociales. Sobre antropología y nutrición, se pueden citar los trabajos de Jesús Contreras (1995, 2002) y Mabel Gracia Arnaiz (2002), en España, o los numerosos estudios existentes en la literatura de Brasil, entre ellos, los de María Eunice Maciel (2004), Maciel y Gomberg (2007). Y los trabajos de Patricia Aguirre (2007) sobre antropología de la alimentación y nutrición, en Argentina.

Tal como señalan diversos análisis, sobre todo antropológicos (Counihan 1999; Van Eeuwijk 2007; Woortman 1986), la comida tiene un rol central en la construcción

4 En este texto utilizaremos el término empleadores para hacer referencia tanto a los empleadores varones como a las empleadoras mujeres.

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esta relación laboral en hogares de amigos, conocidos y familiares– las distintas maneras en que la comida y la comensalidad son puestas en acto en las relaciones que se entablan en el marco del servicio doméstico.

las clases populares, son jefas de hogar, con hijos menores a cargo, tienen entre 34 y 50 años, dos son de origen paraguayo, y otras dos de provincias del norte de Argentina. Tres de ellas viven en barrios marginales de las zonas oeste y sur del AMBA, de calles de tierra, que deben caminar para llegar a las paradas del transporte público. Una vive en la CABA. Todas tienen una trayectoria de más de quince años en el trabajo doméstico remunerado, durante la que han trabajado bajo la modalidad “sin retiro”, residiendo en el domicilio del empleador (sobre todo cuando recién llegaban a la CABA), pero en la actualidad todas trabajan como externas; dos de ellas trabajan para más de un empleador.

Metodología El presente artículo se basa en una investigación en curso. Las entrevistas utilizadas fueron realizadas en dos períodos, entre mayo y agosto de 2010 y entre mayo y septiembre de 2011, durante los que entrevistamos empleadas del servicio doméstico y empleadores. La extensión del trabajo de campo se debió sobre todo a la dificultad encontrada para poder concretar entrevistas tanto con unas como con otros. En efecto, en el caso de los empleadores, si bien se exploraron diversas vías de contacto, fueron pocas las personas que en definitiva accedieron a ser entrevistadas, mostrando cierta reticencia a recibirnos.5 Se realizaron doce entrevistas en profundidad con personas que contrataban trabajadoras domésticas, residentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), cuatro hombres y ocho mujeres, entre los 35 y los 69 años. Siete de ellos casados, dos divorciados, tres solteros. Nueve tenían entre uno y tres hijos, todos vivían con ellos en el mismo domicilio. Excepto cuatro de los entrevistados, todos contrataban trabajadoras bajo la modalidad “con retiro”, es decir que diariamente las mujeres empleadas vuelven a dormir a su propio domicilio. Los entrevistados (incluidos aquellos testimonios que caracterizamos como “espontáneos”) pertenecen a las clases medias y clases medias altas de la CABA; la mayoría son profesionales, algunos con cargos directivos en empresas o dueños de emprendimientos (docentes, abogados, psicólogos, economistas), y otros son funcionarios públicos.

También recurriremos a aquellas referencias al servicio doméstico que nos sorprenden con frecuencia por fuera de las actividades del trabajo de campo, en conversaciones con conocidos, amigos o familiares, discursos “espontáneos” que forman parte de nuestra experiencia social, en cuanto compartimos una pertenencia social con quienes emplean trabajadoras domésticas. Estas referencias han sido recabadas durante conversaciones informales con mujeres de clase media y alta de la ciudad de Buenos Aires, con quienes mantenemos vínculos familiares, profesionales o de amistad. Dichos discursos han sido registrados y sistematizados como notas de campo; para su análisis se han considerado los contextos en los cuales han sido recogidos y el lugar de la investigadora en dichas situaciones. Estos discursos en los que el trabajo doméstico remunerado emerge como tema de discusión de manera espontánea, se convierten en una fuente de información excepcional, por lo que permiten apreciar de dicha relación. Lo que proponemos, entonces, es tomar los datos surgidos de esas interacciones como datos para el análisis, completando aquello que en las entrevistas con los empleadores muchas veces permanece oculto, debido a que durante las mismas sus discursos son cautelosos, y dejan en las sombras aspectos conflictivos de esa relación laboral (Gorbán y Tizziani 2010). Por otra parte, tampoco podemos dejar de considerar las situaciones en que nos encontramos como empleadoras en nuestros propios hogares; esta proximidad puede en muchos casos generar cierta incomodidad en el proceso de investigación. No sólo en la situación de entrevista con las empleadas, sino para establecer la distanciación (Elias 1990) inherente al análisis sociológico.7

A su vez, se realizaron cuatro entrevistas en profundidad con trabajadoras que desarrollan sus tareas en la CABA, pero que residen en otros municipios del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).6 Las cuatro pertenecen a

5 Creemos que los rechazos, numerosos, que encontramos durante el trabajo de campo, en gran parte se vinculan con los modos de regulación de la actividad, que, dada su laxitud, dejan en manos de los empleadores la inscripción de la persona contratada y la realización de los aportes correspondientes. A su vez, el hecho de que la actividad de la trabajadora se desarrolle dentro del hogar hace suponer que el empleador pueda vincular el hecho de hablar sobre esta relación laboral, con la idea de develar la intimidad de su familia y la forma en que establece las condiciones de trabajo para su empleada, una extraña.

7 La pertenencia de clase compartida con los empleadores nos ofrece la posibilidad de presenciar “tras bastidores” (Brites 2001) revelando comentarios sobre un mundo social propio y ajeno a la vez.

6 Incluye la ciudad de Buenos Aires y las zonas urbanas próximas de la provincia de Buenos Aires.

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Estos discursos serán considerados entonces como aquello que Becker denomina representaciones sustantivas o profanas,8 una de las representaciones que, según el autor, entran en juego en el proceso de investigación. Las mismas estarían “conformadas por el estereotipo que nace de la inmersión del investigador en la sociedad y su conocimiento ‘sensible’ y directo de los fenómenos que estudia. Son estas representaciones a las que nos remitimos para poder completar las dificultades encontradas durante nuestro trabajo de campo” (Gorbán y Tizziani 2010, 5).

chos restringidos para los trabajadores del sector, ya que no contempla derechos tales como aguinaldo, indemnización sobre el salario completo, licencias por maternidad y enfermedad, entre otros. Así, a pesar de haberse implementado una serie de medidas11 tendientes al registro del trabajo doméstico remunerado, la precariedad laboral sigue caracterizando las condiciones en que se lleva a cabo esta ocupación. Como se observa a partir de los datos aquí expuestos, se trata de un grupo de trabajadoras vulnerable en cuanto a su condición socioeconómica y en relación con los instrumentos de protección del trabajo. En efecto, las condiciones de trabajo, así como el cumplimiento de las obligaciones familiares, dependen sólo del empleador. Muchos de los marcos regulatorios del sector en América Latina admiten el pago en especie para las trabajadoras.12 Sin embargo, los marcos regulatorios siguen siendo poco protectorios en cuanto a derechos, lo cual establece por ley una diferenciación social, económica y jurídica de estas trabajadoras respecto al resto.

Conformación y regulación del servicio doméstico en Argentina En Argentina el servicio doméstico constituye, al igual que en otros países latinoamericanos, la principal ocupación entre las mujeres de sectores populares. De acuerdo con los últimos datos accesibles en 2009, el servicio doméstico registra un 14% de las asalariadas en el nivel nacional, es decir, más de un millón de trabajadoras.9 Se trata de un sector muy feminizado, en el que las mujeres constituyen 98,5% de la población ocupada, pero que a su vez presenta una serie de características que informan sobre una población vulnerable en cuanto a sus niveles educativos y su origen socioeconómico. El 79,8% cuenta sólo con estudios que comprenden hasta secundaria incompleta, menor que el constatado para el resto de las asalariadas. Respecto al tipo de situación laboral, para 2009 cerca del 72% de las ocupadas del servicio doméstico trabajaba para un solo empleador y la mayoría se encontraba bajo la modalidad “con retiro”, 10 y residían en su propio domicilio. Al mismo tiempo, un 33% de las trabajadoras ocupadas era jefa de hogar.

Este tipo de desigualdades se observan en la experiencia cotidiana de estas trabajadoras, quienes tienen que atravesar en muchos casos situaciones de avasallamiento, maltrato y discriminación. La comida aparece en ese contexto como un elemento material y simbólicamente gravitante, esgrimido en dinámicas relacionales inferiorizantes y degradantes. A continuación, a partir del trabajo de campo realizado, analizaremos estas dinámicas relacionales que tienen a la comida como centro.

Representaciones sobre la comida y procesos de distinción

En relación con el marco regulatorio de la actividad, cabe destacar que el mismo data de 1956 (Decreto Ley nº 326/56 Estatuto de los Empleados del Servicio Doméstico) y establece dere-

Una frase que se repite a lo largo de las distintas entrevistas realizadas con empleadores en la ciudad de Buenos Aires es: “En mi casa [la trabajadora] puede comer

8 Para un mayor desarrollo sobre las representaciones profanas en el sentido aquí atribuido, ver Gorbán y Tizziani (2010).

11 Durante 2006, la Agencia Federal de Ingresos Públicos (AFIP) realizó una extensa campaña publicitaria alentando a que los empleadores paguen cada mes un aporte previamente estipulado como aportes para la seguridad social de las trabajadoras, que pueden deducir de sus impuestos.

9 Todos los datos estadísticos que presentamos en este apartado provienen del informe Caracterización del servicio doméstico en la Argentina, elaborado por la Subsecretaría de Programación Técnica y Estudios Laborales del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (citado como Contartese 2010).

12 Hugo Valiente, en su análisis sobre los regímenes jurídicos sobre trabajo doméstico remunerado en el Mercosur, sostiene: “Un aspecto fundamental de la protección del salario mínimo legal de las trabajadoras domésticas son las garantías que se establecen sobre su no deducibilidad, de modo de evitar que las prestaciones por habitación y comida –que son cargas de la parte empleadora– sean o puedan ser descontadas del salario en moneda” (Valiente 2010, 38). En Argentina el Decreto Ley Nº 326/56 establece que la trabajadora doméstica tiene derecho al suministro de alimentos y habitación como remuneración adicional al salario mínimo especial que le corresponde y que le debe ser abonado íntegramente (Valiente 2010).

10 Las modalidades de trabajo pueden ser: “con retiro”, en donde la trabajadora duerme en su propio domicilio. Quienes trabajan en esta modalidad, muchas veces cumplen tareas para más de un empleador, “trabajo por horas”. La modalidad “sin retiro” significa que la trabajadora permanece durante la semana laboral en el domicilio del empleador. Bajo esta modalidad es frecuente que el franco comience los sábados al mediodía hasta el domingo en la noche o lunes en la mañana, al que corresponden además horas de descanso adecuado durante el día y la noche. Ésta es la que menor porcentaje de trabajadoras registra, sólo el 6%.

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lo que quiere, no hacemos diferencia con nada”. En la formulación de la misma, lo que se percibe es la intención de aclarar, de distanciarse de otros que establecerían este tipo de diferencias respecto de las trabajadoras domésticas que contratan.

primitivo que saciaba el apetito de los trabajadores, jornaleros y demás miembros de los sectores populares” (Caldo 2009, 104). La autora destaca que en la lectura que la joven hace sobre las costumbres culinarias “aflora una franja indeleble que separa el paladar de los señores del propio de los otros habitantes del mundo rural” (Caldo 2009, 104). En los traslados veraniegos de las familias de élite hacia sus estancias, Caldo subraya de qué manera los “señores y señoras se encargaban de cuidar las diferencias”, las cuales, primordialmente, consistían en platillos cuidados, guiados por recetas con proporciones exactas, con ingredientes costosos para los patrones, y una comida más vinculada a las tradiciones criollas, con menor sofisticación en cuanto a sus ingredientes y formas de preparación (Caldo 2009, 109).

Como son relaciones que se dan en la casa, y son familiares, siempre quedan dolores, ¿no? Seguramente esto

surge en las encuestas. Porque uno… uno considera que

es buen empleador… Nosotros nos consideramos, pero con base cierta, digamos, pero digo… nunca se le dio

una comida diferencial… Yo conozco mucha gente que no comparte la comida. Nosotros compartíamos… desa-

yunos, mi señora o yo… el que estuviera a la mañana con ella. Este… eso en época que llegaba más temprano,

En las entrevistas realizadas con empleadores pudimos observar cómo se establecen referencias a la existencia de un gusto sofisticado (el de los empleadores) y un gusto sencillo13 con el cual serían identificadas las trabajadoras domésticas, debido a su origen socioeconómico de bajos recursos.

¿no?, pero… siempre tenía el café… de la cafetera nuestra, no instantáneo, digamos, molido recién… O sea, nunca, cero discriminación o diferencia con la comida

o no comida, tiempo, esto… Le pagábamos el colectivo aparte… (Hugo, 60 años, profesional, casado).

Compartir la mesa, comer las mismas preparaciones, consumir los mismos tipos de productos. El solo hecho de tener que subrayar este tipo de comportamientos obliga a detener la mirada sobre ellos. ¿Por qué aclarar dónde y qué comen las trabajadoras durante su permanencia en el domicilio de su empleador? Estas aclaraciones informan sobre lo que esconden: los procesos de diferenciación que se juegan en esa relación entre empleadores y empleadas. Y esos procesos, ¿por qué se ponen en marcha? ¿A qué responden? ¿Qué pasa cuando alguien que no es de la familia participa de la comida? ¿Qué sucede cuando alguien que ocupa una posición en el espacio social inferior a la de las personas para quienes trabaja come lo mismo que éstas?

Hoy hice una torta, y Julia me dice: “¿Y qué le pone?”. Yo decía… no le debe importar… Yo dije: “A vos te gustan

las [ciruelas]”. Era como que me sorprendió que le podía interesar el budín de ciruelas, me pareció muy sofisti-

cado. ¿Entendés? Como que no le creo. No me gusta esta

cosa ni que me chupe la media… ni… ¿Entendés? Ni ser la amiga… Pero me pasa a mí, ¿eh? Yo… eso me pasa a mí (Norma, profesional, casada, dos hijos).

En este testimonio Norma se sorprende ante la curiosidad de Julia, la trabajadora doméstica que contrata, por su interés en la torta que prepara. Dicha sorpresa, traducida en descreimiento, está anclada en las características que Norma le atribuye a Julia, en función de su origen social.14 En el imaginario de Norma, Julia sería ajena a

Los procesos de distinción entre clases no son nuevos ni exclusivos de lo que sucede en el marco del trabajo doméstico remunerado; sin embargo, consideramos que allí éstos toman características más marcadas, debido a la proximidad entre clases sociales polares que lo constituyen. En Argentina, en los comienzos del siglo XX, la comida, así como la arquitectura, la ropa, y distintos objetos de consumo, han sido marcadores culturales utilizados por las élites para distanciarse de los sectores de menores recursos (Pite 2011).

13 Bourdieu, en La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, al analizar la disposición estética de las distintas clases sociales, sostiene: “Como afirmación de un poder sobre la necesidad dominada, contiene siempre la reivindicación de una superioridad legítima sobre los que, al no saber afirmar el desprecio de las contingencias en el lujo gratuito y el despilfarro ostentoso, continúan dominados por los intereses y las urgencias ordinarias: […] los gustos de libertad no pueden afirmarse como tales más que en relación con los gustos de necesidad, introducidos por ello en el orden de la estética, luego constituidos como vulgares” (Bourdieu 2012, 63).

Paula Caldo, en el relato del siglo XIX de las memorias de una joven de familia terrateniente del sur santafesino sobre la cocinera de la familia, doña Manuela, se refiere a la preparación de alimentos diferenciados que la cocinera realizaba para los habitantes de la estancia: “cocina distinguida” para “el apetito de los señores” y otra de “carácter

14 Es interesante pensar estos procesos de distinción con Bourdieu, a partir del lugar de contraste que otorga a las clases populares en el sistema de posturas estéticas, en especial en la relación entre éstas y la pequeña burguesía. Así, sostiene: “La intención de distinción aparece con el esteticismo pequeñoburgués, que, al hacer sus delicias de todos los sustitutivos pobres de los objetos y prácticas elegantes […] se define contra la estética de las clases populares, de la que rechaza sus objetos predilectos […]” (Bourdieu 2012, 65).

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la sofisticación que supone el gusto por determinados platos e ingredientes, debido a su condición socioeconómica, la cual, deduce Norma, la obliga a trabajar como empleada doméstica. En esa atribución, Norma establece una categorización entre ella y Julia que se construye en función de la ignorancia –supuesta– de ésta y la sofisticación del gusto de aquélla.

pertorios de demarcación (Gorbán 2012) mediante los cuales quienes contratan trabajo doméstico remunerado trazan límites, siempre precarios, que intentan distanciarlos de este último. En este sentido, la comida sería un elemento dentro de dichos repertorios. En el próximo apartado nos centraremos en analizar cómo se establecen estos repertorios de demarcación en relación con la comida en la experiencia cotidiana que se desenvuelve en el marco del trabajo doméstico remunerado.

Lo que observamos es que lo que se cocina y quienes lo comen generan una práctica significativa socialmente, una práctica que nos informa acerca de los lugares ocupados en una determinada jerarquía social. Siguiendo a Bertran, los individuos se declaran, a través de sus decisiones alimentarias, como pertenecientes al grupo en el que viven, sirviéndoles éstas para identificarse y diferenciarse de otros. Así, hay comida característica de determinados estratos sociales, de ciertos grupos étnicos, etc. Y la alimentación actúa como un marcador que se puede usar para mostrar que se ha dejado de pertenecer a cierto sector de la sociedad (Bertran 2005).

A cada uno su lugar: la comida como patrón jerárquico Hablar de comida es hablar por esencia de relaciones. A veces la circulación de comida puede crear cercanía, familiaridad, o por el contrario, distancia y jerarquías (Haukanes 2007). Como señalábamos al principio, la preparación y circulación de los alimentos se relacionan con un marco discursivo que define los cuidados femeninos y su importancia en el sostenimiento de los vínculos familiares y los roles de género apropiados. Podemos aventurar que una mujer que alimenta adecuadamente a los suyos, se convierte en una mujer respetada. Pero también la distribución y el consumo de alimentos expresan una variedad de relaciones sociales: de proximidad o distancia social; lazos entre y dentro de las familias; de estatus religioso; entre otras (Cohen 1977, citado en Contreras 1995).

En ese sentido, un proceso de distinción semejante también se pone en juego en el momento de prohibir a la trabajadora, de bajos recursos y, en ocasiones, de un origen racial o nacional distinto, comer la misma comida de sus empleadores. Estas formas de clasificar al otro, que, como vimos, pueden rastrearse en la historia, han abonado a lo largo del tiempo una “naturalización” de la ignorancia15 como algo propio de determinados sectores sociales. Estos sectores no sólo serían ignorantes “por naturaleza”, sino portadores de un conjunto de atributos físicos –entre los que se destacan los rasgos raciales y étnicos– y sociales que estarían señalando su grado de respetabilidad social.16 Las prácticas en cuanto a la comida y la comensalidad que atraviesan la relación entre empleadas y empleadores, se suman a un conjunto de re-

Tal como señala Brites en su trabajo sobre afecto y desigualdad en las relaciones entre patronas y empleadas del servicio doméstico en Brasil, en la lógica de las cosas que circulan entre empleadores y empleadas prima quien da y su superioridad, en relación con quien recibe. Los objetos que se ofrecen primero son usados por el dador, para pasar a manos de quien recibe bajo la forma de aquello que aquel descarta. Así, el lugar de las cosas refleja el lugar social: la empleada recibe los restos, los residuos, las sobras. Las cosas circulan entre empleadores y empleadas bajo la premisa que indica que quien da una cosa de segunda mano ocupa un lugar superior en la jerarquía (Brites 2001).

15 Elizalde refiere algo similar en su análisis sobre los cambios en el paradigma alimentario en Argentina en el siglo XX: “La ‘gente bien’, come bien, cocina bien y tiene un gusto diferente y probablemente la sirvienta puede pelar, lavar, hacer alguna compra, no obstante por esta suerte de naturalización de su ignorancia, parecería poco prudente encomendarle por ejemplo la preparación de las ‘almejas a la gratadita’, cuando por naturaleza posiblemente sea más experta para la ‘sopa de pastines’” (Elizalde 2009, 8).

Cabe aclarar que nuestro análisis no supone una visión de los empleadores como victimarios por naturaleza y las empleadas como víctimas, sino que intenta destacar las dinámicas de jerarquización que se juegan en esta particular relación laboral. Por otra parte, hay que señalar que en la gran mayoría de los casos se trata de una relación entre mujeres de distinta condición socioeconómica, en la que una contrata a otra para ocuparse de tareas culturalmente asociadas al papel social de la mujer. Esto

16 En el ya citado texto de Pite, la autora, retomando a Adamovsky, destaca de qué manera los porteños de comienzos del siglo XX, en especial aquellos que pasarían a conformar las “clases medias” –los trabajadores que realizaban actividades no manuales–, buscaban diferenciarse de los sectores más pobres para encontrar un lugar en las nuevas jerarquías sociales basadas en riqueza, trabajo, educación, así como en el color de la piel, el origen social, entre otros. Conformando parámetros de respetabilidad no sólo por criterios económicos, sino también sociales y físicos (Pite 2011).

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supone que en algunos cuantos casos esta relación aparezca mediada por el celo de una sobre la otra. Y este celo no es sólo de la empleadora a la empleada sino que también se registra en este otro sentido.

cuánto. Lo que recibe es para Silvia, en términos de Rollins (1985), lo que su empleadora considera apropiado para ella, transmitiéndole de esa forma a través del objeto dado su superioridad, así como la percepción que tiene de ella como “necesitada, incapaz de proveerse adecuadamente ella misma, y dispuesta a aceptar los bienes degradados de otros” (Rollins 1985, 193).17

En las entrevistas que realizamos con mujeres que se desempeñan en el trabajo doméstico, las restricciones con la comida aparecen como un componente más de las condiciones de trabajo. Para muchas, es una situación “normalizada” no poder comer cualquier cosa que haya en la casa, y que, por el contrario, les ofrezcan las sobras o algo distinto a lo que come la familia, de peor calidad; o incluso, en muchos casos, que les prohíban comer.

Jimena tiene 42 años, trabaja como empleada doméstica desde hace diez años, después de un breve periodo como operaria en una fábrica de embutidos. Tiene tres hijos de entre 4 y 12 años que viven con ella y su nueva pareja en una localidad en el oeste de la provincia de Buenos Aires. En la actualidad trabaja todos los días para una abogada, su esposo y tres hijos, que habitan en un barrio del noroeste de la ciudad de Buenos Aires. Allí cumple tareas que abarcan la limpieza de una casa de dos pisos con patio y terraza, lavado de ropa, planchado, cocina, y algunas compras ocasionales. Durante nuestro encuentro me cuenta sobre su primer trabajo en una casa donde vivían tres hombres adultos, padre y dos hijos, que además tenían el negocio de muebles en la parte delantera de la casa. Jimena limpiaba toda la vivienda, sola.

Silvia tiene 40 años, es oriunda de Tucumán, es madre de una mujer de 20 años y un varón de 25. Los tres viven en un departamento alquilado en un barrio céntrico de la ciudad de Buenos Aires. Silvia se separó de su pareja y padre de sus hijos hace más de 15 años. Desde ese momento trabaja en el servicio doméstico por hora para distintos empleadores, en la mayoría de los casos haciendo limpieza y en unos pocos cuidando niños. Excepto una de sus empleadoras, todos le imponen algún tipo de restricción en relación con lo que puede comer y lo que no. Una de ellas, para quien trabajaba cuidando a su hijo de dos años, la dejaba durante todo su horario de trabajo sin nada que comer. Esto obligaba a Silvia a usar diez de los veinte pesos que su empleadora le pagaba por jornada, para comprarse comida. Hasta que un día su hartazgo llegó a un límite y planteó su reclamo:

O sea, yo cuando recién entré ahí… el hijo me pidió que le haga hamburguesas. Entonces yo saqué tres hamburguesas…, dos para él y una para mí. Y me dice: “Juan

José no come todo eso”. “No, pero una es para mí”. “Ah, no, no, vamos a aclarar las cosas. Vos acá no podés tocar

nada… si querés tráetelo”, me dice. “No podés tocar… un vaso de agua cada tanto tomalo, porque no es que

“Mirá, yo no puedo seguir trabajando así, vos me estás

te voy a negar el agua –me dice– pero nada, no podés

pagando veinte pesos para trabajar limpiando y yo tengo

comer, no me podés tocar nada. No podés tocar el queso,

que bajar para comprarme la comida y me gasto diez

nada de nada”. Y bueno, el padre que se quería morir

pesos en la comida y… me quedan diez pesos”, le digo…

porque… dice: “Yo no sé por qué es así”. Yo no lo hacía,

Y… entonces… el marido agarra y me dice… la miró y

no lo hacía porque él vivía ahí y tenía la fábrica ahí…

movió la cabeza… Dice: “No te hagas problema, que de

y es como que miraba… qué es lo que yo iba hacer yo.

hoy en adelante te vamos a dejar para que comas”. Si yo

Entonces yo no lo hacía.

no hablaba… no me dejaba nunca nada. Después me

La prohibición en este caso es total; Jimena llegó a desmayarse en el trabajo por falta de comida. Como desarrollamos en la primera parte, la comida está muy marcada por el poder, y se transforma en un instrumento efectivo para ejercerlo (Van Eeuwijk 2007). En ese sentido, al negarle la comida a Jimena sus empleadores la sitúan claramente en un lugar de subordinada, indicándole no sólo un lugar inferior en el marco de la relación laboral, sino también en relación con el sitio que cada uno de ellos ocupa en la sociedad, reproduciendo así relaciones socia-

dejaba… sabés lo que me dejaba… Eh… no sé si lo hizo de

bronca, a propósito porque lo que yo le dije… pero sabés qué me dejaba para almorzar… una empanada. Y me ponía en un papelito: “Ahí está tu comida”.

¿Sobre qué está informando esta secuencia entre Silvia y su empleadora? Si en un primer momento la comida aparecía como ausencia, como aquello de lo que la empleadora privaba a Silvia, en un segundo momento, después del reclamo, quien “da”, la empleadora, lo hace en sus términos. Lo que le toca a Silvia es “una empanada”, sólo puede comer lo que su empleadora decidió darle, ni una más, no puede elegir ni qué, ni

17 Traducción de la autora.

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les de subordinación de género y clase. El control sobre la comida se convierte en este caso en un mecanismo que no sólo modula la manera en la que la trabajadora debe relacionarse con los alimentos sino la forma en la que debe comportarse dentro de esa vivienda. Está pautando un modo de relación en la subordinación.

tima instancia, experimentan los empleadores ante la presencia de esas mujeres en sus prácticas cotidianas de alimentación. En los dos casos, las justificaciones esgrimidas establecen una distancia entre los empleadores y aquellas mujeres que emplean, reflejando una vez más la situación de desigualdad entre ambos, en este punto, en relación con quién detenta el poder de decidir quién come y de qué manera.

Si la prohibición o restricción en el acceso a la comida aparece como una práctica dentro de este particular repertorio de demarcación, la regulación sobre dónde comer y con qué utensilios también se destaca como un elemento común en la relación de los empleadores con las trabajadoras que contratan. Veamos el siguiente fragmento del testimonio de Silvia:

Una posible interpretación de la mencionada incomodidad puede vincularse al rol de la mujer en relación con la distribución de comida. Ya sea que esté presente en la mesa o no, la mujer es el centro de dicha distribución, y a su vez, a través de la cocina controla un medio de comunicación poderoso (Haukanes 2007). En ese sentido, podemos pensar que la presencia de una tercera persona no perteneciente al grupo familiar – pero más aun, que ocupa una posición social inferior respecto del grupo, al participar de las comidas familiares, en los mismos términos que el resto– está de alguna forma siendo incluida, de manera simbólica, en el grupo. Reconociéndole un lugar en la mesa, y en esa familia, se le coloca en una posición homologable a la del resto, anulando la distancia entre ellos.

Bueno, acá donde yo estoy trabajando… tuve problemas

con la piba…Te cuento… cuando vivía el esposo de ella,

de la señora…, porque falleció el esposo de la señora. Eh… yo almorzaba siempre ahí, antes de salir…, me daba de almorzar, ¿viste?, terminaba de lavar los platos y me retiraba. Obviamente me sentaba en la cocina,

pero tenía, ¿viste?, mi mesita y todo… Bueno, comía

tranquila y… Pero desde que falleció él, nunca más me ofrecieron… nada… para comer […] Yo a veces paso…

“Provecho”, y paso, ¿viste?, y siguen comiendo como

En todo caso, lo que se observa a partir de los repertorios de demarcación descriptos es que éstos refieren a procesos de desjerarquización e inferiorización que atraviesan la práctica laboral de las trabajadoras. Las diferencias establecidas a través de la comida y la comensalidad reflejan el lugar que los empleadores esperan que las trabajadoras domésticas ocupen. Prohibiéndoles comer la comida que comen “todos”, asignándoles una comida distinta, muchas veces la misma que comen los niños de la casa, destinándoles sobras, o comida de menor costo y menor calidad, se refuerza el lugar de inferioridad (de la trabajadora) frente al de superioridad que ocupa el empleador. Como se desprende del testimonio de una de las empleadoras entrevistadas, es su origen socioeconómico el que hace necesario las restricciones:

si nada, ¿viste? Entonces, bueno, ahí… nunca más me convidaron para comer. […]

En su testimonio Silvia destaca dos cosas; por un lado, que mientras le daban de almorzar tenía que comer en la cocina, en otra mesa, sin compartir el mismo espacio que sus empleadores. Por el otro, la manera en la que cambia su relación con los empleadores cuando el esposo fallece. Desde ese momento Silvia parece volverse invisible para su empleadora y sus hijos. Éstos se sientan a comer “como si nada”, como si no hubiese otra persona en la vivienda, nadie le ofrece un plato ni le pregunta si tiene hambre. Simplemente es ignorada. En términos de Goffman, es un “individuo ‘no existente como persona’; quienes desempeñan este rol están presentes durante la interacción, pero en ciertos sentidos no asumen ni el rol de actuante ni el de auditorio, y tampoco pretenden ser […] lo que no son” (Goffman 2001, 162). Sin embargo, del lado de los empleadores, la participación o no de las trabajadoras en las comidas con ellos y sus familiares aparece como algo que “debe” explicarse. Cuando comparten las comidas con las trabajadoras, destacan su accionar como algo atípico entre sus conocidos, resaltando su imagen de sí como personas generosas que no hacen diferencia. Cuando no lo hacen, esgrimen distintas explicaciones, reflejando la incomodidad que, en úl-

[…] toda mi vida yo pensé…, no podía comprender cuando una amiga mía me decía… que… Yo decía:

“Pero cómo, no entiendo, si vos compras un paquete de galletitas, ¿cómo le decís: ‘No, vos no comas’? No

entiendo”. Para mí era obvio que todos comíamos todo. Para mí era obvio. Hasta un momento… que por eso te digo, que tuve una empleada…, que yo podía com-

prar… pero te lo juro, podía comprar… seis paquetes de

Rumbas…, y mañana no había ninguna… Ninguna,

¿eh? Entonces… “Qué raro”, yo decía… “¿Mi marido se las comió?”. Me preguntaba: “¿Qué pasó, cómo podía

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otro como una totalidad visible. “La táctica no tiene más lugar que el del otro”, señala, no tiene lugar propio, su victoria es transitoria, no conserva lo ganado. La táctica es la práctica del débil para enfrentar la estrategia del poderoso, y en ese sentido, sacar provecho de la fuerza que le es ajena. Es a partir de esta lectura que hemos analizado las resistencias de las trabajadoras. A lo largo del trabajo de campo pudimos registrar distintas situaciones en las que éstas, silenciosa o abiertamente, desafiaban las restricciones y prohibiciones impuestas por sus empleadores en relación con aquello que podían o no comer. Estas prácticas se revelan como tácticas que transforman temporalmente los intentos de dominación del otro en puntos de fuga, y también se constituyen en repertorios de acción que pasan a formar parte de un acervo propio.

ser?”. Y una vez le tuve que preguntar, porque no tenía ninguna, yo decía o no me los mandó el super-

mercado, o mi marido se los comió, algo pasó. “No, yo me los comí –me decía–, yo me los comí”. Pero era

de una voracidad… ¿viste?, que no era tampoco… No era normal que una persona de noche se pudiera bajar tres paquetes de galletitas. Yo le dije: “Mirá, yo, por mí, comé las galletitas que quieras, pero el problema que tengo es que yo compro para que comamos todos y

nunca hay. Entonces decime vos, cuál te gustan a vos, que yo te compro a vos la que te gusta, así vos comés la

que vos te gusta… y después también hay”. ¿Entendés? Y a ella yo le compraba sus galletitas. Me pidió Tentación y le compraba Tentación [Risa]. Lo que te quiero

decir es que no… es un problema porque… por lo que te

digo, que… el origen hace que… al ver tanta comida por ahí se hacen voraces con ciertas cosas. Y… de repente

Francisca nació en Paraguay; desde muy pequeña trabajó para ayudar a su familia, primero en el campo, donde vivía, y a los 11 años en la ciudad, en una casa de familia, limpiando y cocinando. A los 15 años viajó a Buenos Aires, donde la esperaba un empleo como trabajadora doméstica bajo la modalidad “sin retiro”, en el departamento de una familia de alto poder adquisitivo de la ciudad. Después de seis años con los mismos empleadores fue rotando por distintos empleos “con retiro” que alternaba con algunos empleadores para quienes trabajaba “por hora”. En los numerosos encuentros que tuvimos se refirió a la manera en que sus empleadores establecían restricciones a través de las cuales limitaban su acceso a los alimentos:

te pueden bajar… por ahí compras tres bandejitas de

carne y… por ahí en dos días no tenés más carne (Ana, casada, dos hijos, profesional, 35 años).

De esta forma, la comida no sólo simboliza el lugar que las trabajadoras domésticas ocupan en la casa, sino también el que ocupan en la sociedad. Así, a través de esas prohibiciones y esos permisos, los empleadores definen las fronteras de inclusión y exclusión de aquéllas. En este sentido, la comida se convierte en señal de una ubicación social jerárquica.18 Sin embargo, las trabajadoras no permanecen en una situación de pasividad frente a estas prácticas. Ellas también tienen parte activa en estas operaciones de demarcación de espacios, ya que rechazan a través de estrategias propias ese lugar de subordinación, no aceptan las ideas que sus empleadores tienen de ellas. Lo que muestran los testimonios que reproduciremos a continuación es de qué manera establecen formas de resistencia que desestabilizan los signos que les señalan un lugar de inferioridad en la relación.

Y a veces me sentía mal, me dolía, otras ya no me importaba [que le prohíban comer]. En lo de Laura era terri-

ble, ella sí que no te dejaba comer nada. A María y a mí nos decía que no podíamos comer lo que ellos comían, nos dejaba arroz y fideos. Te recontrolaba; la fruta no la

podíamos comer, las galletitas, ahí era terrible, sí viste que a Sofía la echó por comer ese chocolate de 0,80 centavos. No sabes, yo creo que las contaba porque comía una

cuando ella no estaba y venía y te decía. Un día me comí

Tácticas del débil: desafiar las prohibiciones

un yogur, no sabés, cuando volvió me preguntó: “Francisca, ¿sabés quién se comió el yogur?”. Yo, si ella no estaba, algo comía. Si no, a la mañana para desayunar

De Certeau (1996) sostiene que la táctica, en contraposición a la “estrategia”, consiste en un cálculo que no posee un lugar propio, ni una frontera que distinga al

me llevaba mis galletitas o mi pan, o algo para el mediodía. Entonces ella me decía: “Por qué te traes, si acá hay”,

y yo le contestaba: “Qué querés, que coma todos los días arroz, no soy un pájaro”. Mezquinaba un montón.

El control permanente sobre los alimentos se transforma en un recordatorio constante de que ése no es su lugar, que allí, ellas, que paradójicamente son las encarga-

18 Rollins (1985) sostiene que prácticas como las analizadas aquí contribuyen a las ideas que los empleadores tienen sobre cómo deben ser las trabajadoras domésticas: inferiores en sus condiciones materiales, en su inteligencia, su apariencia, e incluso en su carácter.

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das de cocinar para la familia que las emplea, no pueden tocar los alimentos, al menos no cualquiera, o no todos. Pero aun cuando estas reglas apuntan no tanto a controlar la comida como a controlar a las mujeres que emplean para el trabajo doméstico, marcándoles el lugar de subordinadas que allí ocupan, burlar esos controles es una forma de rebelarse, de mostrarse y recordar(les) que pueden romper dichas reglas. O que, en todo caso, los roles que se despliegan en el marco de esta particular relación laboral no son estables.

invitación refleja no sólo el rechazo al lugar que otros les asignan sino también que la legitimidad de ciertas desigualdades también es puesta en tensión. En última instancia, desafiar las prohibiciones es rechazar las reglas impuestas por quien detenta el poder en la relación, mostrando así el carácter provisorio de los acuerdos que operan como condición de posibilidad de la relación laboral.

A modo de cierre

Si el empleador es quien dispone las reglas, también es quien habilita los permisos. Esos permisos, que como veíamos antes son presentados por los empleadores no tanto como un rasgo de las condiciones de trabajo que ofrecen a las empleadas que contratan sino como atributos que positivizan su imagen de sí, también refuerzan el lugar de inferioridad social de las trabajadoras. En ese contexto, el rechazo a esos permisos refleja el rechazo de las mujeres trabajadoras a las imágenes y los lugares que proyectan sobre ellas sus empleadores.

A lo largo de estas páginas nos hemos detenido en analizar de qué manera la comida interviene en las relaciones sociales que se establecen entre empleadores y trabajadoras domésticas. Más específicamente, nos centramos en informar sobre la manera en que los controles y prohibiciones sobre la comida forman parte de los repertorios de demarcación desplegados por los empleadores en su relación con las trabajadoras que contratan, en la construcción de lugares sociales jerarquizados. En efecto, si la implementación de límites está presente en el contexto de esta actividad laboral es porque la proximidad que la misma supone, entre quien contrata y quien es contratado, genera una tensión constante entre los empleadores por intentar controlar la presencia de la trabajadora, considerada, en última instancia, una extraña a la familia y, como tal, una posible amenaza.

En un pasaje de la entrevista, Jimena comenta que su empleadora le insiste para que coma en la mesa con la familia, pero que ella no quiere aceptar. J: No, me da vergüenza. Yo le dije a ella: “A mí me da

vergüenza comer en la mesa con ustedes y todo”. Y me dice: “Jimena, por favor, ya van a ser dos años, vos no tenés que tener vergüenza”.

Las aproximaciones antropológicas sobre la comida coinciden en resaltar el lugar que ésta ocupa en la construcción de las relaciones de parentesco, en especial respecto a las implicancias en cuanto a la distribución de roles de género. Si en el contexto de nuestro estudio esta aproximación resulta relevante es porque nos permite mostrar que en el marco del trabajo doméstico remunerado –caracterizado por tratarse de una relación de desigualdad en la que se cruzan, entre otros, clase y género– las prácticas alimentarias intervienen en la construcción de las relaciones entre empleadores y trabajadoras, principalmente en cuanto operan como aspectos jerarquizadores e inferiorizantes, no de la actividad, sino de las propias trabajadoras. Es a través de estas operaciones, que incluimos en lo que denominamos repertorios de demarcación, que se intenta reforzar ciertos atributos que en su imaginario los empleadores les adjudican a las mujeres empleadas en el servicio doméstico: su ignorancia, su condición de pobres, su origen racial y étnico. Todos ellos considerados como aspectos negativizados que harían de aquéllas individuos socialmente inferiores. Como sosteníamos

E: ¿Pero ella alguna vez te dijo que no te podías sentar a la mesa?

J: No, jamás… ella, al contrario, ella… cuando yo les sirvo a ellos, ella cuenta… “Jimena, falta tu plato”. E: ¿Y no te sentás?

J: No. A veces sí, a veces no, porque ella se enoja, me dice: “No, vení, sentate y comé”.

Cuando Jimena dice que le da vergüenza sentarse a la mesa con sus empleadores, lo que está mostrando es aquello que señala Hondagneu-Sotelo en su estudio sobre las trabajadoras latinas en Estados Unidos: “sentarse a compartir una comida simboliza la pertenencia a una familia, y las trabajadoras latinas, generalmente, saben, que ellas no son parte de la familia” (Hondagneu-Sotelo 2007).19 Entonces, si la comida actúa como una forma de señalamiento del lugar que cada uno ocupa en la jerarquía del grupo, no aceptar esa

19 La cita del libro de Hondagneu-Sotelo es extraída de la versión e-book para Kindle, y, por esa razón, no se especifica la página.

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en otro lugar, su condición de trabajadoras domésticas aparece como resultado de su posición como pobres e ignorantes, y en cuanto tales, como el único trabajo para el que están capacitadas (Tizziani y Gorbán 2012).

8. Contartese, Daniel. 2010. Caracterización del servicio doméstico en la Argentina. Buenos Aires: Subsecretaría de Programación Técnica y Estudios Laborales del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social.

Las prohibiciones y restricciones sobre los alimentos aparecen como mecanismos a través de los cuales los empleadores informan a las trabajadoras de las representaciones que sobre ellas construyen, y, fundamentalmente, cómo esperan que sean y que actúen. Si, como veíamos, el lugar de las cosas refleja el lugar social, la forma en que se restringen los alimentos, lo que se les ofrece (cosas de mala calidad e inferior precio; sobras), y la disposición sobre el lugar donde deben comer, no hacen más que cumplir el recordarles permanentemente su lugar de subordinadas. Y esto resulta necesario, en términos de Rollins (1985), ya que, de lo contrario, las creencias de los empleadores sobre sí mismos y la gente que los rodea, su mundo social, se verían amenazadas. Y esto ocurre en efecto cuando las trabajadoras desafían, rechazan y burlan los controles, comiendo a escondidas, robando, reclamando un mejor trato, e incluso renunciando. Así, a través de estas tácticas demuestran a sus empleadores que ellas también detentan su poder.

9. Contreras, Jesús. 1995. Alimentación y cultura: necesidades, gustos y costumbres. Barcelona: Edicions Universitat. 10. Contreras, Jesús. 2002. Introducción. En Alimentación y cultura: necesidades, gustos y costumbres, 9-26. Barcelona: Edicions Universitat. 11. Counihan, Carole. 1999. The Anthropology of Food and Body. Gender, Meaning and Power. Nueva York: Routledge. 12. De Certeau, Michel. 1996. La invención de lo cotidiano. I. Artes de hacer. México: Universidad Iberoamericana. 13. Elias, Norbert. 1990. Compromiso y distanciamiento. Ensayos de sociología del conocimiento. Barcelona: Editorial Península. 14. Elizalde, Silvia. 2009. Mujeres y alimentación. Los cambios del paradigma alimentario durante el siglo XX en el Río de la Plata. Ponencia presentada en la VIIIª Reunión de Antropología del Mercosur, 29 de septiembre a 2 de octubre, Buenos Aires, Argentina.

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El trabajo doméstico se sienta a la mesa: la comida en la configuración de las relaciones entre empleadores y empleadas en la ciudad de Buenos Aires Débora Gorbán

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¿Por qué externalizar las tareas domésticas? Análisis de las lógicas desigualitarias que estructuran la demanda en Francia* por François-Xavier Devetter** Fecha de recepción: 19 de julio de 2012 Fecha de aceptación: 18 de septiembre de 2012 Fecha de modificación: 12 de noviembre de 2012

DOI : http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.07

Resumen Desde hace veinte años, los empleos domésticos muestran un nuevo desarrollo. Numerosos estudios han señalado la mala calidad de estos empleos, caracterizados por fuertes desigualdades entre empleadores y asalariados. Otros trabajos se centraron en el análisis de los factores que, desde la demanda, sustentan la elección de externalizar las tareas domésticas. Estos trabajos han puesto en evidencia el peso de las desigualdades de género, de raza y de clase. A partir del estudio del caso francés, este artículo busca analizar tres lógicas desigualitarias que estructuran la externalización de tareas domésticas. La primera se relaciona con el principio de especialización. La segunda tiene que ver con el lugar de la negociación en las parejas. Por último, la tercera lógica se apoya en la voluntad de delegar las tareas juzgadas como ingratas. Cada una de estas motivaciones implica desigualdades específicas que constituyen obstáculos para el mejoramiento de los empleos domésticos.

Palabras clave Servicio doméstico, desigualdad social, lógicas de demanda, Francia.

Why Outsource Domestic Tasks? Analysis of the Unequal Logic Behind Demand in France Abstract For twenty years, the number of domestic jobs has been considered to be increasing in many countries. Several studies have highlighted the bad quality of these jobs, characterised by a high level of inequality between employers and employees. Other studies have looked at the other side of the market, focusing on the demand factors supporting the choice of outsourcing domestic tasks. These documents have made evident the importance of gender, race and class inequalities. Through the study of French data, this article aims to present three different ways to understand these inequalities: the first is based on a principle of specialization, while the second gives the spotlight to negotiation within the household. The third approach is based on the willingness to delegate menial tasks. Each of these motivations involves specific inequalities which are obstacles to the improvement of domestic job quality.

Key words Domestic service, social inequality, demand logic, France.

*

Este artículo es el resultado de varias investigaciones realizadas en el Clersé de la Université de Lille 1 durante los últimos años. El material cualitativo aquí utilizado es producto de distintas investigaciones. La primera –“Pratiques et représentations des particuliers employeurs”– fue financiada parcialmente por la Fepem (Féderation des employeurs de personnels de maison), y la segunda –“L’aide à domicile au défi des services à la personne”– contó con el financiamiento de la DIIESES (Délégation interministérielle à l’innovation et l’expérimentation sociale et l´économie sociale). Artículo originalmente en francés. Traducido al español por Lorena Poblete (Conicet-Ides): lorena.poblete@conicet.gov.ar ** Doctor en Ciencias Económicas, Université de Lille, Francia. Investigador del Clersé (Centre Lillois d’Études et de Recherches Sociologiques et Économiques) y docente de la Université Lille 1 – Telecom, Francia. Correo electrónico: devetter@telecom-lille1.eu

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¿Por qué externalizar las tareas domésticas? Análisis de las lógicas desigualitarias que estructuran la demanda en Francia François-Xavier Devetter

Dossier

Por que externalizar as tarefas domésticas? Análise das lógicas desigualitárias que estruturam sua demanda na França Resumo Nos últimos vinte anos, os empregos domésticos vêm mostrando um novo desenvolvimento. Numerosos estudos indicam a má qualidade desses empregos, caracterizados por fortes desigualdades entre empregadores e assalariados. Outros trabalhos se centraram na análise dos fatores que, da demanda, sustentam a escolha de externalizar as tarefas domésticas. Esses trabalhos evidenciaram o peso das desigualdades de gênero, raça e classe. A partir do estudo do caso francês, este artigo busca analisar três lógicas desigualitárias que estruturam a externalização de tarefas domésticas. A primeira se relaciona com o princípio de especialização; a segunda, com o lugar da negociação nos casais; por último, a terceira lógica se apoia na vontade de delegar as tarefas julgadas como ingratas. Cada uma dessas motivações implica desigualdades específicas que constituem obstáculos para o melhoramento dos empregos domésticos.

Palavras chave Serviço doméstico, desigualdade social, lógicas de demanda, França.

E

dernizadas; es decir, a través de empresas de limpieza a domicilio que han “industrializado”, en parte, estas actividades (Devetter y Rousseau 2009; Mendez 1998). Esto ha dado lugar a numerosas investigaciones (Andall 2000; Anderson 2000; Lutz 2008; Meagher 2003; Parrenas 2001; Romero 2002). Entre estas, aunque menos desarrolladas, se encuentran aquellas centradas en la demanda, que utilizan marcos de análisis econométricos (Baxter et al. 2009; Tijdens et al. 2003).

n los países de la OCDE, hasta la Primera Guerra Mundial, el servicio doméstico representó una proporción esencial de la mano de obra: cerca del 5% de la población activa, y más del 10% de las mujeres (Higman 2002). La segunda mitad del siglo XX vio, por el contrario, una contracción muy fuerte de este tipo de empleos y la casi desaparición del modelo tradicional del servidor (Coser 1973; Piketti 1997). Sin embargo, las investigaciones relativas a los gastos de los hogares muestran que la externalización de ciertas tareas1 como la limpieza y el lavado de ropa, lejos de desaparecer, tiende a aumentar (Marbot 2009). Investigaciones recientes, que han estudiado la evolución del servicio doméstico en el largo plazo, han subrayado su resurgimiento (Pasleau, Schopp y Sarti 2005).

Este resurgimiento tiene que ver, en parte, con las políticas públicas que buscan al mismo tiempo “explotar esos yacimientos de empleos” –creando actividades o “blanqueando” trabajo informal– y favorecer la conciliación de los tiempos profesionales y familiares (Cancedda 2001; Pour la Solidarité 2012). En Francia,2 este tipo de políticas se desarrollan desde 1994, con la creación del “cheque empleo-servicio”.3 Pero se profundizan en 2005 con el plan de “servicios a la persona”,4 más conocido

En los países anglosajones y en Francia, la creación de empleos declarados ha aumentado tanto bajo la forma tradicional de empleo directo como bajo formas mo-

2

Respecto del caso de Bélgica, ver Henry et al. (2009).

3 Se trata de un dispositivo que busca simplificar el registro de los servicios domésticos. Es un cheque con el que los empleadores particulares pueden pagar a las empleadas domésticas que trabajen menos de 8 horas semanales. El uso de este cheque permite el registro directo de las trabajadoras al sistema de seguridad social y da acceso a exoneraciones fiscales para los empleadores. En algunos casos se presenta como un beneficio que las empresas otorgan a sus asalariados. [N. de T.]

1 Este artículo trata exclusivamente sobre la externalización de tareas domésticas en hogares en edad activa, y no en poblaciones envejecidas. En efecto, los factores que explican la demanda de los servicios son muy diferentes para ambas poblaciones, así como la forma que adquieren los servicios. El eje aquí está puesto en los empleos domésticos relacionados con el cleaning, y no en el conjunto de empleos ligados al care.

4 En Francia, las empleadas domésticas pueden trabajar según tres modalidades: ser directamente contratadas por un particular; ser contratadas a través de asociaciones o empresas que funcionan como intermediarios (sistema mandatario); o ser asalariadas de un organismo asociativo o una empresa de limpieza (sistema prestador).

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como “plan Borloo”.5 A partir de ese momento, este sector se transforma en uno de los pilares de la política de empleo; por lo tanto, se le adjudican distintas medidas de sostén: exoneración de impuestos y de cotizaciones sociales, reducciones fiscales, disminución o supresión del IVA, creación de una agencia de desarrollo, simplificaciones administrativas, subvenciones, etc. Además, en 2010 se le asignan más de 6 mil millones de euros. A estos fondos hay que agregar otros 4 mil millones destinados a las personas dependientes6 (Devetter y Rousseau 2011a). La envergadura de fondos acordados y el hecho de que este plan fuera presentado explícitamente como un modelo a seguir por los países de la Unión Europea (Pour la Solidarité 2012) hacen de la situación francesa un caso de estudio particularmente interesante.

sos o podemos observar otras formas de desigualdad también ligadas al estatus social de los individuos? El objetivo de este artículo es precisar la naturaleza de esas desigualdades a partir del estudio de los factores de demanda. Principalmente, nos proponemos analizar cómo esta dimensión desigualitaria bloquea toda política de mejoramiento de las condiciones de empleo y mantiene a esos asalariados en la “trampa de precariedad”. Tres hipótesis, más complementarias que opuestas, permiten justificar la externalización. Cada una nutre relaciones específicas con las desigualdades sociales. La primera se inscribe en la óptica “beckeriana”, donde la rareza relativa del tiempo en relación con los ingresos es considerada como determinante. La importancia de las cargas (número de hijos, duración del trabajo profesional, tamaño de los domicilios, etc.) y el “precio de la hora” (simbolizado por el salario horario) deberían ser los factores más importantes (Oropesa 1993; Spitze 1999). La segunda hipótesis ubica en la pareja la dinámica de la externalización. Interpreta la contratación de una empleada doméstica como solución de la tensión que se produce por el desfase entre la igualdad de los cónyuges en la esfera pública y el mantenimiento de las desigualdades en la esfera privada (Baxter et al. 2009). La tercera hipótesis se inspira en una tradición sociológica que percibe la externalización de las tareas domésticas como un “consumo ostentoso” (Veblen 1979), o como el rechazo a un “trabajo pesado”. Disponer de una empleada doméstica es entonces un bien posicional que permite distinguirse y, sobre todo, descargarse de tareas consideradas como “trabajo sucio” (Anderson 2007; Hughes 1996). Acá encontramos también la lógica de la distinción puesta en evidencia por Pierre Bourdieu (1979), ya que el empleo de una asalariada a domicilio puede ser considerado como un marcador de pertenencia a una clase social determinada.

A pesar de que el plan Borloo se propone profesionalizar y modernizar este tipo de servicios, el mejoramiento de la calidad de los empleos domésticos no logra concretizarse. Siguen siendo unos de los más degradados (Devetter et al. 2009; Lefebvre 2010), y por consiguiente, reservados a poblaciones estigmatizadas (Cox 1999; Lecomte 2001). La “trampa de precariedad” en la que permanecen bloqueados los trabajadores del servicio doméstico no puede entenderse fuera del análisis de la demanda. Nuestra hipótesis es que la calidad de los empleos (remuneraciones, condiciones de trabajo, reconocimiento de calificaciones, etc.) está directamente ligada a los mecanismos de demanda. Esto sucede porque el servicio doméstico es objeto de lógicas de demanda específicas, encastradas en mecanismos que producen desigualdad. Es por ello que los distintos actores (poderes públicos, empleadores, sindicatos, etc.) no logran mejorar la situación de los asalariados (Bailly et al. 2012). Ya son numerosos los estudios que han señalado la correlación estadística entre las desigualdades de ingresos y la frecuencia de la contratación de ayuda doméstica remunerada (Milkman et al. 1998). En ese sentido, los países de América Latina y de Europa mediterránea se contraponen a los países escandinavos (BIT 2010).

Estas tres hipótesis se relacionan de manera específica con desigualdades que es necesario explicitar (ver el cuadro 1). En la primera parte analizamos las influencias respectivas de las cargas y los niveles de ingresos buscando comprender si la externalización responde a necesidades particulares o depende principalmente del nivel de riqueza. En la segunda parte el objetivo es cuestionar los roles de género dentro de la pareja. ¿La externalización, presentada como un modo de reducir las desigualdades de género, no genera nuevas formas de desigualdad? En la última parte analizaremos la tercera hipótesis. Si la externalización puede interpretarse como un rechazo al trabajo doméstico, ¿cuáles son entonces las consecuencias en materia de desigualdades sociales?

Sin embargo, esta verificación estadística no dice gran cosa respecto de la naturaleza de las desigualdades en cuestión. ¿Se trata sólo de una diferenciación de ingre-

5 Jean-Louis Borloo fue ministro del Empleo y la Cohesión Social entre 2005 y 2007. [N. de T.] 6 Se refiere al presupuesto de la APA (Asignación Personalizada de Autonomía), que es una asignación universal destinada al pago de servicios domésticos y del cuidado. El monto de la misma depende del nivel de dependencia física del beneficiario.[N. de T.]

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Dossier Cuadro 1. Métodos y datos Para estudiar la demanda de servicio doméstico, nos apoyamos en dos tipos de fuentes. La primera está compuesta por una serie de entrevistas a empleadores o clientes de estructuras prestadoras de servicios (54); a responsables de organismos prestadores (27) y a asalariadas que trabajan en asociaciones, empresas privadas, o para particulares (18). Estas entrevistas se realizaron entre 2006 y 2011. Por último, a principios de 2012, un cuestionario permitió obtener información sobre el aspecto penoso de las tareas. Este cuestionario se administró a 192 asalariadas de servicios a la persona, que trabajan casi siempre como empleadas domésticas. Los empleadores interrogados, según las constataciones estadísticas, pertenecen a la “clase media superior” (ejecutivos del sector privado o público y profesionales intermedios). Si bien se ubican en una franja etaria amplia (de 35 a 70 años), ninguno está en situación de dependencia. Las entrevistas, tanto con los empleadores como con las asalariadas, han sido realizadas comúnmente en París y en las grandes metrópolis de las provincias. La segunda fuente es estadística. Se trata de la encuesta “Estudio de las Relaciones Familiares e Intergeneracionales” (ERFI), realizada por el INED (Institut National d’Études Démographiques) en 2005 y en 2008, en el marco del programa internacional Generation and Gender Study. Esta encuesta tiene por objeto conocer mejor ciertas evoluciones sociodemográficas: fecundidad; evolución del tipo de familias y relaciones de ayuda familiar. En ese marco, el cuestionario aborda la repartición de tareas domésticas y, precisamente, el recurso a una ayuda doméstica remunerada. Es la respuesta a la pregunta “ayuda regular en las tareas domésticas remunerada”, que se encuentra en el centro de nuestro análisis. En paralelo con los datos obtenidos por estas estadísticas descriptivas, ceteris paribus, se realizó un análisis a partir del modelo logit dicotómico. Los principales resultados estadísticos y econométricos se presentan en el anexo 1.

¿Una lógica de especialización entre “necesidades” y diferencia de riqueza?

participar de un nuevo arte de vivir que permitirá al mismo tiempo mantener una vida profesional y una vida personal placenteras” (sitio de la empresa O2). Los clientes de estas empresas o los empleadores particulares invocan usualmente este argumento en primer lugar: “era una necesidad, yo estaba muy ocupada […] estábamos muy ocupados, trabajábamos en el hospital como internos. No teníamos la posibilidad de hacer todo”. 7

La primera justificación avanzada por los beneficiarios de servicios domésticos se apoya en la “falta de tiempo”; sin embargo, el impacto de las cargas domésticas sobre la externalización es bastante limitado. Los niveles de riqueza son, por el contrario, claramente determinantes. Estos últimos alimentan ciertas desigualdades de ingresos que también pueden ser interpretadas como benéficas para todos, y, por consiguiente, justificar las políticas públicas a favor del servicio doméstico.

Sin embargo, los estudios empíricos sobre la demanda de servicios domésticos (Flipo y Olier 1998; Iraci 2005; Marbot 2008) no permiten validar esta hipótesis. Las variables asociadas a las “necesidades” no son significativas. Por el contrario, el ingreso aparece como la variable explicativa. Las únicas variables en realidad determinantes son el nivel de diploma, pero sobre todo el ingreso. De esta manera, el recurso a una empleada doméstica es antes que todo un consumo suntuario, reservado a las familias más adineradas (ver el anexo 1). El rol verdaderamente dominante de los ingresos por sobre las otras variables también ha sido confirmado

“Necesidades” poco determinantes, pero una especialización fundada sobre la diferenciación de ingresos La primera justificación de la externalización es que permite resolver las limitaciones temporales. Son la falta de tiempo y la necesidad de facilitar la conciliación entre vida profesional y vida familiar las que explicarían el recurso a una empleada doméstica. Las publicidades de las empresas prestadoras de servicios se inscriben con frecuencia en esta lógica: “Como compañero cotidiano, nuestra ambición es

7 En el momento de la entrevista, esta empleadora tenía 72 años, se había jubilado como médica hospitalaria, estaba separada y tenía un hijo a cargo. En general, había contratado de manera directa a trabajadoras domésticas, y en algunos casos, sin registrarlas.

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Desigualdades necesarias en intercambios de tipo “ganador-ganador”

por los resultados de las regresiones lógicas que permiten observar los factores de la demanda, ceteris paribus, a partir de los datos más recientes. El número de hijos, por ejemplo, no tiene más que un rol marginal respecto de la variable ingreso del hogar. El parámetro estimado es de 0,383 por dos hijos, contra 1,532 por el nivel de ingresos superior a 5.000 € (anexo 1).

La demanda se hace posible por la diferencia entre el ingreso de los que demandan el servicio y los que lo ofrecen. El precio por hora de limpieza debe ser inferior al salario horario del cliente. Las desigualdades salariales son, de esta manera, necesarias para la externalización.8

En consecuencia, el peso determinante de los ingresos puede poner en evidencia la influencia de la rareza relativa del tiempo disponible. En efecto, en el modelo beckeriano de asignación de tiempo (Becker 1965), el individuo racional busca maximizar su satisfacción combinando el ingreso (los bienes de consumo) y el tiempo, sustituibles el uno por el otro. Si consideramos que la limpieza es una actividad creadora de una satisfacción (ver una casa limpia), la elección de la externalización se explica por la voluntad de economizar tiempo, bien que es todavía más precioso, dado que su rareza es proporcional a los recursos monetarios.

Una demanda fuerte y durable de servicios domésticos depende de la existencia de mano de obra barata y de clientela adinerada. Afirmar que este tipo de empleo está íntimamente ligado a las desigualdades de ingresos no es nuevo; los trabajos de Jean Gadrey (2003) muestran con claridad esta correlación. Mientras mayor es la distancia interdeciles, más importante es la proporción de servicios personales y comerciales a expensas de los servicios sociales. Las desigualdades de ingresos se presentan entonces como un factor esencial para el desarrollo del servicio doméstico (Bosch 2005). Esas desigualdades “necesarias” son compatibles con una visión liberal de la justicia, ya que pueden ser percibidas como favorables a la productividad y a la redistribución, vía el empleo de los menos calificados. Gracias a una mayor división del trabajo, la productividad aumenta, lo que resulta ventajoso para todos, principalmente para las empleadas domésticas. Aun si son consideradas como las trabajadoras “menos empleables”, encuentran en el sector de la limpieza un empleo e ingresos. Numerosos autores (Cette, Héritier y Taddei 1998) insisten en la posición social desfavorable de las trabajadoras. Los subsidios asignados son justificados muchas veces por la alta tasa de feminización del sector (Croff 2000). Una lectura liberal de Rawls y del “principio de maximización” aparece entonces justificando medidas que acentúan las desigualdades, como las exoneraciones fiscales acodadas a los empleadores. En Francia, estas exoneraciones benefician a más del 70% del 10% de los hogares más ricos (Marbot 2009). Según esta lectura, ayudar a los más ricos beneficia más a las poblaciones desfavorecidas que a éstos, puesto que da lugar a una transferencia monetaria desde los consu-

Esta justificación se vuelve en efecto muy frecuente en los testimonios de los clientes de empresas de servicios a domicilio o los empleadores, como también entre las empleadas mismas. En las entrevistas realizadas, esta justificación aparece en primer lugar. Las empresas de limpieza a domicilio ilustran esta lógica insistiendo en el hecho de que liberan a las mujeres profesionales. Los eslóganes publicitarios, tanto en Francia como en el extranjero, son muy explícitos: “¿No queda lugar en su agenda para las tareas domésticas? ¿Prefiere consagrar su tiempo libre al entretenimiento, más que al trabajo doméstico en su casa o departamento?” (Shiva). El más explícito es el eslogan de una empresa americana estudiada por Mendez (1998): “Su tiempo es precioso, el nuestro, abordable”. La falta de tiempo no debe ser interpretada aquí como una falta “absoluta”, sino más bien como relativa respecto de los ingresos elevados. En este marco, la lógica de la demanda de servicios domésticos son la compra de tiempo y la posibilidad de especializarse aumentando eventualmente el tiempo dedicado al ejercicio profesional, donde la ventaja comparativa es mayor. Según un informe sobre la situación de Bélgica, la externalización permite a los hogares utilizadores aumentar con presteza el tiempo del trabajo profesional (Idea Consult 2011). Esta visión del servicio doméstico lleva a hablar de “servicios de equilibrio de la vida cotidiana”, de “servicios de ayuda a la conciliación de tiempo”, como lo hace, por ejemplo, la comunicación institucional de la Agencia Nacional de los Servicios a la Persona.

8 Una diferencia de 1 a 4 puede ser considerada como mínima para permitir la compra de una hora de trabajo doméstico. El hecho de que el tiempo comprado es bien inferior al tiempo en realidad ganado, o aun el tiempo de trasporte, se acumula para marcar esa distancia necesaria cuando se decide entre “hacer” o “hacer hacer”. Ciertamente, los hogares más modestos (4% de los que tienen un ingreso inferior a 1.000 € por mes) pueden declarar que recurren a esos servicios cuando reciben alguna ayuda social específica (ayuda a la infancia, seguimiento familiar, acompañamiento de personas discapacitadas o enfermas, etcétera).

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midores (ricos) hacia los asalariados (pobres), dentro de una lógica de “percolación” (Cahuc y Debonneuil 2004). Los empleadores particulares o los clientes también recurren a este argumento afirmando que “ayudan” al asalariado. Incluso, muchos hacen la pregunta de manera explícita: “¿Qué otra cosa podría haber hecho, si no?”.9 El campo léxico de la ayuda mutua o de la caridad es más movilizado en los discursos que aquel propio de la relación salarial clásica, ya que los empleadores tienen problemas para considerarse como tales (Devetter, Lefebvre y Puech 2011).

cia favorable a la igualdad entre hombres y mujeres. Si bien varios elementos parecen, en principio, sostener esa hipótesis, tanto los análisis estadísticos como las entrevistas aportan elementos contradictorios. Las ganancias en cuanto a igualdad de género parecen limitadas y virtualmente negativas respecto de otras formas de desigualdad social asociadas.

En el marco de una demanda motivada sólo por la diferencia de productividad, las desigualdades no serían sólo diferencias de ingresos (derivadas de mecanismos de diferencia de productividad). Tampoco intervendrían dimensiones estatutarias (como el sexo o la raza) o dimensiones simbólicas relacionadas con los signos de “reconocimiento” de los que podrán beneficiarse los individuos. Las desigualdades se limitarían a una lógica de especialización social, donde la externalización de actividades domésticas permitiría, por ejemplo, una inversión profesional más importante. El empleo doméstico podría entonces leerse como una relación laboral, ciertamente ligada a desigualdad en cuanto a riqueza, pero que ayuda en parte a reducirla. El trabajo en sí mismo no se distinguiría de otras actividades profesionales.

El recurso a una empleada doméstica es presentado por la mayoría de los actores del sector como un elemento que favorece la igualdad en la pareja. Los poderes públicos insisten en particular sobre este aspecto10 (Windebank 2006 y 2007). Tres elementos complementarios sostienen esta hipótesis. Primero, la decisión de externalización tiene, en efecto, que ver, primero, con las mujeres. Segundo, se presenta con más frecuencia en el caso de parejas que declaran tener opiniones más igualitarias. Tercero, es más habitual cuando la esposa dispone de un poder de negociación mayor.

¿Una solución frente a la desigualdad hombres/mujeres?

Tanto los análisis econométricos como las entrevistas cualitativas ponen en evidencia que la elección de externalizar las tareas domésticas es sobre todo una decisión femenina. El primer elemento que va en esta dirección es que las características de la mujer cumplen un rol más determinante que las de su cónyuge (Marbot 2009). El efecto sobre el tiempo de trabajo, por ejemplo, es sensiblemente más marcado para ella que para él. Si la mujer trabaja más de 40 horas por semana, la posibilidad de recurrir a una empleada doméstica aumenta de manera significativa, mientras que una jornada equivalente en el hombre tiene menos relevancia (Devetter, Lefebvre y Puech 2011). La misma idea se confirma a través del estudio de las relaciones entre ingresos individuales (y ya no del hogar) y el recurso a una ayuda doméstica. El límite determinante es sensiblemente menor para la mujer que para el cónyuge (Bianchi et al. 2000). Tanto las empleadoras como los empleadores interrogados insisten en que la iniciativa de contratar una asalariada a domicilio es tomada casi siempre por la mujer (Devetter et al. 2009). Una de las empleadoras entrevistadas afirma:

Una demanda anclada en las relaciones de género En efecto, más allá de la lógica general de especialización, la demanda por este tipo de servicios debe ser reubicada en el centro de las relaciones de género, y en especial en el marco de las decisiones internas de la pareja. La decisión de externalización no puede ser considerada como individual. La configuración familiar tiene un rol esencial (Baxter et al. 2009; Oropesa 1993; Tijdens et al. 2004). Los datos franceses confirman que las parejas de dos activos recurren más a esos servicios que otro tipo de hogares. Según la encuesta ERFI, se externalizan las tareas domésticas en más de una pareja sobre 10 donde los dos son activos, contra menos de una pareja sobre 20 cuando hay un solo activo. En ese sentido, la decisión de “hacer” o “hacer hacer” se inscribe en las parejas y cuestiona las desigualdades de género (Kaufmann 1997). Con frecuencia, la externalización es presentada como un mecanismo en poten-

[…] no, no hubo una decisión de pareja. Yo tomé la decisión porque, de hecho, está muy bien que seamos una

pareja moderna y que las tareas sean relativamente

9 Ver también Scrinzi (2010).

10 Para un análisis del caso español, ver Peterson (2007).

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una vive con un hombre muy desordenado y detesta hacer el papel de la madre que pasa ordenando detrás de él. Bueno, al menos el señor saca la basura y manda las camisas a la tintorería… entonces, ¿qué hace la empleada doméstica? Bueno, ¡arregla nuestro gran desorden!”.13 Otra entrevistada contaba:

compartidas, pero todo eso es bastante relativo. Me parece que 5.000 años de historia no quedan abolidos

en dos generaciones, entonces, esencialmente soy yo la que tiene la responsabilidad de la vida doméstica.11

Si bien la externalización es sobre todo una decisión femenina, es más frecuente en las parejas que expresan opiniones favorables a la igualdad entre los géneros,12 como también el hecho de estar de acuerdo con esta afirmación: “Las mujeres deberían poder decidir cómo gastan el dinero que ellas ganaron, sin la anuencia de su cónyuge”. De los hogares que externalizan las tareas domésticas, el 59% está de acuerdo con esta afirmación (Devetter, Lefebvre y Puech 2011). De igual manera, el estar de acuerdo con la siguiente afirmación reduce de un modo significativo la posibilidad de externalizar: “Cuando el empleo está en crisis, los hombres deberían ser prioritarios respecto de las mujeres para obtener un empleo”.

Nosotros preferimos tener una empleada doméstica,

cueste lo que cueste. Siendo dos, no es tan caro, y le aseguro que eso evita bastantes discusiones. Porque mi

chico no entiende la utilidad de pasar el trapeador. Además, no usa la aspiradora sino cuando se le cayó algo al piso. Entonces, antes de volverme una bruja que grita

todo el tiempo, impuse la empleada doméstica. ¡Y le aseguro que las cosas están mucho mejor en casa!14

Una falsa solución que recrea numerosas desigualdades

Por último, en numerosos estudios se muestra que los factores que aumentan el peso de la esposa en el proceso de negociación son también favorables a una mayor externalización: diploma, actividad profesional e ingresos, perspectiva de carrera, etcétera (Oropesa 1993; Tijdens et al. 2003). La encuesta ERFI presenta igualmente argumentos en ese sentido. El recurso a una empleada doméstica es más frecuente cuando la mujer tiene peso en ciertas decisiones, por ejemplo, las que conciernen a la organización del tiempo libre y la vida social. Entre las parejas con dos activos, cuando el hombre decide solo o mayoritariamente sobre la organización de esas actividades, el recurso al servicio doméstico es de 5%. Por el contrario, llega a 15% en los hogares de dos activos donde la mujer gestiona esos ámbitos de la vida familiar (Devetter, Lefebvre y Puech 2011). Además, otros análisis sobre el recurso a la externalización subrayan que es más frecuente cuando los dos cónyuges ocupan una posición profesional relativamente comparable (De Ruijter, Treas y Cohen 2005; Oropesa 1993).

Lamentablemente, esta visión optimista es invalidada por varios argumentos. La contribución de la externalización de tareas domésticas a una mayor igualdad entre los géneros no parece ser tan importante. Esta lógica de la demanda pone en evidencia la desvalorización de las tareas externalizadas. De nuevo, los datos cualitativos y los resultados estadísticos muestran sus convergencias. Ciertamente, la decisión de externalizar es sobre todo femenina, y sigue siendo una cuestión “entre mujeres” (Ehrenreich y Hochschild 2002; Rollins 1985). En la mayoría de las situaciones, la mujer es quien se ocupa de la contratación y de la carga administrativa y psicológica que implica. Una empleadora afirmó: “Soy yo la que hace los trámites… la que tomó la decisión y dijo: ‘Escúchame, estaría bien contratar una empleada’. Como trabajaba a tiempo completo, le dije que era yo quien hacía el grueso de las tareas domésticas, entonces era yo quien decidía… y listo”.15 La gestión del hogar sigue siendo un dominio femenino; por lo tanto, las cuestiones relativas a la empleada doméstica también lo son. Como lo afirman dos empleadoras entrevistadas, los hombres “no saben nada de eso” o “sigue siendo parte del trabajo de la señora de la casa”.

En síntesis, “la empleada doméstica” aparece como un medio que permite que la “señora de la casa” se libere (parcialmente) de las tareas domésticas, suprimiendo así el conflicto doméstico (Hontarrede 2009) en torno al reparto del “trabajo sucio”. Como lo afirma esta empleadora: “¡Empleada doméstica! Sobre todo cuando

13 En el momento de la entrevista, esta directora ejecutiva, de 38 años, estaba casada y utilizaba la contratación directa. 11 En el momento de la entrevista, esta empleadora tenía 54 años, estaba casada y tenía dos hijos. Trabajaba en el mundo del espectáculo, y declaró que contrataba por lo general “en negro”.

14 Esta ejecutiva de 43 años, casada y con un hijo a cargo, declaró realizar contrataciones directas. 15 Esta empleadora de 37 años, que se desempeña como directora en la administración pública (casada, con dos hijos), es clienta de una estructura prestadora de servicios de limpieza.

12 Este elemento es visible a través de los datos de la encuesta ERFI (ver el cuadro 1 y el anexo 1).

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La externalización concierne sólo a una parte de las tareas domésticas corrientes (aspirado, planchado, limpieza). Por lo tanto, si bien representa una reducción del trabajo doméstico, no implica la supresión de las cargas domésticas asignadas a las mujeres. Entre los hogares activos que emplean una ayuda doméstica, en el 58% de los casos las compras son realizadas por las mujeres. En el caso de los hogares que no externalizan tareas domésticas, en el 52% de los casos las mujeres hacen las compras. Parecería entonces que la externalización reduce mayoritariamente las situaciones de igualdad, porque beneficia en especial a los hombres (De Ruijeter et al. 2005). Esta hipótesis parece ser también confirmada por las entrevistas cualitativas realizadas a empleadores o clientes de estructuras prestadoras de estos servicios. Esto trae como consecuencia una mayor desigualdad entre mujeres (empleadora/empleada) y la invisibilidad de la débil implicación masculina en las tareas domésticas. La externalización de las tareas domésticas no es una respuesta a la desigualdad de género sino una manera de esquivar la cuestión (Peterson 2007). Sobre un plano más subjetivo, parece que la externalización representa, para las mujeres que disponen de ingresos suficientes, el “mal menor”, pero sigue siendo una situación menos positiva que la del reparto equitativo de tareas domésticas entre los géneros (Devetter, Lefebvre y Puech 2011).

empleada no está motivado por una especialización sino por un rechazo de las tareas que el compañero se niega a compartir. En otros términos, es porque el hombre se niega a realizar su parte del “trabajo sucio” que la mujer elige externalizar esas tareas para no tener que asumir la integralidad del trabajo doméstico. Al externalizar, subraya el carácter “sucio” del trabajo en cuestión. La cita que sigue ilustra claramente ese aspecto: Pero por qué, ¿por qué siempre las mujeres son las que tie-

nen que limpiar el baño? […] ¿Y el hombre más frecuentemente pasa la aspiradora? A veces he intentado la expe-

riencia inversa, pero no sirve para nada. Semanalmente me tengo que cargar la limpieza del baño, y la escena que

me da ganas de contratar la empleada, es cuando, después de

haber pasado la aspiradora, mi querido me lanza victoriosamente un: “¡Ya está! ¡Terminé!”. Y yo, no he ni siquiera

terminado de pasar la crema limpiadora que hace todo (que se supone que hace todo)… y entonces, sí, una empleada.16

La paridad (relativa) dentro de ciertos hogares se obtiene gracias a la creación de empleos en condiciones muy degradadas, donde la revalorización simbólica (en cuanto a reconocimiento) es muy difícil, dado que su existencia proviene del rechazo a ciertas tareas, por parte de las parejas de clases superiores (Arat-Koç 1989).

Esta lógica no es entonces necesariamente favorable a la igualdad entre hombres y mujeres. Más aún, de modo indirecto contribuye al desarrollo de una sociedad dual. Dado que las tareas domésticas son una carga sobre todo femenina, la externalización hace posible la extensión de la jornada laboral de las mujeres de mayores ingresos. Esto contribuye a la degradación de la posición relativa de los hogares que no pueden recurrir a estos mismos servicios. Desde esa óptica, las desigualdades son no sólo necesarias sino que también son reforzadas. En efecto, la autonomía parcialmente reencontrada de las parejas adineradas se obtiene a expensas de los hogares pobres. Como lo recuerda Collins, “one of the ways the wealthy have to command the time of the poor is to employ them as cleaners. That people who work as cleaners may be time poorer than the people who employ them is disregarded” (Collins 2006, 2). Este efecto no se limita a una dimensión cuantitativa sino que concierne igualmente a la calidad del tiempo y las actividades asociadas. La delegación de la parte más fastidiosa de las tareas domésticas (limpieza y planchado) facilita otras actividades, por ejemplo, el jugar con los niños. Las desigualdades sociales en ese punto se ven entonces intensificadas.

Una demanda fundada en el rechazo al “trabajo sucio” Ni los clientes/empleadores ni los asalariados parecen al principio dispuestos a hablar de la naturaleza concreta de los trabajos efectuados. Hacen referencias vagas y generales: “Hago la limpieza”, “Me ocupo de todo”. Sin embargo, cuando la entrevista avanza, aparecen de modo sistemático elementos concretos. Cuando les preguntamos sobre los aspectos más difíciles de su actividad, los asalariados subrayan la limpieza de los baños. “Limpiar baños cuando no han apretado el botón; encontrar toallas femeninas sucias entre los bolsillos de un pantalón o en el lavamanos”. Los asalariados insisten sobre la falta de respeto por parte de los empleadores: “Limpiar piezas que mis clientes dejan muy sucias, a pesar de la limpieza del día anterior”; “Tuve que limpiar la terraza frotando con un cepillo las manchas que había”. Testimonios como éstos aparecen también en otras investigaciones sobre el empleo doméstico (Anderson 2007; Meagher 2003).

Pero, todavía más, esta segunda lógica de demanda subraya el peso de las dimensiones simbólicas respecto de la externalización de tareas domésticas. El recurso a una

16 Esta ejecutiva de 43 años (casada, con un hijo) utiliza sobre todo la contratación directa.

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Más aún, esta hipótesis se acerca a la idea de que la demanda de servicios domésticos es una forma de “consumo ostentoso” (Veblen 1979) dentro de una lógica estatutaria de distinción (Bourdieu 1979). Recurrir a una empleada doméstica permite evitar ciertas tareas degradantes, y distinguirse por un gasto inaccesible a otros. Gabrielle Meagher cita de esta manera a una empleada: “Creo que una de las ventajas que tiene la gente que tiene una empleada es la de tener algo prestigioso. Pueden decir: ‘Le pedí a mi empleada que hiciera eso’, y esa clase de cosas” (Meagher 2003, 50). De manera más general, externalizar las tareas domésticas permite ciertos consumos ostentosos: “Los clientes tienen a veces cosas imposibles: paredes vidriadas por todo el baño, chimeneas, parqués inmensos… no se dan cuenta del trabajo que eso demanda. Aun si pudiera, jamás tendría eso en mi casa”. Los análisis econométricos realizados a partir de la encuesta “Presupuesto de los hogares” han podido mostrar la relación entre el empleo de un asalariado a domicilio y ciertos consumos: domicilios muy grandes, numerosos equipamientos (Devetter y Rousseau 2011b). Así mismo, ciertos clientes reconocen que su modo de vida hace “necesaria” una empleada doméstica:17 “Con 150 m2, una empleada doméstica es obligatoria”.18

ticas tiene que ver con esto. La distancia cultural hace que el principio de delegación del trabajo doméstico sea aceptable para el empleador (Akalin 2007; Cox 1999; Mozère 2001; Scrinzi 2003 y 2007). Los empleos ligados a la limpieza (empleada doméstica, maestranza, ayuda a domicilio y mucama) constituyen una salida laboral para las mujeres activas que no tienen nacionalidad francesa. Según la encuesta Empleo 2009, en ese tipo de trabajos se concentran 40% de marroquíes, argelinas y tunecinas, y 50% de africanas. Este aspecto aparece claramente en el comentario de la directora de una agencia, citada por Grabrielle Meagher: “Typical cleaner is South American. Hispanic. Not Australian. […] People like any sort of domestic cleaning help other than us. Other than White Caucasian basically” (Meagher 2003, 95). Nuestras entrevistas muestran también que los empleadores y los clientes prestan más atención a las características de los asalariados que a la calidad del trabajo. Así, el rechazo de las jóvenes trabajadoras es casi unánime, y confirma las constataciones respecto de la elevada edad media de las empleadas domésticas (superior a 45 años). Algunos empleadores manifiestan claramente la necesidad de que las empleadas acepten las desigualdades sociales. A imagen de la directora de esa agencia australiana, una responsable de una asociación francesa prestadora de servicios domésticos comentó:

¿Un reconocimiento profesional imposible? Esta tercera lógica implica desigualdades mayores que los casos anteriores. No sólo la distancia entre los ingresos es necesaria sino que además no es suficiente. Las tareas delegadas son claramente desvalorizadas, consideradas como “trabajos penosos” (Walzer 1997) o “trabajo sucio” (Hughes 1996). Se supone que las competencias necesarias para realizar esas tareas son mínimas (Dussuet 2005).19 Por consiguiente, la delegación en este marco no puede hacerse hacia los “semejantes”, o los miembros de la misma comunidad (Walzer 1997). Los empleos domésticos inducen así a formas de estigmatización social ligadas al género y a los orígenes étnicos. Se distinguen simbólicamente de otros empleos no calificados y constituyen “zonas relegadas”. La importante proporción de inmigrantes entre las empleadas domés-

[…] los clientes tienen dinero. Los asalariados vienen

de medios más modestos. Ven la diferencia y hablan muchas veces de eso. Hay que tener conciencia. Pero,

es por eso que las entrevistas de reclutamiento son muy importantes. Uno lo siente enseguida. Hacen

falta personas que vayan más allá de esas diferencias sociales. Sobre todo, hay que evitar los celos respecto

de la persona para la que se trabaja. Yo miro mucho eso en las entrevistas. Lo siento… Miro dónde han tra-

bajado. Con frecuencia médicos… Yo quiero personas que acepten el trabajo que hacen.

Las investigaciones sobre empleadas domésticas en Estados Unidos (Romero 2002) o en Europa (Scrinzi 2003) insisten sobre la persistencia de una relación de domesticidad y la existencia de una diferencia neta de estatuto entre empleadores y asalariados. Esa distancia socialmente construida puede apoyarse en el género o en el origen geográfico, y de manera más concreta, en la clase social. El principio de una “común humanidad” –para tomar la expresión de Margalit (1996)– es en parte negado. Smith (1999) subrayaba ya en La riqueza de las naciones que ciertas formas de división del trabajo implican una negación de esa humanidad compartida. Las desigualdades ligadas a esta lógica de la demanda son todavía

17 Caroline Ibos (2012), en su estudio sobre las cuidadoras de niños a domicilio en París, muestra también la tendencia de los empleadores a aumentar el nivel de exigencias a partir de la externalización de una parte de las tareas domésticas. 18 Esta empleadora es docente, tiene 51 años, está casada y tiene un hijo. Por lo general, contrata de manera directa a las trabajadoras domésticas. 19 Las lógicas asociadas a los servicios dirigidos a personas mayores dependientes son muy diferentes. Si la profesionalización de los primeros, por ser considerados actividades de cuidados, está en marcha, la del servicio doméstico parece imposible (Bailly, Devetter y Horn 2012).

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mucho más difícilmente compatibles con los principios de la justicia. La movilidad es inexistente, y el reconocimiento imposible, porque precisamente el no reconocimiento es la fuente de estos empleos.20

hecho de que la demanda se apoye en parte sobre la distancia del “precio del tiempo” explica que se mantenga la diferencia de salarios. Para decirlo de otro modo, la lógica de demanda beckeriana explica una elasticidad-precio (e ingreso) muy elevada. La mejora de las condiciones salariales es entonces muy compleja y frágil. Más aún, la relación con las desigualdades, siendo más compleja que la sola diferencia salarial, hace que las dimensiones simbólicas se vuelvan centrales en actividades que están muy lejos de ser “como las otras”. En efecto, la externalización no proviene sólo de una voluntad de especializar, sino también de un rechazo del “trabajo sucio”. Por consiguiente, la cuestión de la repartición del trabajo penoso se encuentra en el centro de los problemas de justicia, y el ideal de una sociedad democrática implica un reparto equitativo o una lógica de circulación (Walzer 1997). Por el contrario, parece que la externalización de tareas domésticas se basa en el desarrollo de un grupo de trabajadores no calificados bien específicos, insertos en un mercado de trabajo muy segmentado (Esping 1993). En ese sentido, el trabajo de limpieza se distingue claramente de otros empleos considerados como no calificados, por ejemplo, las ventas. Si bien comparten numerosas desventajas –bajas remuneraciones, baja calificación, malas condiciones de trabajo, estar en el primer escalón de las organizaciones, etc.–, se diferencian con fuerza en dos puntos: el perfil de los asalariados (en particular, su edad media) y el reconocimiento social del que gozan.

Este aspecto es ilustrado a través de las características del empleo doméstico juzgadas como positivas. Más allá de la gestión del horario de trabajo, el argumento más evocado por los diferentes actores interrogados es la satisfacción de ocuparse de lo que es inaccesible para la asalariada. Una responsable de una asociación nos explicaba: […] estaba sorprendida porque cuando uno no tiene qué

comer a partir del día 15, y tiene que trabajar en tres hermosas casas, pensaba que eso debía ser traumático. Pero

no. Ellas encuentran eso bien porque al menos ven algo lindo. Por mi parte, yo veo el desfase, pero ellas, ellas ven

la belleza; eso que nunca podrán tener, lo pueden tocar. Así, tienen acceso a cosas a las que jamás tendrán acceso.

Tocar cosas bellas, es como si fueran de ellas. Eso les da la esperanza, sueñan, como con el príncipe encantado. La verdad, es que no me esperaba nada de eso.

Uno encuentra aquí un análisis cercano al que realiza Tocqueville (1856) en su comparación de las relaciones entre señores y domésticos en las sociedades democráticas y las sociedades aristocráticas. En las segundas, los domésticos y los señores pertenecen a dos grupos totalmente separados, y sobre todo, la grandeza de los domésticos deriva de la situación de los empleadores. La valoración frecuente de los empleadores por los empleados domésticos va claramente en ese sentido. La relación de empleo sigue estando marcada por una dimensión clientelista y paternalista bien clara (Scrinzi 2010) que puede entrar en conflicto con los principios que sustenta una sociedad democrática.

La edad media de las empleadas domésticas subraya la ausencia de movilidad. Por el contrario, estos trabajos constituyen empleos “refugio” para una parte de la población activa excluida de otros segmentos del mercado de trabajo. Esta población no puede, a través esos empleos, esperar acceder a otras posiciones. Hasta ahora (incluso en los países anglosajones, aunque de manera menos pronunciada), los empleos en el sector de la limpieza no son empleos temporarios (empleos para estudiantes, actividad de espera, etc.) sino más bien durables “elecciones a falta de algo mejor”. El encierro característico de esta actividad aparece ilustrado por la frecuencia con la que se presentan en los discursos de las empleadas domésticas frases como: “Pero, ¿qué otra cosa quiere que haga?”, que suena como un eco del “¿Qué otra cosa quiere que hagan?” de los empleadores.21 La percepción del oficio como degradante se extiende en parte a la persona misma. Las dificultades para declarar en su

Conclusión Las investigaciones que muestran una correlación entre desigualdades y nivel de empleo en los servicios domésticos son numerosas, y son abundantes las constataciones sobre la mala calidad de este tipo de empleo. Las soluciones propuestas se focalizan siempre en la forma jurídica de la relación de empleo (paso al trabajo formal, sostén de estructuras prestatarias, creación de certificaciones o permisos, etc.) pero con escasa frecuencia son puestas en relación con las lógicas de demanda expresadas por los hogares. El

21 La trayectoria típica parece ser: empleo poco calificado (auxiliares de enfermería o enfermeras, vendedoras, secretarias), inactividad por

maternidad; luego, por cuidado de hijos, vuelta a la actividad a través

20 Estos empleos son marcados por una escasa movilidad hacia otros empleos, y llevan con frecuencia al desempleo o la inactividad (Simonnet y Ulrich 2009).

del servicio doméstico considerado como una posición transitoria, y por último, imposibilidad de cambiar de empleo.

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entorno que se realiza ese trabajo, o los casos de negación por parte del cónyuge o de los hijos, no son excepcionales en los testimonios. El servicio doméstico se encuentra en la parte más baja de la jerarquía de tareas efectuadas y sirve de límite a otras actividades, tales como las ayudas domiciliarias (Croff 2007), los mozos (Monchatre 2010) o los limpiadores (Benelli 2011). Las actividades domésticas a domicilio no se encuentran sólo en lo más bajo de una jerarquía profesional sino en lo más bajo de todas las jerarquías profesionales. Esa posición se extiende a otros espacios sociales a priori sin relación. Avril (2006) insiste sobre la frecuencia de los estigmas físicos en las empleadas domésticas, y Médina-Ramón et al. (2006) subrayan los problemas de salud de los empleados del sector limpieza (que preexisten muchas veces al empleo y que se degradan todavía más por la actividad profesional, expuesta a numerosos riesgos). Es por ello que la cuestión de la compatibilidad de estos empleos con una sociedad plenamente democrática se presenta de manera evidente (Pasleau, Schopp y Sarti 2005).

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92


¿Por qué externalizar las tareas domésticas? Análisis de las lógicas desigualitarias que estructuran la demanda en Francia François-Xavier Devetter

Dossier Anexo 1. Proporción de hogares que recurren a una ayuda doméstica remunerada, y factores asociados a ese recurso

Menos de 65 años 2005

2008

2005 Valor estimado

2008

Error tipo

Valor estimado

Error tipo

Total / interceptt

9,00%

10,00%

-2.121***

Situación familiar En pareja casada

12,00%

13,00%

Ref.

En pareja no casada

6,00%

6,50%

-0.286**

0.121

-0.212*

0.113

Solo

6,50%

7,00%

0.419***

0.112

0.384***

0.113

Edad menos de 35

4,50%

4,00%

-0.634***

0.121

-0.779***

0.137

35-44

11,00%

10,00%

Ref.

45-54

11,50%

13,50%

0.284***

0.099

0.384***

0.099

55-64

11,50%

12,00%

0.417***

0.120

0.648***

0.123

Zona de residencia Grandes ciudades

9,50%

10,00%

0.106

0.094

0.082

0.093

París

15,50%

18,50%

0.209*

0.114

0.332***

0.110

Ciudades pequeñas

7,00%

7,50%

-0.153

0.132

-0.198

0.134

Zonas rurales

7,50%

8,00%

Ref.

Ingresos mensuales del hogar (en €) Menos de 1000

4,00%

5,00%

-0.332

0.221

-0.492**

0.213

1000-2000

2,50%

4,00%

-0.963***

0.162

-0.650***

0.154

2000-3000

4,00%

3,50%

Ref.

3000-5000

14,00%

9,50%

0.229**

0.114

-0.062

0.113

+ de 5000

46,50%

49,00%

1.425***

0.135

1.532***

0.130

NS/NC

11,50%

13,50%

0.222

0.203

0.449**

0.191

Número de hijos menores de tres años Ninguno

9,00%

10,00%

Ref.

1y+

8,50%

10,50%

0.134

Número de hijos Ninguno

7,50%

9,00%

Ref.

1

12,00%

10,00%

0.150

0.099

-0.111

0.103

2y+

13,00%

14,00%

0.165

0.109

0.383***

0.110

93

0.177

-1.917***

0.179

Ref.

Ref.

Ref.

Ref.

Ref. 0.102

0.306***

0.101

Ref.


Revista de Estudios Sociales No. 45 rev.estud.soc. • ISSN 0123-885X • Pp. 276. Bogotá, enero - abril de 2013 • Pp. 80-95.

Menos de 65 años 2005

2008

Estatuto de ocupación de domicilio Propietario

12,50%

13,50%

0.286***

Arrendatario

3,50%

4,00%

Ref.

Número de piezas del domicilio 0-3

3,50%

4,00%

-0.579***

4a5

8,50%

9,00%

Ref.

6y+

22,50%

24,00%

0.571***

0.092

0.533***

0.091

Estado de salud del que responde Bueno

9,50%

10,50%

-0.219*

0.119

-0.135

0.127

Medio

7,00%

7,50%

Ref.

Malo

9,50%

7,50%

0.409**

0.198

0.233

0.219

Tiempo de trabajo por activo del hogar Menos de 10

6,50%

7,50%

-0.292**

0.157

0.132

0.168

10-32

7,00%

7,50%

-0.298***

0.103

-0.415***

0.104

32 a 40 horas

7,50%

7,50%

Ref.

18,00%

19,00%

0.584***

0.103

0.424***

0.111

10%

11,00%

-0.080

0.104

-0.038

0.106

No me concierne

8,00%

8,00%

0.250*

0.124

-0.076

0.142

Regularmente

9,50%

10,50%

-0.075

0.097

0.0063

0.097

10,00%

11,00%

Ref.

Ref.

Cuando el empleo está en crisis, los hombres deberían ser prioritarios respecto de las mujeres “No muy de acuerdo” y “En desacuerdo”

10%

10,5%

Ref.

Ref.

“Ni de acuerdo, ni en desacuerdo”, “Más bien de acuerdo” y “De acuerdo”

7,00%

8,50%

0.074

0.064

-0.138**

0.067

Nivel de estudios Ninguno

4,00%

3,00%

-0.195

0.207

-0.463**

0.227

CEP, Brevet

5,00%

5,00%

-0.292*

0.159

-0.368**

0.166

Cap, BEP

4,00%

5,00%

Ref.

Bachillerato a bac+2

8,50%

9,00%

0.226**

0.107

0.226**

0.111

Más de bac+2

23,00%

23,50%

0.776***

0.111

0.935***

0.112

40 y + Llega a su casa muy cansado(a) para realizar las tareas domésticas Jamás

Raramente

94

2005

2008 0.078

0.280***

0.076

Ref. 0.117

-0.484***

0.113

Ref.

Ref.

Ref.

Ref.


¿Por qué externalizar las tareas domésticas? Análisis de las lógicas desigualitarias que estructuran la demanda en Francia François-Xavier Devetter

Dossier

Menos de 65 años 2005

2008

2005

Parte de ingreso aportado por la mujer 50% o más

8,50%

9,50%

0.050

Inferior al 50%

9,50%

10,00%

Ref.

Ingreso de patrimonio Sí

19,50%

21,50%

0.187***

No

7,00%

8,00%

Ref.

2008 0.063

0.046

0.060

Ref. 0.062

0.198***

0.061

Ref.

Fuente: ERFI-CGS, 1ra ola (2005) y 2da ola (2008), INED. * significativo de base 10%; ** de 5%; y *** de 1%. Lectura: en 2005, 9% de los hogares donde el que responde tiene menos de 65 años ha recurrido a una ayuda doméstica remunerada de manera regular. Ése es el caso de 6,5% de solteros. Sin embargo, ceteris paribus, el hecho de ser soltero aumenta la probabilidad de recurrir a ese tipo de servicios (parámetro estimado > 0).

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Revista de Estudios Sociales No. 45 rev.estud.soc. • ISSN 0123-885X • Pp. 276. Bogotá, enero - abril de 2013 • Pp. 96-109.

Mulheres Brasileiras na divisão internacional do trabalho reprodutivo: construindo subjetividade(s)* por Manoela Carpenedo**

Henrique Caetano Nardi***

Fecha de recepción: 28 de junio de 2012 Fecha de aceptación: 20 de septiembre de 2012 Fecha de modificación: 13 de noviembre de 2012

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.08

Resumo Este estudo visa a compreender o modo pelo qual mulheres brasileiras participantes da cadeia internacional do trabalho reprodutivo são subjetivadas pela migração, pelas normas de gênero e pelo trabalho reprodutivo. Partindo dos estudos Foucaultianos sobre a formação subjetividade(s), esta pesquisa analisa os efeitos do “acontecimento migração” na vida de oito trabalhadoras domésticas brasileiras no setor reprodutivo parisiense. Os resultados apontam para uma complexa e multifacetada gama de experiências proporcionadas pela migração. As elaborações vivenciadas por estas mulheres não respondem somente aos regimes opressivos, discriminatórios e exploratórios que modulam o trabalho reprodutivo transnacional, já que elas puderam, em certa medida, criar alguns espaços de resistência, reinventando suas vidas de modo a incrementar suas práticas de liberdade em relação às formas de assujeitamento. Por um lado, por certo, estas trabalhadoras domésticas experenciam subordinação e exploração no contexto europeu devido aos jogos de dominação verificados em um contexto de ilegalidade, falta de direitos, contratos informais de trabalho e pelas hierarquias desiguais estabelecidas entre trabalhadoras/ empregadoras. Por outro lado, estas trabalhadoras imigrantes são capazes de, ao mesmo tempo, se auto-reinventar através de um conjunto de estratégias de resistência, revertendo em certa medida as condições originais nas quais se subjetivaram.

Palavras chave Mulheres trabalhadoras imigrantes, cadeia global dos cuidados, processos de subjetivação, resistência, trabalho reprodutivo.

Mujeres Brasileñas en la división internacional del trabajo reproductivo: construyendo subjetividade(s) Resumen Esta investigación se ha centrado en los procesos de subjetivación de mujeres brasileñas inseridas en la cadena internacional de los cuidados. El objetivo central de ese estudio es comprender cómo el trabajo reproductivo, la migración y las normas de género impactan la vida de esas mujeres trabajadoras migrantes. Utilizando las elaboraciones Foucaultianas sobre la formación de subjetividad(es), esta investigación analiza los efectos del acontecimiento migración en la vida de domesticas brasileñas viviendo en Paris. Los resultados sugieren una interpretación compleja sobre las experiencias de vida y de trabajo de estas mujeres. Así que, estas experiencias no se conforman solamente a los regímenes opresivos, discriminatorios e exploratorios

*

A investigação é resultado de uma pesquisa independente, apoiado institucionalmente pela Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS) e Central European University-CEU. ** Maestría en Psicología Social e Institucional de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Brasil y Magíster en Estudios de Género de Central European University (Hungría) y la Universidad de Oviedo, España. Correo electrónico: manoela_carpenedo@yahoo.com.br *** Doctor en Sicología de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Brasil, con estudios posdoctorales en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia. Docente del programa de posgrado en Psicologia Social e Institucional de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Brasil. Correo electrónico: hcnardi@gmail.com

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Mulheres Brasileiras na divisão internacional do trabalho reprodutivo: construindo subjetividade(s) Manoela Carpenedo, Henrique Caetano Nardi

Dossier que organizan el trabajo reproductivo transnacional, ya que estas mujeres pudieran crear algunos espacios de resistencia, (re) inventando sus vidas para ampliar sus prácticas de libertad. Por un lado, las domésticas enfrentan subordinación e explotación en el contexto europeo, esto debido a los juegos de dominación verificados a través de la ilegalidad, carencia de derechos, contratos informales de trabajo y por las jerarquías desiguales entre trabajadoras/empleadoras. Por otro lado, estas trabajadoras inmigrantes pueden, a la vez, (re)inventase a través de un conjunto de estrategias de resistencia, revertiendo, así, las condiciones originales por las cuales estas construyeron su subjetividad.

Palabras clave Mujeres inmigrantes, cadena global de los cuidados, procesos de subjetivación, resistencia, trabajo reproductivo.

Brazilian Women in the International Division of Reproductive Work: Constructing Subjectivities Abstract This study aims to comprehend how Brazilian transnational domestic workers are subjectivated through migration, gender and reproductive work. Through Foucault’s argumentation on the production of subjectivities, this research analyzes the effects of the migration in the life of eight Brazilian women working in the Parisian reproductive sector. As the findings suggest, the migration can be characterized by a multifaceted set of experiences and elaborations that respond not only to oppressive and an exploitative regimes but also provide domestic workers, to some extent, with spaces of resistance which enable them to recreate their lives through migration in a freer way to deal with the respective processes of subjectification. On the one hand, Brazilian migrant domestic workers experience subordination and exploitation in their employment in Paris. Their status as illegal immigrants, lack of rights, informal labor contracts, restricted job opportunities, and unequal relationships between employer and employee contribute to their exploitation and subordination. On the other hand, despite their precarious situations, migrant domestic workers are able to reinvent themselves through a set of resistance strategies.

Key words Migrating women, global care chain, subjectification, resistance, reproductive work.

E

do trabalho reprodutivo. Tendo em vista tal objetivo, primeiramente é necessário contextualizar a emergência dos fluxos migratórios pautados pelos marcadores de gênero, etnia, classe social e nacionalidade no contexto das novas exigências da economia global.

ste estudo tem como objetivo principal analisar as experiências de mulheres migrantes brasileiras trabalhadoras informais no setor reprodutivo da cidade de Paris. A pesquisa explora como o movimento migratório impacta os modos pelos quais trabalhadoras domésticas brasileiras são (re)subjetivadas. Demonstraremos, através da análise das narrativas, de que forma estas mulheres imigrantes foram capazes de negociar suas identidades no interior das normas disciplinares e regulatórias existentes no contexto migratório. Assim, o estudo em questão, centra-se na produção de subjetividade de mulheres imigrantes, trabalhadoras domésticas e de cuidado, analisando as interconexões e interseccionalidades entre as normas de gênero, o efeito/acontecimento migração e as regulações

A divisão sexual do trabalho combinada às hierarquias nacionais e raciais/étnicas modula no contexto dos países desenvolvidos o trabalho reprodutivo, este aqui entendido como o conjunto das atividades relacionadas à reprodução da força de trabalho e da população (Brenner e Laslett 1991). Tal fato é impulsionado pela incorporação massiva das mulheres de países desenvolvidos no setor produtivo, fato que não foi acompanhado por uma divisão das tarefas domésticas entre homens e mulheres no interior da esfera privada. Assim, temos um tensionamento claro entre cuidado, reprodução da população, manutenção da força de trabalho e as exigências crescentes do mercado de trabalho no contexto da reestruturação produtiva nos países desenvolvidos.

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Revista de Estudios Sociales No. 45 rev.estud.soc. • ISSN 0123-885X • Pp. 276. Bogotá, enero - abril de 2013 • Pp. 96-109.

Esta tensão entre trabalho reprodutivo e as novas demandas econômicas geraram a denominada crise global dos cuidados no contexto dos países ocidentais. De acordo com Bridget Anderson (2000), esta situação se expande particularmente no contexto europeu, onde ao longo dos anos vemos o declínio e deterioração do Estado de bem estar social, situação a qual se adiciona o envelhecimento da população, a feminilização da força de trabalho e as novas demandas produtivas que estabelecem exigências tais como flexibilização e dedicação plena ao trabalho. Este conjunto de elementos contribui para o colapso das redes de cuidado e de manutenção da esfera privada no contexto europeu, o qual irá criar novos mecanismos para lidar com a crise na esfera do trabalho reprodutivo. Particularmente na França, de acordo com Helena Hirata (2001-2002), há uma crise do emprego estável e protegido, tal fato amplia a oferta de empregos precários e instáveis. Esta tendência é acompanhada pelo crescimento de oferta no setor de serviços francês, principalmente o chamado “serviço pessoal”, caracterizado pelas regras da divisão sexual do trabalho.

internacional de necessidades mútuas geradas a partir das novas exigências econômicas, pelos processos desiguais de desenvolvimento e pela a divisão desigual do trabalho doméstico entre homens e mulheres no interior da esfera privada (Ehrenreich e Hochschild 2004). De acordo com Nadya Araujo Guimarães et al (2011), o trabalho reprodutivo no contexto francês segue as premissas de flexibilização, informalidade e precariedade. Segundo as autoras, as/os migrantes e suas/seus descendentes se destacam no setor de serviços pessoais – muitos/as na condição ilegal de sans papiers–1 principalmente na região metropolitana de Paris e nas grandes aglomerações urbanas. O número reduzido de horas de trabalho, o salário baixo, a pouca valorização social/simbólica, combinados às modulações de gênero e raça/etnia caracterizam o trabalho doméstico e de cuidados na França. A literatura feminista que aborda a temática da migração de trabalhadoras reprodutivas sugere que as ocupações de doméstica e de babá no contexto europeu se associam a processos de subjetivação caracterizados pela norma de gênero e pelas hierarquias raciais e nacionais. De um modo geral, autoras feministas indicam que estes processos migratórios conduzem a formação de subjetividades marcadas pelo paradigma da servidão, opressão, normalização e dominação (Anderson 2000; Lutz 2008; Parreñas 2001). Por outro lado, podemos conjuntamente pensar que é através do trabalho doméstico transnacional que estas mulheres migrantes podem ao mesmo tempo reverter, em certa medida, o seu status subalterno nos seus contextos nacionais de origem, modificando em algumas instâncias as dinâmicas de poder de um modo bastante significativo.

Como Encarnación Gutiérrez (2007) sugere, a organização nas economias pós-industriais vem modificando radicalmente os antigos modos de produção, os produtos (informação, comunicação e afeto) e as próprias condições e trabalho nos países ocidentais (flexibilidade e precariedade). Estas transformações são acompanhadas por uma necessidade crescente de mão de obra imigrante de “baixa qualificação”, cuja demanda tem como objetivo preencher as ocupações emergentes de serviço criadas no interior das redes informais e flexíveis de trabalho. Conjuntamente, Rhacel Parreñas (2001) indica que as consequências da globalização dos mercados vêm modificando radicalmente as políticas e os regimes do trabalho reprodutivo internacional. Como resultado destes processos de mundialização emerge o que Parreñas denomina a “divisão internacional do trabalho reprodutivo”.

Neste ponto, é importante ressaltar a perspectiva um tanto fixa e determinista apresentada pela literatura corrente sobre trabalhadoras domésticas transnacionais, visto que a grande parte dos estudos sobre o tópico toma como pressuposto uma visão homogênea das mulheres trabalhadoras imigrantes de terceiro mundo. Dessa forma, a perspectiva dos estudos pós-coloniais se torna imprescindível para analisarmos os discursos determinantes a respeito da então chamada “mulher de terceiro mundo”. Chandra Mohanty (1984) critica esta categorização de sujeito produzido pelo discurso feminista ocidental dominante. Tal categoria encerraria todas as “mulheres do terceiro mundo” em posições fixas, deterministas e homogêneas, visto que

Contribuindo para esse cenário, Saskia Sassen (2003) afirma que existem dois processos centrais e interconectados que promoveram a ascensão destas novas dinâmicas migratórias. Por um lado, temos a emergência das denominadas cidades globais. Por outro lado, temos o crescimento de novos circuitos de sobrevivência gerados nos países em desenvolvimento, isto em resposta à miséria e ao desemprego experenciados nestes países ao longo das últimas décadas. Portanto, como Saskia Sassen (2008) sugere, temos que entender esses processos migratórios como uma importante faceta de uma cadeia

1

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Sem papéis, sem documentos, em francês.


Mulheres Brasileiras na divisão internacional do trabalho reprodutivo: construindo subjetividade(s) Manoela Carpenedo, Henrique Caetano Nardi

Dossier

Metodologia

estas seriam sofredoras de uma escassez de poder crônica, violentadas cotidianamente pelos regimes culturais e pelos sistemas socioeconômicos.

O corpus de análise desta pesquisa constitui-se de oito entrevistas semiestruturadas conduzidas em Paris no período de maio a junho de 2011. Todas as entrevistas foram realizadas em locais públicos tais como parques e cafeteiras na cidade. Escolhemos este modo de abordagem visto que entendemos a entrevista como uma relação social marcada por jogos de poder, sendo assim, ao se optar por um local público, buscamos um espaço de uso comum à entrevistadora e à entrevistada. A pesquisa de campo utilizou diferentes estratégias para explorar a rede social de brasileiras vivendo em Paris, entre elas destacamos a aproximação inicial estabelecida a partir das igrejas evangélicas brasileiras existentes na cidade.

Assim, visando a descrever e entender a multiplicidade de experiências de mulheres brasileiras migrantes que analisaremos suas narrativas buscando ressaltar as diferentes posições nas relações de poder que a experiência de migração produziu. A perspectiva foucaultiana acerca da produção de subjetividade(s) sugere que a constituição do sujeito é produto/efeito das relações de poder organizadas em estruturas de saber/poder (formas de dominação) e do exercício de criação e resistência. É este diagrama de forças que exploraremos ao analisar como o engajamento no trabalho reprodutivo transnacional pode re/construir e re/criar para as mulheres brasileiras imigrantes modos específicos destas se relacionarem consigo mesmas2; os quais são capazes de re/articular as dimensões complexas e inter-relacionadas de dominação/resistência, opressão/liberdade. Nesta direção, é importante mencionar que estudos específicos que focam a migração brasileira para países europeus utilizando a perspectiva de gênero ainda são escassos (Martine 2005). Grande parte da literatura que se dedica à emigração de brasileiras/os se concentra nos fluxos migratórios para os Estados Unidos da América (EUA)3. Entretanto, podemos destacar pesquisas importantes centradas na emigração brasileira na Europa, como a etnografia de Angela Torresan (1994) acerca da comunidade brasileira vivendo em Londres; a investigação de Erika Ripoll (2008) sobre imigrantes brasileira/ os na Espanha; Maria Bassanezi e Lúcia Bógus na Itália (1999); Beatriz Padilla (2010) e Igor Machado (2007) em Portugal. Em relação às dinâmicas de gênero, temos o importante trabalho desenvolvido por Adriana Piscitelli (2011 e 2007) acerca da posição social das mulheres e das transexuais brasileiras no mercado europeu do sexo. Olga Gonzales (2007) afirma que a comunidade brasileira é a população latino-americana mais numerosa vivendo na França, apesar desse fato, a autora sugere que o processo da imigração latino-americana na França motivada por razões econômicas tem sido pouco documentado. Assim, visando a contribuir para suprir este déficit na literatura, apresentamos este estudo.

Os relatos de todas as mulheres neste estudo estão protegidos por nomes fictícios. Todas as entrevistadas são mulheres brasileiras residindo e trabalhando ilegalmente em Paris como trabalhadoras reprodutivas: domésticas, faxineiras e babás. Jussara tem 52 anos e é divorciada. Mora em Paris há mais de 20 anos. É mãe de dois filhos e duas filhas, entre eles dois vivem no Brasil (fazem faculdade com a ajuda de Jussara) e outras duas na França. Antes de começar a trabalhar no setor de cuidados em Paris, Jussara trabalhava como recepcionista de um hotel no litoral paulista, de onde é proveniente. Jussara tem o segundo grau completo e é branca . Lisa tem 33 anos e é mãe de um filho. É solteira e possui magistério completo. Decidiu migrar pela falta de oportunidades que o contexto brasileiro apresentava. Mora em Paris há três anos. Lisa é solteira, mas tem um namorado. Ela é proveniente do interior de Minas Gerais. Lisa é branca. Antônia é proveniente de Goiânia. Tem 56 anos e desde os seus 13 anos trabalha em casas de família como babá e empregada. Antônia tem o segundo grau incompleto e dois filhos no Brasil. Os dois filhos fazem faculdade com o dinheiro proveniente das remessas mensais de Antônia. Ela vive em Paris há seis anos. Antes de decidir migrar, Antônia exercia funções como empregada doméstica e complementava sua renda vendendo lanches em coletivos. Antônia é negra e solteira. Maria tem 40 anos de idade e é negra. Mora em Paris há três anos junto com o marido e a irmã. Maria é mãe de 2 filhos que estão fazendo faculdades particulares no Brasil com o dinheiro proveniente do seu trabalho e do trabalho do marido na capital francesa. Ela não completou o ensino médio e trabalhava como diarista e manicure no Brasil. Maria é proveniente do interior de Goiás. Cíntia tem 30 anos, é solteira e mãe de um filho. Cíntia mora há dois anos em Paris e desde os 11 anos de idade trabalha como doméstica. Ela é proveniente do interior do Maranhão. Cíntia é negra. Adriana tem

2 Em português cuidado de si, consiste em uma atividade ética auto reflexiva pela qual somos capazes de recriar/criar nós mesmos como sujeitos. 3 Trabalhos desenvolvidos por Soraya Fleischer (2001), Christopher Mitchell (2003), Teresa Sales (2003), Bernadete Beserra (2003), Gustavo Lins Ribeiro (1998), Maxine Margolis (1998), Glaúcia Assis (1995) entre outras/os.

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Revista de Estudios Sociales No. 45 rev.estud.soc. • ISSN 0123-885X • Pp. 276. Bogotá, enero - abril de 2013 • Pp. 96-109.

53 anos e possui o segundo grau completo. Trabalhou como recepcionista e como babá antes de migrar para Paris. Vive na cidade há dez anos. Sempre teve o desejo de sair do Brasil para construir um futuro melhor. Cíntia é branca e não tem filhos, ela é proveniente de Porto Alegre. Vitória tem 29 anos e tem o segundo grau completo. É solteira e não tem filhos. Vive em Paris há dois anos e trabalhava como vendedora no Brasil. Vitória é branca e é proveniente do interior de São Paulo. Suzana tem 28 anos possui o segundo grau completo. É proveniente do interior de Tocantins e trabalhou como manicure e como auxiliar de escritório antes de decidir migrar para Paris. Suzana é solteira e tem dois filhos que vivem no Brasil aos cuidados de sua mãe e irmã. Todo o dinheiro que Suzana economiza com o seu trabalho ela envia para a melhoria das condições de vida da sua família. Suzana vive há 4 anos em Paris e é branca.

a condição de ilegal emerge como um passaporte para arranjos precários e instáveis de emprego devido à condição de não cidadania. Estas características promovem restrições importantes de oportunidades laborais. Fato este que faz com que estas mulheres se engajem em ocupações caracterizadas por baixa remuneração, precariedade e relações de poder muito desiguais entre trabalhadora e empregadora no mercado parisiense informal dos cuidados. Muitas vezes, a ocupação de doméstica, faxineira ou babá surge como única oportunidade de emprego (para além da prostituição) para mulheres imigrantes em situação ilegal. Ilustrando esse ponto de vista um tanto determinista, temos o depoimento de Maria que corrobora estas elaborações: “Aqui em Paris eu não posso sonhar com o trabalho ideal, aqui tenho só duas opções ser faxineira ou manicure. Eu faço os dois ilegalmente (...). Eu sei muito bem qual é o meu lugar aqui em Paris” (Maria).4

O roteiro de entrevista teve como foco principal reconstituir a trajetória laboral destas mulheres e os efeitos da experiência migratória em suas vidas. Conjuntamente introduzimos alguns dos nuances propostos pelas metodologias que se valem da perspectiva biográfica. O objetivo central destas entrevistas não foi obter um entendimento integral e/ou completo das trajetórias de vida das entrevistadas, visto que as entrevistas se concentraram na vida laboral destas mulheres. Apesar da centralidade da questão do trabalho, pudemos conjuntamente perceber, através de suas narrativas biográficas, os eventos e as experiências mais marcantes de suas histórias de vida. Neste ponto, introduzimos os cuidados metodológicos sugeridos por Pierre Bourdieu (2003) em suas elaborações acerca da análise compreensiva. Nessa abordagem, a análise se centra basicamente na confrontação contínua das experiências e das reflexões das participantes e da investigadora e do investigador envolvidos no estudo.

A posição vulnerável que estas mulheres ocupam por possuírem um status irregular não influencia somente suas oportunidades laborais, mas também impactam suas vidas em Paris. Como Ângela Torresan (1994) sugere, em seu estudo acerca da comunidade brasileira vivendo em Londres, a experiência de migrar inaugura novas experiências subjetivas para os/as emigrantes. Em nosso estudo, estas mulheres experenciam um cotidiano marcado por restrições e regras que contribuem para a formação de uma subjetividade marcada pelo medo, invisibilidade e submissão (embora esta seja apenas uma das facetas da experiência, como demonstraremos mais adiante). Ilustrando estes impasses diários, Maria conta: Aqui eu sei que tenho que ser neutra, sabe? Eu tenho que

ser transparente, me colocar no meu lugar de ilegal. Eu não fui convidada a trabalhar aqui [...] Essa situação é

muito difícil para mim. Eu sempre tenho que respeitar

Dominação, opressão e exploração nas experiências das trabalhadoras domésticas brasileiras migrantes.

muito eles aqui, as regras [...] Eu moro num prédio aqui,

lá eu tenho que ser sempre calma e me comportar, respeitar as regras! Eu sempre sou muito silenciosa e respeitosa. Na verdade eu sempre tive respeito no Brasil,

Primeiramente é importante destacar, no contexto do trabalho doméstico transnacional, que a precariedade e vulnerabilidade são elementos unificadores das experiências destas mulheres no exterior. Um dos fatores centrais de produção da precariedade e vulnerabilidade se associa ao status ilegal destas mulheres no país receptor. O problema do status irregular no país de acolhida é extremamente presente na vida cotidiana das entrevistadas, fato este que configura suas experiências em Paris. Especificamente em relação ao trabalho,

mas aqui é diferente [...] Eu não saio à noite, eu nunca

pulo a roleta do metrô [...] No início, eu estava sempre com medo, quando a polícia passava pela rua com a

sirene eu já começava a tremer de medo, não podia nem

ouvir esse som [...] Mas agora depois de três anos eu já

estou acostumada, mas ainda tenho muito medo de ser pega, de ser deportada (Maria).

4 07/05/2011.

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Mulheres Brasileiras na divisão internacional do trabalho reprodutivo: construindo subjetividade(s) Manoela Carpenedo, Henrique Caetano Nardi

Dossier

Podemos claramente perceber no relato de Maria a importância da insegurança na vida de trabalhadoras domésticas ilegais, já que o constante medo da deportação tem um papel importante em seus cotidianos de trabalho e de existência. Neste ponto, entendemos de que maneira o trabalho reprodutivo exercido no interior da esfera privada emerge como uma alternativa plausível na vida destas brasileiras imigrantes, já que estas podem aliar uma atividade lucrativa junto à invisibilidade que seu status irregular impõe. Com isso, percebemos de que forma a dupla invisibilidade emerge na vida destas trabalhadoras, por um lado, o próprio trabalho reprodutivo se constitui socialmente como um trabalho invisível; simultaneamente nesta operação, temos o status clandestino que confina estas mulheres à esfera privada e isolada dos labores de cuidado e de limpeza.

Podemos claramente perceber de que forma estas mulheres brasileiras imigrantes experenciam a vulnerabilidade e as condições precárias em seus processos de chegada e adaptação ao contexto francês. Por serem ilegais, elas muitas vezes estão totalmente desprotegidas de instituições de apoio. Neste ponto, notamos a dificuldade destas mulheres em exercer seus direitos, visto que suas situações irregulares sublinham o status menos humano conferido às trabalhadoras imigrantes ilegais. Contribuindo para a discussão, uma das entrevistadas, Lisa, define sua condição em Paris de inferioridade e subalternidade usando o termo “sub”. Ela acredita estar vivenciado uma condição de sub-humana em Paris. Não são somente as entrevistadas desta pesquisa que percebem sua realidade no país de acolhida como precária e menos humana. François Brum (2006) define que as/ os imigrantes ilegais vivem em uma zona definida por uma condição de não-direito, não possuindo uma identidade jurídica no país receptor se situam em um grau zero de cidadania. Nesta condição os direitos humanos e o próprio status de humano podem ser renegados às/aos imigrantes ilegais na Europa. O jogo da clandestinidade promove importantes restrições para nossas entrevistadas. Em razão dos contratos informais, estas mulheres não estão somente desprotegidas institucionalmente, mas também recebem remuneração inferior pelos trabalhos executados no setor reprodutivo ilegal francês. Estes fatores contribuem para a precariedade nas relações de trabalho, as quais são marcadas por relações de poder que infligem formas de dominação que tem como elemento central os marcadores de opressão e subalternidade.

Embora o trabalho doméstico se coloque para as trabalhadoras imigrantes como uma boa opção de alcançar seus sonhos econômicos, este não deixa de ser uma ocupação arriscada para as mesmas. Outros obstáculos circundam a vida das trabalhadoras reprodutivas transnacionais. Por exemplo, a viagem em si se constituí em uma arriscada estratégia para estas mulheres, pois exige investimentos econômicos e psicológicos prévios. O relato de Suzana é bastante ilustrativo. Desempregada e sem perspectivas laborais em sua cidade natal antes de se lançar a experiência migratória, Suzana investiu todo o patrimônio (sua moto e mobília) na viagem. Chegando a Paris, ela enfrentou diversos obstáculos antes de estabilizar-se. Eu cheguei aqui com dois mil euros no bolso e mais

nada. Tinha um conhecido da minha cidade que estava

ele conseguir contatos de trabalho para mim e mais 200

De acordo com as entrevistadas, as relações informais de trabalho impactam de maneira importante as relações de trabalho, visto que se sentem inaptas para invocar seus direitos e discutir de maneira mais independente seus contratos com suas/seus empregadoras/es. Ilustrando tal problemática temos o relato de Maria, ela fala:

Era tudo clandestino, tudo no mercado negro [...] E essa

Eu sinto explorada em alguns momentos sim [...] Isto

brasileiros sabem [...] Nessa casa pequena viviam mais de

tanto em relação ao dinheiro [...] Por exemplo, antes de

morando ilegal em Paris também. Eu parei na casa dele

nos primeiros meses. Eu tive muito azar. Esse rapaz

organizava uma parada de tráfico de pessoas aqui [...] E eu não sabia [...] Quando eu cheguei tive que pagar 200 euros para a comida, 200 euros de aluguel, 200 euros para

euros para a minha identidade falsa como portuguesa. casa onde eu parei era horrível. O Carandiru5. Aqui os

é mais relacionado à quantidade de tarefas, sabe? Não

30 brasileiros de tudo que é parte, quando cheguei fiquei

começar eu digo que consigo fazer a faxina em 3 horas

chocada. Eu fiquei um mês e cinco dias naquele inferno,

[...] Como eu cobro por hora, tenho alguns clientes que

tinha muitas pessoas se drogando e garotas fazendo pros-

pedem para limpar tudo em um tempo que é impossí-

tituição lá. Graças á Deus eu encontrei gente que me tirou

vel acabar [...]. Daí eu tenho que trabalhar mais [...]

daquele inferno (Suzana).6

Às vezes posso passar mais uma hora do que o combinado, mas eu ganho o dinheiro combinado do início só

três horas, não as quatro que eu tinha trabalhado [...] É muito difícil dizer não, porque o dinheiro e aquele

5 Famosa penitenciaria brasileira desativada em 2002.

cliente é importante pra mim (Maria).

6 27/06/2011.

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Através do relato de Maria percebemos de que forma estes arranjos informais de trabalho podem potencializar as relações de poder desiguais entre empregador/a e empregada, obstruindo, dessa forma, contratos de trabalho transparentes e decentes para estas trabalhadoras. A informalidade leva à emergência de arranjos flexíveis que caracterizam a vida das entrevistadas. Sendo assim, estas trabalhadoras domésticas imigrantes organizam o seu cotidiano laboral tendo diversas/os empregadoras/ es, estabelecendo jornadas de trabalho em tempo parcial e por hora, deslocando-se entre três, quatro, às vezes cinco residências diferentes em um único dia de trabalho. Para estas mulheres, este modo de organizar o seu trabalho entre muitas/es empregadoras/es representa um bom modo de diminuir os riscos que um trabalho em tempo integral em uma casa somente representaria. Segundo as entrevistadas, é mais fácil negociar melhores condições de trabalho e salários tendo várias casas para cuidar. Esta estratégia nos permite vislumbrar formas de resistência que estas mulheres desenvolvem a fim de proteger-se e de assegurar arranjos de trabalho mais proveitosos e seguros. Entretanto, é importante destacar que apesar da proteção e da não dependência em relação a um/a empregador/a único/a que o trabalho flexível e por hora oferece a estas mulheres, este pode, ao mesmo tempo, ser bastante intenso e exaustivo para as trabalhadoras.

com a situação de imigrante ilegal inserida no contexto do trabalho reprodutivo em países desenvolvidos. Sendo assim, as relações de gênero e raça/etnia emergem tanto na atribuição de tarefas de cuidado limpeza/babá/manicure, como na questão das diferenças que marcam as posições das mulheres da Europa Ocidental e as migrantes ilegais. Portanto, vemos a emergência de uma relação classe-trabalho-gênero-origem nacional racializada pautada pelo paradigma de subalternidade (Spivak 1988).

Contribuindo para o conjunto de mecanismos que capturam estas mulheres dentro dos jogos de dominação e assujeitamento temos os impasses produzidos pelas relações nada igualitárias estabelecidos entre estas trabalhadoras reprodutivas e suas/es empregadoras/es. De acordo com Judith Rollins (1985) a relação - social e cultural - construída entre trabalhadora e empregador/a consiste em uma complexa e multidimencional interação que possui como pilar um paradigma exploratório per se. Para a autora, as trabalhadoras domésticas não são somente exploradas no sentido econômico, mas também são exploradas no sentido psicológico e simbólico, em níveis que não são presentes e outros tipos de ocupação laboral. Como pudemos perceber através de nosso trabalho de campo, existem níveis implícitos de dominação social e psicológica que são estabelecidos no contexto do trabalho reprodutivo. Como Jurema Brites (2007) indica em seu estudo sobre empregadas domésticas em famílias de classe média no Brasil, as relações laborais entre patroas/ões e empregadas domésticas reproduzem um sistema de estratificação social principalmente baseado nos marcadores de gênero, classe e cor.

totalmente desvalorizado, ninguém vê o que eu faço [...]

Como Bridget Anderson (2001) sugere, o/a empregador/a não extrai somente a força de trabalho destas trabalhadoras domésticas, mas também exige uma performance, na qual a personalidade e o exercício de deferência e submissão cumprem um importante papel. Segundo a autora, ter uma trabalhadora doméstica validaria o status de superioridade da/o empregador/a, sublinhando o estilo de vida e a classe social “superior” desta/e última/o. Sendo assim, percebemos nas entrevistas a emergência de sentimentos constantes conectados à inferioridade e frustração impressos na relação com a/o empregador/a, a/o qual frequentemente confere um status social inferior às trabalhadoras domésticas. Expressando estes sentimentos temos o relato de Adriana e de Suzana; O trabalho que eu faço, na minha idade, é extremamente frustrante para mim, é um tipo de trabalho

Eu faço tanto babá quanto faxina. Eu vejo no meu tra-

balho que os outros me olham com superioridade, eles pensam que o meu trabalho é degradante (Adriana).7

Eu acho que o meu trabalho é desvalorizado [...] E isso me dá esse sentimento de inferior [...] essa coisa de estar aí para servir, de limpar a casa dos outros. Eu sinto a

diferença, os franceses estão em outra posição [...] Eles são franceses, estudaram [...] Eles veem nós os imigrantes que limpam as coisas para eles com um olhar dife-

rente, como se fosse inferior [...] Eu sinto isso todo dia, é um tipo de rejeição que eles fazem comigo (Suzana).

Para todas as entrevistadas o lugar de “servir” é frequentemente narrado como sendo difícil de ocupar, uma vez que o regime que organiza as pautas do trabalho reprodutivo conecta tal ocupação com performances deferentes e submissas. Rhacel Parreñas (2001) afirma que os acordos laborais no setor reprodutivo podem ser caracterizados por uma forte desigualdade na distribuição de poder, assim, a/o empregador/a concentraria o poder de deci-

Em relação a essas interseccionalidades, no caso destas trabalhadoras brasileiras migrantes, as dimensões de raça-gênero-classe devem ser entendidas na sua relação

7 06/05/2011.

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Mulheres Brasileiras na divisão internacional do trabalho reprodutivo: construindo subjetividade(s) Manoela Carpenedo, Henrique Caetano Nardi

Dossier

sões. Lisa ilustra claramente as dificuldades experenciadas por estas trabalhadoras em negociar seus contratos de trabalho, a entrevistada conta:

fato motiva Jussara a não deixar o país em função da tranquilidade econômica. Assim, apesar da experiência de precariedade e vulnerabilidade ser de certo modo unificadora no contexto da vida destas mulheres, existe conjuntamente a emergência de certas possibilidades de estabilidade, a qual depende tanto do tempo de permanência e experiência na cidade, quanto na construção de uma clientela e de uma rede de apoio. Vale lembrar que o estudo proposto centrou-se exclusivamente nas narrativas de mulheres brasileiras migrantes que conseguiram não somente instalar-se na cidade, mas também construir uma rede de apoio eficiente. Portanto, esse estudo não inclui as narrativas de mulheres brasileiras expulsas e/ou deportadas do país.

Meu acordo inicial com a dona da casa era de só cuidar

das crianças de tarde. Um dia enquanto as crianças

estavam dormindo, ela me pediu se eu poderia passar algumas das roupas da família para ela neste tempo. No

começo eu fiz isso e não achava nenhum problema, afinal ela estava me pagando por hora e as crianças estavam

dormindo. O problema é que eu logo virei a passadeira oficial da casa e isso não melhorou o meu salário, conti-

nuei ganhando a mesma coisa, daí eu também comecei a lavar os pratos depois do almoço [...] Mas com o tempo vi

que isso era uma exploração por que eu era pra ser só babá

Como pudemos perceber, dominação e sujeição representam importantes elementos que organizam os regimes laborais de trabalhadoras domésticas transnacionais. No entanto, é necessário apontar que as trabalhadoras não devem ser vistas como uma vítimas passivas nestas interações. Como Michel Foucault (1997) argumenta em seus estudos sobre poder, o poder é relacional, o qual possui intrinsecamente um caráter produtivo e que sempre estará aberto a estratégias de resistência. Essa operatividade do poder é inerente a todas as relações sociais. Assim, na próxima sessão, nos dedicaremos a analisar o conjunto de estratégias de resistência desenvolvidas por estas mulheres trabalhadoras reprodutivas transnacionais ao buscar se reinventar a partir da experiência migratória.

das crianças [...] Isso me deixa louca! Eu me deixei escravizar, sabe? Isso só porque eu sou estrangeira. Tentei

falar com ela sobre isso, mas gerou muito desconforto,

daí eu achei melhor ficar quieta para não perder o meu emprego [...] mas essa coisa de ser babá, empregada, passa por isso de aceitar essas coisas [...] (Lisa).8

Neste relato, vemos claramente de que forma as relações desiguais afetam a negociação destas mulheres por acordos de trabalho decentes e claros. Nesta direção, Linda Bosniak (2009) afirma que a divisão internacional do trabalho reprodutivo reflete um sistema de desigualdade em si, o qual as mulheres “ocidentais” possuem mais vantagens, tirando proveito das posições mais frágeis ocupadas por mulheres de outros países em condição menos afortunadas. Para a autora, a cidadania de um grupo de mulheres - mulheres ocidentais, brancas educadas e incorporadas no setor produtivo de seus países - só pôde ser adquirida ao custo da perda da cidadania de mulheres provenientes de contextos vulneráveis que fazem o trabalho reprodutivo. A posição de trabalhadora reprodutiva transnacional produz modos de sujeição específicos que aliam o trabalho doméstico a performances deferentes e submissas moldadas por uma relação classe-trabalho-gênero-origem nacional racializada.

Reinvenções, rearticulações e estratégias de resistência na trajetória de vida de trabalhadoras domésticas brasileiras migrantes. Os relatos das mulheres entrevistadas, apesar de marcados pela subalternidade da experiência de migratória pode mostrar também, em certa medida, o reposicionamento das mesmas em relação ao contexto de origem, uma vez que o acontecimento migratório é capaz de interromper a reprodução do ciclo de pobreza em suas trajetórias de vida e de suas famílias. Conjuntamente, percebemos que a migração pode modificar o posicionamento subjetivo destas mulheres em relação ao conjunto de regras sociais que as produziram como sujeitos.

Contrastando com os aspectos assujeitadores encontrados nas relações laborais destas mulheres, é importante frisar que, no caso das trabalhadoras que migraram há mais tempo, as mesmas encontraram estratégias para construir contratos de trabalho mais seguros em função da clientela conquistada ao longo dos anos. Jussara é um bom exemplo. Morando em Paris há mais de vinte anos, ela pôde usufruir mais estabilidade e rendimentos. Tal

Afirmamos anteriormente que os objetivos econômicos justificaram de maneira contundente a migração das mulheres brasileiras trabalhadoras reprodutivas transnacionais deste estudo. A esperança desta ascensão econômica

8 30/06/2011.

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produz um efeito no modo pelos quais estas trabalhadoras são subjetivadas, dado que esta oportunidade é vista como um modo de superar a desesperança, a pobreza e a subordinação vivenciadas previamente no Brasil.

fortemente a tomada da decisão migratória. Ilustrando os contextos marcados pela precariedade do qual se originaram, temos o relato de Jussara :

É importante sublinhar a posição subjetiva dual experenciada por estas mulheres brasileiras migrantes. Por um lado, o sonho da ascensão social e econômica se concretiza somente em seu contexto de origem, já que, como ilustramos, a condição de precariedade é realmente difícil de ser superada em Paris. Por outro lado, é através da experiência de migração que estas mulheres adquirem renda e consequentemente status social em seus contextos nativos. Portanto, essa condição subjetiva se sustenta em um paradoxo: cumprir a performance subalterna que sua condição irregular e seu trabalho impõem e, ao mesmo tempo, dispor de dinheiro e prestígio social no Brasil. Estes fatores são capazes de modificar e reverter, em certa medida, tanto o diagrama da subordinação, como o ciclo de reprodução da pobreza em suas vidas, visto que esta condição de subalternidade que o ambiente estrangeiro oferece é frequentemente seguido pelo sonho e a esperança de obter segurança econômica em seus contextos nacionais.

mais nada no Brasil. Eu já estava com essa coisa de via-

Eu tive que vir para cá eu não tive escolha [...] Eu não tinha jar por muito tempo na minha cabeça. Eu relembro que

naquela época algumas conhecidas tinham migrado, mas para fazer prostituição, mas eu não teria migrado

nestas condições. Eu sou mãe solteira, eu tenho quatro filhos, mas eu não sou prostituta [...] Eu perdi o meu emprego, eu era recepcionista em um hotel em Santos.

Veio a crise eles demitiram quase todo mundo, eu fiquei desempregada. Foram tempos muito difíceis, não tinha

dinheiro nem para dar comida para os meus filhos e tudo ficava cada vez mais caro. E eu tinha quatro filhos para sustentar sozinha [...] Essa saída sempre me vinha na cabeça porque tinha gente que voltava, comprava apar-

tamentos, carros depois disso. Essa coisa de ter uma vida melhor depois desse sacrifício (Jussara).9

Neste relato podemos ver claramente a conjuntura que circunda a decisão de migrar e buscar outros circuitos para sobreviver no contexto de vida destas mulheres. Portanto, estas mulheres não se tornam vulneráveis e/ ou desprotegidas socialmente somente durante sua estada no país receptor, elas já enfrentaram previamente em seu país de origem conjunturas marcadas por um conjunto de dificuldades econômicas e sociais. Corroborando tais impressões temos o relato de Suzana:

Enfatizamos conjuntamente a relevância dos aportes teóricos que tratam particularmente dos pontos de bifurcação e ruptura de trajetórias de vida. Como Marc Bessin, Claire Bidart e Michel Grossetti (2010) argumentam, o acontecimento/bifurcação biográfico é capaz de reestruturar importantes dimensões subjetivas e emocionais na vida dos sujeitos, visto que o acontecimento redefine os modos pelos quais o sujeito conduz a sua vida/existência, representando assim um ponto de virada de trajetórias biográficas. Conectando tais elaborações no campo proposto deste estudo, pudemos perceber que o feito migratório emerge nas narrativas de vida dessas mulheres como de fato uma bifurcação biográfica, visto que após a migração, suas vidas e suas posições como sujeitos são consistentemente alteradas.

Eu comecei a trabalhar quando tinha 15 anos, quando a minha filha nasceu. Eu trabalhava de manicure, depois

disso sempre trabalhei. Em 2007 eu tomei essa decisão de vir pra cá. Naquela época eu tinha um emprego em um escritório, mas me demitiram. Eu passei oito meses

desempregada no Brasil, buscando, buscando e não

encontrando nada [...] Eu tenho dois filhos e não tenho

marido. Eu sou a única que me preocupo com eles [...] Eu vim também porque tinha algumas das pessoas da minha cidade que fizeram a mesma coisa e deu muito certo para eles. Eu resolvi vir também (Suzana).

Barbara Ehrenreich e Arlie Hochschild (2004) afirmam que os processos migratórios geralmente tomam lugar em contextos marcados pela pobreza, violência e falta de oportunidades. Como pudemos notar em nosso campo, o trabalho doméstico transacional surge como estratégia de sobrevivência capaz de garantir a subsistência para estas mulheres em condições de vulnerabilidade e (em longo prazo) uma forma de lograr benefícios econômicos. De fato, como as entrevistadas afirmaram, o sonho de ter uma vida melhor no Brasil pós-migração motiva

Neste relato percebemos claramente de que forma a estratégia migratória é ancorada em um objetivo econômico que, em curto/médio prazo, será capaz de garantir um futuro melhor para estas mulheres. As situações de precariedade e de vulnerabilidade vivenciadas anteriormente no Brasil são lembradas de forma bastante negativa em suas narrati-

9 09/05/2011.

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Mulheres Brasileiras na divisão internacional do trabalho reprodutivo: construindo subjetividade(s) Manoela Carpenedo, Henrique Caetano Nardi

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vas. Estas lembranças contrastam com a relativa felicidade que estas mulheres desfrutam no “sonho francês”, já que a migração proporcionou garantias econômicas e (contraditoriamente) mais segurança e estabilidade para essas mulheres. Ilustrando as dificuldades prévias vivenciadas, encontramos na biografa de Cíntia uma trajetória marcada por trabalho infantil: “Eu comecei a trabalhar quando tinha onze anos. Eu trabalhei para uma família no Rio como empregada por comida e por um lugar para dormir [...] Foi bom porque eles me deixavam estudar e me compravam cadernos e coisas de escola [...]” (Cíntia).10

A partir desse relato, percebemos de que forma a experiência migratória pode rearticular distintas posições subjetivas para estas mulheres. No caso de Suzana podemos ver, em certa medida, uma relativização de sua posição subalterna, já que, mesmo estando engajada em um trabalho que possui baixo reconhecimento econômico e pouco prestígio social, Suzana conseguiu ao mesmo tempo mudar o circuito de servidão e deter a reprodução do ciclo de pobreza que assolava a sua vida. Curiosamente, Suzana vai mais além, visto que ela toma uma posição de investir o seu dinheiro, estando disposta a jogar novos jogos dentro da gama de possibilidades que ela construiu. Portanto, notamos de que forma o acontecimento ruptura proporcionado pela experiência migratória pode, em certa medida, reverter dinâmicas opressoras e assujeitadoras. Essa reversão dos mandatos de subordinação indica como a experiência migratória pode produzir processos de subjetivação complexos, dando margem ao sujeito para recriar novas possibilidades de existência, usando estratégias de resistência que se utilizam do quantum de liberdade que marca as relações nas quais está imerso. Reforçando este ponto, temos a história de Jussara que demonstra como o acontecimento migração pode afetar suas perspectivas de vida.

Antônia narra sua vida no Brasil como marcada por falta de perspectivas e realizações. Eu tive que passar tantas dificuldades no Brasil que eu

procuro esquecer [...] Esse sentimento de não poder dar uma vida decente para os filhos destrói o coração de uma mãe. Eu me pergunto por que o meu país fez isso

comigo, porque tenho que viver longe dos meus filhos [...] O meu país não me deu a oportunidade de estar

com os meus filhos. Eu fui obrigada a arrumar sozinha outras formas de dar uma vida boa para eles. Nesses seis anos aqui, eu consegui muita coisa que nem sonhando teria no Brasil (Antônia).11

Eu me considero privilegiada aqui. Eu moro em Paris

Além dos benefícios econômicos diretos que estas mulheres adquirem por meio da migração, pudemos perceber conjuntamente que novos desejos e realizações passam a ser buscados por essas mulheres. No caso de Antônia, Jussara e Maria que têm filhas e filhos em idade universitária, o trabalho de babá e faxineira garante não somente o sustento de suas famílias estendidas no Brasil, mas também o pagamento das mensalidades dos cursos superiores no Brasil em universidades particulares. Para algumas das entrevistadas, as mudanças econômicas já começaram. Suzana conta suas realizações e sua nova experiência como investidora agropecuária em seu estado.

há mais de vinte anos. Agora na minha situação sou eu

que escolho meus clientes. Eu só trabalho para gente de classe alta aqui. [...] Aqui as meninas que trabalham em escritório que estudaram não ganham mais de mil euros. Eu por exemplo consigo tirar dois mil, dois mil e

meio por mês. Eu sei que esse trabalho que eu faço não é bem visto, e que nenhum francês ia fazer [...] mas meu trabalho é bom, eu tenho flexibilidade, não tenho

hora fixa. Em algumas casas eu tenho a chave e decido quando vou limpar. Tenho uma relação fusional com os

meus clientes [...] para mim, na minha idade não vale mais a pena mudar de trabalho (Jussara).

Através deste exemplo notamos como a migração pode produzir um impacto no modo que estas mulheres se subjetivam através do trabalho. Pudemos perceber novamente esse espaço subjetivo dual ocupado pela entrevistada. Por certo ela reconhece que sua ocupação é desvalorizada socialmente, no entanto, este fato não impede Jussara de se empoderar através de seu trabalho. Pelo contrário, apesar das normalizações e os mandatos de subalternidade que regulam o trabalho reprodutivo, vemos a capacidade de Jussara em negociar acordos laborais que são lucrativos e que proporcionam uma boa qualidade de vida. No caso específico de Jussara, vemos que não é somente o aspecto financeiro

Com o meu trabalho aqui em Paris eu sustento os meus filhos e mais minha irmã que cuida deles. Já reformei a nossa casa inteira [...] Eu estou aqui faz tempo então

consegui guardar bastante dinheiro. O ano passado

comecei a investir em uns bois lá na região. Tenho bas-

tante já, é o meu investimento que está rendendo. Agora eu tenho que começar a estudar um pouco mais sobre isso, porque tem gente que consegue muito dinheiro comprando e vendendo boi lá (Suzana).

10 25/07/2011 11 09/07/2011.

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que permite a entrevistada desfrutar de relativa liberdade para além dos mecanismos objetificadores, mas também mediante acordos flexíveis de trabalho, conquistados por ela mesma.

Chegando aqui eu logo fiz amizade com uma brasileira

Outro aspecto importante a ser abordado dentro do contexto da produção de subjetividade marcada pelo acontecimento migratório na vida destas trabalhadoras brasileiras se refere aos distintos mecanismos de resistência desenvolvidos por estas mulheres, fortes o suficiente para sustentar seus cotidianos no contexto francês. Como Marc Bessin e Laurence Berger (2002) sugerem, as armas dos socialmente e economicamente oprimidos não são necessariamente estratégias de enfrentamento fracas e/ou débeis. De acordo com os autores, os indivíduos em contextos de opressão encontram formas coletivas e individuais para lidar com conjunturas particularmente difíceis. Assim, estas trabalhadoras desenvolvem um conjunto de estratégias individuais e coletivas que proporcionam espaços de recriação e de invenção capazes de produzir níveis toleráveis no interjogo entre liberdade/dominação.

pagar as minhas contas no Brasil (Suzana).

[...] Agora ela é uma das pessoas mais importantes aqui para mim. Ela me ajudou a conseguir o meu primeiro emprego. Nesse emprego eu trabalhei um ano e seis

meses. Foi com essa oportunidade que eu comecei a

Como Donna Haraway (1991) sugere, as mudanças geradas a partir da estruturação produtiva combinada à divisão internacional do trabalho promove a emergência de novas coletividades não necessariamente baseadas nos laços familiares. Ângela Torresan (1994), por sua vez, aponta em sua etnografia da comunidade brasileira vivendo em Londres, a importância das relações de amizade entre brasileiras/os no exterior. As relações de amizade marcadas pela nacionalidade em comum, combinadas às situações e histórias de vida similares, podem construir um espaço seguro de acolhida no país de chegada. Assim, vemos de que forma relações fundamentadas na solidariedade podem reconstruir as interações sociais das trabalhadoras imigrantes; neutralizando, em certa medida, o mandato contemporâneo do individualismo. Essas estratégias de proteção coletiva entre mulheres brasileiras demostra os modos pelos quais as pessoas em situação de vulnerabilidade podem reconstruir novos modos de ser e existir no mundo, construindo novas formas de suporte social baseado na solidariedade e na amizade. Diante destas estratégias criadas por estas mulheres, percebemos o modo pelo qual puderam reinventar novas estilísticas de vida através do evento migração, caracterizadas por inventividade e ação/proteção coletiva. Os modos potentes destas estratégias de resistência são reforçados por sentimentos que estão fortemente envolvidos nestes novos modos de ser e existir no mundo.

Os tensionamentos enfrentados por estas mulheres são muitos, sendo assim, as redes solidárias entre mulheres brasileiras desempenham um importante papel no cotidiano destas trabalhadoras migrantes, já que são capazes de auxiliar não somente nos processos de busca de emprego, mas também proporcionam seguridade emocional e simbólica. Estas redes são capazes de motivar o próprio projeto migratório, auxiliando muitas vezes os primeiros passos dessas mulheres no exterior, Maria, Adriana e Suzana contam suas experiências nestas redes. Quando estava em Porto Alegre eu encontrei uma

ela me convidou para vir morar aqui com ela. Eu che-

O sexo, a nacionalidade e as experiências de vulnerabilidade similares definem essas estruturas de proteção coletiva, no caso das mulheres que entrevistamos, existem laços de proximidade que permitem que elas se protejam e se sustentem emocionalmente e logisticamente umas as outras. Os efeitos subjetivos dessa forma de organização coletiva são claros, pois o contexto de proteção não é o da família nuclear e/ou o Estado e suas provisões, mas são os pares em mesma situação e condição. Assim, a vulnerabilidade experenciada por elas é compensada pelo suporte solidário desta comunidade de mulheres brasileiras que partilham problemáticas e histórias de vida. Sobre esse sentimento Suzana e Cíntia comentam:

depois de chegar eu já estava trabalhando [...] Aqui em

No momento eu estou preocupada com uma amiga

elas se preocupam muito comigo e eu com elas (Maria).

coisa para ela, essa semana mesmo eu acho que consigo

mulher que já estava vivendo aqui em Paris. Logo

quando eu cheguei eu passei dois meses na casa dela

[...] Sem ela o sonho de estar aqui não seria possível [...] Logo depois eu encontrei um grupo de brasileiras que estavam vivendo e trabalhando aqui. Elas me ajudaram muito [...] Eu consegui empregos através delas e antes

de me estabelecer eu fiquei dormindo na casa delas assim como uma cigana [...] Essas pessoas me ajudaram muito [...] Esse contato emocional com brasileiras é muito importante para mim (Adriana).

Quando a minha irmã chegou aqui, depois de dois anos,

guei e nem precisei procurar emprego. No dia seguinte

Paris eu encontrei pessoas maravilhosas, brasileiras,

minha, ela não consegue [...] Eu já estou vendo umas

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Mulheres Brasileiras na divisão internacional do trabalho reprodutivo: construindo subjetividade(s) Manoela Carpenedo, Henrique Caetano Nardi

Dossier

amplamente disseminadas por toda a rede de proteção formada por mulheres brasileiras trabalhadoras reprodutivas em Paris, as quais ensinam passo a passo estas estratégias de confronto.

algo [...] Aqui a gente tem que se ajudar uma a outra,

a gente tem que criar o nosso pequeno Brasil em Paris, para que todo mundo fique bem (Suzana).

Aqui eu vou toda a semana neste culto em português. É muito bom, encontro muitas brasileiras que estão aqui

Considerações finais

que nem eu. Eu tenho muitas amigas, nós nos ajudamos com contatos de trabalhos e passamos tempo jun-

Este estudo teve como objetivo principal compreender de que modo mulheres brasileiras migrantes engajadas no setor reprodutivo Parisiense são subjetivadas através da migração, do trabalho reprodutivo e das normas de gênero, sobretudo no que tange a fratura no interior do sujeito coletivo “mulheres” ao apontar como formas de dominação são reproduzidas na hierarquia que se estabelece entre mulheres europeias e migrantes. Foi com a intenção de analisar tal contexto que elaboramos uma visão/versão dos efeitos subjetivos deste acontecimento na vida de oito imigrantes brasileiras vivendo e trabalhado em Paris.

tas também (Cíntia).

Aqui é importante marcar, na fala de Cíntia, a importância das igrejas brasileiras na adaptação e na socialização dos emigrantes brasileiros. Como Soraya Fleischer (2001) indica, as igrejas evangélicas brasileiras desempenham um papel relevante nas redes de suporte de emigrantes brasileiros no exterior. Além dos cultos e da preocupação cotidiana com as amigas, outras estratégias coletivas e individuais são desenvolvidas por estas mulheres brasileiras trabalhadoras imigrantes. Um bom exemplo dessas estratégias de confronto às capturas objetificadoras consistem na saída encontrada por estas trabalhadoras para voltar ao Brasil para ver as suas famílias e depois retornar para a França, isto mesmo sendo imigrantes ilegais. Esta operação demonstra de forma contundente os modos pelos quais trabalhadoras reprodutivas migrantes são capazes de “jogar” de diferentes modos com o código legal/moral, encontrando assim, em certa medida, espaços de liberdade e resistência. Maria conta a sua experiência:

Como sugerimos em nossa discussão, o acontecimento migração é caracterizado por um conjunto de experiências multifacetadas que impactam as trajetórias de vida destas mulheres. Sendo assim, sublinhamos a multiplicidade e as especificidades que circundam os posicionamentos e reposicionamentos subjetivos destas mulheres. No que tange aos jogos de dominação que assujeitam essas mulheres, apresentamos os elementos que constroem a subalternidade e as formas de sujeição presentes na vida destas trabalhadoras domésticas em suas vidas no país receptor. Demonstramos de que forma alguns fatores tais como a ilegalidade, os contratos informais de trabalho, as relações de poder desiguais entre trabalhadoras e empregadoras pode contribuir para a captura assujeitadora e reificante. No que se refere às possibilidades de resistência no interior da norma, exploramos o modo que estas mulheres brasileiras, apesar do contexto vulnerável e precário puderam desenvolver estratégias de resistência capazes de impactar os modos pelos quais estas são subjetivadas. Assim, exploramos os modos pelos quais estas trabalhadoras domésticas puderam reinventar novas formas de ser e existir no mundo, introduzindo elementos tais como a solidariedade, a coletividade e criatividade em suas vidas. Essas redes de proteção solidárias reforçam a agência destas mulheres em promover novas formas de organização social para além do mandato individualista.

Aqui nós brasileiras sabemos o que fazer quando queremos voltar e ver nossas famílias por um tempo no Brasil. Essa vez eu fui, eu comprei a minha passagem. Daí quando eu fui embarcar o policial da migração brigou

comigo e me botou esse carimbo de deportação no meu passaporte [...] Eu procedi como as minhas amigas me

disseram. Cheguei no Brasil e fiz um passaporte novo, e quando eu voltei eles me deixaram entrar [...] Eu só não sei quantas vezes eu posso fazer isso, mas eu vou fazendo até quando der.

Suzana também procedeu da mesma forma que Maria seguindo as mesmas regras. Através dessas estratégias podemos perceber o modo pelo qual, mesmo em situações de dominação e vulnerabilidade, o sujeito é capaz de desenvolver modos engenhosos e criativos de confrontar o seu status social, literalmente jogando com as regras presentes. Tendo em consideração os exemplos de Maria e de Suzana entendemos como estas mulheres, apesar de contextos precários, são capazes de jogar com as deficiências dos aparatos de controle, podendo usufruir dessa forma de um grau ampliado de liberdade. Neste ponto, é importe frisar que estas “armas” são

Neste ponto, reforçamos a necessidade de continuarmos acompanhando estes fluxos migratórios em função da dependência destes circuitos de sobrevivência à conjuntura geoeconômica atual, visto que, como podemos

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perceber, as crises econômicas emergem como um organizador fundamental capaz de impulsionar ou reprimir os movimentos migratórios. Portanto, poderíamos pensar que, com a crise atual européia, tais fluxos migratórios poderiam estar se revertendo ou se reinventando de diversas formas. Assim, seria importante acompanhar os possíveis reposicionamentos subjetivos gerados a partir das crises econômicas.

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Tendo todos esses elementos em consideração, é importante ressaltar que este estudo é somente uma das narrativas possíveis acerca dos processos de subjetivação de mulheres brasileiras engajadas na divisão internacional do trabalho reprodutivo. Esta pesquisa, como indicamos na metodologia, não tem a pretensão de generalização, mas sim a descrição de processos e dinâmicas sociais. Outros estudos comparativos enfocando e problematizado os efeitos da experiência migratória para trabalhadoras domésticas transnacionais devem ser desenvolvidos para ampliar o entendimento deste acontecimento na vida de mulheres imigrantes.

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Mulheres Brasileiras na divisão internacional do trabalho reprodutivo: construindo subjetividade(s) Manoela Carpenedo, Henrique Caetano Nardi

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A Matter of Decency? Persistent Tensions in the Regulation of Domestic Service* por Manuel Abrantes** Fecha de recepción: 12 de junio de 2012 Fecha de aceptación: 13 de septiembre de 2012 Fecha de modificación: 9 de octubre de 2012

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.09

Abstract The role of law in regulating and mediating social inequality has been the subject of longstanding debates. While recent research on domestic service acknowledges the importance of regulation, the legal configuration of this activity sector is seldom assessed in a detailed or critical manner. This article builds on the claim that systematic observation should be dedicated to developments in the regulation of domestic service both in the local and international contexts.. The first part of the article focuses on the advancement of law regarding domestic service in Portugal. The Domestic Workers Convention adopted by the International Labor Organization in 2011 provides a context for examining persistent constraints on change toward social recognition and equity. Difference between domestic service workers and standard wage earners is analyzed in depth, and nine unsolved practicalities of domestic service regulation in Portugal are examined in light of the recent international convention. Gender and ethnicity are identified as lingering political foundations of this employment sector. The minimal participation of domestic workers and their representatives in regulatory processes raises serious concern. The historical lens is used to clarify current particularities in the regulation of the sector.

Key words Domestic service, law, gender, ethnicity, International Labor Organization

¿Una cuestión de decencia? Tensiones persistentes en la regulación del servicio doméstico Resumen El papel del derecho en la regulación y la mediación de la desigualdad social han suscitado amplios debates. La investigación reciente sobre el servicio doméstico reconoce la importancia de la regulación, pero la configuración legal de este sector de actividad pocas veces se analiza de manera detallada o crítica. Este artículo se basa en la convicción de que la observación debe considerar acontecimientos en distintos niveles y establecer vínculos coherentes entre las escalas nacional e internacional. La primera parte del artículo se centra en el avance de la legislación sobre servicio doméstico en Portugal. En seguida, el Convenio sobre Trabajo Doméstico adoptado por la Organización Internacional del Trabajo en 2011 ofrece un contexto privilegiado para estudiar los obstáculos que sigue enfrentando el cambio hacia el reconocimiento social y la equidad. Se presta

*

This article stems from the PhD research project “Domestic services and migrant workers: The negotiation of the employment relationship”, conducted in 2010–2013 at the Technical University of Lisbon. A draft version was discussed at the International Conference on Law and Inequalities, University of Coimbra, April 23–24, 2012. I thank all of the interviewees, experts, technical staff and fellow researchers who offered their time and energy at some point. I am especially grateful to Sarah van Walsum, Sara Falcão Casaca, and the anonymous reviewers at Revista de Estudios Sociales for precious comments. This work is supported by the FCT - Portuguese Foundation for Science and Technology (research grant SFRH/BD/61181/2009). ** Máster en Sociología de la Universiteit van Amsterdam, Holanda. Estudiante del Doctorado en Sociología Económica y de las Organizaciones en la Universidade Técnica de Lisboa, Portugal. Miembro de SOCIUS (Centro de Investigação em Sociologia Económica e das Organizações), Universidade Técnica de Lisboa. Correo electrónico: mabrantes@socius.iseg.utl.pt

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Dossier especial atención a la diferencia entre la población empleada en servicios domésticos y la restante población trabajadora, y nueve puntos por resolver en Portugal son examinados a la luz del reciente convenio internacional. Género y etnicidad se imponen como fundaciones políticas persistentes de este sector de empleo. La voz limitada de las trabajadoras domésticas y sus representantes en los procesos de regulación causa extrema preocupación. La perspectiva histórica ofrece una contribución importante para entender particularidades actuales en la regulación del sector.

Palabras clave Servicio doméstico, derecho, género, etnicidad, Organización Internacional del Trabajo.

Uma questão de decência? Tensões persistentes na regulação do serviço doméstico Resumo O papel do direito na regulação e na mediação da desigualdade social é um objeto de debate já clássico. Embora a investigação mais recente sobre serviço doméstico reconheça com frequência a importância do enquadramento legal, este enquadramento tem sido poucas vezes examinado de forma detalhada ou crítica. O presente artigo assenta na noção de que importa empreender uma análise sistemática dos passos dados na regulação do serviço doméstico, tanto em contexto local como em contexto internacional. A primeira parte do artigo debruça-se sobre o desenvolvimento da legislação laboral deste setor de emprego em Portugal. A Convenção sobre Trabalho Doméstico adotada pela Organização Internacional do Trabalho em 2011 oferece um momento privilegiado para examinar os constrangimentos que continuam a colocar-se em matéria de reconhecimento social e equidade. Presta-se particular atenção às diferenças persistentes entre a regulação aplicável a trabalhadoras/es domésticas/os e a regulação geral do trabalho assalariado, e um conjunto de nove questões por resolver é examinado à luz da recente convenção internacional. O gênero e a etnicidade emergem como alicerces políticos deste setor de emprego. A participação reduzida de trabalhadoras/es domésticas/os e de organizações que as representem no processo regulatório suscita especial preocupação. A perspetiva histórica revela-se útil para clarificar singularidades da regulação atual do setor.

Palavras chave Serviço doméstico, direito, gênero, etnicidade, Organização Internacional do Trabalho.

I

This article addresses advancements in the regulation of domestic service at both national and international levels, focusing on the contexts of Portugal and the ILO. Analysis is primarily based on the documental analysis of institutional materials. Valuable insights have been drawn from open-ended interviews with domestic workers, labor and employer representatives, and local activists. This article begins by bringing together a handful of theoretical contributions that help in the understanding of lawmaking as a sociopolitical negotiation. It then focuses on the empirical examination of developments in the regulation of domestic service in Portugal. It draws as far back as the implementation of the Civil Code of 1867 to grasp the transformation in rights and meanings. The third section of the article discusses the laws currently in place and the implications of the recent international convention on domestic workers. A lingering question is to what extent exceptional legislation on particular employment

n June 2011, the International Labor Organization (ILO) adopted a convention concerning domestic workers. This offered a privileged moment to examine historical developments and lingering constraints on change toward social recognition and equity. Recent research has paid considerable attention to the global and local dynamics of domestic labor. While the importance of laws on the working and living conditions of domestic workers is a recurrent claim in such research, the legal configuration of this activity sector is seldom assessed in a detailed or critical manner. Analysis is frequently confined to the most recent reforms. As a result, the important contribution of historical research is confronted with the unclear position of domestic labor between household and labor dynamics.

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sectors responds to their structural singularities, or, on the contrary, excludes them from general mobilization and the accomplishments of the working class.

Civil codes adopted in several states of Western Europe following France in 1804 are especially important, insofar as they were created upon principles of positivistic policy, professional technicality, and national interest (Weber 1978). The historian António Manuel Hespanha (2003) corroborates that the production of civil and other codes is nothing short of a landmark in the transition from common law into rationalist law, and therefore, in the advent of liberalism. He argues that there is a significant ambivalence in this endeavor. While it promotes the systematization and understanding of the law among citizens, thereby favoring popular control over it, it is also grounded in the notion of a “juridical monument” aiming to be as permanent and consensual as possible, that is, to resist parliamentary action. In her examination of the first civil code in Portugal adopted in 1867, Teresa Beleza (2002) emphasizes its role in legitimating patriarchal rule. Women were granted an indirect relationship to the state mediated by their fathers, husbands, or older sons. She also stresses that legislation does not merely adjust to existing social inequality in a given historical moment; rather, it builds and shapes inequality. The study of legislation, which has been modified in later periods, is therefore key to understanding today’s juridical discourse and practice (Beleza 2000).

Drops in freedom, care chains, and globalization The role of law in regulating and mediating social inequality has been the subject of longstanding debates. The work of Karl Marx is particularly sensitive to norms on the minimum age of workers, daily working hours, and land expropriation, describing their establishment in a polity dominated by capitalist agents in which the elected parliament at best administers “freedom drop by drop” (Marx 2010, 183). Research on contemporary dynamics of domestic service exposes the tenacity of some elements in this view. Despite notable achievements, underage labor is still a key problem to be addressed (ILO 2010). Daily working hours remain a major controversy both in lawmaking and in everyday practice, especially for live-in domestic workers, and growing transnational dynamics are far from making a radical leap toward freedom or interethnic solidarity (Anderson 2000; Parreñas 2001; Sassen 2007; Lutz 2008; Canevaro 2009). In this sense, paid domestic labor offers a strategic site to examine the ambiguous process through which state law draws its legitimacy from an outspoken opposition to traditional power inequality based on social status (“all are equal before the law”), while it legitimates difference and prejudice inherited from that very same source of power. The historical closeness between domestic labor and serfdom, to begin with, revives the classic questioning of the construction of wage labor as opposed to slavery (Weber 1978). Comparative historical research documents tensions in the position of domestic service between a life-stage occupation and a lifelong occupation following the dawn of industrial societies (Fauve-Chamoux and Wall 2005). Shifts toward a greater degree of commodification require both the acknowledgment of domestic service as an occupation and the break with specific forms of paternalism permeating it. Beyond changes in the volume of domestic service over time, changes in a work process are at stake (Sager 2007). The potential of lawmaking to mold the complex nexus of commodification and social denigration of the occupation cannot be underestimated (Cooper 2005).

The consideration of gender asymmetry has relevant implications for the subject under analysis. Historical research exposes significant links between the commodification of labor under capitalist industrialization and the ideology of separate spheres of production and reproduction, which prescribed the public agency of men and the invisible domesticity of women (Braudel 1969; Pinto 2007). Activities understood as domestic work have been largely “coded as feminine” (McDowell 2000, 506).1 It is noteworthy that the gender distribution of paid household labor was more balanced in the past, although segmentation was apparent in the predominance of men in the most prestigious positions (Sarti 2005). This does not mean that the underprivileged position of domestic workers in labor law is unrelated to its extensive feminization; rather, the opposite is true. Barbara Ehrenreich and Arlie Russell Hochschild address recent developments as they refer to the “new emotional imperialism” (Ehrenreich and Russell 2002, 27). They focus on the international migration system of care labor, which has recently emerged as Western societies demand low wage

According to Pierre Guibentif (2009), two key legislative enterprises played a leading role in the consolidation of modern capitalism: constitutionalism and codification.

1 The verb to code in McDowell’s formulation naturally takes on a different meaning than above, as it refers to common sense and everyday practice rather than legal regulation. However, the fact that the same word is used is an interesting detail.

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A Matter of Decency? Persistent Tensions in the Regulation of Domestic Service Manuel Abrantes

Dossier

workers, overwhelmingly women, to look after children and frail adults. Through the money they earn abroad, migrant women often support families and communities back home, in particular their own children and elderly relatives. The elaboration on global care chains and emotional labor thus notably frames domestic service within the dynamics of contemporary capitalism and globalization rather than traditional society.

Effective regulation on paid domestic labor has been troubled by “variation between countries and variation between economic sectors in the same country in terms of what is socially and legally constructed as acceptable employment practice” (Anderson 2006, 25). The overarching perspective of Boaventura de Sousa Santos (2006) on globalization offers an important contribution to framing the subject at hand. In the author’s view, there are two distinct spheres of production. The hegemonic camp pushes for neoliberal economy, weak state, liberal democracy with an absolute priority of civic and political rights over social and economic rights, and the primacy of the rule of law and the judicial system conceived as independent and universal mechanisms. On the other hand, the counter-hegemonic or subordinate production of globalization builds on “the aspiration by oppressed groups to organize their resistance on the same scale and through the same type of coalitions used by the oppressors to victimize them, that is, the global scale and local/global coalitions” (Santos 2006, 398). Examining the struggle for the rights of migrant domestic workers within two nongovernmental organizations in the United Kingdom, Bridget Anderson (2010) shows how radical undertakings can be captured gradually by the logic and practices of state sovereignty. Based on research in the Netherlands, Sarah van Walsum (2011) shows how the regulation of migrant domestic work challenges stationary views on the public-private divide, the limits of the labor contract, and the borders of the nation-state. These authors favor a notion of regularization and legalization of work not as ends in themselves, but as means to strengthen—or else weaken—the position of the workers at stake.

Portugal has registered a rapid increase in immigration since the mid-1970s and severe ethnic segmentation in the labor market (Baganha 1998; Góis and Marques 2009; Casaca and Peixoto 2010). The concentration of immigrant women in domestic service illustrates how newly arrived ethnic minorities occupy jobs abandoned by local workers due to their negative social standing. An extensive private demand for childcare and eldercare underpins the latest upsurge of domestic service (Guerreiro 2000; Wall and Nunes 2010). A recent survey on paid domestic workers in this country shows that violations of legal rights by employers abound, especially concerning social security contributions, holiday pay and benefits, concession of maternity leave, and payment of health costs in case of workplace accidents (Guibentif 2011). A large fraction of domestic service remains in the informal sector. In addition, the relative novelty of democratic politics in Portugal, where an authoritarian regime was in office from 1928 to 1974, suggests affinity with developments in other countries in Southern Europe and Latin America (Valenzuela and Mora 2009; Goldsmit et al. 2010). Although legal reforms have been pursued to approximate domestic service to general wage labor standards, the resilience of exceptional treatment and limited legal compliance remains at the forefront of concerns regarding domestic service.

Exclusion and approximation (1867–2012)

While national politics are criticized for being too distant from citizens to allow full democratic participation, supranational authorities with different purposes have emerged as key sites in the readjustment of power (Hespanha 2003; Sassen 2007). Alain Supiot (2006) highlights the normative political orientations followed by organizations such as the European Union or the World Bank, which promote an uncritical understanding of adaptable labor markets as the desirable or only possible future. In contrast, the ILO has recognized the need to combine market liberalization and regulation since its creation in 1919. Denouncing abuse in under-regulated employment sectors remains a political trademark of this organization, and it played a significant role in the process leading to the adoption of the Domestic Workers Convention in 2011 (ILO 2010).

Consisting of a total of 2,497 articles, the Portuguese Civil Code of 1867 covers a broad range of subjects including citizenship rights and duties, ownership, family, trade, and employment. One particular chapter concerns the regulation of labor. This chapter is divided into eight sections, the first one of which is limited to the provision of domestic service. Domestic service, like liberal professions and apprenticeship arrangements, is separated from standard wage labor, which is dealt with in a section of its own applying to all occupations without specific regulation. The focus of legislators on paid domestic labor suggests an acknowledgment of this issue not only as complex or delicate, but also as a matter of public

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order. The civil code establishes that domestic service can only be considered as such if it is rewarded and performed on a temporary basis. Any commitment for life is deemed invalid for legal purposes, which means both parties are free to abandon it without any cost or obligation. Interestingly, this provision is not attached to any other occupation in the Civil Code of 1867, and one of its clear goals is to distinguish domestic service from serfdom or slavery (Ferreira 1870). Further rules regarding the beginning and end of the labor relationship, as well as the set of duties and rights of both parties, are specified. The selection of words is noteworthy. The person who purchases domestic services is referred to as amo (master), whereas in the section of the civil code concerning standard wage labor, the word servido (served person) is used instead. The person who is recruited to work is called serviçal (servant) in both sections. This detail is interesting because it reflects a distinction not between domestic workers and regular wage earners, but between employers. This is a distinction in nature: the master—not the employer—may own more than the worker’s labor. What employers buy from domestic workers, Anderson (2000) argues, may be their very personhood more than their labor power, thus challenging the postulate of modern political philosophy that all individuals possess their own body and mind—a key element in the achievement of rights for women and ethnic minorities throughout the twentieth century.

must be reached between the master and the minor’s legal guardian. Among the employer’s duties, it is stated that if the servant is underage, the master is obliged to correct his or her mistakes “as a legal guardian would” (Civil Code 1867, Art. 1384/1). This piece of legislation offers two distinct contributions. First, it attempts to acknowledge some rights and benefits in domestic service. Second, it clearly asserts the singularity of domestic service within existing occupations and the paternalistic characteristics of this type of labor relationship. The troubled disentanglement between paid labor on the basis of an employment contract and unpaid labor on the basis of family obligations is especially apparent. Besides the aforementioned selection of words, the duties of the “master” and his authority to command go well beyond the regulation on standard wage labor. Such development is closely related to the legal construction of the inviolability of the home, which owes less to modern day constitutional rights on individual freedom and privacy than to the autonomy of the domestic sphere—as a peripheral power—toward the central power of the state (Hespanha 2003, 22). In fact, individual rights are often sacrificed within the very context of the patriarchal household. It is necessary to point out that the protection of domestic workers in the Civil Code of 1867 is minimal, as just causes for dismissal include broadly applicable notions of inability to work, bad behavior, and breaking or stealing the master’s belongings. This source of employment insecurity, as shown later on in this article, remains in place until today, and is important in maintaining asymmetry in the relationship between workers and their employers.

The Civil Code of 1867 also states that whenever domestic servants have not been recruited to perform a particular task, the labor relationship binds them to perform any service compatible with their physical ability. Local customs are mentioned in several articles as providing acceptable standards. While this is not particular to legislation on domestic service, it does add some peculiar elements to it. For instance, the civil code states that in the absence of an explicit agreement on remuneration, pay shall be based on local customs considering the servant’s sex, age, and duty. If the servant suffers from a health problem, the master is responsible for arranging medical support and deducting its costs from the remuneration, if the master is not willing to pay for it out of “generosity” (Civil Code 1867, Art. 1384/3). Regarding inheritances, in case the master decides to leave some of his inheritance to a servant, this must not be deducted from the remuneration and dismissal compensation (15 extra days) that the master’s heirs are bound to pay the servant. Concerning age, minors are allowed to perform domestic services, although in that case an agreement

Since the last decades of the nineteenth century, a wide array of legislation on labor issues has been adopted in Portugal. This includes the condition of minors and women as workers, the rights of workers to association and representation, the responsibility of employers regarding health and safety at work, the legal procedures to deal with disagreements between employers and workers, and the regulation of labor inspection. Some of these decrees contained an article excluding particular categories of workers, most often those employed in agricultural, maritime or domestic services. The underlying claim was, and still is, that the special conditions in which these occupations are performed warrant exceptional regulation. Labor inspection conflicts with the ambiguous notion of the inviolability of private households (Anderson 2010). A second problem is that domestic workers are required

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to work, or stay in the workplace, longer than standard wage earners. Notably, when the maximum number of working hours was established in Portugal in 1919 (8 hours per day and 48 hours per week, at that time), the decree explicitly mentioned that it did not apply to rural workers, hotel and restaurant workers, and domestic servants (Decree No. 5516, May 10, 1919).2

on employment were limited to the definition of basic concepts, all further issues being dispatched to specific labor legislation. Absent from both the new civil code and standard labor law, domestic service was still regulated by the Civil Code of 1867. The fall of the dictatorship in 1974 opened new possibilities for collective action and bargaining. Domestic service, however, was not to be merged into general labor law. When a minimum monthly wage was introduced in 1974, agricultural and domestic workers were again excluded. A minimum wage for domestic workers was only implemented in 1978. This value was increased several times in the following two decades, although it would remain below the general minimum wage until 2004 when they were finally merged.3

Introduced by an authoritarian government, the general labor law of 1933 (Estatuto do Trabalho Nacional, Law-Decree 23048, 23 September, 1933) imposed dramatic changes on the system of industrial relations. Collective organization was severely restricted; among other things, workers and companies were required to maintain a “social peace spirit” and forbidden to “suspend or disturb” any economic activity “with the purpose of getting different working conditions or other benefits.” The law on the standard rules for employment contracts in 1937 added important provisions (Law No. 1952, March 10, 1937). By the time the civil code was revised in 1966, provisions

A law on domestic service was finally adopted in 1980. It resulted from the initiative of a recently created domestic service workers’ union. While this initiative

Table 1. Chronology of Selected Legislation on Domestic Service in Portugal

Year

Document

Relevance

1867

Civil Code (Arts. 1370-1390)

First regulation of the domestic service relationship

1980

Law-Decree Nr. 508/80, 21 October

Extended regulation of the domestic service relationship

1978

Law-Decree 113/78, 29 May (Art. 1/1a)

Establishment of a minimum wage for domestic service workers (updated on a yearly basis)

1982

Regulatory Decree 43/82, 22 July

Inclusion of domestic service employment in the social security system

1992

Law-Decree Nr. 235/92, 24 October

Revised regulation of the domestic service relationship

1996

Law-Decree Nr. 88/96, 3 July (Art. 1/1)

Extension of the regulation on Christmas allowance to cover domestic service employment

2004

Law-Decree Nr. 19/04, 20 January (Art. 2)

Extension of the regulation on minimum wage to cover domestic service employment

Source: Own elaboration based on legislation.

2

That same year, the ILO was created within the League of Nations; Portugal was among its founding member states. This was a period of intense labor mobilization. In 1921, a regional association of hotel and private household domestic workers was created in Lisbon. Though supported by local proletarian trade unions, it was only able to obtain permission from state authority to operate in 1939, after domestic workers had been excluded from it.

3

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In 1978, the minimum monthly wage for domestic workers was 3,500 Escudos per month (gross) (17.46 Euros), against 5,700 Escudos (28.43 Euros) for standard workers (simple unweighted conversion). By 2004, the minimum wage was 365.60 Euros per month; by 2012, it was 485.00 Euros per month.


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was acknowledged as a legitimate claim, the law was introduced by a governmental decree under the protest of competing parties that demanded a wider debate in parliament and due consultation with labor representatives. The main criticisms about the document concerned the excessive number of maximum working hours, the weekly period of rest and holiday allowances below standard labor law, and the inaccurate definitions of domestic work.4

the article on working time was substantially modified. For the first time, it was established that the “normal period of weekly work” for domestic workers must not exceed 44 hours. In the case of domestic workers who reside in the employer’s premises, however, this maximum number of hours refers to time spent in “effective work.” Sufficient room is left for live-in domestic workers to be available 24 hours per day as there is no specific definition of effective work. For instance, it is unclear whether surveillance tasks are considered effective work. If surveillance tasks are not considered effective work, it is unclear whether the worker is free to exit the house and return only when the next period of effective work begins. Both institutional documents and policymakers remained unanimously elliptical in this respect.

The very preamble of the decree is dubious as it states that it is “an imperative of social justice to cover the activity sector of domestic services with updated and more complete, though necessarily specific, legislation.” Its 24 articles cover the various possible arrangements between employer and worker regarding time, holidays and remuneration, the valid procedures to begin and terminate the labor relationship, and the minimum age of workers. The decree has three distinct aspects. First, not only is the domestic workers’ minimum wage set separately from and below the standard minimum wage, but the provision of housing and food by the employer can also comprise a part of the remuneration. Second, there is no fixed maximum working time. Live-in workers are entitled to rest and eating breaks of at least two hours per day, and are entitled to rest at night for eight consecutive hours. These breaks from work “are granted without detriment to the tasks of oversight or assistance to the household,” and the night rest “should not be interrupted except for serious non-regular or imperative reasons.” Last, valid reasons for both parties to terminate the labor relationship include a significant change in the conditions that motivated the relationship, failure to fulfill the basic duties established in the same law, breach of confidentiality over sensitive matters, and lack of good manners. The employer is also entitled to terminate the relationship if the worker brings other people such as relatives or friends into the house without the employer’s knowledge, maintains habits or behaviors that do not suit the regular operation of the household, or carelessly uses equipment owned by the employer.

Three additional issues were introduced in 1992. First, the domestic service law mandated that the Christmas allowance to which domestic workers are entitled should not be below 50% of their monthly pay. However, a general law on the Christmas allowance was adopted in 1996, mandating that all workers, including domestic workers, are entitled to an allowance of 100% of their monthly pay, to be paid until the 15th of December every year. Second, a complete list of rules on health and safety at the workplace was incorporated. These include the employer’s duty to inform the worker about the operation of equipment and maintenance products used in the household, to repair damaged or dangerous materials, and, in the case of in-house domestic workers, to provide housing and food in conditions that are not harmful to the worker’s health and hygiene. More important, the employer must obtain insurance from a company or organization legally entitled to do so, to cover any damage resulting from accidents at work. After legislation was approved at the European Union level, more complete legislation on accidents and illness at work was adopted covering all workers, including those employed in domestic service. Third, an article defining what constitutes abandonment of the labor relationship by the worker and what procedures must be followed in that case was introduced.

The law on domestic service was revised in 1992, resulting in the version currently in force (Table 2). A number of important changes were introduced. To start with,

Although a national labor code eventually came into force in 2003, domestic service is still regulated by the law on domestic service. This is also true for economic activities such as entertainment, navy and harbors, railway transportation, agriculture, sports, and public administration. The current legal configuration retains the distinction between domestic service and standard wage labor made in the Civil Code of 1867, while a gradual advancement in rights has taken place.

4 The process leading up to the adoption of legislation can be followed in Diário da Assembleia da República, 1ª Série, 11/03/1977: 2830; 29/10/1977: 38; 16/06/1978: 3283; 21-06-1980: 3122; and Diário da Assembleia da República, 2ª Série-A, 16/06/1978: 914. For the discussion of the law eventually approved in parliament, see Diário da Assembleia da República, 1ª Série, 31-01-1981: 855–866; 06/02/1981: 935–944; and 11/02/1981: 966–978.

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Dossier Table 2. Selected Topics in the Regulation of Domestic Service in Portugal by December 2012

Topic Written employment contract

Working time

Remuneration

Social security contributions

Unrequired*

Maximum

44 hours of “effective work” per week

Rest / breaks

Unspecified meal breaks during the day + 8 hours at night “without detriment to the tasks of oversight or assistance to the household”

Holidays

22 paid days per year

Minimum

485,00 Euros per month, or 2,80 Euros per hour

In kinds

Up to 50% of the above amount

Mandatory allowances

1 extra month pay by summer vacation; 1 extra month pay by Christmas

By the employer

Mandatory

By the employee

Mandatory

Retirement pension

Health benefits

Regime

Yes (particular forms of calculation) Insurance by the employer

Mandatory

Maternity

Yes

Illness

Yes

Insurance

Partial**

Compensation

One month pay for every year of service completed

Unemployment

Education

Protected for workers younger than 18 only

Source: Own elaboration based on legislation (Law-Decree Nr. 235/92, 24 October; Law Nr. 7/2009, 12 February; Law Nr. 110/2009, 16 September); the selection of fields in the table is based on Loyo and Velásquez (2009, 67). Notes: * While unrequired for domestic workers as such, a written employment contract is compulsory in the case of foreign individuals recruited for any type of employment (Labour Code, Portugal, Art. 5). Therefore, it is required in the recruitment of foreign domestic workers but not national ones. ** Access to unemployment benefits in the same conditions as standard wage earners is granted in the contributory program restricted to domestic workers who (a) are employed full-time by one sole entity, (b) entered the program before they turned 57 years old, and (c) sign an agreement term with the employer for this specific purpose.

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Unsolved practicalities and the international convention

social security system. In the meantime, Article 14 of the ILO Domestic Workers Convention is not without ambiguousness itself as it requires states to “ensure that domestic workers enjoy conditions that are not less favourable than those applicable to workers generally in respect of social security protection”, although measures to that end may be “applied progressively” and “with due regard for the specific characteristics of domestic work”. Still, it is increasingly difficult to argue from either a critical or a normative perspective that the specific characteristics of domestic work justify social protection below general standards in the labour market.

Following the guidelines of the ILO’s double discussion procedure, final versions of the Domestic Workers Convention and Recommendation were adopted in 2011 (ILO 2011a, 2011b). Since then, a trade union confederation and several nongovernmental organizations representing women and migrants in Portugal have urged the government to take action toward ratifying the convention. One of their claims is that national regulation is in agreement with the standards set in the convention; therefore, ratification shall not require any legislative innovation. This may be understood as a strategic step to depoliticize and thereby ease the ratification.

Indistinction between live-in and live-out domestic workers. The law examined earlier applies to both live-in and live-out domestic workers, resorting to the concept of “effective work” and the underlying fiction that live-in domestic workers perform it for a maximum of 44 hours per week, to cover up the large gray area of negotiation between employer and worker. Article 10 in the international convention refers to periods during which workers “are not free to dispose of their time as they please and remain at the disposal of the household in order to respond to possible calls,” a notion that is absent from national law. Indistinction between live-in and live-out workers therefore translates into the underprivileged situation of the former, as they remain legally vulnerable to the imposition of overtime.

A thoughtful observation of the convention requires addressing various unsolved practicalities in the regulation of paid domestic labor in Portugal. Far from being negligible, these issues may be too significant to be dealt with as simple administrative adjustments. For the purpose of clarity, they can be organized into nine distinct yet interrelated matters. Social protection. The access of domestic workers to social protection remains regulated by a special scheme. Workers who are employed full-time by one sole entity on a monthly basis are in a different situation than workers under part-time arrangements. The former are able to enroll in two distinct programs: 1) a program with the same rules and benefits that apply to standard wage earners, including unemployment benefits; and 2) a program based on a lower tributary rate (28.3% against 34.75%, at the time of writing) and a standard remuneration that can be below the worker’s actual pay. The latter has been implemented with a pecuniary protective aim, as a portion of the pay is not taxed by social security. The first significant distinction is that workers under part-time arrangements can only access program 2. Even among workers who are employed full-time by one sole entity, enrollment in program 1 is only accessible if they are under 57 years old and if they sign an agreement term with their employer for this particular purpose. Considering that the National Constitution (Art. 59/1b) includes the right of all workers to “material assistance when they are involuntarily in unemployment,” there seems to be an odd variety of caveats in the case of domestic workers. Although this article of the Constitution prohibits discrimination based on age, sex, race (ethnicity), citizenship, place of origin, religion, and political or ideological conviction, it does not mention occupation. Encased in a lower level of benefits, domestic workers can be described as sub-workers in the

Dismissal. The pursuit of fair terms of employment requires a reconsideration of the norms that regulate the termination of the relationship. Just cause for dismissal by the employer is defined in a manner that is both broad and detailed. It comprises disobedience, lack of interest, mishandling of material items or confidential matters, abnormal reduction in productivity, lack of good manners, and behaving in a way that does not suit the regular operation of the household, among other things. Though more limited, just cause for dismissal by the worker also includes some of these considerations, including the ones on behavior. The relationship can also be terminated due to the employer’s inability to maintain it, economic insufficiency, or substantial transformation in the circumstances under which the worker was recruited. While the convention does not elaborate on this topic, it is plausible that all measures aiming to reduce workers’ vulnerability depend on addressing and reformulating the terms of employment termination. Written contracts. Article 7 of the convention states that measures shall be taken to ensure that “domestic workers are informed of their terms and conditions of

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employment in an appropriate, verifiable and easily understandable manner and preferably, where possible, through written contracts.” Although absent from the law on domestic service in Portugal, written contracts are deemed compulsory in the general labor code if the relationship involves foreign workers, short-term employment, part-time employment, intermittent employment, or temporary employment. The fact that a contract of employment with full legal rights is presumed to be in place whenever a contract has not been signed may explain why this is not a common claim made by national labor unions at the moment. However, the wide legal scope for unilateral decision by the employer of a domestic worker exposed to the three issues discussed earlier throws a different light on the subject. The value of written contracts has been highlighted in one of the latest campaigns developed in Portugal for the rights of domestic workers, in a joint initiative by activists and scholars. The general informative brochure for domestic workers and employers produced by this campaign even includes a template for written contracts (GAMI 2012).

to standard wage earners, such as posted or temporarily delocalized workers, tend to be equally laconic. The contribution of the convention is not straightforward either. While its reference to “decent living conditions” maintains the subject in the muddy waters of customs, the notion of “respect” for “privacy” mentioned in Article 6 may be a more fruitful ground for collective parties to build their claims. Freedom. Article 9 of the convention protects the freedom of domestic workers to reach an agreement with their employer on whether to reside in the household, to be away from the house and household members during periods of daily, weekly, or annual leave, and to keep in their possession travel and identity documents. Clearly intertwined with some of the points discussed earlier, these three provisions are absent from the law on domestic service employment in Portugal. If this sector is to be maintained under particular regulation, such regulation should address the objective sources of vulnerability that public intervention and academic research have repeatedly uncovered. This article of the convention is especially relevant because basic human rights in the employment context are often taboo in political debate; it is presumed that both parties comply with them and all workers know about them. The fact that authoritative documents such as the National Constitution assert or implicitly require respect for these rights means that labor legislation does not need to be concerned with them. Yet this produces practical results only insofar as the concrete manifestations of such rights in particular contexts are recognized and protected.

Education. Since the first version of the law adopted in 1980, domestic workers in Portugal have been required to be at least 16 years old. Education is not mentioned in the law. However, the labor code comprises a number of provisions protecting workers under the age of 18, including one on education; these apply to domestic workers as well. Aside from several provisions against child labor, the international convention requires ratifying member states to ensure that employers of domestic workers under the age of 18 do not “deprive them of compulsory education, or interfere with opportunities to participate in further education or vocational training” (Art. 4). It is crucial to address the domestic workers’ right to education and attendance of courses considering present day compulsory schooling, which includes workers above 18. The importance of this issue is underlined by the lower level of schooling of many women employed in domestic service, especially natives (Guibentif 2011). Several countries in Latin America have exemplary protective clauses in this regard (Loyo and Velásquez 2009).

Intermediation. Two distinct matters arise under intermediation. First, trafficking or smuggling of people is to be restrained. Again, provisions and measures are left outside the realm of domestic employment regulation, since migration and criminal laws are expected to deal with this issue, even if domestic service bears close historical links to forced labor. Far from being a matter of the past, these links have suffered new impulses under globalizing neoliberalism (Ehrenreich and Russell 2002; Peixoto 2009). Second, intermediation can also refer to lawful private companies that provide domestic services. Intervention in this regard is not only about ensuring compliance with basic human rights, but also about defining the conditions under which private agencies that recruit or place domestic workers operate. A major risk is that workers employed through agencies are not covered by either domestic service employment law or general labor law, as they become subcontracted service providers,

Living conditions for live-in domestic workers. The insufficient acknowledgment of live-in domestic workers in national law translates into the absence of objective standards for their living conditions. The only requirement is that housing and food must be provided “in conditions that safeguard the hygiene and health of workers.” This is all the more problematic as general provisions on housing provided by employers

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or self-employed workers, following one of the most typical routes to precariousness in contemporary labor markets. This configuration is possible, though illegal, as independent work requires a degree of freedom and autonomy that domestic workers hardly enjoy. It is more properly understood as a way to circumvent employment rights and standards. Nevertheless, it may prosper unless domestic service regulation addresses it in proper terms.

piot 2010), approximation may be accomplished less by the inclusion of domestic workers under labor standards of the overall workforce than by the reduction of those labor standards. This discussion echoes Ulrich Beck’s (2000) claim of the process of “Brazilianization” of the West. He argues that, despite the general notion that Europe is setting the standards for the other parts of the world, the opposite may be taking place in the sphere of employment. Based on the historical examination in this article, one may wonder if, despite the general notion that standard wage labor is setting the standards for domestic service employment, a “domestic-workification” of the labor market is actually underway. At the same time, the market dynamics are likely to maintain considerable pressure to exclude domestic workers from the regulation in place, especially through the legal configuration and rhetoric of the self-employed worker.

Labor inspection. The statutes of labor inspection in Portugal explicitly state that, whenever the workplace is a private residence, the rules of domiciliary visit set through penal regulation apply (Law-Decree 102/2000, June 2, 2000). This means a warrant for that purpose must be obtained from judicial authority. The “private workplace” is hereby protected. There is a further difficulty in the case of domestic workers. As they are often sole employees, the intervention of labor inspection is likely to contribute to the deterioration of their relationship with the employer. Although this problem in labor relations is not limited to domestic service, the vulnerability of certain employment sectors demands an explicit and straightforward strategy.

A notable feature in the examined regulatory processes is that domestic workers and their representatives have been absent from them. Looking into the mid-twentieth century, Inês Brasão (2012) shows how the ethics of domestic service in Portugal have been historically and socially constructed by masters or employers. The analysis in this article suggests that the same assertion can be extended to cover the implementation of the Civil Code of 1867, and more surprisingly, the period following the implementation of democracy in the 1970s. New social tensions regarding the paternalistic foundations of this type of labor relationship and acts of disorganized resistance from domestic workers were accompanied by reluctant legal advancements. From an historical point of view, the juridical condition of domestic workers exposes their slippery position between paid labor on the basis of an employment contract and unpaid labor on the basis of gender, class and ethnic roles. Considering research in other locations, this study corroborates the notion of heterogeneity across countries and a common disadvantage of domestic service workers vis-à-vis the local legal framework applying to standard wage earners (ILO 2010; Loyo and Velásquez 2009).

Conclusion To a large extent, these nine unsolved practicalities represent the distance that still separates—albeit to a lesser degree than in 1867—domestic service from general labor law. Some of these issues can only be addressed if their roles in structuring paid domestic labor are explicitly acknowledged. Dismissal procedures and the case of live-in domestic workers are the most critical matters; addressing them may lead to a dramatic readjustment of power in this activity sector, and progressive propositions are bound to be accused of prompting unemployment and disfavoring domestic workers for their excessive aspirations. In addition, the enactment of full rights to social security and labor inspection requires changes in neighboring legal provisions, pushing the struggle beyond the law on domestic service employment. While the historical approach offers important contributions in clarifying particularities in the regulation of the sector, further study is required to examine relevant links with regulation in areas such as migration and gender equality (Valenzuela and Mora 2009, 294–7).

The recent international convention is a significant tool to contest the underprivileged position of domestic workers in labor regulation. Domestic workers are now incorporated into the ILO’s broader agenda for decent work. Yet, a distinct sort of decency remains at stake— one that is markedly evident in legal documents from earlier days. It is closely linked to public order, to social values and customs, and to the implicit indecency of “lower level” citizens and workers claiming for equality. It is still, in the end, a matter of decency.

An additional issue concerns the recent changes in general law. As employment rights are pressed for reduction under neoliberal responses to economic recession (Su-

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Trabajo doméstico-trabajo afectivo:

sobre heteronormatividad y la colonialidad del trabajo en el contexto de las políticas migratorias de la UE* por Encarnación Gutiérrez-Rodríguez** Fecha de recepción: 3 de julio de 2012 Fecha de aceptación: 10 de septiembre de 2012 Fecha de modificación: 4 de diciembre de 2012

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.10

Resumen La creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, el envejecimiento de la población y la privatización de la seguridad social en la Unión Europea (UE) han aumentado la demanda de trabajadoras domésticas y de cuidados en las últimas décadas. Una gran parte de estos hogares opta por emplear a una mujer para hacer este trabajo, que es sobre todo realizado por mujeres inmigrantes, algunas de ellas con residencia irregular en Europa. Es así como se vuelven a recrear y sedimentar jerarquías sociales establecidas por procesos de feminización y racialización. Siguiendo esta observación, este artículo tratará la situación de mujeres latinoamericanas inmigrantes e indocumentadas, empleadas en hogares privados en el contexto de la Unión Europea. Centrándose en las relaciones afectivas entre trabajadoras domésticas y sus empleadoras, intenta entender cómo determinan esta relación la lógica de diferenciación –que opera en un sistema jerárquico de clasificación social basado en la feminización del trabajo–, el principio dominante de la heteronormatividad y las categorías de exclusión producidas por las políticas migratorias. Propone, así, entender el trabajo doméstico como trabajo afectivo determinado por los vectores de la “colonialidad del poder” y la heteronormatividad. Concluye con algunas consideraciones sobre la dimensión ético-política de los afectos.

Palabras clave Migración, trabajo doméstico, afecto, heteronormatividad, colonialidad, Unión Europea.

Domestic Work-Affective Labour: On Heteronormativity and the Coloniality of Labour within the Context of EU Migration Policies Abstract The increasing inclusion of women into the labour market, the aging of the population, and the austerity measures affecting the public care system in the European Union have propelled the demand for domestic and care workers in the last decades. A large number of private households are choosing to employ women to provide these services. Often, those employed are migrant women who, in some cases, reside in Europe without legal resident status. As undocumented migrants, these women lack legal protection as workers. This paper will focus on this lack of protection by studying the case of Latin American undocumented female migrants employed as domestic workers in private households in Western Europe. The focus of the paper will be the affective relationship between domestic workers and their employers. Understanding this relationship within the context of the feminization of labour, the heteronormative arrangement underlying the

*

Este artículo es resultado de la investigación sobre la relación interpersonal entre empleadoras y trabajadoras domésticas en hogares privados, llevada a cabo en cuatro países de la Unión Europea. También toma como base los resultados de investigaciones realizadas por la autora en Alemania y Reino Unido entre 2008 y 2010. ** Doctora en Sociología de la Universidad Johann-Wolfgang Goethe, Francfort/Menor, Alemania, Profesora de Sociología, Justus Liebig Universidad Gießen, Alemania. Correo electrónico: e.gutierrezrodriguez@yahoo.co.uk

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personal interactions in private households and the differential hierarchies established through EU migration policies, this article proposes as an analytical framework the exploration the intersections between heteronormativity and Quijano’s coloniality of power. The article engages with the affective dimension of domestic work and proposes domestic work as affective labour. It concludes with some thoughts on the ethico-political dimension of affects.

Key words Migration, domestic work, affect, heteronormativity, coloniality, European Union.

Trabalho doméstico-trabalho afetivo: sobre heteronormatividade e a colonialidade do trabalho no contexto das políticas migratórias da UE Resumo A crescente incorporação das mulheres no mercado de trabalho, o envelhecimento da população e a privatização da segurança social na União Europeia (EU) vêm aumentando a procura de trabalhadoras domésticas e de cuidados nas últimas décadas. Uma grande parte desses lares opta empregar uma mulher para fazer este trabalho, que é principalmente realizado por mulheres imigrantes, algumas delas com residência irregular na Europa. É assim como se voltam a recriar e sedimentar hierarquias sociais estabelecidas por processos de feminização e racialização. Nesse contexto, este artigo tratará a situação de mulheres latino-americanas imigrantes e sem documentos, empregadas em lares privados no contexto da União Europeia. Ao se centrar nas relações afetivas entre trabalhadoras domésticas e suas empregadoras, tenta-se entender como determinam essa relação a lógica de diferenciação – que opera em um sistema hierárquico de classificação social baseado na feminização do trabalho –, o princípio dominante da heteronormatividade e as categorias de exclusão produzidas pelas políticas migratórias. Propõe-se, assim, entender o trabalho doméstico como trabalho afetivo determinado pelos vetores da “colonialidade do poder” e a heteronormatividade. Conclui-se com algumas considerações sobre a dimensão ético-política dos afetos.

Palavras chave Migração, trabalho doméstico, afeto, heteronormatividade, colonialidade, União Europeia.

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lo se basa en este estudio y en estudios realizados por la autora entre 2008 y 2010 en Alemania y Reino Unido sobre el trabajo afectivo en hogares privados que emplean a trabajadoras domésticas. En estos estudios la autora realizó entrevistas con inmigrantes latinoamericanas que carecían de un estatus regular de residencia.

a creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, el envejecimiento de la población y la privatización de la seguridad social en la Unión Europea (UE) han aumentado la demanda de trabajadoras domésticas y de cuidados en las últimas décadas. Una gran parte de estos hogares opta por emplear a una mujer para hacer este trabajo, que es sobre todo realizado por mujeres inmigrantes, algunas de ellas con residencia irregular en Europa. Ésta es la situación con la que nos encontramos en nuestra investigación, realizada entre 2003 y 2004 en Alemania, Austria, España e Inglaterra, sobre la relación interpersonal entre empleadoras y trabajadoras domésticas en hogares privados.1 Este artícu-

1

Al ser clasificadas como inmigrantes indocumentadas dentro del registro jurídico establecido por las leyes migratorias de los países en los que residen, estas mujeres inmigrantes carecen de un respaldo legal y se ven expuestas a condiciones extremas de explotación y violación de sus derechos como obreras, ciudadanas y mujeres. A menudo sufren abusos físicos, psicológicos

en cada país veinticinco entrevistas con trabajadoras domésticas y veinticinco entrevistas con empleadoras, así como grupos de discusión y talleres. La metodología de este proyecto estaba basada en la investigación-acción, que promovía la participación de todas las participantes en el proceso de investigación (véase Caixeta et al. 2004).

En este estudio participaron equipos en Madrid (véase Monteros y Vega 2004), Hamburgo/Berlín (véase Gutiérrez et al. 2004), Linz/ Viena (véase MAIZ 2004) y Leeds (véase Tate 2004). Se condujeron

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y sexuales en los hogares que las emplean,2 y perciben en muchas ocasiones un salario por debajo del salario mínimo nacional y sin derecho a beneficios sociales (ETUC 2012). Con base en estas condiciones de empleo, se vuelve a reactivar una relación laboral muy antigua, establecida en la privacidad del hogar e históricamente otorgada a las mujeres. Las tareas del hogar, el trabajo de cuidados y el trabajo doméstico se organizan, distribuyen y desempeñan en este ámbito, marcado por una relación de empleo entre mujeres, definida por numerosos estudios como un “vínculo de explotación” (Rollins 1985).3

cómo estos dos ámbitos connotan el plano masculino y el plano femenino, marcados por la realización de tareas que operan dentro de esta lógica. Mientras que las tareas diseñadas como masculinas desempeñan la función de representar el hogar hacia el exterior, las tareas concebidas como femeninas atienden a las necesidades y demandas presentadas dentro del hogar. Así, se recrea un plano de visibilidad (lo masculino), que representa la fachada del hogar, sustentado por la invisibilidad del otro (lo femenino), que representa su trastienda. Mientras que las tareas del hogar dedicadas a la limpieza y al cuidado son asignadas al ámbito femenino, mantenidas en la trastienda de los hogares, las tareas organizativas y comunicativas comprenden el ámbito masculino.

La delegación del trabajo doméstico y de cuidados a otra mujer recrea y sedimenta la división social del trabajo basada en la lógica heteronormativa. Es con base en esta lógica que se organizan las relaciones de parentesco, familiares e íntimas en la mayoría de los hogares privados. Esta lógica dicta las relaciones heterosexuales como norma principal del orden social, configurando y reafirmando nociones de feminidad y masculinidad arraigadas en la historia patriarcal de Occidente (Curiel 2007; Federici 2010; Lugones 2007; Rivera 1996 y 2010). Reconfiguradas dentro del contexto histórico sociopolítico actual, estas nociones que sustentan las relaciones de género son renegociadas en el seno de los hogares privados. Las negociaciones entre los miembros del hogar alrededor del trabajo doméstico y de cuidados se desenvuelven con base en una matriz heteronormativa que atiende a un guión de socialización y dinámicas de interacción que predican una división del trabajo doméstico y de cuidados entre tareas “masculinas” o “femeninas”. Varios estudios han demostrado cómo esta lógica configura las relaciones entre los miembros de los hogares privados, incluso en hogares constituidos por parejas del mismo sexo (Carrington 1999). Como Carrington (1999) también demuestra, los hogares gay-lesbianos pueden estar condicionados por la lógica heterosexual desde el momento en el que se sucede la misma distribución de tareas apoyadas en nociones de feminidad y masculinidad. Basándose en la idea de Goffman de front stage (fachada) y back stage (trastienda) (Goffman 1959), Carrington analiza

Los movimientos feministas y los sindicatos de las trabajadoras domésticas han reiterado en numerosas ocasiones que esta predicación cultural e histórica del trabajo doméstico como trabajo invisible sustenta la falta de reconocimiento social de esta labor como trabajo, hecho que se manifiesta en la organización social y en la falta de protección laboral a la que se ven expuestas las trabajadoras que lo desempeñan. Cuando se emplea a una trabajadora doméstica, se complican las negociaciones alrededor de la asignación de feminidad en los hogares privados. Aunque el ámbito de la feminidad en el hogar se sigue compartiendo con la mujer que se ha empleado para realizar las labores domésticas, las empleadoras se desprenden –al emplear a esta “otra” mujer– de las connotaciones negativas que acarrea el determinante del trabajo feminizado. Al emplear a “otra” mujer, las empleadoras se desprenden parcialmente del significado de inferioridad social atribuido a esta labor y se lo traspasan a una mujer en una posición social inferior a la de ellas. Es así que se traza una división en el trabajo doméstico y de cuidados entre lo que Bridget Anderson (2000) denomina dirty work y el trabajo “más agradable”, sin perturbar la correlación entre feminidad y trabajo doméstico. El trabajo doméstico se mantiene así entre mujeres, sacando a la luz otra dimensión que constituye su significado cultural y su aplicación social: la colonialidad del poder. Cuando se emplea a una trabajadora doméstica inmigrante documentada o indocumentada, no sólo se reactivan dinámicas establecidas por lo que Pablo González Casanova (2006) denomina “colonialidad interior” –el establecimiento de un poder imperial o colonial que oprime a los pueblos étnicos y raciales dentro del Estado-nación, imponiéndoles sus normas culturales y reglas sociales y excluyéndolos del marco oficial de participación política–, sino que también se moviliza un sistema de conocimiento basado en la

2 Véase informe sobre las condiciones de trabajo de las trabajadoras domésticas en Europa, IRENE e IUF (2008); Sedoac (2008); ETUC (2005); Kalayaan y Oxfam (2008); Respect y Kalayaan (1998); ETUC (2012); FR A (2011). 3 Para un estudio más amplio de cómo la lógica racista configura la relación entre las trabajadoras domésticas y sus empleadoras, véase Rollins (1985). Otro tema que ha sido objeto de investigación a propósito de las desigualdades sociales es la negociación de clase y “raza” entre las trabajadoras domésticas y sus empleadoras. Véanse Azerêdo (1989); Romero (1992); Chaney y García (1993); Kofes (1994); Rivera (1996); Anderson (2000); Hondagneu-Sotelo (2001); Brites (2001); Constable (1997); Lan (2006); Cox (2006); Bernadino-Costa (2011).

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“racializacion” de las relaciones sociales, a través del cual se recrean posiciones de superioridad e inferioridad, que Aníbal Quijano (2000 y 2008) atribuye a la lógica de “la colonialidad del poder”.

depararía en Alemania. Para Verónica, llegar a Alemania fue “lo más hermoso”. Aun tratándose de “un día gris”, las imágenes que veía la sobrecogieron: “la nieve, los árboles deshojados”, imágenes insólitas para una persona acostumbrada a vivir en Ecuador, donde “siempre hay hojas en los árboles”. Alemania “era exactamente igual que en las fotos” que había visto, me dijo. Sus primeros recuerdos de Alemania resuenan en las historias de otras participantes en mi investigación sobre la inmigración indocumentada y el trabajo doméstico en Alemania (Gutiérrez 2010). Como todas ellas, Verónica vino con las maletas cargadas de imágenes y fantasías sobre Alemania. Tras tres meses de infructuosas negociaciones con la Universidad de Hamburgo para que le convalidaran sus estudios de posgrado realizados con antelación en Ecuador, el visado de turista con el que Verónica llegó a Alemania expiró. Empeñada en conseguir una plaza como estudiante de posgrado, decidió permanecer en Hamburgo. De repente, formaba parte del aproximadamente millón y medio de “inmigrantes indocumentados”.4 Sus proyectos, deseos y sueños se veían revertidos a un callejón sin salida impuesto por políticas restrictivas de inmigración. La posición legal de inmigrante indocumentada la convertía en el blanco de una lógica deshumanizante.

En el contexto de la Unión Europea esta lógica se establece en el momento en que se diseñan posiciones de “exterioridad” al Estado-nación definidas por las pautas explicitadas en las leyes de migración y asilo. Como veremos más adelante, la división entre “ciudadano” e “inmigrante” marca diferentes grados de inclusión o exclusión en el marco de los derechos de ciudadanía, que expone a los sujetos marcados sobre todo por dinámicas de exclusión, no sólo a un marco legal de irregularidad, sino también de informalidad laboral. La correlación entre un estatus legal irregular y un empleo informal denota los parámetros en los que los inmigrantes indocumentados intentan organizar sus vidas dentro de la UE. En el caso de las trabajadoras domésticas en una situación legal irregular, esta correlación articula dinámicas de subordinación reminiscentes de una lógica colonial, como veremos más adelante. En este caso, la insignia de feminidad inherente en el trabajo doméstico va emparejada con la de colonialidad. Siguiendo estas observaciones, este artículo retomará en primer lugar el debate feminista sobre el trabajo doméstico como sinécdoque de la feminización del trabajo en la sociedad. Y en segundo lugar ubicará este trabajo dentro del contexto de las políticas migratorias de la UE y su relación con la lógica de la colonialidad del poder. Es desde este punto que focalizaremos la discusión en la dimensión afectiva del trabajo doméstico, para demostrar cómo los dos ejes –la heteronormatividad y la colonialidad del poder– configuran las interacciones y relaciones sociales en el hogar. Se concluirá con algunas observaciones sobre la ética-política de los afectos.

Aunque desde la introducción de Schengen en 1985 la aplicación de las directivas propuestas por la UE con respecto a las políticas de inmigración y asilo se rige en el nivel nacional por intereses económicos nacionales y depende del statu quo político; se abren las fronteras para ciudadanos de los países miembros de la Unión Europea y se restringen las posibilidades de entrada, acogida y asentamiento para ciudadanos de países denominados “ciudadanos extracomunitarios”. Desde el acuerdo de Maastricht en 1992 y otros acuerdos posteriores, como el de Ámsterdam en 1997, las políticas nacionales de inmigración se guían predominantemente por tres pautas: a) integración, b) seguridad y c) intereses económicos (Gutiérrez 2010). En el caso de los inmigrantes extracomunitarios, su entrada a países miembros de la Unión Europea está reglada por políticas de visado. En el caso de mujeres inmigrantes del Caribe y de América Latina, su acceso está mediado por las políticas nacionales de visado. En el caso de Alemania e Inglaterra, la mayoría de los países latinoamericanos requieren visado para viajar (turista), estudiar o trabajar. El visado de turista está limitado a tres meses; el de estudiante depende de la aceptación para cursar estudios y del tiempo determinado que dicta la universidad; el de trabajo sólo se consigue si existe una demanda de trabajo por

Devenir inmigrante Sentirte por dentro totalmente invisible y también com-

pletamente sin valor, porque nunca [...] se oyen ningunas

gracias, o, aquí estás de nuevo; te sientes como un fantasma. (Verónica, trabajadora doméstica, Hamburgo)

Las palabras de Verónica me tocaron en lo más hondo. Conocí a Verónica –una economista de 25 años residente en Hamburgo (Alemania)– en 2005, cuatro años después de llegar procedente de Ecuador para continuar sus estudios de posgrado. Cuando decidió emigrar, su familia y sus amigos la apoyaron por completo sobreponiéndose a la pena de verla marchar y a la incertidumbre de lo que le

4 Véase Alt (2005).

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parte del Estado de destino. Aunque en el caso del trabajo de cuidados hay algunos acuerdos bilaterales, sobre todo con países del este de Europa, para reclutar trabajadoras de cuidados por un tiempo determinado (Erel 2012), en el caso del trabajo doméstico no existen programas de reclutamiento. Las trabajadoras inmigrantes en este sector, o bien poseen una posición legal segura como inmigrantes, o bien son indocumentadas.

han aumentado en la Unión Europea, es mínima la demanda de trabajadoras domésticas y de cuidados5 mediante los programas estatales que responden a esta demanda. Los pocos programas estatales destinados a cubrir la necesidad de cuidados en los hogares dejan que sean los propios hogares los que se encarguen de organizar por cuenta propia el trabajo de cuidado y doméstico. De este modo, el control del ámbito privado del hogar se lleva a cabo por medio de la inducción de mecanismos de “autogobierno”. Por ejemplo, medidas estatales en forma de incentivos individuales para hogares que emplean a una trabajadora de cuidados, como es el caso del programa “cash for care”6 en Reino Unido, no han conseguido otra cosa que individualizar los acuerdos acerca de las condiciones laborales y salariales de este trabajo. Más aún, brillan por su ausencia en la agenda de las políticas públicas programas que promuevan la creación de guarderías, centros extraescolares, empresas de limpieza cooperativas y proyectos comunitarios que puedan sostener tanto el cuidado de críos, jóvenes y personas dependientes como el de los hogares. De ahí que la provisión de cuidados para niños, niñas y personas dependientes provenga cada vez más de acuerdos individualizados tomados dentro de los hogares. A su vez, estos programas silencian el hecho de que la mayoría de estos hogares sólo pueden cumplir sus propósitos mediante el empleo de una trabajadora doméstica, en muchos casos sin ningún tipo de contrato de trabajo regularizado y un salario justo.

Con excepción de España e Italia, donde existen políticas de regulación del trabajo doméstico y la posibilidad de acceder a un estatus de residencia legal como inmigrantes a través de un contrato de trabajo, en Alemania y en el Reino Unido esta posibilidad no existe. Las mujeres inmigrantes empleadas en este sector que carecen de una posición regular de inmigración no pueden legalizarse a través de este empleo. Al mismo tiempo, y en la última década, los requisitos de entrada a los países de la Unión Europea han sido ampliados, aumentando así el número de personas que residen en estos países “sin papeles”. No existen números concretos sobre este grupo de inmigrantes, pero en 2008 se estimaba que en los veintisiete países de la UE residen alrededor de 1,9 a 3,8 millones de inmigrantes en situación irregular (Clandestino Project 2009). Como inmigrante indocumentada, Verónica es excluida de los derechos laborales y de ciudadanía, al no contar con un estatus legal como inmigrante. Su acceso al mercado laboral es restringido, ya que no puede acceder a empleos regularizados, y compite con otros inmigrantes por empleos precarios en el mercado laboral sumergido. A esto se debe que el trabajo doméstico en un hogar privado en Hamburgo fuera una de las pocas áreas donde pudo encontrar un trabajo. Los hogares privados se vuelven espacios predilectos, en los cuales se forja una nueva relación laboral de explotación marcada por la colonialidad del poder y la lógica heteronormativa. No obstante, como mostraré aquí, una vez que entendemos el trabajo doméstico como trabajo afectivo, dicha relación de explotación se torna sumamente compleja; pero antes de acercarnos a este punto, retomemos el debate sobre la feminización del trabajo.

Al externalizar el trabajo doméstico en otra mujer, dos grupos sociales que de manera habitual viven en espacios segregados entre sí se reúnen en el espacio privado del hogar. Podríamos decir que, debido a la necesidad que tienen de una persona para la limpieza o de una cuidadora, los hogares de los profesionales de clase media se abren a un grupo social con el que no tienen ningún tipo de vínculo. En su encuentro, estos dos grupos de mujeres articulan y negocian sus deseos, necesidades y momentos de identificación y desidentificación, compartiendo algunos aspectos relativos a la construcción social y a la asignación de feminidad en los hogares. Empero, este punto de partida común se ve interrumpido por las jerarquías sociales que dan forma a sus encuentros. Pese a la supuesta existencia de la flexibilización de los roles de género, de la posibilidad de que los hombres opten por la baja laboral por paternidad, o de la alternativa de reducir la

Retoma de viejas consignas: “Asalariar el trabajo doméstico” Pocas cosas han cambiado desde la década de los setenta, cuando el movimiento feminista demandaba un “salario para el trabajo doméstico”. Aunque la creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, el envejecimiento de la población y la privatización de la seguridad social

5 Para un estudio más amplio, véanse Escriva y Skinner (2008); Williams y Gavanas (2008); Anderson (2007), así como Vega (2009). 6 Literalmente traducido “paga para recibir cuidados”; mediante este programa, quienes requieren cuidados reciben una mensualidad del Estado, con el fin de contratar por cuenta propia a una persona.

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jornada laboral a tiempo parcial que existe en Europa occidental, la clásica división del trabajo por género sigue perpetuándose de manera activa.7 Siguen siendo las madres quienes optan en su mayoría por la baja por maternidad y quienes trabajan a tiempo parcial, pues sobre ellas recaen las responsabilidades importantes en lo que al cuidado de los hijos o hijas y al trabajo doméstico se refiere. El declive del modelo fordista en Europa occidental de la “ama de casa” no se ha visto acompañado de un tratamiento más igualitario del trabajo doméstico. Al rechazar el rol de ser las únicas responsables de las tareas del hogar, las mujeres profesionales se niegan a asumir por sí solas el trabajo doméstico y, en consecuencia, optan por emplear a otra mujer para que realice dicho trabajo. En muchos casos, esta otra mujer es una trabajadora inmigrante, algunas de ellas indocumentadas. El hecho de que este empleo se organiza y negocia en la privacidad del hogar, fuera de la intervención del Estado, convierte esta área de trabajo en uno de los sectores donde las mujeres inmigrantes indocumentadas suelen encontrar un empleo.

través de la cual se comprende el trabajo reproductivo como terreno femenino, creando la correlación entre “mujer” y “reproducción”. Es así que el trabajo reproductivo se convierte en una insignia, articulada en discursos, recreada en instituciones y reiterada en nuestras acciones e interacciones cotidianas. Por otra parte, esta insignia, asignada a los cuerpos feminizados por la lógica de la heteronormatividad, arrastra las huellas históricas del colonialismo y la esclavitud (Rollins 1985), ya que las personas colonizadas y esclavizadas, sobre todo las mujeres, han sido forzadas a realizar este trabajo sin remuneración o mal remuneradas. Es de ahí que la evolución del trabajo doméstico, de trabajo esclavizado –servidumbre– a trabajo precario (Precarias a la Deriva 2004), connota la devaluación social permanente que recae sobre él. Hoy en día, en el contexto global de dependencias económicas y movimientos migratorios, el trabajo doméstico no sólo arrastra las huellas de su pasado, sino que expresa una nueva barajadura de las desigualdades globales en el nivel local, como apunta Pierrete Hondagneu-Sotelo (2001). Desde esta perspectiva, el trabajo doméstico vuelve a requerir atención como objeto de creación, interpelación y recreación de diferencias y jerarquías sociales, no sólo basadas en un régimen heterosexual, sino también en la lógica de la colonialidad del poder.

Aunque la demanda de esta mano de obra sigue estando vigente, aun en tiempos de crisis económica, los sectores de la limpieza y del trabajo doméstico no figuran entre las áreas de reclutamiento de inmigrantes en los países miembros de la UE. Sólo en unos pocos países de la UE, por ejemplo, España e Italia, existen programas de regularización para las trabajadoras domésticas y cuidadoras inmigrantes. No obstante, como observa Bridget Anderson, han aparecido “algunos intereses políticos en este sector, por ser tanto un potencial generador de empleos como de ingresos estatales” (Anderson 2007, 5) Estos intereses se ven en parte cuestionados por los emergentes discursos en contra de la inmigración y de las restricciones impuestas por las políticas migratorias. Las posibilidades de conseguir un visado de estancia o residencia para ciudadanos y ciudadanas “extracomunitarias” son cada vez más restringidas.

Aníbal Quijano define como eje principal de la colonialidad del poder la invención e institucionalización del concepto de “raza” en los niveles científico y gubernamental. Este concepto –exportado por el colonialismo español y portugués a las Américas y desarrollado de manera sofisticada por otros imperios europeos de los siglos XVII a XIX, como el Reino Unido, Francia, Holanda y Bélgica– prescribe las relaciones productivas capitalistas. Como nos indica Quijano, en el capitalismo mundial, son la cuestión del trabajo, de la

‘raza’ y del ‘género’, las tres instancias centrales respecto de las cuales se ordenan las relaciones de explotación/ dominación/conflicto. Ergo, los procesos de clasificación

Recreación de la lógica de la “colonialidad del poder”: políticas migratorias de la UE

social consistirán, de todos modos, en procesos donde

esas tres instancias se asocian o se disocian respecto del complejo explotación/dominación/conflicto. De las tres instancias, es el trabajo, esto es, la explotación/domi-

Para evitar las tensiones en el hogar, sus miembros optan por delegar este trabajo a otra persona, en la mayoría de los casos una mujer. La delegación del trabajo doméstico y de cuidados a otra mujer recrea y sedimenta la división social del trabajo con base en la lógica heteronormativa, a

nación, lo que se ubica como el ámbito central y permanente (Quijano 2000, 371).

Aunque no operan explícitamente con categorías raciales, las políticas migratorias de la Unión Europea recurren a la lógica de la colonialidad del poder al establecer un sistema jerárquico de diferenciación social basado en un procedimiento exhaustivo a través del cual se instituyen diferentes grados de inclusión o exclusión legal y social con base en los

7 Para un estudio de cómo se flexibilizan y al mismo se perpetúan los roles de género, véase Pühl y Schultz (2001).

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criterios de ciudadanía o extranjería. Esto recae en la segregación racial y de género del mercado laboral, que reactiva lo que indica Quijano en la cita anterior: “la colonialidad del trabajo”. La colonialidad del trabajo nos informa de la división racial jerárquica del mercado laboral que arrastra el legado de un sistema colonial, en el que se defendían, a través de diferencias fenotípicas, conceptos raciales, que denotan superioridad o inferioridad. La población afrodescendiente esclavizada y la población subyugada indígena representaban en la pirámide social el último escalón. Las jerarquías raciales introducidas en tiempos coloniales significaban la deshumanización de parte de la población.

de acumulación capitalista, en la que se intercala un pensamiento basado en la producción de diferencias. Entrecruzando tecnologías de vigilancia y control, como las desplegadas por las políticas migratorias de la UE, por una parte, y la lógica de acumulación capitalista, por otra, los dos ejes –heteronormatividad y colonialidad del poder– participan en la configuración de este proceso de subordinación o, más bien, de “subalternización”, ya que el proceso de diferenciación no se establece sólo legal o laboralmente, sino que va también acompañado de la creación de un imaginario social reminiscente de un legado colonial que se vuelve a reactivar en un marco sociopolítico contemporáneo.

En particular, el grado de inclusión de los “extracomunitarios” es objeto de debates políticos y depende de coyunturas económicas.8 Las mujeres latinoamericanas que viven sin permisos de residencia en Europa están particularmente expuestas a una lógica diferencial expresada en los discursos públicos sobre inmigrantes e inmigrantes indocumentados, que las somete a políticas de control a través de las cuales son criminalizadas. Por otra parte, como hemos visto, la situación de residencia irregular condiciona su acceso al mercado laboral informal. La exclusión de las/los inmigrantes de un estatus de residencia establece así jerarquías que reflejan la colonialidad del trabajo, que Quijano ubica en el sistema racial de clasificación social en América Latina, pero que, ubicada dentro del contexto contemporáneo europeo, se replica a través de las divisiones establecidas por políticas de migración y asilo. Éstas convierten a las inmigrantes indocumentadas en una mano de obra explotable, ya que, al ser situadas fuera de un marco legal de ciudadanía, prescinden de la protección básica de sus derechos como obreras. Para las trabajadoras indocumentadas esto significa que su acceso al mercado laboral está condicionado no sólo por el hecho de ser mujeres, sino también por la clasificación que sufren como mujeres inmigrantes indocumentadas.

Como nos cuenta Verónica, ser racializada como latina es una nueva experiencia que no conocía antes de llegar a Europa. Aunque en Ecuador formaba parte de una clase media que resaltaba sus orígenes europeos, en Alemania se vio confrontada con los estereotipos de la mujer latinoamericana en cuanto mujer exótica y sexualmente accesible. Esta lógica diferencial es recreada en el seno de los hogares que emplean a estas mujeres. Los legados del orden colonial –reactivados a través de la segregación racial y de género que da forma al mercado de trabajo y a las políticas migratorias deshumanizadoras– pueden ser estudiados entonces en el ámbito privado del hogar y en las dinámicas afectivas de nuestros encuentros cotidianos. Los hogares privados anclados en estas prácticas cotidianas, y regidos por políticas gubernamentales (Gutiérrez 2010) que refuerzan las dinámicas heteronormativas, se convierten en espacios predilectos en los que se forja una nueva relación laboral de explotación marcada por la colonialidad y la feminización del trabajo. No obstante, como mostraré aquí, una vez que entendemos el trabajo doméstico como trabajo afectivo, dicha relación de explotación se torna sumamente compleja. Cuando una mujer es empleada para servir a otra mujer, y en el hogar de ésta, es evidente que ambas se ven implicadas afectivamente, por el carácter vital del trabajo doméstico.

Abandonadas en una zona opaca en lo que se refiere a derechos laborales –que va desde una parcial regulación hasta su completa desregularización–, el potencial productivo de estas trabajadoras es silenciado y devaluado socialmente, ya que el valor que se le atribuye a esta mano de obra feminizada y racializada se considera mínimo o inexistente. Esto revela la lógica heteronormativa de la colonialidad del poder subyacente en el proceso

Trabajo afectivo El carácter vital del trabajo doméstico desde el punto de vista marxista –como “trabajo vivo” (Marx 1974; Negri 2002), trabajo espontáneo, no organizado y orgánico que surge de nuestra condición de existencia como seres humanos– mantiene una dimensión tanto creativa como afectiva. El trabajo doméstico esta intrínsecamente ligado al cuidado del bienestar personal, incluso cuando la tarea que ha de llevarse a cabo sea algo tan simple como limpiar las escaleras. El valor atribuible al trabajo de lim-

8 Sobre todo desde el Convenio de Schengen en 1990, en el que se establece la libre circulación de los miembros de Estados de la Unión Europea, y en el que se traza una diferenciación entre “comunitarios” y “extracomunitarios”. Estas categorías definen diversos grados de inclusión o exclusión en los derechos de ciudadanía y extranjería.

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piar las escaleras de un edificio no se restringe al hecho de mantener el espacio físico común cuidadosamente aseado sino que también incluye la creación de un entorno agradable para la convivencia; valor del que disfrutan todos aquellos que hacen uso de dicho espacio. De tal forma que el trabajo doméstico, en cuanto trabajo afectivo, implica siempre producir bienestar, habitabilidad, afabilidad y confort. Esto es siempre así, incluso cuando no se demanda explícitamente como una finalidad del empleo.

para afuera! Pero tú, ¡tú conoces a la gente en la cocina y en el baño! ¡En serio! ¡Y eso que hay cepillos por todos los

sitios! ¡Menos mal que ahora sólo bebemos té! [Carmen sonríe] Cepillos, ¡estos cepillos para el váter los consigues

en cualquier sitio! Por lo menos, ¿qué puedes hacer? Lo

que puedes hacer es dejarlo más limpio. ¡Pero está por todas partes! ¡Todo meado! ¡Los hombres no saben mear bien! (Carmen, trabajadora doméstica, Hamburgo).

Con una mueca de disgusto en su cara, Carmen me comentaba esta situación cotidiana que vivía en el hogar que limpiaba. Era visible que esta situación le desagradaba y la llenaba de “asco”, le generaba un “desprecio” sutil, arropado en los objetos y el arreglo de lo que la rodeaba en el baño. Como nos comenta William Miller, transmitir desprecio, aunque no sea intencionado, impacta en la persona que lo enfrenta, dejándola con la sensación de desvalor (Miller 1998). La transmisión de desprecio es expresada a través del acto de desatender, ignorar, achicar o invisibilizar a la otra persona; es así que se proyecta y expresa hacia otra persona el sentimiento de inferioridad. No limpiar el váter y no usar los cepillos demuestra, aunque no sea intencionado, el poco cuidado que los miembros del hogar tienen para dejar el baño aseado. Al mismo tiempo, la trabajadora doméstica se ve confrontada con situaciones de intimidad no elegidas por ella, pero que la sumergen en la privacidad de los hogares, aunque su presencia sea olvidada, ignorada o negada.

El análisis del trabajo doméstico como trabajo afectivo demuestra que allí donde las trabajadoras domésticas y sus empleadoras se encuentran sucede algo más que un mero trabajo emocional o intercambio de tareas reproductivas. Lo que modela estos encuentros es la transmisión de afectos, es decir, la afección (Spinoza 1994). Como observa Teresa Brennan, la afección realza la dimensión energética del ser, el cual se siente movilizado por todo aquello que lo impulsa emocionalmente. Así, los afectos “adquieren relevancia cuando se proyectan hacia afuera, cuando uno se libera de ellos” (Brennan 2004, 6); por ejemplo, uno se puede sentir vigorizado por afectos como el goce y el amor. Pero los afectos pueden verse mermados “cuando uno soporta la carga afectiva del otro, sea por transferencia directa, sea porque la ira del otro se convierte en tu depresión” (Brennan 2004, 6). La transmisión de afectos entre las trabajadoras domésticas y sus empleadoras se desenvuelve en la ambivalencia que surge de la codificación estatal del trabajo doméstico y de las dinámicas de afección en el hogar. De hecho, aunque no conste de manera explícita en el habla cotidiana del hogar, emplear a una trabajadora doméstica conlleva la promesa de que el hogar se verá revitalizado. Esta expectativa contrasta con el efecto de “desánimo” provocado por la lógica que se deriva de las tecnologías de vigilancia y control de los regímenes migratorios. Bajo esta lógica, la trabajadora inmigrante indocumentada experimenta lo que Ngai describe como un fenómeno característico de los afectos racializados: el estado de ánimo, que es neutral o incluso positivo, se ve “ensombrecido” por la racialización de los afectos y da pie a otros sentimientos de desánimo (Ngai 2007). En otras palabras, mientras que las trabajadoras domésticas se ven obligadas a infundir en el hogar privado energías afectivas positivas, las tareas y las dinámicas alrededor del trabajo doméstico les recuerdan constantemente su posición subordinada.

Los afectos que Carmen experimenta, incluso los que son positivos, son distorsionados por las semánticas sociales que habitan en el hogar. Los sentimientos de agrado, por ejemplo, son afectados por las negociaciones a veces sutiles y a veces deliberadas de las distinciones sociales de clase, género y/o “raza” en el hogar (Lan 2006). Tal como argumentan Julie Graham y Katherine Gibson (también conocidas como J.K. Gibson-Graham), el ámbito privado de los hogares representa “un lugar social en el que se interseca una amplia variedad de prácticas de clase, género, raza, sexo, etcétera” (Gibson-Graham 1996, 68). Vinculados a las políticas migratorias, la colonialidad del poder y la feminización del trabajo, los sentimientos que emergen en el contexto de los hogares privados forman parte de lo que Raymond Williams (2006) denomina “estructura de sentimiento”, en otras palabras, la textura afectiva de nuestra existencia, las partes “delicadas” y “menos tangibles” de nuestra existencia humana. Como lo definía Benedicto de Spinoza (1994), affectus, traducido al castellano como “pasiones”, nos acerca a las excitaciones corporales que contrastan con las emociones –sensaciones o stimuli–, que Spinoza descri-

¡Lo peor para mí, podríamos decir, es el baño! Sabes, ves a gente superbien puesta, pero no te fíes. ¡En serio! Yo por

eso llevo siempre guantes. ¿Por qué?, ¡no sé! Puede ser, que sean gente superaseada, ¡pero más bien de puertas

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be como expresiones cognitivas o sentimientos. Sentir alegría o disgusto, aunque son sentimientos relacionados con el contacto, no se despliega siempre de manera intencional y directiva. No siempre prestan atención al “Otro”,9 aunque los afectos de ese “Otro” nos conmuevan, nos hagan sentir de la manera como sentimos. Dispersos en el espacio, estos sentimientos, aunque expresados en los niveles subjetivo e individual, van inscritos en una matriz social y semántica. Como señala Michael Hardt en referencia a Spinoza, “el poder que la mente tiene de actuar se corresponde con su sensibilidad hacia otros cuerpos” (Hardt 2007, x). Para Spinoza, entonces, el afecto nos impele a actuar, nos impulsa a transformar la pasión en acción. En cuanto tal, es una energía o impulso que surge del contacto y del encuentro; es una fuerza relacional que recorre nuestros cuerpos. En consecuencia, nuestra energía se incrementa o disminuye en relación con las fuerzas vitales que el deseo (cupiditas), el goce (laetitia) o la tristeza (tristitia) impulsan, motivando nuestro pensamiento y nuestras acciones (Spinoza 1994).

jar con –y a través de– la textura afectiva de nuestras vidas, el trabajo doméstico queda condicionado por el doble carácter ambivalente de los afectos como impulso vital y como nodo neurálgico en el que se cristaliza la “textura de múltiples capas” de opresión.10 En la cotidianidad del trabajo doméstico, los afectos se transmiten y circulan a través de las energías corporizadas, expresadas e impresas en un espacio definido por las desigualdades locales y globales. Los “afectos ordinarios” a los que se refiere Kathleen Stewart (2007), que marcan nuestros encuentros e interacciones del día a día, no son neutrales, ni acontecen en un espacio vacío. Estos afectos emergen y están involucrados en un contexto social a veces violento y abusivo. Los afectos, como nos advierte Verónica, reflejan la ontología del presente, el momento en el que las palabras se encarnan y hacen morada en nuestros cuerpos, ya que los afectos cobran vida en el interior de las dinámicas sociales.

Conclusión: hacia una ética-política de los afectos

Ubicándolos en un contexto social, los afectos, como Sianne Ngai nos hace ver con respecto a los afectos racializados, no siempre nos invitan a la acción, también nos inmovilizan. Verónica describe este carácter ambivalente en sus observaciones. El sentimiento de “ser tratada como un fantasma”, el sentimiento de ser ignorada, infunde en el cuerpo de Verónica un sentimiento social de insignificancia. Ser tratada como “un fantasma” conlleva un efecto de desánimo. La atribución simbólica de inferioridad que se transmite en esta forma de ser tratada se vuelve corpórea; es sentida con dolor por el sujeto injuriado. Mediante los afectos se transmite un orden simbólico a la superficie misma de la piel. Los sentimientos de “invisibilidad” e “inutilidad”, más que la acción, profundizan un sentimiento de abyección y negación.

Los afectos no sólo despliegan un contexto sino que surgen dentro de un contexto histórico y geopolítico concreto. Al tiempo que emanan de nuestras energías, impulsos, sensaciones y encuentros, los afectos también son portadores de significados residuales. Acosados por las intensidades pasadas, estos significados no siempre se pueden explicar o conceptualizar dentro de los parámetros de nuestro horizonte cognitivo. Las expresiones y transmisiones inmediatas de afectos pueden hacer revivir sensaciones reprimidas, experiencias de dolor o goce. Aunque no siempre se expresan explícitamente, son constelaciones temporales y espaciales de ciertos momentos, intrínsecas a la herencia del pasado y a los itinerarios del presente/futuro.

Producidos en el cruce entre los efectos deshumanizantes de las políticas migratorias y la desvalorización inherente en la feminización del trabajo, estos sentimientos vienen acompañados de un guión simbólico dominante, el cual opera de manera sutil como parte de la matriz de las prácticas hegemónicas, las tecnologías de gobierno y los discursos que producen alteridad. Este guión dominante presupone que el trabajo doméstico es ordinario, simple y banal, consideración que tiene impacto en los sujetos que realizan este trabajo, como nos cuentan Verónica y Carmen. Al traba-

Adoptando este punto de vista, la afección –es decir, la expresión y el intercambio de afectos– modela el tejido social del trabajo doméstico. Los afectos no sólo se perciben como emociones o sentimientos sino también como intensidades, sensaciones y reacciones corporales que perturban las relaciones de poder, aunque también las amplían y las reafirman. Si bien la teoría feminista ha resaltado el carácter emocional del trabajo doméstico, hablar de afectos pretende, más que reconocer la

10 Encontramos un análisis de la “textura de múltiples capas” de la opresión en Combahee River Collective (1983). Para un análisis de los “sistemas de opresión entrelazados”, véase Collins (1986 y 1989).

9 Véase discusión en Vega (2009).

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acción cognitiva del cuidado, entender cómo nuestras relaciones cotidianas son forjadas por afectos intuitivos, aplazados y desplazados, que a veces escapan de la dicha de la voluntad subjetiva.

nivel de las negociaciones concretas, esta perspectiva va más allá de lo que el Parlamento europeo propone desde el año 2000, la “regulación del sector informal de la asistencia doméstica”.11 Aunque esta estrategia es necesaria para que exista un marco legal que dote de condiciones justas y dignas a las trabajadoras domésticas, no siempre ataca la devaluación social a la que se ve sometido este trabajo.

Es en relación con esto que propongo considerar el trabajo doméstico como trabajo afectivo. El trabajo afectivo está correlacionado así con los pulsos vitales de la vida y, por consiguiente, tiene una dimensión biopolítica. Es un tipo de trabajo que no puede ser medido cuantitativamente. Lo que produce el trabajo afectivo, por tanto, es intangible, y no siempre es material, ya que lo que produce está ligado a los sentimientos, las emociones y las energías. Adoptar una lectura tal del trabajo afectivo implica centrarse en la expresión intuitiva y no censurada de nuestros impulsos vitales en relación con los otros y con nuestro propio entorno. Inmerso en las energías del ámbito privado de los hogares, el trabajo doméstico no es sólo un receptor de afectos sino también un mediador y organizador de los mismos. Los afectos producidos se originan tanto en el interior como en el exterior, ya que no son sólo el resultado de las energías de los miembros del hogar sino también de la relación de cada uno de ellos con el hogar, y de cada hogar en particular con la sociedad en su conjunto.

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En el marco de los regímenes migratorios, el trabajo doméstico, en cuanto trabajo afectivo, se convierte en un recurso explotable, y, a su vez, representa un fundamento vital para la sostenibilidad de nuestras vidas. Y al mismo tiempo, en cuanto fuerza de trabajo, se ve devaluado al ser definido como trabajo feminizado y racializado. Al describir el trabajo doméstico como una expresión del trabajo afectivo, demostramos que la extracción de valor no puede ser analizada en términos puramente económicos, como nos advierte Gayatri Chakravorty Spivak (1985). Al contrario, el análisis del valor exige adoptar una perspectiva que, por un lado, tenga en cuenta las dinámicas culturales a través de las cuales el valor queda simbólicamente predeterminado, y que, por el otro, revele los fundamentos epistemológicos que constituyen el carácter ontológico del trabajo doméstico.

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Esto implica que tengamos en cuenta la producción y circulación de los afectos, no sólo desde una perspectiva semántica o deleuziana diferencial, sino sobre todo como un ancla para pensar su potencial ético-político. Este diagnóstico nos acerca a pensar la dimensión corporal y afectiva del trabajo doméstico, proponiendo que este plano se considere en un debate sobre los derechos de las trabajadoras migrantes y domésticas. Al

9. Carrington, Christopher. 1999. No Place like Home. Relationships and Family Life among Lesbian and Gay Men. Chicago: The University of Chicago Press.

11 Véase Parlamento Europeo (2000).

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El concepto de lo político: la necesidad de un criterio (inevitablemente transitorio)* por Daniel Hurtado** Fecha de recepción: 6 de octubre de 2011 Fecha de aceptación: 29 de marzo de 2012 Fecha de modificación: 19 de septiembre de 2012 DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.11

Resumen “El concepto de lo político: la necesidad de un criterio (inevitablemente transitorio)” es un título preciso, útil y sugerente. El presente texto toma como punto de partida la discusión elaborada por Carl Schmitt en su libro El concepto de lo político; se retoman argumentos centrales de su escrito, y, después de realizar una revisión de varios de los principales argumentos de otros teóricos de su época (Albert Camus, con su noción de rebeldía; Jacques Derrida, con los conceptos de lo eventual y lo posible, y Max Weber, con el presupuesto de su político profesional), se discute con ellos, a fin de de evidenciar el carácter transitorio de la fundamentación de lo político desde la postura schmittiana. En último lugar, se exponen las conclusiones más relevantes del escrito.

Palabras clave Político, Carl Schmitt, amigo-enemigo, rebeldía, posible, profesional.

The Concept of the Political: The Need for a (Inevitably Temporary) Criterion Abstract “The Concept of the Political: The Need for a (Inevitably Temporary) Criterion” is an exact title, useful and suggestive. This paper begins with the discussion developed by Carl Schmitt in his book The Concept of the Political (Der Begriff des Politischen – Original German Title) and its main arguments. After a review of the main arguments by other theorists of his time (Albert Camus with his notion of rebellion, Jacques Derrida with the concepts of possible and eventual, and Max Weber to the intentions of politic as a vocation), said arguments are discussed with the objective of proving the transitory nature of the substance of political issues from a Schmittian perspective. Finally, we present the major conclusions of the document.

Key words Political, Carl Schmitt, friend-enemy, rebellion, possible, professional.

O conceito do político: a necessidade de um critério (inevitavelmente transitório) Resumo “O conceito do político: a necessidade de um critério (inevitavelmente transitório)” é um título preciso, útil e sugestivo. O presente texto toma como ponto de partida a discussão elaborada por Carl Schmitt em seu livro O conceito do político; retomamse argumentos centrais de seu texto e, depois de realizar uma revisão de vários dos principais argumentos de outros teóricos de sua época (Albert Camus, com sua noção de rebeldia; Jacques Derrida, com os conceitos do eventual e do possível, e Max Weber, com o pressuposto de seu político profissional), discute-se com eles a fim de evidenciar o caráter transitório da fundamentação do político a partir da postura schmittiana. Em último lugar, expõem-se as conclusões mais relevantes do texto.

Palavras chave Político, Carl Schmitt, amigo-inimigo, rebeldia, possível, profissional.

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Este artículo se construye a partir de una indagación independiente, resultado de las discusiones llevadas a cabo en el curso Teoría Política III, en el marco de la maestría en Ciencias Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso, México). ** Magíster en Ciencias Sociales de Flacso (sede México). Docente-investigador del Programa Paz y Competitividad, Grupo de investigación Ética y Política, de la Universidad Autónoma de Manizales (UAM), Colombia. Correo electrónico: dhurtado@autonoma.edu.co; daniel.hurtadocano@gmail.com

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El concepto de lo político: la necesidad de un criterio (inevitablemente transitorio) Daniel Hurtado

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Carl Schmitt: el concepto de lo político

quién es el enemigo real y concreto con el cual se construye la relación política de diferencia; se necesita saber en todo momento quién es el amigo real y concreto, para determinar con quién se construye una relación de identificación; de lo contrario, “¿De qué forma podría definirse a quién afectar, a quién negar, a quién combatir, a quién refutar?” (Schmitt 1984, 61).

C

arl Schmitt, pensador alemán, pretende encontrar en su texto El concepto de lo político un criterio que permita definir lo político en sí mismo, sin la necesidad de hacer referencia a algo diferente de lo que el mismo concepto implica y, sobre todo, sin recurrir, precisamente, a lo que no lo define en sí mismo. Llama la atención sobre el hecho de que, de manera frecuente y acrítica, se tiende a igualar la noción del Estado con el concepto de lo político; dicho en sus propias palabras, “la ecuación estatal = político se vuelve incorrecta e induce a error en la precisa medida en la que el Estado y sociedad se interpenetran recíprocamente” (Schmitt 1984, 53). Esta equivalencia supone una necesidad: tener un fundamento jurídico que permita actuar libremente a una unidad política organizada dentro de una misma frontera, en este caso, a un país.

¿Quién es el enemigo? Schmitt no escatima esfuerzos para dar una respuesta. En síntesis, el enemigo siempre es el otro, ese otro que se presenta como diferente de una manera particularmente intensiva, un otro reconocido, un otro público, un otro abiertamente declarado como antagonista de un modo particular de existencia. Schmitt expresa: “cualquier antagonismo concreto se aproximará tanto más a la político cuanto mayor sea su cercanía al punto extremo” (Schmitt 1984, 59). La enemistad se construye en la distancia; mientras más distante se encuentre alguien de una posible cercanía con otro, más probable que éstos se constituyan en enemigos entre sí. Sin embargo, necesita hacerse énfasis en este punto: la enemistad siempre será entre personas de carne y hueso, entre personas con un modo definido de existencia. Incluso, cuando ya el actor de enemistad es abiertamente reconocido y declarado, cualquier suceso sólo podría ser resuelto por quienes se hallan implicados en la situación: “en rigor sólo cada uno de ellos puede decidir por sí mismo si la alteridad del extraño representa en el conflicto concreto y actual la negación del propio modo de existencia, y en consecuencia si hay que rechazarlo o combatirlo para preservar la propia forma esencial de vida” (Schmitt 1984, 57).

Se necesita poner de manifiesto y constatar cuáles son las categorías específicamente políticas; sólo así es posible eludir la necesidad de definirse a partir de la ausencia, y no de la presencia, que implicaría un concepto. Incluso, para explicar con mayor claridad este razonamiento hace una breve referencia a los criterios de lo bello y lo feo, de lo bueno y lo malo, entre otros, para informar que en sí mismos son los criterios fundantes o últimos que pueden utilizarse para definir la cuestión. ¿Cuál podría ser ese criterio fundante o último que pudiera hablar de lo político? La referencia a la noción de amigo y de enemigo: ¿Quién es amigo? ¿Quién es enemigo? El autor, a medida que avanza en su planteamiento, irá precisándolos; es a esta distinción a la cual, finalmente, se reconducen todas las acciones y todos los motivos políticos que tienen lugar cotidianamente; sólo así, a través de esta referencia, es posible definir lo político sin hacer referencia a nada más que lo propio, o sin el hábito de definirse a través de lo que no le corresponde.

¿Qué sucede, entonces, cuando la decisión inevitable es combatirlo? Schmitt, al dar respuesta a esta inquietud, realiza una nueva referencia al elemento esencial dentro del mundo de lo político, es decir, al Estado. Y se pregunta, parafraseándolo, ¿acaso, a quién más sino al Estado, a quien se le ha concedido la competencia aterradora de decidir a quién se le realiza la guerra de manera directa? Sólo así, el Estado puede, a partir del respaldo que da a lo político, disponer abiertamente de la vida de las personas. Dicho de una manera más sencilla, el Estado es quien tiene la posibilidad real de determinar por decisión propia quién es el enemigo (por defecto, quién es el amigo) y combatirlo directamente. Lo que está en juego es la posibilidad, no la obligatoriedad, del surgimiento de la necesidad de lucha en el dominio de lo real de manera eventual.

La noción de referencia se constituye en cuanto criterio. Sin embargo, necesita aparecer de manera fáctica en la relación en el mundo. No puede quedarse siendo sólo un criterio abstracto de referencia o, mal comprendido, como referencia metafísica de la relación política. Esta posibilidad fáctica, de hecho, necesita concretarse de una manera particular, de un modo específico de existencia. Necesita definirse siempre, en todo momento,

A partir de esta eventualidad y de la necesidad de definir de manera particular quién es amigo y quién es enemigo, empieza a surgir otro tipo de elementos que van dándole

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mayor concreción a la definición. ¿Bajo qué formas podrían aparecer las eventualidades de las posibles luchas? Si la eventualidad fuera entre unidades políticas organizadas que se encuentran dentro de una misma frontera política (entiéndase un país), se le nombraría a partir del término guerra civil. De manera complementaria, si la eventualidad fuera exterior a los límites políticos y territoriales descritos, el término elegido sería el mismo, sólo que sin el complemento civil. Por tanto, la guerra no es entendida como lucha armada entre unidades políticas organizadas, “en modo alguno objetivo o incluso contenido de la política, pero constituye el presupuesto que está siempre dado como posibilidad real, que determina de una manera peculiar la acción y el pensamiento humano y origina así una conducta específicamente política” (Schmitt 1984, 64). Sin embargo, sólo así es posible llevar al extremo la agrupación política entre amigos y enemigos; sólo a través de la guerra es posible, o esta clasificación se vuelve acto; sólo así, por medio de la guerra, realidades ónticas contradictorias pueden encontrar una respuesta (o un camino pleno) a su forma concreta de existencia. De lo contrario, no podría haber argumento sensato que, si se recuerda la idea expresada sobre el Estado, pudiera soportar la posibilidad que tiene de disponer de la vida de sus participantes. En últimas, el Estado ordena ese tipo de agrupación humana o unidad política que determina cuál marca se pauta, es decir, aquella que se toma en el caso decisivo, sea éste generado por una eventualidad o por una necesidad. El concepto de lo político, por tanto, encuentra su respuesta a partir de la relación entre amigos y enemigos, sobre todo, a partir del grado de intensidad que la caracteriza.

expiar las culpas del pasado y de demostrar una renovada apertura intelectual –ese sano eclecticismo tan

apreciado por el mundillo académico– parecería ser la insensata sobrevaloración que muchos ex-marxistas efectúan de la obra de teóricos que hasta no hace mucho

tiempo se encontraban en las antípodas de su pensamiento (Silva 2003, 2).

Tres ejes de discusión Del punto anterior es pertinente resaltar lo siguiente: • • • •

La necesidad de encontrar un criterio para definir lo político por sí mismo. La referencia a la noción de amigo y de enemigo como criterio único de lo político. Lo político a partir de la definición precisa de ese otro (real y concreto) considerado amigo o enemigo. El Estado, como ese ente final que marca la pauta, quien define la posibilidad (no obligatoria) del surgimiento de la necesidad de lucha en el dominio de lo real.

Sobre cada uno de estos cuatro puntos se reflexiona en este artículo. Con el ánimo de generar una discusión provechosa sobre el tema, se hace referencia a varios teóricos que, si bien desde orillas diferentes y quizás distantes del planteamiento schmittiano, permitirán alcanzar ese objetivo. Por tanto, la noción de rebeldía desarrollada por Albert Camus (1998 [1951]) en su texto El hombre rebelde aterriza la discusión sobre ese modo concreto y existencial de oposición, no desde la visión de la unidad política organizada (Estado), sino, con todo sentido, desde la visión del sujeto político; por su parte, las nociones de lo eventual y de lo posible enunciadas por Jacques Derrida1 en su texto Políticas de la amistad. Seguido del oído de Heidegger, se complementan con las nociones de lo imposible y de lo impensable. Finalmente, a partir de la figura de los políticos profesionales de Max Weber en su escrito “La política como vocación”, de su texto El político y el científico, se reflexiona frente al carácter transitorio de quien(es) marca(n) la pauta en el momento decisivo.

Finalmente, después de hacer una breve recapitulación del pensamiento schmittiano, es útil traer a la discusión el argumento que expone Borón (en Silva 2003), para ilustrar sobre el motivo por el cual ha resurgido el interés en la obra de este pensador alemán, y así entender la pertinencia de este tipo de escritos en revistas sobre estudios sociales y teoría política: Debemos reconocer que nuestra mayor preocupación se centra en la tercera de las musas inspiradoras de esta,

Sobre la rebeldía (Albert Camus)

moda schmittiana, las exuberantes exaltaciones que el pensamiento schmittiano ha logrado concitar desde la

“¿Quién es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. Pero si se niega, no renuncia” (Camus 1998 [1951], 17); se ha dejado de estar en la época donde el amor era

celebérrima “crisis del marxismo”, convertida en prós-

pera industria académica y en segura avenida para el reconocimiento material y espiritual de un vasto ejército de intelectuales desilusionados a quienes los vertiginosos cambios histórico-políticos acontecidos en las

1 Si bien la exposición central del artículo gira en torno a Schmitt, la referencia a Derrida (1998) es simple: intentar desarrollar con mayor profundidad su criterio de necesidad y eventualidad.

dos últimas décadas del pasado siglo dejaron en posiciones un tanto incómodas. Una manera oportuna de

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la excusa de los actos de violencia; ahora es la época de la premeditación y del crimen perfecto. Camus pretende aceptar la realidad de su tiempo, es decir, reconocer la existencia del crimen lógico y desentrañarle todas sus posibles justificaciones. Su problema está situado históricamente, es el problema de comienzos del siglo pasado. Igual su respuesta: “no podemos actuar sino en el momento que es nuestro, entre los hombres que nos rodean. No sabremos nada mientras no sepamos si tenemos derecho a matar a ese otro que está ante nosotros o de consentir que lo maten” (Camus 1998 [1951], 10).

tan sólo es un darse cuenta de qué tan similares son los destinos humanos y decidir tomar partido por ello. Por tanto, ¿quién lo define? El propio sujeto, bajo el sentimiento y la noción de lo absurdo, en su confrontación directa o en su consentimiento tácito. En segundo lugar, es necesario abandonar la premisa que supuso el argumento anterior, porque en el razonamiento absurdo propuesto por Camus, es falsa. No habría que especificar quién define siempre en todo momento una situación; la respuesta ya fue expresada: el individuo. Sin embargo, pese a la necesidad de tomar partido, Camus asume la rebeldía siempre como ese momento inicial, necesariamente transitorio, a partir del cual cobra existencia en una comunidad social la presencia de un valor, un valor que, a diferencia de lo propuesto por Schmitt, pretende dar respaldo al sentido de comunidad que subyace en toda agrupación humana, incluso, con quienes, al estilo schmittiano, podrían ser los propios enemigos: “constituye un lazo común en el cual todos los hombres, hasta el que le insulta y le oprime, tienen una comunidad preparada” (Camus 1998 [1951], 20).

La pregunta por el asesinato se instala en su razonamiento, es tiempo de saber si es posible y necesario dar la muerte antes de que empiece el acto. Ésta es la misma lógica que puede inferirse de los planteamientos de Schmitt; sin embargo, la escala de razonamiento se hace subjetiva, y ya no estatal: la pregunta se instala en el individuo. Incluso, enfrenta directamente la cuestión del asesinato, que Schmitt rápidamente deja de lado al atribuirle esa capacidad desafortunada al Estado, definida como la unidad política organizada que al final siempre marca la pauta. Ya no es útil preguntarse por el suicidio, ya no es la época de la negación. Se vive en otra época; es el momento de las ideologías; por tanto, hay que ponerse en sintonía con el problema del asesinato. “Hoy, la ideología sólo niega a los otros, los únicos engañados” (Camus 1998 [1951], 10). ¿Quién lo define? A diferencia de Schmitt, la definición siempre podrá estar en el individuo; de allí que su movimiento sea de rebeldía. Suena curioso, pero a aquello sobre lo cual Schmitt pasa rápidamente al dar su referencia a la rebelión como constituyente de la guerra civil, Albert Camus le dedica todo un libro, a partir de su reflexión teórica sobre La peste, para informar sobre el problema de su época.

La rebelión exige que su movimiento sea transitorio: “La solidaridad de los hombres se funda en el movimiento de rebelión y éste, a su vez, no encuentra justificación sino en esa complicidad […] Toda rebelión que se autoriza a negar o a destruir esta solidaridad pierde por ello el nombre de rebelión y coincide en realidad con un consentimiento homicida” (Camus 1998 [1951], 25). La rebelión contiene en su propio surgimiento la necesidad de su propia caducidad, la rebelión siempre nace de seres humanos concretos de carne y hueso, justo donde la política no puede ser reducida a la idea, justo donde la fuerza de las personas, donde esa parte ardorosa no puede servir sino para ser. Justo en ese terreno, justo en el lugar de la confrontación directa, es donde puede definirse abiertamente quién es el amigo y quién es el enemigo (si Camus hubiera encontrado provecho en ello, habría llevado a sus últimas consecuencias este razonamiento).

La respuesta de Camus no sorprende, dada la lógica de su razonamiento. Sin embargo, es contundente al instalarse en oposición, así no lo haya hecho de manera directa, al planteamiento schmittiano. Lo realiza, precisamente, en dos sentidos. En primer lugar, suponiendo que Camus aceptara el hecho de tener que decidir quién se convierte en amigo o enemigo, la decisión descansaría siempre sobre el individuo concreto, y no sobre el grupo que, dentro de la unidad organizada políticamente, sería quien marcaría la pauta; el individuo siempre toma la decisión. En cualquier momento puede nacer la rebelión en una persona, sea ella como respuesta necesaria ante el espectáculo de la opresión de que otra es víctima, sea como una vivencia personal que se juzga intolerable e injustificable. No es una identificación psicológica, no es un sentimiento movido por una comunidad de interés,

El movimiento que se genera desde la experiencia de rebelión podría ser el punto de partida desde el cual se instale una nueva opción de ordenamiento en la comunidad humana participante. Siempre transitoria, siempre con conciencia de querer involucrar, hasta en el mismo movimiento, a quien, en términos de Schmitt, constituye esa realidad óntica contrapuesta que debería ser eliminada. En términos de Camus, esta confrontación tendría un propósito diferente al de Schmitt: realzar el valor de la vida y el sostenimiento de la existencia de ese otro (no su eliminación) que, pese a ser la realidad óntica opuesta,

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¿Qué significa que la guerra sea posible? ¿Qué sea eventual? Si algo es considerado posible, eventualmente podría hacerse real, podría haberse hecho real o puede hacerse real. La relación entre la eventualidad y la posibilidad van de la mano, lo posible subraya la condición de ser, lo eventual, la condición temporal. ¿Qué y cuándo? Las dos preguntas que mejor las identifican. “La guerra tiene lugar, ha empezado ya antes de empezar desde el momento en que se la considera eventual. Y es eventual desde el momento en que es posible” (Derrida 1998, 106). Lo eventual se da siempre en el terreno de lo real, lugar en conexión con la posibilidad de matar físicamente siempre a ese que se considera una oposición.3 Sin embargo, retomando el mismo planteamiento de Schmitt, quien es el enemigo hoy, puede ser el amigo mañana, quien es el amigo hoy, podría haber sido el enemigo en el ayer. Lo relevante, entre lo eventual y lo posible, no es el contenido de lo que podría definir, es el sostenimiento del criterio para definir.

necesita seguir aceptando su existencia con el ánimo de influir sobre la institucionalidad. Sólo así es posible que el movimiento de la rebelión sea verdaderamente provisional. El actuar de los sujetos políticos concretos, al definirse a partir de ese sentimiento de solidaridad que los invade, tendrá que ser siempre en dirección del fortalecimiento de una institucionalidad, nunca, hacia el objetivo final de dar muerte a ese otro, concreto, existencial, que constituye su otra realidad.

Sobre lo eventual y lo posible (Jacques Derrida)2 ¿Qué es una decisión? ¿Quién decide? ¿Quién dicta el derecho para que alguien decida? La respuesta de Camus fue clara: quien decide es el individuo. Sin embargo, trayendo de nuevo la discusión sobre la relación amigo y enemigo descrita, las nociones de lo eventual y lo posible sólo pretenden, a partir de la reflexión libre sobre los conceptos, indicar la volatilidad de lo que definen y la necesidad de realzar su carácter de transitoriedad.

Lo que se pone en tela de juicio, por tanto, no es el modo concreto de ser, es el criterio que está designando. Si bien la reflexión anterior permitía dar elementos para entender de otra manera esa posible definición de quién, en concreto y de manera existencial, tendría que ser el combatido o respetado, aquí, la reflexión, desprendiéndose de toda referencia empírica, se ubica, como ya se mencionó, en el sentido del criterio; “la figura del enemigo, sería entonces socorrible precisamente en cuanto figura, gracias a los rasgos que permiten identificarla como tal, idéntica todavía a aquello que ha quedado determinado siempre bajo ese nombre. Enemigo identificable, es decir, fiable hasta en su traición, y en consecuencia familiar” (Derrida 1998, 101). ¿Qué es aquello que no es posible de ser pensable desde este criterio? ¿Qué es aquello que es imposible de designar con este criterio? Si lo posible es estructurar la mirada del mundo desde la perspectiva de amigo y enemigo, lo imposible es pensarlo a partir de relaciones de oposición no contradictorias. ¿Qué quiere decir esto? Un mismo sujeto existente de manera concreta podría ser a la vez amigo y enemigo para un otro similar o diferente. Incluso, asumiendo la lógica que da el criterio, lo imposible desde este razonamiento, concediendo la existencia de la figura de amigo y enemigo, está en asignar un carácter perdurable a quien es definido como el amigo o como el enemigo. Incluso, lo imposible, desde este criterio, empezando a ser algo más impensable, está en la relativización del propio criterio de definición.

2 Como propuesta de lectura alternativa de los textos, ¿qué pasaría si intentáramos comprender la condición de posibilidad de lo político en Schmitt, la díada amigo/enemigo, desde una lectura no dialéctica, quizás paradójica, en el sentido exacto expresado por Lyotard (1964) en su escrito ¿Por qué filosofar? El deseo, según Lyotard, “es el movimiento de ese algo que va hacia lo otro como hacia lo que le falta a sí mismo” (Lyotard 1964, 4), y agrega: “lo esencial del deseo estriba en esta estructura que combina la presencia y la ausencia. La combinación no es accidental: existe el deseo en la medida que lo presente está ausente a sí mismo, o lo ausente presente” (Lyotard 1964, 4). Dicho de otro modo, ¿qué pasaría si comprendiéramos la condición de posibilidad de lo político desde el traslape continuo de la presencia y de la ausencia? Es decir, ¿si ese otro real, concreto, próximo o lejano a mí, es a su vez, y de manera simultánea, unívoca, ese amigo y enemigo que Schmitt ubica en dos personas de carne y hueso, completamente diferentes? ¿Qué pasaría con el concepto de lo político si ese ser concreto-real que hace presencia hoy es amigo? Y ¿enemigo, en cuanto podría llegar a serlo o podría haberlo ya sido? Si bien Schmitt destierra de su propuesta cualquier alusión a un contenido esencial de lo político al pensar la figura amigo/enemigo como condición de posibilidad de lo político (mas no como contenido), éste no reconoce un supuesto implícito en su argumentación, constituyéndose, por tanto, en una de las grandes ausencias que a mi parecer también falta en Derrida. Su supuesto: la realidad se construye desde una oposición binaria (dialéctica, en otras palabras). Incluso, al no reconocerlo en cuanto tal, fácilmente, sin reflexión previa o comentario explicativo, asume la referencia a las distinciones últimas de los demás dominios del pensar y el hacer humanos (lo moral, lo estético, lo económico, entre otros), y realiza un traslado acrítico de esta forma de comprender lo real para iniciar su reflexión sobre lo político. Es decir, ¿sólo es posible entender lo estético a través de su referencia a lo bello y a lo feo como criterios últimos de referencia? Si la respuesta llegara a ser necesariamente positiva, fácilmente podríamos preguntarnos: ¿necesita ser también para lo político?

3 De manera similar, Buber (1954), a partir de la reflexión heideggeriana de las preguntas kantianas, encuentra como criterio básico del sujeto lo infinito de humanidad que supone la participación real de lo finito que hay por participar.

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Por tanto, para finalizar este apartado a partir del criterio utilizado por Schmitt para definir lo político –dado que el problema político es visto desde la perspectiva del poder, con miras a la creación de una fuerza imponente que regule lo social–, lo impensable podría estar sujeto a lo siguiente: es impensable pensar en un Estado que no pretenda militarizar la sociedad; es impensable pensar en un Estado que intente tranquilizar a la política en su funcionamiento; es impensable un mundo sin conflicto (sería un mundo ridículo y ausente de seriedad), y es impensable una existencia sin guerra; sería falsa, le faltaría una razón de ser (Silva 1996, 603-604).

por el contrario, quienes se encuentran faltos de medios económicos tienen necesidad de hacerlo, sin que quiera

esto decir, por otro lado, que les anime sólo la intención, y en absoluto como mira principal, de sufragar lo

que han de menester mediante la política y no consideren la causa por encima de todo (Weber 1993, 16).

Cabe preguntarse: ¿qué tipo de relación puede establecerse con el pensamiento schmittiano? Schmitt, en su interés de encontrar el criterio que defina lo político, instituye la relación entre amigos-enemigos como eje fundamental en su razonamiento; por su parte, Weber insiste en la necesidad de participación o de distribución del poder instaurado. De ambas definiciones se desprenden conceptos diferentes del Estado; por un lado, Schmitt representa al Estado como la forma específica que tiene un pueblo de estar y organizarse, es quien detenta en última instancia la pauta concluyente para elegir en el caso decisivo; por su parte, Weber asume al Estado moderno como:

Sobre los políticos profesionales (Max Weber) La política, según Weber, es usualmente entendida como la influencia de definir la trayectoria de una entidad política determinada, en nuestro caso, la del Estado. Lo político, de manera consecuente, es la “aspiración a tomar parte en el poder o a influir en la distribución del mismo, ya sea entre los diferentes Estados, ya en lo que cocierne, dentro del propio Estado, a los distintos conglomerados de individuos que lo integran” (Weber 1993, 8). Lo político (como acto subjetivo) y la política (como propósito público), por tanto, encuentran su materialidad en la constitución de Estado que suponen, es decir, en aquella comunidad política situada dentro de los límites de un territorio determinado. ¿Qué requerimientos se ciernen sobre esta comunidad política constituida? Uno de tantos, el uso de la violencia como estrategia de unidad utilizada únicamente por quien ostenta el cargo de representante del Estado.

Una unidad de dominación, de índole institucional, cuyos fines, con éxito en los resultados, han sido mono-

polizar como medio de dominación, la legítima violencia física dentro de su territorio, para lo cual ha reunido todos

los elementos materiales a disposición de su dirigente,

expropiando a todos los funcionarios estamentales que por derecho propio disponían de ellos y substituyéndolos con sus propias superioridades jerárquicas (Weber 1993, 12).

El ejercicio de legítima violencia es común en ambos; al final es el Estado quien detenta la decisión en el caso concluyente. Esta legitimidad ha tenido diversidad de fundamentos; en ocasiones puede ser la noción del perdurable ayer, la facultad de la gracia o aquella que se gana a partir de una disposición legal. Sin embargo, Weber enfatiza en la segunda de ellas. ¿Qué personajes habitualmente encarnan la figura del líder carismático? Los profetas de la Iglesia, los caudillos de la guerra, los grandes demagogos del Parlamento o de la Ecclesia. No obstante, la presencia de sólo un líder no era suficiente para dar vida al ordenamiento y funcionamiento general de un Estado. En este proceso de consolidación, es posible ver cómo, a partir del uso de los medios que afectan el interés personal de las personas –tales como la retribución y el honor social–, “los poderes políticamente dominantes empiezan a consolidar su potestad” (Weber 1993, 10). No es un poder perpetuo (la época de la corona pasó), es un poder que se instaura y se reafirma cotidianamente.

El funcionamiento de este tipo de Estado descrito por Weber depende del equipo humano que se encuentre a su disposición, de los medios de administración disponibles y del tipo de grupo administrativo que se encuentra en su dirección. ¿Quiénes pueden constituirlo? Uno de sus principales actores: los políticos profesionales. Un político profesional es aquel que ha hecho de la política un ejercicio de trabajo cotidiano, independiente de si éste vive para la política o vive de la política. La diferencia es de grado. Quien vive para la política es alguien que encuentra en ella motivo de realización pública, y no la fuente de su ingreso económico, mientras que quien vive de la política sí lo hace. Weber subraya la necesidad de no asumir que esta diferencia implica algún tipo de señalamiento negativo:

Un político profesional es quien, más allá de su identificación partidista, asume la política como fuente de trabajo. Por tanto, aun asumiendo una ética de la responsabilidad

Nuestra afirmación se apoya sencillamente en que políticos de este tipo no están en la necesidad de ir tras una

retribución por sus actividades políticas; mientras que,

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como criterio fundante de su actuación, decidirá sobre las situaciones prácticas del acontecer político de una administración. Esta figura permite aterrizar la reflexión iniciada por Schmitt en El concepto de lo político; dado que ella gira sobre el criterio fundante de lo político, su búsqueda va perdiendo cada vez más su conexión con lo real y desestima los detalles que le alimentan. Es decir (por eso son útiles las tres preguntas realizadas por Derrida frente al tema), ¿quién toma la decisión en caso decisivo? Sí, quien marca la pauta. Es cierto, ya se ha hecho referencia. Sí, pero, ¿quién es ese que marca la pauta concreta, existencial? ¿Cómo ha logrado llegar a ser ese grupo que marca la pauta? Suponiendo que quienes constituyan este grupo sean, además de ser la élite en un Estado (al final, siempre la decisión es tomada por un alguien particular), los políticos profesionales, ¿qué tipo de decisiones podrían tomar? ¿Tendrían la autoridad legítimamente validada para pretender disponer de la vida de quienes están dentro del ordenamiento del Estado? Este tipo de inquietudes expresan algo: el carácter transitorio de quienes marcan la pauta en el momento decisivo.

relevancia, ¿El criterio seguirá siendo útil cuando lo relevante ya no sea el asesinato? Sin embargo, el propósito es audaz: intentar definirse a partir de lo que se es, y tratar de encontrar un criterio que permita informar sobre lo que abarca, es asumir con responsabilidad la tarea de delimitar el campo de acción que lo constituye en cuanto tal, sin pretender, por excesos del ocio científico, jugar con palabras con el sólo interés de confundir. Lo relevante está, independiente de si se comporta o no, en haber formulado la pregunta de una nueva manera y haberse arriesgado a dar una respuesta particular, la cual empieza a ser –utilizando el mismo razonamiento usado por Derrida para informar sobre lo político en Schmitt– posible en cuanto eventualmente podría hacerse real. • Lo político a partir de la definición precisa de ese otro (real y concreto) considerado amigo o enemigo. Si se acepta como verdadera la intuición que reconoce Silva (2003) sobre el motivo que guía la estructuración del concepto de lo político en Schmitt, habría que reconocer que el objetivo del texto estaba en legitimar la búsqueda de la unidad política como condición de existencia del Estado, y así, permitir que la Alemania fragmentada encontrara su viabilidad a través de ese concepto. Lo relevante, al igual que en la consideración anterior, independientemente de que el supuesto sea falso o verdadero, está en que el concepto de lo político tendría en sí mismo una utilidad política y tendría que asumirse como elemento constitutivo en su creación. La definición precisa de ese otro real y concreto que atentaba contra la unidad política de Alemania podría ser, por tanto, ese otro que habría que rechazar y negar como realidad óntica contrapuesta de existencia. No sólo la contraposición es en el terreno de lo concreto, de lo existencial, también lo es en el fundamento mismo de la teoría. Incluso, si, además de aceptar el argumento ya expuesto por Silva, aceptamos otro expuesto por un homónimo suyo, entonces, la política habría nacido para hacerle frente a lo antipolítico, es decir, al Liberalismo; según él, la noción schmittiana de lo político está atada a la furia antiliberal del alemán (Silva 1996). Por tanto, si se asumen como válidos ambos razonamientos, cabría preguntarse: ¿es posible aceptar la relación amigo-enemigo como criterio fundante de lo político si en la motivación de su postulación o hallazgo estaban las necesidades ya referidas? Incluso, dejando de lado la cuestión sobre las motivaciones (que siempre existen), es posible reafirmar un argumento ya expuesto en la parte central del trabajo: toda construcción teórica está situada históricamente. • El Estado como ese ente final que marca la pauta, quien define la posibilidad (no obligatoria) del surgimiento de la necesidad de lucha

A manera de cierre, es importante manifestar que las nociones de rebeldía, de eventualidad y de posibilidad hacen presencia. Si lo que es no necesariamente tuvo que llegar a ser y podría haber sido de otro modo, ¿bajo qué pretexto se puede exigir el sacrificio de la vida de los participantes de un Estado si quien marca la pauta podría ser también otro? Es cierto, el interés schmittiano está en el criterio, no tanto en el contenido que éste define; sin embargo, por razonamiento lógico, si el contenido varía por el mecanismo o criterio que lo engendra, ¿qué hace pensar que el mismo mecanismo o criterio no podría cambiar históricamente para definir lo político? Sí, hoy puede ser la época del asesinato y ayer fue la del suicidio: ¿qué puede afirmar lo que sucederá mañana?

Consideraciones finales • La necesidad de encontrar un criterio para definir lo político por sí mismo y la referencia a la noción de amigo y de enemigo como criterio único de lo político es una empresa infructuosa en el pensamiento moderno. Si bien el propósito es plausible y parece encontrar respuesta en la dupla amigo-enemigo propuesta por Schmitt, es insuficiente, sobre todo, al considerar que es producto, por un lado, de leer la realidad en términos dialécticos y, por el otro, de estar situado en un momento histórico determinado. Camus lo expresó de manera contundente: la época ya no es la del suicidio, es la del asesinato; por tanto, la pregunta por la ideología tiene

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Referencias

en el dominio de lo real. El apartado sobre la rebeldía cuestiona esta afirmación. Ubicar la pregunta o el problema en el sujeto concreto, existencial, es desplazar el cuestionamiento de una unidad política organizada (entiéndase Estado), al sujeto de carne y hueso que participa en su ordenamiento. Este movimiento indica una nueva señal, incluso, cuestiona la noción misma de quien al final marca la pauta: ¿cómo podría ser ese grupo que al final marca la pauta si no existieran ciudadanos que la respalden? “Yo grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y tengo que creer por lo menos en mi protesta. La primera y única evidencia: la rebelión” (Camus 1998 [1951], 15). El apartado sobre los políticos profesionales también lo hace. La pregunta se ubica en ese sujeto concreto, existencial (tal cual como lo define Camus); sin embargo, se instala en ese individuo único que hace las veces de asesor de quien finalmente toma la decisión. Claro, la decisión recae en el otro, pero, ¿con base en qué argumentos ese otro toma la decisión? La pregunta instala la discusión sobre lo técnico, sobre el tecnócrata, en el cual se respalda parte del ejercicio cotidiano de lo político. Cabe preguntarse, parafraseando una cuestión planteada anteriormente: ¿qué carácter de transitoriedad le dan los políticos profesionales a ese grupo que al final marca la pauta si quienes hoy toman la decisión pudieron no haber estado ayer o podrían no estar mañana?

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Infraestructura ferroviaria y ciudad: su cambiante correspondencia espacial desde los paradigmas de la ciencia, la historiografía urbana y el urbanismo* por María Alejandra Saus** Fecha de recepción: 11 de septiembre de 2011 Fecha de aceptación: 29 de marzo de 2012 Fecha de modificación: 24 de mayo de 2012 DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.12

Resumen Los ámbitos espaciales que integran ferrocarril y ciudad experimentaron una relación variable en el tiempo. Desde la amable articulación entre infraestructuras ferroviarias y espacios públicos decimonónicos, pasando por la controversial convivencia que el urbanismo advirtió entre ambos dominios, hasta la reciente integración urbana de infraestructuras obsoletas, se suscitaron una serie de ciclos históricos que evidencian una fluctuante interrelación. En clave culturalista, la historiografía urbana contemporánea reinterpreta estos episodios a la luz de la persistencia “geomorfológica” de las infraestructuras, aun a pesar de las variaciones en sus ciclos de uso. El objetivo del artículo es abordar aquellas unidades históricas en su sincronía, para hacerlas dialogar con el contexto histórico que permitió recortarlas para la periodización común a varios autores. Proponemos como interpretación que en la determinación de esas unidades tuvieron incidencia los paradigmas de las ciencias sociales, los modelos historiográficos predominantes y las directrices urbanísticas hegemónicas que, al establecer discontinuidades en la producción de conocimiento disciplinar y en los modos de concebir lo urbano, propiciaron quiebres en la manera de abordar las relaciones espaciales entre infraestructura y ciudad. Intentaremos una reflexión acerca de esos cambios paradigmáticos y su rol segmentario en la historiografía urbana.

Palabras clave Ferrocarril, ciudad, epistemología, historiografía, urbanismo.

Railroad Infrastructure and City: Changeable Spatial Connection from Paradigms of Science, Urban Historiography and Urban Planning Abstract Spatial environments composed of railroad and city have experienced a relationship which has varied in time. There has been a series of historical cycles that have witnessed a fluctuating interrelation: from pleasant articulation between nineteenth-century public spaces and railroad infrastructures, going through the controversial coexistence noticed by functionalist urban planning between the two fields, and up to the recent urban integration of obsolete infrastructures. With a culturalist approach, contemporary urban historiography reinterprets these episodes in light of the geomorphologic persistence of infrastructures, despite the variations in their usage cycles. The objective of this article is to tackle those historic units in synchrony, in order to make them interact with the historical context that has allowed a homogeneous cut. Our interpretation is that the determination of those historical units has been impacted by social science paradigms, predominant historiographic patterns and dominant urban principles. They have brought about breaks in the way of approaching spatial relationships between infrastructure and city when creating discontinuities in the production of disciplinary knowledge and in the ways of conceiving the urban. We will attempt to reflect upon those paradigmatic changes and their segmental role in urban historiography.

Key words Railroad, city, epistemology, historiography, urban planning.

*

El artículo se encuadra en los avances de la tesis doctoral “Ferrocarril y ciudad. Configuración urbana, representaciones sociales y proyectos urbanísticos en torno a las estaciones y la infraestructura ferroviaria. Santa Fe 1885-1989”, presentada en la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, el 28 de noviembre de 2012. ** Arquitecta de la Universidad Nacional del Litoral, Argentina. Becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET, Argentina. Miembro Titular del Instituto de Teoría e Historia Urbano-Arquitectónica INTHUAR. Correo electrónico: produccioncientificaydocencia@gmail.com

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Infraestrutura ferroviária e cidade: sua instável correspondência espacial a partir dos paradigmas da ciência, historiografia urbana e urbanismo Resumo Os âmbitos espaciais que integram ferrovia e cidade vêm experimentando uma relação variável no tempo. Desde a amável articulação entre infraestruturas ferroviárias e espaços públicos do século XIX, passando pela controversial convivência que o urbanismo advertiu entre ambos os domínios, até a recente integração urbana de infraestruturas obsoletas, vem se suscitando uma série de ciclos históricos que evidenciam uma flutuante inter-relação. Em enfoque culturalista, a historiografia urbana contemporânea reinterpreta esses episódios à luz da persistência geomorfológica das infraestruturas, apesar das variações em seus ciclos de uso. O objetivo deste artigo é abordar aquelas unidades históricas em sua sincronia, para fazê-las dialogar com o contexto histórico que tem permitido recortá-las para a periodização. Propõe-se como interpretação que na determinação dessas unidades têm tido incidência os paradigmas das ciências sociais, os modelos historiográficos predominantes e as diretrizes urbanísticas hegemônicas, que, ao estabelecer descontinuidades na produção de conhecimento disciplinar e nos modos de conceber o urbano, vêm propiciando rupturas na maneira de abordar as relações espaciais entre infraestrutura e cidade. Tentaremos uma reflexão sobre essas mudanças paradigmáticas e seu papel segmentário na historiografia urbana.

Palavras chave Ferrocarril, cidade, epistemologia, historiografia, urbanismo.

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rico local e internacional, esta historia del urbanismo expone las vicisitudes de la disciplina durante su consolidación, que se nutre de variadas tradiciones y luego atraviesa diversas representaciones científicas. Infinitos ejemplos como éstos profundizaron nuestro conocimiento sobre la ciudad y oficiaron de invaluable estímulo para las indagaciones que tenemos en curso.

nmerso en una serie de indagaciones que se llevan a cabo sobre la infraestructura ferroviaria en la ciudad de Santa Fe (Argentina), este artículo adquiere un perfil epistemológico devenido de la puesta en relación de la historiografía urbana contemporánea con la filosofía de la ciencia. En un sentido analítico semejante, pero de brillante erudición, Arturo Almandoz (2008) reflexionó sobre la historiografía urbana y del urbanismo, utilizando los libros como unidades discursivas a partir de las cuales se relacionan diferentes disciplinas y modelos historiográficos influyentes. Por otra parte, la epistemología de las ciencias sociales hizo su propia introspección estudiando los paradigmas de la historia de la ciencia, en ocasiones metáforas o imágenes fluctuantes entre el mundo y su representación (Schuster 2002). En las ciencias del territorio, Horacio Capel (1988) desarrolló una epistemología histórica para la geografía, en la que explica que este campo fue nuevo en diversos momentos, toda vez que se producía una renovación paradigmática en su seno. Por su parte, el urbanismo en torno a su profesionalización en Argentina ha sido abordado por Ana María Rigotti (2005). Puesta en su marco histó-

Sin embargo, creemos que estas aproximaciones deben ponerse en relación y asumir otro nivel de examen. El desafío es situar estas perspectivas y su contexto de producción en un posible diálogo. Asimismo, explorarlas en su alcance internacional, latinoamericano y argentino, lo que permite tener un registro de la circulación de las ideas. La empresa que asume este artículo parecerá aventurada pero parte de asumir una irreversible debilidad: la carencia de detalle.1 No obstante la generalidad con la que se enfrentan estos procesos, ellos convergen en un objetivo particular: situar las etapas de la historiografía urbana contemporánea, abocada a las infraestructuras, en el concierto de las influencias científicas y disciplinares coetáneas. Para los historiadores urbanos analizados

1 Debe aclararse que este artículo inédito fue escrito con una mayor extensión, que debió ser ajustada a los requerimientos editoriales y, por este motivo, se presenta sólo como una reflexión acerca de una evidente complejidad.

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son las transformaciones espaciales entre el dominio infraestructural y el urbano las que habilitan el inicio de otro período. Para nuestras inquietudes, son las variaciones en la producción de conocimiento las que proponemos como hipótesis interpretativa del cambio espacial que anuncia una nueva etapa. Explorar este universo de las ideas disciplinares y representaciones de la ciencia adquiere más relevancia cuando el efecto espacial resulta inexistente, cuando las categorías de los historiadores no siempre caben en una ciudad media y periférica como Santa Fe.

la ciencia; cambios económicos, sociales o políticos; contactos interdisciplinares; campos en proceso de consolidación y modelos historiográficos. Se hacía referencia a un cruce de coordenadas, por lo que explicamos cómo es afrontado el tiempo. Ahora bien ¿qué ocurre con el espacio? Aquí surge el aporte más novedoso de los autores a los que haremos mención. En rigor, asumen la larga duración pero sobre un objeto espacialmente focalizado: la infraestructura de transporte. Allí se manifiesta el enfoque historiográfico reciente, el que ha variado la escala de aproximación a la ciudad. Desde esta perspectiva, la infraestructura fue puesta en valor por la ingeniería y la geografía históricas, por la historia urbana y por la historiografía urbanística para decir nuevas cosas sobre un objeto conocido por la historia económica, pero que no tenía cabida en la historia cultural urbana.

Aproximación historiográfica contemporánea a la infraestructura Los historiadores que expondremos problematizan el vínculo entre ciudad e infraestructura.2 En ellos subyace un modelo historiográfico que habilita un cruce de coordenadas de tiempo y espacio. El tiempo está implicado en un largo período que abarca todo un proceso en que las infraestructuras modifican cíclicamente su uso, pero siguen allí, como una huella imborrable, con la fuerza modeladora de su forma. Los ciclos y las estructuras se presentan para el historiador Fernand Braudel (2006) como claves de entrada a la historia de larga duración:

En esta sintonía, Han Meyer (1999) afirma que los urbanistas son responsables del significado cultural del diseño y rediseño de las infraestructuras. Así, utiliza el análisis de cuatro ciudades portuarias para atribuirles el rol de matriz sobre la cual puede ser montada una historia del urbanismo. Propone modos en que las ciudades y los puertos articulan sus sistemas y escalas en el tiempo, en una red compleja que entreteje significados culturales y variaciones en la economía del transporte y donde el hilo conductor es la marca permanente de las infraestructuras que modelan la estructura urbana. Cada una de las cuatro ciudades posee una específica forma espacial de relación con su puerto, la que proviene de una determinada apreciación cultural. El interés por la autonomía de la forma tiene que ver con la complejidad, con lo que Braudel indicaba como las capas de la historia. Porque en esa estructura portuaria se pueden leer los estratos de la historia tecnológica, política, económica, del urbanismo y/o de la ciudad. En definitiva, la forma urbana tiene su propia historia y una geomorfología.

Ciertas estructuras están dotadas de tan larga vida que se convierten en elementos estables de una infinidad de generaciones: obstruyen la historia, la entor-

pecen y, por tanto, determinan su transcurrir. Otras,

por el contrario, se desintegran más rápidamente. Pero todas ellas constituyen, al mismo tiempo, sostenes y obstáculos. En tanto que obstáculos, se presentan como límites […] de los que el hombre y sus experiencias no pueden emanciparse (Braudel 2006, 8).

En esos ciclos de uso y en esas formas perennes de la infraestructura que modela las líneas de contacto con el núcleo urbano existe una estructura temporal que posee límites, sincronías, periodizaciones. Este trabajo trata de evidenciar las discontinuidades de esa estructura temporal, que responden a diversas causas, desde las cuales es posible definir unidades analíticas. En esa trama se ciernen paradigmas de

Pero quizás el aporte más relevante de Meyer sea la determinación de cuatro categorías históricas con las que relaciona ciudad e infraestructura. Y lo más notable para nuestro trabajo es que estas categorías delimitan etapas que van paralelas al desarrollo del urbanismo como disciplina. De ello resulta que su libro admite una doble lectura: la historia de larga duración de la forma urbana en ciudades portuarias y la historia de las modalidades o paradigmas disciplinarios con que la planificación urbanística se ocupó de ellas. Con este fin, Meyer diferencia “dominio público

2 Resulta indistinto que refieran a la infraestructura portuaria o ferroviaria, porque no trabajamos la especificidad del sistema de transporte, sino su inserción en la ciudad desde las lógicas del urbanismo y la ciudad.

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social” y “dominio público funcional”. El primero remite al espacio cívico de la ciudad, el sistema local. El segundo designa al recinto especializado para la tecnología del transporte, el sistema internacional. Lo interesante es que ambos dominios variaron los modos de relacionarse en el tiempo y esto es lo que Meyer establece como periodización.

no se vinculan a la planificación centralizada. Por su parte, el puerto es concebido como centro de logística e intermodalidad entre diversos transportes. Esto conllevó que las áreas portuarias centrales en desuso fueran foco de atención para el urbanismo y actuaran como soporte de nuevas actividades turísticas, culturales o recreativas. Este proceso, llamado “festivalización de la ciudad”, implica una progresiva privatización del dominio social urbano, que conlleva a una posible paradoja: la privatización del dominio público.

El autor sostiene que en los siglos XVI y XVII ambos sistemas conformaban una unidad en las ciudades europeas. El puerto actuaba sólo como centro de acopio y comercio, y el muelle oficiaba de soporte de diversas funciones urbanas. De este modo, existía coincidencia entre el sistema local de la ciudad y el internacional del comercio, y bajo esas condiciones la ciudad respondía a una demanda todavía limitada a precarias embarcaciones. Lo característico del siglo XIX es que la infraestructura se autonomiza pero, a la vez, se encuentra tangente al núcleo urbanizado. Esto necesariamente obliga a una redefinición de los espacios urbanos, ya que los puertos pasan de ser puntos de intercambio a nodos de transbordo. El puerto cambia su tipo para albergar los barcos a vapor, resolver las conexiones con los ferrocarriles y satisfacer nuevas actividades portuarias. Es así como se establece una articulación espacial entre el “dominio público social” de la ciudad y el “dominio público funcional” de la infraestructura.

Arribamos ahora al análisis de otro autor que también se ocupa de las reciprocidades entre ciudad y puerto: Alejandro Grindlay (2001). En su tesis doctoral se aboca a la interacción entre ambos dominios, reconociendo que el segundo tuvo una participación activa en los procesos urbanos desde el preciso instante en que su localización persiguió la centralidad. El coloquio entre ambos habría sido motor de transformaciones espaciales, institucionales y sociales; pero también el puerto habría actuado como componente de una red de comunicaciones que definirían su inserción territorial. El trabajo recoge reflexiones aportadas desde la ingeniería y el urbanismo, así como desde la geografía económica. La tesis pretende ser una contribución al conocimiento conjunto de puerto y ciudad, en las grandes ciudades portuarias del Mediterráneo andaluz. En estas ciudades compara cómo fueron los procesos de integración, expansión y segregación entre los dos sistemas, distinguiendo las singularidades de cada caso. Utiliza la cartografía histórica como fuente y la reelabora para analizar las transformaciones espaciales urbano-portuarias.

Paulatinamente, estos ámbitos son motivo de discordia y la emergencia del conflicto entre dos sistemas espaciales incompatibles se hace notar. En la segunda década del siglo XX el modelo que describe un tipo de relación infraestructura-ciudad empieza a manifestar inconvenientes. El núcleo central urbano se encuentra consolidado, la ciudad se expandió y se verifica que las infraestructuras generan una barrera al crecimiento urbano. Por ello, indica Meyer que el urbanismo disoció el “dominio público socializado” del “dominio público tecnocrático”, estableciendo la segregación espacial entre ellos. La búsqueda de la máxima eficiencia urbana y la tendencia a la socialización del suelo son las nuevas premisas y, aunque los planes de zonificación no pudieran ejecutarse, las infraestructuras fueron tapiadas y objeto de crítica.

El trabajo no persigue cronología alguna, salvo en el capítulo 1, donde refiere a las variaciones cíclicas entre el espacio urbano y el portuario en un siglo de extensión. Asimismo, expone una periodización semejante a la portuaria, que involucra la infraestructura ferroviaria pero que no desarrolla. El recorte temporal se extiende desde el siglo XIX (momento en que irrumpe el ferrocarril) hasta finales del siglo XX (cuando las instalaciones se tornan redundantes). Este período se divide en cinco bloques que estructuran una aproximación a los cambios espaciales entre ciudad e infraestructura, que se atienen a los ciclos que atraviesa el ferrocarril. Las unidades son: etapa previa o de demanda del ferrocarril; etapa de implantación y desarrollo; etapa de acercamiento y crecimiento urbano; etapa de separación y aislamiento, y etapa de integración y absorción de las infraestructuras.

Luego, Meyer explica que en los años ochenta del siglo XX, con el colapso del socialismo soviético, la intervención estatal en el espacio público comenzó a parecer burocrática. El sector privado y el libre mercado emergieron como fórmulas para el futuro en un paradigma de presunta libertad. Por ello, los proyectos para las ciudades no tienen una forma integral, debido a que

La primera remite al momento en que se desarrollan proyectos y negociaciones público-privadas para incorporar el ferrocarril a las ciudades. Es una etapa de

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gran expectativa, ya que se asocia al riel con el progreso, pero también se anticipa la supremacía de las compañías privadas sobre el suelo urbano y el territorio. La segunda instancia refiere a cómo estas infraestructuras comienzan a formar parte de un sistema de espacios públicos que las integra, concertando la articulación entre la gran escala internacional y la red urbana local. Posteriormente, sobreviene un período que evidencia una paradoja: la estación ferroviaria fue motor de la expansión urbana, pero llegado ese crecimiento a su frontera común produce el efecto opuesto: el ferrocarril es un obstáculo para la urbanización. En la etapa siguiente se resuelve el aislamiento de la infraestructura, puesto que sus espacios ya no son compatibles con la dinámica urbana; se dispone el cercado o tapiado que refuerza la percepción de que se trata de recintos estancos. Por último, disminuye la intensidad de la explotación ferroviaria y se verifica que es posible la integración urbana de las infraestructuras obsoletas a través de proyectos que las destinan a nuevos usos.

nexos entre ambos sistemas espaciales. El resultado es la experiencia grandilocuente de la máquina penetrando por el territorio hasta el corazón de la ciudad. Sin embargo, además de este proscenio urbano, el siglo XX revela un contrafrente. La ciudad creció sin planificación, ni coordinación de intereses con el ferrocarril, que ahora discurre a través del tejido edilicio. Como resultado, El ‘efecto barrera’ dará lugar a dos fenómenos urbanísticos con distintas consecuencias. Las líneas ferroviarias supondrán un límite al crecimiento urbano: de un

lado, cuando la ciudad en su crecimiento ‘alcanza’ el ferrocarril sin sobrepasarlo, éste se convierte más que en una barrera en un borde al crecimiento urbano; de

otro lado, cuando la ciudad ‘sobrepasa’ el ferrocarril,

éste se erige en una barrera urbana propiamente dicha y suele generar problemas de funcionalidad y de seguridad vial […] (López 2005, 16).

Como en el caso de Meyer, esta situación no sólo devela una mutación espacial, también atestigua un proceso de especialización del urbanismo que tendió a divorciar ambos dominios. En el espacio físico concreto sobreviene el cercado de los rieles, y en los planes urbanos se habla de segregación del ferrocarril a la periferia. Un recurso muy habitual fue el soterramiento de las vías, lo que denota el cisma entre arquitectura y técnica, entre cultura urbana y ferroviaria. Esta situación se mantuvo hasta la década de 1990, cuando empieza a ser posible la integración urbana del ferrocarril, a partir de nuevos tipos de gestión público-privada.

Subrayamos a continuación las contribuciones de una tesis que refiere de manera específica a la infraestructura ferroviaria: la del geógrafo español Luis Santos y Ganges (2007). Destacamos en su obra, que combina todos los aditamentos de su formación (incluso su desempeño como empleado ferroviario y su interés por la historia urbana), la constante puesta en crisis de intereses urbanos y ferroviarios. Esta hipótesis explica por qué ambas administraciones no pudieron coordinarse, a pesar de que el urbanismo y la arquitectura desarrollaran una preceptiva para brindar soluciones. Asimismo, ilustra cómo fue virando la noción de estación como polo de urbanización, hacia las vías como barrera para la misma; en un relato que también informa sobre una evolución disciplinar que transcurre desde la supremacía de la arquitectura hasta la predominancia del urbanismo. Así, de manera semejante a Meyer, habilita la lectura de dos carriles: la historia del espacio urbano y el proceso de especialización de la práctica urbanística.

Sincronía histórica, epistemológica y disciplinar Tal como lo anticipamos, el objetivo de este trabajo es situar en su contexto temporal las unidades históricas en que la historiografía contemporánea interpreta la larga duración de la relación ferrocarril y ciudad. Esta decisión responde a que, a nuestro juicio, la revisión o el agotamiento de ciertas representaciones tuvo incidencia en la demarcación actual de esas etapas. Como los historiadores abordados inician su relato con la instalación ferroviaria en el siglo XIX, nos remontaremos a ese tiempo para revisar, desde la filosofía de la ciencia, el conjunto de ideas que se constituyeron en estructuras dominantes de interpretación de los procesos urbanos en los que el ferrocarril estuvo implicado. En este sentido, la filosofía positivista provee algunos indicios para comprender por qué las infraestructuras fueron gratamente acogidas en la ciudad decimonónica, así como la incidencia que

La apuesta por evidenciar los intereses, muchas veces antagónicos, de la administración urbana y la ferroviaria no sólo expone las dificultades que tuvieron los gobiernos locales para conciliar voluntades públicas y privadas. En su exposición, Santos y Ganges expresa que esta correlación también fue cíclica y que la tendencia a la especialización de las prácticas urbanas obró el efecto de separar los dominios. El siglo XIX habría sabido amalgamar ciudad y ferrocarril, siendo el núcleo arquitectural de la estación y los espacios públicos colindantes, los

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esta tradición tuvo en la producción de teorías urbanísticas. Una segunda escala del periplo informa sobre la recuperación naturalista de las ciencias sociales (luego del paréntesis que abrió el espiritualismo) y sobre cómo estableció un modo cuantitativo y funcionalista de concebir la ciudad. Finalmente, reflexionaremos sobre el reciente valor asignado a la historia y su influencia en la apreciación patrimonial de las infraestructuras obsoletas. En sus respectivos contextos, esos momentos marcaron diversos modos de abordar lo urbano y eso es lo que retoman los historiadores como periodización.

guía su realización. En esta nueva dirección, la razón no es política o moral, sino entendida como instrumental y metódica, e implica que ante determinados problemas se puedan definir unos métodos para lograr determinados fines. Por otra parte, se sostiene que el modo de arribar a una representación objetiva de la realidad es a través de la inducción, por lo cual se considera fundamental la verificación empírica. En este basamento epistemológico, las ciencias sociales adoptan un esquema biológico de evolución inspirado en las ciencias naturales. Para comprender cómo impactan estos paradigmas en las ciencias que se ocupan del espacio, una directa aproximación nos conduce al territorio y, en particular, a la geografía. Horacio Capel (1988) explica que la geografía moderna o humana nace en el siglo XIX, cuando empieza a considerarse al hombre como objeto actuante sobre la superficie terrestre. En ese momento prima la visión positivista que estudia la relación hombre-medio según la biología evolucionista. Según esta aproximación, la tierra estaba homogéneamente cubierta por organismos que luchan por ampliar su “espacio vital” para no perecer. Paralelamente, era necesario el estudio de la diferenciación de la superficie terrestre en términos históricos que fue abordada por la corografía.

Las ciencias positivas y la noción de ciudad como organismo vivo Una primera pista para realizar este recorrido histórico quizás consista en delimitar el concepto de evolución. Para la filosofía de la ciencia, el positivismo abandona el modelo de revolución política que había sido propio del Iluminismo, por medio del cual los pensadores ilustrados creían posible derribar las estructuras arcaicas y arribar a la modernización (Chartier 2003). De modo que la crítica moderna nació de una literatura alineada en la lucha contra el Estado absolutista (Eagleton 1999), disputa que otros actores llevarían a las armas. La revolución era inminente porque existían “representaciones falsas” que mantenían a las masas en estado de ignorancia, y la emancipación permitiría superar esa “minoría de edad” (Foucault 1991).

En lo que refiere a la historia, el común denominador eran las gestas patrióticas, los grandes hechos y las biografías de héroes. La consideración del espacio como objeto de estudio fue más tardía y se remonta a la historia económica y social. Por ello, el corpus de la historia urbana comienza a constituirse en el siglo XIX, con el intercambio disciplinar entre el sustrato de las ciencias sociales positivas y la historiografía política (Almandoz 2008). Exponente de esta aproximación es el libro La cité antique (de 1864) del historiador N. D. Fustel de Coulanges. Por otra parte, en lo que respecta a los intercambios con la sociología histórica, Max Weber aportó categorías propias de ciudades que fueron de amplia difusión en la biblioteca del urbanismo.3

El siglo XIX presenta una diferencia con esta concepción, por cuanto se encuentran subyugados los mitos que podían imprimir cierta inercia al progreso. El plan civilizatorio estaba en marcha y paulatinamente el modo revolucionario se fue desactivando del progreso histórico. Es por ello que para el positivismo existe una reelaboración del concepto de progreso, que lo aísla de su poder emancipador. El influjo que dio al conocimiento la ciencia experimental alienta la articulación entre teoría y empiria. La lógica y la matemática se unen al experimento para informar sobre el mundo y dominarlo. Por ello, la crítica, en su rol de tribunal de la razón, sentencia la racionalidad técnica como medio para el progreso mecanicista. Esta cuestión implica un éxito tan rotundo que se convierte asimismo en un modelo interpretativo extendido de la realidad.

Según Almandoz, éstos son sólo antecedentes en la consideración de la ciudad, puesto que el historicismo intersecular privilegia el tiempo, no el espacio. Más tarde, la espacialización del análisis urbano se dio de manera simultánea en la historia y en la sociología. En esta última es clave la obra The City (de 1925) de Robert E. Park, Roderick D. McKenzie y Ernest W. Burgess (Almandoz 2008).

El positivismo abandona el modelo revolucionario que supone la idea de un cambio drástico, por el paradigma biológico de evolución inspirado en las ciencias naturales. La matriz científica se orienta hacia una perspectiva de proceso lento, gradual y continuo con una meta que

3 Categorías tales como “ciudad aristocrática”, “ciudad democrática” y “ciudad principesca”; o con base en sus funciones: comercial o de defensa, productora o de consumidores, etcétera.

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Este núcleo, denominado “Escuela de Chicago”, conforma un corpus que podría llamarse de ecología urbana, ya que entendían que los estudios del hábitat natural podían ser aplicados a las investigaciones sobre el comportamiento de las comunidades urbanas (Di Pace 2004). De lo expuesto se deduce que las ciencias sociales positivas experimentan un momento de intercambio disciplinar en el que predomina el paradigma biológico, y desde este prisma fue asumido el espacio urbano. Ya la sociología, en su génesis, tuvo como referente a la biología. En rigor, Marx, partiendo de las condiciones de la sociedad industrial, tomó el concepto de metabolismo para denunciar un vínculo roto: el del hombre con la naturaleza, equilibrio que el trabajo artesanal no había alterado.

saberes, presumiblemente contradictorios, que ya habían puesto en problemas a la geografía. Para este incipiente urbanismo el naturalismo y el historicismo no estaban reñidos y cuajaban en el concepto de evolución. De acuerdo con Almandoz (2008), en lo que respecta al transporte, inspirado en el progreso de los medios de locomoción como principal determinante de la forma y el carácter de la ciudad el español Ildefonso Cerdá pensó la expansión urbana y escribió su Teoría General de la Urbanización en 1867. Entre los textos germinales citamos también al del historiador del arte Camillo Sitte, de origen austríaco, quien escribió Der Städtebau nach seinen künstlerischen Grundsätzen, de 1889. El libro aborda problemáticas novedosas como la valoración del tejido edilicio histórico y la forma urbana. Aquí se pone el énfasis en la historia que considera a la ciudad en su evolución, para ponderar desde el punto de vista estético espacios de la ciudad como las plazas. En paralelo, Raymond Unwin, urbanista, arquitecto e ingeniero británico, publicó Town Planning in Practice, de 1909. Unwin sostenía que la ciudad evolucionaba hacia un adentro y un afuera de las murallas, y que debían resolverse sus articulaciones espaciales. El biólogo Patrick Geddes, de nacionalidad escocesa, aportó Cites in Evolution, de 1915 (Almandoz 2008). Este texto aborda la urbanización como proceso, incorporando también la noción de región y la relevancia de los tejidos edilicios. De ello resulta un método organicista de revisión de la forma urbana, que en su crecimiento se denomina conurbación. Así, se ubica en la interfaz entre lo explicativo y lo propositivo, utilizando la historia como insumo para la práctica. Por otra parte, tomó de la tradición británica una base de información social como la encuesta y advirtió la necesidad de conocer la situación urbana antes de realizar la propuesta. En estos manuales fue común atender a los problemas del tránsito, los servicios públicos, el diseño de las plazas; aspectos que se sistematizaron y fueron puestos en perspectiva histórica (Almandoz 2008).

En este sustrato epistemológico y disciplinar del conocimiento social y urbano se fue gestando una práctica del espacio sin raigambre académica ni profesional: el urbanismo. Esta disciplina tomó algunos instrumentos y herramientas del pasado, de la decantada tradición arquitectónica y lo que Gastón Bardet llamó el “arte urbano”.4 Otros tantos insumos conceptuales y operativos fueron provistos por el legado organicista de las ciencias naturales y por lo que fue el común denominador para resolver la traumática experiencia urbano-industrial británica: la legislación, las normativas y el survey. La historiografía del urbanismo debe remontarse entonces a los manuales de la incipiente disciplina, de los que surgen las primeras preceptivas. Sin embargo, la historiografía urbana y la del urbanismo no sólo están intersecadas por estas tradiciones. En una enredada trama de conexiones se atraviesan paradigmas de la ciencia, modelos historiográficos, condicionantes históricos, relaciones centroperiferia, tradiciones nacionales, aportes autorales y el propio diálogo entre urbanismo y ciudad, en el que actuaron de manera subsidiaria. Es por ello que intentaremos reflejar cómo esta historiografía se fue desarrollando en esa complejidad, hasta provocar momentos interesantes de condensación literaria.

Como lo habíamos adelantado, la influencia que el positivismo ejerció sobre las ciencias sociales establece un enfoque para la explicación del universo humano que resulta fácilmente asimilable a las teorías y los métodos de las ciencias naturales. Ese predominio de la biología planteó antagonismos para ciencias como la geografía. Sin embargo, en el urbanismo, el método positivo con que se acomete la ciudad, lejos de aislar la historia la integró como un procedimiento organicista de exploración de la forma urbana. Ahora bien, como sostenía Marcel Poëte, la ciudad, entendida como “[…] un ser viviente que debemos estudiar en su pasado

Premisas en la génesis del urbanismo El urbanismo cristalizó como disciplina autónoma en Europa alrededor de 1910, momento en que convergieron una serie de exposiciones, publicaciones y legislaciones.5 En ese momento, logró hacer dialogar

4 En alusión a las prácticas urbanísticas previas a la constitución de las problemáticas de la ciudad industrial. 5 Sobre todo en Inglaterra y Alemania, donde las cuestiones de la higiene y la vivienda habían adquirido dramatismo.

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para poder estabilizar el grado de evolución […]” (Di Pace 2004, 83) y la idea de que los organismos cumplen con unos ciclos evolutivos no fueron excluyentes del aporte británico. Es el filósofo Henri Bergson quien hace converger estos principios en el medio francés, postulando que la filosofía no puede ser absorbida por la ciencia y que el hombre no es asimilable a la naturaleza. Esta simbiosis entre evolucionismo naturalista y una perspectiva que evita el reduccionismo reubica en el podio a la historia. En este clima intelectual se formó el historiador Poëte (1929), quien escribe La città antica y rectifica la habitual y automática analogía entre cuerpo humano y ciudad. Hasta entonces, ambos funcionaban como máquinas irrigadas de vida por el sistema circulatorio. Por ello, de las anomalías del entorno industrial emergía el signo de un organismo enfermo. Dando un paso superador, Poëte detecta en la ciudad el “suceder” de lo orgánico –la evolución– y el “acontecer” de lo humano –la historia– (Di Pace 2004).

tro de la ciudad, hacia el sector de mayor congestión del tráfico interno, para encauzarlo hacia su salida al territorio a través de los caminos de hierro. Por su parte, Cerdá había entendido tan articuladamente la relación entre ferrocarril y ciudad, que se dedicó al control de las reparcelaciones del Ensanche de Barcelona, que trazó conjuntamente con las posibilidades urbanísticas que aportaba el riel. En paralelo, dirigió la sociedad inmobiliaria y promotora “El Fomento del Ensanche de Barcelona” y fue concejal del Ayuntamiento. Por otro lado, Sitte, al analizar la morfología urbana, no consideró al ferrocarril, pero su teoría de la plaza en “turbina”, con calles sin continuidad para formar un recinto cerrado, fue retomada por urbanistas como Stübben para resolver plazas que articularan la estación a la ciudad. Geddes había explicado que el organismo urbano estaba creciendo como un arrecife de coral, con base en las vías ferroviarias suburbanas. La articulación entre ferrocarril y espacio urbano estaba instalada en el universo paradigmático del siglo XIX, en el cual la ciudad era un organismo integral.

La estación ferroviaria en el “cuerpo urbano”

El neopositivismo y su concepción funcionalista de la ciudad

Proponemos a continuación precisar cómo fue abordada la infraestructura ferroviaria en el núcleo de este paradigma urbanístico organicista. Esto significa que desde los planteamientos historiográficos recientes, imbuidos de una escala analítica focalizada y con la pervivencia de la longue durée, iremos hacia atrás, ubicando cada fase en su sincronía y esfera epistemológica propia. Los urbanistas del siglo XIX, atravesados por el paradigma biológico, teorizaron sobre cómo vincular el ferrocarril a la ciudad, una ciudad que había evolucionado y tenía su propia historia.

Luego de la recuperación historicista que explicamos, sobrevino un momento de renovación, en el cual fue dominante la corriente anglosajona en la filosofía de la ciencia, y que puede situarse aproximadamente entre 1920 y 1965. Los principales referentes eran el empirismo lógico y el racionalismo crítico que, en términos generales, aunque difieren en sus postulados, se caracterizan por la creencia en la ciencia como único conocimiento legítimo, la existencia de una relación biunívoca entre enunciados lógicos y verificación empírica, la confianza en la experiencia como recurso para la objetividad, entre otros aspectos (Schuster 2002). En esta reedición positivista se quiere superar el mecanicismo acudiendo a la inducción y al pragmatismo como modos de volver a la empiria. Sin embargo, muchos urbanistas no adoptaron esta corriente neorracionalista y prosiguieron con las enseñanzas bergsonianas acerca de la historia, asumiendo una actitud organicista.6

Meyer sostiene que en el siglo XIX ese nodo de intercambio que se materializa en la estación articulaba los dominios social y técnico. Por su parte, Santos y Ganges alerta sobre el rol de la arquitectura de la estación como enlace entre ambos sistemas espaciales y pone como ejemplo a Unwin. Ya en Town Planning in Practice (de 1909) remarcaba que la estación debía sugerir la idea de puerta de entrada a la ciudad, con un espacio delantero para el tráfico y edificios que lo flanquearan. Para Unwin, la ciudad poseía “confines y accesos” en los que se debían garantizar tanto la vialidad urbana como la funcionalidad ferroviaria. En términos modélicos, la estación tenía que ser un solemne portal urbano que debía abrirse hacia el cen-

6 En contraposición, los arquitectos del Movimiento Moderno y el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) denostaban la historia. Para ellos, las problemáticas de la ciudad moderna no se resolverían mirando al pasado. Le Corbusier adoptó una actitud arquitectónica y, desde una perspectiva de prominente formalización edilicia, propuso ciudades y fragmentos urbanos sobre tabula rasa. La inquietud por negar en bloque el pasado ya se había expresado en los manifiestos de algunas

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Sin dudas, Carlos Della Paolera estableció un nexo entre esta concepción organicista y nuestro medio. Como lo explica Javier Fedele (2009), Della Paolera era ingeniero, y en 1928 volvió a Argentina procedente de Francia, luego de graduarse en el Instituto de Urbanismo de París. Fue el primer latinoamericano graduado en esta institución, con la presentación de una tesis sobre la evolución de Buenos Aires que fue dirigida por Poëte. Fiel a las enseñanzas de su maestro, defiende la concepción de la ciudad como un organismo que en su evolución da pautas para corregir sus patologías. Ello permite realizar el diagnóstico previo al tratamiento de la ciudad. Así, se asigna al urbanismo una dimensión científica que legitima la práctica y la distancia de las intervenciones estilísticas. El dictamen del urbanista queda compendiado en un documento llamado Expediente Urbano, allí descansa la legitimidad del plan, su prueba empírica. Luego sirve de base al Plan Regulador, que viene a racionalizar el funcionamiento urbano. Como bien lo explica Rigotti (2005), la disciplina busca profesionalizarse y construir su demanda y, si bien el urbanismo es una práctica, hay una retórica que lo posiciona como ciencia.

ca comenzó a ocuparse del tema de los trazados viarios y establecimientos ferroviarios, dejando un poco de lado el rol arquitectural de la estación. Santos y Ganges (2007) sostiene que en esta segunda etapa se intenta resolver problemas ferroviarios con criterio urbanístico, es decir que aún el ferrocarril podía ser parte de la ciudad. El modelo responde a la segregación espacial de las infraestructuras y al soterramiento, desvío o elevación del nivel de los trazados viarios. Estas acciones persiguen la zonificación, tendiente a la especialización de las áreas funcionales que componen la ciudad. La búsqueda de la racionalización del espacio urbano posee, asimismo, una explicación desde el universo paradigmático de las ciencias sociales. Es la atmósfera neopositivista la que permite encontrar “soluciones científicas” a los inconvenientes ferroviarios que se asumen de manera funcionalista. Las prácticas urbanísticas recurren a la empiria para otorgar rigurosidad científica a sus planeamientos, utilizando la ciudad y los instrumentos estadísticos como plataforma de indagación. En esa base informacional están incluidos la historia de la urbe y el estudio de las ciudades que Della Paolera había tomado de Unwin y Vidal de la Blanche.

Ahora bien, como explicábamos en el apartado anterior, nos interesa situar cada etapa del urbanismo en la atmósfera de producción del conocimiento científico que sirvió de sustrato filosófico para su posible demarcación como unidad histórica. La historiografía contemporánea sostiene que el período que se acaba de describir manifiesta la segregación entre el “dominio público social” de la ciudad y el “dominio público funcional” de la infraestructura. Veamos ahora cómo se relaciona este aparente divorcio espacial con los paradigmas de las ciencias sociales y los procesos de profesionalización y especialización del conocimiento urbanístico.

El diagnóstico demuestra que la evolución del organismo urbano se encontraba coartada, porque una enmarañada malla ferroviaria impedía su desarrollo. En el Plan Regulador de la Ciudad de Santa Fe, realizado por el arquitecto Miguel C. Roca,7 las trazas ferroviarias son percibidas como óbice para la expansión urbana. En la publicación del expediente, Roca realiza el siguiente diagnóstico sobre la infraestructura ferroviaria: “[…] esa intrincada ramazón que es la red ferroviaria, extendida allí como una tela de araña perniciosa y fatal, impide la vinculación como no sea por unos cuantos pasos a nivel cuyas barreras se cierran con excesiva frecuencia, obstaculizando el libre tránsito y originando nudos de funestas derivaciones” (Roca 1947, 97). Al proponer una estación única en la periferia, el urbanista segrega espacialmente la infraestructura y libera al organismo viviente de su red. Las trazas ferroviarias son suplantadas por avenidas de circunvalación y las vías existentes desviadas de la planta urbana para que éstas no impidan su evolución. Esto es lo que él llama “[…] una rápida cirugía de salvación funcional” (Roca 1947, 95). Quizás se

El “efecto barrera” de los trazados viarios Una vez que se hizo evidente la problemática ferroviaria en la que estaban inmersas las ciudades que, producto de su dinámica expansiva, habían integrado la infraestructura a su trama urbana, la planificación urbanísti-

vanguardias artísticas figurativas como el Futurismo italiano y fue útil toda vez que una conciencia radical pretendiera borrar de un plumazo la tradición. La arquitectura moderna recogió este legado del arte, pero no todos los arquitectos urbanistas fueron racionalistas. Lo cierto es que se popularizaron estos últimos porque la crítica militante difundió su obra, siendo clave el caso de Sigfried Giedion, que simultáneamente actuaba como secretario en los CIAM y escribía su historiografía.

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Roca también se había formado en París con Poëte, y Della Paolera era asesor de su instituto.


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comprenda mejor ahora por qué para referirse a este período los historiadores hablan de segregación espacial entre el dominio social de la ciudad y el técnico de la infraestructura.

bana. Asimismo, se asiste a un cambio en la escala de aproximación a lo urbano, que se orienta hacia la consideración del territorio y la región. La exaltación cientificista significaba el rescate de la actitud positiva hacia la ciencia y los métodos experimentales, siendo el pragmatismo la herramienta que permitía extender el dominio de la racionalidad a la esfera social. El hecho fue muy relevante para la sociología y se articuló al deseo de planificación social. En lo que respecta a la geografía, Capel afirma que se produjo una reedición positivista, que llevó a las ciencias sociales al reduccionismo naturalista. Se asiste otra vez a la aplicación de las teorías físicas a las ciencias humanas, que vuelven a la explicación, en lugar de la comprensión. Y como en cada una de estas revisiones, en la geografía se buscaron regularidades en las distribuciones morfológicas sobre el espacio terrestre. Según Capel, si bien se supera el determinismo causal a través de un riguroso empirismo, las ciencias sociales se vieron interpeladas por la crisis del capitalismo y la necesidad de planificación social.

El derrotero hacia la planificación urbana En la fase neopositivista existe continuidad conceptual hasta los años sesenta; sin embargo, se produce un quiebre o radicalización de las representaciones de la ciencia en la historia del planeamiento urbanístico. Estos esbozos se ponen de manifiesto alrededor de 1940, y no sólo atañen al urbanismo. La sociología también estuvo bajo esta influencia, que buscaba uniformidades tendientes a la planificación social: A partir de la segunda posguerra, en efecto, las cien-

cias sociales experimentaron una serie de cambios

significativos como parte de una transformación más amplia de la cultura intelectual. En términos muy

generales, dichos cambios se caracterizaron por “una

El resultado es el cuestionamiento de la corografía, y las regiones son tomadas en abstracto, como laboratorios donde poner a prueba las teorías. Basta recordar el libro de Walter Christaller, Die zentralen Orte in Süddeutschland (de 1933), una aproximación cuantitativa y deductiva que definía núcleos urbanos de servicios y sus áreas de influencia sobre un espacio pretendidamente isótropo (Almandoz 2008).

declinación de la reflexión especulativa y filosófica y

un optimismo generalizado acerca de los resultados que podían esperarse en cuanto se lograra un firme fundamento científico y empírico”. La convicción

de que las ciencias sociales difieren sólo en grado,

pero no en clase, de las ciencias naturales comenzó

a extenderse entre los científicos sociales y creció la expectativa de que podían esperarse grandes avances una vez que las técnicas, que habían resultado efica-

El objetivo era otorgar cientificidad a las ciencias sociales y combatir su base especulativa, para planificar los modos en que la sociedad alcanzaría el desarrollo. Para lograrlo, las naciones se inspiraban en la Teoría de la Modernización, orientada a los países marginales a la modernidad pero que no habían adoptado la vía soviética de industrialización. Como lo explica Almandoz (2008), los años sesenta marcan una especie de ecuación de época: los países se industrializan, se urbanizan y se modernizan. En este contexto se forja para Latinoamérica la categoría de “países en desarrollo”, en el marco de agencias patrocinadas por Estados Unidos y el programa de la sociología funcionalista. Es por eso que, para la Teoría de la Modernización, la ciudad es un espacio catalizador del cambio social, y por ello se impulsan los estudios urbanos, que sirven como base de información para nutrir el cambio. Organismos como la Unesco y la Cepal son claves en este proceso, en que se planifican los modos de arribar al desarrollo regional.

ces en el entendimiento científico de la naturaleza,

fueran imitadas, modificadas y adaptadas al uni-

verso de las disciplinas que se ocupan de la sociedad (Blanco 2006, 191).

Como lo enuncia Rigotti (2005), en esta etapa se agota la idea que asociaba la ciudad con un organismo viviente. Este modelo, aunque cientificista, no resultaba satisfactorio para el nuevo paradigma de la planificación y llegaba a su límite conceptual con el desarrollo de los suburbios, simplemente porque éstos no formaban parte del “cuerpo” de la ciudad (Di Pace 2004). El urbanismo, además de cambiar su denominación porque ésta resultaba formalista o estética, instauró la idea de que la urbe podía ser creada artificialmente. Concebida en términos cuantitativos, la ciudad pierde aquello que su evolución orgánica había dejado como sedimento. En su reemplazo se instala la noción de aglomeración, debilitando los valores cívicos e históricos que, como estratos evolutivos, habían modelado la realidad ur-

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Este tiempo es señero para el desarrollo de la historiografía urbana latinoamericana, y su característica es ese enfoque que aúna a la región, fraguando la categoría de “ciudad latinoamericana”. Se destaca la historiografía de Jorge E. Hardoy, conjuntamente con la difusión de los congresos de panamericanistas, el afianzamiento de grupos de investigación, las revistas especializadas y la institucionalización de la historia urbana. Por su parte, el urbanismo, en su fase práctica y depurada de su compromiso con el evolucionismo, aporta de forma engañosa a aquella ecuación de época. Los programas promovidos por el Estado desarrollista instauran edificios y ciudades modernos en contextos que, en rigor, no habían logrado la modernización. Por otro lado, la planificación urbana se diluye en directivas sin una concreta formalización del espacio, que se escabulle en los lineamientos abstractos del que fuera su instrumento: el Plan Director.

movimientos de pasajeros, la correspondencia entre los trenes, los servicios a los usuarios en espera, la coordinación con otros medios de transporte, etc. Las clausuras y especializaciones provocaron un proceso de obsolescencia, también en las estaciones. Asimismo, se realizan cierres masivos de líneas férreas que pusieron en desuso numerosas instalaciones o establecieron recintos sobredimensionados.9

Neoliberalismo y retórica del fragmento en un “clima cultural” La tendencia a la racionalización y la eficiencia aparece como un modelo que la ciencia y la economía transfieren a la ciudad. Sin embargo, cuando el desarrollismo comienza a probar no ser satisfactorio, nuevos paradigmas buscan razones. La denominada Escuela de la Dependencia se propuso en la década del setenta como una alternativa que reinterpreta la antinomia centro-periferia, que ya estaba en la agenda de las ciencias sociales desde los orígenes de la Cepal, pero detecta en la situación periférica la causa estructural del subdesarrollo.10 En lo que respecta a la historiografía, la urbanización fue periodizada con base en bloques de poder que condicionaron los estadios de dominación capitalista. Por su parte, la planificación que se ejecutó en paralelo fue prescindiendo del espacio, seducida por los estudios urbanos que sirveron de base informativa para los planes, dejándolos extraños a las previsiones edilicias (Almandoz 2008).

La infraestructura ferroviaria para el desarrollismo Santos y Ganges (2007) sostiene que en esta etapa la planificación urbanística busca adaptar el sistema ferroviario a la red de carreteras, con lo cual se profundiza el sentido segregativo anterior, porque se intenta promover el uso del automóvil. Asimismo, se expande el aparato burocrático, ya que el Estado planificador va asumiendo tareas urbanísticas a partir de sus secretarías. El desarrollismo impone un modo tecnocrático de planificar la ciudad, en relación con los polos de desarrollo industrial. Por eso, esta época está signada por tres criterios de planificación en los que se subordina el ferrocarril a la ciudad: conseguir el mayor rendimiento de las instalaciones, separar los tráficos de viajeros y de mercancías y prever la construcción de nuevas estaciones de viajeros. El modelo en boga en las oficinas públicas era el estudio de “enlaces ferroviarios”.8 Sin embargo, el afán planificador pudo más que las posibilidades financieras y numerosos estudios no fueron practicados.

El desmontaje del mundo bipolar en los ochenta conlleva la crisis de la ideología marxista, tal como se encontraba planteada, y se establece como contrapartida una política de sesgo neoliberal. Se verifica en el contexto latinoamericano que, a pesar del gran crecimiento del Estado, éste no dejó de endeudarse y esa enorme deuda es la constatación de que el desarrollo no pudo ser alcanzado. En este ambiente se desmantelan los sistemas centralizados de planificación y se evidencia un

Con respecto a las estaciones, se dejó de lado la idea del edificio monumental, para concebirse como un espacio que debe tener una concepción racional y contar con servicios y comodidades. Las premisas dominantes fueron: el aprovechamiento del espacio, los

9 En Argentina, el “Plan Larkin” fue un plan de racionalización ferroviaria, ideado por el general norteamericano Thomas Larkin y puesto en marcha durante la presidencia de Arturo Frondizi. El objetivo era racionalizar el sistema ferroviario para eliminar su déficit, a partir de la supresión de tramos de vías, el despido de trabajadores y la compra de material rodante al exterior. Se pretendía reducir al 40% los ramales existentes de la red ferroviaria nacional (Scodeller 2007). 10 La teoría no debe reducirse al marxismo, ni tampoco oponerse a las iniciativas desarrollistas de la Cepal, pero en la medida en que el desarrollismo prueba no funcionar, toma una aproximación marxista (Almandoz 2008).

8 Ramales de unión entre estaciones y vías que penetran las ciudades, especialmente donde existen líneas terminales.

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creciente interés por el espacio urbano, su arquitectura y su carácter patrimonial. En la historiografía, la Dependencia es objeto de cuestionamientos que dan lugar al resurgimiento de la tradición arquitectónica latina como núcleo difusor de instrumentos conceptuales y analíticos para la historia urbana.

ción a la infraestructura es un ejemplo, pero se trata de un fragmento al que interpelamos sobre generalidades que superan al caso. Además, esta historiografía renuncia a la idea lineal de progreso, porque la realidad es incoherente y resulta necesaria su evidencia.11 Como contrapartida, se debilita el modelo que integraba a las ciudades latinoamericanas en los sesenta, a cambio de una profusión de estudios casuísticos. Resulta necesario reflexionar aquí sobre las relaciones subsidiarias entre urbanismo e historia urbana, puesto que no parece casual que en épocas de intensa planificación regional funcionalista, la historia urbana se haya ocupado de las ciudades latinoamericanas de forma integral, mientras que más recientemente cuando la ciudad sólo se inclina hacia al proyecto urbano de tipo sectorial, la historiografía se aboca de forma puntual al estudio de casos y a las arquitecturas o infraestructuras.

Asimismo, los estudios culturales tienen influencia en la historia urbana, al particularizar los valores del paisaje y de la estructura física de la ciudad. La geografía humanista se ocupó de la percepción, demostrando que las representaciones objetivas de la geografía no siempre coinciden con los mapas mentales de los sujetos (Capel 1988). La otra cuestión del vuelco epistemológico es el interés por la autonomía de la forma urbana, que tendría su propia historia de larga duración. El proyecto urbano se enfocó en los modos de producción de la forma, que resultan de una historia lenta, topográfica, geomorfológica y cultural. Además, la crítica al funcionalismo propició una actividad teórica que consolidó una bisagra en la planificación urbanística y en la historiografía, otorgando nuevas formas de legitimación al proyecto (Meyer 1999).

En nuestra opinión, comprender estos procesos que aúnan las prácticas y las disciplinas que se ocupan de la ciudad requiere trascender las referencias historiográficas para dar cauce a una reflexión de tipo filosófico. Y es en esta clave que Zygmunt Bauman (2009) utiliza las metáforas de lo “sólido” y lo “líquido” para representar el cambio que experimenta la fase actual de la modernidad. Lo fluido representa la irrelevancia del espacio, de la solidez; en cambio, involucra la importancia del tiempo con que los líquidos se desplazan por aquél. La “modernidad sólida” se preocupaba por la conquista territorial y tenía como meta construir enormes infraestructuras. Desde esta perspectiva, se comprenden la apropiación efímera del espacio actual y la ausencia de previsiones acerca de la forma urbana. De hecho, las infraestructuras ferroviarias de la “modernidad pesada” son restauradas con sistemas tecnológicos que admitan remoción, y para actividades itinerantes, frente a la presunta imposibilidad de intervenir la ciudad con modelos tecnocráticos de urbanismo. Por su parte, la crítica se desvinculó de objetivos políticos y sociales que permitieran pensar esos espacios con fines que democratizaran el suelo urbano.

Lo que reemplaza a la planificación funcionalista es la intervención sobre infraestructuras desafectadas, a partir de proyectos puntuales. Se trata de una reivindicación fragmentaria del espacio, pero que dispara una historiografía que indaga en el pasado de los edificios para ponerlos en valor ante actuaciones de reciclaje. En estas intervenciones puntuales, en el marco de un Estado neoliberal que languidece en sus roles públicos, adquiere relevancia el sector privado, que canaliza inversiones sobre el espacio urbano. Hoy sabemos que numerosas intervenciones de este tipo no fueron exitosas en términos sociales y respondieron a las demandas del marketing urbano, convirtiendo las obsoletas infraestructuras en espacios del consumo (Meyer 1999). En lo que respecta a los modelos historiográficos, Jacques Revel y Roger Chartier reinterpretan el legado de la Escuela de los Annales. Esta historiografía es renovada integrando objetos de estudio no tradicionales, voces que no tenían figuración en la historia y un renovado catálogo de fuentes (Almandoz 2008). En esta aproximación se destacan los estudios de representaciones y mentalidades. Asimismo, la microhistoria no sólo revela que el pasado puede abandonar sus pretensiones cronológicas y leerse como una novela, sino también que el objeto puede ser vasto pero estar orientado a otra escala. Sobre esta plataforma florece la historia local, que se vuelve fragmentaria y casuística. La aten-

Pero sería faltar a la verdad no reconocer que de la combinación de gestión pública y privada han surgido ejemplos destacables que, a nuestro juicio, tienen como efecto más interesante la capitalización de plusvalías

11 Giovanni Levi, 2010, Tópicos de historiografía contemporánea. Seminario Doctoral, dictado en la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), octubre 19-22.

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urbanas devenidas de la recuperación de infraestructuras para destinarlas a la modernización del sistema ferroviario. A ello haremos mención a continuación.

objetos de estudio que remiten al orden global, como las infraestructuras de transporte del comercio internacional. Sin embargo, ante la coincidencia de las periodizaciones con las que asumen esa generalidad, superando los datos de la casuística, parece atinado pensar que estos trabajos admiten la lectura de una tercera capa: la de los paradigmas de la ciencia y sus efectos espaciales mediados por las disciplinas que se ocupan de la ciudad. Si en la historiografía actual podemos identificar básicamente tres etapas en las formas de relacionar infraestructura ferroviaria y estructura urbana, es en gran parte porque cada uno de esos momentos estuvo signado por paradigmas que condicionaron el conocimiento y la acción sobre lo urbano. En el siglo XIX la posibilidad de articular ferrocarril y ciudad fue fruto del organicismo con que se concebía a esta última. La ciencia de la ciudad indagó el pasado para establecer un método que garantizara la evolución urbana, asegurando la articulación de las nuevas infraestructuras a la ciudad histórica. Avanzado el siglo XX, la estructura urbana se hallaba expandida y el organismo vivo quedó atrapado por la red viaria del ferrocarril. También se quería promover el uso del automóvil y planificar científicamente el desarrollo urbano. En ese contexto, la infraestructura ferroviaria fue segregada a la periferia. Luego, las ambiciones totalitarias de la planificación mostraron sus limitaciones para operar de manera objetiva en el universo social y urbano. En tiempos recientes, la historia y la cultura muestran que es posible acercar de nuevo infraestructura ferroviaria y estructura urbana a partir del reconocimiento patrimonial de las estaciones y sus espacios contiguos reconocidos en el proyecto urbano.

La integración ferrocarril-ciudad en el panorama actual Nuevamente, Santos y Ganges (2007) explica los paradigmas urbanísticos. En los noventa hubo cuatro criterios de actuación: centralidad de las estaciones, intermodalidad, concepción moderna de las terminales y, lo que aparece como más novedoso, la búsqueda de permeabilidad entre el sistema ferroviario y el urbano. Un nuevo modelo urbanístico supera al que pugnaba por la segregación de las infraestructuras. Y es que paulatinamente el ferrocarril vuelve a formar parte de la cultura urbana. La arquitectura de la ciudad, el patrimonio cultural, el valor asignado a la historia y la intermodalidad reposicionan al ferrocarril en la palestra urbana. La otra cuestión por destacar es que la racionalización del transporte no está reñida con la historia del ferrocarril, porque lo importante no es suplantar un sistema con otro, sino establecer una eficiente coordinación. Y no sólo entre el ferrocarril y los automóviles, también entre los trenes de pasajeros de gran velocidad y los ferrocarriles interurbanos de cargas para los cuales se ha estudiado la conveniencia de localización conjunta, urbana, periurbana o rururbana. Es posible establecer la permeabilidad entre el sistema ferroviario y el urbano, a través de la reutilización del espacio ferroviario vacante, el tratamiento de bordes con un diseño urbano adecuado y la dotación de accesibilidad transversal. Sólo en los noventa pudieron relacionarse la normativa urbanística con la ferroviaria, desplegándose inéditas formas de gestión, aunque siempre ante el riesgo de su inadecuada mercantilización. A modo de ejemplos, la excesiva densificación de los suelos recuperados con destino residencial o la privatización desmedida de equipamientos ferroviarios con fines comerciales son asuntos que la esfera pública debería controlar.

Referencias 1. Almandoz, Arturo. 2008. Entre libros de historia urbana. Para una historiografía de la ciudad y el urbanismo en América Latina. Caracas: Equinoccio. 2. Bauman, Zygmund. 2009. Modernidad líquida. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. 3. Blanco, Alejandro. 2006. Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en Argentina. Buenos Aires: Siglo XXI.

A modo de cierre

4. Braudel, Fernand. 2006 [1959]. La larga duración. Revista Académica de Relaciones Internacionales 5: 36. www. relacionesinternacionales.info (Recuperado el 21 de mayo de 2012).

La historiografía urbana contemporánea abordada amerita una doble lectura: la evolución de la forma urbana que vincula ferrocarril y ciudad, y las discontinuidades de la disciplina urbanística. Asimismo, asume la larga duración histórica en la complejidad de sus capas y en

5. Capel, Horacio. 1988. Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea. Barcelona: Barcanova.

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6. Chartier, Roger. 2003. Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de la Revolución Francesa. Barcelona: Gedisa.

14. Meyer, Han. 1999. City and Port. Transformation of Port Cities. London, Barcelona, New York, Rotterdam. Róterdam: International Books.

7. Di Pace, María. 2004. Ecología de la ciudad. Buenos Aires: Universidad Nacional de General Sarmiento.

15. Poëte, Marcel. 1929. La città antica. Turín: Einaudi. 16. Rigotti, Ana María. 2005. Las invenciones del Urbanismo en Argentina (1900-1960). Inestabilidades de sus representaciones científicas y dificultades para su profesionalización. Tesis Doctoral, Universidad Nacional de Rosario.

8. Eagleton, Terry. 1999. La función de la crítica. Barcelona: Paidós. 9. Fedele, Javier. 2009. Ciudad y río. La construcción histórica de un paisaje. Tesis Doctoral, Universidad Politécnica de Catalunya.

17. Roca, Miguel C. 1947. Plan Regulador de la Ciudad de Santa Fe. Buenos Aires: Instituto Argentino de Urbanismo.

10. Foucault, Michel. 1991. ¿Qué es la Ilustración? Madrid: Editorial la Piqueta.

18. Santos y Ganges, Luis. 2007. Urbanismo y ferrocarril. La construcción del espacio ferroviario en las ciudades medias españolas. Madrid: Fundación de los Ferrocarriles Españoles.

11. Fustel de Coulanges, Numa D. 1864. La cité antique. París: Hachette.

19. Schuster, Federico (Comp.). 2002. Filosofía y métodos de las ciencias sociales. Buenos Aires: Manantial.

12. Grindlay, Alejandro. 2001. Los puertos mediterráneos andaluces: centralidad urbana y dimensión territorial. Tesis Doctoral, Universidad de Granada.

20. Scodeller, Gabriela. 2007. La huelga ferroviaria de 1961 en la provincia de Mendoza. Ponencia presentada a las Primeras Jornadas Nacionales de Historia Social, mayo/ junio 30-1, en La Falda, Argentina.

13. López, Enrique. 2005. Urbanismo y ferrocarril. PH Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico 55: 15-22.

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Panamá Viejo: una experiencia exitosa de gestión patrimonial* por Juan Guillermo Martín**

Julieta de Arango***

Fecha de recepción: 6 de octubre de 2011 Fecha de aceptación: 29 de marzo de 2012 Fecha de modificación: 15 de mayo de 2012 DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.13

Resumen Desde finales de 1995 comienza la gestión del Conjunto Histórico Monumental de Panamá Viejo por parte del Patronato Panamá Viejo, una institución mixta, sin fines de lucro, cuyos objetivos principales se centran en la protección, conservación, investigación y puesta en valor de las ruinas del primer puerto español en la Costa Pacífica americana. Luego de más de quince años de labores, la institución consolidó el único proyecto arqueológico permanente en Panamá, consiguió una Ley de protección del sitio y su entorno y logró su declaratoria, en 2003, como Patrimonio Arqueológico Mundial. Un trabajo en el que, además de los especialistas, se han involucrado con eficacia diversos sectores, públicos y privados, en un esfuerzo común que se ha convertido en un ejemplo de gestión nacional y, probablemente, regional. En la actualidad, Panamá Viejo es uno de los destinos turísticos más visitados en el país, superado sólo por el Canal de Panamá, y se consolidó, hasta el año 2010, como un centro de formación e investigación arqueológica especializadas.

Palabras clave Panamá Viejo, gestión cultural, patrimonio cultural.

Panama Viejo: A Successful Experience about Cultural Heritage Management Abstract Beginning in late 1995, the archaeological site of Panama Viejo was managed by Patronato Panama Viejo, a mixed, nonprofit organization whose main objectives focused on the protection, conservation, research and enhancement of the ruins of first Spanish port on the American Pacific coast. After more than fifteen years of work, the institution established the only permanent archaeological project in Panama, protected the site and its surroundings by passing a national law, and brokered, in 2003, its status as World Archaeological Heritage by Unesco. Such a task effectively involved specialists and various public and private sectors, in a joint effort that has become an example of cultural resources management at national and, probably, regional levels. Currently, Panama Viejo is one of the most visited tourist destinations in the country, surpassed only by the Panama Canal, and has established itself, as of 2010, as a regional center for archaeological research and specialized training.

Key words Panama Viejo, cultural heritage, cultural resources management.

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Este artículo es resultado de varias investigaciones enmarcadas en el Proyecto Arqueológico Panamá Viejo, que tiene una línea de investigación dedicada a la gestión del patrimonio arqueológico. La principal entidad financiadora es el Patronato Panamá Viejo. ** Doctor en Arqueología de la Universidad de Huelva, España. Profesor e Investigador de la Universidad del Norte, Colombia. Correo electrónico: jgmartin@uninorte.edu.co *** Historiadora del Arte de Briarcliff College, Estados Unidos. Directora ejecutiva del Patronato Panamá Viejo, Panamá. Correo electrónico: jdearango@yahoo.es

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Panamá Viejo: una experiencia exitosa de gestión patrimonial Juan Guillermo Martín, Julieta de Arango

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Panamá Viejo: uma experiência de sucesso de gestão patrimonial Resumo Desde o final de 1995 começa a gestão do Conjunto Histórico Monumental do Panamá Viejo por parte do Patronato Panamá Viejo, uma instituição mista, sem fins lucrativos, cujos objetivos principais se centram na proteção, conservação, pesquisa e posta em valor das ruínas do primeiro porto espanhol na Costa Pacífica americana. Após mais de quinze anos de trabalho, a instituição consolidou o único projeto arqueológico permanente no Panamá, conseguiu uma Lei de Proteção do lugar e de seu entorno e conseguiu sua declaratória, em 2003, como Patrimônio Arqueológico Mundial. Um trabalho no qual, além dos especialistas, envolvem-se com eficácia diversos setores, públicos e privados, em um esforço comum que vem se convertendo em um exemplo de gestão nacional e, provavelmente, regional. Na atualidade, o Panamá Viejo é um dos destinos turísticos mais visitados no país, superado somente pelo Canal do Panamá, e se consolidou, até o ano 2010, como um centro de formação e pesquisa arqueológica especializada.

Palavras chave Panamá Viejo, gestão cultural, patrimônio cultural.

Panamá Viejo, en su contexto histórico

Balboa. Fue Balboa quien consolidó Santa María y estableció vínculos estratégicos con los nativos de la región, de manera específica, los de la margen izquierda del río Atrato, con el propósito de facilitar el control y la exploración de estos extensos e inhóspitos territorios. En 1511 el rey Fernando II lo nombra gobernador y capitán interino de la Provincia del Darién. El apoyo, en su momento, de la Corona y las buenas relaciones que había propiciado con los aborígenes de la región le facilitaron el “descubrimiento” en 1513 del océano Pacífico o “Mar del Sur”, y recibió entonces el título de Adelantado de la Mar del Sur y Gobernador de Panamá y Coiba. Sin embargo, Balboa en España no contaba con toda la confianza, por lo que el rey decide nombrar ese mismo año (1513) a Pedro Arias de Ávila (“Pedrarias”) como Capitán General y Gobernador de Castilla de Oro (Martín 2009; Romoli 1987).

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n su cuarto viaje Cristóbal Colón recorrió buena parte del litoral Caribe del actual territorio panameño. Sus descubrimientos conllevaron la exploración de estos nuevos territorios, asignándoles esta tarea a dos conquistadores, Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa. Dadas las dimensiones de este extenso territorio, éste se divide en dos: desde el cabo de La Vela al golfo de Urabá, denominado como “Nueva Andalucía”, y desde el golfo de Urabá hacia el oeste, llamado “Castilla de Oro”. Las primeras incursiones españolas en Tierra Firme, específicamente en la región conocida como el Darién, llevaron a un proceso de conquista y colonización que se inició con la temprana fundación de San Sebastián de Urabá en 1509 (en la actualidad corresponde al municipio de Necoclí-Antioquia-Colombia). Este asentamiento fue destruido por los nativos de esta región, por lo que un año más tarde se funda Santa María la Antigua del Darién, en inmediaciones del río Tanela, actual municipio de Acandí (Chocó, Colombia). Esta fundación se convirtió en el primer asentamiento con título de ciudad, en Tierra Firme (Martín 2009).

Luego de su arribo, Pedrarias toma la decisión de trasladar Santa María la Antigua a las costas del Pacífico, buscando un lugar estratégico para llevar a cabo la campaña conquistadora y, tal vez, restarle protagonismo a Balboa. El 15 de agosto de 1519, en una aldea de nativos al mando del cacique Cori, funda Panamá, vocablo que en lengua cueva significa abundancia de peces o mariposas (ver mapa 1). Se consolida así como el primer puerto europeo en la Costa Pacífica del continente americano (Mena 1992). Ciento cincuenta y dos años más tarde, en 1671, el corsario inglés Sir Henry Morgan se toma el Fuerte de San Lorenzo, en la desembocadura del río Chagres –en el Caribe–, remonta el istmo y ataca la ciudad, llevándola a su destrucción y abandono definitivo. Debido a su vulnerabilidad, la ciudad se traslada a lo que en la actualidad se conoce como San Felipe o el Casco Antiguo de Panamá.

No se hicieron esperar las noticias relacionadas con las abundantes riquezas de este territorio, las cuales llegaron a la Corte española por parte de Vasco Núñez de

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Mapa 1. Localización general de Panamá Viejo. Detalle del área que ocupa el Conjunto Monumental Histórico.

nomía propia para la toma de decisiones y el manejo de sus fondos, los cuales provienen de distintas fuentes: un subsidio estatal autorizado por la Ley 30 del 6 de febrero de 1996, donaciones de empresas, fundaciones y ciudadanos panameños, aportes provenientes de cooperación internacional, y fondos de autogestión producto de las entradas al parque arqueológico, la venta de diversos artículos en la tienda del museo, publicaciones y el alquiler de las áreas verdes. Por supuesto, la institución está comprometida sólo con la gestión de Panamá Viejo, por lo que enfoca todas sus energías en el manejo del sitio. Hay que señalar que con la creación del Patronato Panamá Viejo se puso en vigencia en el país esta nueva forma de gestión cultural, que consiste en entregar a una agrupación un patrimonio nacional para que lo gestione totalmente, bajo la mirada de las dependencias gubernamentales especializadas en el tema. Por supuesto, el Patronato mantiene una comunicación estrecha con el Instituto Nacional de Cultura y la Dirección Nacional de Patrimonio Histórico, que es el ente encargado de la protección del patrimonio cultural del país.

Después de varios siglos de abandono, las ruinas adquieren un carácter patrimonial con la promulgación de la Ley No. 91 del 22 de diciembre de 1976, por la cual se regulan los Conjuntos Monumentales Históricos de Panamá Viejo, Portobelo y el Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá, y más tarde, con la Ley No. 14 del 5 de mayo de 1982, se dictan las medidas sobre custodia, conservación y administración del Patrimonio Histórico de la Nación (Rovira y Martín 2008).

¿Qué es el Patronato Panamá Viejo? En 1995 se crea el Patronato Panamá Viejo, una institución sin fines de lucro y de régimen mixto, que se ha hecho cargo de la administración de las 28 hectáreas protegidas que conforman el Conjunto Monumental. El Patronato al comienzo fue integrado por el Club Kiwanis de Panamá, el Instituto Nacional de Cultura (INAC), el Instituto Panameño de Turismo (IPAT) y Banistmo. Hoy está constituido por el Club Kiwanis de Panamá, que ocupa la presidencia de la institución; el Instituto Nacional de Cultura, con la vicepresidencia; la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP), en la secretaría; el banco HSBC, en la tesorería, y los dos vocales pertenecen al Club Kiwanis de Panamá y a la Fundación Rilemo.

Son innumerables las tareas que encara el Patronato; sin embargo, todas ellas se concentran en la conservación, la protección, la investigación, la promoción, el desarrollo y la puesta en valor del sitio. Vale la pena mencionar que uno de sus mayores logros en la gestión del sitio ha sido la consecución de la declaratoria, en 2003, de Sitio Arqueológico Mundial, por parte de la Unesco (Rovira y Martín 2008).

La figura de “Patronato” en Panamá ofrece la ventaja de ser un ente administrativo independiente y con auto-

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Como se mencionó antes, la Junta Directiva está integrada por cinco instituciones, de las cuales el sector privado cuenta con cuatro votos dentro de la Junta, mientras que el Estado cuenta sólo con dos. Aunque todas las decisiones se han tomado por consenso, en caso necesario prevalece la opinión del sector privado, de tal suerte que el Patronato es ajeno a las políticas y decisiones de carácter partidista propias de los vaivenes políticos nacionales. Por otra parte, la presidencia del Patronato ha estado en manos del Club Kiwanis de Panamá, un club cívico integrado por diversas personas, lo que ha garantizado el apoyo del sector privado y gran parte del éxito obtenido.

programa tendiente a la eliminación de diversas estructuras modernas y discordantes que con el correr de los años habían aparecido a lo largo y ancho del Conjunto Monumental, tales como los remanentes de infraestructuras de la dictadura militar, algunos parques modernos, numerosas edificaciones que pertenecían a distintas agencias del Estado, una terminal de buses, un restaurante típico, unas caballerizas y un club de equitación. De igual forma, procedió a iluminar el sitio, se hizo cargo del mantenimiento, corte, poda y fumigación de las áreas verdes, dispuso vigilancia en el sector, señalizó los principales monumentos e inició, con carácter permanente, un programa de investigación arqueológica y conservación monumental. Este último comenzó con diagnósticos especializados sobre la situación de los monumentos, apuntalando aquellas ruinas que estaban en peor estado de conservación. El programa de arqueología inició con las actuaciones en la Plaza Mayor, articulado al proyecto de recuperación de la traza urbana (Campos y Durán 2006; Martín y Yanaida 2007; Rovira y Martín 2008).

Desde sus inicios en 1995, la gestión del sitio arqueológico de Panamá Viejo se ha desarrollado de manera integral atendiendo por igual las necesidades en materia de conservación patrimonial, investigación arqueológica, promoción turística, educación, integración de la comunidad nacional y uso del sitio, así como los problemas de carácter legal y ordenamiento territorial que éste tenía. Hace unos años, el Patronato consiguió la aprobación de la Ley No. 16 del 22 de mayo de 2007, con la cual se delimitó el sitio y se definió un área de amortiguamiento para garantizar la protección de su entorno, el cual estaba siendo amenazado por el auge inmobiliario de los últimos años.

El Patronato inició una serie de actuaciones en el sitio que, además de buscar su puesta en valor, han facilitado su interpretación, visita y recorrido. El objetivo era que los habitantes de la ciudad, que hasta ese momento habían vivido totalmente ajenos y, en cierto sentido, apáticos en torno al Conjunto Monumental, volvieran sus ojos al sitio, se apropiaran de su patrimonio y estuvieran orgullosos de él. Dentro de las obras más destacadas está la construcción del Centro de Visitantes, ubicado en el extremo oeste, una de las entradas naturales del sitio. Se trata de un complejo de dos edificios de dos plantas con una plaza central, que alberga las oficinas del Patronato, los laboratorios especializados de arqueología, conservación y arquitectura, y un museo que narra la evolución del sitio a lo largo de sus 1500 años de ocupación humana continua. El Centro de Visitantes se ha convertido también en un punto focal para la investigación y un espacio para la discusión académica, la consulta y el debate sobre temas ligados a la preservación y la gestión patrimonial.

El trabajo de la institución se ha basado en un Plan Maestro elaborado por la empresa Law Environmental Caribe en 1999, cuya implementación se ha ido cumpliendo a través de las diferentes Juntas Directivas que ha tenido el Patronato. En este sentido, se cuenta con un documento rector y el compromiso de cumplirlo siguiendo un cronograma de actividades preestablecido. El Plan Maestro se sustenta sobre unos principios básicos, tales como la conservación, la autenticidad, la investigación, la divulgación, la capacitación, la participación comunitaria, el desarrollo para asegurar la vigencia del sitio, la sostenibilidad y la renovación. Este Plan fue revisado y complementado, en 2006, con un Plan de Desarrollo Sostenible para el Conjunto Monumental de Panamá Viejo, el cual fue elaborado por la empresa Inversiones Urbanas Internacional.

En seguida, se abordó el proyecto de recuperación de la traza urbana, que, al tiempo que creó senderos que permiten el recorrido por el sitio, sirve como un elemento unificador de la idea de ciudad. Este proyecto ha servido para crear circuitos de recorrido dentro del conjunto, acompañados de información histórica y arqueológica.

¿Qué ha hecho el Patronato por el sitio? El Patronato Panamá Viejo recibió el sitio en total abandono. La tarea prioritaria en su momento fue la de delimitar su perímetro, estableciendo claramente el área que le correspondía administrar, dado que se encuentra inmerso en la ciudad y su crecimiento estaba ejerciendo presión sobre el sitio. De manera simultánea, se implementó un

La siguiente intervención fue la recuperación del Convento de la Concepción, ubicado entre el Centro de Visitantes y la Catedral. Esta intervención ha tenido como objetivo crear un espacio para actividades recreativas,

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culturales y sociales, y contar con otro punto de visita dentro del recorrido. La intervención ha sido exitosa; cuenta con una pequeña sala de exhibición sobre la vida conventual, y se ha convertido en uno de los monumentos más visitado y utilizado para eventos de todo tipo.

dieran obtener títulos de propiedad; al mismo tiempo, se cambió el uso del suelo en las áreas pobladas, para permitir el desarrollo de actividades comerciales y turísticas (Ley 16 del 22 de mayo de 2007). Con miras a crear una red de apoyo técnico y financiero, nacional e internacional, para el mejoramiento, protección, conservación, investigación, restauración y promoción del Conjunto Monumental Histórico de Panamá Viejo, el Patronato integró un equipo de trabajo compuesto por profesionales de la arquitectura, la conservación, la arqueología, la historia, la promoción y las relaciones públicas, bajo la coordinación de una Dirección Ejecutiva. Además, se entablaron relaciones de trabajo y cooperación con distintas organizaciones, instituciones y universidades nacionales y extranjeras, entre las que se pueden mencionar el Smithsonian Tropical Research Institute, la Fundación ANCON, Ciudad del Saber, la Alcaldía de Panamá, la Universidad de Panamá, la Universidad Tecnológica, la Universidad Santa María La Antigua, la Universidad del Tolima, la Universidad de Antioquia y la Universidad Externado de Colombia. Dentro de la línea de la cooperación internacional, se invitó y sumó a distintos gobiernos –España, Francia, Alemania y Japón–, que, en la medida de sus recursos, intereses y políticas, han apoyado distintos proyectos de recuperación monumental e investigación arqueológica.

A partir del año 2000 se inició el proyecto más emblemático de la institución: la Consolidación de la Catedral de Panamá Viejo y su consecuente transformación en un mirador (ver imagen 1). Este proyecto incluyó en 2006 la recuperación del entorno de la Catedral como atractivo principal del núcleo oeste del Conjunto Monumental (Arango et al. 2007).

La institución ha formado comisiones de trabajo con el apoyo de colaboradores que, especializados en distintas disciplinas, han ideado y puesto en práctica novedosos proyectos que han permitido la generación de importantes recursos económicos. Las comisiones de trabajo, que se reúnen mensualmente, apoyan áreas como mercadeo, relaciones públicas y programación de eventos; programas comunitarios, finanzas, publicaciones y asuntos legales. Los miembros de las comisiones de trabajo son empresarios vinculados a distintos sectores del quehacer nacional: turismo, banca, construcción, finanzas, leyes, medicina, e, incluso, al tema político; todos ellos prestan su tiempo y su experiencia ad honorem. Con todo esto, el Patronato ha sumado e integrado a distintos ciudadanos en las tareas de conservación del sitio, lo que ha hecho que cada año haya un número mayor de personas y empresas comprometidas con Panamá Viejo e identificadas con su conservación y desarrollo.

Imagen 1. Actividades culturales en las ruinas de la antigua catedral. Al fondo, la torre de la catedral, símbolo de identidad de Panamá (Foto Archivo Patronato Panamá Viejo).

También se ha iniciado una serie de capacitaciones, con el interés de incorporar a la población circundante al esfuerzo de conservación del sitio; en esta misma línea, se ha venido trabajando con los niños y jóvenes de las comunidades vecinas, en escuelas y ligas de fútbol, adecuando una cancha temporal de fútbol (dado que la comunidad es muy deportista y tiene limitaciones de áreas verdes públicas), administrada por el Club Kiwanis de Panamá, en donde, además de jugar, se programan charlas sobre valores cívicos y morales.

La gestión de recursos La subsistencia del Patronato está garantizada gracias a un subsidio que el Estado le entrega cada año y que está dirigido a cubrir los gastos básicos de operación de la organización, que son esencialmente los salarios del per-

Para beneficiar a la comunidad se ajustaron los límites del sitio, de manera que aquellas casas que estaban dentro del área histórica quedaran fuera de la misma y pu-

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sonal, los programas de mantenimiento de áreas verdes, arqueología y conservación preventiva. Con los fondos de autogestión se cubren aquellos programas de difusión y divulgación de los valores del sitio, los eventos, la atención a los visitantes, y todo aquello que se relaciona con la imagen y las relaciones públicas del Patronato.

se asuma del señoreaje de la colección de monedas que se acuñará entre 2011 y 2019. El costo total del proyecto asciende a dos millones de dólares, producto de los cambios que sugirió Unesco. En principio, el dinero solicitado a los donantes era para la recreación de una casa colonial; sin embargo, ahora se planea construir toda la propuesta original, teniendo en cuenta la disponibilidad de los fondos. El proyecto fue aprobado, la demolición del viejo mercado de artesanías ya concluyó, y ahora se han iniciado las excavaciones arqueológicas previas. En cuanto culminen las mismas, se procederá a la construcción y, en paralelo, se trabajará en el diseño del museo y las exhibiciones.

Sin embargo, para cubrir la otra gran mayoría de gastos que genera la atención del sitio fue necesario implementar diferentes estrategias. Para ello, la Junta Directiva creó la Comisión de Finanzas, integrada por economistas, banqueros de reconocido prestigio en Panamá, abogados y representantes del sector turístico. Lo primero que se hizo fue establecer precios de entrada para las distintas instalaciones: museo y área verde, que incluye la visita al mirador de la torre de la Catedral. Luego, se estableció una tarifa de alquiler por el uso de aquellos espacios y monumentos que el Patronato había intervenido (Catedral y Convento de la Concepción), y, junto con la Comisión de Mercadeo, se inició una política para promover el uso de los mismos para todo tipo de eventos, bajo el estricto cumplimiento de una normativa dispuesta para ello. Hoy en día, en especial durante la estación seca, entre diciembre y abril, se celebran en esos espacios bodas, cenas de incentivo turístico, presentaciones de productos, desfiles de modas, entre otros, y los fondos que se generan, que son importantes, se invierten automáticamente en el mantenimiento del sitio. Por último, pensando en la necesidad de contar con fondos para la ejecución de proyectos de gran envergadura, el Patronato ha dispuesto, por un lado, conseguir patrocinadores que contribuyan con importantes sumas de dinero, y, por otro lado, ideó un proyecto innovador: la acuñación de monedas que fueran al mismo tiempo conmemorativas y de circulación corriente, y que llevaran una imagen del Conjunto Monumental. Las primeras monedas acuñadas fueron de 25 centésimos de balboa, y, en la actualidad, se ha logrado la aprobación de una colección de diez (10) monedas de 50 centésimos de balboa (ver imagen 2). El acuerdo con el Gobierno Nacional, establecido mediante Ley de la República, es que éste entrega al Patronato el señoreaje que producía cada moneda, que, al final, es la diferencia entre el valor real de la moneda y el costo de acuñación.

Otra iniciativa desarrollada por el Comité de Finanzas fue entablar negociaciones con distintos operadores de turismo, a quienes se les ofrecen tarifas especiales para incentivar la visita al sitio, a fin de lograr un mayor volumen de visitantes y aumentar las recaudaciones. En 2011 el sitio recibió 63.946 visitantes, entre nacionales y extranjeros.

Imagen 2. Monedas conmemorativas de 25 centésimos de balboa. El Puente del Rey y la Torre de la catedral de Panamá Viejo (foto Archivo Patronato Panamá Viejo).

Los compromisos institucionales: lo científico y lo social Desde el punto de vista científico, el Patronato ha promovido y financiado un programa arqueológico permanente, único en el país, el cual fue diseñado y dirigido por Beatriz Rovira. Dicho programa desarrolló líneas de investigación articuladas, la mayoría de ellas, a intervenciones arquitectónicas. En este artículo se hace referencia, de manera específica, al período comprendido entre 1995 y comienzos de 2010.

Otra gestión que ha resultado beneficiosa para el sitio tiene que ver con la definición y el mercadeo de los proyectos que se desea ejecutar, con el fin de buscar los patrocinadores de acuerdo con el monto que se requiera; esto comienza a dar resultados con el nuevo proyecto que emprende la institución: la Recuperación de la Plaza Mayor de Panamá Viejo. Para éste se ha gestionado un total de medio millón de dólares, y la Junta Directiva autorizó que la diferencia

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Entre estas líneas de investigación se destacan las investigaciones relacionadas con las prácticas funerarias coloniales (Martín y Díaz 2000; Martín 2002a), y aspectos especializados, tales como tafonomía (Pereira 2002). Entre 2007 y 2009, con el apoyo de una beca de investigación de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT), se adelantó un amplio programa de arqueología funeraria, prehispánica y colonial, con la participación de dos estudiantes de doctorado – Javier Rivera, de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Argentina), y Claudia Rojas, de la Université de la Méditerranée (Francia) (Martín, Rivera y Rojas 2009; Rojas, Rivera y Martín 2011)–. Esta línea de trabajo contó con el aporte del programa de investigaciones, en conjunto con la Universidad de Tubinga (Alemania), el cual se desarrolló entre 2003 y 2009, con las excavaciones en las ruinas del Hospital San Juan de Dios (Scholkmann et al. 2006).

(Rovira 2001a), cerámicas criollas (Linero 2001; Schreg 2010; Zárate 2004), las cerámicas rojas bruñidas, conocidas como búcaros (Rovira y Gaitán 2010), las peruleras o botijas (Brizuela 2002), las porcelanas chinas (Shulsky 2001), el gres alemán (Martín et al. 2008), los vidrios coloniales (Sánchez 2002), la pasamanería (Martín y Figueroa 2001), los pisos y estructuras coloniales (Martín 2001 y 2002d), y, recientemente, con la participación de investigadores colombianos, la caracterización de las cerámicas esmaltadas producidas en Popayán (Colombia), la cual ha generado algunas hipótesis sobre su producción, así como la compleja red de comercialización de las mayólicas andinas en la Costa Pacífica americana (Martín et al. 2007). De esta problemática se viene avanzando, con la participación de Javier Iñañez, de la Universidad de Barcelona, en los análisis de elementos traza de muestras de mayólicas recuperadas en Panamá Viejo, Cartagena y Lima. Desde finales de la década de 1950 se contaba con información sobre la ocupación prehispánica en los alrededores del sitio, la cual fue detectada durante unas obras de nivelación en terrenos cercanos al Puente del Rey, sobre el río Abajo (Biese 1964). Décadas más tarde, con la consolidación del programa de investigaciones del Patronato, se ha profundizado en el tema a través de los aportes de las excavaciones realizadas en la Plaza Mayor, así como la prospección arqueológica relacionada con la construcción del Centro de Visitantes y las excavaciones dispuestas en el parque de Morelos. Estos nuevos hallazgos permitieron articular esta ocupación humana en el contexto arqueológico regional, de manera específica, a través de una completa secuencia de análisis radiocarbónicos y los estudios de los conjuntos cerámicos y líticos (Martín 2002b, 2002c y 2007; Martín y Sánchez 2007; Mendizábal 2004; Pearson 2006).

En paralelo, se desarrolló un proyecto cuyo objetivo fue la recuperación de la traza urbana de la antigua ciudad, el cual, mediante intervenciones arqueológicas, facilitó la identificación de los niveles de pisos coloniales y precisó el alineamiento de algunas de las calles (Campos y Durán 2006; Martín 2003; Martín y Yanaida 2007). De igual forma, se implementaron técnicas de prospección remota, tales como geoelectricidad, electromagnetismo y magnetismo, las cuales aportaron información clave en cuanto a la trama de la ciudad, demostrando de lejos su utilidad y efectividad en la detección de estructuras subsuperficiales, en el caso de Panamá Viejo, de material pétreo (Caballero, Martín y Mojica 2004; Pastor et al. 2001; Patzelt, Kottmann y Waldhör 2007). En cuanto a la cultura material se refiere, se han desarrollado distintos estudios. Entre todos éstos sobresale la investigación extensa de Beatriz Rovira sobre las mayólicas panameñas (Rovira 1997 y 2001b), que aborda, de una manera integral, la producción local de cerámicas esmaltadas, desde detalles de proveniencia, mediante análisis de elementos traza (desarrollado con Ronald Bishop, del Instituto Smithsonian), así como un completo estudio de la distribución de esta producción hacia el sur del continente americano (con el apoyo de datos suministrados por especialistas de Chile, Colombia, Ecuador y Canadá) (Rovira 2006). Por último, se ha especializado en la identificación y definición de las características estilísticas de este complejo cerámico, buscando determinar las influencias estéticas que marcaron dicha producción (Rovira y Mojica 2007). De igual forma, se han analizado y documentado distintas muestras de cerámicas europeas y de azulejos sevillanos (Rovira 2002a y 2002b), cerámicas utilitarias

A través de la colaboración entre el Patronato y el Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales (STRI, por su sigla en inglés), se buscó identificar y comprender los cambios ambientales de la bahía y el impacto del ser humano sobre el ambiente, desde una perspectiva de larga duración. Se han adelantado análisis zooarqueológicos de contextos coloniales (Jiménez y Cooke 2001; Sanabria 2007), así como estudios especializados de moluscos marinos, de los dos componentes de ocupación –prehispánico y colonial–, identificando cambios ambientales, patrones de aprovechamiento y selectividad de los recursos marinos disponibles en la bahía (Martín y Rodríguez 2006). En paralelo, entre 2007 y 2010, el Patronato participó con eficacia, durante las tareas de campo y laboratorio, en un proyecto regional en el archipiélago de Las Perlas, con financiación de SENACYT y el Grupo Eleta,

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el cual viene desarrollando un complejo proyecto turístico en la isla Pedro González. Los avances de estas investigaciones han permitido identificar una prolongada ocupación de las islas, desde hace más de 5000 años, así como tres horizontes cerámicos relacionados con estilos que caracterizan, en distintos momentos, las regiones central y oriental del actual territorio panameño (Gran Coclé y Gran Darién), desde los inicios de la era cristiana (Cooke et al. 2008; Martin y Bustamante 2011).

Por último, y no menos importante, se destaca el esfuerzo de la institución en materia editorial. Tiene en su haber dos publicaciones digitales (Arqueología de Panamá La Vieja- avances de investigación 2001 y 2002), un libro sobre detalles históricos de la ciudad colonial (Castillero 2006) y, a partir de 2006, una revista anual sobre temas patrimoniales denominada Canto Rodado, la cual se ha posicionado ya en el ámbito internacional. En paralelo, se han publicado artículos en diversos diarios y revistas nacionales, para el público en general, y se han dictado a estudiantes nacionales charlas y conferencias sobre los avances y resultados del proyecto arqueológico.

Por otro lado, el programa arqueológico fortaleció su carácter académico y de formación especializada, en la primera década de este siglo, mediante la organización de tres Escuelas Arqueológicas de Campo (2002, 2006 y 2008), con la participación de estudiantes y jóvenes profesionales, nacionales y extranjeros, con interés en especializarse en la arqueología histórica. Las escuelas se articularon a excavaciones arqueológicas en curso y fueron complementadas con talleres y conferencias dictados por investigadores afiliados al Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales (arqueología del Área Intermedia y paleoecología), la Universidad de Panamá (cerámicas históricas), el Instituto Nacional de Cultura (legislación patrimonial), CNRS de Francia (tafonomía), St. Francis Xavier University (técnicas de campo), la Universidad de los Andes (arqueología histórica) y la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (métodos y técnicas de investigación en contextos históricos). A partir de estas experiencias resultaron cinco tesis de pregrado de diversas universidades, nacionales y extranjeras (Garcés 2009; Gómez 2007; Lanzas 2001; Sanabria 2007; Zárate 2004), una de maestría (Belecki 2007), y se encuentran en marcha, en su fase final, tres disertaciones doctorales (Universidad de Tubinga, Columbia University y Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires). Por otro lado, y dada la comprobada eficiencia de los sensores remotos en el sitio, en conjunto con las universidades francesas de Paris VI, Paris IX y Reims, el Patronato Panamá Viejo y la Universidad de Panamá organizaron la IV Escuela Centroamericana de Geofísica Aplicada, en 2002, dándole un enfoque puramente arqueológico y usando los equipos especializados en diferentes sectores del Conjunto Monumental.

La aproximación hacia las comunidades vecinas al sitio, con serios problemas sociales, se dio a través de los niños, mediante la organización de una serie de talleres infantiles dirigidos a grupos entre los 8 y los 12 años de edad. Este programa se denominó “Pequeños Guardianes de Panamá Viejo”, y, en su momento, contó con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional (Rovira y Martín 2008).

El futuro y los retos del Patronato Sin lugar a dudas, uno de los grandes retos que afrontan la institución y el sitio tiene que ver con el desvío de la Avenida Cincuentenario, una vía que dividió el Conjunto impidiendo su adecuada interpretación, en cuanto a trazado colonial se refiere. Se trata de una infraestructura discordante, de gran flujo vehicular, que silenciosamente está haciendo mella en las ruinas de la antigua ciudad. Sin embargo, el resultado de un constante trabajo en ese sentido, por parte del Patronato, llevó a que por fin, en 2011, el Gobierno Nacional de Panamá haya licitado la reubicación de la Avenida, adjudicándosela a la Constructora Norberto Odebrecht. La nueva vía ha sido proyectada por la comunidad y el sitio arqueológico, siguiendo la sugerencia del arquitecto Felipe Delmont, uno de los consultores de Unesco que estuvo en el país en 2006. Las evaluaciones técnicas del estudio ambiental confirman que el trazado proyectado conlleva un impacto arqueológico total e irreversible (Mendizábal y Martín 2011). Sin embargo, las recomendaciones de este estudio arqueológico no fueron tenidas en cuenta y las obras ya se iniciaron, por lo que se asume que la nueva vía deberá estar lista a mediados de 2013.

Entre los planes de divulgación, quizás el mayor esfuerzo ha sido el dedicado al guión y montaje del museo del sitio, inaugurado en 2003. En este espacio se ofrece un panorama general de los casi 1500 años de ocupación humana del sitio, desde los pobladores prehispánicos, circa 500 d. C., hasta la destrucción de la ciudad, en enero de 1671, así como las recientes actuaciones del Patronato tendientes a su recuperación y puesta en valor.

Por otra parte, luego de un gran esfuerzo de consolidación y fortalecimiento de la institución, económica y técnicamente, su proyección comenzó a desbordar las 28 hectáreas protegidas. Aunque hay proyectos específicos en curso,

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como la recuperación e interpretación del marco de la Plaza Mayor, la continuidad de su programa de conservación preventiva y el desarrollo de su proyecto arqueológico han comenzado a ampliarse, en cuanto a investigación, asesoría y consultoría, en los niveles local y regional (ver imagen 3).

Sin embargo, en El Salvador se ha gestado una alternativa de gestión e investigación similar a la del Patronato Panamá Viejo. Se trata de la Fundación Nacional de Arqueología de El Salvador (Fundar), organización no gubernamental, legalmente constituida desde 1996, cuyos objetivos se centran en la conservación, protección e investigación de la arqueología salvadoreña (Bruhns, Amaroli y Brito 2008). En 1999, Fundar suscribió un convenio con Concultura (actual Secretaría de Cultura) para asumir la coadministración de Cihuatán, el parque arqueológico más grande del país (casi 72 hectáreas). Se trata de un asentamiento prehispánico cuya construcción se inició en el período Posclásico temprano (900-1000 a.D.) (Bruhns y Amaroli 2010). La excelente gestión de Cihuatán llevó a que el Estado salvadoreño decidiera coadministrar con Fundar los otros cuatro parques arqueológicos –Tazumal, San Andrés, Casa Blanca y Joya de Cerén–, a partir de 2005. Dicha gestión llevó a la renovación total de la infraestructura, la reactivación de la investigación arqueológica, la gestión de recursos internacionales y la conservación, protección y puesta en valor de cada uno de los parques arqueológicos (Bruhns, Amaroli y Brito 2008).

Imagen 3. La presión inmobiliaria de los últimos años sobre el sitio: el riesgo latente (foto de Juan G. Martín).

¿Qué pasa en el contexto regional?

Desde 2009, con el cambio de gobierno, el Estado reasumió la administración de todos los parques, y, luego de varias negociaciones, en julio de 2010 se suscribió un nuevo convenio para que Fundar reasumiera la coadministración de Cihuatán, exclusivamente (Bruhns y Amaroli 2010).

En la actualidad, en América Central sólo hay cinco parques arqueológicos o áreas protegidas que hacen parte de la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. Se trata del Parque Nacional Tikal, en Guatemala (inscrito en 1979); la ciudad maya de Copán, en Honduras (inscrita en 1980); el sitio arqueológico Joya de Cerén, en El Salvador (inscrito en 1993); las ruinas de León Viejo, en Nicaragua (inscritas en 2000), y las fortificaciones caribeñas de Panamá, Portobelo, y el Fuerte de San Lorenzo (inscritos en 1980). También se incluyen Antigua, en Guatemala (inscrita en 1979), y el Casco Antiguo, de Panamá (inscrito en 1997), que, por ser asentamientos con ocupación actual (centros urbanos), tienen una problemática social más compleja y un manejo diferente.

En este caso, la gestión no gubernamental demostró su eficiencia en el manejo de los recursos patrimoniales, que planteó una posibilidad alterna en la que el Estado y la sociedad civil se hagan cargo de un patrimonio que es, al final, herencia de todos.

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En la mayoría de estos casos, es el Estado quien asume la gestión y administración de cada parque (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Panamá). Los respectivos ministerios de Cultura, o aquellas entidades homólogas que velan por el patrimonio nacional, diseñan y ponen en ejecución planes de conservación, investigación y puesta en valor de sus respectivos recursos patrimoniales, de acuerdo con sus posibilidades técnicas y presupuestales.

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Prácticas descriptivas de los enviados especiales de la prensa francesa a Colombia. Narrativa de una experiencia sensible en un marco intercultural* por Mary Luz Botero** Fecha de recepción: 6 de octubre de 2011 Fecha de aceptación: 29 de marzo de 2012 Fecha de modificación: 18 de julio de 2012 DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.14

Resumen Frente a los flujos de información de las agencias de prensa, la figura del enviado especial aparece como una posibilidad mayor para los medios masivos de profundizar en el cubrimiento de las problemáticas de países en conflicto. El análisis de los reportajes de periodistas franceses (Le Monde y Libération) permite reconocer la inscripción de la subjetividad en sus discursos, una dimensión expresiva que nace del contacto directo con realidades colombianas difíciles de entender por propios y extraños. Nuestra motivación respecto a la manera como se narra Colombia en la prensa francesa nos incita a cumplir un objetivo: tratar de comprender cómo el enviado especial se vale de su experiencia personal sobre el terreno, para facilitarle la comprensión de lo que aquí sucede a un público francófono que poco o nada conoce; cómo, a través de una retórica descriptiva, hace la semblanza de una legibilidad del “problema colombiano”. En esta perspectiva, nos proponemos examinar algunas estrategias de escritura que sirven para componer un relato dentro del cual el conocimiento, la información, pero sobre todo la experiencia sensible, toman forma en la producción discursiva que va a sintetizar un acontecimiento pero también la vivencia personal con un “otro” lejano.

Palabras clave Enviados especiales, medios de comunicación, análisis narrativo, periodismo intercultural, mediación sensible.

Descriptive Practices of the Special Correspondents of the French Press to Colombia. Narrative of a Sensitive Experience in an Intercultural Framework Abstract Unlike the press agency information flow, the figure of special correspondent appears to be the preferred way for the media to study in depth the problems of countries in conflict. The analysis of the articles by French journalists (Le Monde and Libération) shows the inclusion of subjectivity in their discourses, an expressive dimension which is a result of direct contact with Colombian realities which are difficult to understand. Our motivation to analyze the way Colombia is described in the French press is to try to understand how special correspondents use their own experiences on the spot, in order to provide an easier to comprehend view of what seems to be “the Colombian problem”. From this point of view we propose to examine some writing strategies which are used to compose a normative narrative inside of which the knowledge, the information, but especially the emotional experience, take form in a synthesis of the event and personal experience with “the other”.

Key words Special Correspondents, mass media, narrative analysis, intercultural journalism, sensitive mediation.

*

El presente artículo es resultado de la investigación Los enviados especiales de la prensa francesa a Colombia: la influencia de la experiencia sensible en el relato de un país complejo y lejano, realizada para obtener el título de maestría en Ciencias de la Información y de la Comunicación (Universidad París IV-Sorbona), 2006-2008. ** Magíster en Ciencias de la Información y de la Comunicación y Doctoranda en Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universidad Paris IV-Sorbonne, Francia. Profesora de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia (en comisión de estudio), Colombia. Correo electrónico: botemar24@gmail.com

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Prácticas descriptivas de los enviados especiales de la prensa francesa a Colombia. Narrativa de una experiencia sensible en un marco intercultural Mary Luz Botero

Otras Voces

Práticas descritivas dos enviados especiais da imprensa francesa à Colômbia. Narrativa de uma experiência sensível em um âmbito intercultural Resumo Diante dos fluxos de informação das agências de imprensa, a figura do enviado especial aparece como uma possibilidade maior para os meios massivos se aprofundarem na cobertura das problemáticas de países em conflito. A análise das reportagens de jornalistas franceses (Le Monde e Libération) permite reconhecer a inscrição da subjetividade em seus discursos, uma dimensão expressiva que nasce do contato direto com realidades colombianas difíceis de entender por próprios e estranhos. Nossa motivação a respeito da maneira como se narra a Colômbia na imprensa francesa nos incita a cumprir um objetivo: tentar compreender como o enviado especial se vale de sua experiência pessoal sobre o terreno para facilitar a compreensão do que aqui acontece a um público francófono que pouco ou nada conhece; como, por meio de uma retórica descritiva, faz o esboço de uma legitimidade do “problema colombiano”. Nessa perspectiva, propõe-se examinar algumas estratégias de escrita que servem para compor um relato dentro do qual o conhecimento, a informação, mas, principalmente, a experiência sensível tomam forma na produção discursiva que vai sintetizar um acontecimento, mas também a vivência pessoal com um “outro” distante.

Palavras chave Enviados especiais, meios de comunicação, análise narrativa, jornalismo intercultural, mediação sensível.

L

en dos columnas, con “noticias todavía confusas”. Ni siquiera la embajada en París tiene datos que provengan de un modo directo de Bogotá, debido a la destrucción de las líneas telegráficas; sólo los telegramas transmitidos al Departamento de Estado en Washington sirven de fuente confiable. La “revolución colombiana” ocupa la agenda informativa de los días 13, 14, 15 y 19 de abril, y si bien ningún artículo fue escrito por un enviado especial, la carta remitida desde Bogotá por el etnólogo Paul Rivet2 nos sirve para pensar en esta figura mediadora que busca profundizar en el sentido de los acontecimientos. Rivet expresa en su correspondencia (Le Monde, 21 de abril de 1948) su asombro frente a las “interpretaciones apasionadas” que avanza la prensa sobre el levantamiento popular desencadenado luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, específicamente, la hipótesis del complot comunista. Su texto es una síntesis de la historia colombiana del siglo XX: la lucha bipartidista

a enorme distancia no ha impedido que los medios de comunicación franceses dirijan su mirada a Colombia. Si en otros tiempos el petróleo, el café, las flores y las esmeraldas permitieron su notoriedad, a partir de la segunda mitad del siglo XX el país se convirtió en sinónimo de violencia, guerrillas, narcotráfico, caos e ingobernabilidad, país de “contrastes y desmesura” (Dupriez y Simons 2000, 278). Lejos de los maniqueos lugares comunes, una verdad se impone: la complejidad de los problemas que afronta lo convierte en terreno fértil de noticias, haciéndolo figurar desde hace quince años “entre los tres países latinoamericanos con más cubrimiento por parte de periodistas de la prensa extranjera”, pues “[…] comparada con otras ‘crisis lejanas’, la situación colombiana se ha visto más bien beneficiada de una mediatización constante, al menos desde finales de los años ochenta” (Guerrero 2007, 169).

en su segunda página el informe de una corresponsal en Bogotá titulado “Colombia, amiga de Francia. Esfera de influencia americana”. En un tono laudatorio, se hace referencia a todas las riquezas naturales del país: sus minas, su petróleo, sus materias primas poco explotadas, al mismo tiempo que se resalta el desarrollo de Barranquilla, con su puerto “moderno” y su arquitectura “elegante”. En conclusión, un país “en pleno desarrollo económico”, donde la presencia de Estados Unidos crece, mientras que “la influencia intelectual francesa está seriamente amenazada”. De ahí la urgencia de remediar ese retraso con actos concretos como la construcción de un liceo francés.

Entre los primeros acontecimientos registrados por la prensa extranjera aparece El Bogotazo. “Un movimiento revolucionario estalla en Colombia”, tituló Le Monde en la primera página de su edición del 11 y 12 de abril de 1948. Con un subtítulo, “La Conferencia Panamericana, interrumpida”,1 el diario hace un recuento de los hechos

1

2

El 30 de marzo de 1948 Le Monde analiza en su “Boletín del extranjero” los objetivos de la IX Conferencia Panamericana, próxima a realizarse. Al día siguiente, y con este evento como pretexto, el periódico publica

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Fundador del Museo del Hombre en París, Paul Rivet es también figura clave en el desarrollo de los estudios etnológicos colombianos y en la revalorización del lugar ocupado por el indígena en la construcción de la nación. Exiliado en Colombia desde mayo de 1941, se dedica a la fundación del Instituto Etnológico Nacional y forma la primera generación de antropólogos colombianos, con principios humanistas que critican fuertemente los discursos de la época sobre “la raza pura”.


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y los odios infundados por el jefe del Partido Conservador Laureano Gómez, con su política “a la vez clerical y reaccionaria”, acompañada de una “exaltación nacionalista”, “de medidas inspiradas por una xenofobia” y “de un antisemitismo lamentable en un país que durante la guerra había ofrecido hospitalidad fraternal a una cantidad de exiliados del viejo mundo, sin distinción de credo político o de origen racial”.

al contrario, la selección se inspiró en la constatación previa de la estabilidad de rasgos narrativos comunes, y en el interés por recoger y clasificar un material documental que sirva para posteriores investigaciones históricas sobre los modos como ha sido narrado, descrito, pensado y explicado nuestro país en la prensa extranjera. Además del criterio de selección de artículos firmados por un enviado especial, optamos por demarcar cronológicamente el corpus. Dos acontecimientos nos ayudaron a establecer el período: la erupción del volcán Nevado del Ruiz en 1985, y el proceso de negociación con los paramilitares en 2005. A partir de esta delimitación temporal se seleccionaron 43 artículos de Le Monde, con catorce enviados especiales, y 32 artículos de Libération, con once enviados especiales. Luego de una lectura general, se consolidaron cuatro grandes temáticas: conflicto armado (situación de los Derechos Humanos), narcotráfico, democracia y hechos diversos (ver el anexo 1).

Desde los motines del 9 de abril de 1948, los observadores extranjeros comienzan a proveer a los medios de opiniones, reportajes, diagnósticos y testimonios sobre el país, una intención que ha dado lugar a diferentes registros de interpretación para aproximarse al complejo contexto colombiano. En el cubrimiento periodístico internacional determinado por las lógicas geopolíticas de la información, la figura del enviado especial cumple un papel fundamental, en la medida en que encarna el interés de los medios por profundizar en el contexto de los hechos extranacionales y comprender problemáticas que escapan al simple reporte de las agencias de noticias. Nos referimos entonces a ese tipo de periodista que se desplaza –incluso en su propio país– con una misión específica y se asume como representante de un periódico, de una cadena de radio o de televisión. Viajero que reconstituye un sistema social a partir de un vínculo de cosas vistas, en un movimiento que va de lo particular a lo general, y viceversa; garante de una mediación que pasa principalmente por su presencia –su cuerpo– “en el lugar de los hechos”.

Este análisis parte de una pregunta por el rol de los enviados especiales en la comprensión de la(s) realidad(es) colombiana(s). No se trata aquí de estudiar las formas de estereotipia que circulan sobre el país, sino de comprender sus estrategias de escritura con un enfoque en la polifonía enunciativa, es decir, en la mezcla de las voces de los actores sociales que ellos propician, que nos permita vislumbrar, de paso, el lugar que ellos se asignan en el discurso. Asimismo, un análisis de la descripción como estructura de superficie que hace creer en un contenido de verdad ayudará a entender la manera como traen lo distante, y su efecto de realidad a través de los sentidos. ¿En qué términos “traducen” al país? ¿Qué lugar ocupan su voz y su presencia en el texto? ¿Cómo construyen sus vínculos de alteridad en la síntesis cultural de su discurso? El planteamiento hipotético que inspira esta reflexión reconoce en el trabajo del enviado especial francés un ejercicio de etnógrafo que se desarrolla sobre la base de un periodismo intercultural, tradición humanista que la prensa gala ha cultivado desde los grandes reporteros6 interesados en sensibilizar a los lectores sobre lo que acontece más allá de sus fronteras. Singularidad que soporta, en otro nivel, el interés implícito de conocer al “otro” para reafirmar la propia pertenencia cultural.

De esa figura se ocupará este artículo. Nos proponemos aquí exponer algunas reflexiones que emergieron del análisis de la producción discursiva de los enviados especiales3 de la prensa francesa a Colombia, concretamente, de los periódicos Le Monde y Libération, en los cuales la sección internacional ocupa un lugar primordial.4 Estos dos diarios –con sede en París–, además de tener un tiraje nacional, se constituyen en “medios de referencia“; dicho de otro modo, en espacios donde se legitima la circulación de discursos sociales desde lugares ideológicos distintos.5 La escogencia de estos dos journaux no implicó un énfasis en la mirada comparativa;

3 Se distinguirá en este análisis de los corresponsales a quienes no necesariamente están vinculados al periódico y realizan un trabajo más informativo que narrativo.

6 Albert Londres (1º de noviembre de 1884-16 de mayo de 1932), uno de los grandes en la historia del periodismo francés. Como gran reporter de Le Petit Journal o del Excelsior, hizo un cubrimiento de los acontecimientos mundiales. Según sus biógrafos, Londres puso en escena las situaciones, supo utilizar el testimonio con el fin de informar y sensibilizar a la opinión. Cultor de una estrategia discursiva que le permitió mezclar con acierto el hecho, lo descriptivo y la ironía, inmiscuyéndose casi siempre en sus reportajes como primera persona.

4 “Noticias del extranjero”, “Américas”, “Internacional”, para el caso de Le Monde; “Extranjero”, “Mundo”, para el caso de Libération. 5 Los dos hacen parte de lo que en Francia se conoce como “prensa generalista”. Le Monde, fundado en 1944, con un posicionamiento institucionalista y de centro; mientras que Libération, fundado en 1973, de origen maoísta, mantiene una tradición de izquierda.

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Prácticas descriptivas de los enviados especiales de la prensa francesa a Colombia. Narrativa de una experiencia sensible en un marco intercultural Mary Luz Botero

Otras Voces

De nuestros enviados especiales. Una presencia para hacer creer

Colombia, como terreno, densifica este tipo de mediación y complica la tarea. De cara al conflicto armado y a la dificultad de aprehender sus causas convergentes, los enviados especiales franceses deben recurrir a expresiones cuya fuerza retórica pueda transmitir tanto su disertación racional como sus impresiones sensibles. Una lectura atenta de los artículos de la muestra arroja un gran número de figuras retóricas que pretenden comunicar la dimensión extraordinaria de la situación: “contexto explosivo”, “violencia omnipresente”, “diversas formas de violencia que ensangrientan el país”, “violencia compleja a la medida de su geografía”, “una población secuestrada por los grupos armados”, “crímenes atroces”, “la locura de la muerte”, “orgía de sangre y violencia”, “una Colombia que bate todos los récords de violencia”, “una clase política gangrenada por los narcotraficantes”, “los secuestros y los asesinatos hacen reinar el terror”, “una Colombia que volvió a hundirse en los tormentos de la guerra civil”, “la estadística más sangrienta del planeta”, “algo profundamente irracional en esos fenómenos de violencia”, “esta psicosis del terrorismo”, “Colombia tiene la sangre caliente”, “esta guerra civil larvada”, “paranoia que se nutre sin embargo de una realidad inquietante”. Si comparamos cronológicamente las expresiones, en 1986 el enviado especial de Libération a Bogotá hace alusión a “un pueblo siempre presa de ‘la violencia’”, en un reportaje que dedica a la toma del Palacio de Justicia. En 2005, un enviado especial del mismo diario a la Sierra Nevada de Santa Marta habla de “la guerra colombiana […] el conflicto […] la disputa entre guerrillas de extrema izquierda, milicias paramilitares ultraconservadoras y ejército”. Por su parte, en 1986, el enviado especial de Le Monde a Bogotá califica de “maelström de sangre ‘[…] la ‘violencia’ tradicional en ese país andino desde hace treinta años, a veces sofocada pero nunca destruida […]’. Y en 2005, la enviada especial a Pueblito, en la Sierra Nevada de Santa Marta, se refiere al “interminable conflicto colombiano […]”.

Bajo la forma de vectores culturales de acreditación, de circulación de representaciones y de conversión de los fenómenos en acontecimientos, los medios de comunicación se legitiman como objeto de estudio de diferentes disciplinas sociales. Analizar sus dinámicas implica tener en cuenta su diversidad en cuanto “conjunto complejo de construcciones intersemióticas, económicas y logísticas” (Patrin-Leclère et al. 2007, 222), una conceptualización que está lejos de reducirlos a simples canales de un modo de expresión. La práctica mediática es creadora de sus propios marcos para representar la realidad con sus signos impregnados de historia, evoluciones, ritos y costumbres. Marco entendido como “un estilo característico de la experiencia, socialmente organizado, que nos permite a la vez reconocer la actividad del otro y elaborar la nuestra” (Esquenazi 2002, 34). El periodismo, entendido no sólo como profesión sino como “producción discursiva” (Ringoot y Utard 2005), participa de ese dispositivo mediático, que determina el valor de la información asignándole jerarquías y niveles de pertinencia desde un ángulo reivindicativo de “lo real”, centrándose en lo factual.7 Si se cree en el papel mediador del periodismo entre los acontecimientos del mundo y su puesta en escena pública, como intérprete de los hechos y como proveedor de noticias, se estarán aceptando los grados de inteligibilidad que se logra transmitir a las audiencias por medio de operaciones cuyas dinámicas varían. Así, cuando al periodista se le encarga una misión de enviado especial, el tratamiento de la información exige ordenamientos singulares que comienzan, por ejemplo, desde el hecho de personalizar al emisor e instalar al receptor en un ambiente de confianza comunicacional. El nombre del autor y la mención “enviado especial” se transforman en acto de transparencia informativa en el momento de poner en escena “lo real” y su coenunciación. Tratar de saber con profundidad pero al mismo tiempo tratar de hacer saber con claridad son acciones que fundan el realismo de su labor y el lema que lleva como “bandera de combate”, toda vez que su escritura debe crear efectos de verosimilitud, y más cuando debe informar sobre situaciones que tienen lugar más allá de sus fronteras nacionales.

Garante de la verdad en representación de una institución (el periódico), de una comunidad (los franceses) y de una profesión (el periodismo), busca adentrarse en “el corazón de la noticia”. Al querer transformar un mundo significante en mundo significado –descrito y comentado–8 a través de algunas categorías de expresión (nombrar, calificar, argumentar, narrar, describir), aventura un ensayo

7 La pretensión de depurar el discurso informativo de todo estilo literario, de toda “ideología triunfante”, corresponde a lo que Roland Barthes (1972) llama el “grado cero de la escritura”, imposible para un periodista, quien, según el mismo Barthes, entre gritos y juicios de valor va siempre en contravía de la “palabra transparente” y del “estilo de la ausencia”.

8 Se trata de encuadrar nuestra experiencia del mundo. Para Irving Goffman (1991), quien propone la noción de cuadro, “la escogencia de historias que nos cuentan, así como la forma en que son relatadas, está determinada por una manera particular de comprensión del mundo” (Goffman 1991, 23).

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de comunicación intercultural y de reconocimiento del “extranjero” que le permita integrar lo real representado en el espacio de lo perceptible. Tras la búsqueda de la “fuente” de información, se desplaza lejos de su sala de redacción, asumiendo las contingencias del oficio, para luego dar testimonio de su experiencia del lugar:

Cuando irrumpieron en su casa, en un barrio popu-

Los soldados, flacos y morenos, tiran su equipaje fati-

húmedo de los últimos días de marzo, le llovieron

lar de Barrancabermeja, Daniel veía la televisión […]

“Denme tiempo para ponerme una camisa” –suplicó–, pistola en la sien. Los paramilitares de extrema derecha se llevaron al militante de los derechos humanos escondido en un vehículo hasta un terreno desolado

a orillas del río Magdalena. Allá, en medio del calor

gados en medio del alba tropical. Revuelven café, arroz,

los insultos y los golpes, los planazos, los latigazos.

fríjoles, al abrigo de la carpa del puesto de control. En

“Ellos me decían que nosotros, las asociaciones y los

un rincón, un montón de botas sucias y rotas. La selva

sindicalistas, éramos la peste del país. Quisieron

comienza a 500 metros. Armados con fusiles de asalto

quemarme vivo y luego cortarme en pedacitos” […]

israelíes, los centinelas de la noche están todavía meti-

(Taille 2001).

dos en sus trincheras. Elementos de las FARC (Fuerzas

La estrategia narrativa (función diegética) pasa por operaciones enunciativas diversas, huellas que permiten visualizar el lugar que el enviado especial ocupa en su relato, signo de subjetividad que refuerza el realismo de la información. En aras de semiotizar su presencia y su desplazamiento en el espacio, lanza las pistas de un aquí y un ahora: “Dos hombres yacen sobre el andén, la cabeza llena de agujeros, en la esquina de la calle 50, en el centro de Medellín. La sangre hace un charquito en la cuneta. La noche es tibia y húmeda. El asesino, cubierto de un casco, está todavía en su moto. Ni un policía ni un militar a la vista […]” (Niedergang 1993).

Armadas Revolucionarias de Colombia, procomunistas) merodean por los parajes […] (Niedergang 1992).

La narración está presente en los 75 artículos seleccionados, reportajes en su totalidad, género que no proscribe ni la interpretación ni la primera persona en la escritura, y hace del estilo –marca de autor– parte integral del contenido. Veinticinco enviados especiales transforman la intención informativa y proponen un punto de vista sobre los hechos: experiencias enmarcadas en cuadros de referencia. Si bien mezclan lo factual con el comentario, relatos y microrrelatos vienen a ilustrar la abstracción de las estadísticas y las cifras de las fuentes oficiales, poco o nada significativas para un público ajeno a la realidad colombiana:

En general, el relato se define como una construcción verbal compuesta por dos tipos de representaciones. Por una parte, representaciones de acciones y acontecimientos; por la otra, representaciones de objetos, lugares y personajes. Estas últimas, de las cuales nos ocuparemos, son las que definen las descripciones (función mimética). Agente de su organización, la descripción en periodismo9 participa de ese esfuerzo realista al que se hizo referencia en párrafos anteriores. Recurso retórico y poético,10 utilizado justo en el momento en que el lector debe enterarse del aspecto de las cosas o de los personajes evocados. Desplegándose en solidaria interdependencia con el relato, cumple una función narrativa que posee siempre un simbolismo implícito, lugar textual cargado de sentido.

Todos se salvaron. El último en desertar fue el director del dispensario, Alejandro Toro. Él no pudo más la

semana pasada, cuando un grupo de guerrilleros salió de las bananeras y capturó al enfermero, que abatieron

en el lugar. El doctor Toro embarcó sus enfermos en una

piragua de motor y se reunió más al sur, remontando

el río Atrato, con la mayoría de sus paisanos refugiados en Mutatá. Murindó sucumbió a todos los males que

golpean a Colombia y que constituyen el telón de fondo sangriento de las elecciones regionales y municipales de mañana (Lionet 1997).

Es la eficacia de la narración que podemos explicar, de la mano de Annik Dubied (2004), porque “el tiempo, la acción y la identidad humana encuentran en el relato un intermediario indispensable que lleva al hombre de la incomprensión vivida al principio de una aprehensión de sí mismo y de su condición” (Dubied 2004, 105). Esta preferencia por la voz narrativa demuestra también la focalización en la acción y en el sufrimiento humano de los personajes que representan, de modo sinecdótico, la situación general:

9 Que distinguiremos de la descripción en literatura, tan problematizada en los estudios literarios, y criticada a veces por su función parasitaria en la narración. 10 Según las características del referente descrito, se distinguen los siguientes tipos de descripción: cronografía (del tiempo), topografía (del espacio y los paisajes), prosopografía (de la apariencia exterior de un personaje), etopeya (de la moral de un personaje), prosopopeya (de un ser imaginario alegórico), retrato (del físico y de la moral de un personaje), paralelo (combinación de dos descripciones en semejanza o antítesis), cuadro (descripción pictórica), hipotiposis (descripción viva y animada de acciones, pasiones, eventos físicos o morales) (Hamon 1993).

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Otras Voces

Suerte de estética del relato en la cual la caución de lo visible contribuye a la creación de la realidad como referente, un ver para que otros vean.

nuestro enviado especial cinco días después de la catástrofe”. El texto se acompañó de una foto de la pequeña Omaira atrapada en el lodo. Mientras que Le Monde lo hizo el martes 19 de noviembre sin fotografías. En los dos relatos, los enviados especiales intentan una descripción de la tragedia que sirva como testimonio de su presencia en el lugar (su cuerpo ahí), y encuentran en la mediación de los sentidos la mejor estrategia discursiva:

Junto a otras funciones (didáctica, explicativa y argumentativa), la descripción garantiza la unidad del texto a través de los embragues y los desembragues, de los tiempos verbales durativos (el gerundio, el imperfecto), de las formas pronominales, de las marcas topológicas (delante, atrás, a derecha, izquierda, etc.). Se trata de exponer un objeto, un personaje o un ambiente y darlo a conocer por el detalle de las circunstancias más interesantes. Selección de lo esencial ante el impedimento de verbalizar la totalidad de lo percibido y la imposibilidad de “cubrir todo el campo de experiencia” (Kerbrat-Orecchioni 1980, 134). A la pregunta: ¿cómo hacer creer en la realidad de tal situación?, el periodista responde: describiéndola. No obstante, pese a esta ambición de realismo, la descripción está lejos de ser exhaustiva y objetiva, ya que describir no es copiar sino interpretar lo real: “Se diría que el enunciador, antes de describir, sale a la ventana no precisamente para ver mejor sino para fundar eso que él ve desde el encuadre particular que le impone su mirada” (Mouilliaud y Tetu 1989, 169). En esa elección de cuadros por describir está latente el comentario que inspira lo observado al narrador omnipresente:

Hasta Mariquita, uno se desplaza en medio de una espe-

cie de sabana verde […] Las ambulancias, las camionetas

de la Cruz Roja levantan a su paso remolinos de ceniza. La gente lleva máscaras y pañuelos. La radio del vehículo interrumpe el anuncio de las listas de heridos que están en los hospitales para anunciar que Omaira Sánchez, la niña de 12 años, que toda Colombia y quizás el mundo

esperaba que salvaran, ha muerto […] Un poco después de Mariquita, la ruta deja de ser transitable. Al lado derecho aparece una gran ola blanda, gris elefante: el lodo

[…] El aire es pesado y caliente y causa dolor de cabeza. Después de los restos de un pequeño puente nos atascamos con las ruinas de una carreta, los cadáveres se multiplican […] La podredumbre aumenta […] (Rolin 1985).

Charles Vanhecke (1985), enviado especial de Le Monde a Guayabal, describe:

La noche cae fríamente sobre Bogotá. En el centro de la

ciudad, los empleados se apuran. Además, varios bares

Escenas de pánico, mujeres que gritan de espanto: el carro

como conviene en tierra latina, bajan rápido la reja de

pesinos que tropiezan con sus sacos de maíz y sus racimos

que uno creería abiertos hasta altas horas de la noche,

de la defensa civil donde nosotros estamos es atacado; cam-

hierro. Cada uno a su casa. Los noctámbulos afortuna-

de bananos; una mujer cuyo único tesoro es un loro que le

dos irán a cenar a un restaurant chic del barrio norte,

picotea la mano. Muertos-vivientes envueltos en un lodo

el barrio elegante donde la clase media se esfuerza en

gris como único vestido, se ven sobre las camillas cubier-

igualar la oligarquía. A la hora en que los cuellos blan-

tos de hematomas, los cabellos endurecidos por la lava y

cos se van, una humanidad en harapos, proveniente

los ojos que se abren con dificultad bajo la ceniza. Rostros

de las periferias miserables del sur, se dispersa en las

manchados, deformes, como en las películas de terror […].

calles apenas clareadas, en la búsqueda de papeles, car-

Quince meses después de la tragedia otro enviado especial de Le Monde hace el desplazamiento hasta Armero, y en su reportaje el tono experiencial ocupa buena parte del relato. Allí recoge la leyenda sobre la maldición que, según los lugareños, fue la causa de la erupción:

tones o de restos de comida […] (Baudin 1996).

Como gran reportero, este periodista ostenta una distinción casi aurática y un prestigio que se lo da el hecho de viajar “lejos” y cubrir los grandes acontecimientos mundiales que van de las guerras, los genocidios, las hazañas humanas, hasta lo real maravilloso, los siniestros tecnocientíficos y las catástrofes naturales. En el caso colombiano, la erupción del volcán Nevado del Ruiz el 13 de noviembre de 1985, tragedia que conmovió al mundo, quedó registrada en los dos diarios. Los periodistas se desplazaron a Armero. Libération publicó el lunes 18 de noviembre un reportaje ilustrado con seis fotografías de gran formato, y lo anunció así en su primera página: “Colombia. Deglutida en el lodo de Armero. El relato de

Durante la “Violencia”, los liberales del pueblo –si uno cree en el rumor– habían asesinado al cura conservador,

le habían cortado la cabeza e incluso “jugaron fútbol con

ella” […] La continuación de la historia es bíblica. Las Marías-Magdalenas de Armero, escandalizadas, organizaron una sepultura cristiana de los despojos mortales

del cura que había sido tirado al río Gualí. Su sucesor

lanzó solemnemente en el sermón la anatema contra el pequeño pueblo aterrorizado […] (Niedergang 1987).

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La mediación del cuerpo y su fuerza enunciativa

das del espacio/tiempo del relato para crear la ilusión de estar-ahí, horizonte de promesa para el público que en su acto de lectura viaja también de la mano del narrador. Como si en lo descriptivo el enviado especial encontrara un lugar donde manifestar prioritariamente ciertos modos y posturas de enunciación.

En su intento de hacerse inteligible, el enviado especial presta sus cinco sentidos al lector lejano. El simple desplazamiento marca, de entrada, una experiencia por fuera de lo común, representable sólo a partir de sensaciones que no intervienen “sino cuando la comprensión se encuentra interrumpida, cuando se sale de la experiencia cotidiana. La atmósfera familiar está ahí originariamente para ser comprendida, y no para ser sentida” (Marie 2002, 45). Lugar de registro del stimulus, el cuerpo logra la mixtura sinestésica gracias a la solidaridad sensorial: la mirada se presenta como un escuchar, un oler, un saborear, un tocar.

Cada observación se erige en marco cultural del discurso informativo. Así, junto a descripciones topográficas y cronológicas, se despliegan aquellas que se ocupan de los rasgos físicos, psicológicos o morales de los actores discursivos: El más joven, un rubio de 13 años, parece de 10. Un cuerpo endeble, una cara de angelito, una mirada cándida. Él dice con un guiño de ojo: “Yo también soy el más astuto”.

El principio dialógico inherente a la narración de los enviados especiales es constante. Según Mijaíl Bajtín (1989), el dialogismo parte de la constatación de que el ser sólo puede aprehenderse de manera precisa en cuanto sujeto, resultante de interrelaciones humanas. De tal suerte, la palabra adviene como palabra del otro, ya utilizada, que traduce un sujeto dividido, múltiple. Cada reportaje refleja la polifonía de las voces de los actores sociales mezcladas con la voz del enviado especial, quien está a cargo de la construcción discursiva y se muestra como locutor primero autorizado para avalar, implícitamente o explícitamente, los puntos de vista de expertos, representantes y testigos incluyéndolos en su relato. Instancia de enunciación polifónica, los reportajes se distinguen por construir un discurso a partir de otros discursos, juego de actores en el montaje narrativo:

El mayor, un negro grandulón de unos 20 años, toma nota

con atención. Ellos son unos cincuenta, apretujados en

los pupitres estrechos de esta clase particular. Todos, muy serios y educados, se levantan en grupo cuando llega un visitante. Ni la más mínima muestra de arrogancia o de ironía en esos colegiales modelos. Todos, sin embargo,

son sicarios, asesinos a sueldo de la Mafia, pero decididos –si se le cree a Pablo, el responsable de este centro de reha-

bilitación de un barrio popular del noroeste de Medellín– a “encontrar un trabajo honesto” (Niedergang 1990).

Escribir, describir, ¿comprender? Por una mirada intercultural La interculturalidad, referida a los procesos de interacción e intersección de las diferencias simbólicas, nos interpela para repensar quiénes somos y las características de nuestras democracias y nuestros Estados (Grimson 2011). En ese orden de ideas, validamos la práctica del enviado especial como situación de interculturalidad, en la cual participa en cuanto actor social que construye puentes entre las distancias identitarias. Su ejercicio de “traducción” de realidades apartadas implica un esfuerzo de apropiación y de resignificación de la diferencia.

Incluso los niños, descalzos en el pantano, participan

en la noria. Con las tablas y las hojas de palma lleva-

das a lomo de mula ayudan a los adultos a construir, casa por casa, su nuevo pueblo, donde habitan más de

300 campesinos. Los primeros ranchos levantados en

marzo en esta “comunidad de paz” surgen poco a poco sobre el relieve accidentado de los Andes, en el noroeste de Colombia. Más abajo, delante de una caneca conver-

tida en lavadero, Dioselina trabaja duro en el lodazal:

Representar los fenómenos observados en el discurso exige del enviado especial un uso particular de las potencialidades del lenguaje escrito. En su tarea de crear sentido y ponerlo en circulación recurre a una economía significante que le permita elaborar sus síntesis culturales. En efecto, todos los reportajes se sirven de los signos gráficos de la puntuación para comunicar –paréntesis, comillas, comillas simples, guiones, signos de admiración, signos de interrogación, puntos suspensivos–, para señalar el discurso de los otros o tomar distancia, ironizar o traducir: “Con uniformes mi-

“Todos estamos aquí –explica ella– porque nos negamos a vivir con gente armada” (Taille 2005).

En cada reportaje queda constancia del paso del enviado especial, desplazamiento gracias al cual teje relaciones con los otros y los proyecta en un escenario. Al figurar en la narración, el enviado especial concede a la información, además del tono veraz (yo estuve), su fuerza representativa. Los rastros de su cuerpo mediador se convierten en estrategias enunciativas que construyen las coordena-

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Otras Voces

Conclusiones

litares incompletos, pelo rapado, los combatientes en posición de firmes tenían el rostro grave, el de la pobreza y a veces el del odio. La mayoría, entre ellos cinco mujeres armadas, eran menores de 30 años […] Los ‘paras’ habían sido reunidos en la madrugada en el Palacio de Exposiciones, en pleno corazón de Medellín […]” (Delcas 2003).

Tres grandes temas, que se interrelacionan, son recurrentes en el cubrimiento que los enviados especiales de los dos diarios hacen del país: conflicto armado, narcotráfico y procesos democráticos. El período escogido arroja una buena muestra de reportajes, debido a que abarca dos décadas prolíficas en acontecimientos que centraron la atención del público francés: la mediatización de las acciones del cartel de Medellín y las negociaciones de paz –unas fallidas y otras logradas en el papel– con los actores armados. En esta articulación de problemáticas sobresale el seguimiento a los fenómenos de violencia, fijación que se entiende porque los dos periódicos representan a Francia y su política en materia de promoción y protección de los Derechos Humanos.

Así mismo, las figuras retóricas –entre las que se cuentan la ironía, la metonimia, la hipérbole, la sinécdoque– son recursos lingüísticos frecuentes. Un lugar especial ocupan los tipos de analogía (símil, comparación, metáfora), sistema descriptivo con funcionamiento propio. En este escenario de aproximaciones, el enviado especial compara valiéndose de referentes culturales que toma del cine, de la literatura, de la historia o de la geografía: “Envigado, el Neuilly de Medellín, es la vitrina del narcotráfico”,11 “caseríos del ‘Far West’ surgidos de la nada”, “una victoria pírrica contra el tráfico internacional de droga”, “paisaje digno de Suiza”, “Armero es otro Macondo, muerto y enterrado”, “la Perestroika a la colombiana”, “Envigado […] con sus jardines a la inglesa”, “el último episodio del ‘Narcogate’ […]”, “la ruta atraviesa un paisaje que evoca la novela Paul y Virginia […]”, “lo que era Armero se parece a una escena de la película The Day After”, “un bigote a lo Clark Gable”, “la ‘desmilitarización’ de dos departamentos […] una zona grande como Inglaterra”, “uno se imagina que la depresión geográfica de Dien Bien Phu debía parecerse a esto”, “Envigado […] donde vive la nomenclatura de la droga”, “la ‘Farc-connection’ es el secreto de polichinela de Colombia”, “un verdadero Club Med en el monte”,12 “Ciénaga, Eldorado de los bandidos colombianos”, “Pablo, que los niños llaman Robin des Bois”,13 “Colombia se asemeja a veces a un país como los otros. Los niños leen Harry Potter y portan sus máscaras de Halloween […]”. Evidentemente, se trata de un recurso intertextual capaz de validar una síntesis imaginaria, vínculo intercultural que ayudará al lector a establecer relaciones comprensivas en un juego de representaciones.

Luego de analizar los 75 reportajes, se constata que la descripción cumple una función expresiva e incluso simbólica que trasciende la obviedad imitativa (simple decorado), para crear una relación entre el exterior y el interior, entre las realidades observadas y el sentimiento de aquel que las contempla. Cada aspecto descrito se convierte en metáfora, signo de otra cosa: información travestida, opinión traslapada, como si al describir, el enviado especial expresara su estado emocional frente a los hechos, los personajes y las atmósferas y, de paso, buscara que su experiencia personal-testimonial fuera una pista de lectura comprensiva para su público receptor. Hacer emerger el cuerpo del enviado especial en el análisis del discurso muestra que las producciones periodísticas pasan primero por sujetos. Si bien los cuadros mediáticos se imponen como una suerte de normalización de lo real, las huellas del periodista en el relato les dan a los bloques textuales el aire vital que afirma la presencia de un ser humano detrás de todo lenguaje. Este mismo cuerpo tiende el puente entre universos disímiles que se encuentran y se mezclan en el tiempo narrado de las voces humanas y en el espacio mediador del texto escrito.

El enviado especial, como instancia mediadora, toma un universo polifónico para mutar él mismo –individuo– en principal testigo que comparte su experiencia subjetiva. El testimonio encuentra su lugar en una red discursiva que le da valor a su vivencia. El “yo estuve”, “yo vi”, garantiza el enunciado y le da credibilidad frente a un público que espera algo en particular: la ilusión de realidad y de inteligibilidad.

Además de la fuerza enunciativa que potencia la descripción, la puesta en relato de la experiencia sensible de un periodista extranjero en Colombia participa de un acercamiento intercultural. En esa medida, las realidades del país “toman cuerpo” para la opinión pública francófona, pasan de la abstracción del dato y la estadística a encarnarse en personajes –algunos más anónimos que otros–, a través de los sentidos del enviado especial. Con una escritura que a veces atraviesa el umbral de lo

11 Referencia a Neuilly-sur-Seine, ciudad que limita con París por el noroeste, estereotipada como una ciudad aristocrática y burguesa. 12 Club Méditerranée. Empresa francesa de turismo que cuenta con una red de hoteles y centros vacacionales en todo el mundo. 13 Robin Hood.

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literario, los enviados especiales de Le Monde y Libération intentan ahondar en el complejo contexto colombiano y establecen en nombre de Francia una conexión experiencial, efímera en principio (el tiempo de la actualidad), pero que permanece como registro histórico e ineludible lugar de memoria de esa mirada externa que observa el devenir de una joven nación.

13. Patrin-Leclère, Valérie, Karine Berthelot-Guiet, Valérie Jeanne-Perrier, Yves Jeanneret y Jean-Luc Minel. 2007. Écrire le journal radiophonique: l’actualité naturalisée. En L’écriture des médias informatisés: espaces de pratiques, ed. Jeanneret Yves Tardy, 37-71. París: Hermès Science Publications. 14. Ringoot, Roselyne y Jean-Michel Utard. 2005. Le journalisme en invention. Nouvelles pratiques, nouveaux acteurs. Rennes: Presses Universitaires de Rennes.

Referencias

Artículos de prensa

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2. Barthes, Roland. 1972. Le degré zéro de l’écriture. París: Seuil. 3. Dubied, Annik. 2004. Les dits et les scènes du fait divers. Ginebra: Librairie Droz.

16. Delcas, Marie. 2003. En Colombia, las autoridades celebran la desmovilización de un batallón de paramilitares. Le Monde, 27 de noviembre.

4. Dupriez, Pierre y Solange Simons (Eds.). 2000. La résistance culturelle. Fondements, applications et implications du management interculturel. Bruselas: DeBoeck.

17. Lionet, Christian. 1997. Los campesinos… “entre dos diablos”. Libération, 25 de octubre.

5. Esquenazi, Jean-Pierre. 2002. L’écriture de l’actualité. Pour une sociologie du discours médiatique. Grenoble: PUG.

18. Niedergang, Marcel. 1987. El lamento de Armero. Le Monde, 19 de febrero.

6. Goffman, Erving. 1991. Le sens commun. Les cadres de l’expérience. París: Les éditions de minuit.

19. Niedergang, Marcel. 1990. Los niños-asesinos de Medellín. Le Monde, 8 de noviembre.

7. Grimson, Alejandro. 2011. Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad. Buenos Aires: Siglo Veintiuno.

20. Niedergang, Marcel. 1992. Los fuegos mal apagados de la guerrilla. Le Monde, 24 de julio.

8. Guerrero, Juan-Carlos. 2007. La fixation progressive d’une représentation floue de la violence colombienne sur la scène médiatique internationale. Hermès 46: 169-178.

21. Niedergang, Marcel. 1993. Medellín: a sangre y fuego. Le Monde, 3 de marzo.

9. Hamon, Philippe. 1993. Du descriptif. París: Hachette.

22. Rolin. 1985. Colombia, deglutida en el lodo de Armero. Libération, 18 de noviembre.

10. Kerbrat-Orecchioni, Catherine. 1980. L’énonciation: de la subjectivité dans le langage. París: Armand Colin.

23. Taille, Michel. 2001. Terror paramilitar en Colombia. Libération, 20 de agosto.

11. Marie, David. 2002. Expérience quotidienne et expérience esthétique chez Heidegger et Merleau-Ponty. París: L’Harmattan.

24. Taille, Michel. 2005. Pueblos prohíben el porte de armas en Colombia. Libération, 28 de abril.

12. Mouilliaud, Maurice y Jean-François Tetu. 1989. Le journal quotidien. Lyon: PUL.

25. Vanhecke, Charles. 1985. La vida sigue, como se dice… Le Monde, 19 de noviembre.

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Otras Voces

Anexo 1 Libération CONFLICTO ARMADO # 1

2

3

4 5 6

7 8 9 10

Fecha Viernes 13 de junio 1986 Miércoles 5 de julio 1995 Viernes 15 de marzo 1996 Sábado 25 de octubre 1997 Martes 29 de diciembre 1998 Lunes 20 de agosto 2001 Martes 23 de julio 2002 Martes 23 de noviembre 2004 Jueves 28 de abril 2005 Sábado 10 de diciembre 2005

Página

Título

Enviado especial

Lugar

32

“¿Quién ha matado a quién durante el asalto del Palacio de Justicia de Bogotá?”

Jean-François Fogel

Bogotá

9

“Colombia, entre aves rapaces y palomas blancas”

Jean-François Boyer

Bogotá

8

“2400 m por encima del nivel de la paranoia”

Gilles Baudin

Bogotá

6-7

“Los campesinos… ‘entre dos diablos’”

Christian Lionet

Apartadó

8

‘“Farclandia’, santuario de la guerrilla en Colombia”

Christian Lionet

San Vicente del Caguán

8

“Terror paramilitar en Colombia”

Michel Taille

Barrancabermeja

8

“Andrade, alcalde colombiano a punto de reventar”

Michel Taille

Rovira

20-21

“El miedo del régimen seco”

Michel Taille “Economía”

Carepa

10-11

“Pueblos prohíben el porte de armas en Colombia”

Michel Taille

San José de Apartadó

“Los Kogis, atrapados entre Ejército y guerrillas”

Michel Taille “Tierra”

Sierra Nevada de Santa Marta

10

NARCOTRÁFICO # 11

12

13

14

Fecha Martes 2 de abril 1985 28 de enero 1988 28 de agosto 1989 22, 23 de junio 1991

Página

Título

8-9

“El oro negro colombiano contra el polvo blanco”

Dominique Nora “Investigación”

16-17

“El contraataque del presidente Barco”

Jean-Francois Boyer

“Droga: guerra total en Colombia”

J-P. Gene

“En Medellín, ciudad bajo influencia”

Claude Pereira

“La prisión de El Doctor no es sino nombre”

Claude Pereira

Primera página, 2-4 18

179

Enviado especial

Lugar

Bogotá

Medellín

Envigado


Revista de Estudios Sociales No. 45 rev.estud.soc. • ISSN 0123-885X • Pp. 276. Bogotá, enero - abril de 2013 • Pp. 170-184.

NARCOTRÁFICO # 15

16

17

18

19

20 21 22

23

Fecha

Página

22, 23 de junio 1991 Jueves 22 de junio 1995 Viernes 22 de marzo 1996 Martes 4 de noviembre 1997 Lunes 8 de junio 1998 Martes 16 de junio 1998 Martes 14 noviembre 2000

de

Miércoles 16 de abril 2003 Sábado 17 de abril 2004

Título

Enviado especial

Lugar

18

“Envigado, la ciudad donde Don Pablo es rey”

Claude Pereira

9

“La caída de ‘El Escorpión’ del Cartel de Cali, en Colombia”

Jean-Francois Boyer

10

“El cartel de Cali se repliega pero no se rinde”

Gilles Baudin

23

“El polvo hace hablar el fútbol colombiano”

Christian Lionet

8

“Los cultivos de hojas de coca…”

Christian Lionet

Bogotá

8

“Los damnificados del terreno”

Christian Lionet

Bogotá

“El submarino encaramado”

Marie-Laurie Colson “Gran ángulo”

Facatativá

17

“Los campesinos juegan al esconde-coca”

Michel Taille

Departamento del Putumayo

8

“Colombia: en la onda del comercio equitativo”

Michel Taille “Evénement”

La Vega

14-15

“Deporte”

Medellín

Bogotá

Bogotá

DEMOCRACIA

Fecha

# 24

Sábado-domingo

Título

31

“Cali, Colombia: elecciones tranquilas en aguas turbulentas”

Christian Martin

Cali

18

“Ciénaga, Eldorado de los bandidos colombianos”

Christian Lionet

Ciénaga

10

“Involucrado en un escándalo, Samper quiere restablecer la pena de muerte”

Gilles Baudin

Bogotá

6

“El desastre de los años Samper”

Christian Lionet

Bogotá

12

“Bogotá: Mockus marca la diferencia”

Marie-Laurie Colson

Bogotá

24, 25 de mayo 1986 25

28, 29 de mayo 1994

26

Martes 27 de febrero 1996

27

Lunes 1º de junio

Enviado especial

Lugar

Página

1998 28

Lunes 30 de octubre 2000

180


Prácticas descriptivas de los enviados especiales de la prensa francesa a Colombia. Narrativa de una experiencia sensible en un marco intercultural Mary Luz Botero

Otras Voces

HECHOS DIVERSOS # 29

Fecha Lunes 18 de noviembre de 1985

30

31 32

4 de enero 1994 Sábado 25 de julio 1998 Jueves 16 de septiembre 2004

Página Primera página, 5y6

Título

Enviado especial

Lugar

Primera página: “Colombia, deglutida en el lodo de Armero”

Rolin

Armero

“Cap Colombia por el ‘rock musette’”

J-P. Gene

Aracataca

12

“En el país de Don Víctor, zar de las esmeraldas”

Christian Lionet “Economía”

Muzo

4

“En Medellín, un teleférico por encima de la miseria”

Michel Taille

Medellín

18-19

Le monde CONFLICTO ARMADO # 1

Fecha Martes 9 de diciembre

Página

3

4

5

6

7

8

9

Miércoles 8 de agosto 1987 Martes 24 de febrero 1987 Lunes 1º de agosto 1988 Miércoles 8 de marzo 1989 Jueves 16 de marzo 1989 Jueves 16 de marzo 1989 Martes 27 de marzo 1990 Jueves 20 de junio 1991

Enviado especial

Lugar

“La muerte en la cotidianidad en Colombia”

Marcel Niedergang

Bogotá

“Violencias colombianas”

Marcel Niedergang

Bogotá

6

“El poder servil de los militares”

Marcel Niedergang

Bogotá

3

“El ‘diálogo nacional’ reunió una cuarentena de representantes”

Marcel Niedergang

Bogotá

“Colombia, presa de todas las violencias”

Jean-Pierre Clerc

Bogotá

8

“Una guerrilla con recursos turbios”

Jean Pierre Clerc “Investigación”

Bogotá

8

“Política o la continuación de la guerra por otros medios”

12

“Investigación sobre un asesinato sin móvil aparente”

Charles Vanhecke

Bogotá

8

“Negociadores de paz en América Central”

Marcel Niedergang

Bogotá

13

1986 2

Título

Primera página, 4

Primera página, 6

181


Revista de Estudios Sociales No. 45 rev.estud.soc. • ISSN 0123-885X • Pp. 276. Bogotá, enero - abril de 2013 • Pp. 170-184.

CONFLICTO ARMADO # 10

11

12

13

Fecha Viernes 24 de julio 1992 Viernes 22 de julio 1994 Miércoles 23 de enero 2002 Jueves 27 de noviembre

Página

15

16

17

Sábado 3 de julio 2004

Sábado 12 de febrero 2005

Martes 4 de octubre 2005 Martes 4 de octubre 2005

Enviado especial

Lugar

5

“Los fuegos mal apagados de la guerrilla”

Marcel Niedergang “Serie variaciones latino-americanas”

San José del Guaviare

4

“El Ejército, en alerta luego de una ofensiva de la guerrilla”

Marcel Niedergang

Bogotá

4

“El Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC dan un respiro al proceso de paz”

Marie Delcas

San Vicente del Caguán

Marie Delcas

Medellín

Marie Delcas

Santa Fe de Ralito

8

2003 14

Título

“En Colombia, las autoridades celebran la desmovilización de un batallón de paramilitares”

4

“Colombia negocia con los jefes paramilitares en busca de su desmovilización”

6

“En Colombia, los indios se movilizan por un líder humanitario desaparecido por los paramilitares”

Marie Delcas

Pueblito (Sierra Nevada de Santa Marta)

5

“En Colombia, los paramilitares entregan sus armas, pero la inseguridad continúa reinando”

Marie Delcas “Reportaje”

Medellín

5

“El presidente Uribe cree en el proceso de reconciliación”

Paulo A. Paranagua

Bogotá

“Reportaje”

NARCOTRÁFICO # 18

19

20

21

22

23

Fecha Jueves 28 de enero 1988 Miércoles 30 de agosto 1989 Sábado 14 de octubre 1989 Jueves 8 de noviembre 1990 Viernes 21 de junio 1991 Viernes 24 de julio 1992

Página

Título

Enviado especial

Lugar

5

“Las ruinas del derecho”

Bruno Frappat

Bogotá

10

“Los jueces colombianos, en peligro de muerte”

Charles Vanhecke

Bogotá

6

“En Bogotá M. Miterrand ofrece su apoyo al presidente Barco”

Jean-Yves Lhomeau

Bogotá

1

“Los niños-asesinos de Medellín”

Marcel Niedergang

Medellín

1, 6, 7

“Una victoria pírrica contra el tráfico internacional de droga”

Marcel Niedergang

Medellín

4

“La ‘desaparición’ del jefe del cartel de Medellín Pablo Escobar”

Marcel Niedergang

Bogotá

182


Prácticas descriptivas de los enviados especiales de la prensa francesa a Colombia. Narrativa de una experiencia sensible en un marco intercultural Mary Luz Botero

Otras Voces

NARCOTRÁFICO # 24

25

Fecha Miércoles 3 de marzo 1993 Sábado 10 de diciembre

Página

Título

Enviado especial

Lugar

3

“Medellín: a sangre y fuego”

Marcel Niedergang

Medellín

15

“El coraje de El Espectador”

Annick Cojean

Bogotá

Primera página, 4

“Contra la droga, una lucha militar, económica, social y cultural”

Alain Abellard

Bogotá

2

“Colombia pone en marcha un ‘plan integral’ de lucha antidrogas”

Patrice de Beer

Cartagena

1994 26

27

Martes 16 de julio 1996 Viernes 1º de septiembre 2000

DEMOCRACIA #

Fecha

28

8 de marzo 1986

29

Sábado 12 de marzo 1988

30

31

32

33

Martes 29 de mayo 1990

Viernes 5 de julio 1991 Lunes 20 de junio 1994 Domingo 31 de mayo lunes 1º de junio

Página Primera página, 6 4

Miércoles 22 de mayo 2002

Enviado especial

Lugar

“Un outsider perturba la quietud bipartidista”

Charles Vanhecke

Bogotá

“Una sociedad en crisis, una economía en crecimiento”

Denis Hautin Guiraut

Bogotá

Charles Vanhecke

Bogotá

“La victoria del candidato liberal es un desafío lanzado a la mafia de la droga” 4

--“César Gaviria: la estrategia de la juventud”

5

“La adopción de nuevas instituciones políticas”

Marcel Niedergang

Bogotá

25

“Violencia y política en Colombia”

Martine Jacot

Bogotá

3

“Los colombianos eligen su presidente el domingo”

Alain Abellard y Anne Proenza

Bogotá

3

“Los colombianos, tentados por la ‘línea dura’ para acabar con la guerrilla de las FARC”

Alain Abellard

Bogotá

1998 34

Título

183


Revista de Estudios Sociales No. 45 rev.estud.soc. • ISSN 0123-885X • Pp. 276. Bogotá, enero - abril de 2013 • Pp. 170-184.

HECHOS DIVERSOS # 35

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Fecha Martes 19 de noviembre 1985 Sábado 5 de julio 1986 Jueves 19 febrero 1987 Sábado 12 de marzo 1988 Lunes 11 de mayo 1992 Martes 2 de febrero 1993 Lunes 15 de agosto 1994 Jueves 5 de octubre 1995 Viernes 29 de enero 1999

Página

Título

Enviado especial

Lugar

Primera página, 7

“La vida sigue, como se dice…”

Charles Vanhecke

4

“El viaje del Papa a Colombia”

Jean-Pierre Clerc

Bogotá

6

“El lamento de Armero”

Marcel Niedergang

Armero

“Popayán, destruida pero de pie”

Bruno Frappat “Le Monde sin visa”

Popayán

5

“La soledad de Cartagena”

Eric Fottorino “Lejos de las capitales”

Cartagena

25

“Perspectivas Cusiana, el nuevo Eldorado”

Marcel Niedergang

Cusiana

6

“¿El corazón de Bolívar está en Santa Marta?”

Martine Jacot “Lejos de las capitales”

Santa Marta

23

“Para hacer olvidar el tráfico de drogas, Colombia se mete en los mundiales de ciclismo”

Benoit Hopquin

Paipa

3

“Los organismos de socorro tardan en organizarse en Colombia luego del sismo que arrasó el ‘Eje Cafetero’”

Marie Delcas

Armenia

13, 14

184

Guayabal Armero


Revista de Estudios Sociales No. 45 rev.estud.soc. • ISSN 0123-885X • Pp. 276. Bogotá, enero - abril de 2013 • Pp. 186-197.

Nanny Diaries and Other Stories: Immigrant Women’s Labor in the Social Reproduction of American Families* Mary Romero** DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.15

* * A longer version of this paper was originally published in DePaul Law Review 52, no. 3 (2003). ** ** Ph.D. en Sociología de University of Colorado, Estados Unidos. Profesora de Justice Studies en Arizona State University, Estados Unidos. Correo electrónico: mary.romero@asu.edu

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Nanny Diaries and Other Stories: Immigrant Women’s Labor in the Social Reproduction of American Families Mary Romero

Documentos

other violations of employee rights of household workers and nannies, the book discusses “personality conflicts” between women. The site of employee struggle is therefore successfully moved away from the labor process and the globalization of household labor and caregiving. Placing immigrant nannies in the shadows of the novel, McLaughlin and Kraus are assured that their readers will identify with Nan. Readers can ignore the uncomfortable realities surrounding families and communities who rely on immigrants’ low-wage labor in reproducing the American family. Policies and practices creating and reinforcing the vulnerability and exploitability of immigrant labor used to reproduce upper-middle- and upper-class American (as well as worldwide) family lifestyles are invisible to the American national imagination.

Wanted: One young woman to take care of four-year-old boy. Must be cheerful, enthusiastic, and selfless—bordering on masochistic. Must relish sixteen-hour shifts with a deliberately nap-deprived preschooler. Must love getting thrown up on, literally and figuratively, by everyone in his family. Must enjoy the delicious anticipation of ridiculously erratic pay. Mostly, must love being treated like fungus found growing out of employer’s Hermès bag. Those who take it personally need not apply (McLaughlin and Kraus 2002, back cover)

T

wo former nannies employed on the Upper East Side of Manhattan offer this want ad as an illustration of employers’ expectations and working conditions awaiting potential employees. Although it is a fictionalized account of their total six-year experience as nannies while attending college, Emma McLaughlin and Nicola Kraus’ The Nanny Diaries, A Novel has spurred significant attention from the media. Editorials, letters to the editor, book reviews, and talk shows featuring the authors and the book are the most recent additions to the national dialogue on the “servant problem” (Romero 1999). Perspectives on cleaning and childcare services in private households emerging from The Nanny Diaries are similar to the recent public exposures of the working conditions and paid arrangements for childcare and housework in upper-middle- and upper-class families (a.k.a. Nannygate). However, unlike attorney general nominees, McLaughlin and Kraus’ fictionalized employers, Mr. and Mrs. X, did not hire an immigrant, but rather Nan, “a 21 year-old part-time nanny and fulltime NYU senior majoring in education” (Stoller 2002, J4).

This article investigates this erasure of immigrant women from our vision of who we are as US citizens. It analyzes the process and function of placing immigrant domestics and nannies in the shadows and avoiding issues surrounding employee rights, safety and health problems, and childcare needs. Analyzing the social processes and structures that reproduce family, community and nation is central to understanding the maintenance of social inequality. I refocus the immigration lens to frame the reproduction of the American lifestyle requiring an abundance of exploitable immigrant women labor in the twenty-first century. I argue that the nexus of immigration, nationality, and markets is central to the social reproduction of the “American” family, communities, and nation. Immigrant women assist affluent families in the United States and internationally; this assistance is vital to “conceiving the new world order” (Ginsburg and Rayna 1995, xi). Although hidden from the public’s view as they work in their employers’ homes, visible signs do exist: immigrant riders of color on public transportation in affluent neighborhoods, and women of color, frequently in uniforms, in parks caring for white children or pushing the wheelchairs of their invalid charges. I contend that contemporary social, economic, and legal conditions shape the constraints and opportunities for immigrant household workers and nannies, as well as their families. Consequently, these conditions (1) reproduce gender, race, ethnic, and class privileges; (2) blur the ideological contradictions of equality and justice embedded in the American Dream; and (3) reinforce the existing social stratification.

Nan is drafted into a plot that immigrant nannies may not recognize: “Nan is trying to graduate from college, start a romance and find a better job. But like Cinderella, she’s sidetracked by the constant harping of her employers to hurry, hurry, hurry and help plan a party, buy foie gras and locate the mistress’ missing underwear” (Falcone 2002, 43). Media responses to the book generally bypassed references to exploitative employment practices documented by researchers and Human Rights Reports. The authors of the book reduce labor issues in domestic work and childcare to comical scenes between Mary Poppins and Jackie Collins. Nan shares the same social status as her employers. Thus, instead of focusing on problems such as unregulated practices that allow abusive employers to avoid prosecution, the lack of venues for employees to address grievances, and

Two points about immigrant domestic workers are central to the paper’s discussion of immigration and the perpetuation of the subordinate status of women. The first is

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the contradiction between anti-immigration sentiment exhibited both prior to and after 9/11 and the employment of immigrant women who are entrusted with their employers’ homes and children. It is ironic that underpaid immigrant women are hired domestic workers, while immigrants vilifying immigrants as a threat to the “American way of life.” The second is the failure of the caregiving movement in the United States to place immigration at the center of its discussion. Considering caregiving within the larger framework of the global economy places immigrant women (both as potential providers and recipients) at the center of the caregiving crisis.

Due to the large number of undocumented immigrants, US workers employed “off the books,” and workers with temporary or permanent visas, as well as the broad category of domestic service defined by the Department of Labor and the Census, precise numbers of domestics and nannies are difficult to obtain. Assessing the US Bureau of Labor Statistics, Human Rights Watch estimates that eight hundred thousand private household workers were officially recorded in 1998, of which thirty percent were immigrant women. Asia, Africa, Latin America and Eastern Europe export the largest number of women as domestic servants (Lutz 2000). Latina and Caribbean immigrants are more vulnerable in the labor market than European immigrants (Lara 2002, E2). Research on domestics in the United States includes immigrants from Latin America (Hondagneu-Sotelo 2001; Mattingly 1999), the Caribbean (Brown 2011; Colen 1995), and the Philippines (Parreñas 2001).

I draw from popular culture to analyze the normalization of the processes used to employ immigrant domestic workers. I begin by comparing and contrasting the depiction of domestic workers and nannies in The Nanny Diaries and in social science research. I then turn to the peculiarities of paid childcare created by competitive and intensive mothering that uses the labor of immigrant women from the southern hemisphere. This type of social reproduction consists of socialization processes that maintain and reflect class, race, gender, ethnicity, and citizenship systems of privilege. State immigration and labor regulations, alongside employers’ hiring preferences and practices, result in the commodification of immigrant women in the globalized market of carework and perptuates their subordinate status.

Race and ethnic differences between the employer and the employee are distinctive characteristics of domestic service in the United States. The intersection of class, race, and ethnicity has been a prominent component of the study of African-American (Dill 1994; Rollins 1985), Chicana (Romero 1992), and Japanese-American (Glenn 1996) domestics. Race remains a striking distinction between caretakers and their charges and employers. Reflecting on the playground scene in Central Park in The Nanny Diaries, one onlooker contrasted the faces of the children and the caretakers:

The Nanny Diaries: Reality or Fantasy?

There are also adults there, but curiously, the faces of

Given the media attention and public discourse generated by the novel, it is worth asking the question: How representative is The Nanny Diaries of the situation of nannies and domestic workers in the United States? Is it an accurate servant’s or childcare worker’s worldview of employers and domestic service at the beginning of the new century? Is the plight of domestic service workers dependent upon the selection of the “right” employer, as suggested by the authors? Is the uniqueness of the female employee-employer relationship a result of “having someone work in your home challenging for everyone. Because there is no script, these are incredibly complicated relationships”. “Is the uniqueness of the female employee-employer relationship a result of the challenge of having someone work in your own home, and the lack of a normative script for this kind of relationship, as McLaughlin claimed in a recent interview?” (Ganahl 2002, E2). How well does the white 21-year-old female fictional character, Nan, serve as a spokesperson for nannies in the public discourse on paid caregiving?

the two groups (adults and children) don’t match. For

every white child in a stroller, there is a black woman leaning down, to guide a juice box into their mouth. If

she isn’t black, she is Hispanic or Asian. The women are the children’s nannies. In many cases, they are stepping in for white parents, who are working full-time (Overington 2002, Insight 2).

Education and previous work experience are apparent differences between native-born and immigrant women of color employed as maids and nannies. African-American, Chicana, and Japanese-American women rarely have more than a high school education. A growing number of Latina and Caribbean immigrants are high school and college graduates, and some have held whitecollar positions in their homeland. Helma Lutz (2000) noted the international trend toward older and bettereducated Third World immigrant women in her survey of research on the globalization of domestic service. Unlike younger and single European immigrant women at the

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Nanny Diaries and Other Stories: Immigrant Women’s Labor in the Social Reproduction of American Families Mary Romero

Documentos

turn of the twentieth century, these women work to cope with financial crisis, to support families, and to educate their children. Thus, Nan’s race, marital status, and citizenship are not characteristic of many women employed as nannies in the United States. With the exception of European women immigrating to the United States with J-1 visas to work as au pairs while pursuing their education, most immigrant women are not part-time college students. Nan’s career trajectory is destined for a professional or managerial position, whereas older immigrant working mothers find little, if any, social mobility. When domestic service is constructed as offering immigrant women the experience to move into higher paying jobs, the work is characterized as a bridging occupation. When women experience barriers to entering other job sectors in the economy, domestic service is described as a ghetto occupation to characterize the lack of social mobility and isolation in the underground economy.

Rhacel Salazar Parreñas (2001) reported that Filipino women who migrated to Los Angeles earned an average of $425 a week for providing elderly care, and $350 a week for live-in housekeeping and childcare. In a survey conducted in 2000, the Center for the Childcare Workforce in Washington, D.C. found that half of childcare providers earned less than $4.82 an hour and worked 55 hours a week. Human Rights Watch (2001) reviewed 43 egregious cases among domestic workers with special visas in the United States, and found a median hourly rate of $2.14. The variation in wages and working conditions among employees points to the hierarchical structure of domestic service reinforced by employers’ preferences. This hierarchy was not completely lost on McLaughlin and Kraus. In a reading at a Barnes and Noble bookshop, Kraus acknowledged the privileged position she and her colleague experienced: “We were the Hermès bags of nannies.” Epaminondas (2002) explains that “as white, middle-class and university-educated nannies they [Kraus and McLaughlin] were able to avoid the seamier elements of the industry” (p. 8).

Nan informs the reader of the existing continuum of childcare arrangements, which she classifies into three types of nanny gigs: (1) “a few nights a week for people who work all day and parent most nights”; (2) “‘sanity time’ a few afternoons a week to a woman who mothers most days and nights”; and (3) “provide twenty-four/ seven ‘me time’ to a woman who neither works nor mothers.” (McLaughlin and Kraus 2002, 26). Embedded in the last category are live-in positions and day workers that might work full-time solely for one employer or for a number of employers. Employers make arrangements with agencies, franchises, collectives, or directly with the employee (Romero 1992; Mendez 1998; Salzinger 1991). Employees working on their own include some that are bonded and considered self-employed, and others working in the underground economy. However, the actual distinctions are reflected in the working conditions: long hours of employment, low wages, lack of benefits, and the inclusion of all household work alongside childcare (Romero 1992; Macklin 1993).

McLaughlin and Kraus portray a typical day of nanny tasks caring for the employer’s son as “spent schlepping Grayer to French class, music lessons, karate, swimming, school and play dates” (Falcone 2002, 43). Consistent with the image of Marie Rainer, the governess that Captain Von Trapp hired to care for his children in the film The Sound of Music, most employers with a livein nanny assign employees a wide range of household tasks. While nannies are distinguished from housekeepers in that nannies are employed primarily to care for children, housekeepers may occasionally be asked to assist in childcare, and nannies may be expected to cook, wash dishes, “pick-up,” and do other household work directly related to the care of children. A consistent complaint among nannies is the expectation that they do housework and cook alongside caring for children (Wrigley 1995). Distinctions between domestic workers or private household workers and nannies are blurred in the everyday reality of employees as they engage in a broad range of household and caregiving activities, including cleaning, cooking, laundry, nursing the sick, supervising, playing with children, and grocery shopping (Rosales 2001).

Researchers and labor advocates reporting on wages for immigrant women over the last decade point to the variability in the market. Grace A. Rosales (2001) found wages ranging from $100 to $400 a week in Los Angeles. In her study of immigrant women employed as domestics and nannies in Los Angeles, Pierrette HondagneuSotelo (2001) stated that many Latina live-in workers do not receive minimum wage, while day workers had a higher average wage at $5.90 an hour. Doreen Mattingly (1999) interviewed current and former Latina domestics in San Diego and found the average hourly rate was $8.02 for day workers and $2.72 for live-in workers.

The most lucrative and sought-after positions are those that make a clear distinction between tasks and recognize employees’ skills, expertise and experience. Immigrant women, particularly those who are undocumented, are more likely to be hired for live-in work and

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day work—positions that do not have clearly defined job descriptions (Richardson 1999). These nannies are unlikely to have much authority over the children or in planning activities. Instead, they find themselves at the beck and call of children as they serve and wait on them. Given the number of immigrant women nannies that McLaughlin and Kraus saw in the park, it is not surprising that they wrote, “Every playground has at least one nanny getting the shit kicked out of her by an angry child” (McLaughlin and Kraus 2002, 172). In contrast, San Francisco Chronicle reporter Adair Lara (2002) described the job of a non-immigrant nanny as quite different: “At the other end of the spectrum, a professional nanny often works weekends, engages the child in imaginative play, knows CPR . . . She will want her hours guaranteed, will expect a bonus, and might be persnickety about doing more than the dishes and the baby’s laundry” (Lara 2002, E2).

ployees and their children. Editorials and book reviews focused on the employer’s rights to privacy, poor parenting, and the suffering and deprivation of “the poor little rich boy, Grayer.” Since the novel’s fictionalized employers were portrayed as a cheating husband and an unemployed trophy wife, the stage was set against a public debate over the needs of working parents. Labor issues were contextualized as interpersonal gender relationships between women (and their competing expectations and emotions in doing “women’s work”) and the difficulty of employees in identifying as servants. References to immigrant nannies were curtailed to discussions on the impact of their limited English skills and cultural differences on children under their care. However, when immigrant women speak for themselves, the list of labor issues is similar to the concerns expressed by workers in the United States: low wages, unpaid hours, the lack of decent standards, the absence of health insurance and other employee benefits, and constant supervision. In the case of live-in domestics, employer abuses include violation of their human rights. Anderson and Philzacklea’s (1997) international study reports the following grievances, which are also found in the United States:

Nan’s life implies that a nanny’s work is filled with new learning opportunities and adventures, from learning to cook exotic foods to vacationing among the rich and famous. This depiction does not capture the overwhelming sense of isolation reported by immigrant women, particularly live-in workers. Since Lucy Salmon’s (1972) sociological study at the turn of the century, extreme isolation continues to be cited by live-in workers as one of the worst aspects of the job. Isolation from relatives, friends, and other domestic workers prevents them from gaining resources to find employment elsewhere. Separation from their own children is frequently identified as a major factor in developing a strong emotional attachment to their charges (Hondagneu-Sotelo 2001). Domestics’ loneliness is not countered by stimulating tasks. In the transformation of domestic labor from the unpaid work of mothers to low-wage work, physical demands are increased and more creative aspects are eliminated (Rollins 1985; Romero 1992). The transformation from unpaid to paid childcare involves assigning the least pleasant tasks to immigrant nannies. Childcare advocates Suzanne W. Helburn and Barbara R. Bergmann describe the division as follows: “The parents try to reserve the more interesting child-rearing tasks for themselves. They do the storytelling and reading, supervise homework, and organize outings and parties in order to spend ‘quality time’ with their children” (Helburn and Bergmann 2002, 109).

[…] denial of wages in cases of dismissal following trial or probation periods, refusal by employers to arrange legal resident status (for tax reasons, etc.); control and

sexual harassment; pressure to do additional work (for friends and colleagues); excessive workloads, especially where in addition to caring for children and elderly people they are responsible for all other household chores; and finally the very intimate relationship between the

domestic helpers and their employers (Anderson and Philzacklea 1997, 92).

Human Rights Watch cites additional employer abuses in the United States: “Employers deny them basic telephone privileges, prohibit them from leaving employers’ homes unaccompanied, and forbid them to associate or communicate with friends and neighbors” (Human Right Watch 2001, 12). More extreme reported abuses include sexual assault, rape, and physical violence. In attempts to keep domestic workers in abusive working environments, some employers hold employees’ passports and threaten to call immigration authorities to deport them (Human Rights Watch 2001). Human rights and labor advocates also report health hazards posed by cleaning chemicals “causing everything from skin irritation and rashes to serious respiratory problems from inhaling toxic fumes” (Rosales 2001, 179).

Similar to the public discourse generated by the Nannygate scandals over the last decade, The Nanny Diaries examined the impact of hiring domestics and nannies on employers and their children rather than on the em-

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Nanny Diaries and Other Stories: Immigrant Women’s Labor in the Social Reproduction of American Families Mary Romero

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The Nanny Diaries allows readers a voyeuristic view into the daily lives of the rich and famous; it is not an exposé on folkways, norms, values, and etiquette governing unregulated labor practices in American homes. Research on the plight of domestics and nannies in the US presents an entirely different narrative. The next section of this article draws from social science and legal research discusses the role of immigrant women domestics and nannies in the social production of privilege in the childhood of future masters and mistresses.

Intensive and competitive mothering revolves around individuality, competition, and the future success of their children (Hays 1996). Competition and individualism are values embedded in children’s activities. Annette Lareau (2000) refers to this version of child rearing as “concerted cultivation” geared toward a “deliberate and sustained effort to stimulate children’s development and to cultivate cognitive and social skills” (Lareau 2000, 5). Concerted cultivation aims to develop children’s ability to reason by negotiating with parents and valuing children’s opinions, judgments, and observations. Family leisure time is dominated by organized children’s activities such as sports, clubs, and paid lessons (i.e., dance, music, tennis). Most of the children’s time is adult-structured rather than child-initiated play. “Play is not just play anymore. It involves the honing of ‘motor skills,’ ‘communication skills,’ ‘hand-eye coordination,’ and the establishment of ‘developmentally appropriate behavior’” (Lareau 2011, 163).

Immigrant Nanny Care and the Reproduction of Privilege Globalization of childcare is based on income inequality of women from poor countries providing low-wage carework for families in wealthier nations. Even with low wages and wage variation, hiring a nanny is recognized as the most expensive childcare option. Macklin (1993) states, “The grim truth is that some women’s access to the high-paying, high-status professions is being facilitated through the revival of semi-indentured servitude. Put another way, one woman is exercising class and citizenship privilege to buy her easy way out of sex oppression” (Macklin 1993, 34) The largest number of domestic workers is located in areas of the country with the highest income inequality among women. In regions with minimal income inequality, the occupation is insignificant (Milkman, Reese and Roth 1998). Particular forms of domestic labor affirm and enhance the employer’s status, shift the burden of sexism to low-wage women workers, and relegate most physically difficult and dirty aspects of domestic labor to the employee (Rollins 1985; Romero 1992).

Qualities of intensive and competitive mothering are at odds with demanding careers (Romero 2001). Everyday practices of intensive mothering require immense emotional involvement, constant self-sacrifice, exclusivity, and a completely child-centered environment. These mothering activities are financially draining and time-consuming. Mothers with disposable income use commodities to fulfill areas of intensive and competitive mothering where they find themselves falling short. In The Mother Puzzle, Judith D. Schwartz (1993) argues that advertising companies use guilt as leverage: Companies who are marketing to our guilt inevitably

start marketing the guilt itself in order to keep us shop-

Little attention has been given to the ways that privilege is reproduced through childcare arrangements and the significance that Third World immigrant women’s labor plays in the reproduction of privilege. A notable exception is Bridget Anderson, who states:

ping. This toy will help your child develop motor skills

(implicit message: his motor skills will suffer without it). This line of clothing is made of the softest cotton

(implicit message: other, less expensive fabrics may be abrasive) (Schwartz 1993, 250).

By the 1990s, “babies and children were firmly entrenched as possessions that necessitated the acquisition of other commodities (and that became more valuable with further investment in goods and services)” (Schwartz 1993, 257). Advertisers targeted the new “Skippies” market (School Kids with Income and Purchasing Power). Quoting People magazine, Judith Schwartz characterizes parents of these “gourmet children” as “rapaciously grabbing kudos for their kids with the same enterprise applied to creating fortunes on Wall Street” (Schwartz 1993, 250). She suggests

The employment as a paid domestic worker [...] facilitates status reproduction, not only by maintaining sta-

tus objects, enabling the silver to be polished and the clothes to be ironed, but also by serving as a foil to the

lady of the house. The hired productive worker is reproducing social beings and sets of relationships that are

not merely her own but also deeply antagonistic to her

own interests. Her presence emphasizes and reinfor-

ces her employer’s identity—as a competent household manager, as middle-class, as white—and her own as its opposite (Anderson 2000, 19-20).

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that, “Teaching values to our children has been replaced by building value into them . . . by preparing them to compete and giving them what we think they need to do so” (Schwartz 1993, 264).

of color that is detached from their own actions (Silbaugh 1996). Children learn to be consumers of care rather than providers of care. Caretaking without parental authority does not teach children reciprocal respect; rather, it teaches them the treatment of women of color as “merely means, and not as ends in themselves” (Tronto 2002, 40). The division of labor between mother and live-in domestic caretaker stratifies components of reproductive labor and equates burdensome, manual, and basic maintenance labor with immigrant women of color. This gendered division of labor serves to teach traditional patriarchal privilege. Privilege is learned as children acquire a sense of entitlement to having a domestic worker always on call to meet their needs (Helburn and Bergmann 2002).

Hiring a live-in immigrant worker is the most convenient childcare option for a mother juggling the demands of a career and intensive mothering. Purchasing the caretaking and domestic labor of an immigrant woman commodifies reproductive labor and reflects, reinforces, and intensifies social inequalities. The most burdensome mothering activities, such as cleaning, laundry, feeding babies and children, and chauffeuring children to their various scheduled activities, are shifted to the worker. Qualities of intensive mothering, such as sentimental value, nurturing, and intense emotional involvement, are not lost when caretaking work is shifted to an employee (Silbaugh 1996). Employers select immigrant caretakers based on perceived “warmth, love for children, and naturalness in mothering” (Colen 1995, 93).

Stratified reproductive labor of a live-in immigrant domestic ensures “learned helplessness and class prejudice in the child,” and teaches “dependence, aggressiveness, and selfishness” (Helburn and Bergmann 2002, 108). Systems of class, race, ethnicity, gender, and citizenship domination are taught to children as they witness “the arbitrary and capricious interaction of parents and servants or if they are permitted to treat domestic servants in a similar manner” (Tronto 2002, 40). As children move from their home located in class-segregated (and frequently race-segregated) neighborhoods to school (also likely to be segregated), power relationships and the larger community’s class and racial etiquette are further reinforced. “As care is made into a commodity, women with greater resources in the global economy can afford the best-quality care for their family” (Parreñas 2001, 73). If a mother aims to assure her child’s social and economic status in society—a society that is racist, capitalist, and patriarchal—then employing a low-wage, full-time or live-in immigrant woman helps a mother achieve her goals. Conditions under which immigrant women of color are employed in private homes are structured by systems of privilege; consequently, employers’ children are socialized into these norms and values.

Employers stereotype different racial and ethnic groups as ideal employees for housework, childcare, and livein positions. Stereotyping is based on a number of individual characteristics, such as race, ethnicity, class, caste, education, religion, and linguistic ability. This results in a degree of “otherness” for all domestic servants. However, this stereotyping does not always put workers in the subordinate position, and the employers’ preferences can vary from place to place. Janet Henshall Momsen (1999) notes that “professionally-trained British nannies occupy an elite niche in Britain and North America” (Momsen 1999, 13). Interviewing employers in Los Angeles and New York City, Julia Wrigley (1995) observed that they identified Spanish-speaking nannies for their ability to broaden the cultural experience of their children, particularly by exposing them to a second language in the home. Employers referred to the growing Latino population in their community and the long-term benefits of their children learning Spanish. However, the socialization to race and culture politics may be most significant consequence of the current commodification of reproductive labor.

Perpetuation of Immigrant Women Subordination

The primary mission of reproductive labor in contemporary mothering is to assure their children’s place in society. This is partially accomplished through socialization into class, gender, sexual, ethnic, and race hierarchies. The employment of immigrant women as caretakers contributes to this socialization. Reinforced by their parents’ conceptualization of caretaking as a “labor of love,” children learn a sense of entitlement to affection from people

Paid reproductive labor in the United States is structured along local, national, and international inequalities, positioning Third World immigrant women as the most vulnerable workers. Care workers are sorted by their degree of vulnerability and privilege. Paid domestic labor is not only structured around gender, but is also stratified by race and citizenship status, relegating the most vulnerable worker to the least favorable working conditions

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and placing the most privileged in the best positions. The solution of hiring a live-in domestic, used by a relatively privileged group, is a component of reproductive labor in the United States. It serves to intensify inequalities between women in two ways. First, it reinforces childcare as a private rather than a public responsibility. Parents with disposable income maintain private services in their homes rather than support public childcare or join the struggle to gain family-friendly work policies. Second, hiring a live-in domestic reaps the benefits gained by the impact of globalization and restructuring on Third World women. The globalization of domestic service contributes to the reproduction of inequality between nations in transnational capitalism, and reported cases of domestic servitude are increasingly characterized as global gender apartheid (Richmond 2000).

down the international transfer of caretaking.” Anderson (2000) claims that the commodification process in globalization is not limited to the labor but is extended to the worker. In her work on the global politics of domestic labor, she points out that employers “openly stipulate that they want a particular type of person justifying this demand on the grounds that they will be working in the home” (Anderson 2000, 114). Having hired the preferred racialized domestic caretaker based on personal characteristics rather than former experience or skills, the employer does not recognize the emotional labor required. The worker’s caretaking “brings with it no mutual obligations, no entry into a community, no ‘real’ human relations, only money” (Anderson 2000, 123-124). Employers’ hiring preferences for employees who are of a particular race, ethnicity, or nationality contribute to the hierarchical chain of domestic caretakers (Romero 1992). Hondagneu-Sotelo (2001) notes that African Americans are no longer the preferred employees in Los Angeles homes because they are portrayed as “bossy,” and young black men are associated with “terrifying images” (Hondagneu-Sotelo 2001, 56). Caribbean women in New York, meanwhile, are cautioned against coming “across in interviews as being in any way aggressive” (Wrigley 1995, 10). Latina immigrants in Los Angeles are perceived as “responsible, trustworthy, and reliable” workers as well as “exceptionally warm, patient, and loving mothers” (Wrigley 1995, 57). In the case of Filipino workers, Dan Gatmaytan (1997) argues that they are distinguished in the international division of labor as docile and submissive; thus, they are ideally packaged to be imported “by other countries for jobs their own citizens will not perform and for wages domestic citizens would not accept” (Gatmaytan 1997, 247). Parreñas’ (2001) findings suggest that employers view Filipinos as providing a “higher quality” service because they speak English and generally have a higher education than Latina immigrants.

The devaluation of immigrant women in the international division of labor begins in the home as unpaid labor; it is further devalued in the segregated labor forces within Third World countries used by wealthier nations for cheap labor. Women are relegated to low-wage factory work in textiles and electronics industries, with no opportunities available for better-paid positions (Gatmaytan 1997). Migrating and working as domestics becomes the primary strategy for sustaining households for both poor and middle-class women. The demand for low-wage migrant workers expands the pool of cheap labor that unemployment and welfare regulations are unable to maintain. Theorists have traditionally argued that women’s unpaid domestic labor in the home serves as a reserve labor force. Applying this qualification to immigrant domestic workers, Third World immigrant women constitute a significant labor reserve, similar to the function of the unemployed and underemployed. Saskia Sassen (1998) puts it this way: “Does domestic service—at least in certain locations—become one of the few alternatives and does it then function as a privatized mechanism for social reproduction and maintenance of a labor reserve?” (Sassen 1998, 115). The transnational export of women from the Global South to the rich industrialized countries of the North has resulted in the promotion of domestics as a major “export product” (Lutz 2000). Transnational division of labor is determined “simultaneously by global capitalism and systems of gender inequality in both sending and receiving countries of migration” (Parreñas 2001, 72).

However, without state regulations of labor and immigration policies, employers’ preferences are irrelevant in the racialization of reproductive labor in the United States. Joy Mutanu Zarembka (2001), the director of the Campaign for Migrant Domestic Rights, argues that the estimated four thousand special visas issued annually for Third World immigrant women contributes to the commodification of these workers into “maids to order” in the United States. Human Rights Watch (2001) lists three visas perpetuating the subordination of immigrant women of color as live-in domestic workers:

A prominent feature of globalized reproductive labor is commodification. Parreñas (2001, 73) argues that “commodified reproductive labor is not only low-paid work but declines in market value as it gets passed

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ditions, immigrant women experience other abuses. These include passport confiscation, limited freedom of movement and ability to communicate with others, employers’ threats of deportation, assault and battery, rape, servitude, torture, and trafficking. Changing employers under live-in conditions has always been difficult for workers, but women with employment-based visas have to choose between their legal immigration status and respect for their human rights. For similar reasons, women are reluctant to report abuse because they fear losing their jobs, deportation, social and cultural isolation, and “retaliation by politically powerful employers against their families in their countries of origin” (Human Rights Watch 20001, 2). They are also unfamiliar with the US legal system.

A-3 visas to work for ambassadors, diplomats, consular officers, public ministers, and their families; G-5

visas to work for officers and employees of international organizations or of foreign missions to international organizations and their families; and B-1 visas

to accompany U.S. citizens who reside abroad but are

visiting the United States or assigned to the United Sta-

tes temporarily for no more than four years, or foreign nations with nonimmigrant status in the United States (Human Right Watch 2001, 4).

In contrast to special visas given primarily to Third World immigrant women, the J-1 visa is increasingly used to bring young and middle-class European immigrant women as nannies or au pairs with “educational and cultural exchange” as their primary purpose (Zarembka 2001, 27-28). Under this visa, each nanny receives an orientation session and is placed in geographical locations near other nannies. After her placement, she attends an orientation session and “receives information on community resources, educational opportunities and contacts for a local support network” (Zarembka 2001, 27-28). Counselors have monthly sessions with each employer and nanny to “report any problems and resolve disputes”. “In contrast, with the G-5, A-1, and B-1 domestic worker programs, there are no official orientations, no information, no contract numbers, no counselors, and no educational programs. In practice, as well, there is often no freedom—many are systematically (though illegally) forbidden from contacting the outside world” (Zarembka 20001, 27-28).

Exclusion from a number of labor policies contributes to the hardships that immigrant women experience as live-in domestics. They are excluded from overtime provisions provided in the Fair Labor Standard Act, from the right to organize, strike, and bargain collectively in the National Labor Relations Act, and from regulations in the Occupational Safety and Health Act (Smith 2001). “In practice, too, live-in domestic workers are rarely covered by Title VII protections against sexual harassment in the workplace, as Title VII only applies to employers with fifteen or more workers” (Human Rights Watch 2001, 2). Third World immigrant domestics experience firsthand the inequalities of caregiving as they provide labor for parents in rich industrialized countries while leaving their own children (Frank 2001). Sarah Blaffer Hrdy (2000) equates mothers leaving their children with relatives in their homelands to European infants left in foundling homes or sent to wet nurses during the eighteenth century: “Solutions differ, but the tradeoffs mothers make, and the underlying emotions and mental calculations, remain the same” (Hrdy 2000, 317). Bridget Anderson (2000, 118) notes that immigrant women’s care for their children is “demonstrated in the fruits of hard labour, in remittances, rather than in the cuddles and ‘quality time’ that provide so much of the satisfaction of care”. In transnational mothering, the “physical closeness, seen as healthy and ‘normal’ in the Western upbringing of a child, are not given, because most of the women are not allowed to take their children with them” (Lutz 2000, 99). These conditions reduce mothering to the basic function of economic support. In her research on Filipino women in Rome and Los Angeles, Parreñas (2001) observed the impact of economic ties rather than affective ties between mother and child separated from each other for a long time.

Human Rights Watch (2001) further asserts that special visas intensify workers’ vulnerability to abuse and facilitate the violation of other human rights. Procedures, guidelines, laws, and regulations governing special domestic worker visas create circumstances that tolerate and conceal employer abuses and restrict workers’ rights. Among the problems cited by Human Rights Watch is the lack of INS follow-up monitoring or investigations to verify employer compliance with the employment contract, and the Department of Labor’s lack of involvement in administering these visas. No governmental agency is responsible for enforcing contracts. Zarembka (2001) asserts that the secrecy of the whereabouts of G-5, A-3, and B-1 workers makes them “some of the most vulnerable and easily exploited sectors of the American workforce” (Zarembka 2001, 27). The violation of their human rights is silenced by their invisibility. In addition to low wages, long hours, and lack of privacy and benefits, which are common among live-in con-

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The provision of material goods, financial assistance, and school tuition results in the commodification of family relationships and motherhood. Children of livein workers bear the cost of inequalities in the distribution and quality of domestic labor and caregiving. The absence of retirement benefits and pension ensures that workers will not be able to contribute financially to their children’s future; rather, they will need their children’s assistance (Romero 2001).

Immigration and labor regulations reproduce race, class, gender, and citizenship inequalities and privileges. In the case of immigrant women employed as private household workers or caretakers, the social reproduction of inequalities begins in the employer’s home. Managing the contradictions of intimacy and vilification of immigrants through cultural images that falsify employee-employer relationships allows Americans to retain a vulnerable labor force unprotected from exploitation while arguing for humanitarian positions. Films such as The Nanny Diaries assist in normalizing privilege and erasing issues of economic injustice. Our complacency in the subordination of immigrant women is once again maintained by our fascination with chatty gossip on sex, drugs, money, and family values of the wealthy on Park Avenue. Our illusion that there is no greater state of being than being American is further enhanced by denying the privileges gained by social reproduction from Third World labor.

Conclusion Within the privacy of many American homes, immigrant women (primarily Latina and Caribbean) provide reproductive labor that fulfills the basic tasks of maintaining families of dual-career couples and contributes to middle-upper- and upper-class lifestyles. The characterization of nannies and private household workers in The Nanny Diaries reduces the significance of immigrant women in fulfilling childcare needs in the United States, and erases issues of employee rights from the American imagination. Popular culture normalizes the hiring of immigrant women by depicting domestic service as a bridging occupation that offers social mobility, opportunities to learn English, and other cultural skills that assist in the assimilation process. Employers are classified as good or bad: good employers are benevolent and provide immigrant women with a modernizing experience, while bad employers are rich couples that ignore their children. Popular culture does not contextualize paid reproductive labor. Economic, political, and legal structures surrounding the migration of Latina, Caribbean, and Filipino women are ignored along with the circumstances that relegate their labor to low-wage, dead-end jobs.

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Proyecto de Investigación-acción: trabajo doméstico y servicio doméstico en Colombia Magdalena León* DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.16

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Socióloga, magíster en Sociología y feminista. Profesora Titular retirada de la Universidad Nacional de Colombia. De 1981 a 1990 dirigió el proyecto “Acciones para transformar las condiciones sociolaborales del servicio doméstico en Colombia”, en la Asociación Colombiana para el Estudio de la Población (ACEP). El proyecto fue financiado por la Fundación Ford y la Fundación Interamericana. Correo electrónico: magleon09@gmail.com


Proyecto de Investigación-acción: trabajo doméstico y servicio doméstico en Colombia Magdalena León

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El trabajo doméstico se entendió como aquel que se realiza en el ho­gar para mantener y reproducir la fuerza de trabajo, y que incluye las prácticas de cuidado dirigidas a conservar el equilibrio afectivo y emocional de sus miembros. Ha sido asignado culturalmente a la mujer como su papel fundamental, y es por esto que a la mujer se le define socialmente como ama de casa, madre o esposa. El trabajo doméstico realizado por el ama de casa, como un servicio prestado al esposo, hijos/as y otros, y sin remuneración y como expresión amorosa de su rol en la familia, no se considera traba­jo y es visto como “rol propio de las mujeres”. Por ello, las mujeres que lo hacen como ocupación principal no forman parte de la “población económicamente activa”. Ésta es la expresión más clara de la subvaloración social que acompaña al trabajo doméstico.

l Proyecto “Acciones para transformar las condiciones sociolaborales del servicio doméstico en Colombia” se adelantó con el objetivo de entender y transformar la situación sociolaboral del servicio doméstico en Colom­bia. Se inició en marzo de 1981, en Bogotá, y a finales de 1983 y principios de 1984 se extendió a Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga.1 Concluyó en 1990. Fue un proyecto de investigación-acción, en la medida en que el conocimiento que iba descubriendo del trabajo y la vida de las empleadas domésticas era devuelto a las mismas empleadas y a la sociedad mediante diferentes estrategias de acción.

Cuando el ama de casa delega o transfiere parte de las tareas domés­t icas que le han sido asignadas socialmente, por lo general en una mujer que busca una remuneración por su trabajo en casa ajena, el trabajo doméstico se convierte en trabajo doméstico remunerado y surge la figura de la empleada doméstica.6 Las modalidades en que se da el trabajo doméstico remunerado en Colombia son dos: la empleada interna o residente, que vive en el hogar de los patro­nes; y la empleada externa o por días, que vive fuera del hogar patronal, va sólo durante la jornada laboral y puede trabajar para varias patronas simultáneamente.

El marco de análisis con el que se adelantó el proyecto fue la relación del servicio doméstico con el trabajo doméstico de la mujer ama de casa. Este documento presenta un análisis retrospectivo del proyecto, con el propósito de dejar memoria de su desempeño.2

Marco social de la relación laboral de la empleada doméstica3 El objetivo principal del proyecto se dirigió a entender y transformar las relaciones laborales del servicio doméstico. Sin embargo, fue preciso ver las relacio­ nes laborales4 dentro de un marco más amplio que el estrictamen­te jurídico-laboral y considerar que el trabajo que presta la empleada domés­tica no es sólo una actividad de mercado en la que se vende y compra fuerza de trabajo, sino un modo de vida.5

El servicio doméstico es ejercido por mujeres de sectores populares, lo cual aumenta y potencia su subvaloración. La presencia de mujeres de origen rural, indígena y afrodescendiente es importante. El servicio doméstico en el seno del hogar se constituye en una relación entre mujeres, es decir, entre empleada-patrona. Esto supone una asimetría de poder que da paso a relaciones contradictorias entre mujeres y entre clases sociales diferentes.

1 De esta manera, la cobertura fue de las cinco principales ciudades del país, que representaban en 1983 el 51% de la población urbana. En estas ciudades, el proyecto cumplió fundamentalmente las acciones de apoyo laboral que describe este documento, a excepción de Barranquilla y Bucaramanga, en donde se inició trabajo de apoyo a la identidad-autonomía y a la organización.

El servicio doméstico, en especial para la trabajadora interna, representa la máxima expropiación del tiempo. Se vende su disponibilidad de tiempo, sacrificando

2 Hacer memoria después de más de tres décadas de iniciado el proyecto, y dos de concluido, no es tarea fácil. La institución donde se adelantó el proyecto ya no existe y, por lo tanto, no fue posible consultar archivos y documentos. La memoria que aquí se presenta es una versión revisada de Magdalena León (1984, 1991 y 2006). 3

Figueroa (s. f.), León (1984). 6 Posterior al desarrollo del proyecto que aquí se presenta, el análisis del trabajo doméstico remunerado ejecutado por la empleada doméstica y el trabajo doméstico de la mujer ama de casa, se entiende como parte el trabajo del cuidado. El trabajo que las mujeres hacen en el contexto familiar tiene un carácter obligatorio y se supone desinteresado, o sea, se hace por amor, lo que le otorga una dimensión moral y emocional. El servicio doméstico que reemplaza a la mujer en el trabajo reproductivo es parte del trabajo del cuidado y tiene una serie de características específicas. Ver: Luz Gabriela Arango (2011) y Molinier (2012).

Para este aparte, a la bibliografía de la cita anterior se suma León (2009).

4 Referentes a contrato de trabajo, condiciones de trabajo (jornada de trabajo, descansos remunerados y vacaciones), fijación del salario y prestaciones sociales, tales como asistencia en accidentes de trabajo, por enfermedad, descanso en épocas de parto o en caso de aborto, o suministro de calzado y vestido de labor, y derecho a la cesantía. 5 Para la década de los años ochenta, este tema había sido señalado en varios trabajos en la región. Ver: Gálvez y Todaro (1984), Castro (1982),

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su vida personal y privada. En general, es una reclusión dentro de las cuatro paredes que forman el hogar, y el trabajo es aislado de otras trabajadoras del gremio y del resto de la fuerza laboral. Este aislamiento no es sólo laboral, sino que va acompañado de soledad y de carencias afectivas y emocionales. La vida sexual es restringida y dificulta separar la reproducción del placer. Su reclusión las expone al maltrato físico, a la violencia y al acoso sexual, así como a inestabilidad en las relaciones de pareja. La disponibilidad de la persona, junto con la elasticidad de las tareas, es herencia del rol femenino e incluye elementos de sacrificio y abnegación.

de trabajo. La presencia del servicio doméstico anula, oculta o retrasa la distribución equitativa de responsabilidades del trabajo doméstico o del cuidado con otros miembros de la familia y, en últimas, suspende el cuestionamiento social a la división sexual del trabajo entre hombres y mujeres.

¿Cómo orientar las estrategias de acciones? Para un proyecto de investigación-acción encaminado a transformar la situación existente, la pregunta que surgió fue cómo pasar del marco conceptual re­ferido al diseño e implantación de estrategias que permitieran cuestionar y alterar las relaciones antes señaladas. La respuesta escogida por el proyecto se movió dentro de una doble estra­tegia. Por un lado, buscó poner las bases para cambios a largo plazo, y por otro, dar respuestas coyunturales a problemas concretos. Al mismo tiempo, para establecer las estrategias de acción se partió tanto del rechazo de la postura ideológica que considera imprescindible el servicio doméstico como del análisis de la tesis de la desaparición del servicio doméstico como función del proceso de desarrollo y modernización de la sociedad.

En este trabajo coexisten dos tipos de vida en el mismo espacio: el de la familia de los empleadores o patronos y el de la trabajadora. Para los primeros, el hogar es el lugar de vida, de descanso, de consumo, de encuentro familiar, de privacidad e intimidad, y para la segunda, el espacio de trabajo, de consumo y vida. Se establecen relaciones en las que lo laboral se mezcla con lo afectivo y lo personal (cuidado). Sin embargo, el lugar de vida (más agudo para la interna) está restringido a un espacio físico diferente al de la familia, que hace explícita la distinción de clase. El afecto se permite mientras no vaya más allá de las líneas divisorias que enmarcan la relación, es decir, el afecto dentro de las diferencias y desigualdades, que a su vez operan dentro del sistema afectivo de la trabajadora para interiorizar la inferioridad y, por este medio, obstaculizar la formación de una conciencia que permita ver con claridad las contradicciones del vínculo laboral. En esta mezcla de relaciones laborales, afectivas y personales, la identidad de la trabajadora se vive en una confusión entre identidad de género e identidad profesional (Arango 2008).

La postura que señala que el empleo doméstico es imprescindible naturaliza la posición de ciertos grupos sociales como destinados a servir mientras otros aparecen como dignos de ser servidos. Esta visión consideraba que los servicios personales pagados en el hogar para la reproducción de la fuerza de trabajo son necesarios. Para mejorar las condiciones del gremio, la estrategia que se planteaba era mayor capacitación encaminada a una eventual profesionalización del servicio doméstico (cursos de preparación para el oficio) sin afectar la adscripción de lo doméstico a la mujer, o sea, la división sexual del trabajo y las relaciones laborales dentro de las cuales la empleada doméstica presta el servicio.8

Es insoslayable que la presencia del servicio doméstico, como ya se mencionó, implique relaciones de poder entre mujeres, lo que plantea contradicciones en la discusión sobre la liberación femenina. El servicio doméstico permite que las mujeres de clase media y alta salgan al mercado de trabajo remunerado, sin que por ello desparezcan todas sus responsabilidades como cuidadoras del hogar. Las mujeres con un pie en lo público y otro en lo privado viven una “jornada redonda”7

8 Esta alternativa en el país, para la época del proyecto, había sido manejada por grupos religiosos y orquestada por señoras de los estratos altos de la sociedad, que dentro de la ética del servilismo buscaban mejorar la preparación de la mano de obra para la reproducción de sus familias, y así aliviar ellas mismas sus responsabilidades de amas de casa asignadas por la sociedad. Aun­q ue se pensó que la preparación de la empleada era importante, no sólo en el oficio sino también en la educación formal, esta preparación debía darse considerando el marco de la relación laboral, y no a espaldas del mismo.

7 Amplío el concepto de doble jornada, que significa para la mujer la suma del trabajo en lo público-productivo con el trabajo en lo privadoreproductivo, para señalar la no existencia de límites precisos temporales que llevan a configurar, más que una doble jornada de trabajo, una jornada redonda.

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La tesis de la desaparición del servicio doméstico ve el tema como un asunto de esperar que la evolución misma del empleo femenino ponga fin a la presencia del servicio doméstico como trabajo para la mujer. Esta hipótesis no se vio como acertada para sociedades en desarrollo, en razón de la funcionalidad cotidiana que el servicio doméstico tiene para la reproducción de la fuerza de trabajo (de las clases medias y altas). Esta hipótesis estaba lejos de cumplirse para el país, y la representación cuantitativa dentro del empleo femenino era un fenómeno que no admitía duda.9 Por otro lado, para que el servicio doméstico desapareciera en el país se tendrían que registrar otros cambios estructurales, que no se daban: subsistían el subempleo, la falta de trabajos para mujeres con niveles bajos de calificación, así co­mo la falta de servicios colectivos que reemplazaran los persona­les.

El proyecto se orientó a diseñar estrategias que les permitieran, por un lado, conocer sus derechos, buscar transformar sus relaciones laborales e impulsar la organización del gremio para la defen­s a de los derechos, y por el otro, impulsar procesos de conciencia y respeto de la identidad-autonomía per­sonal. De esta manera, el proyecto buscó reunir estrategias que promovieran una conciencia de género y una con­c iencia de clase, para dejar las bases de una transformación que llevara a cambios estructurales, donde lo laboral fuera sólo una parte.

Tipos de acciones propuestas El proyecto adelantó una serie de acciones que se dividieron en dos grandes grupos: acciones directas con empleadas y patronas, y acciones multiplicadoras. Lo anterior se resume en el gráfico 1, que permite visualizar los flujos entre los diferentes tipos de acciones directas y multiplicadoras y las relaciones de unas con otras. Los flujos se señalan con flechas (las más gruesas representan la acumulación de acciones). Para cumplir el objetivo se ejecutaron acciones sobre aspectos jurídico-laborales. Estas acciones se enmarca­ron en un trabajo de capacitación, concientización y organización, que permitió que el trabajo no fuera una práctica asistencial, y lo colocó, jun­to con otras acciones, como herramienta de transformación ideológica individual y colectiva. Estas acciones directas se reforzaban entre sí y buscaron movilizar las bases del gremio hacia la organización. Por otro la­do, el apoyo con acciones de multiplicación a sectores ya organizados del gremio (sindicato) buscó impulsar su organización mejorando la capacidad de la dirigencia para captar la presión de las bases moviliza­das y hacer más expedito el diálogo dirigencia-bases.

¿Quiénes eran las empleadas domésticas? En pocas palabras, se encontró que predominaban las migrantes, provenientes de áreas rurales de origen familiar campesino y/o proletario-agrícola. Se concentraban en los grupos de edades jóvenes. Una parte se retiraba del mercado laboral cuan­do iniciaba su ciclo reproductivo, para constituir su propio hogar y/o para poder criar a sus hijos. Algunas reingresaban una vez cumplidos estos ciclos vitales, y la mayor parte de ellas engrosaban las fi­las de las empleadas de por días. Una alta proporción eran solteras, y entre ellas era muy importante el grupo de las madres solteras, pues, además de ser en su mayoría jóvenes, para la empleada interna era imposible hacer coexistir su trabajo con el matrimonio o con cualquier unión estable. Entre las casadas, la mayoría había sido abandonada por sus maridos, fenómeno que también era frecuente entre las que registraban algún tipo de unión libre. Los niveles de educación eran muy bajos, con alta representación del grupo de analfabetas o del grupo de primaria incompleta, especialmente en las de edad más avanzada.

Las acciones directas con las patronas cumplían el objetivo de despertar su conciencia de género como mujeres y hacer cumplir las obligaciones patronales. Se buscó, por tanto, que la identidad de género que se da entre ambas mujeres por su adscripción al trabajo do­méstico empezara a desmitificarse y –por esta vía– que cambiara la relación laboral. En las acciones de multiplicación se trabajó para transformar en la sociedad la ideología de servidumbre que se tiene sobre las empleadas. También se trabajó con la co­ munidad profesional de abogados donde esta ideología tenía presencia, y con el Estado. En los tres niveles se buscó divulgar y promover la correcta interpretación y el cumplimiento de la norma, así como su transformación, particularmente en el Estado.

9 Una encuesta, publicada en 1981, señalaba que el 37% de la fuerza laboral femenina se ocupaba como servicio doméstico en sus modalidades de interna y de por días (Rey de Marulanda 1981). Según otra autora, el trabajo doméstico entre 1978 y 1985 se mantenía estable y representaba una cuarta parte del trabajo femenino (Puyana 1987). A su vez, estadísticas convencionales señalaban disminución del servicio doméstico interno en el país. En el censo de 1951, el dato era de 51%, y para 1973 pasó a 24% de la PEA. Estos datos acusan una subestimación estadística del servicio domésti­co interno, por la confusión con el trabajo familiar no remunerado, y también al no incluir el trabajo infantil. Además, por la fal­t a de inclusión del servicio doméstico de por días, fenómeno de reciente aparición y en aumento.

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Gráfico 1. Acciones para despertar conciencia de clase en las empleadas y de género en empleadas y patronas

Acciones directas Con empleadas

Acciones de multiplicación

Con empleadas

Apoyo Laboral • Asistencia legal • Capacitación laboral

Organización del gremio • Apoyar procesos de movilización • Apoyar procesos de organización

Apoyo para la identidad-autonomía • Sentido de ser mujer • Sentido de ser ciudadana

Conciencia de clase

Ideología de la sociedad • Divulgación masiva medios de comunicación • Participación en conferencias y seminarios

Conciencia de género Comunidad profesional • Divulgar la norma • Promover la correcta interpretación de la norma • Promover la correcta aplicación de la norma

Con patronas

Oblicaciones de clase

Reflexión socio-laboral • Significado del trabajo • Legislación empleada doméstica

Estado

Conciencia de género

Impulsar cambios • Transformación de la legislación • Aplicación de la legislación • Multiplicación del programa

Asistencia legal para liquidaciones de prestaciones

Acciones directas

Asistencia legal El apoyo individual tuvo cuatro ins­tancias: liquidación de prestaciones sociales, asesoría legal con trans­a cción, asesoría legal con conciliación y procesos legales.

Se consideraron acciones directas aquellas en las que hubo contacto personal con empleadas o patronas. Para las empleadas, se apoyaron la divulgación, la apropiación y el cumplimiento de las normas laborales, y el desarrollo del sentido de identidad-autonomía como mujeres y ciudadanas. Para las patronas, se dictaron cursos en los que se buscaba desmitificar su adscripción al trabajo doméstico y, dentro de este marco, difundir la legislación laboral que deben cumplir en los contratos con las empleadas domésticas.

La asistencia legal se tomó como puerta de entrada o como ele­ mento dinamizador. Aunque en sí misma tiene sentido de reivindicación material, su mayor alcance fue posibilitar la entra­ da de la empleada a niveles de capacitación, concientización y organización. Era una necesidad sentida por las empleadas ante la desprotección en que siempre habían estado y el desconocimiento de los derechos que la ley les otorgaba. La subvaloración de su trabajo y la relación asimétrica de poder con sus patronas, además de factores psi­ coemocionales que permitían interiorizar un sentimiento de inferioridad, dieron paso al desarrollo de conductas fatalista según las cuales los cambios se debían a la suerte. Con la divulgación de la existen­cia de la norma y el propósito de salvaguardar

Apoyo laboral a la empleada El principio guía de esta acción se dirigió a que las empleadas hicieran de la ley una herramienta útil para mejorar sus condiciones de trabajo y de vida en forma individual y colectiva. El apoyo legal se dividió en trabajo de asistencia legal y de capacitación en los dere­chos y obligaciones laborales como empleadas.

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su cumplimien­to mediante la asistencia legal, se llenó un vacío en la práctica jurídica.10

trabajo de analogía y a los principios ge­nerales del derecho. Además, la norma era limitada en su contenido y, en algunos aspectos, carecía de justicia social.

Las normas regían para las empleadas que ya tenían 25 años, y cuando se expidieron, la modalidad de trabajo genera­lizado era el de la empleada interna. El servicio doméstico de por días es una modalidad que surgió en la década de los setenta y que tomó fuerza en la de los ochenta. Las normas laborales no mencionaban expresa­mente a la trabajadora de por días, lo cual no significaba que no estuvieran cobi­jadas por la ley, como pretendían algunas patronas y algunos profesionales del derecho.

En resumen, los derechos que consagraba la ley pueden enunciarse así: período de prueba de los quince primeros días del contrato, generalmente verbal, tanto para trabajadoras in­ternas como de por días, sin que sea necesario que se pacte por escrito; jornada legal de trabajo de 8 horas diarias para trabajadora de por días, y no para la interna, por residir en el lugar de trabajo; descanso dominical y festivo remunerado en ambos casos, siempre que labore seis días a la semana para el mismo patrono; remuneración doble o un día compensatorio, en caso de trabajar un día de descanso obligatorio (si la jornada de trabajo de por días es menor de cinco días, no tendrá el descanso dominical, pero si trabajó en domingo o festivo, se pagará doble); vacaciones anuales remuneradas de quince días por año y, para la trabajadora de por días, pro­p orcional a los días laborados para cada patrono; salario mínimo en dinero para trabajadoras de por días pero no para las internas, ya que éstas reciben parte de su sa­l ario en especie (alojamiento y alimentación); auxilio de cesantía de quince días de salario por año de trabajo, en lugar de un mes, que rige para los otros trabajadores, y liquidación por el salario en dinero, sin tener en cuenta el salario en especie (para la trabajadora de por días es proporcional, de acuerdo con su trabajo efectivo); intereses sobre la cesantía a razón del 12% anual sobre el saldo que a la fecha tenga la cesantía (este porcen­t aje se dobla automáticamente si no se ha cancelado al 31 de ene­ro del año siguiente); provisión de primeros auxilios y de tratamiento y me­d icinas de urgencia, en caso de accidente de trabajo (por ataque de enfermedad no profesional, derecho a tratamiento médico, farmacéutico, y el pago hasta de un mes de salario en caso de incapa­c idad); descanso remunerado de cincuenta y seis días du­r ante la época de parto y prohibición legal de despido en caso de embarazo o durante la lactancia.

El Código Sustantivo del Trabajo no tenía un capítulo uni­ ficado sobre el tema, la norma se encontraba dispersa y su aplicación, en parte, había que hacerla por extensión de principios generales del derecho. Fue necesario, durante el desarrollo del proyecto, realizar discusiones jurídicas acerca del contenido de la norma para la empleada interna y su aplicación extensiva para la de por días.11 En términos generales, se legisló considerando que la empleada era integrante de la familia, y que ésta, a su vez, no era una unidad de producción. Ambos supuestos no operaban en la realidad y sirvieron para establecer un ordenamiento jurídico discrimi­natorio. En algunos aspectos, la norma era res­tringida y no consagraba los mismos derechos de los otros trabaja­dores. El derecho colombiano se caracteriza por ser un de­recho positivo y formal, y, en buena medida, la formación del abogado no daba una cosmovisión amplia del derecho, y, si no se contaba con la norma exacta que regulara el caso, se tendía a descono­cer la existencia del derecho. Para la empleada doméstica de por días no existía una legislación especial, entre otras razones porque esta modalidad no había sur­gido en el momento de elaboración de la ley, lo que implicó acudir a un

10 El proyecto desarrolló una amplia campaña para ofrecer a las empleadas el servicio de asistencia legal. La pregunta de cómo informar a la empleada doméstica de la existencia de la asesoría legal fue sustantiva, en razón de que su vida y trabajo eran muy aislados y no existía una organización con poder de convocatoria amplia. El ofrecimiento del servicio se divul­gó a través de medios masivos de comunicación: radio, prensa y TV. También se hicieron contactos personales con empleadas en sus sitios de diversión, capacitación, así como con organizaciones de mujeres y bolsas de empleo.

La norma se divulgó en folletos para las patronas y cartillas para las empleadas. El folleto se enviaba a la patrona junto a la reclamación laboral que iniciaba la empleada, para sustentarla; se entregaba a las patronas en los cursos para ellas, se facilitaba a las patronas que por su iniciativa solicitaban información o servicios, y se difundió ampliamente en la prensa escrita.

11 Fue preciso identificar el marco general de la ley para las empleadas mediante investigación bibliográfica. Una de las asesoras jurídicas del proyecto, con la experiencia de su trabajo, elaboró su tesis para obtener su título de abogada (Vallejo 1982). Por primera vez el régimen laboral de la empleada doméstica era sometido a un análisis jurídico sistemático y presentado como argumentación a la comunidad profesional.

La liquidación de prestaciones sociales se ofreció a la empleada que había terminado su contrato de trabajo o tenía

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in­tención cierta de hacerlo. Se calculaban las prestaciones referentes a cesantía, vacaciones e intereses a la cesantía. También se incluían sala­rios no cancelados o indemnizaciones por terminación injusta del contrato por parte de la patrona, por despido en estado de embarazo o por terminación unilateral de la empleada con justa causa. La prestación del servicio fue masiva12 y se hizo los domingos en la tarde13 con un equipo de liquidadores preparado con metodología especial.14

Cuando la transacción entre empleada y patrona no lograba un arreglo, el caso era llevado a las oficinas de trabajo, instancia admi­nistrativa, y no judicial, en el país. La no concu­ rrencia a esta instancia tiene una multa que casi nunca se cobraba, y, por lo tanto, no era real y no acarreaba ninguna otra sanción. La empleada era asistida por una abogada del proyecto, cuando había audiencia para buscar la conciliación. Dado que este nivel es administrativo, la no concurrencia de la patrona o su negativa a acatar el reclamo dejaba como única vía de acción la inicia­ción del proceso.

La asesoría legal, con apoyo de abogadas, se iniciaba cuando la patrona no aceptaba en todo o en parte la reclamación legal que se le enviaba,15 posterior al cálculo de la liquidación. Cuando la patrona no aceptaba, se le enviaba una carta de citación aclarando la reclamación o se hacía contacto telefónico. Se buscó no polarizar la relación con las patronas y lograr una entrevista, ya que se probó que el contacto directo era el arma más poderosa para lograr soluciones positivas, dado el contenido pedagógico que se puede adelantar.

El proyecto solucionó la mayor parte de los casos en que había rechazo inicial de la patrona y la empleada decidía seguir adelante con la reclamación en la ins­tancia de transacción. Cuando esto no fue posible, se utilizó la conciliación en la oficina de trabajo. Los procesos sólo entraron en la etapa más avanzada del proyecto, y sólo en casos prioritarios, con el objetivo de impulsar la creación de jurisprudencia. En la asesoría legal también se prestó el servicio de remisión a otras instituciones y se organizó un fichero de remisiones divi­dido en siete temas.16

La asesoría legal a la patrona y la empleada (citaciones escritas, entrevistas personales, contactos telefónicos) buscó persuadir para lograr la transacción. A lo largo del proceso de asesoría se difundía el contenido de la norma. Con la empleada se buscaba que entendiera los derechos que estaba re­clamando, aspecto que se reforzaba en el curso laboral. A la patrona, que generalmente se sorprendía ante la recla­mación –algunas de ellas enviaban un representante legal para impugnarla–, se le explicaba la vigencia de la norma y la obligación de cumplirla.

La capacitación laboral Como primer paso para la capacitación y concientización a emplea­das, se ofrecieron cursos de derecho laboral y se motivó a las empleadas para que los tomaran. La motivación tenía un componente individual y otro colectivo. El primero era para el manejo y comprensión de su caso personal, y el segundo, para conocer compañeras con situaciones similares y entender la problemática del gremio y construir lazos de solidaridad. Se dictaba un curso de cuatro sesiones los domingos en la tarde, en la sede del proyecto. También se dictaron cursos en instituciones que aglutinaban al servicio doméstico, en centros para ma­dres solteras de sectores populares, en entidades de adopción, en bolsas de empleo y en instituciones de capacitación. La metodología era participativa y contaba con ayudas didácticas especiales.17 El curso

12 El equipo del proyecto fue pequeño para las coberturas alcanzadas: una directora, una secretaria, dos abogadas de tiempo completo, una trabajadora social de medio tiempo, un estudiante de derecho de un cuarto de tiempo y un equipo de liquidadores que trabajaban los domingos en la tarde. En las ciudades diferentes a Bogotá se contó con una abogada y el equipo de liquidación. No se presenta en este documento el total de las altas coberturas alcanzadas en los diferentes servicios del proyecto, por no tener acceso a esta información. Sin embargo, como ejemplo se menciona que hasta el 30 de mayo de 1985, en Bogotá, se habían hecho 6.665 liquidaciones, y hasta el 30 de diciembre de 1984, en Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga, 1.183 liquidaciones.

16 Los temas fueron: jurídicos, diferentes de los laborales; de la adolescencia, de adopcio­nes, de empleo, de madres solteras, de me­nores y de salud femenina, y violencia.

13 Este horario se debió a que era el único tiempo disponible que tienen las emplea­d as, cuando se cumplía la norma del descanso dominical remunerado.

17 El orientador del curso inducía al diálogo, y de las experiencias presentadas señalaba en forma sencilla la norma que regía, buscando que la comprendieran personas con niveles de escolarización ba­jos. Como ayudas didácticas, se elaboraron carteleras (los temas se ilustraban con imágenes atractivas para facilitar la comprensión y concentración); cartillas (con lenguaje, diagramación e ilustraciones sobre los temas principales que cubre la ley, y una serie de reivindicaciones como bandera de lucha, porque la ley era restringida e injusta o porque no se cumplía; en los dos primeros casos se impulsaba su transformación, y en el último, su cumplimiento) y juegos (servían para discutir los temas y uno evaluaba la comprensión del cur­so).

14 El equipo estaba formado por estudiantes universitarios, y también participaron empleadas domésticas con niveles altos de escolaridad o empleadas que habían pasado a otras ocupaciones. Se utilizó un for­ mulario que recogía datos sociodemográficos básicos de la empleada y que permitía agilizar los cálculos matemáticos de la liquidación. 15 La carta de liquidación era muy cordial, la entregaba la empleada, y explicaba que los datos eran suministrados por la empleada, y en caso de alguna observación, se pedía acercarse al programa.

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Documentos Taller de identidad como ciudadana

cubría siete temas: contrato de trabajo, período de prueba, jornada de trabajo, salario, descanso remunerado, prestaciones sociales (intereses a la cesantía, accidente de trabajo, enfermedad, embarazo, aborto, uniformes y cesantía) y terminación del contrato.

A partir de las vivencias, se trabajaban aspectos como la migración, el trabajo en el campo, oportunidades de educación y capacitación, la documentación, el voto, el ahorro, la violencia intra­familiar y pública, los servi­cios públicos y la vida en el barrio y la ciudad.

A la empleada que iniciaba una consulta legal se le invitaba a asistir al curso laboral para incentivar un proyecto jurídico autogestionado y entender su situación individual en relación con la de las demás empleadas. Así, los cursos también sirvieron como momento de encuentro y solidaridad y como socialización de la problemática como asunto colectivo. Empezar a ver el problema, no sólo como individual sino como de un grupo que vivía una relación asimétrica de poder con sus patronas, llevó a producir un fuerte impacto al nivel de la conciencia y permitió remover factores de sumisión producto de la identidad de género con la patrona, e impulsó las reclamaciones indivi­duales y la movilización hacia reclamaciones colecti­vas. Al mismo tiempo, el curso laboral fue el motivador para asistir a los talleres que apoyaban el desarrollo de una identidadautonomía, como conciencia de género.

Reflexiones sociolaborales para patronas Estos cursos buscaban despertar una conciencia de género entre las amas de casa y divulgar las obligaciones que como clase patronal tenían que cumplir en los contratos con la empleada doméstica. Para ello, se precisaban el concepto de servicio doméstico, las tesis sobre su disminución o desaparición, las condiciones sociodemográficas del gremio, las modalidades que existían y las actividades que desempeñan. Se analizaba la valoración social de estas acti­v idades y la adscripción cultural de la mujer a roles que significan “ser­v ir a otros”. Dentro de este marco, se explicaban las normas laborales que rigen los contratos de las empleadas domésticas. No fue fácil motivar a las patronas para participar en estos cursos, y su desarrollo fue difícil. Existía una doble resistencia: su conciencia de clase les hacía difícil enfrentar sus obligaciones laborales hacia su empleada, y su identidad subordinada como mujer imponía barreras a la reflexión sobre su rol en la sociedad. La convocato­ria anónima por medio de volantes que invitaban al curso, repartidos en sitios públicos (iglesias y super­mercados), entregados puerta a puerta en barrios residenciales, o por avisos en la prensa, no funcionó. Como lo expresó una patrona: “Es mejor ignorar la ley para no tener que cumplirla”. Sin embargo, la insistencia del programa por medio de invitación a través de grupos organizados logró coberturas significativas que permitieron el inicio de transformaciones ideológicas más generales.18

Apoyo para el desarrollo de la identidad-autonomía a la empleada El trabajo sobre la propia identidad buscó correr los velos que la ideología patriarcal tiende creando subordinación de la empleada, por el hecho de ser mujer. Esta identidad subordinada de mujer obstaculi­ za el surgimiento de la conciencia de clase. Para este trabajo se adelantaron talleres de cuatro o cinco sesiones con grupos pequeños, sobre identidad como mujeres e identidad como ciudadanas. El taller pretendía romper el aislamiento y el silencio y dar la oportunidad de pensar en alterativas compartidas y motivar a la unión y la organización como trabajadoras y co­mo mujeres, y de esta manera impulsar el cambio.

Taller de identidad como mujer

18 Los cursos se organizaron por medio de entidades que trabajaban con mujeres (voluntariados, asociaciones femeninas, cen­t ros de capacitación, facultades de trabajo social), con instituciones que aglutinaban mujeres para labores sociales del Estado (maestros, promotoras comunales), con empresas cuya planta de empleados era significativamente femenina y con contactos individuales con amas de casa que se interesaron en coordinar grupos privados para esta ac­t ividad. De febrero a mayo de 1985 se dictaron en Bogotá veintitrés cursos, para un total de 633 asistentes. Seis a mujeres con un rol exclusivo de amas de casa o que compartían el trabajo doméstico con trabajo fuera del hogar, quince a patronas que tenían un trabajo que las hacía multiplicadoras como maestras, promotoras, trabajadoras sociales, educadoras, y dos cursos fueron motivacionales, para actividades futuras.

En este taller se buscó la reflexión sobre su identidad de género, con temas como el cuerpo del hombre y de la mujer y la relación sexual –no sólo como relación genital–, la reproducción y las diferentes etapas de la vida de la mu­jer, y, dentro del período fértil, la fecundación, el embarazo, el parto y la sexualidad, entendida más allá de la reproducción. Además, sobre la feminidadmasculini­dad, la subordinación de la mujer y la relación clase-género en el trabajo del servicio doméstico.

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El servicio de asesoría legal también ofreció al ama de casa información y servicio de liquidación, cuando la patrona lo solicitaba y había cer­teza de un ánimo de solucionar las obligaciones laborales. Este servicio aumentó con el desarrollo del proyecto y se utilizó como espacio educati­vo para difundir la legislación.

La organización como gremio y su reconocimiento no fue fácil, a pesar del interés y empuje de su dirigencia. Como se mencionó, el proceso de trabajo, las condiciones laborales y la situación de la empleada doméstica acarreaban una serie de aspectos que limitaban el surgimiento y mantenimiento de la organización.21 A pesar de las dificultades, el sindicato logró la personería jurídica después de múltiples esfuerzos, lo cual representó una gran victoria, aunque su presencia era frágil, escasa la afiliación, y aún menos activa la participación. Las relaciones con el proyecto, fluidas en la etapa inicial, se distorsionaron debido a dificultades e intereses de una parte de la dirigencia. La intención de servir de puente entre las bases movilizadas y la dirigencia se truncó en el proceso, y las empleadas movilizadas que no encontraron cabida en la organización crearon comités para seguir adelante con las luchas propuestas, especialmente el cambio de la norma de seguridad social y su implementación (Donaldson 1992), como se señala más adelante.

Acciones de multiplicación Se desarrollaron con organiza­ciones representativas del gremio, de divulgación masiva ideológica, dirigidas a la comunidad de profesionales del derecho y a las que buscaron obtener cambios en el Estado.

Acciones con organizaciones del gremio Estas acciones tuvieron un doble objetivo. En primer lugar, servir de puente entre las bases y el sector organizado, con la idea de que fueran las representantes del gremio quienes canalizaran a las empleadas movilizadas en acciones co­lectivas más complejas. En segundo lugar, apoyar al sector organizado del gremio.

Impulso a cambios ideológicos en la sociedad En un sentido amplio, en la sociedad se buscó divulgar la legislación laboral, desenmas­carar la relación de subvaloración del trabajo doméstico de las mujeres, para buscar cambios culturales y simbólicos y señalar los vi­sos de servidumbre en las relaciones con el servicio doméstico. La prensa, la radio y la TV fueron medios utilizados reiteradamente mediante artículos, entrevistas, denuncias y videos.22 Se distribuyeron folletos con la legislación laboral dirigidos a las patronas y se logró su reproducción en una revista de circulación masiva nacional. Además, el proyecto participó en conferencias y seminarios nacionales e interna-

Con el asomo de una conciencia de clase y género en las bases del gremio se desencadenaron procesos de movilización y colectivización de la conciencia. Las empleadas movilizadas eran remitidas al Sindicato de Empleadas de Servicio Doméstico (Sintra­sedom),19 como representante de los intereses del gremio.20 El trabajo con el sindicato consistió en un apoyo directo a la realización de eventos del gremio, capacitación a sus líderes sobre el contenido de la norma laboral y la forma de liquidar las prestaciones, la discusión del material didáctico y de la cartilla para el curso de derecho laboral, y el lanzamiento conjunto de la misma. También se discutió la propuesta de reforma al Código Sustantivo del Trabajo. La bibliografía que el proyecto conocía sobre el tema era puesta a su disposición o suministrada como material de consulta. Se adelantaron entrevistas para reconstruir la historia de la organización del gremio, y se obtuvo información que data desde 1931.

21 Entre ellos, la poca o baja autovaloración, la no satisfacción con el trabajo y el deseo de cambio individual (no grupal), el aislamiento de su trabajo y vida (con la dificultad de captar el mundo público), la falta de tiempo y la limitación de medios financieros para apoyar la organización.

22 Hay un dossier muy amplio de recortes de prensa sobre el tema y sobre el proyecto. Con la Fundación Cine-Mujer, bajo la dirección de Clara Riascos, se hicieron en 1987 dos documentales: La trabajadora invisible y Acciones de apoyo a la empleada doméstica; ver en el Fondo de Documentación Mujer y Género, Universidad Nacional de Colombia. Además, vale la pena resaltar el consultorio jurídico radial, que funcionó tres meses. También, en un programa radial de alta sintonía, se tuvieron tres espa­c ios semanales. A partir de “casos tipo”, derivados de la experiencia acumulada en la práctica jurídica, se divulgó la norma entre las patronas. La emisora canceló la colaboración por considerarla lesiva para sus niveles de sintonía con mujeres de sectores medios y altos. Lo mismo pasó con la propaganda pagada por radio que anunciaba los servicios del proyecto, por reclamos de las radioescuchas porque las empleadas “estaban cogiendo muchas alas”.

19 Sintrasedom fue creado en 1978 por trabajadoras relacionadas con organizaciones religiosas que estimulaban la or­ganización de cooperativas. Después de una larga lucha en que se les negó la personería jurídica, ésta fue otorgada en enero de 1985. El número de afiliadas era reducido, en relación con el volumen del gremio, y las participantes activas eran pocas. 20 El 1º de mayo de 1985 se realizó un encuentro conjunto pa­r a celebrar el Día del Trabajo y estimular la aplicación de las normas en salud, y se organizó un mitin callejero para reclamar la seguridad social y el cumpli­m iento de la norma sobre descanso remunerado en domingos y festivos.

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cionales para presentar sus adelantos y limitaciones. Por este medio se llegó a la comunidad profesional, agen­tes de cambio y grupos empeñados en trabajos de investigación-ac­ción.

de la legislación laboral que, al tiempo que representara reivindicaciones sentidas por el gremio, tuvieran viabilidad. En esencia, se buscó el reconocimiento de la igualdad de derechos con otros trabajadores.23 Este proyecto naufragó por el cambio en el Ministerio de Trabajo de la funcionaria interesada en promover ésta y otras reformas en favor de la mujer trabajadora.24

Permear la comunidad de profesionales del derecho

Luego se priorizaron la reforma de la legislación sobre la afiliación a la seguridad social y el impulso de la afiliación (León 1988 y 1987). Desde 1977, la seguridad social era obligatoria para la empleada doméstica, pero no se cumplía esta disposición. En la que llamamos “lucha por la seguridad social”, o por la reforma de la norma y su aplicación, confluyeron las acciones directas con empleadas y las acciones de multiplicación del proyecto. Ésta fue una lucha desde la cotidianidad, que llegó a la esfera políticopública en forma diversa y heterogénea, e irrumpió en el Estado para dar respuesta a la reclamación. Su punto de partida fue la condición de salud vivida como una carencia y registrada en la vida personal de la empleada. Esta necesidad fue impulsada por el conocimiento de las normas y el atropello que las patronas y el Estado ejercían sobre sus derechos, en razón de que, si bien existían, eran limitados o no se cumplían.25 Comúnmente, enfermarse, quedar embarazada o envejecer era sinónimo de pérdida de empleo. La asistencia médica era considerada como un favor patronal y entraba como “salario en especie” y variaba según las diferencias patronales. Así, un derecho se convertía en elemento para reforzar los lazos de dependencia de las empleadas hacia sus patronas.

Sobre los derechos de las empleadas domésticas existían serios problemas de interpretación, en razón de que los derechos se hallaban consagrados en forma dispersa, poco clara, y eran limitados. Este problema jurídico se agudizaba por la subvaloración social de las empleadas domésticas que teñía la ideología de la comunidad de profesionales del derecho. En las facultades de Derecho y en la cátedra de Derecho Laboral Individual no se enseñaban las especificidades de la norma. Por la práctica jurídica del programa, se comprobó que tanto abogados/as titulados como estudiantes ignoraban su contenido y la forma de hacer operativa la norma en el nivel cuantitativo. La discusión con profesionales del derecho se desarrolló con juristas especialistas en derecho laboral y autores de las interpre­taciones corrientes del Código Sustantivo del Trabajo; con profesores de las facultades de Derecho; con monitores y estudiantes de los consultorios jurídicos de las facultades de Derecho; con los inspectores/as de trabajo o representantes administrativos del Estado para dirimir los conflictos laborales y con los representantes legales de la parte patronal que respondían a la citación de la asesoría legal en casos iniciados por las em­pleadas en el proyecto. La discusión sobre los derechos de las empleadas, especialmente las de por días, con profesionales del derecho fue superada en el curso del proyecto y constituye uno de sus logros importantes.

Desde 1985, el proyecto promovió la afiliación de la empleada a la seguridad social. Los trámites eran confusos y casi imposibles, y era casi nulo el número de empleadas afiliadas. La batalla por la afiliación se promovió en los

Acciones con el Estado

23 Aclarar qué se entendía por trabajadora del servicio doméstico y hacer reconocimiento explícito de las modalidades de in­terna y de por días, establecer una jornada limitada de trabajo para la interna, estipular el descanso dominical y festivo remunerado en forma obligatoria y explícita, consagrar la afiliación a la seguridad social, ampliar los derechos en caso de accidente y enfermedad no profesional y reconocer el derecho de cesantía de treinta días por año, y considerarlo no sólo sobre el salario en di­nero sino también en especie.

El Estado acusaba un vacío para asumir las reclamaciones laborales de las empleadas. Se proyectaron acciones dirigidas a la transformación de la legislación, a la interpretación y correcta aplicación de las normas, así como a su eventual multiplicación.

24 La viceministra de Trabajo (Elena Páez de Tavera), de mediados de 1983 a mediados de 1984, tomó como bandera la defensa de la mujer trabajadora.

Transformación de la legislación

25 Entre los problemas más recurrentes estaban la ausencia en el trabajo (por lo tanto, no ingreso) para la empleada de por días, desánimo y fatiga para el cumplimiento de sus tareas, falta de recursos para asistir al médico y comprar fármacos, enfermedad de los hijos, angustia y soledad en las dolencias, pérdida de empleo, y otras consecuencias que se reflejaban en sus relaciones interpersonales en el trabajo, en su familia y en su vida afectiva.

La transformación de la legislación o las reformas al Código Sustantivo del Trabajo se pensaron poco menos que imposibles. Sin embargo, ante una coyuntura favorable, se estudiaron los temas más im­portantes para una reforma

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niveles individual y colectivo y en el espacio público, con demandas masivas en el ámbito callejero, como mítines y la “Marcha Nacional por la Seguridad Social”, que, con la presencia de más de 1.000 empleadas de todo el país, tuvo lugar en Bogotá el 5 de abril de 1987. Se diseñó un volante con la información básica de los trámites por seguir y los be­neficios esperados, y se repartió en los cursos y en la asesoría legal a patronas y empleadas.

norma en 1988, el senador Álvaro Uribe Vélez, fue quien la enterró en 2003, con la Ley 797, como presidente.

Acciones para la correcta interpretación y aplicación de la legislación existente La Oficina de Trabajo del Ministerio de Tra­bajo era la instancia administrativa para dirimir los conflictos obrero-patronales. En la interpretación de la norma, el inspector de trabajo desempeñaba un papel fundamental, y por ello, el proyecto promovió con estos funcionarios la correcta interpretación de la norma.27

Las dificultades mayores para la afiliación a la seguridad social fueron la no existencia de sanciones por incumplimiento, la inestabilidad laboral de una parte del sector, que hacía difíciles los registros de afiliación, y la falta de reglamentación para la afiliación de la empleada de por días que tenía coexistencia de contratos. La seguridad social no se vio como una solución mágica a los problemas de salud del gremio, por la falta de efi­ciencia en la prestación de los servicios; sin embargo, ante los graves problemas de invalidez y ve­jez, la seguridad social representaba un gran avance.

Multiplicación del programa Finalmente, se buscó permear al Estado como multiplicador de las acciones de asistencia legal que adelantaba el proyecto dentro de su estructura administrati­va. El eco a esta iniciativa no fue nada estimulante, por lo que se consideró que dentro de la estructura burocrática del Estado el vacío para dar cumpli­miento a las normas, como parte de su responsabilidad social, seguiría presente en el país por algún tiempo.

Ante la ineficiencia de la norma existente, el proyecto impulsó y acompañó la lucha por la reforma como parte del proceso de investigación-acción. Después de intentos no convenientes de aplicación de la norma por el Gobierno, el proyecto preparó el articulado de reforma, lo discutió con las bases, con el sindicato y con el Comité de Empleadas que surgió en Bogotá y que lideró el proceso de cambio. Se divulgó en los medios masivos de comunicación y se presentó al Congreso de la República para su discusión y aprobación. El 16 de diciembre de 1987, con una opinión pública sensibilizada, se aprobó la Ley 11, la cual fue ratificada por la Presidencia, en enero de 1988. El logró más significativo fue conseguir un régimen de excepción mediante el cual la cotización para la afiliación de la empleada doméstica se permitía sobre una base inferior a la de otros trabajadores o por debajo del salario mínimo. Por otra parte, el Decreto 824 de 1988 planeaba una subvención del Estado para llenar la deficiencia de estas cotizaciones y garantizar plena cobertura social y pensión no inferior al salario mínimo. Esta excepción al régimen general constituyó un gran logro de las empleadas movilizadas y del proyecto. El proyecto, junto con el Comité de Bogotá, orgulloso de su triunfo y dispuesto a no dar pie atrás, siguió impulsando el proceso de afiliación a la seguridad social hasta el final de sus labores. La Ley 100 de 1993 ratificó este logro, el cual fue derogado en 2003.26 Lo irónico es que el mismo político que defendió la

Obstáculos enfrentados y lecciones aprendidas El trabajo combinado para enfrentar estrategias que informaran sobre las contradicciones de clase y de las identidades de género, más los va­cíos e imprecisiones de la norma vigente, presentaron obstáculos para el desarrollo de las acciones. Al mismo tiempo, el desarrollo del proyecto dejó lecciones importantes.

Obstáculos La situación de las empleadas El aislamiento en que vivía la empleada doméstica, el sentido de tran­sitoriedad de su trabajo, la poca importancia que vislumbraba en las rei­ vindicaciones individuales y

derogado mediante la Ley 797. De esta manera, Uribe firmó primero el beneficio de la legislación y posteriormente su eliminación, desconociendo la lucha del gremio para su logro y haciendo evidente el oportunismo y la magra sensibilidad social de algunos de nuestros políticos hacia la desigualdad social que prima en el país.

26 El proyecto hizo su curso reglamentario y fue aprobado en la Cámara de Representantes. Para la presentación en el Senado se solicitó al senador Álvaro Uribe Vélez presentar ponencia, quien la hizo favorable, y el proyecto fue aprobado. En 2003, cuando Uribe Vélez era presidente de la República, el beneficio de cotizar por debajo del salario mínimo fue

27 La rotación de estos funcionarios dificultó esta labor. Además, en la interpretación de la norma no sólo estaba en juego el desconocimiento de aspectos jurídicos, sino que la subvaloración del trabajo de la empleada doméstica estaba muy presente y era mayor en ins­pectores del sexo femenino.

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gremiales, el sentido de su subordinación hacia la patrona por la interiorización de la inferioridad y el escaso tiempo libre representaban diferentes tipos de dificultades. En lo individual, algunas no iniciaban la reclamación laboral después de la liquidación, y otras la dejaban en el camino, sin pasar a la asesoría legal. Para otra parte del gremio, la capacitación sobre derechos específicos no se apreciaba como formación importante. Estos pro­blemas, muy fuertes en la iniciación del programa, se fueron transformando, en especial en Bogotá, donde las acciones fueron más profundas. Las participantes movili­zadas se convertían en multiplicadoras, al punto de que el equipo de trabajo llegó a no alcanzar a absorber la demanda de ser­vicios.

movilización, así como las grandes dificultades del gremio en general para movilizarse y participar activamente en la organización, dejaron inconcluso el avance de cambios más amplios. A la sombra del proyecto surgieron comités en Bogotá y las otras ciudades dispuestos a trabajar por la implementación de la seguridad social (Donaldson 1992).

La ideología de las patronas En general, el ama de casa que no reconocía sus propios niveles de subordinación se sen­tía agredida con un proyecto que defendía a las empleadas. En general, se mostraron muy temerosas por el despertar de las reivindicaciones de las empleadas y acusaron que “se está soliviantando a las sirvientas, y así se iban a quedar sin trabajo”, pues al difundir e impulsar el cumplimiento de la norma se desencadenaba el desempleo, por­que se “prefiere hacer las cosas, que contratar con tantos requisitos”.28

La empleada que conocía sus derechos y avanzaba en su propia identidad tenía potencialmente mayor posibilidad de establecer con su patrona una nueva relación, donde el contrato laboral no se podía manejar con base en relaciones paternalistas. La empleada asimilaba el sentido de que su pala­bra valía tanto como la de la patrona. De esta manera, su silencio social empezó a resquebrajarse. Al mismo tiempo, los mensajes de reivindicación y de justicia social que dejaba la capacitación permitieron aflorar niveles de frustración porque la transición entre el conocimiento de los de­rechos, la reclamación de los mismos y el logro de su aplicación no era automática y requería niveles de conciencia no fáciles de lograr en corto tiempo.

Pero al mismo tiempo, el proyecto advirtió que las amas de casa oxigenadas con la reflexión de su propia subordinación, y con una opinión pública más favorable, empezaron a “aceptar” los límites que imponía la relación laboral, ya fuera por temor a estar fuera de la ley, por impulsos cristianos de justicia social o, las menos, porque empezaron a sensibilizarse respecto a las contradicciones que encie­rra la relación, y a salir de la apreciación romántica de sentirse protectoras “de estas pobres mujeres que tienen tantas necesidades económicas y carecen de capacitación para trabajar”. Sin embargo, otras permanecieron anidadas en la ideología clasista excluyente y no aceptaron concesiones a favor de las empleadas, por pequeñas que fueran.

Para la práctica jurídica, la prueba era un elemento importante y difícil de allegar, lo que hacía que el trámite legal en ocasiones fuera bien sinuoso. Además, como resultado del bajo nivel de capacitación, no siempre la empleada entendía a cabalidad la norma y podía distorsionarla. A su vez, el desarrollo de la identidad y autonomía, cuando alcanzó a cues­tionar la posición cultural subordinada de la empleada, chocaba con la precaria situación socioeconómica del sector, que dejaba un sen­ tido de impotencia para manejar su vida.

En la misma norma En razón de los vacíos y el ordenamiento no sistemático de las normas, se presentaron diferentes problemas de orden práctico, entre ellos: •

En consecuencia, en una sociedad en donde el em­pleo como empleada doméstica era una realidad, el cambio en su con­ciencia de clase y género tenía que tender a inscribirse en un proyecto mayor de cambio estructural. Por esto, el proyecto le daba un peso definitorio a la conciencia respecto a la organización. La organización por parte del gremio fue el nudo gordiano del proyecto. Fue claro que no se propuso asumir ni suplantar la organización existente. Fue clara también su apuesta de servir de hilo conductor entre las bases movilizadas y la dirigencia del gremio. Las dificultades del sindicato en su dirigencia para atraer y absorber las bases con procesos de

Auxilio de cesantía: a pesar de existir una prohibición legal expre­sa, era usual que esta prestación se liquidara anualmente en perjui­cio de la empleada, por cuanto no se tomaba el último salario con carácter retroactivo o no se hacía acumulación del tiempo trabajado. En general, el pago de intereses a la empleada de servicio do­méstico se liquidaba sólo en el momento de la terminación del con­trato, con la mora mencionada. Sin embargo, el patrón tenía la posibilidad de alegar en su favor la prescripción de los intereses con más de tres años de vencimiento.

28 El desempleo no fue considerado como una función de la actitud de las personas, sino que para la oferta y demanda del servicio doméstico entraban una serie de variables que el proyecto consideró.

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Vacaciones: aunque la ley establecía quince días hábiles de vacaciones para la empleada interna, en la mayoría de los casos se otorgan quince días calendario. Eventos sociales y religiosos, como las fiestas del pueblo, la Navidad o el San Pedro, determinaban disfrutar de sus vacaciones en estas fechas, aunque no hubieran cumplido su derecho. Para la empleada de por días, se liquidaba el derecho en forma proporcional a cada una de las casas en donde trabajara. Hacer coincidir los tiempos para disfrute de sus vacaciones era difícil y se prefería cobrar en dinero cuando terminaba el contrato, con el evi­dente riesgo de perder algunos períodos por prescripción. Este problema práctico, acompañado de las penurias económicas, hacía perder valor a la importancia del descanso y la recreación, con las evidentes e irreversibles consecuencias de deterioro físico y mental. Maternidad: se evadía el derecho de la empleada al descanso por maternidad y se presentaba comúnmente el despido. Este fenómeno se debía al rechazo social y moral que representa la madre-soltera, y a la carga económica que debía asumir la patrona por el no cumplimiento de la seguridad social para el gremio. Contrato verbal: la legislación colombiana reconoce la existencia del contrato verbal, con las mismas consecuencias jurídicas y prestacionales que el contrato escrito. Sin embargo, las dificulta­des probatorias en cuanto a los términos del acuerdo entorpecían su ejecución, más que todo en su liquidación.

en días de obligatorio descanso, para los cuales la prueba era difícil, se tomaron como elementos de persuasión en la etapa de transacción.

La asistencia legal como puerta de entrada para otras acciones Se puede afirmar que la asistencia legal a las empleadas domésticas, como acción no asistencial y engranada con otras acciones, representó una herramienta de cam­bio que fue más allá de dar alivio a la situación laboral y de impulsar el reconocimiento y cumplimiento de los derechos básicos consagrados en la norma.

Movilización del sector para la organización También se puede afirmar que aunque el gremio del servicio doméstico vive en forma aislada y tiene un trabajo que refuerza su invisibilidad social, fue posible –con metodologías que permi­ten congregar y dar respuesta a sus necesidades sentidas– un trabajo masivo que, además de satisfacer demandas materiales, llevó a movilizar el sec­tor para su eventual organización. El avance de este proceso se frustró por las dificultades surgidas con el sindicato y quedó limitado a los comités creados en las diferentes ciudades para impulsar la afiliación a la seguridad social y la liquidación de las prestaciones sociales.

Acciones para cambiar la subvaloración del trabajo doméstico y del servicio doméstico como cambio estructural El proyecto se enmarcó dentro del feminismo popular que buscaba desmitificar la situación de subor­dinación y explotación de la empleada doméstica como un grupo amplio de mujeres populares, pero al mismo tiempo tuvo en cuenta al ama de casa en su doble rol de patrona y de mujer sujeta a la subordina­ción social que le impone la adscripción a lo doméstico. El trabajo combinado, en relación con las contradicciones de clase y las iden­tidades de género, hizo muy complejo el desafío de las acciones, pero al mismo tiempo tradujo preocupaciones para impulsar un cambio estructural. Se trabajó bajo el entendimiento de que este cambio no es función de un proyecto de investigación-acción limitado en el tiempo y el espacio, y que serían necesarias acciones en este sentido, en la búsqueda de equidad de género y justicia social para la ampliación de la democracia en Colombia.

Lecciones aprendidas Las lecciones aprendidas son de diverso orden, y se hace refe­rencia sólo a cuatro, por considerarlas de carácter general. Por lo demás, en diferentes puntos del documento ya se han discutido varias de las experiencias aprendidas.

Reconocimiento de los derechos El programa adelantó una relevante tarea enfocada al recono­cimiento de los derechos de la empleada del servicio doméstico. Entre los profesionales, esta etapa se logró superar en gran medida y entró en estado de consolidación. Entre las patronas se encontró mayor resistencia. La asistencia legal se enfocó prioritariamente hacia el cumplimiento de las prestaciones básicas: auxilio de cesantía, intereses, vacaciones, descanso por maternidad y reconocimiento de indemnizaciones por despidos injustificados. Aunque no se cubrió la totalidad de las obligaciones patronales, otros aspectos como atención médica y farmacéutica en caso de enfermedad, descanso remunerado en días festivos o pago doble por el trabajo

El proyecto alcanzó en corto tiempo grandes logros, ya que miles de empleadas conocieron sus derechos y buscaron la transformación de sus relaciones laborales. Muchas de ellas alcanzaron reivindicaciones materiales mediante asistencia legal. Fue evidente también el avance en el pro-

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ceso de movilización para la defensa de sus intereses. La lucha por la reforma de la norma de seguridad social fue su apuesta principal, y su victoria, la Ley 11 de 1988.

5. Figueroa, Blanca. S. f. La trabajadora doméstica en Perú (el caso Lima). Lima: Asociación Perú-Mujer – Mimeo. 6. Gálvez, Thelma y Rosalba Todaro. 1984. La especificidad del trabajo doméstico asalariado y la organización de las trabajadoras. En La mujer en el sector popular urbano: América Latina y el Caribe, ed. CEPAL, 155-159. Santiago: Naciones Unidas.

El proyecto hizo que por primera vez en el país, el régimen laboral de las empleadas domésticas fuera sometido a un análisis jurídico sistemático con la comunidad profesional y aceptado como derechos consagrados. Se puso en tela de juicio la ideología de género que ata en lo doméstico a empleada y patrona, cultural y simbólicamente. También por primera vez, la opinión pública recibió el impacto de la presencia, el debate y el cuestionamiento de los temas referentes al trabajo de las empleadas domésticas.

7. León, Magdalena. 1984. La mujer urbana y el servicio doméstico en Colombia. En La mujer en el sector popular urbano: América Latina y el Caribe, ed. CEPAL, 161-164. Santiago: Naciones Unidas. 8. León, Magdalena. 1987. Lucha por la seguridad social

Los cambios que siguieron al proyecto en la aplicación de las normas, las relaciones laborales y las valoraciones ideológicas y culturales serán tema de otros trabajos. Con la finalización del proyecto, como lo expresó Donaldson en un artículo, en 1992, “Hubo mucho de qué estar orgullosos”, o como lo señaló una empleada de las bases, “El programa me abrió los ojos al hecho que tenía un trabajo real, pero primero tuve que aprender a valorar mi trabajo para que otros también lo hicieran. Parte de esto significa aprender a valorarnos a nosotras mismas como mujeres, como seres humanos, y no como objetos, que es lo que la sociedad y nuestra condición parecía hacernos” (Donaldson 1992,8 y 9).

de la trabajadora doméstica. En Mujeres, crisis y movimientos en América Latina y el Caribe, eds. Mujeres por un Desarrollo Alternativo y MUDAR DAWN, 109-112. Santiago: ISIS Internacional.

9. León, Magdalena. 1988. El servicio doméstico también es Colombia (mimeo.). 10. León, Magdalena. 1991. Estrategias para entender y transformar las relaciones entre trabajo doméstico y servicio doméstico. En Género, clase y raza en América Latina, ed. Lola Luna, 25-61. Barcelona: Universidad de Barcelona. 11. León, Magdalena. 2006. Trabajo doméstico y servicio doméstico. En Poder y derecho: estrategias de las mujeres del Tercer Mundo, comp. Margaret Schuler, 333-346. Washington: OEF Internacional.

Referencias 1. Arango, Luz Gabriela. 2008. Género e identidad en el trabajo del cuidado: entre la invisibilidad, la profesionalidad y la servidumbre. Ponencia presentada en el Seminario Internacional “El trabajo y la ética del cuidado”, octubre 22-23, Bogotá, Escuela de Estudios de Género, Universidad Nacional de Colombia.

12. León, Magdalena. 2009. Invisibilidad y discriminación del trabajo doméstico remunerado (TDR) en América Latina. En Regímenes jurídicos sobre trabajo doméstico remunerado en Ecuador, Colombia, Perú y Venezuela, ed. Ivonne Macassi, 7-22. Lima: AFM – Oxfam.

2. Arango, Luz Gabriela. 2011. El trabajo del cuidado, ¿servidumbre, profesión o ingeniería emocional? En El trabajo y la ética el cuidado, eds. Luz Gabriela Arango y Pascale Molinier, 91-109. Bogotá: La Carreta Editores – Universidad Nacional de Colombia.

13. Molinier, Pascale. 2012. El trabajo del cuidado y la subalternidad. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. 14. Puyana, Yolanda. 1987. El papel de la crisis económica sobre la evolución del trabajo femenino. En Problemática, familia y trabajo social. Cuaderno No. 3. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

3. Castro, Mary. 1982. ¿Qué se compra y qué se paga en el servicio doméstico?: el caso de Bogotá. En Debate sobre la mujer en América Latina y el Caribe. Tomo I: La realidad colombiana, ed. Magdalena León, 99-122. Bogotá: ACEP.

15. Rey de Marulanda, Nohra. 1981. El trabajo de la mujer [Documento CEDE no. 063]. Bogotá: Universidad de los Andes.

4. Donaldson, Jamie K. 1992. A través de barreras las mujeres se unen para reformar la Ley de Seguridad Social del país. Desarrollo de Base. Revista de la Fundación Interamericana 16, no. 1: 1-11.

16. Vallejo, Nancy. 1982. Situación sociojurídica del servicio doméstico en Colombia. Trabajo de grado en Derecho, Universidad de los Andes, Colombia.

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¿Así en la tele como en la casa? Patronas y empleadas en la década del sesenta en Argentina* Rebekah E. Pite** DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.17

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Una versión más extensa, en inglés, de este texto fue publicada en el Hispanic American Historical Review (2011). Deseo agradecer a Alejandra Vassallo por su traducción y a Lafayette College por el financiamiento de esta traducción. Doy las gracias a todos los argentinos, y en particular las familias de Petrona C. de Gandulfo y Juanita Bordoy, quienes compartieron sus historias conmigo. Quiero agradecer a todas mis colegas que leyeron y comentaron sobre este trabajo. También doy las gracias a la Revista de Estudios Sociales, y especialmente a Vanessa Gómez Pereira, por su interés en mi trabajo y por su apoyo editorial. ** Ph.D. en Historia y Estudios de Mujer de University of Michigan, Estados Unidos. Profesora Asistente de Historia de Lafayette College, Estados Unidos. Correo electrónico: piter@lafayette.edu


¿Así en la tele como en la casa? Patronas y empleadas en la década del sesenta en Argentina Rebekah E. Pite

Documentos Resumen A mediados del siglo XX, Doña Petrona C. de Gandulfo se convirtió en la experta en la cocina más famosa de Argentina. Su popularidad alcanzó nuevos picos cuando las clases de cocina junto a su asistente Juanita comenzaron a emitirse por televisión. Este artículo analiza el modelo de trabajo doméstico encarnado por las dos mujeres, comparándolo con el de otras amas de casa argentinas y sus empleadas domésticas en la década de 1960. Haciendo un amplio uso de documentos que incluyen historias orales, programas televisivos, revistas y archivos legales y gubernamentales, la investigación revela que la interacción pública de Doña Petrona y Juanita Bordoy era fascinante y a su vez blanco de críticas, ya que permitía a otras mujeres observar una típica relación doméstica privada durante un período en el cual la relación de muchas mujeres con la domesticidad y el trabajo pago estaba en plena transformación. Así, se propone que, para comprender las tensiones en torno a estos cambios, debemos cambiar nuestro marco de análisis y terminología. Mientras que los estudiosos de América Latina tienden a retratar las relaciones laborales domésticas como paternalistas, los vínculos de poder y afecto entre Doña Petrona y Juanita Bordoy –y muchas otras duplas domésticas– permiten afirmar que eran (y continúan siendo) más maternalistas en su esencia.

Palabras clave Servicio doméstico, amas de casa, género, clase social, poder, televisión.

Just Like at Home on Television? Mistresses and Maids in 1960s Argentina Abstract Over the course of the mid-twentieth century, Doña Petrona C. de Gandulfo established herself as Argentina’s leading domestic expert. Her popularity reached new heights when she began broadcasting her cooking lessons on television with her assistant, Juanita Bordoy. This article explores the model of domestic work portrayed by these two women in comparison to that of other Argentine homemakers and their paid help during the 1960s by drawing from a broad base of sources that includes oral histories, television programming, magazines, and government and legal documents. Such evidence suggests that Doña Petrona and Juanita Bordoy’s public interactions were both captivating and open to critique because they enabled others to observe a typically private domestic relationship during a period in which many women’s relationships to domesticity and to paid work were in flux. This article argues that, to understand the tensions surrounding these changes, we must shift our framework and our terminology. While scholars of Latin America have tended towards casting domestic work relationships as paternalistic, the bonds of power and affection between Doña Petrona and Juanita Bordoy–and countless other domestic pairs–were (and continue to be) more maternalistic in nature.

Key words Domestic service, homemakers/housewives, gender, class, power, television.

Assim na tevê como em casa? Patroas e empregadas na década de sessenta na Argentina Resumo Em meados do século XX, Dona Petrona C. de Gandulfo se converteu na especialista na cozinha mais famosa da Argentina. Sua popularidade atingiu novos picos quando as aulas de cozinha, junto a sua assistente Juanita, começaram a se transmitir pela televisão. Este artigo analisa o modelo de trabalho doméstico encarnado pelas duas mulheres, comparando-o com o de outras donas de casa argentinas e suas empregadas domésticas na década de 1960. Ao fazer um amplo uso de documentos que incluem histórias orais, programas televisivos, revistas e arquivos legais e governamentais, a pesquisa revela que a interação pública de Dona Petrona e Juanita Bordoy era fascinante e, ao mesmo tempo, alvo de críticas, já que permitia a outras mulheres observar uma típica relação doméstica privada durante um período no qual a relação de muitas mulheres com a domesticidade e o trabalho pago estava em plena transformação. Assim, propõe-se que, para compreender as tensões em torno dessas mudanças, devemos mudar nosso âmbito de análise e terminologia. Enquanto os estudiosos da América Latina tendem a retratar as relações laborais domésticas como paternalistas, os vínculos de poder e afeto entre Dona Petrona e Juanita Bordoy – e muitas outras duplas domésticas – permitem afirmar que eram (e continuam sendo) mais maternalistas em sua essência.

Palavras chave Serviço doméstico, donas de casa, gênero, classe social, poder, televisão. 213


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el ave más grande. En otras ocasiones insistía en las formas en que sus televidentes –presumiblemente mujeres– podrían no sólo ahorrarse dinero sino también tiempo, ya que ella tenía en cuenta la creciente profesionalización de las mujeres de clase media en la década de 1960 (e.g., Las recetas, 26).

mediados de la década de 1960, Doña Petrona, la más famosa experta culinaria, y su asistente Juanita Bordoy prepararon una cena de Nochebuena en el popular programa de televisión Buenas Tardes, Mucho Gusto.1 La imagen granulada en blanco y negro las seguía con atención mientras deshuesaban un pavo, preparaban el relleno de carne y castañas, lo metían dentro del ave para volver a armarla con cuidado. Con la típica cadencia del noroeste argentino, Doña Petrona explicaba que la receta de pavo relleno frío sería ideal para la Nochebuena, ya que el ama de casa no tendría que estarse levantando de la mesa para servir platos calientes, “para que todas las personas de la familia puedan disfrutar de la reunión”. Sin mencionar directamente la ausencia de una empleada doméstica, Doña Petrona aclaraba después que estaba “hablando de una familia en la que ellas mismas hacen las comidas” (Las recetas, 28).

Sin embargo, aunque Doña Petrona sugería que era consciente de que muchas argentinas preparaban las comidas familiares sin ayuda doméstica, y que esto representaba una inversión de tiempo e interés que una creciente cantidad de mujeres no tenían, ella cocinaba con una asistente en el más público de los escenarios: la televisión en vivo. Sobre el borde de la pantalla o junto a Doña Petrona después de los títulos, Juana Bordoy, conocida simplemente como “Juanita”, estaba siempre a mano. Debido a las frecuentes órdenes dadas con brusquedad, Doña Petrona comenzó a tener la reputación entre sus televidentes de ser una explotadora.2 A su vez, Juanita se convirtió en el arquetipo argentino de la empleada doméstica sumisa, por la forma en que obedecía y su lealtad a Doña Petrona. Como resultado, aún hoy la gente continúa utilizando el nombre “Juanita” para referirse a una amiga o familiar que los ayuda en la cocina.

Con este consejo Doña Petrona demostraba su compromiso permanente de hacer clases de cocina a la medida de la dinámica de la sociedad argentina. Desde fines de la década de 1920, Petrona construyó su carrera pionera sobre la premisa de que el ama de casa moderna debía preparar recetas elaboradas que implicaban mucho tiempo de dedicación para hacer comidas abundantes y sofisticadas como las que se servían en los hogares de la élite argentina. Durante la década del cuarenta, su carrera cobró nuevo impulso al ampliar su público para incluir no sólo a integrantes de la creciente clase media, sino también a mujeres de la ascendente clase obrera, a quienes las políticas peronistas habían beneficiado desde 1946. Sin embargo, para cuando comenzó a tener su programa de televisión durante los años cincuenta y sesenta, las crisis económicas ya eran un rasgo muy común en la vida cotidiana argentina. Por ello, la ecónoma, famosa por su tendencia a cocinar platos caros, comenzó a hacer hincapié en la economía de sus recetas. Incluso, para las fiestas navideñas decidió preparar pavita, un ave más pequeña que el pavo, porque, tal como explicó en el programa, costaba en el mercado un tercio de lo que valía

1

Mientras que los especialistas en América Latina tienden a retratar la relación entre empleadas domésticas y sus patronas como paternalista, podría argumentarse que los lazos de poder y de afecto entre Doña Petrona y Juanita Bordoy, y entre muchas otras mujeres, son más bien del tipo maternalista.3 Es decir, si bien los varones se beneficiaban del trabajo doméstico de las mujeres, es más probable que fuesen mujeres las encargadas de supervisar el trabajo doméstico de otras mujeres.4 Ese maternalismo se refleja en el hecho de que la pareja doméstica líder en Argentina no eran Doña Petrona y su marido, Atilio Massut, sino Doña Petrona y Juanita. La preponderancia pública de esta dupla particular se hacía eco de una dinámica privada, por cuanto las mujeres argentinas (al igual que sus contrapartes en el resto del

2 Como la mayoría de los argentinos sólo conoció a Juana Bordoy como “Juanita”, me referiré casi siempre a ella de esta forma. La historia de este nombre se analiza más adelante en este trabajo. 3 Como explicó Mónica Gogna hace casi dos décadas, los especialistas en América Latina tienden a referirse a la relación entre empleadas domésticas y patronas como “paternalistas”, una caracterización que aún predomina. Ver Gogna (1998). En sus análisis de contextos europeos y de Estados Unidos, los especialistas utilizan términos como “maternalismo” pero en otro sentido, para describir las demandas políticas de las mujeres basadas en su trabajo de maternaje; por ejemplo, ver Brush (1996).

Según la documentación que acompaña los tapes del programa Las recetas de Doña Petrona, esta serie fue emitida en 1961. Sin embargo, la presencia de la presentadora Annamaría Muchnik, que comenzó a presentar el programa recién en 1964, indicaría que en realidad data de 1964 o 1965. Ésta es la única temporada en existencia de este programa. De aquí en adelante, me referiré a este programa como Las recetas, seguido del número del episodio.

4 Heidi Tinsman (1992) explica que los hombres son los que se benefician de la noción de que el trabajo doméstico es trabajo de mujeres.

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mundo) con frecuencia asumieron las responsabilidad de establecer los términos de las relaciones laborales domésticas a sus empleadas domésticas. A medida que estas relaciones domésticas íntimas y desiguales fueron a la vez desafiadas y puestas más en evidencia durante los años sesenta, el trato que prodigaba Doña Petrona a su asistenta se convirtió en una especie de pararrayos de los aspectos más importantes de la cambiante dinámica del trabajo de las mujeres dentro y fuera del hogar.

explicó más tarde, Oscar había sufrido un accidente y perdió uno de sus dos empleos en Correos, que los dejó con un salario mensual de sólo 180 pesos (Becker 1984). La necesidad era la única justificación aceptable para que las mujeres trabajasen fuera del hogar a principios del siglo XX (Lobato 2000). Esta lógica era muy importante y tal vez no del todo convincente para una familia política como la de Petrona, cuya “respetabilidad” dependía en parte del rol de sus mujeres como amas de casa. Desde comienzos de siglo, los argentinos tendían a asociar el estatus de familias de clase media y clase alta con mujeres que podían darse el lujo de quedarse en su casa, idealmente supervisando a las mujeres de clase baja que las ayudaban en el hogar.6

Redefinición y performatividad de la domesticidad Desde comienzos del siglo XX, para la mayoría de los argentinos la división del trabajo indicaba que los hombres en verdad modernos debían trabajar fuera del hogar por un salario, y las mujeres realmente modernas debían ser amas de casa de tiempo completo. Pero ése no había sido siempre el caso. Durante el siglo XIX, la mayoría de las mujeres argentinas se autodescribieron ante los censistas como trabajadoras “económicamente activas”, a pesar de sus responsabilidades adicionales en el hogar (Guy 1981). Sin embargo, durante el siglo XX, los censistas caracterizaron a casi la tercera parte de las mujeres censadas como “amas de casa” (República Argentina 1938, 1951, 1963 y 1973). El desarrollo de una economía mecanizada basada en el salario desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX fomentó el “desempleo” de las mujeres y una percepción cada vez más negativa del trabajo de las mujeres fuera del hogar (Guy 1981; Liernur 1997).

Aunque una pequeña cantidad de mujeres de protoclase media como Petrona entraron al mercado laboral ocupando nuevos cargos profesionales a principios del siglo XX, la mayoría de las mujeres empleadas eran parte de los obreros “no especializados” o “semiespecializados” que trabajaban por un salario en casas y fábricas. Como en la mayoría de los países latinoamericanos, en la Argentina de principios de siglo el mayor porcentaje de mujeres asalariadas estaban empleadas en el servicio doméstico.7 En 1914, las mucamas y cocineras representaban casi la mitad de todas las mujeres “económicamente activas” (Torado 2003, 211). Para 1947, a medida que más mujeres abandonaron este sector por empleos fabriles durante las décadas del treinta y el cuarenta, las empleadas domésticas representaban alrededor de un tercio de las mujeres “económicamente activas” (Szretter 1985, 4).

Petrona se había enfrentado a esta forma de pensar cuando decidió buscar trabajo en la capital a fines de los años veinte. Nacida alrededor de 1896 en una familia tipo que vivía en las afueras de la capital provincial de Santiago del Estero, Petrona siguió a su novio de entonces, Oscar Gandulfo, y a su familia a Buenos Aires, casi veinte años más tarde.5 Unos años después de casarse, Petrona solicitó empleo como ecónoma en la empresa británica de gas Primitiva, en 1928. Cincuenta años después, Doña Petrona recordaba muy bien cómo la familia de su nuevo esposo desaprobaba la idea de que ella trabajara, en lugar de cumplir con su rol “natural” de ama de casa. Pero ella defendió su decisión basada en su “necesidad” de trabajar porque, como

La historia personal y el tipo de trabajo que realizaban quienes se empleaban en el servicio doméstico también cambiaron durante este período, convirtiéndose en un empleo más feminizado, general y regional. A pesar de la gran cantidad de hombres empleados en el servicio doméstico en el siglo XIX, sólo la mitad del porcentaje de hombres considerados “económicamente activos” estaban empleados en el servicio doméstico en 1947, a medida que la cantidad de profesiones en especial

6 Para un análisis del papel que desempeñaron las mujeres en el establecimiento del modelo de familia de clase media, ver Míguez (1999); y mi libro en prensa, Creating a Common Table in Twentieth-Century Argentina con University of North Carolina Press (2013), y despúes en castellano con Edhasa.

5 Según sus memorias inéditas, escritas por Oscar Alberto Cejas en los años ochenta, cuando ella era niña su mamá tenía una pensión en la ciudad de Santiago del Estero; su padre murió cuando Petrona tenía sólo seis años. Conoció a Oscar Gandulfo cuando él llegó a administrar el campo en el que ella trabajaba y que antes había administrado ella.

7 Y sin embargo, como señala Héctor Szretter, hacia finales de siglo la proporción de mujeres “económicamente activas” empleadas en el servicio doméstico en Argentina declinó de un modo significativo, en particular si lo comparamos con muchos de sus vecinos latinoamericanos (Szretter 1985).

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masculinas, como asistentes personales y jardineros, disminuyó notablemente.8 A su vez, las cocineras y niñeras casi habían desaparecido para 1930, en tanto crecía el número de mucamas que realizaban todo tipo de tareas (Pagani 1988). Así como se modificaba la dinámica de género y de trabajo, también cambiaba el lugar de origen de las empleadas domésticas. En el período colonial y en los orígenes de la nación, muchos empleados domésticos eran de ascendencia africana, mientras que entre finales de siglo XIX y principios del XX la mayoría provenía de Europa. A partir de la década de 1940, la migración desde las provincias y los países vecinos hacia la capital del país marcó una nueva generación de empleados mayoritariamente mujeres, muchas de las cuales eran de ascendencia mixta o indígena.9

eran “económicamente activas” aumentó en forma significativa por primera vez en el siglo XX, llevando a las mujeres a representar entre un 20 y un 25% de la fuerza de trabajo oficial (Cortés, Dirie y Braun 1988; Rock 1985). A su vez, el porcentaje de amas de casa disminuyó de casi tres tercios a un poco más de la mitad de la población femenina durante esa misma década (Cepal 1982). Sin embargo, todavía a principios de esos años el trabajo de ama de casa aún estaba en la cima de los empleos femeninos. Además, a pesar del énfasis que puso el peronismo en la contribución económica de las amas de casa, el censo de 1960 continuaba categorizando a estas mujeres como “no económicamente activas”, junto a los estudiantes y los discapacitados. Por el contrario, el censo no registraba ni un solo varón como amo de casa y caracterizaba al 15% “no económicamente activo” como jubilados, estudiantes o “en otras condiciones”.

Mientras que la mayoría de las trabajadoras en Argentina se empleaba por un salario en la casa de otros o en fábricas, la mayoría de las argentinas eran amas de casa no asalariadas. Como tales, las mujeres disfrutaban no sólo de una ventaja numérica sino también simbólica. Desde principios de siglo, publicistas, líderes políticos y un pequeño grupo de expertos domésticos (incluida Doña Petrona) enarbolaron al ama de casa como el ideal femenino y la argamasa que mantenía unida a la sociedad, y el primer gobierno peronista (1946-1952) no fue la excepción. Aunque el peronismo otorgó el sufragio a las mujeres y aumentó sus oportunidades de trabajar y educarse, tanto el presidente Perón como la primera dama Eva Perón hicieron hincapié en que el deber más importante de las mujeres debía ser el cuidado del hogar y la familia. Como afirmó Evita en una famosa frase, las mujeres “nacimos para constituir hogares, no para las calles” (Perón 2006, 150). Este ideal del ama de casa no asalariada alcanzó su máxima expresión durante la década de 1950.10

Los medios masivos de comunicación fueron receptivos y a la vez influyeron para moldear las nuevas ideas sobre el rol cambiante de las mujeres y al mismo tiempo mantener las viejas.11 A comienzos de los años sesenta, Pedro Muchnik creó un show de televisión que celebraba el trabajo y la productividad del ama de casa en el hogar. Buenas Tardes, Mucho Gusto salió al aire en 1962 en el nuevo canal privado, Canal 13, identificándose como “un teleprograma para el hogar hecho por gente de vocación hogareña” (Ulanovsky, Itkin y Sirvén 1999, 144). De acuerdo con la hija de Muchnik, y a su vez presentadora del programa, Annamaría Muchnik, aproximadamente un millón de personas veía el show todos los días en la capital, un número impresionante si se considera que representaba alrededor de un tercio de los habitantes de la ciudad y el mismo número de hogares con televisión. La cantidad de aparatos de TV y televidentes había crecido aceleradamente desde que Doña Petrona apareció en el primer canal público en 1951. Sin embargo, la capacidad de los argentinos para consumir este nuevo formato de medios masivos (y de ver a Doña Petrona y Juanita en acción) todavía dependía del lugar donde vivieran.12 En los sesenta, la mayoría de los televidentes argentinos y el público principal de Buenas Tardes, Mucho Gusto eran mujeres que residían en áreas urbanas, incluidas Buenos Aires, Córdoba, Mar del Plata y Mendoza. Fiel a su primer trabajo como promotora de las cocinas de gas Primitiva (1928-50), Doña Petrona

En los años sesenta, un pequeño pero creciente número de voces empezó a sugerir que la domesticidad de tiempo completo no era la única opción para las mujeres, ni necesariamente la mejor. Las jóvenes de clase media fueron las que más se hicieron oír a través de sus acciones, a medida que muchas que podían hacerlo continuaron su educación o buscaron trabajo fuera del ámbito doméstico. Como consecuencia de ello, durante esta década la cantidad de mujeres que, de acuerdo con los censistas,

8 Para un análisis de este cambio, ver Moya (1998). 9 Para una discusión sobre la relación entre la esclavitud y el empleo doméstico en sus orígenes en Argentina, ver Pagani (1988); sobre la migración interna, ver Marshall (1977).

11 Para un análisis más detallado sobre esta tendencia en relación con las revistas, ver Cosse (2009). 12 Sobre la historia del consumo de la televisión en Buenos Aires en particular y en Argentina en general, ver Varela (2005). Sobre esta historia en Mar del Plata, ver Peréz (2009).

10 Para un análisis más detallado de esta tendencia, ver mi libro Creating a Common Table in Twentieth-Century Argentina.

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encaró sus clases de televisión, no sólo como una oportunidad para promover los productos de sus auspiciantes (ahora Swift y Rómulo Ruffini), sino más que nada como una ocasión para enseñarles a sus alumnas. Daba su número telefónico al aire y alentaba a las que vivían en Buenos Aires a que la llamasen con cualquier pregunta, y a las que vivían en las provincias les pedía que le escribieran. Insistía en que sus discípulas tomaran notas y practicaran con cuidado, y que le enviaran sus preguntas. Petrona prometía que “no hay carta que quede sin contestar” (Las recetas, 5).13

Durante los años sesenta algunas argentinas más privilegiadas dejaron en claro que no aspiraban a cocinar como Doña Petrona ni a parecérsele, aunque pudieran darse el lujo de hacerlo. De hecho, a medida que más mujeres empezaban a ir a la universidad (para 1968, las mujeres representaban el 34% de los estudiantes universitarios, según Wainerman [1994]), algunas estudiantes rechazaron la idea de que emular a Doña Petrona fuese su deber en la vida. Una mujer que se llama Dora B. explicó en una entrevista que “en general las familias de clase media tenían un cariño bastante reverencial por la habilidad de Doña Petrona […] entonces para las mujeres que irrumpíamos en la universidad en los sesenta había que terminar con Doña Petrona”. Afirmó que ella y sus compañeras querían diferenciarse de la imagen doméstica de las mujeres que promovía Doña Petrona porque era “una obviedad de las características femeninas que estaríamos rechazando”. Sin embargo, remarcó que ella y sus compañeras no rechazaron por completo este rol, pues creían que, como mujeres, igual “había que saber cocinar algo”.

Algunas de las televidentes de Doña Petrona se tomaron su rol de discípulas con tanta seriedad como ella se tomaba el rol de maestra. Una periodista de la revista Siete Días explicaba en noviembre de 1972 que “las amas de casa argentinas […] anotan prolijamente sus recetas culinarias al pie de la pantalla y cumplen religiosamente con los menús por ella propuestos”. Una mujer llamada Nora explicaba en una entrevista en 2004 que su madre y su tía Teresa hacían justo eso y tomaban notas cuidadosamente mientras miraban el programa de Doña Petrona en Puerto Ingeniero White, en el sur de Bahía Blanca, en los sesenta y setenta. Ambas mujeres, afirmaba la hija, tendían a “respetar la receta”, y ya fuera que utilizaran una receta del libro de Doña Petrona o de su programa, se esforzaban por seguir todos “los pasos”.

Incluso entre las televidentes más fieles, algunas miraban el programa pero sin la intención de recrear las recetas de Doña Petrona en sus casas. Por ejemplo, Magdalena M., un ama de casa porteña cuyos padres habían emigrado de España, recordaba que a ella le encantaba ver el programa de Doña Petrona, después de tener su primer aparato de TV, en 1960. Explicaba que ella jamás cocinó como Doña Petrona “porque eran comidas muy sofisticadas y caras”. Pero, según decía, “saqué algunas cosas. Era muy buena, era para mirarla. Era para verla. Ella siempre muy prolija, peinada”. Para Magdalena, lo especialmente atractivo de Doña Petrona era lo que llevaba puesto y cómo interactuaba con su ayudanta. Y preguntaba entusiasmada: “¿Viste que tenía siempre un delantalcito bordado acá, prolija, peinada?”; “Y Juanita sacando todo cuando ella lo usaba y decía: ‘¡Juanita, no terminé todavía!’”. Como Magdalena, varias argentinas de clase media baja y obrera dijeron que miraban el programa más como entretenimiento que para aprender a cocinar. Algunas se refirieron al interés que les despertaban los trajes elegantes que lucían Doña Petrona y Juanita, largos collares de perlas, peinados de peluquería y delantales bordados. Otras sugirieron que lo que hacía que el programa fuese interesante era el aspecto dramático de la relación entre las dos mujeres.14

Sin embargo, no todas las mujeres compartían ese nivel de dedicación, habilidad o deseo de cocinar como Doña Petrona, como era el caso de las mujeres más pobres y de las áreas rurales. De hecho, algunas argentinas jamás habían oído hablar de ella. En el noroeste y el noreste argentinos, por ejemplo, conocí a varias mujeres de ascendencia indígena que no sabían de la famosa experta culinaria de Argentina. Y en Puerto Ingeniero White, en 2004, hablé con una cocinera que se llama Stella, que había escuchado hablar de Doña Petrona, pero comenzó su charla afirmando que “nunca me importó Doña Petrona”. Continuó explicando que tenía poco tiempo y dinero como para seguir a Doña Petrona mientras criaba a sus hermanos y hermanas en los años setenta con la dieta típica de subsistencia de los sectores humildes en Argentina –el mate y las galletas– o trabajaba como empleada doméstica y luego como cocinera.

13 Para proteger la privacidad de mis entrevistadas, me refiero a ellas con su nombre de pila y la inicial de su apellido, a menos que sean figuras públicas, en cuyo caso empleo el nombre completo. Dos de las entrevistadas (Elena T. y Teresa C.), de hecho, enviaron cartas a Petrona, y tal como ella prometía, recibieron prontas respuestas. Las dos guardaron las respuestas de Petrona por más de treinta años, lo que echa luz sobre la importancia que tuvo en sus vidas. Desafortunadamente, la correspondencia que Petrona recibió fue tirada a la basura.

14 Por ejemplo, durante mi entrevista con Nelly F., Isabel T., Milagros M. y Angélica H. en un sector más humilde de Puerto Ingeniero White, una de ellas señaló, respondiendo a mi pregunta sobre la relación entre Juanita y Petrona: “A mí me gustaba mucho, no veía mucho [el programa] pero las pocas veces que lo vi, me gustó por los delantales que usaban, los peinados y los collares de perlas”.

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“Pobre Juanita”

que ella está feliz con ese rol, otras dicen que lo han rechazado. Algunas mujeres contaron que cuando amigas o familiares las mandonean en la cocina (y aclaran que nunca se trata de la patrona), a veces responden: “¿Qué te creés, que vos sos Petrona y yo Juanita?”.15 Ya sea positivo o negativo, llama poderosamente la atención lo común del fenómeno, lo que revela hasta qué punto Argentina incorporó esta relación cargada de poder en sus interacciones domésticas. Tal como aseguraba “Porota” (el apodo de la hermana de Juanita) con mucho orgullo, en Argentina “el nombre de ayudante de cocina se cambió por el de Juanita”.

Doña Petrona era explícita al afirmar que quienes integraban su público eran mujeres, y asumía en forma implícita que ellas corporizaban los patrones de domesticidad de la clase media, o aspiraban a hacerlo. La marca más obvia de esta imagen de clase media que Petrona proyectaba estaba indeleblemente caracterizada por la presencia constante de su asistenta Juanita y su interacción en pantalla. Aunque tanto Juanita como el esposo de Doña Petrona la ayudaban a preparar sus segmentos, era Juanita la que aparecía en pantalla con ella, y la que se convertiría en la compañera más importante de su carrera pública. La cocinera Emmy de Molina lo explicó así: “Es impensable recordar a Petrona sin Juanita” (Vidales 1998, 25). Y de hecho, los artículos sobre Doña Petrona y las conversaciones con argentinos sobre ella siempre devienen en su relación con Juanita (y en muy raras ocasiones, la que tenía con su marido).

La mayoría de los argentinos supieron de esta relación viendo interactuar a la pareja en vivo en la TV en los años sesenta y setenta. Durante los casi 800 minutos de grabaciones existentes que arrancan a mediados de la década del sesenta, Juanita ayudó a Doña Petrona con tareas como mezclar, amasar y cortar.16 También realizaba tareas específicas que Doña Petrona rara vez hacía, como colocar cosas en el horno o sacarlas de él, o limpiar las ollas y utensilios. La presentadora Annamaría Muchnik explicó en nuestra entrevista que Juanita realizaba toda la preparación previa: “Petrona ni siquiera decía que ya estaba hecho. Como si fuera una operación de cirugía”, donde Juanita era la “enfermera” y Petrona el “médico”. La dinámica de género detrás de esta analogía resulta reveladora, porque Muchnik asocia a Doña Petrona con el tipo de poder que un médico varón puede tener sobre una enfermera. Otra comparación apuntaba a una relación de poder más común entre dos mujeres, como me explicó Dora I., fanática del programa: que Petrona era la “profesora”, y Juanita, la “ayudante”, muy callada. Estas analogías estarían inspiradas en el hecho de que mientras Doña Petrona hablaba a sus televidentes y a Juanita, esta última casi nunca hablaba y rara vez miraba a la cámara. En la única temporada grabada, Juanita permanece callada en todos los episodios, menos en tres, en los que habla rápido y en voz baja con Petrona. Hasta Doña Petrona comentaba al aire sobre el silencio de Juanita. Durante el episodio en que cocinaron paté de hígado, Petrona mira a cámara, y con una sonrisa les dice a las espectadoras: “Cuando Juanita quiere, habla también”.17

A lo largo de la relación televisiva de más de treinta años de Doña Petrona y Juanita Bordoy (1951-1983), e incluso después, la gente tiene opiniones divididas: los que piensan que Petrona trataba bien a Juanita pidiéndole ayuda como correspondía; y los que piensan que era injusta con ella, dándole órdenes en tono condescendiente. Estas reacciones están influenciadas por la posición de clase de quienes ostentan dichas opiniones, aunque no están sólo determinadas por ella. Durante cientos de conversaciones informales, 46 entrevistas formales y dos talleres de historia oral en 2003 y 2004 con argentinos que se identificarían a sí mismos (o seguramente serían identificados por otros) como de clase media, clase obrera o élite, hubo gente en cada categoría que criticó la relación, mientras que otra la alababa. Al mismo tiempo que sus reacciones parecían muy personales, llama la atención que seis entrevistadas que trabajaron (o aún trabajan) en el servicio doméstico tendían a expresar menos sentimientos negativos, e incluso sugirieron que la relación entre Doña Petrona y Juanita “era muy buena”, como dijo una de ellas (que se llama María E. P.). Por el contrario, en mis talleres de historia oral con diferentes grupos, las participantes de clase media y trabajadora debatieron acaloradamente si el trato era justo o injusto.

15 Aunque esta frase se repite mucho, en esta ocasión proviene de una entrevista en 2004 con Marcela A. y su sobrina María Laura A.

Aún al día de hoy, estas dos perspectivas se revelan en la forma diferente en que la gente invoca el nombre de Juanita en sus interacciones domésticas cotidianas. Por ejemplo. Olga G., una entusiasta cocinera de Puerto Ingeniero White ya septuagenaria, explicaba que su prima, María B., a quien no le gusta cocinar pero no le molesta limpiar, ha sido su “Juanita” durante años. Y aunque María aseguraba

16 Los tapes con el resto de los segmentos televisivos de ese año que pude ver en 2002 están disponibles en Canal 13, y a veces los repiten en el canal “Volver”, que rememora viejos programas. Además, algunos episodios pueden verse en youtube.com. 17 En el primer caso, Juanita murmura algo inaudible (Las recetas, 10); la segunda vez respondió diciendo algo rápido ante el pedido de Petrona (Las recetas, 24); y la última, en el programa navideño ya mencionado, le preguntó a Petrona si la mermelada ya se había reducido lo suficiente (Las recetas, 28).

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A pesar de la atención generada por su relación pública de trabajo, pocos argentinos fuera de su círculo íntimo sabían que, desde mediados de la década del cuarenta, Juanita también vivía con Petrona y trabajaba en su casa como ama de llaves, supervisando a otras dos “chicas de servicio”.18 Para Juana Bordoy, quien migró desde un pueblito de la zona oeste de la provincia de Buenos Aires por esa época, la decisión de Petrona de llamarla “Juanita” era una señal de los grandes cambios que vendrían. Como explicó Héctor B., el sobrino de Juana, el nombre que le dio Petrona significó que “con el tiempo, el apodo de ‘Morocha’ dejó de existir y pasó a ser Juanita”. El nuevo apodo reflejaba el modo en que Petrona incorporó a Juana plenamente a su vida y a su familia. Aún más, se refería a una dinámica maternalista más amplia, en la que las patronas asumían una superioridad generacional (que podía representar o no una diferencia de edad) que les daba derecho a supervisar (e incluso bautizar) a sus empleadas, así como a desplegar su afecto maternal por ellas. Desde el inicio, Petrona pareció ansiosa por evitar la línea entre autoridad y amistad con Juanita, que era casi veinte años más joven que ella. Aunque le dio a Juana su nuevo apodo, Petrona no fue tan lejos como otras patronas que les cambiaban el nombre a las empleadas con cama adentro.19

A pesar de todo, tanto en su casa como en la TV, Doña Petrona, al igual que muchas dueñas de casa, dejó en claro que era ella la que estaba a cargo. A través de la pantalla, ella dio forma al comportamiento de sus televidentes respecto a cómo tratar (o no tratar) a las empleadas domésticas. Aunque Petrona y Juanita usaban ropa notablemente similar, la forma en que Doña Petrona mandoneaba a su asistenta le ganó su reputación de explotadora. “¡Basta, eh!”, le decía Petrona a Juanita si quería que se detuviera en lo que hacía, como batir crema; o “¡Rápido, Juanita!”, si quería que se apurara (Las recetas, 8 y 14). En el episodio en el que Juanita de hecho habló lo suficientemente alto para que la cámara la captara, Petrona comentó: “Hoy hace calor y no tengo ganas de trabajar; debes ser la trabajadora, Juanita”, a lo que Juanita respondió: “Bueno, Señora”, y continuó trabajando como le indicaban (Las recetas, 24). En un episodio de Nochebuena, Petrona le pidió a Juanita que parara lo que estaba haciendo para mostrar sobre el cuerpo de Juanita dónde estaría el hueso que estaba removiendo del pavo (Las recetas, 28). Como de costumbre, Juanita obedeció, pero esta vez riéndose. En las últimas décadas, las argentinas han sido más críticas, o al menos tienden más a burlarse, en lugar de festejar la forma en que Petrona trataba a Juanita. En muchas de las conversaciones sobre Doña Petrona, una de las reacciones más frecuentes con las que me encontré es una sonrisa, seguida de “Ay, pobre Juanita”. La gente suele señalar cómo Petrona le dictaba órdenes, haciendo parecer como que “todo era culpa de Juanita, no de Petrona”, como me dijo Hilda R. Aún más fuertemente, Elena P. me explicó: “Pobre Juanita, [era] una mártir porque Doña Petrona era una mandona”. La experta en televisión Mirta Varela (2005) coincide con esta apreciación y critica la forma en la que Doña Petrona maltrataba a su silenciosa ayudante cuando estaban en el aire. La periodista y también cocinera Miriam Becker sugiere que la personalidad de Petrona hacía imperativo que trabajase con alguien como Juanita. “Juanita era muy respetuosa, más allá de que Petrona era dura”, aclara Becker, “no podía haber sido de otra manera quien secundara a Petrona, porque Petrona no hubiera permitido un solo paso de confianza”. Sin embargo, Becker opinó durante nuestra entrevista que, a pesar de su carácter fuerte, Petrona “era generosa y era buena”.

En su hogar, las acciones de Petrona parecen sugerir que ella y Juanita compartían una posición de clase similar, lo cual no era lo común para una patrona y su empleada. Por ejemplo, Petrona le daba a Juanita la habitación contigua a la suya (en lugar de asignarle el cuarto de servicio), compartía las comidas con ella e invitaba a su familia a quedarse en su casa cuando visitaban la ciudad. Es probable que este trato proviniera de la similitud en sus crianzas y la parcial erosión de la rígida estratificación de clase que tuvo lugar a mediados del siglo XX. Como afirmaba el sobrino de Juanita, ambas mujeres provenían de condiciones relativamente modestas y venían del interior. Además, a pesar de la percepción que tenía el público sobre el estatus inferior de Juanita en la TV, en el hogar era Juanita la que con frecuencia estaba a cargo, supervisando la casa durante la semana mientras Petrona iba al centro de la ciudad para probar recetas y preparar sus clases de cocina.

En otras palabras, las que defienden a Petrona tienden a pensar que su actitud hacia Juanita sólo probaba que tenía una personalidad fuerte, y tal vez eso era parte de lo que la hacía exitosa. Durante un debate sobre Doña Petrona en el Museo de Puerto Ingeniero White, una mujer que ahora tiene más de setenta años dijo: “Yo creo que

18 Resulta interesante que Juanita utilizara el infantilizante “chicas del servicio” en su entrevista con Mucho Gusto (Pardo 1981). 19 Por ejemplo, en 2004 el fotógrafo Sebastián Friedman, que editaba una exposición sobre empleadas domésticas en Argentina, me contó la historia de María Concepción Álvarez, a quien sus patrones rebautizaron “Hilda”. Durante nuestra entrevista Héctor explicó: “Le pusieron ese apodo [a Juana] por la piel oscura [...] Además, ‘La Morocha’ era como el prototipo de la mujer argentina”.

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una mujer que llegó donde ella llegó, hace cuarenta o cincuenta años, tuvo que hacer valer su autoridad para imponerse”. Con la misma opinión sobre las críticas a Petrona, Nora L. explicó en nuestra entrevista que “cuando le decía, ‘A ver, Juanita, traéme esto’, la gente se quejaba porque parecía que no la trataba con cariño. Pero no, era su personalidad”. Otras mujeres han señalado que si Petrona hubiera sido realmente cruel, entonces Juanita no se hubiera quedado con ella por tantos años.20 Aunque la nieta de Juanita, Esther P., admite que Petrona “era un poco autoritaria”, sin embargo, durante nuestra entrevista explicó: “Pero era su forma de ser, no era que [Petrona] la trataba mal. Porque la quería y la respetaba y le dejaba tomar a ella decisiones”.

ción maternalista y por momentos dominante todavía existía, aunque casi siempre a puerta cerrada. Como la relación de Doña Petrona y Juanita era tan notoria, fue la más examinada en el ámbito público. Durante los años sesenta, quienes interpretaron que el trato que Doña Petrona le prodigaba a su asistenta era un abuso de poder comenzaron a tomar partido por Juanita, tal como percibían su posición, y, en cierta medida, tanto Juanita como Petrona se percataban de ello. Juanita le contó a su sobrina Susana que cuando Petrona daba conferencias, se quejaba ante Juanita diciendo: “¿Vos te das cuenta que te aplaudieron más a vos que a mí?”. Juanita le confesó a su sobrina que “A mí me da una vergüenza, yo me doy cuenta, cuando entramos a dictar la conferencia, que la gente me aplaude tanto que me da no sé qué. Me da vergüenza”. Siempre consciente de “su lugar” (y aparentemente más cómoda en él), Juanita concluyó: “La estrella es la señora”.

A muchas televidentes les parecía problemática la forma en que Doña Petrona trataba a Juanita, tal vez porque recordaba el generalizado abuso de poder, de larga data, en el ámbito doméstico, que estaba cada vez más en el centro de la discusión. A medida que mayor cantidad de militantes, periodistas y ciudadanos comunes comenzaban a cuestionar las jerarquías sociales durante los años sesenta, más personas empezaron a pensar que las formas tradicionales en las que las patronas trataban a sus empleadas domésticas ya no era aceptables. Fue tal vez como resultado de esto que las revistas comenzaron a hacer hincapié –mucho más que en sus interpelaciones de la década previa– en que sus lectoras (presumiblemente de clase media) debían respetar a las mujeres que contrataban para que les ayudaran a cocinar y limpiar, en especial si tenían que ausentarse de su casa para ir a trabajar afuera. Por ejemplo, al evaluar la “[actual] crisis del servicio doméstico”, una periodista de Femirama, una revista de clase media bastante conservadora de los años sesenta, argumentaba que “el ama de casa tendrá que recordar siempre que la persona que la ayuda no es un ser inferior, y que no hace un trabajo humilde o denigrante”, sino, más bien, que es alguien que realiza “un trabajo que […] es importante, útil y necesario”. La periodista continuó: “Las relaciones ama de casa-personal de servicio han cambiado porque también lo ha hecho el carácter específico de cada una de ellas. Ya no existe el ama de casa del tipo del siglo pasado que ‘hacía de madre’ con la muchacha”.21 Es evidente que, tal como lo demostraba la relación televisiva entre Doña Petrona y Juanita –y como lo corroboran mis historias orales–, esta rela-

Tal como indica esta anécdota, parte de lo que hacía tan atrapante a esta dupla y tan famoso su segmento de cocina era la forma tan diferente en que se relacionaban con el estrellato. Como explicó la periodista Matilde Sánchez, “Los aires de Petrona –casada ‘con un Gandulfo, por entonces gente de cierto copete’, como ella misma lo definió– encajaban con la modestia de Juanita a la perfección, casi como en un dúo de comediantes” (Sánchez 1995, 42). Eduardo R., quien veía a Petrona y Juanita en la televisión con su familia en los años sesenta, también resaltó la naturaleza cómica de sus interacciones durante nuestra entrevista. Recuerda que “a veces te reías porque la trataba mal”. De forma similar, Elvira I. se acordó durante nuestra entrevista de que su mamá disfrutaba viendo interactuar a Petrona y Juanita en Buenas Tardes, Mucho Gusto. Elvira se reía al traer a la memoria que su madre decía que Petrona en verdad “monta una escena”. Las niñas argentinas también se percataban de la tensión y el humor de este dúo televisivo, incorporándolos a sus juegos. Durante nuestra entrevista, Marta F. recordaba cuando jugaba a “Doña Petrona” con sus amiguitas en su barrio de clase media en La Plata, al comienzo de los sesenta, cuando era pequeña. Marta describió cómo ella y sus amigas preparaban una gran mesa entre el gallinero de su vecina y su patio para realizar un show de cocina. “El principal problema era quién sería Doña Petrona. Juanitas podía haber una o mil, pero Doña Petrona sólo una”, explicaba. Este honor se reservaba en general para la niña más grande o más poderosa que participara en el juego. Una vez elegida, “Doña Petrona” se ponía un delantal y una flor fresca. Luego procedía a conducir el show y dar

20 Alguien argumentó esto durante el debate en el Museo de Puerto Ingeniero White, y comentó: “Yo pienso que Juanita no se hubiera quedado tantos años con ella si la hubiera tratado mal”. 21 Mi versión de este artículo no tiene ni autor ni fecha; “Relaciones con el servicio doméstico” (s. a.) Femirama, circa 1963-64, p. 26.

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órdenes a todas las demás niñas –“las Juanitas”– que estuvieran allí. A diferencia de Petrona, las muchas “Juanitas” no se ponían nada especial. Marta contó: “Lo gracioso es que nos presentábamos como si estuviéramos en el programa”. La niña que hacía de Petrona ordenaba a las Juanitas que le trajeran el agua para mezclar la tierra y decía: “¡Hay que poner esto rápido, Juanita!”.

Algunas comenzaron a militar en política.23 En esos años una cantidad importante de las jóvenes (incluida Marta, que se graduó de paleontóloga) escogieron carreras profesionales, en lugar de convertirse en amas de casa de tiempo completo. Por supuesto que Doña Petrona era también una mujer profesional, aunque su especialización en las cuestiones domésticas con frecuencia oscureció esta realidad y cualquier crítica que pudiera hacérsele.

Además de demostrar que este grupo de niñas argentinas entendía muy bien quién estaba al mando, esta anécdota también revela cómo la presencia televisiva de Doña Petrona y Juanita hizo de esta dupla un referente cultural compartido. Cuando Marta les contó a sus colegas sobre este juego, muchas dijeron que ellas también lo jugaban. Una amiga que llegó a ser integrante del Congreso Nacional le contó a Marta que ella jugaba a “Doña Petrona” y obligaba a una de sus primas a ser Juanita. Como dijo Marta, “Lo más importante era jugar a Doña Petrona y enganchar a alguien que hiciera de Juanita”.

En retrospectiva, las argentinas no logran ponerse de acuerdo sobre si la relación entre Doña Petrona y Juanita era típica. Por ejemplo, cuando se lo pregunté a un grupo de dieciséis mujeres de clase media y obrera en Puerto Ingeniero White, en mayo de 2004, algunas respondieron que su relación no era típica, pero otras dijeron lo contrario. Mientras que una mujer argumentó que cada familia es única, otra comentó: “Tenemos que tratar de tener en cuenta que la relación hace cuarenta años atrás era bastante diferente a la de ahora. La clase alta tenía muy claramente marcado que el de abajo era de abajo”. En otra conversación, una feminista llamada Hilda, que ahora tiene alrededor de cincuenta y tantos años, también apoya esta idea de que en el pasado el ama de casa privilegiada (como Doña Petrona) ejercía su control sobre el servicio doméstico de manera inconsciente. Al comparar la forma en que su madre dominaba a las mujeres que trabajaban como empleadas para ella, Hilda sugiere que, aunque este juego de poder era privado, “la relación de Petrona y Juanita fue la más explícita, en ese momento” y, por lo tanto, la que estaba más expuesta a la crítica.

Jugar a “Doña Petrona” no sólo les permitía a Marta y sus amigas mandonear a alguien, sino que también les ayudaba a sentirse argentinas, siendo ellas hijas de segunda o tercera generación de inmigrantes. “Nosotros vivíamos todos en un barrio italiano y nadie podía decir que era judío o español. Todo el mundo quería ser argentino. Había que civilizarse, había que saber comer”, explicó Marta. Para la década del sesenta, la noción de ser italiano y la comida italiana se habían fusionado en el ser nacional y en la comida “argentina”. Sentirse argentino no estaba implícito sólo en cómo comer, sino también en cómo tratar a los que eran supuestamente inferiores. A pesar de provenir de un ambiente provincial bastante modesto, la importancia cultural de Doña Petrona y su extensa carrera en la ciudad la convirtieron en un emblema de la feminidad argentina. Como afirmó Marta, Doña Petrona “era la imagen de lo que era correcto para una mujer”. Su programa de televisión no sólo les enseñó a cocinar a las jóvenes argentinas sino que también las instruyó sobre roles de género y poder de clase.

Conclusión

A medida que estas niñas y otras mujeres jóvenes crecían en los años sesenta, también se encontraron con un modelo nuevo de feminidad argentina, más joven y menos doméstico.22 Muchas mujeres en las ciudades comenzaron a vestirse, hablar y pensar en forma distinta a las generaciones previas, a usar jeans y minifaldas, tener sexo antes del matrimonio y utilizar malas palabras y términos en inglés.

Durante la década del sesenta, los cambios en la relación de las mujeres argentinas con el trabajo doméstico se convirtieron en un tema de intenso debate y discusión pública. Doña Petrona y otras expertas del tema doméstico reaccionaron a este cambio dedicándole más tiempo y consejos en los medios masivos en expansión. Aun así, a medida que la industrialización les daba a las mujeres pobres mayores oportunidades de empleo, y que las crisis económicas y políticas se convertían en pan de todos los días, cada vez menos familias –consideradas de clase media–podían tener empleadas domésticas de tiempo completo. A pesar del crecimiento modesto en el número de domésticas inscriptas durante los sesenta (Gogna 1998, 84), sólo un

22 Para un análisis de este modelo de mujer nuevo y más joven, ver Cosse (2009); Feijoó, Nari y Fierro (1996) y Manzano (2005).

23 Para más análisis, ver Nouzeilles y Montaldo (2002), Cosse (2009) y Manzano (2009).

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9% aproximadamente de los hogares argentinos informó tener empleadas de tiempo completo en 1970 (Zurita 1983). Mientras que las mujeres con mayor poder adquisitivo podían contar con este tipo de ayuda, la mayoría de las mujeres sólo contaba con empleadas de medio tiempo o con la ayuda no remunerada de otras mujeres de la familia o vecinas que les permitían trabajar fuera de sus casas pero continuar siendo responsables del trabajo en el hogar.24

tica más famosa de Argentina no sólo les enseñó a las argentinas cómo cocinar, sino que también les permitió observar y comentar un modelo cada vez más controversial y fugaz de domesticidad de clase media.

Referencias 1. Brush, Lisa. 1996. Love, Toil, and Trouble: Motherhood and Feminist Politics. Signs 21, no. 2: 430.

A medida que más mujeres de clase media se incorporaban a la fuerza de trabajo y contrataban empleadas domésticas de tiempo parcial, algunas han sugerido que había una necesidad real que las hacía depender de ellas. Como mencionó la periodista de Femirama, “El ama de casa es siempre la que debe dar carácter a su hogar, aunque una buena muchacha la sustituya en las tareas, porque ella, quizá, tiene un empleo que le hace estar fuera de casa muchas horas al día”. Así, la década del sesenta trajo consigo el reconocimiento, por parte de miembros influyentes de la clase media como las periodistas, de que las amas de casa también podían trabajar fuera de su vivienda. Al dejar a otras mujeres a cargo de sus hogares, algunas sugirieron que las “muchachas” que trabajaban para ellas merecían más respeto, por su trabajo “importante, útil y necesario”.25

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Las críticas generalizadas de la manera en que Petrona trataba a Juanita provinieron tanto de la naturaleza cambiante de la vida cotidiana en la Argentina de este período, y en años subsiguientes, como de las acciones de Doña Petrona. Los comentarios sobre las formas bruscas de Doña Petrona implicaban que iba más allá de lo apropiado, aunque al mismo tiempo las niñas que jugaban a “Doña Petrona” durante la época nos permiten pensar que el trato de Petrona hacia Juanita las incentivaba aún más a querer ser como esta ecónoma poderosa. Aunque se criticara con frecuencia a Doña Petrona por abusar de su poder sobre Juanita, la relación entre ellas hacía que sus programas culinarios fueran más atrapantes. Mientras algunas seguidoras del programa se identificaban con Doña Petrona o aspiraban a ser como ella, y otras la criticaban, muchas de ellas veían el programa porque ella y Juanita ofrecían una parodia entretenida, aunque no intencional, de una relación doméstica privada muy común entre las mujeres. A través de la televisión, la dupla domés-

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24 Para análisis de esta tendencia, ver Peréz (2010). 25 Como se mencionó antes, este artículo sin autor ni fecha se llama “Relaciones con el servicio doméstico” (circa 1963-64, p. 26).

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Programas de televisión

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Entrevistas

57. Stella M. D., 19 de mayo de 2004, Puerto Ingeniero White.

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Trabajo doméstico remunerado: espacios y desafíos de la visibilidad social por Jurema Brites*

Ania Tizziani**

Débora Gorbán***

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.18

E

rrollan en cada país sino también generar las condiciones para que éstos traspasen las fronteras nacionales a través de perspectivas comparativas o regionales. En segundo lugar, dar visibilidad, en el debate público, a las dinámicas de dominación y desprotección, pero también de resistencia y lucha vinculadas con estas trabajadoras, puede desnaturalizar formas estereotipadas de concebir esta actividad que contribuyen a su desvalorización y estigmatización. La organización de la mesa redonda constituye un aporte a este proyecto de cooperación e intercambio, en el que aún queda mucho por hacer.

n las páginas que siguen reproducimos algunas de las ponencias presentadas en una mesa redonda que se desarrolló en el marco de la última Reunión de la Asociación Brasilera de Antropología, en torno de las problemáticas vinculadas con el servicio doméstico en diferentes países de América Latina.1 Como se menciona en la presentación que transcribimos a continuación, la organización de esta mesa se inscribe en un proyecto de largo aliento tendiente a la construcción y consolidación de una red de investigadores latinoamericanos interesados en estas problemáticas. En efecto, pese a la importancia y extensión del sector en muchos países de la región, los estudios sobre el servicio doméstico tienen un espacio restringido en el ámbito académico y una escasa visibilidad en el debate público. Nuestra cooperación busca avanzar en esos dos planos. En primer lugar, se trata de generar un espacio de intercambio para las investigaciones que se llevan a cabo en América Latina, que pueda no sólo enriquecer los análisis que se desa-

Presentación de la mesa, por Jurema Brites Si no me equivoco, ésta debe ser la primera mesa redonda en la Reunião Brasileira de Antropologia (RBA) que trata centralmente del tema del servicio doméstico, y supongo que esto no es muy diferente de las otras asociaciones científicas que intervienen en las ciencias sociales brasileras. Quería comenzar con esta cuestión y trazar la memoria de los intercambios que llevaron a la organización de esta mesa. Las cooperaciones que desembocaron en la propuesta de esta mesa redonda comenzaron en 2010, en unas jornadas de estudio que organizamos en la ciudad de Buenos Aires, que tuvieron lugar en la Universidad Nacional de General Sarmiento. Allí planteamos la necesidad de empezar a hacer un intercambio de los estudios latinoamericanos sobre trabajo doméstico. Este primer intercambio tuvo una continuidad

1 La mesa se organizó en el marco de la 28ª Reunión de la Asociación Brasilera de Antropología, Desafíos Antropológicos Contemporáneos, PUCSP, São Paulo, Brasil, entre el 2 y el 5 de julio de 2012. Fue coordinada por Jurema Brites y contó con las presentaciones de María Betânia Ávila, Mary Goldsmith (cuyas intervenciones reproducimos en las páginas que siguen), Ania Tizziani y Débora Gorbán.

*

Doctora en Antropología de Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS), Brasil. Jefa del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidade Federal de Santa Maria (UFSM), Brasil. Correo electrónico: juremagbrites@gmail.com ** Doctora en Sociología de la Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne, Francia. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), con sede en la Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina. Correo electrónico: atizzian@ungs.edu.ar *** Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, y Doctora en Sociología de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), con sede en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad Nacional de San Martín, Argentina. Correo electrónico: dgorban@gmail.com

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Trabajo doméstico remunerado: espacios y desafíos de la visibilidad social Jurema Brites, Ania Tizziani, Débora Gorbán

Debate

en la última IX Reunión de Antropología del Mercosur, en Curitiba (Brasil), en 2011, donde propusimos un grupo de trabajo que fue muy promisorio, con muchos estudios nuevos sobre el tema, sobre todo presentados por estudiantes.

por Elsa Chaney y Mary Castro García. Esta obra fue la primera que hizo un esfuerzo, yo no diría comparativo, pero sí intentó reunir estudios que reflexionaban en torno de las trabajadoras domésticas en América Latina como un todo. Constituye una obra inaugural, publicada después en una edición española en 1992 (Chaney y García 1993). La obra aborda en sus distintas secciones diferentes aspectos del servicio domestico: su historia, las relaciones de trabajo en la cotidianidad y las perspectivas ideológicas, el debate con el feminismo, la organización sindical y las relaciones con el Estado. En la última sección, se da un espacio a las propias voces de las trabajadoras. La obra incluye además una contribución muy importante de Margo Smith, que organizó un banco de datos sobre el tema.

Me interesa hacer este recorrido histórico que explica el surgimiento de esta mesa, porque en la academia, el trabajo doméstico es afectado por la misma invisibilidad que lo caracteriza en la cotidianidad. En Brasil existen grandes estudios sobre el tema, que quiero mencionar aquí también a modo de homenaje, y me estoy refiriendo en particular a los estudios de Alda Motta Brito (1977) y de Heleieth Saffioti (1976). En este último caso, su interés en este campo de estudios fue motivado por su propia experiencia como mujer, migrante, que llegó a la ciudad de São Paulo para ser recibida en la casa de unos parientes. Con el tiempo, ella percibe que estaba siendo tomada como la criada de la casa, y ese hecho la estimuló a producir un trabajo que fue una de las grandes referencias para los estudios de la sociología del trabajo. Su libro Capitalismo e emprego doméstico se convirtió en un marco para los estudios feministas sobre trabajo y género. Allí desarrolla una densa discusión teórica sobre la productividad/improductividad del trabajo doméstico, que es concebido como una articulación entre formas capitalistas y no capitalistas de producción y formación del ejército industrial de reserva. El estudio de Motta se inserta más en un marco antropológico y reflexiona específicamente en torno de la experiencia cotidiana de las trabajadoras domésticas. En el ámbito de la antropología brasileña, sobre todo en el caso de mi generación, han tenido una importancia central los estudios de Suelly Kofes, Mulher? mulheres – entre elas- as empregadas e nós- as patroas, fruto de su tesis de doctorado (1982) y que fue publicada tardíamente, en 2002. El trabajo de Kofes estimuló a una generación entera de antropólogas a reflexionar en torno de la complejidad de las relaciones y del universo relacional que se establece entre empleadoras y empleadas.

Han pasado veinte años desde la edición española y veintitrés años de la edición en inglés de ese libro que es una referencia central en nuestros estudios. Y desde entonces, lo que se observa en el campo, al menos desde mi punto de vista, es la presencia llamativa de continuidades y algunas transformaciones que también son significativas. Una de las continuidades más marcadas es que las trabajadoras domésticas continúan siendo reclutadas, en su gran mayoría, entre las mujeres más pobres, con poca escolaridad. Se trata, en los contextos locales, siempre de las mujeres menos privilegiadas, lo que implica el establecimiento de una relación jerarquizada entre blancos y negros, o, en otros espacios, entre las poblaciones indígenas y las poblaciones blancas. Otra de las continuidades importantes es la gran desprotección que estas actividades padecen por parte de los gobiernos. Incluso con los avances legislativos, ésta es una realidad continúa que caracteriza a América Latina en su conjunto. Para que ustedes tengan una idea, en Brasil, en el último censo (2010), 76% de las trabajadoras domésticas no poseían una libreta de trabajo firmada. También existe una gran fragilidad de las organizaciones sindicales. Se alcanzaron muchas conquistas, pero esta actividad, por el hecho de ser realizada de manera aislada, tiene grandes dificultades para generar vínculos sindicales permanentes entre las trabajadoras. Sin embargo, las pocas militantes han sido prácticamente heroínas que han luchado y construido un cuerpo legislativo considerable.

En el año 2000, cuando defendí mi tesis de doctorado, no tenía más que diez autores, tal vez, para revisar en el ámbito brasileño acerca del tema. Ahora, en 2010, Alexandre Fraga defendió una disertación2 e hizo un rastreo en el portal de la CAPES (Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior) y encontró 61 tesis y disertaciones que tratan directamente sobre el servicio doméstico. En cuanto a América Latina, creo que hay una obra absolutamente clásica, que ha sido una inspiración para todas nosotras, Muchachas No More, publicada en 1989, coordinada

Me interesa ahora apuntar algunas transformaciones también significativas. La primera es un cambio muy importante y una realidad creciente. Consiste en el pasaje del servicio doméstico “camas adentro” a la modalidad “camas afuera”, que en nuestro lenguaje es el pasaje de las mensalistas polivalentes (las mujeres que trabajan en una casa de familia haciendo todas las tareas del hogar: planchar, lavar, cocinar, cuidar a las personas, animales y plantas) hacia las diaristas (aquellas que trabajan en general algunos días a la

2 Alexandre Fraga, 2010, De empregada a diarista: As novas configurações do trabalho doméstico remunerado, Río de Janeiro, UFRJ/IFCS.

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semana para un empleador y se dedican a ciertas tareas en el hogar, sobre todo de limpieza). Esta transformación implica toda una gama de complejidades para nuestros estudios y también para las conquistas políticas, porque todo lo que se conquistó hasta hoy es en relación con las trabajadoras mensalistas; por lo tanto, las faxineiras están, en Brasil por lo menos, absolutamente desprotegidas por la legislación.

Es importante mencionar que muy paulatinamente comienza a aparecer un cambio de percepción de la realidad de esas relaciones de trabajo, tanto por parte de las trabajadoras como de los empleadores. En Brasil existe un gran mito sobre la sumisión de las empleadas domésticas que aparece en los editoriales de los diarios, pero que, como muestran las investigaciones, se ha ido transformando. Diecisiete por ciento de las mujeres activas son trabajadoras domésticas, y éste es un dato que no ha cambiado mucho en los últimos años. Pero en otros aspectos se ha transformado. Por ejemplo, y ésta es una hipótesis que estoy formulando, en la percepción de la servidumbre. Tal vez las trabajadoras están menos dispuestas, al menos en los grandes centros metropolitanos, en las grandes ciudades, a ser una empleada polivalente. Puede ser que no encuentren la manera de enfrentarse directamente a sus empleadores, pero entonces buscan otro empleo, porque “no me gustó”, “no me trata bien”, entonces renuncian.

Un segundo punto que yo mencionaría es el crecimiento contundente de los flujos migratorios, tanto los internos en América Latina como en las relaciones Norte y Sur. La corrosión del Estado de bienestar social en Europa ha llevado masas de trabajadoras domésticas de América Latina, de África y de Indonesia, para ser cuidadoras de niños y ancianos en el Viejo Mundo. Son generalmente mujeres que tienen problemáticas diferentes de aquellas que provienen de los mercados nacionales. En Europa se trata de mujeres fragilizadas, indocumentadas, separadas de sus familias y con una serie de dificultades.

Esta mesa intenta reflexionar en torno de esas continuidades y esas transformaciones. Nosotros tenemos la felicidad de tener con nosotras a Mary Goldsmith, que fue una de las autoras de Muchachas y que trabaja desde los años ochenta en este tema. Contamos además con la presencia de María Betânia Ávila, que ha publicado una de las pocas producciones en nuestra área, O tempo do trabalho de las empregadas, que además desarrolla un compromiso feminista, por fuera del área académica, en la coordinación de la ONG SOS Corpo.

Otra de las transformaciones importantes que ha tenido lugar en estos últimos veinte años concierne a los cambios de los marcos regulatorios, como registró la 100ª Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que tuvo lugar en Ginebra en 2011, donde se adoptaron el Convenio 189 y la Recomendación 201. Mary Goldsmith estuvo allí y nos va a hablar un poco sobre eso. Brasil tuvo un papel importante en esa asamblea, con la presencia de nuestra representante de la Federación Nacional de Trabajadoras Domésticas, Creuza de Oliveira, que es una militante histórica, una referencia en la historia política de las mujeres en nuestro país. Y esa convención fue ratificada por muy pocos países, y nosotros teníamos la expectativa de que nuestra presidenta feminista fuese la primera en ratificar la convención. Sin embargo, existe una cuestión acerca del cambio en la Constitución Federal Brasileña que retarda la ratificación.

Referencias 1. Chaney, Elsa y Mary García (Orgs.). 1993. Muchacha / cachifa / criada / empleada/ empregadinha / sirvienta y... más nada: trabajadoras domésticas en América Latina y el Caribe. Caracas: Editorial Nueva Sociedad. 2. Kofes, Suely. 1982. Entre nós mulheres, elas as patroas e elas as empregadas. En Colcha de retalhos: estudos sobre a família no Brasil, ed. Antonio Augusto Arantes, 185-194. Campinas: Universidade Estadual de Campinas.

Finalmente, me gustaría mencionar las transformaciones en las organizaciones de las familias empleadoras. Esas organizaciones familiares son sobre todo analizadas en Brasil por los estudios de familia y parentesco, sin una vinculación con nuestros estudios sobre trabajo doméstico. Para mí, es una gran falencia de estos trabajos actualmente; todavía no nos adentramos en el estudio de las familias empleadoras: no sabemos cómo son los patrones, cómo son sus familias, como es la división del trabajo dentro de esas familias. Pareciera que existe una masa homogénea de empleadoras y una masa homogénea de trabajadoras, sin tener en consideración las heterogeneidades y diversidades. Entonces, ése es un eje significativo para los investigadores, que podría ser desarrollado en futuros trabajos.

3. Kofes, Maria Suely. 1991. Mulher: Mulheres. Diferença e Identidade nas Armadilhas da Igualdade e Desigualdade: interação e relação entre patroas e empregadas domésticas. Disertación de doctorado, Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas, Universidade de São Paulo. 4. Motta, Alda Brito da. 1977. Visão de mundo da empregada doméstica – (um estudo de caso). Salvador: Universidade Federal da Bahia. 5. Saffioti, Heleieth. 1976. Emprego Doméstico e Capitalismo. Petrópolis: Vozes.

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ciones de clase, raza y género, porque, como señaló Jurema Brites, también provienen de los estratos más pobres de la población. Creo que la gran importancia del trabajo doméstico para la reproducción social –y no sólo para la reproducción de la fuerza de trabajo como clásicamente se apuntaba–, y del empleo doméstico como mercado de trabajo para las mujeres, no encuentra un correlato en el campo de la producción de conocimiento sobre esa relación de trabajo, sobre ese trabajo. Por lo tanto, creo que esta mesa aquí es de mayor importancia en el proceso de transformación de esa falencia.

s un placer estar aquí en esta mesa, poder conocerlas y discutir con ustedes. Voy a partir de algunas cuestiones generales, y luego al final presentaré algunos resultados más específicos de mi investigación. Quería destacar primero que la cuestión del trabajo doméstico en Brasil tiene que ser pensada en dos dimensiones, como trabajo doméstico remunerado y no remunerado. Se trata de un tema ineludible en la historia del país, y para poder abordar la construcción de esa relación de trabajo tenemos que pensar en esa tensión entre el trabajo remunerado y no remunerado. Porque en esa tensión se construye, desde un recorrido histórico, la estructuración de las relaciones de clase, raza y género, así como la relación entre el mundo público y el mundo privado; la producción, la reproducción y la propia constitución de las familias. Entonces, tenemos que pensar en esas dos dimensiones.

En las sociedades en las que vivimos, por las formas de desarrollo de las sociedades capitalistas, el trabajo que cuenta, el trabajo que tiene valor, es el trabajo llamado productivo, el que genera plusvalía y produce mercancías. El trabajo llamado productivo es el concepto de trabajo que hegemoniza esa sociedad. El trabajo reproductivo, que en la sociedad capitalista es el trabajo doméstico, es considerado sin valor; por lo tanto, no está visibilizado ni valorizado en el mercado, en cuanto trabajo. Su conceptualización como trabajo constituye un resultado de una lucha feminista y de las propias trabajadoras domésticas remuneradas organizadas, que se reivindican como parte de la clase trabajadora. Entonces, este trabajo no es percibido como algo fundamental en la organización de la vida social ni como organización del tiempo en la vida social.

Actualmente el IBGE (Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística), con sus datos y sus análisis, muestra que esa relación perdura. Según el IBGE, las mujeres continúan siendo las principales responsables del trabajo doméstico no remunerado. La categoría de las trabajadoras domésticas remuneradas representa en Brasil un total de 7,2 millones, o sea 7% de toda la población ocupada. Esa cifra equivaldría a dos países pequeños y un país medio; ése es el tamaño de la categoría de las trabajadoras domésticas de nuestro país. Mayoritariamente (en un 54%), está conformada por mujeres negras, lo que refuerza su imbricación en la formación social brasilera de las rela-

Cabe preguntarse, por lo tanto, de dónde viene ese tiempo que no es considerado en la vida social. Si la jornada de trabajo tiene ocho, diez o doce horas, ese tiempo proviene mayoritariamente de la existencia de las personas, de la existencia de las mujeres. Se suele distinguir entre trabajo y existencia, pero cuando se

*

Texto preparado para la mesa de discusión que se organizó en el marco de la 28ª Reunión de la Asociación Brasilera de Antropología, Desafíos Antropológicos Contemporáneos, PUC-SP, São Paulo, Brasil, entre el 2 y el 5 de julio de 2012. ** Doctora en Sociología por la Universidad Federal de Pernambuco, Brasil. Investigadora del SOS Corpo Instituto Feminista para a Democracia, Brasil. Correo electrónico: betania@soscorpo.org.br

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trabaja se existe; por lo tanto, no existen un tiempo de trabajo y un tiempo de la existencia. El trabajo es un factor fundamental en la realización ontológica, en nuestra constitución como ser social. Y ese trabajo ha sido históricamente construido como no valorizado, también desde el punto de vista de las sociedades del norte –porque filosófica y teóricamente nuestras sociedades son sociedades colonizadas–, así como algo intrínsecamente ligado a la naturaleza de las mujeres, como algo que constituye la naturaleza femenina. En ese sentido, existe una asociación ineludible entre la mujer y el trabajo doméstico que inhabilita a las mujeres para otro tipo de trabajo. El propio Marx, que para mí es una referencia en el análisis de la relación capital-trabajo, no consideró este trabajo en su análisis sobre expropiación y sobre alienación en la relación capital-trabajo. Hannah Arendt también elaboró un recorrido histórico, desde la Grecia antigua, mostrando que quien hacía ese trabajo no era considerado un sujeto, era invisible.

tablecer de qué tipo de explotación estamos hablando. Se trata de una relación de dominación, explotación del trabajo, expropiación del tiempo, expropiación de la capacidad de trabajo, de la creatividad y del afecto. Porque, también, una de las diferenciaciones respecto del trabajo productivo se sitúa en esa dimensión, la dimensión profunda del afecto, del afecto positivo, del afecto negativo; entonces, es necesario reflexionar en torno de la explotación que también tiene esta dimensión afectiva. Las mujeres que realizan el trabajo no remunerado, sujetas a una explotación en su núcleo familiar, muchas veces justifican esa sobrecarga de trabajo a través de esa dimensión afectiva; entonces, es necesario considerar esta dimensión afectiva en la cuestión de la relación de explotación en este trabajo. Cuando hablamos de trabajo doméstico, incluimos todas las tareas necesarias para el mantenimiento de una casa, para la reproducción de la vida cotidiana y el cuidado de las personas. La lógica temporal del trabajo reproductivo doméstico es radicalmente diferente de la lógica del trabajo productivo. El trabajo productivo es un trabajo sincrónico, que puede ser medido. El trabajo reproductivo, en cambio, se realiza de una manera no sincrónica, puede realizarse simultáneamente; entonces, su forma de organización tiene otra lógica temporal. Mi investigación muestra que esa lógica es incluso muy difícil de aprehender porque los marcadores temporales no están establecidos. Es un trabajo difuso, que se realiza paralelamente, y hoy, cada vez más, es trabajo simultáneo, por ejemplo, cocinar y cuidar un niño. Es un trabajo que se inmiscuye en toda la organización de la vida social, y ese tiempo de trabajo es difícil de aprehender porque su lógica no está dada por la lógica de la temporalidad del trabajo productivo.

Así, se trata de un trabajo que históricamente es considerado como un no trabajo, y las personas que hacen ese trabajo también son consideradas como no sujeto, porque es un trabajo que no existe. Las mujeres, que son mayoritariamente las que lo hacen, no son consideradas sujetos del trabajo, ni del trabajo remunerado ni del trabajo no remunerado. Esto genera que sea muy difícil, incluso, trabajar con la idea de desigualdad, con dimensiones que hacen a las relaciones sociales, como contradicción, explotación y dominación. Yo intento trabajar en esa perspectiva, en la construcción de la cuestión del trabajo doméstico, sea remunerado o no remunerado, como una relación de trabajo, como una relación de contradicción, como una relación de poder, como relación de dominación y explotación.

Yo quería abordar más específicamente, para terminar, la cuestión del trabajo doméstico remunerado, del trabajo reproductivo remunerado. Las diferencias entre las mujeres, de clase, de raza, históricamente van a determinar entre las mujeres, también, la manera en que esas mujeres enfrentan el trabajo doméstico. Las mujeres de clase alta y de clase media, en general, pueden recurrir a otras mujeres remuneradas. Las mujeres pobres generalmente se apoyan en sus familias y en su propia comunidad. Pero lo que las investigaciones muestran es que existe una red de mujeres que se sustituyen en esa construcción del trabajo reproductivo y del trabajo doméstico en la cotidianidad. El trabajo doméstico remunerado que se establece entre las mujeres tiene que ser situado dentro de la división sexual del trabajo, que distingue entre el trabajo productivo para

Según la feminista y socióloga Christine Delphy, que también publicó un estudio sobre el tema del trabajo doméstico y el modo de producción doméstica, la cuestión de la explotación en el trabajo doméstico no puede ser explicada a través del concepto de plusvalía, como sucede en las relaciones de producción. Según esta autora, en el caso del trabajo doméstico, simplemente el trabajo de algunos, el tiempo de trabajo de algunos, es expropiado por otras personas. Y en su análisis, eso vuelve esta explotación menos evidente. Y lo que la hace menos visible es que nosotros no tenemos una concepción de explotación que ilustre sobre la explotación que tiene lugar en esta relación de trabajo, y yo creo que ése es uno de los grandes desafíos para la teoría feminista y la teoría crítica, en el sentido de es-

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Presentación Mesa de discusión sobre trabajo domestico María Betânia Ávila

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los hombres y el trabajo reproductivo para las mujeres. Incluso, cuando las mujeres participan mayoritariamente en el mercado de trabajo, continúan siendo responsables del trabajo doméstico.

ras domésticas remuneradas. Lo que percibí también, como otras investigaciones, es que ellas provienen de los estratos pobres de la población y que en general, desde niñas, ya están asociadas al trabajo doméstico en sus propias casas. Por lo tanto, la división sexual del trabajo es constitutiva de la formación social de las niñas y es un mecanismo de socialización. Cuando el empleo doméstico aparece en la vida de estas mujeres, generalmente aparece como una paradoja: como la oportunidad de ganar dinero, dada la pobreza de su familia, pero al mismo tiempo como una imposibilidad. Se establece así una tensión entre posibilidad e imposibilidad, porque al entrar en el trabajo doméstico remunerado ellas tienen mucha dificultad para construir otra opción profesional. Y se trata de un trabajo informal –porque no incluye todos los derechos–, precario, con un grado inmenso de explotación, pero también –un rasgo bastante constitutivo de las desigualdades–, la entrada en el trabajo remunerado va a limitar las posibilidades de pasar a otros trabajos profesionales.

Así, existe una división sexual del trabajo, y cuando entra en esa división sexual del trabajo el trabajo doméstico remunerado, se establece otro corte que no altera esa división sexual sino que, por el contrario, la reproduce, pero establece no sólo relaciones de género sino también de clase y de raza. Por lo tanto, independientemente de si esas relaciones son buenas o malas, si la patrona es buena o mala, independientemente de la idiosincrasia del sujeto individual, lo que se establece es una relación de desigualdad entre las mujeres. Al transferir sus responsabilidades hacia otras mujeres, se establece una relación de clase entre las mujeres y, por lo tanto, una relación de explotación y dominación, en una relación de trabajo donde hay intereses antagónicos, contradicciones, relaciones de poder entre aquella que paga y aquella que hace. Es una relación de desigualdad, y aquí en Brasil constituye también relaciones de clase y de raza.

Quería destacar dos últimos puntos respecto de mi investigación. El primero tiene que ver con la escolaridad. En mi investigación me interesó trabajar también con las resistencias, y una forma de resistencia es que las trabajadoras continúan estudiando, aun realizando trabajo remunerado. Y esto constituye una de las estrategias de resistencia, porque el hecho de estudiar no es valorado ni por las patronas ni por la sociedad: ¿qué podría hacer con el estudio, si ella es una empleada doméstica? Como si hubiera una naturalización de esa condición. En cambio, para las trabajadoras, la escuela importa. Primero como nueva posibilidad, pero sobre todo para superar ese imperativo definitivo de que ellas no pueden acceder a otras profesiones. Se trata de una resistencia, en el sentido de su construcción profesional, y lo hacen con muchas dificultades.

Generalmente se estudia la jornada de trabajo de las mujeres a través de la división entre el trabajo productivo y reproductivo. En el caso las trabajadoras que formaron parte de mi investigación, encontré una jornada de trabajo que está dividida entre trabajo productivo y trabajo reproductivo. Ellas hacen el trabajo reproductivo en sus casas y hacen el trabajo reproductivo en las casas de los patrones, y regresan a sus casas y hacen otra vez trabajo reproductivo. Yo encontré jornadas de trabajo de veinte horas por día, entre el trabajo remunerado y el trabajo no remunerado. Cuando se hace de manera remunerada, las jornadas de trabajo no están reglamentadas; la hora de salida depende de una negociación con las patronas, que se desarrolla sin el respaldo de una legislación. Por esta razón, es muy difícil caracterizar la jornada de trabajo de una empleada doméstica, pero estudios anteriores en Brasil la definen como una de las jornadas más extensas.

El segundo punto que me interesaba destacar es la relación que se establece dentro de la casa como una relación de extrañamiento. Generalmente las empleadas domésticas, por más íntimas que sean, tienen algo de extrañamiento dentro de la casa de las patronas, porque ellas son siempre un elemento exterior. Como dice Lenira Carvalho –que fue presidenta del Sindicato de Empleadas Domésticas de Pernambuco, una mujer de tradición de lucha, una empleada doméstica muy conocida en Brasil–, la empleada doméstica es la “otra” de clase en la casa de las familias, porque es un sujeto de otra clase; ella es siempre un elemento extraño. Y esta relación de extrañamiento es contradictoria porque se trata de una mujer que abarca todos los lugares

En mi investigación, caractericé esas jornadas de trabajo reproductivo como jornadas extensivas, porque ellas comienzan en la madrugada y terminan tarde en la noche; intensivas, porque ellas tienen que hacer todo muy rápido en sus casas y todo muy rápido en la casa de sus patrones, y volver a hacer todo muy rápido de regreso a sus casas; son también intermitentes, porque ellas lo hacen aquí, después allá, y después aquí de nuevo. Extensivas, intensivas e intermitentes, ésas son las características de las jornadas de trabajo de las trabajado-

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íntimos de la casa cuando está haciendo trabajo doméstico, pero su movilidad es completamente restrictiva cuando no está trabajando. Cuando hace trabajo doméstico, puede circular por los baños, los cuartos, a veces incluso duerme en el cuarto del niño, pero cuando está en sus horas que no son de trabajo doméstico, ella no sale de las fronteras de la cocina. A pesar de que hoy las estadísticas muestran que sólo 2,7% de las trabajadoras domésticas residen en la casa de los patrones, no es una realidad del todo superada, porque estamos hablando de 180.000 mujeres, no es un número despreciable. Cuando ellas residen allí, es mucho más grave, porque no sólo se monopoliza el tiempo de trabajo sino el tiempo de la persona; ellas no tienen un lugar propio, no tienen un tiempo propio, porque están totalmente en el lugar del otro. En mi investigación trabajé con el concepto de vida cotidiana, y sólo se puede decir que la trabajadora tiene una cotidianidad cuando tiene su propia casa. Porque cuando reside en la casa de los patrones, su cotidianidad es modelada y definida por la cotidianidad de los otros, algo que es extraño a ella. Es una alienación de su propio tiempo, de su propia vida cotidiana.

que tienen las categorías formales; por lo tanto, no tienen una ciudadanía completa en cuanto al trabajo, y ésa es una desigualdad violenta en este país. Quería actualizar aquí una información: la diputada federal Benedita da Silva, con el apoyo de la Secretaría de Políticas para las Mujeres, presentó un proyecto de enmienda constitucional que amplía los derechos de las trabajadoras domésticas. La idea es plantear una integralidad de derechos, considerando las peculiaridades del trabajo doméstico remunerado. Desde el Gobierno, según la Ministra de la Secretaría de Políticas para las Mujeres, la prioridad es ratificar la convención y extender los derechos. Justamente, se extienden los derechos porque la ratificación de la convención entra en contradicción con la precariedad de los derechos; entonces, la idea es extender los derechos y ratificar la convención. Este proyecto necesita mucho apoyo por parte de la sociedad brasilera, porque es un tema complejo dentro del Congreso. Y un aspecto importante es que el proyecto plantea, como la Federación de las Trabajadoras Domésticas, que las diaristas sean definitivamente encuadradas dentro de la categoría de las empleadas domésticas, que se legisle sobre las asalariadas mensuales, pero también sobre las diaristas. Entonces, este proyecto amplía las posibilidades para que estas trabajadoras tengan una libreta de trabajo. Fue entregado la semana pasada, y la Federación está en la lucha, los movimientos feministas están apoyando, pero se necesita un apoyo mayor de la sociedad brasilera, de las asociaciones académicas y demás, porque, de hecho, es un avance enorme para la ciudadanía de estas trabajadoras y la ciudadanía de otros trabajadores del país.

Para finalizar, quería destacar las profundas desigualdades del mercado de trabajo. Esta desigualdad en el mercado de trabajo es una desigualdad de derechos. Las trabajadoras viven tiempos históricos contradictorios, porque si bien tienen una ciudadanía y son sujetos organizados, también tienen menos derechos. La Constitución de 1988 establece mayores derechos que los que fueron conquistados en 1972, que es el primer momento de derechos, pero no les da acceso a todos los derechos

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Los espacios internacionales de la participación política de las trabajadoras remuneradas del hogar por Mary Goldsmith* DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.20

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Una de las respuestas a esta desigualdad ha sido la organización política de las trabajadoras remuneradas del hogar. En esta ponencia analizo su organización internacional, privilegio el caso de la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (Conlactraho) y la participación de sus agremiadas en las Conferencias Internacionales del Trabajo 99ª y 100ª de la OIT (2010),3 donde se discutieron las normas internacionales para este colectivo. Argumento que es justo en este espacio transnacional, que inició como un contra-público subalterno,4 donde las trabajadoras del hogar se han organizado y fortalecido, invocando convenios internacionales y construyendo coaliciones amplias que rebasan las fronteras, y a partir de esto, han visibilizado sus condiciones y logrado su reconocimiento como interlocutoras políticas y la legitimidad de sus demandas. Me baso en un trabajo etnográfico e información documental sobre la Conlactraho, a la cual he acompañado durante más de dos décadas.

l servicio doméstico es emblemático de la desigualdad de género, clase, etnia, raza y nacionalidad. Este trabajo ejemplifica la desigualdad persistente descrita por Charles Tilly (1998). Como tal, se expresa a través de categorías binarias y asimétricas que acaban de describir en esta mesa,1 y que están arraigadas en la explotación y el acaparamiento de las oportunidades. Se trata de una desigualdad que perdura a tal grado que es naturalizada, se reproduce no sólo a través de la violación de los derechos laborales sino también por medio del uso del lenguaje, la indumentaria, el uso de los espacios en la casa y los patrones de consumo. Es excepcional, en el sentido de que en el servicio doméstico, personas de grupos sociales tan distintos conviven estrechamente de manera cotidiana; es una especie de socialización permanente en relaciones de dominio para los miembros del hogar y la trabajadora. El hecho de contratar una mujer para la realización de esas actividades refuerza la división sexual del trabajo dentro del hogar y es un recordatorio permanente para las empleadoras del fracaso de poder democratizar las relaciones en sus hogares.2 Estas desigualdades son justificadas en la legislación y la jurisprudencia.

1

Mesa redonda llevada a cabo en el marco de la última Reunión de la Asociación Brasilera de Antropología, en julio de 2012, en torno de las problemáticas vinculadas con el servicio doméstico en diferentes países de América Latina.

2

O, vista de otra manera, la contratación de una trabajadora del hogar le permite a la empleadora la ilusión de una emancipación precaria. Ver, por ejemplo, T. Pitch, “Tess y yo: la diferencias y las desigualdades en la diferencia”, citada en Birgin (2009).

*

Tuve el privilegio de asistir a las Conferencias Internacionales del Trabajo 99ª y 100ª, donde hice observación participante y entrevisté algunos delegados. De hecho, me invadió la culpa al tratar de entrevistar gente en un momento en el que tenían que dedicarse a la militancia, y no a proporcionar información; me pareció una falta de ética insistir en que me entregaran su tiempo.

3

Celebradas en Ginebra, respectivamente, del 2 al 18 de junio de 2010 y del 1º al 17 de junio de 2011.

4 Entendido en el sentido de Nancy Fraser: “espacios discursivos paralelos donde los miembros de los grupos sociales subordinados inventan y hacen y circular contra-discursos, lo que a su vez les permite formular interpretaciones opuestas de sus identidades, intereses y necesidades” (Fraser 1997, 115).

* Doctora en Antropología de University of Connecticut, Estados Unidos. Profesora Titular del área de investigación “Mujer, identidad y poder” de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México. Correo electrónico: marygoldsmithc@gmail.com

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Asimismo, revisé algunos documentos sobre el trabajo del hogar remunerado y las normas y las conferencias internacionales, emitidos por la OIT. Quiero compartir esta experiencia con ustedes en esta mesa.

El 30 de marzo nace la Conlactraho, con el lema “No basta tener derechos, hay que tener conciencia para defenderlos”. Elaboraron estatutos, eligieron un comité ejecutivo, redactaron una plataforma de lucha que en gran medida sigue vigente. Aquí, un punto muy importante, que es algo que ha caracterizado estas organizaciones (Conlactraho y sus afiliadas), es la idea de que las trabajadoras tienen que ser protagonistas de su propia lucha, y no someterse a las decisiones de otras personas, ya sean empleadores, integrantes de ONG, sindicalistas, académicas o feministas. Congruente con lo anterior, sólo se permitía la afiliación plena de organizaciones autónomas y conducidas por trabajadoras del hogar. Obviamente, esto implicó cierto aislamiento, también respecto de los grandes partidos políticos y las grandes centrales. Hay que recordar que Conlactraho se definió y sigue definiéndose como una organización de mujeres, obviamente reflejando que más del 90% de las personas que se dedican a esta actividad, desde entonces y hasta la fecha, son mujeres. Se calcula que sólo en América Latina hay alrededor de 14 millones de trabajadoras del hogar (OIT 2011a). El trabajo del hogar remunerado era y sigue siendo una de las actividades con mayores tasas de explotación; sigue habiendo discriminación en la legislación laboral, en cumplimiento de lo que marcan las leyes, no obstante los avances. Incluso, en Uruguay, que es presentado por la OIT como un modelo de buenas prácticas en torno a las trabajadoras –y sí, es una maravilla, en comparación con otros países–, hay diferencias con respecto al período de prueba. Siempre hay algo que marca la diferencia. Incluso cuando se supone que equiparan los derechos, persiste la noción de que no somos tan iguales.

De alguna manera, el libro Muchachas No More. Household Workers in Latin America5 surgió a la par de la Conlactraho. Una parte importante del libro recupera las voces de las fundadoras, y es una de las características particulares de esta obra. Elsa Chaney y Mary Castro eran académicas activistas, a veces más activistas, a veces más académicas, que también creyeron firmemente en la capacidad de las trabajadoras domésticas para ser sujetos de conocimiento y sujetos políticos. Entonces, una sección del libro está consagrada a sus expresiones, a través de revistas, caricaturas, y de sus testimonios.

La Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (Conlactraho) La Conlactraho fue creada en 1988 y es la primera organización regional de trabajadores del hogar en el mundo.6 Aglutina principalmente asociaciones y sindicatos, y en menor grado, federaciones nacionales. Se gestionó a partir del contacto entre las dirigentes de Brasil, Chile, Colombia y Perú en la década de los ochenta. Se creó en Bogotá, con representantes de once países, quienes reflexionaron en torno de sus experiencias como trabajadoras y activistas e intentaron definir estrategias conducentes a la organización de las trabajadoras del hogar en la región. En aquel tiempo, la mayoría eran egresadas de las filas de la JOC.7 En esa ocasión, hubo consenso sobre la fragilidad de sus organizaciones, y que éstas podían fortalecerse por medio de una organización a escala regional. A veces tengo la sensación de que éstas aún están tendidas con pinzas, pero eso sí, siguen tendidas. Parecería que se exige más a las organizaciones de las trabajadoras del hogar que a las de otras mujeres, cuando se escucha a otros actores emitir juicios como “Están muy débiles”, o “Sólo llegaron cincuenta”. En cambio, pienso para mí misma: “¡Llegaron cincuenta!”. A veces se hace una convocatoria para mujeres por otros motivos, y casi hay que rogar para que la gente llegue.

5

En una encuesta que se realizó entre 2.242 trabajadoras –por parte de la Conlactraho, en los años noventa, coordinada por Aída Moreno y Elsa Chaney, con el apoyo de Mary Castro y el mío–, casi el 70% tenía jornadas de más de 48 horas semanales, 16% no tenía ni un sólo día de descanso semanal, 14% tenía seguridad social, y en muchos países ganaban menos del salario mínimo.8 A finales de la primera década de este siglo, según datos de la OIT, no obstante algunas mejorías, aún persisten condiciones laborales deplorables. Si bien los salarios varían por modalidad de trabajo y por país, las trabajadoras del hogar ganan en promedio mucho menos que

8 Los resultados fueron publicados por la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (Conlactraho 2004). En cada uno de los siete países del estudio (Bolivia, Brasil, Costa Rica, Guatemala, México, Perú, República Dominicana) se utilizó una muestra por cuotas (por oficio de la trabajadora y estrato social del empleador). Con la orientación de la investigación participativa, las trabajadoras del hogar desempeñaron un papel en casi todas las fases de la investigación.

Libro editado por Elsa M. Chaney y Mary García (1989). Traducción en español: Muchacha, cachita, criada, empleada, empregadinha, sirvienta y… más nada. Trabajadoras del hogar en América Latina y el Caribe (Chaney y García 1993).

6 Se desarrolla con más detalle la historia de la Conlactraho en Mary Goldsmith (2010). 7

Juventud Obrera Cristiana. A veces denominada Juventud Obrera Católica.

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Los espacios internacionales de la participación política de las trabajadoras remuneradas del hogar Mary Goldsmith

Debate

las mujeres ocupadas en su conjunto, y en la mayoría aún se permite el pago en especie (OIT 2011b).9 Se ha ampliado el registro de las trabajadoras del hogar en la seguridad social. Chile era el mejor caso, con el 42% (OIT 2011c); ahora Uruguay lo desbancó –con las acciones o las estrategias muy creativas para lograr la afiliación de las trabajadoras del hogar–, donde asciende a alrededor del 45% la proporción de trabajadoras que están inscritas en el seguro social y cotizan.10 En México esta proporción es del 1%.11

La Conlactraho ha entrado en contacto con asociaciones afines en Canadá, EE. UU., Europa y África; su incidencia en los foros internacionales data de la Cuarta Conferencia Internacional de la Mujer en Beijing, en 1995, cuando algunas de las fundadoras, incluidas Adelinda Díaz Uriarte, Amalia Romero, Aida Moreno y Nair Jane de Castro Lima, asistieron a esta reunión. Ahí lo interesante es que fueron visionarias porque ya hace casi veinte años promovieron una red internacional de trabajadoras del hogar con organizaciones de Asia, África, Europa y el Caribe. No era el momento ni la coyuntura, ni tuvieron los recursos para que se pudiera concretar. Ahora sí existe la Red Internacional de Trabajadoras del Hogar (IDWN, International Domestic Workers Network), que fue promovida por la Conlactraho y los otros grupos que participaron en la Conferencia International de la Mujer de Beijing.13

Con miras a transformar estas condiciones persistentes de discriminación y explotación, la Conlactraho ha celebrado, en sus veinticuatro años de existencia, congresos, seminarios y capacitaciones; ha buscado reformas laborales, así como la manera de lograr que se cumpla con las leyes, por muy limitadas que éstas sean. En este momento participan organizaciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.12

Las trabajadoras del hogar remuneradas, en el escenario internacional

Uno de los objetivos que se propuso fue promover la sindicalización; sin embargo, en la mayoría de los países esto no ha prosperado. En algunos sólo hay sindicatos, en otros coexisten sindicatos y asociaciones. Brasil y Bolivia son los únicos donde hay federaciones. Aquí cabe señalar que la negociación colectiva sólo se da en Uruguay. Resulta que, a menudo, termina siendo lo mismo lo que hacen sindicatos y asociaciones.

Varias preguntas se imponen antes de avanzar en el tema de las conferencias de la OIT: ¿por qué el interés en un convenio para trabajadoras remuneradas del hogar? ¿Cómo surge un convenio? ¿Cómo aparece en la agenda de una organización internacional, tal como la OIT? Como Blackett (1998), Grumiau (2007) y Valenzuela y Mora (2009) han documentado, el interés de la OIT en las trabajadoras del hogar está lejos de ser nuevo. En la discusión sobre la elaboración de un convenio sobre vacaciones pagadas, en la Conferencia Internacional del Trabajo 20ª (1936) se preguntó sobre la posibilidad de regular en el ámbito internacional las condiciones de los trabajadores remunerados del hogar. En las Conferencias 31ª y 49ª, celebradas respectivamente en 1948 y 1965, se adoptaron resoluciones en las cuales se solicitó al Consejo de Administración su inclusión en la agenda de futuras conferencias; es más, en la Conferencia 49ª se señaló la necesidad de que los gobiernos les brindaran legislación, por lo menos con una protección mínima.14 Derivado de lo anterior, la OIT realizó un estudio global

9 De los once países (Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México, Panamá, Paraguay, Perú y Venezuela), es en Costa Rica donde hay más desigualdad, donde el ingreso mensual promedio de las trabajadoras del hogar representa el 32% del ingreso de las mujeres ocupadas en general; hay menos disparidad en Perú, donde el salario mensual de una trabajadora del hogar equivale al 87% del salario de otras mujeres ocupadas. 10 Datos del Banco de Previsión Social (2012). 11 Con base en los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, primer trimestre de 2012 (Instituto Nacional de Estadística y Geografía 2012), el 1,1% de las trabajadoras del hogar tienen acceso al Instituto Mexicano de Seguro Social como prestación laboral. 12 Cabe señalar que no todas las organizaciones de trabajadoras del hogar están afiliadas a la Conlactraho. Algunas no han solicitado ser miembros: tal es el caso de la Unión de Personal Auxiliar de Casas Particulares (UPACP, Argentina), el Colectivo de Mujeres Indígenas Trabajadoras del Hogar y el Colectivo de Empleadas del Hogar de los Altos de Chiapas (ambos de México), el Sindicato de Trabajadores y Trabajadores Domésticos y Afines de Itapúa (Paraguay), el Sindicato de Trabajadoras Domésticas del Paraguay Lambaré y el Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar de la Región Lima. Las razones de esta decisión pueden ser diferencias con otras organizaciones nacionales que ya están afiliadas a la Conlactraho, falta de interés o desconocimiento. Las solicitudes de otros grupos han sido rechazadas porque no cumplen con los requisitos señalados en los estatutos.

13 Entre estas organizaciones están el Sindicato de Trabajadoras de Servicios Domésticos y Trabajadores Aliados de Sudáfrica (South African Domestic Service and Allied Workers’ Union), la Unión Nacional de Empleadas Domésticas (National Union of Domestic Employees, NUDE) de Trinidad Tobago y la Unión de Trabajadoras Domésticas de Asia (Asian Domestic Workers Union). 14 Vale la pena observar que mientras tanto se les otorgaba la prerrogativa a los gobiernos de excluirlas de algunos convenios de la OIT, Convenio 30 sobre la jornada, Convenio 95 sobre salario mínimo, Convenio 183 sobre protección de la maternidad. Ver OIT (2007).

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sobre las trabajadoras del hogar, cuyos resultados fueron publicados en 1970,15 y lo terrible es que en una investigación realizada por esta misma institución cuarenta años después, había muchas cosas muy similares (OIT 2009); entonces, las desigualdades persistentes realmente están encarnadas en el trabajo remunerado del hogar. La pregunta siempre es cómo se pueden subvertir estas desigualdades, o si dichas desigualdades son parte de la razón de ser del servicio doméstico: marcar las diferencias. La Conlactraho y especialistas tales como María Elena Valenzuela y Claudia Mora (2009) han subrayado que el marco normativo es fundamental para contrarrestar dicha desigualdad. La investigación y la denuncia han contribuido a abrir la discusión sobre la legislación nacional y los instrumentos internacionales.

en Asunción.17 La OIT y Unifem (y ahora ONU Mujeres) han apoyado la capacitación de las trabajadoras del hogar sobre sus derechos y las normas internacionales –previa a las Conferencias Internacionales del Trabajo y después de éstas–, primero con miras a la adopción y después a la ratificación del convenio a favor de condiciones decentes para este gremio.18 El trabajo del hogar remunerado también estuvo en la mesa de discusión de la Décima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe de la Cepal y el foro paralelo de ONG en 2007, en Quito; en el Consenso de Quito los gobiernos se comprometieron a igualar los derechos y condiciones de las trabajadoras del hogar respecto a los de otros sectores. En la Undécima Conferencia, celebrada en Brasilia en 2010, se reiteró este compromiso, además del acuerdo de promover la valorización social y económica de esta actividad.19 En algunos países esto se tradujo en reformas laborales sustanciales, y en otros, en investigaciones sobre las condiciones del trabajo del hogar remunerado.20 Pero en otros, como México, fue casi letra muerta.21 Los

Desde la década de los noventa del siglo XIX hubo un renovado interés en el servicio doméstico por parte del la OIT, que se relaciona con la investigación sobre (y la campaña por) la eliminación del trabajo infantil, el crecimiento del sector informal, el auge de la migración internacional, la destacada presencia de las mujeres que se dedican a los trabajos de cuidados en estos flujos migratorios, y los atropellos a los cuales son sujetadas. Y sin duda, han sido relevantes las crisis de los cuidados, el movimiento feminista, las conferencias mundiales de las mujeres, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), adoptada por la Asamblea General de la ONU en 1979, y los convenios con respecto al trabajo infantil y los trabajos forzosos. En la última década, en América Latina se ha estrechado la relación entre algunas de las oficinas de la OIT y las organizaciones de trabajadoras del hogar. Esta institución ha propiciado un vínculo con las centrales sindicales. Sobresale en este sentido la organización de los seminarios sobre los derechos de trabajadoras migrantes, celebrados en Montevideo (2005) y Asunción (2007), en los cuales se reunieron representantes de organizaciones de trabajadoras del hogar y de centros sindicales; al concluir el primer seminario, todos se suscribieron a la Declaración de Montevideo, en la cual se comprometieron a luchar por la valoración de esta actividad, el uso del término trabajadora del hogar, el respeto a sus derechos, un convenio internacional que los resguarde y la colocación de sus reivindicaciones en sus agendas sindicales, sociales y políticas (Trabajadoras Latinoamericanas y de España 2005).16 Este compromiso se reafirmó dos años después

17 El segundo seminario, que se llevó a cabo del 5 al 9 de noviembre de 2007, fue organizado de nuevo por ACTRAV y Migrant Ginebra, con el apoyo el Programa IPEC-Paraguay y la Oficina Subregional de la OIT en Santiago. Lo que sobresale en la Declaración de Asunción es que se asume explícitamente trabajar en torno al programa del Trabajo Decente de la OIT, con los siguientes ejes: el combate a la discriminación legalizada contra las trabajadoras del hogar en las legislaciones laborales y la nivelación de sus condiciones con las del resto de la clase trabajadora; la prevención y erradicación del trabajo infantil; la protección a los trabajadores migrantes; la inclusión de los trabajadores del hogar en los esquemas de seguridad social; la organización de las trabajadoras del hogar para la negociación colectiva (CSA 2007). 18 Previo a la adopción del convenio, se realizaron talleres en Brasilia, Lima, San José, La Paz y México, en 2010, y después en Brasilia, en 2011. 19 Los compromisos (“Promover e incidir en la aprobación de una legislación que equipare los derechos de los demás trabajadores, reglamentando su protección, promoviendo su valorización social y económica y erradicando el trabajo doméstico infantil”) coinciden en gran medida con las declaraciones de Montevideo y Asunción. 20 En Costa Rica, Chile, Ecuador y Paraguay hubo reformas legales sustanciales con respecto a las trabajadoras del hogar. Unifem y el Consejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica coordinaron y publicaron la investigación La Institucionalización Sociocultural y Jurídica de la Desigualdad: el trabajo doméstico remunerado. Estudio Regional de Centroamérica y República Dominicana (2010). Articulación Feminista Marcosur, con el apoyo de OXFAM, publicó dos estudios comparativos muy importantes: Regímenes jurídicos sobre trabajo doméstico remunerado en los estados del Mercosur (edición revisada y ampliada) de Hugo Valiente (2010) y Regímenes jurídicos sobre trabajo doméstico remunerado en Ecuador, Colombia, Perú y Venezuela de Ivonne Macassi (2009). 21 En México, la única política pública implementada para las trabajadoras del hogar fue su incorporación de manera voluntaria al programa de crédito para vivienda y ahorro (Infonavit para Todos) y al sistema de seguro de salud (Seguro Popular). En julio de 2012, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra las Mujeres de la ONU, en respuesta al informe sobre el seguimiento al CEDAW presentado por el Gobierno mexicano, le recomendó revisar su marco normativo, para garantizar igualdad de salario y trato, y en el acceso a prestaciones, seguridad social y seguridad en el trabajo, y ratificar

15 Ver International Labor Organization (1970). 16 El Seminario Sindical sobre las Mujeres Migrantes Trabajadores Domésticas fue organizado por el Bureau de Actividades para los Trabajadores (ACTRAV) del Centro en Turín y el Programa Migrant de la OIT en Ginebra.

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Debate

Una norma de la OIT para las trabajadoras remuneradas del hogar

Encuentros Feministas han sido otro espacio en el cual representantes han presentado sus demandas buscando la creación de alianzas con otros grupos de mujeres; sin embargo, a menudo no se da seguimiento a los compromisos adquiridos. Excepción notable de esto ha sido la campaña “Alzando su voz: Trabajadoras Domésticas”, impulsada por Articulación Feminista Marcosur, que ha promovido la capacitación, investigación, divulgación, publicaciones, y el apoyo en la organización de grupos de trabajadoras del hogar; armaron un blog donde se dan a conocer las noticias, publicaciones, y la propuesta para armonizar las normas sobre el régimen laboral de las y los trabajadores del hogar, la cual fue aprobada por el Parlamento del Mercosur en noviembre de 2009.

En 2008, en respuesta a las gestiones de ACTRAV, se acordó en el Consejo de Administración de la OIT plantear el tema de una norma internacional23 que protegiera los derechos de las y los trabajadores remunerados del hogar en las agendas de las Conferencias Internacionales del Trabajo (CIT) 99ª y 100ª. Como bien señalaron los oradores en ambas CIT, ya había varios intentos previos (no exitosos) de incluir el tema de las y los trabajadores domésticos en su agenda, los cuales ya han sido comentados aquí.24 Para América Latina, algunos antecedentes importantes de esta decisión del Consejo de Administración de la OIT fueron las reuniones entre integrantes de ACTRAV, los departamentos de migraciones y las mujeres de la OIT, dirigentes sindicales mujeres y representantes de la Conlactraho, en 2005 y 2007, y las declaraciones resultantes de estas reuniones.

Como ya se mencionó, existe la Red Internacional de Trabajadoras Domésticas (IDWN), fruto de una iniciativa para promover una organización mundial de las trabajadoras del hogar, que empezó con una conferencia celebrada en Ámsterdam en 2006, que fue convocada por la Red de Reestructuración Internacional y de la Educación en Europa (IRENE), el Comité para Mujeres de Asia (CAW), FNV Mondiaal y Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO), con el apoyo de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, Agrícolas, Hoteles, Restaurantes, Tabaco y Afines (UITA), la Confederación Sindical Internacional (CSI), la Conlactraho y ACTRAV. La IDWN se estableció en 2009, y funciona con el apoyo de WIEGO y UITA.

Puede ser difícil pensar que un convenio es el resultado de una negociación y de una lucha de poder que dura años. La OIT es tripartita, y conformada por los gobiernos, los trabajadores y los empleadores; se espera que a través del diálogo social se promuevan los cuatro ejes fundamentales de la OIT: la no discriminación, la eliminación del trabajo forzoso, la abolición del trabajo infantil y la libertad de asociación. Anualmente se celebra la Conferencia Internacional del Trabajo (CIT) en Ginebra, donde se analizan el cumplimiento y la violación de las normas y se elaboran y se adoptan los instrumentos internacionales (convenios, recomendaciones). Cada país es representado por cuatro delegados en total: dos del gobierno, uno de los trabajadores y uno de los empleadores. Teóricamente, los delegados de los empleadores y trabajadores son designados por las confederaciones más representativas de cada país; en todo caso, los delegados están sujetos a la aprobación de su gobierno. Puede haber un número adicional de suplentes para cada uno, para que el país sea representado en las distintas comisiones. A los participantes les entregan un gafete oficial, y aquí hay distinciones, por color y letra: “G” de gobierno, “E” de empleador, “T” de trabajador y “O” de ONG, tales como la JOC y WIEGO, y en esta categoría también están las grandes centrales sindicales internacionales, como la UITA y la CSI. Así, uno tiene acceso diferenciado al uso de la palabra, el voto y los espacios, hasta el tipo de silla;

Su campaña “Por un trabajo digno para las trabajadoras y los trabajadores del hogar” se ha implementado por regiones, y la Conlactraho ha sido hasta ahora la responsable por América Latina. Entre 2008 y 2012, las actividades de la Conlactraho giraron en torno a esta campaña y el fortalecimiento de su organización. Ahora, la IDWN está explorando la posibilidad de vincularse más cercanamente con Centrales Sindicales que organizan a las trabajadoras domésticas remuneradas, sobre todo a partir de sindicatos con una base mixta de distintos tipos de trabajadores (por ejemplo, del hogar y de limpieza en oficinas).22 Hasta ahora las filiales de la Conlactraho no están convencidas del modelo de un sindicato mixto, promovido por “otros”, porque consideran que la problemática de las trabajadoras del hogar es muy particular y que con una estructura de esta índole se corren los riesgos de poco autonomía y de que sus voces sean silenciadas.

el Convenio 189 de la OIT. Committee on the Elimination of Discrimination against Women (2012).

23 Se planteó la posibilidad de que estas normas tomaran la forma de un convenio, complementado con una recomendación.

22 La Federación Sindical Autónoma de Trabajadores Salvadoreños es un ejemplo de este tipo de modelo; ver Álvaro Orsatti (2010).

24 Ver Notas OIT, Convenio 189 (OIT 2011d).

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la distribución espacial es profundamente jerárquica, hasta la forma en que son colocados en el salón, con el comité ejecutivo en el centro, en una mesa elevada, en frente de los delegados de los gobiernos; en el ala derecha del salón están los delegados de los empleadores, y en el lado izquierdo, los delegados de los trabajadores. En otras palabras, empleadores y trabajadores están bajo la mirada mutua a lo largo de las sesiones. A los delegados de las ONG se les asignan lugares en los márgenes del salón.

en las campañas, primero para su adopción y, posteriormente, para su ratificación. Hago tanto énfasis en esto porque, sobre todo, los discursos de las y los empleadores suelen mostrar que hay un lugar para las trabajadoras domésticas (y que ellas deberían respetarlo), y una se pregunta: ¿cuál es ese lugar? ¿La cocina? ¿El traspatio? ¿Las sombras? ¿El silencio? Hasta entonces, nunca se había considerado la OIT, y menos una Conferencia Internacional del Trabajo, como un lugar propio para una trabajadora del hogar. Entonces, en ese sentido, fueron revolucionarias, desde mi punto de vista, su llegada y participación en las conferencias. Asistir implicaba para ellas obtener financiamiento, contar con tiempo; significaba para muchas una pérdida de ingresos o estar endeudadas moralmente con sus empleadores, quienes les habían concedido una licencia. Además, las trabajadoras tenían que sujetarse a las pautas de disciplinamiento de una cultura distinta y a veces xenófoba. Desde la moderación de la voz y el cuerpo al subir al autobús en la mañana para llegar a las instalaciones de la conferencia hasta a veces tener que exhibir sin protestar su papeles de viaje a alguna autoridad francesa o suiza, a quienes no se les pasaba por la mente que podrían ser delegadas, sólo las podían identificar como migrantes indocumentadas. Y también en la propia conferencia. Estar sentadas casi sin moverse ni hablar hasta 13 horas al día durante las sesiones, a veces sin comer ni ir al baño, sin poder hacer cosas que pudieran incomodar a los otros participantes (como reír o aplaudir). Tenían que respetar el protocolo, incluidos el uso de la palabra y el acceso restringido a los espacios y a las personas; por ejemplo, lo que para nosotros podría ser un acto de cabildeo, podía ser motivo de un reporte de hostigamiento por parte de un delegado empleador. En sí, las trabajadoras del hogar habían ocupado un espacio no común. Y esto es algo que no se ha destacado en los medios: fue la primera vez que las o los trabajadores, que se ven afectados directamente por un instrumento internacional, asistieron a una Conferencia Internacional del Trabajo. O sea, antes, otros habían decidido y hablado por ellos. Entonces, a mí me parece que, en términos simbólicos y políticos, sencillamente es muy importante estar.

Al comenzar cada conferencia se integran las comisiones temáticas programadas en la agenda; cabe señalar que algunas tienen mayor peso que otras, como la Comisión de Aplicación de Normas, en la cual se evalúan las quejas y los reclamos con respecto a violaciones a los convenios y la Constitución de la OIT. La Comisión de los Trabajadores Domésticos tenía como objetivo discutir la forma y el contenido de una norma internacional para las y los trabajadores del hogar, a partir de una serie de propuestas formuladas por la Oficina Internacional del Trabajo; se reunió de lunes a viernes durante aproximadamente dos semanas, en las conferencias de 2010 y 2011. En esta comisión, los delegados de los gobiernos podían tomar la palabra todas las veces que quisieran; las trabajadoras tenían su portavoz, y también los empleadores; en ninguno de los dos casos el portavoz pertenecía a una organización de trabajadoras del hogar ni a una de los empleadores de éstas. También hay que pensar que mucha de la gente que asiste –los delegados de los gobiernos, de los empleadores y las centrales– va todos los años, entonces es como regresar a la meca; ya intuyen lo que el otro va a decir y cómo se va a relacionar. Entonces, las trabajadoras del hogar rompieron esta dinámica al introducir otro conjunto de actrices. Si bien las trabajadoras del hogar no podían hablar en las sesiones de esta comisión, sí tenían esta prerrogativa en las de los grupos de los delegados de las y los trabajadores donde se analizaban los nudos, las demandas y las estrategias. No sólo se colocó el tema en la agenda de las conferencias, sino que también las trabajadoras del hogar se colocaron físicamente en las Conferencias Internacionales del Trabajo que fueron celebradas en Ginebra en junio de 2010 y de 2011. Ahí se discutió el proyecto para un convenio y una recomendación. Ellas también participaron en la consulta previa sobre el contenido del instrumento25 y

res mandó una respuesta. En cambio, muchas centrales enviaron sus opiniones; en América Latina en general las organizaciones de trabajadoras del hogar enviaron sus respuestas a través de las centrales, o directamente a la OIT. La Astradomes (Asociación de Trabajadoras Domésticas, Costa Rica), la Federación Nacional de Trabajadoras Domésticas (Fenatrad, Brasil) y la Federación Nacional de Trabajadoras del Hogar de Bolivia (Fenatrahob) sí respondieron explícitamente. A veces simplemente sus respuestas fueron recopiladas por las centrales o el gobierno; en otros casos, se hizo un ejercicio colectivo de plasmar en el cuestionario la postura de varias organizaciones de trabajadoras del hogar.

25 En 2009 la OIT envió a los gobiernos de todos los países miembros un cuestionario sobre el contenido de un instrumento internacional. Relativamente pocas organizaciones de empleadores lo respondieron; más bien, la Organización Internacional de Empleado-

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Cabe señalar que la participación de las trabajadoras del hogar fue propiciada por la IDWN26 y la OIT misma, a través de la ACTRAV. Algunas de ellas habían sido capacitadas por la ACTRAV; incluso, habían tenido una especie de ensayo unos meses antes en la sede de la CIT en Ginebra. A lo largo de las dos conferencias, la IDWN convocaba reuniones muy temprano cada mañana, donde las trabajadoras del hogar hacían un balance de los sucesos, tanto dentro como fuera las sesiones, compartían información, ajustaban su estrategia y se apoyaban mutuamente; los fines de semana se dedicaban a sesiones más intensas de capacitación y planeación.

riencia para andar en estos lugares. La central fue muy criticada por esta decisión; y de acuerdo con las trabajadoras de otros países, allí se notaba el doble discurso de las centrales de apoyar a las trabajadoras del hogar, siempre y cuando no haya ningún conflicto de interés. Frente a la reticencia de algunas centrales o los gobiernos de incluirlas, algunas trabajadoras del hogar optaron más bien por gestionar sus credenciales por medio de otras vías. Por ejemplo, tres trabajadoras del hogar del Perú asistieron a través de la central Federación Sindical Mundial, o sea como delegadas de una ONG.29 En la siguiente conferencia, la del año 2011, llegaron más trabajadoras del hogar, de un mayor número de países y en la categoría de consejeras técnicas de la delegación de trabajadores, que les daba la posibilidad de ser designadas suplentes. De nuevo participaron trabajadoras de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia y México, pero ahora también asistieron de Costa Rica, Guatemala, Paraguay, Perú y Uruguay.30 La presencia de las dos delegadas del Sindicato Único de Trabajadoras Domésticas de Uruguay reflejó en parte el compromiso de su gobierno. En cambio, las trabajadoras de organizaciones de otros países,

En la Conferencia 99ª (junio de 2009), relativamente pocas trabajadoras del hogar participaron dentro de las delegaciones de los países latinoamericanos, excepto Brasil, Colombia, Chile y México.27 Sin embargo, generalmente no se incluían trabajadoras del hogar como delegadas gubernamentales o de las trabajadoras. Incluso, las trabajadoras del hogar fueron representadas en las delegaciones de Argentina y República Dominicana por personas que desarrollaron actividades de apoyo con trabajadoras del hogar, sin ejercer estas ocupaciones ellas mismas.28 Y al contrario de lo que se esperaba, el PIT-CNT de Uruguay envió a la responsable del Departamento de Género, y no una trabajadora del hogar, ni la Secretaria General del Sindicato Único de Trabajadoras Domésticas, so pretexto de que éstas no tienen expe-

29 Tres trabajadoras del hogar del Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar de la Región Lima, Leddy Mozombite Linares, Ernestina Ochóa Luján y Marcolina de los Milagros Infante Ramírez, asistieron como delegadas de la Federación Sindical Mundial (considerada ONG en la conferencia). Por otras razones, una de las madres fundadoras de la Conlactraho, Aida Moreno, obtuvo su registro a través de la UITA. 30 De Bolivia, como consejeras técnicas/delegados suplentes: Daniela Qenta Jucumari (secretaria general de la Fenatrahob, con voto como suplente en la Comisión), Prima Ocsa (Secretaria de Hacienda de la Fenatrahob); Frank Taquichiri (abogado de la Fenatrahob). De Brasil, como “otras personas que asisten la conferencia” (todas de la Fenatrad/CUT): Creuza María Oliveira (presidenta), Sueli Maria de Fátima Santos, María Noeli Dos Santos, María Regina Teodoro, Ione Santana de Oliveira. De Colombia, como “otra persona que asiste la conferencia”: Luz Dary Camayo (Unión de Trabajadoras del Hogar Remuneradas, CGT/ FEGTRAVALLE). De Costa Rica, como consejera técnica y delegada con voto en la Comisión, María del Carmen Cruz, secretaria general de Asociación de Trabajadoras Domésticas (Astradomes). De Chile, como consejera técnica con derecho al voto en la Comisión, Ruth Olate Moreno (presidenta del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular, Sintracap). De Guatemala, como consejeras técnicas, Suleima Ojer Vásquez, Marta Consuelo Callejas Popol, Susana Judith Vasquez Mejía (todas del Sindicato de Trabajadoras Domésticas, Similares a Cuenta Propia, Sitradomsa, y la Federación Sindical de Trabajadores de la Alimentación Agroindustria y Similares, Festras). De México, como “otra persona que asiste la conferencia”: Marcelina Bautista Bautista (UNT y Conlactraho). De Paraguay, como consejeras técnicas: Myriam Agüero (Sindicato de Trabajadoras Domésticas del Paraguay), Librada Maciel (Trabajadoras Domésticas de Encarnación), Marciana Santander (Asociación de Empleadas del Servicio Doméstico). Del Perú, como consejera técnica, Leddy Mozombite Linares (Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar de Lima y CGTP). De Uruguay, como “otras personas que asisten la conferencia”, Graciela Espinosa y Nora Haydée Pacheco (ambas del Sindicato Único de Trabajadoras Domésticas y PIT-CNT).

26 La IDWN publicó materiales para ambas conferencias –a fin de informar a los delegados sobre las características sociodemográficas y las condiciones de las y los trabajadores del hogar, las demandas de sus organizaciones– y un folleto en respuesta a los argumentos comunes en contra de la regulación y las normas. 27 Dentro de las delegaciones de trabajadores de Brasil, Chile, Colombia y México había trabajadoras del hogar: como consejera técnica de Brasil, Creuza María Oliveira (presidenta, Federación Nacional de Trabajadoras Domésticas, Fenatrad/CUT), en la categoría “otras personas que asisten la conferencia”, y Suelia Maria de Fátima Santos (Sindicato de Trabajadores Domésticos del Estado de Sergipe), María Noeli Dos Santos, María Regina Teodoro, Ione Santana de Oliveira, Maria Regina Simião, Lucilene Binsfeld (estas últimas de la Fenatrad/CUT); como consejera técnica de Chile, Bernardina Muñoz (presidenta de la Asociación Nacional de Empleadas de Casa Particular, Anecap); como consejera técnica de Colombia, Luz Dary Camayo (Unión de Trabajadoras del Hogar, CGT/ FEGTRAVALLE); como “otra” en la delegación mexicana, Marcelina Bautista, Secretaria General de la Conlactraho, como representante de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT). Las bolivianas Brígida Marina Salgado Ari y Zenobia Mamani Simón fueron registradas como consejeras técnicas; sin embargo, por problemas de presupuesto, llegaron cuando ya se habían terminado las sesiones de la Comisión de los Trabajadores Domésticos. 28 En la delegación de trabajadores de Argentina asistieron con el estatus de “otros”, por parte de UPACP, Lorenza Benítez de Gómez, Gladys Raquel Surpi y Carlos Luis Brassesco; y en la de la República Dominicana, como consejera técnica, Eulogia Familia Tapia, de la Confederación Nacional de Unidad Sindical (CNUS).

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La Conferencia 99ª: junio de 2010

como Chile y México, tuvieron que luchar por su inclusión con las delegaciones de los trabajadores. Aun así, se dieron algunas situaciones similares a las de la conferencia anterior: la representación de las trabajadoras del hogar por parte de personas que no formaban parte del gremio31 y la necesidad de obtener su credencial como participantes vía otros mecanismos.32

En la Conferencia de 2010, la irrupción de las trabajadoras del hogar en la CIT transgredió los esquemas. Durante las sesiones de la Comisión de los Trabajadores Domésticos ocuparon varias filas en la zona asignada a los delegados de los trabajadores. Su presencia comunicaba que los acuerdos eran objeto de su escrutinio y recordaba a todos los participantes que la discusión era en torno a seres humanos concretos. Enfrente estuvieron agrupados los delegados de los empleadores, situación que muchas trabajadoras encontraron violenta, por sentir que estuvieron bajo una mirada permanente de desprecio o burla. Las trabajadoras se situaron detrás de Halimah Yacob,34 vicepresidente por parte de las y los trabajadores en las negociaciones. Abogada de profesión, tenía extensa experiencia en las CIT y en la vida sindical, dado que había sido la secretaria general del Congreso Sindical Nacional de Singapur. Mujer diminuta, vestida con hiyab, tenía una voz dulce, pero firme. Su madre había sido trabajadora doméstica migrante, lo que de algún modo, para muchas trabajadoras, la autorizó para hablar por ellas.

La conformación de la delegación de Brasil en ambas conferencias amerita consideración especial. Sencillamente fue excepcional. Su delegación conjunta de representantes del Gobierno, empleadores y trabajadores es una de las más numerosas; en ambas conferencias su contingente de trabajadores fue superior a setenta personas, que incluyó a siete trabajadoras del hogar el primer año y cinco el siguiente. En ambas, flanqueadas por otros delegados de la Central Única de Trabajadores de Brasil (CUT) y Força Sindical, ocuparon casi una fila completa en la sala de la Comisión de los Trabajadores Domésticos. En la segunda conferencia, la lista de delegados por parte del gobierno, en 2011, incluyó a la diputada federal Benedita da Silva y la ministra del Tribunal Superior del Trabajo, Delaíde Miranda Arantes; ambas habían laborado en casas.

La portavoz de los empleadores fue Kamran Tanvirur Rahman, presidente de la Federación de Empleadores de Bangladés e ingeniero de profesión. Sus objeciones fueron permanentes: desde el lenguaje (se oponía rotundamente a hablar de trabajadores y trabajadoras) hasta el carácter mismo del instrumento, cuando casi al inicio de las sesiones propuso que en lugar de un convenio, la norma debería revestir la forma de una recomendación. Fue sometido a votación y alrededor del 40% de los delegados (todos los empleadores y algunos gobiernos) estuvieron a favor de sólo una recomendación, y el 60%, de un convenio (todos los trabajadores y la mayoría de los gobiernos). Los aplausos, gritos y cantos de júbilo de las trabajadoras del hogar en el momento rompieron totalmente el protocolo. Fueron advertidas de que se suspenderían las sesiones de la Comisión si llegaba a pasar algo similar. De todos modos, se cumplió con el objetivo: las trabajadoras del hogar se visibilizaron como seres activos, pensantes, contestatarios. Ahora se portaron “bien”. A lo largo de las siguientes semanas, la portavoz de los empleadores, y los delegados de algunos gobiernos, buscaron la forma de restringir la cobertura del convenio (por ejemplo, por la frecuencia del trabajo, vínculos de parentesco), dejar sin definir la extensión de la jornada, permitir el pago en especie y el trabajo infantil, prescindir de un contrato y

La consigna de la IDWN y de la Conlactraho respecto a que las trabajadoras tenían que representarse a sí mismas en estos procesos no siempre tuvo eco, como se puede observar. Participar en estas conferencias fue un acto de empoderamiento, en el cual se jugaban el reconocimiento, la redistribución y la representación. Con o sin voz en las sesiones formales, la simple presencia física de estas trabajadoras tuvo una gran importancia simbólica a lo largo de las casi tres semanas que duró cada conferencia; además, ellas hicieron cabildeo con sus gobiernos, los trabajadores de otros gremios y, en la medida de lo posible, los empleadores. Roy Trotman, el vicepresidente por parte de las y los trabajadores en ambas conferencias, invitó a todos al cabildeo, y advirtió: “Nadie viene como un simple observador”.33

31 Adelinda Díaz Uriarte, una de las fundadoras de la Conlactraho y del movimiento de las trabajadoras del hogar en Perú desde la década de los sesenta del siglo pasado, tramitó su credencial a través de la Confederación Sindical Internacional, y la peruana Ernestina Ochóa Luján, vicepresidenta de la IDWN, acudió a la UITA para su registro. 32 Asistieron, por parte de la UPACP de Argentina, Lorenza Benítez de Gómez, Gladys Raquel Surpi y Carlos Luis Brassesco (todos de la UPACP), y por la CNUS de República Dominicana, Eulogia Familia. Asimismo, Gladys Peña, de la Federación Nacional de Trabajadores del Hogar, fue consejera técnica del Gobierno dominicano.

34 Desde 2011 es Ministra de Desarrollo Comunitario, Juventud y Deporte en Singapur.

33 Discurso pronunciado en el Grupo de Trabajadores, 31 de mayo de 2011.

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limitar los descansos, la cobertura de la previsión social y los derechos de las trabajadoras migrantes. So pretexto del derecho a la privacidad de los empleadores, no se aceptaba la inspección. Es más, cuando se discutían los artículos referentes al derecho de las trabajadoras a la privacidad y la libertad de asociación,35 se reivindicaban estos mismos derechos para los empleadores, a tal grado que el delegado gubernamental de Sudáfrica les recordó que el convenio tenía como enfoque las trabajadoras domésticas, no los empleadores.

Después de casi diez días de una negociación tortuosa en un ambiente de confrontación permanente,36 se agilizó la discusión y se aprobó a grandes rasgos el proyecto del convenio y la recomendación. En gran medida, parece que fue una negociación entre las partes por fuera de las sesiones. El 16 de junio el reporte de la Comisión fue aprobado en la plenaria de la CIT. Y el día siguiente, Marcelina Bautista, secretaria general de la Conlactraho, impartió un breve discurso en la sesión plenaria de la Conferencia, después de una difícil negociación con los delegados gubernamentales y la delegada titular de los trabajadores de México.

Los empleadores y, en menor grado, algunos gobiernos enfatizaban que no se podían equiparar completamente los derechos de las trabajadoras domésticas con los del resto de los trabajadores, por tratarse de una actividad que se desarrolla en un hogar para una familia. Es más, se apeló a cuestiones culturales: el supuesto trato familiar como elemento distintivo, hasta preferente, respecto a la relación contractual. A su vez, se planteó que la “sobrerregulación” y obligaciones adicionales propiciarían el desempleo de las trabajadoras del hogar, y que éstas quizás estarían sumergidas en condiciones de más informalidad. Se argumentó que las trabajadoras “no necesitan un convenio”, aunque enfrente tenían a las trabajadoras que decían “queremos un convenio”. Otra objeción de los empleadores y algunos delegados gubernamentales era que las medidas propuestas en el proyecto del convenio infligirían costos injustos a los gobiernos. Y que habría que conservar siempre un margen de flexibilidad acorde con la marca normativa de cada país.

Mientras tanto, las trabajadoras del hogar ocupaban otros espacios públicos de la calle, actividades más de “costumbre”, una manifestación en el centro de Ginebra. O, al encontrarse con un grupo de migrantes en una salida dominguera, se sentaron a platicar, a preguntar sobre sus condiciones, a ofrecer consejos y sugerir que fueran a las reuniones de las trabajadoras en Ginebra.

La Conferencia 100ª: junio de 2011 En 2011 hubo un consenso a favor del convenio y la recomendación por parte de los grupos regionales de los gobiernos. El Grupo de Estados de América Latina y el Caribe (Grulac) y el Grupo Africano dieron un decidido apoyo (sin titubear) al convenio y la recomendación; a los derechos de ambas partes, el reconocimiento de estos trabajadores y trabajadoras como parte integral de la fuerza de trabajo. El Grupo de países de Asia destacó la doble contribución económica de estas trabajadoras: en los países a los cuales migran, su trabajo les permite a hombres y mujeres con responsabilidades familiares participar en el mercado laboral; sus remesas son fundamentales para las economías de sus países de origen.

La señora Yacob y, notablemente, los delegados de Brasil, Argentina, Uruguay, Sudáfrica y Estados Unidos defendían el contenido del proyecto del convenio. Yacob les recordó que no deberían perder de vista que estaban en juego los derechos humanos de un millón de personas, principalmente mujeres y niñas, que trabajaban en condiciones infrahumanas. Utilizó el recurso de relatar la historia de “Anna”, una mujer obligada a dejar sus hijos y migrar a otro país para trabajar largas jornadas, con maltrato físico y emocional, a cambio de un salario eventual. Esta apelación humanitaria fue apoyada por los delegados de Brasil, Estados Unidos y Sudáfrica. Argentina, Brasil, Sudáfrica y, sobre todo, Uruguay se posicionaron como países que demostraban que era factible equiparar (por lo menos en parte) los derechos de las trabajadoras del hogar con los del resto de las y los trabajadores.

En contraste, los grupos de los gobiernos (por región y tipo de economía) de la Unión Europea (UE), de los Países industrializados a economía de mercado (PIEM) y del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) coincidieron con el portavoz de los empleadores al advertir que el convenio debería ser flexible y tener en cuenta la legislación nacional, sin un exceso de prescripciones;

36 Este ambiente de conflicto es común en las primeras sesiones sobre una norma. Hay que considerar que a menudo las objeciones reiteradas, el prolongar la discusión de cada punto, son tácticas para desgastar los ánimos de los delegados o para manipular los tiempos durante una votación. A fin de cuentas, es un ámbito político dominado por seres políticos.

35 También se sujetó a la votación una enmienda que especificaba que los empleadores deberían gozar de libertad de asociación.

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sin embargo, reconocieron la importancia de cuestiones fundamentales como horarios, salud y seguridad, y el papel de las agencias.

no ratificable. Es más, esto perjudicaría a las trabajadoras del hogar. Por lo tanto, insistía en que el instrumento debería ser minimalista, sin excesos; tendría que ser pragmático y flexible, adaptable a las normas de cada país y congruente con las condiciones reales de las trabajadoras. O sea, con este discurso “moderno”, resultó que los empleadores eran quienes se preocupaban por las condiciones de las y los trabajadores domésticos.

Al hablar a título de sus respectivos países, algunos delegados (como los de Brasil y Zimbabue) hicieron un reconocimiento a las propias trabajadoras domésticas por haber luchado por sus derechos humanos. Filipinas, como país de origen de millones de trabajadoras domésticas migrantes, describió cómo ha llevado a cabo un proceso de certificación para el marco jurídico de países de destino.

Halimah Yacob siguió como vicepresidenta de la Comisión y empleó un discurso menos polarizante, pero en gran medida acorde con la estrategia del año anterior: apeló a los intereses comunes de las personas reunidas de mejorar la vida de las y los trabajadores; en este sentido, enfatizó de nuevo que estas personas eran “mujeres vulnerables”; el reconocimiento a las y los trabajadores domésticos como trabajadores como cualquier otro, en el marco del respeto por su dignidad y derechos humanos. En otras palabras, dejó en la mesa que quien se opusiera a este convenio sería cómplice de la violación de los derechos humanos fundamentales, la persistencia de condiciones indignantes y el sufrimiento de millones de trabajadoras. Una postura que hoy en día sería difícil de sostener moralmente en el escenario público.

En la Conferencia100ª hubo un cambio en la tónica del debate. Hubo mucho menos confrontación, producto probablemente del trabajo de cabildeo entre las dos conferencias. Hans Leo Cacdac, un joven abogado y subsecretario del Departamento de Trabajo y Empleo de Filipinas, asumió la presidencia de la Comisión de los Trabajadores Domésticos. Condujo las sesiones con agilidad y les imprimió un sentido del humor que a veces tenía un sabor juguetón y hasta coqueto; a menudo, la discusión parecía un duelo de astucias. Paul Mackay fungió como vicepresidente, en representación de los empleadores de la Comisión de los Trabajadores Domésticos. Mackay, especialista en relaciones laborales que trabaja en Business NZ, una organización muy prestigiosa que promueve políticas favorables a las empresas en Nueva Zelanda, utilizó un discurso en el cual se destacaba el carácter singular de los empleadores: que eran jefes de hogar y familias, a la vez trabajadores/empleados, que también había que proteger sus derechos a la privacidad y asociación, y reconocer los retos que enfrentaban para proveer servicios de cuidado para los miembros de sus familias. O sea, trató de humanizar a los empleadores, aprendiendo del éxito de las intervenciones de Halimah Yacob el año anterior. Se movió el foco de atención de las trabajadoras a los empleadores. Al enfatizar que estos últimos eran jefes de hogar, se les restó importancia como empleadores. Es más, fueron construidos como personas que tenían que cuidar a sus hijos, padres, madres, y que esto era un problema para la sociedad.

Además de lo anterior, recordó que había una deuda histórica con estos trabajadores y trabajadoras; hizo referencia a la petición de la OIT de adoptar una norma para proteger a este colectivo, en 1965, con la observación de que había pasado medio siglo y aun esto no se había hecho realidad. Por eso, se recalcó que esta Conferencia (sobre todo en vista de que sería la 100ª) marcaría un paso histórico al propiciar la equiparación de sus derechos con los de otros trabajadores. Aunado a lo anterior, la discusión tenía especial importancia en cuanto al género, porque la inmensa mayoría de las personas dedicadas a esta ocupación son mujeres y niñas. Y sería la primera vez que se adoptaba un convenio enfocado a trabajadores y trabajadoras del sector informal, no estructurado. Frente a los argumentos de Mackay, Yacob argumentó que “ser prácticos” no respondía a las necesidades de las trabajadoras del hogar. Y observaba que a los empleadores les parecía fácil y eficiente suprimir partes fundamentales del convenio “porque desconocían las relaciones de poder a las cuales están sujetadas las trabajadoras de manera cotidiana”. O sea, se confundía el minimalismo con la eliminación de derechos fundamentales.

Otro elemento del discurso de Mackay fue una especie de resignación: les recordó a los presentes que los empleadores estuvieron a favor sólo de una recomendación; sin embargo, desistieron frente a la decisión de la Comisión del año anterior a favor del convenio complementado por una recomendación. El argumento ahora era que de nada serviría un convenio “políticamente correcto” pero

En su primera y única intervención en la Comisión, Myrtle Witoobi, presidente de la IDWN y representante de la UITA, dijo que si bien entendía las opiniones

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con respecto a un instrumento flexible, insistía en la importancia de adoptar un convenio firme para garantizar igualdad de trato y protección. Un convenio excesivamente flexible sólo daría como resultado el reforzamiento del trato desigual.

ta, en aquel momento secretaria de la Conlactraho, y Creuza Maria Oliveira, presidenta de la Federación Nacional de Trabajadoras Domésticas, hablaron frente a los delegados gubernamentales, primero para reconocer el apoyo brindado por sus gobiernos a la promoción de un convenio y recomendación, y segundo, para solicitar su intervención en la discusión en la Comisión de los Trabajadores Domésticos sobre puntos controvertidos como la inclusión de la remuneración en especie en el salario, seguridad y salud en el trabajo, protección a la maternidad, y las obligaciones solidarias de las agencias de colocación. Creuza Maria Oliveira subrayó la importancia de este convenio para el reconocimiento de los derechos humanos de estas mujeres y estos hombres que forman parte de la clase obrera. Les dijo: “Pedimos lo justo, ni más ni menos. Igualdad con otros trabajadores. Con otros trabajadores del mundo entero. Pedimos trabajo digno, respeto, salario digno, nada de violencia”. Destacó la experiencia de Brasil, donde se han logrado avances importantes, que ya no les descontaban de sus salarios la comida, el jabón, el papel del baño. Respecto a la edad mínima para el trabajo, dijo que habría que prohibir el trabajo doméstico infantil, y afirmó que la manutención de la familia era un asunto de los adultos que los adultos tenían que resolver. Y como último punto, les recordó que este convenio era fundamental para el empoderamiento de las mujeres, que contribuimos a las economías y las sociedades del mundo.

Los delegados gubernamentales de Brasil y Sudáfrica –igual que en la conferencia anterior– defendieron el convenio. A éstos se sumaron los de Australia y Filipinas. La delegación brasileña adoptó la estrategia de destacar cómo las vidas de casi todos habían sido tocadas por el trabajo doméstico remunerado, ya sea por ejercer esta ocupación, tener algún familiar o amiga que lo hacía, ser empleador/a, haber sido criado por una cuidadora. María Luisa Escorel de Moraes, la portavoz del Gobierno en la Comisión, hizo referencia a su propia infancia, a cómo había sido criada en una familia con trabajadoras del hogar, donde había lazos de afecto, respeto, pero también derechos. Incluso, el derecho a la educación y la oportunidad de capacitarse para otro empleo. Presentó el caso de Delaíde Alves Miranda Arantes, ministra del Tribunal Superior del Trabajo, que había laborado en su juventud como trabajadora del hogar. En esta segunda conferencia, se les recomendó a las trabajadoras del hogar sentarse con los delegados de los trabajadores de sus respectivos países. Así, se presentó una imagen menos contestataria y más acorde con la de una trabajadora que debería tener los derechos de cualquier otro trabajador.

Al concluir la reunión, cuando las trabajadoras empezaron a agradecer a los delegados por su tiempo, varios de éstos (los de Argentina, Bolivia, Brasil y Ecuador) subvirtieron los términos de la relación al decirles que era su obligación recibirlas, apoyarlas, y que, más bien, les correspondía a ellos agradecerles por todo el esfuerzo que habían hecho en torno al convenio. En otras palabras, ya no les dieron las gracias por todos los cuidados y el trabajo recibidos, sino por sus propuestas, sus planteamientos.

Las trabajadoras del hogar latinoamericanas se reunieron en varias ocasiones para discutir el avance de la discusión. Sus opiniones individuales eran sintomáticas de su experiencia política, sobre todo en negociaciones de este tipo. Las que no habían participado antes en la conferencia anterior no entendían por qué no se podían introducir nuevas demandas a la mesa. Creuza Maria Oliveira, presidenta de la Federación Nacional de las Trabajadoras Domésticas de Brasil, sin duda una de las integrantes con más trayectoria, reconoció las valiosas opiniones de las trabajadoras del hogar que participaban por primera vez en el espacio de la OIT, pero insistió en que no se debería abrir la discusión sobre ciertos temas: las horas de trabajo, el pago de trabajo adicional, los días de descanso, la limitación al pago en especie y la inspección, porque existía el riesgo de perder lo que ya se había ganado el año anterior. Entonces, la conferencia fue un espacio de aprendizaje político para las trabajadoras.

Al cabo de dos semanas de debate en la Comisión, ésta adoptó el proyecto del convenio y la recomendación, que posteriormente fueron enviados a la plenaria de la conferencia para su votación. El convenio establece que las condiciones de las y los trabajadores del hogar deberían estar acordes con los principios y derechos fundamentales en el trabajo. En congruencia con lo anterior, se equiparan los derechos de las y los trabajadores del hogar con los del resto de las y los trabajadores del país; se fija un piso mínimo sobre las horas de trabajo, los descansos, la remuneración, la contratación (de preferencia, mediante un contrato escrito), la seguridad y la salud en el trabajo, la privacidad de las partes y la seguridad social. Se presta atención especial

En esta segunda conferencia las trabajadoras del hogar latinoamericanas y del Caribe lograron concertar una cita con Grulac, el 7 de junio de 2011. Marcelina Bautis-

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a la protección de las y los migrantes y las y los trabajadores adolescentes. Se regula la operación de las agencias de colocación, para evitar abusos, y se plantean mecanismos para velar por el cumplimiento de la legislación nacional, incluida la inspección del trabajo. Los veintisiete artículos del convenio son complementados con una recomendación que ofrece orientación para la implementación y el cumplimiento del convenio.

optaron por la abstención, a excepción de los delegados de Bolivia, Cuba y Paraguay, que emitieron votos positivos, y la delegada de Venezuela, que votó en contra del convenio. Todos los delegados de las centrales de trabajadores que estuvieron presentes emitieron votos favorables. Como era de esperar, la votación a favor de la Recomendación fue aun mayor (434); hubo pocos votos en contra (8) y abstenciones (42). Ningún delegado latinoamericano votó en contra; sólo los delegados de los gobiernos de Chile y El Salvador y los de los empleadores de Argentina, Chile, Colombia, México y Uruguay se abstuvieron. Un mayor número de empleadores (Bolivia, Brasil, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá y Venezuela) y todos los delegados de los trabajadores estuvieron a favor.38

La votación: 16 de junio de 2011 La noche previa a la plenaria de la asamblea general de la CIT 100ª, donde los delegados decidirían si se adoptarían o no el convenio y la recomendación, fue extremadamente angustiante para las trabajadoras del hogar. Muchas habían dedicado los últimos tres años de su vida a la campaña para el convenio. Entre ellas se entendían y se identificaban, no obstante las lenguas y culturas distintas y los océanos y culturas en medio, atravesados por el internet en encuentros fugaces en la madrugada de unas y el anochecer de otras. Pocas desayunaron y empezamos nuestro peregrinaje a la Sala del Palacio de la ONU para la plenaria, donde los delegados emitirían sus votos a primera hora, el 16 de junio de 2011. Algunas trabajadoras pudieron sentarse dentro los espacios asignados a la delegación de cada país: un orgullo para todas cuando Carmen Cruz, desde la comitiva de Costa Rica, habló a nombre no sólo de las trabajadoras de dicho país, sino también en el de las de Nicaragua, país que dejó cuando emigró. Ni Daniela Quenta ni Prima Ocsa, integrantes del Secretariado de la Fenatrab, eran la delegada titular de Bolivia, pero el representante de la COB les cedió el honor para que llenaran el pizarrón electrónico. Algunas trabajadoras se filtraron en las filas de la primera planta, acto prohibido. Pero de nuevo, ¿quién se atrevería a desalojarlas? Casi todas se situaron en las filas superiores; parecían estar aún en los márgenes, pero con una vista privilegiada que les permitía vigilar cómo votarían los delegados.

Ya adoptados, se asignaron el número 189 al Convenio y el 201 a la Recomendación.

Un año después En América Latina, ya a más de un año de este momento histórico, el Convenio 189, “Trabajo decente para las trabajadoras y los trabajadores domésticos”, sólo ha sido ratificado por Uruguay,39 en gran medida por un proceso impulsado sobre todo por el Ejecutivo. Está bajo discusión en los cuerpos legislativos de Costa Rica, Bolivia y Paraguay. Asimismo, funcionarios de los gobiernos de Colombia, Nicaragua y República Dominicana se han comprometido a promover la ratificación.40 Desde la adopción del Convenio 189 se han organizado seminarios, talleres y foros para difundir el convenio entre las trabajadoras del hogar y para promover su ratificación

mativo congruente con su contenido, como en los casos de Uruguay y Costa Rica; por tener la propuesta de armonizar su marco normativo y sus prácticas con el convenio, como Brasil, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Paraguay; o porque quieren darle vida jurídica para que otros países puedan ratificar el Convenio, como es el caso de México.

Se emitieron los votos y los resultados se proyectaron en una pantalla. Para gran sorpresa, una victoria arrolladora: 396 a favor, 16 en contra, 63 abstenciones. A excepción de los delegados de los gobiernos de El Salvador y Panamá, que se abstuvieron, los demás delegados gubernamentales latinoamericanos votaron a favor de la adopción del convenio.37 En general, los empleadores latinoamericanos

38 Cabe señalar que varios delegados de los empleadores (Ecuador, Nicaragua, Perú y República Dominicana) y de los trabajadores (Guatemala, Nicaragua, Panamá, Perú y República Dominicana) no estuvieron durante la votación del convenio ni de la recomendación). 39 El 14 de junio de 2012, Uruguay fue el primer país en el mundo que ratificó este convenio; siguieron Filipinas y Mauricio, respectivamente, el 5 y el 13 de septiembre de este año. 40 En los meses posteriores a la celebración de la mesa el 6 de julio de 2012, la Cámara Baja de Bolivia y el Senado de Paraguay aprobaron el proyecto de ratificación. En el caso de Costa Rica, la propuesta fue enviada a la Sala Cuatro Constitucional, y se espera que sea presentada y aprobada pronto por la plenaria de la Asamblea Nacional. En varios países (Chile, Ecuador) se aprobaron reformas que en teoría permitirían la ratificación.

37 Vale la pena subrayar que detrás de un voto favorable puede haber distintas motivaciones: por convicción, por justicia social, por los derechos humanos laborales de millones de mujeres y hombres en el mundo; por tener el propósito de ratificar el convenio; por ya tener un marco nor-

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por parte de los gobiernos. Se han hecho movilizaciones y cabildeo, a veces en coordinación con la Confederación Sindical de Trabajadoras y Trabajadores de las Américas (CSA) o con comités de apoyo más amplios. El convenio ha servido como un instrumento para reclamar la justicia laboral para las trabajadoras del hogar en las Américas. Ana, integrante del Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar de la Ciudad de México, expone sus reflexiones sobre este punto:

5. COMMCA y UNIFEM. 2010. La institucionalización sociocultural y jurídica de la desigualdad: el trabajo doméstico remunerado. Estudio regional de Centroamérica y República Dominicana. San Salvador: AGEM – UNIFEM – COMMCA – AECID – SICA.

Como trabajadora del hogar, ¿qué tengo que hacer para que los gobiernos ratifiquen? Yo no puedo llegar al Senado, pero me pregunto qué puedo hacer yo como trabajadora del hogar: primero, informarme e informar a otras trabajadoras. Una parte le corresponde a la Secretaría del Trabajo, pero no podemos dejar todo a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social. Nosotras estamos obligadas a informar a compas de fuera, empoderarnos y empoderarlas para que podamos defendernos.

7. Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (Conlactraho). 2004. Humanizando el trabajo doméstico: hacer visible lo invisible. Santiago: Conlactraho.

6. Committee on the Elimination of Discrimination against Women (CEDAW). 2012. Concluding Observations of the Committee on the Elimination of Discrimination against Women. México, CEDAW/C/MEX/CO/7-8, 52ª sesión, 9-27 de julio de 2012.

8. Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA). 2007. Seminario sindical por la igualdad de derechos y el trabajo decente de las trabajadoras del hogar, http:// csa-csi.org/index.php?option=com_content&view=ar ticle&id=3645:seminario-sindical-por-la-igualdad-dederechos-y-el-trabajo-decente-de-las-trabajadoras-delhogar&catid=25:notas-y-articulos&Itemid=268&lang=es (Recuperado el 28 de junio de 2012).

El convenio no es novedad para muchas autoridades. Pero tiene que llegar alguien “importante” –no una trabajadora del hogar– para que lo tomen en cuenta. Yo me pregunto cómo podemos lograr que las autoridades no se pongan en su lugar de patrón; ellos ven por sus intereses como patrón. Necesitamos lograr que se pongan en su lugar de funcionario que vela por los derechos de todos.

9. Fraser, Nancy. 1997. Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la posición “postsocialista”. Bogotá: Siglo del Hombre Editores – Universidad de los Andes. 10. Gobierno enfatiza defensa de empleadas domésticas ‘en negro’. Red 21 en comunidad, 27 de agosto de 2012, http:// www.lr21.com.uy/comunidad/1056130-gobierno-enfatiza-defensa-de-empleadas-domesticas-%e2%80%9cennegro%e2%80%9d (Recuperado el 28 de agosto de 2012).

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De madres a hijas: trabajo, familia y reproducción social Romero, Mary. 2011. The Maid’s Daughter. Living Inside and Outside the American Dream. Nueva York: New York University Press [267 pp.].

Ania Tizziani*

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.21

*

Doctora en Sociología de la Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne, Francia. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), con sede en la Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina. Correo electrónico: atizzian@ungs.edu.ar

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Lecturas

T

ten entablar un diálogo sobre la manera en que, en cada contexto, esta forma de empleo contribuye a la construcción de las diferencias sociales, pero también a la comunicación y al contacto cotidiano entre los mundos dispares de trabajadoras y empleadores.

he Maid’s Daughter es el resultado de un proyecto de investigación que la autora desarrolló por más de veinte años. Este proyecto se organizó en torno de la historia de vida de Olivia Salazar, hija de una trabajadora doméstica e inmigrante mexicana, que vivió gran parte de su infancia y adolescencia junto con su madre en el domicilio de sus empleadores. El libro está basado en un material de una riqueza y una complejidad fuera de lo común. A lo largo de dos décadas (entre los veinte y los cuarenta años de Olivia), una serie de encuentros dan lugar a largas entrevistas, en las cuales investigadora y entrevistada analizan el impacto que ha tenido en la vida de la hija el trabajo de su madre, Carmen. También se detienen en las relaciones que las vinculan a la familia con la que residen y sus roles en el espacio social de los empleadores, un barrio cerrado habitado por sectores acomodados de Los Ángeles.

En su investigación más reciente, las experiencias de trabajo en el servicio doméstico son abordadas desde una perspectiva completamente nueva. La autora traslada la mirada desde el domicilio del empleador hacia las familias de las trabajadoras para incorporar nuevas dimensiones al análisis, vinculadas con los costos que implica para los hijos el trabajo efectuado por sus madres. Este cambio de mirada abre nuevas perspectivas para el estudio de la reproducción de las jerarquías sociales. Como muestra Mary Romero, la socialización de los niños de familias acomodadas, que naturalizan la presencia de mujeres de color, migrantes y de clases bajas, contrasta con el déficit de cuidados que afecta a los hijos de quienes cuidan. Las desigualdades en los cuidados a los que tienen acceso los hijos de empleadores y trabajadoras domésticas participan en la atribución de un estatus social que diferencia a unos y otros e ilustran una de las formas de reproducción social que vincula el trabajo y la familia (p. 42).

Esta investigación constituye una prolongación de los estudios que Mary Romero lleva a cabo sobre el trabajo doméstico remunerado en Estados Unidos desde los años 1980. En Maid in USA, una de las grandes referencias en este campo de estudios, la autora aborda las experiencias de trabajo de las empleadas domésticas chicanas en Denver (Romero 2002). Su análisis está centrado en la manera en que las relaciones estructurales de raza, clase y género penetran las interacciones cotidianas entre empleadas y empleadores, y configuran el trabajo en el servicio doméstico como uno de los más opresivos, invisibilizados y desvalorizados.

Así, una de las primeras problemáticas que se destaca en el análisis de la autora es la construcción, en el marco de las interacciones cotidianas entre empleadas y empleadores, del estatus de inferiorización y subordinación social de estas trabajadoras. Un estatus que es también el que se le atribuye a Olivia, pese a que ella no realiza el mismo trabajo que Carmen. Por un lado, ocupar el “cuarto de servicio”, restringir sus movimientos dentro del domicilio de los empleadores, hablar su idioma y limitar el uso del español constituyen algunas de las formas de deferencia espacial y lingüística en las que Olivia se ve envuelta a través del trabajo de su madre2 (p. 50). Por otro lado, la desigualdad en el trato que reciben los hijos de los empleadores y el tiempo que sus padres y Carmen – que es quien cuida de ellos– les dedican, en comparación con la atención que ella recibe, es un aprendizaje cotidiano del privilegio y las diferencias sociales.

Esta perspectiva se inscribe en una serie de estudios que conciben el análisis de esta relación laboral como un ángulo privilegiado para el estudio de las jerarquías y desigualdades sociales.1 Este enfoque ha sido también dominante en la literatura sobre esta forma de empleo desarrollada en los países latinoamericanos, en los que el servicio doméstico tiene una extensión significativa y una larga historia. Como sostiene Jurema Brites, en sociedades cada vez más marcadas por la segregación social y económica, las empleadas domésticas parecen representar uno de los más paradigmáticos, y quizás uno de los principales, lazos entre las clases sociales (Brites 2001). Los estudios elaborados por Mary Romero permi-

1

2 El concepto de deferencia elaborado por Erving Goffman ha sido utilizado por diferentes autores para caracterizar las interacciones entre empleadas y empleadores del servicio doméstico. Se refiere a aquellos comportamientos que, en una interacción, funcionan como un medio simbólico para expresar aprecio y respeto por el destinatario. En las interacciones entre personas de estatus social desigual, el comportamiento deferencial remite al trato “que los subordinados deben a sus superiores” y tiende a confirmar la desigualdad de la posición de ambos en la relación social (Goffman, 1956).

Ver en particular la investigación elaborada por Judith Rollins (1985).

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Aquí, las pertenencias de clase y étnicas, tanto como las experiencias migratorias, configuran una serie de relaciones jerarquizadas que definen el estatus social de unos y otros. Estas relaciones jerarquizadas a través de estereotipos raciales y étnicos en el servicio doméstico, no se originan únicamente en procesos migratorios de los países del Sur hacia los países del Norte como los que describe la autora. En muchas regiones, las migraciones entre países del Sur e internas, o las relaciones entre grupos étnicos nacionales, generan procesos similares de inferiorización y discriminación.3 El análisis de Romero invita a reflexionar en torno de las dinámicas específicas que, en cada contexto, anclan este orden jerarquizado en las prácticas cotidianas y lo reproducen de una generación a otra.

los empleadores respecto de la crianza de Olivia, que debilita la autoridad de su madre. Se expresa también en la posición ambigua de Olivia, que, por un lado, cuenta con algunos beneficios que la igualan a los hijos de los empleadores –puede ir a la misma escuela y, desde los 10 años, contar con una habitación propia en el mismo sector de la casa–, pero es excluida de otras actividades, en particular aquellas que marcan el estatus social de las clases altas, como las fiestas de debutantes. Uno de los núcleos más originales del trabajo de la autora se sitúa justo en el análisis de esa posición ambigua de Olivia, que comunica dos mundos radicalmente diferentes: el mundo de las clases trabajadoras e inmigrantes; el espacio social de las clases medias y altas blancas en Estados Unidos. Al analizar el pasaje y la comunicación entre esos mundos dispares, la autora retoma uno de los debates centrales en torno de esta forma de empleo, que está ligado a la movilidad social de las trabajadoras domésticas. La perspectiva dominante sostiene que el servicio doméstico constituye una primera ocupación, de carácter transitorio, que permitiría la inserción en el mercado de trabajo de mujeres migrantes y daría lugar a un proceso de “asimilación”, en el que las trabajadoras abandonarían sus orígenes étnicos y sociales, para adoptar modos de ser y de comportarse propios de las sociedades de destino.4 En el caso de los hijos de las trabajadoras domésticas, la exposición a los estilos de vida de los empleadores les permitiría incorporar los códigos y las competencias sociales propios de las clases medias y altas, contribuyendo a la movilidad social ascendente.

Otro de los grandes temas que la autora examina a la luz de la historia de vida de Olivia tiene que ver con la profunda ambigüedad que marca las relaciones entre empleadas y empleadores del servicio doméstico. Esta ambigüedad es característica del sector en su conjunto, pero se acentúa particularmente en la modalidad residencial, donde las fronteras entre el trabajo y la vida privada se desdibujan. Es por esta razón que numerosos estudios coinciden en destacar que la disminución del trabajo residencial en beneficio de las modalidades externas constituye una transformación fundamental en la configuración de este sector de actividad. Si ésta es una evolución de larga data en Estados Unidos y los países europeos, se constata mucho más recientemente en otras regiones como América Latina (Goldsmith 2007). Diferentes estudios han explorado los rasgos característicos del servicio doméstico residencial, en cuanto a la dureza de las condiciones de trabajo, el grado de aislamiento y dependencia que implican para las trabajadoras. Pero pocos abordaron, como lo hace Mary Romero, su impacto sobre la organización de sus familias y las relaciones con sus hijos.

En el análisis de la autora, la historia de vida de Olivia cuestiona esa narrativa dominante sobre la asimilación y la movilidad. Sin dudas, la trayectoria de Olivia está signada por un marcado ascenso social que la lleva a ser una profesional exitosa, esposa y madre de dos niños. Pero lo que su relato devela son los conflictos, los costos y las formas de resistencia implicados en esa movilidad. Más que un proceso de asimilación, sus relaciones con los empleadores de su madre revelan las dinámicas cotidianas de construcción de las diferencias. Éstas se manifiestan en el enorme esfuerzo que significó para su madre que ella accediera a una educación similar a la de los hijos de sus empleadores, en los límites que éstos trazaban a su participación en la vida social y familiar, en la atribución de un estatus subordinado, entre otros elementos. Como muestra la autora, no es la asimilación la que contribuye

Por un lado, el testimonio de Olivia vuelve una y otra vez sobre sus dificultades para disponer de un tiempo privado con su madre, por fuera del tiempo de trabajo, y construir una relación que escape a la influencia y la presencia de sus empleadores. Por otro lado, la ficción que sostiene que la trabajadora es “parte de la familia” de los empleadores, paradigmática del servicio doméstico, también afecta las relaciones entre unos y otros. Esto se manifiesta en la capacidad de decisión que adquieren

3

Algunos estudios que analizan estas problemáticas son: Romina Lerussi (2008), Pei-Chia Lan (2003), Amanda Moras (2010), entre otros.

4 Históricamente, un enfoque similar ha sido frecuente en el caso de los países de América Latina; ver, por ejemplo, Elizabeth Jelin (1976).

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De madres a hijas: trabajo, familia y reproducción social Ania Tizziani

Lecturas

a la trayectoria ascendente de Olivia, sino su capacidad de articular competencias que fueron adquiridas en los dos mundos contrapuestos en los que creció. La capacidad de poner en juego sus credenciales educativas y sociales vinculadas a las clases altas, sin renunciar a sus orígenes en las clases trabajadoras migrantes.

3. Goldsmith, Mary. 2007. Disputando fronteras: la movilización de las trabajadoras del hogar en América Latina. Les Cahiers ALHIM 14, http://alhim.revues.org/index2202. html (Recuperado el 11 de diciembre de 2012). 4. Jelin, Elizabeth. 1976. Migración a las ciudades y participación en la fuerza de trabajo de las mujeres latinoamericanas: el caso del servicio doméstico. Estudios Sociales 4: 2-19.

La particularidad de la historia de vida de Olivia, en cuanto hija de una trabajadora doméstica en un barrio acomodado de Los Ángeles, es sin duda irreductible. Sin embargo, y ésa es la hipótesis que organiza el libro de Mary Romero, representa un microcosmos de relaciones de poder estructurales que están presentes en la sociedad estadounidense (p. 217). El libro explora así nuevos aspectos del trabajo doméstico remunerado que contribuyen a revelar esas relaciones estructurales de clase, raza, género y ciudadanía, y dialoga no sólo con otros estudios sobre el sector, sino con las problemáticas centrales de las ciencias sociales.

5. Lan, Pei-Chia. 2003. They Have More Money but I Speak Better English! Transnational Encounters between Filipina Domestics and Taiwanese Employers. Identities: Global Studies in Culture and Power 10: 133-161. 6. Lerussi, Romina. 2008. Trabajadoras domésticas nicaragüenses en Costa Rica. En las encrucijadas de un debate feminista. Tesis de Maestría, Universidad Complutense de Madrid. 7. Moras, Amanda. 2010. Color-blind Discourses in Paid Domestic Work: Foreignness and the Delineation of Alternative Racial Markers. Ethnic and Racial Studies 33, no. 2: 233-252.

Referencias 1. Brites, Jurema. 2001. Afeto, Desigualdade e Rebeldia: bastidores do serviço doméstico. Disertación de Doctorado, Programa de posgraduados en Antropología Social, Universidade Federal do Rio Grande do Sul.

8. Rollins, Judith. 1985. Between Women. Domestics and Their Employers. Filadelfia: Temple University Press. 9. Romero, Mary. 2002 [1992]. Maid in the USA. Londres: Routledge.

2. Goffman, Erving. 1956. The Nature of Deference and Demeanor. American Antropologist 58: 473-502.

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La paradoja francesa: el empleo doméstico como política contra el desempleo Devetter, François-Xavier y Sandrine Rousseau. 2011. Du balai. Essai sur le ménage à domicile et le retour de la domesticité. Ivry-sur-Seine: Raisons d’agir [141 pp.] *

Lorena Poblete**

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res45.2013.22

* “En relación con la escoba. Ensayo sobre la limpieza a domicilio y el retorno a la domesticidad”. ** Doctora en Sociología de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Argentina (CONICET), con sede en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES); y profesora del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Argentina. Correo electrónico: lorena.poblete@conicet.gov.ar

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La paradoja francesa: el empleo doméstico como política contra el desempleo Lorena Poblete

Lecturas

¿Al volverse “asalariada de los servicios a la persona”, la empleada doméstica cambia de trabajo, cambia de oficio, de estatuto? (Devetter y Rousseau 2011, 27)

dos categorías que concentran el mayor número de trabajadores son la atención a personas mayores (31%) y el servicio doméstico (36%) (ANSP 2010).

E

El Plan de Cohesión Social de 2005, más conocido como plan Borloo –por el ministro que lo pone en marcha–, tiene como objetivos “crear un gran número de puestos de trabajo en un sector no expuesto a la competencia internacional, nuevas posibilidades de actividad para personas poco calificadas, y una mejor articulación entre vida personal y profesional para las mujeres que trabajan” (Plan de Cohésion Sociale 2005, 24). Como subrayan Devetter y Rousseau, desde la comunicación oficial “el mercado de los servicios a la persona sería entonces un nuevo ElDorado, ¡el empleo se conjugaría con la producción de riquezas y la igualdad de géneros!” (p. 30). Según el Gobierno, “bastaría que cada familia consumiera dos o tres horas por semana para crear dos millones de empleos” (Debonneuil 2004, 13). Los servicios a la persona aparecen entonces como la solución milagrosa al desempleo endémico (Dalmasso 2010; Devetter et al. 2009).

n Francia, durante los últimos treinta años, la persistencia del desempleo de larga duración dio lugar a numerosas políticas de empleo. En los años ochenta, se considera que los desocupados son aquellos trabajadores que, por no haberse adaptado a los cambios que produjo la globalización en el mercado de trabajo, no logran insertarse de manera estable. El desempleo es definido como el resultado de un desfase entre la formación de la oferta de trabajo y las necesidades de la demanda (Castel 1998). Por consiguiente, las políticas activas de empleo buscan capacitar a las poblaciones más vulnerables: las mujeres, los trabajadores mayores, los no calificados y los jóvenes.

Para que el milagro pueda realizarse, el Estado decide, por una parte, expandir la demanda, y por otra, reestructurar la oferta (p. 41). Con el objeto de acrecentar la demanda, se instauran numerosas medidas: la simplificación administrativa de las contrataciones, la exoneración de impuestos y de cotizaciones sociales, reducciones fiscales, disminución o supresión del IVA y subvenciones directas. La oferta se reestructura en torno a acreditaciones de asociaciones y el sostén a empresas comerciales que quieran incursionar en el sector. Los servicios a la persona están regulados según tres regímenes distintos: contratación directa, régimen mandatario y prestador. El primero es el régimen clásico de contratación directa de particulares. Bajo el régimen mandatario, los trabajadores son contratados a través de asociaciones que funcionan como intermediarios, es decir, como consultoras de recursos humanos. Finalmente, bajo el régimen prestador, los trabajadores son asalariados de una asociación o una empresa y prestan servicios a los clientes de la misma.

A mediados de los ochenta, cuando las políticas centradas en la capacitación muestran sus límites, parece establecerse un consenso en torno a un nuevo diagnóstico. El desempleo de larga duración afecta a trabajadores que se han vuelto “inempleables” (Gautié 2002). Asumiendo el rol de animador (Donzelot 1994), y en cooperación con un sector asociativo incipiente, el Estado busca crear empleos que “respondan a necesidades no satisfechas” por el mercado. Aparecen entonces los denominados “trabajos de utilidad social”. Un verdadero catálogo de programas se desarrolla entre 1984 y 1997, desde los TUC (trabajos de utilidad colectiva) hasta los “empleos jóvenes”, pasando por el emblemático RMI (ingreso mínimo de inserción). A través de estos dispositivos, los “inempleables” se comprometen, vía la firma de un contrato con la sociedad, a lograr su reinserción social. Paralelamente, el Estado empieza a explorar un nuevo “yacimiento de empleos” que parece aún más prometedor: los servicios a domicilio. A partir de 2005, los denominados servicios a la persona se transforman en el eje de la política de empleo propulsada por la derecha. Se trata de servicios personales que involucran los cuidados, así como toda asistencia para desarrollar actividades de la vida cotidiana. Entre ellos se encuentran la atención a personas mayores dependientes, el cuidado de niños, la limpieza del hogar, jardinería, servicios informáticos, clases de apoyo, reparaciones, etc. Las

A través del sostén a la demanda y la reestructuración de la oferta, el Estado intenta “modernizar” los servicios a domicilio. Esto significa: a) formalizar las relaciones laborales para garantizar los mismos derechos a todos los trabajadores del sector; b) democratizar el consumo de estos servicios; c) profesionalizar las actividades a fin de mejorar la calidad de los empleos. El objetivo mayor es lograr que los empleos domésticos se transformen “en un empleo como los otros” (p. 93). Es este costado moderni-

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zador el que hace que los servicios a la persona concentren la atención tanto de la Unión Europea como del resto de los países del Norte. Francia aparece una vez más como un modelo por seguir (Devetter 2013).

riesgo económico. Lejos de convertirse en empleo “como los otros”, el empleo doméstico –aun bajo la forma de servicios a la persona– sigue presentando los más bajos niveles de protección y los mayores niveles de precariedad.

Ese modelo, particularmente en lo que concierne al servicio doméstico, es el objeto de análisis de este libro. FrançoisXavier Devetter y Sandrine Rousseau, a través del análisis minucioso de distintas fuentes estadísticas y de un importante material cualitativo, aportan argumentos sólidos para demostrar que la modernización de los servicios a domicilio –particularmente, del servicio doméstico– no dio los resultados esperados, sino que este dispositivo sirvió para reforzar formas de desigualdad social preexistentes.

En segundo lugar, Devetter y Rousseau sostienen que las medidas de incentivo del consumo de servicio doméstico no democratizaron el acceso sino que beneficiaron mayoritariamente a los hogares con mayores ingresos. Claramente, el Estado prefiere no diferenciar entre las “ayudas destinadas a públicos vulnerables” (personas mayores dependientes, por ejemplo) y los gastos fiscales a favor de los “servicios de confort”. Esto facilita la justificación de los recursos públicos utilizados. Según la comunicación oficial, la voluntad de democratizar la demanda está asociada a la necesidad de conciliación entre vida familiar y profesional de todas las mujeres insertas en el mercado de trabajo. Sin embargo, las medidas propuestas no conciernen a todas las mujeres, sino a las mujeres de clases medias y medias altas. Los servicios a la persona son presentados como una herramienta que permite alcanzar la igualdad de género. Tal como lo demuestran los autores, en las clases superiores, cuando la mujer trabaja, la igualdad de género se compra. La doble jornada femenina frecuentemente oculta el hecho de que hay dos o más mujeres activas. “No es porque las parejas menos desigualitarias y más favorecidas tiendan a delegar la limpieza de sus domicilios que esa delegación contribuye, en general, a la igualdad entre los hombres y las mujeres” (p. 25). Por el contrario, reafirma los roles de género, y además contribuye a solidificar la desigualdad de ingresos entre los hogares, y la desigualdad de oportunidades entre las mujeres.

En primer lugar, los autores afirman que la formalización de las relaciones laborales no se correspondió con el acceso a derechos laborales, la extensión de las protecciones sociales y un mejoramiento de las condiciones de trabajo. Las simplificaciones administrativas, específicamente la generalización del uso del cheque empleo-servicio, facilitaron el registro de las trabajadoras del sector. Sin embargo, dado que el modelo dominante –promovido por los dispositivos de sostén de la demanda– es el de la empleada doméstica que trabaja para muchos empleadores hasta ocho horas semanales por empleador, el acceso a los derechos sociales y laborales es parcial. La remuneración mensual es variable, lo que condiciona las contribuciones al sistema de seguridad social y limita el acceso al seguro de salud y a la jubilación. La fragmentación de la jornada laboral en pequeños segmentos de tiempo implica para las trabajadoras períodos muertos, ya sea por la espera entre trabajo y trabajo, o por los desplazamientos. Por lo tanto, es difícil que las empleadas domésticas puedan alcanzar la jornada completa. Es decir, las trabajadoras se encuentran frente a un tiempo parcial impuesto. Si bien formalmente la mayoría tiene un contrato por tiempo indeterminado, se trata de una relación contractual muy frágil que genera una “estabilidad del empleo [más] ilusoria” que real (p. 65).

En tercer lugar, Devetter y Rousseau argumentan que los servicios a la persona no logran profesionalizar el empleo doméstico, ni mejorar a través de su valoración social las condiciones de su ejercicio. Dado que no se considera necesario contar con competencias específicas para realizar esas tareas, las formaciones propuestas por las asociaciones son escasas. El empleo doméstico no ofrece posibilidades de movilidad. Lejos de ser un trampolín para acceder a otras actividades, conduce principalmente al desempleo o a la inactividad. La mercantilización de las tareas domésticas tampoco contribuye a valorar esta actividad. La compensación monetaria no equipara en ningún caso la delegación de “lo peor del trabajo sucio” (p. 30).

La introducción del régimen prestador fue pensada como una herramienta para “superar los inconvenientes relacionados con la personalización del empleo directo” (p. 95). Sin embargo, las estructuras intermediarias, que incluyen a menos del 20% de las trabajadoras, no consiguieron disminuir la fragmentación del trabajo, ni generar colectivos de trabajadoras, ni reducir la precariedad laboral. Los autores argumentan que las trabajadoras no obtuvieron los beneficios asociados a la despersonalización de la relación laboral, y perdieron las pocas ventajas de las relaciones personalizadas. No lograron mejores condiciones de trabajo y siguieron asumiendo la mayor parte del

La denuncia es explícita, la crítica contundente: “detrás de estas medidas aparentemente dispares puede observarse un modelo de sociedad explícitamente fundado en una división radical del trabajo, donde los más ‘productivos’ deben delegar las tareas más básicas para

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Lecturas

Referencias

consagrarse a las actividades donde disponen de una ventaja comparativa” (p. 47).

1. ANSP (Agence Nationale des Services à la Personne). 2010. Rapport d’activité 2010. http://www.servicesalapersonne.gouv.fr/les-rapports-d-activite-(3682).cml (Recuperado el 20 de octubre de 2012).

“El objetivo de motivar a las categorías sociales ‘superiores’ a ‘trabajar más’ para dar luego trabajo a los ‘no calificados’ es coherente, y marca un giro importante en la filosofía de las políticas públicas, y particularmente de las políticas sociales. Las transferencias sociales no pasan ya por los servicios públicos sino por las relaciones mercantiles entre los hogares más ricos y la población pobre” (p. 48). Claramente, bajo la lógica del workfare, el Estado prefiere autorizar a los ricos a no pagar sus impuestos, que aumentar las prestaciones sociales destinadas a los pobres.

2. Castel, Robert. 1998. Du travail social à la gestion sociale du non-travail. Esprit 241 28-42. 3. Dalmasso, Raphaël. 2010. Le cadre juridique de l’activité de services à la personne. En Les services à la personne, dir. Bernard Balzani, 27-40. París: Coll. Étude – La documentation française.

Estamos una vez más frente a una paradoja francesa. Buscando reducir la desigualdad entre los géneros y alcanzar la igualdad de todos los trabajadores en el mercado de trabajo, el Estado francés crea un dispositivo que contribuye a reforzar las desigualdades sociales existentes. Devetter y Rousseau nos advierten que la igualdad de género, tanto en el ámbito doméstico como en el mercado de trabajo, no se consigue contratando a otra mujer (proveniente de un sector social más bajo) para que realice las tareas domésticas. Así como la igualdad de todos los trabajadores en el mercado de trabajo no puede alcanzarse con la multiplicación de empleos de baja calidad: con derechos parciales, ingresos insuficientes y condiciones de trabajo precarias. Los servicios a la persona, que aparecen como una política de “empleo a cualquier precio”, al reforzar las desigualdades de género, de origen étnico, de clase, pone en jaque el proyecto de sociedad democrática que reivindica la igualdad de oportunidades.

4. Debonneuil, Michèle. 2004. Les services: une oportunité pour créer des emplois productifs. En Productivité et emploi dans le tertiaire, eds. Pierre Cahuc y Michèle Debonneuil, 11-60. París: La Documentation française. 5. Devetter, François-Xavier. 2013. ¿Por qué externalizar las tareas domésticas? Análisis de las lógicas desigualitarias que estructuran la demanda en Francia. Revista de Estudios Sociales 45: 80-95. 6. Devetter, François-Xavier, Florence Jany-Catrice y Thierry Ribault. 2009. Les services a la personne. París: La Découverte: Collection Repères. 7. Donzelot, Jacques. 1994. L’invention du social. París: Points Seuil. 8. Gautié, Jérôme. 2002. De l’invention du chômage à sa déconstruction. Genèses 1, no. 46: 60-76.

Este texto provocador e inteligente nos invita a reflexionar sobre las políticas públicas respecto del empleo doméstico en Francia, y a evaluar sus consecuencias en cuanto a desigualdades sociales.

9. Plan de Cohésion Sociale. 2005. Dossier du Ministère de l’Emploi, du Travail et de la Cohésion sociale. París: Ministère de l’Emploi, du Travail et de la Cohésion sociale.

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