Revista49 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes
mayo - agosto 2014
ISSN 0123-885X
http://res.uniandes.edu.co
RECTOR Pablo Navas Sanz de Santamaría Vicerrector Administrativo y Financiero Javier Serrano Rodríguez Vicerrector de Asuntos Académicos José Rafael Toro
Vicerrector de Desarrollo y Egresados Mauricio Sanz de Santamaría Vicerrector de Investigación Carl Henrik Langebaeck
DECANO FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Hugo Fazio
EDITORA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Martha Lux
Fundadores Francisco Leal Ph.D. Universidad de los Andes, Colombia
Germán Rey Dr. Pontificia Universidad Javeriana, Colombia
Comité Editorial María José Álvarez Ph.D. Universidad del Rosario, Colombia
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José Carlos Rueda Dr. Universidad Complutense de Madrid, España
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director editora Hugo Fazio Dr. hfazio@uniandes.edu.co
Martha Lux Dra. res@uniandes.edu.co COORDINADORA EDITORIAL Ana Pérez MA. al.perez241@uniandes.edu.co
EDITORAS INVITADAS Mara Viveros Vigoya Dra. Universidad Nacional de Colombia
Carmen Gregorio Gil Dra. Universidad de Granada, España
Comité Científico Denise Quaresma da Silva Dra. Universidade Feevale, Brasil Carl Henrik Langebaek Ph.D. Universidad de los Andes, Colombia Javier Moscoso Ph.D. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, España Lina María Saldarriaga Ph.D. Universidad de los Andes, Colombia
Rogerio Santos Dr. Universidade Católica Portuguesa, Portugal Víctor M. Uribe-Urán Ph.D. Florida International University, Estados Unidos Juan Gabriel Tokatlian Ph.D. Universidad de San Andrés, Argentina
Equipo Informático Claudia Vega Hernando Romero Freddy Cortés Corrección de Estilo y Traducción Español Guillermo Díez Inglés Sylvia Chaves O’Flynn Portugués Roanita Dalpiaz Dirección de Arte Víctor Gómez Diseño y Diagramación Leidy Sánchez Imagen de Portada Nemesio Antúnez, “Fin de Fiesta”, 1989. Museo Nacional de Bellas Artes, Chile. Técnica: Litografía – Medidas: 32 x 43 cm Impresión Panamericana Formas e Impresos S.A. Distribución Siglo del Hombre Editores Cra 32 No 25-46 Bogotá, Colombia PBX (571) 337 77 00 www.siglodelhombre.com
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El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para su uso personal o en el aula de clase, siempre y cuando se cite la fuente. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero autorización del Comité Editorial de la Revista. Las opiniones e ideas aquí consignadas son de responsabilidad exclusiva de los autores y no necesariamente reflejan la opinión de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes.
Revista49 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia
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mayo - agosto 2014
ISSN 0123-885X
La Revista de Estudios Sociales (RES) es una publicación cuatrimestral creada en 1998 por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes y la Fundación Social. Su objetivo es contribuir a la difusión de las investigaciones, los análisis y las opiniones que sobre los problemas sociales elabore la comunidad académica nacional e internacional, además de otros sectores de la sociedad que merecen ser conocidos por la opinión pública. De esta manera, la Revista busca ampliar el campo del conocimiento en materias que contribuyen a entender mejor nuestra realidad más inmediata y a mejorar las condiciones de vida de la población. La estructura de la Revista contempla seis secciones, a saber: La Presentación contextualiza y da forma al respectivo número, además de destacar aspectos particulares que merecen la atención de los lectores. El Dossier integra un conjunto de versiones sobre un problema o tema específico en un contexto general, al presentar avances o resultados de investigaciones científicas sobre la base de una perspectiva crítica y analítica. También incluye textos que incorporan investigaciones en las que se muestra el desarrollo y las nuevas tendencias en un área específica del conocimiento. Otras Voces se diferencia del Dossier en que incluye textos que presentan investigaciones o reflexiones que tratan problemas o temas distintos. Documentos difunde una o más reflexiones, por lo general de autoridades en la materia, sobre temas de interés social. El Debate responde a escritos de las secciones anteriores mediante entrevistas de conocedores de un tema particular o documentos representativos del tema en discusión. Lecturas muestra adelantos y reseñas bibliográficas en el campo de las Ciencias Sociales. La estructura de la Revista responde a una política editorial que busca: proporcionar un espacio disponible para diferentes discursos sobre teoría, investigación, coyuntura e información bibliográfica; facilitar el intercambio de información sobre las Ciencias Sociales con buena parte de los países de la región latinoamericana; difundir la Revista entre diversos públicos y no sólo entre los académicos; incorporar diversos lenguajes, como el ensayo, el relato, el informe y el debate, para que el conocimiento sea de utilidad social; finalmente, mostrar una noción flexible del concepto de investigación social, con el fin de dar cabida a expresiones ajenas al campo específico de las Ciencias Sociales. Palabras clave: Ciencias Sociales, investigación, reflexión, revisión. Todos los contenidos de la Revista son de libre acceso y se pueden descargar en formato PDF, HTML y en versión e-book.
INDEXACIÓN
La Revista de Estudios Sociales está incluida actualmente en los siguientes directorios y servicios de indexación y resumen: • CIBERA - Biblioteca Virtual Iberoamericana/España/Portugal (German Institute of Global and Area Studies, Alemania), desde 2007. • CLASE - Citas latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (UNAM, México), desde 2007. • CREDI - Centro de Recursos Documentales e Informáticos (Organización de Estados Iberoamericanos, OEI), desde 2008. • DIALNET - Difusión de Alertas en la Red (Universidad de La Rioja, España), desde 2006. • DOAJ - Directory of Open Access Journal (Lund University Libraries, Suecia), desde 2007. • EP Smartlink fulltext, fuente académica, Current Abstrac, TOC Premier, SocINDEX with full text (EBSCO Information Services, Estados Unidos), desde 2005. • HAPI - Hispanic American Periodical Index (UCLA, Estados Unidos), desde 2008. • Historical Abstracts y America: History &Life (EBSCO Information Services, antes ABC-CLIO, Estados Unidos), desde 2001. • Informe académico y Académica onefile (Thompson Gale, Estados Unidos), desde 2007. • LatAm -Estudios Latinamericanos (International Information Services, Estados Unidos), desde el 2009. • LATINDEX - Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (México), desde 2004. • Linguistics & Language Behavior Abstracts, Sociological Abstracts, Social Services Abstracts, World Wide Political Science Abstracs (SCA- Cambridge Scientific Abstracts, Proquest, Estados Unidos), desde 2000. • Ocenet (Editorial Oceano, España), desde 2003. • PRISMA - Publicaciones y Revistas Sociales y Humanísticas (CSA-ProQuest, Gran Bretaña). • PUBLINDEX - Índice Nacional de Publicaciones Seriadas Científicas y Tecnológicas Colombianas, (Colciencias, Colombia), desde 2004. Actualmente en categoría A1. • RedALyC - Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe, España y Portugal (UAEM, México), desde 2007. • SciELO Citation Index (Thomson Reuters – SciELO), desde 2013. • SciELO - Scientific Electronic Library Online (Colombia), desde 2007. • SCOPUS - Database of abstracts and citations for scholarly journal articles (Elsevier, Países Bajos), desde 2009. • Social Sciences Citation Index (ISI, Thomson Reuters, Estados Unidos), desde 2009. • Ulrich’s Periodicals Directory (CSA- Cambridge Scientific Abstracs ProQuest, Estados Unidos), desde 2001. Portales Web a través de los cuales se puede acceder a la Revista de Estudios Sociales: • http://www.lablaa.org/listado_revistas.htm (Biblioteca Luis Angel Arango, Colombia). • http://www.portalquorum.org (Quórum Portal de Revistas, Universidad de Alcalá, España). • http://sala.clacso.org.ar/biblioteca/Members/lenlaces (Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO, Argentina).
Sexualidades e interseccionalidad en América Latina, el Caribe y su diáspora Presentación 9-17
• Mara Viveros Vigoya – Universidad Nacional de Colombia • Carmen Gregorio Gil – Universidad de Granada, España
Dossier 19-32 33-46 47-58 59-71
Interseccionalidad y políticas públicas LGBTI en Colombia: usos y desplazamientos de una noción crítica • Camila Esguerra Muelle – Universidad Nacional de Colombia • Jeisson Alanis Bello Ramírez – Universidad Nacional de Colombia
Iglesias y grupos espirituales para la diversidad sexual y de género en México: intersecciones sobre religión y género • Karina Berenice Bárcenas Barajas – Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México
Algunas reflexiones sobre la construcción cotidiana de la maternidad y la sexualidad de jóvenes madres en la implementación de una política social en el conurbano bonaerense • Ana Cecilia Gaitán – Universidad de Buenos Aires, Argentina
“Siendo una más”. Trabajo de campo e intimidad
• Ana Alcázar-Campos – Universidad de Granada, España
Bricheros: sexo, raza y etnicidad en contextos turísticos 72-86
• José María Valcuende del Río – Universidad Pablo de Olavide, España • Rafael Cáceres Feria – Universidad Pablo de Olavide, España
87-100
Escapando a los estereotipos (sexuales) racializados: el caso de las personas afrodescendientes de clase media en Bogotá
101-112
Repensar la sexualidad desde el campo migratorio: una etnografía multisituada sobre parejas heterosexuales migrantes colombianas
113-127 128-143
• Klára Hellebrandová – École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia
• Herminia Gonzálvez – Universidad Alberto Hurtado, Chile
Otras prácticas educomunicativas: otras sexualidades, potencialmente otro ethos científico • Tania Pérez Bustos – Pontificia Universidad Javeriana, Colombia • Daniela Botero Marulanda – Pontificia Universidad Javeriana, Colombia
Cuestionamiento de dinámicas de patologización y exclusión discursiva desde perspectivas trans e intersex • Amets Suess – Universidad de Granada, España
Otras Voces 145-158
159-175
Los usos del folclore y la construcción de una identidad regional “costeña” y nacional en la obra de Antonio Brugés Carmona, 1940-1950 • Hugues R. Sánchez Mejía – Universidad del Valle, Colombia • Adriana Santos Delgado – Universidad del Valle, Colombia
Calidad de vida urbana: una propuesta para su evaluación
• Wilson Giovanni Jiménez Barbosa – Universidad Jorge Tadeo Lozano, Colombia • Jorge Iván González Borrero – Universidad Externado de Colombia
176-189
Más allá de la racionalidad económica: una nueva aproximación para la comprensión de la emigrante latinoamericana que llega a Santiago de Chile
190-204
Análisis institucional multiagente: el problema de estructuración y agencia en la explicación de la emergencia de estructuras de gobernanza
• Verónica Correa Pereira – École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia
• Alexander González-Chavarría – Pontificia Universidad Javeriana, Colombia
Documentos 206-208
La mujer que amaba los libros y muchas cosas más • Renán Silva – Universidad de los Andes, Colombia
Debate 210-215
Entrevista a Verena Stolcke
• Verena Stolcke – Universidad Autónoma de Barcelona, España • Isabel Holgado – Universidad de Barcelona, España
Lecturas 217-219
¿Hacia un encuentro etnográfico no humano? Reseña del libro Hawking Incorporated: Stephen Hawking and the Anthropology of the Knowing Subject, de Hélène Mialet • Giancarlo Cornejo – University of California, Estados Unidos
220-222
Turismo y pobreza en la ciudad. Reseña del libro Touring Poverty, de Bianca Freire-Medeiros
223-225
Avtar Brah. 2011. Cartografías de la diáspora: identidades en cuestión
226-228
• María José Álvarez Rivadulla – Universidad del Rosario, Colombia • Virginia Negro – Universidad de Granada, España
Camilo Quintero Toro. 2012. Birds of Empire, Birds of Nation. A History of Science, Economy, and Conservation in United States-Colombia Relations • Juan Pablo Ardila Falla – Universidad de los Andes, Colombia
Sexuality and Intersectionality in Latin America, the Caribbean, and their Diaspora Presentation 9-17
• Mara Viveros Vigoya – Universidad Nacional de Colombia • Carmen Gregorio Gil – Universidad de Granada, Spain
Dossier 19-32 33-46 47-58 59-71 72-86 87-100
Intersectionality and LGBTI Public Policies in Colombia: Uses and Displacements of a Critical Notion • Camila Esguerra Muelle – Universidad Nacional de Colombia • Jeisson Alanis Bello Ramírez – Universidad Nacional de Colombia
Churches and Spiritual Groups for Sexual and Gender Diversity in Mexico: Intersections of Religion and Gender • Karina Berenice Bárcenas Barajas – Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Mexico
Some Reflections on the Everyday Construction of the Maternity and Sexuality of Young Mothers in the Implementation of Social Policy in the Buenos Aires Metropolitan Area • Ana Cecilia Gaitán – Universidad de Buenos Aires, Argentina
“Being One More.” Fieldwork and Intimacy
• Ana Alcázar-Campos – Universidad de Granada, Spain
Bricheros: Sex, Race and Ethnicity in Tourist Settings
• José María Valcuende del Río – Universidad Pablo de Olavide, Spain • Rafael Cáceres Feria – Universidad Pablo de Olavide, Spain
Escaping Racialized (Sexual) Stereotypes: The Case of Middle-Class Afro-Descendants in Bogota • Klára Hellebrandová – École des Hautes Études en Sciences Sociales, France
Rethinking Sexuality from the Field of Migration: A Multi-Sited Ethnography of Colombian Migrant Heterosexual Couples • Herminia Gonzálvez – Universidad Alberto Hurtado, Chile
Other Edu-Communicative Practices: Other Sexualities, Potentially another Scientific Ethos 113-127
• Tania Pérez Bustos – Pontificia Universidad Javeriana, Colombia • Daniela Botero Marulanda – Pontificia Universidad Javeriana, Colombia
Questioning Dynamics of Pathologization and Discursive Exclusion from Trans and Intersex Perspectives • Amets Suess – Universidad de Granada, Spain
Other Voices 145-158
159-175
The Uses of Folklore and the Construction of a National and “Costeña” Regional Identity in the Work of Antonio Carmona Brugés, 1940-1950 • Hugues R. Sánchez Mejía – Universidad del Valle, Colombia • Adriana Santos Delgado – Universidad del Valle, Colombia
Quality of Life and Multi-Dimensional Poverty Index as a Method of Evaluation • Wilson Giovanni Jiménez Barbosa – Universidad Jorge Tadeo Lozano, Colombia • Jorge Iván González Borrero – Universidad Externado de Colombia
176-189
Beyond Economic Rationality: A New Approach to the Understanding of Female Latin-American Emigrants Arriving in Santiago de Chile
190-204
Multi-Agent Institutional Analysis: The Social Agency and Structuration Problem in the Explanation of the Emergence of Governance Structures
• Verónica Correa Pereira – École des Hautes Études en Sciences Sociales, France
• Alexander González-Chavarría – Pontificia Universidad Javeriana, Colombia
Documents 206-208
The Woman who Loved Books and Many Other Things • Renán Silva – Universidad de los Andes, Colombia
Debate 210-215
Verena Stolcke Interview
• Verena Stolcke – Universidad Autónoma de Barcelona, Spain • Isabel Holgado – Universidad de Barcelona, Spain
Readings 217-219 220-222 223-225 226-228
Towards a non-human ethnographic encounter? Book Review Hawking Incorporated: Stephen Hawking and the Anthropology of the Knowing Subject, by Hélène Mialet • Giancarlo Cornejo – University of California, United States
Tourism and Poverty in the City. Book Review Touring Poverty, by Bianca Freire-Medeiros • María José Álvarez Rivadulla – Universidad del Rosario, Colombia
Avtar Brah. 2011. Cartografías de la diáspora: identidades en cuestión • Virginia Negro – Universidad de Granada, Spain
Camilo Quintero Toro. 2012. Birds of Empire, Birds of Nation. A History of Science, Economy, and Conservation in United States-Colombia Relations • Juan Pablo Ardila Falla – Universidad de los Andes, Colombia
Sexualidades e interseccionalidades na América Latina, no Caribe e sua diáspora 9-17
Apresentação
• Mara Viveros Vigoya – Universidad Nacional de Colombia • Carmen Gregorio Gil – Universidad de Granada, Espanha
Dossiê 19-32 33-46 47-58 59-71 72-86 87-100 101-112 113-127 128-143
Interseccionalidade e políticas públicas LGBTI na Colômbia: usos e deslocamentos de uma noção crítica • Camila Esguerra Muelle – Universidad Nacional de Colombia • Jeisson Alanis Bello Ramírez – Universidad Nacional de Colombia
Igrejas e grupos espirituais para a diversidade sexual e de gênero no México: intersecções sobre religião e gênero • Karina Berenice Bárcenas Barajas – Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México
Algumas reflexões sobre a construção cotidiana da maternidade e da sexualidade de mães jovens, na implementação de uma política social na Região Metropolitana de Buenos Aires • Ana Cecilia Gaitán – Universidade de Buenos Aires, Argentina
“Sendo uma a mais”. Trabalho de campo e intimidade • Ana Alcázar-Campos – Universidad de Granada, Espanha
Bricheros: sexo, raça e etnicidade em contextos turísticos
• José María Valcuende del Río – Universidad Pablo de Olavide, Espanha • Rafael Cáceres Feria – Universidad Pablo de Olavide, Espanha
Fugindo dos estereótipos (sexuais) racializados: o caso das pessoas afrodescendentes de classe média em Bogotá • Klára Hellebrandová – École des Hautes Études en Sciences Sociales, França
Repensar a sexualidade desde o campo migratório: uma etnografia multisituada sobre casais heterossexuais migrantes colombianas • Herminia Gonzálvez – Universidad Alberto Hurtado, Chile
Outras práticas educomunicativas: outras sexualidades, potencialmente outro ethos científico • Tania Pérez Bustos – Pontifícia Universidad Javeriana, Colômbia • Daniela Botero Marulanda – Pontifícia Universidad Javeriana, Colômbia
Questionamento de dinâmicas de patologização e exclusão discursiva a partir de perspectivas trans e intersex • Amets Suess – Universidad de Granada, Espanha
Outras Vozes 145-158
159-175
Os usos do folclore e da construção de uma identidade regional “costenha” e nacional na obra de Antonio Brugés Carmona, 1940-1950 • Hugues R. Sánchez Mejía – Universidad del Valle, Colômbia • Adriana Santos Delgado – Universidad del Valle, Colômbia
Qualidade de vida urbana: uma proposta para sua avaliação
• Wilson Giovanni Jiménez Barbosa – Universidad Jorge Tadeo Lozano, Colômbia • Jorge Iván González Borrero – Universidad Externado de Colombia
176-189
Mais além da racionalidade econômica: uma nova aproximação para a compreensão da emigrante latino-americana que chega a Santiago do Chile
190-204
Análise institucional multiagente: o problema de estruturação e agência na explicação da emergência de estruturas de governança
• Verónica Correa Pereira – École des Hautes Études en Sciences Sociales, França
• Alexander González-Chavarría – Pontifícia Universidad Javeriana, Colômbia
Documentos 206-208
A mulher que amava os livros e muitas coisas mais • Renán Silva – Universidad de los Andes, Colômbia
Debate 210-215
Entrevista à Verena Stolcke
• Verena Stolcke – Universidad Autónoma de Barcelona, Espanha • Isabel Holgado – Universidad de Barcelona, Espanha
Leituras 217-219
Rumo a um encontro etnográfico não humano? Resenha do livro Hawking Incorporated: Stephen Hawking and the Anthropology of the Knowing Subject, de Hélène Mialet • Giancarlo Cornejo – University of California, Estados Unidos
220-222
Turismo e pobreza na cidade. Resenha do livro Touring Poverty, de Bianca Freire-Medeiros
223-225
Avtar Brah. 2011. Cartografías de la diáspora: identidades en cuestión
226-228
• María José Álvarez Rivadulla – Universidad del Rosario, Colômbia • Virginia Negro – Universidad de Granada, Espanha
Camilo Quintero Toro. 2012. Birds of Empire, Birds of Nation. A History of Science, Economy, and Conservation in United States-Colombia Relations • Juan Pablo Ardila Falla – Universidad de los Andes, Colômbia
Presentación Mara Viveros Vigoyav - Carmen Gregorio GilD
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.01
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os embarcamos con mucho entusiasmo en la coordinación de este monográfico de la Revista de Estudios Sociales, debido a nuestra participación en diferentes proyectos de investigación sobre sexualidad, tanto conjuntamente1 como con otros grupos de investigación y proyectos en los que cada una de nosotras hemos venido trabajando.2 Ambas somos conscientes del interés que en los últimos años ha ido tomando el estudio de las sexualidades en las Ciencias Sociales y en la etnografía en particular. Durante este tiempo hemos estado involucradas de distintas maneras en proyectos feministas de transformación social, y de defensa de los derechos ligados a las sexualidades e identidades de género no heteronormativas. En nuestros acercamientos al estudio de la sexualidad hemos adoptado una perspectiva interseccional para ilustrar las sexualidades que operan en contextos racializados, bien sea por las relaciones históricas coloniales que los han constituido (Viveros 2009 y 2013;
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Wade, Urrea y Viveros 2008), bien sea por las políticas migratorias de la Unión Europea hacia la ciudadanía procedente de países no comunitarios (Gregorio 2004 y 2010). Con base en esta experiencia académica y política común planteamos la convocatoria que dio origen a este número monográfico. Debemos al feminismo el hecho de que situó en la escena política la sexualidad como relación de poder (Millet 1971), ya que, como señala Pat Caplan, la sexualidad no fue conectada analíticamente con lo político por parte de otros movimientos sociales, incluso, “el marxismo la desconsideró como superestructura al no vincularla con la lucha de clases” (Caplan 1987, 8). La distinción analítica entre sexualidad y género, y al mismo tiempo su articulación, se han venido planteando en las ciencias sociales desde 1980,3 siendo fundamentales las aportaciones que se hicieron desde el movimiento lésbico, y en los últimos años, desde el movimiento transexual.4
Doctora en Ciencias Sociales por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), Francia. Profesora asociada Escuela de Estudios de Género y Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: mviverosv@unal.edu.co Doctora en Antropología por la Universidad Autónoma de Madrid, España. Profesora titular en el Departamento de Antropología Social, Universidad de Granada, España. Correo electrónico: carmengg@ugr.es En el marco del 54 Congreso Internacional de Americanistas (54 ICA), celebrado en julio de 2012 en la ciudad de Viena (Austria), coordinamos el Simposio “Sexualidades y colonialidad del poder en América Latina, el Caribe y su diáspora”. Queremos volver a agradecer aquí a todas las personas que presentaron sus trabajos en este simposio, ya que sin duda los interrogantes y discusiones que se dieron en él han sido los que nos han animado a plantear esta propuesta en la Revista de Estudios Sociales. En el caso de Carmen Gregorio, en el proyecto de investigación “Laboratorio iberoamericano para el estudio sociohistórico de las sexualidades (FEM201129275)”, dirigido por el profesor José María Vancuende de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), y la dirección de diferentes trabajos de investigación de máster y doctorado sobre parentescos y sexualidades transgresoras, disidentes del sistema heteronormativo y patriarcal, en el marco del grupo de investigación “Otras. Perspectivas Feministas en Investigación Social”. En el caso de Mara Viveros, en distintos proyectos de la línea “Biopolítica y sexualidades” del Grupo Interdisciplinario de Estudios de Género (GIEG), que han sido desarrollados explícitamente desde una perspectiva teóricometodológica interseccional. Cabe mencionar al respecto, la influencia de la obra de Michel Foucault y los trabajos pioneros de los años ochenta, tales como el de Jeffrey Weeks (1981), Sex, Politics and Society, o el de Gayle Rubin (1984), “Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of Politics of Sexuality”. Todos ellos contribuyeron a desnaturalizar la sexualidad y a darle un lugar preeminente en la comprensión de las desigualdades sociales. En el caso de la antropología social, ésta no estuvo especialmente interesada en el estudio de la sexualidad, como plantea Vance (1984, 393). Sin duda, uno de los hechos más asentados durante largo tiempo en la teoría antropológica fue la “naturalización de la sexualidad”. Fueron las críticas feministas dentro de la disciplina las que sacaron a la luz las relaciones de poder implícitas en la normativización de un tipo de sexualidad: la heterosexual y reproductiva. Véase, por el ejemplo, el libro, recientemente publicado en el contexto español, Transfeminismos de Miriam Solá y Elena Urko (2013).
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Revista de Estudios Sociales No. 49 • rev.estud.soc. • Pp. 252. ISSN 0123-885X • Bogotá, mayo - agosto de 2014 • Pp. 9-17.
En las últimas décadas, y por debates internos del movimiento feminista en torno al sujeto político del feminismo (Carby 2008 [1982]; hooks 1984, entre otros), se empezaron a pensar las articulaciones del género y la sexualidad con otras relaciones de dominación como la raza y la etnicidad, no sólo en forma de analogía sino de intersección, es decir, ilustrando la simultaneidad y consustancialidad de estas opresiones (Viveros 2009). Las teorías feministas y de género señalaron que no era posible entender el género sin considerar constantemente la clase, la raza, y los distintos marcadores de desigualdad social; y al entender el género como una relación social y no como una diferencia esencial, la crítica feminista acercó el género a otras formas de dominación social y abrió el espacio para pensar la dominación de género como un caso particular de la dominación social.
En la actualidad, las relaciones de género, sexualidad, raza, clase y edad parecen no poder pensarse sin tener en cuenta ese proceso de articulación e intersección en el cual se sedimentan mutuamente y producen categorías de identidad, percepción y acción comunes (Bereni et al. 2008, 206). Algunos de los trabajos reunidos en este monográfico de la Revista de Estudios Sociales, se inspiraron en los aportes del black feminism, el feminismo de Mujeres de Color y los feminismos descoloniales latinoamericanos y del Caribe (hooks 2004; Crenshaw 1994 y 2002; Collins 1998; Davis 2004; Lugones 2008) —que dieron lugar al enfoque interseccional— que ilustran este proceso. Basadas en este tipo de consideraciones teóricas, nos propusimos abrir un diálogo acerca de las interrelaciones indisociables que se dan entre las categorías género, sexualidad, raza, etnia, edad, entre otros marcadores de diferencia y desigualdad social en las sociedades latinoamericanas, teniendo en cuenta que en esta región, la sexualidad y el género han sido moldeados por las jerarquías de raza, etnicidad, sexo/género y clase que estructuran su ordenamiento social.
Autoras como la socióloga francesa Colette Guillaumin (1972) utilizaron las críticas de la categoría “raza” para pensar el sexo y para redefinir a las mujeres, no como grupo natural sino como una clase social naturalizada. A la inversa, la comparación entre la dominación sexual y el racismo fue utilizada para entender el mecanismo racista, considerando que el tratamiento análogo que sufren las mujeres y los sujetos racializados explica su estatus como grupos que están sociológicamente en situación de dependencia o inferioridad, y que son pensados como particulares frente a un grupo general, supuestamente desprovisto de cualquier peculiaridad social.
Este proyecto nos suscitó no pocas preguntas, que traemos de nuevo aquí: ¿Cómo surge el interés en las ciencias sociales latinoamericanas y del Caribe por las articulaciones entre sexualidad, género, raza y etnicidad? ¿Qué categorías teóricas se movilizan en las investigaciones sobre el tema? ¿Qué retos metodológicos supone investigar la sexualidad en contextos donde la raza y la etnicidad son marcadores importantes de desigualdad social? ¿Qué efectos tienen los ordenamientos sociorraciales en las percepciones y experiencias de la sexualidad? ¿De qué forma influye la retórica del multiculturalismo latinoamericano en las maneras de relacionar raza y sexo en la investigación sobre sexualidades en América Latina y el Caribe? ¿Qué dilemas enfrentan las “mujeres y hombres europeos blancos” al estudiar la sexualidad en contextos latinoamericanos y del Caribe? ¿Quiénes tienen el derecho y la legitimidad para hablar sobre la sexualidad de los grupos subalternos? ¿De qué manera inciden los distintos sistemas de opresión en la constitución de los derechos sexuales y reproductivos de las poblaciones de Latinoamérica y del Caribe y de su diáspora en contextos de migración? ¿Qué importancia tiene la regulación de la sexualidad en la relación entre identidades nacionales, raza y etnicidad? ¿Cómo se pueden pensar, desde una perspectiva interseccional, las sexualidades disidentes? ¿Es posible escapar a la trampa de los estereotipos sexuales racializados? Y por
Uno de los modelos teóricos y metodológicos más elaborados para pensar la articulación entre estos sistemas de opresión, es el conocido con el nombre de interseccionalidad. Si bien este enfoque no es novedoso dentro del feminismo, lo que sí es relativamente nuevo es la forma en que ha circulado en los últimos tiempos, en distintos y variados contextos académicos y políticos, como uno de los enfoques clave de los debates contemporáneos en torno a la “diferencia”, la diversidad y la pluralidad (Viveros 2010). En sus inicios, los estudios de interseccionalidad se dirigieron contra la hegemonía del feminismo blanco, demostrando —como lo hicieron el grupo pionero del Black feminism, la Colectiva del Rio Combahee, en 1977, o académicas feministas como Angela Davis, Audre Lorde, bell hooks, June Jordan, Patricia Hill Collins, María Lugones— que la categoría “mujer”, empleada por muchas teorías feministas, había sido constituida basándose en la experiencia de las mujeres privilegiadas por razones de clase y raza, ignorando la situación de las mujeres cuya situación social era diferente.
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Mara Viveros Vigoya, Carmen Gregorio Gil
Presentación
último, ¿cómo incide la migración en la organización social de la sexualidad?
La noción de interseccionalidad interrogada
Sin duda, nuestro reto era ambicioso para las páginas de una revista y los tiempos limitados con los que nos movíamos; en cualquier caso, nuestros interrogantes estuvieron formulados para animar a la participación, retomar viejas discusiones y abrir otras nuevas. Recibimos un total de veinticuatro contribuciones,5 todas ellas muy interesantes, pero sólo nueve de éstas fueron seleccionadas para este número, que quisimos enriquecer con la aportación de Verena Stolcke, en forma de entrevista.6 La profesora Stolcke no sólo ha sido un referente fundamental para ambas en nuestro transitar por la antropología social y el feminismo, sino que es una de las pioneras en el análisis entrelazado de las dominaciones de género, raza y sexualidad, habiendo tenido su obra una gran influencia en el contexto hispano y caribeño. Poder entablar con Verena un diálogo, décadas después de su obra pionera, Marriage, Class, and Colour in Nineteenth Century Cuba, publicada en 1974 y traducida al castellano en 1992, con el título Racismo y sexualidad en la Cuba colonial, con el objeto de situar sus contribuciones en las discusiones más recientes sobre la interseccionalidad, nos parece que puede ser revelador de cruces, ramificaciones y bifurcaciones de este concepto.
Los trabajos que hemos incluido en esta sección interpelan la noción de interseccionalidad, señalando sus alcances y sus límites. Camila Esguerra Muelle y Jeisson Alanis Bello Ramírez recogen y enriquecen el legado de los cuestionamientos feministas del carácter universal del género, al definir la interseccionalidad “como un enfoque y una perspectiva que busca comprender el funcionamiento de las opresiones entrelazadas como una ‘matriz de dominación’” (Collins 1998), en la cual no existen categorías de poder jerarquizadas o sumadas, sino ejes de poder entretejidos, que configuran redes de posiciones sociales estructuradas por la inseparabilidad de las categorías de género, raza, clase, sexualidad, edad, capacidad, entre otras categorías de diferencia (Esguerra y Bello 2013). Por su parte, Karina Berenice Bárcenas Barajas asume el reto de pensar el enfoque de la interseccionalidad por fuera de los marcos habituales en los que ha sido utilizada para entender los entrecruzamientos entre género, sexualidad, raza y etnia. En efecto, en su trabajo titulado, “Iglesias y grupos espirituales para la diversidad sexual y de género en México: intersecciones sobre religión y género”, Bárcenas explora otras imbricaciones opresivas como las del “binomio religión y género”.
En los artículos que componen este número, no todas ni todos los autores mencionan explícitamente el concepto de interseccionalidad, si bien incorporan en sus análisis una comprensión del funcionamiento intricado de las distintas opresiones que construyen las realidades sociales que estudian. Todas y todos se detienen en el examen de la construcción histórica y cultural y del entrecruzamiento de estas relaciones de poder; igualmente, en el análisis de la significación que adquiere la sexualidad en diferentes contextos en los que operan estas diferencias y desigualdades.
Como se indica en el título de su trabajo “Interseccionalidad y políticas públicas LGBTI en Colombia: usos y desplazamientos de una noción crítica”, Esguerra Muelle y Bello Ramírez proponen una reflexión sobre la trayectoria que ha seguido la interseccionalidad, como categoría epistémica y política, en su incorporación a las políticas públicas colombianas dirigidas a los sectores sociales LGBTI. El texto describe y analiza las distintas controversias que se han dado tanto dentro como fuera del aparato gubernamental y el movimiento social LGBTI, así como el contexto sociopolítico en que se ha producido dicha incorporación. Con base en su participación en la formulación del Marco político y conceptual de la Política Pública Nacional de los sectores sociales LGBTI, las autoras apuestan por una “comprensión compleja de las desigualdades, en donde las jerarquías sexuales y de género no pueden ser intervenidas desde la política pública, si no se considera su inseparable relación con las jerarquías de clase, raza-etnia, edad, territorio, capacidad física, motora, sensorial, entre otras (Esguerra y Bello 2013)”.
Hemos agrupado los artículos en tres secciones, tituladas, respectivamente, “La noción de interseccionalidad interrogada”, “Reflexiones interseccionales desde la experiencia etnográfica” y “El carácter situacional de la sexualidad en el conocimiento científico”, que presentaremos a continuación. 5
No queremos dejar de dar las gracias a todas las personas que respondieron a nuestro llamado enviando sus trabajos al Comité Editorial de la revista.
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Queremos agradecer a nuestra querida y admirada colega, que nos regaló su tiempo para la realización de esta entrevista, así como a Isabel Holgado, que, ante nuestras dificultades para desplazarnos a la ciudad donde reside Verena, se prestó para realizar la entrevista.
Esguerra y Bello plantean una cuestión epistemológica crucial: ¿qué hacer ante la apropiación de los conceptos críticos de los movimientos sociales por parte de los
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Estados y las organizaciones internacionales con el propósito de institucionalizar las luchas, despolitizar las agendas sociales y reforzar los mecanismos de dominación? Su trabajo, al mismo tiempo que es profundamente crítico del proyecto multicultural estatal y sus concepciones identitarias, es esperanzador, porque afirma la potencialidad analítica y política del concepto interseccionalidad. Para Esguerra y Bello, la interseccionalidad permite entender e interpretar de forma compleja los “problemas sociales”, los actores políticos y las políticas públicas. Además, puede subvertir o por lo menos erosionar la maquinaria estatal de producción de diferencias y desigualdades, en un contexto de progresiva cooptación, privatización y despolitización de las demandas y propuestas de los movimientos sociales. Sin embargo, introducir un saber como el de la interseccionalidad —que proviene de los feminismos críticos— para la construcción de propuestas institucionales no es una tarea libre de riesgos, más aún si tenemos en cuenta el actual contexto de privatización del conocimiento y de los distintos saberes que están siendo cooptados por los Estados y los organismos internacionales, con el triste resultado de la institucionalización de las luchas y la despolitización de las agendas sociales.
de la sexualidad no son las de raza y etnia; también, las articulaciones de la sexualidad y el género con la religión y los sistemas morales construyen diversos sistemas de inclusión-exclusión en los que hay posiciones diferenciadas. En consecuencia, el marco de la interseccionalidad interpelado por estas nuevas diferencias abre otras posibilidades interpretativas de los sistemas de normalización e inclusión en el campo religioso.
Reflexiones interseccionales desde la experiencia etnográfica Los trabajos agrupados en esta sección se detienen en el examen de la forma en que operan, en distintos contextos y situaciones sociales específicos, la construcción histórica y cultural y el entrecruzamiento o coproducción de las relaciones de poder. Sus análisis de la significación que adquieren los comportamientos y relaciones sexuales y afectivos en dichos contextos nos permitirán comprender las estrategias de dominación y subversión que se activan en distintos escenarios sociales, al tiempo que los efectos de las diferencias de etnicidad, raza, clase, género o edad, en las negociaciones que se producen entre distintos actores sociales colectivos e individuales.
La apuesta de Bárcenas por incluir en la interseccionalidad el binomio religión y género, le permite analizar la interrelación de las identidades sexuales y de género en los planos religioso y espiritual como procesos dinámicos en los que se interpretan y se resignifican las normas de género y la sexualidad, configuradas y legitimadas en gran parte por las instituciones religiosas. El panorama que presenta muestra, desde esta perspectiva interseccional, cómo ciertos sectores sociales LGBT, discriminados y estigmatizados históricamente por la Iglesia católica, fueron “capaces de posicionarse de manera distinta en el campo religioso y en el campo de la sexualidad y el género, a través de diversos procesos de inclusión que visibilizaron la importancia de la religión para algunas identidades LGBT”.
Ana Cecilia Gaitán se centra en su trabajo en las formas de intervención estatal sobre las sexualidades juveniles y las disputas de sentidos en torno a la maternidad que se producen en la implementación de una política social destinada a jóvenes en el conurbano bonaerense. A través de su acercamiento etnográfico nos va mostrando cómo determinados comportamientos son construidos como legítimos y deseables, mientras que otros son definidos como ilegítimos para las jóvenes madres. Sin embargo, las ideas que expresan los distintos agentes estatales respecto de las jóvenes del barrio no son uniformes; por el contrario, son confusas y ambiguas, debido a que los significados y valores asociados a lo juvenil se entrelazan de manera diversa con los que se vinculan con lo femenino y las sexualidades. Las intersecciones de género, sexualidad y edad producen significados que pueden resultar no sólo contradictorios sino cambiantes, poniendo de manifiesto que el Estado no es una estructura homogénea que actúa “imponiendo un único corpus de expectativas de género a las mujeres”.
Para Bárcenas, la propuesta teórica de la interseccionalidad pone en evidencia las resistencias que se pueden ofrecer a los procesos de exclusión en distintos ámbitos de la vida social, y la forma en que puede ser analizada la búsqueda de reconocimiento de la diversidad sexual en el campo religioso. La variedad de las iglesias y grupos espirituales para la diversidad sexual y de género que encuentra en su investigación devela que la necesidad de trascendencia que garantizan los bienes de salvación no es exclusiva de los sujetos heterosexuales. Por eso, para Bárcenas, las únicas opresiones relevantes en el dominio
En el texto “Siendo una más”. Trabajo de campo e intimidad”, Ana Alcázar comparte las tensiones vividas durante su trabajo etnográfico en Cuba para mantener la suficiente distancia como investigadora, pero al mismo tiempo reivindicar “ser una más” en su vida cotidiana. A
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Presentación
pesar de sus intenciones y de haber formado parte de “su familia cubana”, como hija, esposa, cuñada y amiga, estableciendo relaciones íntimas, la autora continuó experimentando la diferencia entre ella y la población cubana y preguntándose quién era ella para ésta. A partir de un sugerente ejercicio reflexivo —inspirado en Lutz y White (1986), Behar y Gordon (1996) y Gregorio Gil (2006)— sobre el encuentro antropológico y las relaciones de poder negociadas durante el trabajo de campo, Alcázar muestra las ambivalencias de los vínculos entre “cubanos” y “españolas”, atravesados por relaciones de desigualdad histórico-políticas en las que la raza, el género y el origen nacional se hacen presentes, independientemente de la buena voluntad de quien investiga.
mantenido una especial preocupación por conservar la pureza de sangre “blanca”, pero también por “mejorar” la raza. Como concluirán los autores, en comparación con otras formas de sexo en el turismo, el bricherismo presenta especificidades muy asociadas con las propias características de la sociedad peruana. Es una actividad y/o una actitud que suponen, desde una mirada estructural, una reproducción de las relaciones de dominación en los ámbitos internacional y nacional, pero al mismo tiempo representan una forma de subversión, que ha contribuido a visibilizar a grupos minorizados convertidos en los “conquistados conquistadores”. El trabajo etnográfico de Klára Hellebrandová, por su parte, busca identificar hasta qué punto el tipo de multiculturalismo vigente en Colombia desafía o permite desafiar la ideología del mestizaje y el proceso de racialización. Igualmente, pretende mostrar las negociaciones cotidianas que realizan las personas afrodescendientes, que, como actores del multiculturalismo, contribuyen tanto a la transformación como a la reproducción de la racialización. Para hacerlo, utiliza el concepto de interseccionalidad en diálogo con el de la colonialidad del poder (Quijano 2000), tratando de mostrar su centralidad en la “reproducción de los sistemas de dominación y del proceso de racialización” presentes en los procesos identitarios, los estereotipos racistas y las relaciones interraciales conyugales y parentales. Hellebrandová describe las posiciones de las personas “negras” como el resultado del entrecruzamiento de las normas raciales y de género, y las categorías raciales como categorías dinámicas que se reconstruyen en contextos específicos donde operan las intersecciones de raza, sexo, género y clase social. Su trabajo contribuye a pensar el lugar que ocupan las articulaciones de raza, género, sexo e intimidad en los procesos de racialización y racismo, pero también de resistencia y transformación por parte de las personas afrodescendientes como agentes sociales que desafían o reproducen los ordenamientos sociales.
Una de las virtudes de este trabajo es su capacidad de poner en evidencia el valor epistemológico de la emoción para una mejor y más compleja comprensión de la realidad social. Los términos cubanos “jinetero/a”, “jineterismo” y “jinetear”, para referirse a las relaciones entre cubanos y turistas, pero por extensión, como nos desvela Ana Alcázar, a cualquier persona blanca y occidental que visita la Isla, nos hablan de un orden jerárquico geopolítico en el que se fraguan vínculos atravesados simultáneamente por intereses sociales, económicos y simbólicos, y sentimientos de cariño, amistad, amor, fundados en la generosidad y la reciprocidad. En su relato y análisis se desdibujan y cuestionan las fronteras entre relaciones “auténticas” e “interesadas”, para explorar cómo se desencadenan y construyen las relaciones y los sentimientos desde nuestras localizaciones sociopolíticas desiguales. José María Valcuende y Rafael Cáceres dotarán de complejidad su propuesta de análisis de las relaciones entre turismo y sexualidad, a partir de la articulación de las variables edad, sexo, género, “raza”, etnia, nacionalidad y clase social. Tomando la figura del “brichero”, y en un ejercicio de cuestionamiento de los marcos restrictivos en los que encorsetamos la diversidad sexual, estos autores nos recuerdan el carácter fundamentalmente simbólico de la sexualidad humana (Plummer 1991, 151) y nos proponen una mirada localizada y contextualizada. La figura del brichero ayuda a romper estereotipos muy asentados acerca de la relaciones entre pobladores locales y turistas porque “cuestiona y discute una identidad, en la que se articulan el sexo, la clase, la raza y la etnicidad, denostando o ensalzando la figura de los hombres y también de las mujeres que buscan a los turistas”. El brichero parece amenazar la masculinidad blanca hegemónica y quebrar las relaciones de género, clase y raza, en una sociedad en la que las élites han
En un intento de desencializar la categoría parentesco transnacional en los estudios migratorios, Herminia Gonzálvez propone como marco analítico el de las articulaciones de las categorías género, parentesco y sexualidad. Ello la llevará a preguntarse por las vinculaciones establecidas entre la sexualidad y las/os sujetos migrantes, identificando el silencio existente en la literatura sobre la sexualidad de las mujeres migrantes heterosexuales y la pareja heterosexual, frente a la visibilización de otros cuerpos (desgenerizados) y sexualidades (trans, homo). A partir de su trabajo de campo, nos propone un acercamiento etnográfico y multisituado como forma de
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acceder al espacio de intimidad en el que tienen lugar las prácticas sexuales y las narraciones sobre las mismas. Con ello, Herminia Gonzálvez se propone sacar a la luz el campo de la sexualidad no reproductiva de las parejas migrantes heterosexuales, para mostrar cómo se reproduce, pero también cómo se resiste y cuestiona, el orden de poder de género y parentesco en las subjetividades de las mujeres migrantes colombianas.
modelado por normas, prácticas y expectativas androcéntricas. El trabajo expuesto analiza las ambivalencias que suscitan las intersecciones entre el privilegio (como intelectuales de clase media) y la marginalidad (en razón de la sexualidad) de estas académicas, no posicionadas desde la heterosexualidad. En efecto, su quehacer científico y su toma de posición crítica están atravesados por —al mismo tiempo que configuran— su relación reflexiva con su sexualidad. Así, las mujeres que hacen parte de la investigación de estas autoras problematizan permanentemente las categorías sexuales en relación con sus prácticas como científicas y su lugar “marginal” dentro del campo.
En los trabajos etnográficos de Alcázar, Gonzálvez, Hellebrandová, Valcuende y Cáceres, la relación de cercanía e intimidad mantenida con las y los sujetos de sus investigaciones durante sus trabajos de campo les permite adentrarse en las prácticas y los discursos sobre la sexualidad, aun no siendo el objeto de estudio en algunos casos. La reflexividad desplegada en este encuentro entre investigadores outsider con pobladores locales, entre cuerpos racializados y sexualizados desde distintos órdenes históricos y sociopolíticos, aportará interesantes reflexiones epistemológicas y éticas sobre el trabajo de campo. A través de la descripción de sus experiencias etnográficas, no sólo podremos captar e ilustrar la complejidad de las relaciones sociales cotidianas y constituyentes, lo informal e intersticial, sino también, como nos lo recuerda Gaitán en su trabajo, los entramados de intereses presentes en las intervenciones estatales territorializadas.
Pérez Bustos y Botero Marulanda ofrecen un análisis revelador a partir de las prácticas de educación-comunicación —no reconocidas por los sistemas de ciencia y tecnología en vigor— performadas por estas científicas colombianas autorreconocidas como lesbianas, al llevar a cabo una crítica feminista, desde el ethos del cuidado, a los valores androcéntricos que configuran el campo científico. Como expresan las propias autoras, “es de nuestro interés presentar cómo estos lugares excéntricos tienen el potencial de reconfigurar el sentido de ciencia clásico y de constituirse en ejemplos de ciencias sucesoras (Harding 1986), o de lo que de modo más reciente Pérez-Bustos (2014) ha llamado una ciencia cuidadosa”. Para ellas, pensar desde el cuidado implica repolitizar el trabajo científico visibilizando la centralidad que tienen en él las prácticas pedagógicas y comunicativas, en este caso de profesoras investigadoras que se autorreconocen como “lesbianas”. Lo pedagógico, configurado por afectos y relacionalidades, emerge como escenario de transformación potencial tanto de la sociedad como del campo científico.
El carácter situacional de la sexualidad en el conocimiento científico El entrelazamiento de las categorías género y sexualidades es igualmente revelador en el análisis de la producción discursiva y en las prácticas investigativas sobre sexualidades no normativas. En el novedoso trabajo de Tania Pérez Bustos y Daniela Botero Marulanda sobre la producción/circulación de conocimiento experto, y en la reflexión de Amets Suess sobre la producción discursiva teórico-activista trans e intersex, se entiende la sexualidad como un ámbito político situacional desde el cual se produce y pone en circulación un conocimiento experto, pero también activismos sociales. Ambos trabajos plantean elementos muy valiosos para el debate sobre interseccionalidad y reflexividad en el campo de las prácticas comunicativas o teórico-activistas de personas o grupos que reivindican una sexualidad no normativa.
Por su parte, Amets Suess, en su trabajo “Cuestionamiento de dinámicas de patologización y exclusión discursiva desde perspectivas trans e intersex”, ilustra el surgimiento en las últimas décadas de una producción discursiva elaborada por académicos-activistas trans e intersex, que está socavando la hegemonía de un discurso médico, jurídico y social que patologiza las experiencias trans e intersex. A partir de su propia experiencia como investigador en el ámbito de la sociología y la salud pública, pero también como activista trans implicado en el activismo por la despatologización trans, Suess presenta distintas prácticas latinoamericanas de resistencia ancladas en proyectos de producción discursiva alternativa sobre la experiencia trans e intersex.
El artículo de Tania Pérez Bustos y Daniela Botero Marulanda explora los efectos del trabajo pedagógico desarrollado por científicas colombianas autorreconocidas como lesbianas, en la producción y circulación del conocimiento experto en un campo como el científico, estructurado y
El primer ejemplo de movilización activista descrito es el que acompañó la llamada “Ley de Identidad de Género” en Argentina; también se hace referencia al activismo
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Presentación
internacional en pro de la despatologización; los efectos iatrogénicos del modelo biomédico y sus prácticas en relación con la intersexualidad; y se aborda asimismo la investigación social que se ha hecho al respecto. Por último, se exponen dos experiencias editoriales teóricoactivistas desde perspectivas trans e intersex.
también sobre las posibilidades que surgen tanto de favorecer e impulsar como de disolver y erosionar el potencial subversivo de la politización de estas diferencias. Los artículos presentados contribuyen, cada uno y de distintas maneras, a la elaboración de nuevas perspectivas de comprensión y transformación de las relaciones de poder —como las que ofrece la interseccionalidad— y a la apertura del espacio real y simbólico de la diversidad sexual, corporal y de género.
Algunos de los hallazgos más interesantes de su trabajo para una publicación como la que presentamos son, por una parte, la importancia que se asigna a estos proyectos como trincheras que se erigen contra la discriminación, la exclusión de las experiencias trans e intersex del orden de lo inteligible y su marginación. Por otra parte, y en resonancia con el primer artículo presentado, el de Esguerra Muelle y Bello Ramírez, el trabajo de Suess deja planteadas preguntas que ponen de relieve todo lo que falta por cambiar para incorporar reflexiones profundas sobre la sexualidad y su interrelación con otras dinámicas sociales, en la investigación, el activismo y la elaboración de políticas públicas. En resumen, no se trata de idealizar las figuras sexuales no heteronormativas como “símbolos de ruptura” del orden sexual binario, sino de superar en las prácticas sociales y discursivas, las dinámicas de su patologización, discriminación y marginación social.
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Los artículos que conforman este número de la Revista de Estudios Sociales aportan en conjunto interesantes y sugerentes reflexiones epistemológicas, metodológicas y éticas sobre los datos que construyen las y los autores durante el trabajo de campo, o a partir de sus propias experiencias, en contacto con los debates políticos y teóricos que suscitan las diferencias sexuales entretejidas con otras diferencias y desigualdades —las étnicoraciales, de clase y edad— que operan en los distintos contextos que estudiaron.
5. Collins, Patricia. 1998. La política del pensamiento feminista negro. En ¿Qué son los estudios de mujeres?, comps. Marysa Navarro y Catherine Stimpson. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 253-312. 6. Crenshaw, Kimberlé. 1994. Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics, and Violence against Women of Color. En The Public Nature of Private Violence, eds. Marta Albertson y Roxanne Mykitiu. Nueva York: Routledge, 93-118.
Como lo ilustran los trabajos reunidos en este número, las imbricaciones de las distintas categorías de dominación no son ajenas a las reflexiones sobre la sexualidad como campo de regulación y de biopoder (Foucault 1991). Así, se ponen en evidencia los dispositivos biopolíticos del Estado en el contexto multicultural latinoamericano, así como la neoliberalización de la producción y circulación del conocimiento externo, y sus efectos tanto en los procesos de subjetivación de su población y de su diáspora como en la definición del quehacer científico y de las políticas públicas.
7. Crenshaw, Kimberlé. 2002. Documento para o encontro de especialistas em aspectos da discriminação racial relativos ao género. Revista Estudos Feministas 10: 171-188. 8. Davis, Angela. 2004. Mujeres, raza y clase. Madrid: Akal Ediciones. 9. Esguerra Muelle, Camila y Jeisson Bello Ramírez. 2013. Marco político y conceptual de la política pública nacional colombiana de los sectores sociales de personas LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales trans e intersex) y de las personas con identidades sexuales y de género no normativas. Bogotá: Ministerio del Interior de Colombia.
A partir de este tipo de análisis se hacen planteamientos críticos sobre esos modos de gobernar y administrar las múltiples “diferencias” sociales, pero
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Mara Viveros Vigoya, Carmen Gregorio Gil
Presentación
Nota editorial
Renán Silva. Es una reflexión basada en el texto 84, Charing Cross Road, que contiene la correspondencia sostenida por décadas entre la escritora estadounidense Helene Hanff y los dueños y demás personal de la librería Marks & Co de Londres. Las comunicaciones entre los libreros y Helene, que se inician con los pedidos de textos de segunda mano que ella les demanda, evolucionan hasta constituirse en lazos de amistad, en un diálogo que tuvo su eje central en la visión compartida del significado del libro. En el apartado de Lecturas se encuentran cuatro reseñas, que discuten temas como la etnografía en relación con el sujeto de conocimiento; la apertura de la pobreza en el turismo internacional; la composición de las identidades étnicas en un contexto de diáspora; y el intercambio científico entre Colombia y Estados Unidos a partir de un análisis historiográfico.
Las profesoras Mara Viveros y Carmen Gregorio presentaron los contenidos del monográfico, como también la entrevista a la académica Verena Stolcke. Procederemos a referirnos al resto de las contribuciones del Número: la sección Otras Voces está compuesta por cuatro artículos que abordan temáticas con diferentes enfoques teóricos y metodológicos. El primero de ellos, es un análisis histórico, titulado “Los usos del folclore y la construcción de una identidad regional ‘costeña’ y nacional en la obra de Antonio Brugés Carmona, 1940-1950”, de Hugues Sánchez y Adriana Santos, donde se muestra la influencia que tuvo el intelectual Antonio Brugés Carmona en la formación de una identidad regional costeña durante 1940 y 1950, vinculado a la construcción de una idea de nación más amplia mediada por los intereses del Estado colombiano. El segundo artículo “Calidad de vida urbana: una propuesta para su evaluación”, de Wilson Jiménez y Jorge González, reflexiona sobre las políticas públicas implementadas en Bogotá para el mejoramiento de la calidad de vida. La evaluación la realizan mediante el empleo del índice de pobreza multidimensional (IPM), y enfatizan en que el IPM es una herramienta fundamental para identificar el acceso de los habitantes de Bogotá a los bienes primarios que garantizan su calidad de vida.
Antes de cerrar la Presentación, queremos contarle a nuestro público de lectores que en el último número de este año estaremos celebrando los quince años de circulación de la Revista de Estudios Sociales. Para esta ocasión especial contaremos con una serie de artículos de reconocidos académicos que presentarán sus reflexiones acerca de la situación política actual del país. También tendremos dos contribuciones, una acerca del surgimiento y consolidación de las ciencias sociales en los ámbitos de la docencia y la investigación en América Latina, y la otra, sobre las investigaciones que viene desarrollando la Facultad de Ciencias Sociales para aproximarse a las grandes problemáticas del país.
En el tercer texto, “Más allá de la racionalidad económica: una nueva aproximación para la comprensión de la emigrante latinoamericana que llega a Santiago de Chile”, de Verónica Correa, el objetivo es demostrar que el flujo migratorio de las mujeres latinoamericanas no solamente responde a razones laborales. Encuentra, también, que los perfiles de las mujeres que migraron a Santiago de Chile, se modifican mediante la experiencia inmigratoria. Esta sección se cierra con la contribución “Análisis institucional multiagente: el problema de estructuración y agencia en la explicación de la emergencia de estructuras de gobernanza”, de Alexander González, quien investiga el efecto de implementar los modelos de gobernanza producto del análisis del neoinstitucionalismo. El autor expone que el uso de los modelos de gobernanza no tienen en cuenta los desarrollos del debate actual acerca de la estructuración y la agencia en el pensamiento sociológico, y señala que la implementación de una nueva perspectiva contribuye a generar un análisis institucional multiagente para la comprensión de los procesos de emergencia de estructuras de gobernanza tanto estatales como no estatales.
A mediados del mes de noviembre del presente año, durante el evento del lanzamiento de las más recientes publicaciones de la Facultad, tendremos como invitado especial al profesor Robert Darnton de la Universidad de Harvard, quien recibió el título “Carl H. Pforzheimer University Professor”, cuando asumió la dirección de la Biblioteca de Harvard, en 2007. Darnton anunció entre sus propósitos aunar su conocimiento sobre la historia del libro, con los avances tecnológicos de comunicación de contenidos, que permitieran desde lo académico producir formas efectivas para fortalecer y transformar el mundo del aprendizaje. En este mismo sentido, su ponencia versará sobre el libro; las librerías y el futuro digital; la creación de la librería digital pública en América, y las políticas digitales de estos procesos. En esta ocasión se encontrará disponible —además de los títulos del lanzamiento— el número celebratorio de la Revista de Estudios Sociales, así como el número 54 de la revista Historia Crítica, que también celebra sus 25 años de circulación. Esperamos contar con la presencia de nuestros lectores en este evento especial.
En la sección Documentos contamos con el texto “La mujer que amaba los libros y muchas cosas más”, de
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Interseccionalidad y políticas públicas LGBTI en Colombia: usos y desplazamientos de una noción crítica* Camila Esguerra Muellev - Jeisson Alanis Bello RamírezD Fecha de recepción: 15 de julio de 2013 Fecha de aceptación: 18 de enero de 2014 Fecha de modificación: 10 de marzo de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.02
RESUMEN Este artículo es una aproximación a las experiencias de formación de políticas públicas en Colombia que han hecho uso de la noción de interseccionalidad, específicamente, las políticas dirigidas a los sectores LGBTI en Bogotá, Valle del Cauca y Colombia. Planteamos un ejercicio analítico de estas experiencias de las que hemos sido partícipes, cada una de nosotras en distintos momentos, y que representan el reto de llevar propuestas de los movimientos sociales y la academia, en particular de los feminismos negros y de color, al escenario estatal. Nuestra participación en la formación de dichas políticas y, ahora, la escritura de este artículo nos permiten buscar porosidades y vínculos en y entre distintos escenarios: el estatal, el académico y los movimientos sociales.
PALABRAS CLAVE Interseccionalidad, LGBTI, políticas públicas, sexualidad, género.
Intersectionality and LGBTI Public Policies in Colombia: Uses and Displacements of a Critical Notion ABSTRACT This article offers an approach to the experiences of public policy formation that have used the concept of intersectionality, in particular, those policies aimed at LGBTI people in Bogota, Valle del Cauca and Colombia in general. We propose an analytical exercise of these experiences, in which we have each participated at different times. These exercises have challenged us in terms of bringing proposals from social movements and academia—such as black feminism and feminisms of color, among other actors—to the realm of the state. Our participation in the formation of these policies, and in writing this article, let us seek strategies that allow for movements among different political arenas and discursive practices, illuminating porosities in and linkages among different scenarios: the state, academia and social movements.
KEY WORDS Intersectionality, LGBTI, public policies, sexuality, gender.
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Este artículo es producto de la reflexión lograda luego de la construcción del “Marco político y conceptual de la política pública nacional colombiana para la garantía de los derechos de las personas de los sectores sociales LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersex) y de las personas con identidades sexuales y de género no normativas”, elaborado para el Ministerio del Interior (Colombia) mediante contrato 26345-170-2012, otorgado por concurso de méritos.
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Maestra en Género y Etnicidad de la Universidad de Utrecht, Holanda, y Antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia. Profesora de la Universidad Nacional de Colombia, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad Externado de Colombia. Investigadora asociada del Grupo Interdisciplinario de Estudios de Género (GIEG) de la Universidad Nacional de Colombia. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Saying ‘Nosotras’: Speech Acts and Collective Lesbian Identities”. En Colombia Sexuality, Culture and Politics: A South American Reader, eds. Horacio Sivori, Sérgio Carrara, Jane Russo, Maria Luiza Heilborn, Anna Paula Uziel y Bruno Zilli. Río de Janeiro: Cepesc (2013), 326-345, y la reseña del libro De la cama a la calle: perspectivas teóricas lésbico-feministas de Jules Falquet. Graduate Journal of Social Science, 2009. Correo electrónico: cesguerram@unal.edu.co Maestra en Estudios de Género y Socióloga de la Universidad Nacional de Colombia. Investigadora asociada del Grupo Interdisciplinario de Estudios de Género (GIEG) de la Universidad Nacional de Colombia. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Género, belleza y apariencia: la clientela de peluquerías en Bogotá”. Revista Nómadas 38 (2013), y “Peluqueros, estilistas y barberos: hegemonías masculinas e identidades laborales en peluquerías y barberías bogotanas”. La Manzana, Revista Internacional de Estudios sobre Varones y Masculinidades, 2012. Correo electrónico: jbellor@unal.edu.co
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Interseccionalidade e políticas públicas LGBTI na Colômbia: usos e deslocamentos de uma noção crítica RESUMO Este artigo é uma aproximação às experiências de formação de políticas públicas na Colômbia que têm feito uso da noção de interseccionalidade, especificamente, as políticas dirigidas aos setores LGBTI em Bogotá, Valle del Cauca e Colômbia. Propomos um exercício analítico dessas experiências das quais temos sido partícipes, cada uma de nós em diferentes momentos, e que representam o desafio de levar propostas dos movimentos sociais e da academia, em particular dos feminismos negros e de cor, ao cenário estatal. Nossa participação na formação dessas políticas e, agora, da construção deste artigo, nos permitem buscar porosidades e vínculos em e entre diferentes cenários: o estatal, o acadêmico e os movimentos sociais.
PALAVRAS-CHAVE Interseccionalidade, LGBTI, políticas públicas, sexualidade, gênero.
Introducción
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Es de anotar que estas políticas de reconocimiento no han sido suficientes en cuanto a la transformación de estructuras históricas de dominación que son una talanquera a la redistribución de capitales materiales y simbólicos, de la cual han sido exceptuados las personas y los colectivos de los llamados sectores LGBTI.
Esta progresiva ganancia de reconocimiento se produjo gracias a las luchas sociales de los llamados movimientos gais y lésbicos, feministas, y luego LGBT, pero también debido al marco multiculturalista propuesto por la Constitución Política de 1991, enmarcada en un proyecto político y económico liberal de administración de las diferencias culturales —entendidas como diversidad— y la exacerbación de las desigualdades económicas, políticas y sociales. Sin embargo, este aparente clima de reconocimiento está atravesado por posiciones adversas muy preocupantes como la persistente amenaza del principio de laicización del Estado, la creciente escalada de violencia contra las personas LGBTI tanto por agentes estatales como paraestatales, y la escasa voluntad política para reconocer y evitar las violencias que se ejercen contra estos sectores.
Por otra parte, la adopción acrítica de un modelo identitario multiculturalista ha hecho que no se reconozca el cruce de las matrices de opresión de género y sexualidad con las matrices y los sistemas de raza/ racialización/racismo, clase, modernidad/colonialidad, heterosexualidad obligatoria como régimen político, cisgenerismo, sistema etario, segregación y jerarquización territorial, discapacidad física, mental, sensorial y múltiple. Esto ha generado una parcelación identitaria que fragmenta las luchas políticas y debilita la articulación con otros sectores sociales, lo que genera tensiones interculturales que el Estado no parece estar dispuesto a entender, mientras que los movimientos sociales se adaptan a estas condiciones y se enzarzan en una competencia por la atención y los escasos recursos estatales. Con esto no queremos decir que no sea necesario reconocer la especificidad de las reivindicaciones, sino que es necesario ver cómo se constituyen unos a otros los sistemas de opresión en los que se ubican sujetos múltiples. Esta miopía es fácilmente perceptible en la adopción de políticas con enfoque poblacional que reducen a las personas y sus colectividades a una identidad estable marcada por unos cuantos atributos que las definen de manera metonímica.
n Colombia hemos pasado de la criminalización de la homosexualidad —penalización vigente hasta 1980, enmarcada en el proyecto de la Constitución Política de 1886— a una paulatina ganancia de terreno en cuanto a reconocimiento de los sujetos políticos, de derechos y sociales que, desde inicios de los años 2000, empezaron a denominarse, primero, sector social LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transgeneristas), y de manera más reciente, sectores sociales LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersex), en consonancia con agendas internacionales importadas principalmente desde Estados Unidos, que fueron consideradas como lugares estratégicos de acción social, y también fueron idealizadas como modelos progresistas de transformación y visibilización.
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Interseccionalidad y políticas públicas LGBTI en Colombia Camila Esguerra Muelle, Jeisson Alanis Bello Ramírez
Dossier
Las experiencias de Bogotá y Valle del Cauca
Sobre este marco complejo de luchas y reivindicaciones políticas proponemos en este artículo una reflexión en torno a los usos, desplazamientos y avatares que ha tenido la categoría epistémica y política de interseccionalidad en las experiencias de políticas públicas dirigidas a los sectores sociales LGBTI en Bogotá, Valle del Cauca y Colombia. Reconstruimos un mapa de la adopción de dicha categoría en diversas experiencias de formación de instrumentos de gestión pública para las personas y los colectivos con identidades sexuales y de género no normativas en el país, con el propósito de evidenciar cómo la interseccionalidad se ha convertido de manera paulatina en una herramienta del Estado para administrar las desigualdades sociales. Dicha adopción no ha sido automática y ha estado atravesada por diferentes controversias tanto dentro como fuera del aparato gubernamental y el movimiento social LGBTI.
A mediados de 2006 se llevó a cabo la consulta participativa para la formulación de la política pública dirigida a los sectores LGBTI en Bogotá. En esa oportunidad la preocupación por cómo se incardinaban sistemas de opresión y, a la vez, distintos locus de agencia, no fue llamada explícitamente perspectiva interseccional; sin embargo, en esa ocasión perseguíamos dos objetivos. En primer lugar, intentamos cuestionar con el grupo de trabajo que finalmente desarrolló el documento técnico (Esguerra et al. 2006), la noción de “endodiscriminación”, que obliteraba la operación de unos sistemas sociales de opresión más generales, expresados en racismo, sexismo, clasismo y otras formas de discriminación y fobias sociales, al situar el fenómeno como un problema de falta de educación o carencia en la formación política de las y los activistas o personas en general de los llamados, ya para ese momento, sectores LGBT.
En un primer momento, haremos una breve reseña de las experiencias de formación y ejecución de políticas dirigidas a los sectores LGBTI en Bogotá y Valle del Cauca, para luego, en un siguiente apartado, pasar a hacer un análisis más profundo sobre las implicaciones de una perspectiva interseccional en la formación de la Política Pública Nacional dirigida a los sectores LGBTI en Colombia [PPNLGBTI]. Debemos aclarar que hablaremos desde nuestra participación, por un lado, en el trabajo de consulta participativa para la formación de las políticas públicas en Bogotá (Esguerra et al. 2006) y Valle del Cauca (Esguerra y Guerrero 2011),1 y luego, de manera conjunta, sobre la investigación para la formulación del Marco político y conceptual de la política pública nacional colombiana para la garantía de los derechos de las personas de los sectores sociales LGBTI y de las personas con identidades sexuales y de género no normativas (Esguerra y Bello 2013).
La noción de endodiscriminación reproducía la lógica binaria que separa el espacio identitario homosexual del heterosexual, como si se tratase de dos sistemas o mundos mutuamente excluyentes con lógicas propias, en donde no es posible ver la operación de sistemas de opresión actuando de manera transversal. En segundo lugar, y como un intento de llevar a la práctica los múltiples debates académicos en torno a la interrelación simultánea de opresiones (Viveros 2009 y 2012), buscamos como activistas ver de qué manera estos sistemas se yuxtaponían y se entretejían unos con otros en los procesos de construcción de nuestras experiencias cotidianas y nuestras subjetividades. La experiencia en los movimientos sociales nos permitía saber que las cuestiones de clase, edad, raza, género, capacidad física, mental o sensorial, eran estructurantes de las relaciones dentro de las organizaciones sociales, pero a la vez, de las organizaciones y sus miembros con el entorno.
Por último, plantearemos un conjunto de inquietudes personales, políticas y académicas, alrededor de la instrumentalización de la categoría interseccionalidad como discurso disidente dentro de la maquinaria biopolítica del Estado multicultural, y señalaremos algunas posibles líneas de acción política que permitan hacer un uso estratégico de estos saberes insurgentes en un marco progresivo de cooptación, privatización y despolitización de los movimientos sociales.
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Una de las recomendaciones hechas en el documento final (Esguerra et al. 2006) fue precisamente tener en cuenta para lo subsiguiente del proceso, que el racismo, la xenofobia, el sexismo, el clasismo, entre otros ejes, afectan de manera simultánea la realización de derechos y la construcción y el ejercicio de subjetividades de las personas y colectividades de los sectores LGBTI. Sobre la órbita de este marco interpretativo, se indicó la necesidad de excluir el uso del término “endodiscriminación” y reconocer que las personas de estos sectores estaban imbricadas en estas prácticas de segregación, no sólo como objetos, sino como agentes, y no sólo dentro
Estos dos procesos fueron coordinados por Camila Esguerra Muelle y adelantados con personas que también han trabajado en la ejecución de políticas públicas dirigidas a los sectores LGBTI y que han sido activistas de éstos y otros movimientos sociales.
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de esa aparente “comunidad” delimitada por las identidades contempladas en la sigla LGBTI, sino como actores de una sociedad organizada sobre la operación de estos diversos sistemas de clasificación y opresión.
en el ámbito de las relaciones intersectoriales, se logró introducir una discusión más profunda sobre el asunto de la interseccionalidad, a partir de dos foros llevados a cabo durante los meses de junio y julio de 2011. Uno con los profesores Mara Viveros Vigoya y Franklin Gil, de la Escuela de Estudios de Género (EEG) —llevado a cabo en la Escuela Superior de Administración Pública, con muy poca concurrencia; era de esperarse el poco interés que un asunto apenas conocido suscitaría en la escuela que forma de manera más oficial a servidoras y servidores públicos—, y otro con estudiantes de la EEG de la asignatura “Sistema sexo género postcolonialidad y globalización” (llevado a cabo en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Nacional de Colombia, que contó con más asistencia que el anterior, en particular por parte de activistas de los llamados sectores LGBT). El recuento general de cómo fue introducida la perspectiva interseccional a la política LGBT de Bogotá puede observarse en el documento “Balances y perspectivas: política pública para la garantía plena de los derechos de las personas de los sectores LGBTI en Bogotá” (Mesa intersectorial de diversidad sexual 2011).
La propuesta de esta perspectiva interseccional hacía temblar, a ojos de algunos participantes de la consulta, la base segura de un sustrato de identidad esencial, que sólo podía estar definido por la llamada “orientación sexual”. En esa oportunidad, se comenzó a plantear que la identidad de género tenía una relación vectorial con la identidad basada en la orientación sexual, de tal manera que se pidió a los asistentes participar en grupos según su identidad de género o sexual. También fue introducido, de manera explícita, el reconocimiento del cruce del sistema etario como una matriz que generaba unas formas de opresión específicas. Por esta razón, se conformaron grupos de discusión con personas menores de 18 años y mayores de 60. Sin embargo, el intento de introducir el asunto de raza o clase no fue muy bien recibido, al igual que el problema del sexismo, aunque experiencias organizativas anteriores —en particular las organizaciones de mujeres lesbianas o trans, dentro de las cuales vale la pena destacar la red Nosotras LBT2— ya habían hecho una denuncia de las formas de misoginia y transfobia que se reproducían dentro de los llamados sectores sociales LGBT, en particular, desde la hegemonía masculina representada por los varones gay. También logró hacerse un reconocimiento de la diferente situación en las redes de poder de las personas con discapacidades, en particular, personas lesbianas, gay y bisexuales sordas.
En ese documento se hace evidente que no hay una operación concreta del término; sin embargo, en él se intentó abrir el debate sobre la necesidad de ir más allá de una perspectiva poblacional y de entender que las desigualdades sociales generadas por la heterosexualidad obligatoria y el cisgenerismo prescriptivo son estructuras de poder que afectan a toda la ciudadanía, y que, por lo tanto, deben problematizarse las nociones de “diversidad sexual” y “diversidad de géneros”. Estas categorías asumen la sexualidad como una marca que recae sobre ciertos sujetos, y no como un asunto que es de carácter público y macrosocial. A pesar de estos esfuerzos, la comprensión de los sistemas de opresión como ejes articulados, mutuamente constituidos y cómplices, no se aterrizó en la construcción de dicha política.
En esta primera experiencia de formulación de una política pública dirigida a personas de los sectores LGBT logró darse apertura a la discusión de cómo las diferentes matrices de opresión se imbrican para generar distintos lugares de ubicación de los sujetos en las redes de poder. Con posterioridad, dentro de la ejecución de dicha política, y como parte del equipo de trabajo del IDPAC (Instituto Distrital de la Participación y la Acción Comunal),3
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Esta red de mujeres lesbianas, trans y bisexuales fue conformada luego de un encuentro del Proyecto Planeta Paz en 2002, como un acto separatista frente a los varones gay, en particular por una serie de eventos misóginos y transfóbicos sucedidos en ese encuentro. El proyecto Planeta Paz, financiado por el Gobierno noruego, articuló diversos sectores sociales tradicionalmente no escuchados, en torno a la búsqueda de una salida política al conflicto armado y social en Colombia.
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Ésta fue, junto con la Secretaría Distrital de Cultura Recreación y Deporte (Bogotá), una de las entidades donde empezaron a gestionarse asuntos relativos a los derechos de personas de los sectores LGBT, incluso antes de la promulgación de la política pública dirigida a estos sectores, en 2008.
Ganada esta experiencia en Bogotá, en la formulación de la política pública dirigida a los sectores LGBTI, la experiencia de Valle del Cauca se caracterizó porque se hizo explícito el uso de la perspectiva interseccional (Esguerra y Guerrero 2011). En esa oportunidad, el trabajo se realizó con un equipo distinto que, a partir del piloto de la política pública de Bogotá, ya había logrado una aproximación a la discusión sobre cómo se imbrican las distintas matrices de opresión y de la performatividad discursiva, entendida como el acto de repetir un discurso para ganar autoridad, que se había propuesto de manera deliberada en los espacios intersectoriales de gestión de la política LGBT en la capital.
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En la experiencia de formulación de esta política se tuvo en cuenta, incluso desde el momento de la convocatoria, la necesidad de dar voz a distintas experiencias, en donde se pudiera ver el entrecruzamiento entre sexualidad, raza/racialización, etnicidad, edad, género, clase, capacidad/discapacidad. Por esta razón, se propuso un trabajo grupal en cuatro perspectivas, una diferencial (buscaba establecer las experiencias específicas de cada una de las identidades agrupadas en el acrónimo LGBTI), una de derechos (buscaba ver las experiencias específicas de personas de los sectores LGBTI en relación con la realización de derechos), una territorial (que pretendía explorar las tensiones, jerarquías, dificultad en la delimitación rural/urbano) y otra interseccional (dirigida en particular a ver la intersección sexualidad, género, raza, etnia, residencia, edad, clase, capacidad y discapacidad). De esta manera, los asistentes tuvieron oportunidad de participar con distintas personas en la discusión propuesta desde las cuatro perspectivas.
La Ordenanza Departamental del Valle del Cauca número 339 de 2011,5 en su artículo 2, establece que entre las perspectivas que orientan la formulación, la ejecución, la evaluación y el seguimiento de la política, la interseccionalidad debe ser un elemento indispensable: e. Perspectiva interseccional: se refiere a la mirada que
reconoce que en las y los sujetos se intersectan distintos
sistemas de opresión: sexo-género, raza/racializacón/ racismo, etnicidad, clase, etario, entre otros, y que, por lo tanto, hay que establecer una visión no poblacional,
sino de atención integral y de defensa y protección de derechos teniendo en cuenta la multidimensionalidad de las y los sujetos de la presente política. (Gobernación del Valle del Cauca 2011)
Sin embargo, es importante mencionar que en la ordenanza finalmente aprobada por la Asamblea del Valle del Cauca no se incluyó la desagregación en programas prioritarios diferenciales y con perspectiva interseccional, que sí fueron señalados en la propuesta que realizamos para la consultoría de dicha política. Las propuestas no incluidas fueron las siguientes:
La formación de la política partía de la idea de una situación instalada de vulneración de derechos y recurrentes violencias contra personas y colectivos de los llamados sectores LGBTI. Con el fin de introducir desde el proceso de formación de la política la perspectiva interseccional, se intentó identificar la manera en que se entrecruzan distintas matrices de opresión, por lo menos: la etaria; la de raza/racialización/racismo; etnicidad; clase; género; orientación sexual; ruralidad, y condición motora, mental o sensorial, para buscar alternativas de solución y posicionamientos de agencia en relación con los problemas detectados. Durante las conversaciones se tuvieron en cuenta tanto el consenso como los disensos, pues era importante escuchar las voces de aquellas personas con experiencias divergentes y localizadas. En el documento técnico resultado de la consulta participativa (Esguerra y Guerrero 2011) —y a partir del cual se redactó el proyecto de ordenanza 490 de 2011,4 que buscaba la institucionalizacion de la política LGBTI en el Valle del Cauca—, se concluía que la participación de los sectores sociales LGBTI seguía manteniendo una inercia en cuanto a las tendencias de exclusión por razones étnico-raciales, de género, edad, condición física, sensorial, mental, y exclusión del sector rural.
• La atención integral para personas LGBTI en proceso de envejecimiento. • La prevención en salud, en las áreas de atención hospitalaria y de salud pública. • El acceso a planes de empleo, emprendimiento y productividad. • La promoción de ambientes laborales incluyentes tanto en el sector público como en el privado. • La investigación y construcción de conocimiento colectivo. • La identificación, promoción y difusión de expresiones artísticas, patrimoniales y culturales de los sectores LGBTI. • La adecuación de proyectos educativos institucionales (PEI), manuales de convivencia y Planes de Educación Sexual (PES) en la escuela. • La permanencia y no deserción escolar de niños, niñas, adolescentes y jóvenes de los sectores LGBTI e hijos e hijas de familias homoparentales o trans. • La profesionalización y educación “extraedad” para personas LGBTI excluidas del sistema educativo. • El acceso igualitario a servicios de recreación y deporte y a espacios públicos de recreación.
4 “Por el cual se establecen los lineamientos de la política para la garantía y la exigibilidad de derechos de las personas lesbianas, gay, bisexuales, transgeneristas e intersexuales en el Valle del Cauca y se dictan otras disposiciones”.
5 “Por medio de la cual se establecieron los lineamientos de la política para la garantía y la exigibilidad de derechos de las personas lesbianas, gay, bisexuales, transgeneristas e intersexuales en el Valle del Cauca y se dictan otras disposiciones”.
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El equipo encargado de hacer la consulta participativa, previendo que habría temas de difícil comprensión en un ambiente de representantes no familiarizados con determinadas filigranas de los debates sociales, diseñó una estrategia de antesala y cabildeo para asegurarse de que las apuestas políticas presentes en las perspectivas rectoras de la política, entre ellas la interseccional, se mantuvieran y sobrevivieran a los debates.
Es posible inferir de estos dos ejercicios la evidente necesidad de hacer transformaciones epistémicas que afecten la manera en que se conciben los sujetos sociales. De esta forma, resulta muy evidente que la incorporación de una perspectiva interseccional a un proyecto social concertado que se refleje y se sirva de maneras de gestión de lo público y caminos para la búsqueda del bienestar y del buen vivir, es una senda larga y compleja que va a requerir desestructuraciones y reestructuraciones de modos de pensar lo público y lo común.
De esta experiencia, para la formulación del Marco Político y Conceptual de la política LGBTI en Colombia (Esguerra y Bello 2013), quedó una preocupación sobre cómo hacer operativo el concepto de interseccionalidad sin soslayar que se trata de una noción compleja, de una aproximación epistémica que no puede ser reducida a procedimientos o herramientas de gestión simples. Sin embargo, vale la pena comparar el salto cualitativo entre una y otra propuestas. El Marco Conceptual y Político de la PPNLGBTI (Esguerra y Bello 2013) propone una ruta operativa y, dentro de ella, unos esqueletos de posibles actos administrativos en los cuales establece lo siguiente, en particular, para la puesta en marcha de una perspectiva interseccional:
Veremos a continuación las reflexiones arrojadas por el ejercicio investigativo, argumentativo y de imaginación de posibles rutas para pensar y hacer una gestión pública con perspectiva interseccional que tuvo como fin la construcción del Marco Político y Conceptual de la Política Pública Nacional dirigida a los sectores LGBTI. Intentaremos, además, ir más allá de lo que este ejercicio nos planteó, con el ánimo de complejizar el debate sobre la relación entre la noción de interseccionalidad y la gestión de lo social.
Interseccionalidad y Política Pública Nacional dirigida a los sectores LGBTI: posibles aperturas
• Creación del Programa nacional de investigación participativa en género y sexualidad para caracterizar colectivos y proponer diálogos sociales e interculturales que permitan ver los cruces entre fenómenos sociales como la construcción de identidades sexuales y de género, el sexismo, la relación racialización-racismo, etnicidad-xenofobia, y, en general, adelantar estudios comparativos entre diversos sistemas sexo género en el país; sistemas etarios, sobre territorio, territorialidad y territorialización; sobre sistemas culturales e interculturalidad, acerca de clase y situación social y económica; sobre situación de discapacidad, marginación urbana y adelantos en normativa y jurisprudencia sobre género y sexualidad, entre muchos otros. Este programa debe articular instituciones de educación superior públicas de todo el país. • Diálogos sociales, diálogos públicos: consistirá en establecer una metodología de construcción participativa de agendas cruzadas y comunes entre, primero, distintos movimientos sociales y el llamado movimiento LGBTI o los movimientos singulares de a) mujeres trans, b) hombres trans, c) mujeres lesbianas y feministas lesbianas, d) hombres gais, e) personas bisexuales, f) personas intersex y, segundo, entre todos estos actores sociales y las instituciones estatales. Estará liderado por el Ministerio del Interior (Esguerra y Bello 2013, 235).
La Constitución Política colombiana de 1991, que concibe la identidad nacional como pluriétnica y multicultural, de manera paradójica ha dado lugar a una continuidad del proyecto liberal de intervención estatal que interpreta las acciones institucionales, las movilizaciones sociales y los objetivos que rigen las políticas en cuanto a la administración de poblaciones diversas, minoritarias, o grupos vulnerables o en riesgo. Más allá, podría decirse, siguiendo a Maldonado (2007), que el proyecto multiculturalista de la Constitución de 1991 es una profundización del proyecto liberal, por cuanto oblitera la producción de la otredad como constitutiva de las relaciones coloniales y como sustrato de la desigualdad material y simbólica, y la sitúa, por el contrario, como un asunto de apariencia, que está en un lugar distinto al problema de la redistribución de las riquezas, es decir, a la administración de los bienes simbólicos y materiales de la nación. Así, el Estado colombiano ha organizado sus políticas públicas en grupos poblacionales: mujeres, jóvenes, niñez, adulto mayor, afrodescendientes, indígenas, personas en situación de discapacidad y sectores sociales LGBTI, entre otros. Esto, en realidad, muestra cómo
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no hay interés en desmontar el habitus estatal, que se vuelve estructural y estructurante del juego social, no interpela al Estado “blanco-mestizo”, heterocentrado, cisgenerista, clasista, etcétera, sino que mantiene su lógica y su juego de producción propios de la alteridad, en lugar de intentar ver cómo en sus propias estructuras y en los discursos multiculturalistas se cuelan los gérmenes que dan lugar a desigualdades en los órdenes simbólico y material. Una alternativa de análisis la ofrece Brown (2006), quien a partir de una noción foucaultiana de poder propone investigar los rasgos del Estado que representan y mantienen la dominación masculina, en particular en el caso estadounidense. La autora propone su análisis a partir de cuatro dimensiones que estructuran esta forma de dominación desde el Estado: la legislativa o liberal, la capitalista, la prerrogativa política y, por último, la burocrática. Estas múltiples dimensiones se entroncan con el sistema sexo género y otros sistemas que están en la base de la reproducción social y del devenir histórico de las sociedades.
rechos a través de las políticas públicas, y en Colombia dichas herramientas han sido decisivas para ampliar los límites de la ciudadanía y el reconocimiento material y simbólico de los grupos minoritarios; este reconocimiento, sin embargo, es problemático, puesto que, como observa el antropólogo Franklin Gil, la perspectiva poblacional deja consecuencias en la manera de representar a dichos grupos, tanto en la forma de hacerse una imagen de ellos como de organizarse para hablar en nombre de ellos (Gil 2011, 89). Las personas de los sectores sociales LGBTI se han organizado y movilizado de forma estratégica con el propósito de cuestionar la heterosexualidad obligatoria y el cisgenerismo como sistemas de opresión excluyentes que niegan la ciudadanía. Pero la lógica multiculturalista ha hecho que estos sectores adopten una visión “étnica” de su activismo y asimilen sus reivindicaciones a movilizaciones identitarias —algunas veces esencialistas— que limitan el alcance de sus apuestas políticas y obnubilan el reconocimiento de desigualdades internas en el acrónimo.6
De esta manera, podemos ver que dicho modelo de política pública responde a profundas lógicas históricas de dominación cultural, en las que los grupos subordinados son comprendidos como el otro de la nación: un otro discreto, identitariamente delimitado y concebido como radicalmente diferente al conjunto de la población “mayoritaria”. El modelo multiculturalista asegura el mantenimiento de esta alteridad que genera la sensación de pluralismo, que, sin embargo, no toca en nada las bases materiales ni simbólicas de las desigualdades.
Frente a este panorama político, optamos por apropiar la interseccionalidad como una perspectiva y un enfoque críticos de análisis de las desigualdades sociales, para enfrentar las nociones poblacionales, identitarias y multiculturalistas con las que tradicionalmente operan las prácticas de formación de política pública. En el Marco Político y Conceptual de la Política Pública Nacional de los sectores sociales LGBTI apostamos por una comprensión compleja de las desigualdades, en donde las jerarquías sexuales y de género no pueden ser intervenidas desde la política pública, si no se considera su inseparable relación con las jerarquías de clase, raza-etnia, edad, territorio, capacidad física, motora, sensorial, entre otras (Esguerra y Bello 2013).
Esta frontera discursiva entre lo “mayoritario” y lo “minoritario” es ante todo una delimitación ideológica, que sirve como fundamento para la construcción de un gobierno multicultural de las diferencias sociales. En este modelo de gobierno, los grupos dominantes se conciben como no marcados por los regímenes de opresión, y los grupos minoritarios se codifican como colectivos con atributos esenciales e invariables, cuya subordinación es entendida como derivada y a la vez constitutiva de su identidad. De esta forma, las desigualdades sociales se reducen a diferencias identitarias, y las políticas públicas se asumen de forma reduccionista como herramientas para la inclusión de la “diversidad”, pero no como instrumentos transformativos que contribuyan a desmontar las estructuras históricas de dominación (Lozano y Peñaranda 2007; Restrepo 2004; Zambrano y Chaves 2006).
Las propuestas teóricas y metodológicas que empleamos en la construcción de dicho documento introdujeron, de manera incisiva e indispensable, la interseccionalidad como un vector estructurante de todo el proceso de formación de la política pública. En esa medida, tejimos nexos con otros enfoques (como el
6 En ese sentido, la defensa del matrimonio entre parejas del mismo sexo se ha posicionado públicamente como el más importante objetivo de lucha del movimiento LGBTI, lo que ha subsumido otras demandas, como las de las personas trans e intersex. No sólo existen dificultades internas sino también externas al movimiento LGBTI; en cuanto a la articulación con otros movimientos sociales, ha sido difícil, y ha estado poco abierto a incorporar una perspectiva de lucha interseccional y basada en coaliciones.
No obstante todo lo anterior, los movimientos sociales han encontrado importantes herramientas para exigir la promoción, el respeto, defensa y garantía de sus de-
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terseccionalidad, donde retomamos los aportes del black feminism, el feminismo de Mujeres de Color y los feminismos descolonizadores de América Latina y del Caribe (hooks 2004; Crenshaw 2002; Collins 1998; Davis 2004; Lugones 2008). Sintetizamos la interseccionalidad como un enfoque y una perspectiva que buscan comprender el funcionamiento de las opresiones entrelazadas como una “matriz de dominación” (Collins 1998), en la cual no existen categorías de poder jerarquizadas o sumadas, sino ejes de poder entretejidos que configuran redes de posiciones sociales estructuradas por la inseparabilidad de las categorías de género, raza, clase, sexualidad, edad, capacidad, entre otras categorías de diferencia (Esguerra y Bello 2013).
de género, el de derechos humanos, el territorial y el diferencial), con el propósito de incitar a las formadoras y los formadores de la política, y a las organizaciones LGBTI, a emprender la construcción de una política pública que elimine el dualismo particular-universal. Esto implica que, por un lado, esta política necesita ser particular y focalizada, propender a la igualdad y la inclusión de las personas de los sectores sociales LGBTI, pero, al mismo tiempo, debe exigir una radical transformación de lo universal desde una perspectiva crítica y situada de las diferencias sexuales y de género: Se trata de construir un “universalismo crítico” (noción usada por Mara Viveros en mesa de trabajo) que afecte
Quisimos privilegiar los aportes de Viveros (2009), Collins (1998), Lugones (2005) y Dorlin (2009), en directo diálogo con el trabajo de Kimberlé Crenshaw (1994 y 2002), ya que la noción de interseccionalidad acuñada por esta última autora, cuyo impacto en la administración pública global ha sido bien asimilada, ha sido objeto de revisiones, ampliaciones y críticas desde diversos ámbitos.
todas las políticas públicas macrosociales y macroeco-
nómicas, que tengan como principio ético la justicia social redistributiva, en la cual el objetivo final será generar un piso de equidad para todas-os las-os ciudadanas-os (principio igualitario), y a la vez producir un
reconocimiento de las historias particulares de opre-
sión con el objetivo de superarlas (principio diferencial). Este enfoque crítico cuestiona el dualismo universalparticular para dar paso a la construcción de políticas
Principalmente, planteamos que es preciso superar la comprensión categorial de las opresiones de género, clase, raza y sexualidad, puesto que estas redes no se cruzan, en cuanto categorías separadas y separables. Más bien, las redes de opresiones afectan a los agentes sociales, las estructuras y las instituciones, sin ninguna posibilidad de separación (Lugones 2005, 69). A esta forma analítica de comprender la inseparabilidad de las redes de opresiones, la denomina Lugones (2005) como una lógica de fusión, de emulsión o de trama.
públicas que articulen sus acciones desde una perspectiva histórica, interseccional y con un sentido de justicia social transformadora. (Esguerra y Bello 2013, 96)
La incorporación del enfoque interseccional en políticas públicas dirigidas a los sectores sociales LGBTI es relativamente reciente en el país, y, en ocasiones, su adopción entre los encargados de formar las políticas y de ponerlas en marcha, se lleva más como un gesto de corrección política o como un requisito técnico exigido, que se enuncia y no se ejecuta, pues se comprende como un saber poco práctico para la tecnocracia gubernamental (Gil 2011; Hankivsky y Cormier 2010).
La sexualidad y el género, como estructuras de opresiones fusionadas con otros regímenes de poder, no definen la posición de los sujetos como simples víctimas; también constituyen interrelaciones con estructuras de prestigio y privilegio; de este modo, las intersecciones no producen ni absolutos opresores ni víctimas puras. La perspectiva de fusión se opone a la concepción aditiva de las opresiones. Esta última considera que las categorías de opresión se suman imponiendo penalidades a los individuos; establece que estos ejes de diferencia son separables y actúan individualmente; y que los agentes inmersos en esa sumatoria acumulan desventajas sin ninguna capacidad de agencia, oposición o resistencia (Dorlin 2009).
Si bien comprendemos que no siempre es posible ni deseable traducir el lenguaje conceptual de los movimientos sociales en el contexto de la gubernamentalidad estatal, sí apostamos por una reflexión profunda de la interseccionalidad como una metodología desestabilizadora. Esta metodología es capaz de modificar la maquinaria estatal de producción de diferencias y desigualdades, siempre y cuando tanto el movimiento social LGBTI como otros movimientos se articulen en la exigencia de nuevas formas de interpretar y objetivar los “problemas sociales”, los actores políticos y las políticas públicas.
Dicha comprensión segmentada desconoce que las redes de opresión comparten algunos dispositivos comunes de funcionamiento (como la naturalización, la
Con este propósito, en el Marco Político y Conceptual de la PPNLGBTI presentamos un amplio debate sobre la in-
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racialización del otro, el uso de la dupla naturalezacultura), que estas estructuras de opresión se constituyen mutuamente; que no es posible comprender género y sexualidad en Colombia sin la dimensión étnico-racial (Viveros 2009); y por último, que todas las posiciones sociales, dominantes y dominadas, ocupan un lugar particular en la matriz de dominación, y dicho lugar no es fijo o estable, puesto que las redes de opresión no definen la posición de un agente de una vez y para siempre. La clasificación de una persona en el orden racial, sexual, de clase y de género dependerá de las relaciones que definen su posición en un momento dado y en un campo determinado, y se modifi ca con la agencia de los sujetos, el tiempo y el espacio (Arango 2007, 37).
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La interseccionalidad alienta a ver de una forma diferente todos los aspectos de la política pública, el modo en que se definen los problemas, la manera en que se determina quiénes son los sujetos de la política, cómo son desarrolladas las soluciones y cómo se evalúan. En este sentido, proponemos que este enfoque puede alterar las prácticas de formación de políticas públicas en los siguientes aspectos:
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1. Al no jerarquizar las opresiones y al comprenderlas en su vínculo fusionado, las políticas públicas pueden producir un efecto diferente al de la “sectorización” y evitar lo que Hankivsky y Cormier (2010) denominan como la “olimpiada de las opresiones”. En estas “olimpiadas”, los grupos oprimidos o “sectorizados” rivalizan entre ellos para posicionar su subordinación y recibir apoyos por parte del Estado multicultural. Las políticas públicas con enfoque interseccional pueden ser útiles, siempre y cuando se propongan actuar sobre las matrices de dominación, y no sobre “sectores sociales” alterizados y fragmentados. 2. Es preciso que la interseccionalidad se adopte de forma transversal en todas las instituciones encargadas de formación de políticas públicas; esto permitiría una interlocución más eficaz entre las diferentes instancias de gubernamentalidad estatal y el trabajo articulado en torno a objetivos comunes. 3. La adopción de una perspectiva interseccional para la formación de políticas públicas debe fomentar la participación política de los diversos grupos sociales desde una visión articulada de las luchas y los diálogos entre movimientos sociales y políticos. Destruir la lógica sectorial y diferencialista con la cual operan las políticas de reconocimiento del Estado y los movimientos sociales ha de ser un paso
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necesario para superar las luchas por identidades o “compartimentos estancos” que se acoplan a la colección de diferencias hechas por el Estado (Esguerra y Bello 2013). La interseccionalidad permite interrumpir el efecto de marcación de los grupos subordinados que se opera a través de la focalización de las políticas públicas. Al pensar que los sujetos de la política son poblaciones problemáticas, vulnerables o peligrosas que requieren apoyo institucional, se deja intacta la lógica de las matrices de dominación y, en ese sentido, se legitima la marca de diferencia que se establece sobre los grupos marginados. La interseccionalidad, sugerimos, debe permitir trabajar de modo provisional con políticas focalizadas que favorezcan, en este caso, a los sectores sociales LGBTI, pero al tiempo debe renunciar a su pretensión otrificadora. La política también debe actuar sobre los “agentes estatales y sociales que requieren ser atravesados por cambios sociales, culturales e institucionales, para dar cumplimiento a los principios de igualdad y universalidad de los derechos humanos” (Esguerra y Bello 2013, 202). En el caso particular de las políticas públicas dirigidas a los sectores sociales LGBTI, la interseccionalidad es una herramienta fundamental para poner de relieve las relaciones de violencia, inequidad y segregación que se establecen entre las diferentes identidades que componen el acrónimo. Los sectores sociales de mujeres lesbianas, trans, bisexuales, personas intersex, hombres trans, bisexuales y gais, son muy distintos entre sí y requieren acciones, planes y programas estatales que reconozcan sus genealogías diferenciadas y operen desde una óptica de opresiones fusionadas, que produzcan cambios culturales y políticos que generen, en últimas, formas de convivencia más equitativas. En esta lógica, la interseccionalidad cuestiona las identidades universales y estables; por lo tanto, retomamos el acrónimo LGBTI como una plataforma de acción estratégica para asumir discriminaciones y reclamar derechos. En ningún momento esta sigla es generalizable para comprender las prácticas, identidades y experiencias de las personas con identidades sexuales y de género no normativas en todo el territorio nacional, principalmente, entre las naciones indígenas, grupos afrocolombianos y sectores rurales. Universalizar esta sigla implicaría incurrir en prácticas de violencia epistémica. Por último, la interseccionalidad pone en crisis el modelo de gubernamentalidad liberal y la administración de poblaciones, y a la vez, por supuesto, las
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políticas identitarias. A este respecto, podemos citar, por ejemplo, el debate sobre la inclusión de las personas intersex en la política que hemos analizado. Si bien resulta arbitrario agrupar a estas personas con los sectores cobijados por la sigla LGBT, es importante decir que no es menos arbitrario agrupar a personas trans (definidas metonímicamente por su identidad de género) y personas gais o lesbianas (definidas metonímicamente por su identidad sexual). Sin embargo, es evidente que todas ellas (trans, lesbianas, bisexuales, intersex) comparten, en definitiva, una oposición óntica a un sistema sexo género dimórfico, binario y cisgenerista.
ción de la “perspectiva de género”. Hablar de género y no de feminismo no sólo implicó una transformación semántica sino también política. Al reducir la “estridencia” crítica de la palabra “feminismo”, ésta se hizo más asimilable y, por lo tanto, más fácil de integrar a las instituciones, sin que ello altere el orden de poder masculinista y heterocentrado (Curiel 2006). El Estado no es un actor neutro en las relaciones de poder, y aunque en su interior existen múltiples luchas y posiciones heterogéneas, su autoridad simbólica ejerce un fuerte influjo, ya sea para perpetuar o redefinir las desigualdades de género, raza, clase y sexualidad. Conscientes de la instrumentalización de los conceptos críticos del feminismo que se adelantan en la arena de la gubernamentalidad estatal, tuvimos que sortear una serie de interrogantes relacionados con la pertinencia de traducir la interseccionalidad, para hablar de políticas públicas dirigidas a los sectores sociales LGBTI.
Podría entonces pensarse que la cuestión es decidir si se incluye a las personas intersex en la gestión de la política LGBT, convirtiéndola en LGBTI, o si se las hace sujetos de otras políticas, por ejemplo, como lo plantea Prada (2013), en la política de discapacidad, postura de la que diferimos por otras razones adicionales a la del tratamiento de los sujetos como población. Sin embargo, la perspectiva interseccional va más allá de esto, pues supone entender a los sujetos no como estables y, por tanto, clasificables, al imponer el reto de un sujeto no unívoco, y, por tanto, la radicalización de la universalidad que entienda que todas las políticas públicas y sociales, incluida la económica, deben tener en mente sujetos individuales y colectivos inestables, multidimensionales, atravesados de distintas maneras por sistemas de opresión, situados de formas variadas por sus diversas prácticas de agencia. Es decir, la perspectiva interseccional exige una complejización de los sujetos contemplados en todas las políticas.
¿Son incompatibles e irreconciliables los conocimientos insurgentes (la interseccionalidad) con relación a los contextos gubernamentales de formación de políticas públicas? ¿Debemos las feministas, el movimiento LGBTI y otros grupos minoritarios rehusarnos a trabajar en el Estado y con el Estado? ¿Es posible hacer política de cambio y de ampliación de la ciudadanía desde el Estado? Y por último, si el Estado está apropiándose de los conceptos críticos de los movimientos sociales, ¿qué debemos hacer? ¿Le damos la espalda, colaboramos con él o diseñamos estrategias de vigilancia e intervención sobre sus técnicas de gobierno?
Instrumentalización de la interseccionalidad, límites y perspectivas críticas
Trabajar como parte del Estado en la construcción de instrumentos de gobierno y biopolítica desde la asunción de una perspectiva feminista e interseccional no fue una tarea sencilla, y aun así, no tenemos certeza de que lo dicho altere el rumbo de la PPNLGBTI. Hubo momentos en los cuales nos sentimos frustradas, y fue recurrente la sensación de que los objetivos políticos de la interseccionalidad no son realizables en el seno del Estado. En una ocasión, una funcionaria del Ministerio del Interior nos conminó para que erradicáramos del documento la palabra “feminismo”, porque esto le quitaba “seriedad, objetividad y neutralidad” a nuestros análisis. De la misma forma, se produjo violencia simbólica y censura frente a nuestras opiniones cuando señalábamos con datos académicos y con informes de defensores, la sistemática violación de derechos humanos de los sectores sociales LGBTI por parte de instituciones y funcionarios del Estado.
Introducir los saberes insurgentes de los feminismos críticos para la construcción de gubernamentalidad estatal no es una tarea libre de controversias; mucho menos si tenemos en cuenta que en el actual contexto multicultural, neoliberal y de privatización del conocimiento, los saberes producidos por los movimientos sociales están siendo cooptados por los Estados y los organismos internacionales, con el propósito de institucionalizar las luchas, despolitizar las agendas sociales y reforzar mecanismos de dominación (Alexander y Mohanty 2010; Fischer 2005). Prueba de esto es lo sucedido en América Latina y el Caribe desde los años noventa, con la institucionaliza-
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Nos sorprendió que en este marco la categoría interseccionalidad no recibiera un trato estigmatizante o de rechazo; paradójicamente, es bien aceptada por funcionarios y activistas, sin importar o sin saber que sus orígenes residen en los feminismos radicales de mujeres de color.
centro privado de consultoría para asesorar políticas públicas en diferentes partes del mundo. Este centro de investigación tiene como interlocutores especiales los Estados, los fondos multilaterales y las universidades, no las comunidades oprimidas.
Creemos que la interseccionalidad ha sido aceptada relativamente en diferentes experiencias de formación de políticas públicas LGBTI en el país, no tanto por las demandas que realizan los movimientos sociales de este tipo de aproximaciones, sino porque es un enfoque potable para la administración multicultural (Curiel 2007). La interseccionalidad ha sido entendida, de manera conveniente, como un asunto individual de cruce de identidades estigmatizadas, donde es posible eximir al Estado de su responsabilidad en la reproducción de estas violencias y desigualdades que sustentan las dominaciones intersecadas.
La contradicción yace en lo que Alexander y Mohanty (2010) denominan como cartografías neoliberales del conocimiento, donde se dibuja una jerarquía de saber/poder entre los espacios académicos privatizados, los centros de consultoría, las ONG expertas y los espacios comunitarios. La interseccionalidad poco a poco se ha ido convirtiendo en un concepto técnico de la administración pública para gobernar los grupos “diferentes” dentro del Estado-nación. En esa medida, la instrumentalización ha significado un despojo de las herramientas de lucha de los movimientos sociales y la confiscación de sus saberes emancipatorios y contrahegemónicos.
Es posible rastrear esta interpretación entre lo que los sectores LGBTI han llamado “endodiscriminación”. Este término se usa de forma acrítica y remite a comprender las discriminaciones de género, étnico-raciales, de clase, edad, entre otras, que suceden dentro del sector, como un “problema intracomunitario”, y no un problema afincado en las matrices de dominación y en la incapacidad o inacción del Estado para promover la garantía y el respeto de los derechos humanos.
Sin embargo, creemos que la estrategia que deberían poner en marcha los feminismos críticos, las organizaciones LGBTI y otros grupos oprimidos no es la de dar la espalda a trabajar en y con el Estado. Negarse a intervenir críticamente el campo estatal es asumir una posición ciega de las formas relacionales en que se producen las jerarquías sociales. Con cerrar los ojos ante el Estado no se desaparecen sus efectos en la constitución de la realidad y el orden social. No se trata, en consecuencia, de asumir el Estado como la única arena de transformación social; al contrario, consideramos que éste es un lugar estratégico cuyas representaciones sobre los grupos subordinados pueden ser contestadas, disputadas y objetivadas como sitios de lucha.
La gubernamentalidad requiere reproducir las jerarquías, con el propósito de asegurar el orden multiculturalista hegemónico. En esa medida, “interseccionalidad” suena más “técnico” y “objetivo” para dichos propósitos, ya que evita referirse a la lucha articulada contra el régimen heterosexual, el cisgenerismo, el capitalismo, el racismo, entre otros sistemas de opresión imbricados.
Así mismo, es preciso descartar las visiones maniqueas que existen sobre el Estado, ya que si optamos por oponernos a las visiones hegemónicas con las que se construyen las políticas públicas, requerimos concebir el Estado, no como un aparato unitario monolítico que persigue estrategias bien definidas y homogéneas, sino como un campo en movimiento y constante redefinición (Bourdieu 1997). Si observamos desde este punto de vista, podemos prestar atención a las coyunturas políticas que podrían abrir puntos de acceso a través de los cuales los grupos subordinados pueden a veces promover políticas favorables y articuladas desde una movilización interseccional.
Quizás, el éxito en la apropiación que ha tenido esta categoría en la gubernamentalidad estatal, por encima de otros conceptos más radicales como los de “fusión”, “matriz de dominación” y “simultaneidad de opresiones”, se deba a su talante pro institucionalista. Distintas feministas afrolatinoamericanas, lesbianas, autónomas y poscoloniales han señalado las contradicciones políticas del enfoque acuñado por Kimberlé Crenshaw. Una de ellas apunta que en Estados Unidos esta feminista y otros académicos crearon el Instituto de la Interseccionalidad para la investigación y la política7 como un
Así, la PPNLGBTI puede constituir un sitio de acción crítica y contestación de representaciones estatales, en el cual se negocian las estructuras sexuales y de género que rigen la sociedad, así como la posibilidad de exten-
7 Para mayor información sobre el “Institute for Intersectionality Research and Policy”, puede consultarse su página web <http:// www.sfu.ca/iirp/>.
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der una reflexión más amplia sobre las matrices de dominación interrelacionadas.
contar para su propia transformación o explosión. En ese sentido, hay tal vez que confiar en la capacidad performativa del aparato lingüístico y pensar en transformaciones a largo plazo, buscando intersticios y porosidades en un aparato estatal que no podemos imaginar como monolítico, ni unívoco, y que debe considerarse un terreno de lucha ineludible, configurado por tensiones e incluso por subjetividades en pugna, que hay que considerar como un terreno fértil para la desestabilización de estructuras que sin duda tienen que ser desestructuradas.
Nos parece muy sugerente el llamado que Sonia Álvarez (1998) hace a los grupos feministas para conformar estrategias de “veeduría discursiva contestataria” de las políticas públicas y de los ejercicios gubernamentales del Estado. Estas “veedurías” constituyen una estrategia excéntrica que trabaja tanto dentro como fuera del Estado y traslada el ámbito de las políticas públicas al campo de lo social. Lo “social” se entiende como un contexto conflictivo entre interpretaciones rivales de las necesidades de las personas. Es, simultáneamente, una nueva arena de actividad estatal y, de igual importancia, un terreno de disputa política más amplia.
Esta tarea indiscutiblemente tiene que estar acompañada de un ánimo contradictor desde los movimientos sociales y un espíritu de cuestionamiento constante por parte de la academia. No se trata de una simple instrumentalización de una noción producida por movimientos sociales que incluso propugnan el cambio total de estructuras y sistemas, entre ellas el Estado; se trata también de poner en juego la capacidad transformadora de ideas que, como hemos discutido, pueden ser, o rechazadas de plano, o fagocitadas por un sistema organizado en la autoconservacion de las relaciones de poder que lo reproducen incesantemente.
Las veedurías discursivas nos comprometen a reelaborar de forma continua estrategias de vigilancia y discursos contrahegemónicos sobre las políticas públicas y los enfoques interseccionales, de género y sexualidad que adopta el Estado, para evitar que las limitaciones de esas políticas reinscriban marcas de dominación y restrinjan la ciudadanía de los grupos minorizados. Si abandonamos la arena estatal de los dispositivos gubernamentales, coludimos con nuestro silencio e inacción a que las matrices de dominación se instauren como legítimas y deseadas.
El reto consiste en dar poder de infección a este cuerpo teórico e ideológico antes que permitir un uso domesticado de sus apariencias externas. La tarea no es fácil, y el terreno, definitivamente, sí muy movedizo, pero tal vez es un momento para plantearse la capacidad perturbadora que tiene por ofrecer el entretejer distintas estrategias de tres escenarios políticos como son la academia, el Estado y los movimientos sociales.
A modo de conclusión El planteamiento de la interseccionalidad o de la matriz de sistemas de opresiones, es sin duda una herramienta política y conceptual potente para entender de manera compleja la configuración política de las sociedades; sin embargo, cuando es puesta en tensión dentro del campo de la acción estatal, supone fuertes contradicciones, precisamente porque los Estados liberales han fundamentado su existencia en la estabilización de un sujeto universal abstracto, a la vez que encarnado en la corporalizacion “apta” de una serie de privilegios de raza, etnia, clase, género y sexualidad, y mediante la agrupación homogeneizadora de individuos en poblaciones o segmentos de población por ser administrados.
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Iglesias y grupos espirituales para la diversidad sexual y de género en México: intersecciones sobre religión y género* Karina Berenice Bárcenas Barajasv Fecha de recepción: 16 de julio de 2013 Fecha de aceptación: 18 de enero de 2014 Fecha de modificación: 28 de febrero de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.03
RESUMEN Las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual y de género han conquistado un espacio dentro del campo religioso y al mismo tiempo se han convertido en una respuesta ante la exclusión de la moral heteronormativa que predomina en algunas religiones hegemónicas. En este documento se plantea una aproximación que coloca como punto de partida la interseccionalidad en torno a la religión y el género, para, a través de los principales conceptos de la teoría bourdieana, ilustrar los procesos de exclusión-inclusión y normalización de las identidades LGBT en el campo religioso. Este acercamiento se realiza a través de los distintos posicionamientos de las iglesias y los grupos para la diversidad sexual presentes en México, así como de las trayectorias y búsquedas religiosas o espirituales de sus integrantes.
PALABRAS CLAVE Secularización, iglesias para la diversidad sexual, campo religioso, identidades no heterosexuales.
Churches and Spiritual Groups for Sexual and Gender Diversity in Mexico: Intersections of Religion and Gender ABSTRACT Churches and spiritual groups for sexual and gender diversity has won a place in the religious field and, at the same time, has become a response to the exclusion of hetero-normative morality that prevails in some hegemonic religions. This paper presents an approach that sets intersectionality as a starting point with respect to religion and gender, for through the main concepts of bourdian theory give an account of the processes of exclusion/inclusion and standardization of LGBT identities in the religious field. This approach is done through the different positions of the churches and groups for sexual diversity present in Mexico as well as the religious trajectories and spiritual quests of their members.
KEY WORDS Secularization, churches for sexual diversity, religious field, non-heterosexual identities.
*
Este artículo es parte de la investigación doctoral “De los homosexuales también es el reino de los cielos: pertenencia, sentido y trascendencia en iglesias y grupos para la diversidad sexual”, iniciada en septiembre de 2010 en el Programa de Doctorado en Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Occidente, México. El artículo que se presenta se realizó sin fuentes de financiamiento.
v
Candidata a doctora en Ciencias Sociales por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Occidente, México. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Las familias mexicanas de la institución al movimiento: trayectorias, significados e imaginarios en la configuración de la diversidad familiar. Revista Sociedade e Cultura 15, n° 2 (2012): 263-274, y De los homosexuales también es el reino de los cielos. Las iglesias y comunidades cristianas para la diversidad sexual y de género en México. Revista del Centro de Investigación 9, n° 36 (2011): 45-58. Correo electrónico: kb.barcenas@gmail.com
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Igrejas e grupos espirituais para a diversidade sexual e de gênero no México: intersecções sobre religião e gênero RESUMO As igrejas e os grupos espirituais para a diversidade sexual e de gênero têm conquistado um espaço dentro do campo religioso e, ao mesmo tempo, têm se convertido em uma resposta ante a exclusão da moral heteronormativa que predomina em algumas religiões hegemônicas. Neste documento, propõe-se uma aproximação que coloca como ponto de partida a interseccionalidade em torno da religião e do gênero para, por meio dos principais conceitos da teoria bourdieana, ilustrar os processos de exclusão-inclusão e normalização das identidades LGBT no campo religioso. Essa aproximação se realiza mediante diferentes posicionamentos das igrejas e dos grupos para a diversidade sexual presentes no México, bem como das trajetórias e buscas religiosas ou espirituais de seus integrantes.
PALAVRAS-CHAVE Secularização, igrejas para a diversidade sexual, campo religioso, identidades não heterossexuais.
D
esde principios del siglo XX y hasta la década de 1970 se mantuvo la idea de que la modernidad trajo consigo una disminución de lo religioso. Esta idea se nutrió de los planteamientos que explicaban la secularización de las sociedades modernas a partir de la separación de esferas, con lo que la religión perdía el dominio en la regulación de otros ámbitos de la vida social (Dobbelaere 1994).
del mundo que cuestionan la moral heteronormativa que predomina, por ejemplo, dentro del campo religioso cristiano. Por lo tanto, estas iglesias y estos grupos nos colocan ante el reto de pensar cómo analizar desde los marcos de la interseccionalidad los procesos de inclusión-exclusión y normalización de identidades sexuales y de género disidentes, como las LGBT, que han sido discriminadas y estigmatizadas por las grandes instituciones religiosas como la católica,1 en el caso de México.
Sin embargo, a partir de 1970 los estudios sobre religión replantearon esta perspectiva, mostrando que la religión no desapareció con la modernidad, sino que, más bien, la modernidad produjo su propia religiosidad; que la religión no es incompatible con la secularización, ya que, por el contrario, la secularización o las múltiples secularizaciones ilustran cómo en las sociedades modernas la religión reacomoda su papel (Hervieu-Léger 1991 y 2004; Mardones 1996; Dobbelaere 1994).
Aun cuando en los estudios sobre sexualidad y género predomina una aproximación interseccional donde se priorizan la raza y la etnia, este documento pretende plantear otra posibilidad, en la que la interseccionalidad abarque el binomio religión y género, ya que, como señala Knudsen: Aunque en el principio la interseccionalidad fue intro-
ducida como un entrecruce, en el sentido americano
Este giro marcado por un auge de lo religioso y por una mirada renovada sobre cómo las sociedades transitaban en mayor o menor medida por el proceso de secularización, se produjo casi de forma paralela a la formación de la primera iglesia para la diversidad sexual, la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), en 1968.
de la palabra, para denotar las maneras en las que las
personas de color atraviesan el género [...] la intersec-
cionalidad implica más que estudiar las diferencias
entre mujeres y hombres, y más que las diversidades dentro de los grupos de mujeres o dentro de los gru-
Las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual y de género constituyen un espacio en el que se apuesta a la búsqueda de reconocimiento de las identidades no heterosexuales dentro del campo religioso, mostrando que es posible conciliar las creencias religiosas con las identidades Lésbico, Gay, Bisexuales, Transexuales y Transgénero (LGBT), exteriorizando otras visiones
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La Iglesia católica ha establecido una diferenciación entre condición homosexual, la cual no se elige libremente, y actos homosexuales, los cuales entran en el ámbito de la libertad y son considerados como pecaminosos. Además, en documentos como la Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual, la Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la Atención Pastoral a las Personas Homosexuales, la Encíclica Evangelium Vitæ y la Encíclica Lumen Fidei, se legitima una moral sexual heterosexual en la que el matrimonio, el amor de pareja y la familia solamente son considerados desde esta perspectiva.
Iglesias y grupos espirituales para la diversidad sexual y de género en México Karina Berenice Bárcenas Barajas
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gioso y el campo de la sexualidad y el género,5 se disputan capitales relacionados con la gestión y el acceso a las bienes de salvación, ya que en dichas disputas es en donde se desarrollan los procesos de inclusión-exclusión, discriminación o normalización de las identidades LGBT con un fuerte habitus religioso, así como las distintas posiciones desde las que se pone en circulación la moral sexual.
pos de hombres. La interseccionalidad trata de captar las relaciones entre las categorías socioculturales y las
identidades [...] La interseccionalidad se enfoca en las posiciones diversas y marginadas. Género, raza, etni-
cidad, discapacidad, sexualidad, clase y nacionalidad son categorías que pueden aumentar la complejidad de la interseccionalidad y apuntar hacia las identidades en transición.2 (Knudsen 2006, 61)
La aproximación de la interseccionalidad en torno a la religión y el género nos lleva a cuestionar: ¿Cómo funciona la moral sexual diseminada por algunas religiones hegemónicas como un modelo de opresión y exclusión para las identidades LGBT con un fuerte habitus3 religioso? ¿De qué manera, en las sociedades más o menos secularizadas, estas iglesias se convierten en una respuesta ante dichos modelos de opresión y exclusión?
Es decir, serán los conceptos clave de la teoría bourdieana los que revelarán en qué niveles se juegan los procesos de inclusión y exclusión en la intersección de dos campos que en un primer momento podrían parecer excluyentes: el campo religioso y el campo de la sexualidad y el género. Siguiendo a Kimberlé Crenshaw (1991), esta apuesta pone de manifiesto una interseccionalidad estructural, los vínculos con la interseccionalidad política y la interseccionalidad representacional que pueden vislumbrarse, sin profundizar en ellos.
Este documento es resultado de una investigación de tesis doctoral iniciada en 2010, basada en una metodología cualitativa. Inició con una fase de observación etnográfica no participante en las iglesias para la diversidad sexual en Guadalajara, así como en las actividades de los colectivos LGBT de la ciudad. Posteriormente se realizaron entrevistas en profundidad con los líderes religiosos de estas iglesias, así como la revisión documental de los primeros doce números de la revista Crisálida (órgano informativo del GOHL, primera agrupación homosexual en la ciudad). Finalmente, se realizó una serie de historias de vida focalizadas con los asistentes a estas iglesias.
Los inicios: la búsqueda de reconocimiento de la diversidad sexual en el campo religioso trasciende fronteras La segunda mitad del siglo XX marcó el inicio de un período clave para comprender la búsqueda de reconocimiento de la diversidad sexual dentro del campo religioso, ya que se caracterizó por un replanteamiento desde el campo científico sobre las formas en las que se entendían las prácticas no heterosexuales, como la transexualidad y la homosexualidad (González 2001; Moi 2005), provocando con ello la problematización de los sentidos construidos sobre la sexualidad y el género desde las instituciones religiosas y políticas. En este período, los informes de Alfred Kinsey constituyeron un parteaguas en el entendimiento de que la sexualidad se manifestaba con prácticas diversas (González 2001).
A partir del panorama esbozado, en este texto se plantea cómo se sitúan las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual en el campo religioso4 en México, y de manera particular, en la ciudad de Guadalajara. Se retoman los conceptos clave de la teoría bourdieana (campo, habitus y capital) para plantear cómo en la intersección de dos campos, el campo reli-
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La traducción es de la autora.
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De acuerdo con Bourdieu (Bourdieu y Wacquant 1995, 92), “el habitus no es el destino que, algunas veces, se ha creído ver en él. Siendo producto de la historia, es un sistema abierto de disposiciones, enfrentado de continuo a experiencias nuevas y, en consecuencia, afectado sin cesar por ellas”.
El año 1968 es un eje significativo para ilustrar la historia contemporánea de las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual y de género, ya que, en el marco del cambio generacional y social que re-
5 El campo de la sexualidad y el género se entiende como un espacio en el que entran en juego diversos capitales, nutridos de un poder de representación y nominación, para la legitimación o subversión de la heteronormatividad que históricamente ha regulado las prácticas y representaciones sobre la sexualidad y el género, así como las posibilidades desde las que se habita el cuerpo.
4 Para Bourdieu (2006, 42), el campo religioso es un espacio ocupado por un cuerpo de especialistas que compiten por la gestión de los bienes de salvación, “socialmente reconocidos como los detentadores exclusivos de la competencia específica que es necesaria para la producción o la reproducción de un cuerpo deliberadamente organizado de saberes secretos (luego raros)”.
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presentan las protestas que se iniciaron en este año en distintos escenarios, los gays y lesbianas comenzaron a exigir el reconocimiento de sus derechos sociales, políticos, y también religiosos.
ción de ICM, ya que se realizó la Primera Conferencia General de ICM en Los Ángeles, se creó la Fraternidad Universal de Iglesias de la Comunidad Metropolitana (FUICM), en la que se agrupan todas sus iglesias, así como su estructura organizacional, estando a la cabeza el moderador de la fraternidad. Hasta 2005, este puesto fue ocupado por el fundador, Rev. Troy Perry.
En 1968, un año antes de los disturbios de Stonewall, surgió en Los Ángeles (California, Estados Unidos) la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), estableciendo un parteaguas en la búsqueda de reconocimiento de la diversidad sexual dentro del campo religioso. Este acontecimiento marcó la confluencia de dos campos, de manera distinta a como se habían pensado hasta ese momento, ya que mostró la importancia de la religión para algunas identidades LGBT, y al mismo tiempo hizo visible un despliegue táctico de la agencia de dichas identidades ante el doble proceso de marginación y discriminación que enfrentaban: el de las instituciones religiosas y el construido desde la vigilancia a la normalización de la sexualidad y el género.
La faceta activista de la ICM se hizo visible desde 1970, año en que Troy Perry ayudó en la organización y participó en la primera marcha del orgullo lésbico gay en Los Ángeles (MCC 2008). Estos vínculos de lo religioso con lo político —en los que se articulan las acciones de una iglesia que se asume como 100% activista y de un movimiento social como el LGBT— son uno de los puntos de partida fundamentales para analizar la interseccionalidad política (Crenshaw 1991) enfocando cómo en ciertas identidades LGBT se pone en circulación una agencia que se despliega en el terreno religioso y político, como miembros de una iglesia inclusiva y como activistas LGBT, produciendo entrecruces y tramas que ilustran un ejercicio del poder desde la resistencia, como lo señala Foucault en la Microfísica del poder (1992).
El 6 de octubre de 1968, en Los Ángeles (California) se realizó el primer servicio de la ICM, encabezado por Troy Perry, su fundador, con la asistencia de doce personas. Desde este año, Troy Perry determinó que uniría en matrimonio a parejas del mismo sexo como un sacramento y como un acto de protesta no violenta contra la discriminación de su comunidad. El primer matrimonio entre personas del mismo sexo se realizó el 3 de diciembre de 1968, uniendo a dos hombres mexicano-americanos en Los Ángeles (MCC 2008).
De 1972 a 1983, la ICM experimentó sus primeros años de crecimiento, en membresías y número de iglesias a escala mundial. Sin embargo, este crecimiento también estuvo marcado por acciones de intolerancia, manifiestas en la destrucción de algunas de sus iglesias o lugares de oración en ciudades como Nashville, en Tennessee, y en Nueva Orleans. Precisamente, en 1980 se creó el primer grupo de oración de ICM en la Ciudad de México; cinco años más tarde, la Fraternidad Universal de Iglesias de la Comunidad Metropolitana lideraba 5000 iglesias alrededor del mundo (MCC 2008; Sánchez 2003).
El Grupo Dignity, creado en 1969 en San Diego (California), es otro caso emblemático de esta búsqueda de reconocimiento dentro del campo religioso cristiano; sin embargo, a diferencia de ICM, que se formó como una iglesia cristiana, pero independiente de la Iglesia católica romana, Dignity desde sus inicios estuvo integrado por un grupo de homosexuales católicos que buscaban el reconocimiento dentro de la Iglesia católica romana. Una figura emblemática de Dignity fue el sacerdote jesuita y activista Robert Carter, quien desde la década de 1970 hizo pública su homosexualidad. La figura de Carter cobró visibilidad por su participación en las manifestaciones a favor de los derechos de las personas LGBT y por su ayuda a los enfermos de sida.
La expansión de la ICM dentro y fuera de Estados Unidos y su labor activista a favor de los derechos LGBT han llevado al reconocimiento de la iglesia y de sus líderes dentro de los gobiernos de Estados Unidos. En 1977 el presidente Jimmy Carter invitó al Rev. Troy Perry a una reunión en la Casa Blanca para discutir el estatus de los derechos de los gays y lesbianas en Estados Unidos. En 1980, representando la FUICM, el Rev. Troy Perry testificó en Washington, D. C., en la Primera Sesión Informativa del Congreso para discutir los Derechos Civiles de Gays y Lesbianas. En 1990 el Rev. Don Eastman fue de los invitados a la Casa Blanca para la ceremonia en la que el presidente George W. Bush firmó el Hate Crimes Statistics Act, el primer estatuto federal para reconocer e incluir a las personas LGBT entre los gru-
Sin embargo, el papel de la ICM como una iglesia para la diversidad sexual, al mismo tiempo que como una iglesia activista por los derechos LGBT, marcó su crecimiento y expansión no sólo dentro de Estados Unidos, sino en otras regiones como América Latina y Europa, principalmente. El año 1970 fue clave para la forma-
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pos minoritarios. En noviembre de 1997, el Rev. Perry participó en la Conferencia sobre Crímenes de Odio en la Casa Blanca (MCC 2008).
interseccional, iglesias como la ICM se colocan como una respuesta, como una táctica (De Certeau 1996), ante los sistemas de opresión que se desprenden de las religiones y los marcos morales, redefiniendo, a su vez, la manera en la que las identidades LGBT se sitúan tanto en el campo religioso como en el campo de la sexualidad y el género y el campo político, poniendo en circulación diversos capitales que los colocan en la competencia por la gestión y el acceso a los bienes de salvación.
La actual moderadora de la FUICM, Rev. Nancy Wilson, también ha sido reconocida por la labor que realiza dentro de la ICM, ya que en 2006 fue designada para el Consejo de Obispos y Elders de la National Gay and Lesbian Task Force Institute for Welcoming Resources, y en 2010, el presidente Barack Obama la nombró Asesora Presidencial en Religiosidad y Grupos LGBT.
La formación de las iglesias o los grupos espirituales para la diversidad sexual también ilustra el poder que se ejerce desde la subalternidad, desde la resistencia, desde las posiciones marginadas, desde una exclusión que se derriba para redefinir, para resignificar, y en este sentido es que la propuesta teórica de la interseccionalidad resulta central, ya que permite evidenciar cómo, desde su capacidad de agencia, algunas identidades LGBT se sitúan y se reposicionan en el campo político y religioso, así como en el de la sexualidad y el género, lo cual constituye un quiebre, una ruptura respecto a un doble proceso de exclusión y una muestra de los complejos procesos a través de los cuales las identidades disidentes se sitúan en los distintos escenarios de la vida social.
Hasta junio de 2012, la ICM contaba con “242 lugares autorizados para el ministerio en 40 países, los cuales incluyen 56 nuevas iglesias autorizadas para empezar labores, 16 ministerios autorizados que no son parte de la iglesia, y 170 iglesias afiliadas”. Estados Unidos es el país con el mayor número de lugares autorizados para el ministerio (139 de los 242); sin embargo, en América Latina se registró el mayor número de iglesias nuevas (35 de las 56). Brasil, con 18 nuevas iglesias de la ICM, encabeza el crecimiento de la ICM en esta región (MCC 2012). A la par del crecimiento de la ICM como una iglesia mundial, es necesario considerar que el 51,6% de sus clérigos son mujeres y que las congregaciones de la ICM tienen un presupuesto anual total de más de 20 millones de dólares (MCC 2013).
De acuerdo con Knudsen (2006, 67), “la interseccionalidad no sólo nos desafía para integrar perspectivas marginadas, sino también para demostrar la necesidad de entender las relaciones de dominación y las diferencias de poder como co-constituidas y co-construidas”. Retomando a McCall (2005) y Lykke (2005), Knudsen (2006) señala que el foco del poder en la teoría de la interseccionalidad puede ser conectado con los mecanismos de exclusión e inclusión, en el sentido foucaultiano del poder.
Aun cuando la ICM nació como una iglesia para gays y lesbianas, y durante toda su trayectoria ha priorizado el trabajo con personas LGBT, como lo señala el obispo para Iberoamérica, Rev. Héctor Gutiérrez, la ICM se define a sí misma como una iglesia radicalmente inclusiva, en la que todos son bienvenidos, lo cual adquiere sentido, por ejemplo, en la ordenación de la Rev. June Norris, la primera persona heterosexual en ser facultada como clérigo en la FUICM, en 1973 (MCC 2008), y en la presencia de otros familiares o amigos heterosexuales de los asistentes LGBT.
Las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual y de género en México
Si bien el caso de ICM ha sido paradigmático en su apuesta y en su expansión con alcance mundial, la búsqueda de reconocimiento de la diversidad sexual y de género dentro del campo religioso cristiano también se interseca con las luchas que se desarrollan en los contextos nacionales y locales.
En México, el incremento de la diversidad religiosa,6 así como la creciente visibilidad de la multiplicidad de identidades sexuales y de género, se entrelazan para mostrar cómo, a diferencia de lo que el catolicismo ha establecido históricamente, en algunas iglesias se ha
Hasta este momento, la trayectoria de la ICM es fundamental para mostrar cómo las personas LGBT encontraron las maneras de redefinir su posición en el terreno religioso, y en los marcos morales que las religiones ponen en circulación. Es decir, desde la perspectiva
6 De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010 (INEGI 2011), la población católica en México disminuyó 4,1 puntos porcentuales del año 2000 al año 2010. Actualmente, el 83,9 de la población en México es católica.
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producido una inclusión de la diversidad, a través de marcos morales en los que la heterosexualidad deja de ser el eje articulador de las normas, de los valores y de las representaciones que marcan el bien y el mal, lo aceptado y lo no aceptado, lo sancionable y lo que se inscribe dentro de la libertad individual. Para algunos, éste puede ser un hecho sorprendente, si consideramos que hasta 1973 la American Psychological Association (APA) consideraba la homosexualidad como una enfermedad mental, mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) excluyó hasta 1990 la homosexualidad de la Clasificación Internacional de Enfermedades y otros problemas de salud.
La variedad de las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual y de género viene a develar que la necesidad de trascendencia que garantizan los bienes de salvación no es exclusiva de los sujetos heterosexuales, pues a fin de cuentas, las personas LGBT comparten un contexto histórico y cultural en el que las normas religiosas y la creencia en un poder superior han sido herramientas esenciales para dar un orden al mundo social, así como a las identidades individuales y colectivas. En el caso de los asistentes a las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual, destaca un fuerte habitus religioso, que desde edades tempranas los ha colocado en cercanía con diversas actividades e incluso liderazgos dentro de sus iglesias de origen. Al señalar la centralidad de este habitus religioso, es necesario tener en cuenta lo dicho por Bourdieu (Bourdieu y Wacquant 1995, 88-89 y 92), en el sentido de que, si bien existen significados y sentidos que dan forma al habitus, éste no es inmutable y se caracteriza por la apertura a nuevas experiencias que modifican algunos campos de significación y sentido. Sin embargo, hay una parte que es mucho más difícil de modificar, y cuyo arraigo puede estar relacionado con profundos procesos de socialización e interiorización.
En el caso mexicano, la historia de las iglesias para la diversidad sexual se ha escrito de manera paralela, aunque menos visible, al movimiento LGBT. Actualmente, nos encontramos ante la emergencia de un campo religioso para la diversidad sexual y de género que se caracteriza por ser heterogéneo. A partir de una exploración etnográfica en internet realizada desde 2010 hasta principios de 2012, se identificó en México la presencia de veintiún iglesias cristianas y grupos espirituales para (o inclusivos con) la diversidad sexual y de género. Con seguridad, desde principios de 2012 este número se ha incrementado; sin embargo, las iglesias identificadas permiten mostrar un primer acercamiento para analizar cómo se posicionan estas iglesias en el campo religioso. De veintiún iglesias y grupos localizados en México, sólo cinco son inclusivos con la diversidad sexual y de género (Parroquia Anglicana de San Marcos, Iglesia Católica Ecuménica de Cristo, Libre Congregación Unitaria de México, Iglesia de la Santa Muerte y Judaísmo Reformista). De los dieciséis restantes, llama la atención que cuatro se identifican como denominaciones católicas (Comunidad Católica Vino Nuevo, Pastoral Gay de Saltillo, Grupo de Oración de Gays Católicos de Querétaro e Iglesia Católica Apostólica Antigua). Con excepción de la Pastoral Gay de Saltillo, que forma parte de la pastoral de la Diócesis de Saltillo, la denominación “católica” de los tres grupos restantes no necesariamente implica que formen parte de la Iglesia católica romana.
Aun cuando para muchos estas iglesias no aportan algo “novedoso” y más bien reproducen los mismos esquemas morales —por cuanto siguen adscritas a la doctrina cristiana, por ejemplo, por ser instituciones religiosas, con jerarquías, normas y preceptos, y consideran el matrimonio y la familia desde una relación de pareja y no de grupos, dejando fuera otras formas de constitución familiar y matrimonial—, es necesario reconocer que las personas LGBT adscritas a estas iglesias, en las que destaca una particular convicción religiosa y espiritual, también tienen la necesidad de adscribirse a ciertos sentidos construidos por la tradición, por el contexto histórico y cultural, a ciertas normas. Por lo que realizar una ruptura completa y sustancial sobre el amor de pareja, el matrimonio, la familia, es un proceso bastante radical, e incluso no deseado, para construir la propia trayectoria de vida.
Por otra parte, Afirmación Mormones Gays y Mormonas Lesbianas de México, Shalom Amigos Judíos LGBT de México y Guimel Judías y Judíos Mexicanas y Mexicanos Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero; Familiares y Amig@s, se colocan como grupos disidentes de las posturas oficiales de mormones y judíos, mientras que Mandala, en Guadalajara, se sitúa, de manera particular, como una opción espiritual más que religiosa.
La fuerza en la interiorización de algunos sentidos y significaciones que moldean al habitus también se observa en el hecho de que en muchos casos los asistentes a las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual no renuncian a su religión de origen; en muchos otros, suman otras pertenencias religiosas o espirituales construyendo diversos itinerarios y menús de creencias. Sin embargo, la apertura a nuevos sen-
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tidos y significaciones del habitus religioso ha hecho posible la búsqueda de reconocimiento de la diversidad sexual en el campo religioso, que en el marco de la interseccionalidad puede ser analizada en la competencia por la gestión de los bienes de salvación y en la construcción de otros marcos morales, a partir de una producción teológica propia.
den siempre más a transformarse en funciones políticas, a medida que […] las divisiones que opera la ideología religiosa vienen a recubrir (en el doble sentido del término) las divisiones sociales en grupos o clases concurrentes o antagonistas” (Bourdieu 2006, 33). Sin embargo, desde la perspectiva de Bourdieu, la relación entre las funciones sociales y políticas sólo ocurre en términos de la reproducción social, es decir, inculcando un habitus religioso en el que se interiorizan los valores y las representaciones impuestos desde las clases, grupos e instituciones con poder dominante. Bourdieu (2006, 37) considera “que la religión contribuye a la imposición (disimulada) de los principios de estructuración de la percepción y del pensamiento del mundo y, en particular, del mundo social, en la medida en que ella impone un sistema de prácticas y de representaciones cuya estructura, objetivamente fundada en un principio de división política, se presenta como la estructura natural-sobrenatural del cosmos”, pero ¿qué pasa cuando el sistema de prácticas y representaciones se modifica en función de una dinámica social en la que algunas personas LGBT se posicionan como agentes capaces de producir una diferencia en un orden simbólico en el que han sido excluidos y discriminados? En estos casos, ¿cómo se reconstruyen y se resignifican las funciones sociales y políticas de la religión?
Retomando la noción de Bourdieu sobre el campo religioso, las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual abren la competencia, que da forma al propio campo religioso, al modificar las condiciones de inclusión-exclusión y de acceso a los bienes de salvación, estableciendo que la identidad sexual y de género no heterosexual no es causa de expulsión, y dando un giro a las concepciones tradicionales e institucionalizadas sobre el matrimonio, la familia, así como sobre el liderazgo religioso predominantemente masculino. En este contexto, la interseccionalidad se coloca como un eje clave, ya que, en el estudio contemporáneo de las identidades sexuales y de género no heterosexuales, resulta necesario repensarlas y analizarlas desde una perspectiva en la que se articulen la sexualidad y el género a la religión y a la construcción de los sistemas morales, pues la religión, en conjunto con los sistemas morales que produce, al igual que la raza y la etnia, construye diversos sistemas de inclusión-exclusión en los que hay posiciones diferenciadas, en este caso, dependiendo de la identidad sexual y de género.
Desde una perspectiva centrada en la agencia, el señalamiento anterior implica un giro respecto a los planteamientos de Bourdieu, en el sentido de que permite establecer una relación dinámica y dialéctica entre reproducción y producción, entre imposición y libertad de elección, considerando a las personas LGBT como agentes capaces de participar en una producción de sentido que contribuya a resignificar las representaciones y las fronteras desde las cuales se pensaron su presencia y sus prácticas dentro y fuera de las iglesias cristianas.
Por lo que la presencia de las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual y de género en el campo religioso viene a posicionar de una manera diferente la presencia de gays y lesbianas en las iglesias, y en sus sistemas morales, a través de una producción teológica propia o de nuevas interpretaciones de los discursos religiosos (ver Lugo 2006; Miner y Tyler 2010), elementos centrales para abordar la interseccionalidad representacional señalada por Crenshaw (1991) para ilustrar los procesos de resignificación y producción de sentido.
Trayectorias y apuestas de las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual y de género en Guadalajara
Desde esta perspectiva, es preciso reconocer, de acuerdo con Bourdieu (2006, 47), la centralidad del discurso religioso de las iglesias respecto a la diversidad sexual y de género, ya que “el análisis de la estructura interna del mensaje religioso no puede impunemente ignorar las funciones sociológicamente construidas que cumple, en primer lugar, para los grupos que lo producen, y, por otra parte, para los grupos que lo consumen”. La relevancia de la relación entre el mensaje religioso y las funciones que cumple se debe a que “estas ‘funciones sociales’ […] tien-
Aun cuando la ciudad de Guadalajara se ha colocado en los imaginarios sociales como una ciudad eminentemente católica, de moral conservadora, durante el siglo XX, sobre todo en sus últimas dos décadas, mostró el tránsito del monopolio católico hacia la proliferación de diversas ofertas religiosas desde las cuales los habitantes de la
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ciudad podían construir o resignificar sus creencias, sus sentidos sobre lo trascendente, así como redimensionar el peso de las instituciones religiosas en las acciones que marcan su ser y estar con los otros.
Cristo, que se creó en Florida (EE. UU.) en 1997, y que se ha caracterizado por ser una iglesia inclusiva con los grupos minoritarios discriminados, entre ellos el de la diversidad sexual; además, en 2003 la Parroquia anglicana de San Marcos hizo más evidente su política de inclusión de la diversidad sexual.
Para la primera década del siglo XXI, ya era posible identificar a Guadalajara como una ciudad de contextos culturales plurales en los que se construyen y se expresan las identidades, entre ellas la identidad sexual y de género, ya que desde el año 2000 el movimiento LGBT retomó su visibilidad en la ciudad y se reposicionó en las agendas y en los debates políticos y religiosos.7 Mientras que en el plano religioso, de acuerdo con Renée de la Torre y Cristina Gutiérrez (2010, 212-213), para el año 2010, el número de centros de culto no católicos (449) casi igualó al total de centros de culto católicos (490), lo que revela un asombroso posicionamiento de las ofertas no católicas en la ciudad, aunque no necesariamente se traducen en una competitividad igualitaria con la Iglesia católica.
En 2009 se formó el Grupo Mandala, integrado por homosexuales y lesbianas que buscaban conciliar su identidad sexual y de género con su espiritualidad, y en 2010 se formó la comunidad de judíos reformistas Brit Brijá. Si bien se ha esbozado cronológicamente la aparición de las iglesias y comunidades cristianas para la diversidad sexual y de género en Guadalajara —en un contexto que articula e interseca lo global y lo local— , resulta conveniente profundizar en su trayectoria a partir de las apuestas que las han hecho distintivas, ya que, aun cuando tienen en común la búsqueda de reconocimiento en el campo religioso y la posibilidad para sus integrantes de conciliar la identidad sexual y de género con sus creencias, así como la pertenencia a una comunidad religiosa, también es un asunto fundamental distinguir las posturas particulares que permiten entender su surgimiento o apertura a la diversidad, sus luchas o sus frenos, sus posicionamientos, su desaparición o su permanencia, pues es a través de esas posiciones diferenciadas como se hace frente a los procesos de inclusión-exclusión, discriminación o normalización dentro de los grandes sistemas religiosos que dominan en el campo religioso, y que aquí se han enmarcado a partir de la perspectiva interseccional.
En Guadalajara, la búsqueda de reconocimiento de la diversidad sexual en el campo religioso cristiano inició en 1983 con la presencia del grupo Fidelidad Guadalajara de Homosexuales Católicos y Amigos, que tuvo como antecedente el grupo que se creó en 1980 en Ciudad de México. Su principal apuesta era la reivindicación de la diversidad sexual y de género dentro de la Iglesia católica romana. Dos años más tarde, en 1985, se formó en Guadalajara la ICM Santa Cruz, que tuvo como antecedente el grupo de Ciudad de México, que se creó en 1980. De ICM Santa Cruz se desprenden otras dos iglesias: la Iglesia ecuménica transfiguración, creada en 2003, que además ha sido en Guadalajara la única iglesia para la diversidad en la que el liderazgo fue asumido por una mujer, y la Iglesia de la reconciliación la Santa Cruz, que se formó en 2005, cuando la ICM Santa Cruz se separó de la FUICM.
A continuación se presentan las trayectorias de las iglesias identificadas en cinco grandes categorías, que constituyen un primer esfuerzo por entender dichos posicionamientos diferenciados dentro del campo religioso y en su intersección con otros campos:
En 2003, la oferta de iglesias para la diversidad sexual se amplió, ya que, además de la Iglesia ecuménica transfiguración, tuvo presencia la Iglesia católica ecuménica de
1. La reivindicación de la diversidad sexual y de género en doctrinas cristianas en las que oficialmente es rechazada. En Guadalajara, el Grupo Fidelidad fue un ejemplo de ello, al buscar la reivindicación dentro de la Iglesia católica romana; sin embargo, en el ámbito nacional es interesante considerar otras visiones disidentes que buscan la reivindicación de la diversidad, tales como Afirmación Mormones Gays y Mormonas Lesbianas de México y Shalom Amigos Judíos LGBT de México. 2. El activismo religioso y político articulado al reconocimiento de derechos en ambas esferas, con ICM la Santa Cruz, la Iglesia ecuménica transfiguración y la Iglesia de la
7 En Guadalajara, el movimiento lésbico-gay empezó a consolidarse, clandestinamente, desde los años setenta. Sin embargo, es hasta 1983 y 1985 que se realizan la primera y la segunda marchas por los derechos de la diversidad sexual; transcurrieron catorce años para que se realizara la tercera marcha. De 1985 a 1999, el activismo por la diversidad pasó por un período de eclipse, influenciado en gran medida por las represiones de las fuerzas conservadoras, quienes en 1991 impidieron que se realizara el Congreso Internacional de Lesbianas y Gays, organizado por la International Lesbian, Gay, Bisexual, Trans and Intersex Association (ILGA) (Colega O A. C. 2013). Desde el año 2000 hasta la fecha, las marchas por los derechos de la diversidad sexual se han realizado ininterrumpidamente.
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reconciliación. Las tres retoman la visión activista y religiosa que dio forma a ICM desde sus inicios, en Estados Unidos. 3. La inclusión sin restricciones de la diversidad sexual y de género, con el judaísmo reformista, comunidad Brit Brijá. Aun cuando no es una iglesia que surja para la diversidad sexual, es completamente inclusiva; las personas LGBT pueden participar en todas las actividades de la comunidad, incluida la realización de un ritual matrimonial. 4. La inclusión “restringida” de la diversidad sexual y de género, con la Parroquia anglicana de San Marcos y la Iglesia católica ecuménica de Cristo, en las que, si bien las personas LGBT pueden ser parte de la congregación, no pueden acceder a un ritual matrimonial o de bendición de parejas. 5. La búsqueda espiritual, con el grupo Mandala.
alteridad y la experiencia de la identidad. A través de la pluralidad puede comprenderse la necesaria y legítima búsqueda de reconocimiento de la diversidad sexual y de género dentro del campo religioso, mientras que el reconocimiento de la alteridad permite entender las diversas posiciones que se generan (en las jerarquías religiosas, en la sociedad civil e incluso en las heterogéneas perspectivas y trayectorias desde las que se vive ser lesbiana, gay, bisexual o trans) respecto a las personas no heterosexuales que buscan ser reconocidas en las iglesias, en la doctrina cristiana, o que simplemente pretenden ejercer su derecho a practicar y vivir la religiosidad y la espiritualidad. Para Augé (1995, 83), la relación alteridad/identidad se concibe desde la perspectiva de que toda identidad se construye por negociación con diversas alteridades: “es una reflexión sobre la alteridad lo que precede y permite toda definición de la identidad”. Esta relación pluralidad, identidad, alteridad, también es elemental para entender las lógicas, los procesos de inclusión-exclusión y normalización a través de la subjetividad.
La variedad y complejidad de las trayectorias, de las apuestas en las iglesias para la diversidad sexual y de género, de las iglesias inclusivas, de los grupos espirituales, e incluso de los de inspiración ecuménica, confirman la importancia de la religión en el mundo moderno, en una sociedad cada vez más secularizada y en la que la religión reacomoda su papel, tal como lo plantea Hervieu-Léger (2004), quien sostiene que la relación de la modernidad con la religión se expresa, por una parte, en la desregularización de lo religioso, y por otra, en los procesos de descomposición y recomposición de las creencias como organizadoras del sentido de la experiencia subjetiva de los individuos.
Para ilustrar las identidades de los asistentes a las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual y de género en Guadalajara, es necesario plantear un panorama general sobre quiénes los integran. Quizá el elemento más visible es la diferencia en la asistencia de hombres y mujeres, así como entre generaciones, ya que la presencia de los hombres es marcadamente superior a la de las mujeres, mientras que en cuanto a la edad, los asistentes están en el rango de los 30 y 60 años de edad.
En este contexto de una sociedad cada vez más secularizada resulta central comprender los roles de lo religioso en la conformación de distintos marcos morales en los que sitúa de manera diferenciada las identidades sexuales y de género no heterosexuales. Asimismo, es fundamental revelar las intersecciones de lo religioso con lo moral y lo político, ya que, en función de distintos intereses, de distintas disputas de poder, de distintas estrategias de normalización, de exclusión e inclusión, la religión sigue siendo, como lo señala Hervieu-Léger (1996, 39), un “dispositivo —ideológico, práctico y simbólico al mismo tiempo— mediante el cual se constituye, mantiene, desarrolla y controla la conciencia individual y colectiva de pertenencia a un linaje creyente particular”.
Las identidades: un mosaico de adscripciones y creencias
Si se pretende entender la ausencia de las mujeres lesbianas (y en algunos casos, su escasa presencia), es necesario tener en cuenta algunas hipótesis: en primera instancia, que para muchas de ellas carece de sentido asistir a iglesias que en gran medida reproducen la moral sexual que sustenta la doctrina cristiana, y que, en los casos concretos de Guadalajara, predominantemente siguen estando lideradas por hombres; en segundo lugar, que muchas otras se mantienen dentro del catolicismo, por la fidelidad a sus creencias y por no sentirse “tan atacadas como los hombres” dentro de esta institución religiosa; en tercer lugar, es necesario considerar la inclusión de las mujeres lesbianas en otras religiones no cristianas como el budismo e incluso en los grupos Hare Krishna (donde la homosexualidad no es aceptada), así como en otras prácticas espirituales relacionadas con la danza y el contacto con la tierra y la naturaleza.
Desde la perspectiva de Augé (1995), el estudio de las identidades es posible a partir de una triple experiencia: la experiencia de la pluralidad, la experiencia de la
Aun cuando desde la perspectiva más general, las iglesias y los grupos espirituales para la diversidad sexual y de género ofrecen la posibilidad de conciliar las
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de La de la mochila azul. Hasta los 22 años tuvo su segunda novia; sin embargo, por este tiempo entró a trabajar a una empresa de transportes, donde conoció a un hombre que empezó siendo su amigo y al poco tiempo fue su pareja; estuvieron juntos por 22 años. A pesar de tener esta relación homosexual, Aldo seguía pensando: “Yo me quiero casar, quiero tener hijos, quiero hacer una familia normal como todos, yo no soy […]” (Aldo 2011). Considera que hasta sus 35 años empezó a aceptarse un poco más, y en eso, ICM tuvo mucho que ver.
creencias religiosas con la identidad sexual y de género, las trayectorias y las apuestas de sus integrantes muestran distintas búsquedas dentro de estas comunidades que se traducen en diversos objetivos que desean alcanzar. Mientras que para algunos es importante mantenerse en una iglesia que sea predominantemente para la diversidad sexual, aun cuando todos sean bienvenidos, como en el caso de ICM, para otros es más significativo ser parte de una iglesia que los acepte con su preferencia sexual, sin que esto sea lo más trascendental dentro de la iglesia, tal como sucede en la Parroquia anglicana de San Marcos, además de aquellos que, aun cuando asisten a alguna de estas iglesias, se siguen considerando como católicos romanos y apuestan por un cambio dentro de esta institución eclesial, así como quienes buscan más bien un ecumenismo o un diálogo interreligioso a través de la adscripción y pertenencia a iglesias y grupos distintos.
En cuanto a su pertenencia a la religión católica, a Aldo no le interesaba que el padre o quien fuera dijera que no aceptaban a los homosexuales: “A mí nunca me afectó para nada, para nada, para nada en ese sentido, yo siempre acostumbraba a ir a misa, incluso, aun cuando ya era parte de ICM”. Durante el primer año y medio siguió asistiendo a la iglesia católica: “Yo te soy sincero, que me levantaba temprano los domingos y me iba a misa de 8 a la iglesia católica y después me iba a las 12:00 o 1:00 al servicio en ICM; incluso, yo, cuando comulgaban en ICM, decía: ‘¿Qué están haciendo? No puede ser posible lo que está pasando’” (Aldo 2011).
Si bien los perfiles que se han esbozado no podrían describir a la totalidad de quienes se congregan en estas iglesias y en estos grupos, sí permiten ubicar distintas perspectivas a través de las cuales se vive la religiosidad-espiritualidad, perspectivas en las que se profundizará a través de las trayectorias que se presentan a continuación.
Aldo reconoce que ICM le ayudó en el proceso de aceptación de su preferencia sexual, en la construcción de su identidad como homosexual, de su vida en pareja:
En el marco de la interseccionalidad, estos perfiles biográficos muestran cómo, a través de su capacidad de agencia, los sujetos con identidades no heterosexuales logran insertarse en el campo religioso, del que habían sido expulsados por el ejercicio de poder de las religiones hegemónicas que dominaban el campo. Las prácticas religiosas individuales, las creencias, las múltiples adscripciones religiosas y espirituales, muestran cómo es posible insertarse en determinados sistemas de normalización, pero también evidencian cómo es posible, a través de esas prácticas, crear nuevos sistemas de normalización e inclusión en el campo religioso y en la construcción de otros marcos morales.
“A mí ICM me ayudó, en el sentido de disfrutar a mí
pareja; nunca me sentí con pecado ni mucho menos;
conste que eran 18 años los que estábamos juntos, cuando conocíamos ICM; obviamente, esto vino a
beneficiarme porque yo me sentía más pleno conmigo
mismo, y obviamente disfruté más mi sexualidad, ahora sí como que presumía mucho, ‘Ay, sí soy’, y
véanme, y sí me dicen: ‘¿Eres joto?’, ‘Sí, sí lo soy, sí soy’”. (Aldo 2011)
Después de un año y medio de estar en ICM, justo al cumplir veinte años con su pareja, Aldo decidió realizar su Santa Unión, es decir, el ritual por el que en ICM las personas se unen en matrimonio:
Aldo: la aceptación de la identidad sexual en ICM
“Tuvieron que pasar un año y medio para que yo lo sintiera, no por compromiso de que ‘Ay, quiero hacer
Aldo es un hombre de 46 años que proviene de una familia católica y tapatía; es el penúltimo de ocho hermanos. Desde su infancia acarreó las burlas por tener una voz afeminada; no recuerda ni cómo ni en qué momento se dio cuenta de su preferencia sexual por los hombres, ya que, incluso, en la secundaria tuvo su primera novia, a quien le regaló con gran ilusión el disco
una fiesta, quiero hacer esto’; no, no, no, sino que
realmente yo lo sintiera, yo lo sentí en ese momento
y creí que era preciso hacer ésa, esa Santa Unión ahí, y bueno, para mí fue mucho muy importante haberla
realizado, y lo puedo decir con orgullo, fue mucha
gente, a mí lo que me gustó mucho de mi unión, fue que fueron amigos de la iglesia, amigos gays por
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la fe, y dicha búsqueda se inicia de manera más evidente a sus 19 años, cuando conoció a unas religiosas en Guatemala; para este tiempo, ella ya se había dado cuenta de que tenía una atracción especial por las mujeres, e, incluso, dentro del convento sentía que le hacía falta algo, sentía mucho la necesidad de querer a alguien: “Yo le pedía mucho a Dios que si esto estaba mal, que me quitara eso, y hacía mucha oración e iba a grupos y le pedía al Espíritu Santo, y me ponía a llorar: ‘Si eso está mal, quítamelo, yo no quiero eso’”. (Laura 2011)
fuera, pero también fueron amigos hétero, toda mi familia, mis hermanos, mis sobrinos, hijos de mis
sobrinos fueron; en caso de mi expareja, también fueron sus hermanas, sus sobrinas, sus cuñadas, eso
fue lo que me gustó […] lo sentías tanto ese evento, que para mí fue, híjole, muy importante, créeme
que yo lo sentía como lo máximo para mi vida per-
sonal y en cuestión de creencias religiosas, porque
te digo que a lo mejor ahora sí, lo que no pude hacer en la Iglesia católica, que en su momento, por lo que
has vivido, se te graba y quisieras tenerlo, lo pude lograr”. (Aldo 2011)
Después de dos años en esta congregación, Laura se dio cuenta de que estaba enamorada de la superiora, pero al hacérselo saber, ella le recomendó que saliera para que aclarara sus ideas, dejando abierta la opción de regreso. Esta historia se repitió un año más tarde con las Religiosas de la Cruz, en Ciudad de México, orden a la que Laura ingresó unos meses después de su salida de Guatemala. Cuando le confesó a la superiora que estaba enamorada de ella, le dijo:
Sin embargo, a dos años de haber realizado su Santa Unión, Aldo se separó de su pareja, a quien descubrió en una infidelidad. Para Aldo, se le cumplió el dicho que circulaba entre los asistentes de ICM: los que se casan en ICM, se divorcian y dejan de asistir a la iglesia. Después de su separación, Aldo dejó de asistir a ICM e incluso cuestionó su creencia en Dios. “Yo siento que llevaba mucha fuerza en ICM en muchas
cosas buenas que yo vi, pero obviamente la ruptura con
“‘¿Sabes qué, yo creo que es bueno que si sales, tengas
cómo que Dios permite que haya pasado esto—, así como
de estar esperando alguien para casarte’. Y sí, salí,
mi pareja yo siento que me estancó y me hizo pensar —
novio, te vas a casar, yo creo, porque allá afuera te ha
que te baja las pilas y llega un momento en el cual no
y siempre he tenido novios, desde chica, mediana,
crees en Dios; yo en lo personal te comento que, aunque
salí del convento y seguí teniendo, y me han ofre-
sí hago mis oraciones diario, pero llega un momento en
cido matrimonio y todo, y sí siento emoción cuando
que dices ‘No, no, no, qué está pasando, Dios por qué
me dicen que se quieren casar conmigo, pero yo no
permite ese tipo de cosas’, y ya no me acerqué a ninguna
les podía decir que sí porque no estaba enamorada de
iglesia”. (Aldo 2011)
ellos”. (Laura 2011)
Hasta hace poco, Aldo regresó a las reuniones de ICM que actualmente se realizan en Guadalajara; su asistencia es ocasional y cree que le costará trabajo retomar el grupo; sin embargo, ahora le queda claro que, a pesar de lo que vivió, sigue creyendo en Dios.
Aun cuando para este momento Laura reconocía plenamente su atracción hacia las mujeres, no le gustaba que la identificaran como lesbiana: “Yo decía: ‘No, a mí sí me gustan las mujeres, pero yo no soy lesbiana’. Yo no me aceptaba, ni siquiera la palabra. La palabra la rechazaba, la sentía como una etiqueta; ahora nos damos cuenta de que es una etiqueta que no la merecemos porque somos seres humanos”.
Laura: la convergencia de la religiosidad y la espiritualidad en una pertenencia múltiple
Después de su salida con las Religiosas de la Cruz, a principios de 1993, Laura regresó a Guadalajara y empezó a conocer mujeres para entablar una relación de pareja:
Laura es una mujer de 53 años que nació en una familia católica y tapatía, conformada por ella, sus padres y doce hermanos. Entre sus hermanos hay un sacerdote católico, para el que ha sido más difícil aceptar su preferencia sexual.
“Entonces me separé más de mi familia, porque yo
estaba como más apegada a mi familia. La primera vez que yo fui a una fiesta de mujeres en un bar aquí en Gua-
dalajara, en un antro, me sentía tan feliz, yo no sabía
que podía haber tantas personas como yo; ese día tomé
Laura se define a sí misma como una persona que siempre ha estado en búsqueda de una respuesta en
mucho y me hizo daño, porque tomé con unas amigas y todo” (Laura 2011).
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Sin embargo, por el acoso de quien era su pareja en ese momento, decidió viajar a California (Estados Unidos), donde se radicó por once años.
antes, cuando no me aceptaba yo misma, me rechazaba y entonces me hacía a un lado de todo y no me integraba
a nada; al contrario, a lo mejor también rechazaba a otros”. (Laura 2011)
En California buscó una iglesia que la aceptara con su preferencia sexual, y en el segundo año de estancia allá, conoció la Iglesia episcopal, en México Iglesia anglicana. Pero fue a través de un desfile en Long Beach que encontró un ministerio para gays y lesbianas, que lleva por nombre Emaus, dentro de la Iglesia católica romana. Laura se incorporó a este ministerio y continuó su desarrollo religioso como católica romana.
A partir de las trayectorias presentadas, es necesario considerar, de acuerdo con Hall (2003), que la identidad ya no responde a concepciones esencialistas, porque las identidades son cada vez más fragmentadas, fracturadas, “nunca son singulares, sino construidas de múltiples maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes, a menudo cruzadas y antagónicas. Están sujetas a una historia radical, y en un constante proceso de cambio y transformación” (Hall 2003, 17).
En 2006, después de la ruptura con su pareja de California, Laura regresó a Guadalajara; hace dos años tuvo la inquietud de seguir estudiando teología e ingresó a un instituto teológico de los carmelitas, pero al darse cuenta de que su deseo más grande era ser sacerdotisa, decidió inscribirse al seminario de la Iglesia anglicana, en Guadalajara.
Esta perspectiva planteada por Hall (2003), alejada de las concepciones esencialistas y con énfasis en el marco de una historia individual en proceso de cambio, de transformación, constituye el punto de partida para analizar la construcción de las identidades sexuales y de género, así como su interrelación con otros planos, como el religioso y espiritual, como procesos cambiantes a lo largo de la trayectoria de vida y dependientes de procesos de elección en los que se interpretan y reorganizan las normas que intentan regular el género y la sexualidad, normas que en gran medida han sido configuradas y legitimadas por las instituciones religiosas.
Hoy, Laura, además de ser parte de la Iglesia anglicana, forma parte del grupo Mandala, participa en la comunidad Catholic Worker, así como en la Iglesia católica ecuménica de Cristo. Ocasionalmente colabora en actividades organizadas por asociaciones civiles a favor de la diversidad sexual. De hecho, en la Iglesia católica ecuménica de Cristo realizó su bendición de pareja. Aunque esta ceremonia no era su ideal, para su pareja era importante realizarla, por lo que quiso complacerla: “Nos pusimos anillos, y nos pusieron el lazo y toda la cosa; yo me sentía un poquito extraña” (Laura 2011).
Reflexiones finales El panorama presentado ha mostrado cómo ciertas identidades LGBT, marcadas por un doble proceso de discriminación y estigmatización (el de las instituciones religiosas y el construido desde la vigilancia a la normalización de la sexualidad y el género), fueron capaces de posicionarse de manera distinta en el campo religioso y en el campo de la sexualidad y el género, a través de diversos procesos de inclusión que visibilizaron la importancia de la religión para algunas identidades LGBT.
Para Laura, la diversidad de pertenencias, de experiencias religiosas y espirituales, es importante, por cuanto muestra su apertura a la diversidad, a los que son diferentes, “y si Dios me permite, es lo que voy a proponer a mis feligreses. Jesús siempre dijo: ‘En eso conocerán que son mis discípulos, en que siempre se amen unos a otros, es una señal’, entonces es lo que nos ha enseñado Jesús” (Laura 2001).
Esta apuesta, enfocada desde el marco de la interseccionalidad, permitió identificar a los agentes que con un fuerte habitus religioso han sido capaces de colocarse en las disputas del campo religioso por el acceso y la gestión de los bienes de salvación.
Además, antes que cristiana, Laura considera que primero es un ser humano, y eso la hace sentirse integrada a todo “Creo en lo que Jesús nos enseñó, pero primero per-
tenezco al universo como ser humano y pienso que es
Las posiciones diferenciadas que las iglesias para la diversidad sexual asumen en el campo religioso, reveladas a través de las iglesias de la ciudad de Guadalajara, muestran la complejidad de los procesos de inclusión
importante eso; no me quiero cerrar a lo que soy. Aunque me he sentido rechazada, me he aceptado así como
soy, y desde que me he aceptado me siento más feliz, me
siento más realizada, me siento más integrada a todo, y
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y normalización que se desarrollan en este campo, que van desde lograr el reconocimiento en las religiones hegemónicas, en las que se encuentran las posiciones más conservadoras, hasta el reconocimiento parcial en aquellas que muestran una inclusión restringida para la diversidad sexual. En contrapartida, también se sitúan las iglesias que se asumen como activistas y muestran una inclusión sin restricciones a la diversidad sexual, así como los grupos que se instalan en el terreno de lo espiritual. Desde la subjetividad, dichas posiciones diferenciadas en el campo también develan los entramados de la lucha política con la lucha religiosa, así como la configuración de distintos itinerarios de creencias y prácticas religiosas y espirituales en los que se vislumbra una capacidad de agencia que se ejerce desde la resistencia.
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Entrevistas
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29. Aldo. Noviembre 8 de 2011. 30. Laura. Noviembre 1 de 2011.
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Algunas reflexiones sobre la construcción cotidiana de la maternidad y la sexualidad de jóvenes madres en la implementación de una política social en el conurbano bonaerense* Ana Cecilia Gaitánv Fecha de recepción: 15 de julio de 2013 Fecha de aceptación: 18 de enero de 2014 Fecha de modificación: 28 de febrero de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.04
RESUMEN Este artículo desarrolla algunos avances de un estudio etnográfico más amplio sobre formas de regulación de los cuerpos y sexualidades de mujeres jóvenes y las disputas de sentidos que, en torno a la maternidad y el aborto, se producen en la implementación de una política social en el conurbano bonaerense. Se presenta cómo en dicha implementación, determinados comportamientos son construidos como legítimos e ilegítimos para jóvenes madres. El propósito es explorar cómo dicha construcción categorial, producida en la cotidianidad de la implementación, se interseca con representaciones respecto de las sexualidades de aquellas jóvenes, atendiendo a cómo el género, articuladamente con otros clivajes identitarios (clase y edad), atraviesan, configurando, dicha construcción.
PALABRAS CLAVE Enfoque etnográfico, políticas sociales, sexualidad juvenil, regulación estatal, maternidad juvenil.
Some Reflections on the Everyday Construction of the Maternity and Sexuality of Young Mothers in the Implementation of Social Policy in the Buenos Aires Metropolitan Area ABSTRACT This article describes some progress of a broad ethnographic study of the ways of regulating young women’s bodies and sexualities. It focuses on disputed meanings of young motherhood and abortion in the implementation of social policy for teenagers in the Buenos Aires metropolitan area. I will introduce some aspects of the ways some behaviors are constructed as legitimate, and others as illegitimate for young mothers. The purpose is to explore how said categorical construction, produced in everyday implementation, intersects with ideas about their sexualities and the ways in which gender, age and class shape that construction.
KEY WORDS Ethnographic approach, social inclusion policies, young sexualities, state intervention, young motherhood.
*
Este artículo es producto de la investigación, en curso, de la tesis doctoral en Antropología, vinculada al programa del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Para el desarrollo de la tesis, la autora cuenta con una beca de posgrado Tipo I, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Argentina.
v
Antropóloga por la Universidad de Buenos Aires y estudiante del Doctorado en Antropología en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Becaria doctoral en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y en el Programa de Estudios Sociales en Infancias y Juventud de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín, Argentina. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Este espacio es para que ustedes hablen. La legitimación de la intervención en los programas sociales” y “¿Qué hiciste todo este tiempo que no tuviste hijos? Intersecciones entre género, clase y edad en las investigaciones con niños, niñas y jóvenes de sectores populares”. En Sentidos de la exclusión social. Beneficiarios, necesidades y prácticas en políticas sociales para la inclusión de niños y jóvenes, coord. Valeria Llobet. Buenos Aires: Biblos, 2013. Correo electrónico: ce_gaitan@yahoo.com.ar
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Algumas reflexões sobre a construção cotidiana da maternidade e da sexualidade de mães jovens na implementação de uma política social na Região Metropolitana de Buenos Aires RESUMO Este artigo desenvolve alguns avanços de um estudo etnográfico mais amplo sobre formas de regulação dos corpos e sexualidades de mulheres jovens e as disputas de sentidos que, em torno da maternidade e do aborto, se produzem na implementação de uma política social na Região Metropolitana de Buenos Aires. Apresenta-se como, nessa implementação, determinados comportamentos são construídos como legítimos e ilegítimos para mães jovens. O propósito é explorar como essa construção categorial, produzida na cotidianidade da implementação se confunde com representações a respeito das sexualidades daquelas jovens, atendendo a como o gênero, articuladamente com outras clivagens identitárias (classe e idade) atravessam, configurando, essa construção.
PALAVRAS-CHAVE Enfoque etnográfico, políticas sociais, sexualidade juvenil, regulação estatal, maternidade juvenil.
Introducción
E
bonaerense.2 El objetivo es comprender cómo en dicha implementación, determinados comportamientos son construidos como legítimos y deseables, mientras que otros son definidos como ilegítimos para las jóvenes madres. En cuanto construcción categorial producida en la cotidianidad, se busca señalar aquellos elementos utilizados para describir dichos comportamientos, atendiendo a cómo el género, articuladamente con la clase y la edad, la atraviesan. En este sentido, la elección de una aproximación etnográfica, centrada en las interacciones cotidianas que se producen en la implementación del programa, permite captar y comprender el conjunto diverso de prácticas a partir de las cuales agentes estatales configuran aquel sistema de clasificación respecto de los comportamientos legítimos e ilegítimos de jóvenes madres.
n América Latina, en el transcurso de los últimos años, se han producido reformas trascendentes en los estudios sociales sobre las sexualidades juveniles (Gaitán 2012). En este sentido, tanto en el ámbito local como en otros países de la región,1 se ha producido un desplazamiento en estos estudios desde el paradigma de la salud y biologización de las experiencias de los jóvenes hacia la comprensión de las sexualidades juveniles articuladas con la dimensión de género, y siendo parte de una trama más amplia de prácticas y sentidos: como una identidad intersecada con otras formas de desigualdad (clase, edad, etnia, nacionalidad, etcétera). Como parte de dicho proceso de mutaciones, muchas de estas producciones han incorporado herramientas del enfoque etnográfico para la indagación. Aunque en ascenso, continúan siendo escasos los trabajos que, recuperando dicho enfoque, se pregunten sobre las condiciones en las que son producidos, reinterpretados y experimentados el género y las sexualidades juveniles, y sus vínculos con distintos tipos de discursos, prácticas e intervenciones. En sintonía, pretendiendo abonar al conocimiento respecto de las formas institucionales de regulación de la sexualidad y la maternidad de jóvenes de sectores populares, este artículo desarrolla algunos avances de un estudio etnográfico más amplio sobre las formas de intervención estatal sobre las sexualidades juveniles y las disputas de sentidos que, en torno a la maternidad, se producen, en la implementación de una política social destinada a jóvenes en el conurbano
1
Un programa de inclusión social para jóvenes de sectores populares El programa de Responsabilidad Social Compartida Envión comienza como una experiencia municipal destinada a la inclusión social y a la promoción de los derechos de adolescentes y jóvenes entre 12 y 21 años en situación de “vulnerabilidad social”.3 En 2009, este programa, que
2
Se denomina conurbano bonaerense a un aglomerado de veinticuatro partidos del Gran Buenos Aires, dispuestos en cordones de acuerdo con la cercanía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
3 Para este programa son adolescentes y jóvenes vulnerables “aquellos que pertenecen a hogares con inserción laboral precaria, los que no estudian ni trabajan, viven en situaciones familiares de violencia y abandono, residen en viviendas precarias, en barrios con infraestructura y equipamiento inadecuado”.
Se revisaron las producciones académicas para los siguientes países: Chile, Brasil y Colombia.
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Algunas reflexiones sobre la construcción cotidiana de la maternidad y la sexualidad de jóvenes madres Ana Cecilia Gaitán
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supone una transferencia de ingreso percibida directamente por la o él adolescente o joven destinatario/a, se extiende, como reemplazo del Proyecto Adolescente,4 a gran parte de la provincia de Buenos Aires. En la actualidad, si bien el programa depende directamente del Ministerio de Desarrollo Social de dicha provincia, la ejecución continúa siendo municipal. Esto lleva a que cada implementación adquiera su particularidad de acuerdo con el municipio en el que se encuentre anclada. Los destinatarios del programa son elegidos según un orden de mérito, en función de la “vulnerabilidad” de cada joven. De acuerdo con la documentación oficial del programa, sus objetivos son integrar a estos jóvenes al sistema educativo, enseñarles oficios, proveerles un espacio de contención y recreación a través de la oferta de talleres y actividades deportivas, culturales, lúdicas y artísticas.
cunscribir el trabajo de campo a aquel municipio estuvo vinculada, por un lado, a mi participación como becaria doctoral en un equipo de investigación más amplio,5 y por el otro, al interés suscitado frente a la centralidad de la perspectiva de derechos para las políticas públicas municipales. Tal como lo mencionaron otras investigaciones sobre políticas sociales en aquel municipio (Rodríguez 2012; Di Marco et al. 2006), el discurso de derechos sociales se encuentra presente, de manera evidente, en las distintas áreas de gobierno del mismo. De acuerdo con Rodríguez Gustá, dicha gestión municipal se ha encontrado “[…] signada por la búsqueda de la participación ciudadana y la expansión del ejercicio de derechos mediante procesos de transparencia, la gestión eficiente para mejorar la recaudación y la administración de los recursos públicos y, finalmente, el desarrollo social ampliamente concebido” (Rodríguez 2012, 7). Por ejemplo, desde 2005 existen audiencias públicas que procuran garantizar la transparencia de la gestión municipal y el libre acceso por parte de los ciudadanos a la información pública. También se crean, para aproximadamente la misma época, como parte de un movimiento de descentralización municipal, las Unidades de Gestión Comunitaria y los proyectos participativos sobre las partidas presupuestarias, con el fin de fomentar la participación ciudadana. Así las cosas, la gestión del municipio pareciera estar orientada a partir de ciertos ejes centrales: los derechos humanos, la transparencia pública y la intervención integral (Rodríguez 2012).
El grupo de trabajadores del programa es muy heterogéneo en cuanto a edades, historias, trayectorias educativas, laborales, y de militancia. Algunos han nacido y vivido toda su vida en el barrio, otros no, algunos no han terminado el secundario, mientras que otros se han recibido en universidades públicas o se encuentran cursando los últimos años de la carrera. Si bien todos explican haber tenido “trabajo social” previo a Envión, cada una de estas experiencias suele ser muy distinta a las demás. Entre los trabajadores que interactúan cotidianamente con las y los jóvenes están los coordinadores de la sede (por lo general estudiantes y egresados universitarios), los profesionales (jóvenes profesionales que no son del barrio ni viven en el barrio, que han estudiado en la universidad carreras sociales y humanísticas, como Psicología, Trabajo Social y Comunicación Social) y los operadores barriales y las operadoras juveniles, que sí son moradores del barrio. Estos últimos, son convocados por el programa, debido al conocimiento que, se supone, tienen del territorio barrial. También transitan por el programa diferentes profesores, que son los encargados de dictar talleres (circo, macramé, música, educación maternal, entre otros) y algunos estudiantes universitarios que se encuentran realizando pasantías.
Considerando estos elementos, parecía atractivo indagar sobre cómo el Estado construye determinados comportamientos como legítimos e ilegítimos para las jóvenes madres de sectores populares, atendiendo a la especificidad que adquieren dichas construcciones en este territorio particular. Para ello, deviene central recuperar las nociones desarrolladas por Haney (1996 y 2002) respecto del Estado como una instancia de múltiples capas compuestas por un entramado de relaciones entre ejecutores y destinatarios de políticas sociales. Dentro de este entramado, tanto las ideologías de las instituciones locales como las redes territoriales y las biografías de quienes las implementan, se configuran constituyendo “regímenes institucionales de género” (Haney 1996). En relación con esta investigación, esta
Yendo a lo particular: la implementación local Este artículo analiza una de las implementaciones del Programa Envión en un municipio ubicado en el primer cordón del conurbano bonaerense. La decisión de cir-
5 Proyecto de Investigación Plurianual (PIP) 11220090100520, del Conicet. Período 2010-2012. Su objetivo tenía como propósito comprender la naturaleza y las particularidades de las tensiones entre las distintas identidades sociales de género, los procesos subjetivos de ampliación de ciudadanía y las representaciones y prácticas de programas sociales, enfocando en las interacciones agentesjóvenes en tales escenarios.
4 El programa Proyecto Adolescente, inspirado en el programa brasileño ProJovem, fue creado en 2007 por el Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Buenos Aires.
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idea de “regímenes institucionales de género” debe pensarse profundamente relacionada con la construcción de la maternidad, la sexualidad y lo juvenil. Así las cosas, cabe destacar que dichos regímenes, no necesariamente coinciden con los límites de los estados locales.
como resaltó Colángelo (2005) —en relación con la infancia, la maternidad y la crianza—, cuando se enfoca en sociedades nacionales como la nuestra, resulta imperioso articular la aproximación de la diversidad cultural respecto de los modos de experimentarlas con la dimensión de desigualdad social, basada en la existencia de clases sociales y géneros distintos.
En otras palabras, la complejidad de las relaciones intersectoriales e intergubernamentales en las que se embeben los alcances de las políticas sociales hace que en un territorio local se combinen administración municipal, provincial y nacional, tornándose confusos los límites entre aquéllas. En sintonía con lo planteado por Rodríguez (2012) para el programa de transferencia condicionada Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, si bien el estado local organiza relaciones de género entre las poblaciones destinatarias, dicho proceso está lejos de ser unívoco.
Parece entonces indispensable, en la aproximación analítica de la maternidad juvenil de sectores populares, la articulación de ambas dimensiones (Fonseca 1995). Esta mirada sugiere pensar la maternidad y la sexualidad no sólo como construcciones relacionales y situadas históricamente, sino como siendo construidas dinámica y conflictivamente, en un proceso disputado y para nada unívoco. De igual forma, se han otorgado diferentes sentidos a los grupos etarios, produciendo determinadas condiciones simbólicas de cómo se debe ser y estar en cada uno de ellos, estableciéndose como hegemónicos ciertos sentidos, mientras que otros permanecen alternos (Mead 1985; Chaves 2010). Lo juvenil es también un concepto relacional que adquiere sentido en un contexto social determinado y a través de las interacciones con otras categorías como género, edad, clase social, etnia (Souto 2007) y sexualidad. Existen múltiples e imbricadas maneras en que las emociones, las relaciones y los deseos pueden encontrarse configurados socialmente. La sexualidad, al igual que lo juvenil, es un producto complejo de negociaciones y luchas en las que determinadas prácticas se establecen como apropiadas o inapropiadas, morales o inmorales, saludables o pervertidas (Weeks 1998).
En este sentido, el presente artículo ilustra cómo los comportamientos asignados a jóvenes madres de sectores populares, y lo que se considera deseable para ellas, pueden generar, en el marco de la implementación del programa Envión, algo heterogéneo, e incluso, contradictorio. Si bien en la documentación oficial de Envión no se presenta como parte de sus objetivos programáticos el emprender el trabajo con los y las jóvenes desde una perspectiva de género, ni abordar las temáticas de sexualidad y maternidad, se ha llevado adelante esta investigación con la hipótesis de que tanto agentes estatales como jóvenes construyen determinadas ideas respecto a dichos temas. Es motor de esta indagación, la pregunta por posibles tensiones entre los objetivos programáticos, los discursos institucionales y los sentidos de agentes estatales en torno a las significaciones culturales respecto de la maternidad y la sexualidad juvenil, desconfiando de la posibilidad de que sólo se reduzcan a producciones de una burocracia estatal determinada.
Así las cosas, dado que esta investigación pretende comprender ciertas formas institucionales de regulación de la maternidad y sexualidad juvenil en sectores populares, se ha optado por la utilización de un enfoque etnográfico capaz de captar y mostrar la complejidad de las relaciones sociales cotidianas (Cerletti y Gessaghi 2012) y constituyentes de dichas regulaciones. Por cuanto el eje central de este enfoque es el análisis de las situaciones que se viven cotidianamente y que suelen no ser documentadas (Achilli 2005), resulta una perspectiva muy útil para comprender aquello que refiere a lo informal e intersticial, así como a entramados de intereses (Rockwell 2009) presentes en las intervenciones estatales territorializadas (Santillán 2011; Llobet 2013).6
Perspectiva de análisis La antropología, en diálogo con otros campos del conocimiento, ha logrado abonar a la comprensión de dimensiones poco abordadas respecto de la juventud, la familia y la maternidad en las sociedades occidentales. La recuperación del enfoque etnográfico como perspectiva orientada hacia la comprensión de la diversidad ha llevado a considerarlas no como cuestiones homogéneas, sino como siendo representadas y experimentadas de múltiples maneras en los grupos sociales. Tal
6 Sobre las implicancias de la realización de trabajo de campo etnográfico en la implementación de políticas públicas destinadas a jóvenes de sectores populares, y sobre la reflexividad etnográfica en dicho campo, consultar Llobet (2013) y Gaitán (2013).
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¿Simples engranajes del dispositivo de gobierno de la juventud?
la infancia y de la juventud” más abstractas, centrales en el campo de estudios de infancia y juventud durante la última década y media, no permitirían visibilizar que los procesos de normalización, psicologización, moralización e individuación con los que son asociados las distintas instancias de gobierno de las conductas de los sectores populares pueden ser cuestionados, criticados e incluso resignificados por los mismos agentes estatales (Llobet et al. 2013).
Las formas en que son resignificados localmente los programas sociales han sido ampliamente analizadas por ciertos estudios feministas sobre el Estado (Haney 1996; Fraser 1989 y 1991). Tal como se mencionó, dichos estudios consideran que en las prácticas micro del Estado, se despliegan distintas construcciones simbólicas y culturales, no sólo respecto al género, sino también, y entre otras, a la edad y las formas legítimas de inclusión social. El Estado no es comprendido como estructura homogénea y abstracta, sino que, por el contrario, sus acciones son conceptualizadas como heterogéneas e, incluso, contradictorias. Esta conceptualización permite pensar en el carácter reflexivo de los agentes estatales, en su posibilidad de incidencia y transformación más allá de las disposiciones formales, aún estando su campo de posibilidades determinado, en gran parte, por aquéllas. Dado que, como fue señalado por algunas de las autoras citadas (Haney 1996; Rodríguez 2012; Llobet et al. 2013), las creencias de estos agentes intervienen en cómo se concretan las intervenciones estatales, resulta central incorporar el análisis etnográfico de las prácticas y los discursos desplegados por aquellos agentes en la implementación de las políticas.
Tal como lo explicó Perelmiter (2012), el proceso de incorporación del enfoque de derechos en el diseño de las políticas sociales sobre infancia y juventud confluyó con otro proceso paralelo, a través del cual el vínculo asistencial comienza a dotarse de nuevos saberes reconstruyendo su legitimidad. Demanda de cercanía y empatía, el seguimiento “caso por caso” y la centralidad de la experiencia, se constituyen en una forma de construcción del saber configurando un determinado tipo de vínculo entre el Estado y los destinatarios (Perelmiter 2012). La construcción del Estado como administrador y garante de los derechos sociales requiere que la intervención estatal se modifique, a fin de obtener una legitimidad renovada. Esta legitimidad, que viabilizará la implementación de la política social, se configura a partir de la idea de que los agentes y funcionarios estatales se “coloquen del mismo lado” que los sectores populares. Estas mutaciones se reflejan, en el nivel macro, en la proliferación de diversas formas del discurso sobre el Estado, y en el nivel micro, en la incorporación de herramientas de la educación popular, para legitimar las estrategias y los objetivos de la intervención, así como el lugar social de quien interviene (Llobet et al. 2013). Los agentes dejan de ser meros trabajadores estatales para convertirse en referentes. Influenciados por ideas de la educación popular, buscan, por un lado, hacer lugar a la propia lectura de la realidad de los destinatarios, y por el otro, romper una visión de la intervención técnica y tecnocrática, en la cual el conocimiento universitario es el único válido. Para parte de los agentes estatales de la implementación estudiada, sus intervenciones en el programa tienen un carácter político, asociado a un intento de aportar a la construcción de una conciencia crítica en aquellos jóvenes sobre la realidad en la que viven.8 Dado que dicha intervención apunta a la comprensión crítica de la experiencia personal y colectiva a través de, por un lado, transformaciones individuales y, por el otro, de trans-
Una de las particularidades encontradas durante el trabajo de campo, también hallada en otras investigaciones que trabajan con políticas destinadas a niñez, adolescencia y juventud,7 es que, en muchas oportunidades, los actores contemporáneos del “gobierno de la infancia y de la juventud” son también jóvenes. El trabajo de muchos de estos jóvenes agentes se encuentra intensamente atravesado por su compromiso con los derechos de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Varios de estos jóvenes han tenido —algunos aún continúan— algún grado de incursión en la militancia social. En ciertos casos más asociados al espectro nacional popular, relacionados con partidos políticos alineados con el Gobierno nacional actual; otros, vinculados a partidos políticos de izquierda y a movimientos sociales. En este sentido, parte de los agentes del programa Envión en la implementación estudiada, son jóvenes que comprenden su trabajo allí desde una óptica más ligada al “compromiso con la realidad social”. Así las cosas, parecería que las aproximaciones a los modos de “gobierno de
7
8 Para profundizar respecto de las apreciaciones de los agentes de Envión sobre el programa y la comprensión que tienen sobre la legitimidad de sus prácticas, consultar Llobet (2013).
Ver Llobet (2013).
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formaciones grupales, la misma supone una lógica compleja. Existen, por un lado, metas de acompañamiento singular, y por el otro, pero de forma imbricada, estrategias de modificación en los grupos de pertenencia, tanto en la composición como en las formas de vinculación. Estas intervenciones se constituyen como apuestas pedagógicas y de modelamiento subjetivo que, supuestamente, habilitarían a los jóvenes a construir acciones alternativas para resolver los conflictos que se les presentan cotidianamente. Pero como contraparte, también establecen las pautas y los criterios que determinan el éxito o fracaso de aquéllos durante sus trayectorias por el programa (Llobet et al. 2013). En este sentido, la intervención de estos agentes estatales se construye alrededor de una propuesta de subjetivación de los jóvenes, donde las tensiones entre las moralidades, las actividades y los aspectos culturales pueden sugerir la configuración de nuevas relaciones que van desde la interpelación hasta la regulación y un control refinados (Llobet et al. 2013). Queda de esta manera planteada la pregunta respecto de la posibilidad de que en la intervención de estos agentes se presenten, de manera ensamblada, aspectos de la pedagogía crítica y del control.
en las maternidades y sexualidades juveniles (Taller de educación maternal, jardines maternales; capilla; comedor comunitario; talleres culturales; juegoteca; centro de salud; hospital, entre otros). Éstos se despliegan de forma específica, aunque en determinadas oportunidades, también lo hacen de manera enlazada. Como advirtiera Santillán (2009), en contextos signados por la desigualdad social, como el de esta investigación, este tipo de dispositivos se encuentran atravesados por complejos procesos, tensiones y relaciones de poder. Son dispositivos a cargo de múltiples actores sociales y “[…] en el cruce de distintas dimensiones de la vida social (la vida cotidiana, la urbana y la barrial) y en un campo de fuerzas determinado, y que puja por la fijación de sentidos” (Santillán 2009, 51). De este modo, las jóvenes madres del barrio establecen vínculos con diversos espacios y sujetos que exceden la esfera de lo “privado” y lo “familiar”, de lo “doméstico”.
Sobre la maternidad Tal como se mencionó, la reconfiguración del vínculo asistencial pretende dotar de cierta cercanía y empatía la relación entre agentes estatales y jóvenes. En el caso de la implementación de Envión, es posible hablar de agentes que establecen en su trabajo lazos de confianza con los jóvenes. Lazos de una fuerte implicación laboral y afectiva que son descritos por algunos como: “soy 24 horas Envión”. Éstos, en general, ya sean profesionales u operadores barriales, tienen asignados, además de las actividades grupales, el seguimiento personal de determinados jóvenes, en cuanto a participación en el programa, asistencia a la escuela, vínculos familiares, relación entre pares y “parejas”, “consumos problemáticos”, maternidades, entre otros. En esta relación que se entabla, a través de entrevistas (encuentros individuales) formales e informales y actividades grupales de diverso tipo, resulta central la experiencia, no sólo la de los jóvenes, sino también la de los agentes. La centralidad de la experiencia del joven se expresa en la posibilidad de contar “todo” en espacios colectivos e individuales: de hacer pública su vida. En el caso de los agentes, también, pero éstos lo harán desde el consejo y la autorreferencia. En cuanto a las interacciones entre agentes y jóvenes madres, este punto pareciera manifestarse con bastante claridad. El acompañamiento a estas jóvenes se traduce en la escucha (en muchas oportunidades, fuera del horario y del espacio asignados a las actividades del programa); la emisión de “consejos”; la distribución de ciertos beneficios que integran las políticas de tipo compensatorio y el otor-
Un mismo tema, varias voces: ideologías que discuten Cuando comencé a realizar trabajo de campo en la implementación del programa Envión, era evidente y significativo el flujo de jóvenes destinatarias embarazadas y con hijos que transitaban por la sede. Además de las instancias semanales configuradas específicamente para estas jóvenes, los agentes estatales —en su mayoría mujeres— comparten con ellas momentos de interacción y sociabilidad, que rebasaban en tiempo y espacio las actividades formales del programa. En dichas instancias, las jóvenes intercambian opiniones e inquietudes respecto de la maternidad y la crianza de sus hijos con otras mujeres adultas y jóvenes-adultas, que se encuentran por fuera de lo demarcado como “doméstico”, e incluso, en muchas oportunidades, que no son moradoras del barrio. Estas adultas y jóvenes-adultas se configuran, no sin tensiones, como mujeres habilitadas para el intercambio de consejos sobre la maternidad, pero también, sobre otros temas, tales como beneficios sociales, crianza de hijos, parejas y sexualidad. En este sentido, cabe destacar que el espacio del programa Envión no es el único por el que circulan las jóvenes madres del barrio. En dicho territorio barrial se han encontrado diversos dispositivos que intervienen
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gamiento de otra información considerada importante. En repetidas ocasiones, son las agentes las que se encargan, directamente, de conseguir vacantes en los jardines de infantes y turnos médicos en la salita de salud del barrio. Subyacentes a estos consejos (a veces pueden acercarse a mandatos y/o advertencias) que circulan de manera oral, operan ideologías muy distintas unas de otras, lo cual dificulta la posibilidad de pensar como homogéneo y unívoco al conjunto de intervenciones desde Envión, y destinadas hacia las maternidades juveniles. En este sentido, si bien las agentes caracterizan la maternidad de las destinatarias como algo problemático, el sentido que adquiere como problema difiere entre las mismas. Por un lado, algunas consideran estas maternidades como conflictivas, por cuanto las jóvenes, al dar a luz, “dejan su vida por el bebé”. Este “dejar la vida por el bebé” implica olvidarse de ellas como mujeres jóvenes, para empezar a pensarse sólo como madres (traducido, por ejemplo, en el descuido físico, la ausencia en actividades del programa y el abandono de los estudios).
sente), con el fin de poder construir una crianza compartida y dividida equitativamente en tareas (desde el pago de cuotas alimentarias hasta los cuidados diarios). De esta manera, no recaerían todas las responsabilidades sobre ellas o sobre los miembros femeninos de la familia. Tal como se adelantó, la experiencia de los propios agentes resulta un elemento central en sus intervenciones. Es por ello que, cuando abordan la relación de estas destinatarias con los padres de sus hijos, las agentes recuperan su propia experiencia para ponerla en diálogo con la de las jóvenes. En este sentido, y convencidas de incorporar una lectura de género en sus intervenciones, las agentes colocan en escena el relato de una maternidad imaginada, donde sus propias parejas, “sus compañeros”, se encargan, a la par de ellas, de la crianza de sus hijos. Esta crianza imaginada, que —a diferencia de lo que ocurriría con la mayoría de las jóvenes madres— es una tarea compartida, les permite, además de ser madres, ser mujeres. En este sentido, la expectativa central de este grupo de agentes es que las jóvenes puedan empoderarse. Parte de este empoderamiento está asociada a la planificación de un proyecto de vida “más pensante”. En otras palabras, que puedan elegir cuándo, con quién y cómo tener sexo; que puedan planificar en qué momento ser madres; lograr establecer un vínculo con los padres de sus hijos que les permita continuar con otros aspectos de sus vidas como mujeres, y aprender a demandar beneficios estatales, entre otras cuestiones. Para lograr que su intervención sea exitosa despliegan, articuladamente con otras políticas sociales locales, provinciales y nacionales, toda una serie de estrategias 10 que tornan, por momentos, confusos los límites entre las administraciones. Todas estas estrategias desplegadas, desde las más cotidianas y sencillas hasta las que requieren mayor planificación, se encuentran orientadas a que las destinatarias que son madres se “empoderen”, y a que las jóvenes, en general, puedan desarrollar un proyecto de vida que permita planificar y postergar el embarazo. “Embarazarse a temprana edad”, de acuerdo con lo que plantean estas agentes, estaría vinculado a exi-
“Es mi punto de vista, no sé: a lo mejor mis compañeros
opinan diferente. Pero me parece que es súper importante, es súper importante porque me parece que la etapa de la, del adolescente uno lo tiene que vivir como
adolescente, no como padres, en, en, ehm […] ¿cómo
te puedo decir? Para mí no están, eh […] son muy chi-
cos, tienen que terminar la escuela, tiene que hacer una vida normal, y creo que después de un laburo, y de
tener una vida más o menos estable, ahí pensar en tener hijos”. (Operadora barrial 2013) 9
Cuando estas agentes se refieren a su propia maternidad, plantean su vivencia no como algo natural, sino tan sólo como una posibilidad, como algo que pueden elegir y planificar, diferenciándose de lo que acontecería con las jóvenes madres. En este sentido, establecen determinadas expectativas para las destinatarias respecto de su maternidad y su sexualidad: sobre las relaciones que establecen con sus hijos y sus “parejas”. Despliegan toda una gama de consejos, en muchas oportunidades cuestionamientos, respecto de aquellas relaciones. También se les aconseja que entren en diálogo y construyan un buen vínculo con los padres de sus hijos (cuya paternidad es caracterizada como au-
10 Entre estas estrategias se encuentran la realización de talleres de educación sexual, la obtención de controles ginecológicos; la entrega de anticonceptivos, la convocatoria a talleres de educación maternal comunitaria, el cuidado de sus hijos para que participen en las actividades de Envión, acuerdos con escuelas de la zona para que las jóvenes puedan —con ciertas excepciones otorgadas— terminar el colegio, apoyo escolar en la sede del programa, la negociación de vacantes en jardines de infantes y facilitación del acceso de beneficios sociales, entre otras.
9 Con el objeto de resguardar la identidad de los sujetos de estudio, en esta investigación se mantiene el anonimato de las personas entrevistadas, omitiendo y modificando sus nombres, a la vez que procurando la confidencialidad de cierta información que permitiría identificarlas.
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gencias barriales, las cuales se pretende combatir. Las expectativas de que las jóvenes destinatarias se empoderen, entonces, se encuentran directamente asociadas al objetivo de las agentes de ayudarlas a lidiar con la supuesta imposición territorial.
tarias suele ser de empatía, incluso hasta de cercanía y afecto. Esta cercanía forjada configura, en muchas oportunidades, a las agentes como las primeras adultas a las que las destinatarias acuden al conocer su embarazo. De ahí en adelante, por un tiempo, las agentes se convierten en confidentes. En este marco, “apoyar” a la joven no sólo se encuentra asociado a la realización de consultas y exámenes médicos, sino también al acompañamiento durante el momento de comunicar la gravidez entre sus familiares y parejas (instancia descrita por las agentes como de mucha tensión). Este “apoyo”, que suele ser relatado como una situación conflictiva, hasta incluso angustiosa, es caracterizado como incondicional. En este sentido, una de las agentes, al recordar con congoja el momento de acompañar a una joven a una consulta para la interrupción del embarazo (con la cual no se encontraba de acuerdo), relata: “Bueno, la decisión es de ella. Nosotras la íbamos a apoyar en la decisión que ella hacía, la íbamos a acompañar” (Operadora barrial 2013).
“Había mucha más exigencia a las chicas cómo: ‘A tal
edad, tenés que ser mamá’, o sea, me decían ‘¡Juli, (agente), vos sos vieja para ser mamá!’. ¿Entendés? Yo
[…] bueno, eso también. Como que se labura sin laburarlo, el hecho de mi propia vida, mi propia […] mi experiencia de vida genera algo en el otro”. (Profesional 2013)
Cabe destacar que esta apelación a la propia experiencia y la centralidad que la misma ocupa en sus intervenciones son detectadas y problematizadas por las mismas agentes: “O sea, como que a veces también las veo más enamoradas del embarazo que de la maternidad o paternidad,
¿viste? Entonces, es un tema también a trabajar. Tra-
bueno poder tomar una decisión, pero, y siempre y
Así las cosas, el aborto es una práctica que aparece visibilizada en la mayoría de los relatos de los agentes, aunque sus posicionamientos respecto a la misma distan de ser homogéneos. Si bien relatan haber acompañado a jóvenes al centro de salud para consultar sobre la interrupción del embarazo, algunas plantean acordar con dicha posibilidad, mientras que otras la desaprueban. Estas últimas consideran la maternidad como algo más asociado a lo instintivo y natural, como algo para lo que, y con lo que, se nace. Sus intervenciones, como en el caso de las otras agentes, se encuentran centradas en el consejo y la referencia, y a la vez se sostienen en determinadas expectativas para las destinatarias. Estas intervenciones se encuentran atravesadas por la clasificación de estas madres jóvenes en dos grupos: las “tiro al aire” y las “re mamás”. En este sentido, parte de las expectativas de estas agentes es transformar al primer grupo de mamás, las “que dejan sus chicos tirados por ahí, que andan por ahí”, en las segundas, las que “re cuidan a sus hijos”.
montón de cosas porque es algo súper riesgoso”. (Ope-
“‘Coni, vos tenés que cuidarlo porque tu hijo es tu hijo,
tando también de respetar los modelos, vuelvo también a
lo de antes, que también desde mi mirada de clase media y desde, eh […] Pero hay cosas básicas que sí se necesitan
y como que me preocupan […] Que ahí es donde también termina apareciendo más lo institucional, que no tengo
ganas que intervenga lo institucional en la vida privada
de cada persona, ¿Entendés? Tengo ganas de acompañar, pero sin meterme tanto, pero a veces termina pasando que tampoco uno puede hacer la vista gorda […]”.
Muchas de estas agentes, se han manifestado a favor del aborto11 legal en varias oportunidades: “Yo creo que está bueno poder llegar a tomar la decisión
de qué querer hacer. Eh, podés tener equivocaciones, podés cometer un error y no haber estado informado para cuidarte bien. Este […] eh, y te pudo haber pasado
de quedar embarazada sin querer. Y que creo que está cuando teniendo las medidas y ser precavido en un radora barrial 2013)
vos lo tenés que cuidar, él tiene que estar limpito, arre-
gladito, dado de comer, bien, bien’, le digo. ‘Y si yo te
En este sentido, cuando las destinatarias se embarazan, la intervención se encuentra dirigida a “acompañar” y “apoyar” a la joven. Tal como describen las agentes, el vínculo que se forja entre ellas y las destina-
llego a ver con el nene sucio, no sabés cómo cobras vos’, le digo, ¿viste? Porque también, tuvimos quejas con ella
de que llevaba a los chicos sucios, viste, a la guardería, Coni. […]Y re tranqui, y hoy ella está cumpliendo los
horarios, esta re bien. Hace un mes no tenemos nada de, digamos, que nos vinieran con quejas, nada, porque
mi hija trabaja ahí [en la guardería] y me cuenta”. (Ope-
11 Para información respecto de la situación del aborto en Argentina, consultar en: <http://www.abortolegal.com.ar/>.
radora barrial 2013)
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En conclusión, las maternidades juveniles aparecen siendo construidas y reconstruidas por las agentes, no sin tensiones y disidencias. En este sentido, no son sólo las ideologías institucionales locales, sino también las redes territoriales y las biografías de las agentes, las que determinan la emergencia de determinadas formas de intervención sobre estas maternidades, y que suponen diferentes expectativas.
hombres ponían mucho menos zonas placenteras que
lo que las mujeres detectaban, ¿entendés? Las mujeres […] o sea, como que los hombres terminaban teniendo muchas más zonas placenteras en su mirada y la
mirada de las chicas hacia ellos, ponéle. Hay bastante confianza para hablar de la sexualidad, o sea, nos
falta todavía la pata, para mí, de seguir laburando lo placentero”. (Profesional 2013)
Cabe destacar que, tal como la cita lo ejemplifica, y como aparece esbozado en otros registros de observaciones, en entrevistas y conversaciones informales con las agentes, sólo aparece un tipo de identidad sexual abordada. En este sentido, durante las charlas mantenidas con ellas, cuando se les pregunta por la inclusión de identidades no hegemónicas en la aproximación a la sexualidad juvenil, plantean que no se ha considerado la opción, debido a que no hay jóvenes gays ni lesbianas participando en el programa.
Sobre la sexualidad Tal como menciona Elizalde (2009), las instituciones orientadas a la socialización juvenil, y también puede pensarse para este programa de inclusión social, […] construyen poderosos guiones y pedagogías nor-
malizadoras del género y la sexualidad. Lo hacen a partir tanto de la consagración de “cuerpos legítimos” como de la elaboración de protocolos de disci-
Así las cosas, mientras que la diversidad sexual aparece como una inquietud marginal en el tratamiento de la sexualidad, el lugar central estaría ocupado por la prevención del embarazo y las enfermedades de transmisión sexual. Si bien la expectativa central y general del conjunto de agentes es que las jóvenes cumplan con sus controles ginecológicos y utilicen métodos anticonceptivos, algunas de las trabajadoras orientan su intervención al autoconocimiento placentero del cuerpo juvenil. En este sentido, existe cierta preocupación respecto de la posibilidad de disfrute de la sexualidad de las jóvenes mujeres en la unión con otro cuerpo (siempre varón) y en el encuentro de ellas mismas con sus propios cuerpos. El embarazo de estas jóvenes aparece muy enlazado a este desconocimiento del placer sexual y del propio cuerpo. El adentramiento en la sexualidad de estos cuerpos juveniles “poco explorados” no sólo es asociado a exigencias barriales, sino que también es descrito a partir de una tríada de “des”: descuido, desinformación y desconocimiento.
plinamiento del deseo, de regulación restrictiva de lo masculino y lo femenino, y de la presunción universalizante de la heterosexualidad como puntos de par-
tida de un conjunto más extenso de configuraciones identitarias acerca de la “normalidad” en estos terrenos. (Elizalde 2009, 2)
Existen ciertos modos en que se construyen y naturalizan, en esta implementación de Envión, ideologías prácticas sobre las sexualidades juveniles y las intervenciones del programa en las que se advierten. En este sentido, pareciera desarrollarse como ideología práctica central, la imposición constante de un modelo de heterosexualidad para las jóvenes, sostenido en presunciones heteronormativas. Negándose, de esta forma, la legitimidad de otras experiencias sexuales y placenteras no hegemónicas (Elizalde 2009). Esto conllevaría una exclusión de ciertas identidades y expresiones genéricas, invisibilizándolas y excluyéndolas. Cuando se les consultó respecto de si habían abordado el tema de la sexualidad y cómo lo habían hecho, una de las profesionales respondió:
“Hay muchas chicas que nunca llegan al orgasmo,
“Hicimos asamblea de, eh, era educación sexual inte-
no saben qué es, hay mucha, también, violencia
gral, creo que le habíamos puesto, pero que, ponéle,
sexual, eh […] Entonces, poder también romper con
también laburamos los puntos de placer, como empe-
eso, ¿viste? Y que también es medio del barrio, como
zamos, no nada más a mostrarles cómo se pone un
que las pibas, ya de muy chicas se inician, pero que,
preservativo o los métodos anticonceptivos, sino que
no hay tampoco un cuidado del cuerpo. ¿Entendés? O
hicimos una actividad. Ponéle que era que los chicos
sea, de, no solamente de hacerse cuidar por ponerse
dibujaban a un chico y hacían el cuerpo de una chica
un forro o anticonceptivos, sino como, no hay un
y las chicas lo mismo. Entonces, tenían que poner la
registro de ese cuerpo, ¿viste? Y está bueno laburarlo,
zona de placer que creían que tenían los hombres y las
sobre todo con las chicas, digamos. […] Yo a muchas
mujeres (respectivamente). Y era re loco, porque los
chicas les digo: ‘Mírense al espejo, o sea, mírense
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heterogéneo de agentes configuran sentidos en relación con la maternidad y la sexualidad de las destinatarias. Así, se ha encontrado que las agentes estatales caracterizan su trabajo como un fuerte compromiso con las realidades de estas jóvenes y sus intervenciones, que se producen en la cotidianidad del barrio, como atravesadas por los lineamientos provenientes de la Convención Internacional sobre los Derechos de los Niños y guiadas por ideas de la educación popular, y en algunos casos, por la perspectiva de género. Pero, de acuerdo con lo observado, parece más pertinente pensar en apropiaciones prácticas y contextualizadas de la pedagogía crítica, la perspectiva de género y la convención, que en la utilización de un constructo ideológico monolítico. Aquellos marcos teórico-ideológicos se encuentran mediados por las redes territoriales y las biografías de las agentes, siendo construidos y reconstruidos en las intervenciones cotidianas. Estas intervenciones se encuentran configuradas por múltiples y variables posiciones sociales de pertenencia o no al barrio; trayectoria familiar; solidaridad de género; lugar ocupado dentro de la organización jerárquica del dispositivo; formación profesional; existencia o falta de empatía con determinadas madres y familias, entre otras.
incluso desnudas’. Les cuesta un montón que ellas se
vean […] así. O sea, poder tener esa mirada al cuerpo distinta a la que están acostumbradas, a un cacho de
carne. Porque no es que los chicos no se tienen amor o no se tienen ganas, pero como que hay toda una cuestión ahí, ¿viste? para laburar […]”. (Profesional 2013)
Para concluir este apartado, si bien estas agentes suponen incorporar una perspectiva de género a sus intervenciones sobre estas sexualidades femeninas, jóvenes y pobres, pareciera que el mismo sólo resulta convocado como sinónimo de la diferencia sexual. La forma de pensar la aproximación a la sexualidad de estas jóvenes señalaría cómo las diversas agentes sostienen sus intervenciones en representaciones fijas de la sexualidad juvenil, presuponiendo mujeres y varones heterosexuales. Si bien existen diferencias entre las expectativas de las agentes sobre las sexualidades de las destinatarias, las ideas respecto de las mismas continúan siendo estáticas y normativas. A diferencia de lo encontrado con relación a las intervenciones sobre la maternidad, no existe por parte de las agentes un cuestionamiento de las propias prácticas de regulación y de normalización del deseo, del cuerpo y de las configuraciones de las identidades genéricas y sexuales. Al no problematizarse esta aproximación heteronormativa de la sexualidad, se genera un proceso de segregación cotidiana de las intervenciones del programa que —basadas en el seguimiento y acompañamiento de los jóvenes a través de la escucha, el consejo y la construcción de referencia— no se incluyen, visibilizando, otras identidades sexuales y genéricas no normativas.
A su vez, se ha puesto en evidencia que las perspectivas de las agentes estatales sobre las jóvenes destinatarias y sus relaciones con hijos, parejas y familias distan de ser homogéneas. Dentro del dispositivo confluyen múltiples visiones, muchas veces contrastantes. Incluso, en ciertas oportunidades, distintas definiciones y redefiniciones atraviesan, de manera compleja, el discurso de un mismo agente (Santillán 2009). En efecto, en la heterogeneidad del grupo de agentes estatales se construyen, y son puestos en diálogo, sentidos sobre la maternidad y sexualidad juvenil que son ambiguos. Si bien esta maternidad aparece caracterizada como algo “inapropiado”, “híbrido”, “no esperado”, las intervenciones desplegadas por los diversos agentes construyen expectativas diferenciales para las jóvenes madres. Por un lado, algunas agentes apuntan a trabajar, a través de su intervención, el empoderamiento de las jóvenes madres. Si bien esta idea de empoderamiento es central en la intervención, la misma entra en tensión con otras representaciones de la maternidad asociadas a cuestiones más instintivas y universales. La supuesta idea de una función maternal universal —subyacente a la expectativa de convertir, a través de la intervención, a madres “tiro al aire” en “re mamás”— no sólo entra en conflicto con el empoderamiento de las jóvenes, sino que también puede ser pensada como vital en la transmisión, la re-
Consideraciones finales Si bien existe un gran número de investigaciones locales respecto de la maternidad y la sexualidad juvenil, uno de los objetivos de este artículo ha sido retomar estos temas y reelaborarlos con la impronta de nuevas perspectivas. En este sentido, tanto en Argentina como en otros países de la región, son abundantes las producciones sobre la maternidad y sexualidad de las jóvenes, que han sido escritas desde el paradigma de la salud y biologización de las experiencias juveniles. Por el contrario, se han presentado aquí ciertos avances de una etnografía sobre la maternidad y la sexualidad juvenil comprendiéndolas como parte de una trama más amplia de prácticas y sentidos: como identidades intersecadas con diversas formas de desigualdad (género, clase y edad). El objetivo central de este artículo ha sido ilustrar cómo las intervenciones estatales llevadas a cabo por un grupo
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Algunas reflexiones sobre la construcción cotidiana de la maternidad y la sexualidad de jóvenes madres Ana Cecilia Gaitán
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producción y el reforzamiento actualizado de un ideal de la feminidad maternizada (Nari 2004).
3. Chaves, Mariana. 2010. ¿Juventud? En Jóvenes, territorios y complicidades. Una antropología de la juventud urbana. Buenos Aires: Espacio Editorial, 25-49.
Si bien el programa analizado no está formalmente destinado a la regulación de la sexualidad o al “gobierno de los cuerpos”, de todas maneras, las intervenciones suscitadas en el marco de su implementación gestionan diferentes aspectos y dimensiones, no sólo de la maternidad, sino también de la sexualidad para un conjunto específico de la población: jóvenes de sectores populares. En general, las agentes sostienen sus intervenciones en representaciones fijas de la sexualidad juvenil, presuponiendo mujeres y varones jóvenes heterosexuales. Si bien existen diferencias entre las expectativas de dichas intervenciones, las ideas respecto de la sexualidad continúan siendo estáticas y normativas. En este sentido, conviven expectativas más centradas en la dimensión de la salud (utilización de métodos anticonceptivos y/o la prevención de embarazos y enfermedades de transmisión sexual), y otras orientadas al conocimiento del propio cuerpo como espacio de placer.
4. Colángelo, María Adelaida. 2005. La mirada antropológica sobre la infancia. Reflexiones y perspectivas de abordaje, Serie Encuentros y Seminarios del Ministerio de Educación, Argentina. <http://www.me.gov.ar/curriform/publica/ oei_20031128/ponencia_colangelo.pdf>. 5. Di Marco Graciela, Ana Laura Rodríguez Gustá, Valeria Llobet y Alejandra Brener. 2006. El plan jefes y jefas de hogar: una mirada desde los procesos de ampliación de derechos de las mujeres. Ponencia presentada en IV Jornadas de Investigación en Antropología Social. Universidad de Buenos Aires, Argentina. 6. Elizalde, Silvia. 2009. Normalizar ante todo. Ideologías prácticas sobre la identidad sexual y de género de los/as jóvenes en la dinámica de las instituciones orientadas a la juventud. Revista Argentina de Estudios de Juventud 1, n° 1: 1-11.
En sintonía, las ideas que tienen los distintos agentes estatales respecto de las jóvenes del barrio pueden ser confusas y ambiguas (Llobet et al. 2013). Los significados, valores y concepciones morales, asociados no sólo a lo juvenil, sino también a lo femenino y a las sexualidades, resultan contradictorios, y a la vez móviles. Estos elementos abonan al cuestionamiento de las comprensiones del Estado como una estructura uniforme que actúa imponiendo un único corpus de expectativas de género a las mujeres.
9. Fraser, Nancy. 1991. La lucha por las necesidades: esbozo de una teoría crítica socialista feminista de la cultura política del capitalismo tardío. Debate Feminista 3: 3-40.
Para concluir, este artículo se ha focalizado, exclusivamente, en las perspectivas de las agentes estatales. Dado que la socialización de estas jóvenes madres es un proceso negociado, queda pendiente recuperar sus representaciones y prácticas. Recuperarlas permitiría comprender cómo, en las interacciones jóvenes-agentes, se disputan y negocian sentidos respecto a la maternidad y la sexualidad juvenil.
10. Gaitán, Ana Cecilia. 2012. Políticas públicas, sexualidad juvenil y aborto: una revisión crítica de algunos de los principales aportes realizados desde las ciencias sociales. Ponencia presentada en III Reunión Nacional de Investigadoras/es en Juventudes Argentina. De las construcciones discursivas sobre lo juvenil hacia los discursos de las y los jóvenes. Red de Investigadores/as en Juventudes de Argentina.
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Entrevistas
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25. Operadores barriales, 2013. 26. Profesionales, 2013.
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“Siendo una más”. Trabajo de campo e intimidad* Ana Alcázar-Camposv Fecha de recepción: 01 de julio de 2013 Fecha de aceptación: 18 de enero de 2014 Fecha de modificación: 25 de febrero de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.05
RESUMEN El trabajo de campo ocupa un lugar central en la trayectoria de cualquier antropólogo. Éste implica una estancia prolongada en el campo, manteniendo relaciones significativas y continuadas con quienes denominamos informantes y/o interlocutores.1 En este contexto, nuestra implicación afectiva (y sexual) no debería sorprender; no obstante, se ha establecido una especie de tabú en torno a esta cuestión (Kulick y Willson 1995; Newton 1993). Así, este artículo se sitúa, a través de la narración de mi propia experiencia de trabajo de campo,2 en la línea de reflexionar acerca de estos tabúes disciplinares y sus implicaciones en la realización del trabajo de campo, legitimando unas maneras de conocer y no otras, así como su posterior reflejo en la escritura etnográfica.
PALABRAS CLAVE Intimidad, trabajo de campo, desigualdades, Cuba, etnografía.
“Being One More.” Fieldwork and Intimacy ABSTRACT Fieldwork is essential for any anthropologist. It implies an extended stay in the field, maintaining meaningful relationships with those known as key informants and/or partners. In this context, our emotional (and sexual) involvement should not be surprising; however, a taboo has been created regarding the issue (Kulick and Willson 1995; Newton 1993). So this article is situated, through the narration of my own fieldwork experience, in the line of reflecting on disciplinary taboos and their implications in doing fieldwork, in legitimizing some ways of knowing and not others as well as their later reflection in the ethnographic writing.
KEY WORDS Intimacy, fieldwork, inequalities, Cuba, ethnography.
*
Este artículo es producto de la reflexión propiciada dentro del Proyecto de investigación I + D Laboratorio Iberoamericano para el Estudio Sociohistórico de las Sexualidades, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (FEM2011-27295). Quiero agradecer a las alumnas del Máster Erasmus Mundos GEMMA (2012-2014) los comentarios realizados en clase sobre mi trabajo de campo; éstos me hicieron volver a pensar sobre el mismo. También, agradecer a mis colegas, la antropóloga Carmen Gregorio Gil, por haber sembrado en mí la inquietud feminista en antropología y su traducción metodológica, y animarme a incluir la reflexividad en mi trabajo, así como por sus aportaciones a este texto. Ella, junto con la antropóloga María Espinosa y las revisoras del artículo han mejorado el resultado, sin duda.
v
Doctora en Antropología Social y Cultural por la Universidad de Granada, España. Profesora del Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Granada y miembro del Grupo de Investigación SEJ-430 “Otras. Perspectivas Feministas en Investigación Social”. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Social Work with Female Victims of Gender Violence Analysis of an Experience in Southern Spain from a Feminist Perspective”. Affilia: Journal of Women and Social Work 28, nº 4 (2013), 366-378, y “Relaciones en disputa: nación, género, raza y turismo en Cuba”. Maguaré 27, nº 1: (en prensa). Correo electrónico: alcazarcampos@ugr.es
1 El término interlocutores como sustituto al de informantes es planteado tras el denominado “giro posmoderno” de la disciplina; aquí lo traigo a partir de lo escrito por Cardoso de Oliveira (1998), quien plantea la necesidad de cambiar de informantes a interlocutores, buscando un diálogo intercultural que supere las relaciones de poder involucradas. 2
Resultado de este trabajo de campo fue la realización de mi tesis doctoral, publicada en: Alcázar-Campos (2011), La Cuba de verdad. Construcción de desigualdades y turismo en la contemporaneidad. Sarrebruck, Alemania: Editorial Académica Española.
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“Sendo uma a mais”. Trabalho de campo e intimidade RESUMO O trabalho de campo ocupa um lugar central na trajetória de qualquer antropólogo, o qual permanece no campo por um período prolongado, mantendo relações significativas e continuadas com os que denominamos informantes e/ou interlocutores. Nesse contexto, nossa implicação afetiva (e sexual) não deveria surpreender; contudo, tem se estabelecido uma espécie de tabu em torno dessa questão (Kulick e Willson 1995; Newton 1993). Assim, este artigo se situa, por meio da narração de minha própria experiência de trabalho de campo, na linha de refletir sobre esses tabus disciplinares e suas implicações na realização do trabalho de campo, ao legitimar umas maneiras de conhecer e não outras, assim como sua posterior reflexão na escrita etnográfica.
PALAVRAS-CHAVE Intimidade, trabalho de campo, desigualdades, Cuba, etnografia.
Introducción
P
ara la mayoría de los antropólogos, el trabajo de campo ocupa un lugar central en nuestra trayectoria, profesional y personal, funcionando, en ocasiones, como una especie de rito de paso que determina quién es antropólogo y quién no. Rito de paso que implica una estancia prolongada en el campo, donde mantenemos relaciones significativas y continuadas con quienes denominamos informantes y/o interlocutores, pretendiendo “ser uno más”, al tiempo que seguimos siendo nosotros mismos.3 Con estas expectativas de partida, la implicación afectiva (y sexual) en el campo y con quienes hacemos trabajo de campo no debería ser algo que sorprendiera. No obstante, se ha establecido una especie de tabú en torno a esta cuestión (Kulick y Willson 1995), parcialmente roto a partir del denominado “giro reflexivo” de la disciplina, a raíz del cual surgen narrativas etnográficas en las cuales están presentes el yo del etnógrafo y sus sentimientos. Aspectos ya apuntados para la antropología desde el feminismo (Behar y Gordon 1996), que adquieren un lugar central al ser enunciados bajo el paraguas posmoderno (Clifford y Marcus 1986; Marcus 1986). No obstante, el análisis de las relaciones mantenidas en el campo con nuestros interlocutores en ocasiones se convierte en una especie de soliloquio autorreferenciado que despierta bastantes suspicacias (ver algunas en Probyn 1993), y donde, la verdad, se habla bastante poco de sentimientos, menos aún de atracción sexual. Este tabú de la disciplina es aún mayor para las mujeres (Newton 1993), a
3
pesar del cuestionamiento de la separación sujeto/objeto que se viene realizando desde los años setenta por el pensamiento feminista (Gregorio 2006). Es decir, se critica nuestra forma de producir conocimiento sobre los “Otros”, unos otros con los que se comparten la comida, la vivienda, el tiempo, pero no la cama o los afectos hasta un nivel tal que “nublen nuestro juicio antropológico”. Después de transcurridos tres años de finalización de mi tesis doctoral, habiéndose reconfigurado mi red cubana (con abandonos y continuidades), actualmente me encuentro en un proceso de relectura del trabajo realizado en Cuba. Mi profundización en el pensamiento feminista y mi acercamiento a debates epistemológicos dentro de la disciplina antropológica han hecho que legitime un tipo de conocimiento producido desde la razón, pero también desde el sentimiento. Así, en este artículo me interesa mostrar que existen diferentes formas por las cuales percibimos el mundo, no siendo el ámbito emocional la menos importante de éstas. En mi caso, no se puede comprender mi trabajo de campo sin hablar de mi profunda implicación en el campo, sobre todo con quienes denominé “mi familia cubana”. A través de estas interrelaciones profundas gocé, sufrí, crecí e inicié un camino que hoy día quiero creer que sigue inconcluso, y que me lleva a intentar ser etnógrafa y vivir la etnografía de una forma comprometida (Scheper-Hughes 1997). Tal y como mostraré más adelante, cuestiones vividas en primera persona fueron incorporadas, a manera de debate, en mi bagaje teórico-epistemológico, contribuyendo la intimidad, de ese modo, a ampliar mi mirada acerca de la realidad que estudiaba y a realizar un análisis encarnado de cómo vivimos y negociamos las relaciones de poder en el campo. No obstante, no defiendo que para
Esta ambigüedad, Hage (2009) la denomina “vacilación etnográfica”, situando al etnógrafo entre lo político, lo emocional y lo analítico, no simplemente como alguien que se mueve entre varias identidades, sino entendiendo esta vacilación como una forma de ser en sí misma.
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“Siendo una más”. Trabajo de campo e intimidad Ana Alcázar-Campos
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hacer trabajo de campo haya que implicarse ni afectiva ni sexualmente con quienes trabajamos, sólo pretendo mostrar, a partir de mi propia experiencia, cómo eso fue central en mi proceso. Para esto, en primer lugar, realizaré una pequeña contextualización acerca de en qué consistió mi trabajo de campo; para, luego, reflexionar en torno a los debates teóricos y epistemológicos que surgieron a partir de mi implicación en el mismo.
Ya mi primer acercamiento a la Isla y sus habitantes, en 1999, como turista está atravesado, en cierto modo, por la preocupación por las “fronteras” (raciales, de clase, geopolíticas, de género). La existencia de la doble moneda, de los dobles espacios (para turistas y para nacionales), de expresiones siempre pergeñadas de doble sentido…construyen una realidad atravesada por límites, que yo identifico como “fronteras”, y que determinan qué se puede hacer y quién puede hacerlo. Pretendiendo, en cierto modo, subvertirlos, en esa ocasión decido huir del turismo de paquete, intento invisibilizarme lo más posible, al alojarme en régimen de alquiler privado con una familia cubana.5 Esta familia está compuesta por Esther y Reinaldo,6 que son quienes comparten su espacio conmigo y quienes siento que “cuidan” de mí, son de fiar. Guiada por ellos conozco gente de mi edad, en torno a la veintena, con la que salir y disfrutar de mi viaje “de turista”; no obstante, mis sensaciones suelen ser contradictorias, tal y como se refleja en este extracto de mi diario de viaje:
Haciendo trabajo de campo en Cuba Mi conexión con Cuba tiene lugar de forma casual un “lejano” año de 1999. En un viaje de turista, que hago
con una amiga, en diciembre de 1999, más basado en
sus intereses que en los míos. Llevábamos contratado un “paquete turístico”4 donde estábamos cinco días y
cuatro noches en La Habana y cuatro días y tres noches
en Varadero. Desde el principio, Cuba me recibe con su cara más amable, esa que sabe poner al calor del trópico. (Alcázar-Campos 2011, 14)
Hemos conocido a gente amable, chicos, pero al final te
Con este párrafo empiezo el primer capítulo de mi tesis doctoral, en el cual intento, a través de la evocación del recuerdo a modo de hitos (Del Valle 1995) (re)construir lo que finalmente fue mi objeto de estudio: la construcción de alteridades y su interrelación con el turismo en Cuba.
acaban pidiendo dólares […] Cuba me gusta pero es difícil estar con cubanos/as sin sentirse utilizada […] Este
país me está revolviendo por dentro, no sé qué pensar, las claves me fallan. (Diario de viaje 1999)
Tras este viaje de turista, que dura veinte días, mi regreso a la Isla, cuatro años después, se produce en el marco de mi participación en un Congreso en La Habana,7 si bien pasaré unos días de vacaciones con “mi familia”8 en Santiago. Durante estos cuatro años he hecho la carrera de Antropología y mis inquietudes de investigación se han ido orientando hacia el análisis de las desigualdades, siendo central la de género. Con Reinaldo y Esther he mantenido contacto durante todos estos
Así, mi llegada a Cuba y mi apasionamiento con sus gentes y con esa tierra se producen de forma casual, si bien adquieren tintes de verdadera “obsesión” por entender, comprender y sentir esa realidad. Tras dos primeros viajes en calidad de turista, en 1999 y 2003, decido regresar “como antropóloga”, para hacer trabajo de campo, en 2004, con estancias posteriores en 2005 y 2009. En cada uno de estos viajes, si bien mis intereses eran diferentes (ocio, investigación, asistencia a Congresos, etcétera), estaba presente mi profundo interés por ese contexto, lo cual se tradujo en mi inmersión en la realidad cubana, donde la disolución y el mantenimiento de fronteras yo/otro fue una constante en mis preocupaciones éticas. Preguntas como ¿Quién soy yo para la población cubana? ¿Qué categorías se manejan a la hora de definir al otro? ¿Qué elementos funcionan en lo simbólico a la hora de autodefinirse y definir al otro? son centrales en mi trabajo y se derivan, como veremos más adelante, de mi interacción íntima (en la acepción más amplia del término) con Cuba y sus gentes.
5 En Cuba, a partir de 1997, la población puede alquilar, siguiendo una severa regulación, parte de su vivienda a población extranjera, convirtiéndose así los arrendadores en cuentapropistas o trabajadores por cuenta propia. 6 Los nombres aparecen cambiados para preservar la identidad de mis interlocutores. 7 El V Taller internacional “Mujer en el siglo XXI”, organizado por la Cátedra de la Mujer de la Universidad de La Habana. 8 En el texto, cuando hago referencia a “mi familia” me sitúo en la discusión antropológica iniciada por David Schneider (1968) y continuada y profundizada desde los estudios feministas, que hablan del parentesco como algo cultural y construido, aspecto que se refleja en el término: proceso de emparentamiento (relatedness) (Carsten 2007), como aquel que hace que se cree una comunidad de parentesco que no necesariamente esté basada en lo biológico. Un ejemplo de este análisis se puede encontrar en el trabajo de la antropóloga María Espinosa Spínola (2013) sobre las bandas callejeras en México D.F.
4 El turismo “de paquete” es aquel que se compone de dos o más servicios de carácter turístico (alojamiento, manutención y transporte), que se comercializan a la vez y por los que se abona un precio único al contratarlo.
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años vía mail, siendo para mí una referencia constante y mi forma de seguir vinculada con Cuba. Al pisar de nuevo suelo cubano, las sensaciones que se despiertan en mí son de “formar parte”:
quienes trabajan en el ámbito del turismo internacional. Mi decisión de ubicarme en Santiago tiene que ver, sobre todo, con el hecho de contar con una red “familiar”, estando implicadas directamente en el proyecto de investigación Esther y su hija, Deisy, que se ha incorporado a mi red cubana a raíz de haber estado una semana en mi casa en Granada, mientras hacía una estancia en Francia. De esta forma, tiene lugar un entretejimiento de lo personal con lo profesional, algo que atraviesa mis relaciones, mis intereses y mis maneras de ser etnógrafa y hacer etnografía. Así, en septiembre de 2004, se inicia mi trabajo de campo en Cuba, asaltándome varias inquietudes sobre la viabilidad del mismo. La que más me preocupaba era mi “situación legal”. Debido a las dificultades para solicitar permisos a fin de investigar en Cuba, que se convierte en algo largo, tedioso y finalmente imposible, decidí trabajar desde la “ilegalidad”, sobre todo también por el poco tiempo que tenía previsto permanecer en la Isla (cuatro meses). Esta decisión, no obstante, la consulté con mi “familia”, siendo consciente de las implicaciones que pueden tener las conductas realizadas por la población extranjera para la cubana, al residir en la casa que ellos alquilaban. Cada uno de sus miembros tenía posturas distintas, siendo más conservadores Reinaldo y Esther, quienes pensaban que era difícil que investigara al margen de la burocracia cubana, por el sistema de control existente; mientras que Deisy, la hija de Esther, pensaba que no era tan difícil, diciéndome: “Quien no arriesga, no consigue nada”. Esta disparidad de opiniones me sitúa en una situación compleja, sintiendo que entro en un conflicto con ellos.
Con este país me pasa algo curioso, todo el viaje me
sentí nerviosa pero nada más pasar el control de aduana e ir a tomar un taxi me sentí tranquila […] Al montarme
en el taxi y empezar a movernos, la vegetación y, sobre todo, el olor me llevaron a un lugar conocido. (Diario de viaje 2003)
Mi reencuentro con ellos despierta también esas sensaciones de familiaridad y cercanía, algo que reflejo en los mails que nos intercambiamos a mi vuelta, donde destaco siempre esa sensación de “ser una más” como algo central; copio un mail enviado a mi regreso de ese viaje (diciembre de 2003): Ya estoy en Granada, con un frío terrible (me arrepiento
de haberlo deseado) y echándoos de menos. Mañana me voy al pueblo a ver a mi familia, o sea que estaré
sin acceso al correo hasta el tres de enero que regrese a Granada. Muchos besos y deseo de corazón que la paséis
bien. Muchas gracias por haberme hecho sentir una más. Os quiero. ANA
Este viaje reafirma mi relación con la que, desde ese momento, será “mi familia” cubana y me sirve para decidir “investigar en y sobre Cuba”. Con este interés tan difuso regreso a Granada y decido, junto con la que años más tarde se convertiría en mi directora de tesis doctoral, la doctora Carmen Gregorio Gil, formular un proyecto de investigación de Máster con el que indagar acerca de la obtención de divisas en Cuba y cómo eso condiciona la aparición de desigualdades entre la población. En este primer momento, animada por mi deseo de volver y de hacerlo como antropóloga, me guío sobre todo por intuiciones atravesadas por un elemento que me sigue inquietando al haberlo vivido en primera persona: la construcción y gestión de las diferencias/desigualdades en un contexto supuestamente igualitario. Aspecto muy amplio que, al principio, concretamos en el ámbito socioeconómico pero que, como la propia realidad se encargará de mostrar, se va conectando con otros elementos igual de centrales que se imbrican con lo socioeconómico, tales como lo simbólico, lo cultural… en definitiva, con la acumulación o no de diferentes capitales (Bourdieu 1997).
Finalmente, acordamos que empezara a investigar sin permiso, mientras íbamos gestionándolo con las autoridades cubanas. Este primer momento de investigación, que es meramente exploratorio y que ampliaré posteriormente con una estancia mayor (de ocho meses), se articula en torno a las redes pseudofamiliares que tejo a partir de mi relación con “mi familia”. Así, los amigos y parientes de Reinaldo y Esther pasan a ser también mis amigos y parientes, participo en diferentes celebraciones familiares (cumpleaños, despedidas por migraciones a EE. UU., reencuentros…), en las que soy incorporada como “una más”. Mi trabajo de campo también se basa en esas relaciones; amigas y entrevistadas son muchas veces las mismas personas. Tras un breve viaje a España, donde debo ultimar unos trámites para conseguir financiación llevando a cabo un Proyecto de Investigación Aplicada al Desarrollo en Cuba,9 regreso a la Isla, donde permanecí ocho meses.
Con este interés por las desigualdades decido hacer mi investigación en Santiago de Cuba, centrándome en el análisis de una población que yo defino, es definida y se autodefine como diferente (desigual en mis términos):
9 Proyecto AI19/04: “Mujeres y turismo: contribución económica y roles de género en los sectores emergentes de la economía cubana”, dirigido por la antropóloga Soledad Viéitez Cerdeño.
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“Siendo una más”. Trabajo de campo e intimidad Ana Alcázar-Campos
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Durante mi estancia de trabajo de campo, que dura once meses (primero tres y luego ocho), vivo en la casa que Esther y Reinaldo alquilan, y voy estrechando mis relaciones con ellos y con los hijos de Esther, Deisy y Roberto. Mi vida en Santiago, al igual que para muchas familias santiagueras, gira en torno a la casa y la cuadra,10 siendo la calle un espacio de socialización que se privatiza y funciona como una extensión de la casa, por ejemplo, al salir a “coger fresco” cuando tenemos apagón pero también en su uso en las celebraciones familiares, ocupando la calle para hacer la caldosa.11 “Mi” casa se configura como un espacio seguro que me protege, creándome una identidad social en Santiago (la españolita que está en casa de Esther). En un entorno asfixiante, donde la calle puede ser un espacio agresivo (sufriendo el acoso masculino y la escrutadora mirada de control social donde todos vigilan a todos), al tiempo que el fantasma del jineterismo12 se filtra en mis relaciones, diferenciar a “personas de confianza”, “personas de la casa”, de quienes no lo son, adquiere una centralidad que, al mismo tiempo, es reforzada por “mi familia”. Un ejemplo extraído de mi diario de campo puede servir para ilustrarlo:
del Poder Popular,13 pero sigo a la espera de respuesta, mientras tanto, ya es el segundo gimnasio “particular” al que voy. Éste se encuentra ubicado por el
Reparto de Versalles, en un patio de una casa donde hay instaladas una serie de máquinas de musculación
(obsoletas y oxidadas) y un espacio donde el moni-
tor imparte clase de aerobic. Esta tarde estuve pero no me ha gustado el ambiente. Al llegar a la casa, le
conté a Esther que el monitor estaba demasiado pendiente de mí todo el tiempo y que estaba empeñado
en que tomara unas clases particulares en las que él fuese mi entrenador personal. Ante esto, Esther se ha reído, de forma irónica, y me ha dicho: “M’hija, aquí
en Cuba todo lo que tiene que ver con ustedes, con los extranjeros, es jineteo. Lo que quería ese hombre era
jinetearte”. No deja de llamarme la atención que las referencias al jineterismo sean constantes en mi interacción con la familia, puede ser que con la intención
de diferenciar sus relaciones conmigo de las del resto [...]. (Diario de campo, 2005)
Como Tucker afirma: “for the tourists, friendliness and economic relations are two opposing phenomena […] Since tourists construe a dichotomy between friendship and money, they constantly ask themselves whether an offer of assistance, for example, in ‘genuine hospitality’” (Tucker 1997, 121).
Llevo dos semanas intentando encontrar un sitio donde me dejen hacer ejercicio […] de verdad, no sé por qué aquí todo cuesta tanto […] Se supone que,
como soy extranjera, no puedo inscribirme en el gimnasio para la población cubana pero, al ser residente,
La casa también se configura como un espacio de socialización, con un incesante ir y venir de gentes diversas. Por la mañana, sobre todo, son constantes las llamadas a la puerta de los vendedores ambulantes, atraídos por el distintivo del alquiler en divisa que se ubica en la puerta, y las llamadas de teléfono. Si estoy en la casa suelo ser yo quien atiende la puerta y el teléfono. Por la tarde Esther y Reinaldo regresan del trabajo y las amistades pasan a saludar, las personas del vecindario acuden a conversar, pero también a intentar “resolver”14 alguna situación, ya que ambos son personas significativas en su contexto, por varias cuestiones. En primer lugar, gozan de una posición socioeconómica y de clase que les posibilita acceder a una serie de recursos que el resto no tiene: un ordenador portátil, conexión a internet, un coche y, sobre todo, una red de contactos con proveedores para poder garantizar el abastecimiento de alimentos y otros productos. En segundo lugar, poseen
he pedido que me dejen apuntarme. Ya he entregado en el gimnasio local (que se paga en moneda nacional) la carta de la Rectora de la Facultad de Ciencias
Sociales, a la cual estoy adscrita, en la que se pone de manifiesto mi condición de estudiante y hasta he ido a hablar con el responsable del área de deportes
10 Segmento de una calle comprendido entre dos esquinas; lado de una manzana de casas. 11 También conocido como ajiaco, es un plato típico cubano que consiste en una sopa donde se mezclan todos los ingredientes con los que se cuente (carne, vianda y verduras). 12 Si bien la mayoría de la bibliografía insiste en relacionar este término con el sustantivo “jinete”, en clara referencia al acto sexual, en el que “se cabalga” al turista, la antropóloga Nadine Fernández (1999) da una definición más amplia del mismo, que yo comparto: “El jineterismo es actualmente usado para describir un rango amplio de actividades relacionadas con el acoso al turista (incluida la venta en el mercado negro de cigarros, ron, joyas de coral, etc.), provisión de servicios de taxi o acceder a los ‘auténticos’ rituales de santería, o simplemente sirviendo como guías informales a cambio de comida gratis o algunos regalos del turista. Aparte de estos negocios al nivel de calle, el término también se aplica, frecuentemente, fuera del área del turismo, para referirse a cualquier actividad generadora de dólares o conectada con extranjeros” (Fernández 1999, 85). Para un análisis del uso y resignificación de este término por parte de la población, ver Alcázar-Campos (2010), Simoni (2008) y Daigle (2013).
13 Órgano de gestión de los municipios cubanos, semejante a nuestros ayuntamientos. 14 Verbo con el que la población cubana se refiere a todo aquello que se consigue al margen de los cauces oficiales, desde una libra de café hasta un puesto de trabajo.
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un cierto capital cultural, incrementado por el acceso a revistas, periódicos y literatura del exterior, a través del alquiler a turistas, que son puestos en circulación con el vecindario, en una red de préstamo al nivel de barrio en la que yo también participaba. Por último, en la gestión del negocio tejen a su alrededor una red de servicios en torno al turismo: contacto con otras casas de alquiler a lo largo y ancho del país, gestión de pasajes de bus, tren y/o avión, venta de productos cubanos (ron y tabaco, sobre todo) a través de terceras personas, contacto con taxis y guías ilegales […], que proporcionan ingresos extras, que suelen ser los principales en Cuba, a mucha gente.
tutelar. Así las cosas, no resulta extraño que los cuentapropistas se conviertan en supervisores de la conducta de turistas que conciben como “suyos”. A pesar de no ser una turista, la identificación que existe en Cuba entre extranjera y turista hacía que se siguieran conmigo esas prevenciones. Además, en múltiples ocasiones, el hecho de ser mujer (concebida como alguien con mayor riesgo) y joven (concebida como inexperta) hizo que este control/protección se acentuara. Central en mi acercamiento a la realidad cubana fue mi relación con Deisy y con Roberto, los hijos de Esther. La primera, de una edad próxima a la mía, se convirtió en un pilar de mi mundo relacional y afectivo cubano. Con Deisy salía, conversaba e iba construyendo mi universo de estudio. Mi estrecha relación con ella me puso en contacto con los deseos y ansiedades de muchas mujeres jóvenes universitarias que, en ocasiones, utilizaban su sensualidad/sexualidad de una forma más libre de lo que yo podía interpretar.16 Un episodio sucedido con una de ellas y recogido en mi diario de campo puede servir de ejemplo:
Este ir y venir incesante de gentes me conectaba y relacionaba con el vecindario y con las redes de amistad de Esther y Reinaldo. Sintiéndome insegura y vulnerable, mis redes eran las suyas, tejiendo, en cierta forma, unas relaciones “familiares” caracterizadas por el afecto pero también por el control. Mis inseguridades y vulnerabilidades tenían que ver con distintas cuestiones; en primer lugar, con mi situación migratoria, que nunca fue legal; esto implicaba que tenía que mantener un “perfil bajo”, es decir, intentar llamar la atención lo menos posible (no hacer intervenciones públicas acerca de mi trabajo, seguir las normas sociales, etcétera), convirtiéndome en “la muchachita española”. En esta adscripción identitaria, el origen nacional, el género y la edad se articulaban para construirme como “indefensa”, algo que yo reforzaba con el objetivo de que me dejaran tranquila, pero también algo que me hipervisibilizaba en un lugar como Santiago, caracterizado por una aparente homogeneización.15 Así mismo, las dudas en torno a si estaba siendo una buena “etnógrafa” (si escribía todo en el diario de campo, si mantenía la suficiente distancia y cercanía a la vez con mis informantes, si reflejaba con “objetividad” la realidad, etcétera) me hacían volverme a lo familiar, a lo conocido, como un espacio en el que “suspender mi juicio crítico”, sobre todo conmigo misma.
Hoy he ido con Yoandra a su lugar de trabajo. Al llegar he visto algo que ya ella me había advertido, que
prácticamente es la única chica en el mismo y que sus
colegas se dedican a hacer bromas de claro contenido sexual todo el rato. Mientras Yoandra trabaja yo me
dedico a inspeccionar el lugar y ver qué hace el resto de compañeros, los cuales también me incluyen en sus
bromas rápidamente. El ambiente que se respira es de
franca camaradería, eso sí, aderezada con el “picante” cubano. Nos visita, a última hora de la tarde, un colega suyo puertorriqueño, de prestigio, que está haciendo
una estancia en La Habana. Éste forma parte de un comité que tiene que evaluar su trabajo, por lo que
todos intentan estar a buenas con él. Como llevamos
todo el día tomando, sin comer, estamos algo achispa-
dos y veo como Yoandra empieza a tontear, de forma
Esto hizo que en la ecuación relacional familiar se conjugaran mis inseguridades con la disposición a darme un contexto familiar por parte de Esther y Reinaldo. Ambos mantenían conmigo la relación paterno-filial que el Estado mantiene con su ciudadanía y que éste refuerza al concebir a los turistas como sujetos a los que hay que
bastante evidente con este señor (que puede ser su abuelo). No quiero ponerme moralista pero el fantasma del jineterismo cruza mi mente, reproduciendo esta
especie de mantra que ha atravesado mis estancias en la Isla: las relaciones con extranjeros son siempre inte-
resadas. Después de claras insinuaciones sexuales y de un comportamiento achispado más que evidente, el
15 Aquí utilizo la palabra “aparente”, no sólo para cuestionar la realidad de la homogeneización en sí, sino para resaltar que lo importante no era tanto ser homogéneo como aparentarlo, algo que se hacía muy evidente, por ejemplo, en las exigencias en torno al vestido (si alguien vestía distinto tenía muchas posibilidades de ser parado por la Policía al ser sospechoso de estar cometiendo conductas ilegales y/o inmorales; en ocasiones, ambos significados iban unidos…).
16 Desde los estudios feministas, sobre todo desde aquellos que están analizando los movimientos transnacionales de población, se muestra que el uso de su sexualidad está permitiendo que determinadas mujeres “pobres” trasciendan fronteras raciales, de clase y geopolíticas (Piscitelli 2008).
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“Siendo una más”. Trabajo de campo e intimidad Ana Alcázar-Campos
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nunca me habían dado una lección más grande en
información” (Lutz y White 1986, 405), que empieza a cuestionarse la forma clásica de producir conocimiento antropológico. Uno de sus críticos fue el escritor Edward Said (1996) al denunciar la conformación de la antropología como una disciplina construida históricamente a través del encuentro etnográfico entre un observador europeo y un nativo no-europeo, que ocupa un estatus menor, aspecto modificado a finales del siglo XX, cuando los antropólogos buscan un nuevo “otro”.18
La centralidad de Roberto se deriva del hecho de ser mi pareja sentimental durante siete de los once meses que permanecí en la Isla. A Roberto lo conozco poco a poco, como alguien “de la casa”; forma parte de mi cotidianidad y de mi red de seguridad en Cuba. Nuestra historia se inicia “al modo cubano”, es decir, mientras mantiene otra relación con una novia formal, algo que yo conozco y que hace que seamos sólo amantes. No obstante, nuestra implicación posterior, así como la promesa del viaje, hacen que ambos forjemos lo más parecido a una relación de pareja, eso sí, con los “ingredientes cubanos” de la promiscuidad y control masculino, aderezados con una simultaneidad de roles derivados de mi ambigua pertenencia a la comunidad: ni dentro ni fuera. Nuestra relación hace que, definitivamente, me convierta en parte de la familia y posibilita su viaje a España y el de su hermana, Deisy, ésta a través del proyecto de investigación al que me he referido anteriormente, al ser miembro de la contraparte cubana.
En esa búsqueda de ese nuevo “otro” y en esa crítica a la producción de conocimiento aparece, siguiendo a Lutz y White (1986), en los años setenta un interés por conocer el rol de lo emocional en la vida personal y social de las personas con las que trabajamos, desarrollándose a partir de los ochenta, sobre todo en el ámbito norteamericano (Spencer 2010). En esta línea de abordar “lo emocional” se situarían desarrollos posteriores, tales como los que se han hecho desde la “economía política de las emociones” (Scheper-Hughes 2007), dentro de la cual se analiza cómo determinadas emociones se utilizan políticamente, pasando del ámbito privado al público; así como la tendencia a incorporar las emociones del investigador en el proceso de trabajo de campo como una forma más de conocer la realidad que investiga, destacando los “revelatory moments in fieldwork” (parafraseando a Trigger, Forsey y Meurk 2012). Obviamente, esto se traslada a nuestros textos, de tal forma que, tal y como plantea Beatty (2010, 370), “the evocation of feelings is an exercise in imaginative recovery”.
colega puertorriqueño se va. Cuando cruza la puerta,
automáticamente, Yoandra recupera la compostura y,
muy seria, dice: “Será comemierda! Se cree que puede venir aquí y tratarnos a las cubanas como si fuéramos
putas!”, entre las risas de sus compañeros, los cuales, ante mi estupor, sabían todo el rato que Yoandra se estaba riendo del tipo, mediante una hipérbole de
lo que se supone que es la cubana “caliente”. Creo que torno a mis prejuicios […]. (Diario de campo, 2009)
Estas relaciones tan cercanas, tan íntimas, me hacen preguntarme por cuestiones que, de otra manera, habrían permanecido ocultas en mi indagación etnográfica y que van más allá de la reflexividad,17 que también se tornó central en mi proceso. En el apartado siguiente procedo a formular algunas de éstas.
Así, este texto se centrará en lo que Spencer (2010) ha denominado “emotional reflexivity” entendiendo que ésta nos permite tener un conocimiento más profundo acerca de nuestra implicación en el campo. Coincidiendo con esta autora cuando afirma: “Anthropologists are affected by and affect others through emotional engagement; they ‘manage’ emotions or allow them to unfold as vehicles of understanding” (Spencer 2010, 2). Tal y como planteaba en el epígrafe anterior, el hecho de haberme implicado emocionalmente con aquellos con quienes vivía y compartía mi tiempo en Cuba, así como de haber tejido mis relaciones (personales y profesionales) en torno a ellos, me planteó una serie de cuestiones que resultaron centrales en mi trabajo. Entendiendo mi forma de hacer trabajo de campo como “intersubjective and embodied, not individual and fixed, but social and processual” (Tedlock 2000, 471), y
Debates teórico/epistemológicos en torno a las emociones y el trabajo de campo Es a partir de la denominada “crisis de la disciplina”, que critica la imagen de nuestros sujetos de investigación como meros “informantes” o “procesadores de
17 Entiendo la reflexividad, en la línea de lo formulado por Pierre Bourdieu (2003), como un proceso de autovigilancia que permite hacer conscientes determinadas características y a priori que se ponen en juego en la relación con el otro, para intentar no reproducir relaciones de desigualdad con las personas con las que trabajamos.
18 Agradezco a uno de los revisores la referencia a este texto; he considerado oportuno incluirlo aquí.
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a mí misma, en ocasiones, como una “observadora vulnerable” (Behar 1996), se me aparecen diferentes preguntas. Preguntas sobre la validez y el significado de la dicotomía yo/otro, y sobre las jerarquías de las que parece depender el trabajo de campo. Elementos como las relaciones de género, la “raza” o la posición sociohistórica emergieron en mi trabajo, en gran parte, derivados de los sentimientos contradictorios que me generaban mis estrechas relaciones con “mi” familia cubana.19 En definitiva, las emociones tuvieron un rol importante en mi comprensión de las dinámicas de poder en el campo y, en particular, en mi vivencia encarnada de las jerarquías de poder locales y globales.
Esta semana he cedido mi habitación y he estado tres
De esta forma, mis continuas referencias en el diario de campo a la generación, el mantenimiento y la gestión de las desigualdades, en definitiva, a las relaciones de poder que se articulaban en torno a “mi diferencia” (racial, de género, de clase, nacional), hablan de la centralidad que éstas tuvieron. Del mismo modo, en mi interés por “ser una más” se filtra una serie de preocupaciones éticas en torno a cómo construyo las relaciones de poder en el campo, ética que es puesta en cuestión, sobre todo, con aquellas relaciones que tienen una mayor carga emocional e implicación por mi parte. En un momento posterior, reflexionando sobre lo vivido y sentido, creo que ha sido precisamente esa implicación lo que ha propiciado mi conocimiento “de otra manera”, incorporando debates teórico-metodológicos que viví de forma encarnada. En definitiva, a partir de mi inmersión emocional en la realidad cubana, empiezo a percibir y sentir una serie de elementos que, considero, condicionan las interacciones en Cuba y que se traducen en relaciones de poder; éstos (la intersección de los procesos de racialización, estratificación social, generización o extranjerización) me sirven de guía para mi análisis posterior.
implicarme en acciones ilegales (yo no puedo alojarme en
días en la casa de arriba, la que no se alquila, donde viven Roberto y su abuela. A mí me encanta esa casa, tiene un
cierto aire decrépito pero me parece más “auténtica”, además es más tranquila y “normal”. En ocasiones es difícil soportar tanto ajetreo y tanta atención al “negocio” en la
casa de abajo. He cedido mi habitación porque están en
Santiago unas francesas, colegas de Esther, que fueron las que acogieron a Deisy cuando estuvo en Francia. Esther
quiere agasajarlas y por eso las va a alojar unos días en la casa de abajo, sin cobrarles, claro, y hay toda una planifi-
cación de actividades de ocio de las que me han pedido que participe. Yo siento que juego un papel ambiguo en eso: el hecho de compartir conmigo sus inquietudes y planes e
una casa que no sea de alquiler legal) demuestra una confianza en mí y una integración en la familia; no obstante, cuando salimos de excursión o por la noche, a veces tengo
la sensación de que mi presencia legitima su accionar con población extranjera sin sospechas de jineterismo,
en base a su relación continuada conmigo. Obviamente, todo esto no creo que sean procesos conscientes, más bien
tiene que ver con cuestiones simbólicas acerca de cómo se
construye en este país la relación con el otro, el extranjero. (Diario de campo 2004)
En esta descripción se ejemplifica parte de la ambigüedad producida por los múltiples roles que ocupo y que se derivan de mis relaciones de intimidad. Soy amiga y “familia”, que hace favores, cede su espacio, participa en el accionar cotidiano cubano, atravesado de ilegalidades, pero también turista/extranjera, sometida a los controles que el Estado determina (no puedo subir en un coche particular, no puedo alojarme en una casa particular, etcétera), que tienen una serie de consecuencias para la población cubana, siendo la más grave la pérdida de la vivienda, si se demuestra un enriquecimiento ilícito a través del alquiler ilegal.
Siendo “una más”
Estas relaciones de intimidad van cambiando a lo largo del tiempo, profundizándose, pero también con momentos de fricción. En mi caso, un hecho determinante, que condicionó mi interaccionar con la familia, fue mi relación sentimental con Roberto, el hijo de Esther. Iniciada como una relación de amistad, que derivó en ser amantes, en su evolución posterior fue más que evidente el paso de unas exigencias relacionadas con el ocio y el goce a otras relacionadas con la domesticidad, donde cuestiones que no habían sido problemáticas anteriormente, empezaron a serlo. Una situación acontecida al final de mi estancia en Cuba, cuando nuestra relación era oficial, puede servir para ilustrar este aspecto:
Tal y como planteo en el título, y apunto más arriba, mi preocupación ética por las relaciones de poder que establecía en el campo, sobre todo con quienes formaban parte de mi círculo más cercano (la familia y amistades), me llevó a adoptar múltiples posiciones y desempeñar diferentes roles en esas interacciones. Roles que no estaban exentos de tensiones:
19 Permeando no sólo mi comprensión de la realidad, sino mis capacidades y potencialidades, afectando y siendo afectada por mis emociones.
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En este punto hay que tener en cuenta que, en el contexto cubano más tradicional, muchos hombres basan su reputación en su rol como amantes, conquistadores y amigos (la solidaridad masculina). Valorándose el hecho de tener más de una mujer (la de la casa y la o las de la calle), siempre y cuando la primera no sepa nunca de la existencia de la o las otras o pueda fingir que no lo sabe, reclamándose que “sea discreto” en sus amoríos, pero no tanto como para que sus amigos no los conozcan (Rosendahl 1997). Aquí yo podía ser vista como una “mujer de la calle”, al ser amante de Roberto; no obstante, tanto éste como el resto de la familia mantenían conmigo relaciones ambiguas, ocupando el lugar de amante y de novia en función del contexto y la situación concretos. En esta consideración ambigua creo que influyeron mis relaciones en cuanto amiga y pseudofamilia y, probablemente, mi condición de extranjera, permitiéndome ciertas transgresiones del rol, ya que, tal y como decía Roberto: “allí las cosas son diferentes, pero con las cubanas no”.
Hoy hemos estado visitando a unos primos de Roberto
en La Habana, ya desde un primer momento éste se mos-
traba reacio a que yo fuera, pero no entendía por qué,
además, no me apetecía quedarme sola en la casa, así que he insistido y hemos ido juntos. Sus primos viven en un reparto algo alejado de donde nos alojamos nosotros, así que, para cuando hemos llegado, ya estábamos
los dos agotados y sudorosos. Roberto me presenta como su novia y sus primos nos reciben con mucho cariño, sentándonos enseguida a tomar cerveza y a coger fresco
en el porche de la casa. Charlamos acerca de todo un
poco, cosas sin mayor importancia, y hay un momento en el que estamos hablando sobre unos vecinos y cómo él
tiene una amante, y yo digo: “Pues lo que debería hacer la mujer es echarse un amante también”. Esto hace que
Roberto me mire con una mirada asesina, ante la risa
de sus primos que me dicen: “Es que las españolas sois
muy liberales”. Yo no entiendo su enfado, no es la pri-
mera vez que Roberto y yo hemos hablado de este tema y sabe perfectamente qué opino. (Diario de campo 2005)
Este “ser diferente” también se manifestaba en las continuas referencias a la vida fuera, como un anhelo, y la omnipresencia del viaje, que poblaban mis conversaciones, haciéndome sentir incómoda en ocasiones. Ser representada en cuanto turista, europea y blanca me situaba como alguien con movilidad (en esa identificación extranjera = turista) y portadora de una serie de capitales que me hacían ser deseada al posibilitar la movilidad social ascendente, bien dentro del propio país o facilitando la salida del mismo. Yo representaba ese país del que procedían los turistas con euros y capital social, y donde residía gran cantidad de compatriotas que, en sus visitas a sus países de origen, ejemplificaban el deseado ascenso social.
Así mismo, mi relación con Roberto colocó a Esther en una situación incómoda, que le hizo hablar con él para que “no me hiciera daño”. Esther y yo tuvimos una relación muy estrecha, en la que la diferencia de edad hacía que fuera tratada como una hija (ejemplificada en la advertencia a su hijo), pero en la que el hecho de no serlo posibilitó momentos de confidencias y reflexiones acerca de lo que significaba ser una mujer “mayor” en Cuba (Esther rondaba la cincuentena). Hoy hemos estado comiendo Esther y yo fuera. Por fin ha
salido del estado de postración en el que estaba debido a la “desaparición” de Reinaldo. Éste ha estado haciendo de cicerone con un grupo de canadienses indígenas intere-
Así mismo, yo sentía que mi extranjería era funcional en el contexto, puesto que en múltiples ocasiones hice favores que me eran demandados en cuanto extranjera/turista: compré medicamentos en la farmacia internacional, abrí cuentas de correo electrónico, consulté cuentas existentes, cambié divisas, di acceso a hoteles, compré un móvil, hice una carta de invitación, etcétera. En algunas ocasiones percibía que la gente me pedía favores por mi condición de extranjera, como en los ejemplos citados, pero en otros casos la demanda estaba asociada también a mi poder adquisitivo, generándome una incómoda sensación de “ser un dólar andante”. Esto me provocaba sentimientos contradictorios. Por un lado, entendía que esos favores entraban dentro de las relaciones de reciprocidad, sobre todo teniendo en cuenta que la doble economía existente condiciona que determinados productos, como los de higiene personal, tengan que ser adquiridos
sadas en los indios taínos de Cuba, que se ubican mayo-
ritariamente en Baraoca y casi no ha aparecido por la
casa, sospechando Esther que se ha liado con una de las turistas. En la comida me dice que le resulta muy difícil
“ser una mujer sola”, que ella sabe que es independiente económicamente y que no necesita un hombre “que la
represente” pero “M’hijita, vivir como una mujer sola y de cierta edad en Santiago no es fácil”. Aun así me dice que
ella no ha soportado nunca la falta de respeto y que eso
fue lo que le pasó con el padre de sus hijos. Siendo Roberto muy chiquito ella vio que él no se comportaba como debía
(sospechaba que había otra mujer) y lo botó. No es la pri-
mera vez que hablo con mis amigas acerca de dónde está el límite de lo tolerable en una sociedad donde la poligamia es norma, así, “la falta de respeto”, expresada, por ejem-
plo, en la ostentación de la relación extramatrimonial, sería uno de los límites. (Diario de campo 2005)
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en una moneda en paridad con el dólar, el CUC, en la que no se devengan los salarios o, en el mejor de los casos, tan sólo una parte de los mismos. Pero, por otro lado, quería ser yo quien eligiera con quién/es establecer relaciones de reciprocidad, creándose situaciones incómodas en las que “se daba por hecho” que yo asumía el coste, por ejemplo, de una comida en un restaurante. Estas contradicciones se vieron agravadas por la regulación del “jineterismo” que hay en Cuba […] Ubicado dentro de la legislación existente en torno a la “peligrosidad social”, un cubano puede ser acusado de “acoso al turista” y ser calificado de jinetero, levantándosele una carta de advertencia. La acumulación de tres de éstas puede implicar el paso por un “centro de reeducación”, para las mujeres (al entender que están ejerciendo la prostitución), y por la cárcel, para los varones, si se trata de delitos relacionados con la economía informal (venta ilegal de productos, transporte ilegal de personas, etcétera). Esta regulación estuvo presente en mis relaciones, al tiempo que reforzaba la representación social del carácter interesado de la relación del cubano y la cubana con el extranjero.
la independencia nacional que son reescritos y reinterpretados por el discurso nacional-revolucionario.20 Esta construcción de la cubanía en cuanto superior al otro, al extranjero, se expresaba, en muchas ocasiones, a través de los cuentos o chistes cubanos que representaban a los extranjeros como personas incapaces. Sirva como ejemplo una conversación mantenida con Esther acerca de un chico alemán que se hospedó en la casa:
En mi caso, no dejaba de sorprenderme y molestarme la sempiterna “palabrita” que se hacía presente, aun en las circunstancias más peregrinas, como cuando un día llegué a casa de Liudmila, una amiga cubana, y ésta, al ver que su perro me saludaba moviendo el rabo, comentó: “¡Vaya un perro jinetero!”. Esto no dejaba de crearme angustia, ya que, por un lado, no quería reproducir relaciones de poder, creando situaciones que yo entendía como nuevas formas de dominación colonial que veía en otros compatriotas turistas que visitaban la Isla. Por otro, me sentía vinculada emocional y afectivamente con determinadas personas, y no me gustaba sentir que “estaban conmigo por el interés”, al tiempo que me preocupaba que pudieran tener problemas por andar conmigo y ser acusados de jineterismo. No fue hasta mi regreso que, con la distancia necesaria, comprendí que todos tenemos intereses y que en todas las relaciones intervienen muchos aspectos, económicos, emocionales, de creación de redes, etcétera, y por eso no son menos “auténticas”.
su país los vegetarianos sólo comían vegetales, como si
Un día, mientras estábamos comiendo, Esther me ha contado, con un claro tono de burla, una anécdota en
relación con un chico alemán, muy joven, que tuvieron hospedado. Resulta que él andaba con chicos cubanos,
como de 17 o 18 años, y un día les invitó a cenar en la casa. Este chico era vegetariano y se ve que se lo dijo a los chicos cubanos y éstos dijeron que ellos también. A
Esther le extrañó que unos chicos cubanos fuesen vege-
tarianos y más de los arrabales, por eso les preguntó, el día de la cena, que si hacía algo de carne y éstos dijeron
que sí. Al terminar la cena, después de que ellos devoraran toda la comida y se llevaran lo que sobraba en una
bolsa, el chico extranjero comentó sorprendido que en fuese una cuestión cultural el que ellos comieran carne siendo vegetarianos. Esther me cuenta que no sabía
dónde meterse porque “no quería dejar mal a los muchachos cubanos”, y, al final, le dijo: “Hombre, en Cuba los vegetarianos comen de vez en cuando carne por variar
pero casi siempre comen vegetales”. Al final del cuento Esther y yo nos reímos con ganas pero, más tarde,
pienso sobre si yo también seré vista como alguien que no se entera de nada. (Diario de campo 2005)
Así, estas relaciones de intimidad y confianza hacían que ocupara lugares múltiples y que se utilizaran conmigo expresiones comunes y en las que subyacía una “ideología de familia” concreta. Ideología atravesada por unas representaciones que me hicieron evidente la articulación de categorías generadoras de desigualdades que resultaron centrales en mi comprensión de la realidad cubana, estando muy presentes también los procesos de racialización. Ésta es una cuestión que no dejó de sorprenderme en mi relación con la familia. Autodefinidos como mulatos “finos”,21 es decir, que
Esta identificación continua como alguien “de fuera” hizo que tomara conciencia de la centralidad que este elemento tenía en la construcción identitaria cubana. Construcción complejizada con los procesos migratorios, donde la población cubana residente en el exterior (unos dos millones frente a los once millones de la Isla) también expresa sentimientos ambiguos acerca de su pertenencia a la Isla y su vinculación con ella. Mientras tanto, la afirmación orgullosa de la identidad cubana o cubanía responde a procesos históricos de construcción de
20 Un ejemplo sería el eslogan Patria o muerte que puebla los muros de pueblos y ciudades cubanas y que identifica la Revolución con la patria; para un análisis más en profundidad de esta reinterpretación, ver Rojas (2003). 21 La construcción racial en Cuba se me revelaba como extremadamente flexible, con elementos como la buena presencia, la formación y/o los modales que blanqueaban u oscurecían la piel (Fernández 1999).
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han tenido acceso a una formación universitaria y que provienen de la antigua burguesía cubana (el padre de Esther fue uno de los pocos profesionales negros que había en Santiago antes de la Revolución), la idea de “adelantar la raza”22 formaba parte de la ideología familiar, atravesando, en mi caso, mi relación con Roberto. En una conversación que tenemos acerca de nuestras parejas anteriores, se filtra esta centralidad:
dientes, no obstante, sólo está atendiendo gente uno
“Mima,23 yo siempre he estado con mujeres más cla-
aunque esté un poco más allá. Conforme va pasando
de ellos. Ante esta situación, decido, amablemente,
dirigirme a una dependienta que está hablando ani-
madamente con otra, mientras se lima las uñas. Ésta me señala, sin apenas mirarme, su zona del mostrador, seña que yo no entiendo. Una amable señora que
hacía cola conmigo me explica que cada dependiente tiene “repartida” una zona de productos y que si el que tú necesitas no está en la misma no te atiende,
ras, y, no es tanto el color, como el pelo. Yo meter así
el tiempo, me voy cabreando más, así que decido
los dedos [me acaricia el pelo a modo de peine] y que no
abandonar la tienda, haciendo ostensible mi enfado.
pasen los dedos […] es que no puedo. No soporto el pelo
Cuando se lo estoy contando a Esther, me dice, entre
malo”.24 (Diario de campo 2005)
risas: “M’hija, ¡te salió el negro! ¡Tú eres blanca de
casualidad!”. Esta expresión no es nueva para mí ya
Esto incluso aparece como algo usual en la familia, siendo esgrimida por Roberto como la razón por la cual su abuelo, finalmente, había abandonado a su abuela por una mujer blanca, que previamente había sido su amante durante varios años. Para Roberto, el ser blanca sería uno de los motivos centrales del abandono de su abuelo, pasando la amante a ocupar el papel de esposa. Obviamente, este “ser blanco”, al cual yo era adscrita, implicaba también una serie de exigencias:
que la he oído en ocasiones anteriores en las que, por ejemplo, reía de forma ostensible o no me vestía con el suficiente “decoro”. (Diario de campo 2005)
De esta forma, entendida como un elemento cultural, construido y cambiante, mi auto y heterodesignación en cuanto “blanca” en el contexto cubano me hizo ser consciente de su centralidad como constructor de relaciones, ya que, tal y como plantea la antropóloga Nadine Fernández (1999), no implica sólo una descripción del fenotipo sino que establece un lugar, cargado de valor, dentro de la jerarquía social.
Esther y yo estamos en su cuarto, con el sempiterno aire acondicionado encendido que me hace tiritar,
le estoy contando mi nefasto “día de compras”. Salir
Éstas y otras interacciones íntimas poblaban mi vida en Cuba, donde no existía separación entre el ocio, el trabajo y la vida personal; todos estos elementos se entretejían generando en mí no pocos sentimientos contradictorios. En mi caso, no se trata sólo de que mi implicación emocional y afectivo-sexual supusiera mi introducción a una red de amistad más amplia que posibilitara la realización del trabajo de campo mismo, sino que, parafraseando a la antropóloga Manda Cesara (1982, 61), “[these] opened my heart and mind”.
a hacer la compra en Santiago es un proceso de tortura que, él solo, junto con el desabastecimiento de las tiendas y los altos precios de los escasos productos, funciona como elemento disuasorio del consumo […] Como ya me lo habían advertido, había planificado el
día de compras, dejando el bolso en la casa (para evi-
tar una cola para dejarlo en el guardarropa y el peligro de que, en el mismo, me quiten lo que llevo), portando
sólo la cartera, junto con una jaba 25 plástica. Cuando
consigo entrar en la tienda, me enfrento a una nueva cola ante un largo mostrador donde hay cuatro depen-
Conclusiones 22 Expresión coloquial aún utilizada en Cuba para referirse a los procesos de blanqueamiento que tienen lugar por las uniones hipergámicas.
Tal y como se pone de manifiesto en mi relato, mis vivencias del trabajo de campo aparecen pobladas de sentimientos y emociones contradictorios, contradicciones que aún hoy día me siguen conmoviendo. Así, en ese proceso de evocación del recuerdo que tiene la narración etnográfica, aunque sea basado en las notas de campo, situarme imaginariamente de nuevo en el contexto cubano, del que no me he desconectado en estos años, hace que emerjan dudas que me acompañaron durante mis estancias, una de ellas fundamental: ¿Quién soy yo para
23 Expresión cariñosa cubana, usada no sólo necesariamente entre quienes tienen una relación afectivo-sexual o de pareja. 24 La centralidad del pelo liso en la construcción de lo bello y deseable es remarcada por bell hooks (2005), quien afirma: “nuestra obsesión colectiva con alisar el cabello negro refleja la psicología de opresión y el impacto de la colonización racista. Juntos, racismo y sexismo les recalcan diariamente a todas las mujeres negras por la vía de los medios, la publicidad, etc. que no seremos consideradas hermosas o deseables si no nos cambiamos a nosotras mismas, especialmente nuestro cabello” (Hooks 2005, 11). 25 Forma de referirse a una bolsa.
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la población cubana?26 Queriendo “ser una más”, situándome “ni dentro ni fuera”, construí mi objeto/sujeto de estudio: la generación de desigualdades y su interacción con el turismo. Desigualdades percibidas a través de mi experiencia encarnada de las mismas y que me hicieron pensar en cómo la raza, el género o el origen nacional construían sociedad, articulaban las relaciones sociales en el contexto cubano. Esta percepción, desde mi punto de vista, no se puede entender sin reflexionar acerca de mi implicación en el campo. De esta forma, las relaciones cercanas que establecí me posibilitaron una comprensión distinta de la realidad cubana, destacando en este artículo el valor epistemológico de la emoción.
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En mis intervenciones públicas suelo contar la anécdota de que la primera vez que me di cuenta de que era blanca fue en Cuba; pues bien, algo parecido puede decirse de mi extranjería y de mis concepciones de género, elementos que fueron puestos en cuestión y en debate en mi deambular cubano.
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“Siendo una más”. Trabajo de campo e intimidad Ana Alcázar-Campos
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Bricheros: sexo, raza y etnicidad en contextos turísticos* José María Valcuende del Ríov - Rafael Cáceres FeriaD Fecha de recepción: 15 de julio de 2013 Fecha de aceptación: 18 de enero de 2014 Fecha de modificación: 28 de febrero de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.06
RESUMEN El desarrollo del turismo en Perú ha venido acompañado de la aparición de la figura del brichero. Un neologismo utilizado originalmente para denominar a los hombres, de origen andino, que buscan encuentros sexuales con extranjeras. En este artículo, estudiamos la relación entre sexo y turismo partiendo del análisis de fuentes de diversa naturaleza. Nos interesan especialmente las transformaciones discursivas del bricherismo, tanto en el contexto turístico como en el de la sociedad nacional. El análisis sobre la significación que adquieren las relaciones sexuales y afectivas entre población local y turistas nos permitirá aproximarnos a las estrategias de dominación y subversión, marcadas por un fuerte componente racial y de género, que se activan en los escenarios turísticos.
PALABRAS CLAVE Perú, brichero, turismo, sexo, cultura.
Bricheros: Sex, Race and Ethnicity in Tourist Settings ABSTRACT The development of tourism in Peru has generated a new social phenomenon: the bricheros. This new term applies to Andean men who regularly seek to engage in sexual intercourse with foreign female tourists. In this paper, we examine the relationship between sex and tourism different case studies. We are particularly interested in studying the discourse dimension of bricherismo and its transformations in relation in both the tourist scene and the national context. Our analysis of the different meanings of sexual and affective relations between tourists and the local population will permit us to unveil the domination and subversion strategies brought into play in tourist contexts, which are usually in close connection with racial and gender issues.
KEY WORDS Peru, brichero, tourism, sex, culture.
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Este artículo se enmarca en las líneas de investigación del Laboratorio Iberoamericano para el Estudio Sociohistórico de las Sexualidades (FEM201129275), y del proyecto “Retóricas de la naturaleza y turismo de base local: estrategias de sostenibilidad” (CSO2012-33044), financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.
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Doctor en Antropología por la Universidad de Sevilla, España. Profesor del Departamento de Antropología Social de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla (España) e investigador invitado de la Facultad de Filosofía y el Aula de Derechos Humanos de la Universidad de Cuenca (Ecuador), proyecto Prometeo (SENESCYT). Entre sus últimas publicaciones están: Amazonía: viajeros, turistas y poblaciones indígenas. Tenerife: Editorial Pasos (2012), y Estudios de diversidad sexual en Iberoamérica (coautoría con M. Marco y R. Alarcón). Sevilla: Editorial Aconcagua (2013). Correo electrónico: jmvalrio@upo.es Doctor en Antropología por la Universidad de Sevilla, España. Profesor del Departamento de Antropología Social de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla (España). Entre sus últimas publicaciones están: Las apariencias engañan. Conservación, sociedad local y relaciones de poder: el Caso de Caño Negro (Costa Rica). AIBR 8, n° 3: 369-394 (2013) (coautoría con Javier Escalera Reyes y Antonio Díaz Aguilar); Historia cultural del flamenco (coautoría con Alberto del Campo). Córdoba: Editorial Almuzara (2013), y Herreros y cantaores: el trabajo de los metales en la génesis del flamenco. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares LXVIII, n° 2: 445-467 (2013). Correo electrónico: rcacfer@upo.es
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Bricheros: sexo, raza y etnicidad en contextos turísticos José María Valcuende del Río, Rafael Cáceres Feria
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Bricheros: sexo, raça e etnicidade em contextos turísticos RESUMO O desenvolvimento do turismo no Peru vem acompanhado do surgimento da figura do brichero. Um termo utilizado originalmente para denominar os homens de origem andina que procuram encontros sexuais com estrangeiras. Neste artigo, estudamos a relação entre sexo e turismo ao partir da análise de fontes de diversa natureza. Interessa-nos, especialmente, as transformações discursivas do bricherismo, tanto no contexto turístico quanto no da sociedade nacional. A análise sobre a significação que as relações sexuais e afetivas entre população local e turistas adquirem permitirá aproximar-nos das estratégias de dominação e subversão, marcadas por um forte componente racial e de gênero, que se ativam nos cenários turísticos.
PALAVRAS-CHAVE Peru, brichero, turismo, sexo, cultura.
Turismo sexual y sexo en el turismo
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l análisis sobre las consecuencias económicas y culturales asociadas a los “intercambios” que supone el turismo ha dado lugar a una profusa literatura. La actividad turística no puede ser interpretada en clave monolítica (Valcuende, Murtagh y Rummenhoeller 2012); pese a ello, asistimos habitualmente a una visión maniquea que pone de manifiesto un debate ideológico inseparable del debate científico. Por una parte, los planteamientos que inciden en sus beneficios, equiparando turismo con crecimiento económico, y éste, con desarrollo. Por la otra, los posicionamientos que entienden el turismo como un proceso de neocolonización (Nash 1977), en el que modernización, desarrollo y crecimiento se contraponen a destrucción cultural, invasión o enajenación.
olvida de manera habitual su carácter fundamentalmente simbólico (Plummer 1991, 151). Para poder comprender los comportamientos sexuales hay que entender la desigual significación de las prácticas en función de los contextos. Somos conscientes de que la sexualidad, como parte de la cultura, está sometida a los efectos del proceso globalizador, y es palpable que los esquemas sexuales occidentales se convierten en hegemónicos, pero la globalización no es sinónimo de homogeneización cultural. A la vez que se expanden determinadas pautas, se producen procesos de diferenciación a partir de hibridaciones culturales (García 1997; Appadurai 2001). ¿Podríamos hablar de hibridaciones de la sexualidad? (Cáceres 2013). El análisis del turismo sexual, como no podría ser de otra manera, es heredero directo de esta visión prejuiciosa sobre el turismo y sobre la sexualidad, independientemente de que esta última, tal y como señala Rubin (1989), esté habitualmente gravada con un exceso de importancia. Las primeras investigaciones sobre sexo y turismo insisten en la asimetría de las relaciones entre turistas y anfitriones. Unas ponen el acento en el carácter colonialista de las mismas, mientras que desde enfoques feministas se interpretan como una manifestación más del patriarcado que implica la explotación de las mujeres del Tercer Mundo (Enloe 2000). Desde estos enfoques, se equiparan turismo sexual y prostitución (Jeffreys 2000; Leheny 1995; Truong 1990; Graburn 1983) y se define el arquetipo del turista sexual: hombre occidental, heterosexual, de clase media. Las relaciones entre los turistas y la población local estarían marcadas por una doble desigualdad (sexo y clase social), en un marco geopolítico que reproduce la dualidad colonizador/colonizado.
Si el estudio del turismo no está exento de prejuicios, el de la de la sexualidad lo está aún menos. Mientras que no hay problema para aceptar las diferencias en el comportamiento humano en función de los contextos culturales, al tratar sobre las prácticas sexuales se da por hecho que sus significados son iguales o varían muy poco en cualquier ámbito. Incluso, cuando se habla de diversidad sexual, se suele hacer referencia a un conjunto bastante limitado de categorías sexuales (homosexualidad, bisexualidad o transexualidad), interpretadas desde una “versión” occidental (Cáceres 2013). De este modo, en la literatura sobre turismo sexual se habla de prostitución, pederastia, homosexualidad… como si fuesen categorías universales. ¿Habría que considerar prostitución cualquier intercambio sexual que implique una transacción monetaria o material? ¿Tiene el mismo significado en Cuba, Senegal o el Amazonas? En los análisis sobre la sexualidad humana se
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Si bien no podemos desdeñar las aportaciones de estas perspectivas globales que relacionan el desarrollo turístico y el surgimiento de una industria de explotación sexual, se revelan insuficientes para comprender las múltiples relaciones que existen entre turismo y sexo. Con frecuencia se olvida que la prostitución no es un producto del turismo; en numerosos casos, existe mucho antes de la llegada de los turistas (Cohen 1982; Aramberri 2005). Ni tampoco es un fenómeno unitario, como nos recuerda Cohen (1982) en su análisis de la relación entre prostitutas tailandesas y extranjeros.
ficar los encuentros entre mujeres y turistas en los términos definidos por la dicotomía turismo sexual y de romance, ya que fácilmente se puede pasar de un extremo a otro. Esta perspectiva ha implicado una conceptualización más amplia, a partir del turismo de compañía (Herold, García y de Moya 2001). Estas últimas investigaciones inciden en una perspectiva planteada décadas antes por Cohen (1982), que insiste en la variedad de situaciones que se dan entre pobladores locales y turistas, ya sean hombres o mujeres (Cabezas 2004; Bauer y Mckercher 2003; Opperman 1999). Si las relaciones sexuales entre mujeres turistas y hombres locales no son homogéneas, tampoco lo son los encuentros entre hombres turistas y mujeres locales. Asociar exclusivamente el turismo de prostitución a los hombres y el turismo romance a las mujeres implica victimizar a estas últimas, independientemente de su desigual posición de poder, reforzando una visión netamente “biologicista”, que legitima esta posición de una forma unidireccional y ahistórica.
Para intentar superar las limitaciones de estas aproximaciones, se ha insistido en la complejidad que encierra el denominado turismo sexual, poniendo el acento en la variedad de clientes y motivaciones que hay en los encuentros entre la población local y los turistas. Una puerta para explorar esa complejidad quedó abierta a medida que se ha ido difuminando el arquetipo del turista sexual: no son sólo hombres de clase media heterosexuales los que se desplazaban en busca de sexo. Primero salieron a la luz mujeres occidentales y heterosexuales que durante sus vacaciones se trasladan a diversas partes del mundo en busca de sexo (Pruitt y LaFont 1995; Meisch 1995; Dahles y Bras 1999; Herold, García y de Moya 2001; Jacobs 2010); posteriormente fueron visibilizados e incorporados en los análisis los hombres y mujeres homosexuales que viajan con el mismo fin (Hughes 1997; Pritchard, Morgan y Sedgely 1998).
El debate en torno al turismo sexual ha alcanzado una mayor amplitud con los inicios de investigaciones sobre turismo gay, a mediados de los noventa. El hecho de que los productos turísticos homosexuales se desarrollasen primero en Europa y Estados Unidos, y no en Asia, donde se centraron inicialmente las investigaciones sobre turismo sexual, contribuirá a este tardío interés por estos grupos (Luongo 2000, 109-110), aunque para algunos autores esta dejadez no es más que un reflejo del desinterés de los investigadores del turismo por las perspectivas y experiencia de los grupos marginados (Humberstone 2004, citado por Hughes 2006). Estos trabajos se ocupan más de la vinculación entre sexo y orientación sexual que del turismo sexual gay (Hughes 2006, 4). Uno de los temas más debatidos es la importancia que tiene el sexo para los gays a la hora de planificar sus viajes. Mientras que distintos autores insisten en su centralidad (Clift y Forrest 1999), otros consideran que no hay mucha diferencia con el turismo heterosexual (Hughes 2006). En cambio, hay bastante unanimidad en reconocer la preferencia de los homosexuales por destinos donde pueden relacionarse abiertamente con otros gays (Hughes 1997; Pritchard et al. 2000; Monterrubio 2008). La relación entre turismo e identidad gay es el tema central de muchos trabajos que consideran relevante el papel de esta actividad en la construcción y reafirmación de la identidad homosexual (Monterrubio 2008; Waitt y Markwell 2006; Hughes 1997). El trasladarse a otros lugares supone a menudo una liberación de ambientes heterosexistas, que facilita las relaciones con otros gays, en un con-
Los trabajos sobre “turismo sexual femenino” implicaron un replanteamiento sobre los motivos y la naturaleza de las relaciones turista/anfitrión, surgiendo interpretaciones muy dispares. Unas perspectivas reconocen la situación de poder de estas mujeres, y tratan de marcar diferencias con el “turismo sexual” masculino, al poner el énfasis en la afectividad, dando lugar al concepto turismo romance (Pruitt y LaFont 1995), que se desmarca del turismo de prostitución. Para algunos autores este tipo de vínculos tendría una vertiente positiva, ya que servirían para subvertir las relaciones de género y explorar nuevas formas de articular masculinidad y feminidad (Pruitt y LaFont 1995). Pero no todos los autores aceptarán esta interpretación. Desde el feminismo radical se insistirá en que no hay diferencia entre estas prácticas y las que llevan a cabo los hombres, independientemente de la forma más o menos romántica de estos contactos (Albuquerque 1999; Sánchez 2001). Otras investigaciones señalan la dificultad de clasi-
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texto liminar (Hughes 1997; Ryan y Hall 2001).1 En una mayor sintonía con los trabajos sobre turismo sexual heterosexual están aquellos que se han ocupado de la relación entre turismo, homosexualidad y sexo por dinero (De Moya y García 1999; Padilla 2007; Amador, Arroyo y Segrado 2010).
tas puede asimismo instrumentalizar una relación que le permite acceder a otros cuerpos que le proporcionan beneficios económicos, y también estatus. No podemos olvidar el carácter diverso, complejo y bidireccional en el que se produce este tipo de relaciones. En todo caso, creemos que un análisis en profundidad de cualquier fenómeno calificado como turismo sexual pasa por considerar no sólo el punto de vista del turista sino también el del autóctono, y tener presente el significado de la sexualidad en los diferentes contextos culturales. Nos parece mucho más enriquecedor analizar casos concretos que aplicar esquemas preconcebidos a cualquier situación, homogenizando procesos singulares.
Una visión más compleja, que aporta nuevas perspectivas, es la que propone vincular procesos de interacción entre turistas y población local a partir de la articulación de diversas variables (edad, sexo, género, “raza”, etnia, nacionalidad y clase social). Si bien un elemento clave para analizar estos fenómenos es la diferencia de clases, no hay que olvidar que esta variable interactúa con otras como el género, la raza, la edad o la nacionalidad, generando una fuerte jerarquía de poder y oportunidad en este turismo (Sánchez 2010, 62). Así, en el Caribe, negras y mulatas ocupan una posición privilegiada en el mercado sexual (Kempadoo 2001; Alcázar 2010). En Cuba, el color de la piel o el género son determinantes a la hora de interpretar el acercamiento entre turistas y cubanos. Se considera jineterismo o turismo sexual, las relaciones que se establecen entre un extranjero y una mujer negra o mulata. En cambio, si la cubana es blanca, no sería prostitución, sino que adquiere connotaciones menos negativas, de “turismo romance”. También se valora de forma muy diferente si la relación con un turista es de un cubano o de una cubana. Mientras que el término jinetera está asociado a prostitución, jinetero tiene connotaciones positivas, de “luchador” (Alcázar 2010).
Sexo y turismo en Perú: de charapitas “ardientes” y bricheros “incas” El fin del conflicto con Sendero Luminoso abrió en Perú, en la década de los noventa del siglo pasado, un período de reactivación y desarrollo del sector turístico (Babb 2011). A diferencia de otras zonas de América Latina, el turismo peruano no se vincula en principio a sol y playa (sun, sand, sex). El turismo se focaliza fundamentalmente en las ciudades coloniales, centros arqueológicos y espacios “naturales” (Cuzco, Paracas, lago Titicaca, Puerto Maldonado, Iquitos, Lima…). Perú ha estado fuera de los circuitos de turismo sexual, que sí han alcanzado un importante desarrollo en algunas áreas de países vecinos como Brasil. Hasta la fecha, la explotación sexual ha estado ligada a otras actividades. Así, desde hace décadas se viene denunciando la explotación de niños, niñas, mujeres y adolescentes en los campamentos mineros amazónicos (Arruda et al. 2009), o incluso en los contextos urbanos, en función del servicio doméstico, asociado habitualmente con la explotación sexual y el tráfico de personas, que se nutre de las áreas más pobres del país.
Se ha destacado que en la imaginación y en el deseo de los turistas, los hombres y mujeres locales aparecen fuertemente sexualizados y racializados (hipersexualizados e hipercorporalizados), en especial en el Caribe (O´Connell y Sánchez 1999; Kempadoo 2001; Alcázar 2010). Estos deseos son explotados por el sector turístico para atraer visitantes. La demanda de turismo sexual va íntimamente unida a discursos que naturalizan la desigualdad de clase, género y raza (O´Connell y Sánchez 1999). Los turistas que buscan sexo en países del Tercer Mundo utilizan estas diferencias para reforzar su identidad y su posición de superioridad frente a los nativos (Kempadoo 1999; Sánchez 2000; Piscitelli 2004), aunque también, como veremos luego, el nativo que busca sexo con turis-
Sin embargo, y en función de la creciente importancia del turismo, comienzan a aparecer noticias en distintos medios de comunicación que advierten del creciente desarrollo del turismo sexual (Babb 2011), iniciándose campañas de alerta,2 en especial en la capital del país,
2 Ramos (2007), en un estudio de especial interés con respecto a la prostitución de adolescentes en Perú, nos aproxima a las diferentes tipologías a partir de las múltiples y variadas denominaciones locales. Son precisamente las instituciones públicas, las ONG y la cooperación internacional las que desempeñan un papel importante en la redefinición de categorías locales, que se estandarizan en función de modelos globales.
1 A esto habría que añadir cómo la llegada de turistas y la conformación de destinos turísticos suponen también un proceso de liberación de los hombres locales que buscan sexo con otros hombres en contextos de represión política o social. Este proceso fue claro en el caso español, con la aparición de lugares como Benidorm o Torremolinos (Arnalte 2003).
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pero también en otras áreas en las que el comercio sexual parece vincularse progresivamente a la actividad turística, siendo Iquitos, la capital de Loreto, el centro emblemático del turismo sexual, donde operan “gringeras” y “maperos” (asociados habitualmente a la prostitución).
Ahora no son las mujeres el referente a partir del que se construye un imaginario sexual, ni son sólo los hombres los que buscan sexo en los destinos turísticos. En este caso, la centralidad del cuerpo no es tan relevante como en otros contextos (Caribe, Amazonia…), y hay elementos discursivos e identitarios (asociación con un mundo mágico y ancestral supuestamente vinculado a los incas) que adquieren un plano central y que se reactivan tanto en la relación con los turistas como en el seno de una sociedad nacional, que, a partir de la figura del brichero, cuestiona y discute una identidad, en la que se articulan el sexo, la clase, la raza y la etnicidad, denostando o ensalzando la figura de los hombres, y también de las mujeres, que buscan a los turistas.
El desarrollo del trabajo sexual en una ciudad de paso como Iquitos es previo al turismo, y se explica por su situación “fronteriza” respecto a la Amazonia. Sin embargo, el negocio del sexo se ha ido insertando en esta actividad. El sexo como negocio en el mercado turístico está asociado a una imagen que incide en el carácter hipersexuado de los amazónicos en general y de las mujeres en particular. De hecho, la fascinación de los turistas y viajeros por las mujeres de la Amazonia no es nueva ni exclusiva de Perú: ya desde el siglo XIX encontramos relatos que describen su belleza y sensualidad (Funes y Gonçalves 2013). La sexualización de estas mujeres se evidencia de forma clara en los contextos de interacción entre poblaciones amazónicas y andinas, a partir de toda una serie de imágenes y estereotipos que se reproducen en la lectura de los cuerpos (Arruda et al. 2009).
Breves planteamientos metodológicos El planteamiento inicial de este texto es que el bricherismo es una resignificación moderna de unas señas de identificación que articulan referentes de identidad nacionales, que son potenciados y al mismo tiempo cuestionados a partir del desarrollo turístico. Pretendemos reflexionar sobre los procesos de dominación o de subversión que implica el bricherismo, tanto en la relación con los turistas como en el marco de la sociedad nacional. Para desarrollar esta propuesta, hemos recurrido a una metodología que implica el uso de técnicas diversas.
En la Amazonia noroccidental, actualmente el interés de los “turistas sexuales” está ligado a la “charapita”,3 calificada en el mercado sexual, incluida la pornografía, como “ardiente” o “caliente”. Una figura fuertemente exotizada a partir de una supuesta sexualidad primitiva y más “natural”, a la que se asocia un carácter fogoso.
Partimos de nuestra propia experiencia como antropólogos que hemos desarrollado diversas investigaciones sobre turismo de base local desde 2006, a través de las cuales accedimos a contextos de interacción entre turistas/población local en Cuzco, Amazonia occidental o Lima, donde realizamos entrevistas de carácter informal a turistas, guías y bricheros. A su vez, nuestra presencia —como ¿científicos, gringos,4 turistas?— nos ha proporcionado un material de primera mano. Una segunda técnica está relacionada con el análisis de la ingente información que podemos encontrar sobre este tema en foros y páginas de internet, que nos han permitido contrastar discursos en relación con las diferentes narraciones sobre los bricheros. Por último, dedicamos una especial atención al análisis de textos literarios y filmografías centrados en el bricherismo, fundamentalmente cuentos, novelas, películas, cortos, pero también publicidad y guías turísticas.
La relación sexo y turismo, en el caso amazónico, reproduce a priori una situación que estaría más próxima a la imagen global sobre las relaciones de dominación que se establece en el turismo sexual y en la prostitución. Sin embargo, en otros contextos turísticos peruanos, el vínculo entre sexo y turismo es distinto, y está unido a la figura del brichero, conocido también como “cazador de gringas”. Una denominación en la que profundizaremos posteriormente, conectada al mundo andino y que, en principio, hacía referencia a los hombres que buscaban relaciones afectivo-sexuales con turistas. La figura del brichero es especialmente interesante a la hora de pensar sobre el sexo en el turismo, y cuestionar la asociación automática de este fenómeno con la prostitución o con relaciones de poder de carácter unidireccional.
4 Si el término “gringo” hace referencia en muchos países al estadounidense, en el caso peruano la denominación de “gringo” es extensiva a otros extranjeros que podríamos categorizar como “occidentales”, excluyendo de esta denominación a los latinoamericanos.
3 “Charapa” es un tipo de tortuga, con el que se denomina de forma genérica a los habitantes de la Amazonia noroccidental peruana.
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Como vemos, a través de esta metodología nos podemos aproximar de forma holística y exploratoria al análisis de los contextos y de los discursos sobre los bricheros. Unos discursos que adquieren una significación plural, en la que se ponen de manifiesto no sólo las complejas relaciones entre turistas y pobladores locales, sino también las relaciones de poder que caracterizan a una sociedad fuertemente racializada.
a esta actividad: vendedores, artesanos, y especialmente los guías, que presentan importantes niveles de movilidad temporal entre ciudades, en función de las demandas del sector turístico. Una segunda razón está relacionada con la relevancia que ha adquirido el mundo andino (Cuzco, especialmente) como uno de los referentes centrales de la identidad peruana, en un proceso de recuperación de señas de identidad y de empoderamiento que ha pasado por una cierta mistificación de la cultura inca.7
Los bricheros en el contexto turístico
No es casual que Cuzco sea el lugar de origen de esta denominación. Posiblemente es uno de los enclaves en los que se explicitan de forma más evidentes las contradicciones que genera el turismo.8 Su carácter monumental y la presencia del emblemático Machu Picchu contribuyeron a darle una merecida fama. Popularidad que es recreada por viajeros, por literatos e, incluso, por la propia filmografía, que refleja un contexto envuelto en un halo de exotismo, que atraerá a importantes personalidades extranjeras y a un turismo “alternativo” de carácter vivencial, que buscó y busca aproximarse a un mundo “místico”.9 Para Navarro (2011), a partir de un proceso de hibridación, se escenifican las fiestas, la comida, la música, la artesanía, la medicina (tendencia novo andina), que se pone también de manifiesto en la estética y los discursos asociados a los cuerpos de esta creación moderna y “tradicional” que denominamos bricheros, “que hacen de la forma de vida andina una manera de subsistencia” (Navarro 2011, 193-194).
En la década de los setenta, los Andes y el mundo inca se habían consolidado como destino turístico. El desarrollo de los vuelos chárter desde Europa y las nuevas condiciones sociopolíticas favorecieron que jóvenes y militantes de izquierdas encontrasen en Perú los valores y la espiritualidad ligados al mundo campesino e indígena. Este turismo se irá incrementando, diversificándose el perfil del turista hasta la década de los ochenta (Raymond 2004, 61-62). La figura del brichero surge en esa década en la ciudad de Cuzco.5 Posteriormente, este término se popularizará en todo Perú. Desde los años ochenta, en los que los bricheros eran asociados con indígenas, mestizos y hombres en una ciudad concreta, hemos pasado a la expansión geográfica y discursiva del término. De hecho, bricherismo es un vocablo que nace y hace referencia a los contextos y procesos de interacción turísticos, pero que hoy es utilizado en otros ámbitos que trascienden esta actividad, cumpliendo un papel central en la redefinición de las señas de identidad de un país en el que ha arraigado fuertemente la publicitada marca Perú.6
Los turistas que se aproximan a esta ciudad van con la intención de conocer los monumentos de una ciudad colonial, pero buscan, a la vez, divertirse y conocer a sus gentes, los “verdaderos” peruanos. De este modo, y al igual que se reinventa una ciudad atemporal fuera del espacio y del tiempo, también se recrean unos descendiente incaicos, dispuestos a mostrar a los turistas los secretos más profundos de su cultura.
La popularización de este término se produce a partir de la progresiva expansión del turismo y de los desplazamientos de determinados sectores vinculados
El turismo ha generado una importante actividad, que se plasma en la transformación (turistización) de algunas zonas urbanas (especialmente, el centro),
5 El fenómeno de los “cazadores de gringas”, tal y como es conocido en algunas zonas de Ecuador, Perú y Brasil, no es exclusivo del caso peruano. Figuras similares, aunque con sus propias especificidades, encontramos en otros lugares: el caso de los jineteros, en Cuba (Alcázar, 2010; Cabezas, 2004); los bumster (Nyanzi et al. 2005; McCombes 2012), en Gambia y Senegal; los sanki panki (De Moya y García 1999; Herold, García y de Moya 2001; Padilla 2007), de República Dominicana.
7
6 El mercado es en la actualidad un elemento central en los procesos de identificación colectivos. Llama la atención su poderosa capacidad para asumir y comercializar referentes locales. Una conocida marca comercial de cerveza, Brahma, en un anuncio publicitario señala que las mejores cosas del mundo comienzan por “b” y utiliza precisamente la referencia a los bricheros: ¿Peruano que conquista el mundo? Brichero. Este anuncio comercial, emitido en 2009, pone de manifiesto la popularización de un término que ha pasado a formar parte del lenguaje cotidiano.
El debate en torno a la identidad andina y su vinculación con la identidad nacional es una constante en la literatura peruana; para una aproximación a esta temática, ver Flores (1987).
8 La pujante narrativa cuzqueña pone especialmente de manifiesto las contradicciones que se generan en este proceso de modernización y turistización. Para una aproximación a la significación social de esta literatura, ver Alonso (1996). 9 Para un análisis sobre el proceso de mercantilización de la cultura inca, ver López (2005).
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apareciendo negocios y servicios, que en cierta medida debían ser cubiertos por la población local, que comienza a encontrar en el turista una fuente de ingresos importante, habitualmente en el ámbito de la economía informal. No es extraño, en este contexto, que el bricherismo esté asociado de una forma muy directa, precisamente, con los grupos que han tenido un contacto más estrecho con los turistas. Entre éstos, podemos destacar el caso de los guías; al fin y al cabo, el brichero se presenta como un amigo con el que se puede conocer la ciudad, a cambio de “pasarla bien”.10 Pero si los guías han tenido un papel importante en el desarrollo del bricherismo, también lo han tenido aquellos con un contacto más directo con los turistas: personal de servicios de bares y discotecas, artesanos, músicos… Por sus ocupaciones, estos trabajadores están habituados a tratar con los turistas, conocen sus claves culturales y, frecuentemente, su idioma. A su vez, este tipo de trabajos permite acceder al mundo creado para los turistas y buscar en ellos un complemento económico a ocupaciones que se caracterizan tanto por la movilidad como por la precariedad.11
comprender el cambio cualitativo que significa la actividad turística, entendida no sólo como un hecho foráneo y provisional, sino como una realidad profundamente asentada en determinados contextos. Para el brichero, el encuentro con el visitante representa, entre otras cosas, la posibilidad de acceder a determinadas cuotas de consumo. La gringa o el gringo garantizan viajar, comer en restaurantes, discotecas, copas, practicar idiomas e, incluso, acceder a cuerpos exóticos12…, pero también estatus, a partir de la proximidad a un cuerpo cuya lectura social define una posición de poder. Si el estereotipo del brichero es el de un indígena o mestizo, el del gringo es el de un blanco.
Los contextos de interacción entre turistas y bricheros se vinculan fundamentalmente a espacios turísticos, a los escenarios conformados para visitantes. De hecho, la industria turística ha propiciado puntos de encuentro en torno a los lugares monumentales y a una amplia oferta de locales de ocio. La presencia de los “cazadores” de turistas ha sido especialmente significativa en zonas como la Plaza de Armas, o en bares y discotecas, pero también en nuevos contextos; no podemos olvidar el carácter dinámico del bricherismo. Así lo señala Martínez (2008) al referirse a los cibercafés, donde su presencia es habitual, a medida que es cada vez es más frecuente el uso de internet, tanto para propiciar encuentros en la ciudad, e incluso antes de la llegada del turista, como para hallar información que permita a los extranjeros conocer mejor la ciudad que visitan.
El turista, a su vez, busca el exotismo no sólo en los paisajes, también en unos cuerpos deseados y disponibles. Viajar de la mano de un poblador local lo aleja de la programación de la visita turística, y le permite acceder a lo que MacCannell (1976) define como la trastienda del destino turístico. Estar con un brichero puede significar sexo, pero también amistad, afecto, transcendiendo así la posición del vulgar “turista”, para pasar a la categoría más notable de “viajero”. Estos elementos marcan las normas en las que se desarrolla el encuentro para unos y otros, y ambos juegan sus cartas.
Pasear de la mano de una turista da prestigio y genera al mismo tiempo desconfianza, invirtiéndose aparentemente un orden social en el que el color de piel también define posiciones sociales: “Como le contaba, la gente nos ve como a bicho raro. Cuando camino por la calle bien aparrado de una gringa, al instante percibo sus miradas que dicen: ‘feo y enano y con una gringa mamacita’” (Guevara 2007 [1989], 15).
La relación entre turistas y bricheros viene marcada por la intensidad, ya que tienen que interactuar en un tiempo corto, determinado por el billete de vuelta del turista. Esto hace que generalmente los encuentros sean breves, lo que permite a los bricheros mantener
Las características de los lugares de encuentro y las formas de operar entre bricheros y turistas nos ayudan a
12 Bauer (2008, 10) señala la importancia de la atracción en estos encuentros: “Las turistas describieron en gran detalle lo que las atraía de los chicos locales, culminando en el paquete estándar de ‘el largo pelo negro’, ‘el look Inca’, ‘son diferentes a nuestros hombres’, ‘tan bellos, tan bellos’, ‘hablando quechua, tocando la quena’. […] En forma similar, a los chicos locales les gustaban las turistas rubias y de ojos azules. El estilo de vida diferente, las visiones diferentes, un acercamiento más experimentado y abierto hacia el sexo, y el hecho que la chica se iría en algún punto de la relación, de modo que no se convertía en una obligación mayor, eran todos puntos a favor […]”. Este proceso de fascinación mutua entre población local y extranjeras es analizado por Meisch (1995) en su investigación con los otavaleños.
10 El contacto directo con el guía conlleva habitualmente una relación estrecha con los turistas, que en ocasiones continúa más allá del tour turístico. No es extraño ver a los guías comiendo, cenando o bailando con los turistas. Para un análisis más pormenorizado sobre la centralidad de los guías en el proceso de traducción del destino turístico, ver Pérez (2011). 11 Los procesos de turistización implican, en ocasiones, desplazamientos permanentes de la población de determinadas áreas urbanas, un hecho que se ha producido también en Cuzco, tal y como señala Navarro (2011).
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Representaciones y discurso en torno a los bricheros: héroes, villanos y supervivientes
un elevado número de relaciones a lo largo del año, y que esta “forma de vida”, en muchos casos, sea complementaria de otras actividades.13 Un próximo adiós obliga a apurar el tiempo, en especial para los turistas, que pronto regresarán a su vida rutinaria, abandonando su exótica ciudad y un no menos exótico amante, en el caso de que el brichero no consiga su último fin, atravesar el bridge, y cumplir aquella máxima que señala que “hay tres formas de salir del país: en barco, en avión y en gringa”.14
En el caso de los hombres, el “verdadero” brichero es fundamentalmente un indígena, o bien un mestizo, que se dice descendiente de los incas. La piel trigueña, el pelo negro y largo, la nariz prominente, cintas en el pelo, usa chaleco, toca algún instrumento musical y maneja algunas palabras en quechua, además de defenderse en inglés… son algunas de las características ideales a partir de las que se representa y es representado. Es cierto que muchos bricheros no responden a este ideal, y que incluso las características estéticas se han ido modificando.15 Pero en el nivel discursivo se produce una doble vinculación que tiene un especial interés. La primera es la relación entre grupos subalternos y bricherismo. La segunda es el vínculo discursivo entre estos colectivos subalternos y peruanidad a partir de una supuesta o real conexión con los incas (el “verdadero” brichero es el cuzqueño). Este doble vínculo tiene un cierto carácter subversivo, por cuanto invierte las relaciones de poder en una sociedad fuertemente racializada, donde el color blanco de la piel es un símbolo evidente de poder corporizado.
En la ciudad de la magia, todo es posible; ésta es la ficción que asumen tanto los bricheros como los turistas. Y a pesar de la “excepcionalidad” de cada uno de estos encuentros, lo cierto es que hallamos ciertas regularidades en lo que, siguiendo a Zanotti (2013), podemos considerar un tercer espacio, en el que se generan transformaciones tanto para una parte de la población local que ha interiorizado, mejor dicho, corporizado la práctica turista como para el propio turista. El encuentro, aunque buscado, posiblemente tanto por el turista como por el brichero, es perfectamente programado por el segundo, que está preparado, parafraseando a Mario Guevara (1995), para cazar gringas. Un buen brichero sabe cómo actuar, y a pesar de la planificación, el encuentro siempre parecerá casual, y motivado, o bien por la belleza del o la turista, o bien por sus ganas de conocer otras costumbres, idiomas, etc., o bien por ambas cosas a la vez. ¿Cuándo llegaste a la ciudad? ¿Es la primera vez? ¿Qué otros sitios de Perú conoces? ¿Te gusta Perú? ¿Cómo es tu país? ¿Qué te parece la comida?... son algunas de las entradas que propician el inicio de una conversación, que puede derivar en pasar una tarde, un día o varios días… mientras el turista permanezca en la ciudad, e incluso en el país.
“Para ser brichero hay que asumir nuestra propia nacionalidad, e inclusive asumir una actitud crítica contra
la basura racista, es por eso que con orgullo puedo decir que ser peruano es lo mejor que a una persona le puede suceder; me encuentro ahora en Alemania y solo me queda alentar a los que se inician en esta actividad para que asumen el bricherismo con profesionalismo y seriedad, orgullosos de nuestras raíces”. (Blog Brichero16)
Sus conocimientos ancestrales, su galantería, su capacidad de seducción, y también su hombría, son la carta de presentación de la peruanidad ante unas mujeres, especialmente deseadas, en las que se corporizan elementos profundamente imbricados: posición económica, estatus, poder, belleza (asociada al color blanco de la piel).
13 Según el trabajo de Cabada et al. (2002) sobre prácticas de riesgo de los bricheros (hombres y mujeres), éstos mantenían una media superior a las seis parejas en los últimos doce meses. En este trabajo encontramos algunos elementos interesantes que nos ayudan a caracterizar sociológicamente a los bricheros: la media de edad ronda los 22 años, mayoritariamente tienen trabajo y un cierto nivel de estudios.
15 Más allá de los discursos, nuevamente el trabajo de Cabada et al. (2002), además de la información extraída de diversos foros, nos muestra que, por un lado, existe una representación ideal, que define “el deber ser”, independientemente de que en la práctica los que se dicen bricheros no necesariamente son de Cuzco (el sesenta por cierto de la muestra de los autores anteriormente citados eran de otras ciudades). En las últimas visitas que realizamos a la ciudad, no era extraño observar a latinoamericanos de otros países asumiendo este papel.
14 La mayor parte de los textos que tratan sobre el bricherismo hacen referencia a su posible origen etimológico. La primera hipótesis sostiene que proviene de “hembrichi”, término que refiere al apelativo que recibían las mujeres. Una segunda hipótesis refiere al término inglés bridge, puente, ya que el brichero aspira, en último término, a abandonar el país (cruzar el puente). Independientemente de la veracidad de estas afirmaciones, ambas condensan el significado último de los denominados también “cazadores de gringas”. En este sentido, hay que señalar la importancia de una narrativa (especialmente, la cuzqueña) que ha contribuido de forma fundamental a fijar un modelo.
16 Se puede acceder a través del siguiente enlace: <http://brichero. blogia.com/2006/120401-brichero.php>. Última fecha de consulta el 12/04/2014.
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Frente a este retrato heroico se contrapone, en el peor de los casos, la imagen de un “villano” miserable que vive de engañar, robar o vender drogas a las turistas, en el caso de los hombres, o de prostituirse con turistas, en el caso de las mujeres (posteriormente analizaremos las diferencias de género), y en el mejor, la del “pícaro”, un superviviente que encuentra en el bricherismo una de las pocas puertas abiertas a un mundo que no le corresponde y al que no podría acceder de otra forma: “que bien que se vayan a otros países llevados por gringas crudas… así el Perú se limpia de la porquería de raza que son la mayoría de serranos hijos de puta… sigan así… hasta que aquí no quede ni uno” (Blog Brichero 2010).17
habitualmente en el ámbito de reflexión de una buena parte de los textos literarios. El brichero, a pesar de ser conquistador, se nos muestra como conquistado al albur de los caprichos de las turistas, tal y como lo pone de manifestó Guevara en Cazador de gringas. Siguiendo la línea argumental de este cuento, nos encontramos el corto El brichero (2003), producido por José Manuel Motta,20 y la película peruano-sueca de César Galindo, Gringa (2010). En ambos, el brichero es engañado por una gringa que forma parte de una red de venta de órganos. La historia, aunque nueva, enlaza con el mito constantemente renovado en la sociedad peruana del pishtaco. Y es que, tal y como señala Cox (1996), entre ambas figuras, a pesar de las diferencias, se pueden encontrar ciertos paralelismos, por cuanto “Lo que los une es que el pishtaco y el brichero son símbolos de la penetración económica imperialista en el Perú y reflejan épocas distintas y, a la misma vez, coetáneas de la historia económica peruana” (Cox 1996).
Desde este discurso, es este “villano” el que da mala fama a las ciudades turísticas y, por ende, al país.18 De hecho, las guías turísticas especializadas han empezado a incluir detalles sobre el bricherismo, y a hacer recomendaciones a las mujeres:
El pishtaco es un personaje mítico, habitualmente extranjero, que se dedica a extraer la grasa de sus víctimas, y que habría surgido en la época de la invasión militar española. El brichero, por el contrario, es alguien que se dedica a vivir de los extranjeros, aunque en determinadas interpretaciones se transforma en un instrumento de éstos.21
Sí, francamente, los bricheros son más o menos prostitutos. Si sabes esto y aún eliges ir allí, bien. Nosotros
somos adultos consentidores, y el sexo ocasional mientras viajamos no es nada nuevo. No tomes las cosas
melodramáticas demasiado en serio. En la cultura latina es común hablar de amor, mucho más que en las
culturas occidentales, el brichero no espera realmente que creas sus sentimientos altisonantes, y realmente
En estos relatos literarios y cinematográficos se incide en el poder de unos turistas que, en función de sus posibilidades económicas, acaban por imponer las reglas del juego. Para Vich (2007, 159-160), “el brichero encarna alguna de las tensiones básicas —económicas y culturales— que se producen en un país periférico en su voluntad de participar en las lógicas del mundo contemporáneo”.
no puede entender por qué te alteras cuando te enteras de que tiene otras dos novias gringas, por no hablar de la esposa peruana y de los niños. (Miranda et al. 2010)
Pero tras los relatos del villano y el héroe está la imagen del superviviente, frecuentemente reproducida en la literatura.19 Las relaciones de poder se convierten
El papel que desempeñan los turistas en esta relación es tratado por el escritor y exbrichero Guevara (1995) en otro cuento, donde nos aproxima en tono sarcástico a las diferentes expectativas de las turistas y de los bricheros. El guía de este relato hace algunas recomendaciones a los turistas, mostrándonos un personaje que, en buena medida, reproduce algunos elementos
17 Aunque el texto seleccionado pueda parecer duro, los insultos y descalificaciones a unos bricheros y bricheras “racializados” son una constante en los múltiples foros de internet. Para ver más comentarios, consultar <http://brichero.blogia.com/2006/120401-brichero. php>. Última fecha de consulta, el 12/04/2014. 18 Estos retratos son morales pero también estéticos, y de hecho son frecuentes los comentarios que refieren a la fealdad de los indios, como también lo son aquellos donde se manifiesta sorpresa ante el hecho de que “las crudas” prefieran a los indígenas; al fin y al cabo, tal y como señala Canessa (2008) en el caso boliviano, los cánones de belleza dominantes en el contexto de sociedades fuertemente racializadas, se alejan de un indio considerado socialmente como “feo” y/o “maloliente” (Nelson 1999).
timadoras o que buscan compañía relacionándose con hombres mayores, a bricheros embusteros y violentos, en historias donde no se sabe qué es verdad y qué es mentira, a mujeres turistas que buscan no se sabe muy bien qué….
19 Pachamamaclub editó (VV. AA 2007) una excelente selección de Relatos Bricheros, en la que se encuentran algunos de los autores más representativos, como Mario Guevara o Luis Nieto, y donde se recrean tanto las motivaciones de los bricheros y bricheras como las de los y las turistas. En los cuentos sobre bricheros encontramos protagonistas de zonas rurales que aspiran a salir de la pobreza, a bricheras
20 Este corto puede visualizarse watch?v=2W_Cf4pN5Ug>.
en
<http://www.youtube.com/
21 Villegas (2002) realiza un interesante análisis sobre la significación de Cuzco y los extranjeros en la literatura peruana contemporánea.
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del brichero. De hecho, en uno de los pasajes de este cuento, de nuevo aparece esta figura cuando se dirige a las turistas y les recomienda burlonamente:
masculinidad de los grupos dominantes. Este debate de clase y racial, ligado a la virilidad, que se plasma en la película, es una constante en múltiples foros y blogs, en los que se expresan opiniones con un claro trasfondo racial, y en ocasiones racista, en relación con el bricherismo. Ya no son los blancos los que disponen de los cuerpos de las mujeres indígenas o mestizas; ahora son mujeres blancas las que buscan y desean a hombres mestizos e indígenas, quebrando las tradicionales relaciones de género, clase y raza en sociedades fuertemente racializadas, en las que las élites han mantenido una especial preocupación por conservar la pureza de sangre “blanca”, pero también por “mejorar” la raza, tal y como han puesto de manifiesto Nelson (1999), para el caso de Guatemala, y Stephenson (1999), para el caso boliviano. De hecho, en esta subversión de papeles llama la atención no sólo que las extranjeras opten por aquellos que se dicen representantes del mundo indígena, sino también el mayor éxito de los indígenas y mestizos en relación con los blancos.
Y usted amiga turista, que se enamora rápidamente de un brichero al descubrir en el lecho a un bárbaro latino
que supera ampliamente las técnicas del Kamasutra, no le pregunte por su pasado ni nada por el estilo, sino
cásese sin condiciones y lléveselo a su país. Y por favor
no lo muestre a sus amistades como souvernir porque le irritaría. Si allí pasa encerrado todo el día mirando la televisión, no le diga que vaya a trabajar ya que heriría su extrema susceptibilidad. Y antes que se aburra de
usted y se decida por otra gringa, cómprele el pasaje de vuelta y regréselo a nuestro país. (Guevara 1995, 28-29)
Género, sexualidad y raza Como vemos en los relatos anteriores, las relaciones de poder están constantemente presentes en las narraciones que recrean los encuentros entre turistas y bricheros. En estas relaciones cumplen un papel central la etnia y/o los rasgos raciales que convierten al indígena o al mestizo (cholo) en el representante de la peruanidad ante los otros peruanos no deseados, aquellos que por sus características raciales definen las posiciones de poder, aunque no sean el oscuro objeto de deseo de las extranjeras: los blancos. En este contexto, no sorprende que se activen discursos y narraciones en los que la masculinidad ocupa un plano central.
Al igual que los hombres mestizos e indígenas, las mujeres bricheras resignifican también sus cuerpos a partir de la valoración de los hombres, en este caso, extranjeros que sí saben apreciar su belleza. El color de la piel, que marca el estigma en su propio país, es ahora valorado, posibilitando el acceso al cuerpo (y también al poder) de los “gringos”. Curiosamente, en el análisis de los textos que refieren a las mujeres que mantienen o han mantenido relaciones con extranjeros, se explicita una nueva forma de mirar el cuerpo a través de la mirada del otro, y es que la belleza no sólo es blanca.
Si la masculinidad está indisociablemente vinculada a la idea de “peruanidad”, los bricheros suponen, en cierto sentido, una amenaza a la masculinidad hegemónica, por cuanto sus relaciones con las “blanconas” subvierten el orden natural de las cosas al poner en cuestión la frontera que separaba a las mujeres blancas de los grupos subalternos (indígenas y mestizos). Posiblemente, es en la película de 2001 Bala perdida de Aldo Salvini, basada en la novela Noche de cuervos, donde se evidencia de forma más clara una lucha por la masculinidad, en la que de forma descarnada se refleja la oposición entre el que fuera el centro del mundo, Cuzco, y el centro de la modernidad, Lima. Un grupo de jóvenes, “malcriados” y pitucos limeños deciden ir a Cuzco, adentrándose en un contexto que acaba sobrepasándolos: alcohol, drogas, violaciones, y el encuentro con un ser extraño y oscuro, el brichero, que se nos presenta como una imagen amenazante, capaz de dominar a unos jóvenes de buena posición que huyen de una rutina que deja de ser un juego en la ciudad imperial. El brichero es peligroso, y lo es porque con su capacidad de apropiarse y “robar” mujeres cuestiona, en último término, la
Yo vivo en USA y tengo rasgos completament indigenas... o sea, me ves y dices q soy peruana a leguas. Y,
claro en Lima nungun nino pituco te miraba, pero aca
en New York se te acerca la gente a decirte q eres hermosa, bella, sexy, q tienes una belleza exotica, gente
de ambos sexos... asi te halagan. Yo me quede muy sor-
prendida la primera vez que una senora gringa se me acerco a pregunrate de donde era y luego me dijo ah! u r beautiful! Hacia poco que habia llegado y bueno, que
uno halaga venga de una mujer... eso sorprende mas,
pues las mujeres como que somos medio envidiosas entre nosotras. En fin, aqui uno aprende a apreciar
nuestra belleza. Hasta ya aprendi a decirle a mis amigas que se ven lindas cuando en verdad se ven lindas, claro. (Blog Quiero Ser Brichero22)
22 El blog, asociado a una página del periódico El Comercio, desapareció; la última fecha en la que accedimos fue el 15 de julio de 2013. <http://blogs.elcomercio.pe/ombligodelmundo/2007/08/quiero-serbrichero-parte-1.html>.
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A diferencia del caso de los hombres, en las mujeres no existen los relatos heroicos, y el bricherismo tiende a ser asociado en los distintos foros de internet de una forma más directa con la prostitución o la mera supervivencia. La mujer recurre al bricherismo, o bien por necesidad, o bien por una falta de moralidad, aunque es cierto que en algunos foros se diferencia entre las peperas (mujeres que buscan a extranjeros para robarles) y las bricheras (aquellas que buscan a extranjeros para divertirse o salir del país). En todo caso, si, desde los relatos que exaltan al brichero, el salir con una gringa puede llegar a ser señal de orgullo, de victoria, no se interpreta del mismo modo en el caso de las mujeres.23 De hecho, en los foros analizados muchas mujeres señalan su preocupación, precisamente, por ser identificadas como bricheras, por el mero hecho de salir con un extranjero, y no sólo aquellas que de manera habitual buscan mantener contactos afectivo-sexuales con turistas.24 Evidentemente, esto pone de manifiesto lo anormativo (al nivel del discurso, que no de las prácticas) de unas relaciones sospechosas que sobrepasan las habituales relaciones de clase y raza.
Como podemos ver, el tratamiento narrativo es claramente diferenciado en los relatos sobre bricheros y bricheras, pero también en el tratamiento de las y los turistas, desde un discurso que enlaza con una masculinidad dominante, que, como indicaba Marqués (2003), está basada en la simulación del poder. Una simulación que, siguiendo a este autor, no debe ser confundida con la realidad.
Conclusiones El bricherismo es un fenómeno complejo que se ha ido ampliando en cuanto a su significación, y que actualmente encierra realidades diversas, tanto en relación con los fines de los bricheros como en función de las expectativas de los turistas. El bricherismo, al igual que sucede en otros contextos con figuras de características similares, cuestiona la vinculación automática que asociaba exclusivamente a los turistas hombres con el “turismo sexual”. En este sentido, nos muestra una —¿nueva?— realidad en la que las mujeres también tienen un papel activo en la búsqueda de sexo en los destinos turísticos. Aunque progresivamente tienda a asociarse el bricherismo con la prostitución, lo cierto es que el tipo de relaciones que se establecen no implican un intercambio económico directo ni un pago por servicios. No sólo es el turista el que elige su compañero con el que va a mantener una relación sexual y/o afectiva; el brichero y la brichera cumplen un papel fundamental, haciendo más complejas las relaciones asimétricas y de poder que se producen en lo que se ha definido como turismo sexual.
Si, como señalábamos anteriormente, encontramos un menor desarrollo discursivo de las bricheras en relación con los bricheros, sucede de forma inversa en el caso de las turistas. En el “Nuevo foro bricheros”, creado, según aparece en el propio blog, por un exbrichero que vive en Holanda, se nos indica un auténtico “manual de caza”, en función de las características de “la presa”, diferenciándose entre cuatro tipo de “gringas”: 1) “La pituca en su país”, caracterizada por su ropa de vestir elegante, “es la más difícil pero la más liberal”; 2) “La estudiante”, es “accesible”, “poco reticente al sexo”, “generalmente de vacaciones”, “buena honda” (sic), para conquistarla conviene “aplicar trago”; 3) la hippie, “viste de manera demasiado casual, descuidada o con ropa étnica”; se encuentra en lugares públicos y mercados artesanales; 4) La eterna viajera, caracterizada por su reticencia a los compromisos largos, proclive a “las aventuras”. “Las encuentras en los toures, los restaurantes, lugares públicos, discotecas poco, hostales de mochileros”.25
El bricherimo está asociado al turismo pero es un fenómeno que trasciende esta actividad. Se convierte en un referente que nos permite comprender la inserción de la sociedad peruana en una economía globalizada y, de esta forma, interpretar tanto las relaciones de dominación que se producen en este proceso como los mecanismos de resistencia de los grupos subalternos. Y es que, aunque el enfoque estructural predominante en la literatura científica y no científica incide en los procesos de dominación que podríamos definir como neocoloniales, que se ponen de manifiesto en las vinculaciones entre viejos mitos (el pishtaco) y nuevos personajes (el brichero), también puede ser entendido como un proceso de resistencia e, incluso, como un mecanismo de ascenso social para los grupos minorizados (que no minoritarios). Son múltiples las narraciones de hombres que han podido salir del país a partir de sus contactos
23 El término brichera es interpretado habitualmente como una forma más de prostitución, junto a otros términos como los señalados en el texto, u otros como “trepadoras”, “vacilona” (Ramos 2007). 24 “¿Por qué todas las peruanas son bricheras?”. Esta pregunta inicia un foro en el que el autor de la pregunta señala lo siguiente: “Ya estoy harto de que las peruanas marginen a los peruanos y prefieran a los extranjeros ¿Tan malo somos los peruanos?”. Para más información, ver: <http://espanol.answers.yahoo.com/question/index?qid=20061 020171203AAiEmqH>. Última fecha de acceso 17/04/2014. 25 El “nuevo foro bricheros” es accesible en la siguiente dirección: <http:// www.brixero.blogspot.com.es/>. Última fecha de consulta 13/04/2014.
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con extranjeras, o de parejas conformadas con turistas. Este mecanismo de ascenso social evidencia tensiones en torno a la significación de una actividad que es leída en clave muy desigual, en función de las características raciales, de género, de clase y étnicas.
puesto orden natural de las cosas. Hombres que ofrecen sus servicios a mujeres, mujeres que buscan los servicios de los hombres. Como vemos, el planteamiento se articula, justamente, desde una perspectiva masculina, a partir de la cual se definen las relaciones de poder de unos y otras. Los mestizos e indios se apropian de las mujeres blancas extranjeras, a las que los hombres de su país no les proporcionan lo que necesitan, como tampoco lo pueden hacer los hombres blancos de Perú, lo que en último término significa una reafirmación de la masculinidad subalterna. Tal y como señala Marqués, los hombres sólo compiten entre sus iguales (2003).
Los cuerpos deseables para los turistas son aquellos que se asocian con una peruanidad exotizada, que coincide con los mestizos (cholos) y con los indígenas, que pasan a entrar en la categoría de “inca”. Se trata de una puesta en valor de cara al exterior que parte, precisamente, de un proceso interior de reivindicación de las señas de identidad nacional, articuladas en torno a la recreación de un pasado conectado con el mundo andino. Son justamente los grupos que ocupan una posición subalterna el oscuro objeto de deseo de los extranjeros. Esta inversión simbólica da lugar a amplios debates en las redes a partir de blogs y de foros que reflejan también una discusión de la sociedad nacional sobre la significación de una actividad “reivindicada” o “denostada”, a partir de narrativas que definimos como “heroicas” y “villanas”. El carácter y la significación de la actividad se vinculan de forma inseparable con la significación de los propios cuerpos, que no entran en el imaginario de los cánones de belleza estandarizados. ¿Cómo puede ser bello el cuerpo de un mestizo o de un “inca”? La belleza y la fealdad se articulan con los niveles éticos de la actividad y con las posiciones de poder de blancos e indios/mestizos, pero también con las características de las clientas (las jóvenes, bellas y ricas extranjeras versus las extranjeras fáciles, viejas, pobres…). En todo caso, los discursos sobre el bricherismo plantean un debate sobre la significación estética del cuerpo, ligado, a su vez, con un discurso de identidad nacional que enlaza con un pasado mítico, a partir del cual los grupos subalternos adquieren un papel central en relación con el modelo dominante del hombre. En este sentido, el brichero se presenta como una amenaza, por cuanto los hombres subalternos “se apropian”, a partir de sus cualidades innatas (discurso heroico), o bien a partir de engaños o malas artes (discurso villano), de las mujeres extranjeras, cuestionando la masculinidad blanca dominante, o bien dando una mala imagen del país, desde ambos discursos, respectivamente.
El bricherismo, en definitiva, presenta especificidades claras en relación con otras formas de sexo en el turismo, que enlazan con las propias características de la sociedad peruana. Es una actividad y/o una actitud que supone, desde una mirada estructural, una reproducción de las relaciones de dominación en los ámbitos internacional y nacional, pero al mismo tiempo representa una forma de subversión que ha contribuido a visibilizar a grupos minorizados, que se convierten en los conquistados conquistadores.
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Escapando a los estereotipos (sexuales) racializados: el caso de las personas afrodescendientes de clase media en Bogotá* Klára Hellebrandováv Fecha de recepción: 15 de julio de 2013 Fecha de aceptación: 18 de enero de 2014 Fecha de modificación: 28 de febrero de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.07
RESUMEN En este artículo me basaré en un marco teórico que analiza la racialización y la colonialidad del poder a través de la intersección entre la raza, el género, el sexo y la clase. Analizando el discurso y la experiencia de las mujeres y los hombres afrodescendientes de clase media de Bogotá, identificaré estereotipos y mecanismos del racismo sexualizado y sexismo racializado. Se trata de analizar la relación entre “ser un hombre o una mujer Negro-Afrocolombiano” y ser “vista(o) como ‘negra(o)’”, mostrando a las personas afrodescendientes en la primera instancia como agentes, y no como víctimas, que contribuyen tanto a la transformación como a la reproducción de la racialización.
PALABRAS CLAVE Interseccionalidad, raza, género, racialización, estereotipos, colonialidad del poder.
Escaping Racialized (Sexual) Stereotypes: The Case of Middle-Class Afro-Descendants in Bogota ABSTRACT This article seeks to identify the different stereotypes and mechanisms of the process of racialization, sexualized racism and racialized sexism. At the same time, through the analysis of interviews of Afro-Colombian middle-class men and women in Bogota, I analyze the relation between “being a black woman” and “being perceived as a ‘black woman’” and “being a black man” and “being perceived as a ‘black man’” through challenging racial, gendered and classed boundaries, considering their intersections and showing ‘black’ persons primarily as agents, and not only as victims, that can contribute to both the transformation and the reproduction of racialization processes.
KEY WORDS Intersectionality, race, gender, racialization, stereotypes, coloniality of power.
*
v
El texto se nutrió de algunas discusiones y sesiones de estudios realizadas en el marco del Proyecto “Escapando a la desdicha genealógica. El surgimiento y la participación de las clases medias ‘negras’ en la vida nacional colombiana”. Código 1101-521-28382. COLCIENCIAS, y del programa “Género y participación política”, elaborado en colaboración entre el Instituto Marcel Mauss de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS – París) y el Grupo Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá), dentro del programa ECOS NORD. Es codirigido en París por Catherine Alès, y en Bogotá, por Mara Viveros Vigoya. Máster en Servicios Públicos y Políticas Sociales por la Universidad de Salamanca, España. Estudiante de nacionalidad checa del cuarto año del doctorado en Sociología en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), Francia. Entre sus últimas publicaciones se encuentra: El proceso de etno-racialización y resistencia en la era multicultural: ser negro en Bogotá. Universitas Humanística 77 (2014): 145-168. Correo electrónico: klara. hellebrandova@gmail.com
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Fugindo dos estereótipos (sexuais) racializados: o caso das pessoas afrodescendentes de classe média em Bogotá RESUMO Neste artigo me basearei em um marco teórico que analisa a racialização e a colonialidade do poder por meio da intersecção entre a raça, o gênero, o sexo e a classe. Ao analisar o discurso e a experiência das mulheres e homens afrodescendentes de classe média em Bogotá, identificarei estereótipos e mecanismos do racismo sexualizado e do sexismo racializado. Trata-se de analisar a relação entre ser “um homem ou uma mulher negro-afro-colombiano” e ser “visto(a) como negro(a)”, mostrando às pessoas afrodescendentes na primeira instância como agentes, e não como vítimas, que contribuem tanto para a transformação quanto para a reprodução da racialização.
PALAVRAS-CHAVE Interseccionalidade, raça, gênero, racialização, estereótipos, colonialidade do poder.
Introducción
H
istóricamente, la población afrodescendiente en Colombia ha sido sometida a diferentes formas de discriminación y racismo estructural que perpetúan su situación de exclusión. Estos procesos de exclusión están estrechamente vinculados con la esencialización y estigmatización de las diferencias sociales, históricamente construidas a través del proceso de racialización y que son parte de lo que Bonilla-Silva llama el “sistema social racializado” (Bonilla-Silva 1997, 469). El proceso de racialización es un proceso de construcción de relaciones de dominación, a través de la determinación de diferencias humanas —culturales y fenotípicas— y de las relaciones sociales. Es un proceso dialéctico político, social, cultural y cognitivo de construcción de diferencias que sirven de base para la jerarquización de grupos humanos. Esta definición no busca en ningún caso desconocer o menospreciar las diferencias y particularidades étnicas o culturales sino apuntar que estas diferencias son construidas y hacen parte de un proceso más amplio. Pues al no reconocer esto último, corremos el riesgo de naturalizar la diferencia y, por lo tanto, esencializar a las personas que son percibidas o se perciben como diferentes, en este caso étnico-racialmente.
el racismo y la discriminación racial hay que analizar no sólo los mecanismos que permiten su reproducción, sino también los que los desafían y cambian. Tras el proceso de colonización, esclavitud y construcción del Estado-nación, la racialización en Colombia está inherentemente vinculada a la ideología del mestizaje. Tal como lo muestra Mónica Moreno Figueroa (2011) para el caso mexicano, la ideología del mestizaje es una ideología racial que jerarquiza a los grupos “raciales” que componen la nación, privilegiando e idealizando lo “blanco”. El mestizaje, en cuanto ideología racial, se vuelve un principio estructural de la organización social de la sociedad colombiana y un fuerte factor de la reproducción de las jerarquías entre los diferentes grupos etno-raciales. Así, el mestizaje está estrechamente vinculado con la “supremacía blanca”, entendida como la dominación de los valores “blancos” impuestos tras la colonización europea, y reproducidos en diferentes niveles —cultural, político, científico, epistemológico, social o cognitivo— a través del proceso de racialización y del racismo estructural. Según Sara Ahmed (2007), la “blanquedad” (whiteness) se puede describir como un proceso “continuo e inacabado que dirige los cuerpos en direcciones específicas, determinando la manera como ‘ocupan’ el espacio” (Ahmed 2007, 155).1 La autora propone que la “blanquedad” se hereda y reproduce a través de hábitos, y se institucionaliza a través de repeticiones y acumulaciones de ciertas decisiones. Así, las instituciones, del mismo modo que los espacios, están orientadas alrededor de la “blanquedad”.
Sin embargo, aunque defendemos que el proceso de racialización permite mantener las relaciones de dominación, también se trata de un proceso dinámico, constantemente redefinido por las relaciones de poder. Es decir, las relaciones sociales racializadas cambian y son continuamente redefinidas a través del contexto social, económico o político, y a través del tiempo. Por lo tanto, para entender el proceso de racialización,
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Traducción del autor.
Escapando a los estereotipos (sexuales) racializados Klára Hellebrandová
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No obstante, la Constitución colombiana de 1991 y la Ley 70 (1993), relativa a la población afrocolombiana, específicamente a las Comunidades Negras, introducen ciertos cambios. Estos cambios consisten, en particular, en el reconocimiento de la diversidad étnica de la nación colombiana y el otorgamiento de derechos específicos, culturales y territoriales, a la población indígena y la población afrocolombiana. Por lo tanto, en el nivel legislativo, la Constitución de 1991 y la Ley 70 (1993) introducen un nuevo paradigma: el paradigma multicultural.
vinculadas a la sexualidad, el sexo, la clase o la raza. En Estados Unidos, Kimberlé Crenshaw (1991) propone el concepto de “interseccionalidad” para ilustrar la situación particular de las mujeres afroamericanas, particularidad que se debe a la co-construcción histórica de la “raza”, el sexo y el género. En el contexto latinoamericano, en el texto “Colonialidad y género”, María Lugones (2008) sugiere que esta intersección lleva a la subordinación y opresión de las mujeres “negras”2 a través de la “organización diferenciada del género en términos raciales” (Lugones 2008, 78). En consecuencia, en la bio-lógica (Oyěwúmí 1997) del eurocentrismo de las sociedades occidentales, históricamente las mujeres africanas y afrodescendientes esclavizadas no estaban percibidas como “mujeres”, en el mismo sentido que las mujeres “blancas”. Las mujeres afrodescendientes eran, y en parte siguen siendo, percibidas principalmente a través de la sexualización racializada y racialización sexualizada.
Stuart Hall, en su conferencia sobre The Multicultural Question (Hall 2000), definió el multiculturalismo como una forma de gobernabilidad —biopolítica en términos de Michel Foucault— que busca administrar sociedades multiculturales —o la multiculturalidad de sus sociedades—, con el propósito de reducir las desigualdades y discriminación estructural de los diferentes grupos. Como lo señala Hall, existen varios tipos de multiculturalismo. Diana Bocarejo y Eduardo Restrepo (2011), en su introducción al segundo número del volumen 47 de la Revista Colombiana de Antropología, definen el multiculturalismo colombiano como etnicista, ya que se centra, en el nivel legislativo y de políticas públicas, en los grupos étnicos, en particular, los pueblos indígenas y las Comunidades Negras. Este multiculturalismo etnicista se inscribe en (y es desafiado por) el contexto neoliberal, los megaproyectos y el conflicto armado, que lo reconfiguran de manera constante y crucial. Sin embargo, hay que entender el multiculturalismo como un proceso más amplio, es decir, en cuanto a las prácticas sociales y políticas que lo redefinen y transforman constantemente a través de la agencia de múltiples actores.
Dada esta organización diferenciada del género en términos raciales, varias feministas y autoras afrodescendientes, entre ellas Mara Viveros Vigoya (Vigoya y Hernández 2010; Vigoya et al. 2010; Vigoya 2009), Ochy Curiel o Betty Ruth Lozano (2010), han mostrado, desde diferentes niveles, la particular situación de las mujeres afrodescendientes frente al racismo, sexismo, machismo, clasismo y heterosexismo. Estos estudios, del mismo modo que varios informes (CIDH 2006) o declaraciones (ONU 2001), muestran que para las mujeres afrodescendientes la intersección entre la raza, la clase, el género y el sexo se traduce en una mayor vulnerabilidad y en múltiples formas de violencia que tienen que enfrentar de manera cotidiana. Con esa afirmación no se pretende omitir el racismo y sexualización a los cuales se enfrentan los hombres afrodescendientes, sino mostrar que el género y el sexo ponen a las mujeres y a los hombres afrodescendientes en posiciones distintas, tanto entre sí como frente a las mujeres y hombres “blancos” o “mestizos”. Estas dos últimas categorías, tal como lo han mostrado varios estudios —como el de Yasmin Gunaratnam (2003) o Sara Ahmed (2007) para el caso de “blanquedad”, o los estudios de Mónica Moreno Figueroa para el caso de la categoría “mestizo” (Figueroa 2011)—, al no nombrarse ni verse, son asociadas con el privilegio racial. Sin embargo, son categorías raciales flexibles y cambiantes,
Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, el presente artículo tiene dos objetivos generales: 1) ver hasta qué punto el multiculturalismo, tal como ha sido planteado en Colombia, desafía o permite desafiar la ideología del mestizaje y el proceso de racialización, y 2) mostrar a las personas afrodescendientes no sólo como víctimas sino también como actores del multiculturalismo que contribuyen tanto a la transformación como a la reproducción de la racialización.
La racialización y sexualización de mujeres y hombres afrodescendientes: cuando lo íntimo está en el centro de lo social
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Desde los años ochenta, las llamadas “feministas de color” empezaron a criticar la categoría universal de “la mujer” que desconoce divisiones internas de este grupo,
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A lo largo del presente artículo, las categorías “negra(o)”, “blanca(o)” y “mestiza(o)” se escribirán entre comillas, recordando en todo momento que se trata de categorías socialmente construidas en un contexto racializado. Se trata también de reconocer que la etnicidad y la “raza” son categorías dinámicas, minimizando el riesgo de la esencialización de las personas a las cuales se refieren.
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según el contexto espacial y temporal. Por lo tanto, el privilegio racial que conllevan no está definido por las personas “blancas” o “mestizas” de manera absoluta ni fija.
una mujer Negra-Afrocolombiana” y “ser vista como ‘negra’”, cruzando y desafiando las fronteras raciales, de género y de clase. En la segunda parte del artículo abordaré el caso de las relaciones “interraciales”, tanto desde las relaciones amorosas como desde el rol de las mamás “blancas” o “mestizas”. Me referiré a esos casos para mostrar la complejidad del proceso de “blanqueamiento”, y las relaciones “interraciales” como un posible desafío o al menos perturbación del sistema social racializado. Finalmente, me interesaré en la construcción de los “cuerpos afro”, preguntándome hasta qué punto el multiculturalismo favorece la construcción de una nueva identidad etno-racial urbana. Se tratará de mostrar cómo se co-construyen la identidad de género y la identidad racial y racializada (Oyěwúmí 1997; Lugones 2008; Crenshaw 1991), y cómo las dos son incorporadas y canalizadas a través del cuerpo —cómo se vuelven corporales— (Esteban 2004; Young 2010).
El género, la raza y la sexualidad son parte de un solo sistema de dominación. Autoras y autores, en diferentes niveles y contextos coloniales, han analizado la relación entre el género, la clase, la raza y la sexualidad, no solamente como producto de las relaciones coloniales y del racismo, sino también como uno de sus componentes —políticos, ideológicos, sociales— claves. El libro Raza, etnicidad y sexualidades, editado por Peter Wade, Fernando Urrea Giraldo y Mara Viveros Vigoya (2008), reflexiona sobre la relación dinámica entre género, sexo, clase y raza en diferentes contextos de dominación, y analiza los procesos de racialización del sexo y la sexualización de la “raza” en el contexto multicultural latinoamericano. Desde otro ángulo, y en otro contexto histórico y geográfico, Frantz Fanon (1973), en su obra Piel negra, máscaras blancas, analiza con maestría las sexualidades coloniales y la estrecha relación entre la construcción de la identidad racial y la de género. Fanon muestra que las relaciones amorosas “interraciales” son parte íntegra del proceso del “blanqueamiento” y de la producción del colonizado, y, por lo tanto, también del colonizador. Basándose en esta relación entre el colonizado y el colonizador, Ann Laura Stoler (2002), en su libro Carnal Knowledge and Imperial Power, analiza la construcción de las categorías coloniales y la relación entre el colonialismo, el género, la “raza” y la intimidad como un asunto de Estado. A través del estudio de diferentes archivos históricos, Stoler muestra hasta qué punto las relaciones interraciales en el contexto colonial se vuelven un tema de políticas del Estado y desempeñan un rol central, no solamente en la definición del “Otro” racializado, sino también de la identidad nacional de los Estados colonizadores.
El artículo se basa en las entrevistas y observaciones realizadas en diferentes espacios formales e informales durante mi trabajo de campo en Bogotá, entre febrero de 2011 y mayo de 2013. El trabajo de campo se realizó en el marco de mi tesis doctoral en curso. Las personas entrevistadas se autoidentifican como Afrocolombianas o Negras, nacieron en Bogotá o viven allí desde hace mucho tiempo, y en su mayoría tienen estudios universitarios. Igualmente, el artículo se ha nutrido de algunas discusiones y sesiones de estudios realizados en el marco del proyecto “Escapando a la desdicha genealógica. El surgimiento y la participación de las clases medias ‘negras’ en la vida nacional colombiana”,3 y de mi experiencia adquirida en el colectivo de mujeres afrodiaspóricas.
Una nota sobre la utilización de los términos “negra(o)”, Negra(o), Afrodescendiente y Afrocolombiana(o)
Tomando como punto de partida la interseccionalidad entre raza-sexo-clase-género y su centralidad en la reproducción de los sistemas de dominación y del proceso de racialización, me acercaré a los objetivos principales enfocándome en el análisis de los procesos de racialización del sexo y sexualización de la “raza”, en el caso de las personas afrodescendientes en Bogotá.
Antes de continuar con el desarrollo de los temas anunciados, parece necesario aclarar el sentido en que serán utilizadas las diferentes categorías etno-raciales e identitarias. La categoría “negro”, al igual que las categorías “blanco” o “mestizo”, son categorías raciales, construidas históricamente a través de la racialización de los diferentes grupos poblacionales que entran en contacto durante el colonialis-
Concretamente, en la primera parte, buscaré evidenciar el proceso de estereotipación y estigmatización racial sexualizadas de las personas afrodescendientes en Bogotá, mostrándolas como actores tanto de la transformación como de la reproducción de la racialización. Se trata de analizar las relaciones entre “ser un hombre Negro-Afrocolombiano” y “ser visto como ‘negro’” y “ser
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Dirigido por Mara Viveros Vigoya (Universidad Nacional de Colombia) y financiado por COLCIENCIAS, Código 1101-521-28382.
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mo y la esclavitud en el contexto latinoamericano. Se trata de categorías flexibles, connotadas por un estereotipo racial, que en muchos contextos reafirman y reproducen las jerarquías raciales. Escribiremos el término “negra(o)” con minúscula y entre paréntesis, diferenciándolo del término Negro(a). Este último se refiere a una categoría identitaria y política que busca una resignificación del término “negro”. Es utilizada, en el nivel político, desde los años setenta, sobre todo por los movimientos étnicos del Pacífico colombiano, pero también por los movimientos —estudiantiles— urbanos. El término Afrocolombiano, aunque no es completamente nuevo, toma más importancia en el contexto multicultural y está vinculado a las reivindicaciones culturales, políticas, identitarias y nacionales. Como lo señala Peter Wade (2009), se trata de un término que resalta la importancia de la cultura, y es ampliamente utilizado tanto por las instituciones del Estado y la Corte Constitucional como por las agencias internacionales de cooperación. Al contrario, no es un término tan difundido en el ámbito social. Finalmente, el término Afrodescendiente se enfoca por lo general en la identidad etno-racial y diaspórica, resaltando la experiencia histórica de la esclavitud, el racismo estructural y la discriminación racial (Walker 2012). Para minimizar el riesgo de reproducir los efectos de los términos raciales (Goldberg 1993), decidí emplear el término afrodescendiente. Sin embargo, hay que tener en cuenta que todas éstas son categorías englobantes y homogeneizadoras, que pueden ser utilizadas tanto para esencializar como para de-esencializar, y, por lo tanto, tienen que ser matizadas y redefinidas según el contexto. A lo largo del presente artículo, usaré el término “negra(o)” para ilustrar su fundamento racializado, o cuando fue utilizado como tal por los agentes. De mismo modo, recurriré al término Negra(o) o Afrocolombiana(o) en los casos donde fueron utilizados como tales por las personas entrevistadas.
aquellos que padecen sus efectos negativos: las personas racializadas como “negras”. Estos procesos de institucionalización y cristalización de las categorías raciales se producen a través de una serie de mecanismos, tales como los estereotipos o los prejuicios, que cambian a través del tiempo, y del contexto social, político u otro. Por lo tanto, es importante entender estos mecanismos dentro de los contextos y tiempos particulares, en nuestro caso, en un contexto del multiculturalismo.
El racismo como un “sentido común” Podemos entender el racismo a partir de su dimensión ideológica, es decir, como una ideología que justifica la supremacía de un grupo “racial” (grupos “raciales”) sobre otro(s). Sin embargo, el racismo tiene también sus “funciones prácticas” (Bonilla-Silva 1997, 474),4 es decir, el dogma se cristaliza en el ámbito social y se refleja y reproduce en el nivel cognitivo y de acción social. En las sociedades racializadas, la cristalización del racismo en el nivel cognitivo crea una serie de reglas comunes para percibir y relacionarse con el “Otro” (racializado) (Bonilla-Silva 1997, 474). Por consiguiente, el racismo se vuelve un “sentido común”, que es percibido por los actores como algo natural. Este sentido común es reproducido a través de discursos raciales de varias instituciones sociales y políticas, tales como los medios de comunicación (Serrano y Viveros 2006), las instituciones estatales, las instituciones educativas (Programa de Poblaciones Afrodescendientes 2011) o gobiernos nacionales y locales (Cunin 2003), pero también a través de las interacciones sociales cotidianas. Es a partir de esta penetración del racismo en los niveles cognitivo y social que el comportamiento de los actores se vuelve normativizado racialmente (Pitts 1974). En este sentido, la co-construcción y transformación permanentes de la raza, el género y la clase pueden sacudir las relaciones de poder o limitar sus márgenes.
Los estereotipos y prejuicios raciales y su vivencia: ser visto como “negro” o como “negra”
Los estereotipos raciales sexualizados
En las sociedades racializadas, la categorización racial lleva a la ubicación de las personas dentro de un sistema jerarquizado de dominación (Quijano 2000). Sin embargo, aunque el origen histórico del “sistema social racializado” está vinculado con la colonización y las relaciones de poder, su reproducción y persistencia se basan en la institucionalización de estas categorías raciales en los ámbitos político y social y en su cristalización en los ámbitos social y cognitivo. Es decir, el “éxito” del proceso de racialización y de sus efectos está basado en su complejidad e interiorización por los actores sociales, incluso por
Al ocupar históricamente un lugar de privilegio, aunque, como lo hemos visto, no de manera absoluta ni fija, las personas “blancas” o “mestizas” gozan de una serie de ventajas sociales que las ponen en un lugar de dominación. Este lugar es reproducido, entre otros mu-
4 En palabras de Paul Gilroy (1991, 17), la ideología racial “mediates the world of agents and the structures which are created by their social praxis”.
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chos factores, por estereotipos positivos, tales como la inteligencia, la puntualidad, la alta cultura, etcétera. Al contrario, los estereotipos que se vinculan con las personas afrodescendientes —en Colombia— son la “calentura”, vinculada a la hipersexualización de los hombres y mujeres afrodescendientes; las habilidades para bailar, la alegría, la irresponsabilidad de los hombres frente a sus familias, la disponibilidad sexual de las mujeres “negras”, la pereza o las facilidades para los deportes (Vigoya 2008). Aunque algunos de estos estereotipos pueden sonar “positivos”, de hecho, todos cumplen una función de limitar las oportunidades de las personas afrodescendientes, que, para la sociedad, difícilmente existen fuera de estos estereotipos y fuera del grupo al cual están asociados. Además, estos estereotipos y prejuicios tienen un componente de género muy fuerte que es importante tener en cuenta. Veamos ahora un ejemplo que puede ilustrar el funcionamiento de estos mecanismos.
“Cuando Tereza llegó me dijo que Tomás [el camarero], le había dicho que la vino a buscar una pelada que estaba más ‘buena’, y yo ‘ah, ya, bueno’. Pues sí,
tristemente, es peor que digan ‘llegó a buscarte una vieja muy fea’ […] no debería decir nada, pero en fin.
[…] No […] ‘una pelada que está más buena’. No sé,
uno siente incomodidad, si hubiera dicho otra cosa, ‘una pelada más bonita’ [...] no, ‘una pelada que está más buena’”.
En esta cita Paula, que reflexiona mucho sobre su posición en la sociedad colombiana y además estudia el tema dentro de una maestría, muestra cómo se cruzan los estereotipos y las normas raciales y de género. Por un lado, al estar en una sociedad que valora a la mujer a partir de su físico, es una ventaja no ser considerada como fea. Sin embargo, esta “ventaja”, que en sí misma es un mecanismo de control y hace parte de un sistema de normas estéticas que ocultan las estructuras de dominación patriarcal y sexista fuertes, es al mismo tiempo anulada o, mejor dicho, transformada por un estereotipo sexual racializado: la mujer “negra” concebida como “caliente” y disponible.
Paula (2011), una mujer Negra de 28 años, de clase media, estudiante de maestría, nacida en Bogotá, me cuenta su experiencia de ir sola a un bar frecuentado mayormente por las personas “mestizas”. El bar pertenece a una amiga de Paula, una mujer joven Afrocolombiana de la región Caribe, y a su pareja, un hombre “mestizo”. Paula cuenta: “[llegué al bar] o sea, no pasaron ni cinco minutos, después de que yo llegara, [...], para que no pase un tipo para sacarme. Pero entonces, no llega sencillamente a sacarme a bailar. Sino que picarme los ojos, pedirme a que les enseñe a bailar […]”.
Este episodio, que además continuó en el mismo tono prácticamente toda la noche, y desde lejos no es algo excepcional, muestra el proceso de la desapropiación de la individualidad a las personas racializadas como “negras” a través de estereotipos y prejuicios raciales. Estas experiencias con el racismo cotidiano tienen un impacto profundo y duradero sobre la subjetividad de las personas que las viven. Paralelamente, contribuyen a la reproducción del sentido común racista y, por lo tanto, también de los fundamentos de las estructuras sociales racializadas. Como lo subrayan Link y Phelan (2001), no es suficiente entender los procesos cognitivos de la asignación de estos atributos. Al contrario, hay que entender los procesos y condiciones que permiten que las percepciones de un grupo social lleguen a producir una dominación con consecuencias reales sobre otro(s) grupos(s). Es decir, hay que tener en cuenta los mecanismos estructurales y sociales del proceso de racialización y su intercepción. El proceso de estigmatización se desarrolla a partir de la convergencia de cinco elementos —asignación de etiqueta (labeling), estereotipación, separación, pérdida de estatus y discriminación— que confluyen en una situación de poder que permite a estos elementos desarrollarse (Link y Phelan 2001, 367). Por lo tanto, la estereotipación racial está condicionada por, y al mismo tiempo se alimenta de, la existencia de las relaciones de poder reproducidas a través del proceso de racialización.
Así, nada más al llegar, Paula ya es identificada por los demás como “alguien a quien conocemos de antemano” (Ahmed 2007): una mujer no sólo atractiva sino también “accesible” que, “por venir del Pacífico”, como su piel parecería indicarlo, seguramente sabe bailar muy bien. Pues se trata de un pensamiento basado en el “sentido común” racializado e interiorizado, por lo cual las personas que se acercan a Paula con una preconcepción de ella tienen un comportamiento y un juicio sesgados por los estereotipos y prejuicios raciales, y, en el fondo, por su pensamiento racista. Eso nos lleva a reflexionar hasta qué punto es posible, en estas situaciones, lograr un diálogo, una comunicación. Pues, al ser percibida dentro de una preconcepción tan interiorizada, es difícil que Paula se vuelva una interlocutora válida mientras sea vista como “Otra”. Y la historia continúa. Paula me habla de Tomás, el camarero del bar que la atendió y a quien pidió llamar a su amiga Tereza, la pareja afrocaribeña del dueño del bar. Paula (2011) cuenta:
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Sin embargo, esto no significa que las personas afrodescendientes sean meras víctimas. Pues, como lo muestra el discurso de Paula, ella no solamente es consciente de los mecanismos y del proceso de racialización en sí, sino que, además, este conocimiento —adquirido por la experiencia vivida del racismo cotidiano (Essed 1991) y por los estudios— la pone en una situación de poder frente a los que no lo tienen:
tidianas, la defensa frente al racismo y la discriminación racial se vuelve mucho más difícil. En este sentido, argumentamos que el multiculturalismo no sólo no rompe los efectos de la ideología de mestizaje, sino que corre el riesgo de profundizarlos. Al imponer la tolerancia y convertir el racismo abierto en algo políticamente incorrecto, el multiculturalismo llega a restringir las posibilidades de denunciar e incluso objetivar la discriminación racial y el racismo cotidianos. Así, el multiculturalismo no sólo recrea al “Otro” y encierra las relaciones sociales racializadas bajo un velo de tolerancia, sino que tampoco reconoce explícitamente las estructuras sociales y de poder racializadas, y sus efectos. Incluso, al presentar el racismo como un proceso individualizado y patológico que se tiene que controlar a través de la penalización, el Estado colombiano multicultural criminaliza el racismo y limita las posibilidades de replanteamiento de las relaciones sociales y de un diálogo. En estas condiciones, ningún potencial diálogo puede ser fructífero si la sociedad en su conjunto no reconoce y cuestiona sus fundamentos racistas y los privilegios que se derivan de ellos para algunos grupos (Vigoya 2009, 77).
“También me parece muy harto tener que ser pedagoga de todo el mundo. Es que yo soy profesora en la universidad y allá es que me pagan. ¿Sí? Pero no poder salir a
una puta comida sin tener que hacer el trabajo de descararme con todo el mundo porque me tienen que respetar, eso me fastidia”. (Paula 2011)
No obstante, como ella dice, es un rol agotador y bastante desolador: “Mira, es que si yo contestara como yo quisiera contestar
a cada momento, porque hay una cosa que yo no logro
hacer y es contestarle al otro y quedarme tranquila. ¿Sí? Yo primero me tengo que envenenar. Después de enve-
Para ilustrar el argumento y mostrar la complejidad y profundidad del “sentido común”, presentaré una situación, para mí muy persuasiva, a la cual asistí. Acompañando a una amiga que se define como mujer Negra y Afrocolombiana5 y a su pareja, un hombre “blanco-mestizo”, el hombre, que de hecho conoce a muchos de los amigos y amigas afrodescendientes de su pareja, cuenta que a él le gusta mucho estar con “la gente ‘negra’” porque son alegres y porque él se lo pasa bien. Y al decir aquello, afirma que él es “blanco pero su alma es negra”. Esta situación ilustra bien nuestro argumento: al declararse “hombre blanco con alma negra”, la persona utiliza un discurso de tolerancia, políticamente correcto. Pues lo políticamente incorrecto sería hablar mal de las personas “negras”, y él hace “todo lo contrario”. Como ya lo dijo Fanon, “para nosotros él que adora a los negros está tan ‘enfermo’ como él que los execra” (Fanon 1973, 9). Pues se trata aquí de la naturalización de lo “negro”, y, a través de un mecanismo de espejismo, también de lo “blanco”. Sin embargo, esta naturalización, que lleva a la perpetuación de estructuras sociales y de poder racializadas, no ocurre en un vacío, sino que está contextualizada temporal y espacialmente. Sucede en Bogotá, una ciudad construida en el imaginario social como una ciudad “blanca”, en un barrio de clase media construido
nenarme me tengo que poner muy agresiva; esta agresi-
vidad suele venirse en mi contra por mucho que yo esté acompañada, y luego de eso, el otro tampoco entiende, y como no entiende, la cosa por allí se daña”. (Paula 2011)
El relato de Paula muestra bien la violencia latente que conlleva el racismo. En este sentido, el llamado “racismo solapado” (Oboler 1996; Sansone 2003), que sería propio de las relaciones raciales en América Latina, limita la posibilidad de atacar el racismo, pues éste, al no ser explícito, supuestamente no existe. Este “solapamiento” crea una violencia latente que las personas objeto de estos estereotipos y prejuicios experimentan de manera cotidiana, pero que es difícil de denunciar por ser completamente naturalizada y, por lo tanto, legitimada. Paula expresa la frustración que ello provoca: “Y entonces, yo vivo muy frustrada, porque yo siento
que yo vivo con mucha rabia pero que en el momento que me hacen las cosas no reacciono con la violencia que
me gustaría. Para sacar la violencia de mí. Y me tengo que restringir. Y aparte de eso se me cobra. Entonces, yo siento que de alguna manera me he acostumbrado como con los piropos en la calle, como con otro tipo de agresiones”. (Paula 2011)
Esta cita muestra la frustración causada por el racismo mismo. Al ser asimilado y legitimado tanto a través de las instituciones como a través de las relaciones sociales co-
5 De 35 años, artista literaria y estudiante universitaria, vive en Bogotá desde hace varios años pero nació en el Caribe colombiano. Extraído de las notas del diario de campo, noviembre 15 de 2012.
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también como un espacio “blanco” (Ahmed 2007, 156), y en presencia de una mujer afrodescendiente —la pareja de este hombre— y en la mía, una mujer de Europa central percibida en el contexto colombiano como “blanca”. Por lo tanto, el “yo soy blanco con alma negra” reitera el discurso esencialista, y lo hace desde una posición de privilegio que se deriva no sólo de la posición “racial” de cada uno de los participantes, sino también de su intersección con género, sexo y clase.
descendientes. Al mismo tiempo, son los estereotipos y, de manera más amplia, el proceso de racialización los que crean los cuerpos “negros” racializados. El imaginario social crea los cuerpos “negros” de manera sexualizada, con un componente de género importante. Mara Viveros afirma al respeto:
Veamos ahora un proceso inherente e interno al proceso de racialización: la naturalización de los “cuerpos negros”.
percibidos como especialmente sexuales. Para el ima-
Este énfasis no está desligado de algunas de las imágenes más recurrentes respecto a las poblaciones e indivi-
duos afro-descendientes, particularmente los varones, ginario occidental el sexo se ha convertido en uno de los rasgos que definen el ser negro y esta representación se ha seguido reproduciendo, difundiendo y renovando en
La naturalización de los cuerpos “negros”: ¿de la opresión a la resistencia?
distintos escenarios sociales y a través de distintos discursos. (Vigoya 2009, 72)
Del mismo modo, hay una hipersexualización de las mujeres negras, que son construidas por la sociedad como un “objeto sexual”. Este imaginario está vinculado con la historia de la colonización y la colonialidad del poder, conectada con la intersección entre el “género” y la “raza”, que, tal como se explicó más arriba, pone a las mujeres afrodescendientes en una posición de vulnerabilidad particular. Uno de mis entrevistados, hombre afrodescendiente del Pacífico colombiano, de 29 años, estudiante universitario y activista, afirma al respecto:
El proceso histórico de la racialización de las personas “negras” en Colombia pasa de modo ineludible a través de los cuerpos, racializados históricamente a través del colonialismo y de la vivencia de la discriminación racial. Como lo muestra Frantz Fanon (1973) en Piel negra, máscaras blancas, la racialización de los cuerpos afrodescendientes conlleva la estructuración de los modos de operación de dichos cuerpos. Dicho de otro modo, en el contexto del colonialismo y de la colonialidad del poder, los cuerpos moldeados por la racialización son introducidos a un mundo “blanco” que preexiste al “punto de llegada” de los individuos (Ahmed 2007, 153). Así, tal como lo muestra Foucault, el cuerpo — en este caso, el cuerpo “negro”— adquiere un sentido dentro de las relaciones de poder. Por lo tanto, en esta segunda parte del artículo buscaremos analizar este proceso de naturalización de los cuerpos “negros”, concebidos como un lugar de discriminación pero también de resistencia y contestación, y su relación con la construcción de la identidad étnica y racializada que se canaliza a través del cuerpo.
“Nosotros (los hombres negros) tenemos de cierta
manera más dominio sobre nuestro cuerpo. […] y a
pesar de que en la sociedad y en el colectivo está el pre-
juicio de que los hombres negros son esto, y el otro, el cuento, que la vaina, difícilmente uno encuentra un caso de que una mujer blanca violó a un hombre negro. Eso no, eso no sucede”. (Pedro 2011)
y luego añade: “[…] en este proceso de deconstrucción y de construcción
[personal] yo he querido para mí una mujer afro. Porque
¿Cuerpos deseados, personas rechazadas?
creo que es importante que las mujeres afros sean valo-
radas en esta sociedad. Y el respeto que la mujer afro se merece primero lo tenemos que ver nosotros, los hom-
Como ya lo habíamos visto, los estereotipos raciales que pesan sobre la gente afrodescendiente en Colombia son profundamente corporales, pues en gran medida es el cuerpo el que canaliza la racialización, sin que ello signifique que la “raza” tiene que ser meramente corporal. Pues es de estos cuerpos “negros” de donde presuntamente emergen las actitudes y los comportamientos socialmente asociados con las personas afro-
bres Negros. Los hombres afros. Porque creo que el hombre blanco, […] el hombre blanco no va a venir a valorizarla. Nosotros tenemos que venir a valorizarla. Por eso
critico a muchos afros que alcanzamos alguna posición económica, o algún estatus social y optan por casarse
o establecer la familia con una mujer blanca donde el único aporte de la mujer blanca a la familia es su color de piel. Eso sucede mucho”.
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Sin embargo, aunque no cuestionamos la opresión de las mujeres afrodescendientes tal como la expresa nuestro entrevistado, este discurso tiende a presentarlas como víctimas, tanto de los hombres “blancos” que las ven solamente como un objeto sexual como de los hombres “negros” que no las escogen como su pareja. Tal como lo dice el entrevistado, son entonces los hombres “negros” los que tienen que “salvar” a las mujeres “negras”, una visión que contiene un sesgo de género y que además no tiene en cuenta u omite la opresión de los hombres “negros”, tema que ha sido muy bien analizado por Mara Viveros en su libro De quebradores y cumplidores: sobre hombres, masculinidades y relaciones de género en Colombia (2001). Al mismo tiempo, al abordar el tema del “blanqueamiento” en el sentido de Fanon (1973), la cita muestra hasta qué punto lo íntimo y las relaciones sexuales y amorosas forman parte fundamental del sistema social racializado y de racialización. Efectivamente, Fanon analiza la relación entre el hombre “negro” y la mujer “blanca” como uno de los mecanismos del “blanqueamiento” más poderosos. Sin embargo, el mismo Fanon, tal como otros autores posteriores, entre ellos Ann Laura Stoler (1995 y 2002), muestra también la complejidad de estas relaciones y sus co-construcciones. Esta complejidad parece ser olvidada por nuestro entrevistado, que tiende a esencializar tanto al hombre y mujer afrodescendientes como al hombre y la mujer “blancos”. En su libro Carnal Knowledge and Imperial Power, Ann Laura Stoler muestra, de hecho, hasta qué punto las categorías “blanca(o)” se reconstruyen en el contexto colonial, donde se vuelven cruciales las intersecciones entre la raza, el sexo, el género y la clase. Así, sin poner en duda los efectos de racialización sobre los colonizados, y, de modo específico, sobre las mujeres, hay que tener en cuenta el carácter dinámico de estas categorías, lo que permite visibilizar la agencia de las mismas personas racializadas como “negras” y su efecto sobre las relaciones de poder.
ción. No obstante, se trata de un concepto complejo que hay que matizar. En su artículo, Ahmed (2007, 159) analiza la “blanquedad” (whiteness) desde la fenomenología, mostrándola como un proceso complejo que excede a las personas en sí pero que se reproduce a través de habitus tanto personales como institucionales. Así, la “blanquedad” y el “mundo blanco” modelan no solamente los cuerpos sino también los espacios, orientados alrededor de ciertos cuerpos (“blancos”), más que de otros. En este sentido, la autora define el proceso del “blanqueamiento” como un intento de “no verse fuera del lugar”: Cuando hablamos del “mar de blanquedad” o del “espa-
cio blanco”, estamos hablando de la repetición del “pasar” [passing] de ciertos cuerpos y no de otros, sin ninguna duda. Sin embargo, sabemos que los cuerpos
no-blancos habitan espacios blancos. Estos cuerpos se vuelven invisibles cuando los espacios están percibidos
como blancos, del mismo modo que se vuelven hipervisibles cuando no pasan, lo que significa que “se quedan afuera” [“stand out”] y “separados” [“stand apart”]. (Ahmed 2007, 159) 6
En su ponencia en el XIV Congreso de Antropología, organizado entre el 23 y el 26 de octubre de 2012 en Medellín, Mara Viveros Vigoya caracterizó el proceso de blanqueamiento, en el contexto colombiano, como un proceso multidimensional que hace referencia a los aspectos ideológico, social y personal. Como lo señalamos en la introducción, en el contexto colombiano, el proceso del blanqueamiento, desde el aspecto ideológico, está estrechamente vinculado con la ideología del mestizaje. En este sentido, el sexo y la raza, del mismo modo que las relaciones sexuales y amorosas “interraciales”, cobran una importancia fundamental. Aunque la ideología del mestizaje apunta hacia el blanqueamiento y el “mejoramiento de la raza”, el estudio de la experiencia de las parejas y familias “interraciales” y/o de aquellas personas afrodescendientes que han vivido en el “mundo blanco” muestra la complejidad de estos procesos.
Matizar el proceso del “blanqueamiento”: relaciones “interraciales” y sus implicaciones
El hecho de tener una pareja “blanca” no significa siempre que se ha buscado esta pareja, sino que puede ser un resultado de las relaciones sociales que la persona ha tenido y ha podido tener por el entorno en el cual vive. Una de mis entrevistadas, María (2011), una mujer Negra de Bogotá, de cuarenta años, profesora universitaria, lo expresa de la siguiente manera: “depende del entorno en el que tú vives. Creo que si hubiera nacido en Chocó pues hubiera tenido
Varios estudios (Vigoya et al. 2010; Vigoya y Hernández 2010) muestran que, en efecto, las mujeres afrodescendientes están en una posición de desventaja en cuanto a la búsqueda de pareja, condición que se traduce muchas veces, especialmente entre las mujeres afrodescendientes de clase media, en la soledad. Tal como lo muestra el discurso de nuestro entrevistado, el ascenso social de las personas racializadas como “negras” en la sociedad colombiana está a menudo asociado con el proceso de blanqueamiento, connotado por una cierta complicidad con el sistema de domina-
6 Traducción del autor.
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a mi novio allá, chocoano. Pero acá (en Bogotá) era, digamos, muy difícil. Alguna vez me lo preguntó alguien también: ‘Oiga, ¿pero usted no tuvo ninguno novio negro?’, y yo: ‘¿Pero de dónde, de dónde lo saco?’”.
Del mismo modo, comentarios del tipo: “Ay, que era de lindo, ¿no? Sí, qué pesar que sea negro”, que pueden soltar amigas “blancas” o “mestizas” de las mujeres afrodescendientes, tal como me lo contó una de mis entrevistadas, se pueden analizar de diferentes maneras. Aunque, por una parte, se deben a los prejuicios raciales y la estigmatización de los hombres afrodescendientes en la sociedad colombiana, también, en algunos casos, expresan la presión social sobre las mujeres “blancas” para no estar con los hombres afrodescendientes como pareja. Así, Pedro, un hombre afrodescendiente joven, de clase media, proveniente de la región del Pacífico, que se casó con una mujer “blanca” bogotana, me cuenta que varias de las amigas de su esposa le confesaron que ellas no se atrevían a tener un novio “negro” porque sabían que sería muy difícil defenderlo frente a sus familias y su entorno social, y ellas no estaban dispuestas a pasar por ello.
Al mismo tiempo, el hecho de que se cuestione a las personas afrodescendientes cuando no tienen parejas “negras” es significativo en sí, pues muestra la ventaja de las personas “blancas” —no marcadas—, quienes rara vez tienen que responder a estas preguntas. Pues, mientras que en la mayoría de los casos ni se imagina que una persona “blanca” podría estar con una persona afrodescendiente —que, por lo tanto, sigue siendo concebido como una excepción, aunque también sujeta a cambios recientes—, en el caso de las personas afrodescendientes se presupone que deberían estar con personas “negras”, lo que en sí es una esencialización. Otro ejemplo, sin embargo, poco estudiado que nos permite matizar el concepto del blanqueamiento, es la experiencia de las parejas “blancas” o “mestizas”, de las personas afrodescendientes y de las mamás “blancas” o “mestizas”, que en muchos casos experimentan el proceso de racialización a través de sus parejas y/o sus hijos. Esta experiencia lleva, de hecho, a cierta “suspensión” de la identidad “desracializada” (Gunaratnam 2003) que goza del privilegio de no ser nombrada ni vista (Figueroa 2011, 127). Argumentamos que este ejemplo muestra hasta qué punto el proceso de la racialización afecta a toda la sociedad, poniendo a los individuos en unos roles y normas —más ventajosos para algunos grupos que para otros— que no son fáciles de superar, y el intento de hacerlo tiene un costo social y emocional grande. Así, varios de mis entrevistados de familias “interraciales” cuentan cómo sus mamás tuvieron que, por un lado, pelear para que su relación con un hombre afrodescendiente fuese aceptada en su entorno social y familiar, y por el otro, cómo las mamás viven el proceso de racialización y de estigmatización a través de sus hijos:
Estas experiencias muestran la intersección entre la raza, el género, el sexo y la intimidad, que forman parte íntegra y, de hecho, están en el centro de los procesos de racialización y del racismo, que a su vez transforman y moldean. Finalmente, en la última parte, hablaré de la construcción de los cuerpos “negros” y su transformación vinculada a lo étnico y los espacios abiertos por el multiculturalismo.
¿De los cuerpos “negros” a los cuerpos “Afros”? El cuerpo que somos está efectivamente regulado, controlado, normativizado, condicionado por un sistema de género diferenciador y discriminador para las mujeres, por unas instituciones concretas a gran escala
(publicidad, moda, medios de comunicación, deporte,
medicina [...]). Pero esta materialidad corporal es lo que
“Muy duro, para mi mamá fue muy difícil, pero fue qui-
somos, el cuerpo que tenemos, y puede ser (y de hecho lo
zás una persona muy fuerte, que eso le ayudó como a ser
está siendo) un agente perfecto en la confrontación, en
fuerte, igual, a defender todo. Por ejemplo, en los episo-
la contestación, en la resistencia y en la reformulación
dios como los que siempre cuentan las personas negras
de nuevas relaciones de género. (Esteban 2004, 42)
acá, en Bogotá, que cuando veían [la gente] a un negro
se rascaban las rodillas. Yo me acuerdo que mi mamá
La cita de Mari Luz Esteban que introduce este apartado hace énfasis en el cuerpo como canalizador de regulaciones y normatividad del sistema de género —y hay que añadir, también, de raza, sexo y clase— y destaca que el cuerpo es también un lugar de resistencia y de transformación de estos sistemas normativos y de opresión. Basándome en los estudios de Fanon y de Sara Ahmed, previamente citados, buscaré mostrar, a
también, cuando nos subíamos a un bus, la gente hacía
así [gesto de rascarse las rodillas] entonces mi mamá decía como “ignorantes, ¡no han visto nunca un negro!” no sé qué […] y peleaba con la gente”.7 (María 2011)
7
Entrevista con María, mujer Negra, de cuarenta años, profesora universitaria, de Bogotá.
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través de dos ejemplo concretos, cómo en el contexto multicultural urbano, los cuerpos de las personas afrodescendientes se vuelven un lugar de reproducción de las normas raciales y de género, pero también de resistencia y de transformación.
que las mujeres que llevan el “cabello afro” no sigan enfrentándose, sobre todo en la calle, a estereotipos raciales y, a veces, incluso a ataques. No obstante, el cabello, que es un elemento muy importante tanto del proceso de racialización y del blanqueamiento como de la reivindicación y resistencia, corre también el riesgo de volverse un elemento esencialista según el cual se valoría lo “auténticamente Negro”. Sin embargo, la decisión de algunas mujeres de alisarse el cabello es compleja y está atravesada por muchos factores estéticos, sociales, raciales, de clase o de género, que se cruzan y manejan según los contextos espaciales y temporales.
Como lo hemos visto, si en algunos sectores todavía existe una estilización para blanquear los cuerpos “negros”, en la época del multiculturalismo, y en algunos sectores, en especial los que reivindican su pertenencia étnica, hay una estilización de los cuerpos a través de lo “afro”. Así, una parte de la redefinición, desestigmatización y reivindicación de lo Negro y lo “afrocolombiano” pasa en gran parte por la reivindicación de la estética afro, que se recrea de manera permanente.
Terminemos con otro ejemplo, en este caso masculino. Se trata de un caso no cotidiano, propio de un espacio particular, caracterizado por una de nuestras entrevistadas como el “circo de estereotipos”. Ella se refiere a un bar “afro” de clase media, en Bogotá, frecuentado mayormente por personas afrodescendientes y, al parecer, conocido por ser un lugar de “performatividad” (Butler 2007) de los cuerpos de los hombres afrodescendientes y de las mujeres “blancas”. Mi entrevistada, una mujer afrodescendiente, joven, de clase media, que vive, estudia y trabaja en Bogotá desde hace varios años, lo describe de la siguiente manera:
En este sentido, los cuerpos se vuelven un lugar de resistencia a la imposición de la estética occidental hegemónica. Uno de los elementos que traduce bien esta estilización de los cuerpos femeninos afro es el cabello, en especial, pero no sólo, el cabello femenino. De hecho, como lo cuentan varias de mis entrevistadas, el cabello se vuelve un lugar central de su construcción como mujeres Negras-Afrocolombianas. Muchas de ellas han conocido la presión social directa o indirecta para “blanquear” su “cabello natural” con las técnicas de planchado o alisado. Por lo tanto, el cambio y la “aceptación” de su propio cabello es un asunto profundamente social y desafía el ambiente racista que modela los cuerpos (Fanon 1973; Ahmed 2007). Celia, mujer Negra, joven, del Pacífico colombiano, que actualmente estudia una maestría en Bogotá, cuenta que la decisión de abandonar el alisado y volver a su “cabello natural” fue un proceso difícil, tanto por cierto desconocimiento (tenía que aprender a cuidarlo) como por la presión social y familiar. Cuando, después de varios meses de vida en Bogotá, con su cabello llevado de forma “natural”, fue a visitar a su familia en el Pacífico, su abuela afrodescendiente se escandalizó, pues no entendía cómo podía “andar así [no peinada] en Bogotá”, sobre todo si estudiaba en la universidad. Este caso muestra bien el “sentido común racista” integrado a veces por las mismas personas afrodescendientes, y la dominación de los valores “blancos” que asocian la textura, la forma o el color del cabello con la posición social de la persona, fuertemente connotada por su asignación racial. No obstante, al llevar el “cabello natural”, Celia afirma que se ha vuelto algo muy importante para ella misma y su posición política y social: pues es algo más que la estética, es un componente identitario y político de reivindicación étnica. Así, el cabello puede pasar de ser un elemento “molesto”, maltratador y traumático a ser uno de orgullo y reivindicación, lo que no significa
“Es una discoteca afro grandísima de tres pisos. En [este bar], tú sí ves a hombre afro con una mujer blanca. Y
muy orgullosos, ¿sí? Exhibiéndolas. Allí sí me recuerda el libro de Fanon, […] entonces en [este bar] se ve mucho eso. Y a las blancas, las que van allá, les encanta ir con
su novio afro, y uno se siente como en este circo de estereotipos. Entonces, el hombre afro baila muy bien, que
tú ves algunos payasos así, que para la gente afro les importa un carajo, pero se está mostrando ante la mujer blanca. Y mujeres blancas muy, como muy estereotipadas también. La falda muy cortica, tacón muy alto, pelo
muy largo, liso. Ellos no andan con una blanca de jean y camiseta. Ellos lo ven como poder, como una cosa muy buena”. (Francisca 2011)
Se trataría entonces de un lugar de intersección de estereotipos tanto raciales como sexuales y de género, afirmados y exaltados por los propios actores, en este caso los hombres afrodescendientes y las mujeres “blancas”. Sin embargo, en este lugar los cuerpos “negros”, asociados con el baile y la calentura, tienen también una fuerte connotación geográfica, étnica y cultural . Pues, dicho de otro modo, en este lugar, no cualquier cuerpo visto como “negro” lo es. Así, este sitio se vuelve también un escenario de “lucha” por lo auténticamente
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Negro, que en este caso toma un sentido esencialista. Uno de mis entrevistados, nacido y crecido en Bogotá, con pocos vínculos con las regiones consideradas como “negras”, afirma no frecuentar mucho este sitio porque no se siente a gusto. Para explicar su posición recurre muchas veces a los mismos estereotipos manejados por la sociedad mayoritaria sobre las personas afrodescendientes de las regiones consideradas como “negras”, es decir, la hipersexualización, la consideración de los hombres afrodescendientes como mujeriegos, etcétera. Al mismo tiempo, al ir a este sitio, a él se le recuerda constantemente, por parte de sus amigos afrodescendientes de las regiones “negras”, que no sabe bailar o que no conoce los códigos sociales de las relaciones de género. En fin, se le está recordando de manera permanente que él no es el “auténtico Negro”. Estas situaciones son muy dicientes, por un lado, de los diferentes matices que hay que introducir cuando hablamos del llamado “blanqueamiento”, pero también, de la complejidad de las relaciones raciales y de los estereotipos raciales que se expresan muchas veces a través de un discurso étnico o cultural.
agencias sean lineales. Como se presentó, se trata de procesos complejos que pasan por condiciones sociales, contextuales, y por el cuerpo mismo, y pueden tanto desafiar como reproducir los sistemas sociales racializados y de género. En cuanto a nuestro segundo planteamiento, argumentamos que el multiculturalismo, en el contexto colombiano, no cuestiona los fundamentos raciales de la sociedad colombiana y, por lo tanto, no ataca el proceso de racialización en sí. Pues si bien reconoce —aunque tímidamente— el problema del racismo en la sociedad colombiana, el racismo no es planteado como un problema de la sociedad en su conjunto, sino de sus víctimas —en este caso, la población afrodescendiente— y de los individuos que actúan de manera explícita, y se asume voluntaria como racistas. En esta perspectiva, no habría una ruptura entre la ideología del mestizaje y el multiculturalismo, pues ambos, de modos diferentes, omiten el problema de las relaciones raciales y sus efectos. Al mismo tiempo, planteé que las personas racializadas como “negras” que no han sido originalmente incluidas por el multiculturalismo —en nuestro caso, las personas afrodescendientes de familias “interraciales” de clase media de Bogotá— desafían el multiculturalismo y las estructuras sociales racializadas. Estas personas que trascienden las fronteras establecidas por la etno-racialización nos muestran hasta qué punto la racialización proviene de toda la sociedad y concierne a ella, y, por lo tanto, que al ser vista y tratada como un problema de la población afrodescendiente, no puede ser del todo remediada.
Conclusiones En este artículo analizamos el proceso de racialización, en concreto, el proceso de racialización en los ámbitos social y cognitivo. A través del análisis del proceso de estereotipación y estigmatización racial sexualizada de las personas afrodescendientes, queríamos plantear dos temas más amplios: 1) mostrar a las personas afrodescendientes, en primera instancia, como agentes, y no solamente como víctimas, que contribuyen a la transformación o a la reproducción de la racialización, y, 2) ver hasta qué punto el multiculturalismo, tal como ha sido implementado en Colombia, permite una deconstrucción de las categorías raciales, y con ella, del proceso de racialización.
En este sentido, considero que el multiculturalismo corre el riesgo de perpetuar la racialización —a través de mecanismos nuevos— pero que al mismo tiempo contiene un potencial para atacarla. Pues se trata, desde mi punto de vista, de una elección entre la tolerancia y el respeto, dilema que no ha sido todavía resuelto y que será un lugar de tensiones, acciones y redefiniciones que, así como podrían seguir profundizando y reproduciendo las relaciones raciales de poder, podrían también implicar un cuestionamiento serio de los fundamentos racializados de la nación colombiana y contribuir a la construcción de una verdadera sociedad multicultural.
Basándome en los estudios de intersección entre la raza, el género, el sexo y la clase, y los que apuntan a la centralidad de esta intersección en los procesos de racialización, blanqueamiento y mestizaje, busqué mostrar la complejidad de los procesos de estigmatización y estereotipación racial sexualizada, en cuanto procesos que forman parte de la racialización estructural y cotidiana. Analizando la experiencia de varios de mis entrevistados en el contexto multicultural urbano, mostré a las personas afrodescendientes, en primera instancia, como agentes, y no como víctimas. Sin embargo, eso no significa que sus trayectorias y
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Repensar la sexualidad desde el campo migratorio: una etnografía multisituada sobre parejas heterosexuales migrantes colombianas* Herminia Gonzálvezv Fecha de recepción: 15 de julio de 2013 Fecha de aceptación: 18 de enero de 2014 Fecha de modificación: 3 de marzo de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.08
RESUMEN El presente artículo analiza el impacto de la movilidad transnacional en las prácticas sexuales de las mujeres heterosexuales migrantes. Para ello se aplica la perspectiva feminista, la cual se detiene en el examen de las desigualdades de género, parentesco y sexualidad que se encuentran imbricadas en determinadas esferas de la sociedad, y asignadas de forma dicotómica a hombres y mujeres, en detrimento casi siempre de las últimas (Gregorio 2003; Del Valle 2010). A partir de la etnografía multisituada realizada sobre familias heterosexuales y redes sociales vinculadas a la migración (Gonzálvez 2010 y 2013), se muestra, por un lado, el proceso autoetnográfico que desencadenó el análisis de las transformaciones en las prácticas sexuales de mujeres en parejas heterosexuales, producto de la migración, y, por otro lado, cómo la etnografía permite reflexionar sobre la sexualidad en el campo migratorio.
PALABRAS CLAVE Sexualidad, género, parentesco, familias vinculadas a la migración.
Rethinking Sexuality from the Field of Migration: A Multi-Sited Ethnography of Colombian Migrant Heterosexual Couples ABSTRACT This article analyzes the impact of transnational mobility on the sexual practices of migrant women. It is done from a feminist perspective, reviewing kinship, sexuality and gender inequalities that are embedded in certain circles of society and assigned dichotomously to men and women, almost always to the detriment of the latter. Based on the ethnography of families and social networks linked to migration, it shows, on the one hand, the auto-ethnographic process that triggered the analysis of changes in sexual practices of women in heterosexual couples as a result of migration and, on the other, how ethnography enables us to reflect on sexuality in the field of migration.
KEY WORDS Sexuality, gender, kinship, families related to migration.
*
Este artículo muestra parte de los resultados de mi tesis doctoral defendida el 25 de octubre de 2010, titulada “Migración colombiana, género y parentesco: la organización social de los cuidados”, en la Universidad de Granada (España).
v
Doctora en Antropología Social y Diversidad Cultural por la Universidad de Granada, España. Profesora auxiliar en el Centro de Investigaciones Socioculturales (CISOC), Universidad Alberto Hurtado (Chile), y miembro del grupo de investigación “Otras. Perspectivas feministas en investigación social”. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Poner los cuidados en el centro. Hacia una propuesta teórica para el análisis del género y el parentesco en la migración. En Mujeres y hombres en el mundo global, eds. Carmen Gregorio y Martha Patricia Castañeda. México: Siglo XXI Editores, 2012; Las articulaciones de género y parentesco en el contexto migratorio: más allá de la maternidad transnacional. Ankulegi 16 (2012): 43-57 (coautora, Carmen Gregorio); Me voy a España a trabajar… Familias migrantes colombianas, remesas económicas y relaciones de género en un contexto transnacional. Revista de Antropología Chilena Chungará 45, vol. 2 (2013): 333-347, y Los cuidados en el centro de la migración. La organización social de los cuidados desde un enfoque de género. Migraciones 33 (2013): 127-153. Correo electrónico: hgonzalv@uahurtado.cl
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Repensar a sexualidade desde o campo migratório: uma etnografia multisituada sobre casais heterossexuais migrantes colombianas RESUMO O presente artigo analisa o impacto da mobilidade transnacional nas práticas sexuais das mulheres heterossexuais migrantes. Para isso, aplica-se a perspectiva feminista, a qual se detém no exame das desigualdades de gênero, parentesco e sexualidade que se encontram imbricadas em determinadas esferas da sociedade e designadas de forma dicotômica a homens e mulheres, em detrimento quase sempre das últimas (Gregorio 2003; Del Valle 2010). A partir da etnografia multisituada, realizada sobre famílias heterossexuais e redes sociais vinculadas à migração (Gonzálvez 2010 e 2013), mostra-se, por um lado, o processo autoetnográfico que desencadeou a análise das transformações nas práticas sexuais de mulheres em casais heterossexuais, produto da migração, e, por outro, como a etnografia permite refletir sobre a sexualidade no campo migratório.
PALAVRAS-CHAVE Sexualidade, gênero, parentesco, famílias vinculadas à migração.
Introducción
A
l término de mi tesis doctoral, una de las inquietudes que me quedó pendiente de resolver fue ahondar en el análisis de las prácticas sexuales de hombres y mujeres migrantes y su repercusión en los significados de género y parentesco. Si bien la pregunta de investigación original se orientó hacia el análisis del impacto de los cuidados transnacionales en las familias migrantes colombianas hacia España (Gonzálvez 2010 y 2013), observé manifestaciones explícitas por parte de las mujeres migrantes relacionadas con transformaciones y/o permanencias en sus prácticas sexuales. Sucedía que, al hablar sobre los cuidados, surgían cuestiones relacionadas, en primer lugar, con el “descuido” afectivo de los cónyuges en lo que refiere al incumplimiento de los pactos tácitos de fidelidad en la pareja; en segundo lugar, la incorporación de nuevas prácticas de mayor “cuidado” que repercutían en la esfera de la sexualidad en la pareja (por ejemplo, una mayor higiene); y en tercer lugar, el aparente mayor control de las mujeres migrantes hacia sus hombres en destino. En definitiva, prácticas sexuales en el ámbito de las relaciones de pareja que eran interpretadas por las mujeres migrantes en relación con el mayor o menor cuidado que recibían de sus cónyuges, y que referían a cambios en sus vidas y sus cuerpos.
mésticos) transnacionales (Gregorio 1998, 2009 y 2011; D´Aubeterre 2000a y 2000b; Menjivar 2001; Herrera 2006; Hirsch 2003, Ho 1993; Pedone 2006; Ramírez 1998; Hondagneu-Sotelo 1992). En efecto, analizar el parentesco transnacional en sus articulaciones de género a partir de las relaciones sexuales entre cónyuges (y no sólo desde la maternidad transnacional, como ha predominado en un gran número de trabajos1) contribuye a desesencializar el sujeto mujer igual a madre (Gregorio 2011) y permite pensar en las mujeres —más allá de sus prácticas familiares de cuidado y crianza de los hijos— como sujetos cuya sexualidad se encuentra condicionada por los proyectos familiares. La relación sexualidad-reproducción-cuidados ha sido investigada desde el enfoque transnacional (Hirsch 2003; Hochschild 2001); sin embargo, la sexualidad en el ámbito de la relación conyugal transnacional es una dimensión de análisis desconocida respecto a su impacto en las posiciones de género y parentesco. El acercamiento etnográfico a la sexualidad, en el marco de la relación conyugal, permite acceder a las dimensiones más íntimas y ocultas de las relaciones sociales pudiendo observar cómo éstas se encuentran impactadas por la migración. De esta forma, estaríamos contribuyendo a mostrar aquellas dimensiones más subjetivas de la migración, visibilizando aquello que es más difícil de cuantificar (sentimientos, emociones, deseos, etcétera), pero igualmente importante en el análisis del fenómeno migratorio.
Producto de estas indagaciones, y finalizada mi tesis doctoral (Gonzálvez 2010 y 2013), decidí centrarme en la sexualidad entre cónyuges en el contexto migratorio, debido a su potencialidad como aporte al conjunto de estudios que se han venido preocupando por el análisis de las dinámicas de las comunidades (grupos do-
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Se aconseja la revisión del artículo de Gregorio y Gonzálvez (2012), el cual hace una reflexión crítica sobre los estudios que se han centrado en la relación “maternidad transnacional”.
Repensar la sexualidad desde el campo migratorio Herminia Gonzálvez
Dossier
Por todo lo mencionado, en este trabajo se profundiza en el análisis de la “sexualidad” como una categoría que, articulada con el género y el parentesco en el escenario migratorio, explica algunas transformaciones en las posiciones de género en las mujeres migrantes en relación con sus parejas. Desde esta perspectiva, la pregunta de investigación que se retoma para este artículo es: ¿De qué forma impacta la migración en las mujeres migrantes desencadenando el mantenimiento y/o la transformación de determinadas prácticas sexuales impactando en sus significados de género-parentesco?
parentesco en cuanto a su deber ser mujer, madre, esposa.3 En consecuencia, en un primer apartado, y con el propósito de concreción teórica y metodológica, se muestra el lugar otorgado a estas categorías mencionadas en la producción científica sobre migraciones transnacionales. Posteriormente se revela la centralidad de las prácticas sexuales en el análisis de las relaciones de género y parentesco a partir del trabajo de campo etnográfico. Asimismo, se muestran las transformaciones manifestadas por las mujeres en sus posiciones de género producto del impacto de la migración en sus prácticas sexuales. Por último, se realiza una reflexión sobre lo que implica para el etnógrafo indagar sobre la sexualidad en el trabajo de campo.
Clarificada la pregunta, el trabajo que aquí se presenta sitúa las prácticas sexuales en el debate sobre la movilidad contemporánea en general y la migración colombiana en particular, reconociendo el aporte de los trabajos que han surgido sobre este tema, pero alejándonos de los mismos, debido a que se ha abordado la relación movilidad-sexualidad en unión con la transexualidad, el turismo sexual, la homosexualidad, etcétera, pero no existen muchos trabajos que se centren en el impacto en las relaciones sexuales en la pareja heterosexual producto del proceso migratorio.2 Aunque durante los noventa la sexualidad fue un tema poco estudiado en cuanto a su diálogo con la migración, se sabe que actualmente esta situación ha cambiado de forma exponencial a partir de la nueva centuria (Cantú 2009).
Sexualidad y migración transnacional Como se ha podido comprobar en el transcurso de las últimas décadas, la migración ha sido un área de estudio muy importante para la investigación contemporánea (antropología, historia, sociología, etcétera) sobre género y parentesco. Es más, la inseparabilidad del género/parentesco en el análisis de la migración ha aportado gran claridad con respecto a la interrelación de las esferas productivas y reproductivas, así como la evidencia de que ambas categorías son ejes de desigualdad social indisociables en el espacio transnacional (Gregorio 1998, 2009 y 2011; Gonzálvez 2010 y 2013). Pero, ¿qué ha pasado con la categoría “sexualidad” en el campo de la movilidad contemporánea en general y con la movilidad transnacional en particular?
Por todo ello, la aproximación teórico-metodológica de este trabajo se instala en la articulación de las categorías género, parentesco y sexualidad, las cuales, situadas en el plano teórico y llevadas a la práctica, bajo la excusa del fenómeno migratorio colombiano, pretenden construir un marco explicativo lo suficientemente amplio y flexible, orientado a la interpretación de los procesos de continuidad y/o de cambio que experimentan las mujeres migrantes colombianas en sus relaciones sexuales, y cómo esto impacta en sus percepciones de género y
Si ponemos el foco de atención en la relación entre sexualidad y migración, a partir de la premisa de Osborne que señala que “La dimensión histórica y social de la sexualidad permite tener en cuenta cómo influyen en ella fenómenos relacionados con la demografía, la inmigración, los conflictos urbanos, cuestiones epidemiológicas —sida— etc.” (Osborne 1995, 30), encontramos que en cada momento histórico y en cada contexto particular se han estudiado determinadas prácticas sexuales, lo cual supone la visibilización de algunas problemáticas, así como la lectura del ocultamiento de otras que no han sido tratadas. Y si además situamos la mirada en los países de origen y/o destino, encontramos “objetos/sujetos” de análisis que requieren ser
2 Se destaca aquí el trabajo de Hirsch (2003), quien encuentra diferencias en las mujeres mexicanas en México y sus coetáneas en EE. UU., en lo que refiere a la negociación del cortejo y el matrimonio, que afectan la sexualidad y las prácticas de salud reproductiva. La autora menciona que debe incluirse el análisis de los contextos locales y nacionales en el proceso migratorio, y señala que la cuestión no es tan simple como para reducirla a que las mujeres se benefician automáticamente con la migración, sino que existen elementos relativos al contexto entre las dos comunidades analizadas, tales como la organización espacial de la vida social, las oportunidades económicas de las mujeres, el rol de la Iglesia católica en la organización y regulación de la vida diaria, y la protección legal existente respecto de la violencia familiar, que facilitan una mayor independencia de algunas mujeres migrantes.
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Más allá de mi deseo por incorporar la perspectiva de género, es necesario mencionar que indagar sobre las vivencias de la sexualidad a partir del proceso migratorio ha sido más fácil para el caso de las mujeres que de los hombres migrantes colombianos.
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problematizados, en cuanto son producto del contexto sociohistórico o del interés que asume una determinada disciplina y/o también sus investigadores.
sexuales,5 y por otro lado, se obvian otras categorías que, vinculadas a la “sexualidad”, aportan un cuadro de interpretación más complejo, entre ellas, el género, el parentesco y la migración.
Si situamos la mirada en la relación sexualidad y migración en el país de origen, encontramos que se han indagado temas relacionados con: I) el desplazamiento forzado de personas lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros, en aquellos países y regiones donde se viven situaciones de violencia cotidiana, por ejemplo, Colombia o Irak, por mencionar algunos (Acnur 2010); II) la movilidad de personas que viven con VIH-sida (Hernández-Rosete 2008); III) la migración de mujeres transexuales (Villa 2010); IV) la movilidad para vivir libremente la identidad sexual, y V) la “emigración por amor”, en busca de nuevas relaciones de pareja (Roca 2007 y 2009). En cambio, si situamos la mirada en el contexto de destino, encontramos trabajos que se enfocan desde la óptica del análisis de los derechos sexuales y reproductivos de los nuevos migrantes, en estrecha relación con un contexto de interculturalidad, o también estudios relacionados con el ejercicio de la prostitución,4 unido posteriormente al matrimonio como la opción para obtener la residencia permanente (Parreñas 2010).
En el trabajo “Migración colombiana, género y parentesco: la organización social de los cuidados” (Gonzálvez 2010), el análisis de las prácticas de cuidar y ser cuidado (Bonerman 1997) fue clave para advertir por qué las relaciones de género y parentesco se mantenían o transformaban en la distancia, en el afán de comprensión de las familias y las redes sociales vinculadas a la migración. En términos condensados, la premisa de partida fue que el cuidado constituía uno de los componentes básicos en la construcción social del género-parentesco, con consecuencias importantes para la identidad y las actividades de las mujeres, los hombres y demás miembros de la red familiar. De esta forma, el género y el parentesco se contemplaron desde el modelo constructivista, donde las dimensiones de filiación y afinidad se conceptuaban como resultado de un proceso social impactado por la migración. Por una parte, analizar el género y el parentesco como construcción social implicó considerarlos como un proceso activo donde las relaciones sociales de género y parentesco (en este caso, relaciones conyugales entre hombre y mujer heterosexuales) se creaban y recreaban a partir de las prácticas de cuidar y ser cuidado. En efecto, las relaciones sociales de género y parentesco se soportan en estructuras sociales, políticas y económicas globales que repercuten en las prácticas de reproducción social de la vida local y transnacional de hombres y mujeres y, en consecuencia, de los cuidados, en cuanto prácticas fundamentales para la reproducción de la vida de todas las personas, entre ellas, los migrantes (Gonzálvez 2010). Ahora bien, considerar la sexualidad como construcción social supone analizarla como resultado de un complejo proceso sociocultural donde existen relaciones de poder que tienen lugar en el momento histórico por el que cada sociedad atraviesa, así como en la particular biografía de cada persona (Rosales 2006).
Como se puede observar, la relación sexualidad-migración ha estado vinculada con el análisis de los significados que se otorgan a la búsqueda, el mantenimiento o transformación de determinadas prácticas sexuales, las cuales quedan manifiestas en los proyectos migratorios diseñados generalmente en origen (expresión de la sexualidad, salud sexual, trabajo sexual, amor, etcétera). Sin embargo, se desconocen los significados atribuidos a las prácticas sexuales que se modifican producto del impacto de un proyecto migratorio familiar y económico, en definitiva, un proyecto construido en otra dirección, impactado por un orden transnacional, pero que también repercute en la práctica sexual. En este punto, la pregunta que me planteo refiere a cómo afecta la dimensión transnacional de la migración al ámbito de lo sexual en la relación conyugal. Esta pregunta toma forma frente al hecho de que la migración de determinados sujetos (transgeneristas, personas con VIH, trabajadoras del sexo, etcétera) parece ser explicada solamente a través de la categoría “sexualidad”, sucediendo dos cosas: por un lado, se olvida que aquellos que migran con proyectos migratorios —familiares y económicos— también experimentan repercusiones en sus prácticas
A partir de lo dicho en esta propuesta, el género, el parentesco y la sexualidad son categorías que se interrelacionan. Esta articulación queda clara a partir de las palabras de Córdova, cuando muestra que
5 Se entiende por prácticas sexuales los comportamientos sexuales aprendidos en una sociedad, comunidad o grupo social que hacen que sus miembros perciban como masculinas o femeninas ciertas actividades, tareas y responsabilidades, y las jerarquicen y valoricen de manera diferenciada.
4 Sobre el debate en torno a la prostitución en España, consultar artículo de Villa y Gonzálvez (2006).
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Repensar la sexualidad desde el campo migratorio Herminia Gonzálvez
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Las concepciones particulares sobre el género y el paren-
María y Pedro
organizan los esquemas aceptados para la formación de
A lo largo del relato de María, una mujer colombiana procedente de Bello (Colombia), y que reside en la ciudad de Elche desde 1999, se pueden observar las transformaciones que experimenta en cuanto a su forma de entender el amor y la sexualidad. Cuando tenía 15 años y vivía en Bello, idealizó lo que sería su primera relación amorosa, poniendo de manifiesto ese contraste del que nos habla Roca sobre el amor idealizado versus la futilidad del mismo (Roca 2007, 441). A continuación, el relato de María ilustra ese choque entre lo ideal y lo real del amor, y en este caso, de lo que ella piensa que sería su primera relación sexual. En concreto, un relato que ella me cuenta desde su habitación en Elche,6 con la tranquilidad y la intimidad de ese espacio.
tesco son el vehículo para sustentar la manera como se parejas y el ejercicio ordenador de la vida sexual. Las edades apropiadas para el noviazgo y el matrimonio, las formas de galanteo, las tasas de reproducción y la valoración positiva o negativa del sexo no procreativo,
homosexual, heterosexual o bisexual, o fuera del lazo conyugal, se relacionan directamente con las creencias respecto de la forma del deseo en su diferenciación por
género y generación, los cuales impactan y son impac-
tados por la conformación de las familias. Los patrones de residencia y de transmisión del patrimonio, así como la aceptación de formas monógamas seriadas o políga-
mas, influyen considerablemente sobre las prácticas sexuales. (Córdova 2003, 347)
Es decir, el parentesco se concibe como “estados ritualizados” (Collier y Rosaldo 1981) cuyas diferencias de género se transforman en desigualdad en el ejercicio de la sexualidad, algo que con la migración se revierte a partir de las nuevas interrelaciones que se producen en el contexto migratorio.
“Cuando yo conocí a Pedro, no era precisamente el hom-
Ahora bien, no desconocemos que el estudio de la sexualidad unido a la movilidad transnacional supone un gran reto para la investigación antropológica, puesto que conlleva interpretar comportamientos y significados a partir de descifrar las vivencias de la sexualidad, en este caso en el marco de las relaciones conyugales, como parte de un proceso impactado por la migración. A su vez, el análisis de la sexualidad desde la antropología feminista permite observar nuevas realidades socioculturales relativas al parentesco en su dimensión transnacional, en concreto, las prácticas sexuales como reguladoras de las relaciones de pareja —o expareja— heterosexuales en sus distintas configuraciones (noviazgo, matrimonio, divorcio) también transnacionales, y las transformaciones en las representaciones y posiciones de género que se generan en las personas implicadas en la migración.
de eso, ni siquiera hablábamos de lo que sería hacer el
bre de mis sueños, ya que cuando yo soñaba con Jua-
nita en nuestro despertar adolescente con el hombre de mis sueños, era un hombre muy sensible, totalmente romántico. Por ejemplo, soñábamos que cuando alguien nos diera nuestro primer beso íbamos a ir volando a la
luna, y cosas así. Por supuesto, cuando hablábamos amor, ya que eso era inimaginable de lo maravilloso que podía ser”. (María 2003)
Pero un día María conoció a Pedro, y como dice ella, se enamoró de él. Pedro formaba parte del movimiento social y político existente en su ciudad, y ella se quedó fascinada por su forma de hablar, por sus ideas políticas. Comenzó su noviazgo, y con ello, sus relaciones sexuales; posteriormente se casaron. Sin embargo, el ejercicio de la sexualidad desencadenó un embarazo de alguna forma esperado que produjo la profecía autocumplida de María en cuanto a la relación maternidad/fracaso/limitación, por el hecho de atribuir a las mujeres el cuidado de los hijos. Es más, el cuidado de María hacia sus hijos supuso el descuido de su marido hacia ella, incluso desde el embarazo. Para María, su embarazo contribuyó a la desmitificación del amor, ya que conllevó un duro golpe para ella, por dos motivos: en primer lugar, por la interrupción de lo que sería su futuro profesional, y en segundo lugar, porque durante su embarazo Pedro no se preocupó por ella, no la cuidó (le hacía cargar peso, limpiar la casa en el marco de un embarazo de riesgo, etcétera). Sus palabras respecto de la relación maternidadfracaso son las siguientes:
Sexualidad y conyugalidad en la migración colombiana A partir de los siguientes relatos muestro los significados que las mujeres, y algunos hombres, atribuyen a su sexualidad a partir de sus posiciones de género y parentesco, en el marco de sus relaciones de pareja. Para ello voy a partir de tres relatos enmarcados en diferentes momentos del ciclo de vida, impactados por la migración, y donde la sexualidad adquiere significados diversos.
6 Elche es la ciudad de España donde realicé parte del trabajo de campo para mi tesis doctoral.
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le pide el divorcio a Pedro. Hoy, ambos tienen una relación de pareja estable con otras personas. En palabras de María, la migración le posibilitó escapar de Pedro y tener la oportunidad de vivir una relación de pareja donde, actualmente, en el plano sexual se siente muy bien.
“A los dieciocho años quedé en embarazo, y eso para mí fue el susto que me esperaba, porque cada mes me esperaba el susto, pero yo me sentía y pensaba: ‘¿Ahora qué?
¡Si yo quería hacer muchas cosas, si yo quería salvar el mundo!’. Para mí fue un golpe, ya que por ejemplo mis
amigos del pasado podían pensar que había fracasado, lo que pasaba mucho en América Latina, ya que había
Lucía y Salvador
muchas chicas que tenían un hijo y pasaban a ser amas de casa”. (María 2003)
Cuando Lucía formaliza su noviazgo con Salvador, al poco tiempo de conocerlo, se producen situaciones amorosas mucho menos idealizadas con respecto a los deseos que ella manifiesta en su adolescencia. Aunque Lucía idealizó desde pequeña a la persona con quien se casaría y formaría una familia, al poco tiempo de conocer a Salvador se fue dando cuenta de que no existían los príncipes azules, sobre todo, por la exigencia y el chantaje de Salvador a Lucía para mantener relaciones sexuales durante el noviazgo. Las relaciones sexuales se circunscribieron al ámbito del matrimonio; de ahí la necesidad manifestada por Salvador de casarse cuanto antes. En este caso concreto, la sexualidad para Lucía estaba unida al matrimonio, a pesar de las múltiples insistencias de Salvador para que esto no fuera así.
En consecuencia, su embarazo todo lo cambió, y las relaciones sexuales con su marido disminuyeron. Además, María se sentía anulada por Pedro, porque no la valoraba y siempre tenía comentarios despectivos hacia ella. Cuando se produce la migración de María, ella deja a sus hijos a cargo de Pedro y comienza a enviar remesas económicas7 desde lejos. Para María la maternidad desde la distancia supuso ceder a los deseos de su esposo. Pedro le pedía dinero para sus estudios universitarios, y si no se lo enviaba, éste no dejaba que ella hablara con sus hijos por teléfono. Para que María lograra traer a sus hijos a España, tuvo que ofrecerle a Pedro la certeza de que cuando éste llegara a Elche volverían a una relación amorosa como la que tuvieron en los inicios de su relación, una relación conyugal donde María estaba completamente dedicada a su marido y donde sus relaciones sexuales no eran satisfactorias.
No obstante, relata Lucía, el hecho de que ella no quisiera tener relaciones sexuales durante el noviazgo, en cierta forma le sirvió para poder perdonar el hecho de que Salvador la engañara con otra mujer —cosa que Lucía desconocía— con la cual Salvador tenía un hijo. En realidad, una práctica sexual relacionada con una relación de infidelidad durante el noviazgo en el ámbito de las relaciones de género, y con la existencia de un hijo con otra mujer en el ámbito de las relaciones de parentesco. “Cuando ya nos casamos, me dijo que él tenía un hijo. Yo me enfadé mucho y lloré mucho pero se me pasó, estaba enamorada de él” (Lucía 2003).
En definitiva, en el caso de María se observa que la responsabilidad de la relación conyugal y maternal es en gran parte suya, a partir de la relación directa que se establece entre el género-parentesco —mujer, madre y esposa— y la construcción de los significados de la sexualidad que se enmarcan en este parentesco a partir del hecho constitutivo de la reproducción social (sexual, económica y afectiva) asignada a María, local y transnacionalmente. María fue responsable de sus cuidados durante su embarazo, luego de sus hijos, y también de su esposo, y cuando se produjo la migración siguió siendo igual, ejerciendo desde la distancia sus “responsabilidades de género-parentesco” como madre y esposa. Sin embargo, cuando sucede la migración de Pedro a Elche, María se niega a mantener una relación conyugal y sexual en la sociedad de origen y le pide a su amiga Lucía que aloje a Pedro en su casa. Pasados unos meses, María
Lucía siempre supo de las continuas infidelidades de Salvador, por un lado, porque la gente lo sabía y se lo hacía saber, y por otro lado, porque ella siempre encontró evidencias de estos engaños. “También me pasó que un día sospeché y me fui corriendo a casa y no vi a nadie, pero sí que estaban allí
juntos. Mi vida siempre fue así de dura. Cuando los vi
empecé a chillar como una loca y me fui a la cocina y
cogí un cuchillo para matarlos y fui detrás de Salvador que se escondía de mí. Abrió la puerta y salieron
7
corriendo, las vecinas me pararon y me encontré en el
Por remesas económicas se entiende “las transferencias de una cantidad específica (normalmente entre 150 y 200 euros), con una frecuencia mensual, quincenal y, en el menor de los casos, semanal, y que se repiten a lo largo del año (al menos 10 veces por año, en el caso de ser mensuales)” (Rivas y Gonzálvez 2011, 76).
suelo, decían que echaba espuma por la boca. Él fue un descarado, y si tenía que hacer algo, que lo hiciera fuera de la casa”. (Lucía 2003)
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Sin embargo, Lucía también mantuvo una relación con un hombre en el marco de su matrimonio con Salvador. En el siguiente relato, se aprecia la conversación entre Lucía y su hermano, sobre una salida que ambos hicieron, ella para pasar tiempo con la persona que decía era el amor de su vida, el cual no era su marido, y su hermano, para compartir tiempo con su amante, quien era una de las amigas más cercanas de Lucía. En este ejercicio de encubrimiento, a partir de organizar una salida para que cuatro personas mantuvieran relaciones sexuales fuera de su relación formal, en este caso, el matrimonio, sobresalió una reciprocidad basada en la relación de parentesco entre hermana y hermano. A continuación, el hermano de Lucía le cuenta lo que piensa su amante, sobre el amante de ella.
poco a poco fueron encontrando momentos para estar solos, y pronto comenzaron a salir como novios. A los pocos meses de salir juntos, Estela y Roberto mantuvieron relaciones sexuales y Estela quedó embarazada de su primer hijo. La relación se mantuvo bien por un tiempo, cuenta Estela, hasta que Roberto comenzó a tener muchos ingresos con su negocio en el ámbito del calzado, a consumir drogas y a salir con mujeres. En los siguientes dos relatos de Roberto y Estela, se pone de manifiesto la relación conyugal subordinada en función del género y su articulación con la conformación de los motivos individuales para la migración de Estela. “Yo tenía cuatro fábricas y ganaba mucho dinero, y
Lucía: cuéntame que te dijo ella sobre él ¿Qué te dijo?
eso fue una de las grandes cosas que me alejó del hogar
Hermano: no le pareció
y de la familia. La gente me estaba robando, y por otro
Lucía: ese señor no es para usted, me dijo ella
lado, yo me estaba dejando llevar por las mujeres de
Hermano: eso mismo me dijo a mí.
la calle. Estela me decía: ‘¿Usted me quiere?’. Y yo le
Lucía: ¿Qué te dijo? ¿Qué me merecía algo mejor?
decía que sí, pero que no sabía por qué lo hacía, le
Hermano: Sí, y yo le dije que él estaba trabajando, y ahí
decía que yo nunca había estado con mujeres, y que
me dijo ella que físicamente no le parecía. Yo le dije a
la conocí a ella sin antes haber vivido una juventud,
ella que uno empieza bonito y termina feo.
antes que con ella no había estado con nadie. Ella no
Lucía: Y además, ¿es que acaso me enamoré de él ahora?
sabía qué hacer”. (Roberto 2003)
Yo me enamoré hace 17 años, y hace 17 años era un pinta
A continuación, en el relato de Estela se manifiesta su deseo de migrar para alejarse de su esposo, cuya infidelidad supuso un deterioro enorme en su relación de pareja y en la relación del padre, Roberto, con sus hijos.
también. (Pablo 2006)
Pero una vez en Elche, Lucía cuenta que ella ha conseguido negociar con Salvador aspectos relativos a sus relaciones sexuales. Ella menciona como algo muy positivo, el hecho de haber conseguido que Salvador se duche antes de acostarse con ella, un gran logro que le permite disminuir sus infecciones vaginales, y que la hace sentir mejor en cuanto a autoestima, por la posibilidad de negociar. Además, ella piensa que Salvador, con la migración, “se ha vuelto más formal” —es decir, no la engaña—, aunque piensa que es cuestión de tiempo. En efecto, la construcción de los significados de la sexualidad en el marco de la relación conyugal se modifica en el contexto de destino, a partir de las posibilidades de negociación que le otorga a Lucía su protagonismo en la provisión económica y en la reproducción social de la familia.
“La decisión de venirnos para España la tomé yo. Estuvimos muy bien económicamente de 1990 al 2000, pero
en el año 2000 se notó un cambio muy grande en la economía general del país, pero un cambio exagerado, de negocios que eran así como el nuestro, cerrados por
quiebra. Y yo empecé a preocuparme, y también tenía-
mos los problemas de pareja, ya que Roberto empezó a salir con otras mujeres y llegamos a tocar el tope. De estar en la abundancia y de haber exagerado, empezó a
tambalear la economía y el hogar cada vez más. El bajón era económicamente y como pareja. Las cosas entre los dos o se acababan o se mejoraban, pero así no podían
seguir, y yo pensé: ‘Y si me voy a España, trabajo y mejora nuestra situación económica, y también me doy
Estela y Roberto
una tregua con Roberto’”. (Estela 2003)
Para Estela, Roberto fue su primer amor y su primera y única relación sentimental. Roberto era amigo del hermano de Estela, y cada vez que Roberto iba a ver a su amigo intentaba encontrarse con Estela. Al principio se veían acompañados de la familia de Estela, pero
En efecto, una vez en Elche, se produce la estabilidad en la pareja. Para ambos, la migración les permitió retomar su relación sentimental. Roberto dice que ha cambiado por completo y que no tiene ninguna tentación respecto de tener relaciones sexuales con otras mujeres, como
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sucedía cuando estaba en Bello. Tanto es así que ambos, que no estaban casados, decidieron contraer matrimonio en la ciudad de Elche.
sobre las transformaciones y permanencias en las relaciones de género-parentesco hacía que algunas mujeres me relataran las negociaciones que estaban llevando con sus parejas en el ámbito de lo sexual, aunque el tema de la sexualidad no fuera una pregunta directa.
“Desde que llegué de Colombia las cosas han cambiado mucho. Yo recuerdo que por estar metido en drogas
Cuando viajé a Bello sucedió que los relatos adquirieron contexto y aparecieron las experiencias de infidelidad en las mujeres, a partir de los encubrimientos por parte de amigas o miembros de la familia para encontrarse con sus amantes —“hacer cuarto”—, la práctica de la maternidad —y la paternidad— también a distancia, las cadenas de cuidado entre mujeres, los discursos sobre lo que sentían y lo que esperaban de una relación conyugal, etcétera. También pude constatar el ejercicio de control del cuerpo sexuado de las mujeres por parte de los hombres. Este control implicaba saber a dónde iban cuando salían y con quién, todo ello a partir de la solidaridad masculina entre los hombres de la familia (en este caso, entre hermanos) y los amigos, quienes se informaban entre sí sobre dónde estaban las mujeres, que eran sus hermanas, y las esposas de sus amigos. También fui consciente de que me controlaban a mí, cuando algunos hombres asumieron el hecho de que mi ausencia por diez días de mi trabajo de campo y de mis dinámicas cotidianas con las familias estaba relacionada con que tenía un “novio colombiano”. Algo que me explicitaban siempre.
y luego, por mi negocio, conseguía mucho dinero que
gastaba en prostitutas, sino era una cosa, era la otra,
pero nunca estaba en casa, nunca estaba con los niños.
Ahora las cosas son distintas y aunque sé que ellos son mayorcitos, mi relación es diferente”. (Roberto 2003)
En este caso, las transformaciones de determinadas prácticas, por ejemplo, que Roberto no le sea infiel a Estela en el nuevo contexto, permiten que se mantengan y se fortalezcan en origen los significados de género y parentesco existentes dentro de la pareja antes de la migración.
Migración y sexualidad a partir de la etnografía multisituada8 En palabras de Vance (1991, 122), “en este momento en que la antropología ‘redescubre’ al sexo, necesitamos considerar dos cuestiones: ¿quién será el encargado de observar? y, lo que es más importante, ¿qué es lo que seremos capaces de observar? Necesitamos ser explícitos acerca de nuestros modelos teóricos, cuidarnos de su historia y conscientes de nuestra práctica”. Como ya lo mencioné, si bien mi indagación inicial no se relacionó con la práctica sexual de los migrantes, las relaciones de confianza que se dieron posteriormente con las mujeres entrevistadas —y algunas de sus parejas— desencadenaron conversaciones sobre su sexualidad. En concreto, cuando realicé mi trabajo de campo en Elche con población colombiana, me di cuenta desde el primer momento de que las mujeres siempre se mostraban proclives a ayudarme, ofreciéndome una entrevista o facilitándome la consecución de las mismas. Es más, durante el tiempo que conviví con quien consideré como la familia clave, me resultó más fácil entrevistar a mujeres que a hombres, sobre todo, por la relación de complicidad que establecí con ellas. Esto desencadenó que, poco a poco, algunas de estas mujeres decidieran hacerme partícipe de ciertas transformaciones que estaban experimentando en el ámbito de su sexualidad. El hecho de indagar
Esta situación de control hacia las mujeres colombianas y hacia mí me hizo reflexionar sobre el hecho de que hablar de sexualidad como una categoría emergente en mi etnografía multisituada implicaba, por un lado, mencionar que fui cómplice de las mujeres de mi tesis en muchas ocasiones, colaborando en sus salidas, siendo coartada de las mismas, etcétera. En definitiva, hablar de ello implicaba mostrar algunas prácticas que eran “ocultas”. Por otro lado, también me di cuenta de que hablar de la sexualidad de los migrantes y las prácticas sociales que la acompañaban, sin hablar del etnógrafo, es decir, de mí, como sujeta sexualizada, era difícil, puesto que obviaba parte del proceso de acceso a la información en esta enografía. Estas situaciones, producto del trabajo de campo, me hicieron recordar las palabras de Nieto, cuando menciona que […] una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. Es difícilmente asumible que se practique, sin brecha
alguna, la abstinencia sexual en la acción de campo.
8 Por etnografía multisituada, me refiero al método etnográfico que construye los mundos de sus sujetos situados en lugares diferentes, estableciendo etnográficamente aspectos del sistema a través de las asociaciones y conexiones sugeridas entre los distintos lugares (Marcus 1995, 96).
Generalmente, el profesional de la antropología
cuando se desplaza a ejercitar sus prácticas de campo, está en la veintena o treintena, edad particularmente
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Dossier
Reflexiones finales
activa desde el punto de vista sexual. ¿Qué sucede? ¿El trabajo de campo hace del antropólogo santo varón?
A lo largo de este trabajo hemos indagado el impacto de la migración transnacional en las relaciones conyugales de las mujeres migrantes colombianas, quienes iniciaron la migración como un proyecto familiar y económico, dentro del cual experimentaron transformaciones en sus prácticas sexuales. Para lograrlo, nos hemos centramos en la articulación de las categorías género y parentesco como enfoque analítico, para interpretar los procesos de continuidad y/o de cambio que experimentan las migrantes en sus relaciones sexuales, y cómo esto impacta en sus relaciones conyugales.
¿Y reconvierte a las antropólogas en Santa Águeda que, como se sabe por la leyenda, prefirió optar por la
amputación de los pechos al trato carnal de los desalmados solicitantes? Habrá de todo. Abstinencia de la
práctica sexual y silencio de la sexualidad en la práctica textual. (Nieto 2001, 152-153)
En mi etnografía, me relacioné desde la consciencia de ser un sujeto sexualizado, pero me sucedió lo contrario a lo que le pasó a Wade, puesto que hice trabajo de campo sin la presencia de un “novio” colombiano. Él relata que su noviazgo con mujeres colombianas, una en Unguía, cerca de la frontera de Colombia con Panamá, y otra en Medellín, le ayudó a adoptar una “identidad de género confortable” (Angrosino, citado en Wade 1993), donde él, como hombre occidental, no supuso una amenaza para los hombres, en cuanto posible competidor en el acceso a las mujeres, porque ya tenía pareja (Wade 1993). En mi caso, hacer trabajo de campo significó que tuviera que llevar las relaciones con los hombres con cierto cuidado, puesto que había muchas insinuaciones sexuales que de alguna manera tenía que manejar.
Como se ha mostrado en los relatos anteriores respecto de tres relaciones de pareja, el ejercicio de la sexualidad tiene unos significados atribuidos/asignados culturalmente en función del género y el parentesco, y que dependen del ciclo de vida en el que se encuentren insertos hombres y mujeres. De esta forma, hemos podido observar cómo el comportamiento esperado y permitido para cada uno de los géneros-parentescos (cuando se es novia/o, madre/padre, esposa/o, etcétera) está inmerso en un plano de prácticas sociales donde la sexualidad es un eje de diferenciación social en los diversos momentos del ciclo de vida (noviazgo, matrimonio, maternidad, paternidad, etcétera) que desencadena determinadas prácticas sociales que son las consideradas “correctas” o “incorrectas” para cada uno de estos momentos. Sin embargo, no siempre los hombres y las mujeres actúan de acuerdo a lo esperado para su género y parentesco, en función de la institución social en la que se encuentren insertos (matrimonio, noviazgo, etcétera). Además, como hemos visto en este trabajo, la migración impacta las prácticas sexuales de hombres y mujeres y genera cambios en la gestión de sus relaciones conyugales en un contexto transnacional.
En definitiva, lo que quiero señalar es que las formas de relación con los informantes son muy diversas, las cuales son producto del tipo de complicidad que se crea. Esta complicidad, a su vez, se encuentra determinada por el género, la clase social, la nacionalidad y la edad, sobre todo, la que uno aparenta, algo de lo que el etnógrafo o la etnógrafa es consciente en su forma de interactuar con los demás, y en consecuencia, de obtener la información que se necesita. Por lo mencionado, pienso que es importante hablar de forma clara y abierta de la práctica del etnógrafo, de su forma de interactuar con los demás, sobre todo si esto facilita el acceso a la información sobre la vida íntima de las personas estudiadas, más si cabe, si el hecho de tener relaciones íntimas con personas autóctonas facilita el acceso a determinada información. La vida privada del etnógrafo durante el trabajo de campo debería adquirir cierta visibilidad, puesto que, de alguna manera, es una parte más del trabajo de campo que el etnógrafo realiza, sobre todo, cuando se vive inmerso en una cultura diferente a la de origen. En definitiva, debemos ir más allá de la dicotomía de lo que es correcto y lo que no es correcto en la práctica etnográfica, ya que, por este motivo, muchas prácticas de acceso a la información permanecerán invisibilizadas, y, en consecuencia, la categoría “sexualidad” quedará en un lugar marginal.
Observamos, por ejemplo, que en Elche Roberto dice que no es infiel, a diferencia de las infidelidades descubiertas y las contadas a Estela durante su relación en Bello. De esta forma, es cierto que se experimentan cambios en la relación conyugal producto de la migración, puesto que el dinero que gana Roberto lo destina a la familia, y no a la prostitución, y porque pasa más tiempo con sus hijos, aunque éstos ya son mayores. También está Lucía, quien estando en Bello “hacía cuarto” a sus amigas para cubrirse entre ellas cuando quedaban con sus amantes. Pero, por otro lado, estaba el marido de Lucía, el cual mantuvo continuas relaciones fuera del matrimonio cuando vivían en Bello,
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que en ningún caso supuso la ruptura del matrimonio. Por el contrario, en Elche Lucía encuentra que Salvador “se porta bien”, y logra negociar prácticas de higiene en sus relaciones sexuales con él. Por último, están María y Pedro. María cuenta que en Bello tenía una relación sexual y afectiva insatisfactoria con su marido, pero una vez se produce la migración a Elche, se divorcia. La sociedad de destino es el lugar donde ella rompe con su vida anterior, llena de frustraciones, que tienen que ver con sus relaciones sexuales, con la vivencia de la maternidad y con el desarrollo de su futuro profesional.
pero que resultó ser muy pertinente, puesto que si, por ejemplo, no hubiera recorrido las calles de la infancia y la adolescencia de Lucía en Bello, si no me hubiera presentado a sus amigas de toda la vida, o si no hubiera conocido al que ella llama “el amor de su vida”, no me habría contado muchas experiencias del orden de lo privado, de lo íntimo, de lo sexual. Analizar el parentesco transnacional en su dimensión no sólo maternal, sino también conyugal, permite pensar en las mujeres más allá de las prácticas de cuidado y crianza, y como sujetas cuya sexualidad se encuentra impactada por la migración, durante ésta y después de migrar.
A lo largo de estos ejemplos mostrados, observamos cómo el matrimonio, el noviazgo y la maternidad/paternidad, en estos casos, son instituciones que circunscriben pública y privadamente a hombres y mujeres en ciertas prácticas sexuales, y no en otras, que son de alguna forma sancionadas por la sociedad, entre ellas, la “infidelidad”, aunque, como hemos observado, sean llevadas a la práctica igualmente tanto por hombres como por mujeres. Sin embargo, con la migración se producen ciertas transformaciones y permanencias en el ámbito de lo sexual (mayor higiene, fidelidad o divorcio).
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La migración transnacional redefine la relación conyugal y la maternidad, pero no sólo eso, sino que con la migración, los cambios en determinadas prácticas sexuales y formas de relación social permiten transformaciones que revierten en expresiones de mayor autoestima en las mujeres, ya sea por la negociación de determinadas prácticas (higiene), la ruptura (divorcio) o el cese de algunas relaciones de pareja. Es por todo ello que la etnografía multisituada, para el análisis de la sexualidad, posibilita conocer ciertas prácticas del orden de lo privado, entre ellas, las sexuales. En este punto, se puede observar que las relaciones que construí con los informantes en Elche me dieron la oportunidad de compartir experiencias relacionadas con sus prácticas sexuales a ambos lados del Atlántico (en Bello y en Elche). A partir de ello, pude darme cuenta de que las experiencias relacionadas con la infidelidad de las mujeres o sus parejas quedaban enmarcadas en el tiempo pasado y en la sociedad de origen, y de la inexistencia de las mismas en el tiempo presente y en la sociedad de destino. Incluso, la “infidelidad”, en algunas mujeres, no formó parte de las entrevistas realizadas en Elche, sino que apareció en sus relatos, una vez esas mismas personas fueron entrevistadas en Bello.
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Otras prácticas educomunicativas: otras sexualidades, potencialmente otro ethos científico* Tania Pérez Bustosv - Daniela Botero MarulandaD Fecha de recepción: 09 de julio de 2013 Fecha de aceptación: 18 de enero de 2014 Fecha de modificación: 27 de febrero de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.09
RESUMEN El artículo analiza las prácticas de educación-comunicación realizadas por científicas colombianas autorreconocidas como lesbianas. El objetivo de este estudio es doble. Por un lado, busca comprender los modos en que ciertas sexualidades no heteronormativas potencialmente reconfiguran la producción/circulación de conocimiento experto, en especial aquel que privilegia valores androcéntricos. Y por otro, pretende problematizar y redimensionar el lugar marginal que ocupan ciertas prácticas, principalmente de carácter educativo, en la producción de conocimiento experto. Metodológicamente, el estudio se basa en una aproximación etnográfica a las prácticas educomunicativas de ocho científicas lesbianas colombianas. Teóricamente, el análisis tomó como referente las discusiones feministas que se han dado sobre los asuntos del cuidado en la ciencia.
PALABRAS CLAVE Asuntos del cuidado en la ciencia, relacionalidades, profesoras lesbianas, pedagogía crítica.
Other Edu-Communicative Practices: Other Sexualities, Potentially another Scientific Ethos ABSTRACT This article analyzes the communicative and educational practices performed by female Colombian scientists self-recognized as lesbians. The objective of this study was twofold. Firstly, it seeks to understand the ways in which non-heteronormative sexualities have the potential to re-shape the production/circulation of expert knowledge; especially that which favors androcentric values. Secondly, it seeks to problematize and re-dimension the marginal place of these communicative and educational practices in relation to the production of expert knowledge. Methodologically, the study is based on an ethnographic approach to the edu-communicative practices of eight lesbian scientists in Colombia. Theoretically, it takes the feminist discussions that have studied matters of care in techno-science as a reference point for the analysis.
KEY WORDS Matters of care in techno-science, relationalities, lesbian professors, critical pedagogy.
*
Este artículo recoge parte de los resultados del proyecto de investigación “El papel de posiciones de género no hegemónicas en la comunicación del conocimiento científico: un estudio sobre las experiencias trans, lésbicas y/o de racialización de investigadoras colombianas en universidades públicas y privadas”. El estudio se llevó a cabo entre 2012 y 2013, con la financiación de la Pontificia Universidad Javeriana, Colombia.
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Doctora en Educación por la Universidad Pedagógica Nacional. Profesora asistente Departamento de Antropología de la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia) y miembro del grupo de investigación “Identidad y prácticas de poder”. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Of Caring Practices in New Media Science Communication: Seeing Through Trans-Women Scientists’ Experiences. Signs: Journal of Women in Culture and Society 39, n° 4 (2014); Entre el afuera y el adentro. La configuración del campo académico y sus fronteras desde las prácticas comunicativas de científicas negras en Colombia. Revista Co-herencia 10, n° 18 (2013): 189-220, y Una lectura desde los estudios feministas de las tecnologías: el caso OLPC y Sugarlabs en Colombia. Nómadas, 36 (2012): 111-125. Correo electrónico: tpbustos@gmail.com Antropóloga de la Pontificia Universidad Javeriana, Colombia. Asistente de investigación en la Pontificia Universidad Javeriana y miembro del grupo de investigación “Identidad y prácticas de poder”. Entre sus últimas publicaciones se encuentra: Entre el afuera y el adentro. La configuración del campo académico y sus fronteras desde las prácticas comunicativas de científicas negras en Colombia. Revista Co-herencia 10, n° 18 (2013): 189-220. Correo electrónico: danielabotero@gmail.com
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Outras práticas educomunicativas: outras sexualidades, potencialmente outro ethos científico RESUMO Este artigo analisa as práticas de educação-comunicação realizadas por cientistas colombianas autorreconhecidas como lésbicas. Este estudo tem duplo objetivo. Por um lado, procura-se compreender os modos em que certas sexualidades não heteronormativas potencialmente reconfiguram a produção/circulação de conhecimento especializado, em especial aquele que privilegia valores androcêntricos. E, por outro, pretende problematizar e redimensionar o lugar marginal que ocupam certas práticas, principalmente de caráter educativo, na produção de conhecimento especializado. Metodologicamente, o estudo se baseia em uma aproximação etnográfica às práticas educomunicativas de oito cientistas lésbicas colombianas. Teoricamente, a análise tomou como referentes as discussões feministas que se vêm realizando sobre os assuntos do cuidado na ciência.
PALAVRAS-CHAVE Assuntos do cuidado na ciência, relacionalidades, professoras lésbicas, pedagogia crítica.
Introducción
E
n este artículo nos interesa explorar el trabajo pedagógico desarrollado por científicas autorreconocidas como lesbianas y que están vinculadas con universidades colombianas. El objetivo de esta exploración es comprender los modos en que unas ciertas sexualidades potencialmente reconfiguran la producción/circulación de conocimiento experto,1 y lo hacen poniendo en escena un cierto ethos del cuidado. Esta exploración parte de dos antecedentes/ ejes analíticos que explicamos a continuación.
una jerarquía de género dicotómicamente construida, y por tanto, de carácter heteronormativo, según la cual los sujetos que se ajustan más fácilmente a este sistema de prácticas y valores estarían dentro del campo científico, y quienes no, aquellas personas que socialmente encarnan el otro lado de la dicotomía —que son indecisas, colaborativas, inestables, afectuosas—, se encontrarían por fuera del campo. O en otras palabras, no serían sus mejores representantes. Esto hace de la ciencia un escenario en muchas ocasiones hostil para sujetos que, aun siendo parte de este territorio de privilegios, ocupan allí posiciones que potencialmente cuestionan la normativa binaria que la ha construido (McKenzie-Bassant 2007).2
En primer lugar, la posición excéntrica que estas investigadoras tienen/asumen dentro del campo científico (De Lauretis 2004). Retomando las discusiones que se han hecho desde el punto de vista de los feminismos, de las críticas feministas a la ciencia (Fox-Keller 1991; Haraway 1995; Harding 1986), entendemos este escenario como atravesado y configurado por valores, prácticas y expectativas de carácter androcéntrico. En relación con esto, Rhoton (2011) señala que el campo científico está organizado en torno a una serie de normas disciplinarias que privilegian una posición de sujeto de la ciencia caracterizado por ser decisivo, metódico, competitivo y desapegado emocionalmente —cabe decir que esta posición y su carácter normativo se encuentran respaldados por un constructo institucional y unas formas de medir la actividad científica a escala tanto nacional como geopolítica—. Ahora bien, dicha organización supone
Tradicionalmente, la pregunta por la diversidad dentro del campo científico, en especial en Iberoamérica, se ha resumido en indagar lo que pasa con las mujeres científicas dentro de este territorio, su ausencia en ciertas disciplinas, las barreras que tienen para ascender y ocupar cargos de decisión, los posibles sesgos de género que afectan su productividad y los subsecuentes efectos sala-
2 Siguiendo los planteamientos de las teorías del punto de vista feminista (Harding 2004), dicha posición excéntrica tiene un privilegio epistemológico para explicar aquello que define y condiciona un escenario hostil, en este caso configurado por el género y la sexualidad de maneras particulares. Dicho privilegio se traduce en un potencial para reconfigurar ese escenario. Potencial que, en este caso, está socialmente configurado no sólo por la sexualidad, sino por la posición de clase que ocupan las profesoras entrevistadas. En este sentido, los planteamientos que aquí se hacen sobre las formas como estas científicas reconfiguran el campo científico deben entenderse como una posibilidad definida sociobiográficamente, y no como una característica esencial a su posicionamiento como lesbianas.
1 Nos referimos aquí a conocimiento codificado producido desde el campo científico.
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Otras prácticas educomunicativas: otras sexualidades, potencialmente otro ethos científico Tania Pérez Bustos, Daniela Botero Marulanda
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riales (Daza-Caicedo 2010; Daza-Caicedo y Pérez-Bustos 2008; Fernández 2006; Pérez 2011). Esta entrada tiene como base un doble supuesto. Por un lado, que el universo de quienes producen conocimiento científico está conformado por hombres y mujeres en sentido general, y, por otro, que son estas últimas quienes encarnan la principal alteridad dentro de este territorio. En este contexto de generalizaciones, el universal de mujer que se construye privilegia una idea heteronormativa de lo femenino, en donde las discriminaciones y las barreras, tanto como las posiciones particulares dentro del campo científico, están construidas por mujeres madres o mujeres esposas. Dicho estereotipo desconoce otras posibles diversidades dentro de lo femenino como constructo cultural que potencialmente también puedan conformar de maneras alternativas el campo científico.
mientras que las actividades de carácter educativo y comunicativo son vistas como orientadas a la apropiación social del conocimiento (Colciencias 2013). Esta jerarquía es co-construida dentro de las universidades colombianas a la hora de definir los criterios de ascenso en el escalafón profesoral.3 Esta situación lleva a que las prácticas educativas y comunicativas sean vistas institucionalmente como iniciativas que deben asumirse a título personal dentro del campo científico, incluso cuando son concebidas por quienes investigan como elementos inmanentes a su producción de conocimiento. Esto va a suponer que dichas actividades se conviertan en una doble carga para quienes las desarrollan; en algo que se hace en paralelo a la escritura de artículos, por ejemplo, en espacios que “toca defender a capa y espada […] pues las interacciones se vuelven complicadas, los tiempos no coinciden” (Marcela Castro4 2012), o prácticas a las que se debe renunciar pues suponen contradicciones con lo que el campo científico demanda: “o me comunico con otros afuera de la academia o escribo para la academia y avanzo en la carrera” (Laura Correa 2012).
Éste es el caso de las investigadoras lesbianas en su propia diversidad; ello no en un sentido esencialista, sino tomando en consideración el privilegio epistémico que potencialmente ostentan, dada su condición de intelectuales de clase media. Siguiendo a Ferfolja (2009) para el caso anglosajón, diríamos que el lugar de alteridad que ocupan las profesoras lesbianas dentro de las universidades se construye como un lugar marginal marcado por la discriminación, el acoso y la negociación de la sexualidad en el trabajo, pero también marcado como un lugar de poder particular que está latente.
Ahora bien, este lugar secundario también va a estar construido desde el imaginario público sobre lo que hacen y son las y los científicos como sujetos que trabajan solitariamente y cuyo quehacer es experimental o intelectual, pero no pedagógico, comunicativo o de apoyo (Ruiz-Mallén y Escalas 2012). Un imaginario que en todo caso desconoce el lugar que las científicas lesbianas con las que trabajamos otorgan a estas prácticas. Ellas identifican que son justamente estas actividades de carácter educativo, que se desarrollan con otras y otros no científicos, las que le dan sentido a su trabajo investigativo: “yo abogo por una academia que está más afuera, más consciente de su posición, que entra y sale, que intenta apoyar con lo que sabe hacer, que se baja de la torre de marfil, que se puede burlar de su propia posición” (Marcela Castro 2012). Asunto que va a configurar nuevamente su posición excéntrica dentro del campo científico.
Ahora bien, un segundo antecedente importante de este estudio va a ser el lugar doblemente marginal que ocupan las prácticas educativas en lo que se asume como producción legítima de conocimiento científico. Asunto que por su parte va a situar de maneras particulares el lugar ya marginal, no por ello desprovisto de poder, que potencialmente ocupan las científicas en las que se basó este estudio. Para el caso colombiano, estas prácticas —que se encuentran intrínsecamente configuradas desde matrices pedagógicas, como la docencia universitaria, los ejercicios de educación no formal con comunidades de base, el trabajo de formación y sensibilización a servidores públicos, el acompañamiento personalizado a estudiantes o comunidades— no son consideradas por los sistemas de ciencia y tecnología como productos de nuevo conocimiento. Ejemplo de ello son los indicadores de producción de ciencia que son promovidos desde la entidad que organiza el sistema colombiano de ciencia y tecnología. Desde allí se reconoce que los productos que permiten evidenciar la generación de conocimiento son principalmente publicaciones en revistas o libros de carácter científico,
Es de nuestro interés presentar cómo estos lugares excéntricos tienen el potencial de reconfigurar el sentido de ciencia clásico y de constituirse en ejemplos de ciencias sucesoras (Harding 1986), o de lo que de modo más
3 Como ejemplo, consultar: reglamentos profesorales de la Pontificia Universidad Javeriana (2002) o de la Universidad del Rosario (2002). 4 Por políticas de confidencialidad de la investigación, todos los nombres de las mujeres con quienes trabajamos se han cambiado.
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reciente Pérez-Bustos (2014) ha llamado una ciencia cuidadosa. En este diálogo buscamos también tratar de entender cómo esa posibilidad está atravesada por la posición que estas científicas tienen en relación con su sexualidad, a la vez que la configura, de modo latente.
frente a otros y otras que se encuentran en una situación de marginalidad como la suya, marcada por su posicionamiento frente a la diversidad sexual (Ferfolja 2009). Esta primera categoría la abordamos en el apartado intitulado “Pensar con y desde las relacionalidades”. En segundo lugar, entendemos que el cuidado es un acto reparador. Como principio, esta idea nos invita a comprender que las vulnerabilidades son configuradoras de lo humano y, por tanto, que todos necesitamos de cuidado y que todos podemos cuidar. Más aún en un mundo estructurado por jerarquías e injusticias sociales. Desde un enfoque feminista, esto supone comprender que las acciones humanas están entretejidas por dimensiones afectivas, colectivas y cotidianas, no siempre visibles o consideradas relevantes cuando buscamos desentramar lo social como aquello orientado por intereses individuales, pragmáticos y materiales. En el contexto de este estudio, entendemos las prácticas comunicativas de las científicas en cuestión como actos reparadores, orientados a la construcción de colectividades, que tienen lugar en un contexto hostil a la diversidad (Carrera 2013; McKenzie-Bassant 2007). Abordamos el análisis de esta categoría en el apartado “Profesar para transgredir”.
Marco teórico Entendemos el cuidado en la ciencia y la tecnología como un ethos que configura de modos particulares el pensamiento crítico, en ocasiones llegando incluso a excederle (Puig de la Bellacasa 2011). En este sentido, pensar desde el cuidado supone repolitizar nuestras prácticas intelectuales desde el ámbito de la cotidianidad y la afectividad (Pérez-Bustos y Botero 2013). Pero también orientar dichas prácticas al sostenimiento de lo vital en un sentido amplio (Fischer y Tronto 1990). Esta definición básica se alimenta de las discusiones sobre el cuidado como trabajo que se han adelantado desde el feminismo (Arango y Molinier 2011) y que han privilegiado el estudio de ciertos oficios subalternos, como es el caso del trabajo doméstico. A tono con estas reflexiones, nuestra concepción del cuidado reconoce la dimensión ético-política que está inserta en aquellas actividades orientadas a mantener la vida. A diferencia de éstas, concebimos el cuidado, más que como un oficio, como una práctica con una cierta potencialidad política. Cuatro aspectos nos interesa subrayar sobre esta idea del cuidado que estamos proponiendo: su naturaleza colectiva e interdependiente, su ímpetu reparador, sus modos de hacer y el contexto marginal, precarizado, en el que se enmarca. Exponemos a continuación cada uno de ellos, para luego presentar los modos en que éstos se reconfiguran a la luz del trabajo de campo realizado.
Cuidar es una disposición, pero también una actividad; una intencionalidad que supone una serie de formas de hacer concretas que principalmente acontecen en esferas cotidianas. En este marco, esa idea de sostener y reparar lo vital que acabamos de mencionar, sólo es un horizonte posible, por cuanto se ancla en una serie de acciones concretas para entrar en contacto con otros y otras, para ser con otros y otras. Como preocupación, el cuidado está entramado por cierto valores como la sensibilidad, el compromiso, la afectividad (Precarias a la Deriva 2005; Sevenhuijsen 2003). Como ocupación, el cuidado está compuesto de prácticas emocionales y de servicio que son transversales a múltiples esferas de la vida, y que, como ya hemos dicho, tienen un potencial transformador. En el análisis, esta categoría la trabajamos en el apartado “Estrategias del hacer cuidadoso”.
Cuidar supone asumir que somos vulnerables y que, por tanto, vivimos en un contexto de mutua dependencia. En este sentido, el cuidado se traduce en una serie de prácticas orientadas a ocuparse y preocuparse de los otros, desde las que se tejen redes que propician autonomías relativas (Sevenhuijsen 2003). En este sentido, desde una perspectiva feminista, el cuidado supone lo colectivo, la construcción de vínculos, el tejido de relaciones de solidaridad. En este artículo nos interesa comprender el ejercicio de comunicar el conocimiento científico como una práctica no transmisora de información, sino configuradora de vínculos desde los cuales se construye conocimiento en y desde la relación con otros y otras. Esta condición posiciona a las científicas con las que trabajamos como referentes dentro de la academia
Este potencial transformador, sin embargo, tiene lugar en un contexto en el que el cuidado es una dimensión de lo vital marginal y, en ocasiones, invisible. En este sentido, los estudios que se han hecho desde la crítica feminista sobre los trabajos del cuidado subrayan la condición devaluada de aquellos oficios orientados a cuidar, y la relación sociológica entre dicha devaluación y su feminización (Arango 2008; Molinier 2012). Con esto de presente, referir al cuidado como (re)configurador del campo académico y hacerlo desde una perspectiva femi-
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nista supone enmarcar sus prácticas en un contexto de neoliberalización de las universidades como escenarios privilegiados para la producción de conocimiento en países como Colombia. Allí, la búsqueda por comunicar públicamente el conocimiento debe entenderse como una actividad no reconocida por los sistemas de ciencia y tecnología, o a lo sumo, vista como una actividad que debe estar al servicio de un cierto tipo de producción de conocimiento; una ciencia eficiente, inserta en un contexto capitalista, en donde el ser con los otros y el construir vínculos vitales no son prioritarios. Iniciamos el análisis con la aproximación a esta primera dimensión del cuidado en el apartado “Autonombrarse afuera”.
McKenzie-Bassant 2007). Sobre esto, una de las científicas señaló en el momento de contactarla: “Muchas gracias por su comunicación. Su investigación suena muy interesante. Primero, me gustaría saber cómo serían las políticas de confidencialidad de su investigación. Esto último, porque si bien habrá algunas científicas que se reconozcan lesbianas, no sé si quieran salir del clóset por una investigación” (Laura Correa 2012). Con esto de presente, reconocemos que hubo intentos fallidos de incluir en el proyecto a otras profesoras en otras universidades y ciudades, distintas a las ya identificadas, esto a pesar de que la referencia era de confianza mutua. En la mayoría de estos casos, las profesoras contactadas ni siquiera acusaron recibo de la comunicación.
A continuación presentamos la aproximación metodológica que seguimos en la investigación. Luego de esto, nos adentramos en las dimensiones del cuidado previamente mencionadas, recogiendo en cada caso los posicionamientos y prácticas que las investigadoras con las que trabajamos asumen en relación con su quehacer científico y pedagógico. El artículo finaliza puntualizando las conclusiones que derivan del trabajo realizado.
Durante el rastreo, encontramos que el “ser lesbiana” es una categoría amplia, y no siempre abierta o explícita. Algunas prefirieron denominarse “diversas”, otras, “lesbianas políticas”, otras, incluso, problematizaron la categoría misma en términos identitarios, aunque sí reconocieron no posicionarse desde la heterosexualidad. Esta polisemia en torno a su sexualidad está acompañada de un componente autorreflexivo que se encuentra construido también por el lugar de privilegio que ocupan como mujeres intelectuales de clase media, y que aparece con frecuencia en sus testimonios. La intersección entre el privilegio (de clase) y la marginalidad (por su sexualidad) permite explicar el posicionamiento crítico que tienen frente a su quehacer. Es decir, estas mujeres no sólo se reconocen como sexualmente diversas, sino que permanentemente problematizan y cuestionan este tipo de categorías en relación con sus prácticas como científicas.
Metodología La pregunta central de la investigación que presentamos aquí fue la siguiente: ¿Cómo se posicionan las investigadoras lesbianas en su diversidad frente al ejercicio de comunicar su conocimiento hacia públicos no expertos? Para responder a esta pregunta iniciamos por identificar investigadoras que se autorreconocen lesbianas, en un sentido diverso no normativo, y que están vinculadas con universidades en Colombia en diferentes áreas del conocimiento. La identificación de estas mujeres se hizo a partir de un rastreo por vínculos que inició con cuatro referencias semillas que ya conocíamos desde el equipo de investigación, y que dio como resultado un total de ocho mujeres entre los 35 y los 50 años, que fueron identificadas en seis universidades de Bogotá y una de Cali.5
De las ocho mujeres que conformaron nuestro grupo base de científicas, siete pertenecen a las ciencias humanas, sociales y políticas —derecho, educación, antropología, estudios culturales, filosofía, trabajo social y sociología—, y sólo una a las ingenierías y ciencias duras. El hecho de que las primeras siete investigan, trabajan y se han formado en temas relacionados con los estudios de género, la sexualidad y el feminismo, también posibilita que su posicionamiento como lesbianas sea ambiguo y fluido, y que ello devenga en una cierta forma de entender su lugar como científicas.
La escasa cantidad de referencias conseguidas no puede interpretarse como un valor representativo de la cantidad de mujeres lesbianas vinculadas como profesoras a universidades en el país. Esto es un indicio de lo poco visibles que son o que quieren ser, dado el contexto de discriminación y acoso en el que están insertas (Ferfolja 2009;
Una vez identificadas estas científicas, realizamos entrevistas en profundidad con cada una de ellas e hicimos un mapeo de sus prácticas comunicativas. Para ello, rastreamos su presencia pública en medios, sus prácticas de socialización con públicos no expertos y las actividades de difusión en las que participan. Dentro de estas últimas, nos encontramos con la refe-
5 Las profesoras se encuentran vinculadas con: Universidad Nacional de Colombia, Pontificia Universidad Javeriana, Universidad de los Andes, Universidad de la Salle, Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y Universidad ICESI.
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rencia a actividades que tensionan los imaginarios tradicionales de lo que significa producir ciencia, como una actividad individual y solitaria. De manera particularmente frecuente, las científicas con las que trabajamos identificaron el trabajo educativo y pedagógico como fundamental dentro de su quehacer investigativo. Todas ellas lo mencionaron y le otorgaron un papel central como articulador de otras actividades de producción de conocimiento que desarrollan a la par.
das y posteriormente analizadas desde la escucha activa del material acústico y la transcripción puntual, no lineal, del mismo. Para ello, elaboramos matrices de análisis que identificaban fragmentos correspondientes a tres elementos en particular: los aspectos biográficos que estuviesen relacionados con el reconocimiento de estas mujeres como científicas; las alusiones explícitas a la tensión que existe entre reconocerse científica y a la vez marginal —dadas sus marcas—; y, por último, las explicaciones y los ejemplos concretos de prácticas relacionadas con su quehacer educativo que sirvieran de sustrato al ethos del cuidado, ya mencionado en el apartado teórico. Junto con esto, las entrevistas a las y los estudiantes se codificaron informando también de sus relaciones personales con cada científica en cuestión.
Para profundizar sobre esta referencia generalizada al trabajo pedagógico, realizamos una aproximación etnográfica de dos meses al trabajo de aula de tres de las científicas identificadas, dos de ellas vinculadas con las ciencias sociales, humanas y políticas, y la otra, con el campo de la ingeniería. Esta observación, que se realizó en todas las clases que tuvieron lugar durante esos dos meses, se complementó con entrevistas a algunos de sus estudiantes (dos para cada caso). La aproximación etnográfica a su trabajo pedagógico, como articulador de sus horizontes y búsquedas investigativas, se desarrolló como un ejercicio de diálogo entre las científicas y el equipo de investigación. Dicho diálogo inició en el momento de la realización de la primera entrevista en profundidad. En este sentido, algunas de ellas fueron quienes expresaron su deseo de que participáramos de las clases, para ver “en concreto” cómo desarrollaban su trabajo, y por qué lo consideraban una parte importante de sus actividades de construcción de conocimiento.
Durante los dos meses de trabajo etnográfico en sala de aula, todas las observaciones fueron registradas en diarios de campo, que posteriormente fueron codificadas bajo los mismos principios de las matrices presentadas arriba. Esta información sirvió para dar soporte desde las prácticas “concretas” a aquello que estaba siendo mencionado y analizado en las entrevistas.
Análisis de las dimensiones del cuidado: resultados y discusión A continuación presentamos los resultados de este trabajo investigativo abordando las cuatro categorías analíticas en torno al cuidado ya explicadas, y los modos en que éstas se fueron reconfigurando y llenando de contenido a la luz del ejercicio de observación y el diálogo con las investigadoras y sus estudiantes, a propósito de su posicionamiento como profesoras lesbianas frente a su quehacer científico.
Teniendo esto en mente, el trabajo de observación, así como las entrevistas con los estudiantes de estas científicas, estuvieron orientados por dos preguntas: el lugar dentro del campo científico que ocupan estas investigadoras en relación con sus marcas de sexualidad, y la posibilidad de pensar la docencia como una actividad del cuidado que implica ser con otros, encuentros, contactos y afectos.
Autonombrarse afuera Una de las primeras cosas que es notoria en el diálogo con estas científicas, es su permanente referencia al lugar marginal que ocupan dentro del campo. En este aparte exploraremos dicha marginalidad desde tres ideas centrales. Primera, una sensación de “sentirse fuera” de un campo científico que funciona como un sistema previamente formateado por normas y cánones que no siempre las incluyen (McKenzie-Bassant 2007). Segunda, una condición de desventaja dentro de este campo que se profundiza específicamente por sus marcas de sexualidad. Y por último, unas formas particulares de nombrarse y posicionarse frente a dichas situaciones.
En relación particular con las entrevistas hechas a las y los estudiantes, buscamos que informaran de cómo ellas y ellos habían conocido a estas científicas, y que describieran la percepción que tenían de su trabajo pedagógico. Es de señalar que a lo largo de estas conversaciones las y los estudiantes siempre hicieron alguna alusión específica a la sexualidad de las científicas y relacionaron esta “condición” con un hacer particular en su trabajo educativo, que será profundizado más adelante. Tanto las entrevistas en profundidad con las científicas como las entrevistas con sus estudiantes fueron graba-
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Esta sensación de “sentirse fuera” es usualmente expresada por estas científicas en forma de frustraciones por el no reconocimiento de los temas que abordan en su labor académica, y por la manera como los abordan. Muchas de ellas consideran que una parte fundamental de su quehacer académico radica en su trabajo con grupos de base. Un trabajo que es político desde lo fundamentalmente afectivo, por cuanto convoca la configuración de vínculos vitales. Un quehacer que es, por tanto, cuidadoso. Sobre esto, ellas afirman que dichas propuestas político-afectivas-investigativas pocas veces son reconocidas como científicas. Para Mónica, por ejemplo, el trabajo con un colectivo de estudiantes orientado a abordar temas de diversidad sexual dentro de la universidad resultaba ser un espacio estimulante para su labor docente y un lugar de construcción de conocimiento conjunto; con todo, las condiciones de la institucionalidad se convirtieron en una traba para que éste pudiera tener continuidad:
Esta situación contrasta, sin embargo, con sus ganas de visibilizar éstos y otros temas con los que se sienten comprometidas, como expresan Mónica y Carla: “[Con el grupo de estudiantes] optamos por comenzar a escribir y nos dejaron escribir antes de que la revista
estuviese indexada. Después de que la indexaron, ya no nos han recibido nada […] Me gustaría poder escribir más. Necesito dónde publicar. Eso es una de las cosas que me pone en esa posición. Y eso también está marcado por los temas que trabajo”. (Mónica Melo 2012)
“[…] siempre me meto en cosas donde hay pocos avances, pero nadie me pública. Siempre es muy difícil,
es muy desgarrador [...] pero quiero publicar, y que la gente me lea”. (Carla Espitia 2012)
Estas iniciativas tienen en común un cierto grado de frustración frente a un sistema rígido que no está abierto a la diversidad, ni a la interpelación desde los afectos (McKenzie-Bassant 2007). Así mismo, describen un posicionamiento claro frente a la producción de conocimiento, que se reafirma desde los márgenes y desde una perspectiva situada (Haraway 1995) como posibilidad de transformación de la realidad. En un diálogo implícito con las epistemologías del punto de vista feminista, Marcela, por ejemplo, habla del potencial inmanente a las miradas marginales como posibilidades y aperturas a otras maneras de comprender el mundo, de hacer cosas escandalosas, de subvertir órdenes (Marcela Castro 2012).
“comenzamos a hacer algunos trabajos, en esta universidad, que fueron muy complicados […] Nuestro grupo
comenzó a ser el más visible de la universidad. Tuvimos problemas […] me llamó el Consejo de la Facultad y me
dijeron: ‘Los heterosexuales en la universidad se están sintiendo arrinconados’ […] Me prohibieron seguir
acompañando el grupo. Eso tiene que ver directamente
con mi trabajo de investigación dentro de la universidad”. (Mónica Melo 2012)
Como ya hemos señalado, estas científicas insisten en que el aula es uno de los espacios más importantes de desarrollo de sus trabajos investigativos. Es notorio que estas mujeres sienten un compromiso real por la articulación entre la docencia y sus temas de pesquisa, como una vía para transformar sus realidades y dar herramientas críticas a sus estudiantes, que pasan por los afectos, los cuerpos y la cotidianidad. Aquellas que trabajan temas relacionados con sexualidad señalan que éstos parecen no importar dentro de la academia, o, como diría Pereira (2012), son reconocidos, pero de modo despectivo. Así, se perciben dando una lucha permanente por visibilizar temas y discusiones que consideran pertinentes dentro del campo científico y estar haciéndolo desde la interpelación a lo personal, y, sin embargo, de manera recurrente, no encuentran eco a sus propuestas. Dentro de las entrevistas fue recurrente escuchar ideas como las de Carla, cuando explicaba: “Yo me ocupo de asuntos que para la antropología no son importantes […] creo que soy muy mala antropóloga, soy la antítesis de la antropología y no creo que sea una académica” (Carla Espitia 2012).
La segunda idea desde la cual queremos abordar el autonombrarse fuera está relacionada con el lugar que ocupan sus marcas dentro de su trabajo y la vulnerabilidad a la que están expuestas. Estas marcas, referentes a su sexualidad, tienen que ver no sólo con los temas que trabajan, sino con su propia presencia, su corporalidad, y la forma en que ésta es leída e interpelada por otros y otras. Lo que, como hemos argumentado, da un perfil cuidadoso al pensamiento crítico por el que abogan estas científicas, por cuanto lo torna personal, lo hace pivotar en función de la propia vida y las condiciones de marginalidad en la que ésta es posible. Sobre esto, Mónica explica: “Yo me reconozco como una mujer lesbiana, y eso ha
marcado mi compromiso aquí con la universidad, aunque aquí dentro de la universidad no puedo decir que soy
lesbiana porque te sacan. Es un reconocimiento no oficial”. (Mónica Melo 2012)
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Laura también hace referencia al asunto argumentando:
Estas mujeres se pasean por las universidades, raras, indecentes, ruidosas, vestidas de modos no convencionales a los ojos de los demás; con cuerpos, tonos de voz y usos de las palabras que extrañan a los otros. Se posicionan allí donde se supone que sólo el mérito importa. Su presencia implica un potencial desafío a las ideas que tenemos sobre las y los profesores, así como sobre su lugar de modestia (Haraway 2004). Estas mujeres, desde su privilegio y su marginalidad, entienden su papel como educadoras en la posibilidad de hablar desde otros lugares. Consideran que la pedagogía —como práctica de cuidado— es un elemento central de su quehacer científico, aunque dicha práctica sea marginada permanentemente por la academia misma. Mientras tanto, resignifican su trabajo y hacen de su espacio docente un lugar para pensar la diferencia usando a su favor la marginación a la que se ven expuestas. Esto, a partir de crear una serie de relacionalidades con otras y otros que les permiten una suerte de autonomía relativa. Sobre esto, avanzamos en el siguiente apartado.
“En el momento en que ser gay a uno se le convierte no sólo en un motivo de discriminación sino también en
una imposibilidad para trabajar, cualquiera se mimetiza”. (Laura Correa 2012)
Sin embargo, este reconocimiento de una presencia “problemática” significa para ellas, también, un posicionamiento particular, una manera de expresar que no quieren etiquetar. Ello las expone, como explica Weitz (2010), a un escenario (dentro del mundo docente) que implica riesgo y peligro para ellas y sus estudiantes. Un peligro “positivo” si se quiere, por cuanto logran tocar temas difíciles, cuestionar cánones establecidos y problematizar tanto sus experiencias (vitales/corporales) como las de sus estudiantes. “Hay un habitus de lo que es una académica y de cómo se
debe comportar. Esta chabacanería con la que yo hablo no es bien vista […] Yo no cumplo con el habitus académico de citar, ser respetuosa, hablar en tono mesurado,
con palabras adecuadas, y no porque no puedo sino por-
Pensar con y desde las relacionalidades
que no se me da la gana”. (Carla Espitia 2012)
Como señalamos al inicio, la perspectiva del cuidado que rastreamos en las prácticas educomunicativas de estas científicas tiene como base la construcción de vínculos como principal sustrato de la producción de conocimiento. En este sentido, y en diálogo estrecho con la dimensión anterior, encontramos dos aspectos que van a caracterizar esta idea de ser científica en interdependencia con otros y otras. Por un lado, estas académicas parecen seguir a autoras como Precarias a la Deriva (2004) y Sevenhuijsen (2003), para posicionarse como investigadoras desde relacionalidades, principalmente pedagógicas e intrínsecamente cotidianas, que propician en su trabajo de aula.6 En segundo lugar, la comprensión de las tonalidades colectivas que caracterizan su trabajo académico. Es decir, una forma de entender su pensamiento (desde el aula) como derivado, tejido a partir del reconocimiento de su propia humanidad y vulnerabilidad, con la humanidad y vulnerabilidad de otras y otros (Puig de la Bellacasa 2012), por ejemplo, de sus estudiantes.
“Yo siento que Carla entra, curiosamente, muy definida [...] Su semiótica es muy definida de lo que no es. Entonces tú no entras a preguntar, ¿qué es Carla? […]
no quieres entrar a definirla”. (Estudiante de Carla Espitia 2013)
Estas dos primeras ideas que venimos desarrollando en este aparte, la marginalidad dentro del campo y la vulnerabilidad por sus marcas, desembocan necesariamente en una tercera idea: su posicionamiento concreto frente a esa situación, que se manifiesta a partir de diversas formas de autodenominarse. Perrata, indecente, incorrecta, pervertida, ecléctica, excéntrica, peligrosa, son algunos de los adjetivos que estas mujeres utilizan para nombrase a sí mismas y al trabajo que hacen. En este sentido, y siguiendo a Carrera (2013), entendemos que la educación puede ser una práctica de libertad y un modo de avanzar del statu quo al statu queer. La práctica queer, en sentido potencial, antes que esencialista, ha mostrado ser una herramienta flexibilizadora para pensar el mundo por fuera de los binomios y resignificar lo que se ha considerado monstruoso o anormal. En este sentido, el modo de nombrarse de estas mujeres se refiere, para nosotras, a un intento claro de flexibilizar esas nociones y realizar sus prácticas docentes de modos conscientemente cuidadosos.
6 Entendemos las relacionalidades como aquellas acciones que buscan comprender la producción de conocimiento como algo que se ancla a las relaciones y que, por tanto, excede lo racional. Así, la relacionalidad, en sentido plural, compone una cierta política del cuidado fundada en necesidades y vínculos que operan en múltiples niveles (Puig de la Bellacasa 2012).
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Esta idea de “ser con otros y otras”, de ser científicas desde su trabajo como maestras en la interacción con estudiantes en su diversidad, tiene múltiples características. En primer lugar, ella pasa por un cierto sentido estético y cotidiano que descoloca las jerarquías y distancias propias de las aulas tradicionales. Así, todas las profesoras con las que trabajamos fueron descritas por los estudiantes a quienes entrevistamos como “frescas”, joviales, tranquilas. Lo que para algunos genera una suerte de cercanía que permite que su presencia como maestra se mimetice, “Carla parece una más de nosotros, no sólo por su aspecto físico, sino por su forma de vestir y la manera en la que habla” (Estudiante de Carla Espitia 2013), “Me encanta como se viste (refiriéndose a Andrea Alvarado), es una profesora muy cool” (Estudiante de Andrea Alvarado 2013). Nos interesa argumentar que este ser como los otros, ser una más, permite construir diálogos académicos desde la horizontalidad,
ta por asumir que estos estudiantes no son menores de edad en formación, sino colegas en su mismo nivel, pero también por hablar y dirigirse a ellas y ellos desde una pluralidad que los incluye. Esto implica romper con la jerarquía del privilegio que caracteriza la academia, pero también construir la academia como un lugar donde es posible la vida colectiva desde la vulnerabilidad. En este sentido, ser un referente supone también ocuparse en abrir espacios para la diversidad y su reconocimiento dentro de la academia; en palabras de Andrea: “Yo me encargo de defender a los estudiantes raros, no los dejo solos” (Andrea Alvarado 2012), o de Marcela: “Es más fácil para los estudiantes tratar temas de sexualidad conmigo que con Sebastián o Enrique” (refiriéndose a otros dos profesores del programa) (Marcela Castro 2013). Así, el lugar marginal que estas profesoras habitan de modo consciente dentro del campo científico, y que se encuentra atravesado vitalmente por su sexualidad, posibilita que su trabajo de aula acoja estudiantes que sienten no encajar de manera general, pero en particular, dentro de ciertas tecnologías del género o determinados patrones de heterosexualidad normativa (Ferfolja 2009).
“Me sorprende mucho porque Marcela se sumerge
totalmente en los temas de los estudiantes, pareciera
que olvidándose de ella, de ‘sus temas personales’, o
volviendo los temas de los estudiantes sus temas […] Oyendo a los estudiantes para que se ‘desahoguen’,
Ahora bien, ¿en qué medida ese ser con otros y otras deviene en una forma de pensar, de producir conocimiento experto con esos otros y otras? Nos interesa argumentar que este contexto pedagógico de solidaridades afectivas (Hemmings 2012) configura en el aula una cierta política del pensamiento desde la que estas investigadoras no piensan en solitario, sino siempre desde las resonancias y los afectos con y desde lo colectivo.
dejando que éstos sean los que guíen de alguna forma
la clase […] pero ella canaliza […] centra […] Me pre-
gunto si ese ‘confundirse con’ no es también una seña de su posición de género con respecto a su sexualidad”.
(Diario de campo, observación etnográfica de la clase de Marcela Castro, abril 2 de 2013)
En segundo lugar, esta forma de relacionarse posibilita que en la mayoría de los casos estas científicas sean leídas y se autoperciban como abiertas a conversar sobre la vida en el aula, incluso sobre la sexualidad. Pero también abiertas a hacerlo en espacios que exceden sus cuatro paredes, como las redes sociales, sus propias oficinas o los pasillos de la universidad.7
Así, por ejemplo, para el caso de las profesoras lesbianas en áreas sociales, humanas y políticas, esto supone pensar públicamente su trabajo investigativo y docente en eco con la propia experiencia de la sexualidad. En algunos casos, ello implica traer al aula discusiones emergentes que problematizan lo que significa tener una identidad homosexual, la tensión entre su invisibilidad frente a ciertas políticas de género que privilegian lo gay, y la potencial estandarización o producción en serie de la “identidad lesbiana”. Asuntos que, en todo caso, como veremos en el siguiente apartado, se gestionan pedagógicamente desde la ironía y la risa colectiva.
Esta suerte de solidaridad que caracteriza su puesta en escena pedagógica va a propiciar la confabulación de ambientes “seguros”, en los que estas mujeres son referentes importantes para estudiantes que se sienten marginados o que son vistos como raros por la diversidad que representan. Mínimamente, esto conlleva una apues-
Por otra parte, esta política del pensamiento (desde el aula) supone asumir la producción de conocimiento desde la construcción de redes académicas. Algunas de éstas no sólo orientadas a tejer lo que pasa en el aula con conocimiento que atraviesa la industria, las tecnologías aplicadas, las galerías de arte o las movilizaciones so-
7 Esta apertura dentro del aula fue explícita para las profesoras en las áreas de las ciencias, sociales, humanas y políticas. No así para la profesora de ingeniería. En su caso, si bien el aula no es un lugar de apertura a lo personal, sí lo son otros espacios como su oficina, por ejemplo, en donde establece diálogos con estudiantes que se sienten fuera de lugar en la universidad y que se asumen vulnerables y “raros”.
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ciales, sino también como un mecanismo para salvaguardar su lugar frágil dentro de la academia, dada su condición de lesbianas en su diversidad. Esto se pudo notar de forma clara para el caso de la profesora de ingeniera que hizo parte del estudio. Ella señala que estas redes externas le permiten construir comunidad y garantizar el posicionamiento que requiere para seguir en su Facultad sin que la molesten por su productividad tomando como excusa su forma de vestir o la “rareza” que encarna; en sus palabras: “Debo cumplir ciertos requisitos; entonces, desde mis redes traigo un proyecto y hago una publicación, y con eso me dejan en paz y me puedo dedicar a hacer otras actividades diversas” (Andrea Alvarado 2012).
redes son dinamizadas a través de conversaciones con personas invitadas a las clases para compartir sus experiencias, y mediante el uso y la manipulación de materiales en formas que llegan incluso a ser afectivas.
Otras redes académicas se construyen hacia dentro del aula con las y los estudiantes, como una forma de refrescar el escenario árido de la academia. Un ejemplo de ello es la búsqueda de generar proyectos que vinculen el activismo con la investigación desde los afectos, en torno a temas como la diversidad sexual, en los que participan estudiantes y se gestan performances políticos dentro de las universidades y fuera de ellas. En este sentido, la producción de conocimiento que estas profesoras investigadoras encarnan se configura desde las resonancias con las propias experiencias dentro del aula; asunto que va a propiciar que este espacio pedagógico y comunicativo se diversifique, pero también que se sitúe. En este contexto, la sexualidad de estas investigadoras se expresa, no tanto como contenido ni como mímesis de una estética particular, sino como metáfora de las aperturas y los vínculos que ellas gestionan en el aula como espacio desde el que se produce conocimiento. Como veremos en el apartado que sigue, esta puesta en escena supone diversos modos de hacer cuidadosos.
mente no la tiene”. (Observación clase de Andrea
“Lo primero que hace Andrea al llegar al salón es des-
cargar sus cosas y enseñarles algo que les trajo para que observaran, se llaman ‘obleas’ […] ‘Les pido que seamos amigas y amigos’, es decir, que sean cuidadosos con ese material, ‘esto vale un octavo de su
matrícula, ¡mucho cuidadito!’, con un tono agradable, amigable, más que regañón o cualquier otra cosa.
Les muestra varias presentaciones en el mercado. Me gusta su flexibilidad en ese sentido, me parece una forma de mostrar diversidad en algo que aparenteAlvarado, marzo 5 de 2013)
Es notoria también dentro de las observaciones de aula, la constante referencia a la propia experiencia personal, que sirve como materia prima para llevar a cabo las discusiones, abrir debates y generar preguntas. De alguna manera, estas profesoras están dispuestas a “exponerse” frente a sus estudiantes y hacer una aproximación pedagógica desde el afecto (Weitz 2010). La mayoría de las veces, la narración de estas experiencias sucede en un lenguaje desparpajado que genera en los estudiantes una empatía, entre el humor, la confidencialidad y la identificación, y termina creando un ambiente de calidez evidente en la clase. Ello lleva a que muchos de sus estudiantes tengan el impulso de compartir sus propias experiencias personales para ilustrar las discusiones. En palabras de una estudiante: “La condición de Carla es magnífica porque permite que esas cosas se den. Ella pone ejemplos de su historia de vida, y eso lo anima a uno a decir: ‘Vea, a mí me pasó esto’” (Estudiante de Carla Espitia 2013).
Estrategias del hacer cuidadoso
Esto propicia que la clase sea un espacio de mayor sensibilidad, lo que posibilita que la gente se sienta tranquila para hablar de sí misma. Los momentos más evidentes para entender esto suceden en la dinámica de la clase. Estas profesoras suelen romper con una autoridad tradicional dentro del aula, en la manera como participan en ella. En general, sirven únicamente como orientadoras de las discusiones, permitiendo que sean sus estudiantes quienes hagan la clase. Esto se traduce en una suerte de autoridad desordenada y dispersa donde nadie parece llevar el mando, y, sin embargo, todos parecen inmersos en ese tejido múltiple, diverso o polifónico (Pérez-Bustos 2011).
Como venimos argumentando, esas relacionalidades se traducen en formas concretas de hacer con cuidado (Puig de la Bellacasa 2012) que vemos articuladas desde dos lugares: la interdependencia entre la cotidianidad y la pedagogía, y la empatía generadora de vínculos. En línea con lo ya dicho, la participación y vinculación con espacios no académicos son un común denominador de estas profesoras investigadoras. Todas ellas hacen parte de colectivos, generan diálogos permanentes con otros sectores no académicos, y más interesante aún, trazan relaciones de interdependencia entre dichas experiencias y el aula. Algunas de estas
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mofarse de sí mismo, y con ello, desnaturalizar autoridades jerárquicas. Van a ser las mismas profesoras quienes invitan a ese ejercicio. De alguna manera, cuando se satirizan esas figuras tradicionales del profesor o del científico o hasta del estudiante, ellas, como ya hemos dicho, se convierten en una más, se confunden, se mimetizan. Muchas de las profesoras, incluso, argumentan sentirse más a gusto con sus estudiantes que con otros profesores, por generar con ellos un ambiente de confianza que trasciende el aula. Además de esto, los estudiantes efectivamente las perciben cercanas, parte del grupo y capaces de ponerse en su lugar. “Me encanta cuando ella dice: ‘Yo sé que ustedes vienen de una jornada de 8 horas a hacer una maestría en la noche’. Yo, es la primera [profesora] que oigo que lo reconoce” (Estudiante de Carla Espitia 2013).
“En esta sesión, los estudiantes presentarían los avan-
ces de su trabajo individual […] Marcela oye, y luego entre todos comentan, dan sugerencias y contactos cla-
ves; Marcela da consejos más de tipo metodológico […] (busca) encarrilar las discusiones en clase para que no
se salieran demasiado por la tangente o despistaran a quien exponía. Pero ella casi siempre hablando de
manera tranquila y casi siempre expresándose con tono
de chiste […] La clase termina siendo más como un red
que se teje a partir de lo que el expositor dice, y los otros discuten y opinan”. (Observación clase de Marcela Castro, marzo 5 de 2013)
Esta autoridad descentrada posibilita el compartir, ideas, afectos, experiencias, y hasta cosas materiales, accionando una dinámica que tanto estudiantes como profesoras señalan como tranquila, abierta y estimulante. Al respecto, por ejemplo, un estudiante de Carla nos contaba:
Venimos argumentando que la dinámica de las clases de estas mujeres está basada en una lógica de participación, operada a partir de un diálogo abierto, afectivo, y con una autoridad dispersa. Queremos ahora preguntarnos: ¿Qué implicaciones tiene esto para dar fundamentos a una política particular de la profesión docente? Exploraremos este asunto a continuación.
“La semana pasada yo traje un racimo de uvas para com-
partir en la clase. Yo me sentí con la tranquilidad para hacer eso. En otros ámbitos yo me siento amedrentado, hablo lo que tengo que hablar y con mucho cuidado de
no salir maltratado, y ya. Pero ella ha sido muy tran-
Profesar para transgredir
quila. Siento que me puedo equivocar, y eso me parece
fundamental en un proceso de enseñanza- aprendi-
Las prácticas y los modos múltiples de hacer que caracterizan el trabajo pedagógico de estas investigadoras — marcadas por la marginalidad y la interdependencia, así como por el privilegio de su condición como intelectuales de clase media— están relacionados con una forma particular de relacionarse con el futuro. En el ámbito de la docencia, entendemos esta relación como un compromiso especulativo con la transformación y el cambio que podría comprenderse, en palabras de hooks (1994), como un profesar para transgredir órdenes sociales opresivos, cuyo punto de partida principal van a ser el propio cuerpo y los afectos. Lo que, como hemos argumentado, es una forma particular de perfilar el pensamiento crítico desde el cuidado. Para el caso del estudio realizado, esta transgresión desde el aula se manifiesta en tres dimensiones que van a configurar una forma particular de ser científicas/maestras/activistas: profesar desde la diversidad, profesar desde los afectos y afectar y profesar desde un horizonte de transformación.
zaje”. (Estudiante de Carla Espitia 2013)
En diálogo con esto, la dinámica del aula en estos casos estudiados está atravesada por la empatía. El uso del lenguaje verbal y corporal de estas profesoras está siempre cargado de afecto. Afecto en el sentido de afectar a los demás, ya sea con el humor, que es una herramienta recurrente en su trato con sus estudiantes, o con el cariño, la cercanía y la complicidad. “Andrea hace comentarios que a los y las estudiantes les hacen gracia, por ejemplo, que cuando una carga de energía va pasando por una región deja ‘recuerdos’, es
decir, deja más cargas positivas o negativas según sea el caso; otro comentario del mismo tipo fue ‘Esto es como
contando un cuento’; a mi particularmente me gustó
este comentario, a propósito de pensar en otras formas de narrar la ciencia”. (Observación clase Andrea Alvarado, 19 de marzo de 2013)
Como argumentamos antes, nombrarse irónicamente como perratas, pervertidas, peligrosas, entre otros calificativos, genera inmediatamente una reacción en los estudiantes (Weitz 2010). Las risas y los chistes nunca faltan en la clase. Existe el espacio para la propia burla, para
Para iniciar, es importante notar que estas investigadoras se asumen diversas, y lo ponen en escena en su trabajo de aula de maneras múltiples. En el sentido más sencillo, y en diálogo con lo ya señalado sobre las relacionalidades, ello supone enunciarse de modo plural, no desde las distinciones
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o las jerarquías con sus estudiantes, sino más bien desde las articulaciones, construyendo solidaridades desde el lenguaje, asumiéndose en colectivo. Esta idea, sin embargo, es sólo la antesala de una apuesta particular por dar forma a los contenidos de las clases, los cuales se presentan como polifónicos, continuos, flexibles, ya sea cuando Andrea diseña ejercicios de circuitos para sus estudiantes de ingeniería utilizando diversos materiales o formas alternativas de representarlos, o cuando Carla discute estéticas queer desde diferentes formatos artísticos en sus clases de estudios culturales. Ahora bien, gestionar esta flexibilidad y polifonía se soporta en muchos casos en una idea de aula atravesada por lo que ocurre más allá de sus fronteras, y se constituye en una postura explícita por enseñar contenidos en proceso y desde las permanentes negociaciones, que son enunciados por Carla como “enrazados” e “impuros”; por Marcela, como “escandalosos”; por Andrea, como “diversos” y “flexibles”, pues involucran la realidad de las políticas públicas y los problemas de la gente, no sólo las fórmulas o las discusiones de tablero.
atraviesa el cuerpo, tú experiencia, eso te toca. A mí me encanta que la gente ponga sobre la mesa sus cosas porque eso
nos permite echar reversa, pensar, reflexionar y pensar qué vamos a hacer”. (Estudiante de Carla Espitia 2013)
Un lenguaje que afecta es, para estas profesoras investigadoras, un lenguaje que deconstruye lo naturalizado, las imágenes que nos representan o los fenómenos que percibimos. Pero es también un lenguaje que confronta, que incomoda. Para el caso de las profesoras investigadoras en las áreas sociales, humanas y políticas, esto supone un posicionamiento para cuestionar órdenes sociales establecidos, y hacerlo desde lugares estratégicos en los que se difunde abiertamente el mainstream. Sobre esto, nos dice Laura Correa, “[...] Las personas no entendían por qué iba a dictar obligaciones, pero yo creo que hay que empezar a cam-
biar el pensamiento dominante, y lo asumo desde ser
una abogada mujer y ser una abogada gay/lesbiana […] así, desde los ejemplos (de las clases), enfrento a los
Un segundo aspecto que caracteriza el para qué enseñar, cuando se investiga para producir conocimiento, y se hace desde una cierta perspectiva del cuidado, es la idea de profesar desde los afectos y hacerlo afectando. Precarias a la Deriva (2005) llaman a esto virtuosismo afectivo, un impulso creativo que sostiene toda relacionalidad vital. En el caso de las profesoras investigadoras con las que trabajamos, ello se manifiesta en una búsqueda explícita de “tocar” desde el lenguaje. Esto conlleva que el aula se construya como un espacio para interpelar y cuestionar, reflexionar sobre el propio lugar y quehacer, en relación con el uso de los materiales, la política de las imágenes y de nuestra mirada o de los espacios que habitamos. En palabras de una estudiante, refiriéndose a esta búsqueda de propiciar reflexiones propias por parte de Marcela: “Yo creo que puede hacer ruido pero también genera cuestionamiento y preguntas, y a veces, aunque el estudiante no lo diga, se va tocado” (Estudiante de Marcela Castro 2013).
estudiantes a situaciones difíciles: ‘Pedro y Juan están casados y hacen un contrato’. Siempre he estado comprometida con hacerle una crítica y hacerle preguntas al discurso”. (Laura Correa 2012)
Se profesa para transgredir, para construir otras formas de pensar, para ampliar, tanto como para desviar la mirada sobre el mundo. Ello representa una forma particular de relacionarse con el futuro, de enseñar con éste como horizonte. Para Andrea, “es (su) compromiso con la universidad, con el país, entregarlos bien formados”, entendiendo aquí el “bien” como una perspectiva de formación en ingeniería crítica y abierta, flexible y de cara a la realidad del país (Andrea Alvarado 2012). Para Mónica, “Es un compromiso personal hacer que estos paradigmas [diversidad sexual] cambien dentro de la universidad, incluso si se trata de buscar a título personal las fisuras del sistema” (Mónica Melo 2012), refiriéndose a sus búsquedas por asumirse como mujer lesbiana, pero hacerlo estratégicamente, de modo que la universidad no lo pueda usar en su contra.
En este contexto, cuando la palabra toca al hacer reflexionar, son el cuerpo, la sensibilidad, las emociones, los principales protagonistas del proceso de aprendizaje; no sólo como conductos instrumentales para adquirir contenidos delimitados, sino como plataformas epistemológicas que dimensionan el conocimiento desde una perspectiva personal, que le dan sentido (Maffia 2005).
Esta búsqueda de reconocer —para deconstruir, para transformar (Braidotti 2000) las realidades concretas que vivimos, las necesidades que tenemos, las opresiones que nos configuran— supone un compromiso con lo intangible, con la utopía: “Elijo pensar el campo científico como un espacio de posibilidad. Ésa es la parte positiva de la cosa” (Marcela Castro 2012). Nos interesa argumentar que ese compromiso con lo especulativo contribuye a descolocar la comprensión pública
“Leer la teoría es como reafirmar lo que nos pasa en la cotidianidad, y es, de manera teórica, afirmar unos conceptos que uno tiene y conoce pero los deja pasar. Eso
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del ser sujeto de ciencia, intelectual, académico, que ha construido el campo científico:
Siguiendo a Carrera (2013, 6), comprendimos que dicha transgresión permite a estas investigadoras pasar de la negación a la utopía. Un tránsito desde el que se re-construyen el campo científico y su puesta en escena pedagógica como un escenario de posibilidades desde el que se flexibilizan “las fronteras entre lo que se ha considerado inteligible e ininteligible, abyecto o monstruoso”. Abordamos estos hallazgos interpretándolos como ejemplos de un cierto ethos del cuidado en la ciencia, e ilustramos cuatro dimensiones particulares de éste: Autonombrarse afuera, Pensar con y desde las relacionalidades y los vínculos, Estrategias del hacer cuidadoso y Profesar para transgredir.
“Yo creo que las marcas de Carla son manifiestas…
cuando ella habla de su postura política, de su teoría, de su conocimiento y de su esencia como mujer,
cuando nos pone sobre la mesa sus cuestionamientos, yo creo que nos está diciendo ‘Yo hoy me estoy
haciendo un cuestionamiento como mujer, como lesbiana, como docente, como lo que sea, ¿qué está pen-
sando usted como mi alumna?’”. (Estudiante de Carla Espitia 2013)
Pero también es una apertura para pensar la articulación entre la docencia y la investigación desde un activismo que pasa por los afectos: “Entiendo que no hay que prescindir de la academia. Somos académicos y vamos a seguir siendo, porque a lo mejor no sabemos hacer nada más. Creo que podemos hacer otras cosas. Creo que cuando la gente te oye y viene y quiere sumarse, pasan cosas interesantes” (Marcela Castro 2012).
Una de las principales conclusiones que se dibujaron desde el análisis propuesto es el reconocimiento de estas científicas lesbianas en su particularidad, no sólo como sujetos de la opresión y el disciplinamiento propios de un sistema de ciencia y tecnología heteronormativo, sino como investigadoras que se posicionan a partir de esa marginalidad y del privilegio que también encarnan, para desde allí apostarles a otros modos de hacer ciencia y de ser científicas. En ese contexto, encontramos que se da un papel preponderante a la producción de conocimiento desde las relacionalidades, la gestión de los vínculos vitales, el pensar con otros y otras, antes que desde la racionalidad neutral, el trabajo solitario y distante, que han caracterizado históricamente un ethos de la ciencia con visos androcéntricos particulares (Harding 1986; Rhoton 2011).
Conclusiones En el presente artículo hemos buscado comprender los modos en que unas profesoras investigadoras que se reconocen como lesbianas de modos diversos, se posicionan frente al ejercicio pedagógico de comunicar su conocimiento científico a públicos no expertos. De manera particular, nos enfocamos en su trabajo educativo, por encontrar que éste era uno de los principales lugares en donde ellas veían que su trabajo investigativo cobraba sentido social, político y afectivo.
Desde este posicionamiento, estas profesoras van a posibilitar (y se configuran como) referentes de diversidad dentro del campo científico. Ello las convierte en un refugio o espacio de confianza para que otros y otras que se salen de la norma heterosexual se sientan con la libertad para poder expresarse. Así mismo, esto puede dar paso a la consolidación de escenarios receptivos a la alteridad desde los que se reconfigure el lugar del privilegio, de la voz pública, desde los sonidos de quienes han estado silenciados, o como decimos coloquialmente, en el clóset.
El interés original de esta exploración emerge de una doble búsqueda crítica. Por un lado, un cuestionamiento a las discusiones clásicas de los estudios de género y ciencia que han estado marcadas por sesgos heteronormativos que contribuyen a construir ideas homogéneas de lo femenino como lo no varón (Braidotti 2000), anclándose de modo muy fuerte a la metáfora de la científica madre, como aquella que sufre las principales discriminaciones dentro de este campo de privilegios. Por otro lado, una problematización al lugar marginal que los sistemas de ciencia y tecnología otorgan al trabajo educativo y comunicativo como partes integrales de la producción de conocimiento experto. En relación con esto, nos ha interesado mostrar que estas prácticas tejen posicionamientos políticos y afectivos particulares dentro del campo científico que tienen el poder de transgredirlo.
Una segunda conclusión central respecto a lo que aquí presentamos radica en la pregunta situada por los asuntos del cuidado como algo existente, aunque negado, dentro del campo científico (Puig de la Bellacasa 2011). Por una parte, nos parece interesante el potencial que tiene indagar sobre estas prácticas descentrándolas de la metáfora maternal que usualmente las cobija (Beasley y Bacchi 2007) y ubicándolas dentro de prácticas construidas socialmente como privilegiadas e incluso androcéntricas, como sería el caso del trabajo académico e intelectual. En esta búsqueda salen a relucir diálogos estrechos con los
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estudios más clásicos llevados a cabo desde la sociología feminista del cuidado (Carrasco 2001), a propósito de la gramática no-codificable ni cuantificable desde las que se tejen estos asuntos. Nos referimos aquí, por ejemplo, al papel de los afectos y las relacionalidades en la configuración de lo pedagógico como lugar de sentido en la producción de conocimiento experto. Asuntos que no son traducibles y, por tanto, escapan a las plataformas y los indicadores con los que se gestionan los sistemas de ciencia. Lo complejo y paradójico de esta condición invisible es que, por un lado, representa una doble carga dentro del sistema, algo que debe hacerse en horas extras y que no produce reconocimiento alguno —asunto que también va a dialogar con los estudios feministas más clásicos sobre el trabajo del cuidado—, pero por otro, es algo que potencialmente puede ser reconocido e incorporado dentro del campo científico, y con ello, perder su potencial transgresor. Sin duda, es en estos bordes por donde se mueve la investigación aquí expuesta, con la intención certera de no querer pasar a uno u otro lado de la frontera.
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Cuestionamiento de dinámicas de patologización y exclusión discursiva desde perspectivas trans e intersex* Amets Suessv Fecha de recepción: 15 de julio de 2013 Fecha de aceptación: 15 de enero de 2014 Fecha de modificación: 23 de marzo de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.10
RESUMEN Frente a una tradición de una investigación ‘sobre’ personas trans e intersex sin la participación de las mismas, a lo largo de las últimas décadas está surgiendo una producción discursiva desde perspectivas teórico-activistas trans e intersex que aporta reflexiones y conceptualizaciones al debate sobre ciudadanía, interseccionalidad y reflexividad. Desde la vivencia de prácticas de patologización en el ámbito clínico, jurídico y social, autor*s trans e intersex plantean la pregunta por dinámicas de categorización, patologizacion y exclusión discursiva inherentes a prácticas de investigación social, incluyendo el análisis de desigualdades en el acceso a circuitos de producción discursiva a escala global. Estas reflexiones teóricas se encuentran en una estrecha interrelación con los discursos aportados por el activismo por la despatologización trans y movimiento intersex que a lo largo de los últimos años han adquirido una creciente presencia en diferentes partes del mundo. Desde una mirada autorreflexiva de la propia posición teórico-activista y geopolítica, así como la revisión de la aportación de autor*s trans e intersex en el ámbito de la investigación social, se presentan dos proyectos editoriales teórico-activistas creados desde perspectivas trans e intersex.
PALABRAS CLAVE Diversidad corporal y de género, despatologización, reflexividad, interseccionalidad.
Questioning Dynamics of Pathologization and Discursive Exclusion from Trans and Intersex Perspectives ABSTRACT In opposition to a research tradition ‘on’ trans and intersex people without their participation, a discursive production has emerged over the last decades from theoretical-activist trans and intersex perspectives which contributes reflections and conceptualizations related to the debate on citizenship, intersectionality and reflexivity. From the experience of dynamics of pathologization in the clinical, legal and social context, trans and intersex authors raise the question for dynamics of categorization, pathologization and discursive exclusion inherent to social research practices, including the analysis of inequalities in access to discursive production circuits on a global scale. These theoretical reflections are closely related to discourses contributed by trans depathologization activism and intersex movement, which in the last years have achieved an increased presence in different regions of the world. From a self-reflexive view on the own theoretical-activist and
*
Este artículo forma parte del proyecto de investigación “Etnografiando prácticas de resistencia. Escenarios, eventos y narrativas en la construcción de ciudadanía”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, España (FEM2009-10982), así como del proceso de elaboración de la tesis doctoral sobre despatologización trans y reflexividad, Universidad de Granada, Departamento de Antropología Social.
v
Licenciado en Sociología y Máster en Arteterapia, doctorando en Antropología Social, Universidad de Granada. Actividad profesional en investigación y docencia, Escuela Andaluza de Salud Pública, España. Miembro del equipo de coordinación de STP, Campaña Internacional Stop Trans Pathologization. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: The Right of Access to Health Care for Undocumented Migrants: A Revision of Comparative Analysis in the European Context. European Journal of Public Health (2014):1-9 (en coautoría con Isabel Ruiz Pérez, Ainhoa Ruiz Azarola, Joan Carles March Cerdà); Editorial. ¿Está en peligro la cobertura universal en nuestro Sistema Nacional de Salud? Gac Sanit 26, nº 4 (2012): 298-300 (en coautoría con Luis Andrés López Fernández, Juan Ignacio Martínez Millán, Alberto Fernández Ajuria, Joan Carles March Cerdà, Alina Danet Danet, María Ángeles Prieto Rodríguez), y Reflexiones sobre la despatologización. En: Actas del X Congreso Argentino de Antropología Social. La antropología interpelada: nuevas configuraciones político-culturales en América Latina. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 2011. Correo electrónico: amets.suess.easp@juntadeandalucia.es
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Cuestionamiento de dinámicas de patologización y exclusión discursiva desde perspectivas trans e intersex Amets Suess
Dossier geopolitical position, as well as the review of the contribution of trans and intersex authors in the field of social research, two theoretical–activist editorial projects created from trans and intersex perspectives will be presented.
KEY WORDS Gender and body diversity, depathologization, reflexivity, intersectionality.
Questionamento de dinâmicas de patologização e exclusão discursiva a partir de perspectivas trans e intersex RESUMO Ante uma tradição de pesquisa ‘sobre’ pessoas trans e intersex sem a participação destas, ao longo das últimas décadas, está surgindo uma produção discursiva a partir de perspectivas teórico-ativistas trans e intersex que contribuiu reflexões e conceitualizações para o debate sobre cidadania, interseccionalidade e reflexividade. A partir da vivência de práticas de patologização no âmbito clínico, jurídico e social, autores trans e intersex propõem a pergunta por dinâmicas de categorização, patologização e exclusão discursiva inerentes a práticas de pesquisa social, que incluem a análise de desigualdades no acesso a circuitos de produção discursiva à escala global. Essas reflexões teóricas se encontram em uma estreita inter-relação com os discursos contribuídos por o ativismo pela despatologização trans e movimento intersex que, ao longo dos últimos anos, vêm adquirindo uma crescente presença em diferentes lugares do mundo. Sob um olhar autorreflexivo da própria posição teórico-ativista e geopolítica, bem como a revisão da contribuição de autores trans e intersex no âmbito da pesquisa social, apresentam-se dois projetos editoriais teórico-ativistas criados a partir de perspectivas trans e intersex.
PALAVRAS-CHAVE Diversidade corporal e de gênero, despatologização, reflexividade, interseccionalidade.
Introducción: procesos de exclusión de lo inteligible
Partiendo de un análisis de situaciones de vulneración de los derechos humanos, limitación del estatus de ciudadanía, discriminación y exclusión discursiva, autor*s1 trans2, intersex3 y aliad*s, a menudo desde una doble experiencia teórico-activista, han aportado,
E
n un artículo publicado en 2009, Butler describe los procesos de reconocimiento que, mediante el requerimiento de cumplir con ciertas normas sociales, “hacen a una persona ser reconocible” (Butler 2009, 325). En consecuencia, “el no cumplimiento pone en cuestión la viabilidad de la propia vida, de las condiciones ontológicas de pervivencia que cada uno posee” (Butler 2009, 325). Según su análisis, las normas de género pertenecen a este conjunto de reglas que establecen los límites de una vida considerada inteligible, condicionando “por anticipado quién será considerado como sujeto y quién no” (Butler 2009, 325). Como señala Butler, “sabemos que quienes no viven sus géneros de una manera inteligible entran en un alto riesgo de acoso y violencia” (Butler 2009, 323). Desde una relectura de Gayatri Chakravorty Spivac, Butler termina el ensayo con la pregunta: “¿[C]ómo puede hablar la población que no tiene voz y cómo puede hacer sus reivindicaciones? ¿Qué tipo de perturbación implica en el campo del poder? Y, ¿cómo pueden estas poblaciones poner de manifiesto las reivindicaciones de lo que necesitan?” (Butler 2009, 336).
1
A continuación, utilizaré el * como propuesta lingüística no binaria (véase Cabral 2009c).
2 En el presente texto, el término ‘trans’ hace referencia a personas con una expresión o identidad de género diferente a la atribuida al nacer, incluyendo a personas transexuales, transgénero, travestis, cross dressers, no géneros, multigéneros, de género fluido, gender queer y otras autodenominaciones relacionadas. Opto por el uso de este término como concepto paraguas desde la conciencia de que no todas las personas que viven en un género diferente al asignado al nacer se identifican con la expresión ‘trans’, así como desde el reconocimiento del carácter occidental del término y de la amplia diversidad de conceptos existentes en diferentes contextos culturales para describir procesos de tránsito respecto al género asignado al nacer. 3 En relación con el concepto ‘intersex’ o ‘intersexualidad’, parto de la definición aportada por Mauro Cabral: “El concepto clave para comprender de qué hablamos cuando hablamos de intersexualidad es el de variación. Por lo tanto, cuando decimos intersexualidad nos referimos a todas aquellas situaciones en las que el cuerpo sexuado de un individuo varía respecto al standard de corporalidad femenina o masculina culturalmente vigente” (Cabral, en Cabral y Benzur 2005, 283-284).
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a lo largo de las últimas décadas, conceptualizaciones y marcos teóricos nuevos con el objetivo de posibilitar una renarración no patologizante de las experiencias trans e intersex.4 En el ámbito activista, se puede constatar el surgimiento de diferentes movimientos activistas trans e intersex que trabajan por la abolición de categorizaciones, protocolos y prácticas patologizantes, el cese de la violencia trans/interfóbica y el reconocimiento de los derechos ciudadanos de las personas trans e intersex, además de abrir espacios para la diversidad corporal y de género.
de dinámicas de exclusión discursiva realizado desde perspectivas trans e intersex, se presentarán dos proyectos editoriales de carácter teórico-activista.
Posiciones discursivas: escritura desde la cautela Antes de describir la situación actual de las personas trans e intersex, esbozar la emergencia de movimientos activistas y perspectivas teóricas, así como de presentar iniciativas de producción discursiva teórico-activista, me gustaría especificar mi propia posición discursiva: Escribo este texto desde la doble experiencia teórico-activista como persona con una trayectoria académica en el ámbito de la Sociología y actividad profesional de investigación y docencia en el ámbito de la Salud Pública, relacionada con temáticas de derechos humanos, acceso sanitario, participación ciudadana en salud, diversidad de expresiones e identidades de género y ética de la investigación cualitativa, y activista trans, miembro del equipo de coordinación de STP, Campaña Internacional Stop Trans Pathologization. La presente reflexión forma parte del proceso de elaboración de la tesis doctoral sobre despatologización trans y reflexividad, Universidad de Granada, y se desarrolla en el marco del proyecto de investigación “Etnografiando prácticas de resistencia. Escenarios, eventos y narrativas en la construcción de ciudadanía”.
En este campo teórico-activista, los términos de “transgender citizenship” (Hines 2009, 87; Monro y Warren 2004, 345), “(trans)sexual citizenship” (Cabral y Viturro 2006, 262) y “ciudadanía travesti” (Berkins, en Korol 2006, s. p.) se conceptualizan desde su doble significación como ciudadanía incompleta, amenazada por los procesos de exclusión del campo de lo inteligible, a la vez que potencial subversivo, práctica de resistencia y creación de imaginarios nuevos. Esta exclusión se describe atravesada por diferentes líneas de intersección, entre otras, la procedencia social, el acceso formativo, la situación de empleo y el contexto sociopolítico (Namaste 2000). Respecto al activismo intersex, se señala la importancia de una visibilización de las experiencias intersex, al mismo tiempo de advertir la ambivalencia de una posición subjetiva “como pacientes, es decir, sujetos de una tradicional escucha menguada, mutilada” (Cabral y Benzur 2005, 298). Aparte de una exclusión discursiva por motivos de una identidad y trayectoria de género no ‘legible’, se analiza la influencia de la posición geopolítica e idiomática en el acceso a los procesos de producción teórica (Cabral 2009b).
Como persona que no se identifica con el género asignado al nacer, conozco la experiencia de patologización y exclusión del espacio de lo ‘inteligible’ por parte de un orden social binario. A la vez, el capital cultural heredado, en el sentido del concepto desarrollado por Bourdieu (1999 [1997]), me sitúa en una situación de relativa facilidad de acceso a circuitos de producción discursiva. La temática intersex me interpela por propias experiencias tempranas con el aparato biomédico, relacionadas con la dimensión de género, sin haber vivido la experiencia concreta de un diagnóstico intersex o intervención quirúrgica temprana. Al vivir en el contexto español y escribir / publicar ante todo en castellano, formo parte de la experiencia de limitación de acceso a los circuitos de producción discursiva en inglés, a la vez de una situación geopolítica de relativo ‘privilegio’.
A continuación, se expondrá una autorreflexión sobre la propia posición teórico-activista y geopolítica, así como un resumen de desarrollos recientes en el activismo internacional por la despatologización trans y el activismo internacional intersex. Desde el análisis
4 Entre much*s otr*s, se pueden nombrar las aportaciones de autor*s como Balzer y Hutta (2012a, 2012b); Berkins (2007, 2010); Berkins y Fernández (2006); Bornstein (1994); Burns (2005); Cabral (2008a, 2008b, 2009a, 2009b, 2009c, 2009d, 2010, 2011a, 2011b); Cabral y Benzur (2005); Cabral y Viturro (2006); Cabral y Hoffman (2009); Cameron (1999 [1998]); Chase (1999 [1998], 2005 [1998]); Colipe (2010); González-Polledo (2010); Hillman (2008); Holmes (2002, 2008); Machado (2009); Missé (2010); Missé y Coll-Planas (2010); Namaste (2000); Platero (2009); Preves (1999 [1998]); Sacayan (2008, 2010); Sood (2009); Spade (2006); Stone (2006 [1987]); Stryker (1994, 2006); Wayar (2007); Whittle (2002, 2006); Whittle, Turner, Al-Alami (2007); Whittle, Turner, Combs, Rhodes (2008); Wilson (2000 [1997]); Winter et al. (2009); Winters (2008).
Mi propia sensación de necesidad de una mirada autorreflexiva parte de la vivencia de dinámicas de patologización en prácticas de investigación, experimentadas desde el doble lugar como miembro de equipos de investigación y persona entrevistada, y se inserta en una amplia reflexión sobre reflexividad, dinámicas de poder y desigualdades
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Cuestionamiento de dinámicas de patologización y exclusión discursiva desde perspectivas trans e intersex Amets Suess
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geopolíticas aportada desde diferentes perspectivas teóricas (Anderson 2006; Denzin y Lincoln 2005; De Sousa Santos 2009; Doucet y Mauthner 2002; Ellis, Bochner, Denzin et al. 2007; Gregorio Gil 2006; Haraway 1995 [1991]; Spivac 1988), incluyendo reflexiones desde perspectivas trans e intersex (Cabral 2009b; Cabral y Benzur 2005; Holmes 2008; Stryker 1994, 2006; Towle y Morgan 2002).
análisis crítico de la situación actual de las personas trans e intersex, denuncia de una situación de exclusión, discriminación y vulneración de derechos humanos y desarrollo de propuestas, marcos teóricos y estrategias de cambio.5 En relación a la situación actual de las personas trans, se detecta una presencia de dinámicas de patologización, discriminación y exclusión social, educativa y laboral de las personas trans, disminución de derechos ciudadanos, falta de acceso y discriminación en el ámbito sanitario, así como un alto grado de exposición a violencia transfóbica y crímenes de odio.6 La clasificación de los procesos de tránsito en el género como trastorno mental se identifica como un factor que contribuye a actitudes transfóbicas y situaciones de discriminación y abuso en el ámbito institucional. Un estudio reciente muestra la interrelación entre la consideración de los procesos de tránsito en el género como trastorno mental y un grado aumentado de actitudes de prejuicio contra las personas trans (Winter et al. 2009).
Con los grupos activistas trans e intersex en el contexto latinoamericano, y específicamente en el contexto argentino, me unen contactos activistas y personales, facilitados por la cercanía idiomática, así como su participación activa en las convocatorias de STP, Campaña Internacional Stop Trans Pathologization. Desde la perspectiva de un trabajo teórico-activista por la despatologización trans en el contexto español, el activismo trans e intersex latinoamericano y la producción teórica relacionada constituye un referente importante. A la vez, escribo desde la conciencia de un conocimiento sólo parcial respecto a la trayectoria cultural, política e histórica específica de los movimientos activistas y características de las expresiones, trayectorias e identidades de género en el contexto sociopolítico latinoamericano en general, y específicamente argentino.
Además, se señala un efecto de limitación en el ejercicio de ciudadanía plena de las personas trans por las dificultades de acceder a un reconocimiento legal del cambio registral de nombre y género.7 En muchos países del mundo no existe una legislación que regule el cambio registral del nombre y género, limitando su puesta en práctica a procesos judiciales. La mayoría de las leyes de identidad de género existentes incluyen requisitos patologizantes para el acceso registral del género y nombre, entre ellos el diagnóstico, la esterilización, la cirugía genital o el divorcio (Balzer y Hutta 2012a, 2012b; TGEU 2013), a pesar de las recomendaciones expresadas desde instituciones europeas de facilitar un reconocimiento legal de la identidad de género sin requisitos médicos (Consejo de Europa 2011; Hammarberg 2009).
En este sentido, puedo describir mi posición como a la vez interna como externa a los procesos que describo, una posición que me sitúa en un lugar de especial cautela y “vigilancia epistemológica” (Bourdieu, Chamboredon y Passeron 2001 [1973], 22), desde el miedo de reproducir dinámicas colonialistas, etnocéntricas o de apropiación indebida de activismos afines, pero caracterizados por matices diferenciados. De hecho, en la preparación del presente trabajo me planteé la pertenencia de hablar sobre proyectos de producción discursiva creados en el contexto argentino, desde la posición como persona afincada en el contexto español, así como de hablar de lo intersex como activista trans. Como otras veces, la duda epistemológica me lleva al borde de no sentirme legitimad* para escribir, y si escribo a pesar del todo, es con una sensación de necesidad y a la vez incomodidad no del todo resuelta.
5 Agius y Tobler (2012); Balzer y Hutta (2012a; 2012b); Cabral y Hoffman (2009); Comisión Europea (2011, 2012); Consejo de Europa (2011); Grant, Mottet y Tanis (2011); Gunguluza (2012); Hammarberg (2009); Human Rights Commission (2008); O’Flaherty y Fisher (2008); Parlamento Europeo (2012); REDLACTRANS (2010); Russian LGBT Network (2011); Sood (2009); STP (2011, 2012a); TGEU (2013); Whittle (2002); Whittle, Turner y Al-Alami (2007); Whittle et al. (2008); Winter et al. (2009).
Perspectivas trans e intersex: respuestas activistas a dinámicas de patologización y exclusión
6 Agius y Tobler (2012); Balzer y Hutta (2012a, 2012b); Cabral y Hoffman (2009); Comisión Europea (2011, 2012); Gunguluza (2012); Human Rights Commission (2008); O’Flaherty y Fisher (2008); Parlamento Europeo (2012); REDLACTR ANS (2010); Russian LGBT Network (2011); STP-2012 (2011, 2012a); TGEU (2013); Whittle (2002); Whittle, Turner y Al-Alami (2007).
Desde perspectivas teóricas y activistas trans e intersex, así como desde organizaciones y organismos internacionales, se aportan trabajos que incluyen un
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Agius y Tobler (2012); Balzer y Hutta (2012a, 2012b); Consejo de Europa (2011); Gunguluza (2012); Hammarberg (2009); O’Flaherty y Fisher (2008); TGEU (2013); Whittle (2002).
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Asimismo, se constatan barreras en el acceso de las personas trans a la atención sanitaria. En muchas regiones del mundo, el acceso a la atención sanitaria pública en general, y en consecuencia a la atención sanitaria trans-específica, es limitado o inexistente.8 En algunos países, la cirugía genital sigue siendo ilegal o sólo disponible bajo pago. En aquellos contextos en los que existe una atención sanitaria trans-específica públicamente cubierta, el acceso a los tratamientos hormonales o quirúrgicos está regulado por un proceso de evaluación externa que sigue los criterios diagnósticos establecidos en el DSM-5, Manual Estadístico y Diagnóstico de Trastornos Mentales, 5ª edición (APA 2013)9 y en la CIE-10, Clasificación Internacional Estadística de Enfermedades y Otros Problemas de Salud, 10ª edición (OMS 2010 [1990)].10 comprobando la adecuación de la persona que acude a la consulta al género elegido, bajo un modelo binario y heterocentrado.11 Investigaciones recientes muestran el alto grado de discriminación que experimentan las personas trans en la atención sanitaria general, contribuyendo a que eviten el uso de los servicios sanitarios (Whittle et al. 2008).
de silencio familiar y médico, una falta de posibilidades de participación en el proceso de decisión clínica y secuelas iatrogénicas.12 El modelo de intervención temprana que tiene su origen en las teorías de John Money y su equipo en los años 50 del siglo (Money, Hampson y Hampson 1955), sigue siendo vigente en muchos hospitales del mundo (Dreger 1999 [1998]), a pesar de las críticas expresadas por el movimiento intersex y aliad*s.13 En 2006, se publicó el Consenso de Chicago, que establece como nueva nomenclatura el término “Trastorno del Desarrollo Sexual” (Lee et al. 2006: e448).14 Su enfoque ha recibido críticas desde el ámbito teórico-activista intersex por continuar y reforzar un modelo patologizante de la intersexualidad (Cabral 2009b). Ante esta situación de limitación de los derechos ciudadanos, situaciones de patologización, discriminación y violencia, vulneración del derecho a la integridad personal y falta de autonomía en los procesos de toma de decisión clínica, a lo largo de las últimas décadas han surgido movimientos y activismos trans e intersex con un discurso crítico sobre el modelo biomédico de la transexualidad e intersexualidad en diferentes partes del mundo, con una creciente articulación a nivel internacional.
Las personas cuyos cuerpos no corresponden a un estándar cultural generizado, categorizado por la medicina bajo el término de ‘estados intersexuales’, a menudo han sufrido una historia de procesos diagnósticos e intervenciones médicas a edades tempranas, bajo un paradigma
8 Cabral y Hoffman (2009); Russian REDLACTR ANS (2010); Sood (2009).
LGBT
Network
Activismo por la despatologización trans Coincidiendo con el proceso de revisión de los manuales diagnósticos DSM y CIE, a lo largo de los últimos años se puede observar la emergencia de un activismo internacional por la despatologización trans, que a su vez cuenta con el precedente de movilizaciones y reflexiones teórico-activistas a lo largo de las últimas décadas.
(2011);
9 En 2013, APA, American Psychiatric Association publicó el DSM-5 (APA 2013). La continuada inclusión de categorías diagnósticas transespecíficas, bajo los términos de ‘Gender Dysphoria in Adolescents and Adults’, ‘Gender Dysphoria in Children’ y ‘Transvestic Disorder’ ha suscitado la crítica del movimiento por la despatologización trans (GATE 2013a, 2013b, 2013c; STP 2013b).
STP, Campaña Internacional Stop Trans Pathologization,15 que actualmente cuenta con más de 370 organizaciones y redes activistas adheridos (STP 2013c), coordina la convo-
10 La publicación de la CIE-11 está prevista en 2017 (OMS 2014). El Grupo de Trabajo de la Organización Mundial de la Salud encargado de revisar las categorías diagnósticas trans-específicas aún no ha publicado su propuesta. En dos artículos publicados por miembros del Grupo de Trabajo se resalta la voluntad del Grupo de Trabajo de ‘abandonar el modelo psicopatológico’ (“it is now appropriate to abandon the psychopathological model of transgender people”, Drescher, CohenKettenis, Winter 2012: 575, traducción propia), se discuten diferentes emplazamientos potenciales fuera del capítulo V ‘Trastornos Mentales y de Comportamiento’ y se mencionan como posibles nombres de una nueva categoría los términos de ‘Gender Incongruence of Adolescence and Adulthood’ y ‘Gender Incongruence of Children’ / ‘Gender Incongruence of Childhood’ (Drescher, Cohen-Kettenis, Winter 2012: 569; Drescher 2013: 1). Desde el movimiento por la despatologización trans, se ha criticado el concepto de ‘incongruencia de género’, así como la propuesta de inclusión de una categoría para niñ*s con expresiones de género que difieren de expectativas sociales relacionadas género asignado al nacer (GATE 2013a, 2013b, 2013c; STP 2013b).
12 Alcántara Zavala (2009); Cabral (2009a); Cabral y Benzur (2005); Cameron (1999 [1998]); Chase (1999 [1998]; 2005 [1998]); Dreger (1999 [1998]); Grégori Flor (2009); Hillman (2008); Holmes (2002, 2008); Machado (2009); Preves (1999 [1999]). 13 International Intersex Forum (2011, 2012, 2013); OII (2012). 14 Las traducciones de las citas en inglés en el texto son propias. Texto original: “Disorder of Sexual Development” (Lee et al. 2006, e448). 15 Para consultar los objetivos, acciones y publicaciones de STP, Campaña Internacional Stop Trans Pathologization véase: <www.stp2012. info>. De 2009 – 2012, la Campaña Internacional Stop Trans Pathologization usó los acrónimos STP-2012, en referencia a la primera fecha anunciada de publicación del DSM (posteriormente cambiada a 2013). En enero de 2013, se cambiaron los acrónimos a STP (STP 2013a). En los primeros años, los manifiestos y documentos de STP se firmaron también como ‘Red Internacional por la Despatologización Trans’.
11 Agius y Tobler (2012); Burns (2005); González-Polledo (2010); Missé (2010); Missé y Coll-Planas (2010); Namaste (2000); Spade (2006); Stone (2006 [1987]); Stryker (1994); Suess (2010); Wilson (2000 [1997]); Winters (2008); Whittle et al. (2008).
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Cuestionamiento de dinámicas de patologización y exclusión discursiva desde perspectivas trans e intersex Amets Suess
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catoria anual del Día de Acción por la Despatologización Trans, realizado a partir de 2009 en el contexto internacional, con el precedente de convocatorias a nivel europeo en 2007 y 2008. En el marco de este día de movilización internacional, en octubre de 2013 se realizaron más de 100 acciones en 49 ciudades de diferentes continentes (STP 2013c).
para el activismo internacional por la despatologización trans, se puede nombrar el proceso de elaboración y aprobación de la Ley Nº 26.743, de Identidad de Género, ratificado en mayo de 2012 por el Senado Argentino, después de un debate parlamentario realizado en agosto de 2011 y su aprobación por el Parlamento en diciembre de 2011. Esta ratificación se identifica como el punto final de un largo proceso de reivindicación activista, debate y construcción de consenso (Cabral 2011b).
La demanda principal de STP es la retirada de las categorías relacionadas con los tránsitos en el género de los manuales diagnósticos DSM y CIE, así como la garantía de los derechos sanitarios de las personas trans, incluyendo el acceso públicamente cubierto a una atención sanitaria de la más alta calidad posible y el cambio de un modelo de evaluación hacia un enfoque basado en la autonomía y decisión informada (Red Internacional por la Despatologización Trans 2009; STP-2012 2011, 2012a, 2012b, 2012c; STP 2013a, 2013b, 3013c). En el ámbito legal, diferentes redes internacionales (STP-2012 2012c; STP 2013c; TGEU 2014), así como numerosos colectivos activistas regionales y locales procedentes de diferentes partes del mundo,16 demandan una abolición de los requisitos médicos en las Leyes de Identidad de Género actualmente vigentes, así como la aprobación de leyes basadas en una perspectiva de derechos humanos y despatologización.
La Ley Nº 26.743 establece el “[d]erecho a la identidad de género” y “libre desarrollo de su persona conforme a su identidad de género” como principios bases. La identidad de género se define como “vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo”. Artículo 1º. Derecho a la identidad de género. Toda persona tiene derecho:
a) Al reconocimiento de su identidad de género;
b) Al libre desarrollo de su persona conforme a su identidad de género;
c) A ser tratada de acuerdo con su identidad de género y, en particular, a ser identificada de ese modo en los
A lo largo de los últimos años, diferentes redes activistas internacionales (ILGA-Europe; TGEU 2009, 2010, 2012b; TGEU / ILGA-Europe 2009), asociaciones profesionales (Conselho Regional e Federais de Psicología 2011; SOCUMES 2010; WPATH 2010a, 2010b), así como instituciones europeas (Consejo de Europa 2011; Hammarberg 2009; Parlamento Europeo 2011) han mostrado su apoyo a la demanda de des-psicopatologización de los procesos de tránsito en el género.
instrumentos que acreditan su identidad respecto de el/los nombre/s de pila, imagen y sexo con los que allí es registrada.
Artículo. 2°. Definición. Se entiende por identidad de
género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede
involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúr-
Aparte de una demanda de despatologización de las expresiones, trayectorias e identidades trans en el ámbito sanitario y legal, se destaca la importancia de un cambio social más amplio, en el sentido de un mayor reconocimiento de la diversidad de género en la sociedad actual (Red Internacional por la Despatologización Trans 2009).
gicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente
escogido. También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales. (Congreso Argentino 2012, 2)
El cambio registral de nombre/género se regula mediante un procedimiento administrativo, sin incluir requisitos médicos, basado en “identidad de género autopercibida” (Congreso Argentino 2012, 2).
Ley de Identidad de Género de Argentina
Artículo 3°. Ejercicio. Toda persona podrá solicitar la
Como un ejemplo de un proceso de movilización activista, avance en materia de derechos trans y referente
rectificación registral del sexo, y el cambio de nombre
de pila e imagen, cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida. (Congreso Argentino 2012, 2)
A diferencia de otras leyes de identidad de género que se limitan a la regulación del reconocimiento legal de
16 A modo de ejemplo, se pueden nombrar las actividades realizadas por el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género (2011a, 2011b) con anterioridad a la aprobación de la Ley Nº 26.743.
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nombre/género, la Ley Nº 26.743 establece también la inclusión de la atención sanitaria trans-específica en el Sistema Público de Salud, mediante el Plan Médico Obligatorio, partiendo del reconocimiento del “[d]erecho al libre desarrollo de la personalidad” y del “goce de la salud integral” (Congreso Argentino 2012, 2).
lo reemplace, conforme lo reglamente la autoridad de
un diagnóstico prenatal relacionado con la intersexualidad, así como el fin de prácticas de esterilización no-consentida de personas intersex, resaltando la importancia del derecho a la integridad corporal, autonomía física y autodeterminación. Además, reivindican la despatologización de variaciones en las características sexuales en guías médicas, protocolos y clasificaciones diagnósticas, entre ellas la CIE, Clasificación Internacional Estadística de Enfermedades y Otros Problemas de Salud, la formación de l*s profesionales sanitari*s, el acceso a las historias clínicas, así como la garantía de un proceso de información, toma de decisión y consentimiento informado en todas las intervenciones médicas. En relación al reconocimiento legal del género, resaltan el derecho a un registro del género al nacer y a la posibilidad de cambiar este registro, a la vez de recomendar la supresión general de la categoría de sexo / género en los registros de nacimiento y documentos identificativos en un futuro (International Intersex Forum 2013).
La aprobación de la Ley Nº 26.743 fue celebrada no sólo por los grupos activistas trans en el ámbito argentino (Ruchansky 2012), sino por movimientos activistas de diferentes partes del mundo que señalan su rol como referente en la lucha por los derechos y la despatologización trans, como ley de reconocimiento del cambio registral de nombre y género que no exige ningún requisito médico para su tramitación (STP-2012 2012a; TGEU 2012a).
Aparte de la denuncia de los efectos iatrogénicos del modelo biomédico actual de la intersexualidad, se señala la importancia de garantizar el reconocimiento y la reparación del daño causado a personas intersex en el pasado, crear conciencia sobre los derechos de las personas intersex en la sociedad actual, así como de facilitar la creación de “contextos de contención, comunicación y celebración para las personas intersex, sus familias y quienes l*s rodean” (International Intersex Forum 2011, s.p.).
Artículo 11. Derecho al libre desarrollo personal. Todas
las personas mayores de dieciocho (18) años de edad podrán, conforme al artículo 1° de la presente ley y a
fin de garantizar el goce de su salud integral, acceder a intervenciones quirúrgicas totales y parciales
y/o tratamientos integrales hormonales para adecuar su cuerpo, incluida su genitalidad, a su identidad de género autopercibida, sin necesidad de requerir autorización judicial o administrativa. […] Todas las prestaciones de salud contempladas en el presente artículo quedan incluidas en el Plan Médico Obligatorio, o el que aplicación. (Congreso Argentino 2012, 2-3)
La perspectiva de la despatologización en el ámbito de la investigación social
Activismo intersex A lo largo de las últimas décadas, se puede constatar la creación de grupos activistas intersex en diferentes regiones del mundo, así como una creciente articulación del movimiento intersex a nivel internacional.17
De forma análoga a las luchas activistas contra dinámicas de patologización, categorización y exclusión de la diversidad corporal y de género, se plantea la pregunta por la presencia de dinámicas de patologización y exclusión de las perspectivas trans e intersex en la práctica de investigación.
Desde una denuncia del daño iatrogénico causado por la práctica de intervenciones tempranas y vulneración de los derechos humanos de integridad corporal y protección contra abusos médicos, l*s activistas reunid*s en el International Intersex Forum (2011, 2012, 2013) demandan una abolición de las prácticas de intervención quirúrgica no consentidas a recién nacid*s, niñ*s y adolescentes intersex, un cese de los abortos selectivos por motivo de
Frente a una tradición biomédica de teorización sobre los procesos de tránsito en el género en el marco del término de ‘transexualidad’ y la conceptualización de cuerpos que difieren de los estándares corporales sexuados bajo el concepto de ‘estados intersexuales’ o ‘trastornos del desarrollo sexual’, se constata, a lo largo de las últimas décadas, la emergencia de discursos trans e intersex que cuestionan la construcción biomédica de la transexualidad e intersexualidad. Stryker (2006, 1) habla, en recitación de Foucault, de un proceso de “(De)Subjugated
17 Entre las redes internacionales se puede nombrar OII, Organización Internacional de Intersexuales (OII 2012), que cuenta con redes regionales en diferentes regiones del mundo, así como el Foro Internacional Intersex, constituido en 2011 (International Intersex Forum 2011, 2012, 2013).
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Cuestionamiento de dinámicas de patologización y exclusión discursiva desde perspectivas trans e intersex Amets Suess
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Knowlegdes”, en el sentido de una recuperación de un conocimiento hasta ahora no reconocido con el objetivo de construir una intervención crítica y radical (Stryker 2006, 1). Según Whittle (2006), el surgimiento de los estudios trans corresponde a un momento histórico concreto y no sólo tuvo importancia para el ámbito académico, sino también para el campo activista, en el sentido de posibilitar nuevas conceptualizaciones y reflexiones acerca de ‘ser trans’. De forma análoga, se constata un proceso de emergencia de discursos intersex desde un marco no patologizante y crítico con el modelo biomédico (Cabral y Benzur 2005).
tomizado (Cabral y Benzur 2005; Holmes 2002; Namaste 2000). En trabajos antropológicos, se observa una mirada romantizante respecto a posiciones de un tercer género / sexo presentes en algunas culturas no occidentales, sin un análisis en profundidad de las normas de género existentes en contextos culturales específicos (Stryker 2006; Towle y Morgan 2002). Las reflexiones teóricas aportadas desde perspectivas trans e intersex incluyen un análisis de la propia posición teórica, en el sentido de una reflexión sobre las oportunidades y desafíos de una doble experiencia teórico-activista. En este sentido, Stephen Whittle (2006) señala la importancia —y el precio— de ‘salir del armario’ como persona trans o intersex en el contexto académico. Morgan Holmes (2008, 64) reflexiona sobre la responsabilidad inherente al doble rol académico-activista en una investigación sobre experiencias de personas intersexuales, desde el cuestionamiento de “intentar abrir sus / nuestras vidas, permitiendo una aún mayor curiosidad voyerista y académica de acceder a los cuerpos ya sobreaccedidos de las personas intersex”.20
Aparte de describir la situación actual de exclusión social y discriminación, diferentes autor*s trans e intersex aportan una reflexión amplia metanalítica sobre los procesos de patologización, categorización y exclusión discursiva, su propia posición teórico-subjetiva en el campo académico, así como las oportunidades y desafíos de una escritura desde perspectivas trans e intersex. La clínica se describe como una “tecnología de inscripción” (Stone 2006 [1987], 230),18 en la que el cuerpo transexual se convierte en campo de batallas de diferentes luchas epistemológicas, dificultando la creación de un contradiscurso al ocupar una posición fuera del orden binario. En consecuencia, se observa un proceso de “borramiento” (Namaste 2000, 52)19 mediante la reducción de las identidades trans a una dimensión figurativa, exclusión de instituciones académicas e invisibilización de su posición subjetiva. Además, se constata una falta de reconocimiento del saber de las travestis, limitando su derecho a una ciudadanía plena (Berkins 2007). Asimismo, se analiza la ambivalencia entre la importancia de la autobiografía para la visibilización de la experiencia intersex y la reducción a un rol testimonial (Cabral y Benzur 2005).
Aparte de un análisis de la situación actual de patologización y discriminación, así como una autorreflexión sobre las propias prácticas teórico-activistas, desde perspectivas trans e intersex se aportan reflexiones conceptuales y propuestas concretas para una ruptura de los procesos de exclusión social y discursiva. Frente a una conceptualización de los procesos de tránsito en el género como enfermedad y trastorno mental, se desarrollo un marco de conceptualización de la diversidad de género como derecho humano y oportunidad de apertura para la sociedad actual (Bornstein 1994; Stone 2006 [1987]; Whittle 2006). De forma análoga, desde una ruptura con la conceptualización biomédica de la ‘intersexualidad’ o del ‘hermafroditismo’ como ‘malformación’ o ‘anomalía’, se construye un marco conceptual que parte del reconocimiento y de la celebración de la diversidad corporal (Cabral 2009b). A nivel lingüístico y formal, se reflexiona sobre las posibilidades de una ruptura con un lenguaje binario, así como las posibilidades de combinar reflexiones teóricas y narrativas autoetnográficas, perspectivas académicas y experiencias activistas (Bornstein 1994; Cabral 2009b, 2009c, 2010; Spade 2006; Stryker 1994). Desde
Las dinámicas de patologización y objetivización se observan no sólo en la bibliografía biomédica, sino también en la investigación social y antropológica, incluyendo enfoques que parten de un reconocimiento de la diversidad de género. En este sentido, en los enfoques queer y posfeministas se identifican tendencias de una idealización de la figura trans e intersex como símbolo de ruptura del orden binario o metáfora de ansiedades culturales, sin tener en cuenta su realidad cotidiana y necesidad de negociación constante en un mundo dico-
20 “As much as I want to make intersexuality understood from the point of view of intersexuals themselves, at the same time I am loath to try open their/our lives, allowing yet more voyeuristic, academic curiosity to access intersexuals’ already overaccessed bodies” (Holmes 2008, 64).
18 “The clinic is a technology of inscription” (Stone 2006 [1987], 230). 19 “erasure” (Namaste 2000, 52).
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la conciencia del carácter binario y medicalizado de las conceptualizaciones actuales, se señala la dificultad de rebelarse “contra el mismo vocabulario que nos ha dado existencia” (Cabral 2010, s.p.), a la vez del deseo de “hablar de otros lugares y aprender otras formas de leer el cuerpo” (Missé 2010, 275).
lencio social histórico del que somos víctimas las travestis y transexuales” (VV.AA. 2007, 1). Como otro fin, se nombra la ruptura del silencio (“Porque el silencio, lejos de ser inmaterial, se traduce sobre los cuerpos en dolor, desaparición y muerte”, VV.AA. 2007, 1). La voz recuperada a través del proyecto editorial se define como una voz geográficamente localizada (“Ahora vamos a tener una voz para todas. Se llama EL TEJE. ¡Vengan maricas latinas! ¡Gritemos desde el sur del mundo! ¡¡¡Aturdámoslos!!!”, VV.AA. 2007, 1).
En el análisis de los procesos de exclusión de los espacios de producción y circulación de saberes, se hace hincapié en otro proceso de exclusión discursiva: La dificultad de circulación de las aportaciones en castellano o portugués frente al predominio de una bibliografía trans e intersex en inglés (Cabral 2009b). De forma análoga, se observan dinámicas eurocéntricas y colonialistas en la mirada hacia los activismos presentes en el Sur y Este Global (Cabral 2011a).
En el Editorial II, se añaden otros objetivos adicionales: ser “la punta de una red de acción conjunta”, “espejo de nuestro sentir y pensar”, vehículo de “traducción del pensar y sentir travesti a través de herramientas teóricas, espacios de discusión, diálogo entre compañeras, reflexión conjunta y también, por qué no, la risa en voz alta” y transmisión de “diversas experiencias y conocimientos para combatir aquello lo que nos oprime” (Wayar 2007, 2).
Proyectos editoriales teórico-activistas desde perspectivas trans e intersex
El Teje quiere ser la punta de una red de acción conjunta
para evitar caer en las otras redes, las de la policía,
Frente a experiencias de dinámicas de exclusión social, política y discursiva, desigualdad geopolítica y miradas etnocéntricas, a lo largo de las últimas décadas han surgido múltiples proyectos teórico-activistas desde perspectivas trans e intersex. A modo de ejemplo, presentaré dos proyectos editoriales teórico-activistas creados en el contexto argentino.
las del gobierno de turno, las de los que creen que sólo hay dos maneras de ser: hombre o mujer. […] El Teje se
propone como el espejo de nuestro sentir y pensar, de las formas en que reaccionamos internamente y ante el mundo exterior y nuestra propia percepción de qué y cómo somos: no somos hombres. […] El Teje quiere
ser el lugar desde donde decir y actuar en este sentido: traduciendo en representaciones culturales y acciones
políticas transformadoras del afuera/otro/a colectivo/a
El Teje
estos discursos internos de sentir y pensar. Travestis: Desde El Teje queremos aportar a esta traducción del
En el año 2007, se creó El Teje, Primer Periódico Travesti Latinoamericano, desde un proceso de colaboración entre el ámbito académico y colectivos activistas travestis. Entre su equipo de redacción, así como sus autor*s colaborador*s, se encuentra un amplio número de activistas travesti, trans e intersex procedentes del contexto argentino. En el momento actual, el periódico, distribuido en formato impreso y online como publicación del Centro Cultural Ricardo Rojas, Universidad de Buenos Aires, cuenta con seis ediciones.
pensar y sentir travesti a través de herramientas teóricas, espacios de discusión, diálogo entre compañeras, reflexión conjunta y también, por qué no, la risa en voz
alta. Nuestro objetivo último es transmitirnos unas a otras nuestras diversas experiencias y conocimientos para combatir aquello que nos oprime. (Wayar 2007, 2)
Entre una amplia gama de temáticas y formatos (artículos, relatos, fotografías, viñetas, etc.) presentes en El Teje, se incluye la temática de despatologización trans (Cabral 2009), la descripción de la experiencia de discriminación en el ámbito sanitario (Cabral 2008a; Colipe 2010), los riesgos del uso de la silicona industrial en los procesos de modificación corporal (Sacayan 2008), reflexiones sobre el reconocimiento de las travestis como “sujetas políticas” y sus derechos ciudadanos (Berkins 2007, 4), la denuncia de crímenes de odio dirigidos contra personas trans (Berkins 2010; Sacayan 2010), así como el análisis del proceso de elaboración y debate parlamentario de la Ley de Identidad de Género de Argentina (Cabral 2008b).
El Editorial I de la primera edición del periódico, comienza con una explicación de la elección del título (“El Teje es una suerte de espejo […]. Es una palabra todo terreno, lo que no se dice, lo oculto, lo que se trama, lo ilegal, lo sobreentendido”, VV.AA. 2007, 1) y narración del proceso de creación del proyecto editorial. Su objetivo principal se describe como “dar voz a través de la palabra materializada y con cierta sistematización al si-
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Interdicciones
Brasil, Costa Rica, España, México y Puerto Rico. Los artículos de la antología aportan, entre otros aspectos, reflexiones acerca de una intersección entre situación socioeconómica, contexto sociopolítico, nivel de pobreza, nivel de acceso a la atención sanitaria y grado de medicalización de la diversidad corporal (Alcántara Zavala 2009), la interrelación y tensiones entre discursos médicos, posiciones activistas y estrategias personales de las personas intersex (Grégori Flor 2009), así como un análisis de narrativas médicas sobre la intersexualidad y su relación con la bioética (Machado 2009).
“Interdicciones” es el nombre de una antología de “escrituras desde la intersexualidad en castellano”, como indica el subtítulo, editada por Mauro Cabral (2009a). La publicación está disponible online en la página web de Mulabi, Espacio Latinoamericano de Sexualidades y Derechos. En el texto de presentación se nombran como objetivos de la antología reunir “textos producidos desde distintas perspectivas teóricas y políticas, pero que comparten, en todos los casos, dos rasgos fundamentales: fueron escritos en castellano o portugués, y su escritura expresa el fuerte y definido compromiso ético de sus autor*s con la cuestión” (Cabral 2009b, 5).
Rupturas con la exclusión discursiva Ambos proyectos constituyen iniciativas surgidas desde ámbitos activistas en el contexto argentino, en caso de “Interdicciones” con participación de autor*s de otros países latinoamericanos, creados con el objetivo de abrir espacios de reflexión y producción discursiva, desde perspectivas travesti, trans e intersex. Los dos proyectos parten de un objetivo político de ruptura de la exclusión discursiva, renarración no patologizante de la experiencia trans e intersex y creación de nuevos imaginarios. En ambos casos, la posibilidad de acceso online se puede identificar como un elemento relevante para su difusión en el contexto teórico-activista internacional.
Frente a un predominio de una escritura sobre la intersexualidad en inglés, se señala la intención de dar espacio a una producción discursiva en castellano y portugués, a modo de una “inversión geopolítica”, para interpelar el carácter altamente generizado de ambos idiomas y para para escribir “en, y a pesar de, la lengua” (Cabral 2009b, 6, cursiva en el original). Se describen los efectos de una definición de la intersexualidad como un “conjunto de síndromes” o “ambigüedad genital”, identificando la misma como reflejo de un “fondo cultural común” que conceptualiza a las personas trans desde un imaginario de la indefinición o malformación (Cabral 2009b, 7). Como efectos de esta conceptualización patologizante, se nombra, en primer lugar, “la tranquilidad de quienes se saben, o creen saberse, hombres o mujeres”. En segundo lugar, se señala el efecto del “confinamiento de la intersexualidad en los límites estrechos de la medicina”. Como tercer efecto, se identifica “el empobrecimiento generalizado de las experiencias del imaginar, del desear, del coger, del nombrar, del registrar la crueldad y del intervenir críticamente para detenerla. Esa definición limita, incesantemente, las oportunidades y las experiencias del celebrar”. (Cabral 2009b, 7)
Conclusiones ¿[C]ómo puede hablar la población que no tiene voz y
cómo puede hacer sus reivindicaciones? ¿Qué tipo de
perturbación implica en el campo del poder? Y, ¿cómo
pueden estas poblaciones poner de manifiesto las reivin-
dicaciones de lo que necesitan? (Butler 2009, 336)
Frente a la reducción de la intersexualidad a las personas que “nacieron con cuerpos que varían respecto del promedio corporal femenino o masculino”, se entiende la intersexualidad como “algo que nos pasa. A cada paso. A tod*s” (Cabral 2009b, 7).
Los proyectos teórico-activistas revisados parecen indicar que esta voz, esta ‘perturbación’ en el campo de poder, esta puesta de manifiesto de reivindicaciones es posible, en momentos concretos, en lugares específicos, en circunstancias socio-políticas determinadas, desde una confluencia concreta de personas, creatividades, saberes y recursos. Son posibles ante una continuada situación de discriminación, de exclusión del orden de lo inteligible, de marginación social.
La antología incluye trabajos de análisis, reflexiones teóricas, relatos, entrevistas y representaciones pictóricas, producidos por autor*s procedentes de Argentina,
Aún así, permanece vigente la pregunta de Butler, y surgen otras preguntas: ¿Cómo garantizar la puesta en práctica de un avance en el ámbito legal, como la Ley
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de Identidad de Género de Argentina? ¿Cómo facilitar que sirva como referente y ejemplo para los procesos de aprobación o reforma de leyes de identidad de género en otros países? ¿Cómo conseguir que experiencias de producción teórico-activista colectiva, como El Teje o Interdicciones, puedan producirse en otros lugares, en otros contextos geopolíticos, con el objetivo de visibilizar y dar difusión a la producción de conocimientos desde perspectivas trans e intersex? ¿Cómo introducir una perspectiva de despatologización en el ámbito de la reflexividad y ética de la investigación social?
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Los usos del folclore y la construcción de una identidad regional “costeña” y nacional en la obra de Antonio Brugés Carmona, 1940-1950* Hugues R. Sánchez Mejíav - Adriana Santos DelgadoD Fecha de recepción: 30 de noviembre de 2012 Fecha de aceptación: 15 de mayo de 2013 Fecha de modificación: 15 de septiembre de 2013
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.11
RESUMEN En el presente artículo queremos resaltar el rol protagónico que entre 1940 y 1950 tuvo un intelectual costeño en la formación de una identidad regional a partir de la folclorización de expresiones artísticas (música y danza) locales y su intento por articularlas a una identidad nacional en Colombia. Basados en los pocos escritos de este personaje, pretendemos mostrar que la construcción de una identidad regional pasó por tensiones y negociaciones, por las afinidades culturales del autor y, sobre todo, por la necesidad que tenían los gobiernos liberales y el Estado colombiano de construir una idea más amplia de nación.
PALABRAS CLAVE Folclorización, identidades, intelectuales, Magdalena, Caribe colombiano, Brugés Carmona.
The Uses of Folklore and the Construction of a National and “Costeña” Regional Identity in the Work of Antonio Carmona Brugés, 1940-1950 ABSTRACT In this article we highlight the leading role that a “costeño” intellectual had between 1940 and 1950 in the formation of a regional identity based on folklorization of local artistic expressions (music and dance), and his attempt to articulate a national identity in Colombia. Based on the few writings of this intellectual we intend to show that the construction of a regional identity experienced tensions and negotiations, given the cultural affinities of the author and, above all, the need of the liberal governments and the Colombian state to construct a broader idea of nation.
KEY WORDS Folklorization, identities, intellectual, Magdalena, Colombian Caribbean, Brugés Carmona.
Os usos do folclore e da construção de uma identidade regional “costenha” e nacional na obra de Antonio Brugés Carmona, 1940-1950 RESUMO No presente artigo, queremos ressaltar o papel protagônico que, entre 1940 e 1950, teve um intelectual “costenho” (assim chamados os habitantes do litoral colombiano) na formação de uma identidade regional a partir da folclorização de expressões artísticas (música e dança) locais e sua tentativa por articulá-las a uma identidade nacional na Colômbia. Baseados nos poucos escritos desse personagem, pretendemos mostrar que a construção de uma identidade regional passou por tensões e negociações, pelas afinidades culturais do autor e, principalmente, pela necessidade que tinham os governos liberais e o Estado colombiano de construir uma ideia ampla de nação.
PALAVRAS CHAVE Folclorização, identidades, intelectuais, Magdalena, Caribe colombiano, Brugés Carmona. *
Este artículo es resultado del proyecto de investigación “Los caminos de la memoria: la música campesina en el Magdalena Grande 1750-1970”, que contó con el respaldo institucional de la Universidad Popular del Cesar, Colombia. v Doctor en Historia de América Latina por la Universidad Pablo de Olavide, España. Profesor del Departamento de Historia de la Universidad del Valle (Colombia). Integrante del grupo de investigaciones Región (Categoría A1 en Colciencias). Correo electrónico: ahugues82@hotmail.com D Magíster en Historia por la Universidad Industrial de Santander, Colombia. Profesora del Departamento de Historia de la Universidad del Valle (Colombia). Integrante del grupo de investigaciones Región (Categoría A1 en Colciencias). Correo electrónico: asantos700@hotmail.com
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acidos en la Europa decimonónica, los saberes folclóricos fueron relacionados con la necesidad de edificar una identidad para la nación (Smith 2000; Hobsbawm 2001). Hace unas décadas, Rowe y Schelling develaron magistralmente la forma como varios gobiernos de América Latina se apoyaron en el folclor y la cultura popular como un mecanismo para construir identidades y fortalecer los sentimientos nacionalistas, al imprimir a las tradiciones culturales campesinas un carácter positivo que invocaba la unidad nacional (Rowe y Schelling 1993). En la misma tónica, otros estudios han señalado también que, de manera paralela al rol del Estado, un grupo de intelectuales, con sus estudios, crónicas y ensayos, cumplieron un papel importante en la construcción de identidades nacionales. Se avanzó en mostrar cómo la palabra, el concepto y los escritos sobre el folclore tuvieron una importancia relevante durante la primera mitad del siglo XX para un sector de pensadores y artistas americanos, en sus esfuerzos por crear, fortalecer y fomentar identidades regionales y nacionales (Helg 1989; García 2001; Ortiz 2003; Mailhe 2005; Funes 2006). Así, éstos ayudaron, con mayor o menor énfasis, en la folclorización emprendida por los Estados —desde y fuera de éstos— y la subsecuente consolidación de identidades, moviéndose en tres esferas identitarias: una continental (americanismo), otra nacional y una regional y/o local. Por ello, el papel desempeñado por los intelectuales en la conformación de identidades nacionales y regionales en América Latina a partir de sus estudios sobre el folclor y la llamada cultura popular ha merecido la mirada aguda de antropólogos, sociólogos e historiadores.
hacia la creación de una idea superior que “ensambla a toda la nación, por encima de sus segmentaciones internas, y la distingue del resto”, apoyándose en “el carácter distintivo y primigenio de su ‘pueblo’”, concebido este último como “una esencia inmutable, que se manifiesta en creaciones como la lengua propia, la lírica o la música […]” (Ortiz 2003, 42), por otro lado, las expresiones que se instituyen en la categoría de folclor no pueden mirarse como un reflejo de los procesos sociales y políticos de élites ilustradas, sino, más bien, como el elemento por el cual la identidad regional, nacional y continental tomó “forma concreta gracias a la producción artística” (Mendoza 2006, 21). Tenemos aquí una cuestión de fondo. A diferencia de la consideración teórica que sostiene que la identidad nacional se construyó gracias a la homogeneización de los localismos, pasamos a una idea más flexible: el papel activo de los intelectuales, el proceso de selección de cuadros locales que se elevan a identidad regional y/o nacional y, obviamente, la influencia de los actores participantes en esos cuadros folclóricos fundamentaron la construcción de la comunidad imaginada de la nación (Anderson 1993). Así, indagar las dinámicas de folclorización permite entender “los elementos afectivos de la conciencia y de las relaciones —la estructura de los sentimientos—” (Mendoza 2006, 24), las operaciones que llevaron a cabo los intelectuales, sus preferencias y, sobre todo, las tensiones que se dan en la construcción de tropos de identidad regional. Todo esto porque para los folcloristas el pueblo no es pasivo; por el contrario, es agente y productor de cultura, como también sujeto de la historia. En este sentido, lo novedoso de estos escritos estriba en que se incluyen en sus relatos —independientemente de sus fines— sectores que hasta la fecha estaban excluidos de la historiografía tradicional. Por ello, con su discurso ayudaron, en el terreno, a “la práctica y la ideología política de la nación” (Mendoza 2006, 24), pero no de una manera vertical; sino a partir de la visibilización de la cultura popular. Esta última emergía desde abajo hacia arriba, de la periferia al centro, y no al revés.
Por otro lado, análisis más refinados consideran necesario centrar la mirada en el proceso de folclorización, sin descuidar ciertas particularidades dejadas a un lado por los primeros estudios. Se señala, entonces, la necesidad de examinar el momento en que unas formas públicas de expresión (música, danza, teatro, poesía, narraciones orales, entre otros) practicadas por un grupo social determinado fueron seleccionadas como representativas de toda una nación o región y elevadas a la categoría de folclor, y, de paso, preguntar por el agente o la institución que realizó dicha operación. Es decir, se plantea la necesidad de escudriñar cómo estas expresiones folclóricas se encumbraron a la categoría de arte o un tipo de saber que “era digno de ser cultivado”: el llamado arte folclórico (Mendoza 2006).
Política, intelectuales y cultura popular en la Colombia de los años cuarenta A lo largo del decenio de los cuarenta se vivió en Colombia una eclosión de la intelectualidad. Varios personajes reflexionaron y tematizaron a través de sus discursos sobre las producciones de lo que ellos denominaron la cultura popular (González y Rolle 2005; Silva 2005). Es en este
Las recomendaciones anteriores nos introducen en un entramado bastante complejo, ya que si, por un lado, reconocemos que por medio de la folclorización se transita
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Los usos del folclore y la construcción de una identidad regional “costeña” y nacional Hugues R. Sánchez Mejía, Adriana Santos Delgado
Otras Voces
proceso donde se inscriben las obras de varios escritores costeños, nacionales y extranjeros, que se dedicaron a recolectar, en libros y artículos, semblanzas de la vida de los campesinos del hoy llamado Caribe colombiano (De Lima 1942; Rangel 1948; Pérez Arbeláez 1953).1 Esta redefinición de lo nacional se da a partir de los intentos por parte del Estado central de expandir el proceso de nacionalidad a todo el territorio colombiano (Silva 2005). Esfuerzo que coincidió con la expansión capitalista impulsada por la bonanza cafetera, con el tímido proceso de modernización de algunos aspectos de la vida social y cultural del país, así como con la irrupción de la radio como medio masivo de comunicación (Henderson 2006). Estos letrados cumplieron el papel de correa de transmisión entre la cultura popular —la construyeron e intentaron moldearla— y el Estado. Así, el folclor era importante porque les permitía: a) promover identidades regionales y nacionales; b) ponerse del lado de elementos culturales que otros despreciaban y/o no valoraban y c) valorizar e idealizar las formas de expresión artísticas que provenían del área rural. En tanto, el Estado y los gobiernos apoyaban esta tendencia porque con ello lograban, por un lado, ampliar la idea de nación y, por otro, incluir en el discurso y la acción política sectores emergentes activos electoralmente (Silva 2005, 13).
[…] la música del Caribe colombiano puede resignificarse como música nacional, no tanto suprimiendo sus anteriores significados sino reubicándola en relación con otros elementos. La negritud no desapareció sino que se diluyó estilísticamente; mientras tanto, otras corrientes musicales “más negras”, no tan comerciales, ni populares, continuaron significando la “verdadera” negritud. (Wade 2002, 13)
Nuestra hipótesis es que el proceso de construcción identitaria —nacional y regional— es más complejo y menos hegemónico de lo que se presume. A lo sumo, las élites mencionadas, para este caso la familia Santos, dueña del periódico El Tiempo, necesitaron de intermediarios culturales que ayudaron a crear una imagen folclórica: seleccionándola, depurándola, divulgándola, enriqueciéndola y, por supuesto, negociándola (Burke 1978). Esta discusión coincide con la inserción de la música regional “costeña” en ciudades como Medellín, Bucaramanga y Bogotá misma, así como con las preocupaciones de algunos escritores costeños que veían cómo a través de la música local y regional, se ganaban espacios en esta última ciudad, capital política y cultural de Colombia. Estos escritores mostraban a quienes gobernaban el país que la cultura “costeña” podía producir unos ritmos musicales “alegres” y vitales, a la vez que propugnaban un reconocimiento de la cultura local como parte de un complejo cultural nacional (Gilard 1986). Como bien lo intuye Jacques Gilard, este “descubrimiento” de la cultura local nutriría las obras de literatos como Gabriel García Márquez, Héctor Rojas Herazo y Manuel Zapata Olivella, y, por supuesto, de su precursor: Antonio Brugés Carmona.2
La pregunta que surge, entonces, es la de si los escritores costeños fueron sujetos activos que expandieron la idea de nacionalidad propuesta por el Estado liberal entre los años cuarenta, aclarando cuál fue su rol en la construcción y defensa de la llamada “cultura popular” (González y Rolle 2005). Para el antropólogo Peter Wade, la relación entre la música popular y la construcción de la nacionalidad colombiana fue importante en la década de los cincuenta. Este autor señala que hacia la mitad del siglo XX, “la música popular colombiana se entreteje con los cambios sociales y culturales del país en su conjunto” (Wade 2002, 1); advirtiendo como novedad el hecho de que para las élites políticas bogotanas esta inserción y/o estos cambios debían ser moderados en lo que respecta al tema racial, específicamente, en lo relacionado con la introducción de los estilos musicales de clara herencia africana. Wade supone la existencia de un proceso de “blanqueamiento” de estilos musicales, cuya centralidad adjudica a las élites capitalinas:
Er compae Toño Brugé aparece en escena El nombre que acabamos de señalar nos remite a una figura importante dentro de las esferas políticas de la llamada República Liberal que encaja en la calificación de intelectual y/o folclorista (Dosse 2007). Los trabajos de Brugés Carmona nos permiten escrudiñar la forma como en los años cuarenta surgió un discurso regional que se apoyaba en el folclor para crear identidades regionales articuladas a la identidad nacional promovida por el mencionado proyecto liberal.
1 Una lista de este grupo de intelectuales debería incluir a Emirto de Lima, Luis Carlos López, Gustavo Ibarra Merlano, Clemente Zabala, Adolfo Martá, Antonio Brugés Carmona, Héctor Rojas Herazo, Enrique Pérez Arbeláez, Jorge Artel, Manuel Zapata Olivella, Gabriel García Márquez, Jaime Exbrayat, Gnecco Rangel Pava, Álvaro Cepeda Samudio, entre otros.
2 Con el nombre de “costeño” se designaba hasta hace unos años a los habitantes del Caribe colombiano.
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Veamos parte de su trayectoria de vida y de qué manera se fueron cruzando su quehacer político y su actividad literaria. Este escritor3 nació en 1911 en Guamal, localidad situada a orillas del río Magdalena, en el departamento del mismo nombre. Sus padres se trasladaron en 1916 a otra población cercana, pero más grande, llamada Santa Ana, y reconocida por Brugés como “su pueblo” hasta el momento de su muerte. Su educación la recibió en el reconocido colegio Pinillos de Mompós, del cual sería rector en 1939, mientras ejercía de diputado (Brugés 1944). A la edad de 25 años se trasladó a la ciudad de Bogotá y se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Libre. Allí alternó sus estudios con actividades periodísticas y proselitismo político. En 1935 se vinculó al periódico El Liberal, en donde trabajó hasta que partió a su tierra natal en búsqueda de una curul en la Asamblea departamental. En ese momento ya era famoso entre jóvenes profesionales liberales como López Pumarejo y Eduardo Santos, quienes se movilizaban al lado de la República Liberal, aunque en orillas distintas.4 Álvaro Pachón de la Torre narra cómo hacia 1937 muchos de estos jóvenes vinculados al diario citado volvieron a sus regiones. El primero de ellos fue Brugés Carmona, de quien escribe Pachón de la Torre:
de bullerengue. Su fructífera militancia política incluyó el apoyo a la campaña presidencial de Eduardo Santos en 1938, la actuación como congresista suplente por el departamento del Magdalena entre 1944 y 1946, la adhesión al gaitanismo y su participación, por un sector del liberalismo, como viceministro de Agricultura en el gobierno de Ospina Pérez, hasta 1951. Estando en Bogotá, durante la década de los cuarenta, se relacionó con una generación de intelectuales liberales que giraban alrededor del periódico El Tiempo, en donde contó con el apoyo de la familia Santos y de Germán Arciniegas; situación lógica si se atiende al carácter “nacionalista” y “terrígena” de la obra de Brugés y su coincidencia con la postura del diario bogotano y la Revista de Indias —dirigida por el ya mencionado Arciniegas— frente al debate desarrollado en 1941 entre “universalistas” y “nacionalistas” (Gilard 2004a, 31-44). En esta casa editorial y fuera de ella —pero sobre todo en la capital— publicó gran parte de sus artículos y opúsculos sobre el tema de la música y el folclor del Magdalena; se ocupó de las danzas locales, los cuentos cortos, y ofreció cuadros sobre ciudades como Cúcuta, Barranquilla y Neiva (Gilard 2004b, 226-227). Además, hizo crítica literaria y pictórica, participó en la política propagandística y se atrevió, con Oliverio Perry, a publicar un libro sobre las personalidades más importantes de Colombia para la época (Perry y Brugés 1944). Tanto su carrera política como la de cronista se desarrollaron entre el Magdalena (Santa Marta y Santa Ana) y Bogotá. Si se ubicara a Brugés en términos geográficos a partir de sus artículos, concluiríamos que su vínculo con el mar Caribe fue precario. Salvo un texto sobre Barranquilla, las ciudades portuarias de Cartagena, Santa Marta y Riohacha no merecieron su atención. Su mundo eran la cuenca baja del río Magdalena, los pueblos ribereños y el pueblo de El Paso, la confluencia del río Cesar y la ciénaga de Zapatosa. Así fue hasta 1956, cuando murió en un accidente aéreo en los Llanos Orientales.
[…] tenía aspiraciones políticas y decidió abandonar la crónica jurídica y los comentarios al proceso Soler y los frecuentes bailes que para festejarlo le ofrecían sus paisanos, agasajos bullangueros que el compadre Brugés había bautizado en el autóctono raspacanillas. Viajó
al departamento del Magdalena, donde inició su campaña para la diputación a la asamblea. De Santa Ana,
su tierra natal escribió una larga carta dando cuenta del
triunfal recibimiento que sus coterráneos le hicieron, con banda, cohetes y cola de chiquillos que le señalaban con el dedo y gritaban: ¡Llegó er niño Toño! ¡Aquí está Toñito Brugééé! (Pachón y Díaz 2006, 97)
Así, a finales de la década de los cuarenta ya Antonio Brugés había dejado una impronta en algunos círculos liberales bogotanos como político, columnista y bailador
Intuición del realismo mágico: crónicas y “cuentos de mi pueblo”
3 Así se denominaba a quienes se desempeñaron como columnistas, editorialistas y cronistas en periódicos y revistas de la época, aun cuando no fuesen literatos en el sentido estricto del término.
Brugés Carmona fue uno —sino el primero— de los escritores costeños que llamó la atención sobre el tema de la nacionalidad y su relación con el asunto de la música campesina. El primer texto donde escenifica elementos de la cultura popular costeña fue publicado en 1940, en el periódico El Tiempo (Brugés 1940). Se trata de un escrito construido sobre la vida de Pedro Nolasco
4 Dentro del liberalismo surgieron, a finales de la década de los treinta, dos corrientes contrapuestas, conocidas como “lopistas” y “santistas”, cuya confrontación dio lugar a la terminación temprana de la segunda presidencia de López Pumarejo, el ascenso de Alberto Lleras Camargo como mandatario designado y el triunfo del Partido Conservador, posteriormente. Con todo, las dinámicas reformistas cambiaron de ritmo, el movimiento gaitanista se fortaleció y se dio inició a un período de inestabilidad política que marcaría las décadas ulteriores.
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Los usos del folclore y la construcción de una identidad regional “costeña” y nacional Hugues R. Sánchez Mejía, Adriana Santos Delgado
Otras Voces
Padilla, acordeonero de la población de El Paso y vaquero de la hacienda Las Cabezas. Este “cuento colombiano”, tal y como fue subtitulado en la publicación del 3 de noviembre, ofrece imágenes sobre las expresiones de la cultura campesina de una subregión del Caribe colombiano y la cultura local de un pueblo cuyos habitantes eran en su mayoría descendientes de esclavos traídos del África (Sánchez 2008, 127-157). No obstante esto último, aquí no se hace mención de la cuestión racial en términos negativos —como sí lo hicieron algunos otros intelectuales tiempo atrás—, y más bien se muestran las creaciones culturales de los herederos de la tradición africana de manera hiperbólica, como veremos más adelante.
una conexión entre ésta y un evento sobrenatural, pero también esto explica la aceptación del derroche como negación de la acumulación de capital (Taussig 1993).
de acordeonista. Un breve diálogo y empezaron a cantar
En aras de avanzar, resumamos la historia: Nolasco, “que había sido vaquero rico, chalán y acordeonista, galán afortunado, versificador y curandero”, abandonaba su pueblo y sólo se recibían noticias de él por sus canciones. En realidad, el protagonista se volvió un pretexto para mostrar, además de la vida rural, la existencia de un aire musical que empezaba a propagarse, gracias a la radio y a la comercialización discográfica que se originaba en la ciudad de Barranquilla (Sánchez 2009, 80-99). Así, en la columna se exponían varias hipótesis sobre dicha cultura local, al tiempo que se referían hechos de un mundo reacio —según él— a aceptar los moldes de una cultura moderna y capitalista. En el texto, la vida del músico transcurría entre “los oráculos, los balsameros de ‘El Difícil’, los capataces de ‘La Calamanera’, los corraleros y vaqueros del Playón de ‘Calzón Blanco’” (Brugés 1940, 1); pobladores todos de la región que hoy coincide con el centro del departamento del Cesar. Allí, entre El Paso y El Difícil, transcurre la historia de un hombre que había construido una
duró la lucha hasta que se firmó un acuerdo, Pedro
[...] vida fantástica amasada con sangre, amor y supers-
deón, pero su alma quedaba hipotecada hasta el día de
más esforzado, el más apuesto, el más audaz de los
El personaje central era un “vaquero” que manejaba con destreza el acordeón, enfrentaba al diablo, lo derrotaba y se enriquecía mágicamente a partir de la derrota de éste. En palabras del autor, Nolasco, Una vez venía por el camino que sirve a los viajeros de Maracaibo a La Guajira. Venía tocando su acordeón. Su “niña bonita”. De repente se presentó el diablo en forma
y tocar en un duelo portentoso. Ocho días y ocho noches Nolasco sería millonario y tocaría como nadie el acor-
tición. El muchacho cuando tenía doce años ya era el
su muerte. (Brugés 1940, 2)
corraleros de don Juan Labatut el francés exportador
de bálsamo de Tolú y dueño de la ganadería más rica
A partir de allí, el vaquero compraba una hacienda y vería cómo los “ganados se reproducían por cientos. Los corrales anochecían vacíos y a la mañana no daban cabida”.5 Además, “se emborrachaba y compraba las ‘ruedas’ de cumbia” y también “Repartía el aguardiente en bongos y bateas. Derrochaba como un millonario loco. Compraba tierras y más tierras” (Brugés 1940, 1). Hasta aquí, todos estos acontecimientos y acciones permiten concentrar la mirada en un aspecto hasta el momento poco analizado dentro de la cultura costeña o caribeña colombiana. Como señala el antropólogo norteamericano Michael Taussig, detrás de la figura del pacto con el diablo subyace una crítica de las sociedades campesinas frente a las desigualdades sociales —nuevo rico— que trae consigo el avance del capitalismo. La obtención rápida de una fortuna era afrontada con la estigmatización de la misma. De allí que se estableciera
de Santa Rosa. Desde ya coleaba toros bravos, y cuando salía a las fiestas del pueblo corría los potros más brio-
sos. Desde entonces ya sus pies trenzaban el redondel de las cumbias, una, cinco, diez, cien veces! Mujeres.
Caballos. Toros. Riñas a puños. La Sabana. Los caños
salvajes. Las balsameras. La selva. Esos fueron los elementos que decoraron la juventud de Pedro Nolasco Padilla. (Brugés 1940, 2)
Dos elementos merecen destacarse de lo anterior: lo geográfico y las costumbres de los habitantes de un pueblo situado a orillas de las ciénagas formadas por el río Cesar. Estas descripciones minuciosas situaban los rasgos característicos de una zona de frontera ocupada por contrabandistas, ganaderos, vaqueros, balsameros, brujos, bailadoras de cumbia y acordeoneros. Todo esto en sólo una página de un periódico capitalino. Ya aquí Brugés informa sobre sus intereses. ¿Por qué centrarse en El Paso y no en un pueblo netamente ribereño, más cercano culturalmente a las raíces de Brugés? En una entrevista que realizamos en 1996 a Efraín “El Mono” Quintero, en ese entonces un anciano de 85 años, encontramos parte
5 En este cuento se notan párrafos donde Brugés intuye el realismo mágico, y que años más tarde serían recreados por Gabriel García Márquez en su cuento “Los funerales de la Mamá Grande” y en Cien años de soledad.
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de la respuesta.6 El entrevistado comentaba cómo el escritor de Santa Ana había llegado a esta población a hacer proselitismo político en 1937 y se había enamorado de una bailadora de cumbia, cuestión que lo puso en contacto durante varios años con la localidad. Además, señalaba Quintero, Antonio Brugés fue agasajado durante sus visitas al poblado por acordeoneros —especialmente, Pedro Nolasco— y cantadoras de tambora y chandé. Así, vemos que el escritor tuvo un contacto con los habitantes de El Paso y también con su cultura, la cual compartió y plasmó, entre líneas, en sus cuentos y crónicas.
como ya señalamos, la historia original hacía parte de un repositorio de la cultura popular local, al cual Brugés Carmona agregó particularidades y un actor concreto oriundo de la localidad, Pedro Nolasco Martínez, quien para la época era el más hábil intérprete de música popular en este ámbito:
Es decir, Nolasco existió y era, para la fecha que visitó Brugés la región de El Paso, cabeza de una familia de vaqueros descendiente de los esclavos de la famosa hacienda Las Cabezas, ubicada en cercanías al pueblo en mención. Fue este vaquero y acordeonero quien inspiró el texto de Brugués Carmona. Por testimonios de varios ancianos del mencionado sitio, sabemos que durante la década de los treinta circulaba a manera de relato oral una historia bien particular, que hablaba de un acordeonero que enfrentaba al diablo y, luego de derrotarlo, le arrancaba, a través de un “pacto”, la posibilidad de hacerse rico y próspero. Este relato lo contaban los ancianos a los niños en las noches, quienes los divertían y asustaban alrededor de los patios de palma y bahareque del pueblo y de los hatos ganaderos. Tenemos aquí un doble proceso a partir del contacto entre un escritor y unos campesinos.
a tocar un tío también acordeonero, su mama era bai-
Era el mejor. Tocaba en las fiestas patronales de El Paso
y La Loma, durante tres y cuatro días, tocaba en cumbias, tocaba muchos merengues y sones y se decía que tenía pacto con el diablo. Tenía un acordeón que le regalaron los hermanos Piñeres de Las Cabezas y le enseñó
ladora de cumbia y merengue […] No se cansaba, aunque no era rico, tenía algunas cabezas de ganado […]. (Brugés 1940, 2)
Los habitantes de El Paso aportaron la historia y los actores; Brugés pugnó por la inclusión de ésta en el entramado de la cultural nacional, y lo justificó a partir de las concepciones del folclorismo que pululaban en la época. Así, la relación fue en dos sentidos, y desde una cierta horizontalidad. Según el intelectual que nos ocupa, la historia era el pretexto para dar a conocer una cultura particular por la que él sentía afinidad, por gusto estético y por compartir los mismos códigos culturales. Para los habitantes de El Paso significaba la posibilidad de participar en la comunidad imaginada de la nación colombiana.
Por un lado, los acordeoneros de El Paso pusieron en contacto al intelectual con un mundo cultural particular, en el que ellos mismos definían lo que era suyo: la música de acordeón, los cantos y los bailes. Pedro Nolasco —quien murió en 1975— era reconocido en la región como el mejor intérprete de canciones y el mayor exponente de aquel género musical; era un canon establecido. En la otra orilla aparece el individuo haciéndolo trascender de la esfera local a una nacional e incorporándolo a la construcción identitaria regional que daría sustento, posteriormente, a lo que hoy conocemos como música vallenata; recordemos que esta historia es parecida a la de Francisco El Hombre y que fue tomada por la élite de Valledupar para sustentar la creación, a finales de la década de los sesenta, del famoso Festival de la Leyenda Vallenata (Bermúdez 2006, 476-516).
Ahora bien, en este mismo opúsculo aparecen otros componentes de la propuesta de Brugés que, si bien son diferentes, están íntimamente relacionados, adquieren mayor expresión en sus planteamientos ulteriores y se relacionan con el tema del folclor. El primero de ellos queda apenas enunciado aquí. Se trata de los vínculos existentes entre las expresiones musicales locales y las de otras latitudes del Caribe insular; con lo que reconoce un sustrato cultural compartido con el resto de América. De tal manera que encuentra las bases del americanismo que suscribirá posteriormente. Es así como afirma que “Detrás de la leyenda llegaron los aires musicales de los merengues. Venían también por el camino de El Paso, el mismo por donde se había ido Pedro Nolasco en busca de la aventura”. Camino que para él era “la arteria de penetración de todos los aires marinos que ahora influyen en nuestra música criolla” (Brugés 1940, 2). Luego, Brugés considera que la cultura local se nutría de influencias caribeñas.
Nos encontramos entonces frente a una primera influencia de los actores locales en la construcción de una imagen folclórica regional. Para el caso estudiado,
En segundo lugar, hace referencia al problema racial, en cuanto al aporte cultural del mestizaje que surgió a partir de las contribuciones de negros, indios y blancos;
6 Efraín Quintero (1996).
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Otras Voces
El merengue como símbolo de creación popular y armonía racial
quienes se encontraron para crear una cultura que ahora reclamaba ser incluida en la nacionalidad. De ahí que el mismo camino por el cual entró la diversidad musical, en su opinión también sirvió de ruta para la amalgama cultural: “Ese camino por donde llegaron hasta el corazón del Magdalena el acordeón de la Europa Central, las maracas antillanas y el grito totémico de los tambores africanos. Por allí venían las últimas producciones de Pedro Nolasco, olorosas a flores silvestres” (Brugés 1940, 2).
En 1942, dos años después de contar una historia a partir de la vida de un acordeonero de El Paso, Brugés Carmona incluiría dentro de sus escritos algunas reflexiones y descripciones sobre expresiones musicales de la, en ese momento, llamada Costa Atlántica. En adelante, el universo de los campesinos costeños no sólo era mostrado a partir de los cuentos y crónicas, también la música popular sería un eje articulador. Así lo hizo evidente en El Tiempo cuando publicó un artículo sobre un baile y ritmo musical de la región llamado “merengue” (Brugés 1942). En la misma tónica anterior, pero quizás de manera más contundente, el escritor reconocía en este ritmo la expresión de lo propio, la capacidad creadora de las gentes y las bondades de los múltiples legados recibidos. Aquí hacían su aparición la cultura local/regional, su esencia americana/nacional y la innovación del mestizaje. En sus propias palabras,
El tema de la armonía de las razas emerge de una manera clara. Esta ideología pregonada por intelectuales liberales, y tomada tanto del indigenismo peruano como de los intelectuales adscritos a la Revolución Mexicana, lo llevaba nuevamente a las aguas del americanismo, al reconocimiento de la existencia en América de culturas que, tomando un poco —lo mejor— de cada una, construían una nueva realidad (Funes 2006). Aquí, el folclorista hace de historiador y de etnólogo de un pueblo aparentemente desconocido. Pero al mismo tiempo, dentro de este discurso americanista aparecía una tensión consistente en la defensa de una “nacionalidad” colombiana, en la que el merengue como aire musical del Magdalena Grande debería tener un lugar, a pesar de sus influencias “antillanas”. Se trataba de mostrar al país ese ritmo cantado y bailado por campesinos —negros descendientes de africanos— como un producto autóctono. El acento puesto hasta aquí en la definición de los campesinos de esta localidad desde lo étnico y desde su conexión cultural con lo africano se entiende a partir de las prioridades establecidas por Brugés Carmona en este texto, en el cual esboza claramente su pretensión de lograr una aceptación de la presencia de los negros en un aire musical regional.
Dentro del folclor americano falta, entre otros el
“merengue” de las tierras del departamento del Magdalena, con su fuerte contribución de colorido y americanidad. El merengue del Magdalena es la más auténtica expresión de aquellas gentes comarcanas que lo han visto nacer, que han contribuido a su modelación y que sienten en él un lejano grito de abuelos marineros
bebedores de trago largo, de abuelos negros jarochos y esforzados, y de abuelos indios supersticiosos y sufridos. (Brugés 1942, 4)
En este caso, el americanismo está asociado a ciertas cualidades y capacidades de los pobladores de este continente; con lo cual lo local haría parte de un universo mayor que era América, a partir de su adscripción a lo nacional. Teniendo en cuenta la relación que Brugés establece entre lo nacional y lo autóctono, o creado en América, se tiene una tríada: hay algo autóctono americano resultante de lo propio nacional, que a su vez estaría conformado por la diversidad de expresiones locales consecuencia de la recreación —y esto marcaría las diferencias entre las distintas localidades— cultural de unos orígenes comunes.
Posición que se mantendría hasta la realización de la Encuesta Folclórica Nacional, cuando su defensa sería más fuerte, clara y compleja; tal y como mostraremos en páginas siguientes. Por lo pronto, señalemos que a partir de ese momento la influencia antillana empezaría a diluirse, y en su lugar se reivindicaría la mezcla con lo español y lo indio. Aquello definido por Wade como un blanqueamiento de estilos musicales, lo cual, en nuestra opinión, debe entenderse como el entrecruzamiento de múltiples factores, que incluyen desde lo decidido por el colectivo en términos de gustos musicales hasta las afinidades estéticas del escritor y lo propuesto en otras latitudes como políticamente correcto: la armonía racial, e incluso, podría relacionarse con la manera en que las interacciones raciales se vivieron en el Magdalena Grande; asunto que, dada su complejidad, sería objeto de otra reflexión.
Volviendo a las cualidades y a las capacidades de lo local/ nacional/americano adjudicadas al merengue por Brugés Carmona, habría que advertir dos cosas: en el primero de los casos, hace referencia a un adjetivo —lo colorido— que se podría asociar con la alegría y la vitalidad, definidas, más tarde, como inherentes al ser costeño. En el segundo, se destaca la manera en que los hijos de estas tierras transforman y enriquecen las herencias recibidas
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de sus ancestros, cuyos orígenes provienen de tres fuentes étnicas distintas. Idea ésta que sería retomada, en años posteriores, por los paladines del “vallenato” y los sectores de la clase terrateniente de Valledupar —liderados por Alfonso López Michelsen, en lo político, y Guillermo Abadía Morales, en lo académico—, para quienes la música vallenata muestra la comunión entre españoles, negros e indígenas a través de sus instrumentos, es decir, acordeón, caja y guacharaca. De ahí lo triétnico de esta música, noción que permanece hasta la actualidad.
procesos políticos que ocurrían en el ámbito nacional y americano. El “merengue” coincidía con la armonía racial pregonada por un sector del liberalismo, contenía la americanidad, ilustraba las bondades del mestizaje, y podría ser más rápidamente asimilado y aceptado por pobladores de otras regiones que también formarían parte de la nacionalidad. Al parecer, ésta sería la manera más expedita de integración a lo nacional. De ahí que escogiera al “merengue” como el ritmo musical que propondría como representativo de la identidad regional.
En consecuencia, y a partir de la imbricación de tres componentes culturales distintos en el momento de hacer música, las descripciones hechas por este intelectual ilustran la armonía racial, en donde la concordia reemplaza las posibles contradicciones que se generarían entre unos y otros sistemas culturales, al mismo tiempo que exaltan las adaptaciones regionales de las expresiones culturales; tal y como se puede leer cuando escribe:
y el tambor de los negros —modificados a la manera de una
Las razones para ello se hacen explícitas cuando Brugés Carmona señala que “Mientras que en el tropel africano del Chandé la mujer lleva en el alto la bandera de los pueblos regidos por el matriarcado”, por el contrario, el “merengue” es “Satírico en sus estrofas”, y no “reniega su parentesco español cuando dos galanes se disputan la supremacía en la improvisación que tiene como premio final los favores de las hembras” (Brugés, 1942, 4). Los argumentos a su favor siguen apareciendo en el momento que recoge la presencia de versos del romancero español, posiblemente pensándolo como una ventaja al promocionar o divulgar dicho ritmo. Lo mantiene cuando lo compara como baile con una danza local llamada “Baile del Millón”, señalando que mientras que en el segundo “los abuelos indios lloran todo lo perdido”, en cambio, el “merengue” era
como para prevenirse de los mestizos transaccionistas
[...] como el filtro que le ha quitado la estridencia a la
El merengue se ejecuta con los siguientes instrumentos: acordeón, tambor hecho de tronco de árboles y par-
ches de cuero de chivo, que los naturales llaman caja.
Los músicos, que a veces trenzan el baile, se sientan en el centro y a su derredor las parejas bailan. Baile de ganaderos, toma el círculo de los pueblos pastores
región— pero también recoge el acordeón marinero y adopta el abrazo en las parejas. (Brugés, 1942, 4)
cumbia, ha hecho caso omiso de los valses vieneses, y ha
dejado solo una apretujada red de sentimientos expre-
En este contexto, los responsables de la mezcla, de las transformaciones, de los acomodos, son los propios sujetos que recibieron el acervo cultural de las generaciones anteriores, lo hicieron suyo y lo adaptaron a sus necesidades y gustos. Ellos decidieron con qué quedarse, qué dejar de lado y qué cambiar. En esta misma visión, el cronista debe informar sobre esos productos culturales, e insertarlos en la cultura nacional. Aquí, el folclorista costeño es un gran innovador en cuanto a la concepción de la historia: los hombres son capaces de construir y adaptar elementos culturales a sus circunstancias locales. Sin proponérselo de manera explícita, Brugés acepta el surgimiento de una cultura popular y comienza a reflexionar sobre su autenticidad.
sados en la suave ondulación de las notas que suben y
bajan como se estira y encoge el acordeón y cuando las duras manos de los gañanes golpean y soban sensualmente la piel brillante del tambor. (Brugés, 1942, 4)7
La exposición de motivos termina cuando Brugés emparenta al “merengue” con el “cantejando americanizado” y muestra complacencia con que este ritmo fuera el menos negro de los bailes y música de la Costa; ya que lograba suavizar […] sus aristas de baile tosco de gente que se emborrachaba diariamente con Ginebra y los Rones antillanos
y poco a poco se fue adentrando por la ruta que siguieron los primeros conquistadores hasta Tamalameque.
En este sentido, una región, a partir de la herencia y la mezcla, lograba producir un ritmo musical —era canción y danza— que merecía estar en las marcas de la nación. Lo que haría éste como intermediario cultural, entonces, sería seguir el canon que los pobladores habían establecido de manera cotidiana y ponerlo en relación con
Los otros bailes típicos se van quedando atrás. Ahora
se necesita, no que los “compositores nacionales” con con-
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En Brugés, lo indígena aparece asociado a la tristeza, por lo cual niega la presencia de rasgos culturales de esta población en la región Caribe.
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auténticas expresiones musicales de un pueblo ocupe su
presencia de elementos culturales negros, en este caso la defensa del porro (Quiñones 1954; González 2000, 152-179), ritmo que quedó excluido de la mencionada encuesta. En este sentido, exponía en 1950:
rica, que los sociólogos empiezan a estudiar con dig-
Parece que según el criterio del jurado, solo se admitirá
decoraciones compongan Merengues en que haya que recortarle una nota que sobra a la métrica —¡oh, la métrica!— sino que nos preparemos para que como
puesto de honor entre las danzas populares de Aménidad. (Brugés, 1942, 4)
como música nacional el bambuco, la guabina y otros
aires del interior de la república y se excluirán en cam-
En últimas, lo anteriormente expuesto muestra cómo la identidad regional costeña se construyó discursivamente sobre la base de identidades locales cimentadas en formas culturales de aprobación popular. Visto así, el “merengue” fue erigido por el gusto popular en el rasgo distintivo de la cultura de las poblaciones de la Depresión Momposina. El papel de Brugés fue asumirse como intermediario cultural que informaba a la nación sobre su existencia y su riqueza, facilitando su integración a la nacionalidad. Para ello, el escritor hizo utilizó algunos elementos discursivos que definían la americanidad; concebía a ésta como un mecanismo para llegar a lo nacional y reconocía las “auténticas expresiones musicales de un pueblo”. Al final, el merengue terminó siendo reconocido como la música costeña que integraría la nacionalidad colombiana. Proceso que implicó consensos, negociaciones y horizontalidades entre los agentes de la cultura popular y los intelectuales de la región, y entre estos últimos y los académicos y políticos de Bogotá. A través de Brugés Carmona, y a partir de un sustrato cultural definido por los pobladores, lo negro comienza a formar parte de lo costeño, y esto último se introduce como parte del nacionalismo cultural. La novedad de la situación radica en la inclusión de un elemento visto, durante algún tiempo, con prevención y rechazo por parte de algunos círculos de escritores e intelectuales cuyas preferencias apostaban por lo blanco o lo indígena.
bio todos aquellos del litoral Atlántico que se suponen de influencia antillana y negroide. (Brugés 1946b, 11)
Aquí el tema racial aparecía en el centro de la querella y abriría paso a una tendencia que se haría hegemónica en los discursos de construcción de una identidad costeña: la herencia africana. Con sentido del humor y sarcasmo señalaba que las expresiones musicales del país no debían mirarse “a través de los lentes que suelen usar ciertas señoras para calificar lo que llaman ‘buena familia’”, en referencia a las valoraciones culturales que circulaban en la ciudad de Bogotá. Así, y de la mano del componente racial, se emprendía una defensa de la música costeña a partir de una oposición binaria, en donde los rastros de negritud chocaban con las formas culturales de los pueblos de indios; razón por la cual los ritmos regionales —según él— no eran bien vistos en la capital. Consideraciones que contaron con un valor agregado, como fue el de la definición de dos tipos de músicas: la música del “interior”, nostálgica y reflejo de la tristeza de los habitantes de los Andes centrales, y la música “costeña”, toda alegre, que irradiaba la vivacidad de los habitantes del litoral norte. Por tal razón, en tono lacónico comentaba cómo Se ha excluido sin miramientos de ninguna clase todo
aire musical que no se inspira en los motivos melancólicos de los habitantes de los páramos, como si las regio-
La alegría es costeña, la tristeza es andina
nes costaneras fueran menos colombianas que las del interior, o como si predominara alguna noción racista
que repudie todo lo que tenga algún tinte de los abuelos
Dicho proceso de aceptación e inserción tuvo sus desacuerdos y conflictos. Un momento álgido tuvo sus orígenes en el contenido de la Encuesta Folclórica Nacional, realizada por el Ministerio de Educación Nacional en 1942 (Silva 2006). Las diferencias surgieron por cuanto se dejaba a los ritmos costeños por fuera de la identificación de la nacionalidad colombiana, y conllevaron un cambio en el rumbo del discurso de Brugés Carmona, quien tomó una posición más fuerte al respecto. La respuesta del escritor aludía a la parcialización hacia los ritmos andinos y una supuesta negación de las expresiones de la Costa Atlántica motivadas por la
negros que dieron su contribución herencial a extensos núcleos de nuestra nacionalidad. (Brugés 1946b, 11)
Palabras éstas que ubican claramente la molestia de Brugés: el hecho por cuestionar no era la nacionalidad, sino el sentirse excluido de ella; ese rechazo generaba el reclamo más abierto, cuya columna vertebral era la defensa de lo étnico como factor de construcción de la nación. Según el escritor, la evidencia del aporte del negro era tal que hacía imposible negar dicha representación y, mucho menos, ocultar su presencia en la cultura colombiana; sobre todo si se contaba con una región
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habitada y constituida por esa herencia. No obstante, el mismo Brugés dio muestras de conciliación y matizaba enunciando que era
hacia el norte por el brazo de Mompós hasta Plato y
Cierto que los vientos antillanos recorren nuestro litoral
los Motilones hasta la orilla rumorosa y legendaria del
hacer luego un sesgo que permita adelantarse hasta encontrar el curso del río Ariguaní y continuar por el
estrecho valle que dejan dos moles de la Sierra Nevada y
y muchos de ellos nos traen en el eco de sus tamboriles
Caribe, quizá por Dibulla y Camarones. (Brugés 1950, 4)
y maracas extrañas influencias. Pero también lo es que
Allí se encontraba “el romance puro y soberbio” y nacían otros aires que “recogen la influencia negra y mestiza, zamba o mulata […]”. Afirmaciones que ilustran cómo el escritor de Santa Ana había “ocultado” o minimizado otras variantes musicales de influencia africana que se desarrollaban en El Paso, dando prelación al estilo musical más mestizado o con menos influencia negra; posición que flexibilizará cuando se refirió al chandé. Esta cuestión se percibe fácilmente al entrevistar a los ancianos de la región, para quienes las debilidades estéticas de Brugés poco definían sus gustos musicales. En su texto sobre los acordeoneros —que él definía como los últimos juglares— de El Paso aún quedaban rastros de sus querellas en la disputa por ganar espacio para una variante de la música del Magdalena Grande dentro del contexto nacional. En este sentido, se puede leer en el mencionado escrito un llamado a
muy pocas regiones del país tienen tanta riqueza musical autóctona, precisamente porque allí influyó con más
fuerza el aporte musical de los negros, reyes universales y
accionistas —a pesar de los aspavientos de los zafios— de la nueva raza americana que ofrece al mundo una nueva humanidad […] Son tan nacionales como cualquiera de
los orejones de las Sabanas de Bogotá o de los promeseros que van de Vélez a Chiquinquirá. (Brugés 1946b, 11)
Nuevamente nos encontramos con algunos de los elementos mencionados antes, es decir, orígenes africanos transformados en las localidades de tal forma que terminaron generando nuevos ritmos y, sobre todo, una nueva raza. Era precisamente a esa nueva raza americana, fruto del mestizaje, a la que no se le podían negar derechos de nacionalidad; especialmente si lo nacional era sinónimo de autóctono y rural en cuanto a la creación cultural y las formas de vida. De ahí que se ponderaran la música de acordeón, el merengue, y la existencia bucólica de los pueblos costeños. Esto último presentado en oposición a la vida de las ciudades y al proceso de modernización urbana que estaba viviendo el país para ese período:
[...] admirar y estudiar el alma del folklore del Magdalena,
sin duda alguna el más rico y de caracteres más recios y definidos en la rama de la música y la trova. Folklore
desconocido y muchas veces tergiversado inconscientemente, y quizás por eso, calumniado en altas esferas de la
A espaldas de la vida estremecida de las ciudades, como
cultura artística nacional. (Brugés 1950, 4)
en las islas donde la vida tiene otro ritmo impuesto por el
Para esta época reconocía su relación con el pueblo de El Paso y volvía a insistir en la necesidad de darle cabida en la nacionalidad a poblados como
marco provinciano que la circunda y la defiende quedan todavía en el país de Colombia vastas zonas geográficas que parecen detenidas en otro siglo […]. (Brugés 1950, 4)
Con este tipo de descripciones Brugés pone de presente un elemento importante en los procesos de folclorización, consistente en señalar, por un lado, las características particulares de la expresión que se escenifica y, por otro, su carácter incontaminado, aun cuando se le reconozca como fruto del mestizaje. De tal manera, se da una suerte de petrificación de la vida rural y de fosilización de la cultura popular, pecados de la folclorización. En últimas, un territorio específico, por tener rasgos de singularidad cultural, se elevó de manera esencialista, buscando enriquecer la nacionalidad y la identidad regional. Esto ocurrió con el territorio que interesaba a Brugés, y que coincidía con la región que va
El Paso, en el pleno corazón de las extensas sabanas del
Magdalena. Puerto terrestre, centro de confluencia de los pastores de la región, aquel pueblecito que mantiene vivo
el fogón de viejas tradiciones ofrece incalculable material
para los investigadores y rastreadores de los elementos primigenios de nuestra nacionalidad. (Brugés 1950, 4)
En esta lógica, las marcas de la cultura regional, que debían insertarse en la identidad nacional, se encontraban en los saberes populares ubicados geográficamente en aquella pequeña aldea. Desconocerlos implicaba aceptar una nacionalidad falseada construida en los salones y periódicos capitalinos. Por tanto, su llamado era a reconocer a sus verdaderos actores, aunque hubiesen sido desconocidos hasta ese momento. Tal y como señala Renán Silva, el modelo de cultura
[…] desde la desembocadura del río Cesar, en el Magdalena, hasta las estribaciones de la Sierra de los Motilo-
nes por el sur, para seguir luego el curso del río grande
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Otras Voces
popular expresado en las políticas de la República Liberal buscaba “recuperar” el alma nacional que se encontraba en pueblos ignorados, por lo que apoyaron de varias formas el proceso de inclusión de esa población a la nación colombiana (Silva 2005, 45 y 55). De ahí que la posición de Brugés tuviera acogida en los medios escritos con que contaban los liberales, y que le pusieran a su disposición periódicos y revistas de Bogotá. Buscando el “alma de la nación”, anotaba que en El Paso, pueblo de descendientes de esclavos,
Alegría, alegría individual y alegría colectiva por todas
[…] todavía están presentes antiguos símbolos de los
que aquí encontraron la libertad […] y encontraron
Otra vez nuestro autor se revela como pionero, al ser uno de los primeros escritores costeños en ponderar esta visión de la vida —cuyos inicios podrían ubicarse a finales del siglo XVIII—, y de la cual harían parte el vigor, la animosidad y el regocijo con que se enfrentaba al mundo. Poco a poco se completaba el cuadro de la esencia costeña: la música, la danza, la vitalidad y la alegría estaban presentes en el diario vivir de estos pobladores, o como el mismo autor señaló: “El pueblo de las costas colombianas se distingue por su afición a la danza, y por su fervor por la música de ritmos vitales y alegres” (Brugés 1952, 10). Así lo demostraría la gran diversidad musical que encuentra, describe y defiende el columnista:
doctrinero y otros en las filas de sus guerrilleros civi-
Al tiempo que en las costas arde lujuriante la cumbia
tez a la nueva raza americana que forma y puebla un
en Boyacá y Cundinamarca, en Santander y Caldas,
partes, como imperativo ancestral y mandatos geográficos, recorre campos y pueblos, ciudades y aldeas como un estremecimiento de la tierra toda. Como gigantesco tam-tam venido del África de los abuelos negros que por allí sentaron su planta y contribuyeron a hacer patria, los tambores terrígenos pueblan el espacio con sus roncas voces para
llamar las tribus a las fiestas. Y en seguida aparecen las parejas acezantes y nerviosas, listas para bailar las danzas rituales. (Brugés 1952, 10)
caciques Chimilas, Pocabuyes y otras familias de los inmortales Pijaos. Y están también, actuantes y
dicientes los usos y supersticiones de los esclavos que llevaron los señores marqueses de Santa Coa para explotar sus latifundios. El Brujo y el curandero tienen allí sus dominios donde se mueven, graves y misteriosos, entre la crédula admiración de los comarcanos. Están también los vaqueros de a pie, orgullosos
y sencillos, depositarios de una antigua ciencia de
amarrar novillos cimarrones y “colear” toros bravos;
los cumbiamberos descendientes de negros bantús otro sentido de la vida, unos de las manos del cura les […] dieron su contribución de fortaleza y de esbel-
y se teje en significativa comunidad un baile ritual,
mundo nuevo también. (Brugés 1950, 4)
y en Antioquia el baile participa de lo individual en el bambuco y en el pasillo, en la guabina; y el lloro de
Desde esta perspectiva, la nacionalidad estaba compuesta de pervivencias de elementos indígenas, negros y blancos, que habían fundido sus símbolos, conocimiento, religión y valores, para fundar otro sentido de la vida y otras formas de ver el mundo. Aquí radicaba su particularidad, y éste era su distintivo, condiciones ambas que podrían estar a punto de desaparecer ante los embates de la modernización. Una de las singularidades y riquezas de esas nuevas maneras de vivir la vida y relacionarse con la realidad circundante se manifestaría en las danzas tradicionales de Nochebuena que se realizaban en parte de la región Caribe, y cuyo baile vital era el Chandé. Así quedó claro en 1954, cuando Antonio Brugés Carmona le dedicó un artículo a esta danza. En el escrito, y a diferencia de sus anteriores exposiciones, aparecía una nueva relación: se ligaba lo geográfico con la vitalidad y la lúdica con las que los habitantes de la Costa asumían la vida; reconociéndoles una raíz primigenia a estos valores. Siendo ésta la base de la defensa ideológica que se haría más tarde del disfrute terrenal con el que se identificaría parte del modo de ser “costeño”. Según el mismo Brugés, los costeños expresan:
los carrizos y requintos habla más de lo indígena que de lo negro. Y la variedad de bailes es más restringida, cuando en las costas es infinita. (Brugés 1952, 11)
En esta lógica, si algo podía aportarse desde esta región a la construcción de la nación, era la vitalidad, aludida arriba, que adquiría expresión a través de la música. Por lo tanto, de alguna manera, se proponía al resto del país que asumiera como propios los valores de estas sociedades campesinas. De hecho, esta esencialización de la cultura costeña daría como resultado, en el corto plazo, una eclosión de los ritmos caribeños en Colombia; en los que se ubican como eje central las vivencias, que abandonan lo folclórico, de los músicos locales acomodados dentro del engranaje de la naciente industria discográfica (Wade 2002, 14). A comienzos de la década de los cincuenta, la posición de Brugés frente a lo racial había pasado del reconocimiento y exaltación de la unión triétnica al establecimiento de diferencias entre lo indígena y lo negro, asumiendo a este último como la influencia decisoria a la hora de
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imprimir rasgos inconfundibles a la música costeña, así como al ser cultural regional. Esto fue lo que le permitió ocuparse del ya mencionado “chandé” y del baile llamado Cumbia; distinto de las “cumbiambas”. En su opinión, es esta preeminencia la que hace posible una forma distinta de vivenciar lo religioso
resistía los embates de la modernización debía ayudar a la consolidación de un “pueblo” idealmente unido que sustentara un nuevo tipo de nacionalidad, si se quiere, más incluyente. Antonio Brugés Carmona da entonces un nuevo significado a los legados africanos en Colombia, como también abre las puertas a una nueva vanguardia estética musical que daría forma en la década de los cincuenta a los años de oro de la música costeña. Al menos en la práctica diaria y en sus escritos, su mirada se centró de manera insistente en la recuperación de un tipo de cultura regional que, como ya vimos, coincidía con sus intereses políticos —él fue diputado y congresista por el departamento del Magdalena—.
Profundamente creyente y respetuoso, el serrano de Colombia […] sus danzas no interfieren jamás sus debe-
res de culto religioso. Mientras que en los pueblos de Bolívar, Atlántico y Magdalena, los incansables bailadores le dan guerra al cura de almas para que suspendan aun cuando sea brevemente sus danzas a fin de que
se cumpla el programa religioso, en el interior del país
En un sentido amplio, Antonio Brugés hizo etnografía y la llevó a sus crónicas y cuentos. ¿Hasta qué punto este proceso de recolección de la información dependía más de sus experiencias diarias que de una reflexión? La relación no es muy difícil. El mundo que describió era su mundo; en parte, era una cara del universo dual de los intermediarios culturales. Así, Brugés tenía su corazón puesto en las costumbres de los habitantes del bajo Magdalena, pero en su otro mundo, el campo de la acción periodística y política, se ubicaba en la Bogotá de los Andes colombianos. En esta última instancia informó sobre la cultura popular costeña y ayudó en el proceso de imaginar la nación más allá de los “salones” capitalinos.
lo profano está en orden inferior, subordinado a la total ausencia de deberes del rito católico. (Brugés 1952,11)
Por ello terminaba sentenciando que era […] costumbre inmemorial en los pueblos de la costa
encender los trepidantes bailes populares en la plaza principal, frente a los templos, en las goteras mismas del campanario rural, y muchas veces, como en casos
de lluvia intempestiva, invadiendo el sagrado recinto de las iglesias. Si la procesión del santo patrono del pue-
blo termina a las ocho de la noche, desde media hora antes, las gentes impacientes se agruparan alrededor
del mesón donde se instalaron los músicos para tocar el baile […]. (Brugés 1952, 11)
Referencias
Si bien la prioridad del artículo ha sido llamar la atención sobre la danza, también es cierto que Brugés, desde su mirada de etnógrafo, lograba insinuar cómo esa estrecha relación con la vitalidad y la alegría permeaba otras esferas de la vida como la religiosa, llegando a producir también sus propias innovaciones. Así, la religiosidad en la Costa Atlántica se distinguía por una “laxitud” resultado de una “mixtificación de lo pagano y religioso en fiestas religiosas”. Una vez más, se ponía en evidencia el sincretismo y se volvía a insistir en el mestizaje. Retomando su definición del baile de Chandé, los costeños cumplen “un mandato de su sangre americana en la cual bullen, se entrechocan y mezclan negros de las galeras, blancos de espadas y corazas, e indios de flechas y macana” (Brugés 1952, 11).
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Calidad de vida urbana: una propuesta para su evaluación* Wilson Giovanni Jiménez Barbosav - Jorge Iván González BorreroD Fecha de recepción: 14 de enero de 2013 Fecha de aceptación: 22 de abril de 2013 Fecha de modificación: 15 de agosto de 2013
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.12
RESUMEN Este artículo presenta las bases metodológicas de la tesis doctoral denominada “La calidad de vida en la ciudad de Bogotá: una evaluación mediante el empleo del índice de pobreza multidimensional – IPM”, investigación que se encuentra en curso. La calidad de vida, entendida como la capacidad que tienen las personas de desarrollar su proyecto de vida, depende, en buena medida, de la garantía que una nación les brinde a sus ciudadanos para acceder a una serie de bienes primarios, entendidos éstos como dotaciones y derechos que una sociedad ha acordado brindar a sus habitantes. Bogotá ha generado en los últimos años políticas públicas que buscan garantizar este tipo de bienes a sus pobladores. El objetivo general de la investigación es evaluar cómo estas acciones han mejorado la calidad de vida de los bogotanos; para lo cual se seleccionó el IPM, diseñado por Alkire y Foster y adaptado para Colombia por el Departamento Nacional de Planeación (DNP), método que ha sido aplicado para cada una de las localidades que conforman la división político-administrativa de la ciudad, el cual tiene como ventaja la posibilidad de desagregarse en cada una de sus dimensiones e indicadores, facilitando la formulación y evaluación de políticas.
PALABRAS CLAVE Calidad de vida, bienes primarios, libertades, capacidades, Bogotá, índice de pobreza multidimensional.
Quality of Life and Multi-Dimensional Poverty Index as a Method of Evaluation ABSTRACT This article presents the methodological basis of the doctoral thesis entitled “Quality of Life in the City of Bogota: An Assessment through the use of the Multidimensional Poverty Index – MPI,” an ongoing investigation. Quality of life, understood as people’s capability to develop their life projects, depends to a large extent on the guarantee that a nation provides its citizens to accede to a range of primary goods, understood as endowments and rights that a state has agreed to provide for its inhabitants. In recent years, Bogota has developed public policies to ensure this type of primary goods to its residents. The overall objective of the study is to evaluate how these actions have improved the quality of life of citizens; for which MPI was selected. The method was designed by Alkire and Foster and adapted to Colombia by the National Planning Department – DNP. It has been applied to each of the localities that make up the political and administrative divisions of the city. The advantage is it can be broken down into each of its dimensions and indicators, facilitating the formulation and evaluation of policies.
KEY WORDS Quality of life, primary goods, freedom, capabilities, Bogota, Multidimensional Poverty Index.
*
El artículo es el resultado de la reflexión metodológica de la tesis doctoral denominada “La calidad de vida en la ciudad de Bogotá: una evaluación mediante el empleo del índice de pobreza multidimensional – IPM”, adelantada para la obtención del título de doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales – CINDE, Colombia. El proyecto no cuenta con financiación externa. v Estudiante de Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales – CINDE, Colombia. Docente en el área de posgrados en Salud en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Correo electrónico: giovijimenez@yahoo.com D Doctor en Economía por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Profesor de la Universidad Externado de Colombia. Correo electrónico: jorgeivangonzalez@telmex.net.co
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Qualidade de vida urbana: uma proposta para sua avaliação RESUMO Este artigo apresenta as bases metodológicas da tese doutoral denominada “A qualidade de vida na cidade de Bogotá: uma avaliação mediante o emprego do índice de pobreza multidimensional —IPM”, cuja pesquisa se encontra em curso. A qualidade de vida, entendida como a capacidade que as pessoas têm de desenvolver seu projeto de vida, depende, em boa medida, da garantia que uma nação oferece a seus cidadãos para aceder a uma série de bens primários, estes entendidos como dotações e direitos que uma sociedade decide oferecer a seus habitantes. Bogotá tem gerado nos últimos anos políticas públicas que procuram garantir esse tipo de bens a sua população. O objetivo geral da pesquisa é avaliar como essas ações vêm melhorando a qualidade de vida dos bogotanos; para isso, selecionou-se o IPM, desenhado por Alkire e Foster e adaptado para a Colômbia pelo Departamento Nacional de Planejamento (DNP), método que vem sendo aplicado para cada uma das zonas que conformam a divisão político-administrativa da cidade, o que tem como vantagem a possibilidade de desagregar-se em cada uma de suas dimensões e indicadores, o que facilita a formulação e avaliação de políticas.
PALAVRAS CHAVE Qualidade de vida, bens primários, liberdades, capacidades, Bogotá, índice de pobreza multidimensional.
Introducción
L
Con base en el anterior planteamiento, para evaluar si la riqueza de la aglomeración está siendo distribuida en forma justa, gracias al acceso que tienen sus pobladores a bienes primarios, y si este factor está impactando positivamente en la calidad de vida de los habitantes de una ciudad —en este caso Bogotá—, se propone como metodología el análisis desagregado por dimensiones e indicadores del Índice de Pobreza Multidimensional diseñado por Alkire y Foster. Dado que permite identificar las principales variables que están determinando la incidencia de la pobreza sobre personas y hogares, y con base en ello, si se asimilan las dimensiones y los indicadores del IPM como un bien primario al cual acceden o no los hogares, se podría inferir la calidad de vida en la ciudad.
as aglomeraciones poblacionales pueden ser espacios de dignificación de la existencia humana; ¿pero cómo este tipo de ordenamiento del territorio puede mejorar o desmejorar la calidad de vida de sus habitantes? Una respuesta, en la cual se basa este artículo, puede darse de la siguiente forma: la calidad de vida en las ciudades depende de la distribución equitativa de la riqueza generada en ellas; para lograr esto, a sus habitantes se les deben garantizar “los mismos derechos y libertades básicos, las mismas oportunidades y los mismos medios generales, como los ingresos monetarios y la riqueza, todo ello sostenido por las mismas bases sociales del respeto a sí mismo” (Rawls 2006, 177); gracias a lo cual, se esperaría reducir la desigualdad existente entre los seres humanos que la habitan, sea esta producida o derivada del azar o de la herencia.
Esta metodología fue adaptada a Colombia por el Departamento Nacional de Planeación, el cual definió cinco dimensiones y quince indicadores que evalúan el acceso que tienen los hogares a variables como educación, salud, cuidado de la infancia y la juventud, trabajo, acceso a servicios públicos y condiciones de la vivienda. Para el caso particular de Bogotá, el IPM ha sido calculado para 2003, 2007 y 2011, tomando como fuente de datos las encuestas de calidad de vida de 2003 y 2007, y la encuesta multipropósito para Bogotá de 2005.
Al garantizarse este acceso a los bienes primarios, se ampliará el espectro de capacidades que le permitirán al individuo ser y hacer lo que desea, elevándose el ejercicio de su libertad. De esta forma, la ciudad será habitada por seres libres e iguales, que se reconocen y son reconocidos por sus otros conciudadanos en el espacio público; lo que repercutirá en la consolidación de una sociedad con un mayor grado de desarrollo, equidad y justicia para todos sus integrantes; evitándose todo tipo de segregación social, económica y/o espacial. Es así que se genera una espiral virtuosa que aumenta la calidad de vida de todos los habitantes de la ciudad.
El artículo desarrolla lo anteriormente expuesto brindando, primero, la definición de varios conceptos que resultan fundamentales, tales como derecho a la ciudad y ciudad de derechos, calidad de vida, bienes primarios, libertad, capacidades humanas y segregación. Posteriormente, se
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Calidad de vida urbana: una propuesta para su evaluación Wilson Giovanni Jiménez Barbosa, Jorge Iván González Borrero
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describe el IPM en cuanto a sus atributos, dimensiones e indicadores y su potencial uso como herramienta para la evaluación de la calidad de vida y la forma en que fue adaptado a Colombia. A continuación, se plantea la relación existente entre IPM, bienes primarios y calidad de vida. Finalmente, se termina planteando cómo puede ser usado el IPM para evaluar la calidad de vida en Bogotá al comparar su evolución durante 2003, 2007 y 2011.
rritorial. Podría decirse, entonces, que no hay derechos sin espacio. La concreción de esta relación se expresa de formas muy diversas. Por ejemplo, el derecho a la salud no se cumple si la distancia a los hospitales y centros de salud no los hace accesible. En otras palabras, la distancia termina afectando las condiciones de la oferta. La relación entre el derecho a la ciudad y la ciudad de derechos puede mirarse desde un ángulo macro en el que la interacción del suelo y las personas lleva a reflexionar sobre temas estratégicos. Cuando se toma seriamente el suelo como un factor de producción primario, los recursos naturales adquieren relevancia. El ordenamiento urbano de una aglomeración de gran tamaño como Bogotá tiene implicaciones sobre las dinámicas rurales de una región extensa. Bajo estas consideraciones, el consumo de agua de Bogotá afecta fuentes hídricas del país; también, su dinámica tiene implicaciones en el transporte, y ello incide en el consumo de petróleo y en la evolución de cultivos sustitutos del petróleo. Por consiguiente, temas como el petróleo, el agua, el río Bogotá, los humedales, la protección de los cerros, etcétera, son aspectos que están directamente relacionados con el ordenamiento urbano.
Derecho a la ciudad y ciudad de derechos La concentración de población favorece el mejoramiento de las condiciones de vida. En la ciudad las personas residen, producen, consumen, se recrean, y la forma como se desarrollan estas actividades se refleja, a su vez, en la calidad de vida. Los individuos deciden permanecer en la ciudad cuando, a su juicio, perciben que las externalidades positivas son más importantes que las negativas (PNUD 2008, 31), y realizan este balance entre lo bueno y lo malo de la ciudad de maneras muy diversas. Los nuevos migrantes llegan porque confían en que la ciudad les brinda nuevas oportunidades.
Los criterios que permiten relacionar el derecho a la ciudad con la ciudad de derechos, entre otros, deben tener como punto de referencia la dimensión espacial. Lo físico condiciona la forma como se concreta la ciudad de derechos, y el ejercicio de los derechos se expresa en el territorio. El significado práctico del cumplimiento del derecho a la educación, por ejemplo, es completamente distinto en París que en Kabul, no sólo porque las legislaciones de los países son distintas, sino porque las características de las aglomeraciones y de los territorios también cambian. Bajo el mismo esquema normativo, la posibilidad de superar la línea de pobreza en Bogotá es superior a la que existe en cualquier otra ciudad del país.
La dinámica de la ciudad puede ser exitosa, desde el punto de vista del desarrollo humano, si se cumplen dos condiciones: aumento de la riqueza y distribución equitativa de los excedentes. Los rendimientos crecientes que generan las vecindades se expresan en una mejor calidad de vida, si la nueva riqueza va a la par con una política distributiva. El desarrollo, entendido como la ampliación de las capacidades de las personas, tiene connotaciones espaciales. El derecho a la ciudad es condición para alcanzar la ciudad de derechos. El ejercicio de los derechos en la ciudad es posible si el ordenamiento espacial se ha realizado pensando que el territorio es de todos. El derecho a la ciudad supone un ordenamiento territorial incluyente que, a su vez, facilita el ejercicio de los derechos en la ciudad. La ciudad puede ser el lugar privilegiado para el ejercicio de los derechos si el ordenamiento del espacio urbano ha sido concebido como un territorio para todos. La ciudad de derechos no es posible sin el derecho a la ciudad.
Una administración que ofrezca cobertura educativa universal podría decir que está garantizando el derecho a la educación. Y ello es cierto cuando el criterio de juicio contiene las exigencias mínimas. Pero si el derecho a la educación se relaciona con el derecho a la ciudad, se constata que para muchos hogares en la ciudad, el acceso al colegio es difícil (en algunos casos, el tiempo de desplazamiento de la casa al colegio es superior a una hora), la movilidad es costosa y la segregación es profunda (los niños ricos no estudian con los niños pobres).
El derecho a la ciudad crea las condiciones técnicas indispensables para que puedan cumplirse plenamente los propósitos formulados en la ciudad de derechos. No es posible pensar la demanda de bienes, el acceso a los servicios sociales, la eficiencia en la producción, sin considerar el espacio. La ciudad de derechos se concreta en un sitio específico. La posibilidad fáctica de la ciudad de derechos tiene que pasar por el ordenamiento urbano y te-
Estas tres variables (acceso, movilidad y segregación) tienen una relación estrecha con el derecho a la ciudad. La mala distribución de los equipamientos y los problemas
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de movilidad (tiempo, costo, congestión, etcétera) muestran que la apropiación de la ciudad es muy desigual. Frente a otros derechos (salud, vivienda, acceso a los discapacitados, etcétera), podríamos hacer consideraciones similares, que llevan a la misma conclusión: el ordenamiento urbano crea las condiciones físicas y espaciales que permiten el ejercicio pleno de los derechos.
contribuir a mejorar la productividad, a estimular la competitividad y a garantizar la convergencia. La realidad muestra que la población y la producción tienden a ubicarse en unos pocos lugares, que potencian aún más las externalidades propias de la aglomeración, debido a que se considera una mejor opción vivir y producir cerca de los lugares donde se concentre la producción, por cuanto la cercanía reduce los costos de acceso y movilidad (de bienes y personas) (Krugman 1991, 486).
El ejercicio real de la libertad implica disponer de bienes, y para conseguir este propósito, la ciudad tiene ventajas especiales. En tal sentido, Marshall (1920) se admiraba por la forma como la aglomeración de personas mejora las capacidades humanas porque las vecindades tienen un misterioso poder que favorece el desarrollo de las potencialidades de las personas (González 2010, 2). En tal sentido, Weber (2001, 268-269) indica que las realizaciones de la ciudad en el ámbito cultural son extraordinarias, así como en el origen de la ciencia y de algunas religiones. Y en el sentido económico, afirma que la ciudad es la sede del comercio y de la industria, y necesita ser aprovisionada, sin interrupción, desde fuera con artículos de primera necesidad.
Factores como la calidad de vida tienen que ver con la vivienda digna y el consumo de bienes básicos, tales como alimentación, transporte, salud y educación. Además, para vivir bien en la ciudad, se necesita que haya una oferta adecuada de servicios domiciliarios como agua, luz, teléfono, gas, recolección de basuras; y de espacios públicos como vías, parques, plazas, cementerios, plazas de mercado, estadios deportivos, bibliotecas... (PNUD 2008, 31-32). Garantizar a todos los habitantes de la aglomeración el acceso a estos servicios es el gran reto que enfrenta la planeación urbana. Pero para que la sociedad experimente una mejora sostenida en su calidad de vida se requiere, a su vez, una distribución justa de la riqueza (González 2002, 20). De forma que la búsqueda de la equidad es una condición necesaria para mejorar la calidad de vida de los habitantes de la ciudad.
Hay una interacción circular entre la ciudad de derechos y el derecho a la ciudad, de forma que lo uno no se entiende sin lo otro. Esta relación comienza a ser más explícita en los últimos años, cuando el tema territorial gana importancia. Desde la expedición de la Ley 388 de 1997, el desarrollo urbano adquiere relevancia en la definición de la política pública. En cierta forma, la ley es un paso sustantivo en la creación de las condiciones que permitan el liderazgo de la administración frente a la dinámica urbanística.
La igualdad se consigue, sobre todo, a través de la tributación y la participación en las rentas derivadas de los procesos urbanos (Vickrey 1994). Desde esta perspectiva, cumple un papel importante el liderazgo que tengan los gobiernos locales para concertar políticas como la participación en las plusvalías o el cobro de tasas progresivas de impuesto predial. En la lógica del teorema George, Hotelling, Vickrey, la aglomeración genera las rentas necesarias para pagar los servicios. De esta manera, se crea un círculo virtuoso que eleva las posibilidades de la metrópoli de mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos.
La aglomeración que propicia el ejercicio de los derechos también crea condiciones que favorecen la productividad y la competitividad. Los rendimientos crecientes que resultan de la aglomeración deben ser compatibles con el mejoramiento de las condiciones sociales de la mayoría de la población. De forma que la construcción de una ciudad incluyente no sólo es benéfica desde el punto de vista social, sino que también favorece el desarrollo económico. Así, los rendimientos crecientes se reflejan en salarios más elevados y en un mejoramiento del bienestar general. El mercado se amplía en aquellos lugares donde la producción está concentrada (Krugman 1991, 484-486).
Sin embargo, desde las perspectivas de autores como Oates, la redistribución del ingreso debe ser una función cumplida por el Estado central, ya que, de lo contrario, surgen problemas en el ámbito local que pueden favorecer o desfavorecer a las ciudades, tales como reubicación de algunas empresas que buscan localizarse en otras ciudades o pueblos donde las tributaciones sean más bajas, lo que puede verse acompañado también con movimientos de poblaciones (Molero 2001, 503-504).
A su vez, la competitividad de la ciudad está ligada a la de su región (Chaparro et al. 2006, 12). La localización y las ventajas comparativas creadas tienen una clara incidencia en la competitividad. En este punto conviene destacar la interacción entre tres categorías básicas: productividad, competitividad y convergencia. En condiciones ideales, el ordenamiento del territorio debe
Para evitar que estos fenómenos afecten la calidad de vida de la ciudad, se debe planear desde una perspectiva regional, en la cual las ciudades cercanas se vean bene-
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Otras Voces
ficiadas del crecimiento de la ciudad principal, logrando la convergencia entre ellas y evitando que se compita por la atracción de la industria con base en la reducción de tasas de tributación de las empresas y los ciudadanos. Por el contrario, la planeación desde la perspectiva regional debe potenciar las estructuras comunes y las ventajas específicas de cada uno de los municipios que la integran, con el propósito de lograr una articulación en red que genere una mayor atracción a las industrias y repercuta en mejores condiciones de vida para todos los que la habitan.
Además de la percepción, la calidad de vida involucra elementos objetivos como las condiciones básicas que debe garantizar el Estado (nacional y/o local) a cada persona para que pueda ampliar el campo de ejercicio de sus libertades (Stiglitz, Sen y Fitoussi 2009, 44). A partir de estas lecturas, se ha tratado de construir modelos que evalúen el nivel de calidad de vida de un individuo y de una sociedad. El punto de partida han sido enfoques estáticos, que identifican la cantidad de bienes a los que tiene acceso un individuo. Otros enfoques insisten en las potencialidades, como es el caso de Nussbaum y Sen (2004), que con una mirada ampliada trascienden la concepción de bienes primarios como conjunto de mercancías, para entenderlos como una estrategia de medios que facilitan la ampliación de las capacidades. De todas maneras, el concepto de bienes primarios de Rawls es la base a partir de la cual Sen elabora su discurso sobre las capacidades y realizaciones. Éstos son elementos esenciales de una teoría de la justicia (Vélez 2011, 149).
Calidad de vida El Informe de la Comisión sobre la Medición del Rendimiento Económico y el Progreso Social, (Stiglitz, Sen y Fitoussi 2009, 41) afirma que la calidad de vida es un concepto más amplio que el de producción económica o el de nivel de vida. En este sentido, Sen expresa que “el concepto de calidad de vida se centra en la forma en que transcurre la vida humana y no solo en los recursos o en la renta que posee un individuo” (Sen 2004, 42). Es decir, que la calidad de vida es un proceso dinámico ligado al ciclo vital de cada persona, en un contexto social específico. Por lo tanto, se puede definir la calidad de vida como la posibilidad que tiene un ser humano de llevar una vida digna, gracias a la capacidad de desarrollar sus potencialidades en forma autónoma y cooperante con los objetivos de la sociedad de la que hace parte.
Bienes primarios El concepto de bienes primarios fue formulado por John Rawls en 1971 en su libro Teoría de la justicia, siendo retomado y ampliado por el mismo autor en su obra Liberalismo político (Rawls 2006). Rawls considera que es necesario garantizar a los ciudadanos un listado de recursos expresados como derechos y libertades que les permiten a los seres humanos desarrollar el proyecto racional de vida que ellos hayan elegido (Rawls 2006, 175-177). Al respecto, Rawls expresa: “Hemos de suponer entonces que cada individuo tiene un plan racional de vida, hecho según las condiciones a que se enfrenta y también para permitir la satisfacción armónica de sus intereses” (Rawls 2006, 177).
De acuerdo con la visión de Sen, sería importante acercarse lo más posible a la comprensión del espacio de las capacidades de las personas, pero la riqueza conceptual de este enfoque se pierde cuando se tratan de medir las capacidades a través de indicadores. El punto de llegada es claro: la ampliación de las capacidades (Sen 1985) con el fin de extender las combinaciones de realizaciones que la persona puede alcanzar.
El proyecto vital se enmarca en un contexto social que incide en su desarrollo. Es lógico pensar que la sociedad debe proporcionarle al individuo las condiciones propicias para lograr el programa de vida que él juzga valioso (Mesa 2009, 2). Siendo la primera condición para el ejercicio de la libertad el que todos los miembros de la sociedad tengan las dotaciones básicas iniciales que les permitan su autodeterminación. Adicionalmente, con la garantía de acceso a bienes primarios, Rawls (2006) busca que se mantenga, a lo largo del tiempo, la estabilidad política alcanzada por la sociedad, que tiene la función de proteger y promover los intereses de los ciudadanos que han suscrito la concepción política de la justicia (Mesa 2009, 2-3). Plantea una lista básica de bienes primarios, que no es única, porque se le pueden agregar
Sen describe así el propósito final: La atención debe centrarse en las capacidades para realizar; es decir, en lo que una persona hace o puede ser. Rechazo la visión estándar que fija la atención
en la opulencia (como las estimaciones del “ingreso real”), o en la utilidad (como las formulaciones usua-
les de la “economía del bienestar”). (Sen 1985 citado por González 2011, 89)
La evaluación de la calidad de vida sólo podría ser realizada por cada individuo con base en lo que valora y tiene razones para valorar (Stiglitz, Sen y Fitoussi 2009, 43).
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otros elementos, como el tiempo de ocio o la liberación del dolor físico (Rawls 1993, 178), y que depende de los acuerdos a los que llegue cada sociedad. Para Rawls, los bienes primarios son:
Por su parte, Nussbaum plantea que para lograr la ampliación de las libertades hay una lista de capacidades que se deben garantizar a cada ser humano. Los requisitos fundamentales para dignificar la existencia humana son los siguientes:
Los derechos y libertades básicas.
La libertad de desplazamiento y la libre elección de ocu-
1. La capacidad de vivir hasta su fin una vida humana
Los poderes y las prerrogativas de los puestos y cargos de
2. La capacidad de mantener una buena salud.
micas de la estructura básica.
4. La capacidad de usar los sentidos, la imaginación, el
pación en una marco de diversas oportunidades.
normal y plena.
responsabilidad en las instituciones políticas y econó-
3. La capacidad de moverse libremente de un lugar a otro.
Ingresos y riquezas.
pensamiento y el razonamiento de un modo auténti-
Las bases sociales del respeto a sí mismo. (Rawls 1993, 285)
camente humanos.
5. La capacidad de tener relaciones afectivas con perso-
Sin embargo, Rawls no predetermina los contenidos y las formas de garantizar cada uno de los bienes primarios mencionados, por cuanto considera que deben ser construidos dentro de cada sociedad. Siendo fundamental que los ciudadanos lleguen a un consenso traslapado, en el cual, distantes de cualquier doctrina comprensiva, identifiquen las dotaciones básicas que deben ser brindadas para que todos puedan desarrollar sus proyectos de vida.
nas y objetos distintos a nosotros mismos.
6. La capacidad de formarse una concepción del bien y reflexionar críticamente sobre los propios planes de vida.
7. La capacidad de vivir con y para los otros, de acuerdo a las bases del respeto a sí mismo.
8. La capacidad de vivir una relación respetuosa con otras especies diferentes a la humana.
9. La capacidad de jugar y disfrutar actividades recreativas.
10. La capacidad de participar en las elecciones políticas que gobiernan la propia vida, como también de dis-
Libertad y capacidades humanas
poner de propiedades y gozar de los derechos que la garantizan. (Mesa 2009, 67)
La calidad de vida se puede entender como la satisfacción derivada de las posibilidades de desarrollar autónomamente su proyecto vital. De allí se sigue que el Estado debe crear condiciones propicias para el ejercicio de la libertad. En palabras de Rousseau, “el primero de todos los bienes no es la autoridad, sino la libertad. El hombre verdaderamente libre no quiere sino lo que puede, y hace lo que le place” (Rousseau 1993, 64); por ende, ese puede se encuentra estrechamente ligado a la posibilidad de desarrollar sus potencialidades gracias al empleo que haga de los medios a los que accede un ser humano a lo largo de su existencia; si los medios son limitados, el ejercicio de la libertad es restringido, ya que ésta nace de la interacción entre unas condiciones básicas dadas por la sociedad y la capacidad que el individuo tenga para transformarlas, en aras de su bienestar.
El desarrollo de estas capacidades depende de la garantía de acceso, para lo cual los gobiernos desempeñan un papel central, porque pueden ofrecer una serie de dotaciones básicas como educación, salud, vivienda, etcétera. En este sentido, Gough expresa que “El objetivo de Nussbaum es ofrecer las bases filosóficas para una explicación de los principios constitucionales básicos que deberían ser respetados e implementados por los gobiernos de todas las naciones, como mínimo indispensable para cumplir la exigencia de respeto hacia la dignidad humana” (Gough 2008, 181). Existe una causalidad circular virtuosa entre la riqueza y la libertad, y el Estado actúa como instrumento. En palabras de Stuart Mill (1970): “El valor de un Estado, a la larga, es el valor de los individuos que le componen”.
En este sentido, la simple garantía de dotación de bienes primarios a los integrantes de la sociedad no asegura el que se amplíe el ejercicio de sus libertades. Para lograr este objetivo, se debe ir más allá de su simple provisión, pasando a la generación de capacidades acordes a la singularidad de cada uno de los participantes, siendo los bienes primarios el punto de partida que facilita a cada ser humano el logro de sus realizaciones.
Segregación espacial Para realizar un acercamiento al concepto de segregación, se puede partir de la propuesta planteada por Rodríguez (2001, 11-12), que clasifica la segregación en dos tipos: en términos sociológicos, significa la ausencia de interacción entre grupos sociales; en sentido geográfico, es la
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desigualdad en la distribución de los grupos sociales en el espacio físico. Si bien la presencia de un tipo de segregación no asegura la existencia del otro, en la práctica, ambos tipos de segregación suelen estar relacionados.
Cuando una ciudad impulsa procesos de segregación espacial y exclusión social, inicia el recorrido hacia la degradación de la calidad de vida de sus pobladores, ya que se dificulta la construcción de tejido social, elemento fundante de la cooperación, la solidaridad y la equidad de una sociedad. Por ello, se debe esperar que “una sociedad está mejor si la segregación se reduce hasta niveles razonables. Y ello se consigue actuando sobre la distribución del ingreso y sobre el acceso a los equipamientos y al espacio urbano” (González et al. 2007, 4).
Partiendo de esta confluencia de los aspectos sociales y geográficos, se puede plantear el concepto de segregación espacial como el fenómeno mediante el cual ciertos grupos de población son apartados o se apartan, en forma intencionada o no, por causas culturales, religiosas, étnicas o económicas, concentrando su lugar de residencia en zonas específicas del territorio, en las cuales su población es homogénea. Al respecto, Sabatini expresa que:
Para evitar la segregación, las políticas públicas deben buscar la convergencia social, atenuando las diferencias en cuanto a ingreso, acceso a servicios, vías, parques, etcétera. La inclusión social y la menor segregación se facilitan con la participación política, la garantía de los derechos sociales y las libertades civiles, así como con el acceso de todos a los servicios sociales y los mercados de trabajo. Recaen en el Estado la capacidad y la responsabilidad de afectar directa o indirectamente estos factores (Americas Quarterly Special 2012, 114-115).
En términos simples, segregación espacial o residen-
cial es la aglomeración geográfica de familias de una misma condición o categoría social, como sea que se defina esta última, social o racialmente o de otra
forma. En términos más complejos, podemos diferenciar tres dimensiones principales de la segregación: (a) la tendencia de un grupo a concentrarse en algunas
áreas; (b) la conformación de áreas socialmente homo-
géneas; y (c) la percepción subjetiva que tiene la gente de las dimensiones objetivas (las dos anteriores) de la
La evaluación de la calidad de vida
segregación. (Sabatini 1999, 3)
En igual sentido, González et al. (2007), al relacionar la segregación con los factores socioeconómicos, establecen que “existe segregación si en la unidad territorial escogida la varianza entre niveles socioeconómicos es pequeña. En tal caso, las condiciones socioeconómicas tienden a ser iguales y, por tanto, no hay mezcla entre ricos y pobres” (González et al. 2007, 4). De lo anterior, se deduce que este tipo de concentraciones homogéneas generan una alta cohesión interna, acompañada de una alta divergencia externa, lo que dificulta la mezcla social, y puede convertirse en fuente de odio, e incluso, de violencia, ya que la separación de los diferentes genera desconocimiento del otro y agudiza su rechazo.
Evaluar la calidad de vida de una población requiere la incorporación de múltiples variables que le den una perspectiva multidimensional. Este punto de vista busca trascender los primeros enfoques basados exclusivamente en la contabilización de los ingresos monetarios del individuo o de las familias, como la distribución del PIB per cápita, el nivel de ingreso o los gastos de los hogares. Al respecto, Foster, Greer y Thorbecke (1984) muestran que el enfoque convencional de análisis de la pobreza clasifica la población en forma dicotómica entre el grupo de pobres y no pobres, a partir de alguna línea de pobreza basada en el gasto de los hogares. Cuando se habla únicamente desde la perspectiva del ingreso, el promedio en un país es la relación entre el PIB y el total de sus habitantes. La media resta importancia a los valores extremos y describe muy poco cómo se distribuye la riqueza entre la población. Para superar el promedio, en la lógica de la Comisión Sarkozy, es necesario identificar los recursos netos (de impuestos y de subsidios) que recibe cada hogar. En resumen, en palabras de Nussbaum y Sen (2004, 16), no sólo se requiere conocer el monto de los ingresos de una sociedad, sino que se necesita una descripción detallada de lo que las personas pueden ser y hacer con sus vidas.
La segregación espacial y la exclusión social pueden derivar en guetos, que restringen el tránsito de personas diferentes a las del propio grupo. En algunas circunstancias, los grupos definen sus propias normas de convivencia y reaccionan vehementemente a cualquier tipo de intervención externa. En este sentido, la segregación se asocia al concepto de exclusión social, que puede ser entendido, como lo expresaba Smith (1996), como la incapacidad de aparecer en público sin sentir vergüenza, o en términos de Sen (2000, 5), como la dificultad que encuentran las personas con mayores privaciones para participar en la vida de la comunidad.
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Por esta causa, se han planteado nuevos modelos de evaluación de la calidad de vida basados en la medición de la pobreza, en el desarrollo humano o en la inclusión social. Las diferencias entre estas aproximaciones son de diversa índole (epistemológicas, metodológicas, matemáticas, etcétera), pero todas buscan evaluar las condiciones de vida de los seres humanos desde una perspectiva multidimensional, ya que el ingreso solo es un indicador imperfecto de la calidad de vida (Sen 2000, 3).
dicadores que incluyeron fueron: la esperanza de vida al nacer, la alfabetización de adultos, el producto interno bruto per cápita, el gasto público en educación y salud, y el índice de nacimientos de neonatos con bajo peso (Oyekale et al. 2009, 11). En el mismo sentido, Bourguignon y Chakravarty (2002) propusieron un IPM que incluye, además de la insuficiencia de ingresos, otras variables como la alfabetización y el acceso a la atención en salud. Sus planteamientos se fundan en el principio de que una medida real de la pobreza debe basarse tanto en atributos monetarios como no monetarios.
El índice de pobreza multidimensional (IPM) y su empleo en la evaluación de la calidad de vida
Posteriormente, en 2010, el Oxford Poverty & Human Development Initiative (OPHI) desarrolló un IPM con base en el método propuesto por Sabina Alkire y James Foster, el cual mide resultados en el nivel individual (persona u hogar), para luego confrontarlos con varios criterios (dimensiones e indicadores). Dicho método se caracteriza por su flexibilidad, pudiéndose crear con él medidas específicas para distintas sociedades o situaciones; por ejemplo, para la medición de la pobreza o el bienestar, así como para monitorear o evaluar programas de transferencias de recursos condicionados a las familias, entre otros. Además, tiene la capacidad de mostrar la incidencia, la intensidad y la profundidad de la pobreza, así como la desigualdad entre los pobres (Alkire y Santos 2010, 7). Además, el IPM de Alkire y Foster puede ser descompuesto, desagregando dimensiones y variables, asociando de manera directa cada variable y cada dimensión al valor del índice. Esta propiedad matemática facilita el diseño y la evaluación de la política pública dirigida a luchar contra la pobreza (Oyekale et al. 2009, 9).
La aplicación del IPM fue propuesta en el informe de Desarrollo Humano de 2010; su construcción está fundamentada en el enfoque de las capacidades, postulado por Sen. En él, se incluyen varias dimensiones que surgieron de ejercicios participativos llevados a cabo entre comunidades pobres, y de un incipiente consenso internacional (PNUD 2010, 106). El indicador de pobreza multidimensional va en la misma dirección que el informe de la llamada comisión Sarkozy. Los autores del estudio, Stiglitz, Sen y Fitoussi (2009), proponen medir el avance de la economía en términos de bienestar (well-being), que involucra las siguientes dimensiones: el estándar de vida material (ingreso, consumo y riqueza); la salud; la educación; las actividades personales, incluido el trabajo; la participación política; las conexiones y las relaciones sociales; el medioambiente (las condiciones presentes y futuras); y la seguridad frente a los fenómenos económicos y las crisis naturales. La metodología sobre la cual se funda el IPM tiene como origen el planteamiento de Sen (1976, 41), según la cual, para determinar la situación de pobreza de una población, primero se debe identificar quién es pobre, para luego obtener mediciones que evidencien las múltiples privaciones sufridas por quienes se encuentran en esta condición; con ello, lo que se busca lograr, es acercarse a un conocimiento de la situación de pobreza de cada individuo, para evaluar su posición relativa en la sociedad (Sen 1976, 54). Los principios metodológicos planteados por Sen se han convertido en la base conceptual de la mayoría de investigaciones sobre el tema para la medición de la pobreza.
La metodología sobre la cual se funda el IPM tiene como origen el planteamiento de Sen (1976, 41). Por lo que el primer paso consiste en identificar quién es pobre, para luego evaluar: “[…] cualquier sistema de medición que solo tenga en cuenta la información de bienestar ordinal será deficiente para un observador convencido de que tiene acceso a funciones de bienestar cardinales que admiten comparaciones interpersonales” (Sen 1976, 54). El índice de Sen destaca la forma en que se distribuye el ingreso entre los pobres, criterio que no es relevante en el IPM. Dadas las propiedades del IPM, que permiten la elaboración de perfiles consistentes de pobreza multidimensional, el DNP decidió adaptar dicha metodología, a fin de construir el índice para Colombia, como un instrumento que sirviera para la formulación y evaluación de políticas
Con base en estos planteamientos teóricos, Collicelli y Valerii (2000) calcularon en el año 2000 un indicador de pobreza multidimensional para algunos países pobres en Oriente Medio y África del Norte. Algunos de los in-
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Otras Voces
públicas; así, en el artículo “Índice de pobreza multidimensional para Colombia (IPM-Colombia) 1997-2010”, el DNP expresa:
Como se observa en la propuesta de AF, la dimensión salud se evalúa de acuerdo con el resultado de dos indicadores (nutrición y mortalidad infantil); igual sucede con la dimensión educación (matrícula escolar y años de instrucción); mientras que la dimensión niveles de vida depende del resultado de seis indicadores (bienes, piso, electricidad, agua, saneamiento y combustible para cocinar). Una vez se han definido las dimensiones y los indicadores que permiten la evaluación de la situación de pobreza, se continúa con su aplicación, la cual se realiza en dos pasos: identificación y agregación, que son descritos a continuación.
La metodología Alkire y Foster – AF constituye una herramienta de gran utilidad para el seguimiento y diseño de políticas públicas en la medida en que las variables que
lo componen permiten hacer seguimiento a los sectores
específicos. De otro lado, las medidas AF contribuyen a la
orientación de política al permitir concentrarse en grupos de población que experimentan simultáneamente varias carencias. (Angulo, Díaz y Pardo 2011, 5)
Para comprender en mayor detalle las lógicas que subyacen en el IPM diseñado por Alkire y Foster, a continuación se describe la metodología bajo la cual se construye.
Identificación El primer paso que se realiza en la aplicación del IPM, es el de identificar las personas que se encuentran en pobreza multidimensional. Para ello, Alkire y Foster proponen un método denominado de corte dual. El corte dual es el resultado de la reflexión y el análisis de las ventajas y desventajas encontradas en tres métodos de identificación empleados para la medición de la pobreza, a saber: unidimensional, unión e intersección (Angulo, Díaz y Pardo 2011, 6). Para lograr una mejor comprensión del método de corte dual, es necesario describir las principales características de los tres métodos sobre los cuales basa su origen.
IPM propuesto por Alkire y Foster El IPM propuesto por Alkire y Foster está compuesto por tres dimensiones: salud, educación y nivel de vida; y diez indicadores: mortalidad infantil, nutrición, matrícula escolar, años de instrucción, bienes, piso del hogar, electricidad, agua, saneamiento y combustible para cocinar. La manera en que cada dimensión es el resultado de la agregación de un cierto número de indicadores, se puede observar en el gráfico 1.
Gráfico 1. Componentes del índice de pobreza multidimensional IPM: tres dimensiones y 10 indicadores N ut ri ci ón
M or ta lid ad
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P B A E N Co So Añ ut m st gu lec iso ien os ri tr bu en a es ci de i ci st i ón in ib mi da es st le e d ru co pa nt la cc ra o r ió co n ci na r Sa lu d
Ed uc ac ió n
N iv el es de vi da
Índice de Pobreza Multidemensional Nota: el tamaño de los recuadros refleja las ponderaciones relativas de los indicadores. Fuente: Alkire y Santos (2010).
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Unidimensional: este método realiza la identificación de la pobreza mediante la determinación de una línea o un umbral, en el cual las personas que caen por debajo de él se consideran pobres (Alkire y Foster 2011, 7). El método agrega en una sola variable cardinal, de bienestar o ingresos, todos los logros de una persona u hogar, y utiliza un punto de corte global para determinar quiénes de ellos son pobres (Alkire y Foster 2009, 8). Una desventaja de este método es la pérdida de información sobre las privaciones específicas, ya que el peso que éstas puedan tener sobre la condición de pobreza de una persona se diluye al agregarse con los demás logros.
tablecer que cuando se selecciona un menor k, mayor será la exigencia de la evaluación de la pobreza, por cuanto con un menor número de dimensiones en privación, las personas serán consideradas pobres (Alkire y Foster 2009, 28).
Agregación El segundo paso del IPM corresponde al método de agregación, que se fundamenta en los indicadores propuestos por Foster, Greer y Thorbecke (1984), adaptados para el ámbito multidimensional. Siendo los siguientes los indicadores de agregación empleados por el IPM:
Unión: con este método, una persona se considera multidimensionalmente pobre si sufre privación en al menos una de las dimensiones. Este enfoque resultaría muy intuitivo y sencillo de aplicar si la suficiencia en todas las dimensiones fuera esencial para evitar la pobreza. Sin embargo, cuando el número de dimensiones es grande, el enfoque de unión a menudo identifica como pobres a muchas personas que no lo son. Además, otra limitación es que puede identificar como pobre a una persona a causa de una privación en una dimensión, que puede deberse a razones distintas a las de la pobreza (Angulo, Díaz y Pardo 2011, 6).
Tasa de recuento (H). La tasa de recuento, o tasa de incidencia de la pobreza multidimensional, está definida por la relación H=q/n, donde q es el número de personas que sufre privaciones en por lo menos k dimensiones, y n es la población total (Angulo, Díaz y Pardo 2011, 8). Este indicador expresa el porcentaje total de población que es considerada pobre multidimensional, pero no su grado de intensidad. Tasa de recuento ajustada (M0). Para solucionar las deficiencias de la tasa H, el método de Alkire y Foster propone el empleo de la tasa de recuento ajustada, que es M0=H*A, donde H es la tasa de incidencia de las personas multidimensionalmente pobres y A es el promedio de la proporción de las privaciones entre los pobres. Para calcular A se emplea la siguiente fórmula: A=|c(k)|/(qd), donde c es el número de privaciones experimentadas por una persona; k es el número de dimensiones en privación que debe sufrir una persona para ser considerada pobre; q es el número de personas que sufren privaciones; y el número de dimensiones bajo consideración. De esta forma, M0 evalúa la intensidad de la pobreza, ya que satisface el principio de monotonicidad dimensional, por cuanto si un hogar pobre sufre una privación adicional, A aumenta y, por consiguiente, se incrementa M0. Sin embargo, M0 no es sensible a las desmejoras que una familia pobre pueda tener en una dimensión en la que sufre privación; para subsanar este inconveniente, el método AF propone incorporar el indicador G, el cual evalúa la profundidad de la pobreza (Alkire y Foster 2009, 13).
Intersección: en este método, una persona es identificada como pobre si sufre privación en todas las dimensiones del indicador. El enfoque, al ser tan exigente, identifica sólo una parte muy pequeña de la población como pobre (Angulo, Díaz y Pardo 2011, 7), y se emplea, principalmente, cuando se requiere identificar grupos de población especialmente desfavorecidos. El método de corte dual propuesto por Alkire y Foster busca identificar los pobres estableciendo un punto de corte intermedio entre la privación de al menos una dimensión y todas las dimensiones. Su nombre se basa en que en su desarrollo se incluye la aplicación de dos cortes: el primero, denominado z, se realiza dentro de cada dimensión, considerándose en privación cuando se tiene resultado negativo en un número z del total de indicadores que conforman la dimensión; y el segundo es denominado k, bajo el cual una persona es identificada como pobre cuando sufre privaciones en al menos un número k de dimensiones (Alkire y Foster 2009, 26-28).
Brecha ajustada (M1). Partiendo de que G=|g1(k)|/|g0(k)|; siendo los valores g matrices de normalización de las brechas existentes entre el grado de pobreza de un hogar y el umbral para dejar de serlo (Alkire y Foster 2009, 13), la brecha de pobreza ajustada se calcula con base en la siguiente fórmula: M1=H*A*G, donde H refleja la incidencia de la pobreza (conteo de población pobre), A, la intensidad (promedio de privaciones de la población
La determinación de los valores z y k es una labor que le corresponde a cada grupo investigador (Angulo, Díaz y Pardo 2011, 8); para ello, se deben tener en cuenta las necesidades y los intereses particulares de cada sociedad y de cada análisis; sin embargo, por regla general, se puede es-
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Otras Voces Tabla 1. Dimensiones e indicadores del índice de pobreza multidimensional para Colombia
pobre), y G, la profundidad (como una medida de qué tan lejos están los hogares multidimensionalmente pobres de dejar de serlo). De esta forma, M1 logra satisfacer la propiedad de monotonicidad al ser sensible a los cambios que pueda sufrir un hogar pobre multidimensional cuando aumenta o disminuye el grado de privación de una dimensión (Angulo, Díaz y Pardo 2011, 8).
Dimensiones Condiciones educativas del hogar
Severidad (M2). El indicador de severidad indaga sobre la magnitud de la brecha dentro de los pobres. La severidad se estima aplicando la fórmula M2=H*A*S, donde S es el promedio de las brechas normalizadas elevadas al cuadrado, sobre el total de las dimensiones en las cuales los hogares pobres sufren privaciones, lo que se expresa en la siguiente fórmula: S=|g2(k)|/|g0(k)| (Angulo, Díaz y Pardo 2011, 8; Alkire y Foster 2009, 14).
Indicadores Logro educativo Analfabetismo Asistencia escolar
Condiciones de la niñez y juventud
Rezago escolar Acceso a servicios para el cuidado de la primera infancia Trabajo infantil
Trabajo
Índice de Pobreza Multidimensional para Colombia
Desempleo de larga duración Empleo formal Aseguramiento en salud
Salud
El DNP, acogiendo la metodología AF, diseñó y ha venido aplicando el IPM para Colombia, el cual difiere del propuesto originalmente, en que está compuesto por cinco dimensiones y quince indicadores, los cuales se relacionan en la tabla 1.
Acceso a servicio de salud dada una necesidad Acceso a fuente de agua mejorada
Servicios públicos domiciliarios y condiciones de la vivienda
Para la definición de las dimensiones, los indicadores y los puntos de corte del IPM para Colombia, el DNP empleó y analizó las siguientes fuentes:
Eliminación de excretas Pisos Paredes exteriores Hacinamiento crítico
• Revisión de las variables de uso frecuente en otros indicadores aplicados en Latinoamérica
las dimensiones, es decir, el valor ponderado de cualquiera de ellas es de 0.2. Se tomó una decisión similar para los indicadores, quedando distribuido su peso de la siguiente forma: 0.1 para cada uno de los correspondientes a las dimensiones Condiciones Educativas del Hogar, Trabajo y Salud; 0.05 para los de la dimensión Condiciones de la niñez y juventud, y 0.04 para cada indicador de la dimensión Servicios Públicos Domiciliarios y Condiciones de la Vivienda.
• Contenidos de la Constitución Política de Colombia.
• Revisión de la literatura sobre dimensiones y variables
prioritarias de uso frecuente en los índices multidimensionales aplicados a Colombia (NBI, ICV, SISBEN III).
• La relación directa con la política social del Gobierno Nacional.
• Estudios de voces de los pobres para Colombia.
• Umbrales definidos por los Objetivos de Desarrollo del Milenio y por las políticas sectoriales respectivas.
• Disponibilidad de información proveniente de una
El valor k, de igual forma que los pesos ponderados, debe ser decidido por cada grupo que elabore el IPM; en consecuencia, el DNP acogió como valor k para Colombia el 33% (5/15), lo que corresponde a que un hogar se considera pobre multidimensional si sufre privaciones en al menos 5 indicadores. De igual forma, un hogar se considera en pobreza extrema cuando sus privaciones alcanzan 7 o más indicadores, es decir que supere un valor k del 47% (7/15).
sola fuente estadística (Encuestas de Calidad de Vida del DANE 2007).
• Discusiones con expertos y responsables sectoriales. (Angulo, Díaz y Pardo 2011, 14)
La ponderación de cada dimensión e indicador, de acuerdo con el método AF, es potestativa de cada grupo investigador que emplee el IPM. Desde esta perspectiva, el DNP decidió otorgar igual peso a cada una de
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IPM, bienes primarios y calidad de vida
ciones políticas y económicas de la estructura básica, o el conocimiento de los “ingresos y riquezas” de los hogares, o el determinar “las bases sociales del respeto a sí mismo” (Rawls 1993, 285)— no pueden ser evaluados si se toman como única fuente de información las dimensiones y los indicadores que componen el IPM para Colombia. Tampoco contempla una evaluación de las condiciones de movilidad dentro de la ciudad, la seguridad ciudadana o el acceso a espacios públicos, factores que son determinantes para la calidad de vida de una ciudad como Bogotá.
El concepto de calidad de vida se centra en la forma en que transcurre la vida humana, y no sólo en los recursos o en la renta que posee un individuo (Sen 2004, 42). Este transcurrir requiere el desarrollo de una serie de capacidades que le permitan ampliar el espacio de sus libertades. Para que ello suceda, toda sociedad debe garantizar a cada uno de sus integrantes la posibilidad de acceder en forma equitativa a una serie de bienes primarios, entendidos como un grupo derechos y libertades que les permiten a los seres humanos desarrollar el proyecto de vida que ellos hayan elegido seguir (Rawls 2006, 175-177).
De igual forma, el conocer cómo los hogares, y dentro de ellos cada uno de sus miembros, han desarrollado sus capacidades humanas y, gracias a ello, logrado el aprovechamiento de las oportunidades de aprender, tener un mejor empleo o tener voz en la sociedad, sólo puede alcanzarse mediante el uso de otras fuentes de información. Por ello, es necesario recurrir a estudios adicionales como el Informe de Desarrollo Humano para Bogotá, las bases técnicas de la propuesta de modificación del POT, los informes de las diferentes secretarías y dependencias de la Alcaldía de Bogotá, así como a otros estudios sobre el tema que han sido desarrollados por el Banco de la República y la Secretaría de Planeación Distrital. Y con base en ellos, y en los resultados del IPM para Colombia, poder tener un acercamiento que permita inferir la calidad de vida de los hogares bogotanos.
En este sentido, el IPM constituye un excelente método de evaluación del cumplimiento de este objetivo social, ya que mediante el análisis de los resultados obtenidos en sus dimensiones e indicadores, es posible conocer las condiciones que cada familia —y dentro de ella, cada individuo— debe afrontar en su vida, estableciéndose el grado de cobertura de los bienes primarios provistos por el Estado. De igual forma, facilita conocer cuál tipo de bien primario es la causa del deterioro de la calidad de vida de la población. En el mismo sentido, el IPM permite identificar las inequidades en el acceso a los bienes primarios, a causa de la ubicación geográfica, la condición social, el género o la etnia, facilitando la evaluación de políticas públicas y la formulación de propuestas de solución que permitan superar sus deficiencias.
Además, en el futuro sería deseable que en la encuesta de Calidad de Vida aplicada a los hogares, se incluyesen nuevas preguntas que permitan la redefinición de las dimensiones y los indicadores actuales, para que con base en ellas, el DNP definiera la inclusión de un grupo de nuevas dimensiones en el IPM Colombia, con el propósito de consolidar en un solo instrumento un método de evaluación de la calidad de vida para el país y, por ende, para la ciudad de Bogotá.
De esta manera, cada una de estas dimensiones puede ser entendida como el listado de bienes primarios que la sociedad colombiana ha decidido priorizar como los mínimos a los cuales debe acceder cada uno de sus habitantes, con el fin de garantizarles unas condiciones que les permitan llevar una vida digna. Las dimensiones y los indicadores del IPM para Colombia evidencian el interés que tiene el Gobierno en conocer la incidencia que han tenido las políticas sociales —salud, educación, trabajo, vivienda, servicios públicos y juventud— en la reducción de la pobreza y el mejoramiento en la calidad de vida del país.
El IPM como método de evaluación de calidad de vida en Bogotá El IPM Colombia ha venido siendo calculado para el país desde 1997. Sus resultados muestran un importante descenso en la pobreza en todas las regiones; sin embargo, los avances difieren sustancialmente entre cada una de ellas, lo que pone de manifiesto la fuerte inequidad social existente en el país, tal y como se puede ver en la tabla 2.
Sin embargo, al comparar los bienes primarios propuestos por Rawls con las dimensiones incluidas en el IPM desarrollado por el DNP para Colombia, se observa que muchos de ellos no son evaluados, o su medición sólo da un conocimiento respecto al acceso a ellos, pero no de la forma en que les permiten a las personas el desarrollo de sus capacidades humanas, en el sentido propuesto por Sen y Nussbaum. Por ejemplo, es claro que los bienes primarios —tales como los referentes al acceso a los poderes y las prerrogativas de los puestos y cargos de responsabilidad en las institu-
A partir de 2003, en la ciudad de Bogotá se ha venido aplicando el IPM para cada una de las veinte localidades en las que se encuentra dividida geopolíticamente, lo que
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Calidad de vida urbana: una propuesta para su evaluación Wilson Giovanni Jiménez Barbosa, Jorge Iván González Borrero
Otras Voces Tabla 2. Incidencia del IPM Colombia, por regiones 2010-1997
1997
2003
2008
2010
Atlántica
72%
61%
53%
46%
-26,5
Oriental
65%
49%
33%
29%
-36,3
Central
66%
56%
36%
31%
-35,1
Pacífica
58%
57%
36%
33%
-25,7
Bogotá
41%
24%
13%
12%
-29,1
San Andrés
38%
24%
30%
25%
-12,6
Amazonas-Orinoquia
61%
52%
37%
32%
-28,7
Antioquia
56%
45%
32%
28%
-28,1
p.p.
Fuente: cálculos DNP, DPS, SPSCV con base en ECV.
permite conocer la situación de las familias, relacionándolas con las condiciones particulares de la ubicación espacial de ellas dentro de la ciudad, pudiéndose, además, identificar fenómenos de segregación espacial asociados a factores de orden socioeconómico (ver la tabla 3).
tanto en 2003 como en 2011, son las ubicadas en el sur y suroccidente de la ciudad. Por el contrario, las de menor incidencia se localizan en el norte y noroccidente. Mientras que en el centro y occidente de la ciudad se hallan las localidades con valores intermedios de incidencia de la pobreza. Se destaca que sólo la localidad de Suba presentó un cambio en este patrón durante el período, debido a que, aunque en ella descendió la pobreza, su avance no fue suficiente para ubicarse en el grupo de localidades con mejor desempeño al final del período.
Cuando se revisan los resultados del IPM de la ciudad, durante el período comprendido entre 2003 a 2011, se observa, al igual que en el país, que en todas las localidades se presentó una reducción de la incidencia de la pobreza. Sin embargo, persisten altos porcentajes en localidades como Usme (23,8%), Ciudad Bolívar (23,4%) y San Cristóbal (21,4). En el extremo opuesto, se destaca el buen resultado obtenido por la localidad de Teusaquillo, la cual pasó de tener un 8,1% en 2003 a 1,7% en 2011 (Alcaldía Mayor de Bogotá 2012, 13). Sin embargo, al mirar los resultados en cada una de las localidades en que está dividida geopolíticamente la ciudad, se observan grandes diferencias entre unas y otras, encontrándose una menor incidencia de la pobreza en las cuatro localidades ubicadas en las zonas norte y nororiental de la ciudad: Chapinero, Teusaquillo, Usaquén y Suba; y la mayor incidencia, en las ubicadas en el sur de la ciudad: Usme, San Cristóbal y Ciudad Bolívar, que muestran un patrón de segregación espacial que se ha configurado en la ciudad, el cual se observa claramente en la imagen 1.
Adicionalmente, en lo que tiene que ver con la concentración de la riqueza, Bogotá tiene el coeficiente de Gini —calculado con base en los salarios— más alto de las cuatro principales ciudades del país, al ubicarse en un valor de 0,53, lo que pone de manifiesto la inequidad en la distribución del ingreso entre los habitantes de la urbe (ver la tabla 4). Este resultado se corresponde con lo hallado por Bonilla (2009, 103-105), quien encontró que los departamentos y las ciudades más ricos tienden a presentar peores indicadores de desigualdad, lo cual puede estar determinado por factores como la educación y los retornos de la educación, así como por factores demográficos como el número de niños por hogar (Bonilla 2009, 145). A su vez, el patrón de inequidad en el ingreso también se refleja dentro de la ciudad (ver la tabla 5), ya que el coeficiente de Gini muestra que existe un grupo de localidades con resultados bajos, tales como Usme (0,33), Bosa (0,36), San Cristóbal (0,37), Kennedy y Ciudad Bolívar (ambas con 0,38), las cuales corresponden a las localidades
En ellos se evidencia que si se agrupan las localidades de acuerdo con su incidencia, en aquellas con valores bajos, medios y altos, se encuentra que las localidades con las incidencias de pobreza multidimensional más altas,
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Imagen 1. Tasa de incidencia (H) del IPM para Bogotá durante 2003 y 2011, agrupando localidades con baja, media y alta incidencia
Tabla 3. Resultados de la tasa de incidencia (H) del IPM para Bogotá durante 2003, 2007 y 2011 Incidencia según IPM % Localidades
2003
2007
2011
2003-2011 puntos porcentuales
Chapinero
8,4
6,2
3,7
-4,7
Teusaquillo
8,1
4,6
1,7
-6,4
15,7
10
6,4
-9,3
Usaquén Suba
20,4
15
10,9
-9,5
Barrios Unidos
17,5
14,6
7
-10,5
Santafe
26,5
30,6
15,2
-11,3
Engativá
21,9
16,8
7,1
-14,8
Antonio Nariño
26,3
22,3
11,5
-14,8
29
21,9
12,8
-16,2
Total Bogotá
Incidencia 2003
La Candelaria
27,2
21,4
10,1
-17,1
Fontibón
24,6
13,1
6,8
-17,8
Puente Aranda
25,1
15,1
7,2
-17,9
Los Mártires
32,3
24,6
13,2
-19,1
Rafael Uribe Uribe
37,8
33,4
18,5
-19,3
Tunjuelito
35,4
27,4
16
-19,4
Bosa
38,9
31,8
19,4
-19,5
Kennedy
32,5
21,7
12,2
-20,3
Ciudad Bolívar
45,5
40
23,4
-22,1
San Cristóbal
45,3
32,4
21,4
-23,9
Usme
52,2
38,8
23,8
-28,4
Usaquén Chapinero Suba
Barrios Unidos
Candelaria Santa Fe
Teusaquillo Mártires San Cristóbal Antonio Nariño Engativá Puente Usme Rafael Aranda Uribe Fontibón
Kennedy
Sumapaz
Tunjuelito Ciudad Bolívar
Bosa
Incidencia 2011
Usaquén Chapinero Suba
Barrios Unidos
Candelaria Santa Fe
Teusaquillo Mártires Engativá
Fontibón
San Cristóbal
Antonio Puente Nariño Rafael Aranda Uribe
Kennedy
Sumapaz Usme
Tunjuelito Ciudad Bolívar
Bosa
Fuente: elaboración de los autores, con base en resultados de IPM, calculado para Bogotá en 2003 y 2011 por la Secretaría Distrital de Planeación.
en las que hay mayor concentración de la pobreza en la ciudad, mientras que, por el contrario, las localidades que presentan los mayores índices de inequidad coinciden con las que son consideradas más prósperas: La Candelaria, Usaquén y Chapinero (Galvis 2013, 13). Estos resultados ponen de manifiesto cómo las poblaciones pobres se han ido asentando en un espacio geográfico de la ciudad localizado en el sur y suroccidente de la ciudad, lo que empieza a describir una tendencia hacia la segregación espacial de estas comunidades.
Fuente: Encuesta Calidad de Vida (2003); Encuesta Calidad de Vida Bogotá (2007); Encuesta Multipropósito para Bogotá (2011).
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Calidad de vida urbana: una propuesta para su evaluación Wilson Giovanni Jiménez Barbosa, Jorge Iván González Borrero
Otras Voces
entre localidades; el segundo, la alta concentración del ingreso, expresada en el coeficiente de Gini; y el tercero, la segregación socioeconómica en el espacio. Según las Naciones Unidas, el reto es sostenibilidad y equidad, y lo primero no se alcanza sin lo segundo.
Tabla 4. Coeficiente de Gini calculado por los salarios en las cuatro principales ciudades de Colombia Ciudad
Coeficiente de Gini
Medellín
0,51
Bogotá
0,53
Bucaramanga
0,47
Cali
0,49
En lo referente al IPM Colombia como método de evaluación de la calidad de vida en la ciudad de Bogotá, éste se constituye en una valiosa herramienta que permite identificar cómo acceden los habitantes de la ciudad a un grupo de bienes primarios, y cómo éstos impactan en su calidad de vida, desagregando los resultados por las dimensiones y los indicadores, y analizándolos para cada una de las localidades que conforman la ciudad. Sin embargo, para lograr un mayor grado de conocimiento sobre la calidad de vida en la urbe, resulta necesario complementar los hallazgos del IPM con los encontrados por otros estudios, así como con los presentados en los informes de las diferentes secretarías que hacen parte de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Este análisis será desarrollado en la tesis doctoral “La calidad de vida en la ciudad de Bogotá: una evaluación mediante el empleo del índice de pobreza multidimensional – IPM”, investigación que se encuentra en curso.
Fuente: Galvis (2013). Tabla 5. Coeficiente Gini calculado por los salarios para las localidades de Bogotá
Localidad
Coeficiente de Gini
Localidad
Coeficiente de Gini
Usaquén
0,53
Suba
0,46
Chapinero
0,52
Barrios Unidos
0,48
Santa Fe
0,50
Teusaquillo
0,46
San Cristóbal
0,37
Los Mártires
0,46
Usme
0,33
Antonio Nariño
0,40
Tunjuelito
0,42
Puente Aranda
0,37
Bosa
0,36
Candelaria
0,54
Kennedy
0,38
Rafael Uribe Uribe
0,41
Fontibón
0,46
Ciudad Bolívar
0,38
Engativa
0,40
Sumpaz
N.D.
Finalmente, y como recomendación, sería deseable que la próxima encuesta de calidad de vida incluya nuevas preguntas que permitan evaluar en mayor profundidad las dimensiones y los indicadores actuales del IPM, y que el DNP defina un grupo de nuevas dimensiones, tales como movilidad, seguridad y espacio público, ya que estas variables inciden en la calidad de vida de los colombianos y, en particular, de los bogotanos.
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Conclusión En Bogotá han mejorado las condiciones de vida, y continúa ofreciendo más oportunidades que el campo y que el resto de las ciudades; la excepción es Bucaramanga. Medida por línea de pobreza, la incidencia es menor en Bucaramanga que en Bogotá. No obstante los logros alcanzados, Bogotá continúa siendo una ciudad muy desigual, lo que se refleja en tres hechos: el primero, la brecha de la incidencia de la pobreza multidimensional
3. Alkire, Sabina y James Foster. 2011. Understandings and Misunderstandings of Multidimensional Poverty Measurement. OPHI Working Paper 43. The Oxford Poverty and Human Development Initiative (OPHI) – Oxford Department
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Más allá de la racionalidad económica: una nueva aproximación para la comprensión de la emigrante latinoamericana que llega a Santiago de Chile* Verónica Correa Pereirav Fecha de recepción: 19 de julio de 2013 Fecha de aceptación: 10 de enero de 2014 Fecha de modificación: 27 de febrero de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.13
RESUMEN Una explicación “economicista” ha predominado hasta hoy para comprender los flujos migratorios de mujeres latinoamericanas. No obstante, a partir del discurso de las inmigrantes que acoge el Centro Integral de Atención al Migrante en Santiago, este artículo demostrará que existen otras consideraciones significativas que configuran la partida de estas mujeres, justificaciones distintas a las exclusivamente laborales. Desde una mirada cualitativa, se constatará la existencia no sólo de un tipo de emigrante que parte de su origen bajo un proyecto familiar, intentando responder a las necesidades económicas del grupo, sino también una mujer que por medio del viaje buscará escapar de las responsabilidades familiares y sociales atribuidas a su género.
PALABRAS CLAVE Emigración, género, emancipación, trabajo doméstico, Santiago de Chile.
Beyond Economic Rationality: A New Approach to the Understanding of Female Latin-American Emigrants Arriving in Santiago de Chile ABSTRACT Until now, migratory flows of Latin American women have predominantly been explained through an ”economic” approach. However, based on testimonies of migrants at the Migrant Integral Care Center (Centro Integral de Atención al Migrante) in Santiago, this article shows other significant considerations that influence the decision to migrate and are not exclusively related to employment. Using a qualitative method, this article will not only describe a foreigner who migrates as part of a family project to satisfy their economic needs, but also a woman who seeks to escape from family and social responsibilities attributed to her gender.
KEY WORDS Emigration, gender, emancipation, domestic work, Santiago de Chile.
*
Este artículo surge de una investigación cualitativa realizada en el Centro Integral de Atención al Migrante en Santiago, en el marco de la realización de la tesis de doctorado, con la financiación de Becas Chile. v Máster de Investigación por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), Francia. Estudiante de doctorado en Territoires, sociétés, développement de EHESS y Universidad de Chile. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Geografía de la crisis del cuidado en Santiago: una aproximación centrada en la demanda de mano de obra extranjera” y “Una dimensión espacio-temporal de la espera: el patrón residencial de las inmigrantes latinoamericanas en la última década en Santiago de Chile”. En Geografías de la espera: migrar, habitar y trabajar en la ciudad de Santiago, Chile. 1990-2012, eds. Verónica Correa, Idenilso Bortolotto y Alain Musset. Santiago de Chile: Uqbar, 2013. Correo electrónico: veronicacorreap@gmail.com
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Más allá de la racionalidad económica Verónica Correa Pereira
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Mais além da racionalidade econômica: uma nova aproximação para a compreensão da emigrante latino-americana que chega a Santiago do Chile RESUMO Uma explicação “economicista” tem predominado até hoje para compreender os fluxos migratórios de mulheres latinoamericanas. Contudo, a partir do discurso das imigrantes que o Centro Integral de Atendimento ao Migrante em Santiago acolhe, este artigo demonstrará que existem outras considerações significativas que configuram a partida dessas mulheres, justificativas diferentes às exclusivamente laborais. A partir de um olhar qualitativo, será constatada a existência não só de um tipo de emigrante que parte de sua origem sob um projeto familiar, tentando responder às necessidades econômicas do grupo, mas também uma mulher que, por meio da viagem, pretenderá fugir das responsabilidades familiares e sociais atribuídas ao seu gênero.
PALAVRAS-CHAVE Emigração, gênero, emancipação, trabalho doméstico, Santiago do Chile.
Introducción
L
a mayoría de los estudios orientados a comprender los flujos migratorios de la población femenina en las últimas décadas sostienen que el principal factor movilizador de las mujeres entre países es el económico. Algunas investigaciones han explicado este comportamiento desde una perspectiva macro, donde el proceso de globalización de los distintos países ha generado una creciente interdependencia entre ellos, lo que ha producido, consecuentemente, una mayor desigualdad en la distribución de los recursos e inequidad económica entre regiones.
existiendo un creciente interés de las empresas transnacionales por contratar mujeres trabajadoras, quienes “son vistas como más obedientes, más cooperadoras, más diligentes y más fáciles de manejar que los hombres” (Lim 1998, 10. Traducción propia). Además, se ha señalado que la última crisis económica ha golpeado más duramente al empleo masculino que el femenino (Escrivá 2000), lo que se demuestra, por ejemplo, en la disminución de la necesidad de mano de obra obrera masculina (producto de la crisis inmobiliaria), paralela al aumento de la demanda del sector del servicio personal o del cuidado, tales como enfermeras, limpiadoras, asistentes en restaurantes y hoteles, pero en especial empleadas domésticas, trabajos tradicionalmente ejercidos por mujeres. Así, en el sector del cuidado se ha producido una suerte de movilidad de reemplazo (replacement women) de las mujeres nacionales por internacionales, fenómeno que se acrecienta cada vez más, incluso en tiempos de recesión económica de los países (Lim 1998; Mora 2008).
Por un lado, en los países subdesarrollados o en transición, aquellos que no han podido integrarse exitosamente en la economía mundial, los incentivos son cada vez mayores, tanto en las personas cualificadas como no cualificadas, para buscar nuevas oportunidades de trabajo en el extranjero. Por otro lado, los países industrializados constatan un aumento de sus tasas de desempleo, en paralelo al empleo de mano de obra “barata” proveniente de zonas desfavorecidas. De manera general, podría afirmarse que comienzan a existir factores de expulsión (push) y atracción (pull) de mano de obra entre regiones, que inciden sobre el comportamiento migratorio internacional (Lim 1998; Portes y Manning 1985).
Chile no escapa a este proceso de “atracción” de mano de obra femenina internacional. En el país, más particularmente en su capital, comienza a existir una intensificación de la demanda de este mercado del cuidado doméstico, junto con una reducción de mano de obra local, brecha que empieza a ser resuelta paulatinamente por medio de la llegada de la población migrante femenina proveniente de sectores de Latinoamérica que se encuentran más vulnerables económi-
Dichos desplazamiento y relocalización de trabajadores entre países ricos y pobres han tendido a favorecer en las últimas décadas a más mujeres que hombres,
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camente que Chile (Correa y Vidal 2013; Arriagada y Moreno 2011; Arriagada 2009).
empoderamiento se va adquiriendo durante la vivencia inmigratoria misma, pero no ha sido abordado como un elemento impulsor, que daría origen a la experiencia migratoria. De esta forma, esta dimensión ha sido tenida en cuenta como una variable adicional a la motivación económica del emigrante supeditada a un proyecto familiar, y no como un componente central que desencadena una trayectoria de movilidad.2
Por otra parte, otros estudios han tratado de dar una explicación “economicista” al fenómeno de la migración femenina desde una escala más pequeña, en un nivel microsocial. Adoptando un enfoque de género, se ha tendido a explicar esta migración contemporánea femenina y latinoamericana hacia ciudades como Madrid (Hinojosa 2008; Parella 2007; Parella 2012), Barcelona (Hinojosa 2008; Parella 2012), Los Ángeles (Hondagneu-sotelo y Ávila 1997), como parte de una estrategia de supervivencia económica familiar, donde las mujeres inmigrantes son concebidas fundamentalmente en cuanto proveedoras y responsables de la mejoría económica de la familia, a través del ahorro y envío de remesas.
A partir de 22 entrevistas en profundidad realizadas a mujeres latinoamericanas —colombianas, peruanas, ecuatorianas, dominicanas y bolivianas— inscritas en el Centro Integrado de Atención al Migrante (CIAMI), el presente estudio intenta analizar, desde un enfoque de género, los diversos argumentos o justificaciones (Boltanski y Thevenot 1991) que declaran las emigrantes3 para explicar sus actos y decisiones respecto al proceso previo a la partida, más precisamente, las motivaciones que las impulsaron a emigrar.
Si bien el enfoque de estrategia de supervivencia económica familiar entrega elementos interesantes para comprender la población migrante latinoamericana que habita en la capital chilena de los últimos tiempos, en el presente artículo se irá más allá de éste, integrando una nueva mirada del fenómeno. Por medio de un análisis de los discursos y prácticas de las migrantes que habitan en Santiago, se constata la presencia de mujeres que arriban a esta ciudad movilizadas por una búsqueda de autonomía y libertad, ante el gran agobio y responsabilidad que sentían en sus contextos de origen; motivaciones que no necesariamente estarán sometidas a objetivos económicos, predefinidos colectivamente.
Ante el objetivo trazado, el presente trabajo propone en una primera parte hacer una pequeña descripción metodológica de su objeto de estudio, su muestra y las herramientas utilizadas para la recolección de información. En una segunda parte, se realizará un análisis de uno de los perfiles observados, basado en el modelo de una mujer y madre de familia que emigra como una “encomendada” de su hogar, en búsqueda de recursos económicos. Luego, en una tercera parte, se demostrará la existencia de otro tipo de emigrante distinto al comúnmente descrito por otras investigaciones, una mujer que emigra en búsqueda de más independencia y autonomía. Por último, se expondrán algunas reflexiones finales.
Se observa la emergencia de un sujeto social que es una reacción a un fuerte control familiar y social que experimentan muchas mujeres en sus países. Un individuo que surge como respuesta a la representación compartida de la mujer tradicional, quien debe estar a cargo de los quehaceres y reproducción económica del hogar, y circunscrita a las decisiones de los “hombres de la casa”. Aunque algunos estudios ya han tenido en cuenta la temática vinculada con los procesos de emancipación de la mujer latina en el extranjero, ésta ha sido mayormente entendida1 como un proceso de empoderamiento (Thayer 2011, 100; Stefoni 2003; Herrera 2008; Escrivá 2000) que es producto o consecuencia de la dimensión económica, es decir, del trabajo y ganancia de dinero en el nuevo territorio. Bajo esta mirada, ese
Metodología El CIAMI, más conocido como la “Casa de Acogida” o la “Casa de la Hermana Fresia”, es una fundación creada en 2002, bajo el amparo de la Congregación de los Misioneros Scalabrinianos, con la finalidad de “responder a la creciente demanda de servicios de capacitación e
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1 De la literatura revisada, se identificaron tres investigaciones que mencionan también la idea de que la emigración de mujeres latinoamericanas se puede dar por razones de búsqueda de autonomía; éstas son: Balán (1990), Ruiz (2002), Camacho y Hernández (2005). Este resultado, no obstante, es presentado en el contexto de otras problemáticas, por lo que el argumento no adquiere suficiente fuerza.
Lo expuesto anteriormente no quiere decir, sin embargo, que elementos como la situación económica del país receptor y las oportunidades laborales que existen en él no sean tenidos en cuenta por las mujeres estudiadas, a la hora de emigrar. Éstas son variables que se encuentran muy presentes en el proceso de toma de decisiones antes de la partida, pero no constituyen la razón central y la más importante que las moviliza.
3 En este trabajo nos concentraremos en la observación de los procesos que involucran la partida de la migrante, desde el prisma de su realidad de origen; por esta razón, se hará referencia a las mujeres analizadas bajo el término emigrantes.
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inserción socio-laboral del inmigrante” (CIAMI 2010). Dentro de las actividades que realiza la organización, se encuentran: bolsa de trabajo en el área del cuidado doméstico, servicio de hospedaje y cursos de capacitación para asesoría del hogar, lo que incluye cursos de gastronomía, cocina, formación religiosa y regulación de documentos. El CIAMI representa un lugar central de apoyo para la mayoría de las inmigrantes que arriban a la ciudad de Santiago sin trabajo ni domicilio, lo que se constata en el alto número de inscripciones.4
donde vivían todos antes de separarse. Los hijos tenían 13 y 16 años, antes de su partida. Su marido trabajaba en un club de golf a las afueras de la ciudad, pero sólo por temporadas. Ella, antes de emigrar, vendía ropa, pero era muy poco el dinero que lograba obtener por medio de este trabajo. “La situación estaba muy mal”, comenta ella, razón por la cual decidió ir a buscar nuevas oportunidades a Chile, luego de recibir una invitación de su tía, que habitaba desde hace un tiempo en el país. Tras llegar a Santiago, lo primero que hizo Carmen (2012) fue ir a pedir hospedaje y trabajo “a la Casa de Acogida de la Hermana Fresia”, como ella la denomina, lugar que le había recomendado su tía. Después de estar algunos días hospedada en el CIAMI y de haber realizado el curso de capacitación para asesora de hogar de la institución, encontró trabajo como empleada puertas adentro en una vivienda localizada en Chicureo (barrio ubicado en la periferia de la ciudad). No obstante, luego de cuatro meses en este trabajo, ella decidió regresar a su país, ya que “no estaba bien” psicológicamente y extrañaba mucho a su familia. Además, su marido se encontraba enfermo.
En esta organización se realizaron específicamente dos trabajos de campo. El primero de ellos se llevó a cabo desde marzo hasta mayo de 2011, donde, por medio de un trabajo de voluntariado en la institución, se desarrolló un estudio etnográfico, haciendo observación y tomando notas de campo sobre las prácticas ocurridas dentro del recinto. En el segundo trabajo “en terreno”, realizado en los meses de septiembre y octubre de 2012, con base en lo observado en una primera instancia, se realizó una pauta de entrevista semiestructurada, la cual fue aplicada a 22 personas inscritas en la organización. Las entrevistas en profundidad fueron llevadas a cabo, ya sea en el patio del recinto de la institución, mientras las migrantes esperaban la posibilidad de encontrar un empleo en la bolsa de trabajo, o en la Plaza de Armas, lugar de encuentro que ellas elegían para tener una más grata (y libre) conversación.
Al llegar allá, ella contó sus vivencias en Santiago y las razones por las cuales había vuelto. Sin embargo, la familia la convenció de regresar a Chile, en vista de que en términos laborales su estadía había sido fructífera, pues había ganado una importante suma de dinero en pocos meses. Se tomaron algunos resguardos para que ella no volviera a vivir una mala experiencia: esta vez ella no iría sola, sino más bien acompañada de uno de sus hijos. Carlos, el mayor de sus hijos, se ofreció para ir. Además, él también podría trabajar (en el sector de la construcción) y enviar remesas a los otros integrantes de la familia.
En cuanto a la selección de la muestra, se escogieron las cinco nacionalidades mayoritarias que acoge la fundación, es decir, peruanas, colombianas, bolivianas, ecuatorianas y dominicanas. Para poder controlar la variable período de tiempo vivido en Chile por la migrante (y así, en la medida de lo posible, distinguir entre los factores que condicionan la experiencia de la persona antes y después de la emigración), la muestra se distribuyó homogéneamente en dos segmentos: las recién llegadas a Santiago, que corresponden a las que tienen menos de un año de residencia; y las que llevan más de un año habitando en la capital.
Dos casos de estudio
A su regreso a Santiago, Carmen (2012), al llegar junto a su hijo, decidió dejar su trabajo como puertas adentro5 por uno como puertas afuera, para poder volver diariamente al cuarto que arrendaba con Carlos en la comuna Independencia. Después de un tiempo de búsqueda, Carmen (2012) encontró un trabajo como puertas afuera en una casa de la comuna La Reina. Éste lo realizaba durante la semana, ya que los fines de semana continuaba trabajando para su antigua empleadora.
Carmen (2012) es una dominicana de 37 años de edad que reside hace dos años en Chile. Es casada y madre de dos hijos, a quienes debió dejar en La Romana, ciudad
Después de algunos meses, en vista del éxito laboral de Carlos, Pedro, el segundo hijo, le propuso a Carmen (2012) volver a República Dominicana para acompañar a su padre.
La encomendada
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Hasta el mes de mayo de 2011 existían 22.490 inscritas en la organización, lo que representa un número muy alto, si se tiene en cuenta que, según el último CENSO 2012, en Chile habitaban 339.536 extranjeros.
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Noción utilizada en Chile para hacer referencia al empleo que incluye hospedaje en el mismo lugar de trabajo.
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Carmen rechazó su propuesta, ya que sabía que le quedaban sólo dos años para ahorrar el dinero deseado. Antes de emigrar, se había fijado una meta monetaria para poder potenciar el negocio de vestuario que tenía antes de su venida. Su plan era volver en avión por Panamá, comprar ropa allí y luego enviar la mercadería por barco.
en la que vivían estas mujeres en sus lugares de origen lo que, bajo su percepción, las obligó a emigrar. Se observa la presencia de mujeres que tuvieron que salir de manera casi urgente de sus países, a fin de incrementar los ingresos de la familia, ya que sólo contaban con trabajos precarios y esporádicos, como es el negocio de ropa de Carmen (2012) o el del club de golf, del marido.
Un caso similar al de Carmen es el de Laura (2012), en La Paz. De 39 años, soltera y madre de tres hijos (de 11, 17 y 20 años), lleva sólo un día de residencia en Santiago y en Chile. Llegó en bus, junto a otra amiga boliviana, decidida a encontrar un empleo en el sector de servicio doméstico. Ya conocía Chile, pues había vivido en la capital, durante un mes, el año anterior, en invierno. En esta experiencia trabajó como costurera, pero el frío, la partida de su compañera de pieza y una “falsa ilusión” de poder obtener una visa para irse a España, la motivaron a regresarse. Ella concibe que Chile está muy cerca de Bolivia, lo que permite hacer de vez cuando esas “idas y venidas”, pese a que el costo del pasaje es bastante alto para sus condiciones económicas (esta última vez tuvo que pedir prestado dinero para poder pagar el pasaje).
Por una parte, se perciben trayectorias como la de Laura (2012), quien es madre soltera, y, por ende, es la única fuente económica del núcleo familiar. Para este tipo de hogar, el trabajo de la mujer es sustancial y, por tanto, su emigración es casi obligatoria. Por otra parte, existen casos como el de Carmen (2012), cuyo ingreso es complementario a los otros de la familia, pero, dada la falta de trabajos estables y bien remunerados en el contexto en que viven, junto a las altas posibilidades laborales de trabajo femenino en países como Chile, sienten una fuerte presión familiar e individual por ir en búsqueda de más recursos. Frente al escenario de discernimiento de la partida de la emigrante producto de la situación de precariedad, la familia ejerce un rol central. Como se puede observar en los dos casos antes mencionados, sin el consentimiento y apoyo de los hijos, el viaje de las emigrantes no se habría realizado, debido a que la ausencia de la madre implica un reacomodo de los roles domésticos, lo que afecta la vida de cada miembro, sobre todo, la de aquellos que tendrán que asumir las tareas hogareñas que ejercía la madre antes de la partida: cocinar, ordenar y limpiar la casa, o hacerse cargo de los hijos menores que siguen dependiendo de un adulto.
La falta de empleos en Bolivia la había obligado ya anteriormente a emigrar, viviendo tres años en Barcelona (España). Dentro de las razones por las cuales se volvió a Bolivia estaban el matrimonio de una de sus hijas y la fuerte necesidad de estar con sus hijos, a quienes no veía desde su partida a España. Debido a la falta de regularización de su situación de residencia en España, no pudo volver, pese a que ella hizo todo lo posible para lograrlo. Cada vez que viaja deja a sus hijos bajo la responsabilidad de su madre. El plan de Laura es venir a Chile para “trabajar como asesora de hogar, puertas adentro, porque si no gasto mucho”. Ante la pregunta de traer a sus hijos a Chile, responde que no quiere hacerlo, ya que prefiere concentrarse en el trabajo. “Allá tengo quién los lleve al colegio, pero aquí es más difícil”, comenta. Además, el hijo mayor es discapacitado, por lo que se requiere una persona que esté constantemente con él. Su expectativa es trabajar, quedarse unos dos o tres años en Chile y, cuando ya tenga ahorrado el dinero suficiente, regresar. Con ese dinero ella quiere construirse una casa cerca de La Paz, ya que allí tiene un lote.
El caso de Carmen (2012) demuestra claramente cómo se lleva a cabo un trabajo “en equipo”, tanto antes como durante la emigración de la madre al extranjero. En un principio, fueron los dos hijos y el padre quienes debieron ejercer las labores realizadas por Carmen en el hogar, pero después de unos meses, como esta “encomendada” no estaba bien (psicológicamente), debieron “enviar” a Chile a otro miembro de la familia para que la fuera a acompañar y apoyar, por lo que la familia se divide, quedando el hogar de origen en manos del padre y uno de los hijos. Ello demuestra cómo la familia debe estar atenta y flexible para ir adaptándose a los cambios producidos por la partida de un integrante. Cada uno de los miembros de estas familias deberá prepararse para vivir dentro de lo que se ha denominado familia transnacional, las cuales “se ven obligadas más que cualquier otro tipo de familia a trabajar con mayor vehemencia sus vínculos familiares
La motivación económica Como primer elemento común que aparece en los casos anteriormente descritos, es la precariedad económica
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para así minimizar los riesgos que la distancia supone en pos de su reproducción” (Hinojosa 2008, 103).
sentido económico y social, del mundo familiar. Dos son las características que definen esta imagen femenina-materna. La primera de ellas es la abnegación, es decir, una capacidad infinita de humildad y sacrificio de la persona por los otros, principalmente hacia los hombres del hogar, el marido y los hijos varones. Como Stevens señala: “No hay autonegación demasiado grande para la mujer latinoamericana, ni puede adivinarse límite alguno a su vasto cúmulo de paciencia ante los hombres de su mundo” (Stevens 1974, 20). Esa sumisión u obediencia hacia los hombres descansa en su convicción de que hay que consentirlos, ya que “son como niños, cuyo exceso, tonterías y obstinación deben ser perdonados porque ‘no tienen la culpa de ser como son’” (Stevens 1974, 20).
En los casos relatados, la emigración de la mujer será parte de una estrategia familiar, donde cada uno tendrá que asumir diferentes obligaciones para lograr la meta planificada colectivamente. Como varios estudios los han descrito en referencia a los movimientos migratrorios de la población latina, “dentro de las múltiples presiones y obstáculos que influyen en las personas a la hora de emigrar, la separación física de la familia se convierte en una estrategia más, a pesar del coste que supone para sus miembros la ‘deterritorialización’” (Parella y Cavalcanti 2008, 4; ver también Parella 2012).
Según Stevens, toda esa ternura y protección que muestra esta imagen de mujer hacia los hombres no se ejerce, sin embargo, hacia otras mujeres como las hijas o nueras, con quienes va a ser muy exigente, ya que debe educarlas y transmitirles por medio de sus actos esta misma referencia femenina. Por el contrario, a las únicas mujeres que respeta y trata con cuidado es a la madre o suegra, ya que son reencarnaciones de esa Gran Madre (Stevens 1974).
Madre ante todo Junto a la dimensión económica como motivo de emigración, se identifica otro argumento importante en el discurso de las emigrantes estudiadas: el de ser madres ante todo. Mujeres que comprometen su vida entera a la labor de ser madres, entregándose no sólo a sus hijos, sino también a sus maridos e incluso a personas que están fuera de la familia nuclear. Esto le ocurre, por ejemplo, a Abigail (2012), una peruana que viene de Chimbote, quien debió partir para mantener a los hijos de una hermana inválida. Como ella afirma: “Yo tengo una hermana en silla de ruedas que se accidentó, se rompió la columna, y entonces me vine por ella, para apoyarla a ella […] me vine por mis sobrinos, que los tengo a mi cargo, como si fueran mis hijos”.
No obstante, ese gran dominio observado en las mujeres en el ámbito privado, el del hogar, se va a revertir en la dimensión pública. El marianismo, que visto desde la “otra cara de la moneda” se expresa en el machismo, es la representación masculina ceñida a la esfera pública. “Los hombres actúan en virtud de su relación con el mundo exterior a la familia y la comunidad, mientras que las mujeres reciben su poder del mundo interior, es decir, del interior de la casa e incluso de sus cuerpos”, va a señalar Fuller (1998), a partir de un estudio desarrollado en tres grandes urbes de Perú: Lima, Cuzco e Iquitos. “La calle se asocia a la virilidad y es por tanto la dimensión no domesticable y desordenada del mundo externo; es la arena de la competencia, la rivalidad y la seducción” (Fuller 1998, 60).
Este ideal femenino vinculado a la maternidad, observado en las mujeres estudiadas, ha sido analizado por varios autores (Stevens 1974; Montecino 1996; Palma 1990) que se orientan a entender las representaciones de género presentes en las relaciones sociales en Latinoamérica. Bajo su mirada, en general, las culturas mestizas latinoamericanas —desde el río Bravo, en México, hasta la Tierra del Fuego, en Argentina, atravesando las distintas clases sociales— muestran un determinado patrón de creencias y conductas basado en una (y no varias) imagen de mujer. Como señala Stevens (1974), “en Latinoamérica, existe un acuerdo cuasiuniversal sobre cómo debe ser una ‘verdadera mujer’ y sobre cómo debe actuar” (Stevens 1974, 20).
Desde esta concepción, la mujer emigrante tiene como “exigencia moral” su negación en la urbe. Pese a que ella pasa a habitar el terreno de lo público, de lo “extraño”, debe seguir comportándose como si estuviese en casa. En esta representación de La Gran Madre se encuentra inscrita también la idea de la mujer que no tiene el permiso ni la libertad para gozar de las “tentaciones” que le ofrece la nueva vida. “¿Y día libre, no tienes?”, se le pregunta a Carmen (2012). “No, mi día libre son cuando me voy para Chi-
Esta representación femenina se basaría en el culto a La Gran Madre, más conocido como marianismo, donde la mujer se concibe como la reproductora central, en el
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cureo”, y se ríe, sabiendo que implica trabajar en otra casa en ese día de descanso. “Por lo menos, yo, casi no salgo”, afirma ella.
ba que ha dedicado la mayor parte de su tiempo a trabajar. También, en los viajes realizados una o dos veces al año, en período de vacaciones, es ella quien debe llevar regalos a cada uno de los miembros de la familia, comprados con el dinero ahorrado. O la visita de sus hijos a Chile, instancia para observar el modo de vida que lleva su madre en el extranjero.
De lo anterior deriva la segunda característica del marianismo: la autonegación. La mujer deja de actuar por su propio interés (si no, es vista como una egoísta) y se entrega por entero a sus hijos, llegando a la anulación completa de la persona. Desde esta concepción, podría decirse que al emigrar, la mujer estudiada está haciendo algo que es percibido socialmente como “malo”, ya que está dejando de lado los quehaceres cotidianos y el cuidado del hogar; sin embargo, como lo está haciendo por sus hijos y su esposo, por los demás, como madre, se entiende y se legitima. De lo contrario, si ella emigrara para complacer sus intereses, esto no sería bien recibido por su familia y la comunidad que la rodea.6
Otro de los modos de “vigilar” a la madre, es por medio de la comunidad de compatriotas que vive en Santiago. Compuesta por familiares y amigos de la emigrante, ellos pueden actuar como informantes claves de su modo de vida. Por otra parte, las teconologías facilitan también enormemente esta “supervisión” a distancia. A diferencia de épocas anteriores, cuando el correo y el teléfono eran las únicas vías de comunicación con el extranjero, hoy en día, la emigrante utiliza el mail, chat, Skype, lo que permite un contacto más frecuente (en algunos casos, todos los días) y fluido con la familia. Algunas emigrantes recurren a centros de llamadas ubicados alrededor de la Plaza de Armas (como el de Los Dos Caracoles) para hablar con sus familias, pero otras utilizan el computador de su empleador o su propio teléfono celular.
La “buena” emigrante Desde los principios del marianismo, podría afirmarse que la buena emigrante (Sayad 1999) es aquella que debe continuar desde la distancia sirviéndoles a “sus hombres”, evadiendo todo lo que puede entregarle algún tipo satisfacción, como la diversión o el consumo, pertenecientes al espacio público. La “buena” emigrante es aquella que va a Chile exclusivamente a trabajar, sin desviarse de las expectativas emigratorias de su familia, creadas estratégica y colectivamente desde un inicio. “Acá todo es trabajo. Todo es trabajo. Nada es como para ir a la playa, caminar […] todo es sacrificio. Trabajar para sostenerse. Si uno no trabaja, no tiene nada”, señala María del Pilar (2012). Es aquella que sigue respetando desde la lejanía los principios y valores de la familia, aquella que logra mantenerse en su rol estatuario de madre, que sigue circunscrita a un “nosotros” (Simmel 1999 [1908]), aun cuando se ve confrontada a una nueva comunidad local.
La emancipada Cuatro casos de estudio Rocío (2012) es peruana, tiene 27 años y llegó hace un año y seis meses a vivir en Santiago. Antes de emigrar habitaba junto a su exmarido, Luis, y sus dos hijos, quienes tenían en ese entonces 8 y 6 años. Vivían en un departamento pequeño, pero ubicado en una buena zona de Lima. Ella conoció a su exmarido cuando tenía 16 años, y él, 29. Luego, Rocío, poco antes de cumplir 18 años, quedó embarazada de su primer hijo, y se vieron obligados a casarse por temor a que el padre de Rocío lo demandara por abuso sexual. Ella atribuye su matrimonio a esa causa, puesto que en el momento de casarse no se querían. “Se nos pasó el amor”, señala ella.
Frente el gran desafío de ser una “buena” emigrante, bajo la figura de La Gran Madre, en el nuevo territorio la persona tendrá que demostrar constantemente, por medio de distintos mecanismos, su fidelidad a su familia y proyecto inicial. Uno de estos mecanismos de control (Sayad 1999) es el envío mensual de remesas, lo que prue-
Desde el momento que Rocío (2012) se fue a vivir con su marido tuvo que dedicarse al hogar y a sus hijos. Él no deseaba que ella trabajara, pues “quería que estuviera en la casa. Pero, al mismo tiempo, tampoco quería darme nada”, afirma Rocío. Después de un tiempo de matrimonio, percibió que había escapado del autoritarismo de su padre para caer en una “situación de aún más encierro”. Además, meses después de casarse, ella
6 Esto no quiere decir, sin embargo, que algunas de estas emigrantes no carguen con la culpa de haber dejado a sus hijos. El hecho de emigrar genera en ellas un sentimiento contradictorio que a veces termina por hacerles bastante daño. Muchas de ellas se enferman o caen en depresión por este motivo.
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descubre que Luis estaba con otra mujer, aún más joven que Rocío, de sólo 15 años. “Yo le empecé a decir que se quedara en la casa, y él se ahogaba, llegó a un punto que se jalaba los pelos […] ‘me ahogo, ya no puedo seguir así’. El necesitaba salir con ella”.
Silvia (2012) tiene ganas de trabajar como empleada puertas afuera, y como lo señaló anteriormente, estudiar, ya que en su país su esposo no se lo permitía: “Lo que pasa es que el ecuatoriano es muy machista, y ellos quieren que se haga lo que se diga, y una mujer se cansa. Por ejemplo, en Ecuador tienes tus hijos y pa’ que tú vuelvas a estudiar, de seguro tienes confrontación con tu esposo porque allá te dice que no […]”. Cada vez que menciona a su esposo, comienza a hablar del machismo que observa en los hombres ecuatorianos. Habla enojada, con mucha rabia, y continúa diciendo: “[…] claro, yo quiero estudiar, trabajar, lo que no podía hacer allá. Porque él dice: ‘Tú tienes que quedarte en la casa’, ‘A ti no te falta nada […]’, ‘Yo te doy todo’ […] machista. Y no todo es dinero en la vida. Uno como mujer tiene derecho a realizarse, ¿no?”.
Es en este contexto de fuerte tensión cuando una amiga de Rocío (2012), que estaba viviendo en Santiago hace un año, la invita a venirse con ella. Era la única escapatoria que Rocío veía en ese momento. El irse le daría la posibilidad de estar lejos de su marido y poder comenzar otra vida bajo sus propios medios. Rocío dejó a sus hijos en el departamento, bajo el cuidado de su madre, quien iba todos los días después de la jornada del colegio (hasta las 5:30 de la tarde) a darles de comer. Luego de un año en Chile, habiendo logrado legalizar su situación de residencia (había cruzado la frontera de manera ilegal, por medio de la ayuda de pasadores) y habiéndose desempeñado en trabajos distintos y cortos (en una imprenta, en un hotel en Farellones y como empleada doméstica), Rocío (2012) decide ir a visitar a sus hijos. “Cuando yo llegué, él no quería que los viera. Me habían puesto una denuncia por abandono del hogar. No sé por qué lo hizo. Yo no fui mala… además que ya estábamos separados cuando él puso la denuncia”.
Al consultarle por sus hijos, ella responde que se quedaron bajo el cuidado de sus padres, a quienes comenzará a enviarles dinero apenas encuentre un trabajo. Ella cuenta que en un futuro podría, quizás, si las cosas resultan bien, traerlos a Chile. En cuanto a la posibilidad de “traer” a su esposo, responde “No”. “No quiero saber nada de él, ya que se ha portado muy mal, […] aunque de las infidelidades ya estoy curada”. Su proyecto migratorio está abierto al futuro: “En realidad mi plan es quedarme hasta que Dios quiera, […] estoy abierta a lo que se venga”, afirma con una gran sonrisa.
Silvia (2012) es una ecuatoriana de Guayaquil de 33 años y llegó hace sólo 12 días a Chile. Se vino en bus, haciendo un recorrido muy largo (pero más barato), donde debió pasar por Perú. En Guayaquil vivía con su esposo y tres hijas, de 15, 9 y 4 años. Se dedicaba a vender ropa de marca Polo, pero lo que ganaba no era mucho. Un día recibió un llamado de su primo, que vive en Chile, y éste le dijo que se fuera a visitarlo para las fiestas patrias, y a ver qué posibilidades de trabajo surgían. Al preguntarle por la reacción de su esposo, cuenta que era “camarógrafo de noticias, entonces le ha tocado bastante viajar. Él ha salido, él ha conocido. Pero yo siempre me quedo en la casa. Siempre el hombre es egoísta […] Entonces, ahora me dieron la oportunidad de viajar y me vine”.
Mirta (2012) es una dominicana de aproximadamente 45 años, con dos hijos, uno de 22 y otro de 25 años. Antes de tenerlos, se dedicó a cuidar a dos hijos de su hermana, que murió, y otro de su cuñada, que también falleció. “Desde los 14 años estoy criando niños”, comenta. Mirta se define como una mujer luchadora, “una mujer que ha luchado la vida entera […] yo nunca he tenido a nadie que me ha dado nada. Siempre me he buscado lo mío. Nunca nadie. Ni papá, ni mamá”. Antes de irse tuvo por casi 20 años un salón de belleza en su casa, a cargo de dos personas que trabajaban para ella. Al parecer, el negocio era bastante rentable, por lo que afirma que el motivo económico no es la principal razón de su partida. Y “¿Por qué quiso venir, entonces?”, se le pregunta. “Porque mi ex (con quien vivía en la misma casa) quería reconciliarse conmigo y yo no quería. Él me insistía, y yo no quería. Entonces, me quería pegar. Me quería obligar a estar con él. Quería maltratarme”. Un día tuvieron una pelea tan fuerte (con golpes, donde ella, como respuesta a la violencia ejercida por él, casi le cercena un dedo) que una de sus hija le dijo: “Mamá, el comportamiento de él no es bueno; yo, si fuera tú, lo hu-
“Yo no quiero puertas adentro. Y además, puertas afuera a mí me gusta porque puedo dedicarme a mis cosas. A mí me gusta ir a mi iglesia (evangélica), tener mi independencia; en cambio, puertas adentro, no”, señala Silvia (2012), para decir que es una mujer que valora los trabajos que le posibilitan tener más autonomía. “Además, otra cosa que yo quiero es meterme a algún curso o algo porque yo sé que aquí en Chile es muy bueno los estudios. A nosotros los ecuatorianos nos gusta estudiar, yo quiero estudiar”, agrega.
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biera dejado hace mucho tiempo […] Una cosa yo te voy a decir, Mami, Papi nunca te va a molestar. Vete a Chile, Mami, que yo te consigo el vuelo ahora mismo”. Su hija conocía Chile, por su jefe, quien era chileno. Ese mismo día Mirta (2012) tomó la decisión, y días después llegó a Santiago en avión.
viviendo en Chile, quien al contar que pasó de un trabajo como “nana” al de administradora de un centro de llamadas, afirmó: “Me gustaba porque era más libre. Todo más divertido, digamos”. Son mujeres que logran abstraerse de sus realidades, para soñar. Mujeres con mucha esperanza: “Yo desde hace tiempo que quería viajar. Desde chiquita yo quería viajar, siempre soñando”, afirmó otra dominicana entrevistada, con un año de residencia en Chile.
Tania (2012) es peruana, limeña, con seis años de residencia en Santiago. Ella tiene aproximadamente 34 años y enviudó cuando era muy joven. Vino a Chile en búsqueda de una nueva vida, quería cambiar de ambiente luego de haber vivido la dolorosa muerte de su marido. A pesar de tener estabilidad económica —trabajaba en el área de atención al cliente en una gran empresa de lavandería industrial—, quería vivir nuevas experiencias. Además, se sentía un tanto “asfixiada” viviendo con su madre, quien la “controlaba todo el día”, teniendo que cumplir con tareas domésticas, horarios para los momentos de comida y salida. Motivada por sus dos hermanas que viven en el extranjero, una en Estados Unidos y la otra en Alemania, Tania (2012) emigró a Chile. El plan emigratorio en un comienzo era dejar a su hija (quien, en ese entonces, tenía seis años) con su madre, para traérsela a Chile posteriormente, cuando ya estuviese estable económicamente. En un principio tuvo que trabajar como empleada doméstica, lo que ella no quería hacer, pero después de cuatro años logró encontrar trabajo en el Hotel Marriott, en el área de lavandería, el cual le agrada bastante, debido a su flexibilidad de horarios y el buen ambiente laboral. “El ambiente es bacán”, señala Tania (2012), utilizando un lenguaje chileno.
Emigrantes en potencia Del tipo de mujer observada, se identifica a un individuo que desde antes de la emigración tenía muy presente la noción de viaje, de aventura. En este sentido, podría decirse que estas personas, en sus realidades de origen, eran emigrantes en potencia (Simmel 1999 [1908]), a diferencia del perfil antes estudiado, donde se observan mujeres apegadas a la tradición y su familia, donde el viaje lo concebían más bien como un sacrificio, como una abnegación, como un deber de madre, como una obligación que debían cumplir por un mejor bienestar familiar. Se distingue la presencia de mujeres que necesitan escapar de ese determinismo social, para sentirse autónomas y libres, que es lo que les entregaría la distancia, el nuevo territorio. Son personas que cuestionan la costumbre y buscan rebelarse contra ella, ya que las encierra y agobia. Desde esta mirada, podría decirse que estas emigrantes se acercan a la definición que George Simmel da sobre el extranjero, quien “es ventajosamente libre, en la práctica y en la teoría; él examina la situación con menos prejuicios, compara (la situación) en relación con los ideales más generales y objetivos, su acción no es entrabada por la costumbre, la piedad, los precedentes” (Simmel 1999 [1908], 663. Traducción propia).
Forjando la autonomía Lo primero que podría identificarse de las emigrantes analizadas, es su carácter autónomo. Se percibe un perfil de mujer que desde temprana edad busca valerse por sí misma, trabajar, ser independiente y escapar de ese fuerte control familiar que sentía en su hogar. Esto queda claramente reflejado en la narración de Rocío (2012), quien se va de su casa sin ni siquiera cumplir 18 años. O en el caso de otra peruana entrevistada, Raquel, quien señala: “[…] me independicé desde los 15 años […] me gustaba la independencia; mis padres eran muy dominantes. Querían que las cosas se hicieran a su gusto, sin escuchar a la otra persona”.
En las reseñas de vida expuestas, se constata la fuerte necesidad que sentían las emigrantes de escapar del dominio de sus parejas o madres. Son mujeres capaces de tomar distancia y cuestionarse esa realidad que les molesta, les perturba. Como señala Tania: “Mira, yo siempre he sido muy independiente, pero al llegar a Chile me he vuelto más independiente. Es mi
Se observa la presencia de mujeres en quienes la noción de libertad está muy inscrita en sus relatos, considerándola como un gran valor. Esto se expresa en narraciones como la de Lucía, una peruana que lleva tres años
espacio, mío, en mi espacio, mío, nadie se mete. Yo un día puedo no cocinar […] entonces, aunque esté mi hija
acá, cuando estaba mi hija acá. Yo le decía: ‘Ya, hija, vamos a comer chatarra’, ‘Ya, mamita’. Y todo el día
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que se constata en la trayectoria de Tania (2012), quien tiene dos hermanas en el extranjero, una en Alemania y otra en Estados Unidos (la primera en emigrar probablemente debe haber sufrido un mayor rechazo por parte de la madre que las siguientes). Se observa una emigrante inspirada por una imagen o ideal de mujer libre, autónoma y flexible. Una mujer más “moderna” u “occidental”, que asigna también gran importancia a su realización personal y profesional. Una representación social de mujer que podríamos decir que es el contrario de la mujer clásica, o “marianica”, que se sacrifica por los otros, representación que valora enormemente el primer perfil.
viendo televisión, película. En cambio, en la casa de mi
mamá, que me dice: ‘Tania, ordena las cosas […]’. ‘Que no sé qué’ […]”. (Tania 2012)
La “mala” mujer Mediante la emigración, la mujer romperá con los dos principios básicos, antes descritos, que definen a una “buena mujer”: la abnegación y la autonegación. Desde esta mirada, junto al acto mismo de la partida, la emigrante pasaría a ser vista como “mala mujer”, contrario al perfil antes estudiado, donde la emigración es percibida como la prolongación de esa “buena mujer”, y, por ello, las mujeres deben seguir comportándose como tal en el extranjero. Stevens se refiere a lo que las sociedades latinoamericanas entienden por “mala mujer”:
Esta imagen femenina que moviliza a las emigrantes, se ve representada fuertemente cuando ellas hacen referencia a sus estudios y desarrollo profesional, como se expresa muy bien en el discurso de Silvia (2012). Lucila (2012), dominicana con un año de residencia en Chile, también señala al respecto: “[…] donde iba a trabajar, les decía que no me restringieran mis estudios, porque siempre he oído decir que el progreso está en los estudios. Y me permitían (los empleadores) estudiar los sábados”.
La propia cultura proporciona un modelo alterno en la
imagen de la “mala mujer” que se mofa de la costumbre
y persiste en divertirse […] Desviándose públicamente
de la norma prescrita, se ha despojado precisamente de los atributos que consideramos más característica-
mente como femeninos, y en el proceso se ha vuelto en cierta manera masculina. (Stevens 1974, 21)
A diferencia del perfil anterior, las mujeres analizadas no vienen a Chile sólo a trabajar como empleadas domésticas, pues lo conciben ya sea como un sustento económico para realizar paralelamente sus estudios (principalmente, en institutos técnicos, para ejercer ya sea en el ámbito de estética y belleza, por ejemplo, como peluquera, o en el del cuidado, como enfermera), o como “puerta de entrada” para ahorrar, regularizar sus papeles y posteriormente, algún día, ejercer su profesión o realizar estudios. Por esta razón, sus expectativas emigratorias van a estar concentradas en encontrar un trabajo puertas afuera, el cual otorga mayor flexibilidad de horarios.
Aunque la mujer, en parte, vaya a Chile por motivos laborales, el acto emigratorio, en este caso, será percibido por la familia y comunidad de origen como una traición, donde el castigo puede ser tan severo como el que le impusieron a Rocío (2012) mediante la demanda que le hizo su marido por abandonar a sus hijos (lo que trae como consecuencia una inhabilitación de la custodia de sus hijos). Además, mediante expresiones como “Yo no he sido mala”, se percibe que ella carga de cierta forma una culpa (por lo que se nota que la representación de la mujer clásica o La Gran Madre, aún sigue presente y le perturba). Frente al fuerte rechazo de la comunidad, o al menos de algunos de los miembros de su familia, por haber dejado de “servir” al grupo, la emigración pasará a ser un proyecto de emprendimiento individual y solitario; será una ruptura con sus orígenes, para lanzarse al riesgo, a la aventura, algo que, después de todo, este tipo de individuo valora y busca.
En algunos pocos casos, se observó que en una primera instancia buscan empleo puertas adentro, pero teniendo claro que es sólo una estrategia para insertarse en un principio a la sociedad chilena para, luego, después de uno o dos años, buscar un trabajo más flexible que les dé tiempo para su realización. Eso es lo que se muestra, por ejemplo, en la trayectoria de María del Pilar (2012), una peruana con cinco años de residencia en Chile. Ella trabajó en un principio como empleada puertas adentro, pero una vez que adquirió la visa de permanencia definitiva, comenzó a trabajar para una empresa de aseo, donde ella debe ir en distintos horarios a diversas empresas a realizar la limpieza.
Hacia una nueva representación de la mujer Se observa que ese carácter aventurero antes descrito es inspirado, en muchos casos, por otro pariente o amigo que también ha realizado la misma osadía;
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estudiante, viajera o aventurera. En este sentido, estamos frente a un individuo que se distingue completamente de esa mujer ascética, que se posterga, que todo lo piensa para un después. Es una emigrante que en Santiago se sitúa en el presente, en el vivir, en el disfrutar, en el comprar; lo que se manifiesta en narraciones como las de Tania (2012), quien señala en referencia a su primer período en Chile: “Sí, gastaba. Era bien gastadora. Me compraba ropa, cosas. Igual uno trabaja pa’ uno también, po”, señala con acento chileno.
En cuanto al plano de la pareja, como se explicó anteriormente, son mujeres que en gran parte atribuyen su partida a la gran represión que sentían de uno de los miembros de la familia, y a sus ganas de ser como el modelo de la mujer occidental o moderna. Desde esta perspectiva, y entendiendo la historia personal de cada una, resulta algo lógico que, por lo menos antes de su partida o en una etapa inicial en Santiago, no quieran saber nada de hombres. “Mejor sola que mal acompañada. Estar con la cabeza en la hora, que esto y esto… yo, mis hijos y mis nietos”, afirma muy segura Mónica (2012), una peruana de aproximadamente 50 años que lleva 15 años en Chile. Ella se separó de su marido antes de emigrar y, desde entonces, sólo ha tenido un novio, un japonés con quien duró algunos años, pero después se aburrió.
Desde una perspectiva espacio-temporal, a diferencia del otro perfil de emigrante, esta mujer se inscribirá dentro de un proyecto emigratorio abierto al futuro. Como señala Lucila, al preguntarle por su futuro: “Bueno, mi reina, yo te voy a decir la verdad. Yo aprendí esta frase de allá. Uno sabe dónde nace pero no sabe dónde vive. Yo puede ser que tenga que irme
Al igual que el perfil anterior, existe también un desprecio por el género masculino. Perciben a los hombres como personas controladoras, como niños, como una responsabilidad más de la que tienen que hacerse cargo y que, por ende, no quieren volver a asumir. Por otra parte, se observa que las emigrantes están constantemente haciendo la distinción hombre y mujer, haciendo referencia a un otro ante el cual ellas quisieran desmarcarse y emanciparse.
para allá dentro de un año, como puedo durar veinte aquí, o puedo durar tres meses. Dios es el que sabe. Yo
soy de las que digo: ‘Yo soy la que cuento el día de hoy porque lo vi pero el de mañana no sé si lo voy a ver’. Dios es el que sabe […] intentando vivir el presente,
sin pensar el pasado ni el futuro. Porque yo puedo
decir me voy dentro de diez años, me voy, y cuando vaya, y ya […] Pero uno va trazando metas y proyectos, y si Dios le permite a uno realizarlos, los realiza […]”. (Lucila 2012)
En cuanto a los hijos, tal como lo explicita Mónica (2012), para ellas son muy importantes, pero no al punto de sacrificar sus proyectos e intereses por ellos. La distancia, en este sentido, para ellas no se vuelve algo insostenible, al menos por un tiempo. Algunas señalan que quieren trabajar durante un período, para luego traerlos a Chile, como ocurrió en los casos de Tania (2012) o Mónica (2012). No obstante, también existen algunas que prefieren “mantener la relación así”, ya que ellas creen que para los niños sería difícil acostumbrarse. Poco a poco, la relación se acostumbra a la distancia, pasando a asumir lo que se ha denominado maternidad transnacional (Parella 2007). Como cuenta Rocío (2012), “No tengo la idea de traer a mis hijos […] Mi idea es mandarles plata porque quieren ir a la playa […] Los llamo […] pero ellos ya van sintiendo la distancia. Con el segundo ya no hablo mucho cuando llamo. En cambio, al mayor yo llamo”.
Reflexiones finales De lo analizado en este artículo, podemos destacar dos formas de hacer y ser emigrante que surgen a partir de las justificaciones que las mujeres dan a su partida. Por un lado, se observa la existencia de una emigrante que por medio de su arribo a Santiago y su trabajo reproduce y prolonga la representación social tradicional femenina. Dentro de este rol estará la idea de “dar todo por los padres” y “el sacrificio absoluto por el bienestar del cónyuge”, que son justamente las razones de base que llevan a las emigrantes a partir y residir por varios años en el extranjero. Sus objetivos migratorios individuales se adhieren a un proyecto colectivo, que es el de mejorar el bienestar de la familia. Su entrega a los otros es algo que vale realmente la pena, aunque implique la postergación o anulación de sus intereses. Si hay un espacio de confort y satisfacción para ella, es el del hogar, pero un hogar que entregue las condiciones materiales y simbólicas para el bienestar de cada uno de sus miembros. Su sacrificio o abnegación de su parte será siempre bajo un sentido claro y valioso: la
Así como la emigrante analizada antes es una prolongación de la esfera privada en el extranjero, la de este perfil será una negación de este ámbito para desempeñarse en público, en cuanto mujer festiva, profesional,
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familia. Desde esta mirada, este tipo de trayectorias se inscribirá dentro del perfil de las perspectivas estrategias emigratorias familiares y las teorías macroeconómicas.
que ese discurso vaya siendo modificado por la experiencia inmigratoria misma, y que esa emigrante que fue catalogada dentro del perfil de la “encomendada”, mediante su trabajo y la ganancia de dinero en Santiago, comience a tener ciertos rasgos de la “emancipada”, que es lo que otros autores han denominado bajo la noción de empoderamiento.
No obstante, por otra parte, se percibe la existencia de una emigrante que por medio del viaje busca precisamente rebelarse contra esta imagen colectiva de mujer. Contrario a las descripciones anteriores, todo lo vinculado a la idea del matrimonio lo concibe como una pérdida de libertad, un espacio de restricción para sentirse cómoda y realizada. Más que como un espacio de placer, la relación conyugal será vista como una obligación o una responsabilidad más en su vida, que ella no quiere volver a asumir.
Podría darse también que ambos perfiles se disuelvan y desaparezcan en la misma trayectoria inmigratoria. Prototipos que fueron construidos a partir de una referencia a su vida pasada y un lugar geográfico específico podrían disolverse en ese viaje, siendo hasta incapaces de encontrar un relato que los identifique. Como señala el filósofo Harmurt Rosa:
A menudo este rechazo a la vida matrimonial surge de los modelos de mujeres que han crecido en entornos de fuerte machismo (o marianismo), con hombres con los que ha vivido experiencias duras (donde muchos son padres de sus hijos). La prueba de la distancia les ofrece la posibilidad de desarrollar una mirada crítica de su realidad, logrando percibir ese machismo como un problema asociado a la sociedad en la cual se encuentran inmersas, la cual enseña y reproduce determinadas jerarquías de roles y formas de relacionarse entre géneros. Para estas mujeres, la emigración será vista como una oportunidad para escapar de esas obligaciones sociales, como un arma de lucha contra las injusticias de su país.
Mientras más esté fuertemente definida y estabi-
lizada la vinculación a sí mismo en los espacios de flujo, más pierde la identidad, literalmente, su “localización” geográfica: se abre una fosa entre la movi-
lidad de la modernidad clásica —que permite una movilidad a partir de un “lugar de residencia” fijo y
una transformación periódica de ese lugar de residencia— y el “retorno del nomadismo” o la “poligamia de lugares”. (Rosa 2010, 295)
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Estas trayectorias femeninas se asemejan a las observadas por Morokvasic (1986) de mujeres que emigran a Europa desde países musulmanes, del norte de África, donde existe una fuerte represión contra la mujer. En su artículo “Emigration des femmes: suivre, fuir ou lutte”, la autora va a sostener que la emigración en este tipo de mujeres no se produce para acompañar al marido que ya emigró, ni tampoco para escapar de él, sino más bien como una lucha social contra las injustas situaciones que debe enfrentar la mujer en sus contextos de origen.
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Ya sea por sumisión o rebeldía, ambos perfiles tienen como referencia la tradición, la historia y las representaciones existentes en su comunidad de origen. Son dos identidades que se construyen en relación con un mismo grupo, lo que les permite tener una posición desde la cual enfrentarse a la sociedad chilena.
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Pero, como toda construcción analítica, las fronteras trazadas entre los perfiles descritos son flexibles, permeables y cambiantes. En este sentido, podría darse
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ras con derecho?, ed. Carolina Stefoni. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 13-108.
33. María del Pilar de Callao, Perú, 45 años. Septiembre 10 de 2012.
Entrevistas
34. Mirta de Santo Domingo, República Dominicana, de aproximadamente 45 años. Septiembre 13 de 2012.
29. Abigail de Chimbote, Perú, 22 años. Septiembre 25 de 2012.
35. Mónica de Lima, Perú, de aproximadamente 50 años. Septiembre 6 de 2012.
30. Carmen de La Romana, República Dominicana, 37 años. Septiembre 12 de 2012.
36. Rocío de Lima, Perú, 27 años. Septiembre 8 de 2012.
31. Laura de La Paz, Bolivia, 39 años. Septiembre 14 de 2012.
37. Silvia de Guayaquil, Ecuador, 33 años. Octubre 1 de 2012.
32. Lucila de Santo Domingo, República Dominicana, 46 años. Septiembre 29 de 2012.
38. Tania de Lima, Perú, de aproximadamente 34 años. Septiembre 4 de 2012.
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Análisis institucional multiagente: el problema de estructuración y agencia en la explicación de la emergencia de estructuras de gobernanza* Alexander González-Chavarríav Fecha de recepción: 30 de noviembre de 2012 Fecha de aceptación: 20 de mayo de 2013 Fecha de modificación: 15 de septiembre de 2013
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.14
RESUMEN En este artículo se investiga cuál es el efecto de introducir una perspectiva actualizada de estructuración en los modelos de gobernanza derivados del marco de análisis del neoinstitucionalismo. Mi argumento central es que, en general, la forma como se ha introducido la dimensión estructural en estos modelos no tiene suficientemente en cuenta los desarrollos actuales del debate sobre estructuración y agencia en el pensamiento sociológico. Tener en cuenta estos desarrollos puede generar una perspectiva de análisis institucional multiagente que permite indagar de forma más adecuada los procesos de emergencia de estructuras de gobernanza orientadas a la regulación intersectorial de riesgos sociales (problemáticas públicas) en las que participan agentes tanto estatales como no estatales. Esto aportaría a la capacidad explicativa del modelo neoinstitucional al integrar explícitamente el problema de agencia social en el análisis de los procesos de emergencia de estructuras de gobernanza.
PALABRAS CLAVE Estructuración y agencia, gobernanza, neoinstitucionalismo, riesgos sociales, sistemas sociales multiagente.
Multi-Agent Institutional Analysis: The Social Agency and Structuration Problem in the Explanation of the Emergence of Governance Structures ABSTRACT In this article, I undertake a theoretical study of the effects of introducing an updated perspective of structuration in governance models derived from the analytical framework of neo-institutionalism. My argument is that the way different authors have introduced the structural dimension in governance models derived from this framework, generally fails to take sufficient account of recent developments in the sociological debate on structuration and agency. To do so may lead to a multi-agent institutional analysis perspective, which permits us to question the development of governance structures aimed at the intersectorial regulation of social risks with the participation of state and non-state agents in a more suitable manner. This could improve the explanatory power of the neo-institutional framework by explicitly taking into account the problem of social agency in analyzing the emergence of said governance structures.
KEY WORDS Governance, multi-agent social systems, neo-institutionalism, social agency and structuration, social risks.
* Este artículo es producto de una investigación llevada a cabo por el autor. No contó con financiación para su elaboración. v Doctor en Sociología por El Colegio de México. Candidato a Doctor en Ciencia Política de la Université Sorbonne Nouvelle — Paris 3, Francia. Profesor de la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia) y miembro del grupo de investigación “Política Social y Desarrollo” (reconocido por Colciencias). Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Multi-scalar Globalization and Political Governance: Lessons from Negotiations over Colombia’s Poverty and Inequality Reduction Strategy, 2006-2015. International Sociology 27: 1 (2012), 94-108. Correo electrónico: chavarriaa@javeriana.edu.co; alexandergonzalezch@gmail.com 190
Análisis institucional multiagente: el problema de estructuración y agencia Alexander González-Chavarría
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Análise institucional multiagente: o problema de estruturação e agência na explicação da emergência de estruturas de governança RESUMO Neste artigo, pesquisa-se qual é o efeito de introduzir uma perspectiva atualizada de estruturação nos modelos de governança derivados do marco de análise do neoinstitucionalismo. Meu argumento central é que, em geral, a forma como se tem introduzido a dimensão estrutural nesses modelos não leva suficientemente em conta o desenvolvimento atual do debate sobre estruturação e agência no pensamento sociológico. Considerar esse desenvolvimento pode gerar uma perspectiva de análise institucional multiagente que permite indagar de forma mais adequada os processos de emergência de estruturas de governança orientadas à regulação intersetorial de riscos sociais (problemáticas públicas) das quais participam agentes tanto estatais quanto não estatais. Isso contribuiria à capacidade explicativa do modelo neoinstitucional ao integrar explicitamente o problema de agência social na análise dos processos de emergência de estruturas de governança.
PALAVRAS-CHAVE Estruturação e agência, governança, neoinstitucionalismo, riscos sociais, sistemas sociais multiagente.
Introducción
E
n este artículo tomo como objeto de análisis la formación de estructuras de gobernanza. Siendo éste un tema amplio que ha generado una vasta literatura,1 me interesa enfocarme en la forma como se ha tratado el tema en el marco de análisis del neoinstitucionalismo.2 Por esta razón, me enfoco en los trabajos de Oliver Williamson y Elinor Ostrom, quienes presentan los dos modelos de gobernanza más relevantes para el análisis que me propongo desarrollar aquí.
el potencial de generar una perspectiva de análisis institucional multiagente que permite investigar de manera más adecuada los procesos de emergencia de estructuras de gobernanza, particularmente formas de gobernanza orientadas a la regulación intersectorial de riesgos sociales en las que participan agentes tanto estatales como no estatales. Esto aportaría a la capacidad explicativa del modelo neoinstitucional al integrar explícitamente el problema de agencia social en el análisis de los procesos de emergencia de estructuras de gobernanza, y ampliaría su alcance para analizar procesos de regulación intersectorial de riesgos sociales, es decir, problemáticas públicas que afectan a agentes sociales de distinto carácter.
Específicamente, me interesa investigar teóricamente qué efectos tiene la actualización de la forma como se integra la dimensión estructural en estos modelos neoinstitucionales en lo que toca a la explicación de la emergencia de estructuras de gobernanza, tomando como referencia para esta actualización los desarrollos del debate sociológico sobre estructuración y agencia.
Por cuanto el neoinstitucionalismo cuenta ya con una larga y consolidada trayectoria de desarrollo teórico, y dadas las restricciones de espacio en este artículo, intencionalmente se va a adoptar un enfoque general en la revisión de los elementos conceptuales de este marco de análisis. El objetivo en este punto es simplemente sentar las bases conceptuales que nos permitan entender el tratamiento del tema de la gobernanza en los trabajos de Williamson y Ostrom. No se pretende hacer una revisión profunda y detallada del aparataje conceptual del pensamiento neoinstitucional, lo cual desborda los objetivos de este estudio.3
El argumento central es que tener en cuenta los desarrollos del debate sobre estructuración y agencia comporta
1 La revisión de los distintos modelos teóricos de gobernanza se puede consultar en Bevir (2007 y 2010), Treib, Bähr y Falkner (2005), Valdés (2008) y Zurbriggen (2011). La principal crítica al enfoque de gobernanza está inspirada en el trabajo de Foucault, el cual propone un enfoque de gouvernementalité (Brand 2005; Foucault 2010). 2 Hasta el momento, el debate neoinstitucional cuenta cuatro “versiones”: el neoinstitucionalismo de la elección racional, el neoinstitucionalismo histórico, el neoinstitucionalismo sociológico y el neoinstitucionalismo constructivista (Ansell 2007; Bell 2011; Brinton y Nee 1998; Carrigan y Coglianese 2011; Hall y Taylor 1996; Hay 2006; Ménard 2005; Nee y Swedberg 2005; Zafirovski 2004).
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Sin embargo, en el desarrollo de la argumentación, se prestará mucha atención para presentar las referencias bibliográficas apropiadas en las que el lector interesado puede profundizar en los elementos conceptuales o mecanismos analíticos discutidos.
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Entiendo por gobernanza el conjunto de elementos normativos (estructurales) y los procesos prácticos asociados a estos elementos en un contexto de acción determinado que le permiten a un conjunto de agentes sociales interesados buscar formas de regular alguna problemática o asunto de interés común. En términos generales, sigo la definición de Ruggie, para quien “la gobernanza, en cualquier nivel de organización social en la que pueda tener lugar, se refiere a la conducción de los asuntos públicos [y a la] serie de leyes, instituciones y prácticas por medio de las que cualquier colectividad dirige sus asuntos” (Ruggie 2004, 9).
identificar las ampliaciones potenciales en términos de objetos bajo regulación, contextos de interacción y mecanismos de coordinación y regulación de las interacciones. El artículo está dividido en tres secciones. En la primera se revisa la relación entre pensamiento neoinstitucional y gobernanza, acentuando la forma como se introduce la dimensión estructural al definir esta relación. En la segunda se presenta la versión actualizada de esta dimensión estructural según el desarrollo del debate de estructuración y agencia en la sociología en los primeros años dos mil. Por último, se utilizan estos elementos y resultados teóricos para delimitar los efectos sobre la explicación de la emergencia de estructuras de gobernanza, lo que se define como una perspectiva convergente de análisis institucional multiagente.
El objeto bajo regulación varía según la perspectiva de análisis que se adopte, lo cual será parte de la exposición por desarrollar. Sin embargo, el interés es explorar las características de las estructuras de gobernanza que permiten la regulación intersectorial de riesgos sociales. Entendiendo por regulación intersectorial procesos de regulación en la que participan los agentes sociales afectados por determinados riesgos sociales, lo cual incluye tanto agentes estatales como agentes no estatales de nivel nacional e internacional. Por riesgos sociales se entiende cierto tipo de problemáticas públicas que se generan como resultado de los efectos negativos de la acción de determinados agentes sociales sobre otros agentes.4
Dos modelos de gobernanza en la perspectiva neoinstitucional Antecedentes: neoinstitucionalismo y gobernanza Para empezar, se retoma brevemente y de manera esquemática el proceso de desarrollo del enfoque institucional. Sin ser éste el tema central del artículo, es importante como antecedente para abordar la cuestión de la gobernanza y entender en qué grado sería relevante la propuesta de integración de la perspectiva de estructuración y agencia en este modelo.
En la exposición que sigue se espera sustentar cada uno de estos puntos como resultado precisamente de la actualización de la dimensión estructural en el modelo neoinstitucional. Este resultado teórico se define como una perspectiva de análisis institucional multiagente en la que convergen los elementos centrales que explican la emergencia de estructuras de gobernanza, con la actualización de la dimensión estructural de esta explicación en términos de estructuración y agencia.
El pensamiento neoinstitucional profundiza en el análisis de la función de las instituciones en la regulación de los intercambios económicos, sociales y políticos, así como en la reducción de la incertidumbre propia de las interacciones humanas (North 2006, 13, 41 y 152; Merton 1936) y, por esta vía, en la solución del problema de coordinación.
En cuanto a la metodología, se va a desarrollar un análisis comparado de los modelos teóricos de Williamson y Ostrom, haciendo referencia al tipo de objetos o recursos bajo regulación, los contextos de interacción específicos a los que se aplican estos modelos y el tipo de estructuras de gobernanza que resultan como solución al problema de coordinación y regulación de las interacciones sociales. Luego se analiza qué efecto tiene en este marco de análisis la actualización de la dimensión estructural, con el objetivo de
Los supuestos conductuales del modelo completo de racionalidad individual (agente ideal) han sido sometidos a duras críticas, especialmente en lo que toca a la disponibilidad de información, capacidad de cálculo y capacidades cognitivas de los individuos, así como al efecto del contexto sobre los procesos de toma de decisiones (Elster 2007; Green y Shapiro 1994, 14-17; North 2006, 39 y ss.).5
4 Esta aproximación a los riesgos sociales está basada en los trabajos de Beck (2008), Giddens (1999) y Luhmann (1992). Un ejemplo de este tipo de riesgos es la reciente crisis financiera de 2008, donde determinados agentes operando según su propia racionalidad financiera generaron efectos negativos masivos en otros agentes sociales y sistemas de acción a escala global.
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Para una versión de estos supuestos en términos de la teoría de juegos se pueden consultar Ostrom (1998, 4) y Rubinstein (1998, 7-11). Para una versión crítica orientada en términos comportamentales, Elster (1986, 12-16), Gintis (2009) y Ostrom (1998).
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Otras Voces
Como resultado, se asume que un agente no ideal resuelve las restricciones propias de su racionalidad a través de la interacción y la comunicación con otros agentes en marcos institucionales (contextos sociales de acción) específicos, es decir, se introducen los factores estructurales como elementos centrales para explicar los resultados de la acción individual. Éste es uno de los aspectos básicos que definen el giro hacia el modelo neoinstitucional, el cual supone un tipo especial de racionalidad instrumental, la racionalidad acotada, que se define con base en la dependencia que tiene el individuo tanto de los otros como de los factores estructurales que enmarcan su acción para definir sus procesos de acción (Simon 1957).
de la interacción para resolver los déficits de información sobre el contexto mismo, los recursos relevantes en esa situación, el conjunto posible de resultados y la relación entre acciones y consecuencias en el proceso de decisión, dado el enmarcamiento de la acción. La predicción es que los individuos generarán normas de cooperación que les permitan superar estas restricciones cognitivas y prácticas y regular las interacciones entre ellos (Axelrod 1984 y 1997). El neoinstitucionalismo establece implícitamente un fuerte vínculo con la sociología,7 por cuanto las normas sociales, que constituyen el origen de las instituciones, han sido uno de los principales temas de estudio en esta disciplina desde sus orígenes (Opp 2001; Portes 2007). Sin embargo, el neoinstitucionalismo integra una versión sociológica “convencional” de las normas (Parsons 1968; Durkheim 1965) que las separa del individuo y su racionalidad, y delimita su lugar de operación por fuera de él, como estructura y contexto.
Este desarrollo teórico tiene, por lo menos, tres efectos importantes sobre el modelo completo de racionalidad. Primero, el paso de la decisión individual autónoma a la acción social interdependiente configura como problema central la coordinación de las interacciones. Segundo, este problema se aborda integrando las normas y las instituciones en el modelo, es decir, las reglas del juego (North 2006), a las que se les asigna esta función de coordinación. Tercero, surge entonces la necesidad de explicar cómo se generan, monitorean, sancionan y transforman estos marcos normativos e institucionales que estructuran, coordinan y regulan las interacciones sociales, los cuales se definen como modelos de gobernanza.
Esto —conviene recordarlo— está en el origen del ya clásico debate en las ciencias sociales sobre la relación individuo (homo economicus)-estructura (homo sociologicus) (Elster 2011; Joas 1999), el cual ha tenido un desarrollo muy dinámico en la sociología, incluidas la crítica sociológica a la teoría de la elección racional (Kroneberg y Kalter 2012; Sato 2010)8 y la actual elaboración del vínculo macro-micro-macro (Coleman 1990) en términos de estructuración y agencia (Giddens 1995; Sewell 1992). Algunos autores han planteado que el desarrollo de este debate podría ser la base para generar un lenguaje teórico común para las ciencias sociales,9 lo que indica la importancia de seguir profundizando en este análisis.
El problema de la coordinación se define en términos de los elementos externos que le permiten a un individuo tomar decisiones relativamente acertadas y actuar en un contexto de interacción marcado por la incertidumbre. Estos elementos se conceptualizan como los aspectos estructurales del contexto indicados por el conjunto de normas y reglas que regulan la interacción, es decir, las instituciones, cuya función es la asignación de recursos escasos de capital (económico, político, simbólico y social) entre un conjunto de actores que interactúan para realizar algún tipo de interés común en un contexto de incertidumbre.6
El esfuerzo que se ha hecho por introducir en el modelo neoinstitucional la dimensión estructural para el análisis y explicación de los resultados de la acción social y la emergencia de estructuras de gobernanza no ha resuelto satisfactoriamente el problema de la relación mutuamente determinante entre los procesos de acción de
Cuando se asumen los supuestos de racionalidad acotada y la interacción se repite en el tiempo, cada individuo depende de los otros individuos y de la forma como está estructurado normativa e institucionalmente el contexto
7 Brinton y Nee (1998) sistematizan la relación entre neoinstitucionalismo económico y sociología económica. Por su parte, Nee realiza una revisión de la aplicación general del enfoque neoinstitucional en las ciencias sociales (economía, ciencia política y sociología) y, particularmente, en sociología de las organizaciones y en sociología económica (Nee 2005, 50; también Nash 2010).
6 La crítica fundamental que plantea Taylor es que las normas por sí solas no resuelven el problema de la coordinación; necesitan estar respaldadas por un mecanismo de monitoreo y sanción respecto a su cumplimiento (Taylor 1987, 29). El panorama general del problema de coordinación se puede establecer con base en Binmore et al. (2007, 67s y 92), Cox (2008, 69), Ménard (2005, 284), Schelling (1980, 90) y Williamson (1996, 102). Para un tratamiento desde la teoría de la Acción Colectiva, ver Olson (1992).
8 Esta crítica está liderada actualmente desde la sociología analítica (Abell 2003 y 2006; Boudon 2003 y 2011; Demeulenaere 2011; Elster 1998, 2007 y 2009; Hedström 2005; Hedström y Swedberg 1998; Manzo 2010; Merton 1936). 9 En este sentido, Gintis (2007 y 2009), así como la propuesta de frameworks (modelo de modelos) de Ostrom (2005). Este lenguaje común sería una teoría general de la acción (Boudon 2011; Joas y Beckert 2006).
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los agentes sociales y las condiciones estructurales, es decir, institucionales que enmarcan estos procesos. Esto plantea límites importantes al tipo de explicación que se puede esperar al usar este enfoque de análisis.
forma como están regulados, distribuidos o asignados institucionalmente recursos escasos de capital (distribución del poder),17 la forma como los individuos perciben esta regulación (justa/injusta), cómo actúan en relación con esta percepción, cómo se resuelven los conflictos sociales que generan estas asimetrías de poder y cuál es el efecto de estas dinámicas de conflicto y su tratamiento sobre la estructura de regulación de partida (conservación o cambio).
Primero, esta explicación sigue centrada en un tipo especial de racionalidad instrumental, a pesar de que los resultados de la investigación empírica muestran que los individuos se comportan de forma instrumental sólo en algunas situaciones con condiciones muy específicas.10
El argumento es que estos límites en la explicación de la emergencia de estructuras de gobernanza se pueden resolver al actualizar, en términos de estructuración y agencia, la forma como se integra la dimensión estructural en este marco de análisis. Para sustentar este punto, es necesario revisar primero los dos modelos de gobernanza fundamentales que ha producido el pensamiento neoinstitucional.
Segundo, el supuesto sobre el lugar externo de operación de las instituciones (normas, reglas) no permite integrar estos factores en el análisis de la racionalidad individual, lo que limita el ámbito de explicación de la racionalidad de las acciones. La integración de estos factores como parte del modelo cognitivo11 de los agentes sociales (endogenización) llevaría a ampliar los tipos de racionalidad (instrumental, axiológica, cognitiva, emotiva)12 que es necesario tener en cuenta para explicar sus trayectorias de acción y los resultados colectivos emergentes (Boudon 2003 y 2011; Elster 2007; Risse y Kleine 2010),13 particularmente en lo que toca a la generación de estructuras de gobernanza (vinculo micro-macro).14
Gobernanza corporativa y obernanza cooperativa (autogobierno) En esta sección se analizan los dos modelos de gobernanza más influyentes vinculados al neoinstitucionalismo, el de Oliver Williamson y el de Elinor Ostrom. Estos enfoques comparten dos supuestos, el de la racionalidad acotada y el de la importancia de las instituciones para la solución del problema de coordinación. Sin embargo, se diferencian respecto al tipo de objetos o recursos que se busca regular y los contextos sociales en los que aparece el problema de coordinación. Esto lleva a postular distintas estructuras de gobernanza en función de los atributos específicos de estos objetos y de los contextos de interacción. En lo que sigue, especifico estos puntos.
Por último, la forma como el modelo neoinstitucional integra la dimensión estructural supone normalmente relaciones de confianza entre los individuos.15 Esto obvia el atributo de pluralidad de los agentes16 definido en términos de las diferencias en sus modelos cognitivos, intereses y orientaciones prácticas, y lleva a que el modelo no explique satisfactoriamente, más allá de una lógica instrumental e integrando aspectos tanto individuales como estructurales, cómo surgen problemas de asimetrías de poder relacionados con la
Williamson y el enfoque de gobernanza coorporativa
10 Para la revisión de estos resultados se pueden consultar Kroneberg y Kalter (2012), Manzo (2010) y Sato (2010). 11 Es decir, los sistemas de creencias que definen la forma como los actores sociales perciben y actúan en el mundo (Boudon 2011).
Williamson asume como punto de partida un individuo que se comporta “intencionalmente racional, pero sólo limitadamente así”,18 es decir, parte de los supuestos de la racionalidad acotada y asume que las instituciones, siguiendo la definición de North (2006, 13), tienen una función de regulación de las interacciones humanas en distintos contextos de acción (Williamson 1996, 4).
12 Recientemente se ha avanzado en la investigación de contextos mixtos de negociación-concertación en los que operarían simultáneamente distintas lógicas de acción (instrumental, retórica y comunicativa). En este sentido, Risse (2000 y 2004) y Risse y Kleine (2010). 13 A esto hay que añadir los desarrollos de la teoría de juegos en perspectiva comportamental y evolutiva (Bowles y Gintis 2011; Gintis 2009; Ostrom 1998). También, Peterson (2008). 14 Sato (2010) plantea que éste es uno de los tres puntos de la agenda futura de investigación en sociología. 15 Este punto se sustenta abajo al revisar los modelos de gobernanza que se derivan de los trabajos de Williamson y de Ostrom.
17 Para un modelo de negociación sociológico que integra explícitamente la dimensión de poder, ver Knight y Ensminger (1998).
16 Este punto se trata en profundidad en la segunda sección del artículo, “Agentes plurales y el potencial de conflicto como condición inicial de la interacción”
18 Herbert Simon, citado en Williamson (1996, 6 y 36). También, Simon (1957).
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Su objeto de estudio son los riesgos (hazards) asociados a las transacciones económicas y la función de las estructuras de gobernanza en la regulación de estos riesgos: delimita este objeto de la siguiente forma. En una situación de transacción (interacción) en la que dos agentes tienen que generar un contrato, este contrato en sí mismo será incompleto respecto a futuras eventualidades, debido a razones que se desprenden de los supuestos de la racionalidad acotada y del comportamiento oportunista de los individuos, definido como la búsqueda del autointerés con “astucia” (Williamson 1996, 6 y 215).
centralizada, es decir, que cuentan con legitimidad, que inducen la cooperación (Williamson 1996, 41) y que están centrados en el rol directivo de los ejecutivos. En síntesis, el modelo de gobernanza corporativa de Williamson está construido con un actor individual que se comporta en términos de racionalidad acotada y oportunismo, y un marco normativo diferenciado entre ambiente institucional (dimensión externa) y estructura de gobernanza dentro de la empresa (dimensión interna). El problema de coordinación está construido según las restricciones comportamentales atribuidas al actor y toma como objeto de referencia las transacciones contractuales y sus atributos en contextos de interacción corporativos. La solución está planteada en términos de mecanismos de coordinación jerárquicos con autoridad centralizada integrados en las estructuras de gobernanza corporativa.
En este marco, el problema de coordinación se refiere entonces al tipo de formas institucionales que permiten la regulación y reducción de los riesgos asociados a las transacciones contractuales.19 Williamson genera un programa de investigación microanalítico que vincula la economía, el derecho y la sociología de las organizaciones, combinando un “espíritu racional” con una perspectiva de sistemas, en el que la metodología es el análisis comparado de estructuras discretas de gobernanza (Williamson 1996, 13, 27, 8 y 42).
Aunque Williamson diferencia el lugar de operación de las normas (interno/externo), su modelo no incluye una perspectiva de agencia. Esto es comprensible porque su interés es analizar el efecto de las estructuras de gobernanza empresarial en la reducción de los costos de transacción. Su interés no es analizar la relación dinámica entre estructuras de gobernanza y trayectorias de acción individual o plantear un mecanismo de cambio institucional corporativo que dependa de las trayectorias de acción de los agentes dentro de la empresa.
El primer paso en el análisis de la solución del “problema de cooperación/coordinación” (Williamson 1996, 32) es la diferenciación del lugar de operación de las normas entre el “ambiente institucional” que afecta el desempeño de la organización empresarial y las “instituciones de gobernanza”, definidas como el conjunto de normas internas de la organización que afectan el proceso de decisión de los individuos. La gobernanza es “un ejercicio de evaluación de la eficacia de modos (medios) alternativos de organización […] Una estructura de gobernanza es por tanto pensada adecuadamente como un marco institucional en el que se decide la integridad de la transacción o conjunto de transacciones” (Williamson 1996, 11 y ss.). Así, las instituciones son los mecanismos de la gobernanza, lo que equivale a decir que la empresa es una estructura de gobernanza (Williamson 1996, 5 y ss.; Elster 1998 y 2007).
Ostrom y la gobernanza cooperativa (autogobierno) El trabajo de Elinor Ostrom se circunscribe a un intersticio entre sociedad civil y sistema político en el que aparece un problema colateral: ¿Cómo resolver el problema de coordinación y gobernanza sin acudir a una autoridad (política) externa al sistema de interacción? El escenario en el que nos encontramos es una situación de interacción en la que los individuos —que se suponen falibles, que adoptan normas y siguen estrategias contingentes en ambientes complejos (racionalidad acotada) (Ostrom 1990, 185 y ss.)— tienen que resolver el dilema de la acción colectiva.21 Ostrom se pregunta, “¿cómo se organizan y se gobiernan los individuos a sí mismos para lograr beneficios colectivos en situaciones donde son sustanciales las tentaciones para ser un gorrón y romper los compromisos?” (Ostrom 1990, 27).
El segundo paso consiste en criticar la solución hobbesiana,20 e identificar dentro de la organización mecanismos de coordinación jerárquicos con autoridad
19 La definición formal es la siguiente: “Las fallas en la coordinación pueden aparecer cuando partes autónomas leen y reaccionan de modo distinto ante [algún tipo de] señales, aun cuando su propósito es lograr una respuesta combinada oportuna y compatible” (Williamson 1996, 102). 20 Es decir, la necesidad de un Estado coercitivo que induzca la cooperación (North 2006, 27).
21 Olson (1992).
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El objeto que está en el centro del análisis son los recursos comunes entendidos como recursos sobre los que no están claramente definidos los derechos de propiedad pero cuya apropiación beneficia a un grupo o una comunidad en su conjunto, tales como áreas de pesca, vertientes de agua o zonas de pastoreo. Por una parte, el “recurso común” es un objeto no institucionalizado pero que es vital para la subsistencia y supervivencia de una comunidad. Por la otra, Ostrom argumenta que las soluciones de política pública centralizadas e impulsadas por actores del sistema político, externos a la comunidad, no tienen los mejores resultados en la regulación de estos objetos.
afectan “los niveles del beneficio y su distribución entre los apropiadores” (Ostrom 1990, 51). El marco institucional está diferenciado en tres dimensiones: una dimensión interna, que define las orientaciones y preferencias del actor (conjunto de variables internas); una dimensión situacional, que se refiere a la estructura institucional misma del contexto de interacción (conjunto de variables situacionales); por último, una dimensión estructural, que se refiere a la configuración institucional del sistema político amplio en el que se inscribe el contexto de interacción (conjunto de variables estructurales) (Ostrom 1990, 192-207). Estas tres dimensiones definen el lugar de operación de las instituciones en el modelo explicativo de Ostrom (Ostrom 2005, 33).
Esto la lleva a enfocarse en los contextos de negociación que establecen los miembros de la comunidad afectada por un dilema de recursos comunes. El objetivo es “cuestionar el supuesto que las panaceas institucionales universales deben ser impuestas por autoridades externas para resolver problemas de pequeña escala, aunque complejos, inciertos y difíciles” (Ostrom 1990, 183).22
De manera correspondiente, el problema de coordinación tiene tres dimensiones relevantes: primero, la forma como un individuo decide participar o no en estos procesos cooperativos; segundo, la forma como los actores definen las normas que regulan el acceso y distribución de los beneficios de un recurso común, y la forma como se distribuyen los costos de monitoreo, sanción y transformación que se generan al introducir las normas como mecanismo de regulación; por último, la forma como se resuelve la interacción de la comunidad o el grupo de interés con actores del sistema político.
Estos atributos del objeto y del contexto de interacción permiten especificar el dilema de acción colectiva en tres aspectos importantes: se trata de saber qué harían los individuos cuando tienen autonomía para diseñar sus propias instituciones y pueden afec-
La solución al problema de coordinación se enfoca en términos de autonomía y autogobierno, es decir, como una solución cooperativa que busca evitar la intervención de un tercero externo (Ostrom 1990, 200, 51, 204 y ss.). El mecanismo de coordinación se específica entonces en términos cooperativos no autoritarios, es decir, se configura en el nivel de interacción a partir de los resultados de la negociación entre los actores y la contratación de un árbitro que hace cumplir los acuerdos (Ostrom 1990, 16). Por cuanto los resultados de negociación generan normas de cooperación que surgen de las mismas interacciones teniendo como base la confianza, se evita apelar a una autoridad del sistema político externa al contexto de negociación. El monitoreo y la sanción (enforcement) de las reglas se resuelven con base en este principio de confianza. De esta forma, “las normas compartidas relativas a la legitimidad de las reglas y el imperativo de seguirlas reducen el costo de monitoreo” (Ostrom 1990, 21, 25, 193, 200 y ss. ).
tar las normas mutuas y los beneficios percibidos.
[También] cómo pueden las estructuras de los arreglos institucionales circundantes del régimen político promover o inhibir la capacidad de los innovadores para
desarrollar instituciones que los pueden dirigir hacia
mejores […] resultados para ellos mismos y para otros. (Ostrom 1990, 84 y ss.)
Por último, cómo pueden los individuos cambiar la estructura de la situación que enfrentan a través del tiempo (Ostrom 1990, 84 y ss.). Las instituciones se definen como “los conjuntos de reglas operativas que son usadas para determinar quién es elegible para tomar decisiones en alguna arena, qué acciones son permitidas o restringidas, qué reglas de agregación serán usadas, qué procedimientos se deben seguir, qué información se debe o no proveer y qué pagos serán asignados a los individuos dependiendo de sus acciones”, es decir, son el conjunto de normas y reglas que
Así, se genera un modelo de gobernanza cooperativa orientada a la regulación de los “comunes”, en la que el problema de la coordinación se resuelve a través de un mecanismo de coordinación horizontal no au-
22 El cambio de escala es importante porque Ostrom supone que para problemas de gran escala, en los que los individuos no se comunican, es posible aplicar el modelo completo de racionalidad.
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toritario en contextos de negociación comunitarios. Para la autora, estas estructuras de gobernanza tendrán mayor probabilidad de éxito si las autoridades políticas reconocen su autonomía y respaldan los acuerdos a los que llega la comunidad de forma independiente (Ostrom 1990, 195-207).23
la asignación de recursos y definición del mecanismo de monitoreo y sanción del cumplimiento de las reglas. La revisión y comparación de estos modelos teóricos permiten afirmar que, en general, el neoinstitucionalismo económico trabaja con un enfoque convencional de las normas a partir del que establece un sólido puente con una vertiente clásica del pensamiento sociológico y el debate sobre la relación estructura-agencia.
Ostrom plantea de forma más clara el problema de agencia en términos de la capacidad que tienen los individuos de transformar de modo autónomo la estructura institucional que enmarca su acción en el nivel de interacción local. El objetivo es superar la imagen del enfoque neoclásico que ve a los individuos “atrapados en una situación estática, incapaces de cambiar las reglas que afectan su comportamiento” (Ostrom 1990, 182). Sin embargo, esta perspectiva de agencia se matiza y se devuelve al plano del actor que sigue un rol institucionalizado (Parsons 1968), por cuanto en una situación de toma de decisiones, las “estrategias disponibles para el individuo son ‘apoyar’ más bien que ‘cambiar’ [el conjunto de reglas] porque ningún individuo toma decisiones institucionales de modo particular, a no ser que se trate de un sistema totalmente monocromático” (Ostrom 1990, 194).
Para especificar este vínculo, se puede construir a partir de Ostrom, una primera aproximación a la perspectiva de análisis institucional multiagente, por cuanto el problema de coordinación se resuelve en términos de autogobierno e implica la negociación entre actores sociales que tienen en cuenta el ambiente político institucional como condición para la interacción (integración de las variables estructurales) pero buscan diferenciarse de él. Sin embargo, aquí tienen lugar dos salvedades. Por una parte, dado que no se integra plenamente la perspectiva de agencia en el modelo, aún no llegamos al problema de coordinación intersectorial, es decir, procesos de negociación del conjunto de reglas operativas y marcos institucionales entre agentes estatales y agentes no-estatales en función de la regulación de una problemática de interés común.
Actualización de la dimensión estructural en perspectiva de estructuración y agencia
Por la otra, el paso a estructuras de gobernanza configuradas con base en estos mecanismos de coordinación intersectorial depende del ajuste en los atributos de tres factores centrales de estos modelos de gobernanza. Primero, ajuste en los atributos de los agentes que interactúan, ampliando el supuesto de comportamiento instrumental para pasar a una perspectiva de pluralidad. Segundo, ajustes en los atributos del objeto que se busca regular, ampliando el enfoque en objetos o recursos económicos para integrar el análisis de riesgos sociales y problemáticas públicas. Por último, ajustes en los atributos del contexto de interacción, para complementar el análisis de los contextos corporativos y comunitarios con el análisis de contextos de negociación intersectorial definidos como sistemas sociales multiagente.24
Hasta este punto se han examinado los dos modelos más influyentes de gobernanza que se han formulado desde la perspectiva neoinstitucional. Al revisar estos modelos, el enfoque se ha centrado en los supuestos sobre racionalidad individual, el papel de las instituciones (introducción de la dimensión estructural), el tipo de objetos o recursos que se regulan, las características del contexto de interacción en el que surge el problema de coordinación y regulación, y la solución propuesta a este problema en términos de modelos de gobernanza. La revisión permite caracterizar las estructuras de gobernanza que se derivan del enfoque neoinstitucional. Estas estructuras están compuestas por agentes que interactúan en contextos sociales específicos, recursos u objetos que se regulan y un marco normativo o conjunto de reglas que regula y coordina las interacciones a través de
El argumento en este punto consiste en que este desarrollo teórico depende de la actualización de la forma como se introduce la dimensión estructural en el marco de análisis neoinstitucional. En este apartado
23 Actualmente, estos planteamientos se recogen en la formulación del marco de análisis institucional definido en términos de agentes, sus objetivos, las normas y condiciones que enmarcan su acción y los mecanismos de sanción asociados a estructuras específicas de interacción (Ostrom 1998, 2005 y 2011).
24 Este concepto se especifica en la sección “Análisis institucional multiagente”.
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voy a retomar los puntos centrales que configuran la perspectiva de estructuración revisada (primeros años dos mil), con el objetivo de justificar las ventajas de un enfoque de análisis institucional multiagente para abordar la explicación de la emergencia de estructuras de gobernanza orientadas a la regulación intersectorial de riesgos sociales.
forma asimétrica en un campo de acción en función del poder asignado a cada una de ellas. El poder se define entonces como “capacidades normativamente generadas incorporadas en la posición y los roles sociales del actor”, así como “capacidades reguladas normativamente para la movilización de recursos relevantes para el rol”.28 El concepto de agente se refiere tanto a individuos como a unidades de acción más complejas como organizaciones o Estados, que tienen cierto grado de control sobre las condiciones estructurales que condicionan y enmarcan su acción. Los siguientes son los atributos de este agente en la perspectiva de estructuración: es cognoscente (knowledgeable), reflexivo, con la habilidad de analizar críticamente su estructura interna,29 tiene motivos y deseos, es decir, es intencional (purposive), cuenta con un conjunto de decisiones, dado un contexto de acción, y sus acciones llevan normalmente aparejadas consecuencias inesperadas.30 Siguiendo a Giddens, la base cognitiva del agente queda configurada entonces por sus esquemas interpretativos, las capacidades de poder, sus expectativas normativas y el conocimiento de los otros agentes dentro del contexto de acción (dimensión estratégica) (Stones 2005, 7 y 91).
Modelo de estructuración revisado El rasgo analítico central del enfoque de estructuración es que divide la estructura en dos partes: la estructura interna, que opera en el nivel interno del agente, y la estructura externa, que constituye el conjunto de restricciones que enmarcan la acción del agente en un contexto o sistema de acción determinado. Éste es el concepto de dualidad de la estructura, con base en el cual se generan todo el análisis de las relaciones dinámicas y los efectos mutuamente determinantes entre estos niveles (Giddens 1995, 53-70).
La estructura interna El primer punto de la revisión de los planteamientos de Giddens25 es respecto al análisis de la estructura interna, la cual quedaría configurada por dos dimensiones: la “disposición general” del agente y la dimensión coyunturalmente específica.
Con base en lo anterior, se puede conceptualizar la agencia activa, que se define en el proceso mismo de interacción por los valores que tomen los siguientes factores: amplitud del horizonte de acción, que depende de los objetivos y las preferencias del agente; grado de creatividad,31 grado de reflexividad y distancia crítica; tipo de motivaciones y propósitos jerarquizados; y la relación entre propósitos del agente, posición coyuntural y resultados de sus procesos de acción (Stones 2005, 101).
La disposición general se refiere a las disposiciones simbólicas más o menos constantes que les permiten a los agentes desempeñarse en contextos nuevos de acción, lo que se explica en términos del concepto de habitus de Bourdieu (Stones 2005, 87; Bourdieu 1990).26 La dimensión coyunturalmente específica se refiere a la posición de un agente en un sistema de acción determinado y a los requerimientos cognitivos y prácticos vinculados a esa posición: “Lo posicional se refiere a la noción de rol, que incluye diferentes reglas y expectativas normativas. Distintas posiciones tendrán asociados distintos juegos” (Stones 2005, 89). 27 Se supone que estas posiciones estas distribuidas de
La estructura externa El segundo punto en el que se distancia este enfoque revisado de estructuración es en el análisis de la estructura externa. El consenso que parece existir es que en la elaboración teórica de Giddens hay una brecha entre las estructuras dentro del agente que son el medio de estructuración y las estructuras externas que generan los parámetros de la acción. El acento de
25 Los planteamientos de Giddens fueron sometidos a distintas críticas, entre las que se cuentan las de Archer (1995), Cohen (1996), Mouzelis (1991 y 2008, 95-106) y Sewell (1992). El modelo de Stones recoge los principales aportes de estas perspectivas críticas. Por tanto, se hace referencia prioritaria a este trabajo.
28 Mouzelis, citado en Stones (2005, 89).
26 También, Mangi (2009).
29 Éste es uno de los principales puntos en los que radica la diferencia con el enfoque de habitus.
27 Aquí, como en muchos otros puntos, Stones reconoce la influencia de Nikos Mouzelis sobre su propuesta teórica. En este sentido, Merton (1957).
31 Joas (1998 y 1999) y Joas y Beckert (2006).
30 En este último punto, Merton (1936).
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Análisis institucional multiagente: el problema de estructuración y agencia Alexander González-Chavarría
Otras Voces
Giddens en el marco hermenéutico (comprensivo) del agente para explicar los procesos de estructuración da la impresión de que estamos tratando con agentes todopoderosos, completamente cognoscentes y que reflexionan constantemente sus condiciones de acción. En este sentido, Giddens “sobreenfatiza la acción como individual y nunca considera completamente el fantasma de la red de otros que continuamente le dan forma a la acción”.32
mente (Stones 2005, 103 y ss.).34 La importancia del concepto de pluralidad es que permite caracterizar de modo más realista a los agentes sociales y, por esta vía, determinar el potencial de conflicto que aparece en sus interacciones. Esto depende de tres factores fundamentales. Primero, se da una tensión entre modelos cognitivos, es decir, discursos, principios normativos y orientaciones prácticas distintos o conflictivos entre sí y relevantes para un rol dentro de un dominio institucional específico. Esto quiere decir que, a pesar de que los agentes convergen en un proceso específico de interacción o negociación, cada agente está determinado por los modelos de mundo generados con base en su propia historia o con base en su trayectoria de desempeño en otros sistemas de acción social (estructura interna). Esto puede generar tensiones con la forma como están definidos institucionalmente el contexto de interacción o los roles en ese contexto y el poder vinculado estructuralmente a esos roles (estructura externa). Esta asimetría entre estructura interna y estructura externa implica que en un mismo contexto de interacción pueden aparecer múltiples lógicas de acción posiblemente conflictivas entre sí. Segundo, dado que se supone que los agentes no son sólo roles, sino, ante todo, personas u organizaciones con una identidad cultural y social (DiMaggio y Powell 1983), se genera una pluralidad de identidades que pueden entrar en conflicto entre sí, es decir, horizontalmente entre los agentes. Por último, cada uno de estos agentes, con su conjunto específico de intereses, demandas, potenciales de poder e identidades, se debe comportar en términos estratégicos y considerar a los demás agentes como parte de las condiciones estructurales que enmarcan su acción (Stones 2005, 107).
El problema, entonces, es asumir un enfoque realista que permita retener el acento de la versión fuerte de la teoría de estructuración en la dualidad de la estructura, la autonomía relativa del agente respecto de las estructuras externas y la dimensión activa de la conducta del agente, “encontrando al mismo tiempo un espacio apropiado para las influencias causales estructurales sobre la vida del agente que están más allá de su capacidad de control” (Stones 2005, 109). Este programa revisado de estructuración supone que la estructura externa tiene existencia autónoma en relación con un agente específico, que restringe y genera posibilidades y capacidades para la acción del agente, que puede constituir condiciones no reconocidas de acción y que puede ser la base para la generación de consecuencias inesperadas de la acción. También supone que la estructura incluye posiciones prácticas y relaciones en red tanto del agente in foco (objeto de observación) como de los otros agentes in situ (dentro del sistema de acción), los que a su vez están inmersos en la dualidad de la estructura y son parte del conjunto de factores que generan influencias causales independientes sobre el curso de acción del agente in foco (Stones 2005, 109 y ss.).33
Análisis institucional multiagente
Agentes plurales y el potencial de conflicto como condición inicial de la interacción
Los conceptos de estructuración y agencia permiten actualizar la forma como se introduce la dimensión estructural en la explicación de la emergencia de estructuras de gobernanza. Esta actualización tiene tres efectos importantes. Primero, permite abordar el análisis de formas de gobernanza orientadas a la regulación intersectorial de riesgos sociales. Segundo, permite introducir el problema de la coordinación intersectorial. Tercero, dados los conceptos de dualidad de la estructura y pluralidad, permite definir estos contextos de interacción como sistemas sociales
La versión revisada de la teoría de estructuración incluye una elaboración detallada del concepto de pluralidad, el cual se refiere al hecho de que, en una situación de interacción, el conjunto de atributos que definen a los agentes queda diferenciado en función de sus trayectorias particulares, es decir, su historia, y en función de las lógicas de acción propias de los distintos sistemas de acción en los que se desempeñan esos agentes habitual-
34 Aquí, la importancia del debate sobre la forma como se constituyen las preferencias (Pollock 2006; Elster 2007). También, la relación con los enfoques que acentúan los modelos cognitivos o modelos de mundo del agente (e.g., Boudon 2003).
32 Nigel Trift, citado en Stones (2005, 93). También, Stones (2005, 109 y ss.). 33 Esto implica que una decisión metodológica fundamental es el punto de vista del análisis, por cuanto este punto de vista varía entre los agentes.
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multiagente. Estos tres rasgos en conjunto constituyen la perspectiva de análisis institucional multiagente.
En resumen, la coordinación intersectorial se refiere al problema de cómo es posible la cooperación entre agentes estatales y no estatales, del nivel nacional y/o internacional, que convergen en determinados contextos institucionales orientados a la regulación de alguna problemática o de un riesgo social de interés común para los agentes. La solución a este problema sigue siendo objeto de investigación y depende básicamente de la forma como se desarrollen los procesos de negociación entre estos agentes. Los resultados de estas negociaciones pueden llevar a la definición de puntos de acuerdo entre los agentes (coordinación horizontal) y a la conservación o cambio del marco institucional general que estructura la interacción (coordinación vertical).
En cuanto al objeto bajo regulación, se puede asumir que los intereses en torno a los que convergen e interactúan estos agentes plurales no se reducen estrictamente al conjunto de objetos económicos que hemos revisado sino que se amplían a una serie de problemáticas sociales y políticas que requieren procesos de coordinación intersectorial para su regulación. Este conjunto de problemas con rasgos de intersectorialidad se puede categorizar como riesgos (hazards) sociales, es decir, riesgos que surgen a raíz de los procesos de decisión y acción autónomos de un agente en determinado sistema de acción con efectos negativos, de desestabilización y crisis en otros sistemas de acción35 y en los patrones, también autónomos, de decisión y acción de los agentes en esos contextos (Beck 2008; Giddens 1999; Kramer, Tenbrunsel y Bazerman 2010; Luhmann 1992).
Por tanto, atendiendo a la forma como se conceptualizan la dimensión estructural y los agentes en la versión revisada de estructuración, así como el problema específico de coordinación intersectorial al que da origen esta revisión, los contextos institucionales en los que se desarrollan estos procesos de regulación intersectorial de riesgos sociales se pueden definir como sistemas sociales multiagente. En esta perspectiva, los sistemas sociales multiagente se definen como contextos institucionales en los que interactúan agentes estatales y no estatales que pueden operar en diferentes escalas y que necesitan resolver un problema específico de coordinación intersectorial en función de la regulación de alguna problemática de interés común o de un riesgo social, dado un potencial de conflicto entre ellos como condición inicial de la interacción.37
Las tensiones que se generan a raíz del atributo de pluralidad de los agentes permiten establecer el conflicto potencial como condición inicial de la interacción, lo cual define el rasgo central que caracteriza el problema de la coordinación intersectorial. Específicamente, un mecanismo de coordinación intersectorial debe resolver tres cuestiones fundamentales. Primero, la tensión que se desprende del rasgo propiamente intersectorial, el cual surge cuando los agentes que convergen en determinado contexto institucional habitualmente se desempeñan en otros contextos con lógicas de acción distintas y relativamente autónomas, por ejemplo, en el sistema político (agentes estatales) o en el sistema económico y en el sistema social amplio (agentes no estatales).
En síntesis, el análisis institucional multiagente toma como objeto de estudio el proceso de emergencia de estructuras de gobernanza orientadas a la regulación intersectorial de riesgos sociales en las que participan agentes tanto estatales como no estatales de carácter nacional y/o internacional, que tienen que resolver un problema de coordinación intersectorial, dado un potencial de conflicto como condición inicial de la interacción.38 Pa-
Segundo, dado este rasgo de intersectorialidad y asumiendo el supuesto del comportamiento estratégico, se debe resolver el potencial de conflicto asociado al rasgo disposicional identitario, así como a la posición coyuntural cognitiva, práctica y de poder de los agentes en el contexto institucional en el que convergen. Por último, se deben resolver los problemas de coordinación que surgen cuando los agentes que convergen se desempeñan habitualmente en escalas o niveles de acción distintos (local, regional, nacional, regionalinternacional, global).36
37 En términos metodológicos, el análisis y el modelado de estos sistemas multiagente se pueden abordar con las herramientas de la sociología computacional (Gilbert 2008; Gilbert y Troitzsch 2005; Manzo 2005; Troitzsch 2009 y 2012) y la sociología analítica (ver referencias en nota 8). Es posible complementar esta perspectiva con la perspectiva de Elster (1998) y el debate metodológico planteado en Janssen y Ostrom (2006). 38 La negociación de los presupuestos participativos en Brasil puede ayudar a ejemplificar estos contextos de regulación intersectorial. El escenario aquí es un proceso de concertación en el que convergen agentes tanto estatales como no estatales (sociedad civil) interesados en regular una problemática de interés común y asignar recursos económicos de manera que sus intereses queden representados (Baiocchi 2003). También, Newell, Pattberg y Schroeder (2012).
35 Externalidades negativas. 36 Este grado de complejidad de los procesos de acción social se resalta frecuentemente en los estudios sobre globalización y gobernanza. En este sentido, se pueden consultar: Carrigan y Coglianese (2011), González-Chavarría (2012), Nash (2010), Sassen (2010).
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Otras Voces
rafraseando a Williamson, estas formas de gobernanza corresponden a sistemas sociales multiagente orientados a la regulación de riesgos sociales.
tura y la pluralidad, con el potencial de conflicto que se le asocia, son los dos atributos fundamentales que configuran el problema de coordinación intersectorial en estructuras de gobernanza orientadas a la regulación intersectorial de riesgos sociales.
Se abre entonces un horizonte de investigación en el que es necesario caracterizar estas estructuras de gobernanza en términos de los riesgos sociales que se busca regular, los contextos institucionales de negociación, el tipo de agentes que participan en el proceso de regulación y los mecanismos de coordinación intersectorial, incluidos los marcos normativos e institucionales, que posibilitan la cooperación estratégica, negociación o construcción de acuerdos entre los agentes y la regulación de la problemática de interés.
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La actualización de la dimensión estructural en los modelos de gobernanza derivados del marco de análisis neoinstitucional tiene tres efectos analíticos de importancia: primero, permite abordar el análisis de formas de gobernanza orientadas a la regulación intersectorial de riesgos sociales; segundo, permite introducir el problema de la coordinación intersectorial entre agentes plurales; tercero, dados los conceptos de dualidad de la estructura y pluralidad, permite definir estos contextos institucionales como sistemas sociales multiagente. El análisis de estos tres rasgos en conjunto constituye la perspectiva de análisis institucional multiagente.
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La mujer que amaba los libros y muchas cosas más* Renán Silvav DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.15
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engo sobre la mesa donde trabajo un libro de lindísima edición, que nunca antes había leído.1 No es un libro reciente. Incluso, el libro está en el origen de una película titulada de la misma manera, que parece que tuvo una gran repercusión y que fue protagonizada por Anne Bancroft y Anthony Hopkins; había sido antes objeto de una obra teatral (en Inglaterra, y no sé si en los Estados Unidos, aunque este dato sí me resultaba más difícil de conocer).
mente en formación como autodidacta—; lee ante todo en inglés, y su preferencia está por los lados de la literatura inglesa de ayer, y no tiene la más mínima consideración por las ediciones que de ella se hacen, cuando se hacen, en Estados Unidos. Ha chocado, ésa es la palabra que debe usarse, con la venta londinense de libros de segunda, y comienza con sus dueños, los señores Mark y Cohen, de inevitable origen judío, una larga correspondencia en la que ella pone las condiciones iniciales, entre ellas, que ninguno de los volúmenes que comienza a solicitarles pase de cinco dólares, que es lo máximo que puede pagar (un vecino amigo suyo le hará lo que ella llama la “traducción”, es decir, la conversión a dólares de la moneda inglesa, lo que también harán a veces Mark y Cohen, que rápidamente, como buenos libreros de ayer, le toman enorme simpatía).
Como muchos sabrán, se trata de la correspondencia que por cerca de treinta años sostuvo con una librería de libros de segunda de Londres la escritora Helene Hanff, de origen familiar irlandés, pobre, aventurera, sin formación académica ninguna, irreverente, de lengua suelta y de un humor a toda prueba. Una escritora que poco conoció del éxito literario en su vida, que fracasó como escritora de teatro, que mal vivió de escribir textos didácticos sobre la historia de Estados Unidos, y sobre todo, de escribir guiones para seriados de televisión —remató su larga existencia con algún tipo de reconocimiento, aunque con la cartera vacía, e imagino que sin cuenta bancaria—.
Mark & Co. son gentes responsables en el cumplimiento de su trabajo, precisos en los envíos, que van siempre acompañados de su factura respectiva, pacientes con las urgencias de la escritora, dedicados en la búsqueda de los volúmenes solicitados, cuidadosos en la descripción de los volúmenes requeridos, cuyas señas editoriales iniciales son proporcionadas por la propia escritora, de una forma muy especial, pues
El asunto comienza de la manera más sencilla: la señora Hanff quiere procurarse libros para su insaciable voracidad literaria —es una mujer cultural-
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Texto elaborado por el profesor Renán Silva a partir de la lectura realizada al libro de Helene Hanff, titulado 84, Charing Cross Road. La primera edición del texto se produjo en 1970. v Doctor en Historia por la Universidad de París I, Panthéon-Sorbonne, Francia. Profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Colombia. Correo electrónico: rj.silva33@uniandes.edu.co 1 Helene Hanff, 84, Charing Cross Road [1970]. Barcelona, Anagrama (2002), 126 pp., en letra de tamaño que no representa una amenaza para la salud visual del lector. Ignoro si hay ediciones recientes. Este que contemplo ahora corresponde a una lindísima edición, que no es costosa, de las que la editorial designa como “Edición Limitada”.
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no se limita sólo a caracterizar la edición, sino que pasa a calificar el mundo de los editores, las condiciones estéticas del volumen, la prosa del escritor, el aburrimiento o el placer que le produce alguna obra, y avanza hasta calificar la propia historia y cultura inglesas, con las que se relaciona —¡como debe ser!— de la forma más tranquila y humana posible, sobre la base de su derecho como interesada y como lectora comprometida pasionalmente con las páginas que lee, incluso sin poner por delante su condición de escritora, así fuera de una que se encuentra por fuera del encumbrado podio de las letras de su país, que a mediados del siglo XX tiene ya todas las condiciones de industria cultural para tener su Top Ten, sus prestigios consolidados, sus escritores enriquecidos, su confusión permanente desde esa época entre la escritura y el estrellato, entre el trabajo literario y la vida social mundana… Desde luego, en el campo de lo visible, E. A. Poe es cosa del pasado remoto… aunque muchos Poes aún puedan vagar por ahí.
de sus movimientos por la ciudad, de sus trabajos, de su falta de dinero, de sus mudanzas de vivienda), Helene Hanff terminó siendo una parte muy importante para el 84, Charing Cross Road, a pesar de que el monto de sus compras era limitado, y de ninguna manera se trataba de una gran cliente rica del otro lado del mar. Fue el amor por los libros, una idea responsable y culta, en parte hoy extraviada, de lo que significa vender un libro (imposible pedirla a cualquiera de los amazon de este mundo), el valor que se otorga a la amistad, cuando se construye sobre verdaderos intereses, y el desparpajo y el humor que desafían las normas convencionales de las relaciones sociales, respondidos con la misma dosis, dentro de un clima alegre de consideración y aprecio, lo que hizo que esa correspondencia se estirara en el tiempo y fuera haciéndose cada vez más la expresión de lazos que con los años se mostraron fortalecidos, entre gentes que no se veían de manera directa —aunque algunos de los empleados le envían a Helene fotos familiares—, vínculos que no se basaban en parentescos de sangre ni en intereses económicos, y que se sostenían sobre la letra tenue de cartas que fueron constantes, aunque nunca muy extensas.
Pero en 1949, cuando la correspondencia se inicia, Inglaterra es una sociedad pobre, arrasada aun por los efectos de la Segunda Guerra, en lenta recuperación y sometida al racionamiento estricto, al que se controla con “carnet”, al del huevo semanal… Helene Hanff, que lo sabe, ha logrado averiguar que en Dinamarca existe una agencia que, con precios módicos, envía a Inglaterra, en este caso a Londres, toda clase de alimentos, de esos que por ahora resultan imposibles de encontrar (o de comprar) en Londres, para el común de los mortales. Así que en adelante, y durante varios años, hasta los fines del racionamiento, las informaciones y preguntas literarias y el envío de libros serán ampliamente sazonados con carnes de ave, con huevos, con galletas y compotas, y con una gran variedad de alimentos, siempre pasados por el condimento repleto de humor de los comentarios sobre la literatura, la época, las celebraciones navideñas, y la permanente ironía de la escritora y de sus corresponsales sobre la vida social y cultural, sobre las costumbres, de los dos lados del Atlántico.
Una expectativa termina repitiéndose de manera permanente luego de iniciada la correspondencia y afianzados los lazos de mutua confianza: ¿cuándo irá Helene a conocer el Londres literario que tanto admira y a visitar a esos “parientes lejanos”, que son su gran familia y a quienes nunca ha visto? Para Helene, Londres siempre será un sueño incumplido, que la falta de dinero y las ocupaciones para ganarlo siempre impidieron, de tal manera que por el camino los empleados-corresponsales cambian a veces, se mudan a otros países, comienzan a tener familias con hijos que ya avanzan hacia el mundo adulto, y desde luego algunos empiezan a morir, sin que el viaje de la escritora a Londres, en donde tenía, desde luego, comida y cuarto asegurados, pudiera cumplirse.
Por la continuidad misma del intercambio —cartas y cartas que terminaron extendiéndose por cerca de treinta años—, que por el camino terminaba comprometiendo a casi todos los empleados de la librería, por los constantes envíos de la parte en especie del pago por los libros, por las confianzas que la escritora se tomaba hablando sobre las celebraciones familiares de los empleados (pide noticias de las familias enteras y ofrece noticias casi completas de su entorno,
En sus últimos años, presente ya el reconocimiento social que algo la acompañó al final de su vida, Helene irá a su Londres tantas veces deseado, para encontrar la ausencia de sus viejos benefactores Mark y Cohen, que han muerto, y buscar con el corazón anhelante una librería que tiempo atrás había desaparecido. Al final de la correspondencia —bueno casi al final, pues Helene morirá en una residencia para ancianos—,
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nos encontramos con una escena inolvidable; la escritora en su apartamento modesto de Nueva York, en medio de sus libros comprados de segunda mano a través de sus queridos libreros de Londres, y en el centro de la habitación, el aviso de la Librería, robado en Londres para la escritora por uno de sus admiradores, luego que su vida, posiblemente a raíz de la película y de la publicación de la correspondencia, adquiriera cierta notoriedad.
decir con más énfasis aun que esta correspondencia pone ante todo de presente el valor de la amistad, la importancia del humor y la ironía, la necesidad de vivir más allá de algunas convenciones sociales que no hacen fácil la existencia, al tiempo que, en el caso preciso de Helene Hanff, nos ponen en la ruta de reflexión sobre eso que Nietzsche llamaba la “búsqueda de una existencia artística”, como resistencia contra la cara fea del mundo.
Los buenos epistolarios siempre serán objeto de interés para las gentes, y entre ellas, para los historiadores. Pero no lo serán siempre por los mismos motivos. Aunque, no sin razón, los editores indican que se trata de “Una pequeña joya que evoca el lugar que ocupan en nuestra vida los libros… y las librerías”, habría que
Referencia 1. Hanff, Helene. 2002 [1970]. 84, Charing Cross Road. Barcelona: Anagrama.
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Entrevista a Verena Stolcke Por Isabel Holgadov DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.16
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erena Stolcke es profesora emérita de Antropología Social en el Departamento de Antropología Social y Cultural, Universitat Autònoma de Barcelona (España), en donde se instaló desde 1980. Ha vivido y ejercido su labor profesional en distintos países latinoamericanos y europeos, y ha entrelazado su experiencia de vida cosmopolita con sus reflexiones teóricas y políticas. En este sentido, ha hecho suyo el eslogan feminista de que lo personal es político. Nacida en Dessau (Alemania) en 1938, vivió su infancia y juventud en Argentina, ajena a lo que había sucedido en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Se educó en la Universidad de Oxford [D.Phil., 1970]. Llevó a cabo investigaciones de campo y de archivo en Cuba en 1967-1968, y en São Paulo (Brasil), entre 1973 y 1979. Durante su investigación en el Archivo Nacional de Cuba descubrió en forma pionera la compleja intersección que había entre clase, raza y género en la Cuba colonial. Los escritos encontrados durante su estancia en la Isla le mostraban continuamente el entrelazamiento de las distintas opresiones, aunque en aquellos años el término interseccionalidad no existiera como tal. A lo largo de su trayectoria intelectual Verena se ha dedicado a cuestiones relacionadas con el análisis de la intersección entre raza, género y clase, como construcciones históricas y sociales. Entre los temas centrales de su trabajo destacan el nacionalismo, el racismo, la ciudadanía y la biotecnología, entre otros. También
ha estudiado los sistemas de clasificación social como formas de estructurar, explicar y justificar los sistemas sociales de desigualdad. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “La mujer es puro cuento: la cultura del género”. Quaderns de l’Institut Català d’Antropologia 19 (2003); “La influencia de la esclavitud en la estructura doméstica y la familia en Jamaica, Cuba y Brasil”. Desacatos. Revista de Antropología Social 13 (2003), y “A New World Engendered. The Making of the Iberian Transatlantic Empire”. En A Companion to Gender History, eds. Teresa A. Meade y Merry E. Wiesner-Hanks. Oxford: Blackwell Publishing, 2004. Isabel Holgado (IH): Verena, vamos a empezar a abordar y a rememorar cómo fue su experiencia como mujer, como investigadora, como mujer blanca europea en su trabajo de campo y su vida en Cuba. Verena Stolcke (VS): Estoy muy agradecida por haberme pedido esta entrevista, porque me permite volver a la historia en un doble sentido. Por una parte, porque el tema del dossier para el que Mara y Carmen me han pedido que contribuya con algunas ideas, “Sexualidades e interseccionalidades”, es efectivamente un tema actual pero que tiene una larga y significativa historia. Al mismo tiempo, esta entrevista me hace recordar parte de mi propia historia como muy joven antropóloga, cuando pasé el año 67 y 68 en Cuba haciendo investigación para mi tesis doctoral en Oxford.
v Antropóloga por la Universidad de Barcelona, España. Militante feminista y miembro de REDFEM (Red Feminista Cubana). Correo electrónico: iholgadof@yahoo.es. Transcripción de la entrevista, Diana Molina.
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Yo tenía la intención, que después resultó un tanto surrealista, de estudiar los cambios en la familia cubana después de la Revolución del 59, sin ninguna diferencia de clase, es decir, no habían pasado diez años. Una suposición absolutamente ingenua que no tenía pies ni cabeza. Mi marido, mi hija de un año y yo pasamos unas semanas en la Sierra Maestra entrevistando a personas, mujeres sobre todo, que vivían en unas casas dispersas; iba a caballo a visitarlas, con mi hija de un año atrás en la grupa. Estábamos vinculados con la Universidad de La Habana pero el Gobierno nos llamó de vuelta a La Habana porque no interesaba que mi marido, que estaba estudiando las reformas agrarias, y yo, que estaba estudiando la familia y los cambios familiares, estuviéramos ahí en medio del campo, en medio de la gente. Así, aterricé en el Archivo de La Habana, con una tesis por hacer pero sin ideas muy claras sobre el tema. ¿Qué hacer en el Archivo Nacional de La Habana?
sado entonces, qué era esto del racismo. Es decir, tenía dos inquietudes: en qué consistía el racismo y el porqué de ese severo control de nuestra sexualidad. Mirando atrás, y refiriéndome otra vez a mi libro — salió en 1974 en Cambridge University Press—, me doy cuenta de que gracias sobre todo a esa extraordinaria documentación, pero también a mi minucioso vaciado, ya tenía planteada la cuestión de lo que ahora se llaman las interseccionalidades entre clase, raza, sexualidad, género, etcétera. Pregunta que está planteada hoy, pero que carece aún de una cuidadosa elaboración teórica por la falta —salvo las denuncias de las activistas afroamericanas en Estados Unidos hacia fines de los años setenta, entrando en los ochenta— de investigaciones empíricas antropológicas, sociológicas, pero sobre todo antropológicas, sistemáticas, para determinar cómo en momentos históricos específicos —porque la interseccionalidad es específica e histórica— se dan estas llamadas interseccionalidades, por cierto, una palabra espantosa traducida del inglés… Fue desde Estados Unidos que se difundió el término interseccionalidad, muy poco a poco, también en América Latina, región en la que, con su historia colonial, era pertinente, y es obvia y pertinente, esta cuestión de cómo se articulan distintos criterios de clasificación social como clase, raza, sexualidad, género, etcétera.
Tuve la suerte de encontrarme allí con el director entonces del Archivo, Julio Le Riverend, el historiador, y también con el geógrafo Juan Pérez de la Riva, que me dijeron que en realidad en el Archivo la documentación estaba muy bien organizada gracias a un bibliotecario de los años treinta que había clasificado los legajos del siglo XIX minuciosamente. Empecé a buscar, matrimonio, raza, mujer, familia, y me encontré con una documentación extraordinaria que me sirvió después para escribir mi tesis, que pocos años después se convirtió en el libro con el título Marriage, Class and Colour in Nineteenth Century Cuba (Racismo y sexualidad en la Cuba colonial, 1992). No voy a hablar de cómo trabajé con una máquina de escribir viejísima, leyendo y copiando partes significativas… Pero había un detalle que me animó enormemente a continuar leyendo todos esos papeles, montones, cientos de legajos sobre raptos y estupros y matrimonios y oposiciones paternas al matrimonio entre personas, como decían, de raza diferente, generalmente mujeres blancas, aunque de clase baja, que querían aparejarse con un joven que se decía era mulato; esto me impactó mucho pues suelo decirles a mis alumnas y alumnos que “en toda teoría hay algo de biografía”; y siendo alemana y mujer, yo tenía dos interrogantes, dos problemas al mismo tiempo personales y teóricos. El primero, por qué tanto la familia como la sociedad estaban tan preocupados con la integridad, la virginidad de las chicas. Yo me crié en Argentina, donde en esa época la conducta sexual de las chicas y su virginidad eran un problema. Y mi otra pregunta se refería, siendo alemana y habiendo vivido de pequeña la Segunda Guerra Mundial, qué había pa-
Efectivamente, en la documentación que leí en aquellos tiempos distantes ya estaba planteada la cuestión. En la Cuba del siglo XIX, la importancia que atribuían las élites blancas a la virginidad para asegurar la pureza racial de su linaje no era ningún misterio; pero no se hablaba de intersección. El siguiente punto central que quisiera señalar está reflejado en una cita del antropólogo francés Jean Pouillon. En un artículo, que no tuvo destaque significativo, de 1993, él declaraba que no clasificamos porque hay cosas que clasificar, sino que al clasificar escogemos —y yo añado, incluso inventamos— elementos para hacerlo (Pouillon 1998). Esta constatación es precisamente la contraria o desafía nuestro sentido común occidental moderno, que supone constantemente que la gente es distinta y que es a partir de este ser distinto que se clasifican, se descalifican y se discriminan las personas. El racismo no está basado en el hecho de que en la especie humana haya personas fenotípicamente distintas, sino que hay un contexto histórico e ideológico que hace funcional esa distinción, y no el tamaño de la nariz para descalificar y discriminar a las personas.
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IH: ¿Podríamos decir entonces que es muy importante, sobre todo desde la antropología y desde la antropología feminista, no perder de vista cómo, sobre todo las clasificaciones, son actos de poder que sirven para legitimar jerarquías, desigualdades, y convertirlas en naturales?
no nacen, no son mestizos por naturaleza, sino que se hacen por razones políticas. En la historia colonial hispanoamericana se puede ver muy claramente que, a pesar de que los conquistadores y colonizadores se aprovecharon de las mujeres indígenas desde el primer instante, y nacieron personas de padre español y de madre indígena, la categoría “mestizo”, no obstante, surge sólo en la segunda mitad del siglo XVI, cuando se han multiplicado muchísimo y son vistos como peligro político. Otra vez, una razón política. Entonces, la población mestiza se constituye en una categoría política, legal, que carece de una serie de derechos; no pueden llevar armas, no pueden ir a los pueblos indígenas, no tienen acceso a la educación de las Órdenes religiosas… en contraste con otras gentes tenidas como mezcladas. Es un buen ejemplo de que no está en el nacimiento de personas de procedencia y fenotipo distintos el hecho de que sean tenidas por mestizas, sino que los mestizos se inventan como categoría…
VS: Sí, exacto. Déjame añadir una cuestión fundamental. Los contextos históricos de los saberes en los que se desarrollan clasificaciones y descalificaciones —la palabra descalificación es muy apropiada— son situaciones que tienen dos vertientes. Por una parte, tienen una vertiente sociopolítica, las relaciones de poder, las estructuras de poder; y por otra parte, tienen una legitimación simbólica e ideológica que consiste precisamente en esta naturalización de las desigualdades sociales que son impuestas políticamente. ¿Y por qué naturalización? Y aquí quiero añadir una reflexión que he hecho en los últimos años, en un intento de responder a esa pregunta del porqué. En un artículo que se llama “Los mestizos no nacen sino que se hacen” muestro que, aproximadamente a partir del siglo XVII, los filósofos naturales desarrollan en Europa lo que en el XIX se llamará el Racismo Científico. Pero esta doctrina resulta ser una notable paradoja porque, como bien podemos ver, según el proyecto de la Revolución Francesa, todos éramos humanos, todos y todas nacemos iguales, libres y fraternos. Entonces, ¿cómo se entiende, cómo se gestiona una sociedad en la cual nos dicen con insistencia que todos y todas somos iguales y tenemos las mismas oportunidades, pero al mismo tiempo la realidad socioeconómica y política se caracteriza por una constante, vieja y nueva desigualdad? Véase la crisis económica actual, y sobre todo su manifestación en la Vieja Europa. ¿Cómo se justifican esas desigualdades que contradicen la tan celebrada igualdad? Pues atribuyendo a la víctima la razón de su discriminación y desigualdad, sosteniendo que él o ella son naturalmente diferentes, y que en esa diferencia reside su descalificación, es decir, la desigualdad. En efecto, es notable, además, la confusión semántica actual entre los términos “diferencia” y “desigualdad”. Las mujeres, como somos madres —esto es la teoría de la igualdad en el feminismo—, las mujeres como somos madres tenemos obligaciones maternas y, por lo tanto, no podemos desempeñarnos con la misma eficacia que los hombres en el mercado de trabajo, y, por lo tanto, los salarios son desiguales, nos pagan menos, ¿no?
IH: Si te parece, enlazamos con la siguiente pregunta: ¿cómo explicas el cambio de actitud del campo académico y político en relación con este asunto? VS: A este respecto, son indispensables la investigación y teorización feministas, tener muy clara la historia, las problemáticas y las experiencias de las mujeres en relación con los hombres. ¿Qué pasó, precisamente, hacia fines de los años setenta en el movimiento feminista en Estados Unidos? Aunque sean conocidas, yo quiero recordar a varias pensadoras afrodescendientes feministas, y lesbianas destacadas, que en un importante congreso feminista alzaron su voz para señalar su malestar y denunciar la ceguera racial de las feministas blancas que nunca se habían dado cuenta de que sus condiciones de vida y las relaciones sociales y de género eran muy distintas de aquellas de las mujeres estadounidenses blancas de clase media y formadas. Una de esas feministas afrodescendientes, que a mí me interesa en especial y me parece admirable, es bell hooks, con su crítica a esta proclamación tan manida por las feministas blancas: “Sisterhood is powerful”, pues, como ella se preguntaba, ¿quiénes serán esas hermanas? En su libro más célebre, Ain’t I a Woman? (1981), bell hooks reclamaba, por lo tanto, una política que, en contraste con la de las mujeres blancas, fuera antirracista, y, en contraste con la de los hombres negros y blancos, fuera antisexista. Estas reivindicaciones revelan muy bien las dificultades especiales que denunciaban esas mujeres, y que más adelante teorizaba la abogada afrodescendiente Kimberlé Williams Crenshaw.
¿Y qué tienen que ver, justamente, las interseccionalidades con las identidades ambivalentes y el mestizaje? Como yo decía hace un momento, para mí los mestizos
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¿Qué es lo que apuntaba bell hooks? Pues, precisamente, las vivencias de las mujeres afrodescendientes que con frecuencia trabajaban como “chachas”, justamente de las familias y las mujeres de clase media blancas, y su rechazo del feminismo de la igualdad del tipo que había propagado Betty Friedan. Y, además, su oposición a la idea de que la incorporación en el mercado de trabajo era el camino para su emancipación en cuanto mujeres, pues las mujeres afrodescendientes habían trabajado siempre, y que cuidar de los niños de las familias blancas, en absoluto significaba una liberación. Como afirmaba Bell Hooks, “nosotras lo que queremos es quedarnos en casa y no continuar trabajando, y además a qué salario”. Y claro, la otra causa de desigualdad fundamental para el feminismo latinoamericano, pero también en Estados Unidos o en Inglaterra, donde es revelador que se desarrollara un feminismo socialista, es la desigualdad de clase, en que hicieron particular hincapié estas feministas afrodescendientes en relación con las mujeres blancas. Quien teorizó la cuestión de las interseccionalidades pocos años después fue la abogada Kimberlé Williams Crenshaw, que acuñó el término interseccionality en 1989, para hacer visible la suma de discriminaciones que circunscriben las oportunidades de la población más vulnerable, las mujeres pobres, las llamadas mujeres de color y las indocumentadas, las inmigrantes, sobre todo latinas. Williams Crenshaw introdujo esta noción para poner de manifiesto las experiencias específicas de éstas, pues solían desaparecer en las grietas del discurso feminista, así como antirracista. Éstas son las raíces de la tan manida interseccionalidad. Y, como yo señalaba hace un momento, una experiencia histórica muy concreta en Estados Unidos, que tiene que ver también con Martin Luther King y la lucha por los derechos civiles en los años sesenta, dio origen a la percepción de la experiencia específica del racismo entre las mujeres afrodescendientes.
jeres era radicalmente distinta de aquella de mis colegas en la Universidad de Campinas, de clase media, que eran precisamente quienes habían iniciado después del Congreso Mundial de la Mujer en México, en 1975, el movimiento feminista en Brasil. El plantear la incorporación en el mercado de trabajo no se debía a una reticencia, sino a una ceguera ante la experiencia de la mayoría de las mujeres en América Latina que trabajaron siempre. Se trata de una cuestión política. No se reconocía el hecho de que hay muchas personas explotadas, una explotación de la cual se benefician las clases medias y altas, incluidas sus mujeres.
IH: Pero esa tan cacareada interseccionalidad, como tú decías, ¿tú crees que es un mero asunto de moda? ¿Hay un trasfondo político ahí?
La persistencia, o más bien, la dificultad de corregir esta idea que forma parte de los sistemas de clasificación social y política, de la categorización de “la” mujer en singular, representa un proceso similar. ¿Cuántas veces no leemos hoy en día todavía “la mujer”, incluso en revistas o publicaciones feministas? Hace falta tener muy presente que el ser mujer surge en una relación política con los hombres, que, además, diverge según el contexto histórico. La mujer no es una categoría social. Al igual que las clases sociales, la feminidad se construye en relaciones políticas. El género, esta palabra poco elegante y equívoca, es una relación política. No es una manifestación inmediata de la anatomía sexual de las personas. Pero volviendo a nuestro tema, falta conciencia de la desigualdad entre las mujeres, y también de la desigualdad en las relaciones entre mujeres y hombres de diferentes “razas”. Con respecto a la superación de esa desigualdad, hay otra dimensión problemática, a saber, una de las propuestas políticas del feminismo de la igualdad: la suposición de que superaremos todos nuestros males si gozamos de igualdad de oportunidades. Ésta suele ser la política institucional, y no la del feminismo socialista, que tiene en cuenta a la vez la relación entre hombres y mujeres y la intersección con desigualdades de clase, y la naturalización de esas desigualdades en términos raciales, culturalistas, y el control de los cuerpos sexuados femeninos.
VS: Yo pienso que hay otra vez dos asuntos en liza aquí… Hablar de que prevalecía una reticencia por parte de las feministas blancas para percibir las consecuencias específicas del racismo para las mujeres afrodescendientes es una equivocación, pues se trataba de una ignorancia total… No reconocer la enorme desigualdad en las experiencias… En los años setenta yo estaba realizando una investigación con una cuadrilla de mujeres trabajadoras temporeras en una gran plantación de café en São Paulo (Brasil), y tenía clarísimo que la experiencia de estas mu-
Aquí quisiera referirme a una dimensión de esta teorización de las interseccionalidades, que ciertamente es compleja: su dimensión simbólico-ideológica. Como bien escribe la antropóloga feminista Marilyn Strathern, no recuerdo en cuál de sus libros, es necesario tener en cuenta los contextos históricos del saber y del conocimiento. Se está hablando mucho de ontologías o cosmologías, pero las visiones del mundo, como decíamos antes, cambian históricamente. Son las nuevas clasificaciones de las cosas que están en el
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mundo que introducen los filósofos naturales del siglo XVIII, que desarrollan la idea y el término moderno de raza, que fundamenta el racismo científico decimonónico. Es este contexto del saber el que permite y sustenta los procedimientos ideológicos interseccionales, al atribuir las desigualdades socioeconómicas a dichas diferencias raciales, que a su vez implican el control de la sexualidad de las mujeres para garantizar la pureza racial de la descendencia. Y aquí quiero citar a un gran antropólogo francés que pasó décadas en Brasil, Roger Bastide, que escribió en 1961, en un artículo con el sugerente título “Dusky Venus, Black Apollo”, publicado en la famosa revista Race and Class, bien antes de las interseccionalidades, que “la pregunta sobre raza siempre provoca la respuesta sexo”. Nunca mejor dicho. Bastide vivió sobre todo en Bahía, que es conocida como la ciudad mulata de Brasil.
la construcción sociocultural de las identidades sexuales y los controles que esto comporta, y el sexo anatómico, biológico, que vislumbra la relevancia de la historia. Porque estas construcciones socioculturales varían enormemente. Ahí está el fascinante libro del estadounidense Thomas Lacqueur, Making Sex (1992), traducido al castellano como La construcción del sexo, que muestra precisamente cómo cambiaron los modelos de interpretación de la propia anatomía sexual de la especie humana desde la Grecia clásica hasta el siglo XVIII. Por consiguiente, el sexo no es el sexo que suponemos nosotros que es el sexo, es decir, la genitalidad. IH: ¿Cuáles serían las nuevas categorías de desigualdad en este mundo hipercomplejizado, globalizado, de los movimientos migratorios? VS: Tu pregunta plantea otra faceta muchas veces ignorada en este mundo a la vez global y local: el papel político de la nacionalidad, es decir, la pertenencia formal a un Estado-nación. Por una parte, vivimos en un mundo global, donde parece que las fronteras han desaparecido y los Estados se han disuelto… Nada más erróneo. Por el contrario, en la Vieja Europa se están renacionalizando las fronteras. Véase el caso francés y el intento de expulsar a los rumanos y búlgaros, los gitanos, los rom, y mandarlos de vuelta a sus países, aunque tienen derecho de estar en Francia. Es un triste ejemplo de la enorme importancia que tiene el contexto histórico, en este caso, la crisis económica, por cuanto alimenta la cerrazón nacionalista.
¿Ahora bien, qué quiere decir, “la pregunta sobre raza siempre provoca la respuesta sexo”? Se trata sólo de la intersección entre clasificaciones raciales y los controles del cuerpo sexuado de las mujeres, es decir, de su sexualidad. En un contexto del saber en el que una población es clasificada y ordenada en una jerarquía social de relaciones desiguales atribuidas a diferencias raciales, es fundamental controlar la procreación de sus mujeres para asegurar la distinción social de las élites. ¡Viva la virginidad y viva la castidad! Es en estas circunstancias socioeconómicas donde queda patente la intersección entre raza, clase, sexo, sexualidad, género y poder. IH: Haré hincapié en esto último, que me parece importantísimo. Muchas veces quizá ponemos demasiado énfasis en las cuestiones materiales, económicas, estructurales, y nos olvidamos de los aspectos simbólicos e ideológicos, de la cultura profunda…
IH: ¿Qué otras categorías o diferencias entre mujeres deberíamos tener en cuenta desde los estudios y el movimiento feministas? VS: No debemos inventar categorías socioculturales. Se precisan la investigación, el trabajo etnográfico en el terreno, abrir bien los ojos y los oídos y hablar con las personas, con las mujeres. Así podremos descubrir cuáles son las múltiples facetas de la descalificación y discriminación. Las compañeras Mara y Carmen preguntan: ¿Quiénes tienen, a tu modo de entender, el derecho o la legitimidad para hablar sobre la sexualidad en los grupos subalternos? Esto es una viejísima pregunta. Pues ellas mismas. Yo lo que puedo hacer es investigar y divulgar mis hallazgos. Estoy muy contenta, muy satisfecha de que mi libro sobre la Cuba colonial, aunque fue publicado en el 74 por tercera vez, creo, está de actualidad. Cuando leía con cuidado y mucha atención esos documentos del siglo XIX, sí pude vislumbrar ese complicadísimo entramado entre todos estos crite-
VS: Por esto, uno de los supuestos fundamentales que planteamos bien al inicio del movimiento feminista, y contra el que nos movilizamos, fue el sentido común general según el cual las relaciones entre mujeres y hombres tenían su origen en el dimorfismo sexual. Fue para desafiar este esencialismo o naturalización que se introdujo el término género, que en realidad procede de la medicina, y en particular, de la sexología de los años cincuenta, y no de la gramática, que no deja de ser irónico. Se trataba de aseverar que las identidades y relaciones entre mujeres y hombres son una construcción sociopolítica. Porque si estuviera en nuestra naturaleza el ser subordinadas, madres, amantes, la biología sería, en efecto, destino. Pero fue la separación entre
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Debate
rios de descalificación social, a saber, la clase social, la raza, el sexo, la sexualidad y el género. En lugar de la noción de diferenciación, preferiría el término descalificación, pues alude a la desigualdad. Además, al ir a Cuba y poder investigar en el Archivo Nacional de La Habana sobre el siglo XIX, tuve la suerte de acceder a una información a la vez específica pero global que me ayudó a entender la lógica básica de una sociedad entera, la sociedad esclavista del siglo XIX. Esta visión global de la sociedad inspiró mis lecturas de estos documentos. Yo no estaba tratando de describir la condición de la Mujer, con mayúscula, sino la sociedad esclavista cubana, colonial, un tejido muy complejo de relaciones y poderes, y en particular, la gestión y el control de los matrimonios entre clases racializadas, que resultó ser fundamental para mantener el orden sociopolítico. Como decía la élite, si permitimos que se casen los negros o la gente de color con mujeres blancas, habrá una rebelión de esclavos… Esta visión de la sociedad como un todo me permitió entender su funcionamiento, en todas sus dimensiones.
históricas y geopolíticas son muy diversas. Colombia, por ejemplo, es un mundo, y especifico… y encima en sí muy variado. Cuba es otro mundo particular. La excolonia Jamaica, las excolonias caribeñas británicas, son otros mundos. La visión de mundo de los ingleses en Jamaica y su relación con la población afrodescendiente, que es demográficamente muy importante, es singular. Otro notable contraste es el que existe entre República Dominicana y Haití, que requiere un cuidadoso examen histórico. Como es bien sabido, los haitianos hicieron la primera y única revolución negra en las Américas, pero lo que es menos sabido es que fueron brutalmente castigados por ello por los franceses durante siglos. Se les impuso una enorme “deuda”, que, junto con la devastación ecológica por las extensas plantaciones de caña de azúcar, están en parte en la raíz de su persistente pobreza, como bien explica el gran escritor Eduardo Galeano. IH: ¿Quieres añadir algo, mi niña? VS: Pues yo creo que hemos hablado hasta por los codos.
IH: Una última pregunta: ¿qué pertinencia crees que tiene la explicitación del carácter racializado del poder blanco en América Latina y el Caribe, percibida todavía como una región más democrática en términos raciales que otras en el mundo?
Referencias 1. Bastide, Roger. 1961. Dusky Venus, Black Apollo. Race and Class 3, n° 1: 10-18.
VS: He trabajado también, no muy extensamente, sobre el modelo de la armonía racial en Brasil, seguramente de principios del siglo XX, y todavía ni sé, y creo que en general no se sabe muy bien, cómo y por qué se introduce y se difunde la idea de que en Brasil no existe un problema de discriminación racial. Pienso que es preciso tener muchísimo cuidado con lo que llaman las compañeras el poder blanco en América Latina, en contraste con la descalificación de la gente de color, en una región donde se hace hincapié en que hay muchísima mezcla. Por lo tanto, investigar sobre mestizaje en distintos sitios de Latinoamérica tiene toda la relevancia, aunque sin caer en el error de la esencialización. Porque pienso que las circunstancias
2. hooks, bell. 1981. Ain’t I a Woman?: Black Women and Feminism. Cambridge: South End Press. 3. Lacqueur, Thomas. 1992. Making Sex: Body and Gender from the Greeks to Freud. Cambridge: Harvard University Press. 4. Pouillon, Jean. 1998. Appartenance et identité. Le genre humain 2: 189-198. 5. Stolcke, Verena. 1992 [1974]. Marriage, Class, and Colour in Nineteenth Century Cuba. Cambridge: Cambridge University Press.
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Towards a non-human ethnographic encounter? Mialet, Hélène. 2012. Hawking Incorporated: Stephen Hawking and the Anthropology of the Knowing Subject. Chicago: University of Chicago Press [272 pp.]. Giancarlo Cornejov DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.17
I
n this review I pay special attention to the construction of ethnographic encounters in Mialet’s book. By ethnographic encounter, I mean how the knowing subject of this particular book is constructed, and of course how the knowing subject whom Stephen Hawking represents figures in it. However, to read it with this focus is to betray in some way the book’s main arguments, so I will first try to summarize some of Mialet’s main ideas.
example of the triumph of immaterial mind over material body. Contrary to any easy assumption by the readers (appealing to the title or the deceiving cover of the book, in which we see an isolated, frozen statue of Hawking floating in space), this is not a biography of Hawking, or at least not a common one. This is because the notion of biography supposes that no matter how complex a person’s life is, it can be wrapped up in a book, and especially because it presupposes that it is about one coherent unity (called the subject or individual), without acknowledging how that apparent coherence or unity is produced. For Mialet the knowing subject, of which Hawking is an ideal type, is essentially an extended body.
Mialet attempts to demystify the Western modern notion that it is only an individual brilliant mind (or brain) in itself that produces science. In the first page of her acknowledgments she succinctly states her main argument: “an individual is always a collective,” (p. vii) and from the very beginning, she is skeptical of the myth of the almost incorporeal genius who creates theories and science in radical isolation. She is interested in the collective that hides behind the figure of the genius. Perhaps there is no better “subject of research” than Hawking, a man who has been constructed by many actors and networks as a unique genius, and as an indisputable
The knowing subject does not simply have an extended body, but is an extended body. Hawking’s extended body is the ever-changing collective or assemblage of assistants, machines, physicists, PhD students, diagrammers, journalists, nurses, archivists, family members, the ethnographer herself and his own flesh-and-blood body, who
v PhD candidate, Rhetoric, University of California, Berkeley (United States). Email: giancarlofcs@gmail.com
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produce, reproduce and stabilize the identity of both Hawking and HAWKING (with capital letters), but which also allow for a place to disrupt it. Just for clarification: Hawking stands for the individual and bodily materiality that this man is, while HAWKING is the idealized figure of the genius that tends to eclipse both his singularity and his sociality. Interestingly, the book does not explore these poles exclusively, but also what is in-between them. That is, it looks at the production of HAWKING through the erasure of Hawking and many other networks of the (labor of) animate and inanimate subjects.
I don’t think it is necessary to say much about the tradition of exploring the vulnerability of others in sociology and anthropology, but perhaps it will help to mention briefly that both these disciplines (especially anthropology) have constructed themselves by constructing natives, victims and savages to illuminate, rescue or simply discard. What is paradoxical is that it is not so much the native who seems to need an ethnographer, but vice versa. That being said, it is important to raise the caveat that some of the most brilliant and courageous works in these two fields explore different dynamics in, for lack of a better term, “vulnerable” communities. But it is precisely in relation to said tradition within the social sciences that this ethnography is also very exceptional, “because Hawking is not just his own vulnerable flesh-and-blood body, but even more importantly, because he is at the very top in the hierarchy of scientific knowledge. The place of philosophers and especially of ethnographers in that hierarchy is a dubious one at best, and at worst, it is at the very bottom. Thus, Mialet’s relationship to Hawking cannot be framed in the typical scenario of the ethnographer and the native surrounded by colonial phantoms. Furthermore, Hawking himself cannot be interviewed the way mere natives are. Here, he upsets one of the cornerstones of ethnography: the interview encounter. His flesh-and-blood body can neither speak nor write, but with the support of his extended body (including his computer, the robotic voice that emanates from his body, his eyebrows, etc.), he is able to communicate.
Mialet sometimes speaks of Hawking as a (sociological) ideal type, and this is very counterintuitive from the start not only because the man is considered a genius, but also because his different disabilities have made it impossible for him to move, speak and perform many other physical activities. Consequently, he cannot write and needs several machines and people to do what common sense tells us most people do on their own (including his own survival). According to Mialet, it is these disabilities and the evident vulnerability of his body that illustrate the disavowed dependencies of flesh-and-blood bodies, as well as the fact that “Hawking has to delegate more than anyone else,” (p. 77) thus making visible the fact that scientists delegate (in the process of) the production of knowledge. While arguably Mialet’s ideas may seem to erase the individuality of Hawking at first, she also (partially) resists this reading or movement. Mialet attempts to respect Hawking’s opacities, while providing a space for his agency, singularity and individuality. But this is not an easy task. While, Mialet repeatedly says that her book does not attempt to answer who Hawking really is, it is very concerned with the question of where Hawking is. She raises this question explicitly in several parts of her book and ends her monograph by once again asking about the location of Hawking in time and space.
Mialet’s interview of Hawking is not one of oral speech, but rather of writing, a delayed and slow writing that occupies an important place. This is of course ironic because in the typical ethnographic scenario, it is the ethnographer who takes notes in a field notebook, and also because in a typical ethnographic encounter, the ethnographer is the one who transcribes and summarizes the words of the informant. In this case, however, Hawking himself has to synthesize his answers, several of which are based on recycling practices.
If we continue to explore Mialet’s concern with asking where Mr. Hawking is, it would lead us to a discussion of several interconnected topics: about the place of the ethnographer in this book as well as the relations of power implied in it and, more generally, about the (innovative) methods of this ethnography. Even though Mialet describes her monograph as one of empirical philosophy, she reserves an important place for ethnography and, in a way, there is nothing exceptional in the fact that a person like Hawking is the leading character of an ethnography. In some senses, he is exceptionally vulnerable, or his flesh-and-blood body is extremely vulnerable.
Another aspect that the Mialet-Hawking ethnographic encounter disrupts is the commonsensical notion that proximity guarantees a better grasp of, or a deeper insight into the lives of others, of their subjectivities and social positionalities. The proximity-distance dichotomy is disrupted, and its implicit engagement with claims to originality and authenticity is rejected. These issues lead Mialet to raise a question of pivotal importance for the social (and many other) sciences: “What
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difference does it make when one deals with texts as opposed to dealing with a person? With Hawking, this question becomes even more complicated, for in his presence, one is dealing with a kind of transcription” (p. 119). I think it becomes clearer here why Mialet seems to struggle with this “collective individual.” Her notion of individuality is so radically de-humanized and de-individualized that it seems to clash with the most pervasive and extended accounts of (Western human) individuality. So, while she struggles exploring these landscapes, we (as readers) also struggle because of the counter-intuitiveness of her “individual.” Like Mialet, when we (as readers) get closer to (some of) Hawking’s identity affiliations in isolation, we simultaneously distance ourselves from him. Indeed, we seem to get lost because of the non-individuality of this notion of an individual (non-) human knowing subject. But perhaps “getting lost” is not such a bad idea after all.
certainties of the social sciences. Perhaps this is yet another instance of Mr. Hawking’s agency. Neither he (nor his network) allows any monumentalizing in this particular ethnography. There is a radical criticism implied in Hawking’s refusal to differentiate anthropology from journalism. In the most optimistic view, it could counter some of the most elitist implications of how scientific knowledge is produced in the “West.” That would be an exciting approach taking into consideration Mialet’s insights (such as how individuals are always collective) that can be of pivotal importance in the most-needed project of decolonizing and provincializing the (Western-centered) social sciences. At the same time, however, Hawking’s refusal is based, at least at a certain level, on his own positioning in the field of the “real sciences,” for which anthropology, philosophy and journalism are apparently equally trivial and inexact. This is a move that needs to be countered, although I am not sure that the task is to be done by the ethnographer herself.
Another aspect of this ethnography is (its) accountability (or lack thereof). How can this monograph be accountable to the subject/transcript Stephen Hawking? How can Hawking give an account of this explanation of his extended body? Here it is also important to remember that Hawking has a persistent “desire to intervene in the writing of himself” (p. 116). Furthermore, to make things even more complicated, Hawking himself is a network of other people. So how can we be accountable to them? I will mention Mialet’s response in a personal communication when she told me that Hawking could not be less interested in what she (the ethnographer, or marginal scientist?) had to say about him. She understood that since there are so many people behind him producing accounts of him, he thought of her project as just one more journalistic account of him, or treated it that way. This is somewhat disappointing for me, and I am sure that it was disappointing for Mialet as well. Why? Because the modern notion of the knowing subject is also constructed on the basis of another dichotomy, that of science versus common sense. Journalism is usually constructed as common sense, perhaps as a bit better informed than common sense usually is, but common sense nonetheless. Thus, the fact that an ethnographic (and long and engaged) project is constructed as interchangeable with an everyday journalist’s brief account disrupts many of the
The Mialet-Hawking ethnographic encounter is even more disrupted by and disrupting because of the fact that the ethnographer herself is part of Hawking’s extended body, or of some of Hawking’s extended bodies. The typical ethnographic encounter is based on the established boundaries between ethnographers and natives. But what happens when a boundary cannot be clearly established? When one is not totally sure who is the “native” and who the “ethnographer,” or when this ethnographic economy and its traditional epistemologies are displaced? Can this kind of “new” ethnographic encounter be considered ethnographic at all? What kind of social landscapes are opened up by this new economy? Which are foreclosed? I don’t have any answers to these questions, but Mialet’s argument certainly forces us to reconsider some of the most treasured humanistic principles that lie behind the Western, human-centered ethnographic encounter and the idea of an individual with a monopoly on knowledge. Perhaps the idea of a non-human ethnographic encounter is a worthy project that will allow us to recognize the non-humanity at the heart of the notion of humanity, which sounds like something worthy of almost any (scholarly) risk.
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Turismo y pobreza en la ciudad Freire-Medeiros, Bianca. 2013. Touring Poverty. Londres: Routledge [224 pp.]. María José Álvarez Rivadullav DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.18
T
ouring Poverty nos habla de una práctica cada vez más frecuente y controversial: la inclusión de cierto tipo de pobreza en el circuito del turismo internacional. Analiza la transformación de barrios populares del Sur global de invisibles a presentes en guías turísticas, de olvidados a vistos como exóticos, auténticos, y como parte de los monumentos y lugares que deben ser visitados para conocer una ciudad, o, aún más, como íconos de esa ciudad. Así, un paseo impensable hace unos años, se transformó en símbolo internacional de una de las ciudades que había sido considerada como una de las más peligrosas mundialmente. Hoy, la primera imagen de Medellín en Trip Advisor, sitio de internet con información sobre viajes, es una de sus comunas más pobres, con su cable aéreo. Y si queremos viajar a Sudáfrica, no sólo podemos visitar los barrios más pobres, townships, y vivir de cerca la triste historia del apartheid, contada por alguno de sus protagonistas, sino que también podemos alojarnos en un hotel que simula ser uno de ellos, pero que nos salva de las penurias de pasar frío o cualquier otro riesgo por “tan sólo” 80 dólares la noche (Cha 2013).
Se trata de un excelente libro, profundo analíticamente, rico empíricamente, entretenido de leer, y de interés para públicos diversos. En él, Bianca FreireMedeiros, nos invita y lleva de la mano a viajar a la favela carioca y nos muestra a la vez cómo la favela turística es hoy un producto que circula globalmente como una marca de Río. Es un libro raro de encontrar, por varias razones. Cruza con comodidad bordes temáticos y disciplinares. A pesar de estar claramente en conversación con el creciente campo de estudios sociales sobre el turismo, es también un libro de estudios urbanos, y está en la frontera entre la sociología y la antropología, siendo a la vez muy sensible a la historia. Al tiempo que ofrece profundidad, teniendo como caso la favela Rocinha, donde la autora ha trabajado por muchos años, compara con otros casos de “turismo de realidad” en un slum de India, y en los townships de Sudáfrica. La narrativa integra muy cómodamente teoría y datos, llevándonos todo el tiempo del microcosmos a las ideas generales que nos permiten mirar la realidad con nuevos y variados lentes. Por último, más allá del argumento general acerca de cómo se construye la comodificación de la favela en las prácticas y per-
v Doctora en Sociología por la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos). Profesora asociada de la Universidad del Rosario (Colombia). Correo electrónico: mariaj.alvarez@urosario.edu.co
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Turismo y pobreza en la ciudad María José Álvarez Rivadulla
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cepciones de turistas, agentes de turismo y residentes, cada capítulo nos ofrece preguntas nuevas e interesantes desde las cuales aproximarnos al fenómeno.
rísticos que aquí se analizan. El último párrafo del libro ilustra muy bien esta relación:
¿Cómo se convierten las favelas, o al menos algunas favelas particulares, en lugares tan atractivos de visitar como el Corcovado o Copacabana? ¿Cómo se transforman lugares antes invisibles en lugares visibles a escala global? ¿Quiénes son los principales actores detrás de este fenómeno y en qué contexto se enmarcan? ¿Qué consecuencias tiene esto para los residentes? ¿Cómo lo experimentan los turistas? Tal vez sean las respuestas a estas dos últimas preguntas las que dan el sello de marca al libro. En lugar de situarse en el debate político y moral dicotómico entre quienes piensan que el turismo de la pobreza es, por un lado, degradante y voyerista como un zoológico de la pobreza o, por otro, que es positivo por cuanto genera ingresos y otros beneficios simbólicos a los residentes, a la vez que crea conciencia social entre los turistas, la autora nos muestra una serie de grises. Para Freire-Medeiros la respuesta a ese debate es fundamentalmente empírica dependiendo de los contextos particulares, de quiénes estén a cargo de los tours, de cómo se distribuyan los beneficios del turismo, de qué se decida mostrar y qué ocultar, del involucramiento de los turistas en la visita y luego de ella, y del rol del Estado en estos procesos, entre otros factores. Para el caso de Rocinha, por ejemplo, en el capítulo siete la autora nos muestra cómo, a pesar de que el turismo no ha impactado mayormente la economía de la favela (exceptuando a los organizadores de tours y a los vendedores de suvenires) para la amplísima mayoría de los residentes entrevistados, los turistas son bienvenidos.
de las mercancías, Karl Marx (1984 [1867]) nos dice que
En su tan citado texto sobre la teoría del fetichismo
a pesar de que en el capitalismo todo es plausible de transformarse en una mercancía, existe sólo una cosa
que nunca podrá ser vendida: la pobreza, por cuanto no
posee ni valor de uso ni de cambio. El hecho es que, con
el cambio de milenio, el capitalismo ha transformado la pobreza en un producto para el consumo a través del
turismo. La experiencia de la pobreza, en el contexto
neoliberal, sí posee un valor de cambio y puede, gracias a eso, ser vendida. (p. 171. Traducción mía)
Aunque los mecanismos que hacen posible la emergencia del turismo de la pobreza en esta etapa del capitalismo, y no en otra, no son del todo explorados en el libro, me parece una relación sugerente. Además, la autora hace esto sin desconocer ciertas continuidades históricas en la fascinación de las élites con los barrios populares. El primer capítulo nos cuenta, por ejemplo, que la palabra slumming se usaba para referirse a las frecuentes visitas de la burguesía a los barrios populares de Nueva York, París y Londres de fines del siglo XIX, que siempre despertaron la curiosidad y la filantropía de clases medias y altas, y que, aún más, en la Nueva York de la era industrial existían tours establecidos para estos barrios. El libro contiene partes experimentales, como el segundo capítulo, donde la autora decide hacer explícito un ejercicio de reflexividad y contarnos cómo fue ser turista e investigadora a la vez, al emprender ella misma reality tours en Sudáfrica y en India. Además de incluir sus observaciones, las voces de otros turistas y de los organizadores de los tours, introduce además sus propias impresiones como turista-investigadora. Y experimenta allí también con etnografías multisituadas, al comparar estos dos casos con su caso principal, el de Rocinha, en Río. Nos muestra así que, a pesar de las particularidades de cada caso, en los tres encuentra la búsqueda de la autenticidad y narrativas de comunidades que progresan, dos elementos en continua tensión, dado que el uno implica permanencia, y el otro, transformación. El sexto capítulo también tiene algo de experimental al introducirnos en una literatura nueva en el libro, sobre cultura material, proveniente principalmente de la antropología, y combinarla con la de Goffman, un autor sociológico clásico. Así, la autora teje un argumento interesante acerca de cómo los suvenires que compran los turistas en las favelas son el centro de esa interacción desigual. Y de cómo son, a la vez, parte de la puesta en escena que los fa-
El libro ofrece una contribución interesante para los estudios urbanos, por cuanto nos muestra una nueva fase en las políticas de gobierno de la informalidad urbana. Enmarcado y en completo diálogo con una larga tradición de estudios sobre la informalidad en Brasil (dando todo el crédito a autoras como Janice Perlman y Licia Valladares), el libro nos acerca a una nueva etapa. Nos ayuda a entender cómo se ha transitado desde políticas de demoliciones, pasando por aceptar la favela y la informalidad urbana, al punto de consolidarla con programas de mejoramiento de barrios, al espectáculo de la favela (ver el capítulo cuatro, específicamente). Siguiendo el tono de diálogo entre lo micro y lo macro, enmarca este cambio en nuevas formas de capitalismo global, diciendo que han hecho de la pobreza exótica y espectacular una mercancía consumible en productos cinematográficos y culturales en general (como la famosa película brasilera Cidade de Deus) o en los productos tu-
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velados hacen de sí mismos y de la imagen que los turistas quieren comprar. Así, imágenes de violencia, suciedad y desesperación se sustituyen por imágenes de una comunidad homogénea, auténtica, colorida, pujante y creativa (el uso de los materiales reciclados en los suvenires es algo que a los turistas les gusta mucho, por ejemplo, y que se relaciona con esta última idea). Es por ello que los analiza como elementos de reconocimiento, y también de desconocimiento (mis-recognition).
xo do Alemão o en el Morro da Providência, así como las resistencias que algunas de estas inversiones están causando en la ciudadanía (Cavalcanti 2013; The Economist 2010; Willis 2013). En suma, éste es un libro que podría asignarse en diversos cursos de las disciplinas sociales, y un must read para los interesados en estudios urbanos, turismo y pobreza.
Referencias
Además de las virtudes mencionadas, el libro aparece en un momento oportuno, ya que nos ayuda a entender los últimos eventos que están sucediendo en Río. El epílogo se dedica precisamente a esto. Los próximos megaeventos que Brasil va a organizar, el Mundial de Fútbol en 2014 y las Olimpíadas en 2016, han implicado proyectos y transformaciones urbanas diversas. Es en ese marco que podemos entender mejor las brigadas de policía pacificadora en ciertas favelas cercanas a lo que serán las sedes de los eventos deportivos y turísticos, combatiendo el narcotráfico y recuperando esos territorios para el Estado. También, las inversiones en mejoramiento urbano innovador en ciertas favelas (siguiendo el ejemplo de la ciudad de Medellín), como los teleféricos en el Comple-
1. Cavalcanti, Mariana. 2013. À espera, em ruínas: urbanismo, estética e política no Rio de Janeiro da ‘Pacificação’. DILEMAS: Revista de Estudos de Conflito e Controle Social 6, n° 2: 191-228. 2. Cha, Frances. 2013. South Africa’s ‘Slum-themed’ Luxury Hotel Slammed Worldwide. CNN, 6 de diciembre. 3. The Economist. 2010. Conquering Complexo do Alemão. The Economist, 2 de diciembre. 4. Willis, Andrew. 2013. Providência Gondola Controversy Grows. The Rio Times, 19 de febrero.
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Cartografías de la diáspora: identidades en cuestión De Brah, Avtar. 2011. Cartografías de la diáspora: identidades en cuestión. Madrid: Traficantes de Sueños [297 pp.]. Virginia Negrov DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.19
Profesora de Sociología en Birkbeck College (Londres), especialista en la cuestión de la identidad étnica y militante en diversos colectivos de feministas negras, a través de sus trabajos Avtar Brah explora, de la mano de su experiencia como activista, la interseccionalidad de género, raza, etnicidad, clase y edad desde un marco multiaxial de poder.
What is the impact of new modes of governmentality (globalization, postmodern imperialism) on the lives of differentially exploited, racialised, ethnicised, sexualized and religionised humans living in different parts of the world? What do these lived experiences say to us–living as
we do in this space called the west–about our own positionalities, responsibilities, politics and ethics?
We have tried to indicate that feminist dialogues and
El ensayo elegido, Cartografías de la diáspora, reflexiona sobre el discurso de la diferencia y la diversidad dentro de la teoría feminista y posestructuralista. La obra utiliza la autobiografía y estudios empíricos para demostrar cómo género, clase, sexualidad y raza son categorías interconectadas y, a la vez, subjetivas y estructurales. Para debatir sobre este tema, la autora elige como sujeto de estudio la comunidad asiática y su proceso de formación como categoría racializada en la Gran Bretaña tras la Segunda Guerra Mundial. Ella misma pertenece a dicha comunidad, y ha vivido un doble proceso de racialización, como ugandesa e hija de inmigrantes asiáticos del Panyab (India). Una comunidad con una dolorosa historia diaspórica, desde
dialogic imaginations provide powerful tools for challenging the power games currently played out on the world stage. (Brah y Phoenix 2013, 11)
C
omenzamos esta reseña con una cita del último artículo escrito por la profesora Brah, junto con la filósofa Ann Phoenix, para ilustrar la intempestividad del pensamiento de esta socióloga, y el interés que todavía tiene el trabajo escogido, Cartografías de la diáspora, un ensayo dedicado al estudio de la composición de las identidades étnicas publicado por primera vez, en 1996, por la editorial Routledge, y reeditado por la madrileña Traficantes de Sueños, en 2011.
v Diplomada en Filosofía por la Universidad de Padua (Italia) y Licenciada en Semiótica por la Universidad de Bolonia (Italia). Actualmente becaria del Master Gemma, el programa de Posgrado en Estudios de las Mujeres y de Género, en la Universidad de Granada (España) y en la University of Lodz (Polonia). Colabora actualmente como periodista freelance en diferentes diarios nacionales italianos como L’Unità, Alfabeta y La Repubblica. Correo electrónico: virginianegro@correo.ugr.es
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que el 4 de agosto 1972 el dictador ugandés Idi Amin Dada emitió un decreto ordenando la expulsión de todos los asiáticos ugandeses. La familia de Avtar Brah se vio forzada a emigrar a Gran Bretaña. La autora, como parte de esta diáspora, enuncia un concepto analítico que cuestiona un feminismo articulado desde un sujeto normativo concreto.
en Gran Bretaña, la autora analiza cómo los efectos de los cambiantes órdenes políticos, regímenes globales de acumulación y formaciones culturales de finales del siglo XX conducen a la formulación de formas apropiadas de acción y estrategia políticas, como las luchas industriales iniciadas en los años setenta, principalmente en Londres, donde las mujeres asiáticas han desempeñado un papel central. O en la experiencia todavía existente de la red de mujeres “Inmigration Widow’s Campaign Group”, que sigue luchando en campañas antideportación (Brah et al. 2004, 103).
Combinando la autoetnografía con entrevistas y observación participante, propone la categoría analítica de “espacio de diáspora” y se adentra en profundidad en el debate sobre el concepto deleuziano de difference desde una perspectiva feminista. En sus palabras, “El modo autobiográfico es útil en este caso como dispositivo disruptivo que revela mi relato como una revisión interpretativa, que puede ser señalada por otras interpretaciones como capricho de la autorepresentación de un individuo […] Mi narración individual tiene sentido, ante todo, como recuerdo colectivo” (p. 33).
La autora intenta comprender cómo se articulan las relaciones de género respecto a la clase, el racismo, la etnicidad o la sexualidad, en la construcción de relaciones capitalistas, imperialistas, o incluso de cualquier otro tipo, y qué tipo de identidades se ven inscritas en el proceso. De acuerdo con el pensamiento de otras autoras como Henrietta Moore (1991) y Verena Stolcke (1992), raza y sexo son construcciones ideológicas disfrazadas como hechos biológicos, a fin de naturalizar y reproducir las desigualdades sociales. Dicha naturalización representa el intento de superar una de las contradicciones más importantes dentro de la teoría democrática liberal: la igualdad de oportunidades.
Cartografías de la diáspora se nos revela como un intento de lidiar con la interseccionalidad a través de los ejes de clase, género, “raza” y racismo, etnicidad, nacionalismo, generación y sexualidad, considerando cada eje como una modalidad específica de relación de poder. Sin embargo, lo que interesa es cómo estos campos de poder chocan, se enredan y se configuran, y, por último, qué efectos originan. ¿Qué tipo de inclusiones o exclusiones produce una articulación específica de poder? O, dicho de otra manera, ¿qué patrones de igualdad o desigualdad inscriben; qué modos de dominación o subordinación posibilitan; qué formas de placer se producen; qué fantasías, deseos, ambivalencias y contradicciones se sancionan; o qué tipos de posiciones políticas de sujeto se generan en específicas configuraciones de poder? En su tesis la autora afirma la existencia de procesos en “espacios de diáspora” desde la interseccionalidad cultural, económica, política, psíquica y social. Dicho concepto de diáspora es definible como glocal, global y local al mismo tiempo, y requiere entonces una desestructuración del sujeto. Según esta perspectiva, las estructuras de clase, racismo, género y sexualidad no pueden tratarse como “variables independientes” porque la opresión de cada una está inscrita en las otras, es constituida por y es constitutiva de las otras. El racismo no es reductible a la clase social o al género, ni se puede considerar como una categoría autónoma: “[…] los racismos tienen diversos orígenes históricos pero se articulan con particulares estructuras patriarcales de clase, de formas específicas, bajo unas condiciones históricas dadas” (Brah et al. 2004, 114). Centrándose en el colectivo de mujeres asiáticas
Este libro es, de muchas maneras, un intento de pensar, a través de la opacidad de la experiencia, la relación entre subjetividad y “experiencia colectiva” (p. 34). El cuerpo entero en toda su corporalidad, mentalidad y espiritualidad produce poder, y es dentro de este espacio relacional donde la dualidad cuerpo/ mente desaparece. Las emociones atadas al hogar y la pertenencia se reifican: “¿Dónde está el hogar? Por un lado, el ‘hogar’ es un lugar mítico de deseo en la imaginación diaspórica. En este sentido, es un lugar de no retorno, incluso siendo posible visitar el territorio geográfico que se considera el lugar de origen. Por otro lado, el hogar es también la experiencia vivida de una localidad. Sus sonidos y olores, su calor y su polvo, sus templadas noches de verano o la excitación de la primera nevada, las estremecedoras noches de invierno, los sombríos cielos grises al mediodía… todo esto, mediado por la cotidianeidad históricamente específica de las relaciones sociales. En otras palabras, la diversa experiencia de los dolores y los placeres, los miedos y las satisfacciones, o los altibajos y la monotonía de la cultura vivida día a día que marcan las diferentes maneras en las que puede experimentarse, por ejemplo, una fría noche de invierno, según estemos sentados junto al fuego en una mansión o apiñados de pie junto a una hoguera en las calles de la Inglaterra del siglo
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Cartografías de la diáspora: identidades en cuestión Virginia Negro
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(Brah et al. 2004). Entonces, la cuestión del cuerpo resulta fundamental en esta articulación, puesto que no podemos hablar de poder, de patriarcado, colonialismo e imperialismo, sin contar qué pasa por el cuerpo de las mujeres. Cartografías de una diáspora es un ensayo de sociología y, al mismo tiempo, un lugar de elaboración y afirmación identitaria en el cual no solamente se curan los traumatismos derivados de la Historia, sino que también se abre la oportunidad para reflexionar sobre la heterogeneidad de la condición humana, mientras que la mayoría de las políticas migratorias adoptadas por los gobiernos nacionales siguen sendas discriminatorias. Visibilizar el discurso feminista transfronterizo y dar un espacio a la experiencia vivida por grupos “otros” siguen siendo vectores de reivindicación por una ciudadanía universal e inclusiva: temática todavía fundamental en un mundo donde la movilidad humana es una realidad siempre más importante.
XIX” (p. 224). Parece que el lema de Joan Scott (1992, 37), “la experiencia es siempre una interpretación y al mismo tiempo necesita ser interpretada”, es también el de Avtar Brah. Según la autora, la subjetividad es el espacio donde se desarrollan los procesos que dotan de sentido a nuestra relación con el mundo, y es la modalidad donde el sujeto se experimenta como identidad. La experiencia vital de una persona no refleja simplemente la de un grupo, así como de modo parecido las identidades colectivas no pueden reducirse a la suma de las experiencias de los individuos; las “historias” colectivas se construyen culturalmente en el proceso de asignar significados a la cotidianeidad en las relaciones sociales. Pero si bien las biografías personales y las historias del grupo son mutuamente inmanentes, son también relacionalmente irreductibles. El mismo contexto puede producir varias “historias” colectivas diversas que diferencian tanto como vinculan biografías a partir de sus especificidades contingentes (Brah et al. 2004). Articular esta relación entre subjetividad e identidad colectiva no resulta nada sencillo: “El proceso político de proclamar una identidad colectiva específica conlleva la creación de una identidad colectiva a partir de múltiples fragmentos, como un collage. El proceso puede generar una disyunción psíquica y emocional en el mundo de la subjetividad, incluso si resulta potenciador en términos de políticas de grupo” (p. 153).
Referencias 1. Brah, Avtar y Ann Phoenix. 2013. Ain’t I a Woman? Revisiting Intersectionality. Journal of International Women’s Studies 5, n° 3: 75-86. 2. Brah, Avtar, bell hooks, Chela Sandoval y Gloria Anzaldúa. 2004. Otras inapropiables: feminismos desde las fronteras. Madrid: Traficantes de Sueños.
Frente al hecho de que la realidad social de las vidas de las mujeres asiáticas en Gran Bretaña se constituye en torno a una compleja articulación de lo económico, lo político y lo cultural, que a su vez revela la relación entre “raza”, clase, etnia y género, es necesario abordar la cuestión de la identidad subjetiva y colectiva para llegar a entender sus experiencias de vida. La experiencia como relación social y la cotidianeidad de la experiencia vivida no habitan espacios mutuamente excluyentes
3. Moore, Henrietta. 1991. Antropología y feminismo. Madrid: Cátedra. 4. Scott, Joan Wallach. 1992. Experience. En Feminists Theorize the Political, eds. Judith Butler y Joan Wallach Scott. Nueva York: Routledge, 22-41. 5. Stolcke, Verena. 1992. Racismo y sexualidad en la Cuba colonial. Madrid: Alianza Editorial.
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Birds of Empire, Birds of Nation De Quintero Toro, Camilo. 2012. Birds of Empire, Birds of Nation. A History of Science, Economy, and Conservation in United States-Colombia Relations. Bogotá: Ediciones Uniandes [187 pp.]. Juan Pablo Ardila Fallav DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res49.2014.20
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l libro Birds of Empire, Birds of Nation. A History of Science, Economy, and Conservation in United StatesColombia Relations, de Camilo Quintero Toro, se inscribe dentro de las tendencias historiográficas más recientes en el estudio de las relaciones entre América Latina y Estados Unidos. Desde finales del siglo XX han surgido diversos trabajos históricos que conciben las relaciones entre ambas regiones como una compleja red de intercambios y diálogos. De esta forma, estas obras han intentado superar esa perspectiva dicotómica que presenta la historia de las relaciones entre Latinoamérica y EE. UU. como una narrativa entre opresores y oprimidos, dominadores y dominados, y vencedores y vencidos. Estas investigaciones más recientes han mostrado que las relaciones entre las dos regiones deben ser vistas ante todo como unos intercambios y diálogos que van más allá de simples imposiciones unilaterales impulsadas desde Estados Unidos. Es decir, se trata de trabajos históricos que han concebido las relaciones entre ambas regiones como una compleja articu-
lación de intercambios, que se llevan a cabo a través de una gran variedad de actores sociales (Joseph, LeGrand y Salvatore 1998). En el trabajo de Quintero, las relaciones entre Colombia y EE. UU. no son vistas como la imposición de una parte sobre la otra, sino que son concebidas como una serie de intercambios. El autor se concentra en estudiar el comercio de pieles y plumas de aves “colombianas” que fueron enviadas a Norteamérica, y en examinar los intercambios entre científicos de ambos países. Al analizar estos elementos, Quintero presenta una variedad de intermediarios que participaron en las relaciones entre ambos países, a la vez que demuestra que los distintos participantes supieron sacar algún tipo de provecho de estas relaciones. En esta historia intervienen desde campesinos colombianos que cazan garzas con el fin de comercializar sus plumas hasta directivos de museos y universidades norteamericanas. Cada uno de estos actores supo beneficiarse, desde su respectiva posición, de estos intercambios. Al presentar estos resul-
v Historiador y economista de la Universidad de los Andes (Colombia) y candidato a magíster en Historia por la misma Universidad. Realizó una especialización en Estudios Sociales, Económicos y Políticos Avanzados en la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos). Miembro del grupo de investigación “Historia del tiempo presente” (Categoría A1 en Colciencias). Correo electrónico: p-ardila@uniandes.edu.co
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tados, Quintero no niega los desequilibrios de poder implícitos en estas relaciones y admite que los participantes estadounidenses seguramente sacaron un mayor provecho de estos intercambios.
see completar una publicación que incluía un gran número de especies y subespecies anteriormente desconocidas por la mayoría de ornitólogos. Sin lugar a dudas, Dugand también se benefició de esta relación. Gracias al trabajo de Meyer de Schauensee, Colombia fue reconocida como el país con mayor número de especies de aves en todo el mundo. Para Dugand, este hallazgo debía ser celebrado por todos sus compatriotas; ser reconocido como el país más diverso en términos de aves debía ser un motivo de orgullo para todos los colombianos.
Los diálogos entre ornitólogos “colombianos” y norteamericanos ilustran esta situación. Uno de los ejemplos comentados por Quintero es el caso de la relación entre Apolinar María, religioso francés perteneciente a los Hermanos de La Salle que se radicó en Colombia en 1904, y Frank Chapman, curador de ornitología del American Museum of Natural History (AMNH) de Nueva York. Apolinar María y Chapman se conocieron en 1913, cuando el científico estadounidense visitó Colombia en el marco de una expedición del AMNH. En los años siguientes a este encuentro, Apolinar María envió a Chapman miles de pieles de aves. En Nueva York, Chapman contrastaba estas pieles con la colección del museo, con el objetivo de definir si se trataba de especies desconocidas que no habían sido clasificadas. Si ese era el caso, Chapman procedía a nombrar y clasificar la especie. Luego, el ornitólogo estadounidense publicaba los resultados y recibía el reconocimiento de la comunidad científica por haber sido la persona que clasificó las aves enviadas por Apolinar María. A pesar de los desequilibrios presentes en estas relaciones de poder, el ornitólogo lasallista también se benefició de estos intercambios. Gracias a la ayuda de Chapman, Apolinar María pudo acceder indirectamente a una gran colección de aves y a unas herramientas científicas con las que no contaba. De esta manera, Apolinar María pudo conocer si las aves que él había recolectado eran especies ya clasificadas o si se trataba de especies desconocidas por el mundo científico.
Al estudiar las relaciones científicas entre Dugand y Meyer de Schauensee, Quintero plantea una reflexión sobre la relación entre el nacionalismo y el imperialismo. En la historiografía de las relaciones entre América Latina y Estados Unidos, habitualmente se ha entendido al nacionalismo como una corriente que pretende contrarrestar al imperialismo. Sin embargo, en este trabajo Quintero argumenta que el imperialismo y el nacionalismo pueden ser fuerzas complementarias. En este caso específico, Quintero muestra que fue gracias al imperialismo estadounidense que Colombia fue reconocida como el país con mayor diversidad de aves en el mundo. En ese sentido, para este caso particular, el imperialismo norteamericano no debilitó el sentido de identidad nacional, sino que lo fortaleció y les dio a los colombianos razones para sentirse orgullosos de su país. De esta forma, Camilo Quintero también hace un aporte a las discusiones sobre el nacionalismo y la identidad nacional. Estos debates han girado primordialmente en torno a elementos tales como la lengua, la religión, la cultura, el territorio y la raza. Sin embargo, en la mayoría de estudios sobre estas temáticas, variables tales como la ciencia y la naturaleza han sido relegadas a un segundo plano. Quintero logra mostrar que, para el caso colombiano, la naturaleza y la ciencia son elementos fundamentales a la hora de entender la formación de una identidad nacional. Como se mencionó anteriormente, hacia mediados del siglo XX Colombia se convirtió en el país con mayor diversidad de avifauna en el mundo. Con el paso de los años, este relato ha sido complementado con otras narrativas que muestran a Colombia como un país único en el mundo por su riqueza natural. En los últimos años han surgido relatos que presentan a Colombia como el segundo país más biodiverso del mundo, el de mayor diversidad de orquídeas y palmeras en el planeta, el que posee cerca de la mitad de los páramos del mundo, y uno de los más ricos en fuentes de agua. En ese sentido, el trabajo de Quintero permite acercarse a los orígenes de este fenómeno que sitúa a la naturaleza como una de las principales fuentes de orgullo entre los colombianos.
Otro ejemplo es el de los intercambios científicos entre Armando Dugand, director del Instituto de Ciencias Naturales (ICN), y Rodolphe Meyer de Schauensee, curador de aves de la Academy of Natural Sciences de Filadelfia. Entre 1947 y 1948, estos dos científicos entablaron un fructuoso y abundante intercambio epistolar. En esos años, Meyer de Schauensee estaba trabajando en una publicación que enumeraba las especies y subespecies de aves de Colombia. Dugand, que presidía el recién creado ICN, terminó participando en esta iniciativa científica liderada por el ornitólogo norteamericano. El papel de Dugand fue similar al que desempeñó Apolinar María unas décadas antes. Dugand recolectó aves para posteriormente enviarlas a Filadelfia, donde Meyer de Schauensee revisaba las pieles y las comparaba con sus colecciones. En caso de tratarse de una especie sin clasificar, el ornitólogo estadounidense le daba un nombre y clasificación a la nueva especie. El trabajo realizado por Dugand le permitió a Meyer de Schauen-
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El autor llega a estas conclusiones y reflexiones estudiando el comercio e intercambio de objetos, tales como las plumas y pieles de aves. Durante las últimas décadas del siglo XIX y primeros años del siglo XX, estos objetos no sólo se convirtieron en bienes altamente cotizados en el ámbito científico sino también en el mundo de la moda en Norteamérica y Europa. Las plumas y pieles de aves sirvieron para adornar los sombreros de mujeres, al igual que para decorar cuartos y salas. La demanda por estos bienes fue tal, que la sobreexplotación generó un verdadero problema ambiental. Esta situación llevó a Estados Unidos y a países europeos a adoptar medidas a favor de la conservación de estas especies. En 1913 EE. UU. prohibió el comercio de plumas, y, pocos años después, medidas similares fueron adoptadas en Europa.
Asimismo, la lectura del libro permite pensar en preguntas que no son planteadas por este trabajo o que tan sólo son abordadas marginalmente. Por ejemplo, está la pregunta sobre cómo y en qué momento Estados Unidos se convirtió en un referente intelectual para científicos, intelectuales y dirigentes colombianos. ¿En qué momento y de qué manera intelectuales y dirigentes colombianos comenzaron a ver a Estados Unidos como un referente intelectual y científico igual de válido o hasta más legítimo que Europa? ¿Este cambio cómo se dio y qué implicaciones tuvo para la sociedad colombiana? También quedan interrogantes sobre la forma en que estos ornitólogos colombianos y estadounidenses se relacionaron con los cuerpos diplomáticos estadounidenses y con las corporaciones norteamericanas, si es que existió algún tipo de contacto entre ellos. Como se ha visto en otros casos de la historia de América Latina, en muchas ocasiones, detrás de las expediciones científicas estadounidenses se encontraban los intereses comerciales de las empresas norteamericanas y los intereses geopolíticos de la diplomacia estadounidense (Salvatore 2006).
Unas décadas más adelante, estas políticas fueron complementadas con otras medidas conservacionistas, tales como el establecimiento de los primeros parques nacionales en Colombia, durante la década de 1960. Como explica Quintero, la creación de estos parques no fue una iniciativa exclusivamente colombiana. La idea fue promovida por conservacionistas norteamericanos que temían que las aves migratorias protegidas en Norteamérica no contaran con la misma protección en suelo latinoamericano. Sin embargo, Quintero aclara que la creación de estos parques no fue una imposición promovida por Estados Unidos, sino que también se trató de una iniciativa impulsada por ambientalistas colombianos que pretendían acercarse a las tendencias modernizantes provenientes de EE. UU. y Europa.
Por último, también surgen preguntas sobre la relación entre estos ornitólogos estudiados por Quintero y otros científicos y académicos estadounidenses y europeos que visitaron al país en el marco de expediciones científicas, misiones técnicas, intercambios académicos, entre otros. Por ejemplo, ¿qué similitudes y diferencias existen entre la visita de Frank Chapman y las de los naturalistas que visitaron la región en el período colonial? ¿Hubo algún tipo de interacción entre ornitólogos como Chapman o Meyer de Schauensee y otros científicos y académicos norteamericanos que también realizaron investigaciones sobre Colombia? ¿Cómo ocurrieron esas interacciones? En fin, son preguntas y dudas que surgen tras la lectura del libro de Quintero.
En conclusión, la obra de Quintero hace aportes importantes a diversos campos, tales como la historia de la ciencia, la historia de los objetos y la historia de las relaciones entre América Latina y Estados Unidos. Su investigación en torno a objetos poco estudiados, como las plumas y pieles de aves, permite aproximarse a elementos como el imperialismo, el nacionalismo, el papel de la naturaleza y la ciencia en la formación de una identidad nacional, los desequilibrios de poder presentes en las relaciones científicas entre ambos países y el surgimiento de la conservación en Colombia. Quintero hace esta aproximación dejando de lado esas fronteras imaginarias entre la historia política, la historia económica, la historia cultural y la historia social, que en la historia de la relaciones entre Latinoamérica y Estados Unidos han funcionado más como un obstáculo que como una guía para el historiador (Joseph 2001). Gracias a este enfoque, Quintero logra abordar el objeto de estudio desde distintas perspectivas y ángulos.
Referencias 1. Joseph, Gilbert (ed.). 2001. Reclaiming the Political in Latin American History. Durham: Duke University Press. 2. Joseph, Gilbert M., Catherine C. LeGrand y Ricardo D. Salvatore (ed.). 1998. Close Encounters of Empire: Writing the Cultural History of U.S.-Latin American Relations. Durham: Duke University Press. 3. Salvatore, Ricardo D. 2006. Imágenes de un imperio. Estados Unidos y las formas de representación de América Latina. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
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