HISTORIA CRITICA Nº 28 Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Correo electrónico: hcritica@uniandes.edu.co jarias@uniandes.edu.co Sitios web: http//historiacritica.uniandes.edu.co Fundador
Daniel García-Peña
Directores anteriores
Daniel García-Peña (1989-1990), Hugo Fazio (1991-1994), Mauricio Nieto (1995-1998), Juan Carlos Flórez (1998-2000)
Director
Ricardo Arias
Editores
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Comité editorial
Ricardo Arias, Muriel Laurent, Rafael Díaz, Fabio López de la Roche
Comité asesor
David Bushnell, Martín Kalulambi, Georges Lomné, Gonzalo Sánchez, Osvaldo Sunkel
Suscripciones
Elena Quintero
Colaboradores
Fabio López de la Roche, Marcela Uribe, Luisa Fernanda Acosta, María Angélica Zapata, Consuelo Ospina de Fernández, Milcíades Vizcaino, Orlando Javier Trujillo, Moisés Munive, John Simon Gabriel Ramjas, Javier Ortiz, Gustavo Vasco, Renán Silva, Desci Arévalo, Heinrich Kramarski
Portada
Laura Jiménez
Diagramación e impresión Distribución
El Malpensante S. A. ISSN 0121-1617. Min. Gobierno 2107 de 1987 Tarifa Postal Reducida. Licencia Nº 142 de Adpostal
Historia Crítica es una publicación semestral del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Las ideas aquí expuestas son responsabilidad exclusiva de los autores.
Tabla de contenido Dossier: Historia de los medios de comunicación social y del periodismo en Colombia Fabio López de la Roche Presentación del dossier sobre historia de los medios de comunicación social y del periodismo en Colombia Marcela Uribe Sánchez Del cinematógrafo a la televisión educativa: el uso estatal de las tecnologías de comunicación en Colombia: 1935 – 1957 Luisa Fernanda Acosta Celebración del poder e información oficial. La producción cinematográfica informativa y comercial de los Acevedo (1940-1960) Orielly Simanca Castillo La censura católica al cine en Medellín: 1936-1955. Una perspectiva de la Iglesia frente a los medios de comunicación Maria Isabel Zapata Consuelo Ospina de Fernández Cincuenta años de la televisión en Colombia. Una era que termina. Un recorrido historiográfico Milcíades Vizcaíno La legislación de televisión en Colombia: entre el Estado y el mercado Orlando Javier Trujillo Irurita Integración nacional y pluralismo cultural en la radio y la televisión de San Andrés isla: la configuración histórica del campo periodístico Moisés Munive Por el buen orden: el diario vivir en Cartagena y Mompox colonial John Simon Gabriel Ramjas La política exterior colombiana en relación con la formación de nuevos estados en Europa Centro-Oriental Espacio estudiantil Javier Ortiz Cassiani Historia y modas intelectuales
Gustavo Vasco Regio gigantum ResĂşmenes / Abstracts / Palabras claves / Key words ReseĂąas
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Presentación del dossier sobre historia de los medios de comunicación social y del periodismo en Colombia ♦ Fabio López de la Roche ∉ Con motivo de cumplirse el 13 de junio de 2004 los cincuenta años de la inauguración de la televisión en Colombia, decidimos en el Comité Editorial de la revista dedicar un dossier especial sobre la historia de los medios de comunicación y del periodismo en Colombia que incluyera algunos trabajos dedicados a la historia de la televisión. Sabiendo que la investigación histórica sobre el medio televisivo es actualmente muy precaria, que tal vez apenas comienza a realizarse, estimulada por la celebración de su medio siglo de existencia, y reconociendo la pertinencia de contribuir a construir un campo más amplio de investigación, el de la historia de la comunicación social y del periodismo en Colombia, decidimos ampliar la mirada para dar cabida a la historia de distintos medios y distintos géneros. Antes de presentar cada uno de los escritos incorporados en el dossier, quisiera, a título de introducción, y sin pretender dar cuenta de toda la diversidad de asuntos y problemas que involucraría una historia social de la comunicación y del periodismo, llamar la atención sobre ciertos ejes centrales de la reflexión y algunos posibles temas de estudio en la historia de los medios de comunicación social y del periodismo. 1. ¿Qué nos puede decir la historia de la comunicación social y del periodismo sobre nuestro pasado?1 Teniendo claro de entrada que una historia de la comunicación social va mucho más allá de una historia de los medios, debemos reconocer al mismo tiempo que en esa historia de la comunicación social los medios y el desarrollo del periodismo deben tener un lugar importante. El periodismo como objeto de estudio histórico y contemporáneo En el estudio de la historia de la comunicación, un lugar central le corresponde al mundo del periodismo (escrito, radial, cinematográfico, televisivo, electrónico), a sus lógicas y rutinas profesionales en la construcción mediática de la realidad, y a su papel en la configuración de las agendas temáticas para la discusión ciudadana en distintas coyunturas histórico-políticas. El historiador trabaja muchas veces en la reconstrucción de las realidades del pasado sobre la base del estudio de los periódicos. Resulta que esos periódicos tienen estilos propios en sus procesos de construcción de la noticia; funcionan con criterios muchas veces muy particulares y sesgados en torno a qué es noticiable, qué es lo que debe merecer la atención de los informadores y qué es lo ♦
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Artículo recibido en septiembre 2004; aprobado en octubre 2004.
Profesor Asociado Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales –IEPRI- de la Universidad Nacional de Colombia; Coordinador del Grupo de Investigación “Comunicación, cultura y ciudadanía” del mismo instituto. Entre 2002 y 2003 dirigió el Instituto de Estudios en Comunicación y Cultura –IECO- de la misma universidad. 1 Retomo y desarrollo en esta primera parte de la presentación algunas ideas y planteamientos hechos en mi artículo “Los estudios de comunicación y la historia política”, en AYALA, César (editor), La historia política hoy. Sus métodos y las ciencias sociales, Bogotá, Departamento de Historia Universidad Nacional de Colombia, 2004.
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que, desde su perspectiva, le interesa al público lector. Esos criterios de noticiabilidad a menudo han dejado de lado, en épocas pasadas y dejan de lado hoy, en las prácticas informativas, aspectos claves de la vida y de los hechos que le ocurren a la sociedad, en la medida en que no se corresponden con sus lógicas espectaculares o dramáticas de determinación y escogencia de lo noticiable. La investigación en ciencias sociales ha subvalorado con frecuencia al periodismo como profesión, e incluso como objeto legítimo de estudio2. Un historiador abierto a la comprensión de los fenómenos y procesos de la comunicación social, de la profesión periodística y sus lógicas de producción, seguramente construirá una relación más crítica con la prensa como fuente y de mayor comprensión de sus ocultamientos, silencios, contradicciones o tomas deliberadas de partido. Los géneros como objeto de la mirada histórica Así como es necesario mirar el funcionamiento del mundo del periodismo, es muy importante prestar atención a los géneros de los medios masivos, entendidos como estrategias de comunicabilidad3, y como formas imprescindibles desde las cuales se produce la comunicación y la representación social en las sociedades modernas. Todo tipo histórico de sociedad y toda forma histórica de dominación y de resistencia y lucha contra ella, se llevan a cabo dentro de sistemas comunicativos y de medios igualmente históricos y específicos en sus configuraciones tecnológicas, así como en los usos sociales de los medios y sus tecnologías. Y se llevan a cabo también en medio de un conjunto hegemónico de géneros mediáticos que, teniendo en nuestro caso muchas conexiones genéticas con la historia de la comunicación y del periodismo en Occidente, expresan, al mismo tiempo, particularidades de nuestra historia nacional, regional y local y de la creatividad e innovación endógenas allí desarrolladas. En el año de 1998, una de las propuestas seleccionadas por los jurados de las Becas del Ministerio de Cultura en la primera convocatoria de trabajos de investigación sobre “Estudios Culturales” fue la del escritor Jorge García Usta de estudiar el diálogo establecido con la modernidad desde el periodismo costeño en la década de los cuarenta y la influencia que la poesía de Héctor Rojas Herazo y la narrativa de Álvaro Cepeda Samudio y Gabriel García Márquez habrían jugado en el desarrollo de los géneros periodísticos. Varios trabajos específicos y pioneros sobre el desarrollo histórico en Colombia de distintos géneros periodísticos (reportaje, ficción, entrevista, crónica roja, periodismo de guerra, periodismo científico, etc.), así como sobre sus cultivadores en la historia del periodismo nacional, han sido publicados en los seis números aparecidos de la revista Folios de la Especialización en Periodismo Investigativo de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia en Medellín. La memoria de los géneros y su importancia: el género de opinión en la televisión De manera similar a lo que ocurre con otros géneros televisivos, el género de opinión carece hoy día en nuestro país de una memoria sobre su propio proceso de nacimiento y desarrollo a lo largo de las distintas épocas y coyunturas de la historia colombiana de la segunda mitad del siglo XX. No 2
Sobre esto llamo la atención en mi artículo “El periodismo: ese relegado objeto de estudio y de debate ciudadano”, en Diálogos de la Comunicación, Lima, FELAFACS, No. 66, junio de 2003. 3 MARTÍN-BARBERO, Jesús, De los Medios a las Mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía, Gustavo Gili, México, 1991, p. 241.
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tenemos mayor conciencia de aquellos programas que hicieron época o que representaron avances importantes en la producción y representación de la opinión en formato televisivo. Tampoco tenemos un perfil de sus conductores, de los periodistas que los realizaron, de sus trayectorias y procedencias, y de sus méritos personales y profesionales como constructores de opinión pública a través del medio televisivo. Tal vez por carecer de esa memoria, los ciudadanos no sabemos si los espacios de opinión que hoy tenemos son mejores o peores que los de épocas anteriores en sus narrativas y formatos; en la profundidad y calidad del diálogo entre los participantes o entrevistados en ellos; o en los niveles de formación, información e independencia de sus conductores. No tenemos una memoria de los temas que nos permitimos o no nos permitimos debatir a través de los espacios de opinión televisiva a lo largo de esa segunda mitad del siglo XX; de las aperturas o bloqueos informativos y deliberativos presentes en las distintas coyunturas vividas por el país en ese horizonte temporal. Poco sabemos sobre cómo funcionaron las disposiciones y arreglos organizacionales con miras a producir estos espacios, cómo se organizaba el trabajo de investigación, quiénes proponían los temas para el debate público y con quiénes se consultaba y se decidía sobre los asuntos de interés ciudadano. Resulta importante también rastrear en los distintos momentos históricos del período abordado los constreñimientos económicos y políticos, las censuras y autocensuras, así como las exclusiones de aquellas voces que por distintas razones eran consideradas inconvenientes por quienes detentaban el control de los medios de comunicación. En la misma medida, resultaría muy importante prestar atención a las pugnas por la ampliación del espectro social, político y temático en la producción de los espacios de opinión televisiva, así como a las luchas contra la censura y por la ampliación del campo de lo decible y de lo discutible. Hegemonías comunicativas y coexistencias de distintos medios o articulaciones mediáticas en diferentes momentos de la historia Cada época histórica presenta un ecosistema particular en cuanto a la hegemonía y coexistencia de unos determinados medios masivos en la producción de la representación de lo social. Una mirada recordatoria de ciertas obras cinematográficas universales y nacionales nos confirmaría esta aseveración. El ciudadano Kane de Orson Welles nos presenta una época histórica y una sociedad hegemonizada desde el punto de vista comunicativo por la prensa de masas. Días de radio, de Woody Allen, y Cóndores no entierran todos los días, de Francisco Norden, nos muestran las sociedades norteamericana y colombiana en épocas de fuerte presencia cultural y política del medio radial. Las narrativas: sus evoluciones y huellas Los estudios históricos de la comunicación se interesan también por las relaciones entre las narrativas construidas por los medios masivos y los relatos y tradiciones de representación presentes en el arte, el teatro, la literatura, las tradiciones orales populares y las formas del entretenimiento y la diversión popular y popular-masiva. Si para el caso chileno, Guillermo Sunkel ha mostrado cómo las narrativas sensacionalistas de la prensa popular de masas chilena de la primera mitad del siglo XX se apoyaban en viejas tradiciones narrativas propias de la lectura en voz alta de la lira popular en la plaza pública, el mercado o la estación del tren4, para el caso cubano, Consuelo Triviño ha observado, estudiando la obra de José María Vargas Vila, que el escritor colombiano era muy popular entre grupos de mujeres tabacaleras de la isla, gracias a la lectura en voz alta de sus novelas 4
SUNKEL, Guillermo, Razón y pasión en la prensa popular, Santiago de Chile, ILET, 1985.
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en las plantaciones y lugares de trabajo5. Este tipo de tradiciones de lectura popular han sido recicladas e incorporadas a las propuestas narrativas y a las lógicas de producción de la moderna prensa popular de masas. Pertinencia de la apertura del campo de la comunicación y del periodismo a los estudios históricos Como se deduce de la argumentación arriba expuesta, para el campo de estudios de la comunicación y del periodismo la apertura hacia estudios históricos no sólo resulta conveniente sino imprescindible para darle fondo y consistencia al mismo y para dotarlo de un sentido de memoria sobre los medios y sus manejos históricos, así como sobre la evolución del mundo del periodismo con sus competencias y debilidades, aciertos y desaciertos. Medios y modernidad Para la disciplina histórica, la apertura hacia el campo de estudios de comunicación puede abrir una veta importante para arrojar luces sobre los procesos de modernización y configuración de modernidad en Colombia y América Latina, y para valorar el papel jugado por los medios de comunicación y las nacientes industrias culturales en ese proceso. En la historiografía colombiana sobre el tema ha jugado un papel dinamizador de la investigación el texto fundador de Jesús Martín-Barbero De los Medios a las Mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía.6 El capítulo “Modernidad y massmediación en América Latina” puede leerse como una historia interdisciplinaria o transdisciplinaria de las interrelaciones entre la comunicación de masas, la modernización y la construcción de modernidad en la región durante el siglo XX. Otros autores, como José Joaquín Brunner en América Latina o John B. Thompson a nivel de la reflexión sobre la experiencia de los países centrales, han aportado significativamente a la comprensión de esa relación7. La alfabetización y la lectura como mediaciones claves de la comunicación Los estudios de la comunicación no se reducen solamente a los medios, sino que van mucho más allá de estos, a la consideración de una serie de procesos que afectan y condicionan la comunicación, relacionados con desarrollos históricos de la cultura y de la educación. En esta dirección, uno de los procesos sociológicos claves para la reflexión sobre la historia de la comunicación es la evolución de los procesos sociales de alfabetización, los diferentes usos políticos y sociales que de ella se hicieron, la dominación política y simbólica de las elites ilustradas a través de su monopolio o su acceso privilegiado a las posibilidades de uso competente de la letra, pero también los usos 5
TRIVIÑO, Consuelo (selección, introducción y notas), José María Vargas Vila. Diario Secreto, Bogotá, El Ancora Editores, 1989. 6 MARTÍN-BARBERO, Jesús, De los medios a las mediaciones, México, Gustavo Gili, 1991. 7 BRUNNER, José Joaquín, América Latina: cultura y modernidad, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes - Editorial Grijalbo, 1992. Del mismo autor es también muy sugerente para pensar las relaciones mediosmodernidad en América Latina su estudio “Cultura y crisis de hegemonías”, en BRUNNER, José Joaquín, CATALÁN, Carlos, Cinco estudios sobre cultura y sociedad, Santiago de Chile, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO, 1985. Véase también THOMPSON, John, Los media y la modernidad, Una teoría de los medios de comunicación, Barcelona, Paidós, 1998.
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contrahegemónicos, contestatarios o revolucionarios del saber letrado por parte de los sectores subalternos (grupos organizados de la clase obrera, artesanos, campesinos, etc.) o por representantes ilustrados de sus intereses. Si Habermas nos ha mostrado en su texto ya clásico Historia y crítica de la opinión pública la constitución a lo largo del siglo XVIII y comienzos del XIX de “públicos raciocinantes” ligados a espacios de sociabilidad, como los clubes, los salones y sobre todo los cafés, donde el “uso público de la razón” era alimentado por la conversación política y por la lectura de la prensa periódica8, otros estudios sobre públicos lectores populares nos han mostrado la constitución de otras formas plebeyas o populares de sociabilidad ligadas no sólo a otras formas de lectura y otras formas de actividad política y social, sino también a otros códigos expresivos y estéticos más cercanos al sentimiento, la pasión, al melodrama, al carnaval o al humor irónico y trasgresor. En esa comprensión de la alfabetización como una mediación cultural clave para la comprensión de los procesos comunicativos, una mirada histórico-política e histórico-cultural tendría que prestar atención a la expansión de la alfabetización y a la incorporación progresiva (o a las eventuales tendencias regresivas en distintos ciclos históricos) de públicos diferenciados a la lectura de prensa: militantes políticos, clases medias urbanas y rurales, mujeres, públicos lectores obreros, artesanos, campesinos. Medios y nuevas formas de la interacción social Otro asunto importante en la construcción de una sociología histórica de la comunicación y la cultura, pero también de una sociología histórica de la cultura política, tiene que ver con el estudio de la introducción y difusión social de nuevas tecnologías de comunicación e información y la aparición histórica de nuevas formas de la interacción social. El historiador, analista cultural y de la vida urbana mexicana Carlos Monsiváis, ha anotado cómo una de esas transformaciones estructurales relacionadas con los efectos sociales y políticos de la introducción de nuevos soportes tecnológicos de la comunicación, tuvo que ver con la llegada y difusión de la radio y con el consecuente paso del “orador” al “locutor” en la décadas del 20 y del 30, transición que entre otros efectos, estimuló el progresivo desplazamiento del púlpito como lugar privilegiado de la socialización política de la población. En un texto de fino análisis cultural y comunicativo denominado La agonía interminable de la canción romántica, Monsiváis se ha referido a la influencia de la radio específicamente ligada a la difusión del bolero y las canciones de Agustín Lara: La XEW crea un gusto capitalino desde los 30s (que será gusto nacional), apuntala una nueva moral con apoteosis de prostitutas míticas y adulterios legendarios, desplaza al orador a favor del 9 locutor [...] y promueve el arrabal, el mito preferencial de los años 40 .
Otro de los impactos en cuanto a producción de nuevas formas de interacción social, tematizado por Monsiváis en ese mismo trabajo, se relaciona con la aparición histórica de nuevos grupos sociales como las “admiradoras” o fans, aparición ligada a la cultura de masas y a la expansión y asimilación social del mercado del disco y del star system. 8
HABERMAS, Jürgen, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública, Barcelona, Gustavo Gili, 1997. 9 MONSIVÁIS, Carlos, “La agonía interminable de la canción romántica” (mimeo).
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Medios y construcción de culturas nacionales En América Latina, la articulación de la influencia social, cultural y política de los medios de comunicación en los procesos de construcción de identidades nacionales entre los años 1930 y 1960 ha sido estudiada, además de Martín-Barbero, por Néstor García-Canclini, Renato Ortiz y Carlos Monsiváis, entre otros analistas históricos de los procesos de conformación de culturas nacionales en los países de la región, en sus implicaciones no sólo para la cultura sino también para la política10. En nuestro caso las sugerencias y pistas de investigación aportadas por Martín-Barbero sobre las interrelaciones entre medios masivos, industrias culturales, culturas popular-masivas y construcción de identidades nacionales, han sido retomadas en trabajos que muestran el papel de los medios en la coyuntura histórica de la República Liberal de 1930 a 1946. Lo que pone el Estado (la política cultural de masas del liberalismo)11 y lo que pone el Mercado12, satisfaciendo este último demandas que la comunicación pública en virtud de su proyecto fuertemente ilustrador y letrado difícilmente puede proveer. De un lado, la HJN y la Radiodifusora Nacional de Colombia. La radio y el cinematógrafo como vehículos de modernización, culturización, civilización y movilización de la población. De otro, el papel de los medios comerciales en las dinámicas de modernización, secularización, masificación, urbanización y nacionalización de la población a través de la interpelación a los sentimientos y a la cotidianidad de la gente. Interés por las formas históricas de la cultura de masas y por la comprensión académica y política de ésta En América Latina se ha desarrollado desde la tradición de investigación en comunicación/cultura, una importante reflexión y producción intelectual sobre culturas masivas y popular-masivas y procesos y prácticas sociales de comunicación/cultura. Los debates sobre la historia de la cultura de masas, de lo masivo y lo popular-masivo; la masificación como proceso sociológico y político; la caracterización de la cultura de masas como dialógica y estimulante del diálogo y encuentro entre distintas tradiciones culturales o como un tipo de cultura homogeneizante y tendencialmente uniformizadora; las valoraciones de la cultura masiva como cultura democrática o como cultura dirigista y autoritaria, son hoy una línea de indagación y de debate clave, tanto para el análisis de la historia de la comunicación masiva y de la comunicación política, como para la comprensión crítica de las dimensiones culturales y simbólicas de la comunicación masiva13.
10 Véase GARCÍA-CANCLINI, Néstor, Culturas Híbridas, México, Grijalbo, 1990, especialmente los capítulos IV (“El porvenir del pasado”) y el V (“La puesta en escena de lo popular y VI. Popular, popularidad: de la representación política a la teatral”); ORTIZ, Renato, “El «atraso» en el futuro: usos de lo popular para construir la nación moderna”, en GARCÍA-CANCLINI, Néstor, Cultura y pospolítica. El debate sobre la modernidad en América Latina, México, CONACULTA Claves de América Latina, 1995; MONSIVÁIS, Carlos, Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina, Barcelona, Anagrama, 2000. 11 SILVA, Renán, “Ondas nacionales. La política cultural de la República Liberal y la Radiodifusora Nacional de Colombia”, en revista Análisis Político, No. 41, septiembre-diciembre de 2000. 12 La letra amenazada. El proyecto letrado de radiodifusión en Colombia 1929-1940, Tesis Maestría en Comunicación, Facultad de Comunicación y Lenguaje, Universidad Javeriana, julio del 2001. 13 Para una aproximación reciente a este debate desde la perspectiva latinoamericana, véase ZUBIETA, Ana María, et. al, Cultura popular y cultura de masas. Conceptos, recorridos y polémicas, Buenos Aires, Paidós Estudios de Comunicación, 2000.
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Subrayaría la ausencia en esta tradición latinoamericana de crítica cultural y comunicativa de ingenuidad política o cultural en la mirada sobre las culturas masivas y popular-masivas contemporáneas. Junto a la disposición a pensar sus funciones constructivas y sus posibilidades alternativas y creativas en la producción de sentidos e identidades individuales y grupales y en la tematización de las tragedias, sueños, dilemas y esperanzas de nuestras sociedades, la crítica cultural/política/comunicativa latinoamericana, con algunas excepciones, está distante de cualquier visión celebratoria y totalizante de los medios y las culturas masivas, abierta a una mirada crítica sobre sus peores expresiones, a construir una capacidad individual y social de discernir qué vale y qué no vale o vale poco en ella, desde consideraciones sociales, políticas, éticas o estéticas, y a criticar y fustigar sus formas más instrumentales, alienantes y degradadas. El encuentro y las posibilidades de trabajo con nuevas fuentes para la escritura de la historia social, cultural y política Uno de los retos que estas confluencias entre investigación histórica y comunicación social le plantean a la investigación en ciencias sociales y en particular a la investigación histórica, es el del enriquecimiento y ampliación del conjunto de fuentes documentales (escritas, orales, iconográficas, audiovisuales, digitales) necesarias para dar cuenta de la historia de la representación de la política y de la representación cultural de la sociedad. Como lo hemos sugerido arriba, la memoria cultural y la memoria política de la sociedad deben abordarse desde una diversidad de herencias discursivas y narrativas asociadas al predominio en distintos momentos históricos de medios, géneros y formatos, y de procesos tecnoculturales a ellos ligados, históricamente determinados. Este diálogo entre la historia política y el campo de estudios de la comunicación y del periodismo puede contribuir no sólo a pensar y estimular el conocimiento de la diversidad de lenguajes y narrativas que han dado forma a nuestras diversas memorias sociales. Puede promover también un necesario diálogo estético-político intergeneracional, contribuir al diseño de una democracia intercultural y políticamente pluralista, así como a la conformación de un periodismo con densidad histórica, política y cultural, por ello mismo mejor dispuesto y preparado para orientar la comprensión y la participación ciudadana en los procesos de superación del conflicto armado interno y de reconstrucción democrática y pacífica de la nacionalidad. 2. Los artículos incluidos El dossier no se propuso incorporar equilibradamente artículos correspondientes a todos los medios de comunicación. Tratamos de detectar qué trabajos sobre historia de medios se estaban escribiendo o se habían escrito recientemente sobre la base de investigaciones documentales serias y más o menos sistemáticas. Los lectores extrañarán la ausencia de trabajos dedicados a la prensa escrita, hecho que no supone ninguna subvaloración hacia ese medio y su historia. Por el contrario, conscientes de la presencia significativa de un buen número de trabajos anteriores y de otros más recientes sobre la prensa y el
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periodismo escrito14, nos pareció importante incorporar prioritariamente estudios que abordaran la historia de los medios audiovisuales, bastante descuidada por la investigación social y humanística en nuestro medio. Echarán de menos también que no se incorporen artículos específicos sobre la radio, si bien algunos de los incluidos hacen referencia parcialmente a dicho medio. Ya arriba hemos hecho mención de los trabajos de Renán Silva y Nelson Castellanos que recomendamos a los lectores interesados en la historia de la radiodifusión en el país, junto con las investigaciones pioneras de Reynaldo Pareja y Ana María Lalinde, la una más histórico, la otra más sociológica, aunque hoy día igualmente importantes para dar cuenta de un momento histórico significativo en el desarrollo de la radiodifusión colombiana15. Acerca de la investigación histórica de la radiodifusión en Colombia hay que anotar que ella se hace necesaria para comprender la influencia social de un medio que ha tenido y sigue teniendo –a pesar de la expansión de la televisión en sus distintas modalidades- una gran importancia en la información, la educación y el entretenimiento de los colombianos. El estudio de la evolución de la radiodifusión es pertinente también para rastrear los procesos de concentración económica que se han venido produciendo en los últimos años con sus efectos de desaparición de emisoras independientes, de ciertos programas y géneros con sus funciones sociales, y en general, de homogeneización de la programación. La investigación histórica sobre el medio radial podría contribuir eventualmente a darle una visibilidad académica que se corresponda con su lugar central en la experiencia informativa y cultural y que ayude a posicionarla como un tema merecedor del debate público y de la crítica de medios especializada, hoy día totalmente ausente en el seguimiento de las virtudes y deficiencias de la radiodifusión privada, universitaria, comunitaria y públicoestatal. El dossier abre con el artículo de la historiadora Marcela Uribe, “Del cinematógrafo a la televisión educativa: El uso estatal de las tecnologías de comunicación audiovisual en Colombia: 1935-1957”. El texto se centra, en un contexto histórico marcado por los procesos de modernización, industrialización, urbanización y masificación, en lo que podríamos denominar con un lenguaje 14
Véanse SILVA, Renán, Prensa y revolución a finales del siglo XVIII, Bogotá, Banco de la República, 1988; SANTOS CALDERÓN, Enrique, “El periodismo en Colombia. 1886-1986”, en Nueva Historia de Colombia Bogotá, Planeta, tomo VI, 1989; GARRIDO, Margarita, “Escribiendo para el pueblo: la prensa en Cali 1848-1954”, en revista Historia y Espacio, Cali, No.15, 1994; LOAIZA, Gilberto, “El Neogranadino y la organización de hegemonías: contribución a la historia del periodismo colombiano, en Historia Crítica, No. 18, Bogotá, enero-junio de 1999; FORERO GUTIÉRREZ, Alfonso, “Historia del periodismo colombiano: estado de la cuestión”, en revista Palabra Clave, Facultad de Comunicación Social y Periodismo Universidad de la Sabana, No. 4, Bogotá, 2001. Recientemente han aparecido en las Memorias de la VII Cátedra Anual de Historia “Ernesto Restrepo Tirado” Medios y Nación. Historia de los medios de comunicación en Colombia, Bogotá, Ministerio de Cultura-Museo Nacional de Colombia-Convenio “Andrés Bello”, alrededor de una decena de artículos sobre prensa escrita de Jaime Jaramillo Uribe, Juan José Hoyos, Mariluz Vallejo, Marisol Cano Busquets, Gerardo Reyes y otros estudiosos y estudiosas de la historia del periodismo escrito nacional.
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Véase PAREJA, Reynaldo, Historia de la radio en Colombia, Bogotá, Servicio Colombiano de Comunicación, 1984; LALINDE, Ana María, Radio y cultura profesional. La producción de noticias en Caracol Radio, Bogotá, Informe Final de Investigación, Universidad Javeriana-COLCIENCIAS, 1992. Véanse también el texto de CASTELLANOS, Nelson, “¿Tabernas con micrófonos o gargantas de la patria? La radio comercial en Colombia 1930-1954” y el de PÁRAMO, Carlos, “La consagración de la casa: raza, cultura y nación en la primera década de la Radiodifusora Nacional”, en Medios y Nación. Historia de los medios de comunicación en Colombia, VII Cátedra Anual de Historia “Ernesto Restrepo Tirado”, Bogotá, Ministerio de Cultura- Museo Nacional de Colombia-Convenio “Andrés Bello”, 2003.
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contemporáneo, las continuidades de la política pública en educación, comunicación y cultura que estarían presentes a lo largo del período que va de la República Liberal al gobierno de Rojas Pinilla. La autora, coincidiendo con interpretaciones que toman distancia de la visión de la política comunicativa del general Rojas Pinilla como una mera política de culto a su imagen personal y a la de su gobierno, muestra cómo las disposiciones adoptadas en materia de comunicación por el general se inscriben en tradiciones previas de uso estatal de los medios de comunicación con propósitos educativos, de modernización económica y cultural y de divulgación de los bienes de la cultura occidental culta y letrada. El artículo deja ver la presencia de una importante tradición de intervención del Estado no sólo en cuanto al uso de los medios con propósitos culturales y educativos, sino también en cuanto a la acción reguladora del funcionamiento de los medios. El texto resulta en ese sentido valioso para pensar, en un período previo a la introducción en los años 60 y 70 del desarrollismo de la Mass Communication Research de inspiración norteamericana, los antecedentes “criollos” de la comunicación para el desarrollo. Para sustentar sus afirmaciones, la autora explora y se apoya en un importante material documental relacionado con algunas instituciones claves en el diseño de política educativa, comunicativa y cultural de período abordado, instituciones que, pensando en el futuro de la investigación sobre la historia de la comunicación, merecerían estudios detallados para valorar con más precisión los modelos y fundamentos conceptuales en que se inspiraron, sus principios prácticos de funcionamiento, su radio de acción y su real incidencia en los procesos de intervención social en que participaron. El texto “Celebración del poder e información oficial. La producción cinematográfica informativa y comercial de los Acevedo (1940-1960)” de la comunicadora social e historiadora Luisa Fernanda Acosta, revisa las imágenes de los noticieros cinematográficos de los Hermanos Acevedo en el período, su recreación de la naciente experiencia moderna en sus formas industriales, las nuevas modalidades de la vida urbana, las ofertas de consumo como sutil forma de incorporación a la vida moderna pero también a la Nación, las imágenes de las elites políticas, económicas, sociales, religiosas y culturales, de sus espacios y formas de sociabilidad, así como los registros audiovisuales de las clases populares, más masivos y menos explorados en la subjetividad de sus participantes. Información cinematográfica gubernamental o propaganda de empresas industriales y comerciales, de todas formas un cine hecho por encargo del poder político y económico, el noticiero cinematográfico no constituía en ese entonces un noticiero de producción industrial periódica y sistemática, destinado a procesar regularmente un determinado flujo de hechos con miras a su conversión en noticias y sujeto a un deber ser profesional orientado por valores como la objetividad, el equilibrio informativo o la pluralidad de fuentes, que caracterizarán desarrollos posteriores de la información audiovisual. Ese carácter de noticieros por encargo así como el comentario crítico de la autora al registro idealizado de los líderes políticos desde un tono de adulación y una actitud canónica de exaltación de sus supuestas o reales virtudes cívicas o “patrióticas”, expresan los problemas del noticierismo cinematográfico de aquellos días para constituirse en un campo especializado de la vida moderna con sus propias instituciones, actores y funciones especializadas, dotado de una significativa autonomía con respecto al campo económico, al campo religioso y al campo del poder16.
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Sobre la noción de campo, los criterios para su constitución y los procesos de conformación y consolidación del campo literario en Francia durante la segunda mitad del siglo XIX, véase BOURDIEU, Pierre, Las reglas del arte, Barcelona, Anagrama, 1995, especialmente la Primera Parte “Tres estados del campo”, pp. 77-261.
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Quisiera destacar también del estudio de los noticieros cinematográficos su importancia como fuentes documentales para el estudio de las elites y de sus visiones del país, así como de las representaciones hegemónicas del progreso y de la cultura nacional. Subrayar también cómo, comparativamente con la documentación escrita, y sin que esto implique de ninguna manera una superioridad de la fuente audiovisual sobre la escrita, el registro audiovisual, en este caso el noticiero cinematográfico, aporta una importante especificidad cognitiva relacionada con su capacidad de recreación estética y simbólica de la realidad a través de la combinación de las posibilidades expresivas de la oralidad y la visualidad. Sobre esta página de noticierismo cinematográfico en la historia del país y de nuestra sociedad, a menudo absolutamente desconocida por el grueso de la población e, incluso por buena parte de sus sectores ilustrados, se hace necesario rastrear sus interrelaciones y continuidades con la producción de los noticieros de televisión, en cuanto a formato, lenguaje y conocimiento técnico. De manera similar a la articulación del género teleteatro (cultivado especial y magistralmente por Bernardo Romero Lozano a partir de 1954 hasta mediados de los sesenta cuando es desplazado por la nueva lógica industrial de la telenovela) con el género antecedente del radioteatro de los años 1940 e inicios de los cincuenta (desarrollado también por el propio Romero Lozano y otros directores de la época desde la Radiodifusora Nacional de Colombia)17, la producción de noticias de televisión podría investigarse en sus articulaciones y continuidades, con la producción informativa cinematográfica antecedente (herencias institucionales18, técnicas, de formato, de estilo y de lenguaje). El artículo de la historiadora Orielly Simanca Castillo, “La censura católica al cine en Medellín 1936-1955. Una perspectiva de la Iglesia frente a los medios de comunicación”, nos introduce en la cuestión de las políticas universales de la Iglesia Católica hacia la cinematografía a través del análisis del papel de las encíclicas papales en tanto documentos de política comunicativa de la institución eclesiástica a ser asimilados y puestos en práctica por el episcopado católico en los distintos países. La autora nos muestra la tensa relación mantenida por la Iglesia Católica colombiana con la cinematografía, que si bien evidenciaba su conflictiva relación con los valores y orientaciones de la modernidad -en este caso en la esfera de las comunicaciones modernas, sus contenidos y valores-, va a mostrar a partir de los años 50 modalidades menos confrontatorias y más pragmáticas de convivencia con ella, a través del impulso de formas de educación de la población católica para una relación crítica con los medios de comunicación19. El episodio del cierre por la Iglesia del Cine Club de Camilo Correa en Medellín en 1951, con el acatamiento pragmático por parte de éste de la sanción moral de las jerarquías católicas, así como los incidentes de 1957 relacionados con el saboteo de los cine-forums católicos desarrollados en teatros comerciales por parte del naciente movimiento estudiantil de la UNEC y sus vertientes locales, que obligaron al 17
Véase MARTÍN-BARBERO, Jesús, REY, Germán, Los ejercicios del ver. Hegemonía audiovisual y ficción televisiva, Barcelona, Gedisa, 1999, especialmente el aparte “Del teleteatro a la telenovela: géneros televisivos y modernidad cultural”, pp. 100-122. 18 Me refiero a la presencia del formato cinematográfico en los noticieros televisivos hasta fines de los 70, comienzos de los 80, y a la presencia de la Sección de Cinematografía en el Instituto Nacional de Radio y Televisión Inravisión hasta los 90. 19 Con todo lo defensivas que pudieran ser o con todo lo marcadas que estuvieran por las lógicas confesionales, no dejan de ser interesantes esas experiencias católicas de educación para una relación crítica con los medios de comunicación, como un antecedente de los esfuerzos contemporáneos de educación para la recepción de medios.
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traslado de los mismos a lugares menos abiertos y de más restringido acceso en colegios privados, evidencian las tensiones de la década del 50, entre el control eclesiástico de la vida social de la población y las nuevas expresiones políticas, culturales y simbólicas que propugnaban por formas modernas y autónomas de pensamiento, de construcción de la sociabilidad y de la acción cultural. De otro lado, no puedo dejar de subrayar la importancia de esas instituciones creadas desde la primera mitad de siglo XX por la Iglesia, como la OCIC (Oficina Católica Internacional para el Cine) y la UNDA (oficina para la radiodifusión y la televisión), para pensar políticas de medios de comunicación. Al modificarse la situación interna en la Iglesia Católica con el aggiornamento de Juan XXIII y del Concilio Vaticano, II y al redefinirse desde parámetros de mayor apertura la relación con los valores y bienes simbólicos de la vida moderna, en el escenario latinoamericano, marcado por la Revolución Cubana, el desarrollo del movimiento estudiantil, la expansión del marxismo, el fenómeno Camilo Torres Restrepo y las teologías de la liberación, esas instituciones católicas van a articularse a dinámicas de cambio social y de expresión popular y comunitaria desde la propuesta de nuevas formas de comunicación alternativa o de comunicación para la liberación. Quisiera mencionar, además de este readecuación política y cultural de la Iglesia a los nuevos tiempos, la pertinencia del análisis del papel jugado por la Iglesia en la orientación de las políticas de comunicación en el país y en particular de las políticas de formación profesional de comunicadores sociales desde los años 60 hasta nuestros días. Sería pertinente comparar su acción institucional con la de las universidades públicas del país y muy probablemente encontraríamos durante el Frente Nacional, el Post Frente Nacional y aún desde la Constitución del 91 hasta nuestros días, un liderazgo mucho más activo de las universidades católicas frente a los procesos de formación profesional de periodistas y comunicadores sociales y frente al posicionamiento laboral y promoción profesional de los mismos dentro de las instituciones mediáticas. Pensando en la intertextualidad y los diálogos que sugieren los artículos incorporado en el presente dossier, sería interesante también ver cómo interactuaron los proyectos y propuestas católicas para la relación con los medios de comunicación, con las concepciones y usos liberales y conservadores del cinematógrafo y de la radiodifusión (en términos de concepciones ideológicas y políticas partidarias) en tanto agentes de modernización o de política educativa y cultural. Distanciándose de las visiones restrictivas de la historiografía que la conciben como conjunto de textos escritos únicamente por profesionales de la historia, y reivindicando “una visión más amplia en concepción pero menos usual entre los historiadores [que] señala que el objeto de la historiografía es todo texto –no sólo escrito- que se refiere a la reflexión de una sociedad sobre su pasado como hecho o representación”, el artículo “Cincuenta años de la televisión en Colombia. Una era que termina. Un recorrido historiográfico”, de las historiadoras María Isabel Zapata y Consuelo Ospina de Fernández presenta los resultados de un balance bibliográfico inicial de fuentes secundarias, como también de memorias personales de actores y protagonistas de momentos importantes de la actuación televisiva, historias empresariales de algunas programadoras de televisión, así como tesis de grado dedicadas a algunos géneros y temas de la historia de la televisión colombiana. Nos parece importante esa visión de historiografía para avanzar en el acopio de una rica información documental hoy día existente sobre distintas facetas de la historia de la televisión colombiana, que no se encuentra recopilada y sistematizada y sí bastante dispersa, y sobre la base de la cual podrían empezar a construirse unas historias de la televisión colombiana, escritas desde el bagaje conceptual y el instrumental metodológico de los cuales dispone hoy día la disciplina histórica. Si bien Zapata y Ospina tienen parcialmente razón en su polémica con quienes han afirmado la escasez de estudios históricos acerca de nuestra televisión, y muestran con su propio
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trabajo la existencia de una importante y rica información, es cierto al mismo tiempo que la producción publicada de trabajos de análisis histórico riguroso del medio televisivo en Colombia es mínima, tendencialmente descriptiva y carente de una conciencia de lo que podría aportar el trabajo profesional del historiador con su rastreo sistemático de las fuentes documentales a la comprensión de las complejas articulaciones históricas entre televisión y sociedad. Un asunto clave a abordar en futuros trabajos tendría que ver con la urgente recopilación de testimonios orales de actores protagónicos en el desarrollo del medio a nivel empresarial, actoral, tecnológico, de las políticas públicas o del desarrollo específico de los distintos géneros televisivos. También, recordando lo dicho arriba a propósito de los noticieros cinematográficos, tendríamos que avanzar no sólo en el inventario, evaluación del estado de conservación y en la sistematización de las fuentes audiovisuales para la historia de la televisión colombiana, sino también en el cultivo de una preocupación pública y ciudadana por el patrimonio audiovisual televisivo que se traduzca en políticas con implicaciones prácticas para su cuidado y difusión. El trabajo del sociólogo Milcíades Vizcaíno “La legislación sobre televisión en Colombia: del Estado al Mercado” hace un recuento detallado de la evolución de la normatividad legal para el manejo de la televisión producida a lo largo de estos cincuenta años de existencia del medio. El ángulo de análisis del autor es el progresivo desplazamiento de las políticas, de un énfasis en el papel regulador del Estado, al predominio de los intereses televisivos privados. La historia presentada por Vizcaíno, que tiene que ver con la génesis y evolución del sistema mixto de televisión hasta su crisis y su conversión contemporánea en dos subsistemas paralelos (uno privado en crecimiento y auge y sin mayor regulación pública y ciudadana, y otro público sumido en el descuido y la falta de políticas públicas coherentes y adecuadas para su promoción), destaca momentos importantes en la producción legislativa, el diseño institucional o la formulación de políticas públicas de televisión, ya a favor de la intervención del Estado en defensa del interés público, ya a favor de los intereses de los grupos económicos interesados en el control de la industria. En una época como la actual, marcada en Colombia y en el mundo por el predominio de los intereses mercantiles y el repliegue de las lógicas de servicio público en el manejo de la televisión, el trabajo de Vizcaíno constituye apenas el inicio de una necesaria revisión histórica del manejo del medio desde la política pública, que nos permita rescatar los logros y los aspectos positivos que propició el sistema mixto con relación al interés público (relativa pluralidad política, recreación medianamente plural de la identidad nacional, límites y controles al monopolio económico y político del medio, alta calidad de la programación en varios de sus géneros, representación ciudadana en algunas instancias de formulación de la política pública de televisión), como también sus limitaciones, perversiones y atrofias (pluralismo bipartidista limitado, clientelismo, exclusiones simbólicas de importantes grupos de la población, apropiaciones privadas de lo público, límites rígidos y asfixiantes al desarrollo de la iniciativa privada). El dossier se cierra con el ensayo del politólogo Orlando Javier Trujillo “Integración nacional y pluralismo cultural en la radio y la televisión de San Andrés Isla: la configuración histórica del campo periodístico”. Este trabajo constituye una interesante reconstrucción, sobre la base de un importante acervo documental de fuentes orales y audiovisuales, de la historia de los medios de comunicación y del periodismo en la isla, desde la perspectiva de las políticas de integración de la misma a la cultura continental promovidas por el Estado colombiano y por agentes privados ligados
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a la comunicación masiva provenientes del continente, como también desde las expresiones culturales raizales que pugnan por su expresión y por el reconocimiento de sus tradiciones musicales, religiosas y lingüísticas. El artículo muestra en la historia de los medios y de la intervención del Estado desde su política comunicativa en la isla, aspectos importantes del manejo práctico de las relaciones entre comunicación y geopolítica en una región del territorio nacional caracterizada por su complejidad y su conflictividad latente en tanto configuración cultural y política, y por su singularidad como territorio fronterizo insular. Especial atención presta el autor al papel del Partido Conservador en la vida política de la isla y a la articulación de esa vertiente política con el manejo de los medios de comunicación. El trabajo de Orlando Javier Trujillo reviste un indudable interés para la comprensión de las demandas de diálogo intercultural y de autonomía de la isla en la situación contemporánea, donde a la diferencia cultural histórica se suman las tendencias multiculturales estimuladas por los flujos icónicos globales, e internamente, el espíritu de pluralismo cultural presente en la carta constitucional de 1991. Finalmente, quisiera decir, en nombre del Comité de Redacción de Historia Crítica, que esperamos que este conjunto de trabajos sobre la historia de los medios de comunicación y las dinámicas políticas, sociales y culturales con ellos relacionadas, pueda aportar elementos nuevos para la comprensión no sólo de nuestro pasado sino también de nuestro presente, y para la imaginación de un futuro donde los medios de comunicación y el periodismo puedan jugar un papel significativo en la democratización de la sociedad, en el diálogo intercultural, en una mejor relación informativa y cultural con el mundo y en la superación de nuestras polarizaciones y desgarramientos actuales.
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Del cinematógrafo a la televisión educativa: el uso estatal de las tecnologías de comunicación en Colombia: 1935 – 1957 •
Marcela Uribe Sánchez ♦ Jesús Martín-Barbero, desde una perspectiva que analiza las relaciones entre la cultura, la política y los medios masivos de comunicación, ha propuesto dos momentos básicos en los procesos de masificación en América Latina donde se sitúa el papel jugado por los medios masivos de comunicación en la conformación de una cultura moderna de masas. Estos dos momentos serían: el que se da entre los años treinta y finales de los cincuenta del siglo XX, caracterizado por un sentido político de la masificación, y el que se produce a partir de los años sesenta del mismo siglo, articulado claramente por el mercado, los intereses económicos y el consumismo1. En la primera fase, el sentido político de la masificación se refiere a una estructura económica e ideológica específica de los medios. En este primer momento, la idea de modernidad tenía como sustrato el proyecto de construcción y consolidación de una nación moderna, que en últimas conduciría al progreso. Dicho proyecto pasaba por la necesidad de introducir las economías nacionales y asegurarles un lugar en el mercado internacional; y en un sentido político, por crear una cultura alrededor de la idea de nación. Este intento remite entonces a un conflicto crucial del momento: el de la relación entre Estado y masas. Allí, los medios masivos de comunicación cumplirían un papel decisivo y estratégico al ser usados para interpelar desde el Estado al “pueblo”, quien en últimas llenaría de sentido y legitimidad la idea de nación. La labor de los medios masivos de comunicación sería entonces vital para la formación y difusión de las identidades nacionales, y la creación de una cultura que garantizara la cohesión y la obtención del estatuto moderno a las naciones latinoamericanas. Por su parte, José Antonio Figueroa propone una lectura genealógica y procesual del concepto de cultura, que nos es especialmente útil aquí para analizar el significado de la centralidad de la cultura como el lugar desde el que se moldeó el uso estatal del cinematógrafo y la televisión en Colombia. Así pues, y siguiendo la propuesta de Figueroa, una lectura genealógica nos permite “reconocer la validez política de las definiciones que se hacen del concepto, ubicadas en contextos de espacio y tiempo específicos, más allá de los consensos que se establezcan en los campos disciplinares”2. La cultura aparece entonces como un campo de construcción y ejercicio de prácticas sociales, como campo de luchas y posicionamientos hegemónicos. Así entendido el •
Artículo recibido en julio de 2004; aprobado en septiembre de 2004. Estudiante de la Maestría en Comunicación y Cultura de la Universidad de Buenos Aires. Miembro del grupo de investigación Comunicación, Cultura y Ciudadanía (IEPRI), Universidad Nacional de Colombia. 1 Esta periodización de los procesos de masificación en América Latina y su problematización es propuesta en: MARTÍN-BARBERO, Jesús, De los medios a las mediaciones, México, Ediciones Gustavo Gili, S.A., 4ª Edición, 1987, pp. 178-179. 2 FIGUEROA, José Antonio, “Ironía o fundamentalismo: dilemas contemporáneos de la interculturalidad”, en Antropologías transeúntes, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia –ICANH-, 2000, p. 62. ♦
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concepto, amplía su sentido y enriquece enormemente el análisis, en la medida en que se refiere a los procesos y transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales: su constitución está anclada en la historicidad. En su artículo, Figueroa distingue dos definiciones básicas de la cultura presentes durante la primera mitad del siglo XX en América Latina, relacionadas profundamente con las dos versiones cronológicas del modernismo latinoamericano. Definiciones y versiones que coinciden con las dos fases de los procesos de masificación en América Latina propuestas por MartínBarbero. En un primer momento, el proceso estaría marcado por el modelo monoexportador de fines del siglo XIX, que se extendió hasta cerca de los años 1930. Aquí, las definiciones de cultura estarían relacionadas con la forma en que las elites criollas se construyeron a sí mismas como “autoexiliadas interiores, creando un patrimonio cultural restringido al tiempo que proponían sistemas clasificatorios y modelos de ordenamiento sociopolíticos íntimamente vinculados a premisas positivistas y raciales. En esta fase, los estados entregarían a manos privadas –hacendados, órdenes religiosas, gamonales locales- la gestión cultural de la pedagogía y la conversión moral produciendo, de hecho, una restricción del mercado cultural dado su carácter marcadamente oligárquico”3. El segundo momento, que se da aproximadamente a partir de la década del 30, estaría dominado por el populismo político y el proceso de sustitución de importaciones, la categoría pueblo surgiría con fuerza en el escenario cultural, pero “ratificando una vez más una de las paradojas de las modernidades excéntricas: la concepción de que, en el plano interno, los subordinados son más actores de representación que sujetos de reflexión”4. En Colombia, el deber ser atribuido desde el Estado a los medios masivos de comunicación desde la década del 30 expresaba estos procesos. Desde este horizonte, este artículo se propone indagar por los primeros años de la televisión en Colombia, preguntándose desde una perspectiva procesual por las condiciones que determinaron su deber ser. Por esta razón y resaltando la importancia de una historia social de la comunicación desde la intermedialidad, comenzaremos esta indagación por la experiencia del cine educativo durante los años de la República Liberal, donde se introdujo por primera vez en Colombia el uso de los medios masivos de comunicación en las campañas del Ministerio de Educación Nacional. Desde aquí irá tomando forma la manera en que el Estado concebía la comunicación, en la tarea de civilizar a los sectores populares tanto rurales como urbanos, y en la de construcción de la nación. La segunda parte nos conducirá a la reconstrucción de los primeros años de la televisión, tecnología que aunque nueva en el país, se introducía como una herramienta más dentro de la política cultural estatal y moldeaba su deber ser desde una tradición de uso estatal. 1. El proyecto de Cultura aldeana y rural Renán Silva, en su artículo “Ondas Nacionales”, estudia la política cultural llevada a cabo durante los años de gobiernos liberales a través de la labor de la Radiodifusora Nacional de Colombia. Allí, plantea una idea que ya hemos esbozado aquí: el papel que ha tenido el Estado en la conformación de la nación, entendiendo que su intervención en la sociedad –sobre todo desde la década del 30-, lejos de ser exclusivamente económica supo encarnar un proyecto nacional, o diríamos aquí varios. Este proyecto incluyó así una serie de iniciativas económicas, 3 4
Ibid., p. 69. Ibid., p. 69.
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políticas, sociales, culturales, entre otras, que se llevaron a cabo como política de Estado y que buscaban en últimas hacer de Colombia una nación moderna5. Desde este marco, y en especial desde la dependencia de Extensión Cultural del Ministerio de Educación Nacional, se lanzó la política cultural de masas en la que el uso de la radio y el cinematógrafo jugaban un papel central y estratégico. Como en otros países de América Latina, las elites colombianas habían asumido la tarea de liderar el proceso de modernización que se imponía desde el Estado como un proyecto hegemónico. Sin embargo, esta tarea entrañaba una diferenciación fundamental operada desde las elites mismas al considerarse como los únicos sujetos modernos dentro del conjunto nacional, en oposición a un pueblo considerado por ellas como antítesis de lo moderno. De esta manera, las elites políticas e intelectuales construyeron su capital simbólico desde la cultura como principio de diferenciación6, presentando como natural la oposición entre cultura y pueblo. Así y en palabras de Carlos Monsiváis: “Para alejar a la gleba y los marginales, conviene el valladar de la Alta Cultura (entonces, y grosso modo, una selección ritual de lo mejor del canon de Occidente en versión francesa)”7. Convencidas de tener en sus manos una misión histórica, se dieron a la tarea de liberar al pueblo de su condición; y a la nación, de un pueblo sin conciencia de su destino. Estos esfuerzos se tradujeron en una serie de iniciativas políticas, económicas, sociales y culturales que se impusieron como políticas de Estado8. Desde aquí, se privilegió la Educación como canal y dispositivo a través del cual se aseguraría la modernización de la población analfabeta. El Estado se convirtió en el gestor de los intentos por “civilizar” al pueblo. Así, a través del Ministerio de Educación Nacional se lanzaron una serie de campañas de divulgación cultural, que en medio de un intento por lograr un contacto masivo con la población, introdujeron las nuevas tecnologías de comunicación con un carácter educativo a dichas campañas. La cultura, convertida en elemento diferenciador entre las elites políticas e intelectuales y el pueblo, fue el campo desde el que se moldearon los usos de dichos medios. Desde allí, la misión de las 5
SILVA, Renán, “Ondas Nacionales, la política cultural de la República Liberal y la Radiodifusora Nacional de Colombia”, en Análisis Político, Bogotá, n° 41, IEPRI, septiembre-diciembre, 2000, p. 4. 6 «... lejos del ideal iluminista de la homogenización cultural a través de la distribución equitativa de la noción de ciudadanía, en el modernismo hay un interés deliberado en construir las diferencias y el concepto cultura es uno de los iconos sobre los que éstas se fundamentan […]. Así, el carácter selectivo con el que se definió la noción de cultura y, más precisamente, su relación con el crecimiento espiritual de los individuos sirvió de refuerzo a las teorías racistas que dominaron el pensamiento social euroamericano del siglo XIX», en FIGUEROA, José Antonio, op. cit., p. 66. 7 MONSIVÁIS, Carlos, Aires de familia, cultura y sociedad en América Latina, Barcelona, Editorial Anagrama, S.A., 2000, p. 20. 8 A este respecto Monsiváis advierte: «En la primera mitad del siglo XX, hablar de cultura en América Latina es afirmar el corpus de la civilización occidental más las aportaciones nacionales e iberoamericanas. No obstante el antiintelectualismo prevaleciente, la devoción por el conocimiento es muy grande, y el lema de la Universidad Nacional Autónoma de México, ‘Por mi raza hablará el espíritu’, creado por José Vasconcelos, admite y exige la siguiente traducción: los únicos autorizados para hablar en nombre de la raza (el pueblo) son los depositarios del Espíritu, los universitarios, la gente letrada. Guiados por esta fe en los poderes de la minoría selecta, los grupos de intelectuales y artistas producen obras de consideración y defienden, crean, investigan»; Ibid., p. 11. Podríamos entonces ampliar la afirmación diciendo que desde este horizonte cultural, en el cual las elites colombianas se hallaban inmersas, la tarea histórica asumida por ellas iba más allá de las políticas culturales estatales y de las acciones de nuestros gobernantes, dando forma así a una gran producción cultural de la “minoría letrada” que puede leerse en un horizonte de más largo alcance.
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instituciones culturales del Estado se orientó hacia dos objetivos principales: por un lado, poner la cultura al alcance de las masas, y del otro, encauzar sus manifestaciones en beneficio directo del pueblo. El primero, se refería a la intención de ampliar el acceso del pueblo a los bienes culturales a través de una divulgación masiva, y el segundo, a la integración de la población a un mismo orden y cultura. Pero además, la labor cultural encomendada a dichos medios deja ver la forma en que se entendía la comunicación desde las instituciones culturales del Estado: como un proceso unidireccional, en el que sin la intervención de ninguna mediación se lograría un efecto inmediato en estos sectores. Dentro de esta concepción, el cine y la televisión serían entendidos también como instrumentos, herramientas o vehículos de dicho proceso. Partiendo de una definición de cultura y educación sustentada en su carácter y función social, y del convencimiento de la obligación del Estado de garantizar las condiciones para la participación y acceso de toda la población a los bienes culturales, uno de los puntos centrales de su política fue el extender y difundir la cultura. El Ministerio de Educación Nacional se convirtió así en el “instrumento cultural de la República”9, y desde allí se emprendió, entre 1935 y 1936, el Proyecto de Cultura aldeana y rural, campaña de divulgación cultural que no tenía precedentes en la educación pública colombiana y que en medio de su intento por lograr el acceso “masivo” de la población a los bienes culturales, y al tiempo, una comunicación masiva entre el Estado y las masas, introdujo el uso de la radio y el cinematógrafo; uso que continuó con inconvenientes y limitaciones económicas y operativas durante los siguientes gobiernos. El proyecto estaba inspirado en las misiones pedagógicas creadas por Vasconcelos en México (1923), en las misiones pedagógicas organizadas durante la República española y en las reformas de Rafael Bernal en Boyacá, y se nutría de la gran preocupación por la brecha existente entre el mundo rural y el mundo urbano10. La iniciativa de Luis López de Mesa, Ministro de Educación en aquel entonces y artífice del proyecto, era sin embargo ambiciosa, pensaba implementar una plan de progreso para la “aldea” colombiana: “... dirigido a municipios o corregimientos con entre quinientos y cinco mil habitantes, que retomó tanto las concepciones biologicistas y las propuestas médicas de defensa de la raza, como las nuevas concepciones antropológicas y el discurso del gobierno de López sobre los fines culturales de la educación pública”11. Veamos el claro propósito del proyecto en palabras del propio Ministro: La intención de las disposiciones es la de facilitar al campesino colombiano la mayor suma posible, de bienestar material y de dignidad espiritual, para que ame la vida que le cupo en suerte, y la sirva con efectiva estimación y gratitud. [A las poblaciones] irán frecuentemente comisiones nacionales y departamentales a informarles de cuanto sea útil a sus comodidades y progreso, a su bienestar y alegría. Les enviaremos equipos cinematográficos para su distracción e ilustración, peritos también en higiene, en agricultura, etc., para que siempre
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SILVA, Renán, op. cit., p. 12. HELG, Aline, La educación en Colombia.1918-1957. Una historia social, económica y política, Bogotá, Fondo Editorial Cerec, 1987, p. 152. 11 SÁENZ, Javier, SALDARRIAGA, Oscar, OSPINA, Armando, Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia, 1903-1946, Bogotá, Colciencias, Ediciones Foro Nacional por Colombia, Ediciones Uniandes y Editorial Universidad de Antioquia/Clío, 1997, Vol. II, p. 298. 10
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estemos en íntimo contacto, y la República sea, como debe ser, un verdadero hogar de todos 12 y para todos .
Dentro de este programa, las escuelas normales prepararían a los maestros que, junto al cura, el médico y el alcalde, jugarían papeles centrales en el impulso y construcción de la “cultura aldeana”. Teniendo a la escuela como centro de acción, se ofrecerían charlas sobre temas especializados como religión, moral, higiene, salud y cívica, se prestarían los servicios de la Biblioteca Aldeana, se harían presentaciones cinematográficas y audiciones radiales. En este sentido y refiriéndose a la iniciativa de la integración campesina y nacional, Aline Helg señala: “Era necesario desarrollar la vida en la aldea, sacar a los campesinos de su pobreza cultural y ofrecerles la posibilidad de encontrar otras ocasiones culturales diferentes al mercado y la misa. El Ministerio de Educación proponía la creación de un orfeón, la compra de un receptor de radio y de un proyector de cine, que permitiría organizar fiestas y contribuir a romper el aislamiento de las zonas rurales”13. Aunque la estructura del proyecto de Cultura aldeana era similar a la de las misiones mexicanas, la diferencia fundamental era que la colombiana no intentaba disminuir el peso de la religión, pues según el criterio de López de Mesa, religión y lengua española representaban los elementos cohesionadores de la sociedad colombiana. Este proyecto tenía, pues, básicamente dos radios de acción. Por un lado, se encargaría de asesorar en la reorganización urbanística del poblado, y además los dotaría de radio, cinematógrafo y la colección de la Biblioteca de Cultura aldeana. Esta idea respondía a la convicción de López de Mesa de que “... la transformación de la mentalidad aldeana pasaba por el reordenamiento urbanístico del poblado”14. Por otro lado, este programa de transformación organizaría unas comisiones nacionales de cultura aldeana que integradas por un perito en urbanismo, en cívica, salud, agronomía, pedagogía y sociología, irían de región en región estudiando sus características, determinando sus necesidades más urgentes y promoviendo el progreso de estas zonas a partir de la orientación en las actividades de Cultura aldeana. A pesar de los esfuerzos por consolidar este instrumento en Colombia, el proyecto desapareció pocos meses después de su creación con la llegada de Darío Echandía al ministerio, y la reorientación de las políticas educativas rurales hacia sus problemas políticos y económicos. En este breve lapso, no se logró obviamente crear una cultura aldeana, pero sí se lograron insertar medios masivos de comunicación como política cultural de masas a las políticas educativas públicas. Pero específicamente, se introdujo el cinematógrafo a estas iniciativas, lo que daría un carácter específico al uso del audiovisual como herramienta educativa en los proyectos estatales en Colombia. Muestra de esto es la permanencia de la Sección de Cinematografía Educativa dentro de la División de Extensión Cultural en el Ministerio de Educación Nacional, durante todo el periodo (1935-1953), y por ejemplo, su importante papel dentro de las Escuelas ambulantes impulsadas durante el ministerio de Jorge Eliécer Gaitán en 1940.
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República de Colombia, Ministerio de Educación Nacional, Gestión Administrativa del Ministerio de Educación – Bogotá, Colombia, Imprenta Nacional, 1935, p. 61. 13 HELG, Aline, p. 153. 14 SAENZ, Javier, et. al., op. cit., p. 299.
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Es claro entonces cómo el uso de medios como la radio y el cinematógrafo estuvo ligado a las campañas estatales de modernización: a las iniciativas que desde el Estado se construyeron para introducir e incorporar a las cada vez más visibles “masas” al proceso y a las creadas en este sentido para lograr un vínculo o una comunicación entre el Estado y el pueblo15: “Fue así como se le asignó al Estado la tarea de gestión y ejecución de políticas dirigidas a superar el atraso económico y avanzar en la civilización del iletrado, o sea, irradiar del centro a la periferia rural, aquella ilustración necesaria para incorporarlo al mercado, y de paso doblegar temperamentos ariscos que no encajaban en el concepto de civilización de los manuales”16. El uso estatal de los medios masivos y más precisamente de los medios audiovisuales, el cine y posteriormente la televisión, definió su carácter anudando su función al proyecto nacional estatal de las elites liberales y posteriormente al de las elites conservadoras. 1.2 La cinematografía educativa: la imagen que “educa” y “colombianiza” El cinematógrafo se entendió como una institución de educación popular al servicio del Estado. A través suyo se intentaba fomentar el espíritu nacionalista, lograr una vinculación entre las regiones, servir al progreso de la industria y la agricultura, entre otros. Por esto, desde muy temprano apareció el problema de la necesidad de crear una legislación que declarara este medio de interés nacional, es decir, que los pusiera al servicio de la nación, y que además controlara el uso que le pudieran dar las iniciativas privadas17. Por un lado estaba la desconfianza y la desaprobación del uso que le pudieran dar intereses comerciales, situación o tensión que ya venía ocurriendo con el manejo de la radio, que se manifestaba ahora con el cine y que aparecería más tarde con la televisión. Convencidos de que nada bueno tendrían estas propuestas, las descalificaron mostrando su desconfianza hacia los valores morales que transmitirían sus contenidos Además, de esta manera se garantizaría un entretenimiento “honesto” y educativo para la población. El uso del cinematógrafo se pensaba desde unos contenidos determinados por los fines sociales atribuidos a la educación pública. Era partiendo de una visión peyorativa del pueblo, desde la que se negaba cualquier capacidad intelectual y sobre todo ética y moral, que se concebía el necesario control de las imágenes que exhibiera esta tecnología. La explosividad o mejor el carácter seductor de la imagen, apuntaba directamente al miedo de las elites por la ausencia de control sobre las subjetividades del pueblo18. El uso educativo del cine estaba además 15
Una problematización más amplia de esta relación se encuentra en el primer capítulo de la Monografía de Grado sobre la que se basa este artículo. 16 CASTELLANOS, Nelson, “La radio colombiana, una historia de amor y de olvido”, en Signo y Pensamiento, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Departamento de Comunicación, vol. 39, n° 15-23, p. 16. 17 SILVA, Renán, op. cit. p. 12. 18 Aquí habría que precisar que la educación, por lo menos durante la primera mitad del siglo XX, se entendió a partir de dos funciones o fines sociales: formación e instrucción. La Educación sería pues la suma de la adquisición de conocimientos y el desarrollo de las facultades del hombre: entendimiento, sensibilidad y voluntad. La Formación indicaría una serie de saberes que dotarían de una «cultura» a los aprendices, de unos valores morales, de una manera de ser civilizada; en cambio, la Instrucción proporcionaría unos saberes técnicos, un conocimiento procedimental, si se quiere metódico, que modernizaría los oficios, la producción, la economía. El conocimiento técnico sería concebido como «neutro y universal», como un método accesible a todos y que no representaría ningún riesgo, pues no habría manera de desviarlo. El punto problemático o estratégico sería más bien el ámbito de la Formación, el de la moral y el de la ética, pues a partir de éstas los hombres decidirían el uso que le darían a los conocimientos técnicos; ver SAENZ, Javier, et. al., op. cit., p. 435.
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íntimamente relacionado con el proceso de higienización de la población que había comenzado años atrás: “En las proyecciones se traerán a los ojos de los ciudadanos las imágenes del bienestar, así la relación ciudadano-bienestar [...] descubre nuevos espacios y actores: las industrias y sus corredores impecables, los clubes sociales que acogen numerosos afiliados bien vestidos, limpios y sonrientes, y la clase dirigente que muestra todas sus galas y opulencia con su sonrisa aséptica. Para llegar a ser como dictan estas imágenes es necesario hacer un recorrido, posible únicamente en tanto la ruta sea definida por una carta de navegación llamada Educación”19. Aquí vale anotar el contexto en el que se presentaban dichas funciones: en plazas, pero acompañadas de otras actividades que reforzaban y sobre todo dirigían la actividad educativa: una biblioteca y discoteca móvil, conferencias de especialistas en medicina, odontología, cívica e higiene. Lo mismo mostraban las imágenes en el cinematógrafo, a través de las cuales se intentaba una difusión y el aprendizaje de los hitos y características de los individuos modernos. Sin embargo, refiriéndose a las películas dirigidas al aprendizaje de técnicas agrícolas modernas, la autora citada advierte una contradicción. No eran imágenes que mostraran y explicaran dichas técnicas, más bien, con una intención más documental que didáctica, sus imágenes dejaban ver oficios y un orden social que habría que mantener a través, en este caso, de la exhibición del lugar de cada quien: “Los temas agrícolas que existen en el archivo fílmico son de carácter documental, exposiciones de ganado, por ejemplo [...]. En los primeros minutos de esta cinta, se muestra a los campesinos trabajando la tierra, parecería que en breve se vería una cadena de imágenes que explicaran el proceso del arado, pero en cambio, la cámara recorre el paisaje hasta encontrar las reces que después aparecerán junto a sus dueños en la exposición”20. En todo caso, desde los inicios del cine educativo fue clara la necesidad de producir películas documentales acerca de temas nacionales: propaganda agrícola, higiénica, industrial, geografía, historia natural, entre otras. Algunos títulos de las películas exhibidas fueron: Antioquia Monumental, Antioquia Minera, Antioquia Industrial, Antioquia Religiosa, Sombras de una civilización (film documental de los monumentos de San Agustín), Bucaramanga su ciudad y su paisaje, Ceremonias conmemorativas de la muerte del general Santander (noticiario), La fiesta de la Juventud Colombiana (noticiario), Cúcuta ciudad señorial”21. Se privilegió el género del documental para el cumplimiento de las tareas encomendadas a la cinematografía educativa, y esto porque se pensaba era el que tenía un carácter educativo por excelencia, pero, además, porque entregaría la “visión de un pueblo”, es decir, permitiría ver, pero sobre todo experimentar la realidad de la nación. Ahí se encontraba su extraordinaria potencia:
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CASTELLANOS PRIETO, Doris, El cine educativo. Las posibles construcciones de una multired productiva e ilustrada, 1930-1940, Trabajo de Grado para optar el título de Antropóloga, Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología, Bogotá, junio de 2000, p. 12. 20 Ibid., p. 51. Más adelante se comenta cómo la mayoría de estos documentales y noticiarios fueron realizados por la casa productora Acevedo e hijos. Muchas de las imágenes de los noticiarios mostraban escenas presidenciales, de las elites de las ciudades nacionales, actos oficiales o sociales, donde en todo caso aparecía el Estado -representado por sus funcionarios-, los símbolos de poder -trajes, medallas, insignias, limpieza, orden- y personas agolpadas en la plaza de un pueblo apoyando a sus conductores (pp. 76-77). Así, «la imagen reafirma el orden social que propone el Estado», p. 67. 21 Ibid., p. 52.
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No se trata aquí, claro está, del cine anecdótico, de argumento teatral o novelesco, sino del cine documental que nos da la visión de un pueblo a través de sus paisajes, de sus monumentos, de sus riquezas naturales, de su historia, de su geografía humana, de sus danzas, de sus cantos, de su arte, de su fauna y de su flora. Por cine documental se entienden, igualmente, las producciones animadas de la biología, de las ciencias físicas y naturales, como también los films de tendencia educativa y pedagógica, aunque éste se nos dé muchas 22 veces bajo el ropaje seductor de lo episódico .
El recurso de la imagen en movimiento unida al sonido convertía al cine en un medio ideal para fomentar, expandir y crear sentimientos de nacionalidad, pues permitiría hacer sentir una realidad: la verdadera existencia de una unidad llamada Colombia. Haría posible exhibir las grandes ciudades de la nación en las zonas rurales apartadas, a personas que quizá nunca tendrían la posibilidad de visitarlas, daría imágenes y sonidos sobre nuestros mares y paisaje, nos haría pertenecer a él, nos mostraría a nuestros compatriotas, sus oficios y “costumbres”, produciendo un sentimiento común. Nos recrearía además un pasado colectivo, haciendo profunda y verdadera nuestra pertenencia a la nación. Nos haría además conscientes de nuestra condición social mostrándonos nuestro lugar dentro una nación de “hermanos”, nos daría las razones, en últimas, para que creciera en nosotros el sentimiento de la nacionalidad –el saberse colombianoy del nacionalismo –el amor y entrega a la patria: Podríamos conseguir fácilmente con los señores Embajadores acreditados en Bogotá la prestación de algunas películas documentales de lugares históricos y otras de música folklórica para la labor de llevar un poco de alegría a las inmensas masas de campesinos que secularmente trabajan la tierra, pero sin ámbito alguno que les muestre un horizonte más risueño y amable. Esto mientras se filman documentales de bellos sitios colombianos para que el pueblo sepa cuáles son las bellezas de su Patria y por qué puede vivir y morir por 23 ella .
Desde sus inicios, en todo caso, el cine educativo tuvo dificultades para cumplir los grandes objetivos asignados a su labor: la falta de presupuesto, de profesionales en el manejo de los equipos, la falta de una producción consistente por los altos costos que implicaba, la poca capacidad de movilidad hacia las diferentes regiones del país, entre otros por la carencia de infraestructura como carreteras y electricidad en todo el territorio. La llegada de los conservadores al gobierno provocó cambios en el proyecto de Extensión Cultural, el cine educativo perdió fuerza como proyecto. De cualquier forma, ya desde un proyecto nacional conservador se le siguió considerando un medio al servicio de la nación a través del cual se contribuiría enormemente a lograr la unidad que garantizaría la paz en Colombia. Aunque siguió entendiéndose como un medio de difusión y divulgación cultural, se enfatizaron sus fines morales, religiosos y la necesidad de que sirviera para el fortalecimiento de sentimientos y actitudes nacionalistas. 1.3 La seducción audiovisual: el acceso directo a las mentes de las masas
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República de Colombia, La obra educativa del Gobierno en 1940, La Extensión Cultural, Tomo III, Bogotá, Imprenta Nacional, 1940, p. 139. 23 República de Colombia, Ministerio de Educación Nacional, Memoria del Ministro de Educación Nacional, 1951, p. 62.
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El cine aparecía como un nuevo modo de experiencia sensorial. La novedad que éste introducía era sin duda la seducción de los sentidos que involucraba, la provocación del ojo y el oído envueltos en movimiento; experiencia que se asociaba con algo placentero, fácil, cómodo, impactante, directo, opuesto quizá a las exigencias intelectuales de la lectura, al silencio y complejidad que exigía. La seducción entonces, se atribuía por un lado al estímulo sensitivo y por el otro, a la comodidad que representaba su consumo. Pero además, el carácter seductor de este novedoso lenguaje se refería a la capacidad de apoderarse de la atención que tenían las imágenes en movimiento, que unido al sonido atraparía a los sujetos en una experiencia cognoscitiva poderosa: una completa provocación a los sentidos. El audiovisual, en esos años posible de ver sólo a través de las grandes pantallas, sería por esto un instrumento ideal que facilitaría el proceso de aprendizaje a las masas, esto es, a las mayorías de “modestas inteligencias”. Se asociaban de esta manera los procedimientos “fáciles” y “cómodos” con las necesidades y estado mental del pueblo. Pero más allá, se relacionaba su universo mental y sus prácticas con el uso de los sentidos, aunque no de la razón: para los analfabetas que no conocían de procedimientos intelectuales “complejos”, lo ideal sería atraerlos al aprendizaje a través de procedimientos sencillos que acudieran directamente a los sentidos: La sección de cinematografía educativa puede llegar a ser uno de los principales elementos de cultura de que disponga el gobierno en este país. Por los ojos y por el oído es por donde podemos atraer las masas campesinas hacia el estudio y hacia el perfeccionamiento de la 24 personalidad .
Sin embargo, no se pensaba el audiovisual como un lenguaje al cual habría que explorar y explotar, más bien como una tecnología que por sus características representaba un instrumento idóneo para atraer a las mayorías y traspasar conocimientos, para vertir sobre las multitudes la cultura de la civilización: El cine por su ubicuidad, por la plasticidad de sus imágenes, por el ritmo interno que gobierna sus creaciones, por su poder de síntesis de las grandes formas expresivas de la vida moderna, por los procedimientos directos y animados que impresionan vivamente la mentalidad de cualquier público con más vigor que la simple lectura de un libro o de un cuadro de estadística, es el vehículo más eficaz para llevar la cultura a la escuela, a la sala comunal, a la aldea remota, a las masas populares, en una palabra25.
Esta nueva tecnología se entendía además como un instrumento que proporcionaría un entretenimiento “productivo” a la población. Convencidos de las malas, insanas e improductivas costumbres de estos sectores, la cinematografía se presentaba casi como un instrumento de rescate a través del cual sería posible transformarlos, poniéndolos en contacto con la cultura moderna, con los sectores dirigentes, haciéndolos parte integral del conjunto social. Pero además, al considerar el lenguaje audiovisual como medio que provocaría los sentidos y como una forma de entretenimiento, se intentaba casi poner una benéfica trampa a las inocentes y maleables masas: sin darse cuenta y guiadas sólo por el deleite de sus sentidos, se convertirían en los ciudadanos deseados: 24
República de Colombia, Informe del Director de la Biblioteca Nacional, Memoria del Ministerio de Educación Nacional al Congreso de 1936, Bogotá, Imprenta Nacional, 1936, p. 43 (las cursivas son mías). 25 Ibid., p. 39.
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Para el niño, el estudiante, los padres, el maestro, el obrero y el campesino, el cine cultural puede ser la revelación de un mundo nuevo, la escuela del conocimiento práctico, el instrumento de su incorporación fácil y casi regocijada a una cultura útil que insensiblemente los desatará de la ignorancia, el prejuicio y la viciosa conformidad de sus placeres actuales para nutrirlos de un concepto más saludable, más activo y más ambicioso de su propia vida y 26 de lo que de ella tienen derecho a exigir .
Sin embargo empezaban a aparecer concepciones más amplias sobre el cine, o mejor, sobre el lenguaje audiovisual. Éstas, además de anunciar su gran potencial en cuanto instrumento educativo, advertían otras posibilidades: los cambios en la percepción del tiempo y el espacio, las nuevas experiencias de lo real, la conjunción, o mejor, convergencia entre ensueño y realidad o la manipulación de lo “real”, el breve e intenso movimiento de lo fugaz: Hay que entender, y entender aprisa, el tesoro de oportunidades de feliz aprovechamiento que estas novedades han puesto en nuestras manos. Si las contemplamos desde un punto de vista filosófico estaría tentado a decir que nos están probando que magia y realidad convergieron al fin en la historia del hombre, que nos arrebataron del mundo objetivo y plástico a otro de muy sutiles esferas e intrincadas trayectorias. ¿Quién me diría ante la pantalla o el radioreceptor si eso es una nueva realidad o una nueva modalidad de ensueño? Aquel mundo discreto y mensurable que se daba parcamente al ritmo lento de nuestros pasos se nos escapó al fin, niveló sus cordilleras bajo el ala del avión, enjutóse en el espacio al raudo choque de las ondas hertzianas, transmutose en juguete deliciosamente colorido y móvil en su 27 figuración cinematográfica, y tiende como a disolverse en una sensación fugaz... .
Podemos decir entonces que la labor cultural encomendada desde el Estado a las modernas tecnologías fue tejiendo una noción de comunicación que tenía como sustrato la necesidad urgente del Estado de ponerse en contacto masivo con el pueblo. Esta necesidad se tradujo en políticas culturales de masas que tenían como objeto educar al pueblo a través de la ampliación del acceso a los bienes culturales y a las prácticas de la vida moderna. El uso que se le dio en este marco al cinematógrafo, las funciones que se le atribuyeron y la manera en que se entendieron las cualidades y potencialidades de su lenguaje, fueron dando forma a una conceptualización que nutriría años más tarde el carácter de una nueva tecnología de comunicación masiva que aparecía en el escenario nacional: la televisión. 2. La televisión como medio para culturizar, y la cultura como imagen para comunicar En la escasa literatura de la historia de la televisión en Colombia28, y en el reducido número que se detiene a estudiar los primeros años de este medio, es frecuente encontrar la idea o excesiva 26
República de Colombia, Memoria del Ministerio…, op. cit., p. 58 (las cursivas son mías). República de Colombia, Ministerio de Educación Nacional, Gestión Administrativa del Ministerio de Educación – 1935, Bogotá, Imprenta Nacional, 1935, p. 74 (las cursivas son mías). 27
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Aunque en Colombia se han hecho estudios sobre prensa, cine y radio desde el marco de las relaciones entre comunicación y cultura, son verdaderamente escasas las investigaciones que desde la historia respondan a éste problema en relación a la televisión. Las investigaciones en Colombia se han realizado por lo general desde la comunicación social y la sociología. La historia como disciplina, y en general las Ciencias Sociales, no se han articulado en un estudio juicioso e interdisciplinar de éste tema y menos aún del de la televisión. Estrictamente desde la disciplina histórica y en relación a la televisión, encontramos una sola monografía realizada en el
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preocupación por relacionar el carácter que asumió la televisión durante sus primeros años con el proyecto político del General Rojas Pinilla. Si bien es cierto que Rojas, en medio de sus intenciones de celebrar con gran bombo el primer año de su gobierno, trajo la televisión al país, el uso que se le dio a ésta “nueva” tecnología desde el Estado no representaba ninguna novedad en relación al uso estatal de los medios masivos como el cine. Nos acercaremos a la forma como se entendió y usó la televisión en sus primeros años a partir de dos ejes centrales. El primero mostrará como ya para los años cincuenta, los medios de comunicación masiva se constituían claramente como espacios estratégicos de control político. El segundo eje, analizará la manifestación de la tradición de uso estatal de los medios masivos de comunicación, en la propuesta de difusión cultural de géneros como el teleteatro, en la tensión en que se debatía el carácter estatal o privado del medio y en la conceptualización oficial de la televisión que se hacía desde el Boletín de Programas de la Radiodifusora Nacional. 2.1 Una batalla mediática: la disputa por la legítima voz del pueblo. En medio del intento por lograr construir un sistema de legitimidad por fuera del tradicional consenso entre las elites bipartidistas tradicionales, Rojas Pinilla hizo un amplio manejo de los medios masivos de comunicación, a través de los cuales se llevó a cabo una gran red de propaganda a su gobierno, a sus obras y a su imagen política. No obstante, este manejo no difería en mucho del que se había hecho en años anteriores. Desde hacía tiempo era evidente la politización de los medios, hecho que se expresaba básicamente en dos fenómenos que no se excluían entre sí, antes más bien iban de la mano: por un lado, en el control y uso partidista de la información a través de la radio o el periódico en medio del escenario nacional de los intensos enfrentamientos políticos, y, por el otro, en el intento estatal de utilizarlos para hacerse ver y oír dentro de la población y para llevar a cabo sus políticas culturales de masas (por ejemplo en los proyectos de Cultura aldeana, Escuelas ambulantes y el cine educativo). Ya para los años cincuenta y después de los acontecimientos del 9 de abril, aparecían con claridad para nuestros gobernantes las potencialidades de las nuevas tecnologías: Principio que [...] expresa lo que ha arraigado en la conciencia colombiana después de las experiencias sufridas en carne viva: que un instrumento tan poderoso no puede estar al servicio de intereses distintos de los nacionales, ni a merced de imprevisiones que permitan 29 volverlo en cualquier momento contra la entraña de la Patria .
Los medios masivos de comunicación se mostraban como espacios estratégicos de necesario y disputado control. Muestra del grado de politización al que habían llegado estas tecnologías ya para 1953, es el hecho de que gran parte de la oposición al gobierno de Rojas se llevó a cabo desde los editoriales de la gran prensa, esa a través de la cual se expresaban los intereses y puntos de vista de las elites políticas y económicas bipartidistas. Era desde allí que se juzgaba y Departamento de Historia de la Universidad de los Andes a nivel de pregrado, RAMÍREZ, Lina. El establecimiento de la televisión en Bogotá: un proyecto político y cultural auspiciado por el gobierno de Rojas Pinilla (1953-1956), Trabajo de grado para optar el título de historiadora, Departamento de Historia. Universidad de los Andes, Bogotá, 2000. 29
Radiodifusora Nacional de Colombia, Boletín de Programas, Bogotá, Publicación Mensual, No 115, junio de 1953, Editorial H. Gutiérrez Luzardo, Imprenta Nacional, 1953, p. 1.
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condenaba al régimen, y desde donde se había llamado al pueblo colombiano a conformar un Frente Democrático en defensa de las “libertades” constitucionales. Rojas libraba una lucha mediática con sus adversarios que se expresaba en los diarios, en la radio y en las censuras y decretos que intentaban controlar la información y declaraciones de la oposición, batalla en la que además se disputaba la legítima representación de la opinión pública y del interés nacional. En cumplimiento de sus convicciones, el General lanzó en 1954 un decreto que penalizaba las calumnias y/o las injurias que se hicieran públicamente a su gobierno; además, a través de un estatuto de radio intentaba reglamentar la información transmitida. En 1955 censuró a la prensa argumentando la necesidad de garantizar “una prensa libre pero responsable” y ese mismo año clausuró el periódico El Tiempo, que ejercía la más dura oposición y que en 1956 reapareció como Intermedio. El periódico laureanista El Gráfico dejó de circular debido a una multa impuesta por el gobierno por difamación y reapareció como Información, a El Espectador se le negó la autorización para publicar una carta en contra del presidente y dejó de circular para reaparecer con el nombre de El Independiente en 195630. Además, los discursos del presidente criticaban duramente el desempeño de los grandes periódicos, y más aún el de sus periodistas que, según él, estaban sólo al servicio de los intereses de quienes les pagaban. Rojas Pinilla supo aprovechar el lugar estratégico de los nuevos medios de comunicación, concretando en poco tiempo una red de propaganda intensa, dentro de la cual se crearon y movilizaron símbolos que tendrían un papel importante dentro del escenario político nacional unos años después. Convencido de la importancia del manejo mediático, puso a su disposición la Oficina de Información y Propaganda del Estado -Odipe-, que había sido creada durante la administración de Laureano Gómez en 1952 y desde la cual se controlaría la radio, los periódicos y se manejaría la imagen de Rojas bajo la dirección de Jorge Luis Arango31. Más tarde, en agosto de 1956, creó la Empresa Nacional de Publicaciones -ENP-, organismo oficial que controlaría desde la importación del papel hasta los impresos, y desde el cual se empezó a publicar en 1956 el periódico Diario Oficial, que con un bajísimo costo al público (dos centavos cada ejemplar frente a 15 centavos de los otros periódicos) buscaba poner la voz del gobierno al alcance de un consumo masivo. Además, creó en 1955 el radioperiódico Actualidad Nacional, desde el cual se ejercía una dura crítica a los “magnates” del periodismo, se transmitía información oficial y el ideario rojista. Al tiempo, emprendió una amplia campaña visual que incluía la difusión de fotos y afiches con su imagen y el símbolo de la “Tercera Fuerza”. Las obras de infraestructura y demás, realizadas durante su gobierno, fueron bautizadas con su nombre y con el de “Movimiento 13 de Junio”. Por medio de telegramas, microgramas y discos se difundieron sus consignas, un noticiero oficial presentado antes y después de cada función de cine era el encargado de mostrar las actividades realizadas por el presidente32, donde además se proyectaba un vidrio con su imagen; al mismo 30
URÁN, Carlos, Rojas y la manipulación, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1ª edición, 1983, pp. 92-93. Jorge Luis Arango contaba con una amplia y reconocida trayectoria dentro del Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación Nacional y fue nombrado director de la Odipe por el General Rojas Pinilla; ver VIZCAÍNO, Milcíades (coordinador), Historia de una travesía, cuarenta años de la televisión en Colombia, 1ra. Edición, Bogotá, Inravisión, 1994, p. 16. 32 RAMÍREZ, Lina, “El gobierno de Rojas y la inauguración de la televisión: imagen política, educación popular y divulgación cultural”, en Historia Crítica, Bogotá, Universidad de los Andes, n° 22, julio–diciembre de 2001, pp. 131-159 (este articulo está hecho en base a la Monografía de grado mencionada anteriormente). 31
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tiempo, se publicaron libros como Seis meses de gobierno, El 13 de Junio. Rojas escribió El ideario de la “Tercera Fuerza” y El pensamiento económico y social del presidente; y Lucio Pabón Núñez, por su parte, escribió El conservatismo y el programa católico-bolivariano del presidente Rojas Pinilla. Además, la televisión nacional, inaugurada el 13 de junio de 1954 dentro del marco de los eventos programados para la celebración del primer año de gobierno, tuvo como presentación durante sus primeros meses de actividad una imagen fija donde aparecía el General, al lado suyo un cuadro de Bolívar y sobrepuesta una cámara de televisión. El uso mediático para fines político-propagandísticos se venía dando desde años atrás dentro de las dinámicas de la competencia política nacional, lo que evidenciaba la claridad de nuestras elites acerca de la necesidad de ejercer un control sobre las nuevas tecnologías de comunicación; al tiempo que se fortalecía su convicción de ser ellas “instrumentos” del Estado, y en éste sentido, de ser medios de comunicación entre el Estado y el pueblo, aunque no en sentido contrario. En la misma dirección se encaminó el proyecto de las escuelas radiofónicas lanzado por el General, que se sustentaba en el trabajo que venía realizando el sacerdote José Joaquín Salcedo en el Valle de Sutatenza y que había sido retomado y apoyado por la Iglesia católica como parte de sus programas de “Acción Cultural Popular”. El sacerdote Salcedo había organizado una pequeña emisora y había repartido varios receptores en el área con el objeto de solucionar el problema de la falta de curas en el campo, “recristianizar”, alfabetizar y proteger a los campesinos33. Rojas quiso también apoyar y difundir este método a nivel nacional, y en 1955 anunció en su discurso del 1o. de marzo la inauguración de las escuelas radiofónicas del ejército: Es éste el plan que hoy se pone en marcha y del cual esperamos conseguir dos importantes consecuencias: la primera, que los campesinos que llegan a cumplir el patriótico deber de prestar su servicio militar gocen del beneficio de la instrucción gratuita, o quienes aún se hallan en las tinieblas del analfabetismo puedan salir de tan lastimoso estado [...] Reciban todos mi cálida voz de aliento y la seguridad de que mientras dure mi mandato no dejaré fracasar esta obra, en la que están fincadas las mejores esperanzas de redención para la Patria, porque no hay progreso material sólido ni verdadero aumento de riqueza, si no se fundan 34 sobre el pedestal de la educación y la cultura del pueblo .
2.2 La televisión: un nuevo medio de comunicación masivo dentro de una tradición de uso estatal La inauguración de la televisión se llevó a cabo en el marco la conmemoración del primer año de gobierno que se cumpliría el 13 de junio de 1954. Rojas institucionalizó la fecha y programó una serie de eventos para la celebración de la “Fiesta cívica nacional”. Por medio de la Odipe, se exigió a todos los alcaldes del territorio colombiano la constitución de un comité cívico encargado de preparar la celebración, en la cual debería inaugurarse o en su defecto festejarse el aniversario de alguna obra pública y bautizarla con el nombre “13 de Junio”. Para Bogotá y sus alrededores se tenía programada, entre otras cosas, la inauguración de la televisión, pero con la intención de ampliar más adelante el servicio a todo el territorio nacional, pues la antena con que
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HELG, Aline, op. cit., p. 244. Acción Cultural Popular, “Mensaje de Su Excelencia para inaugurar, el 1o de marzo de 1955, las Escuelas Radiofónicas del Ejército”, en “Rojas Pinilla, mensajes y discursos”, op. cit., pp. 34-36 (las cursivas son mías). 34
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se contaba inicialmente y que estaba ubicada en el nevado del Ruiz, cubría solamente la Sabana de Bogotá y la ciudad de Manizales35. Antes de inaugurada, la televisión había sido puesta en manos de la Odipe encargándola de cumplir y hacer posible dicho evento, pues esa oficina contaba con su propio presupuesto y esto agilizaría la gestión. Rápidamente, esta entidad asignó a la Radiodifusora Nacional de Colombia las actividades de la Televisión Nacional, cuyo director en ese entonces era Fernando Gómez Agudelo. Entidad que a su vez, estaría por decreto bajo el control directo de la Dirección de Información y Propaganda del Estado36, y que asumió su nueva labor como prolongación del trabajo cultural que venía realizando a través de la radio y de su publicación mensual, el Boletín de Programas37. Los lineamientos esenciales que prefijaron la fundación de la Radio Nacional subsisten, pero evolucionados, amoldados a las necesidades de tiempo y lugar y prolongados en el sentido y en la orientación que marcan las nuevas rutas que cada día va abriendo el progreso de la 38 ciencia electrónica .
Desde hacía catorce años, la Radiodifusora Nacional venía adelantando las tareas de difusión y divulgación cultural como Institución del Estado. A través de su labor se materializaba la concepción fundamental que nutría el uso estatal de los medios masivos de comunicación por lo menos desde 1930. Al asignar las actividades de la televisión a la Radiodifusora, se intentaba integrarla al proyecto cultural de esta institución, y además, ampliar los instrumentos a su disposición para difundirlo. Fue entonces desde dicha entidad, y desde ésta como dependencia de la Dirección de Información y Propaganda que se definió la orientación de las labores de la radio y la televisión como componentes esenciales de un mismo proyecto. Aunque en 1955, contando la televisión sólo con un año de actividades, se creó por decreto la Televisora Nacional como el organismo que tendría a cargo el funcionamiento del medio, ésta siguió trabajando ligada a las actividades y orientaciones de la Radiodifusora, y éstas dos, dentro de una misma dependencia de la Dirección de Información y Propaganda del Estado. El artículo 1o. de dicho decreto afirmaba: “A partir del 1o. de Febrero de 1955 la Dirección de Información y Propaganda del Estado de la Presidencia de la República, funcionará con las siguientes dependencias: I. Dirección General. II. Televisión y Radiodifusora Nacional. III. Cinematografía”39. Así, a pesar de que existía una sección de Televisión dentro de la Dirección, el Boletín de Programas de la Radiodifusora siguió siendo la única publicación de la dependencia. A través de éste se expresaban los propósitos, concepción, deber ser y orientación oficial de radio y televisión, al tiempo que se publicaban artículos sobre “alta cultura”: música clásica, teatro, literatura, ballet, opera, se anunciaba la programación radial del mes, y ya a partir de Agosto de 1957 la programación mensual de la televisión.
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RAMÍREZ, Lina, op. cit., p. 137. En 1954 se expide el Decreto 3336 que dejaba a la Radiodifusora Nacional como dependencia de la Secretaría de Información y Propaganda de la Presidencia. 37 RAMIREZ, Lina, op. cit., p. 138. 38 Radiodifusora Nacional de Colombia, Boletín de Programas, Bogotá, Año XV, abril de 1956, No. 141, p. 1. 39 Decreto No. 0101 de 1955, en VIZCAINO, Milcíades (coordinador), op. cit., p. 32. 36
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Una lectura de esta publicación entre los años de 1953 y 1957 nos deja ver la forma en que se entendían desde el Estado estas dos tecnologías y su labor. A pesar de diferenciarse en su formato y técnica, las dos deberían cumplir básicamente las mismas tareas y servir a los mismos fines. Las dos tendrían una función eminentemente cultural. Los dos medios deberían centrarse en la difusión y divulgación de la cultura, y en la creación y mantenimiento de una conciencia colectiva y un espíritu nacional, acorde con las necesidades más apremiantes del país. Por eso, el lema de la Radiodifusora y de la Televisión Nacional promulgado a través del Boletín era: “Una responsabilidad y una oportunidad de servir al pueblo colombiano”40. Difusión, divulgación, extensión, estímulo y propagación, no eran en todo caso tareas nuevas atribuidas a los nuevos medios. Por lo menos desde 1935, cuando se iniciaron los proyectos de Cultura aldeana y cinematografía educativa, venían siendo las estrategias fundamentales a partir de las cuales se configuraban las labores de las instituciones culturales del Estado. Por esto, el considerar desde el Estado a la televisión (y a la radio, la prensa, el cine) como vehículo y causa de la cultura, no representaba nada nuevo en el escenario nacional de los años cincuenta. Desde hacía veinte años igualmente, nuestros gobernantes, ministros de educación, directores de Extensión Cultural y de la sección de cinematografía educativa, funcionarios estatales de instituciones culturales como la Radiodifusora Nacional, entre otros, venían diciendo que estas novedades de la ciencia deberían usarse en las campañas del gobierno para llevar cultura y/o educación al pueblo, para promocionar, incentivar y crear una conciencia nacional. Sin embargo, aunque estaba clara la orientación que tendría el nuevo medio, y pese a las grandes intenciones, un análisis de la programación entre 1954 y 1957 muestra la inexistencia de espacios semanales o programas dedicados específicamente a la instrucción y que tuvieran una continuidad significativa. En 1955 se intentaron hacer programas educativos –en un sentido instructivista- para niños en nivel escolar primaria, pero la programación fue poco consistente y escasa por falta de recursos. Sólo a principios de los años sesenta se relanzó el proyecto de la televisión educativa infantil, el cual duró tres años y se desarrolló con la colaboración de la Agencia Internacional para el Desarrollo -ADI-. En esta misma dirección, sólo hasta mediados de los sesenta aparece un proyecto consistente y estructurado de televisión educativa para adultos, con la creación del Fondo de Capacitación Popular para el desarrollo de la educación a través de la radio y la televisión41. Dentro de la oferta de los primeros años de la televisión, se presentaron más bien una serie de programas, de los cuales los culturales eran los que contaban con más espacio en la cartelera, y dentro de ellos, el teleteatro se distinguió como el género de más continuidad y consolidación durante estos años. En todo caso, es necesario aclarar que dentro de la concepción de la Radiodifusora Nacional y como hemos venido diciendo, éstos serían de todas formas programas educativos. Es importante anotar que fueron pocos los programas con una continuidad sólida como la del teleteatro dedicados a difundir el ideario rojista. Sin embargo, existieron algunos que podrían cumplir esta función y de los cuales los de mayor continuidad eran el Boletín de noticias y las Efemérides, especie de corta presentación diaria de la televisión. Existieron además otros más esporádicos como Aguinaldo Sendas, programado como especial de navidad en 1955; el 40
Radiodifusora Nacional de Colombia, Boletín de Programas, Bogotá, Año XIV, diciembre de1955-enero de 1956, Números 137-138, p. 1. 41 VIZACAINO, Milcíades (coordinador), op. cit., p. 476.
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Programa del 13 de Junio presentado en 1955 para la celebración del aniversario del régimen42; y además, las transmisiones en directo de inauguraciones de obras públicas o alocuciones de ministros y del presidente, que desafortunadamente no se encuentran consignadas dentro de la programación publicada. Podemos decir entonces que la televisión de esos años no fue el medio central para la divulgación masiva del proyecto e ideario rojista, más bien, hizo parte de una amplia red de propaganda creada para este fin. No fue central, primero porque en la década del cincuenta la televisión estaba lejos de ser un medio de consumo masivo43, y segundo, porque los programas dedicados a la propaganda rojista eran más bien escasos -por lo menos desde la información disponible- en comparación al resto de la oferta, que se centró más bien en la divulgación cultural. 2.3 El teleteatro: la puerta de entrada a la cultura universal. La televisión, recién inaugurada en 1954, transmitía dos horas de programación diaria. Este espacio fue sin embargo en aumento: en 1955 se transmitían cuatro horas y diez minutos aproximadamente, empezando a las seis y veinte de la tarde, y a finales de 1957 y durante 1958 en promedio seis horas y media diarias, con variaciones durante la semana y fines de semana y comenzando al caer la tarde44. En todo caso, se destacaba la corta duración de los programas: ya en 1957, Telenews, servicio de noticias extranjeras, transmitía diez minutos, el teleteatro de los jueves aproximadamente veinticinco minutos, el Teatro para niños igualmente, las películas quince minutos, entre otros. En conjunto, la programación se encontraba compuesta por dos tipos de programas determinados por las condiciones técnicas del medio en ese momento: los programas en vivo: musicales, teleteatro, revistas, programas de intelectuales como el de Enrique Uribe White, entre otros; y programas pregrabados: documentales y películas, la mayoría traídas de Estados Unidos45. Como ya lo mencionamos, de la variedad de programas ofrecidos por la naciente televisión y en medio del momento de experimentación en que se encontraba, el teleteatro fue el género más consolidado, de mayor continuidad y alrededor del cual se perfilaba una naciente profesionalización del medio que, sin embargo, ocurría en un principio empíricamente, sobre la marcha. Con Bernardo Romero Lozano como director, adaptador y creador, y quien además era el director artístico de la Radiodifusora y Televisora Nacional, el teleteatro articulaba la 42
No sabemos si este programa fue emitido en 1956 porque no se encontró consignado en la información disponible. Durante los primeros años de la televisión, el número de receptores en el país era muy reducido y la televisión no alcanzaba a cubrir todo el territorio nacional. En 1957, al término del mandato de Rojas, sus servicios cubrían Bogotá y la Sabana, Medellín, Manizalez, Quindío, Valle del Cauca, el Alto Magdalena y Boyacá. Además, los precios de los televisores -aunque en un principio estuvieron subsidiados por el gobierno para incentivar su comprano estaban al alcance de la mayoría de la población. Para más información sobre importación, distribución y venta de los primeros televisores, ver: RAMIREZ, Lina, op. cit., pp. 148-153. En 1961, había en el país apenas 30.000 receptores; REY, Germán, “La televisión en Colombia”, en OROZCO, Guillermo (coordinador), Historias de la televisión en América Latina, Barcelona, Editorial Gedisa S.A., 2002, pp. 117-162. 44 Radiotelevisora Nacional de Colombia, Boletín de Programas, diciembre de 1957-enero de 1958, Nos. 161-162, pp. 62-63. 45 RAMÍREZ, Lina, El establecimiento de la televisión en Bogotá: un proyecto político y cultural auspiciado por el gobierno de Rojas Pinilla (1953-1956), Trabajo de grado para optar el título de historiadora, Departamento de Historia, Universidad de los Andes, Bogotá, 2000, pp. 83-84. 43
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experiencia del radioteatro al novedoso lenguaje de la televisión y a la puesta en escena del teatro, tejiendo una importante relación entre radio y televisión y amplificando la del teatro con estos dos medios. Relación que se manifestaba además en la composición del equipo -entre 1955 y 1957- de técnicos, actores y actrices de este género, provenientes muchos de los primeros de Cuba, algunos técnicos y la mayoría de actores y actrices de la radio y otros de Argentina. Además de su reacción frente al teatro que se hacía tradicionalmente en Colombia, de preferencia de las elites intelectuales, de línea conservadora, moralista, de variedades, declamatorio y poco comprometido, Bernardo Romero veía en los nuevos medios una gran oportunidad para, de un lado, renovar el movimiento teatral involucrándolo en las tendencias modernas, en lo cual estaba empeñado desde años atrás, y del otro, renovar el público “selecto” del teatro tradicional46. Respondía con esto a la necesidad también sentida por él, de propiciar una democratización de la cultura, permitiendo el acceso de las mayorías a la producción cultural universal y a la “incipiente” nacional, contribuyendo así a la creación de una cultura propia, y esto a través de los modernos medios de comunicación, entendidos también por él como vehículos de cultura. En nada difería entonces esta idea de los objetivos de la Radiodifusora Nacional. En todo caso, el teatro se entendía como una manifestación de la alta cultura, y su adaptación para la radio o para la televisión, como una excelente materialización de los anhelos de su masificación, lo que según esta concepción provocaría consecuentemente el fortalecimiento de la unidad de la nación: El teatro ha representado dentro de las culturas un poderoso medio de unificación del espíritu nacional. Más adelante el cine, con su poder de acercamiento, ha reemplazado al teatro en su función altamente civilizadora. De ahora en adelante la televisión, de más fácil acceso y más al alcance de las posibilidades espirituales del hombre moderno, debe proporcionar un medio de difusión de las ideas que contribuyan a establecer fuertes vínculos de unión entre los hombres, y a crear en ellos una conciencia de responsabilidad y de respeto frente al organismo nacional. La televisión pues, llenará una función ampliamente patriótica entre nosotros47.
De esta manera se afirmaba, además, la insistencia y preocupación del Estado por garantizar el medio como servicio social, subordinado a los intereses nacionales. Por eso, el teleteatro representaba un proyecto de televisión ideal a los ojos del gobierno, profundamente preocupado por las propuestas comerciales que encarnaban a sus ojos, los antivalores: Igual que veinte años atrás, lo comercial se identificaba con intereses particulares, con lo inculto, con la diversión malsana promotora de vicios y malas pasiones, con la frivolidad, ausencia de contenidos y escasa densidad. Pero adicionalmente, el que a las llamadas masas les gustara este tipo de entretenimiento, confirmaba, según ésta visión, su ignorancia y su falta de cultura. Aquí se producía un cruce interesante. Tal como vimos en el capítulo anterior, el lenguaje audiovisual se venía entendiendo como algo directo y fácil, seductor, como el mejor medio para llegar y atraer a las mentes sencillas del pueblo por su capacidad de simplificar los complejos contenidos del “conocimiento”. Partiendo de esta concepción, el teleteatro representaba la 46
MARTÍN-BARBERO, Jesús, REY, Germán, Los ejercicios del ver: hegemonía audiovisual y ficción televisiva, Barcelona, Gedisa, 1999, p. 103.
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Radiodifusora Nacional de Colombia, Boletín de Programas, Bogotá, Año XIII, febrero de 1954, No. 116, Imprenta Nacional, 1954, p. 33. El resaltado es mío.
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manera, por un lado, de culturizar este lenguaje, es decir, de llenar la imagen -peligrosa en otras manos- de contenido; y por el otro, de simplificar estos mismos conocimientos gracias a las virtudes de dicho lenguaje haciéndolos asequibles al pueblo analfabeta. Pero adicionalmente, el teatro televisado aseguraría la difusión y, además, garantizaría un espectáculo también masivo, un entretenimiento “sano”. Se identificaba así el gusto popular con el gusto por el espectáculo, pero por uno improductivo, lo cual habría que corregir; y el teleteatro, con la deseada espectacularización de lo culto, con un entretenimiento “educativo”. En todo caso, Bernardo Romero Lozano se preocupó por escoger obras del teatro moderno para sus adaptaciones que planteaban nuevas técnicas dramatúrgicas, nuevos temas y una apertura del panorama teatral a las corrientes internacionales del teatro experimental, intentando así aprovechar el medio para darle nuevos aires al panorama cultural del país48. Al tiempo, se perfilaba la conformación del teleteatro, que duraría más o menos diez años, como un género televisivo que en medio de sus dificultades se preocupaba por mejorar el uso del lenguaje audiovisual, sus formas de narrar. Formas que en todo caso estaban determinadas por las condiciones técnicas del medio: el teleteatro era hijo por un lado de las adaptaciones para el radioteatro, y por el otro, de los programas en vivo, sus obras se asemejaban a una puesta en escena teatral. Así pues, pese a las intenciones y esfuerzos de adaptar el teatro y la literatura al lenguaje televisivo, el resultado era básicamente teatro puesto en televisión49. Sin embargo, lo mismo podría decirse de los musicales y otros programas culturales que se hacían en los estudios de la Televisora Nacional, y que reproducían el “asistir” por ejemplo a un concierto, al ballet o a una conferencia. Lo que demostraba de paso que, por un lado, los desarrollos del lenguaje televisivo se supeditaban en cierta medida a las condiciones técnicas bajo las cuales se hacía la televisión. Durante sus primeros años era poco el conocimiento técnico que se tenía sobre el medio: el trabajo de cámaras, iluminación, sonido y escenografía estaban limitados a este conocimiento y a las rudimentarias condiciones de los estudios50. Por otro lado, este intento por hacer de la televisión un medio difusor de cultura, pasaba por la sublimación del corpus de saber que representaba la alta cultura para los intelectuales y elites letradas -corpus que a sus ojos se manifestaba en la literatura, el teatro, la ópera y música clásica, la filosofía, el arte, entre otros-, y la subordinación del lenguaje audiovisual a lo anterior, convirtiéndolo así en receptor y difusor de la alta cultura, sin mayores inquietudes por explotar sus posibilidades. En todo caso, hay que decir que estas afirmaciones se limitan al análisis de las fuentes documentales usadas en éste trabajo51, límite que expresa la dificultad existente en el país para el acceso al patrimonio audiovisual nacional, dificultad que a su vez se basa en la inexistencia de una legislación y unas políticas precisas para la conservación de este material, y para su utilización pública. La lista de autores y obras escogidas por Romero Lozano para sus adaptaciones y dirección es larga y sugestiva e incluía piezas del teatro y de la literatura universal. Entre 1955 -fecha en que comienza este género- y 1957, algunas de las obras televisadas fueron: Hoy es mañana, de 48
MARTIN-BARBERO, Jesús, REY, Germán, Los ejercicios del ver…, op. cit., p. 140. REY, Germán, op. cit., pp. 145 y 150. 50 Ibid., p. 143. 51 En el libro de Inravisión se encuentran en todo caso fotografías de los escenarios del teleteatro que nos permiten hacer estas afirmaciones, las cuales además se basan en los comentarios hechos al respecto por Germán Rey en las páginas citadas, y en algunas fotografías publicadas en el Boletín de Programas de la Radiodifusora Nacional. 49
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Holloway Horn, El responso, de Rafael Guizado, El cartero del Rey, de Rabindranath Tagore, adaptación de Julio Echeverry y dirección de Romero L., Espectros, de Henrick Ibsen, Prohibido suicidarse en primavera, de Alejandro Casona, Todos los hijos de Dios tienen alas, de Eugene O’Neill, Aguila de dos cabezas, de Jean Cocteau, El Proceso de Kafka y De cara al mar, La mar océana, Gardenia no se va, de Bernardo Romero Lozano, entre muchas otras. En todo caso hay que resaltar aquí el hecho de que sólo hasta 1956 apareció la adaptación de una obra clásica de la literatura colombiana: La María de Jorge Isaacs, lo que mostraba la tendencia a difundir obras clásicas de la literatura y el teatro universal, no obstante se destacaba el intenso trabajo de Romero Lozano como creador. De cualquier forma, el teleteatro no abarcaba toda la programación cultural. Más bien, éste apuntaba a la difusión de la alta cultura, al lado de otros como los recitales musicales que se hacían desde los estudios y eran en su mayoría de música clásica, los conciertos y Coros de la Radiodifusora, el programa semanal a cargo de Enrique Uribe White, el programa Análisis musical ilustrado, Artes y Letras, Teatro de Cámara, entre otros. Además existían algunos dirigidos a difundir la “cultura popular”: Estampas colombianas, que era un sketch cómico original de Álvaro Monroy con la participación de los Tolimenses, el Recital de danzas folclóricas de la academia Kiril Pikieres, el musical de los Tolimenses donde se hacían interpretaciones folclóricas mezcladas con diálogos cómicos en referencia a los “opitas”, Apuntes sobre el folklore, dirigido por Jacinto Jaramillo y que se transmitía los sábados, Chocó adentro y Cartas colombianas. Sin embargo, la mayoría de estos programas no contó con continuidad consistente durante estos años. Dentro de la programación existían a la vez programas o espacios que apuntaban a la consolidación de la identidad nacional. Aunque aquí habría que incluir los antes mencionados, podemos contar dentro de esta categoría por ejemplo a las Efemérides que con una imagen fija y la voz en off, recordaba las fechas patrióticas y otros hechos de este interés; el programa Así se hizo la independencia, dirigido por el coronel Lozano Claves que escenificaba las batallas de nuestra “gesta emancipadora”, Bolivar literario, emitido en noviembre de 1957, Episodios colombianos, en el cual se escenificaban leyendas y la historia del país y El Minuto de Dios. Para los niños estaba Infancia de los Grandes Hombres, que recreaba esta etapa de la vida de grandes personajes colombianos y extranjeros, y se podrían incluir también las alocuciones del presidente y ministros. Además, existían otros espacios dedicados a la información, como boletines de noticias extranjeros, otros dirigidos al público infantil para un sano entretenimiento como el Telecirco, los dibujos animados, La barra infantil, Las aventuras de Pinocho, El mundo del niño, Música para niños, Teleteatro para niños, etc., y otros tantos de entretenimiento para adultos como las películas, concursos y comedias. 2.4. Entretenimiento sano vs. entretenimiento nocivo Un elemento constante y central dentro de los comentarios y editoriales sobre la televisión presentes en el Boletín de Programas, es la insistencia en la necesidad de garantizar la televisión como medio cultural alejado de los “dudosos” y particularistas intereses de las iniciativas privadas. Sin embargo, esta inquietud venía recorriendo la configuración de la relación entre el Estado y los medios masivos de comunicación por lo menos desde hacía veinte años. Como
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vimos unas páginas atrás, este mismo miedo se expresaba en relación a la radio, el cine y ahora la televisión. Sin embargo, casi al tiempo del comienzo del funcionamiento del nuevo medio, empezaron a evidenciarse las limitaciones de la propuesta estatal de televisión y las tensiones que configurarían su uso. Empezaron a aparecer los problemas de la sobrecarga administrativa y los sobrecostos, pues “el carácter estatal del origen de la televisión colombiana tenía que ver con su propiedad, la determinación de la programación, la contratación de personal [...] y en general con todos los elementos de su funcionamiento”52. Pese a la insistencia en hacer de la televisión un medio estrictamente estatal para garantizar su carácter cultural y/o educativo, pronto -desde agosto de 1955-, el gobierno tuvo que ceder a las propuestas de las iniciativas comerciales para alivianar la carga económica de este proyecto: Con miras a este mejoramiento de nuestros servicios, el gobierno nacional estimó conveniente el ingreso de algunos elementos de competencia en el campo de la T.V. y, en consecuencia, le abrió las puertas a la T.V. comercial. Con respecto al funcionamiento de la T.V. comercial conviene aclarar que el Estado no renuncia al control y supervigilancia de 53 cuantos programas se transmitan a través de la Televisora Nacional .
El Gobierno pues, cedía a la nueva empresa Televisión Comercial -TVC-, creada por los directores de Caracol y Radio Cadena Nacional (RCN), un determinado número de espacios para que ésta produjera programas con patrocinio comercial. Sin embargo, el Estado sería el encargado de aprobar o no dichos programas, con lo cual “cuidaba” el buen contenido de los mismos. Aunque la intención inicial era el asegurar que la programación estatal no perdiera peso, pronto la programación de la TVC empezó a crecer y a estar por encima de ésta, lo que significaba que el Estado iba cediendo cada vez más espacios para la televisión comercial. Ya en 1958 se transmitían en promedio seis horas y veinte minutos de televisión diaria repartidas así: dos horas y cuarenta y cinco minutos para programas de planta y culturales, y tres horas y treinta y cinco minutos para programas comerciales. La oferta de la televisión comercial era variada e incluía concursos, revistas musicales, películas y programas culturales como El lápiz mágico, presentado por Gloria Valencia de Castaño y patrocinado por el Banco Popular, que fue el primer programa de la TVC. Dentro de su oferta se encontraban además espacios como Telepáticos de Chiclets Adams, Programa Pielroja, Conteste y Dana paga, El Club del tío Alejandro, la Revista musical de Máquinas de Coser Singer, el Programa de la Esso colombiana, Los postres de Royal preguntan, la Revista Musical Sedeco, Toros de actualidad Icollantas, el Programa Bavaria, Nescafé paga las letras, la Película Gillete, entre otros. Esta modalidad de televisión comercial, manejada básicamente desde la empresa TVC, llegó hasta finales de 1957 y sirvió de base para la configuración más adelante del sistema mixto, único por demás dentro de los sistemas de funcionamiento de las televisiones de América Latina. El sistema mixto consistía en que el Estado, dueño del espectro de ondas electromagnéticas, 52
REY, Germán, op.cit., p. 123. Radiodifusora Nacional de Colombia, “La T.V. como vehículo de cultura”, en Boletín de Programas, Bogotá, Año XIV, noviembre de 1955, No 136, Imprenta Nacional, 1955, p. 45.
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arrendaba espacios a la iniciativa privada, la que se encargaba de producir y financiar sus programas con publicidad. Aunque muy a su pesar el Estado se vio necesitado de la televisión comercial, siguió pensándose a sí mismo, tal como venía haciéndolo, como el representante legítimo de la cultura, la educación, la moral, los valores y la programación con contenido, y en consecuencia, siguió dedicando sus labores dentro de la televisión a los programas culturales y educativos, reservándose una tarea que a sus ojos estaba todavía inconclusa. 2.5 El concepto de televisión desde el Boletín de Programas de la Radiodifusora Nacional A partir de la lectura del Boletín de Programas, durante estos años se percibe, además, y ligado a lo anterior, la concepción que tenía el Estado de la televisión. La reconstrucción de ella nos deja ver fundamentalmente dos dimensiones que, relacionadas íntimamente, componían la concepción que se tenía de la televisión: la primera se refiere a la relación que se establecía entre ésta, la educación y el pueblo; se partía de entender a la televisión como un medio que permitiría poner en contacto al Estado con las mayorías, incorporándolas a la cultura civilizada y moderna a través de la educación. La segunda, nos habla en cambio de la forma en que se entendía la televisión en tanto tecnología, es decir, deja ver el modo en que se percibían sus propiedades o atributos, para llevar a cabo de manera satisfactoria los objetivos encomendados a ella. A la televisión se le asignaba el mismo lugar que había tenido la cinematografía educativa: se situaba dentro de la iniciativa de educación popular y divulgación cultural, lo que aseguraría sus labores al servicio de la educación de las clases populares. La televisión era el segundo medio audiovisual en manos del Estado. Fundamentalmente y en general, a la televisión se le atribuían las mismas propiedades que al cine en cuanto a su lenguaje: poseían ambos el poder de la imagen. Pero además, la televisión aparecía como un medio en el que se podían sintetizar las manifestaciones culturales con los grandes adelantos de la ciencia y la técnica, pues se podría televisar desde la música, el ballet, los clásicos del pensamiento, la pintura, poesía, teatro, entre otros, hasta contenidos instructivos que modernizaran las técnicas de trabajo. Esta posibilidad involucraba también allí a la didáctica, al ritmo y al entretenimiento, atributos todos asociados con la naturaleza del lenguaje audiovisual: Ningún medio de cuantos ha proporcionado el ingenio del hombre supera al de la televisión en orden a la difusión de los soberanos e intangibles dones del espíritu, porque en él se sintetizan, por modo admirable, los recursos del arte y de la ciencia, de la técnica y de la didáctica, del ritmo y la recreación, cualidades éstas, que sumadas a muchas otras de prolija enumeración, hacen de la televisión el vehículo más eficaz y poderoso de penetración 54 universal .
En la misma dirección en que se habían anotado las inmensas posibilidades del cine para crear sentimientos de simultaneidad, o para producir experiencias sensoriales que certificaran a través de las imágenes la realidad de nuestra nación, se hablaba ahora de la propiedad que tenía la televisión para llevar a las personas al lugar de los acontecimientos o a sitios a los que jamás podría ir. Éstas serían entonces características del lenguaje audiovisual: permitiría ver y oír los sucesos que tendrían lugar dentro de una unidad llamada Colombia, sincronizándola a partir de un tiempo común: 54
Radiotelevisora Nacional de Colombia, Boletín de Programas, Bogotá, No 144, p. 1.
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Hoy, la T.V. ha abierto una nueva era de lo esencial y fundamental en comunicaciones. En efecto, ella es el medio completo que ofrece a la gente una esfera de actividad y un caudal de experiencias que no podría lograr por otro actual. La T.V. es algo más que informar o describir. Lleva al público al lugar de los acontecimientos – a sitios donde no puede ir en persona – y le permite ver y oír lo que está sucediendo. Y lo pone en contacto, frente a frente, con los conductores del país y del mundo actual. Por razón de estas cualidades específicas, la T.V. es un medio cuyo impacto en el pueblo y cuya influencia en nuestra sociedad no tiene 55 par en la historia de las comunicaciones .
Sin embargo, se reconocía la existencia de elementos que la diferenciaban del cine: por un lado, la televisión se percibía como el medio más completo por sus posibilidades de sintetizar a los otros: podía transmitir películas de cine o adaptaciones de ellas y también alocuciones radiales. Por el otro, la televisión proponía modalidades de recepción asociadas a un espacio privado y familiar que fueron advertidas rápidamente por sus impulsores: “Y aquí se encuentra, a nuestro juicio, el mayor valor de la televisión. Dejando aparte la discusión sobre el valor intrínseco de sus programas, la televisión une a la familia en torno del hogar”56. Si se había pensado el primero como una forma de introducir a la población campesina en prácticas modernas, pero más allá, como una manera de modernizar las costumbres y dinámicas de los espacios rurales propiciando otras ocasiones culturales -recordando las palabras de Aline Helg- distintas a la misa y el mercado, la televisión aparecía altamente propicia para incentivar la unión familiar alrededor de un espacio privado -el hogar- cómo núcleo central del ordenamiento social. No obstante, vale la pena anotar en este punto que, en un primer momento, las dificultades en la masificación de los televisores propiciaban modalidades de recepción más abiertas y “multitudinarias”57. Sin embargo, la inexistencia de investigaciones acerca de estas formas de recepción y sus cambios no permiten hacer conclusiones más abarcadoras y consistentes. La televisión, entonces, entraría a formar parte del arsenal o de las herramientas que tendría el Estado a su disposición para comunicarse con la población. En este sentido, pesó más sobre el carácter que adquirió este medio la labor cultural que venía desarrollando el Estado por lo menos desde la década del treinta del siglo XX, que el uso eminentemente propagandístico en relación al proyecto político de Rojas Pinilla. Ya para 1954 existía una clara conciencia en las elites políticas e intelectuales del país sobre el lugar estratégico que ocupaban los medios de comunicación dentro de la sociedad, lo que se expresó en los manejos partidistas y al tiempo en las iniciativas estatales que los utilizó. No sabemos si el General Rojas hubiera querido usar la televisión para hacer una propaganda más intensa y consistente a su proyecto. Pero lo que sí es cierto, es que el carácter educativo que adquirió el medio no contradecía sus deseos e intereses acerca de las labores que debería desarrollar la televisión. En este sentido, el haber encomendado las actividades del nuevo medio a la Radiodifusora Nacional aseguraba la continuidad de una labor cultural que contaba con
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Radiodifusora Nacional de Colombia, “La T.V. como vehículo de cultura”, op. cit., p. 45. Radiodifusora Nacional de Colombia, “Los niños y la televisión”, en Boletín de Programas, Bogotá, Año XIV, No. 133, agosto de 1955, Imprenta Nacional, p. 1. 57 Sobre éste tema se puede ver el artículo de RAMÍREZ, Lina, op. cit., pp. 148-153. 56
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catorce años de trayectoria, y que manifestaba en todo caso una tradición estatal en el uso de los medios masivos de comunicación. Los medios de comunicación masiva, y específicamente los audiovisuales -cine y televisión-, fueron utilizados de este modo para divulgar y promover una idea hegemónica de cultura, a través de un proceso de comunicación que se entendía como unidireccional y en el cual no existía la intervención de mediación alguna. Tal como se venía entendiendo, esa masa moldeable que representaba el pueblo recibiría los contenidos tal cual, pasivamente, y casi sin darse cuenta despertaría de su ignorancia siendo ya un pueblo moderno.
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Celebración del poder e información oficial. La producción cinematográfica informativa y comercial de los Acevedo (1940-1960) • ∗ Luisa Fernanda Acosta L. ♣ En este artículo se destacan las características más relevantes de la producción informativa de los hermanos Acevedo. El resultado de este trabajo es el producto de una indagación realizada sobre la actividad cinematográfica colombiana entre 1940 y 1960, orientada hacia el estudio de la relación entre los contenidos cinematográficos y el proceso de constitución de una moderna sociedad de masas en Colombia. El trabajo se propuso indagar por la ubicación del cine colombiano en los procesos de modernización nacional con el propósito de realizar un aporte significativo en términos de la sistematización y análisis de archivos que historiográficamente no han sido estudiados con rigor. El texto comienza con una breve relación de hechos coyunturales con el propósito de ubicar el objeto de estudio dentro de unas condiciones particulares de contexto. Más adelante profundiza en las características de la producción cinematográfica documental informativa y documental comercial que, finalmente, servirán para abrir una reflexión sobre la producción informativa en la televisión actual. La función del cine en el tránsito de sociedades con esquemas de producción agrícola y una cultura popular marcadamente rural, hacia sociedades urbanas que convocan en torno a diferentes sistemas de valores construidos sobre nuevas formas de producción y, por lo tanto, diferentes dispositivos de control propios de sociedades y culturas de masas, fue conducir las características de las culturas populares hacia una noción moderna de cultura de masas. Para el siguiente análisis nos hemos apoyado en el trabajo de John B. Thompson en el que se propone una visión desde la organización social del poder
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Artículo recibido en julo de 2004; aprobado en septiembre de 2004.o recibido en julio de 2004; aprobeptiembre de ∗ Este artículo hace parte de los resultados obtenidos en desarrollo de la investigación Historia social de la comunicación en Colombia: radio y cine. 1940-1960, cofinanciado por el IEPRI y Colciencias en el año 2002 y cuyo asistente de investigación fue Julián Penagos. ♣ Miembro del grupo de investigación Ética, responsabilidad social y empresa de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario. Miembro del grupo Comunicación, cultura y ciudadanía del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, IEPRI, de la Universidad Nacional de Colombia.
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simbólico1. En este trabajo el autor describe los medios como parte integral del surgimiento de sociedades modernas. Teniendo en cuenta variables culturales y sociales, Thompson establece nuevas formas de visibilidad, identificando los medios como formas de interacción y consumo de bienes simbólicos, de un lado y, de otro, los diferentes escenarios hegemónicos. Teniendo en cuenta lo anterior, el desarrollo de este análisis está metodológicamente asociado a cuatro ejes teóricos con los que se articuló conceptualmente la propuesta de investigación y desde los que se intentará responder a la pregunta inicial del trabajo. Estos ejes son: medios– cultura, medios–nación, medios-modernidad y medios–masificación. De esta forma para cada eje planteado se trabajaron ciertas características; para el eje de medios–nación: elaboración de una noción de integración, la política como eje integrador, construcción de referentes simbólicos de nación en contraste con culturas foráneas, exaltación de una nueva identidad de lo nacional construida sobre las nociones de progreso, industrialización y transformaciones de la vida cotidiana; para el eje de medios–cultura: fortalecimiento de ideologías hegemónicas, diferenciación entre cultura de elite y cultura popular, costumbres y vida cotidiana; para el eje medios–modernidad: industrialización y consumo (incorporación de la modernidad en la vida cotidiana de forma diferenciada); y para el eje de medios–masificación: diferenciación entre cultura moderna y cultura premoderna, reelaboración del carácter simbólico de la vida social y uso de los medios de comunicación para reorganizar la sociedad.
1. Contexto social y político: 1940 - 1960
Estas décadas contienen características propias de un proceso que ha sido desarrollado de manera poco consecuente con las dinámicas sociales y culturales del país desde sus comienzos: el proceso de modernización. Esta afirmación se puede constatar primero, revisando las grandes dificultades que se enfrentaron después de la Independencia para ajustar el país a modelos políticos europeos o norteamericanos; segundo, en las numerosas guerras civiles que se vivieron durante la segunda mitad de siglo XIX en busca de la consolidación de un orden en torno a una idea poco clara de nación; y, tercero, en el tránsito hacia el siglo XX, marcado por tres hechos que resultaban sintomáticos de un gran malestar: la Guerra de los mil días, la venta del Canal de Panamá y la imposición de un orden hegemónico de corte conservador durante aproximadamente treinta años, que terminó con la masacre de las bananeras en 1928. Posteriormente, la llegada al poder de los gobiernos liberales desde la década del treinta no cambiaría mucho las condiciones del proceso modernizador: políticas educativas y culturales desarrolladas sobre una noción de progreso e industrialización que nuevamente demuestran un claro interés de partido, excluyentes y orientadas a la consolidación de una economía capitalista; inserción de las masas –movilizadas del campo a las crecientes ciudades– en este nuevo proyecto 1
Ver THOMPSON, John, Los media y la modernidad: Una teoría de los medios de comunicación, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, S.A., 1998.
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de nación que empezaba a mostrar sus contradicciones con la evidente y cada vez más fuerte tensión entre elites y clases populares. En consecuencia, la población se polariza en bandos con visiones excluyentes: conservadores y liberales, artesanos y burgueses, obreros y dirigentes. Adicionalmente, en términos económicos, el país es objeto de las primeras consecuencias de la Segunda Guerra Mundial: reducción en las importaciones y aumento en la inflación, lo cual, a su vez, provocó una reducción en bienes de capital y de materias primas. Esta tensión inició una de las etapas más duras del proceso con la crisis y posterior caída del gobierno liberal en 1946 y, en 1948, con el asesinato en Bogotá del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. Estos episodios desataron consecuentemente una crisis de enormes dimensiones que se tradujo en la consolidación y enfrentamiento entre bandos militares en el campo y posteriormente en su desplazamiento hacia las ciudades. Tras el derrumbe del bloque liberal en 1946 se suceden en la presidencia de la República dos presidentes conservadores hasta 1953: Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez (reemplazado temporalmente en 1951 por su primer designado, Roberto Urdaneta Arbeláez). Durante este período, los enfrentamientos en el campo se recrudecen, el éxodo de población campesina a las ciudades aumenta y la economía nacional empieza a mostrar las consecuencias de este prolongado enfrentamiento. A mediados de 1953, de este escenario irrumpe de forma pacífica, y gracias a una alianza entre los partidos tradicionales, el general Gustavo Rojas Pinilla. El compromiso que asume el general resulta ambicioso: estabilizar política, social y económicamente el país. El particular régimen militar inició una campaña alrededor de las ideas de paz, justicia y libertad para todos. Se estableció un tipo de militarismo reformista, a través del cual se promovieron el desarrollo económico y las reformas sociales de la mano del ejército y la Iglesia. Sin embargo, la violencia aumentó y así mismo se intensificó la represión y el éxodo del campo a las ciudades. Tres características pueden identificarse durante este período: primero, inicialmente un abierto y decidido apoyo del bipartidismo al general; segundo, una estrategia claramente populista a través de la cual Rojas Pinilla intenta ganar la simpatía del pueblo, desarrollando para ello obras de carácter popular y logrando cierta independencia frente a los partidos políticos que lo llevan, paradójicamente, a la tercera característica que se traduce en una tensión entre el general y sus antiguos aliados, y, finalmente, a renunciar en mayo de 1957. En 1958, tras un gobierno ejercido por una Junta Militar transitoria, se instaura el Frente Nacional, una coalición de los partidos tradicionales, liberal y conservador, planteada como una fórmula de solución al régimen autocrático militar que inicialmente se propone ejercer el poder político, al menos durante tres períodos presidenciales. Concebida enteramente por elites de ambos partidos y con el apoyo de la Iglesia, gremios económicos y amplios sectores de la prensa -duramente golpeados durante el régimen- esta fórmula contó con otra característica fundamental y que se puede identificar como una constante para los últimos cien años de historia nacional hasta ese momento transcurridos: la exclusión. Quedaron por fuera otro tipo de perspectivas ideológicas, movimientos sindicales urbanos, agremiaciones rurales y, en general, puntos de vista que tuvieran posiciones diferentes a las de los partidos oficiales. Esta fórmula se prolongó por cuatro períodos presidenciales con gobiernos de coalición bipartidista, se distribuyeron los ministerios y la burocracia de las tres ramas del poder público hasta 1974.
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2. El proceso de modernización
Como una consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos ponen en marcha diferentes estrategias para contener la expansión ideológica comunista en el continente americano. De esta forma, América Latina recibe empréstitos que vienen acompañados de fuertes medidas de protección reforzadas con altos componentes de productos culturales provenientes de las grandes industrias de la cultura norteamericana. Así, dentro del mercado latinoamericano de bienes simbólicos aumenta la oferta de productos que imponen modelos culturales muy diferentes a las condiciones propias de cada país. La noción de progreso que toma fuerza en las ciudades está atravesada por el consumo, tanto de bienes simbólicos como de nuevas tecnologías y modelos de vida creados para sociedades diferentes a las nuestras. Se promueve una noción de país en la que las nacientes masas de obreros se ven excluidas de los procesos de modernización, en gran medida por su bajísima capacidad de inserción en las dinámicas de consumo. La oferta cultural muestra una tendencia en la que se legitima y estimula el consumo de productos provenientes de fuera del país en detrimento de prácticas y expresiones populares que en adelante fueron asociadas a atraso y “mal gusto”, lo cual se puede constatar en los contenidos tanto del cine como de la radio de la época. Así, a través de los nacientes medios de comunicación como la radio y el cine –y tras ellos de la consolidación progresiva de una sociedad de masas-, se abren las puertas al consumo de cine norteamericano, mexicano y argentino; igualmente sucede con la música y posteriormente con la televisión. Las clases medias se van ajustando a patrones de vida foráneos y las clases obreras se convierten en objetivo de mercado de productos como cigarrillos, cerveza, rancheras y radionovelas. De otra parte, se puede destacar que si bien el desarrollo de la modernización en Norteamérica y Europa ocurrió dentro de un orden y con unas etapas coherentes con sus propios procesos desde comienzos del siglo XIX, en los países latinoamericanos, por el contrario, aún a mediados de este siglo, predominaba una mentalidad rural, para el momento en que arribaron artefactos como el tren, el telégrafo, el teléfono, el avión, el cine, la radio, y la televisión, entre otros. En relación con este proceso de modernización en los países latinoamericanos, Jesús Martín Barbero identifica un desarrollo en tres aspectos: el primero tiene que ver con la conformación de los Estados Nación y la configuración de la identidad nacional en un contexto en donde los regionalismos acaparaban la mentalidad de los pueblos; segundo, la forma como las clases populares se incorporaron a la vida política y a la formación de los países; y tercero, la irrupción metódica de los ideales capitalistas, desarraigando de manera violenta los valores rurales que existían hasta el momento2. En este proceso, los medios de comunicación desempeñaron un papel activo en cuanto a la nacionalización y modernización de las masas populares, y se
2
MARTÍN-BARBERO, Jesús, De los medios a las mediaciones, Barcelona, Rosellón, 1998.
Editorial Gustavo
Gili, S.A.,
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constituyeron en el instrumento a través del cual las naciones latinoamericanas se insertaron dentro del panorama mundial. Entre 1930 y 1950 se desarrollan diversos procesos para lograr la consolidación de la noción de identidad nacional en torno a la idea de nación. Así, “la eficacia como el sentido social de los medios hay que buscarlos más que del lado de su organización industrial y sus contenidos ideológicos, en el modo de apropiación y reconocimiento que de ellos y de sí mismas a través de ellos hicieron las masas populares”3. Los medios de comunicación serán, entonces, “mediadores, a su manera, entre el Estado y las masas, entre lo rural y lo urbano, entre las tradiciones y la modernidad, los medios tenderán cada día más a constituirse en el lugar de la simulación y la desactivación de esas relaciones”4. Tenemos entonces un escenario del que emerge otro tipo de tensiones en torno a la modernidad: tradición e innovación, culturas populares y alta cultura, inclusión y exclusión. Así, los medios resultan de gran utilidad para legitimar el poder hegemónico que controla los contenidos y su sentido, reproduciendo de forma masiva unos modelos muy “convenientes” sobre cultura y conocimiento. 3. Valoración de la muestra
5
Teniendo en cuenta los ejes de análisis planteados para la investigación, se realizará a continuación una caracterización de las variables identificadas para cada eje. El propósito de este ejercicio es identificar las principales características de la muestra para posteriormente abrir una reflexión sobre las características de la producción informativa actual.
3
Iibid., p. 135. Ibid., p. 247. 5 Ver cuadro 1 de distribución de la muestra en categorías de análisis. 4
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Cuadro 1. Distribución de la muestra en categorías de análisis (Archivo histórico cinematográfico colombiano de los Acevedo: 6 1940 – 1960) Ejes
Categoría Cantidad Títulos Elaboración de una noció 1. Inauguración del Hipódromo San Fernando (1942) de integración 2. Primera Exposición Agropecuaria de Ibagué (1946) 3. Girardot (1950) 4. (Por hoja de luces) Hacienda San Cayetano, Samacá, 6 Boyacá (1950) 5. Feria Exposición Nacional, Neiva (1955) 6. Carnaval de Barranquilla (1951) Política como ente integrador (construcción de element simbólicos de patria) 8
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.
Medios – Nación
1.
Construcción de referente simbólicos de nación en contraste con las culturas foráneas
7.
Excmo. Sr. Manuel Prado Ugarteche Presidente del Perú visita a la República de Colombia (1941) El Excmo. Sr. Manuel Prado Ugarteche Presidente del Perú visita a la República de Colombia (segunda etapa) (1941) Visita a Colombia del Excelentísimo Señor General Isaías Medina Angarita, Presidente de los Estados Unidos de Venezuela Visita de la Armada peruana a Cartagena (1944) De Cartagena a Cumaná (1944) Paralelas de Acero (FFCC del Ecuador, Fragmentos) (1946) República del Ecuador (1946)
1. 2. 3. 4.
Inauguración del Hipódromo San Fernando. (1942) Carnaval de Barranquilla (1951) Primera Exposición Agropecuaria de Ibagué (1946) Noticiero Colombia (1949)
2. 3. 7 4. 5. 6.
Exaltación de una nueva identidad de lo nacional construida sobre las nociones de progreso, 4 industrialización y transformación de la vida cotidiana
6
Varios 1941-1942 Regreso al país del Dr. Laureano Gómez (1944) La semana de la democracia en Bogotá (1945) Graduación de marinos en Cartagena (1946) Regreso del presidente electo, Mariano Ospina, a Bogotá (1946) Transmisión del mando presidencial 7 de agosto de 1946 Partida del presidente electo Ospina hacia EEUU (1946) Noticiero Colombia (1949)
Todo el material referenciado se encuentra en el Archivo Cinematográfico de la familia Acevedo. Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, Bogotá, 2004.
49
1.
Fortalecimiento de ideologías hegemónicas 5
Diferenciación entre cultu populares y cultura de eli
Medios – Cultura 19
Eventos que sirven para dignificar el talento 2 nacional Industrialización
Mediosmodernidad.
12
2. 3. 4. 5. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19.
Cincuentenario Salesiano (Fragmentos) (1941) Revista de Gimnasia 1946 La semana de la democracia en Bogotá (1945) Noticiero Colombia (1949) Transmisión del mando presidencial 7 de agosto de 1946 Corridas varias (1942-1946) Conchita Cintrón en Bogotá (1944) Revista de Gimnasia 1946 Noticiero Colombia (1947) Corridas varias (1948) Corridas varias (1948) Bellezas de Colombia en Cartagena (1949) Noticiero Colombia (1949) Carnaval de Barranquilla (1951) Varios 1943 Conchita Cintrón en Bogotá (1944) Corridas varias (1942-1946) Varios 1943 Bellezas de Colombia en Cartagena (1947) Corridas varias (1948) Bellezas de Colombia en Cartagena (1949) Noticiero Colombia (1949) Carnaval de Barranquilla (1951) Trailer Carnaval de Barranquilla (1951)
1. 2.
Varios 1947-1950 Colombia y México unidos por una estrella (1949)
1. 2. 3. 4.
Urbanización Ospina Pérez (1942-1946) Exposición Nacional de Medellín (1944) Varios 1944 – 1945 Inauguración de la Industria Colombiana de Llantas S.A. Ic (1945) 5. Exposición de ganado Holstein (1946) 6. Un acontecimiento histórico trascendental (1946) 7. 1a. Gran Carrera Automoviliaria del Circuito Central Colom (1949) 8. Ganados de pura raza cebú (1949) 9. Girardot (1950) 10. Fábrica Eternit Colombiana S.A. (1950) 11. Carnaval de Barranquilla (1951) 12. La Corporación de Defensa de Productos Agrícolas (INA) (
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Consumo
1. 2. 3.
10
Diferenciación entre cultu moderna y cultura premoderna
Mediosmasificación
4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9.
17 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17.
Urbanización Ospina Pérez Exposición Nacional de Medellín (1944) Inauguración de la Industria Colombiana de Llantas S.A. Ic (1945) Exposición de ganado Holstein (1946) Un acontecimiento histórico trascendental (1946) 1a. Gran Carrera Automoviliaria del Circuito Central Colom (1949) Ganados de pura raza cebú (1949) Fábrica Eternit Colombiana S.A. (1950) La Corporación de Defensa de Productos Agrícolas (INA) Primera Exposición agropecuaria (1954) Exposición de ganado Holstein (1946) Ganados de pura raza Cebú (1949) Algunos accidentes de tránsito causados por culpa de los pe De Cartagena a Cumaná Alas de Colombia (1944) Exposición Nacional de Medellín (1944) De Cartagena a Cumaná (1944) Mares y marinos de Colombia Inauguración de la Industria Colombiana de Llantas S.A. Ic (1945) 1a. Gran Carrera Automoviliaria del Circuito Central Colom (1949) La Corporación de Defensa de Productos Agrícolas (INA) ( Primera Exposición Agropecuaria (1954) Ganado de pura raza cebú (1950) Hipódromo de San Fernando (1942) Feria de Exposición Nacional (Neiva 1955) Bellezas de Colombia en Cartagena (1947) y (1949) Carnaval de Barranquilla (1951)
3.1. Eje medios-nación 3.1.1. Representación de diferentes sectores sociales a nivel regional Encontramos siete notas informativas en las que predomina el interés por mostrar diversas manifestaciones de las regiones: Medellín, Barranquilla, Neiva, Girardot, Ibagué y Samacá son algunos de los lugares registrados en los que se reportan hechos de interés con diferentes características como inauguraciones, ferias de exposición, conmemoraciones, lo cual demuestra un interés particular por la inclusión de la noción de región dentro del proyecto de Nación. 3.1.2. Política como eje integrador Estos documentales informativos, nueve en total, fueron contratados por el Estado, o por la Dirección Central de cada partido (liberal o conservador). Los podemos agrupar en dos tipos: la presentación de las fuerzas armadas y las manifestaciones políticas populares en torno a hechos políticos noticiosos. En cuanto a las primeras, se mostraba tanto la capacidad humana como técnica y los alcances de las fuerzas navales y aéreas colombianas: se hicieron descripciones muy
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completas de entrenamientos, tecnología, simulacros de batallas y su participación en eventos de índole latinoamericano. En cuanto a eventos de carácter político, los Acevedo registraron hechos como La semana de la democracia en Bogotá con Jorge Eliécer Gaitán a la cabeza, la llegada de Laureano Gómez de Estados Unidos en 1946, la transmisión del mando presidencial en el mismo año, la visita de algunos mandatarios latinoamericanos a nuestro país, entre otros. En este punto se identificaron algunas características relevantes: primero, el registro idealizado de los líderes políticos; segundo, el registro de planos generales hechos a las multitudes que vitorean a sus ídolos; tercero, se reproducen los discursos de los protagonistas de las notas; cuarto, el tono vehemente del locutor que reitera los planteamientos predominantes de los discursos políticos con un ánimo nacionalista, haciendo en especial énfasis en las cualidades y atributos de los personajes al servicio del país; quinto, los ámbitos público y privado son referenciados el primero con las clases populares y el segundo con las elites. Los registros de las clases populares se hacen en las plazas públicas en torno a eventos políticos. Por el contrario, los registros de la clase dirigente, además de ilustrar sobre la relevancia de su papel en la vida política pública, se hacen en espacios privados como casas y clubes privados en los que los primeros planos resaltan la opulencia, la moda, la belleza, en contraste con las imágenes de la calle. 3.1.3. Construcción de referentes simbólicos de nación en contraste con culturas foráneas Aquí se identificaron documentales informativos en los que predomina la exaltación de una nueva identidad nacional, construida sobre las nociones de progreso, industrialización y transformaciones de la vida cotidiana. Así, encontramos fragmentos con visitas de presidentes latinoamericanos a nuestro país, visitas de miembros de las fuerzas armadas provenientes de otros países latinoamericanos, visitas de miembros del gobierno colombiano a otros países. La manera como se construyen los documentos, montaje, características de los planos -generales para panorámicas y primeros planos para los personajes principales-, sonido, tiempo, muestran el gran interés de los gobiernos colombianos por reforzar en la población nacional una idea muy favorable sobre el desarrollo e industrialización, en contraste con las características de otros países vecinos. Vale la pena destacar que los textos leídos por el locutor refuerzan el contraste de las condiciones del país antes y después de iniciar los procesos de modernización, el tono fuerte y vehemente -a veces impostado- impresiona por sus excesivas adulaciones a los gobernantes de turno. Adicionalmente se debe destacar que son fragmentos realizados entre 1941 y 1946, en su gran mayoría pagados por los gobiernos (Eduardo Santos, Alfonso López Pumarejo, Alberto Lleras Camargo y Mariano Ospina Pérez). 3.2. Eje medios-cultura 3.2.1. Fortalecimiento de ideologías hegemónicas Se podría afirmar que casi la totalidad de los documentos realizados por encargo de los gobiernos nacionales del período analizado refuerzan un discurso hegemónico partidista y
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excluyente. Todos evidencian una preocupación por mostrar que los diversos aspectos de la vida nacional eran objeto de interés gubernamental: educación, higiene, salud, obras públicas, desarrollo y progreso. Predominan las imágenes sobre las ciudades como centros de desarrollo en contraste con las pocas imágenes del campo y sus dinámicas cotidianas. Las imágenes que registraron sobre el campo están asociadas a grandes haciendas, exposiciones agropecuarias y ferias y fiestas populares. Esta característica coincide con la valoración del primer eje descrito arriba en que se evidencia una preocupación oficial por incluir a las regiones en la construcción de la idea de nación. 3.2.2. Diferenciación entre cultura de elite y cultura popular Los noticieros de los Acevedo hacen una distinción evidente entre la cultura de elites y la cultura popular. Se pueden identificar tres factores característicos en los documentales: en primer lugar, como ya se anotó, una clara ubicación en escenarios diferenciados –ámbitos privados para las clases altas y ámbitos públicos para las manifestaciones populares-; en segundo lugar, por lo general eran las clases altas las que solicitaban el registro de una actividad y, también, las que podían financiarlo; Por ello, llama la atención que tengamos registros sobre aspectos de la vida privada de los primeros –actividades de su vida cotidiana- como revistas de gimnasia de los colegios, cocteles, bailes, mientras que de los segundos tan sólo disponemos de imágenes sobre actividades colectivas y anónimas –carnavales, fiestas, corridas de toros, competencias de caballos-, en las que no hay individualización en aspectos como moda, costumbres, vocabulario, gesticulación, y por lo general se ven actitudes de carácter masivo. Adicionalmente vale la pena destacar en este punto que no sólo el tratamiento de las imágenes reflejó esa necesidad de distinción entre estos dos grupos sociales; ocurrió de igual forma con los textos leídos por el locutor del documental, quien tanto en su tono como en el tipo de lenguaje seleccionado, marcaba muy bien las diferencias casi siempre utilizando adjetivos peyorativos para las masas populares y de adulación para las elites. A continuación, en el Cuadro 2, se hace una breve descripción de las características diferenciadas más importantes de los documentos informativos en cuanto a esta diferenciación.
53
Cuadro 2 Alta cultura Descripción individual y personalizada de cada uno de los asistentes y de sus familias.
Cultura popular Las masas eran completamente anónimas.
Utilización de calificativos cargados de orgullo y adulación pUtilización de calificativos peyorativos y displicentes e referirse a ellos asociando este tipo de vida con la hace alusión permanente a un estado primitivo y básico colombianidad moderna populares.
Utilización de un lenguaje construido en términos de superioridad como “la alta sociedad bogotana, sonriente, mira con sorpresa a la multitud”.
Utilización de un lenguaje construido en términos de como “el pueblo siempre grita y ovaciona a sus dirigentes”.
Los planos de clases populares se hacen generales Los planos que utilizan siempre destacan la enorme y con frecuencia se muestran en actividades distancia entre estos grupos sociales. De otra parte, los de aprobación de carácter político. planos de las actividades registradas con mucha frecuencia intercalan planos generales con primeros planos d De igual forma, cuando se muestran registros de fiestas populares, los planos son generales protagonistas en cócteles, ceremonias, bailes de gala, y la imagen que se transmite es de desorden almuerzos, grados, revistas de gimnasia, en los que se y descontrol. puede apreciar moda, gestos, hábitos de consumo, buen gusto.
En tercer lugar, es importante destacar que predomina la ciudad como escenario privilegiado para mostrar los contrastes anteriormente identificados. Plazas públicas, plazas de toros, palacios de gobierno, centros de comercio son los escenarios en los que ocurre la transformación de las masas hacia una vida moderna de consumo. 3.3. Eje medios-modernidad 3.3.1. Industrialización Los noticieros de los Acevedo mostraron cómo, gradualmente, el país fue iniciando un proceso complejo de inserción en el capitalismo. Las imágenes de los documentos reflejan esa complejidad: un país donde predomina la población campesina, con un nivel de vida similar al de cien años antes, un gran porcentaje de la población en la miseria, pocos con regulares niveles de vida y muy pocos, los dueños de la tierra, elites políticas y círculos reducidos de poder, con niveles de vida muy altos en que predominaban el ocio y la opulencia. En ese contexto, las imágenes de los noticieros, de forma gradual, van mostrando, desde mucho antes del período seleccionado para este análisis (casi desde la década del veinte) cómo irrumpen nuevas lógicas de producción que conllevaron a que los antes campesinos y después obreros asalariados y
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empleados, se inventaran su particular manera de vivir esas transformaciones. Ahora, convertidos en obreros y empleados, dando forma a las emergentes sociedades masivas de consumo, debían ajustarse a un nuevo modelo de nación. Paradójicamente las imágenes de carácter informativo no mostraron los procesos en que los ciudadanos tuvieron que hacer, de forma solitaria, su ajuste a este nuevo modelo. Las imágenes mostraron un aspecto diferente: los procesos de producción y la tecnología adquirida para la fabricación de llantas, medias, tabaco, café, tejas, gaseosas, etc. Los primeros planos de las imágenes se concentraron en las máquinas intentando representar el paso acelerado de la nación hacia el progreso. Como antes se ha mencionado, la gran mayoría de estos documentos fueron pagados tanto por las empresas privadas como por el Estado: Eternit, Comité Turístico de Barranquilla, Icollantas, Compañía Colombiana de Tabaco, Coltejer, Ministerio de Desarrollo, las alcaldías y otros entes, contrataban los servicios de los Acevedo para filmar las instalaciones de las fábricas y sus procesos, para así contribuir con la difusión masiva de una imagen de progreso. Así, ocurre un fenómeno que se debe destacar, el progreso se divulgó de forma masiva a través de medios como la radio y el cine, pero no se tradujo en bienestar para las grandes mayorías de la población. De esta forma, la modernidad fue registrada por los Acevedo, testigos de los nuevos procesos de producción, utilizando alusiones frecuentes de contraste entre características propias antes y después del progreso –progreso asociado a uso de tecnología y no a desarrollo social. Adicionalmente, reforzaron sus imágenes con narraciones de locutores cargadas de calificativos en las que se exaltaban los propósitos de este progreso alineado con el gran proyecto oficial de nación. 3.3.2. Consumo La muestra deja ver que el consumo se propone como la estrategia más potente para la inclusión de las grandes mayorías dentro del proyecto de construcción de Nación. Los procesos de consolidación de las nacientes industrias se trasladaron al campo de la cultura, la higiene y la educación. Sin embargo, se puede resaltar que los productos de mayor aceptación e impacto para este período provenían de industrias foráneas: el cine trajo modelos norteamericanos, mexicanos y argentinos. De la misma forma ocurrió con la moda: se impusieron modelos estéticos que imitaban imágenes construidas por el Star System norteamericano y las divas mejicanas dieron ejemplo con sus impetuosos estilos aguerridos y directos. En cuanto a la música, se difundieron géneros como el bolero, el tango y las rancheras que dejarían unas improntas culturales muy fuertes en las grandes multitudes consumidoras. De esta forma, los modelos transmitidos y reforzados por los medios de comunicación, propios de la naciente y moderna cultura colombiana, fueron las dinámicas de consumo sustentadas por la imitación de aparente bienestar. “Parecer” fue la consigna de los habitantes de unas ciudades que veían ante sí cómo se abrieron tiendas en las que se comercializó gran parte de los artículos que estas corrientes impusieron.
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Adicionalmente, las imágenes de los Acevedo registraron cómo se inició el crecimiento de incipientes soluciones de vivienda para clases medias y obreros; sin embrago, sus oportunidades de participación dentro de las dinámicas de consumo para otros segmentos de mercado fueron muy reducidas. 3.3.4. La ciudad: escenario en construcción Las ciudades descritas por los Acevedo muestran también la polarización en términos del consumo, por lo tanto, con un claro mensaje de exclusión: los que pertenecen, que tienen el modelo de vida adecuado, buen gusto, buenas costumbres, moda, higiene –“la inmensa minoría”; y los que quieren pertenecer: trabajadores asalariados, obreros y, en general clases medias que estaban al servicio de los primeros, y que –al mismo tiempo- también constituían sus potenciales mercados. La muestra registra la forma cómo los acontecimientos relevantes ocurren en las ciudades, mientras que en el campo –y todas las problemáticas sociales, económicas y políticas que allí ocurren- se invisibilizan por completo. La ciudad, tanto en la muestra informativa como en la comercial, es el escenario por excelencia de todo evento cultural, político e industrial del país. En los documentales se puede ver cómo “la ciudad recupera su lugar protagónico frente al campo: Bogotá como centro administrativo e industrial, Medellín como centro industrial, Cali, Barranquilla y Bucaramanga como centros regionales”7. En los noticieros de los Acevedo se puede notar esa importancia de la urbe, en las imágenes de sus calles, de la gente que transita por ellas, en los automóviles, en la presentación de los edificios y las casas modernas. En los cuarenta se puede ver la cimentación de los edificios públicos, hipódromos, estadios, que intentan trasladar las tendencias norteamericanas. Mientras que en los cincuenta se muestra cómo se desarrollan las urbanizaciones obreras, las autopistas y, en general, se construye la ciudad de Bogotá siguiendo las órdenes del Plan Piloto de Le Corbusier8. De esta forma, las imágenes analizadas casi siempre dejan ver, en segundo plano, un edificio en construcción, una carretera a medio hacer o un monumento en restauración, síntoma de la entrada acelerada del país en la industrialización y el progreso. 3.4. Eje medios-masificación 3.4.1. Diferenciación entre cultura moderna y cultura premoderna El análisis de los documentales, dentro de esta categoría, muestra cómo los Acevedo hicieron visible una tensión muy fuerte entre lo que se constituía como el sueño de unos pocos –el ideal de nación- en contraste con las condiciones de aquellos que estaban siendo conducidos y que aún se encontraban sumidos en un mundo en el que sus condiciones precarias, premodernas, emergían como el impedimento más fuerte para el avance. Sin embargo, fueron inevitablemente arrastrados, víctimas de su propia ignorancia y seducidos por un sueño muy difícil de alcanzar. 7
Ibid., p. 73. SALDARRIAGA, Alberto, FONSECA, Lorenzo, “Un siglo de arquitectura colombiana”, en Nueva historia de Colombia, tomo VI, Bogotá Planeta, 1989, pp. 181-212. 8
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Así, se puede ver en los registros visuales analizados cómo se inicia una reelaboración del carácter simbólico de la vida social, teniendo en cuenta que la vía más potente hacia la transformación consistía, paradójicamente, en divulgar de forma masiva los avances progresivos que se iban forjando con el paso del tiempo. Las dos décadas que hemos revisado dan muestras de cómo se insertan en la vida cotidiana artefactos que cambian las prácticas sociales y culturales, pero que, en estricto sentido, no cambian las condiciones de calidad de vida de los ciudadanos. Claro, se evidencia su fuerte disposición hacia el consumo, lo cual, en todo caso, contribuyó a aliviar, de una parte, la profunda crisis política que el país estaba atravesando, y de otra contribuyó a afectar las economías domésticas básicas. Tenemos cuatro piezas documentales que resultan representativas en el contraste mencionado, tres con escenarios rurales y una urbana. Esta diferenciación entre la cultura premoderna y la moderna, además de estar plasmada de forma contundente en imágenes, es nuevamente reforzada con el recurso del locutor que permanentemente reitera las cualidades de la vida moderna y sus efectos en la construcción de un país nuevo y mejor. Estos textos se caracterizan por su entusiasmo y por su tono magistral, pues se están entregando indicaciones para vivir en un mundo diferente: las ciudades. En el fragmento Algunos accidentes de tránsito causados por los peatones de 1941, financiado por el Departamento de Circulación y Tránsito, en el que se proponen dar indicaciones sobre cómo convivir con los automóviles en la ciudad, se pueden identificar algunos aspectos relevantes: el estado precario aún de la vía pública, las características y actitudes de sorpresa de quien va conduciendo, las muy primitivas reacciones de los peatones y formas de relación con el automotor; aunque la nota cumple una clara función pedagógica, está realizada en un lenguaje de comedia. Adicionalmente vale la pena destacar la iniciativa oficial por utilizar el soporte cinematográfico para una tarea que a comienzos de los cuarenta resultaba bien compleja: reorganizar la sociedad y adaptarla a una nueva topografía urbana. 4. Conclusiones El análisis de los cuarenta y nueve fragmentos realizados por los Acevedo entre 1940 y 1960 nos muestra las siguientes constantes: primero, la reiteración de un discurso excluyente de proyecto de nación concebido por las elites; segundo, la imagen de ciudad como escenario de la modernidad y, tercero, la invisibilización de las diferentes problemáticas asociadas a “La Violencia” colombiana correspondiente al mismo período. Estas constantes se hicieron evidentes dentro de las características generales identificadas en la muestra: la disposición a mostrar imágenes que incluyen la noción de región dentro del proyecto de nación, la transmisión de eventos sociales, políticos y militares que contribuyeron a reforzar, de igual forma, esa imagen de nación, las demostraciones de “nuestra” fortaleza militar, la fijación de figuras políticas y del espectáculo como agentes de identidad nacional; de otra parte, la construcción de referentes simbólicos de nación en contraste con culturas foráneas, el fortalecimiento de ideologías hegemónicas y la clara diferenciación entre culturas de elite y culturas populares; expresiones de industrialización y consumo, la abierta diferenciación entre
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cultura moderna y cultura premoderna y, finalmente, la construcción de la ciudad como escenario por excelencia de todo evento cultural, político e industrial del país. El comportamiento de las características de la muestra da cuenta de lo propuesto por John. B. Thompson cuando expone que los medios plantean nuevas formas de visibilidad. Por lo tanto, en esta muestra claramente podemos valorar el tipo de bienes simbólicos que se reproducen para un país que está construyendo su entrada a la modernidad y en el que las ideologías hegemónicas se reproducen con una clara intención de ordenamiento. El mundo latinoamericano debe enfrentar, en términos culturales, y dentro de los procesos de masificación una gran contradicción que consiste en contraponer las características de los aspectos relativos del pueblo y a lo popular, a las características de lo moderno como si fueran esencialmente características de las elites letradas. Esta condición se refleja en los contenidos de los medios de comunicación, en donde el pensamiento moderno calificado como culto, señala como inapropiada cualquier manifestación proveniente de sectores populares. Entonces lo popular se convierte en una forma simbólica de resistencia que polariza aún más las diferencias y evidencia la exclusión. En consecuencia, los medios de comunicación inician un proceso de identificación de conceptos como higiene y consumo, lo “bueno” y lo “culto”, manifestaciones populares y mal gusto, ciudad y progreso, educación y desarrollo. Debemos tener en cuenta que las condiciones de producción de los fragmentos revisados fueron muy precarias. Los hermanos Acevedo, que habían producido noticieros desde la década del veinte –Noticiero Nacional y Noticiero Cineco- lograron entretener a los incipientes públicos a través del registro de los aspectos más generales de la vida de las principales ciudades del país. Así, para las décadas de los cuarenta y cincuenta habían utilizado el formato cinematográfico como un dispositivo en el que revelaban los aspectos positivos del país, adquirieron compromisos de carácter comercial e institucional que los llevaron a poner al servicio de intereses políticos y económicos toda la experiencia que hasta ese momento acumularon. Así, la función de divulgación y de orientación de los nuevos ciudadanos que se inició con la difusión de estos mensajes, progresivamente se fue consolidando como agente de pedagogía y entretenimiento. Los ciudadanos de la década del veinte se maravillaron con las imágenes en movimiento de sus propias ciudades en crecimiento, y de igual manera seguiría ocurriendo para las décadas siguientes. Teniendo en cuenta que los procesos de migración del campo a la ciudad fueron constantes y crecientes durante el período estudiado (1940 a 1960), la función de entretenimiento que cumplían estas muestras cinematográficas se fue consolidando. El efecto mágico del soporte cinematográfico adquirió mayor envergadura cuando, adicionalmente, las imágenes que se registraban reprodujeron las maravillas del mundo moderno. La distancia, por lo tanto, entre estos públicos y estos procesos de modernidad fue mayor. Abiertamente los hermanos Acevedo mantuvieron un apoyo visible y un importante compromiso con los gobiernos liberales durante los treinta y hasta mediados del cuarenta. Este compromiso es evidente en las características identificadas de la muestra documental. Sin embargo, adicionalmente a este compromiso ideológico, se puede detectar en la muestra el desarrollo de un genuino sistema de creencias alrededor de la práctica del registro que dieron sentido y
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proyección a su actividad casi hasta finales de la década del cincuenta. Esto también puede constatarse en la frecuencia con que fueron contratados y que da muestra del grado de aceptación y confianza que proyectaban en la sociedad. Las imágenes que representaron los Acevedo durante al menos dos décadas dan cuenta de la potente acción que desarrollaron los medios en la vida social nacional y que explican la legitimación de sus ideologías profesionales. Lo anterior nos lleva a describir unas lógicas de registro que, salvo por el paso del cine silente al sonoro finalizando la década del treinta, fueron básicas en su concepción técnica y de gramática visual. Persistió, tanto en las notas informativas como en las comerciales, una mirada subjetiva que, posteriormente con el sonido, reforzó la posición participante del punto de vista seleccionado. No existió la noción del distanciamiento del hecho; por el contrario, las imágenes cargan un alto grado de emotividad. Persistieron actitudes profesionales, más llevadas por la intuición, que nos muestran cómo las características de estas ideologías profesionales, al igual que para el caso de la prensa colombiana, difícilmente se pueden desligar de los circuitos políticos. Esto de alguna manera explica las constantes identificadas dentro de la muestra. Por lo tanto, si existió un compromiso político, los Acevedo reprodujeron magistralmente el discurso sobre el tipo de nación que sus dirigentes tenían en mente, y adicionalmente se deleitaron con los escenarios maravillosos que proporcionaron las ciudades y sus galopantes industrias. Finalmente, a diferencia de otros noticieros que mostraron alguna perspectiva del conflicto como lo hicieron en su momento otras compañías productoras –Ducrane-, los Acevedo no realizaron registro alguno sobre los hechos asociados a la violencia política y social que estaba sufriendo el país. Teniendo en cuenta que la trayectoria de esta casa productora desde 1923 y hasta 1946 había resultado muy exitosa, lo que ocurre a partir de esta fecha, sin duda, determina las tendencias y los contenidos de la producción hasta 1955. Como se ha mencionado en el desarrollo del trabajo, la producción del período está patrocinada, o bien por la empresa privada o por el sector público, que deliberadamente invisibilizaron los aspectos derivados de la crisis política, económica y social de la cual fueron en gran parte responsables. Este aspecto llama la atención porque supone una enorme contradicción: el formato cinematográfico utilizado como vehículo de modernización fue implementado a través de prácticas sociales premodernas al servicio de una visión hegemónica. Mientras esto ocurría en Colombia, el periodismo internacional se encontraba intentando construir sus auténticas culturas profesionales dentro de las dinámicas de la prensa moderna. Allí se había iniciado un debate fuerte en torno al tipo de trabajo que el periodista debía realizar: en torno a los límites de su participación, a la objetividad y a la fijación de agendas informativas. Estos debates en nuestro país se dieron de forma tardía, justo cuando los problemas internos desbordaron las posibilidades del tipo de periodismo desarrollado, a mediados de la década del setenta.
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Como lo han planteado investigadores como María Luisa Humanes y Félix Ortega9, hoy el periodismo cuenta con un grado de profesionalización que le permite tener conciencia de que comparte una cultura ocupacional; que se ha convertido en una actividad con unas rutinas y normas propias de los procesos de producción informativa, y finalmente, que su alto grado de influencia social le ha llevado a establecer un tipo de relación diferente con el conocimiento, sus agentes productores y sus fuentes, de tal manera que el periodista se constituye hoy en un nuevo productor de conocimientos, lugar ocupado tradicionalmente por los intelectuales. En Colombia los medios de comunicación han desarrollado procesos con características que se diferencian, en ocasiones positivamente y en otras no tanto, de otros procesos latinoamericanos. Estas particularidades, asociadas a las distintas tensiones de carácter político, económico y social, muestran cómo existe una línea muy difusa entre las esferas pública y privada en cuanto al manejo de la información periodística: directores de medios con cargos públicos, emporios económicos con el control de la información de carácter público, industrias culturales que imponen modelos de vida a seguir, medidas económicas en detrimento de los espacios y canales públicos dando prioridad a los espacios y canales privados, entre muchos otros ejemplos. Recientemente, un grupo de investigadores, liderado por Fabio López de la Roche, realizó una investigación de análisis del discurso periodístico a propósito de la información emitida por los medios sobre el proceso de paz con las FARC en 199910. La investigación desarrolló tres componentes: radio, prensa y televisión. Vale la pena resaltar una de las conclusiones relativas a la producción periodística de televisión: Los noticieros, si bien posibilitan los insumos para el proceso de conformación de la opinión ciudadana, han renunciado a una orientación de la opinión -no en el sentido de su direccionamiento o manipulación, la cual sin duda realizan, muchas veces inconscientemente, presas los periodistas de sus propios desconocimientos, afectos y desafectos, prejuicios y estereotipos-, sino en el sentido de brindar a las audiencias elementos de juicio, de interpretación y no sólo relación de los hechos, de ofrecerle marcos históricos y geográfico-territoriales para una compresión compleja del conflicto, de introducir elementos de comparación con conflictos similares en otras zonas del planeta, que le den prospección a la mirada ciudadana sobre las posibilidades de solución negociada del 11 conflicto armado colombiano .
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HUMANES, María Luisa, ORTEGA, Félix, Algo más que periodistas. Sociología de una profesión, Barcelona, Editorial Ariel, S.A., 2000. 10 LÓPEZ DE LA ROCHE, Fabio, PEÑARANDA, Leandro, CASTELLANOS, Nelson, Rutinas profesionales y discursos hegemónicos en la información periodística sobre conflicto armado y proceso de paz durante 1999, Informe final presentado a Colciencias en 2001 por el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia (IEPRI), Manuscrito. 11 Ibid., pp. 24-25.
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Encontramos que las constantes identificadas para la producción informativa y comercial de los Acevedo entre 1940 y 1960 comparten características con la producción informativa actual: la televisión privilegia la información de entretenimiento, reproduce los discursos económicos y políticos hegemónicos y, por lo tanto, se enfrenta con grandes problemas para cubrir los temas relacionados con el conflicto armado. Finalmente, la televisión y, en general, los medios de comunicación en Colombia deberían promover reflexiones permanentes sobre el papel que vienen desarrollando en la sociedad durante los últimos cincuenta años, pues los compromisos que han venido adquiriendo durante estas décadas –más cercanos al orden comercial que al interés público- están lejos de contribuir a la transformación del país hacia la reconstrucción democrática y al buen funcionamiento de las instituciones. Al parecer seguimos reproduciendo el mismo modelo de país excluyente y carente de escenarios de participación y debate sobre los asuntos públicos propios del período que comprende este estudio
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La censura católica al cine en Medellín: 1936-1955. Una perspectiva de la Iglesia frente a los medios de comunicación ∗ ♣ Orielly Simanca Castillo •
El conocimiento histórico frente al cine en el país recientemente ha mostrado interés por ampliarse. La incorporación de novedosos estudios que han explorado la aparición del cinematógrafo como producto de la modernidad y su inmersión en la sociedad colombiana, cada vez más generan nuevos interrogantes que han comenzado a ser abordados desde distintas disciplinas. Uno de los aspectos significativos en lo que a la historia del cine se refiere, tiene que ver con el papel jugado por la Iglesia católica como factor activo en los procesos de avance y consolidación de la actividad fílmica en el país. Así como históricamente el catolicismo ha jugado parte importante en el desarrollo de las actividades del hombre, en el cine su intervención hizo parte de un capítulo importante. Por siglos, en el seno del catolicismo predominó la tendencia a regular los nuevos canales difusores del pensamiento humano, siendo la censura el mecanismo más común empleado para ese fin; desde la aparición de la imprenta (1450) se consideró la divulgación de ideas como un peligro para la sociedad que debía ser controlado, y hasta principios del siglo XX la Iglesia católica reaccionó con desconfianza y recelo contra los medios impresos, preocupándose por ejercer control sobre la libertad de prensa e imponiendo medidas de carácter restrictivo. De manera particular, el cine captó la atención de las autoridades eclesiásticas, las cuales comenzaron a ver en este nuevo invento una máquina desafiante y peligrosa para los preceptos bases del catolicismo. Fue en la década del 30 cuando ésta preocupación se centró por primera vez en la figura papal y desplegó a partir de ese momento una red articulada y centralizada en Roma, la cual promovió una campaña reguladora de las imágenes y de los contenidos de la pantalla grande; defendiendo como lema la vigilancia al cine, en todos los países católicos se iniciaron campañas de moralización de estructura y características similares de acuerdo a como se pedía en la encíclica Vigilanti Cura de Pío XI, el primer documento doctrinal y oficial al respecto. ∗
Artículo recibido en agosto de 2004; aprobado en octubre de 2004. ♣ Este artículo es una versión resumida de la tesis de grado Ala manera de una cruzada, campaña de moralización del cine. Historia de la censura moral del cine en Medellín. 1936-1955, Universidad Nacional de Colombia, Departamento de Historia, 2004. • Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia.
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En Colombia, bajo la tutela de la Acción Católica, se inició la vigilancia al cine en las distintas diócesis y arquidiócesis. Sin embargo, fue Medellín el epicentro de una campaña especial, mucho más comprometida, difundida y más sólida que las demás, la cual tuvo su inicio poco antes de la aparición del documento papal, aunque tomó más auge y respaldo con la difusión de éste. Si bien dicha preocupación se prolongó por casi todo el siglo, la década del 50 constituye un punto de quiebre importante, dados algunos hechos coyunturales y estructurales; es de resaltar la conformación a mediados de esa década de una nueva ideología al interior del catolicismo en la que hay un interés pronunciado en el estudio de los medios de comunicación como una problemática cultural conjunta y en la que se resaltan, además de los problemas morales, las dimensiones informativas y el potencial evangelizador de los medios de comunicación; de otro lado, en el país se produjo, por primera vez, la conformación de una Junta de Censura única para todo el territorio que reestructuró las dinámicas de la censura en el país y la participación de la Iglesia. 1. La Iglesia católica frente a los medios de comunicación La intermediación restrictiva de la Iglesia frente a los medios ha estado presente por décadas; desde la aparición de la imprenta y con la invención de la radio, el cine y la televisión, el catolicismo sostuvo su mirada vigilante hacia cada uno de estos medios, primando la idea de un continuo rechazo a la libertad de expresión de éstos, a medida que iban consolidándose. Fue la prensa, y en particular el periódico L’Avenir, la primera en recibir el rechazo de Roma, con la condena en su contra que recibió, en 1832, por parte de Gregorio XVI, iniciándose así una era de censura que se extendería a lo largo del siglo XIX. Con la aparición del cine, pero sobre todo en su época de mayor expansión, la polémica frente a la censura fue revivida, activándose una campaña a nivel mundial a partir de 1936, en la que predominó el rechazo a las “ideas malas” proyectadas en la pantalla y el apoyo y fortalecimiento a las “buenas”. También frente a la radio y la televisión, medios que vivieron su ola expansiva en el siglo XX después de la Primera y Segunda Guerra Mundial, la Iglesia extendió su temor; si bien también los utilizó para difundir sus mensajes, condenó su empleo para fines exclusivamente políticos o económicos y, por tanto, restringió la libertad de expresión a través de ellos. Benito Spoletini, un sacerdote que se ha dedicado al estudio de la doctrina de la Iglesia frente a los medios de comunicación, caracteriza la lenta evolución de este pensamiento católico en tres periodos
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: el primer periodo que denomina “moralístico-defensivo”, se caracterizó según él, por un rechazo absoluto del magisterio hacia la prensa y en general a la libertad de expresión, y se extendió desde el pontificado de Gregorio XVI (1831-1846) hasta León XIII (1878-1903). Le siguió un período “socio-pastoral” que se desarrolló desde el pontificado de Pío X (1903-1914) hasta Pío XII (1939-1958), en el que continuaron las preocupaciones de orden moral sobre los medios, pero donde se inició su estudio desde la óptica católica y su apropiación como instrumentos para la fe. Finalmente, Spoletini indica un tercer periodo de “reflexión teológica”, en el que aparece una visión positiva y optimista de la Iglesia frente a los medios y en el cual comienza a reconocerse la autonomía de los medios de comunicación social y la libertad de expresión, de información y de opinión pública de la sociedad; este periodo se inaugura con Juan XXIII, pero el momento más significativo se produce en el marco del concilio Vaticano II, originando lo que se conoce como teología de los medios de comunicación social. El segundo período, que coincide con el aquí ilustrado, es de trascendental importancia para el advenimiento del nuevo pensamiento en la siguiente fase; enmarcado por el estallido de las dos grandes guerras, este período se reconstituye como una era de rupturas con las hegemonías económicas, políticas, sociales y culturales predominantes hasta la era decimonónica y en el que a nivel mundial se reestructuran las fuerzas de poder y los factores que las componen; con la nuevas dinámicas económicas, la aparición de nuevas ideologías y regímenes políticos, el derrumbe de los antiguos imperios coloniales y el surgimiento del imperialismo moderno, la reconfiguración de las estructuras sociales y la masificación de los progresos técnicos (sobre todo en el área del transporte y las comunicaciones), la Iglesia vio venir transformaciones significativas en todos los campos de la actividad humana. Cambios en las ideas, hábitos, costumbres y tradiciones fueron entendidos como un ataque a la ideología católica, inaugurándose de esta manera, según la Iglesia, una era de crisis moral y de decaimiento de las “buenas costumbres”, en la que los medios de comunicación estaban aportando parte significativa. Para principios del siglo XX, los medios más populares y expansivos eran la prensa y el cine, siendo este último uno de los más multitudinarios a nivel mundial, por constituirse en un espectáculo público mucho más accesible, sobre todo para las grandes masas populares analfabetas. Por su grado de popularidad, auge y expansión, la Iglesia sistematizó de forma más organizada su preocupación frente a la difusión de ideas a través de este medio. Bajo el pontificado de Pío XI (1922-1939), la expansión de la industria cinematográfica fue notoria; los grandes estudios habían hecho su aparición, las salas de cine estaban en aumento y
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Ver SPOLETINI, Benito, Comunicación social e Iglesia. Documentos latinoamericanos, 1959-1976, Bogotá, Ediciones Paulinas, 1977.
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con ello el número de receptores, convirtiéndose en una de las actividades económicas más rentables y una de las diversiones más difundidas y reconocidas en el mundo entero. Una transformación técnica introducida en la década del 20 convirtió definitivamente al arte cinematográfico en un problema de orden moral para el catolicismo: el cine sonoro, en efecto, acrecentó el temor de la Iglesia frente a este medio, ya que la sonoridad reforzaba la expansión de ideas y pensamientos con gran facilidad por todo el mundo. En su interés de combatir ese nuevo peligro emergente de la nueva ola de modernidad y modernización, la Iglesia adoptó una serie de medidas que buscaban restringir los peligros inherentes al cinematógrafo. El cine se convirtió en el inspirador de una campaña mundial de moralización y de varias intervenciones papales sobre el tema, siendo en 1936, cuando por primera vez el máximo representante de la jerarquía eclesiástica, a través de un documento público, sintetizó de manera exclusiva el pensamiento de la Iglesia frente a un medio: Pío XI, en la carta encíclica Vigilanti Cura, además de exponer al orbe católico los “peligros del cinematógrafo”, introdujo las directrices a seguir para establecer en el mundo entero (entiéndase el mundo católico) la vigilancia al cine, teniendo como punto de partida el ejemplo norteamericano. En Estados Unidos la intervención católica frente al cine fue anterior a esta disposición papal, y en 1929, a través de la redacción de un Código de producción por parte de representantes del catolicismo, se establecía para Hollywood, una de las industrias más importantes y expansivas en el mundo entero, la censura católica cinematográfica desde la etapa misma de la preproducción; no siendo suficiente la aplicación de este código, en 1934 la jerarquía eclesiástica, con el apoyo del laicado, creó una organización encargada de promover campañas moralizadoras que amenazaban con boicotear películas inmorales o salas de cine que osaran proyectarlas. Así, la Legión de la Decencia Norteamericana calificaba las películas según sus valores morales a través de una oficina central que funcionaba en Nueva York y difundía estas valoraciones en todas sus publicaciones. Este gran impulso a la censura por parte del catolicismo fue exitosamente posible en un país de predominio protestante por la siguiente razón: “la Iglesia católica, con sus veinte millones de fieles, se concentraba sobre todo en los centros urbanos y contaba con su propia prensa nacional y más de seis millones de lectores por semana, razón por la que ocupaba una posición única para ejercer su influencia en la industria”2. Así, al estar más centralizada que el protestantismo, una amenaza de una acción católica unificada era el gran temor de los empresarios. Inspirada en esta experiencia, la Vigilanti Cura estableció cuatro directrices básicas a seguir por los fieles del mundo: 1) Abstención de los católicos para ver películas inmorales; 2) Clasificación de las películas según su moralidad; 3) Creación de una oficina permanente nacional de revisión y 2
BLACK, Gregory D., Hollywood censurado, Cambridge, University Press, 1998, p. 50.
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clasificación de películas; 4) Relación entre las oficinas de los diferentes países para el intercambio de indicaciones e informaciones. Con la Vigilanti Cura, la intervención de la Iglesia frente a los problemas del cine pasó a ser directa, concreta y con un planteamiento estructurado decisivo frente al futuro de la relación Iglesia católica-cine. Ese temor de la Iglesia se hizo evidente una vez más en 1955, cuando bajo el pontificado de Pío XII otro documento salía a la luz publica; en esta ocasión Los discursos sobre el filme ideal3, un texto dividido en dos partes (El filme ideal I: características del filme ideal y El filme ideal II: el filme ideal, instrumento eficaz de elevación, de educación y de mejoría), se constituía en un acercamiento definitivo de la Iglesia a los problemas del cine tratando de estudiarlos. El texto establecía las pautas por las cuales los productores debían regirse para producir lo que se consideraba un filme ideal y de esta forma enfocar al cine en una diversión moral y “sana”; lo que se buscó con este nuevo pronunciamiento fue proponer a la industria la producción de cintas que no entraran en conflicto con la moral cristiana. Fue en 1957 cuando por primera vez en un documento público de carácter papal, la Iglesia católica adoptó la comprensión y el entendimiento de los problemas del cine, la radio y la televisión desde la perspectiva de los medios de comunicación social. En septiembre de ese año, Pío XII establecía a través de la carta encíclica Miranda Prorsus4 el estudio de los problemas de los medios desde una óptica conjunta; al igual que los anteriores, el documento reiteraba que el cine, la radio y la televisión debían estar al servicio de Dios y por tanto debían contribuir a la moral y a la enseñanza del hombre; así mismo, y también por primera vez, se daba el reconocimiento al derecho a la información de las masas. Aunque todavía con un tono moralista, el discurso estaba inmerso en una transformación muy importante al interior de la Iglesia: el reconocimiento de los medios y su empleo para la información. El Motu Proprio5 de Juan XXIII sobre la Pontificia Comisión para la cinematografía, la radio y la televisión, apareció en 1959 para darle nueva forma a esta oficina dependiente de la Santa Sede, que había sido creada en 1948 para los problemas cinematográficos únicamente y que a partir de 1954, adquirió como competencia suya los problemas radiofónicos y televisivos, de acuerdo con los nuevos cambios que se estaban gestando al interior de la Iglesia católica. Con este nuevo documento, se consolidaba aún más la idea de mirar a los medios conjuntamente y no de manera separada como hasta ahora se venia haciendo. Igualmente, se reiteraba la necesidad de la vigilancia a los medios y la constitución de oficinas nacionales. 3
PÍO XII, Discursos sobre el film ideal, Bogotá, Ediciones Paulinas, S.F. PÍO XII, “Carta encíclica Miranda Prorsu sobre cine, radio y televisión”, en Los medios de comunicación social, Bogotá, Ediciones Paulinas, 1978. 4
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Es en el marco del Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXIII en 1959 y celebrado entre 1962 y 1965, cuando se da una ruptura definitiva al interior del pensamiento católico en esta materia. El Concilio, que produjo transformaciones en la Iglesia en cuanto a una apertura a los problemas económicos y sociales y sobre todo a las realidades de América Latina, permitió la posibilidad de diálogo con diferentes corrientes políticas y religiosas. En el campo de los medios de comunicación, el decreto conciliar Inter Mirífica de diciembre de 1963, marcó una pauta muy significativa de cambio que había venido gestándose desde la encíclica Miranda Prorsus. La Iglesia, que había preferido atacar la inmoralidad de los medios a través de comentarios y campañas moralizantes, a partir de ese momento reconocía el uso de la prensa, el cine, la radio y la televisión como instrumentos para su propio uso. Buscó la posesión de medios propios y la utilización de los que no lo eran para difundir sus mensajes, promovió un nuevo clima de diálogo, una nueva actitud de comunicación que creó una reflexión de los cambios sociales profundos que el continente latinoamericano atravesaba y la creación de nuevos espacios de comunicación. El resultado fue el reconocimiento oficial al derecho a la información, el establecimiento de la Jornada Mundial de las Comunicaciones y el uso de los medios para la predicación, la evangelización y la enseñanza, todos ellos doctrina básica del nuevo pensamiento. Su actitud frente a los medios, por lo menos en la teoría, debía ser menos impositiva, moralista, paternalista y dogmatizante de lo que hasta ahora había sido. En la práctica, la utilización de los medios para la acción pastoral supuso una mayor participación del laicado en la actividad católica y la creación de nuevos canales y alternativas de comunicación que ofrecieron en muchos lugares del continente un contacto más directo con campesinos y comunidades alejadas6. Nuevos canales de diálogo también entre la misma jerarquía eclesiástica se hicieron posibles gracias a esta reflexión, dándose como fruto de ello varios encuentros nacionales, regionales y continentales, que dieron como resultado un gran corpus doctrinal sobre el tema7.
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JUAN XXIII, “Motu Proprio de su Santidad Juan XXIII sobre la Pontificia Comisión para la cinematografía, la radio y la televisión”, en Boletín Arquidiocesano, Medellín, Nº 2, abril-junio, 1959. 6 Se dieron experiencias en el continente latinoamericano a través de nuevos usos de los medios de comunicación, tales como la comunicación grupal, las escuelas radiofónicas (radio Sutatenza en Colombia), cine foros, teleforos y audioforos. 7 Algunos de los encuentros más representativos fueron: Seminario primero sobre responsables continentales de medios de comunicación social, Santa Inés (Lima), 1966; II Conferencia episcopal, Medellín, 1968; Sesión de reflexión del DECOS/CELAM, Melgar (Colombia), 1970; tres encuentros regionales de pastoral de la comunicación social celebrados en 1972 en Antigua (Guatemala), Buenos Aires (Argentina) y Cumbayá (Quito); seminario sobre Teología de la comunicación social, Santa Inés (Lima), 1974; III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano sobre la comunicación social y la evangelización en el presente y futuro de América Latina, Puebla (México), 1979; Seminario latinoamericano sobre Iglesia y nuevo orden mundial de la información y de la comunicación, Embú (Brasil) 1982.
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Sin embargo, antes de llegar a este punto, la Iglesia había establecido la censura como una medida de control a la expansión de ideas y antes de interesarse por los medios de comunicación, se preocupó por cada uno de ellos aisladamente; el cine era tan sólo una de esas preocupaciones que había que moralizar y entre 1936 y 1955 impulsó la censura como el medio más eficaz para lograrlo. 2. Censura al séptimo arte Frente al Estado, la Iglesia católica impulsó en el pasado mayor control sobre los medios de comunicación en Colombia; una de las más ricas experiencias en este sentido se presentó en el campo del séptimo arte. Hasta mediados del siglo, la Iglesia le apostó a una regulación del contenido de las películas que estaban siendo exhibidas en el territorio nacional, en concordancia con los postulados y directrices que en el mundo católico fueron difundidos. Se buscó, como lo mandaba la encíclica Vigilanti Cura, que las jerarquías locales procuraran la vigilancia al cine. La censura al arte cinematográfico fue impuesta como una forma de regulación a los contenidos e imágenes que podían ser difundidos a través de la pantalla. En el país podemos diferenciar dos formas de censura al cine que se canalizaron de formas diferentes y fueron ejecutados por distintos agentes entre 1936 y 1955: la censura oficial y la censura moral. De manera general podemos definir la censura oficial como aquella realizada por el Gobierno o sus representantes, la cual tiene jurisdicción sobre el territorio al cual gobierna, está legitimada por las leyes oficiales y es ejercida por juntas de censura o comités de clasificación, cuyo fin es la clasificación de las películas por rango de edades para permitir o no su exhibición en el territorio al público en general. De otro lado, la censura moral es la realizada por la Iglesia (en este caso la Iglesia católica), la cual tiene jurisdicción sobre el orbe católico en el mundo entero, está legitimada por las leyes de Dios, es decir por el derecho divino y tiene por objetivo la clasificación de las películas por rango de edades para sugerir o advertir al público católico sobre las consecuencias del cine. Entre 1936 y 1955, ambas formas de censura fueron aplicadas en el país, pero fue la censura moral la que contó con un soporte doctrinal y orgánico más coherente y estructurado que le permitió aplicar políticas más claras y organizadas. Sobre la censura oficial en Colombia, podemos decir que la primera Junta de censura de jurisdicción nacional data del 22 de junio de 1955, cuando el entonces Presidente, General Rojas Pinilla, decretó la creación de la mencionada Junta; el decreto número 1727 establecía en su artículo primero: “créase la Junta Nacional de Censura, con la misión de censurar todas las
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películas de cine que se importen al país o que se produzcan en él que estén destinadas a exhibiciones públicas”8. Con este decreto se ponía fin a una proliferación de juntas existentes sin articulación entre sí y bajo la vigilancia de autoridades regionales, ya que hasta ese momento la censura oficial estuvo fragmentada, generando desórdenes en las clasificaciones, las cuales podían variar de un lugar a otro. La ciudad de Medellín es un ejemplo claro de este desorden administrativo; desde 1913 hasta 1951 existió una multiplicidad de juntas de censura, una para cada circuito o teatro de la ciudad, cada una compuesta por diferentes miembros que conceptuaban de manera diferente sobre una misma película. Esta falta de políticas claras hizo que la inoperancia práctica del sistema fuera evidente y, por ello, las autoridades departamentales, a través del decreto número 527 del 17 de septiembre de 1951, crearon la Junta Única de Censura del Departamento de Antioquia9. La censura moral, por su lado, contó con un soporte normativo e ideológico unificado para el mundo católico a través de encíclicas y documentos pontificios y arzobispales, los cuales daban cuenta de las acciones que debían llevarse a cabo. 2.1. La censura moral en Medellín Cuando en 1936 el papa Pío XI proclamaba al mundo entero: “es por tanto, una de las necesidades supremas de nuestro tiempo vigilar y trabajar con todo esfuerzo para que el cinematógrafo no siga siendo escuela de corrupción, sino que se transforme en un precioso instrumento de educación y de elevación de la humanidad”10, muchos países del mundo aunaron sus esfuerzos para lograr este propósito y Colombia no fue la excepción. Aunque también de manera fragmentada, la censura moral estuvo bajo la tutela de la Acción Católica y su funcionamiento práctico en manos de las diócesis y arquidiócesis del país, las cuales emprendieron acciones para controlar la “inmoralidad reinante” que el cine estaba produciendo. Hasta la década del treinta, estas expresiones de censura ya se habían manifestado a través de la protesta de algún párroco o ciudadano en contra de alguna película o empresa de cine o la difusión de comentarios en los diarios locales; sin embargo, en este periodo no existió una organización católica tan expansiva, organizada y eficaz que desplegara una verdadera campaña como la que se produjo en las décadas siguientes. 8
“Creada Junta Nacional de Censura para películas y trailers”, en Legislación económica, Bogotá, Volumen 6, julio 15, 1955, p. 363. 9 Para más información, ver SIMANCA CASTILLO, Orielly, A la manera de una Cruzada, campaña de moralización del cine. Historia de la censura moral del cine en Medellín. 1936-1955, Tesis de grado, Universidad Nacional de Colombia, Departamento de Historia, 2004, Capítulo II: Las Juntas de Censura. 10 PIO XI, Carta Encíclica VIGILANTI CURA, Bogotá, Ediciones Paulinas, 1978, p. 14.
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A inicios del siglo XX, la Iglesia contaba con un poder ampliamente expansivo e intensivo en las regiones colombianas, que se mantuvo de forma característica a lo largo de casi todo el periodo, pese a que desde el siglo anterior los gobiernos liberales habían iniciado una política de limitación de las atribuciones de la Iglesia mediante el establecimiento de medidas como la libertad de prensa sin censura eclesiástica, registro y matrimonio civil, intervención estatal de los bienes eclesiásticos, expulsión de algunos religiosos, secularización de varios centros educativos, etc. La Iglesia, que se involucraba no sólo en las cuestiones religiosas, sino en la economía, la política y hasta en la vida privada, contaba con un gran predominio e influencia en la sociedad medellinense, que para principios del siglo vivía una época expansiva debido al crecimiento económico producto del auge cafetero y al posterior crecimiento fabril. La ciudad, para ésta época, se enfrentaba a cambios estructurales y fisonómicos que se traducían en urbanización, industrialización, crecimiento de la población y recomposición de la ciudad y de algunos de sus componentes sociales, y junto a estos nuevos elementos de la modernización, se conjugaron el tradicionalismo y el conservadurismo característicos de la sociedad medellinense del siglo XIX. Los siglos XIX y XX habían introducido cambios y transformaciones significativas en todos los campos en el que el catolicismo extendía su dominio. La ciencia, la técnica, las artes, el pensamiento, las corrientes políticas y el desarrollo económico pasaron por un proceso de laicicismo que significó, en muchos países del mundo, el desprendimiento de la Iglesia en relación a esos temas. Esas variaciones fueron entendidas, en muchos casos, como una agresión a la cual había que dar una respuesta. Para el caso antioqueño, algunos autores, como Catalina Reyes, hablan de un fortalecimiento de la actividad de la Iglesia para el periodo: “generalmente los procesos de modernización, industrialización y urbanización en varias ciudades latinoamericanas estuvieron acompañados de rasgos de modernidad social y cultural que se evidenciaban en ciudades más abiertas y libres del control religioso. En Medellín, por el contrario, durante las tres primeras décadas del siglo XX se reforzó el papel de la Iglesia y ésta extendió una red de control de la que era difícil escapar. Prácticas religiosas, ejercicios espirituales, colegios femeninos y masculinos, obras de beneficencia, ligas de temperancia, asociaciones católicas, escuelas nocturnas para obreros, patronatos, sociedades mutuales y numerosas publicaciones de carácter religioso y moral son prueba del dinamismo de la Iglesia en ese período. La vida pública y privada estaba bajo su mirada vigilante”11.
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CÁRDENAS REYES, Catalina, Aspectos de la vida social y cotidiana de Medellín, 1890-1930, Bogotá, Premios nacionales Colcultura, Tercer Mundo Editores, 1996, p. xiv.
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En respuesta a los procesos de modernización y de laicidad de la sociedad, que suponían un debilitamiento del control social en regiones como Medellín, que habían estado por siglos bajo supremacía preponderante por parte del catolicismo, la Iglesia local extendió a lo largo de la primera mitad del siglo XX, pero de manera acentuada desde los años 1930, nuevos canales de control. En los discursos, es reiterativo el interés por preservar la moral en todos los campos de la vida del hombre, siendo el cine tan solo uno de ellos: la corrupción de costumbres es la mayor fuente de apostasía y jamás alcanza más deplorables éxitos como cuando encubre su maldad so capa de civilización y de progreso y cuando, como por desgracia sucede en la actualidad, todo le sirve de excitante poderoso: el cinematógrafo con sus películas inmorales, el teatro con sus representaciones inconvenientes, la radiodifusora con sus diálogos de doble sentido y sus cantares de dudosa moralidad, la prensa con sus folletines escandalosos y sus grabados indecentes, la literatura procaz y pornográfica, las diversiones mundanas aun en los centros sociales más distinguidos, los bailes indecorosos, las modas femeninas inconvenientes y deshonestas, la promiscuidad de relaciones entre personas que, por su mismo estado y condición, están obligadas a mayor recato y circunspección y tantas otras cosas que traen como fatal consecuencia el debilitamiento y la destrucción del decoro social, la relajación de las costumbres, el descoco en la mujer, el libertinaje en el hombre, la profanación del matrimonio, la desunión en el hogar y su abandono, el criminal descuido de las obligaciones más sagradas y perentorias de la familia y 12 por ende la ruina de toda la honestidad y vida cristiana .
El discurso local abogaba por la defensa de la moral y las buenas costumbres de la sociedad. Se pensaba que las imágenes y los contenidos del cine tenían gran influencia sobre las personas induciéndolas incluso a cometer delitos. A raíz de la encíclica Vigilanti Cura, la Iglesia de Medellín intensificó, de manera notoria y más que en otras ciudades del país, la vigilancia al cine a través de la difusión en prensa, de las primeras clasificaciones morales; la intervención por parte de los representantes clericales se hizo directa y abiertamente, apareciendo los primeros discursos arzobispales y la organización de la censura moral. Esta censura, que en un principio buscó la orientación moral del público, se caracterizó por la emisión de juicios morales sobre el cine (generalmente negativos), su difusión en la prensa católica y la publicación de innumerables artículos que buscaban advertir a los fieles sobre los peligros a los que estaban expuestos A partir de 1950, la Iglesia local introdujo un nuevo componente que nos permite referirnos a una nueva etapa: la educación cinematográfica. Hasta esa fecha, pese a la gran campaña desplegada y la gran actividad de la Iglesia en este campo, existía una fuerte motivación de 12
GARCÍA, Joaquín (arzobispo), “Pastoral para la cuaresma de 1944”, en Boletín Arquidiocesano, Medellín, N° 3, marzo de 1944, p. 130.
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cambio en busca de mejores resultados: “hasta el presente, la Iglesia Católica y las comunidades protestantes, se han dedicado a una labor enfática, benéfica, pero insuficiente. Hay ligas de la decencia, campañas contra determinadas películas, juntas de censura, publicaciones frecuentes, quejas continuas. Esto debe hacerse para bien de la sociedad pero no basta. En defensa de la integridad moral y espiritual de la humanidad, hay que tomar una actitud positiva, hacer del cine un vehículo educativo sin dejar de ser recreativo, y convertirlo en aliado de las grandes campañas de restauración que exige la humanidad contemporánea”13. La segunda etapa fue por tanto de educación cinematográfica; en ella continuaron los juicios morales acompañados de publicaciones propias y actividades que buscaron educar a los fieles y a los sacerdotes en ese campo. Este notable interés por la instrucción de la educación cinematográfica fue entendida de la siguiente manera: “esta adaptación mental de la persona supone de antemano contacto frecuente con el cine. La facultad de comprender la belleza de un arte y todo lo que encarna esta belleza no se puede adquirir sino con la contemplación de las obras. Es precisa, pues, una preparación intelectual y una preparación técnica que estudie los procedimientos estéticos propios del cine”14. La educación cinematográfica contempló, por tanto, la adopción de una cultura cinematográfica, entendida como la difusión de conocimientos sobre nociones y principios básicos del cine que permitieran el estudio y enseñanza del mismo. La Iglesia comenzaba a entender que la orientación moral del cine no era posible sin ese conocimiento. A través de la enseñanza de temas relacionados con la práctica del cine como tipos de planos, movimiento de la cámara, montaje, géneros cinematográficos, los oficios del cine, nociones de guión, encuadres, luces, ritmo, sonido, etc., se pretendía desarrollar en los espectadores una cultura cinematográfica inexistente hasta el momento, que implicaba el desarrollo en el público de una mentalidad y una conciencia cinematográficas definidas así: “la mentalidad hace relación al arte; la conciencia a la moral. La mentalidad tiene por objeto lo bello; la conciencia lo bueno. La mentalidad es aquella disposición espiritual, aquella estructura interior que se requiere para concebir y realizar una bella película según los cánones específicos del séptimo arte. Es la sensibilidad artística ordenada al cine”15. Por su parte, la conciencia fue entendida como “aquella disposición del alma que nos hace sentir, casi instintivamente, lo que en una película hay de lícito o de ilícito, de educativo o de antieducativo. Es la sensibilidad moral ordenada al cine”16. Fue la época del cine forum, de las semanas cinematográficas, de algunos ensayos de salas católicas, de la creación de la Legión de la Decencia y de la conformación del Centro Católico Cinematográfico en Medellín. 13
“Defensa de los valores morales y espirituales”, en El Colombiano, Medellín, Mayo 30 de 1950, Nº 11885, p. 3. Centro Católico Cinematográfico, Índice Moral de Películas, Medellín, Editorial Bedout, 1953, p. 220. 15 BRONX, Humberto, Estudios Sobre el Cine, Medellín, Editorial Argemiro Salazar & Cia. Ltda., 2ª Edición, 1970, p. 78. 14
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2.2. Una campaña contra el arte La censura moral al cine debe entenderse como la ideología que la Iglesia Católica desplegó sobre el cine y las acciones puestas en marcha para detener la “inmoralidad del espectáculo” y sus consecuencias en la “decadencia de las costumbres” de la sociedad. Ideológicamente, la censura se soportaba por un corpus documental establecido oficialmente por la Jerarquía eclesiástica desde la figura papal y en lo local por los Arzobispos y algunos sacerdotes. En la práctica se materializó con la promoción de campañas de moralización del cine a través de la organización de ciertas actividades que buscaban tal fin. Concretamente en Medellín, la campaña estuvo orientada a poner en marcha la difusión de propaganda moral, la publicación de la clasificación de películas, la conformación de la Legión de la Decencia, el establecimiento de una oficina de revisión, el impulso a las salas de cine y la discusión de películas a través del cine forum. a) Propaganda moral Consistente en la difusión para los fieles del pensamiento de la Iglesia frente al problema del cine a través de medios como el púlpito, la prensa (periódicos como El Pueblo, El Obrero Católico, El Heraldo Católico, El Colombiano y el Boletín Arquidiocesano de Medellín, así como también publicaciones especializadas) y la radio (a través de La Hora Católica y emisoras como Radio Nutibara, La Voz del Triunfo y La Voz de Medellín), la propaganda moral buscó difundir la doctrina básica de la Iglesia frente al tema y orientar a los católicos para conseguir alejarlos del “mal cine”. b) La clasificación cinematográfica Con la clasificación por rango de edades de las películas, se buscó establecer un listado de los filmes aptos o no para el público, que fue difundido a través de la prensa católica y que mantuvo en general la siguiente clasificación: Para todo público o “buenas”: películas aptas para toda clase de público. Aceptable, para mayores de 16 o adultos: filmes aptos para mayores de 16 años. Aceptable para mayores, para mayores de 21 años o con reparos: películas aptas para mayores de 21 años, debido a que podían contener escenas o argumentos con algún elemento perjudicial para los jóvenes menores. Peligrosa, desaconsejable o escabrosa: cintas completamente desaconsejables, ya que podían llevar al espectador a pecar.
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Ibid., p. 79.
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Mala: películas vedadas por completo a los católicos debido a los reparos morales en su contenido.
Las clasificaciones morales eran listados de películas de reciente estreno o próximas a estrenarse, clasificadas bajo alguna de esas categorías. En raras ocasiones aparecía algún concepto moral, técnico o artístico de tipo explicativo que aclarara el por qué de esa clasificación; en cambio, se produjeron comentarios morales sobre las consecuencias o la influencia del cine en los niños, en la juventud, en las mujeres o en el público en general, que buscaban advertir sobre los peligros a los que estaban expuestos con el “cinematógrafo corruptor”; sólo en el diario El Pueblo aparecieron regularmente comentarios sobre películas. El carácter de tales listados era de tipo informativo y normativo: “el magisterio de la Iglesia ha recordado siempre el doble aspecto que deben tener para los fieles las calificaciones cinematográficas. Un aspecto de información que debe llegar a todos los fieles mediante la oportuna y eficaz difusión de tales juicios, y otro aspecto que se define como normativo en cuanto está dirigido a guiar su conducta durante la visión de los espectáculos cinematográficos”17. Sin embargo, a diferencia de la censura oficial, ésta no contó con los canales restrictivos suficientes para prohibir la circulación de alguna película; por tanto, la norma sólo podía llegar a ser aplicada a través de los medios persuasivos empleados por la Iglesia para tal fin. c) La inclusión del laicado a través de la Legión de la decencia En Medellín, el primer intento de organizar la Legión de la decencia se dio en 1942, cuando por iniciativa de los jóvenes del círculo de San Pablo se adhirieron algunos círculos de estudio de los diferentes colegios de la ciudad y cuyo resultado fue la organización de una Legión de la Decencia que al parecer tuvo poco éxito. En el mes de julio de 1948, los obispos de toda Colombia, reunidos en Bogotá en la V Conferencia episcopal, hicieron un llamado a los católicos sobre los peligros del cine y exhortaron a través de una de las conclusiones a organizar la Liga de la decencia cristiana en todas las regiones del país: “procurar la formación de la Liga de la Decencia Cristiana en todas las parroquias donde haya cine, y hacer que dichas ligas pidan al Gobierno la moralización de éste, procurando así una especie de clamor al respecto”18. Inmediatamente, algunas regiones siguieron el llamado y ciudades como la capital del país en octubre de ese mismo año la conformaron; otras, como la ciudad de Medellín, tardaron un poco más. Fue en el marco de la primera semana sacerdotal arquidiocesana de la Acción Católica de Medellín, realizada del 5 al 9 de noviembre de 1951, cuando los 70 sacerdotes reunidos se 17 18
CANALS, Salvador, La Iglesia y el cine, Madrid, Ediciones Rialp S.A, 1965, p. 65. “Conclusiones de la Conferencia Episcopal”, en Cine y libros, Bogotá, Nº 309, agosto 12, 1948, p. 4.
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comprometieron a promover su organización definitiva: “los sacerdotes prestarán todo su apoyo a la Liga de la Decencia que se establecerá cuanto antes para luchar contra la inmoralidad de los espectáculos, cine inmoral, modas indecorosas, diversiones peligrosas, malas lecturas, etc.”19. Con el fin de velar por la moralidad de los espectáculos públicos, se creó la Legión en 1952 a imitación de la norteamericana. A través de la proclamación de una promesa programada en ese mismo año en todas las parroquias, el último domingo de octubre declarado el domingo de Cristo Rey, los fieles debían comprometerse a no asistir a espectáculos inmorales. La promesa era la siguiente: “me comprometo solemnemente a no asistir a cine sin antes haber consultado la calificación moral del espectáculo. Me comprometo solemnemente a no ir a teatros cuando en estos se proyecten películas malas y me comprometo a conseguir el mayor número posible de adherentes a la Legión de la Decencia, convencido de que la diversión mala contribuye al fomento de la fornicación y el adulterio y destruye las fibras sociales de los pueblos”20. En Medellín, el impacto y la trascendencia de la Legión de la decencia no llegó a tener la dimensión ni el éxito de la experiencia norteamericana; sin embargo, muchos fueron los adeptos. Su aparición confirma la tendencia al interior del catolicismo, de mantener y sostener organizaciones de tipo laico, tan comunes en la época, que se constituían en redes de ayuda para el mantenimiento del control social en el campo religioso; en el fondo, se buscó promover una vigilancia moral más directa sobre la población desde los mismos fieles. d) El establecimiento de una oficina Cuando con la Vigilanti Cura Pío XI establecía que “será necesario que en todos los países creen los obispos una oficina permanente nacional de revisión que pueda adelantar las buenas películas, clasificar las malas y hacer llegar este juicio a los sacerdotes y a los fieles”21, dio las pautas primordiales de lo que sería la estructura organizativa al respecto. En primer lugar, se estableció la necesidad de ellas en todos los países, a cuyo encargo estaría la Acción Católica bajo la vigilancia de los obispos; también se planteó la necesidad de que dichas oficinas fueran únicas en cada país y mantuvieran contacto con las de otros países para conseguir así unidad de criterios e intercambio de información. En Colombia, la unicidad de una oficina nacional no existió. Si bien la Acción Católica era el organismo encargado de promoverla, lo que se dio en el país fue la aparición en varias arquidiócesis o diócesis de entidades que, bajo su comando, promovieron campañas de moralización del cine. En un principio, en Medellín esas funciones que debía desempeñar la oficina estaban bajo la tutela de la rama de Señoritas de la Acción Católica Arquidiocesana; fue 19
Boletín Arquidiocesano, Medellín, octubre – noviembre – diciembre, 1951, Nº 10 y 12, p. 191. El Heraldo Católico, Medellín, mayo 3 de 1952, Nº 160, p. 7. 21 PÍO XI, Carta Encíclica Vigilanti Cura, Bogotá, Ediciones Paulinas, 1978, p. 14. 20
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en 1949 cuando el presbítero Jorge González, en ese momento asistente de la rama de señoritas, con el apoyo del padre José Luis Molina, organizaron como dependencia de la Acción Católica arquidiocesana el secretariado de cine destinado especialmente a orientar al pueblo católico sobre ese tema; en 1951 la oficina tomó mas fuerza, cuando se nombró al presbítero Jaime Serna Gómez, quien incentivó la educación cinematográfica a través de la organización del Centro Católico Cinematográfico. Este centro funcionaba según los principios de la encíclica Vigilanti Cura, es decir, una oficina permanente de clasificación de películas, controlada por la Acción Católica, constituida por personas familiarizadas con la técnica cinematográfica con arraigados principios de la moral y bajo la vigilancia de un sacerdote para difundir la clasificación de las películas según su moralidad. La clasificación de películas se hacía con base en publicaciones provenientes generalmente de las ciudades de Nueva York, Bruselas, Madrid, Caracas, México y La Habana; aunque no constituía una oficina de carácter nacional, cumplía funciones en lo local. e) El monopolio vertical y las salas de cine: una estrategia a medias Otra de las estrategias puestas en marcha para el entretenimiento “sano” y “moral” de los fieles, fue la creación de las salas de cine. Generalmente de tipo parroquial, las salas cinematográficas católicas buscaban ganar terreno frente a la avanzada desafiante del “mundo profano” en las salas comerciales de la ciudad. En principio, fueron ideadas como una red comercial al estilo norteamericano y en la cual, a través del monopolio vertical, se controlarían todas las fases de la industria, con la producción, distribución y exhibición de películas bajo la mirada católica; sin embargo, algunas limitaciones no hicieron posible implementar ese modelo en el país. A diferencia de Colombia, algunos países como Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia, España, México y Argentina lograron la producción del cine católico22; la distribución comercial por su parte, se constituía en el mayor inconveniente de las salas, ya que por un lado, la producción del cine católico, no había logrado masificarse para así mantener abastecidas las salas y por otro, las películas comerciales ofrecidas, no lograban convencer del todo a los representantes del clero; por eso la exhibición se constituía con películas del cine católico y con algunas comerciales que eran las moralmente más aceptadas. Pese a los inconvenientes, la creación de estas salas fue concebida como una necesidad de primer orden: “es urgente que en Colombia y en cada país se organicen salas católicas y se unan en consorcios prósperos, para que se puedan presentar a la producción, a los distribuidores, a las sociedades públicas y privadas como un bloque imponente y unido. Si así se organizan numerosas salas de cine, la producción
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Películas católicas son aquellas en las que el tema central es netamente católico y hecho por católicos. Este tipo de cine también tenía la finalidad de entretener y mantuvo un interés de lucro, pero como un medio eficiente de apostolado para la Iglesia.
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se verá obligada a producir más películas morales, por cuanto esos consorcios moralizantes, nunca tomarán alquiladas películas vetadas por la censura moral”23. Un primer intento de sala católica se produjo en noviembre de 1937, cuando se anunció la celebración de un contrato entre la Acción Social Católica y el señor Jorge Salazar Arbeláez, para dar funciones de cine en el salón de propiedad de la Acción Social Católica, con películas estrictamente censuradas que prometían la proyección de un espectáculo “sano”. Por varias semanas se informó sobre este proyecto en la prensa, sin embargo las funciones no fueron difundidas. En la década del cincuenta se reportó una mayor actividad en cuanto a las salas católicas de cine constituyéndose como organizaciones de tipo parroquial; se fundaron teatros en Itagüí, Bello, Buenos Aires de Medellín, en las Parroquias de El Verbo Divino, de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, del barrio de Buenos Aires de Medellín, de El Sufragio y Santa Gertrudis de Envigado y Sonsón. Las salas de cine se constituyeron en la esperanza de la Iglesia para la difusión de películas “buenas” según su doctrina e hicieron parte de la campaña moralizadora. f) El cine forum, el cine club y las tensiones de la secularización La aparición del cine forum en Medellín estuvo muy relacionada con un experimento de creación de un cine club en la ciudad. Cuando el 9 de junio de 1951 apareció por primera vez el cine club bajo la orientación de Camilo Correa, la Iglesia se escandalizó y presionó a través de una campaña para su disolución, ya que las películas exhibidas (La Favorita del Puerto y Electra), no habían pasado por ningún tipo de censura. Se vio a esta institución, que se definía a sí misma como una asociación cultural, como peligrosa para la sociedad, ya que ésta no pasaba por ningún tipo de control ni vigilancia, y en ella, se reunían personas alrededor de una cinta sin clasificar, para debatir temas y películas que los ponían en contacto con nuevas ideas y que podían establecer un distanciamiento frente a los valores que el tradicionalismo católico defendía. En una entrevista concedida por el propio Correa y registrada en el libro La historia del cine colombiano, de Hernando Martínez Pardo, esta tensión entre el proceso de secularización cultural instaurada por el cine club y el conservadurismo defendido por la Iglesia católica se evidencia en términos de deslegitimación del cine club: “el Cine Club lo fundamos Darío Valenzuela y yo en el Teatro María Victoria. La programación despertó inquietudes en la curia arzobispal de Medellín. La organización no pudo resistir el boicoteo de la censura religiosa y la acción de los saboteadores que impedía la visión y discusión de las películas. Por eso al poco tiempo tuvimos que suspenderlo”24. Al parecer, en julio de 1951, bajo la iniciativa de La Hora Católica de la ciudad se inició la campaña en su contra, adelantada por el Pbro. D. Fernando 23
BRONX, Humberto, Libros del mundo y de Colombia y Hollywood al desnudo (orientaciones sobre el cine. Libros buenos y malos), Medellín, Pérez & Estilo, 1952, p. 31. 24 MARTÍNEZ PARDO, Hernando, Historia del cine colombiano, Bogotá, 1978, p. 223.
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Gómez a través de dos comentarios consecutivos, en donde se le situaba como una institución peligrosa para los principios morales de la sociedad: “nosotros no conocemos esa entidad sino por las publicaciones que se han hecho en la prensa, pero si hemos visto que las películas que se han proyectado para los socios y para los invitados por éstos, son todas clasificadas para mayores de 21 años, o no permitida su exhibición por las Juntas de Censura, porque hay que saber –y no conocemos la razón- las cintas que da el ‘Cine-Club’ no son censuradas por nadie”25. Tachada por la prensa católica como una institución inmoral, depravada y corruptora, el presidente del Cine Club, Camilo Correa26, debido a las presiones por parte de la Iglesia, anunció su renuncia y la disolución del Cine Club mediante una carta dirigida al arzobispo y comentada ampliamente en los diarios: “de su renuncia dio el señor Correa dos razones: que no quería que esa institución fuera motivo de escándalo dados los ataques que se hicieron por La Hora Católica y por otros órganos de la prensa, y por que como gerente de Procinal, o sea una empresa de cine nacional que él viene gestionando hace varios años, no quería exponer la vida de esa nueva organización, a la cual se estaba confundiendo con el Cine-club”27. Al poco tiempo de su disolución y en contrapeso al Cine Club, apareció en Medellín una institución similar de orientación católica: el cine foro. Se buscaba, además de educar al público para el cine mediante la asistencia a películas morales y su posterior análisis, mostrar la opción católica de un método de presentación y de reflexión sobre películas en la que las orientaciones bases del catolicismo, fueran su sustento. En un intento por reducir el interés que esa institución, promovida por Camilo Correa, había despertado en el público de la ciudad, fue implementado un método con características similares al del cine club: ... se proyecta en un teatro cualquiera o en un salón adaptado para el fin, una película determinada. Inmediatamente después de la proyección se abre el debate en el cual todo el público tiene derecho a tomar la palabra para expresar su concepto personal sobre el film visto, apreciándolo principalmente por cuatro aspectos fundamentales, a saber, el argumento,
25
El Heraldo Católico, Medellín, julio 28 de 1951, Nº 124, p. 1. Camilo Correa nació en 1913 en San Andrés (Antioquia), pero su infancia y juventud transcurrieron en Valdivia. Fue crítico de cine y pionero en esta materia en el país; fundador de dos empresas de cine: Pelco (Películas Colombianas), creada en 1945 en Medellín, y Procinal (Promotora de Cine Nacional) fundada en 1947 en Bogotá. Emprendió varios proyectos cinematográficos como Pasión llanera (1947) y Cristales (1953), los cuales nunca fueron concluidos, y Colombia linda, que fue finalizada pero considerada un fracaso rotundo. Encarcelado durante ocho meses por la ruina y el desfalco que llevaron a la liquidación de Procinal en 1955, Camilo correa seguiría siendo un capítulo importante en la historia del cine nacional. Para más información ver: DUQUE, Edda Pilar, La aventura del cine en Medellín, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia/ El Ancora Editores, 1992; ÁLVAREZ, Luis Alberto, “Cine Colombiano: mudo y parlante”, en Gran Enciclopedia de Colombia, Vol. 6, Bogotá, Círculo de Lectores, 1993. 27 El Heraldo Católico, Medellín, agosto 4 de 1951, Nº 125, p. 6. 26
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la técnica formal de la película, su valor psicológico y (esto es lo más importante) su valor moral. Todos los espectadores exponen sus opiniones, los comparan entre sí, presentan las razones de sus puntos de vista, etc. Al fin de todo se sacan las conclusiones, es decir, EL DICTAMEN, que el público pronuncia sobre la película. Para mayor orden y efectividad, una 28 persona encargada dirige el debate y lo orienta hacia los fines propuestos .
A diferencia del cine club, el foro católico buscaba resaltar los aspectos morales de una película al lado de las características técnicas, estéticas y artísticas. Algunos años después apareció el método Doclam ideado por el P. Rafael Sánchez; el esquema principal del método Doclam consistía en la presentación del tema o idea central, del plan dramático de la obra y del estilo del filme, el análisis de la interpretación de los personajes y de la técnica empleada, el estudio y discusión de la moral positiva y/o negativa del filme y finalmente una encuesta que buscaba resaltar los frutos positivos del foro o los aspectos a mejorar29. Se quiso despertar en los espectadores una conciencia crítica y reflexiva que les permitiera por medio de su propio criterio sacar sus enseñanzas y rechazar las ideas erróneas de algunos filmes. La primera función del cine foro católico fue organizada por el padre Jaime Serna en septiembre de 1952; con una proyección quincenal precedida de un comentario, el cine foro tuvo una duración de 7 años; adicionalmente, cada año se programaba una semana de cultura cinematográfica. En un principio las proyecciones se llevaron a cabo en teatros públicos como el Junín, Ópera y Avenida, pero después de varios inconvenientes con los representantes de la UNEC30, el arzobispo Joaquín García determinó continuar esta labor en el teatro de los padres Salesianos del Sufragio. Así describía el padre Serna, bajo su seudónimo Humberto Bronx, las actividades del movimiento estudiantil: “cuando entró a las Universidades el morbo marxista leninista, orientado por una pequeña burguesía intelectual y profesional, la Confederación de Estudiantes Colombianos (CEDEC) se propuso apoderarse de las discusiones en cada Cine Foro. Se colocaban en diversos sitios del Teatro para que, al tomar la palabra, dejaran la impresión de que toda la gente opinaba lo mismo. Con ese motivo tuvo que suspender su labor en los Teatros principales y seguir esta organización en el Teatro del Sufragio, de los Salesianos”31. Esta situación en particular, que comenzaba a evidenciar las tensiones con la ideología marxista y con los grupos que la proclamaban, limitó en gran medida el alcance expansivo de la actividad 28
El Obrero Católico, Medellín, Septiembre 20, 1952, Nº 1353, p. 3. Ver más en: BRONX, Humberto, El Cine Foro y Elementos de Cinematografía, Medellín, Pérez & Estilo, 1959, p. 59-62. 30 En el marco del I Congreso Nacional de Estudiantes de 1957 fue creada la UNEC (Unión Nacional de Estudiantes Colombianos) que dentro de sus posturas proclamaba por la libertad de enseñanza e investigación científica, la autonomía universitaria, la oposición al militarismo, a la dictadura y la presencia de tendencias políticas y religiosas. 31 BRONX, Humberto, Historia de la novela, cuento, teatro, artistas y cinematografía en Antioquia, Medellín, 1990, p. 191. 29
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de la Iglesia en el campo del cine, al restringir su radio de acción de las salas comerciales, únicamente al empleo de las salas parroquiales; en un intento de supervivencia, la Iglesia local ideó la multiplicación de las salas católicas y el funcionamiento regular de los foros, en colegios y parroquias, como el Verbo Divino, los Doce Apóstoles, Buenos Aires, Colegio de San Ignacio, para mantenerse vigentes.
3. A manera de conclusión: el advenimiento de una nueva etapa En general, la moralización del cine estuvo acompañada de un componente ideológico enriquecido por los discursos y encíclicas papales y por las intervenciones locales. En la práctica, la propaganda moral, la clasificación de películas, la organización de la Legión de la decencia, del Centro católico cinematográfico, de las salas de cine y de los cine foros respondieron a una política internacional de la Iglesia católica que se reprodujo en lo local y que buscaba detener, según sus palabras, la ola de corrupción de costumbres que aquejaban a la sociedad. En el fondo, lo que la Iglesia intentaba detener era la expansión de la modernización cultural y social por la que atravesaba la sociedad y de la cual el cine sólo era una expresión. Aunque si bien en un primer momento, la Iglesia fue más restrictiva y en un periodo de transición adoptó una posición más conciliadora y comprometida, es claro que entre 1936 y 1955 la Iglesia le apostó a la censura como el mecanismo más eficaz para controlar el potencial expansivo del cinematógrafo. Podemos decir que aquel periodo, que autores católicos, como Spoletini, denominan como negativo y que yo caracterizo para el caso de Medellín como una etapa de “clasificación cinematográfica”, es en realidad una etapa de abierta resistencia a la ola expansiva y modernizante del cine. Pero esta fórmula no daba los resultados esperados y en la búsqueda de nuevos mecanismos de control, la Iglesia planteó, desde 1950, la “Educación cinematográfica” como un complemento a las múltiples campañas de moralización que se estaban llevando a nivel mundial; abiertamente en sus discursos, disminuye el empleo de la palabra “censura” y todos aquellos calificativos negativos que anteriormente se venían aplicando frente al problema del cine. Específicamente, el gran temor estaba enfocado a los cambios y nuevas connotaciones frente a temas y tópicos que el catolicismo no estaba dispuesto a modificar; por eso películas que adoptaran temas de carácter restrictivo para la Iglesia (como el comunismo, la prostitución, el ateísmo, la libertad de la mujer) o escenas que ilustraran besos, caricias, desnudez, sensualidad, etc., y más aún, aquellas películas que abordaran temas sensiblemente católicos como el matrimonio, la familia, el noviazgo o la religión, fueron motivo de escándalo y de abierta censura
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en la prensa local. En los discursos se evidencia un reiterado temor a que estos tópicos fueran reproducidos o imitados por los espectadores, alejándose, por este motivo, de una vida comprometidamente cristiana. La Iglesia modificó lentamente este pensamiento y asumió la comunicación social como una realidad a la cual debía acomodarse y no como al enemigo al cual debía detener. Esta ola de cambio coincidió con varias situaciones coyunturales por las que atravesó el país: por un lado, el interés por primera vez por parte del Estado colombiano en 1955, de administrar la censura de manera unificada aunque en diálogo con la Iglesia (ya que le permitió elegir cuatro de los 10 miembros de la Junta); de otro lado, la introducción en el país de la televisión (1954) administrada estatalmente, restringiendo, de esta manera, las posibilidades de intervención de la Iglesia de manera libre y abierta como sí lo hizo con el cine y la radio. Así, el Estado iba estrechando las posibilidades de que el catolicismo influenciara tan abiertamente en el desarrollo de estos medios. Para la década del sesenta, estructuralmente la Iglesia, y particularmente la latinoamericana, había entrado en un proceso de cambio inaugurado por el Concilio Vaticano II; no sólo veía a los medios con otros ojos, sino que abrió las puertas del diálogo hacia ellos y con ellos, generando una apertura hacia la participación de la población en el empleo y aprovechamiento de éstos y creando novedosas experiencias bajo la orientación católica. Una nueva fase comenzó a gestarse dejando atrás la censura como la única forma de acercamiento de la Iglesia y abriendo el camino a una posterior etapa del catolicismo frente a los medios de comunicación. El Concilio, que dividió la opinión de muchos sectores del catolicismo, pero sobre el cual la Iglesia latinoamericana fue más receptiva, propició una escena de reflexión sobre las transformaciones a nivel social, político, económico, demográfico y cultural del subcontinente; dada la situación de opresión de América Latina, que la colocaba en circunstancias de pobreza y dependencia de los países desarrollados, la Iglesia planteó un nuevo corpus doctrinal caracterizado por una visión continental en la que se establecía la necesidad de romper dichas cadenas de dominación, que mantenían a las masas populares en un estado de injusticia, pobreza y marginalidad. Esta reflexión que se dio al interior de diferentes sectores de la sociedad latinoamericana, favoreció el surgimiento y expansión de movimientos sociales, la consolidación de las ideas marxistas en América Latina y el establecimiento de la revolución como una salida a los problemas locales que reivindicaban las luchas sociales y las críticas al capitalismo. En este contexto, se produjo la participación de la Iglesia en un proyecto de búsqueda de la salvación del continente con el surgimiento de la teología de la liberación. Esta ola de cambio promovió un mayor desprendimiento de la sociedad, con respecto al control ejercido por la Iglesia en los
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países en que los procesos de secularización habían sido débiles. En Colombia, donde su influencia sobre la sociedad, en la primera mitad del siglo XX, le había permitido desplegar una poderosa red de control de la vida privada de las personas y de vigilancia sobre el esparcimiento y el comportamiento de los individuos, se iniciaba así un progresivo replanteamiento de su conflictiva relación con las tendencias de la vida moderna y una apertura al cambio, que traerá consigo reformulaciones y desarrollos inimaginables unos años antes, en las políticas de la Iglesia hacia los medios de comunicación. Esta nueva etapa se caracterizaría por el desarrollo desde el catolicismo de propuestas y modalidades prácticas de comunicación popular y alternativa alimentadas por el nuevo clima político y social en la región y, dentro de la Iglesia, por la “opción preferencial por los pobres” adoptada por amplios sectores de base del catolicismo latinoamericano en los años sesenta y setenta.
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Cincuenta años de la televisión en Colombia. Una era que termina ♦ ♣ Un recorrido historiográfico Maria Isabel Zapata Consuelo Ospina de Fernández * 1. Introducción 1.1 Fuentes Ahora que nos encontramos en el año de conmemoración de los cincuenta años de la televisión en Colombia, la afirmación de Pepe Sánchez, que da origen al título de este artículo, nos pone a pensar si conmemoramos el inicio o el fin de una forma de hacer televisión en nuestro país, tema difícil que dejaremos para reflexiones posteriores. Por el momento proponemos realizar un recorrido por los estudios que se han hecho cargo de la historia de nuestra televisión y detectar las principales tendencias y enfoques de análisis. Una idea que se ha vuelto recurrente para la historia de la televisión en Colombia, es la queja de una escasa producción de trabajos sobre su historia. Dos ejemplos ilustrativos los encontramos en los trabajos de grado de Marcela Uribe1 y de Lina Ramírez2. Contrario a lo que afirman Uribe y Ramírez, la pesquisa realizada para el presente balance nos enfrentó a un número significativo de textos que en diferentes niveles de complejidad abordan diversos aspectos, distintos períodos y desde diferentes perspectivas, la historia de la televisión en Colombia. Si bien no todos provienen de estudios de historiadores profesionales, ya que la mayoría se refiere a textos de aficionados, protagonistas e interesados en el tema, la mayor parte arroja valiosas interpretaciones y reflexiones para entender desde dónde se ha hecho la historia de la televisión en nuestro país. Se rescata además el interés de los protagonistas y autores del proceso por reconstruir la historia de la televisión en Colombia. 1.2 Criterios de delimitación Es importante que comencemos a delimitar nuestra propuesta. Lo que haremos a continuación, como ya lo hemos enunciado, es hacer un estudio sobre la historiografía que existe de la televisión en Colombia. En este punto es importante aclarar qué entendemos por “producción historiográfica”, para lo cual nos ayudará, en primer lugar, la propuesta de Jean Walh3, quien ♣
Artículo recibido en agosto de 2004; aprobado en octubre de 2004. Afirmación hecha por Pepe Sánchez en el conversatorio realizado en la Pontificia Universidad Javeriana dentro del evento “50 años de la televisión en Colombia”, Departamento de Historia, Bogotá, 5 de agosto de 2004. * Profesoras del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana. 1 URIBE, Marcela, De la imagen cinematográfica a la imagen televisiva. Un recorrido por el uso estatal de las tecnologías de comunicación en Colombia: 1935-1957, Monografía de grado, Pontificia Universidad Javeriana, Departamento de Historia, Bogotá, 2003 2 RAMÍREZ, Lina, “El gobierno de Rojas y la inauguración de la televisión: imagen política, educación popular y divulgación cultural”, en Historia Crítica, Bogotá, No. 22, julio-diciembre, 2001, pp. 131-156. 3 WALH, Jean, Historiographie structurale, París, Masson, 1990, citado por ARÓSTEGUI, Julio, La investigación histórica: teoría y método, Barcelona, Crítica, 2001, p. 24. ♦
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dice que el término “historia” debe ser utilizado para designar los hechos y los eventos a los cuales se refieren los historiadores, mientras la historiografía es para hacer referencia a los escritos sobre historia. Esta idea la refuerza el filósofo mexicano Carlos Mendiola, al afirmar que la historiografía está dedicada a estudiar la manera en que se escribió la historia en una época, y cómo se buscaba la validez o las posibilidades de verificación4. Por otro lado, el historiador Bernardo Tovar Zambrano nos plantea dos aproximaciones al término historiografía: 1) la primera y la más corriente es la que afirma que el objeto de estudio de la historiografía son los textos escritos únicamente por profesionales de la historia para hacer un estudio del pensamiento histórico; 2) la segunda, más amplia en concepción pero menos usual entre los historiadores, señala que el objeto de la historiografía es todo texto -no solo escrito- que se refiere a la reflexión de una sociedad sobre su pasado como hecho o como representación5. Entonces, al lado de las explicaciones científicas de la historia, se incluyen imágenes míticas, y todo tipo de huella que expresa los sentimientos, las actitudes y las simbolizaciones de una sociedad. La primera acepción del término nos limitaría, irremediablemente, a incluir en el balance únicamente los dos textos inicialmente citados, es decir, el de L. Ramirez y el de M. Uribe. Por el contrario, y esta fue la opción que tomamos para el presente trabajo, la segunda acepción nos permitió incluir documentos procedentes de variados y diferentes perspectivas de análisis, de saberes y de relación con el tema. Desde esta perspectiva, como lo afirma Jesús Martin-Barbero, es fuente historiográfica la telenovela por ser un reflejo de la historia tanto en sus contenidos como en sus formas narrativas6. La otra idea de la cual partimos para realizar este trabajo historiográfico es un préstamo del intelectual Germán Rey, quien propone que la historia de un medio debe incluirse en todo el panorama del proceso comunicativo7. Para el caso específico de la historia de la televisión en Colombia, entre los criterios de análisis a tener en cuenta serían: propiedad del medio, objetivos, modificaciones estructurales, evolución de géneros, el medio y su relación con otros medios, audiencias o conformación de públicos y desarrollo tecnológico. De nuestra cosecha, agregamos, a los propuestos por Rey, el tiempo y el espacio como categorías transversales del balance realizado. 2. Balance historiográfico 2.1 Un trabajo pionero del estado de la cuestión de la Televisión en Colombia. Un trabajo elaborado en 1987 es el primer intento de sistematización de la información sobre la televisión en Colombia. Se trata de una tesis de grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Javeriana, elaborada por Marta Morales, con la dirección de Luz Restrepo de Guzmán, titulada “Televisión en Colombia: reseña y análisis bibliográfico”. Esta investigación se inscribe en un proyecto que propuso la Federación Latinoamericana de Facultades de 4
MENDIOLA, Carlos, “Distinción y relación entre teoría de la historia, la historiografía y la historia”, en Historia y Grafía, México, No. 6, 1996, pp. 171-182. 5 TOVAR ZAMBRANO, Bernardo, La historia al final del milenio. Ensayos de historiografía colombiana y latinoamericana, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1995, pp. 13-14. 6 MARTIN-BARBERO, Jesús, Los ejercicios del ver. Hegemonía audiovisual y ficción televisiva, Barcelona, Editorial Gedisa, 1999. 7 REY, Gemán, “La televisión en Colombia”, en OROZCO, Guillermo (Coordinador), Historias de la televisión en América Latina, Barcelona, Editorial Gedisa, 2002.
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Comunicación Social (FELAFACS) para sistematizar la información sobre la televisión en Colombia en el nivel latinoamericano a partir de los estados del arte que elaborara cada país. El objetivo de este ambicioso proyecto era, a partir de esos estados regionales, realizar un estudio comparativo internacional sobre la estructura, el contenido y uso de los medios de comunicación, así como el impacto del uso de los medios masivos en la percepción social de la realidad y en la identidad nacional y cultural. Como lo señala Restrepo en la introducción del trabajo, los parámetros señalados por FELAFACS apuntaban a unificar los procedimientos, métodos y técnicas. Se definieron unos criterios metodológicos para la ubicación, selección y clasificación de los documentos –se incluye todo tipo de documento escrito, desde tesis de pregrado y grado, ensayos, documentos de trabajo y documentos normativos, memorias de ministros, programación, etc. Clasificados según el enfoque de estudio: descriptivos, explicativos, de caso, comparativos, experimental, análisis de contenido, evaluativos, periodísticos, etc., y según el área temática como por ejemplo: educación, periodismo en televisión, cultura, dibujos animados, historia, política, políticas, administración, etc. Se establecieron pautas para la elaboración de la referencia bibliográfica y de las reseñas del material encontrado. Y unos criterios de análisis para presentar un marco interpretativo. En el trabajo se encuentran referidos y reseñados 238 documentos. Una primera clasificación arroja: 151 trabajos elaborados por profesionales y 87 elaborados por estudiantes. En cada uno de estos grupos se hizo la clasificación temática. Los cuadros de resultados se encuentran completos en el texto. Los trabajos catalogados de historia ocupan, en el grupo de profesionales, el 3.31% con 5 trabajos; en el grupo de estudiantes, el 2.3% con 2 trabajos. Entre los primeros se referencia y reseña el trabajo de Álvarez Lugardo y otros, Estructura y funcionamiento de los medios de comunicación social en Colombia. Se analizan las condiciones históricas del surgimiento de los medios de comunicación: prensa, radio y televisión; el de Cooper, Apuntes sobre la historia de la televisión colombiana, divide la historia de televisión en 3 períodos: a) desde su nacimiento durante el gobierno de Rojas Pinilla y posterior desarrollo durante el Frente Nacional; b) desde la creación de INRAVISIÓN hasta 1975; y c) desde 1975 hasta 1984, fecha en que se realiza el trabajo; el libro de Hernando Téllez, Veinticinco años de televisión colombiana, catalogado como un trabajo descriptivo y básico. A través de los sucesos y hechos del país, Téllez articula su interpretación del desarrollo histórico de la televisión. Realiza un recuento del origen, antecedentes de la televisión en Colombia, características técnicas, creación de INRAVISIÓN, aparición de la televisión educativa y comercial, primeras programadoras privadas que evidencian el estrecho vínculo del gobierno y la empresa privada. Incluye aspectos legales y la televisión a color en 1979; los dos últimos trabajos de carácter institucional: el del Ministerio de Comunicaciones, Instituto Nacional de Radio y Televisión, Informe general 1954-1984 30 años de INRAVISIÓN. Es el recuento de la televisión en sus primeros 30 años, antecedente y consideraciones técnicas, orígenes de la televisión en Colombia, introducción de la televisión a color y la televisión educativa, cronología de labores de INRAVISIÓN durante los 30 años, y la descripción de las labores de Audiovisuales y Focine. Es importante anotar que la reseña da cuenta de una segunda parte del texto dedicada a la publicación de dos encuestas realizadas por INRAVISIÓN -desde el 4 de diciembre de 1982 y el 19 de febrero de 1983-, sobre hábitos, preferencias, formas de recepción de la televisión de la población colombiana; el segundo texto es del Instituto Nacional de Radio y Televisión
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(INRAVISIÓN) Datos sobre televisión comercial –Radio Nacional- televisión educativa y cultural y Fondo de Capacitación Popular. Aborda temas sobre los orígenes de la televisión en Colombia, inicios de la televisión comercial y educativa y datos sobre programas del FCP8. Los dos documentos de historia, en el grupo de estudiantes, corresponden el primero a la tesis de grado de María del Rosario Barrios y otros, “Análisis de la incidencia del factor político en la adopción de un tecnología”. Se trata del análisis de dos tecnologías blanco/negro y a color. Temporalmente, cubre desde el nacimiento y desarrollo de la televisión en Colombia, hasta la llegada de la televisión a color en el gobierno de Turbay Ayala; el segundo, también una tesis de grado, de Halda Lucia Sánchez, “La televisión en Colombia y el mundo”, aborda el origen y desarrollo de la televisión en el mundo y en Colombia. Se detiene en temas de legislación, programación y cobertura. Tiene como finalidad, según lo anota Morales: dar recomendaciones9. El comentario general del trabajo se refiere al voluminoso material existente sobre la televisión en Colombia. Desafortunadamente, los “temas son variados aunque en términos generales se advierten repeticiones constantes”, se plantean los mismos problemas y recaen en las mismas propuestas y repeticiones. Así mismo, se extraña la ausencia de información sistematizada, uno de los mayores tropiezos en la investigación. Y en este sentido, además de la forma juiciosa y seria en que realiza el estado de la cuestión, este trabajo es pionero en Colombia. 2.2 Contexto tempo-espacial La producción historiográfica sobre el tema de la televisión en Colombia incluye, en su mayoría, una retrospectiva histórica desde sus inicios, el 13 de junio de 1954, hasta el momento en que se presentan los resultados de la investigación o se escribe el ensayo. Algunos trabajos, como por ejemplo el caso del texto de Fernando Múnera La radio y la televisión en Colombia: 63 años de Historia10, tiene como inicio del relato lo que él considera sus “orígenes”, es decir, un hito relacionado con la temática trabajada. Para el caso en mención, el texto comienza con la década del treinta y la muerte de Gardel en Medellín, tratando de resaltar una historia compartida por la radio y la televisión colombianas, en especial, los descubrimientos científicos y tecnológicos de las comunicaciones. Es una historia cronológica cuyo hilo conductor son los sucesos más destacados de la vida de los dos medios, sin periodización. Por tratarse de una “historia del presente”, la fecha límite final de todos los trabajos es el año de su publicación, concentrados en su mayoría en fechas conmemorativas, lo que nos induce a pensar que la producción historiográfica de la televisión es de efemérides; un medio tan familiar y cercano que sólo se recuerda para los aniversarios. Lo anterior explica la concentración de 8
ALVAREZ, Lugardo, COLMENARES, Rafael, FOX, Elizabeth, CARDONA, Elsa, VIDART, Gabriel, Estructura y funcionamiento de los medios de comunicación social en Colombia, Bogotá, ICODES, 1975; COOPER, Patricio, Apuntes para una historia de la televisión en Colombia, Bogotá, FESCOL, 1984; INRAVISION, Datos sobre la televisión comercial, 1976. Documentos varios; Ministerio de Comunicación, INRAVISIÓN, Informe General 1954-1984, 30 años de INRAVISIÓN, 1984; TELLEZ, Hernando, 25 años de la televisión colombiana. Radio Televisión Interamericana RTI. S.A., S.I., Bogotá, 1979. 9 BARRIOS, María del Rosario, CASTILLA, Luis Fernando, DÍAZ, Helda, Análisis de la incidencia del factor político en la adopción de un tecnología, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencia Sociales, Tesis de pregrado, 1986; SÁNCHEZ, Halda Lucia, La televisión en Colombia y el mundo, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Comunicación Social, Tesis de grado, 1967. 10 MÚNERA, Luis Fernando, La radio y la televisión en Colombia: 63 años de Historia, Bogotá, Apra Ediciones, 1992.
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trabajos de investigación para esas fechas, como por ejemplo los siguientes textos: de Fernando González Pacheco, Me llaman Pacheco: Memorias de 25 años de televisión y 50 años de vida azarosa del más popular de los colombianos11; Hernando Téllez, 25 años de la televisión colombiana (ya refernciado); el texto Historia de una travesía: cuarenta años de la televisión en Colombia12 que publicó INRAVISIÓN. Inicia con una amplia cronología compilada por Vicente Stamato, por años, meses y días, a partir de 1954; esta parte ocupa 415 páginas de las 520 en total que tiene el texto. De lo revisado, es probablemente la más completa base de datos de la historia de la televisión, ordenados cronológicamente, valga la redundancia. La segunda parte de la obra corresponde a ensayos cortos, entre ellos los de Germán Rey, “Ese inmenso salón de espejos: la telenovela colombiana en los años 80 y 90”; Milciades Vizcaino, “TV educativa en Colombia: Balances y perspectivas”; Fernando Restrepo, “La TV del futuro: el mensaje es el mensaje”; Jorge Eliécer Rodríguez, “A cuarenta años de la TV en Colombia, una ley más protege la iniciativa privada y anuncia la desaparición de la televisión”; Carlos Uribe Celis y Carlos Muñoz entre otros; el texto de Sergio Ramírez, “Que 20 Años no son nada: el 30 de noviembre Audiovisuales Cumplió 20 Anos”13; Luis Fernando Múnera, La radio y la televisión en Colombia: 63 años de Historia. En el proceso del desarrollo de la televisión se utilizan distintas periodizaciones de acuerdo a la temática y objetivo especifico del trabajo. Pero se percibe la recurrencia a ciertos sucesos como hitos para las diferenciación de etapas: necesariamente el 13 de junio de 1953, fecha en la que inicia la programación; 1956, que señala el inicio del sistema mixto; la creación, en 1964, del Instituto de Radio y Televisión (INRAVISIÓN) -que reemplazó a la Televisora Nacional-; 1974, fecha de la llegada del videotape; la llegada de la televisión a color, en 1979, etc. Los trabajos de historia empresarial, como por ejemplo dos de Punch, la primera programadora de la televisión colombiana, incluyen, en el contexto de los acontecimientos nacionales, su micro historia. En esta línea están los textos de María Teresa Ronderos, “Punch: una experiencia en televisión”14, y la tesis de grado de Manuel Guillermo Chávez Rivera y Giovanni Ricardo Suárez Monroy, “Producciones Punch: historia y desarrollo de una empresa en el sector de las comunicaciones”15. En esta ocasión, la periodización tiene que ver con las diferentes gerencias y con factores de producción, administración y financieros de la empresa: se inicia con su creación en 1956 bajo la gerencia de Germán París, siempre en la búsqueda de la solvencia económica. Al finalizar su gestión, se perciben síntomas de decadencia de la empresa hasta la crisis que terminó en el nombramiento de Enrique Peñalosa Camargo como nuevo gerente entre 1985 y 1992, fecha en la que, a la cabeza de Alejandro Pérez V., entran nuevos inversionistas. Otro caso es el trabajo de grado de Daniel Camhi Grotte y Jimmy Zeigen Wolf, “Evolución histórica de una cultura
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GONZÁLEZ, Fernando, Me llaman Pacheco: memorias de 25 años de televisión y 50 años de vida azarosa del más popular de los colombianos, Bogotá, Editorial Pluma, 1982. 12 INRAVISIÓN, Historia de una travesía: Cuarenta años de la televisión en Colombia, Bogotá, Inravisión, 1994. 13 RAMIREZ, Sergio, “Que 20 años no son nada: el 30 de noviembre Audiovisuales cumplió 20 años”, en Cambio 16 Colombia, Bogotá, No. 181, diciembre de 1996, pp. 52-53. 14 RONDEROS, María Teresa, Punch: una experiencia en televisión, Bogotá, Plaza y Janés, 1991. 15 CHAVES, Manuel Guillermo, SUAREZ, Giovanni Ricardo, Producciones Punch Historia y desarrollo de una empresa en el sector de las comunicaciones, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Tesis de grado, 1995.
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empresarial, caso: producción de comerciales para televisión en Santa Fe de Bogota, entre 1970 y 1992”16. Estos trabajos de historia empresarial se relacionan con el contexto tanto de la historia del desarrollo de la televisión como de la historia del desarrollo de la legislación referida a la protección de la industria. Esta última señala, entre otros fenómenos, la ausencia de control de este sector por parte del gobierno entre 1960 y 1982; el estatuto de televisión o ley 42 expedida en 1985 durante la administración de Belisario Betancur, por la cual se intenta renovar la estructura político-institucional de la administración del sistema mixto, aumenta el profesionalismo y se incentiva la televisión regional; el acuerdo 052 de INRAVISIÓN de 1986 por el cual se limita la producción extranjera a una mínima parte de la producción; el acuerdo 09 de 1987 de INRAVISIÓN que ratifica el 052. Surge la especialización y aumenta la inversión en equipos; las políticas de licitación de 1987 y 1991, al igual que la apertura propuesta en 1991, abren las puertas a la producción extranjera17. Los anteriores trabajos ofrecen una rica fuente para investigaciones que en sus análisis cruzan datos que permiten entender, por ejemplo, cómo las políticas de licitación de 1987 y 1991 – referidas a que cada programadora podía tener todos sus espacios en una sola cadena privadasfacilitaron las alianzas con otras empresas y por tanto su competitividad en espacios rentables; del mismo modo, la explicación del por qué el racionamiento de 1992, que obligó a INRAVISIÓN a conceder minutos de reposición de espacios publicitarios de alta audiencia, tuvo que ver con la recuperación económica, los avances técnicos y una sensible mejora en la producción de las empresas privadas18. Dos propuestas distintas de periodización se encuentran en los siguientes trabajos: en el de Lina Ramírez, “El gobierno de Rojas y la inauguración de la televisión: imagen política, educación popular y divulgación cultural”19, a partir de la diferenciación entre televisión pública y televisión mixta. Presenta las siguientes etapas: a) la pública, entre 1954 y 1956: inauguración, experimentación y exploración –período de políticas no muy clara con respecto a los temas de privatización y oficialización, educativo y cultural; b) la mixta: a partir de 1956 fecha en la cual se inicia un sistema de arriendo directo de espacios por parte de la Televisora Nacional a la empresa privada. Y en el trabajo de Germán Rey, “La televisión en Colombia”20, en el que el autor propone como inicio del relato y lugar de comprensión del fenómeno de la televisión en Colombia el escenario de la entrada de la modernidad, reconociendo lo moderno y lo tradicional en ello; y como hilo conductor de la investigación, los distintos elementos que configuran la comunicación –asumidos como criterios de análisis del presente trabajo y señalados en páginas anteriores. 16
CAMHI Daniel, ZEIGEN, Jimmy Evolución histórica de una cultura empresarial, caso: producción de comerciales para televisión en Santa Fe de Bogota, entre 1970 y 1992, Santafe de Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, tesis de grado, 1993. 17 Sobre historia de la legislación colombiana, se puede consultar CAMHI, et. al., Evolución histórica de una cultura... 18 Un ejemplo de este tipo de análisis es el texto de CHAVES, Manuel Guillermo, SUAREZ, Giovanni Ricardo, Producciones Punch... 19 RAMIREZ, Lina, pp. 131-156. 20 REY, Germán, “La televisión en Colombia”, en op. cit.
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2.3 La televisión y el país El inicio de la televisión y de la programación en el gobierno del presidente Gustavo Rojas Pinilla se recrea, en todos los casos, en el marco del contexto nacional; en algunos trabajos se amplía el contexto a América Latina y al ámbito mundial. En un panorama de relativo auge económico que posibilitaba la imagen benefactora del gobierno populista, infructuosamente la “dictadura” militar trataba de detener la violencia heredara de los antiguos regímenes y el inicio del desorden social orquestado por la clase política que había sido desplazada del botín burocrático. En este contexto, los textos consultados recuerdan la inauguración de la televisión, como único acto conmemorativo del “golpe” militar -13 de junio de 1953-, después de que el gobierno declarara luto nacional a raíz de los hechos violentos que habían dejado como resultado un alto número de estudiantes muertos. Las imágenes que los colombianos vieron esa noche eran la concretización de un proyecto concebido y auspiciado por Rojas Pinilla. Esta relación: televisión–Rojas Pinilla es el común de los trabajos tanto de la reflexión de académicos como de los textos producto de la recuperación de la memoria individual. En el tratamiento del contexto latinoamericano y mundial se recuerda –para enfatizar que fue de los primeros- que Colombia fue el sexto país en Latinoamérica en instalar la televisión, después de Cuba, México, Venezuela, Brasil y Argentina, precisamente con la ayuda de directores, productores y camarógrafos cubanos21, dos semanas antes de la inauguración definitiva se hicieron las primeras pruebas de transmisión “con una imagen impecable”, comentó la crítica22. En el plano internacional se suele relacionar la inauguración de la televisión alemana –el 1ro de agosto de 1936 con ocasión de la transmisión de los juegos olímpicos de Munich-, con la estancia del mayor del ejército Gustavo Rojas Pinilla en la Alemania nazi como delegado del gobierno colombiano. Sin negar su inicial interés por lo medios y las nuevas tecnologías de la comunicación, este hecho reforzó aún más su idea de impulsar la televisión en Colombia, después de ser testigo de la fuerza y el impacto de los discursos de Hitler sobre la audiencia alemana. De procedencia alemana fue también la antena y los equipos adquiridos a Siemens. La historiografía, aunque en pocos casos, valga la verdad, señala la importancia de relacionar la televisión colombiana, desde antes de su inauguración –como en el caso anterior- con el contexto internacional tanto tecnológica como políticamente. Rodríguez y Camargo, por ejemplo, cubren el tema del desarrollo de la televisión en Colombia en el contexto de la Unión Internacional de Telecomunicaciones UIT, creada en 1865 y adscrita en 1947 a la ONU. 2.4 La historia de la televisión como historia de vida En términos generales los trabajos historiográficos sobre la televisión colombiana son, de alguna forma, una autobiografía. Con excepción de los trabajos de grado y las obras más contemporáneas, se puede decir que la generación de los autores de los textos revisados 21
Para la época, se cerraba en La Habana uno de los canales locales, dejando vacantes a un buen número de expertos directores, camarógrafos y productores. Ver STAMATO, Vicente, “La cronología. Los hechos que hacen la historia”, en INRAVISIÓN, pp. 11-415. 22 La historia de la televisión en Colombia en el contexto nacional, latinoamericano y mundial se puede consultar en: RAMÍREZ, Lina, “El gobierno de Rojas…”; MÚNERA, Luis Fernando, La radio y la televisión...; REY, Germán, “El encuentro de las tradiciones: el dramatizado televisivo”, en Gaceta, Bogotá, No. 44-45, Ministerio de Cultura, 1999; STAMATO, Vicente, pp. 16-18.
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pertenece a la cultura de la televisión. Esta situación explicaría el hecho de que en el texto Historia de una travesía…, de 17 artículos, tan sólo 6 tengan bibliografía. La tendencia de la historia de la televisión, hasta hace una década aproximadamente, era la historia de la memoria vivida, de la autobiografía. Este rasgo tiene un caso típico en el texto de Fernando González Pacheco23. A partir de sus recuerdos, Pacheco reconstruye la vida familiar y cotidiana de una audiencia que desde la década de 1950 inició un cambio sin retorno de sus más arraigadas tradiciones y costumbres. El texto de Carlos Muñoz24 es una historia de la televisión como experiencia de vida desde un hilo conductor que son sus propios recuerdos, al igual que el texto de Gustavo Álvarez Gardeazábal25. Los anteriores autores y toda una generación aún recuerdan la emoción de ese 13 de junio de 1954 esperando la primera transmisión que inició a las nueve de la noche con el Himno Nacional interpretado por la Orquesta Sinfónica, y que continuó con las palabras del presidente; un Noticiero Internacional Tele News; un recital de violín y piano –interpretado por Frank Preus e Hilda Adler-, un film documental, una breve obra de teatro (El niño del pantano, de Bernardo Romero); una película, un sketch cómico con los Tolimenses, una película enviada por las Naciones Unidas, un recital de danzas folclóricas, Tele-final y, de nuevo, para cerrar la emisión, el Himno Nacional. Es este un dato recurrente y obligado en todos los estudios retrospectivos de la televisión en Colombia y por lo general punto inicial de los relatos cronológicos. Pero igualmente de trabajos en los que, como el de Germán Rey (“El dramatizado televisivo”), acude a este hecho inaugural para el análisis e interpretación del impacto de los medios en la sociedad. Dice Rey que esta primera emisión representaba lo que era el país, “una condensación premonitoria […], la convergencia de un conjunto heterogéneo de tradiciones en confrontación”: un medio moderno, un país con una violencia de años, intentos modernizadores, movimientos fluctuantes de desarrollo y migraciones que desequilibraban centros urbanos, entre otros26. 2.5 Evolución de géneros Con relación al desarrollo de los géneros en nuestra televisión, tenemos la posibilidad de encontrarnos con textos que se dedican única y exclusivamente a la novela, como la investigación de Jesús Martín-Barbero y Sonia Muñoz27 y el de Clemencia Rodriguez28. El tema de la telenovela es muy sensible, porque además de haber tenido la genialidad de recoger y presentar la historia y la sociedad colombiana, su aceptación en la televisión internacional la ha convertido en un embajador de nuestro país. Estudiosos de la telenovela en Colombia resaltan la altísima calidad de este género en Colombia y su impacto en la sociedad, no sólo por el alto 23
GONZÁLEZ, Fernando, Me llaman Pacheco… MUÑOZ, Carlos “Recuerdos y nostalgias de un actor que vivió paso a paso los cuarenta años de la televisión colombiana”, en INRAVISIÓN, pp. 481-489. 25 ALVAREZ, Carlos Gustavo, “Televisión y una galería de personajes que inolvidablemente vivirán en mí”, en INRAVISIÓN, pp. 427-431. 24
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REY, Germán, “El dramatizado televisivo”, p. 13. MARTIN-BARBERO, Jesús, MUÑOZ, Sonia (coords.), Televisión y melodrama: géneros y lecturas de la telenovela en Colombia, Bogotá, Tercer Mundo, 1992. 28 RODRIGUEZ, Clemencia, TÉLLEZ, Patricia, La telenovela en Colombia: mucho más que amor y lágrimas, Bogota, Cinep, 1989, p. 138. 27
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rating sino además por el diálogo permanente que mantiene con la sociedad. En sus análisis llama la atención la actitud asumida por los intelectuales de este país que, desconociendo la interacción entre los medios de comunicación y la cultura de un pueblo, tildan la programación en general, y las telenovelas en particular, de superficial, banal y cursi29. 2.6 La radionovela y el teleteatro como antecedentes de la telenovela Con respecto a los primeros géneros se destacan la radionovela, en auge en la década de 1940, y antecesora del teleteatro. Como caso representativo, la historiografía recuerda la famosa radionovela “El derecho de nacer” (1950) que, con una transmisión de por lo menos tres veces al día, llenaba los bares y cafés de las grandes y pequeñas ciudades30. El teleteatro, dice G. Rey31, fue una de las primeras modalidades de ficción televisiva, pertenecía a una sociedad más secularizada, moderna y urbana que la anterior, y en su conformación fue creando un público perteneciente a una nueva sensibilidad. Se nutrió de un grupo de actores y directores provenientes de la Radiodifusora Nacional y traídos desde Argentina. Hernando Téllez opina que éste era el género adecuado para una televisión que se transmitía en vivo y fue el que caracterizó la televisión estatal32. En cambio, el género de la telenovela lo fue para la televisión comercial33. Como directores se recuerdan a Bernardo Romero Lozano -tanto para la televisión como para la radio-, y al maestro japonés Seki Sano, considerado en ese momento como uno de los mejores maestros del teatro, quien sólo duró tres meses en el país; sin embargo, en este corto tiempo creó la escuela de artes escénicas en la televisora nacional y alcanzó a dar clases a un grupo de actores34. Se reconocen como antecedentes de la telenovela colombiana el primer teleteatro de Punch llamado “Buenas noches domingo”, con una dirección compartida por B. Romero y Manuel Medina Mesa, encargado de las cámaras. Quince años duró este espacio con distintos nombres: el Gran teatro universal, la Gran comedia, Lunes de comedia, Viernes de comedia, etc.35. 2.7 Telenovela El texto Televisión y melodrama coordinado por Jesús Martín-Barbero y Sonia Muñoz es el resultado de una investigación de dos años de trabajo de un equipo conformado por personal de la Universidad del Valle, el Cinep y la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín36. Este texto está conformado por cuatro secciones: apropiación de la novela y la diversificación del género en el país; aportes de otros géneros a la telenovela y diversificación de la telenovela en Colombia; usos sociales de la televisión y de la telenovela, y modos de ver: Mujeres, jóvenes populares y jóvenes estudiantes.
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REY, German, “El encuentro de las tradiciones: el dramatizado televisivo”, pp. 12-17. Ibid., p. 14. 31 Ibid. 32 TÉLLEZ, Hernando, 25 años d la televisión... 33 Ibid., p. 73. 34 Ibid., p. 34. 35 RONDEROS, Maria Teresa, p. 168. 36 MARTIN-BARBERO, Jesús, MUÑOZ, Sonia, (coords.), Televisión y melodrama.... 30
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A través del formato de la telenovela, la investigación estudia cómo se transforma la manera de narración desde lo industrial hasta lo cultural. No sólo lo hace desde la continuidad e innovación que introduce la telenovela con respecto a otros formatos, sino que además muestra los posibles usos sociales que ésta tuvo. La importancia de este trabajo es su enfoque, desde el cual la historia de la telenovela está relacionada con lo que ella ha tenido que ver con la historia colombiana, tanto por los temas que se abordan, como por la forma en que se construye el relato. Recupera la importancia que tiene la lógica de producción en televisión a través del formato, un formato que muestra que el rating se convierte en la voz de las mayorías contra esa minoría que niega la telenovela y la ridiculiza. Una minoría que incluso se representaba en los actores de televisión, como nos lo muestra el testimonio de Carlos Muñoz, quien reconoce que al principio “me consideraba un actor muy serio para actuar en una novela, pero en últimas me siento satisfecho de haber participado en ellas”37. Este tema de la telenovela también es desarrollado en el texto de Maria Teresa Ronderos donde se habla de la realización de la primera novela colombiana “El 0597 está ocupado”, por Punch en 1959 -novela que ya había sido producida y presentada en otros países centroamericanos38. Dice la autora, coincidiendo con Rey y Jesús Martín-Barbero, que el origen de este género es el género melodramático de las novelas que se entregaban en folletines en los periódicos franceses e ingleses del siglo XIX. Para la época, una sola firma patrocinaba todo el programa, como el caso de las telenovelas de Colgate Palmolive. Desde 1959 no se realizó ninguna novela hasta 1971, año en el cual se compraron tres telenovelas en México para realizar en el país. Se realizaron “La Perla”, “Manuela”, como la telenovela más larga de la historia con 297 capítulos, y “Manuelita Sáenz”. La adaptación de obras de la literatura universal, como Piel de Sapa de Balzac y Rojo y negro, de Stendhal, se recuerda para la década de 1980. Las novelas referentes a temas regionales comenzaron a ser realizadas por Punch en 1981. La primera fue Hato Canaguay. Pero al año siguiente, el horario de las 8 de la noche pasó al mediodía produciendo una caída sensible de los ingresos de la empresa. Para reducir costos, el gerente de la época, Germán Paris, decidió hacer la novela en una casa alquilada, situación que no presentaba problemas cuando se trataba de novelas pensadas para dicho lugar y espacio, pero el asunto se complicó cuando se les ocurrió adaptar obras clásicas de la literatura. De nuevo, y debido a la licitación de 1984, el horario de la telenovela pasó a las 10 de la noche, una franja horaria con muy baja sintonía, aunque con un público más especializado y crítico. Esta situación, unida a las nuevas políticas de licitación que incluyeron la sintonía como criterio de adjudicación, llevó a la empresa, según la autora, a la crisis financiera. En todo este recorrido, la autora nos muestra cómo las telenovelas de Punch estuvieron ligadas a las políticas de adjudicaciones de horarios, a los vaivenes económicos y a la vida creativa de la programadora. Se detiene, a nuestro parecer, en exceso, en rescatar a todos los actores participantes en las producciones, posiblemente porque depende enteramente de sus testimonios para realizar el trabajo que presenta.
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MUÑOZ, Carlos, p. 485. RONDEROS, Maria Teresa, p. 168.
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Otros estudios realizados sobre la telenovela colombiana son los de Rey39 quien, con Martin Barbero, afirma que la telenovela es el lugar de ósmosis entre la memoria y el formato. Y que su aparición se relaciona con los cambios ocurridos en nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX, como las demandas comerciales, la racionalización de la producción y la evolución de la tecnología –como por ejemplo el uso del videotape. Pero más que a cualquier otro cambio, la telenovela se relacionó con la evolución de las costumbres e irrupción de ese nuevo y cambiante mundo de lo urbano, de mercados en expansión y confrontaciones generacionales. Germán Rey afirma que la historia, en general, cada vez adquiere más la cara de lo narrativo y su objetivo es buscar, a través de los diversos relatos, la sensibilidad de una época, para lo cual toma como ejemplo trabajos de los historiadores europeos como Carlo Ginzburg, Georges Duby y Jacques Le Goff. En el análisis que hace de la novela en la década de 1980, describe dos tendencias: una basada en la adaptación de obras literarias colombianas como “La Mala hierba” de Juan Gossaín, y otra relacionada con la adaptación de obras literarias internacionales, especialmente de obras latinoamericanas. Los artículos de Rey, citados en este balance, muestran que aunque la telenovela sea varias veces cuestionada por frívola, es un género que permite el acercamiento a los conflictos de una sociedad. Es un género a través del cual los colombianos tienen la posibilidad de reconocer a los otros y reconocer la diversidad regional de Colombia, como sucede con las novelas: “El divino”, “Gallito Ramírez” y “San tropel”. Por su parte, Ricardo Sánchez, al hablar sobre este género, se refiere a los enormes problemas que enfrentaron los productores de las telenovelas desde lo técnico hasta lo económico. Afirma que si bien es cierto que nos encontramos dentro de una sociedad de consumo masivo y que ante la televisión el televidente también se convierte en un consumidor, al mismo tiempo este consumidor es un receptor que, contrariamente a las afirmaciones de los apocalípticos, tiene capacidad de crítica y rechazo a la mentira y a la manipulación40. 2.8 Informativos Dentro de la historia de los informativos, encontramos dos tendencias. La primera está representada por el estudio de M. Ronderos, en el que se relacioa el origen de los informativos colombianos con el “Reporter Esso”, perteneciente a Punch. Así mismo, muestra la evolución del informativo de acuerdo a las compañías que lo patrocinaban, hasta 1978, momento en el cual no se le adjudica espacio a la programadora para producir noticieros41. Testimonios de algunos de los protagonistas de la historia entrevistados para el estudio, denuncian intereses políticos en estas decisiones42.
39
REY, Germán, “Ese inmenso salón de espejos: La telenovela colombiana entre los años 80 y 90”, en INRAVISIÓN, p. 435.
40
SÁNCHEZ, Ricardo, “Sociedad, democracia y televisión”, en INRAVISIÓN, p. 455. RONDEROS, Maria Teresa, Punch: una experiencia.... 42 Ibid., pp. 51-53. 41
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El Reporter Esso comenzó en 1957 y era la United Press International (UPI) la encargada de su parte noticiosa. La UPI era una agencia de noticias que comenzó a reemplazar la influencia que ejercían las empresas europeas por la norteamericana luego de la Primera Guerra Mundial. Dicho monopolio de la información no se creó de la noche a la mañana, la United Press International provino de la fusión entre la International News Service y la United Press, ambas norteamericanas43. Luego, por la censura del General Rojas Pinilla, cambió de patrocinador y se llamó “Noticiero Enka”; después, “Noticiero Económico Suramericana” y, por último, el cambio de horario lo llevó a llamarse “Noticiero 10 p.m.” Dice Ronderos que uno de los informativos importantes de la programadora, por haber rescatado los derechos de la mujer, fue el programa de debate “Controversia”, de Esmeralda Arboleda. Menciona otros dos programas investigativos: “Protagonista el hombre” y “La Entrevista” (1973-1978) en el cual se comenzó la trayectoria de Margarita Vidal. A pesar de lo ocurrido en 1978 se continuaron haciendo programas periodísticos tan importantes como el de “Colombia S.O.S” sobre la tragedia de Armero, dirigido por Gustavo Castro Caicedo. De este mismo director fue el programa “Testimonio” (1983) que, como estrategia, entrevistaba a protagonistas de hechos importantes de la historia reciente del país. Surgen otros informativos, como “Personajes”, dirigido y presentado por Plinio Apuleyo Mendoza, y “El juego del poder”, dirigido por Maria Teresa Ronderos, autora del estudio. Ronderos señala como tendencia la participación creciente de periodistas nacionales en los programas informativos, situación que por diversos motivos llevará a la programadora a quedar sin espacio para su noticiero. La otra tendencia la encontramos en el texto del periodista Javier Darío Restrepo, en el cual se hace una fuerte crítica a la adjudicación de espacios para informativos, de acuerdo a la filiación política de sus dueños, cuestión que se acentuó luego de la finalización del Frente Nacional44. Según el autor, la televisión inaugural no fue más que “la cámara monotemática de Rojas Pinilla” para indicar la televisión como el medio político del General. La relación televisiónRojas Pinilla produjo el rechazo de sus adversarios políticos, razón por la cual la televisión no tuvo un uso tan marcado por parte de los gobiernos del Frente Nacional. A partir del gobierno de Alfonso López Michelsen, los noticieros fueron adjudicados según los padrinos políticos, hasta llegar el momento en que cada presidente o presidenciable era dueño, y uno de los hijos presentador, de un noticiero. Recuerda Restrepo el famoso escándalo de 1983, cuando, existiendo muchos noticieros, se le asignó un nuevo espacio a Diana Turbay, hija del presidente Julio César Turbay. Todo esto lleva al autor a concluir que en los informativos de la televisión no ha quedado la historia de Colombia, sino el partido que ha estado al frente de cada uno de ellos. Estas afirmaciones las acompaña con las cifras comparativas de los siguientes datos: noticieros y tiempo dedicado a los candidatos políticos. Datos con los cuales construimos los siguientes cuadros:
43
44
ALVAREZ, Timoteo, Historia de la prensa hispanoamericana, Madrid, Editorial Mapfre, 1992, p. 180. RESTREPO, Javier Darío, “40 años de historia en imágenes y sonido”, en INRAVISIÓN, p. 419.
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Elecciones presidenciales 1982
Candidatos Alfonso López M Luis Carlos Galán Belisario Betancur
TV HOY 22 seg. 4 min. 12 seg. 81 min. 44 seg.
NOTICOLOR 78 min. 10 seg. 4 min. 45 seg. 3 min. 42 seg.
24 horas 59 min. 36 seg. 103 min. 15 seg. 24 min. 26 seg.
Cinevisión 128 min. 13 seg. 55 min. 25 seg. 20 min. 53 seg.
Elecciones presidenciales 1986
Candidato Virgilio Barco Alvaro Gómez Luis Carlos Galán
Según el autor, la falta de independencia política trajo como consecuencia la mala calidad de los noticieros, ante una alta y desigual competencia de la pauta publicitaria y del rating, dos requisitos de supervivencia. La otra idea con la que concluye su trabajo se refiere a la figura del periodista local que, según sus predicciones, puede ser reemplazado por el periodista extranjero de la CNN, Telemundo etc. Esta idea del autor nos recuerda los inicios de los noticieros, expuestos por Ronderos, sobre la producción de noticias monopolizadas por agencias extranjeras en los informativos, como el “Reporter Esso”. Resaltamos el dato que arroja el texto de Restrepo cuando afirma que las imágenes de los informativos se encuentran -para el momento en el que hace este estudio- en el archivo de INRAVISIÓN. Compara la labor de los periodistas que dejaron los testimonios en estas imágenes de la historia cotidiana con los cronistas de Indias. Estas últimas reflexiones de Restrepo nos alertan sobre el valor de esta fuente periodística para la recuperación de la historia social, cultural y específicamente de la televisión en Colombia. 2.9 Variedades, magazines y deportes
45
Sobre los programas de entretenimiento sólo tenemos las referencias hechas por Maria Teresa Ronderos, con una visión cronológica y descriptiva de los temas y los personajes que participaron en ellos. El primer programa estable de Punch fue el “Telehipódromo”, que transmitía las carreras de caballos del 5 y 6 desde el hipódromo de Techo, animado por Pacheco y Hernán Castrillón Restrepo. El deporte fue una especialidad de Punch, desde la primera transmisión de las eliminatorias del mundial de 1958. Otros programas de deportes fueron “Telebox”, “Reportes de los viernes”, “Básquetbol” y “Campeones en acción”, este último presentado por Carlos Arturo Rueda. El primer magazine, “Caminos de la patria”, tenía como presentadora a Gloria Valencia de Castaño, mientras que el programa de Margarita Vidal, “El ABC de la mujer” (1971), de temas variados, trataba asuntos del hogar y problemas políticos. En el programa “Telehipódromo”, que se transmitía todos los domingos, se dio inicio a los géneros de humor, musicales y concursos – 45
Es importante aclarar que éstos, al lado del dramatizado y la comedia, son algunos de los géneros que desafortunadamente se han abordado con menos detalle y sistematización dentro de la historiografía de la televisión colombiana. Valdría la pena que, en perspectiva, dichos temas fueran abordados con el apoyo de experiencias más amplias, como la propuesta de Roger Silverstone desde los estudios culturales, en la cual la tecnología, en un marco de lucha entre dominación y resistencia, se estudia desde ámbitos más domésticos, cotidianos y locales.
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actuaba el famoso grupo Los Tolimenses. Se hacían cortos espacios de cada uno de estos géneros durante la transmisión en vivo y se intercalaban con las carreras de caballos. Una serie de programas, entre el humor y el género musical, fueron: “Mano a mano musical” (1977), el “Show de Jimmy” y “Operación Ja Ja Ja”, dirigidos y animados por Pacheco. Este último programa, dice la autora, fue el origen de “Sábados Felices” (1972) de Caracol -uno de los programas más estables de la televisión colombiana. Los programas de concursos, inicialmente de inspiración criolla y producción casera, terminaron prontamente haciendo adaptaciones de ideas traídas de Cuba y de Estados Unidos, por ejemplo, “Uno es de Ley”, en el cual el concursante tenía que descubrir el personaje real. En cuanto al humor, los musicales y los concursos, lo primero que se hizo fue muy colombiano y en cortos momentos dentro del programa “Telehipódromo”, con la actuación de Hemeterio y Felipe, Los Tolimenses. 2.10 Comedia y dramatizados Del género de las comedias producidas en el país, recoge la autora el programa “Yo y tú”, probablemente el programa más recordado de la televisión colombiana. Alicia del Carpio46, libretista, directora y protagonista, deja, a través de sus memorias, un hito de la historia de la comedia, como género cultivado en la televisión colombiana. Como señalábamos al inicio de este balance, la historia de la televisión en Colombia es, en buena parte, la memoria de actrices, actores y autores de la misma. En el prólogo del texto, Daniel Samper Pizano considera a “Yo y tú” como el programa más popular de la historia de la televisión en Colombia. Este programa puso en escena un sinnúmero de contradicciones, características de la sociedad y el país que se estaban conformando. Samper también señala, en la construcción de los complejos personajes, la encarnación de un colombiano, y esto lo muestra con Doña Alicita que representa lo feo, lo bonito, lo malo y lo tonto de nosotros mismos. En el texto, precisamente se ve la imposibilidad de establecer una frontera entre Alicia del Carpio y Doña Alicita: la llegada a Colombia, de la primera (1958), prepara el inicio del relato de la segunda (1958). Sobre este mismo tema de la comedia, Rey realiza todo un recorrido de su desarrollo, los temas trabajados y los públicos a los cuales se dirige. Utiliza como imagen para demostrar dicho proceso, tres títulos “Yo y tú”, “Don Chinche” y “Dejémonos de vainas”47. 3. Conclusiones Aunque la historia sobre la televisión en Colombia carece de estudios que, como el presente, sistematice la información de los trabajos relacionados con el tema, es preciso reconocer, contrariamente a algunas opiniones, que existe un amplio, diverso y valioso material historiográfico sobre el tema. Como se puede observar en este balance, los trabajos consultados tienen la riqueza de una variedad de procedencia y lugar de producción, en el intento de construir la historia de la televisión en nuestro país. Las propuestas de una historia que integre el caso colombiano en un contexto latinoamericano y mundial, lo mismo que la propuesta de Germán Rey -acogida para la elaboración de este 46 47
DEL CARPIO, Alicia, Memorias de Dona Alicita: una señora del montón, Bogotá, Pluma, 1983. REY, Germán. “El encuentro de las tradiciones: el dramatizado televisivo”, p. 16.
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balance-, de abordar el tema de la televisión desde la comunicación como proceso, de la importancia de la interrelación entre la audiencia y la televisión, presenta un reto a los investigadores que desde miradas interdisciplinarias se acerquen al tema. La importancia de perspectivas interdisciplinarias, de espacios que propicien el diálogo de saberes, donde se encuentre lo disciplinar con los saberes cotidianos, con las voces de los protagonistas, con los autores y actores de la televisión, con todos aquellos preocupados por dejar su memoria y su huella, es una exigencia para continuar con estudios sobre un tema tan importante en la vida y desarrollo de buena parte de la historia del siglo XX de Colombia, como es la interrelación televisión-audiencia en la construcción de la sociedad y cultura colombiana. Si bien extraña el poco interés de los historiadores profesionales sobre el tema de la televisión en Colombia, vemos una tendencia de estudios que, desde diferentes vertientes, muestran el interés de una nueva generación de historiadores que nacieron cuando la televisión estaba consolidada, y que ya arroja sus primeros frutos representados en los trabajos de grado mencionados al comienzo de este balance48.
48
URIBE, Marcela, De la imagen cinematográfica..., y RAMÍREZ, Lina, pp. 131-156.
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La legislación de televisión en Colombia: entre el Estado y el mercado ♦ Milcíades Vizcaíno G.♣ Los cincuenta años de funcionamiento de la televisión en Colombia presentan evidencias acerca de una tesis que dice que la legislación sobre el medio se mueve entre el Estado y el mercado como dos procesos superpuestos y que éste, finalmente, termina por convertirse en norma para el Estado, la cual se manifiesta en los criterios de adjudicación, realización de productos y ofertas en las “parrillas de programación”, sea ella “comercial” o “educativa y cultural”. Estos procesos se mueven entre tensiones originadas en grupos sociales que se disputan los mercados publicitarios y su acceso a las decisiones sobre el funcionamiento del medio. Las normas adoptan una posición activa cuando establecen un marco para la acción, pero también adoptan una orientación pasiva cuando están dispuestas a renovarse como resultado de la presión del entorno. Tanto el Estado como el mercado han sido cambiantes a lo largo del tiempo. Inicialmente fue el gobierno solo, luego el gobierno con particulares, después con los partidos políticos y más adelante con representaciones de la sociedad civil, hasta desembocar en una televisión abierta al mercado internacional en un contexto de globalización. La diferenciación en las estructuras de las empresas y parrillas de programación ha ido en relación directa con el número de normas: desde unos mínimos normativos hasta una abundancia de normas y, finalmente, a una tendencia a la desregulación. Estos ciclos tienen sentido no solamente en la historia específica de la televisión sino de una historia más general que corresponde a la sociedad en su conjunto, ya que la televisión y el derecho que la regula se entienden como hechos sociales1 que tienen influencia en el desarrollo del medio y en la conducta de sus actores. Una mirada sobre los cincuenta años de la historia reciente del país lleva a formular las siguientes preguntas: ¿cuáles son las fases por las que transitan las dos tendencias de énfasis en el Estado y en el mercado?, ¿por qué las dos tendencias se necesitan mutuamente, en un primer momento, para luego tender a divorciarse?, ¿qué factores inciden en que el mercado tienda a desplazar al Estado y se convierta en líder de los procesos que regulan la televisión?, ¿qué sentido tiene la legislación de televisión en los inicios del siglo XXI y cuál es la perspectiva en el mediano plazo?, ¿cuáles son las fuerzas sociales que presionan para que no exista normatividad o que se incremente su número, su cobertura y su alcance cuando se hace una discusión pública del medio en Colombia?. Este artículo pretende responder estos interrogantes, así sea de una manera limitada. La argumentación se basa en una periodización histórica de dos grandes fases por las cuales transcurren los cincuenta años recientes en la historia del país: énfasis en el Estado y énfasis en el mercado. La periodización es arbitraria pero tiene el sentido de ayudar a comprender los procesos que no están marcados ni segmentados en el tiempo de una manera tajante y fija, sino que ♦
Artículo recibido en julio de 2004 ; aprobado en septiembre de 2004 . Sociólogo y magíster en educación con especialidad en investigación socioeducativa; docente e investigador en las universidades Cooperativa de Colombia y del Rosario. 1 DURKHEIM, Emilio, De la división del trabajo social, Madrid, Akal, 2001, 4ª edición, pp. 134, 477-478. ♣
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corresponden a tendencias que surgen, se desarrollan y consolidan o se debilitan a lo largo del tiempo. Por tanto, no se espera encontrar límites claros y definitivos ni rupturas en las cuales se abandona el pasado para proseguir con un futuro totalmente nuevo, libre de ataduras con vínculos precedentes. Diferentes periodizaciones se han ensayado cuando se hacen análisis sobre legislaciones de televisión. En nuestro caso, adoptamos algunas de ellas. Por ejemplo, una que diferencia tres etapas: televisión privilegiada, televisión fragmentada y cibertelevisión; otra que funciona con tres categorías que son la de paleo-televisión, la de neo-televisión y la posttelevisión; una más que se organiza en cuatro fases: cine, televisión masiva, televisión fragmentada y televisión interactiva; y, finalmente, otra que diferencia tres etapas: televisión fordista, transición y televisión post-fordista2. Cada una tiene sus aspectos positivos pero también sus puntos de controversia. Sin embargo, lo importante es destacar el objetivo de la periodización elegida que, en nuestro caso, es mostrar las dos tendencias señaladas. Cada uno de los procesos, con la dirección del Estado y con la conducción del mercado, puede ser analizado por separado; en este caso, se los considera en su mutua relación para mostrar historias en sus rupturas específicas, en sus vastas unidades y en sus interrupciones. Dentro de cada historia aparecen pasados, formas de encadenamiento, jerarquías de importancias variables en el tiempo y teleologías que caracterizan el objeto. La individuación de series diferentes se yuxtaponen, se suceden, cabalgan unas sobre otras o se entrecruzan de tal manera que no se pretende colocarlas en una forma lineal ni en una sola secuencia, sino en un escenario en el que priman las discontinuidades y los límites borrosos3. Dos tipos de normas son estudiadas: la Constitución nacional y las leyes de televisión. La primera como marco general y la segunda como decisiones de política, de regulación, de control y de fomento al desarrollo del medio dentro de las coyunturas económicas, políticas y sociales que le sirvieron de contexto. Las preguntas están encaminadas, en consecuencia, a establecer la dirección de los procesos, las tendencias del modelo aplicado y sus conexiones con las ofertas de televisión, a identificar los grupos y sectores políticos que tuvieron iniciativa en la gestación de las normas y sus expresiones en la libertad de empresa, control y autonomía, y orden y acción del medio en la sociedad colombiana. No se estudian los procesos de producción de las normas sobre televisión en el Congreso de la República ni en otras instancias, como el Ejecutivo, desde la Presidencia de la República o desde el Ministerio de Comunicaciones, ni tampoco desde organismos como la Junta Directiva de Inravisión en tiempos pasados ni de la Comisión Nacional de Televisión en la actualidad. No se incluyen las decisiones de la Corte Constitucional en materia de televisión, como tampoco se incluyen los procesos subsiguientes a la generación de la norma que consisten en pasar a los decretos ejecutivos, las reglamentaciones, las Resoluciones y los Acuerdos, según sean los casos. 1. Regulación de televisión
2
CAPPARELLI, Sergio, “La periodización en los estudios de televisión”, en ALBORNOZ, Luis A. (coord.), Al fin solos . La nueva televisión del MERCOSUR, Buenos Aires, Ediciones Ciccus-La Crujía, 2000, pp. 19-36. 3 FOUCAULT, Michel, La arqueología del saber, México, Siglo XXI, 1982, 8ª edición, pp. 3-29. Igualmente, LEVI-STRAUSS, Claude, “Las discontinuidades culturales y el desarrollo económico y social”, en Antropología estructural, México, Siglo XXI, 1984, 4ª edición, pp. 294-303.
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Las normas sociales se constituyen en componente central de la vida en sociedad. Los procesos de socialización tienen, entre otras funciones, las de orientar la conducta humana conforme a los ideales trazados socialmente. Ahora bien, esta conducta regida por normas sociales supone, particularmente en la sociedad moderna, no sólo la presencia de acción social normada sino de acción social normativa, del que acata las normas y del que las prescribe y que, en todo caso, afectan la vida cotidiana. Las normas esconden valores y también poder e intereses. Por cuanto éstos varían con el tiempo y con el espacio social, no son algo dado y establecido de una vez para siempre sino algo que va dándose en el proceso de producción y reproducción social y apuntan al deber ser. Ganar espacio y, sobre todo, conquistar legitimidad es una demostración del uso del poder. En otras palabras, hacerse socialmente a la legitimidad es una forma de poder, es decir, una estructura de mando y obediencia, poder y dominación en términos weberianos de relaciones asimétricas de poder. Ahora bien, la normatividad social no sólo se institucionaliza sino que se estructura socialmente, es decir no sólo logra la aceptación social sino que se plasma en ámbitos normativos estructurados que pueden ser de tipo político, económico, hierocrático (vinculado a lo sagrado) y social en general4. Toda sociedad sustenta su funcionamiento en normas que respaldan decisiones sobre los asuntos que competen a la colectividad. En las sociedades modernas, las normas son impersonales e identifican la acción del Estado como regulador de la vida social. Dada la existencia de intereses variados y, en ocasiones, contrapuestos, la existencia de normas se constituye en un catalizador de conflictos e indicador de convivencia. A medida que las sociedades se tornan plurales, la existencia de normas se hace cada vez más necesaria para evitar que los individuos pierdan el sentido de la vida en sociedad y armonicen sus pretensiones privadas con la esfera pública de sus actuaciones. Las democracias son estables y robustas en la medida en que sus normas son reconocidas y aceptadas porque permiten el tránsito de las colectividades y de los individuos en los espacios que abre la sociedad. Cuando una norma es el resultado de un proceso de construcción democrática no sólo existe legalidad sino también legitimidad en tanto se constituye en medio para el logro de finalidades sociales, entre ellos la preservación de valores dentro de un esquema de racionalidad medios orientados hacia fines. Para los sociólogos, desde los clásicos hasta los contemporáneos, la temática ha sido recurrente. Ferdinand Tönnies, por ejemplo, analizaba la evolución de las formas de la vida social a lo largo de la historia y subrayaba la transformación que se había producido desde un tipo de organización social basada en los principios del parentesco, la vecindad, la vida de aldea y la comunidad espiritual del grupo, a otro basado en las relaciones contractuales e impersonales, dominado por los intereses sectoriales y el asociacionismo racional y voluntario, en el cual las normas sociales no eran, como antes, la costumbre y la religión sino las convenciones sociales, las leyes escritas y una ética laica sancionada por la opinión pública. Por su parte, Emilio Durkheim centró su atención en La división del trabajo, Las reglas del método sociológico, El suicidio, y en Las formas elementales de la vida religiosa en la explicación del funcionamiento y disfunciones de la sociedad moderna. Distinguía entre dos tipos 4
WEBER, Max, Economía y sociedad, Tomo I, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, p. 43. También, GIDDENS, Anthony, Las nuevas reglas del método sociológico, Buenos Aires, Amorrortu, 1976.
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de sociedad: entre sociedades premodernas, que definía por la existencia de una fuerte “solidaridad mecánica” interna, la similitud de trabajos y funciones de sus miembros, el bajo nivel de la población, estructuras sociales elementales, aislamiento geográfico, leyes penales represivas e intensa conciencia colectiva; y sociedades modernas, que caracterizaba por su “solidaridad orgánica”, la división y especialización del trabajo de sus miembros, la complejidad de las estructuras sociales, el desarrollo e integración de mercados y ciudades, altos niveles de población, carácter restitutivo de las leyes, y por fundamentarse en sistemas de creencias secularizadas como la individualidad, la justicia social, el trabajo o la igualdad. El orden moral, para Durkheim, era equivalente al orden social. Este, a su vez, se expresaba como un sistema de normas que se constituían en instituciones sociales. La creciente división del trabajo conducía a una solidaridad de intereses entre todas las clases de la sociedad con las consecuencias positivas como el origen del intercambio de servicios, la reciprocidad de obligaciones y la interdependencia. Con la división social del trabajo, la normatividad social se hace cada vez más instrumental en función de la tarea de mantener lazos de solidaridad en la convivencia social5. Con la entrada a la modernidad, la desacralización del poder implica una conciencia sobre los fundamentos de la vida social separados de condiciones naturales y atribuidas a la misma convivencia. Las normas son vistas como un producto de relaciones sociales que puede ser modificado por la acción humana6. Por esta vía se entiende que las normas y los valores son relativos a las organizaciones sociales en el tiempo y en el espacio y no tienen el carácter de perennidad ni de universalidad7. Estas tendencias se inscriben dentro de la corriente que acepta el avance de la razón instrumental para enfrentar los problemas de las sociedades8 hasta llegar a una juridización del mundo de la vida y su colonización por el mundo del dinero y el poder, ya sea como imposición o como extensión del contrato en la sociedad9. Estudiar las normas dentro del contexto de la sociedad resulta una tarea compleja por cuanto se deben buscar las ramificaciones que ella tiene en los diferentes sectores y articulaciones del ser social, asuntos que sólo parcialmente son tocados en este artículo. La acción normativa instrumental está situada y condicionada históricamente. Por esta razón, se entiende dentro del marco de la estructuración social en el cual la acción es organizada por estructuras normativas y, a su vez, éstas constituyen y condicionan la acción y, por otra parte, las normas se encuentran interrelacionadas con significados y con los sistemas de poder representados en intereses10. Las normas se constituyen en configuraciones históricas propias de políticas e instituciones que tienen por función estructurar relaciones entre intereses propios de sectores sociales, del Estado y de actores privados. Estas normas incluyen ideas e instituciones; 5
OLIVERA PRADO, Mario, “Hacia una sociología de la corrupción”, en Revista Probidad, Bogotá, n° 16, octubre-noviembre de 2001. 6 MAQUIAVELO, Nicolás, Obras políticas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1971; HOBBES, Thomas, Leviatán o la materia, forma y poder de una República eclesiástica y civil, México, Fondo de Cultura Económica, 1980. 7 GOULDNER, Alvin, La crisis de la Sociología occidental, Buenos Aires, Amorrortu, 1970. 8 WEBER, Max, op.cit.; HORKHEIMER, Max, Teoría crítica, Buenos Aires, Amorrortu, 1974; JAY, Martín, La imaginación dialéctica: una historia de la escuela de Frankfurt, Madrid, Taurus, 1974. 9 HABERMAS, Jürgen, El discurso filosófico de la modernidad, Madrid, Taurus, 1989; BENDIX, Reinhard, Estado nacional y ciudadanía, Buenos Aires, Amorrortu, 1964. 10 GIDDENS, Anthony, op .cit.
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las ideas connotan maneras, objetivos e instrumentos de intervención de instancias del Estado, mientras que las instituciones son organizaciones públicas que estructuran relaciones entre sí y con el Estado. Con estos elementos entramos a analizar el caso de la televisión como una actividad social que, por tanto, tiene lazos que la atan con la sociedad y con el Estado. Los vínculos con la sociedad son evidentes porque de ella deriva sus audiencias, los temas, principios y valores que sirven de marco para construir sus mensajes, usar sus vehículos económicos y culturales, y ganar reconocimiento como actividad legitimada que satisface necesidades particularmente concentradas en la integración social, en la socialización y en la transmisión de modelos de vida. Igualmente recibe porque la televisión no es aséptica sino que se modela de acuerdo con la sociedad a la cual dirige sus programas. Los vínculos con el Estado están, asimismo, definidos porque el régimen jurídico colombiano otorga a éste ente una responsabilidad sobre la determinación de políticas, dirección, regulación y control, asignación de concesiones para el uso del espectro electromagnético y disposiciones que facilitan y promueven el desarrollo del medio. Si en la Carta constitucional de 1886, y en sus reformas, no estaban explícitas estas determinaciones, y no podían estarlo, en la Constitución de 1991 se ponen en primer plano aquellas relativas al acceso, a evitar las prácticas monopolísticas, a la creación de un ente autónomo y a hacer del Estado el responsable de la política y de las concesiones sobre el uso del espectro electromagnético (Art.20, 76 y 77). Estas decisiones son el resultado de situaciones precedentes. De una normatividad que fue generada en el ejecutivo, durante el régimen del General Rojas Pinilla, se ha pasado a una legalidad concertada con el legislativo y aprobada con la intervención de los grupos de presión que defienden sus intereses de gremio o de sector social. Antes de esta forma de gobierno dictatorial, la legislación de prensa también se había concertado con los grupos de presión económicos y políticos. Su restricción llevó a unificar los sectores de oposición que terminaron por derrocar el mandato militar. Cuando se restablecen los canales de expresión política en el Frente Nacional, los grupos de presión encontraron vías legítimas de intervención en las decisiones de los gobiernos. De un Estado gestor y protector, participante en los procesos económicos, sociales y políticos, catalizador de intereses de los sectores sociales, se ha pasado gradualmente a un Estado facilitador, integrador de la iniciativa privada, desprendido de compromisos con la dirección de empresas y libre de responsabilidades en materias económicas11. De una televisión única diseñada y ofertada por el Estado con participación privada en la fase de realización, en el modelo que se llamó “mixto”12, se ha pasado a una televisión ramificada, ampliamente segmentada, con variadas modalidades y formas y con coberturas cada vez más amplias de ofertas diversificadas. 2. El Estado como responsable de la televisión 11
CAPPARELLI, Sergio, DOS SANTOS, Suzy, “Estudio comparado de la televisión postfordista y de su reglamentación en el Cono Sur”, en ALBORNOZ, Luis A. (coord.), op. cit., pp. 39-73. 12 El modelo de televisión llamado “mixto” consistía en la diferenciación funcional entre Estado y particulares. El Estado se encargaba de la política, la administración y la dotación de infraestructura, además de los programas educativos y culturales y de la radiodifusión oficial; los particulares, por su parte, asumían la dirección y realización de la producción y la oferta de los servicios de televisión comercial.
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La televisión en Colombia surgió de la iniciativa del Estado. Esta tendencia va desde la instalación hasta los años noventa, es decir en el espacio de los cuarenta primeros años. Por los años cincuenta la sociedad colombiana experimentaba cambios graduales y lentos en sus estructuras económicas pero, sobre todo, políticas y culturales. Apenas se abría a procesos de modernización fuertemente vinculados con procesos de industrialización y de consolidación de mercados internos. La televisión contribuyó a acelerar las nuevas visiones y los cambios de mentalidad del colombiano y a construir representaciones sociales diferentes de los esquemas transmitidos por la sociedad fundada en la tradición. En este período hay una fuerte presencia del Estado a través de los gobiernos y un mercado oligopólico reservado a los primeros programadores y anunciantes que se vincularon al medio. Es particularmente notoria la capacidad y visión de negocio que caracterizó a los pioneros que fundaron y pusieron a rodar sus empresas, obviamente con el apoyo decidido del Estado. Era un grupo pequeño de proveedores que esperaban esta acción de soporte porque externa e internamente había las condiciones para que ello ocurriera de esta manera. En el plano externo, las frustraciones dejadas por la crisis financiera de 1929 en los Estados Unidos fue una lección que cambió la concepción del manejo de la economía. Los estados asumieron un papel protagónico de dirección de procesos sociales y de liderazgo en la economía. Por lo tanto, se esperaba que los particulares encontraran en sus gobiernos una fianza que les asegurara sus inversiones, en algunos casos, o les financiara sus operaciones, en otros casos, hasta que hubiesen acumulado lo necesario para autosostenerse en la competencia. Esto último fue lo que hizo el Estado en este período y en eso consistía el llamado “sistema mixto”. En el plano interno de la televisión, el Estado había asumido un compromiso con la sociedad y se había hecho responsable de ella. En consecuencia, lo que se hacía, directa o indirectamente, por sí mismo o por medio de contratos de concesión, se ajustaba a la razón de Estado. Por esto los valores económicos de arrendamiento y de prestación de servicios auxiliares para la realización de programas eran prácticamente simbólicos porque el Estado no pretendía hacer utilidades sino prestar el servicio en el contexto del “sistema mixto”13, es decir, conjuntamente con los particulares. Se prefería importar de programas realizados en el exterior, denominados entonces “enlatados”, que aplicar autorizaciones de inversiones extranjeras en el medio y las adjudicaciones contemplaban una cuota, generalmente más alta, de programas nacionales en las parrillas de emisión. Estos hechos pueden ser tomados como indicadores de la capacidad del Estado para tomar decisiones sobre el medio. Tres entes se fueron haciendo protagonistas, en esta primera etapa: el Estado, los programadores y los anunciantes. Se necesitaron mutuamente y consolidaron lo que Richieri denomina “televisión fordista”, caracterizada por un mercado oligopólico, con pocos canales (inicialmente uno, entre 1954 a 1965, y luego dos, de 1966 a 1985, en el caso colombiano), limitación a inversiones extranjeras por argumentos de seguridad nacional, otorgamiento de licencias con criterios de adhesión política a los gobiernos, contraprestación en respaldo político a los gobiernos por los empresarios, provisión de la infraestructura por el Estado y consolidación de mercado nacional14. 13
BIBLIOWICZ, Azriel, Lo público es privado: un análisis de la televisión colombiana, New York, Cornell University, 1979, Tesis para obtener el Doctorado, p. 76. 14 RICHIERI, Giüseppe, La transición de la televisión: análisis del audiovisual como empresa de comunicación, Barcelona, Bosch, 1993. GALPERIN, Hernán, “La reforma en la regulación de las industrias televisivas del Brasil
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Estos procesos se desenvuelven paulatinamente en la regulación de televisión en tres fases: la primera de estatización sin intervención directa de partidos políticos, durante la administración Rojas Pinilla; la segunda de estatización con intervención de partidos políticos; y la tercera de estatización con partidos políticos y con representaciones de la sociedad civil. Fase de estatización sin intervención de partidos políticos Durante la fase de estatización, que se extiende desde la iniciación de la televisión en 1954 hasta 1957, se crea y se fortalece el sistema mixto con la dirección del Estado, el cual se encarga de colocar la infraestructura tanto de producción como de transmisión, dirige, regula, controla, financia y hace televisión, apoya e impulsa la iniciativa privada y se proclama como el actor principal. Es, a la vez, regulador y operador. Para cumplir con sus objetivos, se produce una configuración burocrática con base en fines y en valores orientados y canalizados por el Estado. A la Oficina de Información y Propaganda del Estado –ODIPE- se anexa la actividad de hacer televisión, con la figura de “sección de televisión” (Decreto 3363 de 1954) hasta que se crea la Televisora Nacional (Decreto 0101 del 19 de Enero de 1955) como una entidad que, si bien depende de ella, adquiere una diferenciación en su estructura y, por ende, una relativa autonomía funcional y procedimental. Cinco años más tarde, la Televisora Nacional pasa a depender del Ministerio de Comunicaciones (Decreto1635 de 1960) con lo cual adquiere una nueva significación por entrar en la estructura del sector especializado y, más todavía, cuando se le da un carácter de ente descentralizado con el nombre de Instituto Nacional de Radio y Televisión – INRAVISIÓN-, adscrito al mismo Ministerio de Comunicaciones (Decreto 3267 de 1963), figura jurídica que conserva hasta la actualidad15. En los ocho años iniciales, la televisión es objeto de normas que se dirigen a regular su ubicación dentro de la estructura del Estado. Por esta consideración, se definió que los canales radioeléctricos eran propiedad del Estado (Decreto 3418 de 25 de noviembre de 1954). En cambio, no hay normas relativas a la creación de la televisión, adquisición de equipos, salvo telereceptores (Decreto 3329 de noviembre de 1954), la programación, coparticipación en la producción con particulares, canalización de resultados financieros provenientes de publicidad, aportes del presupuesto general de la nación, o asuntos similares. Una administración gubernamental como la vigente en esta fase explica el asunto. Se trata de una orientación de tipo caudillista y populista, en la cual la figura del líder dirige los destinos con la única referencia de sí mismo y de su capacidad de conquistar y mantener legitimidad y respaldo por parte de la población. Weber indicaba que este tipo de dominación crea representaciones de algo que en parte existe y en parte se constituye en un deber ser en la mente de los individuos y, como tal, y de la Argentina en los 90”, en ALBORNOZ, Luis A. (coord.), op. cit., pp. 153-178. No adoptamos aquí el concepto “fordista” por compartir la tesis de que “ninguna discusión seria del fordismo como fase distinta de la expansión capitalista puede realizarse tomando como eje el modo de regulación”. Cfr. JESSOP, Bob, Crisis del Estado de bienestar: hacia una nueva teoría del Estado y sus consecuencias sociales, Bogotá, Siglo del HombreUniversidad Nacional de Colombia, 1999, p. 39. 15 La decisión de crear Inravisión cierra el camino a iniciativas de entregar la red nacional a la empresa privada, así como a la posibilidad de entregar canales regionales en manos de particulares. Cfr. TÉLLEZ, Hernando, Veinticinco años de televisión colombiana, Bogotá, Ediciones RTI, 1979, p. 50. Asimismo, MARTÍN LEYES, Pedro, Memoria al Congreso Nacional. Junio 14 de 1988-Febrero 27 de 1989, Bogotá, 1989, pp. 14, 247-250; ARBOLEDA DE URIBE, Esmeralda, op. cit.
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posee una significación causal en la conducta humana16. La devoción afectiva a la persona en virtud de sus cualidades excepcionales (carisma) está asociada al caudillo que dirige y manda. La relación social establecida es extraordinaria y personal con el portador del carisma17 que fue utilizada para sostener la forma de Estado que funcionó en esta fase. Fase de estatización con participación de partidos políticos La entrada al llamado Frente Nacional, en los 16 años de funcionamiento, constituyó una continuidad en el poder de disposición del Estado sobre la televisión. Sin embargo, surge una disposición que identifica claramente su manejo descentralizado. Esta forma obedeció a una reforma general de las entidades del Estado en la cual se distinguió el sector central (Ministerios, Superintendencias, Departamentos Administrativos) y sector descentralizado (institutos dependientes del sector central). El Decreto 3267 de 1963 reorganizó el Ministerio de Comunicaciones e incluyó al nuevo ente, a Inravisión, en virtud de la Ley 21 de 1963 que otorgó facultades extraordinarias al Ejecutivo para hacer modificaciones estructurales y funcionales. No se requería una normatividad adicional en tanto ella era suplida por acuerdos interpartidistas, en las rotaciones cuatrienales hasta su finalización en 1974. A cambio de una organización tipificada como caudillista, se implantó otra que soportaba su legitimidad en las organizaciones partidistas tradicionales, los partidos liberal y conservador. Los acuerdos entre ellos suplantaron normas que, impersonalmente, regulaban las relaciones con el Estado y reivindicaron para sí la dirección de la política y canalizaron sus recursos a su libre disposición. El caso de la televisión no fue una excepción. Al contrario, guarda coherencia y continuidad con lo que ocurrió en otras instancias: libre ejercicio del poder, control sobre recursos, “milimetría” en la designación de los cuadros burocráticos, rotación en la cúpula de las organizaciones y obediencia a un plan de desarrollo gestado a principios de los años sesenta como mecanismo para dirigir las acciones propias del Estado. Inravisión canalizó para sí el poder sobre la televisión. Se constituyó en el organismo líder y el canal por excelencia encargado de prestar el servicio público de radiodifusión y televisión. Los programas educativos y culturales, el servicio público de televisión educativa o docente, transmisión de señales de televisión, la adjudicación en arrendamiento de espacios en los canales de televisión a concesionarios que originen programas de carácter comercial con un tiempo de vigencia que no exceda cinco años. Igualmente, se autoriza al Instituto para arrendar el uso de canales de televisión a particulares y a participar en sociedades subsidiarias nuevas o preexistentes para el establecimiento, explotación y prestación de servicios de televisión. La norma se adelanta al eventual caso de la concesión de canales radioeléctricos a personas naturales o jurídicas para la prestación de servicios de televisión, evento que ocurrió solo hasta 1997. La legislación preveía que en caso de ocurrencia de esa concesión a particulares, los sistemas e instalaciones de televisión hasta ahora en operación serían destinados a fines exclusivamente culturales, informativos y docentes. Por otra parte, y como consecuencia de la descentralización estructural y funcional, se definen la junta administradora, el director, el carácter de los
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WEBER, Max, op. cit., p.13. Íbid, Vol. II, pp. 711-716; Vol. I, pp. 193-197. Igualmente, El científico y el político, Madrid, Alianza Editoral, 1967, pp. 130, 137, 178, 220.
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funcionarios, el control fiscal, la propiedad del Instituto (a cargo del Estado) y el patrimonio y los fondos provenientes de los derechos de funcionamiento. El paso legal perduró en los cuarenta años siguientes, con algunas modificaciones, y consolidó el sistema mixto. Se instauró la modalidad de licitaciones públicas que solucionaba parte de los problemas con que se enfrentó la Televisora Nacional en su etapa final. Las disposiciones legales no surgieron ex nihilo; muy al contrario, se presentaron circunstancias favorables que presionaron su emergencia. Un primer aspecto, fue que la televisión, desde su fase inicial, no ofrecía competencia a la radio ni a la prensa no sólo porque sus audiencias eran reducidas en número sino, sobre todo, porque no contaba con la fuerza necesaria para atraer presupuestos publicitarios que incitaran los intereses puestos en los otros medios18. El segundo aspecto es que la televisión se caracterizaba por el desorden y anarquía en su administración. Lo público y lo privado se confundían de tal manera que los controles de la primera fase prácticamente desaparecían y las concesiones de espacios en la televisión se adjudicaban por relaciones personales sin mediar criterios regulados normativamente. Este tipo de transacciones personales, por ejemplo, llevaron a que se adjudicara a un solo programador, Alberto Peñaranda, el 93% de la programación comercial19. La burocracia, racional y fundamentada en la impersonal norma, estaba aún en fase embrionaria y no se desprendía de la forma de recompensa prebendaria propia de una organización estamentaria. El desorden administrativo tenía implicaciones en las ofertas de programación. Se adoptaron formas participativas para el estudio y adjudicación de espacios en las licitaciones públicas. Ejemplo de ello fue la creación de un Comité Administrativo (Decreto 1738 de Julio de 1964) de cuatro principales y cuatro suplentes designados todos ellos por el Ministro de Comunicaciones con las funciones de recomendar políticas de programación, sugerir estímulos a la producción de programas de interés general, recreativos y culturales, emitir conceptos sobre ofertas de programadores y vigilar la transmisión de programas comerciales. Este comité era una extensión del poder central que realizaba operaciones puntuales y recomendaba medidas; pero las decisiones continuaban formalmente en el Ejecutivo pero alimentadas por la posición privilegiada de la dirigencia conservadora-liberal. Los intentos de mejoramiento no producían un cambio real ni en el nivel formal ni en el real porque no tuvieron la capacidad de subsanar las deficiencias. Al contrario, se fraguó un malestar con las adjudicaciones que creció de tal manera que, en ocasiones, creó dificultades de gobernabilidad a las administraciones gubernamentales. Un ejemplo, fue la decisión de Todelar de no aceptar la licitación de televisión “porque los criterios de adjudicación de espacios, a pesar de lo declarado, no fueron el reconocimiento a la solvencia profesional y empresarial, ni a la
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BIBLIOWICZ, Azriel, op. cit., p .36. Esta situación, sin embargo, es pasajera. Por el año de 1975, se configuraba «un buen negocio que no exige gran inversión de capital y en el que las conexiones políticas juegan un rol central», según escribe Bibliowcz (p. 51). Esto correspondía a una intuición empresarial de Fernando Londoño Henao, gerente de Caracol, quien en 1962 planteaba que «hay una cantidad de presupuestos que no crecen porque no tienen un medio para invertir más dinero publicitario» (Tertulia sobre medios de comunicación convocada por El Espectador, en junio de 1962). 19 BIBLIOWICZ, Azriel, op. cit., pp. 40-41, 50-51. Por el año de 1965 se reconoce que «la televisora es un espléndido negocio, pero no para el Estado sino para intereses particulares». Cfr. Hernando Téllez, “Cosas del día”, en El Tiempo, 1ro de febrero de 1965.
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experiencia en medios de comunicación, ni a la calidad de contenido de los programas y servicios” (Diciembre 17 de 1973). El desorden administrativo planteaba otros aspectos. Uno era si el Estado debía continuar con la dirección de la televisión20. Las tensiones entre servicio público y privado, Estado y particulares, educación y comercialización, canal estatal y canales privados se ventilaron a propósito de la concesión del TV-9 al Teletigre21. Finalmente se optó por continuar con el sistema “mixto” de propiedad, administración, regulación y concesión del Estado, y de producción y programación de los particulares en la televisión “comercial”. En estas circunstancias, las normas debían mantenerse. Los consensos entre los grupos de intereses en la televisión y los sectores políticos en el gobierno afirmaron la continuidad porque se aseguraba que todos ganarían bajo el esquema establecido. Cuando el contrato sobre el TV9 no se renovó en 1970 y se adjudicaron sus espacios, los grupos de oposición en los cinco años de esta concesión recobraron la calma porque los recursos legales surtieron el efecto deseado. Sin embargo, se prepararon para dar un paso intermedio: no abogaron por libertad de canales ni arrendamiento de la totalidad de un canal sino que decidieron intervenir directamente en la producción de los programas a cambio de usar los servicios de Inravisión. Los estudios Gravi, de propiedad de Punch, RTI y Caracol, les aseguraban este salto adelante en el control de la televisión. En síntesis, las empresas privadas que intervenían en el diseño y realización de los programas ahora entraban en la realización. El caso de Gravi abrió el camino para otras productoras independientes, modelo que se abrió camino hasta que fue una competencia para la tradicional Inravisión22. Más adelante, en 1979, lograrían la introducción del sistema NTSC de televisión en color, así como la transmisión desde unidades móviles. Tan sólo a finales de los 90, dos empresas alcanzarían la adjudicación como canales privados (Caracol y RCN). Los demás seguirían en los tradicionales canales Uno y A, ahora bajo la denominación de “canales públicos”, denominados de “operación pública” por compartir todavía el sistema mixto. Los intentos de reformar la normatividad se frustraron. Por ejemplo, en 1977 se presentó un proyecto de ley por la entonces Ministra de Comunicaciones, Sara Ordóñez de Londoño, mediante la cual se abría la libertad de canales. El trámite no fue exitoso en el Congreso de la República y la normatividad vigente se mantuvo23.
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El Estado garantizaría la intención cultural original y evitaría la introducción de capital extranjero identificado con Goar Mestre, el cubano que había organizado empresas de radio y de televisión en Argentina. Cfr. La Nueva Prensa, Bogotá, 29 de septiembre de 1962, p. 68. Una discusión filosófico-política en defensa del Estado-educador fue planteada por Mario Laserna en El Tiempo, 18 de diciembre de 1965. Incluso se llegó a plantear «que ‘la mano negra’ y los factores de poder controlan en Colombia la radiodifusión y la ‘gran prensa’. La televisión se les ha escapado hasta ahora por su condición estatal, pero constituye la próxima víctima de su codicia» en La Nueva Prensa, 29 de septiembre de 1962. 21 Se trataba de una empresa dirigida por la señora Consuelo de Montejo que accedió a la adjudicación de la totalidad de un canal entre 1965 y 1970. A partir de este año, las adjudicaciones se hicieron por la modalidad de espacios, como se hacía en el Canal Uno. 22 Los estudios de Inravisión en la Calle 24 con carrera 5ª, en Bogotá, prestaban, desde el inicio del funcionamiento de la televisión en 1954, servicios para la realización de programas por los particulares. Hasta este momento, salvo los estudios del Teletigre, los únicos estudios existentes eran los de Inravisión. 23 ORDÓÑEZ DE LONDOÑO, Sara, Memorias al Congreso Nacional, Bogotá, julio 1978. Igualmente, El Espectador, 21 y 25 de junio de 1977.
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A cambio de nuevas normas, los grupos políticos presionaron para poder participar en la televisión. Al fin y al cabo, este era su objetivo. Si el Frente Nacional fue resultado de acuerdos entre liberales y conservadores para acceder al control del Estado y de las administraciones gubernamentales, es obvio que la televisión no podía escapar a esas pretensiones. “No habrá televisión política”, había planteado el Ministro de Comunicaciones Cornelio Reyes en una entrevista periodística el 12 de febrero de 1965. Solamente se dejaron tres noticieros: El mundo al vuelo, Noticiero Suramericana y Controversia, dirigido por Esmeralda Arboleda. La razón: calidad, tradición y no ser de tipo político, porque “la televisora del Estado no puede comprometerse con ningún partido, ni con ningún grupo”, justificaba Silvio Villegas24. En el escritorio del Ministro estaban las solicitudes de Álvaro Gómez H., Fernando Mazuera V., y Cástor Jaramillo A., del directorio unionista, del mismo partido del Ministro. Esta decisión se mantuvo y se ratificó cuatro años después cuando se canceló la transmisión del programa “Gorilas en acción” que contenía una entrevista con el candidato Misael Pastrana Borrero con el argumento de que “están suspendidos los programas de carácter político en la TV” (octubre 2 de 1969). Esta orientación, sin embargo, fue provisional; no resistió el paso del tiempo. En 1976, Luis Carlos Galán, como codirector de Nueva Frontera, decía que “el problema de la utilización política de la televisión representa uno de los puntos claves en el futuro de la democracia colombiana porque constituye un paso obligado en el proceso de crecimiento político, social y democrático del país. La apoliticidad de la TV es imposible si esperamos que ella cumpla funciones informativas. Lo razonable, entonces, es afrontar francamente la cuestión [de manera que] todos los sectores representados en el parlamento puedan comunicarse con el país [...]”25. El Ejecutivo presionó para que la Comisión para la Vigilancia Electoral adoptara medidas sobre el uso de la televisión especialmente durante las campañas electorales. Esta Comisión produjo el Acuerdo 05 de 1977 sobre prohibiciones, como acompañar las noticias con comentario, utilizar adjetivos que califiquen los hechos con expresiones peyorativas, superlativas o comparativas; también indicaba que las entrevistas debían versar sobre hechos y no sobre ideologías y no podían incluirse intervenciones de oradores ni podían presentarse notas o editoriales con proselitismo político o propaganda partidista26. Eran medidas muy limitadas para una avalancha que crecía y que consistía en la presión de los sectores políticos para usar la televisión de acuerdo a sus intereses. En los años setenta se consolidó esta tendencia. En 1983 se promulga el Decreto 222 sobre contratación administrativa que derogó el decreto 150 de 1976 e introdujo el concepto de “Concesión de Espacios de Televisión”, en lugar de “Arrendamiento de Espacios de Televisión”. A finales de 1983, la licitación por tres años adjudicaba los noticieros así: en el Canal Nacional, Intervisión (Alfonso Castellanos, Yamid Amat, Juan Gossaín y Margarita Vidal, de orientación liberal); Telediario (Arturo Abella y Jorge Enrique Pulido, conservador); 24 Horas (Mauricio Gómez, conservador). En la Segunda Cadena, Programar Televisión (Juan Guillermo Ríos, Felipe López y socios, 24
Director de La República, Bogotá, 20 de febrero de 1965. La junta de programación suprimió los espacios «Aquí Bogotá», de Arturo Abella, «Democracia TV» de Julio César Turbay Ayala, «Un periodista en apuros» de Eduardo Camargo G., «Encuentro con la prensa» de Jaime Villamil, «Ayer, hoy y mañana» de Gustavo Rojas Pinilla y «La vida privada de Alberto Giraldo L». Inravisión, Historia de una travesía: 40 años de la televisión en Colombia, Bogotá, 1994, p. 132. 25 GALÁN, Luis Carlos, “Asalto a la televisión”, en Nueva Frontera, 10 de septiembre de 1976. 26 ORDÓÑEZ DE LONDOÑO, Sara, op. cit.
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liberal lopista); TV-Hoy (Andrés Pastrana, conservador); sábados, domingos y festivos, Noticiero Cinevisión, liberal independiente)27. La programación adjudicada, tanto de noticieros como de los demás espacios, tuvo tanta reacción negativa en el público que el consumo de televisión se redujo en las audiencias en un 20%28. Esta situación fue tan preocupante que se autorizaron cambios correctivos. Sin embargo, el problema de fondo era el manejo político del medio. No se tenía claro que la empresa política es necesariamente una empresa de interesados y esos intereses no se pueden ocultar29. El gobierno reaccionó con la presentación de una propuesta al congreso para cambiar la normatividad. Fase de estatización con intervención de partidos políticos y representaciones de la sociedad civil El Estado dirigido por los partidos políticos, como eran los convenios del Frente Nacional, no ganó legitimidad entre la población. Para recuperarla, la administración del Presidente Belisario Betancur presentó un proyecto de ley al Congreso, el cual, finalmente, quedaría refrendado como Ley 42 de 1985. Varias intenciones se proponía satisfacer esta ley: mayor independencia respecto del ejecutivo en el manejo del medio, permitir acceso a diversos estamentos de la comunidad que no la habían tenido antes (ex directores de Inravisión, Director de Colcultura, periodistas, academias de la lengua y de la historia, facultades de comunicación) en el Consejo Nacional de Televisión, máximo órgano rector autorizado para formular la política general y regular el servicio público de televisión. Se creaba un organismo nuevo que era la Comisión para la Vigilancia de la Televisión, en el cual se encontraban representantes de la Iglesia católica, padres de familia, asociación de universidades, artistas, sindicatos, consumidores, juntas de acción comunal, usuarios campesinos, críticos de televisión o periodistas especializados, anunciantes y empresas de publicidad, como una expresión de democratización en la dirección del medio30. La ley transformó la naturaleza jurídica de Inravisión y le dio el status de entidad asociativa del orden nacional con carácter de establecimiento público mediante la figura de una asociación entre la nación, a través del Ministerio de Comunicaciones, Telecom y Colcultura, aunque su dependencia continuó en el Ministerio de Comunicaciones. La ley entendía los servicios de televisión y de radiodifusión oficial como “servicios públicos” tal como provenían del Decreto 3267 de 1963, aunque su prestación podía hacerse directamente o mediante contratos de concesión. Igualmente ratificaba la propiedad exclusiva del Estado sobre los canales radioeléctricos usados en cualquiera de las modalidades tecnológicas de emisión o de transmisión. La ley abría una puerta que se había cerrado en la normatividad anterior y era la autorización de operación de canales en regiones determinadas del territorio nacional. Por esta autorización se reguló el funcionamiento de los canales regionales mediante el Decreto 3100 de 1984 y del Decreto 3101 del mismo año para el caso específico de TeleAntioquia y así para los 27
Inravisión, “Adjudicación de la licitación de espacios en los dos canales de televisión”, 7 de noviembre de 1983. Semana, primera edición de 1985. 29 WEBER, Max, El científico y el político…, op. cit., pp. 114, 122. 30 La democratización iniciaba con un llamamiento del Gobierno a partidos y movimientos políticos. En respuesta, se presentaron los documentos «Propuesta para una formulación de la política de comunicaciones y de la administración de medios de comunicación», del liberalismo oficialista, «La televisión y sus implicaciones políticas», del Instituto de Estudios Liberales, «La televisión y el Estado», en «Una Colombia nueva para los colombianos», del Nuevo Liberalismo, y «Lineamientos para la televisión nacional y participación democrática», del Partido Comunista. 28
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demás que entraron en funcionamiento posteriormente31. Asimismo, se daba paso a la televisión por suscripción mediante el sistema de concesiones a particulares. Estas dos medidas marcaron, sin duda, un paso importante tanto en la normatividad como en la concepción, operación y organización del medio. La complejidad por diferenciación estructural iba adelante, por un lado mediante la ampliación de la responsabilidad del Estado y, por otro, nuevas alternativas para los particulares. Nuevas opciones para el televidente, pero también nuevos competidores en el mercado de la publicidad. El panorama sobre la capacidad del país para soportar estas alternativas desde el punto de vista organizacional y financiero no se ponía en duda; al contrario, se veía con entusiasmo y como un signo de apertura favorable con el cual estaban de acuerdo los partidos políticos y también los gremios y las empresas ligadas a la televisión, como los programadores, los anunciantes y las agencias de publicidad. Se entendía que el proceso apuntaba a renovar las relaciones entre el Estado y la sociedad, lo cual se manifestaba en los mecanismos de participación que se creaban para que diferentes organizaciones de la sociedad intervinieran tanto en la dirección como en el control de la televisión. Continuaba el sistema mixto, Estado-particulares, pero ahora con la intermediación de otros sectores de la sociedad, lo cual debía interpretarse como un signo de apertura democrática a expresiones de la sociedad civil. Sin embargo, el entusiasmo era transitorio. Muy pronto surgieron voces encontradas por cuanto los intereses de mantener una televisión controlada por el Estado chocaron con otros que exigían mayor libertad para los particulares. El gobierno asumió una posición defensiva mientras que los empresarios, aliados con sectores políticos influyentes, fraguaron una salida hacia una mayor libertad. La diferencia con situaciones anteriores consistía en que habían entrado al negocio del medio, de una manera decidida, grandes capitales de empresas ligadas, por ejemplo, con Carlos Ardila Lulle y Julio Mario Santodomingo. Por otra parte, los productos televisivos tuvieron gran aceptación en mercados externos, lo cual transformó los criterios de su realización. Se introdujo el sentido de producir para el mercado interno pero también, y cada vez con mayor fuerza, para comercializarlos en estaciones de otros países. Es entonces cuando se abre un espacio para reclamar una normatividad menos asfixiante y de mayores garantías para desenvolverse en los mercados competitivos. El Estado pasa a ser visto como un agente incómodo que no estaba en capacidad de acompañar la velocidad de los cambios hacia mercados competitivos que permitieran mayor acumulación de capital. Al poco tiempo de expedida, la norma fue objeto de críticas severas desde orillas distintas como un indicador de la insatisfacción que provocó su contenido y las consecuencias que tendría su aplicación frente a la dinámica que había tomado el medio. A año y medio de la expedición, por iniciativa de periodistas, se llevó a cabo un foro en el cual se oyeron posiciones encontradas frente al contenido de la norma y que mostraban la insatisfacción existente en gremios y asociaciones, pero no en sectores gubernamentales32. Los grupos de presión no cesaban en su empeño por lograr un mejor desprendimiento de las normas y dar el paso al autocontrol, la autonomía y la autodeterminación. Se presentaron algunos proyectos de ley al Congreso de la República pero no tuvieron éxito en su tramitación. Los 31
LÉBOLO CASTELLANOS, Emilio (Organizador), Foro por un canal regional de televisión para la Costa Atlántica, Barranquilla, mayo 23 de 1985. 32 Círculo de Periodistas de Bogotá, et al., ¿Hacia dónde va la TV colombiana?, Bogotá, 1986.
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proyectos frustrados de 1989 y 1990 fueron reemplazados por una normatividad conciliadora en 1991, mediante la Ley 14. Según ella, el Estado conservaría su capacidad de dirección y de control pero también los particulares encontrarían la seguridad de desarrollar sus iniciativas. Todavía, sin embargo, no se autorizaban canales privados sino que se mantendrían los tradicionales de propiedad del Estado. En cambio, dos elementos nuevos tendrían desarrollo: uno, la televisión por suscripción con organizaciones privadas; y dos, la autorización de funcionamiento de antenas parabólicas que podían “bajar” programas de satélite y ponerlos a circular en conjuntos de apartamentos, centros comunales o, incluso, pequeñas comunidades locales. Por otra parte, y por primera vez, se planteaba la necesidad de refinar los criterios de adjudicación, de prolongar el tiempo de vigencia de los contratos y asumir franjas a cambio de espacios. Igualmente se clasificaron por primera vez los programas de televisión, de acuerdo con su origen, carácter y contenido. La ley dicta normas generales sobre el servicio de televisión y radiodifusión oficial, determina los fines del servicio público de televisión, fija los objetivos de Inravisión y establece las funciones y composición de la Junta Administradora del Consejo Nacional de Televisión y de la Comisión Nacional para la Vigilancia de la Televisión. La expedición de la Ley 14 de 1991 no tuvo una divulgación ni una polémica de igual calado y extensión que la anterior, por cuanto se la esperaba para subsanar problemas generados en el desarrollo de la industria televisiva en el medio colombiano. Con ella, el Estado había flexibilizado su posición de prestación de servicio para pasar a un terreno en el cual el mercado fuera aceptado como criterio de competitividad en la circulación de productos televisivos. Desde el gobierno se había adelantado un “revolcón” para abrir la economía y los demás sectores a la fuerza de la corriente globalizadora. La televisión hacía parte de esta dinámica. 3. La televisión orientada por el mercado Las leyes 182 de 1995 y 335 de 1996, con el complemento de la ley 680 de 2001, marcan los cambios más recientes en la normatividad sobre televisión. Son los cambios que mayor ruptura representan respecto a las normas expedidas anteriormente. Si el sistema “mixto” había permanecido con la característica de ser el “modelo colombiano” que hacía diferencia con experiencias en América Latina y en otros contextos, ahora se produce un fraccionamiento. Por un lado, se le mantiene para los canales denominados “públicos” de cobertura nacional dirigidos por Inravisión, como Señal Colombia y los canales Uno y A, especialmente éstos que mantienen el régimen de contratación seguido durante treinta y cinco años. Por otro lado, se presenta, por primera vez después del Teletigre de los años sesenta, una liberalización de empresas privadas y de las leyes del mercado en una competencia abierta con cada vez menos presencia del Estado en la regulación de la programación de emisión y transmisión. La acción del Estado está representada en la adjudicación de la concesión y en el uso del segmento en el espectro electromagnético en obediencia a la Constitución de 1991. El riesgo de las inversiones y la relación con las audiencias corre por cuenta de los dos operadores adjudicatarios, RCN y Caracol Televisión. La ley reglamenta el servicio de televisión y reestructura las entidades del sector como son Inravisión, Audiovisuales y los canales regionales; crea la Comisión Nacional de Televisión (que reemplaza las funciones del anterior Consejo Nacional de Televisión) en cumplimiento de los
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artículos 76 y 77 de la Constitución, y la orienta a dirigir la política general del servicio de televisión y velar por su cumplimiento. Elimina la Comisión Nacional para la Vigilancia de la Televisión (de la Ley 42 de 1985) y cambia la naturaleza jurídica de Inravisión, transformándola en una entidad entre entidades públicas que se organiza como Empresa Industrial y Comercial del Estado, conformada por la nación a través del Ministerio de Comunicaciones, Telecom y el Ministerio de la Cultura. Inravisión, por su parte, se encarga de la operación del servicio público de radio y televisión, así como de la producción, realización y emisión de la televisión cultural y educativa y, finalmente, de la operación de la emisión y transmisión de las cadenas comerciales Canal Uno y Canal A. La Ley 335 de 1996 modifica la Ley 182 de 1995, crea la televisión privada y determina que el objeto de Inravisión será la operación del servicio público de Radio Nacional y Televisión. Asigna a Inravisión la responsabilidad de determinar la programación, producción, realización, transmisión, emisión y explotación de la televisión cultural y educativa y de la transmisión de los Canales Uno y A y de producir, coproducir y transmitir la Señal Colombia. La ley no es explícita en relación con la Radio Nacional, la programación de las 4 emisoras, en cuanto a política, programación y recursos financieros. Esto cambios son característicos de un nuevo escenario en el cual podemos caracterizar dos sistemas paralelos, y en competencia: uno que permanece dentro de la tradición y el otro que es reconocido por fuera de los marcos de esa tradición. El primer sistema incluye: a) Los canales públicos nacionales como Señal Colombia y Canal Institucional, sin ánimo de lucro, y Canal Uno (de operación pública y con ánimo de lucro); b) Los canales públicos regionales: TeleCaribe, TeleAntioquia, TeleCafé, TelePacífico, TeleIsla, TeleOriente, Canal Capital y TeleAndina. Este sistema tiene una dinámica propia en cada una de sus organizaciones. La normatividad no prevé, por ejemplo, un organismo distinto de la Comisión Nacional de Televisión que se encargue de la política, de los recursos, de los intercambios de programaciones y de la vinculación con entes externos existentes fuera de Colombia. Son organizaciones que se miran hacia dentro y poca relación tienen entre sí, salvo algunas excepciones y, en consecuencia, el fraccionamiento es evidente, lo cual es un signo de debilidad frente a sí mismas y, sobre todo, frente a un mundo abiertamente competitivo. La Ley no prevé un sistema de televisión pública que articule, dé coherencia y fortalezca servicios. Al contrario, aísla a Inravisión, le suprime capacidad operativa y administrativa, le da un tratamiento de empresa industrial y comercial del Estado, pero la deja sin recursos propios y se le sitúa bajo la dependencia financiera de la Comisión Nacional de Televisión y tampoco le da salidas legales para su autofinanciación. El segundo sistema está integrado por los canales nacionales de operación privada: RCN y Caracol, los canales zonales de televisión por suscripción (8 concesionarios), los canales locales (23 concesiones), los canales municipales (69 concesiones en centros de menos de cien mil habitantes, y 19 en centros de más de cien mil habitantes), los canales de televisión comunitaria (42 canales de televisión cerrada y 657 por señales incidentales) y la televisión satelital, televisión “direct to home”: Direct TV, Galaxy y Sky Colombia S.A. Este segundo conjunto representa el camino más dinámico de la televisión no sólo por la variedad de opciones sino por los mercados que se mueven como un medio y como un fin, especialmente las dos primeras categorías y la última; es decir, los canales privados, la televisión por suscripción, cable o
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pagada, y los “direct to home” también pagados. Son un medio robusto por las tecnologías que usan, por los sistemas de financiación y, sobre todo, por los mercados que llevan consigo. En particular hay que hacer mención de los canales privados de operación abierta, RCN y Caracol. La autorregulación se ha impuesto en ellos dado que esta función se ha desprendido de los organismos de control, primero de Inravisión y luego de la Comisión Nacional de Televisión. Si antes se controlaban, por ejemplo, los comerciales en la edición y en la emisión por parte de supervisores destacados especialmente para esta función, ahora las mismas empresas ejercen ese control con la finalidad comercial; si antes se observaban los detalles internos del comercial y la posición en los fragmentos de emisión en el conjunto del programa, ahora esta facultad está reservada a la organización interna; si antes había una medición exacta del tiempo del programa y de la sucesión de uno a otro en la secuencia de las emisiones, ahora la empresa que programa todo el canal puede hacer repeticiones, puede ajustar sus horarios a criterio suyo; si antes se determinaban las franjas y sus contenidos, ahora los conceptos son del resorte de la empresa; si antes había control previo y luego posterior, ahora hay control selectivo posterior. Estos ejemplos muestran la autonomía que han ganado las empresas y lo superfluas que, en ocasiones, resultan las normas y la casuística, sobre todo cuando el mercado es el patrón de decisión. La ley 182 de 1995 no hizo sino reconocer necesidades generadas en los espacios en donde mayor desarrollo tecnológico, mayores niveles de acumulación, alternativas de gestión, asimilación del contexto externo, abundancia de conectores con televisiones extranjeras existían en algunas empresas. Ellas requerían, en consecuencia, mayor autonomía, libertad de crecimiento y, en consecuencia, soltar las ataduras del tradicional sistema mixto que había caracterizado la televisión por cuarenta años. La divulgación de la norma justificó los cambios producidos en el medio y la ratificación de la presencia del Estado33. Foros posteriores afirmaron las bondades del cambio y el avance que significaron para los televidentes34. Del desarrollo de la ley se han hecho estudios comparativos y balances actuariales normativos35. De los balances quedan posiciones encontradas entre quienes defienden las medidas privatizadoras y quienes manifiestan sus desacuerdos. Para los primeros, la televisión salió de las amarras incómodas del Estado, se liberó de una prisión que no la dejaba acomodarse a una competitividad creciente, sobre todo en los mercados internacionales; para los segundos, fue un retroceso en cuanto a las ofertas televisivas incluidas en las parrillas de programación. Los ejemplos que se muestran son la introducción de telenovelas light, desechables, ligeras, de contenidos banales, superficiales, de entretenimiento fugaz y de renuncia a telenovelas de contenido, argumentales, de fondo, literaria y estéticamente cuidadas, de cultivo del espíritu y fuertes culturalmente. Otro ejemplo son los programas de miniseries que han desaparecido de las parrillas y que se consideran un género valioso que se ha perdido. Un ejemplo más, y el más polémico, es la inclusión de los realities en la programación por su superficialidad, escaso valor artístico y cultural y su carácter efímero. Por sobre todo, la 33
BENEDETTI J., Armando, La televisión del futuro: la nueva ley de televisión, Bogotá, Ministerio de Comunicaciones, 1995. 34 CARREÑO R., Carlos, et. al., El nuevo aire de la televisión colombiana: entre la libertad y la incertidumbre, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Jurídicas, Facultad de Comunicación y Lenguaje, 1995. 35 Un ejemplo paradigmático de recopilación normativa sobre televisión en Colombia es el trabajo de Mónica de Greiff y de Clara Stella Ramos, el cual clasifica contenidos de las normas, desde la Constitución Nacional hasta las leyes vigentes, por temas acompañados de jurisprudencia emanada de sentencias de la Corte Constitucional. Cfr. Régimen jurídico de radio y televisión en Colombia, Bogotá, Legis, 2000.
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crítica está apuntando hacia el afán de acumulación de capital, no importa los medios utilizados para cautivar al televidente. En el contexto internacional, se observan tendencias que van más adelante de los procesos colombianos. Un estudio analiza la legislación española en telecomunicaciones por Cable y por Satélite, desde las primeras leyes sobre televisión y telecomunicaciones36. Las leyes que fueron aprobadas a finales de 1995 hacen eco de la tendencia a la convergencia entre informática, televisión y telecomunicaciones37. Dado que la ley de Telecomunicaciones por Cable no logró un suficiente consenso, ha sido modificada por las normas posteriores; en cambio, la ley de Telecomunicaciones por Satélite presentó la novedad de que las telecomunicaciones no tendrán carácter de servicio público, lo que significa liberalización de las telecomunicaciones por satélite. Otro trabajo español analiza, desde una perspectiva jurídica, los servicios de telecomunicación de base electrónica para dar respuesta a las novedades tecnológicas introducidas por la digitalización y la integración38. Además de los servicios interpersonales y los medios de comunicación clásicos, los servicios electrónicos son un soporte de nuevos medios de comunicación a través de los que se ejercen las libertades de expresión e información. Por ello, los poderes públicos procuran el acceso a los nuevos medios en un entorno liberalizado como el que viven las sociedades actuales, particularmente en países del primer mundo. En el campo periodístico, crece la sensibilidad por la libertad de prensa y el derecho a la información. Las Jornadas periódicas39 han apuntado a la urgencia de que el Estado garantice la actividad libre en el ejercicio profesional, tema que es común en las sociedades contemporáneas que se identifican con esta posición política en las democracias actuales, obviamente con el riesgo de la concentración política y ejercicio del poder político, como lo muestran los casos recientes de Italia y de España. Estas tendencias, como la colombiana, obedecen al cambio de modelo: de uno fordista se ha pasado a uno postfordista40. Este modelo de televisión segmentada está garantizado en la medida en que el número de canales de distribución de señales y de programas se ha incrementado como nunca antes fue conocido en la historia. Por otra parte, la publicidad, que se ha constituido en la base de la financiación, ha cumplido la función de involucrar a los televidentes en las lógicas del mercado, sobre todo cuando se involucra a los televidentes no sólo como clientes sino como programadores mediante uso de medios complementarios como los teléfonos, móviles celulares o el Internet. En esta dinámica, la capacidad reguladora de las normas se ha visto limitada y con una posibilidad reducida para ejercer los controles que eran usuales en el modelo anterior. El impacto mayor se percibe cuando la publicidad, como los programas, han adquirido el sello internacional, ambos apuntando a mercados que desbordan las barreras nacionales. La literatura sobre el caso distingue dos tendencias: la primera, atribuye el debilitamiento del modelo fordista a la dinámica de los mercados en razón de los impactos del cambio tecnológico en las industrias comunicacionales (digitalización, satelitización, alta definición); la otra, interpreta los cambios como el éxito de los intereses privados sobre los intereses del Estado, considerados como
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CREMADES, Javier, “El marco regulatorio de los operadores de televisión por cable y satélite”, en http://www.ehu.es/zer/zer4/cremades2.html 37 RICHERI, Giüseppe, op. cit., pp. 233-253. 38 CARLÓN RUIZ, Matilde. “Los servicios de telecomunicación electrónica: un intento de aproximación jurídica”, en http://www.ehu.es/zer/zer4/carlon4.html 39 CARAZO, Alfredo Jorge, “Libertad de prensa y derecho de información”. 40 RICHIERI, Giuseppe, op. cit.
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“públicos” y, por tanto, el cambio de reglas de juego en un escenario abierto a la competencia41. En realidad, no son dos posiciones sino una sola que se ve desde dos ángulos distintos pero complementarios. Las tecnologías nodales, la dinámica heterocéntrica de las economías y la producción flexible según los gustos de los consumidores pueden ser consideradas las bases en la nueva perspectiva de la televisión42. La televisión ha creado a sus televidentes y les ha enseñado los programas que están interesados en ver. El círculo se cierra cuando los productores responden a estas expectativas. En este punto es cuando las empresas han conseguido un objetivo que consiste en consumir a sus propios consumidores.
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GALPERIN, Hernán, “La reforma en la regulación de las industrias televisivas del Brasil y de la Argentina en los 90”, en ALBORNOZ, Luis A. (coord.), op. cit., pp. 157-158. 42 JESSOP, Bob, op. cit., pp. 69-74
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Integración nacional y pluralismo cultural en la radio y la televisión de San Andrés Isla: la configuración histórica del campo periodístico ♦ ♠
Orlando Javier Trujillo Irurita •
1. Introducción El presente artículo elabora una breve descripción del campo periodístico radial y de televisión en San Andrés Isla, Colombia (SAI), entre los años 1963-2002; estudia la forma como en este campo se han abordado las relaciones interculturales y los efectos que ha tenido su desarrollo en términos de integración nacional. Se pretende ilustrar el carácter que adquieren los medios de comunicación en la Isla, específicamente las emisoras radiales y los canales locales de televisión, como instituciones primordiales en la configuración de un sentimiento de pertenencia regional y nacional, donde la evolución del oficio del periodismo se presenta como un escenario legítimo de participación intercultural diferenciada1. Para la descripción y análisis de estos principales hitos históricos del campo de los medios masivos en SAI, se tendrá en cuenta por una parte el contexto social de modernización y cambio cultural que manifiesta la Isla durante la segunda mitad del siglo XX; y en segundo lugar los principales agentes que han constituido el campo2. Para estos efectos, la investigación que alimenta este escrito se inscribió en la tradición hermenéutica y la recolección de la información se basó en primer lugar en la revisión de documentos escritos, registro sonoro y audiovisual que permitieran dar cuenta de las principales coyunturas durante el periodo estudiado. Sin embargo, la tradición de oralidad presente en SAI y la ♦
Artículo recibido en agosto de 2004; aprobado en septiembre de 2004. ♠ Este artículo retoma los resultados de una investigación cofinanciada por el IECO de la Universidad Nacional de Colombia: TRUJILLO IRURITA, Orlando Javier, El sub-campo MC: un recorrido en bicicleta, pluralismo cultural e integración nacional en la radio y la televisión de San Andrés Isla, Tesis de Grado, Universidad Nacional de Colombia, Departamento de Ciencia Política, Bogotá, 2004. • Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. 1 Los múltiples estudios realizados sobre la cultura o la inserción de San Andrés a la nación colombiana, han privilegiado el papel del Estado, la educación y la religión. Durante la realización del estado del arte sólo se encontró una tesis de grado del año de 1984, y dos artículos que tuvieran como eje central la problemática de los medios masivos de comunicación en San Andrés Isla: TIBET DEL RIO, María Teresa, Hacia una comunicación radial autóctona, Tesis de comunicación social Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 1984. ; ROSS, Jim, “San Andres: an islander comeback?”, en MARSHALL, Oliver (ed.), English Speaking Communities in Latin America, Mac Millac Press, 2000; VARIOS, “Formación de opinión pública”, en RESTREPO, Luis Alberto, RAMÍREZ, Socorro, Cuadernos del Caribe, Nº 2, Voces del Caribe, Universidad Nacional de Colombia, IEC, IEPRI, 2001. 2 El presente ejercicio de construcción histórica del campo periodístico en SAI dialoga con las categorías teóricas del sociólogo francés Pierre Bourdieu, principalmente la noción de campo: Cosas dichas, Gedisa, Barcelona, 1993; El sentido práctico, Taurus, Madrid, 1990; BOURDIEU, Pierre, WACQUANT, LOÏC, J.D., Respuestas por una antropología reflexiva, México, Grijalbo, 1995.
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costumbre de no elaborar o conservar debidamente los documentos escritos, tuvo como efecto que mucha información tuviera que ser complementada mediante la realización de entrevistas, lo cual ofreció ventajas para la comprensión de la cultura sanandresana y limitaciones en cuanto al rigor y la exactitud de los datos recogidos. Por este motivo se decidió hacer un buen número de entrevistas que se compararon entre sí, de igual forma que con los registros escritos y audiovisuales disponibles. 3
2. Fases y facetas históricas del campo periodístico: fusiones e infusiones de Colombia y San Andrés Isla La llegada de la radio y la televisión a SAI se inserta en el intenso periodo de cambio socio-cultural y económico acaecido con el proyecto modernizador y de integración nacional desarrollado por el Presidente Gustavo Rojas Pinilla a partir de 1953. La política de Rojas, con respecto a SAI, incluyó diferentes aspectos tales como la declaración de la Isla como Puerto Libre, la construcción del Aeropuerto Sesquicentenario y del hospital departamental4. Entre los efectos de este conjunto de disposiciones gubernamentales, pueden enumerarse la transformación de la estructura económica de la isla que anteriormente se basaba en la pesca y la agricultura tradicional y que presenció un súbito incremento de actividades como el comercio y el turismo. De igual forma, se presenta una recomposición demográfica y cultural: en un lapso corto de 15 a 20 años llegaron a la isla cientos de sirio–libaneses, palestinos, judíos y antioqueños atraídos por las ventajas del comercio en la región, así como de miles de personas de ciudades y veredas de la costa caribe continental colombiana, que en su mayoría se emplearon en oficios como la construcción, el comercio informal, entre otros5. De la mano con estos procesos migratorios y de multiplicación de las tradiciones culturales que experimenta SAI, se desarrolla de forma paulatina el campo del periodismo de masas en la isla. En este apartado se plantea un recorrido conformado por cuatro períodos, el cual parte de las formas tradicionales de comunicación, continúa con la implementación de la primera emisora radial y concluye con la configuración de un campo diversificado que cobra importancia en la sociedad sanandresana actual a la hora de difundir elementos culturales y posiciones políticas diferenciadas. 2.1 Antecedentes Antes de la llegada de la radio local y la televisión a SAI, la información acerca de los eventos importantes para la isla y sus habitantes dependía en buena medida de formas institucionalizadas de comunicación, muchas de las cuales en la actualidad todavía tienen vigencia debido a que se encuentran asociadas con importantes tradiciones culturales. Este es el caso de la comunicación a través de la interacción cara a cara, el popular “chisme” que recoge la tradición de oralidad isleña6. 3
Se elaboraron treinta y dos entrevistas y se recolectó múltiple material de video y audio que diera cuenta de la historia de los principales canales de comunicación. 4 PARSONS, James J., San Andrés y Providencia: una geografía histórica de las islas colombianas del Caribe, Bogotá, Ancora Editores, 1985, p. 62 5 GALLARDO, Juvencio, “El Estatuto Raizal”, en RESTREPO, Luis Alberto, op. cit., p. 45. 6 WILSON, Peter J., Las travesuras del cangrejo: un estudio de caso caribe entre reputación y respetabilidad, Bogotá, Universidad Nacional, 2004. Este autor elabora un estudio etnográfico para el caso de la vecina isla de Providencia. Muestra el papel del chisme o gossip en esta sociedad.
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Otra manera muy efectiva de mantener al tanto a la población acerca de los eventos y actividades sociales era a través del conjunto de iglesias de la isla y sus “comunicados”, que han sido un medio de comunicación muy efectivo, teniendo en cuenta que la religión constituye un aspecto fundamental de la identidad de la población sanandresana7. En cuanto a la información de carácter económico en el ámbito regional, era habitualmente suministrada por los barcos mercantiles y los marineros que recorrían el Caribe con propósitos comerciales o laborales. Todo este proceso permitía a su vez una renovación de los vínculos culturales y familiares en la región del caribe continental e insular. De otro lado, un tipo de información más político-administrativa se presentaba mediante el perifoneo, que consistía en comunicar los asuntos oficiales más importantes de la intendencia a través de un megáfono estratégicamente ubicado. Mediante este sistema previo a la radio se informaba sobre las diferentes reuniones y sus resultados, así como de las principales obras que estaban siendo llevadas a cabo por el gobierno intendencial. En toda esta situación de comunicación regional propiciada por el comercio y la afinidad cultural del Caribe, los radioaficionados cumplían un papel muy importante. La mayoría de las embarcaciones grandes poseían radiotransmisores de onda, mediante los cuales se mantenían en constante comunicación entre ellos y con los puertos de los diferentes países que visitaban. Este conjunto de embarcaciones y puertos interconectados conformaban una verdadera red de radioaficionados del Caribe, mediante la cual la región se ponía al tanto de los precios de los principales productos comerciales y de acontecimientos de interés, tales como la inminencia o la llegada de fenómenos naturales como huracanes o tormentas, entre otros servicios8. El primer experimento para la creación de una emisora local fue efectuado en los albores de la década de 1950 por Víctor Abrahams Hudson, un reconocido radioaficionado sanandresano. La experiencia se denominó “The Voice of the Island” y consistió en la realización de emisiones esporádicas desde su casa, a las que se unieron personalidades de la isla, que declamaban poesías e interpretaban cantos religiosos9. Por otra parte, durante todos estos años previos al Puerto Libre y a la llegada de la radio local, la radio internacional cumplía un papel muy importante en la socialización de la información internacional en la isla. Las pocas personas que en este momento tenían un receptor de radio lograban sintonizar emisoras estadounidenses como “The Voice of America”, o de algunos países del Caribe insular o continental como “Radio Casino” de Costa Rica, EPR de Panamá. Estos individuos se convertían en un epicentro en torno al cual se celebraban reuniones que tenían como eje principal algún programa o transmisión radial, bien fuera un partido de béisbol de las grandes ligas, un acontecimiento político o social, o los resultados de la lotería de Panamá.
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Ver GUHL, Ernesto, et. al., San Andrés y Providencia: tradiciones culturales y coyuntura política, Bogotá, Uniandes, 1989, p. 271.
8
TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Nora Abrahams”, p. 228. Víctor Abrahams dejó a su hija Nora Abrahams unos breves manuscritos que cuentan de su vida como radioaficionado y los inicios de “The Voice of the Island”.
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Con esta breve descripción de los medios tradicionales de comunicación, anteriores a la política de modernización del Puerto libre, queda claro que estos medios hacían referencia al entorno local y regional del Caribe, es decir, privilegiaban los intereses más cercanos del pueblo sanandresano, aunque, como también se mostró, se presentaban influencias provenientes de los Estados Unidos, específicamente a través de la radio. En cuanto a las referencias a lo nacional a través de los medios de comunicación, éstas eran muy pobres. A pesar de que era factible sintonizar de forma defectuosa algunas emisoras del continente, el isleño promedio no se sentía identificado, sino por el contrario muy lejano del idioma y en general de la cultura del continente colombiano. Además, tampoco existían por ese entonces nexos económicos o comerciales muy fuertes entre las dos regiones (más allá de la comercialización del coco con Barranquilla y Cartagena desde los años 30), que permitieran la existencia de un interés en el mutuo conocimiento y el estrechamiento de lazos más fuertes entre SAI y el continente colombiano. 2.2. Radio Morgan: una radio nacional con sensibilidad local Uno de los principales hitos de la radiodifusión y de la constitución del campo periodístico en la isla de San Andrés fue el establecimiento, en 1963, de “Radio Morgan”, la primera emisora comercial en la isla, por parte del manizalita Samuel Duque Duque. Esta emisora, ya desaparecida, fue durante más de diez años la única emisora local presente en SAI. La fundación de Radio Morgan obedeció a las presiones modernizadoras y a los cambios sociales posteriores a la política del Puerto Libre, tales como la llegada masiva a SAI de gentes del continente con otros saberes, oficios y costumbres, interesados por enterarse de los acontecimientos del interior del país; y a dinámicas históricas correspondientes a la trayectoria del señor Samuel Duque Duque dentro del campo de los medios de comunicación en Colombia. Este personaje, nacido en 1914, comenzó a trabajar muy joven en la radio desempeñándose como cantante en vivo en diferentes emisoras del continente y en el año de 1937 oficia como locutor de la emisora “La Voz del Valle” en Cali10. En años posteriores, su experiencia en la radiodifusión y el hecho de pertenecer a una familia tradicional del Valle del Cauca, le permite desempeñarse como jefe de comunicaciones del Presidente Gustavo Rojas, quien implementó la televisión en Colombia. Samuel Duque era el presentador del “Boletín Informativo Oficial”. Tras la caída de Rojas, Samuel Duque se instala en SAI con el fin de escapar a la situación de inestabilidad política en el interior del país11. Un tiempo después, Samuel Duque advierte la ausencia de una emisora local en la isla, razón por la cual decide liderar la implementación del primer proyecto de radiodifusión en SAI. En el año de 1963, “Radio Morgan” se constituye como una emisora comercial, apoyada económicamente por la publicidad de varios almacenes establecidos en SAI; se basó en la experiencia de Samuel Duque en la radio del continente colombiano y en su propia sensibilidad para tratar diversas temáticas de interés para la ciudadanía. A lo largo de los años sesenta, “Radio Morgan” presenta una programación casi en su totalidad en castellano, que incluía un programa 10
TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Grabación sonora del homenaje de la Asociación Iberoamericana de Escritores y Periodistas AIEPAC a Samuel Duque, marzo 27 de 1984”, p. 90. 11 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevistas con Emilio Zogby y Samuel Duque Saavedra”, p. 90.
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informativo denominado “La revista de la prensa nacional”, mediante el cual eran presentados los titulares y las principales noticias publicadas en diarios del continente colombiano como El Tiempo, El Espectador, La República y El País, entre otros. El resto de la programación era de carácter musical y obedecía a una combinación de diferentes géneros, entre los que se encontraban los latinoamericanos, con predominancia del bolero, ritmos colombianos como porros y cumbias, y música religiosa en inglés. Este proyecto de radiodifusión dedicaba un espacio importante en su programación a la prestación de servicios sociales e informaciones de interés comunitario. Como se puede apreciar, esta programación inicial de la emisora ayudó a difundir en SAI la lengua, las informaciones y los gustos musicales presentes en el continente colombiano. En los años setenta, “Radio Morgan” se afilia a la Cadena Radial “Todelar de Colombia”, como un reflejo de la hegemonía económica, periodística y de programación que ejercían las grandes cadenas en el interior del país. Esta alianza genera cambios en la programación que tienen importantes efectos en términos de la puesta en escena y difusión de una “cultura nacional” en la isla de San Andrés: la transmisión de los noticieros de esta cadena propició un mayor conocimiento de las instituciones, los gobernantes y los intereses provenientes del interior del país; de igual forma las radionovelas enseñaron un modo de entonar y sentir esta nacionalidad. De otra parte, es importante comentar que a lo largo de su existencia la emisora “Radio Morgan” realizó también una sustancial labor de difusión del ideario político partidista colombiano (en mayor medida del partido conservador), a través de la transmisión y el cubrimiento de las diferentes reuniones, eventos, intervenciones y campañas partidistas que tuvieron lugar en el archipiélago12. Esta serie de transmisiones político-partidistas también juegan un rol en la construcción de una cultura nacional en SAI, mediante la expresión de la nacionalidad como una cotidianeidad y como apropiación de algunas de las necesidades de grupos populares en procesos de modernización y urbanización. Al respecto, resulta esclarecedor un discurso pronunciado por el ex presidente Misael Pastrana Borrero en el restaurante “La Fonda Antioqueña” de SAI, en la reunión del conservatismo llevada a cabo el 24 de febrero de 1984 y transmitido por “Radio Morgan”: En primer lugar, mi reconocimiento general a Samuel Duque y a Radio Morgan. Llevamos muchos años viniendo a San Andrés y siempre a través de él y de esta radio hemos escrito patria con ese lenguaje de las ondas hertzianas. Porque ellos hacen patria de verdad, ellos sirven de verdad a esta región con desinterés, con emoción, con entusiasmo. En segundo lugar, hacerles una confesión en esta “Fonda Antioqueña”, porque Antioquia sí que es patria de verdad, decirles que dentro de estos honores que buscamos y que no terminan nunca, para servir a un país y servir a unas ideas, yo voy a ser colega de estos concejeros intendenciales porque encabezo la lista de los diputados de Antioquia. [....] hoy estamos hablando para Colombia, que queremos en San Andrés y Providencia tener una victoria que implique un avance para decir que el partido conservador realmente ha colocado su bandera en estas islas que llaman ustedes donde comienza la patria y que yo agrego que es la frontera grande de Colombia por lo que nos ha entregado en mares, por lo que nos ha entregado en líneas divisorias, por lo que nos ha entregado en emociones, porque además aquí entregamos la patria y la encontramos como un crisol. La patria nativa hablando su idioma que lo dejaron aquí quienes lideraron en carabelas, a veces como bucaneros, y encontramos la patria de todo el país
12
Para ver la descripción organizada de algunas de las trasmisiones más sobresalientes de esta emisora, así como una trascripción de sus apartes más significativos, véase TRUJILLO URURITA, Orlando, pp. 179-226.
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que se ha congregado amable con los nativos, para reafirmar que San Andrés y Providencia no 13 es una isla sino que es la patria toda .
La trayectoria de Samuel Duque en los medios de comunicación y la política del interior del país va a influenciar de diversas formas el funcionamiento de la emisora “Radio Morgan” y la conformación del campo del periodismo de masas en SAI. En primer lugar, puede hablarse de una dimensión estética, retomada del modelo radial de los años treinta y comienzos de los cuarenta. Este período de la radio colombiana se caracteriza por un alto grado de personalismo en unas radioemisoras que ajustaban su programación a partir de los gustos e inclinaciones culturales de sus dueños14. De esta forma, “Radio Morgan” se constituye como una emisora de un carácter popular expresado en programas musicales de boleros, tangos y algunas interpretaciones de música popular y típica colombiana. En segundo lugar, se encuentra una dimensión política, que se hace manifiesta a través de la interrelación con algunos de los principales caudillos políticos del país y la difusión de sus proyectos políticos. En tercer lugar, se encuentra una dimensión económica como condicionante fundacional en “Radio Morgan” y del periodismo en SAI. Luego de un breve periodo de desarrollo inicial de la radio bajo orientación público-estatal (la HJN en 1928), la radiodifusión en Colombia se establece bajo un criterio comercial con la iniciativa de la empresa privada, durante una coyuntura de expansión económica y aumento de la inversión extranjera, constituyéndose de esta forma en un “instrumento divulgativo para los mercados nacionales”15. A partir de lo que se ha dicho hasta el momento, se evidencia la estrecha relación que guarda el desarrollo primigenio de la radio en SAI con las dinámicas nacionales de su implementación. “Radio Morgan” funciona como una matriz simbólica fundacional en el campo periodístico, de interpelación a lo popular a través de un diálogo con dinámicas estéticas, políticas y económicas provenientes de valores y tradiciones desarrolladas en el continente colombiano, lo cual va a tener unos efectos concretos en términos de la integración nacional de SAI. A pesar del efecto de asimilación cultural, “Radio Morgan” no es simplemente el producto de esta serie de condicionantes heredados y transplantados de los procesos nacionales de la radiodifusión. En su funcionamiento práctico esta emisora demostró un alto grado de sensibilidad e inventiva para ajustarse a las condiciones de insularidad de San Andrés, a las necesidades e intereses de sus pobladores y a los recursos limitados con que contaba la emisora para su funcionamiento. El modelo radial presente en la isla resultó de una hibridación de elementos nacionales y regionales. La emisora “Radio Morgan” sirvió como un punto de convergencia, donde la comunidad de SAI se mantenía al tanto de las distintas necesidades de ciertos sectores, se prestaban servicios sociales y se informaba acerca de los eventos y acontecimientos locales más importantes. De esto último da cuenta el cubrimiento hecho por esta emisora, a lo largo de toda su existencia, de las celebraciones tradicionales de la isla como los festejos del 20 de julio, el 7 de agosto y el 12 de octubre16; de los 13
TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Matriz de análisis de programas y transmisiones de Radio Morgan”, pp. 179226. 14 PAREJA, Reynaldo, Historia de la radio en Colombia 1929-1980, Bogotá, Servicio Colombiano de Comunicación Social, 1984, p. 21 15 TRUJILLO IRURITA, Orlando, p. 17. 16 Paradójicamente, las fiestas nacionales del 20 de julio y el 7 de agosto cuentan con una copiosa participación de la comunidad isleña raizal y se han constituido en las fiestas más tradicionales de SAI. De igual forma, la celebración del 12 de octubre ha sido apropiada en la isla como una fecha de reivindicación de la diversidad cultural y cuenta con la participación de miembros de los movimientos sociales.
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múltiples encuentros en las Casas de la Cultura, como por ejemplo, la conmemoración de los 20 años de la Casa de la Cultura del Centro en diciembre de 1989; la emisora también estuvo presente de forma constante en los concursos musicales organizados por la Intendencia, en los festivales intercolegiados de la canción y en los grados de los colegios más importantes de la isla. De la misma forma, en los años ochenta, a través del circuito Todelar, “Radio Morgan” transmitió desde SAI para toda Colombia eventos como Green Moon Festival y el Reinado Internacional del Coco17. Sin embargo, el espacio más importante que abrió “Radio Morgan” a la participación local fue a través de lo que se denominó el “Radio-teatro”, que era un recinto cerrado propiedad de la emisora con capacidad para unas trescientas personas. Este espacio sirvió durante la década de los ochenta como el principal salón de celebraciones y centro cultural popular en el cual se presentaban los talentos locales. Este escenario tuvo una gran importancia en el desarrollo de toda una generación de músicos y valores sanandresanos18. Era un espacio de participación sobretodo de la gente joven [...]; había mucha gente isleña, iban coros enteros a cantar, iban muchachos de barrios, había mezcla de todo un poquito, había solistas, declamadores, era como un mercado de las pulgas que tú encuentras de todo ahí [...]. El radio-teatro despertó el talento de mucha gente, eso era masivo, hubo entonces ese despertar cultural, de ahí salieron cantantes, salieron las Hermanas Celis, el señor Smith y su guitarra, mucha gente que iba allá se desarrolló, siguió la carrera19.
“Radio Morgan” también permitió un espacio importante a los isleños que quisieron trabajar en la radio, constituyó un tipo de escuela entre los comunicadores locales, fueran estos empíricos o profesionales. Muchos de los periodistas regionales en los campos de la información, el deporte y el entretenimiento realizaron sus primeras transmisiones a través de esta emisora. Se establecen de esta forma las bases del campo periodístico en la isla, al hacerse efectiva la radiodifusión como un oficio posible, basado en un modelo comercial, que llevó a cabo alianzas estratégicas con las grandes cadenas radiales de Colombia, cuya programación se centró en el entretenimiento y la información, que buscó dar cabida también a dinámicas locales, siempre bajo la égida de la lengua castellana, institucionalizada desde entonces como la lengua “oficial” de la radio sanandresana. Esta emisora finaliza en el año de 1993 cuando la Cadena Caracol compra sus dos frecuencias. 2. 3 Diversificación de los canales de comunicación en SAI Durante los años setenta y ochenta, la isla de San Andrés fue testigo de la llegada de cinco nuevos medios de comunicación locales: el canal de televisión “Teleislas” que transmite desde la Estación Autónoma de Televisión “Simón Bolívar” con sede en SAI (1973); y cuatro emisoras radiales más: “La Voz de las Islas” 1260 AM (1975), perteneciente a la familia Gallardo, una familia isleña con tradición política; “Radio Leda Internacional” 1320 AM (1981), perteneciente a la familia de comerciantes libaneses Cybul Myriatchi; la Radiodifusora Nacional 99.1 FM (1986) con un proyecto de programación local, y Radio San Andrés 510 AM (1986), una corta experiencia radial,
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TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Revisión de la programación de Radio Morgan a través de 40 casetes”, pp. 57-70. TRUJILLO URURITA, Orlando, “Entrevista en el músico Loy Newball”, p. 228. 19 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Emiliana Bernard”, p. 228. 18
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desarrollada por el comerciante Fauci Chauchar. En este apartado se describirán brevemente las experiencias más relevantes que se desarrollan durante estos años. 2.3.1 La Estación Autónoma Simón Bolívar de Inravisión El 10 de julio de 1973 se inaugura la “Estación Autónoma Simón Bolívar” de Inravisión. Se trató de un ambicioso proyecto implementado por el presidente Misael Pastrana Borrero, el cual permitió la recepción de la señal de televisión en la isla20. La implementación de la “Estación Autónoma Simón Bolívar” obedeció a dos razones fundamentales: en primer lugar, a la imposibilidad técnica de llevar la señal nacional de televisión al archipiélago y, en segundo lugar, a la motivación política basada en el ejercicio de la soberanía nacional y la integración de territorios fronterizos al Estado colombiano. A lo largo de la historia, los gobiernos colombianos se han preocupado diferencialmente por establecer vínculos culturales, políticos y económicos con las islas, esto debido a las particularidades culturales que caracterizan al sanandresano como anglófono y protestante, así como al alto grado de aislamiento y autonomía que ha tenido en ciertos períodos el archipiélago con respecto al resto del país21. De esta forma, el gobierno Pastrana encuentra en la televisión nacional una forma de proyectar una imagen del país, de sus instituciones y gobernantes, de tal forma que el pueblo sanandresano pueda sentirse reflejado y representado de una forma espontánea a través de la programación habitual22. Además, esta política pública buscó sobretodo ejercer una especie de soberanía audiovisual sobre este territorio insular de Colombia. El nombre asignado de “Estación Autónoma” no fue en vano: desde el principio el proyecto fue pensado para emitir una señal local independiente de los enlaces provenientes del interior del país, es decir que desde un comienzo se planteó la importancia de desarrollar una producción local de televisión. Sus instalaciones, ubicadas en el sector de “La Loma”, fueron dotadas de estudios de grabación, equipos de transmisión propios, así como de las últimas tecnologías para la realización de trabajos de edición y funcionamiento del canal. Por este motivo, esta política es considerada como un proyecto piloto que inició un proceso que desembocaría años después en la creación de los canales regionales en el país. La programación inicial de la estación local estaba constituida por una selección grabada de los que se consideraban los mejores programas que se emitían en Bogotá a través de las dos cadenas (Uno y Dos) y un componente de producción local. La selección de la programación nacional se efectuaba de común acuerdo entre el director de la Estación en SAI y el jefe de edición en Bogotá, se enviaba semanalmente por avión a San Andrés para cubrir el horario de programación establecido
20 VIZCAÍNO, Milcíades, Historia de una travesía, cuarenta años de la televisión en Colombia, Bogotá, Inravisión, 1994, p. 223. Las transmisiones comenzaron con el acto de inauguración, presidido por María Cristina Arango, esposa de Pastrana, en compañía de una importante delegación del gobierno nacional, entre quienes se encontraba el ministro de Comunicaciones, Carlos Holguín Sardi, y el director del Instituto de Radio y Televisión-INRAVISIÓN, Carlos Delgado Pereira. 21 CLEMENTE BATALLA, Isabel, Educación, política educativa y conflicto político-cultural en San Andrés y Providencia, 1886-1980, Bogotá, Uniandes, Departamento de Historia, 1991, p. 85. 22 VIZCAÍNO, Milcíades, p. 223.
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inicialmente entre las seis y las nueve de la noche, que más tarde se amplió hasta la una de la mañana23. El componente local de la programación contó con la transmisión de diferentes eventos especiales; estaban los de interés comunitario en fechas importantes para la isla, como la transmisión anual de las festividades del 20 de julio, 7 de agosto y 12 de octubre, así como otras de carácter menos frecuente como el aniversario de la Iglesia Bautista de La Loma en el año 1987, entre otros. También se transmitían especiales sobre las instituciones que han cumplido una labor destacable de servicio comunitario, como es el caso de las Damas Voluntarias de SAI y la Defensa Civil. De igual forma, entre los años 70 y 80 también se hicieron obras de teatro con la participación de talentos locales, como por ejemplo “El médico a palos”. Estas eran emitidas en varios capítulos a manera de seriados24. Entre los programas habituales, estaba uno de carácter religioso con bastante recordación entre los entrevistados, “God with us”, que se emitía diariamente con una duración de cinco minutos, donde intervenían de manera alternada las cuatro Iglesias principales con sede en SAI (Católica, Bautista, Adventista, Misión Cristiana), difundiendo su mensaje pastoral. También es de destacar el programa de entrevistas “1900”, conducido por Emilio Zogby y la periodista Elizabeth Jay, en el que las personas mayores de la isla recreaban las costumbres y maneras de la isla y sus gentes a principios del siglo XX25. A partir de 1991, se presentan cambios en el componente local de la programación, pero se conserva el mismo esquema de emisión de programas culturales y de entretenimiento que buscan dar un cubrimiento a los diferentes aspectos de las manifestaciones culturales de SAI, tales como la tradición oral, la lengua, el folclor y la religiosidad26. Este breve recorrido a través de la evolución de “La Estación Autónoma Simón Bolívar” permite evidenciar una vez más la importancia de la conjunción de elementos nacionales y regionales en la conformación del campo del periodismo de masas en la Isla de San Andrés. 2.3.2. La Voz De Las Islas En 1972, Adalberto Gallardo Flórez, ex intendente de extracción conservadora y líder epónimo de la política sanandresana, comienza la implementación de lo que se constituiría como “La Voz de las Islas” (1260 AM), la segunda emisora local de SAI, que inicia operaciones comerciales en enero de 1975. En ese momento la emisora se convirtió en una retransmisora de la cadena básica de Caracol AM en Bogotá, con un componente mínimo de programación local que se expresó en un noticiero y
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TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Emilio Zogby”, p. 228.
TRUJILLO IRURITA, Orlando, p. 25. Ver: “Fiesta del 7 de agosto en San Luis”, agosto 7 de 1982; “Médico a palos”, julio 7 de 1984; “Semana de las Damas Voluntarias”, julio 7 de 1984; “Aniversario de la Iglesia Bautista de la Loma”, diciembre 28 de 1987, Estación Autónoma Simón Bolívar de Inravisión. 25 Ver: “Programa 1900”, septiembre 10 de 1991, Estación Autónoma Simón Bolívar de Inravisión. 26 Entre los programas más destacados de este periodo se encuentran “Roots and Culture” sobre música reggae, coordinado por el músico isleño Job Saas; y “Lolia’s Show” sobre cultura tradicional isleña, dirigido por Lolia Pomare.
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un programa musical27. Caracol nombraba los directores de su “filial” en SAI y enviaba el conjunto de técnicos y locutores necesarios para el funcionamiento de la emisora. De esta forma, llegaron a la isla conocedores de la evolución de la radio en Colombia, quienes también llevaban consigo los gustos y estéticas predominantes en el interior del país. Algunas de estas personas aprovecharon su experiencia y conocimientos para establecerse definitivamente en la isla y aportar en la consolidación del campo periodístico en SAI, mediante la implementación de nuevas tecnologías para el cubrimiento de eventos culturales y deportivos regionales, como es el caso de las transmisiones remotas, y por otra parte, mediante la creación de programas de música de cuerda, de ranchera mexicana o vallenato28. A partir de 1985 finaliza la participación accionaria de Caracol en “La Voz de las Islas”, con lo cual se contratan locutores y se amplía notablemente la programación local, aunque en ese momento también se continuó con enlaces diarios provenientes de la cadena básica de Caracol. Sin embargo, el establecimiento de una planta propia de empleados por parte de esta emisora encontró un obstáculo en el estrecho margen de ganancias que tienen las emisoras en este contexto insular, por este motivo “La Voz de las Islas” se vio obligada a arrendar espacios radiales a particulares para que desarrollaran programas de acuerdo con sus intereses particulares. Este sistema de arrendamiento de espacios se va a extender con el tiempo a toda la frecuencia AM, constituyéndose en una de las características más importantes del modelo radial implementado actualmente en SAI. Con la implementación de “La Voz de las Islas” su fundador pretendía conformar una importante herramienta de difusión y proyección de su ideario político, así como un elemento a través del cual influir en coyunturas electorales mediante la publicidad política, los programas de opinión, el cubrimiento de campañas y eventos partidistas. Esta emisora radial quiso constituir un punto de encuentro de la política nacional con la local a través del Partido Conservador y posteriormente a través de su “Movimiento de Integración Nacional”.29 Por otra parte, desde su fundación, “La Voz de las Islas” le otorgó un papel preponderante a la inculcación de valores y prácticas “modernas” entre la población de SAI. Esta posición se encuentra en estrecha relación con una labor de integración de la isla con el continente colombiano. Desde esta perspectiva, las noticias y los diferentes programas transmitidos por Caracol cumplirían un papel de “culturizar” al pueblo sanandresano, sacarlo del provincianismo y de su condición de insularidad. El proyecto de Adalberto Gallardo de integrar la isla al continente a través de los partidos políticos y la “modernización”, se manifiesta claramente en los apartes de un discurso pronunciado por él mismo en el año de 1989 durante el lanzamiento oficial de la candidatura a la presidencia de Rodrigo Lloreda, llevado a cabo en la Fonda Antioqueña (SAI) y que contó con la participación de los más importantes líderes del Partido Conservador en el ámbito nacional: En 1953, de extracción conservadora, el General Rojas Pinilla rescató estas islas del olvido. Posteriormente, en la administración de Guillermo León Valencia, siendo yo intendente, fui 27
CÁMARA DE COMERCIO DE SAN ANDRÉS, Formulario de registro y funcionamiento, Emisora La Voz de las Islas. 28 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Mario Isaza”, p. 228. 29 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Adalberto Gallardo”, p. 228.
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testigo de los desvelos de esa administración en beneficio de este archipiélago. En ese tiempo, en San Andrés éramos nada más 4.000 habitantes iluminados por lámparas de queroseno y demorándonos tres horas para ir de SAI a San Luis. En esa época se pavimentó la carretera a San Luis, se desecaron pantanos, que permitieron la construcción del muelle marítimo, del barrio obrero, de la avenida Newball, se comenzó la pavimentación de la carretera circunvalar de San Andrés y también el aeropuerto de Providencia, y contamos en esa época con un presupuesto de nueve millones de pesos. Esa administración estaba presidida por gente de extracción conservadora. Después, en 1970, cuando tuve el honor de ser representante del Archipiélago en el Congreso Nacional, tuve la fortuna de encontrarme con el presidente Misael Pastrana Borrero. Él me distinguió de forma sobremanera a pesar de ser sólo un miembro del Congreso. [...]. Uno de los primeros actos del presidente Pastrana fue haberme ofrecido a mí la intendencia del Archipiélago. También en ese momento en el congreso, el gobierno tenía una mayoría precaria, porque estaba la oposición muy fuerte, entonces consideré que mi lugar era permanecer para tratar de ayudar a este gobierno y le sugerí al presidente Pastrana el nombre de un isleño joven y dinámico como fue el nombre de Carlos Archbold, quien fue normado intendente del archipiélago. Con él visitamos en el palacio al Presidente Pastrana y le informamos que aquí los trabajos del aeropuerto tanto de San Andrés como de Providencia estaban paralizados, el presidente nos confió una cita con el presidente de la Aeronáutica de esa época y dio la orden que se iniciaran cuanto antes los trabajos del aeropuerto. Un año después tuve el honor de acompañar al presidente Pastrana a la inauguración del aeropuerto Sesquicentenario de San Andrés y también estaban muy adelantados los trabajos del aeropuerto de Providencia [...]. En la época de este gobierno, se le dio televisión a las islas [...]. Esa televisión nos ha servido de solaz, nos ha servido de entretenimiento, nos ha servido de instructivo aquí en nuestro archipiélago, porque es una maravilla lo que nosotros vemos [...]. Como si fuera poco lo realizado por el maravilloso gobierno del doctor Pastrana, en condición de estadista y condición de turista [...] aprobó la ley primera de 1972, que partió en dos la historia de SAI. Esta ley es la que ha permitido el desarrollo de nuestro archipiélago, con esta ley hemos abierto nuestras ventanas al turismo [...]. Estas personas de extracción conservadora, son los amigos de las Islas. Esta noche vienen aquí con nosotros a ofrecernos soluciones, a ofrecernos apoyo [...]. Aquí tenemos nosotros a un grupo de hombres, directores, que tienen vocación de poder, que tienen vocación de hacer las cosas mejor, por eso yo les pido a todos mis amigos del archipiélago que los apoyemos, que hagamos una definición de nuestra conducta y que votemos por estos hombres para que muy pronto nuestro próximo presidente 30 sea el doctor Rodrigo Lloreda Caicedo. Muchas gracias .
2.3.3 Radio Leda Internacional En el año de 1981, se registra ante la cámara de comercio de San Andrés la emisora “Radio Leda Internacional” (1320 AM), tercera emisora de amplitud modulada con presencia en esta isla. Su fundador fue el comerciante León Cybul Miriatchi, quien, además de profesar un interés por la radiodifusión, vio en la emisora la posibilidad de ampliar sus horizontes económicos mediante la promoción publicitaria de su empresa de importaciones. Desde su fundación, la emisora se afilia al Grupo Radial Colombiano y, posteriormente, en 1989, a Colprensa con el fin de recibir apoyo informativo para sus espacios noticiosos. Históricamente, la emisora ha enfatizado en la programación musical, en la cual han predominado de manera muy 30
TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Matriz de análisis de programas y transmisiones de Radio Morgan”, pp. 179-226. Este evento también fue transmitido por “La Voz de las Islas”.
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notoria géneros como el vallenato y en menor medida la salsa. Esto se debe a la procedencia continental (sobretodo de la costa caribe colombiana) de la mayoría de los empleados de la emisora, varios de los cuales han tenido continuidad a través del tiempo, quienes han privilegiado sus gustos musicales y sus tradiciones culturales, así como sus saberes empíricos sobre la radio. Este tipo de programación tuvo una importante acogida dentro de la audiencia de la emisora, que en buena medida eran los continentales asentados en la isla en los últimos años, deseosos de fortalecer sus lazos y tradiciones culturales en el territorio insular. Cuando yo llegué a “Radio Leda”, yo monté el segundo programa vallenato “Aquí los Vallenatos”, después fui a cubrir el festival en Valledupar desde el año 87 y me gustó mucho. Entonces, como a mí me gusta hablar de los artistas, enseñar de los cuatro ritmos: la puya, el merengue, el son y el paseo, esa era la música que yo colocaba y que explicaba. Entonces decidí, con la venia de Lolita Costa y Consuelo Araujo, montar el programa en San Andrés “Festival Vallenato”. Después de 1987, cuando fui a Valledupar, pensé que mi programa debía llevar el nombre del festival, porque acá promocionan los cuatro ritmos igual que lo hago yo, y desde ahí se ha mantenido el nombre de “Festival vallenato”31.
Con sus numerosos y constantes programas de música vallenata realizados por personas venidas de la costa caribe, “Radio Leda Internacional” permitió la difusión masiva y la renovación de tradiciones orales y culturales de los “costeños” o “pañas” en este nuevo escenario insular en un momento histórico de migraciones y “desarraigo de la tradición”32. Si bien este fenómeno de renovación hermenéutica de las tradiciones continentales a través de la radio ha sido muy provechoso para la cultura continental asentada en SAI, no ha sido muy bien recibida por varios sectores de la comunidad isleña raizal, quienes han manifestado que los medios de comunicación han fomentado un desplazamiento de su cultura tradicional y del folclor isleño33. Este segundo período analizado reviste una importancia primordial en la conformación del campo del periodismo de masas en SAI. En la década de los ochenta la isla cuenta por primera vez con un conjunto diversificado de emisoras radiales en AM y un canal de televisión. Se dio entonces un afianzamiento del modelo “binario” que históricamente se ha venido constituyendo con elementos nacionales y regionales, que permitieron que el campo del periodismo se ligara a la integración nacional y a la presencia en los medios de las dos principales comunidades culturales de SAI. Como se pudo apreciar, a través de todos los casos tratados para este periodo, se consolidó una comunicación mucho más “fluida” entre la isla y el continente colombiano, en términos informativos y de las estéticas culturales. Esta forma de intercomunicación se da a través de un componente político, que en el caso de la televisión se manifestó a través de una política consciente de soberanía e integración nacional de zonas de frontera. En el caso de la radio, específicamente con “La Voz de las Islas”, se muestra el continuo interés de interrelación de elites políticas locales con las nacionales. Por otra parte, el afianzamiento de las alianzas de emisoras regionales con las grandes cadenas colombianas puso un acento en mayor medida nacional en términos de programación, agendas de noticias y consumos culturales. Así mismo, la programación local dispuesta para la comunidad continental establecida en SAI continuó brindando un mayor énfasis a las expresiones culturales del 31
TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Domingo Barrios”, p. 28. THOMPSON, John B., Los media y la modernidad: una teoría de los medios de comunicación, Barcelona, Paidós, 1998, p. 337. 33 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Bill Francis”, p. 228. 32
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interior de Colombia, lo cual motivó un sentimiento de desplazamiento y amenaza cultural entre la población isleña raizal. 2.4 La consolidación del campo periodístico en SAI: proliferación de los canales y discursos. El último período en la configuración del campo del periodismo de masas en SAI abarca la década de los noventa hasta el año 2002, cuando se realizó el trabajo de investigación. Este periodo se caracteriza por la proliferación de múltiples emisoras y canales, así como de diferentes discursos e intereses a través de éstos. 2.4.1 Las cadenas nacionales Las grandes cadenas colombianas han sostenido entre sí una fuerte lucha por el predominio de las audiencias en la totalidad del país y en este escenario la presencia regional conforma uno de los frentes de batalla. La implementación de emisoras de RCN o Caracol en SAI obedece al objetivo planteado por las cadenas de llegar a cada uno de los rincones del país, como una forma de demostrar capacidad económica y técnica. En esta cruzada colonizadora, factores como la rentabilidad económica y la realización de programación local son secundarios frente al objetivo trazado. La Radio Cadena Nacional RCN comienza a hacer presencia en la isla con una emisora propia a partir de mayo de 1989 cuando compra la emisora local Radio San Andrés (510 AM)34, que casi desde un comienzo había funcionado como su afiliada. Por su parte, Caracol empieza transmisiones en 1993, cuando compra las instalaciones y las frecuencias (AM y FM) que hasta el momento habían sido utilizadas por la emisora “Radio Morgan”. Estas dos emisoras se dedican a retransmitir en SAI la programación de sus respectivas cadenas básicas de la frecuencia AM, y dejan un espacio muy pequeño de producción local. En la frecuencia FM se implementan una variedad de emisoras asociadas con las cadenas nacionales. En el año de 1993 Caracol inaugura la emisora “Radioactiva” de tipo juvenil y con predominio del género rock, pero esta emisora no tuvo buena acogida, razón por la cual fue reemplazada en 1996 por la emisora “Tropicana Estéreo” (97.5) que se adecuó mejor a los gustos musicales presentes en SAI, con ritmos como el vallenato, la champeta, la salsa y el reggae, entre otros35. Con una programación musical muy similar, comienza labores en enero 2000 la segunda emisora juvenil de la isla; “La Superestación 100.5” perteneciente a la Cadena Súper de Colombia36. 2.4.2 Medios Comunitarios
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“RCN RADIO SAN ANDRES 10 Años”. Este documento, elaborado por RCN, recrea muy brevemente los principales hitos de la emisora en SAI. 35 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Frank Muñoz Director de Caracol SAI”, p. 228. 36 La Superestación 100.5 se matriculó ante la Cámara de comercio el 16 de marzo de 2000; entre sus directores se encuentran Jimmy Mow y Chafit Betrúz Vargas.
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En los últimos años, SAI presencia la llegada de dos medios comunitarios: el canal de televisión “Tamarind Tree” y la emisora “Radio Impacto” (91.5 FM) que, amparada por una comunidad evangélica, se dedica desde 1996 a la difusión de preceptos religiosos. “Tamarind Tree” es un canal de televisión comunitario que nace en la “Casa de la Cultura de La Loma” con el objetivo de difundir y preservar elementos tradicionales de la cultura isleña raizal. El Canal de televisión “Tamarind Tree” comienza de manera oficial después del 19 de febrero de 1993, fecha en la que se presentó un temblor de tierra en SAI. En este momento, sus fundadores, Dalmiro Arias y Jorge Smith, se percatan de la utilidad de contar con un programa informativo que prestara un servicio social comunitario. De esta forma, nace el informativo local “Magazín 4”. En 1995 comienza el programa “People and Culture”, realizado totalmente en inglés-creole, y que recrea las tradiciones culturales isleñas, tales como las danzas, la música, entre otros, y hace un recuento de las actividades culturales y celebraciones que se llevan a cabo en la Isla. Así mismo, “Tamarind Tree” transmite las celebraciones litúrgicas de las diferentes comunidades religiosas presentes en SAI. La programación del canal va dirigida a toda la comunidad, pero al igual que “People and Culture”, es un espacio para motivar al isleño a preservar su cultura, su lengua, su música y la danza. Se busca poner de moda nuestra cultura para que los jóvenes la cultiven. Los jóvenes quieren escuchar champeta y vallenato, aquí nunca van a escuchar nada de esto sino reggae. Los programas religiosos buscan devolver a los isleños la religiosidad que caracterizó a la isla, que los jóvenes tengan otra vez un espíritu de cristiandad, que se conviertan en cristianos y construyan la paz. Cuando empezó a crecer esto y vino la invasión, los isleños empezaron a tomar las malas costumbres de la gente de afuera37. Debido a su origen, este canal de televisión ha mostrado una postura de apoyo a los movimientos sociales reivindicativos de SAI. El canal Tamarind Tree ha estado presente en las diferentes marchas de la comunidad isleña raizal mediante un cubrimiento y transmisión en directo de distintas coyunturas importantes, como por ejemplo, el problema de las basuras, que terminó con la destitución del gobernador Ralph Newball Sotello en el año 2001. En este caso, por medio del canal se hizo un seguimiento a las discusiones entre la gobernación y las fuerzas policiales. 2.4.3 Emisoras de las Fuerzas Armadas En los últimos años empiezan a transmitir desde SAI las emisoras “Policía Nacional FM” (105.5 Mhz), que comienza labores en octubre de 2000 y finalmente “Archipiélago Marina Estéreo” (94.5 Mhz), que arranca en octubre de 2002. La programación de estas dos emisoras combina la programación musical dirigida a audiencias juveniles con programas que involucran temáticas sociales y líneas abiertas de comunicación con los comandantes de la Policía (“Cuéntele al Comandante”) y la Armada Nacional (“Abordo con el Almirante”). Toda la programación busca un objetivo, el cual está claro por nosotros, el cual es ejercer la soberanía a través de todos estos programas, estimular la integridad territorial, generar el respaldo y el apoyo de la comunidad. Eso es lo que nosotros buscamos, que la comunidad nos respalde y
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TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Dalmiro Arias”, p. 228. En la actualidad, diversos agentes de la comunidad isleña raizal buscan poner en escena elementos de su cultura tradicional a través de la radio y la televisión, esto ante el mayor peso que han adquirido manifestaciones culturales del interior del país en SAI.
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apoye. Así mismo, que todo el Departamento Archipiélago se identifique con el Estado 38 Colombiano .
La llegada a la isla de este tipo de emisoras pertenecientes a los organismos de control y represión social del Estado, hacen manifiesto, de un lado, el énfasis que últimamente le están otorgando estas instituciones al mejoramiento de su imagen, a fomentar el apoyo y la identificación de la ciudadanía con su labor. De otro lado, muestra la creciente importancia que adquieren los medios masivos de comunicación en SAI, al ser concebidos como “herramientas” ideológicas a partir de las cuales posicionarse en el campo cultural y político de la isla. La proliferación de canales de comunicación durante este periodo es un reflejo de aumento de la complejidad cultural que ha experimentado la sociedad sanandresana y de la creciente importancia y legitimidad social que adquiere el campo del periodismo de masas en la isla. En los últimos años se ha acentuado una cierta polarización entre las dos comunidades culturales más importantes establecidas en SAI; ésta se manifiesta en la defensa por parte de la comunidad isleña raizal de su lengua y tradiciones culturales frente al avance de la cultura continental. La radio y la televisión se han convertido en un escenario de participación y confrontación de diferentes agentes de las dos comunidades: políticos tradicionales, líderes religiosos, dirigentes de movimientos sociales de la isla, comandantes y miembros de fuerzas estatales del orden y funcionarios de la gobernación de SAI, entre otros. Todos los cuales han buscado interpelar a la comunidad a partir de su concepción particular del deber ser de la cultura sanandresana, juicios que manifiestan una posición diferenciada en lo relativo a los aspectos de pluralismo cultural e integración nacional.
3. Conclusiones A lo largo de estas páginas se pudo apreciar la evolución de algunos de los principales canales de comunicación que ha tenido SAI a través del tiempo, los cuales, desde un comienzo, han elaborado una amalgama de elementos regionales y nacionales. El recorrido hecho desde “The Voice of the Island” en la década de los 50, hasta “Archipiélago Marina Estéreo”, en el 2002, muestra la importancia paulatina que adquiere el campo del periodismo en SAI y el grado de legitimidad que éste conquista en la isla Los proyectos primigenios de los medios de comunicación en la isla, al dar a conocer y difundir la lengua, los gustos y estéticas predominantes en el continente, así como la cotidianeidad política y económica, fomentaron la integración de la “lejana” isla de San Andrés a la nación colombiana. En términos generales, esta integración se impulsó a través de los medios de comunicación con una dimensión estética, principalmente por medio de la utilización del lenguaje y los géneros musicales con cabida en el continente, una dimensión política mediante una estrecha interrelación del medio 38
Ibid., *Entrevista con Laureano Sierra, Director de locución Archipiélago Marina Estéreo”, p. 228.
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con caudillos políticos nacionales, y una dimensión económica, expresada en el establecimiento de un modelo comercial de radio. Radio Morgan sienta las bases del campo periodístico, cuando Samuel Duque encuentra las condiciones para involucrar su trayectoria en la radio del continente (que se convirtió en el ejemplo a seguir), con una sensibilidad regional que se manifestó en el cubrimiento con su emisora de los eventos, noticias y las múltiples dinámicas regionales. Esta forma de hacer radio influenció notablemente el trabajo de las emisoras y canales que llegaron años después. Como se mencionó, en este campo en construcción, los lazos políticos y partidistas entre la isla y el interior del país también jugaron un papel importante. En un principio, Radio Morgan y posteriormente “La Voz de las Islas” permitieron difundir estas consignas y programas políticos, y articularlos a los intereses regionales. En cuanto al caso de “La Voz de las Islas”, es importante destacar el objetivo “culturización”, promoción de los valores “modernos” y de acercamiento a la cultura colombiana, que quiso conferir a la emisora su fundador Adalberto Gallardo. La llegada de la televisión a la isla también obedeció a factores políticos, tales como el ejercicio de la soberanía y la difusión de las instituciones colombianas en este territorio de frontera. La comunidad continental, sin mucho tiempo de arraigo en la isla, encuentra sobretodo en la radio un importante espacio para la difusión y renovación de sus tradiciones culturales en este territorio que les resulta extraño. La apropiación de los materiales simbólicos de los medios masivos de comunicación por parte de esta comunidad se hizo manifiesta con los numerosos programas de música vallenata, y de otras de sus manifestaciones culturales, así como con el elevado número de continentales en las emisoras de SAI, que se acoplaron fácilmente al sistema de radio comercial y al esquema de arrendamiento de espacios que se implementó en la Isla. Otra de las características sustanciales de las emisoras con presencia en SAI, han sido las alianzas con las grandes cadenas nacionales, aunque en la actualidad emisoras tradicionales como “Radio Leda Internacional” y “La Voz de las Islas” trabajan de forma independiente, la mayoría de emisoras locales ha estado afiliada en algún momento a alguno de los conglomerados multimedia que trabajan a escala nacional, y que en la actualidad ya cuentan con emisoras propias en la Isla tanto en AM como en FM. Las cadenas nacionales llegan a la isla en una lucha por controlar las audiencias de la totalidad del territorio nacional y tener enviados especiales que informen al interior del país sobre acontecimientos importantes originados en el archipiélago. Estas grandes cadenas no han tenido una política de enfatizar en los contenidos y agendas regionales, con lo cual han tenido un impacto negativo en el pluralismo cultural de los medios de comunicación presentes en SAI. La evolución histórica del campo periodístico muestra que si bien la radio y la televisión en SAI han facilitado la integración de la isla al resto de Colombia y su cultura, estos medios masivos no se han constituido como elementos de una simple homogeneización cultural o “colombianización” de la isla. Los primeros proyectos relativos a la radio y la televisión locales (Radio Morgan y la Estación Autónoma de Inravisión) tomaron insumos del modelo establecido en el interior del país y establecieron una simbiosis con múltiples elementos de la cultura local: la relevancia de las fiestas regionales, los cultos religiosos, los talentos locales, entre otros. Manifestaciones que siempre han tenido una cabida en estos dos medios masivos.
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Sin embargo, ante el innegable acento que han tenido las expresiones de la comunidad continental en los medios masivos locales y a la luz las reivindicaciones de la comunidad isleña raizal, se debe empezar a pensar cómo facilitar desde los medios de comunicación privados y públicos establecidos en SAI, una mejor y más equilibrada expresión de las culturas de la isla. Se hace evidente la necesidad de impulsar formas de regulación o políticas de medios de comunicación que tengan como objetivo la promoción de la diversidad cultural y que faciliten el respecto por las identidades, las herramientas hermenéuticas como la lengua y las tradiciones religiosas, los valores y características de cada una de las comunidades culturales.
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Por el buen orden: el diario vivir en Cartagena y Mompox colonial ♠ Moisés Munive ♦
1. Introducción Durante la época colonial hispana cualquier aspecto del diario vivir estaba sujeto a un control bastante estricto por parte de las autoridades en los territorios indianos. La cuestión era convivir a son de campana, congregados en orden y alrededor o cerca de una iglesia. Igualmente, de alguna u otra manera, hasta el vecindario ejercía control no sólo sobre sus semejantes, sino también sobre las autoridades, en defensa de la moral, la justicia y el bien común. Es decir, la dirección del control estuvo dada tanto en sentido vertical de arriba hacia abajo y viceversa, como en sentido horizontal. Cuando se aborda la vida cotidiana en la ciudad generalmente se restringe ésta a los acontecimientos propios de las fiestas, el juego, la comida, la vivienda, el mercado diario, el ocio, el aseo y ornato de la ciudad, la seguridad y las relaciones de familia, principalmente. En cambio, los asuntos de la política y la estructuración económica global se dejan a un lado, como si tales funcionamientos no se vivieran y corrigieran a diario. En tal sentido, se abre el espacio para que se aborden tales problemas desde una perspectiva de la vida cotidiana. El buen orden es un asunto de todos los días, de la vida cotidiana, y su campo de acción es bastante amplio. El Fondo Policía del Archivo General de la Nación ilustra al respecto con casos específicos, ya sea de violación o acatamiento de las normas, y facilita la comprensión de las razones por las cuales las autoridades se inquietaban por llevar a buenos términos una vida cotidiana. Se presentaron situaciones concretas relacionadas con la carestía de víveres, construcción de vallas, vida conyugal, visa-pasaportes, corridas de toros, mendicidad, juegos, representaciones teatrales, rondas nocturnas, traslado de reos, aseo y salud urbanos, pavimentación de calles, distribución de aguas, mercado local y destierros. Se le debe sumar a esto, los vericuetos del sistema esclavista, el contrabando y las relaciones políticas, las cuales también hacen parte del diario vivir. La esencia del buen orden de alguna manera se conectaba con el deseo natural humano de vivir armónicamente en grupo, garantizando el bien común y alcanzando una mejor calidad de vida; y no solo por el afán de imponer formas de comportamiento que respondieran a los intereses políticos, espirituales y materiales del sector gobernante. La intención era impedir al máximo que la mala conducta de unos afectara en lo mínimo el funcionamiento de todos. ♠
Artículo recibido en junio de 2003; aprobado en agosto de 2003. ♦ Historiador de la Universidad Nacional de Colombia –Sede Bogotá-. Miembro correspondiente de la Academia de Historia de Santa Cruz de Mompox.
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2. Por la familia Las cuestiones relacionadas con la vida familiar tales como nupcias, rompimientos o divorcios, abandono de cónyuges o de hijos, respeto de éstos con los padres y, en fin, la armonía entre todos, fueron asuntos importantes sobre los cuales regular. Teniendo en cuenta que la familia ha sido el pilar de las sociedades, y más en tales tiempos donde predominaban costumbres moralistas, era clave prestar atención a este aspecto. En la medida que la autoridad patriarcal de la familia se iba haciendo dependiente de la del Estado, se moldeaba su política de acuerdo con la de este último1. La política de la familia se inspiraba en dos fuentes, una teórica y otra práctica. Esta moldeaba la experiencia en forma más directa, ya que a pesar de las ideas persuasivas y refinadas de los intelectuales, la práctica y el ejemplo son transmitidos más directamente a la vida cotidiana. Los autores de la época podían explicar los elementos del buen orden familiar, pero en definitiva las experiencias negativas y positivas diarias iban a facilitar la identificación y reglamentación concerniente a esta figura. Era precisamente en los espacios públicos como las plazas, las calles principales, las arcadas, las pilas, los manantiales y los mercados donde se aprendía y reproducía el buen orden público2. Un primer ingrediente a guiar y verificar era el relacionado con el matrimonio, pues fue un aspecto de la vida social en la que se desencadenaba el juego de las diferenciaciones. El matrimonio era considerado como el estado ideal3. Por eso se hizo necesario mantener el orden y la sujeción de los habitantes, contando con los curas para velar por el cumplimiento de este sacramento4. De alguna forma había que preservarlo. La familia debía constituir un hogar lleno de amor, aunque no se encontrara pasión, ejemplo de patrones suicidas y uniones sacrílegas; de todos modos el matrimonio y la consecuente formación familiar era el espacio donde se podía encontrar estima y confianza5. En tal sentido se prestaba una considerable atención a los cónyuges que por determinadas circunstancias dejaban solas a sus parejas; a separar de los pueblos a aquellas mujeres que llevaban conductas escandalosas y podían acabar con los matrimonios establecidos; se obligaba a los padres a responder por la manutención de los hijos así estuvieran ausentes de sus hogares o vivieran con otras mujeres6. Sin embargo, las excusas no faltaban. En muchos de los casos, cuando un español venia a territorio indiano lo hacia con el propósito de arriesgarse en algún negocio comercial. Llegar a una región y prosperar implicaba una inversión no solo de dinero, sino también de tiempo. Hacer contactos para la vivienda, la alimentación y lo relacionado más directamente con 1
BOYER, Richard, “Las mujeres, la mala vida y la política del matrimonio”, en Sexualidad y matrimonio en la época hispánica, siglos XVI-XVIII, México, Editorial Grijalbo, 1989, p. 274. 2 GARRIDO, Margarita, “La vida cotidiana y pública en las ciudades coloniales”, en Historia de la vida cotidiana en Colombia, Bogota, Grupo Editorial Norma, 1996, p. 134. 3 RODRIGUEZ, Pablo, “Casa y orden cotidiano en el Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII”, en Historia de la vida cotidiana en Colombia, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1996, p. 115. 4 BELL LEMUS, Gustavo, Cartagena de Indias: de la Colonia a la República, Bogotá, Fundación Simón y Lola Guberek, 1991, p. 97. Las comunidades y poblaciones tenían que ser vigiladas no solo en su interior, sino también del contacto con los hombres libres de la rochela, puesto que se consideraba que eran portadores de los vicios y pecados. 5 CALVO, Thomas, “Calor de hogar: las familias del siglo XVII en Guadalajara”, en Sexualidad y matrimonio en la época hispánica, siglos XV-XVIII, México, Editorial Grijalbo, 1989, p. 327. 6 BELL, Gustavo, p. 98.
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el negocio a realizar, significaba en cierta medida hacerse residente, es decir prolongar la estadía. La mayoría de los empresarios o aventureros empresariales preferían hacerlo sacrificando al resto de la familia, si eran casados. Cuando transcurría, entonces, un periodo de tiempo considerablemente largo, las autoridades decidían entrar en el asunto y ordenarlo. Es claro que después de haber abandonado de una manera implícita a la pareja, algunos, habían solucionado ya su problema sentimental y en cierta forma los negocios los habían atado a la ciudad. Por tanto, las deudas contraídas a favor o en contra se podían constituir en la excusa perfecta para prorrogar el regreso a casa7. El involucrado se presentaba las veces posibles ante los estrados judiciales y, de acuerdo al volumen de las pruebas, el lapso podía extenderse incluso un año o más. Las pruebas se relacionaban también con la presentación de testigos que diesen argumentos convincentes sobre las deudas contraídas con los solicitados a reanudar sus responsabilidades conyugales. Generalmente alegaban no solo el incumplimiento monetario, sino además la lejanía de los deudores, quienes por hallarse fuera de la jurisdicción en la que residía el cobrador, la solución al problema era más complicada, favoreciendo al esposo despreocupado e injusto8. Las cónyuges de éstos presionaban, a través de cartas, la restitución de su vida familiar sin importar los intereses contraídos9. Igualmente, la senectud y las enfermedades se constituían en excusas propicias para frenar la solicitud de pronto regreso para cumplir con las funciones conyugales. En estos casos era necesario asesorarse de médicos e incluso hacerse exámenes que ameritaran continuar en la ciudad hasta lograr una mejoría física10. Dependiendo de la enfermedad padecida, las autoridades competentes se encargaban de exigir la partida o autorizar la extensión de la residencia. Otro de los frecuentes problemas familiares que se intentaba con afán controlar era el de las mujeres desordenadas. Por sugerencia del arzobispado, las autoridades civiles se inquietaron por ampliar su radio de acción y enfrentar los desmanes que causaban daño a la moral y la libertad de las mujeres perdidas que vivían en pecado público y aquellas que por diversas causas abandonaban a sus maridos11. A este tipo de inconvenientes se le dio la salida con la fundación de casas para “cortesanas” y casadas mal avenidas en sus matrimonios: “El señor obispo de esta diócesis continuando el ejercicio de su celo dispuso comprar una casa capaz en que se encerrase las mujeres escandalosas que con tanto desenfreno viven olvidadas del temor de Dios y de la justicia, para que escarmentadas las otras contuviesen sus operaciones dentro de los limites de la razón, se eviten las consecuencias fatales que ocasionan tales mujeres con su vida”12. Las mujeres en estado de reclusión tenían que someterse a una disciplina casi conventual. En semejante situación, debían oír misa todos los días a través de una vigilancia que las protegía de la vista de los asistentes, y no podían salir sin orden de los señores presidente o arzobispo o persona que la depositó13. La casa se sostenía con recursos girados por el cabildo y los generados 7
Archivo General de la Nación (en adelante A.G.N.). Sección Colonia. Fondo Policía. Tomo 6, folio 500. A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 10, folios 519 y 527. 9 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 8, folio 520. 10 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 11, folio 385. 11 VARGAS LESMES, Julián, La sociedad de Santa fe colonial, Bogotá, Cinep, 1990, p. 283. 12 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 5, folio 258. 13 VARGAS LESMES, Julián, p. 291. 8
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por esta misma, como por ejemplo el arrendamiento de alguno de sus salones. Se colocaba una guardia de soldados en la puerta y un capellán debía asistir a las reclusas y consolar sus aflicciones espirituales14. Un día en la semana se hacía visita a la casa tal cual como se practicaba en la cárcel, y el cabildo tenía la obligación de pedir limosna para las recogidas de escasos recursos. 3. Por la salud El buen orden respecto a la salud en las ciudades se relacionaba principalmente con asuntos como la construcción, administración y distribución del agua, limpieza, expendio y venta de alimentos sanos, botaderos de basura, desperdicios de las fábricas y, por supuesto, el control de las enfermedades y de las terribles pestes. En tal sentido, la preocupación de las autoridades era mayor incluso que la de los mismos habitantes en general. El problema del agua se constituyó en factor clave para los residentes de la ciudad. En los primeros tiempos se usaron pozos y jagüeyes, pero después, durante toda la época colonial, los cartageneros, por ejemplo, satisficieron sus necesidades de agua con la que las lluvias depositaban en los numerosos aljibes. Hacia 1564 el gobernador Juan de Busto y otros vecinos de Cartagena propusieron al rey la construcción de un acueducto que condujera a la ciudad las cristalinas aguas de un manantial cercano a la población de Turbaco, mediante el cobro de un impuesto a las mercancías que entraran al puerto15. Sin embargo, fue Francisco Bahamonde de Lugo el primer gobernador que se embarcó en la ambiciosa tarea del acueducto. Al respecto, el cabildo estuvo siempre al tanto para debatir y dictar acuerdos sobre distribución de aguas de los aljibes. Hacia finales del siglo XVIII, Cartagena contaba en sitio de la Muralla de Santa Catalina con unos aljibes construidos con la ayuda del vecindario y el propósito era recoger y mantener las aguas para luego distribuirlas al común. En aquella ocasión le tocó intervenir a la institución política local como exigente y mediador entre el pueblo y el gobernador porque éste había tomado las llaves de la cerradura y por razones no explícitas se negaba a entregarlas. En las sesiones, el cabildo expresó “como de su retención resultase el perjuicio de privársele a los pobres del agua tan necesaria y escasa en aquel lugar, y a cuyo beneficio se fabricaron dichos aljibes”16. En vista de la reticencia por parte del gobernador, se promovió instancia ante autoridades superiores para que se le pasase oficio político. El abasto de alimentos sanos era asunto primordial, pues la base material de subsistencia de los asentamientos urbanos no podía dejarse al azar; por eso era obligación, por ejemplo, ofrecer a los vecinos de manera regular carne de buena calidad17. El tratamiento a la carne de cerdo que se hacía en las poblaciones vecinas a la ciudad presentaba inconvenientes debido a la mezcla con carne pasada de días. La gobernación estaba al tanto y mandó ordenar “que los cabos del pie de 14
A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 5, folios 260’262. DEL CASTILLO MATHIEU, Nicolás, Los gobernadores de Cartagena de Indias 1504-1810, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1998, pp. 27-28. Preocupado con esta situación, comenzó por hacer medir y nivelar el trayecto que había de recorrer un nuevo acueducto. 16 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 5, folio 552. 17 RODRIGUEZ, Pablo, “Casa y orden cotidiano...” , p. 72. 15
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la Popa, Ternera, Turbaco y demás poblaciones donde se verifican dichas matanzas, se les intimide con la debida prohibición del fresco imponiéndole la pena del perdimiento del otro al que se le encuentre mezclado con él”18. Cuando se presentaban este tipo de desórdenes también se prestaba atenta vigilancia de los cargamentos que salían hacia las ciudades para evitar la venta y hacían que los dueños o criadores portaran licencia o pasaporte de sus salidas. Las autoridades civiles inquietas por el estado sanitario frecuentaban muy de cerca los desperdicios que botaban las fábricas, como por ejemplo las de licores. Con frecuencia dialogaban y advertían a los directores de rentas a fin de impedir que los desechos del aguardiente se arrojaran sin control a las calles públicas o lugares cercanos a éstos. En primer lugar, impregnaban fealdad al paraje y por el perjuicio con los habitantes por la fetidez que expedían por el calor y las posibles lluvias. La humedad y el particular clima ardiente fermentaban los residuos causando males a la salud pública. Enfermedades comunes en estas urbes eran las bubas, manifestación externa de la sífilis o morbo gálico, la lepra, que algunos consideraban endémica de la región, la disentería, diversos tipos de fiebre entre las que se hacían mención a las tercianas, cuartanas, fiebres recias o ardientes y las lentas o flemáticas. Era de común ocurrencia las apostemas en zonas externas, miembros y órganos internos como el hígado, el bazo; enfermedades renales y de las vías urinarias hernias, dolor de costado, problemas pulmonares, afecciones gástricas, hidropesía, jaquecas, perlesías; enfermedades de la mujer, histeria, esterilidad, mola uterina, chancro, prurito, hemorragias, etc.19. Los años de 1714 a 1716 fueron desastrosos para la población porque las arremetidas del río Magdalena, por ejemplo en Mompox, la inundaron produciendo muchas enfermedades20. Las pestes como la viruela eran de suma preocupación para el gobierno por sus efectos catastróficos. Fueron generalizadas, periódicas y purulentas donde hubo mayor saturación del espacio21. El cabildo debía enfrentar estas plagas discutiendo las calamidades de la viruela y otras enfermedades con mecanismos de control como evitando el estancamiento de las aguas22. Las autoridades averiguaban y elaboraban estadísticas sobre los contagios y posibles muertes que se experimentaran. En 1696, por ejemplo, se contaron en Cartagena 1.700 muertos por causa de una fuerte peste23. Se concluyó la investigación argumentando que había sido transmitida a través de algunas mercancías.
4. Por el sano entretenimiento El entretenimiento público llegó a tener un importantísimo poder dentro del ambiente recogido de la ciudad. Primaron los de tipo religioso y civil, dentro de los cuales se integraban elementos 18
A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 7, folio 60. SOLANO, Jairo, Salud, cultura y sociedad en Cartagena de Indias, siglos XVI y XVII, Barranquilla, Fondo de Publicaciones de la Universidad del Atlántico, 1998, p. 79. 20 CORRALES, Manuel Ezequiel, Efemérides y anales del estado de Bolívar, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1999, p.124. 21 CONDE CALDERÓN, Jorge, Espacio, sociedad y conflictos en la Provincia de Cartagena 1740-1815, Barranquilla, Fondo de Publicaciones de la Universidad del Atlántico, 1999, p. 98. 22 RODRIGUEZ, Pablo, Cabildo y vida urbana en el Medellín colonial, Medellín, Universidad de Antioquia, 1992, p. 91. 23 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 11, folio 212. 19
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blanco, negro e indígena. Fue básico para la creación de identidades locales, mucho más tratándose de eventos en los cuales la participación era generalizada, independiente de su condición étnica24. La diversión en la ciudad fluía a través de las fiestas públicas, las representaciones teatrales, las corridas de toros, juegos de boliche, de suerte, de pólvora y otros como aquellos relacionados con la vida íntima de los reyes25. A todas había que enmarcarlas dentro de un orden, a excepción tal vez de algunas organizadas por la Iglesia. Los actos centrales de las fiestas religiosas, además de la misa eran las procesiones, y en las épocas especiales se esforzaban con mayor pompa y con el acto de fondo: el sermón26. Las fiestas públicas fueron introducidas por los españoles en la colonización americana fundiéndose con las practicadas por los nativos y los africanos traídos como esclavos, para conformar un mosaico de rica expresión cultural. Expresión de la lúdica y la locura humana en la que la diversión se manifestaba en las más extrañas y extravagantes formas de comportamiento27. Eran precisamente esas conductas desordenadas las que se debían limitar. Las leyes castellanas 2 y 3 título 7 libro 8 responsabilizaban con graves penas tales desvíos28. Es cierto que las fiestas reunían un espíritu comunitario, pero en ocasiones eran motivo de conflictos, particularmente las celebraciones de negros y mulatos que ocupaban las vías y con sus juegos producían cólera entre los vecinos29. Los muchos excesos que ocasionaban los bailes y fandangos conllevó, por parte de la Iglesia, a la prohibición con excomunión mayor en todas las diócesis porque “estos bailes se reducen a una rueda, la mitad de ella toda de hombres y la otra mitad toda de mujeres, en cuyo centro al son de un tambor y canto de varias coplas bailan con deshonestidad un hombre y una mujer”30. Las representaciones teatrales experimentaron también un control riguroso, ya sea en las modalidades de comedia o tragedia, la cual, por su temática podía ser religiosa, que era la más abundante, en piezas alegóricas, hagiográficas y bíblicas; profana, presentando la comedia de carácter popular la mayor riqueza y variedad. Es de suponer, como era usual en los centros urbanos habitados por españoles, que las representaciones dramáticas no faltaron en las principales festividades del año31. En torno a éstas, los desórdenes no faltaron debido a las dificultades que encontraron los promotores para que les concedieran licencia de funcionamiento. En los primeros tiempos de la Colonia, principalmente, los jueces eclesiásticos promulgaron autos de prohibición especialmente sobre las comedias desarrolladas durante la noche por el supuesto daño espiritual que ocasionaban32. Los promotores interponían apelación expresando la duda de quién debía expedir los permisos, si la justicia civil o el juez eclesiástico, haciéndose interminables las discusiones.
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VARGAS LESMES, Julián, p. 303. A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 4, folio 17. 26 VARGAS LESMES, Julián, p. 307. 27 ARQUEZ VAN STRALHEN, Oscar, “Carnaval en la región momposina”, en Boletín historial, Mompox, Nº. 2930, Academia de Historia de Santa Cruz de Mompox, 1998, pp. 213 y 214. 28 REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, Las Siete Partidas, Madrid, Imprenta Real, 1807. 29 RODRIGUEZ, Pablo, cabildo y vida urbana…, p. 98. 30 CORRALES, Manuel Ezequiel, p. 154. Se acordó con el Obispo prohibirlas por las noches en las vísperas de días de fiestas para que no se quedaran sin misa al día siguiente fatigados o descansando la mala noche. 31 ORJUELA, Héctor, El teatro en la Nueva Granada, siglos XVI-XVIII, Bogotá, Impreandes, 2000, p. 40. 32 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 10 folio 284. 25
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Otro de los entretenimientos problemáticos fue el de las corridas de toros. Eran infaltables en todas las celebraciones no religiosas. Durante la Colonia fue la diversión popular, la más apetecida y agradable de todas. La pasión por la tauromaquia mostró diversas variaciones. Desde las corridas por las calles, el rejoneo, las montadas en los toros a manera de rodeo, hasta el toreo33. Se decía que no convenía al público porque mientras se alistaban los preparativos, los hombres y mujeres se dedicaban al ocio y a ofender a Dios. Algunas autoridades preferían conceder licencias los días de fiesta hasta la hora oficial de la oración34. Se intentaba regular, igualmente, que en los mataderos los encargados del cuidado y abasto del ganado facilitaran toros para lidiar35. La Iglesia, por su parte, fue bastante enfática: “su naturaleza es profana […], por eso su santidad por una constitución prohibió absolutamente estos espectáculos y más mandó so pena de excomunión mayor a todos los príncipes cristianos y aunque fuesen reyes o emperadores y a todos los prelados eclesiásticos que en sus tierras o jurisdicciones no consintiesen que se lidien toros; y a los particulares mandó que ni a pie ni a caballo los corriesen y que si muriesen no los enterrasen en sagrado”36. En cuanto a los juegos de boliche y otros de suerte también prohibidos por las leyes con expedición de reales cédulas, eran tolerados en algunas fiestas como por ejemplo las de la Popa en Cartagena. Las leyes municipales 2 y 7, artículo 2, libro 7 las penalizaban con cierto rigor, sobre todo cuando algunos se excedían ante la permisión37. 5. Por la seguridad La seguridad giraba principalmente en torno a las manifestaciones delincuenciales que iban desde el robo y el ocio, protestas, motines, alborotos y tumultos hasta las insurrecciones. Al respecto, la ronda se constituyó en uno de los elementos de control más generalizado, advirtiendo que las misiones de policía tuvieron un amplio espacio de acción. Se localizaban y destruían los cumbes y rochelas donde vivían los malhechores, se reintegraban los indígenas a sus poblados, se vigilaban las irregularidades cometidas por las autoridades provinciales y se capturaba a los delincuentes para entregarlos lo antes posible a la justicia ordinaria38. La idea dominante era que todos los habitantes vivieran en poblados y estuvieran sujetos a las autoridades. Se perseguía la presencia de vagos o individuos sin oficio conocido y se ordenaba reintegrar al pueblo más próximo a toda persona sin residencia fija. De los disturbios era necesario estar pendientes. En los últimos tiempos de la época colonial, por ejemplo, cuando se introdujeron elementos significativos en el control y limitación de la producción y comercialización de la bebida de 33
VARGAS LESMES, Julián, p. 311. Las primeras noticias sobre el juego de toros datan de finales del siglo XVI, hasta el XVII se debieron jugar enamorados, es decir, enlazados por los cueros por una cuerda cuyo extreme opuesto manejaba de a caballo un experto. En el siglo XVIII aparecen otras tauromaquias, pues los toros están sueltos no enamorados, más cercano al toreo posterior. 34 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 11, folio 531. 35 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 10, folio 322. 36 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 4, folio 52. 37 LUCENA SALMORAL, Manuel, El sistema de cuadrillas de ronda para la seguridad de los llanos a fines del periodo colonial, Caracas, Academia Nacional de Historia, 1979, p. 205. 38 MORA DE TOVAR, Gilma, Aguardiente y conflictos sociales en la Nueva Granada durante el siglo XVIII, Bogota, Universidad Nacional, 1988, p. 178.
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aguardiente de caña, se despertaron inquietudes entre los sectores de la población afectados por los mecanismos de la restricción. Aunque las protestas no se dirigieron exclusivamente contra las políticas fiscales sino contra sus representantes, de todos modos las autoridades locales debían estar muy atentas. Hacia 1785, en la villa de Santa Cruz de Mompox se presentaron grandes disturbios, y para restablecer el orden y la tranquilidad públicos fue nombrado alcalde ordinario de segundo voto Pedro Martínez de Pinillos, recomendando el virrey Antonio Caballero y Góngora que procediera al desempeño de sus funciones sin temor a influjos ocultos39. Aunque este tipo de disputas fue común en donde iba apareciendo el estanco, los cosecheros lograban al final algunas relaciones de equilibrio entre sus intereses y los de la Real Hacienda. El pueblo raso, por su parte, optó por el tumulto. Es cierto que este tipo de acciones no fueron movimientos en contra del rey, pero al rechazar a los estanqueros y guardas rompiendo frascos, derramando aguardientes y agrediendo a los funcionarios40, se constituían en factores perturbadores del orden público y la autoridad civil debía hacerse sentir. La carnicería también era un espacio de tensión social. Lo corto del abasto y los altos precios hacían que se presentaran frecuentes riñas y disputas, pues al pueblo en general le importaba poco que las contrariedades en el abasto, los cambios de precio y las alteraciones en el peso tuvieran relación directa con transformaciones profundas en la demografía. Había que manifestarse. El hurto de ganado fue una constante durante la época colonial, con aumentos significativos en épocas de altos precios o escasez del abasto41. Para lograr cierto control se prohibía matar o simplemente transitar con reses ajenas, que los ganados fueran siempre por los caminos reales, que los negociantes de grasa y cueros tuvieran siempre permiso del juez y que no se transportara ganado sin marcar, entre otros42. Contra delitos y delincuentes específicos se perseguían hasta donde fuere necesario, asentando cuanto antes posible las primeras diligencias y entregándolas con los reos y bienes aprehendidos a los jueces respectivos. En tal sentido, las rondas eran de vital importancia. Eran organizadas y ejecutadas por el cabildo, por lo tanto los miembros de éste debían participar en gran medida. Sólo en ocasiones se excusaba la no participación de algunos43. Aquellos que no asistían era generalmente por asuntos de remuneración o por supuestos problemas físicos: “el teniente publico del Ministerio de Marina dice que como se manifiesta en el documento […] no se la haya asignado otro sueldo o salario que los que pueda devengar… para poderse desprender del despacho público para acudir siempre de los llamados a las rondas nocturnas, actuación de casos criminales y ejecuciones de último suplicio o afrenta pública [….] Y hallándose obligado puede resultar en grave perjuicio del real servicio en los negocios que puedan ocurrir en aquel misterio […] Y se librase la correspondiente prudencia para que no le emplease en tales actos por su crecida edad, dilatado manejo de la pluma y tener mal la mano derecha para veloz escritura”44. Cuando se aprehendía a alguien en el ejercicio de algún delito, las penas podían ser severas si el caso lo ameritaba. Por ejemplo, condena de seis años de servicio sin sueldo en el presidio de la ciudad por complicidad en un robo de varias piezas de plata labrada. Por hurto, pena de cinco 39
CORRALES, Manuel Ezequiel, p. 128. MORA DE TOVAR, Gilma, pp. 73, 220. 41 RODRÍGUEZ, Pablo, Cabildo y vida urbana, p. 80. 42 LUCENA SALMORAL, Manuel, El sistema de cuadrillas de ronda..., pp. 193, 196. 43 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 2, folio 632. 44 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 4, folio 64. 40
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años en fábricas sirviendo a ración y sin sueldo, y cumplido esto, destierro por otros cinco años; también por robo 200 azotes y 6 años de trabajo en factorías sin recibir paga y una vez terminada esta pena, proscripción por una década; por heridas hasta provocar la muerte, cuatro años de condena y otros seis de destierro45. Otros recibían penas de servicio perpetuo en fábricas de la ciudad y algunos eran remitidos al servicio militar y al trabajo en obras públicas. 6. Por el mercado local Los vecinos de la ciudad disponían de lugares para efectuar sus compras diarias, siendo el mercado local una de las actividades con que mayor fuerza irrumpió en la economía, destinado a satisfacer las necesidades. Se caracterizaron por la variedad de productos que exhibían en los mostradores de sus tiendas: alimentos, vinos, velas, telas, utensilios de cocina, cuchillos, rejos, calzado, géneros, estampas, cuadros, libros, papel, jabón, especies, productos de la tierra, mantas, alpargatas, cebo, miel, entre otros. Según las instrucciones, las autoridades municipales tenían control sobre todos los establecimientos que existían en la ciudad y regulaban el número de éstos otorgando licencias de funcionamiento, además de cobrar un impuesto anual a las pulperías y tiendas de mercaderías46. Si alguno pretendía participar en este negocio sin el debido consentimiento se exponía a la presión de las autoridades. A aquellos que, por ejemplo, ofrecían carnes sin la respectiva licencia, se les formaba sumario y se les remitía al comandante asignándoles la multa correspondiente47. Las autoridades se encargaban de la cantidad y calidad de los abastos, distribución interna, pesos y medidas y, por supuesto, del control de precios. En cuanto a esto último, la intervención del pueblo en general era de suma importancia para presionar medidas a su favor: “comparecemos ante Vuestra Alteza para que se sirva de poner tarifa en los bastimentos del sustento natural pues hace mucho nos vemos afligidos y oprimidos con la alteración exorbitante de precios a que han subido los mantenimientos… hace tiempo se daba como media arroba de pescado fresco por medio real, una fanegada de arroz cuando más caro $7, ahora barato vale $10”48. La idea era que se expidieran normas para la tarifa de carne fresca, quesos, pescados, arroz, fríjol, maíz, plátanos, yuca, etc. En los casos de los precios ilícitos, se confiscaban los productos y se destinaban a las casas de beneficencia o a los presos. El fiel ejecutor ponía precios topes para los víveres y artículos de primera necesidad y tenia a su cargo la vigilancia y procesamiento de los infractores. Los habitantes igualmente fiscalizaban las acciones y los posibles abusos cometidos por funcionarios encargados de dar funcionamiento al mercado local. Por ejemplo, se prestaba la atención debida a los llamados problemas de regatonería, es decir, asuntos relacionados con el desfalco material a las carnicerías reales con el propósito de favorecer intereses particulares aprovechándose de su poder jurisdiccional competente49. Para evitar tales inconvenientes el abasto de carne y en general de los suministros básicos debía estar monopolizado y se penalizaba al que vendiera al margen del abastecedor oficial. Las políticas reforzaban el aislamiento 45
A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 6, folios 506 y 507. VARGAS LESMES, Julián, pp. 157-159, 226. 47 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 7, folio 729. 48 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 3, folio 978-980. 49 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 6, folios 411 y 418. 46
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comercial entre las provincias sustentándose implícitamente en la autosuficiencia de cada región. Solamente cuando la situación lo ameritaba se traían los productos necesarios, como por ejemplo a consecuencia de una prolongada sequía que reducía sustancialmente la producción de maíz y arroz, se conseguía harina en cantidades suficientes de provincias del interior50. Pero lo normal era prohibir la entrada de alimentos, “por cuanto autos de buena gobernación proveído y provisiones despachadas por la Real Audiencia está mandado que ninguna persona pueda trajinar y llevar ni sacar harinas para la provincia de Cartagena”51. El castigo era aprehender la mercancía y aplicar una multa de cierta cantidad de dinero. Se pretendía favorecer el mercado local tanto para el pueblo como para los abastecedores. Estos también presionaban por la venta a precio justo, por ejemplo, si el propósito era abastecer la plaza de la ciudad también convenía no limitarle tanto el precio a productos esenciales como el pan, aceite y sal. Los expendedores expresaron que “no obstante para que no se experimente la falta de abastos y lo padezca el pueblo se permitió no habiendo alteración en el precio, siendo expuesto la contingencia del tiempo como por falta de aguas o mucha abundancia [...] y aunque estas razones no tuvieron la eficacia que los patrocina, favorece el no poder ser compelidos a vender por precio injusto”52. No querían que se les forzara a vender con precios que los perjudicara. En fin, las autoridades intervenían en casi todos los aspectos de la vida económica, pues el correcto funcionamiento dependía de un ajustado control sobre las manifestaciones de este sector. En relación con este aspecto, era de suma importancia el manejo de las mercancías que provenían de territorios extranjeros por la vía de la ilegalidad. Cuando se habla acerca del mercado local debe tenerse en cuenta una contextualización, en este caso, del contrabando que iba a proveer aquellos productos que la metrópoli no podía ofrecer a estas ciudades. 7. Por el comercio El buen orden en el comercio dependía en gran medida del control ejercido sobre el contrabando. Este fue uno de los problemas serios que se tuvo que afrontar en la administración de las Indias debido a que el desarrollo de las colonias en ultramar superó la capacidad de suministro por parte da la metrópoli, además que España no tuvo un mercado interior lo suficientemente amplio como para absorber los productos americanos53. Esta es la raíz original del contrabando, la necesidad de dar socialmente satisfacción a una carencia que obligaba a suplir por medio de la importación, en este caso, ilegal. La metrópoli debió favorecer el comercio con la apertura de nuevos caminos necesarios para la comunicación interior, moderar las leyes fiscales, extinguir los estancos de aguardiente y tabaco, principalmente en las provincias marítimas como la de Cartagena54. Pero no lo hizo. 50
MÚNERA, Alfonso, El fracaso de la Nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano (1717-1810), Bogotá, Banco de la República/Áncora Editores, 1998, p. 141. 51 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 7, folio 565. 52 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 3, folios 91 y 102. 53 ARAUZ MONFANTE, Celestino, El contrabando en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII, Caracas, Academia Nacional de Historia, 1984, p. 13. 54 POMBO, José Ignacio, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias, Bogotá, Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, 1986, p. 58.
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Sin importar si existía o no justificación para desarrollar este tipo de comercio, por lo menos había que combatirlo si no se podía erradicar. El enfrentamiento al comercio ilícito o irregular comenzó con prohibiciones reales generalmente inútiles, terminando invariablemente en llamados concretos al orden hacia la población, expresados en los Bandos de Buen Gobierno. Todas estas disposiciones, fuesen Cédulas, Órdenes o cualquier otra variante, eran enviadas directamente a los gobernadores, oficiales reales, intendentes u otros funcionarios de importancia con el fin de que sus contenidos se llevaran al conocimiento general de la población55. La salida y entrada de embarcaciones debían experimentar una celosa vigilancia. El administrador de aduanas debía reconocer las guías o despachos de los barcos, decomisando el cargamento que se encontrara sin ese preciso requisito; si el capitán de la nave no presentaba el pase, se detenía y, formalizando las correspondientes diligencias, se daba cuenta a la autoridad superior para aplicar el castigo respectivo si se determinaba su culpabilidad56. Generalmente las penas contra los infractores o tratantes ilícitos fue la cárcel, sin embargo no existió un patrón definido y estable en cuanto al número de años57. El que transportaba mercancía sin licencia era castigado con una multa en dinero y cierto tiempo de destierro si se trataba de una persona noble, o cien azotes en el caso que no lo fuera58. El administrador de aduanas asignaba guardas destinadas a la vigilancia de los puertos y “a la embarcación que arribe después de las oraciones tomen los guardas razón puntual de su carga […] y que se quede uno de ellos de custodia; las que arriben con carga destinada a los lugares de arriba solo se han de tener en el puerto tres días pero habiéndose echar la carga en tierra para el registro”59. Por ningún motivo se permitió a los guardas el manejo de las licencias tanto las traídas por los barcos como las que expedía la administración. Con el fin de identificar rápidamente el contrabando dentro de la ciudad se dispuso la práctica de marcar los productos con un sello oficial, pues era bastante común la no puesta en marcha de tales instrucciones. Se encargó al administrador de aduanas para que procediera a efectuar las diligencias correspondientes para realizar un inventario de los productos sin marquilla hallados en las tiendas60. El informe debía firmarse por las dos partes. Igualmente los productos de contrabando posteriormente habilitados por la declaración de comiso debían circular marquillados. El comercio de los productos mineros fue también sigilosamente vigilado. El oficial de la Real Contaduría y el Juez Comisionado debían averiguar sobre las ilícitas entradas y salidas de oro, “los medios como se ejecutan y como podrán estorbarse por donde los de la Provincia de Antioquia tienen comunicación con los de la Provincia de Cartagena para este género de contrabando y su remedio […] formaran el respectivo cuaderno para dar cuenta a este superior gobierno”61. El informe fue bastante preocupante: de las tres partes de oro que anualmente se 55
AIZPURUA, Ramón, Curazao y la costa de Caracas, Caracas, Academia Nacional de Historia, 1993. p. 134. A.G.N. Colonia. Contrabando. Tomo 15, folio 686. 57 FELICIANO, Héctor, El contrabando inglés en el Caribe y en el golfo de México, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1990, p. 250. 58 GARCIA-BAQUERO, Antonio, La carrera de Indias, Sevilla, Algaida Editores, 1992, p. 28. 59 A.G.N. Colonia. Contrabando. Tomo 15, folio 689. 60 A.G.N. Colonia. Contrabando. Tomo 22, folios 543 y 546. 61 A.G.N. Colonia. Contrabando. Tomo 12, folio 794. 56
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extraían de los minerales de la jurisdicción de las Reales cajas, apenas se manifestaba una; el oro se vendía en gran medida sin quintar y sin presentarlos a la contaduría para su fundición. Para controlar semejante desorden estaban las leyes 17 y 18 titulo 10 libro 8 de la Recopilación que prohibía a los plateros fundir oro en polvo y reducirlo a barras, además que ordenaba visitar y registrar de improviso las platerías tres o cuatro veces al año y variando el orden para que no se anticiparan a ocultarlo. Sin embargo, aplicar orden fue bastante complicado porque las mismas autoridades –algunos funcionarios beneficiados del negocio- actuaban con negligencia. El gobierno superior estuvo muy pendiente para contenerlos y expidió órdenes a delegados particulares de la ciudad para que presionaran a los administradores a cumplir con las normas y funciones de su cargo. Los conflictos estuvieron a la orden del día: “comunicadas las providencias al delegado para cortar el contrabando […] se ha negado absolutamente a obedecerlas, en este concepto he librado comisión para que se cumplan las providencias o se les arreste bajo responsabilidad de encubrir el contrabando”62. En ocasiones la renuencia de los funcionarios estuvo relacionada con nexos familiares con aquellos que introducían las mercancías en forma ilegal, y si el encargado no utilizaba método alguno para el cumplimiento de su trabajo se procedía a relegarlo del cargo.
8. Por la ciudad A favor de la ciudad se realizaron obras públicas, construcción de edificios y casas, murallas y albarradas, limpieza y ornamentación, y se velaba por los desvalidos. Desde esta perspectiva el presupuesto se constituyó en punto de arranque. Por lo tanto, no era demasiado lo que se podía desarrollar. Por ejemplo, los dirigentes cartageneros aducían con razón que el muy crecido presupuesto de la provincia de Cartagena, en su gran mayoría, no se destinaba al propio progreso material, sino a sostener principalmente el aparato militar de defensa de los vastos reinos andinos. Un caso en particular fue el año 1774, cuando del gasto anual se invirtió un poco más del 80% en asuntos militares, solamente un 2% se destinó al pago de salarios civiles y casi nada a obras de desarrollo63, lo que refleja la gran preocupación por defender la ciudad tanto de enemigos internos como externos. Entre 1761 y 1766, el gobernador José de Sobremonte adoquinó las calles para la defensa y ordenó demoler todas las construcciones que estaban dentro del radio de una legua de las fortificaciones, entre ellas, el hospital de San Lázaro en Cartagena64. Con poco presupuesto asignado para obras publicas y la ayuda económica de sectores de la población como los comerciantes, se debía trabajar. La construcción de vallas que por ejemplo protegían a Mompox de las subidas periódicas del río Magdalena, era un punto importante dentro de la agenda. Entre los meses de junio y julio generalmente bajaban las aguas con gran caudal. Como soluciones se sugería variar el curso de la corriente construyendo espigones de fajinas y estacas de 35 varas con 15 de grueso con especificaciones a usanza de las que se hacían en Europa con buenos resultados, y para contener las provenientes de los playones se recomendaba
62
A.G.N. Colonia. Contrabando. Tomo 22, folio 547. MÚNERA, Alfonso, p. 137. 64 DEL CASTILLO MATHIEU, Nicolás, p. 104. 63
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proteger la ciudad por la espalda con un simple malecón65. Los costos de las murallas a construir generalmente eran aportados por personas pudientes de la población y la benevolencia del virrey. En relación con este punto se intentaba construir murallas de suficiente vigor: “comprendo de su orden hacer una albarrada, pero lo que se propone por cabildo es obra de muy corta duración que sin certeza podrá detener el ímpetu de las aguas, si es una simple muralla que finaliza en su parte superior en media vara sin estaqueado en sus cimientos”66. Al final, por problemas de dinero, la Junta Superior de Hacienda sólo aprobó el entable de la obra consultada por el ayuntamiento. La construcción o remodelación de casas también era un asunto que debía seguir ciertas reglas. Las autoridades locales vigilaban que las obras a realizar se sujetaran a los requisitos previstos. Si pretendían demoler unas edificaciones con el propósito de levantar otras, por ejemplo, casas altas con sus respectivos estribos para el seguro de la obra y para evitarle peligro a las demás casas67. Si los estribos salían hacia la plaza más de lo indicado, se suspendía la obra y se reformaba la licencia de construcción. El aseo hacia parte de la ornamentación urbana. Las calles tendían más a permanecer sucias que limpias, “inmundas y ningún aseo en todas ellas se advierte, reducido el centro a un cenagal pestilente tan perjudicial a los vecinos […] no haya otro arbitrio para que pueda verificarse el aseo, empedrado y conservación de las calles”68. No faltaban, por tanto, la expedición de Real Cedula extensiva a toda clase de personas sin excepción alguna, conventos, obras pías o militares para que cada propietario de casa arreglara y empedrara la suya. se ordenaba y mandaba a los vecinos y moradores de la ciudad, que bajo pena de multa exigida por el alguacil mayor o cualquiera de sus tenientes, se asearan las calles quitando el lodo y cerrando los caños, de modo que el día señalado estuvieran todas limpias; en Cartagena, por ejemplo, especialmente las calles de la Cochera y Plaza de la Contaduría, Plazuela de las Negras, Calle de las Carretas, Plazuela de los Abuelles, la calle que iba desde Santo Toribio al convento de Nuestra Señora de las Mercedes. Se exigía que los balcones y ventanas estuviesen colgados con el mayor aseo que se pudiera, manifestando el afecto a la ciudad. 9. Por la esclavitud El orden en el sistema esclavista significaba en cierto modo lograr los índices de productividad, controlar las huidas, las relaciones entre amos y subyugados, facilitar la opción de la libertad en el tiempo pertinente, entre otros. Las normas sobre negros se dieron generalmente para solucionar los problemas que iban surgiendo, más que prevenirlos trataron de remediarlos. Las expedían entidades administrativas indianas, pues la Corona se inmiscuyó poco en los problemas de los negros, salvo cuando era absolutamente necesario y atendiendo algún requerimiento de las autoridades. Se intentó establecer un cuerpo jurídico organizado para el control de la población 65
JARAMILLO SILVA, Ernesto Hernando, “Avenidas y veleidades fluviales y amurallamiento de la albarrada de Mompox”, en Boletín Historial, Mompox, Nº. 29-30, Academia de Historia de Santa Cruz de Mompox, 1998, pp. 92 y 95. 66 A.G.N. Colonia. Policía. tomo 5, folio 328. 67 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 5, folio 684. 68 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 4, folio 351.
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esclava, pero a excepción de las normas fijadas en cuanto a la producción, la hostilidad de los amos hacia éstos fue persistente, rechazando toda regulación del sistema que usufructuaba, pues representaba un recorte de su gran poder sobre los siervos69. Puesto que una de las características importantes del régimen esclavista era la necesidad de mantener un ritmo de trabajo sin interrupciones, ya que cualquier periodo en el que no se utilizaran los esclavos representaba un costo de oportunidad para el propietario70, las reglas de funcionamiento económico fueron imprescindibles y encaminadas siempre a incrementar la producción, puesto que la esclavitud negra constituyó uno de los factores fundamentales en el desarrollo, por ejemplo, de la agricultura en la Nueva Granada. Desde este punto de vista, el control sobre las prácticas de cimarronaje se constituía en punto de apoyo. El cimarronaje fue uno de los caminos utilizados por los esclavos para zafarse del sistema, practicado insistentemente en la provincia de Cartagena. Los amos se mostraban muy preocupados porque la huida de los negros provocaba distorsiones económicas y problemas de seguridad de muy graves consecuencias. Además, los cimarrones ejercían una perniciosa influencia sobre los negros que aún permanecían subyugados71. En relación con la ciudad de Cartagena, los palenques de Matudere y Tabacal quedaban al norte, en tanto que los otros dos grupos se hallaban más hacia el sur, dándose además claras conexiones entre los negros alzados de la región de Sierra María y los del Norosí. Las medidas no se hicieron esperar, aunque en ocasiones encontradas. Los cimarrones tenían que ser eliminados, pero el problema fundamental era que algunos fueron partidarios de equipar expediciones militares, ya que les brindaban la oportunidad de ganar fama y prestigio; mientras otros, basándose en razones de orden financiero, se inclinaban a favor de otro sistema: preferían apoyar las expediciones a los bosques organizadas por los mismos colonos72. La Corona también quiso propiciar normas aunque un poco fuera de contexto, como por ejemplo la Real Cédula de 1691 que hacía libres a los cimarrones. Su aplicación hubiera significado la abolición de la esclavitud, la entrega de tierras a los negros y el colapso económico de la región que se apoyaba en el trabajo de los esclavos73. Es importante anotar que pese a que en 1540 la Cédula Real, en relación con negros huidos y alzados por los montes en la provincia de Cartagena, daba cuenta de los fenómenos de rebeldía, ésta no registraba acciones de enfrentamiento guerrero con los españoles. Eran apenas negros en trance de huida. No obstante, en 1575 los asentamientos que luego fueran palenques o fuertes de defensa y ataque ya estaban en proceso activo de formación. Sólo en 1603 el movimiento cimarrón aparece identificado en documentos como palenque y el nombre de Domingo Bioho como líder de la Matuna, el grupo contra el cual se abalanzaron el gobernador De Suazo y sus
69 LUCENA SALMORAL, Manuel, Los códigos negros de la América española, Alcalá de Henares, Ediciones Unesco-Universidad de Alcalá, 1996, pp. 7 y 10. 70 MEISEL ROCA, Adolfo, “Esclavitud, mestizaje y hacienda en la provincial de Cartagena 1533-1851”, en Desarrollo y sociedad, Bogotá, Universidad de los Andes, N° 4, 1980, p. 247. 71 BORREGO PLA, María del Carmen, Palenques de negros en Cartagena de Indias a finales del siglo XVII, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1977, p. 25. 72 DE KOM, Antón, Nosotros esclavos de Surinam, La Habana, Casa de las Américas, 1981, p. 44. 73 DE FRIEDEMAN, Nina S., AROCHA, Jaime. De sol a sol, Bogotá, Editorial Planeta, 1986, p.156.
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huestes militares74. Desde esta perspectiva, facilitar un espacio para la consecución de la libertad contrarrestaba en cierto porcentaje la opción de la huida. La manumisión fue una de las circunstancias favorables a los negros desde los mismos inicios da la colonización de América, tuvo gran aceptación en la doctrina cristiana y sus raíces procedían del derecho romano. Las Siete Partidas entraron en considerables detalles para definir las condiciones bajo las cuales podía verificarse la liberación. Éstas eran más una declaración de principios legales y morales que una compilación de legislación especifica; contemplaban la esclavitud como un mal necesario, como una condición transitoria que no modificaba ni disminuía la naturaleza del esclavo y declaraba que la libertad era una de las máximas posesiones humanas75. Expresaba que la libertad era objetivo legítimo del esclavo y que los amos que manumitieran a los suyos hacían un servicio a Dios al igual que los terceros interesados que liberaban esclavos con sus donaciones de dinero. Un amo podía manumitir a su esclavo por testamento o por carta, pero debía hacerlo por sí mismo, aceptando un precio justo fijado por el juez local. Igualmente, la ley permitió a los esclavos comprar su carta de libertad por medio de cuotas76. En la ciudad de Cartagena y en la villa de Mompox la compra de la libertad se estableció en el dispositivo legal de mayor importancia en el momento en que el esclavo intentaba hacer suya la libertad. Obviamente sustentado por Las Siete Partidas del Rey don Alfonso el Sabio y por el Código Negro Carolino, especialmente para finales del siglo XVIII77. Las autoridades locales también velaban por el buen trato de los propietarios hacia sus subyugados. Se prohibía que ninguno de ellos negase el permiso para casarse a menos que fuera con una esclava de otra población. Los amos debían suministrar la ropa y mantas que necesitaran sus negros sin ningún tipo de limitación, así como construirles habitaciones en sitios saludables. Al final de la Colonia, por ejemplo, el Código Negro Carolino advertía vigilar los malos tratos de los amos mediante la visita anual de los Alcaldes de la Hermandad. La Real Cédula de Aranjuez de 1789 fue bastante humana y, de acuerdo con las circunstancias, exigía más consideración con los esclavos; creó el cargo de Protector de Negros y legisló sobre vivienda, alimentación, cuidados y adoctrinamiento de los negros78. Algunas leyes iban encaminadas a la instrucción religiosa que era lo único que compensaba a los subyugados de su miserable suerte, a la par que los convertía en sumisos, evitando así problemas que atentaran contra la seguridad interna y externa. Todas las medidas a fin de cuentas pretendían asegurar la tranquilidad dentro del sistema esclavista. 10. Por las relaciones políticas 74
DE FRIEDEMAN, Nina S., CROSS, Richard. Ma Ngombe: guerreros y ganaderos en palenque, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1979, p. 66. 75 REAL ACADEMIA DE HISTORIA, Las Siete Partidas, Tercera parte título 2 ley 8; título 5 ley 4; título 14 ley 5; título 33 regla 1; cuarta parte título 5 prólogo; título 21 leyes 1 y 13. 76 TANENBAUM, Frank, El negro en las Américas, Buenos Aires, Biblioteca Americana Latina, 1968, p. 55. 77 MUNÍVE, Moisés, “liberación por compra en los tribunales: ciudad de Cartagena y Villa de Mompox. Siglo XVIII, un estudio de casos”, en Boletín Historial, Mompóx, N° 29-30, Academia de Historia de Santa Cruz de Mompóx, 1998, pp. 229 y 260. 78 LUCENA SALMORAL, Manuel, Los Códigos …, p. 80.
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Los puestos políticos dentro de la administración colonial detentaban un poder de prestigio que debía conservarse y exaltarse, lo que conllevaba a enfrentamientos o litigios entre los representantes. Es decir, los empleos públicos no sólo se convirtieron en el espacio propicio para el abuso, sino también en armas de competencia social entre quienes tenían enemistades o problemas penales civiles79. Tales situaciones debían regularse. En torno a las funciones del cargo se presentaron pleitos entre los funcionarios, la mayoría de las cuales tenían que ver con los límites de la jurisdicción, autoridad particular y tratamientos que merecían de acuerdo con la posición en la jerarquía de funcionarios, entre otros. Comúnmente los capitanes de guerra y administradores de la Real Hacienda se quejaban ante el gobernador por la manera como los trataban los alcaldes ordinarios, cuando por ejemplo efectuaban el cobro de algún impuesto. Supuestamente los estaban tratando de una forma poco apropiada para el puesto que ejercían: “a no ser tan apetecible la paz y la tranquilidad con la buena armonía que deben guardarse especialmente unos con otros los jueces, aun por el decoro de su propio ministerio, sin duda no hallara en la precisión de representar el despreciativo modo con que tratan los alcaldes ordinarios”80. Las disputas de jurisdicción que ocurrían entre capitanes de guerra, corregidores y alcaldes eran frecuentes, pero lo peor fue que los límites nunca estuvieron bien especificados. Los litigios relacionados con circunscripciones nunca experimentaron un final claro ni pronto. Generalmente el cruce de correspondencia entre el gobierno superior y las partes en concurso era interminable y podían transcurrir meses y hasta años sin llegar a una conclusión precisa ni transparente. En las elecciones para los cargos correspondientes a los cabildos municipales también se experimentaron choques traumáticos y complejos, puesto que existían preferencias. Tanto las de alcalde de primera y segunda nominación, como las de procurador general se constituyeron en verdaderos espacios de conflictos políticos. Aquellos que ya estaban posesionados presionaban para que sus preferidos subieran al poder, igualmente los que ya habían experimentado tales posiciones o los que por primera vez lo buscaban, movían todo lo necesario para cumplir sus objetivos81. En vista de los inconvenientes presentados por los mandatarios locales en relación con asuntos lectorales, el cabildo en pleno adoptó una serie de medidas pertinentes. Por ejemplo, la alternancia de la dirección en los actos públicos fuera del recinto tuvo que reglamentarse. Las autoridades civiles de la ciudad disfrutaban la celebración de fiestas y desfiles cuya ostentación debía corresponder al cargo. Con el ofrecimiento de las fiestas, el uso de los atuendos propios por los miembros del cabildo y la adopción de una etiqueta elaborada, los notables del lugar impresionaban y se distinguían del resto de la población. Los títulos, el orden riguroso para la ocupación de los lugares y el lenguaje ceremonial, indicaban la categoría de los dirigentes y les aseguraban la admiración y el reconocimiento por parte de los otros82. Sin embargo, el fraude no dejaba de presentarse, pues siempre alguien tomaba el asiento que no le correspondía y esto significaba una anomalía. 79
JARAMILLO URIBE, Jaime, Ensayos de historia social, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1989, p. 188. A.G.N. Colonia. Empleados Públicos de Bolívar. Tomo 2, folio 2. 81 A.G.N. Colonia. Empleados Públicos de Bolívar. Tomo 6, folio 670. 82 GARRIDO, Margarita, Reclamos y representaciones. Variaciones sobre la política en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1815, Bogotá, Banco de la República, 1993, p. 223. 80
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El agravio de un empleado público a cualquier otra persona y el abuso de poder, igualmente pueden enmarcarse dentro de los comportamientos a regular en las relaciones políticas. El cargo público denotaba una posición prestigiosa dentro de la configuración social. El reconocimiento ante los demás era adquirido una vez se tomaba posesión del empleo. Sin embargo, a pesar de las muchas oportunidades sociales y de prestigio que se obtenían con el puesto, también eran muchos los peligros inherentes a éste. Uno de esos, precisamente, se relacionaba con el exceso de autoridad. Era bastante complicado abstraerse de los beneficios que iban sujetos a empleos tan importantes como éstos, y ninguno de los que pasaron por tales sillas fue la excepción a la regla. Todos acariciaron y consideraron la oportunidad de sobrepasarse83. Constantemente luchaban con los riesgos del abuso, experimentando algunos el deseo de realizarlo lo más pronto posible y otros conteniendo el ansia para mantenerse rectos. Para controlar la conducta de los funcionarios y establecer responsabilidades, la administración colonial dispuso de la visita y la residencia. Esta última tomaba la forma de un juicio. Conducido por un juez de residencia, se efectuaba la investigación sobre la conducta y manejo de los asuntos confiados a cargos de funcionarios que particularmente tenían jurisdicción y manejo de caudales84. Es decir, que hasta las funciones de exclusiva incumbencia de las autoridades locales como trazado de la ciudad, medidas de urbanismo y ornato, fijación de aranceles –como la tarifa oficial de derechos que debían cobrar los oficiales concejales y algunos profesionales por sus servicios y lo que podían cobrar los artesanos por la confección de determinados artículos-, entre otros, estaban en cierta medida fiscalizadas. 11. Conclusión El sistema político y económico de una sociedad en cualquier tiempo histórico hace parte de la vida cotidiana. La esclavitud, que sustentó con mano de obra por más de 300 años los pilares de la economía en estas dos ciudades, se estructuró, consolidó, ordenó y agotó día a día. Las políticas en cuanto al control del contrabando se aplicaban y regían las 24 horas, tal como sucedía con las actividades administrativas. El buen orden es un asunto de todos los días, de la vida cotidiana, y su campo de acción es bastante amplio. El cuerpo de la investigación también advierte sobre el papel de la Iglesia y el cabildo en la estructuración del orden cotidiano, pues eran precisamente reguladoras de los comportamientos. El cabildo de la ciudad, por ejemplo, tuvo siempre a su cargo ordenar el abasto de carne y víveres, las obras y fiestas públicas, el mantenimiento del hospital, los caminos y los puentes, el control de pesas y medidas, entre otros. La Iglesia, por su parte, aunque ejercía gran influencia sobre todas las esferas de la vida, se encargaba con mayor propiedad de los asuntos relacionados con la moral.
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A.G.N. Colonia. Empleados Públicos de Bolívar. Tomo 19, folio 664. Tomo 3, folio 525. JARAMILLO URIBE, Jaime, “La administración colonial”, en Manual de historia de Colombia, Bogotá, Biblioteca Colombiana de Cultura, 1978, tomo 1, p. 359.
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La política exterior colombiana en relación con la formación de nuevos estados en Europa Centro-Oriental ♦ •
John Simon Gabriel Ramjas♠
Han pasado un poco más de diez años desde cuando se produjeron los procesos de desintegración de los antiguos Estados federados de Europa Centro-Oriental (Unión Soviética, diciembre de 19911; Yugoslavia, junio 1991 – abril de 1992; y Checoslovaquia, diciembre de 1992). Aunque para ser más preciso, la desmembración de Yugoslavia, y el reconocimiento de sus componentes como Estados independientes, sólo finaliza en noviembre de 2000, cuando Serbia y Montenegro desiste de su posición mantenida hasta entonces de ser reconocida como sucesora de la antigua federación, y es acogida por la comunidad internacional (admitida a la ONU). Estos procesos han tenido implicaciones no sólo para Europa y el Occidente, sino también para países como Colombia. De hecho, todo país ha tenido que fijar una posición respecto a los sucesos políticos ocurridos en la región, y en particular determinar su relacionamiento con los nuevos Estados surgidos. Y en efecto, durante este periodo Colombia ha venido reconociendo y estableciendo relaciones diplomáticas con esos nuevos Estados. La gestión diplomática silenciosa, realizada durante estos años, ha sido poco difundida por los medios de comunicación y centros académicos, a pesar de que constituye una de las labores más importantes adelantadas por la Cancillería en relación con Europa Centro-Oriental. Durante este periodo, Colombia reconoció y/o estableció relaciones diplomáticas2 con un total de 22 nuevos Estados surgidos en la región (ver anexo). Y éste sería un buen momento para hacer una reflexión sobre cómo se ha adelantado esta gestión, e indagar sobre cuál ha sido la política del país en relación con esos nuevos Estados. •
Artículo recibido en julio de 2003; aprobado en noviembre de 2003. ♦ El autor propone estas reflexiones como punto de partida para que en las instituciones públicas se institucionalice la cultura de la autocrítica, para una mejor gestión hacia el futuro. ♠ Profesor universitario y ex asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores. 1 Hay que aclarar que los Estados Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) habían declarado su independencia meses antes de la disolución formal de la URSS, ocurrida en diciembre de 1991. 2 El reconocimiento se distingue del establecimiento de relaciones diplomáticas en que el primero es un acto unilateral mediante el cual un Estado da a conocer (mediante declaración o nota diplomática) que reconoce la existencia de otro Estado, mientras que el segundo constituye un acto bilateral, de voluntad de dos Estados, en que acuerdan establecer relaciones formales entre ellos, y que se desarrollará a través de canales diplomáticos. Por lo general, el segundo viene precedido por el primero, pero puede presentarse un solo acto de establecimiento de relaciones en que el reconocimiento iría implícito. Pero el reconocimiento también iría implícito con la celebración de cualquier otro tipo de tratado entre dos Estados.
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Empecemos por indicar que el proceso de reconocimiento y apertura de relaciones con nuevos Estados es la manera como un país va expandiendo su actividad diplomática e influencia en el mundo. Obedece a la necesidad que tiene todo país de buscar nuevos aliados internacionales, construir relaciones estratégicas y desarrollar vínculos económicos, de cooperación y culturales, etc. No importa cuán distante, ni qué tan pequeño e insignificante para las relaciones internacionales sea un país, siempre es recomendable mantener relaciones amistosas con el mayor número posible de ellos. Y más en una era, como la actual, en la que las relaciones internacionales están cada vez más dominadas por la diplomacia multilateral. Dentro de organizaciones multilaterales como la Organización de Naciones Unidas (ONU), el Movimiento de Países no Alineados (NOAL), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y muchos otros, de cobertura global o regional, no se hace distinción entre Estados por extensión territorial, tamaño de la población ni nivel de riqueza; el poder de influencia y peso en las votaciones, salvo en casos excepcionales, son iguales entre los Estados miembros. Así que para efectos de obtener influencia y apoyo en estos escenarios, es necesario cultivar buenas relaciones con el más amplio número de países posible. Más aún, las relaciones en medio de organizaciones internacionales casi que obligan a los países participantes a tener trato con los demás miembros. Y un país puede hasta verse en situaciones embarazosas, si en la práctica requiere tener trato diplomático con un país al que todavía no ha reconocido. Por ejemplo, sería delicado presentar solicitudes de apoyo ante un gobierno de un país que aún no se ha reconocido. 1. El nacimiento de los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental y su búsqueda de reconocimiento internacional La caída del comunismo y la terminación de la Guerra Fría, provocaron la mayor transformación político-territorial en toda la historia europea. La desintegración de los Estados federados en Europa Centro-Oriental (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, República Federativa y Socialista de Yugoslavia, y Checoslovaquia) produjo el nacimiento de 22 nuevos Estados (contando también a los cinco nuevos Estados de Asia Central). En ningún otro momento histórico, ni siquiera durante el periodo de cada una de las dos guerras mundiales, se había producido un reordenamiento territorial de tal magnitud en ese continente. Esta explosión de nacionalismos reforzó el concepto de Estado-nación en Europa y el mundo en general, en detrimento de los conglomerados multi-étnicos. Representa el triunfo de los pueblos al derecho por la autodeterminación y a disfrutar de una soberanía plena dentro de sus territorios3. Pero la garantía a la existencia y soberanía de nuevos Estados depende del apoyo obtenido de la comunidad internacional. Un nuevo ente político-territorial que no obtiene aceptación de la comunidad de naciones, sencillamente no es viable y no puede actuar en el ámbito 3
Recordemos cómo durante la era comunista no sólo los diversos grupos étnicos al interior de los Estados federados eran sometidos, sino que además Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria y la República Democrática Alemana se encontraban limitados en su soberanía, en conformidad con la doctrina brezhneviana del derecho de intervención de la Unión Soviética en defensa del comunismo en esos Estados.
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internacional. De tal manera, podríamos decir que el Estado se hace y no simplemente nace. Así que la búsqueda del reconocimiento internacional fue el punto de partida en materia de política exterior para los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental. Y como es evidente, estos países acudieron primero a las potencias del mundo del momento, en la búsqueda de reconocimiento a su nuevo status. Y efectivamente fueron los países más importantes de Europa, junto con los Estados Unidos, los primeros en formalizar sus relaciones con esos nuevos Estados. Pero la política de reconocimiento no ha sido uniforme por parte de los países otorgantes hacia los países solicitantes. De hecho, los criterios seguidos por los países europeos y los Estados Unidos para otorgar su reconocimiento a nuevos Estados varían según las circunstancias. En épocas pasadas, el reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas dependía de factores tales como los intereses geopolíticos y el comercio; y muchos Estados, incluso, sujetaban su reconocimiento a la obtención de garantías respecto a asuntos de interés puramente bilateral, como la demarcación de fronteras, la sucesión de tratados o ventajas comerciales. Pero la finalización de la confrontación este-oeste y la desideologización de las relaciones internacionales provocaron una reevaluación de la política exterior de los principales actores de la política mundial, y en particular referente a la manera de su relacionamiento con nuevos Estados. En la actualidad, los países europeos y Estados Unidos han incorporado nuevos criterios que abandonan en parte el enfoque de simple defensa de los intereses nacionales, para, en su lugar, examinar y hacer depender sus decisiones sobre la viabilidad en sí de los nuevos Estados. Habiendo reconocido que reúnan los elementos de facto y de jure4, establecidos por el derecho internacional como indicativos del nacimiento de un nuevo Estado, los países desarrollados hacen ahora exigencias sobre el grado de institucionalización democrática del nuevo Estado, y el respeto por los derechos humanos –particularmente en lo que se refiere a minorías étnicas- como requisitos previos a las decisiones de reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas. Bajo estos nuevos parámetros, algunos de los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental obtuvieron el reconocimiento más fácilmente que otros. La aplicación del nuevo esquema de valores retrasó en particular el proceso de reconocimiento y establecimiento de relaciones con algunos de los nuevos Estados del Cáucaso y de la antigua Yugoslavia. Con respecto a éstos, la situación de incertidumbre respecto a su futuro (como consecuencia de discordias, de cuestionamientos respecto a las fronteras e incluso de conflictos armados), impidió una formulación pronta de respuestas de parte de la comunidad internacional respecto al nuevo status de los países. Un caso realmente peculiar fue el de Macedonia, cuyo reconocimiento por parte de la comunidad internacional fue obstaculizado por la oposición ejercida por el país vecino, Grecia. Ese país reclamaba que aquella nueva nación no tenía el derecho de establecerse como “República de Macedonia”, ya que históricamente la región de Macedonia se extendía mucho más allá del territorio de la nueva república, e incluía provincias 4
Un gobierno ejerce autoridad de manera efectiva (de facto) y legal (de jure) sobre la población de un determinado territorio.
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actualmente pertenecientes a Grecia. Además, Grecia tenía otros reparos respecto a la bandera y a algunas disposiciones contenidas en la constitución de la nueva nación. Pero, una vez calmada la histeria colectiva de los griegos, Macedonia pudo incorporarse también como Estado nuevo dentro de la comunidad internacional. En conclusión, la práctica de reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas con respecto a los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental, de parte de países de Europa Occidental y de los Estados Unidos, terminó por imponer nuevos estándares en las relaciones internacionales, que luego fueron adoptados por los demás países. Las anteriores consideraciones también influyeron sobre la política exterior colombiana en la materia, pero, como veremos a continuación, el grado de entendimiento conceptual en nuestro medio es bajo. 2. La política exterior colombiana en materia de reconocimiento y el establecimiento de relaciones diplomáticas con los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental Colombia reaccionó en forma tardía ante los cambios políticos ocurridos en Europa CentroOriental, a comienzos de los años noventa. Nuestro país, al igual que otros, no estaba preparado para responder a esos sucesos y no tuvo posiciones claras frente a lo que estaba ocurriendo. Naturalmente que no es fácil responder en forma ágil y acertada a un proceso tal de explosión de nacionalismos, producido en un entorno en que se habían derrumbado los pilares mismos de la sociedad. No fue fácil reaccionar ni siquiera para los países vecinos de Europa Occidental. Pero la tardanza de Colombia, a diferencia de otros países, obedeció simplemente a una ausencia de políticas y criterios. En el momento en que se produjo la desintegración de los Estados federados de Europa CentroOriental, Colombia no disponía de una política bien definida en materia de reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas con nuevos Estados. Y el proceso adelantado resultó en gran medida ad hoc, limitándose a seguir la práctica internacional dominante en el momento. Esta actitud de desinterés y desentendimiento no es nueva en la política exterior colombiana; tuvimos una primera muestra de ella entre los años cincuenta y setenta, durante el periodo de descolonización en el África. En ese momento, Colombia no supo cómo reaccionar ante el surgimiento de los nuevos Estados en ese continente y prefirió guardar silencio. Sólo a partir del ingreso de nuestro país al NOAL, en 1983, y su posterior participación en el Buró de Coordinación del organismo a partir de 1987, la Cancillería se percata de un faltante en la política exterior. Se descubre que el país no tenía establecida relaciones diplomáticas con alrededor de la tercera parte de los países miembros del organismo, casi todos provenientes del continente africano. Pero el ingreso al NOAL exigía la necesidad de tener una política de acercamiento con África, y, por lo menos, de establecer relaciones diplomáticas con los países, pues no tenía presentación que Colombia formara parte de un organismo al cual pertenecían países con los cuales no se tenían relaciones diplomáticas y/o que no se habían reconocido. De manera que se procedió a corregir esa situación anómala. Y esta necesidad fue todavía más apremiante cuando Colombia comenzó a hacer lobby con la pretensión de ocupar la presidencia del Movimiento. Es así como Colombia estableció relaciones diplomáticas en forma acelerada con 30 Estados africanos entre 1987 y 1989. El apoyo de estos países fue importante para que
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Colombia luego fuera elegida en 1992 para el ejercicio de la presidencia del movimiento entre 1995 y 1998. De manera que la reacción tardía en materia de reconocimiento y establecimiento de relaciones con nuevos Estados ha sido la costumbre en la política exterior colombiana. Pues, ésta, tradicionalmente, se ha desarrollado sobre la consecución de objetivos inmediatos. Están escasamente formuladas las concepciones sobre los fines ulteriores de la política exterior colombiana y no se tiene una visión de horizontes lejanos. En general, la diplomacia colombiana se caracteriza por adaptarse en forma lenta a la incorporación de nuevos valores y concepciones respecto al papel que debería cumplir la política exterior. Particularmente, la política en materia de reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas con nuevos Estados carece de cualquier contenido conceptual, ya que en Colombia no se tiene una comprensión clara de la dinámica de los Estados. En efecto, la conformación político-territorial del globo no es estática, por el contrario sufre constantes modificaciones que obedecen a un sinnúmero de factores que van variando según la época. Este proceso constante de cambios políticos y de variaciones en las concepciones sobre relaciones internacionales exige a su vez replanteamientos continuos en la política exterior de los Estados, para amoldarse a las nuevas realidades. En Colombia tampoco existe un régimen normativo superior al que se podría referir en la formulación de una política en materia de reconocimiento y establecimiento de relaciones con nuevos Estados. El tema de las relaciones internacionales recibieron un tratamiento mínimo en la Constitución de 1991 y, en lo relevante para la conducción de la política de reconocimiento de Estados y establecimiento de relaciones diplomáticas, apenas se menciona que “las relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la soberanía nacional, en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y en el reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por Colombia” (art. 9°); y que “el Estado promoverá la internacionalización de las relaciones políticas, económicas, sociales y ecológicas sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional” (art. 226), unos principios de por sí bastante ambiguos. Tampoco existe ley o decreto que desarrolle más a fondo aquellos preceptos constitucionales. Por lo tanto, durante el periodo en cuestión no se tenían criterios autónomos y bien fundamentados para guiar la actuación del Estado en su proceso de reconocimiento y establecimiento de relaciones con los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental. Cuando un país no tiene claridad sobre estos aspectos el resultado es la improvisación. En consecuencia se adelantó una gestión desordenada sin un esquema de prioridades en la que nadie se explicaba por qué se reconocía a unos países primero y a otros después, y por qué se establecían relaciones diplomáticas con unos y con otros no. Se han producido anomalías, por ejemplo, en relación con algunos de los países surgidos de la antigua Unión Soviética: tenemos establecidas relaciones diplomáticas con Kiryistán, un pequeño país del Asia Central, con escasas posibilidades de intercambio con Colombia, mientras que aún no tenemos relaciones con Kazakhstán, el país más extenso e importante de la región, poseedor de importantes recursos energéticos. Afortunadamente, por tratarse de Estados remotos, las determinaciones que ha tomado la Cancillería en esta materia hasta el momento no han causado inconveniencias mayores. Pero como indicamos arriba puede llegar el momento en que nuestro país requiera, en apoyo de sus intereses, del voto de estos países remotos en medio de escenarios internacionales.
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3. El manejo de las relaciones diplomáticas con los países de Europa Centro-Oriental Una vez que se reconocen y se establecen relaciones diplomáticas con nuevos Estados, el siguiente paso es determinar cómo serán manejadas en la práctica. Sólo los países poderosos y de mayores recursos, y los que tienen intereses particulares están dispuestos a abrir misiones diplomáticas permanentes en los nuevos Estados. Los demás países, como Colombia, tienen que optar por no establecer representaciones diplomáticas in situ y, en cambio, acuden a la figura de las embajadas concurrentes, es decir, que una misión ubicada en una capital de la región sea acreditada a la vez ante un gobierno tercero. Muchos países también acostumbran a manejar sus relaciones con países remotos y de poco interés a través de las respectivas misiones permanentes ante las Naciones Unidas en Nueva York. No cabe duda que, con la desintegración de los Estados federados de Europa Centro-Oriental, Colombia ha perdido representación en la región. Durante la era comunista, las relaciones diplomáticas de Colombia con esa zona geográfica tenían un cubrimiento total, superior incluso al que se tenía con respecto a los países de Europa Occidental. Había misiones diplomáticas acreditadas ante todos los gobiernos socialistas de ese entonces (URSS, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria y la antigua República Democrática Alemana); sólo en Albania no existía una misión permanente, pero había una embajada concurrente inicialmente desde Belgrado y luego desde Roma. Esa Europa Centro-Oriental de 9 países multiplicó su número a 27 Estados soberanos e independientes (incluyendo a las 5 Repúblicas de Asia Central). Sin embargo, el número de embajadas colombianas en el área, en lugar de aumentar, disminuyó sorprendentemente; hubo de suspenderse la embajada en Belgrado a raíz del conflicto en la antigua Yugoslavia y, al fusionarse la RDA con Alemania Occidental, la embajada en Berlín tuvo que ser suprimida. Posteriormente, en febrero de 1999, la misión en Sofía fue cerrada en reciprocidad por el cierre de la misión de ese país en Bogotá. En el 2003 se tomó la decisión de suprimir las misiones en Praga, Budapest y Bucarest. De manera que en una región que cuenta con 27 países, en la actualidad Colombia sólo cuenta con dos embajadas localizadas en Moscú y Varsovia. ¿Cómo se explica este retroceso?, ¿Acaso hubo mayor acercamiento con Europa Centro-Oriental durante la época comunista que en la actual? No. La explicación es que Colombia tiene una tradición en materia de relaciones internacionales de respeto por la política interna de los Estados y siguiendo esta política se abrieron relaciones con todos los países comunistas de aquel momento sin tomar en cuenta consideraciones de tipo ideológico. En la época actual, sin embargo, la proliferación de Estados diminutos hace imposible extender la cobertura diplomática a toda la región. Existe una insuficiencia de recursos para establecer embajadas en Estados nuevos de la región, con los cuales Colombia tiene escaso nivel de relaciones. Además, la experiencia ya adquirida con las embajadas establecidas en la región mostró que había pocos intereses que defender y por lo tanto poco trabajo efectivo que justificara mantener representaciones permanentes en tal número de países.
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Pero, si bien, no existen intereses en el ámbito puramente bilateral que harían necesario la conservación de embajadas o la apertura de nuevas misiones en países remotos del Cáucaso, con la antigua Yugoslavia y con el Asia Central sí es recomendable, como indicamos antes, tener algún tipo de canal de comunicación oficial, con el propósito de favorecer nuestra posición y obtener apoyos de parte de ellos en los organismos multilaterales. Con ellos la Cancillería colombiana ha preferido acudir a la figura de las embajadas concurrentes para el manejo de sus relaciones diplomáticas. De la misma manera como se ha llevado el proceso de reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas con los países de Europa Centro-Oriental, sin atender a los criterios más adecuados, ha sido nuestro accionar en la asignación de misiones concurrentes. Por lo general, las decisiones de acreditar embajadores concurrentes no vienen precedidas de estudios serios, y muchas veces se actúa simplemente sobre las recomendaciones del embajador interesado en obtener la concurrencia. Y, en ocasiones, la concurrencia se asigna a embajadas no ubicadas dentro de la región. Por último, otro factor que se debe tener en consideración al decidir sobre la apertura de una embajada o la designación de un embajador concurrente es el principio de reciprocidad que debería operar en esta materia. Si un país no tiene interés en establecer una misión en Bogotá o no ve la necesidad de designar a un embajador concurrente para nuestro país, Colombia tampoco tendría incentivo para acreditar a un embajador ante ese país. No obstante, Colombia ha progresado más que los países de Europa Centro-Oriental en la acreditación de nuevos embajadores, ya que algunos de los países de la región ante los cuales se han nombrado embajadores concurrentes no han tomado medidas similares con respecto a nuestro país, como veremos a continuación. 4. Las relaciones con los Estados de la ex URSS Al igual que las potencias de Occidente, Colombia reconoció en su momento a Rusia como sucesor (para efectos jurídicos) de la antigua Unión Soviética. Pero, a diferencia de esas potencias, que al tiempo de continuar sus relaciones con Rusia establecieron relaciones y crearon nuevos mecanismos de acercamiento con las demás ex repúblicas soviéticas, Colombia en su atención diplomática se limitó solamente a Rusia. En la actualidad no existe misión permanente en ninguno de los otros 14 Estados que conformaban a la URSS y solamente tenemos concurrencias para Ucrania y Lituania (desde Varsovia). En Ucrania, el segundo país más importante de la antigua federación y con grandes posibilidades de intercambio comercial y de cooperación en otros ámbitos, hace falta indudablemente una mayor presencia. Lo ideal sería la apertura de una misión permanente (que podría ser a nivel de encargado de negocios), pero al menos se debería tener un consulado honorario en Kiev (nombramiento que se ha venido estudiando por parte de la Cancillería). En las otras ex repúblicas soviéticas sería recomendable establecer concurrencias para Belarús y los Bálticos. Para el primer caso, teniendo en cuenta las buenas relaciones existentes entre Moscú y Minsk, y los estrechos lazos económicos y culturales existentes entre los dos países, no habría objeción alguna por parte de uno u otro gobierno para que el embajador colombiano en Moscú sea nombrado concurrente para Belarús. Con respecto a este punto, es importante indicar que al decidir sobre el lugar desde donde se va a ejercer la concurrencia, necesariamente tiene que haber buenas relaciones entre los dos países en donde se acredita un mismo embajador. Para el
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caso que nos ocupa, las relaciones entre Rusia y otros Estados de la antigua URSS a veces no han sido fáciles, y el no-entendimiento entre éstos y Moscú podría ser un obstáculo para la asignación de otras concurrencias desde esa capital. Por tal razón, para el caso de los Bálticos (nuevos países integrantes de la Unión Europea) la concurrencia podría ser asignada preferiblemente a las embajadas de Colombia en Estocolmo y Varsovia. Estonia guarda muy estrechas relaciones con Suecia y no se presentaría ningún tipo de objeción al respecto. Lituania es el único país Báltico al que ya se ha asignado un embajador concurrente, desde Varsovia. Las relaciones diplomáticas con los demás Estados de la antigua Unión Soviética podrían ser manejadas, como actualmente viene ocurriendo, desde la misión de Colombia ante las Naciones Unidas en Nueva York. 5. Las relaciones con los Estados de la antigua Yugoslavia Con la desintegración de la federación, Serbia y Montenegro no se presentó como Estado nuevo, sino como sucesora (continuidad jurídica) del antiguo país, incluso siguió llamándose Yugoslavia, posición que no fue aceptada por parte de la comunidad internacional, y no se emitieron pronunciamientos de reconocimiento al respecto; actitud seguida igualmente por Colombia. Sólo hasta el primero de noviembre del año 2000, y ante el cambio de gobierno en Yugoslavia, la comunidad internacional a través de la ONU accedió a reconocer al nuevo Estado, habiendo éste desistido de su posición anterior. Durante este periodo, a raíz de los conflictos en la región y en reciprocidad por el cierre de la misión de Yugoslavia en Bogotá (en julio de 1992), se tomó la decisión de cerrar la embajada de Colombia en Belgrado (efectivo a partir de febrero de 1994). En la actualidad no existe concurrencia para ese país. La Cancillería no consideró conveniente nombrar un embajador Concurrente mientras subsistiera la situación de crisis interna y de marginamiento internacional que sufría ese país. Respecto a los otros países integrantes de la antigua Yugoslavia, Colombia ha establecido concurrencias solamente para Eslovenia y Croacia. El primero desde Budapest y el segundo desde Viena. Estos países son los más prósperos y estables de los que conformaban la antigua federación. Eslovenia, además, ha ingresado a la Unión Europea, lo que hace necesario tener un contacto más cercano en espera de que en el futuro adopte posiciones favorables a los intereses de Colombia ante el organismo. Con relación a Macedonia, Colombia pospuso su reconocimiento durante varios años en espera de cómo evolucionaba la posición internacional respecto a la aceptación de esta nueva nación. La Cancillería no estaba dispuesta a adoptar una decisión que pudiera afectar a las sensibilidades griegas. En la diplomacia es muy frecuente que, para evitar situaciones que podrían generar controversia, los gobiernos recurren al expediente de guardar silencio. Es así como se tardó hasta junio del año 2000 para efectuar el establecimiento de relaciones diplomáticas con esa nación5. Para Macedonia, al igual que Bosnia-Herzegovina, las relaciones pueden ser atendidas desde la misión de Colombia ante Naciones Unidas.
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El que aquí escribe fue el responsable de la redacción de la respectiva nota diplomática, por el cual se establecieron relaciones diplomáticas con Macedonia.
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6. Las relaciones con los Estados de la antigua Checoslovaquia Colombia reconoció y estableció relaciones diplomáticas con las Repúblicas Checa y Eslovaca en el momento en que se produjo la escisión de la antigua federación en enero de 1993. La embajada en Praga se conservó como representación de Colombia ante el Gobierno checo y el manejo de las relaciones con Eslovaquia se transfirió a la misión de Colombia en Viena. Durante buena parte de los años noventa, mientras gobernaba Vladimir Meciar, muchos países, incluido Colombia, se distanciaron de Eslovaquia por considerar que tenía un régimen despótico. En enero de 2003 se hizo efectiva la decisión de cerrar la embajada en Praga, por razones de recorte presupuestal del nuevo Gobierno colombiano.
7. Conclusiones Como observamos en el presente trabajo, a veces las decisiones en materia de política exterior se toman con base en concepciones erróneas o en ausencia de análisis serios. De hecho, la política exterior colombiana ha mostrado ser miope, literalmente corta de visión, incapaz de trazar objetivos de largo plazo; no sólo en el tema que nos ocupa, sino también en muchos otros. Se ha dificultado el desarrollo de relaciones con algunos países de Europa Centro-Oriental, por que en sí tienden a ser países problemáticos. Es así como en algunos casos se ha tomado la determinación de que para Colombia, y teniendo en cuenta el papel internacional que jugaba como Presidente del Grupo NOAL, convenía más distanciarnos de algunos de estos países antes que pensar en estrechar las relaciones con ellos (es el caso de varios países de la antigua Yugoslavia, algunas ex repúblicas soviéticas y Eslovaquia). Los países europeos miembros del NOAL (Chipre, Bosnia y Yugoslavia (suspendida durante los años noventa), venían cortejando a Colombia desde cuando ejercía la presidencia del movimiento, para que tomara posiciones favorables sobre temas que les interesaba o les concernía, y que son ventilados en los distintos foros internacionales como el NOAL y la ONU. Pero, en lugar de tomar posiciones audaces y mostrar independencia en el ámbito internacional, Colombia jugó un papel muy pasivo. Es criticable, particularmente, la actitud tomada con respecto a Macedonia. Colombia hubiera podido sentar un precedente al reconocer a Macedonia, especialmente en la época en que el país ejercía la Presidencia del NOAL, un acto que hubiera tenido mucha repercusión al interior del organismo. Pero, para bien o para mal, el proceso de formalización de relaciones de Colombia con los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental ya está finalizado (con las excepciones que vimos). Lo que sigue en adelante es desarrollar estas relaciones en sus distintas facetas. Es indudable que Colombia requiere una mayor presencia en el área de Europa CentroOriental. Durante los últimos años se han desarrollado algunas iniciativas dirigidas hacia los países del continente europeo con el objetivo de fortalecer las relaciones bilaterales, buscar nuevos interlocutores internacionales y mejorar la imagen de Colombia, pero en ese propósito se ha dejado por fuera a Europa Centro-Oriental. En las giras presidenciales y de
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ministros por Europa no se incluyen a los países del Este y en la formulación de políticas y estrategias de fortalecimiento de las relaciones con Europa poco cuenta esa región. Todo esto sumado a una infraestructura logística (embajadas y consulados) muy inferior en Europa Centro-Oriental a la que existe en el resto de Europa. Evidentemente la política exterior colombiana hacia la región no puede ser uniforme. Necesariamente tiene que ser selectiva, sobre todo identificando y dirigiendo las iniciativas hacia aquellos países de la región que ofrecen las mayores posibilidades de apoyo político y oportunidades de intercambio comercial. Con ese propósito se requiere efectuar un mayor seguimiento a los procesos que ocurren en la región para aprovechar las nuevas oportunidades que se presentan. En este sentido, juegan un papel decisivo las gestiones que pueden adelantar las misiones acreditadas en esos países. Pero, como es por todos conocidos, muchas veces los representantes diplomáticos de Colombia en el área no suelen ser las personas más idóneas para ejercer las funciones que demandan los cargos y en consecuencia manifiestan su carencia de iniciativa o simplemente presentan propuestas absurdas, sin soporte serio y fuera de tono con la realidad. Las concurrencias pueden ser unos canales útiles para la atención de las relaciones diplomáticas con países en donde no se cuenta con misiones permanentes. Pero la experiencia en la materia ha mostrado que éstas suelen ser de carácter puramente representativo (sin trabajo efectivo). Así que para evitar asignaciones inocuas se deberían limitar estas representaciones a unos cuantos países, impartiendo instrucciones claras acerca de los objetivos de la misión y brindando los instrumentos que permitirían a los embajadores desarrollar actividades, como la obtención de apoyo político sobre temas de beneficio para Colombia y fomento de las relaciones comerciales. Las concurrencias deberían estar acompañadas del nombramiento de cónsules honorarios en las ciudades más importantes.
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ANEXO
Reconocimiento y/o establecimiento de relaciones diplomáticas con los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental
PAÍS Armenia Azerbaiyan Belarús Bosnia y Herzegovina Croacia Eslovaquia* Eslovenia Estonia Georgia Kiryistán Kazakhstán Letonia Lituania Macedonia Moldova Rep. Checa* Rusia** Tayikistán Turkmenistán Ucrania Uzbekistán Serbia y Montenegro
RECONOCIMIENTO día mes año 04 02 93 04 02 93 27 05 92 21 05 92 03 03 92 03 03 92 04 02 93 04 02 93 27 05 92
04 02 93 04 02 93 04 02 93 27 05 92 04 02 93 01 11 00 (Reconocimiento multilateral a través de la ONU)
ESTABLECIMIENTO DE RELACIONES día mes año 22 12 94 13 12 94 09 12 92 19 10 95 25 04 95 01 01 93 19 07 94 02 03 94 06 06 97 06 10 93 19 07 95 05 08 93 22 06 2000 14 10 97 01 01 93 27 12 91 27 08 96 18 08 92
*Colombia reconoció a Eslovaquia y la República Checa como sucesores de Checoslovaquia, país con el cual se mantenía relaciones desde el 17 de abril de 1934. **Colombia reconoció a Rusia como sucesor de la antigua URSS, país con el cual se había establecido relaciones desde 1935. ***Serbia y Montenegro pudieron obtener reconocimiento internacional sólo hasta noviembre del 2000, después de abandonar su posición anterior de reclamar ser sucesor de la antigua Yugoslavia. Notas: Kiryistán, Kazakhstán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán hoy pertenecen a Asia Central. Para los países en que no se presenta fecha de reconocimiento, ésta va implícita en el acto de establecimiento de relaciones diplomáticas. Fuentes: Ministerio de Relaciones Exteriores, Comunicaciones Oficiales entre el Gobierno de Colombia y los Gobiernos de países de Europa Centro-Oriental, Documentos Internos, Bogotá. Ministerio de Relaciones Exteriores, Planes Indicativos, años 1996-2001, Dirección General de Europa, (elaborados por éste autor), Documentos Internos, Bogotá.
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Ministerio de Relaciones Exteriores, Memorias al Congreso Nacional (diversos años). Bogotá, Imprenta Nacional. (De aquí se puede obtener las fechas de reconocimiento y establecimiento de relaciones con los diferentes países). Constitución Política de Colombia (1991).
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Historia y modas intelectuales ♪ ♣ Javier Ortiz Cassiani • Si nada es cierto, entonces todo está perdido. F. Dostoievski Un amigo que hace algún tiempo cursó una licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad del Atlántico, me contaba una anécdota sobre un profesor al que le gustaba bromear defendiendo una hipótesis explicativa de las razones de la conquista de América por parte de los españoles. El docente, en una pose trascendental, argumentaba que el problema de la conquista había sido un problema sexual, pues al primer contacto con los españoles, las indígenas, acostumbradas a una vida sexual pasiva, a la monotonía de la posición del monje (aunque no fueran conscientes de lo que eso significaba), a la exigencia de sus parejas de que guardaran una quietud extrema, se volvieron locas con los encantos sexuales de los españoles, y terminaron por volverse sus más fieles cómplices. La sexualidad de los españoles, redomada en los lupanares europeos, el conocimiento de varias técnicas amatorias dentro de las que se encontraba el Kama Sutra gracias a los viajes marinos que para esa época se venían desarrollando, alteró sustancialmente la “quietud” de las indígenas. Cuando volvían donde sus aburridos y nada recursivos maridos, las traicionaban las anteriores faenas de contorsionista, de manera que los indígenas, poseídos por infinitos celos, las golpeaban hasta el cansancio. Aburridas de tantas golpizas, las mujeres terminaron por vengarse de sus maridos, y el envenenamiento fue la principal arma. Esto redujo ostensiblemente el número de guerreros que, junto a la complicidad de las mujeres, y el hecho de que los mestizos que nacieron producto de las uniones terminaron asumiéndose culturalmente más como españoles que como indígenas, terminaron por inclinar la balanza del lado ibérico. Esto es sólo lo que mi mente, luego de varios años, puede recordar, pero estoy seguro que la “hipótesis” tenía muchos más detalles que le daban una aparente coherencia. Imaginémonos que este interesante profesor, ayudado por herramientas conceptuales de la antropología simbólica, refina su teoría y termina publicando un libro bajo el sugestivo título de El efecto de la posición. La conquista sexual de América, cuyo fundamento sería demostrar cómo el sexo, más allá de la economía, la política, las hambrunas, las guerras, determina la caída de imperios, sociedades y comunidades. Para ser más atractivo, atrevido y provocador, su trabajo negaría toda la producción anterior y establecería un claro punto de quiebre con la tradición historiográfica alrededor del tema, a través de la redefinición de conceptos y el uso de un lenguaje en extremo original. Con toda seguridad, su libro se convertiría en un best seller, se harían varias reediciones, lo invitarían a conferencias, tendría discípulos que aplicarían su modelo a otros espacios y otros períodos, y dejaría de ser un modesto profesor de una universidad de provincia. ♪
Artículo recibido en agosto de 2004; aprobado en octubre de 2004. ♣ Este texto fue presentado como ponencia en la 3ª Jornada de Muestra Estudiantil de Historia, 26 de agosto de 2004, Universidad de los Andes, Departamento de Historia. • Historiador de la Universidad de Cartagena; actualmente es estudiante la Maestría en Historia de la Universidad de los Andes.
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Carlo M. Cipolla, uno de los historiadores económicos más referenciados y respetados, en un pequeño libro de una inteligencia y gracia refinada, titulado Allegro ma non troppo, se burla de todas esa modas intelectuales que terminan desvirtuando la historia y convirtiendo a los autores, más que en historiadores, en estrellas de la farándula1. El texto fue publicado por primera vez en lengua inglesa en 1973, en una edición restringida que, al parecer, sólo circuló entre sus conocidos más allegados. Justo para esa época, en los Estados Unidos, cuya historiografía con relación a las historiografías francesa e inglesa se había mantenido en una posición subordinada, hacían furor libros sobre ferrocarriles y sobre la esclavitud, escritos por Robert William Fogel y Stanley L. Engerman2 (quienes recibirían el Nóbel de economía), desarrollados bajo las técnicas de la cliometría, esto es, “el estudio de la historia económica por medio de la aplicación de la teoría económica y los métodos estadísticos”3. No es fortuito que las citas consignadas a pié de página por Cipolla de los supuestos sociólogos, historiadores que sustentan su escrito, sean norteamericanos. Los mismos que necesitaron -como él mismo lo anota- “veintisiete páginas de anotaciones algebraicas (generosamente subvencionadas por una academia de las ciencias)” para aclarar sus afirmaciones. Con el texto, Cipolla reforzaba su alejamiento de este tipo de historia económica, y distingue entre lo que él considera la historia económica y la historia de la teoría o de las doctrinas económicas. Si bien ambas se ocupan de modelos teóricos, la diferencia estriba en que el número de variables que usa la historia económica es mucho más amplio que el reduccionismo de la segunda. La crítica de Cipolla también se extiende a la tendencia “exótica” de los Annales después del 68, al rebusque de citas, la generalización en busca de causalidades fuera de lo común y la renuncia al análisis estructural. La tercera generación de Annales, con la influencia de mayo del 68 cambia las preguntas a la historia; en tanto se entiende este movimiento como una transformación cultural, la historia empezará a interrogarse por las mentalidades. Se renuncia a la historia económica y social, y al intento de construcción de una historia global. Quizá en ninguna época los Annales lograron posicionarse tanto, pero quizá tampoco en ninguna época recibirían tantas críticas. El boom editorial fue enorme y, por primera vez, los libros de historia se convertían en best seller. Así, mientras Annales se alejaba del marxismo, su producción se convertía en libros de cabecera de señoras para animar conversaciones en el club o en lectura de distracción mientras se aguarda el turno en el salón de belleza. No hay que desconocer la importancia de esta propuesta historiográfica, abrir un mercado para la historia ya es un logro nada desdeñable; sin embargo, una de las criticas más certeras que ha recibido la historia de las mentalidades, es la manera indiferenciada del manejo de la noción de mentalidad colectiva, algo que irradia la sociedad y que está por encima de las diferencias de clase, raza, género. Ello se ha convertido en un elemento en su contra, al punto de que en los actuales tiempos son muy pocos los historiadores que se atreven a seguir calificando sus trabajos como historia de las mentalidades. En la actualidad, como renuncia al concepto de mentalidades, acuñan el concepto de práctica cultural, a partir de allí se abren a la antropología, pero también, y reivindicando a Braudel, a la economía, la geografía y la sociología, en la búsqueda del “cruzamiento y 1
CIPOLLA, Carlo M., Allegro ma non troppo, Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1998. Robert Fogel escribió Railroads and American Economics Growth: Essays in Econometric History (1964), más adelante con Stanley Engerman escribieron Tiempo en la cruz, la economía esclavista en los Estados Unidos, Madrid, Siglo XXI, 1974. 3 MEISEL ROCA, Adolfo, “La cliometría en Colombia: una vocación interrumpida”, en Revista Estudios Sociales, Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, nº 9, Bogotá, junio de 2001. 2
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multiplicación de perspectivas y de principios explicativos”. La idea de interdisciplinariedad que manejan es volver operativas las ciencias sociales en función de la historia, no como meros compartimentos, sino como instancias que ofrecen mutua influencia. Se nota además en Cipolla una inconformidad por la tendencia a aplicar conceptos indiscriminadamente sin un verdadero conocimiento de la realidad de los espacios que se estudian. Lo único que el norteamericano William Paul McGreevey, tributario de la cliometría, sabía de Colombia –para poner un ejemplo local- antes de venirse a desarrollar la investigación que dio como resultado el libro Historia económica de Colombia, 1845-1930, era que tenía como capital a la ciudad de Bogotá y que producía café; saber más no era necesario, pues bastaba con su modelo científico, la cliometría. Así las cosas, entre esto, y buscar comunismo en la sociedad Chibcha o Inca, creo que no existe mayor diferencia. Con la licencia que le permite el prestigio académico y los años, Eric Hobsbawm parece reflejar las mismas preocupaciones de Cipolla, mostrando cómo infortunadamente la historia de hoy es escrita por personas que no “desean conocer la verdad, sino aquella que se acomode a sus objetivos”4. Esto genera lo que él llama una renuncia a la universalidad del universo discursivo y a la no distinción entre el hecho y la ficción. La historia, ahora más que nunca, parece una serie de parcelas, que han terminado por fragmentar no solamente lo que se escribe, sino a quienes lo escriben y a quienes lo leen. Por su condición de ciudadano del mundo Hobsbawm considera que a esta fragmentación han contribuido el apego del discurso historiográfico a las fronteras del estado nación y la aparición cada día más de discursos identitarios sumamente particulares, al punto que la historiografía termina respondiendo solamente a los intereses específicos de estos grupos, como también a las modas posmodernistas que desplazaron el análisis de la estructura económica y social por la cultura, y al hecho por la sensación. La historia ha reducido su campo de acción, la preocupación está en la mirada hacia la localidad, hacia nuevos sujetos, que ponen en entredicho el parroquianismo de los supuestos universales5, pero de alguna manera esto implica otra forma de parroquianismo en el que cada cual se refugia y cultiva la parcela productiva de su marco conceptual; nos lleva a estudios demasiado especializados en donde se pierde la conexión de esas historias con procesos más amplios. La metáfora del médico supremamente especializado al que se le olvida cómo remediar un dolor estomacal puede servir de ejemplo. No es raro ver en departamentos de historia a supuestos colegas que sólo hablan de los hijos, el costo de la vida, restaurantes, el clima, los supermercados y las mascotas, porque si tuvieran un diálogo académico, por la excesiva especialización de sus campos de interés, no se entenderían y la conversación sería un completo fracaso. Se podría decir que en la actualidad el historiador cada día es más mezquino no sólo con su objeto de análisis sino con las causas que defiende. Ante esto, Hobsbawm propone para las nuevas generaciones un mayor compromiso con las causas mundiales, lo que se podría empezar por un mayor reconocimiento, como lo intentó su generación, por las estructuras mundiales, que nos permita salir de un provincianismo y un esenialismo que no es mas que el fiel reflejo del desconocimiento. 4
HOBSBAWM, Eric, “Entre historiadores”, en Años interesantes una vida en el siglo XX, Barcelona, Crítica, 2003, p. 273. 5 APPLLEBAY, J., HUNT, L., JACOBS, M., “Verdad y objetividad”, en La verdad sobre la historia, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1998.
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En ningún momento estamos sugiriendo que la historia de las localidades, de las minorías y de las cortas duraciones no tenga sentido; de hecho, en nuestro medio, por conveniencia metodológica o por intereses específicos, cada día nos identificamos más con ese tipo de historia. A lo que apuntamos, siguiendo a Hobsbawm, es a la desconexión que se presenta en muchas de estas historias con contextos mucho más amplios, los discursos terminan siendo unos discursos “originales”, exclusivos, sin precedentes, y marginados de referentes que le podrían dar otra dimensión, tan grave como la visión de un feminismo extremo que termina por explicar todos los problemas de la humanidad como estragos del falocentrismo de un mundo patriarcal. Definitivamente, “la historia de la identidad no es suficiente”6, ha dicho Hobsbawm. En este sentido, la reducción de la escala de observación como lo hace la microhistoria no implica la renuncia a buscar la explicación de fenómenos más amplios, los casos analizados pueden arrojar luces sobre contextos mucho más abarcadores desde el punto de vista espacial, pues desde el punto de vista analítico, en ningún momento se pierde de vista la macrohistoria, lo que equivaldría a decir que la microhistoria no se puede definir por las micro dimensiones de sus temas, y que la reducción de la escala no implica la reducción del análisis. El continuo movimiento entre macro y microhistoria, “entre close-ups y tomas largas o larguísimas, capaces de poner en cuestión la visión de conjunto del proceso histórico mediante excepciones aparentes y causas de corta duración”7, se muestra como una opción historiográfica importante. La pretensión de historia total siempre está presente, de hecho uno de los aciertos de Ginzburg, a quienes los posmodernos, que siempre andan viendo aliados donde no los hay, colocan como un claro ejemplo de ruptura con una vieja forma de hacer historia, es explicitar el contexto social, económico y político en el que es posible la aparición del pensamiento de Menocchio8, explicaciones con las que además intenta mitigar el carácter excepcional que pueda tener su molinero. A pesar de reconocer que Menocchio no sería el caso más típico de la cultura popular, el autor hace todos los esfuerzos posibles para mostrarnos que, no obstante, éste no puede escapar a los límites de su cultura, es decir, se tiene que mover dentro de los márgenes que le da su cultura, lo que constituye de alguna manera una “libertad condicionada”. El uso de la escala micro permite, además, una mayor aproximación a la historia global, porque posibilita un barrido más efectivo de todas los elementos que constituyen el espacio designado. La propuesta de la microhistoria no se relaciona con la metáfora vegetal desarrollada por el holandés Ankersmit, según la cual “en el pasado los historiadores se ocupaban del tronco del árbol o de las ramas; sus sucesores posmodernos se ocupan únicamente de las hojas, o sea de fragmentos minúsculos del pasado que investigan de forma aislada independientemente del contexto más o menos amplio (las ramas del tronco) del que formaban parte”9. Ginzburg, a pesar de que Ankersmit lo incluyó como uno de sus más aventajados representantes, mostró su 6
HOBSBAWM, Eric “La historia de la identidad no es suficiente”, en Sobre la historia, Barcelona, Crítica, 1998, pp. 266-276. 7 GINZBURG, Carlo, “Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella”, en Manuscritos, Revista de Historia Moderna, No. 12, Barcelona, 1994, p. 33. 8 GINZBURG, Carlo, El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo XVI, Barcelona, Muchnik Editores, 2000. 9 GINZBURG, “Microhistoria...”, p. 39. Esta tendencia es explicada por Frank R. Ankersmit en el ensayo “Historiography and pstmodernism”, en History and Theory, Middletown, , Vol, 28, Wesleya University, 1989, pp. 137-153.
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distanciamiento de esta tendencia que maneja una clara idea de historia fragmentada; junto a Giovanni Levi, han sido fuertes polemizadores de “las posiciones relativistas, entre ellas la calurosamente asumida por Ankersmit, que reduce la historiografía a una dimensión textual, privándola de cualquier valor cognoscitivo”, han sido reiterativos en afirmar que una de las características principales de sus investigaciones es “la insistencia sobre el contexto, es decir exactamente lo contrario de la contemplación aislada del fragmento elogiada por Ankersmit”10. El tipo de historia que se viene haciendo y que tanto le preocupa a Cipolla y a Hobsbawm aparece aproximadamente en los años setenta; a partir de allí, la historia parece volver por una antigua senda, la filosofía. Quienes han puesto en boga la importancia de la filosofía en la historia pertenecen a dos tendencias, que a su vez revelan cómo lo nacional, en pleno apogeo de la globalización, aún sigue teniendo peso dentro del discurso académico. Por un lado, están los Estados Unidos en lo que se conoce como el giro lingüístico y, por otro lado, Francia como espacio del giro crítico. Estos movimientos están conectados a lo que en filosofía se conoce como posmodernidad y/o posestructuralismo, cuyo argumento es la crítica al sistema filosófico de la modernidad, el fin de la razón universal y el fin de los meta relatos ordenadores. El giro lingüístico, fundamentado en la crítica literaria y la filosofía, asume a la historia como un relato, de manera que su análisis no escapa a las fórmulas y a las herramientas para el análisis de la literatura; en tanto relato, siguiendo a Hyden White, la historia es ficción, y se descarta la “vieja” historia social y sus “ingenuas” pretensiones de verdad y objetividad. En su generalizado relativismo, el autor es sólo un sujeto más con su idea de verdad, y los lectores cobran mayor estatus, difuminando la función del autor, pues lo que tiene sentido, a partir del avance de las teorías de recepción, es el lector o receptor. Si todo es lenguaje, y el lenguaje no hace referencia a una realidad extralingüística, entonces la verdad no existe. De manera que no tiene sentido que los historiadores sigan en búsqueda de la verdad. La vuelta a la filosofía tal vez se explique por esa tendencia retro de la posmodernidad, por la vuelta al lenguaje premoderno, del mito en sacrificio del logo. La propuesta se fundamenta en mantener el lenguaje como un sistema cerrado y autónomo de signos capaces de producir sentido, de manera que la realidad social se entiende como una construcción del lenguaje, independientemente de referencias objetivas y externas11. Esta tendencia se construye a partir de indicios a veces no claramente explicitados, sino expuestos como meras sugerencias o puntos de discusión; la estrategia es mostrar el hecho como si ya hubiera tenido lugar, lo que actúa como mecanismo de presión para las comunidades de historiadores, y como construcción o invención de una tradición. Por ejemplo, en el estudio de Martín Jay, publicado en 1982, el giro lingüístico es presentado en forma de interrogante, como algo que podría representar una posibilidad para el futuro de la investigación histórica, cinco años después, en los trabajos que se ocupan del tema, se subraya la amplitud del proceso, y la nueva etiqueta aparece con visos de universalidad12. A pesar de que tienen poca producción, se valen de revistas de prestigio académico internacional para posicionar su discurso.
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Ibid., pp. 39-40. Véase CHARTIER, Roger, El mundo como representación, Barcelona, Gedisa, 1999. 12 NORIEL, Gérard, Sobre la crisis de la historia, Valencia, Editorial Frónesis, 1997, p. 129. 11
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Estas nuevas tendencias, que se auto asumen como giros, lo que generan es una fragmentación y una atomización de la disciplina histórica, pues parten del supuesto de que sus postulados van a cambiar el paradigma, y aquí hay una contradicción, pues supuestamente una de las cosas a las que renuncian quienes la nutren teóricamente es al principio de regla universal. Ahora bien, estos giros se entienden, para decirlo en los términos de Thomas Khun, como anomalías, que son las que después de un período determinado terminarán acabando con el paradigma y sustituyéndolo por otro. Lo que hasta ahora se puede observar es que no se vislumbra la posibilidad de la construcción de un paradigma rector de los estudios históricos, en buena parte porque la misma tradición historiográfica ha demostrado que en historia los modelos y las escuelas únicas no han sido la constante, lo más parecido podría ser Annales, y tampoco se puede hablar de una primacía absoluta. Lo que sí es cierto es que nunca como ahora los discursos, los presupuestos teóricos entre historiadores habían sido tan disímiles. Respaldados por publicaciones periódicas, sellos editoriales e importantes instituciones académicas, estas tendencias juegan un papel importante y marcan el rumbo de las prácticas historiográficas de los países periféricos, lo que puede generar dificultades en el camino de maduración de sus procesos historiográficos, es decir, cuando empiezan a descubrir cosas interesantes aparecen discursos que plantean que eso ya no tiene sentido. “Superado”, parece ser la palabra preferida de los abanderados del discurso. Se crea además un diálogo de sordos entre los historiadores, a partir de la construcción de lenguajes ininteligibles. Esto inclusive tiene connotaciones políticas interesantes, pues el exacerbado individualismo, la renuncia a toda historia social implica la renuncia a todo proyecto político colectivo, lo que nos puede llevar a un relativismo paralizante. Si algo tienen estas nuevas tendencias historiográficas es el afán por la originalidad, en ese sentido el rebusque de conceptos -pues se supone que los existentes se quedan cortos para explicar la realidad- es lo más común, el carnaval de prefijos está a la orden del día. Infortunadamente en los enconados debates que se sostienen, la que menos se beneficia es la disciplina histórica, pues el lenguaje que se habla, los conceptos, la terminología que se usa, le es ajeno a la historia. Se discute en términos de la filosofía, y se recrean las discusiones filosóficas desde los tiempos de Platón. Estamos de acuerdo en que los conceptos y nociones de la filosofía y de otras ciencias sociales han sido fundamentales para el desarrollo de la historiografía y tal vez nos ha librado de un empirismo positivista llano y simple, y de una errónea apología al documento. Pero precisamente recurrimos a ellos para interrogar mejor al pasado, para pulir mejor nuestro prisma con la paciencia de un pescador de cordel, que nos permita intentar develar el pasado metodológica y éticamente más creíble, no para construir abstracciones que terminan, como decía E. P. Thompson, “engullendo” la realidad13. No debemos dejar que “la filosofía trate de abstraer los conceptos respecto de las prácticas”, pues los resultados no siempre son alentadores para la disciplina histórica; un ejemplo interesante es el debate a propósito de la historia de género entre J. Scott y Laura Downs, en el que, “como era de esperarse (no aprendimos) absolutamente nada acerca de la historia concreta (real) de las mujeres y el género”14.
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THOMPSON, Dorothy (editora), Edward Palmer Thompson. Obra esencial, Barcelona, Crítica, 2001, p. 518. NORIEL, Gérard, p. 130.
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El giro crítico, por su parte, se ubica en lo que Carlos Antonio Aguirre presenta como la cuarta generación de Annales15, expuesto a través de una edición de la revista de Annales bajo la dirección del malogrado Bernard Lepetit. No obstante las diferencias con las anteriores generaciones, el giro crítico no renuncia al objetivo fundamental de las ciencias sociales, el estudio de la sociedad. En eso, muy a pesar de los acercamientos (Roger Chartier por ejemplo, fue incluido dentro de publicaciones norteamericanas del llamado giro lingüístico), hay importantes diferencias. Chartier, -a propósito del giro lingüístico- propone que “ante estas formulaciones radicales, estructuralistas o postestructuralistas, es necesario recordar la legitimidad de la reducción de las prácticas constitutivas del mundo social a la lógica que gobierna la producción de los discursos”16, pues las representaciones y las significaciones son construidas en el “reencuentro entre una proposición y una recepción, entre las formas y los motivos que le dan su estructura y las competencias y expectativas de los públicos que se adueñan de ellas”17. Lo que podemos decir es que por mucha lógica interna que tengan los textos, éstos necesariamente “ocupan espacios sociales concretos, y como tales son, a la vez, productos del mundo, con el que suelen mantener relaciones complejas y contestatarias”18. Para decirlo en palabras de Spiegel, todo texto tiene una lógica social, y así sea a través de la negación o de la impugnación de la realidad, los textos nos dan información del espacio social en el que se inscriben. “La mentira no está en las palabras, está en las cosas”, dijo Italo Calvino a propósito de la descripción de las ciudades19. Se entiende, de alguna manera, la radicalidad del giro lingüístico con relación al giro crítico, porque el primero no descansa sobre ninguna tradición, aparentemente lo está inventando todo, mientras que el giro crítico tiene que lidiar con una institución poderosa y posicionada como lo es Annales, y nadie que pretenda construir dentro de la tradición de Annales puede desconocer a los padres fundadores. Mientras el giro lingüístico hace la crítica desde los márgenes hacia el centro, el giro crítico lo hace desde el mismo centro. Uno podría preguntarse qué relación se encuentra entre la obra de Chartier y la de Braudel más allá de que supuestamente ambos se inscriben en la tradición de la historia social; la disputa es con los Annales de la anterior generación (1968-1989), mas no en sentido explícito con los padres fundadores. El efecto Fito Páez parece cobrar cada día más seguidores, pues muchos giran y giran bajo el sol, lo complicado es el tipo de vida que algunos están proyectando en sus escritos. Influenciados por un relativismo desbocado, cuando todavía no nos ha abandonado el hedor de los muertos, abandonamos la indagación por las causas del hecho, por el número de víctimas, por los responsables, por la manera en que fueron asesinados y nos perdemos en una maraña de conjeturas sobre la manera en que los sobrevivientes de la masacre relatan los acontecimientos, su importancia simbólica y la representación de la masacre. La renuncia al tipo de preguntas que involucran las ideas de causa-efecto parece explicarse fácilmente: si no existe realidad por fuera del discurso ¿para qué hacerse tales preguntas que remiten a un positivismo superado? Las
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AGUIRRE, Carlos Antonio, La escuela de los Annales ayer, hoy y mañana, Barcelona, Montesinos, capítulo 7. CHARTIER, Roger, “Introducción”, (el énfasis es nuestro) 17 Ibid. 18 SPIEGEL, Gabriel, “Historia, historicismo y lógica social del texto en la Edad Media, en PERUS, Françoise (compìladora), Historia y literatura, México, Antología Universitaria, Instituto Mora, 1994, p. 150. 19 CALVINO, Italo, Las ciudades invisibles, Barcelona, Editorial Siruela, 1992. 16
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preguntas estarán encaminadas hacia “los modos de representación y no a los conflictos”20. A propósito de ésto, Gabrielle Spiegel anota: Con la concentración en el significado en vez de en la experiencia, lo que se pierde es el sentido de la acción social, el de las luchas de hombres y mujeres con las circunstancias y las complejidades de sus vidas frente a las suertes que les depara la historia, y el de su capacidad 21 de transformar los mundos que heredan y transmiten a las generaciones futuras .
Es como si dentro de cincuenta años a los historiadores sólo les interesara la representación de la masacre de Bojayá, y no las víctimas y la indagación por los responsables, o que del terremoto del eje cafetero sólo nos quedara la representación de la tragedia y no las víctimas y la corrupción en el manejo de recursos que demostró que los yuppies eran tan corruptos como los políticos clientelistas de vieja data. De acuerdo, la representación es importante, pero no basta. El mundo anda tan mal y necesita tanto de los cientistas sociales, y esto nos lleva a la necesaria relación entre epistemología y ética, que ciertos modelos nos parecen demasiado sutiles. Por fortuna para la historia algunos aún no se atreven a girar tanto, saben que el exceso de relativismo y de vueltas puede dislocar la historia. Sabemos, y cito a Gervasio Luis García un historiador puertorriqueño, que ningún historiador sensato reclama mostrar toda la compleja verdad del pasado porque trabaja con fragmentos cargados y sesgados. Por lo tanto, el pasado objetivo total es inalcanzable, pero no por elusivo renunciamos a armarlo y descifrarlo, rastreando las intenciones y los mecanismos no evidentes. En otras palabras, todo conocimiento – histórico, científico, literario- es relativo y, a la vez objetivo; es decir, verificable y 22 defendible por su coherencia lógica y su correspondencia con las evidencias a la mano .
La función del cientista social es decodificar las acciones de los grupos humanos para tratar de hacerlos inteligibles a la comunidad de investigadores y al espacio social al cual se debe, sin que ello impida el constante cuestionamiento de las bases epistemológicas con las que produce su conocimiento. Sin embargo, quedarse en la mera enunciación de la imposibilidad de los presupuestos epistemológicos para acceder al conocimiento no beneficia ni a la disciplina ni a la sociedad. En vez de refugiarnos en “sahumerios verbales”, los historiadores debemos ayudar a definir las fronteras entre la ficción y la historia, apoyándonos en algunos soportes de la literatura. El análisis y la profundidad no descartan la buena escritura; nada es más revelador, interesante y apasionante que la vida misma, entonces podemos mostrarla con fortaleza y emoción, sin necesidad de neologismos pedantes y brumosos. De lo que se trata -y vuelvo a García- es de “construir una historia con certezas y dudas, hecha por historiadores con las manos un poco sucias de barro del que están hechos los seres humanos y mundanos que intentamos comprender, con simpatía e imaginación”23. 20
SPIEGEL, Gabriel, p. 13. Ibid., p. 146. 22 GARCÍA, Gervasio Luis, “Historia y hechicería”, en Revista Op. Cit., Universidad de Puerto Rico, Recinto de Riopiedras, nº. 11, 1999, p. 64. 23 Ibid., p. 69. 21
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Regio gigantum ♦ Gustavo Vasco •
Llegó a ser cuestión de orgullo para Humberto Peñaloza presentarle a Don Jerónimo ejemplares más y más fantásticos, creaciones insólitas con narices y mandíbulas retorcidas y la floración caótica de dientes amarillentos repletándoles la boca, gigantes acromegálicos, albinas transparentes como ánimas, muchachas con extremidades de pingüino y orejas de alas de murciélago, personajes cuyos defectos sobrepasaban la fealdad para hacerlos ascender a la categoría noble de lo monstruoso. José Donoso, El obsceno pájaro de la noche.
Introducción El propósito de nuestro trabajo es analizar la evolución de un imaginario. Al auscultar al “gigante” como figura potente de los imaginarios de Occidente, encontramos en la genealogía de los Patagones -habitantes de la Tierra del Fuego reconocidos tras la Conquista como gigantes por varios viajeros- una continuidad interesante que se mueve de la Antigüedad a la Edad Media y de ahí a la Conquista. Más concretamente, en nuestro eje de indagación -la coyuntura del primer viaje alrededor del mundo de Pigafetta- la imagen del “gigante” se cristaliza como recurso: los gigantes de Pigafetta son una herramienta de apropiación de lo desconocido. Así, en el movimiento histórico que traslada los imaginarios occidentales al Nuevo Mundo podemos descifrar un juego de identificación que busca un fin específico: la reducción del Otro al Mismo. Ocurre entonces, en la cadena de imágenes que encadena a Europa con América, que estos seres gigantescos del Mundo Antiguo ceden su puesto a los “salvajes” del Nuevo horizonte: recordando a los primeros, los Patagones prefiguran a los segundos. ¿Pero qué podemos inferir sobre la naturaleza y evolución de los imaginarios a partir de este episodio particular? Los gigantes Patagones En el año de 1519, Magallanes se embarca en una travesía sin precedentes: el primer viaje alrededor del mundo. Su expedición, impulsada por la búsqueda de un pasaje en los mares del Sur (conectando los dos océanos), tenía en gran medida propósitos económicos y políticos: “el intento de utilizar una nueva ruta distinta de la tradicional que por Oriente utilizaban y monopolizaban los portugueses, se explica por la rivalidad náutica entre los reinos peninsulares”1. Embarcado en una de las naves, Antonio Pigafetta, patricio vicentino y caballero de Rodas, nos deja un registro
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Artículo recibido en agosto de 2004; aprobado en octubre de 2004. Estudiante de antropología de la Universidad de los Andes. 1 PIGAFETTA, Antonio, “Relación del primer viaje alrededor del mundo (noticias del mundo nuevo, con las figuras de los países que se descubrieron”, en América en los Grandes Viajes, Madrid, Aguilar, 1957, p. 17. •
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detallado de lo acontecido. Hecho importante para nosotros, no a mucho tiempo de iniciado el viaje, encontramos en la relación el pasaje siguiente: Arrancando de allí, alcanzamos hasta los 49 grados del Antártico. Echándose encima el frío, los barcos descubrieron un buen puerto para invernar. Permanecimos en él dos meses, sin ver persona alguna. Un día, de pronto, descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertía polvo sobre su cabeza. Mandó el capitán general a uno de los nuestros hacia él para que imitase tales acciones en signo de paz y lo condujera ante nuestro dicho jefe, sobre una islilla. Cuando se halló en su presencia, y la nuestra, se maravilló mucho, y hacía gestos con un dedo hacia arriba, creyendo que bajábamos 2 del cielo. Era tan alto él, que no le pasábamos de la cintura –Fig. 1-
Aparición entonces de una curiosa raza de seres en la Patagonia que diferentes viajeros en diferentes episodios dotarán paulatinamente de nuevas características. Primero, los gigantes calzan sus pies con pieles de animales, razón por la cual el capitán Magallanes los nombró Patagones –haciendo un juego con la palabra española “pata”. Segundo, tienen una voz resonante, similar a los sonidos que emite un toro. Tercero, pero no menos importante, los Patagones corren muy rápido y son ágiles en sus movimientos: “Los nuestros, aunque disponían de escopetas y ballestas, jamás los pudieron herir; pues ellos, cuando pelean, no se están quietos nunca, antes saltan de acá para allá [...]. Ciertamente, tales gigantes corren más que un caballo, y son celosísimos de sus esposas”3. Pues bien, detengámonos en la constatación de un primer relato y un primer encuentro, pero tengamos en cuenta que este contacto con hombres de talla extraordinaria será el origen de una tradición pictórica y literaria que cubrirá, desde Pigafetta, un periodo aproximado de trescientos años. En efecto, a través de las relaciones de viajeros españoles, ingleses, franceses y holandeses, la construcción de un “corpus patagónico” se hará tangible. Aún John Byron, en su viaje alrededor del mundo de 1764, aseguró haber visto a estos hombres de estatura gigantesca que, según él, parecían personificar los cuentos de monstruos de figura humana. La Patagonia, además, en algunos mapas del siglo XVI, será denominada como Regio Gigantum –Fig.2-. Pero frente a la potencia de este imaginario, desproporcionado sin duda con el origen unitario de la relación de Pigafetta, surge un interrogante: ¿qué raíces estructuran la creencia en una raza de gigantes pobladores de las lejanas tierras australes? Para responder, podemos comenzar por una guía elocuente, la de la concepción cartográfica del mundo que sugestionó los primeros viajes de exploración. Viaje a las Antípodas La historia de la concepción de las Antípodas se puede reducir a dos referentes: por un lado, puede denotar una zona del mundo donde todo ocurre al revés –concepción cosmológica de un anti-mundo-, o por otro, puede referirse a una raza pliniana marcada en los pies –concepción ethno-antropológica de una raza de monstruos que habita las lejanías. La primera idea nos viene de la doctrina de las zonas, legado de la Antigüedad. Ésta promulga que la tierra se divide en cinco partes, una en el centro siendo una región tórrida infranqueable que separa al mundo habitado del desconocido –Fig. 3 y 4-. La segunda, que se proyecta en una tradición cartográfica medieval inspirada en las ideas de San Agustín, por un doble movimiento, convierte a las Antípodas en una raza monstruosa a la vez que en una región alejada del mundo donde habitan 2 3
Ibid., p. 26. Ibid., p. 27.
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todos los monstruos. Lo importante de esta concepción, que se ha denominado como mapa T/O – Fig. 5-, radica en que posiciona a Jerusalén en el centro del mundo y sitúa lo inexplorado en la periferia lejana. Estas dos visiones geográficas son también antropológicas: “el término de Antípodas puede aplicarse a dos tipos de personajes: unos pueblan la parte opuesta del globo y caminan patas arriba, los otros, con los pies al revés, habitan los parajes lejanos (no necesariamente del lado opuesto)”4. Giro importante, después del Descubrimiento y con el desarrollo de la cartografía americana y africana, estas dos concepciones del universo se estrellan frente a una doble evidencia: primero, se prueba que las tierras situadas más allá de la zona tórrida son alcanzables y, segundo, que están habitadas. Pero, cosa notable, lejos de destruir la tradición cosmo-antropológica medieval y antigua, los nuevos hallazgos hacen lo contrario: reconfiguran los imaginarios ancestrales en un nuevo modelo. Ocurre, además, que “en esta reconstitución de las Antípodas, la Patagonia ocupa una posición privilegiada. Desde Magallanes, esta lejana región de la pampa, inmensa y desolada, golpeó la imaginación de los viajeros”5. Entonces, tenemos que en la Tierra del Fuego convergen y se transfiguran dos tradiciones cartográficas y antropológicas centrales para la concepción europea del mundo. En cierta medida, la investidura de una fuerza imaginaria potente en la región de la Patagonia nos explica por qué Pigafetta y otros viajeros como Thevet y Francis Drake otorgaron ciertas particularidades físicas a los Patagones. En efecto, la velocidad sorprendente o la deformidad de los pies de nuestros gigantes, nos remiten directamente a los pueblos que en los mapas medievales habitaban las tierras australes. Los Sciapodes, los Monocoli o los Hippopodes, todas razas monstruosas marcadas en los pies, constituyen entonces bebederos para la imagen fantástica del gigante Patagón –Fig.6-. “Ni completamente el mismo ni completamente otro, el pueblo de los Patagones conserva de los Sciapodes los rasgos invariables que los designan como el pueblo de las Antípodas”6. Pero un interrogante persiste y es el que se refiere al tamaño de estos personajes: ¿por qué gigantes? Como veremos con dos ejemplos, la explicación reside en diferentes nodos del imaginario antiguo y medieval. Múltiples gigantes La representación del Nuevo Mundo como una tierra paradisíaca y la localización del Edén en este territorio es un hecho reconocido. Colón creyó ver en la desembocadura del Orinoco la fuente de los cuatro ríos del Paraíso, el Tigris, el Eufrates, El Ganges y el Nilo. Creyéndose cerca de las tierras del Gran Khan, esta idea tenía coherencia, pues en muchas representaciones cartográficas del mapa T/O el Paraíso Terrenal se encuentra en el extremo Oriente, en los confines del mundo. Por su lado, Américo Vespuccio declaró al regresar de su segundo viaje que había estado en la región de las Antípodas en la cual se había sentido a menudo en el Paraíso. Otro ejemplo, pero referente a la exploración portuguesa del África, es el de Cadamosto, quien pensó ver las puertas del Edén en el Senegal. Vemos entonces, en la transformación progresiva que vivió el Océano Atlántico de lo desconocido a lo conocido, que la imagen edénica jugó un papel importante como herramienta de apropiación. 4
MASON, Peter, “De l’articulation”, en L’homme, París, XXX, 114, 1990, p. 34 (traducción mía). BOLENS-DUVERNAY, Jacqueline, “Les géants Patagons ou l’espace retrouvé. Les débuts de la cartographie américaniste”, en L’homme, París, XXVIII, 106-107, 1988, p. 160 (traducción mía). 6 Ibid., p. 166 (traducción mía). 5
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El espectro del no retorno, inherente a todo viaje de iniciación -que es lo que estos viajes hacia los imaginarios oceánicos eran (aún cuando se acompañaban de un viaje real)-, eventualmente apuntó en la dirección de una búsqueda del Paraíso. En efecto, las imágenes del Atlántico, en la constante transformación que sufrió la sensibilidad medieval en su relación con el océano, se convirtieron en una ruta de navegación imaginaria que fue reconstituida como pórtico hacia el Edén7.
Superposición entonces de una concepción del Edén como un lugar de origen alejado y de una imagen del Nuevo Mundo como lejanía que contiene el Paraíso. Para nosotros, este desplazamiento de imaginario -que se asemeja en su estructura a la translación operada sobre las Antípodas- es significativo. Y esto por un hecho simple: en la tradición antigua y judeocristiana encontramos en los mitos cosmogónicos la presencia e intervención de unos seres originales: los gigantes. Algunos ejemplos. En el mito de creación babilónico se habla de unos gigantes, los hijos de Apsu y Tiamat, que son las divinidades primordiales. Los antiguos griegos, por su lado, también asimilaban la existencia de gigantes a los orígenes del universo. Según la Teogonía de Hesíodo, “de la Unión de la Tierra y el Tártaro (morada subterránea situada en el fondo de los infiernos) salieron finalmente los Gigantes”8. Otras tradiciones pueblan sus mitos originales de gigantes (como la mitología nórdica), pero tal vez uno de los casos más elocuentes para nosotros se encuentra en el pilar mismo de la tradición judeocristiana. En la Biblia encontramos el pasaje siguiente: Cuando los hombres empezaron a multiplicarse sobre la tierra y les nacieron hijas, los hijos de Dios se dieron cuenta de que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron por esposas aquellas que les gustaron. Entonces dijo Yahvé: “No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Que su vida no pase los ciento veinte años”. En ese entonces había gigantes sobre la tierra y también los hubo después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y tuvieron hijos de ellas. Estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos9.
Parece entonces existir una doble asociación que opera entre gigantes y lugar de origen, y entre Paraíso y Nuevo Mundo antipódico. La Patagonia se encierra así en un universo particular, lleno de connotaciones, y comenzamos de esta manera a comprender la operación de imaginarios que lleva a los gigantes de un continente a otro. Pero extendamos nuestra exposición un poco más y busquemos otra fuente para explicar el encuentro curioso de Pigafetta. Los gigantes populares en este sentido son miembros relevantes de la genealogía de los Patagones. Veamos. Al canon clásico del cuerpo se le puede oponer de manera simétrica el cuerpo grotesco. El primero es un cuerpo acabado, delimitado. El segundo es un cuerpo abierto, en transformación y movimiento. La tradición carnavalesca en que se inscribe la obra de Rabelais se deleita con el universo de lo grotesco. Encontramos este universo caracterizado a través de figuras de cuerpos deformes, de miembros destrozados, de enanos y de gigantes. Hecho importante, las figuras monstruosas están ancladas profundamente en esta tradición popular que culmina en el siglo XVI con las historias de Gargantua y Pantagruel; y dentro de este canon grotesco, el gigante es una figura privilegiada. “El 7
FONSECA, Luis Adao, The discoveries and the formation of the Atlantic Ocean, Lisboa, Gráfica Maiadoeuro S.A., 1999, p. 24 (traducción mía). 8 BRASEY, Edouard, Gigantes y dragones, Barcelona, José J. De Olañeta Editor, 2001, p. 32. 9 Génesis 6, en La Biblia, Madrid, Editorial Verbo Divino, p. 14.
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gigante es por definición la imagen grotesca del cuerpo”10. Encontramos así otro vehículo de la imagen del gigante, pero esta vez en el jardín de las especies grotescas del carnaval. Además: Conviene señalar el rol de los gigantes en la fiesta popular. El Gigante era el personaje habitual del repertorio de la feria (lo es todavía hoy en compañía del enano). Pero era también una figura obligatoria de las procesiones de carnaval o de las fiestas de Hábeas, etc.; a finales de la Edad Media, numerosas ciudades contaban al lado de sus “bufones de la ciudad” con sus “gigantes de la ciudad”, y también con una “familia de gigantes” empleados por la municipalidad y obligados a participar en todas las procesiones de las fiestas populares. El empleo de los gigantes en numerosas ciudades e incluso burgos al norte de Francia, y sobre 11 todo Bélgica, subsiste hasta el siglo XIX. Como por ejemplo en Lille, Douai, Cassel .
Para la Patagonia entonces, no hay sino que abrir un poco los ojos para encontrar toda una trayectoria de figuras destinadas a poblar sus parajes. Pero detengámonos ahora en una reflexión más profunda. Los imaginarios Hemos delineado a grandes rasgos algunos de los referentes que el descubridor tenía en mente en el momento de sus viajes de exploración –cartografía, antropología, cosmogonía y cultura popular. Así, conectando estas fuentes, podemos decir que los imaginarios son cuerpos que beben tanto de la realidad como de la ficción, de la observación como de la ideología, del descubrimiento como del arquetipo. Para robustecer esta afirmación y hacerla firme, un episodio elocuente es el de la muerte del capitán Cook. He aquí el relato: Fue la bienvenida más generosa que se haya brindado nunca a ningún viaje europeo de descubrimiento en este océano. “Anclados en 17 brazas de arena negra”, dice el diario de navegación de un guardiamarina, «en medio de una cantidad innumerable de canoas, ocupadas por personas que cantaban y se regocijaban todo el tiempo” (Riou. Diario de navegación: 17 de enero de 1779).¡Cantaban! Nunca en toda su vida había visto el capitán Cook tantos polinesios reunidos como había allí, en la bahía de Kealakekua. Además de las incontables canoas había polinesios subiéndose al Resolution y al Discovery, bordeando las playas y nadando en el agua “como cardúmenes de peces”. Tal vez había 10.000 o el quíntuple de personas que normalmente vivían allí. Y no se veía una sola arma con ellos, observó Cook. En cambio, las canoas estaban cargadas de cerdos, batatas, frutos de árbol del pan, caña de azúcar: todo lo que producía la Isla. También las mujeres “parecían notablemente ansiosas por relacionarse con nuestra gente” (Ellis, 1782,1:86). Un sacerdote subió a bordo y envolvió al capitán Cook en el decorado de tela de tapa roja perteneciente a la imagen de un templo, luego hizo la ofrenda de un cerdo sacrificatorio. En tierra, el sacerdote condujo al Gran Navegante de la mano hasta el templo de Hikiau. Cuando oía el grito del heraldo “Oh Lono”, a su paso la gente huía a sus casas y se prosternaba con la cara contra el suelo. Lono es el dios asociado con el crecimiento natural y la reproducción humana que regresa todos los años a las islas con las fecundantes lluvias del invierno; es además un antiguo rey que viene en busca de su novia sagrada. En enero de 1779, en el templo, se honró a Cook con los ritos de bienvenida habitualmente celebrados para Lono. Cuando el sacerdote de Koa’a y el teniente King sostuvieron sus manos 10 11
BAJTIN, Mijail, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 306. Ibid., p. 309.
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extendidas y se hicieron los sacrificios correspondientes, Cook en realidad se convirtió en la imagen de Lono, un duplicado del icono en forma de cruz (construido con tablas de madera) que es el aspecto del dios. Era una ceremonia del Makahiki, el gran festival hawaiano del año nuevo. Sir James Frazer describió el Makahiki en La rama Dorada, parte 3, “El dios moribundo”12.
Primera etapa en la consolidación de una tragedia, la llegada del capitán Cook a Hawai es interpretada por los nativos de la isla como el advenimiento de Lono, dios de la fertilidad pero también “dios moribundo”. Por sí mismo, este principio del episodio de la muerte de Cook nos abre las puertas a una reflexión interesante sobre la naturaleza de los imaginarios. Ni mito ni cuento, ni credo ni fantasía, la imagen se construye en la frontera entre ficción-realidad. Podríamos aventurar al respecto la siguiente definición: a través de la historia, los imaginarios se construyen en un juego de negociación entre imaginación y exploración, abstracción y experiencia, memoria e interpretación, perpetuándose en el equinoccio entre estructura y coyuntura. Expliquemos. A la llegada de Cook, los hawaianos tenían un acervo mitológico establecido, lo que la antropología llama “estructura simbólica”. Viene entonces el hecho histórico, coyuntural, de la llegada de los navíos a la isla en una fecha determinada, privilegiada para la confusión –diríamos mejor interpretación o reducción- del navegante inglés con el dios Lono. Estamos en una situación harto similar a la de nuestro navegante Pigafetta que, figurándose en los límites del mundo, vio gigantes en la Patagonia. Estamos por otro lado, en términos generales, en la misma situación que llevó a Colón y otros marineros a creerse en las cercanías del paraíso al llegar al Nuevo Mundo. Para ser más precisos, queremos expresar una reflexión sobre la imagen similar a la que Sahlins hace sobre la historia en su trabajo sobre la muerte del capitán Cook. Para él, los sistemas simbólicos son esquemas que ordenan los diferentes niveles de la sociedad. Pero lejos de encasillar a estos complejos de representación en un análisis sincrónico y separado de los acontecimientos, Shalins propone una teoría de la historia que opera de manera circular: La historia es ordenada por la cultura, de diferentes maneras en diferentes sociedades, de acuerdo con esquemas significativos de las cosas. Lo contrario también es cierto: los esquemas culturales son ordenados por la historia, puesto que en mayor o en menor grado los significados se revalorizan a medida que van realizándose en la práctica. La síntesis de estos contrarios se desarrolla en la actividad creativa de los sujetos históricos, los individuos en 13 cuestión .
En esta dialéctica -diálogo constante entre cultura y acción, estructura y acontecimiento, objeto y sujeto, significante y significado-, los actores se mueven dentro de un marco estructural, valiéndose de relaciones simbólicas establecidas, pero modifican estas relaciones a través de la interacción con el un mundo. Esto es lo que sucede con los imaginarios, estructuras que se elaboran y reelaboran a través de la contingencia de la historia. En este sentido, el concepto de “estructura de la coyuntura” es fundamental y se refiere a “una serie de relaciones históricas que reproducen a la vez las categorías culturales tradicionales y les dan nuevos valores a partir del contexto pragmático”14. Dicho de otra forma: por un lado, los acontecimientos no se producen si 12
SHALINS, Marshall, Islas de Historia: La muerte del capitán Cook, Metáfora, antropología e historia, Barcdelona, Gedisa, 1987, p. 106. 13 Ibid., p. 9. 14 Ibid., p. 121.
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no adquieren significado en el marco de un orden simbólico preestablecido y, por otro, las acciones son únicas y modifican el orden simbólico en el proceso de su reproducción. Podríamos leer la trayectoria que conduce las razas plinianas del lejano Oriente al Nuevo Mundo a través de este marco teórico. El Descubrimiento es para los europeos, guardadas las proporciones, como la llegada de Cook para los hawaianos. Más aún, nuestra investigación sobre la genealogía de los Patagones se ve fuertemente enriquecida al insertarla en esta corriente de pensamiento teórico. Notemos entonces que en el estudio de los imaginarios se hace necesario un trabajo de “alquimia” transdisciplinaria y principalmente de fundición de antropología e historia. Fijémonos en el desenlace de nuestro episodio: La muerte de Cook a manos de los hawaianos sólo unas semanas después, podría describirse como una secuela ritual: la metáfora histórica de una realidad mítica. Los mitos no eran sólo hawaianos. Estaba también el folklore británico complementario, caracterizado por el biógrafo de Cook, J.C. Beaglehole, como “la búsqueda inglesa de un Rey”. Un domingo temprano por la mañana, el 14 de febrero de 1770, el capitán Cook bajó a tierra con una partida de marineros para tomar al rey hawaiano Kalaniopu´u como rehén hasta que le devolviesen el bote del Discovery, robado la noche anterior en una audaz maniobra; de lo cual, sin embargo, el viejo y amistoso gobernante era inocente. En el momento decisivo, Cook y Kalaniopu´u, el Dios y el Rey, se enfrentarán como adversarios cósmicos. Permítaseme una lectura antropológica de los textos históricos. Pues en todas las confusas narraciones tolstoianas de la refriega –entre las cuales el prudente Beaglehole se niega a veces a elegir- la única certidumbre recurrente es una estructura dramática con las propiedades de una transformación ritual. En el trayecto hacia el interior de la isla para encontrar al rey y desde allí hacia el mar con su rehén real, Cook sufre una metamorfosis: de ser de veneración a objeto de hostilidad. Cuando bajó a tierra, la gente común se dispersó como de costumbre ante su presencia y se prosternó con la cara contra el suelo; pero al final, él mismo fue precipitado con la cara contra el agua por el arma de un jefe, un puñal de hierro comercial, siendo arrollado por una multitud triunfante, que parecía querer aumentar sus propios honores por la parte que pudiera reclamar de su muerte: “arrebatándose los puñales unos a los otros”, dice el informe del señor Burney “en la ansiedad por participar en su matanza” (Diario:14 de febrero de1779). En la inversión ritual final, el cuerpo de Cook sería ofrecido en sacrificio por el rey hawaiano15.
Interesante condensación la que encontramos entre un tiempo mítico y un tiempo histórico ¿No es ésta finalmente la esencia de los imaginarios? En la transfiguración de Cook en un dios hawaiano y en el desenlace fatal del episodio encontramos de manera radical, concentrada, el alcance real de la fuerza de los imaginarios. Se trata en este caso de una “metáfora histórica de una realidad mítica”, como explica Shalins. Para lo que nos interesa ahora, es decir la cadena imaginaria que enlaza en el Descubrimiento a monstruos y salvajes, o más concretamente, el giro de imágenes que identifica a gigantes y Patagones a través del viaje de Pigafetta, podríamos invertir la fórmula. Estaríamos entonces hablando de una “metáfora mítica de una realidad histórica”, donde el mito pertenece a la tradición de los gigantes, la realidad histórica al primer viaje alrededor del mundo y el conjunto a la cristalización puntual de un imaginario. Teniendo ésto en cuenta, tratemos de concluir con una reflexión precisa sobre la “estructura de la coyuntura” que hace nacer al Patagón como gigante. 15
Ibid., p. 106.
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Nuevo Mundo Una de las tesis que Jaime Humberto Borja desarrolla a lo largo de su ensayo Los Indios Medievales de Fray Pedro de Aguado, es la de que las crónicas de la Conquista se sitúan en la frontera entre la descripción moderna del Otro y la tradición medieval de relatos de viajes: Los significados de las narraciones de la conquista, y específicamente la aguadiana, son más claros cuando se leen en relación con los primeros intentos de elaborar una hermenéutica del otro, contenida en los relatos de viajeros. El mundo se leía desde las normas del “acá-europeo” enfrentado al “allá-otro” americano, que tuvo su inicio en el allá-asiático. Los viajeros dejan ver el impacto que causó la aparición del fenómeno de la intersubjetividad, lo que conllevó un largo proceso de acercamiento para comprenderlo. Este conocimiento obligó a que se buscaran nuevas justificaciones a la realidad medieval, ante la sorpresiva aparición de una tierra que rompía principios doctrinales del cristianismo y que presionaba la aparición de nuevas representaciones de mundo. La lenta construcción del Otro inauguraba los primeros matices de la modernidad y fundía parámetros medievales con las interpretaciones de una conciencia 16 emergente .
En este contexto, el Nuevo Mundo se posiciona como una lejanía que contiene lo maravilloso. Lugar privilegiado para una habitación de los monstruos, después del Descubrimiento, América se realiza como el lugar de lo desconocido, de lo misterioso, de lo que no tiene forma. La tradición de los relatos de viajes del medioevo, desde este momento, se concatena con una nueva forma de relatar como son las Crónicas de Indias. En los dos casos, la utilización de un acervo cultural autóctono, de una red conceptual propia y de un juego de retórica particular caracteriza la descripción. No podemos decir que el relato del viaje alrededor del mundo de Pigafetta sea una crónica de Indias en cuanto se trata de un diario de navegación. Pero tiene, aparte de su estructura, muchas de las características del relato de viaje medieval. A modo de comparación, citemos un ejemplo de la Edad Media tomado del viaje del franciscano Plana Carpini en tierras mongolas: A partir de ahí llegaron a un país cercano al mar donde se encontraron monstruos que por todos lados recordaban la forma de un humano, a excepción que sus pies eran como las patas de un buey y que tenían cabeza de hombre pero caras de perro. Ellos hablaban, parecía ser, dos palabras como hombre, pero la tercera ladraban como perros [...]. Viajando a través de varios lugares desiertos encontraron monstruos con forma humana que tenían solamente un brazo y una mano que les crecía del pecho y solamente un pie [...]. Ellos corrían con un solo pie a través de pequeños brincos impetuosos y cuando se cansaban de correr de tal manera lo hacía 17 con su mano y con su pie, dándose la vuelta como en un círculo .
¡Qué elocuente es para nosotros este pasaje! Los Patagones, como estos monstruos descritos por Carpini, están marcados en los pies, tienen voces impresionantes y se asemejan en muchas ocasiones a perros en esto que ladran y tienen hocicos. Pareciera entonces que llegamos de nuevo, con Duvernay y con Borja, a una conclusión que cierra el círculo del mito de los gigantes, en el caso preciso de los Patagones, con una evidencia deslumbrante: los relatos de viajeros hacia las tierras habitadas por monstruos “contribuyeron a forjar las primeras imágenes del Otro, que influyeron en los siguientes siglos de zozobra frente a la nueva realidad. Una tradición que 16 17
BORJA, Jaime Humberto, Los Indios medievales de Fray Pedro de Aguado, Bogotá, Javegraf, 2002, p. 30 Ibid., p. 37.
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justificó la existencia de habitantes en otras latitudes y que preparó a Europa para el encuentro con América”18. “El azar habiendo hecho que los Patagones residieran en una región fuertemente investida por los imaginarios de los siglos anteriores, estos se encontraron designados de antemano para el rol que les esperaba. Prestando su alta silueta al servicio de creencias que desde los Griegos y durante la Edad Media circularon sobre los pueblos Antípodas, los Patagones contribuyeron, en el espíritu de los navegantes, a desplazar las fronteras de la alteridad”19. Conforme fueron pasando los años, una visión del Nuevo Mundo, más despejada del lastre de los imaginarios medievales y antiguos, tomó el timón; se substituyó entonces a la fuerza del mito de los gigantes de la Patagonia una versión más “naturalista” de aquellos lejanos parajes. En 1764, John Byron atestigua la existencia de los gigantes pero los despoja de sus principales características fantásticas: “Noté que tenían consigo un gran número de perros, de los que se servían, según pienso, para la caza de animales montaraces, que forman gran parte de su subsistencia. Sus caballos son muy chicos y estaban en bastante mal estado, pero eran muy veloces en la carrera”20. De repente, estos habitantes de las Antípodas ya no son veloces sino que tienen unos caballos muy rápidos y no tienen rasgos caninos sino que están acompañados de perros. En cuanto a su voz, ninguna referencia. Deconstrucción entonces que separa el hombre de sus rasgos animales y fantásticos. Este proceso de desmitificación se apoya en un recorrido paralelo: la crecida de una corriente científica preocupada por hacer mediciones antropométricas precisas. “Popular interest in Patagonian giants waned as scientific reports began to appear”21. En este contexto, la tabla de Alcides de Obrigny es elocuente en cuanto al propósito de desmentir la creencia en una raza de gigantes –figura 5-. El trabajo de este investigador en su obra sobre “El Hombre Americano” de 1839 es representativo a la vez del inicio de una tradición etnográfica que busca clasificar al hombre y su cultura objetivamente y de la muerte definitiva del mito de los gigantes Patagones. Otro ejemplo interesante, en su “Suplément sur le voyage de Bougainville”, Diderot hace referencia a los gigantes pero sólo para desmentir su veracidad. En efecto, el interés de este pensador en el siglo XVIII es otro muy diferente al de Pigafetta en el siglo XVI. Mientras que el primero utiliza los referentes del Nuevo Mundo para hacer una crítica de su sociedad -movimiento de alejamiento-, el segundo identifica su imaginario con las nuevas tierras -movimiento de acercamiento. Así, en el cambio estructural-coyuntural que acompaña estos movimientos de percepciones, nada más claro que la confirmación de nuestra idea: los imaginarios, como la historia, son instancias que se formulan y se reformulan en el juego de negociación entre cultura y acontecimiento. Tenemos entonces una intuición que nos dice que los imaginarios, a través de la historia, se mueven en planos paralelos y diversos –como vimos antes en la demarcación entre cultura mitológica y tradición carnavalesca. Pero las líneas de comunicación entre una época y la otra, o 18
Ibid., p. 39. BOLENS-DUVERNAY, Jacqueline, p. 169 (traducción mía). 20 BYRON, John, “Viaje alrededor del mundo, Hecho en 1764 y 1765 en el barco de S.M, El Delfín”, en América en los Grandes Viajes, Madrid, Aguilar, 1957, p. 300. 21 STURTERVANT, William C., “Patagonian Giants and Baroness Hyde de Neuville´s Iroquois Drawings”, en Ethnohistory, vol 27, no 4, 1980, pp. 331. 19
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entre una tradición y sus contrapartes, no son rectas, unilineales, sino drásticamente escarpadas, llenas de fracturas, de regresiones y de saltos. El golpe que recibe Pigafetta al llegar a la Patagonia y la subsiguiente tradición pictórica, literaria y científica que le sigue por unos trescientos años, no es sino uno de los tantos parajes del viaje multifacético –diríamos casi esquizofrénico- de la imagen de los gigantes. Basta con recordar al Frankestein de Mary Shelley para constatar que con los Patagones no muere el mito universal de las figuras gigantescas. Debemos por lo tanto añadir en este punto que la propagación de los imaginarios a través de los tiempos es de naturaleza compleja, no causal, no lineal, sino más bien semejante a la de la de los flujos que circulan en las interconexiones neuronales. Por esto, queda abierto el campo a la exploración de nuevos altos y nuevos caminos en la constelación de imaginarios donde transita la figura del gigante Patagón.
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Resúmenes / Abstracts / Palabras claves / Key words Fabio López de la Roche Presentación del dossier sobre historia de los medios de comunicación social y del periodismo en Colombia El artículo presenta el dossier especial sobre la historia de los medios de comunicación y del periodismo en Colombia de la presente edición de la Revista Historia Crítica a propósito de los cincuenta años de la inauguración de la televisión en Colombia, cumplidos el 13 de junio del 2004. Sabiendo que en nuestro país la investigación histórica sobre el medio televisivo es actualmente muy precaria, y que tal vez apenas comienza a realizarse, estimulada por la celebración de su medio siglo de existencia, con el dossier se busca contribuir a la construcción de un campo más amplio de investigación de la historia de la comunicación social y del periodismo en Colombia. De igual manera, resaltar que los estudios de la comunicación no se reducen solamente a los medios, sino que van mucho más allá de estos, a la consideración de una serie de procesos que afectan y condicionan la comunicación, relacionados con desarrollos históricos de la cultura y de la educación Centrado en el análisis de los contenidos de cada uno de los trabajos incluidos, la presentación, se convierte en el espacio propicio para resaltar los asuntos y problemas que involucraría una historia social de la comunicación y del periodismo, llamar la atención sobre ciertos ejes centrales de la reflexión y algunos posibles temas de estudio en la historia de los medios de comunicación social y del periodismo, y la necesidad de la confluencia entre investigación histórica y comunicación social cuyo resultado es la ampliación y el enriquecimiento a partir del uso de un conjunto de fuentes documentales escritas, orales, iconográficas, audiovisuales, digitales, necesarias para dar cuenta de la historia de la representación de la política y de la representación cultural de la sociedad. Palabras claves: Televisión, comunicación, representación cultural, identidades, fuentes.
periodismo,
investigación
social,
Marcela Uribe Sánchez Del cinematógrafo a la televisión educativa. El uso estatal de las tecnologías de comunicación en Colombia: 1935 – 1957 En la escasa literatura sobre la historia de la televisión en Colombia, es común encontrar la idea de que la televisión educativa y cultural fue un invento del General Rojas Pinilla, que respondía a los intereses populistas de su gobierno. Sin embargo, el interés de este artículo es mostrar como este carácter respondía más bien a la manera en que el Estado colombiano venía utilizando los “nuevos” medios masivos de comunicación desde mediados de la década de los años treinta del siglo XX. Teniendo como horizonte la primera fase del proceso de masificación en América Latina y desde una historia que tendrá como marco las relaciones entre comunicación y cultura, nos detendremos en las relaciones entre la experiencia del uso del cine en las campañas educativas estatales desde 1935, y la de los primeros años de la televisión en Colombia (19541957) bajo el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla. Dicha relación se articulará en torno al uso del
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lenguaje audiovisual como herramienta educativa en las campañas estatales que recorrieron el periodo, y que en últimas dieron forma a una tradición estatal de uso de los nuevos medios. Palabras claves: Medios masivos de comunicación, historia social de la comunicación, historia de la televisión en Colombia, comunicación y cultura, medios audiovisuales de comunicación, cinematografía educativa, televisión, nación, cultura, pueblo, educación. Luisa Fernanda Acosta Celebración del poder e información oficial. La producción cinematográfica informativa y comercial de los Acevedo (1940-1960) El artículo revisa las imágenes de los noticieros cinematográficos de los Hermanos Acevedo en el período 1940-1960, su recreación de la naciente experiencia moderna en sus formas industriales, las nuevas modalidades de la vida urbana, las ofertas de consumo como sutil forma de incorporación a la vida moderna pero también a la Nación, las imágenes de las elites políticas, económicas, sociales, religiosas y culturales, de sus espacios y formas de sociabilidad, así como los registros audiovisuales de las clases populares, más masivos y menos explorados en la subjetividad de sus participantes. Palabras claves: Hermanos Acevedo, noticieros cinematográficos, registros audiovisuales, producción, medios, nación, cultura. Orielly Simanca Castillo La censura católica al cine en Medellín: 1936-1955 una perspectiva de la Iglesia frente a los medios de comunicación En 1936 la Jerarquía Eclesiástica inició una campaña organizada de moralización al cine que se desplegó en todos los países católicos. Se buscó iniciar la vigilancia al cine para contrarrestar los peligros morales que el séptimo arte ocasionaba a los fieles. En Medellín (Colombia) esta campaña fue fortalecida por el gran poder y legitimidad con que contaba la Iglesia Católica en ese momento. Con la difusión de propaganda moral, la creación de la Legión de la Decencia y el Secretariado de Cine y Moralidad, la clasificación de películas y la organización de salas de cine y del cine foro católico se estructuró esta censura en Medellín entre 1936 y 1955. Palabras claves: Censura Moral, Cine, Medellín, Medios de Comunicación María Isabel Zapata Consuelo Ospina de Fernández Cincuenta años de la televisión en Colombia: una era que termina. Un recorrido historiográfico
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Este artículo tiene como objetivo presentar un balance historiográfico sobre la televisión colombiana, en el cual incluimos el análisis de textos tanto de carácter científico elaborado por expertos en la materia, como documentos productos de recuperación de la memoria individual, de autobiografías y de ensayos sobre el tema; y de autores provenientes de diversas disciplinas como filósofos, psicólogos, comunicadores, historiadores, actores, etc. Nuestro interés no es caer en el celebracionismo basado en la idea de “todo pasado fue mejor” o en la justificación de un presente. Pero si pensamos que cincuenta años de la creación de la televisión en Colombia, es momento propicio para recuperar la producción sobre la televisión, detectar tendencias de análisis, vacíos temáticos, y propuestas novedosas y valiosas para el estudio de la televisión en Colombia. Palabras claves: Historia de la televisión, balance historiográfico, Colombia, audiencia, estudios culturales, medios de comunicación.
Milcíades Vizcaíno La legislación de televisión en Colombia: entre el Estado y el mercado Este artículo presenta al Estado y al mercado como los dos polos del péndulo sobre el que se ha movido la televisión en Colombia durante los cincuenta años de funcionamiento. La legislación ha acompañado este proceso de tránsito de un polo a otro. De un Estado gestor y protector, participante en los procesos económicos, sociales y políticos, catalizador de intereses de los sectores sociales, se ha pasado gradualmente a un Estado facilitador e integrador de la iniciativa privada. Resulta evidente el desprendimiento de parte del Estado de compromisos con la dirección de empresas y libre de responsabilidades en materias económicas y sociales en un escenario en el cual la desregulación y la autonomía del mercado se erigen como los criterios de funcionamiento de la televisión. Esta dinámica ha resultado favorable para las empresas privadas y ha puesto en riesgo a las televisiones que se han mantenido dentro del sistema “mixto” y, sobre todo a la televisión educativa y cultural. Palabras claves: Televisión, Colombia, legislación, Estado, mercado, regulación, desregulación, televisión pública, canales privados.
Orlando Javier Trujillo Pluralismo cultural e integración nacional en la radio y la televisión de San Andrés Isla: la configuración histórica de un campo periodístico El presente artículo recrea los principales hitos de la historia de la radio, la televisión y la conformación del campo del periodismo en San Andrés Isla (Colombia). Se elabora un recorrido por las principales emisoras radiales y canales de televisión que ha tenido la isla y
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se examina el papel que han jugado estos medios masivos de comunicación en la integración nacional y en la promoción de la pluralidad cultural. Palabras Claves: San Andrés Isla, historia, radio, televisión, periodismo, integración nacional, pluralismo cultural. Moisés Muníve Por el buen orden: el diario vivir en Cartagena y Mompox colonial Durante la época colonial hispana la vida en ciudad o en policía hacia referencia a la necesidad de control publico y privado por parte de las autoridades en los territorios indianos. La cuestión era convivir a son de campana, congregados en orden y alrededor o cerca de una iglesia. Igualmente el vecindario ejercía control no solo sobre sus semejantes, sino también sobre las autoridades, en defensa de la moral, la justicia y el bien común. El Fondo policía del archive General de la Nación ilustra al respecto con casos específicos, ya sea de violación o acatamiento de las normas y facilita la comprensión de las razones por las cuales las autoridades se afanaban por llevar a buenos términos una vida en ciudad. el buen orden era un asunto de todos los días, de la vida cotidiana, y su campo de su acción era bastante amplio. Palabras claves: Vida cotidiana, orden, control, Mompox, Cartagena, policía, moral, justicia. John Simon Gabriel Ramjas La política exterior colombiana en relación con la formación de nuevos estados en Europa Centro-Oriental Han pasado un poco más de diez años desde cuando se produjeron los procesos de desintegración de los antiguos Estados federados de Europa Centro-Oriental (Unión Soviética, diciembre de 1991; Yugoslavia, junio 1991 – abril de 1992; y Checoslovaquia, diciembre de 1992). Estos procesos han tenido implicaciones no sólo para Europa y el Occidente, sino también para países como Colombia. De hecho, todo país ha tenido que fijar una posición respecto a los sucesos políticos ocurridos en la región, y en particular determinar su relacionamiento con los nuevos Estados surgidos. Y en efecto, durante este periodo Colombia ha venido reconociendo y estableciendo relaciones diplomáticas con esos nuevos Estados. La gestión diplomática silenciosa, realizada durante estos años, ha sido poco difundida por los medios de comunicación y centros académicos, a pesar de que constituye una de las labores más importantes adelantadas por la Cancillería en relación con Europa Centro-Oriental. Durante este periodo, Colombia reconoció y/o estableció relaciones diplomáticas con un total de 22 nuevos Estados surgidos en la región, el presente texto desarrolla una reflexión sobre cómo se ha adelantado esta gestión, e indaga sobre cuál ha sido la política del país en relación con esos nuevos Estados.
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Palabras claves: Relaciones internacionales, cancillerías, Europa Centro-oriental, relaciones diplomáticas. Javier Ortiz Cassiani Historia y modas intelectuales Partiendo de las críticas que el historiador Carlo M. Cipolla hace a ciertas tendencias historiográficas en el sugestivo texto Allegro ma non troppo, el artículo expone puntos de vista alrededor de las nuevas formas de hacer historia, fundamentadas en el giro lingüístico, el giro crítico y la influencia posmoderna, que colocan en tela de juicio el papel del historiador como reconstructor de la realidad. Palabras claves: giro crítico, giro lingüístico, econometría, lógica social del texto, posmodernidad, microhistoria. Gustavo Vasco Regio gigantum El trabajo analiza la evolución de un imaginario. Al auscultar al “gigante” como figura potente de los imaginarios de Occidente, encontramos en la genealogía de los Patagones -habitantes de la Tierra del Fuego reconocidos tras la Conquista como gigantes por varios viajeros- una continuidad interesante que se mueve de la Antigüedad a la Edad Media y de ahí a la Conquista. Más concretamente, en nuestro eje de indagación -la coyuntura del primer viaje alrededor del mundo de Pigafetta- la imagen del “gigante” se cristaliza como recurso: los gigantes de Pigafetta son una herramienta de apropiación de lo desconocido. Así, en el movimiento histórico que traslada los imaginarios occidentales al Nuevo Mundo podemos descifrar un juego de identificación que busca un fin específico: la reducción del Otro al Mismo. Ocurre entonces, en la cadena de imágenes que encadena a Europa con América, que estos seres gigantescos del Mundo Antiguo ceden su puesto a los “salvajes” del Nuevo horizonte: recordando a los primeros, los Patagones prefiguran a los segundos. ¿Pero qué podemos inferir sobre la naturaleza y evolución de los imaginarios a partir de este episodio particular? Palabras claves: Imaginarios, Patogenos, viajeros, antípodas, construcción del otro, descubrimientos
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ARIAS, Ricardo, El episcopado colombiano. Intransigencia y laicidad (1850-2000), Bogotá, UNIANDES/ICANH, 2003, 382p. Renán Silva ♣ El libro de Ricardo Arias sobre el episcopado colombiano –a su manera una contribución tanto a una historia de la Iglesia católica en Colombia, como a la historia política del país- resulta un libro útil y necesario, sobre todo si se tiene en cuenta la escasa investigación histórica sobre el tema en el país y la importancia de la religión e Iglesia católicas a lo largo de la historia de nuestra sociedad, un hecho que este libro examina al margen de toda actitud polémica, por fuera de cualquier intención de defender o atacar a una institución cuya labor siempre ha sido objeto de discusiones apasionadas, casi siempre hechas desde puntos de vista militantes. Posiblemente en esto resida uno de los grandes méritos de la obra, o su más grande mérito. Conquistar en terrenos como éste las formas mínimas de objetividad que hacen del análisis histórico algo más que comentarios partidistas apasionados, puede ser una señal más de cierto profesionalismo investigativo que se extraña en buena parte de los pocos trabajos existentes sobre la Iglesia católica en Colombia, incluso cuando éstos tienen un origen académico; como puede ser también un signo revelador de ese reciente y acelerado proceso de secularización que a partir de los años 1960 ha vivido la sociedad colombiana, según los análisis que propone el libro de Arias sobre todo en su III y IV partes. Se trata de un libro lleno de méritos, inscrito en una perspectiva estrictamente académica, que busca sencillamente describir y explicar el papel y la función de lo que Arias piensa –y hay motivos para estar de acuerdo- que constituye la “corriente principal” del catolicismo colombiano, por lo menos cuando las cosas se observan sobre todo a partir de la política y orientaciones de los obispos. Se trata de un estudio realmente detallado y bien documentado de lo que Ricardo Arias, siguiendo a Émile Poulat –una verdadera escuela en este terreno- llama “catolicismo integral e intransigente”, es decir una visión totalizante de la sociedad y del hombre “en la que la esfera de lo religioso, lejos de estar separada o aislada, determina todas las actividades…” de éste y de aquella, siendo su gran enemigo “el mundo laico o secular, aquel que precisamente el liberalismo quiere poner en marcha”. El objetivo principal resulta ser pues el de “hacer un seguimiento del enfrentamiento entre estas dos cosmovisiones, desde sus inicios, a mediados del siglo XX, hasta la actualidad”; además de probar en el análisis del caso colombiano el “modelo francés” del catolicismo integral propuesto por Poulat, objetivo este que parece más bien permanecer aplazado, o ser completamente implícito, ya que ni el libro está inscrito en una perspectiva comparativa –una mínima actitud comparativa siempre será deseable en los trabajos de historia- ni las conclusiones del trabajo vuelven sobre el mencionado objetivo. En cualquier caso, una primera lectura del libro deja la impresión de que el texto supera los defectos conocidos de los trabajos en este campo y que en adelante será una referencia importante con la que habrá que contar, sobre todo en lo que tiene que tiene que ver con el relato que aporta – los hechos, las fechas, las actuaciones, las declaraciones-, aunque, desde luego, la interpretación general que el libro propone siempre será objeto de discusión. Sin tener mayores conocimientos sobre la historia de la Iglesia católica en Colombia (ni en ninguna parte), pero reconociendo que se trata de un campo significativo de estudios y una puerta de entrada especialmente reveladora para el análisis de la sociedad colombiana, me voy a atrever a presentar algunas observaciones críticas sobre este documentado libro, dejando de lado, por razones de ♣
Sociólogo e historiador, profesor del Departamento de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle.
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espacio, todos los méritos particulares que tiene el libro, todos ellos inscritos y dependiendo de lo que ya mencioné como su mérito mayor: una actitud nueva para encarar el problema de la historia de la Iglesia. Desde luego que ninguna de estas observaciones pone en tela de juicio la importancia del libro de Ricardo Arias, por lo demás presentado en una cuidada edición, con muy pocas erratas, con excelente portada y contraportada y en general escrito de manera clara y sobria (tal vez el corrector de pruebas hubiera podido “censurar” la fastidiosa expresión “en el interior de” que se repite a todo lo largo del libro). Como lo señala Ricardo Arias en la propia “Introducción” de su libro, no se trata de una historia general de la Iglesia católica, sino de un análisis del papel jugado por el episcopado colombiano”, lo que, “en últimas”, piensa Arias, no deja de ser un recurso válido, dada la magnitud del tema (“la Iglesia en Colombia”) y el número escaso de trabajos en los que un investigador pudiera apoyarse. Por lo demás, un estudio del episcopado resulta esencial para conocer las “políticas de la Iglesia”, pues son los obispos los que “en últimas” -¡esa siempre será una mala expresión!- toman las decisiones, definen las posiciones oficiales y fijan las orientaciones. Y el objeto se recorta aun más, pues dentro del episcopado, el análisis recae principalmente sobre “el modelo intransigente e integral, predominante a lo largo de toda la historia de la Iglesia católica colombiana”. Dos observaciones al respecto. La primera: no estoy muy convencido que el autor haya respetado siempre las consecuencias que impone su reducción del objeto (un estudio del episcopado colombiano en un periodo determinado) y me parece que en muchas páginas el autor rompe con la lógica de las atribuciones posibles, y de los obispos nos deslizamos al “clero”, a la “institución eclesiástica”, al catolicismo colombiano, etc. Desde luego que en ocasiones esas atribuciones parecen plausibles, pero creo que en demasiados casos no. Cada lector juzgará. Pero por ejemplo, en la frase que cité en el párrafo anterior, por lo menos la tentación de exceder las reglas es clara, pues allí Arias afirma, primero, que hay un “modelo” –lo que el libro no demuestra, a no ser que modelo sea una “tendencia”, una “actitud”, una “política”, una “mentalidad”, una “cosmovisión”, etc.-; y, segundo, que ese modelo ha sido “predominante, a lo largo de toda la historia de la Iglesia católica colombiana”, frase con la que Arias va mucho más allá del propio periodo de tiempo que está inscrito en el título de su libro (aunque puede ser que el autor considere posible la existencia de una ruptura radical entre la Iglesia y el obispado católicos de la sociedad colonial y la institución y burocracia que estudió para un periodo determinado de la historia del país, una idea muy difícil de sostener, y que tal vez explicaría por qué en el libro no hay una sola mención de la Iglesia en la sociedad colonial). Ese problema de la definición misma del objeto de estudio, del universo de estudio –y por este camino de la definición de las fuentes adecuadas para el trabajo- me parece que se vuelve más agudo a medida que transcurre el relato que el autor nos ofrece, pues, al contrario de lo que uno pensaría, sobre la base de la definición del objeto y de las principales fuentes utilizadas, el estudio se desplaza del episcopado a consideraciones muy amplias, sobre esa “otra cosmovisión” –aceptemos que lo sea- que se enfrenta a lo largo de su texto con el “integrismo” católico. Como Arias lo señala, se trata del estudio de la “naturaleza de ese conflicto” –objetivos, estrategias, evoluciones del proceso-, y del análisis de cada uno de los bandos. Si es así, el texto construye, y creemos que lo hace bien, uno de los polos de la oposición, pero no parece claro que lo mismo ocurra con el otro polo, al que Arias llama “laicidad” (dejemos por ahora la palabra en paz), y que a veces parece coincidir con los gobiernos liberales, a veces con el partido liberal, a veces con fuerzas parlamentarias, a veces con grupos de intelectuales, etc., y a veces, para decirlo de manera precisa, con una sustancia metafísica,
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cuyos soportes materiales, redes sociales, formas de expresión, programas doctrinarios, maneras de sociabilidad no resultan claras, apenas reflexionadas a partir de unas fuentes que no resultan suficientes –aunque sí lo son para el catolicismo integrista- o analizadas a partir de la propia imagen que de su “contrario” produce el episcopado y sus representantes más conservadores (el “polo integrista”). En mi opinión ésta será una ambigüedad que rondará todo el trabajo, incluidas sus páginas finales y sus conclusiones, pues el texto, por las preguntas que introduce e intenta a veces contestar –situadas lejos de su objeto inicial-, va profundizando una ambigüedad que se me ocurre presente desde el comienzo, y que de haber sido superada le hubiera evitado al libro un cierto número de páginas y le hubiera permitido profundizaciones mayores en lo que constituye su objeto central, que no es ni el proceso de secularización, ni el de modernización, ni el liberalismo en Colombia, ni la Violencia, ni los recientes procesos de paz, etc. Es por eso que una de las hipótesis más sugerentes que el libro plantea se ve afectada cuando se trata de colocarla en relación con el régimen de su propia prueba. Según Arias, en la visión convencional del problema, “los proyectos laicos se han visto obstaculizados [en el país] principalmente por la férrea oposición de los defensores del orden cristiano”, dejando de lado el hecho de que “los promotores de la laicidad nunca han dado muestras efectivas de sus convicciones laicas, ni como hombres políticos ni como ciudadanos”. Creo que se trata de una idea correcta, pero su demostración no aparece a lo largo del trabajo, con mucho se ofrecen algunos pocos ejemplos más bien impresionistas e inorgánicos, pues la “configuración laica” –que según se nos advirtió es una verdadera “cosmovisión”- nunca aparece determinada con claridad en el trabajo, por lo que lo máximo que se nos dirá, y esto de manera reiterada, es que la explicación de la debilidad de los proyectos laicos tiene que ver con la “falta de convicción que exhibieron los liberales cuando quisieron desarrollar un Estado laico” (p. 118), un aserto que en el contexto citado se aplica a la República Liberal, pero que luego se generaliza como explicación. Ahora bien, la explicación de un fenómeno de tanta entidad por la “falta de convicción” de los actores políticos que encarnan una posición resulta difícil de aceptar, y si es así –y puede serlo- se trata de un hecho que más bien habría que explicar (antes que convertirlo en la explicación). Desde luego que todo objeto de investigación se construye como objeto de relaciones. No hay una historia del “integrismo” que pueda dejar de referirse al avance de los fenómenos de secularización que se le oponen y redefinen el cuadro de sus opciones. Pero las relaciones deben ser soportadas sobre un eje particular preciso y amarradas a un grupo de fuentes que hagan posible el estudio de las dimensiones seleccionadas. El título y subtítulo del libro (“El episcopado colombiano. Intransigencia y laicidad…”) hubiera sido en verdad respetado, si la oposición propuesta estuviera considerada en el marco e interior mismos del episcopado, para lo cual las fuentes seleccionadas ofrecían una excelente oportunidad. Así por ejemplo, al comenzar la última parte de su trabajo Arias declara que “El interrogante central en torno al cual gira esta última parte busca determinar si existe un contexto favorable para el desarrollo de la laicidad” (p. 298), pregunta que el libro hubiera podido profundizar, si el interrogante se limitara a la Iglesia y aun mucho mejor, al episcopado, pero que, como es apenas natural, queda sin respuesta cuando se superan los límites que el objeto y las fuentes determinan. El objeto pues se abre al avanzar cada uno de los capítulos, mientras se van introduciendo de manera repetida preguntas que no se pueden contestar o sobre las cuales se improvisan las respuestas, sobre todo en los casos (tan frecuentes) en que los historiadores no sabemos mucho del tema y acudimos a generalidades sociológicas del tipo “El crecimiento de la población urbana debilita la influencia de
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la Iglesia…” (p. 193), una frase que, como se sabe, por su carácter general y aproximado, más o menos permite salir del paso sobre temas de la historia reciente del país que no conocemos bien. Desde luego que razonablemente se puede pensar, por lo que sabemos de otras sociedades, que los procesos de secularización y de modernización han resultado ser en ocasiones fuente de descomposición de muchas de las formas de autoridad tradicional, y por esa vía de redefinición de las relaciones entre lo sacro y lo profano, lo que cambia el marco general de las relaciones entre la Iglesia y la sociedad. Pero el conocimiento histórico concreto no se puede suplir, ante la falta de estudios –sobre todo regionales- por generalidades sociológicas aproximadas: ni el control natal, ni el aumento del número de divorcios, ni la reducción del número de hijos, ni el avance de la escuela pública, etc., son de por sí elementos destinados a modificar la relación de una sociedad con sus instituciones eclesiásticas. La segunda observación que quisiera presentar tiene que ver con las definiciones sobre qué es el episcopado, ya que se trata de un estudio histórico que tiene, y esto desde su título, precisamente al episcopado como referencia central. Produce extrañeza, tratándose sobre todo de una erudita tesis doctoral francesa, que el libro no incluya una sola línea explicativa respecto de qué es lo que se llama el “episcopado” (a no ser, lo que no creo, que la definición sea puramente nominal: “Conjunto de obispos de una nación o del orbe católico”, dice el DRAE). El problema es importante y su consideración no puede ser suplida por algunos esbozos biográficos aislados o por algunos elementos del perfil ideológico de dos o tres jerarcas de la Iglesia católica. El episcopado es un cuerpo, en el sentido preciso que ese término tiene en sociología. Habría que haber informado al lector, aunque fuera de manera mínima, cómo se construye y cómo funciona de manera práctica la jerarquía de la Iglesia católica, como se lucha para llegar a ella, cuáles son los sistemas de exclusión y las barreras sociales existentes para el acceso a las posiciones de mando, y cómo se articula su funcionamiento con el centro romano, ya que se trata, como lo sabemos, de una institución internacional. Pero aun más: habría que haber hecho siquiera un poco de historia cuantitativa para organizar el cuadro de la evolución interna del episcopado, para colocarlo en relación con otras dimensiones del poder en la sociedad colombiana. Hay suficientes materiales, producto del trabajo de los historiadores oficiales de la Iglesia católica, que podrían haber constituido la base de ese cuadro: orígenes sociales (familiares y regionales), niveles educativos y principales instituciones de formación, redes sociales de pertenencia y vinculaciones con la política y con los políticos, pero no menos con el poder económico (por lo demás, el propio episcopado constituye un agente económico por excelencia, posiblemente más poderoso hoy que en el siglo XIX). Esos elementos ausentes, lo que nos parece una carencia en el trabajo de Ricardo Arias, tiene efectos sociológicos importantes sobre su trabajo, pues no hay la menor posibilidad de localizar al episcopado ni en sus relaciones concretas con lo que en algunas ocasiones el autor llama “el bajo clero”, ni con las fuerzas dominantes de la sociedad, más allá de lo ya conocido sobre sus relaciones con el partido conservador, aspecto que de todas maneras no llega a ser realmente explorado. De esta manera sobre el texto amenaza la sombra de la vieja historia de las ideas, ya que la Iglesia católica representaría ante todo un proyecto que cobra su fuerza a partir de las creencias y de las convicciones, tal como ellas aparecen concretadas en los documentos que el historiador seleccionó y cita ampliamente en su trabajo. Pero la Iglesia católica es un cuerpo, un conjunto de intereses particulares, un proyecto con bases sociales y formas institucionales reales que se transfiguran en formas idealizadas –no por ello menos efectivas, ni simples “superestructuras”-, y que cuenta con un gran centro coordinador de políticas y decisiones –el episcopado-. Como en el caso de cualquier otro “actor social”, y se trata de uno de los más poderosos en la sociedad colombiana, el análisis histórico
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no puede dejar de vincularlo con los proyectos de orden en la sociedad, con una valoración de las tradiciones y cultura de esa sociedad, con el “Estado internacional” que fija buena parte de sus orientaciones, pero no menos con un conjunto de intereses materiales que habría que tratar de fijar con precisión –con cuidado y sin esquematismos-, pues es difícil pensar que todo se juegue en el nivel de la doctrina o en la defensa de la tradición. Por lo demás, su sistema de relaciones con los intelectuales católicos debería haber sido explorado aunque fuera de manera mínima, pues hay episodios claves del “integrismo católico” que sin ese recurso no se pueden comprender (pienso por ejemplo en la disputa de finales de los años sesenta y primeros años del setenta en torno al control de la natalidad, en donde el grupo de católicos laicos encabezado por el psiquiatra Hernán Vergara (el autor de El complejo de layo) actuó como el principal representante público de la posición de la Iglesia, pues a curas y a obispos se les objetaba su ignorancia práctica en materias de familia y de hijos (lo que no es estrictamente cierto). Dos observaciones más para concluir. La primera: el libro de Ricardo Arias es un libro cuidadoso en el análisis y un libro que se esfuerza por introducir a cada momento matices. Es un libro medido en sus afirmaciones y busca dar cuenta de la dinámica compleja de fenómenos sobre los cuales no es posible declarar simplemente “sí o no”. El propósito de matizar es permanente y casi siempre bien logrado. Pero a veces la urgencia por rescatar la conclusión compleja que no mate el carácter de múltiples ángulos de los procesos, lleva al autor a una cierta indefinición, que puede ser tan molesta como la conclusión apresurada. Aunque esto se expresa en varias partes del libro, señalo sólo un ejemplo: “Y si bien es cierto que las jerarquías católicas colombianas han sido reacias a replantear muchas de sus posiciones, no es menos cierto que también se han transformado sustancialmente” (pp.168-169). Es difícil entender: si “han sido reacias a cambiar muchas de sus posiciones”, cómo es posible que se hayan “transformado sustancialmente”. La segunda: el libro se abre con una frase que no sólo valoriza su objeto, sino que expresa además un consenso razonable de sociólogos e historiadores: “La Iglesia católica colombiana ha ocupado un lugar de primer plano en la historia del país” (p. 17). Pero la afirmación sigue siendo demasiado general. Un mérito más del libro de Arias es el de llamar la atención sobre el programa de investigaciones básicas que habría que desarrollar para sustentar por lo menos una afirmación como la citada. Esto no niega lo razonable de la formulación. En todos los periodos de la historia nacional observadores de la más distinta índole han mencionado y a veces muy bien documentado esa observación. Los historiadores de la política y los de la violencia lo han señalado y en ocasiones lo han probado. Pero hay que ir mucho más allá, pues muchos de los trabajos sobre la historia de la Iglesia católica hacen suyo en silencio un supuesto que tendría primero que demostrarse: que la Iglesia católica “copó” la sociedad, que el trabajo de la Iglesia sobre las estructuras sociales y culturales es una realización cumplida. Ese es el supuesto que está casi siempre detrás de los análisis que achacan a la reciente secularización y modernización del país el declive de la Iglesia desde comienzos de los años sesenta. Me parece que se puede sostener, sin contradicción alguna, que efectivamente tal proceso de toma de distancia frente a las orientaciones de la Iglesia católica se ha venido presentando entre nosotros (de hecho las prácticas masivas de control natal lo demuestran: la Iglesia perdió esa batalla. La necesidad, la pobreza y un poco de propaganda hecha con el apoyo del Estado y particulares, tuvieron más fuerza que las orientaciones y rabietas de los obispos). Pero se puede preguntar también: ¿la Iglesia había “copado” la sociedad? ¿Los colombianos, por ejemplo, en todas las regiones y en todas las clases sociales se bautizaban y se casaban? Posiblemente sí en Santa Rosa de Osos, pero con menos seguridad se puede afirmar para el caso, por ejemplo, de Buenaventura y sus alrededores. Creo que en regiones como Antioquia y Boyacá el trabajo de la
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Iglesia católica ha sido largo, paciente y exitoso. Pero no ha ido tan bien en el Atlántico o en los Llanos Orientales. Por pobreza, por el tipo de poblamiento disperso de las sociedades campesinas, por la propaganda liberal del siglo XIX, o por las razones que sea, un grupo amplísimo de colombianos vivió ayer y vive hoy por fuera de la vida sacramental, de las prácticas piadosas y en general del modelo que recomienda oficialmente la Iglesia católica. La situación no es reciente. Todos los visitadores ilustrados insistieron en la segunda mitad del siglo XVIII en esas inmensas “bolsas de población” a las que llamaban “otra parte”, recordando que, como lo afirmaban los párrocos, allá las gentes vivían por fuera del “son de campana”. Los testimonios al respecto en el siglo XIX son numerosos. El proyecto civilizador de la Iglesia no ha tenido menos frenos que el de la extensión de las estructuras estatales sobre la sociedad colombiana, y se puede afirmar que en cierta manera la llamada “debilidad del Estado” –un concepto problemático- tiene como uno de sus componentes la fuga de las estructuras familiares de la tutela de la Iglesia católica, que me parece un hecho que se puede documentar en el pasado y en el presente. Por lo menos debería admitirse como posibilidad esta hipótesis, pues al asumir de manera refleja la hipótesis de la dominación completa de la religión y la Iglesia católicas sobre la sociedad –un punto presente en todos los que denuncian su exagerado poder social, no solo político, o en quienes suponen que la secularización resultó un ataque contra los “valores católicos tradicionales”-, le otorgan completo crédito a una de las representaciones que del país y de su historia la Iglesia católica y los grupos más tradicionales han impuesto: la de elemento básico de la identidad cultural de los colombianos (evitando además plantear la pregunta básica: ¿de qué maneras y con qué profundidad han sido católicos los colombianos?). *
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RAMÍREZ VACCA, Renzo, Formación y transformación de la cultura laboral cafetera en el siglo XX, Medellín, La Carreta Editores, 2004, 377 p. Decsi Arévalo Hernández ♠ Como lo señala el autor, la idea principal del estudio es interpretar los orígenes y transformaciones de la cultura laboral de los trabajadores del ramo cafetero, “desde una perspectiva histórica, teniendo en cuenta sus tradiciones, lo social-familiar y laboral, y los mecanismos de socialización en las estructuras agrícola-comerciales propias de esta industria” (p.15). Para cumplir con este propósito, Ramírez toma como base la evolución de la hacienda La Aurora, situada en el Líbano (Tolima), y la inscribe dentro de la dinámica nacional en la que se ha desenvuelto la actividad cafetera. Tres campos delimitan el análisis que se encuentra en el texto: la formación y evolución de los mecanismos y espacios de socialización de la hacienda cafetera, las características y la evolución de la cultura laboral según el género y la transformación socio-cultural bajo el impacto de la tecnificación. Estas directrices están en correspondencia con tres períodos: formación del biotipo hacendatario ♠
Profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.
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(1849-1890), consolidación del régimen (1890-1970) y tecnificación de la caficultura (1979-1989); el autor también se refiere a un cuarto período denominado etapa posttecnológica (años noventa). Con esta forma de aproximación al tema se “pretende explicar y analizar el conjunto de circunstancias históricas que permitieron la formación y evolución empresarial y cultural de una hacienda cafetera; el por qué de los cambios laborales y culturales del trabajador y empresario cafetero local; y el papel de la familia campesina en dicho proceso” (p.16). En esta dirección, la familia es tomada como núcleo socio-cultural atado a la hacienda y ésta, a su vez, es vista como un núcleo socio-productivo y de disposición socio-laboral. Entre los varios aspectos sugestivos que se pueden encontrar en el libro de Renzo Ramírez quiero destacar dos: de un lado, el recurso a la larga duración en la investigación histórica y, de otro, la aproximación a un análisis interdisciplinario. Sin duda, se trata de medios necesarios para abordar el tema de la cultura, concebida por el autor, siguiendo a Daniel Vidart, como un “conjunto de capacidades, costumbres y hábitos adquiridos, que conformarían in totum una cualidad o atributo del comportamiento social humano” (p. 17). Ramírez, sustentado en Guadarrama y Pereliguin, sostiene que “la aplicación del método histórico posibilita examinar las relaciones socio-laborales como factor esencial de la cultura al incluir en el análisis al hombre como sujeto histórico concreto, que conforma las condiciones de su existencia, y que constantemente puede darnos la premisa para la comprensión de la cultura material y espiritual, práctica y teórica, universal y específica” (p. 18). Una mirada histórica que cubre desde el origen de la hacienda cafetera, su transformación en los años setenta y su crisis en los noventa permite establecer con claridad los elementos de carácter estructural que perviven a lo largo de la existencia de ese tipo de explotación productiva, así como determinar los cambios que generan la erosión del sistema. Situar el problema cafetero en términos culturales y de género establece una diferencia importante en la tradición historiográfica sobre la caficultura en Colombia, asociada a nombres reconocidos como Arango, Machado, Deas, Palacios y Jiménez, entre otros1. Estos autores abordaron el tema fundamentalmente desde la dinámica económica y algunos de ellos exploraron aspectos de la organización empresarial; los estudios, que se refieren en particular a las haciendas de Santander y Cundinamarca tenían como preocupación central el funcionamiento de la hacienda, los problemas monetarios, las formas de retención de la fuerza de trabajo y la crisis. Sobre este último punto resulta interesante el contraste con el caso de norte del Tolima analizado por Ramírez, pues allí la crisis del régimen de hacienda y la transformación de las relaciones laborales opera hacia los años sesenta y setenta, mientras que en los primeros se produjo en las décadas del treinta y cuarenta del siglo XX.
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ARANGO, Mariano, Café e industria 1850-1930, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1977; PALACIO, Marco, El café en Colombia 1850-1970. Una historia económica, social y política, Bogotá, Planeta, 2002; DEAS, Malcolm, “Santa Bárbara. Una hacienda cundinamarquesa”, 1974; JIMÉNEZ, Michael, Struggles on an interior shore, (sf) ; MACHADO, Absalom, Café: de la aparcería al capitalismo, Bogotá, Tercer Mundo, 1988.
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Respecto a la interdisciplinariedad, el texto de Renzo Ramírez constituye una invitación para profundizar en las relaciones entre la sociología, la historia empresarial y la historia económica. Un punto nodal de dicha relación sería la combinación entre la racionalidad económica empresarial y los mecanismos de socialización; si bien no es el tema de la investigación que aquí se comenta, en ésta se ilustra cómo el sistema laboral dominante en el régimen de hacienda (tabloneros) sigue una lógica del tipo minimizador de costos monetarios2, al tiempo que se establecen vínculos sociales de compadrazgo y paternalismo entre el propietario de la hacienda y los agregados, mecanismos que permiten sustentar y legitimar una estructura productiva de tal naturaleza. Con esta misma perspectiva se podría pensar en el muy lento cambio de la mentalidad empresarial. Las diferentes administraciones que se ocupan de la hacienda estudiada por Ramírez, aunque manifiestan un cada vez mayor conocimiento del negocio no realizan un tránsito a una organización empresarial capitalista. En el período de la transformación tecnológica, con la introducción de la variedad caturra, el nuevo empresariado se vincula a la explotación por motivaciones rentistas tales como la obtención de ganancias derivadas de la valorización del suelo, la protección frente a los avatares del mercado financiero, o aun la evasión de impuestos. Esta actitud se complementa con una tendencia a desviar los ingresos de la producción hacia el consumo suntuario, debilitando con ello la reinversión de capitales. Otro elemento interesante en el marco del análisis interdisciplinar es la participación del gobierno y del orden político en la dinámica productiva. Varias son las formas de aproximarse a esta interacción: la ausencia estatal hasta los años treinta; el inicio de la regulación del mundo laboral por parte del Estado; las modalidades de organización para defenderse de la violencia oficial en los años cuarenta y cincuenta, así como la aceptación y posterior rechazo de los grupos de defensa denominados bandoleros; la aplicación de la reforma agraria de 1961; y el otorgamiento de crédito de fomento para la reconversión tecnológica de los años setenta. Un último punto que es preciso destacar es el cambio en las redes de protección social. El sistema de hacienda basado en los tabloneros sitúa la protección en las redes primarias de solidaridad, en la cual queda inserta la actitud paternalista del hacendado, sin embargo, la violencia producirá un fuerte proceso de desarticulación de esos lazos, que se anularán finalmente con la transformación en el sistema productivo. La anterior familia tablonera deberá asumir el estatus de jornalero temporal en la nueva organización empresarial o 2
La idea de racionalidad minimizadora de costos monetarios, presentada inicialmente por Witold Kula en su Teoría económica del sistema Feudal, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1976, fue utilizada por José Antonio Ocampo en el caso colombiano para referirse a la mentalidad empresarial hacendataria ligada a la agroexportación en Colombia y la economía mundial 1830-1910, Bogotá, Siglo XXI, 1984. En la interpretación de Kula la empresa feudal es rentable al trasladar buena parte de los costos a la economía parcelaria, si dicha empresa incluyera en su contabilidad la totalidad de los costos de la explotación no sería rentable. Desde otra perspectiva Wallerstein, en su trabajo El moderno sistema mundial, 2 volúmenes, México, Siglo XXI Editores, 1979, subraya que la estrategia productiva basada en las diversas formas de aparcería involucra una relación entre el centro y la periferia, es decir, corresponde a un modo particular de inserción de la economía doméstica a la internacional, pero también al tipo de producción, a la disponibilidad de fuerza de trabajo y a los mecanismos de control del trabajo.
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convertirse en pequeño propietario; en cualquiera de las dos posiciones su nivel de vida quedará sujeto a los vaivenes del comercio cafetero, así durante la bonanza hubo mejoras en términos de bienestar, pero con el declive del sector la pobreza se instaló entre los miembros de este grupo de trabajadores. En esta nueva condición no surgieron mecanismos que reemplazaran los antiguos lazos de solidaridad. Podrían señalarse varios temas más, de los abordados por el autor, cuyo desarrollo se beneficia con la aproximación interdisciplinar; entre ellos es preciso resaltar la participación de la mujer en el impulso a la actividad económica, el cambio en la participación familiar dentro de los procesos productivos y el papel desempeñado por la Federación de cafeteros, entre otros. *
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FISCHER, Thomas, SITARZ, Anneliese, Als Geschäftsmann in Kolumbien (1911-1929). Autobiographische Aufzeichnug von Hanz Sitarz, Frankfurt am Main, Vervuert Verlag, 2004, 313 p. Heinrich Kramarski ♦ “Kolumbien ist ein Land der Zukunf” “Kolumbien ist ein sehr schönes Land” (pp. 30-31). “Colombia es una tierra de futuro”. “Colombia es una tierra muy linda”. Estas frases que el señor Ferdinand Focke le dijera a Hans Sitarz, cuando éste viajaba desde Alemania hacia Bogotá en los primeros meses de 1911, indican gran parte de la esencia de esta amena obra, que recopila las diferentes experiencias de Sitarz en Colombia a lo largo de sus 18 años de permanencia en el país. Es importante resaltar la introducción que de este libro realiza el profesor Thomas Fischer, que por más de quince años ha trabajado diferentes temas del devenir colombiano en los siglos XIX y XX3, ya que no sólo desarrolla el contenido del mismo, sino que también ubica al lector en el contexto en que vivió el autor. ♦
Economista, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Javeriana y de la Facultad de Finanazas, Gobierno y Relaciones Exteriores de la Universidad Externado de Colombia 3 El profesor Fischer tiene entre otras publicaciones las siguientes: “Empresas de navegación en el río Magdalena durante el siglo XIX: dominación extranjera y lucha por el monopolio”, en DÁVILA LADRON DE GUEVARA, Carlos, Empresas y empresarios en la historia de Colombia. Siglos XIX-XX, tomo 2, Bogotá, Grupo Editorial Norma, Ediciones Uniandes, 2003; El comienzo de la construcción de los ferrocarriles colombianos y los límites de la inversión extranjera. Bogotá, 2001; “De la Guerra de los Mil Días a la pérdida de Panamá”, en SÁNCHEZ, Gonzalo, AGUILERA, Mario, Memoria de un país en Guerra. Los Mil Días 1899-1902, Bogotá, Planeta, 2001; “Antes de la separación de Panamá: La Guerra de los Mil Días, el contexto internacional y el Canal”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Bogotá, Nº 25, 1998; “ ‘...llegan de un medio muy diferente al nuestro, vienen a teorizar...’ Proyectos de reforma, instrucción militar y comercio de armas de la Misión Militar Suiza en Colombia (1924 - 1928)”, en Historia y Sociedad, Medellín, Nº 5, 1998; “Empresas extranjeras en el sector de oro y de plata en Colombia, 1870-1914: La Free-Standing Company como modelo aplicado por inversionistas extranjeros”, en Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, Nº 39, Banco de la República, 1995.
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Hans Sitarz, fue hombre de negocios y banquero que vivió gran parte de su vida en Latinoamérica y los Estados Unidos. Sitarz nació en Viena, en 1889, realizó gran parte de su educación en Stettin (Alemania), ciudad a la que se trasladó con su familia a la edad de ocho años. Después recibió una buena formación como comerciante, y tras la muerte de su padre a los 17 años emprendió la búsqueda de oportunidades para trabajar fuera de Alemania. Finalmente, en septiembre de 1910, la Firma de Hamburgo, Ernst Pehlke, le ofreció una posición en Bogotá. La actividad principal de esta empresa era la importación de artículos alemanes, especialmente gafas y aparatos ópticos, y la exportación de café hacia Alemania desde su propia hacienda cafetera. Así mismo Ernst Pehlke se dedicaba a la cría de ganado para el mercado doméstico colombiano. Es así como un día de enero de 1911, Hans Sitarz emprende su viaje en barco desde Alemania hacia Colombia, arribando a Barranquilla el domingo 19 de marzo del mismo año, desde donde continúa su viaje hacia Bogotá. Es muy interesante el testimonio de Sitarz acerca de los cambios que sufre Colombia a través de los 18 años en los cuales recorrió el país, tanto como miembro de la Firma Ernst Pehlke, como en su posterior ocupación como miembro del Banco Alemán Antioqueño. Desde su llegada fue testigo de primera mano de las múltiples dificultades que debían enfrentar los viajeros en el territorio nacional, así como de los paulatinos cambios y mejoras que sufrieron las vías de comunicación, pasando de la mula al avión, del ferrocarril al automóvil, y de las vías de herradura a las vías pavimentadas4. Otros aspectos que se pueden observar a su vez son las transformaciones que van llevándose a cabo en las diferentes ciudades que el autor visita a través de sus diferentes viajes por Colombia. De igual manera, el autor, gracias a su trabajo en el Banco Alemán Antioqueño, nos muestra cómo la situación económica y los intereses extranjeros (Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, etc.) en el país van variando de acuerdo con las diferentes circunstancias que atraviesa Colombia. Gracias a esto el lector tiene la posibilidad de apreciar los cambios que va sufriendo el país a través de los años y cómo la percepción del autor cambia paulatinamente gracias a su relación con los diferentes hechos que lo afectan. Luego de realizar su trabajo por un tiempo en Bogotá, Sitarz se desplaza a la hacienda cafetera de propiedad de la Firma Ernst Pehlke, lugar donde permanecerá por cerca de un año. A pesar de las muchas incomodidades que debe afrontar, Sitarz se acopla muy bien a ese entorno, si se quiere bastante diferente al de Bogotá, hecho que le permitirá formarse una visión propia de sus metas y objetivos en Colombia. Después de casi tres años de relación laboral con la Firma Ernst Pehlke, Sitarz inicia su trabajo con el Banco Alemán Antioqueño5. Debido a su nueva posición, Sitarz se desplaza a Medellín6. A 4
Como dato anecdótico, Hans Sitarz hace referencia a algunos viejos alemanes que el conoció en Bogotá, los que realizaron su primer viaje a través del río Magdalena en champanes (pequeñas embarcaciones de madera), y tardaron aproximadamente tres meses en recorrer el trayecto de Barranquilla a Girardot, FISCHER, Thomas, SITARZ, Anneliese, p. 37. 5 La constitución del Banco Alemán Antioqueño se produjo en octubre de 1912, en Bremen, por iniciativa de A. Held y otros empresarios alemanes y antioqueños. Ver MEISEL ROCA, Adolfo, VILORIA DE LA HOZ, Joaquín, “Los Alemanes en el Caribe Colombiano: el Caso de Adolfo Held, 1880-1927”, en Cuadernos de Historia Económica y Empresarial, Cartagena, Banco de la República, 1999; ECHAVARRIA, Enrique, Crónicas e historia bancaria de Antioquia, Medellín, Bedout, 1946.
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pesar de que el autor vivió en diferentes ciudades de Colombia, desarrolló gran admiración por la actitud de los antioqueños no solo en términos laborales, pues además respetaba su forma de actuar, su rectitud y esfuerzo, y llegó incluso a entablar amistad con personajes muy notables de Medellín. Así por ejemplo, entabló amistad con Carlos E. Restrepo, que fue presidente de Colombia de 1910 a 1914 y con el que fuese su ministro de relaciones exteriores, Juan Pablo Gómez Ochoa. .... sowie die überwiegend angenehmen geschäftlichen und privaten Beziehungen, die ich zu der einheimischen Bevölkerung hatte, brachten es ganz natürlich mit sich, daß ich für Land und Leute im departament Antioquia eine grosse Vorliebe bekam um mich dort so wohl und zufreiden fülhte, wie noch nie zuvor in meinem Leben. Ich war auch nicht der einzige Ausländer, dem es so ging (p. 117).
Según manifestaba el propio Sitarz, “[…] sus relaciones comerciales y privadas con la gente de Antioquia lo hacían sentir una gran predilección por la tierra y los individuos del departamento, hecho que a su vez le daba gran satisfacción, sensación que nunca antes en su vida había tenido”. Impresión no sólo compartida por el autor sino por gran parte de la colonia extranjera en el departamento de Antioquia. Durante su paso por el Banco Alemán Antioqueño, Hans Sitarz ocupó diferentes cargos, y en 1922 se convierte en el Director General. Gracias a sus diferentes ocupaciones dentro del banco, tuvo la oportunidad de recorrer diferentes zonas del territorio nacional. Estuvo en Caldas, en especial en Manizales, como agente viajero del Banco. Más adelante participó, a mediados de 1920, en la apertura de la sucursal del banco en Barranquilla, lugar donde vivió por espacio de dos años, ejerciendo el cargo de gerente. Su paso por Barranquilla le permite apreciar cómo se diferencian, en su forma de ser, el costeño del antioqueño. De igual manera, tiene la oportunidad de observar las operaciones de los aviones de la empresa Scadta, primera aerolínea comercial fundada en América Latina y la segunda en el mundo, creada en 1919 en Barranquilla gracias al ingenio y al espíritu aventurero de alemanes y colombianos. Por otra parte, Sitarz debió enfrentar una aguda crisis económica en agosto de 1920, la cual dejó en una precaria situación a la sucursal del Banco en Barranquilla. Esta situación se pudo remediar gracias a la ayuda de los antioqueños y de la Lotería de Bolívar. A mediados de marzo de 1922, Sitarz deja la cuidad de Barranquilla con el propósito de dirigirse a Honda, en el Tolima, donde abrirá una nueva sucursal del Banco. A finales de 1922, regresa a Medellín para asumir el cargo como segundo director del Banco, puesto que dejará para asumir el cargo de director general ante la salida del director por problemas de salud. Después de la apertura de la sucursal de Honda, Sitarz participaría en la apertura de otras sucursales, una en Bucaramanga y otra en Bogotá, en 1923. Posteriormente abrirían otras sucursales en Armenia y Girardot (se abrió una sucursal en Cali, pero duro sólo un corto tiempo). A mediados de julio de 1925 viaja a Alemania, donde contrae matrimonio el 21 de noviembre del mismo año. Sitarz tiene dos hijos, un niño y una niña, nacidos en Medellín, donde se encontraba radicado el autor. Para 1926, la situación económica del país empieza a cambiar gracias al alza en los precios del café y a la llegada del dinero de la indemnización de Panamá por parte de los 6
ECHAVARRIA, Enrique, “Extranjeros en Medellín”, en Progreso, Medellín, No. 38-39, 1943. GARCÍA ESTRADA, Rodrigo de J., “Extranjeros en Medellín”, en Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, Vol. 34, Nº 44, Banco de la República, 1997.
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Estados Unidos. Es así como los negocios del banco empiezan a crecer gracias al periodo de prosperidad, convirtiéndose en el primer banco en Colombia en incrementar su capital en cinco millones de pesos ($ 5.000.000), el 26 de Agosto de 1927. A partir de ese momento, y a pesar de que las operaciones y negocios continuaron en ascenso, el banco enfrenta algunos problemas, principalmente con su sucursal en Bucaramanga debido a una investigación de la Superintencedia Bancaria. Es entonces que Sitarz advierte los riesgos que empezaban a manifestarse en la economía colombiana, por lo cual recomienda a los accionistas en Alemania vender las acciones a un banco americano. Sitarz resalta que esta era la mejor opción debido a la americanización de la economía colombiana. Este hecho le ocasionará ciertos roces con algunos miembros del Banco Medellín, por lo que decide retirarse del banco, el 30 de junio de 1929. Aun cuando Hans Sitarz deja el banco y sale del país, continúa su relación con Colombia, y volverá a visitar el país varias veces, principalmente con fines de negocios (poseía una droguería en Cali y era agente de la Firma Amsinck, Sonne & Co, la cual había adquirido el Ingenio Central del Tolima S.A.). La autobiografía de Hans Sitarz no sólo recoge las vivencias del autor en Colombia, sino que nos muestra historia de avances y logros del país, así como sus desaciertos e ineficiencias. Por otra parte este libro abre la puerta para estudiar más detalladamente la relación entre Colombia y los alemanes y a su vez para establecer el aporte que hicieran estos últimos para el avance y mejoramiento del país.
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