CONTENIDO PERFIL HISTÓRICO DE BOGOTÁ
JAIME JARAMILLO URIBE
BASES URBANAS DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA. 1945 - 1950, 1984 - 1988
MEDOFILO MEDINA
PROTESTA Y POLÍTICA LOS MOVIMIENTOS ANTIGUERRA EN ESTADOS UNIDOS 1965 - 1975
DANIEL GARCÍA
CULTURA Y CONCIENCIA EN LA FORMACIÓN DE LA CLASE OBRERA LATINOAMERICANA
MAURICIO ARCHILA NEIRA
EL PORFIRIATO Y LA REVOLUCIÓN EN VALLE DE SANTIAGO, GUANAJUATO MÉXICO (PRIMERA PARTE)
ENRIQUE MENDOZA
ESPACIO ESTUDIANTIL SONIA GOGGEL FÉLIX EDUARDO SALCEDO RESEÑAS
ISABEL CLEMENTE BERNARDO TOVAR LUIS EDUARDO BOSEMBERG SUSY BERMUDEZ ALEXANDER CIFUENTES
NOTILIBROS
ABEL LÓPEZ JAIME JARAMILLO SUSY BERMUDEZ ISABEL CLEMENTE LUIS EDUARDO BOSEMBERG BEATRIZ CASTRO
NOTICIAS DEL DEPARTAMENTO
PRESENTACIÓN
Al cumplir 40 años de vida académica e institucional, la Universidad de los Andes busca ampliar y fortalecer los diversos canales de divulgación de la investigación. Así mismo, el Departamento de Historia, que cumple cuatro años como unidad académica independiente, se encuentra en una etapa de crecimiento y consolidación. Esta nueva etapa se inició con el objetivo de dar una orientación académica a los estudios históricos a través del afianzamiento y desarrollo de la investigación y de la planta profesoral. Para ello estableció programas de estudio como la Opción en Historia y el Ciclo de Estudios en Historia: el primero ofrecido a los estudiantes de la Universidad como cursos complementarios a sus carreras y el segundo para estudiantes no matriculados en la Universidad. En este contexto nace la Revista HISTORIA CRITICA. Su objetivo es ser un medio de divulgación amplio que presente los resultados de investigaciones, análisis historio gráficos y reflexiones de los profesores del Departamento, así como de colaboradores de otras universidades nacionales e internacionales. La revista contiene escritos sobre temas relacionados con la disciplina histórica, así como también con diversos períodos vistos a través de diferentes enfoques historiográficos. La revista incluye también una sección estudiantil en donde se da cabida a los mejores trabajos de los alumnos que asisten a los cursos del Departamento de Historiade la Universidad. Igualmente hay una sección de reseñas y noticias bibliográficas sobre las últimas publicaciones relacionadas con el tema de la historia. De esta manera HISTORIA CRITICA espera poder hacer un aporte fresco e innovador a la discusión y debate que sobre la historia se realiza en Colombia. Invitamos a historiadores e investigadores a colaborar con sus trabajos y damos la bienvenida a toda sugerencia o comentario. Con este primer número queremos abrir un nuevo espacio crítico y académico como una contribución nuestra al desarollo de los estudios históricos en Colombia. Daniel García
3
PERFIL HISTÓRICO DE BOGOTÁ Jaime Jaramillo Uribe Profesor de la Universidad de los Andes, investigador y autor de numerosos estudios de historia social de la cultura.
La fundación de Bogotá y el nacimiento de la cultura santafereña. ¿Qué representó intelectualmente para nuestra ciudad la Expedición Botánica? El fenómeno humano del "bogotano" y el proceso de formación de una clase comerciante y una cultura burguesa. El original estilo de una gran ciudad.
LA FUNDACIÓN DE LA CIUDAD Al comenzar el año de 1537, meses después de un penoso viaje a través de selvas tropicales en que perecieron las tres cuartas partes de los expedicionarios, los hombres que comandaba el capitán Gonzalo Jiménez de Quesada llegaban a la Sabana de Bogotá, situada en el interior de la actual Colombia, a 2.650 metros de altitud. De ella dijo el poeta-soldado Juan de Castellanos, cronista de la gran epopeya: Tierra de oro, tierra bien abastecida, Tierra para hacer perpetua casa. Tierra con abundacia de comida, Tierra de grandes pueblos, tierra rasa. Tierra donde se ve gente vestida, Y a su tiempo no sabe mal la brasa. Tierra de bendición clara y serena, Tierra que pone fin a nuestra pena.'
Llana, de clima suave, sin extremos de temperatura o humedad, surcada por numerosos ríos y riachuelos, cruzada por bosques claros y numerosas colinas, los españoles la denominaron Valle de los Alcázares. La región estaba habitada por los Chibchas, pueblo pacífico poseedor de una desarrollada cultura que ofreció al conquistador abundante mano de
obra para la agricultura, la ganadería y las primeras manufacturas. El 6 de agosto de 1538, presidida por el fundador Jiménez de Quesada se hacía la ceremonia 1
Elegías de Varones Ilustres de Indias, Canto IV, tomo II, p. 483, Bogotá: Ed. Biblioteca de la Presidencia de Colombia, 1955.
5
HISTORIA CRITICA No.l
oficial de fundación de la ciudad de Santafé, capital del territorio que el mismo conquistador denominó Nuevo Reino de Granada. Para erigir las 12 primeras casas se escogió el sitio de Teusaquillo, lugar provisto de agua, leña y buenas tierras para huertos y jardines, desde donde podía observarse todo el valle y era fácil la defensa contra los ataques de los indígenas. Corresponde en la ciudad moderna al actual barrio de La Peña, situado en un bloque urbano donde se cruzan la carrera la. con la calle 13. En torno a este sitio se formaría el núcleo de la ciudad colonial, hoy todavía visible en el llamado barrio de La Candelaria. En 1540 el Emperador Carlos V le otorga el título de ciudad y ocho años más tarde se le concede el privilegio de armas y escudo que consisten en el águila negra rampante, con sendas granadas en las garras, coronada de oro sobre un campo azul. En 1549 se crea la Real Audiencia de Santafé y un año más tarde se instala el Supremo Tribunal con cuatro oidores, fiscales, alguaciles y porteros. En 1564 la ciudad es elevada al rango de Sede Arzobispal y en esta forma se convierte en centro de la administración civil y eclesiástica del Nuevo Reino. 2 I LA CIUDAD MESTIZA
mudejares y renacentistas, observable en las mejoresjoyas de su arquitectura religiosa como San Francisco, SanAgustín, Santa Clara y la Tercera.3 Para esta época la ciudad tiene también los primeros artistas nativos y los primeros escritores criollos con quienes asistimos al nacimiento de la cultura santafe-reña. Enrique Acero de la Cruz, los hermanos Gaspar y Baltazar de Figueroa, y el mayor de todos Gregorio Vásquez Arce y Ceballos, en la pintura; los maestros de San Francisco y San Agustín en la talla y la imaginería; poetas líricos como Francisco Alvarez de Velasco y épicos y satíricos como Hernando Domínguez Camargo; latinistas como Fernando Fernández de Valenzuela y Fray Andrés de San Nicolás. Teólogos y filósofos escolásticos, en fin, dan testimonio de su vocación humanística. 4 Uno de los cronistas de la ciudad y del Reino, Don Juan Flórez de Ocáriz, en sus Genealogías del Nuevo Reino de Granada, nos dejó una completa descripción de los que era Santafé de Bogotá hacia 1672: La ciudad, dice el cronista, que es la metrópoli, cabeza de este reino, está dividida en tres partes: la principal, en medio de dos pequeños ríos, que por pasarjunto a los conventos de San Francisco y San Agustín, tienen sus nombres. La otra parte la forman las parroquias de Las Nieves y Santa
Bárbara, y como tercera la de San Victorino. Tiene la ciudad convento de las religiones de Santo Domingo y San Francisco y de otras que han venido después, que son las de SanAgustín y de sus Recoletos. La Compañía de Jesús dividida en dos casas de colegio y noviciado. La Recoleta de San Francisco con nombre de San Diego. Cuatro monasterios de monjas: el de 2
Fray Pedro de Aguado, Recopilación Historial, 4 vols., tomo I, Bogotá, 1956. Fray Pedro Simón,Noticias H istoria-les de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, 9 vols., tomo II, Bogotá, 1953. Juan Friede, Descubrimiento del Nuevo Reino de Granada y Fundación de Bogotá, Bogóla, 1960. Carlos Martínez, Santa Fé de Bogotá, Buenos Aires, 1968, p.10 y ss. 3
Luis Duque Gómez, Colombia: Monumentos Históricos y Arqueológicos, .México, 1955, vol. II, p.l 5 y ss. Franarco Gil Tovar y Carlos Arbeláez Camacho, El Arte Colonial en Colombia, Bogotá, 1967. Del mismo autor, Santa Fé de Bogotá, Buenos Aires, 1968. 4
José Manuel Rivas Sacconi, El Latín en Colombia, Bogotá, 1949. Antonio Gómez Restrepo, Historia de la Literatura Colombiana, 4. vols, Bogotá, 1945-46. Juan David García Baca, Compilador, Antología del Pensamiento Filosófico en Colombia 1647-1761, Bogotá, 1955. Jaime Jaramillo Uribe, "Etapas de la Filosofía en Colombia" en Entre la Historia y la Filosofía, Bogotá, 1968.
En la segunda mitad del siglo XVII, llamadaya Santafé de Bogotá para diferenciarla de Santafé de Antioquia, la ciudad ha definido sus rasgos urbanísticos, su estilo arquitectónico y el carácter de sus habitantes. Sus templos y sus construcciones civiles son de una magnitud modesta. Sin grandes rentas y sin grades fortunas, lejana de los puertosy de los centros mineros, con un mestizaje avanzado que ha diluido la influencia de la cultura chibcha -de que había sido centro antes de la conquista-, tan discreta que para absorberla la nueva sociedad tampoco necesita vigorosas y patéticas formas como ha sucedido en México y el Perú, en Sante fé se ha plasmado un mesurado estilo barroco con mezclas 6
Nuestra Señora de la Concepción, el de San José de Carmelitas Descalzas, de Santa Clara y el de las Dominicas de Santa Inés del Monte Policiano. Tiene además tres parroquias sin la matriz, dos numerosos colegios de estudios seculares y otro de religiosos dominicos, hospital a cargo de la religión de San Juan de Dios, en que tiene convento. Casa de niños expósitos y divorciados. Cinco ermitas, 200 capillas oratorios de casas particulares. Estudios comunes de gramática, retórica, arte y teología, en las cuatro religiones y en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en donde hay facultad de leer cánones, leyes y medicina. Dos academias en que se dan grados de las ciencias: la una a cargo de la religión de Predicadores, la otra a cargo de la Compañia de Jesús. Tiene así mismo esta ciudad un Tribunal de Real Hacienda desde sus principios. Otro de cuentas reales, fundado el año de 1607. Otro tribunal de la Santa Cruzada, desde 1609 y otro de Tributos y asogues de 1653. Hay también juzgado de bienes de difuntos, de la justicia ordinaria, de la Santa Hermandad, del eclesiástico ordinario, de la Santa In-
quisición, de diezmos, de provincias, de ejecutorias reales, de la media anata, de papel sellado y de lo militar. Casa Real de Moneda en que se labra oro y plata y aparte oficina de fundición y ensayo. Y por lo tocante a la guerra, oficiales del sueldo, teniente de capitán general, maese de campo, comisario de caballería, sargento mayor y sus ayudantes, dos compañías de a caballo y cinco de infantería, con la que llaman de forasteros. Su cabildo tiene alférez mayores, provincial de la Santa Hermandad, alguacil mayor, depositario general y 15 regidores, y elige cada día de año nuevo dos alcaldes ordinarios y dos de la hermandad, un procurador general y un mayordomo. Y a dos de enero seis alcaldes para fuera y otros oficios concernientes a la República. Y finalmente tiene lo demás que constituye un senado de ciudad lustrosa, cabeza de reino, que en sus salidas públicas lleva sus maceros con sus ropas talares, carmesíes, que le introdujo el contador Juan Sologuren. Cría esta ciudad lucidísimos ingenios para todas las ciencias y ministerios, de que haya consumado sujetos, insignes predicadores, famosos poetas, grandes
jinetes, mucha destreza en la esgrima, en la danza, en instrumentos músicos, y otros ejercicios honestos. Son sus criollos bien apersonados, prestos, agradables, despejados, valientes y sin dificultad para cualquier aplicación de asuntos, afables y socorridos con los pobres y forasteros, y reverentes del culto divino. Y el mujeriego hermoso, de buen donaire y distinción, y lenguaje con honestidad, piedad y religión. Es lugar de mucho comercio y trato, de muy buenos caudales y con mucha gente ociosa, con oca sión de ser abundante y regalado el sustento por la fertilidad de la tierra para todas las familias natu rales y extrañas y para ganados de todos los géneros. Es mucha la volatería y la cacería de perdices, tórtolas, patos y otras aves, y de venados, saínos o puercos mon teses, concios, leones, tigres, osos y demás animales montaraces. El sitio ni se puede decir del todo enfermo ni sano, aunque tiene más de lo último. Goza de frutas naturales y de las de España y fuera más a ser menos la flojedad en la agricultura, y flores comu nes todo el año, menos las rosas, que se ven por junio y diciembre; y se ve de ordinario en los árboles juntos flor y fruto en todas suer tes. Sus ríos, no los de la ciudad, sino otros cercanos, dan pescado regalado suficiente; y de los ríos apartados se trae salpreso seco o asado de varios géneros. Hay buenas aguas corrientes de manantiales, con que no se necesita de pozos y en muchas casas fuentes y estanques en huertas y jardines. Las calles son derechas de más de seis varas de ancho, con igual proporción cuadrada en sus
7
travesías, con que llaman lo que hay de calle a calle, cuadra, por ser de cuadro nivelado, y cada lienzo de medida de 125 varas de Castilla y el centro de la plaza mayor, de dos que tiene, es de 137 varas y sin la vecindad de españoles habrá 10.000 indios de todos sexos, así en toda ella como en los barrios separados 5 LA CIUDAD VIRREINAL
El 27 de mayo de 1718, la Corona resolvió elevar la Audiencia del Nuevo Reino de Granada a la categoría de Virreinato. Pero ni el reino, ni Santafé, su capital, parecieron estar todavía preparados para asumir el nuevo papel. Seis años después, en 1723, era eliminado y el Nuevo Reino regresaba a la categoría de Presidencia. El 20 de agosto de 1739 era restablecido el Virreinato y llegaba a Santafé el primer virrey, don Sebastián de Eslava. La ciudad tendría entonces unos 15.000 habitantes. El autor del Ensayo de Historia Americana, Padre Salvador Gilij, que vivió y estudió en la ciudad en la cuarta década del siglo, comparándola con otras ciudades del Nuevo Reino y tierra firme, dice de ella: La que tiene la primacía entre
todas <las ciudades> de Tierra Firme, no sólo por ser la sede del Virrey de la misma y de Quito, sino también por ser Metrópoli de un Arzobispo del cual dependen varíos sufragáneos, es la gran ciudad de Santafé de Bogotá cuyos templos no sabría alabar nunca sufi-
cientemente, sino diciendo que nuestra Italia se sentiría digna de ellos. La mayor parte de este territorio o provincia tiene un aspecto tan bello que un europeo no puede dejar de admirarlo ya por el verde continuo de la tierra, ya por los varios ríos que la bañan. Vamos a hablar en seguida de dos bonitos riachuelos, de San Agustín y San Francisco, que corren a través de la ciudad. A la derecha hay otro llamado del Arzobispo, y otro a la izquierda que se llama Fucha. Más lejos, hacia el sur, está el Bosa; entre oriente y el norte, el Sopó, el Torca, el Tilapá, el Tinga, el Chicó, las Balsillas, las Ovejeras y algunos otros de menor importancia, pero todos al cual más al cual menos, de suficiente caudal de aguas. Pero el rey de los ríos de tan bella llanura es el Bogotá, que trae su nombre del monte Albarracín a veinte leguas del Tequendama, del cual dijimos que se precipita junto con ellos. Todos pueden ver el placer y las ventajas que da a la capital tan noble cascada, a la cual se puede ir de prisa en medio día y cómodamente en uno entero. Considerando solamente el aspecto material, hay que decir que Santafé no tiene muy buenos edificios. Tiene una extensión de cerca de a dos millas de largo por una de ancho, bien pavimentada, y dividida en tres parte por dos riachuelos que la atraviesan, el uno llamado San Agustín y el otro de San Francisco por los conventos cercanos a sus orillas. Para comodidad de la gente, sobre estos riachuelos hay cinco puentes pequeños de piedra. No se podía escoger un lugar más apropiado para la capital de Tierra Firme. Pero ya no podría alabar las casas que se construyeron a lo largo del tiempo, como lo hace Piedrahita al afirmar muy hiperbólicamente que son de piedra y ladrillo, cubiertas de teja y no inferiores a las de Castilla, con excepción de las reales y las principescas. Yo no creo que después de la publicación de la historia de este dignísimo hijo, el estado de Santafé haya disminuido, más bien ha crecido. Voy a decir lo que vi cuando estuve allá.
Las casas están cubiertas de teja y ésta es una ventaja cierta pero no exclusiva de Santafé y mucho menos para compararla con las ciudades de Castilla, cuando más con las del Orinoco y otros lugares semejantes. Hay casas de pura piedra, es cierto, pero su número es muy reducido en comparación con las de tapia pisada. Esto, por otra parte, no disminuye sus cualidades, pues los muros son bien derechos, estables y de buena duración. Creo que por motivo de los terremotos, esas casas son bajas como las de Caracas, fuera de las de algunos ciudadanos principales y de las de los religiosos que aunque tienen más de dos pisos, son de mejor estructura. Esto es más cierto todavía en relación con los templos, que para edificarlos parece que no han tenido en cuenta el gasto ni el peligro próximo o remoto de ruina. 6
5
Juan FIórez de Ocariz, Genealogías del Nuevo
Reino de Granada, Bogotá, 1943, p. 357 y ss. Lucas Fernández de Piedrahita, Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada, Bogotá, 1882, pp. 146-7. 6
Enrique Salvador Gilij, Ensayo Historia Americana, Bogotá, 1955, p. 379 y ss.
8
Al referirse al aspecto social de la ciudad y a su composición étnica, dice el padre Gilij: Santafé, en mis tiempos, era muy celebre por otros aspectos. Sus ciudadanos, aunque los titulados <nobles> son muy raros, en su mayoría son ricos y descendientes de los conquistadores de aquellas tierras, de porte gentil y buen talento. Más de ellos se hacen notar los comerciantes, categoría allá muy respetable y rica. Los negros son pocos en comparación con las tierras calientes, pero hay gran cantidad de mestizos. Piedrahita dice que en sus tiempos la parte superior de la ciudad estaba habitada por diez mil indios. De ellos, agrega, ya no queda ni uno, fuera de los forasteros que han ido a la ciudad por negocios o para prestar algunos servicios. Los indios que él describió se han transformado completamente, al mezclarse en matrimonio con sus conciudadanos, y por este motivo siguen viviendo a través de los mestizos más numerosos y fuertes que antes. 7 Con el establecimiento del Virreinato, Santafé empezó a renovarse. Recibió el aliento progresista de las administraciones Borbónicas. Los años que siguieron a 1750 fueron de cambios en la forma urbana, en las costumbres y en la cultura. La ciudad, sin embargo, no alcaiazaba el ritmo de progreso de las otras capitales de América. Sus rentas municipales seguían siendo pequeñas para realizar mejoras en sus servicios. Sus ingresos y egresos en los años anteriores al 1750 nunca llegaron a los tres mil pesos. Sólo en 1785 tuvo un aumento significativo en sus ingresos, que llegaron entoncesa5.590 pesos, sobrepasando ligeramente a los egresos. En tales condiciones era natural que los progresos materiales fueran escasos. En efecto, el alumbrado, los servicios de agua, los transportes, la higiene pública, poco habían cambiado desde los comienzos del siglo. Algún Virrey dijo refiriéndose al estado del aseo, que en Santafé había cuatro agentes encargados de la limpieza de la ciudad: los gallinazos, la lluvia,
los burros y los cerdos. 8 Desde el punto de vista cultural, la ciudad afirmó su carácter de primer centro del Virreinato y uno de los principales de América. En 1777 abrió sus puertas la Biblioteca Pública, organizada por el fiscal de la audiencia, el criollo Francisco Antonio Moreno y Escandón, autor de un plan de renovación de los estudios superiores en el Virreinato, elaborado con miras a incorporar en ellos las matemáticas y las modernas ciencias naturales. Iniciada con más de cuatro mil volúmenes que hicieron parte de las bibliotecas de los expatriados jesuítas, muy pronto llegó a tener 13.000 y algunas colecciones de manuscritos. Su primer bibliotecario, Manuel del Socoro y Rodríguez, fue también el fundador del primer periódico de la ciudad, el Papel Periódico de Santafé (1970). 9 Pero el gran impulso de renovación intelectual apareció al fundarse la Expedición Botánica del Nuevo Reino en el año 1781, a cuyo frente estuvo el sabio naturalista español José Celestino Mutis. Con amplio apoyo financiero de la Corona, Mutis realizó un completo in ventario de los recursos naturales del Reino. A su lado se formó un grupo de botánicos, mineralogis tas, geógrafos, matemáticos y dibujantes como Francisco José de Caldas, Eloy Valenzuela, José Manuel Restrepo, Francisco An tonio Zea y muchos otros que además de las ciencias naturales introdujeron las nuevas tenden cias del pensamiento ilustrado europeo en la filosofía y en las ciencias políticas. La obra máxi ma de la Expedición Botánica, la Flora de Bogotá, fue apreciada por Humboldt y Linneo como una de las grandes realizaciones científi cas del siglo. 10Los últimos años del Virreinato aportaron pocos cambios al aspecto urbanístico de Santafé. En 1774 el Virrey Guirior ordenó dar nombre a las calles de los ocho barrios en que se dividía la ciudad y numerar las manzanas y las casas, pero la medida no tuvo efectividad entonces. La costumbre de poner número a las fincas urbanas y dar el
nombre de las calles parece que sólo se generalizó al comenzar el siglo XIX. Para esta época se iniciaron algunas obras de aliento como la construcción de la Iglesia Catedral, iniciada por Fray Antonio de Petrés, terminada en 1823 y gravemente averiada por el terremoto de
1827. Al finalizar el siglo XVIII, la ciudad 7
Ibid., p. 382.
8
Eduardo Posada, Ed. Relaciones de Mando de los Virreyes,.Bogolá, 1906. 9
Guillermo Hernández de Alba, La Biblioteca Nacional, Bogotá: Ed. Instituto Caro y Cuervo, 1971. 10
Florentino Vesga, La Expedición Botánica, Bogotá, 1936. Jaime Jaramillo Uribe, El Pensamiento Colombiano en el Siglo XIX, Bogotá: Temis, 1967. "Historia déla Universidad en Colombia" y 'Tres Etapas de la Cultura" en La Personalidad Histérica de Colombia y Otros Ensayos, Bogotá, 1977.
tendría 20.000 habitantes. Comprendía 195 manzanas con 4.517 casas, poseía cuatro plazas, y cinco puentes cruzaban sus dos ríos, el San Francisco y el San Agustín. Estaba dividida en ocho barrios y cuatro parroquias que agrupaban 13 conventos y 31 iglesias, capillas y ermitas. El alumbrado era casi inexistente; el agua potable se obtenía de cuatro pilas situadas en la Plaza Mayor, San Francisco, Las Nieves y San Victorino, alimentadas por un acueducto descubierto. De ahí era distribuida por las aguateras y aguateros en grandes vasijas de barro. El aseo seguía tan primitivo como en los años anteriores y sólo existían cinco coches, el del Virrey y el del 9
Arzobispo, y los del Marqués de San Jorge, don Pantaleón Gutiérrez y la familia Vergara. 11 LA CAPITAL DE LA GRAN COLOMBIA Pasada la Guerra de Independencia, Santafé de Bogotá, que por disposición del Congreso en 1819 se llamará simplemente Bogotá, se convierte en el centro de la vida política e intelectual del nuevo estado. La ciudad posee una brillante élite formada en las postrimerías del Virreinato, educada en las obras de los ilustrados españoles y de los enciclopedistas franceses. Ha formado un tipo humano, el bogotano , expresión de una cultura añeja y madura, cuyo representante típico es don Antonio Nariño, hábil político, orador elocuente, periodista ágil que maneja la sátira y la burla con maestría desde las columnas de su periódico LaBagatela. Dirigida por juristas, letrados y teólogos, su población dará desde los comienzos de la era republicana muestras de una sensibilidad política, civilista y democrática que el pueblo de Bogotá refrendará en sucesivas etapas de su historia. Resistencia a los intentos dictatoriales del Libertador en 1828; resistencia a la dictadura del General Melo en 1854; a la del General Mosquera en 1866, para referirnos sólo a la vida política colombiana del siglo XIX. Roto el aislamiento colonial, Bogotá se abre al contacto con el mundo exterior. Los bogotanos viajan a Europa y los Estados Unidos y la ciudad comienza a recibir la visita de diplomáticos, agentes comerciales y aventureros que buscan negocios y oportunidades lucrativas. Pero sigue siendo tradicionalista y recoleta, y su ritmo de cambio es lento. Los numerosos viajeros qua la visitaron en las décadas que corren entre 1820 y 1850, nos dejaron vividas descripciones de lo que todavía eran sus costumbres, su vidad social y su carácter urbano. La más completa fué, quizás, la de August Le Moyne, diplomático francés que vivió en la ciudad once
años, desde 1829 hasta 1840. Comienza Le Moyne describiendo su paisaje y el de la alta sabana en que se halla ubicada: Bogotá es triste, dice, tanto de lejos como de cerca, pues sus alrededores están desprovistos de árboles que pudieran ocultar, hermoseándola, la monotonía de las laderas desnudas de las montañas que la enmarcan, cuyos tintes grises y sombríos se confunden con los de las pesadas techumbres de teja que tienen todas las casas; además, la entrada principal de la ciudad, lo mismo que todas las demás, está rodeada de casas de mezquino aspecto. La región tiene una alternancia de estación seca y estación lluviosa. Los más hermosos días son los de diciembre, enero y febrero. Durante los meses de lluvia se sienten los efectos desagradables de la humedad y contra lo que debiera esperarse no existe en sus casas la chimenea y ni siquiera se usa el brasero español. La arquitectura de la ciudad, si se la compara con la de México o Lima, resulta tan gris como el paisaje. Las cuatro quintas partes de las casas son excesivamente bajas y no constan más que de un entresuelo; su aspecto por fuera es muy poco seductor,pues en primer lugar parecen como aplastadas por el peso de las techumbres de teja que tienen muy poco declive y que sobresalen desmesuradamente de las fachadas; porque además las ventanas están provistas de gruesos barrotes de madera o hierro. Las casas que se distinguen por su altura no tienen más de dos pisos y en este caso lle van, a lo largo de toda la fachada, un gran balcón sobre el cual se prolonga el tejado a manera de sobradillo. Todavía en 1829 había muy pocos cristales en las ventanas y estos eran reemplazados por cuadros de telas de algodón o de muselina. 12
11
Daniel Ortega Ricaurte,Casas de Santa Fé de Bogotá,Bogotá, 1959, p. 18. 12
Augusto Le Moyne, Viajes y Estancias en Américadel Sur. Nueva Granada, Bogotá, 1945, p. 114 y ss.
Por lo general, continúa Le Moyne, las casas de Bogotá están edificadas sobre terrenos de gran extensión y tienen varios patios; antes de entrar al primero, hay que pasar por un vestíbulo llamado zaguán, a cuyos lados corren uno o dos bancos de piedra en los que se
10
sientan los mendigos en espera de que se les distribuyan las limosnas o la pitanza que se les da en muchas casas con un amplio espíritu de caridad. Las paredes de estos vestíbulos suelen tener pintadas guirnaldas de flores o imágenes de San Cristóbal. Al primer patio dan las habitaciones principales de la casa y tienen, como los de los conventos una o dos galerías superpuestas, según que sean de un piso o de dos. La afición a estas galerías se justifica por las grandes ventajas que ofrecen para el servicio interior en época de lluvias o para pasearse cuando no se puede salir a la calle. Los otros patios sirven para los quehaceres ordinarios de la casa o para tener los caballos y animales domésticos y también para depositar las inmundicias, pues pocas son las casas que tienen alcantarillado o pozos negros. No sólo son modestas las construcciones, también lo son el mobiliario y las costrumbres de los habitantes. En las casas de la pequeña burguesía, dice Le Moyne, el mobiliario es de una sencillez que guarda relación exacta con el estado poco adelantado de la ebanistería. Mollien, otro observador francés de la época, atribuye el fenómeno
al bajo nivel de las fortunas: Un ejemplo es el mobiliario de la sala donde se reciben los visitantes. Generalmente consta de dos mesitas colocadas simétricamente en los extremos de la habitación, un canapé forrado en tela de algodón o cuyo asiento es una piel de toro, unas butacas y unas sillas de madera ordinaria talladas, cuyos asientos y respaldos están provistos de cuero curtido. Se agregan dos o tres espejos, otras tantas lámparas pequeñas, colgadas del techo y algunas estampas de gusto anticuado. En la alcoba, la cama que lleva por encima un baldaquín, está adornada con cortinas de muselina. En las casas más elegantes se suelen ver sofás y sillas de los Estados Unidos. El armario es un mueble sumamente raro y se remplaza con baúles y cofres. El piso de las habitaciones no está entablado sino enladrillado, cubierto con esteras tejidas por lo indios. En las casas de propietarios de alguna fortuna las esteras indígenas comenzaban a remplazarse por alfombras importadas. 13 Las cocinas presentan un ambiente particularmente primitivo, muy en armonía, oberva Le Moyne, con la calidad de la comida. Hay en ellas una piedra ancha para moler el cacao y los granos. Dos o tres piedras colocadas en el suelo sirven para hacer el fuego y colocar las ollas de hierro o barro para hacer el puchero. A esto se agregan una parrilla y una sartén para los fritos y asados, unos cántaros y una paila de cobre para elaborar los dulces. A veces se puede agregar un horno pequeño. Las cacerolas suelen ser muy pocas y casi no se conocen. La comida corriente suele consistir en alguno de estos platos: carne cocida con mazorca de maíz, plátanos, yucas y diversas legumbres; un guiso de cordero o cerdo, aves asadas o fritas, huevos fritos o en tortilla, todo aquello acompañado de mucha cebolla.
pimientos y tomates. Muy frecuente es la mazamorra, que es una sopa hecha de harina de maíz, azúcar, miel y un sin número de dulces y compotas. Se come muy poco pan y este se hace mezclado con huevo. La bebida, además del agua, es la chicha, especie de sidra hecha con melaza y maíz fermentado. El vino es bebida de lujo que se bebe muy poco porque además de ser caro está considerado como pernicioso. La vajilla casi siempre provenía de los Estados Unidos o de Inglaterra. Las cucharas, cuchillos y tenedores son de quincallería; de plata lo único que se se ha vulgarizado son los vasos y copas. Los bordes del mantel, observa el cronista, suelen servir para limpiarse la boca y las manos, pues a nadie se pone servilletas. Esta es la dotación de las casas medias. Hay familias que han introducido en el modo de vivir algo de lujo de Europa. Un francés o un inglés vuelve a encontrar aquí costumbres que difieren muy poco de los usos de la mejor sociedad de sus países. Las calles poco habían cambiado desde la Colonia. Mal pavimentadas, la parte central recibía las aguas negras, pues se carecía de alcantarillado. La más concurrida, y centro de actividad comercial, era la Calle Real. Según la descripción de Le Moyne, la mayoría de las tiendas eran oscuras y mal presentadas. Las mercancías, puestas generalmente sobre el suelo, se componían de los objetos más diversos, pues la especialización en géneros específicos (o determinados) era desconocida, de manera que en ellas se daban cita
13
Mollien, Viajes por la República de Colombia en 1823,Bogotá: Bibliotecam Popular de Cultura Colombiana, 1944, p. 180 y ss
11
la mujer más elegante que buscaba objetos de lujo y las más humildes gentes del pueblo que solicitaban baratos cachivaches.14 Como en el país, oberva el mismo viajero, no hay prejuicios sobre el ejercicio del comercio, algunas de las personas que se dedican a él ocupan al mismo tiempo altos cargos oficiales en el gobierno. Por ejemplo, agrega, en 1830 conocí al doctor Borrero, persona que había sido Presidente del Congreso, Ministro de Relaciones Exteriores y que al día siguiente de haber presentado la dimisión de este último cargo vendía en su tienda telas midiéndolas él mismo con la vara en la mano. Además de negocios comerciales las tiendas del Bogotá de entonces eran sitios de reunión social donde se hablaba de política, negocios y literatura. Algunas de esas tertulias, como la del almacén de don Ricardo Carrasquilla, llegaron a ser famosas porque desde ellos se dirigía la política nacional. La plaza mayor seguía siendo el gran centro de actividad comercial y social. En ella estaba la Catedral y capilla anexa del Sagrario, depositaría de grandes
obras de arte como su sagrario y algunas de las más representativas obras del pintor colonial santafereño Gregorio Vásquez; también quedaban allí los correos, la casa de la aduana, varios tribunales y el Consejo de Estado. Pero el más importante sitio de ella era el altozano, una amplia terraza frente a la Catedral, frecuentada todos los días de cuatro a seis de la tarde por el mundo social, literario y político de la ciudad. En las décadas que van de 1830 a 1850, Bogotá era una ciudad de transición. Las influencias europeas, especialmente la francesa y la inglesa, ganaban ascendencia en el campo de la ideas y las costrumbres de la clase dirigente. Con los libros de Bentham, de Juan Bautista Say y de Tocqueville, aparecían las carreras de caballos, los vestidos, los textiles y las alfombras de procedencia inglesa y francesa. "Soy de los que ven con profundo sentimiento desaparecer los tipos de traje de Bogotá, decía Le Moyne, ante la importación de modas francesas, que si bien significan para nuestros comerciantes y modistos pingües ganancias, son en cambio desfa-
vorables para los turistas y para el artista que va siempre al extranjero en busca de las cosas que proporcionen un atractivo distinto de los usos y costumbres casi uniformes de nuestro mundo europeo". 15 La ciudad hacía también esfuerzos por cambiar su fisonomía económica. El gusto por los negocios y la iniciativa industrial aparecían en un medio acostumbrado a obtener sus rentas de la agricultura, la burocracia y el comercio. Al amparo de la política de protección preconizada por el General Santander y de los monopolios ofrecidos por el gobierno, aparecieron fábricas de loza, vidrio, tejidos, papel, hierroy otras manufacturas. Con excepción de las de loza, hierro, vidrio y tejidos.
14
15
Le Moyne, op. cit., p. 125 y ss. Ibid.,p. 146 y ss.
12
mayoría de ellas tuvieron corta vida o no llegaron a funcionar. La clase empresarial bogotana era todavía inmadura y los capitales débiles.16
den sus productos a 2 dólares. Los carpinteros son malos y dotados de pobres instrumentos. Bogotá, agrega, es sólo un mercado para cacharros.17
El norteamericano John Stewart, que anduvo promoviendo empresas en 1836, se lamentaba de los obstáculosy de la mala suerte que tuvieron algunos proyectos.
LA CIUDAD ROMÁNTICA
La fábrica de cristales, dice, fue planeada como para funcionar en París; la de papel, está paralizada; la de tejidos de algodón fue proyectada con una maquinaria costosísima de imposible transporte en este país. La de peines y sombreros podría producir para un mercado varias veces mayor. Tampoco es abundante y eficaz la mano de obra artesanal. En Bogotá, dice el mismo observador, no hay sino buenos y numerosos sastres, pero su obra es ordinaria y barata, tan barata como en New York. No hay sino un buen zapatero, Mr. Michael, un americano que cobra 10 dólares por unas botas wellington. Los demás son zapateros populares que ven-
Los años que siguieron a 1850 fueron años de transformaciones sociales, políticas y económicas para Colombia, y Bogotá no fue ajena al proceso de cambio. El país rompió bruscamente con la tradición colonial y vigorosas influencias inglesas y francesas se hicieron sentir en sus instituciones, su vida intelectual y sus costumbres. Durante el gobierno del General José Hilario López (1849-1853) se dio libertad a los esclavos, se liberalizaron la economía y la organización fiscal, eliminando monopolios, suprimiendo impuestos tradicionales y practicando una política de libre cambio en el comercio exterior. En el orden político se estableció la libertad absoluta de prensa, se concedió el sufragio universal sin restricciones, se decretó la separación de la Iglesia y el Estado y se
expulsó del territorio nacional a los padres jesuítas. Para el ejercicio de las profesiones se eliminaron los títulos universitarios, considerados entonces como una forma de monopolio.18 La élite intelectual de Bogotá fue el agente activo de tales transformaciones. La vida política y cultural adquirió entonces una vivacidad sin precedentes, gracias a la multiplicación de la prensa y al intenso contacto con Europa, especialmente con Francia. Las ideas románticas del 48 y las nuevas ideologías políticas como el socialismo de Blanc y Proudhon, el republicanismo de Lamartine, el filantropismo de Hugo y el anticlericalismo de Sue, se difundieron ampliamente en la juventud neogranadina, particularmente en los medios universitarios y artesanales. La prensa bogotana tuvo entonces uno de sus períodos más florecientes. Periódicos como El Neogranadino, El Tiempo, La No-
che, El Día, reproducían los discursos de los líderes republicanos franceses y editaban los libros de los economistas y pensadores políticos de Inglaterra y Francia. Bogotá fue también en esta época la cuna de los partidos políticos colombianos. Federalistas y centralistas de los años de la Independencia, bolivarianos y santan-deristas después, en 1850 se perfilan sus orientaciones y toman los nombres definitivos de Liberales y Conservadores. La estructura social de la ciudad cambiaba igualmente hacia mediados del siglo. El desarrollo económico había producido una clase comerciante y una naciente l6
Luis Ospina Vásqucz, Industria y Protección en Colombia., Medellín, 1955, p. 143 y ss. 17 John Stewart, Bogotá in 1836-37, Nueva York, 1838, p. 141 y ss. En el mismo sentido se expresaba el viajero norteamericano, Coronel W. M. Duane, en su libro A Visit to Colombia in Ten Years, 1822-1823, Filadelfia, 1826. 18 Sobre estos aspectos de la historia económica, social y política, ver Ospina Vásquez, op.cit.; Gerardo Molina, Las Ideas Liberales en Colombia, Bogotá, 1970. Jaime Jara-millo Uribe, El Pensamiento Colombiano en el Siglo XIX, Bogotá, 1967.
13
cultura burguesa. Liberal en materias económicas "y políticas, informada del pensamiento científico de la época, afrancesada y anglicada en sus hábitos de consumo, en su actitud positiva ante el progreso técnico y en su laxitud religiosa, la emergente burguesía bogotana produjo tipos representativos y familias como los Camacho Roldán, los Samper, los Wills, los Pereira Gamba, los Cuervo, los Montoyas y Sáenz de Santamaría, que llevaron su influencia a la sociedad y a la política de la capital y de todo el país. Por otra parte, las viejas familias, descendientes de los antiguos funcionarios coloniales, terra-tenientes o militares de la gesta emancipadora, apegados a las costumbres de antaño y a la cultura española, católicos ortodoxos influidos por el pensamiento francés de los ultras, formaron el núcleo de las fuerzas conservadoras agrupadas en torno a figuras intelectuales como José María Torres Caicedo, José Manuel Groot, Vergaray Vergara, José Eusebio Caro, Mariano Ospina Rodríguez y más tarde alrededor del más conspicuo de todos, el vigoroso pensador polítiico Miguel Antonio Caro. La ciudad fué también el foco de irradiación de un activo movimiento artesanal. Sastres, carpinteros, zapateros, herreros, aguadores, pequeños burócratas se agruparon en torno a las Sociedades Democráticas y las Sociedades Populares, de orientación medio liberal, medio socialista y cristiano-románticas las primeras; católicas y conservadoras las segundas. Las Democráticas, que llegaron a contar varios millares de miembros, participaban por igual en organizaciones gremiales, centros cívicos de educación, y eran además activos defensores de las numerosas pequeñas industrias existentes en la ciudad y en el país frente a las tendencias librecambistas dominantes en la política oficial de la época. Constituyeron el soporte de las reformas
del 50 adelantadas por el General López y rindieron su última jornada al respaldar el golpe de estado del General Melo el 17 de abril de 1854. La deportación de varios centenares de ellos a Panamá y la decadencia del grupo producida por la política del libre cambio que seguía afianzándose, clausuró una década de conflictos políticos y sociales que habían sido especialmente violentos en la capital del país. 19 Del aspecto urbano y social de la ciudad de 1850, nos habla Salvador Camacho Roldán en sus Memorias Autobiográficas: No era el Bogotá de 1850, como es hoy -decía el memorialista en 1880- el principal centro de cultura de nuestro país. Cartagena y Popayán parece que eran entonces ciudades más importantes. En la
ciudad sólo la calle de la Carrera daba testimonio, por algunas casas de gran estilo, de que en ella habían vivido familias acomodadas. El caserío, en los años 1840 a 1848, era muy inferior a lo que es hoy, y tal vez no había diez casas cuyo arrendamiento fuera superior a cincuenta pesos mensuales. Entre las de diez y veinticinco mil pesos vivían las nueve décimas partes de las familias bogotanas y el servicio que bastaba en esos tiempos se componía de las siguientes piezas: una sala de recibo, tres o cuatro alcobas estrechas, comedor casi siempre oscuro, cuarto para criadas, cocina, despensa y a lo
19
Ver nuestro ensayo, "Las Sociedades Democráticas y la Coyuntura Histórica de 1848" en La Personalidad Histórica de Colombia
14
mando pozos pestilentes que embarazaban el paso; no había alumbrado sino en las tres del comercio y eso de tal naturaleza que sólo servía, como en España, para hacer visibles las tinieblas.
“ la gran mayoría de los colombianos cultos desconoce el sentido de las ciencias, careciendo de entendimiento para ellas. No obstante, fingiendo el más vivo interés, no tienen inconveniente alguno en participar en las discusiones sobre tópicos de toda clase, a pesar de desconocerlos...”
más una carbonera, dos patios y un gran solar. No eran frecuentes las casas provistas de agua corriente, excusados y caballeriza. Su valor fluctuaba entre mil y diez mil pesos y en este último caso se refería a las casas de un piso en las calles más frecuentadas de la ciudad. La construcción de viviendas cómodas y elegantes tomó algún vuelo con la llegada del arquitecto inglés, señor Tomas Reed, quien vino al país traído por el General Mosquera y fue autor de los planos del Capitolio Nacional. El servicio municipal era casi nulo. No había enlosado en las aceras de las calles, excepto en las tres del comercio; faltaba empedrado en muchas; el agua de los caños, que corría por la mitad de ellas, se encargaba de arrastrar a los ríos San Francisco y San Agustín las basuras de las casas y se regaba a uno y otro lado for-
El desaseo de las calles y la enormidad de los muladares no dejaba nada que desear. Cuando en 1850 invadió el cólera a Bogotá, y con ese motivo se pensó en algo de limpieza, en pocos días fueron extraídas 160.000 carretadas de basuras para abono de los potreros de la Estanzuela y Aranda. No había carros y otros medios de transporte sino los mozos de cordel. Cuando merced a los trabajos de Mac Allister, Thompson y Moncrefs, los primeros fabricantes de carros, empezaron a emplearse estos en las calles, quedaron sin trabajo los mozos de cordel. Una parte de ellos se tornó en pordioseros y el resto tomó el oficio de carreteros o peones de hacienda. A este respecto debe recordarse que la mendicidad era rasgo distintivo de las poblaciones españolas y sus descendientes en América, como aún es eminente en Bogotá, pero en los años de 1840 a 1850 había llegado a ser insoportable. Algo mejoró esta situación con tres acontecimientos que reanimaron un tanto las industrias y la agricultura: la construcción de la carretera de occidente; la introducción de la papa tuquerreña, más productiva y libre de la enfermedad de la mancha; y la propagación del trigo barcino, menos expuesto que las semillas antiguas al polvillo. La prostitución descarada y el contagio de las enfemedades venéreas, era otro lunar triste de la población bogotana. 20
ción mayor se hallaba en las cercanas plantaciones de Ambalema, en sus clases dirigentes urbanas y rurales se fue transformando el gusto y mejorando el nivel de los consumos. Algo semejante ocurría con los servicios públicos de la capital. Al finalizar el año de 1865 se produjo la instalación del telégrafo eléctrico, pero sólo en 1883 se construyó el primer acueducto de tubería metálica. Hasta esa fecha la provisión de agua se hacía como en los tiempos de la colonia, de los innumerables chorros y pilas que tenía la ciudad. Por lo demás, su estilo urbano seguía siendo el de una ciudad mestiza de arquitectura hispanoamericana, trazado y aspecto general semejante al de las ciudades andinas del Continente, en cuya composición demográfica el elemento indígena había tenido parte considerable y, en cambio, faltaba la contribución del inmigrante europeo. Algo semejante a Lima, Quito o Ciudad de México. El geógrafo alemán Alfred Hettner, que la visitó en 1833, decía de ella: Aún en relación con el número de sus habitantes (80 a 90 mil) con esas calles estrechas, que no sirven para el tráfico de carros y que en el centro todavía llevan los caños de desagüe, con una mala iluminación, con los miserables ranchos de los suburbios y con todo su carácter, Bogotá da mucho más la impresión de una pequeña ciudad no europea que la mayoría de las capitales de los países suramericanos.21 Más a pesar del lento cambio de la civilización material, Bogotá conoció en este lapso una de las épocas
LA ATENAS SURAMERICANA
En las décadas del 60 al 80, la ciudad adquirió un ritmo más rápido de cambio, a pesar de las guerras civiles que conmovieron la nación. Beneficiada con el auge de algunas industrias de exportación como el tabaco, cuya produc-
20
Salvador Camacho Roldán, Memorias sobre Bogotá, Bogotá, 1942, vol. I, p. 137 y ss. 21
Alfred Hettner, La Cordillera Oriental de Colombia, Bogotá, 1966, p. 275.
15
más brillantes de su vida intelectual. La prensa, la educación y las tertulias literarias florecieron como nunca. Reanimada la vida universitaria con la reapertura de la Universidad Nacional en 1867, la ciudad reafirmó su carácter de guía intelectual de la nación. Los estudios matemáticos, la ingeniería y las ciencias naturales florecieron con figuras como Julio Garavito Armero, Indalecio Liévano y Luis Lleras Triana; la química con Liborio Zerda y Manuel Ancízar; la filosofía con Rafael María Carrasquilla, Ricardo de la Parra y Rafael María Galán; el ensayo y la polémica política con
figuras como Rafael Núñez, Carlos Martínez Silva, Carlos y Jorge Holguín, Santiago Pérez, José María y Miguel Samper y Salvador Camacho Roldán. Pero fue en el campo del humanismo y la literatura donde la tradición de la ciudad alcanzó sus mejores frutos. José Asunción Silva, Rafael Pombo, Diego Fallón, en la poesía lírica; Eugenio Díaz y Jorge Isaacs en la novela; José María Vergara y Vergara y José Manuel Groot en la historiografía. En la filosofía y en el campo de los estudios clásicos se produjeron tres figuras descollantes: Miguel Antonio Caro, latinista, filólogo, filósofo y pensa-
dor político; traductor de Virgilio y de Horacio, autor de varios volúmenes de estudios gramaticales, lingüísticos y críticos. Rufino José Cuervo, considerado el mayor lingüista del mundo hispánico en su tiempo, autor de las Apuntaciones Críticas sobre el Lenguaje Bogotano, iniciador del monumental Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana, precursor de los estudios lingüísticos modernos en el ámbito hispanoamericano con sus ensayos El Castellano en América y Castellano Popular y Castellano Literario. Ezequiel Uricoechea, finalmente, etnólogo, lingüista e historiador que llegó a ser profesor de árabe en la Universidad de Bruselas y murió prematuramente en Beirut en desarrollo de sus labores científicas. No sin razón algún observador extranjero llamó entonces a Bogotá la Atenas Suramericana.22
En sus Notas de Viaje, el escritor argentino Miguel Cañe, que llegó a la ciudad en 1881 como representante diplomático de su país, describía así el ambiente intelectual bogotano de la época: He dicho ya que el desenvolvimiento de la ciudad bogotana es de una superioridad incontestable. Es la tierra de la poesía; desde el hombre del mundo, el político, el militar, hasta el humilde campesino, todos tienen un verso en los labios. Si esto es la generalidad, es fácil concebir la altura de los grandes poetas colombianos. No quiero hablar del pasado, pero no puedo resistir al deseo de recordar aquí los hombres cuya mano estreché con una invencible mezcla de respetoy cariño: Rafael Pomboy Diego Fallón; José Manuel Marroquín en quien vencer las mayores dificultades del verso, sea en la forma, la transposición o en la rima, para 22
Sobre el movimiento literario y científico en este período, ver Antonio Gómez Restrepo, op. cit., vol IV, Bogotá, 1946. Antonio Cuisio Alumar, La Novela en Colombia, 1957. Batanan, Duque Gómez y otros. Apuntes para la CienciaenColombia, Jaime Jaramillo Uribe,Ed., Bogotá: 'Colciencias, 1971.
16
derramar en él la gracia, la ironía y el chiste, es un verdadero juego. José María Samper que ha escrito seis y ocho tomos de historia, tres o cuatro de versos, diez o doce de novelas, tres o cuatro de viajes, de discursos, de estudios jurídicos, memorias y polémicas... Puede Colombia estar orgullosa a justo título de dos hombres jóvenes aún pero cuya reputación de sabios y profundos literatos ha salvado los mares, extendiéndose a la península española. El primero es Miguel Antonio Caro, el segundo Rufino J. Cuervo. Resumiendo, una sociedad culta, inteligente, instruida y característica, que se ha refugiado en las alturas, huyendo de la penosa vida de las costas, indemnizándose, por una cultura in-
telectual incomparable, de la falta completa de progresos materiales. Es por ciento curioso llegar sobre una mu la, por sendas primitivas en la montaña, durmiendo en posadas en la Edad Media, a una ciudad de refinado gusto literario, de exquisita civilidad social y donde se habla de los últimos progresos de la ciencia como en una academia europea. El geólogo alemas Alfred Hettner que visitó la ciudad por la misma época fue menos benévolo. En sus notas de viaje escribió a propósito de la élite intelectual bogotana: La gran mayoría de los colombianos cultos desconoce el sentido de las ciencias, careciendo de entendimiento para ellas. No obs-
tante, fingiendo su más vivo interés, no tienen inconveniente alguno en participar en las discusiones sobre tópicos de toda clase, a pesar de desconocerlos, pareciéndoles incomprensible que el extranjero admita con franqueza su ignorancia en determinadas materias. En esta misma actitud de pretender saberlo todo y meter baza de lo imposible, lo revela sin lugar a dudas toda su falta de comprensión y aprecio por lo serio, lo mismo que su interés y respeto por la ciencia. Envía de ejemplo ilustrativo de su grado de penetración en el movimiento científico, permítaseme mencionar que para ellos Flanmario y Julio Verne van a la cabeza de los naturalistas. Tan sólo determinadas personas tienen un marcado interés en
17
progresar en su entendimiento científico, siendo ellos, fuera de los ya mencionados (Triana, Cuervo, Uricoechea), Liborio Zerda, Francisco Bayón, Miguel Antonio Caro, Salvador Camacho Roldán y algunos otros.23 EL SIGLO XX
Hacia fines del siglo XIX, Bogotá contaba con 128.000 habitantes. Para la misma fecha el historiador Daniel Ortega Ricaurte informa que la capital tendría 710 casas altas, 3.700 bajas, 4.700tiendasy 900 casa pajizas en los suburbios. En total 10.050 edificaciones. Para la misma época había sido dotada de acueducto con tubería de hierro, alcantarillado, alumbrado eléctrico y servicio de teléfonos.24 A comienzos del presente siglo, terminada la última contienda civil del país, la ciudad se benefició con la estabilidad política y el espíritu progresista de la administración del General Rafael Reyes. La celebración del primer centenario de la Independencia nacional sirvió de ocasión para mejorar los servicios públicos y embellecer sus calles, parques, plazas y jardines. Hicieron entonces su aparición, en los sectores residenciales de las clases medias y altas, las villas de estilo italiano y, en la zona central, las mansiones afrancesadas. Al terminar la primera guerra mundial contaba con una población de 143.993 habitantes y en sus calles aparecían los primeros automóviles y el tranvía eléctrico. En los primeros años de la década de 1920 a 1930 Colombia recibió un fuerte
impulso hacia la modernización de su economía y de su vida social. La indemnización pagada por los Estados Unidos por la segregación de Panamá, los empréstitos externos y las inversiones extranjeras en hidrocarburos, estimularon las actividades comerciales e industriales. Bogotá fue uno de los centros urbanos que directamente se aprovechó de las nuevas circunstancias. Las reformas administrativas y financieras de 1923 la convirtieron en el más importante centro burocrático y bancario del país. La depresión económica mundial de 1930 detuvo su ritmo de crecimiento, pero la recuperación de los años siguientes fue para la capital el comienzo de un período continuo de transformaciones demográficas, urbanísticas y económicas. Por estos años también comenzaron a cambiar su arquitectura y paisaje urbano. Al margen de una gran actividad constructora y gracias a la obra de algunos arquitectos innovadores como el chileno Julio Casanovas se introdujeron nuevos estilos, nuevos materiales y nuevas técnicas de construcción. Hicieron entonces aparición los edificios de varios pisos, de formas geométricas rectangulares y amplio uso del vidrio y el cemento. La fundación de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional en 1936 intensificó el movimiento de renovación y Bogotá se convirtió en un gran centro de experimentación arquitectónica que le ha dado un abigarrado estilo urbano en el que elperfil tradicional de la ciudad andina de fisonomía hispánica casi ha desaparecido. Al lado de sectores residenciales construidos en el más puro estilo Túdor inglés,
han aparecido sucesivamente el cubismo y el funcionalismo de la escuela de Le Corbusier, el neo-clacisismo de Perret, el naturalismo de Wright y el organicismo de Bruno Zevi. 25 En los años posteriores a la segunda guerra mundial el ritmo de cambio de Bogotá, ha sido uno de los más rápidos entre las capitales de América. En primer lugar, se ha convertido en una importante ciudad industrial, la primera de Colombia por el número de establecimientos fabriles, por la magnitud del mercado y por el
“Bogotá sigue siendo no solo el primer centro administrativo y político de Colombia, sino también su capital cultural. Es todavía la gracia, el buen hablar y la preocupación humanística que un día le dio el nombre."
23
Alfred Hettner, Viajes por los Andes Colombi-
anos, 1882-1884, Bogotá: Ed. Banco de la República, 1976, p. 124. 24 25
Ortega Ricaurte, op. cit. 25 Martínez, op. cit.
18
número de empleados y obreros que en 1964 llegó a la cifra de 400.000 personas ocupadas en la actividad industrial y comercial sólo del sector privado. Su población, por otra parte, se ha duplicado en el lapso de 20 años, por crecimiento interno y sobre todo por las continuas migraciones procedentes de la provincia colombiana. Durante los años de intensa conflictividad política y social que vivió el país en el decenio de 1950 a 1960, se calcula que la ciudad recibió cerca de 360.000 inmigrantes. Desde entonces el flujo de población ha continuado constante, dando lugar a complejos problemas urbanísticos y sociales. Su población, que en 1960 se acercaba al millón de habitantes, se estima en tres millones para 1973. El área urbana se ha extendido en proporciones desmesuradas y en sus periferias han surgido las enormes barriadas de formación espontánea, habitadas por poblaciones que la ciudad no alcanza a asimilar en su economía ni a beneficiar con servicios de transporte, vivienda, educación y sanidad. Bogotá, sin
embargo, ha sabido responder a este reto social. Posee hoy una de las más valiosas experiencias en materia de política de vivienda popular, que ha tenido expresiones espectaculares como la construcción de la Ciudad Kennedy, levantada en el corto lapso de cinco años para albergar a 100.000 habitantes. Tan inusitado crecimiento tampoco ha hecho perder a Bogotá su espíritu tradicional ni los rasgos psicológicos y culturales que le dieron carácter a sus habitantes. Bogotá sigue siendo no sólo el primer centro administrativo y político de Colombia, sino también su capital cultural. Es todavía la cuna del ingenio, la gracia, el buen hablar y la preocupación humanística que un día le dió el nombre de Atenas Suramericana. Sus museos, sus bibliotecas, sus universidades y centros educativos, su prensa, sus cachacos -que aún existen-, hasta sus niños vagabundos llamados gamines en el habla popular, la sensibilidad democrática y civilista de sus habitantes, en fin, dan
testimonio del espíritu de una ciudad que en cuatrocientos años de historia acuñó una de las personalidades urbanas más originales de hispanoamérica.
NDA : Este ensayo sobre Bogotá fue escrito en 1976 con destino a un libro sobre ciudades de América que bajo la dirección de José Luís Romero aparecía en Buenos Aires. Hasta donde llega la información del autor, el libro no fue editado.
19
BASES URBANAS DE LA VIOLENCIA EN Pueden establecerse en nuestro país paralelos entre la violencia actual y la violencia vivida a mediados de siglo? Un análisis comparativo de la violencia en Colombia durante los períodos 1945-1950 y 1984-1988, y su relación con otros fenómenos, como desarrollo económico, sindicalismo, gaitanismo y narcotráfico.
COLOMBIA 1945-1950 1984-1988 Por Medófilo Medina Historiador, profesor de la Universidad Nacional
1. INTRODUCCIÓN En la literatura histórica y sociológica sobre la violencia se diferencian claramente los momentos de síntesis y las aproximaciones monográficas. Cuando se alude a los primeros se hace referencia a obras como la de Guzmán, Fals, Umaña, 1962; Paul Oquist, 1978; y en cierto modo Colombia: Violencia y Democracia, 1986. Sin embargo, tiende a predominar la fragmentación de la Violencia como objeto de estudio. Tal frag-
1 Germán Guzmán, Orlando Fals Borda, Eduar-do Umaña Luna, La Violencia en Colombia, Bogotá, 1962. Paul Oquist,Violencia, Conflicloy Política en Colombia, Bogotá: Instituto de Estudios Colombianos, 1978. No son éstas las únicas obras que afrontan la violencia desde una perspectiva global. Pero sí constituyen las dos síntesis más logradas en etapas diferentes de la investigación sobre la Violencia.
20
mentación ha asumido de manera sucesiva la modalidad de regionalización2, separación de "temas" 3 de la Violencia, e incluso una especie de parcelación. Esto último se percibe en la tipología que se desarrolla en el informe de la Comisión Interdisciplinaria: Violencia Política, Violencia Urbana, Violencia Organizada, Violencia Familiar, etc. Frente a cada una de esas manifestaciones de violencia se propusieron políticas y soluciones específicas. Desde luego no se trata de "deformaciones", de una especie de desviación del espíritu científico. Son momentos necesarios ambos en el proceso de investigación. Una y otra perspectiva se requieren
mutuamente, se retroalimentan. Hoy no se trata de volver a "la era de las grandes explicaciones causales", como señalaba Daniel Pecaut. Más bien habría necesidad de abordar el examen de los rasgos comunes, de los nudos de confluencia de las diversas "violencias" o "fenómenos de violencia" según sea la expresión que se prefiera. Parece sugestivo afrontar ciertas relaciones entre procesos diversos. En el presente ensayo se intenta abordar relaciones entre la violencia y otros fenómenos globales bajo los siguientes enunciados: Violencia y desarrollo económico, violencia urbana y rural, y
violencia y alternativas populistas. 2
Los ejemplos más notables de estudios regionales sobre la Violencia son los siguientes: Darío Fajardo, Violencia y Desarrollo. Transformaciones Sociales en Tres Regiones Cafeteras del Tolima 1936-1970, Bogotá: Ed. Suramerica, 1979. Jaime Arocha, La Violencia en el Quindío, Bogotá: Ed. Tercer Mundo, 1980. Urbano Campo, Urbanización y Violencia en el Valle, Bogotá, 1980. James Henderson, Cuando Colombia se Desangró. Un Estudio de Violencia en Metrópoli y Provincia. Bogotá,1984.Carlos Miguel Ortíz Sarmiento, Estado y Subversión en Colombia. La Violencia en el Quindío Años 50. Bogotá: CEREC-CIDER, 1985. 3
Gonzalo Sánchez, Donny Meertens, Bandoleros, Gamonales y Campesinos. El Caso de la Violencia en Colombia, Bogotá: El Ancora Editores, 1983. En cuanto al estudio de "temas" de la Violencia el de Sánchez es un libro pionero que hasta ahora no ha tenido continuadores. 4
El Tiempo. 21 de octubre de 1949.
2. VIOLENCIA Y DESARROLLO ECONÓMICO: DOS COYUNTURAS, 1945-1950, 1985-1988. 2.1 Economía y Violencia 19451950 La Violencia de mediados del presente siglo se precipitó sobre Colombia al tiempo que ésta entraba en una fase de crecimiento económico acelerado (1945-1953). Era justamente el mes de octubre de 1949 el menos indicado para que un colombiano lanzara comentarios optimistas sobre la suerte de su país. En efecto, tuvieron lugar una serie de matanzas colectivas que anunciaban con los métodos del terror la proximidad de las elecciones presidenciales que se celebrarían en el siguiente mes. Sin embargo, imperturbable, el presidente de la Asociación de Industriales, ANDI, refiriéndose al estado de la economía señalaba: "He repetido muchas veces en las últimas semanas mi concepto sobre el particular, que es muy optimista y que se basa en hechos concretos, como son el precio del café, los aumentos muy considerables en la producción agrícola e industrial, la oportunidad de los pagos internacionales y el equilibrio de la balanza de pagos" 4. Quizá de manera menos esquizoide que su antecesor, el presidente de la ANDI, Fabio Echeverry Correa, declaraba sibilinamente a comienzos de 1987: "La economía va bien, pero al país le va mal". La Violencia había adquirido las formas enrarecidas de la guerra sucia. La simultaneidad de Violencia y expansión de la economía en épocas distintas sugiere relaciones más
En estos tres momentos está
presente la inquietud por aprehender lo específicamente urbano de los procesos de violencia en Colombia. Se abordan los anteriores enunciados desde una perspectiva comparativa de la violencia en los períodos 1945-1950 y 1984-1988.
21
profundas que las de la simple coincidencia en las dos series de fenómenos. Desde luego, no hay razón para proponer, al menos a nivel nacional, la acción de "estrategias intencionales" en esta a s o c i a c i ó n e n tr e b o n a n z a económica y altos índices de violencia política. Se trata de movimientos más complejos que superan, las más de la veces, a sus agentes sociales. A mediados del decenio de los cuarenta, y luego de una etapa de recesión, los índices económicos se dispararon hacia arriba. Entre 1945 y 1949 el producto interno bruto, el producto interno per cápita y el ingreso nacional bruto se incrementaron a una tasa anual de 5.9%, 3.6% y 7.5%, respectivamente 5 . Entre 1945 y 1953 la industria creció a la tasa record anual del 9.2%. La agricultura vio aumentar el volumen de producción en un 77% para 1948 y en 113.8% para 1949 6 . Por el mismo tiempo, la economía colombiana fue objeto de dos procesos: monopolización, y reactivación y diversificación de la penetración del capital extranjero, particularmente del norteamericano 7 . Sin embargo, en el presente trabajo se mantienen como variables centrales de análisis la pareja crecimiento económico y Violencia. Al paso que los índices anteriores y muchas otras cifras que no se han consignado en las presentes páginas reflejaban el buen suceso de la economía, la Violencia avanzaba inexorablemente. Desde 1947 la mayoría de los Departamentos registraban hechos violentos. En las ciudades se reprimían manifestaciones obreras. Las
concentraciones gaitanistas también cosechaban víctimas. A finales de 1949 ocurrieron verdaderos genocidios como los de Belalcázar, en el Cauca; El Playón, en Santander; Betania, Ceilán y San Rafael en el Valle del Cauca;Arauca en Caldas. En Cali tropas del ejército realizaron la masacre e incendio de la casa liberal.
económico liberal se dio simultáneamente a un cambio de enfoque sobre el nivel de participación política de los movimientos sociales. En el año 36 se había
Según la distribución cronológica de los muertos por la violencia, a la segunda mitad de los años 40 correspondieron las siguientes cifras 8
Desde el inicio de los años cuarenta empieza a cristalizarse una coincidencia en la élites económicas y políticas colombianas sobre la necesidad de desmontar la "ideología de la regulación estatal" en aras de la adopción explícita de un esquema liberal de gestión económica y social. La crisis que sacude al régimen político entre 1943 y 1945 y que sirve de antesala a la Violencia estaría condicionada por los desajustes y movimientos de acomodamiento que sacuden a la sociedad y al sistema político. Daniel Pecaut ha
documentado y conceptualizado bien las implicaciones y modalidades de este cambio de rumbo. 9
5
Miguel Urrutia Montoya, Cincuenta Años de Desarrollo Económico Colombiano, BogotáMedellín: Ed. La Carreta, 1979, p. 16. 6 Absalón Machado (Coord.), Problemas Agrarios Colombianos, Bogotá: CEGA-Siglo XXI Editores, 1986. 7 Para el análisis de esos procesos pueden consultarse entre otras, las siguientes obras: Rafael Baquero, La Economía Nacional y la Política de Guerra en Colombia, Bogotá: Ed. Estrategia, 1972, p. 69 y ss., y Konrad Matter, Inversiones Extranjeras en la Economía Colombiana, Medellín: Ediciones Hombre Nuevo, 1977. 8 Oquist, p. 59. 9 Daniel Pecaut, Orden y Violencia. 1930-1954, Bogotá: CEREC, Siglo XXI Editores, 2 vol., 1987.
Del compromiso entre élites burguesas y clases populares a la represión sindical durante el gobierno de Lleras Camargo La abstención de la intervención estatal en favor de un modelo
22
producido una especie de compromiso histórico entre una constelación de élites burguesas y un conjunto de fuerzas representativas de sectores populares y medios. Dicho compromiso acordó un espacio, ciertamente limitado, al sindicalismo y consagró unas formas de comunicación política de tipo paternalista entre el gobierno y los organizados.
trabajadores
La iniciativa en estos cambios la tomaron los gremios económicos; en primer lugar, el de los grandes cafeteros, a través de la Federación Nacional de Cafeteros, y en segundo lugar los industriales y los comerciantes. Los primeros formalizaron su sindicato, la ANDI, en 1944 y los segundos lo hicieron con FENALCO en 1945.
Los gabinetes ministeriales después de 1943 no reservarían carteras para "audacias menores de treinta años" ni contarían con el concurso de periodistas brillantes o de profesionales sin mayores vínculos con poderosos intereses económicos. Los ministros en el segundo gobierno de López, 1942-1945, o en el de Ospina Pérez, 1946-1949, serían advertidos financistas, sólidos empresarios o abogados de compañías petroleras extranjeras. La renuncia del Presidente López Pumarejo el 19 de julio de 1945, y la escogencia hecha por el Congreso de Alberto Lleras Camargo para sucederle, culminaron el cambio de rumbo de la política y del Estado. Pocos meses después, el nuevo Presidente aprovecharía la ocasión de mostrar claramente el sentido que tendrían los cambios con respecto a los movimientos sociales. A comienzos de di-
ciembre de 1945 los trabajadores del río Magdalena agrupados en FEDENAL, filial de la CTC, se declararon en huelga. El movimiento fue declarado ilegal por el Ministerio de Trabajo, al paso que el 18. al día siguiente de iniciado, el Presidente de la República declaraba que era preciso eliminar una supuesta "creencia nacional" en la existencia de dos gobiernos, uno en Bogotá y otro en el río Magdalena. La declaración presidencial respaldó la intransigencia patronal y avaló la represión militar a los huelguistas. Los voceros de los gremios patronales y los dirigentes de los partidos aplaudieron la conducta oficial. El conflicto del río Magdalena ofreció al gobierno excepcionales posibilidades para presentar de manera enequívoca frente a los trabajadores y a la opinión nacional cuál sería en adelante la conducta oficial en el tratamiento de las relaciones obrero-patronales y la posición hacia la organización sindical. En efecto, FEDENAL era la organización más importante de CTC, hasta entonces central única. Los trabajadores a ella afiliados, habían alcanzado las mayores conquistas sindicales. La represión a FEDENAL afectaba notablemente la influencia del partido comunista en la organización sindical. Al tiempo se asestaba un golpe a la CTC, al debilitar su federación más importante. Por todo lo anterior el tratamiento de la huelga de los trabajadores del río Magdalena tuvo un inocultable
23
efecto de demostración. Ya antes de la huelga anterior había sido declarado ilegal el paro general convocado por la CTC en solidaridad con la huelga de textiles Monserrate, que se había prolongado sin éxito para los trabajadores, por espacio de dos meses. La ofensiva antisindical se desenvolvió en varias direcciones entre 1945 y 1950. 1. Ilegalización de huelgas 2. Represión militar a manifes taciones obreras princi palmente en Bogotá y Cali. Como resultado de esa repre sión se producirían víctimas. 3. Ofensiva legal contra la CTC, que fue sometida a demandas entabladas por iniciativa ofi cial y cuya personería jurídica fue suspendida 4. Estímulo a la división de la CTC que se fracciona temporalmente en su VII Congreso realizado en Medellín en agosto de 1946. 5. Autorización por parte del gobierno a los despidos de tra bajadores, que fueron par ticularmente numerosos en 1947. 6. Amparo al paralelismo sindical que se expresó en protección a la fundación de una nueva central obrera, la UTC, que surgió bajo los auspicios de la Iglesia el 16 de junio de 1946 y fue reconocida legalmente en 1949 luego de que el gobierno del Presidente Ospina, mediante el Decreto 2785, derogara las disposiciones que prohibían el paralelismo sindical. Esa política que se iba plasmando en medidas concretas avanzaba en medio de una campaña ideológica que denunciaba el sindicalismo y lo descalificaba como factor independiente en el sistema político. No faltaron en este concierto las voces de la jerarquía católica a través de prelados como el Arzobispo de Medellín García Benítez y Miguel Ángel Bulles, Obispo de Santa Rosa de Osos, quienes habían prohibido a los trabajadores, bajo pena de excomunión, afiliarse a FEDETA,
filial en Antioquia de la CTC. Los sectores del sindicalismo agrupados en la CTC resistieron la ofensiva antiobrera. Esa resistencia se expresó entre 1945 y 1950 en los siguientes aspectos: "El sindicalismo desapareció como referente simbólico para numerosos sectores urbanos, los cuales quedaron entonces a merced de la confrontación política sectoría partidista". 1. Incremento del movimiento huelguísitico. Las huelgas no bajaron entre 1945 y 1948 de 20 por año, lo cual señala un promedio relativamente alto en el movimiento huelguístico de los años treinta y uarenta. 2. Reiteración de la convocato ria a huelga nacional por parte de la CTC y a huelgas regionales por parte de sus federaciones. Algunos de esos llamamientos se llevaron a la práctica.
Al examinar el curso que tomó el proceso político después de 1945 lo evidente es el avance de la ofensiva antipopular y el debilitamiento del sindicalismo. Este último llegaría a ser definitivamente despejado como factor político. Con su derrota fue eliminada una instancia capaz de encausar conflictos. El sindicalismo desapareció como referente simbólico para numerosos sectores urbanos, los cuales quedaron entonces a merced de la confrontación política sectaria bipartidista. La radicalización política a través del gaitanismo sería interrumpida abruptamente con el asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948. Así la violencia que no había dejado de avanzar desde 1945 no tendría ahora diques de ninguna clase. Ciertamente después de 1948 esa violencia sería preferentemente un fenómeno rural. Su gestación había sido urbana y sus primeras fases habían sido igualmente urbanas y rurales. Después de 1948 la asociación violencia y expansión económica aparecerá de manera nueva. Si entre 1946 y 1949 la ofensiva
3. La radicalización de sectores obreros, como el de los trabaj adores del petróleo que enarboló las exigencias de la nacio nalización del petróleo. 4. El gaitanismo como canalizador de violencia. E1 asesinato de Gaitán y la violencia como método de enriquecimiento. La desarticulación de la ideología de la regulación estatal, el proceso de adopción de un esquema liberal, con la consiguiente reducción del papel de los sindicatos, encontró entonces una resistencia en los trabajadores. Al tiempo, como se verá adelante, amplios sectores populares encontraron en el movimiento gaitanista un polo de identificación político. Simultáneamente, al viraje regresivo de las élites respondía una radicalización popular. Los ejes de las resistencias popular, sindical y política avanzaron sobre lógicas distintasy a menudo enfrentadas.
24
antisindical aseguraba altas tasas de ganancia, ahora el asesinato, la amenaza, el éxodo, aseguraban en algunas regiones diferentes formas de acumulación de capital. Para las zonas cafeteras Jaime Arocha, y particularmente Carlos Miguel Ortíz, han documentado convincentemente la manera como se produjo una recomposición de los propietarios. Una franja compuesta por profesionales, comerciantes de las cabeceras municipales, fonderos, agregados-ma yordomos, pudieron dominar la esfera de la comercialización del café y convertirse en fuertes eslabones de los "negocios de la Violencia" 10
La primera mitad del decenio de los ochenta estuvo caracterizada por la recesión económica. Colombia no fue la excepción, aunque los índices fueron menos drásticos que en otros países.
En el norte del Valle de Cauca, en la región montañosa de Departamento, avanzó la sustitución coercitiva de pequeños agricultores por pequeños y medianos ganaderos que pudieron ofrecer materia prima a la filial de una transnacional de producción de lácteos. Al tiempo, de la misma región salieron a la parte plana del Departamento brazos necesarios para los ingenios azucareros M . Incluso en los Llanos Orientales se puede advertir la consolidación, merced a la violencia, de algunas fortunas ganaderas y cómo en la fase posterior a 1953 algunos personajes que habían desempeñado un papel importante en el enfrentamiento militar del estado contra las guerrillas liberales se quedaron en la región al servicio de ganaderos que los utilizaron para limpiar de colonos sus tierras.12
También el sector agropecuario mostró un comportamiento satisfactorio desde 1986. Para 1987 el crecimiento fue del 4.1%.
En las regiones que habían sido escenario de luchas agrarias en los años treinta, los terratenientes, en no pocos casos, vieron en la violencia la oportunidad de disputarle a los antiguos colonos, ahora pequeños propietarios, sus derechos conquistados. Eso resulta cierto para el sur y el oriente del Tolimay para la región de Sumapaz en Cundinamarca13. Es decir las manifestaciones son diferentes según son diferentes las regiones. La lógica sin embargo es la misma: la Violencia como factor de acumulación capitalista. 2.2 Economía y Violencia 1984-1988 ¿Cómo se presenta la relación crecimiento económico-violencia en la etapa actual?
Desde mediados de 1985 la economía empezó a presentar síntomas positivos que se convirtieron en franca recuperación en 1986 y 1987. Para estos años el crecimiento del PIB fue del orden del 5.1%. La industria manufacturera creció a un ritmo cercano al 7%. Aumentó notoriamente la venta de automóviles y de otros bienes de consumo durable. Creció la actividad constructora privada. 10
Ortiz Sarmiento, op. cit. Al respecto resulta particularmente interesante la sexta parte: "Los Negocios de la Violencia o la Violencia como Negocio". 11
Desde mediados de 1985 se ha mantenido un flujo consistente de capitales hacia la industria. Entre comienzos de 1986 y los primeros meses de 1987 los registros aprobados para importaciones de bienes de capital aumentaron en un 25% en dólares. En prácticamente todas las ramas de la industria de transformación se registraron milagros. Empresas que se encontraban al borde de la quiebra o que habían entrado en proceso de concordato no sólo superaron la situación crítica sino que han podido mostrar balances muy favorables en el último tiempo. Entre las más importantes podría mencionarse a Paz del Río, Fabricato, Coltejer, Avianca, el Ingenio de Río Paila, etc.
Para el contenido socio-económico de la Violencia en el norte del Valle, puede leerse el libro de Urbano Campo, Urbanización y Violencia en el Valle, Bogotá, 1980. 12
Estas impresiones se formaron a partir de entrevistas personales realizadas por el autor en 1981 con antiguos actores de la Violencia en Los Llanos. 13
Ver al respecto: Medófilo Medina, "La Resistencia Campesina en el Sur del Tolima", en Pasado y Presente de la Violencia en Colombia., Bogotá: Cerec, 1986, pp. 233 y sgtes. 14
Esta breve reseña recoge datos de las siguientes publicaciones: Fedesarrollo, Coyuntura Económica, vol. XVÜ, No. 4, diciembre 1987. Moshe Syrkin, "Crecimiento Económico y Cambio Estructural en Colombia", en Coyuntura Económica, diciembre 1987. Semana, /Informe Especial. "Las Cien Empresas Más Grandes de Colombia", 26 de mayo-1° de junio de 1987 y 27 de enero-2 de febrero de 1987.
Llama la atención el caso de la IBM. Mientras su casa matriz atravesaba uno de los peores años, la filial colombiana alcazó utilidades de 3.510 millones de pesos. De manera similar a lo sucedido a mediados de siglo, ahora, en la segunda mitad de los ochenta, la buenaventura económica coincide con un recrudecimiento de la Violencia. Se usa concientemente el término recrudecimiento por cuanto para Colombia se ha convenido en utilizar la expresión "violencia endémica". El incremento de bandas para-militares, la proliferación de sica-
25
la eliminación sistemática de dirigentes de la organización política nacida en las circunstancias de los acuerdos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las FARC15, la Unión Patriótica (UP), la senderización de agrupaciones guerrilleras como el ELN16 , los asesinatos de funcionarios del estado por parte del narcotráfico, el incremento de choques entre las guerrillas y las fuerzas armadas, todo ello está formando ese conjunto abigarrado de violencia o violencias. ¿Podría entonces relacionarse para la coyuntura actual, expansión económica y violencia? Para mediados de siglo se presentaron los vínculos internos entre una y otra. Para la etapa actual sólo pueden bosquejarse algunas hipótesis. Altos ritmos de acumulación de capital despiertan expectativas extraordinarias de ganancia. Esa tendencia en cierto modo "natural" en cualquier empresario se convierte en Colombia en un poderoso factor de violencia en la medida en que las reglas de juego sobre las cuales descansan las relaciones obrero-patronales están permanentemente entela dejuicio. Hay aspectos de la legislación laboral que son sometidos a procesos de revisión permanente. Parecería que no hubiera un terreno firme en materia de leyes sobre el trabajo y que casi todo estuviera en discusión. De igual manera no existen garantías reales para el cumplimiento de las normas laborales y de las cláusulas de las convenciones colectivas. Al comparar los motivos que han llevado a los trabajadores a la huelga, se advierte que en los años ochenta se incrementaron extraordinariamente las huelgas no por nuevas reivindicaciones sino contra la violación de normas laborales o de puntos pactados en los pliegos. A este motivo respondieron entre 1981 y 1984 el 31% de las huelgas en la
manufactura, el 70% en los servicios (excluyendo el magis terio), el 80% en el transporte. Para esos mismos renglones las huelgas por el mismo motivo para el período 1971-1980 habían sido de 18% y 51%, respectivamente17
cios públicos" están excluidos de ese derecho.
"Los informes de la visitas de inspección y vigilancia realizadas por el Ministerio de Trabajo entre 1982 y 1985, que cubrieron 12.452 empresas, consignaban que escasamente el 8.4% de esas empresas estaba cumpliendo cabalmente las disposiciones legales y que el 91% lo incumplía en un promedio de 3.85% normas cada una".18
El estudio de la dosis de violencia que ha rodeado la actividad sindical en algunas ramas en los últimos años arrojaría luz sobre la dinámica entre economía y conflictos violentos. A guisa de ejemplo se mencionará un caso importante: el vivido en la zona bananera de Urabá en Antioquia. Colom-
Urabá y otros casos de Sindicalismo - Economía - Violencia
Por otra parte, la legitimidad misma del sindicalismo se pone siempre en duda. Su espacio tiende a reducirse. La creación de nuevos sindicatos está rodeada de una numerosa reglamentación, al tiempo que se excluye de la posibilidad de organización gremial a sectores muy numerosos de los trabajadores. Así de 915.307 trabajadores que laboran en entidades estatales, solamente el 17% tiene derecho a suscribir convención colectiva. La prohibición de la huelga cubre a un número aún mayor de trabajadores por cuanto quienes trabajan en actividades consideradas de "servi15
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Organización guerrillera más antigua de Colombia de orientación izquierdista. 16
Ejército de Liberación Nacional. Surgido a mediados de los años sesenta, se inspiró en la experiencia guerrillera de los revolucionarios cubanos. 17
Rocío Londoño Botero, "Los Sindicatos y la Política Laboral en Colombia", Departamento de Sociología, Universidad Nacional, Bogotá, 1988. Trabajo aún inédito. 18
Ibid., p. 50.
26
bia se ha constituido en los últimos años en el tercer productor mundial de banano. En este hecho a la producción de Urabá corresponde un papel de primer orden. Las tasas de ganancia para los empresarios son sencillamente fabulosas. Aunque en la región aludida la producción del banano se había iniciado en 1952 solamente hasta abril de 1987 se firma un acuerdo
un renglón económico que se muestra muy promisorio. Las Fuerzas Armandas no aciertan a ver tras el movimiento gremial otra cosa que la presión subversiva de la guerrilla. El diario bogotano La República vocero del sector mayoritario del conserva-tismo comentaba en la edición del 8 de julio de 1987: "Es pernicioso que cada una de las 267 fincas en Urabá tenga su sindicato. Sin-tagro atenta contra la
siniestro de los cuales tuvo lugar el pasado 4 de marzo cuando un grupo paramili-tar sacó de la casa y fusiló a 26 trabajadores bananeros miembros de los sindicatos. Otra rama en que los trabajadores han sido castigados con una cruel violencia ha sido la de los cementos, que ameritaría también algunas referencias detalladas. La intolerancia que se muestra en algunas ramas frente a la organización sindical, y la incorporación de altas dosis de barbarie en las relaciones obrero-patronales en algunas regiones, tienen su correlato en el plano nacional. En 1986, en función de acuerdos entre corrientes sindicales de orientación ideológica y política diferente, fue creada la Central Unitaria de Trabajadores, CUT. El corto período de vida que hasta ahora tiene la CUT ha estado caracterizado por una cruda persecución. Entre noviembre de 1986 y enero de 1988, habian sido asesinados 70 miembros de la organización. Esta marca de horror sólo es superada por las víctimas de la Unión Patriótica que contabiliza 520 dirigentes y miembros asesinados hasta el mes de enero de 1988. 19
laboral en que toman parte el Ministerio de Trabajo, Augura, la organización de los empresarios y los voceros de los sindicatos Sin-tagro y Sintrabanano en representación de 32.200 trabajadores19 . Estos sindicatos están afiliados a la recientemente creada Central Sindical, CUT. En el proceso de negociación del pliego fueron asesinados 17 trabajadores. El total de muertos por la violencia en ese período fue de más de 100 en la región. En la medida en que el logrado en abril fue un convenio marco, las negociaciones debieron continuar para las 267 fincas. Hasta mediados del año se produjeron huelgas. En general la violencia continuó con intensidad. Resulta muy sintomática la visión que sobre Urabá ofrecen sectores nacionales. Los empresarios tienden a identificar la violencia con la acción de los sindicatos y llaman a rodear a
economía del país al promover las huelgas. Es necesario entonces cambiar de frente de trabajo y evitar que los bananeros nacio-nales, acorralados por un sindicalismo comunista, tengan que abandonar los cultivos". Por su parte el Obispo Héctor Rueda declaraba para la prensa el 30 de junio de 1987 que los paros del banano tenían orientación subversiva.
Una coherente descripción de los conflictos en la zona bananera se encuentra en el trabajo de Julián Delgadillo, "La Violencia en Urabá", ponencia presentada al VI Congreso de Historia de Colombia, Ibagué, noviembre de 1987. A este trabajo se remite la información que aquí se trae a propósito de Urabá
Naturalmente no se desconoce la complejidad de un proceso de negociación en una zona como la de Urabá donde además tienen incidencia las organizaciones guerrilleras. Los acuerdos entre empresarios y trabajadores son frágiles. El deterioro de la situación política en la región ha continuado y la violencia no ha amainado. No ha cesado el asesinato de trabajadores, el más 27
Narcotráfico y Violencia: un estudio obligatorio en estos momentos En la coyuntura de los años ochenta es preciso incorporar en el análisis la gravitación del narcotráfico tanto en la economía como en la violencia. Existe una serie de vasos comunicantes entre los llamados eufemísticamente "dineros calientes" y la economía formal. Es muy difícil medir el peso que el narcotráfico y otras actividades económicas ilegales como el contrabando y el comercio de esmeraldas ha alcanzado en el conjunto de la economía. Pasó el tiempo en que los barones de la droga podían dar sus apellidos a las empresas, "Lehder Autos", por ejemplo. Sin embargo, el flujo de dineros continúa y se incrementa. Se cuenta con información indirecta que aporta evidencias sobre el lavado de capitales. Así, la amnistía prevista en la reforma tributaria del Presidente Barco vinculó a la tributación patrimonios nuevos de 190.000 contribuyentes, por un valor total de $755.000 millones; 8.757 personas jurídicas, que incorporaron $153.000 millones; y 182.955 personas naturales, que incorporaron $602.179 millones20. Igualmente, habría que estudiar los dineros que han entrado a la economía por medio de la llamada "ventanilla siniestra" del Banco de la República. No es realista pensar que en un país que ha tenido tasas bajas de ahorro interno, sectores de la economía formal pudieran desechar flujos de capital como los que pueden suministrar las actividades del narcotráfico.
plazo del sector oficial. Así por los menos lo registraba Fedesarrollo para 198721. Es decir la reactivación económica no podría explicarse únicamente por el impacto del café y resultado del endeudamiento externo. Los medios de comunicación, particularmente la prensa, y voceros políticos han alimentado una doble moral que consiste en condenar severamente al narcotráfico en el discurso público y cerrar los ojos a su activa penetración en la economía legal. Por ello resulta más acorde con la realidad el diagnóstico de la revista Semana que califica a la mafia como "un grupo pequeño pero supremamente poderoso...". "Noha habido, señala el semanario, renglón social y económico en donde no se haya logrado infiltrar el narcotráfico. Relaciones diplomáticas, exportaciones, aviación, deportes. Fuerzas Armadas, banca, Parlamento, campañas políticas, empresa privada, construcción. Iglesia, justicia y hasta guerrilla han sido víctimas de los
tentáculos drogas".22
del
tráfico
de
Desde la perspectiva del presente análisis, lo más importante de examinar es cómo sobre el capital que se desplaza de un sector a otro de la economía avanzan también unos valores y se niegan otros. La búsqueda del lucro a cualquier precio, la audacia de los métodos, el terror como medio para disuadir o eliminar al rival, van tiñendo de alguna manera las relaciones económicas, las contradicciones obrero-patronales. Aquí no se tienen en cuenta los factores de violencia que emanan de las circunstancias del ejercicio de una economía ilegal y clandestina:
El Contralor Rodolfo González García, vinculaba en declaraciones que concedió a la prensa en octubre de 1987, la reactivación económica a la influencia de dineros calientes invertidos especialmente en vivienda y comercio. El auge económico que como arriba se señaló comenzó a mediados de 1985, difícilmente podría examinarse en función exclusiva de la suerte del café, que indudablemente ha tenido muy buenos momentos en los últimos años. Por otra parte se han presentado dificultades en los flujos de endeudamiento a largo
28
verdaderos ejércitos personales, entrenamiento de sicarios, corrupción sobre los cuerpos armados del Estado.
tiene, eso sí, ingredientes específicos en uno y otro entorno y también manifestaciones peculiares en los dos escenarios.
Resulta también explicable la evolución ideológica del narcotráfico hacia el anticomunismo y el nacionalismo extremo. Esa parábola pudo haberse retardado en el pasado por la coexistencia con guerrillas de orientación izquierdista en razón de la coexistencia en regiones de cultivo de estupefacientes, que a su vez coinciden no pocas veces con zonas de colonización.
Uno de los factores que más poderosamente han alimentado la Violencia en el ámbito rural ha sido el aplazamiento histórico de una reforma agraria que hubiera incluido un fuerte componente distributivo.
La gravitación del narcotráfico en la presente etapa de desarrollo colombiano hace que aparezcan en la gestión económica los métodos violentos que suelen acompañar a las etapas de acumulación primaria de capital. No habría que menospreciar en la asociación violencia- crecimiento económico en los últimos años la significación de la reorientación en la política económica. Después del predominio de un esquema de protección y de la vigencia de ciertos elementos del estado bienestar, se pasó desde mediados de los años setenta a enfoques neoliberales que implicaron la eliminación de subsidios para productos y servicios que inciden en el costo de la canasta familiar, el desmantelamiento de la superintendencia de control de precios, la eliminación de los llamados "precios políticos", la elevación del impuesto a las ventas, etc. A este nivel la coyuntura actual también presenta una analogía con la política oficial de los años cuarenta: el desmonte de la ideología de la "regulación estatal". 3. VIOLENCIA RURALVIOLENCIA URBANA. UN PROBLEMA POLÍTICO La relación entre los dos términos del binomio está referida únicamente a la violencia política. La distinción sólo tiene validez analítica dentro de términos muy precisos. En efecto, la violencia política en Colombia es un fenómeno unitario y global que
La abolición de los resguardos y la supresión de bienes de manos muertas a mediados del siglo XIX, la Ley 200 de 1936, la Ley 135 de 1961, que han sido la cristalización de las políticas agrarias más importantes, han contribuido a modernizar las relaciones de trabajo, a tecnificar la actividad agropecuaria, a crear infraestructura, pero han dejado en pie la concentración de la propiedad territorial, y con ella una numerosa población agraria con muy poca tierra o desprovista de ella. Esta población tampoco ha podido ser absorbida por el sector moderno de la agricultura y la ganadería. El cuadro anterior se prolonga a través de un flujo permanente hacia la frontera agraria. Después de una fase pacífica de colonización sobreviene un período de conflicto cuando terratenientes, y las más de las veces ganaderos, avanzan sobre el espacio que asimilaron los colonos. Escenarios de esa historia interminable han sido la región del Tequen-dama en Cundinarmarca; Sumapaz en el mismo Departamento; oriente del Tolima y sur del mismo Departamento; norte de Cundinamarca; Madgalena Medio; vastas regiones del Meta y del Caquetá. 23 En momentos diversos estas regiones han sido epicentros de
23
Catherine Le Grand ha estudiado con profundidad los procesos de colonización en Colombia. Una visión de síntesis sobre sus trabajos puede formarse leyendo: "Los Antecedentes Agrarios de la Violencia: El Conflicto Social en la Frontera Colombiana, 19401950" en Medina, op. cit., pp. 87-111.
29
confrontación armada. En el último decenio en la mayoría de ellas han operado frentes guerrilleros y guarniciones de las diversas brigadas del ejército colombiano. Al tiempo, grupos paramilitares financiados por ganaderos y terratenientes sostienen grupos paramilitares y bandas de sicarios. Sin embargo, las contradicciones originadas en la tenencia de la tierra, y particularmente el conflicto histórico en las zonas de colonización, no alimentarían por sí solas la violencia en las variadas manifestaciones con que ella se presenta actualmente en el campo. Si por ejemplo se examina la composición social de las guerrillas, se advierte la presencia mayoritaria de gente joven procedente de la ciudad. Aún en el caso de las FARC, cuyo origen fue predominantemente rural, hoy presenta una composición mixta: rural-urbana. El origen de los movimientos armados surgidos después del año 60 fue urbano. El ELN constituyó su primer destacamento en 1964 a partir de un grupo de universitarios. El EPL dio origen a su primer frente armado en el nordeste antioqueño en 1967, mediante el acuerdo de activistas políticos maoístas venidos de la ciudad. El M-19 se fundó como movimiento de guerrilla urbana, condición que mantuvo hasta comienzos de los años ochenta cuando buscó hacerse fuerte en el campo luego del desembarco en Nartño y Chocó. En la Violencia de los años cuarenta y cincuenta, en algunas regiones, la resistencia contra la policía y el ejército superó el horizonte inmediato del enfrentamiento sectario liberal-conservador para tomar rasgos de guerra campesina. El bandidismo político, los núcleos de autodefensa y formas rudimentarias de asociación armada prolongaron la experiencia anterior en el período siguiente. En el campo, a partir de regiones específicas, se conformó una especie de matriz de resistencia armada que conservó sus nichos ecológicos iniciales a partir de los cuales ha tenido notable expansión.Esa continuidad histórica ha ejercido irresistible fascinación sobre sectores de la juventud urbana. A comienzos de
los años sesenta, con desigual fortuna, estudiantes radicalizados buscaron en ciertos bandidos políticos la experiencia militar, quizá hasta la legitimación popular en la iniciación de un nuevo capítulo de resistencia ar"Las Fuerzas Armadas no aciertan a ver tras el movimiento gremial otra cosa que la presión subversiva de la guerrilla". mada. El M-19, una guerrilla tan imaginativa por sus métodos de acción como urbana por su composición y objetivos, se enfrentó en un momento dado al dilema de ser en el campo, o no ser en términos militares. Y respondió en favor del primer término el dilema. Así las cosas, se puede concluir con respecto a este punto que si bien se perciben problemas típicamente agrarios que alimentan la violencia de izquierda, ellos no explican suficientemente su continuidad y expansión. Las exclusiones inherentes al sistema político colombiano, las incerti-dumbres de la juventud frente a su rol en el intercambio de las actividades sociales, y seguramente en alguna medida la utopía heroica, constituyen la segunda vertiente de explicaciones. Por otro lado, la violencia ejercida o patrocinada en el campo por los detentadores de la gran propiedad se nutre también de ingredientes urbanos en el plano técnico, por las formas del reclutamiento de sicarios y miembros de grupos paramilitares. Todo lo anterior muestra la significación muy relativa de la disección de la violencia en urbana y rural.
envolvió a la sociedad y al sistema político colombiano desde 1943, surgió el gaitanismo como fórmula que atrajo a grandes sectores populares. En las ciudades el liderazgo carismático, los símbolos, la retórica antioligárquica y las novedosas formas de movilización política, se proyectaron como garantía de autoiden-tificacióón para masas de inmigrantes recientes. El proceso de urbanización avanzaba rápidamente. La población de los centros urbanos pasó durante el período 1938-1951 de 2.692.000 a 4.468.000 habitantes. La tasa de crecimiento demográfico de Bogotá entre 1938 y 1959 llegó a 5.35%. En ese lapso, la población de la capital pasó de 330.000 a 670.000. 24
4. VIOLENCIA Y FRUSTRACIÓN POLÍTICA Esta tercera relación que se destaca en estas notas no se aborda en general, sino desde la perspectiva específica de la asociación que se ha registrado entre las etapas de la violencia y el fracaso de alternativas de organización y movilización políticas de tipo populista. 4.1 A Mediados de Siglo En medio de la crisis social y política, que de manera incontenible
24 Urbano Campo, La Urbanización en Colombia, Bogotá: Biblioteca Marxista Colombiana, 1977, p. 15.
30
Igualmente, en el discurso gaitanista pudieron reconocerse fácilmente masas de pequeños productores, comerciantes y empleados que además de las exclusiones económicas y políticas no tenían tampoco la posibilidad de acceder a la organización corporativa. A esas masas Gaitán repetía en su retórica inflamada mensajes de este tenor: "No hemos sabido entender que pueda haber una política distinta a la de darle un cambio rotundo al comportamiento de las oligarquías, las pequeñas castas que arbitrariamente se declaran superiores y en detrimento de los trabajadores".25 Este proceso de incorporación a la actividad política de grandes sectores populares al compás de las proclamas de tipo populista y al calor de una experiencia nueva de socialización política avanzaba al tiempo que los trabajadores organizados se defendían ardorosamente pero con poco éxito contra la inflación galopante, contra la amenaza de un crudo liberalismo económico, y más a largo plazo, contra el programa de restauración reaccionaria puesto en marcha por las élites. La derrota de la CTC entre 19451948 culminó una época del sindicalismo. El asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948 interrumpió abruptamente la alternativa populista. Las masas urbanas se vieron derrotadas y abandonadas en un momento en que la violencia había avanzado sistemáticamente. Es cierto que esa derrota se produjo luego del levantamiento popular espontáneo que siguió al asesinato de Gaitán. A partir de entonces la frustración alimentó la violencia, y la autonomización del sectarismo político bipartidista despejó todo obstáculo a la "guerra civil no declarada". 4.2 Época Actual
En los años sesenta y primera
mitad de los setenta se produjo el ascenso y caída de otro proyecto populista: Alianza Nacional Popu-lar.ANAPO. Esta comenzó en 1961 como un Frente Nacional por abajo cuando el exdictador General Gustavo Rojas Pinilla emprendió una asombrosa parábola de recuperación política. El exdictador quiso presentarse luego de un sonado debate que se le siguió en el Congreso por parte de los dirigentes de los partidos tradicionales como un perseguido por la oligarquía.
Así, a mediados de los años setenta numerosos sectores populares se vieron privados de la brújula política y de las motivaciones que habían encontrado en el movimiento rojista. Esas masas no podían insertarse en el esquema excluyente del Frente Nacional o en las opciones demasiado doctrinarias que les ofrecía el Partido Comunista y las radicalizadas agrupaciones maoístas.
Otra vez las masas se movilizaron al calor de invitaciones a la revancha social y de las consignas antioligárquicas teñidas de fuerte coloración nacionalista. La ANAPO se grangeó la adhesión de las masas marginadas de las grandes urbes y de sectores empobrecidos de la población urbana y rural. El carisma de Rojas Pinilla estaba relacionado, además de los ingredientes ideológicos ya aludidos, a la dimensión pragmática que provenía del hecho de haber ocupado la presidencia de la República. Para las masas no se trataba de una lejana conquista del poder vinculada al proyecto político de la izquierda, sino la promesa de una "recuperación" inmediata del poder. Cuando en las elecciones presidenciales de 1970 se aplazó el retomo de Rojas Pinilla a la Presidencia, en la ANAPO se inició un proceso de disolución más rápido que su sorprendente ascenso. Con la proclamación de ANAPO como tercer partido en 1971 se dio paso a una etapa de cualificación política de su dirección que sin embargo no se mostró apta para impedir el final del anapismo como movimiento de masas. Ese final sobrevino con la impresionante derrota en las elecciones presidenciales de 1974. ANAPO, por otro lado, representó la más seria amenaza registrada hasta hoy día al sistema bipartidista colombiano.26
25
Jorge Villaveccs, Los Mejores Discursos de JE. Gaitán, Bogotá: Ed. Jorvi, p. 457. Un excelente trabajo sobre la ANAPO es el de César Ayala Diago, "La Alianza Nacional Popular (ANAPO) en la Lucha Política en Colombia 1961-1974", aún inédito. 26
31
Una letra y un número pretendieron recoger el vacío dejado por la tentativa populista: M-19. Al tiempo ese código señalaba una alternativa de oposición armada al sistema. Naturalmente, a la frustración política contribuyeron los fracasos del Movimiento Revolucionario Liberal, MRL, y del Frente Unido, como ensayos de organización política por fuera de los marcos tradicionales. Esas experiencias, más fugaces aún que la ANAPO, se desarrollaron por el mismo tiempo de la empresa anapista pero tuvieron como referencia sectores sociales más localizados y claros que el amplio y ambiguo universo social de ANAPO. Al comparar entonces dos períodos de Violencia de mediados de siglo y la que sacude a Colombia en los años ochenta, se advierte que ellos están precedidos de frustraciones de tentativas populistas muy amplias e impactantes. La reiteración de esas coincidencias implican más que una analogía histórica, la presencia de relaciones estructurales necesarias entre los fenómenos de frustración política y de Violencia.
Aquí apenas se han sugerido algunas de esas relaciones. 5. CONCLUSIÓN
Desde luego el proceso de violencia no se puede reducir a las relaciones que en las líneas anteriores se han esbozado. Lo que se ha pretendido es subrayar la viabilidad de explicaciones de conjunto sobre la Violencia en la actualidad. Esa perspectiva no excluye, antes bien significa, trabajos monográficos, estudios de caso a partir de hipótesis globales. Igualmente subyace en este intento de análisis la idea sobre la perspectiva también global que debe tener una política de paz. Ella no puede reducirse a programas de rehabilitación de las "zonas-de conflicto". Hoy la crisis política, social y moral es tan profunda que es el país el que se ha convertido en zona de conflicto. Tampoco la política de paz podría identificarse con las reformas sociales. Estas sin duda harían parte de un propósito político global que afronte integralmente la violencia. Lousiana, 19 de marzo de 1988.
32
PROTESTA Y POLÍTICA: LOS MOVIMIENTOS ANTI-GUERRA EN ESTADOS UNIDOS, 1965-1975. Daniel García Profesor y estudioso de la Historia contemporánea de Estados Unidos actual Director del Departamento de Misiona de la Universidad de los Andes
INTRODUCCIÓN Los años de la protesta contra la guerra de Vietnam fueron los de mayor conflicto social y división interna en Estados Unidos desde laGucrraCi vil a mediados del siglo pasado. Fueron años de gran confusión y violencia, asi como de esperanzas e innovaciones en la lucha política, que tuvieron un efecto profundo sobre la nación norteamericana. Por primera vez en su historia, un importante sector de la población se había movilizado masivamente en oposición a una guerra y había logrado presionar al gobierno para retirar las tropas. Iniciada por los jóvenes, la protesta contra la guerra se alimentó de otros procesos sociales y logró canalizarlos, a pesar de la
gran heterogeneidad entre éstos. Desarrolló nuevos mecanismos de participación popular en la política y planteó profundos interrogantes sobre los valores de la nación. Los objetivos de este artículo son varios En primera instancia, se busca presentar una información inicial sobre el proceso de la protesta anti-guerra - sobre el cual poco se ha escrito en Colombia - para abrir la discusión en torno a los múltiples interrogantes que surgen. En segundo lugar, se intenta explorar las raíces de la protesta, la naturaleza de su desarrollo y los mecanismos políticos que fueron evolucionando. Finalmente, se desea compartir algunas reflexiones sobre la relación entre la política, la protesta y la cultura.
F.s importante hacer varias consideraciones iniciales. Aunque los diversos movimientos de protesta durante esa década de alguna manera estuvieron relacionados con la oposición a la guerra, no se trata de hacer aquí un estudio que abarque la totalidad de la protesta. Solóse hará referencia a otros movimientos de protesta en la medida en que estén relacionados con el proceso anti-guerra. Además, el trabajo se ha concentrado en el aspecto político de la protesta y su
33
relación con algunas expresiones culturales, conciente de las limitaciones y dificultades de este enfoque que no desarrolla factores sociales ni económicos que también tendrán incidencia en el proceso. Por lo tanto, representa sólo un primer acercamiento a la gran complejidad de la protesta. Para lograr estos propósitos, el artículo se divide en cinco partes: las semillas de la protesta, 1945-1964; la formación y consolidación de la protesta, 1965-1967; la explosión y auge de la protesta, 1968-1970; el descenso y final de la protesta, 19711975; y las conclusiones.
"¿Qué permitió que esos grupos, muchos de ellos pequeños y desconocidos, llegaran a cohesionarse en un movimiento poderoso y agresivo logrando voltear la opinión pública en contra de la guerra y presionar al gobierno para que retirara sus tropas derrotadas?"
1. SEMILLAS DE LA PROTESTA, 1945-1964.
La protesta de la década de los sesenta, como la historia misma, fue el resultado de la compleja convergencia de las fuerzas de la política, la economía, la tecnología, la ideología, las pasiones humanas, diferentes elementos culturales y la naturaleza impre-decible del azar y la casualidad. Por lo tanto, para explorar la multicausalidad del proceso histórico es necesario considerar los diversos, y a veces contradictorios, factores y condiciones que lo caracterizan. Es así que para hablar de los antecedentes de la protesta contra la Guerra de Vietnam se requiere señalar algunos elementos esenciales de distintos aspectos de la sociedad estadounidense de la postguerra que se consolidó en la década de los cincuenta y en la primera mitad de los sesenta. No se trata aquí de desarrollar ni profundizar exhaustivamente sobre estos temas; se mencionarán simplemente aquellos que se consideran más importantes, concentrándonos en los aspectos que tendrán una repercusión significativa sobre la protesta posterior. La sociedad estadounidense de la década de los cincuenta se caracterizó por la prosperidad y crecimiento económico, el conser-vatismo en lo político y en lo social y la tensión de la Guerra Fría en el plano internacional. Estos tres aspectos intrínsecamente interre-lacionados, fueron el producto de los procesos internos y externos de los conílictivos años de las guerras mundiales. De las cenizas de Estalingrado, Berlín e Hiroshima, surgió un nuevo orden mundial, dominado por dos super-
potencias enfrentadas y empeñadas en una carrera armamentista sin precedentes ni en la imaginación humana. Estados Unidos, como centro y cabeza del sistema capitalista internacional, disfrutó de unos años de abundancia y estabilidad que transformaron profundamente a la nación, al convertirse el llamado "sueño americano" en una realidad alcanzable para amplios sectores de las clases medias. Los multimillonarios dividendos de su imperio transnacional consolidaron la economía norteamericana como eje de la economía mundial y cimentaron el pacto social interno por el cual los sindicatos y otros sectores se hicieron aliados del poder y del status quo, poniendo fin a casi un siglo de grandes luchas laborales y permitiendo el surgimiento de un sólido consenso nacional en torno tanto a la política interna como externa. Fue una época de importantes cambios: el gran crecimiento demográfico - el llamado "baby boom"; la aparición de las inmensas concentraciones urbanas las megalópolis"- y de nuevos centros de desarrollo, particularmente en el Oeste y el Sur; el tremendo poder de la publicidad y los medios masivos de comunicación; y el acceso por primera vez en la historia de vastos sectores de la sociedad estadounidense a la educación superior. Además el enfrentamiento ¡. Este-Oeste alimentó el afianzamiento de un inmenso complejo militar-industrial. La paranoia obsesiva de una percibida amenaza soviética desembocó en los abusos de la persecusión macartista a elementos liberales y progresistas del país. Todos estos factores, entre otros, crearon una sociedad con-servadora, cerrada y tradiciona-lista, que se caracterizó según el destacado sociólogo C. Wright Mills, por su "uniformidad y conformidad".1 Ahora, si bien es cierto que la década de los cincuenta dió lugar al surgimiento de un nuevo
1
Mills desarrolla esta idea en White Collar , 1951.
34
“americanomedio” conservador, relativamente próspero y con buenas perspectivas de ascenso en la escala socialtambién es claro que los frutos principales del auge de estos años fueron reservados casi exclusivamente para los norteamericanos de raza blanca y de sexo masculino. De esta ma nera, pese a la opulencia y poderío de la nación durante esta época, éstos fueron años de creciente desigualdad y descontento, en los cuales surgirá un importante movimiento de protesta dentro de algunos sectores de raza negra,con un fuerte impacto inmediato sobre elementos disidentes de la uventud blanca y otros estamentos de la sociedad.
mayoría fueron grupos pequeños y reativamente insignificantes en los años cincuenta que de una manera u otra contribuyeron a la protesta posterior. Totalmente disímiles y poco relacionados unas con otras, estas voces aisladas de disidencia -en medio del silencio impuesto por la opulencia arrolla -dora, el fanatismo anticomunista y el conformismo apático- aportaron, cada una desde un ángulo diferente, elementos esenciales a la generación inconforme de los sesenta. Su variedad y grandes diferencias formarán la raíz tanto de la riqueza y amplitud del movimiento anti-guerra como su ambigüedad y profundas divisiones internas.
Finalmente, se puede observar que mientras los ingresos del "americano medio" se elevaron significativamente, la concentración de la riqueza llegó a niveles sin precedente y los intereses exclusivos de las inmensas empresas transnacionales dominaron cada vez más la nación. La lucha de clases dentro del marco tradicional perdió vigencia ya que la relación entre las clases tomó nuevas formas. La injusticia y explotación del dominio absoluto del gran capital sobre la sociedad ya no se reflejaba en la proletarización y la miseria de las masas, sino en la alienación y mecanización del individuo, en la distorsión y manipulación de la información y comunicación masivas, en la contaminación del medio ambiente y la marginalización de la pobreza, aislándola en los "ghettos" de las grandes ciudades y en ciertas zonas rurales como los Apalaches, el norte de Mississippi y el sur de Texas.
En este sentido, no cabe duda de que la "semilla de protesta" con mayor impacto e influencia fue la lucha de los negros por sus derechos civiles en la década de los cincuenta. Tanto el idealismo y sinceridad de sus principios como el carácter original e innovador de su activismo político tuvieron un efecto profundo sobre los jóvenes que protagonizarán la protesta contra la guerra en Vietnam en los sesenta. Para la época de la postguerra, los tres siglos y medio de historia de lucha contra el racismo y de defensa de sus propios valores sociales le habían otorgado al negro norteamericano una fuerte identidad racial y cultural así como una gran tradición de resistencia que permitieron la masificación y consolidación del movimiento de protesta. El reverendo Martin Luther King, Jr. cumplió un papel determinante en este proceso. Fue un líder en el sentido más puro: no dirigió el movimiento sino que lo inspiró, guiándolo con sus ideales y sueños. Esbozó una nueva definición del activismo político basada en la larga tradición de resistencia pacífica y convicción religiosa del afroamericano en Estados Unidos, logrando movilizar a
Fue entonces en este ambiente de post-guerra, aparentemente estable y tranquilo pero con poderosos conflictos y contradicciones latentes, que se dieron lo que podrían llamarse las "semillas de la protesta" de los sesenta. La
millones de personas, particularmente en el Sur, en lo que representó el movimiento de protesta más numeroso
35
y poderoso de la historia del país. Este nuevo activismo -expresado en los "boicots", marchas pacíficas y desobediencia civil- se convertiría en el patrimonio de toda una generación de jóvenes inconformes. Fortaleció las existentes organizaciones negras -como la NAACP (Alianza Nacional para el Avance de la Gente de Color), fundada en 1909 y compuesta por abogados negros que defienden los derechos legales del negro, y el CORE (Congreso de Igualdad Racial), un grupo de activistas organizado en 1942. Inspiró la creación de nuevas agrupaciones como el SCLC (Conferencia de Liderazgo Cristiano Sureño), organización fundada por King en 1957, y el SNCC (Comité Coordinador de Estudiantes No-Violentos), conformado en 1960 por jóvenes simpatizantes de King en el sur, como el carismático Stokeley Carmichael. Así mismo, se fueron creando varias organizaciones de apoyo dentro de la juventud blanca, entre otras, el NSM (Movimiento de Estudiantes del Norte) fundado en 1961, que atrajeron a estudiantes universitarios como Abbie Hoffman quien tendrá un papel muy destacado en la protesta de los sesenta y que, así como muchos de los líderes juveniles de esos años, adquirió su primer contacto con el activismo político al lado de los negros en los primeros años de la década. De esta manera, el Movimiento de los Derechos Civiles encabezado por King creció tremendamente tanto en tamaño como en influencia y sirvió no sólo como el modelo principal de la protesta posterior sino que además hizo parte, por si mismo, de la protesta contra la Guerra de Vietnam. Sin embargo, para 1963 y 1964, se empezaron a oír otras voces de protesta dentro de la comunidad negra estadounidense. El movimiento de King así como había despertado gran entusiasmo, también había elevado las expectati-
vas de muchos j óvenes negros que después de ocho y nueve años de marchas pacíficas al lado de King, empezaban a sentirse impacientes frente a la falta de transformaciones reales y palpables en la discriminación racial. A comienzos de la década de los sesenta empezó a adquirir mayor popularidad Malcolm X, discípulo de la pequeña secta musulmana de los "Black Muslims" (musulmanes negros), que afirmaba la superioridad cultural de la raza negra, pregonaba el separatismo y el nacionalismo afroamericano y evocaba el uso de la "violencia revolucionaria negra contra la violencia racista de los blancos"2 . Importantes personalidades se empezaron a convertir al islamismo: en 1964, el joven campeón mundial de boxeo, Cassius Clay, cambió su nombre a Mohamed Alí y se dedicó al activismo político, jugando un papel protagónico en la protesta más adelante. Aunque Malcolm fue asesinado en 1965, sus palabras de ira y planteamientos radicales tendrían grandes repercusiones en el mo-
vimiento negro. Ya para 1964, a pesar de ser el año en el cual a King se le otorgó el Premio Nobel de la Paz, se empezaron a sentir los primeros brotes importantes de disidencia dentro del movimiento de King. Por un lado, en el verano se dieron los primeros mítines raciales en Watts, el barrio negro de Los Angeles. Ese mismo año, el joven lider de la SNCC, Stokeley Carmichael, rompió con la linea de King para fundar posteriormente el "Black Power Movement" (Movimiento del Poder Negro) que buscaba mayores reivindicaciones socialesy culturales para el negro, adoptando una política más beligerante de lucha. Esta radicalización de los jóvenes negros a partir de 1964 fue muy importante ya que conllevó a la marginalización de los jóvenes blancos que llevarían su larga experiencia de activismo con ellos para incorporarse a las filas de la protesta contra la Guerra de Vietnam. Además, permitió el surgimiento de una nueva generación de líderes negros más jóvenes y más radicales, como Eldridge Cleaver y H. Rap Brown. Así mismo, otros hechos de los años cincuenta y de los primeros años sesenta sirvieron como experiencia previa para los disidentes de la protesta anti-guerra. Este es el caso de los pequeños grupos pacifistas y personas que se oponían al armamentismo nuclear. Individuos como David Dellinger, quien fue un objetor de conciencia en la Segunda Guerra Mundial; organizaciones como la WRL (Liga de Resistentes a la Guerra), que desde los años de la Primera Guerra Mundial habían apoyado a los objetores de conciencia; o como el grupo SANE
2
Alex Hailey, The Autobiography of Malcolm X, Nueva York: Penguin Books, 1965, p. 181.
36
(Comité Nacional para una Política Nuclear Sensata), fundado en 1957, que reunía a intelectuales y académicos como el influyente pediatra Benjamin Spock. También se puede mencionar el grupo de mujeres WSP (Acción de Mujeres por la Paz), organización de base, cuyo principal vocero era Bella Abzug, quien estaba a favor de un tratado de desarme, y que por reunir diferentes tendencias políticas de izquierda, incluyendo comunistas, fue blanco de investigación por parte del Comité de Actividades No-Americanas de la Cámara de Representantes (HUAC) -órgano máximo de la política macartista de esos años. Finalmente, el CNVA (Comité para la Acción No-Violenta), creado en 1957, asumió una posición más activa al protestar contra las armas nucleares navegando en zonas de pruebas nucleares en el Pacífico, precursando las actividades del Greenpeace en los años ochenta. Por otra parte, también se pueden señalar varios grupos religiosos como antecesores de la protesta de los sesenta. Tal es el caso de la FOR (Confraternidad de la Reconciliación) organización de protestantes fundada por el reverendo Abraham J. Muste que se ha opuesto a todas las guerras de este siglo. Una de las denominaciones protestantes más viejas y tradicionales del país, los cuáqueros, también ha mantenido una firme posición pacifista desde su fundación hace tres siglos. Ala vez, se pueden mencionar algunos ejemplos de sectores progresistas dentro de la Iglesia Católica que jugarían un papel importante en la protesta anti-guerra, como el periódico "Catholic Worker"(Obrero Católico) y algunos jesuítas, como Daniel Berrigan. Por razones muy diferentes, también se tienen que considerar como "semillas de la protesta" a los pequeños partidos de izquierda. Aunque muy golpeados por el macartismo de la post-guerra, los
Guerra en Vietnam y aunque en la década de los cincuenta los grupos fueron pocos y no muy influyentes, es importante señalarlos por su impacto posterior. Existieron varias organizaciones nacionales que representaban una amplia gama de tendencias políticas. La más grande, la NSA (Asociación Nacional de Estudiantes), creada en 1950, se puede considerar la más conservadora, aunque para finales de los sesenta también tendría su vertiente radical. La SPU (Unión Estudiantil de la Paz) fundada en 1959 en la Universidad de Chicago, reunió a varios grupos socialistas y la YSA (Alianza de Jóvenes Socialistas), afiliada al SWP, tuvo un auge relativo en los primeros años de la protesta. tres partidos marxistas del país jugaron un papel crucial en el desarrollo de la protesta de los sesenta. Por un lado el ACP (Partido Comunista Americano), de línea prosoviética, se convirtió en el principal blanco de la "Nueva Izquierda" de los sesenta. Mientras tanto el PLP (Partido Progresista del Trabajo), de línea maoísta, y el SWP (Partido Socialista de los Trabajadores), de línea troskista, buscaron penetrar e influenciar los movimientos estudiantiles de los sesenta. A pesar de ser partidos bastantes reducidos en su tamaño y en su alcance nacional, tendrán un lugar destacado en los debates y discusiones ideológicas de la década de la protesta3 . Sin embargo, fueron los movimientos estudiantiles los que protagonizarían la protesta contra la
3
Un buen estudio sobre la izquierda estadounidense es The Agony oflhe American Lefí (1966)dcChristopher Lasch. * Judith Clavir Albcrt y P.dward Stewart Albcrt, The Sixlies Papers: Documents ofa Rebelious Decade, N. 4, Pracgcr Publishcrs, 1984, pp. 176187.
Pero indiscutiblemente el grupo estudiantil más importante de los sesenta fue el SDS (Estudiantes por una Sociedad Democrática), que nació en 1960 como una disidencia de la vieja organización estudiantil, la SLID (Liga Estu diantil por una Democracia In dustrial), que desde 1921 había agrupado a diversos sectores sueltos de socialistas y progre sistas en las universidades del país. . ....-.,-.. El SDS, que empezó como una agrupación muy reducida en tamaño, se convirtiría en el principal vocero de la llamada "Nueva Izquierda" dentro de los movimientos estudiantiles, y luego crecería rápida y dramáticamente para desempeñar un papel protagónico en la protesta anti-guerra. En 1962 laj oven agrupación estudiantil se reunió en Port Hurón, Michigan y redactó una declaración de sus principios que tendría un efecto profundo sobre los movimientos juveniles de la década. En esta Declaración de Port Hurón4 , el SDS proclama la búsqueda de una "democracia participativa" que ampliaría los elementos democráticos a todos los niveles de la sociedad. Fuertemente anti-totalitario, el SDS rechazaba el autoritarismo tanto de derecha como de izquierda y enjuiciaba fuertemente al com37
plejo militar-industrial estadounidense, así como los intereses imperialistas que éste defiende. Ataca violentamente la sociedad industrial y el consumo e invita a luchar por una sociedad basada en la cooperación. Rechaza, además, el liberalismo tradicional del entonces presidente Kennedy, aunque de alguna manera se indentifica con su idealismo. Inspirados en los escritos de Herbert Marcuse y C. Wright Mills, la Declaración de Port Hurón se convirtiría en uno de los manifiestos más leidos de la "Nueva Izquierda" y el SDS en la organización más destacada de los primeros años de protesta. Sus líderes -Tom Hayden, presidente de 1962 a 1965; Cari Oglesby, presidente a partir de 1965; Rennie Davis, entre otros- formarían parte central de la dirigencia juvenil de la protesta. Para 1965, el SDS había crecido en influencia dentro de las universidades del país y ese año decidió permitir la entrada de sectores de la extrema izquierda a sus filas, particularmente simpatizantes del PLP. Aunque esta medida permitió el crecimiento aún mayor de la organización, también hizo posible la entrada del maoismo al SDS, hecho que posteriormente estaría íntimamente ligado a su división y posterior desintegración.
masiva por parte del cuerpo estudiantil que utilizó, las tácticas de protesta utilizadas por los negros en el Sur. Con "sit-ins" masivos y el arresto de más de 800 estudiantes, surgió el "Free Speech Movement" (Movimiento de Libre Expresión) , liderado por Mario Savio, que logró importantes reivindicaciones estudiantiles. Más aún, la victoria estudiantil en Berkeley estableció el modelo de protesta universitaria que se implementaría durante el resto de la década. Lo que una comisión del gobierno más tarde llamaría el "invento de Berkeley": un grupo relativamente reducido de activismo empieza a protestar por algún tema extrauniversitario, como los derechos civiles o la intervención en Vietnam, y provoca una reacción represiva de la policía, que a su vez induce a una mayor participación de los estudiantes en la protesta, convirtiéndose posteriormente en una huelga estudiantil 5. Finalmente, una presentación sobre las "semillas de la protesta" no seria completa sin mencionar por lo menos algunos de los múltiples ejemplos de expresiones culturales en los años de la
postguerra que sirvieron para alimentar e inspirar la protesta de los sesenta. La obra literaria de los novelista y poetas de la "Generación Beat", como Alien Ginsberg, William Burroughs, JackKerouac y otros, tendrá gran influencia sobre los disidentes intelectuales de los sesenta. En el cine figuras como James Dean y Marión Brando representaron una nueva visión artística que dejó una huella indeleble sobre toda una generación de rebeldes sin causa. Diferentes géneros musicales -como la música folk de Woodie Guthrie, el rock'n roll de Little Richard, Elvis Presley y Chubby Checker, los blues de Muddy Waters, entre otros- servirían como antecesores de las distintas tendencias musicales de los sesenta que tanto aportaron a la protesta. Por último, se pueden mencionar los primeros ejemplos de la prensa disidente, la prensa "undergound", como el Villagc Voicc que desde 1955 abrió un importante espacio a las corrientes contraculturales en Nueva York y que sirvió como modelo
5
Hal Dragcr, The New Student Revoll, Nueva York: Grave Press, 1965, pp. 199-202
El creciente activismo en las universidades no se limitó a los grupos organizados, sino que se empezaron a dar brotes espontáneos de protesta. En 1964, las directivas de la Universidad de California en Berkeley prohibieron una serie de conferencias y actos de los estudiantes en solidaridad con la lucha negra por considerar que era inconveniente permitir actividades políticas dentro de los predios de la universidad. Esta decisión desató una reacción
38
para la prensa underground de los sesenta. Este rápido vistazo sobre algunos de los posibles antecedentes de la protesta demuestra la gran heterogeneidad de los movimientos y organizaciones de las cuales surgirá el proceso de protesta más amplio y más efectivo en la historia de Estados Unidos: el movimiento en contra de la intervención militar en Vietnam. ¿Qué permitió que estos grupos, muchos de ellos pequeños y desconocidos, llegaran a cohesionarse en un movimiento poderoso y agresivo que logró voltear la opinión pública en contra de la guerra y fue capaz de presionar al gobierno para que retirara sus tropas derrotadas? ¿Qué papel jugó la Guerra de Vietnam en la formación de la curiosa coalición de negros, estudiantes, mujeres, izquierdistas, pacifistas, religiosos, intelectuales y músicos que movilizó a millones de norteamericanos en contra de su gobierno en medio del mayor crecimiento y desarrollo económico de la historia de la nación? ¿Cómo empezó el conflicto militar en Vietnam y por qué se generó a partir de la mitad de la década de los sesenta una reacción fuerte en su contra? Se podrían fijar varias fechas
para señalar el comienzo de la intervención estadounidense en Vietnam, según el criterio que se utilice. Fue en 1945 que Estados Unidos, por medio de su apoyo económico y militar al proyecto de reconquista colonial de los francés ses, inició su intervención indirecta en la nación asiática. Para 1955, con el derrocamiento del emperador Bao Dai por parte de la CÍA, colocando luego a Ngo Dinh Diem en el poder, se inició la intervención más directa en el conflicto vietnamita. Fue cada vez mayor el apoyo estadounidense al impopular, corrupto y represivo régimen de Diem frente a la creciente oposición popular de la guerrilla comunista Viet Cong y sus aliados en el Frente de Liberación Nacional. Cada año fue aumentando el apoyo económico al gobierno títere en Saigón mientras éste cada vez era más débil. Para 1961, el gobierno de John Kennedy decidió enviar los primeros quinientos asesores militares para respaldar al régimen de Diem, y para 1963 el número de asesores había ascendido a diecisiete mil 6. Aunque la presencia estadounidense en Vietnam se incrementaba rápidamente, todavía se puede clasificar la intervención como indirecta ya que aún no había enfrentamientos direc-
6
Gabriel Kolko, Anatomy ofa War: Vietnam, the U.S. and the Modern Historical Experience. Nueva York: Panthcm Books, 1985, p. 11.
39
tos entre el personal militar norteamericano y la guerrilla vietnamita; la represión contra los grupos populares seguía en manos del régimen de Diem. En particular, el gobierno survietnamita golpeó fuertemente a los líderes budhistas que se oponían vehemente al autoritarismo de Diem. En 1962, en frente a las cámaras de la prensa internacional Quang Doc, un monje budhista de 73 años, se incineró en protesta por el régimen dictatorial. Fotos de esa escena la darían la vuelta al mundo mientras en Vietnam se incrementaba radicalmente la oposición al gobierno en Saigón. El desprestigio de Diem llegó a tal punto que la misma CIA que lo había colocado en el poder coordinó su derrocamiento y ejecución en 1963. Para 1964 era claro para el gobierno estadounidense -ya bajo la presidencia de Lyndon Johnsonque sin la presencia militar de USA el gobienro en Saigón era insostenible. Utilizando un confuso incidente en el Golfo de Tonkín, que fue manipulado por el gobierno y la prensa como un "ataque comunista" a los intereses norteamericanos, el presidente Johnson aprovechó la coyuntura en ese año electoral y logró la casi unánime aprobación por parte del Congreso (sólo los senadores Wayne Morse de Oregon y Ernest Gruening de Alaska votaron en contra, mientras la votación en la Cámara fue de 416,0 a favor) de la Resolución del Golfo Tonkín que le otorgó poderes extraordinarios al ejecutivo para hacer frente a la situación en el sudeste asiático. Aunque muy ambigua en su redacción, la Resolución del Golfo de Tonkín es lo más parecido a una declaración de guerra que se va dar en el conflicto de Vietnam y permitirá la entrada ya sí directa de tropas estadounidenses a la guerra. Para enero de 1965, los primeros 50.000 soldados norteamericanos tocaron suelo vietnamita y de esta manera se
marcó el comienzo de lo que para los vietnamitas fue sólo el comienzo de la "fase americana" de su larga lucha de liberación nacional, que había empezado antes de la Segunda Guerra Mundial. Para Estados Unidos se inicia la Guerra de Vietnam. 2. FORMACIÓN Y CONSOLIDACIÓN DE LA PROTESTA, 1965-1967.
Es importante anotar que aunque la intervención militar estadounidense en Vietnam había empezado en 1945 por medio del apoyo a los franceses o en 1955 por medio del respaldo a Diem. no fue sino hasta 1965, con la participación directa de tropas, que la opinión pública llegó a conocer a ese lejano país asiático. De hecho uno de los "bestsellers" de ese año, "¿Por qué Estamos en Vietnam?" del novelista Norman Mailer, tuvo gran éxito en parte debido a la ignorancia total del norteamericano común y corriente sobre lo que estaba pasando en ese país hasta ese entonces desconocido. En 1965, lo que habían sido voces aisladas de protesta y disidencia se empezaron a articular en esfuerzos comunes; las semillas habían empezado a germinar. En marzo se realizó el primer "teachin" en la Universidad de Michigan en Ann Arbor. Organizado por 49 profesores, el "teach-in" era una mezcla de seminario, protesta y rumba que se llevaría a cabo durante la noche ya que las directivas de la universidad se negaron a cancelar las clases para realizar el evento . Más de tres mil estudiantes asistieron hasta el amanecer para oir a los conferencistas.7 En las siguientes semanas, "teachins" se realizaron en muchas universidades del país de muy distintas características: Chicago, Columbia, New York University, Harvard, Wisconsin, entre otras. El 17 de abril, el SDS convocó la primera jornada en contra de la intervención en Vietnam con la participación de 20.000 personas en Washington, D.C. Aunque este 40
número parece pequeño en comparación con los centenares de miles de personas que convocará el movimiento anti-guerra años después, representa la más grande manifestación que hasta el momento se había vivido de rechazo popular a la política de guerra en Vietnam. Más significativo aún fue que por primera vez el SDS hubiera logrado reunir a personas de muy diversos campos de acción que se oponían a la guerra en Vietnam: el reverendo Abraham Muste. David Dellinger, el senador Emest Gruening, las cantantes Joan Baez y Judy Collins así como representantes del SNCC participaron en las actividades de ese día. Esta modalidad de coordinar grupos y personas de diferentes orientaciones en torno a marchas y manifestaciones de protesta específicas se va a convertir más tarde en la característica más especial de la protesta contra la guerra. Además, empezó el proceso por el cual la música estaría intrínsecamente ligada a la protesta. Cantantes de la música folk como Bob Dylan y Phil Ochs se convirtieron en voceros muy efectivos de la causa anti-guerra. El éxito de la marcha en abril, paradójicamente, desató una tremenda disputa al interior del SDS. Dos visiones muy distintas surgieron: el sector más pragmático que pensaba que el SDS debería concentrar sus esfuerzos en asumir la coordinación de la protesta contra la guerra en Vietnam, y el sector más radical que consideraba que la guerra en Vietnam era sólo un síntoma de males mucho más profundos en la sociedad norteamericana que requería una profunda revolución social. Mientras para los primeros, era necesario construir una fuerte organización nacional que permitiera que el SDS asumiera la dirección del incipiente movimiento anti-guerra, el sector radical se oponía a cualquier estructura centralizada y consideraba que el SDS debería dedicarse a trabajar en los barrios de las clases populares para preparar una insurrección popular contra el sistema dominante. Al reunirse en su con-
vención anual en junio, las dos facciones se enfrentaron y en vez de aprovechar el impulso que se había generado con la exitosa marcha de abril, el SDS salió de su convención dividida y sin una clara dirección. Sin embargo, a pesar de los conflictos internos del SDS, el movimiento anti-guerra estaba cogiendo forma. He aquí uno de los elementos más importantes de la protesta: su naturaleza espontánea que, aún sin dirección ni coordinación desde arriba, creció y se desarrolló masivamente. En agosto, se congregó en Washington la Asamblea de Gentes No-Representadas en conmemoración del vigésimo aniversario de la destrucción nuclear de Hiroshima y Nagasaki: representantes de grupos indígenas, puertorriqueños, Muste,
Dellinger, personas de Catholic Worker, mujeres de la WSP, el padre Berrigan y líderes del SDS se reunieron durante tres días y formaron el NCCEWV (Comité Nacional Coordinador para fina-
"...y aunque quizá sería una exageración armar que cada vez que se encendía un cigarrillo de marihuana o se escuchaba una canción rock se estaba realizando un acto conciente de protesta contra la guerra de Vietnam, es necesario reconocer el carácter integral y vivencial de la contra cultura como protesta".
7
Nancy Zaroulis y Gerald Sullivan. Who Spoke Up? American Prólest against the War in Vietnam, 1963-1975, Nueva Yoric: Rinehart and Winston, 1984, pp. 37-38
Holt,
41
la Guerra en Vietnam) que cobijaba a más de treinta organizaciones de diversas tendencias políticas8. La necesidad de coordinar las distintas manifestaciones de protesta permitía cada vez mayor contacto entre los distintos grupos y personas. A la vez, se incrementaba la intervención militar en Vietnam: en enero el número de tropas estadounidenses en la guerra era de 50.000; para julio la cifra era 125.000 y a finales del año era de 200.000 9. Para octubre de 1965, el NCCEWV organizó su primera jornada nacional de protesta: veinticinco mil personas marcharon en Nueva York, diez mil en Berkeley y en todo el país participaron más de cien mil personas10. La heterogeneidad de los organizadores atrajo a su vez una gran diversidad de participantes en la marcha. La protesta, que al comienzo del año se había visto como algo aislado y exclusivamente compuesta por sectores radicales, empezaba a adquirir mayores proporciones. Además, se empezaron a establecer contactos internacionales que ayudarían a enriquecer el proceso. Durante ese año, un grupo de representantes de la WSP se reunió en Indonesia con mujeres de la República Democrática de Vietnam y del Frente de Liberación Nacional11. Este encuentro marcaría el comienzo de una serie de contactos entre grupos de protesta y el "enemigo" a lo largo del conflicto. Aprovechando el hecho de que no existía un estado de guerra oficialmente declarado, tanto los sectores de protesta como la prensa contaban con cierta libertad de movilización durante la guerra. Poco a poco, la resistencia popular vietnamita, en la forma del Viet Congy el FLN, fue adquiriendo simpatizantes dentro de la juventud estadounidense, que pronto elevaría la figura de Ho Chi Minh al nivel de héroe.
Aún más importante en el desarrollo de la protesta anti-guerra en 1965 fueron las nuevas formas de protesta que empezaron a aparecer. Quizá la más destacada así como la más llamativa fue la incipiente contracultura que empezó a desarrollarse en algunas partes del país, particularmente en el barrio Haight-Asbury en San Francisco. De alguna manera estos jóvenes, que llegarían a ser llamados "hippies", fueron buscando nuevas alternativas del convivir social y expresión cultural a partir de la música, la experimentación con drogas alucinógenasy el acercamiento a nuevas formas de conocimiento. Aunque en esta temprana etapa del hippismo se trata de un fenómeno aislado y bastante ambiguo, las actividades contraculturales se van a radiar por todo el país en relativamente poco tiempo, adquiriendo cada vez mayor coherencia y proyección. Si bien es cierto que sería inexacto considerar toda actividad contracultural exclusivamente como una expresión de protesta política, sería igual de errado desconocer el carácter contestatario de la contracultura. Es claro que muchos factores -la moda, aspectos económicos, religiosos, familiares, etc.- incidieron en el surgimiento
8
Ibid., p. 127. Lewy Gunter, America in Vietnam, Nueva York: Oxford University Press, 1978, pp. 130-2 10 Zaroulis y Sullivan p. 49. 11 Ibid., p. 9
42
la contracultura y que por lo tanto, ésta no se puede clasificar únicamente dentro de la esfera de la política. Pero a la vez es importante señalar que aún en los ejemplos más cotidianos y menos teóricos de la contracultura se encuentra un rechazo conciente a las normas y estructuras sociales existentes: ese algo intangible pero omnipresente que se llegó a conocer como el "establishment", lo establecido. Y en ese sentido, la relación de la contracultura con la protesta contra la Guerra de Vietnam es clara, ya que Vietnam se estaba convirtiendo en el símbolo máximo del "establishment", en su crimen más atroz y repudiable. "Vietnam" no era sólo la guerra: era la tecnología, el racismo, el imperialismo, el machismo, la violencia; era el "establishment" y todo lo que la contracultura rechazaba. La proclama principal de la contracultura, "¡PazyAmor!", tenía una definida connotación política dentro del contexto histórico de esos años. Y aunque quizá sería una exageración afirmar que cada vez que se encendía un cigarrillo de marihuana o se escuchaba una canción de rock se estaba realizando un acto conciente de protesta contra la Guerra de Vietnam, es necesario reconocer el carácter integral y vivencial de la contracultura como protesta. Para 1965, miles de jóvenes llegaron a vivir en el distrito de HaightAsbury en San Francisco por los bajos alquileres y grandes casas que ahí se encontraban. Se dedicaron a hacer joyería, artesanía y trabajo con el cuero. Experimentaron una nueva forma de convivencia comunal y fueron creando otras formas de vestir, con ropa llena de colores y de estilos orientales. Se dejaban crecer el pelo y utilizaban collares de chaquiras. En búsqueda de nuevos horizontes del conocimiento fueron descubriendo una gran variedad de religiones místicas de Oriente. Así mismo, se dedicaron a explorar diversas
drogas alucinógenas para "expandir" las posibilidades de percepción. Particularmente, se utilizó el LSD, conocido como "ácido", que fue popularizado por el profesor Timothy Leary, quien en 1963 fue despedido de la Universidad de Harvard por promulgar el uso de LSD a sus estudiantes como una forma de meditación espiritual para enriquecer y ampliar el conocimiento. En torno a esta incipiente contracultura de los "flowerchildren" (hijosde las flores) en Haight-Asbury, fue surgiendo una serie de grupos y cantantes de rock que se llegarían a identificar estrechamente con el hippismo de San Francisco: the Jefferson Airplane, the Grateful Deady Janis Joplin entre otros. Su música, más tarde llamada "rock ácido", así como sus letras y aún sus nombres ("Grateful Dead" quiere decir "muertos agradecidos") revelan un fuerte grado de inconformismo y contenido social, que si bien es menos directo y comprometido políticamente que el de los cantantes de folk como Dylan y Baez es indudablemente otra forma de protesta, más cruda y más viceral. El fenómeno de Haight-Asbury pronto se fue extendiendo a otras ciudades de California y del país.
43
formas de protesta que se empezaron a ver a mediados de la década. En parte, esto fue posible por una pequeña pero floreciente prensa alternativa que hacía parte de la experiencia contracultural. Inspirados en el Village Voice de Nueva York, se fueron fundando varios periódicos y revistas que serían los voceros y transmisores de la generación hippie: Los Angeles Free Press, fundado en 1964; Berkeley Barb, en 1965; y Rolling Stone, en 1967, entre otros12. Pero la contracultura no fue el único ejemplo de nuevas formas de protesta que fueron apareciendo a mediados de la década. Quizás el ejemplo más importante y que mayor impacto tuvo fue la quema en público de las órdenes de reclutamiento (draft cards) por parte de jóvenes que se negaban a prestar servicio militar en Vietnam. Muchos irían a la cárcel y otros -cerca de medio millón- optarían por abandonar el país, particularmente hacia Canadá y Suecia. Estas diversas maneras de evadir el servicio militar ("draft-dodging") se generalizaron y se convirtieron en una de las más poderosas formas de protesta de la nueva militancia juvenil contra la guerra.
Si en 1965 las semillas de la protesta habían empezado a germinar, para 1966 y 1967, ya empezaba a brotar el tallo y crecer la planta. A pesar de que se agudizaban las divisiones internas dentro del SDS, y el movimiento estudiantil en general, irónicamente su capacidad de convocatoria era cada vez mayor. Se sumaban nuevos movimientos y otros sectores de la población a la protesta. En 1966, Betty Friedan y otras mujeres fundaron NOW (Organización Nacional de Mujeres), la principal organización feminista de la década. Aunque NOWdirigió la mayoría de sus esfuerzos exclu-
12
Abe Pcck, Uncovering the Sixties: Life and Times of the Underground Press, Nueva York Penguin Books, 1984, pp. 111-115. 13 Zaroulis y Sullivan, p. 4.
Otros jóvenes adoptarían formas de protesta aún más drásticas e impactantes. En 1965 dos activistas jóvenes -Norman Morrison, un cuáquero, y Roger La Porte, un activista católico- decidieron imitar a los monjes budhistas de Vietnam y se quemaron vivos para demostrar su oposición a la guerra. Entre 1965 y 1970, ocho jóvenes estadounidenses morirían por auto-inmolación para protestar contra la Guerra de Vietnam13. Aunque este número no permite que se considere la auto-inmolación como un mecanismo usual de protesta durante la década, su impacto y su drasticidad fue tal que se tiene que incluir dentro de los ejemplos de diversas y nuevas
44
sivamente a lograr reivindicaciones para la mujer -como el aborto, igualdad de derechos, garantías laborales, etc.- los sectores más radicales del movimiento feminista, que creció rápidamente, participaron activamente en la protesta antiguerra. Más aún, la creciente presencia feminista en los sectores activistas se manifestó en las duras críticas que se lanzaron contra la composición casi exclusivamente masculina de la dirigencia de las distintas organizaciones antiguerra. En el seno del SDS, un grupo de feministas radicales, fuertemente inspiradas por el maoismo y encabezado por Bernardine Dohrn, desafió el predominio masculino dentro de la dirección de la organización y se fue consolidando como la principal vocera de la corriente más radical del movimiento estudiantil. El otro importante sector de la sociedad norteamericana que fue adquiriendo un papel cada vez más protagónico en la protesta contra la Guerra de Vietnam fueron los negros. Como ya se ha mencionado, para 1964 el movimiento negro entró en una nueva etapa. Mientras, por un lado, la tendencia pacifista y moderada de King llegaba a su punto máximo con el otorgamiento del Nobel de Paz, ya empezaba a sentirse el proceso de radicalización de los jóvenes negros con la creación del "Black Power Movement" y otros grupos afronacionalistas así como la explosión de la violencia racial callejera. Esta situación tendrá gran incidencia en el movimiento anti-guerra. Por un lado, la radicalización de la protesta negra obligó a muchos jóvenes blancos que habían participado al lado de los negros desde los cincuenta a retirarse del movimiento de los derechos civiles. Muchos de estos se incorporaron a organizaciones estudiantiles como el SDS mientras otros, como Abbie Hoffman, buscarían crear nuevos espacios
de militancia juvenil, como se relatará más adelante. Todos estos jóvenes blancos con experiencia previa en el activismo negro tendrán papeles destacados en la propuesta anti-guerra. Por otro lado, la creciente radicalización de la lucha negra se fue convirtiendo paulatinamente en un poderoso aliado de los movimientos antiguerra. En 1966, en Oakland, California, dos jóvenes radicales negros, Huey Newton y Bobby Seale, fundaron el "Black Panther Party" (Partido de las Panteras Negras) que buscaba fomentar un proceso revolucionario en el país. Las Panteras Negras utilizaban la violencia y el terrorismo como armas de lucha y criticaban el carácter cultural de otros movimientos radicales negros como el "Black Power Movement" de Sto-keley Carmichael, así como su política de exclusión frente a los blancos jóvenes. Las Panteras Negras urgían a los radicales blancos a aliarse -más no a incorporarsea la lucha revolucionaria contra el estado racista. De esta manera, las Panteras Negras se unen abiertamente a la protesta antiguerra. Esta presión por parte de los sectores más radicales del movimiento negro de aunar esfuerzos con la protesta antiguerra chocaba frontalmente con las posiciones de King y los sectores moderados. Estos consideraban que los negros debían concentrar sus esfuerzos en la lucha contra la discriminación racial y que la protesta contra la Guerra de Viet-nam desviaría las fuerzas del movimiento. Además, King consideraba que era prioritario para los intereses del negro norteamericano mantener y ampliar los nexos con los líderes del Partido Demócrata, particularmente con el
presidente Lyndon Johnson, que apoyaba las iniciativas reformistas propuestas por King pero que a la vez estaba dirigiendo la política de guerra en Vietnam. De esta manera, para no arriesgar sus buenas relaciones con Johnson, King trató de mantenerse aislado, por lo menos en los primeros años de protesta antiguerra. Sin embargo, para finales de 1966 y comienzos de 1967, empezaron a surgir voces de líderes más jóvenes dentro de la estructura del SCLC que buscaban persuadir a King de cambiar de posición y declararse abiertamente en contra de la guerra. Entre estos jóvenes se encontraba Jesse Jackson quien se convirtiria en uno de los allegados más cercanos de King en los últimos años de su vida. Jackson encontraría mucha resistencia de la vieja generación de colaboradores de King, como Ralph Abemathey, quien había acompañado a King desde inicios del movimiento y quien consideraba inoportuno declarar abiertamente la oposición del movimiento de derechos civiles a la Guerra de Vietnam. Sin embargo, para abril de 1967, King se inclinó por las sugerencias de Jackson y los jóvenes radicales y se declaró formalmente en contra de la Guerra de Vietnam. Curiosamente, en esemismo mes de abril, el
45
campeón mundial de boxeo, Mohamed Ali fue despojado de su título por negarse a prestar servicio militar, declarando que Vietnam era una guerra en la cual "mandan a negros a matar amarillos para que blancos se puedan quedar con la tierra que le robaron a los rojos". Afirmó, además, que "ningún Viet-Cong jamás me llamó "nigger". Las declaraciones de King y Ali, dos figuras negras muy distintas pero muy populares, coincidieron y simbolizaron uno de los acontecimientos más determinantes de la protesta anti-guerra: a partir de ese momento, el movimiento anti-bélico contaría con la importantísima participación de la totalidad de los
"Vietnam es una guerra a la que mandan negros a matar amarillos para que los blancos se puedan quedar con la tierra que le robaban a los rojos" Mohamed Alí. movimientos negros -tanto los seguidores de King, como el Black Power Movement, las Panteras Negras, y muchos otros. A pesar de esta coalición, es importante señalar que las relaciones entre los grupos negros y los grupos blancos anti-guerra no siempre fueron buenas. En algunos casos, las diferencias sobre cuestiones raciales tuvieron más peso que los puntos de acuerdo sobre la guerra. De todos modos, aunque los desacuerdos muchas veces dificultaron las relaciones raciales dentro del movimiento anti-guerra, en ningún momento se rompieron los lazos y siempre se lograron arreglos en los momentos cruciales de la protesta. Otros movimientos activistas
empezaron a jugar un papel en la protesta anti-bélica. Uno de estos fue el de los chicanos en el sur de California y el suroeste estadounidense. Ya para 1965, liderados por Cesar Chávez, los chicanos habían empezado a organizar a los obreros agrarios de la industria frutera californiana que discriminaba abiertamente contra ellos. Así como los negros y las mujeres, los chicanos trabajaron principalmente para lograr reivindicaciones propias, pero a la vez se unieron a la causa anti-guerra y le ofrecieron su respaldo organizativo y político a la realización de varias actividades de protesta antiguerra. Lo mismo se podría afirmar de varios grupos disímiles que teniendo sus propias prioridades de lucha le prestaron solidaridad y participación activa a la protesta anti-guerra: el movimiento de derechos para los homosexuales (Gay Liberation Movement), grupos indigenistas (Native American Movement) y grupos ecologistas, para sólo mencionar algunos de los grupos activistas más destacados. Sin embargo, no todos los movimientos, que se sumaron a la amplia coalición en contra de la Guerra de Vietnam eran de carácter reivindicativo ni representantes de sectores específicos y minoritarios. El ejemplo más claro de esto lo ofrecen las diversas experiencias que empezaron a surgir de la creciente contracultura. Jóvenes activistas, que habían participado en la protesta negra a comienzos de la década como Abbie Hollinan y Jerry Rubin, se dedicaron a moldear un movimiento de protesta en las comunidades hippies que estaban naciendo por todo el país. Inspirados en una mezcla muy fértil de ideas anarquistas, libertarias, pacifistas y de teóricos de la nueva izquierda como McLuhan14 y Marcuse, Hoffman y Rubin buscaron darle nuevos elementos a la protesta política .
Los medios masivos de comunicación, como dice McLuhan, han adquirido un poder incalculable en la estructura del poder.de la sociedad contemporánea. Estos mismos medios le estaban prestando gran atención al curioso y exótico fenómeno de los hippies y gracias a esto, entre otros factores, la contracultura había adquirido proporciones nacionales. Captar la atención y utilizar los medios para sacudir y concien-tizar a la opinión pública -lo que Hoffman llamaba el "teatro guerrillero" - se convirtió en uno de los pilares de la nueva militancia juvenil que empezaba a formarse dentro de la contracultura. En 1966, por sus declaraciones radicales e incendiarias, Rubin fue llamado a rendir indagatoria frente al Comité de Actividades NoAmericanas de la Cámara de Representantes, por considerarlo sospechoso de ser espía soviético. Aprovechando la presencia de toda la prensa nacional, apareció el día de su citación disfrazado como un guerrillero del Viet Cong, diciendo que "si querían ver un comunista no quería desilusionarlos"15. Esta payasada recibió un amplio cubrimiento por la prensa y Rubin había logrado su propósito: eltea
46
tro guerrillero era viable y efectivo como forma de protesta. Como se puede concluir, para 1967 el movimiento anti-guerra había logrado encausar a muchos grupos diversos de protesta, con muchas diferencias entre ellos pero que encontraban en su oposición mutua a la guerra un punto de convergencia. De esta manera, la protesta anti-bélica empezaba a crecer significativamente, en parte por los nuevos sectores que se iban incorporando y en parte por un desarrollo propio y poderoso del movimiento. Además, a los grupos disidentes se empezaban a unir importantes figuras de la política nacional como los senadores demócratas Eugene Me Carthy, George Mc Govem, Frank Church y Robert Kennedy, entre otros, quienes declararon su oposición a la intervención militar en Vietnam, rompiendo con su propio partido que formulaba la política de guerra. El año de 1967 marcó la consolidación en la formación de movimiento anti-guerra. El 15 de abril se realizó la Movilización de Primavera, una gran jornada nacional de marchas contra la guerra en las cuales participaron 300.000 personas en Nueva York, 50.000 en San Francisco, 40.000 en Washington y cerca de 300.000 personas más en marchas más pe-queñas a lo largo de la nación16 . Aunque las facciones del SDS fueron las más activas en la coordinación de la jornada, el éxito de las marchas fue más bien el resultado de la solidaridad y colaboración de muchos grupos y personas diferentes -SCLC, SNCC, WSP, NOW, Dellinger, Spock, Muste, Berrigan, gays, ecologistas, hasta las Panteras Negras- que participaron en una serie de "comités coordinadores", similares al NCCEWV, que había organizado las primeras marchas en 1965. Estas llegaron a ser llamadas "Mobes", o "mobilizations". Estos
"Mobes", que se convocarían adhoc para coyunturas particulares, se convirtieron en lo más parecido a una "dirección nacional" de la protesta antiguerra, en ausencia de otra instancia u organización capaz de capitalizar la situación para asumir el liderazgo. A la vez, representan el ejemplo más innovador de los nuevos canales de participación amplia y popular que fueron surgiendo gracias a la protesta. Sin una estructura establecida ni delimitada, los "Mobes permitieron el encuentro de muchos elementos sociales y culturales distintos, ofreciendo un nuevo espacio democrático de acción política que logró canalizar muchas tendencias diferentes hacia la protesta anti-guerra. Pero así como su flexibilidad le permitió ampliar significativamente su base de apoyo, a su vez esto mismo hizo más difícil articular posiciones o acciones definidas del movimiento. Sin embargo, con la jornada de abril de 1967, el movimiento anti-guerra había empezado a florecer. Y así como florecía la protesta anti-bélica, también florecía la cultura hippie. Durante ese verano de 1967, se realizó en San Francisco el gran "Verano del Amor" ("Summer of Love"), una gran celebración de la contracultura de los "flower children". El hippismo dejó de ser un fenómeno aislado y asumió un carácter, nacional, y luego mundial. Se establecieron comunas en varias partes del campo en búsqueda de la naturaleza y la paz. Se extendió el uso de la marihuana, el LSD y otras drogas recreacionales. La música rock se volvió cada vez más popular y a la vez más radical y directa en su forma y contenido. La contracultura se iba trasformando en la cultura popular juvenil ("youth pop culture").
protesta contracultural. En oc-tubre de 1967, Hoffman, Rubin y otros activistas sicodélicos convocaron
14
Ver Understanding Media, de McLuhan 15
Jerry Rubin, Do it! , Nueva York: Simón and Schuster, 1970. p. 37. 16
Con el "boom" en la cultura hippie se vio también la evolución de la
Norman Sue Woodstone, Up against the War, Nueva York; Tower Books, 1970, pp. 181-2
47
un gran "exorcismo" del Pentágono. Proponían rodear el inmenso edificio, ubicado en los bosques a las afueras de Washington, D.C. que funciona como sede central del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, con brujos y simpatizantes para elevar el Pentágono "diez pies para conjurar los espíritus malignos"17 que ellos aseguraban se habían posesionado de los militares. La "Marcha sobre el Pentágono" se realizó entre el 21 y 22 de octubre y fue coordinada por Rubin, Hoffman, los líderes de los "Mobes" yelSDS. Más de 100.000 jóvenes, entre hippies y radicales, se reunieron en el Memorial de Lincoln en el centro de Washinton y de ahí emprendieron una marcha masiva hacia el Pentágono. La Guardia Nacional movilizó miles de hombres y militarizó los alrededores de la sede militar. Al caer la noche se enfrentaron los jóvenes con la milicia, que utilizó gases lacrimógenos, dejando centenares de heridos y más de 650 jóvenes arrestados18. Con la Marcha al Pentágono, el movimiento antiguerra otra vez había logrado mostrar su gran capacidad convocatoria. Pero a la vez, el Estado había desmostrado por primera vez de forma contundente su capacidad y voluntad de utilizarla mano dura para reprimir la protesta. Después de octubre de 1967, pocas marchas contra la guerra terminarían sin enfrentamientos con la policía. Para finales de 1967, el movimiento anti-bélico era fuerte y estaba en expansión. El senador pacifista Eugene Me Carthy anunció su candidatura a la presidencia para las elecciones en noviembre de 1968, desafiando al jefe natural de su partido, el presidente Johnson. Aunque la mayoría de la opinión pública todavía apoyaba la guerra, la oposición a ésta era cada vez
mayor. Grupos anti-guerra se habían creado a lo largo de todo el país y aumentaba el carácter popular de la protesta; lo que los norteamericanos llaman "grass-roots", el apoyo de las bases. Al terminar 1967, el movimiento antiguerra era una planta sólida entrando a plena madurez y lista para dar frutos y seguir creciendo.
William Westmoreland, comandante máximo de las fuerzas estadounidenses en Vietnam, anunció que la guerra se encontraba a punto de una victoria. A los pocos días, el Viet Cong lanzó una ofensiva masiva por todo el territorio survietnamita, incluyendo ataques
3. EXPLOSIÓN Y AUGE DE LA PROTESTA, 1968-1970
El año de 1968, que fue uno de los más conflictivos y violentos en la historia norteamericana, empezó con el bautizo de uno de los movimientos más populares dentro de la protesta anti-guerra: los activistas de la contracultura que aún no tenían nombre como grupo. El primero de enero de 1968, se reunieron Hoífman, Rubin y otros líderes de la comunidad hippie y le dieron el nombre de "yippie" a los hippies politizados. Los"yippies", más tarde conocidos como el Partido Internacional de la Juventud (Youth International Party), jugarían un papel primordial en las actividades anti-guerra a lo largo de todo el año. Desarrollaron el "teatro guerrillero" al asaltar el sector financiero de Nueva York en Wall Street, paralizando las actividades al medio día tirando paquetes de billetes al aire. Utilizaron la televisión y la prensa para hacer llegar su mensaje burlón y anárquico a la opinión pública. El año también se inició con la intensificación de la guerra en Vietnam. Para ese año, la presencia estadounidense ascendía a más de medio millón de tropas, casi el doble del número de soldados del ejército de Vietnam del Sur19, nación a la cual supuestamente se estaba prestando una ayuda. Para mediados de enero, el general
17
18
Zaroulis y Sullivan , p. Ibid.p. 187
19
George C. Herring, America s Longesl War, 1950-1975, Nueva York: Alfred Knopf, 1979. pp. 142-3.
48
de rockets a la Embajada de Estados Unidos y el Palacio Presidencial en pleno centro de Saigón. Tomado totalmente por sorpresa, el ejército norteamericano tuvo que retroceder en varios frentes, como en la provincia de Quang Tri y en zonas del delta del Río Mekong. Estos reveces golpearon duramente la moral de los combatientes, y este momento es considerado por varios analistas como el comienzo de la derrota militar de USA. Con las noticias del deterioro de la situación militar en Vietnam, se aumentó la oposición a la guerra. En marzo, el senador Me Carthy logró una sorprendente votación en las elecciones primarias en New Hampshire, quedando segundo detrás de Johnson por pocos votos. Este resultado fue considerado como una victoria del pacifista Me Carthy y como una derrota humillante para el presidente en ejercicio. Johnson se había convertido en el símbolo máximo de la guerra: todas las noches jóvenes activistas cantaban frente de la Casa Blanca "Hey, hey LBJ (sus iniciales), ¿cuántos chicos mataste hoy?" En sus memorias, Johnson señaló que este hecho en particular lo había afectado fuertemente. Los resultados de New Hampshire fueron sólo la bofetada final: para finales del mes de marzo, Johnson anunció su retiro de la campaña para la reelección y otro senador anti-guerra, Robert Kennedy aprovechó la decisión y se lanzó a la presidencia. Derrotado y desprestigiado, Johnson sería la primera víctima política de la protesta anti-guerra. A los pocos días del anuncio de Johnson, el 4 de abril de 1968, Martin Luther King, Jr. fue asesinado en Memphis, Tennessee, desatando la más fuerte ola de violencia racial en la historia del país. El movimiento anti-guerra había perdido uno de sus más
lúcidos aliados y compañeros, mientras la nación perdió quizá a su hijo más importante del siglo veinte. Además, la violencia callejera de esos primeros de abril se convertía en la constante a lo largo de ese año crucial. En ese clima de tensión y violencia, los estudiantes de la Universidad de Columbia tomaron las instalaciones de la universidad el 23 de abril y permanecieron ahí durante una semana en protesta por las investigaciones que adelantaba la Dow Química en la universidad para desarrollar elementos tóxicos que se usarían en Vietnam20. La toma de Columbia tuvo gran repercusión en el país, así como en el exterior, ya que durante esos mismos días, los estudiantes de la Universidad de Nanterre, en Francia, iniciaban las actividades que desencadenarían en el "Mayo del 68". Pero también, la toma de Columbia demostró otra vez más la capacidad de respuesta represiva: las autoridades utilizaron la fuerza para retomarse la Universidad y desalojar a los estudiantes. El 6 de junio, sólo dos meses después del asesinato de King, fue asesinado frente a las cámaras de televisión el candidato anti-guerra Robert Kennedy, quien había logrado una importante victoria en las elecciones primarias en California la misma noche del magnicio. Los dos asesinatos, el de King y el de Kennedy, sacudieron a la nación y demostraron una vez más que la violencia muchas veces puede más que la paz. La guerra, mientras tanto, se ahondaba. Ya se había convertido
20
Kenneth Keniston, Youth and Dissent, Nueva York: Harvest Books, 1971, p. 320
49
en la guerra más larga de la historia de los Estados Unidos, y la protesta en su contra se hacía cada vez más amplia y más beligerante. Las posibilidades de una oposición dentro de la estructura política establecida eran cada vez más remotas. Con el asesinato de Kennedy, el sector antiguerra había perdido su mejor opción para una salida electoral. El otro candidato anti-guerra. Me Carthy, era considerado inaceptable por parte de los caciques que dominaban las maquinarias clien-
telistas del Partido Demócrata, y controlaban la fuerza suficiente desde dentro del partido como para garantizar la imposición de su candidato: el representante que apoyaba la continuación de la política de guerra en Vietnam, el vicepresidente Hubert Humphrey. De esta manera, la convención demócrata de agosto en Chicago se convirtió en el centro de la actividad de protesta. Todos los principales grupos de protesta estuvieron presentes: los yippies postularon un marrano vivo a la presidencia y convocaron un "festival de la vida", las Panteras Negras marcharon desafiantes por las calles, los jóvenes del SDS se congregaron en carpas en el Lincoln Park escuchando cantantes de rock, y los grupos feministas y gay
aprovecharon la ocasión para hacer declaraciones a la prensa y a los políticos. Aunque, durante el día las actividades de protesta adquirían un sabor de carnaval, al anochecer el Alcalde de Chicago, Richard Daley ordenaba a su policía "limpiar" las calles de los jóvenes manifestantes. Noche tras noche, la policía brutalmente, y frente a las cámaras de televisión, golpeó a los jóvenes que cantaban "el mundo entero nos mira". La violencia callejera de las "noches de Chicago" fue catalogada años después por una cornisón investigadora del gobierno federal como un "mitin policial" ("police riot")21. El nombre de "Chicago" se convirtió en el símbolo de la represión autoritaria del estado, así como un ejem-plo de la capacidad de resistencia del movimiento antiguerra. Sin embargo, los acontecimientos en Chicago, así como los del año entero, encendieron un gran debate al interior del movimiento anti-guerra en torno a cuál debería ser el rumbo a tomar. A pesar de su creciente capaciadad de convocación masiva, el movimiento anti-guerra había sido fuertemente golpeado y carecía de una clara dirección. Para finales del año, tras la victoria del republicano Richard Nixon, quien había prometido una "paz con honor" irónicamente intentando asumir las banderas de la paz-, las fuerzas anti-bélicas habían crecido tremendamente, pero se encontraban divididas y en crisis. Tal es el caso del SDS que en su convención anual de diciembre sufrió una división profunda que marcaría el comienzo del deterioro de la organización. Los sectores más extremistas -los del PLP y los seguidores de Dohrn- asumieron la
21
Leon Litwach, ct al., The United States: Becoming a
World Power (vol. II)., N.Y., Prentice-Hall, 1982, p. 790
50
había prometido Nixon. Pronto los sectores de la resistencia anti guerra se dieron cuenta de que lo que Nixon llamaba "paz" era en realidad una nueva estrategia de guerra; la "guerra de Johnson" se había vuelto la "guerra de Nixon".
dirección de la organización estudiantil y declararon una línea revolucionaria que desilusionó a los sectores más moderados, quienes empezaron a abandonar las filas. Antiguos dirigentes claves del SDS, como Hayden, Oglesby y Davis se marginaron y empezaron a buscar establecer contactos con los otros sectores más moderados de la protesta anti-guerra. Mientras tanto, los sectores que se mantuvieron dentro del SDS se dividieron a su vez en dos tendencias opuestas. Aunque ambas corrientes favorecían la "acción directa" como nueva estrategia de protesta, unos favorecían actos de desobediencia civil mientras el grupo más radical, dirigido por Dohrn, abogaba por la "guerra revolucionaria" por medio del terrorismo de una guerrilla urbana y la organización de células de apoyo para hacer la revolución maoista en Estados Unidos. Como desafortunadamente fue la norma en muchos grupos de nueva izquierda en USA -y en otras partes del mundo- el dogmatismo y los enfrentamientos sectarios terminaron acabando con las organizaciones que habían logrado importantes éxitos en la lucha antiguerra.
La política de "paz con honor" de Nixon consistía en tres aspectos: primero, la reducción gradual de tropas estadounidenses en Viet-nam (la "vietnamización"); segundo, las negociaciones directas con el Viet Cong y la República Democrática de Vietnam para buscar una salida política; y tercero, la expansión de la guerra por medio de la intensificación de los bombardeos al norte así como incursiones armadas a Camboya. El movimiento antiguerra rechazó inmediatamente los planteamientos de guerra disfrazados de paz. Mientras la vietnamización buscaba reducir el número de bajas estadounidenses para mermar el repudio de la opinión pública, las negociaciones sólo sirvieron para dilatar una solución real y a la vez permitieron incrementar la capaci .
El año de 1969 se inició con cierta expectativa sobre la forma que tomaría la "paz con honor" que
51
dad destructiva de la guerra sofisticada contra la población civil de Hanoi, Haifong y otras ciudades del norte. Irónicamente, los años de la "guerra de Nixon" serían tanto el período de las manifestaciones más numerosas de todo el proceso así como la época de la desintegración de la SDS y las crisis continuas en las organizaciones antiguerra. En junio de 1969, se realizó la décima -y última- convención del SDS en la cual Oglesby y el sector moderado intentó reasumir la dirección de la debilitada organi-
"Para finales de 1970 las principales voces de protesta contra Vietnam ya no estaban en las calles o en las universidades sino en el Congreso o en la prensa" zación estudiantil. Recién llegado de Cuba, Oglesby propuso ampliar la base de apoyo del SDS dentro de las clases medias para contrarrestar el extremismo izquierdista de la nueva generación de líderes como Dohrn, quienes, como buenos maoistas, rechazaban el viraje de Oglesby hacia Cuba, "títere del social-imperialismo soviético"22 Aunque el sector moderado logró recuperar un poco el poder que había perdido dentro del movimiento, no fue suficiente como para resaumir el control de la dirección; las dos tendencias igualaron fuerzas, anulándose mutuamente, no permitiendo la formación de una nueva dirección. El SDS había muerto
El sector extremista, encabezado por Dohrn, decidió entrar a la clandestinidad y se crearon entonces los "Weathermen" (meteorólogos), tomando su nombre de una canción de Bob Dylan que dice que "no se necesita un meteorólogo para saber en que dirección está soplando el viento"23.Los "Weathermen" se dedicaron al terrorismo, y a pesar de ser un grupo bastante pequeño -nunca fueron más de 200- sus bombas tuvieron mucho impacto sobre el movimiento anti-guerra ya que el terrorismo emprendido por la minoría violenta fue utilizado por el Estado para reprimir las mayo-rías pacifistas. 1969 fue, de esta manera, el año de la dura represión del Estado a la protesta anti-guerra. En los primeros meses del año empezó el juicio al padre Berrigan, S.J., por haber destruido unos archivos en una oficina de reclutamiento como acto de protesta contra la guerra. La justicia federal se dedicó a enjuiciar a los principales dirigentes de la protesta, debilitando aún más a las organizaciones antiguerra.
22 23
Zaroulisy Sullivan p. 211. De la canción "Subterranean Homesick Blues".
52
La mano dura de la ley, así como los conflictos al interior del SDS, se manifestaron también en los "Mobes", donde los sectores más radicales, como las Panteras Negras, el PLP y el SWP, habían logrado ganar mayor injerencia, aislando a los grupos más moderados. Las diferencias internas fueron tan grandes que no se pudo llegar a un acuerdo sobre las tradicionales jornadas de protesta en abril (recordando 1965 y 1967), que por lo tanto no se realizaron. Curiosamente, tanto en el SDS como en los "Mobes", los sectores moderados que sin duda representaban la amplia mayoría de la base se encontraban marginadas por los elementos más extremos y menos representativos. No obstante, a pesar de las profundas crisis al interior de las diversas instancias del movimiento anti-guerra, la protesta seguía creciendo y adquiriendo nuevos simpatizantes: 1969 y 1970 verían las marchas de protesta más numerosas de la era. He aquí una de las más importantes e interesantes características de estos años de protesta: el movimiento crecía y se ampliaba aún sin una estructura definida de dirección o coordinación. La protesta se alimentó de la espontaneidad y autoorganización natural de las bases, no de grupos partidistas ni de ideologías rígidas. La política, en vez de jugar un papel cohe-sionador en el proceso, lo envenenó, inyectándolo de dogmatismo, intolerancia y fanatismo. Así mismo, mientras el movimiento anti-guerra crecía sin cabeza, la contracultura se expandía a pasos agigantados. La música rock se había implantado como la música de la protesta. Sus figuras se habían convertido en ídolos y símbolos de la resistenciajuvenil. La droga y el amor libre se habían proclamado como las fuerzas liberadoras de la generación de adolescentes rebeldes. En agosto de 1969, en la pequeña aldea de
Woodstock en el estado de Nueva York, cerca de medio millón de jóvenes se congregaron durante tres días para oír a los principales roqueros del momento, hacer el amor y consumir drogas alucinógenas. El Festival de Woodstock fue el evento más grande e importante de la contracultura de los sesenta y se convirtiría en el símbolo del idealismo y sueños de toda una época. Más adelante, Abbie Hoffman escribiría un libro llamado Woodstock Nation ("Nación de Woodstock") en el cual clasificaba al festival de 1969 como la manifestación de protesta no sólo contra la Guerra de Vietnam sino contra todo el "establishment"- más grande y más influyente de toda la protesta; el "sit-in más poderoso de todos los tiempos"24. De nuevo, esta afirmación despierta la discusión sobre el posible carácter político de la contracultura. Sin duda, no sólo el espíritu contestatario y de protesta movió a los jóvenes para asistir a Woodstock; muchos, quizá la mayoría, fueron por la música y la rumba sin una clara motivación social o política. Sin embargo, este hecho no necesariamente invalida la naturaleza política de Woodstock; al contrario, quizá lo confirma. En la medida en que la contracultura fue un rechazo vivencial a las normas y valores de la sociedad existente también fue una muestra de repudio a los sectores más politizados y jerarquizados de la protesta "organizada". En ese sentido Woodstock fue un claro
24
Abbie Hoffman, Woodstock Nation, Nueva
York: Pcnguin Books, 1970, p. 84
53
"no" a la Guerra de Vietnam pero también un "no" a las luchas intestinas del SDS y al terrorismo de los "Weathermen". La paz no se logra discutiendo política sino creando espacios reales de convivencia pacífica que la pone en práctica en la vida cotidiana e individual. Woodstock fue una manifestación sólida de las alternativas culturales y sociales -y por ende políticas- que presentaba la contracultura popular de la juventud estadounidense, y aunque los efectos fueron poco duraderos y no muy tangibles, no cabe duda de que en agosto de 1969, en medio de la confusión dentro de los organismos anti-guerra y del incremento bárbaro de la guerra en Vietnam, el gran carnaval contracultural tuvo un gran impacto positivo y alentador para la protesta: otra vez el proceso se había visto fortalecido desde afuera por fuerzas espontáneas, despolitizadas y de diversos orígenes no ortodoxos. Si bien Woodstock no le dio coherencia ni continuidad a la protesta anti-guerra, le inyectó vida y creatividad en un momento en que ésto se estaba requiriendo. Pero a pesar del entusiasmo renovado después de Woodstock, la campaña de represión por parte del Estado se incrementó a la vez
que se fueron intensificando las disputas entre los grupos antiguerra. En septiembre, ocho de los principales activistas fueron acusados por un juez federal de haber "incitado a la violencia" durante los acontecimientos en Chicago en 1968. El juicio de los llamados "Ocho de Chicago" (Chicago 8) -Hoffman y Rubin, líderes yippies; Hayden y Davis del SDS; Seale, dirigente de las Panteras Negras; Dellinger, el veterano pacifista; y dos jóvenes estudiantes activistas poco conocidos25 una vez más mostró la capacidad del gobierno de neutralizar y marginar a la dirigencia radical de la protesta anti-guerra. El juicio, que con todas sus etapas de apelación duró hasta 1972, drenó las finanzas y los esfuerzos de las organizaciones de protesta y las privó de algunos de sus más lúcidos exponentes. Entre el 8 y el 11 de octubre, los "Weatherman" lanzaron su primera gran ofensiva terrorista, que ellos denominaron los "días de la ira" ("days of rage"), principalmente en Chicago. Durante la ola terrorista estallaron más de 200 bombas y un número similar de incendios premeditados26. La escala de violencia por parte del minúsculo grupo de extrema
25
Zaroulis y Sullivan p. 233.
26
Ibid., pp. 261-163.
54
izquierda sirvió para que las autoridades tacharan al movimiento anti-guerra, pacifista casi en su totalidad, de terrorista. De esta manera, se aumentó nuevamente la actitud represiva de los organismos de seguridad que para finales de 1969 habían logrado infiltrarse en todos las principales grupos de protesta; sobre esta base, más tarde, se emprendería el desmantelamiento de algunas de las organizaciones anti-guerra. Paradójicamente, mientras los sectores más radicales sufrían las consecuencias de los golpes que habían recibido-las divisiones del interior de los "Mobes", la desintegración del SDS, el juicio de los Ocho de Chicago, la represión tras el terrorismo de los Weathermen -el movimiento anti-guerra en su conjunto empezaba a gozar de un impresionante renacer. Los sectores moderados-que habían sido excluidos de las riñas por el poder entre las distintas corrientes radicales- se habían ampliado, particularmente dentro de las clases medias. En esos meses se hicieron públicas las fotos de la masacre de más de cien ancianos, mujeres y niños en la aldea vietnamita de Mi Lai que había sido perpetuada por soldados norteamericanos. Estos y otros acontecimientos tuvieron un profundo impacto sobre la opinión pública e incrementaron el repudio generalizado a las atrocidades de la guerra. Rescatando los principios democráticos y patrióticos de los años embrionarios del movimiento -recordar la Declaración de Port Hurón- se empezaron a organizar independientemente grupos cívicos, estudiantiles, religiosos y pacifistas en diferentes ciudades y pueblos del país en oposición a la guerra. Estos nuevos vientos -menos radicales y más arraigados en los valores del norteamericano común- comenzaron a coger forma y atraer a algunos de los activistas menos radicales que
habían sido marginados de la protesta por los extremistas. Redes sueltas de apoyo y solidaridad se habían establecido en varias regiones del país, en su inmensa mayoría por fuera de las estructuras existentes de la protesta antiguerra que se agrupaban en los "Mobes". Estos sectores -moderados, de "base ("grassroots") e independientes de las organizaciones radicales - convocaron a una gran jornada nacional de protesta pacífica contra la guerra para el 15 de octubre, que fue denominado de Día Moratorio de Vietnam (Vietnam Moratorium Day). Ese día millones de estadounidenses participaron en distintas actividades anti-guerra, muchos de ellos por primera vez. Se realizaron misas por la paz, marchas de silencio y actos simbólicos en los cuales se leyeron los nombres de los jóvenes desaparecidos en la guerra. Casi cien mil personas se reunieron en Boston para oír las palabras del senador Me Govem y otros líderes moderados de la oposición a la guerra27 . Reuniones similares se realizaron en distintas partes del país. Por primera vez se había organizado una jornada nacional de protesta pacífica sin participación alguna de los sectores radicales agrupados en los "Mobes". Es así que muchos de los dirigentes de los "Mobes" empezaron a entablar relaciones con los grupos coordinadores del Moratorio. A finales de octubre, los "Mobes"y los del Moratorio decidieron unir sus esfuerzos y convocaron una nueva y más grande "movilización" para el 15 de noviembre. Este intento de revivir los mecanismos de los "Mobes" con la participación de amplios sectores moderados que organizaron el Moratorium tuvo gran éxito y logró convocar en Washington la manifestación de protesta más grande en la historia del país: entre quinientas y setecientas
mil personas se congregaron para escuchar los discursos de los principales líderes antiguerra -Dellinger, Me Gov-
27
Ibid., p. 269.
55
ern Mc Carthy, Spock, entre otros-
así como a cantantes como Arlo Guthrie, Pete Seeger y "Peter. Paul and Mary". Al caer el atardecer, un grupo de cerca de tres mil jóvenes radicales cargando banderas del Frente de Liberación Nacional se dirigieron hacia el edificio del Departamento de Justicia, donde se enfrentaron con la Guardia Nacional que logró dispersar la manifestación con gases lacrimógenos28 El éxito rotundo de la jornada de noviembre de 1969 revivió el movimiento anti-guerra y lo amplió tremendamente a nivel nacional. Mientras tanto, la Guerra de Vietnam se extendía hacia Camboya. A finales de abril de 1970, esto motivó una serie de manifestaciones masivas, particularmente en las universidades, en oposición a la invasión a Camboya. En una de ellas, la Universidad de Kent State en Ohio, cuatro estudiantes fueron muertos por la Guardia Nacional, desatando la ola de protesta universitaria más grande de la historia: cerca de cuatro millones de estudiantes participaron en protestas en más de la mitad de las universidades del país. Más de 500 universidades fueron cerradas y 21 fueron ocupadas militarmente por la Guardia Nacional. El 9 de mayo, más de 130.000 personas se reunieron en Washington para denunciar las muertes de los estudiantes desarmados29 • Para mediados de 1970, la opinión pública se mostraba cada vez más en desacuerdo con la guerra. Crecía, además, la oposición a la guerra dentro de los sectores tradicionales, particularmente el Partido Demócrata, la prensa liberal como el New York Times y el Washington Porty grupos progresistas y cívicos. Poco a poco, la protesta, que había surgido como radical y juvenil, se iba volviendo oficial y de adultos. Aunque seguía extendiéndose la protesta entre los
jóvenes -tanto radical como contracultural- otras fuerzas sociales más poderosas asumían papeles protagónicos en la oposición a la guerra. Los sectores anti-guerra en el Congreso lograron revocar la Resolución del Golfo de Tonkín, limitando los poderes del ejecutivo en la conducción de la guerra. Para finales de 1970 las principales voces de protesta contra Vietnam ya no estaban en las calles o en las universidades sino en el Congreso y en la prensa. Y algunas de las voces más importantes de la cultura de la protesta dejaron de sonar: entre septiembre y agosto, Jimi Hendrix y Janis Joplin, dos de los grandes figuras del rock, murieron por sobredosis de droga. Los años del auge e idealismo de la contracultura se empezaban a acabar.
fecha de retiro para las tropas y favorecía una participación activa en el proceso electoral. Las disputas entre la NPAC y la PCPJ se agudizaron aún más en enero de 1971 cuando el senador Me Go-vern anunció su candidatura para las eleciones p residenciales en
4. DESCENSO Y FINAL DE LA PROTESTA, 1971-1975 La última etapa de la protesta se caracteriza por la creciente división entre los distintos sectores antiguerra, la aparición de nuevas fuerzas de resistencia y el aumento en la influencia de las fuerzas anti-guerra dentro de las estructuras políticas tradicionales. Para comienzos de 1971, ya era claro que el éxito de las marchas de 1969 y 1970 no había logrado sanear las profundas diferencias al interior de los "Mobes", que se dividieron irremediablemente en dos corrientes: la NPAC (Coalición Nacional de Acción por la Paz), que exigía el retiro inmediato de tropas de Vietnam y se oponía a la formación de alianza electorales con los sectores anti-bélicos del Partido Demócrata, y la PCPJ (Coalición Popular por la Paz y la Justicia) que proponía fijar una
28 29
Ibid.,p. 271. Ibid.,281.
56
noviembre de 1972. La PCPJ se unió en gran parte a la campaña de Mc Govern que tenía sus bases principales en las universidades, mientras que la NPAC criticaba esta actitud por considerar que la participación electoral sólo legitimaba el sistema dominante y desviaba los esfuerzos del activismo radical. Los enfrentamientos entre la NPAC y la PCPJ contribuyeron a la desaparición final de la organización -más bien, del mecanismo- más auténtico y característico de la protesta anti-guerra: los "Mobes". Desde las tempranas marchas de 1965, en una u otra forma, los "Mobes" habían servido, en ausencia de otras instancias, como el máximo órgano de coordinación del movimiento anti-bélico a nivel nacional. Pero para comienzos de 1971, los "Mobes" habían muerto, dejando un vacío que ni la NPAC ni la PCPJ lograría llenar. Fueron más bien nuevas fuerzas de protesta las que empezaron a asumir el protagonismo en la resistencia radical, llenando en parte el espacio dejado por los "Mobes". En particular se destacan los WAW (Veteranos de Vietnam contra la Guerra), organización de excombatientes que al regresar de Vietnam se declararon en contra de la guerra. El 23 de abril de 1971, mil cien veteranos marcharon al cementerio de Arlington en las afueras de Washington y botaron las medallas que habían recibido en la guerra como acto de protesta y desafío. Al día siguiente 250.000 personas se congregaron en Washington y otras 150.000 en San Francisco, para protestar en solidaridad con los excombatientes30 . Seria la última gran marcha de protesta de la era y se caracterizaría por la ausencia casi total de las principales organizaciones de la década de protesta; ya ni el SDS ni los "Mobes" existían.
De este momento en adelante la oposición a la guerra pasaría casi exclusivamente a la política nacional tradicional. En junio de 1971, el New York Times publicó los llamados "Documentos del Pentágono" ("Pentagon Papers") que habían sido obtenidos por Daniel Ellsberg, funcionario del gobierno, que revelaron el manejo deshonesto de la política en Vietnam por parte de los militares, quienes fabricaron y manipularon la información para encubrir las crecientes derrotas estadounidenses. Estas revelaciones aumentaron tremendamente la falta de credibilidad del gobierno así como la oposición de la opinión pública a la guerra. Para finales de 1971, la guerra se intensificó de nuevo con los bombardeos a Hanoi y Haifong, pero las manifestaciones de protesta fu eron pocas y aisladas. En enero de 1972, año electoral, el presidente Nixon anunció una nueva iniciativa de paz que consistió en un cese al fuego, el retiro gradual de todas las tropas estadounidenses en seis meses y la devolución de los prisioneros de guerra. De esta manera, Nixon hábilmente pasó a ser el vocero de una "paz
30
Ibid., p.298.
57
con honor", negociada y gradual, como alternativa a la "paz inmediata" de Mc Governy los sectores anti-guerra, que el presidente catalogaba como una "rendición incondicional". La propuesta de la paz de Nixon cambió radicalmente las condiciones políticas de la protesta. Por un lado, representó el reconocimiento por parte del gobierno de la imposibilidad de una victoria militar en Vietnam. En ese sentido, se puede afirmar que en parte la nueva estrategia de Nixon fue el resultado de la creciente presión que ejercíanlos sentimientos antiguerra de amplios sectores de la opinión pública y por lo tanto se puede considerar como una victoria del movimiento anti-guerra. Más importante aún, la propuesta de paz de Nixon se convirtió en el tema central de la campaña electoral y de la discusión política a lo largo de 1972, arrebatándole las banderas de la paz a Me Govern y los demócratas. Ya no se trataba de "guerra vs. paz" sino de "paz negociada vs. paz inmediata". Alo largo de la campaña, Nixon identificó a Me Govern con los sectores más extremistas de la protesta -irónicamente los mismos que se negaban a participar en el proceso electoral- pintando al senador demócrata como amigo del aborto, la marihuana, los homosexuales y el terrorismo. Paradójicamente, mientras Me Govern era considerado "demasiado moderado" por los sectores radicales de la protesta que decidieron abstenerse en las elecciones, para el electorado en general, el candidato demócrata era demasiado radical. Quince días antes de las elecciones, Henry Kissinger anunció: "la paz está a la mano", sellando la victoria de Nixon, quien arrasó a Me Govern en 49 de los 50 estados de la nación. La derrota contundente del candidato anti-bélico marcó también la derrota final del
movimiento anti-guerra. Aunque los bombardeos se reiniciaron para diciembre, la protesta se limitó a unas declaraciones de Tom Hayden y la actriz Jane Fonda desde Hanoi y unas dispersas marchas pequeñas en algunas ciudades. Las expectativas de paz se centraba en las negociaciones en París. El 27 de enero de 1973, Kissinger y Le Duc Tho firmaron el acuerdo que marcó el final de la participación directa de Estados Unidos en la guerra. Aunque la guerra siguió hasta abril de 1975 entre vietnamitas, la presencia estadounidense se limitó a proveer armas y recursos financieros.
El 29 de marzo de 1973, el último soldado norteamericano se retiró de Vietnam; la guerra más larga de la historia del pais había terminado.
Igualmente, había terminado la protesta a gran escala. A pesar de que Estados Unidos siguió enviando ayuda al gobierno de Saigón entre 1973 y 1975, la protesta fue escasa e inefectiva. Así como la protesta había empezado sólo con la entrada de tropas directamente a la guerra en 1965, ésta terminó con la salida de los soldados en 1973. La protesta masiva y popular entonces, no había sido en contra de la intervención en Vietnam sino en contra de la pérdida
58
HISTORIA CRITICA No. 1
de vidas estadounidenses. De hecho, en muchos sentidos, la guerra en Vietnam se había intensificado a pesar del retiro de las tropas norteamericanas. En el sólo año de 1973, murieron más de 50.000 vietnamitas, número similar al total de vidas norteamericanas perdidas durante la guerra entera31. La ayuda económica directa de Estados Unidos al gobierno de Saigón subió de los 700 millones de dólares anuales que se habían enviado entre 1965 y 1973 a 1.000 millones anuales entre 1973 y 197532 -a pesar de la creciente oposición que surgió por parte de una curiosa alianza entre el Congreso y el Pentágono. Para 1974, hasta los militares estadounidenses estaban convencidos de la derrota inminente del gobierno de Saigón y se mostraban abiertamente en contra de los incrementos solicitados por la Casa Blanca. En agosto de ese año, en vísperas de su renuncia, Nixon le solicitó U.S. $1.600 millones en ayuda a Vietnam del Sur para 1975; el Congreso sólo le aprobó 700 millones33. Cabe preguntarse cuáles fueron las razones detrás de esta nueva actitud. No hay duda de que el movimiento anti-guerra había logrado persuadir a buena parte de la opinión pública del carácter anti-democrático e inmoral de la guerra. Pero en la última fase de la guerra la mentalidad predominante dentro de la opinión pública anti-bélica no era la inmoralidad de la guerra, sino el hecho de que la guerra era inganable. Si bien es cierto que los sectores más radicales de la protesta fueron movidos por principios revolucionarios, democráticos e internacionalistas, la amplia mayoría de los norteramericanos se oponía a la guerra por razones nacionalistas, pragmáticas y realistas. Es así que la protesta anti-guerra entre 1973 y 1975 se pareció a los primeros años del movimiento: el
predominio de pequeños grupos pacifistas y la marcada ausencia del apoyo masivo popular. En esos últimos años se realizaron varias manifestaciones en contra de la asistencia militar a Saigón. Exigían, además, el cumplimiento de los acuerdos de París34 y la amnistía para el medio millón de jóvenes norteamericanos que habían evadido el servicio militar. Pero las marchas nunca contaron con más de 20.000 participantes, número muy reducido en comparación con los de los años anteriores.
31
Ibid., p.. 412.
32
Hay grandes diferencias en las cifras sobre ayuda militar que utilizan distintos autores, dado que algunos incluyen la llamada ayuda "extraoficial" y de otras fuentes. Estas cifras se refieren solamente a la ayuda directa al gobierno de Saigón y son tomadas de Kolko, op. cit., pp. 2789 33
Sólo parte de estos fondos se desembolsaron, ya que para abril, 1975, el gobierno de Saigón había caído. 34
Estados Unidos se negó reparaciones de guerra a
a pagar Vietnam.
59
En abril de 1975, cayó el régimen de Saigón y en mayo se realizó la última reunión del movimiento anti-guera para celebrar el final de la guerra con la asistencia de cerca de 50.000 personas en Nueva York35. Con ambiente de fiesta de despedida, se escucharon varios discursos y canciones de los viejos líderes y cantantes de la protesta, finalizando con el canto "war is over!" (¡la guerra ha terminado!). La era de la protesta formalmente se había acabado. Pero en realidad, la protesta, como fenómeno masivo y por lo tanto político, había terminado años atrás. Ya se han mencionado algunas de las posibles razones por la disminución de la protesta: la principal oposición a la guerra ya no se encontraba en las calles sino en el Congreso, el retiro de tropas había reducido el número de muertes estadounidenses y la derrota electoral de 1972 había desilusionado a muchos activistas. Pero hay muchos otros factores que contribuyeron al descenso de la protesta. Indudablemente, las disputas internas entre los sectores radicales y los moderados tuvieron un efecto negativo sobre el movimiento. La desaparición del SDS y luego de los "Mobes" por las disputas internas despojó a la protesta de sus más visibles mecanismos de liderazgo. Además, los sectores más radicales fueron fuertemente golpeados por la represión que ejerció el Estado en su contra. Para comienzos de la década de los setenta, los principales grupos de oposición a la guerra estaban infiltrados por agentes de inteligencia que aprovecharon la naturaleza abierta de estos grupos para penetrarlos. Aunque nunca se logró establecer nexos entre la protesta y gobiernos comunistas, durante toda la época se autorizaron la vigilancia electrónica y el sabotaje de los grupos antiguerra, en violación de los derechos individuales garantizados por la constitución estadounidense.
En el caso más célebre, un equipo de operaciones clandestinas, llamado "los plomeros", que operaba bajo las instrucciones directas de la Casa Blanca, entró ilegalmente al consultorio del siquiatra de Daniel Ellsberg, el funcionario del Departamento de Estado que le había entregado los "Pentagon Papers" al New York Times, para buscar información que hubiera podido utilizarse en contra de Ellsberg en su juicio. Aunque no lograron encontrar nada, la operación sirvió como "semilla" de la política ilegal de "espionaje interno" que culminaría en el escándalo de Watergate. Pero la infiltración y el espionaje no fueron las únicas formas de represión utilizadas en contra de la protesta. La fuerza y la violencia, se utilizaron para desmembrar y desmantelar las organizaciones más extremistas: para 1973, las "En la última fase de la guerra principales cabecillas y la mayoría de los integrantes de las Panteras la mentalidad Negras y los "Weath-ermen" estaban predominante dentro muertos, encarcelados o en la de la opinión pública clandestinidad huyendo de las anti-bélica no era autoridades. A otros líderes, como la inmoralidad Abbie Hoffman y Stokeley Carmichael, también les tocó adoptar de la guerra vidas de fugitivos. Prácticamente sino el hecho todas las figuras de la protesta de que la guerra fueron víctimas de persecusión era inganable". política constante, obligándolos a dedicar más tiempo a sus defensas legales que al activismo político. Adicionalmente, otras crisis contribuyeron a que cada vez se le prestara menos importancia al conflicto en Vietnam. Para 1973, la atención de la nación estaba fijada sobre la agudización de la crisis política entorno al escándalo Watergate y la inesperada crisis energética y económica que estalló a finales de ese año. Estas crisis profundas desalojaron a Vietnam de las primeras páginas de los periódicos, quitándole a la protesta uno de sus más importantes aliados: el cubrimiento de la prensa. Los medios habían de35
Zaroulis y Sullivan p. 420.
60
cidido que la Guerra de Vietnam ya no era la noticia que había sido antes. También se debe incluir dentro de esta lista parcial de elementos que contribuyeron a la desaparición de la protesta la incapacidad por parte de los líderes anti-guerra de entender la contracultura, de reconciliar diferencias con ésta e incorporarla activay efectivamente dentro del movimiento anti-bélico. De hecho, para la mayoría de los dirigentes del movimiento de todas las tendencias, la contracultura era más bien un problema que un aliado. Para los radicales de izquierda, el hippismo era una actitud reaccionaria pequeñoburgués que empobrecía el espíritu revolucionario de la juventud. Para los sectores moderados, la cultura sicodélica era una locura incomprensible que le restaba seriedad y credibilidad al movimiento. Fueron sólo unos pocos grupos los que entendieron el gran potencial político de la contracultura e intentaron trabajarlo. El principal ejemplo de esto es sin duda el de los yippies, que en su corta existencia lograron movilizar miles de hippies en contra de la guerra. Sin embargo, sus dos máximas muestras de fuerza -el "Exorcismo del Pentágono" en Washington en octubre, 1967 y el "Festival de la Vida" en Chicago en agosto 1968también produjeron una violenta respuesta por parte del Estado, que asustó a los sectores moderados de la protesta. Para 1969, las principales organizaciones antiguerra empezaron a excluir a los yippies, y a la contacultura en general, de sus planes de protesta. Ese año, con el juicio de los Ocho de Chicago, se inició una persecución legal feroz contra los líderes yippies que los marginaría de la lucha política de por vida. Entre 1970 y 1973, Hoffman fue arrestado 47 veces por motivos distintos, y en 1974 fue acusado de posesión de cocaína, lo que
habría conllevado una condena de quince años a pena perpetua; Hoffman se vio obligado a cambiar de identidad y a pasar a la clandestinidad36 . De esta manera, la contracultura se quedó sin voceros políticos y líderes lúcidos y paulatinamente se fue aislando del movimiento anti-guerra. A la vez, la creciente popularidad de la cultura juvenil se empezó a traducir en una mayor comercialización de los símbolos de la protesta contracultural: el rock se convirtió en una gran industria, los bluyines y el pelo largo se pusieron de moda y el uso de la droga logró cierta aceptación social y se empezó a implantar un comercio multimillonario de narcotráfico. El sistema capitalista poco a poco fue absorbiendo la contracultura, convirtiendo lo que habían sido expresiones contestatarias en bienes de consumo masivo. En parte por falta de visión y comprensión de los líderes anti-guerra, la gran fuerza política en potencia de la rebeldía juvenil no logró articularse como una alternativa progresista ni radical sino que se volvió gradualmente uno de los pilares del "establishment". Finalmente, se puede agregar como importante factor en la disolución de la protesta la naturaleza racista y sexista de los principales organismos anti-guerra, que en su mayoría fueron dirigidos por hombres blancos. De hecho, las relaciones entre los grupos antiguerra y los movimientos radicales negros fueron tensos y a veces de abierta confrontación. A la vez, la composición casi exclusivamente masculina y chauvinista de la dirigencia anti-guerra fue uno de los factores que impulsó la radicalización del movimiento feminista y creó tensiones al interior del movimiento estudiantil, como se vió en el rompimiento de Dohm con el SDS. Estas fricciones causadas por las actitudes racistas y machistas de
36
Abbie Hoffman, Soon lo be a Major Motion Picture, Nueva Yoric: Perigree Books, 1980, pp 283-5.
61
muchos líderes anti-guerra debilitó la unión de la protesta y no permitió que se aprovechara al máximo la gran fuerza de dos poderosos aliados: el movimiento negro y el movimiento feminista. Fueron varios, entonces, los factores que contribuyeron a la desintegración relativamente rápida de la protesta anti-guerra y que no permitieron que se desarrollara una fuerza progresista duradera y estable, por fuera de los grandes partidos. 5. CONCLUSIONES
A pesar de las diferencias y desacuerdos entre ellos, la protesta anti-guerra le dió cierta cohesión y espacio común a los diversos movimientos de protesta de la época. Permitió que se unieran o más bien, se reunieran- varios grupos disímiles en torno a un objetivo preciso: protestar en contra de la guerra. Así mismo, con el final de la intervención militar directa, la protesta perdió su cauce y entró a una fase de dispersión y descenso. Aunque muchos de los movimientos -como el de las mujeres, los ecologistas, losgays, entre otros- continuaron sus luchas particulares a lo largo de la década de los setenta, la protesta perdió su caráctermasivo, popular e integral. Pero curiosamente, el movimiento anti-guerra jugó ese papel cohesionador y en cierto modo unifica dor de la protesta a pesar de no haber contado con un organismo estable y permanente de coordinación o dirección a nivel nacional. Aunque en un principio el SDS y luego los "Mobes" intentaron asumir el liderazgo del movimiento, ambos fracasaron en relativamente poco tiempo. Sin embargo, vale la pena detenerse en estos casos para hacer algunas observaciones al respecto. Ambos, el SDS y los "Mobes", surgieron muy rápidamente gracias a un gran contenido de espontaneidad. Sus estructuras informales -o más bien, su falta de estructuras rígidas- fueron gene-
radas por el proceso mismo y permitieron la confluencia de miles de personas con condiciones, intereses e ideas diferentes que se unían en su oposición a la guerra. Más que organizaciones o movimientos, el SDS y los "Mobes" fueron mecanismos abiertos de participación popular que fueron forjando nuevos espacios de actividad política. Le dieron coherencia y fuerza política a los brotes caóticos e inconexos de protesta. Pero en la misma medida en que el carácter pluralista y democrático fue la base esencial de su surgimiento y gran desarrollo repentino, el sectarismo y el dogmatismo fueron responsables por su posterior estancamiento y disolución abrupta. Así como la creatividad y la tolerancia les dieron vida al SDS y a los "Mobes", la ortodoxia y el fanatismo los condenó a la muerte.
contribución política del SDS y de los "Mobes" fue la de servir como catalizadores de la protesta, y no como líderes o dirigentes. Otro elemento interesante del movimiento anti-guerra es el rol de la contracultura como forma de
Sin embargo, quizá lo más importante de este aspecto del proceso es que a pesar de haber fracasado los distintos intentos de establecer un instrumento de dirección a nivel nacional, la protesta siguió, creció y al final logró su objetivo primordial: el retiro de tropas estadounidenses de Vietnam. Paradójicamente, tanto el SDS como los "Mobes" se desintegraron en el momento de su mayor auge -el SDS en 1969 y los "Mobes" en 1970- y en los momentos en los cuales el movimiento anti-guerra llegaba a su climax como fuerza política de presión a nivel nacional. Para 1971, el movimiento antiguerra era un cuerpo inmenso sin cabeza, o más bien con varias cabezas: el Moratorio, los "Weathermen", la NPAC, la NCPJ, la VUAW, la campaña de McGovern, etc. Y aún así, entre el caos y los desacuerdos, la protesta antiguerra evolucionó y fructificó, recurriendo de nuevo a la espontaneidad en ausencia de una clara dirección. De esta manera, a pesar de sus cortas vidas, el SDS y los Mobes tuvieron impactos más duraderos en la medida en que crearon espacios de participación popular que de alguna manera siguieron funcionando después sin ellos. Por lo tanto, la principal 62
protesta. Ya se han señalado algunos interrogantes en torno a la relación entre la contracultura y la política. Se ha dicho que la esencia contestataria e inconforme de la generación hippy podría considerarse como una forma de protesta pero que a la vez, otros factores, como la moda y los hábitos sociales, también incidieron en este fenómeno cultural. Asi mismo, se planteó y se cuestionó la inabilidad de los grupos anti-guerra para comprender y canalizar la contracultura como fuerza de protesta. De estos interrogantes abiertos surgen muchas preguntas más: ¿Qué se requiere para que lo cultural (o contracultural) adquiera una esencia o un sentido político? ¿Es necesario que exista alguna clase de "conciencia política" para que una acción o una expresión cultural sea considerada como protesta política? ¿Fue el hippismo una protesta "conciente" contra el "establishment" o fue más bien sólo una moda sin mayores implicaciones políticas?. Estas preguntas -que deseo dejar sin respuestas para invitar a la reflexión- nos llevan a analizar la esencia misma de lo llamado "político". Aunque tradicionalmente se refiere a lo "político" como esos elementos que conciernen lo "conciente" y lo racional (el pensamiento, la filosofía, la ideología, la conciencia de clase, etc.), vale la pena explorar más a fondo los elementos "inconcientes" e irracionales de la política: el racismo, la religión, el machismo, aspectos generacionales, las tradiciones familiares y regionales, la xenofobia y el nacionalismo, la apatía y la marginalización, etc., todos esos factores emotivos, pasionales y culturales que determinan las actitudes y acciones políticas y que no obedecen a raciocinios lógicos ni intereses económicos: lo cultural de lo político. En ese sentido, la contracultura en Estados Unidos durante los
años de protesta ofrece un campo de estudio y análisis muy rico, pero bastante complejo y poco trabajado. El hippismo, como for ma vivencial de rechazo a todo lo establecido, también iba en con tra de todo lo tradicionalmente llamado político: los partidos, las instituciones, el "sistema". Pre cisamente, aquí radica la incom patibilidad, la incomprensión y el enfrentamiento que se dio entre los grupos de estudiantes de la nueva izquierda que dominaron el movimiento anti-guerra y los amplios sectores de la juventud que conformaban la contracultura. Los hippies simplemente no querían -ni creían en- la revolu ción política, social y económica que buscaban muchos del SDS y los otros activistas anti-guerra sino una revolución muy diferente y mucho más allá de lo políticoeconómico-social: Una revolución en las relaciones humanas, en las estructuras familiares y en las actitudes y comportamientos sexuales. Una revolución en la re lación entre el hombre y el medio ambiente y la naturaleza. Una re volución en el trabajo y en la vida basada en la solidaridad y no en la competencia; en la creatividad y no en las ganancias. Una trans formación de la sociedad tan pro funda que se sale de los paráme tros tradicionales de la política y que busca crear o encontrar nuevas dimensiones en las rela ciones sociales, nuevos canales de participación y de convivencia, nuevas formas del ser político y de hacer política. Hay otros aspectos de la protesta anti-guerra que se deben destacar y analizar. Uno de éstos es el carácter patriótico y "americano" de la protesta. Para la gran mayoría de los integrantes del movimiento anti-bélico, Vietnam era el resultado de decisiones y políticas equivocadas del gobierno y no de injusticias inherentes al sistema imperialista norteamericano. Su protesta fue en contra del gobierno no en contra del país. Al con-
"...vale la pena explorar más a fondo los elementos "inconcientes" e irracionales de la política: el racismo, la religión, el machismo, aspectos generacionales, las tradiciones familiares y regionales, la xenofobia y el nacionalismo, la apatía y la marginalización, etc."
35
Zaroulis y Sullivan p.420
63
cidido que la Guerra de Vietnam ya no era la noticia que había sido antes. También se debe incluir dentro de esta lista parcial de elementos que contribuyeron a la desaparición de la protesta la incapacidad por parte de los líderes anti-guerra de entender la contracultura, de reconciliar diferencias con ésta e incorporarla activa y efectivamente dentro del movimiento anti-bélico. De hecho, para la mayoría de los dirigentes del movimiento de todas las tendencias, la contracultura era más bien un problema que un aliado. Para los radicales de izquierda, el hippismo era una actitud reaccionaria pequeñoburgués que empobrecía el espíritu revolucionario de la juventud. Para los sectores moderados, la cultura sicodélica era una locura incomprensible que le restaba seriedad y credibilidad al movimiento. Fueron sólo unos pocos grupos los que entendieron el gran potencial político de la contracultura e intentaron trabajarlo. El principal ejemplo de esto es sin duda el de los yippies, que en su corta existencia lograron movilizar miles de hippies en contra de la guerra. Sin embargo, sus dos máximas muestras de fuerza -el "Exorcismo del Pentágono" en Washington en octubre, 1967 y el "Festival de la Vida" en Chicago en agosto 1968también produjeron una violenta respuesta por parte del Estado, que asustó a los sectores moderados de la protesta. Para 1969, las principales organizaciones antiguerra empezaron a excluir a los yippies, y a la contacultura en general, de sus planes de protesta. Ese año, con el juicio de los Ocho de Chicago, se inició una persecución legal feroz contra los líderes yippies que los marginaría de la lucha política de por vida. Entre 1970 y 1973, Hoffman fue arrestado 47 veces por motivos distintos, y en 1974 fue acusado de posesión de cocaína, lo que
habría conllevado una condena de quince años a pena perpetua; Hoffman se vio obligado a cambiar de identidad y a pasar a la clandestinidad36 . De esta manera, la contracultura se quedó sin voceros políticos y líderes lúcidos y paulatinamente se fue aislando del movimiento anti-guerra. A la vez, la creciente popularidad de la cultura juvenil se empezó a traducir en una mayor comercialización de los símbolos de la protesta contracultural: el rock se convirtió en una gran industria, los bluyines y el pelo largo se pusieron de moda y el uso de la droga logró cierta aceptación social y se empezó a implantar un comercio multimillonario de narcotráfico. El sistema capitalista poco a poco fue absorbiendo la contracultura, convirtiendo lo que habían sido expresiones contestatarias en bienes de consumo masivo. En parte por falta de visión y comprensión de los líderes anti-guerra, la gran fuerza política en potencia de la rebeldía juvenil no logró articularse como una alternativa progresista ni radical sino que se volvió gradualmente uno de los pilares del "establishment". Finalmente, se puede agregar como importante factor en la disolución de la protesta la naturaleza racista y sexista de los principales organismos anti-guerra, que en su mayoría fueron dirigidos por hombres blancos. De hecho, las relaciones entre los grupos antiguerra y los movimientos radicales negros fueron tensos y a veces de abierta confrontación. A la vez, la composición casi exclusivamente masculina y chauvinista de la dirigencia anti-guerra fue uno de los factores que impulsó la radicalización del movimiento feminista y creó tensiones al interior del movimiento estudiantil, como se vio en el rompimiento de Dohrn con el SDS. Estas fricciones causadas por las actitudes racistas y machistas de
36
Abbie Hoffman, Soon lo be a Major Motion Picture, Nueva York: Perigree Books, 1980, pp 283-5.
64
muchos líderes anti-guerra debilitó la unión de la protesta y no permitió que se aprovechara al máximo la gran fuerza de dos poderosos aliados: el movimiento negro y el movimiento feminista. Fueron varios, entonces, los factores que contribuyeron a la desintegración relativamente rápida de la protesta anti-guerra y que no permitieron que se desarrollara una fuerza progresista duradera y estable, por fuera de los grandes partidos. 5. CONCLUSIONES
A pesar de las diferencias y desacuerdos entre ellos, la protesta anti-guerra le dio cierta cohesión y espacio común a los diversos movimientos de protesta de la época. Permitió que se unieran o más bien, se reunieran- varios grupos disímiles en torno a un objetivo preciso: protestar en contra de la guerra. Así mismo, con el final de la intervención militar directa, la protesta perdió su cauce y entró a una fase de dispersión y descenso. Aunque muchos de los movimientos -como el de las mujeres, los ecologistas, losgays, entre otros- continuaron sus luchas particulares a lo largo de la década de los setenta, la protesta perdió su caráctermasivo, popular e integral. Pero curiosamente, el movimiento anti-guerra jugó ese papel cohesionador y en cierto modo unifica dor de la protesta a pesar de no haber contado con un organismo estable y permanente de coordinación o dirección a nivel nacional. Aunque en un principio el SDS y luego los "Mobes" intentaron asumir el liderazgo del movimiento, ambos fracasaron en relativamente poco tiempo. Sin embargo, vale la pena detenerse en estos casos para hacer algunas observaciones al respecto. Ambos, el SDS y los "Mobes", surgieron muy rápidamente gracias a un gran contenido de espontaneidad. Sus estructuras informales -o más bien, su falta de
estructuras rígidas- fueron generadas por el proceso mismo y permitieron la confluencia de miles de personas con condiciones, intereses e ideas diferentes que se unían en su oposición a la guerra. Más que organizaciones o movimientos, el SDS y los "Mobes" fueron mecanismos abiertos de participación popular que fueron forjando nuevos espacios de actividad política. Le dieron coherencia y fuerza política a los brotes caóticos e inconexos de protesta. Pero en la misma medida en que el carácter pluralista y democrático fue la base esencial de su surgi-mientoy gran desarrollo repentino, el sectarismo y el dogmatismo fueron responsables por su posterior estancamiento y disolución abrupta. Así como la creatividad y la tolerancia les dieron vida al SDS y a los "Mobes", la ortodoxia y el fanatismo los condenó a la muerte. Sin embargo, quizá lo más importante de este aspecto del proceso es que a pesar de haber fracasado los distintos intentos de establecer un instrumento de dirección a nivel nacional, la protesta siguió, creció y al final logró su objetivo primordial: el retiro de tropas estadounidenses de Vietnam. Paradójicamente, tanto el SDS como los "Mobes" se desintegraron en el momento de su mayor auge -el SDS en 1969 y los "Mobes" en 1970- y en los momentos en los cuales el movimiento anti-guerra llegaba a su climax como fuerza política de presión a nivel nacional. Para 1971, el movimiento antiguerra era un cuerpo inmenso sin cabeza, o más bien con varias cabezas: el Moratorio, los "Weathermen", la NPAC, la NCPJ, la VUAW, la campaña de McGovern, etc. Y aún así, entre el caos y los desacuerdos, la protesta antiguerra evolucionó y fructificó, recurriendo de nuevo a la espontaneidad en ausencia de una clara dirección. De esta manera, a pesar de sus cortas vidas, el SDS y los Mobes tuvieron impactos más duraderos en la medida en que crearon espacios de participación
popular que de alguna manera siguieron funcionando después sin ellos. Por lo tanto, la principal contribución política del SDS y de los "Mobes" fue la de servir como catalizadores de la protesta, y no como líderes o dirigentes. Otro elemento interesante del movimiento anti-guerra es el rol de la contracultura como forma de protesta. Ya se han señalado algunos interrogantes en torno a la relación entre la contracultura y la política. Se ha dicho que la esencia contestataria e inconforme de la generación hippy podría considerarse como una forma de protesta pero que a la vez, otros factores, como la moda y los hábitos sociales, también incidieron en este fenómeno cultural. Asi mismo, se planteó y se cuestionó la inabilidad de los grupos anti-guerra para comprender y canalizar la contracultura como fuerza de protesta. De estos interrogantes abiertos surgen muchas preguntas más: ¿Qué se requiere para que lo cultural (o contracul-tural) adquiera una esencia o un sentido político? ¿Es necesario que exista alguna clase de "conciencia política" para que una acción o una expresión cultural sea considerada como protesta política? ¿Fue el hippismo una protesta "conciente" contra el "establish-ment" o fue más bien sólo una moda sin mayores implicaciones políticas?. Estas preguntas -que deseo dejar sin respuestas para invitar a la reflexión- nos llevan a analizar la esencia misma de lo llamado "político". Aunque tradicional -mente se refiere a lo "político" como esos elementos que conciernen lo "conciente" y lo racional (el pensamiento, la filosofía, la ideología, la 65
conciencia de clase, etc.), vale la pena explorar más a fondo los elementos "inconcientes" e irracionales de la política: el racismo, la religión, el machismo, aspectos generacionales, las tradiciones familiares y regionales, la xenofobia y el nacionalismo, la apatía y la marginalización, etc., todos esos factores emotivos, pasionales y culturales que determinan las actitudes y acciones políticas y que no obedecen a raciocinios lógicos ni intereses económicos: lo cultural de lo político. En ese sentido, la contracultura en Estados Unidos durante los años de protesta ofrece un campo de estudio y análisis muy rico, pero bastante complejo y poco trabajado. El hippismo, como forma vivencial de rechazo a todo lo establecido, también iba en contra de todo lo tradicionalmente llamado político: los partidos, las instituciones, el "sistema". Precisamente, aquí radica la incompatibilidad, la incomprensión y el enfrentamiento que se dio entre los grupos de estudiantes de la nueva izquierda que dominaron el movimiento anti-guerra y los amplios sectores de la juventud que conformaban la contracultura. Los hippies simplemente no querían -ni creían en- la revolución política, social y económica que buscaban muchos del SDS y los otros activistas anti-guerra sino una revolución muy diferente y mucho más allá de lo políticoeconómico-social: Una revolución en las relaciones humanas, en las estructuras familiares y en las actitudes y comportamientos sexuales. Una revolución en la relación entre el hombre y el medio ambiente y la naturaleza. Una revolución en el trabajo y en la vida basada en la solidaridad y no en la competencia; en la creatividad y no en las ganancias. Una transformación de la sociedad tan profunda que se sale de los parámetros tradicionales de la política y que busca crear o
encontrar nuevas dimensiones en las relaciones sociales, nuevos canales de participación y de convivencia, nuevas formas del ser político y de hacer política. Hay otros aspectos de la protesta anti-guerra que se deben destacar y analizar. Uno de éstos es el carácter patriótico y "americano" de la protesta. Para la gran mayoría de los integrantes del movimiento anti-bélico, Vietnam era el resultado de decisiones y políticas equivocadas del gobierno y no de injusticias inherentes al sistema imperialista norteamericano. Su protesta fue en contra del gobierno no en contra del país. Al con-
"...vale la pena explorar más a fondo los elementos "inconcientes" e irracionales de la política: el racismo, la religión, el machismo, aspectos generacionales, las tradiciones familiares y regionales, la xenofobia y el nacionalismo,la apatía y la marginalización, etc."
66
, muchos consideraban que estaban defendiendo los principios democráticos y de libertad de su nación, que habían sido olvidados y pisoteados por la dirigencia del "establishment". Aún radicales como Haydeny Hoffman se sentían más inspirados por Jefferson y Madison que por Marx o Lenin. Buscaban "rescatar" a la democracia norteamericana, no destruirla ni reemplazarla. Curiosamente, aunque en el resto del mundo la oposición a la Guerra de Vietnam tenía un sentido "antiamericano", en Estados Unidos, la protesta anti-guerra era profundamente "pro-americana" y patriótica. Esto explica en gran parte la incapacidad de penetración masiva de los grupos más radicales (SWP, PLP, "Weathermen", Panteras Negras, etc.) en la opinión pública que siempre los consideró demasiado extremistas y "unamerican" (no americanos). El papel de los jóvenes, y de los estudiantes universitarios en particular, es otro aspecto especial de la protesta anti-guerra. Aunque fracasaron en su intento de forj ar un liderazgo efectivo sobre la protesta y fueron desplazados a partir de 1971 por fuerzas dentro de las estructuras políticas tradicionales, por los "adultos", los jóvenes fueron fundamentales en el surgimiento, desarrollo y consolidación del movimiento antiguerra, particularmente en sus primeras etapas. Fueron los precursores, pioneros y fundadores de la protesta que luego se convirtió en una cruzada nacional y multigeneracional. Cuestionaron profundamente no sólo la Guerra de Vietnam sino los valores de la nación, la "lógica" del mundo de sus padres y las formas de hacer política. Todo esto nos demuestra que el tema de la protesta anti-guerra es muy complejo y bastante amplio y este artículo es sólo un primer intento parcial de tratarlo. Parcial, porque sólo se analizaron
ciertos aspectos sin pretender abarcar la totalidad del proceso. Se buscó presentar una información básica sobre el desarrollo de la protesta para iniciar una discusión sobre el carácter político de la protesta y la cultura. Este ejercicio obviamente deja de lado muchos factores importantes del proceso que merecen ser analizados. No se habló de la norteamérica que no protestó. La que apoyó la guerra y el sistema, y se opuso a los hippies y los radicales. La que Nixon llamaba la "mayoría silenciosa" que en los setenta y ochenta dejó su silencio y se convirtió en la "mayoría reaganiana". Tampoco se trató la composición socio-eoconómica de la protesta. Aunque la mayoría de los integrantes de los movimientos antiguerra provenían de las clases medias y obreras, es necesario estudiar más a fondo los factores de clase para comprender con mayor precisión la complejidad de la protesta. Finalmente, se excluyó el contexto internacional de la protesta, que requiere un análisis comparativo muy extenso y complicado. ¿Cuál es la relación de los sesenta en USA con los procesos en Francia, Alemania, Checoslovaquia, México o Colombia? ¿Cuál fue el carácter internacional de la protesta?. Son muchos los interrogantes que quedan por desarrollar o profundizar y que sirven como instrumentos útiles para el estudio de la política, la cultura y el cambio social. La protesta anti-guerra, por su diversidad y heterogeneidad, logró tener un impacto muy fuerte sobre la nación norteamericana que tanta influencia tiene en nuestro país. La historia de la protesta es esencial para comprender la historia reciente del Estados Unidos. Se espera que este artículo sea un primer aporte al estudio en Colombia de esta historia. Bogotá, noviembre de 1988.
67
CULTURA Y CONCIENCIA EN LA FORMACIÓN DE LA CLASE OBRERA LATINOAMERICANA
Balance crítico de las nuevas corrientes historiográficas norteamericanas y sus aproximaciones al problema de la formación de la clase obrera en América Latina y su conciencia de clase. Breve reseña de los enfoques desarrollista y dependentista en los estudios laborales. ¿Cuál ha sido el gran aporte del "marxismo inglés" al estudio del origen y formación de la conciencia de clase?
Un ensayo historiográfico Mauricio Archila Neira Historiador, Director del Departamento de Historia de la Universidad Nacional.
INTRODUCCIÓN
El problema de la conciencia de clase no es nuevo para los historiadores del movimiento obrero. Lo que sí es nuevo, al menos en la perspectiva latinoamericana, es la manera de abordarlo. Nos proponemos demostrar que la perspectiva tradicional que enfatiza la extemalidad de la conciencia, aparece como insuficiente para explicar la historia del movimiento obrero. Ello es así porque: 1) implícitamente cierra las puertas a un desarrollo conciente de la clase desde dentro; 2) asigna un papel exagerado al intelectual externo a la clase mientras a ésta la deja inscrita en una actividad enmarcada en parámetros fijos; y 3) en su afán de enfatizar una forma de consciencia como verdadera, dando pie a su dogmatización, excluye las ricas tradiciones culturales autóctonas que impactan la conciencia que cada clase tiene de sí misma.1 Ante esta interpretación se desarrolla una nueva tendencia historiográfica que, tomando elementos de Marx y Engels, Gramsci y más recientemente, de la historiografía marxista inglesa (E. Hobsbawm, E.P. Thompson, Gareth Stedman Jones y Raymond Williams, principalmente), coloca como pieza central de análisis aquello que la Primera Internacional enarboló como su consigna: 'La Emancipación de la Clase Obrera es Obra de la Clase Misma'. Para un grupo de antropólogos e historiadores latinoamericanistas, la conciencia de clase es un producto de la clase misma, de la adaptación de formas tradicionales culturales ante los nuevos contextos económico-políticos presenciados por ésta. Los resultados no necesariamente coinciden con el ideal leninista de conciencia de clase. Nos referimos principalmente a los recientes estudios de caso adelantados por Sidney Mintz, Florencia Mallon, June Nash, Norman Long, Bryan Roberts y Michael Taussig, entre otros, estudios que han causado impacto en el mundo académico. Como se ve por la lista de autores mencionados, este ensayo se centrará en el análisis de nuevas corrientes historiográficas en los Estados Unidos, no porque estas corrientes sean únicas -de hecho, se sabe que en América Latina se viene trabajando en una dirección similar- sino por su mayor difusión e impacto sobre la elaboración histórica acerca del subcontinente. En el futuro ampliaremos nuestro análisis incluyendo latinoamericanistas que trabajan en otras latitudes problemas similares.
1
Lenin, de todas formas intentaba romper con el crudo economicismo propio de la SocialDemocracia alemana (Kautsky, principalmente), y revivido en parte por el stalinismo, según el cual la existencia de condiciones económicas 'maduras'era un sine-qua-non de la conciencia. En Lenin, aunque las condiciones económicas siguen en la base de la conciencia, existe la posibilidad de clases concientes con una base material aún 'inmadura'.
69
El común denominador de los autores escogidos es, como se decía anteriormente, intentar una nueva aproximación a los problemas de formación de la clase obrera y su conciencia en América Latina. La formación de la clase no es solamente el resultado de un determinado contexto económico, ni su conciencia es meramente el aporte político que viene desde el exterior de la clase. Para estas nuevas corrientes historio-gráficas, los estudios de formación de clase deben tener presente, además de las particularidades económicas de las formaciones sociales latinoamericanas, el origen rural de su proletariado, y el mundo cultural en el cual éste nace. La conciencia de clase no es el producto único y universal que la perspectiva tradicional pensaba, sino la respuesta histórica a los contextos vividos, respuesta que integra valores tradicionales y valores propios de la nueva clase. Por tanto, la intención de este ensayo no es desarrollar una discusión teórica sobre la conciencia obrera, o hacer una crítica sistemática del entendimiento leninista de este problema, sino realizar un balance historiográfico de nuevas aproximaciones al problema de la conciencia de la clase obrera en América Latina. Aunque el énfasis de este ensayo se coloca sobre los estudios de caso, es necesario hacer un breve recuento de algunos trabajos generales sobre la clase obrera en América Latina, así como de los principales aportes de los historiadores ingleses, para ubicar el contexto en el que aquellos surgen. Con este objeto se hará, en primera instancia, la obligada referencia a los enfoques desa-rrollista y dependentista en los estudios laborales, así como una breve reseña del aporte del así llamado "marxismo inglés" a los estudios históricos. A renglón seguido abordaremos los estudios de caso sobre América Latina. 1. EL ENFOQUE DEPENDENTISTA Sin lugar a dudas, el libro de Hobart Spalding Jr. (1977), representó un nuevo punto de partida en la historiografía sobre el movimiento laboral latinoamericano. Esto fue así no sólo por tratarse de un estudio comparativo, sino por colocar el fenómeno de la dependencia como núcleo central de análisis. Recientemente, Charles Bergquist (1987), pretende hacer otro tanto aunque con un análisis más complejo de los factores internos, inscritos, de todas formas en la economía mundial. Las perspectivas anteriores a Spalding -nos referimos principalmente a autores como Robert Alexander (1965) y Victor Alba (1969), por ej emplo-no tenían en su horizonte el problema de la conciencia de clase. Para estos autores, la clase obrera en Latinoamérica fue simplemente el resultado de condiciones económicas e ideologías políticas como anarquismo o comunismo. Con un claro sesgo anticomunista y pro-norteamericano, estos autores clasificaban el sindicalismo latinoamericano con base en dichas ideologías políticas, insistiendo siempre en las bondades del sindicalismo 'democrático' en contra del así llamado 'totalitario'. En este contexto, el libro de Spalding fue un importante paso adelante en la investigación histórica. Por primera vez se planteaba claramente en un estudio comparativo del movimiento obrero latinoamericano, la lucha entre trabajadores y clases dominantes como el eje clave histórico. Para Spalding, el Estado no era aquella instancia neutra que nos presentaban Alexander y Alba. Por el contrario, a través de una doble táctica, represión y co-optación, implementada principalmente a partir de los años 30 según Spalding (1977: 37 y 73) el Estado controló el movimiento obrero en favor de las clases 2 dominantes . La estructura de dependencia -punto
2
Aquí no queremos negar el hecho de que autores como Carlos Rama o Julio Godio venían trabajando paralelamente, o incluso mucho antes, perspectivas cercanas a la de Spalding. Sin embargo, debido tal vez a la magia de los medios de difusión, la obra de éste último ha tenido más resonancia no sólo en Estados Unidos, sino también en América Latina.
70
decisivo en la comparación hecha por el autor de varias sociedades latinoamericanas- desmitificaba definitivamente el papel positivo que la historiografía tradicional asignaba a los Estados Unidos en América Latina. (Spalding, 1977: 252). Mucho se ha criticado a Spalding y en general a los dependentistas principalmente por la debilidad en el análisis de los procesos intemospor lo cual no nos vamos a detener en este punto 3. Queremos simplemente llamar la atención sobre algunos aspectos que interesan para nuestra discusión. Tal vez lo primero que se debe señalar es que desafortunadamente en Spalding el problema del origen y formación de la conciencia de clase, así como sus posibles raíces culturales, no aparece explícitamente planteado. Este no es tampoco el tema central de su trabajo. Por el énfasis puesto en la estructura de dependencia como ej e explicativo histórico, no se presta atención a estos fenómenos, cosa que sí pueden realizar los estudios de caso que reseñaremos luego. Por ello, en términos estrictos, es injusto comparar la perspectiva general de Spalding con los estudios de caso. Sin embargo, es necesario señalar los límites de los dependentistas, dada la importancia historiográfica que han adquirido. Aunque se hable de lucha de clases, la impresión que queda en el lector de Organized Labor tn Latín America, es que la clase obrera no tiene mucho espacio para forjar su propio destino. Esto se capta claramente, por ejemplo, en la periodización que el autor hace de la historia del movimiento obrero en América Latina. El contraste entre las dos primeras etapas ('formativa', entre 1870 y 1914, y "expansiva y explosiva', entre 1914 y 1930), por un lado, y la tercera etapa ('represión y co-optación', desde 1930 en adelante), por el otro, se puede traducir en un contraste entre acción revolucionaria (en las dos primeras etapas) y una marcada, con ciertas excepciones, por la co-optacion y represión del movimiento (la tercera etapa)4. Nótese que incluso para la tercera etapa no es ya el movimiento obrero el que determina el período, sino la acción ¡ del Estado. Como decíamos en la introducción, este esquematismo es ¡ insuficiente. Por el énfasis en un movimiento obrero reprimido y coop-tado, Spalding parece cerrarle la puerta a la lucha cotidiana de resistencia contra la explotación. Lo que los recientes estudios sobre la clase obrera en América Latina nos muestran, es bien diferente. En su libro. Charles Bergquist (1987) trata de balancear la perspectiva típica dependentista con el análisis interno de las sociedades periféricas, dándole importancia a factores como el cultural, olvidados explicablemente por Spalding. Sin embargo, una vez más parece que lo interno se supedita a la lógica dictada por el sistema económico mundial. Veamos por qué. Aunque Bergquist hace una comparación de la clase obrera en cuatro países (Chile, Venezuela, Argentina y Colombia), nos concentraremos en el análisis del último caso. Es claro que la intención del autor no es quedarse en el terreno árido de las implicaciones económicas de la vinculación de las sociedades periféricas al sistema mundial. En la introducción del libro al que nos referimos, Bergquist intenta relacionar el tipo de vinculación de cada sociedad al sistema mundial, con variables políticas. En aquellos países en donde el principal producto de exportación está controlado por capitales nacionales (Argentina y Colombia), es más difícil establecer una alianza anticapitalista que en
3
Véase, por ejemplo, la crítica que Eugene Sofer hace de Spalding. Sofer concluye diciendo: "El marco conceptual de Spalding, precisamente por causa de su énfasis en esta variante de la teoría de la dependencia que enfatiza la dimensión internacional, desestima significativamente la habilidad de los trabajadores latinoamericanos para participar activamente en dar forma a su propio destino". (1980: 171). 4
El que el tercer período sea caracterizado por 'represión y co-optación', lo hace poco útil como herramienta cronológica porque de 1930 en adelante es un período muy rico como para caber en este rótulo. La represión y la cooptación no son exclusivas de este período, ambas se pueden remontar a etapas anteriores. Roxborough (1981: 82) por su parte dice: "El tercer período (caracterizado por Spalding) es una 'colcha de retazos' de tal forma que es difícil ver su poder explicativo y descriptivo. Hay acaso algún movimiento laboral que no pueda ser descrito en cierto sentido como víctima de la represión o como co-optado?".
71
aquellos países en donde el capital extranjero controla los principales productos de exportación (Chile y Venezuela). Veamos el caso colombiano para examinar su modelo y extraer los puntos relevantes para nuestra discusión. A lo largo de su capítulo sobre Colombia, Charles Bergquist procede en una forma lógica: dado que el café es el principal producto de exportación, los trabajadores cafeteros deben ser el núcleo del movimiento obrero colombiano. Este presupuesto -que rompe con la división esquemática entre trabajadores rurales y urbanos, y llama la atención sobre un sector relativamente ignorado por la historiografíaadolece, sin embargo, de problemas. No queda claro el tipo de impacto que los trabajadores cafeteros tienen sobre el resto de la clase, aparte de una posible influencia difusionista del centro (los trabajadores cafeteros) a la periferia, (el resto de la clase). Nuevamente encontramos una especie de externalidad que sobredetermina la formación y el desarrollo de la clase obrera. En este caso se trata de la lógica derivada de la producción del café, la cual explica la evolución tanto de la clase obrera, como de las clases dominantes. Decir esto simplemente no haría justicia al trabajo de Bergquist. En verdad él trata de romper con una especie de explicación mecanicista que se insinuaba desde su primer libro, Café y Conflicto en Colombia (1979). Por ello Bergquist habla de una resistencia, exitosa hasta los años 50, a la proletarización por parte de los trabajadores cafeteros. Esta resistencia se consiguió en gran parte debido a la inscripción individualista de las luchas dentro del marco de los partidos tradicionales. El proceso operó claramente, según el autor, después de 1930, cuando la clase obrera abandonó los métodos de lucha colectiva practicados en los años 20. Sin embargo, ¿qué es lo que explica esa transformación en los métodos de lucha? Para Bergquist no es ni la traición de los líderes obreros, ni la astucia de la clase dominante: es la lógica derivada de la producción cafetera 5. El autor pretende superar las interpretaciones vo-luntaristas de la historia aquellas que colocan en las clases subordin adas o en las hegemónicas la responsabilidad histórica- cayendo en un tipo de mecanicismo cerrado. Para él, tanto las clases dominantes como las dominadas parecen estar encerradas dentro de esa lógica (Bergquist, 1987: 311). Es claro, por tanto, que esta perspectiva no deja mucho espacio para la acción autónoma de las clases. Ahora bien, hay que reconocer que Bergquist, al contrario de Spalding, sí toca el problema que a nosotros nos compete: la formación de la conciencia obrera. El autor insiste en la adopción de ciertos valores liberales por parte del sector cafetero y, por ende, por parte de la clase obrera como un todo, a partir de los años treinta. Sin negar la importancia de este señalamiento, que explicaría las formas de conciencia individualista de sectores de la clase obrera, nos atrevemos a decir que éste es pobre. El autor no explica qué tipo de valores culturales produjeron la erupción huelguística de los años veinte y por qué fue sólo hasta los treinta cuando se adoptó el individualismo liberal, ideología ésta que se remontaba a los tempranos años de la post-independencia. Este tipo de interrogantes, que son similares a los que nos motivaron a hacer este ensayo, no tienen respuesta adecuada en Bergquist porque o simplemente no se los plantea o la respuesta es la inexorable lógica derivada de la producción cafetera. Ello no demerita el inegable valor comparativo del trabajo de Bergquist.
5
Con ello Bergquist crítica implícitamente la historiografía colombiana sobre el movimiento laboral. La explicación voluntarísta ha hecho carrera en el país (véanse los estudios de Ignacio Torres, 1973, Edgar Caicedo, 1971, y Alfredo Gómez, 1980). Miguel Urrutia (1969), y Víctor Moncayo y Fernando Rojas (1978) han trabajado, desde perspectivas diametralmente opuestas, aspectos similares: el papel del Estado, las clases dominantes y la 'lógica del capital' en la formación de la clase obrera. Daniel Pecaut (1973), aunque tal vez es quien rompe más con cualquier tipo de externalidad que se impone sobre el movimiento obrero, termina estando cerca del segundo grupo de autores. Lo paradójico es que Bergquist, intentando superar estos extremos cae en uno nuevo: un mecanicismo que conecta todo a la producción de exportación.
Podríamos extendernos sin límite en esta reseña, pero ya es tiempo de 72
pasar a considerar otros nuevos rumbos de la investigación sobre el movimiento obrero. Podemos concluir esta sección diciendo que si para E.P. Thompson la clase obrera inglesa "se hizo a sí misma, tanto como fue hecha" (1966:194) , para los autores hasta ahora considerados, la clase obrera en América Latina 'ha sido hecha' básicamente desde el exterior. 2. LA 'CONTRIBUCIÓN INGLESA' A LA HISTORIOGRAFÍA DE LA CLASE OBRERA
Aunque difícil de precisar, es indudable que las nuevas tendencias historiográficas europeas y norteamericanas (y especialmente autores como Eric Hobsbawm y Edward P. Thompson) han causado impacto en la forma como los latinoamericanistas vemos la formación de la clase obrera en el subcontinente. E.P. Thompson fue tal vez el primero que claramente señaló, no sólo la continuidad entre las formas culturales tradicionales y la conciencia obrera -como tal vez el mismo Hobsbawm lo venía trabajando implícitamente- sino cómo esta última surge precisamente de la transformación de estas tradiciones en nuevos contextos sociales, económicos y políticos. 6 Por supuesto que la contribución de estos autores, y otros más que han profundizado y/o desarrollado esta tendencia, no se detiene aquí. La atención que se presta a la composición de la clase en formación, al papel cumplido por la calificación o no de la mano de obra, y a las consecuencias de estos aspectos en las formas organizativas y culturales son, entre muchos otros, aportes de estas nuevas tendencias historiográficas. Aquí, sin embargo, nos concentraremos en lo relativo a la formación de la conciencia de clase, que es lo que nos interesa en este ensayo. En el artículo titulado "Classs Consciousness and History" (1972), Eric Hobsbawm resume lo que tradicionalmente ha sido la perspectiva marxista sobre el problema de la conciencia de clase. Por supuesto este artículo no es la contribución más representativa de Hobsbawm a la historiografía laboral -recuérdese, por ejemplo, su importante libro Labouring Men (1964)-, pero sí es la más útil para los propósitos de este ensayo, puesto que resume y clarifica una tendencia que ha tenido mucha fuerza en los estudios históricos. Hobsbawm, apoyándose en G. Lukács, señala una distinción central en el problema de la conciencia de clase. Se trata de la diferencia entre el conjunto de ideas empíricas y sicológico-afectivas que tiene la clase y lo que Lukács llama 'conciencia adscrita'. Esta última no es la generalización empírica de lo que la clase piensa de sí, sino una construcción teórica basada en un modelo de sociedad por conquistar (Hobsbawm, 1972:6). Es sólo en la sociedad capitalista cuando realmente una auto-identificación de clases puede surgir. La cohesión de la economíacapitalista, en contraste con las pre-capitalistas, está en la base de esa posibilidad. En las sociedades pre-capitalistas podía existir, cuando más, una auto-identificación superestructural, sin relación con la base material. Ahora bien, la conciencia de clase implica, además de autoidentificación, la posibilidad real de llevar a su realización un programa que sintetice los intereses de dicha clase. Ello requiere una serie de condiciones materiales que sólo se cumplen para el proletariado y la burguesía, según Hobsbawm. El campesinado y la pequeña burguesía urbana, por tanto, no tienen conciencia propia, sino que deben adherir a una de la
6
Nos referimos, por ejemplo, a las tradiciones del 'free-bom Englishman', y a los aportes de los jacobinos y metodistas, para el caso inglés, o las tradiciones del "pueblo soberano fuente de todo poder', o del colectivismo federativo encamadas por la clase obrera francesa. Para este último caso, véanse los estudios de Wüliam Sewell (1980) y Bemard Moss (1976). 7
Esto es distinción tradicional 'primitivo')
adornado con la ya característica que Hobsbawm hace entre lo o 'premoderno' (pre-político o y lo 'moderno' ('político').
73
otras formas de conciencia (Hobsbawm, 1972: I I ) . 7 Hobsbawm, por último, aborda la relación entre conciencia y organización. Claramente dice: "La conciencia de clase Implica la organización formal; organización que es en sí misma la portadora de la ideología de clase" (Hobsbawm, 1972:15). Aunque se capta rápidamente que en Hobsbawm el énfasis en la vanguardia no es tan tajante como en Lenin, es claro que para ambos la conciencia socialista es la más elevada. La tematización lukacsiana de la distinción entre ideas empíricas de la clase y conciencia 'adscrita', es la que da la estructura de este artículo de Hobsbawm. 8 Ahora bien, para ser justos con George Lukács hay que anotar que Hobsbawm aproxima su teoría de la conciencia a la de Lenin en un grado mayor de lo que lo haría el mismo Lukács. Es cierto que el filósofo húngaro ratificó la destinción entre la inmediatez de la situación que vive la clase y la conciencia de esta situación. Esta última no surge espontáneamente de la clase, pues está "adscrita". Aparentemente se reivindica la separación leninista entre espoñtaneísmo (economicismo) y conciencia revolucionaria (socialista). Sin embargo, en Lukács (1983) la conciencia es postulada desde una perspectiva de TOTALIDAD sin las escisiones entre lo económico y lo político, muy propias del Lenin del "Qué hacer". De esta forma, la conciencia es entendida como la respuesta racionalmente adecuada a las diversas situaciones históricas. Claro está que ella debe responder a una "actuación históricamente significativa. (Lukács, 1983:55) lo que exigiría un conocimiento de la totalidad que no puede aportar la inmediatez que vive la clase. Aunque se reafirma en Lukács la historicidad de la conciencia -"La conciencia no se encuentra fuera del desarrollo histórico. No tiene que esperar que el filósofo la introduzca al mundo" (1983:84)- sigue siendo ésta algo que se produce por fuera de la inmediatez (es decir, la vida cotidiana de la clase obrera). Los anteriores señalamientos tanto a Hobsbawm como al gran filósofo Lukács, no demeritan en nada sus contribuciones a los estudios sobre la clase obrera europea. E.P. Thompson (1966), por su parte, intenta romper con esta concepción de la conciencia como algo que se construye al exterior de la clase 9. La conciencia social, insiste él, no puede ser planeada. Por el contrario, ésta es un fenómeno que surge de las transformaciones de las tradiciones culturales de la clase ante situaciones como la intensificación de la explotación, la desvalorización de la mano de obra calificada o la crisis del artesanado. Por ejemplo, la antigua tradición del 'free-born English-man', junto con los aportes de la disidencia religiosa y de los jacobinos ingleses, están en la base de la conciencia que el proletariado inglés desarrolló durante el periodo Cartista. Con el tiempo, la disidencia metodista dejó de ser una ideología de resistenciay losjacobinos ingleses fueron derrotados. Sin embargo, nuevos elementos entraron a jugar: la inmigración irlandesa y el radicalismo nacionalista que se derivó del jabobinismo principalmente. Para 1830 la clase obrera inglesa había desarrollado una cultura radical. Thompson considera entonces que para esa fecha, la clase estaba *ya hecha' (1966:807). En otras palabras, la clase obrera inglesa era conciente de su identidad como cuerpo y de la diferencia de intereses con las clases dominantes. La clase, sin embargo, fue derrotada en su intento revolucionario. Según Thompson dos factores explican dicha derrota: el profundo constitucionalismo déla tradición radical y la habilidad de laclase media para pactar.
8
Como apéndice de este entendimiento, se sitúa el problema de la aristocracia obrera y la posibilidad de falsa conciencia, desarrolladas originalmente por Lenin, y recientemente por Hobsbawm (1964) y John Foster (1974). Para estos últimos existe la posibilidad de que un sector obrero -o tal vez amplios sectores de una clase- por condiciones concretas (calificación de la mano de obra y/o participación en la plusvalía imperialista), tenga una auto-identificación cercana a la burguesa y trate de imponerla al resto de la clase. El caso histórico para el cual ellos utilizan estas categorías es el movimiento obrero inglés posterior al auge Cartista. Nosotros encontramos altamente imprecisos y controvertibles estos conceptos, además de reconocerlos como anexos a la teoría de la conciencia en su versión tradicional. Para una síntesis de este debate, véase Moorhouse, 1978. 9
Hay historiadores no-marxistas que para evitarse complicaciones se apresuran a descartar el problema de la conciencia como algo importante en la historia del movimiento obrero. Un ejemplo es Tholfsen (1977)
74
En la pintura que Thompson nos presenta, la externalidad de la conciencia sigue, de todas formas, cumpliendo un papel, aunque diferente del asignado por la visión leninista. Muchos de los exponentes de las tradiciones 'obreras' eran personajes no propiamente obreros (Tom Paine, los jacobinos y los predicadores metodistas, por ejemplo). Ahora bien, en Thompson la externalidad es más un factor circunstancial que esencal en la conciencia de clase. El énfasis está más en las formas de apropiación y desarrollo de las tradiciones culturales por parte de la clase. Es claro que en E.P.Thompson la conciencia de clase deja de ser aquel resultado único y universal aplicable a todos los casos históricos durante la vigencia del capitalismo. La conciencia, más bién, es fruto de procesos concretos y, por ende, debe resultar en formas diferentes según las sociedades. El concepto de conciencia planeada o adscrita, por tanto, desaparece (Thompson, 1966:194).
atención que los procesos culturales de la clase. Finalmente, el último problema que percibimos en E.P.Thompson es algo así como una tendencia apologética de la clase obrera y de su historia. Si algunos voluntaristas terminaban haciendo un catálogo de aciertos y errores de la clase y su vanguardia, esta nueva perspectiva corre el riesgo de borrar las fronteras entre respuestas adecuadas e inadecuadas de la clase ante las distintas situaciones históricas. Ahora bien, esta crítica es más aplicable a sus epígonos que a Thompson mismo, quien centra su estudio en el período de auge del movimiento Cartista. El termina su análisis precisamente en el punto en donde la historiografía marxista tradicional señala los problemas de aristocracia 'obrera' y 'falsa' conciencia..
A pesar de la coherencia del argumento thompsoniano y de su evidente utilidad como herramienta de análisis histórico, éste no deja de ofrecer algunos problemas. Ante todo, lo que ya se señalaba anteriormente: la existencia de cierta externalidad de la conciencia no se puede negar. Pensamos que la conciencia como tal implica cierto distanciamiento de la realidad inmediata que aparece como dada. Todo modo de producción 'fetichiza' las categorías que le dan existencia (vgr., la mercancía, la moneda y el capital en el capitalismo). Sólo con un distanciamiento de lo que se presenta como natural, un grupo social, una clase, pueden hacer conciente esta 'fetichización' del mundo social. Aunque esta tarea es hecha por la clase misma, los intelectuales orgánicos -en el sentido gramscianocolaboran. Colaborar no quiere decir que lo hagan todo, o que sean los intelectuales los únicos portadores de la conciencia. En cierta medida la clase misma debe salir de su inmediatez para tomar conciencia de los mecanismos de 'fetichización' de su existencia. En otras palabras, si bien estamos de acuerdo con el énfasis thompsoniano en la conciencia como un acto de la clase misma, queremos llamar la atención sobre la presencia de cierta externalidad en el acto de 'tomar conciencia' y sobre la ayuda que los intelectuales orgánicos prestan en ese proceso. No reconocer esto último es, entre otras cosas, desconocer la historia, como el caso inglés trabajado por Thompson lo ilustra. Otro problema que encontramos en The Making of the English Working Class, es que su autor, por enfatizar el hecho de que la clase se hace a sí misma, descuida un poco los procesos por medio de los cuales la clase es también hecha. El enfrentamiento con el estado, elemento clave en ese hacerse ('making') de la clase, no recibe la misma 75
Resumamos brevemente las contribuciones de E.P.Thompson al problema de la conciencia, pues ellas son centrales en las nuevas interpretaciones sobre la clase obrera en América Latina que veremos a continuación. Primero, la conciencia de clase (auto-identidad de clase y captación de la diferencia de intereses con otras clases) es básicamente fruto de la clase misma y por tanto no puede ser planeada (es decir, 'adscrita'). Segundo, ella es fruto de procesos históricos concretos y, por tanto, sus resultados no son ni homogéneos ni umversalmente aplicables. Tercero, aunque la conciencia sigue implicando cierta externalidad, el énfasis se pone no allí, y mucho menos en una vanguardia portadora de ella, sino en la creación y/o apropiación de tradiciones culturales por la clase al enfrentar nuevos contextos de explotación presentados por cada sociedad. 3. LA 'NUEVA HISTORIA SOCIAL* SOBRE AMERICA LATINA
El nombre de esta corriente no es lo relevante. Lo que caracteriza a este grupo de científicos sociales norteamericanos es el intento serio, con una perspectiva interdisciplinaria, de reescribir la historia de las clases subordinadas desde ellas mismas. Esto es especialmente claro en los trabajos de Sidney Mintz sobre el Caribe (1974 y 1975), en los de Florencia Mallon sobre la Sierra Peruana (1981 y 1983) y en el de June Nash sobre Bolivia (1979). Como rasgo común a estos tres autores se puede señalar que todos trabajan sobre casos en los cuales el proceso de proletarización opera sobre antiguas comunidades rurales. Para los tres casos, por tanto, la pervivencia o no de lazos con esas comunidades es fundamental en la auto-identificación de los trabaj adores y, por ende, en las formas de conciencia. Los tres autores, además, toman como foco de análisis la comunidad más que la familia nuclear como tal. Ahora bien, el peso que se le asigna a dichos lazos con las comunidades rurales tradicionales difiere según los casos, como vamos a ver a continuación. El tema específico trabajado por Sidney Mintz es el proletariado rural de Puerto Rico (véase Worker in the Cane, 1974) y en general aquél del caribe hispánico. Ahora bien, Mintz resumió su entendimiento sobre los problemas de la conciencia del proletariado de dicha región en un artículo publicado en el primer número del Journal of Peasant Studies (1973), reimpreso en 1975. En dicho ensayo, Mintz tiene como objetivo resaltar las particularidades del proletariado rural en zonas periféricas en donde los grandes ingenios azucareros son los grandes aceleradores de los procesos de proletarización de la población rural.
Para Mintz hay cuatro aspectos interrelacionados en el proceso de proletarización, a saber: 1) racionalización de la producción; 2) desaparición de las diferencias tradicionales dentro de la clase; 3) conciencia de pertenencia a la clase; y 4) paradójicamente, crecimiento de la individualización. (Mintz, 1975:50). Nosotros encontramos problemático el cuarto aspecto. El hecho de que históricamente se haya producido este proceso de individualización en algunas sociedades, no implica que siempre ocurra y, menos aún, que se eleve como requisito para la proletarización. Esto último es lo que parece sugerir el autor. "El objetivo aquí, dice él, es sugerir que la individualización es un aspecto vital de la proletarización" (1975:54). Ahora bien, si por individualización se entiende 'auto-objetivi-zación' o una forma de auto-identificación, como Mintz (1975:53) alcanza a sugerirlo, se podría estar de acuerdo con esa categoría. En todo caso, los trabajadores rurales de Puerto Rico y Cuba, analizados por Mintz, vivieron ese proceso de individualización. Las relaciones sociales tradicionales de los trabajadores con las haciendas e ingenios azucareros, así como los lazos con las comunidades rurales, comenzaron a resquebrajarse con la presencia de las grandes corporaciones norteamericanas a principios de este siglo. Los proletarios rurales, según Mintz, debieron enfrentar una conflicto a nivel de la conciencia entre los valores comunitarios tradicionales y la despersonalización e individualización propias de la racionalización de la producción adelantada por las grandes corporaciones. Lo central en el artículo de Mintz es que las condiciones concretas de existencia de una clase afectan la conciencia que ésta tiene de sí misma. Mintz, por tanto, se aleja del paradigma de conciencia espontánea y 'adscrita'. Para el autor hay una distinción entre identidad de clase y las respuestas concretas de la clase ante la opresión. Si en Europa la clase obrera hizo coincidir los dos aspectos (conciencia y acción), en Puerto Rico, los trabajadores rurales han actuado revolucionariamente contra la opresión, pero no se identifican a sí mismos como una fuerza revolucionaria (Mintz, 1975:58-60). No estamos tan seguros sobre si esta distinción entre autoidentificación y acción, que son dos elementos de la conciencia de clase, sea la más adecuada para explicar este caso de trabajadores rurales. Mintz deja ahí el análisis. El valor de su ensayo reside en la llamada de atención a las peculiaridades de la conciencia 76
de clase en las áreas periféricas del capitalismo. Sin embargo, no queda claro si para él la clase (o el sector de clase que analiza) "ya está hecha', en la terminología de E.P.Thompson, y por tanto lo que ha desarrollado es una forma muy particular de conciencia; o si, por el contrario, la clase se está aún haciendo y las formas de conciencia que demuestra son 'embrionarias' o 'transicionales'.
« : •
Florencia Mallon (1981 y 1983) por su parte, se plantea esta última pregunta en su estudio de los trabajadores de la Sierra Central Peruana, respondiendo claramente que no se puede hablar de conciencia 'transi-cional', sino simplemente de formas específicas de conciencia. Veamos su análisis. En su libro sobre las Comunidades de la Sierra Central Peruana, Mallon insiste en que el proceso de proletarización debe ser visto como algo interno a las comunidades. Sin desconocer la importancia de la penetración capitalista, la autora recalca el papel cumplido por las comunidades en la resistencia y/o adaptación activa al proceso de proletarización. 10 En un artículo dedicado específicamente al problema de la conciencia de clase, Florencia Mallon (1981), retoma el énfasis hecho por Mintz sobre la especificidad de los procesos de proletarización en las áreas periféricas del sistema capitalista. Como en el Caribe, también en el Perú las transnacionales son la principal fuerza dinamizadora del capitalismo. Lo que es muy distinto del área trabajada por Mintz es el papel de las comunidades rurales. "Los trabajadores, dice Mallon, enraizados aún espiritual y materialmente a sus aldeas tradicionales, pudieron desarrollar una madura conciencia de clase proletaria" (1981:3). La solidaridad comunitaria tradicional, clave para la resistencia y/o adaptación a la proletarización, cumplió un papel destacado en las etapas formativas del proletariado, especialmente a través del 'enganche' y la 'contrata'. Con el reemplazo de estos sistemas de contratación de la mano de obra (a partir de los años veinte), por mano de obra asalariada, surgió un nuevo tipo de solidaridad: aquella de la clase contra el patrón
10
Muchos de estos aspectos han sido desarrollados por Steve Stern
(1983) para la misma región, pero durante el periodo colonial.
77
Para Mallon allí reside la explicación de las que ella considera formas contradictorias de conciencia y de resistencia. Aunque la proletarización acelera el debilitamiento de los lazos tradicionales con las comunidades rurales, dando origen a nuevas formas de conciencia, los trabajadores se siguen identificando básicamente con las comunidades tradicionales (Mallon, 1981:26). Nótese que Florencia Mallon no separa, como sí lo hace Mintz, auto-identificación y luchas de resistencia. Lo que sucede en la Sierra del Perú, la autora insiste, es que básicamente hay dos tipos de auto-identificación y resistencia: 1) Cuando los trabajadores se identifican con las comunidades rurales y resisten como ancestralmente éstas lo han hecho; y 2) cuando los trabajadores se identifican como nueva 'comunidad', la clase obrera, y resisten a través de la organización sindical, la huelga, etc. Pero aún esta última forma de conciencia está lejos de ser la idealmente 'adscrita' a la clase obrera. Los trabajadores mineros peruanos, por lo menos hasta 1930, adelantaron valientes luchas anticapitalistas pero no anti-estatales. Ello fue posible porque, por un lado el capitalismo para ellos estaba representado por la Corporación Cerro de Pasco; y por otro lado, por la existencia de una tradición ancestral de alianza entre comunidades indígenas y gobiernos de turno en contra de la opresión local. Para 1930, sin embargo, los trabajadores asumieron posiciones claramente anti-estatales, siendo inmediatamente reprimidos. La respuesta de los trabajadores a la represión ilustra las particularides de su conciencia: ellos regresaron a las comunidades rurales y a la economía de subsistencia adelantada por éstas. "Aunque militantes y proletarios en sus acciones, los tra-bajadores> tenían buenas razones para no ir muy lejos, preservando alternativas en la aldea y desarrollando un acercamiento ecléctico a la conciencia" (Mallon, 1981:35).
conciencia que este proceso implica. Por ejemplo, en su artículo sobre la cooperativa de Huancayo (establecida en 1968), Roberts señala que los fundadores de dicha empresa no pretendían controlar o manejar modernamente esa industria -lo que sería un ideal típicamente proletario -sino simplemente reproducir el espíritu de cooperación heredado de antaño, lo cual coloca a estos trabajadores todavía en una lógica comunitaria campesina. Long y Roberts, por tanto, llevan a su extremo el aspecto de la pervivencia de lazos con las comunidades rurales, haciendo de los trabajadores de la Sierra elementos impenetrables a la proletarización y a las formas de conciencia generadas por ese proceso.
Nótese que Mallon está además agregando un nuevo componente de la conciencia: no sólo la comunidad rural como tal, sino una comunidad rural con identidad étnica. Este elemento, como también una posible identidad de sexo o generacional, amplía la visión sobre lo que es conciencia. Antes de considerar las conclusiones que Mallon extrae de su análisis, mencionaremos brevemente dos estudios que, trabajando el mismo caso, arriban a conclusiones no sólo opuestas a las de Mallon, sino también opuestas entre sí. Nos referimos a los trabajos de Norman Long y Bryan Roberts (1978), por un lado, y al de Adrián de Wind (1975), por el otro. Para Long y Roberts los trabajadores de la Sierra Central, sean asalariados o no, siguen básicamente inmersos en la lógica de producción familiar campesina. A través de la pervivencia de la economía campesina, los trabajadores han resistido a la proletarización y, por tanto, a las formas de 78
Adrian de Wind, por su parte, se va para el otro extremo. En su análisis de las huelgas mineras de los 70 de este siglo, de Wind insiste en que los trabajadores son básicamente proletarios, aunque aún mantienen ataduras con la tierra y otros medios que les permiten sobrevivir por fuera de la economía de la mina, si se presenta el caso. Pero en su análisis, estas ataduras, articuladas a una temporalidad de la fuerza de trabajo, tienden a desaparecer por el énfasis que la Corporación Cerro de Pasco ha hecho en la estabilidad de la mano de obra para racionalizar la producción. Es este énfasis en la estabilidad de la fuerza de trabajo el que explica el crecimiento de la militancia obrera (de Wind, 1974:49). En de Wind, por tanto, encontramos un proceso de proletarización más o menos exitoso, adelantado por la Corporación Cerro de Pasco. Aunque él no hable de conciencia, el lector intuye la cercanía del autor a la tradición que aquí se ha llamado leninista.
está ligada a la conciencia de clase en la comunidad y en el hogar, así como en el sitio de trabajo" (Nash, 1979:87). Aún lo religioso, en el análisis de Nash, se articula perfectamente a una conciencia que ha mostrado su rebeldía. Téngase presente que se está hablando de uno de los sectores más militantes de América Latina, cuyo espíritu revolucionario ya es legendario en el subcontinente. Ahora bien. June Nash no desconoce la existencia de contradicciones en la conciencia de los mineros bolivianos. Pero en este caso la contradicción no está entre la pertenencia a las comunidades tradicionales y la existencia de la clase como tal, sino entre la dependencia de las minas y sus administradores, por un lado, y la rebeldía contra las condiciones
Ambos estudios polarizan uno de los dos componentes que Florencia Mallon trabaja paralelamente. Para ella la conciencia de los trabajadores asalariados de la Sierra Peruana no es ni campesina a secas, ni la clásica asignada al proletariado. La conciencia tampoco puede ser considerada como 'inmadura' o 'transicional', ésta es el resultado de la pervivencia de los lazos comunitarios y del desarrollo particular capitalista que implica una alianza con la pequeña economía familiar, debilitándola tal vez, pero no suprimiéndola. Florencia Mallon concluye obervando que, "hace parte de la verdadera naturaleza del capitalismo dependiente generar relaciones y tradiciones distintas de aquellas generadas en los centros 'clásicos' del desarrollo capitalista" (1981:40). Si en Mallon hay un análisis de formas eclécticas y contradictorias de conciencia, en June Nash (1979:7) se observa que no hay tal eclecticismo ni contradicción en la conciencia de los mineros bolivianos. Ahora bien, para cualquier intento comparativo entre estos dos trabajos debe tenerse presente que son estudios sobre regiones diferentes y especialmente períodos diferentes. Por último, nótese que mientras Mallon analiza a los mineros desde la perspectiva de las comunidades rurales, Nash estudia a los mineros desde ellos mismos y las comunidades son vistas desde los trabajadores. De entrada. June Nash señala que la cultura Chola (mezcla de elementos indígenas y españoles), permite a los mineros bolivianos una auto-identificación con las comunidades rurales y, al mismo tiempo, una incorporación y adopción de ideologías revolucionarias de cambio 11 Nash reivindica, como instancias formadoras de conciencia, además de las condiciones de explotación, las comunidades tradicionales y la familia. Para la autora hay complementariedad, a nivel de la conciencia, entre estas distintas esferas de la vida obrera. "La solidaridad de clase que emerge en la producción
11
Para Nash la cultura Chola es la base generadora de adaptaciones a las condiciones (existentes), y al mismo tiempo de transformación de dichas condiciones (1979:311).
de trabajo y los patronos, por otro. El título del libro retrata acertadamente la contradicción: We 79
Eat the Mines and the Mines Eat Us . Nash encuentra la explicación de este fenómeno en el análisis de Marx sobre las formas de alienación del proletariado en la sociedad capitalista. Marx, según Nash, destaca tres fuentes de alienación de la fuerza de trabajo en el capitalismo: 1) separación del trabajador del producto de su trabajo; 2) separación de los medios de producción; y 3) separación de las comunidades tradicionales. En el caso boliviano, según Nash, la tercera fuente de alienación no se presenta. Las otras dos dan origen a las formas contradictorias dentro de la conciencia. La separación del producto está en la base de la rebeldía, mientras que aquélla de los medios de producción redunda en dependencia. Esta contradicción es reproducida en todas las instancias de la vida obrera, con sus matices. En la familia, por ejemplo, existe la dependencia del padre o hermano mayor, por un lado, y al mismo tiempo la solidaridad entre los miembros de la familia, por el otro.
'economía moral') sirven como fuentes permanentes de resistencia al capitalismo. "En miles de formas improbables, magia y rito, pueden fortalecer la conciencia crítica que una realidad devastado-ramente hostil genera en la gente que labora en las plantaciones y las minas" (Taussig, 1980:232). Sin embargo, a través de todo su libro, el énfasis se pone no tanto en dicha resistencia, sino en una especie de batalla cultural entre dos fetiches: el diablo vs. la mercancía. Las luchas concretas de resistencia aparecen sólo como ilustraciones aleatorias de una lucha que se libra fundamentalmente en el nivel cultural. Creemos que no sólo es legítimo, sino muy necesario, hacer estudios de
En el caso estudiado por June Nash, encontramos un modelo muy atractivo de un sector obrero muy revolucionario (y en ello es diferente de los casos trabajados por Mintz y Mallon) que, dada la compartimentación de la conciencia, permite la convivencia -sin contradicciones- de formas tradicionales de cultura, con formas ideológicas modernas. A uno le queda la duda, sin embargo, de si la especificidad del modelo se debe exclusivamente al caso mismo, o a la interpretación de la autora. Al año siguiente de la publicación del libro de Nash, Michael Taussig publicó el suyo usando en parte el mismo material de Nash .pero llegando a conclusiones relativamente diferentes. Para nosotros, el trabajo de Taussig es un buen ejemplo de los riesgos de un estudio estrictamente cultural de la conciencia y resistencia de los trabajadores en proceso de proletarización. Nos referimos a su libro sobre el diablo y el fetichismo de la mercancía (1980), en donde estudia a los trabajadores de la caña de azúcar del sur de Colombia y a los mineros bolivianos. La tesis central de Taussig es que todo modo de producción genera fetiches, es decir, cosifica y hace aparecer como naturales aquellos productos sociales con la intención de legitimar su existencia. El contraste entre diferentes modos de producción permite sacar a la luz los fetiches que cada uno construye. Por tanto, trabajadores que están en proceso de proletarización, están en una situación propicia para captar los fetiches que el capitalismo presenta como fenómenos naturales -la mercancia principalmente. Para el autor, una forma de resistencia a la proletarización y al fetiche de la mercancía, es oponerles los fetiches precapitalistas el diablo, por ejemplo 12. 12
Hasta aquí, Taussig se atiene aparentemente a la perspectiva thomp-soniana que hemos señalado: elementos culturales precapitalistas (o propios de la
"Si estas 'auto-evidentes leyes de la naturaleza' golpean a los neófitos
proletarios (...) como anti-naturales y malas, entonces es razonable preguntar por qué nosotros vemos nuestra sociedad y nuestro proceso económico como algo natural" (Taussig, 1980:23).
80
crítica cultural o de 'deconstrucción' del fetichismo de nuestras sociedades, siempre y cuando se especifique que ese es el propósito. Desafortunadamente, Taussig nos seduce con una promesa de análisis sobre la resistencia al capitalismo, promesa que sólo se cumple, recortadamente, en el plano cultural. La totalidad de las luchas sociales, por tanto, se reduce a su expresión cultural, desligando a esta última de su base material. Pero ahí no acaban los problemas del libro de Taussig. El lector no encuentra razón suficiente en la reducción que el autor hace de la cultura pre-proletaria a un sólo elemento: el diablo. Ciertamente, existen muchos otros elementos en dicha cultura (o culturas) que hacen dudar de si el diablo es un fetiche tan central como lo es el de la mercancía en el capitalismo. Por otro lado, la universalidad de la mercancía no es comparable a la que ofrece el fetiche del diablo, pues éste cumple papeles diferentes aún en los dos casos presentados por el autor. Mientras que para los trabajadores de la caña de azúcar del Valle del Cauca en Colombia, los tratos misteriosos con el diablo son formas individuales de aumentar la productividad; en el caso boliviano, el diablo es una representación social del orden sobrenatural que gobierna las minas. En este sentido, para los mineros bolivianos, la figura del diablo (el Tío') es contradictoria, pues por un lado legitima la dependencia del trabajador con relación a las minas (y a sus administradores), lo cual es funcional al capitalismo; mientras que por otro lado, refuerza la cohesión y solidaridad de los trabajadores en el sitio de trabajo. Por lo señalado, es difícil estar de acuerdo con Taussig cuando dice: "En las plantaciones azucareras del Valle del Cauca y en las minas de estaño de Bolivia, es claro que el diablo es intrínseco al proceso de proletarización... y a la mercantilización del mundo campesino" (1980:18).
Las historiografías laboral tradicional y dependentista no tienen en su horizonte el problema de la formación de la conciencia de clase, y cuando lo tocan lo hacen señalando factores externos simplemente. Esto sucede aún en el caso de Charles Bergquist, quien es el que más se acerca a un estudio de la cultura de los grupos de trabajadores vinculados a los principales productos de exportación. Sin embargo, el énfasis determinista en la lógica derivada de dichos productos, y en últimas del sistema económico mundial, oscurece ese propósito. La contribución de autores como E. Hobsbawm o E.P. Thompson es importante en las nuevas tendencias historiográficas latinoamericanis-tas. La matriz leninista, desarrollada por Hobsbawm, por su énfasis en la externalidad, no parece ser una herramienta histórica suficiente.
Por ultimo, retomando el argumento de este ensayo, se puede señalar que mientras para Nash la resistencia y la lucha de los trabajadores bolivianos cubre una amplia gama de posibilidades, sin tensiones entre lo tradicional y lo moderno, para Taussig la creeencia en el Tío' es lo relevante. Ante estos dos modelos para trabajar los procesos de proletarización y conciencia, es preferible el de Nash. Con Taussig se comparte la urgencia teórica de la "deconstrucción" de fetiches, pero se difiere de su reduccionismo cultural y dentro de éste, de la simplificación de la cultura pre-proletaria a un aspecto de ella. CONCLUSIONES
El propósito básico de este ensayo era hacer una lectura historiográfica de las recientes elaboraciones sobre el problema de la conciencia obrera en América Latina. Conviene pues recapitular brevemente lo hecho hasta aquí. 81
Hobsbawm, sin embargo, contribuye altamente a la clarificación de conceptos y al estudio de tradiciones obreras que cuentan en la formación de la conciencia obrera. Los recientes estudios de antropólogos e historiadores latinoamericanistas, se nutren más de la perspectiva abierta por E.P.Thompson. Según este entendimiento, la clase obrera se hace a sí misma tanto cuanto es hecha. Se abre así un puente entre las formas tradicionales de cultura (antes catalogadas cuando más como 'conciencia espontánea') y la conciencia revolucionaria del proletariado. Esta última se define básicamente como una auto-identificación de clase y una captación de los intereses distintos y opuestos a las clases dominantes.
Ahora bien, a pesar de estas contribuciones, dichos tres estudios (Mintz, Mallon y Nash) ofrecen una serie de limitaciones metodológicas (vgr. son
Los tres estudios de casos para Latinoamérica resaltados aquí (Mintz, Mallon y Nash), retoman esta problemática enriqueciéndola y desarrollándola en un contexto diferente al europeo. Hay, sin embargo, importantes diferencias en el estudio de la formación de la conciencia de clase en los tres autores analizados. Para Mintz, en los trabaj adores rurales del Caribe las tradiciones comunitarias se oponen, al nivel de la conciencia, a la creciente individualización impuesta por el capitalismo. En Mallon, la oposición que marca la conciencia de los trabajadores mineros peruanos es aquélla entre la identificación con las comunidades tradicionales y la nueva identificación como clase. Los mineros bolivianos, por el contrario, según Nash, no viven esa contradicción sino una complementariedad de los dos aspectos. Las contradicciones a nivel de su conciencia residen en el conflicto entre la dependencia de las minas y sus administradores, por un lado, y la rebeldía contra éstos, por el otro. De todas formas, en estos tres importantes estudios, la conciencia obrera no es exclusivamente algo que se elabora por fuera de la clase. Es la misma clase la que la produce apoyándose en sus tradiciones culturales y enfrentando las nuevas situaciones creadas por la penetración capitalista. El estudio de Michael Taussig señala los riesgos de un análisis exclusivamente cultural. Creemos que para oponerse al reduc-cionismo de una superestructura como un mero epifenómeno de la base, no es válido hacer lo inverso, como en el fondo Taussig lo intenta. En general, la reciente historiografía sobre la clase obrera mencionada en este ensayo contribuye a la redefinición del problema de la conciencia de clase. La problemática ya no gira exclusivamente alrededor del estudio de las condiciones de trabajo y la presencia de ideologías que vienen de fuera. Actualmente se deben tener en cuenta también las tradiciones culturales, las formas organizativas producidas por la clase, la familia, y aún el mundo sobrenatural, como algunos elementos en la formación de la conciencia. Ahora bien, el mismo concepto de conciencia ha sufrido una ampliación, y tal vez una temporal confusión. El componente étnico (africano o indígena-andino en los trabajos analizados) cumple un papel en la formación de la conciencia contra las formas de opresión. Lo mismo se podría decir del componente de sexos o generacional, punto que no se desarrolló pero que indudablemente está enjuego en la formación de dicha conciencia. Esta también ha dejado de ser aquel producto homogéneo y uniforme, para ser más el fruto de procesos históricos concretos con resultados relativamente diferentes. Las particularidades de la conciencia de clase en las áreas periféricas, y especialmente en las áreas rurales, han sido claramente destacadas por Mintz y Mallon principalmente.
82
estudios de caso, difíciles de generalizar) y teóricas (vgr. ¿Cómo se produce la captación de intereses propios por parte de la clase? ¿Cómo evaluar la adecuación de las respuestas obreras a los distintos contextos históricos?). Por supuesto que ante los innumerables estudios que atan mecánicamente la acción y la conciencia de clase a las condiciones económicas o a la racionalidad de las clases dominantes, o que organizan una cacería de brujas para juzgar voluntaristamente a los responsables de los éxitos y fracasos, los estudios de estas nuevas corrientes son una refrescante alternativa historiográfica. Pero no se puede negar que a pesar de las 'permanentes victorias' obreras resaltadas por esta corriente, la clase -en la mayoría de los países latinoamericanos- sigue siendo una clase subordinada. Por ello, la acción de las fuerzas económicas, como también, y principalmente, la de las clases dominantes y el Estado, no se puede desconocer en este 'hacerse' de la clase. Tal vez el gran aporte de esta "Nueva Historia Social" radica en su visión optimista sobre las posibilidades de lucha y resistencia de las clases subordinadas en un subcontinente en donde éstas han dicho y continuarán diciendo su palabra. BIBLIOGRAFÍA Alexander, Roben 1965 Organized Labor in Latin America. Nueva York: The Free Press. Alba, Víctor 1969 Politics and the Labor Movement in Latin America. Stanford: Stanford University Press. Bergquist, Charles 1978 Coffee and Conflict in Colombia. Durham: Duke University Press. (Hay traducción española). 1987 Labor inLatin America. Stanford: Stanford University Press. (Hay traducción española de Siglo XXI Editores). Caicedo, Edgar 1971 Las Luchas Sindicales en Colombia. Bogotá: Editorial CEIS. De Wind, Adrian 1975 "From Peasants to Miners: the Background to Strikes in the Mines of Peru", Science and Society, 39, 1 (Spring) 44-72. Foster, John 1974 Class Struggle and the Industrial Revolution. Nueva York: St. Martin's Press. Gómez, Alfredo 1980 Anarquismo y Anarcosindicalismo en América Latina. Barcelona: Editorial Ruedo Ibérico. Hobsbawm, Eric 1964 Labouring Men. Nueva York: Basic Books. (Hay traducción española por Editorial Crítica-Grijalbo). 1972 "Class Consciousness in History" en I. Meszaros, Aspects of History and Class Consciousness. Nueva York: Herder and Herder. Long, Norman y Bryan Roberts (Eds.) 83
1978 Peasant Cooperation and Capitalist Expansion in Central Peru. Austin: University of Texas Press. Lukács, George 1983 Historia y Conciencia de Clase. México: Editorial Grijalbo.
Torres-Giraldo, Ignacio 1973 Los Inconformes. 5 vols. Bogotá: Editorial Margen Izquierdo. Urrutia, Miguel 1969 Historia del Sindicalismo en Colombia. Bogotá: Ediciones Universidad de los Andes.
Mallon, Florencia 1981 "Labor Migration, Class Formation and Class Consciousness among Peruvian Miners: the Central Highlands, 1900-1930" (ms.) 1983 The Defense of Community in Peru's Central Highlands. Princeton: Princeton University Press. Mintz, Sidney 1974 Worker in the Cane. Nueva York: W.W. Norton. 1975 "The Rural Proletariat and the Problem of Rural Prolctarian Consciousness" in June Nash y Juan Corradi (Eds.) Ideology and Social Change in Latin America. Vol I, 3376. Moncayo, Víctor y Fernando Rojas 1978 Las Luchas Obreras y la Política Laboral en Colombia.McdcUín: Editorial LaCarreta. Moorhouse, H.F. 1978 "The Marxist Theory of Labour Aristocracy" en Social History, 3,1 (enero) 6182. Moss, Bemard 1976 The Origins of the French Labour Movement,1830-1915. Berkeley: University of California Press. Nash, June 1979 We Eat the Mines and the Mines Eat Us. Nueva York: Columbia University Press. Pecaut, Daniel 1973 Política y Sindicalismo en Colombia. Medellín: Editorial La Carreta. Roxborough, Ian 1981 "The Analysis of Labour Movements in Latin America: Typologies and Theories", en Bullelin of Latin American Research. Vol. I, No. 1 (octubre) 81-95. Sewell, William H. 1980 Work and Revolution in France. Cambridge: Cambridge University Press. Sofer, Eugene 1980 Recent Trenas in Latin American Labor Hisloriography", LARR, Vol. XV, 1. Spalding, Hobart A. 1977 Organized Labor in Latin America: Historical Case Sludies of Workers in Dependent Societies. Nueva York: Harper and Row. Stern, Steve 1983 'The Struggle for Solidarity: Class, Culture and Community in Highland Indian America", Radical History Review, 27, 21-45. Taussig, Michael T. 1980 The Devil and Commodity Fetishism in South America. Chapel Hill: University of North Carolina Press. Tholfsen, Trygve R. 1977 Working Class Radicalism in Mid-Victorian England. Nueva York: Columbian University. Thompson, E.P. 1966 The Making of the English Working Class. Nueva York: Vintage Books.
84
Generalidades.
EL PORFIRIATO Y LA REVOLUCIÓN EN VALLE DE SANTIAGO, GUANAJUATO, MÉXICO* (Primera parte) Enrique Mendoza T. Antropólogo e historiador . Universidad de los Andes. 'Los datos utilizados en este artículo fueron colectados en compañía del sociólogo Héctor Díaz-Polanco y del economista Laurent Guye, a quienes doy las gracias, durante el período en que participé como Becario de Investigación en el Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México (septiembre de 1975 a mayo de 1976), en la investigación que ellos adelantaban: "1.a modernización en el Bajío", en la ciudad de Valle de Santiago. Los planteamientos que expongo en este artículo no son forzosamente aceptados por mis compañeros de investigación. Así mismo quiero expresar mis agradecimientos al profesor Rodolfo Stavenhagen, quién concibió el proyecto, y quién me vinculó al mismo. Por su apoyo, igo extensiva mi deuda de gratitud a Enrique Valencia, y a Suzy Bermúdez por sus comentarios sobre una versión previa de este trabajo.
Para entender una realidad social es fundamental partir del estudio de los diferentes sectores de clase que constituyen la formación social. El estudio de los sectores de clase y las interrelaciones de estos nos permite poner en evidencia sus intereses, sus proyecciones, alianzas y conflictos. En la sociedad de clases, en la medida en que se fortalecen las alianzas entre dos o más sectores de una clase en contra de las otras clases o de otros sectores de la misma clase, se presenta una agudización en las contradicciones. Cuando estas son muy grandes e insoslayables, la única vía de solución es el conflicto armado, tal como sucedió en la República de México con la llamada 'revolución mexicana'. Para autores como Michael Gutel-man (1980) y Eric R. Wolf (1974), la 'revolución mexicana' fue una revolución campesina (¿revolución social?), puesto que aunque el despojo de tierras de las comunidades de indígenas se venia dando desde el mismo período de Conquista y Colonia por parte de los españoles, fue en 1910 cuando la población campesina, según estos autores, se levantó en contra del cambio que a nivel nacional, y desde 1876, venía experimentando México. Afirma Gutelman en relación con la 'revolución': "Aunque los grupos políticos organizados, liberales, anarquistas o socialistas influyeron fuertemente en la ideología de la revolución, no desempeñaron un papel determinante en las conmociones revolucionarias que sacudieron a México de 1910 a 1917. Cuando más, actuaron como catalizadores para las clases sociales que se lanzaron a la batalla. Las
85
embestidas más violentas contra el orden establecido fueron llevadas a cabo por la inmensa mayoría de campesinos sin tierra y de indígenas desposeídos, dirigidos por jefes con prestigio." (Gutelman 1980:6263). A esta afirmación se le puede agregar lo dicho por Eric R. Wolf en su libro Las luchas campesinas del SigloXX (1974), dentro del cual incluye un análisis de la 'revolución mexicana'. Dice Wolf: "...en el presente libro trato de examinar ... los testimonios de seis casos de rebelión y revolución de nuestra época en los cuales los campesinos han sido los principales personajes." (1974:4). Aunque también es cierto que el mismo autor aclara al final de su libro: "En el caso mexicano la victoria final no la obtuvieron ni las guerrillas de Zapata ni los jinetes 'dorados' de Pancho Villa. Los lauros de la victoria fueron para una dirección cívico-militar que controlaba un ejército especializado, separado y distinto de cualquier leva de campesinos..."(1974:402-403). En cambio para otros autores, como Arnaldo Córdova (1979 y 1981), la llamada 'revolución mexicana' no fue en momento alguno una 'revolución social', sino más bien una 'revolución política', y por ende populista. Afirma Córdova: " ...resulta claro que la Revolución Mexicana estuvo muy lejos de ser una revolución social. Una revolución social no se limita a abolir los privilegios de un sistema dado de relaciones de propiedad y tanto menos a la sustitución de un poder político por otro... Es verdad que la Revolución Mexicana trajo como
consecuencia la expropiación de algunos de los exponentes del antiguo régimen político y que con el tiempo los viejos latifundistas desaparecieron como sector de clase dominante: pero estos cambios estuvieron ligados a aspectos particulares de la lucha política y de ningún modo se dieron como propósito general de la Revolución ..." (1981:32). En medio del anterior debate interpretativo de la 'revolución mexicana', se considera pertinente el plantear otra discusión, y es hacia ésta hacia donde apunta el presente trabajo: ¿fue la 'revolución' un movimiento social que llevó a la participación activa, en uno u otro bando, a todos los sectores sociales y se hizo presente en todo el territorio nacional; o quizás la 'revolución' fue la coincidencia de una serie de 'movimientos sociales regionales', que a la vez que presentaban elementos comunes, también tenían expectativas diferentes? En este artículo se analiza al municipio de Valle de Santiago durante los años inmediatamente anteriores al movimiento armado que convulsionó la vida mexicana a partir del año 1911, para asi comprender y entender la participación de Valle de Santiago en la 'revolución'. Para lograr esta meta se parte de un estudio general del sistema de las haciendas en México, el cual tuvo gran impulso durante el período en que gobernó el país Don Porfirio Díaz (1877-1910). Luego, con base en el archivo municipal de Valle de Santiago, se analízala tenencia de la tierra en esta localidad durante el período de la Dictadura, nombre con el que es conocido el gobierno que ejerció Porfirio Díaz. Finalmente, y a manera de conclusión, se comparan las dos partes iniciales de este artículo y se verá el papel que jugó Valle de Santiago en el movimiento iniciado por Francisco I. Madero en 1911. Orígenes y desarrollo del sistema de hacienda en México. Desde el descubrimiento de América los pueblos nativos sintieron la presencia del hombre blanco tanto a través de las nuevas costumbres y leyes, como también, y esto fue lo que más los afectó, con la descomposición de las tierras que tradicionalmente
86
les habían poseído y aprovechado desde sus antepasados. Gracias a las Capitulaciones o Asientos y a las Leyes de Poblamiento, el monarca dotó a los nuevos pobladores del continente con estancias y caballerías para su cultivo. Con el transcurso del tiempo, alrededor del año 1567, y al aumentar las mercedes de tierras, comenzaron a ser formados los latifundios ganaderos y las haciendas: es así como los primeros acaparadores de tierras, gracias a las mercedes otorgadas, fueron los encomenderos, quienes establecieron en sus encomiendas las haciendas y granjas. Paralelamente a los encomenderos se desarrolló otro sector de la población interesada en acumular tierras: los mineros, quienes se localizaron hacia el norte y centro del país. Tanto los encomenderos como los mineros luchaban por conformar una aristocracia territorial. A esta aristocracia también se sumaron los comerciantes, temerosos de las consecuencias de las leyes sobre la libertad de comercio (1765,1770 y 1789). Por otra parte, una vez que la Iglesia construyó sus monasterios, conventos, iglesias, colegios, etc., ésta mostró gran interés por la acumulación de tierras ya que tenía excedentes ociosos, y los bienes raíces eran la única inversión que les garantizaba una renta segura y estable. Es así como a pesar de la existencia de algunas leyes (1535 y 1542) que prohibían enajenar bienes en favor de la Iglesia, por esos años los Agustinos y Dominicos comenzaron a comprar algunas haciendas. En 1572 se sumó a estas dos congregaciones la de los Jesuítas, quienes con el tiempo se convirtieron en los mejores administradores y los más florecientes. '
1
Francois Chevalier (1956: 187-188) afirma que: "Algunos frailes eran labradores' apasionados por el campo, como por ejemplo el que fundó la más importante de sus haciendas, San Nicolás, junto a Yurinia. Desde 1583 los agustinos poseían allí unas tierras que les había dado un rico 'general' de la guerra contra los Chichimecas; a fines del siglo XVI uno de los religiosos recibió el encargo de desarrollar la obra iniciada ya por un prior: hizo una represa en el arroyo y abrió un canal de varias leguas para regar una superficie capaz de producir anualmente 50 mil fanegadas de grano. Construyó dos grandes molinos y adquirió nuevos terrenos, poniéndolos luego en cultivo. Uno de sus sucesores le compró a un vecino otra hacienda por $ 5 mil, con el único objeto de "no tener pesadumbre con vecinos", y organizó en los alrededores una cría de muías. A comienzo del siglo XVII, la sola hacienda de San Nicolás llegó a contar 400 bueyes de labor y 150 muías para transporte y venta de las cosechas. Producía hasta 10 mil fanegadas de trigo (5.500 hectolitros) y dejaba un ingreso neto de $ 6 mil. Sus 120 indios de ración, trabajadores libres y arrieros debían formar ya el embrión del pueblo que existe hoy con el mismo nombre de San Nicolás. Seducidos por la prosperidad de aquella hacienda, 25 'hombres ricos' ofrecieron incluso una bonita renta al convento para poder fundar allí una villa; las partes se dirigieron al mejor de los juristas de México para que estudiara el proyecto, pero no llegaron a ponerse de acuerdo. Por otra parte, el valor de San Nicolás se calculaba en unos $ 100 mil, suma un tanto excepcional entonces para una propiedad en que ni había ingenio de azúcar"
El interés de las comunidades religiosas en relación con la posesión de tierras fue diferente en cada una de ellas, como se puede apreciar en el siguiente texto: "...los Agustinos consideran indispensable tener haciendas rurales para sostener sus iglesias y misiones la más importante de estas haciendas fue la de San Nicolás, junto a Yuriria [se trata de San Nicolás Parangueo, ubicada en jurisdicción de Valle de Santiago], que a comienzos del Siglo XVII llegó a producir 10.000 fanegadas de trigo (5.500 hectolitros) y dejaba un ingreso neto de 6.000 pesos anuales. Su valor se estima en 100.000 pesos, suma enorme para una hacienda donde no había ingenio azucarero." (Chevalier 1956:188). En tanto que los Dominicos fueron especuladores con sus tierras "...desde el principio adquirieron por compra y donativos numerosas propiedades... Pero a diferencia de los Agustinos y Jesuítas, rara vez se ocupaban personalmente de sus posesiones, prefiriendo arrendarlas en la mayoría de las veces ..." (Florescano 1971:88).
87
8 7
misma zona del Bajío porque Por su parte, los Jesuítas tenían en Valle de Santiago dos haciendas importantes: San Isidro y San Ignacio (hacienda de labor y riego, y cría de ganado mular y caballar), y la hacienda San Nicolás Paran-gueo y sus agregados, Cerrito y Quiriceo, todas de labor y riego. Fue durante este Siglo XVII cuando se consolidó la hacienda, y comenzó a ejercer dominio sobre las ciudades, debido fundamentalmente a " una notable disminución en la producción de la plata; una contracción en el comercio exterior y una acelerada desaparición de la población indígena, mientras que, por otra parte, aumenta la población española y mestiza." (Semo 1975:77). Este dominio fue muy reducido ya que cada hacienda ejercía apenas alguna influencia y satisfacía algunas necesidades a nivel regional: "pero una vez alcanzada esta meta, antes de que se desarrollara su máxima capacidad de producción, la estructura regional de los mercados, las enormes distancias, los malos caminos, los altos fletes y la política comercial de la Corona le negaron la salida de sus excedentes más allá del límite r e g i o n a l . " ( F l o r e s c a n o 1971:129). Sin embargo, se presentaron casos en los cuales no existían las barreras religiosas, políticas ni económicas, y los productos de las haciendas trascendían este marco para ir a ser ubicados en zonas distantes. Así por ejemplo, se puede mencionar la importancia que ha tenido la zona del Bajio, tal como lo destaca Enrique Flores-cano, quien refiriéndose a las haciendas próximas a las minas del norte del país dice: "Los productos agrícolas llegaron al principio de zonas tan lejanas como Guadalajara, pero las distancias y fletes hicieron que muy pronto surgieran ranchos y haciendas agrícolas alrededor de los reales de minas que desplazaron los productos de otras regiones. Sin embargo, desde mediados del Siglo XVII estas haciendas próximas a las minas sufrieron a su vez la competencia de los buenos y abundantes granos que producían las haciendas de el Bajío. Así, ya para el Siglo XVIII, la oferta de granos en la zona minera está en manos de las haciendas cercanasydeelBajío." (1977:129). Si esta era la situación en las zonas mineras del norte, los mercados de la zona central del país también estaban abastecidos, en parte, por la
"... al comenzar el Siglo XVIII ya las haciendas maiceras de la región de Chalco y del Valle de Toluca controlaban con su abundante producción y bajos fletes el mercado de la capital y no admitían la competencia del maíz de la región de Puebla. Por la misma razón, los trigos de la región del Bajío habían desplazado del mercado capitalino a los de Puebla... " (Florescano 1971:136). En la segunda mitad del Siglo XVIII el Bajío tomó más importancia por su producción de trigo, la cual llegó incluso a ayudar a propiciar la "ruina y decadencia" de la agricultura en la región de Puebla. Esto hace que la política comercial adoptada por la Corona estuviera dirigida fundamentalmente a evitar el comercio intercolonial, de esta forma cada colonia tenía que autoabastecerse, ya sea en épocas de mala cosecha y hambrunas, o sufriendo fuertes caídas en los precios de sus productos cuando la cosecha fuera abundante, puesto que estaba prohibido buscar nuevas salidas a sus productos en el extranjero. por lo cual tenían que ceñirse al mercado regional o nacional, sufriendo las consecuencias ya mencionadas.2 Ante estas condiciones, la respuesta de los hacendados no se hizo esperar: primero redujeron la producción, adecuándola a las necesidades de un mercado regional o local. La segunda medida adoptada fue la construcción de grandes trojes, ésto con el fin de almacenar los excedentes en épocas de abundancia, para así no sobresaturar el mercado y sufrir las consecuencias con una baja en los precios. Muchas veces el hecho de reducir la producción no fue la solución adoptada para ejercer un control sobre los precios, sino que más
2 Enrique Florescano nos da a conocer en su obra Estructuras y problemas agrarios de México (1550-1821) (1971), un texto del Siglo XVIII en el cual se lee: "El fruto principal de las labores de este Obispado es el trigo; y el comercio de mayor consideración que lograban era el de las harinas que salían para las Islas de Barlovento y todo el consumo que de ellas se hacían en la capital de México... Más en estos últimos años (1770) con haberse cultivado las haciendas de Tierra Adentro [El Bajío] y abundado en ellas en sumo grado las cosechas de trigo, no sólo ha habido saca alguna de él de aquí, sino lo que es más y ha causado admiración, se han traído al Arzobispado [de México] a vender a esta Diócesis y muchas gruesas cantidades de este género... De esto y de no tener encuenta alguna el sacar harinas para la Islas [del Caribe] ha resultado... la ruina de los labradores de este Obispado." (1971:137)
88
bien, el hacendado estaba interesado en reducir la producción de sus competidores; ¿ y quiénes eran los que más fácilmente podían ser afectados con esta alternativa?. La respuesta es clara: los indígenas y pequeños agricultores, quienes no podían reducir su producción (tenían cultivos apenas para sobrevivir y a veces podían comercializar un pequeño excedente), y eran los más débiles económicamente. El hacendado comenzó por interesarse en las pequeñas parcelas, y así disminuir lentamente a sus competidores, ya que cada terreno que compraba le permitía reducir o aumentar la producción a su antojo, trayendo como consecuencia una ampliación en sus mercados, o un mejor control de los ya existentes.
eran aptos para la agricultura.3
Con la reducción del competidor débil, la hacienda se aseguró el suministro de mano de obra barata, a la vez que aumentó el número de consumidores de sus productos. Esto sucedió por la imposibilidad que tenía el indígena de adquirir nuevas tierras o de conservar las propias puesto que casi todas habían pasado a poder de las haciendas. Por consiguiente, tuvo que buscar una forma de vida que le permitiera obtener su sustento, pero lo único que le quedaba era su fuerza de trabajo, entonces las posibilidades fueron: incorporarse como peón a la hacienda o migrar hacia las cabeceras municipales o hacia las ciudades en busca de trabajo, que no siempre encontraba fácilmente, motivo por el cual muchas veces pasó a ser desempleado, y en el mejor de los casos, cuando consiguió emplearse, pasó a ser un consumidor más de los productos del agro.
LA DICTADURA Y SUS REPERCUSIONES EN EL ESTADO DE GUNAJUATO*
Ahora bien, cuando el indígena o el pequeño propietario conservaban sus tierras, las cosechas que éstos producían no siempre eran comercializadas por ellos mismos, sino que el hacendado más próximo las compraba, o bien un intermediario o acaparador se encargaba de ubicar estos productos en el mercado de la ciudad, trayendo, como lógica consecuencia, la explotación y pauperización del pequeño propietario y el enriquecimiento del intermediario o del hacendado. Esta forma de adquisición de tierras, con base en la eliminación del productor que compite con el hacendado, propició que, de una parte, un solo individuo poseyera grandes extensiones de tierra, la mayoría de las veces subutilizada y, por otra parte, que los indígenas tuvieran que conformarse con pequeños terrenos, muchos de los cuales no
A partir de los párrafos anteriores se puede suponer que las haciendas, debido a su bonanza y prosperidad, ofrecían seguridad y garantías a sus propietarios, pero la realidad dista mucho de este supuesto ya que las ganancias no eran continuas ni permanentes, sino que sufrían altibajos, debido fundamentalmente a las limitaciones de los mercados y, cuando las cosechas eran abundantes, a las fuertes bajas en los precios de los productos. Es por este motivo que las haciendas eran dadas en arriendo a quienes las desearan trabajar, o bien el hacendado las ponía en manos de un mayordomo, quien tenía participación en las ganancias4.
Porfirio Díaz ejerció su gobierno dictatorial en la República de México durante los años 1877 a 1910. Fue durante este lapso cuando el sistema de las haciendas vivió su mayor esplendor, ya que contaba con el beneplácito e impulso del mismo gobierno.,
3
Enrique Florescano dice al respecto: En todas partes pero especialmente en Querétaro y Guanajuato, observó a simple vista los males derivados de la concentración de la propiedad: por una parte extensas y fértiles tierras en posesión de un solo dueño, incultas o dedicadas al pastoreo y cría de ganado menor, casi siempre descuidadas por el ausentismo del propietario; y por otra parte, pueblos de indios miserables, sin tierras y encerrados en sus límites por la presión de las haciendas." (1971:193) 4 A este respecto se puede recordar a Enrique Florescano, quien afirma: "La hacienda era una unidad económica inestable; sus pérdidas o sus ganancias eran alternativas y dependían de factores ajenos a la voluntad de sus propietarios. De ahí que una de las obsesiones de los hacendados fuera obtener una renta fija y constante de sus propiedades en lugar de grandes ganancias en un año y pérdidas en el otro" (1971:177) * En las lecturas se hallaron frecuentes menciones de los trabajos de Moisés González Navarro, en especial a sus textos "El Porfiriato: la vida social", 'Tenencia de la tierra y población agrícola; 1877-1960", y La colonización en México, 1877-1910. Desafortunadamente estas obras no estuvieron a disposición del autor al momento de escribir este artículo; pero dados los aportes de los mismos, se recomienda su lectura a aquellos interesados en profundizar sus conocimientos sobre el período del Porfiriaro.
89
"No solo se apoderaron las haciendas de mucha tierra indígena, sino que los mismos indios empezaron a hipotecar su tierra, que poseían ahora individualmente, con el fin de cubrir los gastos de vida corrientes y los gastos extraordinarios asociados al culto religioso."(Wolf 1974:36). Fue durante 'el Porfiriato' que México, gracias a la inversión de capital extranjero, experimentó el despegue hacia la consolidación de un mercado interno, y por tanto del capitalismo. Por una parte, fueron realizadas obras importantes en la red ferroviaria: para 1876, al inicio del 'Porfiriato', había tendida una red de 640 kilómetros, mientras que para 1910 había construidos algo más de 20.000 kilómetros de red ferroviaria, la mayoría de los cuales eran controlados por el Estado. 5 También se dio el 'despegue' del sector minero, aunque fundamentalmente controlado por inversionistas norteamericanos e ingleses, y en menor grado por franceses y mexicanos. El sector petrolero también experimentó un rápido crecimiento, aunque, una vez más, controlado por inversionistas foráneos (ingleses, norteamericanos y franceses). El sistema bancario también sufrió un rápido despegue: si bien es cierto que durante los primeros años del 'Porfiriato' casi no operaba la banca, hacia 1910 funcionaban en el país alrededor de dos docenas de bancos, así no hubiese todavía un banco central, y aunque los inversionistas extranjeros (especialmente los franceses) controlasen este sistema (Bazant 1977). La industria del algodón no se quedó atrás de este proceso: para inicios del 'Porfiriato' esta industria estaba casi que estancada, pero hacia finales del siglo XIX, gracias a la inversión de capitales franceses, el sectortextil se había activado (Bazant 1977y Meyery Sherman 1983). La conjunción de los anteriores aspectos propició un cambio favorable a México en su comercio exterior, aunque la inversión fuese extranjera en su mayoría. Pero los beneficios económicos de esta actividad industrial se concentraban en pocas manos:
5
Michael Gutelman afirma que para la época en la cual escribió su texto (original de 1971), la red ferroviaria contaba con 24.000 kilómetros de vías, o sea que no fueron construidos muchos kilómetros durante el período 1910 a 1971.
"La economía fue dominada por un pequeño grupo de hombres de negocios y financieros cuyas decisiones afectaban el bienestar de todo el país. Así, en 1908, de 66 empresas que participaban en las finanzas y en la industria, 36 tenían directorios comunes provenientes de un grupo de trece personas; diecinueve tenían a más de uno de los trece..."(Wolf 1974:31) Con deseos de darle un fuerte impulso a la economía nacional, Porfirio
90
Díaz dictó una serie de leyes tendientes a lograr mayor productividad en los campos mediante la colonización y venta de "tierras no aprovechadas" (sic)6. Como efecto de la ley de 1893 fueron creadas diversas compañías deslindadoras7. Como secuela de los deslindes, y frente a la acometida de las compañías deslindadoras, las comunidades de indígenas se vieron abocadas a la violencia para defender sus tierras. Estos en-frentamientos armados (por ejemplo el de los indioss Yaquis y Pimas en Sonora, y Pihuamo en Jalisco) propiciaron el que en 1896 fuese expedida una ley por medio de la cual se reconocía a los indígenas la propiedad sobre las tierras en que se habían establecido desde tiempo atrás. Para el año 1910 el 41% de dichos pueblos tenía bajo su control sus antiguas tierras. (Miranda 1972) Pero si lo anterior ocurría desde la perspectiva de la modernización económica e incentivos hacia el desarrollo del capitalismo, desde el campo de la prestación de servicios y comunicaciones sucedía algo semejante: fueron mejoradas las condiciones de salud y sanitarias. Los asilos fueron ampliados. Durante la década de 1880 fueron instaladas redes telefónicas. Fueron dados al servicio el telégrafo y una red submarina de comunicaciones (Bazant 1977, y Meyery Sherman 1983). Desafortunadamente este proceso de 'modernización' controlado por inversionistas extranjeros- no estuvo acompañado del necesario desarrollo nacional, a fin de lograr un beneficio general, sino que tal modernización, por el contrario, condujo a la agudización del conflicto social, y por ende fue lamisma modernización la causante de su propia caída. En otras palabras: el proceso de control del poder económico y político por parte de Porfirio Díaz y de sus allegados fue lo que propició la caída del mismo Don Porfirio. Ese poder económico, expresado en el proceso de consolidación y expansión capitalista de las haciendas propició el levantamiento de los ejidatarios, pequeños y medianos campesinos, en contra de los hacendados y parte del personal vinculado con la hacienda (Womack 1968).
Por otra parte, desde la perspectiva política, esa concentración del poder llevó a la organización y oposición de algunos sectores acomodados por ejemplo del de Francisco I. Madero y sus allegados del Partido Nacional Democrático, partido creado por Madero y cuyo grupo de apoyo se hallaba en los sectores urbanos en contra del régimen de Porfirio Díaz. Otro partido que se opuso al 'porfirismo' fue el Partido Liberal, del cual hacía parte Pascual Orozco. En resumen, debido a la concentración del poder que ejercía Don Porfirio Díaz, y ante la tan anunciada renuncia de Díaz a su posible reelección presidencial (Womack 1968), se organizaron otros partidos políticos que presentaron a Madero como
candidato presidencial. Y cuando Porfirio Díaz y Ramón Corral 'fueron reelegidos'(sic) el 21 de junio de 1910 como presidente y vice-presidente respectivamente, el candidato de la oposición -quien había sido tomado preso por la policía de Monterrey (Nuevo León) y recluido en San Luis Potosí, de donde escapó el 5 de octubre de 1910- proclamó la 'revolución'. El movimiento político pronto tuvo eco en el sector agrario, ya que desde la misma conquista de la Nueva España (nombre que durante los períodos de Conquista y Colonia tenía el actual territorio mexicano) era en el campo en donde el indígena y el pequeño propietario se oponían al sistema de la hacienda, porque España nunca quiso afrontar y solu6
En relación con las leyes de 'privatización' de tierras dice Michael Gutelman: "...el régimen de Porfirio Díaz promulgó una serie de leyes entre 1883 y 1910, cuya consecuencia fue modificar total y profundamente la estructura agraria de México. La primera ley, promulgada el 15 de diciembre de 1883, autorizó a colonos, extranjeros o mexicanos, a 'denunciar' las tierras vírgenes y a constituir 'compañías deslindadoras' con las cuales el Estado firmaba contratos. Las compañías o los colonos recibían, a título de pago, un tercio de las tierras deslindadas y gozaban de un derecho de opción y de tarifas preferenciales para comprar al Estado los otros dos tercios. La misma ley estipulaba que las tierras adquiridas por las compañías no se podían revender sin autoriazación a extranjeros y limitaba la superficie máxima perceptible a título de pago a 2.500 hectáreas. Esta ley se mantuvo en vigor hasta 1889. Durante los seis años precedentes, se habían deslindado 32 millones de hectáreas, y se habían concedido a título gratuito 12.700.000 a las compañías deslindadoras, las cuales por otra parte compraron 14.800.000 hectáreas por sumas ínfimas. En 1889, poseían así en total 27.500.000 hectáreas, o sea el 13% de la superficie de México. La clausula limitativa de 2.500 hectáreas nunca fue realmente aplicada. Para burlar la ley, bastaba con multiplicar las compañías deslindadoras en las cuales se encontraba siempre la misma treintena de grandes accionistas. Numerosísimas superficies declaradas 'baldías' y que en realidad pertenecían a comunidades indígenas fueron incorporadas a las zonas deslindadas. Los indios no lograban hacer prevalecer sus derechos pues no tenían título jurídico de propiedad; y si este título existía, lo cual sucedía con bastante frecuencia, de todos modos no correspondía a las normas legales, mal conocidas o desconocidas del todo por las poblaciones indígenas incultas: en consecuencia, se invalidaba. En realidad, sólo las grandes haciendas lograron hacer respetar sus derechos por las compañías deslindadoras, aun en los casos en que sus títulos de propiedad eran incompletos, y hasta inexistentes. Para conservar una parte de sus tierras, las comunidades indígenas se vieron obligadas a veces a constituirse en 'grupo de deslindamiento" para conservar, a título de retribución, un tercio de sus propias tierras que ellas mismas habían declarado previamente baldías. Los otros dos tercios que ellas no podían comprar, por falta de medios financieros, se convertían en dominio del Estado, el cual las revendía generalmente a los latifundistas vecinos. En 1889 y 1890, nuevas leyes vinieron a fortalecer el movimiento de concentración de la tierra. Ellas obligaban a las comunidades indígenas a dividir sus tierras y a establecer títulos de propiedad privada. Carentes de todo sentido de la propiedad, los indios se convirtieron en fácil presa para los especuladores de todo tipo. Muy rápidamente, la mayoría de los títulos fueron vendidos a los hacendados y a las compañías deslindadoras. De 1889 a 1893, más de diez millones de hectáreas pasaron así de las comunidades indígenas a los latifundistas."(1980:33-34).
91
cionar este problema, perdurando el inconformismo incluso hasta después de la Independencia (1821) y de las Leyes de Reforma (1856), ya que en estos acontecimientos tampoco fueron tomadas medidas respecto al problema de la posesión de las tierras. Los campesinos se adhirieron al movimiento revolucionario de 1911 atraídos por uno de sus postulados: "Tierra y Libertad", con lo cual esperaban dar solución, de una vez y para siempre, a sus problemas. Sin embargo, si bien estas eran las condiciones generales de México, también es cierto que este proceso de 'descomposición campesina hacia abajo' (proletarización y pauperización) no se presentó en todo el territorio nacional, sino que, por el contrario, el despegue de la producción capitalista en el agro, impulsada durante 'el Porfiriato', bien pudo representar un período de "bonanza' económica para los pequeños y medianos campesinos. En efecto,
7
Sobre el impacto propiciado por las compañías deslindadoras afirma Jesús Silva Herzog: "De 1881 a 1889 las compañías deslindaron 32.200.00 hectáreas. De esta se les adjudicaron de conformidad con la ley, es decir sin pago alguno, 12.700.000 hectáreas o sea algo más del 13% de la superficie total de la República. Por lo tanto, solamente quedaron 47.000.000 hetáreas a favor de la nación. Empero, lo más impresionante estriba en el hecho de señalar el hecho de que esas compañías hasta el año de 1889 estaban formadas únicamente por veintinueve personas, todas ellas acaudaladas y de gran valimiento en las altas esferas oficiales. Todavía en 1890 a 1906, año este último en que fueron disueltas las compañías, deslindaron 16.800.000 hectáreas, quedándose con la mayor parte de las tierras los socios de tan lucrativo negocio, cuyo número había ascendido a cincuenta en los comienzos de este siglo". (Citado por Córdova 1981: 113)
"en aquellas regiones, como el Bajío, en donde la casi total ausencia de comunidades indígenas determinó que no se produjera el violento proceso de 'descampesinización' que sacudió al agro mexicano durante el porfiriato "Díaz-Polanco y Guye 1976:40).
Y en relación directa con Valle de Santiago añaden los mismos autores: "Debido a la construcción de ferrocarriles, los grandes mercados son fácilmente accesibles, y la agricultura vállense recibe el estímulo de una demanda en crecimiento "(Díaz-Polanco y Guye 1976:40). En esta parte del trabajo, por tanto, se analizará la importancia que puedan tener o no las propiedades rústicas (haciendas, ranchos, etc.), entre sí y en relación con las propiedades urbanas, durante los años 1877 a 1910, o sea cuando Porfirio Díaz ejerció su gobierno dictatorial, y con ello dilucidar las particularidades de esta localidad, y tal vez las de la región del Bajío y del Estado de Guanajuato en general, para posteriormente entender su participación en la revolución. Para lograr la meta fijada para este apartado, y en la medida en que así lo permitan los datos disponibles, es necesario partir de un análisis demográfico, a fin de detectar la distribución de la población vállense en relación con los distintos tipos de propiedades rústicas: haciendas, ranchos, estancias y pueblos. (Segunda parte en el siguiente número).
92
ESPACIO ESTUDIANTIL Jaques Rossiaud, La Prostitución en el Medioevo, Barcelona: Editorial Ariel, 1986. Sonia Goggel, estudiante de antropología de la Universidad de los Andes
Jacques Rossiaud pertenece a la escuela histórica francesa " Annales", la cual pone énfasis en el estudio de las mentalidades colectivas, que lleva al entendimiento de los procesos histórico-sociales. El libro se concentra en las ciudades del sureste de Francia (en especial Dijon) en el siglo XV (primera parte del libro). En la segunda parte del libro, el autor hace un análisis de la prostitución, enmarcándola en un proceso histórico (incluyendo los siglos XIII a XV y comienzos del XVI), haciendo comparaciones con la prostitución en el norte de Francia y en Italia (Florencia y Venecia). El tema central del libro es describir y analizar el carácter de la prostitución en el siglo XV y el tipo de moral ligado al carácter que asume el fenómeno social de la prostitución en este siglo. Busca además, encontrar la causa y el desarrollo histórico (a partir del siglo XIII) de la moral que en el siglo XV llega a su apogeo, y que se invierte finalmente a comienzos del siglo XVI. En el siglo XV, la prostitución en el sureste de Francia tiene la función social de conservar el orden y la paz social, canalizando las agresiones sexua-les y protegiendo de esta manera el matrimonio. Como tal, la prostitución es institucionalizada, tiene validez y es aceptada por la socie-dad y las autoridades, tomando en cuenta que se enmarca en el siglo XV en un contexto socioeconómico de creciente prosperidad y relativo equilibrio social con erecimiento económico y demográfico. Veamos ahora en detalle cuáles fueron las condiciones sociales que dieron lugar a una prostitución
con tales características (siglo XV), y cómo fue el desarrollo histórico (incluyendo la moral) dentro del cual se enmarca. En el siglo XV existían varios niveles de prostitución: el prostibu-lum publicum, los baños, los bur-deles privados y las prostitutas que trabajan por su propia cuenta. Sin embargo, el único nivel aceptado y mantenido oficialmente por las autoridades municipales era el pTostíbulum publicum o burdel oficial.
Las tasas de prostitución eran iguales o superaban a las de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Para comprender por qué la prostitución era tan elevada en el siglo XV, es necesario estudiar el comportamiento sexual de los ciudadanos y el papel que cumplía la mujer en la sociedad. Lo primero que se destaca al observar el comportamiento sexual es la violencia sexual tan acentuada en la vida urbana. Se expresó, ante todo, en forma de violaciones colectivas; colectividades formadas por grupos de jóvenes de la misma edad que expresaban sus agresiones y frustraciones en forma de violencia sexual. La causa de estas agresiones y frustraciones debe buscarse, ante todo, en las costumbres matrimoniales. El orden matrimonial del siglo XV consistía en que hombres maduros se casaban con mujeres jóvenes, convirtiéndose así el matrimonio en un negocio (la mujer es protegida económicamente y el hombre es protegido en su vejez). La consecuencia de esto era que los hombres maduros competían con los hombres jóvenes por las jóvenes mujeres casaderas, dando lugar a una tensión social entre hombres jóvenes sin
93
dinero y sin muj er, y hombres maduros, con mujer joven y dinero. Este tipo de rivalidades facilitó la formación de solidaridades de edad y acciones colectivasjuveniles que canalizaban sus frustraciones en acciones agresivas, que se traducían en violencia sexual. Considerando además que los padres, demasiado viejos, no cumplían con la función de ser un modelo de adulto, los jóvenes buscaban la compañía y la identidad en grupos de edad, dirigidos por una persona mayor, que los iniciaba en la vida adulta. Esta solidaridades, formadas por grupos de edad, se llamaban 'hermandades'. Una parte importante de estas enseñanzas consistía en instruirlos acerca del papel de la mujer y del hombre en la sociedad: la mujer era la dominada, la que debía obedecer, y era infiel y culpable por definición, si se trataba de violaciones o cualquier tipo de falta sexual. El hombre era el dominador y era introducido en su papel masculino a través de ritos colectivos de virilidad (entre otros, la violación). Además, estas acciones colectivas eran una manera de rechazar un orden social. Las autoridades utilizaron posteriormente estas colectividades y hermandades, legitimándolas, para formar la 'policía de las costumbres', tratando de darle una dirección ordenadora, socialmente útil, a esas acciones agresivas: las violaciones debían restringirse a las mujeres deshonestas y adúlteras. Esta legitimación fue muchas veces utilizada por las hermandades para encubrir agresiones sexuales ilegítimas (violar a una mujer que cumplía perfectamente su función de esposa, pero que era deseada, lanzándola así a la prostitución). Veamos ahora más específicamente cuáles eran las víctimas de la violencia sexual y cuáles las consecuencias de una violación. Se preferían mujeres solteras en edad casadera, las 'buenas mujeres' del cura, las mujeres
acusadas de conducta deshonesta (la honestidad se juzgaba según el estado de la mujer y el estado normal era el matrimonial; si una mujer permanecía soltera mucho tiempo era considerada deshonesta) y las mujeres que salían a menudo a la calle. Era un sistema para controlar a la mujer y mantenerla reprimida. Las violaciones no eran rechazadas socialmente ni multadas: recordemos que la mujer era culpable por definición y se sentía culpable. Las consecuencias de la violación eran las mismas que las de una conducta deshonesta por parte de la mujer: después de una violación la mujer no podía reintegrarse a la vida social normal. Era mandada entonces al prostíbulo, donde permanecía hasta llegar a los 30 años de edad (a manera de penitencia por sus actos deshonestos) y después era reintegrada en la vida social normal, es decir, podía casarse y era aceptada plenamente. Por consiguiente, se ve que las prostitutas no eran y no podían ser marginadas en su ciudad, ya que cumplían una función y hacían un trabajo: "Estas mujeres no son rechazadas por una comunidad social tan pronta a engrosar sus filas con víctimas que ella misma multiplica, sino que las acoge, cumplida su penitencia" (p. 63). Los clientes del prostíbulo tenían edades de 18 a 40 años y provenían de todos los estratos sociales, inclusive casados y clérigos. Ir al prostíbulo se consideraba una necesidad impuesta por la 'naturaleza' que no debía ser reprimida, se veía como una cuestión de normalidad social, moral y psicológica (los que no iban al burdel eran sospechosos). Con la institu-cionalización de los burdeles se atemperó la agresión juvenil, canalizando las acciones agresivas y necesidades hacia los burdeles, con lo cual se protegía el honor de las mujeres de estado, se protegía el matrimonio, y además, se apartaban estas mujeres honorables de las prácticas deshonestas, pues existía una clara diferencia-
94
ción entre prostitutas y mujeres honorables (las prostitutas, por ejemplo, debíanusarcintasyotras insignias distintivas, y no podían usar los adornos, vestidos y peinados de las damas honorables). La prostitución era por consiguiente, una institución fundamental en la sociedad del sureste de Francia en el siglo XV. Pasemos ahora al desarrollo histórico que se dió entre los siglos XIII y XVI en cuanto a la moral, y dentro de ésta, al sitio que correspondió a la prostitución. Ya en el siglo XII los nobles gozaban de cierta libertad y los escolásticos representaban la vanguardia de un pensamiento más libre en cuanto a la sexualidad. En el siglo XIII surge la corriente del pensamiento naturalista, según la cual, el hombre debe actuar según se lo pida su naturaleza. Los teólogos distinguían entre pecados carnales y pecados espirituales, declarando a estos últimos como más peligrosos. La revalorización del acto sexual 'natural (excluye actos contra natura, desear la mujer del prójimo y las deshonestidades matrimoniales) se concibió como la valorización y fortalecimiento del matrimonio (era permitido gozar en el acto sexual y no sólo procrear). El triunfo y la consolidación del matrimonio sacramental (derota del concubinato), llevó al aligeramiento de las costumbres en cuanto a la fornicación: la 'fornicación simple' (diversión entre solteros) era permitida, más no la 'fornicación cualificada" (rapto, homosexualismo, adulterio, incesto, entre otros). Al erradicar el concubinato, la fornicación simple era permitida con la condición de que se efectuase con mujeres libres de vínculo, solteras -y mejor si eran extranjeras- y se marcaban con una cinta para poder diferenciarlas de las mujeres honorables. En el siglo XTV este espíritu naturalista seguía su camino, apoyado en los teólogos de siglos pasados (Santo Tomás, San Agustín). Se insistía en la necesidad de la exis-
tencia de prostitutas, ya que, como dice San Agustín: "Expulsad las cortesanas y enseguida las pasiones lo confundirán todo, ya que llevan una vida impura, pero las leyes del orden les asignan un lugar, por más vil que sea" (p. 102). Es decir, mientras se dife-ren-ciaran las damas honorables de las prostitutas, no había proble-masmorales. Las prostitutas arrepentidas, inclusive podían darle limosna a la iglesia. Las nuevas ideas progresaron con lentitud, y apenas "a fines del siglo XIV penetran bruscamente en las capas sociales, transformando en menos de dos generaciones las prácticas cotidianas y las maneras de pensar" (p. 106). ¿Porqué ocurrió este cambio a fines del siglo XIV? Desde comienzos del siglo XIV hasta comienzos del siglo XV plagas, pestes y guerras redujeron mucho la población y debilitaron las estructuras sociales. Hacia 1350 la concentración de la fortuna en manos de pocos, en detrimento de los menos favorecidos (sobre estos recaía el 60% de los impuestos), desembocó en una crisis social y económica. Las pestes y epidemias contribuyeron, entre otros, a debilitar los grandes patrimoniosy a los rentistas, acrecentando aún más la crisis; además de eso, las luchas civiles y las querellas por problemas de herencia, condujeron a debilitar aún más los grandes linajes, empobreciéndose así también los ricos. El debilitamiento social y económico de los acomodados contribuyó a empobrecer a los que ya habían caído en miseria. Era una situación de crisis social, económica y política: "Los grandes se odian entre sí, los medianos están aplastados por las contribuciones y los más pobres no encuentran manera de ganarse la vida" (p. 125). Ya hacia finales del siglo XIV y comienzos del XV esta crisis se hizo muy notoria y, ante todo, la disminución de la población cristiana se hizo crítica. Estos factores contribuyeron a que la co-
95
munidad cristiana se encontrara bastante indefensa ante las invasiones turcas y musulmanas, con lo cual éstas se convirtieron en peligros reales. La reacción frente a estos sucesos fue la revaluación de la moral pasada: se comenzó a exaltar el matrimonio y se puso énfasis en la educación de los hijos (surgen aquí las ya nombradas hermandades). Era necesario poblar la cristiandad y restituir el orden interno para hacerle frente a todos los peligros exteriores. Los tres delitos contra natura que se combatían con más fervor eran "la sodomía, la masturbación y la continencia" (p. 113). Parece algo extraño que la continencia se considerara delito, pues normalmente el delito era la incontinencia, pero es comprensible si se considera en el contexto del repoblamiento de la cristiandad en el cual se dio este tipo de concepción del delito: "Continencia y hambre tienen las mismas consecuencias: despueblan la cristiandad" (p. 116). Se trató de hacer el matrimonio atractivo para los jóvenes, diciéndoles que el acto sexual no solamente servía para procrear, sino que también era permitido buscar el placer, tal como la 'naturaleza' lo dictaba. La fornicación de los solteros, se convirtió en una necesidad para el equilibrio social, y con ello se institucionalizó la prostitución para responder a ese tipo de necesidades dictadas por la naturaleza. La prostitución entonces no solamente tenía la función de proteger a las mujeres de estado de la agresión de los jóvenes, sino también de apartar de estas prácticas condenables a aquellas damas, para que se concentraran en el matrimonio.
tenían libre acción y escapaban de su confinamiento. Hasta 1440, paralelamente a esta moral naturalista liberal, movimientos predicadores clamaban por la necesidad de hacer penitencia y amenazaban con la cercanía del apocalipsis, del cual supuestamente, las pestes y guerras eran un mensajero. Estas corrientes predicadoras, sin embargo, no pudieron evitar la expansión de la moral naturalista. Hacia 1440 los predicadores de la penitencia perdieron su fuerza e influencia, y la nueva moral naturalista se desarrolló plenamente y se expandió. Además, hacia 1440 las pestes se hicieron más esporádicas. Entre 1440 y 1480, la visita al prostibulum publicum, era cuestión muy natural y se convirtió en una preocupación central, en una necesidad. Se debía actuar según lo que 'pide la naturaleza', siendo lo único reprobable el concubinato. Dios no se oponía a la felicidad de los hombres, aún si ésta se encontraba en los prostíbulos. Desapareció además, el tema del Jucio Final, en la pintura y en la literatura. Como ya al comienzo del ensayo hice una descripción exhaustiva de las condiciones del siglo XV, solamente añadiré aquí que fué un siglo de mucha prosperidad económica y demográfica, y que esa condición fue importante, para que la nueva moral naturalista y permisiva tuviera un efecto de equilibrio y orden en la sociedad. La situación inversa, es decir, la caída de la prosperidad y el desorden socioecómico (finales del siglo XV y comienzos del XVI), conllevaron a que las estructuras estables anteriores y la moral naturalista, contribuyeran al desorden y a la corrupción de la familia, en vez de seguir teniendo ] la función de conservar el orden y la paz social.
Hacia 1400 las mujeres comenzaron a protestar por el estado de dominación en que se encontraban, además protestaron por la devaluación de su dignidad y por su desamparo frente a la justicia. A finales del siglo XV y comienzos; del Se conformaron entonces las siglo XVI se dió un desequilibrio en 'cortes de amor' donde las mujeres cuanto a salarios entre
96
el campo y la ciudad, siendo más elevados los de la ciudad, lo cual conllevó una fuerte migración del campo a la ciudad. Con esto los salarios urbanos sufrieron, se produjo una devaluación pronunciada y las ciudades no pudieron ya albergar más gente. Se dieron diferencias sociales gigantescas, y aumentaron así las tensiones. La prostitución se engrosó bastante con mujeres pobres que se prostituían por necesidad. En los siglos prósperos las autoridades se habían vuelto muy permisivas con la prostitución: las prostitutas podían participar en bailes, fiestas, matrimonios, bautizos, y no se diferenciaban casi de las mujeres de estado, en cuanto a su presentación exterior y actitud. Las cortesanas a fines del siglo XV no eran diferenciables ni en sus maneras, ni en sus atuendos de las mujeres de estado, y el control moral de las hermandades no las alcanzaba porque estaban bien protegidas: eran prostitutas de mayor status, e intocables por la ley. Las mujeres, tomando las cortesanas como ejemplo, se comenzaron a liberar, salían a fiestasy bailes, hablaban de amor con sus galanes y escogían ellas mismas sus esposos, todo esto sin provocar escándalo. La valorización del amor y la moral naturalista llevaron a la sociedad a una liberación jamás vista en siglos anteriores. La confusión entre mujeres de estado y prostitutas, era ya demasiado pronunciada a comienzos del siglo XVI, y las autoridades demasiado permisivas. Se hizo entonces necesaria una reforma drástica de la moral y de las constumbres, ya que en tiempos de desorden social y económico, la moral naturalista solamente contribuía al caos, en vez de ser portadora del orden, como ocurrió en tiempos prósperos. Se aislaron las cortesanas, se pusieron a las hijas
insumisas en su sitio y se reimplantó el orden en la familia. No se rechazaban las prostitutas públicas, solamente se quería Instituir otra vez la diferenciación física y espacial entre las prostitutas y las damas honorables. El concubinato y el adulterio femenino se combatieron con un fervor nunca antes visto, pero la fornicación masculina en el prostíbulo seguía siendo aceptada. Hubo mujeres que se negaban a perder la libertad adquirida con tanto esfuerzo, pero los predicadores eran implacables: la mujer debía regresar a su sitio, y era permitido violar por deshonestas a las mujeres que iban a danzas y bailes, vestidas elegantemente. La mujer honesta debía temer a Dios y a las leyes que castigaban el adulterio, debía casarse y vivir alejada de las turbulencias mundanas. Las hermandades que actuaban de policía de las costumbres volvieron a actuar, violando mujeres supuestamente deshonestas, condenándolas así a la prostitución. De esta manera la prostitución conservó su lugar privilegiado, no ya tanto como institución protectora de esposas e hijas sino, ante todo, como un lugar de penitencia terrestre. Se convirtió en una institución de represión de la mujer que deseaba ser libre. Si la mujer no se encontraba en el hogar debía estar en el burdel. Finalmente, la gran masa empobrecida que se encontraba frente a una pequeña élite libertina y de pensamiento naturalista, estaba convencida de la necesidad de hacer penitencia, convencimiento que fue invadiendo la sociedad urbana, hasta el punto de que le quitó validez y justificación a las actividades libertinas -en ese entonces ya amorales- de los acomodados. "El espacio social y mental se abrió a la caza de brujas, lujuriosos y sacrilegos" (p.181).
97
Niccoló Machiavelli, Florentine History, London: J.M. Dent & Co., translated by: W.K. Marriot (1909), 1525. Félix Eduardo Salcedo, estudiante de antropología de la Universidad de los Andes
A partir de Istorie Fior entine, obra escrita entre 1520 y 1525, vamos a tratar tres aspectos historiográficos de este iniciador de la historiografía moderna: su concepción de la Historia, los conceptos que usa en su análisis y metodología.
1. EL CONCEPTO DE HISTORIA EN MAQUIAVELO
Aunque este concepto está implícito en toda la obra, Maquiavelo va a exponer sus rasgos principales en la Introducción que hace de ella. Consideraremos tres aspectos: la función o justificación de la Historia, el contenido que ésta tiene en Maquiavelo y la concepción antropológica subyacente a estos dos aspectos. 1.1 Función de la historia Para Maquiavelo hacer historia debe tener una justificación que vaya más allá del simple saber por el saber; lo que justifica la Historia es ante todo su utilidad para el presente, que se expresa principalmente en dos aspectos: la Historia debe ser a la vez instructiva y agradable. Esta utilidad radica en lo que podamos aprender de la Historia, sobre todo en lo referente al manejo del Estado. Esta función de la Historia es a su vez posible porque ella revela las causas de los conflictos, permitiendo así tomar decisiones en el presente con miras a evitar su repetición en el futuro. La Historia es pues fuente de discernimiento político para el buen gobierno del Estado. Es por eso que, aunque la Historia de otras Repúblicas también nos enseña, el mayor beneficio lo podemos sacar de nuestra propia historia. No hay que temer que la Historia implique juicios sobre
98
personajes presentes relacionados con acontecimientos pasados, pues ese discernimiento que ella proporciona para la acción política presente está acompañado de sabiduría, la sabiduría que proporciona la apreciación de los errores y aciertos de quienes nos precedieron en el gobierno del Estado. El criterio moral de esta acción es el bien del Estado, lo que se ha dado en llamar la "razón de Estado". Es esta función ojustificación dada a la tarea historiográfica la que va entonces a condicionar los contenidos de esta misma Historia, los temas que ella debe tratar. 1.2 Contenido de la Historia Para Maquiavelo el contenido de la Historia es esencialmente político, se hace Historia de la República: del Estado, del gobierno y de la lucha por el poder. El patrón que va a marcar la temporalidad es la lucha y sucesión de las clases y las facciones en el poder. Es este patrón político el que va a condicionar el desarrollo de la Historia, que en Maquiavelo es acontecimental, es decir, la descripción en detalle de una secuencia lineal de acontecimientos políticos diversos (rivalidades, intrigas, batallas, etc.) que van a dar cuenta del proceso temporal del devenir de la República. Maquiavelo hace pues una "histoire événementielle" ordenada por dicho patrón político. Esta sucesión de acontecimientos es. sin embargo, continuamente confrontada con una serie de principios de carácter universal (en el tiempo y en el espacio) sobre las acciones de los hombres, las reglas del buen gobierno, etc., que dan cuenta de ellos y los explican, a la vez que dichos acontecimientos
confirman la validez de estos principios a través del tiempo. Este juego inductivo-deductivo, oculto por la linealidad de la exposición, se basa en la necesidad de conocer y explicar las acciones de los hombres y la causa de sus errores, con miras a establecer una moral del Estado, una racionalidad de su manejo. Las características de este hombre que actúa y de su racionalidad al actuar es lo que consideramos en el siguiente apartado. 1.3 Concepción Antropológica Subyacente Para Maquiavelo el hombre actúa por ambición, especialmente por la ambición de poder, pero es posible y además moralmente deseable que en lo referente al Estado y al gobierno de la República los hombres actúen en función del bien común, pues es esto lo que le da la legitimidad a dicha forma de gobierno. La concepción antropológica de Maquiavelo es típicamente moderna: son los individuos los que actúan, la Historia está hecha por acciones de individuos que representan intereses de clases o facciones, cada quien obra por el propio interés del grupo al que pertenece. No hay un patrón histórico fatalista, los individuos no están determinados externamente por fuerzas demiúrgicas, las acciones de los hombres están condicionadas por su propia época (relativismo), pero dinamizadas desde su interior por sus propias ambiciones personales. Sin embargo, en medio del aparente desorden que estos actos egoístas y oportunistas parecen crear, es posible encontrar una racionalidad unificadora y explicativa. La "ambición de poder" es en Maquiavelo un embrión de lo que Max Weber llamará en el siglo XIX "Acción racional con respecto a fines", y se expresa en el intento
99
de establecer criterios y principios de acción "correctos" en función de una lógica o racionalidad inherente al poder y al manejo del Estado. Es este principio racionalista embrionario el que hace partícipe a Maquiavelo de la concepción antropológica de la modernidad: el hombre puede controlar o racionalizar sus acciones, no está condenado al caos y la irracionalidad, ni tampoco a la lógica fatalista externa de un Dios que actúa por él. 2. CONCEPTOS QUE MAQUIAVELO USA EN SU ANÁLISIS
El análisis de los hechos que hace Maquiavelo, que refleja su concepción de la Historia, no se realiza sólo a través de distintos conceptos, sino también a través de una serie de principios que como esqueleto oculto dan cuenta de estos hechos y definen su relevancia. En lo referente a los conceptos, podemos ver que éstos reflejan la visión política de la Historia de Maquiavelo, pues en su gran mayoría se refieren al Estado y sus relaciones políticas con la sociedad. Entre los conceptos más "sociales" o sociológicos de Maquiavelo tendríamos los que se refieren a las que hoy conocemos como clases sociales y los que se refieren a las facciones internas en disputa dentro de ellas. Maquiavelo prefigura el concepto moderno de "clase" al definir los distintos actores sociales con criterios en gran parte económico-políticos (distintos grupos de interés con ambiciones políticas particulares) y nos habla de tres grupos sociales: la nobleza (clase dominante tradicional que viene del feudalismo), el pueblo o los ciudadanos (mercaderes ricos y mercaderes pequeños y artesanos, aproximadamente lo que hoy
se designa como "burguesía"), y los plebeyos (demás grupos sociales subordinados). Dentro de estos tres tipos de actores sociales tendríamos las "faccciones", que son grupos opuestos al interior de ellos que se expresan con frecuencia en alianzas alrededor de ciertas familias y que Maquiavelo identifica como "partidos". Los conceptos más directamente "políticos" hacen referencia a las distintas formas de gobierno, sus respectivas instituciones y sus relaciones con la sociedad. Aquí tenemos una gama numerosa y heterogénea, dentro de la que podemos destacar conceptos como: República (la forma de gobierno que Maquiavelo defiende), constitución (una especie de "estado" o "situación" donde predominan las buenas leyes y el orden social inherente al buen gobierno de la República), civilidad (concepto similar al anterior), "bien general" (consenso que considera los intereses de todos los grupos en disputa, que es distinto y superior a los intereses particulares de cada facción), "buena ley" (ley coherente con el orden republicano), "justicia" (se refiere a las leyes o actos que están de acuerdo con los supremos intereses ciudadanos), libertad (situación o estado de la sociedad bajo el gobierno de la República; implica: independencia de gobernantes extranjeros, vigencia de las instituciones de la República, gobierno en función del bien común y del consenso entre las facciones, orden social y paz), tiranía (lo opuesto a la libertad, ya sea por dominio de un príncipe extranjero o por la imposición de una facción interna que gobierna para su propio beneficio por sobre el interés común de la ciudad, y/o que irrespeta la integralidad de las instituciones de la República), interés privado/interés público, etc. En lo que respecta a los principios hay que decir también que se refieren a distintos aspectos en medio
100
de una gran heterogeneidad. Tenemos por ejemplo: principios sobre el Estado y la acción política ("las acciones del gobierno y del manejo del Estado son intrínsecamente grandes y parecen dar más honor que condenación a los hombres, no importa cómo sean realizadas o la finalidad con que sean conducidas", "la hostilidad natural entre los nobles y el pueblo, debida a que los primeros siempre quieren gobernar y los segundos siempre se resisten a su dominio, son la causa de los males de las ciudades", etc.), principios que se usan para explicar actos de los individuos o grupos ("la ambición de los hombres los lleva al deseo de perpetuar sus nombres y los de sus ancestros", "muchos hombres son más capaces de observar una buena ley que de originarla"), etc. Podemos decir que estos principios constituyen la base analítica de Maquiavelo, para lo cual los intercala con su descripción de los hechos. Si los abstrayéramos de su exposición factual obtendríamos toda una teoría sobre el hombre, sobre su acción política y sobre el Estado. Podríamos inclusive llegar a sospechar de un uso retórico bidireccional por parte de Maquiavelo: los hechos históricos se explican por estos principios abstractos y universales, mientras que otras veces estos principios parecen confirmados y legitimados por los acontecimientos históricos. 3. EL MÉTODO DE MAQUIAVELO
La lectura de Istorie Fiorentine no
nos dice directamente el método de investigación llevado a cabo por Maquiavelo para construir sus datos y su obra. Sin embargo, sí podemos acceder a su método o forma de exposición y esto nos da ciertos puntos sobre su método o forma de trabajar la historia. Podemos deducir tres aspectos metodológicos implícitos en el trabajo de Maquiavelo: su unidad de
análisis, el patrón general de exposición y los principios específicos contenidos dentro de ese patrón. 3.1 La Unidad de Análisis La unidad de análisis de Maquiavelo es lo que él llama 'la República', es decir, lo que hoy llamaríamos el Estado: un aparato institucional de gobierno de una sociedad con jurisdicción sobre el espacio físico o geográfico de dicha sociedad. En el caso de Maquiavelo no se trata del Estado-nación, tal como surgió en Europa en ese momento, sino de una ciudad-Estado: Florencia. Al hacer la historia de Florencia, Maquiavelo no está trabajando sobre la ciudad en sí como unidad ecológica, sino sobre la ciudad en cuanto Estado; más que la historia de Florencia, es la historia del surgimiento y desairólo del Estado florentino. 3.2 £1 Patrón General de Exposición Si miramos el plan general de exposición de la obra podemos identificar algunos principios metodológicos que Maquiavelo utiliza implícitamente. El primero de ellos es la contextualización. Una vez definida la ciudad-Estado de Florencia como unidad de análisis, Maquiavelo considera que ésta no puede explicarse sólo en sí misma, sino que es necesario ubicarla dentro de un contexto espacial y temporal más amplio: la Historia de Italia desde la caída del Imperio Romano hasta el siglo XV (1434). Luego procede a hacer la Historia de Florencia hasta 1434, con énfasis en los acpectos internos de la ciudad. El tercer paso es la Historia de Florencia de 1434 a 1492, considerando a la vez los aspectos externos e internos. En mi opinión es uno de los aspectos metodológicos más interesantes de la obra de Maquiavelo, pues está reflejando su concepción epistemológica: la Historia es un proceso, que para ser comprendido requiere la conside-
101
ración de los factores internos y externos a la unidad de análisis (Florencia), los cuales están intrínsecamente relacionados. Esta es una concepción muy sociológica de la Historia, bastante precoz para su época. Otro principio metodológico que aparece aquí, con su correspondiente base epistemológica, es el ordenamiento de los eventos en una secuencia cronológica lineal, que está planteando implícitamente una cierta "necesariedad" en la Historia (a pesar del papel que Maquiavelo reconoce al azar o "fortuna") y una concepción evolutivo-procesual muy alejada del determinismo divino de la Historia vista como "Historia de la salvación". El tercer principio metodológico por considerar aquí se reñere a la periodización, que es en este momento un concepto innovador, pues supone la consideración de regularidades en la Historia que definen diferentes etapas y justifican agrupaciones temporales de eventos. En coherencia con su concepción de la Historia, Maquiavelo define como criterio de periodización los fenómenos políticos asociados a la constitución y desarrollo del Estado. 3.3 Principios Metodológicos Específicos Dentro de los tres lincamientos generales que venimos de esbozar, y desperdigados a través de su exposición, Maquiavelo va a esbozar principios metodológicos más específicos, algunos en forma explícita y otros en forma implícita. Dentro de los que formula explícitamente tenemos el no repetir lo que otros ya han descrito con detalle (refiriéndose a Lionardo D'Arezzo y Poggio), sino aportar elementos nuevos. Aquí tenemos dos elementos: la crítica de trabajos de historiadores anteriores, y la justificación de trabajar
períodos ya descritos si se va a aportar algo nuevo en la forma de concebir y explicar los eventos de esos períodos. Esto lo plantea Maquiavelo en su Introducción de Istorie Fiorentine. Otro principio explícito se refiere a la descripción detallada. Para Maquiavelo ésto es necesario para que la Historia cumpla su función de instruir y agradar. La descripción detallada nos va a permitir verificar los principios de acción política que justifican la utilidad de Historia para el presente de las Repúblicas y sus gobernantes. Finalmente tenemos otro principio metodológico planteado en parte en forma explícita: la validez de la comparación entre las "cosas pequeñas" (Florencia) y las "grandes" (Roma) (Maquiavelo s.f. 99). Esta comparación es muy útil para cumplir el objetivo de obtener enseñanzas de la Historia, pues nos permite entender por qué las disputas internas han tenido distintos resultados en las diferentes Repúblicas. Este principio metodológico nos confirma que la unidad de análisis de Maquiavelo es el Estado, pues de lo contrario no tendría justificación epistemológica comparar dos "cosas" diferentes como Florencia y Roma (la una "pequeña" y la otra "grande"). Implícitamente Maquiavelo está planteando aquí que se pueden comparar similares "clases sociales" en estos dos Estados, y extraer enseñanzas al explicar por qué los intereses diferentes de clases similares produj eron resultados opuestos en diferentes momentos históricos. Otros planteamientos metodológi
cos implícitos que podemos extraer de la exposición de Maquiavelo son: a) la unidad entre la exposición de los acontecimientos y su análisis, que Maquiavelo lleva a cabo intercalando
principios
universales con el recuento factual, como ya hemos 102
explicado anteriormente (cfr. punto 2); b) la inclusión de citas extensas de los diversos actores sociales en disputa (básicamente discursos). Maquiavelo pone en boca de los proprios actores la exposición de sus diversas posiciones en las disputas, y luego las comenta y/o critica, evaluándolas en el contexto histórico cronológico. Desconocemos las fuentes de estos textos que él incluye (historia oral, archivos de Florencia, etc.) y por lo tanto su veracidad; y c) las consideración de causas y consecuencias de los diferentes acontecimientos, integrados dentro de su secuencia lineal, tratando de justificar su ocurrencia dentro de ella. Para Maquiavelo los diferentes fines o intenciones que motivaron una acción, junto con factores fortuitos, ayudan a explicar las consecuencias que ella tuvo en la Historia, siendo así un eslabón dentro de la cadena sucesiva de acontecimientos "necesarios'; ésto refuerza el método lineal de exposición cronológica que él usa. 4. CONCLUSIÓN
Aunque no los formulara explícitamente, la obra histórica de Nicolás Maquiavelo presenta ya una serie de elementos definitorios de la historiografía moderna. Estos elementos se sitúan a diversos niveles, principalmente en los aspectos teóricos y epistemológicos contenidos en la concepción que Maquiavelo tenía de la Historia, que se van a ver feflejados en ciertos principios metodológicos que éste usa. Fruto de su propia época, Maquiavelo va a plasmar una ruptura con la concepción que de la Historia tenía la "Edad Media", y va a esbozar, aún sin ser conciente de ello, una serie de rasgos que marcarían una nueva etapa después de él, justificándose así la consideración de Maquiavelo como "padre de la historiografía moderna".
RESEÑAS Herbert S. Klein, La Esclavitud Africana en América Latina y el Caribe, Madrid: Alianza Editorial, 1986. Los estudios del profesor Herbert S. Klein ocupan un importante lugar dentro de la historiografía sobre sociedades hispanoamericanas. Gracias a la traducción que ha hecho Alianza Editorial para su colección Alianza-América, el público hispano-parlante puede disponer por primera vez del texto la Esclavitud Africana. Aun cuando el texto hace referencias laterales a ciertos aspectos de la organización del sistema esclavista en América del Norte, el análisis se concentra en la América Ibérica y en las colonias francesas mayoritariamente, y en un grado menor, en las regiones Holandesas y Británicas. Con todo, el autor destaca muy especialmente el papel desempeñado por los holandeses como factor dinamizante de las economías azucareras y como agentes de difusión de la organización de plantaciones y de mejoras técnicas en la producción de azúcar en el área del Caribe. El estudio de los cambios técnicos y su impacto en la organización del trabajo esclavo es uno de los aspectos más interesantes de este libro. El examen de las técnicas de producción azucarera le permiten a Klein establecer las razones de la ventaja de Brasil hasta 1640 como productor principal a nivel mundial gracias a invenciones tales como nuevos procedimientos de molienda que acrecentaban el rendimiento del guarapo y la fabricación de un nuevo trapiche de tres cilindros verticales que contribuía al aumento en la producción. De la misma manera, al abordar el estudio de las plantaciones esclavistas en el Caribe en el siglo XIX el 103
autor enfatiza el papel que cumplió el desarrollo tecnológico en el puesto principal que ocupó Cuba en la producción mundial de azúcar. En un principio, fueron las innovaciones técnicas aportadas por los plantadores franceses que emigraron después de la revolución Haitiana, luego fue la renovación tecnológica posterior a 1830. Progresos tecnológicos dieron comienzo en el decenio de 1830, a una nueva etapa del régimen de plantación azucarera, que se prolongó hacia los años de 1860. Cuba, la mayor productora mundial de azúcar de caña sería también pionera en la modernización de su industria (pág. 68). Entre estos cambios fundamentales se encuentran: la adopción del ferrocarril, la mecanización de los ingenios con la incorporación de la máquina de vapor y la aparición de los centrales. Otro aspecto a destacar en esta obra es la utilización constante de métodos cuantitativos y el apoyo permanente de la información estadística a las conclusiones del autor. Cifras comparativas entre volumen de poblaciones de América Latina y el Caribe; porcentajes de esclavos por población total; cifras del volumen de esclavos involucrados en la trata africana; número de ingenios; cifras de producción azucarera en toneladas por año; extensión promedio de las plantaciones; número promedio de esclavos por plantación; precios del azúcar etc., son analizados minuciosamente para demostrar la evolución del régimen esclavista, su diferenciación por regiones, y la organización interna de las plantaciones como unidad básica de producción con su sistema de trabajo y distribución de la mano de obra por sexo y por edades. Klein destaca como un factor importante en la implantación de la esclavitud en América la abundancia de capitales, sin los cuales no podría explicarse ni la im-
portación masiva de esclavos ni la adquisición de los equipos necesarios para la producción azucarera, amén de otras ventajas del sistema tales como la mayor movilidad del esclavo y su completo desarraigo en América por carecer de lazos de parentesco o de comunidad.
movimientos migratorios en el período posterior a la abolición de la esclavitud. En el análisis de las condiciones demográficas el autor acude también al examen de pautas culturales como las que tienen relación con la lactancia de los recién nacidos y que han influido en la composición de la población.
Dice Klein:
Todo el texto se apoya, por otra parte, en análisis comparativos entre las distintas economías y sociedades esclavistas, tanto en el tiempo, entre las de antiguo y nuevo cuño (entre las cuales sitúa el caso cubano) como en el espacio (economías esclavistas en países de frontera móvil, como es el caso de Brasil, con fuertes desarrollos mineros que generan y alimentan otros sectores de la economía, de nuevo como en Brasil, donde la minería del oro en Minas Gerais provoca el desarrollo de la agricultura, la ganadería la colonización de regiones enteras, etc.). Análisis comparativos entre países, como el que Klein establece, por ejemplo para el siglo XIX, entre Jamaica, Brasil, Cuba y Puerto Rico y que entre otras, le permite caracterizar la originalidad de este último, con su amplio e importante sector de campesinos libres, se integran en una perspectiva totalizadora de la historia de la esclavitud y en referencia permanente con la economía mundial.
Bien provistos de metales preciosos y con una balanza comercial positiva con Europa, los españoles de América podían permitirse el lujo de experimentar con la importación de esclavos africanos.... (pag. 27) En cambio, los europeos septentrionales no contaron con excedentes de capital para pagar la importación de esclavos: A diferencia de los ibéricos del siglo XVI echaron mano de un caudal abundante de trabajadores europeos pobres, en especial durante la crisis económica del siglo XVII. (pag. 28).
Isabel Clemente, coordinadora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes
104
El autor, que es un estudioso de los casos particulares de Cuba y Brasil, asi como del comercio esclavista, asigna un lugar importante en su obra a la evolución demográfica de las sociedades esclavistas, recurriendo ampliamente a la cuantificación; ello le permite establecer las variantes entre regiones e imperios coloniales en las pautas de crecimiento de la población esclava, su radicación rural y urbana, las diferencias en el peso numérico del grupo de los libres de color según los distintos imperios coloniales (muy fuerte en Cuba y Brasil muy débil en las colonias británicas del Caribe), y las tendencias de los
Finalmente, la obra incluye un muy útil y pormenorizado comentario bibliográfico que abarca las mas importantes publicaciones sobre el tema editadas hasta el año de 1986 inclusive. Ello, junto a los aportes ya señalados, hacen del libro de Klein un texto muy valioso para el estudio de las sociedades esclavistas en América Latina y el Caribe.
Germán Colmenares. Las Convenciones contra la Cultura. Bogotá: Ed. Tercer Mundo, 1987.
105
El trabajo es el resultado de una investigación historiográfica realizada por el profesor Germán Colmenares en la Universidad de Cambridge durante 1985-86. La 2investigación versó sobre algunos autores connotados de la historiografía hispanoamericana del siglo XIX. En la Universidad de Cambridge el autor tuvo a su disposición una excelente información, la cual consultó en forma paciente y rigurosa, con una significativo grado de amplitud y profundidad. Precisamente uno de los aspectos notables del texto es la referencia a una sólida erudición que sustenta las interpretaciones del autor sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX. Para desarrollar sus planteamientos, el profesor Colmenares aborda la obra de autores representativos, tales como Rafael María Baralt, Bartolomé Mitre, Benjamín Vicuña Mackenna, Diego Barros Arana, José Manuel Restrepo, Domingo F. Sarmiento, Andrés Bello, Miguel Luis Amunátegui, José Victorino Lastarria, Vicente Fidel López, Federico González Suárez y otros. El acercamiento del autor a la historiografía hispanoamericana del siglo XIX, difiere notablemente de la actitud asumida por una parte de los estudiosos contemporáneos que se refieren a esa misma historiografía; por lo general, éstos, desde la posición de ventaja que les otorgan los ostensibles progresos que en los tiempos contemporáneos presenta la disciplina de la historia y la historiografía hispanoamericana y mundial, critican lo que resulta evidente y obvio al contrastar los modos de escribir la historia en el siglo XIX y en la época contemporánea: que los historiadores del siglo XIX carecían de las teorías, métodos y técnicas de investigación que le son propios al historiador contemporáneo. Basados en los patrones contemporáneos de la producción historiográfica, aquellos estudiosos han elaborado un cuadro de objeciones en donde la historiografía
hispanoamericana del siglo XIX ha sido derogada sumariamente. No constituye un gran aporte constatar que los historiadores del siglo XIX elaboraban una historia cuyo modo de hacer hoy resulta ingenuo, superficial o simplemente arcaico; que los historiadores del siglo XIX no hicieron "nuestra historia" (la que escribimos hoy en día) es una verdad de Perogrullo. El profesor Colmenares, después de criticar aquella censura fácil de la mayoría de los historiógrafos hispanoamericanistas, cambia de terreno y se pregunta, de modo distinto, por la naturaleza del discurso histórico del siglo XIX; por las condiciones intelectuales específicas en que se produjo; por la estructura de la historiografía del siglo XIX; por lo que ésta representaba y las funciones que cumplía. De este modo, el autor traza en primera instancia el cuadro de las condiciones en que se gestó la historiografía del siglo XIX, entre las cuales se destacan las siguientes: primero, la elección de la Independencia como tema central; segundo, los conflictos culturales con los que debía tropezar la elaboración historiográfica en un ambiente de revolución política; y tercero, la disimulación de los conflictos por las convenciones historiográficas adoptadas, que constituían una pura importación de los patrones historiográficos europeos. Ciertamente, como lo expresa Colmenares, el polo que atraía la mirada de los historiadores del siglo XIX era el proceso de Independencia. Este proceso marcaba la ruptura política con el Imperio Español y al mismo tiempo planteaba el problema que signa la siglo XIX: la construcción del Estado Nacional. . La historiografía ligada al proceso de Independencia generó el modelo básico de concepción histórica
conocido como "la historia patria". Colmenares analiza el discurso de la llamada "historia patria", considerando que éste no puede ser visto como el producto deleznable de una práctica profesional descuidada e irresponsable; por el contrario, dice Colmenares, la "historia patria" era una forma de representación de la realidad que contribuyó a crear una conciencia histórica "que actuaba efectivamente en el universo de la política y de las relaciones sociales" (p. 22). La historia patria, con su culto al héroe militar, al guerrero heroico y romántico, que convertía en mitos y sacrali-zaciones a los profanos jefes políticos y estrategas militares, forjó un conjunto de imágenes (teñidas de la tropical asociación entre gue-rrerismo, militarismo y patriotismo) que han seguido actuando de una manera distorsionada en el presente, y están moldeando de alguna manera el futuro. Cabe preguntarse, dice Colmenares, si, por ejemplo, "guerrilleros adolescentes, sin más bagaje intelectual que las "historias patrias", no están siguiendo demasiado literalmente los pasos de los héroes epónimos. La pose heroica -agrega- ha sido todavía más deliberada en políticos y dictadores tropicales" (p. 22). Los historiadores hispanoamericanos del siglo XIX pretendieron elaborar una imagen del pasado para cincelar en ella los perfiles de una identidad colectiva. En esa imagen del pasado se proyectaban ante todo las preocupaciones acerca de la problemática que vivían en su presente: la construcción de la nación. En la formación misma de la nación la imaginería historiográfica desempeñó una función constructiva. Las imágenes historiografías antes que denotar y definir una realidad histórica, estaban destinadas a prefigurar, a conformar esa realidad. Gran parte de esas imágenes eran prestadas, provenían de las convenciones historiográficas
106
europeas. De ahí entonces las dificultades de la representación propia de la realidad histórica vivida, de la figuración americana. Las construcciones historiográfi cas del siglo XIX, se aferraban a la Independencia como el periodo privilegiado de los comienzos, co mo el momento del nacimiento, estableciendo un corte radical con el pasado y la tradición anteriores a la Independencia, pero permane ciendo al mismo tiempo -en la elaboración de las imágenes- al margen del proceso efectivo de la construcción nacional. Esta ex terioridad de las imágenes histo riográficas provenía de su natu raleza como objetos importados. En esta forma, hay que compren der que el problema crucial de la historiografía hispanoamericana del siglo XIX era el de cómo figurar la realidad americana. Tal difi cultad de figuración nacía, de una parte, de la ausencia de modelos adecuados de discurso, y de otra, de la precariedad de otras formas de representación como las lite rarias o plásticas. Colmenares observa que en tales condiciones, el recurso del costumbrismo fue un pobre sustituto de formas de representación más propias y ade cuadas, y ello era así porque el costumbrismo identificaba en forma aislada y en actitud com placiente ciertos tipos sociales, tales como el boga, el aguador, el serreno, el arriero, etc., lo que tendía a disolver las tensiones étnicas y sociales, que debían reaparecer entonces en formas disimuladas o míticas. Como lo hemos querido expresar con las observaciones anteriores, el libro del profesor Colmenares constituye un trabajo pródigo en planteamientos sugestivos, a veces polémicos, que enriquecen la historiografía colombiana, en donde los historiadores no acostumbran a mirar más allá de la parroquia, de la provincia, o de las fronteras nacionales. Esta
proyección de un historiador colombiano que con suficiencia y altura se asoma a la historiografía hispanoamericana, representa no sólo un logro y un aporte sino también un ejemplo que debe ser continuado.
Bernardo Tovar Zambrano, profesor de la Universidad Nacional
Christopher Abel, Política, partidos e Iglesia en Colombia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1987. La historia de la Iglesia es un campo especialmente importante dentro de los estudios históricos, y para los países de América Latina esta importancia es tanto mayor cuanto que la influencia de la Iglesia ha sido determinante en la vida cultural y en el proceso político de esos países. A pesar de ello, no son frecuentes las investigaciones dedicadas a establecer ese complejo de relaciones y predominan, en cambio, los obras escritas con una intención apologética o con un enfoque estrechamente ligado al punto de vista de la institución eclesiástica. Por esta razón, el libro de Christopher Abel constituye una contribución especialmente enriquecedora. La dimensión cultural frecuentemente desconocida en las historias políticas, ocupa en este texto un lugar central en el análisis de la política, y dentro de ella el rol cumplido por la Iglesia, aporta un enfoque novedoso a la historia de los partidos y del estado colombiano: el texto se detiene en el inventario de los elementos rituales del poder presidencial en Colombia, de la simbología religiosa
presente en la oratoria política, del peso decisivo de la concepción de la historia elaborada por la Iglesia en las políticas culturales del Estado, de la impregnación religiosa del mismo lenguaje ges-tual: Probablemente la Iglesia era más poderosa en esta época que en una monarquía absoluta. El presidente no era ningún contrincante, como en las monarquías absolutas, para el control de la conciencia pública. Tampoco disfrutaba el presidente de la perpetuidad de su cargo; un primado o nuncio insatisfecho podían no sólo presionar cambios en la política o en los ministerios sino luchar por un candidato más aceptable en las próximas elecciones. La Iglesia le confería al presidente un rol santificado, legitimizando su cargo y su persona con un Te Deum el día de la posesión. Al presidente le llovían epítetos eclesiásticos y la propaganda de la Iglesia lo proyectaba como un segundo arzobispo encomendado por las autoridades eclesiásticas para que combatiera el mal en sus funciones tutelares. Ningún presidente se podía dar el lujo de suscitar críticas continuas de la Iglesia pues ésta controlaba el drama nacional mientras que el poder ejecutivo simplemente desempeñaba un papel secundario. El presidente reafirmaba su papel secundario ante la Iglesia dirigiendo a los laicos en la procesión de Corpus Cristi y re-consagrando la nación regularmente a su patrón, el Sagrado Corazón.... La sujeción parcial del Estado a la iglesia se reflejaba en el vocabulario político de la época; la retórica sacerdotal y la política se entrecruzaban en contenido, composición y expresión. Tenían los mismos gestos y la misma entonación, la misma organización de la materia, las mismas referencias a Dios, a la patria y al hogar. La política se hallaba fuertemente condimentada con el lenguaje de la redención, la
expiación y el sacrificio. (P. 34) La construcción por parte de la Iglesia de una cultura señorial fundada en un pesimismo congénito, que valorizaba en grado sumo el culto de la palabra y la especulación y que albergaba ideo-
logias racistas entonces de moda en Europa, se manifestó de modo especial en la política adoptada por Núñez y Caro para la educación, cerrando casi por completo los espacios para el surgimiento de una cultura secular: Abel señala cómo las únicas formas alternativas de cultura al margen del modo de expresión clerical dominante eran la oratoria y la poesía. En este contexto cultural, sitúa el autor el proceso de los partidos que, a lo largo del período estudiado, revelan una progresiva tendencia hacia la aproximación ideológica y un alejamiento cada vez mayor con respecto de los correspondientes modelos históricos. Este proceso es presentado por Abel en relación con la formación de un consenso bipartidista de la clase propietaria ante los retos del cambio económico y social. El autor señala entre las condiciones que hicieron posible este consenso la prosperidad sostenida en un período de precios altos del café, el temor ante las posibles fuerzas de la subversión, un conjunto de acuerdos básicos en lo que tiene que ver con la política de aproximación a los Estados Unidos, en procura de inversiones y de exportaciones. El autor ubica la fase de consolidación del consenso bipartidista a partir de 1949. En esas condiciones, comenzaron a perder importancia las antiguas formulaciones de principios de los partidos, y la vieja oposición clericalismoanticlericalismo comenzó a perder fuerza con el advenimiento del Frente Nacional.
107
Un tema muy poco estudiado por la historiografía colombiana es el del ejército y la policía. Y en este sentido, el texto de Abel representa una contribución significativa al conocimiento histórico sobre un tema, que presenta indudables problemas para la investigación pero que resulta fundamental para el estudio de la historia política y del Estado en Colombia. Por una parte el autor analiza la multiplicidad de matices que han compuesto la compleja trama de relaciones entre el poder civil y el poder militar desde Olaya, que había heredado un ejército mayoritariamente conservador hasta el golpe de Rojas Pinilla, apoyado por la convergencia de toda la élite política (con excepción de la fracción Laureanista). El descontento militar se fusionó de tal forma con las frustraciones civiles, que Rojas pudo contar con una base de apoyo más fuerte que la que hubiera tenido cualquier civil. Momentáneamente aclamado como un ídolo popular. Rojas aportó diversos elementos al marco institucional en el que toda la élite política, salvo la facción Laureanista convergía. Este fue un momento de consenso en la élite, que no se veía desde La Guerra de Leticia. (P.255). De la misma manera que en el caso del ejército, se carece casi por completo, de estudios históricos sobre la policía. El texto de Abel insiste en la consideración de este cuerpo, su organización, los intentos de profesionalización cumplidos, el predominio del reclutamiento liberal en sus filas y las tensiones entre ejército y policía, particularmente agudas y deses-tabilizadoras durante el gobierno de López, las relaciones críticas de la
policía con el gobierno de Ospina que culminaron en el 9 de abril y la insurrección de gran parte de la policía. Las fuerzas populares, tratadas lateralmente dentro de la obra, así como el Partido Comunista, son estudiadas básicamente desde la perspectiva de su fuerza relativa en el contexto político colombiano. El autor destaca la dispersión existente dentro del conjunto de los movimientos populares, urbanos y rurales y la ausencia de una solidaridad que hiciera posible una fuerza unificada. Abel explica esta situación por las divisiones político-ideológicas (entre comunistas, socialistas y liberales de izquierda de los sindicatos), regionales, socio-económicas (por diferencias marcadas de status) y por la ola de desempleo que afectó a los trabajadores luego de la crisis de 1937-38 y que trajo: La decadencia del componente sindical en la organización liberal y reafirmó el dominio de los propietarios, (p. 273). La debilidad del movimiento sindical, con la progresiva descomposición de la C.T.C., con la organización de la U.T.C. bajo estrecho control clerical, se aceleró con el 9 de abril y las medidas de represión subsiguientes. El fracaso de la huelga de 1949 resultó el corolario de todos estos desarrollos. La variable regional tanto en el análisis de los partidos como en el de la Iglesia, es un enfoque original y un método novedoso que aporta esta obra. En lo que respecta a la Iglesia, el análisis regional permite a Abel establecer importantes diferencias entre los planteamientos y la conducción eclesiásticas en las tierras altas, en las cuales se registraban los Índices mayores en la relación clérigo-población (porcentaje de sacerdotes por habitantes, proporción en el reclutamiento de órdenes religiosos, etc.) el mayor formalismo ritual, la mayor intransigencia en la defensa de la ortodoxia y un fuerte rigorismo
moral, y en las tierras bajas donde el número de sacerdotes era mucho menor los recursos económicos eran bastante más escasos y donde la tolerancia hacia los cultos africanos propiciaba un cierto catolicismo sincrético. También, partiendo del análisis regional muestra el autor la diferencias entre los obispados, los unos de tendencias "modernizantes" y los otros apegados a la concepción eclesiástica de Pío IX, para establecer, finalmente, una gran autonomía general de los obispos, frente al Nuncio y al Primado quienes, en el período estudiado por el autor, se encontraron en no pocas dificultades frente a su clero. El mismo planteamiento metodológico aplicado al estudio de los partidos conduce a Abel a sostener la formación de un eje Cundinamarca- Antioquia, en el marco de ese consenso anotado anteriormente. Dentro de este cuadro el autor analiza la estructura regional de los partidos, con su compleja jerarquía de jefes locales y regionales y su inestable relación con las autoridades centrales, los cambios experimentados en la relación capital-provincias, los efectos del proceso de urbanización y de la extensión de las comunicaciones, la creciente dependencia de los poderes locales respecto del poder central en cuanto a recursos; y la formación de grupos de presión como voceros de las provincias en la capital, al margen del Congreso. La elección de dos regiones, Antioquiay Santander para el examen de las relaciones entre partidos, política e Iglesia resulta muy acertada por el contraste que resulta entre una región en expansión con la Iglesia regional más fuerte del país y con un fuerte perfil propio en la constitución de los partidos y una región caracterizada por el estancamiento económico y el enfrentamiento violento entre fracciones políticas, en el cual la Iglesia actuó como un importante factor en la polarización extrema de las mismas. En cuanto a las fuentes, la inves108
tigación cumplida por el autor no sólo ha explorado todas las posibilidades de la documentación escrita reunida en archivos, hemerotecas, colecciones, repertorios estadísticos, sino que ha recurrido a la historia oral mediante la técnica de entrevistas. Por otra parte, es preciso anotar que el autor ha logrado con este estudio establecer
fuentes nuevas, hasta el momento no abiertas a la investigación histórica sobre Colombia: los archivos del servicio de Inteligencia británico, que tanta información interesante han arrojado acerca de los vínculos de algunos sectores de la Iglesia colombiana con la Falange española, los archivos de empresas privadas inglesas, entre ellas los del Bank of London and South America, Whi-tehall Petroleum Corporation, S. Pearson e Hijo Ltda, de la Cámara de Comercio inglesa y finalmente, los archivos de la secre-
"Revista Argumentos," EL TERCER REICH", Nos. 18,19, 20 y 21, enero/diciembre/87, Bogotá, 1988.
Isabel Clemente coordinadora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes
La Revista Argumentos publicó recientemente en cuatro de sus números, compilados en un sólo volumen, uno de los temas más difundidos y controversiales de la historia del siglo XX: el Tercer Reich. No se trata de una visión de conjunto como su nombre parecería indicar sino más bien de unos temas especialemente escogidos. La mayoría de los artículos, escritos de forma clara, y dirigidos tanto al lego como al estudioso, iluminan aspectos interesantes del tema e incluyen una serie de artículos muy variados. La Revista es introducida por un artículo de Rubén Jaramillo, titulado El Tercer Reich: Los Desarrollos de la Contrarevolución Alemana y los Orígenes del Nazismo: 1918-1933. Este artículo, utilizando el análisis histórico y abarcando los mismos años de la inestable República de Weimar, es un corto vistazo a las fuerzas que se agruparon al lado de la reacción alemana, las cuales triunfarían con el ascenso del nacionalsocialismo al poder en 1933.
taría de Relaciones Exteriores de Ciudad de México, que le resultaron muy útiles a Abel especialmente para el período de López Pumarejo. Cabe señalar, sin embargo, que la edición adolece de problemas serios de traducción y estilo que vuelve a veces forzada la lectura del texto y oscuros muchos pasajes. Sería deseable que en la nueva versión estos problemas se superaran para responder con la altura que se merece este lúcido e importante texto del profesor Abel. De la derrota de la Primera Guerra Mundial y del agotamiento y la desorientación surgirá el incipiente movimiento: banqueros, altos oficiales, industriales, y burócratas lo promoverán para después conseguir sus ideólogos. El autor hace hincapié a lo largo deltexto en la participación de las clases aristócratas, del gran capital, como también en la participación de Hitler, rescatando así cierta autonomía del Führer. El artículo se centra obviamente en la formación del nacionalsocialismo, su pensamiento, sus logros y fracasos, todo esto combinando con la historia de Alemania. La crisis del capitalismo de 1929 le daría su último gran impulso. Sin ninguna pretensión teórica y de manera sencilla, el relato es una buena introducción del tema para el lego. Amanera de apéndice del artículo anterior, la Revista reedita uno titulado La Banalidad del Mal. En el centro está Hitler desde un enfoque que nos atreveríamos a llamar historia de la mentalidad, no de la colectiva pero sí de la individual, de la del dictador más famoso del siglo XX. Hitler es una víctima del elemento esencial de la sociedad moderna: el imperativo de superar. El burgués típico vive "... en función del otro que quiere superar; lleva una vida referida, determinada por la competencia... <es un> esclavo de la superación". Además la tensión destruirconstruir coexistía de manera intensa y eficaz. Su diletantismo lo llevó a odiar lo que no tenía o lo que no era: no podía soportar a alguien que supiera más que él. 109
tigación cumplida por el autor no sólo ha explorado todas las posibilidades de la documentación escrita reunida en archivos, hemerotecas, colecciones, repertorios estadísticos, sino que ha recurrido a la historia oral mediante la técnica de entrevistas. Por otra parte, es preciso anotar que el autor ha logrado con este estudio establecer
fuentes nuevas, hasta el momento no abiertas a la investigación histórica sobre Colombia: los archivos del servicio de Inteligencia británico, que tanta información interesante han arrojado acerca de los vínculos de algunos sectores de la Iglesia colombiana con la Falange española, los archivos de empresas privadas inglesas, entre ellas los del Bank of London and South America, Whi-tehall Petroleum Corporation, S. Pearson e Hijo Ltda, de la Cámara de Comercio inglesa y finalmente, los archivos de la secre-
"Revista Argumentos," EL TERCER REICH", Nos. 18,19, 20 y 21, enero/diciembre/87, Bogotá, 1988.
Isabel Clemente coordinadora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes
110
La Revista Argumentos publicó recientemente en cuatro de sus números, compilados en un sólo volumen, uno de los temas más difundidos y controversiales de la historia del siglo XX: el Tercer Reich. No se trata de una visión de conjunto como su nombre parecería indicar sino más bien de unos temas especialemente escogidos. La mayoría de los artículos, escritos de forma clara, y dirigidos tanto al lego como al estudioso, iluminan aspectos interesantes del tema e incluyen una serie de artículos muy variados. La Revista es introducida por un artículo de Rubén Jaramillo, titulado El Tercer Reich: Los Desarrollos de la Contrarevolución Alemana y los Orígenes del Nazismo: 1918-1933. Este artículo, utilizando el análisis histórico y abarcando los mismos años de la inestable República de Weimar, es un corto vistazo a las fuerzas que se agruparon al lado de la reacción alemana, las cuales triunfarían con el ascenso del nacionalsocialismo al poder en 1933.
taría de Relaciones Exteriores de Ciudad de México, que le resultaron muy útiles a Abel especialmente para el período de López Pumarejo. Cabe señalar, sin embargo, que la edición adolece de problemas serios de traducción y estilo que vuelve a veces forzada la lectura del texto y oscuros muchos pasajes. Sería deseable que en la nueva versión estos problemas se superaran para responder con la altura que se merece este lúcido e importante texto del profesor Abel. De la derrota de la Primera Guerra Mundial y del agotamiento y la desorientación surgirá el incipiente movimiento: banqueros, altos oficiales, industriales, y burócratas lo promoverán para después conseguir sus ideólogos. El autor hace hincapié a lo largo deltexto en la participación de las clases aristócratas, del gran capital, como también en la participación de Hitler, rescatando así cierta autonomía del Führer. El artículo se centra obviamente en la formación del nacionalsocialismo, su pensamiento, sus logros y fracasos, todo esto combinando con la historia de Alemania. La crisis del capitalismo de 1929 le daría su último gran impulso. Sin ninguna pretensión teórica y de manera sencilla, el relato es una buena introducción del tema para el lego. Amanera de apéndice del artículo anterior, la Revista reedita uno titulado La Banalidad del Mal. En el centro está Hitler desde un enfoque que nos atreveríamos a llamar historia de la mentalidad, no de la colectiva pero sí de la individual, de la del dictador más famoso del siglo XX. Hitler es una víctima del elemento esencial de la sociedad moderna: el imperativo de superar. El burgués típico vive "... en función del otro que quiere superar; lleva una vida referida, determinada por la competencia... <es un> esclavo de la superación". Además la tensión destruirconstruir coexistía de manera intensa y eficaz. Su diletantismo lo llevó a odiar lo que no tenía o lo que no era: no podía soportar a alguien que supiera más que él.
Hitler, que llegó al poder gracias a la masa, era un buen conocedor de ésta. Sabía que había que contrarestar su disolución. Había que hacerla crecer o había que lograr que se repitiera. Sus grandes proyectos arquitectónicos y sus manifestaciones constructivas estarán determinadas por este fin. Su delirio de superación lo llevará al deseo fortísimo de querer vivir más: sus obras arquitectónicas serían tal garante, lo harían inmortal; además serían de dimensiones colosales, reflejarían sus exigencias de poder, de dominación. Pero el superador no estará interesado más que en su gloria: se olvidará de la dimensión social: no le interesarán los demás. Desde un punto de vista marxista y economicista -pues no todos los marxistas son economicistas, cosa que todavía muchos parecen ignorar- Hans Jacobsohn Forero escribe el siguiente artículo. Las Premisas del Fascismo. Básicamente el autor se remite primero que todo basado en Lenin- a la fase imperialista de los países europeos a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Expansión y reparto del mundo que concluirán indefectiblemente en la Primera Guerra Mundial. El gran actor será el capital financiero, tanto antes como después de la guerra. En el período entre las dos guerras, el gran capital será amenazado por levantamientos obreros en Alemania e Italia. El estado liberal no podrá detener a los obreros. En Alemania la crisis del capitalismo asestará el último gran golpe. Así, nacionalsocialismo y fascismo serán productos directos del sistema económico capitalista: por consiguiente no hay diferencia entre los dos. Esta interpretación -a propósito, la más vieja pues tiene su origen en el Comintern en 1933- parte de la cuestión de la función social del movimiento fascista, reduciendo, por lo tanto, otras prosibilidades de cuestionamiento. El movimiento -llamado por el autor, genéricamente
111
fascista- no será más que un agente del gran capital, es decir defenderá sus grandes intereses económicos y los protegerá del levantamiento proletario. Por obra y gracia de la industria pesada y el capital financiero saldrá del limbo el nacionalsocialismo, y patrocinado por aquellos conquistará el poder. La subordinación es entonces total: Hitler es una marioneta sin personalidad -valga la redundancia-, no tendrá ninguna autonomía en su actuar político. Esta identificación total entre capitalismo y fascismo sobre el fondo común de la economía capitalista desconoce otras posibilidades de solución que el sistema puede escoger. ¿No es esto un tanto determinista? No solamente el fascismo es descendiente directo del capitalismo, también lo es el socialismo y la democracia burguesa. Además, detrás de tal teoría se esconde a su vez un ataque a la legitimidad del sistema capitalista. ¿No será que hay que tener también en cuenta el factor Hitler, sus intenciones, el papel de la gran masa y no solamente las estructuras socioeconómicas? ¿No será la primacía de los económico una visión un tanto parcializada? A manera de Dossier, Vicente Duran, S.J., publica: Las Iglesias Cristianas y el Tercer Reich. La colección de documentos es introducida por el compilador señalando brevemente dos aspectos fundamentales del tema en cuestión. Por un lado, quiere hacer hincapié en que"... las principales iglesias cristianas tuvieron distintos grados de participación, vinculación efectiva, y oposición y resistencia, que variaban de acuerdo a las características propias de cada confesión y según se iban desarrollando los acontecimientos tristes que habían de desembocar en los difíciles años de la Segunda Guerra Mundial". Mención que vale la pena hacer para no caer en conclusiones maniqueas y simplistas. Y por otro, en la intere-
sante hipótesis de que la relación entre judíos y cristianos, es decir la aversión del cristiano alemán por el judío, tiene sus orígenes en el luteranismo. Citando a Erich Kahler se indica que Lutero hizo posible la mentalidad del gobernante ilimitado alemán y de la ilimitada obediencia del ciudadano. Además, Lutero hizo posible un hombre interior, fundamento de la acción política que justifica hasta las actuaciones más alejadas del Evangelio. Creemos que no hay que ser tan monocasual y por lo tanto que hay otros elementos que entran en juego en la formación del antisemitismo alemán: la poca recepción del cosmopolitanismo de la Ilustración, el nacionalismo decimonónico entrelazado con elementos cristianos, la necesidad del chivo expiatorio, la presión ejercida a la clase media a raíz de la emancipación judía en el siglo XIX, las grandes dificultades de los alemanes en adaptarse a la rápida industrialización y al cambio social, etc. Se citan a continuación una serie de documentos imprescindibles para la historia de la Iglesia durante el Tercer Reich: El Concordato Celebrado entre la Santa Sede y el Reich, (1933); un documento de los Cristianos Alemanes titulado Primeras Líneas Directrices de los Cristianos Alemanes (GDC), (1932); y las 28 Tesis de la Iglesia Popular de Sajonia para la Edificación Interior de la DEK (Iglesia Evangélica Alemana) (1933), en donde se ve claramente la identificación de ciertos grupos de la Iglesia Evangélica con el régimen. Se proclama un tal cristianismo positivo con los conceptos de raza pura, nación, antimarxismo, espíritu alemán, formar un único pueblo eclesial, oposición a la mezcla de razas, antijudaísmo. Dios alemán (!!), antiliberalismo, etc. Por su parte la "Declaración de Ulm" (1934) y "El Sínodo de Barmen" (1934) son una muestra fiel de otro sector de la Iglesia Evangélica, pues criticando a sus
112
correligionarios dividirá a la Iglesia en dos grupos bastante marcados. Se incluyen además de L. Siegele-Wenschkewitz, El Antijudaísmo Cristiano, Raíz del Antisemitismo, y de Susan Schapiro A la Escucha del Testimonio de la Negación Radical. Manuel Enrique Amaya Franco publica "Nüremberg: El Proceso de la Expiación" en donde se relata de una manera bastante completa la justificación, los orígenes y su controversia, la organización, el procedimiento y las ej ecuciones del famoso j uicio. Para darle una mayor vivacidad al relato se incluyen citas textuales de los acusados, de los acusadores, cifras, y un resumen de los documentos de acusación que incluye la actuación y participación de cada uno de los acusados. A manera de apéndice aparece la "Declaración de Moscú" (1943) documento firmado por Roosevelt, Churchill y Stalin en donde se condena la barbarie nazi, se insta a la expiación de los culpables. De los estatutos y sentencias del Tribunal Militar Internacional de Nüremberg, las Naciones Unidas redactó un "Código de los Crímenes contra la Paz y la Seguridad de la Humanidad" sobre el que nunca se ha llegado a un acuerdo internacional. No nos queda más remedio que estar de acuerdo con el autor cuando concluye que así"... se cierra otra página de la Gran 'Evolución' Humana". Además, como una contribución a la historia del derecho, se publicó de Osear Julián Guerrero: Cari Schimtt y la Revolución Legal del Tercer Reich, en donde se expone el ataque jurídico de Cari Schimtt al constitucionalismo alemán de la República de Weimar, terminando con una corta exposición sobre por qué la burocracia alemana siguió a Hitler, y con un apéndice. El Proceso Legal hacia la Dictadura. Aparece también una traducción de un texto de Adorno, La Teoría Freudiana y el
Patrón de la Propaganda Fascista, con un apéndice bibliográfico sobre las obras del renombrado filósofo alemán en el área del sicoanálisis; como también la traducción de dos documentos de Martin Heidegger, que como dice el editor son textos clásicos de la "revolución conservadora".
Eduardo Bosemberg, profesor de la Universidad de los Andes
Steve Stern, Los Pueblos ndígenas del Perú y el Desafío de la Conquista Española, Madrid: Alianza Americana, 1986,
Para finalizar, dos pequeñas anotaciones. El título nos parece un poco pretencioso, pues bien podría significar que es un manual, o un estudio profundo y no lo es, o un estudio profundo y extenso sobre el tema y tampoco lo es. Sería además saludable ponerle un poco más de cuidado a los nombres extranjeros. El libro fue editado inicialmente en inglés bajo título Peru's Iridian Peoples and the Challenge o/Spa-nishConquest por "The University of Wisconsin Press", en el año de 1982. Se trata de un estudio regional que busca analizar la creación de una nueva sociedad colonial en los Andes entre los años 1532 y 1640, o sea durante el siglo siguiente a la Conquista del Imperio Inca, por parte de los españoles. La región en donde se realizó la investigación fue la controlada por la ciudad de Huamanga (hoy Ayacucho). Por tratarse de una zona extensa, Stern pudo estudiar diversas formas de colonización que aparecieron en algunas localidades. Al afirmar que la expansión y el control colonial sobre los hinterlands se realizaron a partir de las ciudades fundadas por los españoles, el historiador reitera aspectos señalados por otros investigadores del período colonial. El autor aclara desde un comienzo que su propósito no es mostrar de nuevo cómo los Sin grandes concepciones metodológicas, ni elaboradísimos mar-
113
cos teóricos -cuestión que también es reconfortante- la revista no es una gran contribución de grandes aportes a la historia del nacionalsocialismo; sin embargo, nos parece que ha hecho algo fundamental. Siempre hemos creído que la historia debemos escribirla desde nuestro continente; que si bien tenemos que beneficiarnos de los historiadores de otros países, de su metodología y de su información, no quiere decir esto que tengamos que repetir todo al pie de la letra; nosotros también podemos escribir la historia de sus países. ¡Aplaudamos este comienzo!
españoles maltrataron a los indios y los explotaron. Lo que él busca con su obra es mostrar cómo hicieron frente los pueblos indios de Huamanga al desafío de la conquista europea. Para lograr este objetivo, el autor supera la visión limitada de investigaciones anteriores, basadas fundamentalmente en los escritos de Incas nobles como Huamán Poma de Ayala o el Inca Garcilazo. Además, realizando su análisis en Huamanga, se aproxima a una realidad diferente a la de la capital del Imperio, Cuzco, y así muestra otras experiencias andinas. En la región estudiada, Stern tuvo acceso a fuentes diferentes a las tradicionales, tales como: archivos judiciales, documentos administrativos, títulos de tierras y cuentas de propietarios o de sus administradores, registros notariales e informes sobre idolatría y asuntos religiosos. Estos últimos documentos se lograron gracias a que en el transcurso del siglo estudiado por el autor se dio un movimiento milenarista anticristiano, generalizado en Huamanga en el decenio de 1560. Estas fuentes le permitieron al autor conocer más de cerca la mentalidad de los indios.
A lo largo del libro, el lector se encontrará con los planteamientos siguientes: En primer lugar, el autor muestra cómo las nuevas formas de explotación laboral impuestas por los españoles fueron "una adaptación europea a la crisis y a los problemas planteados por la resistencia india". De esta forma, Stern sostiene que los nativos fueron agentes activos, y no pasivos, de su propia historia, frente a las relaciones de dominación. Se aprecia pues en el texto cómo al limitar las opciones que tenía la clase dirigente -aunque no lograron abolir la estructura opresiva como un todo- los nativos condicionaron la sociedad colonial. En segundo lugar, el historiador documenta ampliamente los conflictos que sucedieron en la región, enfatizando tanto las contradicciones que se fueron creando en el proceso de formación de nuevas clases, como las tensiones que surgieron entre los españoles y los indios. Al analizar los cambios que fueron surgiendo en el proceso de establecimiento de las relaciones coloniales, Stern idenfifica tres etapas sucesivas que sustentan la tesis antes expuesta, es decir, que los nativos condicionaron la sociedad colonial. Así, entre 1532 y 1560 se establecieron relaciones de alianzas hispanoindias, dado que los nativos buscaban defenderse del yugo incaico y beneficiarse del nuevo sistema de mercado. Por su lado los españoles trataron de cultivar la lealtad de los indios para defenderse de las incursiones incas dirigidas por Manco Inca desde 1536. Sin embargo, el autor va dejando ver como la "cooperación mutua" que existió en esta primera etapa se deterioró por el descenso demográfico; la discriminación; el maltrato; la creciente demanda de mano de obra
114
aborigen por el hallazgo de minas de oro, plata y mercurio; el incremento del temor andino de que la enfermedad y la muerte prematura se debían a relaciones sociales mal construidas; y el darse cuenta de que sus intereses y los de los colonizadores eran opuestos. Estas tensiones culminan con un movimiento milenarista anticristiano. A partir de la crisis de las relaciones que habían sido establecidas inicialmente, comienza una segunda etapa que según el historiador se podría caracterizar por la reacción española ante "el espectro de la revolución". Esto se concretó con la llegada del Virrey Toledo en 1570 y las reformas implementadas por éste. El escrito permite apreciar cómo se dieron entre otros, dos cambios sustanciales durante los años de transición. Por un lado, ocurrió un cambio en la conciencia colectiva de la élite colonial frente al peligro social, lo que facilitó que se empezara a conformar una clase dominante incipiente. De acuerdo con el autor, los españoles se dieron cuenta de que era necesario reconocer una ley "siempre y cuando el legislador promoviera los intereses de una clase dominante". Por otra parte, los nativos terminaron finalmente convirtiéndose en indios. Stem escribe lo siguiente al respecto: "La organización de Toledo no eliminó su diversidad étnica, sino que la subordinó a un conjunto más amplio y decisivo de relaciones". El análisis de las consecuencias sociales, económicas y políticas del 'nuevo' régimen constituye una tercera etapa en el escrito del historiador. Aquí se observa claramente como aparece una nueva modalidad de resistencia india que adquiere importancia en el siglo XVII y que consiste en utilizar con destreza los mecanismos e instituciones judiciales españolas para
debilitar las prácticas explotadoras, como el pago de tributos y el servicio obligatorio de la mita. Sin embargo, en las primeras décadas del siglo, cuando se impuso el sistema del yananconaje y de contratos laborales con los nativos, aumentó la dependencia india. Esto ayudó a que algunos de los aborígenes se mostraran interesados en beneficiarse del nuevo sistema colonial, puesto que esto debilitó la cohesión que había existido en el ayllú. La información que aparece en cada una de las etapas antes señaladas, facilita la crítica de los estudios que explican el surgimiento de una sociedad colonial como resultado de la imposición de los colonizadores, mostrando a los nativos como personajes pasivos en el quehacer histórico. Asi mismo cuestiona las interpretaciones que sólo estudian los conflictos que surgen entre las élitesdominadorasy las dominadas en tal proceso. En efecto, Stern demuestra que se trata de una realidad mucho más compleja. Otra de las tesis importantes que se desarrollan en el libro que nos ocupa es que el autor comprueba que convertirse en indio fue un proceso social, económico, político y cultural. Por consiguiente, su escrito permite ver en forma crítica publicaciones que siguen proponiendo la existencia de diferencias entre indio y campesino. El historiador considera que los nativos eran campesinos que se fueron convirtiendo en indios, tal como se apreció anteriormente en este comentario, y que este proceso facilitó que sobreviviera y se expandiera la sociedad colonial. Creo que para aquellos lectores interesados en el período de la Conquista y la fase temprana de la Colonización de América, al igual que para aquellas personas interesadas en la historia andina, el libro es bastante valioso. Sin
115
embargo es posible señalar algunas limitaciones en su desarrollo. Primero, el investigador no muestra claramente en su análisis la discriminación que existió contra los curacas y el resto del campesinado nativo durante el período temprano de la Colonia. Se ha demostrado el punto de vista etnocéntrico que tenían los conquistadores al llegar al continente. Sin embargo, también es factible que debido a la necesidad de los colonizadores de protegerse de la rebelión de Manco Inca, y además por el interés de los indios de debilitar el Imperio Inca y de mejorar su condición en la nueva sociedad, es posible que tal discriminación se haya 'disimulado' durante las primeras décadas. Vale la pena tener en mente esta situación que contrasta con otros casos en donde el cambio fue más rápido y violento como por ejemplo en Cochabamba en BolMa, según lo muestra Brooke Larson en su libro Colonialism and Agrarian Transformation in Bolivia. Cochabamba, 1550-1900 (1988). Segundo, encuentro limitante el uso de términos como el de la casta para definir las relaciones inter-étnicas en América Latina. Verena Martínez-Allier, en su libro Marriage, Class and Colour tn Nineteenth Century Cuba, (1984) presenta algunas reflexiones al respecto, que muestran cómo el sistema de castas en la India es bastante diferente a las relaciones sociales en América y sugiere por consiguiente evitar el termino. Por último, quisiera citar algunos comentarios realizados por Noble David Cook quien escribió una reseña del libro en el "Hispanic American Historical Review" (mayo, 1984:389-391). Aunque el autor califica la obra de excelente, plantea los siguientes interrogantes en torno al texto para que sean incorporados en futuras inves-
Susy Bermúdez, profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes
tigaciones. ¿Hasta dónde es posible aplicar las generalizaciones a otros sectores como Cajamarca, Cuzco o Chucuito? Al analizar el debili-
Enriqueta Vila Vilar, Posibilidades y Perspectivas para el Estudio de la Esclavitud en los Fondos del Archivo General de Indias. Separata de "Archivo Hispalense", Num, 207 y 208. Sevilla, 1985.
Alexander Cifuentes, profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes
tamiento que sufre el ayllu en el proceso estudiado; ¿Qué importancia tiene la estructura de moiety en el sur de Huamanga?
Según la autora, el "proceso de aculturación y mestizaje que se pone en marcha en Indias no está integrado sólo por dos elementos, españolindio, sino también por un tercero, el negro, que aparece en escena desde los primeros años de la colonización aunque se presenta como una lacra social; como un cuerpo extraño con el que había que convivir pero del que se pretendía ignorar lo más posible". Es una idea común la de que europeos y africanos participaron de manera altamente diferenciada en el proceso de colonización del Nuevo Mundo. Como lo ha señalado acertadamente Sidney W. Mintz y Richard Price, en 1976, la colonización del Nuevo Mundo dentro de las líneas institucionales fue considerada como una hazaña europea y la esclavitud fue un mecanismo primario para asegurar la mano de obra necesaria para la consolidación de esa colonización. Quizá, por ello, anota la autora, la documentación sea más parca en noticias directas sobre el tema, y precisamente sea éste uno de los motivos por los que el papel del negro no ha sido aún suficientemente valorado. No obstante, los negros acompañaron a descubridores y conquistadores primero, y luego sustituyeron la mano de obra indígena. Los esclavos negros trabajaron en la agricultura, ganadería, transporte, minería, pesquería de perlas, astillería, servicio doméstico, fortificaciones y obras públicas. Los que lograron liberarse trabajaron como artesanos, pulperos, regatones, marineros, tributaron a la Corona y algunos, muy pocos, consiguieron enriquecerse. Se mezclaron con españoles e indios, introdujeron sus ritos, creencias, costumbres y presentaron, en ocasiones, un duro frente de resistencia ante los sistemas que los oprimieron. Todo ello, y mucho más, está reflejado en la documentación del "Archivo General de Indias" para el investigador que tenga paciencia y tiempo, porque, según la autora, los datos aparecen dispersos en los más insospechados lugares y sólo en pocas ocasiones, hay series inventariadas. El trabajo de Doña Enriqueta Vila Vilar, Directora del "Anuario de Estudios Americanos" una publicación de la "Escuela de Estudios HispanoAmericanos" en Sevilla (España), constituye una guía práctica y valiosa para el conocimiento de los fondos del Archivo que existen sobre temas generales, tales como por ejemplo: i) la trata de esclavos; 2) el cimarro-naje; y iii) el esclavo como mano de obra.
116
Francisco U. Zuluaga R., Guerrilla y Sociedad en el Patía. Una Relación entre el Clientelismo Político y la Insurgencia Social. Informe final, Cali: Colciencias-Universidad del Valle, 1988.
Alexander Cifuentes, profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes
Históricamente el Valle del Patía ha sido asiento de una sociedad que por su aislamiento, por las condiciones de su constitución histórica y por las relaciones con la sociedad nacional, ha llegado a considerarse como símbolo de rebeldía indómita y resistencia. La sociedad nacional, a su vez, ha construido una imagen negativa de los patianos según la cual se desconoce la resistencia del negro frente a la sociedad esclavista. En el siglo XVII los indígenas Sindagua fueron expulsados hacia la Costa Pacífica por la cabecera del río Naya. En 1635, ochenta y cuatro indígenas Sindagua fueron muertos a palos, lo cual dio nombre al sitio de "El Castigo", que tuvo en adelante importancia extraordinaria en la historia de la región el Patía. En efecto, durante el período Colonial fue ese el lugar de asentamiento del principal Palenque de la Costa Pacífica en Colombia: el Palenque de El Castigo. Los primeros asentamientos de dicho Palenque debieron establecerse durante los primeros años del siglo XVIII, en la cima de la Cordillera Occidental, cerca de la Hoz de Minamá. En 1741, el Palenque de El Castigo se encontraba constituido por dos pueblos y un buen número de habitantes. Se inició entonces el período de construcción de una región cuyo territorio estaba comprendido entre las Cordilleras Central y Occidental, la Serranía de Tlmbío y el rio Mayo, cuya población de predominio negro-cimarrón desarrolló una economía, una organización social y unas formas de autoridad dirigidas a sustentar estructuras militares, culturales e ideológicas de defensa ante los sistemas que oprimieron a los esclavos negros. El trabajo del Profesor Francisco U. Zuluaga, del Departamento de Historia de la Universidad del Valle, es una reflexión crítica por parte de la ciencia y los científicos sociales sobre la percepción, captación y análisis de los componentes socio-culturales de la realidad nacional de nuestro país. Desconocemos, o tratamos de ignorar, la contribución decisiva del negro en la defensa de los derechos humanos durante cinco siglos de nuestro proceso histórico.
117
NOTILIBROS
Vicente Ángel Alvarez Valenzuela, El Cisma de Occidente. Madrid: Ediciones Rialp, 1982.
En este libro se hace un estudio de las causas, las circunstancias y el resultado de la división ocurrida en la dirección de la Iglesia Católica entre 1378 y 1417, lapso durante el cual en la cristiandad hubo primero dos Papas y después (a partir de 1409) tres Papas a la vez. Para el autor el cisma fue fundamentalmente el enfrentamiento entre el trascendentalismo tomista y el inmanentismo ockamista, entre los partidarios de la doctrina del primado pontificio y los seguidores de la doctrina de la supremacía conciliar. El Concilio de Constanza que dio fin al cisma, logró salvar la doctrina del primado, pero su triunfo estuvo lejos de ser definitivo; el ockamismo se intega después de la reforma protestante. Lo que se produjo a raíz del Cisma de Occidente fue una crisis que anuncia el fin de la unidad d& la civilización medieval y el comienzo del triunfo de la pluralidad moderna Abel López
Charles Bergquist, Los Trabajadores en la Historia Latinoamericana. Estudio Comparativo de Argentina, Chile, Colombia y Venezuela. Bogotá: Ed. Siglo XXI, 1988.
Charles Bergquist, historiador norteamericano ampliamente conocido en los medios académicos latinoamericanos, particularmente en Colombia, que ha sido para él centro de sus investigaciones históricas campo en el que ha hecho contribuciones tan valiosas como su libro Café y Conflicto en Colombia, 1886-1910 (Medellín: FAES, 1984), publica ahora el resultado de una búsqueda de varios años sobre algunos aspectos de la historia del movimiento latinoamericano. Visto éste a través de cuatro casos: Argentina, Colombia, Chile y Venezuela; la acción política y social del movimiento sindical es estudiada con una metodología elástica y abierta y, además, con evidente simpatía del autor. El método comparativo utilizado por Bergquist demuestra en esta investigación toda su fecundidad exegética. Con abundante información estadística y diversas fuentes de apoyo se establece lo que hay de típico en el desarrollo del sindicalismo en cada uno de los países escogidos y también lo que hay de común en ellos. En el caso colombiano el autor propone una explicación del movimiento obrero organizado en términos de la influencia que en sus orígenes tuvieron los trabajadores de la industria cafetera, tanto los del campo como los urbanos, una hipótesis que seguramente no dejará de despertar controversias entre los estudiosos de la historia social y política colombiana de las décadas recientes. Escrito en un lenguaje directo, claro y no exento de combatividad, el nuevo libro de Charles Bergquist es sin duda una valiosa contribución al conocimiento de la historia latinoamericana contemporánea y al papel, no suficientemente reconocido, que las clases trabajadoras han desempeñado en ella. Jaime Jaramillo Uribe
David Bushnell y Neil Macaulay, The Emergence of Latinoamérica in the Nineteenth Century. Oxford y Nueva York: Oxford University Press, 1988.
Dos historiadores norteamericanos, muy conocido el primero por los lectores colombianos como autor de numerosos estudios sobre nuestro siglo XIX, acometen en este volumen la tarea de escribir una síntesis de la historia latinoamericana del siglo XIX. Siendo el hilo conductor del texto la historia política, las referencias a los hechos económicos, culturales y sociales son amplias y bien integradas dentro de una visión general de la región. En la introducción, los autores realizan un oportuno escrutinio de los diversos nombres que suelen darse al sector iberoamericano del continente y explican las justificaciones que se han dado a las
118
diferentes denominaciones. Luego, en sucesivos capítulos se ocupan de los países y subregiones en particular, otorgando especial importancia a los desarrollos que tuvo en el transcurso del siglo XIX la adopción del liberalismo como concepción del Estado y de la Economía. Un aspecto particular del libro de Bushnell y Macaulay, que lo hace particularmente atractivo para el lector que busca una visión integral de la historia latinoamericana, es la inclusión de un completo capítulo sobre Brasil. Una pronta traducción al español de este brillante ensayo resultaría de gran utilidad para los lectores latinoamericanos. Jaime Jaramillo Uribe
José Antonio Ocampo y otros. Historia Económica de Colombia. Bogotá: Ed. Siglo XXI, 1987.
Publicada bajo los auspicios del Banco de la República y la Fundación para el Desarrollo Económico (Fedesarrollo), esta nueva historia económica de Colombia ha sido el resultado de una estrecha colaboración entre economistas e historiadores. En 7 capítulos que cubren la historia desde el período de la Conquista y la Colonización españolas hasta 1986, fecha en que los autores consideran que ha llegao la consolidación del capitalismo modelo, la obra presenta el desarrollo económico nacional en un estilo claro, sin exceso de terminología técnica e intrincadas especulaciones teóricas, en un intento de escribir un libro accesible al lector medio culto, y apto para servir de texto de estudio no sólo a estudiantes de economía sino a quienes se interesan por las ciencias sociales y por el estudio de los problemas colombianos, todo ello sin abandonar el rigor científico que exige una obra de esta índole. Los sucesivos capítulos y sus respectivos autores son los siguientes: "La Economía Colonial (15001740)", Germán Colmenares; "La Época del Virreinato (1740-1810)", Jaime Jaramillo Uribe; "La Lenta Ruptura con el Pasado Colonial (18101850)". Hermes Tovar Pinzón; "Las Viscisitudes del Modelo Liberal (1850-1899)", Jorge Orlando Meló; "El Despeque Cafetero (1900-1928)", Jesús Antonio Vejarano; "La Crisis Mundial y el Cambio Estructural (1929-1945)",.José Antonio Ocampo; "Consolidación del Capitalismo Moderno (1945-1986)", José Antonio Ocampo, Mauricio Avella, Joaquín Bernal y María Errázuriz. El libro está acompañado de numerosos cuadros y gráficos que facilitan al lector la comprensión de fenómenos cuantitativos y estadísticos de inevitable consideración en este tipo de historia. Tiene también al final de Cada capítulo una bien seleccionada bibliografía de gran utilidad para el lector que desee ampliar su conocimiento sobre los respectivos temas. El libro recibió el Premio Nacional en Ciencias Sociales 1988, establecido por la Fundación Alejandro Ángel Escobar para elfomento de las ciencias naturales, la tecnología, la acción social y las ciencias sociales. Jaime Jaramillo Uribe
Gilma Mora de Tovar, Aguardiente y Conflictos Sociales en la Nueva Granada, Siglo XVIII. Bogotá: Ed. Universidad Nacional de Colombia, 1988.
Los temas específicos de historia fiscal no han sido muy abundantes en la historiografía colombiana, si exceptuamos, parcialmente, el caso de la renta del tabaco. Además, cuando se han tratado ha predominado en su estudio el aspecto estrictamente fiscal dejando de lado sus conexiones con otros campos de la vida económica. Una notable excepción a esta tendencia es el libro de Gilma Mora de Tovar, profesora de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional. El aguardiente, que fue uno de los más altos ingresos de la hacienda real en las postrimerías del siglo XVIII en el Virreinato de Nueva Granada, es presentado por la autora en el contexto de la situación fiscal y económica de la época. Así lo indican los cuatro grandes capítulos que conforman la obra: I. Evolución y Desarrollo del Estanco; II. Organización de la Producción; III. Producción y Comercialización; IV. La Renta de Aguardiente y los Movimientos Políticos del siglo XVIII.
119
Sobre la base de una rica documentación obtenida en archivos colombianos y españoles, la historia del aguardiente se presenta en sus relaciones económicas, sociales y políticas. Un buen ejemplo de este enfoque integral del tema lo encontrará el lector en las páginas dedicadas al movimiento de los Comuneros de 1781. Por otra parte, la autora estudia las relaciones que tuvo el aguardiente con la producción agrícola y con el desarrollo del comercio interno, y las consecuencias que produjo sobre la economía del Virreinato la competencia de los aguardientes españoles. El volumen de producción, precios, costos, rendimientos fiscales, etc., están prolijamente tratados desde el aspecto cuantitativo y tecnológico. El libro está ilustrado con numerosos mapas, cuadros estadísticos y diagramas. Incluye también la obra un interesante apéndice documental y una bibliografía general sobre el tema, de gran utilidad para investigadores y lectores. Jaime Jaramillo Uribe
Daniel Pecaut, Orden y Violencia en Colombia, 1930-1954. 2 vols., Bogotá: Ed. Siglo XXI, 1987.
Daniel Pecaut, uno de los pocos latinoamericanistas franceses que han dedicado su actividad académica a Colombia, entrega en estos dos volúmenes el resultado de varios años de investigación sobre nuestra historia contemporánea. Dentro del período estudiado el autor se detiene especialmente en la década de los años 40 para dar su explicación del fenómeno de la "violencia" ya típico en el contexto de las ciencias sociales colombianas. Los primeros capítulos están dedicados al cambio político que se dio en el país en 1930 al producirse el acceso al poder del partido liberal y los gobiernos que siguieron al de Enrique Olaya Herrera (1930-34), deteniéndose particularmente en el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo (1934-38) y en el análisis de sus reformas políticas, económicas y sociales. El conflicto político y la violencia, temas centrales de la obra, son analizados con apoyo en el desarrollo económico y social. El autor dedica un amplio y minucioso estudio al período 19451950 y al papel cumplido en esta coyuntura política por la personalidad de Jorge Eliécer Gaitán. Dentro de la ya numerosa bibliografía existente sobre el tema de la violencia, la obra de Pecaut se destaca por la seriedad de sus interpretaciones y las sólidas bases documentales y bibliográficas en que éstas se apoyan. Jaime Jaramillo Uribe
Jean M. Rauch, A Tropical Plains Frontier. The Llanos qf Colombia 1531-1830. Albuquerque: The New México University Press, 1984.
Actual profesora de la Universidad de Massachussets, Amherst Jean M. Rauch ha dedicado varios años al estudio de la geografía y la historia de los Llanos Orientales de Colombia. Fruto de sus investigaciones es el libro Los Llanos Orientales Colombianos, una Llanura Tropical de Frontera, 1531-1831. La autora presenta un bien documentado estudio geográfico, histórico y social de esta región desde la época de la Conquista y la Colonización españolas hasta la primeras décadas de la República. El libro incluye un amplio tratamiento de la labor evangelizadora de las misiones jesuítas, franciscanas, etc., un recuento de las primeras fundaciones de pueblos y villas, la formación de la economía ganadera y de una sociedad y una cultura mestiza suigeneris. También se trata con amplitud la penetración de las primeras corrientes colonizadoras en la época republicana. Particular interés tiene el capítulo dedicado a la participación de llanero en la Guerra de Indepencia. El libro está excelentemente editado e ilustrado con numerosos mapas y fotografías que contribuyen a la mejor comprensión de la historia llanera. Un glosario del vocabulario regional y una cuidadosa y amplia bibliografía complementan esta obra sobre una de las regiones menos favorecidas por la historiografía nacional.
120
Asunción Lavrin (comp.) . Las Mujeres Latinoamericanas. Perspectivas Históricas. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.
Este libro había sido publicado inicialmente por Greenwood Press en el año de 1978 y es solo siete años más tarde que aparece una edición en castellano para los lectores de América Latina. En los trece artículos escritos por autores especialistas en el tema se encuentra un valioso material histórico sobre las mujeres del común en diversas regiones del subcontinente. Asunción Lavrin con este texto buscó cubrir los períodos históricos poco investigados por los estudiosos de la temática femenina, como lo son los tres siglos de la Colonia y el siglo XIX. A partir de esta obra el lector podrá reflexionar desde una nueva perspectiva sobre los órdenes económicos, social, político y cultural, y además, conocer un poco más sobre la historia "privada" del subcontinente. Susy Bermúdez
Pedro Carrasco y Guillermo Céspedes, Historia de América Latina. América Indígena. La Conquista. Madrid: Alianza Editorial, 1985.
Se trata del primer volumen de una obra colectiva dirigida por Nicolás Sánchez Albornoz sobre la Historia de América Latina. El texto está dividido en dos partes: la primera, escrita por Pedro Carrasco (Profesor de la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook), se centra en ei análisis de las condiciones de los nativos antes de la llegada de los europeos. La segunda, a cargo de Guillermo Céspedes (Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid), se orienta hacia el análisis de los cambios de orden social y ecológico vividos tanto por los aborígenes como por los conquistadores y primeros colonizadores en el territorio americano, a partir de la Conquista, o sea entre 1492 y 1550. Este trabajo, al presentar una visión más amplia de la historia latinoamericana, rompe con la interpretación europeísta de hablar de historia para nuestro continente sólo a partir de 1492. Susy Bermúdez
Brooke Larson, Colonialism and Agrarian Transformation in Bolivia. Cochabamba 1550-1900. Princeton: Princeton University Press, 1988.
La reciente publicación de la historiadora Larson (Profesora de la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook), constituye un valioso aporte a la historiografía sobre Bolivia, por cuanto en su análisis combina la historia económica y la etnohistoria. El estudio se enfoca hacia la interpretación del pasado rural en Cochabamba entre 15501900. Su interés principal es, por un lado, analizar el impacto del colonialismo mercantil que se impone en los siglos XVI y XVII en la región, y por otro, cuestionar las interpretaciones de quienes explican cambios a partir de los sistemas económicos mundiales. Para esto último la autora lleva su estudio hasta fines del siglo XIX. Larson interpreta las variaciones sociales no sólo teniendo en cuenta las fuerzas globales del capitalismo comercial, sino las tensiones locales y los conflictos entre el campesinado andino, los terratenientes españoles y el Estado Colonial. _________________________________________________________ Susy Bermüdez
Verena Stolcke, Coffee Planters, Workers and Wives. Class Conflict and Gender Relations on Sao Paolo Plantations, 1850-1980. Hong Kong: The MacMillan Press Ltd., 1988.
La antropóloga Verena Stolcke (Profesora de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Barcelona), ofrece en este texto un análisis histórico y antropológico de la transición que ocurrió entre la esclavitud y el trabajo asalariado. Stolcke estudia los cambios en los diversos sistemas de trabajo (esclavitud, aparcería, "labour-leasing contract"), colonato y trabajo asalariado), teniendo en cuenta la resistencia cotidiana a la explotación y además interpretando las vivencias de las campesinas en tales contextos. El trabajo se centra en la zona cafetera de Sao Paolo durante el período que antecede a la crisis del Imperio, o sea 1850, y cubre gran parte de la historia republicana pues llega hasta 1980. Susy Bermúdez
121
Claudio Esteva Fabregot, El Mestizaje en Iberoamérica. Madrid: Editorial Alhambra, 1988.
Desde los estudios de Magnus Mórner sobre el mestizaje, no se han difundido en ediciones en lengua española trabajos sobre el tema. La obra del profesor Esteva Fabregot (de la Universidad de Barcelona) se apoya en datos históricos, etnográficos, demográficos y biológicos, y presenta el proceso histórico del mestizaje en relación con la evolución de las formas de aculturación y sincretismo cultural. El autor introduce en su análisis la variable del género y dedica varios capítulos al examen de la situación de las mujeres españolas, indígenas, negras y mestizas. Finalmente, la obra desarrolla las cuestiones demográficas más directamente relacionadas con el problema del mestizaje. Isabel Clemente
Majid Khaduri, The Gulf War. The Origins and Implications of the Iraq-Iran Conflict. Nueva York: Oxford University Press, 1988.
Majid Khaduri, autor de numerosas obras sobre el Medio Oriente y profesor de la Universidad John Hopkins, nos muestra claramente y con gran despliegue de documentación la problemática de las relaciones entre Irán e Iraq a través de la historia. La guerra, además, será vista con la participación de otros países y otras fuerzas. Dentro de un análisis histórico, el autor señala como raíz del conflicto la lucha entre sunitas y chutas, que se cristalizará en la fundación de una Persia chuta que dividirá al Islam. Se concluye la obra señalando que no habrá paz hasta que los arraigados antagonismos no se solucionen.
Tabitha Petran, The Struggle over Lebanon. Nueva York: Montly Review Press, 1987.
La tragedia de la historia del Líbano, según la periodista de origen mexicano Tabitha Petran, debemos ante todo buscarla en una sociedad estratificada basada en instituciones comunales sectarias que se remon tan a la Edad Media y que a su vez bloquean cualquier posibilidad de progreso. Además, la incapacidad de consolidación de las fuerzas internas se reflejará en la constante intervención de fuerzas extranjeras. La guerra civil de la década de los setenta, que comenzó como una lucha legítima por justicia social, degeneró en los ochenta en una ofensiva sangrienta contra la población. En el fondo, sin embargo, está un país tercermundista asolado por la rivalidad de las superpotencias, la deuda externa y la falta de negociaciones norte-sur sobre una mejor re distribución. Luis Eduardo Bosemberg
Misión Colombia, Bogotá. (Coord.) Historia de Bogotá. 3 Tomos. Bogotá: Villegas Editores, 1988.
Abarcan la historia de la ciudad de Bogotá desde el período colonial hasta la década de los sesenta de este siglo. En el primer tomo, a cargo de Julián Vargas, hace énfasis en la historia social para el periodo colonial; en el segundo, dirigido por Eugenio Gutiérrez, hace hincapié en el desarrollo urbanístico del siglo XIX; y el tercero se centra en la vida cotidiana capitalina en este siglo, con la coordinación de Fabio Zambrano, ofreciendo de esta manera un programa global del desarrollo santafereño y exponiendo algunos temas novedosos de historia urbana.
Luis Eduardo Bosemberg
La investigación fue financiada y coordinada por la Fundación Misión Colombia y la parte editorial fue realizada por por Villegas Editores, dando como resultado una edición de primera calidad. Beatriz Castro
122
CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS Portada tomada de Historia de Bogotá, Villegas Editores, 1988.
Fotografías del artículo "Perfil Histórico de Bogotá" tomadas de Historia de Bogotá, Villegas Editores, 1988.
Fotografías del artículo "Bases Urbanas de la Violencia" tomadas de Historia de Bogotá, Villegas Editores, 1988 y "Magazin Dominical", de El Espectador.
Fotografías del Artículo "Protesta y Política" tomadas de: America in Crisis por Charles Harburtt and Lee Jones, Holt, Rinehart and Winston, N.Y. 1969. Eyewitness History of the Vietnam War, 1961-1975 por George Esper and the Associated Press, Ballantine Books, N.Y. 1983. La Revista UFE
Fotografías del artículo "Cultura y Conciencia" tomadas de Historia de Bogotát Villegas Editores, 1988.
Fotografías del artículo "El Porfiriato y la Revolución "tomadas de The Course oí Mexican History por Michael C. Meyer y William L Sherman, Oxform Universiry Press, N. Y. 1983 y del archivo personal de Enrique Mendoza.