Historia Crítica No. 26

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tabla de contenido carta a los lectores dossier : medio oriente, actualidad y conflicto estados unidos y el medio oriente: moderación, rivalidad y hegemonía luis e. bosemberg la incierta victoria de estados unidos en Irak eric lair intervención militar en irak: seguridad, democracia y guerra contra el terrorismo malik tahar chaouch el cercano oriente, estados y minorías étnico-nacionales benjamín herrera chaves espacio y poblamiento en el resguardo de chita en la segunda mitad del siglo xviii

alba luz bonilla

redes comerciales en las provincias suroccidentales de Colombia, siglo xix guillermo sosa minidatos para la historia social y económica de la costa atlántica colombiana jaime jaramillo uribe espacio estudiantil a situaciones nuevas, ideas nuevas: el mestizo como camaleón juan esteban lewin resúmenes / abstracts /palabras claves / key words reseñas notilibros


carta a los lectores Desde hace unos meses, el Comité Editorial de Historia Crítica ha venido realizando un trabajo de reflexión y de autocrítica tendiente a determinar los principales vacíos y aportes de la revista en el campo historiográfico. Este empeño se ha visto fortalecido gracias a los valiosos comentarios hechos por varios autores en el dossier del número anterior, que realizó precisamente un balance de lo que ha sido Historia Crítica en sus primeros veinticinco números. Este esfuerzo le ha permitido al Comité Editorial trazar con mayor precisión ciertos derroteros que, de ser seguidos, deben fortalecer el significado de Historia Crítica en el seno de la comunidad histórica del país. Básicamente, se trata de asumir un mayor compromiso en el campo de las reflexiones historiográficas propias a nuestra disciplina. Con el fin de trabajar en la búsqueda de este objetivo, el Comité Editorial ha programado para los números 26, 27 y 28 tres dossier: el primero de ellos, organizado por el profesor Luis Eduardo Bosemberg y que publicamos en esta edición, aborda el problema del Medio Oriente, un tema de gran actualidad en esta coyuntura histórica. El siguiente número, de corte más teórico, se centra en las relaciones que se han dado, en el caso colombiano, entre la Historia y las otras disciplinas de las Ciencias Sociales; sin lugar a dudas, se trata de un dossier de suma importancia para los científicos sociales en general y para el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes en particular,


La otra visión, intentando ser más “objetiva” y “equilibrada”, observa los procesos desde adentro. Para equilibrar la visión anterior hace énfasis en los atributos culturales tradicionales para explicar la



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concretas. En ese sentido, durante más de 40 años Estados Unidos y la URSS se enfrentaron indirectamente, evitando una guerra directa, buscando aliados, cooperando en diversos programas de desarrollo, vendiendo armas e intentando persuadir a diversos países de la validez de su sistema6. En Irán, por ejemplo, a finales de la Segunda Guerra Mundial, las dos superpotencias dieron rienda libre a sus rivalidades para asegurar su predominio. En nombre del “mundo libre”, el presidente Truman logró la retirada de tropas soviéticas de ese país7. Washington planeó alianzas militares como correlato de la OTAN: el Pacto de Bagdad, firmado en 1955 por Turquía, Irak, Irán y Pakistán, y cuyo eje central lo constituía la Gran Bretaña, fue un verdadero “cordón sanitario” que rodeaba a la Unión Soviética por su costado suroeste. Los compromisos militares americanos en otras partes del mundo, empero, todavía imposibilitan su presencia directa. Una tercera ruptura residió en que la decadencia de los imperios occidentales fue desafiada por corrientes nacionalistas en los países árabes y en Irán, que abogaban por una independencia real y una modernización. Pero los Estados Unidos no participaban de estas propuestas. Vieron con malos ojos el triunfo de los nacionalistas a los que consideraban como pro-soviéticos e izquierdistas. El Egipto de Nasser es un gran ejemplo de ello. Para su triunfante revolución, los problemas en el ámbito internacional poco tenían que ver con una supuesta “amenaza soviética”; se relacionaban, más bien, con una amenaza israelita y con rivalidades regionales. La propuesta nasserista, entre otras, consistía en la no-alineación, ni este ni oeste. Nasser creía que, de esa forma, se lograría una verdadera independencia. Pero las presiones estadounidenses para que Egipto formase parte del Pacto de Bagdad tuvo como respuesta egipcia la compra de armas a Checoslovaquia y reconocer a la China, queriendo mostrar así su autonomía –algo que los norteamericanos interpretaron como una clara alianza comunista-egipcia. Al final de cuentas, el Pacto de Bagdad generó más desasosiego que seguridad cuando Moscú logró saltarse el cordón sanitario al vender armas a Egipto y éste terminó dependiendo de aquel. La política norteamericana se podría denominar de contraposición: como creían que los soviéticos se estaban tomando la región y querían, a su vez, evitar un enfrentamiento directo, presionaron o intervinieron a los nacionalistas, a quienes consideraban como una avanzada soviética y apoyaban a las monarquías –con la firme convicción de que así se contraponían a los designios de los soviéticos. Se trataba de un equilibrio de poder: se fortalecía a uno en la creencia de que así se contrarrestaba al otro.

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Algunos señalan que la llegada norteamericana se debió a una reacción ante la avanzada soviética. Estos autores, siguiendo todavía análisis típicos de la época de la Guerra Fría, culpan a los soviéticos de las acciones norteamericanas; ver, por ejemplo, LEWIS, Bernard, La formation du Moyen-Orient moderne, París, Aubier, 1995, p. 225. Mejor dicho, los estadounidenses simplemente “se defienden”; están en su legítima defensa de hacerlo; en el fondo, la gran causa consistió en la “amenaza soviética”. En ese mismo orden de ideas, se formula la tesis contraria: la culpa es del “imperialismo yanqui”; varias teorías del imperialismo de tipo marxista están así formuladas. La teoría de la “amenaza” soviética y del “imperialismo” hay que reformularla, más bien, como la tesis de la mutua amenaza. 7 Soviéticos, estadounidenses y británicos habían invadido a Irán para asegurarse de abastecer a la Unión Soviética, con el compromiso de retirarse una vez terminase el conflicto. Pero la URSS buscaba aliados en sus fronteras para evitar una invasión, como la alemana de 1941, y por eso apoyó a grupos secesionistas en Irán, al mismo tiempo que incumplió con el compromiso de retirarse.


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concretas. En ese sentido, durante más de 40 años Estados Unidos y la URSS se enfrentaron indirectamente, evitando una guerra directa, buscando aliados, cooperando en diversos programas de desarrollo, vendiendo armas e intentando persuadir a diversos países de la validez de su sistema6. En Irán, por ejemplo, a finales de la Segunda Guerra Mundial, las dos superpotencias dieron rienda libre a sus rivalidades para asegurar su predominio. En nombre del “mundo libre”, el presidente Truman logró la retirada de tropas soviéticas de ese país7. Washington planeó alianzas militares como correlato de la OTAN: el Pacto de Bagdad, firmado en 1955 por Turquía, Irak, Irán y Pakistán, y cuyo eje central lo constituía la Gran Bretaña, fue un verdadero “cordón sanitario” que rodeaba a la Unión Soviética por su costado suroeste. Los compromisos militares americanos en otras partes del mundo, empero, todavía imposibilitan su presencia directa. Una tercera ruptura residió en que la decadencia de los imperios occidentales fue desafiada por corrientes nacionalistas en los países árabes y en Irán, que abogaban por una independencia real y una modernización. Pero los Estados Unidos no participaban de estas propuestas. Vieron con malos ojos el triunfo de los nacionalistas a los que consideraban como pro-soviéticos e izquierdistas. El Egipto de Nasser es un gran ejemplo de ello. Para su triunfante revolución, los problemas en el ámbito internacional poco tenían que ver con una supuesta “amenaza soviética”; se relacionaban, más bien, con una amenaza israelita y con rivalidades regionales. La propuesta nasserista, entre otras, consistía en la no-alineación, ni este ni oeste. Nasser creía que, de esa forma, se lograría una verdadera independencia. Pero las presiones estadounidenses para que Egipto formase parte del Pacto de Bagdad tuvo como respuesta egipcia la compra de armas a Checoslovaquia y reconocer a la China, queriendo mostrar así su autonomía –algo que los norteamericanos interpretaron como una clara alianza comunista-egipcia. Al final de cuentas, el Pacto de Bagdad generó más desasosiego que seguridad cuando Moscú logró saltarse el cordón sanitario al vender armas a Egipto y éste terminó dependiendo de aquel. La política norteamericana se podría denominar de contraposición: como creían que los soviéticos se estaban tomando la región y querían, a su vez, evitar un enfrentamiento directo, presionaron o intervinieron a los nacionalistas, a quienes consideraban como una avanzada soviética y apoyaban a las monarquías –con la firme convicción de que así se contraponían a los designios de los soviéticos. Se trataba de un equilibrio de poder: se fortalecía a uno en la creencia de que así se contrarrestaba al otro.

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Algunos señalan que la llegada norteamericana se debió a una reacción ante la avanzada soviética. Estos autores, siguiendo todavía análisis típicos de la época de la Guerra Fría, culpan a los soviéticos de las acciones norteamericanas; ver, por ejemplo, LEWIS, Bernard, La formation du Moyen-Orient moderne, París, Aubier, 1995, p. 225. Mejor dicho, los estadounidenses simplemente “se defienden”; están en su legítima defensa de hacerlo; en el fondo, la gran causa consistió en la “amenaza soviética”. En ese mismo orden de ideas, se formula la tesis contraria: la culpa es del “imperialismo yanqui”; varias teorías del imperialismo de tipo marxista están así formuladas. La teoría de la “amenaza” soviética y del “imperialismo” hay que reformularla, más bien, como la tesis de la mutua amenaza. 7 Soviéticos, estadounidenses y británicos habían invadido a Irán para asegurarse de abastecer a la Unión Soviética, con el compromiso de retirarse una vez terminase el conflicto. Pero la URSS buscaba aliados en sus fronteras para evitar una invasión, como la alemana de 1941, y por eso apoyó a grupos secesionistas en Irán, al mismo tiempo que incumplió con el compromiso de retirarse.


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Un buen ejemplo lo constituyó la primera guerra civil libanesa (1958) que, en su naturaleza, fue un conflicto interno entre árabes nacionalistas y conservadores cristianos. Los primeros se identificaban con el nacionalismo árabe, como el expresado por Nasser. En el mismo año en que estalló la guerra, Washington proclamó la Doctrina Eisenhower que brindaba apoyo en nombre del “mundo libre” a países que estuvieran “amenazados” por el comunismo. Los conservadores se acogieron a dicha doctrina aduciendo la tesis de la “amenaza”. Para protegerlos, se produjo una invasión militar estadounidense, basada en la idea de que los comunistas estaban a punto de tomarse el poder. La guerra terminó con un arreglo entre las partes –un presidente neutral que satisfacía a ambos bandos; y con la retirada de tropas de los Estados Unidos, éstos proclamaron que su intervención fue una ganancia para el “mundo libre”. Según los norteamericanos, el comunismo no se tomó el Líbano. Se había mantenido así el equilibrio. Identificando a los nacionalistas árabes como agentes de Moscú, Washington condenó el triunfo de la revolución en Irak (1958) y la llegada al poder de los nacionalistas en Siria (1963), lo que produjo que éstos se acercaran al bloque oriental. En el Irán monárquico, los nacionalistas, con Mosadeq a la cabeza, lograron nacionalizar el petróleo, lo que despertó la furia de sus expropietarios –los ingleses. La tensión terminó cuando Mosadeq, quien al ser aislado internacionalmente por norteamericanos y británicos, había intentado acercarse a los soviéticos, fue derrocado por una intervención de la CIA en 19538. Para Washington, la monarquía iraní fue salvada del comunismo. Kennedy continuó en la línea de la contraposición, rechazando la hostilidad egipcia hacia Arabia Saudita y Jordania, ambas monarquías fundadas por los británicos. En esta época, se estableció la sexta flota en el Mediterráneo para contraponerse a la armada soviética. La guerra árabe-israelita de 1967 coincidió con los intereses norteamericanos. La aplastante derrota inflingida a Egipto y a Siria fue una victoria americana-israelita contra el nacionalismo árabe9. Reagan, de una manera más enfática, creía en la “amenaza comunista”, y en Israel como su aliado estratégico –ignorando así las realidades locales y pagando por ello un precio elevado. Apoyó la invasión israelita al Líbano en 1982, creyendo que así derrotaba al “eje soviético-sirio-chiita-druzo-palestino”. Pero se entrometió en la compleja segunda guerra civil libanesa. Milicias chiitas, que consideraron a los norteamericanos como un ejército más que apoyaba a sus enemigos cristianos, hicieron detonar una bomba en el cuartel norteamericano causando la muerte de 241 Marines. La consiguiente retirada y el desprestigio gringo fueron terribles. Todo esto les abría más oportunidades a los soviéticos. Al intentar debilitar a los sirios y a sus aliados chiitas y drusos, Estados Unidos los hizo más dependientes de Moscú. Con la caída de la Unión Soviética, el Medio Oriente dejó de ser escenario de la rivalidad 8

Para más detalles, ver MUNSON, Henry Jr., Islam and Revolution in the Middle East, Londres y New Haven, Yale University Press, 1988, pp. 49-53; HIRO, Dilip, Iran under the Ayatollahs, Londres y Boston, Routledge & Kegan Paul, 1985, pp. 30-37; GASIOROWSKI, Mark, “Révélations sur le coup d’état de 1953: Quand la CIA complotait en Iran”, en Le Monde Diplomatique, octubre 2000, p. 11. 9 En junio de 1967 y en una semana, Israel aniquiló fuerzas árabes nacionalistas, como a Egipto y Siria, que mantenían buenas relaciones con la Unión Soviética. Además, prácticamente triplicó su territorio conquistando tierras egipcias, jordanas y sirias: la Península del Sinaí, Cisjordania y Jerusalén oriental, y los Altos del Golán, respectivamente.


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este-oeste. Los antiguos aliados nacionalistas de los soviéticos –Irak, Siria, Yemen, Libia y los grupos palestinos radicales-, debilitados por sus propias incapacidades, golpeados por Israel y limitados por la diplomacia americana, se quedaron sin armas y sin el apoyo diplomático soviético10. Además, ya el Medio Oriente estaba saturado con un nacionalismo que no lograba metas, conspiraba y tenía enemigos internos y externos. El nacionalismo árabe, pues, venía perdiendo fuerza y con la derrota del Irak a manos norteamericanas en la segunda guerra del Golfo (1991)11, guerra que fue posible gracias a la desaparición de la Unión Soviética, fracasaba el último intento de liderazgo nacionalista en la región. En síntesis, en la medida en que “contenía” al comunismo, objetivo principal norteamericano, Washington, que intentaba legitimarse con propuestas ideológicas (democracia, defensa del mundo libre) y rechazaba las preocupaciones nacionalistas, terminó por convertirse en enemigo de millones de egipcios, iraquíes, sirios, libaneses, y en el firme aliado de las monarquías conservadoras y de Israel, como veremos más adelante. Paradójicamente, las acciones norteamericanas fortalecieron a nacionalistas y a rusos: hicieron posible que el campo nacionalista con el apoyo soviético fuese un desafío serio para los EEUU. Sin embargo, la caída de la URSS y de los nacionalismos fue una gran ventaja para Estados Unidos. ٣ La relación de los Estados Unidos con Israel, otra herencia británica, ha sido bastante estrecha: su defensa ha sido un objetivo constante. Y en el conflicto árabe-israelita, aunque Washington oficialmente exprese su imparcialidad, ha favorecido claramente a Tel-Aviv. Comenzando con el apoyo a la fundación de Israel en 1948, las decisiones norteamericanas con respecto al Medio Oriente, de una u otra manera, han tenido en cuenta al Estado judío12, aunque durante las décadas de los 50 y 60 la política de Washington hacia Tel-Aviv todavía no estaba tan definida. En 1956, Israel, junto con la Gran Bretaña y Francia, invadió Egipto con el objetivo de derrocar a Nasser. Pero las presiones de las dos superpotencias condujeron a la retirada de los tres invasores13. Fue la aplastante victoria israelita contra los nacionalistas árabes en 1967 la que reveló los beneficios que podría aportar Israel: el Estado judío se convertía en una ventaja 10 HUDSON, Michael C., “To Play the Hegemon: Fifty Years of US Policy toward the Middle East”, en Middle East Journal, vol. 50, No. 3, verano 1996, pp. 229-343. 11 En el texto nos vamos a referir a tres guerras del Golfo: la primera fue el enfrentamiento entre Irán e Irak (1980-1988); la segunda, la guerra contra Irak en 1991; y la tercera, la conquista de Irak en 2003. 12 Son varios los grupos que internamente influyen en la toma de decisiones gubernamentales a favor de Israel, no solamente el lobby judío; ver CHOMSKI, Noam, The Fateful Triangle: The United States, Israel & the Palestinians, Boston, South End Press, 1983, pp. 13-23. 13 En la guerra de 1956 los norteamericanos no estuvieron a favor del uso de la fuerza y la invasión, planeada en secreto por los tres agresores, despertó la ira del presidente Eisenhower. Además, los soviéticos, que en ese momento estaban reprimiendo una revuelta popular en Hungría, amenazaron con atacar a los británicos si no se retiraban de Egipto. Esta fecha, junto con la retirada del Golfo en 1971, señaló el fin de la hegemonía británica. La acción de Eisenhower le dio un gran prestigio a Estados Unidos en la región, puesto que el nacionalismo de Nasser era bien visto por millones de árabes. Sobre las consecuencias de la guerra, véase KHALIDI, Rashid, “Consequences of the Suez Crisis in the Arab World”, en HOURANI, Albert et. al., The Modern Middle East: A Reader, Londres y Nueva York, I.B. Tauris & Co Ltd, 1993, pp. 535-550.


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estratégica para los intereses estadounidenses pues era la potencia militar de la región; su aviación era una formidable arma de disuasión contra la flota soviética en el Mediterráneo14; era un país estable y compartía enemigos con los norteamericanos: ambos eran anticomunistas, estaban en contra de los regímenes apoyados por la Unión Soviética –los nacionalistas árabes. Israel habría de convertirse en una avanzada occidental, y debería mantener la política de contraposición. Además, le ahorraba una presencia directa a los EEUU15. El problema consistía en que una actitud muy favorable a Tel-Aviv pondría en peligro la adquisición del crudo. Por un lado, en múltiples ocasiones, y generalmente como parte de alguna negociación de paz, los EEUU, con sus ayudas directas económicas, programas militares, venta de armas y apoyo diplomático, han fortalecido a Israel de tal manera que pudiese resistir presiones diversas. Entre 1949 y 1983 le habían donado US 25 mil millones; desde 1984 recibe US 3 mil millones anuales16, una cantidad que lo posiciona en el primer lugar de las ayudas directas norteamericana17. Pero, por el otro, la iniciativa mostrada por los árabes en la guerra de 197318, la dependencia de Occidente con respecto al petróleo y la posibilidad de un enfrentamiento entre las superpotencias condujo a la dupla Nixon-Kissinger a apaciguar a los árabes. Se buscaron soluciones, por ejemplo, se logró un retiro parcial israelita de una franja de la Península del Sinaí, pero a cambio Israel logró que Nixon lo abasteciera con armas sofisticadas, quintuplicando la ayuda19. Ford y Carter continuaron con esta política de apaciguamiento. El primero llegó a rebajar la ayuda de US 1,5 mil millones a mil millones, enfatizó la solución a la cuestión palestina, rechazó la anexión de Jerusalén y aprobó una resolución del Consejo de Seguridad que criticaba la fundación de colonias20. Carter reafirmó la idea del retiro de las zonas invadidas y de los derechos de los palestinos. Pero los acuerdos de Camp David y el tratado egipcio-israelita de 1979, mediados por él, no reflejaron sus propuestas pues no hubo un compromiso por parte de Israel para que desistiera de la construcción de 14 SAID, Edward, “U.S. Policy and the Conflict of Powers in the Middle East”, en The Politics of Dispossession: The Struggle for Palestinian Self-Determination, 1969-1994, Nueva York, Vintage Books, 1995, pp. 214-215. 15 Algunos autores agregan que existe una identidad entre los dos países debido a que ambos son democráticos, pero valdría la pena señalar que los norteamericanos históricamente también han apoyado regímenes autoritarios, entre otros, en el Medio Oriente. 16 EL-TAWIL, Hosam T., “The United States and the Arab World after the Gulf Crisis”, en TSCHIRGI, Dan (comp.), The Arab World Today, Londres y Boulder, Lynne Rienner Publishers, 1994, p. 229. 17 Si a Colombia le estuvieran donando esa cantidad, teniendo en cuenta el número de sus habitantes, equivaldría a unos US 22 mil millones anuales. 18 En 1973, y por iniciativa propia, Egipto y Siria iniciaron una guerra contra Israel, lo que causó una gran sorpresa teniendo en cuenta que en 1967 los árabes ya habían sido derrotados. La guerra ocasionó también una fuerte tensión entre las superpotencias. 19 TAYLOR, Alan R., “The United States and the Middle East”, en ISMAEL, Tareq Y., International Relations of the Contemporary Middle East: A Study in World Politics, Siracuse, Siracuse University Press, 1986, pp. 149-150. 20 Después de la guerra de 1967, en la que Israel capturó Jerusalén oriental, la ciudad fue anexada y convertida en la capital. Israel ya había conquistado la parte occidental en la guerra de 1948. También, después de esa fecha, inicialmente por iniciativas populares y después por el Estado directamente, se comenzaron a construir asentamientos o colonias judías en las zonas invadidas. Véase también la nota de pie número 9.


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colonias, no se logró que Tel-Aviv reconociera los derechos nacionales de los palestinos, ni se estableció una soberanía palestina en Cisjordania y Gaza; Carter le garantizó a Israel, además, el aprovisionamiento de petróleo y le construyó aeropuertos militares que habían sido desplazados del Sinaí21, lo que desacreditó la posición norteamericana como un mediador equidistante. Reagan instó al retiro de las zonas invadidas, apeló al congelamiento en la construcción de colonias y apoyó una autonomía palestina en el marco de una federación con Jordania, pero no pasó a plantear grandes detalles. Sin embargo, estableció un comité conjunto militar norteamericano-israelita y almacenó equipo militar en Israel, sin extraer, como lo expresó en aquel momento el rey Hussein, ninguna concesión a los israelitas22. Bush padre hizo un alto en este recorrido. La ruptura radicaba en la firmeza con que éste se proponía solucionar el conflicto. Bush y Baker eran unos petroleros tejanos que sentían que el mundo árabe petrolero era más importante que Israel y que igualmente era un buen mercado de bienes y servicios23. Además, durante la segunda guerra del Golfo, Israel se había convertido claramente en una desventaja estratégica. Hussein lo sabía y por eso atacó a Israel para transformar el conflicto de árabes contra árabes en árabes contra israelíes, y para alejar a estos últimos de los estadounidenses24. En la posguerra, presionando fuertemente a Israel para que asistiese, la diplomacia norteamericana logró que se reunieran en Madrid prácticamente todos los involucrados. La conferencia despertó grandes expectativas y los estadounidenses, de esta manera, gozaron de una cierta popularidad25. Pero Clinton se pronunció explícitamente a favor de Tel-Aviv, como lo había hecho Reagan en la década anterior. El proceso de paz que aquel inició en 1993 tenía como telón de fondo dos hechos que fortalecieron al Estado judío: por una parte, la caída de la Unión Soviética, que debilitó a los árabes nacionalistas anti-israelitas, y por otra, la aplastante derrota iraquí en la segunda guerra del Golfo. Washington prometió transferencia de tecnología militar sofisticada, mientras que para construir en las zonas palestinas, como parte del proceso de paz, prefirió conseguir fondos de origen distinto al norteamericano; en otras palabras, jugó el papel de protagonista y no de mediador26. Los textos oficiales norteamericanos se referían a Cisjordania y Jerusalén oriental como “zonas en disputa” y no “ocupadas”, como se había hecho en los últimos 26 años. Con el apoyo estadounidense, Israel pactó por separado con la OLP y Jordania, y logró aislar a Siria, rompiendo así el frente árabe.

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TAYLOR, Alan R., “The United States and the Middle East”, en ISMAEL, Tareq, op. cit., pp. 150-155. Ibid., p. 158. 23 CORM, Georges, Le Proche-Orient éclaté - II: mirages de paix et blocages identitaires 1990-1996, París, La Découverte, 1997, p. 73. 24 En la segunda guerra del Golfo (1991), la coalición internacional liderada por Estados Unidos contó con la participación de varios países árabes. 25 GERGES, Fawas A., “A View from the Middle East”, en Foreign Policy, invierno 1997-98, pp. 57-62. 26 Véase un ejemplo muy detallado de la posición norteamericana cercana a los intereses de Israel durante las conversaciones de paz en Camp David en el año 2000, en ENDERLIN, Charles, Le rêve brisé: Histoire de l’échec du processus de paix au Proche-Orient (1995-2002), París, Fayard, 2002. 22


A Bush hijo no le interesó la cuestión palestina en el primer año y medio de su administración. Pero la invasión a Irak, que no fue bien vista por la Liga Árabe, condujo a atenuar su posición inicial. En el momento de escribir estas líneas, planteaba un nuevo plan de paz, junto con la ONU, Rusia y la Unión Europea, que se encuentra en los lineamientos que Estados Unidos ha defendido desde 196727: la llamada Hoja de Ruta plantea “…el final de la ocupación que comenzó en 1967, basado en […] la Resolución 242 del Consejo de Seguridad […] e insta al reconocimiento de Israel […] en el contexto de una paz comprensiva”28. En síntesis, ningún otro país de la comunidad internacional ha mostrado una tal continuidad en defender a Israel. Aunque oficialmente mediadores en la estructura de negociación, los resultados muestran que lo han fortalecido. Se podría interpretar que históricamente los norteamericanos han considerado secundaria la cuestión palestina pues ha primado la protección del Estado judío, la estabilidad basada en disuasión israelí. Podríamos preguntarnos, al final de cuentas, si esta relación ha beneficiado o no a los norteamericanos. Si bien Tel-Aviv ha sido, por un lado, un baluarte fuerte y estable contra el nacionalismo y el comunismo, por el otro, la actitud norteamericana frente al Estado judío ha sembrado desconfianza en la región e incitado al radicalismo (recordemos también la relación con los nacionalismos). Agreguemos, por dar otro ejemplo, que el hecho de que los norteamericanos bloqueen resoluciones en el Consejo de Seguridad que critican a Israel, mientras que atacaron a Irak en 1991 basados en una resolución de la ONU, también suscita críticas en la región. Pero, a pesar de ese apoyo constante, las relaciones con muchos árabes han continuado y la consecución del crudo ha sido siempre asegurada. La región del Golfo Pérsico, que inicialmente fue una zona de influencia de la Gran Bretaña, se convirtió en un área fundamental para los EEUU: había que garantizar el aprovisionamiento del crudo. Para ello había que conservar la independencia y estabilidad de los países productores: inicialmente, intervinieron indirectamente y militarizaron poco a poco para, finalmente, ejercer un dominio directo y militar29. Ya nos referimos a la intervención secreta de la CIA en 1953 porque creía que el comunismo se estaba tomando la monarquía iraní. No sólo la intervención haría parte de la memoria colectiva iraní, desprestigiando a los EEUU, sino que además éstos consiguieron la explotación del 40% del crudo de aquel país. La retirada militar y definitiva de la Gran Bretaña en 1971 produjo una gran pregunta: ¿quién garantizaría la consecución del petróleo? Estados Unidos, el candidato ideal, tenía




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el aliado más seguro, se han aferrado a él. Esta política, sin embargo, no ha afectado lo que se consideran los intereses vitales de los norteamericanos. Con el nacionalismo árabe y persa hubo serios diferendos: las alianzas estratégicas de los nacionalistas con la URSS, además de la cuestión palestina que era fundamental en el programa nacionalista y el siempre creciente apoyo a Israel. Poco les importaba si estos nacionalismos proclamaban la neutralidad y si hacían parte de una historia regional, si eran la reacción contra el colonialismo y luchaban por la independencia, o que para ellos el peligro no era la URSS sino Israel. Apoyando a Hussein fortalecieron a un nacionalismo que cuando se les salió de las manos tuvieron que destruirlo. ¿A quién han beneficiado? Pues a las monarquías, a Israel, pero inclusive a los fundamentalismos. No se han beneficiado ni los palestinos, ni los nacionalismos. Desde los inicios de la Guerra Fría hasta la tercera guerra del Golfo en numerosas ocasiones han legitimado sus acciones en nombre de la democracia, la justicia y la libertad. Pero ha reinado la inconsistencia, pues si bien se han aliado con democracias (Israel), igualmente han protegido monarquías. Tal parece que no importa el régimen. Sobre el régimen represivo y la violación de derechos humanos en Irak, los norteamericanos callaron cuando fue su aliado en la década de los ochenta. Así mismo, sobre la falta de democracia en Arabia. Por consiguiente, su credibilidad no es muy sólida. ¿El imperio benevolente? ¿El imperio de los derechos del hombre? Según ellos, la región se beneficiará con sus acciones. “Liberar” a Irak es tan sólo el comienzo. Pero, ¿se puede verdaderamente democratizar? ¿Imponer democracia desde arriba es válido? Se trata de una moral totalitaria que justifica la guerra para “mejorar” las sociedades. ¿Una ingeniería social? Como están las cosas, la falta de democracia le conviene a una pequeña elite gobernante en la región que toma decisiones útiles para los norteamericanos, tales como compra de armas y mantener el precio de petróleo barato, sin tener que rendirle cuentas a parlamentos o a un gobierno elegido que pudiese tener ideas de otros orígenes. En la actualidad, el caso iraquí es muy diciente. Todo parece indicar que lo que se va a imponer es una democracia restringida. Al escribir estas líneas, los norteamericanos habían rechazado la propuesta de varios sectores iraquíes de elegir una asamblea so pretexto de que de esta manera podrían acceder al poder los baazistas y los chiitas. ¿Qué harían los norteamericanos si los chiitas, a quienes consideran aliados de Irán y que son el 60% de la población, ganasen las prometidas elecciones? Los norteamericanos han manifestado que no tolerarán la injerencia de terceros, por ejemplo, la de Irán, a quien consideran teocrático y autoritario. Pero al mismo tiempo invitaron a oficiales turcos a Kirkuk. Y hasta el momento sabemos que se ha comenzado a desarmar a guerrillas kurdas en el norte del Irak. ¿A solicitud de los turcos? La política norteamericana tan sólo ha tenido en cuenta el petróleo, a Israel, el anticomunismo, los nacionalismos, el terrorismo, el fundamentalismo. Por supuesto, esos han sido los problemas de interés nacional, pero otros problemas cruciales de la región no ha sido tenidos en cuenta, tales como pobreza, regímenes autoritarios, falta de espacios



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la incierta victoria de estados unidos en irak eric lair *

Contrariamente al postulado, algo determinista, de unos analistas que anuncian el declive casi irremediable de las guerras entre Estados1, la intervención militar en Irak en 2003 recordó las posibilidades de confrontaciones interestatales en el sistema internacional. Si bien es cierto que los mayores centros de investigación sobre la violencia en el mundo coinciden en subrayar un descenso en el número de conflictos2 entre Estados desde hace varias décadas y un incremento paralelo de las guerras internas, sería apresurado predecir la extinción de los primeros. Una breve mirada a la geopolítica de la “conflictualidad” invita a una mayor prudencia y circunspección. Basta mencionar al respecto la contienda olvidada entre Etiopía y Eritrea, la participación de distintos países en las hostilidades que se desarrollan en la República Democrática del Congo (antiguo Zaire), las tensiones fronterizas entre la India y Pakistán o aun las potencialidades de enfrentamiento entre Corea del Norte y del Sur. En lo que se refiere a Irak, tras una larga lucha armada con Irán (1980-1988) y luego del conflicto internacional desatado por la invasión a Kuwait (1990-1991), calificados respectivamente de “primera” y “segunda” guerra del Golfo, el régimen de Saddam Hussein fue de nuevo el epicentro de una confrontación interestatal en el primer semestre de 2003. Además de estas líneas de fractura, la orientación ofensiva de la nueva doctrina de seguridad estadounidense hecha pública en septiembre de 20023 deja entrever probables escenarios de conflicto con países “hostiles”, en particular los así denominados “Estados canallas” (rogue states)4. En otras palabras, las guerras interestatales conservan cierta vigencia en la actualidad y en un futuro próximo. Son constitutivas de la incertidumbre propia a la “posguerra fría” y a otras expresiones de violencia mucho más privatizadas y descentralizadas (conflictos armados internos con dimensiones transfronterizas, red de Al Qai’da, etc.). Es precisamente bajo el signo de la incertidumbre que queremos poner en perspectiva el reciente éxito de los países “coalicionados” contra Irak, resaltando el papel de Estados Unidos, quien planeó y encabezó la mayoría de las misiones. Anunciada el 1ro de mayo de 2003 por el presidente triunfalista George W. Bush, la finalización de las “principales operaciones militares” significó la

* Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia & Academia Diplomática de San Carlos. Correo electrónico: laireric@yahoo.fr 1 MANDELBAUM, Michael, “Is major war obsolete?”, en Survival, Vol. 40, No. 4, invierno de 1998-1999, pp. 2038. 2 Por razones de estilo, emplearemos sin distinción semántica las palabras “guerra” y “conflicto (armado)”. 3 Ver el documento National Security Strategy of the United States of America, Washington D.C., Department of State, septiembre de 2002, en http://usinfo.state.gov (consultado en mayo de 2003). 4 Sobre este tema, remitimos a LITWAK, Robert, Rogue states and U.S foreign policy: containment after the cold war, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 2000.


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el aliado más seguro, se han aferrado a él. Esta política, sin embargo, no ha afectado lo que se consideran los intereses vitales de los norteamericanos. Con el nacionalismo árabe y persa hubo serios diferendos: las alianzas estratégicas de los nacionalistas con la URSS, además de la cuestión palestina que era fundamental en el programa nacionalista y el siempre creciente apoyo a Israel. Poco les importaba si estos nacionalismos proclamaban la neutralidad y si hacían parte de una historia regional, si eran la reacción contra el colonialismo y luchaban por la independencia, o que para ellos el peligro no era la URSS sino Israel. Apoyando a Hussein fortalecieron a un nacionalismo que cuando se les salió de las manos tuvieron que destruirlo. ¿A quién han beneficiado? Pues a las monarquías, a Israel, pero inclusive a los fundamentalismos. No se han beneficiado ni los palestinos, ni los nacionalismos. Desde los inicios de la Guerra Fría hasta la tercera guerra del Golfo en numerosas ocasiones han legitimado sus acciones en nombre de la democracia, la justicia y la libertad. Pero ha reinado la inconsistencia, pues si bien se han aliado con democracias (Israel), igualmente han protegido monarquías. Tal parece que no importa el régimen. Sobre el régimen represivo y la violación de derechos humanos en Irak, los norteamericanos callaron cuando fue su aliado en la década de los ochenta. Así mismo, sobre la falta de democracia en Arabia. Por consiguiente, su credibilidad no es muy sólida. ¿El imperio benevolente? ¿El imperio de los derechos del hombre? Según ellos, la región se beneficiará con sus acciones. “Liberar” a Irak es tan sólo el comienzo. Pero, ¿se puede verdaderamente democratizar? ¿Imponer democracia desde arriba es válido? Se trata de una moral totalitaria que justifica la guerra para “mejorar” las sociedades. ¿Una ingeniería social? Como están las cosas, la falta de democracia le conviene a una pequeña elite gobernante en la región que toma decisiones útiles para los norteamericanos, tales como compra de armas y mantener el precio de petróleo barato, sin tener que rendirle cuentas a parlamentos o a un gobierno elegido que pudiese tener ideas de otros orígenes. En la actualidad, el caso iraquí es muy diciente. Todo parece indicar que lo que se va a imponer es una democracia restringida. Al escribir estas líneas, los norteamericanos habían rechazado la propuesta de varios sectores iraquíes de elegir una asamblea so pretexto de que de esta manera podrían acceder al poder los baazistas y los chiitas. ¿Qué harían los norteamericanos si los chiitas, a quienes consideran aliados de Irán y que son el 60% de la población, ganasen las prometidas elecciones? Los norteamericanos han manifestado que no tolerarán la injerencia de terceros, por ejemplo, la de Irán, a quien consideran teocrático y autoritario. Pero al mismo tiempo invitaron a oficiales turcos a Kirkuk. Y hasta el momento sabemos que se ha comenzado a desarmar a guerrillas kurdas en el norte del Irak. ¿A solicitud de los turcos? La política norteamericana tan sólo ha tenido en cuenta el petróleo, a Israel, el anticomunismo, los nacionalismos, el terrorismo, el fundamentalismo. Por supuesto, esos han sido los problemas de interés nacional, pero otros problemas cruciales de la región no ha sido tenidos en cuenta, tales como pobreza, regímenes autoritarios, falta de espacios


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políticos, corrupción, injusticias sociales, desigualdades socioeconómicas, conflictos de diversa índole, etc. La pregunta es, entonces, ¿cuál es papel de una potencia hegemónica? Partamos de la idea de que los grandes conflictos del Medio Oriente tan sólo se pueden solucionar, para bien o para mal, por medio de los EEUU. Y agreguemos que habría que comprender la región no sólo a partir de los intereses nacionales, sino a partir de la pluralidad y las tradiciones, esperanzas y temores de sociedades cuyas aspiraciones y valores deben ser reconocidas como tales, independientemente de las necesidades norteamericanas39. Los EUA deben llevar una política exterior más equilibrada. Deben presionar a Israel a una paz más justa. Así, pueden disminuir presiones violentas de fundamentalistas. Esto a su vez disminuiría presiones internas a sus aliados. Invitar a otras potencias, como se está haciendo en este momento con la Hoja de Ruta, es una buena jugada. Eso les dará a los norteamericanos prestigio pues los resultados seguramente no van a ser tan estrechos como hasta la actualidad. Se necesitan políticas más equilibradas, menos dadas a la confrontación. Patrocinar el diálogo reduce temores y antagonismos. Compromisos multilaterales, como un sistema de seguridad colectiva con todos los países, son necesarios pues dan más seguridad, ya que la “doble contención” de Clinton o las amenazas a Siria e Irán de Bush hijo tienden a marginar actores. Un mundo más equilibrado consistiría en que todos destruyeran sus armas de destrucción masiva, nucleares y biológicas, y no sólo las señaladas por Washington. ¿Se trata de una oportunidad histórica para remodelar la región? Se debe tener en cuenta que entre los Estados Unidos y el Medio Oriente no existe un choque frontal entre civilizaciones. Como diría Kepel, en el Medio Oriente “Estados Unidos fascina, la gente intenta sumergirse en su civilización, su cultura, sus formas de consumo, pero intenta negociar una identidad particular en este marco”40. En ese sentido, no todo está perdido para los Estados Unidos; ya vimos en qué momentos han gozado de popularidad: después de la Primera Guerra Mundial, durante la guerra de 1956 y con el proceso de paz en 1991. Los radicales podrán ser disminuidos con reformas sociales y con la solución al problema palestino. La pax americana es el comienzo de una nueva vida para la región. ¿Habrán aprendido los norteamericanos alguna lección en relacionarse con el Medio Oriente? ¿Qué van a hacer para que sus nuevos aliados iraquíes, o los que liberaron del yugo de Hussein, no se tornen contra ellos, como lo hicieron los fundamentalistas o el mismo Hussein?

39 Valga la pena señalar que el desconocimiento es mutuo. Los árabes tampoco son los grandes conocedores de los Estados Unidos. Said desarrolla esta tesis en “Ignorant Armies Clash by Night”, en SAID, Politics of Dispossession, op. cit., pp. 287-294. 40 KEPEL, Gilles, Crónica de una guerra de Oriente, Barcelona, Península, 2002, pp. 20, 70.


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la incierta victoria de estados unidos en irak eric lair *

Contrariamente al postulado, algo determinista, de unos analistas que anuncian el declive casi irremediable de las guerras entre Estados1, la intervención militar en Irak en 2003 recordó las posibilidades de confrontaciones interestatales en el sistema internacional. Si bien es cierto que los mayores centros de investigación sobre la violencia en el mundo coinciden en subrayar un descenso en el número de conflictos2 entre Estados desde hace varias décadas y un incremento paralelo de las guerras internas, sería apresurado predecir la extinción de los primeros. Una breve mirada a la geopolítica de la “conflictualidad” invita a una mayor prudencia y circunspección. Basta mencionar al respecto la contienda olvidada entre Etiopía y Eritrea, la participación de distintos países en las hostilidades que se desarrollan en la República Democrática del Congo (antiguo Zaire), las tensiones fronterizas entre la India y Pakistán o aun las potencialidades de enfrentamiento entre Corea del Norte y del Sur. En lo que se refiere a Irak, tras una larga lucha armada con Irán (1980-1988) y luego del conflicto internacional desatado por la invasión a Kuwait (1990-1991), calificados respectivamente de “primera” y “segunda” guerra del Golfo, el régimen de Saddam Hussein fue de nuevo el epicentro de una confrontación interestatal en el primer semestre de 2003. Además de estas líneas de fractura, la orientación ofensiva de la nueva doctrina de seguridad estadounidense hecha pública en septiembre de 20023 deja entrever probables escenarios de conflicto con países “hostiles”, en particular los así denominados “Estados canallas” (rogue states)4. En otras palabras, las guerras interestatales conservan cierta vigencia en la actualidad y en un futuro próximo. Son constitutivas de la incertidumbre propia a la “posguerra fría” y a otras expresiones de violencia mucho más privatizadas y descentralizadas (conflictos armados internos con dimensiones transfronterizas, red de Al Qai’da, etc.). Es precisamente bajo el signo de la incertidumbre que queremos poner en perspectiva el reciente éxito de los países “coalicionados” contra Irak, resaltando el papel de Estados Unidos, quien planeó y encabezó la mayoría de las misiones. Anunciada el 1ro de mayo de 2003 por el presidente triunfalista George W. Bush, la finalización de las “principales operaciones militares” significó la

* Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia & Academia Diplomática de San Carlos. Correo electrónico: laireric@yahoo.fr 1 MANDELBAUM, Michael, “Is major war obsolete?”, en Survival, Vol. 40, No. 4, invierno de 1998-1999, pp. 2038. 2 Por razones de estilo, emplearemos sin distinción semántica las palabras “guerra” y “conflicto (armado)”. 3 Ver el documento National Security Strategy of the United States of America, Washington D.C., Department of State, septiembre de 2002, en http://usinfo.state.gov (consultado en mayo de 2003). 4 Sobre este tema, remitimos a LITWAK, Robert, Rogue states and U.S foreign policy: containment after the cold war, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 2000.


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caída del poder personalizado de S. Hussein, presidente desde julio de 1979 cuando reemplazó a su “protector”, Ahmad Asan Al Bakr, quien le cedió el cargo oficialmente por razones de salud5. Las diferentes campañas de la guerra de 2003 se llevaron a cabo de manera “relámpago” con una evidente demostración de fuerza por parte de Estados Unidos. No obstante, la derrota del régimen iraquí plantea una serie de interrogantes y preocupaciones en un momento en que se multiplican los actos de resistencia, armados o no, contra la presencia de tropas extranjeras en Irak y que el gobierno de unión nacional posconflicto, prometido por la “coalición”, tarda en conformarse, agudizando el descontento de la población local confrontada a problemas “societales” cotidianos. Para muchos analistas, más allá de su carácter expeditivo, la guerra constituyó uno de los puntos culminantes de una diplomacia estadounidense con rasgos unilateralistas y “mesiánicos”6, más ambiciosa que en la época de la “segunda guerra del Golfo”. A diferencia de ésta, se planeó una campaña de ocupación del territorio iraquí con el propósito de desactivar las armas de destrucción masiva que supuestamente poseía el régimen, de neutralizar grupos “terroristas” escondidos en el país, de liberar la población de un sistema político opresivo y de generar las condiciones de una democracia moderna. Desde el punto de vista del Derecho Internacional Público, la guerra de 1991 liderada por Estados Unidos obedeció a una lógica de “legítima defensa”, consecutiva al ataque de Irak a Kuwait, razón por la cual fue concertada entre varios Estados con el aval de las Naciones Unidas. Por el contrario, consideramos que el envío de tropas a Irak en 2003 careció de legalidad. Pese a los alegatos de estadounidenses y británicos argumentando que puesto que Irak había incumplido las condiciones de desarme impuestas en 1991 –confirmadas en noviembre de 2002 mediante la resolución 1441-, el uso de la fuerza tenía fundamento en la resolución 678 de 1990, la intervención de 2003 estuvo rodeada de una ilegalidad patente. En primer lugar, la ofensiva no fue sometida a un voto previo emitido por el Consejo de Seguridad, máxima instancia encargada de la seguridad internacional7. Tampoco remitió claramente a los escenarios contemplados en el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidos, a saber un acto de “agresión” de un Estado contra otro y/o una amenaza a la paz y la estabilidad en el sistema internacional. Además, para la opinión pública de muchas naciones careció de toda legitimidad ya que la administración de G. Bush no supo convencer de la necesidad de emplear la fuerza contra S. Hussein, demostrando por ejemplo que Irak sí había acumulado armas y que el ejecutivo iraquí tenía vínculos explícitos con la red de Al Qa’ida (La Base) de Osama Ben Laden, presunto organizador de los ataques del 11 de septiembre de 2001. De allí, las reticencias de numerosas naciones a la hora de apoyar una solución armada contra Irak y de conformar una alianza que, dominada por la tríada anglosajona “Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia”, agrupó 5

Muchos especialistas consideran que éste fue obligado por los partidarios de Hussein a entregar “pacíficamente” el poder aludiendo a sus problemas de salud, so pena de un golpe de Estado sangriento que hubiera hundido el país en un nuevo ciclo de violencia. Sobre este episodio y la historia política agitada del país desde la caída de la Monarquía en 1958 hasta la posesión de Hussein en 1979, ver COUGHLIN, Con, La vida secreta de Saddam Hussein, Bogotá, Editorial Planeta, 2003, pp. 59-239. 6 En el plano internacional, Estados Unidos suele atribuirse una misión que reviste claros tintes religiosos: la defensa de algunos principios y valores como la lucha por la democracia. GUÉTIN, Nicole, “Le messianisme américain”, en Esprit, París, mayo de 2003, pp. 25-32. 7 Según los términos del artículo 24 de la Carta de la ONU.


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supuestamente a cerca de cincuenta países, sin que se supiera en qué consistió el respaldo ni la identidad de los participantes (la tercera parte de ellos guardó el anonimato...). Se trató entonces de una situación lejana a la guerra de 1991, que contó con un largo consenso entre los miembros de la comunidad internacional, proclive a una acción militar para sancionar con contundencia al régimen de Bagdad. La postura internacional de Estados Unidos puede ser aprehendida a la luz de dos parámetros complementarios. Para los partidarios (entre otros, los así llamados “neoconservadores”8) de una política exterior activa que privilegia la supremacía de la “seguridad nacional”, el conflicto de 2003 fue la ocasión de afirmar la determinación –deficiente, según ellos, en 1991- de erradicar un poder iraquí considerado “desafiante” y “amenazante”. Por otra parte, la memoria traumática de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, que golpearon sus centros vitales, llevó a Estados Unidos a entrar en un horizonte de acción bélica, el cual ha dinamizado las representaciones de tipo amigo-enemigo, como lo revela la formulación del “eje del Mal” por la propia administración Bush, y la idea de “guerra anticipada”9 que abre la puerta a cualquier operación armada unilateral en el futuro. En este contexto evolutivo, cabe preguntarse qué significado se le puede otorgar al despliegue militar estadounidense y a su corolario: el derrumbe brutal, tan “fácil” nos atreveríamos a decir, de las fuerzas de Hussein. ¿Qué tipo de victoria se ha conseguido, teniendo en cuenta que la guerra ha liberado en la sociedad una miríada de fuerzas centrífugas y que la coyuntura internacional se caracteriza, entre otras cosas, por un recrudecimiento de las manifestaciones contra Estados Unidos (más o menos estructuradas), manifestaciones asociadas a la “cruzada contra el terrorismo” que se extendió después del 11 de septiembre de 2001? No es cuestión de prolongar la discusión, ampliamente debatida en otros espacios10, sobre los motivos políticos y económicos que llevaron a Estados Unidos a emprender una acción militar en Irak, ni de hacer el estudio de las sinuosas relaciones entre este país y las potencias occidentales11, o aun un relato minucioso de los eventos que puntuaron la guerra. Preferimos someter a consideración del lector algunas reflexiones parciales acerca de la naturaleza y las repercusiones inmediatas de un conflicto difícil de penetrar por falta de distancia histórica ante los hechos. 1. el extraño triunfo armado de una superpotencia militar Las operaciones militares de la “tercera guerra del Golfo” se iniciaron en la noche del 19-20 de marzo de 2003, con base en un dispositivo militar regional multidimensional12. A diferencia de 8

Sobre este tema, remitimos a VAÍSSE, Justin, HASSNER, Pierre, Washington et le monde : ceux qui pensent la stratégie américaine, París, Autrement-CERI, 2003. 9 Idea de “preemptive war” adelantada ante la inminencia de una iniciativa enemiga o de un hecho hostil ya comprobado, y no de “preventive war”, que remite a amenazas o riesgos más aleatorios y lejanos en el tiempo. 10 Ver, por ejemplo, las distintas contribuciones reunidas en la revista Politique Etrangère, París, n° 1, primavera de 2003. 11 Ver las reflexiones de BOSEMBERG, Luis Eduardo, en la presente publicación. 12 Estados Unidos pudo contar en la zona con el apoyo de Arabia Saudita, Qatar, Kuwait, Jordania y ex repúblicas de la Unión Soviética, donde permanecen hoy algunas de sus tropas. Aliado particularmente versátil, Turquía, miembro


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1991, los bombardeos aéreos se llevaron a cabo casi simultáneamente a los ataques terrestres, pues se iniciaron apenas cinco semanas antes de éstos últimos. Partiendo del sur del país, el núcleo de los efectivos de la “coalición” remontó en dirección del norte del país por vías paralelas a los ríos Éufrates y Tigris (elementos del V° Cuerpo13 y Iª Fuerza Expedicionaria de Marinos14) para llegar a la capital, Bagdad, que fue tomada, sin ser totalmente controlada ni protegida, el 9 de abril con la caída simbólica de una imponente estatua de Hussein en el centro de la ciudad. Lograda en menos de treinta días de combates (entre marzo y abril), la victoria de la “coalición”, refleja una de las múltiples facetas de lo que los estrategas llaman una “guerra asimétrica”15 entre una superpotencia militar y económica, y un adversario exangüe tras años de embargo decretado a raíz de la agresión contra Kuwait (“segunda guerra del Golfo”). Independientemente del carácter sofisticado de los sistemas de armas, algunas cifras16 dan una idea de la vertiginosa capacidad de proyección aeroterrestre y naval de Estados Unidos para sostener un esfuerzo de guerra de esta índole. En 2003, se reunieron unos 250.000 soldados, complementados por 40.000 británicos y 4.000 australianos17, mientras que en 1991 fueron más de 500.000 hombres con una movilización internacional de mayor alcance. También se movilizaron alrededor de 1.000 aeronaves operativas y se realizaron aproximadamente 25.000 salidas aéreas con 700 misiones de ataque. La guerra se fundamentó en campañas que combinaban las diferentes unidades de las fuerzas norteamericanas (ejército, fuerza aérea, marina y comando de las tropas especiales), las cuales invadieron muy rápidamente a Irak. Los operativos requirieron celeridad y precisión en la ejecución de las maniobras y una concentración de esfuerzos contra el enemigo. La idea consistió en desorganizarlo con el propósito de limitar, o mejor aún, aniquilar su dispositivo armado fusionando tres factores clásicos destacados por la literatura militar, a saber: la sorpresa, la aplicación de una abrumadora capacidad de fuego y –hecho menos usual en la tradición militar de Estados Unidos- la flexibilidad de las unidades18. Comentaristas entendieron la confrontación en términos de “choque y pavor” (shock and awe), al singularizar el impresionante poder de fuego del arsenal estadounidense que se hizo ostensible a partir del 21 de marzo de 2003. Retomaron de manera más o menos explícita la teoría avanzada por especialistas en asuntos militares19, sin apreciar siempre toda la significación de semejante de la Organización del Tratado Atlántico Norte desde 1952, a la cual pertenece también Estados Unidos, se rehusó, tras un voto del Parlamento, a permitir el despliegue masivo de soldados norteamericanos en su territorio para atacar a Irak. 13 Allí se destacó el protagonismo de la División de Infantería n° 3 y de la División Aerotransportada n° 101, las cuales contribuyeron ampliamente a abrir el camino hacia Bagdad. 14 Conformada ante todo por las Divisiones de Marinos n° 1 y 2. 15 COURMONT, Barthélémy, RIBNIKAR, Darko, Les guerres asymétriques, París, PUF, 2002. 16 Datos disponibles en el sitio internet del centro de investigación “Center for Strategic and International Sudies”, s.f., en http://www.csis.org (consultado en julio de 2003). 17 Sin embargo, conviene precisar que todos estos efectivos no estaban disponibles para pelear, pues por cada combatiente se requieren entre 2 y 6 hombres dedicados a funciones de logística y vigilancia. 18 Para un análisis reciente del estilo de guerra estadounidense, remitimos a COLSON, Bruno, La culture stratégique américaine, París, Economica, p. 199. 19 ULLMAN, Harlan, WADE, James, Shock and awe: achieving rapid dominance, Washington D.C., National Defense University Press, 1996.


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aserción. En una acepción estricta y clásica, esta teoría insiste en los efectos psicológicos “desestructurantes” para los soldados o la población civil provocados por la repetición de ataques masivos de fuerte potencial destructivo (guerra de “atrición”20 directa que erosiona la malla defensiva y la moral del otro) con la intención de lograr un “dominio rápido” del enemigo. El conflicto de 1991 encarnó esta modalidad de guerra con largos frentes de combate por su extensa y “aplastante” campaña aeroterrestre, ante todo dirigida contra los soldados y puestos de mando iraquíes (aunque los civiles se vieron afectados por las acciones bélicas). En contraste, la “tercera guerra del Golfo” se enmarcó en un ambiente doctrinal más profuso e indeciso. En 2003, hubo intención de “descabezar” la resistencia de Irak y romper su cohesión y voluntad de lucha mediante intensos bombardeos aterrorizantes. Pero se introdujeron elementos de flexibilidad, bien sea con las grandes unidades de combate, o las fuerzas ligeras y especiales, al igual que se hizo un uso pródigo de sistemas de alta precisión. Es decir que, en una línea menos rígida que una visión tradicional del “choque y pavor”21, los golpes precisos (“quirúrgicos”) y movimientos rápidos de la “coalición” buscaron ocasionar confusión e inclusive pánico entre las filas adversas. La presente guerra respondió, a grandes rasgos, a lo que expertos encasillan en la “doctrina Rumsfeld”, del nombre del actual Secretario de Defensa de Estados Unidos. Ésta reposa en el uso de un número circunscrito de tropas dotadas de una importante movilidad y un armamento sofisticado. La convergencia hacia puntos específicos y delimitados del sistema adverso, la velocidad, la combinación entre “fuego-precisión” y un apoyo aéreo cercano para las fuerzas terrestres son algunos de los preceptos básicos de este modo de guerra, que procura golpear con efectos dislocantes (disruption), evitando exponerse a los ataques enemigos. Esta doctrina se distancia en muchos aspectos de los diseños de 1991 que procedían, en sus grandes orientaciones, del General Colin Powell (hoy Secretario de Estado), adepto de una inmensa concentración de unidades y fuego (sobre todo aéreo) contra el adversario, con el fin de lograr una superioridad decisiva y minimizar las pérdidas humanas en los rangos estadounidenses y aliados (ideal de la guerra “cero muerto”22). De hecho, Donald Rumsfeld criticó en repetidas oportunidades, con el tono provocador que lo caracteriza, este espectro de la guerra23, exigente en términos de movilización de soldados y material, mal adaptado según él a los teatros de confrontación, donde el enemigo es descentralizado y “elusivo”24 (versátil y sin posición estable). Por eso, este último quiso aliviar al máximo el tamaño de las tropas involucradas en la confrontación a pesar de las reticencias de varios oficiales de alto rango, principalmente del ejército. 20 Anglicismo derivado de la palabra “attrition”, recurrente en la literatura militar contemporánea. Según los casos, la noción remite a las capacidades de desgaste y/o “aplastamiento” de un beligerante frente a otro. 21 ULLMAN, Harlan, WADE, James, op. cit., capítulo II, ofrecen una imagen multidimensional y modular de esta teoría. 22 Para una lectura crítica de esta visión de la guerra, ver JOXE, Alain, L’Amérique mercenaire, París, Payot, 1995. 23 Ver el documento redactado por CORDESMAN, Anthony, Iraq war note: non-pause, the true logistic story and blaming Rumsfeld, Washington D.C., Center for Strategic and International Studies, 29 de marzo de 2003, p. 2, en http://www.csis.org (consultado en agosto de 2003). 24 Sobre este tema, ROSENAU, William, Special operations forces and elusive enemy targets: lessons from Vietnam and the Persian Gulf war, Rand Corporation, 2001, en http:// www.rand.org (consultado en abril de 2003).


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Esta oposición de concepciones acerca de la guerra se evidenció cuatro días después del comienzo de los enfrentamientos, a medida que se dispersaban los focos de resistencia frente a la “coalición” y se alzaban voces que, asumiendo el legado doctrinal de C. Powell, subrayaban la relativa insuficiencia de combatientes cuyo incremento, según ellos, era necesario en la perspectiva de adelantar una ambiciosa operación de penetración y ocupación de Irak. Para superar este debate, fruto de una profunda evolución en el pensamiento militar y en “el arte de la guerra” estadounidenses25, podemos afirmar que la contienda de 2003 fue una síntesis del conflicto de 1991 (guerra eminentemente frontal) y de la campaña en Afganistán26 (fuerzas especiales móviles y armas aéreas de alto fuego-precisión) posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001, y en el trasfondo una modernización tecnológica sin equivalente. Por otra parte, con el fin de progresar en la comprensión de la derrota de las fuerzas de Hussein, es útil volver a la trilogía “sorpresa, fuego, flexibilidad” a la que ya aludimos. Tras semanas de fricciones diplomáticas entre los miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ante todo entre los Estados que tienen asiento en el Consejo de Seguridad), la iniciativa militar privilegiada por Estados Unidos se aparentó a una guerra anunciada en la que la dimensión temporal de la sorpresa no pudo ser realmente explotada por Estados Unidos en una escala estratégica27 (con un ataque masivo imprevisible, por ejemplo, acarreando un desplome del dispositivo enemigo). Principio polimorfo y fluctuante en el transcurso de cualquier guerra, la sorpresa28 se dio más bien en la circunstancia de índole táctica29, a la vez espacial y tecnológica. Expliquémonos: atacar los sitios desprotegidos y/o neurálgicos del enemigo empleando armas de efectos “paralizantes”, prácticamente desconocidas por la cúpula político-militar y los soldados iraquíes, fue uno de los leitmotiv y retos de la “coalición”. Siguiendo los planteamientos de influyentes teóricos de la guerra aérea como John Warden30 quien se ilustró por haber expuesto un esquema de “parálisis estratégica” según una selección concéntrica de blancos (ver ilustración), los estadounidenses apuntaron así en prioridad a los “centros de gravedad” pertenecientes a la cúpula nacional, a las funciones vitales y a los principales bloques de resistencia militar activos en el campo de batalla (bases, baterías antiaéreas, columnas blindadas, etc.). 25

Nos alejamos en este sentido de la interpretación propuesta por BOOT, Max, “The new American way of war”, en Foreign Affairs, julio-agosto de 2003, quien se inclina a pensar, de manera apresurada y categórica, que asistimos a una nueva forma dominante de pensar y hacer la guerra. Artículo disponible en: www.foreignaffairs.org (consultado en agosto de 2003). 26 Para un análisis detallado de esta guerra, ver CORDESMAN, Anthony, The lessons of Afghanistan, Washington D.C., Center for Strategic and International Studies, 12 de agosto de 2002, en http://www.csis.org (consultado en agosto de 2003). 27 Enfoque más genérico y amplio de la guerra susceptible de modificar en cualquier momento la configuración y el curso de ésta. Para una diferenciación sintética de los niveles estratégico, operativo y táctico de la guerra, ver UNITED STATES MARINE CORPS, Warfighting, Nueva York, Doubleday, 1995. 28 Para algunas consideraciones teóricas sobre la noción de “sorpresa”, ver LEONHARD, Robert, The principles of war for the information age, Novato, Presidio, 2000, pp. 182-193. 29 Escala de la guerra que contempla la preparación y la conducción de los combates en el campo de batalla. 30 FADOK, David, La paralysie stratégique par la puissance aérienne: John Boyd et John Warden, París, Economica, 1999, pp. 43-57.


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El objetivo primordial fue neutralizar al adversario y asegurar la marcha de las tropas que se dirigían hacia la capital, donde se concentraba la dirección de un sistema altamente centralizado, a partir de la tenue costa marítima del país mientras se abría un segundo frente de guerra en el norte de Irak (26 de marzo) gracias a la incursión de fuerzas especiales aerotransportadas, en complemento de combatientes auxiliares autóctonos –los kurdos- (conocidos como los Peshmergas, estimados en unos 60.000 hombres) unidos contra Hussein. Ahora bien, la sorpresa en sí no es suficiente para explicar la caída del régimen iraquí. Ésta fue asociada a una asombrosa utilización de fuerzas sustentada por una compleja y sofisticada maquinaria de guerra cuya sigla en inglés se resume a “C4isr”, por “control, comando, comunicación, computador, inteligencia, supervisión y reconocimiento”. Todos estos elementos son inherentes a lo que unos especialistas estiman ser una “revolución militar”31 que está transformando la manera de pensar y hacer la guerra. El hecho es que el conflicto con Irak sirvió de vitrina a la superpotencia militar estadounidense para “exhibir” los resultados de años de experimentos y avances científicos. Al mismo tiempo, fue un laboratorio para “ensayar” nuevos aparatos y/o afinar el uso de armas ya comprobadas en distintas situaciones conflictivas (liberación de Kuwait en 1991, ex Yugoslavia y Afganistán después del 11 de septiembre de 2001). Tomemos algunos ejemplos. Se calcula que alrededor del 90% de las armas tenían componentes de alta precisión contra el 10% en el “segundo conflicto del Golfo”, con la difusión notoria de sistemas orientados por satélite (Global Positioning System) generalmente más eficientes que el guiado por láser. Esta guerra fue también la oportunidad para Estados Unidos de enseñar un repertorio de bombas que en su conjunto no tiene ningún equivalente en el mundo. Sin pretender a la exhaustividad, vale citar al respecto la función perturbadora de las ojivas electromagnéticas (ebombs). Corresponden a la categoría de los explosivos microondas, que son objeto de continuas experimentaciones desde la segunda mitad de los años 1980, de fuerte potencia que alteran en primera instancia los circuitos eléctricos y electrónicos, aunque no se conocen públicamente sus secuelas sobre los seres vivos. Entre las armas dichas más “letales”, cabe mencionar la presencia de aviones cargados de bombas “termobáricas” (thermobaric bombs) que son un derivado más sofisticado y poderoso que las bombas incendiarias, hoy utilizadas por los rusos en Chechenia en nombre de la “lucha antiterrorista”. Concebidas para eliminar a grupos humanos replegados en lugares de difícil acceso, las armas “termobáricas” (mezcla de una enorme presión y calor) fueron probadas en situación de hostilidad en el este de Afganistán (Gardez) en 2002 contra activistas de la red de Al Qa’ida aparentemente escondidos en cuevas32. Por último, evoquemos la aparición en situación bélica de artefactos convencionales descritos como los más destructivos jamás

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Ver en este sentido KNOX, McGregor, MURRAY, Williamson (editores), The dynamics of military revolution, Cambridge, Cambridge University Press, 2001. 32 Sobre los antecedentes de la guerra actual en Afganistán y los vínculos entre el grupo talibán y los miembros de Al Qa’ida, ver LAIR, Eric, “Afganistán y las redes islamistas armadas”, en Análisis Político, Bogotá, N. 44, septiembrediciembre de 2001, pp. 77-87.


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elaborados (Massive Ordnance Air Blast)33 que son susceptibles de causar sentimientos de “choque y pavor”. La flexibilidad es el último parámetro de la trilogía destacada para leer la guerra. Incumbió en gran parte a los contingentes ligeros y especiales que se consagraron a la identificación de blancos, la infiltración para obtener información en un entorno hostil, la creación de cordones de seguridad en zonas delimitadas, la preparación de ataques de gran magnitud y la vigilancia de ciertos puntos de la infraestructura vial y petrolera. Las tropas especiales británicas de la “Primera División Blindada” se ilustraron en este sentido al tomarse y “pacificar” la ciudad petrolífera de Basora, ubicada en una región de población chiita en el sur del país. En la otra extremidad del territorio, el lanzamiento en paracaídas de unos 1.000 hombres de la “Brigada Aerotransportada n° 173”, la cual participó con los kurdos en las confrontaciones contra las tropas leales a Hussein y el grupo Anzar-al-Islam, cercano a Al Qa’ida, quedará en los anales de la historia militar como una de las operaciones aéreas más arriesgadas y exitosas. Dentro de los planes de Estados Unidos, las unidades especiales y ligeras estaban ante todo alistadas para actuar en medio urbano, creyendo que las tropas iraquíes iban a atraerlas hacia las grandes ciudades donde ni los estadounidenses ni los británicos están acostumbrados a librar combates. Se esperaba una guerra por barrios, calles y casas en Bagdad, donde se iba a desarrollar la “madre de todas las batallas urbanas”, aunque los aliados querían evitar este tipo de escenario y habían pensado incursionar en las ciudades con pequeños destacamentos móviles34 hostigando en permanencia al enemigo, en vez de tratar de ocupar posiciones, como había sido el caso en Mogadiscio (Somalia), una década atrás. Sin embargo, por razones que no resultan muy claras por el momento (probablemente defecciones en las filas castrenses, falta de disponibilidad operativa y pavor ante la proximidad de los enfrentamientos), no se dio la guerra de las ciudades, ya que el grueso de las fuerzas y de los partidarios del régimen iraquí se desvaneció ante la inminencia de las confrontaciones, a excepción por ejemplo de Basora y Bagdad, ésta última defendida con ardor en su periferia sur entre el 4 y el 8 de marzo antes de caer en el poder de la “coalición”. Por supuesto, la superioridad tecnológico-militar de la “coalición” explica la “evaporación” de los beligerantes iraquíes. No obstante, ésta se retroalimentó de motivos de política interna que no se pueden menospreciar. La debilidad y la falta de fidelidad de las fuerzas armadas del régimen de Hussein se entienden por la opresión ejercida durante años contra la población, las sucesivas purgas organizadas en el interior de la institución militar por el propio presidente que no tenía una excesiva confianza en ella, la formación defensiva del dispositivo militar, el no uso (no explicado si se confirma que el régimen tenía semejante arsenal) de armas de destrucción masiva o aún las dos “guerras del Golfo” y luego los años de embargo ordenado por las Naciones Unidas contra el país. Por lo tanto, al estallar el conflicto en 2003, el mandatario iraquí sólo puede contar con el apoyo reducido de facciones de la Guardia Republicana, la Guardia Republicana Especial, los

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Clase de bomba que recibió el apodo de “madre de todas las bombas” por su sigla M.O.A.B. (Mother Of All Bombs) en inglés. 34 Al estilo de las abejas, lo que traduce el inglés por la palabra “swarming”.


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fedayines (milicias de combatientes) y simpatizantes del partido Baaz (partido del “Renacimiento”), los cuales reunían en el papel más de 80.000 hombres en armas35. De allí la sensación de una guerra en la que los combates más virulentos se realizaron por fuera de los centros urbanos contra una amenaza iraquí -¿voluntariamente?- sobrevaluada. La impresión de un conflicto “relámpago” con mínimos focos de resistencia fue acentuada por una cobertura mediática restringida por los integrantes de la “coalición”. Surge entonces la premisa de saber cuántos iraquíes desaparecieron a lo largo del conflicto y hasta qué punto éste destruyó el tejido social del país, que, por lo demás, la administración Bush se ha propuesto reconstruir con la cooperación, por ahora precaria, de otros agentes de la comunidad internacional.

2. estados unidos desafiado por una geopolítica interna inestable Si aún es prematuro para establecer un balance detallado de los costos humanos y materiales de la guerra, está claro en cambio que la contienda armada ha generado y/o exacerbado rivalidades de orden político, socioeconómico e identitario no sólo en Irak sino también en los países limítrofes. Para sintetizar, el presente estudio se limitará a esbozar un panorama de las cuestiones kurda y chiita, excluyendo el tema de las luchas intestinas que atraviesan una sociedad iraquí, dividida en varios clanes, árabe y mayoritariamente de confesión sunita, enfrentada a un vacío de poder tras la destitución de Hussein. Empecemos por los espacios septentrionales del país donde se agrupan los pueblos kurdos, estimados en unos cinco millones de habitantes. Las reivindicaciones kurdas deben ser contextualizadas en una trama translocal, la cual permite resaltar el peso de una historia serpentina a lo largo del siglo XX. Esta historia es la de una nación sin Estado, distribuida entre Turquía, Siria, Irak, Irán y Armenia36 (más de treinta millones de personas en total). Después de la Primera Guerra Mundial y la caída del Imperio otomano que había contenido, no sin sobresaltos, las veleidades identitarias de sus numerosas poblaciones, la “problemática” kurda irrumpió con vigor en el escenario internacional, en especial en Turquía. La formación de Turquía a principios de la década 1920 bajo el impulso de Mustafa Kemal Atatürk, tras una contienda armada con Grecia respaldada por las fuerzas británicas, vino a contrariar las aspiraciones de constitución de un Estado kurdo, evocado años antes (tratado de Sèvres de 1920) por los países vencedores del segundo conflicto mundial. El tratado de Lausana de 1923, que trazó los límites de la Turquía moderna, marcó jurídicamente la inclusión de los kurdos dentro de una nación turca que se pretendía unitaria. En la época, ante las presiones diplomáticas de las grandes potencias europeas presentes en la región, la joven Turquía tuvo que renunciar en 1926 a sus pretensiones territoriales sobre la petrolífera wayilia de Mosul, en la zona del actual Kurdistán de Irak. Hasta entonces, Irak había estado bajo mandato de los británicos (acuerdos Sykes-Picot de 1916), y sólo lograría su independencia en 1932. Como contrapartida, Atatürk, con el apoyo tácito de estas mismas potencias, logró edificar las bases de un Estado laico 35

Total de hombres que nunca fue operacional en su conjunto, contrariamente a lo que dejan suponer algunos analistas como BOOT, Max, The new American way of war, op. cit. 36 Éstos son los principales pero no los únicos países con población kurda.


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en apariencia no fragmentado en detrimento del nacionalismo kurdo y de corrientes islámicas que intentaban entrometerse en las esferas públicas (islamismo). Desde entonces, las autoridades centrales de Turquía han seguido una política errática frente a los kurdos, la cual ha oscilado según las épocas entre negación, exterminación, deportación, exclusión y recientemente un tímido acercamiento conciliador con el reconocimiento de algunos derechos culturales y políticos37. En el transcurso de la primera mitad del siglo XX, los kurdos, incorporados violentamente a la nación turca, se caracterizaron por una fuerte propensión a orquestar rebeliones puntuales que fueron aplastadas por las fuerzas regulares. Además de las olas de represión esporádicas en su contra, la evolución de la comunidad se caracterizó por la constitución estable de partidos nacionalistas que inscribieron la acción de los kurdos en la larga duración, a pesar de intempestivas pugnas. Allí cabe mencionar sucintamente el rol transregional del Partido Democrático del Kurdistán de Turquía (PDKT) creado en 1965, igualmente activo en Irak, Irán y Siria, el cual se debilitó por varias divisiones que provocaron en particular la eclosión del grupo de los “Partidarios de la Liberación Nacional de Kurdistán” (KUK), no marxista, a diferencia de muchas facciones. Este último se lanzó a finales de la década 1980 en una confrontación con otra organización de tipo separatista en auge, el “Partido de los Trabajadores de Kurdistán” (PKK) oficialmente fundado en 1978 por Abdullah Oçalan (conocido con el apodo de “Apo”: tío), decidido a luchar por la vía armada contra los colaboradores del Estado turco y sus fuerzas armadas. Indudablemente, por sus acciones violentas mediatizadas, el PKK contribuyó a llamar la atención internacional sobre el porvenir de los kurdos. Sin embargo, fue también un factor de divisiones intracomunitarias y de la militarización en las regiones orientales de Turquía limítrofes con países de población kurda, ya que en muchas ocasiones el grupo armado incursionó en el territorio iraquí (hasta hace poco) perseguido por las tropas turcas. Encerrado en una lógica de violencia tous azimuts, y privado de una base social lo suficientemente arraigada, el PKK se fragilizó en la década 1990. La detención de su líder carismático, Oçalan, en 1999 en Kenia, acarreó la fragmentación del movimiento, que presenta hoy menos veleidades independistas que en el pasado. La atomización del PKK, denominado “Congreso para la Libertad y la Democracia en Kurdistán” (KADEK) desde 2002, traduce un cambio de línea política y la relativa apatía de la contestación (armada sobre todo) kurda en Turquía, después de años de convulsiones, así como el alejamiento (¿provisional?) de las posibilidades de independencia. Se trata de una coyuntura bastante disimilar a la de los kurdos de Irak, revigorizados por la “zona de protección” establecida por las Naciones Unidas en el norte del país a raíz de la “segunda guerra del Golfo” con el propósito de proteger a la población. En los hechos, esta zona se ha revelado ser un elemento de autonomía para los kurdos, beneficiados en este aspecto gracias a dicha guerra, contrariamente a los chiitas del sur de Irak, como lo veremos a continuación. En este contexto, la destitución del régimen Baaz en 2003 ha intensificado las expectativas kurdas en cuanto a la viabilidad de una independencia, que no es apoyada por todos los clanes (existe por ejemplo un proyecto alternativo de autonomía en una federación iraquí) y a la cual se opone 37

Ver CHALIAND, Gérard, Le malheur kurde, París, Editions du Seuil, 1992, pp. 61-101.


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Turquía, preocupada por una reactivación repentina del nacionalismo kurdo en la confluencia del activismo en Irak38. El aparente fortalecimiento actual de los kurdos en el escenario político interno de Irak no debe ocultar una historia de violencias periódicas. A medida que se fortificó el Estado poscolonial, la cuestión kurda se volvió una herida abierta para los sucesivos mandatarios. Desunida por luchas políticas y personales a lo largo de las décadas 1980-1990 entre el “Partido Democrático de Kurdistán”, de Masud Barzani (PDK), y la “Unión Patriótica de Kurdistán” (UPK), de Jalal Talabani, hoy menos antagónicos, la comunidad kurda iraquí fue sometida a las vicisitudes de una opaca estrategia de alianzas de oportunidad y represión por parte del partido Baaz entre 1968 y 2003. Bajo la presidencia de Hussein (1979-2003), Bagdad se aprovechó de la enemistad entre la UPK y el PDK de inspiración marxista-leninista a partir de la segunda mitad de la década 1970, acercándose al primer citado. Por su parte, el PDK mantuvo contactos con el gran rival histórico de Irak, a saber Irán, e incluso con Washington cuando las relaciones con Irak no eran muy cordiales (antes de la revolución chiita en Irán entre 1979-1980). La reconciliación entre los kurdos se esbozó con el incremento de la coerción ejercida por Hussein, en corolario de la guerra con Irán (1980-1988). Sospechosos de colusión con el enemigo iraní chiita, los kurdos fueron víctimas del régimen de Hussein, quien se aprovechó de la situación bélica con el país vecino para lanzar varias ofensivas que culminaron con la operación Anfal en 1988. En la época, las fuerzas militares iraquíes, dirigidas entre otros por un primo de Hussein, Alí Hassan Al Majid (cuyo mote es “Alí el químico”39), recurrieron a armas de destrucción masiva para eliminar a poblaciones kurdas circunvecinas con Irán (ante todo en la localidad de Halabja). Durante la rivalidad “este-oeste” (1945-1991) y la guerra Irak-Irán, los kurdos fueron globalmente abandonados por las cancillerías occidentales, al igual que los chiitas del sur del país, al poder de Hussein. Éste se benefició en su contienda contra el régimen revolucionario iraní, acusado de patrocinar el terrorismo internacional, de una heterogénea asistencia militar que incluía desde Estados Unidos y Francia, hasta países árabes, pasando por la Unión Soviética. Acumulando autoridad e influencia bajo la sombra del ejecutivo, Hussein supo convertirse en un protagonista central de la diplomacia iraquí en los años anteriores a su llegada a la magistratura suprema40. Entre otras cosas, participó en la firma de un acuerdo militar celebrado en 1972 entre Irak y la Unión Soviética41, pese a las campañas anticomunistas adelantadas en el país, poco antes de la nacionalización del petróleo iraquí, que se hizo en detrimento de compañías e intereses occidentales. Si dicha nacionalización perjudicó temporalmente las relaciones con varios países como Estados Unidos, por otra parte cimentó, los vínculos bilaterales con Francia, que se convirtió en un importante proveedor militar adicional para Irak: esto se tradujo en un programa 38 Sobre este tema, remitimos a BOZARSLAN, Hamit, “La Turquie: puissance régionale et forteresse assiégée?”, en Politique Etrangère, París, primavera de 2003, pp. 93-102. 39 Fue detenido por los miembros de la "coalición" en agosto de 2003. 40 Ahmad Asan Al Bakr fue el máximo mandatario de Irak entre 1968 y 1979, año en el que Hussein asumió el cargo de presidente. 41 COUGHLIN, Con, La vida secreta de Saddam Hussein, op. cit., p. 157.


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de adquisición de armas de destrucción masiva (inclusive nucleares), el cual representaba una valiosa fuente de abastecimiento en crudo en tiempo de crisis petrolera. Es interesante anotar que en los años 1980, ya como presidente, Hussein amplió el abanico de sus aliados, fundamentalmente a raíz de la llegada al poder de los clérigos chiitas en Irán (destitución de la monarquía pro-occidental del Shah Pahlavi), que se caracterizaron entonces por una doble orientación anti-iraquí y anti-ocidental42, lo que provocó su aislamiento internacional. De tal forma que Estados Unidos, obsesionado por la “amenaza” chiita43, multiplicó los contactos con Irak, por ejemplo, Donald Rumsfeld, entonces emisario del gobierno de Ronald Reagan en Medio Oriente, visita Bagdad en 198344. Este encuentro, que podría sorprender retrospectivamente, demostró en sustancia la versatilidad de los lazos entre Irak y otras naciones, lazos que han venido modificándose con el tiempo, en particular a partir del final de la guerra con Irán (1988) y la invasión a Kuwait (1990-1991). Al mismo tiempo, marcó la cooperación creciente en materia de asuntos militares (entrega de armas, instalación de aparatos de vigilancia, etc.) entre Estados Unidos y el régimen iraquí, “instrumentalizado” contra Irán. En un plano interno, Hussein explotó esta situación favorable para acentuar su política de exclusión y sujeción no sólo de los kurdos sino también de los chiitas45 de Irak, mayoritarios en el país (alrededor de 60% de la población). En las décadas precedentes, se habían registrado tensiones crónicas entre el régimen laico implantado por el partido Baaz y la comunidad musulmana chiita del centro-sur de Irak. Hay que recordar en este orden de ideas las discrepancias entre el poder iraquí y los seguidores del ayatollah46 Ruhollah Jomeini (de origen iraní), futuro guía espiritual de la revolución chiita de 1979-1980 que instauró la República de Irán. Deportado de Irán por la dinastía Pahlavi en 1964 por activismo islámico, éste se radicó en Irak (Najaf) durante diez años antes de ser expulsado en 197847, lo cual suscitó un profundo malestar entre las autoridades religiosas chiitas iraquíes. Fue realmente bajo el mandato presidencial de Hussein que se agudizaron las exacciones perpetradas contra los chiitas, en un momento en que la efervescencia político-religiosa y la 42 Recordemos en esta perspectiva la toma de rehenes, en violación a las disposiciones del Derecho Diplomático, de ciudadanos oriundos de Estados Unidos en la Embajada del país en Teherán. 43 De allí, la sensación errónea y simplista que se tiene a veces en las Américas y Europa, según la cual el islam chiita sería más radical y violento que su vertiente sunita. 44 COUGHLIN, Con, La vida secreta de Saddam Hussein, pp. 288-290. 45 El islam se distribuye en distintas vertientes. Las dos principales son las corrientes sunitas y chiitas. La división entre ambas se produjo siglos atrás, después de la muerte del último y más importante profeta del islam, Mahoma, en 632 D.C. Su desaparición provocó un vacío de autoridad en el mundo musulmán, el cual dio lugar a una pelea entre varias dinastías y familias. El chiísmo se estructuró a partir del año 656 D.C, cuando el sobrino y yerno de Mahoma, Alí Bin Aub Taleb, se opuso a la sucesión de los omeyas apoyada por la aristocracia mercantil de La Meca. Los partidarios de Alí, asesinado en 661 D.C, se agruparon en un movimiento minoritario y no oficial llamado “Chi’a” (de allí la palabra chiísmo). Éstos sostenían la idea según la cual los descendientes de la familia de Mahoma debían asumir el liderazgo religioso. Posteriormente, en 680 D.C, Al-Hussein, segundo hijo y heredero de Alí, murió defendiendo la línea chiita del islam con pocos hombres en una batalla épica, hoy recordada con heroísmo por los chiitas, que elevaron a Al-Hussein al rango de gran “mártir”. Para mayores desarrollos, ver RICHARD, Yann, L’islam chi’ite, París, Fayard, 1991. 46 Jefe religioso. 47 FRATTINI, Eric, El estado incierto, Bogotá, Editorial Planeta, 2003, p. 85.


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retórica anti-iraquí (poder catalogado de“opresivo” e “impío”) en el Irán vecino hacían temer una insurrección susceptible de quebrantar las instituciones y el orden laico del país48. Desafiado por las reiteradas tomas de posición públicas a favor de R. Jomeini, quien había regresado a Irán, Hussein trató inicialmente de no caer en una espiral violenta contra los representantes superiores de los círculos chiitas iraquíes, cuya audiencia era peligrosa para la supervivencia del poder, cuando una serie de atentados apuntando a los altos dignatarios de la congregación Baaz y el inicio de las hostilidades con Irán en 1980, condujo a Hussein a actuar de una manera violenta contra los chiitas. Símbolo de la represión del momento, el prestigioso líder iraquí del partido religioso Al-Da’wa, el ayatollah Sayied Mohamed Baqir al-Sadr, hoy adulado por gran parte de la constelación chiita, fue asesinado por directivas de Hussein en abril de ese año49, justo cuando centenares de fieles chiitas nacionales “indeseables” eran expulsados hacia Irán poco antes de la guerra50. Esta guerra de ocho años51 generó sentimientos ambiguos, por no decir contradictorios, entre los árabes chiitas de Irak involucrados en una contienda que no habían fomentado: muchos fueron obligados a combatir al lado de los más fervientes defensores del régimen autoritario baazista contra el pueblo persa iraní, pese a que compartía la misma confesión; por otro lado, en ciertas ocasiones, se sintieron cohesionados en un resurgimiento de ardor nacional, que entretuvo Hussein con referencias a un lejano pasado antagónico entre árabes y persas, por un enemigo externo que cristalizó la movilización de amplios sectores de la sociedad. Una vez finalizada la guerra (1988), ambos países terminaron agotados sin que se pudiera hablar de vencedor ni de derrotado. También se debilitó el efecto precario de solidaridad nacional ocasionado por el conflicto. Desgastado económica y militarmente, Irak buscó entonces una salida a la crisis con la invasión del petrolífero Kuwait. Esta nueva contienda fue la oportunidad para los chiitas de Irak de manifestar su descontento ante la política de Hussein, mientras se desarrollaba una intervención armada para liberar al emirato árabe fronterizo (1991). Este intento de revuelta popular fue repelido ferozmente por el movimiento Baaz, ya que los Estados de la “coalición” no planificaron una operación de ocupación de Irak con derrocamiento del poder central, que tuvo entonces problema alguno para castigar a los chiitas, abandonados por la comunidad internacional. Los chiitas iraquíes han cultivado y conservado una memoria de dolor, resentimiento y desconfianza heredada de estos acontecimientos, y generalmente de la represión ejercida en su contra desde hace décadas. Por lo tanto, no es de extrañar que no hayan acogido con euforia, aunque sí con cierto alivio, la entrada a Irak de las tropas de la “coalición” en 2003. Tampoco participaron de manera contundente en la lucha contra el régimen de Hussein, a diferencia de los kurdos del norte del país. Hasta ahora, los jefes comunitarios han adoptado una actitud de espera, aunque no del todo pasiva, frente a la lenta y caótica evolución sociopolítica del Irak posbélico. Se han dedicado 48 El partido Baaz iraquí no hacía de la religión un elemento fundamental de su plataforma política, aunque Hussein intentó, en tiempo de crisis, recurrir a la religión para cohesionar a su población y/o a otros pueblos musulmanes detrás de él. 49 Ibid., p. 114. 50 COUGHLIN, Con, La vida secreta de Saddam Hussein, op. cit., pp. 253-254. 51 Guerra motivada por un litigio de alcance geopolítico que tiene que ver con la definición de la frontera a lo largo del río Shat-el-Arab y por la rivalidad personal entre Hussein y R. Jomenei. Rivalidad que se torna aún más compleja por las tensiones entre los mundos sunita y chiita, y el pasado conflictivo entre las dos naciones.


a atribuir un papel central a la religión en la definición de lo cotidiano y a avivar la fe de una población frustrada tras largos años durante los cuales se prohibieron la celebración de cultos y los homenajes a los “mártires”, tan importantes en la tradición chiita52. Por eso, algunos comentaristas han evocado la idea de una “revancha” de los chiitas de Irak, los cuales se presentan hoy como una fuerza mayor en curso de estructuración en el tablero político interno con el regreso de exilio de reconocidas figuras teológicas como el difunto Muhamad Baqer al-Hakim53, antiguo presidente de la “Asamblea Superior de la Revolución Islámica en Irak” (hermano de Abd al-Aziz al-Hakim, jefe de las Brigadas Badr en lucha contra el Baaz), rival del partido Al-Da’wa señalado anteriormente, o con el auge de personalidades más jóvenes de menor trayectoria religiosa. Ciertos analistas algo alarmistas hablan incluso de que Irak siga los pasos de Irán después de la revolución de 1979, con la conformación de un Estado islámico hostil a los valores occidentales. Ofrecen una lectura cíclica de la coyuntura, como si la Historia fuese condenada a reproducirse y los chiitas iraquíes constituyesen un bloque monolítico dispuesto a importar el modelo religioso de Irán, donde un buen número de la población, confrontada a una multitud de problemas políticos y socioeconómicos, ya no se identifica plenamente con los preceptos transmitidos por el difunto guía de la revolución, el ayatollah R. Jomeini54. Ahora bien, no sólo la experiencia político-religiosa iraní ha perdido su capacidad de atracción dentro del país, en comparación con la década 1980, sino que los clérigos actuales, a imagen del


enorme capacidad de acci贸n de la superpotencia mi


intervención militar en irak: seguridad, democracia y guerra contra el terrorismo malik tahar chaouch

La intervención militar de los Estados Unidos y Gran Bretaña en Irak articuló fines estratégicos y morales al


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radicales que pretendieron encarnar el “ser verdaderamente musulmán”5. Es también importante distinguir las diferentes tendencias del islam radical. Se suele distinguir entre el tradicionalismo, el fundamentalismo, el islam político y el neo-fundamentalismo. El fundamentalismo se caracteriza por defender un ideal radical de vida religiosa que pretende volver a los fundamentos de la fe islámica, pero la lectura literal de los fundamentos es muchas veces invadida por su reactividad al presente. Defiende una tradición mítica que se convierte en subversiva frente a la tradición que pretende encarnar. No es un simple tradicionalismo. El neo-fundamentalismo que se expresa en el movimiento de resistencia contra la ocupación de Afganistán, define la militarización del islam radical en el contexto de su utilización por la alianza estratégica entre Arabia Saudita y Estados Unidos. Las encuestas sociológicas sobre los casos extremos de conversión del islam radical al uso de la violencia demuestran que esta conversión no es el producto de las continuidades de una tradición sino de la reacción de sectores sociales a los fracasos de proyectos nacionales de modernización en sociedades recientemente descolonizadas. Como lo mostró Gilles Kepel6, la victoria electoral en 1991 del FIS, el partido islamista radical de Argelia, antes del golpe de Estado del 11 de enero de 1992, asociaba sectores tradicionales de clases medias preocupadas por la evolución de la sociedad argelina, con ideólogos cuya formación coránica era generalmente incompleta y con jóvenes excluidos de los medios urbanos. La radicalización militar del FIS después del golpe de Estado implicó un distanciamiento de las clases medias que no compartieron el recurso de la violencia política y se convirtieron en víctimas de esa misma violencia. El FIS denunciaba la hegemonía de los intereses extranjeros y la corrupción local. El discurso moralizador y anti-occidental que sedujo a las clases medias era indisociable de la explotación de un desencanto político y social, y de la miseria de la cual surgieron sus sectores más radicales. En general, el islamismo árabe tomó su impulso en el fracaso de las perspectivas de integración social y desarrollo económico del nacionalismo laico árabe. En lo que concierne al neo-fundamentalismo, el encuentro entre el radicalismo extremo de la tradición wahhabita de Arabia Saudita y la violencia militar es inexplicable fuera del contexto de su asesoría y manipulación por los Estados Unidos, que hicieron un uso sistemático del islam radical para debilitar el nacionalismo árabe. La reivindicación violenta del islam fue principalmente un efecto de la internacionalización de los conflictos y de los límites de proyectos de modernización en naciones que surgieron de la descolonización. En otros términos, la violencia de un islam intolerante no es un producto inherente a las culturas del mundo islámico ni a su religión, sino el resultado reactivo y mimético de la naturaleza negativa que tomó la influencia occidental en numerosas sociedades árabes e islámicas. No existe una lógica natural que conduzca del islam al fundamentalismo y del fundamentalismo al terrorismo. Que las oposiciones a los poderes políticos laicos reivindiquen la utopía islámica es un hecho repetitivo dentro de la historia del mundo musulmán. Desde los principios, el islam se presentó como un proyecto integral de sociedad, muy ligado con una visión política, y por lo tanto no tiene nada de excepcional que las frustraciones y desilusiones de sectores de las sociedades del mundo islámico lo convoquen para manifestar su oposición a la influencia exterior y a las elites políticas internas. Sin embargo, el carácter actual de esta oposición es inexplicable fuera del impacto de los ideales totalitaristas del secularismo occidental que 5

Hay que distinguir entre lo islámico, que representa una religión y una cultura, y lo islamista, que representa una expresión minoritaria de esta religión. 6 KEPEL, Gilles, Jihad: expansion et déclin de l’islamisme, París, Editions Gallimard, 2000.


un mundo multipolar, más pacífico, en el cual los Estados y bloques regionales podrían hacer escuchar mejor su voz en el “concierto” de las relaciones internaciona


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3. la guerra contra todos Es curioso observar que mientras la democracia pretende constituir el marco instrumental y moral de todo discurso político aceptable para todas las culturas, la situación actual de las sociedades occidentales se caracteriza por regresiones sociales y un sentimiento de impotencia política que ponen en contradicción la aceptación formal e ideológica de la democracia y la distancia cada vez mayor entre las sociedades y sus gobernantes. La democracia es la norma de todos los discursos políticos plausibles en las sociedades occidentales, pero la plausibilidad de las condiciones concretas de realización de los beneficios identificados con ella retrocede cada día. Es un hecho aceptado frente al cual se buscan mecanismos de adaptación y de regulación, pero cuyos principios de realidad empezaban incluso a ser cuestionados. Antes de los atentados del 11 de septiembre la oposición a las políticas neoliberales y a los principios de realidad que imponían iba creciendo. Los hechos del 11 de septiembre debilitaron mucho la posibilidad de buscar alternativas políticas a los efectos paradójicos del optimismo liberal. Debe existir una relación entre el expansionismo del discurso democrático, la reducción de sus beneficios políticos y sociales, y la creación de un enemigo que justifica ambos. Para algunos el mundo se ha vuelto transparente: existe un enemigo común que hay que combatir por todos los medios. Pero esta transparencia opaca y distorsiona la realidad. Mientras los debates políticos internacionales han dejado de situar en el centro de sus preocupaciones los problemas de la pobreza y de la naturaleza, se persiguen los fantasmas de una amenaza que no tienen cara ni definición jurídica. La intervención militar en Irak fue un golpe de Estado contra el consejo de seguridad de la ONU pero su justificación en el marco de la “guerra contra el terrorismo” fue sobre todo un golpe de Estado contra la realidad. El primer efecto evidente de esta guerra se sitúa en el plano de la ilusión política, es decir, de la imposición de principios de realidad que acentúan la distancia entre las sociedades y los centros de decisión. Esta distancia impone una realidad opaca donde se pueda difundir más fácilmente la fe en la existencia de monstruos incomprensibles que nadie ha visto ni conoce, pero cuya amenaza ocupa todos los espíritus. Se construye una realidad virtual que obscurece la conciencia de las verdaderas contradicciones de la realidad a la cual se sustituye. El bien contra el mal, los Estados libres contra los Estados delincuentes, la civilización contra la barbarie: los discursos que dominan la escena internacional son increíblemente regresivos. La ilusión creada no domina tan sólo las conciencias: ejerce un poder material sobre las sociedades. Así, esta ilusión se acompaña de la posibilidad de un mejor control de la oposición que podría surgir de las condiciones de una inseguridad generalizada y de sus consecuencias. El segundo gran efecto de “la guerra contra el terrorismo” consiste en poder justificar un control generalizado y diferenciado sobre gobiernos y poblaciones. Este control sobre el “terrorismo fundamentalista” se extiende mucho más allá de las delimitaciones aparentes de la guerra declarada. En este sentido, la lógica estratégica de la intervención militar en Irak no implica únicamente intereses económicos y políticos. Cada intervención militar de los Estados Unidos estimula el gasto militar y se acompaña de un progreso tecnológico que mejora las técnicas de control. Hay que situar la estrategia de cada intervención militar en la perspectiva más amplia de políticas económicas y sociales cuyos factores de riesgos necesitan construir nuevos mecanismos de control social, político e ideológico. Más grave todavía, la “guerra contra el terrorismo” ha justificado una política intervencionista definida como “guerra


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Guerra y la Posguerra Fría es la permanencia de la gestión de las condiciones de un estado de guerra desde diferentes perspectivas estratégicas. El realismo político es su ideología común. Del círculo vicioso de la lógica hegemónica al círculo vicioso de la vulnerabilidad de los Estados débiles, el realismo aparece siempre como paradójico. La definición de la seguridad internacional dentro de esta perspectiva de administración y distribución de la violencia generaliza la inseguridad. Se vuelve todavía más paradójica para los Estados que acentúan las condiciones de su propia vulnerabilidad e inseguridad con cálculos de corto plazo. Podría parecer que algunos Estados se benefician de este realismo pero, en última instancia, existe una incertidumbre absoluta sobre las consecuencias que podrían traer para todos. La definición del realismo político como principio único de realidad de las prácticas políticas se convierte en utópica paradoja de un mundo donde la realidad de sus efectos se eclipsa frente a las ilusiones que contribuye a generalizar3. 2. la creación de la amenaza fundamentalista El realismo político se acompaña necesariamente de un discurso sustantivo sobre la democracia y los derechos humanos. Su ideal no es únicamente un ideal instrumental de orden y seguridad que se contradice a sí mismo, es también un ideal abstracto de justicia y libertad que pierde por completo el sentido de lo real. Los dos ideales parecen muchas veces contradecirse, pero en realidad se necesitan uno al otro. El realismo político no puede dejar de generar sus propias ilusiones, y las que crea no son simples instrumentos de una lógica estratégica, son necesarias a la visión del mundo que da sentido a los fines perseguidos. El universalismo occidental define una ideología abstracto-instrumental que defiende un ideal de pluralismo, el cual ofrece una multitud de contenidos pero impone una sola racionalidad. El “otro” es generalmente un fantasma adorado por el monólogo de esta racionalidad, pero negado en cuanto introduce una diferencia real con ella. El mundo occidental se caracterizó por un proceso histórico de secularización, es decir, de separación entre lo sagrado y lo profano íntimamente ligado con el desarrollo de esta racionalidad y su proceso de expansionismo. Donde no encuentra lo mismo suele encontrar el fundamentalismo: ni diferencia, ni resistencia. Parecería que el mundo diferente sólo podría ser un mundo bárbaro o un mundo perfecto. Es visto como bárbaro en cuanto introduce una diferencia real, y como perfecto en cuanto es idealizado dentro del monólogo occidental. Muchas veces el llamado “fundamentalismo islámico” no es más que la diferencia y la resistencia rechazadas por el imaginario democrático que Occidente pretendió imponer en todas partes. El mundo islámico no ha conocido el mismo proceso histórico de secularización que Occidente. Existe en él una tensión histórica entre los ideales islámicos y el realismo

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En relación con este problema se pueden consultar los muy interesantes trabajos del economista y filósofo alemán Franz Hinkelammert, el cual explica esta lógica de poder con el concepto de razón utópica. La define simultáneamente como una lógica utópica que niega la realidad dentro de la idealización del sistema existente y una anti-utopía que reprime la búsqueda de alternativas posibles a los efectos concretos de la racionalidad estratégica de los fines. Sus reflexiones se sitúan dentro de la perspectiva de los problemas de la teoría weberiana, la teoría neo-clásica y la teoría crítica. Ver HINKELMAMMERT, Franz, Crítica de la razón utópica, San José, DEI, 1984; consultar, del mismo autor, El grito del sujeto, San José, DEI, 2000.


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mundano de las prácticas políticas4. Sin embargo, el colonialismo introdujo una ruptura central que hace imposible negar la importancia de la influencia occidental y de su racionalidad ofensiva en los países árabes e islámicos. Esta ruptura implicó actitudes diferenciadas y entrelazadas de rechazo, adaptación, defensa de lo propio y admiración por Occidente. La definición occidental de la revolución iraní de 1979 como una revolución fundamentalista se refiere a la identidad que hubo entre ideales políticos y religiosos, y a su discurso moral de rechazo de la influencia occidental, los cuales no corresponden con las normas de lo que Occidente acepta llamar revolución y liberación. Sin embargo, esta revolución articuló elementos de rechazo de la influencia occidental y de defensa de lo propio con elementos de adaptación a dicha influencia y de apropiación de la novedad. Es irreducible al fanatismo religioso y al repliegue sobre la tradición que le asociaron sistemáticamente los medios de comunicación occidentales, para poder definirla como una revolución anclada en el pasado. El nacionalismo, las reivindicaciones sociales y el proceso revolucionario en sí no permiten hablar de un simple conservatismo. Introdujo además numerosos elementos de discontinuidad en una sociedad que se identificó en su mayoría con la voluntad de ruptura de la revolución islámica con el control occidental del país en la época del Sha Pavlevi. La satanización del régimen iraní fue por lo tanto el producto de esta ruptura con los intereses occidentales. Mientras Arabia Saudita podría ser con mayor razón el objeto de las críticas por el control religioso que ejerce sobre la sociedad, su condición de aliado de los Estados Unidos explica la gran tolerancia occidental para su régimen. El radicalismo religioso es aceptado en la medida que sirve de instrumento de control para los intereses occidentales pero se vuelve inaceptable si implica un movimiento popular que rompa realmente con ellos. No habría que extrañarse si Irán es la siguiente víctima de la estrategia hegemónica de los Estados Unidos, pero nada lo puede justificar. Reducir a fundamentalistas y fanáticos los movimientos islamistas que surgieron en todo el Medio Oriente entorno al conflicto israelí-palestino, no es tampoco gratuito. Frente al pragmatismo de la autoridad palestina, la oposición islámica surgió como una alternativa política que fusionó los ideales del nacionalismo laico con los ideales del nacionalismo religioso. No hay que extrañarse de tal fenómeno en un mundo donde los fracasos de las autoridades laicas suelen dar a luz a movimientos de oposición islámica. Sin embargo, las razones profundas de la aparición de los movimientos islamistas de liberación palestina son políticas. La supuesta hostilidad islámica contra el mundo occidental no es esencial a las sociedades donde se desarrolla; surge de las condiciones geopolíticas que determinan la naturaleza de la imposición de un Estado prooccidental en la región. Por otra parte, no se puede tampoco negar que el fundamentalismo y el integrismo se hayan convertido en la gran tentación del mundo islámico pero hay que situar precisamente las implicaciones y las proporciones de esta tentación. Es importante distinguir claramente una religión que se caracterizó por su tradición de tolerancia –el islam– y los sectores minoritarios 4

El filósofo marroquí Abdallah Laroui definió la relación dialéctica entre la utopía islámica y el realismo mundano dentro de la filosofía política árabe en su obra: El Islam árabe y sus problemas: una introducción crítica al Islam contemporáneo, Barcelona, Ediciones Península, 1984. La utopía de un Estado islámico conforme con la inspiración de la revelación profética y el realismo de las prácticas políticas mundanas se contradicen y refuerzan mutuamente. Existe un contraste entre esta dialéctica y la secularización occidental cuya absolutización del realismo mundano rompió con la misma dialéctica entre los ideales religiosos y las prácticas políticas dentro del mundo cristiano.


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radicales que pretendieron encarnar el “ser verdaderamente musulmán”5. Es también importante distinguir las diferentes tendencias del islam radical. Se suele distinguir entre el tradicionalismo, el fundamentalismo, el islam político y el neo-fundamentalismo. El fundamentalismo se caracteriza por defender un ideal radical de vida religiosa que pretende volver a los fundamentos de la fe islámica, pero la lectura literal de los fundamentos es muchas veces invadida por su reactividad al presente. Defiende una tradición mítica que se convierte en subversiva frente a la tradición que pretende encarnar. No es un simple tradicionalismo. El neo-fundamentalismo que se expresa en el movimiento de resistencia contra la ocupación de Afganistán, define la militarización del islam radical en el contexto de su utilización por la alianza estratégica entre Arabia Saudita y Estados Unidos. Las encuestas sociológicas sobre los casos extremos de conversión del islam radical al uso de la violencia demuestran que esta conversión no es el producto de las continuidades de una tradición sino de la reacción de sectores sociales a los fracasos de proyectos nacionales de modernización en sociedades recientemente descolonizadas. Como lo mostró Gilles Kepel6, la victoria electoral en 1991 del FIS, el partido islamista radical de Argelia, antes del golpe de Estado del 11 de enero de 1992, asociaba sectores tradicionales de clases medias preocupadas por la evolución de la sociedad argelina, con ideólogos cuya formación coránica era generalmente incompleta y con jóvenes excluidos de los medios urbanos. La radicalización militar del FIS después del golpe de Estado implicó un distanciamiento de las clases medias que no compartieron el recurso de la violencia política y se convirtieron en víctimas de esa misma violencia. El FIS denunciaba la hegemonía de los intereses extranjeros y la corrupción local. El discurso moralizador y anti-occidental que sedujo a las clases medias era indisociable de la explotación de un desencanto político y social, y de la miseria de la cual surgieron sus sectores más radicales. En general, el islamismo árabe tomó su impulso en el fracaso de las perspectivas de integración social y desarrollo económico del nacionalismo laico árabe. En lo que concierne al neo-fundamentalismo, el encuentro entre el radicalismo extremo de la tradición wahhabita de Arabia Saudita y la violencia militar es inexplicable fuera del contexto de su asesoría y manipulación por los Estados Unidos, que hicieron un uso sistemático del islam radical para debilitar el nacionalismo árabe. La reivindicación violenta del islam fue principalmente un efecto de la internacionalización de los conflictos y de los límites de proyectos de modernización en naciones que surgieron de la descolonización. En otros términos, la violencia de un islam intolerante no es un producto inherente a las culturas del mundo islámico ni a su religión, sino el resultado reactivo y mimético de la naturaleza negativa que tomó la influencia occidental en numerosas sociedades árabes e islámicas. No existe una lógica natural que conduzca del islam al fundamentalismo y del fundamentalismo al terrorismo. Que las oposiciones a los poderes políticos laicos reivindiquen la utopía islámica es un hecho repetitivo dentro de la historia del mundo musulmán. Desde los principios, el islam se presentó como un proyecto integral de sociedad, muy ligado con una visión política, y por lo tanto no tiene nada de excepcional que las frustraciones y desilusiones de sectores de las sociedades del mundo islámico lo convoquen para manifestar su oposición a la influencia exterior y a las elites políticas internas. Sin embargo, el carácter actual de esta oposición es inexplicable fuera del impacto de los ideales totalitaristas del secularismo occidental que 5

Hay que distinguir entre lo islámico, que representa una religión y una cultura, y lo islamista, que representa una expresión minoritaria de esta religión. 6 KEPEL, Gilles, Jihad: expansion et déclin de l’islamisme, París, Editions Gallimard, 2000.


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convirtieron el radicalismo de su realismo mundano en abstracciones utópicas. La violencia “fundamentalista” apareció dentro de condiciones geopolíticas sobredeterminadas por el expansionismo y el propio fundamentalismo de los ideales civilizadores occidentales que la definen hoy como la mayor amenaza del mundo actual. De la misma manera que el islam radical es capaz de mimetizarse con la violencia contenida dentro del expansionismo occidental, siendo más subversivo que tradicionalista, ha demostrado también poder mimetizarse con su pragmatismo. Entre subversión y pragmatismo, el islam político se mimetiza con aspectos de la modernidad que parece rechazar. La tentación integrista en el mundo islámico no permite oponer dos bloques de civilización –islámico y occidental–; por el contrario, ésta se desarrolló dentro de las condiciones de una intimidad histórica entre Occidente y el mundo árabe e islámico. Aun en condiciones desequilibradas, existe una interioridad de cada uno en el otro. Desde esta perspectiva ni el rechazo simétrico de la influencia occidental en el mundo islámico, ni la imposición de las normas de una sola racionalidad, son muy realistas. Los efectos complejos y ambivalentes de la influencia occidental y la diversidad étnica, cultural e incluso religiosa del mundo islámico no justifican ni siquiera la referencia a “bloques” de civilización como si ambos fueran homogéneos y bien delimitados. Las diferencias culturas implican lógicas y realidades diversas, irreducibles a una sola perspectiva global que podría legítimamente imponerse como la única posible, pero no constituyen bloques. Constituyen un mundo común donde los conflictos no son sustanciales sino tienen implicaciones históricas, geopolíticas y sociales. La democracia y los derechos humanos impusieron un imaginario de convivencia y paz con pretensiones universalistas, que generaron paradójicamente un mundo cada vez más violento y fragmentado. La racionalidad abstracto-instrumental que domina este imaginario destruye toda posibilidad concreta de poner en práctica los derechos y exigencias de libertad de pueblos sometidos a situaciones tan lamentables como la tutela internacional de países y poblaciones (Kosovo, Afganistán e Irak). Así, mientras las poblaciones chiitas de Irak exigen un gobierno islámico, los Estados Unidos y Gran Bretaña pretenden imponer un gobierno “democrático” que no represente sino la voluntad de las potencias extranjeras. Esto nos debe recordar que si en el mundo islámico existe la tentación del integrismo, el propio fundamentalismo del universalismo occidental implica una amenaza mucho más grande para la convivencia entre los pueblos y culturas. El “progreso” de la democracia promete un mundo más pacifico, pero su negación de la diferencia histórica y cultural generaliza la inseguridad; invierte lo realmente posible en su negación dentro de mecanismos y nociones abstractas que pretenden detentar el monopolio del derecho y de la libertad. Los fines estratégicos contenidos en de la ideología que impone el imaginario universalista de la democracia y los derechos humanos explican la creación de la amenaza fundamentalista y su generalización dentro de la creación de la amenaza terrorista, pero ni siquiera el moralismo de la oposición a la intervención militar en Irak escapa al imaginario que la hizo posible. Sin embargo, las guerras justificadas en nombre del imaginario democrático no son organizadas únicamente en contra de otros. Se trata de una guerra que inventa un enemigo común para que se puedan seguir imponiendo las condiciones de una violencia ejercida contra las mayorías. El campo de batalla que implica la “guerra contra el terrorismo” es mucho más extenso de lo que parece.


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3. la guerra contra todos Es curioso observar que mientras la democracia pretende constituir el marco instrumental y moral de todo discurso político aceptable para todas las culturas, la situación actual de las sociedades occidentales se caracteriza por regresiones sociales y un sentimiento de impotencia política que ponen en contradicción la aceptación formal e ideológica de la democracia y la distancia cada vez mayor entre las sociedades y sus gobernantes. La democracia es la norma de todos los discursos políticos plausibles en las sociedades occidentales, pero la plausibilidad de las condiciones concretas de realización de los beneficios identificados con ella retrocede cada día. Es un hecho aceptado frente al cual se buscan mecanismos de adaptación y de regulación, pero cuyos principios de realidad empezaban incluso a ser cuestionados. Antes de los atentados del 11 de septiembre la oposición a las políticas neoliberales y a los principios de realidad que imponían iba creciendo. Los hechos del 11 de septiembre debilitaron mucho la posibilidad de buscar alternativas políticas a los efectos paradójicos del optimismo liberal. Debe existir una relación entre el expansionismo del discurso democrático, la reducción de sus beneficios políticos y sociales, y la creación de un enemigo que justifica ambos. Para algunos el mundo se ha vuelto transparente: existe un enemigo común que hay que combatir por todos los medios. Pero esta transparencia opaca y distorsiona la realidad. Mientras los debates políticos internacionales han dejado de situar en el centro de sus preocupaciones los problemas de la pobreza y de la naturaleza, se persiguen los fantasmas de una amenaza que no tienen cara ni definición jurídica. La intervención militar en Irak fue un golpe de Estado contra el consejo de seguridad de la ONU pero su justificación en el marco de la “guerra contra el terrorismo” fue sobre todo un golpe de Estado contra la realidad. El primer efecto evidente de esta guerra se sitúa en el plano de la ilusión política, es decir, de la imposición de principios de realidad que acentúan la distancia entre las sociedades y los centros de decisión. Esta distancia impone una realidad opaca donde se pueda difundir más fácilmente la fe en la existencia de monstruos incomprensibles que nadie ha visto ni conoce, pero cuya amenaza ocupa todos los espíritus. Se construye una realidad virtual que obscurece la conciencia de las verdaderas contradicciones de la realidad a la cual se sustituye. El bien contra el mal, los Estados libres contra los Estados delincuentes, la civilización contra la barbarie: los discursos que dominan la escena internacional son increíblemente regresivos. La ilusión creada no domina tan sólo las conciencias: ejerce un poder material sobre las sociedades. Así, esta ilusión se acompaña de la posibilidad de un mejor control de la oposición que podría surgir de las condiciones de una inseguridad generalizada y de sus consecuencias. El segundo gran efecto de “la guerra contra el terrorismo” consiste en poder justificar un control generalizado y diferenciado sobre gobiernos y poblaciones. Este control sobre el “terrorismo fundamentalista” se extiende mucho más allá de las delimitaciones aparentes de la guerra declarada. En este sentido, la lógica estratégica de la intervención militar en Irak no implica únicamente intereses económicos y políticos. Cada intervención militar de los Estados Unidos estimula el gasto militar y se acompaña de un progreso tecnológico que mejora las técnicas de control. Hay que situar la estrategia de cada intervención militar en la perspectiva más amplia de políticas económicas y sociales cuyos factores de riesgos necesitan construir nuevos mecanismos de control social, político e ideológico. Más grave todavía, la “guerra contra el terrorismo” ha justificado una política intervencionista definida como “guerra


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preventiva” que –en caso de crisis económicas, políticas y sociales– permite a los intereses hegemónicos intervenir dentro de diferentes escenarios para su propio beneficio. Mientras la inseguridad se generaliza, los centros de poder buscan monopolizar el control de la distribución de las ganancias de la inseguridad generalizada, pues a estas alturas la seguridad se ha convertido en un bien en sí mismo. En este sentido, podemos sospechar que el “terrorista” no es el enemigo común definido por el dispositivo que busca perseguirlo. El “terrorista” es el producto necesario de un dispositivo que lo utiliza para ejercer un control social, político e ideológico a favor de la administración y la distribución de la violencia en un mundo competitivo. El “terrorismo” alude a la violencia clandestina de grupos situados en condiciones de debilidad militar, política e ideológica. Se opone normalmente a la violencia legítima de los Estados. El terrorista es sinónimo de monstruosidad. No cabe en las normas humanas de la acción política. Implica por lo tanto la solidaridad de todos contra él. La creación y la reproducción de este enemigo débil en todos sus aspectos es por supuesto útil. Su presencia impide a menudo que se cuestionen las formas que toma la violencia definida como legitima. Sus estigmas se extienden a toda forma de violencia producida en las condiciones de desequilibrio militar, cuando sabemos que muchas luchas políticas armadas del pasado han dejado de ser “terroristas” para ser “liberadoras”. El uso de ese vocabulario por las fuerzas israelíes frente a la resistencia palestina ante la ocupación ilegal de sus territorios, es por lo menos escandaloso. El “terrorista” es un enemigo flexible y sin cara que permite extender los efectos de la “guerra contra el terrorismo” a toda oposición a la lógica que impone los principios de realidad de esta guerra. La “guerra contra el terrorismo” tiene como principal efecto –es un hecho- la multiplicación de actos “terroristas” frutos de la desesperación. Es una guerra que contradice sus propios fines, pero es precisamente una guerra cuyos principios de realidad generan al mismo tiempo las realidades que la justifican. Esta guerra tiene un centro principal: los Estados Unidos. Sin embargo, nos equivocaríamos al pensar que está bajo el control de elites maquiavélicas o ilustradas. Corresponde a una lógica hegemónica que no puede dejar de generar sus estrategias e ilusiones en las perspectivas de reproducción de su hegemonía. No podría consolidarse sin la complicidad de centros secundarios que persiguen sus propios intereses estratégicos. Sin embargo, existe una relación ambivalente de interdependencia y competencia entre los centros que articulan el dispositivo de control social, político e ideológico implicado por la definición de esta guerra. Los principios de realidad construidos por el discurso de la “guerra contra el terrorismo” se pueden convertir en factores de riesgo para todos los centros que los difunden en la medida de los desequilibrios estratégicos que habíamos ya identificado. Así, es interesante observar que la distinción que los Estados Unidos imponen entre “terrorismo internacional” y “terrorismo local” les permite a la vez exigir un apoyo de todos los gobiernos contra una amenaza común y aislar factores de riesgo “secundarios” que mantienen la presión sobre gobiernos que no comparten sus intereses estratégicos. La definición de esta distinción abre una doble puerta. Lo que es un problema “local” puede convertirse en problema “internacional” obligando a la solidaridad con el “gobierno-amigo”. Lo que es un problema “local” puede pasar a la cuenta de un gobierno acusado de no respetar los derechos humanos y los principios democráticos. Todo depende de las perspectivas e intereses de las potencias y nada es fijo.


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En la medida que la política se distancia de la sociedad, la ciudadanía se va definiendo en términos de consumo y solidaridad con los aparatos represivos. La reducción del control democrático real y la generalización de la ilusión política construyen una ciudadanía paradójica. Aparece una dependencia contradictoria de esta ciudadanía con los centros de poder, cuyos fracasos pueden llevar a catástrofes colectivas y situaciones caóticas de ingobernabilidad, pero cuya consolidación reproduce la pérdida de control de la sociedad sobre los factores de su inseguridad. La solidaridad de las poblaciones con aparatos represivos que crean falsos enemigos, como el terrorista, y falsos problemas, como la inmigración, generaliza la aceptación de su dependencia con las condiciones de su propia inseguridad, en nombre de su seguridad y bienestar. Las víctimas son condenadas al aislamiento y la impotencia, e incluso criminalizadas cuando intentan reaccionar. Asistimos a un verdadero proceso de administración de la muerte en el cual –en vez de combatir los factores de la violencia– se buscan las condiciones sostenibles de la reproducción y consolidación de esta situación violenta. La alternativa del control absoluto o de la autorregulación de la sociedad es falsa, pues esconde la distribución desigual de los factores de riesgo en las condiciones actuales de interdependencia. Esta misma interdependencia parece condenar por anticipado toda gestión unilateral y excluyente de las condiciones insostenibles del mundo actual. Es así como la “guerra contra el terrorismo” deriva en una guerra contra todos, en la cual hay que develar el todo como su contrario: la ciudadanía es el contrario de la ciudadanía, la democracia es el contrario de la democracia, la libertad es el contrario de la libertad, los derechos humanos son el contrario de los derechos humanos, la seguridad es el contrario de la seguridad, el realismo es el contrario del realismo y la realidad es el contrario de la realidad. Es necesario volver a encontrarse con la realidad: la realidad del otro que no es la que creemos y nuestra propia realidad que no es el efecto mágico de un proceso ineluctable, sino el resultado de la imposición de principios de realidad paradójicos. Como otras guerras anteriores, la guerra contra todos es una guerra que no dice su nombre. La guerra contra el terrorismo ha construido un campo de batalla ficticio que esconde el verdadero campo de batalla. Podría parecer que el verdadero campo de batalla no existe, que la batalla no ha sido consumida, pero la imposición del falso campo de batalla no fue sino una acto de guerra que debilitó las oposiciones posibles a las estrategias hegemónicas de control político, ideológico y social. Es primero una guerra contra las mayorías y, por sus consecuencias paradójicas no necesariamente sostenibles, es finalmente una guerra contra la propia humanidad, una guerra contra todos7. Cambiar las relaciones de fuerza consiste primero en cambiar los principios de realidad que las producen. Nadie es exterior a la realidad donde se impusieron los principios hegemónicos de realidad y todos tenemos nuestro monólogo interior con ellos, pero por suerte, no construyen una realidad única y no pueden impedir el desarrollo dialéctico de la realidad que pretenden imponer. El modelo único de resistencia colectiva que ignora las diferencias entre los procesos históricos y la idealización abstracta de la diferencia dentro de la definición exclusivamente subjetiva de la resistencia no pueden escapar a los principios de realidad de la racionalidad hegemónica. La inversión de “la guerra contra todos” sólo puede partir de las contradicciones y diferencias concretas que implican la subjetividad real y la interdependencia de las resistencias. Lo

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Curiosamente se le dio el nombre de “guerra” a la expedición punitiva, lanzada desde el cielo, contra el gobierno de Saddam Hussein y se le rechaza el mismo nombre a la verdadera guerra –terrestre y cotidiana- que empezó en Irak desde que la intervención militar –la falsa guerra– fue dada por terminada.


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contrario del falso realismo no es la ausencia de realismo sino otra manera de concebir la realidad y de situarse en ella. Frente a las perspectivas de la administraci贸n de la muerte que juega a los dados con la seguridad de todos en nombre del realismo y generaliza las ilusiones de libertades y amenazas abstractas, existe la voluntad de vivir de todos los que no quieren perder el sentido concreto de la realidad y de sus posibles pol铆ticos.


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el cercano oriente1, estados y minorías étnico-nacionales

benjamín herrera chaves

La intervención militar de los Estados Unidos de Norteamérica en Irak para deponer al régimen de Saddam Hussein y las negociaciones inducidas por este mismo Estado entre el gobierno israelí y la Autoridad Palestina en la primera mitad del 2003 han vuelto a colocar el Cercano Oriente en el primer plano de los medios de comunicación y han evidenciado, una vez más, la importancia que tiene la región para la estabilidad del sistema internacional2. Por otra parte, el desarrollo de la intervención y la ocupación militar del territorio han puesto de manifiesto que los cambios en la dirección del Estado iraquí no sólo afectan a éste y a la sociedad iraquí sino que tienen efectos centrífugos y centrípetos3 sobre las sociedades y los Estados vecinos, particularmente Irán y Siria, y en todos los Estados involucrados en las relaciones de poder regionales. Al interior de estas relaciones se presenta un factor, la problemática política que se deriva de la afirmación de los grupos étnicos4 y la imposibilidad que la existencia de los mismos plantea a la 1

Se designa aquí como Cercano Oriente a la amplia franja de tierra que al oriente del Mediterráneo cobija a los actuales Estados de Turquía, Irak, Irán, Líbano, Siria, Israel, los territorios ocupados militarmente por Israel de Cisjordania y la Franja de Gaza, Jordania, Arabia Saudita, Kuwait, Los Emiratos Árabes Unidos, Omán, Yemen y Egipto. ∗ Periodista con maestría en estudios políticos e internacionales. Coordinador del área de relaciones internacionales de la Escuela de Economía de la Universidad Central; profesor de cátedra de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana. 2 Al hacer referencia al sistema internacional, se tienen en cuenta el conjunto de interacciones e interrelaciones de los actores que pueden ser catalogados como internacionales. Históricamente el sistema se forma a partir de las relaciones mutuas y patrones de relacionamiento entre los Estados. En la actualidad y, en particular, a partir del fin de la II Guerra Mundial, el número de actores que pueden ser clasificados como internacionales se ha incrementado, si bien las interacciones estatales siguen siendo la base del sistema. Sobre la complejización del sistema internacional ver: ROSENAU, James N., Turbulence in World Politics. A Theory of Change and Continuity, Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1990. 3 Son centrípetos o centrífugos dependiendo del punto de vista del que se parta. Un fenómeno puede considerarse como centrípeto si conlleva al acercamiento de las expresiones políticas de un pueblo para dar mayor fuerza a sus reivindicaciones y al mismo tiempo considerarse centrífugo con respecto al Estado o Estados que contengan este pueblo. 4 El problema de la etnicidad y, por lo tanto de los grupos étnicos, forma parte en las últimas décadas de los estudios relativos al nacionalismo. La característica que se deduce de una revisión parcial de la literatura existente es la ambigüedad del término. Ver en particular: CROWLEY, John, “Ethnicité, nation et contrat social”, en DELANNOI, Gil, TAGUIEFF, Pierre-André (bajo la dirección), Théories du nationalisme, París, Editions Kimé, 1991, pp. 178218; BROWN, David, “Ethnic Revival: Perspectives on State and Society”, en Third World Quarterly, Vol. 11, No 4, octubre 1989, pp. 1-17; CONNOR, Walker, Etnonacionalismo, Madrid, Trama Editorial, 1998 (en particular el capítulo 4 “Caos Terminológico”, pp. 85-111); y LETAMENDIA, Francisco, Juego de Espejos. Conflictos Nacionales Centro-Periferia, Madrid, Editorial Trotta, 1997 (en particular “La Periferia: los Grupos Étnicos y sus Movilizaciones”, pp. 61-87).


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supuesta homogeneidad nacional que debería ser la base de los Estados. Los actores estatales regionales y extra-regionales definen su accionar sobre la base de que esta problemática seguirá enmarcada dentro de las delimitaciones estatales existentes; sin embargo, ella constituye un cuestionamiento a la estructura estatal actual del Cercano Oriente y la base de posibles modificaciones futuras del mapa político regional. Los grupos étnicos se han convertido en un tema recurrente en los análisis políticos y de relaciones internacionales después del fin de la Guerra Fría y de la desagregación de la ex-URSS al intentar caracterizar los conflictos que tienen lugar en el sistema internacional y con relación a la correspondencia entre los Estados existentes y las sociedades que ellos contienen. El punto de partida lo constituyen fundamentalmente los conflictos intra y transestatales que han tenido y tienen lugar en África, en los territorios de los 15 Estados que conformaron la Unión Soviética, así como en Europa central y oriental. Esta caracterización se extiende, de hecho, a la gran mayoría de conflictos que tienen lugar en los otros continentes. ¿A qué se hace referencia aquí como grupos etno-nacionales? A todos aquellos grupos sociales que comparten uno o varios factores, sean éstos lingüísticos, religiosos o raciales, y establecen a partir de él o ellos un factor de identidad que los diferencia de los otros grupos y que movilizan para expresarse políticamente con relación a ellos y al Estado o Estados que los contienen. En particular se utiliza este concepto cuando esa identidad sirve de base para reivindicar el derecho a la autodeterminación, sea como una expresión autonómica al interior del Estado o con la pretensión de formar su propio Estado. La propuesta central del presente ensayo es que si bien los análisis con respecto al Cercano Oriente tienen como centro de reflexión la problemática inter-estatal, en la cual se sitúan el conflicto árabe-palestino-israelí, la correlación de fuerzas entre los Estados de la región: Irak-Irán, Turquía-Irán, Arabia Saudita-Irán, el papel de Egipto, las relaciones sirio libanesas5, etc., en la configuración política regional, en ella se hallan inscritos en mayor o menor medida aspectos etno-nacionales, aspectos que algunos casos cuestionan la existencia de los Estados dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas y/o son parte de los factores que éstos movilizan en sus relaciones de poder mutuas. Si en el sistema internacional en general es imposible afirmar hoy en día que existe una correspondencia absoluta entre la estructura estatal y la nación que sustenta su derecho a la existencia, esta realidad es evidente en el Cercano Oriente donde la mayoría de los Estados existentes, en particular los árabes, fueron creaciones de las potencias coloniales europeas durante 5

En las relaciones entre los distintos actores del Cercano Oriente se presentan los conflictos derivados de lo que tradicionalmente se denomina la lucha por el poder entre los Estados y que en algunos casos tienen prolongaciones más allá de la región, como es el caso de las acciones que oponen a Turquía e Irán por influir sobre los Estados y las sociedades musulmanas del Asia Central ex-soviética. En otros casos la oposición regional tiene un trasfondo religioso, el Irán chiita contra una Arabia Saudita sunnita. Egipto, país que geográficamente se encuentra en el norte de África, por su vecindad y por el papel central que jugó en el despertar de nacionalismo árabe en las décadas de los cincuenta y sesenta, y en la confrontación con el Estado de Israel, hace el papel de mediador, de catalizador o de neutralizador –dependiendo de la coyuntura- con respecto a los otros Estados. Con relación a la oposición entre Irán y Turquía ver: RACINE, Jean-Luc, “Le cercle de Samarcande: géopolitique de l’Asie centrale”, en Hérodote, segundo trimestre de 1997, París, Edition La Découverte, pp. 6-43. Con respecto a la conflictividad inter-estatal en la región, una fuente fiable la constituyen los informes de STRATFOR (Universidad de Texas).


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la primera mitad del siglo XX. Las excepciones parciales son Turquía e Irán, que logran, el primero, establecer sus límites territoriales en una lucha contra las potencias vencedoras de la I Guerra Mundial y como remanente del antiguo Imperio Otomano, y el segundo contra las pretensiones de Gran Bretaña y de la Rusia zarista, primero, y luego de la ex-URSS. En primer lugar, los Estados árabes que hoy figuran en el mapa político del Cercano Oriente son la expresión de la traición de las aspiraciones nacionalistas árabes en los territorios dominados por el Imperio Otomano. Los británicos lograron movilizar el apoyo armado de las tribus beduinas de la península arábiga durante la I Guerra Mundial con la promesa de la creación de un solo Estado árabe, promesa que los dirigentes políticos de Gran Bretaña y Francia sabían que no se iba a realizar, ya que estaba de por medio el control de las fuentes de petróleo y el predominio en un área considerada estratégica. El acuerdo Sykes-Picot establecía en grandes líneas las demarcaciones de las zonas de influencia de las dos potencias, las cuales se concretarían en las negociaciones posteriores al fin de la guerra6. En segundo lugar, el mundo árabe no es homogéneo desde el punto de vista de la práctica religiosa, a pesar de la imagen que se percibe a través de las informaciones de los medios de comunicación. En medio de la mayoría musulmana, conviven minorías cristianas, árabes o no, como los maronitas, griegos ortodoxos, armenios en el Líbano, coptos en Egipto; o minorías sincréticas como los drusos en Líbano o Alauitas en Siria. A este espectro de grupos se añade la gran división de los practicantes del islam en chiitas y sunnitas7. Así, la creación de los Estados, de acuerdo a los intereses de las potencias euro-occidentales en el periodo de entre-guerras divide por un lado a la nación árabe al tiempo que encierra dentro de marcos estatales a comunidades con identidades diversas y con relaciones de dominaciónsubordinación. los kurdos, una nación sin Estado8 El caso que mejor evidencia la ausencia de correspondencia entre Estado y nación es el de los kurdos9. Este grupo humano, sobre el cual no existen estadísticas fiables, y cuyo número se 6

Cfr. LAWRENCE, T. E., Seven Pillars of Wisdom, New York, Penguin Books, 1985; VILLARES, Ramón, BAHAMONDE, Ángel, El Mundo Contemporáneo, Siglos XIX y XX, Madrid, Taurus, 2001, pp. 206-208; BAYOMI, Khaled A.M., “Nahdah visions and political realities in the Arab East - the inevitable war!”, en The third Nordic conference on Middle Eastern Studies: Ethnic encounter and culture change Joensuu, Finland, 19-22 June 1995, en http://www.hf-fak.uib.no/smi/paj/ 7 El gran cisma del mundo del islam es producto, justo a la muerte del profeta Mahoma, del enfrentamiento entre los partidarios de la tradición (la Sunna) y que esperan que la comunidad escoja al sucesor del Profeta, y quienes desean que éste sea escogido entre los descendientes del mismo; el chiismo (partidarios de Ali), es la expresión de quienes apoyaron a Alí, yerno de Mahoma, y quienes fueron vencidos en el año 657 y en el año 680 en Kerbala. Ver GOZLAN, Martine, Pour comprendre l’intégrisme islamique, París, Albin Michel, 1996, pp. 57-62. Esta no es la única división del mundo del islam, se encuentran en él otras expresiones como las fraternidades sufis y los ismaelitas. 8 Se parafrasea aquí el título de un capítulo de GUIBERNAU, Monserrat, Los Nacionalismos, Barcelona, Editorial Ariel, 1996, capítulo 5 “Naciones sin Estado”, pp. 115-130. 9 PICARD, Elizabeth (bajo la dirección), La question kurde, París, Editions Complexe, 1991. YERASIMOS, Stéphane, “Ethnies et minorités en Turquie: quelques réflexions sur un problème insoluble”, en Les temps modernes, julio-agosto 1984, pp. 96-122. Ver, igualmente, la página web de Chris Kutschera: http://www.chris-kutschera.com/Kurdistan-sommaire.htm


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establece entre 25 y 35 millones de personas, coexisten con otros grupos étnicos menores en un territorio contiguo sobre el que ejercen soberanía cuatro Estados: el sureste de Turquía, el norte de Irak, el noroeste de Irán y dos secciones territoriales al norte de Siria. Fuera de este territorio, que será conocido como el Kurdistán histórico, comunidades kurdas se encuentran en el Cáucaso exsoviético, en Rusia, en el Líbano y en Europa (particularmente en Alemania). La situación política de los kurdos adquirió visibilidad durante la segunda guerra del golfo Pérsico10. Una vez derrotado el ejército iraquí por la coalición dirigida por los Estados Unidos en Kuwait, los aliados incitaron a la sociedad iraquí a sublevarse contra el régimen de Saddam Hussein. Tanto los kurdos iraquíes como las poblaciones chiitas del sur del Estado lo hicieron siendo objeto de una cruenta represión por parte del régimen, que determinó, en particular el desplazamiento masivo de poblaciones kurdas del norte de Irak a Turquía y de los dirigentes religiosos y políticos chiitas a Irán. El nivel de represión y la visibilidad que ésta adquirió a través de los medios de comunicación condujo a los Estados Unidos de Norteamérica con sus principales aliados a presionar la creación, a través de una resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, de dos zonas de seguridad, una en el norte y la otra en el sur del país. En lo que respecta a la zona de predominio kurdo, se estableció de hecho un gobierno autónomo, si bien dividido territorialmente entre dos grupos políticos rivales: el Partido Democrático del Kurdistán, fundado por Mustafa Barzani11 y hoy bajo la dirección de uno de sus hijos, Masud, y la Unión Patriótica del Kurdistán, dirigida por Jalal Talabani. La lucha de los kurdos iraquíes se suma a las reivindicaciones armadas o políticas de las otras sociedades kurdas que buscan la creación de un estado independiente que cubra la extensión territorial del Kurdistán histórico. En Turquía, en Irán y en Siria (con menor virulencia) grupos organizados en partidos políticos y/o movimientos armados plantean como objetivo final la creación de un Estado Kurdo. En Turquía, donde el Partido de los Trabajadores del Kurdistán – PKK- conduce desde finales de los años setenta acciones armadas, se ve con preocupación que la intervención militar norteamericana en Irak al crear un vacío de poder genere las condiciones que permitan la creación de un Estado independiente en el territorio kurdo de este país, sirviendo éste de catalizador a la búsqueda de la separación de su territorio sur-oriental. Es importante recordar aquí que existen dos referentes políticos que sirven de elementos históricos de base para el nacionalismo kurdo, el hecho de que en la Tratado de Sèvres, firmado al finalizar la I Guerra Mundial, se hizo alusión clara al Kurdistán como uno de los Estados que surgiría del desmembramiento del Imperio Otomano y que estaría bajo la influencia británica. Los turcos, bajo la dirección de Mustafa Kamal –Atartuk-, logran imponer a los aliados el Tratado de Lausana, por el cual salvaguardaban las fronteras actuales del Estado turco, desmontando así las pretensiones estatales kurdas. El otro referente es la creación durante la fase final de la II Guerra Mundial del 10

La primera guerra corresponde a la confrontación armada entre Irak e Irán de 1980 hasta 1988; la tercera, la que ha tenido lugar para desalojar del poder a Saddam Hussein durante la primera mitad del 2003. 11 Líder histórico de los kurdos iraquíes, dirigió una sublevación contra el gobierno central iraquí con el apoyo de Irán, bajo el gobierno del Sha Reza Palhevi, e indirecto de los Estados Unidos durante la década de los sesenta y los primeros años de los setenta. La sublevación fue derrotada cuando el Sha retiró su apoyo al movimiento kurdo después de firmar un tratado con Irak sobre el Shat-El-Arab (el río resultante de la fusión del Tigris y el Eufrates, y que desemboca en el Golfo Pérsico) en 1975 en Argel.


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Estado kurdo de Mahabab en el norte de Irán. De hecho durante la guerra este territorio estuvo bajo dominación soviética y británica quedando después bajo la ocupación de la URSS y constituyéndose en el primer hecho de la Guerra Fría al ejercerse presión sobre los soviéticos para que lo abandonaran, dejando sin apoyo militar al gobierno kurdo, el cual fue derrotado por el ejército iraní12. La importancia de estos hechos no radica sólo en su valor histórico sino que posee un valor simbólico: existe un precedente jurídico que encierra la aspiración de la unión de todos los kurdos bajo una sola autoridad estatal y la organización de un protoestado en uno de sus territorios ancestrales. En ambos casos la aspiración a un Estado kurdo se vio comprometida por la conjunción de los intereses de las potencias, la correlación de fuerzas en el terreno y los intereses de los Estados afectados. Hoy sirven de referente a las reivindicaciones de las expresiones nacionalistas kurdas y ante la ausencia de un poder central que controle el territorio de Irak, como consecuencia de la intervención y ocupación militar del país, podrían darse las condiciones que permitan la independencia del Kurdistán iraquí, como un primer paso a la constitución de un Estado kurdo que abarque a la mayoría de la población kurda de la región, generando una modificación de las fronteras estatales existentes y del mapa político del Cercano Oriente. Si bien hasta el momento, prácticamente cinco meses después de la invasión del ejército norteamericano con el apoyo del gobierno de Gran Bretaña, las predicciones de un posible desmembramiento de Irak no se han cumplido, las tensiones se mantienen y si bien el gobierno Bush y cualquier gobierno que lo remplace (en la eventualidad de que pierda las elecciones del 2004) mantendrán la opción de un Estado, las circunstancias políticas y militares pueden desembocar en una mayor inestabilidad y en la imposibilidad de mantener la unidad del Estado iraquí. ¿Cuáles serían, a mediano y largo plazo, los cambios que produciría un desmembramiento de Irak? La ausencia de una autoridad legítima, es decir, aceptada por la mayoría de la población dentro de los límites territoriales reconocidos internacionalmente, lo podría llevar a un fraccionamiento al menos en tres partes. La consolidación de un gobierno kurdo en el norte de Irak podría otorgar suficiente confianza a los dirigentes (si logran superar sus divisiones internas) para proclamar unilateralmente la independencia y buscar un reconocimiento internacional. Una acción de este tipo conduciría a una intervención armada de Turquía, quien ha hecho saber a través de los medios diplomáticos, e incluso a través de acciones y presencia militar en la zona, que no permitirá la existencia de tal Estado en su flanco sur. Pero ello abriría un nuevo frente de combate, el ejército turco no tendría solamente que enfrentar las acciones del PKK en su territorio sino que se vería obligado a reprimir militarmente a las guerrillas kurdas iraquíes, que tienen una experiencia en levantamientos armados de más de 40 años. La parte media, donde se encuentra Bagdad, es una región habitada fundamentalmente por poblaciones sunnitas, lo que la asemeja a la población jordana, donde predomina esta afiliación religiosa musulmana. Es factible, como algunos medios de prensa lo han manifestado, una integración de los dos territorios en un solo Estado, en particular si se tiene en cuenta que antes de 12

PICARD, Elizabeth, op. cit., pp. 60-66.


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la sublevación del ejército iraquí en 1958 contra la monarquía impuesta por los ingleses en 1921, ésta era una rama de la familia Hachemita13, hoy reinante en Jordania. La parte sur de predominio chiita constituiría la base territorial de otro Estado independiente, lo cual sería inaceptable para Arabia Saudita, Israel y para los Estados Unidos de Norteamérica ya que ello modificaría la correlación de fuerzas regionales a favor de Irán, quien quedaría, teóricamente (si se tiene en cuenta que los chiitas iraquíes son árabes mientras que los iraníes son persas) controlando el acceso y la salida del Golfo Pérsico, sitio estratégico en el aprovisionamiento de petróleo para Japón y los Nuevos Países Industrializados del Lejano Oriente. el líbano e israel El escenario de una desaparición de Irak al cambiar el balance de poder en la región conduciría a otros cuestionamientos de las fronteras heredadas del período de los mandatos británico y francés. En particular se pueden prever acciones por parte de Siria para cambiar el status del Líbano (que de hecho es parcialmente un protectorado sirio) y anexarlo como una provincia más del Estado. La anexión del Líbano por Siria sería totalmente inaceptable para Israel y para sus “aliadas”, las poblaciones cristianas del país, las cuales como en el pasado y fundamentalmente durante la llamada “guerra civil libanesa” (1975-1989) que antes que civil fue una guerra comunitaria14, buscarán fundar su propio Estado cristiano. El Líbano es otra manifestación de la ausencia de correspondencia entre el Estado y la sociedad sobre la que reivindica su existencia. Desde 1943 como Estado independiente, la política interna se basa en un acuerdo no escrito, el Pacto Nacional15, ratificado en los Acuerdos de Taef de 198916, que otorga las responsabilidades políticas según un orden jerárquico que da preeminencia a los cristianos maronitas sobre los musulmanes sunnitas y a éstos sobre los chiitas, dejando un estatuto particular para los drusos. Según esta escala, la presidencia del Estado corresponde a los primeros, la jefatura del gobierno a los segundos, la presidencia del parlamento a los terceros y una cartera ministerial para los últimos. 13 Familia proveniente de la península arábiga, a la cual le fueron otorgados los reinos de Jordania y de Irak como consolación por parte de la Gran Bretaña por su participación en la lucha contra el Imperio Otomano en la I Guerra Mundial. 14 El término “guerra comunitaria” se aplica a este caso teniendo en cuenta que el enfrentamiento armado se dio a partir de las organizaciones que representaban los intereses de las comunidades cristianas maronitas, los chiitas, los drusos, los palestinos o los sunnitas. El término “comunidad” comparte con el concepto de “grupos étnicos” que se define a partir de uno o más factores culturales. Ver: JAFFRELOT, Christophe, “L’État face aux communautés”, en Cultures & Conflits, No 15-16, État et communautarisme, París, Editions l’Harmattan, 1994, pp. 3-6; PICARD, Elizabeth, “Les habits neufs du communautarisme libanais”, en ibid., pp. 49-70. Puede ser consultado en internet: http://conflits.revues.org/article.php3?id_article=309; SÁNCHEZ MATEOS, Elvira, “Líbano y las relaciones sirioisraelíes: un análisis de Líbano como microcosmos de Oriente Medio”, en Afers Internacionals, No. 34-35, diciembre 1996, pp. 171-190. 15 RABAT, Edmond, “Les avatars du multiconfessionnalisme: du régime communautaire au confessionanalisme”, en Esprit, mayo-junio 1983, pp. 74-82 ; IBRAHIM, Amr H., “La guerre du Liban et ses dialectiques minoritaires”, ibid., pp. 115-143. 16 GRESH, Alain, “Un peuple divisé toujours en attente de la paix. Le Liban au miroir des déchirements arabes”, en Le Monde Diplomatique, enero 1990, p. 8.


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Dos factores van a desencadenar la guerra comunitaria: los cambios demográficos, que van a dar mayor peso a los chiitas, los cuales son, sin embargo, económica, social y políticamente los más desfavorecidos; la presencia creciente de refugiados palestinos, desde la creación del Estado de Israel en 1948, pero particularmente desde 1970, cuando la Organización para la Liberación de Palestina –OLP- decidió enfrentar militarmente al rey Hussein en Jordania y pierde la confrontación en lo que se ha denominado “septiembre negro”, originando una migración masiva de refugiados palestinos17 y de las estructuras políticas y militares de la organización hacia el sur del Líbano, región predominantemente chiita. No es pertinente aquí detenerse en el desarrollo de la guerra, ni en las alianzas y contra-alianzas que tuvieron lugar. La confrontación armada develó la artificialidad del Estado libanés y lo convirtió en un peón en el ajedrez político regional, condujo a la entrada política y la presencia militar siria, quien se convirtió en el gran elector de la vida pública libanesa, permitió la presencia militar israelí desde 1982 hasta mayo del año 2000, con la creación de una franja de seguridad y un ejército títere y llevó a la reafirmación política y militar de las poblaciones chiitas (en particular después del triunfo de los religiosos chiitas en Irán en 1979 y la instauración de un Estado islámico en ese país). Un aspecto que debe ser tenido en cuenta con respecto a la experiencia histórica reciente del Líbano se refiere a la ocupación militar del territorio por parte de un Estado extranjero. El ejército israelí fue recibido en el sur del país y por parte de la población chiita como liberador, los desembarazaba de la presencia de la OLP, que se había convertido de hecho en un Estado dentro del Estado. Sin embargo, pocos meses después la ocupación sirvió de catalizador a la creación de una de las milicias islámicas más activas, Hezbollah18, que inició acciones militares y terroristas contra la presencia israelí. Si bien no se puede plantear que lo que acontece actualmente en Irak contra la presencia norteamericana y británica sea una réplica de lo sucedido en el Líbano, sí existen similitudes y si en este último país con la presión de los otros Estados árabes se mantuvo el esquema político del Pacto Nacional, no sucede lo mismo en Irak y si los norteamericanos se ven obligados a retirarse no existen, o al menos no son aparentes, las estructuras políticas que podrían llenar el vacío de poder. Al panorama de la relación entre las minorías y los Estados esbozado hasta aquí debe añadirse la problemática propia del Estado de Israel. Este último está lejos de presentar una homogeneidad aún entre la población que se define a sí misma como judía. La creación del Estado en 1948, de la mano del nacionalismo sionista, fue obra fundamentalmente de los judíos asquenazíes, provenientes del centro y oriente de Europa. Este hecho político relegó a las comunidades judeoárabes y sefardíes, provenientes del norte de África y del Cercano Oriente a un papel secundario en la vida del Estado. Esta situación se verá agravada con la llegada a finales de los años ochenta de los Fallashas o judíos negros, provenientes de Etiopía, y la llegada masiva de los judíos provenientes de la ex Unión Soviética19. 17

La problemática de los refugiados palestinos se origina con la creación del Estado de Israel y la expulsión de cerca de 800.000 árabes de sus tierras en la Palestina histórica. La gran mayoría de ellos se estableció en los territorios del Estado de Jordania, hasta su migración forzada por las circunstancias militares en 1970. 18 KASSIR, Samir, “Guerre au Liban, élections en Israel. Une aussi «bonne frontière»”, en Le Monde Diplomatique, junio 1996, pp. 22-23. 19 BEN-AMI, Shlomo, ¿Cuál es el Futuro de Israel?, Barcelona, Ediciones B, 2003 (segunda reimpresión). Ver especialmente, “Itinerario de un hombre”, pp. 45-81.


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El Estado de Israel no sólo debe afrontar esta falta de homogeneidad y de coherencia social sino que debe añadir a la contradicción interna la existencia de cerca de un millón de árabes palestinos, que poseen la ciudadanía israelí. La gran mayoría de ellos son musulmanes sunnitas, pero también hay entre ellos cristianos. A ellos debe añadirse una minoría drusa y otra beduina. La viabilidad de Israel como Estado judío a largo plazo es cuestionable, y si bien la pregunta sobre su futuro en este sentido encuentra una respuesta parcial con la inmigración masiva de judíos ex-soviéticos, en el largo plazo puede verse replanteada, en particular si, como es previsible, se mantiene por parte de los líderes palestinos la reivindicación del “derecho al retorno”20. Para cerrar este ensayo recapitulemos. Si la problemática etno-nacional no es quizá el factor que más incida actualmente en la política del Cercano Oriente, no puede abandonarse en un análisis coyuntural o estructural de la región. Las reivindicaciones étnicas o comunitarias (basadas en pertenencias religiosas como en el Líbano) pueden convertirse en un factor desestabilizador e inducir conflictos y reordenamientos mayores o ser utilizados por los actores estatales como cartas para modificar la correlación de fuerzas en la región. No se afirma que estos cambios sean inevitables, simplemente que dadas la artificialidad de los Estados, la composición étnica de los mismos, aunada a la correlación de fuerzas en el entorno regional y mundial, puede conducir a una modificación del mapa político del Cercano Oriente. En el corto plazo, los Estados Unidos de Norteamérica pueden, sobre la imposibilidad que existe actualmente que un Estado pueda confrontarlo con éxito en el plano militar (a nivel regional o mundial), marginar a sus potenciales enemigos. Pero en el mediano y el largo plazo y frente a la incertidumbre de la ocupación militar del territorio iraquí, los líderes regionales utilizarán las fisuras del dominio norteamericano para hacer valer sus intereses y aquí la carta etno-nacional volverá a ser como en el pasado un punto de apoyo y de movilización política. Irán, que se ve amenazado por su ubicación en el “eje del mal” del presidente Bush, mantendrá sus opciones de influencia sobre las poblaciones chiitas del sur de Irak, creando serios escollos a la consecución de la estabilidad en el territorio que es un presupuesto básico para la consolidación de la hegemonía norteamericana en la región y su control sobre los recursos fósiles y el mercado petrolero. La negación por parte de la administración Bush de concebir una partición de Irak y mantener la opción de un Estado concuerda con la búsqueda de evitar que un rediseño de las fronteras estatales actuales se convierta en una caja de Pandora y conduzca a una desestabilización a gran escala de la región, pero ello no evitará que los kurdos mantengan su opción por la independencia y la creación de un Estado, lo que implicaría el desmembramiento de cuatro Estados. Aún más, un rediseño de fronteras conduciría a reivindicaciones por parte de otros grupos etnonacionales en regiones adyacentes y tan inestables como el Cáucaso, el Asia Central. Por ejemplo, los armenios en el Cáucaso, que en el proceso de construcción de la Turquía moderna se vieron despojados y expulsados de parte de sus territorios ancestrales.

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SAID, Edward, El Fin del Proceso de Paz. Nuevas Crónicas Palestinas (1995-2002), Barcelona, Mondadori, 2002.


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La existencia de minorías étnicas o religiosas pueden constituir un factor de agravamiento de los conflictos mayores actuales y plantean interrogantes políticos a los Estados dentro de sus fronteras actuales y teóricos al concepto de Estado-nación y a través de él a los enfoques tradicionales en relaciones internacionales21.

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El concepto de Estado-nación implica la correspondencia entre la sociedad y la estructura estatal que la cobija. Esa correspondencia sólo puede darse sobre dos posibilidades: que la sociedad en cuestión se identifique como una nación, es decir, gozando de una identidad común o con la aceptación por parte de los distintos grupos que la forman de construir un futuro común, respetando sus identidades particulares o forjando una nueva. En cuanto a los enfoques tradicionales, se hace referencia particularmente al realismo y al neorrealismo, que postulan la primacía del Estado como actor único o fundamental de las relaciones internacionales. Sin embargo, al introducir el factor “cultura” también le plantean cuestionamientos al enfoque de la interdependencia. Para un acercamiento a la problemática étnica y sus relaciones con la política del Cercano Oriente desde una óptica literaria, se sugiere a la lectura de varias de las novelas del escritor libanés Amin Maalouf, en particular: Léon l’Africain, Samarcande, Le rocher de Tanios, Les Échelles du Levant, así como los ensayos Identités meurtrières” y Les croisades vues par le Arabes. Todos ellos publicados por Grasset, con excepción del último, publicado por J’ai lu.


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espacio y poblamiento en el resguardo de chita en la segunda mitad del siglo xviii alba luz bonilla de pico ∗ introducción En esta investigación se examina el ordenamiento socioespacial que presentaba el resguardo de Chita en la segunda mitad del siglo XVIII. El estudio del resguardo se aborda atendiendo tanto al problema de la tierra, como de la comunidad y su organización, por lo cual las palabras “pueblo” y “resguardo” se emplean indistintamente al referirse a la comunidad y al territorio. Para señalar la agrupación de casas en torno a la iglesia se utiliza, al igual que Marta Herrera, la palabra “poblado”1. La relación entre espacio y poblamiento en el resguardo de Chita se analiza a través de tres aspectos: el territorio y el poblamiento, el control social de los espacios y las formaciones socioespaciales. En el primero se estudia la ubicación del resguardo, la conformación administrativa y la distribución de la población, haciendo una retrospección histórica del poblamiento y de las transformaciones surgidas en el espacio, resultados de los procesos físicos y culturales entre indios y vecinos, como se les llamó a los blancos y mestizos en la época colonial. El control social de los espacios se explica a través de un conflicto surgido por el interés de un grupo de vecinos, de crear una nueva parroquia para legitimar su permanencia en el lugar, desagregándose del resguardo y de la autoridad del cura doctrinero; se destaca, además, el surgimiento de una elite local que buscaba controlar el espacio geopolítico del vecindario. Finalmente, se tratan las formaciones socioespaciales: el resguardo, el vecindario y la “parroquita”; se analiza cómo las relaciones entre los indios del resguardo y los vecinos de la “feligresía” dieron origen a una formación intermedia: “la parroquita”, espacio de transición que expresa la síntesis del vecindario y del resguardo, que abarcó los dos espacios que la formaron y de la que resultó la parroquia de indios y de vecinos. Este trabajo pretende contribuir al conocimiento de la historia local, en una época de grandes cambios demográficos, económicos y políticos; muestra el fenómeno cambiante de las formas de poblamiento, el debilitamiento de la “república de indios” frente al fortalecimiento de la “república de blancos”; a la vez que rescata el papel del resguardo como institución que modela el espacio y la población en el marco de una sociedad dual que, finalmente, se articula y se funde en lo que hoy son los municipios boyacenses. La documentación más importante utilizada en esta investigación se fundamenta en fuentes primarias del Archivo General de la Nación, del Archivo Parroquial de Chita, del Archivo Regional de Boyacá y de fuentes primarias impresas como: Relación de Visitas Coloniales, de ∗

Magíster en Historia UPTC. HERRERA, Marta, Poder local, población y ordenamiento territorial en la Nueva Granada. Siglo XVIII, Bogotá, Archivo General de la Nación, 1996, p. 56.

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José Mojica Silva, Indios y Mestizos de la Nueva Granada a finales del siglo XVIII, correspondiente a la visita de Francisco Antonio Moreno y Escandón, y Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada, del padre Basilio Vicente de Oviedo. La bibliografía contemporánea facilitó la interpretación de dichos documentos. Por no haberse encontrado mapas de Chita en el siglo XVIII, los que aquí se presentan se construyeron a partir de las cartas del IGAC, de la información de los documentos históricos, y teniendo en cuenta el planteamiento de Silvia Broatbent, sobre la semejanza de los nombres de las veredas actuales con las parcialidades prehispánicas y coloniales2. A las citas textuales se les cambió la ortografía original por la actual y se agregaron algunos signos de puntuación para facilitar la comprensión de los contenidos. 1. territorio y poblamiento El resguardo consistía en una agregación de varias parcialidades indígenas en un hábitat territorial limitado, de propiedad inalienable, con el fin de reconstruir una comunidad según los esquemas europeos de vida urbana, vida en policía y vida en república, que implicaba un control político y social, la evangelización y protección de la comunidad, la producción de bienes para la subsistencia y el abasto de un mercado agrícola y artesanal para el mercado local y regional, la explotación económica a través del tributo y la utilización de la fuerza de trabajo. El resguardo de Chita estaba ubicado en tierras altas de la vertiente oeste del ramal oriental de la Cordillera Oriental, al noreste del departamento de Boyacá, en la jurisdicción del actual municipio que lleva el mismo nombre; situado a 6º 11´ 22” de latitud norte y a 72º 28´ 36” de longitud occidental; distante de Tunja, la capital del departamento, 240 Km (mapa 1). En la segunda mitad del siglo XVIII su extensión total era aproximadamente de 6.025 has. y comprendía las “parcialidades” de: Vichacuca, Tágaza, Chichaguí, Vímiza, Malareque, Chipa3, las tierras de labranza y el potrero de comunidad o ejido. El área urbana era un poblado nuevo construido entre 1725 y 1733, por efecto de los deslizamientos sufridos en la antigua población. El resguardo había sido creado el 24 de enero de 1602 por el Licenciado Luis Henríquez, dando cumplimiento a las ordenanzas sobre resguardos dictadas por el presidente Antonio González en 15934, cuando ordenó la reducción de los indios de la Sal y de los de Chita en torno a la iglesia del pueblo de Chita; pero en esta ocasión se les “amparó” en todas las tierras que habían poseído tradicionalmente5. Sólo hasta 1635 el oidor Juan de Valcárcel delimitó las tierras del resguardo6 y señaló una sectorización interna consistente en: tierras para parcelas individuales, potrero de comunidad y labranza de comunidad; sus límites y sectores fueron reconocidos en las visitas de 1755 y de 1777. 2

BROATBENT, Silvia, Los Chibchas. Organización sociopolítica, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Imprenta Nacional, 1964, p. 34. 3 Archivo General de la Nación (en adelante A.G.N., sección Colonia) Visitas Bolívar, T. 3, ff. 453 r. a 464 r. 4 GONZALEZ, Margarita, El Resguardo en el Nuevo Reino de Granada, (1970), Bogotá, El Ancora, 1992 (tercera edición), pp. 29-37, 42-43. 5 A.G.N. (sección Colonia) Visitas Boyacá T. 13, f. 445 r. Copia hecha en 1635 del original de la orden de reducción del Licenciado Luis Henríquez. 6 Ibid., f. 597 v. a 599 r.


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Las tierras de los resguardos en terrenos quebrados se delimitaron tomando como puntos de referencia las elevaciones notables y los rĂ­os. En terrenos mĂĄs parejos, por lo general, tenĂ­an una


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forma rectangular y se medían con una cabuya ajustada en 76 ó 100 varas (igual a 100 pasos)7. Un ejemplo de resguardo en forma de rectángulo es el de Cota (Cundinamarca) en la sabana de Bogotá (mapa 2)

A diferencia del resguardo de Cota, el de Chita tenía la forma de un círculo, según se desprende de lo dicho por el corregidor Campuzano y Lanz en 17778 y la descripción de los linderos sobre el 7

COLMENARES, Germán, La Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. Ensayo de Historia Social (1539-1800), Tunja, Publicaciones de la Academia Boyacense de Historia, 1984, p. 179. 8 A.G.N. (sección Colonia) Visitas Bolívar T 3, f. 485 r.


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paisaje9. Flanqueado al norte por el cerro de Rogachude; al noroeste y oeste por el río Loblanco (llamado entonces Chitano); al oriente con el cerro del Portillo (hoy Jerusalén), el cerro de Mocuas, la loma de la Carbonera, con oscilaciones entre 3.400 y 4.000 m.s.n.m.; por el suroeste con el río Higueras y, cerca de la confluencia de los dos ríos, el sitio de la Salinita que era la parte más baja del resguardo a 2.400 m.s.n.m. (mapa 2). El vecindario de Chita se fue formando con el poblamiento de españoles y mestizos; en las declaraciones de la visita de 1635, los indios interrogados afirmaron que desde hacía “más de 20 años” vivían en el vecindario españoles labradores y mestizos. En esta visita se contabilizaron 10 españoles hombres y 16 mestizos; de estos últimos, 13 eran hombres, tres de los cuales tenían esposa mestiza10. A partir de este grupo se fue consolidando el mestizaje que con el tiempo fue creciendo por efecto de las mezclas internas y la inmigración. Según el padrón de 1777, hecho por el corregidor Campuzano y Lanz, el vecindario de Chita estaba formado por trece estancias ubicadas al norte, oeste y sur del resguardo, sus nombres eran: De los Olivos, Artajona, Mortiñal, Quíchova, Tabacal, De los Hernández, Cuco, La Caldera, Las Higueras, Quindeva, Silverio, Canoas y Agua Colorada y Tierra Negra11. Atendiendo a la semejanza de los nombres de las “estancias” de los vecinos se puede argumentar que, así como en el caso de las parcialidades, las estancias coloniales dieron origen a algunas veredas actuales. Con este planteamiento y con la delimitación del resguardo, se calculó el área del vecindario12, resultando que el 70% de las tierras estaban en poder de los vecinos, el 14.5% eran tierras del resguardo y un 15.5% tierras baldías (mapa 3).

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Se hizo el recorrido siguiendo los documentos de las visitas de 1755 y 1777 y, en efecto, desde el alto del Chital (o Rubachura, según Berdugo y Oquendo) donde se situaron los visitadores, se observa todo el globo del resguardo que forma una gran terraza de acarreo y comprende el territorio que hoy se llama resguardo, el llano de San Antonio y parte de la vereda de Parroquita. 10 A.G.N. (sección Colonia) Visitas Boyacá T. 13, ff 467 r., 474 r., 481 v. 11 A.G.N. (sección Colonia) Visitas Bolívar T. 3, ff. 468 r. a 475 v. 12 Las veredas de Chipa Viejo, Minas y Monserrate ubicadas en la parte sur del municipio actual (mapa 1) no se tienen en cuenta para este cálculo porque no se mencionan en la delimitación y parece que hasta fines del siglo XVII estaban vinculadas al pueblo de Pisva-Chipa-Mona; ver RUIZ RIVERA, Julián, Encomienda y Mita en Nueva Granada en el siglo XVIII, Sevilla, Escuela de estudios hispanoamericanos de Sevilla, 1975, pp. 49, 357.


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El resguardo de Chita y su vecindario hacía parte del corregimiento o partido de Chita, uno de los nueve corregimientos de la provincia de Tunja13, al que también pertenecían los pueblos de indios de Boavita, Guacamayas, Chiscas, Cocuy, la Misión de Guicán y la Salina, y las parroquias de El 13 Los nueve corregimientos de la provincia de Tunja eran: Turmequé, Sáchica, Paipa, Sogamoso, Chivatá, Duitama, Gámeza, Tenza y Chita; ver MORENO Y ESCANDÓN, Francisco, Indios y Mestizos de la Nueva Granada a finales del siglo XVIII (1779), COLMENARES, Germán, VALENCIA, Alonso (compiladores), Bogotá, Fondo de la Cultura, Vol. 124, 1985, pp. 144-170, 336-353.


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Cocuy, la Uvita y la Capilla14 (hoy San Mateo), es decir, que el partido de Chita comprendía los territorios que habían pertenecido a la confederación lache. a) distribución espacial de la población En cuanto a la población y su ubicación, según el padrón de 177715, el total de los habitantes del pueblo y vecindario de Chita era de 3.517 personas, distribuidas así: 1.386 indígenas habitaban en las tierras del resguardo y dos en las estancias de vecinos, para un total de 1.388 indígenas, equivalente al 39.5% de la población. Los vecinos sumaban 2.129, el 60.5% de la población, distribuidos de la siguiente manera: 1.258 personas (35.8%) en la “feligresía del vecindario” y 871 (24.7%) dentro del resguardo (ver el siguiente gráfico).

En relación con el territorio y con el total de la población, el 64.2% de los habitantes vivía en el resguardo, que tan sólo ocupaba el 14.5% del área poblada; mientras que el 35.8% restante vivía en las estancias que comprendían el 70% del territorio. La presión que ejercía el vecindario sobre el resguardo era motivada fundamentalmente por dos causas: el arriendo de tierras y el mestizaje. En 1777, los capitanes de las parcialidades manifestaron al corregidor Campuzano y Lanz, que: el número de vecinos que habita el resguardo es crecido, pero que no saben con fijeza cuántos son, ni tampoco las cantidades que por razón de arriendo pagan estos vecinos a cada indio, particular dueño de las tierras en que viven16. Así mismo, Campuzano y Lanz se refería a los vecinos que habitaban en el resguardo como “vecinos de color”, lo que indica que eran mestizos. Por estas razones –arriendo de tierras y mestizaje, más la presión fiscal del Estado colonial- Campuzano y Lanz ordenó el remate de un “cuarto del resguardo” para “el establecimiento y separación de los enunciados vecinos”17. Este terreno se extendía “desde el nacimiento de la quebrada de Rogachude (hoy Gusaneque), 14

A.G.N. (sección Colonia) Visitas Bolívar T. 3, f. 477 r. Ibid., ff. 453 v. a 475 v. 16 Ibid., ff. 483 r .v. 17 Ibid., ff. 485 v. a 486 v. 15


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hasta su entrada en el río de Chita, y por el lado contrario con tierras de Don Antonio de los Olivos, de los Reverendos Padres de San Agustín”18, ubicadas al norte del resguardo (mapa 2). b) evolución del poblamiento Con la llegada de los españoles, a fines de la primera mitad del siglo XVI, se introdujo un nuevo sistema de poblamiento mediante la creación de asentamientos urbanos acordes con el modelo municipal español; así mismo, se procuró la congregación de los indígenas en “pueblos de doctrina” para facilitar su evangelización y la disponibilidad de su fuerza de trabajo19, aunque se mantuvo el patrón de poblamiento prehispánico disperso, junto a la aldea nucleada de los “pueblos de indios” o alrededor de los centros urbanos españoles. A mediados del siglo XVIII el poblado de Chita se hallaba ubicado en el altiplano de San Antonio, en el mismo sitio donde se encuentra el pueblo actual. Su estructura tenía traza reticular, plaza e iglesia; era un poblado nuevo, porque el “pueblo viejo” había sido arrasado casi por completo por un derrumbe o “volcán”, como lo llamaron entonces. Veamos cuál fue el proceso de conformación del poblado y el poblamiento. Desde 1571, cuando se hizo la visita del Licenciado Juan López de Cepeda, el pueblo de Chita tenía una iglesia de piedra y contaba con 388 indios20. En 1577 se realizó un contrato entre el mayordomo del conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada, encomendero de la región, con el albañil Diego Mejía, para la construcción de “una Iglesia de tapias y rafas de adobe y ladrillos cubiertas de teja”21. El modelo de poblamiento urbano español de traza reticular había sido ordenado en las Instrucciones del oidor Tomás López de Cepeda en 155922. Cuando el licenciado Luis Henríquez visitó la región en 1602, Chita contaba con 968 indígenas, 10 blancos y 16 libres o mestizos y el pueblo de la Sal con 232 indígenas23. El visitador describió la iglesia del “pueblo” de Chita, la cual tenía las características de la contratada en 1577; así mismo, “mandaba y mandó que todos los indios pertenecientes al pueblo de la Sal se pueblen y pasen a vivir al de Chita en lo más acomodado y cercano a la iglesia, haciendo los unos y los otros sus casas y bohíos, señalando sus calles derechas”24. Esta disposición de implantar el “plano reticular”, cuando desde 1559 se había ordenado, puede ser indicio de que el modelo español fue objeto de resistencia y que se impuso en los pueblos de indios en un tiempo de media o larga duración. La orden de agregación también fue objeto de resistencia porque los indios del pueblo de la Sal no la cumplieron. En 1681, junto a la iglesia, había un convento que comprendía “una casa grande de estantillos, cubierta de paja en que están dos celdas grandes, cada una con dos alcobas, y en cada celda su

18 ARCHIVO PARROQUIAL DE CHITA (en adelante A.P.C.), Libro 2º Bautismos de Indios, Años: 1768-1793, f. 81 v. 19 COLMENARES, Germán, La Provincia de Tunja..., op. cit., pp. 72-73. 20 MOJICA SILVA, José, Relación de Visitas Coloniales, Tunja, Imprenta Oficial, 1946, p. 11. 21 ANTOLÍNEZ, Jesús, “Apuntes y documentos históricos importantes sobre la actual provincia de Gutiérrez”, en Repertorio Boyacense, Vol. VI, Nº 59, 1920, pp. 548-549. 22 HERRERA, Marta, “Ordenamiento espacial de los pueblos de indios. Dominación y resistencia en la sociedad colonial”, ponencia Seminario sobre poblamiento y entidades territoriales coloniales, Cúcuta, 1996, pp. 10-11. 23 A.G.N. (sección Colonia) Visitas Boyacá, T. 13, f. 441 r. 24 Ibid., f. 445 r.


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puerta de madera y su ventana volada a la plaza”25. En la plaza de los poblados de indios se ubicaba la iglesia, la casa del cacique, la casa del cabildo, la cárcel y las casas de los indios principales26. De esta manera, en la superposición de poderes hispanos sobre los indígenas, la iglesia se convirtió “en el nuevo centro del cacicazgo por analogía con la función del cercado o casa del cacique”27. Para los curas doctrineros de Chita, la iglesia era una preocupación especial; la primera gestión de los visitadores pastorales fue la revisión del estado de la iglesia, del baptisterio y de los adelantos de la sacristía. En 1683 los “caciques” y “gobernadores” informaban al visitador eclesiástico que el padre Alonso de Lara “viendo en esta Sa. iglesia que no teníamos donde sentarnos los domingos y días festivos, nos hizo el bien de que se [hicieran] escaños y bancos que hoy están fomentando el aseo de la Sa. iglesia”28. Son frecuentes en los documentos las denominaciones “vecino de Tunja residente en el valle de Chita”29. En estos casos, según el padre Vicente de Oviedo, los vecinos pagaban la mitad del estipendio al cura doctrinero del pueblo al que estaban agregados, y la otra mitad a la parroquia a la que pertenecían30. La pertenencia de los vecinos al pueblo de indios seguía la normatividad religiosa; el visitador don José de Vergara y Azcárate ordenaba en 1734: “primeramente sean precisados los vecinos a oír los más días de fiesta misa en su pueblo como en propia parroquia, lo que tendrá más fuerza atendidas bien las pastorales de los S.S.P.P. Pontífices Pío V y Alexandro VIII”31. Con este cumplimiento, desde época temprana, los vecinos establecieron funciones de cooperación con los indígenas en torno a las actividades de la iglesia, como lo demuestra el traslado del poblado. Este fue hecho por un deslizamiento ocurrido a finales del mes de agosto de 1706, en el sitio conocido hoy como “Pueblo Viejo”. El fenómeno se repitió en el mismo sector, desde el 21 de noviembre de 1724 hasta el 30 de enero de 1725, cuando bajaron “crecientes poderosas de barro y piedra”, que gracias al trabajo de desagüe de naturales y vecinos, hizo reventar el “volcán” por la “parte de Vichacuca”. Por efecto del “terremoto” se despedazaron las paredes de la iglesia y quedaron sepultadas 32 casas32. Los indios del pueblo de Chita, representados por don Domingo Núñez, protector de naturales, solicitaron inmediatamente ante don Antonio Manzo Maldonado, Mariscal de Campo, Presidente, Gobernador y Capitán General en Santafé, el traslado del pueblo al “sitio del Ensayadero”, localizado en las tierras del resguardo; licencia que les fue concedida el 2 de septiembre de 172533. Don Antonio Manzo Maldonado, el 22 de septiembre de 1725, ordenó al corregidor de naturales del partido de Chita, don Fernando de Caicedo y Solabarrieta, a petición de don Domingo Núñez, que los terrenos asignados para el poblado tuvieran las cuatro leguas que 25

A.P.C. Libro 3º General de Indios, Años: 1691-1699, ff. 235 v. a 236 r. HERRERA, Marta, “Ordenamiento espacial...”, op. cit., pp. 10-13. 27 WIESNER, Luis, Historia y producción del resguardo indígena de Cota (Cundinamarca) 1538-1876, Bogotá, 1981, Tesis de Antropología, Universidad de los Andes, p. 289. 28 A.P.C. Libro 3º General, Años: 1691-1699, f. 237 r. 29 A.G.N. (sección Colonia) Tierras Boyacá T. 14, ff. 552 r., 567 r., 574 r., 663., 675., 708 r., 711 r. 30 OVIEDO, Basilio Vicente de, Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada (1761), CUERVO, Luis Augusto (compilador), Bogotá, Imprenta Nacional, 1930, p. 117. 31 A.P.C. Libro 4º General, Años: 1723-1757, f. 41 r. 32 A.G.N. (sección Colonia) Fábrica de Iglesias T.1, f. 874 r. 33 Ibid., ff. 870 r. a 873 r. 26


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prevenía la ordenanza en estos casos, y que para el cuidado de los ganados se les diera una estancia de ganado mayor para potrero, y así evitar los daños en las sementeras; se ordenó, además, que los indios “hagan sus ranchos y ferias en los sitios más al propósito e inmediatos a la iglesia y hasta que no esté todo ejecutado no permitirá se pasen para que no experimenten ninguna incomodidad ni tengan dimisión alguna”34. El eje en torno al cual se construiría el nuevo poblado era la iglesia; después de algunas gestiones, el remate de su construcción se hizo a nombre de don Tomás Muñoz, vecino de Santafé, residente en el valle de Chita, quien antes de haberse concedido dicho remate que propuso en 2.000 pesos, había iniciado la construcción de la casa cural y contaba con un tejar, piedra rajada y labrada y la “traza” o el plano que había sido consultado con el cura, los vecinos principales, los caciques y gobernadores35. Los 2.000 pesos, como era la costumbre, se repartieron en tres partes, cada una de 665 pesos y unos reales; una parte se asignó a la Real Hacienda, otra al encomendero, quien renunció a las “demoras” mientras cumplía con la cantidad, y los indios que trabajaran en la obra eran relevados del pago del tributo que les correspondía36. La tercera parte se asignó a los vecinos a quienes se les fijó individualmente una cantidad, de acuerdo a sus posibilidades. La parte de la Real Hacienda fue la única que se entregó oportunamente37. Diligenciadas buena parte de las recomendaciones necesarias para el traslado, el 17 de enero de 1734 el corregidor don Fernando de Caicedo y Solabarrieta certificó que el padre Francisco de Arce, cura doctrinero de dicho pueblo, había comenzado el transporte del poblado; para entonces, ya se había construido un convento y la iglesia se hallaba adelantada38. El traslado del poblado implicó una serie de gestiones político-administrativas, la construcción de la iglesia, el convento y las viviendas, que involucraron a los indios, a los vecinos, a las autoridades civiles de Chita, Tunja, Santafé y a las autoridades eclesiásticas, en un proceso que duró cerca de diez años. Los capitanes e indios principales tomaron parte en las determinaciones del traslado y construcción de la iglesia y del poblado, como quiera que la iglesia era el eje del pueblo de indios al que estaban “agregados” los vecinos, y por lo tanto el poblado: espacio de socialización de todos los grupos socio-raciales. La obra de la Iglesia continuó a lo largo del siglo XVIII con la ayuda económica de los indios del pueblo, de los vecinos y de los curas. En las visitas pastorales se hacía un inventario de las alhajas y de los adelantos de la construcción; así, en el informe de la visita de 1800, algunos de los adelantos fueron: “la enladrilladura de la Iglesia”, “una capilla de Nra. Sra. del Rosario”, “el pasadizo y puerta para la sacristía”, “la capilla del Sor. Crucificado de la Salina”, a costa de varios devotos como indios, vecinos y forasteros, y el trabajo personal de indios y vecinos”39. En torno al traslado del poblado y a la construcción de la nueva iglesia, se tejieron una serie de actividades y trabajos de cooperación donde participaron indios y vecinos, reflejando que las relaciones interétnicas en el marco de la realidad local fueron debilitando la separación de las dos

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Ibid., 883 r. a 885 r. Ibid., ff. 910 v. a 911 r. 36 Ibid., ff. 881 r. v. 37 Ibid., ff. 943 r. v. 38 Ibid., f. 943 r. 39 A.P.C. Libro 4º Bautismos de españoles e indios (por secciones), 1791-1803 ff. 23 v. a 24 v. 35


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“repúblicas”, la “república de españoles” y la “república de indios”, promovidas por las leyes de segregación desde el siglo XVI. Las disposiciones oficiales ordenaban que los indios debían vivir en el poblado40; pero, según declaración de los capitanes y alcaldes del resguardo hecha al corregidor Campuzano y Lanz en 1777, los indios “que tienen casas en el asiento de este pueblo son pocos y los más están radicados en sus estancias unas a corta y otras a mayor distancia”41. En el juicio de residencia seguido al corregidor don Ignacio de Andrade en 1781, un testigo afirmaba: “que sabe que dicho corregidor, consintió a que los indios del pueblo de Chita de que viviesen en su población vieja”42. Esto indica que pasado el peligro del deslizamiento, los indios volvieron a su antigua población. La existencia de un solo asentamiento urbano en Chita indica que, en un comienzo, los indios lo ocuparon, porque en el traslado del “pueblo” sólo se menciona a los indios, pero muy pocos de ellos se quedaron a vivir allí; la mayoría regresó a su antiguo poblado y es posible que los blancos y mestizos que se hallaban asentados en sus propiedades rurales fueron ocupando el espacio urbano. La resistencia de los indios a adaptarse al modelo de poblamiento español demuestra la presencia de un espacio abstracto que actúa como un “campo de fuerza” dentro del cual es libre una cultura y en el que se resguarda de la destrucción de sus prácticas tradicionales, de su organización familiar y de sus relaciones y roles de producción43. 2. control social de los espacios Germán Colmenares plantea que en el Nuevo Reino de Granada, a fines del siglo XVII, comenzaron a erigirse parroquias como consecuencia de los cambios provocados en la configuración étnica y cultural de la población, para dar asentamiento urbano a estancieros y propietarios independientes44; este hecho provocó que el visitador Berdugo y Oquendo ordenara, en 1755, que algunos pueblos de indios por su poca población, se convirtieran en parroquias45. Jaques Aprile también señala que durante los siglos XVI y XVII “las composiciones de tierras, la reagrupación de la escasa población aborigen encomendada, su reducción en parcialidades, resguardos y pueblos de doctrina, el concierto y el nuevo sistema de contratación laboral”, ocasionaron en el siglo XVIII “un nuevo modelo de hábitat rural nucleado, un nuevo tipo de asentamiento: la parroquia o villa de vecinos libres”, que predominó desde fines del siglo XVII hasta el período de la Independencia46. Por su parte, Marta Herrera plantea que una de las 40 COLMENARES, Germán, Historia económica y social de Colombia 1537-1719, Medellín, La Carreta, 1975 (segunda edición), p. 52. 41 A.G.N. (sección Colonia) Visitas Bolívar T. 3, f. 483 r. 42 A.G.N. (sección Colonia) Residencias T. 1, f. 717 v. 43 THOMPSON, Edward, Tradición, revuelta y conciencia de clase, Barcelona, Crítica, Grijalbo, 1979. pp. 45-46. 44 COLMENARES, La Provincia de Tunja..., op. cit., p. 92. 45 CHAVES DE BONILLA, Josefina (compiladora), “Informe del Visitador Real Don Andrés Berdugo y Oquendo sobre el estado social y económico de la población indígena, blanca y mestiza de las provincias de Tunja y Vélez a mediados del siglo XVIII”, en A.C.H.S.C. (Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura), Nº 1, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1963. pp. 183-185. 46 APRILE, Jaques, La ciudad colombiana prehispánica de conquista e indiana, Bogotá, Biblioteca del Banco Popular, 1991, p. 430.


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consecuencias del cambio en la composición demográfica de la población, a mediados del siglo XVIII, fue el surgimiento de una nueva elite local dentro de la “república de españoles” y la disminución de la importancia relativa de la “república de indios”. El peso económico alcanzado por esta elite le había permitido cierto ejercicio del poder a nivel local47. En Chita, en 1780, los vecinos dieron un poder al “Capitán”48 Juan de Dios Rodríguez para que los representara en todas las diligencias relacionadas con los beneficios del vecindario. En 1781, dicho Capitán solicitó la desagregación del vecindario y la “erección” de una parroquia que se llamaría Nuestra Señora de la Paz, que comprendería las estancias de los vecinos agregados al pueblo de indios y el poblado sería construido en el sitio de “La Ramada de Quindeva”. Los vecinos se comprometían a levantar: iglesia, casa del cura, cárcel; organizar las tres cofradías (de Nuestro Amo, de la Virgen y de las Animas), y cumplir con todas las obligaciones del culto católico49. El arzobispo Antonio Caballero y Góngora, autoridad competente, ordenó al cura de Socotá, José María Plata, delimitar el territorio de la nueva parroquia y levantar el padrón de los vecinos. Los límites serían: “de la peña de Cúdica en derechura a dar a el alto de Rechíniga, de las Lajas, y de este a dar a el Portachuelo del Cocuy y de este a el sitio de las Ventanas y quebrada de la Mina, agua abajo, hasta donde entra en el Río de Chita, y de este Río arriba hasta donde se encuentra la quebrada de Ura, y de esta agua arriba a dar a la laguna Larga y de esta a el sitio de Buenavista en las Piedras negras y de este hasta encontrar con el Río de Castro y de este a dar a la Laguna de Cuvida y de esta a dar al alto de Salazar y de este a dar a la estancia de el Cuco y de esta corriendo la cuchilla abajo a dar a el Río de Chita y de el Río arriba a dar a el primer lindero de la Peña de Cúdica”50 (mapa 4). El padrón totalizó 391 cabezas de familia. Los partidarios de la nueva parroquia incluían la estancia de Cusaguí, que hacía parte de la parroquia de la Uvita y contaba con 40 cabezas de familia; pero estos vecinos no estaban interesados en pertenecer a la nueva parroquia. Fuera de esta población, quedaban 382 cabezas de familia que habitaban las tierras del cuarto del resguardo que había sido rematado a favor de los vecinos en 1777, los cuales quedarían agregados al pueblo de indios de Chita51. A raíz de este proyecto, los vecinos se dividieron en dos grupos: los que apoyaban al capitán Juan de Dios Rodríguez y los que no querían la nueva parroquia y acompañaban al cura doctrinero Fray José Leal. Cada grupo defendía su posición con documentos que enviaban a las autoridades pertinentes y con manifestaciones que llegaron a los enfrentamientos armados, como lo narra un documento firmado el 7 de agosto de 1781 por 207 vecinos en el que pedían la anulación del poder otorgado a Rodríguez y rechazaban el proyecto de la nueva parroquia. Este grupo de vecinos manifestaba, refiriéndose a Juan de Dios Rodríguez, que de ningún modo lo admitimos de 47

HERRERA, Marta, Poder local..., op. cit., p. 105. Capitán en este caso se refiere a un vecino de prestancia económica y política, no implica grado militar; también se les llamó “orejones” (A.G.N., sección Colonia, Curas y Obispos T. 45, f. 728 v., A.P.C. Expediente sobre erección de parroquia en el sitio de Quindeva, 1781, Legajo suelto, f. 35 r., HERRERA, Marta, Poder local..., op. cit., p. 106). 49 A.P.C. Expediente sobre erección de parroquia..., ff. 15 v., 16 r. 50 Ibid., ff. 5 v., 6 r. 51 Ibid., f. 56 r. 48


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capitán, ni que en adelante tenga algún dominio sobre nosotros, ni tampoco admitimos como capitanes a Nicolás Escobar, ni a Juan Ignacio Olivos, ni a ninguno otro de los nombrados en el levantamiento pasado para evitar los escándalos, alborotos y guerras que han sido manifiestas a todo este lugar, de tal modo que para suspender el estrago que se esperaba, fue necesario que nuestro cura corriera presuroso a ponérseles de rodillas entre el barro, descubierta la corona,


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puestas las manos y derramando abundantes lágrimas, pidiéndoles por amor de Dios se sosegase aquel gran tumulto de vecinos, mestizos y algunos indios e indias a quienes había convocado un perverso capitán, todos los cuales estaban con cadejas coloradas, tambores, caracoles, armados de escopetas, espadas, machetes, rejones, garrotes y montones de piedra, prevenidos. Fue especial providencia de Dios que aquel día no hubieran sucedido mil muertes; después de todo esto procedieron los incendios y discordias en tanto grado que dicho nuestro cura estuvo determinado a consumir a nuestro Amo y Señor Sacramentado y salir a pie de este lugar, lo cual hubiera ejecutado si algunos vecinos que se hallaron presentes derramando lágrimas y abrazos de su paternidad, no lo hubieran suspendido. Estos son los motivos por los cuales no queremos semejantes capitanes, pues ellos han sido los motores de todos los escándalos precedidos52. Esta cita, además, informa sobre la lucha intensa frente a los intereses de cada grupo, sobre los mecanismos de protesta, y el liderazgo que ejercían los capitanes. La participación de algunos indígenas, que no serían retribuidos con beneficio alguno, pudo haber ocurrido por relaciones de trabajo con españoles y mestizos involucrados en el conflicto. Como fiscal del proyecto de creación de la nueva parroquia fue nombrado Miguel de la Rocha, quien había sido cura del pueblo de Chita en 1772 y en aquella ocasión había desaprobado tal iniciativa. En 1781 el doctor de la Rocha manifestó que era necesaria la nueva parroquia, entre otras razones porque “el pueblo de Chita es de los más numerosos de el Reino, así de indios como de mestizos que viven dentro de las tierras de sus resguardos, y por este motivo, aunque se verifique esta desmembración, queda sobrada congrua al padre cura de dicho pueblo”53. De esta manera, el doctor de la Rocha justifica la aprobación del proyecto y, además, confirma que los vecinos que vivían en el resguardo eran mestizos, los que Campuzano y Lanz, denominó “vecinos de color”. De otra parte, don Juan Antonio Gómez, alcalde y juez partidario del valle de Chita, estaba a favor del grupo que no quería la parroquia; al respecto, en enero de 1782, decía: El común de este vecindario no quiere parroquia pues todos han premeditado muy bien lo que es comenzar nueva fábrica y que se hallan muy contentos en este pueblo, en donde están connaturalizados gozando de unión, paz y quietud con los indios y también de la gran fertilidad de sus tierras que producen buenas cosechas; pero esto no impide la suma pobreza 54 en que se hallan para emprender nueva fábrica de parroquia, pues ésta pide vecinos ricos .

Aunque el proyecto fue aprobado en algunas instancias, se suspendió el proceso hasta la siguiente visita pastoral. Finalmente, en un documento fechado en 1802 se da por aprobada la nueva parroquia, y Juan de Dios Rodríguez otorga poder a los procuradores de número para que “hagan efectiva su erección”, pero no se llevó a cabo, posiblemente por los gastos que ocasionaría la construcción de la iglesia, la cárcel y las demás dependencias del nuevo poblado. Con el propósito de crear la nueva parroquia, se advierte el poder de una elite local que había adquirido importancia económica y política, que buscaba protagonismo y aspiraba a desligarse 52 A.G.N. (sección Colonia) Curas y Obispos T. 45, ff. 715 v. a 716 v., A.P.C. Expediente sobre erección de parroquia..., ff. 27 v. a 28 r. 53 Expediente sobre erección de parroquia..., f.20 v. 54 A.G.N. (sección Colonia) Curas y Obispos. T. 45, ff. 724 r.v.


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de la autoridad del cura del pueblo de indios, y así controlar el espacio geopolítico del vecindario de Chita y parte del vecindario de la parroquia de la Uvita. El conflicto entre los vecinos obedecía a la pugna por el control de los espacios, liderada, de una parte, por el cura doctrinero que vería disminuidos los ingresos de su doctrina o parroquia de indios, y, de otra, por algunas personas con poder económico que se hacían elegir “capitanes”, llamados también “orejones”, motivados por el ejercicio del poder local y por la importancia estratégica de su ubicación, pues la jurisdicción de Chita era un paso obligado en la ruta que comunicaba los Llanos con el altiplano, y era además sitio de entrada del contrabando procedente de Europa por la vía de las Guayanas55. 3. formaciones socioespaciales Jaques Aprile plantea que el espacio surge del desarrollo de las fuerzas productivas; es en las relaciones sociales, en las necesidades, en las exigencias de los grupos donde se genera la formación socioespacial. Considera que en la época colonial no hubo una sola formación social, sino que debido a la dinamización de las fuerzas productivas, aparecen formaciones sociales paralelas o periféricas56. En Chita, el espacio estaba controlado por: el resguardo, el vecindario que había intentado crear una parroquia y los “vecinos de color” o mestizos del “cuarto del resguardo” que había sido rematado. En el libro de Bautismos de 1791 a 1803, se encuentra un dato interesante: al hacer el inventario de las alhajas y bienes de la iglesia, el 7 de mayo de 1798 se registran los aumentos de las cofradías, repartidos en tres partes: del “pueblo”, del “vecindario” y de la “parroquita”; específicamente, uno de los “aumentos” era: Cuatro mil ladrillos para enladrillar la Iglesia, su costo a cinco reales cada mil, con esta advertencia: que mil pagaron las cofradías del pueblo, dos mil las cofradías del vecindario y 57 mil las cofradías de la parroquita .

Confrontando los límites de la vereda actual llamada “Parroquita”, ubicada al noroeste del área urbana, parecen coincidir con los límites del “cuarto” de resguardo que había sido rematado a favor de los vecinos en la visita del corregidor Campuzano y Lanz en 1777. Pudo ocurrir que el cuarto del resguardo se hubiera convertido en “parroquita”, nombre que deriva, seguramente, de la poca extensión del territorio que ocupaba dicha parroquia. De ser así, las tres formaciones socioespaciales: “pueblo”, “vecindario” y “parroquita” existieron simultáneamente, pero dependiendo de la misma autoridad religiosa y de la misma “iglesia”, pues no hay señales de la existencia de otra iglesia, ni de un cura o teniente para la “parroquita”, y en el Archivo Parroquial tampoco se encuentran libros de la “parroquita”. La situación anterior permite concluir que la alta concentración de españoles y mestizos en el vecindario y dentro del resguardo indígena de Chita dio lugar, en la segunda mitad del siglo 55

A.G.N. (sección Colonia) Fábrica de Iglesias T. 1, f. 874 v., Contrabandos T. 26, f. 697r. APRILE, Jacques, op. cit., pp. 157-246. 57 A.P.C. Libro 4º Bautismos de Españoles e Indios (por secciones), años: 1791-1803, f.24 v. 56


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XVIII, a una serie de conflictos por el control de los espacios, los cuales determinaron una transformación socioespacial, en la que no se dio un cambio radical de “pueblo” en “parroquia”. Allí, la alta concentración de vecinos condujo a una formación socioespacial intermedia: la “parroquita”, integrada por los vecinos mestizos que habían ocupado y comprado posteriormente el cuarto del resguardo segregado y que gozaban de cierta independencia y derechos, como organizar sus cofradías, pero sin salir de la jurisdicción global, pues las tres formaciones –el pueblo, el vecindario y la parroquita- dependían de la misma autoridad religiosa y de la misma “iglesia”. Estas tres formaciones socioespaciales serían el resultado de la evolución del poblamiento que había pasado por tres momentos: 1) en el cacicazgo con la parcialidad como unidad territorial administrativa y de parentesco, y con el modelo de aldea nucleada y poblamiento disperso; 2) como encomienda y pueblo de doctrina, con la parcialidad como unidad básica frente al vecindario y a las estancias, con el modelo de poblado de indios y poblamiento disperso de indios y de vecinos; 3) el pueblo y resguardo de indios donde todavía subsistía la parcialidad frente al vecindario y sus estancias, con el modelo de poblado de indios, que van ocupando los vecinos y un poblamiento disperso de indios y de vecinos. La presión del vecindario por tierras y por mestizaje sobre el resguardo y, a la vez, las relaciones entre los dos grupos socio raciales, dieron origen a una formación intermedia: “la parroquita”, que finalmente comprendió los dos espacios geosociales que la formaron y dio lugar a la parroquia de indios y de vecinos. Este podría ser el proceso de formación de las parroquias (llamadas posteriormente municipios boyacenses) en la segunda mitad del siglo XVIII, a partir de la síntesis de los pueblos de indios que lograron mantener una población indígena considerable a los que se agregó una población de blancos y mestizos, cada vez más numerosa y con poder de decisión en las cuestiones políticas y administrativas de su localidad. En todo el proceso, la “parcialidad indígena” subsistió como unidad territorial y de parentesco que funcionaba como agrupación social y administrativa; no obstante hallarse articulada al poder español, la parcialidad indígena logró mantenerse como una estructura de larga duración; en ella los indígenas conservaron el sentido de pertenencia a su territorio y a su comunidad, y lograron conservar parte de sus tradiciones. De esta manera, el ordenamiento territorial del resguardo de Chita y de su vecindario sufrió una transformación en la que, en determinadas coyunturas, se estrecharon las relaciones interétnicas y, en otras, se dirimieron conflictos que, al igual, contribuyeron a los cambios socioespaciales y culturales. Todo esto suscitado por el establecimiento de vecinos que buscaban legitimar su pertenencia al lugar y el surgimiento de una elite local que quería controlar los diferentes espacios físicos y sociales, como expresión del fortalecimiento de la “república de blancos” frente al debilitamiento de la “república de indios”, así como al ejercicio del poder económico y político de sus dirigentes.


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redes comerciales en las provincias suroccidentales de colombia. siglo xix guillermo sosa ∗

introducción Los relatos de algunos viajeros y algunos trabajos de carácter general constituyen parte de la base sobre la cual se elabora el presente artículo. La mirada de un forastero recorriendo un camino y pernoctando por poco tiempo en un sitio marca de una determinada manera el texto que produce. Las vicisitudes de la marcha constituyen el nudo del drama que alcanza a construir. Países, ciudades, pueblos, personas, alimentos, caminos, posadas, se definen ante todo por las posibilidades de bienestar que brindan al que está de paso. Y el ir de paso ofrece un ritmo de tiempo particular en el cual se generan las impresiones, que pueden ser tan certeras como disparatadas, de acuerdo a la experiencia de quien las construye y de tantos otros factores. Estos viajeros van por lo general caminando sobre las huellas que dejaron sus antecesores: ofrecen la oportunidad de comparar impresiones y silencios. En el caso del territorio que nos ocupa, esas huellas son demasiado tenues. Quienes recorren sus trochas preferirían volar para llegar rápido a un lugar menos escabroso y no son muchos los que se aventuran a bordear sus abismos. De Popayán a Pasto, atravesando los ríos Mayo y Juanambú, de Pasto a Barbacoas, haciendo malabares sobre el Altaquer, y desde el puerto minero hasta Tumaco por las aguas del Patía, son las rutas que se acostumbran. Excepcionalmente hacia el Oriente. Con esos relatos de viajeros se ha elaborado parte del presente texto. Lo demás ha sido tomado de las plumas oficiales de acuciosos funcionarios, siempre atentos a mantener o a realzar su condición en un contexto en el que la competencia y el competir están en el centro de sus acciones, incluida la de escribir informes. Estos, al igual que otros recursos del accionar político, intentan abrirse camino allí donde la toma de decisiones está en juego. Lo que dicen u ocultan, la forma que asumen o la que eluden, se inscribe en tal sentido Las notas que vienen a continuación se refieren a los intercambios comerciales que durante el siglo XIX tuvieron lugar en y desde el territorio del actual Departamento de Nariño. Se han organizado en función de las provincias en que se hallaba dividido dicho espacio: Pasto, Túquerres y Barbacoas –las que a su vez delimitaban zonas geográficamente definidas. Al sur del río Mayo y al oriente del río Guáitara: la provincia de Pasto; al norte del río Rumichaca y al Occidente del Guáitara: la provincia de Túquerres; del piedemonte occidental de los Andes, hasta la costa Pacífica: la provincia de Barbacoas.

Instituto Colombiano de Antropología e Historia.


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SUROCCIDENTE COLOMBIANO

El texto está dividido en tres partes: la primera se refiere a las características de los intercambios comerciales que se desarrollaron durante los primeros cincuenta años de vida republicana; la segunda a los proyectos que se debatieron y a los logros alcanzados en el propósito de comunicar a los Andes con la Costa Pacífica; y la tercera, también a los intercambios comerciales, esta vez durante las dos últimas décadas del siglo XIX, ya bajo el impacto de lo que se había alcanzado avanzar en la apertura de caminos. 1. intercambios: 1826–1875 provincia de pasto En 1826, el viajero francés Jean-Baptiste Boussingault detuvo durante una hora la marcha que lo debería conducir a Pasto1. Un convoy de mulas procedentes de esa ciudad, que se dirigía hacia Popayán cargadas de harina de trigo y de maíz, le impedían continuar. A pesar del decaimiento general de la producción, la provincia mantuvo la función de abastecer con recursos agrícolas a sus vecinos y en particular a Popayán. Siempre fueron objetos de 1

BOUSSINGAULT, Jean-Baptiste, Memorias, Bogotá, Banco de la República, 1985, Tomo V, p. 56. Oscar Almario también utiliza, en una perspectiva temporal y temática más amplia que la desarrollada en el presente artículo, algunas de las fuentes que aquí se consultan. Ver: ALMARIO, Oscar, “Territorio, región y poder en el sur de Colombia, 1832–1932”, en GUERRERO, Javier (comp.), Regiones, ciudades, empresarios y trabajadores en la historia de Colombia. IX Congreso de Historia de Colombia, Bogotá, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia- Archivo General de la Nación- Asociación Colombiana de Historiadores, 1995.


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admiración para los visitantes los amplios cultivos que se extendían por el Valle de Atríz. Las telas de lana, al igual que los sombreros de paja, ya no circulaban con el mismo dinamismo de otras épocas en que dichos productos gozaron de reconocimiento general2. Al sur, a las provincias limítrofes del Ecuador, eran conducidos unos pocos productos manufacturados, adquiriendo a cambio grandes cargamentos de sal. Las salinas del río Mira, en medio de un paisaje desértico, reunieron a un conglomerado de indios que con filtros de cuero lavaban la tierra que tomaban de la superficie para luego poner el agua a evaporar en grandes calderos. Panecillos de sal consolidados al horno resistían los largos viajes que partían en todas las direcciones. Las provincias del sur de Colombia, a falta de fuentes de abastecimiento propias, se surtieron secularmente de estos yacimientos ecuatorianos3. A mediados del siglo XIX la provincia de Popayán, a través de Almaguer, su cantón más meridional, vendía a la de Pasto ganado y, a cambio, le compraba “ropa de la tierra” y sal del Mira. Por esa época, la ciudad de Pasto y los pueblos indígenas de sus alrededores generaban entre los visitantes la misma impresión, con relación a los adelantos en las formas de cultivo, que veinte años antes había expresado Boussingault4. La construcción de los puentes sobre los ríos Mayo y Juanambú, éste último terminado en 1868, reemplazó las tradicionales tarabitas como principal forma de transporte, agilizó las comunicaciones y el comercio entre Pasto y Popayán5. En 1875, Eduard André, al describir el paisaje que encontró luego de atravesar el río Mayo, en dirección sur, ya en el territorio de la provincia de Pasto, destacó la importancia que allí tenía la producción de trigo, papa y otros cultivos, lo cual, para él, contrastaba con la árida región del Patía que dejaba a sus espaldas. Sin embargo, según el viajero, esas condiciones favorables no eran plenamente aprovechadas por una población nativa que, como la del pueblo de la Unión, prefería cultivar en los valles unos pequeños terrenos con plátano y yuca, dedicándose la mayor parte del tiempo a tejer sombreros. Estos se colocaban en el mercado a un peso, fruto de seis días de trabajo, mientras que por el mismo tiempo, según André, ganarían diez pesos si se dedicaran a labrar la tierra6. provincia de túquerres El Cantón de Túquerres, con sus amplios campos cultivados, al igual que el de Pasto, a mediados del siglo XIX proporcionaba una importante cantidad de productos que se vendían en otras provincias. Además de las zonas frías, explotaba zonas de Páramo y valles de clima templado. Sin embargo, extensiones considerables de su territorio estaban deshabitadas. Los cerros que se extienden hacia el Patía tenían pocas labranzas en sus bases y en general la vertiente sobre el Pacífico ofrecía la imagen de una gran selva aún no explorada. De los 570 kilómetros cuadrados que pertenecían a la provincia se calculaba que 185 de ellos estaban “desiertos” y se consideraban baldíos pertenecientes al Estado. Esta era la situación que 2

BOUSSINGAULT, Jean-Baptiste, op. cit., p. 58. Ibid., p.81 4 CORDOVEZ MOURE, José María, “Un viaje de recreo”, en GIRALDO, Jaramillo, Gabriel (comp.), Viajeros colombianos por Colombia, Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1977, p. 16. 5 ANDRÉ, Eduard, “De Popayán a Pasto (Cauca)”, en ACEVEDO LATORRE, Eduardo (comp.), Geografía Pintoresca de Colombia, Bogotá, Litografía Arco, 1971, p. 83. 6 Ibid., p. 82. 3


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hacia 1853 demostraba la inoperancia de los continuos decretos a favor de la colonización. Veintiún años atrás, en 1834, la Cámara Provincial había ordenado auxilios y había ofrecido terrenos a quienes se establecieran a lo largo de la trocha utilizada para comunicarse con la llanura del Pacífico7. De la gran variedad de manufacturas que se fabricaban en este cantón pocas traspasaban sus fronteras. Ruanas, capisayos8 y “sombreros de ipiapa”, entre otros artículos, servían para el consumo interno. Por el contrario los alimentos del cantón de Túquerres llegaban hasta Pasto y Barbacoas. En la primera ciudad, luego de atravesar el río Guáitara, cuyo puente apenas se empezaba a proyectar en 1854 bajo la dirección de José María Mosquera9, vendía productos de climas frío y templado. A cambio, compraba materias primas: azafates10, barnices y plata. Al puerto minero trasladaba una variedad aún mayor de víveres, además de sombreros. De allí traía plata, pescado, coco y productos extranjeros como ropa y licores11. Una vía estrecha, plagada de culebras, era el camino por el que se transportaban estas mercancías. En Ecuador, el cantón de Túquerres se surtía de caballos, sal y diversas manufacturas. Su intercambio con las provincias norteñas de dicho país era deficitario, dada la variedad y el volumen de productos que en ellas se generaban12. El Cantón de lpiales, la parte más meridional de la provincia, abarcaba cerca de 280 km2, de los cuales 115 se consideraban baldíos. Esas áreas “desiertas” correspondían principalmente a los territorios de clima templado cerca de la desembocadura del río San Juan en el río Mira. Las bases de la Cordillera oriental que dan contra el río Guáitara estaban habitadas, no así sus vertientes y cumbres. En general, su producción agrícola y manufacturera era similar a la de Túquerres. Poseía aguas termales cerca a Rumichaca, carbón en Mayasquer, alcaparrosa13 y alumbre en Males14. A Barbacoas transportaba, por el mismo y peligroso camino que utilizaban quienes salían de Túquerres, carnes, lácteos, ganado en pie y productos agrícolas, además de yerbas medicinales; a cambio compraba sal y licores. Las transacciones en el puerto dejaban un excedente en dinero a los pueblos andinos, para sus negocios internos o con otras provincias. El cantón de lpiales surtió a Popayán, Pasto y Túquerres de manufacturas, víveres y carne, mientras que con Ecuador su intercambio era deficitario15.

7

CODAZZI, Agustín, Geografía Física y Política de las Provincias de la Nueva Granada, Bogotá, Banco de la República, 1959, Tomo IV, p. 220. 8 “Camiseta”. Véase: Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Espasa – Calpe, 1992, t. I, p. 400. 9 CORDOVEZ MOURE, José María, op. cit., p. 40. 10 “Jofaina de madera”. Véase: Real Academia Española, Diccionario, op. cit., p. 242. 11 CODAZZI, Agustín, op. cit., pp. 221-223. 12 Ibid., p. 222. 13 Nombre común a varios sulfatos de cobre, hierro o cinc. Véase: Real Academia Española, Diccionario, op. cit. p. 397. 14 CODAZZI, Agustín, op. cit., pp. 248-249. 15 Ibid., pp. 250-251.


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provincia de barbacoas Además de las provincias de Pasto y Túquerres, el actual territorio de Nariño se hallaba constituido en el siglo XIX por la provincia de Barbacoas. Por lo que aquí se ha descrito en torno a los intercambios comerciales de las otras provincias, es evidente que el puerto minero dependía para su mantenimiento de los alimentos de procedencia andina, en especial de los de la provincia de Túquerres. Pero a su vez, los pueblos de los Andes se abastecían de la sal que, desde las costas de Ecuador y Perú, llegaban a Barbacoas por la vía de Tumaco y el Patía. Además del oro que allí obtenían y que utilizaban en sus transacciones con otras provincias y con el Ecuador. La provincia de Barbacoas abarcaba la mayor parte de la llanura del Pacífico que hoy pertenece al Departamento de Nariño. Lo restante estaba conformado por lzcuandé, que entonces hacía parte de la provincia de Popayán16. Los esfuerzos desplegados para fomentar la colonización de los territorios cercanos a Barbacoas no habían sido efectivos. En 1841 el Congreso Nacional de la Nueva Granada había promulgado una serie de medidas con ese fin: exención del pago de impuesto directo por veinte años y de “la decimal por frutos de sus sembrados”; adjudicación de 150 fanegadas de tierras baldías por individuo; exención del cumplimiento del servicio militar y concesión de la nacionalidad para los extranjeros. Doce años más tarde se constataba que nada de esto había motivado migración alguna17. Entre los asentamientos del Pacífico se dieron diversas formas productivas y de intercambio de acuerdo a su mayor o menor distancia del mar. Sobre la costa, los miembros de una misma familia controlaron uno o varios islotes al amparo de las amplias inundaciones que allí se presentan. Así mismo, se registraron explotaciones en las cuales se cultivaba el plátano y se mantenían árboles de coco en islas donde no necesariamente se vivía, como eran los casos de Gorgona y Gorgonilla18. Salahonda era un caserío de pescadores, quienes se empleaban a su vez conduciendo embarcaciones a través del peligroso sitio en el que las aguas del Patía desembocan en el mar, formando una barra con sus sedimentos. Algunas canoas podían eludir tal obstáculo utilizando una especie de “canal” excavado hacía muchos años, el cual comunicaba la boca del Patía con la Península del Gallo. Las escasas familias que ocupaban este último lugar, igual que las de Salahonda, viajaban con sus embarcaciones cargadas de cocos para venderlos en el mercado de Tumaco19. Hacia el interior, la población afrodescendiente, al obtener su libertad y aun antes, una vez abandonadas las minas, se establecieron en las orillas de los ríos para vivir de pequeños cultivos de plátano, caña y maíz, además de la pesca y de la caza del cerdo de monte y del zaino que habitaba en las selvas no inundadas. Iscuandé poseía, según los cálculos de la época, un total de 1.325 km2, de los cuales la mitad se consideraban baldíos20. Su decadencia económica es un tema que se reitera en los 16

Ibid., p. 331. GUTIÉRREZ, Rufino, Monografías, Bogotá, Imprenta Nacional, 1920, p. 192. 18 CODAZZI, Agustín, op. cit., p. 333. 19 CORDOVEZ MOURE, José María, op. cit., p. 34. 20 CODAZZI, Agustín, op. cit., pp. 142, 171-172. 17


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documentos y estaría en parte motivada por las adversas condiciones naturales. La cercanía a los manglares exponía al pueblo a condiciones ambientales desfavorables para la salud humana. La capacidad comercial de Tumaco, cuya aduana se había establecido en 1836, estaba condicionada por las explotaciones mineras de Barbacoas, las que a su vez estimulaban la producción en los Andes. Una profusa legislación encaminada a fomentar el desarrollo del Puerto sobre el Pacífico fue promulgada desde los primeros años de la República: exención de impuestos para las importaciones y exportaciones en general o para los alimentos en particular, privilegios para las compañías navieras que llegaran al puerto y para las compañías de los “países amigos”, fueron algunas de las medidas que el Congreso nacional ensayó sin éxito a todo lo largo del siglo21. Para los observadores de la época, Barbacoas sin su oro sería apenas una ciudad fantasma. Algunos cálculos señalaban que alrededor de setenta cargueros procedentes de la montaña entraban diariamente a la ciudad minera22. Esto expresaría un importante nivel de excedentes en las provincias de Túquerres y de Pasto, la existencia de un sector relativamente numeroso de comerciantes tanto en el puerto fluvial, como en los pueblos andinos, y un tráfico permanente a través del “camino”. Lo que confirma la importancia del intercambio y el papel central que en toda esta cadena tenía el oro de Barbacoas a pesar de la profunda crisis en que se sumió la explotación minera desde finales del siglo XVIII. Varios fueron los intentos que se hicieron en la primera mitad del siglo XIX para reactivar la producción sin llegar a obtenerse resultados satisfactorios. Durante el proceso de Independencia, cada bando en pugna explotó las minas para financiar sus operaciones. Igual función cumplieron en las luchas civiles protagonizadas por el general Obando. En 1838, el Congreso de la República ordenó la apertura de una casa de fundición en Barbacoas. Hacia 1840 se consideraba que el oro del puerto minero era el que “sostenía la Casa de Moneda de Quito”23. 2. proyectos Varios proyectos encaminados a consolidar el tráfico comercial fueron esbozados tanto por los propietarios de minas como por los funcionarios locales y nacionales. La idea de traer extranjeros que con sus conocimientos y capitales impulsaran el desarrollo tuvo también eco en estas zonas. Sin embargo, los sujetos más informados se adelantaron a desvanecer esta ilusión con el argumento de la total incapacidad física de aquéllos para soportar los rigores del clima. A cambio, como única alternativa ante la falta de mano de obra, personajes como Codazzi proponían establecer un régimen disciplinario especial que obligara a la población negra a trabajar intensivamente en las minas. Otras propuestas resultaban todavía menos viables: construcción de canales e introducción de grandes buques con miras a estimular la producción y el comercio24. Estos planes se fundaban en la idea de que la capacidad empresarial de los afrodescendientes era nula y que, por lo tanto, el progreso dependía de la consolidación del grupo de 21

GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., pp. 198-202. CODAZZI, Agustín, op. cit., p. 335. 23 GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., pp. 216-217. 24 CODAZZI, Agustín, op. cit., p. 316. 22


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propietarios blancos. En efecto, las costumbres de los afrodescendientes no hacían rentable la explotación de las minas. Desde el régimen alimenticio hasta las formas de organizar su trabajo minero, todo concurría para que no se constituyeran en los mejores sujetos económicos. Hacia mediados de siglo, las perspectivas continuaban siendo negativas: los blancos desaparecían paulatinamente del escenario y la población negra no se transformaba en el sentido esperado. En ese contexto, se proponía un régimen disciplinario para los nativos, los únicos que a pesar de todas sus falencias estaban en condiciones físicas de soportar los rigores del clima. Al mismo tiempo, se consideraba que el dinamizador principal de todo el proceso debería ser la construcción del camino entre Túquerres y Barbacoas, ya que lo que existía era tan sólo una “trocha de a pie”. Dadas las condiciones demográficas y de calidad de los suelos favorables, el volumen de producción agrícola y pecuaria podría elevarse considerablemente si se lograba incentivar la demanda25. Una ruta adecuada que pusiera a la provincia en contacto con el mar sería la mejor respuesta a tal situación. He aquí una muestra de los cálculos que sostenían tal argumento: en cada viaje a Barbacoas setenta individuos gastaban quince días, lo cual significaba mil brazos perdidos en ese lapso de tiempo. Lo que se reduciría ostensiblemente con el proyectado camino. Ecuador y más específicamente la provincia de Imbabura, Túquerres y Barbacoas constituían el triángulo productivo y comercial involucrado en el diseño de la ruta. Imbabura, con una balanza comercial ampliamente a su favor, reflejada en los ingresos por importaciones y exportaciones captados por la aduana de Carlosama (cuadros 1 y 2) proporcionaba múltiples artículos a la provincia de Túquerres. Esta, como ya se ha señalado, abastecía a Barbacoas de productos agrícolas a cambio de sal, licores, ropa y otros productos extranjeros. El oro era el dinamizador de este intercambio y en el momento en que llegara a faltar el mineral, Túquerres pasaría a depender totalmente de la provincia ecuatoriana de Imbabura.

Cuadro 1 Valor de las importaciones. Aduanas del sur del país (en miles de pesos) Aduanas Carlosama Tumaco

1869/70 139.202

1870/71 113.692 173.597

1871/72 79.427 104.050

1872/73 115.669 195.338

1873/74 172.943 172.447

Cuadro 2 Valor de las exportaciones. Aduanas del sur del país (en miles de pesos) Aduanas Carlosama Tumaco

1869/70

1870/71

42.611

227.814

1871/72 10.642 341.148

1872/73 37.235 260.289

1873/74 54.042 109.981

Fuentes: Anuario Estadístico de Colombia, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1975. Estadísticas de Colombia, Bogotá, lmprenta de Medardo Rivas, 1976.

25

GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., pp. 192-198.


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Además del oro de Barbacoas y de la fertilidad de los suelos y de la mano de obra disponible en Túquerres, otro factor se sumaba a los argumentos en favor de la mencionada vía: la supuesta construcción inminente del canal de Panamá y lo que ello llegaría a significar para el puerto de Guayaquil que, en tal caso, perdería su condición de proveedor de las provincias norteñas del Ecuador. Los productos llegarían en menos tiempo y a menor costo siguiendo la ruta: Panamá- Tumaco-Barbacoas-Túquerres-Imbabura. Las ciudades beneficiadas serían Barbacoas y Túquerres, que se convertiría en el centro comercial hacia el cual se desplazarían los negocios de Imbabura, pero también en la despensa desde donde saldrían varios productos hacia el exterior. Estos llegarían al canal más rápido y, por lo tanto, en mejores condiciones, que los de Estados Unidos26. Un argumento final en favor del señalado camino era la existencia de vetas de oro en los nacimientos del río Telembí. La nueva vía estimularía el poblamiento de esas regiones y la explotación del mineral, a su vez, le daría nueva vida al camino. Los extranjeros, al amparo de un clima benigno, formarían parte de esas supuestas migraciones, colocando sus brazos, sus capitales y su dinamismo como ejemplo ante la población, nativa tradicionalmente apática. Fomento del capital, multiplicación de la población, colonización, fundación de pueblos, todo como consecuencia de la acción combinada de la explotación del oro, producción de alimentos, disciplina laboral, construcción de una vía amplia y de un canal interoceánico y de la relación entre tres provincias con algún grado de complementariedad. Con ello se transformaría la vida de las gentes del sur que, en el momento, ante la escasez del dinero, exponían su vida llevando a Barbacoas unos pocos productos, a cambio de los cuales recibían los recursos que más tarde transferían al Ecuador. De igual forma, se pensaba que para el puerto minero la consecuencia inmediata sería la ampliación y el fortalecimiento del grupo de empresarios blancos. La provincia de Pasto, cuyo flujo comercial hacia el Pacífico era menor que el de Túquerres, pues la mayor parte de sus transacciones las llevaba a cabo con Popayán y la zona andina del norte ecuatoriano, también resultaría beneficiada con la realización del proyecto. En parte, el bajo nivel de sus intercambios con Barbacoas obedecía a la ausencia de un buen camino. La conveniencia que, por lo menos en el proyecto, tenía para las tres provincias del sur la construcción de dicha vía de comunicación, significaba el logro de un acuerdo político que sustentara la acción conjunta en procura de los recursos necesarios para su implementación. La propuesta de apertura del camino, esbozado por primera vez en forma sistemática por Codazzi, sufrió numerosas vicisitudes. En los años sesenta se presentaron, entre otras, las siguientes gestiones en procura de su realización: el Congreso Nacional promulgó una ley para fomentar su construcción, pero a los pocos años la anuló; la administración del General Mosquera celebró un contrato según el cual la contraparte esperaba financiar la obra con la explotación del oro del río Telembí, lo que resultó un fracaso y, además, tras la caída de Mosquera, el Congreso anuló lo pactado. Durante dos décadas más, y a pesar de la aparición de nuevas normas emanadas de diferentes instancias legislativas, de la sucesiva firma de

26

CODAZZI, Agustín, op. cit., pp. 338-339.


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contratos y de la asignación de pequeños recursos, no hubo ningún avance en lo relacionado con el camino27. El curso seguido por proyectos de esta naturaleza reflejaba la debilidad política y económica de los grupos de productores y comerciantes interesados en su realización. Todo dentro de un contexto nacional fragmentado políticamente, carente de fuentes de financiamiento y en el que además se ofrecían otras opciones para comunicar el interior con el Pacífico. En la segunda mitad del siglo XIX se avanzó en la idea de poner en contacto a Popayán con algún punto navegable del río Patía, ya fuera por El Rosario o por El Castigo. Luego se desechó ese proyecto y se pensó en la ruta del Micay. Estos planes se abandonaron después de insistir en ellos por cerca de tres décadas y en su lugar la ruta Túquerres-Barbacoas fue alcanzando mayor apoyo. Una primera parte del camino fue inaugurada en 1891 con “regocijos públicos en Barbacoas”28, cuya población admirada vio, por primera vez, el ingreso de caballos al pueblo. Sin embargo, la vía tan sólo llegaba hasta Altaquer y todavía faltaba por construirse una extensión de aproximadamente ciento cincuenta kilómetros. El proyectado camino tan sólo había avanzado desde Túquerres treinta leguas hasta Chambú. El cambio de destino de los presupuestos y en general la carencia de fondos, la falta de herramientas y el hecho de que “se distraía a los trabajadores, por orden de las autoridades, en luchas electorales”29, significó que el camino tardara otros dos años en concluirse. Mil “disciplinados y consagrados” peones construyeron el tramo que faltaba. En 1895, dos años después de terminada la obra, todavía las autoridades de gobierno les adeudaban parte de su salario. El camino mereció el elogio, según los comentaristas de la época, de ser uno de los mejores, si no el mejor, del país, solo que debían destinarse de manera regular partidas importantes para su mantenimiento, algo que ninguna institución estaba en condiciones de garantizar hacia el futuro. Rafael Reyes lo recorrió cuando recién habían concluido las obras. Según él, no existía uno mejor que comunicara a cualquier pueblo de los Andes con el Océano Pacífico, pero a la vez advertía que las grandes erogaciones que para el Estado había significado su construcción sólo se justificaban si la calidad y el volumen de las mercancías que por él iban a circular fueran de tal naturaleza que las poblaciones andinas se transformaran bajo su impacto. Lo que no ocurriría si se utilizaba únicamente “para proveer de queso y cecina a los barbacoanos”, ya que para esto bastaba, según él, la “antigua vereda de a pie”30. Con esto dejaba plasmada su visión acerca del comercio que hasta ese momento se llevaba a cabo. Si bien Reyes minimiza al extremo el tipo de intercambios que se daban, también es cierto que estos distaban mucho de lo que en otros lugares se presentaba y más aún del ideal que un empresario como él tenía en mente. Además coincidía con las expectativas de otros observadores al señalar que el área de incidencia del camino tendría que ser tan amplia como la comprendida entre el río Mayo y la ciudad de Quito.

27

GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., pp. 192-198. Ibid., p. 195. 29 Ibid., p. 196. 30 Ibid. 28


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Para 1899, ya por fin con el camino concluido, los efectos de su apertura se empezaban a notar, si bien aún lejos de las dimensiones que esperaban analistas como Rafael Reyes. El comercio se intensificó y con ello se dio el estímulo para el establecimiento de tres vapores que hacían el recorrido desde Tumaco hasta Barbacoas por los ríos Patía y Telembí. Ecuador perdió parte de los mercados que controlaba en Pasto, Túquerres e lpiales; sin embargo siempre quedaba entre las gentes del sur la incertidumbre respecto a los futuros proyectos del país vecino. En particular su plan de construir el “camino del Mira” pondría en desventaja, nuevamente, a los productores y comerciantes nacionales, ya que dicha vía comunicaría en menor tiempo a los Andes con el Pacífico, que el empleado por la ruta de Barbacoas. Inclusive, un proyecto más audaz era agitado por los líderes ecuatorianos: la construcción de un ferrocarril. En términos objetivos resultaba más peligroso el primero, en tanto que era más factible su realización, mientras que el último parecía apenas una utopía. La guerra civil y las indecisiones frente a qué proyecto desarrollar, paralizaron las obras en el Ecuador y con ello alejaron temporalmente la amenaza para la economía del sur colombiano y en particular para la aduana de Tumaco31. 3. intercambios: 1880–1898 provincia de barbacoas A finales de siglo, la ciudad de Barbacoas mantenía su preponderancia comercial en el sur del Pacífico colombiano. A diferencia de las descripciones de mediados de siglo en las que las riberas de los ríos Patía y Telembí aparecen con escasos habitantes32, a finales del mismo una abundante población negra cultiva en ellas caña, plátano, cacao y arroz. Del puerto de Tumaco y del bajo Patía decenas de canoas cargadas de sal, plátanos, cocos, arroz y cacao arribaban semanalmente, y detrás de ellas otras más pequeñas provenientes del alto Patía y del bajo Telembí llegaban a vender plátanos y a comprar lo que las primeras traían. De esa manera en el puerto minero, sobre el eje formado por el río Patía, el occidente y el oriente de la provincia se reunían para intercambiar sus productos. Alrededor de ochenta canoas concentradas a la orilla del río eran el escenario en el cual se realizaba este mercado. A esto se sumaban las gentes procedentes de los Andes que debían pagar, según ellas, altos derechos por el ingreso de sus productos alimenticios a la ciudad, tanto que Barbacoas obtenía de allí gran parte de los 24.000 pesos que constituían el monto de sus rentas anuales33. Es ambigua la imagen que nos ofrecen los relatos acerca de Barbacoas. Por un lado, dotada de una mínima capacidad económica como para atraer a una cantidad importante de pequeños campesinos que llevaban sus excedentes a la ciudad y, por el otro, con numerosas minas abandonadas, como las de Teraimbe y Cumaine en el Alto Telembí, y una población nativa poco interesada en intensificar la producción del oro. Todavía a finales de la Colonia, la producción de Chocó y Barbacoas representaba la mitad del total de oro producido en el territorio de la actual República de Colombia. Luego, el grueso de la producción pasó a la región antioqueña. La guerra de Independencia afectó 31

Ibid., p. 186. CORDOVEZ MOURE, José María, op. cit., pp. 30-33. 33 GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., pp. 202-203. 32


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principalmente las minas esclavistas del Chocó y del Cauca, que redujeron su producción en cerca del 40%. De 1820 a 1840 la producción nacional mejoró, sin alcanzar los máximos niveles obtenidos en el periodo colonial, lo que sí se logró desde 1860 hasta finales de los 80, cuando un nuevo repunte hizo que se superara en un 20% lo alcanzado bajo el régimen español34. En esos periodos de auge no participó el oro de Barbacoas. La minería independiente que allí reemplazó a la esclavista tuvo unos rendimientos más modestos que los alcanzados hasta comienzos del siglo XIX y la introducción de nueva tecnología fue casi nula durante el siglo XIX. Los comentaristas de la época, desde Codazzi hasta Gutiérrez, responsabilizaron, como ya se ha señalado, a la población negra del estancamiento general de las minas: al no prestar su concurso o al hacerlo de manera irregular, habría generado una escasez de mano de obra imposible de subsanar con población foránea, dados los rigores del clima. Para Barbacoas no se encuentran referencias de empresas consolidadas, más allá de la organización familiar para el trabajo. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo, continuaron los esfuerzos, tanto oficiales como privados, con miras a su reactivación: expedición de títulos, formación de sociedades, migración de mineros extranjeros. Todo lo cual apenas sirvió para mantener el bajo nivel que los intercambios aquí reseñados expresan. Hacia 1895 se calculaba una exportación aproximada de 25.000 pesos mensuales de oro en polvo, esto sin incluir las remesas que se hacían a Panamá, Guayaquil y España, ni lo que compraban directamente los comerciantes de Quito y Guayaquil en Barbacoas35. Para el mismo año, el total de exportaciones de oro del país llegaba aproximadamente a los tres millones de pesos oro, a lo cual Barbacoas apenas aportaba trescientos mil pesos36. En 1895, la mayoría del metal que se beneficiaba era aquel que de manera aislada trabajaba por iniciativa propia la población afrodescendiente. Muchas de las minas “abandonadas” estaban en “manos” de familias negras, las cuales estaban obligadas por los “administradores” a vender el oro a un determinado precio. Las explotaciones auríferas sobre el río Yacula se habían entregado a grupos negros que, en 1893, según se lamentan los autores de los relatos, sólo lavaban el metal necesario para obtener sus alimentos y participar en las apuestas de gallos, en las fiestas locales37. La razón por la cual los dueños habrían dejado decaer sus explotaciones mineras radicaba en la falta de capitales, producto de las numerosas guerras en que se habían visto comprometidos. La importancia de los intercambios comerciales entre Tumaco y Barbacoas llevó a la formulación de proyectos para disminuir el tiempo de desplazamiento entre una y otra población. Diferentes instancias del Estado expidieron varias medidas tendientes a promover la construcción de un canal en el istmo de Chapal, con el fin de que disminuyera a un día y una noche el trayecto que se venía haciendo, por el Arrastradero, en tres o cuatro días o por el caserío de Salahonda en siete u ocho. De hecho, la mayor parte de las mercancías debían 34

OCAMPO, José Antonio, Colombia y la Economía Mundial 1830–1910, Bogotá, Siglo XXI Editores y Fedesarrollo, 1984, pp. 347-359. 35 GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., p. 217. 36 OCAMPO, José Antonio, op. cit., p. 351. 37 GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., p. 217.


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viajar por este último, dados los altos costos del transporte y la dificultad para encontrar cargueros en la zona del Arrastradero. Otro de los aspectos básicos que se tuvieron en cuenta para el fomento del comercio fue el del transporte fluvial. Desde 1866 las autoridades intentaron establecer la navegación a vapor por los ríos Patía y Telembí. El estímulo para los empresarios interesados era la acostumbrada concesión de tierras baldías y un largo plazo para iniciar las operaciones. El primer intento resultó fallido, igual que el posterior de 1869. Sólo hacía mediados de los años ochenta algunos comerciantes colocaron el vapor Colombia, el cual tuvo muy corta vida38. Tumaco, a finales de siglo, con sus casas de madera, con techos de cinc o de paja, la calle central corriendo paralela a la orilla del mar y sus almacenes bien surtidos, daba a los visitantes la impresión de que el poblado tenía posibilidades de prosperar. Uno de los factores adversos que debía superarse era la amenaza del mar que, según aquellos, lentamente se lo iba “tragando”, razón por la cual se elevaron reiteradas solicitudes ante el gobierno con miras a ponerle fin a tal riesgo. En la primera década del siglo XX, Miguel Triana, una vez estudiada la naturaleza de los vientos y de las corrientes marinas, así como de la sedimentación que allí se formaba, llegó a la conclusión de que la ciudad debía trasladarse39. La destrucción de Tumaco, de llegar a ocurrir, significaría la pérdida para el Tesoro Público de 400.000 pesos anuales provenientes del comercio exterior (cuadros 3 y 4), así como la posibilidad de que las mercancías procedentes de Ecuador que, al parecer, en las últimas cuatro décadas habían sido desplazadas de los mercados de la región meridional de Colombia, volvieran a entrar masivamente. Otros pueblos habían pasado por circunstancias similares: Usmal, que estuvo ubicado en lo que ya para 1893 era una playa que el océano cubría en las altas mareas, se reconstruyó bajo el nombre de Trujillo y en ese año, de nuevo, enfrentaba la amenaza de ser absorbido por las olas del mar. Otra de las propuestas encaminadas a hacer más expeditos los intercambios entre los Andes y la costa Pacífica fue la relacionada con la construcción de una línea del ferrocarril. Este debería comunicar a Pasto y a Túquerres con algún río navegable que permitiera el arribo a Barbacoas y para esto sería necesaria la construcción de un túnel en la roca de Maindés. Los argumentos a favor de su realización eran muy similares a los que, en su momento, buscaron justificar la construcción de un nuevo y amplio camino. El comercio del Ecuador en buena parte tomaría esa vía porque el proyecto del ferrocarril de Guayaquil a Quito estaba paralizado por efecto de las guerras civiles que se desarrollaban en ese país, pero incluso, si llegaba a construirse, no estaría en condiciones de competir con el que comunicaría con Barbacoas40.

38

Ibid. p. 201. TRIANA, Miguel, Por el Sur de Colombia, Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, 1950, pp. 31-36. 40 GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., p. 152. 39


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Cuadro 3 Aduana de Tumaco. Valor de las importaciones (1897-98) 1897 1’016.366

1898 312.429

158.950 314.669 120.362 270.914 28.310 23.364 88.442 357.606 25.027 41.108 11.061

465.600 122.856 163.163 121.259 216.595 13.674 14.679 119.828 292.808 11.354 20.028 449

Alimentos y condimentos Sal Artics /alumbrado Bebidas Madera Hierro, acero, lata Plomo, peltre papel y cartón Perfumes y jabones algodón Cáñamo y Lino Lana Telas

Fuente: ARBOLEDA, Enrique, Estadística General de la República de Colombia, Bogotá, Imprenta Nacional, 1905, p. 200. Cuadro 4 Aduana de Tumaco. Valor de las importaciones (1897-98) 1897 1898 381.900 347.078 Alimentos y condimentos Caucho* 52.826 80.815 Cueros 26.584 60.549 Drogas 1.537 Madera 355.935 25.580 Productos vegetales 221.7191 200.4942 Manufacturas 8.705 * Las cifras no coinciden con las presentadas por OCAMPO, José Antonio, op. cit., p. 382. Fuente: ARBOLEDA, Enrique, op. cit., p. 201.

Ya se ha hecho referencia a la profusión de normas expedidas a todo lo largo del siglo por el Congreso Nacional o por las Cámaras provinciales, tendientes a promover el comercio internacional a través de Tumaco. Algo similar, aunque en una escala menor, se intentó con los pequeños puertos de Iscuandé y Mosquera en las últimas décadas, sin llegar a obtener los resultados esperados41. El interés del gobierno central hacia esta parte del país se limitaba a la formulación y aprobación de proyectos de fomento y normas legislativas que regulaban el funcionamiento de las aduanas, sin que recurso económico alguno complementara tales medidas. De los nueve puertos aduaneros que a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX mantuvo el Estado colombiano en sus fronteras, en términos generales por los del sur ingresaron y salieron los volúmenes de mercancías menos cuantiosos (cuadro 5).

41

Ibid., p. 202.


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Cuadro 5 Comercio exterior colombiano: 1869-1874 Aduanas Buenaventura Carlosama Cartagena Cúcuta Riohacha Sabanilla Santa Marta Tolú Tumaco Total

Importaciones 1869 / 1874 3.352.874

Exportaciones 1869 / 1874 2.943.058

481.733 2.719.706 3.285.365 449.587 17.631.155 15.162.269

101.918 2.877.502 3.934.750 898.005 22.063.945 11.936.787 1.410 981.844 45.738.219

784.635 43.867.324

Fuentes: Anuario Estadístico de Colombia, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1975; Estadísticas de Colombia, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1976.

La sal, los alimentos y el algodón fueron los productos de mayor impacto en el valor de las importaciones por el puerto marino, con más del sesenta por ciento del total (cuadro 3). Tumaco llegó a constituirse, en 1894, en la capital de una nueva provincia, la de Núñez, independizándose administrativamente de Barbacoas. Esto se daba a pesar de la caída en la venta de productos que, como la tagua, había alcanzado en el pasado alguna figuración en las exportaciones. Los principales centros de recolección del país se encontraban en el sur de la Costa Pacífica. Luego, en orden de importancia, estaban los del Daríen y el Magdalena medio. A finales de siglo, la explotación y el embarque de los taguales ubicados sobre el río Mira resultaba muy costoso y sus precios no podían competir internacionalmente. Si para 1888, que corresponde al periodo de mayores ventas del producto durante el siglo XIX, salieron por Tumaco cuatro mil toneladas, cinco años más tarde la cantidad exportada no pasó de 11.000 sacos. En todo caso, la participación de la tagua en el valor total de las exportaciones nacionales fue muy baja, alcanzando el punto más elevado en 1878 cuando obtuvo el 3,1 %42. Las explotaciones de caucho en las selvas del sur del Pacífico empezaron a finales de los años sesenta, pero fue de 1870 a 1873 cuando se alcanzaron los niveles más altos, atenuando el papel predominante que venía desempeñando el área de influencia de Cartagena. Durante esos años, salió por el puerto de Tumaco el equivalente al 20 % (67.000 pesos oro por año) del valor de las exportaciones colombianas, cuando a finales de la década anterior tan sólo se había embarcado lo correspondiente al 5% (10.300 pesos). Rápidamente, las cifras cayeron a la mitad, hasta que a finales de siglo se presentó una nueva bonanza, esta vez no como fruto de las explotaciones realizadas en el área de influencia directa del puerto marítimo, sino como resultado de la recolección del látex hecha en la hoya del río Putumayo.

42

OCAMPO, José Antonio, op. cit., p. 100; Diario Oficial, No. 872, p. 266.


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A finales del siglo XIX las explotaciones que alguna vez existieron en la provincia de Barbacoas ya no eran rentables y estaban abandonadas. El puerto se benefició esporádicamente con los ingresos provenientes de las exportaciones del caucho procedente del Putumayo. En 1898 por Tumaco salió el equivalente al 26% (111.800 pesos) del valor del caucho que se extrajo en todo el país43 (cuadro 4). El otro momento de auge de las exportaciones de Tumaco se dio entre 1916 y 1919, periodo en el que por allí salió lo correspondiente al 43% del valor de la producción nacional (228.000 pesos). Los tres momentos de bonanza en el sur –de 1870 a 1873, 1898 y de 1916 a 1919- fueron tan fugaces que por lo menos los dos primeros no dejaron “muchos rastros en los comentarios económicos de la época”44. Los ingresos obtenidos por estas exportaciones en su mayoría no permanecieron en la región y lo captado en impuestos de salida se utilizó para el mantenimiento de la aduana de Tumaco, con lo cual no podía esperarse que el caucho dinamizara la economía regional más allá de incentivar levemente la circulación de víveres, que una vez terminada la “bonanza” retornaba a sus ritmos normales. De otro lado, la utilización del caucho para la fabricación de objetos artesanales no tuvo ninguna proyección. Hacia 1895, en Altaquer se utilizaba el caucho como materia prima para la fabricación de “ruanas de invierno”. Ya desde 1766 los misioneros franciscanos informaban acerca de la confección que en aquellos lugares se hacía de “sayos, botas de cabalgar y sombreros de caucho”45. Otro de los productos agrícolas en franco abandono fue el cacao. Antes de la guerra de independencia se cultivaba en el alto y bajo Patía, pero, luego, estas plantaciones no recibieron cuidado alguno, hasta el punto que, en 1842, se legalizó su importación por Barbacoas para atender las necesidades del consumo interno. A pesar de eso y sin cultivo alguno, a finales de siglo el sur se autoabastecía y exportaba unos pocos sacos. Una de las causas que impedían su desarrollo era la falta de mano de obra y la imposibilidad de transformar los hábitos laborales y alimenticios de la población negra, que en sus parcelas y en los ríos obtenía lo necesario para vivir46. Sobre las playas del Océano Pacífico y las riberas del Patía, así como también a los lados del camino de Barbacoas se cultivaba plátano de buena calidad, pero tan sólo para el consumo interno. Los altos costos del transporte por el río y el mar hacían imposible su exportación. De otro lado, el sur no tuvo nada que ver con el brevísimo auge de las exportaciones de añil. provincia de túquerres cantón de túquerres En la vertiente occidental de la cordillera y al abrigo de un clima templado se daban cultivos de caña que surtían la producción del guarapo. Grandes cantidades de esta bebida se transportaban en zurrones de cuero durante cerca de tres jornadas para abastecer los mercados de los pueblos de tierra fría. De otro lado, a finales de siglo, un importante volumen de azúcar y panela pasaba al Ecuador. De Ancuyá partía hacia Barbacoas el azúcar 43

OCAMPO, José Antonio, op. cit., p. 382. Ibid., p. 383. 45 GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., p. 204. 46 Ibid., p. 205. 44


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que, gracias a sus buenos precios –en parte debido a las facilidades que brindaba el nuevo camino-, podía competir con la producción extranjera que allí se introducía al amparo de aranceles muy bajos. Otro destino era Popayán, en donde también tenía asegurado un mercado a pesar del azúcar proveniente del Valle del Cauca, el que recorría una distancia menor que la procedente de Ancuyá. El café empezó a tener una mínima “figuración” en las exportaciones del sur a partir de 1893, siendo el pueblo de Samaniego el mayor productor. Estos cultivos estaban lejos de alcanzar la dimensión y la proyección que habían adquirido en otros sitios. El insignificante volumen de los cultivos del sur se refleja en las siguientes cifras: en el 93 se exportaron 277 sacos de café por Tumaco, mientras que en Cúcuta, un año después, la cifra fue de 118 mil; en 1896 Samaniego produjo 3.000 quintales, al mismo tiempo que Cúcuta y la provincia de Pamplona producían más de 83 mil sacos47. En varios pueblos de la antigua jurisdicción de Túquerres y Pasto se cultivaba tabaco. Aunque su cultivo y beneficio no eran los mejores, tenía dominado el mercado del sur y aun exportaba unas pequeñas cantidades por el Pacífico y el Ecuador. La mano de obra femenina era la encargada de elaborar los cigarrillos en las pequeñas fábricas de Pasto y de otros pueblos. Otro proyecto que en la época apenas quedó esbozado fue el de transportar por Buenaventura, al Valle del Cauca, cereales y tubérculos reputados de buena calidad y cuyos mercados se consideraban asegurados una vez se resolviera el problema de la falta de embarcaciones apropiadas para la navegación. Entre esos productos estaba la papa que, salvados los obstáculos ya señalados, se pensaba que podría venderse en los otros departamentos del país. El problema de los altos costos de los fletes o de la inexistencia de vías y medios de transporte se presentaba también con relación a las maderas de los bosques situados en las partes bajas de los nevados de Gualcala, Azufral, Cumbal y Chiles. Túquerres abastecía de carne a la población de la llanura pacífica y aportaba numerosos novillos a las dehesas ubicadas en las márgenes de los ríos Cauca y Magdalena, del sur de Antioquia y Cundinamarca, respectivamente. Los pastizales siempre frescos del Valle alto del Patía en amplios territorios sin cercar constituyeron la principal zona de explotación ganadera del sur. Sin embargo, lo anterior no debe ocultar las periódicas crisis que afectaron la producción por efectos del clima y las epidemias, como la que André reporta en 187348. A finales de siglo se percibe que la producción ganadera era relativamente buena, pero que su explotación se hacía con los mismos métodos de la época colonial que exigían poca inversión y la tornaban más vulnerable a los factores adversos de la naturaleza. Así, por ejemplo, las crónicas señalan que hasta 1895 no se había introducido un nuevo ejemplar vacuno desde la época en que los conquistadores españoles trajeron al sur los primeros animales procedentes de México49. En los años noventa, una variada producción de manufacturas de cuero elaboradas en el sur empezó a venderse en los mercados de Bogotá con resultados positivos. De otro lado, cueros curtidos vinieron a sumarse a los que de tiempo atrás se enviaban sin curtir a Nueva York. Así 47

Ibid., p. 321. ANDRÉ, Eduard, op. cit., p. 83. 49 GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., pp. 206-207. 48


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se integraba la provincia de Túquerres a un fenómeno más amplio, gracias al cual el país en su conjunto aumentó sus exportaciones de cuero a una tasa anual del 3% durante la segunda mitad del siglo XIX. De 1850 a 1882, Colombia fue el primer exportador de quina en el mundo con ciclos de especial dinamismo: 1849-1852, 1867-1873, 1877-1882. En el contexto de la depresión de los años 60, las exportaciones de Tumaco representaron el 8% y el 14% del valor y del volumen, respectivamente, exportado por la nación. Se trataba de quinas de Almaguer y Túquerres. Las mayores exportaciones efectuadas por el puerto de Tumaco se dieron entre 1868 y 1874, luego vino el declive definitivo. Durante ese breve periodo, que a su vez fue el de mayor auge general, el puerto participó con el 3% del valor y el 8% del volumen total nacional exportado (cuadro 6), mientras que los puertos del Atlántico lo hicieron con 80% y 79%, y Buenaventura con 14% y 13%, respectivamente. Cuadro 6 Exportaciones de quina (toneladas) 1851/2 Tumaco y Carlosama Total 575.6 nacional

1865/6 1867/8 1868/9 94.3 138.3 286.1

1869/70 144.4

1870/1 1871/2 1872/3 1873/4 1874/5 200.8 207 256.6 250.6 141.7

1875/6 101.8

658.1

1204.2

2347.9 3309.3 4150

(3457.6) a.

(557.5) 1224.6 a. b.

4066.8 (3422.8) a.b.

a) Total nacional incompleto. b) El total nacional que aparece es tomado del cuadro de exportaciones por artículo. No coincide con la suma de las exportaciones por los diferentes puertos. Fuente:OCAMPO, José Antonio, Colombia y la Economía mundial 1830-1910, Bogotá, Siglo XXI, 1984, p. 292. La quina movilizó numerosos trabajadores en los momentos de su apogeo. Para nuestro caso, esto sería desde el 65 hasta el 80, época en la cual debieron darse desplazamientos de mano de obra dentro de la provincia de Túquerres y quizás también en el norte de la de Pasto. Posiblemente, como lo describe Safray para el Cauca, fueron trabajadores indígenas los que adelantaron la actividad de cascarilleros50. En el sur, las zonas de explotación fueron principalmente baldíos y territorios indígenas, mientras en el norte y oriente del país, áreas de propiedad privada. provincia de túquerres cantón de Ipiales La aduana de Carlosama que controlaba el tráfico comercial con Ecuador fue clausurada en 1880 y en su lugar se estableció un puesto en Ipiales, considerado como un lugar más apropiado para contener el voluminoso contrabando que se llevaba a cabo por la frontera. Simultáneamente, en Maindés se estableció un control dependiente de la aduana de Ipiales, específicamente para evitar el paso ilegal hacia la costa de las bayetas ecuatorianas. El establecimiento de la aduana de Maindés significó el cierre de la que existía en Altaquer y con 50

Tomado de OCAMPO, José Antonio, op. cit., 295.


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ello el decaimiento de la ya de por sí pobre población, cuyos habitantes se beneficiaban con el auxilio que le prestaban al contrabando51. Mientras la aduana de Tumaco se fortaleció al incentivarse el comercio con la construcción del nuevo camino, la de Ipiales, por el contrario, como era de esperarse, se deprimió dado que muchos de los productos que por allí entraban ahora resultaba más barato introducirlos a través del puerto. El Cantón de Ipiales continuó dependiendo en buena medida de la lana y el algodón ecuatorianos, como lo demuestra el hecho de que estos dos rubros eran los que tenían mayor participación en el volumen total de importaciones registradas en la aduana (cuadro 7). Cuadro 7 Aduana de Ipiales. Valor de las importaciones Alimentos y condimentos Sal Artcs. para alumbrado Bebidas Madera Hierro, acero, lata Papel y cartón Algodón Lana Cristal Cueros Drogas Loza Cobre, bronce, latón Tela tramada

1897 6.769 989 102 20 1.419 689 371 6.211 11.976 218 603 1.177 552 3.687 101

1898 6.916 807 32 1.116 219 247 5.749 6.674 124 272 3.063 1.230 772

Fuente: ARBOLEDA, Enrique, op. cit., p. 200.

Hacia 1889, el cantón de Ipiales, que para la época ya estaba constituido como la provincia independiente de Obando, contaba, según cálculos de la época, con alrededor de 616 telares, sin ser la que más artefactos de esta naturaleza poseyera en el sur, aunque, por otro lado, sí era la que producía la mayor cantidad de lana. Algunas poblaciones de su territorio, como Cumbal, contaban con lo que para los observadores eran “grandes obrajes”. Algunas de sus producciones, como las bayetas, empezaban a hacerle competencia a las procedentes del Chillo, Ecuador, y eran objeto de intenso comercio con Popayán. Las frazadas eran consideradas superiores a las producidas en Boyacá y Santander. Como en otros ramos de la producción, en este caso no faltaron los proyectos que, de realizarse, según sus autores, habrían significado el desarrollo de la industria de los tejidos52.

51 52

GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., p. 153. Ibid., p. 212.


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Cuadro 8 Aduana de Ipiales. Valor de las exportaciones Alimentos y condimentos Cueros Drogas Productos vegetales Manufacturas Bebidas Fique, mimbre, paja Hierro, acero, lata Telas, hilos Fuente: Arboleda, Enrique, op. cit., p. 201.

1897 77.350 898 1.643 258 2.669 321 2.687 264 1.767

1898 104.506 536 686 3.049 831 3.163 299 2.297

El establecimiento de grandes fábricas que permitieran altos niveles de rentabilidad fue una de las propuestas que el técnico norteamericano St. Charles elevó ante las autoridades. Alimentos, “productos vegetales”, fique y mimbre, continuaron siendo los principales artículos de exportación (cuadro 8). provincia de pasto El anís fue uno de los productos que más vendió la provincia de Pasto fuera de sus fronteras a finales de siglo. Los cargamentos se dirigieron a Ecuador, tanto por la vía de Rumichaca, hacia las fábricas de aguardiente del Carchi, como por el puerto de Tumaco en dirección a las costas de Esmeraldas. De igual forma, el anís del sur llegó a Cundinamarca por la ruta del Pacifico hasta Panamá; de otra manera, su conducción a través del territorio no hacía rentable la comercialización dados los altos costos de los fletes53. El itinerario seguido por el anís sirve además para ilustrar las posibilidades y los obstáculos que se le presentaban a los productos del sur para llegar a los mercados del centro y norte de Colombia. Su competitividad estaba en función de adelantar obras que el país no podía financiar: establecer una línea permanente de vapores por el Patía y el Telembí, hacer lo mismo en el Pacífico y construir el ferrocarril de Panamá. La harina de trigo de las provincias de Pasto y Túquerres alcanzaba para su autoabastecimiento e incluso Popayán consumía principalmente la producida en Pasto. La Unión y Yacuanquer se caracterizaron, en la década del noventa, por una alta producción de sombreros de paja toquilla. El mismo producto que veinte años atrás André encontró en los mismos lugares y que, según él, distraía la atención que los nativos debían concentrar en las actividades agrícolas que, aunque exigían mayor esfuerzo, resultaban supuestamente más rentables. Lo cierto es que la producción y el comercio se habían intensificado hasta alcanzar una cifra aproximada de 108.000 sombreros al año. Guaitarilla y San Pablo, pertenecientes a las provincias de Túquerres y Barbacoas respectivamente, también participaban de estas actividades54. 53 54

Ibid., p. 203. Ibid. p. 212.


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A pesar de la expansión que había tenido la producción de sombreros en el sur, los niveles alcanzados estaban por debajo de los obtenidos en otras regiones del país. Desde 1857 hasta 1872, la exportación nacional de sombreros se mantuvo, con breves interrupciones, en un alto nivel, y desde finales de los años setenta hasta terminado el siglo casi desapareció al caer la demanda cubana. En los años de bonanza, fueron Santander, Huila y Antioquia los departamentos que, en su orden, abastecieron los mercados. Todo esto a pesar de que quienes en la primera década del siglo XIX difundieron la fabricación de sombreros en el país fueron las provincias del sur, las que, a su vez, habían asimilado antes la experiencia que al respecto tenía Ecuador55. La provincia de Pasto obtuvo el monopolio de los licores en 1859 y con su producto construyó el puente sobre el río Juanambú, concluido en 1868. Hacia 1870 dicha medida fiscal se implantó en todas las provincias del sur. Los recaudos por este concepto ascendieron rápidamente: en aquel año se recibieron 28.000 pesos, mientras que en 1892 la suma se elevó a 120.000, contando solamente los ingresos de Pasto56. Esto constituye una muestra de lo que serán más tarde las rentas del Departamento de Nariño, el cual durante por lo menos las tres primeras décadas de su existencia tuvo en el monopolio de los licores la fuente más importante de sus ingresos57. 4. el orden de los pequeños intercambios Se ha nombrado una serie más o menos numerosa de productos tradicionales, que van y vienen de un lugar a otro. Una ruta ha quedado dibujada con la pretensión de ser la síntesis y a la vez el testimonio de un espacio cuyos elementos serían interdependientes y, por lo tanto, establecerían las condiciones de su unidad. La transformación detectada no es mayor: al cabo de sesenta años, las cosas que circulan son un tanto más numerosas, algunas son nuevas, la mayoría son las mismas. Sale Imbabura del mercado, la quina y el caucho muy levemente ingresan en el registro de las aduanas, pero todo se mantiene en su lugar. El camino, que en el texto quiere marcar un corte similar al que sus promotores pretendían en la realidad económica, cumple su función lánguidamente. Una vía expedita, con menos culebras que antaño y menos cruces de madera a lado y lado recordando la última jornada de los cargueros, pero sin el producto eficaz que remueva propiedades y riquezas. ¿Cómo interpretar esta red firmemente anclada en su precariedad? Red que no se disuelve, pero que igual no puede disponerse para ser el escenario de una modernidad esquiva para aquellos que en sus proyectos la ven realizando el evasivo espíritu de la época. El oro de Barbacoas fue escaso, esa podría ser una respuesta. La demanda no se incentivó más allá de lo que la rutina de las pequeñas canoas y las cargas de los indígenas andinos podían satisfacer. La quina y el caucho, objetos de una explotación efímera, aluden, de paso, al producto desconocido que no logró insertarse permanentemente en la economía mundial. Pero más acá de lo que hizo falta para alcanzar el dinamismo comercial suficiente en la perspectiva del desarrollo del capital, había un orden determinado. Su definición, en 55

OCAMPO, José Antonio, op. cit., pp. 389-395. GUTIÉRREZ, Rufino, op. cit., p. 208. 57 CHAVES, Milciades, Desarrollo de Nariño y su Universidad, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1983, pp. 268-271. 56


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principio, no necesariamente debe darse en función de lo que carecía para hacer realidad aquel modelo que, en el plano ideal, garantizaba la mayor acumulación de riqueza. Hacer referencia a ese orden particular significa, entre otras cosas, determinar las formas y el sentido que asumió la propiedad sobre la tierra y la utilización de la mano de obra, el destino de las pequeñas fortunas, la suerte de los obrajes y los caminos que siguieron los pequeños capitales comerciales. Codazzi, una vez atraviesa el río Mayo, se sirve del nombre de las haciendas que encuentra a su paso para marcar la ruta que lleva. Así lo hace hasta Pasto. En las provincias de Túquerres e Ipiales se hará menos uso de aquellos. Menos concentración de la tierra o quizás la opción del autor por una toponimia más diversa en la que de todas maneras no tienen cabida los resguardos, que inclusive para viajeros de inicios del siglo XX como Miguel Triana, cumplían una importante función en el abastecimiento de las ciudades. La definición de ese orden nos permitiría entender el valor real de los pequeños intercambios ampliamente descritos en este texto. La variedad de productos agrícolas que los setenta cargueros introducían a diario a Barbacoas, no sin antes haberse formado en fila para no alterar el orden del pueblo con su llegada, tenía tras de sí una historia. El peón que al contratarse en una hacienda ponía como condición el derecho de hacer uno o dos viajes a Barbacoas cada año reafirmaba un código no escrito acerca de lo que deberían ser las relaciones laborales.


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minidatos para la historia social y económica de la costa atlántica colombiana ◊ jaime jaramillo uribe♦

La historia de la Costa Atlántica está determinada por la importancia de Cartagena como centro de la actividad económica, social y política. Otros núcleos urbanos como Santa Marta, por muchas razones, no tuvieron un papel de primer orden. Barranquilla tardó varias décadas para jugar un rol significativo en su historia. Una excepción fue Mompox por su papel como puerto esencial para el comercio y navegación entre Cartagena y el interior del país. Establezcamos algunos datos y premisas para la historia social y económica de la región. 1) El descenso rápido de la población indígena. Cuando hacia 1611 el visitador real don Juan de Villabona Zubiaurre hizo su visita a la Costa Atlántica, encontró que las encomiendas eran muy pequeñas. Fluctuaban entre diez o veinte indígenas tributarios por encomienda1. Esta penuria de mano de obra hizo necesaria la importación de población esclava africana. Se formó entonces una sociedad esclavista que dejaría una huella muy profunda en la economía, la sociedad y la cultura costeñas. 2) La Costa Atlántica fue la región en donde la política de tierras de la corona española fue más propicia a la concentración de la propiedad y a la formación de grandes latifundios. Propietarios como don José Fernando de Mier, doña Micaela Saenz y don Andrés de Madariaga, el famoso Marqués de Pestagua, poseían en conjunto 150.000 hectáreas2. Dado el ritmo lento de la evolución de la propiedad de la tierra entre nosotros y el conservadurismo de nuestra política agraria, con alguna disminución en la magnitud de las propiedades, el régimen colonial de propiedad se prolongó a través de la era republicana y quizás se agravó con la “manguiancha” política de concesión de baldíos que practicaron nuestros gobiernos del siglo XIX, de manera que la concentración de la propiedad se mantuvo hasta fecha muy reciente y quizás se mantiene hasta nuestros días, a pesar de las reiteradas tentativas de nuestros gobiernos para hacer una verdadera reforma agraria. 3) La importancia absorbente de Cartagena como centro de la actividad portuaria, como núcleo esencial del comercio ultramarino, no sólo para el actual territorio de Colombia, es decir de la Nueva Granada, sino también para el comercio entre España y América, ◊

Lectura hecha en el Seminario sobre problemas sociales y políticos de la Costa Atlántica organizado por Armando Benedetti (2002). ♦ Profesor titular del departamento de Historia de la Universidad de los Andes 1 COLMENARES, Germán, Historia económica y social de Colombia, Bogotá, Universidad del Valle, 1973. 2 TOVAR PINZÓN, Hermes, Grandes empresas agrícolas y ganaderas, Bogotá, Ed. Corporativa de Profesores de la Universidad Nacional, 1982.


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como punto de llegada y de giro de las flotas hacia Santo Domingo y México, dio a la ciudad un desarrollo urbano, social, político y militar excepcionales. 4) Quizás por el rol absorbente de la ciudad, la penetración y colonización del interior fueron lentas y en cierto sentido pobres. En efecto, la formación de las haciendas fue lenta y se llevó a cabo por propietarios ausentistas que por muchas razones preferían vivir en Cartagena, dedicados a actividades más lucrativas como el comercio y quizás el contrabando. Es muy significativo el hecho de que las haciendas costeñas no presenten las casas haciendas que hubo, por ejemplo, en el Cauca, en el Valle del Cauca o en la Sabana de Bogotá, algunas de las cuales han subsistido hasta nuestros días. A los propietarios y terratenientes de Cartagena o Mompox les eran suficientes unas cuantas chozas pajizas para albergar esclavos y peones, pues ellos ni vivían, ni tenían necesidad de visitar sus propiedades que se administraban con mayordomos y capataces. 5) Por las mismas razones, la fundación de poblaciones, villas y ciudades fue lenta y precaria. No hubo en el interior de la Costa Atlántica algo como las villas y ciudades de Boyacá y los Santanderes. Algo como el Socorro, San Gil, Barichara o Girón. O como en Boyacá, Tunja, Villa de Leyva o Monguí con sus construcciones de mampostería, iglesias y hasta catedrales como la tuvo, por ejemplo, Monguí. O como las tuvieron algunas villas de Antioquia. 6) El contraste con el interior de la Costa Atlántica es impresionante. Hay varias descripciones de la situación existente en la región a fines del siglo XVIII. Una de ellas la dejó el padre Joseph Palacios de la Vega en su diario de viaje, que hace algunos años publicó Gerardo Reichel-Dolmatoff3. En realidad, en ella no había poblaciones sino conglomerados humanos que algunos documentos describen como “rochelas”. Había hombres y mujeres “arrochelados”, viviendo en forma promiscua, en un tipo de asociación que los sociólogos modernos dominan situaciones de “anomia”, es decir, sin normas. La descripción que hace el padre Palacios de la Vega de lo que eran las iglesias es impresionante. No sólo carecían de buenas fábricas, es decir de construcciones sólidas, por ejemplo de piedra o ladrillo, sino que estaban desprovistas de altares e imágenes. Incluso informa que en ellas se jugaba cartas. 7) Los historiadores están bien informados acerca de los esfuerzos que en la segunda mitad del siglo XVIII hicieron las autoridades virreinales para agrupar las poblaciones dispersas y dar una racionalidad al poblamiento, tareas que fueron encomendadas a don Antonio de la Torre Miranda4. Allí comenzó una nueva etapa del desarrollo económico de la Costa Atlántica. Esto en la provincia de Cartagena. 8) En el este de la Costa, es decir, en la provincia de Santa Marta, la colonización fue aun más lenta y tardía. Casi se puede decir que allí ni siquiera se había realizado la conquista. Sólo a partir de 1750 comenzaron las “entradas”, como se llamaron las expediciones de

3

REICHEL-DOLMATOFF, Gerardo (ed.), Diario de viajes del padre Joseph Palacios de la Vega, Bogotá, ABC, 1955. 4 MORENO DE ÁNGEL, Pilar, Antonio de la Torre Miranda viajero y poblador, Bogotá, Planeta, 1993.


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conquista y dominación de los guajiros y los chimilas, y probablemente, cuando se produjo la independencia, la situación no había variado significativamente5. 9) Tampoco debió variar mucho en el curso del siglo XIX. Ni en los primeros años del XX, digamos, antes de 1930, cuando se supone que se inició el moderno desarrollo industrial y social del país. Algo, quizás mucho, ha variado en materia de desarrollo urbano. Pero en el campo, en el gran hinterland, las transformaciones probablemente han sido muy discretas. A este propósito, este cronista recuerda que cuando en los años sesenta, precisamente hacia 1962, su esposa, la antropóloga Yolanda Mora de Jaramillo, fue delegada por el Instituto Colombiano de Antropología para escribir una monografía sobre las condiciones de la vida rural en la Costa Atlántica, escogió el corregimiento de Cuatro Bocas, ubicado a pocos kilómetros de Barranquilla. La situación social y económica que la autora encontró allí probablemente no distaba mucho de la que describió el padre Palacios de la Vega en la segunda mitad del siglo XVIII6.

conclusiones 1. La posición dominante de Cartagena como puerto, como centro del poder marítimo y como gran núcleo comercial, tanto del comercio de importación como de exportación, restó importancia al desarrollo y colonización del interior, especialmente al desarrollo urbano. 2. La temprana disminución de la mano de obra indígena obligó a la importación masiva de población africana esclava, lo que dio lugar al desarrollo de una sociedad esclavista, que entre varios resultados sociales tuvo el de “infamar” o desvalorizar el trabajo manual y en general el trabajo productivo. 3. Las haciendas y en general la economía agrícola y ganadera se desarrollaron con ausencia de los propietarios, lo que dio como resultado una evolución precaria de la arquitectura rural y un cambio igualmente precario del desarrollo urbano, que sólo comenzó a mejorarse a fines de la época colonial y ha tenido una transformación muy lenta en la era republicana, incluyendo, quizás, nuestra propia época.

5

ORTIZ, Sergio Elías (ed.), Escritos de dos economistas coloniales. Antonio de Narváez y Latorre y José Ignacio de Pombo, Bogotá, Banco de la República, 1965. 6 MORA DE JARAMILLO, Yolanda, “Economía y alimentación en un caserío rural de la Costa Atlántica”, en Revista Colombiana de Antropología, vol. XII, Bogotá, 1963.


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a situaciones nuevas, ideas nuevas: el mestizo como camaleón

juan esteban lewin ∗ Nueva Granada, siglo XVIII. Estamos en un período de cambios: en el mediano plazo, por las reformas borbónicas y, desde una óptica de larga duración, nos situamos en un momento del proceso de consolidación de unas nuevas sociedades en el continente americano. Capital dentro de este macroproceso es el mestizaje, esa mezcla de sangres, de culturas, de visiones del mundo. En el momento al que se refiere este trabajo, que es cuando los hombres producto de estas mezclas adquieren una presencia realmente importante, es de especial interés preguntarse por la noción del mestizo, para ver qué ideas se tenían de él, tanto desde las demás categorías sociales como desde sí mismo, es decir, desde su identidad como tal. Si América tiene como producto principal ese “hombre nuevo” que es el mestizo, la producción de la “raza cósmica” de la que hablaba José de Vasconcelos1, en este trabajo se busca establecer cómo se entendía esta categoría social en esta etapa clave de su surgimiento. El interés de todo esto se halla en la intuición de que el surgimiento del mestizo fue uno de los factores más importantes en el resquebrajamiento de todo el sistema colonial. La hipótesis que buscamos probar, más concretamente, es que el mestizo era un elemento social de importancia creciente y con ventajas cada vez más evidentes dentro de una estructura social que lo excluía, razón por la cual facilitó el derrumbe de la Colonia y la creación de repúblicas independientes en todo el continente hispanoamericano. I. los ires y venires de la categoría 1. noción misma de mestizo Lo primero que debemos aclarar es qué es un mestizo, es decir, cuál es el objeto mismo de nuestro estudio. ¿Es una categoría racial, social, económica, política, biológica? ¿Es una condición variable o determinada? El sustantivo mestizaje significa, según el diccionario histórico de Marín Alonso, “mezcla de razas”2. Esta acepción, sin valoración alguna, se contrapone a lo que la misma obra dice del verbo mestizar: “corromper o adulterar las castas por el ayuntamiento o cópula de individuos que no pertenecen a una misma”3. Como vemos,

Estudiante de Historia de la Universidad de los Andes. Este artículo es el resumen de un trabajo realizado por el autor para el curso “América Latina colonial”, dictado por la profesora Diana Bonnett. 1 Citado por MÖRNER, Magnus, Race Mixture in the History of Latin America, Boston, Little, Brown and Company, 1967, p. 2 2 ALONSO, Martín, Enciclopedia del idioma, Madrid, Aguilar, 1958, p. 2807. 3 Ibid.


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esta forma de entender dicha mezcla es altamente negativa, y proviene del siglo XVII4. Quizás con el deseo de separar esta carga emocional y de crear una categoría de análisis, varias obras hablan de “mezcla de razas” o de “miscegenación”5 Ahora bien, esta no es la única aclaración lingüística que debe hacerse. El término mestizo puede aplicarse en un sentido amplio o en un sentido concreto. Veamos lo que nos dice Martín de Alonso sobre dicho vocablo: “dícese de la persona nacida de padre y madre de raza diferente y con especialidad del hijo de hombre blanco e india o de indio y mujer blanca”6. Vemos allí las dos posibilidades: el mestizo es el producto de una mezcla cualquiera de razas, pero específicamente se habla de mestizo para referirse al producto de indio con español. En nuestro trabajo nos limitaremos a trabajar el mestizo en este último sentido. Para la noción más general de “personas de sangre mezclada” utilizaremos el término “castas”, propio de la época y, por lo tanto, más correcto de aplicar dentro del ámbito histórico de este estudio. a) contextualización: el tipo de sociedad Teniendo en cuenta de qué grupo social estamos hablando, procedemos ahora a situarlo en una sociedad concreta, como era la colonial. Dado el enfoque social que tiene la tesis que intentamos comprobar, nos parece fundamental explicar dicha sociedad, antes de mirar concretamente la posición del mestizo. Desde un punto de vista esencialmente teórico, el siglo XVIII fue el siglo de la Ilustración. Base de este movimiento intelectual fue el enorme progreso de las ciencias naturales, por lo que se veía en el método científico una especie de panacea para todas las dudas, inclusive las provenientes de la observación de los fenómenos sociales. Como aplicación de este cientificismo, la visión de la sociedad cambió: se entendía al conglomerado social como un cuerpo, donde cada grupo social sería un órgano con su correspondiente ubicación y función, y cada individuo, por lo tanto, debería formar parte de uno de estos grupos. Ahora bien, esta concepción de la sociedad se configura como la continuación de una noción fundamental, como es el llamado estado estamental. Esta última idea se refiere a una sociedad divididas en capas, llamadas “estamentos”, con distinción fundamental tanto en su posición como en sus funciones. A este Estado estamental se opone una organización llamada “castal”. Este tipo de sociedades supone una división social rígida y permanente, basada en el nacimiento y sin posibilidad alguna de movilidad.

4

Esto se confirma al leer que otra de las derivaciones de la raíz latina, miscere, es mestitz en occitano, y su significado es “vil, bajo”, según COROMINAS, Joaquín, Diccionario Crítico Etimológico de la Lengua Castellana, Berna, Ed. Francke, 1954. 5 Anglicismo. Proviene de miscegenation, que el Oxford Concise Dictionary define como “interbreeding of races, especially of whites with non-whites” (Oxford Concise Dictionary, Oxford, Oxford University Press, 7ª ed., 1982, p. 646). Como vemos, su significado inicial es el mismo que el de “mestizaje” (la etimología es similar, pues los dos provienen de miscere, que significa “mezclar” en latín, aunque éste contiene además genus, que significa “raza” en la misma lengua), pero su uso es más neutro. 6 ALONSO, Martín, op. cit., p.2807. Esta acepción proviene de la Recopilación de Leyes de Indias de 1680.


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Por otro lado, según las teorías de Carlos Marx, las sociedades evolucionaron de este tipo estamental a sociedades industriales, cuya división se hace fundamentalmente por razones económicas, a través de las clases sociales. El cambio más radical que se da entre estos dos tipos de sociedad, desde el punto de vista de los grupos que los conforman, es la movilidad social. La enorme dificultad en una sociedad preindustrial para aceptar estos cambios fue justamente uno de los factores que llevaron a su fin. Los tres tipos de sociedad que explicamos arriba son más modelos explicativos que radiografías de una realidad social (“tipos ideales”, en términos de Weber). Es así como la Nueva Granada no puede ser ubicada dentro de un tipo de sociedad concreto, sino que en su realidad se pueden encontrar elementos de varios de ellos. En primer lugar, pese a la importancia de la pertenencia a un grupo por el nacimiento y la sangre, no se presentaba un modelo tan cerrado como el castal, ni un modelo puramente estamental7. Lo primero se hace evidente si tenemos en cuenta que, si bien existía una gran separación social, el español no tenía reparo alguno en acercarse a la mujer india y unirse de manera más o menos permanente8. En cuanto al segundo punto, basta recordar que el nacimiento sí tenía cierta relevancia en la estratificación social. Así, la sociedad colonial es no sólo una sociedad mixta, sino que está en permanente evolución, lo que se reflejará directamente en la situación de los mestizos como grupo social. b) mestizo y mestizaje Como vemos, es dentro de una sociedad cambiante que se desarrolla el mestizo en el siglo XVIII. Ahora bien, la pregunta respecto a su ubicación concreta dentro de esta estructura es más que relevante. Veamos, entonces, de manera más concreta, cómo estaba organizada esta sociedad colonial. El concepto base de todo el sistema social era la división en dos grandes grupos: la “república de españoles” y la “república de indios”. Esta dicotomía se complementaba con la existencia de los esclavos traídos desde África y sus descendientes, que componían un tercer elemento que, por su naturaleza de inferioridad, no llegaba al rango de república. Podríamos definir, tentativamente, la república como la “cosa pública” que concierne a un grupo de personas; de hecho, el Diccionario Histórico de Martín Alonso la define como “cuerpo político de una nación”9. Dada la política de separación entre indios y blancos aplicada en América10, se puede decir que la idea era la conformación de dos grupos 7

Véase MÖRNER, Magnus, op. cit., pp. 7-8; JARAMILLO URIBE, Jaime, Mestizaje y diferenciación social en el Nuevo reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVII, Bogotá, Imprenta Nacional, 1967, pp. 21-22. 8 MÖRNER, Magnus, “Informe preliminar”, en El mestizaje en la historia de Ibero-América, México D.F., Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1961, que es una publicación sobre un coloquio dedicado a este tema en Estocolmo en 1960. 9 ALONSO, Martín, op. cit., p. 3593. La acepción se encuentra datada en 1640 y es la más antigua de las allí consignadas. 10 Para este punto y sus desarrollos, véase MELO, Jorge Orlando, Historia de Colombia, Tomo I: El establecimiento de la dominación española, Medellín, Ed. La Carreta, 1977, pp. 342-344.


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sociales lo suficientemente separados como para que su esquema jurídico y social fuera notablemente distinto y, por lo tanto, se tratara de dos repúblicas diferentes. Los indios y los españoles estaban regidos por sistemas jurídicos diferentes, debían vivir geográficamente separados11 y tenían ocupaciones económicas claramente separadas12. Además, su importancia política era bastante desigual, ya que los primeros debían sufrir el yugo de la conquista, que, correlativamente, otorgaba grandes beneficios a los segundos. Esta forma de estructurar la sociedad puede leerse de acuerdo a las ideas organicistas: podemos decir, por ejemplo, que los españoles eran la cabeza –la parte pensante– del cuerpo social, mientras que los esclavos eran las extremidades, los órganos que se ocupan del trabajo más burdo y más vil, sosteniendo así toda la sociedad. Como reflejo de estas nociones, que requerían de una compartimentación muy precisa de la sociedad, las castas se subdividieron en innumerables “tipos”: tercerones, cuarterones, montañeses, zambos, moriscos, albinos, cambujos, zambaigos...13. Ahora bien, como vemos, los mestizos no tienen cabida en el esquema inicial. Veamos, entonces, cómo entraron a formar parte de la sociedad colonial. Dentro de un proceso de conquista a sangre, pero con una colonización poblacional relativamente baja, se iniciaron contactos entre conquistadores y conquistados. Es capital dentro de este proceso tener en cuenta la correlación entre hombres y mujeres españoles que pasaban a América, con lo que se entiende la lógica de la presencia de los primeros mestizos por los acercamientos sexuales entre españoles e indias14. Se debe anotar que el origen ilegítimo, por haber nacido por fuera del matrimonio, no disminuyó sustancialmente a lo largo de los tres siglos de colonialismo15. Debemos preguntarnos ahora por la relación que el hijo tenía con sus padres. De acuerdo a la información presente, la mayor parte de ellos entraba, en un principio, a formar parte del grupo de sus madres indias, y pocos eran reconocidos por sus padres. Las implicaciones de todo ello fueron grandes, puesto que los mestizos, además de su condición particular per se, muchas veces tuvieron que cargar con la mancha de la ilegitimidad e incluso con el rechazo de sus padres, lo que claramente los alejaba y los excluía del grupo de los españoles. De manera general, la situación de los escasos mestizos legítimos era mucho mejor que la del resto de ellos, pues su característica les permitía tener mayor acceso a las prerrogativas del grupo español. Las uniones sexuales por fuera del matrimonio, llamadas 11

MÖRNER, Magnus, La Corona española y los foráneos en los pueblos de indios de América, Estocolmo, Almqvist & Wiksell, pp. 69-139. 12 MENGUS, Margarita, “La desestructuración del señorío indígena y la formación de la república de indios en la Nueva España”, en BONILLA, Heraclio, El sistema colonial en la América española, Barcelona, Ed. Crítica, pp. 17-55. 13 Véanse MÖRNER, Magnus, La Corona española..., op. cit, pp. 56-60; GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, Miscegenación y cultura en la Colombia colonial 1750-1810, Bogotá, Universidad de Los Andes y Colciencias, 1999, pp. 95-100. 14 MELO, Jorge Orlando, op. cit., pp. 328-340; MÖRNER, Magnus, La Corona española..., op. cit., pp. 21-29; ROSENBLAT, Ángel, El mestizaje y las castas sociales, pp. 15-18, 23-25. 15 “Hasta el final del período colonial, [...], la gran mayoría de los mestizos procedían del trato sexual extramatrimonial y su nacimiento era ilegítimo”, KONETZKE, Richard, “Sobre el problema racial en la América Española”, en Revista de Estudios Políticos, Madrid, No 113-114, Instituto de Estudios Políticos, 1960, p. 183.


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“amancebamiento” o “barraganía”, altamente frecuentes16, eran muy mal vistas tanto por parte de la Corona como de las autoridades eclesiásticas17. El que la mayor parte de los mestizos tuviera como origen estas uniones non sanctas hizo que la Corona, a través de las órdenes que daba a sus funcionarios para atacar el amancebamiento, atacara indirectamente a los mestizos18. Cuestiones de herencia, de ordenamiento religioso, de utilización de armas y pertenencia a las milicias y de ingreso a la educación son quizás las más importantes y representativas de estas políticas de estrangulamiento a las uniones sexuales extramatrimoniales, con el evidente patrocinio de la Iglesia19. En oposición a esto, el matrimonio interétnico sí estaba permitido20. Más adelante trataremos el problema de la aplicación práctica de estas disposiciones legales. Vemos, entonces, que a la condición de exclusión por no tener los caracteres esenciales para pertenecer a alguna de las dos repúblicas, se le suma la razón del rechazo social a sus orígenes ilegítimos. Proseguimos, entonces, con la indagación respecto de la relación que, de hecho, surgió entre la estructura social ideal y el elemento imprevisto que fue el mestizo. 2. inclusión en la categoría es exclusión en la sociedad Ser mestizo implicaba pertenecer a un grupo que, en su conjunto, estaba excluido de la sociedad o, cuando menos, presentaba un serio problema a la estructura de la sociedad colonial. Por lo tanto, esta pertenencia podía ser vista por los mestizos como una desventaja social, como una forma de convertirse en individuos marginales. Es por esta connotación negativa que este etiquetamiento presentaba grandes discusiones; el debate y las luchas alrededor de esta manifestación del dilema inclusión-exclusión resultan capitales para entender más exactamente la posición del mestizo, no sólo frente a los otros sino ante sí mismo. a) ¿quién decide? La determinación de la pertenencia a un grupo social, dentro de cualquier sociedad, pero aún más en aquellas que dejan poco espacio a la movilidad social, es un debate político de inmensas repercusiones. Para cada individuo su posición social es un factor esencial con respecto a las oportunidades que tenga en su vida, pues define su valía en términos sociales, culturales políticos e, incluso, económicos. La intención es entonces estudiar quién establecía esta pertenencia en el caso de los mestizos y cómo se realizaba esta elección. La primera herramienta que tiene un Estado para realizar escogencias políticas es el derecho21. La legislación colonial, basada en la casuística, solía ser variable y relativamente 16

ROSENBLAT, Ángel, op. cit., pp. 20-23. Ibid., pp. 179-181. 18 KONETZKE, Richard, op. cit., pp. 181-187. 19 Un excelente resumen de esta situación puede verse en la obra arriba citada de KONETZKE. 20 MÖRNER, Magnus, La Corona española... , op. cit., pp. 25-27, 35-41; ROSENBLAT, Ángel, op. cit., pp. 1920. 21 Al respecto, ver FERRARI, Vincenzo, Funciones del Derecho, Madrid, Ed. Debate, 1989. 17


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indeterminada, lo que dificulta de manera relativa el dar juicios absolutos en este campo22. Como ya lo vimos, y debido a que el amancebamiento iba en contravía de los preceptos morales más caros a la sociedad española, el derecho indiano tomó, en muchos puntos, un cariz de separación de los mestizos frente a los blancos23. En cuanto a los límites con respecto a los indios, éstos también son variables, pero relativamente claros: el mestizo logró eximirse del pago del tributo tras muchas indecisiones al respecto (el tributo consistía en trabajo obligatorio, y era uno de los símbolos más evidentes de la relación entre dominante y dominado24), el mestizo no era un incapaz jurídico. Ahora bien, si esto nos muestra cuál era la posición social del mestizo, no nos define quién decidía respecto a la pertenencia a este grupo. En otras palabras, tenemos una serie de normas que, si bien de forma variable e incierta, nos permiten entender el estatus jurídico del mestizo, no llenan de contenido esta categoría. Ya que el derecho sólo nos muestra los contornos pero no los elementos de este conjunto, debemos aproximarnos a la situación social. La vida cotidiana de la Colonia era el escenario en el cual se determinaba quién era mestizo y quién no. Las costumbres son fundamentales como reflejo de la pertenencia a un grupo. Los relatos de la época nos hablan de diferencias establecidas por todo tipo de usos externos, entre los cuales tenemos el vestido25. Este elemento permite mostrar a qué grupo social se pertenece de forma implícita y sin necesidad de proclamarlo, por lo que su importancia simbólica es tan grande como pueden ser las fronteras sociales determinadas por el uso del lenguaje o los hábitos de recreación. Por otro lado, tenemos una manifestación más clara de la importancia de tener la sangre “limpia”. Durante la Colonia, los litigios respecto al linaje fueron innumerables. En ellos, se llamaban testigos para comprobar la fama que, de blanco o de mestizo (por la contraparte) se tenía, lo que demuestra la dificultad y la importancia de determinar quién era o no mestizo26. Como vemos, la indeterminación respecto a ser o no mestizo era bastante grande; tanto así, que el simple cambio de lugar de habitación ya era una gran posibilidad para cambiar de grupo social. La decisión, por lo tanto, si bien debía estar determinada por el origen racial, terminaba por quedar potencialmente en manos del mismo individuo.

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ESCOBAR, Gabriel, El mestizaje en la región andina: el caso del Perú, p. 199. Véase, KONETZKE, Richard, op. cit. Para casos en que los mestizos reciben encomiendas en sucesión durante los siglos XVI y XVII, véase OLAECHEA, Juan Bautista, capítulo 7 (“El sí y el no del sacerdocio en la primera generación mestiza”), del libro El mestizaje como gesta, Madrid, Mapfre, 1992; ver, también, KONETZKE, Richard, op. cit pp. 198-209. Respecto a la educación, ver JARAMILLO URIBE, Jaime, op. cit., pp. 39-41; y KONETZKE, Richard, op. cit., pp. 209-212 24 COLMENARES, Germán, Historia económica y social de Colombia 1537-1719, Cali, Universidad del Valle, 1973, p. 310; GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., pp. 322-327. 25 GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., pp. 418-421. También se menciona, por ejemplo, el uso de las armas (pp. 441-446). Ver también KONETZKE, Richard, op. cit., pp. 193-194. 26 JARAMILLO URIBE, Jaime, op. cit., pp. 30-36. 23


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b) varias aproximaciones a la exclusión ¿Cuál era el interés del mestizo en pertenecer o no a su categoría? En el campo económico, como ya lo vimos, el mestizo tenía interés en no ser confundido con el indio, ya que así evitaba el pago del tributo. El deseo de “ser” español se basaba, en cambio, en la posibilidad de ejercer mejores actividades económicas. Así, el acceso a cargos públicos, como escribanías, o a ciertos gremios artesanales de prestigio, como el de los plateros, se abría a los blancos27. Además de estas ventajas económicas, el prestigio social se incrementaba de forma indudable si se tenía la sangre limpia28. La utilización de atuendos, el ingreso a elites socioeconómicas, el acercamiento a los modelos sociales, eran puertas que se abrían mediante lo que Virginia Gutiérrez de Pineda y Roberto Pineda han dado en llamar “blanqueamiento socio-racial”29. Además de estas razones positivas para salir de la categoría de mestizo, parece ser que también existía una serie de prejuicios respecto a los mestizos30: “los mestizos, que son reputados por de costumbres depravadas y perversas”31, “y es de forma que mucha gente de mal vivir, vagabundos, y mestizos y mestizas andan todo el año de unos pueblos a otros haciendo ofensas a Dios Nuestro Señor”32. Esta mala reputación incitaba a que conflictos en torno a este aspecto se ventilaran ante la justicia, pues el hacer o no parte de un grupo social era realmente importante. II. el lento derrumbe del sistema colonial 1. crecimiento numérico de los mezclados Esta cuestión, eminentemente demográfica, no ha sido aclarada del todo33. Sin embargo, es apenas evidente que la cuestión del peso proporcional que tenga un grupo social dentro del conjunto permite establecer hasta qué punto sus posibilidades de acción eran más o menos amplias y, además, ayuda a medir la importancia que sus decisiones tenían en la sociedad. a) datos cuantitativos: empadronamientos Para el caso concreto de la Nueva Granada, el libro arriba citado de Gutiérrez de Pineda y Pineda hace una recopilación de empadronamientos, parciales, irregulares e incompletos, realizados por las autoridades coloniales durante el siglo XVIII. Pese a las grandes dificultades estadísticas y prácticas, la visión borbónica que suponía en las colonias un potencial económico muy importante que había sido desperdiciado, la necesidad intelectual 27 MELO, Jorge Orlando, op. cit., pp. 367-373; GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., pp. 372-373. 28 GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., p. 417. 29 Ibid. 30 JARAMILLO URIBE, Jaime, op. cit., pp. 30-36. 31 Citado por JARAMILLO URIBE, Jaime, op. cit., p 31. 32 Ibid., pp. 31-32. 33 Ya en 1978, Germán Colmenares se quejaba de esta falta de precisión, con sus correspondiente deficiencia en la historia social. Véase, COLMENARES, Germán, “La economía y la sociedad coloniales 1550-1800”, en Manual de Historia de Colombia, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1978, pp. 281, 284 especialmente.


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de los ilustrados de entender la sociedad y el mejoramiento en la recolección tributaria fomentaron estos inventarios de población. Como es obvio, en ellos se hicieron las distinciones entre los diferentes grupos sociales, lo que nos permite tener ciertos indicadores en torno al número de mestizos. Ahora, dado el alto grado de confusión respecto a la pertenencia a los grupos, en los padrones (que fueron regionales y, por lo tanto, de calidad y cubrimiento muy variables34) sólo se toman en cuenta cuatro grupos: “blancos”, “indios”, “esclavos” y “mezclados de todos los colores”35. Los investigadores realizan una sumatoria tentativa de los resultados de los diferentes empadronamientos con la intención de establecer un cuadro aproximativo para toda la Nueva Granada. En total, los mezclados sumarían un 46.6% del total de la población, los blancos el 24.9%, los indios el 20.3% y los esclavos el 8.2%36. Las diferencias regionales son notables, según se puede deducir de los diferentes padrones, y las dinámicas de crecimiento de la población mezclada también dependían de variables locales y regionales. Así, según los autores, en muchos casos la realidad social de las regiones inducía a que los empadronados se clasificaran como indios o blancos, pese a ser, genéticamente, resultado de algún grado de mestizaje; de la misma forma, las interpretaciones respecto a la pertenencia a la categoría de mestizo, mulato o zambo para quienes tuvieran mezcla de las tres etnias presentes son bastante arriesgadas. La población mestiza, según los razonamientos inductivos que realizan los investigadores, ocupaba especialmente el altiplano cundiboyacense, el altiplano nariñense, el sur de Santander, la zona de Popayán y uno que otro enclave; su proporción podría acercarse a un 20% de la población total37. Por otro lado, tenemos las cifras de Francisco Silvestre quien, basándose probablemente en el censo de 1778, sostiene que había 826.550 habitantes, de los cuales un 80% eran blancos o mestizos, un 15% indígenas y un 55 esclavos38. La diferencia entre este estudio, realizado con las fuentes y la técnica disponibles en esa época, y los resultados de la investigación arriba reseñada son más que evidentes, y muestran las dificultades de realizar este tipo de ejercicios. b) apreciación de la época: el matiz cualitativo Es muy diciente también la información que nos proporcionan documentos de la época sobre la presencia e importancia de los mestizos dentro de la sociedad colonial. Sobre este punto consultamos la visión de Pedro Fermín de Vargas, uno de los criollos más ilustrados,

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Los factores de inexactitud incluyen la determinación de pertenencia a los grupos, el cubrimiento, la pericia de los empadronadores, la no simultaneidad entre ellos, etc. Véase, COLMENARES, Germán, op. cit., pp. 95-101. 35 GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., pp.17, 95. 36 Ibid., p. 107. No sobra reiterar que estas cifras son aproximativas y no permiten tener certeza sobre el estado de la población. 37 DE VARGAS, Pedro Fermín, “Relación sucinta del estado actual de las colonias españolas en la América meridional”, en Pensamientos políticos siglo XVII-siglo XVIII, Bogotá, Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, 1968, p. 93 (mapa), 123-124. 38 Citado por JARAMILLO URIBE, Jaime, op. cit., p. 25.


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que en sus escritos defendió el desarrollo económico del Virreinato39 y, más adelante, su separación de la monarquía española40. En una de sus obras, y refiriéndose a la presencia de mestizos, dice: “En los países mediterráneos del Continente, donde la falta de minas, la bondad del clima o algunas circunstancias particulares han conservado más número de indios, éstos se han aliado con los españoles, y de estos enlaces ha resultado la clase de mestizos [...]. A esta clase, montando gradualmente sigue el de los Criollos [...]. De esta especie son pocas las personas que se hallan en aquellas colonias. La mayor parte de los criollos están enlazados con los mestizos”41. Según este testigo, eran, pues, pocos los blancos que vivían en las colonias, y sus relaciones con los blancos eran muy próximas. Pero de forma más concluyente, en cuanto al número de mestizos, dice: “Los indios se extinguen rápidamente; pero en su lugar aumentan los mestizos que nacen de éstos y los blancos”42. Si relacionamos estas apreciaciones con las cifras que Gutiérrez de Pineda nos da, con base en los padrones, bien podemos pensar que el número de mestizos era más alto en términos relativos (y, con menor certidumbre, en términos absolutos) que el que parecen indicar dichos datos. En todo caso, desde los dos puntos de vista aparece el hecho que la población mestiza, o que se tomaba como tal, formaba una parte importante de la sociedad colonial, lo suficientemente grande, creemos nosotros, como para que su situación misma de exclusión social presentara grandes problemas. 2. ventajas socioculturales del mestizo Ante esta situación, es evidente que alguna salida habrían de tomar los mestizos. La disyuntiva política entre la acción colectiva y la respuesta individual a los problemas colectivos debe ser analizada, pero teniendo en cuenta la cultura política que se tenía en ese entonces, es decir, las estructuras mentales que permitían o impedían tomar una u otra vía. Esta cuestión cultural nos lleva a abordar un punto: la relación entre mestizaje y aculturación. También denominados como “mestizaje biológico” y “mestizaje cultural”, estos dos fenómenos íntimamente relacionados se refieren, respectivamente, a la mezcla genética de las “razas” y al proceso cultural de mezcla. En este trabajo nos centramos básicamente en las incidencias sociales del primer aspecto. En muchos casos, un mestizo biológico puede tener referentes culturales de una sola de las razas, por lo que culturalmente pertenecerá a ella. Como se puede deducir, el mestizaje cultural juega un papel clave en la representación que el mestizo se haga de sí mismo, como miembro de alguna de las repúblicas o como excluido y, por allí mismo, se reflejará en sus estrategias sociales43. 39

DE VARGAS, Pedro Fermín, “Pensamientos políticos sobre la agricultura, comercio y minas de este reino”, en op. cit., pp. 13-113. 40 Ibid., pp. 165-223. 41 Ibid., pp. 171-172. Las cursivas son nuestras. 42 Ibid., p. 174. 43 Para el problema de la relación entre actitudes sociales y estructura social, véase MERTON, Robert K., Teoría y estructura sociales, México, Fondo de Cultura Económica, 1992; ver, igualmente, PARSONS, Talcott, The Structure of Social Action, Nueva York, Free Press, varias ediciones; del mismo autor, The Social System, Nueva York, Free Press, varias ediciones.


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Intentaremos estudiar la manera como el mestizo podía aprovechar su posición social para solucionar los problemas generados por la exclusión, sin olvidar que un individuo inmerso en una sociedad no tiene una independencia absoluta para decidir su posición, ni siquiera entre las alternativas que teóricamente se le presentan. A primera vista, se podría pensar que el mestizo no encontraría mayores ventajas en acercarse al grupo de los indios, pues su estatus social lo acercaba más al del blanco. Sin embargo, gran parte de los primero mestizos se criaron en y formaron parte de las redes sociales indígenas. Esta situación, que más parece un destino que una determinación, pudo verse reforzada por el mejor estatus legal que tenían los indígenas44 y por la existencia de un marco de pertenencia cultural dentro de los pueblos de indios, así dicha cultura estuviera un proceso de disolución45. La realidad histórica hizo que muchos hijos de españoles, especialmente si eran mestizos de primera generación y su padre los rechazaba, terminaran viviendo dentro de la comunidad de su madre. Sin embargo, parece ser que dentro de éstas la situación del mestizo podía, en casos extremos, ser negativa, dado que no se le consideraba como verdaderos miembro del grupo46. Además, la conciencia de su propia condición diferente le podría crear problemas de adaptación47, que son los que fundarían ese grupo de mestizos móviles que tan mala fama tendrían48. La otra gran posibilidad para evadir la exclusión social era el asimilarse al grupo español y, más específicamente, al criollo. Las ventajas de esto son evidentes: mejor estatus social, acceso a cargos públicos49 y a oficios nobles50, mejor situación legal. Sin embargo, como era de esperarse, la oposición de los blancos al ingreso de mestizos a su grupo fue bastante grande, pues los privilegios compartidos pierden valoración51; es en este sentido en el que deben entenderse buena parte de los litigios de linaje de los que hablamos más arriba. Además de esto, cierta endogamia blanca se vio favorecida, además de ciertas disposiciones legislativas encaminadas al efecto52. Pese a la oposición de los blancos, gran cantidad de mestizos logró franquear los obstáculos. La existencia de las “gracias al sacar” (mercedes reales que “blanqueaban” legalmente al individuo53), la existencia de blancos pobres, la aceptación del matrimonio interétnico e

44 MÖRNER, Magnus, La Corona española..., op. cit., p. 60; GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., pp. 258-262. 45 Ibid., pp. 296-301. 46 OLAECHEA, Juan Bautista, op. cit. 47 GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., pp. 94-97. 48 ROSENBLAT, Ángel, op. cit., pp. 26-29. 49 KONETZKE, Richard, op. cit., pp. 190-192. 50 JARAMILLO URIBE, Jaime, op. cit., pp. 41-43. 51 Ibid., pp. 33-34. 52 GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., pp. 465-489; JARAMILLO URIBE, Jaime, op. cit., pp. 36-39. 53 GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., pp. 461-463.


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intercastal54, la posibilidad de cambiar de ámbito geográfico (y, por allí mismo, de pasado familiar), la simple confusión por la similitud fenotípica55; estas y tantas otras fueron las puertas por las cuales los mestizos pudieron acceder a este grupo social, saltando así las barreras a lo que sociológicamente se llama la “movilidad social ascendente”56. 3) desequilibrio sin rebelión Esta condición de exclusión y limitación a la movilidad social (que permitiría, individualmente, escapar del apartamiento) podía desembocar en una situación de violencia e insurrección. Sin embargo, es bien sabido que, durante la guerra de Independencia, el conflicto social que se dio en realidad fue entre criollos y españoles. Debemos entonces preguntarnos qué ocurrió, dentro de la sociedad colonial, con la presión que ejercía sobre ella el grupo de los mestizos. a) exclusión mayoritaria y ventajosa: el fin de una época Es en este punto donde nuestra tesis se concreta de forma más clara: el mestizo, como ya vimos, tenía cada vez más peso demográfico y era el único que tenía la posibilidad, si bien limitada, de movilidad social. Estas cualidades, dentro de la sociedad, no fueron dirigidas de manera conjunta a subvertir el orden existente, sino que socavaron las instituciones sociales hasta el punto de permitir que las guerras de Independencia se llevaran a cabo. El efecto más evidente de este lento y silencioso proceso está en la variación, también lenta, de los valores socio-culturales. La aplicación de las políticas económicas de los Borbones permitió el surgimiento de una burguesía, que hizo que el oficio de comerciante pasara a ser unos de los más prestigiosos en el siglo XVIII (en esta época, por ejemplo, se fundó el consulado de comerciantes en Cartagena). La concesión real de las “gracias al sacar” se hizo porque un Estado moderno, como el que querían implementar los Borbones, requiere funcionarios hábiles, sin importar su color57. Estos cambios en la valoración cultural que se hacía de los mestizos se reflejaron en el relajamiento de las normas sociales que legitimaban su marginamiento. La propiedad individual de la tierra pasó de ser únicamente española para incorporar castas58. Se disminuyó el número de pueblos de indios y se incrementó el de parroquias, especialmente gracias al crecimiento del número de mestizos y a la disminución de los indios59. La importancia de los artesanos, en su gran mayoría mestizos o mulatos, crecía ante el aumento

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MÖRNER, Magnus, Race Mixture in the History…, op. cit., pp. 25-27, 35-41; ROSENBLAT, Ángel, op. cit., pp. 19-20. 55 Ibid., 68-70. 56 Puede ser interesante comparar esta situación de existencia de una sociedad relativamente cerrada durante la Colonia y la Colombia del siglo XX, para lo cual remitimos al artículo de TORRES, Camilo, “La violencia y los cambios socio-culturales en las áreas rurales colombianas”, en Once ensayos sobre la violencia, Bogotá, CerecCentro Gaitán, 1985, pp. 53-115. 57 GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., pp. 367-368. 58 MÖRNER, Magnus, Race Mixture in the History…, op. cit., p. 101. 59 COLMENARES, Germán, op. cit., pp. 313-314.


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de la población y los problemas del comercio con la metrópoli60. Todos estos cambios sociales se dieron, en todo o en parte, debido al peso social y político cada vez mayor de los mestizos. En suma, el carácter estamental de la sociedad se va limitando cada vez más, acercándose al modelo de sociedad industrial, dividida en clases sociales, pues el “blanqueamiento” de los mestizos y la pobreza de algunos blancos va borroneando las mismas fronteras de color y linaje61. b) la “tranquilidad” del mestizo Entre la asimilación a una u otra república, muchos mestizos se dedicaron a suplir las falencias de la rígida estructura social ante las nuevas necesidades, explotando la tierra de forma más libre que los indios, ejerciendo oficios como pequeños comerciantes o artesanos62 La actitud del mestizo ante una sociedad que lo excluía se entiende por diferentes factores, que enunciaremos brevemente. Por un lado, hemos visto que existía una tendencia importante a identificarse con los dos polos de la sociedad, el indio y el español. Esta carencia de identidad, si bien se hizo menos aguda a medida que crecía el número y la importancia de los mestizos, dificultó gravemente la cohesión como grupo social y alejó las respuestas de conjunto, con lo que la respuesta a estos retos se expresó esencialmente por la vía individual. El mestizo no tenía un interés real en modificar radicalmente la sociedad, justamente porque esta falta de unidad le impedía tener un proyecto político colectivo. Además, al no existir una definición cultural, una cultura mestiza como tal que se opusiera a la cultura dominante, los lazos de unión eran más difíciles de crear. En suma, por estas y otras razones que deben ser mejor entendidas y más estudiadas, el mestizo no se unió como grupo social para luchar por sus intereses, sino que intentó forzar, individualmente, los caminos de la movilidad social para ser mejor aceptado en la sociedad; el mestizo sí participó en las revueltas, pero lo hizo no como mestizo sino como artesano o, incluso como “americano”63. Esta idea nos plantea un nuevo interrogante, relacionado con los hechos que, a fines del siglo XVIII, ya se podían entrever, y que cambiaron la estructura de poder. Para el mestizo, este enfrentamiento era una posibilidad ideal para unirse como grupo social, al igual que lo estaban haciendo criollos y “chapetones”, y reivindicar sus intereses y sus derechos. El mestizo, sin embargo, luchó en uno u otro bando, al igual que los indios o las demás castas. Sus razones para apoyar a unos o a otros dependían no de los intereses grupales sino de otro 60

GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., pp. 372-374. JARAMILLO URIBE, Jaime, op. cit., p. 24. 62 COLMENARES, Germán, op. cit., p. 310; MÖRNER, Magnus, Race Mixture in the History…, op. cit., pp. 97101; GUTIÉRREZ DE PINEDA, Virginia, PINEDA, Roberto, op. cit., p. 372. 63 En relación con los movimientos sociales, véase MCFARLANE, Anthony, Civil disorders and popular protests in late colonial New Granada, en Hispanic American Historical Review, No 64.1, 1984; PHELAN, John L., El pueblo y el rey. La revolución comunera en Colombia 1781, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1980. 61


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tipo de factores. Pero recordemos, en todo caso, que lo contrario habría sido una lucha de clases sociales, lo que era claramente impensable en aquél momento. Debió existir, sin embargo, algún tipo de relación entre los llamados de los revolucionarios criollos a la libertad y los intereses mestizos, pues aun si se trataba de individuos aislados, este tipo de llamados se dirigía a la realidad personal e individual, con lo que sí encontraba algún punto de unión con el interés del mestizo. c) el criollo y la revolución burguesa Las guerras de Independencia se incluyen tradicionalmente dentro del ciclo de revoluciones burguesas que incluye la Independencia norteamericana, las revoluciones francesas de 1789 y 1830 y las europeas de 184864. Como todas ellas, su intención no era la de transformar de forma profunda y radical la sociedad, sino permitir a la burguesía naciente tomar la posición de elite dentro de ella. Es en este sentido que debe comprenderse el enfrentamiento entre los criollos, más preocupados por el devenir de América que los chapetones65. En ese sentido, no existió oposición entre diferentes grupos sociales. En los escritos de Pedro Fermín de Vargas se aprecia una visión particular sobre los mestizos, que contrasta con la mala imagen que de ellos se suele dar: “la mayor parte de los criollos están enlazados con los mestizos, en tanto grado que estas dos últimas clases se pueden reputar por una sola, que es sin contradicción la más numerosa”66; y en relación con la capacidad de industria de ellos, agrega: “sería muy de desear que se extinguiesen los indios confundiéndolos con los blancos, declarándolos libres del tributo y demás cargas propias suyas, y dándoles tierras en propiedad. La codicia de sus heredades haría que muchos blancos y mestizos se casasen con las indias, y al contrario, con lo que dentro de poquísimo tiempo no habría terreno que no estuviese cultivado”67. Vemos que para el autor el mestizo tendría la misma valía que el criollo, con quien compartiría un mismo origen europeo (limitado, pero no por eso inexistente en el primero), una misma capacidad económica y unos mismos intereses políticos. Estas ideas, escritas antes del estallido de las revueltas de 1810 en América, muestran un interés de un criollo por las posibilidades del mestizo. Suponemos que Fermín de Vargas ya tenía en su horizonte una América independiente (su accionar emancipador lo llevó a relacionarse con Francisco de Miranda)68 y que veía con interés que los mestizos se aunaran a la causa de los criollos independentistas. Esta alianza, que jamás se dio, no fue mencionada por él por un mero interés de los criollos pues, así éste fuera su motivo principal, debe pensarse que alguna base debía tener esta valoración. Desde el punto de vista de un intelectual, de un pensador, Pedro Fermín de Vargas notó la importancia del mestizo y 64

BUSHNELL, David, Colombia, una nación a pesar de sí misma, Bogotá, Planeta, 1999, pp. 51-80. DE VARGAS, Pedro Fermín, op. cit., pp. 189-194. 66 Ibid., p. 172. 67 Ibid., p. 137. 68 Nota biográfica que abre la obra consultada, Pensamientos políticos siglo XVII-siglo XVIII, Bogotá, Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, 1968, p. 11. 65


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la existencia de intereses en común con el criollo, con lo que se podría terminar el yugo español y facilitar el desarrollo económico que su obra esboza. La intención de este autor, sin embargo, desborda la realidad, puesto que los grupos burgueses criollos tenían intereses mucho más definidos que los de los heterogéneos y dispersos mestizos, pero no por esto sus ideas al respecto dejan de aclararnos algo: para un observador agudo, el mestizo era un elemento de extrema importancia, así el poder que tuviera en sus manos fuera limitadísimo. conclusiones El fin del siglo XVIII significa el momento previo a la Independencia, movimiento que aceleró el fin de la sociedad colonial para reemplazarla, paulatinamente y por medio de un proceso que duraría más de cien años, por una sociedad industrial. La forma de estructurar toda la sociedad colonial, como todo sistema, traía en sí misma el germen de su destrucción. La política de segregación entre indios y blancos, ideada tardíamente e implementada deficientemente, no pudo evitar el incremento de los mestizos, esos seres excluidos de la sociedad colonial pero más cercanos a ella que los negros, los indios o los blancos. Este carácter de producto propio, sumado a la capacidad camaleónica de ser blanco, indio o mestizo, según las conveniencias de cada individuo, cada momento y cada región, desestabilizó la estructura entera. El mestizo tuvo como reto enfrentarse a un Leviatán extranjero, y por medio de su adaptabilidad y su sentimiento inherente de libertad (libre de tributo y libre de responsabilidad; ni dominante ni dominado), aprovechó cualquier grieta en el sistema para burlarlo y, lentamente, socavar su legitimidad. La historia del mestizaje no se ha acabado. Las sociedades nunca están en quietud, sus transformaciones son permanentes; el mestizaje continuó durante los siglos XIX y XX y aún hoy existe, tanto en el sentido biológico como cultural.


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resúmenes / abstracts /palabras clave / key words luis e. bosemberg estados unidos y el medio oriente: moderación, rivalidad y hegemonía El artículo, mostrando una periodización de la presencia norteamericana moderación, rivalidad y hegemonía - hace alusión a los intereses, triunfos, fracasos y errores de la superpotencia. Teniendo en cuenta la complejidad de la región, se plantea que motivaciones diversas condujeron a una escalada, tales como el petróleo, la rivalidad con la Unión Soviética y el apoyo a Israel. Se concluye que como el papel de los norteamericanos en la región es indiscutido hay tener en cuenta no solamente las preocupaciones tradicionales de la superpotencia sino también otras realidades. palabras claves: estados unidos, medio oriente, relaciones internacionales, irak, israel,palestinos, nacionalismo árabe, petróleo, guerras del golfo pérsico.

the united states and the middle east: moderation, rivalry, and hegemony This article, which divides the history of the U.S. presence in the región into different periods — moderation, rivalry, and hegemony— refers to the superpower's interests, triumphs, failures, and mistakes. Taking the complexity of the región into account, it shows how diverse motives such as oil interests, rivalry with the Soviet Union, and support for Israel have led to escalation. The author concludes that since the U.S. role in the región is indisputable, it is not only necessary to take said superpower's traditional concerns into account, but other realities as well. key words: united states, middle east, international relations, iraq, israel, palestinians, arab nationalism, oil, persian gulf wars. *** eric lair la incierta victoria de estados unidos en irak El derrumbe del régimen autoritario de S. Hussein, consecutivo a una intervención militar llevada a cabo de manera «relámpago» en el primer semestre de 2003 por una (incierta) coalición de países bajo el mando militar de Estados Unidos, ha suscitado


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un vacío de poder y una inestabilidad interna multidimensional susceptible de afectar a los países limítrofes, en particular por la cuestión trans-regional de las comunidades chutas y kurdas. Dicha inestabilidad, que se desarrolla con trasfondo una multiplicación de los ataques armados contra las fuerzas extranjeras estacionadas en Irak, cuestiona y altera la imagen de «victoria» promovida por la administración del presidente G.W Bush quien anunció de manera triunfalista y apresurada la finalización de las «principales operaciones militares» el primero de mayo de 2003. palabras claves: irak, administración bush, guerra, destitución del régimen de s. hussein, superpotenáa militar estadounidense, kurdos, chutas.

the uncertain victory of the united states in iraq The downfall of Saddam Hussein's authoritarian regime following a lightening-fast military intervention in the first half of 2003 by an (uncertain) coalition of countries under the military command of the United States has created a power vacuum and multidimensional internal instability that may well affect the neighboring countries, especially due to the transnational nature of the Kurdish and Shi'ite communities. Said instability, which is developing along with an increasing number of armed attacks against the foreign forces stationed in Iraq, both questions and alters the image of «victory» promoted by the administration of G.W. Bush who quickly and triumphantly announced the end of the «main military operations» on May lst, 2003. key words: iraq, bush administration, war, overthrow of the s. hussein regime, u.s. military superponer, kurds, shi'ites. *** malik tahar chaouch intervención militar en irak: seguridad, democracia y guerra contra el terrorismo El propósito de este artículo consiste en cuestionar los principios de realidad que hicieron posible la intervención militar de Estados Unidos y Gran Bretaña en Irak. Se defenderán tres tesis. Primera, el realismo político que justificó la intervención militar en Irak es un realismo paradójico y falso, pues en vez de propiciar las condiciones sostenibles de la seguridad internacional, generaliza la inseguridad. Segunda, la amenaza del fundamentalismo islámico es una creación del monólogo del universalismo occidental sobre el mundo islámico y esconde la amenaza mucho más seria del mismo universalismo. Tercera, la «guerra contra el


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terrorismo» ha generalizado la creación de enemigos imaginarios que permite ocultar y gestionar las contradicciones reales del mundo competitivo en el cual se definió. En este sentido la «guerra contra el terrorismo» se convierte en una guerra contra todos, destinada a administrar y reproducir las condiciones de la inseguridad generalizada contra la cual pretende luchar. palabras claves: irak, post-guerra fría, segundad internacional, democracia, islam, fundamentalismo, guerra contra el terrorismo.

military intervention in iraq: security, democracy, and war against terrorism The purpose of this article is to question the reality principies that made US and UK military intervention possible in Iraq. Three theses are set forth. First, the political realism that justified military intervention in Iraq is both paradoxical and false since, instead of propitiating sustainable conditions of international security, it is in fact generalizing the insecurity. Secondly, the threat of Islamic fundamentalism is a creation of the western world's monologue of universalism with respect to the Islamic world which camouflages the far more serious threat which that very same universalism constitutes. Thirdly, the «war against terrorism» has generaüzed the creation of imaginary enemies which makes it possible to conceal and manage the real contradictions endemic to the competitive world in which it was defined. In this sense, the «war against terrorism» becomes a war against everyone, aimed to administer and reproduce the conditions of generalized insecurity which it supposedly seeks to combat. key words: iraq, post-cold war, international insecurity, democracy, islam, fundamentalism, war against terrorism. *** benjamín herrera chaves el cercano oriente, estados y minorías étnico-nacionales La intervención militar de los Estados Unidos en Irak se da en una región que se caracteriza por la artificialidad de los Estados, todos ellos creaciones recientes en términos históricos y que carecen de homogeneidad social. El componente étnico, es decir, los grupos sociales definidos a partir de rasgos de identidad basados en uno o varios factores culturales como la lengua, la práctica religiosa o la pertenencia a una raza cuestiona la existencia de los Estados dentro de sus fronteras actuales y constituye un factor en la correlación de fuerzas entre los actores políticos regionales y extra-regionales.


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palabras claves: cercano oriente, estados, minorías étnicas, estado-nación, estabilidad regional, conflictos intra-estatales, conflictos trans-estatales, intervención militar, kurdos, musulmanes sunnitas, musulmanes shiitas,judíos.

the near east, states, and ethnic minorities The U.S. military intervention in Iraq has taken place in a región where states are artificial and historically recent creations that lack social homogeneity. The ethnic component (i.e., social groups whose identity is defined on the basis of one or more cultural features such as language, religión, or race) questions the very existence of the present-day states within their current borders and constitutes a major factor in the correlation of forces among the regional and extra-regional actors. key words: middle east, states, ethnic minorities, nation-state, regional stability, intra-state conflicts, trans-state conflicts, military intervention, kurds, sunni muslims, shi'ite muslims,jews. *** alba luz bonilla espacio y poblamiento en el resguardo de chita en la segunda mitad del siglo xviii En este artículo se estudia el ordenamiento socioespacial del resguardo de Chita en la segunda mitad del siglo XVIII. Se destaca el resguardo como institución que modela el espacio y la población colonial; se hace una retrospección histórica para conocer el fenómeno cambiante de las formas de poblamiento y las transformaciones del espacio, ocasionadas por los cambios demográficos, la presión sobre el resguardo por tierras para los vecinos que se hallaban agregados y por efecto del mestizaje, al tiempo que se establecen entre los dos grupos sociorraciales relaciones de cooperación en torno a desastres de la naturaleza, traslado del poblado, fiestas religiosas, cuestiones laborales, que dan lugar a una formación socioespacial intermedia: «la parroquita», expresión de la síntesis de la «república de indios» y de la «república de blancos», dando fin al ordenamiento dual de la sociedad colonial y originando una élite local que pretendía controlar los espacios físicos y sociales. palabras claves: resguardo, ordenamiento socioespacial, poblamiento, indígena, chita, segunda mitad del siglo xviii.


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space and settlement in the chita reservation in the second half of the18 th century This article studies the socio-spatial ordering of the Chita reservation in the second half of the 18* century. The reservation is pointed out as the institution which modeled both space and population during the colonial period. A historical retrospection is done to comprehend the changing phenomenon of the different ways of settlement and transformation of space brought about by demographic changes, pressure on the reservation due to neighboring settlements' need for land and as a result of racial crossbreeding. Simultaneously,cooperative socio-racial relations between the two groups were established which revolved around the occurrence of natural disasters, relocation of settlements, religious feasts, and labor questions, which led to the creation of an intermediate socio-spatial formation known as the parroquita or «little parish». It aróse as the expression of the synthesis of the «republic of indians» and the «republic of whites», thus bringing an end to the twofold ordering of colonial society and giving rise to a local élite which than sought to control both the physical and the social spaces. key words: reservation, socio-spatial ordering, settlement, indian, chita, second half of the 18th century. *** guillermo sosa redes comerciales en las provincias suroccidentales de Colombia, siglo xix El presente artículo busca reconstruir las principales redes de intercambio comercial existentes en el suroccidente de Colombia durante el siglo XIX. Se determinan las características de los productos de acuerdo a las provincias, el grado de complementariedad que se dio entre éstas, los volúmenes de las importaciones y exportaciones, los ingresos de las aduanas y, finalmente, los diferentes proyectos que se diseñaron para promover la producción y el comercio. palabras claves: redes, comercio, barbacoas, pasto, patía, túquerres, tumaco, carchi, caminos, oro, importaciones, exportaciones. trade networks in the southwestern provinces of Colombia, 19h century This article seeks to reconstruct the main trade networks that existed in southwestern Colombia during the 19* century. It identifies the characteristics of the producís of the different provinces and establishes the degree to which they complemented each other, the volume of their imports and exports, the revenue from customs duties and, finally, the different plans designed to promote production and commerce.


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key words: networks, trade, barbacoas, pasto, patía, túquerres, tumaco, carchi, routes, gold, imports, exports.

*** juan esteban lewin a situaciones nuevas, ideas nuevas: el mestizo como camaleón Surgido a raíz de la colonización española, el mestizaje reviste un gran interés para el entendimiento de la sociedad colonial y de toda la historia social de América Latina. Este artículo busca estudiar el mestizaje. En primer lugar, se pregunta por el tipo de sociedad que caracterizó al período colonial, así como por la ubicación de los mestizos dentro de ella, mostrando su situación marginal. Luego, se aborda el desarrollo de esta sociedad y se observa que la respuesta a esta exclusión se da mediante diversas tácticas de camuflaje social. Estas estrategias se suman al paulatino crecimiento de los mestizos dentro de la sociedad y, basadas en las ventajas del biculturalismo del mismo, el formalmente ignorado mestizo socavó lentamente el mismo sistema social, sin verse obligado a participar como grupo social cohesionado en la revolución burguesa que llevó a la independencia. palabras claves: historia colonial, mestizaje, estructura social.

for new situations, new ideas: the mestizo as chameleon Rooted in Spanish colonization, white and Indian crossbreeding is a subject of great interest for understanding both the colonial society and the whole social history of Latin America. This article seeks to study the phenomenon. It first inquires into the type of society that characterized the colonial period as well as about the mestizos' place in it, showing their marginal status. It then approaches the question of the development of this society, emphasizing the mestizo response to their own exclusión through diverse socialcamouflage mechanisms. Given these strategies, together with the slow growth of the mestizo population within Latin American society, and based on the advantages of their bi-culturalism (due to their Hispanic and American origins), the formally ignored mestizos slowly undermined the social system itself, without having to participate as a cohesive social group in the bourgeois revolution that led to independence. key words: colonial history, white and Indian crossbreeding, social structure.


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reseñas ROLDÁN, Mary, A sangre y fuego. La Violencia en Antioquia, 1946-1953, Bogotá, Instituto Colombi Antropología e Historia, Banco de la República, 2003, 435 pp. eduardo sáenz rovner ♦ En este libro sobre la violencia de mediados del siglo XX en Antioquia, Mary Roldán señala que el mayor n de asesinatos entre 1949 y 1953 se dio en las zonas periféricas del departamento (Urabá, Bajo Cauca, No Magdalena Medio), no en los centros industriales o en las zonas cafeteras. Aunque las muertes por la Vi antes de 1950 sí se dieron en las zonas centrales de Antioquia, éstas ocurrieron en forma esporádica y en cantidad de lo que sucedería en las áreas periféricas antioqueñas desde 1949. En aquellas zonas donde el go regional era fuerte y gozaba de legitimidad la violencia no fue una amenaza y generalmente logró evitarse manifestaciones extremas. El mérito de la obra consiste en mostrar las diferentes dinámicas y tiempos de la Violencia en diferentes re antioqueñas, enfatizando factores socioeconómicos, culturales e incluso étnicos, por encima de afilia partidistas. Los grupos conservadores de autodefensa, conocidos como “contrachusma” se salían de co incluso afectaban a terratenientes conservadores. En las zonas de frontera del departamento los puebl poblaciones no antioqueñas se identificaban con el líder Jorge Eliécer Gaitán, el Partido Liberal y las gu liberales. Su análisis de la Violencia en las zonas periféricas basado en una sólida evidencia empírica, contrasta carencia de un análisis riguroso del papel de las elites económicas y políticas y su rol en ayudar a desata aprovechar incluso- la violencia partidista de mediados de siglo, tanto en el país como en Antioquia. Siguien caracterizaciones de la supuesta “Nueva” Historia colombiana, Roldán califica al presidente conse antioqueño, y rico empresario, Mariano Ospina Pérez (1946-1950), como un político “moderado” que inte éxito concentrar su acción en asuntos “tecnocráticos” y no partidistas. Para la autora, los políticos que ayud desatar la violencia en las zonas periféricas de Antioquia eran los políticos de rango medio, seguidores de La Gómez, conservador nacido en Bogotá. Infortunadamente, la autora ignora los nexos y alianzas de Ospina Pérez con políticos de extrema dere mismo que las reacciones partidistas conservadoras y extremas durante su gobierno, que llevaron a una represión militar y al establecimiento de una dictadura que cerró el Congreso, estableció la censura de limitó severamente los derechos constitucionales y propició la “elección” sin ninguna oposición de La Gómez como presidente para el periodo 1950-1954, sentando así las bases para los gobiernos autoritari gobernaron a Colombia durante casi una década. La autora idealiza a los líderes liberales y conservadores antioqueños, quienes supuestamente interven política más por un deber cívico y no como resultado de lógicas- ambiciones. Esta caracterización se enmar paralela a la construcción de imagen que la elite empresarial antioqueña ha cultivado –con mucho éxito“apolítica”, “moderada” y socialmente progresista. Varios académicos –por diferentes razones- han sucumbi ♦

Profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia.


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esta idealización, e ignoran la evidencia empírica y la literatura secundaria que muestra una realidad bien d De hecho, para el periodo en cuestión, la elite empresarial antioqueña, por ejemplo –aliada con los sup políticos “moderados” conservadores- apoyó todas las medidas de fuerza de Ospina Pérez (incluyendo el ci un Congreso dominado por el Partido Liberal que se oponía a otorgarle una protección incondicional a las em monopólicas industriales de origen antioqueño). Los ricos industriales antioqueños tenían también una alianz cercana con Laureano Gómez, quien se refugió entre ellos en Medellín después de las revueltas espontáneas dieron en todo el país luego del asesinato del político liberal Jorge Eliécer Gaitán en abril de 1948. Aún m periódico antioqueño 9 de abril, subvencionado por los industriales antioqueños, desató una campa persecución contra los “nueveabrileños” con artículos muy agresivos, como si existiese en el país un est guerra total. Curiosamente, el mismo Laureano Gómez, percibido por el Departamento de Estado de los Estados Unido un fascista que había estado a favor de las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial, “mode discurso antinorteamericano de décadas acercándose de manera incondicional a los Estados Unidos a pa 1950, autorizando el envío de tropas colombianas a Corea y otorgando condiciones especiales al norteamericano, especialmente al petrolero. En el plano doméstico, Gómez llegó incluso a nombrar un gabin políticos del Partido Conservador de diferentes inclinaciones, y tuvo en los hermanos Gonzalo y Cipriano R Jaramillo la quintaesencia de la elite económica y política antioqueña, dos de sus más cercanos colaborador pregunto, ¿estas medidas de realismo político harían de Gómez un político “moderado” o tan sólo un pragmá necesariamente encasillado en las dicotomías establecidas por la autora tales como “Ospina Pérez-La Gómez”, “antioqueños-no antioqueños”? Para otro ejemplo de su dicotomía “antioqueño-no antioqueño”, la autora señala que las directivas de la Fed Nacional de Comerciantes (FENALCO) en Medellín se dirigieron en 1949 al gobernador de Antioquia en form crítica por la radicalización de las disputas políticas. Percibe Roldán esta posición de los comerciantes locale parte de una supuesta tradición antioqueña. Tendríamos que anotar que el cuestionamiento al gobierno y a los p conservadores –tanto a nivel nacional como local- por parte de FENALCO se dio aún más claramente por par directiva nacional de FENALCO en Bogotá. No podemos olvidar que las posiciones económicas e ideológica comerciantes durante esos años se acercaban a las posiciones del Partido Liberal, mientras que la poderosa Aso Nacional de Industriales (ANDI), basada en Medellín, tenía posiciones que corrían por lo general paralelas a la conservadores. La autora menciona cómo a pesar de la Violencia, los negocios en Medellín prosperaron –como en el resto d y que el presidente de la ANDI señaló que la situación de Colombia en términos económicos era la mejor a p los conflictos políticos. Roldán menciona también la visión del mundo de la elite antioqueña que venía educación con los jesuitas en el Colegio de San Ignacio y en las dos universidades locales. Esta inform aunque interesante, ya había sido señalada en el pasado por la literatura sobre el tema. La autora limita su investigación empírica básicamente a archivos antioqueños que contienen información político. No trabaja archivos nacionales, ni archivos de las supuestas elites “moderadas” empresariales antioq ni buena parte de la literatura existente, lo que le hubiera proporcionado una visión totalmente diferente articulación de la Violencia entre el nivel regional y el nivel nacional, lo mismo que el papel de las elites pol empresariales en el clima político reinante en esos años. Esto también le habría evitado incurrir en una regionalista, y hasta cierto punto idealizada de la convulsionada historia moderna de Colombia.


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URREGO, Miguel Ángel, Intelectuales, Estado y Nación en Colombia. De la guerra de los Mil Día constitución de 1991, Bogotá, Siglo del Hombre Editores, Universidad Central, Departamen Investigaciones, 2002, 244 pp. fabio zambrano

Si hasta la Revolución de Independencia, Hispanoamérica presentaba cierta simultaneidad en la organizac sus estructuras sociales, económicas y políticas, así como en sus manifestaciones culturales, en razón dominación española, desde 1810 las divergencias empezaron a dejarse sentir. En buena medida las eco exportadoras determinaron las velocidades con que cada uno de estos países fueron insertándose en los pr modernizadores y organizando sus sociedades bajo las nuevas estructuras provenientes de la modernidad más rápido que otros, con mayores o menores intensidades, la naciente América Latina fue acomodán Occidente, ya fuese por medio de la copia o adopción, más o menos exitosa, de las instituciones, la cult estética, en fin, en un ajuste que no dejó de ser traumático por lo violento como fue la búsqueda del consenso el grado de ingreso de la modernidad. Nuestro caso no fue la excepción. Debido a la débil inserción en la división internacional del trabajo, en ra los ciclos exportadores del siglo XIX que de crisis en crisis nos llevaban de conflicto en conflicto, las vent nuestra vinculación a la globalización capitalista quedaban en duda. Esta debilidad de las economías expor se convirtió en una de las razones para que las propuestas de profundización de las reformas liberales, n revolución liberal, que fue presentada como causante de estas crisis, fracasaran y fueran sustituidas p hegemonía conservadora, que se dio a la tarea de contener la modernidad. No fue posible encontrar una paradoja mayor. Frente a una clara propuesta de acelerar la modernidad, el encontró con una débil modernización, contradicción que llevó al triunfo conservador y a la instauración Regeneración, sistema que desató una verdadera cruzada contra las propuestas modernizadores que los li radicales intentaron llevar a cabo en la segunda mitad del siglo XIX. Con ello se dio inicio a otra paradoja precisamente cuando la economía exportadora cafetera empezó a producir una fuerte y profunda modern generalizada en el país, el sistema político se encargó de apostarle al regreso a los principios tradicional sirvieran de barricada a la modernidad. Es así como iniciamos nuestro tránsito al siglo XX, con una modern sin modernidad. Estos ritmos históricos son estudiados por Miguel Ángel Urrego en el libro que estamos reseñando. Para autor escoge la relación que se construye entre los intelectuales, el Estado y la Nación en el transcurso de XX, para lo cual sigue la propuesta teórica que formula Antonio Gramsci en cuanto a la función de los lla intelectuales orgánicos, encargados de la reproducción del sistema. Para cumplir con la función de le legitimador, con el encargo de mantener y perfeccionar el orden social. Por supuesto que el autor tiene presen existe una especificidad histórica del intelectual y, en razón de ello, nos presente esta investigación orga según una periodización histórica claramente definida, mostrándonos cómo cada etapa histórica presenta un intelectual específico. El comienzo del siglo XX es ilustrado como un momento en que la intelectualidad estuvo girando alrededor necesidades, contradicciones y posibilidades de los dos partidos políticos, y en especial a las demandas espe

Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes y de la Universidad Nacional.


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que hacía el proyecto tradicionalista emanado de la república conservadora. Para el autor, la estructurac campo de poder, expresada en períodos históricos sucesivos, fue creando un tipo de intelectual específico. La Regeneración produjo un intelectual representado por el gramático, el poeta y el abogado, cató conservador, cuya vigencia va a durar buena parte del siglo XX. Con ello se traza un camino que va a atraves siglo, como es el de la relación, con contadas excepciones, entre intelectualidad y partidos político intelectuales orgánicos conservadores van a representar los valores que la hegemonía conservadora b imponer, como era el hispanismo y los valores tradicionales. Para el autor, esta ausencia de preocupaciones t sobre nuestros orígenes es síntoma de la fragilidad del intelectual de este período, pues fue reducido a fun específicas dentro de las necesidades partidistas, lo cual, nos muestra al intelectual sin autonomía frent necesidades hegemónicas partidistas. La escogencia del cachaco bogotano, y de Bogotá como la Suramericana como el paradigma de la civilización, se convirtió en un fracasado intento por construir u integrador fundador de la nación colombiana que pretendía construir el partido conservador. Como lo d Urrego, el supuesto de que el clima frío aseguraba al Altiplano la condición de civilizado, frente a una caliente bárbara, frontera del esfuerzo civilizatorio del centro. Esta dicotomía es destacada por los intelectual se esfuerzan en demostrar las virtudes bogotanas en el dominio del lenguaje, la cultura, y las virtudes morale esfuerzo significó la imposibilidad de construir nuevos mitos fundacionales que integraran la nación que se formando al ritmo de la economía cafetera que estaba produciendo una profunda modernización del paí paradoja, que señalamos más arriba, es la que nos explica el camino que seguimos al ingresar el siglo XX nos muestra la negación a la construcción de una Nación incluyente, donde se aceptara los valores modernidad como una ganancia resultante de nuestra integración efectiva a la economía mundial. El período que sigue, la República Liberal, no es presentada precisamente como una etapa de solución limitaciones anteriores. El autor nos muestra que la temprana violencia, expresión de la radicalización enfrentamientos entre liberales y conservadores, va a explicar la marginalidad que los intelectuales colom presentaron en este período, según la comparación que Urrego realiza entre el papel cumplido por éstos, f sus pares latinoamericanos. Para el autor, esta es una de las claves que permite explicar el que los intele colombianos no ejercieran la labor de proponer una reconfiguración simbólica de la nación, que era lo de esp esta república liberal, sino que sus esfuerzos se enfocaron a apoyar la movilización popular en torno a las re que se propugnaban. Por supuesto que esta limitante no lleva al autor a descuidar las transformaciones que se estaban presentand creciente urbanización, la ampliación del sistema de educación, el crecimiento de sectores medios, se convi en condiciones para comprender porqué algunos intelectuales lograran establecer sus propios med comunicación, reflejado en la explosión de publicaciones culturales en diferentes ciudades. Pero es la Violencia la que va a marcar la pauta de las nuevas dinámicas de la producción simbólica. Ahor pintura la forma estética preferente que asume la representación de las nuevas realidades. Sin embargo, como b señala Urrego, el trabajo de los intelectuales no produjo la generación de una producción simbólica que signific interpretación alternativa, debido a que no hubo un cambio en el orden político. Además, se produjo el fortalec de la visión más conservadora de la vida nacional. Hay que esperar los años sesenta para que se considere ese momento como en el cual se crea un campo inte En este texto se señala que es desde 1962 cuando los intelectuales rompen la tutela que el bipartidismo impuesto y se adquiere una autonomía plena, luego de una etapa de transición. Se destacan varios cambios i y externos para comprender la transformación sustancial del mundo de los intelectuales. Es el momento


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surge el científico social que ahora puede expresarse por medio de publicaciones autónomas, donde no d aparecer expresiones de rechazo al orden establecido y la manifestación de proyectos utópicos. Se subraya qu momento en que aparece una nueva razón de ser del intelectual. Este auge sólo dura hasta 1982, cuando d gobierno conservador se recompuso la atadura entre la política y la cultura y surge una nueva instrumental de los intelectuales. La paz surge como la nueva temática que permite este proceso, que el autor denom cooptación de los intelectuales disidentes, lo cual permitió regresar a los vínculos que habían existido e Estado, la política y los intelectuales. Para el autor, la Constitución de 1991 se convirtió en el nuevo m unifica e integra a los intelectuales funcionales a los intereses del Estado. En conclusión, nos encontramos frente a una interpretación novedosa sobre nuestro transcurrir en el siglo X sus páginas desfilan las dificultades de la construcción de un Estado moderno, de la casi imposibili conformación de un imaginario nacional independiente de los partidos políticos, de la fragmentación de lo n en porciones repartidas entre las provincias y una capital que no puede proyectar lo que considera como p civilizatorio, y las dificultades de la construcción de una especificidad del campo del intelectual. Una característica que consideramos importante destacar de este trabajo es el referente comparativ constantemente se utiliza. En efecto, la experiencia académica de Miguel Ángel Urrego en países como M Puerto Rico quedan consignadas en las constantes referencias a los procesos de los intelectuales de estos comparaciones que permiten otorgarle a este trabajo una profundidad de campo que no es común en n reflexiones historiográficas. Además de la amplia bibliografía teórica consultada, el autor realizó una investigación en revistas y libros que recogen la producción de los intelectuales que son analizados en este tra No deja de ser pesimista el cuadro que resulta de la lectura de este libro. De una parte, tenemos unos partidos p que construyen sus representaciones simbólicas que atraviesan la formación de la Nación como recipiente d unificadores. De otra, una historia de los intelectuales que no logran construir su propio campo, independiente intereses del Estado, condición que ha impedido la formulación de utopías. El autor nos ofrece otra mirada s construcción de nuestra vía de formación de la Nación moderna, o más bien, de la imposibilidad de la constru cabalidad de la modernidad en nuestro país, ilustrada con las dificultades de la independencia de los intelectuales MARTÍNEZ, Frédéric, El nacionalismo cosmopolita. La referencia europea en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900, Bogotá, Banco de la República, Instituto francés de estudios andinos, 2001, 580 pp. decsi arévalo hernández♦ El propósito central del trabajo de Frédéric Martínez está claramente enunciado en el subtítulo del libro, se indagar la manera como los granadinos recurren al modelo europeo tanto para justificar su discurso político com organizar sus instituciones. En su opinión, para comprender el proceso de creación del Estado-nación en Colom preciso conocer los mecanismos por los cuales en un universo dominado por el cosmopolitismo político se va f una ideología nacionalista, y determinar los resortes internos que explican la fluctuación de la legitimidad polític extremo a otro, del “epocalismo” al “esencialismo” (p. 38). Encuentra el autor que entre 1845 y 1900 se presen tipos de discurso nacionalista, uno referido a la identidad alrededor del republicanismo, defendido por los Radi ♦

Profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.


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otro sustentado en la religión y el orden, expuesto por la Regeneración; ambos tomarán al ejemplo europeo par los elementos que permitan afirmar las características identitarias de la población granadina. A juicio de Martínez después de la independencia los nuevos gobernantes criollos, conscientes de la magnitu tarea que les correspondía, no tenían otra alternativa que la de recurrir a modelos foráneos para llenar el vac construir Estados y naciones que aún estaban por crear (p. 35); esta estrategia no sería otra cosa que la caract de la política hispanoamericana: “cosmopolitismo obligado e ineludible”. Por esta razón un punto centra proceso de investigación es dar cuenta de la manera como las elites granadinas comprometidas con la crea una nueva república aprecian y utilizan el referente europeo. Esta referencia al exterior la aborda el autor a través de tres ejes: los discursos sobre Europa, los viaje intentos de importación de modelos de organización. Respecto al primer tema, en el texto se presenta una interesante gama de ejemplos en los que sobre equiparación de Europa con civilización y el interés permanente por los sucesos políticos de ese con además, se observa en ellos la manera como los grupos que hacen parte de la contienda política encuentra caso europeo la base para sostener sus argumentaciones. Al conjugar la aproximación de Martínez con la historia de las ideas se aprecia con bastante claridad porque aparece como la civilización, pero también por ello, como lo señala Vera Weiler1, el término cosmopolitismo no ser una expresión justa para calificar el europeismo selectivo y funcional que acusaban los criollos. historia de las ideas se destacan dos grandes vertientes de pensamiento que alimentaban el mundo inte granadino, de una parte la tradición fundada en la escolástica y la lógica aristotélica y, de otra, el pensa ilustrado y el utilitarismo, ambas líneas, por obvias razones históricas, importadas de Europa. En un ambi que el principal mecanismo de difusión teórica es la Universidad, la inclinación de los individuos hacia uno camino acusa fuerte influencia de su ambiente académico, por ello, en este punto, la Nueva Granada extensión de Europa. Dos comentarios valdría la pena destacar de la fusión propuesta, el primero tiene que ver con que el enfoque defendido induce a la elección de los ejemplos que lo refuercen y a la oposición frente a aquellos que no favorables. De allí que, como lo señala Martínez, en el debate de los radicales más que descalificar el re europeo, lo que no se acepta es la adopción de un tipo particular de ideas; además, se ve en los sucesos histór esos países los medios de probar sus propias tesis o improbar las del contrario. El segundo se refiere a que, en virtud de las distintas teorías, no sorprenden las fuertes discrepancias en tor que puede ser considerado como civilización en el siglo XIX. Si bien en la mitad de dicho siglo, en la gubernamental, habrá predominio de las tesis que relacionan civilización con régimen político, también sob las que establecen la conjunción entre civilización y religión. Baste para ello recordar los escritos de Rodríguez2 para quien civilización quiere decir: moralidad, instrucción y riqueza; pero alcanzar estas m depende de la fundación de un régimen político sino del cumplimiento de los principios cristianos en un am de obediencia, pues esta última es la garante del orden y, en consecuencia, de la paz. Como colofón se tend 1

WEILER, Vera, “Reseña del texto de Frédéric Martínez”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 28, Universidad Nacional, 2001. 2 OSPINA RODRÍGUEZ, Mariano, “La civilización”, en Escritos sobre economía y política, Bogotá, Universidad Naciona Originalmente el artículo fue publicado en el No.1 de la Civilización, agosto 9 de 1849 .Este estadista del siglo XIX ve en la exp norteamericana la muestra del cumplimiento de los principios cristianos en la organización social.


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la civilización es la cristiana, y cristiana es la población de la Nueva Granada, por tanto el régimen polític instituciones no la deben apartar de su senda. Argumentos de esta naturaleza se difunden al mismo tiempo desde las esferas gubernamentales se busca la identidad a través del régimen político. Por ello, si bien en el p anterior al federalismo político las tesis republicanas unen a los grupos de la elite criolla, esto no es suficien dar homogeneidad al discurso nacionalista. En esta línea de reflexión se podría concluir que la indagación s discurso nacionalista, además de mirar los resortes de las fluctuaciones en la legitimidad, debe auscultar la como éste se torna hegemónico en un momento dado. El tema de los viajes, que constituye el segundo de los ejes de la exposición de Martínez, resulta muy sugestivo por varias razones. De la revisión de los escritos de viajeros el autor destaca temas como el contraste entre el imaginario europeo y la realidad observada, la erección de tesis nacionalistas como respuesta a las ideas que sobre la Nueva Granada tienen los europeos y la percepción crítica que desarrollan los criollos sobre los viajeros. En estos campos Martínez encuentra las piezas con las cuales no sólo se crean discursos nacionalistas sino también se impulsa la búsqueda del carácter nacional, una muestra de esto último es la literatura costumbrista. Además, de estos elementos que conducen a la precisión sobre el nacionalismo granadino, del texto también se pueden derivar ingredientes para una historia de las mentalidades y aún de las migraciones. Si bien el autor ha centrado su interés sobre la elite, la construcción del imaginario sobre el viaje, el comportamiento del viajero, su recepción tanto en el lugar de destino como en su retorno, constituyen variables centrales para observar un proceso migratorio más amplio. Como último eje de análisis se encuentra el intento por importar modelos de organización. Las implicaciones de la elección del modelo a importar y la manera como se adapta a las condiciones locales son sin duda la materia más difícil de abordar, pues el tema nos aterriza sobre los aspectos concretos de la puesta en marcha de un proyecto de construcción nacional. Según el autor, el carácter pragmático de las autoridades locales conduce a los granadinos a un eclectisimos institucional, que los lleva a contemplar la implantación doméstica de entidades provenientes de muy distintas latitudes, tendencia apoyada en el desprestigio de las existentes en el país. A esta conclusión, que para Martínez es un sustento del cosmopolitismo que acusa la elite criolla, se suma la controversia interna y los intereses de quienes están vinculados a la formación del Estado, para producir un dudoso resultado en la construcción de la nación. Como se desprende de El nacionalismo cosmopolita, la dinámica de elección y adopción de instituciones, lejos de hacer volar en pedazos el concepto centro-periferia, como lo sostiene Clément Thibaud3, es una prueba de la interacción en condiciones de dependencia entre los países desarrollados y los que constituyen su esfera de influencia. El modelo centro-periferia, al menos en su versión original cepalina (aunque también en las aproximaciones de Braudel y Wallerstein) no implica una periferia pasiva, muy al contrario centro y periferia son polos de un mismo desarrollo. Ahora bien, el carácter pragmático de las elites no significa una escogencia arbitraria de instituciones, ni su acomodo a la realidad nacional opera exclusivamente por circunstancias locales. Hay que partir de la circulación internacional de ideas (al menos en occidente) que circunscriben los requerimientos institucionales y de los requisitos exigidos por las naciones que dominan ese contexto internacional a los

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THIBAUD, Climent, reseña del texto de Martínez en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No.29, Bogotá, Universidad Nacional, 2002. *¿página, páginas?


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países que quieran insertarse4. Luego hay que contemplar la dinámica interna, que en un país sin muchas alternativas de enriquecimiento –y, como lo señala Martínez, con un aparato estatal cuyo reducido tamaño genera pugna entre los que ven en él una fuente de percepción de ingresos o de reconocimiento social-, no da lugar a un trasplante impoluto de las entidades que requiere la administración pública. Es decir, se trata de una dinámica en la que están en juego las ideologías, las teorías sobre asuntos más particulares (régimen político, desenvolvimiento económico, organización social y papel del estado, entre otros), los intereses económicos y políticos de los sectores que pueden influir en las decisiones gubernamentales, la manera como los países desarrollados “difunden” lo que consideran la ruta correcta del progreso y las demandas institucionales de los grupos sociales. Finalmente, vale la pena destacar la conexión que establece el texto entre diferentes campos, como lo señala el autor: historia del nacionalismo, historia de los mitos políticos, historia de una generación política, historia de las elites e historia de la construcción del Estado, todos articulados, sin duda, por la referencia europea. Tanto si se abordan una de estas historias de manera aislada como si se estudia en conjunto la segunda mitad del siglo XIX colombiano, el Nacionalismo cosmopolita permite ver varias facetas de nuestra relación con el continente Europeo.

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Dentro del mismo tema de la construcción de nación, pero para un período anterior, Hans-Joachim Köning muestra alguna condiciones de cambio institucional que demandaba el gobierno inglés a los países que quisieran mantener relaciones económ Inglaterra. Cfr. En el camino hacia la nación. Nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la Nación de la Nueva G 1750-1856, *Bogotá, Banco de la República, 1994. *¿páginas?


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notilibros Sección a cargo de Ricardo Arias, Laura Barragán y Luis Eduardo Bosemberg. SILVA, Renán, Los ilustrados de la Nueva Granada: 1760-1808. Genealogía de una comunidad de interpretación, Medellín, Banco de la República-Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2002, 674 pp. Se trata de un estudio integral del proceso de formación del primer grupo de intelectuales modernos en la sociedad colombiana. Escrito desde la perspectiva de la “nueva historia cultural”, poniendo entre paréntesis toda relación de continuidad inmediata entre Ilustración y Revolución, y apoyado en una importante masa documental, el texto realiza un análisis cuidadoso de un proceso de cambio cultural que constituye una de las más vigorosas raíces de la nacionalidad colombiana. DAVILA, Carlos (compilador), Empresas y empresarios en la historia de Colombia. Siglos XIX-XX (2 tomos), Bogotá, Naciones Unidas-CEPAL-, Norma, Ediciones Uniandes, 2002, 1348 pp. Este libro reúne trabajos de investigación histórica adelantados en los últimos años sobre la evolución del empresariado colombiano. Sus capítulos, obra de cuarenta y dos investigadores colombianos y extranjeros, presentan una investigación reciente sobre diversos temas empresariales: historias de empresas, biografías de empresarios de diversas regiones del país, historias de formación de las elites empresariales regionales. BOLÍVAR, Ingrid, GONZÁLEZ, Fernán, VÁSQUEZ, Teófilo, Violencia política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del Estado, Bogotá, CINEP, 2003, 336 pp. El libro analiza la evolución reciente del conflicto armado y los cambios en el comportamiento de los sectores armados durante la década de los años noventa, a la luz de la mirada de largo plazo sobre la construcción del Estado en Colombia. Esta visión contrasta con la concepción tradicional, la cual lee los procesos violentos desde la ruptura de un orden ya consolidado y desde la pérdida del monopolio estatal de la fuerza legítima. ARIAS, Ricardo, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad (1850-2000), Bogotá, CESO-Ediciones Uniandes-ICANH, 2003, 382 pp. Para contrarrestar las tentativas del liberalismo encaminadas a disminuir la influencia del clero en la sociedad, la jerarquía eclesiástica colombiana ha defendido una visión integral, en la que la esfera de lo religioso determina todas las actividades del hombre.


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Este catolicismo “integral” también es “intransigente”, pues con el “error” no se puede transar. Frente a ese modelo, se erige la alternativa de una sociedad laica. Orientada en un comienzo hacia la búsqueda de libertades (de enseñanza, de religión, de conciencia), la laicidad remite en la actualidad a nuevos desafíos: el progreso científico, los problemas éticos, el reconocimiento de los derechos de las minorías religiosas, étnicas, sexuales, etc. Este libro tiene como objetivo hacer un seguimiento del conflicto que, desde 1850 hasta nuestros días, ha enfrentado a estas dos cosmovisiones. ♣ LÓPEZ-ALVES, Fernando, La formación del Estado y la democracia en América Latina, Bogotá, Norma, 2003, 325 pp. Este libro analiza los procesos de formación del Estado-nación en el siglo XIX y principios del siglo XX, con el objetivo de desentrañar las claves de la centralización de poder en América Latina. Teniendo en cuenta la situación actual, el autor intenta explicar por qué, en casi todos los países de sur y centro América, la relación del ciudadano con el Estado está re-definiéndose para consolidar la democracia neoliberal. ♣ LYNCH, John, América Latina, entre colonia y nación, Barcelona, Crítica, 2001, 343 pp. El presente estudio sobre la América española en el tránsito de la colonia a la independencia comienza con una reflexión sobre la conquista, los conquistadores y las características del estado colonial. El análisis sobre los orígenes, curso y consecuencias de la independencia, se ocupa especialmente del papel de la Iglesia y la figura de Simón Bolívar. Finalmente, se investiga la religión popular y los cultos milenaristas desde sus orígenes en el sincretismo de los indígenas hasta los movimientos mesiánicos que conmovieron la Argentina, Brasil y México a comienzos del siglo XIX. ♣ OLIVA, Carlos, SERBIN, Andrés (coordinadores), América Latina, el Caribe y Cuba en el contexto global, Araquara, Laboratorio Editorial da DCL, UNESP, 2002, 263 pp. Esta selección de trabajos pretende analizar las consecuencias reales de la globalización y los programas neoliberales para América Latina y el Caribe. Los temas tratados abarcan, entre otros aspectos, las contradicciones sociales producidas por una globalización salvaje; el actual contexto global de las relaciones con la Unión Europea, el nuevo diseño norteamericano para la integración hemisférica y las formas de resistencia al respecto; las modalidades de inserción y reinserción de México y Cuba en el Gran Caribe y su lugar en el mercado mundial; los obstáculos y las pistas de orientación parara lograr una integración regional. ♣ DA MATTA, Roberto, Carnavales, malandros y héroes. Hacia una sociología del dilema brasilero, México, FCE, 2002, 352 pp.


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Basándose en una investigación de campo en torno al carnaval de Río de Janeiro, Da Matta busca conjugar el rigor del análisis antropológico con aportaciones teóricas de clásicos modernos y contemporáneos como Mauss y Geertz, para explicar la función de control social desempeñada por las estructuras simbólicas y por los sistemas de representación que se plasman en procesos como el carnaval, las procesiones religiosas y los desfiles militares. Su análisis de clase, además de investigar las consecuencias de un orden social caracterizado por la violencia y el patrionalismo, también se concentra en la invención libertaria y en la búsqueda constante de espacios de igualdad. ♣ Historia general de América Latina, volumen IV, Procesos americanos hacia la redefinición colonial, Madrid, Ediciones Unesco, Editorial Trotta, 2000, 671 pp. Teniendo como marco cronológico un largo siglo XVIII, que comienza antes de 1700 y termina en vísperas de los movimientos independentistas, veintiocho prestigiosos historiadores estudian la evolución global en la metrópolis y los procesos parciales americanos. Las transformaciones se ubican en el proceso europeo de expansión económica, cambio político, modificación de las relaciones con ciertas zonas africanas y asiáticas, así como las luchas por la hegemonía continental. El libro analiza las reformas “pombalianas” o “borbónicas” concebidas por las metrópolis con el fin de renovar y fortalecer los vínculos coloniales pero que, paradójicamente, culminaron en la ruptura independentista. Los distintos capítulos dan cuenta de los procesos americanos seculares, con sus características propias y cronologías específicas. De ese modo ofrecen balances de las experiencias reformistas que no sólo remiten a los planes metropolitanos y sus consecuencias inmediatas, sino que los ubican también respecto de la evolución interna del “orden colonial consolidado”. ♣ Historia general de América Latina, volumen V, La crisis estructural de las sociedades implantadas, Madrid, Ediciones Unesco, Editorial Trotta, 2003, 576 pp. El presente volumen es el resultado de un esfuerzo colectivo dirigido a identificar, recoger y transmitir algunas de las claves interpretativas necesarias para captar los significados profundos del acontecer histórico durante un periodo tan complejo como el denominado “La independencia”. Este proceso histórico de América Latina ha sido el más controvertido ya que, casi sobre ningún aspecto relevante del mismo, reina hoy un grado razonable de consenso historiográfico. Lo que singulariza la independencia Latinoamericana es la confluencia de factores sociohistóricos y corrientes políticas e ideológicas, cuya confrontación y saldo apretaron el nudo de la complejidad. De ahí que la orientación general de la obra corresponda a un intento de elaborar una historia de las sociedades, no de naciones ni Estados, obedeciendo al criterio de que tanto la nación como el Estado se ubican en la evolución histórica de las sociedades. En términos generales, el volumen intenta fortalecer una comprensión de la historia republicana, por cuanto en la independencia culminaron, brotaron o se fortalecieron factores que han pesado y aún pesan en la formación de la república moderna en América Latina.


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HOBSBAWM, Eric, Años interesantes. Una vida en el siglo XX, Barcelona, Crítica, 2003, 411 pp. En este libro, el célebre historiador inglés hace un recuento de su vida, que cubre desde los años 1920 hasta finales de siglo. Hobsbawm se detiene es aspectos de carácter personal y político, pero no se trata de una crónica llana y simple; también traza un panorama de su carrera profesional como historiador. ♠ BIERMANN STOLLE, Enrique, Distantes y distintos: los emigrantes alemanes en Colombia, 1939-1945, Bogotá, Guadalupe, 2001, 249 pp. En esta obra, el profesor de la Universidad Nacional de Bogotá, Enrique Biermann, analiza la situación de los exilados alemanes en Colombia entre 1939 y 1945. Se responde a las preguntas ¿quiénes y cómo eran? ¿Cuál era la situación real y el contexto en que se encontraban? ¿Qué sucedía con su lengua materna y con sus costumbres cotidianas? ¿Lograron adaptarse al nuevo medio social y geográfico o continuaban, en el fondo, terriblemente desadaptados? ♠ KEPEL, Gilles, Crónica de una guerra de Oriente, Barcelona, Península, 2002, 109 pp. Un mes después del 11 de septiembre, el renombrado investigador francés Gilles Kepel hizo un recorrido por varias ciudades del Medio Oriente. Este pequeño libro relata las impresiones de ese viaje por Egipto, Siria, Líbano, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Se incluye, además, un corto artículo sobre Palestina e Israel publicado en 2001. Kepel descubre que los Estados Unidos fascinan pero que se les quiere imitar con un toque local y que, por lo tanto, no hay una guerra de civilizaciones sino un conflicto complejo en el interior de las mismas. ♠ CHOMSKI, Noam, Middle East Illusions, Lanham, Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, Inc., 2003, 300 pp. El famoso lingüista y analista político norteamericano responde a preguntas, tales como ¿por qué los Estados Unidos han fallado en solucionar el conflicto árabe-israelita? ¿Cuáles son los intereses de los norteamericanos en este contencioso, especialmente después del 11 de septiembre? ¿Cuáles son las raíces del conflicto y qué papel han jugado los Estados Unidos? Haciendo un profundo análisis sobre el conflicto, la obra presenta una serie de aportes sobre los mitos que se esconden detrás del proceso de paz, la “segunda” intifada y las decisiones que tomó la administración del presidente George Bush después del 11 de septiembre.


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♠ ELLIOT, J. H., Europa en la época de Felipe II, 1559-1598, Barcelona, Crítica, 2001, 421 pp. Originalmente publicado en español en una primera edición de 1973 bajo el título de La Europa dividida, esta reimpresión actualizada recoge no solamente los hechos políticos sino los logros más recientes de la historiografía del período. Si bien la primera edición estaba influenciada por Braudel y sus fuerzas impersonales, la presente obra manifiesta un retorno a lo personal e individual: en parte, se ha abandonado lo macrohistórico a favor de lo microhisórico. Y si bien lo político continúa presente, en esta obra ya no aparece, como en la anterior edición, tan sólo la “alta política”, sino el funcionamiento de un determinado gobierno “…por medio de una jerarquía social articulada verticalmente por lazos de parentesco, patronazgo y clientelismo…”. ♠ CARDINI, Franco, Europe and Islam, Oxford y Malden, Massachusetts, Blackwell Publishers Ltd., 2001, 238 pp. Desde 1993 se ha venido publicando en cinco casas editoriales, y bajo la dirección de Jacques Le Goff, la serie La construcción de Europa: Beck en Alemania, Crítica en España, Blackwell en los Estados Unidos y Gran Bretaña, Laterza en Italia y Seuil en Francia. Hasta el momento, han aparecido 18 volúmenes y seis se encuentran en preparación. El número elaborado por el profesor Cardini trata las variadas y complejas relaciones entre Europa y el mundo islámico mediterráneo. Aunque pululan las diversas visiones de los europeos, también están presentes las de los musulmanes. Abarcando 2500 años de historia, se examinan los conflictos, los intercambios y los malentendidos entre las dos partes. .



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