ISTORIA CRITICA No. 35
enero - junio 2008
Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes Bogotรก, Colombia
Tabla de contenido Carta a los lectores
7-9
Artículos Dossier: Movimientos sociales Mauricio Archila Neira Presentación del dossier sobre Movimientos sociales
12-15
Sandra Milena Polo Buitrago, Universidad Distrital Francisco José de Caldas y Escuela Superior de Administración Pública, Bogotá, Colombia Movilización popular en Bogotá en la segunda mitad del siglo XIX: el caso del Motín del Pan del 23 de enero de 1875
16-33
Ricardo Sánchez Ángel, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia Las iras del azúcar: la huelga de 1976 en el Ingenio Riopaila
34-57
Carlos Andrés Charry Joya, Universidad de Barcelona, Barcelona, España Movilización social e identidad nacional en el Caribe insular colombiano. Una historia social contada desde el diario de campo
58-81
Gabriela McEvoy, University of California, San Diego, Estados Unidos La construcción de la imagen heroica a través del discurso periodístico. El caso de la activista peruana María Elena Moyano
82-104
Tema abierto
Juan Camilo Niño Vargas, École des Hautes Études en Sciences Sociales, París Francia Ciclos de destrucción y regeneración: experiencia histórica entre los ette del norte de Colombia
106-129
Marie-Laure Basilien-Gainche, Université Paris 3 Sorbonne Nouvelle, París, Francia La constitucionalidad de contienda: la promoción jurídica de la guerra civil en la Colombia del siglo XIX
130-149
Mayra Fernanda Rey Esteban, Universidad de Chile, Santiago de Chile, Chile La educación militar en Colombia entre 1886 y 1907
150-175
Espacio estudiantil Jesús Bohórquez Barrera y Gabriel E. Palacio Leal, Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia La circulación y el consumo en las cuencas de los ríos Sogamoso y Lebrija: comerciantes y consumidores en el siglo XVIII
176-200
Reseñas
Renán Silva, Universidad del Valle, Cali, Colombia Los Leopardos y otros animales del Reino: contribución a un análisis de la fauna intelectual colombiana. Arias Trujillo, Ricardo, Los Leopardos. Una historia intelectual de los años 1920. Bogotá: Uniandes-Ceso- Departamento de Historia, 2007. Augusto Javier Gómez López, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia Cabrera Becerra, Gabriel. Las Nuevas Tribus y los indígenas de la Amazonia. Historia de una presencia protestante. Bogotá: Litocamargo Ltda., 2007. Camilo Sánchez Meertens y María Lucía Guerrero Farías, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Posada, Eduardo. La nación soñada. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2006. Javier Ortiz Cassiani, Ministerio de Educación Nacional, Bogotá, Colombia Abello Vives, Alberto. Un Caribe sin Plantación. Memorias de la cátedra del Caribe colombiano. San Andrés: Universidad Nacional de Colombia (sede Caribe) - Observatorio del Caribe Colombiano, 2006. Zandra Pedraza Gómez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Hering Torres, Max Sebastián. Rassismus in der Vormoderne. Die “Reinheit des Blutes” im Spanien der Frühen Neuzeit. Frankfurt - New York: Campus, 2006.
Notilibros-Notired Acerca de la revista Normas para los autores El Bicentenario de la Independencia de Colombia 1810-2010. Plataforma de actividades
201-207 207-210 211-214 215-218 219-222 223-230 231 232-236 240-248
Table of Contents Letter to readers
7-9
Articles Thematic Forum Mauricio Archila Neira Introduction to the Thematic Forum on Social Movements
12-15
Sandra Milena Polo Buitrago, Universidad Distrital Francisco José de Caldas y Escuela Superior de Administración Pública, Bogotá, Colombia Popular Mobilization in Bogotá during the Second Half of the Nineteenth Century: the Case of the Bread Riot of January 23, 1875
16-33
Ricardo Sánchez Ángel, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia The Wrath of Sugar: the 1976 Riopaila Sugar Mill Strike
34-57
Carlos Andrés Charry Joya, Universidad de Barcelona, Barcelona, España Social Mobilization and National Identity in Colombia’s Caribbean Islands: a Social History based on Field Notes
58-81
Gabriela McEvoy, University of California, San Diego, Estados Unidos The Construction of the Heroic Image through Journalistic Discourse: the Case of the Peruvian Activist María Elena Moyano
82-104
Open Forum
Juan Camilo Niño Vargas, École des Hautes Études en Sciences Sociales, París Francia Cycles of destruction and regeneration: historical experience among the Ette in northern Colombia
106-129
Marie-Laure Basilien-Gainche, Université Paris 3 Sorbonne Nouvelle, París, Francia The constitutionality of Conflict: The Legal System’s Role in Promoting Civil War in NineteenthCentury Colombia
130-149
Mayra Fernanda Rey Esteban, Universidad de Chile, Santiago de Chile, Chile Military Education in Colombia between 1886 and 1907
150-175
Student Space Jesús Bohórquez Barrera y Gabriel E. Palacio Leal, Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia The Social Worlds of Commerce and Consumption in the Sogamoso and Lebrija River Valleys: Merchants and Consumers in the Eighteenth Century
176-200
Book Reviews
Renán Silva, Universidad del Valle, Cali, Colombia “Los Leopardos” and other Animals of the Kingdom. A contribution to the analysis of Colombian Intellectual Fauna. Arias Trujillo, Ricardo, Los Leopardos. Una historia intelectual de los años 1920. Bogotá: Uniandes-Ceso- Departamento de Historia, 2007. Augusto Javier Gómez López, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia Cabrera Becerra, Gabriel. Las Nuevas Tribus y los indígenas de la Amazonia. Historia de una presencia protestante. Bogotá: Litocamargo Ltda., 2007. Camilo Sánchez Meertens y María Lucía Guerrero Farías, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Posada, Eduardo. La nación soñada. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2006. Javier Ortiz Cassiani, Ministerio de Educación Nacional, Bogotá, Colombia Abello Vives, Alberto. Un Caribe sin Plantación. Memorias de la cátedra del Caribe colombiano. San Andrés: Universidad Nacional de Colombia (sede Caribe) - Observatorio del Caribe Colombiano, 2006. Zandra Pedraza Gómez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Hering Torres, Max Sebastián. Rassismus in der Vormoderne. Die “Reinheit des Blutes” im Spanien der Frühen Neuzeit. Frankfurt - New York: Campus, 2006.
Book Notes - Web Notes About the Journal Submission Guidelines The Bicentenary of Colombian Independence, 1810-2010: planed activities
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Carta a los lectores 7
Carta a los lectores Una revista es un entramado complejo que abarca desde la recepción de artículos y reseñas hasta la distribución del último ejemplar, pasando por la evaluación de los textos por pares externos, la edición de los textos aprobados, la comunicación con los autores y evaluadores, la corrección de estilo, la diagramación, la inclusión en catálogos, bases bibliográficas e índices, los canjes con otras revistas, la actualización de la página Web, los contratos varios, las reuniones del Comité Editorial, la comunicación con el Comité Científico, para sólo mencionar algunas de las actividades más destacadas. Las labores que se generan alrededor de este tipo de publicaciones académicas son, pues, múltiples y tienen como objetivo la divulgación de los resultados de investigación entre la comunidad afín a la temática que aborda la revista. Resulta interesante realizar periódicamente un balance de la situación en la que se encuentra la revista, revisando los logros alcanzados y evaluando el camino que queda por recorrer. En el año 2003, con motivo de su número 25, Historia Crítica se sometió a una amplia revisión de tipo historiográfico que mostró el proceso de consolidación logrado para este momento por la revista. El momento de cambio en el equipo editorial que está viviendo ahora la revista, con la salida en diciembre pasado de Marta Herrera Ángel, editora académica de varios números, y con la próxima salida de Muriel Laurent de la dirección, abre la posibilidad -y, tal vez, exige- hacer un balance, en este caso breve y ya no historiográfico, del estado en el que se encuentra actualmente la revista. Uno de los aspectos fundamentales es la calidad de los textos publicados y la rigurosidad del trabajo editorial, asuntos de los cuales nos hemos ocupado para garantizarles a los lectores artículos de buena factura. Si bien no es fácil medir este logro, tal vez haya dos formas mediante las cuales se pueda evaluar. La primera es a través del reconocimiento que los propios investigadores y posibles autores le otorgan a la revista al remitirle sus manuscritos. En efecto, a pesar del -¿o debido al?- concienzudo proceso de evaluación del trabajo de edición con el autor y del tiempo cada vez más largo entre recepción y publicación, la revista recibe constantemente un gran número de artículos, procedentes tanto de Colombia como del exterior, en particular de América Latina. La segunda es el reconocimiento recibido por medio de la indexación de la revista en un gran número de sistemas, bases bibliográficas e índices, tanto nacionales como internacionales. En efecto, esta indexación es cada vez más exigente en términos de calidad -pero también de cantidad-, así como, no sobra decirlo, de ‘exogamia’ institucional -presencia entre los autores, evaluadores y miembros de los comités de personas de instituciones diferentes a la que produce la revista- y de impacto -número de veces que los artículos de la publicación son citados en otras publicaciones-. Aunque hay motivos para alegrarse en estos campos, es
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importante no bajar la guardia y mantener, y ojala mejorar, la calidad y la rigurosidad de la revista. Otros aspectos cruciales se acaban de mencionar, los que miden los diferentes procesos de indexación. El tema de la ‘exogamia’, por ejemplo. A lo largo de los últimos años, Historia Crítica ha renovado y abierto su Comité Editorial y su Comité Científico, vinculando a historiadores/as internacionales, entre ellos varios/as latinoamericanos/as. La comunicación y consulta con ambos Comités ha sido un elemento muy enriquecedor, tanto para contar con árbitros especialistas, como para ampliar el horizonte de la revista. El tema de la inclusión en catálogos y en bases bibliográficas es otro ejemplo. Además de tener un efecto multiplicador, en la medida en que el hecho de haber sido aceptados en unas bases es valorado positivamente por otras, permite acceder a una cantidad cada vez mayor de lectores. Para ello colabora inmensamente la página Web de la revista, que también recibe muchas visitas. Sin embargo, en sí misma, la página Web no logra el efecto que estos catálogos y estas bases permiten alcanzar, el de hacerse conocer en el exterior. Lo anterior muestra al menos dos aspectos estrechamente relacionados. En primer lugar, la imbricación de distintas labores que se emprenden desde y para una revista, y, en segundo lugar, la colaboración de varias personas en los procesos editoriales, de publicación y de visibilidad de la revista. En este sentido, es importante mencionar a quienes han hecho posible o han impulsado las labores de la revista en los últimos años: la anterior editora académica, los sucesivos asistentes editoriales y la actual coordinadora editorial, los miembros del Comité Editorial y del Comité Científico, el equipo de la Facultad de Ciencias Sociales, los numerosos evaluadores nacionales y extranjeros, los empleados de las instancias universitarias -como la Biblioteca general, Ediciones Uniandes y la Vicerrectoría de investigaciones- implicadas en algunos procesos, los proveedores externos para la corrección de estilo, la diagramación y la impresión de los ejemplares. Por su dedicación y compromiso, todos y todas se merecen un agradecimiento. Resta por señalar los temas que Historia Crítica debe seguir profundizando en adelante. Es ineludible, y en eso se está trabajando seriamente, continuar el esfuerzo por volver la página Web de la revista operacional, lo que redundará sin duda en su mayor visibilidad. A su vez, es fundamental que los resultados de investigación publicados en la revista tengan un mayor impacto en la investigación nacional e internacional, en particular latinoamericana. Igualmente, es crucial que la revista se mantenga en las bases bibliográficas con comité de selección y en los índices en los cuales figura, y que se continúen las gestiones necesarias para incluirla en otros sistemas de indexación cuyas exigencias reflejen la calidad y rigurosidad del trabajo editorial de la revista. Los anteriores son apenas algunos de los retos con los cuales se enfrentará Historia Crítica en los próximos años.
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Carta a los lectores 9
Finalmente, no sobra insistir en que la edición de una revista académica, en este caso del campo de la historia, es una aventura altamente motivante y que se constituye en un mecanismo excepcional para articular la investigación y su divulgación entre comunidades que se nutren de ella. *** Este número de la revista Historia Crítica comprende un dossier sobre Movimientos sociales, varios artículos en la sección de Tema abierto y las tradicionales secciones de reseñas y notilibros, ésta última completada desde el año pasado por los Notired, es decir, la presentación de páginas Web relevantes para los historiadores. El dossier es presentado a continuación por el historiador Mauricio Archila, con quien, por otro lado, estamos inaugurando un nuevo espacio en la página Web. En efecto, el Comité Editorial de la revista ha considerado crear, en su medio electrónico, una sección titulada ‘Preguntas a la Historia’ en la que un historiador responde a una inquietud de manera académica pero accesible al público en general. Así, desde hace algunas semanas está disponible en nuestra página Web el documento “Preguntas y respuestas sobre los movimientos sociales en la historia”, con el cual invitamos a nuestros lectores a completar el panorama ofrecido por el presente dossier. La sección de Tema abierto se compone en esta ocasión de cuatro artículos sobre temas muy variados relativos a la historia de Colombia. El primero, escrito por Juan Camilo Niño y titulado “Ciclos de destrucción y regeneración: experiencia histórica entre los ette del norte de Colombia”, se interesa por las reflexiones de un grupo indígena de Colombia a propósito de su propia historicidad. Le sigue el texto “La constitucionalidad de contienda: la promoción jurídica de la guerra civil en la Colombia del siglo XIX”, de Marie-Laure Basilien-Gainche, que estudia la forma en la que los actores políticos del siglo XIX hicieron uso de las normas jurídicas dando como resultado la promoción del desorden político. Mayra Fernanda Rey es autora del tercer artículo que trata de “La educación militar en Colombia entre 1886 y 1907” y que sostiene, contrario a lo que se cree, que ya en estos años existía un proceso de instrucción y capacitación en escuelas militares. Para terminar, en el Espacio estudiantil se presenta el artículo de Jesús Bohórquez y Gabriel Palacio “La circulación y el consumo en las cuencas de los ríos Sogamoso y Lebrija: comerciantes y consumidores en el siglo XVIII”, en el que se describen las prácticas y redes relacionadas con la circulación y el consumo en esa región durante aquel siglo.
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Dossier Movimientos Sociales
12 Presentación del dossier sobre movimientos sociales
Presentación del dossier sobre movimientos sociales Mauricio Archila Neira 1 g Las protestas, movilizaciones y en general los movimientos sociales parecen estar hoy de moda en Colombia. Así al menos lo han orquestado recientemente los grandes medios de comunicación con un despliegue antes no visto. Sin embargo, y en contra de la aparente novedad de estos fenómenos, en el país se han presentado múltiples repertorios de protesta desde tiempos inmemoriales. La academia y, en concreto, la historia así lo ha constatado. Pero no sólo eso, además de describirlos los ha intentado analizar, para lo cual ha tomado una actitud crítica que, sin negar posibles simpatías con los sentimientos ciudadanos, desentraña las lógicas profundas del comportamiento de las multitudes. De esta forma se ha venido consolidando una rama de la historia especializada en los movimientos sociales. Como sus estudiosos lo proclaman, se trata de ampliar la comprensión del pasado al incluir seres de carne y hueso que habían sido tradicionalmente olvidados en los recuentos oficiales. Aunque claramente se busca invertir el foco de análisis histórico al privilegiar lo que ocurre “desde abajo”, no se queda allí sino que se mueve “hacia arriba”. Si bien es una historia que pondera más las dimensiones socio-culturales, no ignora las económicas y políticas. En fin, constituye el meollo de la propuesta que los fundadores de la revista Annales llamaron “nueva historia”, que luego se conoció simplemente como Historia Social y que logró cautivar a varias generaciones de historiadores profesionales del siglo pasado. Hoy otros vientos soplan en la profesión, pero la preocupación por los actores “subalternos” no desaparece. A buena hora Historia Crítica convocó un dossier sobre el tema de los movimientos sociales, mucho antes de que se pusiera de moda. Como el título de la revista lo sugiere, se trataba de hacer una lectura crítica de dicha dimensión social del pasado. Si bien hemos indicado que se trata de una historiografía con indudable vigencia y pujanza, no es menos cierto que sus contornos siguen siendo materia de debate entre los historiadores y los científicos sociales en general. Así continúan flotando interrogantes sobre qué son los movimientos sociales y si todo lo que se mueve puede ser considerado como tal; quiénes lo conforman y qué papel juegan los individuos en g Ph. D. en Historia, Profesor Titular de la Universidad nacional de Colombia, sede Bogotá, e Investigador Asociado del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep). marchila@ telecom.com.co
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Presentación del dossier sobre movimientos sociales 13
un fenómeno colectivo por definición; cuándo se presentan y si son sólo fenómenos emparentados con la modernidad; dónde o en cuáles espacios ocurren; cuáles son sus motivos; y cómo se desenvuelven y qué repertorios utilizan en su visibilidad pública. Los cuatro artículos que incluimos en este dossier en su diversidad responden de alguna manera a dichos interrogantes y nos permiten avanzar en el conocimiento interdisciplinario de esta dimensión del pasado. Sandra Milena Polo con “El motín del pan” de enero de 1875 en Bogotá nos indica que las protestas pueden hacerse visibles, a pesar de la precariedad de fuentes, en el siglo XIX. En verdad, ni teórica ni empíricamente se podría excluir que dichos fenómenos se dieron desde mucho antes, o si no qué fueron la “rebelión de los comuneros” y las mismas gestas de Independencia, para no hablar de motines y levantamientos de indios, esclavos, mestizos y criollos en la época colonial. Pues bien, en su artículo Polo muestra la inconformidad de pobladores urbanos y artesanos de Bogotá ante la elevación del precio del pan y la supresión del “vendaje”. La autora no se limita a la descripción de la protesta, sino que incursiona en la disputa por su significado tanto en el momento en el que ocurrió como en la historiografía reciente. En un interesante ejercicio de crítica de las fuentes, especialmente de ocho periódicos revisados, nos muestra -sin necesidad de acudir a ejemplos presentes- que la prensa informa interesadamente sobre lo que ocurre. De esta forma desmonta argumentos partidistas que querían deslegitimar el “motín” como una acción artesana, como un eco de lo ocurrido en Francia, o simplemente como manipulación electoral. Lo curioso es que la autora muestra que esas “interpretaciones” siguen vigentes un siglo después entre los historiadores que abordan el tema. En cambio ella propone leerlo desde la “economía moral” de la multitud siguiendo a los historiadores marxistas británicos. Por esa vía, además del juicioso análisis historiográfico, Polo ensancha la comprensión de los motivos de las protestas en tiempos remotos. Por su parte Ricardo Sánchez reconstruye la huelga de los trabajadores azucareros de Ríopaila en 1976 en lo que él llama “Las iras del azúcar”. Aunque se centra en un evento reconstruyéndolo con cierta dosis épica, como el hecho lo merece, insiste en que esa protesta no es un hecho aislado, sino que condensa tendencias socioeconómicas, políticas y culturales de la sociedad colombiana en la época del gobierno de Alfonso López Michelsen. La temporalidad ya es más cercana al presente, pero el espacio de la huelga no es propiamente la ciudad, con la que se suele identificar la acción social colectiva moderna. Los protagonistas son campesinos en proceso de proletarización -los llamados “iguazos”- no sólo por su procedencia rural, sino porque aún no accedían a una contratación salarial estable. Hay otros rasgos en las multitudes huelguistas que el autor resalta, como son el peso de la población afrodescendiente y la activa participación de la mujer desde el ámbito familiar. Con “Las iras del azúcar” Sánchez retoma el argumento de la indignación moral que vimos en la protesta bogotana del siglo anterior, pero ya no es ante el precio del pan, sino ante los monopolios y la voracidad de un capitalismo agrario que consume hombres, tie-
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14 Presentación del dossier sobre movimientos sociales
rras y medio ambiente para endulzar el mercado. También en este conflicto, además de una dura represión, hubo una disputa por el significado entre la gran prensa y los órganos de expresión de los trabajadores. Las acusaciones oficiales, de las que hizo eco la gran prensa, eran contra los “agitadores” de izquierda, y aunque ella estuvo presente en el conflicto -jugando un papel ambivalente-, los protagonistas fueron los mismos trabajadores. Tales son las lecciones que deja un conflicto laboral que si bien se perdió, para Sánchez mostró el rostro de dignidad del semiproletariado cañero. A su vez Carlos Andrés Charry se acerca al Caribe insular colombiano a partir de dos registros etnográficos: el del antropólogo norteamericano Thomas Price en los años cincuenta y el hecho por el autor a finales del siglo pasado. Se ubica en un marco temporal distinto de los anteriores ensayos, no sólo por tocar tiempos más recientes, sino por la amplitud, pues condensa prácticamente 50 años de historia. Aunque también aquí hay indignación en las multitudes sanandresanas, el problema ya no es el pan o las condiciones laborales, sino la difícil e incompleta construcción del Estado nación. Más que un solo movimiento social, lo que en la Isla se da en ese lapso largo de tiempo es la sucesión de varios movimientos que el autor hace girar en torno a las relaciones entre los isleños y la Colombia “continental”. Ésta incluye obviamente al Estado central, pero también la economía, costumbres, cultura, religión y moral que llegan a la isla por las instituciones y por los inmigrantes. Los protagonistas de estos movimientos ya no son una clase más o menos definida -artesanos o trabajadores-, sino un conjunto variopinto de pobladores del archipiélago. El liderazgo no corre por cuenta de los intelectuales de izquierda, sino por los pastores bautistas. Las modalidades de protesta son menos violentas que las vistas en los anteriores artículos, pero no menos enérgicas: combinan la fiesta y el folclor con la demanda por un trato respetuoso y digno de parte de la Colombia “continental”. Lo que a juicio de Charry, los sanandresanos reclaman de fondo, es el derecho a pertenecer a una nación a partir de su diversidad. Por último tenemos el artículo de Gabriela McEvoy, que es tal vez el más atípico de los incluidos en este dossier y no porque se refiera a un espacio nacional distinto, sino porque versa sobre una activista social: María Elena Moyano, asesinada en Lima por Sendero Luminoso en 1992. Aunque en este ensayo aparecen los movimientos sociales, entre otros los que Moyano lidera o los que se expresaron el día de su entierro con la multitudinaria marcha fúnebre que la acompañó, en realidad el eje del artículo es la breve biografía de una líder popular y el vano intento de convertirla en héroe, o mejor en heroína. De esta forma, el ensayo de McEvoy sirve de ilustración sobre el papel del individuo en los movimientos colectivos y las formas de construcción de una subjetividad, pues Moyano pasa de ser ama de casa católica, negra y pobre, a líder vecinal y activista política de izquierda. Pero lo que más sobresale de su vida es su muerte, porque enfrentó con una valentía poco común en su medio las formas de terror senderista y gubernamental -no se debe olvidar que era el inicio del gobierno de Alberto Fujimori en el vecino país-. Las fuerzas de derecha
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Presentación del dossier sobre movimientos sociales 15
e izquierda la quisieron volver heroína nacional con el objetivo de aislar a Sendero Luminoso. Pero este intento no cuajó, porque ya controlado el terrorismo senderista con la detención de sus máximos líderes, el establecimiento volvió los ojos a otros temas y olvidó a la “heroína” popular. El artículo de McEvoy es, pues, un estudio cuidadoso de un rostro específico de la multitud popular peruana, pero, sobre todo, de una valentía poco común allí y acá, tanta que no se dejó manipular aún después de muerta. Es claro que los cuatro artículos del dossier sobre movimientos sociales no agotan las preguntas e interrogantes que el tema sugiere. Quedan muchos puntos de debate pendientes y habrá que esperar más dossiers de este tipo y publicaciones del mismo tenor para que no sólo el mundo académico sino también la llamada opinión pública puedan trascender la noticia sobre X o Y movilización. De esta forma se podrán entender las dinámicas sociales y políticas que los movimientos sociales encierran, así como sus aportes y limitaciones en la construcción de la democracia colombiana.
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16 Movilización popular en Bogotá en la segunda mitad del siglo XIX: el caso del Motín del Pan del 23 de enero de 1875
Movilización popular en Bogotá en la segunda mitad del siglo XIX: el caso del Motín del Pan del 23 de enero de 1875 Sandra Milena Polo Buitrago1 Resumen: En este trabajo la autora se propone mostrar las posibilidades de estudiar el Motín del Pan del 23 de enero de 1875 en Bogotá desde las versiones de la prensa de la época, poniendo en evidencia que a partir de esta fuente se hizo una interpretación, que respondía a los intereses electorales de la campaña para la presidencia de la Unión de este año. Lo anterior generó una lectura de este acontecimiento condicionada al hecho de ser una organización artesanal inspirada en la ideología de la Revolución francesa. Por tanto, a la luz de estas limitaciones se hace evidente la necesidad de dilucidar los motivos y circunstancias que originaron el motín del pan para lo cual se utiliza el concepto de ‘economía moral de la multitud’ a fin de explicar las formas en las que esta protesta se llevó a cabo. Palabras clave: Movilizaciones populares, luchas populares, Motín del Pan, artesanos, siglo XIX, Bogotá.
Popular Mobilization in Bogotá during the Second Half of the Nineteenth Century: the Case of the Bread Riot of January 23, 1875 Abstract: This article discusses the use of contemporary newspaper reports to study the Bogotá bread riot of January 23, 1875. It argues that these sources interpreted the riot in light of electoral interests during that year’s national presidential campaign. As such, their reading of the riot was conditioned by the fact that it was organized by artisans inspired by the ideology of the French Revolution. Such limitations underline the need to elucidate the motivations and circumstances that gave rise to the bread riot. To explain the forms in which the protest were conducted, the article turns to the concept of the ‘moral economy of the crowd’. Keywords: Popular mobilizations, popular struggles, Bread Riot, artisans, nineteenth century, Bogotá.
Artículo recibido: 14 de noviembre de 2006; aprobado: 18 de enero de 2007; modificado:10 de octubre de 2007.
1
Licenciada en Ciencias Sociales en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y Magíster en Historia de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Docente catedrática de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y de la Escuela Superior de Administración Pública (Bogotá, Colombia). Sus áreas de interés son la Historia de los movimientos sociales latinoamericanos, la Filosofía latinoamericana del siglo XIX y la Historia de las ideas políticas. sanpo31@ hotmail.com
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Sandra Milena Polo Buitrago 17
Movilización popular en Bogotá en la segunda mitad del siglo XIX: el caso del Motín del Pan del 23 de enero de 1875 El motín del Pan de 1875 en Bogotá
Introducción
Dibujo: Hebert Julián Valcero Rey, 6 de agosto de 2007
En el presente artículo se analizan los hechos de la noche del 23 de enero de 1875 en Bogotá, conocidos posteriormente como el Motín del Pan12. Se ponen en evidencia las limitaciones que surgen en la explicación histórica al enfrentarse a un hecho que fue registrado sólo por la prensa. Tratando de superar algunas dificultades interpretativas, se exploran nuevas posibilidades para la comprensión de la historia de esta movilización popular en el contexto de 1875. Para ello, el trabajo ha sido dividido en cuatro partes. Inicialmente se hace una descripción del Motín para definir sus características más relevantes. En la segunda parte se exponen las interpretaciones a las que dio lugar a este acontecimiento en el contexto de 1875, presentadas a través de la prensa y respondiendo a los intereses defendidos desde cada publicación. En la tercera se presentan las diferentes lecturas que los historiadores han ofrecido sobre el Motín. En la última parte, a partir del concepto de “economía moral de la multitud” planteado por el historiador Edward Thompson23, se exploran diversas posibilidades de dilucidar su origen otras razones que las ofrecidas por los historiadores que han estudiado el tema hasta el momento. v Este artículo es una versión reelaborada de la investigación “El Motín del Pan un análisis desde la prensa” realizada para optar al título de Magíster en Historia de la Pontificia Universidad Javeriana en el 2005. 1 Nombre que recibió en periódicos de la época como La América, Bogotá, 26 de enero de 1875, 105 y El Telégrafo, Palmira, 18 de febrero de 1875, 6. También recibió el nombre de “Revolución del Pan de a cuarto”, Diario de Cundinamarca, Bogotá, 25 de enero de 1875, 290. 2 Edward Palmer Thompson, Costumbres en común (Barcelona: Editorial Crítica, 1995), 241.
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18 Movilización popular en Bogotá en la segunda mitad del siglo XIX: el caso del Motín del Pan del 23 de enero de 1875
1. El Motín del Pan de 1875 en Bogotá El Motín del Pan de 1875 tuvo su origen en el alza del precio del “pan de a cuarto”, que en aquella época era el pan que adquiría la mayoría de la población pobre en Bogotá43. Además, los panaderos habían decidido que no se podría dar vendaje por la compra de pan45. Estas medidas fueron tomadas desde el lunes 18 de enero de 1875, alegando la subida del precio de la harina de trigo56. Las anteriores medidas fueron toleradas por el pueblo hasta que el viernes 22 de enero apareció en la Plaza de Bolívar un cartelón que convocaba al pueblo a resolver su situación67. Este cartelón ligó el incremento del precio del pan al problema de los monopolios78, que conducían no sólo al alza de este alimento sino de otros productos, aunque en este momento se protestaba por el monopolio de la harina puesto que afectaba directamente a la gente98. Dicho monopolio se presentaba porque en la ciudad existían tres molinos hidráulicos109 encargados de trillar el trigo y sus propietarios especulaban con el precio de la maquila1110. Para compensar las pérdidas ocasionadas por la subida del derecho de maquila, los panaderos decidieron no fabricar “pan de a cuarto” y no dar vendaje. Ante esta situación, aproximadamente 1.500 personas llegaron a la Plaza de Bolívar la noche del sábado 23 de enero, día de pago de jornal. Allí aparecieron los que se 12 como los “agitadores”, los que inicialencuentran referenciados en varias versiones11 mente propusieron solucionar el problema enviando una comisión de tres individuos a hablar con el Presidente de la República, el liberal radical Santiago Pérez, quien los 3
Se decía ‘de a cuarto’, porque con dos y medio centavos o sea un cuartillo de la moneda entonces en uso se compraban cuatro panes pequeños. José María Cordovez Moure, Reminiscencias de Santafé de Bogotá, editado por Gerardo Rivas Moreno (Bogotá: Fundación para la Investigación y la Cultura (FICA), 1997), 173. 4 El Republicano, Socorro, 29 de enero de 1875, 17; La América, Bogotá, 26 de enero de 1875, 105; La Ilustración, Bogotá, 26 de enero de 1875, 13; Diario de Cundinamarca, Bogotá, 25 de enero de 1875, 276. 5 Carta enviada por un panadero, en La América, Bogotá, 22 de enero de 1875, 93. 6 La América, Bogotá, 27 de enero de 1875, 109. 7 El problema de los monopolios y su influencia siguió siendo frecuente después del Motín del Pan. La Ilustración, Bogotá, 16 de mayo de 1878, 7. La consigna “Abajo los monopolios” volvió a aparecer en el Motín de 1893. Mario Aguilera Peña, Insurgencia urbana en Bogota. Motín conspiración y guerra civil 1893-1895 (Bogotá: Colcultura, 1997), 94. 8 Parece ser que la sal y la miel también presentaron el problema del monopolio que afectaba su precio. El Tradicionista, Bogotá, 29 de enero de 1875, 1; La Ilustración, Bogotá, 26 de enero de 1875, 13. 9 El de los Alisos, Tres Esquinas y El Boquerón. José María Cordovez Moure, Reminiscencias de Santafé, 172. 10 Derecho que pagan los dueños del trigo a los molineros para que les trillen el trigo y les devuelvan la harina en “flor” para hacer el pan. 11 La América, Bogotá, 26 de enero de 1875, 105; El Telégrafo, Palmira, 18 de febrero de 1875, 6; El Republicano, Socorro, 12 de febrero de 1875, 26; El País, Bogotá, 2 de febrero de 1875, 7; Diario de Cundinamarca, 25 de enero de 1875, 276.
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recibió en el Palacio Presidencial y habló con ellos. Al parecer la intervención de Pérez no satisfizo las expectativas de los negociadores, pues la resolución del Presidente fue la de no intervenir y dejar el asunto en manos de los panaderos y los consumidores. Cuando la comisión informó las palabras del Presidente, la gente se exasperó al no ver una respuesta clara y se lanzó, ante la ignorancia de la autoridad frente a sus reclamos, a la acción directa, haciendo “justicia por sus propios medios”1312. Comenzaron los gritos contra los ricos y los acaparadores y estalló la “ira popular”. La gente “cogió a piedra” y “rompió las ventanas y puertas” de la casa de Joaquín Sarmiento, dueño del Molino Los Alisos y Gerente del Banco de Bogotá, y las pa13 ; las de los señores naderías de la señora Juana Durán, ubicada en la calle de Florián14 Osorio y Durán en la calle de las Águilas; la de Matías Pérez en San Victorino; la de las señoras Pereira; la del señor Paz y otras de las Nieves; la del señor Lorenzana en el Carmen, y la de la señora Otálora y otras más en las Cruces1514. Según versiones de la prensa no se atacó ninguna casa con el fin de hacer pillaje1615, y los miembros del Cuerpo de Serenos de la ciudad miraban el espectáculo sin resolverse a intervenir en los motines. Sólo uno de los revoltosos se involucró y resultó herido en los hechos; según versiones posteriores fue ingresado al Hospital San Juan de Dios, donde murió1716. Al día siguiente, el Prefecto de la ciudad, Rafael Pérez, publicó un decreto por medio del cual prohibía toda reunión que excediera diez personas, y en caso de darse, debería ser disuelta por la policía aplicando las sanciones correspondientes. Así mismo, se adelantaría una investigación acerca de los motivos que tuvo el señor Alcalde de la ciudad, General Peregrino Santacoloma, para no intervenir en los hechos de aquella noche, y de hallarse culpable se procedería a su destitución. Este mismo día, el señor Joaquín Sarmiento pidió protección especial para la sede del Banco de Bogotá, por considerar que existía una seria amenaza a este lugar. El Ministerio de lo Interior 17 . La noche del 25 de enero se convocó al pueblo a impeasignó una guardia especial18 dir la destitución del Alcalde por medio de cartelones bajo la firma de los artesanos, a pesar de la resolución del Prefecto mencionado. Por otra parte, ante la supuesta participación artesanal, el 28 de enero algunos artesanos se dieron a la tarea de distribuir dos hojas volantes, que aparecieron en periódicos liberales y conservadores con la intención de “limpiar la imagen” de los artesanos y de negar su participación en las protestas violentas del 23 de enero. Fi12 La América, Bogotá, 26 de enero de 1875, 105. 13 Diario de Cundinamarca, Bogotá, 25 de enero de 1875, 276. 14 Diario de Cundinamarca, Bogotá, 25 de enero de 1875, 276; La América, Bogotá, 27 de enero de 1875, 109. 15 Diario de Cundinamarca, Bogotá, 25 de enero de 1875, 276; José María Cordovez Moure, Reminiscencias de Santafé, 174. 16 El Telégrafo, Palmira, 18 de febrero de 1875, 6. 17 Archivo General de la Nación (AGN), Bogotá - Colombia, Sección República, Fondo Ministerio del Interior y Relaciones Exteriores, t. 93, f. 247(r).
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nalmente, los panaderos resolvieron volver a vender el “pan de a cuarto” y a dar el vendaje, clausurando, así, el conflicto que dio origen al Motín.
2. Análisis de los hechos del Motín del Pan desde la prensa El Motín del Pan no fue judicializado, no hubo aprehensiones para sus organizadores y no se levantaron cargos contra nadie, situación que restringe aún más las posibilidades de encontrarlo en otras fuentes distintas a la prensa, por lo que sólo puede reconstruirse a partir de esta fuente. Desde la prensa se desarrolló una lectura particular del Motín, originada por los intereses liberales y conservadores que se encontraban en pugna en el contexto particular de la campaña por la presidencia de la Unión en 1875. Las publicaciones que aludieron y comentaron los hechos del Motín del Pan son ocho en total: tres eran conservadoras: La Ilustración, La América y El Tradicionista; tres liberales radicales: El Diario de Cundinamarca, El País y El Republicano; y dos liberales independientes: El Correo de Colombia y El Telégrafo. Sin embargo, no se hará referencia a cada versión, sino a los elementos comunes que existieron en las lecturas partidistas mencionadas del Motín. Entre estos elementos se destacan: la explicación de los artesanos como representantes políticos de “lo popular”, el pasado “francés” como el fundamento ideológico de la protesta popular y la manipulación partidista de las protestas populares. Teniendo en cuenta la primera explicación sobre el origen artesanal, se puede afirmar que en el contexto del siglo XIX los motines, las insurrecciones o los desordenes populares fueron protagonizados por los artesanos, considerados como el principal interlocutor 19 . Por ello, una de las primeras hipótesis que surgieron para frente al grupo dominante18 este Motín fue su referente artesanal, además ratificado por la aparición de dos cartelones firmados por “los artesanos” en las calles de la ciudad después de los hechos de la noche del 23 de enero de 18752019, que los ligaba al parecer de forma indiscutible con la protesta. Allí los artesanos convocaban a una reunión para el 25 de enero, con el fin de defender las 18 El artesano del siglo XIX sostuvo una lucha permanente por sus intereses, además como gremio contaron con miembros prestantes intelectualmente y esto les permitió conservar el liderazgo de movimientos populares, principalmente urbanos. A esto hay que agregar que los artesanos se reconocieron a sí mismos como clase social y trataron de conservar sus tradiciones culturales. Igualmente, a partir de su representatividad, el “pueblo” se reconocía a sí mismo como artesano, en especial cuando quería autoidentificarse frente al poder. Francisco Gutiérrez Sanín, Curso y discurso del movimiento plebeyo 1849-1854 (Bogotá: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales - El Áncora Editores, 1995), 126. 19 Este referente artesanal era bien conocido por los dirigentes de cada partido, que en determinados momentos de confrontación apelaron a los artesanos y sus organizaciones, como una manera de buscar apoyo popular a sus intereses; en este contexto por ejemplo los nuñistas convocaron a las sociedades democráticas de artesanos en la campaña de 1875. El Combate, Bogotá, 20 de marzo de 1875, 22.
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instituciones y, como se ha dicho, impedir la renuncia del general Peregrino Santacoloma como alcalde de Bogotá2120. No obstante, al analizar el contenido de los cartelones se puede encontrar que la defensa de este alcalde, como representante de la institucionalidad y ante el desafío directo al gobierno radical, era un discurso propio de los jóvenes nuñistas, en especial si se observan las ediciones de El Correo de Colombia, publicación que se convirtió en la vanguardia del nuñis21 . Sin embargo, el comunicado no aparece mo bogotano, bajo los auspicios de Lino Ruiz22 firmado por los seguidores de Núñez para convocar “al pueblo”, sino que apareció con la firma de “los artesanos”. Lo anterior parecía garantizar, por una parte, la convocatoria efectiva al pueblo y, por otro lado, salvaba a los jóvenes nuñistas de la intervención directa y las acusaciones del liberalismo radical. Además, el argumento del incremento del precio del pan desapareció completamente para dar paso a los argumentos de la coyuntura polí22 . tica de este contexto electoral23 Ante estas declaraciones atribuidas a los artesanos, su respuesta no se hizo esperar. Fue así como el 29 de enero en dos hojas volantes que hicieron llegar a la redacción del periódico La América, y que posteriormente otras publicaciones como El Tradicionista, El Republicano, El Telégrafo y El País se encargaron de reproducir, los artesanos manifestaron ante la opinión que ellos no habían promovido los hechos de la noche del 23 de enero y rechazaron también el uso del nombre de su gremio para promover esta protesta. Así mismo, mencionaron la necesidad de sostener el gobierno del estado: “contra cualquier perturbación, viniera de donde viniere”, lo cual significaba una defensa institucional del gobierno del estado de Cundinamarca, respaldada por una mayoría de artesanos liberales. Dicho comunicado lo firmaron los artesanos con nombres propios, en un deseo de ser claramente excluidos del Motín y sus formas de “hacer justicia”2423. Esta posición fue celebrada por los redactores de las publicaciones porque, según ellos, se ponía en evidencia que la parte más 25 . notable del pueblo estaba del lado de las instituciones24 20 Este cartelón fue pegado en las “calles de la ciudad”. La América 258, Bogotá, 27 de enero de 1875, 109-110. 21 Estos discursos contra los abusos de los ricos se produjeron en los cuatro números del semanario Correo de Colombia que circularon desde la última semana de noviembre hasta la última de diciembre de 1874. El Correo de Colombia, Bogotá, 16 de diciembre de 1874, 17. 22 La América 258, Bogotá, 27 de enero de 1875, 109. 23 Algunos de los artesanos firmantes pueden ser identificados: Miguel Bernal era sastre; Vicente Bastida era carpintero-ebanista y decorador; Pablo Bermúdez perteneció a la milicia convocada por el gobierno liberal el 11 de agosto de 1876, era moderado en política; Ramón Ordóñez estuvo en una organización artesanal fundada en 1869, bajo el nombre de Sociedad Industrial; Anselmo Daza era sastre y fue sub-director de sección e inspector de la guerrilla formada por la Junta Liberal del Barrio las Nieves del Centro Liberal de Bogotá entre 1891 y 1893. David Sowell, Artesanos y Política en Bogotá, 1832-1919 (Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico - Editorial Círculo de Lectura Alternativa Ltda., 2006), 105-142. 24 La América, Bogotá, 30 de enero de 1875, 122; El Telégrafo, Palmira, 18 de febrero de 1875, 6; El Republicano, Socorro, 12 de febrero de 1875, 26; El País, Bogotá, 2 de febrero de 1875, 7; El Tradicionista, Bogotá, 2 de febrero de 1875, 1663; La Ilustración, Bogotá, 30 de enero de 1875, 17.
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Una interpretación elaborada a partir de la prensa de la época consideraba que la ideología de la Revolución francesa fue un factor importante para movilizar al pueblo. Esta idea se sostuvo a partir de las consignas finales de una hoja volante del 25 de enero de 1875, titulada ‘Sólo el pueblo es soberano’, en la que se decía: “-Viva la República! -Viva la Constitución! -Abajo los traidores y monopolistas! -Viva Robespierre! -Viva Danton! -Viva Marat! -Viva Ronsell! -Viva Delecluse! 26 . -Viva el pueblo soberano!”25
Esta hoja no tenía firmante y fue repartida en las redacciones de los periódicos conservadores y liberales el 25 de enero de 1875. No podemos conocer quién la imprimió, debido a que la prensa la reprodujo sin dar detalles de la imprenta o de los redactores. En su estilo manejó “el pasado francés”, representado en los vivas a líderes como Danton, Robespierre, Marat, Ronsell y Delecluse y la proclamación de la soberanía del pueblo. Este documento fue redactado para ser distribuido como hoja volante y llegó a las redacciones de los periódicos conservadores La América y La Ilustración y del liberal Diario de Cundinamarca. Por su parte, los redactores del periódico conservador La América señalaron el comunismo como una influencia clara del Motín, incluso fueron explícitos en señalar que lo sucedido la noche del 23 de enero había sido organizado por una agrupación llamada La Liga 26 , que defendía ideas comunistas entre las que se encontraban la pobreza como de Astrea27 injusticia y la propiedad como producto del robo. Por este motivo, según La América el Motín del Pan no era un simple motín, sino una amenaza de lucha social2827.
25 La América, Bogotá, 29 de enero de 1875, 118. 26 Indagando en números anteriores del periódico La América se encontró que el nacimiento de la Liga de Astrea, en efecto ya había sido anunciado desde el 6 de Noviembre de 1874 como una sociedad fundada por doce miembros, aunque no se menciona quiénes fueron. Esta Liga ya contaba con una centena de seguidores en la capital y estos aportaban cierta suma de dinero, lo cual permite intuir que ya tenían un capital de más de tres mil pesos. Entre los objetivos de la mencionada sociedad se señala como eje central “averiguar la justicia y la verdad del derecho para reivindicarlo”. Al parecer la Liga de Astrea mantenía un comité directivo, que según esta versión tenía una rígida organización donde sus miembros prestaban “ciega obediencia”. Entre sus ideas fundamentales estaban: 1. El trabajo que debe tener una remuneración igual a la que produce el dinero y la propiedad como un robo que se ha hecho a la masa común en virtud de la injusticia de las leyes que fundan el derecho. 2. La pobreza es una injusticia y es necesario que la diosa que presidía las acciones de los hombres antes que el crimen hubiera aparecido entre ellos, baje de nuevo al solio que le preparamos y venga a ser la norma de nuestra conducta y la reguladora de la propiedad. La América, Bogotá, 6 de noviembre de 1874, 1012. 27 La América, Bogotá, 29 de enero de 1875, 109.
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Por otro lado, los comentarios sobre dicho Motín en La Ilustración los redactó Manuel Ma28 , quien argumentaba que este podía ser explicado como una consecuencia ría Madiedo29 de la falta de moral y religión en una sociedad. Esa falta de moral llevaba a que la sociedad se enfrentara y amenazara a sí misma, pues sólo pensaba en su propio bien y en sus intereses. En ese terreno, los ricos amparados en el librecambio perjudicaban al pueblo aumentando su miseria y los pobres para enfrentarlos acudían a esa “lepra social” que se 29 31 ” y “La Comuna30 ”. De esta manera, señalaba Madiedo: “La ecollama “La Internacional30 nomía política descreída, madre del pauperismo de la internacional, i de la comune, es el peor enemigo de la civilización moderna, que solo puede salvarse al abrigo de tres grandes 31 . palabras cristianas: ‘DIOS CARIDAD I RESIGNACIÓN!’” 32 Por su parte, El Diario de Cundinamarca, de filiación liberal radical, opinó que se habló a la gente de nivelación de las propiedades, aunque estas ideas de “La Internacional” y “La Comuna” fueron sólo un intento por manejar al pueblo, pero sin duda un intento fracasado3332. Es decir, que la hoja volante “SÓLO EL PUEBLO ES SOBERANO”, leída desde la prensa conservadora y liberal radical contra ésta, contribuyeron a derramar el “espectro de la Comuna” sobre el Motín del Pan, lo que significó verlo como un anuncio de la lucha 28 Manuel María Madiedo (Cartagena, 14 de septiembre de 1815 - Bogotá, 6 de septiembre de 1888) se desempeñó como abogado, escritor, periodista y político. Se puede considerar como un intelectual del siglo XIX que combatió las ideas contrarias al cristianismo, inclinándose por las interpretaciones de la sociedad colombiana, que propugnaban una defensa de la caridad como el valor más importante para combatir la injusticia y la pobreza. Fue un admirador de Luis Napoleón ya que éste desarrolló un “grandioso plan” para establecer una barrera católica y latina contra la expansión sajona y protestante. José del Carmen Ortega, La teoría política de Manuel María Madiedo, El Socialismo en la Nueva Granada (Bogotá: Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Facultad de Jurisprudencia, 1989), 5-27. 29 La Asociación Internacional de Trabajadores, conocida más tarde como la Internacional, fue fundada en Londres por obreros fabriles franceses e ingleses en 1864. La idea de esta organización era consolidar una asociación que luchara por acabar el sistema capitalista unificando los partidos y asociaciones que a nivel mundial compartieran este objetivo. El miembro más prominente del Comité Central de esta organización fue Carlos Marx, quien redactó los estatutos de la Internacional. Eric Hobsbawm, Historia del Marxismo (Barcelona: Editorial Bruguera, 1979), 1 9. 30 La Comuna de París fue el nombre con el que se conoció el movimiento y el gobierno revolucionario formado en París el 18 de marzo de 1871 y que duró hasta el 28 de mayo de ese mismo año. Este movimiento revolucionario estuvo formado por consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de París y es considerado como el primer gobierno obrero de Europa. Entre sus decisiones más importantes estuvo la separación de la Iglesia y el Estado, la supresión del ejército permanente, sustituyéndolo por una guardia nacional y la desaparición de la burocracia representada en la Asamblea Nacional, que se había encargado del gobierno desde el 1o de septiembre de 1870, tras la aceptación de la derrota de Francia frente a Prusia por parte de Luis Napoleón. Carlos Marx, “Manifiesto del Consejo de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la guerra civil en Francia en 1871” [abril-mayo de 1871], en La Comuna de París, ed. Lenin Vladimir Ilich (Madrid: Editorial Revolución, 1980), 7-42. 31 La explicación más interesante del hecho de la Comuna de París y cómo se ha regado como una “lepra social”, se encuentra en Manuel María Madiedo, “Conflicto Social”, La Ilustración, Bogotá, 26 de enero de 1875, 13-14. 32 Diario de Cundinamarca, Bogotá, 29 de enero de 1875, 290.
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entre ricos y pobres que, llevada al extremo, significaría tratar de “nivelar” las propiedades para solucionar la pobreza. Ésta era una herencia clara de los hechos sucedidos en la Comuna de París de 1871, que se constituían en una amenaza para la estabilidad social si se traían con el mismo argumento a nuestro país. Por último, la explicación de la prensa mencionaba que, en el contexto electoral de 1875, el Motín del Pan era una manipulación partidista del pueblo de Bogotá con el fin de servir a los intereses de las campañas electorales de ese momento. Para la fecha en la que se organizó el motín se iniciaba la campaña para la presidencia de la Unión, que enfrentaba inicialmente dos candidaturas: la del liberal radical Aquileo Parra y la del liberal independiente Rafael Núñez. Posteriormente, fue lanzada la candidatura del conservador Bartolomé Calvo. Alrededor de estas candidaturas se fue organizando la prensa de la época, promoviendo cada una de éstas3433. El Diario de Cundinamarca, por su parte, se encargó de difundir el nombre de Parra, y con él, la recomendación a todos los estados para que lo tuvieran presente como el candidato oficial3534, de esta manera, recibió las adhesiones que comenzaron a colmar las páginas iniciales del diario, como era costumbre en la época. Igualmente, se proclamaron las adhesiones de la prensa regional, especialmente en el Republicano del Socorro, que defendía la candidatura de Parra en su estado natal, Santander3635. Por su parte, la candidatura de Núñez contó con el apoyo de El Combate, El Correo de Colombia, La Unión Colombiana y La Ley en Bogotá, y el Star and Herald en la costa Caribe. La candidatura de Bartolomé Calvo recibió el apoyo 36 . de la publicación conservadora La América en Bogotá37 Esta contienda se mostraba como una de las más complicadas para el Liberalismo Radical, especialmente porque su principal opositor, Rafael Núñez, se había convertido en una amenaza para asegurar el voto de los estados de la Costa -Panamá, Bolívar y Magdalena-. Por ello, para asegurar el respaldo a Parra se debía acudir de nuevo al fraude electoral, que ya había sido utilizado antes por el Radicalismo en la campaña que llevó a la presidencia a Eustorgio Salgar, para el periodo 1870-18723837. La amenaza de Núñez, en especial en la Costa, llevó a Santiago Pérez a intentar resolver la situación a favor del Radicalismo, por medio de un documento firmado el 8 de febrero 33 Diario de Cundinamarca, Bogotá, 25 de enero de 1875, 273; El Combate, Bogotá, 12 de febrero de 1875, 1. 34 Diario de Cundinamarca, Bogotá, 25 de enero de 1875, 273. 35 Parra nació en Barichara el 12 de mayo de 1825. Antonio Pérez Aguirre, Los radicales y la Regeneración (Bogotá: Editorial Cromos, 1941), 128; Antonio José Rivadeneira Vargas, Aquileo Parra y la ideología radica (Bogotá: Editorial Planeta, 2001), 16. 36 El Republicano, Socorro, 1875; El Correo de Colombia, Bogotá, 1874-1875; El Combate, Bogotá, 1875; La América, Bogotá, 1874-1875; La Unión Colombiana, Bogotá, 1875; La Ley, Bogotá, 1876 y Star and Herald, Panamá, 1875. 37 David Bushnell, “Elecciones presidenciales 1863-1883”, Revista de Extensión Cultural 18 (Medellín, 1984): 46.
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de 1875, que hacía constar el respaldo de la Guardia Colombiana al gobierno, hecho que fue interpretado por los generales partidarios de la candidatura de Núñez como una adhesión a Parra, la que no estaban dispuestos a aceptar. Así se produjo la renuncia del general Solón Wilches y Ramón Santodomingo Vila, partidarios de Núñez que aún estaban en el gobierno, y de paso se aseguró el favor de la Guardia Colombiana al Radicalismo3938. La prensa conservadora y los liberales independientes que comenzaban a apoyar a Núñez, en especial en Bogotá, culparon al gobierno de manipulación de la campaña de este año debido a estos hechos. En adelante se agudizó en Bogotá la división entre nuñistas y radicales en el contexto de la campaña de 1875, que significó para el nuñismo el inicio de una propaganda que mostraba que la candidatura de Núñez era “popular”, lo cual significaba mover a la población en su favor. Bajo estas circunstancias, el Motín del Pan fue vinculado a la campaña electoral bogotana en la medida en que servía sus intereses. Por ello, los nuñistas comenzaron a movilizar a las “clases bajas” contra la oligarquía del Olimpo Radical, y la prensa nuñista, que inicialmente se había molestado cuando le endilgaron el Motín, posteriormente no se pronunció al respecto. Se inició la campaña nuñista en Bogotá, llamada en adelante la campaña “popular”, que tendría varias manifestaciones, entre ellas la búsqueda de respaldo para Núñez desde las sociedades democráticas de artesanos, que ya habían sido consideradas desde mediados de siglo como una fuerza potencial para la organización política del pueblo en favor de los gobiernos4039 y que serían utilizadas ahora por los partidarios de Núñez. El tema de debate más fuerte de dicha campaña, el ferrocarril del Norte, tendría ahora un nuevo componente ideológico para la confrontación: el de la “oligarquía” radical contra 40 . “el pueblo” nuñista41 En los hechos del Motín del Pan, el nuñismo se involucró al defender a Peregrino Santacoloma de la destitución inminente que planeaba el Liberalismo Radical. Por ello, se intentó convocar al pueblo a una reunión frente a la Asamblea de Cundinamarca para evitar que se tomara la decisión; sin embargo, a esta convocatoria no asistió el pueblo de Bogotá, a pesar de los dos llamados que se hicieron a través de los mencionados cartelones en las paredes de la ciudad y que se pusieron bajo la firma de “los artesanos”. Esta situación fue ridiculizada por el Diario de Cundinamarca que afirmó que los nuñistas intentaron “untar de candidatura el Motín del Pan”4241. Como se ha expuesto, los artesanos como los principales actores sociales y la ideología de la Revolución francesa fueron los argumentos escogidos por la prensa para explicar el Motín del Pan. De allí se colige que los partidos políticos representados en el nuñismo 38 El Tradicionista, Bogotá, 12 de febrero de 1875, 1675. 39 David Sowell, Artesanos y Política, 86. 40 Los parristas intentaron convocar las democráticas durante el mes de abril de 1875, pero sus intentos fracasaron, porque las Asambleas las ganaba el nuñismo. El Combate, Bogotá, 20 de abril de 1875, 41. 41 Diario de Cundinamarca, Bogotá, 29 de enero de 1875, 290.
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pretendían manejar este Motín en el contexto electoral de 1875, como en efecto quisieron hacerlo. Así, el Motín podía ser explicado por las elites representadas en la prensa, para sus fines electorales; no obstante, se deja de lado en las versiones de la prensa lo que se podría considerar como los motivos centrales del Motín: la subida del precio del “pan de a cuarto” y la eliminación del vendaje, que, una vez restituidos, dieron lugar a la finalización del conflicto. Así, las publicaciones ocultaban el problema de los monopolios y del alza del precio del pan como factores detonantes de esta protesta.
3. Explicaciones de los historiadores sobre el Motín del Pan Las circunstancias de fondo ocultadas por la prensa fueron asimiladas en las versiones de algunos historiadores que han tratado el problema del Motín del Pan. El profesor Eugenio Gutiérrez Cely dio a conocer dicho tema desde marzo de 19824342; posteriormente, el mismo autor elaboró otras versiones que relataban este hecho: dos en el año de 19884443 y una en 19894544. De estas versiones asumo la primera, pues las demás son sólo síntesis más cortas del primer artículo. 45 Gutiérrez Cely sostiene que el Motín del Pan es un “Nuevo movimiento popular”46 contra la falta de reglamentación económica por parte del Estado, es una protesta anti-laissez faire, que evidencia “que la conciencia política del pueblo no estaba totalmente hipotecada a los intereses del capitalismo naciente”4746. Por ello se debe aceptar la premisa de que fueron los artesanos de la capital los que lideraron la protesta ya que ellos eran el elemento cons47 que desde mediados del siglo XIX estuvo contra la política económica laisseferista ciente48 promovida por el Liberalismo Radical. Por esta razón Gutiérrez Cely no se detiene en la discusión que desarrollaron los mismos artesanos sobre su no participación en el Motín. Más bien se centra en considerar que no se protestó por el alza del pan en sí, sino por el hecho de que los panaderos promovieran el laissez faire para encarecer sin trabas un producto alimentario4948.
42 Eugenio Gutiérrez Cely, “Nuevo movimiento popular contra el ‘laissez-faire’: Bogotá, 1875”, en Universitas Humanística 11:17 (marzo de 1982):177-212. 43 El primero fue divulgado en ‘Lecturas Dominicales’ del periódico El Tiempo como un adelanto del artículo que parecería un año después en la colección Historia de Bogotá, de la Fundación Misión Colombia. Eugenio Gutiérrez Cely, “El Motín del Pan”, en El Tiempo, Lecturas Dominicales, 10 de abril 1988, 12-13. El segundo apareció en una revista universitaria: Eugenio Gutiérrez Cely, “Las luchas populares en Bogotá en el siglo XIX. El Motín del Pan”, Revista Universidad Distrital Francisco José de Caldas 5-6 (1988): 33-48. 44 Este es el último que aparecería en la obra colectiva Historia de Bogotá: Eugenio Gutiérrez Cely, “El Motín del Pan”, en FUNDACIÓN MISIÓN COLOMBIA, Historia De Bogotá, III (Siglo XIX) (Bogotá: Salvat -Villegas Editores, 1989) 77-82. 45 Eugenio Gutiérrez Cely, “Nuevo movimiento popular”, 195. 46 Eugenio Gutiérrez Cely, “Nuevo movimiento popular”, 177-178. La cursiva es mía. 47 El otro componente de la multitud amotinada era el elemento espontáneo que reaccionaba “instintivamente” ante la provocación y que con el desborde de su ira expresaba cuál era la extrema situación de miseria que padecía. Eugenio Gutiérrez Cely, “Nuevo movimiento popular”, 195. 48 Idea defendida desde la prensa conservadora de la época del Motín Eugenio Gutiérrez Cely,
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Acorde con sus argumentos, Gutiérrez Cely piensa que las ideas ligadas a la Revolución francesa, o lo que se llamó en esta época ‘el espectro de la Comuna’, conformaron una relación posterior que promovió la prensa con el fin de restarle una base social al Motín, base que se buscaba obviamente en los artesanos. En consecuencia, este autor apoya su exposición en la prensa conservadora que manejó el motín como anti-laissez faire, es decir, como una clara evidencia de la crisis de los planteamientos económicos del Radicalismo. Sin embargo, a pesar de esta limitación en su enfoque y crítica de fuentes, los escritos de Gutiérrez Cely y sus divulgaciones posteriores dieron a conocer este tema, y prácticamente todos los trabajos que han hablado del Motín del Pan, incluyendo este artículo, han tenido en cuenta este aporte. Así, autores como Fabio Zambrano, Mario Aguilera y Renán Vega, y David Sowell han elaborado algunos comentarios sobre el Motín del Pan, no para investigarlo de nuevo, sino para ligar esta protesta a otras existentes en el siglo XIX. El profesor Fabio Zambrano, quien elaboró un balance historiográfico sobre los movimientos sociales en el siglo XIX, menciona que Eugenio Gutiérrez: “aprovecha el Motín del Pan para mostrarnos, en un análisis muy empírico, ciertos aspectos de la cultura popular radical que existían en Bogotá en esa coyuntura”, porque para él este Motín tiene la “agradable novedad de sacarnos de la historia de las sociedades Democráticas y mostrarnos la riqueza analítica que ofrecen otros movimientos”5049. Aunque comparto con Zambrano la idea de que el Motín podría mostrar elementos novedosos de análisis, este autor no menciona cuáles son esos aspectos de la cultura popular radical que han quedado evidenciados desde el Motín del Pan. Adicionalmente, vale la pena tener en cuenta la tesis de Renán Vega y Mario Aguilera, quienes intuyen cierta continuidad en las ideas francesas que inspiraron el Golpe de Melo en 1854, el Motín del Pan de 1875 y el Motín de 1893, en los cuales se evidencia el espectro de la Revolución francesa. Si se ve el cuadro que insertaron en su libro, se notará que las consignas pertenecen a un comunicado posterior al motín y que la cita es de Eugenio Gutiérrez en su texto “Las luchas Populares en el siglo XIX” publicado en la Revista de la Universidad Distrital5150. Por lo anterior, es difícil suponer que la ideología de la Revolución francesa sea la que concitó las acciones del Motín, pues este comunicado se usó sólo para darle mayor fuerza ideológica, en un contexto determinado, y para que fuera leído como una amenaza social, que fue la forma como la prensa conservadora y la liberal terminaron asumiéndolo5251.
“Nuevo movimiento popular”, 195. 49 Fabio Zambrano Pantoja, “Historiografía sobre los movimientos sociales en Colombia. Siglo XIX”, en La historia al final del milenio, comp. Bernardo Tovar Zambrano, Bogotá: EUN, 1995, 168. 50 Eugenio Gutiérrez Cely, “Las Luchas Populares”, 33-48. 51 Mario Aguilera Peña y Renán Vega Cantor, Ideal democrático y revuelta popular. Bosquejo histórico de la mentalidad popular en Colombia. 1781-1948, Bogotá, IEPRI - Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales - CEREC - Universidad Nacional de Colombia, 1998), 136-137.
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Finalmente, el investigador norteamericano David Sowell ha mencionado el Motín del Pan y lo ha relacionado en su libro Artesanos y Política en Bogotá, 1832-1919 como una protesta que muestra el distanciamiento entre el pueblo y los artesanos, ya que estos se manifestaron contra el Motín y sus excesos, mientras que se adherían a los partidos liberal y conservador de varias maneras, sea entrando a los ejércitos o perteneciendo a la Sociedad de Socorros Mutuos, fundada desde 1872 y vigente todavía en aquella época. Para Sowell en el Motín del Pan podría haberse expresado una “economía moral de la multitud” en la Bogotá de 1875. La economía moral de la multitud es un concepto que el historiador británico Edward Thompson utilizó al analizar las formas de protesta de la Inglaterra del siglo XVIII y que se sustenta en la existencia de un consenso popular con respecto a qué prácticas eran legítimas y cuáles eran ilegítimas en una sociedad en lo que se refiere a la comercialización y elaboración del pan o de otros productos. Se puede decir, entonces, que existe una defensa de los usos, prácticas y derechos que una sociedad ha mantenido a través del tiempo por costumbre. Estas costumbres son vulneradas en las nacientes sociedades industriales, generando conflictos que generalmente se entienden como una contradicción entre tradicionalismo y nueva economía; esto explica los llamados motines de subsistencias en el caso de la Inglaterra del siglo XVIII, que fueron una forma 52 , donde se “muy compleja de acción popular directa, disciplinada y con claros objetivos”53 manejan nociones legitimizantes, se defienden derechos o costumbres tradicionales. Sowell afirma que en este Motín se defendió la fabricación del pan de “acuarto” y el vendaje desde una economía moral que aprobaba esta práctica, es decir, se defendía una tradición. Sin embargo, como el propósito de Sowell son los artesanos y sus organizaciones, él no se ocupó del Motín como “economía moral” ni mostró cuáles serían sus componentes5453.
4. Una posible “economía moral de la multitud” Se hace evidente la necesidad de dilucidar los motivos y circunstancias que originaron el Motín del Pan y, además, analizarlo a la luz de las limitaciones que se presentan al tener como única fuente a la prensa. Creo que la noción de Gutiérrez Cely sobre el Motín como una protesta anti-laissez faire originada por los artesanos, además de asimilar una idea propia de la prensa conservadora, desconoce que los artesanos se opusieron al Motín en dos comunicados, situación que no es interpretada por este autor y que amerita un análisis más riguroso. También considero que la interpretación de Vega y Aguilera asume un legado de la Revolución francesa en el Motín, elaborado desde las consignas de la hoja volante ‘Sólo el pueblo es soberano’, que apareció después de las protestas en cuestión y tuvo como propósito atacar al Prefecto de la ciudad, el liberal Rafael Pérez, por haber pedido la destitución del Alcalde de la ciudad, el nuñista Pe52 Edward Palmer Thompson, Costumbres en común, 241-242. 53 David Sowell, Artesanos y política, 184.
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regrino Santacoloma; sin embargo, no fue una retórica revolucionara que convocara hacia la acción, por lo menos en este contexto. Por lo anterior, creo que como lo sugiere David Sowell, el Motín del Pan de 1875 en Bogotá puede ser explicado desde una economía moral que se encontraba en contradicción con la visión expuesta por el notablato artesanal de la época. Aquí se utiliza esta categoría de notablato para referirse a una elite artesanal que hacía parte de la dirigencia de los partidos, integraba las sociedades democráticas de artesanos, pertenecía a las sociedades de socorros mutuos y que tenían una tradición de participación política desde mediados del siglo XIX. Podemos afirmar desde estas evidencias que el notablato artesanal5554 quiso excluirse del Motín del Pan en lo que respecta a sus formas de protesta, y aunque consideró que los motivos existían (el alza del precio del pan y el problema de los monopolios) y eran graves para la población, lo que reprochaba era la forma en que se querían solucionar, pues para ellos existían formas pacíficas de hacer estas reclamaciones. Los comunicados en los que los artesanos se excluyeron de los hechos del Motín del Pan son una muestra clara de la ruptura existente de la dirigencia artesanal tradicional con respecto a las formas de protesta colectiva que había asumido “el pueblo” en este periodo. La idea de Sowell, elaborada desde el concepto de economía moral de la multitud de Thompson, sostiene que la protesta pudo haber tenido la participación de una parte del artesanado distanciada de las elites artesanales tradicionales que definitivamente no estuvieron de acuerdo con esta forma de protesta aunque aprobaran los motivos. Por ello, en esta última parte sugiero una hipótesis acerca del contenido de una posible economía moral para la Bogotá de 1875 planteada a partir de las nociones de justicia que se defendieron durante el Motín del Pan, entre las cuales figuran el pan como mínima ración indicativa de pobreza y las nociones sobre la armonía social que se tuvieron en cuenta en esta época. El pan estaba presente como mínima ración para los “pobres”. Así lo explicaba Ramón Vanegas5655, quien contaba que en 1871 la dieta de “las clases inferiores” que ganaban aproximadamente $0,60 centavos como jornal era: “consumir a las 9:30 a.m. un plato de sopa (no desayunaban), un pan y un vaso de chicha; a las 2:30 p.m. lo mismo, mas una o dos papas y arroz; la carne apenas alcanza a una onza y media o dos, y cenan un pan y
54 Estas elites artesanales manejaron discursos en común con la dirigencia liberal-conservadora, a la que se acercaron en varios momentos desde la defensa de la propiedad, la lucha por el trabajo, la ética cristiana de la pobreza y el esfuerzo e, incluso, desde la interpretación de la Revolución francesa como peligrosa. Este notablato artesanal era el que dirigía las sociedades de artesanos con las que se han elaborado hasta ahora los estudios de las luchas artesanales decimonónicas. Sandra Milena Polo Buitrago, “El Motín del Pan de 1875 en Bogotá, Un análisis desde la prensa” (MA en Historia, Pontificia Universidad Javeriana Bogotá, 2005), 82-85. 55 Estudiante de Jurisprudencia de la Universidad del Externado que desarrolló su tesis de grado sobre la situación de la clase obrera en su época. Entre los examinadores de esta tesis se encontraban Aníbal Galindo y Salvador Camacho Roldán. Citado en Mario Aguilera Peña, Insurgencia, 125.
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un vaso de chicha”5756. Para 1893, el pan negro y la chicha hicieron parte de la comida del jornalero. La harina de este pan negro no era la de flor, sino la harina acemita que contenía un poco más de salvado, y sus características la hacían menos asimilable en el cuerpo humano: la mayoría se desechaba, siendo ésta de bajo poder nutritivo. Con esta harina se preparaba el pan que se llamaba mogollo. Éste iba acompañado generalmente de un vaso de chicha que no era pura sino heces de chicha5857. De esta manera el pan aparecía en la dieta del pobre, o de lo que el estudio de Vanegas llamaba las “clases inferiores”, como su 58 . mínima ración59 Este pan de los pobres en una ración mínima lo expresó el artesano Sixto Escobar en una conferencia leída cuando se desempeñaba como dirigente de la Sociedad de Socorros Mutuos en 1888, donde decía: “Sobre todo, no aborrezcamos a los ricos. Ellos son nuestra hechura [...] a ellos debemos el pan que repartimos con nuestras 59 . En esta familias, y ellos son necesarios para establecer la armonía del universo”60 interpretación, Sixto Escobar considera el pan como la metáfora de la alimentación del pobre para poder convivir con el rico en armonía, y asumiendo la riqueza y la pobreza como dos condiciones necesarias y armónicas con el pan como mediador. Es probable que una idea similar del pan haya acompañado las manifestaciones contra la subida del pan de los pobres, y la eliminación del vendaje, que era la evidencia de la generosidad del que lo vendía. Un pan que simbolizaba la dignidad de la pobreza, la cual aceptaba la existencia de la riqueza con el pan como posibilidad de dicha relación armónica. El pan que aparece en relación con la pobreza digna, es el pan ganado “con el sudor de la frente”; esta idea la muestra con claridad, durante los acontecimientos del Motín del Pan el periódico conservador La Ilustración, que vincula el pan al trabajo. En el folletín “Madrid riendo, Madrid llorando” se contaba la historia de un joven llamado Antonio que era pobre y trabajaba en una imprenta para mantener a su madre que era ciega. Como no ganaba lo suficiente, él consideraba desgraciada su condición de pobreza e iniciaba un diálogo con un hombre mayor, Don Pedro, que le explicaba cómo funcionaban las cosas en el mundo, y le ayudaba a comprender la dignidad del pobre al ganarse el pan con el sudor 61 . La recomendación de Nicolás Pontón, redactor de La Ilustración, fue la de de su frente60 compartir con los pobres este cuento para que comprendieran cuál era la representación 61 . exacta de la sociedad y por qué en todos los países había ricos y pobres62
56 Ramón Vanegas, Estudio sobre nuestra clase obrera (Bogotá: Imprenta de Torres Amaya, 1892), 23. 57 Manuel Cotes, Régimen alimenticio de los jornaleros de la Sabana de Bogotá (Bogotá: Congreso Médico Nacional, Imprenta de la Luz, 1893), 5-6 y 12. 58 Según este autor, la mínima ración es lo necesario para vivir. 59 Sixto Escobar, Conferencias leídas en la Sociedad de Socorros Mutuos (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1888), 21. 60 La Ilustración, Bogotá, 22 de enero de 1875, 11. 61 La Ilustración, Bogotá, 29 de enero de 1875, 17.
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El pan estuvo presente en la concepción de riqueza de la época; por ello no es de extrañar que antes del Motín de 1875, estas nociones del pan generaran varios enfrentamientos, pues existía una preocupación por la subida de los precios de la harina y del pan, problema que fue persistente durante el siglo XIX6362. Así que, a mi modo de ver, no es extraño que 63, el pan, a pesar de que la prensa de la época argumentara que no era de consumo masivo64 parece ser que tenía la suficiente importancia para ser tenido en cuenta como referente de la pobreza extrema, y esta idea dentro del pueblo podía generar la protesta popular. Por esto, dicha propuesta solía tener como motivo central el incremento de los precios de algún artículo, pero se presentaba cuando el alza chocaba con nociones legitimizantes sobre lo que era justo en determinadas circunstancias. Analizar el Motín del Pan como una lucha desarrollada desde nociones legitimizantes nos permite entender la existencia de una especie de “economía moral” de los pobres para el siglo XIX, construida sobre la base de representaciones que configuran un concepto de justicia y que al ser violentadas, ameritaban tomar algún tipo de acción, tal como sucedió la noche del 23 de enero de 1875, cuando fueron apedrearon las casas de los panaderos porque decidieron subir el precio del “pan de a cuarto”, que era el pan del pobre y que permitía una relación social armónica, que se vio seriamente afectada aquella noche en la que los pobres se rebelaron contra los ricos. Por eso el Motín del Pan puede ser visto como una “rebelión de subsistencias” a la manera clásica como la ha visto Thompson: como una acción posible desde un referente cultural, 64 . desde una cultura plebeya que contiene elementos de “economía moral de la multitud”65 Esta economía moral nos indica que las personas no luchaban por los alimentos, sino por la representación que tienen de ellos; porque comer un alimento, disponer un precio para él y, en especial, reclamar por el derecho de tenerlo determinado sobre otros, o reclamar su precio justo de este, sólo es posible desde una noción moral, relacionada directamente con el sentido de la justicia de algo en una determinada época y lugar. El concepto de “economía moral de la multitud” plantea una visión de la justicia entre “los pobres”; justicia que si es vulnerada concita a la acción, a la protesta basada en lo que una comunidad considera justo. El Motín del Pan se puede considerar en este espacio de la “economía moral de la multitud” de la multitud, que en la Bogotá de 1875 contaba 62 En el año de 1859, cuando Mariano Ospina ejerció la presidencia, se discutía la subida de los impuestos a algunos productos, entre ellos a la harina. Doris Wise de Gouzy, Antología del pensamiento de Mariano Ospina Rodríguez (Bogotá: Banco de la República, 1990), 160-167. Además, cuando el general Mosquera y sus tropas entraron en Bogotá con el fin de someter la dictadura de Melo en 1854, se enfrentaron contra los panaderos por primera vez, ya que éstos fueron considerados como artesanos. Álvaro Miranda, Colombia la senda dorada del trigo, episodios de molineros, pan y panaderos (Bogotá: FEDEPAN, 2000), 72. En 1890 Núñez ante la amenaza de la subida del precio del pan decidió hacer una colecta pública con el fin de montar una panadería para vender pan a bajo precio. Mario Aguilera Peña, Insurgencia Urbana, 94. 63 El Tradicionista, Bogotá, 29 de enero de 1875, 1659. 64 Edward Palmer Thompson, Costumbres en Común.
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con un pan de “a cuarto”, que era el del pobre. A esta tradición asumida socialmente, se añadía un sentido del pan como la ración mínima de una pobreza llevada con dignidad: el pan era entendido como la dignificación del pobre que tenía un pan para comer y que, teniendo pan, guardaba una relación armónica con el rico y con la sociedad entera. Esta noción del pan como dignidad de la pobreza era socialmente construida, ya que hasta en las versiones de la prensa se aceptaba que los reclamos de los pobres por el “pan de a cuarto” eran justos; lo que no se aceptaba era la “forma” como las personas decidieron reclamar. Esto quiere decir que la economía moral compartía valores con la sociedad en la que se desarrollaba. Finalmente, puede considerarse que la cultura popular bogotana del siglo XIX pudo contener elementos, por ejemplo la resolución de tomar justicia por la propia mano, como algo lícito, que incluso puede pensarse como una forma de lucha que aún persiste en nuestro tiempo y que vimos expresado en el caso del Motín del Pan, cuando las personas se hicieron conscientes de que la autoridad no brindaba soluciones efectivas a sus reclamos. No obstante, puede pensarse que con este tipo de movilizaciones, el camino para intentar desarrollar un planteamiento que conduzca a la caracterización de la “economía moral de la multitud” en el siglo XIX colombiano apenas comienza; porque existieron otras luchas populares, otras rebeliones contra la autoridad que también llevaron a protestas, no tan masivas, pero sí ancladas en una tradición cultural beligerante.
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Las iras del azúcar: la huelga de 1976 en el Ingenio Riopaila Ricardo Sánchez Ángel✑ Resumen: Este artículo presenta las líneas gruesas del desarrollo de la industria azucarera, las pautas de concentración de la propiedad territorial y los cambios tecnológicos que la acompañan, además del proceso social de proletarización que conformará la inmensa masa de trabajadores en torno a esta agroindustria. Destaca las luchas obreras en distintos momentos, especialmente las huelgas de 1959 y la de 1975-76, con epicentro en el Ingenio Riopaila, que hacen parte de los más importantes conflictos de protesta laboral y social por el peso de la industria azucarera y la región vallecaucana en la economía nacional, por la fuerza de los trabajadores agrícolas y sus organizaciones, la solidaridad de sectores proletarios y populares; las repercusiones políticas y controversias jurídicas derivadas del conflicto, en el contexto internacional. Palabras clave: Proletariado agrícola, Valle del Cauca, ingenios azucareros, huelgas, mujeres, afrocolombianos.
The Wrath of Sugar: the 1976 Riopaila Sugar Mill Strike Abstract: This article broadly outlines the development of the sugar industry, the concentration of property and the technological changes that accompanied it, and the process of proletarianization that subsumed the immense majority of the industry’s workforce. It highlights the labor struggles that occurred at different moments, with particular focus on the 1959 and 1975-76 strikes centered in the Riopaila sugar mill. These strikes were some of the country’s most important labor and social conflicts due to the importance of the sugar industry and the Valle del Cauca in the national economy, the strength of the agricultural workers and their organizations, the solidarity of working class and popular groups, the political repercussions, the legal controversies stemming from the conflict, and the international context of the period. Keywords: Agricultural proletariat, Valle del Cauca, sugar mills, strikes, women, Afro-Colombians. Artículo recibido: 10 de julio de 2007; aprobado: 24 de septiembre de 2007; modificado: 30 de noviembre de 2007.
v Abogado, Magíster en Filosofía, estudiante del doctorado en Historia y miembro del “Grupo de estudios políticos y sociales Theseus”, en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia y Profesor Titular (distinción honorífica) de la Universidad Externado de Colombia (Bogotá, Colombia). Sus áreas de interés son la Historia de Colombia, los Derechos Humanos, Democracia y Paz. Entre sus publicaciones recientes se destacan: La emancipación de los derechos humanos. Bogotá: Facultad de Derecho - Ciencias Políticas y Sociales - Universidad Nacional de Colombia, 2007; Bonapartismo presidencial en Colombia. Bogotá: Uniediciónes, 2005; “Aproximación al pensamiento político de Norberto Bobbio”. Socialismo y participación 99 (Lima: 2005). rsangel49@ gmail.com
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Las iras del azúcar: la huelga de 1976 en el Ingenio Riopaila ♦ Introducción El propósito del artículo es mostrar que el movimiento huelguístico de los trabajadores del azúcar en el Ingenio Riopaila, y por extensión en la agroindustria azucarera del Valle del Cauca, hace parte de un proceso de auge huelguístico nacional, en tanto es un capítulo del desarrollo del capitalismo histórico. No se trata de estudiar una huelga como un suceso, un acontecimiento, de lo cual se ocuparon tanto las crónicas y artículos periodísticos de la época, como aquí se documenta. Se trata, por el contrario, de un análisis histórico que implica mostrar las tendencias de tipo económico, político, cultural que concurren en las expresiones huelguísticas. Las expresiones cambian: la huelga es un proceso, dado que incorpora un pasado inmediato y hasta remoto. En primer lugar, el artículo presenta el desarrollo de la agroindustria azucarera como un negocio de familia que prolonga herencia señoriales en conjunción con lógicas de sobreexplotación del capitalismo moderno; enseguida aborda el desarrollo del movimiento huelguístico de los trabajadores del azúcar en su doble condición de proletarios y campesinos, en un contexto de auge de la rebeldía y de efervescencia de las izquierdas. Finaliza con la presentación y análisis de la huelga de 1976 en el Ingenio Riopaila, sus impactos y consecuencias a nivel local, regional y nacional tanto para la clase trabajadora como para los propietarios y el gobierno nacional. En un período de tres siglos, una larga duración, se han incoado y desarrollado profundas y radicales protestas y rebeliones de los negros e indios, de los trabajadores mestizos, de pobladores, estudiantes y mujeres en la región vallecaucana, en las que los trabajadores de las haciendas han tenido un protagonismo de primer orden. Sobre esa amalgama de protestas sociales, se explica el radicalismo de los trabajadores de la agroindustria del azúcar, la que aún hoy continúan dando muestras de beligerancia en la lucha por sus derechos sociales y laborales. No puede ser de otra manera en un valle de 200.000 hectáreas de caña de azúcar, con trece ingenios y 36.000 empleos directos. Allí se desarrolló entre mayo y julio del 2005 un conflicto en ocho ingenios, en el que participaron cerca de 11.000 corteros21. No fue una lucha ♦ Este artículo es resultado de la investigación en curso “Sobre luchas de la clase trabajadora en Colombia 1970-1980”, dirigida por el profesor Mauricio Archila. La Universidad Nacional de Colombia (sede Bogotá) concedió al autor una Comisión de Estudios para su realización, en el marco del Doctorado en Historia de la misma Institución. 1 Ricardo Aricada, “Las CTA del sector azucarero ¿Flexibilización, o salvajismo laboral?”, Cultura y Trabajo 69 (2006).
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sindical, sino de los contratados por cooperativas de trabajo asociado y sus administradores, enfrentando una situación de sobreexplotación del capitalismo salvaje, que continúa en la tradición de los Códigos de Sol, instaurados por la Real Cédula firmada en Aranjuez el 31 de mayo de 1789, “con la pretensión de ‘proteger’ a los esclavos”, y según los cuales los negros en las colonias de España sólo debían trabajar de sol a sol32.
1. La saga de los ingenios La caña de azúcar arribó a Cartagena en 1538 y poco después, en 1540, sería introducida en el suroccidente por Buenaventura. Las primeras explotaciones de jugos de caña en la región del valle del alto Cauca se adelantaron mediante la encomienda, con mano de obra indígena a mediados del siglo XVI. Esta explotación, realizada en trapiches accionados por tracción animal y humana se mantuvo en la Colonia y buena parte de la República. En 1864 se inició la mecanización de la producción con la introducción de maquinaria y herramientas hecha por Santiago Eder, fundador del Ingenio Manuelita, el único con ca3 racterísticas de producción moderna durante un largo tiempo4. Eder adquirió las haciendas La Rita, La Primitiva, La Manuelita y Oriente, propiedad de Jorge Enrique Isaacs, en las que ya había producción de pan de azúcar y panela, también sembró y exportó tabaco, y fue cónsul de Estados Unidos en Buenaventura y Palmira por varios años. Entre 1927 y 1929 se moderniza el Ingenio con fluido eléctrico en todas las instalaciones y maquinarias, y “esta modalidad de instalación, como Ingenio eléctrico, pasa a ser la norma tecnológica hacia finales de la década del veinte”54. En 1933 se ampliará y en 1952 se instala la primera planta de refinación de azúcar y se consolida como agroindustria. Es el Ingenio modelo de la región. Durante el período 1929-1950 se vive la diversificación empresarial con 22 ingenios. En 1928 se funda la Central Providencia de Modesto Cabal, el mismo año entra en funcionamiento Riopaila, con cerca de 600 obreros, propiedad de Hernando Caicedo, que tuvo un desarrollo promisorio por su cercanía a los mercados del antiguo Caldas y Antioquia65. El abogado Hernando Caicedo (1890-1966) se convirtió en el primer empresario colombiano del azúcar. Sintetiza su vocación de caballero de industria y capitán de empresa esta anécdota recogida por Antonio Oviedo: “- A usted doctor Caicedo se le acusa de estar 2 3
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Nina S. de Friedemann y Jaime Arocha, De sol a sol. Génesis, transformación y presencia de los negros en Colombia (Bogotá: Planeta, 1986), 15. Véase: Phanor Eder, El fundador (Bogotá: Antares, 1959); Henry Eder, Manuelita S.A. 1864-1894 (Cali: Manuelita S. A., 1994); D. García Vásquez, Los hacendados de la Otra Banda y el Cabildo de Cal (Cali: Tipografía Gutiérrez, 1928); V. Patiño, Esbozo histórico sobre la caña de azúcar y la actividad azucarera en Colombia y en el Valle del Cauca (Cali: Asocaña, 1976); S. Perry y Plazas, “Manuelita” Una historia centenaria (Bogotá: Agra, 1964); Luis Sanclemente, “La industria azucarera en el Valle del Cauca”. Documentos Nueva Frontera 43 (1979). José María Rojas, “Sociedad y economía en el Valle del Cauca”, en Empresarios y tecnología en la formación del sector azucarero en Colombia, 1860-1980, Tomo V (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1983), 62. José María Rojas, “Sociedad y economía”, 58-72.
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enriqueciéndose a costa de los demás, se cuenta que le dijo un juez. [A lo que respondió Caicedo] - ¡No conozco todavía el primero que se haya enriquecido a costa de sí mismo!”76. La producción de los dos nuevos ingenios solamente entró al mercado nacional en 1933. En la década del treinta se fundan siete nuevos ingenios, tres de éstos en la zona del valle del alto Cauca: Castilla, Bengala y Mayagüez, dos en la Costa atlántica: Sincerín y Berástegui, uno en el Chocó: Sautatá y uno en Cundinamarca: San Antonio. Para 1945 ya había 18 ingenios en el área vallecaucana y 21 para 195587. Caicedo descendía de la familia del primer Alférez Real de Cali en 1600, la cual tuvo por cédula real un mayorazgo hasta el período republicano. Los actuales municipios de Zarzal, Bugalagrande, Andalucía, Caicedonia y Génova constituían los predios de la Hacienda La Paila, propiedad de la familia Caicedo. En 1918, ya desaparecida esta heredad, Caicedo compró 400 plazas98 en bosques en Zarzal, en los márgenes del río La Paila. Aprendió del oficio azucarero en Cuba y fue exitoso empresario en el tabaco, la ganadería y otras actividades. Luego compra o se hace socio de otros ingenios como Providencia y funda la fábrica de dulces Colombina en 1927, que sería trasladada a Riopaila en 1931. Entre tanto, mantuvo su profesión de abogado litigante y asesor bancario, que le dio una prevalencia social que proyectó a la política. Caicedo se ocupó del estudio de asuntos económicosociales, en particular los atinentes al Valle del Cauca. Era un escritor sobrio y limpio, que indagaba con agudeza sobre la agricultura, la caña de azúcar, el carbón, la Amazonía, la tributación, la economía, las relaciones salariales y laborales, etc. Allí se encuentran algunas claves para explicar su conducta empresarial. Este texto es ilustrativo: “…aquí estamos enfrentados, casi en física guerra, empresarios y obreros, con la circunstancia que son los obreros, en definitiva, los que están dirigiendo la política laboral, que según el señor Presidente, es incumbencia privativa del Gobierno”109 . Caicedo era partidario de la primacía de la libertad de empresa y la propiedad privada, del congelamiento de los salarios dada la escasez de capital: “Colombia debe crear esa situación de bonanza antes de pensar en el alza de salarios”1110. Consideraba que además del alza de salarios, los días feriados, cívicos y religiosos y el bajo rendimiento de los trabajadores del campo eran causantes de la inflación de costos, y declaraba con sentimiento de víctima: “En Colombia trabajamos dos días y descan6
Antonio Oviedo, ‘Hernando Caicedo, hombre de trabajo’, en Ensayos económicos y sociales, ed. Hernando Caicedo (Cali: Norma, 1965), 403. El libro recoge textos de Caicedo y de otros autores sobre la personalidad y realizaciones del empresario. 7 José María Rojas, “La configuración de la agroindustria azucarera”, en Sociedad y economía, capítulo 3. 8 Una plaza corresponde a 6.400 mt2. poco más de la mitad de una hectárea: 10.000 mt2. En el Valle es una medida de uso permanente en las transacciones comerciales. Esta unidad de medida es utilizada en las estadísticas de la Secretaría de Agricultura de la Gobernación del Valle. Ver la clásica monografía de Simeone Mancini, Tenencia y uso de la tierra por la industria azucarera del Valle del Cauca, Vol. IV (Cali: Acto Agronómico, 1954). Ver igualmente: José María Rojas, “Sociedad y economía”. 9 Hernando Caicedo, “Lluvia de pliegos de peticiones”, en Ensayos económicos, 45. 10 Hernando Caicedo, “A propósito de un fallo presidencial”, en Ensayos económicos, 52.
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samos uno, pero eso sí, el patrono tiene que pagarles a sus empleados los 365 días del calendario”1211. Para él no debía mantenerse en “las discusiones entre empleadores y empleados la cuestión de salarios”1312. Para los setentas la importancia del Ingenio Riopaila en la economía del azúcar era de primer orden. En 1976, concentraba la mayor cantidad de tierras para la producción azucarera, entre arrendadas y propias, conservando dicho predominio en 1981. Para 1977 la familia Caicedo constituía el mayor poder de la industria azucarera colombiana, dueños del Ingenio Riopaila y Dulces Colombina, y socios en los Ingenios Bengala y Central Castilla, que también habían aumentado sus tierras en el período, eran igualmente socios de la Compañía Azucarera del Valle. Los tres ingenios concentraban más del 30% de la tierra destinada a la producción azucarera en la región. El poder de la familia no tenía discusión, era un actor clave en los sectores económicos y políticos decisivos de la región. Contaba con notable participación en el sector ganadero, financiero y de la construcción, así como también en los medios de comunicación.
2. El líder agrario En los años sesenta el historiador del proletariado agrícola Nicolás Buenaventura realizó un balance del carácter del movimiento obrero, partiendo de esta afirmación: “En Colombia como en toda Latinoamérica el joven movimiento obrero ha sido agrarista desde sus inicios. Lo ha sido en el doble sentido del término: como ‘líder campesino’ (cabecilla no sólo de colonizaciones e ‘invasiones’ de tierras sino de grandes revoluciones agrarias) y como promotor y propagandista decidido de las 13 . Este historiador acoge soluciones que se basan en el ‘reparto negro’ de la tierra”14 explícitamente una perspectiva internacional: “…nos parece lo más sencillo echar mano de un material del economista Antonio García, porque a nuestro parecer es 14 . una visión panorámica que tiene las mejores condiciones de síntesis y objetividad”15 Se trata de un estudio sobre tres procesos revolucionarios en el Continente: México, Bolivia y Guatemala. Otro elemento central del método de Buenaventura y su equipo es la periodización histórica del desarrollo del movimiento obrero. Así, traza un 11 Hernando Caicedo, Ensayos económicos, 52. 12 Hernando Caicedo, “La inflación engendra espíritu de clases”, en Ensayos económicos (versión Barcelona: agosto 27 de 1959), 61. 13 Nicolás Buenaventura, “Movimiento obrero: líder agrario”, Estudios Marxistas 2 (1969): 6. La Revista Estudios Marxistas fue fundada y editada en Cali, por intelectuales y profesores de Sociales de la Universidad Santiago de Cali, militantes del Partido Comunista, liderados por Nicolás Buenaventura. 14 Nicolás Buenaventura, “Movimiento obrero: líder agrario”, 12. El material de Antonio García a que hace referencia el autor es la ponencia presentada por aquél al VIII Congreso Latinoamericano de Sociología, El Salvador, 1967 y publicada posteriormente en la Revista Pensamiento Crítico, La Habana, 1969. Dos trabajos clásicos sobre el desarrollo del capitalismo en la agricultura: Karl Kautsky, La cuestión agraria (Bogotá: Latina, sf. y Vladimir Lenin, “El desarrollo del capitalismo en Rusia”, en Obras completas, Tomo III (Buenos Aires: Cartago, 1957).
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arco histórico para el Valle del Cauca: “En el Valle por ejemplo podríamos decir que ella se abre con la huelga general de 1924, originada en un paro ferroviario por la jornada de ocho horas, y se cierra con el paro de transportadores de 1946, que convierte una huelga manufacturera en una formidable batalla política”1615. Al lado de los sectores de transporte, la construcción, la minería, la nueva industria y las empresas medias, el sector azucarero es de gran relieve. El primer sindicato del Ingenio Manuelita nace en 1935 y será legalizado en 1945. En 1936 adelanta la primera huelga reivindicativa, en que los trabajadores son reprimidos, despedidos “y la misma policía se encarga de sacarlos de los campamentos y <tirarlos a la carretera central>”1716. No hay otras manifestaciones hasta 1944, año en que se crean nuevos sindicatos con patrocinio de las empresas y que en palabras de un sindicalista azucarero se hacen para “montarse en las organizaciones laborales 17 . Lo que hace histórico al sector azucarero del proletariado y al de los ingenios”18 sindicato de Manuelita es su perseverancia en las más duras condiciones, comenta Buenaventura: “A lo largo de ‘la violencia’ (segunda etapa de forzoso receso y destrucción de todo el viejo movimiento sindical), Manuelita se mantiene, sin embargo, como un “baluarte inexpugnable” y base permanente de lucha. En 1953 el sindicato presenta un pliego, y en 1956 toda la Junta Directiva es encarcelada y permanecen 18 . 83 días en presidio”19 En 1960 los trabajadores del Ingenio Papayal pararon sus labores durante cinco meses buscando librarse de la tutela patronal. En 1964 estalla una huelga en la hacienda San José, propiedad de Manuelita, en 1966 en el Ingenio Arado y en 1969 en Papayal por despidos injustificados. En pequeñas industrias paneleras también se presentaron algunos paros durante los sesenta. La fundación de los sindicatos se dio así: Riopaila, 1944; Manuelita y Providencia, 1945; Central Castilla, 1954; Meléndez, 1955; Papayal, 1956; La Cabaña, La Carmelita y El Naranjo, 1959; El Porvenir, Pichichí y Tumaco, 1960; San Carlos, 1963; Bengala, 1969; y Cauca, 1971-1972. El contexto histórico de las luchas del proletariado agrario se va a situar con razón en la huelga bananera de 1928, con su antecedente en 1918, de la primera huelga en el sector. Además de ser un pleito de soberanía nacional, el movimiento buscaba emancipar al asalariado agrícola de su condición de paria, de “siervo sin tierra” a una condición de proletario moderno mediante un régimen laboral adecuado a 15 Nicolás Buenaventura, “<Conciencia de clase> en obreros del Valle del Cauca”. Estudios Marxistas 3 (1970): 6-48. Estudio del CIM (Centro de Investigaciones Marxistas), dirigido por Nicolás Buenaventura. 16 Nicolás Buenaventura, “<Conciencia de clase>”, 30. La reseña de la Memoria de estos sucesos fue elaborada con base en monografías sobre ésta y otras historias por los veteranos del movimiento, lo que le da al Trabajo del CIM una significación en la recuperación directa de la memoria de los protagonistas. 17 Walter Gómez Barón, “El proceso técnico azucarero. El proletariado del azúcar: sus condiciones de trabajo y vida” (tesis, Universidad de los Andes, 1985), 74. 18 Nicolás Buenaventura, “<Conciencia de clase>”, 31.
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ello2019. Existió una intensa relación entre el problema agrario de carácter crónico en la sociedad colombiana y el proletariado agrario y su situación, conciencia y lucha 20 . con la clase trabajadora21 A partir de la distinción en el seno de la clase trabajadora, Buenaventura centró buena parte del análisis en el proletariado agrícola, puesto que este fue junto con los mineros, petroleros y ferroviarios, fundadores del movimiento obrero en los veintes. Además, porque para 1968, con el desarrollo de la agricultura comercial era el sector más numeroso, con alrededor de un millón de asalariados. Aunque en el Ministerio del Trabajo se registran 335 sindicatos en 1962, eran “organizaciones muy pequeñas que mezclan asalariados con semiproletarios o campesinos pobres”2221. La excepción a todo esto es la del proletariado azucarero, que en la plantación distingue entre el obrero de fábrica, el ingenio propiamente dicho y el de la plantación, el obrero agrícola. Es en el contexto de la empresa agrícola donde se realiza esta unidad de lo moderno fabril con lo asalariado rural. Entre 1960 y 1980, el porcentaje de obreros de campo frente a los de fábrica permaneció en un 70% 22 . del total de la mano de obra de los ingenios23 La investigación de Buenaventura concluye, en lo referente a la conciencia de clase, que estos obreros ven a los explotadores más claramente a través del Estado y la política que de los patronos y los gremios, en tanto la ideología paternalista-patronal con sus valores y comportamientos marca la conciencia obrera2423. Fueron los sindicalistas del dulce en el Valle, principalmente corteros y alzadores de caña, los que iniciaron en 1958-1959, la acción nacional por la estabilidad en el trabajo, cuyo punto culminante fue el paro general del azúcar en 1959, donde los huelguistas fueron baleados, con saldo de dos muertos. Esta participación de los corteros y alzadores se repite en la huelga de 1975-1976. En 1967-1968, Buenaventura realizó su investigación en el momento de la destrucción del sindicalismo con la contratación en masa de los llamados “iguazos” y el aumento de la 25 . En 1975, actualizó su objeto de estudio, mostranacumulación vía reducción de salarios24 do la intensidad de la diáspora del campo a la ciudad, que las violencias de los cincuentas y 19 Nicolás Buenaventura, “Movimiento obrero: líder agrario”, 25. 20 Para una caracterización del proletariado bananero ver: Ignacio Torres Giraldo, La gran huelga bananera. Documento mecanografiado, sf. Una caracterización actual del proletariado agrícola en la investigación sobre Indupalma, de Álvaro Delgado, “El conflicto laboral en el Magdalena Medio”, en Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio 1990-2001, en Mauricio Archila y otros eds. (Bogotá: CINEP, 2006), 156. 21 Nicolás Buenaventura, “Clase obrera y <Marginados>”, Documentos Políticos 77 (1968): 24. 22 Tecnicaña (Bogotá, Asocaña, 1981). Anexo estadístico. La formación de la Asociación es explicada por Oscar Gerardo Ramos así: “Circunstancias de índole laboral en los ingenios, y la amenaza de una reforma agraria, aconsejaron la cohesión empresarial de los azucareros. Así surgió la Asociación de Cultivadores de Caña de Azúcar de Colombia, Asocaña, en 1959”. Oscar Gerardo Ramos, Historia de la cultura empresarial en el valle del río Cauca (Cali: Corporación Financiera del Valle, 1996), 271. 23 Nicolás Buenaventura, <Clase obrera y ‘Marginados>”, 40. 24 Nicolás Buenaventura, “Iguazos, proletarios y parias en el azúcar”, Estudios Marxistas 1 (1969).
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sesentas habían incoado y disparado. La ecuación demográfica empieza a ser mayor para las ciudades en correspondencia con aumentos en la concentración de la propiedad territorial2625. Se da un proceso de proletarización en la agricultura comercial del Valle del Cauca y otras regiones de país: asalariados de planta en haciendas e ingenios y temporeros (entre los que se cuentan los “iguazos”) por el sistema de enganche de contratistas. La contradicción está en que los temporeros que eran el 91%, fueron campesinos sin tierra que se asumían como tales, participando en calidad de usuarios campesinos y, al mismo tiempo, vendiendo su fuerza de trabajo a un contratista-patrón, siendo proletarios de hecho. Este temporero es trabajador sobreexplotado por un modelo de “capitalismo salvaje”, con formas de despotismo propias de la constelación de poder del ingenio y la hacienda. Es un verdadero paria, sin estabilidad, seguridad social y que “tanto o más que el campesinado pobre y medio, está aplastado en todo su régimen de trabajo, por el monopolio de 26 . la tierra”27 Nina S. de Friedemann singularizó esta condición de “iguazo” para el caso de hombres y mujeres negros que, “como los patos migratorios, se mueven de una plantación… a otra, rasguñando la tierra en busca de las sobras…”, y dado que el hombre recorre el Valle en busca de trabajo, yendo de un contratista o ingenio a otro, “Es frecuente ver a las iguazas paradas con sus hijos, al borde de los potreros, esperando a que los guachimanes armados de escopetas les den luz verde para iniciar la requisa”2827. En su momento la Comisión coordinadora de los comités de peones agrícolas del norte del Valle, dio esta caracterización del proletariado agrícola: “…conformado por dos sectores: Los obreros agrícolas o sea los asalariados estables de las empresas agrícolas capitalistas, por ejemplo, los azucareros; los peones agrícolas, comprenden un mínimo de trabajadores estables y una inmensa mayoría de temporales llamados cosecheros, que se movilizan a distintos lugares según el ciclo de cosechas. Un amplio sector de los cosecheros son estables regionalmente, es decir, tienen un centro de actividad 25 Nicolás Buenaventura, “Proletariado agrícola: caso del trabajo temporero”, Estudios Marxistas 8 (1975). 26 Nicolás Buenaventura, “Proletariado agrícola: temporeros”, Estudios Marxistas 9 (1975): Conclusión. Un fresco testimonial sobre los ‘iguazos’, los poblados y la miseria que los acompaña puede leerse en las memorias de Octavio Valverde, un veterano organizador y educador sindical: “Por los cañales desfilan los iguazos. Van en busca de trabajo tras las máquinas recogiendo grano por grano… Allí van, con sus ropas raídas, como banderas de combate. Familias enteras deambulan aquí y allá, cantando su nostalgia como mirlas arrojadas de sus nidos. La gente morena añora su costa, la pesquería, su arroz con coco, bailando su merecumbé… siempre adelante… Hacía dónde?... a los barrios bajos… donde el hombre vive apilado sobre el hombre… A la fábrica?” Octavio Valverde, Testimonios sindicales (Cali: Otra vuelta de tuerca, 1983), 64. 27 Nina S. de Friedemann y Mónica Espinosa. “Las mujeres negras en la historia de Colombia”, en Las mujeres en la historia de Colombia. Mujeres y sociedad, Tomo II, Magdala Velásquez, coord. (Bogotá: Presidencia de la República, 1995), 65.
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alrededor de su localidad de vivienda y desempeñan actividades distintas en 28 . los cultivos desde la limpia hasta la recolecta”29
Y sobre el campesinado “propiamente dicho” este concepto: “compuesto por tres estamentos: campesinos pobres o semiproletarios (pequeña burguesía inferior del campo); campesinos medios (pequeña burguesía media del campo); y campesinos ricos (pequeña burguesía superior del campo)”3029.
3. En el año de la Revolución cubana Octavio Valverde en su libro nos recuerda: “Era el año 60 (…) Un año después de haber llegado a la HABANA, FIDEL, EL CHE GUEVARA y sus barbudos. En los cañales, se tenía la efigie de FIDEL, como la de un santo Bretón del antiguo cristianismo. La Revolución Cubana, había calado en la conciencia de miles y miles de explotados”3130. Los activistas políticos y sindicales tenían conciencia histórica y clasista a pesar del atraso cultural que se daba en el entorno social del ingenio y en las poblaciones aledañas. Era una época de efervescencia de las izquierdas radicales y de politización de las aspiraciones y luchas. En un balance del movimiento se escribe esta síntesis, que ubica desde qué perspectiva se habla sobre esta huelga: “Así se gestan los ingenios con la expropiación y la dominación de una población de procedencia esclava y posteriormente peones, y campesinos pobres desalojados de su tierra. No es casual el odio, la radicalidad y explosividad que los cañeros demuestran en su lucha”3231. Se señala como un hito de gran influencia el auge de masas a escala continental y su máxima expresión: la revolución cubana en 1959. Es el período de la conformación de la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia, la CSTC, con dirección del Partido Comunista, que habiendo adquirido una influencia importante “consigue controlar los sindicatos obreros” ante el descontento por 28 Comisión Coordinadora del Norte del Valle, “Sobre la organización gremial de los peones agrícolas”, septiembre de 1974. Documento del archivo personal del sociólogo José María Rojas, facilitado para esta investigación. 29 Comisión Coordinadora del Norte del Valle, “Sobre la organización”. Ver igualmente: “Ponencia presentada por el Sindicato Nacional de Trabajadores Agrícolas a través de su Comisión Preparatoria del Primer Encuentro Departamental de Trabajadores Agrícolas”, El País, Cali, 6 de junio de 1975, 19. Este encuentro se llevó a cabo en Bugalagrande el 5 de junio de 1975. La Comisión Departamental del Sindicato Nacional de Trabajadores Agrícolas publicaba el periódico volante “Organicémonos”. Otra caracterización sobre el proletariado agrícola está en la “Ponencia sobre organización y trabajo en el proletariado agrícola”, presentada ante el III Congreso de la ANUC, 1974. Documentos cedidos por José María Rojas. 30 Octavio Valverde, ‘Paro Nacional Azucarero’ en Testimonios sindicales, 60. 31 Comité de Despedidos de Riopaila, “La huelga de Riopaila. Una escuela para la lucha obrera” (Bugalagrande, octubre 1 de 1977), 3. Destaco igualmente el documento: “Situación en Riopaila” del grupo de Extensión Cultural “José María Melo” (diciembre 7 de 1975). Presenta un primer balance de las clases en la región y del papel de la empresa y el Estado en el conflicto, así como unos breves antecedentes históricos del mismo. Documentos cedidos por José María Rojas.
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Ricardo Sánchez Ángel 43 32 la cruenta violencia liberal-conservadora33 . En julio de 1959, la Fedetav, seccional de la CSTC, pide al sindicato de Riopaila exigir la destitución de cinco obreros alegando que eran “pájaros” al servicio de la familia Caicedo. Ante la negativa de la empresa, estalla la huelga el 14 de julio. Los argumentos de la empresa ante el Ministerio son una paradoja para los trabajadores, porque aquella aparece defendiendo la convención colectiva vigente, que garantiza la estabilidad. El Ministerio del Trabajo declara la ilegalidad del movimiento según Resolución 918 de la misma fecha, y 92 trabajadores son despedidos. Sin embargo, todo el sector azucarero demuestra su solidaridad, presentándose varios paros entre el 3 y el 17 de agosto. Dicen estos memorialistas que “Los cañeros así unificados, realizan la gloriosa marcha del 59, que llega hasta el Paso del Comercio, donde caen asesinados por las balas oficiales dos compañeros: CHALACAN Y RODRÍGUEZ”3433.
El sindicato que existía en el Ingenio desde 1944, al reactivarse la actividad sindical, luego de la caída del general Rojas Pinilla, eligió nueva Junta Directiva para el período 19581959, y en octubre de 1958 se afilió a la Unión de Trabajadores del Valle, Utraval. Sin embargo, poco después hubo un nuevo cambio de presidente y vocales. La nueva Junta, presidida por Daniel Cortés desafilió el sindicato de Utraval y lo afilió a la Federación de Trabajadores del Valle, Fedetav. Ante el reclamo de Utraval, el sindicato se dividió en dos grupos, uno que apoyaba a la nueva junta y otro a favor de la destituida. Mientras esto ocurría la empresa decidió aumentar desde el 16 de marzo de 1959 -según sus datos-, en un 15% el pago a los trabajadores del Ingenio, tanto a los que estaban contratados a destajo como a los de planta, y dio conocimiento al Ministro de Trabajo, doctor Emiliani Román, de lo acontecido en el sindicato. El Ministerio anuló las decisiones tomadas en la asamblea de octubre y ordenó la realización de una nueva con todas las formalidades legales. “El 16 de mayo se reunió una nueva asamblea que ratificó lo hecho anteriormente y como esta asamblea se realizó con todas las formalidades, la directiva y las determinaciones tomadas fueron reconocidas por la Empresa”3534. Por su parte la Fedetav elevó cargos ante el gobierno, acusando a la Empresa de parcialidad, dado que no procedía a sancionar a los trabajadores que amenazaban a sus afiliados. Pasada la asamblea de mayo, la Junta Directiva presentó a la empresa un pliego de peticiones, que culminó en la firma de una nueva convención el 19 de junio, vigente hasta diciembre 31 de 1960, y que según la empresa representaba un aumento del 21.6% para los trabajadores. En opinión del árbitro Justo Díaz, sin necesidad de estudiar las cifras presentadas por la empresa, “es muy cierto que los trabajadores en virtud de la convención mejoraron notablemente y obtuvieron prestaciones extralegales”. Aunque también “Puede ocurrir, dada la naturaleza del trabajo, que es bastante pesado, que esas prestaciones no satisfagan completamente las aspiraciones de los trabajadores…”3635. 32 Comité de Despedidos de Riopaila, “La huelga de Riopaila”, 4. 33 Comité de Despedidos de Riopaila, “La huelga de Riopaila”, 4-5. 34 Justo Díaz Rodríguez, Laudo arbitral sobre el despido de 92 trabajadores de Ingenio Riopaila, Ltda. (Cali: Asociación Nacional de cultivadores de Caña de Azúcar, sf), 12. 35 Justo Díaz Rodríguez, Laudo arbitral, 16.
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A partir del hecho objetivo de la disputa entre los miembros de los dos sindicatos, que estaba contaminada por las acusaciones y acciones de la violencia partidista, y de que la huelga realizada por el nuevo sindicato era producto de dicha confrontación, el magistrado Díaz optó por una interpretación ajustada al carácter formal-legal, y con esa perspectiva desestimó el trasfondo de la lucha de los trabajadores por el ejercicio autónomo del derecho de organización y defensa de sus intereses, y demostró la “ilegalidad” de la huelga por no responder a motivos estrictamente laborales. En la misma línea debe entenderse su consideración sobre las huelgas de solidaridad efectuadas por trabajadores de otros ingenios. Que el paro del 14 de julio y los que se desarrollaron en solidaridad con los despedidos entre el 3 y el 18 de agosto de 1959 no hayan sido organizados por las directivas sindicales, fue argumento de duda en la declaración del presidente Lleras, quien exhortó a las directivas sindicales a recobrar el manejo de la política sindical “apartando a los elementos extremos que pretenden arrebatarle su dirección”, advirtió que la ley colombiana no consideraba como ejercicio legítimo del derecho de huelga a los paros de solidaridad y expresó: “El Gobierno debe manifestar que no está seguro que dichos paros obedezcan a una directiva y a una organización sistemática, y que, al contrario, teme que a pesar de las reiteradas protestas de algunas directivas de no haber intervenido en su promoción hay motivos para creer que sus informaciones no son exactas”3736. El asunto de fondo en el conflicto fue la lucha por la independencia del sindicalismo patronal, que tuvo su punto más alto el 14 de agosto de 1959, cuando se realizó una marcha de cerca de 10.000 manifestantes, que partió en las horas de la tarde desde Palmira con destino a Cali, para reclamar del presidente Lleras Camargo, quien se encontraba en la Gobernación del Valle, el derecho de realización de acciones solidarias con los demás trabajadores en conflicto y para explorar el posible reintegro de los 92 trabajadores despedidos. Se paralizó la producción en 14 ingenios y en seis fábricas en Cali, estimándose en 50.000 trabajadores los participes, y según testimonio de Octavio Valverde, las mujeres de los trabajadores del Ingenio Central Castilla organizaron una movilización hacia Cali, la cual fue detenida en Candelaria3837. La controversia sobre la pertinencia y desarrollo de la huelga derrotada quedó planteada. El movimiento de los trabajadores y la actividad sindical entraron en reflujo. Hubo dispersión, confusión e ilusiones con las nuevas direcciones de la CTC (Confederación de Trabajadores de Colombia), hasta 1973, momento en que empezó a reanimarse el movimiento con la conformación del Sindicato de Industria del Dulce, que contó con la presencia de otras corrientes de izquierda y del sindicalismo. Se había perdido la hegemonía de la Fedetav-CSTC y por ende, del Partido Comunista en el movimiento trabajador, pero 36
Justo Díaz Rodríguez, Laudo arbitral, 10; “La declaración presidencial”, El Tiempo, Bogotá, 11 de agosto, 1959. 37 Octavio Valverde, Testimonios sindicales, 61.
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la UTC (Unión de Trabajadores de Colombia) y la CTC mantenían e, incluso, avanzaban en su presencia.
4. Noticias gordas Para la gerencia del Ingenio Riopaila, desde el segundo semestre de 1973 y estando vigente la convención colectiva de trabajo hasta el 31 de diciembre de 1974, líderes de Fanal, la Federación Agraria Nacional, con dirigentes de la extrema izquierda revolucionaria crearon un ambiente de inconformidad y de descrédito de la Junta directiva del sindicato de base (con personería jurídica 195 de 1944), y “Como consecuencia de esta agitación se presentaron numerosos paros parciales, especialmente en el corte y alce de caña, sin que mediaran razones válidas”3938. El primer paro ocurrió el 27 de diciembre de 1973 en la sección de corteros y alzadores de caña de Tesorito, y fueron cancelados por la empresa 23 contratos, alegando violación e irrespeto con los funcionarios, y paralizar ilegalmente un frente de trabajo por varios días. El 2 de enero de 1974, se reanudó el paro “construyendo barricadas en las vías de acceso al Ingenio y en los frentes de corte”4039. La fuerza pública intervino por la acción desatada. Empero, el paro se levantó por acuerdo, en virtud del reintegro de 13 de los 23 trabajadores despedidos y el pago de indemnización a los restantes diez que manifestaron su decisión de retiro. La desobediencia de los trabajadores al sindicato de base era creciente, y en los cuatro meses posteriores a este paro, hizo su aparición el Sindicato de la Industria del Dulce de Utraval -SID- afiliado a la UTC, logrando numerosas afiliaciones de trabajadores. Se desarrolló entonces, el dualismo sindical, legalizado por la Reforma Laboral de 1966. La empresa se entendió con los dos sindicatos, manteniendo, en su decir, “una posición de neutralidad”4140. Los protagonistas del conflicto estaban en su mayoría afiliados al SID, creado en 1970 y 41 llegado a Riopaila en mayo de 197442 , momento en que desplazó en importancia al sindicato de base afiliado a Festralva, que hacía parte de la CTC. Para 1975, el SID contaba con una sede central en Palmira y subdirectivas en Tulúa, Corinto, La Paila y Mayagüez, cobijando cerca de 7.000 trabajadores afiliados de los Ingenios Riopaila, San Carlos, Maya38 Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes y hechos relativos al paro ilegal declarado por un grupo de trabajadores de Ingenio Riopaila Ltda.” (Cali, febrero de 1976, Ingenio Riopaila), 1. El Comité de huelga respondió, Sindicato de Trabajadores de la Industria del Dulce, “Comunicado a la clase obrera y al pueblo colombiano” (Riopaila, marzo de 1976). Publicado en La voz de los oprimidos y reproducido por la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia. Documento cedido por José María Rojas. Apartes del documento aparecieron en la revista Alternativa bajo el título “Un costalado de mentiras”, Alternativa 75 (1976). 39 Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes”, 2. El subrayado es mío. 40 Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes”, 3. 41 El Sindicato de la Industria del Dulce, particularmente la seccional de Tuluá, publicó una serie de comunicados y boletines de orientación y acompañamiento previos al conflicto, que van de febrero a noviembre de 1974.
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güez, Trapiche, Paneleras y de la fábrica de Dulces Colombina, como del Ingenio Riopaila. Precisamente, la subdirectiva de La Paila reunía el mayor número afiliados, de aproximadamente 3.500 individuos. Para la negociación de la nueva convención colectiva, la empresa recibió dos pliegos de peticiones, emanados de cada organización sindical. El Ministerio de Trabajo mediante resolución 44 de 29 de noviembre de 1974, de la División de Asuntos Colectivos, dispuso que la negociación se adelantara con una comisión integrada por partes iguales de los dos sindicatos, previa unificación de los pliegos. El sindicato de base la aceptó, al igual que la empresa, mientras el sindicato de industria rechazó la resolución. Conviene precisar que la ley laboral señalaba que la negociación debía adelantarse con el sindicato mayoritario. Los meses de noviembre y diciembre de 1974 y los tres primeros meses de 1975 fueron de permanente agitación, con paros escalonados e indisciplina laboral por parte del SID y de “dirigentes revolucionarios ajenos a la empresa”4342, que buscaban se reconociera la potestad de este sindicato para adelantar las negociaciones. Del 13 al 17 de febrero de 1975, el sindicato de industria realizó un paro, y el 17 la División de Asuntos Colectivos lo reconoció como mayoritario, con todas las consecuencias legales. Desde el 19 de febrero y por seis semanas se adelantaron negociaciones, lográndose en la etapa de conversación directa un acuerdo sobre la nueva convención, que fue firmada el 25 de marzo de 1975, con vigencia hasta el 31 de diciembre de 1976. La gerencia de la empresa señalaba que ello respondía a la tradición de lograr acuerdos convencionales en la negociación directa: “razón por la cual en la empresa jamás ha sido declarada una huelga legal, pues los paros que se han cumplido han sido ilegales, sin que haya mediado negociación de Pliego de Peticiones, tal como lo estipula el Código Laboral”4443. Enfatizaba diciendo: “Se trata de una de las Convenciones Colectivas de Trabajo más amplias y generosas de cuantas se firmaron el año pasado en la Industria Azucarera y en otros sectores de la producción nacional”. No obstante, “se implantó por parte del sindicato y de los trabajadores el sistema de realizar paros de actividades para respaldar cualquier exigencia”, siendo “consignas de dirigentes de la extrema izquierda revolucionaria”4544. La situación que llevó a la declaratoria del paro el 14 de noviembre de 1975 fue confusa. Por un lado, los directivos sindicales firmaron un acta de acuerdo con la empresa y el Ministerio de Trabajo para superar reclamos presentados y, al mismo tiempo en Zarzal, un grupo numeroso de trabajadores decidió realizar el paro en toda la empresa, sin que los comités de Tuluá, Andalucía, Bugalagrande, El Overo, La Paila, La Victoria y Bolívar 42 Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes”, 3. 43 Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes”, 4. La Convención constó de 9 capítulos y 39 artículos. Por la Empresa firmaron Luis Ernesto Sanclemente, Gerente, Simón Payán, Alfonso Ramírez y Julio Riascos; por los trabajadores Antonio Salazar Guzmán, Alfonso Vargas Tovar, Fabio Olaya Ochoa y Jesús Asprilla Moreno; y por el Ministerio de Trabajo, Alcides Arenas, Jefe de la División de Asuntos Colectivos de la Dirección Regional del Trabajo del Valle. 44 Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes”.
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tomaran parte en las deliberaciones y decisiones. En este contexto de contradicciones se adelantó la huelga. A juicio del comité autor del balance, la empresa y la UTC veían bien la declaratoria del cese de actividades porque temían la fortaleza del sindicato de industria y veían debilitada su influencia. Decían: “Lo anterior no quita la responsabilidad que tiene aquel sector político de izquierda que en forma inconsecuente y aventurera, impulsa el paro sin hacer una análisis aproximado de la situación del momento, no solo en Colombia, sino en el sector y sus bases”4645. La razón alegada por el sindicato fue la constante violación de la Convención por parte de la empresa. Sin embargo, el jueves 13 de noviembre se firmó el Acta por parte de la Junta Directiva del Sindicato, la Empresa y el Inspector del Trabajo de Tuluá, en que se dice: “se pudo establecer que la empresa está cumpliendo estrictamente con los hechos 46 . El viernes 14, un grupo de trabajadores que había estado reunido la denunciados…”47 noche anterior en Zarzal con dirigentes revolucionarios declaró un paro en toda la empresa. Buscaron la intervención del Inspector del Trabajo de Tuluá, doctor Eutiquio Martínez para informar a la Ministra, Maria Elena de Crovo, quien mediante resolución 004730 de 17 de noviembre, decidió declarar la ilegalidad del movimiento, reconociendo a la empresa Riopaila el derecho de despedir a todos aquellos trabajadores que persistieran en el paro por cualquier causa, medida que cobijaba a los directivos con fuero sindical. El sindicato buscó mantener el movimiento, e “hicieron mofa de esta disposición oficial”. El 18, la empresa presentó ante el Inspector del Trabajo de Tuluá la autorización para el despido de 140 trabajadores, a lo que éste accedió. La empresa procedió a instar mediante boletines el regreso al trabajo, advirtiendo que si “persistían en su posición de rebeldía y desacato a la ley”, se cancelarían los contratos y se incorporaría nuevo personal. Se acudió a la radiodifusora de Zarzal y Tuluá, para leer cada media hora el llamado de la empresa. La versión de la empresa fue, que si se daba el retorno al trabajo “no se tomarían represalias, 47 . Salta ni se impondrían sanciones, ni se harían recriminaciones de ninguna naturaleza”48 a la vista el carácter protocolario de esta promesa ante el despido de 140 trabajadores y la falta de reconocimiento del movimiento. Ante el rechazo a volver al trabajo se canceló el contrato a 298 trabajadores4948.
5. Piedras versus bala La relación con el aparato estatal fue candente. Especial papel en esta función jugó el Batallón Tesorito, ubicado en Zarzal, cuyo emplazamiento había sido financiado por los Caicedo González. Este contingente de 500 soldados, fue movilizado la noche anterior a la declaratoria del paro para controlar las instalaciones de la empresa: fábrica, oficinas, campo, cañal, vías. La empresa por su parte, puso a disposición su infraestructura y transporte 45 46 47 48
Comité de Despedidos de Riopaila, “La huelga de Riopaila”, 12. Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes”, 6. Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes”, 11. Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes”, 11.
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para la tarea represiva, intimidando tanto a dirigentes como activistas y endosándoles la responsabilidad de lo que ocurriera. Se procedió a leer las disposiciones gubernamentales sobre estado de sitio y a disolver la concentración proletaria, mientras que los uniformados del batallón Tesorito en La Paila y Zarzal, reprimían el conato de paro de solidaridad. Por su parte la Policía también actuó en connivencia con la empresa. Trescientos agentes que recibían de ella 70 pesos diarios en alimentación, agentes del F-2 y del DAS completaban el cerco montado sobre el Ingenio y las poblaciones vecinas, con la misión de “mantener” el orden público. Asumieron el papel de vigilancia y seguimiento de los huelguistas, y detuvieron a los activistas solidarios que concurrían de distintos sitios del departamento y del país. Los agentes del DAS alimentaban las listas de despidos que el Gerente, Luis Sanclemente, publicó amparado en la resolución 004730, que declaraba ilegal la huelga y retiraba la personería jurídica al SID, congelando sus fondos. Según los trabajadores el número de despedidos llegó a 800, aunque la empresa sólo reconoció haber cancelado el contrato a 488 empleados. Eso sin contar los trabajadores de otros ingenios que fueron despedidos aprovechando la ilegalización del sindicato. La empresa procedió entonces a la incorporación de nuevo personal “contando para ello con la abundante oferta de mano de obra debido al alto porcentaje de desempleo que padece el país”.4950 Es de destacar el énfasis de la gerencia en afirmar el cumplimiento de todos los requisitos laborales, obligaciones prestacionales y alzas salariales, al igual que indemnizaciones. Para los patronos, la empresa registró una completa y total normalidad “donde se viene laborando con orden, disciplina 50 . La plena actividad del Ingenio para febrero de 1976 era, según sus y entusiasmo”51 informes, una realidad. Fueron varios los eventos que se desencadenaron el 19 de enero de 1976 con el asesinato de los trabajadores José Dolores Cardona y Gustavo Hurtado, día en que se dio también la represión de los estudiantes de bachillerato en Tuluá y el cadáver de Hurtado fue secuestrado por la policía. Las mujeres por su parte pusieron su cuota de sacrificio. De acuerdo al testimonio de una obrera herida, en el hospital San Rafael de Zarzal, “vio a Fabio Gómez, directivo del sindicato atravesado por una bala 51 . Entre las conen la nuca” y a “Velsi Vanegas herida por una bala en la cabeza”52 signas: “¡Contra el Estado de Sitio!”, “¡Abajo la explotación capitalista!”, “¡Camilo, Guevara el pueblo se prepara!”, “¡Luchar, vencer, obreros al poder!”, se encuentra “¡MUJER PROLETARIA APRENDE A LUCHAR POR TU CLASE!”5352. El Comité Femenino fue decisivo en la organización de toda la huelga. Después de estos 49 Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes”, 12. 50 Luis Ernesto Sanclemente, “Comunicado. Antecedentes”, 12. 51 Alternativa 67 (1976): 16. En la misma edición aparece una relación provisional de heridos en el informe de Luis Ibáñez, asesor jurídico de la USO y de los huelguistas de Riopaila: “Francisco Agudelo, Humberto Castro, Isaac Gómez, María Valencia, Aldemar Franco, Ángel Pérez, José Benavides y José Estupiñán”. 52 Comité de Despedidos de Riopaila, “La huelga de Riopaila.”, 21. Con mayúsculas en el documento.
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acontecimientos tres de sus organizadoras fueron llevadas al Buen Pastor donde 53 . realizaron huelga de hambre como protesta54 La radicalización del 19 intentó llegar hasta Roldanillo, donde estarían al día siguiente los presidentes Omar Torrijos de Panamá y Alfonso López Michelsen de Colombia para denunciar en un escenario diplomático e internacional la situación de los trabajadores. Los hechos de ese día se resumen en la frase de Fabio Olaya, dirigente sindical de Riopaila, 54 . durante el conflicto: “Cambio de piedras por bala” 55 En reacción, los comités de base y de los trabajadores de Bugalagrande, Roldanillo, Zarzal, La Paila realizaron protestas por casi una semana. Las formas de lucha popular fueron múltiples: barricadas, pedreas, mítines, enfrentamientos físicos, coordinación de la resistencia con cadenas humanas solidarias. Todo esto en un marco de ira e indignación del radicalismo proletario. Con la militarización de las carreteras y ciudades en la región, La Paila quedó convertida en un encierro con control militar. Una oleada de protestas, no sólo sindicales, sino también estudiantiles y populares se realizaron entre el 23 y el 26 de febrero, promovidas por el comité pro-encuentro del sindicalismo independiente5655. Sin embargo, la represión produjo más persecución y criminalización de los activistas y dirigentes. Un Consejo Verbal de Guerra a órdenes de la III Brigada y del juzgado 76 de Instrucción Penal Militar, fue convocado para el lunes 16 de febrero de 1976, bajo la acusación de asonada, incendio y asociación para delinquir5756. Para ese entonces hacían presencia trabajadores de empresas como Sofasa de Medellín, Anchicayá de Cali, Aluminio Alcán de Cali, Tejidos Única de Manizales, IMPA de Palmira, Cicolac de Bugalagrande, el Comité Intersindical del Valle, Sintrapopular, Sidelpa, entre otras, para expresar su solida57 . ridad, así como numerosos activistas políticos58 El 17 de enero de 1976 fue enviada una carta a los presidentes López y Torrijos a través de su publicación en Alternativa, que le dio un amplio y documentado cubrimiento a esta 53 “80 días de huelga en Riopaila ¡Cómo se lucha, cómo se vive!”, Alternativa 68 (1976): 18. 54 Entrevista a Fabio Olaya (Cali -Tuluá, septiembre de 2006). Fabio Olaya es tulueño, de una familia numerosa, 12 hermanos, de padre albañil y madre dedicada al cuidado de la familia. Terminó sus estudios de secundaria en el Gimnasio del Pacífico en Tulúa, trabajó en Good Year y luego en el Ingenio Riopaila, en la zona de Zarzal era muestrero en la producción de caña, y a causa de la huelga fue despedido, vinculándose por un tiempo a Manuelita, después continuó su trabajo sindical en Cicolac, hoy Sintrainal, al retirarse de allí se dedicó a la organización cívica y comunitaria, así como al cooperativismo. 55 Alternativa 69 (1976). 56 Alternativa 70 (1976). 57 Mauricio Archila ed. Las huelgas del ‘Mandato Claro’ (Bogotá: CINEP, 1985). Cicolac hizo un préstamo de $300.000 y sus trabajadores aportaban $50 cada uno; también los trabajadores del Banco Popular en Tuluá y de Sidelpa en Cali acordaron cuotas periódicas, y funcionaban comités de solidaridad en Buenaventura, Manizales, Armenia, Palmira, Cali y Tuluá. Véase: Alternativa 68 (1976): 16-18.
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50 Las iras del azúcar: la huelga de 1976 en el Ingenio Riopaila 59 huelga y a otros conflictos en el período58 . La carta indica una conciencia política avanzada en la ubicación del carácter de clase del conflicto al mostrar sintéticamente la constelación de los poderes dominantes y su articulación con el Ingenio Riopaila y sus propietarios. En ella se buscaba a través del sistema de preguntas mostrar que el presidente López estaba encubriendo frente a su homólogo, el general presidente Omar Torrijos, la cruel realidad de explotación y represión del gobierno y el sistema. En la carta se destacaba la amenaza, que a juicio de los corresponsales, sufrían las esposas de los trabajadores, por parte de los 59 . Caicedo González60
6. La tenaza de la prensa Uno de los aspectos más relevantes de la constelación del poder fue el control informativo frente a la huelga. El diario Occidente era propiedad de Álvaro H. Caicedo, a su vez Senador y accionista de El Siglo en Bogotá, dirigido este último por Álvaro Gómez Hurtado. Con los propietarios de El País, los Lloreda Caicedo, existían vínculos familiares, políticos y económicos. Además el Ministro de Gobierno, Cornelio Reyes, era oriundo del Valle y mantenía fuertes relaciones políticas con los propietarios en su condición de conservador. Se había establecido toda una tenaza política y económica. El País se limitó a resaltar las consecuencias negativas del conflicto. Informó de la captura del cura italiano Giorgio Bussoni, bajo la acusación de agitación del orden público, afirmando que ésta era resultado de una investigación adelantada en el Ingenio, y destacando que coincidía con las denuncias hechas por el Ministro de Gobierno Cornelio Reyes, “quien señaló la existencia de un numeroso grupo de religiosos que han venido partici60 . Al día siguiente, inpando en movimientos subversivos en diferentes regiones del país”61 dicó que el cura Bussoni había promovido la huelga “en asocio con presuntos miembros del MOIR” y presentó las siguientes declaraciones de un vocero del sindicato de base de los trabajadores azucareros: “desde el comienzo dejó entrever sus ideas revolucionarias (…) Insistía en el cambio social y en la igualdad de derechos, y sus predicaciones estaban dirigidas a los jóvenes”6261. Bussoni fue detenido por el DAS la noche del 14 de noviembre y se le mantuvo prisionero frente al ingenio para escarmentar al pueblo. Posteriormente fue llevado a Roldanillo, Tuluá, Cali y Bogotá, donde se le incomunicó hasta su deportación. Una comisión del sindicato viajó a Bogotá para buscar la intervención de la embajada 63 . Por su parte, el pueblo de La Paila aclaró en documento italiana, pero fue desatendida62 público que las actividades del sacerdote fueron comunitarias y solidarias y que no se involucró en la huelga. 58 La revista Alternativa fue eficaz en su información, pluralismo y oportunidad, colocándose como un periodismo al servicio de los intereses de los trabajadores, un periodismo situado, polémico, pero no neutro. 59 Alternativa 67 (1976). 60 El País, Cali, 18 noviembre, 1975, 1. 61 El País, Cali, 19 noviembre, 1975, 8. 62 Alternativa 61 (1975).
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El 27 de diciembre de 1975, El País anunciaba una posible solución al “diferendo” en Riopaila. Según informe de Silvio Montaño Arango, de la Inspección Nacional del Trabajo de Tuluá, el conflicto estaría en vías de solucionarse mediante un “acta especial” firmada por la empresa el 19 de diciembre en la que “hace constar que no tomará represalia alguna contra los trabajadores que no han sido despedidos, y que participan en el paro, si éstos retornan a sus labores antes del 5 de enero”. Informaba que “la mayor parte de los trabajadores estaban dispuestos a regresar a sus trabajos”, pero su decisión se veía interferida por “elementos ajenos al sindicato” y al propio corregimiento que “tratan de capitalizar la 63. Resaltaba la preocuinconformidad de los obreros con fines exclusivamente políticos”64 pación de diversos sectores de Zarzal por los efectos económicos y sociales del conflicto, puesto que prácticamente un 50% de la actividad comercial de la población dependía de los ingresos de los trabajadores de Riopaila y por la confrontación entre miembros del Sindicato de la Industria del Dulce y Festralva6564. Los hechos del 19 de enero de 1976, recibieron tratamiento de problema de orden público. Se afirmaba que como resultado de los “violentos enfrentamientos” ocurridos en La Paila, cuando la policía buscaba despejar la carretera central que había sido bloqueada por “centenares de obreros huelguistas […] que exigen el reintegro de 500 trabajadores despedidos a raíz de otra huelga declarada ilegal”, habían sido heridos “a bala y piedra” 35 civiles y cinco agentes y agregaba que “versiones no confirmadas oficialmente señalaron […] que un agente de la policía y dos obreros […] habrían sido muertos a bala”6665. Por su parte el periódico El Pueblo, dirigido por Marino Rengifo de filiación liberal-Llerista vetó la información sobre el conflicto, lo que produjo la renuncia airada de seis periodistas: Daniel Samper Pizano, Héctor Rincón, Víctor Villanueva, Luis Guillermo Ángel, Pilar Tafur y Rosita Mora. Sólo se permitió la noticia sobre la expulsión del sacerdote italiano Giorgio Bussoni6766.
7. La pelea por la pelea De acuerdo con Fabio Olaya, el SID nació en el seno de la Federación Agraria Nacional (Fanal), controlada “por curas” de tendencia de derecha. Sin embargo, por el momento histórico de crecimiento de las luchas y de influjo revolucionario se convirtió rápidamente en el sindicato mayoritario, siendo una característica de su de su acción lo que Olaya califica de “la pelea por la pelea”6867. Entre sus primeras actuaciones estuvo el reintegro de 25 trabajadores, despedidos en noviembre de 1974 y reinsertados en 1975, seguida de la negociación de la convención en febrero-marzo del mismo año, que sería sistemáticamente incumplida por la empresa, convirtiéndose en la causa fundamental de la huelga. 63 64 65 66 67
El País, Cali, 27 diciembre, 1975, 22. El País, Cali, 9 enero, 1976, 8. El País, Cali, 20 enero, 1976, 1. Alternativa 65-66 (diciembre de 1975 - enero de 1976). Entrevista a Fabio Olaya. Cali -Tuluá, septiembre de 2006.
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52 Las iras del azúcar: la huelga de 1976 en el Ingenio Riopaila
Los trabajadores de campo (siembra, corte, alce, transporte) pusieron el mayor número de personas y dirigentes. Entre ellos se destacaron Eliécer Meneses, entonces Presidente del Sindicato y Jesús María Muñoz, líderes del proletariado agrícola. Olaya calcula que el Ingenio pudo tener entre 1.800 a 2.000 trabajadores, de los cuales 4/5 partes eran de campo, entre los cuales habo entre 100 y 120 mujeres repartidas en tres turnos, en la sección de empaque, llamada el Azucarero. Desde abril los trabajadores denunciaron ante la Oficina Regional del Trabajo en Tulúa la violación de más de 40 puntos de la convención por parte de la empresa, sin que el Inspector del Trabajo adoptara ninguna medida, dilatando su respuesta, en un comportamiento que para los trabajadores evidenciaba la complicidad 68 . con el Ingenio, para darle tiempo de desvirtuar cada una de las reclamaciones69 Dicha situación se prolongó por espacio de siete meses, mientras el malestar de los trabajadores crecía. El 12 de noviembre de 1975 se presentó un paro en una sección de corte de caña en Zarzal. Al día siguiente, se realizó una audiencia entre los representantes de los trabajadores y de la empresa, con la participación de ocho dirigentes sindicales, entre los cuales estuvieron Diosdado Mendoza, Jesús Valencia, Salazar, Olaya, Atahualpa y Nelson Varela. En la reunión, que duró aproximadamente ocho horas, se hicieron evidentes las divisiones en el interior de los obreros por posturas ideológicas. La fractura se presentó cuando dos miembros del PC-ML (Partido Comunista - Marxista Leninista), para los que la huelga ya estaba decidida y se iniciaría la madrugada del 14, se retiraron de la reunión sin dar explicación alguna. En palabras de Fabio Olaya, la huelga se debió afrontar y defender cuando ya era un hecho, lo sucedido a su entender fue una “traición que no tiene nombre”. Además, en la reunión el Presidente del sindicato extrañamente sólo denunció 70 . la violación de 17 puntos de la convención69 Producto de la intransigencia de los representantes de la empresa y del cansancio, los dirigentes que permanecieron en la reunión accedieron a firmar un documento el cual se reconocía que la empresa estaba cumpliendo con los acuerdos convencionales, un error que les causó mucho daño, pues la empresa utilizó el documento para desvirtuar las reclamaciones de los trabajadores y, por supuesto, el paro. Terminada la reunión, los miembros del sindicato se dirigieron a rendir informe de lo ocurrido a los Comités de Base que constituían el núcleo de la organización. Entre bases y dirigentes se daba un proceso permanente de retroalimentación y de corresponsabilidad, dinámica que fue definitiva para el sostenimiento del movimiento. Para Fabio Olaya estas lecciones de organización directa siguen vigentes en la actualidad. Sobre el conflicto de sectores de la izquierda que dividía a los dirigentes, al punto de percibirse casi como enemigos, Olaya afirma que el paro les permitió reconocerse como luchadores en las mismas condiciones y con el mismo objetivo. Recuerda como dirigentes valiosos a Jesús Valencia y a los hermanos Diosdado y Oswaldo Mendoza. 68 Entrevista a Fabio Olaya. Cali -Tuluá, septiembre de 2006. 69 Entrevista a Fabio Olaya. Cali -Tuluá, septiembre de 2006.
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Las corrientes políticas en el interior del sindicato fueron: el ML (Marxismo-Leninismo) y todas sus vertientes (20 o más), que lo hegemonizaron y “eso fue una gran falla”; el ELN, comandos camilistas; un sector pequeño de Espartaco7170; el Bloque Socialista y el Moir; mientras que el Partido Comunista no apareció mucho. Recuerda a Fabián Estrada de Cartagena como un importante líder entre los socialistas. Entre los grupos culturales se destacaba El Son del Pueblo. Para Olaya es claro que la posición infantil de la izquierda en Riopaila dejó perder el mayor potencial en la industria del Valle del Cauca, por su postura paternalista, que no consulta a las bases. Al finalizar el movimiento, en mayo de 1976, unos 1.500 trabajadores quedaron despedidos. Esta situación fue considerada como “un golpe enorme”; en la que los trabajadores fueron remplazados por gente del Pacífico, Chocó, traídos por la empresa cubriéndoseles todos sus gastos. El SID quedó prácticamente destruido y la correlación de fuerzas regresó a la situación anterior: Festralva quedó con su sindicato de base de clara filiación patronalista. “Nos mataron el niño en la cuna, se perdió una gran oportunidad”. “Terminada la huelga la desbandada fue terrible”, muy pocos asumieron el trabajo del comité de despedidos, pero lo más doloroso, fue no haber 71 . hecho un balance propio, que no hubiese continuidad en la lucha72 Olaya recuerda igualmente que la solidaridad en el interior del movimiento, así como la que recibieron de diversos sectores obreros, estudiantiles (de los colegios de La Paila, de Zarzal, del Gimnasio del Pacífico en Tulúa, de estudiantes de la Universidad del Valle, que realizaron varias marchas en Cali, con enfrentamientos con la policía y detenidos), campesinos, la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos), religiosos y otros, les permitió en esos seis meses aprender mucho más de “política clasista” que en años de lucha. El apoyo del sindicato de Cicolac y de sus dirigentes fue clave, debido a su experiencia, combatividad y particularmente porque a través de ellos se consiguió asesoría jurídica en diversos momentos del conflicto. El movimiento fue una escuela sindical clasista, un ejemplo de lucha y combatividad. Entre los líderes sindicales se destacó la figura de Héctor Daniel Useche, un hombre de “carisma arrollador, fuera de serie, de gran fortaleza 72 . Useche surgió del Partido Liberal, fue Concejal de Bugalagrande. ideológica y mental”73 Cuando ingresó a Cicolac, descubrió la realidad obrera y se comprometió totalmente, al ser un luchador sindical que ocupó todos los cargos de dirección del sindicato. La huelga de Riopaila fue el momento culminante de su labor social, siendo su papel en el conflicto, “la muestra más grande de solidaridad de clase”, que permitió convencer a todos de la importancia de solidarizarse y apoyar la huelga. El sindicato asesoró en la legislación laboral, ayudó en la búsqueda de asesores, en lo económico y en lo simbólico, siendo su figura y su labor definitiva. Al retirarse del sindicato continuó su labor en el cooperativismo, al mantener un papel central en las luchas cívicas, hasta que fue asesinado. Este asesinato fue interpretado como el precio por su incansable y transparente lucha. 70 Organización perteneciente a la IV Internacional -dirigida por Ernest Mandel-. 71 Entrevista a Fabio Olaya. Cali -Tuluá, septiembre de 2006. 72 Entrevista a Fabio Olaya. Cali -Tuluá, septiembre de 2006.
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Colofón En el movimiento fue muy importante la presencia de la mujer y la familia e incluso, constituyó un elemento de unidad y de combatividad en el campamento durante los primeros tres o cuatro meses de paro, sin embargo, las condiciones, cada vez más difíciles, por el cerco que las autoridades hicieron, por la escasez de recursos, por la falta de dinero (deudas de servicios públicos, en los colegios, etc.) y por el agravamiento de problemas de salud, afectaron duramente a numerosas familias obreras, causando una verdadera crisis y la disolución de varias de ellas. Fue entonces cuando se reactivaron los comités de esposas y mujeres, labor en la que fue decisiva la participación de Luz Myriam Cano, una gran líder natural, perteneciente al Azucarero. Según Fabio Olaya, las trabajadoras del Azucarero tuvieron gran peso en la pelea, aunque en el momento no se les reconoció toda su importancia por el machismo de los dirigentes. Junto a ella había otras tres o cuatro mujeres de liderazgo, dos de ellas de Zarzal, una de apellido Tiosa. Del comité de esposas en Cicolac, se destacó la compañera Ligia. Estas mujeres y esposas fueron a una huelga de hambre en diciembre del 75. Imagen No. 1: Esposas e hijos de los trabajadores durante la huelga
Fuente: Alternativa 72 (1976): 19.
La ciudad proletaria, nombre con que fue bautizado el barrio creado por los huelguistas, era una espacialidad de 300 ranchos de caña y estera construidos colectivamente por las familias proletarias, donde vivían 101 núcleos familiares con cerca de 1000 trabajadores. De este barrio dependían los más de 3000 huelguistas y sus familias.
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Fue una organización comunitaria con fuertes lazos de convivencia que expresaba la fortaleza cultural-social de la huelga. También fue escenario, como un gran palenque, donde había presentaciones teatrales, musicales, conferencias, debates y toda una gama de actividades sociales. A través de un altoparlante se acostumbraba informar a la comunidad y se retransmitían discursos del Che y Fidel Castro, al igual que canciones y lecturas. Imagen No. 2: Ranchos de paja de la ciudad proletaria
Fuente: Alternativa 68 (1976): 17.
Este campamento, al que los obreros sencillamente llamaban El Chinazo (la cocina), fue una verdadera escuela, un foro, visitado por miembros de la izquierda, del gobierno -allí la ministra Crovo expuso el punto de vista oficial-, del teatro, etc. “Todos los que iban nos daban clase”. El Chinazo se ubicó frente a la entrada del Ingenio, paralelo a la vía férrea, allí permanecieron concentrados los trabajadores y sus familias, organizados en diferentes comités. La estructura organizativa del campamento, el comité de paro, estaba conformada por dirigentes del sindicato, dirigentes políticos que los acompañaban y dirigentes sindicales solidarios, dándole un carácter amplio, aunque 73 . complejo74 73 A manera de ejemplo, entre una gran cantidad de publicaciones volantes y declaraciones de solidaridad, documentos cedidos por José María Rojas, destacamos: “Obrero socialista”, Órgano agitacional del Bloque socialista (Pereira, diciembre 15 de 1975); “Solidaridad con los trabajadores de Riopaila”, suscrito por Causa popular, Proletario, Bloque socialista, Lucha obrera, Unión revolucionaria socialista (Cali, noviembre de 1975); Diferentes comunicados y boletines informativos del Comité Coordinador de la Huelga, “La huelga de Riopaila: La hora del paro de solidaridad”, Comité de Obreros Socialistas (marzo de 1976); “El Clasista”, (agosto-diciembre de 1976); “Mensaje de los trabajadores agrícolas del Comité de Tuluá a los trabajadores de Riopaila en paro a la clase obrera y al pueblo en general”, Comité de Trabajadores Agrícolas de Tuluá (diciembre 29 de 1975); Sindicato de trabajadores de industrias metálicas de Palmira S. A.,
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En El Chinazo “estaba toda la gama étnica colombiana”; había colonias nariñenses, caucanas, mestizos, negritudes, vinculados como trabajadores y algunos en solidaridad. “Vivían como una sola familia, sin exclusiones”. Ningún grupo se aisló de los demás, había vasos comunicantes entre todos7574. Un gran sector de los obreros eran negros del Pacífico nariñense y caucano, fundamentalmente estaban en las labores de corte y alce. Pero, según Olaya, lastimosamente los pocos dirigentes negros eran casi todos patronalistas, como uno de apellido Asprilla y un compañero Girón. Se debe destacar la autoorganización de los trabajadores más allá del sindicato, como fueron los Comités de activistas de base, forma directa y democrática de participación. Estos Comités a su vez tenían un Comité Coordinador general de la Huelga conformado primero por 21 trabajadores, número que se redujo a 12. El poder decisorio lo mantenía la Asamblea General, que se reunía periódicamente. En verdad, se trata no de una huelga en Riopaila, sino de varias con epicentro en distintos ingenios y trapiches, en que el Ingenio Manuelita fue la matriz inicial de la industria y de las huelgas. Las dos grandes movilizaciones aquí estudiadas tuvieron como motor a Riopaila y sacudieron la sociedad señorial-burguesa del Valle del Cauca, con repercusiones en la política nacional y en la conciencia de los trabajadores en el país. No existe continuidad lineal en las luchas, ni un acumulado permanente. Pero sí existe una tradición de luchas, unas memorias que constituyen la praxis histórica de la clase trabajadora. La lucha antiesclavista en la sociedad colonial y republicana tuvo una profundidad y radicalismo de gran dimensión, y se mantuvo en una saga de recuerdos y olvidos, de recuperaciones y herencias en la cultura popular radical. Vanguardismo y espontaneidad parecen constituir el balancín de las actitudes prácticas en la declaratoria del movimiento, con un fondo de beligerancia en las bases, de una tradición de lucha del proletariado azucarero y de los rebeldes negros del Valle y del Cauca. Esta huelga no se explica sin el gran movimiento de los trabajadores del azúcar en 1959 y los hilos de continuidad entre la memoria y el olvido de la gesta libertaria de los afrodescendientes.
“Hoy como hace 10 meses ¡¡¡Viva el paro!!!” (Diciembre 3 de 1975); Resolución # 7 del Sindicato de Trabajadores de la Compañía Colombiana de Alimentos, S. A. CICOLAC, “Por la cual se dá (sic) una proletaria solidaridad” (Bugalagrande, noviembre 21 de 1975); de la arremetida patronal contra los intereses obreros y solidaridad con los trabajadores de Riopaila. Sindicato de Trabajadores del ICSS-Valle, “Denuncia pública” (Cali, diciembre de 1975). 74 Entrevista a Fabio Olaya. Cali -Tuluá, septiembre de 2006.
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Fuentes secundarias Archila, Mauricio, et al. Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio 1990-2001. Bogotá: CINEP, 2006. Archila, Mauricio. Las huelgas del ‘Mandato Claro’. Bogotá: CINEP, 1985. Aricada, Ricardo. “Las CTA del sector azucarero ¿Flexibilización, o salvajismo laboral?”. Cultura y Trabajo 69, (2006). Eder, Henry. Manuelita S. A. 1864-1894. Cali: Manuelita S. A., 1994. Eder, Phanor. El fundador. Bogotá: Antares, 1959. Caicedo, Hernando. Ensayos económicos y sociales. Cali: Norma, 1965. Díaz Rodríguez, Justo. Laudo arbitral sobre el despido de 92 trabajadores de Ingenio Riopaila, Ltda. Cali: Asociación Nacional de Cultivadores de Caña de Azúcar, sf. Friedemann, Nina S y Mónica Espinosa. “Las mujeres negras en la historia de Colombia”. En Las mujeres en la historia de Colombia. Mujeres y sociedad, Tomo II, editado por Magdala Velásquez. Bogotá: Presidencia de la República, 1995. García Vásquez, D. Los hacendados de la Otra Banda y el Cabildo de Cali. Cali: Tipografía Gutiérrez, 1928. Gómez Barón, Walter. “El proceso técnico azucarero. El proletariado del azúcar: sus condiciones de trabajo y vida”. Tesis, Universidad de los Andes, 1985. Kautsky, Karl. La cuestión agraria. Bogotá: Latina, sf. Lenin, Vladimir. “El desarrollo del capitalismo en Rusia”. En Obras completas, Tomo III. Buenos Aires: Cartago, 1957. Mancini, Simeone. Tenencia y uso de la tierra por la industria azucarera del Valle del Cauca, Vol. IV. Cali: Acto Agronómico, 1954. Patiño, V. Esbozo histórico sobre la caña de azúcar y la actividad azucarera en Colombia y en el Valle del Cauca. Cali: Asocaña, 1976. Perry, S. y Plazas. “Manuelita.” Una historia centenaria. Bogotá: Agra, 1964. Ramos, Oscar Gerardo. Historia de la cultura empresarial en el valle del río Cauca. Cali: Corporación Financiera del Valle, 1996. Rojas, José María. “Sociedad y economía en el Valle del Cauca”. En Empresarios y tecnología en la formación del sector azucarero en Colombia 1860-1980, Tomo V. Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1983, 115-162. Sanclemente, Luis. “La industria azucarera en el Valle del Cauca”. Documentos Nueva Frontera 43 (1979). Valverde, Octavio. Testimonios sindicales. Cali: Otra vuelta de tuerca, 1983. Velásquez, Magdala, et al., Las mujeres en la historia de Colombia, Tomo II. Bogotá: Presidencia de la República, 1995.
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58 Movilización social e identidad nacional en el Caribe insular colombiano. Una historia contada desde el diario de campo
Movilización social e identidad nacional en el Caribe insular colombiano. Una historia social contada desde el diario de campo Carlos Andrés Charry Joya1 Resumen: A partir de una comparación de dos registros etnográficos, se hace un análisis de las transformaciones socioculturales acaecidas en la isla de San Andrés en los últimos 50 años, ejercicio en el que se esgrimen elementos que permiten diversificar las interpretaciones que han tomado a las diferencias culturales entre los pobladores nativos y los de origen continental como el principal referente para la explicación de los conflictos sociales ocurridos en el Caribe insular colombiano. En este sentido el argumento de este ensayo hace referencia a otra serie de procesos y dinámicas sociales ocurridas en esta región del país, explorando los posibles impactos ejercidos en la isla a raíz de la conformación de un modo de organización social complejo. Palabras clave: San Andrés Islas, identidad nacional, movilizaciones sociales, Historia del tiempo presente, antropología, sociología.
Social Mobilization and National Identity in Colombia’s Caribbean Islands: a Social History based on Field Notes Abstract: Based on a comparison of two ethnographic, this article analyzes the socio-cultural transformations that have occurred on the island of San Andrés over the last 50 years. This exercise uncovers elements that enable new ways of explaining the social conflicts that have occurred on Colombia’s Caribbean islands beyond the standard interpretation that they stem from cultural differences between the native population and people from the Colombian mainland. In this sense, the article points to a series of other social processes and dynamics that took place in this part of the country, exploring the possible impacts that occurred on the island as a result of a more complex mode of social organization. Keywords: Island of San Andrés, national identity, social mobilizations, History of the Present, anthropology, sociology. Artículo recibido: 13 de abril de 2007; aprobado: 13 de agosto de 2007; modificado: 21 de noviembre de 2007.
v Antropólogo con opción en Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá), especialista en teorías y métodos de investigación en Sociología y Magíster en Sociología de la Universidad del Valle (Cali). Profesor (actualmente en comisión) del Departamento de Sociología de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia). Estudiante del Doctorado en Sociologia en la Universidad de Barcelona (España). Sus intereses investigativos se han centrado en el análisis documental y etnográfico, los procesos de formación del Estado y de la Nación, las dinámicas de integración de los grupos étnicos (con énfasis en las poblaciones afrocolombianas) y de los sectores populares en Colombia. Entre sus publicaciones más recientes se destacan: “El 9 de abril en Cali. Cambio social, poder y criminalidad en el Valle del Cauca”. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 34 (2006); “¿Nuevos o viejos debates? Las representaciones sociales y el desarrollo moderno de las Ciencias Sociales. Revista de Estudios Sociales (2006). ca_charry@yahoo. com; cscharry@antares.udea.edu.co
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Movilización social e identidad nacional en el Caribe insular colombiano. Una historia social contada desde el diario de campo ♠ Introducción En el tercer número de la Revista Colombiana de Antropología publicado en 1954 apareció un artículo que disonaba con la marcada vocación indigenista de las primeras etapas de la antropología colombiana. El artículo al que me refiero se titulaba “Algunos aspectos de estabilidad y desorganización cultural en una comunidad isleña del Caribe colombiano”. Su autor es el investigador norteamericano Thomas Price Jr., un antropólogo de la Universidad de Chicago, quien había sido invitado por Gerardo Reichel-Dolmatoff a que publicara éste y otro artículo, que había aparecido con anterioridad en el segundo número de la misma revista. Se trataba de un ensayo programático en el que se planteaban las líneas generales de la investigación de los grupos afrocolombianos21. Este texto exhibía un especial interés por dinamizar dicho campo de estudios, iniciativa que quedó pospuesta hasta los albores de la década de 1970 con los trabajos comparativos iniciados por Nina De Friedeman y Jaime Arocha32. En el artículo sobre la comunidad insular del Caribe colombiano, Price, además de exponer un problema de investigación innovador para esos años, propuso, a su vez, una línea de interpretación igualmente progresista, esto si se tiene en cuenta que se trataba de una época en la que antropólogos y sociólogos indagaban sobre las formas de cohesión ar♠
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Este artículo es resultado de las actividades adelantadas por el autor en el marco del “Grupo de Estudios e Investigaciones en Representaciones Sociales y Memoria Colectiva”. Las primeras observaciones y parte del material utilizado en la elaboración de esta versión formaron parte de una investigación previa titulada: Entre lo activo y lo reactivo. Antropología de la inserción de las Islas de San Andrés al Estado colombiano. (1880 -2000), realizada para obtener el título de antropólogo. Una versión inicial de este documento se presentó en el VIII Seminario Internacional de Estudios del Caribe celebrado en Cartagena de Indias, 1-4 de agosto del 2007. Agradezco de manera especial al profesor Alfonso Múnera los comentarios y críticas realizados a esa versión. Thomas Price Jr., “Estado y necesidades actuales de las investigaciones afro-colombiana”, Revista Colombiana de Antropología Vol. II (enero-junio, 1954). Para una referencia sobre las primeras etapas de estos estudios consúltese: Nina De Friedeman y Jorge Morales, “Estudios de negros en el litoral Pacífico colombiano”, Revista Colombiana de Antropología 14 (jul-dic, 1969): 55-82 y Nina de Friedeman y Jaime Arocha, De sol a sol. Génesis, transformación y presencia de los negros en Colombia (Bogotá: Planeta, 1986). Para una ampliación sobre el desarrollo de los estudios afrocolombianos consultar: Eduardo Restrepo, Políticas de la teoría y dilemas en los estudios de las colombianas negras (Popayán: Universidad del Cauca, 2005).
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mónica y funcional de las estructuras sociales, de las partes con el todo43. Por el contrario, en su articulo se expresó una marcada intención por evidenciar las contradicciones y conflictos que vivía la sociedad sanandresana de mediados del siglo XX, una sociedad que para aquel entonces comenzaba a convertirse en uno de los principales centros de atención del gobierno nacional y de su política de hacer de esa Colombia extracontinental una parte integral del país, a partir de la implementación de la figura de puerto libre que se había iniciado bajo el gobierno del general Rojas Pinilla. Como se verá a continuación, el informe presentado por Price Jr., plantea una serie de inquietudes acerca del funcionamiento de la estructura social sanandresana, así como de los cambios sufridos por ésta en las últimas décadas. Con el propósito de dar cuenta de tales cambios, este acercamiento se apropia de una perspectiva de análisis experimental, inspirada en diversos enfoques de las ciencias sociales, entre los cuales se encuentran la descripción densa planteada por Clifford Geertz54 y la historia del tiempo presente propuesta por Pierre Nora y Pierre Sauvage65. Por su parte, la estructura del documento se compone de cuatro secciones. En la primera se presentan los puntos centrales de la etnografía de Thomas Price Jr. que servirán para 3 4
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Cfr. Joseph Llobera, La identidad de la Antropología (Barcelona: Anagrama, 1999). Partiendo de lo dicho por Geertz en “La descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura”, documento en el que se discuten las diferencias significativas que posee la acción social a través de la metáfora entre lo que representa un tic, una guiñada y una mueca burlesca, entendemos a la descripción densa como el ejercicio que busca encontrar: “…la diferencia entre lo que Ryle llama descripción superficial de lo que está haciendo el que ensaya ante el espejo (remedador, guiñador, dueño de un tic…), es decir, contrayendo rápidamente el ojo derecho y la descripción densa de lo que está haciendo (practicando una burla a un amigo al simular una señal con el fin de engañar a un inocente y hacerle creer que está en marcha una conspiración), define el objeto de la etnografía: una jerarquía estratificada de estructuras significativas atendiendo a las cuales se producen, se perciben y se interpretan los tics, los guiños fingidos, las parodias, los ensayos de parodias y sin las cuales no existirían (ni siquiera los tics de grado cero que, como categoría cultural, son tan no guiños como los guiños son no tics), independientemente de lo que alguien hiciera o no con sus párpados”. Clifford Geertz, La interpretación de las Culturas (Barcelona: Gedisa, 2000), 22. A su vez, para la construcción de la propuesta interpretativa que se sugiere, entendemos metodológicamente a la historia del tiempo presente como lo definió hace algún tiempo Pierre Sauvage, para quien: “Los historiadores del tiempo presente están convencidos de que en lo concerniente al método han realizado una ruptura con la historiografía tradicional. François Bédarida señaló un conjunto de prácticas que diferencian a los historiadores del tiempo presente de los demás historiadores: la utilización de nuevas fuentes (especialmente orales), el enfoque comparativo y pluridisciplinario mantenidos por el diálogo e intercambio con las demás ciencias sociales; la voluntad de reintroducir la larga duración en el tiempo presente; el deseo por descubrir las relaciones complejas entre rupturas y continuidades”. Pierre Sauvage, “Una historia del tiempo presente”, Historia Crítica 17 (jun. - dic. 1998): 64. Para una ampliación de estos debates consúltese: Walther Bernecker, “La investigación histórica del tiempo presente en Alemania”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales 43:174 (oct. - dic. 1998) y Hugo Fazio, “La historia del tiempo presente: una historia en construcción”, Historia Crítica 17 (jun. - dic. 1998).
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la elaboración de los análisis que intenta sugerir este artículo. La segunda, examina las implicaciones de la apertura del puerto libre en la composición de la estructura social sanandresana, para luego continuar con una aproximación a los complejos modos de cohesión social ocurridos en la isla mayor del Archipiélago, exploración que se desarrolla a partir de una acercamiento etnográfico a dos expresiones disímiles de la actual organización social isleña: las protestas y los desfiles patrióticos. El documento finaliza con unas consideraciones en las que se plantean algunas conclusiones preliminares derivadas del caso estudiado.
1. La mirada de un etnógrafo de mediados del siglo XX en San Andrés Islas
Las primeras impresiones de Price dan cuenta de la celotipia que marcaron esos años de la vida social sanandresana, en la que se expresa la generalizada insatisfacción de los pobladores isleños en su esfuerzo por tener algún grado de injerencia sobre las decisiones que se tomaban en Bogotá en relación con su territorio. Al respecto comentaba nuestro etnógrafo: “Debido a las tan limitadas oportunidades que tiene el isleño para tomar parte en la administración de su tierra y también el hecho de que buena parte de las actividades de la administración se interpretan como contrarias a sus propios intereses, se considera como no suyo al gobierno local quien representa así más bien una entidad que debe ser antagonizada en lugar de apoyada. La escasez de empleos actualmente accesibles para los isleños, no importa cuál sea su filiación política, es un motivo de franco descontento y a la gente le gusta acordarse de los tiempos pasados cuando algunos de ellos formaban una junta asesora del Intendente. En la actualidad las actividades políticas quedan pues en gran parte en una esfera particular debido al miedo de represalias; el tradicional interés en las intrigas políticas actualmente se satisface sea en forma de memoriales contra la administración local, que se envían al Gobierno Nacional en Bogotá, sea en forma de no cooperar con las iniciativas que emanan de la Intendencia, o sea en argumentos acerca de qué es lo que sí debería hacerse, etc. [...] Pero la opinión pública está dividida acerca del rumbo que debería tomarse para tener éxito. Hay indicios de que una determinación concreta, para una acción efectiva, se está cristalizando en las mentes de potenciales dirigentes de la generación joven, pero aún no han 6 surgido personalidades dominantes”7.
De igual modo, el antropólogo norteamericano realizó un detallado informe sobre la organización social isleña, en el que se presenta la coexistencia de un amplio número de prácticas y creencias de diversa índole, que al ser contrastadas con la lógica del discurso de 6
Thomas Price Jr. “Algunos aspectos de estabilidad y desorganización cultural en una comunidad isleña del Caribe Colombiano”, Revista Colombiana de Antropología III (jul. - dic. 1954): 16. El subrayado es nuestro.
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la Iglesia Bautista, institución que negaba la conexión cultural de los nativos sanandresanos con África y cuyas tradiciones eran, por lo demás, juzgadas por esta Iglesia como prácticas paganas, dan cuenta de un fuerte conflicto interno. Tal conflicto estaba configurado por la oposición de los principales sistemas representacionales a través de los cuales los isleños construían su versión de la realidad. Siguiendo la prestación de Price, buena parte de las pautas socioculturales del pueblo nativo sanandresano de mediados del siglo XX estaban fundamentadas en la creencia de un conjunto de entidades espirituales, totalmente alejadas de la lógica y de las prácticas cristianas, como lo son las creencias en los duppies87 y la comunicación que con éstos hacia el obiaman98. Sobre la figura del obiaman recaían los conflictos de las relaciones sexuales, la traiciones y toda clase de engaños eran encubiertos por los servicios de este personaje, que a través de un conjuro lograba diluir matrimonios, enredar negociaciones, provocar enfermedades (como la del mal de ojo) e, incluso, causar la muerte de un enemigo si así lo deseaba la persona que acudía a él; obviamente, esto se realizaba después de haber transado una amplia suma económica, lo que daba cuenta de pautas de comportamiento que se alejan de lo que convencionalmente la antropología ha registrado sobre las denominadas sociedades tradicionales. Con relación a estas prácticas comentaba el acucioso investigador de la Universidad de Chicago: “Como ocurre en todas las sociedades, existen naturalmente individuos para los cuales estas sanciones no son lo suficientemente coercitivas y las circunstancias pueden llevar a una persona a cometer infracciones. Sin embargo, en muchos casos el acatamiento está fomentado por una categoría de creencias llamadas obia o negromansi (nigromancia) que constituye la variable isleña de la brujería, conectada también con el espiritualismo. Acerca de las creencias específicas pertenecientes al campo de la brujería, hay considerable variación pero, por lo general, existe la convicción de que tal fuerza mágica existe y que se puede aprovechar para ciertos fines como la venganza, el amor o la adquisición de bienes por la lotería y otras maneras de juego; su ejercicio, sin embargo, es más bien limitado y generalmente restringido a las familias de clase baja”109 .
En otro aparte de su artículo, Price realizó una excelente descripción de las formas de organización familiar y las relaciones de pareja, sobre lo cual afirmaba que eran muy abiertas a pesar de la presión que ejercía el discurso bautista, que tiende a promover las relaciones estables y “la vida en familia”. Las siguientes son las observaciones del etnógrafo, quien hace referencia a uno de las cinco categorías de mujeres que existían en la Isla para ese entonces: 7 8 9
Equivalente a los espíritus burlones de la cultura popular afrocubana. Hechicero de la cultura popular sanandresana. Thomas Price, “Algunos aspectos”, 44. Las cursivas son del documento. En 1999 tuve la oportunidad de entrevistar a un reconocido obiaman de la isla de San Andrés que vivía en el sector de San Luis. Según su testimonio, aprendió los quehaceres de este oficio en Colón, Panamá y en Haití en la década de 1950, lo llaman popularmente como El Pepa y en ese entonces promediaba los 90 años.
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“La segunda categoría, la de las sweethearts, está formada por mujeres que viven en relaciones ilegítimas semi-permanentes o permanentes con un solo hombre, lo que análogamente corresponde a la institución de la ‘querida’ o ‘amante’ en los pueblos de área de Cartagena. Públicamente no se les discrimina, a pesar de que ocupan una posición social inferior a las legalmente casadas. Como regla general un hombre no vive abiertamente en la misma casa con su sweetheart, aunque tenemos noticias de varios casos en que sí ocurre así”1110.
Estos comentarios y observaciones de Price contrastan con el renovado interés que los científicos sociales colombianos expresaron por la situación social y cultural de la Isla desde mediados de los años ochenta y que continúa hasta al presente, con la elaboración de un sin número de trabajos de grado y de la publicación de artículos y ponencias en congre12 . Este grupo de estudios se inclina a afirmar que el desarrollo social del sos especializados11 pueblo nativo sanandresano es consecuente con un proceso de formación semejante al de una comunidad. Sin embargo, la etnografía de Price resulta de nuevo provocadora en este sentido, pues proporciona información que enriquece y diversifica el complejo análisis de la sociedad sanandresana, permitiendo entender que sobre el concepto de comunidad (el cual tiende a esencializar el desarrollo, muchas veces traumático, de las relaciones sociales) se 12 . En relación con este asunto, Price ciernen otro tipo de instituciones y procesos sociales13 10 Thomas Price, “Algunos aspectos”, 25. 11 Al respecto, consúltese: Isabel Clemente, “Regeneración y educación”, Texto y Contexto 10 (ene. - abr. 1987): 87-110; Isabel Clemente, “Educación y cultura Isleña 1847- 1930”, en San Andrés y Providencia. Tradiciones culturales y coyuntura política, ed. Ernesto Guhl (Bogotá: Uniandes, 1989), 181-208; Isabel Clemente, “Las Islas del azúcar en el periodo de preponderancia británica”, en San Andrés y Providencia, 25-82; Isabel Clemente, Educación, política educativa y conflicto político-cultural en San Andrés y Providencia, 1886-1980 (Bogotá: Uniandes, 1991); Juan Contreras, “Roots and Culture” (tesis antropólogo, Universidad de los Andes, 1995); Nina De Friedemann, “Ceremonial religioso funebrico representativo de un proceso de cambio en un grupo negro de la Isla de San Andrés”, Revista Colombiana de Antropología XIII (1964-1965); Nina De Friedeman “Religión y tradición oral en San Andrés Islas”, en San Andrés y Providencia,139-159; Nina De Friedemann, “San Andrés y Providencia: sus derechos étnicos y culturales”, América Negra 12 (dic. 1996); Natalia Guevara, “San Andrés Isla, memorias de la colombianización y reparaciones”, en Afroreparaciones: memorias de la esclavitud y justicia reparativa para negros, afrocolombianos y raizales, eds. Claudia Mosquera y Luis Barcelos (Bogotá: UNAL-CES, 2007); Zandra Pedraza, “Soberanía y deterioro cultural en el Archipiélago de San Andrés y Providencia”, Revista Sotavento 2 (Dic. 1988) y Walwin Petersen, “Cultura y tradición de los habitantes de San Andrés y Providencia”, San Andrés y Providencia, 113-137. 12 Convendría recordar aquí algunos de los conceptos fundamentales de la sociología comprensiva de Max Weber: “Llamamos comunidad a una relación social cuando y en la medida en que la actitud en la acción social -en caso particular, por término medio o en el tipo puro- se inspira en el sentimiento subjetivo (afectivo o tradicional) de los participantes de constituir un todo. Llamamos sociedad a una relación social cuando y en la medida en que la actitud en la acción social se inspira en una compensación de intereses por motivos racionales (de fines o de valores) o también en una unión de intereses con igual motivación.”. Max Weber, Economía y sociedad (México: Fondo de Cultura Económica, 1964), 33.
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desarrolló un detallado informe sobre la composición de clases sociales en la Isla mayor del Archipiélago, que resulta pertinente para adoptar como modelo interpretativo que explique las profundas transformaciones sufridas por la sociedad insular. Así, tal como lo ha referenciado la teoría sociológica posestructuralista, los procesos de formación de las clases sociales se ensamblan en esferas mentales tan profundas e íntimas del individuo como lo hace la cultura, teniendo la habilidad de organizar buena parte de las funciones sociales y psíquicas del individuo. En este sentido, los conceptos de habitus y enclasamiento implementados por Pierre Bourdieu1413 son ampliamente funcionales para hacernos una idea de los fenómenos a los que se refirió Price hace más de medio siglo, sobre los cuales afirmaba que “Hay dos pautas de pensamiento y de conducta contradictorias en lo que se refiere al puesto que corresponde jerárquicamente a un individuo dentro de la sociedad isleña, es decir, a una clase social. Por un lado se pone mucho énfasis en la igualdad, afirmándose que nadie es ‘mejor’ que los demás, pero por otro lado, después de un análisis de las relaciones interpersonales y de grupo, se descubre lo que en realidad es un sistema de dos clases, aunque la gente generalmente niega su existencia. […] El criterio más evidente de la participación en una clase social es el meramente físico del modo de vida, definido por la calidad de la casa, su localización, la clase de vestido y de los 14 . bienes”15
Para finalizar este recorrido por la etnografía de Price es necesario destacar las apreciaciones que efectuó este investigador sobre las características del conflicto social configurado por el pueblo nativo raizal y los agentes sociales continentales; esto con la finalidad de tener una apreciación panorámica acerca de los resultados y las valoraciones que atravesaba el proceso de integración de la Isla al Estado colombiano en esa época: “Frecuentemente se oye la expresión: “Nosotros no somos colombianos sino isleños”, afirmación basada más bien en la diferente herencia cultural y en las costumbres actuales de vida diaria y no tanto en no querer reconocer su nacionalidad. […] Los colombianos (se refiere a la gente del continente) tienden a atribuir a los sanandresanos una posición en la escala humana algo más baja que la que dan a los chocoanos rurales, hecho que conocen bien los isleños y por lo que se resienten profundamente. La raza refuerza, pues los sentimientos de solidaridad, originada en un complejo de costumbres comunes y en una determinación creciente de resistir a la intrusión en su modo de vida, intrusión que se cree ser el objetivo final del gobierno colombiano”1615. 13 Cfr, Pierre Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción (Barcelona: Anagrama, 1997); Pierre Bourdieu, Respuestas por una antropología reflexiva (México: Grijalbo, 1995) y en particular Pierre Bourdieu, La distinción. Criterios y bases sociales del gusto (Madrid: Taurus, 2001). 14 Thomas Price, “Algunos aspectos”, 31-32. 15 Thomas Price, “Algunos aspectos”, 22. El subrayado es mío. Para una expresión contemporánea de tales dilemas consúltese, entre otros, la compilación de cuentos cortos de Juan Ramírez Daw-
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2. La apertura del puerto libre y los procesos sociales no planeados de San Andrés Islas. Nuevas realidades, nuevos conflictos De manera evidente la etnografía de Thomas Price Jr. mostró una sociedad franqueada por discursos diversos y lógicas sociales contradictorias, en el que intervenían tanto el papel conservador de la Iglesia Bautista, como la presión latente del gobierno colombiano de acercar esta región extracontinental del país a la vida nacional. A la vez, en la etnografía de Price se percibe una sociedad marcada por profundos rasgos afrocaribeños, en el marco de una estructura social aún acostumbrada a la poca movilidad, pero que, a pesar de todo, se encontraba organizada en clases sociales. Sin embargo, el análisis presentado por Price Jr. desconoció que la celotipia entre la población isleña y los administradores públicos venidos desde el continente era de vieja data, que dicho conflicto tenía sus origines en el siglo XIX, y que esta celotipia encubría el hecho de que desde las primeras décadas del siglo XX se habían configurado en el Archipiélago complejas redes clientelistas, organizadas desde los tradicionales partidos políticos continentales, que luchaban por el control burocrático y 16 . electoral de la Isla17 Al mismo tiempo es indispensable reconocer que para la época de las observaciones de Price, buena parte del grupo de jóvenes de buena familia, hijos de reconocidos comerciantes, educados en las escuelas bautistas, que lograron acceder a estudios universitarios en los Estados Unidos; tuvieron contacto con el movimiento afroamericano que se gestaba en ese país, a través de figuras tales como Malcolm X y Martin Luther King. En la forma en que lo narra la memoria oral de algunos nativos sanandresanos, muchos de estos jóvenes de buena familia que regresaron a San Andrés durante los años sesenta con el objetivo de ejercer importantes cargos públicos, vieron frustradas sus intenciones, debido a la compleja red clientelar fraguada entre los funcionarios públicos de origen raizal y un cerrado grupo de políticos de origen cartagenero, que llevaba más de dos generaciones viviendo en la isla. Debido a esta situación, muchos de esos jóvenes decidieron ordenarse como pastores de la Iglesia Bautista, alcanzando las más altas posiciones de poder dentro de la estructura organizativa de esa importante institución1817.
kins, The soldier dem de come and The mango tree (Cali: Consorcio de Artes Gráficas Univalle, 1996) y el texto de Eviston Forbes Bernard, Angustia penetrante y candentes conflictos sociales (Medellín: Editorial Mrycro, 1994). 16 Al respecto consúltese: Carlos Charry, “En el trasfondo de la colombianización. El archipiélago de San Andrés visto por funcionarios del Estado colombiano, 1888-1924”, Revista Sociedad y Economía (abr. 2002). 17 Información obtenida del trabajo de campo. Noviembre de 1998-enero de 1999 y mayo - agosto del 1999.
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De otra parte, es importante tener presente que para la época de las observaciones de Price, la isla de San Andrés fue visitada por el Presidente de la República, el general Rojas Pinilla en noviembre de 1953. El objetivo de su visita era bastante claro: dar inicio a las obras necesarias para la construcción de un puerto libre, determinación sobre la que venían presionando de manera angustiosa distintos personajes de 18 . Estas la vida política isleña (nativos y no nativos) desde finales la década de 194019 medidas demostrarían que el despliegue emprendido por el Estado era producto de los diversos intereses que expresaban los agentes sociales continentales intereses que estaban cambiando radicalmente la representación que se tenía de esta región del país. Una actitud que, sin lugar a dudas, era subsidiaria de los conflictos fronterizos con Nicaragua, como también de la necesidad de dominar y colonizar el territorio. Como ejemplo de tales dinámicas se encuentra el significativo crecimiento que comenzó a experimentar la industria turística, la que fue impulsada por las principales compañías de aviación nacionales. A través de los conocidos paquetes turísticos, las familias de clase media de los principales centros urbanos del continente, comenzaron a aprovechar las ventajas del puerto libre para adquirir bienes de consumo como, por ejemplo, electrodomésticos y ropa, productos que eran importados por un creciente número de comerciantes de origen siro-libanés, que se instaló de manera permanente en la isla entre las décadas de 1950 y 1960. Entre tanto, en el centro urbano y comercial, antiguamente denominado como North End, un nutrido número de familias tradicionales del Archipiélago comenzaron a comprar tierras con el objetivo de arrendarlas o de venderlas directamente a las cadenas hoteleras nacionales e internacionales, las cuales comenzaron a construir en ellas complejos 19 . de gran envergadura20 La pugna por el control y administración de la tierra que suscitó la apertura del puerto libre, estuvo ligada a las tensiones existentes desde décadas atrás entre las clases sociales, pues como lo permite entrever la misiva enviada por el ministro protestante Gonsalves en 1928 al Intendente de aquel entonces, el bogotano Jorge Tadeo 18 Así lo aclamaba el exintendente Guillermo Ruiz Rivas en sus crónicas sobre las islas: “No dudamos que todos los colombianos se harán preguntado muchas veces: ¿Que hacer con el Archipiélago? Y no vacilamos un momento en replicar: -¡Conservarlo!- -¡Conservarlo a todo trance y convertirlo en el más bello jardín del planeta! Declararlo puerto libre o rebajar sus tarifas aduaneras hasta lo inverosímil. Llevar a los isleños los elementos necesarios para enriquecer su desmirrida economía […] Ah!... Si se estableciera una navegación permanente con dos motoveleros que consultaran las necesidades comerciales de las islas, con camarotes apropiados para el turismo; si se construyesen bellos hoteles confortables, si se permitiesen todos los juegos de un verdadero casino; si se pavimentaran todas las carreteras y se desecaran los pantanos, todo lo cual se puede hacer con unos tres millones de pesos, las islas serían el lugar más apropiado para que colombianos y extranjeros pasaran allí sus vacaciones”. Guillermo Ruiz, El Archipiélago lejano (Barranquilla: Ediciones Arte, 1948), 16. 19 Al respecto consúltese: María Ruiz, Isleños y pañamans: la apropiación del espacio para la vivienda en la Isla de San Andrés (Bogota: Uniandes, 1986) y Loraine Vollmer, La historia del poblamiento de San Andrés, Vieja Providencia y Santa Catalina (San Andrés: Ediciones Archipiélago, 1997).
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Lozano, la situación vivida por los nativos más pobres del archipiélago no era nada satisfactoria, dado que un reducido grupo de apoderados locales ofrecían usureros 20. Con la llegada del puerto libre, que prestamos a las pequeñas familias de clase baja21 trajo consigo una fortísima inyección de capital foráneo, estas personas utilizaron su primacía legal en los negocios de finca raíz para socavar el mayor provecho. Los conflictos en interior y entre familias por la posesión de tierras fueron numerosos, peleas entre hermanos, envenenamientos y asesinatos marcaron el final de la década de los cincuenta y casi toda la década de 19602221. En medio de este proceso, las relaciones de la población nativa con el Estado seguían siendo materia de profundas controversias. Como ejemplo de ello se encuentra la denuncia hecha ante la ONU por un nativo de Providencia que residía en Nueva York, pidiendo la ejecución de un estudio sobre del desplazamiento vivido por los nativos en las esferas administrativas del sector público, por lo cual proclamaba la separación de las Islas de la custodia colombiana con el objetivo de crear una repú22 . Por otra blica independiente, denominada como Federal Republic of Old Providence23 parte, para esos años industriales y comerciantes del interior del país emprendieron una vehemente campaña de opinión en contra de la apertura del puerto libre, con lo cual pretendían controvertir el funcionamiento y los beneficios de esta figura comercial, pues argumentaban que ésta permitiría la entrada desmedida de mercancías extranjeras, que terminarían desplazando los productos nacionales que ellos producían y comercializaban2423. Sin embargo, el hecho más importante ocurrido durante los años 60 confirma las condiciones traumáticas del proceso social emprendido desde la apertura del puerto libre, hecho sobre el que se entretejieron diversas interpretaciones. En mayo de 1964 de forma inexplicable, se incendió la casa de gobierno de la Intendencia. El incendio se originó en el cuarto en el que se encontraba el archivo, lugar que albergaba todos 20 Sobre lo cual reclamaba el reverendo Gonsalves: “Que haya legislación adecuada para proteger al pueblo desamparado de las durezas de capitalistas rapaces en la isla, muchos de los cuales tienen hipotecadas las propiedades raíces de la gente pobre a causa del excesivo interés de 36% anual que se cobra a gente desamparada sobre préstamos dados….”. Para una ampliación sobre la situación del archipiélago en la década de 1920 consúltese: Juan Carlos Eastman, “Colombia y el Archipiélago de San Andrés y Providencia, 1910-1920: Un encuentro detrás de los Estados Unidos”, Boletín de Historia 8:15-16 (1991) y Juan Carlos Eastman, “Las Amenazas a la Arcadia Feliz y Deseada: El Archipiélago de San Andrés y Providencia en 1927. Visiones desde las Islas”, Revista Sotavento 1:2 (1988). 21 Información obtenida del trabajo de campo. Mayo - agosto de 1999. Al respecto puede consultarse también el testimonio dado por Marco Fidel Archbold Britton, en la introducción a la versión en español del libro del geógrafo e historiador James Parsons, San Andrés y Providencia. Una geografía histórica de las islas colombianas del caribe (Bogotá: El Ancora Editores, 1985). 22 Véase: Wenceslao Cabrera, San Andrés y Providencia. Historia (Bogotá: Editorial Cosmos, 1980), 140. 23 Declaraciones dadas por el Intendente de San Andrés Adalberto Gallardo Archbold para la Revista de la Policía Nacional 13:103 (1964).
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los documentos de la notaria, esfumándose con ello, cédulas, registros civiles, escri24. turas, certificados de propiedad y un número incalculable de folios y expedientes25 Personas que presenciaron los acontecimientos comentaron que este hecho generó -como era de esperarse- un estado de incertidumbre y de desorganización administrativa, que afectó especialmente los negocios asociados a la finca raíz; así las deudas, ventas y cualquier tipo de trámite asociado con este sector económico quedó suspendido por varios meses, e incluso, por años. Las quejas y reclamos que suscitó este acontecimiento llegaron hasta Bogotá, lo que obligó a que gobierno nacional enviara una comisión del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria, INCORA, para que realizara un estudio con el cual se pretendía reglamentar y legalizar las propiedades. No obstante, la noticia de la posible presencia de los inspectores del gobierno nacional no fue bien recibida, pues unos sectores de la población nativa alegaban que las intenciones del INCORA estaban encaminadas a declarar en la Isla una amplia zona de terrenos baldíos, en los cuales se pretendía impulsar la instalación de una base militar. Como respuesta a ello, se conformó una comisión integrada por prestigiosas personalidades locales, los que hicieron lo posible para evitar la presencia de los inspectores provenientes de Bogotá, situación que terminó dejando serías dudas sobre el origen de las propiedades y generando un ambiente de protesta y de anticolombianismo2625. Hacia mediados de la década de 1970 se conformó el Comité Pro Defensa de los Intereses del Archipiélago, movimiento integrado en su mayoría por los más prestigiosos comerciantes isleños, y que organizó una serie de protestas en contra el gobierno de Alfonso López Michelsen por considerar que éste pretendía lesionar sus intereses al sugerir la imposición de impuestos a su actividad comercial. Por su parte, los años ochenta registraron diversas manifestaciones, desde aquéllas que proclamaban la soberanía de Colombia sobre el Archipiélago, tras la intención del gobierno san26 , hasta las que continuaban luchando por la adquisición dinista de invadir las Islas27 de un mayor grado de autonomía sobre el territorio. Tales iniciativas dieron origen a la conformación del movimiento Sons of the Soil, el cual emprendió un trabajo serio y comprometido por la reglamentación de un estatuto raizal. Este movimiento se caracterizó por conjugar diferentes estrategias de acción, entre las cuales se incluían 24 Cfr., Félix Díaz, Monografía del archipiélago de San Andrés. (Barranquilla, Ed. des, 1978), 84. 25 Información obtenida del trabajo de campo. Mayo - agosto de 1999 y mayo - agosto del 2000. Los conceptos resaltados fueron las palabras con las que se refirieron los informantes. 26 Al respecto comentaba el periódico El Siglo de Bogotá, en su editorial del 24 de enero de 1984, en un artículo titulado “Ni un centímetro, ni una gota. San Andrés y Sandinismo no usan la misma S. Unas islas tan nuestras como el río Magdalena”: “Una información publicada en El Tiempo y enviada por su corresponsal en Panamá Indalecio Rodríguez, mostró los mapas publicados en Managua, en donde el archipiélago aparece como perteneciente a Nicaragua. La protesta de la Cancillería colombiana, presentada en términos enérgicos hace un mes, siguen sin respuesta. Entre tanto, en las escuelas nicaragüenses los niños cantan que San Andrés y sandinismo se escriben con la misma ese”. Consúltese también la nota de Harold Bush, “Nacionalismo y separatismo, años 60 y 70. San Andrés y providencia, Revista Credencial Historia 36 (dic. 1992).
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las denuncias elevadas a la Presidencia de la República, el lobby a parlamentarios sensibles con los problemas del archipiélago, así como la organización de manifestaciones públicas. Todas estas acciones lograron su cristalización varios años después, con la creación de la Oficina de Control de Circulación y Residencia, OCRE, la sanción de la Constitución de 1991 (art.310) y la posterior expedición de la Ley de negritudes (o Ley 70 de 1993), que dio pie a la elaboración del denominado Estatuto Raizal desde 19972827. Pero las medidas adelantadas no fueron suficientes o simplemente fueron mal implementadas, haciendo que el número de personas provenientes del continente -que en su mayoría vive en condiciones de ilegalidad- no decreciera. La mayor parte de esa población se constituye de afrodescendientes emigrados de la Costa Atlántica, que han conformado barrios subnormales, producto de la influencia ejercida por políticos de ascendencia sirio-libanesa, que a través de la creación y cooptación de las juntas de acción comunal, permitieron el ingreso de personas desplazadas de las llanuras de Sucre y Cesar, como también de los tugurios de Cartagena y Barranquilla. Tales circunstancias hicieron que el proceso social no planeado a través del cual los isleños nativos, los continentales y los sirio-libaneses iban creando redes de interdependencia mutuas, comenzaría su etapa crítica de complejización, situación que desbordó el marco de acción emprendido por un grupo de isleños nativos en pro de la defensa de los derechos de su población. Como resultado de todo este proceso se encuentra el progresivo acercamiento, así como también la intensificación de los conflictos y las enemistades (celotipia) entre los diferentes grupos y actores sociales, que ahora hacen parte de la estructura social isleña, condiciones que han repercutido en la degradación de los niveles del conflicto y de la calidad de vida de todos 29 . Empero, resulta a su vez significativo reconocer que de los habitantes de las Islas28 tales acercamientos e interdependencias surgieron toda clase de relaciones sociales: uniones matrimoniales, alianzas políticas, comerciales, y de un nivel aún más difuso, como lo fueron las relaciones resultantes del turismo masivo. Estas dinámicas die27 Como resultado de la aplicación de la Constitución del 91 algunos de los primeros integrantes de este movimiento han ejercido importantes cargos públicos, tales como la Defensoría del Pueblo, la Dirección de la Casa de la Cultura Departamental, así como la Procuraduría e, incluso, la misma Gobernación Cfr., Dirección de asuntos raizales, Proyecto de ley de Estatuto Raizal. (San Andrés, 1997); Consejería presidencial para la política social. Información sobre la situación actual de los raizales del Departamento de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (Bogotá, 1998) y Julio Gallardo, La legislación especial del Archipiélago colombiano (Bogotá: Imprenta Nacional, 1999). Para una referencia especializada sobre la conformación del Movimiento Político Raizal consúltese el trabajo ya citado de Natalia Guevara, “San Andrés Isla, Memoria”. 28 Para una ampliación consúltese los documentos de trabajo: Francisco Avella, San Andrés. Ciudad insular. Cuadernos regionales 9 (Cartagena: Observatorio del Caribe colombiano, 2000); Socorro Ramírez y Luis Restrepo, Textos y testimonios del Archipiélago. Crisis de convivencia en un territorio insular. Cuadernos del Caribe 4 (Bogotá: IEC - UNAL, 2001); Gabriel Gonzáles, “Los nuevos pañamanes en la Isla de San Andrés”, Maguare 18 (2004): 197-219.
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ron paso a un nuevo y complejo orden social, caracterizado por el crecimiento urbano y demográfico irregular, el desempleo y el aumento de la criminalidad. Factores que desbordaron ampliamente las diferencias étnico culturales que caracterizaron los conflictos entre los nativos y continentales previos a la instauración del puerto libre3029. Este conjunto de situaciones nos llevan a considerar otras pautas de organización social, que exhiben las complicadas dinámicas de hibridación social y cultural ocu30 , dinámicas que encuentran rridas en las últimas cinco décadas en el Archipiélago31 su expresión en la vida cotidiana y en las formas socioculturales contemporáneas, en las que las protestas y los desfiles juegan un papel distintivo.
3. Protestas y desfiles. Las transformaciones socioculturales de San Andrés Islas analizadas desde la perspectiva de un diario 31 de campo32 3.1 Una protesta muy peculiar Isla de San Andrés, 8 de junio de 1999 Después del almuerzo con Taga, mi amigo y anfitrión, me senté a dialogar con él sobre los problemas sociales y políticos de San Andrés. Fue un momento bastante especial, pues allí emitió un conjunto de ideas sobre las cuales lo había interpelado antes, pero que decidía evadir con bromas y comentarios sarcásticos. Esta vez sus ideas fueron claras y directas, 29 Como ejemplo de la complicada situación que experimenta el discurso de reivindicación étnico cultural en San Andrés, se encuentran las declaraciones hechas por un integrante de la organización Native Foundation: “¿De donde salió?, ¿Quién lo inventó? ¿Por qué lo hicieron?. Nuestra organización, así como la mayoría de mezclados, hijos de nativos y no nativos, no aceptamos la palabra raizal, porque ha sido utilizada para generar mayor discriminación, separación entre los llamados puros, los otros como yo y los foráneos. Así que decidimos que cuando se refieran a los hijos de esta tierra (con raíces), se refieran a nosotros tal como lo dice la constitución política de Colombia nativos del Archipiélago. Creo que esto resuelve una de las interrogantes, sobre si somos o nos sentimos colombianos o no, claro que eso no significa lo mismo para algunos de los radicales que son independentistas, pero son la minoría de la minoría”. Gabriel Gonzáles, Los nuevos Pañamanes, 202. 30 Para una referencia acerca de la expresión de tales fenómenos desde los medios de comunicación véase: Orlando Javier, “Integración nacional y pluralismo cultural en la radio y la televisión de San Andrés Isla: la configuración histórica del campo periodístico”, Historia Crítica 28 -versión digital- (jun. - dic. 2004): 114-130. 31 Entre 1998 y 2000 tuve la oportunidad de establecer contactos de diversa índole con un amplio número de agentes sociales sanandresanos. En esta sección se presentan dos apartes del diario de campo resultado de dicha experiencia. La selección y análisis de estos apartes pretenden describir la diversidad que caracteriza las formas de cohesión social que experimenta el archipiélago en la actualidad. He decidido utilizar los apartes del diario como un intento de búsqueda de nuevas fuentes, así como con la pretensión de entablar un diálogo más fluido entre la operación historiográfica y la descripción densa.
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lo que me causó un profundo interés. Una de ellas la expresó de la siguiente manera: “¿Es que en Colombia uno tiene que volverse guerrillero y violento para que lo que tengan en cuenta y lo escuchen? En el interior, los guerrilleros lograron un despeje porque tomaron el camino de las armas, y al parecer aquí nos va a tocar hacer algo parecido: volvernos desobedientes para que nos escuchen”. En otro momento del diálogo salió otra idea impactante: “La verdad yo no sé -me decía con cierto desconsuelo- ¿somos o no colombianos?; la gente del interior quiere a San Andrés, pero yo no sé si la quiere por lo que tiene adentro. Aquí sólo vienen por lo lindo y paradisíaco del lugar, pero ¿vendrán porque aprecian a los sanandresanos?”. También mencionó problemas que yo ya había escuchado cuando entreviste a algunos jóvenes sanandresanos que contacté en Bogotá el año pasado. Problemas como que la gente de origen sirio-libanés estaba consolidando con fuerza un monopolio sobre los cargos públicos y la discriminación que la gente blanca del interior suele hacer sobre el sanandresano, tratándolo de deshonesto y ordinario. Luego de este diálogo que se extendió hasta las tres de la tarde, salimos a encontrarnos con el resto del grupo en la Iglesia Bautista de La Loma. En la entrada de este recinto y por toda la cuadra había gente dispersa que vestía de blanco y portaba banderas del mismo color, en señal de que su manifestación sería, ante todo, pacífica. Entramos a la iglesia en donde se encontraba uno de los reverendos bautistas dando un largo discurso, luego pasó un hombre de entrada edad al que no pude identificar, que habló sobre la territorialidad y la soberanía de los sanandresanos sobre su isla. Para finalizar esta introducción a la marcha pasó al estrado otro reverendo bautista, que leyó un aparte de La Biblia que relataba la forma como Jesucristo luchó por la purificación de la tierra prometida. Al finalizar la lectura el pastor expresó la siguiente frase: “Ha llegado la hora hermanos míos de hacer lo que Jesucristo había realizado: purificar nuestra tierra”. Se me hizo particular que después de leer en inglés, el reverendo se expresara de esa manera y en español, lo cual me hizo suponer que el mensaje no sólo iba dirigido a los pobladores nativos presentes. La asistencia del pueblo raizal a esta movilización fue masiva, eran casi cinco cuadras ocupadas por personas. Calculo que eran alrededor de 3000 a 4000 los asistentes a la marcha. La movilización comenzó con el grito de un joven que desde una camioneta y con megáfono en mano decía: “What do we want?”, mientras que la gente respondía: “RESPECT!”, y volvía el joven a preguntar: “What do we get?”, “UNRESPECT!” respondía la gente. En la marcha había personas que portaban pancartas alegando por el respeto a los derechos humanos, sobre el respeto a la territorialidad del isleño en su Isla. Una de tales pancartas traducía algo así como “Podrás asesinar nuestros cuerpos, pero nunca podrás eliminar nuestras ideas”. Especialmente me llamó la atención una que invitaba a recordar que los sanandresanos se adhirieron libremente a la Nueva Granada en contra de la opresión de la Corona española, como una señal de protesta a la falta de libertad, y también, de alguna forma, la frase tenía la connotación de que como libres llegaron, libres se podrían separar. Luego de los gritos, la gente empezó a cantar coros en los que se decía que la Isla es un lugar de paz y de libertad. Estos coros tenían una acentuada influencia de los cantos que se usan en las Iglesias bautistas; sin embargo a éstos se le acoplaron las palabras de tal
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manera que rimaran y no trastornara la melodía característica. Me sentí conmocionado, tanto por lo que decían los coros, como también por la fuerza y la buena entonación que el público expresaba. Decidí adelantarme hasta la cabeza de la marcha, en donde se hallaba el grupo de personajes destacados que lideraban la movilización. Allí se encontraban un reverendo de la Iglesia Bautista con un megáfono invitando a la gente a que se adhiriera a la marcha; los invitaba diciendo: “Sigan la luz del Señor, pues ha llegado la hora de hacernos respetar”. A un lado del reverendo estaban los personajes más distinguidos del pueblo raizal, un grupo de damas y los ministros de las otras iglesias protestantes, lo cual indicaba un alto grado de integración y coordinación entre éstas; esto si se tiene en cuenta que por años han entablado fuertes disputas por la adhesión de fieles a sus respectivas instituciones. Hoy marchaban todas juntas. Todos llevaban entrelazados sus brazos mientras lo hacían. Al frente de ellos iban unos jóvenes que hondeaban la bandera del departamento, y otros, aunque parezca extraño, portaban con orgullo el tricolor nacional. Al llegar a la Gobernación, después de cruzar el edificio de la Procuraduría Departamental, uno de los reverendos de la Iglesia Bautista se levantó sobre el techo de la camioneta que transportaba el sonido, tomó el micrófono y se dirigió al pueblo que seguía la marcha, también lo hizo a la gobernación y con especial énfasis al gobernador. Su discurso reclamó respeto de parte del gobernador recientemente nombrado como encargado, tras el arresto del anterior al que se le sindica de haber prestado su nombre para el lavado de activos del narcotráfico. Hacia unos pocos días el gobernador encargado había citado a una reunión con los dirigentes políticos de la isla y los ministros de las diferentes iglesias. En ésta el gobernador encargado no estuvo de acuerdo con las peticiones hechas por este grupo de dignatarios (muchos de los cuales estaban presentes en la marcha), por lo cual se levantó de la mesa de conversación y se fue sin dar explicación alguna. Este desden, que irritó de tal manera a este grupo de dignatarios locales, se sumó a los presuntos atropellos que hacía unos días miembros del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, habían realizado en la zona de Barrack a un par de jóvenes, a lo que habría que agregar la amenaza de posibles despidos masivos en la gobernación -el principal empleador de esta región. El discurso del pastor mostró a un gobernador tirano con sus empleados, que además tenía la arrogante actitud de pretender limpiar la Isla del manto de corrupción que había invadido a estas tierras. Sin embargo, desde su óptica tales adjetivos eran una influencia de los colombianos continentales, y afirmaba de manera categórica que si éstos estaban presentes era por el contacto de los isleños con los pañas o continentales. Por otro lado, el pastor protestante se dirigió al gobierno nacional, al que pidió tomar prontas y drásticas medidas, en particular en lo relativo con el problema de la territorialidad, pues para él “nosotros los isleños estamos siendo unos desplazados en nuestra propia tierra”. Sobre este punto el pastor enfatizó, haciendo alusión a los cientos de inmigrantes ilegales que habita-
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ban en San Andrés, a los que se les asocia con la formación de barrios subnormales y con el aumento de la criminalidad. Seguidamente dijo que la Isla no necesitaba de extranjeros que tenían inundado de comercio a San Andrés y que no invertían en ella los beneficios resultantes de ese comercio, a lo cual agregó que el archipiélago debería estar gobernado por un isleño, argumentando que en la población nativa existen personas suficientemente preparadas para cumplir a cabalidad con las responsabilidades de ese cargo. Entretanto la gente que participaba de la marcha afirmaba con comentarios y chistes las denuncias que el reverendo hacía desde los micrófonos. No obstante, la actitud de la gente era mucho más afable, casi carnavalesca, siempre sonrientes, cantando y repitiendo el lema de la marcha, que luego de la intervención del reverendo al frente de la gobernación pasaron a ser de “AFUERA, AFUERA, AFUERA!!!”, gritos que se oían cada vez que el pastor necesitaba hacer una pausa. El pastor terminó su arenga con la siguiente frase: “¿Colombia quiere a San Andrés con sanandresanos o sólo quiere a San Andrés?. Nuestra Colombia tiene que entender y que aceptar la diferencia y esto tiene que hacerse ver en nuestra isla, porque San Andrés ha sido y será para los sanandresanos.” La gente, eufórica, aplaudió y festejó por un periodo de cinco minutos seguidos, tal y como se había sugerido desde el inicio de la manifestación en la Iglesia Bautista de La Loma.
3.2 Desfile y carnaval. La celebración de las fiestas nacionales en San Andrés Isla de San Andrés, 8 de agosto del 2000 Como lo pude constatar el pasado 20 de julio, las afirmaciones dadas por varios isleños nativos sobre la celebración de las fiestas patrias son ciertas. Éstas tienen un amplio despliegue en la isla de San Andrés, y si bien es cierto, también éstas obedecen a la antigua pretensión del Estado de integrar a los habitantes del archipiélago; muchos de ellos han afirmado que con el tiempo éstas festividades se han quedado en la memoria del pueblo sanandresano, llegando incluso a decirse que ya hacen parte de su tradición cultural. En la Isla se celebran cada una de las fechas importantes a nivel nacional. A cada sector le corresponde la conmemoración de una de las fiestas. Es así como la pasada fiesta del 20 de julio se realizó en el sector del centro, donde a la par de la mayor concentración hotelera se encuentran también los edificios de las más importantes instituciones públicas. La fiesta del 7 de agosto, por su parte, se celebró en el sector de San Luis, y la del 12 de octubre (muy poco celebrada en el resto del país) se celebra en el sector de La Loma. Según se puede entrever, los desfiles expresan la integración del pueblo raizal a las dinámicas nacionales, pues alrededor de éstos se genera una amplia expectativa. Los jóvenes que orgullosamente participan en las bandas musicales de los principales colegios de la Isla comienzan a practicar sus esmeradas presentaciones una vez entran al periodo de vacaciones de mitad de año. Como pude observar hace unos días para el desfile del 20 de julio, desde tempranas horas mujeres y hombres salen con su mejor traje con el fin de ajustar
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todos los preparativos del desfile, adornan sus casas con las banderas del departamento y de Colombia, para luego salir a las calles en búsqueda del mejor puesto para observar el conmemorativo desfile. Los colegios preparan bailes, juegos y comidas típicas para estos días. Los niños se disfrazan con atuendos tradicionales, y es muy común ver que cada uno de los colegios escoja la mejor pareja vestida, llegándose incluso a realizar un concurso sobre el mejor traje típico entre los colegios más representativos. Este desfile comenzó en la Avenida 20 de julio, más específicamente en el parque Simón Bolívar. Allí se reúnen todas las bandas que van a desfilar, iniciando con la de la Policía y la Escuela naval, después iba un grupo de bandas de colegios y de instituciones tales como el Servicio Nacional de Aprendizaje SENA y la Cámara de Comercio Júnior, terminando con la banda del Batallón que tiene instalado aquí el Ejercito Nacional. Desde la casa de la Gobernación, el Gobernador, el Comandante del Ejército, de la Escuela naval y de Policía, defensores del pueblo y la Secretaria de Gobierno presenciaban el conmemorativo desfile. Al frente de estas autoridades se había dispuesto un callejón dividido por cintas de precaución, que apartaba al público particular. Entretanto el resto del público buscaba refugio en la sombra de un árbol, pues el día fue caluroso y de poca brisa. Recuerdo que cada vez que pasaba un personaje especial, que lucía bien vestido, el público aplaudía con entusiasmo y emitía elogios. En definitiva, se trataba de un día para festejar y compartir en familia. Alrededor de ese desfile existió mucha incertidumbre, pues la Gobernación no había autorizado su realización, argumentando que no tenía presupuesto para desarrollarlo. Sin embargo, cuatro días antes, la Secretaria de Gobierno autorizó su realización, lo cual generó gran controversia. Por un lado las emisoras locales que cumplieron la función de difundir la noticia expresaban lo bueno que era mantener esta institución tan tradicional y necesaria para los habitantes isleños. Un caso específico de esto fue el programa de opinión de Daniel Newball en la emisora La Voz de las Islas, en el que él mismo recordaba que cuando era pequeño la fiesta del 20 de julio era tan ansiada por los niños como la misma fiesta de Navidad. De otra parte, algunos directores de los colegios tradicionales, especialmente del colegio bautista de La Loma, llamaron la atención sobre la realización del desfile, pues consideraban que era un gasto inadecuado para la situación fiscal del Departamento, aun más si se consideraba que la economía de los padres de familia no era la mejor, teniendo en cuenta que muchos funcionarios públicos no recibían pago desde hacía varios meses. Por esta razón se generó un debate en la misma emisora, pues la mayoría de padres de familia raizales que se comunicaron para expresar su opinión llegaron a decir que el desfile debería realizarse, aunque fuera haciendo un esfuerzo o pidiendo prestado, pues “no se podía dañar la tradición”. A diferencia de lo que observé para el 20 de julio, el desfile del 7 de agosto, que es celebrado en el tradicional sector de San Luis, fue muy distinto. No tuvo tanta etiqueta ni estuvo
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envestido de tanta institucionalidad. Los disfraces evocando el vestuario tradicional de una pareja isleña aparecieron con mayor frecuencia y las bandas tenían más soltura para fusionar ritmos afros con las notas marciales, al igual que sus vestimentas que lucían mucho más coloridas. Fue un desfile mucho más alegre en su recorrido, pues después de presentar los honores a los altos dignatarios, los jóvenes de las bandas cambiaron su atuendo y se desplazaron -como es tradición- al bar Yellow Moon, que queda a un par de cuadras del polideportivo de San Luís, lugar en el que se da por terminado el evento. Este bar se encuentra ubicado en el vecindario de Jenny Bay. Precisamente fue su dueño quien me ha hospedado en uno de los apartamentos que tiene especialmente organizado para turistas; con esta persona he construido una fuerte amistad, que me permitió estar presente en la “celebración” que se armó después del desfile. Todos, tanto hombres como mujeres, sacaron su mejor atuendo para ir al bar de “Taga”. Con las notas de la champeta y el vallenato se mezclaron las botellas de ron y cerveza. El baile sensual de las mujeres incitaba a los hombres a gastar y gastar cada vez más; yo estuve incluso sirviendo por ratos de barman en la barra, pues ni mi amigo ni sus empleados daban abasto. Lo cierto es que las muchachas lucían muy atractivas, mucho más de lo normal. La mayoría de ellas trató de ponerse lo más apretado y corto que tuvieran en su armario. Los hombres también traían sus mejores atuendos, pero para ese momento de la noche la mayoría ya lucían desarreglados por el efecto del alcohol. Cuando empezó el baile de champeta, terapia y vallenato, se habilitó un cuarto oscuro como pista especial para las parejas que quisieran mayor privacidad. Al frente de la barra llegaron otras parejas y gente que buscaba compañía para bailar, mientras que los niños que llegaron con sus padres divagaban por todo el lugar, de un lado a otro, jugando en la arena de la playa o en los columpios de un pequeño e improvisado parquecito que queda junto al bar. La gente se ponía eufórica con la música del Sayayin, popular cantante cartagenero de champeta, quien ofreció un par de conciertos en la Isla hace pocos días. También disfrutan mucho de la terapia palenquera, que en mi concepto suena más aquí que en el mismo San Basilio. Creo que el Yellow Moon triplicó la usual asistencia de un día agitado y así como fue de numerosa la asistencia, también lo fueron los problemas como las peleas con picoebotellas entre isleños nativos y los costeños, que son despectivamente llamados como champetuos. Las griterías y jaladas de pelo entre las mujeres por la traición de un hombre, el consumo de alcohol, los abusos a las muchachas por parte de los hombres adultos que tienden a buscar jovencitas para tener terapia toda la noche; en definitiva, la champeta sonó más fuerte que otras noches. Luego de haber participado en dos de las más importantes festividades nacionales que se celebran en San Andrés, creo que las expresiones de la nacionalidad están insertas en una dinámica que demuestra un modelo integracionista al tratar de festejar cada una de las tres fiestas patrias en cada uno de los sectores de la Isla, lo que evidencia la institucionalización de los desfiles como una forma de expresión de la soberanía nacional. Sin embargo, las expresiones locales, fuera de la parte institucional asociada
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al desfile, toma más este día como un día de festejo, como un carnaval. Esa es una de las formas en que se expresa la nacionalidad, es una tensión entre discursos y prácticas. El institucional con la participación masiva de las principales entidades públicas y de los colegios, que con sus bandas tratan de hacer ameno algo que sería un aburrido homenaje, fusionando ritmos y danzando alegremente. Después, la rumba, la bacanal, la terapia o champeta extranjera y palenquera se toman el ambiente patriótico, lo llena de sexualidad, de calor, de sudor, de licor y de excesos; así también se expresa, se siente y se vive el sentimiento nacional en San Andrés Islas. Estas expresiones socioculturales son utilizadas en discursos y arengas por muchos líderes locales para afirmar que éste es un pueblo fiel a Colombia; sin embargo, que sus hijos salgan a desfilar, que exista una fuerte imposición institucional en los desfiles, no logra opacar el hecho de que su amable y apacible sociedad ha cambiado profundamente. La extravagancia que imperan luego de los desfiles, en particular el del 7 de agosto, muestran que muchos isleños (nativos y no nativos) salen a hacer lo que posiblemente les prohíben desde los púlpitos de las iglesias protestantes o católicas, haciendo que el hedonismo se combine ingeniosa e intrincadamente con el ambiente familiar e institucional que circunscribe a estas festividades.
Consideraciones finales Una de las primeras conclusiones que deja este análisis tiene que ver con el impacto ejercido por la apertura del puerto libre en la estructura social sanandresana. En tal entramado de configuración, el papel del Estado colombiano no sólo ha sido influyente, sino que en buena medida podemos calificarlo como exitoso, pues logró construir formas de integración social que lograron sobrepasar las diferencias étnicas, lingüísticas, sociales y económicas de los diversos habitantes que componen la actual estructura social del Archipiélago. Este conjunto de expresiones tienen un origen bien definido: responde como reflejo a las políticas de colombianización que desarrolló el Estado colombiano desde la segunda mitad de la década de 1920, política que incluía la catolización y la hispanización de isleños; no obstante, un análisis detallado de tales intenciones nos permite afirmar que éstas no sólo lucieron por los traumatismos causados a la población nativa, sino por su inoperancia e 32 . inaplicabilidad33 De esta manera, se considera aquí que el problema de la integración o colombianización de las islas, no sólo gira en torno al hecho de que se haya ejecutado un modelo educativo tendiente a integrar a los habitantes del Archipiélago, al sentimiento de nación que emanaba 33 . El problema real y concreto es que el efecto de esa política de la Constitución de 188634 fue, de alguna manera, eficaz; no por que los isleños raizales se hayan vuelto más católicos o porque hayan abandonado sus tradiciones afrocaribeñas y el uso del ingles criollo como 32 Carlos Charry, “En el trasfondo de la colombianización”. 33 Isabel Clemente, Educación, política educativa y conflicto político-cultural.
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lengua materna, -pues en la practica ocurrió todo lo contrario. Existe una apropiación de tal sentimiento que se expresa a través de desfiles, protestas, arengas y toda clase de reclamaciones y adhesiones a la figura que representa lo nacional, lo cual infiere la configuración de un proceso marcado por resistencias conscientes e inconscientes, en el que han intervenido diversas formas de cohesión social. Es por ello que un análisis de las relaciones sociales que ocurren en San Andrés Islas no puede desconocer que para un nutrido número de representantes del pueblo raizal las acciones adelantadas por el Estado desde la segunda mitad del siglo XX (acciones tales como instauración del puerto libre, de un sistema educativo diferente al protestante y la construcción de infraestructura), han permitido el acceso a nuevas pautas económicas y sociales, medidas que tienden a ser asociadas con la idea de bienestar y progreso. En tal sentido, el caso estudiado nos sugiere un replanteamiento (o al menos una reconsideración), de la usual interpretación que se ha construido sobre el papel que ha ejercido el Estado y los agentes sociales continentales en el Archipiélago, pues como se ha pretendido evidenciar, tal incursión trajo consigo una fuerte diversificación y movilidad en la estructura social. Por estas razones, creemos que el proceso de inserción de las islas al Estado colombiano no puede ser descrito de manera tácita como un etnocidio3534, pues sin pretender desconocer que dicho proceso ha sido traumático, tal modo de interpretación plantea una forma monolítica y unidimensional de comprender los procesos de formación del Estado y de construcción de la Nación. El conjunto de factores expuestos permite asegurar que el origen traumático de la relación entre la población nativa y no nativa de San Andrés, contiene un componente mucho más sociológico del que tradicionalmente se ha pensado. Los testimonios recopilados para la elaboración de este análisis se encuentran salpicados por otras pautas socioculturales tales como el prestigio, el estigma, la posición o la clase social; variables que se han superpuesto a las diferencias culturales de origen étnico entre isleños y pañas, diferencias que han sido presentadas como las variables determinantes en el proceso de inserción de los isleños nativos a las dinámicas sociopolíticas del Estado nacional. Esto no quiere decir que tales diferencias hayan desaparecido, sino que, sumadas con las otras, dan cuenta de esa realidad viscosa -si 35 . se quiere densa- que es en la actualidad la estructura social sanandresana36 34 Nina De Friedemann, “San Andrés y Providencia, sus derechos étnicos y culturales”. 35 Así por lo menos lo deja entrever las declaraciones hechas por uno de los entrevistados, que de manera airada afirmaba: “Cuando el isleño ve que por decir algo, que el policía vive mejor que el isleño, que el policía vive con todas las de la ley y ellos no, entonces el isleño se siente mal, siente envidia en cierta manera, y ese sentimiento puede llegar a ser en contra de todo lo colombiano, porque muchos han llegado acá a la isla a crear fortuna. […] Le voy a poner un ejemplo muy sencillo: un policía llega y me dice a mí como raizal que una requisa, entonces se arma un alboroto y se arma una manifestación en contra de eso y es ese un momento que refleja el resentimiento que el isleño tiene contra el continental, pues el isleño tiende a ser orgulloso, y el continental muchas veces le quitó el terreno o se lo compró a un precio injusto, o mejor dicho, le compró el terreno, pero al mismo tiempo lo dejó sin terreno, el hecho no es el de haber vendido el terreno y ganarse una plata, pero después el isleño se da cuenta que se quedó sin tierra para
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De otro lado, el caso de la inserción de las islas del Archipiélago de San Andrés a las dinámicas sociales de orden nacional, parcialmente abordado aquí da pie para hacer algunos comentarios adicionales. Éstos tienen que ver con los desarrollos ocurridos en las ciencias sociales entre la época en que la Isla fue visitada por Thomas Price Jr. y la situación actual de este grupo de ciencias. Estos desarrollos nos permiten entender que los procesos de formación del Estado y de construcción de la Nación atraviesan conflictos y tensiones de integración social, en el que cada esfuerzo por generar una mayor interdependencia funcional entre las partes se encuentra minado por los conflictos y la celotipia constituida por los grupos sociales implicados en esta dinámica, en los que uno de ellos puede temer verse dominado o desplazado por el otro. Como lo ha planteado Norbert Elias, las luchas de integración y resistencia que marcan esta clase de procesos, se inscriben en una figuración entre grupos sociales establecidos y marginados, de la que puede resultar una fusión o un modelo de integración social dominado por uno de ellos, aunque esté compuesto por 36 . Esta situación, a nuestro parecer, describe varios grupos social y culturalmente disímiles37 a la perfección la inserción de los nativos sanandresanos a las dinámicas sociales de orden nacional. Al mismo tiempo, podemos comprender el ascenso de los nacionalismos son la expresión de un cambio estructural en la forma de organización de las sociedades complejas. Un cambio que, en palabras de Ernest Gellner, hace anónimas, internamente fluidas, altamente diferenciadas y, paradójicamente, culturalmente homogéneas, a las comunidades y grupos sociales que participan del proceso de construcción de la identidad nacional. Esto se debe a que la nueva estructura de significación que se suma a las preexistentes (el nacionalismo), es reverenciada directamente a través de la imaginería nacionalista. Tal identidad es folclorizada a través de rituales nacionales e inducida por un especializado sistema de educación, de la propaganda y de artefactos de tipo ideológico complejos, que hacen que los agentes sociales paulatinamente se identifiquen -de manera consciente- con una cultura difusa y etérea, que pretende encubrir las profundas diferencias que se mantienen vigentes en la estructura social. Según Gellner, el origen de tales diferencias es el resultado de la altísima movilidad social suscitada por la propensión al desarrollo por la vía de la división del trabajo, o bien, de las diferencias étnicas y/o culturales de las comunidades que históricamente han padecido el proceso de constitución de un Estado nacional, o bien, tal como 38 . ocurre en San Andrés, por el encuentro simultáneo de estas dos situaciones37 cultivar, para poder trabajar, entonces eso crea un resentimiento y eso hace que si por ejemplo un raizal va por la calle y un policía le pide una requisa, entonces el raizal dice: no, a mi nadie me requisa, a mi ningún paña, ningún policía, ningún tombo, me va a requisar”. Información obtenida del trabajo de campo. Mayo-agosto de 2000. 36 Para una ampliación consúltese: Norbert Elias, “Los procesos de formación del Estado y de construcción de la Nación”, Historia y Sociedad 5 (jun. - dic. 1998) y Norbert Elias, “Ensayo teórico sobre la relación entre establecidos y marginados”, en La civilización de los padres y otros ensayos, autor Norbert Elias (Bogotá: Norma, 1998). 37 Ernest Gellner, “El nacionalismo y las dos formas de cohesión en las sociedades complejas”, en Cultura, identidad y política. El nacionalismo y los nuevos cambios sociales, ed. Ernest Gellner (Barcelona: Gedisa, 1998) y en especial Ernest Gellner, Naciones y nacionalismos (Madrid: Alianza, 1988).
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Hoy entendemos que el poder en las sociedades complejas se pone en escena, se ritualiza y sacraliza teatralmente3938. Sabemos que a través de rituales ordinarios como los desfiles, los discursos, la propaganda, el arte, la celebración y la conmemoración se emiten ideologías e imaginarios, que pretenden instituir un orden social que le dé sentido a la vida de los 40 , todo lo cual hace que estas dinámicas se inscriban en luchas inconclusas por individuos39 40 . la representación de lo social41 Como corroboración de lo expuesto en estas páginas, se encuentra la conmemoración del 20 de julio del 2007, en el que por primera vez en la historia, el Presidente de la República cambió el tradicional ritual nacional de celebrar este día en la céntrica Plaza de Bolívar de Bogotá, desplazando no sólo su persona, sino a todo su gabinete de gobierno y a las tropas a San Andrés, para remembrar en sus calles el grito de la Independencia. Acción que no debe suscitarnos ninguna clase de extrañeza, no sólo por que otros gobiernos han adelantado acciones similares, como gobernar por algunos días desde la isla o inaugurar las sesiones del Congreso de la República en ella, sino porque dicho acto se realizó como respuesta al oficio presentado recientemente por el gobierno de Nicaragua ante la Corte Internacional de la Haya, en el que se demanda la posesión por parte de dicho país de este territorio insular colombiano. No obstante, esta actitud también representó una muestra de poder frente a una serie de protestas y manifestaciones de airada insatisfacción, que han marcado el acontecer social sanandresano de los últimos días. Tal situación evidencia lo inacabado del proceso de construcción del Estado Nación colombiano, una sociedad, parafraseando a Safford4241, geográficamente fragmentada y socialmente divida.
Celebración del 20 de julio de 2007 Fuente: El Espectador, 22 de diciembre de 2007.
38 George Balandier, El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la representación (Barcelona: Paidos, 1994). 39 Clifford Geertz, “La ideología como sistema cultural”, en La Interpretación de las culturas y Bronislav Baczko, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas (Buenos Aires: Nueva Visión, 1991). 40 En relación con la noción de luchas de representación consultar: Roger Chartier, El mundo como representación (Barcelona: Gedisa, 2002). 41 Frank Safford, “País fragmentado: continuidad y cambio en la geografía económica de Colombia”, en Colombia. País fragmentado sociedad dividida, eds. Frank Safford y Marco Palacios (Bogotá: Norma, 2002).
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Bibliografía Fuentes primarias Charry, Carlos. Entrevistas y Diario de campo. San Andrés Islas: noviembre - enero de 1998, mayo - agosto de 1999 y mayo - agosto de 2000. Ruiz, Guillermo. El Archipiélago lejano. Barranquilla: Ediciones Arte, 1948. Periódico El Siglo. “ni un centímetro, ni una gota. San Andrés y Sandinismo no usan la misma S. Unas islas tan nuestras como el río Magdalena”. Bogotá, 24 de enero, 1984.
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La construcción de la imagen heroica a través del discurso periodístico. El caso de la activista peruana María Elena Moyano Gabriela McEvoy1 Resumen: Este trabajo intenta demostrar que la construcción social del héroe/heroína nacional como símbolo de coraje y resistencia surge generalmente dentro de un periodo de crisis social, política y económica. El héroe nacional es una construcción que se presenta en un momento caracterizado por la pérdida de confianza pública y la falta de acción de los gobernantes. La configuración de la imagen heroica funciona como instrumento sociopolítico. Este trabajo sugiere que hay una relación entrañable entre la historia y la construcción de figuras heroicas. Tomando como ejemplo concreto la muerte de la activista peruana María Elena Moyano, se demuestra en él que el discurso periodístico tiene la capacidad de crear una imagen heroica de un personaje al que se le adjudica el papel tradicional, que desde la Antigüedad ha venido jugando el héroe en la sociedad. Palabras clave: Imagen heroica, activismo social, senderismo, periodismo, Perú, María Elena Moyano.
The Construction of the Heroic Image through Journalistic Discourse: the Case of the Peruvian Activist María Elena Moyano Abstract: This work tries to demonstrate that the social construction of the national hero/heroine as a symbol of courage and resistance generally arises within a period of social, political, and economic crisis. The national hero is a construction that is created in a moment characterized by the loss of public trust and the failure of government leaders to act. The creation of the heroic image functions as a socio-political tool. The article suggests that there is a close relationship between the history and the construction of heroic figures. Using the death of Peruvian activist María Elena Moyano as a concrete example, it demonstrates that journalistic discourse has the ability to create an heroic image around a person who has been given the traditional role that the hero has played in society since Antiquity. Keywords: Heroic image, social activism, Shining Path, journalism, Peru, María Elena Moyano. Artículo recibido: 12 de junio de 2007; aprobado: 5 de octubre de 2007; modificado: 28 de noviembre de 2007.
v Master en Literatura en español y candidata al Doctorado en Literatura en la Universidad de California, San Diego (UCSD). Profesora de Literatura Latinoamericana y Peninsular en la Universidad de California (San Diego, Estados Unidos). Sus áreas de interés son los estudios de diáspora hacia Latinoamérica, la construcción de la nación en las novelas de inmigración y la narrativa de mujeres y los movimientos sociales de mujeres en Latinoamérica. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “La inmigración italiana en Violines y Toneles del escritor argentino Roberto Payro”. Revista virtual Argentina Antología del Inmigrante (2008); “Representaciones literarias: Los ‘turcos’ en el Nuevo Mundo”. Osa Mayor 19 (Universidad de Pittsburg, 2008). gmcevoy@ucsd.edu
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La construcción de la imagen heroica a través del discurso periodístico. El caso de la activista peruana María Elena Moyano ♦ Introducción María Elena Moyano (1958-1992), luchadora social peruana y dirigente vecinal, jugó un importante papel en diversas organizaciones comunales, principalmente en la década de los ochenta, etapa que marcó el principio de la guerra interna entre el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL) y el Estado peruano. El 14 de febrero de 1992 presidió una marcha por la paz contra el “paro armado”12 convocado por el PCP-SL y al día siguiente Moyano fue asesinada por un comando de aniquilamiento del grupo senderista. A casi diez años después del asesinato de Moyano, se presentó ante el Congreso Peruano el proyecto de Ley 02292 para declarar a esta activista peruana “heroína, mártir de la defensa de la democracia”32. La construcción del héroe/heroína nacional en la realidad es un proyecto que requiere la participación de una serie de instituciones o aparatos ideológicos tales como la prensa, la producción cultural, la Iglesia y las instituciones educativas. Si bien la función de la imagen heroica está sujeta a las circunstancias históricas de cada sociedad, este trabajo intenta demostrar, en primer lugar, que la construcción de la figura heroica de la activista peruana María Elena Moyano parece darse dentro de un momento de crisis caracterizado por la pérdida de confianza pública en el Estado y los gobernantes. En segundo lugar, se sugiere que los medios de comunicación tienen la capacidad de crear una imagen heroica que desde la Antigüedad ha venido desempeñando el héroe en la sociedad. La selección de artículos de dos de los principales periódicos limeños, El Comercio y La República, permitirá explorar la construcción y la apropiación de la imagen de Moyano por los agentes de comunicación43. ♦
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Este artículo es resultado de la investigación realizada en junio del 2006 como parte de los requerimientos del examen para obtener la Maestría en Literatura y convertirse en candidata al Doctorado en Literatura en español de la Universidad de California (San Diego, Estados Unidos). Se refiere a la huelga general de trabajadores que convocaba el PCP-SL. Muchos trabajadores dejaron de asistir a sus centros laborales por temor a cualquier represalia. Archivo General del Congreso Peruano (en adelante A.G.C.P.), Lima - Perú, http://www.archivoconsulta@congreso.gob.pe (Fecha de consulta: 15 de febrero, 2005 y 16 de marzo, 2006). La propuesta fue presentada en la Segunda Legislatura Ordinaria del 2001 por la entonces congresista Ana Elena Townsend Diez Canseco perteneciente al grupo parlamentario de Perú Posible. La mayor información periodística recopilada del diario La República se podría explicar según lo planteado por Catherine Conaghan. Esta autora menciona que mientras El Comercio representa
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Existen numerosos trabajos y documentos acerca de la biografía, la actividad política y social de Moyano. En efecto, la activista peruana preparó una autobiografía un mes antes de su muerte, que fue editada y publicada tanto en español como en inglés54. Por otro lado, en 1998 el productor peruano Alberto Durant estrenó la película Coraje basada precisamente en la vida de Moyano. Uno de los propósitos de esta investigación es el de determinar la división existente entre la mujer subalterna (antes de la muerte) y la llamada “mujer símbolo de la defensa de la democracia” (luego del asesinato) a fin de establecer la epistemología en la construcción de la imagen heroica e identificar los propósitos que cumple. Es decir, este trabajo analiza la manera cómo la activista peruana alcanza el estatus de heroína nacional.
1. ¿Quién fue María Elena Moyano? María Elena Moyano Delgado nació el 29 de noviembre de 1958 en el distrito de Barranco, en la ciudad de Lima. Entre los elementos que estimularon su formación se pueden destacar los siguientes: la imagen de su madre, la religión católica y el pensamiento socialista. Su madre quien fue “una esforzada mujer que luchó muchísimo y sola, para brindar educación a sus siete hijos”65, se convirtió en un ejemplo de vida en la lucha contra la adversidad. La Iglesia católica fue la institución que la ayudó “a pensar en la solidaridad, en el compromiso”76; la ideología socialista le permitió descubrir las contradicciones existentes entre el dogma católico en el que se había formado y la realidad de la sociedad peruana. Sus dos años de estudios de sociología en la Universidad Garcilaso de la Vega serán sus primeras enseñanzas sobre el 7 marxismo8. A su corta edad y luego de la separación de sus padres, Moyano, su madre y sus seis hermanos llegaron al arenal de Villa El Salvador98, ubicado en el cono
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los intereses de las clases medias y altas, La República representa el sector de la izquierda tradicional. Al identificarse este último periódico con la problemática de las clases populares, pareciera brindar mayor atención a la muerte de la activista Moyano. Para mayor información véase el texto de Catherine Conaghan, Fujimori’s Peru (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2005). No obstante, es importante destacar que en el artículo del editorial “Sendero Luminoso: con la máscara afuera” se menciona “…el infame asesinato de la señora María Elena Moyano a quien recientemente hemos calificado desde esta misma columna como heroína popular…” implica claramente la participación de este diario capitalino en la construcción de la imagen heroica vía el discurso periodístico, El Comercio, Lima, 20 de febrero, 1992, página editorial. Para mayor información puede verse Diana Miloslavich ed., María Elena Moyano: en busca de una esperanza (Lima: Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, 1993) y María Elena Moyano, The autobiography of María Elena Moyano: the life and death of a Peruvian activist, ed. Diana Miloslavich, trad. Patricia S. Taylor (Gainsville: University of Florida, 2000). Sonia Luz Carrillo, “María Elena: vida y libertad (entrevista a María Elena Moyano)”, Socialismo y Participación 57 (1992), 3. Sonia Luz Carrillo, “María Elena: vida y libertad”, 8. Sonia Luz Carrillo, “María Elena: vida y libertad”, 1-8. En 1971, aproximadamente mil familias compuestas por migrantes y habitantes de las zonas tugurizadas del centro de Lima invadieron terrenos estatales y propiedad privada en el cerro Primero de Mayo de Pamplona. Posteriormente, este grupo de familias fueron ubicadas en Villa El Salvador, lo que se convertiría en la primera comunidad urbana planificada en el Perú. Este
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norte de la ciudad de Lima. En su autobiografía recuerda su primera noche en Villa El Salvador de la siguiente manera: “Eran cuatro esteras como un cuadrado y una encima. Recuerdo que hacía mucho viento y de noche casi se salía el techo de estera. 9 . Era todo oscuro y sólo se escuchaba el silbido del viento. No teníamos ni vela”10 Esta etapa de su vida significó su primer encuentro con la pobreza. Desde la edad de 15 años trabajó como animadora de educación inicial, alfabetizadora, promotora de salud. En su calidad de animadora de educación inicial apoyó la huelga del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación, SUTEP. Sus palabras, “a partir de entonces esta etapa en mi vida me marca mucho”1110, ejemplifica el inicio de su vida a nivel político; es una etapa que significó espíritu revolucionario, ollas comunes, noche de guardias, gases lacrimógenos y riesgo de su propia vida. El 28 de marzo de 1980 Moyano se casó con Gustavo Pineky y posteriormente tuvieron dos hijos. Al mudarse al barrio residencial de Miraflores (y vivir en un cuarto del edificio donde su esposo era guardián) Moyano ejerció el papel tradicional de madre y esposa y dejó, a un lado, como lo menciona Moyano, “la lucha revolucionarias”1211. Viviendo allí fue testigo de la discriminación racial y social (tanto por sus raíces afro-peruanas como por su extracción humilde); hecho que motivó su regreso a Villa El Salvador. En ese distrito, ayudó en la fundación del club de madres Micaela Bastidas y fue directora de esta organización por tres años. Una nueva etapa se inició en la vida de Moyano cuando, en 1986, se convirtió en Presidenta de la Federación de Mujeres de Villa El Salvador (Fepomuves) y en 1988 fue reelegida en el cargo. Como nos recuerda 12 (ex alcalde de Villa El Salvador) Moyano tuvo un papel central Michel Azcueta13 en las distintas organizaciones de mujeres, tales como los comedores populares, las postas médicas, los proyectos para personas de bajos recursos, las campañas de salud durante la epidemia de cólera. En 1989 fue elegida Teniente Alcaldesa de Villa El Salvador en la lista de la Izquierda Unida, IU. Durante su gestión y como respuesta al fujishock1413 salió a las calles a protestar, encabezando la marcha de las ollas vacías.
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proyecto urbanizador nació durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado (1968-1975), por lo que representó “un bastión político y laboral para las organizaciones y partidos políticos izquierdistas” y luego se transformó en distrito con una población aproximada de 300.000 habitantes. Para mayor información sobre la creación y desarrollo de Villa El Salvador, se puede ver “Los asesinatos de María Elena Moyano (1992) y Pascuala Rosado (1996)”, en Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, http://www.cverdad.org.pe/ifinal (Fecha de consulta: 20 de noviembre, 2007). María Elena Moyano, María Elena Moyano, 70. María Elena Moyano, María Elena Moyano, 77. María Elena Moyano, María Elena Moyano, 82. Entrevista electrónica efectuada a Michel Azcueta el 18 de diciembre de 2004. Se le denomina al programa impuesto por Fujimori el 8 de agosto de 1991 que intentó estabilizar la inflación y generar suficiente utilidades. Este programa significó la supresión de todos los subsidios alimentarios y el consiguiente incremento de los precios. Como lo menciona Isabel Coral Cordero, “el precio de la gasolina subió treinta veces de un momento a otro y el costo de vida subió alrededor de 400% en agosto”. Para mayor detalle véase, Isabel Coral Cordero, “Las mujeres en la guerra: impacto y respuestas”, en Los senderos insólitos del Perú, ed. Steve J. Stern (Lima: IEP Instituto de Estudios Peruanos, UNSCH Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga), 356.
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Adicionalmente, hizo pública su oposición al PCP-SL y como consecuencia de esto, El Diario, vocero del PCP-SL, inició una campaña de desprestigio en su contra. Su popularidad aumentó aún más cuando uno de los periódicos capitalinos, La República, la eligió en 1990, “Personalidad del Año”, y cuando recibió junto con Michel 14 . El 14 de Azcueta y en nombre de Villa El Salvador, el premio Príncipe Asturias15 febrero de 1992 presidió una marcha por la paz contra el “paro armado”. Al día siguiente Moyano fue asesinada por el PCP-SL. Su cuerpo fue dinamitado. Sus restos fueron recogidos en una pequeña caja de cartón. Las amenazas hechas se cumplieron. La muerte de Moyano significó el fin de una larga lucha contra la pobreza, el hambre y el terrorismo. Su muerte ocupó la primera plana de gran parte de los periódicos capitalinos. La aparente solidaridad creada entre los distintos sectores de la población hizo que Moyano trascendiera la muerte y se convirtiera en el símbolo del coraje, la resistencia y el heroísmo.
2. Contextualización histórica En 1980 se inició la guerra interna entre el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso y el Estado peruano. Los tres presidentes que gobernaron el Perú durante el período de esta guerra civil fueron: Fernando Belaunde Terry (1980-1985), Alan García (primer período, 1985-1990) y Alberto Fujimori (1990-2000). En 1990, se produjo lo que muchos analistas han llamado el “fenómeno Fujimori”. La elección de Fujimori, El Chino, un personaje antitético del político tradicional representó la esperanza de muchos sectores de la población descontentos y desilusionados de los gobiernos anteriores. Al inicio de su campaña, Fujimori se ganó la simpatía de los sectores populares y tal como lo menciona Patricia Oliart: “Fujimori mostró claramente no tener vínculos de subordinación con los criollos. Representó entonces 15 . Como para la burguesía chola una posibilidad de emanciparse del poder criollo”16 resultado, el pueblo le dio el triunfo a este “desconocido” candidato e hizo explícito su rechazo al candidato “pituco”, es decir, a Mario Vargas Llosa. Al discutir los pro14 La ciudad autogestionaria de Villa El Salvador ha tenido diversos reconocimientos tanto a nivel nacional como a nivel internacional. En 1985, durante la visita del Papa Juan Pablo II, fue Villa El Salvador el distrito popular elegido para una concentración de fieles. Según el artículo “Historia de Villa El Salvador”, el 15 de mayo de 1987, “en Oviedo, España otorgan a Villa El Salvador El PREMIO PRÍNCIPE ASTURIAS DE LA CONCORDIA: El Jurado compuesto por los embajadores latinoamericanos acreditados en España, toman esta decisión reconociendo el grado de organización, participación y desarrollo alcanzado”. Moyano y Azcueta viajaron a España y recibieron el premio de las manos de los Reyes de España. En 1992, durante la visita del entonces Secretario General de Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, Villa El Salvador fue proclamada ciudad mensajera de la paz y el desarrollo. Para mayor información véase http://www.munives.gob.pe/VillaElSalvador/historia.asp (Fecha de consulta: 20 de noviembre, 2007). 15 Patricia Oliart, “Alberto Fujimori: ¿El hombre que el Perú necesitaba?”, en Los senderos insólitos del Perú: los orígenes, dinámicas y legados de la guerra, 1980-1995, ed. Steve Stern (Lima: Instituto de estudios peruanos - Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, 1999), 400.
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blemas del primer gobierno fujimorista, Oliart ha señalado que durante este período el Perú ingresó a un severo programa neoliberal (con un violento mecanismo de libre mercado) lo que estuvo acompañado de una epidemia de cólera en 1991 agravado con la insurgencia tanto del PCP-SL como del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, MRTA. A pesar de los esfuerzos de Fujimori por convertir al Perú en un país moderno, de mercado libre, la gran mayoría de la población permaneció en la pobreza. El régimen de Fujimori no solo enfrentó problemas socioeconómicos debido a su programa de austeridad sino también a las acciones terroristas. Explosiones, apagones y la muerte de muchos líderes políticos y población civil tuvieron atemorizada a la población1716. El 5 de abril de 1992, el régimen fujimorista desarticuló el Congreso y suspendió la Constitución, acción denominada el “autogolpe”. Fujimori justificó esta acción como la única manera de frenar los ataques senderistas. El líder peruano alegó que el Congreso estaba bloqueando su plan contrainsurgente. El 12 de septiembre de 1992, siete meses después de la muerte de Moyano, Abimael Guzmán (líder e ideólogo de Sendero Luminoso) fue sorprendido en una vivienda de Surquillo (barrio limeño de clase media), alquilada por la bailarina y también senderista Maritza Garrido Lecca. La captura de Guzmán, presidente Gonzalo, significó el principio del debilitamiento del senderismo; sin embargo, para ese entonces se calcula que ya habían muerto miles de personas como resultado de la violencia interna peruana1817. Como se puede notar, el período histórico en que le tocó vivir y morir a Moyano fue uno de los más violentos de la historia peruana, tanto por las acciones terroristas como por los grupos paramilitares1918 y por el plan contra insurgente del Estado peruano. Tal como lo señala Ana Elena Townsend Diez Canseco, 16 Para mayor detalle, véase Steve J. Stern ed., Los senderos insólitos del Perú, 29-37. 17 En el artículo “El Leviatán y la heroína”, Gustavo Gorriti escribe “treinta mil muertos de la guerra, y varios miles más de las otras formas de violencia, han repetido, hasta hoy, la misma historia”. Para mayor detalle léase Gustavo Gorriti, “El Leviatán y la Heroína”, Caretas 1200 (1992), 25. Por otro lado, según el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación entre el año de 1980 y el 2000, “el número total de muertos y desaparecidos causados por el conflicto armado interno peruano se puede estimar en 69.280 personas, dentro de un intervalo de confianza al 95% cuyos límites superior e inferior son 61.007 y 77.552, respectivamente. Las proporciones relativas de las víctimas según los principales actores del conflicto serían: 46% provocadas por el PCP-Sendero Luminoso; 30% provocadas por Agentes del Estado; y 24% provocadas por otros agentes o circunstancias (rondas campesinas, comités de autodefensa, MRTA, grupos paramilitares, agentes no identificados o víctimas ocurridas en enfrentamientos o situaciones de combate armado)”. Para mayor detalle véase, “Anexo 2, ¿Cuántos peruanos murieron? Estimación del total de víctimas causadas por el conflicto interno entre 1980 y el 2000”, en Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, (20 de noviembre, 2007), 1. 18 El denominado Grupo Paramilitar Colina, por ejemplo, fue un escuadrón de la muerte que asesinó a civiles, entre ellos, a estudiantes, periodistas, profesores. Como ejemplo, el caso de nueve estudiantes y del profesor de la Universidad La Cantuta en julio de 1992 y la ejecución de quince personas extrajudicialmente en una comunidad limeña denominada Barrios Altos. Para mayor detalle léase Tomo V, capítulo 2: Historias representativas de la violencia, “La Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle ‘La Cantuta’”, Tomo V, cap. 2.19, 1-18 y los casos investigados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación, “Las ejecuciones extrajudiciales en Barrios Altos, Tomo VII, cap. 2:45 (1991): 1-19, en Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, (20 de noviembre, 2007). hist.crit. No. 35, Bogotá, enero-junio 2008, 262 pp. issn 0121-1617 pp 82-104
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“la organización terrorista PCP-SL decidió destacar todas sus fuerzas subversivas contra la ciudad de Lima, tratando de adaptar la realidad a las tesis terroristas de Abimael Guzmán de ‘cercar la ciudad’ para lograr la ‘insurrección popular’. A partir de ese momento, Lima la capital del Perú, pero principalmente las zonas deprimidas económicamente, ubicadas en los llamados conos de la capital empezaron a sentir con mayor 19. fuerza la presencia senderista”20
Villa El Salvador, distrito al que ya hemos mencionado y al que pertenecía Moyano, se convirtió en una “zona roja” (zona senderista). Para el PCP-SL, Villa El Salvador era un espacio estratégico tanto por su ubicación geográfica (la entrada de Lima) como por su tradición política. En 1989 la lucha senderista se radicalizó allí, y se empezaron a ver las actividades comunales de las mujeres como un obstáculo al grupo maoísta. Las tildaron, por ejemplo, de “colchones del sistema”, de “bomberos de la revolución” al tratar de encontrar sistemas colectivos de supervivencia. El PCP-SL buscaba la hegemonía en esta área y trataba de demostrar que podía competir con la izquierda “legal” y tradicional. Uno de los objetivos del PCP-SL fue demostrar 20 . Según el pensamiento senderista, que era imposible un cambio social armónico21 el hambre y la desesperación unirían al pueblo a la lucha armada. El rechazo al terrorismo por el movimiento de mujeres de Villa El Salvador impidió, en parte, los objetivos del PCP-SL. Sin embargo, las mujeres que desconocieron la “autoridad” del PCP-SL se convirtieron en un atractivo blanco para este grupo armado. Ante situaciones de crisis social y económica muchas mujeres de las clases populares han respondido con diversas actividades dentro de las organizaciones comunales como forma alternativa de sobrevivencia solidaria. “Para los pobres, ante la falta de provisión adecuada, fue tal vez el único medio de asegurarse comida, salud, vivienda 21 . Cabe notar que los movimientos de mujeres no significan una y mejores servicios”22 nueva institución en la historia peruana. Por cierto, en la versión inglesa de la autobiografía de Moyano, Patricia S. Taylor presenta en el prólogo una larga historia de la lucha de las mujeres que se remonta desde antes de 1933, año en el que la mujer peruana obtiene el derecho al voto. Es destacable mencionar que entre los años de 1961 y 1965, el Concilio Vaticano Segundo, liderado por el Papa Pablo VI intentó revitalizar la Iglesia bajo la proclama “la opción para los pobres”, y el activismo social 19 Ana Elena Townsend Diez Canseco, “Congresista Anel Townsend formula iniciativa: Declarar heroína nacional a María Elena Moyano”, en Asociación de Internautas Latinoamericanos (AILA.), http://www.members.tripod.com/~AILATIN/moyano.htm (Fecha de consulta: 5 de noviembre, 2004). 20 Esta información ha sido obtenida de “Los asesinos de María Elena Moyano (1992) y Pascuala Rosa (1996)”, en Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación http://www.cverdad. org.pe/ifinal 21 Maxine Molyneux, “Género y ciudadanía en América Latina: cuestiones históricas y contemporáneas”, Debate Feminista, Año 12, Vol. 23 (abril 2001): 3-66.
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Gabriela McEvoy 89 22 (mayormente femenino) se inició como parte de este movimiento23 . Las mujeres se organizaron en las parroquias con el objeto de aliviar los efectos de la crisis económica y el hambre durante los distintos períodos presidenciales anteriores. Cuando colapsó el orden económico del primer gobierno de Fujimori, más mujeres se vieron obligadas a participar en los programas comunales de sobrevivencia, tales como los 23 . Según Moyano, comedores y cocinas populares, el programa del Vaso de Leche24 las mujeres “lograron ganar una ley, la 24059, donde se acuerda dar un vaso de leche para todos los niños [énfasis de Moyano]: un millón de niños. Quizás parezca algo tan 24 . simple, pero para los niños del Perú, un vaso de leche significa mantenerse vivo”25
Por otra parte, en los comedores populares, según Moyano, “no solo se trata[ban] problemas de alimentación y sobrevivencia, problemas de carácter comunal social; sino también se aborda[ban] problemas de carácter personal y de género, como el caso de la mujer golpeada y maltratada por su compañero”2625; de tal forma, las mujeres participaron en programas democráticos y empezaron también a tomar conciencia de la problemática que compartían no sólo a nivel económico, sino también social y de género. Las palabras de Moyano: “[…] nos organizamos [las mujeres] para poder llenar una olla común y así alimentar a nuestros hijos, pero después nos planteamos también el reto de la solidaridad. Así, entre vecinas, nos íbamos identificando con 26 demuestran la manera cómo las mujeres lograron conciproblemas de una u otra”27 liar el papel de madre tradicional con el activismo social. Es decir, la maternidad se convirtió en uno de los mecanismos que posibilitó la participación de la mujer en el espacio público. Es en este convulsionado escenario político, social y económico donde Moyano inició sus actividades tanto a nivel comuna, como a nivel político.
3. El héroe y la historia El héroe/heroína ha sido estudiado como imagen heroica por su constante manifestación en la historia y en la literatura. En el texto El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito, Joseph Campbell señala que el héroe es “el hombre [que] ha muerto en cuanto a hombre moderno, pero como hombre eterno -perfecto, no específico, universal22 María Elena Moyano, The autobiography of María Elena Moyano, 3-34. 23 El Vaso de Leche fue un programa “inaugurado por primera vez en la Municipalidad de Lima en abril de 1984 siendo el alcalde el Dr. Alfonso Barrantes Lingán: El objetivo del programa de Vaso de Leche es disminuir el alto índice poblacional de desnutrición principalmente a los que tiene[n] escasos recursos económicos como el binomio madre niño”. Para mayor información léase a Adela Quispe Maxi, “Programa Vaso de Leche”, Correo, http://www.correoperu.com/ correosur/cusco/columnista (Fecha de consulta: 20 de noviembre, 2007). 24 María Elena Moyano, “Testimonio: La mujer en los gobiernos locales”, en Seminario Internacional Mujer y Municipio: Una nueva presencia comunitaria en el desarrollo local de América Latina (Quito: IULA/CELCADEL, 1991), 26. 25 María Elena Moyano, Testimonio: la mujer en los gobiernos locales, 25. 26 María Elena Moyano, María Elena Moyano, 33.
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90 La construcción de la imagen heroica a través del discurso periodístico. El caso de la activista peruana María Elena Moyano 27 ha vuelto a nacer”28 . La lucha contra la adversidad constituye una de las principales funciones del héroe y su vida implica un último acto, el cual es -según Campbell- su muerte o partida. En este sentido, podemos establecer una intrínseca relación entre el personaje heroico, la renuncia a la vida y su muerte como unificadora social. La muerte del héroe servirá no sólo para “regenerar” algunos de los sentimientos más profundos del ser humano -esperanza, valentía ante la adversidad- sino también para representar, a través de esta imagen, el sufrimiento que padeció el héroe y su pueblo. Se podría argumentar que la figura heroica nacional, en muchos casos, podría encarnar aquellos valores que la sociedad, ante un momento de crisis, necesita destacar y que, numerosas ocasiones, resulta imposible de reproducir. ¿Acaso el héroe se convierte en una proyección de lo que el individuo anhela ser o es un escape a su propia realidad? En otras palabras, muchos de los individuos que rodean al personaje heroico se identifican plenamente con él o ella, ya que han pasado similares vicisitudes.
En el pasado, la imagen del héroe se creaba a través de los textos históricos y de la literatura clásica de aventura; de esta forma, se intentó demostrar cómo el “destino” de un pueblo parecía depender de lo que una persona o un grupo de personas decidían. La historia ha pretendido explicar los triunfos de un pueblo, muchas veces, no en términos del esfuerzo colectivo o de movimientos sociales, sino con el concepto del “gran hombre”. Es evidente que el modelo clásico del héroe -inmortalizado a través de la historia y de la literatura- ha empezado a transformarse. Sin embargo, no se abandona la idea clásica del héroe sino se recrea esta figura dentro de un nuevo contexto en la sociedad contemporánea. En la actualidad se problematiza la definición del “héroe” por el uso metafórico que se le asigna. El deportista y el artista, por ejemplo, se han convertido en los nuevos héroes populares. ¿No será también un héroe/heroína aquella persona que tiene su propia lucha diaria por sobrevivir en condiciones de extrema pobreza? ¿Por qué la prensa, la literatura y el cine siguen enfocando al individuo con esta imagen heroica? ¿Se trata, acaso, de una necesidad sicológica del sujeto que requiere esta individualidad como representación de la experiencia colectiva? La figura heroica popular que se construye inicialmente a través del discurso, muchas veces, se transforma en la imagen heroica nacional. Por ejemplo, cuando Ilene V. O’Malley discute la construcción de la imagen de los héroes de la Revolución mexicana (1910-1920) establece que,
27 Joseph Campbell, El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito, trad. Luisa Josefina Hernández (México: Fondo de Cultural Económica, 1959), 26. La limitación de esta teoría se basa en el hecho de que Campbell analiza al héroe mitológico y para efectos de este trabajo, el héroe es contextualizado en un marco socio histórico. Este estudio se basa en el análisis de la genealogía de la heroína; no obstante, en el proceso de construcción de la figura heroica se pueden encontrar características, planteadas por Campbell, como ejemplo la figura “eterna y perfecta” y a la lucha sobre las limitaciones históricas y locales, y la muerte como mecanismo de “regeneración”.
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“la propaganda alrededor de los cuatro héroes [Venustiano Carranza, Francisco Madero, Emiliano Zapata y Pancho Villa] tuvo muchos rasgos en común: la afirmación de un gobierno revolucionario, la promoción del nacionalismo, la denigración de los políticos, el imaginario cristiano y la promoción de los valores católicos y del patriarcado y la 28 . “masculización” de la imagen heroica”29
En el ejemplo dado, el “nacimiento” del héroe de la Revolución mexicana se convierte en una ideología nacionalista con el propósito de recrear una identidad nacional basada en determinados valores culturales. Al discutir Benedict Anderson el origen del nacionalismo, establece que los cambios que se producen en la sociedad capitalista, el lenguaje escrito, y más específicamente la imprenta, influyen sobremanera en la creación de este sentimiento colectivo. Parafraseando las palabras de Anderson, se puede mencionar que los medios de comunicación divulgan las noticias y esto hace que el pueblo empiece a tener mayores vínculos y a pensar en sí mismo, y a 29 . Es decir, la prensa, relacionarse con los demás individuos de una manera diferente30 como aparato ideológico del Estado, participa en la creación de este sentimiento, y son los medios de comunicación los que continuamente reafirman que el mundo 31 . De tal forma, la imaginario está visiblemente enraizado en los hechos cotidianos30 prensa no sólo se convierte en un bien de consumo, sino que utiliza el lenguaje como mediador, recreando los elementos culturales y de control social. En una etapa más contemporánea y globalizada, María del Mar García Gordillo investiga en su trabajo “Mecanismo de creación de héroes y anti-héroes para la opinión pública internacional en períodos de guerra” la función de la prensa en la creación de dos figuras antagónicas luego del ataque al World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Según García Castillo, la prensa tuvo gran participación en la creación de la imagen del “bueno y el malo, el héroe y el anti-héroe. El presidente de la única gran potencia mundial y el millonario terrorista sin escrúpulos. George W. Bush y Osama Ben Laden”3231. En su estudio, la autora añade que “los mecanismos utilizados por los medios impresos para objetos trascend[ieron] lo meramente informativo y salt[aron] 32 . Es decir, a través del lenguaje y de los recursos retóricos al campo de lo político”33 y persuasivos se inició una campaña periodística internacional para justificar las acciones bélicas contra Irak.
28 Ilene V. O’Malley, The Myth of the Revolution (Westport: Greenwood Press, 1986), 113-114. Mi traducción. 29 Benedict Anderson, The Imagined Communities (New York: Verso, 1993), 36. Mi traducción. 30 Benedict Anderson, The Imagined Communities, 35. Mi traducción. 31 María del Mar García Gordillo, “Mecanismos de creación de héroes y anti-héroes para la opinión pública internacional en períodos de guerra”, Ámbitos 11-12 (2004), 66. 32 María del Mar García Gordillo, “Mecanismos de creación de héroes y anti-héroes”, 41.
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4. El discurso periodístico en la construcción de la imagen heroica El discurso periodístico, y más específicamente los titulares de la primera plana, suelen ser como un letrero que atrae nuestra atención, y la información que se selecciona y se jerarquiza se convierte en un factor determinante en la elaboración y transmisión de las noticias a la opinión pública. A través de los titulares y las fotos como elemento testimonial, la prensa intenta “moldear” la opinión pública y, en muchos casos, tanto las diversas organizaciones sociales como el pueblo, receptores de estas imágenes, responden al llamado de los medios de comunicación. Es decir, sucede una interesante relación entre los medios de comunicación y el comportamiento colectivo del pueblo. Ante un evento trágico en la sociedad, la prensa se convierte no sólo en el nexo entre los sucesos y los individuos, sino también intenta recoger y representar el dolor por la pérdida de un individuo ejemplar. Tomando el ejemplo de Moyano, podemos mencionar que la construcción de la imagen heroica que se inicia precisamente en el discurso periodístico peruano, luego se desplaza al campo de la historia nacional. Es preciso mencionar, sin embargo, que la instrumentalización ideológica no es necesariamente un proceso mecánico sino dada su complejidad, requiere de una serie de instituciones gubernamentales. El ingreso a la historia oficial podrá convertir a Moyano en un símbolo de patriotismo y de enseñanza de los valores cívicos para las futuras generaciones. Es posible remontarnos al pasado incaico y mencionar que entre algunas heroínas nacionales tenemos, por ejemplo, a la princesa Kura Oqllo (muere por defender sus tierras). En la época preindependentista, María Parado de Bellido es considerada una heroína por averiguar los planes de los 33 , y durante la Guerra del Pacifico (1879-1883) Antonia Moreno Leyva de realistas34 Cáceres (esposa del héroe nacional Andrés Avelino Cáceres) es la última mujer que figura en la lista de heroínas nacionales3534. En cada período de crisis -la Conquista, la Colonia, la guerra en la etapa republicana- surge una heroína como hito del momento en que vive el país. ¿Se podría acaso pensar que Moyano es la figura heroica de la guerra interna peruana del siglo XX? La prensa escrita es un bien de consumo de la sociedad capitalista que necesita ser vendida. La prensa peruana ha atravesado por un largo período de crisis económica. Durante el período militar iniciado con Juan Velasco Alvarado (1968-1975) y culminado con Francisco Morales Bermúdez (1975-1980), los medios de comunicación 33 “Mujeres en la Historia del Perú”, http://www.usuarios.lycos.es/generando/historica.htm (Fecha de consulta: 20 de noviembre, 2007). 34 Para mayor detalle sobre la vida y muerte de Antonia Moreno Leyva de Cáceres se puede leer el artículo de Olga Guzmán Ribeyro, “Antonia Moreno de Cáceres, Digna y Heroica Patriota”, http://andresavelinocaceres.iespana.es/paginas/7heroes_y_heroinas/pdf (Fecha de consulta: 20 de noviembre, 2007), 1-3.
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fueron confiscados y, luego de la restauración de la democracia, el presidente Fernando Belaunde Terry (1981-1986) devolvió la prensa a sus propietarios. Como lo señala Catherine Conaghan, el limitado número de lectores hizo que la prensa atravesara por un período de crisis económica y más aún, con la aparición de la llamada prensa “chicha” (sensacionalista y basada en las noticias sobre asesinatos, violencias) los medios de comunicación tradicionales se vieron forzados a competir con este nuevo tipo de prensa. Conaghan menciona que cuando “los publicistas trataron 35 se inició la denominada “guerra” de nuevos productos y estrategias de mercadeo”36 titulares de la primera plana, cuyo objetivo principal fue atraer la atención del público. Siguiendo esta línea de pensamiento, se puede establecer que los hechos que ocurrieron en simultáneo no aparecieron en primera plana por coincidencia. Según 36 . Cuando Ánlo anotado por Anderson, se podría ver “el periódico como ficción”37 gel López García discute la representación de la imagen a través del lenguaje, men37 . Como ciona que “todo mensaje lingüístico representa una imagen del mundo”38 ejemplo, a través de la reproducción de las imágenes del velorio de Moyano -con un grupo de mujeres que escoltaron el ataúd- y el apoteósico entierro de Moyano, 38 , la prensa intentó demostrar donde asistieron aproximadamente 10.000 personas39 los sentimientos de frustración y tristeza por la victimización de la activista peruana durante el período de la guerra civil. Resulta paradójico que mientras que al sepelio asistieron alrededor de 10,000 personas, sólo concurrieron alrededor de 50 personas 39 . a la “Marcha por la Paz” que Moyano había convocado el día anterior de su muerte40 La intimidación y el miedo hicieron que gran parte de la población de Villa El Salvador le negara el apoyo a Moyano. ¿Qué originó en las masas este cambio de actitud si el peligro aún continuaba? Luego de su muerte apareció el siguiente titular en La 40 en un intento por imitar las acciones de su República: “¡Seguiremos tu ejemplo!”41 líder; sin embargo, la intimidación del senderismo fue más fuerte que cualquier otro sentimiento de solidaridad o de lucha por la paz. Para ilustrar esta aseveración, cito las palabras de Isabel Coral Cordero: “[…] las mujeres dirigentes, en una confusión de sentimientos teñidos de miedo e indignación querían continuar la tarea, pero presionadas por sus esposos y familiares inician su repliegue… Ya hacia fines de marzo Sendero parecía haber tomado control de los sectores urbano marginales de Lima”4241. 35 Catherine Conaghan, Fujimori’s Peru (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2005), 22. Mi traducción. 36 Benedict Anderson, Imagined Communities, 35. Mi traducción. 37 Citado por María del Mar García Gordillo, “Mecanismos de creación de héroes y anti-héroes”, 48. 38 En “Historia de Villa El Salvador” se menciona que el 17 de febrero de 1992 “más de 10.000 personas acompañan los restos de María Elena Moyano al cementerio ‘Cristo Salvador’ coreando el lema ¡María Elena no ha muerto, vive con su pueblo!”. Para mayor información véase “Historia de Villa El Salvador”, http://www.munives.gob.pe/VillaElSalvador/historia.asp (20 de noviembre, 2007). 39 Para mayor detalle, véase “Los asesinatos de María Elena Moyano (1992) y Pascuala Rosado (1996)”, en Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, 617. 40 “Seguiremos tu ejemplo!”, La República, Lima, 17 de febrero, 1992, primera plana. 41 Isabel Coral Cordero, “Las mujeres en la guerra”, en Los senderos insólitos del Perú, 358-359.
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La promesa a su líder se quebró y si bien representó un modelo para seguir, en la práctica no logró concretarse a causa del temor y la estrategia del “castigo ejemplar” 42 . que impuso PCP-SL a Moyano43 Habría que cuestionarse si la prensa “crea” la noticia o simplemente la “reporta” y si su función en todo caso es la última, ¿qué signos o mecanismos utiliza para lograr tener un impacto en la sociedad? Como ejemplo, el día de su entierro, aparece en primera plana en El Comercio, por un lado, el artículo y foto del entierro de Moyano y, por otro, el mensaje pronunciado en Ginebra, ante la Comisión de las Naciones Unidas, por el entonces Ministro de Relaciones Exteriores, Augusto Blacker Miller, donde le pide “a las naciones industrializadas que rompan su pasividad frente al terrorismo 43. Al del PCP-SL y apoyen la consolidación de las democracias latinoamericanas”44 analizar ambas noticias, podemos ver la acción (funeral) y reacción (denuncia ante la comunidad internacional) y esta yuxtaposición de los artículos periodísticos nos permite analizar la manera cómo es manipulado el lenguaje en la prensa escrita. Si bien hay discontinuidad y fragmentación en los sucesos “reales”, según lo señala Richard Terdiman, “en el fenómeno de la yuxtaposición de lo irreconciliable dentro del espa44 . cio periodístico uno puede estar tentado a pensar en un montaje cinematográfico”45 A manera de película, el periódico también muestra la ficción a través de la simultaneidad de los diferentes planos. Por un lado, el Estado peruano a través de sus leyes, ordenanzas y discursos ideológicos intenta demostrar la labor en la protección de sus ciudadanos y, por otro lado, las denuncias de las masas muestran las contradicciones en una sociedad en crisis. Es evidente que el discurso ministerial también tuvo un interés político, ya que como se menciona en el editorial de El Comercio, el daño del senderismo no tuvo sólo perjuicios de tipo moral sino “de índole práctico, pues muchos gobiernos condicionan la ayuda que eventualmente podrían prestarnos, y de la que estamos tan necesitados, al comportamiento de nuestro gobierno en materia de Derechos Humanos”4645. Hay en las palabras del ministro Blacker Miller un intento por legitimar la posición del gobierno ante el riesgo de la suspensión de ayuda económica por parte de la comunidad internacional. Como pone de manifiesto López García “el periodista adopta un determinado punto de vista y dispara el obturador lingüístico: el resultado es una oración que podría figurar como titular”4746. A través de un discurso informativo y factual aparecen sucesi42 Isabel Coral Cordero, “Las mujeres en la guerra”, 358. 43 “Multitudinario repudio al terrorismo hubo en sepelio de lideresa asesinada” y “Comunidad internacional debe condenar a ‘Sendero’”, El Comercio, Lima, 18 de febrero, 1992, primera plana. La noticia del entierro de Moyano menciona, entre otros detalles, que la misa previa al entierro fue celebrada por treinta sacerdotes, lo que muestra la impresionante participación de la iglesia católica en este suceso trágico. 44 Richard Terdiman, Discourse/Counter-Discourse (Ithaca, Cornell University Press, 1985), 126. Mi traducción. 45 “Primeros Frutos de una campaña”, El Comercio, Lima, 23 de febrero, 1992, primera plana. 46 Citado por María del Mar García Gordillo. “Mecanismos de creación de héroes y anti-héroes”, 48.
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vamente en La República, como ejemplo, los siguientes titulares en primera plana: “La balearán, la dinamitarán… ¡Y NO PODRÁN MATARLA! (domingo, 16 de febrero, 48 , “El pueblo reafirma ante restos de María Elena Moyano: ¡SEGUIREMOS 1992)47 TU EJEMPLO!” (Lunes, 17 de febrero, 1992), “Multitud repudia a Sendero y clama por paz y vida: TU MUERTE NOS UNE CONTRA EL TERRORISMO” (Martes, 18 de febrero, 1992) y “CIERRAN FILAS CONTRA SENDERO: La iglesia codo a codo con los pobres” (Domingo, 23 de febrero, 1992). Adicionalmente, en este diario se publica un comunicado donde se convocan “a todas las instituciones de la sociedad y al pueblo entero a movilizarse en una gran marcha de protesta contra el 48 . En esa misma página aparece otro comunicado de los escritores y artistas terror”49 peruanos que “repudian la ideología totalitaria de Sendero Luminoso y su desprecio 49 , lo que demuestra la “aparente” unión entre por la vida y los derechos humanos”50 los diversos sectores de la población. Al leer este periódico -con cierta distancia histórica- podría decirse que la prensa puede convertirse, en muchas instancias, en un “lente deformante” de la realidad con las “seudo aseveraciones”. Imagen No.1: La balearán, la dinamitarán… ¡Y NO PODRAN MATARLA!
Fuente: La República, Lima, domingo 16 de febrero de 1992, 1. 47 El titular de la primera plana de La República del día domingo, 16 de febrero, 1992 “¡NO PODRÁN MATARLA!”, donde aparece la foto de Moyano en una de las manifestaciones populares con un altoparlante fue no solo colocado sobre el ataúd de Moyano en un marco dorado, sino también fue “un titular que hicieron suyo los hombres y mujeres que dieron al mundo una hermosa lección de trabajo y solidaridad”, La República, Lima, 17 de febrero, 1992, 3. 48 “Periodistas por la Paz” y “¡NO PODRÁN MATARLA!”, La República, Lima, 23 de febrero, 1992, 8-9. 49 “Escritores y artistas condenan asesinato de María Elena Moyano”, La República, Lima, 23 de febrero, 1992, 8.
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La sensación de unificación quedó también representada a través de la participación de los miembros de distintos partidos políticos en la ceremonia simbólica de la ritualización de la heroína. Por ejemplo, en el artículo “Multitud repudió a todo pulmón al terrorismo cobarde y asesino” se reunieron declaraciones de los principales líderes políticos durante el entierro. Mientras que el ex presidente Francisco Belaunde Terry y su esposa manifestaron a los familiares de Moyano que habían “sentido este lamentable hecho, como si hubiera sucedido en nuestra propia familia”, el Ministro del Interior, general Juan Briones, “se apareció [en] un carro oficial, negro, lujoso que levantó una gran polvareda…buscó a los familiares de la asesinada dirigente 50 . Más aún, mientras uno de los y les dio el pésame [...] Luego se sumó al cortejo”51 vecinos de Villa El Salvador criticó la falta de presencia del gobierno cuestionando: “¿Por qué el señor San Román, vicepresidente del Perú, solo viene a Villa El 51 , en cambio, el día del Salvador a comer pachamancas (comida típica peruana)?”52 entierro de Moyano, San Román, “acompañado de su esposa, que llevaba un ramo de flores… se acercaron a los familiares de la asesinada dirigente y les alcanzaron sus 52 . Otro ejemplo, en un comunicado firmado por los distintos partidos condolencias”53 de la izquierda peruana se menciona lo siguiente: “[…] para hacer realidad el sueño por el que María Elena entregó su vida tenemos que hacer una autocrítica práctica: desde la izquierda, ratificamos el compromiso de trabajar unitariamente (mi énfasis) 53 . Consideremos que Moyano, en para reencontrarnos con el movimiento social”54 un intento por buscar una alternativa contra la propuesta política del PCP-SL escribió: “[…] digo que hay que exigir a las fuerzas de la izquierda. Así lo hicimos las mujeres: antes que se rompa la izquierda nos acercamos, inútilmente, a Barrantes, a Diez Canseco y a Dammert. Los tres nos trataron mal. Se dividió la izquierda y ahí 54 . Cabe notar la gran diferencia están las consecuencias. El país necesita esa unidad”55 entre la mujer activista que tuvo poco apoyo y seguridad por parte del gobierno y de los partidos políticos especialmente de izquierda, sector con el que Moyano se identificaba, y la mujer-símbolo en cuyo cortejo fúnebre marcharon tanto las clases populares como las más altas autoridades de la nación.
50 “Multitudinario repudió a todo pulmón”, La República, Lima, 18 de febrero, 1992, 2. 51 “Villa El Salvador da ejemplo de cómo enfrentar a la violencia terrorista”, La República, Lima, sábado 15 de febrero, 1992, primera plana. 52 “Multitudinario repudió a todo pulmón”, La República, 3. 53 “Izquierda buscará reencontrarse con el movimiento social”, La República, Lima, martes 17 de febrero, 1992. 54 María Elena Moyano, María Elena Moyano, 52. Alfonso Barrantes Lingán fue una de las figuras más destacadas de la Izquierda Unida. Fue el primer alcalde socialista limeño en 1984. Javier Diez Canseco fue dirigente nacional del Partido Unificado Mariateguista, PUM, y senador de la República. Manuel Dammert fue dirigente del Partido Comunista Revolucionario y diputado de la República. La información de los políticos de izquierda ha sido obtenida en el artículo de Jorge Lora, “Déficit de Legitimidad y de hegemonía en Sendero Luminoso”, Red de Investigadores Latinoamericanos por la Democracia y la Autonomía de los Pueblos, http://www.ufg.edu.sv.ufg/red/ jloral.html (Fecha de consulta: 20 de noviembre, 2007).
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Ahora bien, la imagen del cuerpo sirve, en parte, para construir la imagen de la mujer heroína y mártir. El cuerpo femenino puede cumplir diferentes papeles en la sociedad violenta. Como ejemplo, los múltiples abusos de una sociedad se focalizan en el cuerpo a través de la violación de la mujer. Asimismo, representa la violencia de la época planteando las tensiones entre la mujer y el contexto histórico nacional. El cuerpo de la activista peruana, en lenguaje metafórico, simboliza la nación destrozada por la violencia; sus restos esparcidos de una manera brutal, son recogidos como símbolo de unidad. Su cuerpo se destruye para eliminar una posición política opositora. El cuerpo de Moyano es fragmentado y mutilado, luego es unificado y en el entierro es “santificado”. En la revista Caretas, Gustavo Gorriti describe la marcha fúnebre, un evento de gran intensidad: “El cortejo caminó los largos kilómetros que separaban la municipalidad del cementerio de Villa El Salvador, a un paso lento pero decidido […] cruzaron manzana tras manzana de lo que hace un tiempo no largo había sido un arenal desolado […]. Pero ahora, el ataúd, las banderolas y la multitud cruzaban una ciudad que hacía tiempo había efectuado el tránsito de la estera al ladrillo, y que a lo largo de veinte años de involución económica en el país, lograron sobrevivir y emerger desde la pobreza extrema; con el arma central de la organización comunal, la 55 . energía colectiva”56
Los recursos literarios de este pasaje (tono, lenguaje e imágenes) parecieran ser de una novela histórica en donde presentan los honores al héroe nacional caído en una batalla. Gorriti enmarca su narrativa dentro del contexto histórico de la formación de Villa El Salvador, un pueblo joven, que a base de trabajo convirtió sus chozas de esteras en casas construidas de material noble. Se representa a una masa humana desesperanzada, golpeada por la crónica crisis económica, la que conservó, como única herramienta, la fuerza comunal. De igual manera, diferentes sectores de la población, tales como intelectuales, políticos de diferentes tendencias partidaristas, instituciones públicas, privadas y extranjeras se unieron para levantar su “voz de protesta e indignación y expresamos a los familiares de MARIA ELENA MOYANO, a la FEPOMUVES, al Municipio de Villa El Salvador, nuestra solidaridad en este momento de dolor…Nos aunamos a la demanda general de sanción a los res56 . Sin embargo, esta muerte que podría haberse ponsables de este cobarde hecho”57 convertido “en la piedra de un nuevo proceso”, no fue más que otro crimen contra una persona que lideró un proceso de organización social a nivel de su comunidad. En este contexto podríamos recordar -como lo señala el Informe de la Comisión de 55 Gustavo Gorriti, “El Leviatán y la Heroína, sobre Hobbes, Héroes y Olvidos”, Caretas 1200 (2 de marzo, 1992): 8, 25. 56 “¡NO PODRÁN MATARLA!”, La República, Lima, 23 de febrero, 1992, 9.
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la Verdad- el asesinato de la dirigente Juana López León, ocurrido el 31 de agosto de 1991 y el de Pascuala Rosado el 6 de marzo de 19965857. No obstante, el caso de Moyano es el que adquirió mayor notoriedad. Fue a través de la prensa, El Comercio y La República, donde se inició una campaña periodística paralela: la victimización de María Elena Moyano conjuntamente con la lucha contra el senderismo. En otras palabras, Moyano -quien ya gozaba de cierta popularidad- se convirtió en un instrumento discursivo para criticar al gobierno por su falta de acción efectiva en la lucha contra la violencia. Imagen No. 2: Marcha de las mujeres de Villa El Salvador repudiando el asesinato de María Elena Moyano
Fuente: La República, Lima, lunes 17 de febrero de 1992, 2.
5. La función de la imagen heroica Al analizar el papel del héroe en la sociedad nos encontramos con una dualidad en su función ya que, por un lado, la imagen de éste puede ser estimulante y, por otro lado, distorsionante. Es decir, la figura heroica crea una cohesión social la que, durante una época de crisis, logra una identificación colectiva, en la que muchos sectores de la población se solidarizan y se unen momentáneamente para hacer un frente común contra el enemigo de la nación: el terrorismo. En segundo lugar, se crea una ilusión al hacer creer que se vive en una sociedad unida por lo que la prensa representa la realidad ficcionalizada. Las buenas intenciones distraen de los problemas sociales, eco57 “Los asesinatos de María Elena Moyano (1992) y Pascuala Rosado (1996)”, Informe Final de la Comisión de la Verdad, http://www.cverdad.org.pe/ifinal (Fecha de consulta: 28 de octubre, 2004).
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nómicos (tales como los altos índices de pobreza, desocupación, hambre) y políticos (descrédito de los partidos políticos y un gobierno con una política económica que incrementa la pobreza). Es, en efecto, una ilusión pensar -como indica un titular del diario La República- que “el temperamento de María Elena Moyano nos enseña cómo 58 . Noticias como éstas pueden ser internalizadas por la población derrotar el terror”59 y crear la idea de que la solución a la violencia está en manos de la gente, lo que sabemos no es solamente falso, sino imposible de cumplir. El discurso periodístico distrae la atención sobre las condiciones materiales, políticas y económicas en que el pueblo vive y lo que determina su vulnerabilidad a la lucha contra la violencia del senderismo. El “desigual enfrentamiento” es la pobreza. ¿Cuál fue el impacto que tuvo la muerte de Moyano en “aras por la paz en el Perú”? Mientras que Michel Azcueta, ex alcalde de Villa El Salvador ha mencionado que “a partir de la muerte de Moyano (febrero de 1992) la comunidad internacional empezó a tomar conciencia de la amenaza del PCP-SL en la sociedad peruana, y que esta 59 , el periodista peruano Guillermo muerte significó el principio del fin de PCP-SL”60 Giacosa ha señalado que si bien existía cierta preocupación por el avance terrorista en la ciudad de Lima, la explosión de un coche-bomba en la calle Tarata en Miraflores, (distrito considerado tradicionalmente como el corazón de las clases medias y altas), ocurrido en julio de 1992 (cinco meses después del asesinato de Moyano), quedó representado como el momento en que las clases medias y altas tomaron 60 . La Comisión de la Verdad y la conciencia de la magnitud de la violencia senderista61 Reconciliación, CVR, determinó que la principal repercusión del atentado de la calle de Tarata “ocurrió en el propio país, y en especial en ciertos sectores de la sociedad limeña [clases medias y altas] hasta ese momento distantes de la violencia subversiva, 61 . que en los andes y la selva venía provocando la muerte de miles de compatriotas”62 En otros términos, la burguesía “despierta” en julio de 1992 cuando el corazón de las clases medias es atacado. Dicha aseveración demuestra la fragmentación de la sociedad peruana, ya que miles habían llorado por la muerte de familiares y amigos en las diversas regiones del Perú, debido a la violencia senderista y a la violencia del gobierno, como por ejemplo, en Ayacucho, en las comunidades de Asháninkas o en 58 “El temperamento de María Elena Moyano nos enseña cómo derrotar al terror”, La República, Lima, 16 de febrero, 1992, 4. 59 Entrevista electrónica efectuada a Michel Azcueta, ex alcalde de Villa El Salvador, el día 18 de diciembre de 2004. 60 El 16 de julio de 1992 un comando del Partido Comunista del Perú, Sendero Luminoso -según la CVR -“hizo estallar un ‘coche bomba’ en la calle Tarata del distrito de Miraflores “ocasionando la muerte de 25 personas y dejando heridas a 155… y siendo 360 las familias damnificadas”. Para mayor detalle véase “Los asesinatos y lesiones graves producidos en el atentado de Tarata (1992)”, en Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, http://www.cvr.org.pe (Fecha de consulta: 20 de noviembre, 2007). 61 “Los asesinatos y lesiones graves producidos en el atentado de Tarata (1992)”, en Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, http://www.cvr.org.pe (Fecha de consulta: 20 de noviembre, 2007).
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los barrios populares de la ciudad de Lima. Como lo señala la CVR, resulta simbólico que posteriormente al atentado de la calle Tarata tanto los residentes de Miraflores (distrito de clase media-alta) como los residentes de Villa El Salvador (distrito popular) se aunaron en una marcha por la pacificación del país. Mientras Moyano, vecina del distrito de Villa El Salvador, fue discriminada mientras vivía en Miraflores (como se ha mencionado anteriormente) en un momento de dolor y de violencia, ambos distritos se solidarizan. Si bien la captura de Guzmán, en septiembre de 1992, significó un gran triunfo para el gobierno fujimorista según lo indicado por Benedicto Jiménez, uno de los miembros del grupo que llevó a cabo la captura de Guzmán, “el arresto del líder senderista obedeció a una rigurosa planificación de tres años de trabajo, desde el 5 de marzo de 1990, fecha en que se creó el Gein (Grupo Especial de Inteligencia) de la Dincote (Dirección contra el terrorismo) y se empezó a elabo62 , por lo que esta captura se rar y aplicar la teoría de inteligencia policial operativa”63 utilizó como instrumento político en un afán por legitimar el gobierno fujimorista. Es decir, hubo un intento por demostrar que el autogolpe del 5 de abril de 1992 había empezado a dar sus frutos. No se puede negar que Moyano fue una mujer que participó activamente en la sociedad civil a nivel comunal, encarnó la lucha contra el senderismo, e incluso, antepuso 63 . La lucha frontal contra en muchos casos, su actividad pública a su integridad física64 el PCP-SL, sin apoyo por gran parte de las mujeres de la federación, tuvo que haber creado en Moyano una grave crisis interna. Recordemos que en uno de sus poemas antes de su muerte, Moyano escribió:
“Ayer tuve a la muerte cerca […] comprendí qué difícil es el sacrificio pensé en mis hijos, mi vida y mi historia pero cerca de la muerte sentí el amor, este amor que ahora siento por ti, mis hijos y mi pueblo, 64 . y volví a sentir la vida cerca de mi”65
62 Benedicto Jiménez, “Benedicto el policía que captura a Guzmán”, Caretas 1431 (1996), http:// www.caretas.com.pe/1431/benedict/benedict.htm (Fecha de consulta: 20 de noviembre, 2007). 63 Era evidente el riesgo de muerte que corría Moyano. La familia de la activista peruana, tanto el esposo Gustavo Pineky como los dos hijos de Moyano, temían por su vida. En la entrevista al esposo y a sus hijos “Recordar en Madrid: conversación con su esposo y sus hijos, asilados en Madrid”, publicada en la revista Caretas 1248 (11 de febrero, 1993): 36-37, Josefina Townsend le preguntó a Pineky si trató de disuadir (a Moyano) y él respondió: “yo le pedía, le exigía pero no se podía… ella un día hasta me tildó que yo podía ser un poco cobarde…era como estar ella misma sentenciándose”. 64 María Elena Moyano, María Elena Moyano, 89.
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La internalización del conflicto entre la vida y la muerte queda representada en estas líneas del poema; es una reflexión sobre el amor de su familia y de su pueblo. Si bien Moyano es consciente de la inminente muerte, la evaluación de la experiencia de su vida la devuelve a la realidad. ¿Acaso le resultaría difícil decidir entre los dos posibles caminos: el renunciar a su activismo y su confrontación contra el PCP-SL, o ser consecuente con sus ideas de cambio social en el marco de la autogestión y de la solidaridad comunal?
Conclusión Este trabajo nos ha permitido demostrar que las confrontaciones entre el Estado peruano, el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso y la activista peruana María Elena Moyano pueden ser vistas en dos niveles esquemáticos. En primer lugar, en un esquema binario, de oposición, queda representando el choque entre dos fuerzas poderosas: el Estado-nación bajo el mando de Alberto Fujimori y Sendero Luminoso liderado por Abimael Guzmán. Carlos González Barbarán nos recuerda que la violencia en el Perú “es un proceso social, político e histórico” que “se caracteriza por el enfrentamiento de dos actores protagónicos principales y antagónicos entre sí: por un lado se encuentran las organizaciones armadas […] quienes por razones históricas que caracterizan a la sociedad peruana, se apartaron de la legalidad que ofrecía la débil democracia emergente después de la dictadura militar […] Por otro lado, está el propio Estado que actúa a través de las fuerzas armadas y fuerzas policiales y nunca elaboró estrategias de protección y de defensa de la 65 . población civil”66
En segundo lugar, existe un esquema triangular de choque cuando Moyano interviene como representante de la resistencia civil femenina. Como resultado, quedó atrapada y desgarrada entre estas dos fuerzas en su intento por creer, como Moyano señalaba, que la revolución “era luchar por una sociedad justa, digna, solidaria al lado de las organizaciones creadas por nuestro pueblo, respetando su democracia interna 67 . Su participación en la y gestando los nuevos gérmenes de poder del nuevo Perú”66 resistencia contra el PCP-SL la convierte en una víctima más de estos dos poderosos frentes y una más, de las miles de personas que murieron durante la guerra civil interna. Es víctima del Estado peruano por cuanto no se le proporciona la integridad física que requiere como ciudadana y, por otro lado, la vulnerabilidad de Moyano por la falta de seguridad la convierte en blanco perfecto para la violencia senderista. Este estudio nos ha permitido analizar la manera cómo la victimización de la mujer 65 Carlos González Barbarán, “La violencia política y la transgresión cultural de los pueblos originarios”, en Racismo, prejuicio y discriminación en el Perú (Lima: Chirapaq, Centro de Culturas Indígenas del Perú, 2003): 44-52. 66 María Elena Moyano, María Elena Moyano, 57.
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activista inicia un proceso de metamorfosis en tanto la imagen de mujer víctima se convierte en la imagen tradicional heroica, “eterna, perfecta”. Con todo lo expuesto, más que poner en tela de juicio la activa participación comunal que tuvo María Elena Moyano, la intención de este trabajo fue explorar la forma cómo se puede construir la imagen del héroe/heroína nacional discursivamente. En este caso particular, Moyano se convirtió en una heroína mediática y popular, manteniéndose algunos de los atributos asignados tradicionalmente al héroe tales como la valentía, la entrega y “la muerte o la partida”. La heroína no nace pero es construida con propósitos ideológicos socio-políticos. La imagen heroica fue producida en el discurso periodístico peruano y luego se desplazó al campo de la historia del Perú. Es decir, ingresó a la historia oficial convirtiéndose en un símbolo de patriotismo y de enseñanza de los valores cívicos. Según información recibida del Congreso de la República del Perú, el expediente del proyecto de Ley que solicita declarar a Moyano como “heroína, mártir de la defensa de la democracia” se encuentra aún pendiente de discusión. Luego de haber pasado por distintas instancias - Cultura y Patrimonio Cultural, Educación, Ciencia y Tecnología- el 27 de marzo del 2003, se menciona en el comunicado que “se inhibe dictaminar Cultura y Patrimonio Cultural […] Falta 67 . De aprobarse este proyecto de Ley, se requerirá que su dictamen de Educación”68 vida y muerte forme parte de la enseñanza en las escuelas peruanas, por lo que se inscribirá su heroicidad en la historia Peruana. Adicionalmente, se publicará un libro sobre la vida y muerte de Moyano y en las contratapas de libros y textos que distribuye el Ministerio de Educación aparecerá una breve biografía de Moyano. De esta manera, se convertirá -usando el término de Campbell- en símbolo universal por cuanto la activista peruana, en palabras de Michel Azcueta “ya no pertenece a su familia ni a la Federación Popular de residente de Villa El Salvador, ni al pueblo en 68 . el que vivió, luchó y murió sino que está en el corazón del Perú”69 María Elena Moyano fue una persona muy obstinada y consecuente con sus ideales de superación social y económica por vía del trabajo comunal. Paso de vivir en la extrema pobreza a ser teniente alcaldesa de su comunidad. Resulta irónico, sin embargo, que Moyano -quien había hecho públicas sus críticas a las políticas sociales y económicas del presidente Fujimori- fue convertida en su “aliada” (sin consentimiento) al defender la democracia precisamente de un gobierno que se convertiría posteriormente en un régimen dictatorial. A la pregunta: “¿Cómo crees que a María Elena le gustaría que la recordaran?” Gustavo Pineky, esposo de Moyano, contestó: “[…] siempre como la mujer alegre que era, que en los momentos más difíciles la gente no se lamente, que con todo el esfuerzo que se hace siempre se tenga una sonrisa, que no se pierda el sentido positivo, saber que mañana puede ser un poco mejor”7069. En 67 68
A.G.C.P., archivoconsulta@congreso.gob.pe (Fecha de consulta: 16 de marzo, 2006). Michel Azcueta, “Su heroica muerte marcó el inicio”, La República, Lima, 15 de febrero, 2000, versión electrónica http://www.site.securities.com/doc.html 69 Josefina Townsend, “Recordar en Madrid”, Caretas 1248, 35-37, 62.
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vez de recordar la alegría, el optimismo y la esperanza en un mejor mañana, atributos con los que Moyano se autoidentificó, se idealizó o acaso se romantizó su heroicidad y martirización, con el propósito de crear una imagen que simbolizara cierta estabilidad social ante el caos que se vivía durante el período de la guerra civil en el Perú.
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Tema abierto
106 Ciclos de destrucción y regeneración: experiencia histórica entre los ette del norte de Colombia
Ciclos de destrucción y regeneración: experiencia histórica entre los ette del norte de Colombia Juan Camilo Niño Vargas1 Resumen: El presente artículo se interesa por las reflexiones de un grupo indígena de Colombia sobre su propia historicidad. Se describe y analiza el modo en que los ette de las llanuras del río Ariguaní, también conocidos como “chimilas”, han ordenado y dotado de sentido su experiencia histórica. Para este pueblo el devenir es a un mismo tiempo cíclico y lineal. La idea de un principio y un fin de la historia se complementa con aquélla que establece que el trayecto de uno a otro punto se realiza por medio de ciclos de destrucción y regeneración. Esta serie de nociones, por lo demás, tiene implicaciones significativas sobre las modalidades de acción y conciencia que adoptan los miembros del grupo y sobre la capacidad que se le concede al género humano para incidir en el curso de los acontecimientos. Palabras clave: Ette, chimila, experiencia histórica, ciclos de destrucción y regeneración.
Cycles of destruction and regeneration: historical experience among the Ette in northern Colombia Abstract: This article focuses on the reflections of a Colombian indigenous group on their own historicity. It describes and analyzes how the Ette (also known as “Chimilas”) from the plains of the Ariguaní River have ordered and made sense of their historical experience. For this group, the future is both cyclical and linear. The idea of a beginning and end of history is complemented by the idea that the movement from one point to another occurs through cycles of destruction and regeneration. Such ideas have significant implications on the forms of action and consciousness of members of this group, and on the capacity with which people are endowed to influence the course of events. Keywords: Ette, Chimila, historical experience, cycles of destruction and regeneration. Artículo recibido: 23 de marzo de 2007; aprobado: 24 de julio de 2007; modificado: 7 de noviembre de 2007.
v Antropólogo y Magíster en Antropología Social de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Estudiante del Doctorado en Antropología Social y Etnología en l’École des Hautes Études en Sciences Sociales (París, Francia). Sus áreas de interés son la Etnología de Colombia y América, los sistemas de prácticas y representaciones de los pueblos indígenas y la Historia de la antropología colombiana. Entre sus publicaciones más recientes están: Ooyoriyasa. Cosmología e interpretación onírica entre los ette del norte de Colombia. Bogotá: Universidad de los Andes - CESO Departamento de Antropología, 2007; “Cuatro décadas de antropología. Entrevista con Jorge Morales Gómez”. Antípoda. Revista de antropología y arqueología 4 (2007): 11-26; “Hombre rojos pintados de rojo. Observaciones sobre los viajes de Joseph de Brettes al Territorio Chimila en 1895 y 1896”. Boletín de historia y antigüedades 94: 837 (2007): 237-251. juancamilonino@gmail. com
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Ciclos de destrucción y regeneración: experiencia histórica entre los ette del norte de Colombia ♠ Introducción La manera de concebir y experimentar el paso del tiempo varía de una sociedad a otra. La forma en la que se ordenan los acontecimientos y la manera en la cual se experimenta su sucesión se encuentran pautadas por prácticas y representaciones culturales de diversa índole21. El presente artículo se interesa por la articulación de estas ideas en una sociedad indígena del norte de Colombia: los ette, también conocidos como “chimilas”32. Su principal objetivo es describir y analizar algunas de las más importantes reflexiones de este pueblo sobre su propia historicidad. Para los ette, los acontecimientos históricos se desarrollan entre dos puntos temporales que coinciden con el principio y el fin del universo. Esta concepción lineal se complementa con otra orientación que se inclina a asignarle al devenir un sentido circular. Desde su origen hasta su final, el cosmos soporta periódicamente ciclos de destrucción y ♠
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Este artículo es resultado de un trabajo etnográfico de campo realizado para obtener el grado de Magíster en Antropología en la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia) durante la segunda mitad del 2003 y en abril de 2006. Estoy en deuda con mis informantes y amigos ette por el tiempo y conocimientos compartidos durante mi estadía en la región del Ariguaní, en los departamentos de Magdalena y Cesar en el norte de Colombia. Igualmente, agradezco los valiosos comentarios y sugerencias que me hicieron los evaluadores de Historia Crítica, mis alumnos del curso Etnología de Colombia en la Universidad de los Andes y los integrantes del Taller Interdisciplinario UMBRA, espacio de investigación dirigido por Marta Herrera Ángel. El problema de la heterogeneidad de la experiencia histórica y temporal ha sido ampliamente abordado por las ciencias sociales. Algunos estudios relevantes al respecto son Benjamin Lee Whorf, Lenguaje, pensamiento y realidad [1956] (Barcelona: Barral, 1971), 73-80; Mircea Eliade, El mito del eterno retorno [1951] (Madrid: Altaya, 1994), 53-122; Norbert Elias, Sobre el tiempo [1984] (México: Fondo de Cultura Económica, 1997); Marshall Sahlins, Islas de historias. La muerte del capitán Cook. Metáfora, antropología e historia [1985] (Barcelona: Gedisa, 1997); Edmund Leach, The essential. Anthropology and Society, Vol. 3 (Londres: Yale University Press, 2000), 174-175 y 182183; Claude Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje [1962] (Bogotá: Fondo de Cultura Económico, 1997), 315-390 y Hayden White, Tropics of Discourse: Essays in Cultural Criticism (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1978). Sobre los ette véase Gustaf Bolinder, “Los últimos indígenas Chimila” [1924], Boletín Museo del Oro 18 (1987): 10-27; Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Etnografía Chimila”, Boletín de arqueología 2:2 (1976): 95-155; Marianne Cardale-Schrimpff, Techniques of Hand-Weaving and Allied Arts in Colombia (with particular reference to indigenous methods and where possible, including dyeing, fibre preparation and related subjects) (Ph.D. Tesis Anthropología, University of Oxford, 1972), 122-182; Carlos Alberto Uribe Tobón, “Chimila”, en Introducción a la Colombia Amerindia (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología, 1987), 51-62.
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regeneración de patrones similares. Como es de suponerse, semejante conjunto de nociones mantiene estrechos vínculos con las modalidades de conciencia y acción que adoptan los miembros del grupo. En este orden de ideas, el artículo se divide en seis partes. Con el fin de alcanzar un cabal entendimiento de la concepción nativa del devenir, en el primer acápite se incluyen algunas observaciones geográficas, históricas y etnológicas sobre el área que actualmente habita el grupo. Puesto que los ette no desligan la experiencia temporal de la experiencia espacial, en la segunda sección se exponen ciertas ideas sobre la estructuración mítica del cosmos. En el tercer y cuarto aparte se estudia el dinamismo que se le atribuye a semejante configuración, prestándole una especial atención a la función que desempeñan los procesos cíclicos de destrucción y regeneración. En la quinta parte se examina el sentido particular que los ette le asignan a la historia. Finalmente, en la sexta se analizan las consideraciones nativas relativas al papel que desempeñan los seres humanos en el curso del devenir. A lo largo de toda la exposición se mantendrá que la concepción ette de la historia es lógica y coherente. En ese sentido, y pesar de estar fundada sobre supuestos diferentes, no deja de presentar ciertas convergencias con la tradición historiográfica de nuestra propia sociedad. La mayoría de información que se presentan en este artículo se deriva de un trabajo etnográfico realizado durante los años 2003 y 2006 en las diferentes parcialidades que conforman el actual resguardo ette en el Departamento del Magdalena: Ette Butteriya e Issa Oristunna, en el curso medio del río Ariguaní, y Narakajmanta, en las estribaciones septentrionales de la Sierra Nevada de Santa Marta34. La estadía en el terreno permitió establecer vínculos de amistad con los miembros de varias familias indígenas, adquirir cierta competencia lingüística y familiarizarse con el modo de vida y de pensamiento nativo. Debido a que poseían un notable cúmulo de conocimientos, se privilegió el contacto con personas mayores, reconocidas y respetadas en la comunidad. Los relatos que se trascriben a continuación provienen de este grupo de personas45.
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Véase Juan Camilo Niño Vargas, Cosmología e interpretación onírica entre los ette de las Llanuras del Ariguaní, (Tesis Magíster Antropología, Universidad de los Andes, 2005) y Ooyoriyasa. Cosmología e interpretación onírica entre los ette del norte de Colombia (Bogotá: Universidad de los Andes, 2007), 1-23. Con el fin de facilitar su lectura, en este artículo se prescindió del uso de signos fonéticos para la trascripción de la lengua de los ette, el ette taara, y se prefirió usar el sistema alfabético que la comunidad está tratando de implantar. Las vocales se pronuncian y se escriben igual que en castellano. Lo mismo ocurre con todas las consonantes que aparecen en este texto. El lector interesado en la fonología ette puede consultar la obra de María Trillos Amaya, Categorías Gramaticales del ette taara -lengua de los Chimila. Lenguas aborígenes de Colombia. Descripciones 10 (Bogotá: Universidad de los Andes, 1996), 45-77. De igual forma, y con el objetivo de agredir en menor grado el ritmo de la dicción nativa, se prefirió presentar las declaraciones en forma de versos libres y no en el modo de prosa leída.
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1. Observaciones geográficas e históricas sobre las llanuras del Ariguaní Los ette aseguran que el territorio que les es familiar tiene como eje central las llanuras que baña el río Ariguaní, en el Caribe colombiano. Desde el punto de vista nativo, la planicie se extiende hacia al norte hasta la Ciénaga de Santa Marta, y de oriente a occidente está delimitada por las estribaciones suroccidentales de la Sierra Nevada de Santa Marta y los márgenes de los ríos Cesar y Magdalena. El área comprende los actuales departamentos de Magdalena y César y en ella se encuentran los principales asentamientos ette. La mayoría de población está establecida en un resguardo en el municipio de Sabanas de San Ángel. Esta propiedad está compuesta por dos porciones de tierra separadas por varios kilómetros llamadas, respectivamente, Issa Oristunna y Ette Butteriya. Hace algo más de un lustro se anexó al resguardo una pequeña posesión en las estribaciones noroccidentales de la Sierra Nevada de Santa Marta. Conscientes de que el predio no se localiza dentro de su territorio tradicional, los ette han efectuado una serie de actos rituales orientados a integrarlo efectivamente a su cultura y, entre ellos, el hecho de haberlo bautizado con un nombre indígena: Narakajmanta (Mapa No. 1). Mapa No. 1: Llanuras del Ariguaní y principales asentamientos ette
Fuentes: Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Atlas de Colombia (Bogotá: IGAC, 1977), 40-41 y 48-49; Pueblo Indígena Ette Ennaka Penarikwi, Plan de vida Ette Ennaka (s.d.) [ Santa Marta]: Resguardo Issa Orisstuna 2000), 35.
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Gran parte del terreno es llano y, por su baja altitud, está caracterizado por temperaturas altas y sofocantes65. Varios ríos y arroyos lo surcan en toda su extensión. La superficie está compuesta por tierras anegadizas de poca elevación y sabanas de mayor altura que son utilizadas como refugios por hombres y animales durante la época de lluvias, cuando los ríos se desbordan y son frecuentes las inundaciones76. Ninguna de ellas, empero, se compara en magnitud con la gran formación que sobresale en las mañanas despejadas: la Sierra Nevada de Santa Marta. La Sierra es la frontera del territorio que los actuales ette reconocen como propio. Como en otras regiones de la zona intertropical, las estaciones lluviosas y secas de las llanuras se siguen y repiten dos veces al año. La topografía, extensión y ubicación latitudinal del área, no obstante, determinan que este ciclo se experimente de una manera mucho más severa que en otros lugares87. En el curso medio del río Ariguaní, el período seco más extenso abarca el último mes del año y los tres primeros del venidero, y se caracteriza por la escasez de agua y las altas temperaturas. Las lluvias llegan en abril y se intensifican durante los dos meses siguientes. El agua, entonces, obstruye los caminos, rebosa las ciénagas y estropea los cultivos. Entre julio y agosto un corto período seco, conocido localmente como “veranillo”, interrumpe las monótonas precipitaciones. Su iniciación determina el final de un período de invierno y anuncia el comienzo del siguiente. Las lluvias de la segunda mitad del año son más abundantes y están acompañadas de fuertes vientos y vendavales que destruyen árboles, sembrados y viviendas. Los minúsculos riachuelos crecen, inundan sus contornos e, incluso, cambian de curso, arrastrando todo lo que encuentran a su paso. Esta situación perdura hasta noviembre, punto en el cual el ciclo se completa y vuelve a comenzar. Como se verá más adelante, la forma como se experimenta y se concibe el transcurso de las estaciones está estrechamente relacionada con la forma en la que se entienden y ordenan los acontecimientos históricos. No se tiene claridad sobre el número y distribución de los grupos étnicos que habitaron la región durante el periodo colonial y, en general, durante todo el gran periodo de tiempo anterior a la invasión española. Los primeros exploradores europeos quedaron sorprendidos por su diversidad lingüística y cultural98. En los documentos 5 6
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Ernesto Guhl, Colombia: Bosquejo de su geografía tropical, Vol. 1 (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1976), 147. Véase Francisco Javier Vergara y Velasco, Nueva geografía de Colombia. Escrita por regiones naturales [1901], vol. 3 (Bogotá: Banco de la República, 1974), 578-579. Otras observaciones pueden encontrarse en Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVIII (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2002), 46-49; y Pablo Vila, Nueva geografía de Colombia. Aspectos político, físico, humano y económico (Bogotá: Camacho y Roldan, 1945), 49-50. Véase Ernesto Guhl, Colombia: bosquejo, T. I, 187-191 y T. II, 148 y Pablo Vila, Nueva geografía, 81-83. Sobre las grupos indígenas de la Gobernación de Santa Marta en el siglo XVI véase el estudio de Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos histórico-culturales sobre las tribus de la antigua Gobernación de Santa Marta (Bogotá: Banco de la República, 1951), 55-111 y Pedro Castro Trespalacios, Culturas
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que se refieren al curso medio del río Ariguaní y las planicies ubicadas entre los ríos Magdalena y Cesar en el siglo XVI, se hallan observaciones sobre la existencia de numerosos pueblos. Son comunes las referencias a chimilas, caribes, alcoholados y 9 A menudo fueron descritos como gente “desnuda, corpulenta, beligente blanca10 10 . Estas características, sumadas a cosa y bien experta en manejar arcos y flechas”11 la falta de interés de la administración hispánica por colonizar permanentemente el área, hicieron que las expediciones militares españolas se limitaran a la captura de esclavos y facilitaron que los nativos conservaran una relativa independencia económica y política. Otra situación muy diferente puede percibirse al examinar las fuentes documentales del siglo XVIII1211. La expansión de la frontera agrícola y ganadera europea de este siglo tuvo como consecuencia el recrudecimiento de los enfrentamientos armados. Los intereses de la administración colonial estaban orientados a dominar de una forma efectiva el espacio y la población de las llanuras. En este contexto, la diversidad cultural se simplificó. Al parecer, el etnónimo Chimila se generalizó, perdió precisión etnológica y tendió a transformarse en un calificativo peyorativo que legitimaba la agresión1312. Las incursiones esporádicas concluyeron para dar paso a un proyecto 13 . Una nueva política de poblade sojuzgamiento mucho más sistemático y violento14 miento español fue de la mano de la ejecución de campañas encaminadas a arrasar el soporte material de la cultura indígena. La destrucción de poblados, la quema de cultivos y la captura y reubicación de prisioneros se volvieron comunes. Tal y como
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aborígenes cesarences e independencia de Valle de Upar (Bogotá: Biblioteca de Autores Cesarences, 1979), 19-26 y 36-52. Véase, por ejemplo Relaciones y visitas a los Andes, Vol. 2, comp. Hermes Tovar Pinzón (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1993-1996), 311-354; y Lucas Fernández Piedrahita, Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada [1688], Vol. 1 (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1942), 135. Pedro Simón, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales [1625], Vol. 3 (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1981), 85. Otras afirmaciones similares también se encuentran en Lucas Fernández Piedrahita, Historia General, Vol. 1, 155; y Juan de Castellanos, Elegías de varones ilustres de Indias [1847] (Bogotá: Gerardo Rivas Moreno Editor, 1997), 537. Véase, por ejemplo, José M. De-Mier, Poblamientos en la Provincia de Santa Marta. Siglo XVIII, (Bogotá:, Colegio Máximo de las Academias de Colombia Libreros Colombianos, 1987) y Antonio Julián, La perla de América. Provincia de Santa Marta [1787] (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1980), 154-176. Sobre la manipulación política de las categorías “Chimilas” y Español” en el siglo XVIII puede consultarse Marta Herrera Ángel, “Chimilas y Españoles: El manejo político de los estereotipos raciales en la sociedad neogranadina del siglo XVIII”, Memoria y sociedad 7:13 (2002): 5-24. Sobre los violentos enfrentamientos que tuvieron lugar durante siglo XVIII en el área véase, entre otros, Wadsworth Clarke Douglas, Patterns of Indian Warfare in the Province of Santa Marta (Ph.D. Thesis History, University of Wisconsin, 1974), 78-100; Orlando Fals Borda, Mompóx y Loba. Historia doble de la costa 1 [1979] Bogotá: Universidad Nacional, 2002), 103-114; Marta Herrera Ángel, Ordenar para controlar, 249-304 y Carlos Alberto Uribe Tobón, “La rebelión Chimila en la Provincia de Santa Marta, Nuevo Reino de Granada, durante el siglo XVIII”, Estudios Andinos 7:13 (1977): 113-165.
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112 Ciclos de destrucción y regeneración: experiencia histórica entre los ette del norte de Colombia 14 aparece en los documentos, el objetivo era “aterrorizar”, “destruir” y “aniquilar”15 . En algunas ocasiones la violencia ejercida alcanzó tal grado que los indios, por iniciativa propia, prendieron con fuego sus pertenencias y sembrados1615. Después de varios siglos de resistencia, la población indígena del Ariguaní fue sometida.
Aunque la presión que ejercía el régimen colonial se redujo con las guerras de independencia del siglo XIX, las bases necesarias para la expansión de la economía ganadera y la colonización campesina ya estaban sentadas. La explotación de petróleo 16 . y maderas, y la construcción de ferrocarriles y carreteras aceleraron estos procesos17 Con ellos finalizó el relativo aislamiento de los nativos que habían logrado resguardarse en las zonas selváticas del área1817. De gozar de cierta autarquía y dominio sobre sus tierras, los indígenas pasaron a ser peones y jornaleros en haciendas ganaderas, ocupando uno de los lugares más bajo en una intricada red de relaciones asimétricas1918. La creación de un resguardo en 1990 alivió tal estado de cosas y propició un espacio en el cual la vida tradicional podía desarrollarse con mayor libertad2019. A pesar de esto, los ette siguen enfrentando graves problemas relacionados con la falta de tierras y la violencia ejercida por grupos armados paraestatales. Los traumáticos eventos que han tenido que enfrentar, aunados a una arraigada actitud orientada al mimetismo y al ocultamiento, condujeron a varios investigadores a considerar que los grupos indígenas de la región estaban o, bien, al borde de la 20 . Con todo, pareciera que el extinción o, bien, en franco estado de descomposición21 cambio social se hubiera efectuado por medio de esquemas culturales propios que, 14 José M. De-Mier, Poblamientos, T. II, 261 y 403. 15 Véase Marta Herrera Ángel, Ordenar para Controlar, 304 y José M. De-Mier, Poblamientos en la Provincia, T. II, 324-325 y 347. 16 Sobre el desarrollo e impacto que tuvieron estos procesos véase, entre otros, Orlando Fals Borda, El presidente Nieto. Historia doble de la costa 2 [1981] (Bogotá: Universidad Nacional, 2002), 77-89 y Carlos Alberto Uribe Tobón, “La etnografía de la Sierra Nevada de Santa Marta y de las Tierras Bajas Adyacentes” en Geografía Humana de Colombia. Nordeste indígena, T. II (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1992), 9-214 y 74-77. 17 Varios viajeros y etnógrafos visitaron al grupo en estas condiciones. Véase, por ejemplo, Gustaf Bolinder “Los últimos indígenas”, 10-27 y Joseph de Brettes “Chez les indiens du nord de la Colombie. Six ans d’explorations”, Le Tour du monde 4 (1898): 61-96 y 434-480. 18 Al respecto véase, entre otros, Héctor Osorio Gallego, “Chimila”, Artículos en lingüística y campos afines 6 (1979), 20-48 y Carlos Alberto Uribe Tobón, “Chimila”, 59-61. 19 Véase Pueblo Indígena Ette Ennaka Penarikwi. Plan de vida Ette Ennaka (Issa Oristunna, 2000). 20 Véase, por ejemplo, Norman A. Mc Quown, “The Indigenous Languages of Latin America”, American Anthropologist 57 (1955), 501-570, 521 y 549; Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi. Una tribu de la Sierra Nevada de Santa Marta, Vol. 1 (Bogotá: Procultura, 1985), 17; Carlos Alberto Uribe Tobón “La rebelión”, 117 e Ignacio Zarante, Diego Ossa, Roberto Mendoza y Gustavo Valvuena, “Descripción etnográfica, demográfica, y características en la salud de las comunidades indígenas visitadas por la Gran Expedición Humana”, en Geografía humana de Colombia. Variación biológica y cultural en Colombia, T. 1 (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 2000), 157-227 y 188.
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integrando nuevos acontecimientos a experiencias pasadas, les permitieron salvaguardar su identidad étnica. Hoy día comparten un complejo conjunto de prácticas y representaciones diferente del de sus vecinos mestizos y, en mucho sentidos, similar al de otros pueblos indígenas de América. A pesar que no existe un consenso general sobre un nombre grupal, todos rechazan el etnónimo chimila y prefieren identificarse con la expresión ette, literalmente, “gente”. Comparten una misma lengua, el ette taara, y aseguran provenir de un ancestro mítico común: Yaau. Los especialistas tienden a considerarlos como un pueblo de habla chibcha y, en esa medida, emparentado con otros 21 . grupos de los Andes Orientales, el Caribe colombiano y la Baja Centroamérica22
2. La estructura del universo Los ette consideran que el cosmos, en su forma actual, comprende tres grandes regiones superpuestas. Todas se designan con la ayuda de una expresión cuya traducción más acertada es “tierra”, itti. La totalidad de lo existente se organiza, así, sobre la Tierra de Abajo, la Tierra del Medio y la Tierra de Arriba. Su ordenamiento es el mismo que el de un edificio de tres pisos: la Tierra de Abajo sostiene a la del Medio y ésta, a su vez, a la de Arriba. La bóveda celeste de una región inferior constituye el suelo de la superior. Inversamente, el suelo de una región superior hace las veces de cielo de una inferior. Esta organización hace que la comunicación entre una y otra Tierra sea restringida y que la vida se desarrolle en cada una con cierta independencia. Los limites naturales que las separan son lo suficientemente grandes como para que sólo una pequeña cantidad de relaciones directas puedan ser mantenidas. Entre los vínculos que unen a la Tierra del Medio y la Tierra de Arriba, por ejemplo, se encuentra la participación del ciclo del día y de la noche que marca el recorrido del sol. En el extremo oriental del universo se cree que está emplazada una gran puerta por donde el astro empieza su recorrido hacia occidente. Allí reposa un instante y continúa por un pasaje que lo conduce a la Tierra de Arriba en donde reanuda su travesía en sentido inverso. El día de la región intermedia resulta ser la noche de la superior y viceversa. La Tierra de Abajo, por el contrario, se considera una región de tinieblas y oscuridad, a la que sólo puede accederse por ciertas grutas y pozos de agua (Figura No. 1).
21 Véase, entre otros, Terrell Malone “Chimila: Chibchan, Chocoan, Carib, or Arawakan?”, Ponencia en el XLVII Congreso Internacional de Americanistas (Nueva Orleáns, 1991), 14-15 y Adolfo Constenla Umaña, “La familia chibcha”, en Estado actual de la clasificación de las lenguas indígenas de Colombia, ed. María Luisa Rodríguez de Montes (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1993), 75-125, 106-109 y 120.
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Figura No. 1: Estructura del universo
El mundo de los ette, y el de todos los pueblos que les son contemporáneos, está ubicado sobre la Tierra del Medio. Este nivel fue preparado por Yauu, creador del universo y principal deidad masculina ette, para que sirviera de hogar al género humano. La Tierra del Medio, además, se corresponde con el torso de una poderosa entidad femenina. Algunos ette la denominan Yunari Kraari. “… Yunari es la misma Tierra Los arroyos son sus venas y las aguas son su sangre En su espalda y su pecho están los ette Sobre Yunari viven los ette Yunari está en la Tierra del Medio Ella es la Tierra del Medio Arriba hay cielo y abajo hay agua y en ambos lados vive gente Por eso decimos que los ette viven en el medio…” (Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Yunari Kraari también se conoce como Narakajamanta. El primer nombre hace referencia a su avanzada edad y considerable extensión: yunari comúnmente se traduce como “anciana” o “abuela” y kraari como “extenso” o “grande”. El segundo vocablo, narakajmanta, expresa la idea de maternidad: nara es un posesivo plural y kajmanta designa al progenitor femenino. La Tierra del Medio es una “madre tierra”. Mientras que ríos y arroyos son asimilados a sus venas y a su sangre, la vegetación hace las veces de su piel y vellosidades. Su ombligo, ubicado en los mitos en un pozo de agua cerca de la población de Sabanas de San Ángel, coincide con el centro del universo. Sobre la Tierra del Medio está la Tierra de Arriba. Puesto que el cielo de la primera constituye el suelo de la segunda, varios fenómenos atmosféricos mundanos son interpretados como eventos que se desarrollan en la región superior. Cuando varios cúmulos de nubes se agrupan en forma de círculo en el mundo de los ette se cree que los pobladores del cielo han abierto una ventana para observar a sus vecinos
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de abajo. Ellos son los ette koronda, “la gente con caparazón”, “la gente con pieles gruesas”. Haciendo salvedad del gran grosor de su piel, ni su aspecto ni sus hábitos culturales y lingüísticos difieren considerablemente de los de cualquier otro ette. Su mundo, asimismo, no es idéntico pero tampoco completamente extraño a la geografía de la Tierra del Medio. Aunque un tanto diferentes, en la Tierra de Arriba también hay selvas y montañas, ríos y llanuras, poblaciones de mestizos y de indígenas. Por fin, en la base del cosmos está la Tierra de Abajo. A diferencia de lo que sucede con la Tierra de Arriba, no existe un consenso claro sobre sus características precisas. Como sea, muchos ette coinciden en afirmar que es un mundo de agua, poblado por exóticos pueblos y animales. Debido a que no participa del recorrido del sol también se considera una región privada de luz, sólo apta para criaturas nocturnas. Armadillos y caracoles de inmensas proporciones son dos clases de seres que deambulan por esos territorios. La estructura de los diferentes niveles se conserva gracias a postes de madera emplazados en los límites de la Tierra del Medio. El cielo descansa sobre pilares de la misma manera en que el techo de una casa reposa sobre horcones. Cada uno de ellos es comparado con individuos ette en cuyos hombros reposa el peso del firmamento. El cielo y la tierra tiemblan cada vez que uno de estos hombres se mueve con el fin de relajar su cuerpo de alguna posición incomoda.
3. Ciclos destructivos A grandes rasgos, la estratificación del universo ette es similar a la que se encuentra 22 . De hecho, la idea de un mundo humaen otras poblaciones indígenas de América23 no encajonado entre varias regiones cósmicas está bien presente en otros pueblos chibchas. Mientras que los kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta piensan que el cosmos es un enorme huevo dividido en nueve secciones, los cuna del Darién sostie23 . Los barí de la Serranía del Perijá, nen que se compone de doce capas superpuestas24 por su parte, aseguran que la tierra habitada por hombres y animales está justo en el 25 . Una situación no muy distinta puede medio de un submundo acuático y seis cielos24 22 Sobre la estratificación del cosmos en América indígena véase Claude Lévi-Strauss, La alfarera celosa [1985] (Barcelona: Paidós, 1986), 111-116 y Gerardo Reichel-Dolmatoff, Orfebrería y chamanismo (Medellín: Compañía Litográfica Nacional, 1990), 23-32. Observaciones generales sobre este mismo tema se encuentran en Mircea Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis [1968] (Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1994), 213-217. 23 Para los grupos de la Sierra Nevada de Santa Marta consúltese Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. I, 225-227. Sobre los cuna del Darien véase Jorge Morales Gómez, “Los indios cuna”, en Geografía humana de Colombia. Región del Pacífico T. IX (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1992), 63-92 y 83. 24 Orlando Jaramillo Gómez, “Los barí”, en Geografía humana de Colombia. Nordeste indígena, T. II (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1992), 343-429 y 409.
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constatarse entre los u’wa de los Andes orientales y los bribri y cabecar de la Sierra 25 . de Talamanca en Costa Rica, los que comparten la idea de un universo tripartito26 La singularidad del pensamiento ette radica en que le otorga un dinamismo único a esta organización. La actual tripartición del universo no constituye un requisito para su funcionamiento. Ni la Tierra del Medio siempre ha estado en el medio, ni el universo siempre ha constado de tres regiones. El cosmos se ha venido transformando a través del tiempo, siguiendo una secuencia predeterminada en donde los ciclos destructivos marcan el ritmo del devenir. La extendida idea de un principio y un fin del hombre y la naturaleza, se complementa con aquélla que supone que la transición de uno a otro extremo está caracterizada por drásticos cambios en la estructuración de lo existente. La historia se realiza mediante la modificación del espacio. En ese sentido, la concepción ette pareciera alejarse de la de los pueblos chibchas y 27 . encontrar paralelos en la de algunos grupos mesoamericanos y amazónicos26 “... Ahora la tierra está joven Pero antes no era así Antes los ette no estaban por acá Estaban arriba y bajaron Cayeron de arriba... ... Los de antes eran los antiguos Y antes hubo otros y otros y así Por ahí se ven sus cosas Huesos y múcuras que salen de la tierra Todos destruidos porque Yaau los acabó...” (Luciano Mora Juurananta, Issa Oristunna, noviembre de 2003)
25 Sobre la estratificación entre los u’wa véase Ann Osborn, Las cuatro estaciones. Mitología y estructura social entre los U´wa (Bogotá: Banco de la República, 1995), 73-75. Sobre el mismo tema en grupos chibchas de la Baja Centroamérica es relevante Maria E. Bozzoli, El nacimiento y la muerte entre los bribris [1979] (San José: Universidad de Costa Rica, 1986), 19 y Alfredo González Chávez y Fernando González Vásquez, La casa cósmica talamanqueña y sus símbolos (San José: Universidad de Costa Rica, 1994), 88-89. 26 Las catástrofes y los ciclos de destrucción son temas recurrentes entre grupos mesoamericanos. Véase, por ejemplo, Federico A. Peterson, México Antiguo [1959] (México: Editorial Herrero, 1966, 213-235; Jacques Soustelle, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la Conquista [1955] (México: Fondo de Cultura Económica, 1992), 101-107. De otro lado, también se pueden encontrar interesantes similitudes entre los ette y algunos pueblos del nordeste amazónico como los yukuna-matapí un grupo arawak de la cuenca del río Mirití-Paraná. Véase, Martín von Hildebrand y Elizabeth Reichel, “Indígenas del Mirití-Paraná”, en Introducción a la Colombia Amerindia (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología, 1987), 135-150 y 146; Elizabeth Reichel de von Hildebrand, “Astronomía yukuna-matapí”, en Etnoastronomías americanas, comps. Jorge Arias de Greiff y Elizabeth Reichel de von Hildebrand (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1987), 193-232, 218-219 y 232.
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Pese a que son muy pocos los informes que pueden recogerse sobre la forma primitiva del universo, muchos están de acuerdo en que tuvo que estar compuesto por la Tierra de Abajo y cinco tierras superpuestas sobre Yunari Krari (Figura No. 2, Esquema A). El primer ciclo destructivo trajo como consecuencia que las cuatro tierras superiores se desplomaran sobre la primera, acabando por completo con todos sus habitantes y reduciendo el número de los niveles poblados (Figura No. 2, Esquema B). Esta situación se repitió dos veces más. Los niveles superiores cayeron con todo su peso sobre aquel que en ese momento descansaba sobre Yunari Krari, dejando una superficie de ruinas y escombros a su paso (Figura No. 2, Esquemas C y D). La organización actual del universo es, así, el resultado de tres grandes catástrofes (Figura No.1; Figura No. 2, Esquema D). Al igual que sus predecesoras, su existencia también es temporal. Los ciclos destructivos sólo terminarán una vez que el quinto y último nivel descienda sobre el cuarto y la organización tripartita del cosmos ceda su lugar a una dual (Figura No. 2; Esquema E). A diferencia de las demás tierras, la de Abajo permanece estable y no entra a formar parte activa del gran proceso. Figura No. 2: Ciclo del universo
No se tienen noticias precisas sobre los sucesos que tuvieron lugar durante los primeros ciclos destructivos. Los ancianos más versados en el tema consideran impo-
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sible que alguien sepa con exactitud lo que sucedió. Algo diferente ocurre con el proceso de destrucción que, otorgándole al universo su configuración actual, causó que la cuarta tierra cayera sobre la tercera. Numerosas narraciones míticas se refie28 . ren a tal acontecimiento27 La tercera Tierra estaba poblada por los ette chorinda, “la gente de antes”, “los antiguos” (Figura No. 2, Esquema C). Era un pueblo extremadamente belicoso. Los hombres se entrenaban en el manejo de la macana, el arco y las flechas envenenadas desde muy temprana edad. Sus jefes podían transformarse en bestias asesinas y lanzar dardos invisibles a sus enemigos. Estas habilidades y su marcada agresividad los condujo a vivir en un estado permanente de guerra con poblaciones indígenas y no indígenas. Se asegura que eran estas personas, y no los actuales ette, los verdaderos “chimilas”. Sus más grandes enemigos, de otro lado, son frecuentemente identificados como “españoles”. La dureza con la que los mitos describen los enfrentamientos entre estos dos bandos sólo es comparable con los crudos testimonios que se encuentran en las crónicas del siglo XVIII. Las muertes, las decapitaciones, las quemas de cultivos, la destrucción de poblados, las luchas cuerpo a cuerpo, la captura de 28 . En ese sentido, prisioneros y el hambre son temas que aparecen en ambas fuentes29 la mitología debe ser vista como una valiosa fuente de información histórica. La violencia generalizada en que se desenvolvieron las relaciones humanas de esta tierra propició la aceleración del ciclo destructivo. Muchos indígenas coinciden en que “había mucha muerte y mucha guerra” y que la espalda de Yunari Krari estaba completamente manchada de sangre. Esta situación enfureció a Yaau, quien no pudiendo soportar el sufrimiento que sus hijos se causaban entre sí, decidió preparar la llegada de un nuevo mundo por medio de incendios, inundaciones y ventiscas. Se cuenta que Yaau prendió fuego, vertió agua y sopló viento repetidamente sobre hombres, animales y plantas hasta que ningún ser vivo quedó en pie. “… En la tierra había mucha sangre y guerra Yunari Krari estaba triste porque su espalda estaba manchada Entonces la tierra se tenía que acabar Se iba a acabar con fuego, agua y viento
Yaau mandó fuego, agua y viento, uno detrás de otro Prendió fuego y más fuego hasta que todo quedo quemado Después vertió agua y más agua hasta que quedó todo inundado 27 Véase Juan Camilo Niño, Cosmología e interpretación, Anexo A y Ooyoriyasa, 295-298 y 301-302. En el material recogido por Gerardo Reichel-Dolmatoff entre el grupo a mediados del Siglo XX, también se encuentra una historia relativa a un cataclismo universal. Véase Gerardo ReichelDolmatoff, “Mitos y cuentos de los indios chimila”, en Boletín de arqueología 1:1 (1945): 4-30. 28 Véase Antonio Julián, La perla, 154-158; José M. De-Mier, Poblamientos en la Provincia T. I, 82 y 224-225; T. II, 145, 162, 261, 312, 390, 396 y 403. También son relevantes Wadsworth Clarke Douglas, Patterns of Indian, 86-90 y 151-156; Marta Herrera, Ordenar para controlar, 265-286.
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Más tarde sopló viento y más viento hasta que todo quedo tumbado Y así otra vez…” (Carlos Sánchez Purusu Takiassu Yaau, Narakajmanta, septiembre de 2003)
Una vez que el agua y el fuego terminaron de limpiar el cuerpo de Yunari Krari, la cuarta tierra pudo descender. El mundo de los “españoles” y los ette chorinda quedó sepultado bajo espesas capas de barro. Sus culturas quedaron reducidas a huesos y fragmentos de cerámica. En la mayoría de historias su destrucción fue total y sólo en algunas pocas ocasiones se sostiene que un pequeño grupo de indígenas pudo 29 . sobrevivir ocultándose en un hoyo cavado en el suelo30
4. Procesos regenerativos El proceso destructivo sigue un curso que por ningún motivo es arbitrario y que, antes bien, delata la sutileza y complejidad de la concepción ette del devenir. El fuego es el primer elemento que se descarga sobre la tierra. Enseguida está el agua y, después, el viento. Este orden se repite una y otra vez hasta que todo queda convertido en una mezcla de lodo y cenizas. Despojados de su carácter hiperbólico, los tres motivos son bien conocidos por los ette. En efecto, pareciera existir una relación bastante estrecha entre los acontecimientos históricos, el ciclo anual estacionario y la actividad horticultora. El vínculo que se sugiere relaciona tres ordenes de fenómenos que, aunque bien diferenciados, se les atribuye un mismo carácter cíclico. El fuego y el agua que periódicamente destruyen el mundo, las temporadas de verano e invierno que se suceden anualmente y, por fin, la quema y las lluvias necesarias para el desarrollo de la agricultura, se replican mutuamente. Debajo de ellos subyace una idea central dentro del pensamiento ette: la de regeneración (Figura No. 3). Independientemente de sus dimensiones, todos los elementos destruyen y crean y, al hacerlo, delatan el paso del tiempo y permiten el desarrollo de la vida. Figura No. 3: Elementos de regeneración
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Algunos de estos motivos aparecen en el material mitológico recogido por Gerardo ReichelDolmatoff a mediados del siglo XX. Por un lado, se narra cómo los chimila “bajaron” a la tierra desde alguna región superior. Por otro, se relata que uno grupo de indios pudieron salvarse del diluvio construyendo “una gran casa de piedra bajo la tierra”. Véase Gerardo Reichel-Dolmatoff, “Mitos y cuentos”, 6-7.
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La estrecha relación entre los ciclos estacionales severos y la presencia de mitos e historias relativas a catástrofes universales ha sido tempranamente notada por diferentes estudio31 . En el caso ette, el fuego y el agua que Yaau arroja sobre los hombres reproduce, a sos30 una escala mayor, el intenso calor y las torrenciales lluvias que se suceden anualmente en la región. Los indígenas experimentan cada año el modelo que funda y hace tangible la historia universal. La estación seca y, en especial, aquella con la que se inicia el año, es descrita como una época de sed y sequedad. Durante ella son frecuentes los sueños y presagios que anuncian el fin del mundo. Las lluvias que determinan su final están acompañadas de inundaciones, enfermedades y, en el peor de los casos, vientos huracanados que destruyen casas y cultivos. Sin embargo, y sin que implique ninguna clase de paradoja, su llegada también se espera con ansiedad. El invierno supone la continuación exitosa de la actividad agricultora y, consecuentemente, la perennidad la vida social. Inevitablemente unido a la estacionalidad, el ciclo agrícola también replica la tragedia humana. En su conjunto, la actividad horticultura, la tala y la quema que exige, las lluvias de las cuales depende coinciden con el desarrollo del gran proceso destructivo. La regeneración universal encuentra otro modelo terrenal en el método del horticultor. Con el objeto de convertirla en un terreno productivo, la tierra es despejada con hachas y machetes de la vegetación silvestre que la cubre. Los desechos que la labor deja son quemados antes que el verano llegue a su fin, transformando el paisaje en una mixtura de luces y humo. Las semillas conservadas en la estación seca son depositadas en un suelo compuesto por cenizas a la espera de las lluvias venideras. Dependiendo de la época del año y la dirección de donde se oiga tronar, las precipitaciones pueden ser de Yaau o de su contraparte femenina Numirinta. El agua de las dos deidades se encarga de limpiar la tierra y propiciar el crecimiento de nuevas plantas. Esta generación de vida, bien presente en el ciclo estacionario y el agricultor, atraviesa por igual los acontecimientos históricos. De hecho, la simetría entre las tres dimensiones se expone mediante una hermosa analogía. Tal y como acontece en otros grupos chibchas, 32 El proceso antropogénico es análogo los ette gustan comparar las personas con semillas.31 al de la germinación. Los seres humanos son el resultado de una siembra. Como cualquier otro grano, fueron depositados en una tierra sometida a las quemas, las lloviznas y al cuidado de las grandes deidades. Así lo expresó una anciana ette: “… Antes que bajara el mundo Yaau salvó una pareja de cada grupo de indios… Yaau los salvó en pensamiento Como cuando uno salva una semilla para la próxima cosecha 30 Véase, por ejemplo, James George Frazer, El folklore en el antiguo testamento [1907-1918] (México: Fondo de Cultura Económica, 1986), 66-187. 31 Véase María E. Bozzoli, El nacimiento, 14, 30 y 42; Enrique Margery Peña, Mitología de los Bocota del Chiriqui (Quito: Ediciones Abya-Yala, 1994), 44; Ann Osborn, Las cuatro estaciones, 180-182 y Gerardo Reichel-Dolmatoff, Los kogi, T. II, 85-88.
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El actuó así porque quería a sus hijos Quería que se salvaran de tanta violencia Cuando ya estaban seguros mandó el fuego y el agua y todo quedó enterrado Entonces cogió esas semillas y las fue esparciendo por el mundo…” (Luisa Granados Diiñato, Ette Butteriya, octubre de 2003)
La labor de Yaau más que puramente creativa es de fertilización. Su fuego y su agua poseen virtudes disolventes pero también germinativas. Sobre la masa informe que el proceso destructivo originó, y de la misma manera en que un agricultor se esmera por hacer que el grano de maíz se convierta en mazorca, la deidad se encargó de garantizar la aparición de un nuevo pueblo. Su tarea, por ende, sólo podía ser llevada a cabo con la ayuda de una entidad femenina: Yunari Krari. El nuevo mundo es el producto de su cohabitación simbólica. Yunari, la tierra, con su enorme capacidad generativa fue fertilizada por Yaau. Por eso, y sin importar su antigüedad, la tierra de los ette descendió del cielo como tierra nueva, como semilla recién germinada. Las descripciones de su estado prístino siempre están acompañadas de adjetivos que resaltan su pureza. “… Yaau limpió toda la espalda de nuestra madre La limpió de la sangre con agua y con fuego Dejó todo nuevo Tierra y plantas nuevas... ... Hizo su trabajo para sus hijos Para que bajaran nuevos Los chimilas se acabaron, esos eran los de antes Nosotros somos gente nueva Somos ette takke...” (Rafael Mendinueta Diitu, Ette Butteriya, octubre de 2003)
Esa “gente nueva” estaba conformada por los padres de los padres de los actuales indígenas. Los ette, de esta suerte, no se consideran un pueblo de orígenes remotos. No establecen ningún tipo de lazos genéticos con las poblaciones que otrora habitaron el área. Tampoco creen que el material arqueológico hallado en su territorio tenga relación con su cultura. La identificación con los “chimilas” es rechazada abiertamente, tendiéndoles a imputar características opuestas a las que se adjudican a sí mismos. Nada más odioso para un ette que la violencia, la belicosidad y la brujería del antiguo pueblo. Sobre todas las cosas, ellos son ette takke, “gente nueva”, expresión que, por lo demás, utilizan habitualmente para autodenominarse. A pesar de partir de un conjunto diferente de supuestos, la historiografía tradicional señala la misma ruptura enfatizada por la mitología indígena. La violencia ejercida durante el siglo XVIII contra las poblaciones nativas de las llanuras de Ariguaní representó la consu-
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mación de un largo proceso. El sometimiento de los grupos que los europeos denominaban “chimilas” coincidió, para las poblaciones nativas, con la destrucción del universo y el fin de un orden social particular. Simultáneamente, significó la posibilidad de regenerarse y construir una nueva identidad étnica. En la historia indígena, la llegada de los ette takke marca el inicio de una nueva era en donde el pasado ha sido abolido. Los ette son hombres nuevos en una tierra nueva. Las faltas y errores de la humanidad han sido redimidos por medio de catástrofes y cataclismos. El proceso de regeneración termina en este punto. Con el correr del tiempo, la lozanía de este nuevo mundo se irá desvaneciendo y los seres humanos enfrentarán un nuevo ciclo destructivo. Los actuales ette piensan que ese momento no está lejos. La violencia política de la región los conduce a pensar que la espalda de Yunari Krari otra vez se encuentra manchada de sangre. En su opinión, sus vecinos mestizos sostienen una cruel guerra que tarde o temprano encolerizará a Yaau y estimulará el fatídico descenso de los ette kooronda. Con este suceso los ciclos cósmicos concluirán definitivamente y el universo entrará en un estado de pasividad. A diferencia del de todos sus antecesores, el mundo de los ette kooronda será eterno. No habrá violencia de ninguna clase ni una sexta tierra que caiga sobre él.
5. El sentido de la historia Para los ette, las destrucciones y recreaciones periódicas del cosmos hacen parte del ritmo fundamental del devenir. A diferencia de lo que ocurre en la mitología de otros grupos, los cataclismos y las catástrofes no se restringen a un pasado remoto o a un futuro más o menos lejano. Tampoco son concebidos como situaciones únicas o anómalas. Ante todo, hacen parte del curso normal de la historia. El tema no sólo está reservado a la tradición oral. También aparece, y con bastante frecuencia, en los sueños, en los dibujos de los niños y en las conversaciones informales de los adultos. Este hecho tiene importantes consecuencias. A la historia le es adjudicado un sentido, una dirección predeterminada que orienta, o al menos trata de orientar, el curso de los acontecimientos. El devenir está sometido a un modelo trascendente que, en su nivel más general, se corresponde con el ciclo total del universo y, en un nivel más inclusivo, con el orden de sucesión de los eventos que se desarrollan en cada una de las diferentes Tierras. En el primer caso se constata un trayecto lineal: un universo compuesto por seis grandes regiones gradual e inevitablemente se transforma en uno de solamente dos. El segundo, por su parte, es cíclico: haciendo salvedad de la quinta y última, en cada tierra se verifican una serie de acontecimientos que se reproducen y repiten en el tiempo. En las dos situaciones los sucesos no son un despliegue de arbitrariedades. Antes bien, acusan una estructura coherente y, sobre todo, llevan a un fin preciso. El universo cambia de estructura a través del tiempo por medio de ciclos destructivos y regenerativos que comparten patrones similares.
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Dentro de esta lógica, el acontecimiento adquiere una particular naturaleza. Los grandes eventos históricos difícilmente pueden considerarse como arbitrarios. Su realidad, el hecho de que se concreticen en el tiempo, no depende del valor que tienen en sí mismos sino, al contrario, de su participación en el modelo trascendente que dirige el curso del devenir. Este hecho es más acusado si se tiene en cuenta que la historia se desarrolla de forma semejante cada vez que una Tierra desciende y destruye a la que precede. A grandes rasgos, los sucesos se repiten. Su carácter contingente se diluye en las fuerzas que ordenan la historia, percibiéndose como réplicas más o menos fieles de un original. Una y otra vez, Yaau ha mandado fuego, agua y viento sobre el mundo; una y otra vez la naturaleza ha vuelto a renacer de las cenizas y el lodo; una y otra vez los hombres han manchado de sangre la espalda de Yunari Krari. En definitiva muy poco puede hacerse para impedir las grandes catástrofes universales. El ciclo cósmico, al igual que el climático, sigue un curso cuya orientación es independiente de la voluntad humana. Ante semejante situación, hombres y mujeres se afanan por calcular la época en que viven y prever los sucesos que tendrán que enfrentar. Las narraciones míticas de tiempos pretéritos se proyectan en el futuro, convirtiéndose en conocimientos sobre el porvenir. De la misma manera en que la aparición de ciertas constelaciones en el horizonte sirve para determinar el punto en el que se encuentra el ciclo agrario, algunos fenómenos naturales y sociales anuncian la proximidad o lejanía de un periodo de destrucción. La violencia política, la desaparición del bosque tropical y el paulatino abandono del modo de vida tradicional por parte de los jóvenes son para los ette signos que delatan la condición terminal de su mundo. Saben que pronto Yaau se hartará de esta caótica situación y desencadenará un nuevo proceso destructivo.
6. El devenir y la acción humana A pesar de todo, esta modalidad de la experiencia histórica no debe ser tomada en un sentido demasiado rígido. Tampoco debe suponerse que el fatalismo sea la actitud predominante que la acompaña. Más que un desenvolvimiento mecánico de los acontecimientos en el tiempo, lo que se constata es una realización más o menos discontinua de eventos previamente fijados. La historia tiene un sentido y un fin preciso, pero la velocidad de los procesos por los que se concretiza puede ser objeto de manipulación. Si bien la destrucción del mundo es inminente, este acontecimiento puede ser acelerado o retardado a través de diferentes medios. La precaria condición que soportan los ette por el hecho de hallarse en una trayectoria conclusiva del ciclo 33 . cósmico, no los conduce a asumir una postura pesimista ante la vida32 32 En ese sentido, la concepción ette de la historia pareciera ser mucho más flexible que aquélla con la que tradicionalmente se ha caracterizando el pensamiento de otros grupos indígenas y, en especial, el de los mesoamericanos. Para Jacques Soustelle, por ejemplo, el hombre mesoamericano “está dominado por el sistema de los destinos, no le pertenece ni su vida terrestre ni su supervivencia en el más allá, y su existencia sobre la tierra está sobredeterminada en todas sus fases”. Jacques Soustelle, La vida cotidiana, 123. También véase Tzvetan Todorov, La conquista
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Varios conjuntos de prácticas y representaciones dejan entrever las posibilidades que tienen los seres humanos de prever el futuro e intervenir en el curso de la historia. Entre muchos indígenas son populares las historias de héroes que pudieron retrasar el descenso de la Tierra de Arriba, congelando a los ette kooronda en el firmamento o convirtiéndolos en constelaciones. Su acción arquetípica es imitada en la vida diaria por los ancianos y los especialistas religiosos del grupo. Cada vez que los niveles de violencia aumentan, las lluvias se retardan o el verano se torna demasiado intenso, esto es, cada vez que aparecen signos de descomposición en el mundo, los ette despliegan una basta gama de recursos orientados a recordarle a Yaau que ellos, sus hijos, aún son muy jóvenes para desaparecer. Sobre el género humano y, en especial sobre los ette, descansa la enorme responsabilidad de retrasar, hasta donde sea posible, el fin del mundo. La dinámica de las acciones cambia en función del síntoma que se presente. Un temblor de tierra demanda la celebración de una reunión en una vivienda construida siguiendo los parámetros tradicionales. Los hombres de mayor edad abrazan con sus manos cada uno de los postes que sostienen el techo y oran para que los pilares del universo se mantengan firmes, impidiendo que el firmamento se desplome. El ambiente ritual en el cual la labor se desarrolla permite identificar las vigas de madera de la casa con las inmensas columnas cósmicas. De otro lado, ante una prolongada sequía los esfuerzos de los ette se centran en la organización de fiestas en donde se ofrece a las deidades una cantidad considerable de bebidas fermentadas. La aceptación del liquido por parte de ellas ser verá reflejada en el mundo de los hombres en forma de tormentas y precipitaciones. Si, por fin, se trata de estallidos de violencia, la atención recaerá en la recitación de extensas plegarias y ensalmos. Este ejercicio tiene por objetivo disuadir a los jóvenes de entrar a formar parte del ciclo de agresiones y, así, impedir que el suelo se manche de sangre derramada por indígenas. Los siguientes apartes de una ensoñación, junto con la interpretación que recibió y las reacciones que suscitó, son otro ilustrativo ejemplo al respecto: “... Soñé que el mundo quería acabarse Me mostraron que el mundo quería acabarse Había sangre y estaba oscuro Había mucha gente corriendo La tierra se caía y me tocaba correr El suelo se movía y se venía para abajo Me perseguía Y ruido por todos lados. La tierra crujía y tronaban relámpagos...
de América. El problema del otro [1982] (México: Siglo XXI, 1998), 72 y 75; Federico A. Peterson, México antiguo, 213. Queda por examinar en qué medida la concepción ette de la historia puede aclarar la realidad mesoamericana.
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... Daba mucho miedo Me sentía triste y miserable El fuego acababa todo El viento acababa todo Había que hacer ceremonia porque el mundo se iba acabar Los ette kooronda estaban apurando para bajar Eso iba a pasar Tocaba rezar y hacer ceremonia...” (Pablo Masías Yaaude Kraanti, Octubre de 2003)
Sueños como éstos fueron experimentados por varios ancianos durante la misma época. Todos ocurrieron en circunstancias particulares. Se remontan a un periodo de violencia y hambre a principios del presente siglo. Durante ese tiempo empezaron a manifestarse señales del advenimiento de un nuevo ciclo destructivo. Grupos armados paraestatales ejercían un estricto control sobre la población de la región. Las restricciones de movilidad, las desapariciones forzadas, los asesinatos selectivos y las amenazas verbales eran una realidad que los ette tenían que enfrentar a diario. Una prolongada escasez de lluvias corroboró la grave situación que la Tierra del Medio atravesaba por aquel entonces. Situada en éste contexto, la predicción que se derivó es perfectamente coherente. El soñante reconoció en su experiencia una situación embrionaria. Las imágenes oníricas le brindaron un vistazo de la dirección y rapidez con la que se desarrollaban los acontecimientos. La veracidad de la interpretación se apoyó en el hecho de acoplarse con comodidad a la lógica del devenir. En este caso, como en muchos otros, el pasado de los mitos se confundió con las visiones del futuro que los sueños proporcionan. Llegado a este punto, el ejercicio interpretativo pasó de lo especulativo a lo pragmático. Se planeó en común acuerdo un conjunto de acciones encaminadas a detener el augurio. Por medio de la celebración de ceremonias y la ejecución ensalmos se procuró descontaminar el cuerpo de Yunari y aconsejar a los jóvenes del grupo para que se distanciaran de cualquier situación que involucrara la agresión. El objetivo no radicaba en cambiar la historia sino, más bien, en retrasar su desarrollo. Los indígenas son conscientes de que el fin de la Tierra del Medio es un evento inevitable, pero que, por ser predecible, es susceptible de ser prorrogado. Cuando el último de los ette haya desaparecido u olvidado su tradición, entonces no habrá nadie que prevea la gran catástrofe y, consecuentemente, nadie que impida que los pilares cósmicos cedan y la quinta tierra se desplome. En suma, la acción humana es eficaz pero tiene un rango de acción limitado sobre el curso del devenir. La idea de un futuro indeterminado, de un porvenir que los hombres pueden moldear a su antojo, es ajena al pensamiento ette. El indígena no pretende dominar radicalmente el acontecer histórico, sino, en cambio, entender su ritmo, prever su curso, adaptarse a él y, de llegar a ser necesario, entorpecerlo y obs-
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taculizarlo. Los ette manifiestan una constate preocupación por descifrar los signos del paso del tiempo, augurar el futuro e intervenir en su desenvolvimiento. Esta modalidad de la experiencia histórica, un poco estrecha con respecto a la potencialidad de la acción humana si se la observa desde la perspectiva de Occidente, puede resultar más comprensible al situarla en el debido contexto. Las concepciones ette sobre el porvenir no se encuentran desligadas de las condiciones sociales y materiales que el grupo ha tenido que soportar durante los últimos tres siglos. En muchos sentidos, a los ette les ha sido escamoteado su futuro. Fueron despojados de sus tierras mediante métodos violentos y opresivos. Paralelamente, se vieron forzados a acomodarse a las reglas de juego de una sociedad extraña, reteniendo tan sólo una pequeña parte del control sobre los medios necesarios para su propia reproducción social. Difícilmente, entonces, pueden considerarse dueños de su destino. Tal y como lo ha sostenido Pierre Bourdieu en otro contexto, para que un pueblo aspire dominar el futuro por lo menos tiene que tener un 33 . Es esta posibilidad, precisamente, la que de manera mínimo control sobre su presente34 continua y sistemática le ha sido negada a los ette.
Conclusiones Los ette comparten una compleja serie de nociones sobre su propia historicidad. A pesar de haber sido descritos como un pueblo en estado de descomposición, sus ideas sobre el tema no son simples ni fragmentarias. Muy al contrario, delatan originalidad, profundidad filosófica y una gran consistencia interna. Desde un punto de vista global, además, hacen parte integral de un conjunto más amplio de prácticas y representaciones. Para los ette la historia tiene un sentido preciso, una dinámica particular y un principio y un fin determinados. El universo cambia de estructura y composición a través del tiempo por medio de un número limitado de ciclos de destrucción y regeneración. En cada uno de ellos, el orden de sucesión de los eventos se repite de manera más o menos similar. Su desarrollo, sin embargo, no es estrictamente mecánico, permitiendo hasta cierta medida, y restringiendo hasta cierta otra, la intervención humana en el curso del devenir. Varios puntos merecen resaltarse al respecto. En primer lugar está la estrecha relación entre tiempo y espacio. La exposición de la concepción de historia no pudo abstraerse de la explicación de la estructuración del cosmos. El espacio no es un simple escenario sobre el cual se desarrollan los acontecimientos. Antes bien, comparte con el tiempo un importante componente procesual. Para el pensamiento indígena la totalidad de lo existente se distribuye en estratos, cuya cantidad disminuye por efecto de ciclos destructivos. Cada cierto periodo de tiempo suceden cataclismos 33 Pierre Bourdieu, “The Attitude of the Algerian Peasant toward Time”, en Mediterranean Countrymen. Essays in the Social Anthropology of the Mediterranean, ed. Julian Pitt-Rivers (París: Mouton, 1963), 55-72 y 70-71.
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que acaban por siempre una porción del universo y, simultáneamente, concluyen e inician una nueva etapa histórica. El ordenamiento del tiempo resulta ser inseparable del ordenamiento del mundo. Ligado a este tema se encuentra la forma en la que los ette concilian las tendencias lineales y las cíclicas. En efecto, su concepción sobre el devenir pareciera ser una amalgama de las orientaciones que se inclinan a asignarle al tiempo un sentido puramente circular y aquellas otras que hacen que los acontecimientos se desenvuelvan entre dos finitos atemporales. Los ette comparten la idea de una regeneración periódica del tiempo y, paralelamente, la de que esta regeneración será abolida definitivamente en un futuro. En ese sentido, el pensamiento indígena parece haber conjugado armoniosamente reflexiones sobre hechos irreversibles como la muerte y la descomposición, por un lado, y, por el otro, fenómenos iterables como el ciclo climático y el agricultor. Por lo demás, son justamente estas reflexiones sobre procesos terrenales las que hacen que el modelo del devenir sea lógico, real e, incluso, tangible. Finalmente, debe llamarse la atención sobre la capacidad que se le concede a los seres humanos para incidir en el devenir. El hecho de que la historia tenga un sentido y un fin predeterminado no anula la importancia de su acción. La conducta que los ette asumen al respecto está lejos de ser de resignación irreflexiva. Aunque el futuro no se concibe como un campo abierto de posibilidades, el ritmo en el que se desenvuelven los acontecimientos sí se considera un proceso susceptible de manipulación. La destrucción del mundo es irremediable pero que éste sea un evento próximo o lejano es una cuestión que, en buena parte, está en poder de los humanos. La actitud de los ette frente la historia es, entonces, de activa intervención. Ancianos, lideres y especialistas religiosos presentan una marcada preocupación por garantizar la continuidad de su pueblo y de la vida. Sintetizando, puede afirmarse que el pensamiento histórico de los ette ha sabido articular coherentemente la experiencia del tiempo y la del espacio, las concepciones temporales circulares y las lineales, los ciclos cósmicos y los terrenales, la irrevocabilidad del futuro y la posibilidad de alterar el ritmo del devenir. Aunque fundada sobre supuestos diferentes, esta serie nociones no parece ser menos lógica y coherente que aquellas sobre la cuales se ha fundado nuestra propia experiencia histórica.
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La constitucionalidad de contienda: la promoción jurídica de la guerra civil en la Colombia del siglo XIX Marie-Laure Basilien-Gainche1 Resumen: El siglo XIX colombiano ofrece la posibilidad de estudiar la forma en la que los actores políticos hicieron uso de las normas jurídicas. De hecho, las constituciones pueden ser entendidas como la traducción jurídica de los triunfos militares y de los cambios en la alternación del poder e, incluso, como promotoras de los espacios de confrontación y de condiciones propicias para la anarquía. La oposición entre conservadores y liberales se manifestó en los campos de batalla y en las instituciones estatales, lo que se expresó en una multiplicidad de textos constitucionales. Así, la norma fundamental, lejos de instaurar el orden jurídico, promovió el desorden político. Palabras clave: Constitución, centralismo, federalismo, anarquía, siglo XIX, Colombia, derecho.
The Constitutionality of Conflict: The Legal System’s Role in Promoting Civil War in Nineteenth-Century Colombia Abstract: Nineteenth-century Colombia offers the opportunity to study the ways in which political actors made use of the law. In fact, the constitutions can be understood as the legal translation of military triumphs and shifts in power, and even as instigators of confrontation and conditions propitious for anarchy. The opposition between Conservatives and Liberals, manifest both on the battle field and in state institutions, were expressed in a series of constitutions. Thus, instead of establishing the rule of law, constitutions promoted political disorder. Keywords: Constitution, centralism, federalism, anarchy, nineteenth century, Colombia, law. Artículo recibido: 4 de junio de 2007; aprobado: 27 de julio de 2007; modificado: 8 de agosto de 2007.
v Doctora en Derecho Público, Science-Po Paris. Maître de conférences en droit public, Université Paris 3 Sorbonne Nouvelle (París, Francia). Entre sus áreas de interés investigativo se encuentran el Derecho público, el Derecho constitucional en América Latina y el Derecho comunitario. Algunas de sus publicaciones más recientes son : “Les pronunciamientos bolivariens : de la dictature à la république”, dans Le coup d’Etat : recours à la force ou dernier mot du politique, édité par Christophe Boutin et Frédéric Rouvillois. Paris: François-Xavier de Guibert, 2007, 243-260; “La libéralisation communautaire des marchés de l’électricité et du gaz : une reconfiguration des obligations de service public”. AJDA (15 janvier 2007): 66-74 ; “Forces armées, ordre intérieur, états d’exception en Colombie: une question de légitimité”, dans Armées et Pouvoirs en Amérique Latine, sous la direction de Renée Fregosi. Paris: Editions de l’IHEA, 2004, 133-146. marielaure.basilien@univ-paris3.fr
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La constitucionalidad de contienda: la promoción jurídica de la guerra civil en la Colombia del siglo XIX ♣ La historia constitucional de la Colombia del siglo XIX ofrece al especialista en derecho público, y en particular al constitucionalista, una ilustración casi paradigmática de la forma como los actores políticos instrumentalizaron las cartas fundamentales. Estos actores no sólo consagraron en los textos constitucionales las victorias obtenidas por la espada en los campos de batallas, sino que las convirtieron en factores de oposición constante e, incluso, de confrontaciones violentas. De ahí el interés por abordar el periodo desde una perspectiva jurídica. Por cierto, es usual remontarse a la Convención Constituyente de 1828, considerándola como la primera de las oposiciones fundacionales del Estado colombiano, en este caso la que se dio entre bolivarianos y santanderistas. Sin embargo, resulta muy delicado precisar las bases de esta divergencia más allá de la virulenta confrontación entre dos personalidades. De hecho, hicieron falta unos 20 años para que el escenario político colombiano se organizara alrededor de los dos partidos tradicionales (conservador y liberal), que se entienden, a veces apresuradamente, como herederos de los dos próceres de la Independencia del país21. En todo caso, fue en 1849 cuando aparecieron los dos periódicos que sostuvieron ambos partidos históricos colombianos: el diario conservador La Civilización fue dirigido por Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro, y las páginas del liberal El Aviso, animadas por la pluma de Ezequiel Rojas. Los artículos de ambos periódicos dialogaban entre sí, permitiendo a los partidos definirse en una dinámica de oposición constante32. En los conservadores se evidencia la preocupación por el orden para garantizar, entre otras cosas, el respeto de la propiedad y los privilegios, por una parte, y la reverencia por la moral cristiana, por otra. En los liberales sobresale la idea de la racionalidad de la libertad y la confianza en la razón que conduce al materialismo y a la tolerancia. Estas confrontaciones ideológicas no se expresaron solamente en las columnas de los periódicos, se manifestaron también y, sobre todo, en los campos de batalla y en los textos de las constituciones. Lo anterior porque la figura tradicional del caudillo perduró, asociando, así, el poder político y el mando guerrero. También porque la potencia simbólica de la norma se afirmó, institucionalizando las victorias ♣ Este artículo es resultado de la investigación doctoral en Derecho público titulada “Etat de droit et états d’exception : étude d’une relation dialectique à partir du constitutionnalisme colombien”, dirigida por el profesor Jean-Michel Blanquer. Traducción de Marta Herrera Ángel y Muriel Laurent. 1 Antonio José Rivadeneira Vargas, Historia constitucional de Colombia (Bogotá: Editorial Horizontes, 1978), 109. 2 Luis Carlos Sáchica, Nuevo constitucionalismo colombiano (Bogotá: Editorial Temis, 1994), 19.
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militares y los éxitos políticos. Es por ello que los textos constitucionales se movieron al ritmo de la alternancia de los partidos en el poder, alternancia que resultaba de los triunfos obtenidos por la espada. Los conservadores querían un Estado fuerte, capaz de garantizar el orden y la unidad; soñaban con un poder ejecutivo central, que dispusiera de importantes facultades tanto para las situaciones normales como para las circunstancias excepcionales. Los liberales, en cambio, temían el poderío del Estado y buscaban imponerle el respeto por la libertad y la diversidad, se esforzaron por reducir las atribuciones del poder ejecutivo central a su mínima expresión, el cual no podría detentar poderes extraordinarios. La historia política de Colombia de 1830 a 1886, que se caracterizó por estas querellas incesantes entre las oligarquías partidistas, vio sucederse las constituciones: aprobación de la Constitución del 1o de marzo de 1831; toma del poder por parte de los conservadores que expidieron la del 20 de abril de 1843; regreso de los liberales que adoptaron el texto del 21 de mayo de 1853, escisión en el seno de los liberales entre moderados y radicales, logrando estos últimos imponer sus opciones políticas en las constituciones del 22 de mayo de 1858 y del 8 de mayo de 1863. Sin embargo, una vez reconocido en esta última el principio de libertades máximas y de un orden mínimo, Colombia entró en un proceso de proliferación de espacios y motivos de confrontación, de los cuales Rafael Núñez hace una muy sombría descripción en su artículo “La paz científica”, aparecido en Bogotá el 3 de enero de 1882. Así, por miedo a la tiranía, Colombia se ve inmersa en la guerra civil, en la anarquía. Según Raymond Polin, Thomas Hobbes fue un eminente analista de la anarquía: se interesó por la alternativa entre la sociedad civil, que lleva implícita la concepción de soberanía absoluta, y el estado de naturaleza que refiere al peligro anarquista34. El estado de naturaleza se entiende como la ausencia en primer lugar de poder coercitivo, en segundo lugar de disciplina y de uso de la razón y, por último, de seguridad y de paz54. Ahora bien, esta es la situación que contribuyeron a instaurar en Colombia las constituciones de 1858 y 1863. Sembraron los dos gérmenes de la anarquía: por una parte, la reducción a minima de las facultades de los poderes públicos, particularmente del poder ejecutivo central y, por otra parte, el reconocimiento a maxima de las libertades públicas de las personas privadas y de las personas morales, como sería el ejemplo de las entidades provinciales. Luego de la Independencia, las oligarquías provinciales surgidas del caudillismo se impusieron como familias señoriales que reinaban sobre sus feudos y trataban de obtener la independencia e incluso la soberanía de sus provincias65. Lo anterior debido a la desaparición de la antigua ad3 4 5
Raymond Polin, Politique et Philosophie chez Thomas Hobbes (París: PUF, 1953) y Raymond Polin Hobbes, Dieu et les Hommes (París : PUF, 1981). Pascale Pasquino, “Thomas Hobbes : la Condition Naturelle de l’Humanité”, Revue Française de Science Politique 44:2 (abril de 1994): 296-297. Iván Orozco Abad, Combatientes, rebeldes y terroristas (Bogotá: Temis, 1992), 99-103.
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ministración colonial y a la deficiencia de la nueva autoridad central, de tal forma que el poder se veía despojado ante la proliferación de estos espacios de contienda. Ahora bien, la intensificación de las confrontaciones acompañó esta desagregación: la Constitución de 1863 los fortaleció al autorizar la libertad absoluta para el porte y la comercialización de las armas. El conflicto generalizado se vio acicateado por la multiplicidad de fuentes de poder por conquistar y por la facilidad del recurso privado de la violencia. La juridicización de la oposición partidista condujo a Colombia, mediante el advenimiento político de los radicales, a la institucionalización de las tentaciones anarquistas.
1. La juridicización de la oposición partidista: las alternancias políticas Por cierto, la Constitución que Colombia adoptó el 29 de abril de 1830, aseguraba un equilibrio político. Era incluso la más perfecta de las constituciones colombianas de acuerdo con José María Samper, político y escritor liberal y uno de los miembros de la Asamblea Constituyente de 1886. “La Constitución de 1830 era al propio tiempo liberal y conservadora; conciliaba con habilidad los antes opuestos intereses, y era seguramente la más sabia y completa que hasta entonces se hubiese concebido en la América española. Hacía honor a Colombia, era el fruto de patrióticas transacciones entre bolivianos y antibolivianos, federalistas y centralistas, autoritarios y liberales, y daba prueba de un gran progreso alcanzado en la posesión de las doctrinas sobre derecho publico interno, así como en el arte de constituir con acierto y moderación una república de gobierno popular y representativo”76.
Sin embargo, el texto murió en el momento mismo de su promulgación. Ya no era el momento oportuno de aplicarse a la Gran Colombia, que se descomponía con la autonomía obtenida por Venezuela y Ecuador. Ni siquiera tuvo la oportunidad de afirmarse en la Nueva Granada, que se veía en ese momento de nuevo tentada por la dictadura, porque la separación consumada por Venezuela y de Ecuador de la Nueva Granada, al afectar la unidad de la nación, suscitó sobresalto en las aspiraciones al orden y en las restricciones a la libertad. El general Rafael Urdaneta llevó a cabo una insurrección militar que obtuvo la victoria el 27 de agosto de 1830 en la batalla de El Santuario y que depuso al gobierno del presidente Mosquera y del vicepresidente Caicedo, quienes ejercían el poder desde el 5 de mayo de 1830. El 2 de septiembre, Urdaneta recurrió a la dictadura: propuso al Libertador para ejercer esta función y se postuló para asumir temporalmente esta carga. Pero el rechazo de Bolívar a esta solicitud dejó finalmente a Urdaneta como dictador. Éste multiplicó los decretos para 6
José María Samper, Derecho Público Interno (Bogotá: Editorial Temis, 1982), 128-129.
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atribuirse facultades excepcionales, y luego se alejó de esta tendencia para apoyar el mantenimiento de la Carta de 1830 y para convocar a una asamblea constituyente encargada de adoptar una nueva constitución. La oposición liberal a esta dictadura se organizó alrededor de los generales José Hilario López, José María Obando y Joaquín Posada Gutiérrez, quienes organizaron sus tropas contra la autoridad de Urdaneta y a favor del gobierno del vicepresidente Domingo Caicedo, mientras Tomás Cipriano de Mosquera estaba ausente del país. Esta confrontación llevó rápidamente a un acuerdo, que se firmó en Apulo el 28 de abril de 1830. La aplicación del acuerdo provocó la salida de Urdaneta y el retorno de Caicedo a la presidencia. Con el fin de restaurar el orden en la Nación, este último declaró el reestablecimiento del gobierno del 5 de mayo de 1830. Por decreto del 7 de mayo de 1831 convocó para el 15 de noviembre de ese año una asamblea constituyente encargada de redactar una nueva carta; por decreto del 17 de noviembre de ese año fijó los principios generales que retomaron los equilibrios de la constitución de 1830. La Nueva Granada adoptó una constitución liberal, mientras, en virtud del decreto legislativo del 15 y del 17 de diciembre de 1831, un gobierno provisional administró el país. Todas las provincias ratificaron esta Carta el 29 de abril de 1832 y el Estado la promulgó el 1o de marzo de 1832. Pero el que dicha Constitución fuera adoptada por representantes exclusivamente liberales, alteró su alcance y su valor. La exacerbación de las potencialidades de la libertad y la disminución de los imperativos del orden dificultaron la estabilidad del régimen. La escisión entre liberales y conservadores fue cada vez más nítida y los enfrentamientos para defender sus proyectos constitucionales fueron cada vez más violentos. Los conservadores, victoriosos en las batallas y en las urnas después de la guerra civil de 1839, convocaron a una asamblea constituyente para el 14 de febrero de 1841, que promulgó la nueva Ley fundamental el 20 de abril de 1843. Sin embargo, los radicales retomaron el poder en 1849, exaltados por los acontecimientos revolucionarios europeos. Mediante acto legislativo del 25 de abril de 1851, que fue retomado en el acto legislativo del 7 de marzo de 1853, reformaron el procedimiento de revisión de la Constitución de 1843. Posteriormente siguieron dicho procedimiento con el fin de elaborar la Constitución radical del 20 de mayo de 1853. De esta manera, los conflictos partidistas, que se manifestaban violentamente en el empleo de las armas, se tradujeron en el cambio de los textos. Los enfrentamientos políticos se expresaron jurídicamente.
A. 1832 y 1843: la tendencia conservadora, las cartas autoritarias “La Nueva Granada comenzó su vida como Estado independiente en 1832, al proclamarse la Constitución del 29 de febrero de ese año, y ser elegido Presidente el Ge-
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neral Francisco de Paula Santander”87. En efecto, la Carta que entró en vigencia el 1o de marzo de 1832 fue la primera constitución que se expidió para Colombia dentro de sus fronteras actuales. El texto parece liberal, califica al gobierno de republicano, popular, representativo, electivo, alternativo y responsable (art. 12). La naturaleza liberal de la Carta sobresale también por la finalidad asignada al gobierno. Por una parte, el artículo 14 dispone que “Es un deber del Gobierno proteger la libertad, la seguridad, la propiedad y la igualdad de los granadinos”. Por otra parte, los artículos 178 a 210 constituyen una declaración de los derechos que conciernen no sólo a las personas privadas, sino también a las públicas, en particular a las colectividades locales. De esta forma, la Constitución de 1832 instaura un régimen casi que liberal. Las provincias disponían de un gobierno propio y de una administración autónoma conducida por un gobernador electo, de suerte que las libertades de las entidades provinciales debilitaban al ejecutivo central. Sin embargo, se mantenían bajo el control de las autoridades centrales, puesto que los actos de las cámaras provinciales podían ser anulados por el Congreso. El Presidente podía suspenderlos cuando considerara que eran contrarios al orden jurídico nacional, mientras esperaba la decisión del Congreso (art. 162). Ahora bien, para proteger los derechos de los individuos o de las provincias convenía evitar el surgimiento de una dictadura, de una concentración ilegal de los poderes. Al respecto el Preámbulo planteaba lo siguiente: “¿Y como habrían vuestros representantes de haber olvidado que la confusión y mezcla de los poderes del Gobierno fue la esencia de la devastadora dictadura y el blanco a que se dirigió la más cruel y sangrienta de las usurpaciones?”. La separación de poderes fue pues rígida (art. 13): las facultades legislativas le fueron confiadas a dos cámaras (art. 74 a 77) y las atribuciones ejecutivas al Presidente y a su gobierno (arts. 106 y 107). Las cámaras no podían derrocar al Presidente, el que, a su vez, no podía disolverlas (art. 107). Si bien el régimen era presidencialista, se manifestaba cierta reverencia frente a la autoridad legislativa, que era combinada con la desconfianza hacia el poder ejecutivo. El artículo 107 concibe de manera negativa las competencias del Presidente, especificando todas las medidas que no podría tomar. Pero va más allá. El temor de verlo transformarse en caudillo, que convierte su función pública en posesión personal, condujo a someter ciertos actos del Ejecutivo a la decisión del Legislativo, como por ejemplo, la declaración de guerra (art. 105) y el recurso a medidas de emergencia (arts. 108 y 109). Sin embargo, la aplicación de la Carta por parte del presidente Santander (18321837) revistió pronto tendencias conservadoras. Santander fue elegido Presidente el 10 de marzo de 1832, después del escrutinio de 15 vueltas en el Congreso. Por estar ausente del territorio colombiano ejerció las funciones ejecutivas en interinidad el 7
Alfredo Vásquez Carrizosa, El poder presidencial en Colombia (Bogotá: Ediciones Suramérica, 1986), 79.
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vicepresidente José Ignacio Márquez. Fue sólo a partir de su regreso a Colombia el 7 de octubre de 1832, que Santander entró a ejercer las funciones de su mandato. Debido al prestigio del que gozaba, logró imponer su autoridad al gobierno y al Congreso, que adoptó la Ley sobre las Conspiraciones en 1833. Preveía ésta un proceso sumario y la condena a muerte para los delitos políticos. Su aprobación le generó tal impopularidad a Santander que se fomentó una conspiración en su contra, la que fue castigada según los parámetros de la Ley de 1833. Los 17 acusados fueron fusilados en 1834, hecho que recuerda la manera como el 11 de octubre de 1819 Santander decidió sobre la muerte de los españoles hechos prisioneros durante la Batalla de Boyacá. Como consecuencia de estos acontecimientos, los liberales se dividieron con respecto tanto a la personalidad como a la política de Santander. En cuanto a los conservadores, estos condujeron desde 1836 una oposición eficaz, que reunió los elementos del antiguo partido bolivariano y de los moderados de la esfera liberal. En 1837, los conservadores ganaron las elecciones y eligieron a José Ignacio de Márquez como Presidente. A raíz de la adopción del Código Penal de 1837, cuyo espíritu era altamente represivo, y la Ley de 1839, sobre la clausura de los conventos, los liberales intensificaron sus ataques contra el gobierno conservador. En 1840 iniciaron una insurrección liderada por Santander y Obando. Pero la revuelta se estancó; el movimiento perdió unidad con la desaparición de sus jefes: la muerte de Santander el 6 de mayo de 1840 y el exilio de Obando. El gobierno reaccionó con vigor, utilizando contra los liberales insurrectos la Ley contra las Conspiraciones que ellos habían adoptado en 1833. Los conservadores, victoriosos en la batalla de La Culebrera, optaron entonces por una política de amnistía, con el fin de preservar la unidad nacional. De esta suerte, se impuso una reforma constitucional. El Congreso, que se instaló el 14 de febrero de 1841, tuvo como objetivo principal proporcionarle al Estado mecanismos para manejar los conflictos y limitar la posibilidad de que se dieran nuevas insurrecciones. Mariano Ospina Rodríguez, Secretario del Interior y de Relaciones Exteriores del gobierno del presidente Pedro Alcántara Herrán, lo expuso claramente en su presentación del proyecto constitucional al Congreso de 1843: “Uno de los defectos de más trascendencia que se han notado en la Constitución vigente es que, calculada para un estado de perfecta paz, llegado el caso de una invasión o de una sublevación, es ineficaz, y el poder público que ella establece impotente para proveer a las necesidades extraordinarias y urgentes de aquella situación […] La nación ha visto al gobierno en la pasada crisis, en la imposibilidad de defenderse, resignado a perecer abrazado a la Constitución misma que no le deba medios de defensa”89.
8
Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra, Constituciones de Colombia T. III, Vol. 129 (Bogotá: Banco Popular, 1986), 322.
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En este texto, Ospina expresó con claridad cómo las más perfectas constituciones tienden a generar contextos políticos muy problemáticos, al sobredimensionar las pretendidas virtudes de la naturaleza humana y olvidar las tendencias reales de las sociedades políticas al estilo de Hobbes, para quien puede ser más frecuente la “guerra de todos contra todos”. Sobre estas bases, la Constitución del 20 de abril de 1843 buscó mejorar la de 1832. Retomó sus principios esenciales: un gobierno republicano, popular, representativo, electivo, alternativo y responsable (art. 12), la separación rígida de los poderes (art. 13) y la protección de los derechos por parte del Estado (art. 14). Pero se efectuaron modificaciones: se redefinieron las condiciones de la nacionalidad y de los derechos y deberes relativos a la ciudadanía; se entregó a la cámara de representantes la definición final sobre los asuntos, cuya decisión hasta ese momento se trasladaba de una a otra asamblea, sin definirse; se atribuyó a la ley y no a la constitución la competencia de organizar a las colectividades provinciales; se suprimió la intervención de las cámaras provinciales en la nominación de los miembros del poder judicial; se precisaron los casos de responsabilidad del presidente, para evitar los abusos; se le dio más poder al ejecutivo frente al legislativo; se suprimieron las facultades de excepción, conservando sólo las atribuciones normales del presidente para garantizar el orden público. En consecuencia, los poderes normales debían permitir a este último superar las crisis interiores y exteriores, incluso las que tenían una gravedad extrema; el presidente podría disponer permanentemente de las atribuciones consideradas anteriormente como excepcionales. Las reacciones frente a la Carta de 1843 fueron 10 . diversas, algunos la consideraron moderada109 y otros la calificaron de autoritaria11 Si la letra de la Constitución se prestaba a discusión, su aplicación por parte de las administraciones conservadoras del período no dejó espacio al debate. Las presidencias de Herrán (1841-1845) y Mosquera (1845-1849) fueron reaccionarias y represivas. Fortalecidos por las revoluciones europeas de 1848, los liberales dieron un nuevo impulso a su lucha contra el régimen conservador. Descubrieron las implicaciones socio-económicas de sus opiniones políticas leyendo a los románticos y a socialistas; el ímpetu de sus proyectos, el cansancio de la población frente a la represión y la división del partido conservador dieron a los liberales la victoria en las urnas. Las elecciones de 1849 llevaron a José Hilario López a la presidencia. Los liberales vencieron la oposición conservadora y tomaron medidas innovadoras. Adoptaron la ley del 22 de junio de 1850, que ordenaba la liberación progresiva de los esclavos, y después la del 21 de mayo de 1851 que abolía totalmente la esclavitud a partir del 1o de enero de 1852 y revisaron la Constitución, estableciendo que “no hay ni habrá esclavos en Nueva Granada” (art. 6). Esta nueva Carta marcó el advenimiento del radicalismo. 9 José María Samper, Derecho Público Interno, 149. 10 Antonio José Rivadeneira Vargas, Historia constitucional, 107.
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B. 1853: la posición liberal, una constitución radical Por el acto legislativo del 25 de abril de 1851, sancionado por el del 7 de marzo de 1853, los liberales modificaron el artículo 170 de la Carta de 1843, relativo a la revisión de la constitución. Así, con un procedimiento flexibilizado adoptaron la Carta fundamental del 21 de mayo de 1853. José María Samper la describió como “la más generosa por sus propósitos y la fe que animó sus autores, pero la más funesta de cuantas había tenido la república, porque con ella se abrieron todos los caminos de la guerra social y la anarquía”1211. Esta Constitución, profundamente liberal, desconfiaba del orden, encuadrando estrictamente el poder central bajo el control del pueblo, y confiaba en la libertad, dando una autonomía casi absoluta a los individuos y a las provincias. Al poder central le retiraba toda autoridad efectiva y ofrecía una apertura ilimitada a las reivindicaciones de los poderes locales, con lo que no tardó en contribuir a la propagación de la guerra civil. En efecto, el texto de la Constitución de 1853 optó claramente por el federalismo: acercó el poder al pueblo, el cual es el único que detenta el principio de soberanía, y delegó su ejercicio a los gobernantes como resultado del sufragio universal (art. 13). Las provincias ya no serían simples circunscripciones administrativas de una república unitaria; en lo sucesivo se transformarían en reales entidades políticas que participarían del ejercicio de la soberanía. El título VIII sobre el régimen municipal reconoció a las provincias el derecho a elegir a sus legisladores (arts. 49 a 51), al gobernador que ejercería por dos años y que, sin embargo, continuaría estando sometido al control del ejecutivo general (arts. 52 y 53), e incluso les daba un poder constituyente (art. 48). Con base en esta última disposición se adoptaron más de una veintena de cartas provinciales; todas las provincias de la Nueva Granada se dotaron de una carta fundamental propia. Pero la multiplicidad de textos constitucionales se acompañó de diversidad respecto de las opciones políticas adoptadas: ciertas cartas fueron conservadoras (Cundinamarca, Riohacha, Tunja), otras radicales (Neiva, Santa Marta, Socorro, Vélez), otras liberales y moderadas (Mariquita). Sin embargo, las provincias no se contentaron con una autonomía en el interior del Estado general: querían obtener el estatuto de Estado. El acto legislativo del 27 de febrero de 1855, en su artículo 1o, reflejaba las expectativas de soberanía de Panamá: “El territorio que comprende las provincias del Istmo de Panamá, a saber: Panamá, Azuero, Veraguas y Chiriqui, forma un Estado federal, soberano, parte integrante de la Nueva Granada, con el Nombre de Estado de Panamá”. Es más, el artículo 12 de esta Ley ofrecía la misma oportunidad a todas las demás provincias, de manera tal que progresivamente emergieron nuevos estados federales soberanos: Antioquia (Ley del 11 de julio de 1856), Santander (Ley del 13 de mayo de 1857), los estados del Cauca, Cundinamarca, Boyacá, Bolívar y Magdalena (Ley 11 José María Samper, Derecho Público Interno, 151.
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del 15 de junio de 1857). En este contexto, la Constitución de 1853, revisada entre otras cosas por la Ley del 27 de febrero de 1855, perdió su ambición unitaria. De las 23 provincias que componían la Nueva Granada, 14 liberales manifestaron su aspiración a un régimen federal, cuatro conservadoras se opusieron con vehemencia y las cinco restantes se replegaron en la abstención. La afirmación de la autonomía local y el debilitamiento del gobierno central que resultó de este proceso facilitaron la expresión armada de la lucha política, ya que se multiplicaron los espacios de confrontación partidista. El acceso a las urnas y la participación en las batallas tenían que ver no sólo con el control de las instituciones nacionales, sino también con el de las instancias provinciales. Las hostilidades enfrentaron tanto a los partidos políticos en los distintos estados federales y en el Estado central, como a dichos estados entre ellos, y con el Estado nacional. Se presentaron también las condiciones para que se instalara un clima de guerra larvada e, incluso, declarada. 13 , irritaba a El radicalismo de los liberales, fueran éstos gólgotas1312 o draconianos14 los conservadores, los que se indignaron particularmente con el tratamiento que le dieron los liberales a la institución eclesiástica. El presidente José Hilario López adelantó, en efecto, una política anticlerical: expulsión de los jesuitas, afirmación de la enseñanza laica no controlada por las comunidades religiosas, nominación de los curas por parte de los alcaldes y establecimiento de una total separación de la Iglesia y del Estado mediante la Ley de 15 y 20 de junio de 1853. El contexto era entonces favorable a la cristalización en partidos de las dos sensibilidades políticas del país: por una parte, “el partido que se denominó violento, progresista, santanderista, obandista, gólgota, democrático o draconiano, para venir a apellidarse tan solamente liberal”; de otra parte, “el que había recibido los calificativos de boliviano, moderado, retrogado, ministerial, fanático, antisantanderista, antiobandista, y ultimamente 14 . La oposición era clara, la confrontación era evidente. Eran adversaconservador”15 rios en las urnas, enemigos en las batallas.
Lo anterior lleva a recordar la concepción de lo político propuesta por Carl Schmitt: “La distinción política específica, aquella a la que pueden reconducirse todas las ac15 . Claramente, la situaciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y enemigo”16 ción de la Nueva Granada en 1854 no sólo posibilitaba los conflictos, sino también la declaración de guerra entre los dos partidos. Como lo subrayó Alfredo Vázquez 12 Los gólgotas, dirigidos por el general Murillo, eran jóvenes intelectuales que propugnaban por el libre cambio más absoluto. Pertenecían a una burguesía mercantil acomodada y carecían de una auténtica base popular. Se promocionaron con la fundación de la Escuela Republicana, llamada también Escuela Estudiantil, el 25 de septiembre de 1850. 13 Los draconianos fueron liderados por el general Obando. Estos artesanos moderados, bastante proteccionistas, se mostraron como los defensores de las masas populares a través de sus Sociedades Democráticas. Sin embargo, no disponían de una plataforma política capaz de dar coherencia a sus reivindicaciones. 14 Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra, Constituciones de Colombia T. III, Vol. 129, 369. 15 Carl Schmitt, El concepto de lo político (Madrid : Alianza Editorial, 1998), 56.
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Carrizosa: “A nombre de los principios se hacían periodicamente las guerras civiles como un procedimiento normal para alcanzar la plenitud del poder cuyo desempeño 16 . Los conservadores exasconsistía en buscar la manera de aniquilar el adversario”17 perados llamaron a la insurrección. El 17 de abril de 1854 el general José María Melo, Comandante del Regimiento de Caballería de Santa Fe de Bogotá, entró en rebelión contra el presidente Obando. Tropas insurrectas y fuerzas gubernamentales se enfrentaron en una guerra civil, que terminó con la recuperación de la capital por parte de los ejércitos gubernamentales el 4 de diciembre de 1854 y el reestablecimiento de la Constitución de 1853. Una vez acabados los combates y terminada la guerra civil, se adelantó el juicio de responsabilidades. Se inició una acción contra el general Melo, de la cual fue disculpado antes de ser expulsado del territorio colombiano por el decreto del 6 de junio de 1855. Se adelantó un proceso contra el presidente Obando, quien fue acusado de no haber tomado las medidas que se imponían con el fin de evitar un golpe de estado que el rumor anunciaba como inminente1817. Fue destituido de sus funciones después de una condena política pronunciada por el Senado de la República el 4 de abril de de 1855. La Presidencia fue entonces ejercida por el vicepresidente José Domingo de Obaldía, quien terminó el mandato de Obando. A partir de 1855, los conservadores volvieron al poder: ocuparon no sólo las funciones ejecutivas, con las presidencias de Manuel María Mallarino (1855-1857) y de Mariano Ospina Rodríguez (1857-1861), sino que también asumieron las cargas legislativas, mediante la obtención de una fuerte mayoría en el Congreso. Asumieron la carga de restaurar la credibilidad del orden jurídico interior, revisando el texto de la Constitución de 1853, desacreditada por la guerra civil de 1854. La Constitución adoptada tendió a organizar los estados federales soberanos en un cuerpo político homogéneo, pero no logró prevenir la dilución del Estado en la anarquía.
2. La institucionalización de las tendencias anárquicas: las libertades excesivas Al concluir la guerra civil de 1854 y los procesos que le siguieron, las instituciones se encontraban tan afectadas que pareció indispensable llevar a cabo una reforma constitucional con la mayor brevedad posible. Mientras los procedimientos previstos en los apartados 2o y 3o del artículo 57 de la Constitución de 1853 eran largos y pesados, no sucedió lo mismo con el procedimiento previsto en el apartado 1o que era expedito. Este permitía que el texto fundamental fuera reformado con el 16 Alfredo Vásquez Carrizosa, El poder presidencial, 131. 17 Alfredo Vásquez Carrizosa sostenía incluso que “El autor verdadero del golpe era Obando. Un gesto de autoridad de su parte, por leve que fuera, habría bastado para ponerle fin a una opereta militar cuyas consecuencias eran fatales para el orden del Derecho y causaban la ruina de su nombre”. Alfredo Vásquez Carrizosa, El poder presidencial, 114.
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voto favorable de cuatro quintas partes de los miembros de cada una de las dos asambleas. Fue aplicando el procedimiento previsto en el apartado 1o del artículo 57 del texto de 1853, que fue adoptado el acto legislativo del 10 de febrero de 1858. Ahora bien, este acto tenía por objeto modificar el mencionado artículo 57, con el fin de flexibilizar los mecanismos para la revisión de la Constitución: “Artículo 1 - La Constitución puede adicionarse o reformarse en todo o en parte, de la misma manera que se adiciona o reforma una Ley. Artículo 2 - El acto o actos que se expidan por el Congreso con el fin de adicionar o reformar la Constitución, por los tramites que establece el artículo anterior, no podrán ser objetados por el Poder Ejecutivo”. Aprovechando este flexible procedimiento de reforma constitucional, se adoptó la Carta del 22 de mayo de 1858. Pero la adopción del Texto sorprende. Esta Constitución es de corte netamente liberal, a pesar de que el Congreso reunido el 1o de febrero de 1858 fue mayoritariamente conservador. Los diputados y senadores elaboraron una carta fundamental que consagraba un federalismo racionalizado y una libertad absolutizada, que su pertenencia política reprobaba. Tal actitud por parte de los conservadores puede explicarse por las divergencias tenues que los diferenciaban de los liberales. Los partidos tradicionales colombianos se oponían menos por la organización territorial del Estado, que por sus concepciones sobre el papel de la Iglesia. Incluso, sobre este punto, las diferencias se reducían a un mínimo. Se decía que los conservadores se revestían del color azul de la Virgen María e iban a misa de ocho de la mañana, mientras que los liberales usaban el color rojo del Sagrado Corazón de Jesús e iban a misa de diez de la mañana. Sin embargo, la adopción de la Constitución de 1858 no fue únicamente el resultado de la relativa proximidad de los programas de los dos partidos; se derivó igualmente de la convergencia circunstancial de sus intereses. Así como lo anota Alfredo Vázquez Carrizosa, la neutralización del poder central era 18 . Los liberales la buscaban deseada por los dos partidos, pero por razones diferentes19 en función de la libertad absoluta de las provincias; en cuanto a los conservadores, buscaban privar a los liberales de una importante fuente de poder, en el caso del retorno de estos últimos a las funciones estatales. Un régimen federal fue el resultado de la Constitución de 1858, que fue severamente juzgada por José María Samper. “Si aparentemente los constituyentes imaginaron una combinación de recíprocas limitaciones de los abusos de la soberanía de los Estados y de la federal, en realidad dejaron la paz pública a merced de los pertubadores, y los derechos individuales a discreción de los gobernantes que abusasen. No había en toda la constitución cosa alguna que diese estabilidad al orden público, ni medios de impedir o reprimir las revueltas en los Estados, ni los alzamientos de estos; ni los derechos individuales 18 Alfredo Vásquez Carrizosa, El poder presidencial, 135.
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tenían verdadera sanción, pudiendo atropellarlos a su arbitrío los funcionarios públicos, sin que hubiera medios eficaces para contener o castigar sus demasías. Tanto se pensó en asegurar a un tiempo la libertad o soberanía de los Estados, formando una trinidad de soberanías con la federal, que solo podía resultar la anulación recíproca de tres fuerzas 20 . ilimitadas, y, por lo tanto, la anarquía y la violencia”19
Esta crítica tan negativa se explica por el desastroso panorama que vivió la Nueva Granada durante la vigencia de las constituciones de 1858 y de 1863. Se adoptaron cerca de 42 cartas provinciales en 25 años, lo que refleja la inestabilidad jurídica de las provincias, ocasionada por los sucesivos cambios partidistas. El país vivió, además, cerca de 50 insurrecciones y revueltas armadas. El carácter anárquico de la situación colombiana se evidencia a tal punto que la Constitución de Rionegro de 1863 parece haberlo institucionalizado al consagrar un federalismo riguroso, derechos individuales absolutos y un ejecutivo central débil.
A. 1858: la apertura de los espacios de confrontación, la vía de la anarquía La Constitución de 1858 dispuso que los estados federales se unieran en un Estado confederal, que contaba con la preeminencia jurídica y política. Los estados estaban en la obligación de aplicar los textos constitucionales, legislativos, reglamentarios y judiciales tomados por la confederación (art. 10). La Corte Suprema arbitraría los litigios entre los estados federales, y entre éstos y el gobierno central (art. 49); también podía suspender los actos federales contrarios a las normas confederales (art. 50). Pero, a su vez, las decisiones de la Corte Suprema eran sometidas al Senado, instancia confederal de representación de los estados. La confederación quedaba, entonces, subordinada a los estados federales, según se desprende del artículo 1o de la Carta de 1858. Los estados fueron denominados federales y no federados, lo que sugiere su lugar en la estructura constitucional. Eran los estados los que se confederaban y decidían sobre la existencia de la confederación. Se deriva de lo anterior una forma de distribuir las competencias, que confiaba los poderes del derecho común a los estados federales y las facultades de atribución al gobierno central (art. 8). Ahora bien, este último intervenía en materia de relaciones exteriores, de instituciones confederales, de legislaciones nacionales, para definir únicamente los principios generales, dejando a los estados federales un importante margen de maniobra para ajustarlos a sus respectivas necesidades (art. 15). La Constitución de 1858 se constituyó, así, en la expresión jurídica de los particularismos locales y de la tendencia centrífuga al desmembramiento del territorio. Para Alfredo Vázquez Carrizosa este mosaico de entidades políticas soberanas y de 19 José María Samper, Derecho Público Interno, 202.
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sistemas jurídicos diversificados fue el fruto de un lento proceso de descomposición de la Nueva Granada, que comenzó con las veleidades de autonomía de Panamá y 20 . Es el principio de la desembocó en un conglomerado de ocho estados federales21 libertad absoluta de las personas privadas y públicas, fundamento del edificio de 1858, el que permitió que a las provincias se les otorgara tal independencia. Los estados federales se beneficiaban disponiendo de un arma constitucional contra la intrusión del gobierno central en sus asuntos; sin embargo, debían someterse también a las exigencias, ya que estaban obligados a respetar los derechos reconocidos a los individuos por el capítulo V (arts. 56 a 58). Ahora bien, las libertades se concedían de manera absoluta. No estaban previstas ni la restricción del uso de los derechos en nombre de la preservación de la tranquilidad pública o de la conservación de la entidad estatal ni la responsabilidad que permitía sancionar los eventuales excesos perpetrados. La libertad de prensa proporciona un ejemplo claro de esta elección casi libertaria: el artículo 56 en su apartado 4 trata de “la libertad de expresar sus pensamientos por medio de la imprenta, sin responsabilidad de ninguna clase”. Desde entonces se ofreció la posibilidad legal de defender las ideas por las armas, puesto que “es prohibido al Gobierno de los Estados: 4o Impedir el comercio de armas y municiones” (art. 11). Tal libertad de comercio de las armas suponía una voluntad de detención de las mismas, que auguraba el recurso a la violencia por parte de los individuos, con el fin de imponer sus opiniones y resolver sus diferencias. El monopolio estatal de la violencia legítima por los estados federales y por el gobierno central se veía así maltrecho. Los temores que resultaron de esta dilución del empleo de la fuerza se acrecentaron más al observar que la Ley fiscal del 18 de febrero de 1858 limitaba las fuerzas armadas del estado confederal a un millar de hombres. La Constitución de 1858 contiene fermentos de excesos que José María Samper resumió así: “Si la soberanía de los Estados destruía la soberanía nacional (la unidad de la patría colombiana), a su vez lo absoluto de las garantías individuales aniquilaba la legalidad normal; creaba una soberanía individual que neutralizaba la soberanía de cada Estado. Y para colmo de absurdos, el libre comercio de las armas y municiones aseguraba la libertad de las insurrecciones, así como la entera descentralizasión del orden público aseguraba la inmunidad de los Estados en sus rebeldías contra la nación. De esta suerte, la anarquía fue el patrimonio de todos”2221.
Consciente de los riesgos de tal federalismo, el presidente Mariano Ospina Rodríguez buscó fortalecer al gobierno central frente a los estados federales. Apoyándose en los poderes que le otorgaba la Carta de 1858 en materia de mantenimiento del orden (art. 43), hizo adoptar varias leyes por el Congreso. La Ley del 23 de febrero 20 Alfredo Vásquez Carrizosa, El poder presidencial, 127. 21 José María Samper, Derecho Público Interno, 249.
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de 1859 reforzó las capacidades militares de la confederación; la Ley del 8 de abril del mismo año definió las circunscripciones electorales de las provincias en distritos y confió al Consejo Nacional Electoral el control de las elecciones en los estados; la Ley orgánica del 10 de mayo de 1859 estableció el nombramiento de intendentes que supervisaran a los estados en lo relativo a cuestiones aduaneras y fiscales; la Ley del 12 de mayo de 1859 organizó la fuerza pública de los estados y encargó a un intendente nombrado por el poder ejecutivo para inspeccionarlas. Tales medidas fueron vigorosamente denunciadas por los radicales en su periódico El Tiempo. Las incitaciones a la sublevación contra el gobierno central se concretaron en las rebeliones de los radicales en los estados conservadores como, por ejemplo, el de Bolívar y con las insurrecciones de los estados liberales de Santander, Magdalena y Cauca, que proclamaron su total independencia en mayo de 1860. Ante la extrema gravedad de la crisis, el presidente Ospina Rodríguez decretó el estado de guerra en el país 3 de septiembre de 1859, y luego declaró la guerra al estado de Santander el 26 de junio de 1860. El gobierno central conservador salió victorioso, obteniendo la destitución del gobernador radical y nombrando a un militar conservador para reemplazarlo; sin embargo, no fue suficiente para apaciguar las pasiones radicales. Durante la reconciliación de Popayán, el general Tomás Cipriano de Mosquera se alió con su enemigo tradicional el general José María Obando. Se organizaron las tropas radicales de los estados federales de Cauca, Bolívar, Boyacá, Magdalena y Santander, unidos por el tratado de asistencia mutua del 10 de septiembre de 1860. El 18 de julio de 1861 Mosquera se tomó a Bogotá, declaró la caída de la confederación y proclamó la dictadura militar. Se firmaron dos acuerdos el 20 de septiembre de 1861. El primero estableció a los Estados Unidos de Colombia que disponían cada uno de soberanía e independencia (arts. 1 y 4). A pesar de que al gobierno de la Unión se le atribuyó la capacidad de tomar cualquier medida de carácter general y de vocación federal, no tenía los medios para garantizar su aplicación. No disponía de un ejército permanente, dependía del alistamiento voluntario de los ciudadanos y de que los estados, discrecionalmente pusieran tropas a su disposición (art. 27). Se le prohibió declarar la guerra contra uno de los estados federales o reestablecer la paz en ellos sin autorización expresa del Congreso (art. 30). El segundo acuerdo organizó de forma transitoria la vida de la Nación. El artículo 1o confió la autoridad suprema al general Mosquera. El artículo 3o afirmó la legitimidad política y la validez jurídica de todos los actos tomados por éste en el marco de su autoridad de hecho, y le otorgó todos los poderes que juzgara necesarios para poner término a la guerra. Después del año y medio de conflicto que les condujo a la victoria, los radicales organizaron elecciones. El nuevo Congreso fue convocado por el decreto de 16 de noviembre de 1862 y se reunió en Rionegro el 4 de febrero de 1863; en virtud de la Ley del 13 de febrero de 1863 tuvo que actuar como Asamblea Constituyente. Se trataba de revisar el pacto de Unión del 20 de septiembre de
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1861, sobre todo el procedimiento de reforma del pacto previsto en el artículo 45. El Congreso se componía de 28 mosqueristas, 38 antimosqueristas y cinco indecisos. Tres facciones se enfrentaron: una quería mantener el poder dictatorial de Mosquera y reclamaba la posibilidad de apelar a la espada; otra sostenía ideales radicales, proclamándose seguidora de la autoridad de la ley: la última adoptó una posición moderada que se debilitó poco a poco. De esta coyuntura nacería la Carta del 8 de mayo de 1863.
B. 1863: La exacerbación de los motivos de conflictos, la consagración de la anarquía Justo Arosemena, presidente de la Convención de Rionegro, presentó al país la nueva Constitución en los siguientes términos: “El hermoso instrumento que se va a firmar y ratificar, es obra de un solo partido, el vencedor en la lucha; hijo de la idea federal triunfante, fruto de combates para afianzar los dogmas liberales, y que asi descansa sobre los principios de Federación y Libertad, proclamados por este 22 . Se consagraron los ideales liberales de soberanía federal de los estados partido”23 y libertad absoluta de los individuos. Ahora bien, parecía muy difícil la conciliación entre algunos de estos derechos reconocidos de manera absoluta. Por ejemplo, parecen poco compatibles el derecho a la inviolabilidad de la vida humana (art. 15, § 1) y la libertad para tener y comerciar armas (art. 15, § 15). Los defectos del radicalismo liberal se descubrieron y se hicieron todavía más peligrosos cuando se trató de la soberanía de los estados. La Carta de 1863 se presentó como resultado del proceso de federalización emprendido desde 1853. En todo caso, los estados federales no fueron calificados de independientes; debieron respetar las decisiones tomadas por el gobierno central en las controversias que los oponían (art. 8, § 8) y en las que los oponían al estado central (art. 71, § 6), así como garantizar el cumplimiento de la constitución y de las leyes del Estado central (art. 9). En contraposición con lo anterior los estados federales fueron reconocidos como soberanos: detentaron los poderes de derecho común, participaron en la designación del presidente de la Unión y elaboraron sus propias constituciones. El cambio de la Constitución de la Unión dejó caducos los antiguos textos fundamentales, con lo que la adopción de nuevas constituciones federales ofreció a liberales y conservadores un buen número de ocasiones para enfrentarse. Se presentó, así, una gran proliferación de constituciones federales. Durante el período 1863-1886, José María Samper contabilizó dos constituciones en Bolívar, tres en el Cauca y en Santander, cuatro en el Magdalena y el Tolima, cinco en Panamá, seis en Cundinamarca; el récord fue de siete constituciones para el Estado de Antioquia. Si las leyes fundamentales de las provincias se modificaron tan fácilmente, no sucedió lo mismo 22 Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra, Constituciones de Colombia T. IV, Vol. 130, 123124.
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con la Constitución de la Unión. Con el fin de proteger los principios de la libertad absoluta de los individuos y de la soberanía federal de los estados, los liberales de la Convención de Rionegro previeron en el artículo 92 de la Carta de 1863, un procedimiento rígido de reforma de la Constitución. La modificación debía ser solicitada por la mayoría de las legislaturas de los estados, discutirse y adoptarse por mayoría en cada una de las dos cámaras, y ser ratificada por los estados federales en forma unánime. Las condiciones fueron tan drásticas que cualquier revisión constitucional parecía imposible, a no ser que fuera por la vía de un derrocamiento violento del régimen instituido. Ahora bien, el gobierno de la Unión parecía muy débil e incapaz de sobrellevar graves crisis. Los constituyentes de 1863, por su desconfianza frente al poder, en general y al carisma de Mosquera, en particular, hicieron más complejas las instituciones con el fin de dominarlas. De lo anterior resultó un régimen híbrido que osciló entre parlamentarismo y presidencialismo. Parlamentarismo, porque el reparto de las competencias entre el legislativo y el ejecutivo era flexible, lo que inducía a la colaboración de los órganos instituidos y, a su vez, a la preponderancia del Congreso sobre el Presidente. Presidencialismo, porque la Carta de Rionegro no le permitía al Presidente electo por sólo dos años disolver al Congreso; a su vez no permitía al Congreso derrocar al gobierno, sólo podía decidir sobre la responsabilidad penal del Presidente. El gobierno central salió debilitado del proceso. Por cierto, el artículo 66 le imponía “impedir cualquiera agresión armada de un Estado de la Unión contra otro de la misma, o contra una nación extranjera” (§ 11) y “velar por la conservación del orden general” (§ 19). Pero el artículo 19 sometía a la autorización del Congreso y al agotamiento de todas las vías de negociación la facultad del gobierno central de recurrir a la fuerza armada para atajar cualquier conflicto interno de la Unión. El gobierno central difícilmente podía ser eficaz en tiempos de crisis, sobre todo si se tiene en cuenta que la Ley 20 del 16 de abril de 1863 le prohibía utilizar sus tropas para preservar el orden público, la estabilidad política y apoyar a un gobierno federal amenazado por una rebelión. Por lo demás, las crisis internas tendieron a regularse por el derecho internacional público, en virtud del artículo 91: “El derecho de gentes hace parte de la legislación nacional. Sus disposiciones regirán especialmente en los casos de guerra civil. En consecuencia, puede ponerse término a ésta por medio de tratados entre los beligerantes, quienes deberán respetar las prácticas humanitarias de las naciones cristianas y civilizadas”. José María Samper expuso el razonamiento que condujo a los constituyentes de 1863 a adoptar esta disposición. “… una vez que la guerra civil estalla, es evidente que el rebelde o insurrecto quebranta la legalidad, se sale de ella, se declara enemigo del orden existente, se erige en potencia beligerante de hecho, y rompe el freno legal a que estaba sujeto. ¿Que debe regir desde ese momento? No la legalidad normal, la del tiempo de paz, sino la extraordinaria, la del tiempo de guerra; en otros términos: el derecho de gentes”2423. 23 Manuel Antonio Pombo y José Joaquín Guerra, Constituciones de Colombia, T. IV, Vol. 130, 184185.
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Sin embargo, esta medida conlleva a la legitimación de cualquier revuelta armada, haciéndola pasar del estatus de insurrección interna al de guerra internacional. Para 24 la adopción del ius in bello lleva a descriminalizar al rebelde, que Iván Orozco Abad25 obtiene las ventajas que el derecho internacional humanitario da al beligerante. Esta medida legitima un derecho de resistencia absoluto, al internacionalizar el espacio político interior e institucionalizar la guerra civil. Así fue como el presidente Manuel Murillo Toro (1864-1866) entendió el artículo 91 del Texto de 1863. De esta forma, cualquier sector de la población de un estado tenía el derecho de enfrentarse al gobierno federal; los dos adversarios contaban con el estatus de beligerante, tal como había sido definido por el derecho de gentes; el gobierno central no podía intervenir para sostener la autoridad establecida ni mediar entre los bandos en conflicto. Murillo Toro asumió un perfil prudente frente a las revueltas que se produjeron en Cundinamarca y en el Cauca. Tal política de neutralidad no fue seguida por su sucesor Tomás Cipriano de Mosquera (1866-1868). Éste encontró en el artículo 91 una herramienta para el fortalecimiento del gobierno central. Ante la intensificación de la oposición liberal, adoptó el decreto del 29 de abril de 1867. Usó como argumento que el país se encontraba en estado de guerra, a fin de declarar aplicable el artículo 91 de la Constitución. Mosquera se otorgó el derecho de considerar a sus opositores políticos como enemigos y creyó que actuaba dentro del derecho (de gentes) cuando cerró un Congreso considerado hostil y cuando arrestó a periodistas y políticos. Frente a esta dictadura de hecho, conservadores y liberales, militares y civiles formaron una unión nacional, que el 23 de mayo de 1867 logró expulsar al dictador del palacio presidencial y reestablecer el régimen constitucional, confiando la presidencia de la Unión al liberal Santos Acosta. El reestablecimiento del régimen constitucional no condujo a que cesaran los enfrentamientos. Se continuaron registrando conflictos en los estados federales, y en25 ; también se presentaron confrontaciotre los estados federales y el Estado central26 26 27 nes en el seno del Estado central . Las presidencias de la Unión se sucedieron a un 24 Iván Orozco Abad, Combatientes, rebeldes y terroristas, 102-110. 25 Dentro del conjunto de las confrontaciones entre los estados federales y el gobierno central conviene hacer referencia a la sublevación de los estados del Atlántico (Magdalena, Bolívar) y el Cauca en 1875. Éstos se declararon en guerra contra la Unión, antes de ser controlados por los conservadores, cuando éstos retomaron las riendas de la acción política. 26 En 1874, desde el comienzo de la campaña para las presidenciales de 1876, los liberales se dividieron entre los partidarios de Aquileo Parra (los oligárquicos) y los partidarios de Rafael Núñez (los independientes), lo que planteó la cuestión de cuál sería la posición que adoptarían los militares. El Presidente en funciones, Santiago Pérez, pidió la neutralidad del Ejército, lo que fue entendido como manifestación de un apoyo oficial a Parra. Esto conllevó a la revuelta de los militares que apoyaban a Núñez (el Secretario de Guerra y de Marina, Ramón Santodomingo Vila, y el Comandante en Jefe de los Ejércitos, Solón Wilches), quienes incluso estuvieron preparados para realizar un golpe de Estado en la mañana del 12 de febrero de 1875, antes de ser arrestados por Núñez. Ahora bien, las confrontaciones suscitadas por la campaña a las presidenciales de la Unión no tuvieron lugar sólo a nivel general; los estados federales también entraron en la
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ritmo acelerado, que no permitió al gobierno central construir una autoridad estable 27 . Sin poder real y sin continuidad política, la Unión no pudo ni restaurar la y eficaz28 paz interior, ni prevenir las guerras latentes. Los enfrentamientos persistieron oponiendo los liberales a los conservadores, y luego a los conservadores y a los liberales moderados contra los liberales radicales. Esto degeneró en una vasta guerra civil entre los estados federales que confrontaban al gobierno central (esencialmente Antioquia, Tolima, Bolívar y Boyacá) y los estados que manifestaban una fidelidad más o menos fuerte hacia éste (Cauca, Magdalena, Cundinamarca y Santander). Ausencia de paz nacional y de soberanía popular, violación de las libertades fundamentales y de las garantías individuales, tal fue la situación de la Colombia de la época. El país estuvo inmerso en la guerra civil, en la anarquía; la responsabilidad recae en parte en una Constitución que instauró instituciones teóricamente perfectas, pero que no estaban adaptadas a las exigencias de la práctica.
Conclusión El siglo XIX vio sucederse las guerras entre realistas e independentistas, entre bolivarianos y santanderistas, entre conservadores y liberales. Existieron algunas diferencias entre estos dos partidos históricos: sus programas se opusieron con respecto al régimen político que se debía establecer, el modelo de crecimiento económico que se debía aplicar, el tipo de relaciones que era necesario instaurar entre la Iglesia y el Estado, y la forma en que se reconocería la diversidad local. Sin embargo, lo que estaba en juego en estas luchas entre conservadores y liberales tenía que ver sobre todo con la conquista del poder para controlar el aparato institucional. Esta conquista, consagrada en las normas fundamentales, fue obtenida por las armas; en parte como resultado de la persistencia de la figura del caudillo, propietario de las tierras y comandante de los hombres. Una fusión (incluso una confusión) se operó entre la acción política y el mando militar, que Gonzalo Sánchez Gómez describe en los siguientes términos: “Si las armas aparecen como el lenguaje duro de la política, y las guerras como el modo privilegiado de hacer política, la política a su vez no puede ser pensada sino como un campo de batalla en el cual la hacienda confrontación. Para esto sólo bastó un acto del gobierno central confiando la organización de la navegación sobre el río Magdalena a la guardia colombiana, en virtud del derecho del Estado federal de intervenir para proteger los bienes de la Nación. Las provincias costeras, que por lo demás apoyaban a Núñez, vieron esta medida como un atentado contra su soberanía. Finalmente, la victoria fue para el gobierno central, después de las batallas de Tenerife el 26 de julio de 1875 y de San Juan del César el 7 de agosto de 1875. Al final de esta guerra civil Parra ganó la presidencia en 1876. 27 Los presidentes fueron: Aquileo Parra (1876-1877), Sergio Camargo (1877-1878), Julián Trujillo (1878-1880), Rafael Núñez (1880-1882), Francisco Javier Zaldúa (1882), Clímaco Calderón (1882), José Eusebio Otálora (1882-1884), Ezequiel Hurtado (abril-agosto de 1884) y Rafael Núñez (1884-1886).
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aportaba soldados, el partido respectivo banderas y la Iglesia muchas cosas a la vez: un lenguaje y un espíritu de cruzada, la representación de 28 . la diferencia como cisma, la demonización del adversario político”29
Los partidos tradicionales, sus clientelas y la institución eclesiástica contribuyeron al establecimiento de un clima de conflicto abierto. Estas guerras civiles del siglo XIX, sin embargo, no fueron guerras populares. No expresaron las reivindicaciones de las poblaciones y no se beneficiaron del apoyo masivo de estas últimas. Fueron conflictos entre elites, en los que las masas fueron obligadas a alistarse en los ejércitos para cumplir con los deberes del cliente hacia su patrón y con los sermones de los curas. Para Gonzalo Sánchez Gómez: “…frente al trípode Iglesia – Hacienda – Partidos, el Estado colombiano aparecía, en efecto, como un Estado crónicamente suplantado, y por lo tanto como un poder con casi inexistentes solidaridades nacionales… Este carácter semiausente del Estado llevaba, en todo caso, a que la política y el problema del poder se resolvieran en la desnudez de la guerra”3029.
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La educación militar en Colombia entre 1886 y 1907 Mayra Fernanda Rey Esteban1
Resumen: La historiografía militar colombiana considera el año de 1907 como el inicio de un proceso conocido como la Reforma Militar y de la profesionalización del Ejército Nacional. Teniendo en cuenta lo anterior, se indagó en un punto básico: la educación militar, es decir, la instrucción impartida a la tropa y la capacitación de los oficiales en las escuelas militares durante los años de 1886 a 1907. Este artículo tiene por objeto conocer el rumbo que siguió el Ejército en la búsqueda de ese cometido. Los avances y los retrocesos en esta preparación se dieron durante los años mencionados. Palabras clave: Ejército, educación militar, escuelas militares, misión militar chilena, Regeneración, Colombia.
Military Education in Colombia between 1886 and 1907 Abstract: In historiography of the Colombian military, the process known as the Military Reform and the professionalization of the national army is said to have begun in 1907. With this in mind, the article investigates a fundamental issue: military education, or the drilling of the troops and the training of the officers in the military schools between 1886 and 1907. Its aim is to understand how the army attempted to achieve this goal. There were both advances and steps backward toward such goals during these years. Keywords: Army, military education, military academies, Chilean military mission, Regeneration, Colombia.
Artículo recibido: 15 de noviembre de 2006; aprobado: 15 de enero de 2007; modificado: 7 de noviembre de 2007.
v Historiadora de la Universidad Industrial de Santander (Bucaramanga, Colombia) y estudiante de la Maestría en Historia de la Universidad de Chile (Santiago de Chile, Chile). Su área de interés es la Historia militar colombiana. Es autora de “La formación del Ejército Nacional (18861899). Memorias. Revista anual de la Escuela de Historia 1 (diciembre 2003): 263-294. mfernanda_rey@yahoo.es
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La educación militar en Colombia entre 1886 y 1907 ♣ Introducción
Entre 1863 y 1885, el país estuvo bajo el influjo de la Carta Constitucional de 1863 firmada en Rionegro y quedó dividido en nueve estados21 federales (Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá, Santander y Tolima). Cada estado tenía la libertad de redactar su propia constitución, manejar sus finanzas, comerciar libremente con armas y pólvora, y erigir y armar sus propios ejércitos, es decir, establecer su propio monopolio fiscal y de la fuerza. Como resultado de esta descentralización, tuvo lugar la creación de nueve ejércitos o fuerzas armadas a disposición del respectivo estado. El enfrentamiento armado como solución recurrente a los conflictos tanto entre los estados como al interior de los mismos creó unas condiciones caóticas, sumiendo al país en la precariedad. Como no existían reglas generales bajo las cuales se rigieran las medidas que tomaron los estados, cada uno adecuó la ley a su conveniencia. Las discrepancias regulares se presentaron en torno a la tributación: “el montaje de aduanillas, peajes y pontazgos, entre los estados”32 dificultó la formación de un mercado interno. La imposibilidad de resolver estas discrepancias y concertar con la oposición conservadora, o con los otros estados, tuvo como consecuencia el estallido de conflictos regionales, que en su mayoría se convirtieron en conflictos nacionales43. Por su parte, el Ejército de la Unión quedó reducido a un exiguo grupo armado denominado “Guardia Colombiana”, cuya misión principal era intervenir en el momento en que se encendieran las hostilidades entre los estados. En realidad, la ♣ Este artículo es resultado de la investigación que se adelantó para el trabajo de grado en Historia titulado “Las reformas político-militares de los gobiernos regeneradores, 1886-1904” en el años 2005 en la Universidad Industrial de Santander (Bucaramanga, Colombia). 1 En el curso del trabajo para efectos de comprensión se hicieron algunas distinciones en el documento, a saber: Estado: Para referirse al Estado colombiano conformado a partir de la regeneración; estado: Para referirse a los estados federados del siglo XIX. Así mismo: Ejército: Para referirse al ejército de Colombia a partir de la Regeneración o desde 1932; ejército: Para referirse al ejército de otros países o cuando la palabra es usada conceptualmente. 2 Salomón Kalmanovitz Krauter, La idea federal en Colombia durante el siglo XIX (Bogotá: Presentaciones y Discursos, Banco de la República, 2004), http://www.banrep.gov.co/documentos/presentaciones-discursos/pdf/La-idea-federal.pdf (Fecha de consulta: 21 de septiembre, 2006). 3 Ejemplo de ello son las confrontaciones que se sucedieron en los años 1876-1877 y 1884-1885. Ver Álvaro Tirado Mejía, Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia (Bogotá: Colcultura, 1976).
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injerencia de la Guardia era limitada, ya que contaba con un pie de fuerza de 600 hombres en promedio, cifra menor comparada con la del ejército del Estado Soberano de Santander que contó con presupuesto para alistar y poner a su servicio un promedio de mil hombres en tiempo de paz y el que fuere necesario en tiempo de guerra54. Así, la capacidad operacional de la Guardia frente a una confrontación armada entre dos o más estados era mínima. Si a esto sumamos que los encargados de proveer a la Guardia Colombiana de contingentes de hombres eran los mismos estados y que éstos, a su vez, podían armarse fácilmente y disponer de sus rubros para la compra de armamento, indumentaria y parque65, es entendible que la Guardia Colombiana, en el plano de mantener el orden interno del territorio nacional, no tuviera efecto. Ahora bien, la falta de interés hacia la existencia y permanencia de un ejército de la Unión, es decir, de un ejército al mando de la presidencia central, fue expresa durante el período federal. Recibió el repudio y el olvido de los sectores liberales en el Gobierno, debido a que la supresión del ejército permanente era uno de los puntos primordiales del programa liberal76. Por esto se entiende que la Guardia no tuviera un mayor porcentaje en pie de fuerza, indumentaria y parque. Para defender la soberanía nacional y el territorio de cualquiera agresión externa, la escasa actividad bélica que existió entre los países del norte de Sudamérica pudo ser la causa de la poca relevancia de la Guardia Colombiana. Aunque Colombia tuvo en algunas ocasiones problemas fronterizos con el Perú, éstos nunca llegaron a tomar mayores proporciones (sólo hasta la guerra contra el Perú en 1932). Colombia, Venezuela y Ecuador no participaron en una guerra internacional en la segunda mitad del siglo XIX87, caso contrario a lo sucedido en países como Chile, Argentina, Bolivia, Paraguay y Perú98. 4 5
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Sobre Organización, Composición, Reclutamiento, Presupuesto y Cuerpo de Oficiales, ver Yaneth Cristina Mendoza, “La Institución Militar en el Estado Soberano de Santander, 18571885” (Trabajo de grado en Historia, Universidad Industrial de Santander, 2005). “Santander se arma, Antioquia se arma, el Tolima se arma, dicen los telegramas recientes. Los otros Estados se armarán también, a su vez, y el Gobierno general tendrá que hacer otro tanto… Ya el Cauca tiene una nueva ley que autoriza al Poder Ejecutivo del Estado para comprar armamento y organizar 5.000 hombres; lo cual es seguramente derivación de lo que hacen sus dos vecinos, Antioquia y Tolima”. Rafael Núñez, “Las Amenazas, 1883 (Fragmento)”, en Escritos Políticos, Rafael Núñez (Bogotá: El Áncora Editores, 1986), 36-37. Según José María Samper, “la institución única del ejército permanente es profundamente viciosa, peligrosa y tiránica. La de las milicias ó la guardia nacional solamente, es un sofisma, bajo el punto de vista de la seguridad y el buen servicio, y pernicioso bajo el punto de vista económico”. José María Samper, El programa de un Liberal (París: Imprenta de E. Thunot, 1861), 39. Malcom Deas, “Colombia, c. 1880-1930”, en Historia de América Latina (América del Sur, c. 1870-1930), ed. Leslie Bethell, t. 10 (Barcelona: Cambridge University Press - Editorial Critica, 1992), 280. “La Guerra de la Triple Alianza: Enfrentó al Paraguay con una coalición formada por Brasil, Argentina y el Uruguay entre 1865 y 1870. La Guerra del Pacífico o Guerra del Salitre: Tuvo como contendientes a Chile, Perú y Bolivia entre 1879 y 1883 y estableció sus fronteras en la costa del Pacífico”. Ascensión Martínez Riaza, “Estado y territorio en Iberoamérica. Conflictos interregionales, Un modelo analítico: la guerra del Pacífico, 1879-1883”, Revista Complutense 20 (1994): 184.
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Colombia no tuvo la oportunidad de medir sus fuerzas con las de otros países, renovarlas y equiparlas. No necesitó un ejército para defender su soberanía frente a una agresión externa. No hubo líos fronterizos ni disputas por vías de comunicación de gran magnitud que dieran lugar a una confrontación armada, que hubiera significado y producido para el Ejército su consolidación como una institución preponderante en un Estado109 . No se consideró necesario. Y como lo que no se utiliza tiende a obviarse, el Ejército empezó un camino en el cual quedó convertido en milicias que se organizaban y armaban determinadas por la casuística de los conflictos internos. 10 para Cada estado intentó en el plano legislativo conformar un ejército en pleno11 defender su autonomía, manteniendo y controlando el orden público. Pero en la práctica, estos ejércitos se organizaban y armaban en momentos de dificultad; en tiempos de paz quedaban reducidos a milicias que guardaban la seguridad del estado al que pertenecían. En 1886 se sancionó una nueva Constitución, que nació en el seno de la Regeneración conservadora. Este proyecto de gobierno centralizó los dos ámbitos de do11 . minio indispensables de un Estado-Nación: el monopolio fiscal y el de la fuerza12 De esa manera se dispuso que la Nación debería tener para su defensa un ejército permanente unificado al servicio del poder regenerador. Requisito indiscutible para poder poseer el monopolio de la fuerza, con lo cual el gobierno Regenerador no tendría oposición bélica. Se dejaban atrás todas las formas de ejército o milicias que pudiesen existir al servicio y bajo el mando de los antiguos estados soberanos, ahora departamentos, perdiendo así la autonomía que habían obtenido de poseer fuerza armada a su servicio en la Constitución de los Estados Unidos de Colombia de 1863. Dentro de los aspectos más relevantes en cuanto a la creación del ejército (organización, composición, presupuesto), este artículo pretende profundizar en sólo un aspecto de la formación del Ejército colombiano: la educación militar. El estudio del desarrollo de la educación en el Ejército en el período comprendido entre 1886 y 1904 nos permitirá conocer que tan avanzado estaba este proceso en los años precedentes a 1907, año en que algunos autores han señalado como el inicio de la pro9
Los conflictos Colombia-Venezuela en 1881, Colombia-Perú-Ecuador en 1894, Colombia-Perú en 1904 y Colombia-Costa Rica en 1880, se resolvieron pacíficamente por vías diplomáticas (arbitraje). Héctor Gros Espiell, España y la solución pacífica de los conflictos limítrofes en Hispano América (Madrid: Editorial Civitas S.A, 1984). 10 Si se presta atención a las leyes que cada estado federal sancionó en torno a organización, composición, reclutamiento, asignación de presupuesto, etc., se evidencia la necesidad de conformar una fuerza armada a su servicio, un ejército. La legislación concerniente apareció en los órganos de divulgación de cada Estado. Gaceta de Cundinamarca, Bogotá, 1857; Gaceta de Santander, Bucaramanga, 1857 y Gaceta Oficial del Estado Federal del Magdalena, Santamarta, 1857. 11 El Ejército centralizado no fue obra de la Regeneración, ya en 1832 se había llevado a cabo su centralización. Juan Alberto Rueda Cardozo, “Reformas al Ejército Neogranadino, 1832-1854” (Disertación M.A., Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, 2002).
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fesionalización del Ejército colombiano1312. Dicho proceso de profesionalización se fundamenta en la formación que reciben los cuerpos de oficiales, es decir, en la educación militar. En la primera parte del artículo se analiza la educación que recibieron oficiales y soldados durante el período comprendido entre 1886 y 1898, dando una mirada a la instrucción de tropa y a la educación para los oficiales. En la segunda parte, se indaga en la búsqueda de un modelo militar digno de ser incorporado al Ejército colombiano, y con el cual se lograría contar con un ejército profesional.
1. La educación en el Ejército entre 1886 y 1898 La creación y el fortalecimiento de la carrera militar es pieza fundamental en el proceso de la profesionalización militar. La existencia de las academias militares, instituciones educativas donde se incorporaban los cadetes, se encontraban alejadas de la población civil y esto “acelera la asimilación de los valores militares y provee una base funcional […] para la implantación del nuevo papel”1413. Esta asimilación en la formación de un cuerpo de oficiales y de tropa era una preocupación constante en el Ministerio de Guerra: “... a pesar de lo previsto en el Código respectivo, se ha establecido el absurdo sistema de ascensos y provisión de puestos en el ejército por recomendación de personas de influencia o sin ella, y por petición directa de los aspirantes; y es preciso acabar con esta corruptela que, matando todo estímulo en los oficiales de valer, aplebeyaría la carrera a un grado que no es posible fijar. Los ascensos deben ser severamente reglamentados por la ley, cerrando el camino a toda pretensión indebida, a toda aspiración que no traiga patente de legítima. Los ascensos y grados no deben concederse más que al mérito, a la capacidad, a la idoneidad de los candidatos: la Escuela Militar ayudará de modo eficaz a ponerle término a los ascensos de puro favor”1514.
Por ello es importante conocer la formación educativa que lograban los cadetes en una institución cerrada denominada Escuela Militar. De igual forma es necesario también conocer la instrucción que recibían los soldados, ya que como lo veremos, los alumnos que se incorporaron como cadetes fueron extraídos de la tropa que conformaba los diferentes batallones distribuidos en el territorio colombiano. 12 Adolfo León Atehortúa Cruz y Humberto Vélez Ramírez, Estado y Fuerzas Armadas en Colombia (Cali: TM Editores-Universidad Javeriana, 1944); Elsa Blair, Las Fuerzas Armadas: Una mirada civil (Bogotá: CINEP, 1993); Eduardo Pizarro Leongómez, “La profesionalización militar en Colombia (1907-1944)”, Análisis Político 1 (mayo-agosto 1987): 20-39. 13 Bengt Abrahamsson, “La socialización profesional: Teoría, ética y espíritu de cuerpo”, en La institución militar en el Estado contemporáneo, comps. Rafael Bañón y José Antonio Olmeda (Madrid: Alianza Editorial, 1985), 208-224. 14 Isaías Luján fue Ministro de Guerra en 1898. Leonidas Flórez Álvarez, Campaña en Santander (1899-1900) Guerra de Montaña (Bogotá: Imprenta del Estado Mayor General, 1938), 13-14.
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1.1. Instrucción para la tropa El Código Militar de 1881 dispuso que en todos los cuerpos del Ejército hubiera una escuela primaria por cada sesenta individuos de tropa, recibiendo todos la misma instrucción dada en las escuelas elementales1615. Los gobiernos de la Regeneración devolvieron a la Iglesia el privilegio de manejar la enseñanza pública, privilegio que había perdido durante los precedentes gobiernos liberales, ratificando, así, la orientación católica en la educación. Con el fin de sacar de la ignorancia a los individuos de tropa que componían el Ejército, se le encargó a la Iglesia su educación. Esta función se encomendó a la Capellanía General del Ejército, el que definió después de inspeccionar los cuerpos militares acantonados en Honda, San Juan de Córdoba, Santa Marta, Barranquilla, Cartagena y Panamá, que la instrucción civil debía quedar en manos de los capellanes pues ellos “al tener a su cuidado la moral y la religión […] pueden lograr positivos adelantos […] y mucho más si se atiende a que la instrucción civil es enteramente rudimentaria, y que apenas hay tiempo para darla por lo recargado del servicio y la escasa guarnición que hay en cada lugar”1716. En ciudades como Honda con una población de 6.000 habitantes, la instrucción civil estaba a cargo de un solo cura, quien además debía atender el servicio religioso de su población y de las poblaciones cercanas. Fue necesario solicitar el nombramiento como Capellán de la Fuerza al cura de Honda y, a la vez, solicitar por parte de la Diócesis el nombramiento de un cura que ayudara al 17 . cumplimiento de las funciones espirituales en las poblaciones cercanas18 La Capellanía del Ejército quedó encargada de impartir la instrucción civil a los soldados, junto con las respectivas clases de religión y moral. Los capellanes tenían como labor inspeccionar la enseñanza religiosa impartida en los cuarteles y ordenar la asistencia de los soldados a misa en los días festivos. Si para el soldado era muy importante recibir la instrucción de la religión católica, todavía más relevante era contar con la presencia de los sacerdotes en las montañas y demás parajes de la República. De hecho, sin el auxilio espiritual de la religión que actuaba como calmante de las inconformidades y demás dificultades a las que estaban expuestos los soldados, “[…] la deserción hubiera disminuido en gran parte al ejército”1918. 15 “La sección elemental esta destinada al aprendizaje de los elementos, es el grado inferior de la escuela primaria. Está compuesta por Instrucción religiosa, Lectura, Aritmética, Escritura, Canto, Obras de mano y Ejercicios calisténicos, destinada a niños que debían tener entre 6 y 9 años”. Reglamento para las Escuelas primarias (Bogotá: Imprenta La Luz, 1893), 4-6. 16 Pedro María Briceño, “Pbro, Informe, Capellanía General del Ejército”, Diario Oficial 7.8577.858, Bogotá, 18 agosto 1889, 822 - 823. 17 Pedro María Briceño, “Pbro, Informe, Capellanía”, Diario Oficial 7.857-7.858, Bogotá, 18 agosto 1889, 822. 18 Pedro María Briceño, “Pbro, Informe, Capellanía”, Diario Oficial 7.857-7.858, Bogotá, 18 agosto 1889, 823.
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El fortalecimiento de las materias de religión y moral, encargadas a los capellanes del ejército, fue el primer paso en la educación de la tropa. La enseñanza de las oraciones y de los ejercicios religiosos hicieron parte de la instrucción impartida. El siguiente paso fue la enseñanza de las materias que se dictaban en las escuelas elementales de la República. La instrucción civil del Ejército se dio acorde a los conocimientos previos que tuvieran los integrantes de la tropa. Es decir, cada batallón podría tener diferencias frente a otros batallones en las enseñanzas que se dictaran en el interior de la tropa, dividiéndose en secciones que dependían de sus capacidades. Por ejemplo, en el Cuadro No. 1 se observan las diferencias entre dos batallones acantonados en Boyacá. Cuadro No. 1: Instrucción civil del Ejército en dos Batallones de Boyacá durante 1898 Batallón Ganadero No. 8 (Boyacá) Sección Superior
Batallón Sucre No. 10 (Boyacá) Sección Superior
Aritmética, resolución de problemas de reglas de interés, gramática, análisis de oraciones de varias proposiciones, lectura corriente en libro, escritura en tablero.
Lectura, escritura con enseñanza de las reglas de ortografía más generales, como las distintas aplicaciones de la b y v, y operaciones aritméticas con los numeros enteros.
Sección Media
Sección Media
Aritmética, ejercicios y resolución de números enteros, gramática, conocimiento de las partes de la oración, lectura en libro.
Combinación de las vocales con las consonantes y su escritura, primeras nociones de aritmética, conociendo los diez caracteres de que se compone la numeración y formación de cantidades de una o dos cifras.
Sección Inferior
Sección Inferior
Aritmética, conocimiento de la numeración y ejercicios de sumas y restas, lectura de palabras y frases cortas. Escritura de palabras.
Estudio del alfabeto, distinción de las vocales y consonantes, y conocimiento de los sonidos de algunas de éstas.
Fuente: Cuadro elaborado a partir de los “Informes sobre instrucción civil del Ejército”, Diario Oficial 10.758, Bogotá, 15 septiembre 1898, 908.
Aunque del cuadro se infiere que la tropa que componía el Batallón Sucre No. 10 poseía bajas aptitudes y conocimientos académicos en relación con el Batallón Granaderos No. 8, existían otros batallones en los que el conocimiento era en muchas ocasiones menor. En el Batallón Canal No. 25 acantonado en Cundinamarca, el informe del Institutor da muy buenas luces acerca de la situación de la tropa en 1898: “[...] di principio por hacer un examen general en las materias siguientes: Lectura: Solo encontré 27 individuos que leían en impreso medianamente, y muy mal en manuscrito. Escritura: Los mismos 27 individuos todos escribían en malísima forma y enredamiento muy despaciosamente, y de los cuales, 11 sólo sabían dibujar su nombre y apellido. Aritmética: del examen de esta materia resultó que 4 individuos tenían algunas nociones de las dos primeras operaciones.
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En Gramática, Geografía, Religión y Urbanidad, los halló en absoluta ignorancia. En Doctrina cristiana la generalidad conoce medianamente el 19 . catecismo”20
Diversas circunstancias impedían la completa dedicación de la tropa a las labores de aprendizaje: las salidas de las compañías en comisión, la falta de memoria, la poca disposición, y quizás la más importante de todas era la falta de útiles necesarios para la enseñanza, “lo que me obligó a hacer uso indebidamente de las paredes del edificio del cuartel y hasta del enladrillado, para con carbones suplir en algo la falta 21 . Estos ejemplos de cómo de tableros, pizarras, cartillas, tizas y lápices de pizarra”20 se llevaba la instrucción civil en el ejército resultan esclarecedores acerca de qué tan acertada era la instrucción y en qué nivel académico se encontraba la tropa que componía el Ejército, en referencia a que de estos soldados es que se va a abastecer la Escuela Militar, donde el nivel educativo pretendió ser bastante superior.
1.2. Educación para los oficiales Capacitar el cuerpo de oficiales del Ejército fue uno de los propósitos más ambicionados por las reformas militares de los gobiernos de la Regeneración. Un ejército respetable y civilizado era aquel compuesto por oficiales instruidos y educados, formados en una escuela militar, con conocimientos del arte y la táctica de la guerra. Ya en los años 1848, 1861 y 1883, los experimentos por instaurar la enseñanza militar 21 . Más adelante, en 1888, por medio del Decreto habían fracasado completamente22 22 se dispuso el establecimiento de una Escuela Militar de Cadetes en Bogotá No. 10323 destinada a la formación de oficiales subalternos que llenarían las vacantes ocasionadas en el Ejército. Se estipuló que la escuela iniciaría funciones el 1 de febrero de 1889 con un promedio de 20 a 30 cadetes, con edades no menores de 17 años ni mayores de 20. La iniciación de clases tuvo lugar el 14 de marzo de 1889 con 22 alumnos. 24 El Director de la Escuela Militar presentó en junio de 1889 un cuadro trimestral23 que mostró el aprovechamiento y la conducta de los cadetes. Al sacar un promedio entre todos los estudiantes, los resultados eran desfavorables y mostraban el bajo nivel académico con que contaban los cadetes. Por ejemplo, en una nota que iba de 0 a 5, obtuvieron en Geografía Militar: 2.6, en Dibujo: 2.5, en Maniobras: 2.3 y en
19 Francisco Simón Sanmiguel, “Informe del Institutor sobre el estado de instrucción civil de la tropa del Batallón Canal”, reproducido en Saturnino Baños (Inspector General), “Informe de la Revista de Inspección practicada en el Batallón Canal No. 25”, Diario Oficial 10.761, 19 Bogotá, septiembre 1898, 919. 20 Francisco Simón Sanmiguel, “Informe del Institutor”, 919. 21 Elsa Blair, Las Fuerzas Armadas, 26. 22 Decreto No. 1003 de 1888, Diario Oficial 7.640, Bogotá, 21 diciembre 1888, 1507. 23 Diario Oficial 7.811-12, Bogotá, 16 junio de 1889, 638.
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Promedio Trimestral: 3. Estos promedios muestran como conclusión que uno de los condicionamientos para ingresar a la Escuela no se había cumplido, es decir, “sostener con lucimiento examen previo sobre las siguientes materias: Lectura, Escritura, Aritmética, Gramática Castellana, Geografía, nociones de Historia y traducción del 24 . inglés o del francés”25 Aún con estos bajos resultados, la Escuela siguió funcionando hasta el 30 de diciembre 25 de 1890. Tomas Rueda Vargas26 mencionaba: “En la memoria de guerra de 1890, habla largamente el general Leonardo Canal sobre la necesidad de formar oficiales científicos, y 26 . Buscando mejorar el estado relata el estado precario en que se halla la Escuela militar”27 precario de la Escuela, fue necesaria su renovación. El 29 de noviembre se decretó que 28 . En esta oporse establecería una Escuela Militar subordinada al Ministerio de Guerra27 28 29 tunidad, los condicionamientos fueron más específicos respecto de la selección de los alumnos que iban a ingresar a la Escuela, debiendo cumplir con los siguientes requisitos: “- Tener de 16 a 21 años de edad (probado con partida de bautizo). - No padecer enfermedad contagiosa, ni tener defecto físico que lo inhabilitará para la carrera de las armas (probado con certificado expedido por el médico de la Escuela). - Tener buena conducta. - Saber castellano, aritmética, geografía e historia patria (probado con examen sostenido ante el consejo de la Escuela). - Cumplir con la obligación de prestar su servicio en el Ejército de la República durante cinco años, en el grado que le correspondiera a la salida de la Escuela (alumnos becados)”3029.
Con estos requerimientos se esperaba que el filtro que tuvieran que pasar los alumnos decantara más la selección y que los que finalmente ingresaran a la Escuela fueran idóneos y pudieran cumplir cabalmente los programas educativos y militares. Además, se obligaba a permanecer en el servicio activo del Ejército, buscando la continuidad de los cadetes egresados en la Institución militar.
24 Decreto No. 1003 de 1888, Diario Oficial 7.640, Bogotá, 21 diciembre 1888, 1507. 25 Luis Cano en el prólogo que hace al libro El Ejército Nacional describe a Rueda Vargas de la siguiente manera: “[…] fue desde la iniciación de la reforma hasta el último día de su vida una especie de ministro de guerra al margen del gabinete ejecutivo, que ejercía de hecho todas las atribuciones del titular con el consentimiento unánime de militares y civiles, y para quien los cuarteles eran una prolongación natural de su propio domicilio”. Tomás Rueda Vargas, El Ejército Nacional (Bogotá: Camacho Roldán & Cía., 1944), 5. 26 Tomás Rueda Vargas, El Ejército Nacional, 14. 27 Decreto de 29 de noviembre 1890, Diario Oficial 8.263, Bogotá, Imprenta de la Nación, diciembre 1890, 1236. 28 En referencia a los condicionamientos para ingresar a la Escuela Militar de 1889, ver Decreto No. 1003 de 1888 (21 de diciembre). Diario Oficial 7.640, Bogotá, 21 diciembre 1888, 1507. 29 Decreto de 29 de noviembre 1890. Diario Oficial 8.263, Bogotá, 8 diciembre 1890, 1236.
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La Escuela iniciaría el 15 de enero y el año escolar duraría hasta el 30 de noviembre. Además, durante las vacaciones los cadetes seguirían recibiendo instrucción práctica fuera de la ciudad, campamentos o marchas. La educación que recibirían los cadetes estaba repartida en cuatro años, y constaba de materias tales como táctica de infantería y artillería; geometría y trigonometría planas; francés; esgrima y tiro; señales militares; balística y geografía militar y estadística; derecho internacional; derecho militar; ciencia y arte de la guerra. En cuanto a la clase de religión y moral, sólo estaba incluida en el primer año del plan de estudios, pero era obligatoria durante todos los años, y el Director tenía como función constreñir a todos los alumnos a cumplir con sus deberes religiosos3130. Sin aún haber iniciado funciones la Escuela, el 9 de marzo de 1891 se reformó el Decreto del 29 de noviembre de 1890, con el cual se reorganizó la Escuela Militar, cuya dirección quedó a cargo del coronel norteamericano Henry Lemly. Durante el primer año, 50 alumnos serían becados, y la Nación costearía directamente los gastos de 32 de los alumnos. La permanencia de los 18 alumnos restantes en la Escuela sería costeada por los cuatro batallones acantonados en Bogotá, a razón de un alumno por cada compañía; estas compañías debían constar de 60 soldados, incluido el alumno becado. Después de haberse comprometido con la Escuela Militar, los alumnos becados iniciaron sus estudios. Contrario a lo prescrito como Plan de Estudios, los alumnos no iniciaron su primer año en la Escuela Militar con materias tales como táctica de infantería; policía y disciplina militares; esgrima; francés; álgebra y contabilidad; geometría y trigonometría planas. De hecho, el primer año en la Escuela se convirtió en un año preparatorio constituido por las asignaturas de castellano, aritmética, geo31 . grafía e historia patria, con la finalidad de reforzar los conocimientos académicos32 Al año siguiente, en 1892, los alumnos de primer año asistieron a clases de álgebra, geometría y trigonometría, francés y esgrima, y los de segundo año tomaron clases de geometría analítica, geometría práctica, francés e inglés. Tales materias distaban bastante de las originalmente planteadas por el Plan de Estudios de la Escuela Militar, clara consecuencia de las pocas aptitudes académicas con las que contaban los alumnos al ingresar a esta Escuela de formación militar3332. Al final, los bajos resultados en el aprovechamiento de los cadetes y las dificultades económicas del Gobierno, llevaron al cierre de la Escuela Militar al culminar el año de 1892. Cuatro años después, y teniendo como experiencia los intentos fallidos de 1889 y 1891, el Gobierno no desistió en su deseo de poseer un cuerpo de oficiales instruido. Por ello, mediante la Ley 127 del 18 de noviembre de 1896 se abrió nuevamente 30 Decreto de 29 de noviembre 1890. Diario Oficial 8.263, Bogotá, 8 diciembre 1890, 1236. 31 Diario Oficial 8.688, Bogotá, 24 enero 1892, 111. 32 Ver los cuadros que muestran el aprovechamiento de los cadetes en Diario Oficial 8.688 Bogotá, 24 enero 1892, 112 y Diario Oficial 8.822, Bogotá, 8 junio 1892, 722-723.
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la Escuela Militar, reestructurándola y dejando la organización a cargo de una misión militar francesa compuesta por los capitanes “Emile Drouhard del 8 batallón de artillería a pie, experto en fortificaciones de costa; Paul Víctor Sabarthez del 5 regimiento de ingenieros, quien había cooperado valiosamente a la construcción del ferrocarril de Sudán; y Charles Edour Leveque de infantería, y quien había sido inspector de estudios de la Escuela Politécnica”3433. Esta Escuela Militar dependió directamente del Ministerio de Guerra e inició labores el 1 de febrero de 1898. Con el objetivo de fortalecer la planta de profesores, los nombramientos para estos cargos debían recaer en aquéllos que hubiesen hechos sus estudios en las escuelas de guerra de alguno de los Estados europeos. Igualmente, por lo menos doce oficiales del Ejército permanente serían enviados a las escuelas de guerra europeas para que hicieran sus estudios teóricos y prácticos, con la condición de volver e impartir la instrucción práctica en el Ejército colombiano. La misión de la Escuela era formar oficiales instruidos en la ciencia y en el arte de la guerra, que luego de la finalización de sus estudios llenarían las vacantes que existieran en el Ejército Nacional. El Ejército permanente proveería de dos alumnos, en razón 34 . Los individuos que desearan ingresar debían pasar por cada compañía de batallón35 un “proceso de selección” y cumplir ciertos “requisitos”, clara referencia a que debían 35 . Al incorporarse los alumnos eran ser de buena conducta y aptos académicamente36 considerados cadetes o soldados, logrando ascender según sus méritos y de acuerdo con el reglamento. En el caso de que el alumno terminara sus estudios en la Escuela y no tuviese el grado de oficial, adquiría instantáneamente el grado de subteniente. El plan de estudios adoptado para la Escuela Militar fue mucho más ambicioso en 36 , y tuvo algunos cambios con respecto al Plan de el plano académico y práctico37 33 Leonidas Flórez Álvarez, Campaña en Santander, 17. 34 Según el Código Militar de 1881 vigente hasta 1915, se designó que los batallones se dividirían en 6 compañías de aproximadamente 70 soldados cada una. En septiembre de 1897, el Ejército Nacional estuvo conformado por 23 Batallones repartidos en 5 Divisiones y 4 Jefaturas militares, sumando un número de 9.660 soldados. En este orden de ideas, dos alumnos por cada compañía de batallón darían un resultado de 276 alumnos propuestos para ingresar a la Escuela Militar. Código Militar Colombiano y Leyes vigentes que lo adicionan y reforman, ed. Eduardo Rodríguez Piñeres (Bogotá: Imprenta La Luz, 1915), 9-242 y Diario Oficial 10.449, Bogotá, 21 septiembre de 1897, 914. 35 “Haber hecho satisfactoriamente en algún establecimiento de instrucción los cursos de las Escuelas superiores nacionales (Inglés y Francés (primeros cursos), Geografía Universal y especial de Colombia, Algebra y Geometría elementales, Castellano y Ortografía), lo que se comprobará con los respectivos certificados”, Gaceta de Santander 3.054, Bucaramanga, 22 enero 1897, 331. 36 Se sumaron al Plan de Estudios materias como: Estrategia, Elementos de Hidráulica; Mineralogía y Geología; Construcciones militares, fortificaciones, baluartes, reductos y defensas de todas clases; Resistencia de los materiales y cortes de maderas y piedras; Tiro de Infantería y Artillería, etc. Decreto No. 284 de 1897 (15 de junio) en desarrollo de la Ley 127 de 1896, por la cual se crea una escuela militar, Gaceta de Santander 3.145, Bucaramanga, 11 septiembre 1897, 397.
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Estudios de la Escuela Militar de 1891, entre ellos, la suma de un quinto año. El año escolar constó de diez meses, que iban desde el inicio de febrero hasta el final de noviembre. Al terminar cada año escolar, durante las vacaciones los alumnos eran trasladados a un campo cercano a la ciudad, “donde llevaban una vida de campamento bajo toldas de campaña, dedicándose exclusivamente a la práctica de castramentación3837, de tiro de infantería y artillería, de la organización de las guardias, del levantamiento de planos, reconocimientos militares y de todas las demás enseñanzas 38 . teóricas, durante un mes”39 Al término de los respectivos estudios, el alumno quedaba obligado a prestar sus servicios en el Ejército de la República durante cinco años, en el grado que le correspondiese. Pero esto, evidentemente no sucedió ya que la Escuela no alcanzó a culminar el primer año de estudios. Los cinco años de estudios en la Escuela Militar necesarios para formar un oficial con el grado de subteniente no fueron culminados por ninguno de los cadetes que habían ingresado. Fue éste otro intento fallido por establecer una Escuela Militar. El 30 de septiembre de 1898, tan solo siete meses después de haber iniciado las clases, se dispuso cerrar temporalmente la Escuela, clausurándola por el resto del año. Esta decisión se tomó considerando lo siguiente: “En el informe pedido al director de la Escuela Militar consta que diez y nueve de los alumnos no pueden hacer los cursos prescritos para el presente año, porque carecen de los conocimientos preliminares indispensables [...] y que de los veintiséis alumnos restantes, aunque son más idóneos que los otros para los estudios reglamentarios, hay varios que no tienen la instrucción necesaria para hacerlos satisfactoriamente”4039.
Quizás, en comparación con las anteriores escuelas, la última tentativa frustrada del siglo XIX para establecer y poner en pleno funcionamiento una escuela militar fue más corta y menos productiva. Al parecer los ejemplos reiterativos de las pasadas experiencias, en las que era claro que el potencial con el que contaban los alumnos no era el adecuado, no fueron tomados en cuenta en la selección del nuevo contingente de cadetes. En consecuencia, el impacto en los cuadros de oficiales del Ejército no puede ser calculado, pues no hubo ascensos a subteniente otorgados al término de los cinco años de estudios en una escuela militar. Cabe anotar también que el cierre de la Escuela Militar al poco tiempo de su organización no se debió a las confrontaciones armadas que se iniciaron en 1895 y en 1899, ya que el cierre había sucedido 40 . tiempo antes por los mínimos resultados obtenidos por los cadetes41 37 En esta práctica los cadetes aprendían a levantar y acondicionar un campamento militar. 38 Ley 127 de 1896 (18 de noviembre), Gaceta de Santander 3.054, Bucaramanga, 22 enero 1897, 331. 39 Decreto de 30 de septiembre de 1898 por el cual se dispone cerrar temporalmente la Escuela Militar. Gaceta de Santander 3.319, Bucaramanga, 22 octubre 1898, 502. 40 Es importante resaltar esto porque es recurrente mencionar que debido a las confrontaciones armadas, la Escuela Militar tuvo que ser cerrada. Y si nos remitimos a las fechas, el cierre de la
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En síntesis, todas estas escuelas que se sucedieron no son diferentes la una de la otra. Aunque por las leyes emitidas parecerían ser instituciones nuevas, lo que se puede apreciar es que eran sólo la continuidad de la Institución, con sus mismas falencias ya mencionadas. Incluso, hay también una continuidad en la composición de las lis41 . Con la tas de seleccionados, en ocasiones cadetes repetían su participación en ellas42 clausura de funciones de la Escuela Militar, los cadetes alumnos se reincorporaban al batallón al que pertenecían antes de su selección, o en algunos casos fueron ascendidos al grado de Subteniente sin haber cumplido con una formación completa, pues 42 . Sólo hasta 1907 se hicieron nuevos inninguno cursó más de dos años de estudios43 tentos por establecer una institución para la formación de los oficiales del Ejército.
2. ¿Hacia una profesionalización militar del Ejército? El 7 de agosto de 1904 llegó a la Presidencia de la República el General Rafael Reyes. Recibió un país asolado por una guerra civil de tres años (Guerra de los Mil días), y a su vez, desmembrado por la pérdida del departamento de Panamá. Estos dos sucesos delinearon el camino a seguir por el gobierno de Reyes durante los cinco años en que estuvo en el poder. En su discurso de posesión, el general manifestó la necesidad evidente de dejar atrás la época de guerras civiles, y para lograrlo, creía imperativo que “[…] dejemos a un lado para siempre las armas destructoras, olvidemos los grados militares alcanzados en aquellas luchas, y empuñemos instrumentos del trabajo que honra y dignifica para la fecunda labor de la industria y en la construcción de las vías de comunicación, cuya falta es el 43 . testimonio más patente de nuestro atraso económico e industrial”44
De este fragmento se intuye el porvenir que le esperaba al Ejército, por lo menos en el transcurso de los primeros tres años de su mandato. En consecuencia, la llegada de un militar de los honores de Rafael Reyes -vencedor de Enciso4544- al solio presidencial no significó para el Ejército un realce en sus funciones, por el contrario, el gobier-
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Escuela en 1892 es claramente anterior a la contienda de 1895, como también el cierre de 1898 antecede por un año a la confrontación iniciada en 1899. Diario Oficial 7.811-12, Bogotá, 16 de junio 1889, 638; Diario Oficial, 8.688, Bogotá, 24 enero 1892, 111-112 y Diario Oficial 8.822, Bogotá, 8 junio 1892, 722-723. Entre ellos: Wenceslao Rodríguez, Guillermo Falla, Proto Morales, Guillermo Escallón, Paulo Emilio Escobar, Rafael Arjona, Luis Patiño, Benigno Galvis, Ramón F. Rodríguez, Jorge Julio Rincón, Camilo Galvis, Ernesto Camargo, Pablo E. Vanegas, Matías Camargo y Miguel A. López. Diario Oficial 9.211, Bogotá, 15 julio 1893, 829. Rafael Reyes, “Posesión del Presidente de la República”, Gaceta de Santander 3.639, Bucaramanga, 1 septiembre 1904, 289-290. Batalla definitiva en la Guerra Civil de 1895, en la que Reyes ostentaba la graduación de General en Jefe del Ejército en operaciones sobre el río Magdalena, la Costa Atlántica y Santander (actuales departamentos de Santander y Norte de Santander). Gaceta de Santander 2.856, Bucaramanga, 20 abril 1895, 65; Eduardo Lemaitre, Rafael Reyes: Biografía de un gran colombiano (Bogotá: Banco de la República, 1981), 143-162.
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no de Reyes desmontó el voluminoso Ejército heredado de la contienda de los Mil Días; destinó los cuerpos que quedaron después de la reducción al trabajo en obras de construcción de vías y edificios, y disminuyó notablemente el presupuesto asignado al 46 . Ministerio de Guerra45 Aunque éstas fueron las disposiciones inmediatas con respecto al Ejército, el Gobierno siempre tuvo presente la necesidad de un ejército profesional defensor de la soberanía nacional. Era evidente que la pérdida de Panamá había sido una afrenta a la unidad de la Nación y era imperativo impedir una nueva secesión o falta a la soberanía colombiana. El fortalecimiento de los cuadros de oficiales a través de su formación en una escuela militar era uno de los pasos a seguir en busca del añorado ejército profesional. Rafael Reyes en el mensaje presidencial dirigido al Congreso en 1904 manifestó la necesidad urgente de levantar el nombre de la profesión militar, “y hacer de ella, como es en todos los países, escuela de honor y de fortaleza moral y física en que se forme el carácter nacional”4746. Entre tanto, el Gobierno otorgó becas militares para realizar estudios en la Compañía de Instrucción Militar, localizada en Bogotá. En el caso específico del departamento de Santander, el Gobierno adjudicó una beca por cada 60.000 habitantes, correspondiéndole a Santander nueve de éstas. Al igual que en los anteriores intentos de seleccionar los integrantes de una institución de educación militar, los aspirantes debían contar con algunos condicionamientos, a saber: “Afición a la carrera militar, buena conducta y buena salud, Buen carácter y modales cultos, no ser menor de 16 ni mayor de 20 años, conocimientos preliminares en Gramática, Aritmética, Geografía y Religión católica, permanecer en la Compañía el tiempo necesario para los estudios y servir después en el Ejército tres años con el grado de subteniente, otorgar fianza personal de notorio abono por $200 oro, para responder al Gobierno de los gastos hechos en su educación, caso de quedar el alumno en uso de licencia indefinida por mala conducta”4847.
La apertura de la Compañía de Instrucción Militar tenía como fecha el 15 de junio de 1905. Aunque no se tiene información para afirmar si la Compañía entró en vigencia o no, o que clase de resultados se lograron, es interesante anotar los esfuerzos propiciados por el gobierno -al menos en el plano legislativo- por apuntar hacia la formación de instituciones educativas militares. 45 Rafael Reyes, “Decreto 822 de 1904 (10 de octubre)”, Diario Oficial, 12.205, Bogotá, 27 de octubre de 1904, 909-910 y Rafael Reyes, “Exposición de Rafael Reyes. Presidente de la República de Colombia a sus compatriotas”, Gaceta de Santander 3.764, Bucaramanga, 23 de enero de 1906, 19. 46 Rafael Reyes, “Mensaje Presidencial”, Gaceta de Santander 3.666, Bucaramanga, 7 diciembre 1904, 398. 47 Gaceta de Santander 3.710, Bucaramanga, 15 mayo 1905, 156.
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Es sólo a mediados de 1907 cuando los rigores de la penuria fiscal cedieron lo suficiente para permitir la asignación al Ejército de los recursos necesarios para el “engrandecimiento” de esta institución. Con ello se buscó el mantenimiento de un ejército estable (sin reducciones continuas), con funciones netamente militares y con un presupuesto fijo y más elevado al de anteriores legislaturas. Para los gobernantes de la época, un ejército bien pertrechado era sinónimo de paz, percepción ilustrada en las palabras del Ministro de Guerra, Manuel Sanclemente, quien expresó: “[…] con ejemplos constantes para estas naciones suramericanas ha enseñado ya la experiencia que cuestan más las guerras que el sostenimiento de un Ejército respetable, 48 . La búsqueda de un mientras se contraen hábitos de pueblos serios y prácticos”49 “ejército respetable” requirió una nueva organización con parámetros administrativos y militares definidos, es decir, un modelo militar para implantar.
2.1. Ejército chileno: el modelo para seguir El gobierno de Reyes, buscando evitar enfrentamientos con la oposición liberal, ofreció los cargos diplomáticos a militantes de este partido. Uno de ellos fue Rafael Uribe Uribe quien fue designado como embajador para los países de Chile, Argentina y Brasil. Durante su estancia en Chile en 1905, Uribe observó y detalló la estructura del ejército de este país, concluyendo que era un buen ejemplo para ser seguido por el Ejército colombiano. Por esta razón, Uribe aconsejó al gobierno colombiano solicitar ante el gobierno de Chile, el envío a Colombia de una “misión militar” compuesta por un grupo de oficiales -uno por cada arma-, con el objetivo primigenio de implantar los nuevos reglamentos militares en el Ejército colombiano. Este proyecto que fue plasmado, originado y propuesto por Uribe Uribe, fruto del conocimiento adquirido gracias a las continuas relaciones que mantuvo con oficiales 49 , contó también con un sentido de realismo muy chilenos durante el año de 190550 explícito, ya que el mismo Uribe argumentó la dificultad que tendría querer transplantar el modelo militar chileno al Ejército colombiano, para lo cual recomendó: “Su funcionamiento requiere la experiencia práctica de buenos instructores de fila y la creación de los diversos órganos que constituyen el comando y los servicios superiores del ejército. Podría creerse que eso se obtenía con oficiales que sirviesen tres o cuatro años en el ejército cuyo régimen se tratara de imitar, pero los resultados de esa clase de ensayos han sido negativos; el oficial alcanza cierto grado de preparación en un 50 . determinado servicio, pero eso no basta para organizar un ejército”51 48 Manuel Sanclemente, “Informe de los Ministros del Despacho efectivo dirigido a la Asamblea Nacional Constituyente y Legislativa en 1907”, Diario Oficial 12.913, Bogotá, 3 abril 1907, 313314. 49 Fernando Díaz Gómez ed., Documentos acerca de la modernización del Ejército Nacional 1907, Colección Rafael Uribe Uribe (Bogotá: Registro Histórico del Ejército, 1998), 13-56. 50 Rafael Uribe Uribe, “Instituciones Militares de Chile”, en Por la América del Sur I (Bogotá: Editorial Kelly, 1955), 225-226.
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Dos características del ejército chileno eran la mejor carta de presentación frente a otros ejércitos suramericanos. En primer lugar, el triunfo ante Bolivia y Perú en la Guerra del Pacífico (1879-1883) demostró la capacidad de movilización y de poder ofensivo. Resultado de este triunfo fue el reconocimiento de Chile como potencia absoluta en la costa occidental de Suramérica. Ya sea por el espíritu guerrero del soldado chileno y por las actitudes militares del Ejército, o por la ineficiencia de los ejércitos peruano y boliviano, Chile emergió vencedora de la contienda adquiriendo renombre en la esfera internacional. En segundo lugar, en 1905 el ejército chileno contaba con la experiencia de tener desde hacía 20 años una estructura y organización bajo el modelo militar prusiano, modelo victorioso en la guerra contra Austria (1866) y Francia (1870-71), que luego gracias a su renombre se iría imponiendo tanto en Europa como en Suramérica. En 1875, según Huntington, “mientras todas las naciones de Europa habían adquirido los elementos básicos del profesionalismo militar (exigencias de educación general y especial para ingresar, exámenes, instituciones para educación militar elevada, sistema de estado mayor, unidad corporativa), sólo en Prusia estos elementos se desarrollaron hasta configurar un sistema redondo y completo”5251.
El ejército prusiano se distinguió como el paradigma militar del momento. Brahm define la llegada del prusianismo a las fuerzas armadas chilenas como la necesaria “mirada hacia Europa”, como “el encandilarse con el modelo prusiano vencedor de Francia y de las tradiciones napoleónicas”: “[…] en el último tercio del siglo XIX sería el modelo prusiano el que se impondría como paradigma para todos los ejércitos del mundo. Los triunfos rápidos y decisivos que obtendrían las tropas de los Hohenzollern sobre los daneses, austriacos y franceses, en contraste con la lentitud que caracterizó las acciones de la guerra civil norteamericana, parecían ser una convincente demostración de la superioridad militar de 52 . Europa o por lo menos de Prusia sobre los americanos”53
Ahora bien, así como hubo una clara mirada hacia Europa, también sucedió el proceso contrario; es decir, algunos países europeos fijaron su mirada en los países suramericanos. Alemania se había unificado en 1871, tardíamente en relación con las potencias colonialistas europeas, y su participación en el mundo colonial era mínima. Revitalizada por los triunfos obtenidos y con una creciente élite dominante 51 Samuel P. Huntington, El soldado y el Estado: Teoría y política de las relaciones cívico-militares (Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 1995), 42. 52 Enrique Brahm García, “El Ejército Chileno y la industrialización de la Guerra, 1885-1930: Revolución de la Táctica de acuerdo a los paradigmas europeos”, Historia 34 (2001): 5-38, http:// www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S071771942001003400001&lng=es&nrm=i so (Fecha de consulta: 10 de mayo, 2004).
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(nobleza y militares), Alemania empezó a buscar la forma de reponerse de su tardía llegada al reparto colonial. La posición que tomó el Imperio alemán fue entrar a disputar con sus rivales -Inglaterra y Francia- la posibilidad de influir sobre aquellos países donde no había una dominación clara. En consecuencia, se envían “misiones al exterior con el fin de crear condiciones que permitieran la expansión germana en 53 . Y un terreno factible para poner en marcha estos propósitos todos los terrenos”54 era el terreno militar.
2.2. Difusión del modelo militar prusiano Al finalizar la Guerra del Pacífico se inició en el ejército chileno un proceso de valoración de sus capacidades, y a su vez de confrontación con los ejércitos europeos. Además, se hizo cada vez más visible la condición de poseer un ejército fuerte capaz de hacer frente “a las tensiones internas y externas que demandaban la existencia de po54 . En estos términos, y en vista de los cambios derosas y eficientes Fuerzas Armadas”55 en las formas de guerra, el objetivo era el de conseguir una nueva organización militar: profesional y técnica. Con miras de alcanzar este objetivo, llegó a Chile en 1885 Emil Körner, capitán de artillería del ejército del Imperio alemán5655. Körner y siete oficiales más iniciaron esta misión cuyo objetivo fue formar la Escuela Militar, la Academia de Guerra, la Escuela de Suboficiales, la Escuela de Caballería y la Escuela de Tiro y Gimnasia; además de reelaborar los manuales, reglamentos y el sistema de reclutamiento (1900) y organizar el Ejército, desde el Estado Mayor hasta la indumentaria y parque. Chile fue el primer país en recibir una misión militar alemana, para luego convertirse 56 . En el Cuadro No. 2 en el modelo insigne, apto para ser difundido por Suramérica57 53 Patricio Quiroga, “El predominio de las oligarquías y la prusianización de los ejércitos de Chile y Bolivia (1880-1930)”, Estudios políticos militares, Programa de Estudios Fuerzas Armadas y Sociedad, año 1, 1 (Santiago de Chile: 2001), 75-93, http:// www.cee-chile.org/publicaciones/revista/ rev01/rev1-4.pdf (Fecha de consulta: 12 de mayo, 2004). Sobre este tema se puede consultar también a Patricio Quiroga y Carlos Maldonado. El prusianismo en las Fuerzas Armadas chilenas, Estudio histórico 1885-1945 (Santiago de Chile: Ediciones Documentas, 1988). 54 A tensiones internas y externas los autores se refieren a: “problemas limítrofes con Argentina, los problemas derivados de la cuestión social, las exigencias de la penetración y conquista de la Araucanía, las relaciones diplomáticas con Inglaterra y Estados Unidos, el impacto que significó la incorporación de los sectores medios a las Fuerzas Armadas (luego y durante la guerra), y la defensa interna del enclave salitrero”. Patricio Quiroga y Carlos Maldonado, El prusianismo en las Fuerzas Armadas chilenas, Estudio histórico 1885-1945 (Santiago de Chile: Ediciones Documentas, 1988), 36. 55 Frederick Nunn, “Emil Körner and the Prussianization of the Chilean Army: Origins, Process, and Consequences, 1885-1920”, Hispanic American Historical Review 50:2 (Durham: Duke University Press, mayo 1970), 300-332; Juan Domingo Silva, La prusianización del Ejército de Chile: la primera modernización (Santiago de Chile: Universidad ARCIS, Centro de Estudios Estratégicos), http: //www.cee-chile.org/estudios/sil03.htm (Fecha de consulta: 12 de mayo, 2004). 56 Venezuela también recibió la asesoría de una misión militar chilena implementa en 1911 bajo el gobierno de Juan Vicente Gómez: “Durante la fase de consolidación del poder gomecista, destacan como oficiales que tuvieron responsabilidades en el proceso modernizante, entre otros: el General M. V. Castro Zavala como Ministro de Guerra y Marina, el militar chileno
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se observan los países que recibieron una misión militar y las funciones que la misión cumplió en los respectivos ejércitos en los que se implementó. En este Cuadro se hace más evidente la tesis expuesta por Ferenc Fischer5857, que afirma que en Suramérica se dieron dos tipos de influencia prusiana: la forma directa, a través de las misiones militares alemanas, y la forma indirecta, por medio del envío de misiones militares chilenas a los países de América del Sur. Alemania ambicionaba -a través de las misiones militares- sembrar la semilla del modelo prusiano en Suramérica. Capaz de hacer frente al modelo francés, para con el tiempo lograr su eliminación, o por lo menos la reducción en su rango de influencia. Evidentemente, esta semilla germinó, y lo hizo en Chile, el primer país receptor del modelo prusiano. A partir de esto, la influencia propició la entrada de Alemania en la competencia por los mercados suramericanos. El mercado en disputa más importante era el de las armas, a lo que William Sater cataloga como el “fraude de las armas” ya que, “desde el momento que tuvo todo el poder, don Emilio (Emil Körner) insistió en que Chile comprara productos alemanes. Por ejemplo, convenció a la Moneda (sede presidencial del Gobierno chileno) de que reemplazara sus rifles austríacos casi nuevos marca Mannlicher por los de marca Mauser, fabricados por Deutsche Waffen de Alemania”5958.
También en la información cruzada entre el cónsul alemán en Quito y el embajador chileno se hacen tangibles los constantes oficios por lograr monopolizar el mercado de las armas, en los siguientes términos:
contratado por el gobierno venezolano Coronel Samuel Mc Gill, el General Francisco Linares Alcántara, hijo, y los General Félix Galavís y Julio Sarría. También el Coronel Arturo Santana, y los Tenientes-Coroneles Carlos Sánchez y José Becerra (los graduados de Estado Mayor en Colombia), que junto con Mc Gill, son los Oficiales de mayor graduación en la Oficina Técnica adscrita a la Inspectoría General del Ejército”. Domingo Irwim, Relaciones civiles-militares en el siglo XX (Caracas: El Centauro, 2000), http://www.resdal.org/Archivo/d000016b.htm (Fecha de consulta: 20 de enero, 2007). 57 Ferenc Fischer, “La expansión indirecta de la ciencia militar alemana en América del Sur: La cooperación militar entre Alemania y Chile y las germanófilas misiones militares chilenas en los países latinoamericanos (1885-1914)”, en Tordesillas y sus consecuencias. La política de las grandes potencias europeas respecto América Latina 1494-1898, eds. Bernd Schôter y Karin Shûller (Frankfurt am Main - Madrid: Vervuert-Iberoamericana, 1995). 58 William Saeter “Reformas militares alemanas y el Ejército chileno”, Revista de Historia 7 (1998): 79-92, http://www2.udec.cl/historia/art6-rev7.htm (Fecha de consulta: 22 de mayo, 2004).
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Cuadro No. 2: Misiones militares bajo inspiración y doctrina prusiana-alemana 1885-1945 Fecha
País Beneficiario
1885 Chile
Naturaleza
Frutos
Dador
Creación Academia de Guerra Reformas Escuela Militar y de Armas Doctrina institucional.
1897 1900 1901 1903
1907
1909 1911 1911 1911 1912 1933 1945
Fuente: Cuadro tomado de Cristian Garay Vera y Fernando García Molina, Germanización y Fuerzas Armadas. Sudamérica bajo el embrujo prusiano, Notas Históricas y Geográficas, 7 y 8 (Valparaíso: Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación, 1996-1997), 143-165, http://www.bicentenariochile.cl/ fondo_bibliografico/fondo_datos/colaboracion/GARAYGERMANIZACION.pdf (Fecha de consulta: 22 de mayo, 2004).
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“[…] el mayor interés de Alemania y Chile es no dejar a los oficiales franceses entrar aquí (a Ecuador - F.F.) y asegurar para nuestra industria los pedidos de armas [...]. En la actual constelación política de la costa occidental en que el débil Ecuador pretende apoyarse en el más fuerte Chile, con toda seguridad se puede afirmar: mientras Chile nos compre armas, presumiblemente Ecuador seguirá siento nuestro comprador también”6059.
Por su parte, Chile, al enviar misiones a Ecuador y Colombia y al establecer en los estados mayores de estos ejércitos a sus oficiales, logró mantener una influencia implícita sobre estos países. El gran enemigo de Chile, Perú, se encontró rodeado y aislado por ejércitos bajo su influjo. En esta perspectiva, ajenos a este panorama de influencia militar prusiana, se encontraban Uruguay, Perú y Brasil; el primero y segundo mantuvieron su influencia francesa, y el tercero siguió su propia evolución sin adscribirse a ningún paradigma militar6160.
2.3. Colombia y la misión militar chilena La primera instancia que se pretende lograr al implementar una reforma militar es un cambio en la instrucción, selección y ascenso de los cuerpos de oficiales, objetivos realizables solamente con el establecimiento de una escuela militar. El modelo militar seleccionado para implantarse fue el modelo chileno, que como expone Roberto Arancibia “pese a estar lejos de ser un ejemplo en lo que se refiere a principios administrativos, a instrucción y a elementos de trabajo, teníamos la fama de ser los prusianos de la América del Sur y, muchos países pidieron nuestros instructores y tomaron como ejemplo nuestra organización y reglamentación”6261. Es así que, siguiendo las indicaciones de Uribe Uribe, Rafael Reyes contrató en 1907 la primera misión militar chilena que llegó a Colombia, compuesta por el capitán de infantería Arturo Ahumada Bascuñán y por el capitán de artillería Diego Guillén Santana. El objetivo principal de esta misión era la puesta en marcha de una institución que brindara los conocimientos fundamentales para la formación de un instruido y preparado cuerpo de oficiales. El Ministro de Guerra, Manuel Sanclemente, emitió una circular en la que se informaba acerca de la próxima apertura de la Escuela Militar, para lo cual se otorgarían cuatro becas a cada departamento, procurando “darlas a jóvenes pobres, huérfanos de padre, sin distinción de colores políticos y deberá tenerse cuidado que no queden dos becas por una 62 . Al parecer, aún no se tenía muy claro que tipo de población constituimisma provincia”63 ría el estudiantado que iba a ingresar en la Escuela Militar donde se formarían los jóvenes que, finalizado sus estudios, accederían al Ejército como Jefes u oficiales. Esto se deduce 59 Citado en Ferenc Fischer, “La expansión indirecta de”, 246. 60 Ferenc Fischer, “La expansión indirecta de”, 250; Cristian Garay Vera y Fernando García Molina, Germanización y Fuerzas Armadas”. 61 Roberto Arancibia Clavel, La influencia del ejército chileno en América latina 1900-1950 (Santiago de Chile: Centro de Estudios e Investigaciones Militares (CESIM), 2002), 140. 62 Gaceta de Santander 3.822, Bucaramanga, 28 enero 1907, 9.
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de los mínimos condicionamientos exigidos para acceder a una beca: tener buena salud y poseer algunos conocimientos de instrucción elemental6463. Finalmente, esta inquietud se dilucida, ya que además de los 38 cadetes que fueron admitidos para su ingreso a la Escuela, se recibieron también veinte oficiales alumnos, con los siguientes rangos: tres capitanes, 13 subtenientes y cuatro hombres más, asimilados como oficiales alumnos6564. De esta forma, la Escuela Militar marcó una clara diferencia con respecto a la composición del estudiantado de academias o escuelas militares precedentes, al haber incluido a oficiales como alumnos. Culminado el proceso de selección de los estudiantes, se instauró formalmente la Institución el 20 de julio de 1907 bajo las siguientes palabras: “El propósito del gobierno al fundar la Escuela Militar es que en ella se formen los oficiales de nuestro Ejército sobre principios suficientemente sólidos para que hagan de él escuela de moralidad, de sobriedad, de fortaleza y disciplina”6665. En vista de que el funcionamiento de la Escuela Militar inició cuando ya se habían cumplido parte de la primera mitad de año, se fijó un Plan de Estudios provisional, mientras se establecía un Plan definitivo el año siguiente. En razón a las dificultades en el nivel académico de los cadetes en las anteriores escuelas militares, se dispuso que sólo los estudiantes que demostraran mediante examen “tener la instrucción literaria suficiente”6766 pudieran ingresar al Curso Militar. Este filtro de selección evitaría, así, que alumnos faltos de capacidades ingresaran a dicho curso, cuyas mate68 exigían un conocimiento académico previo. Los alumnos restantes rias asignadas67 quedaban inscritos en el Curso General (Superior o Elemental dependiendo del resultado del examen que presentaran) en el que las asignaturas giraban en torno a la historia, geografía, ciencias físicas y naturales, castellano y ortografía, dibujo, francés, 68 . Cabe anotar que este Plan de Estudios inglés y alemán, taquigrafía y dactilografía69 comparado con los anteriores es el que estuvo más de acuerdo con el potencial y las posibilidades de los alumnos, porque se proponía desde el comienzo seleccionarlos y ubicarlos en el curso respectivo a partir de sus capacidades. A mediados de año se empezaron a registrar los primeros informes sobre la Escuela Militar rendidos por el Inspector de la Escuela, Alejandro Posada. En el primero de ellos se advertía que aunque los cadetes habían ingresado el día 31 de mayo, sólo 63 Gaceta de Santander 3.822, Bucaramanga, 28 enero 1907, 9. 64 “Listado completo de admitidos en la Escuela Militar”, Diario Oficial 12.982, Bogotá, 24 junio 1907, 590. 65 “Alocución de Rafael Reyes dirigida a militares y civiles que asistieron al acto de instalación de la Escuela Militar el 20 de julio de 1907”, en Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova, ed. Víctor Álvarez Vargas (Bogotá: Ministerio de Defensa, 1997), 40. Edición conmemorativa de los 90 años de su fundación. 66 Decreto número 830bis de 1907 (20 de Julio) por el cual se fija el Plan de Estudios para la Escuela Militar en el año en curso. Diario Oficial 13.049, Bogotá, 2 septiembre 1907, 859. 67 Matemáticas, Ciencias físicas, Táctica, Fortificación, Conocimiento de armas, Dibujo militar, Conocimiento de administración y Organización, Taquigrafía. Diario Oficial 13.049, Bogotá, 2 septiembre 1907, 859. 68 Diario Oficial 13.049, Bogotá, 2 septiembre 1907, 859.
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había iniciado la instrucción el 3 de junio. Las primeras instrucciones que recibieron concernían al orden cerrado, es decir, nociones elementales de la formación en filas, giros y flancos, elementos de paso, actitud y porte militares, y curso teórico (deberes 69 . Así se les incorporaba los conocimientos de la formación para con los superiores)70 del recluta y la subordinación y disciplina que debían mantener en el Ejército. De esta forma inició la misión militar chilena en Colombia un proceso largo y con muchas dificultades en el camino. El inicio de la “Reforma Militar” fue un intento por encaminarse en dirección de los modelos mundiales vigentes; gozar de un ejército técnico y profesional era sinónimo de nación “moderna y civilizada”, idea recurrente en el ámbito de los gobernantes y políticos, que así lo expresaban: “Cierto que no queremos ser los cartagineses de Sudamérica; que queremos paz, pero para obtenerla es preciso ser primero respetables; saber mantener la dignidad nacional; y para mantenerla, es una de las mayores necesidades el organizar científicamente nuestro Ejército; abandonar definitivamente la 70 . rudimentaria organización que hasta hace poco prevalecía”71
Bajo este propósito, el modelo militar chileno era la vía más segura para emprender ese camino hacía la modernización del Ejército, que principió en 1907. En el período comprendido entre 1907 y 1915 laboraron cuatro misiones militares chilenas. Sus objetivos eran claros: el restablecimiento de la Escuela Militar, la apertura de la Escuela de Guerra, la reestructuración del Estado Mayor y la creación de reglamentos para la organización del Ejército. Bajo estos parámetros que se pretendía conseguir, la misión militar chilena permaneció nueve años en territorio colombiano, tratando de implementar en el Ejército colombiano el modelo militar prusiano a la chilena.
A manera de conclusión Las iniciativas de establecer una institución formadora de un cuerpo de oficiales en el marco de un ejército centralizado entre 1886 y 1904, se tomaron bajo el ideal del Ejército respetable y civilizado. En cambio, a partir de 1904 el ideal vigente era el de un Ejército profesional. Pero ¿qué tan cercano estaba de llevarse a cabo un proceso de profesionalización?, ¿la instalación de una Escuela Militar garantizaba dicho proceso?, ¿la legislación precedente dictada por los gobiernos regeneradores para formar y regular la institución militar pasó al plano de lo práctico?, ¿Reyes fue un continuador de las políticas militares de los gobiernos regeneradores? El gran legado de los gobiernos Regeneradores al gobierno de Reyes fue la centralización del Ejército y el ejercicio exclusivo, legal y legítimo de las armas. En adelante la oposición al Gobierno sólo se ejercería por medios civiles, ya no sería posible por medios militares. 69 Alejandro Posada, “Escuela Militar”, en Boletín Militar de Colombia, Órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército, II (Bogotá: Imprenta Eléctrica, junio 17 1907), 196. 70 E.G.M, “Por la Escuela Militar”, Gaceta Republicana 40 (Bogotá: 6 de septiembre 1909), 1.
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Todo uso de las armas por parte de cualquier ciudadano requería permiso, control y supervisión del Estado, o sería declarado ilegal; y por principio constitucional estaba la ciudadanía excluida en su nombre del oficio de las armas. Sólo el Estado podía reclutar hombres, arrancarlos de la sociedad, prepararlos, separarlos en una comunidad denominada ejército y encargarlos de la profesión de la guerra. La fuerza pública dejó de ser un conjunto de ejércitos estatales en ocasiones comandados y al servicio de las élites regionales, pasando a ser un ejército centralizado, único y dependiente del gobierno regenerador. El Ejército de los gobiernos regeneradores difícilmente correspondió a un ejército pre-profesional, su proceso de evolución muestra como su mayor logro la centralización de la fuerza pública. Corriendo el riesgo de utilizar periodizaciones hechas para casos europeos, el Ejército regenerador quizás podría ubicarse entre los períodos de nacionalización y de especialización definidos así por Tilly7271. Un ejército de carácter tradicional que en un intento por convertirse en un ejército moderno y profesional, incorporó modelos importados (estadounidense y francés). En este orden de ideas: la pregunta es: ¿el modelo por sí solo representa el éxito? Si recapitulamos, creo que la respuesta a esta pregunta es negativa. Las asesorías brindadas por el coronel estadounidense Henry Lemly en la Escuela Militar de 1890, y la asesoría prestada por la misión militar francesa en la Escuela Militar de 1898, no tuvieron continuidad ni resultados favorables, concluyendo con el cierre de estas instituciones educativas al poco tiempo de su apertura. Un proceso de profesionalización es un proceso de continuidad y de suma de factores. El ejemplo de las escuelas militares de 1889, 1891 y 1896 nos muestran que si no hay continuidad, si los oficiales egresados de las escuelas no empiezan a ocupar cargos en el ejército, y si el gobierno no entiende que debe haber una política clara y definida hacia el ejército, la educación como elemento único no es el camino hacia la profesionalización de un ejército. La educación es sólo una parte que debe ir encadenada a políticas de organización, de selección (servicio militar voluntario u obligatorio), de implementación de la legislación militar, de formación de estados mayores. Evidentemente, la formación de oficiales en una Escuela Militar es un estimulador a este proceso, porque en el deber ser, estos oficiales se irían incorporando a los diferentes batallones impartiendo sus conocimientos. Pero este no fue el caso. Aunque se legisló todo lo necesario para su implementación, la puesta en práctica fue un fracaso. 71 “Nacionalización: …ejércitos y armadas ingentes constituidos de modo creciente con sus propias poblaciones nacionales, mientras los soberanos incorporaban las fuerzas armadas directamente a la estructura administrativa del Estado. Especialización: En que la fuerza militar creció hasta convertirse en una poderosa rama especializada del gobierno nacional, aumentó la separación organizativa entre actividad fiscal y militar, se agudizó la división de las labores entre ejército y policía…”. Charles Tilly, Coerción, capital y los Estados europeos (Madrid: Alianza Editorial, 1992), 57-59.
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Entonces, ¿que hacía suponer que la implantación del modelo militar chileno tendría resultados diferentes a los obtenidos por los modelos predecesores? ¿Con qué ejército se encontraron los militares chilenos? ¿Estaba preparado el Ejército para recibir un modelo militar y ponerlo en práctica? A partir de 1904, la misma dinámica que había sufrido el Ejército en los gobiernos regeneradores se hace evidente. Las continúas reducciones y reestructuraciones en la organización del ejército; disminución constante en el presupuesto destinado al funcionamiento de la Escuela; la existencia de una legislación sobre el servicio militar obligatorio que resultaba en la práctica inoperante; el ingreso a las filas del ejército de individuos que no tenían voluntad para estar en una institución cerrada, jerárquica y disciplinada como la institución militar; un ejército atestado de oficiales y vacío en soldadesca; cadetes faltos de ap73 . Junto con todo esto, el Gobierno siempre enfrentó titudes académicas y militares72 la oposición de algunos sectores políticos que no estaban de acuerdo con la instruc74 . ción de los cuerpos de oficiales73 La misión militar chilena inició labores en 1907 en un ejército centralizado que tenía el monopolio de las armas, pero con todas las dificultades ya mencionadas. Implantar un modelo militar en un ejército, cuyo mayor logro era haber alcanzado la centralización, implicó de hecho numerosos inconvenientes. La misión chilena partió de cero, y sobre la marcha trató de ejecutar su modelo en un ejército que carecía de la necesaria organización y legislación. Es decir, el modelo militar que debería impartirse necesitaba que los cuerpos del ejército y sus divisiones tuvieran una organización adecuada y reglamentada. Ante esto, el proceso de reforma militar tuvo que empezar poniendo en marcha leyes y códigos para adecuar el ejército colombiano a las transformaciones que se le iban a implementar. Adecuaciones que significaron demoras, y que en muchas ocasiones fueron objeto de los ataques de oposicionistas a la reforma, afectando de una u otra forma el buen curso de ésta. Situaciones que finalmente llevaron al término de los servicios de la misión chilena en Colombia en el año de 1915, y así quedó este proyecto abandonado. Teniendo en cuenta lo anterior, creo que no puede considerarse el año de 1907 como el año del inicio de la profesionalización del Ejército colombiano.
72 Diario Oficial 8.688 Bogotá, 24 enero 1892, 112 y Diario Oficial 8.822, Bogotá, 8 junio 1892, 722723; Gaceta de Santander 3.319, Bucaramanga, 22 octubre 1898, 502. 73 Como se puede ver en el siguiente editorial titulado “La actitud del Ejército”: “De tiempo atrás ha venido la prensa conservadora concentrista atacando ya de manera velada, ya al descubierto, la reforma militar, como si ésta se hallara en pugna con los anhelos de los hombres dirigentes de aquella agrupación política, y como si concentrismo y Ejército nacional e instruido, fueran términos antagónicos. […] No importa que la Patria necesite de Ejército bien organizado con oficiales aptos que le eviten nuevas humillaciones; lo principal para el concentrismo es disponer de gente que sepa plegarse a sus fines políticos y de bayonetas que le obedezcan ciegamente”. El Tiempo, Diario de la mañana 96, Bogotá, 26 mayo 1911, 1.
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La circulación y el consumo en las cuencas de los ríos Sogamoso y Lebrija: comerciantes y consumidores en el siglo XVIII Jesús Bohórquez Barrera1 Gabriel E. Palacio Leal2 Resumen: En este artículo se describen las prácticas relacionadas con la circulación y el consumo en las cuencas de los ríos Sogamoso y Lebrija. Después de una presentación del espacio objeto de estudio, se abordan las redes entabladas por ciertos comerciantes. Se caracterizan las relaciones entre la economía minera y la rural, y la importancia de esta última en la activación de una corriente de consumo muy fuerte durante el siglo XVIII. A continuación se discute el problema de la moneda y la manera cómo los productos circulaban con o sin ella. Por último, se realiza una corta descripción del tipo de mercancías que eran consumidas en las zonas rurales. Palabras clave: Circulación, consumo, comerciantes, economía, moneda, siglo XVIII, río Lebrija, río Sogamoso.
The Social Worlds of Commerce and Consumption in the Sogamoso and Lebrija River Valleys: Merchants and Consumers in the Eighteenth Century Abstract: This article analyzes trade and consumption patterns in the Sogamoso and Lebrija river valleys. Following an introduction to the geography of the region, it examines the commercial networks established by some merchants. The article describes the relations between the mining and rural economies, the latter of which was important in generating a very strong wave of demand during the eighteenth century. The currency problem, and the way products circulated with or without it, is then discussed. The article concludes with a short description of the kinds of merchandise that were consumed in rural areas. Keywords: Commerce, consumption, merchants, economy, money [or currency], eighteenth century, Lebrija River, Sogamoso River. Artículo recibido: 9 de abril de 2007; aprobado: 23 de julio de 2007; modificado: 18 de diciembre de 2007.
v Historiador, estudiante de filosofía de la Universidad Industrial de Santander y becario de la Maestría en Semiótica en la Escuela de Idiomas de la misma Universidad. Profesor del programa de economía de la Universidad Autónoma de Bucaramanga y de la Escuela de Idiomas de la Universidad Industrial de Santander (Bucaramanga, Colombia). Sus intereses investigativos se han centrado en la Historia cultural y económica de la Colonia, Historiografía y teorías sociales, Identidad y otredad, Fenomenología y existencialismo y Teorías del pensamiento económico. Su más reciente publicación es “El mercado de tierras: la historia-económica cultural y el establecimiento de los tempus económicos en el mundo rural neogranadino. La provincia de Girón (1680-1770)”. Fronteras de la Historia 12 (2007): 227-266. chuchobohorquez@hotmail.com e Licenciado en Idiomas de la Universidad Industrial de Santander (Bucaramanga, Colombia) y estudiante de Master en Français - Langue étrangère (recherche), Université de Franche Comté (Besançon, Francia). Se desempeña como profesor de la Escuela de Idiomas de la Universidad Industrial de Santander (Bucaramanga, Colombia). Sus áreas de interés son la Sociedad y las representaciones sociales, Educación y cultura, Identidad e intercultularidad, Lengua y literatura francesa. g_palacio@hotmail.com
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La circulación y el consumo en las cuencas de los ríos Sogamoso y Lebrija: comerciantes y consumidores en el siglo XVIII ♦ Espacio Estudiantil
Una de las cosas que sorprende al ingresar en los fondos civiles y judiciales de los archivos coloniales neogranadinos es la enorme cantidad de demandas por pesos, por telas, denuncias por contrabando, quejas de las autoridades para evitar la circulación de productos importados, acusaciones entabladas por determinados vecinos para la disposición los lugares hacia dónde y por dónde debían circular géneros y alimentos13. Al leer dicha documentación, el investigador logra encontrar un mundo de prácticas, experiencias propuestas acerca de un mundo de disposiciones ya dadas24, para traer y llevar, para comprar y vender, para guardar; prácticas relacionadas con la navegación, testimonios sobre las dificultades que se debían vencer para transitar por un mundo escabrosamente peligroso en el que a cada paso se corría el peligro de “ver” la muerte. Esas prácticas permitían conectar diferentes espacios del Nuevo Reino de Granada, gracias a las intrincadas relaciones entre la circula-
♦ Este artículo se basa en las investigaciones Espacios, cosas y sentimientos. Vida rural en el Nuevo Reino de Granada: una historia económica-cultural de las cuencas del Sogamoso y el Lebrija (1680-1770) (Bucaramanga, Informe final de investigación, 2006) y Comprando y vendiendo en los montes: circulación y consumo en las cuencas del Sogamoso y el Lebrija (I Congreso Latinoamericano de Historia económica, Montevideo, Uruguay, 5-7 de diciembre de 2007). Los autores agradecen las recomendaciones de Julio Djenderedjian (Instituto Ravignani, Universidad de Buenos Aires - CONICET, Argentina), así como la amabilidad y hospitalidad de la señora Susana Adrién y su familia en la ciudad de Montevideo. 1 Este trabajo tiene como soporte documental la base total de demandas civiles ejecutadas en la ciudad de Girón entre 1704-1776, y, además, la revisión pormenorizada de los protocolos notariales firmados en la misma. De los libros de escribanos se recolectaron aproximadamente 1.500 transacciones entre censos, operaciones por tierra, compra y venta de esclavos, hipotecas y aceptación de deudas. Archivo Histórico Regional (en adelante AHR), Bucaramanga - Colombia, Archivo Girón. Además, se consultaron algunos fondos del Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Bogotá - Colombia, que aparecen reseñados en la bibliografía. 2 Al respecto ver Pierre Bourdieu, “Principes d’une anthropologie économique”, en Les structures sociales de l’économie, Pierre Burdieu (París : Éditions Seuil, 2000), 233-270.
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178 La circulación y el consumo en las cuencas de los ríos Sogamoso y Lebrija: comerciantes y consumidores en el siglo XVIII
ción53 y el consumo64. En este caso, se pretende mostrar como ejemplo la manera en que estos dos procesos se presentaron en las cuencas de los ríos Sogamoso y Lebrija; en estos espacios físicos se estableció un camino que comunicaba a la ciudad de Girón con las provincias “de arriba” y “de abajo”75. Por tanto, el artículo esboza la manera en que el consumo en las zonas rurales se configuró a merced de dos fenómenos precisos: por un lado, un aumento en la producción de ciertos productos agrícolas, y por el otro, las diferentes redes de relaciones personales dispuestas entre comerciantes y consumidores. En este juego, en el que ninguna de las variables determinaba a la otra, la masa circulante (moneda) era un aspecto no especialmente relevante. Es decir, se pretende observar las relaciones entre la circulación y el consumo, esbozando no solamente los circuitos mercantiles, sino, además, redescubriendo los significados y funcionamientos de las prácticas de consumo y venta. Así, al combinar ambos elementos, se podrían hallar otras formas de crear espacio, de inventarlo, de instalarlo en una perspectiva, además de elaborar con mayor precisión los elementos constitutivos de la manera cómo un sujeto determinado consumía o no ciertas mercancías; sus niveles de endeudamiento, sus necesidades y satisfacciones, y las relaciones que éstos tenían con todos aquellos productos que circulaban envueltos en cajas, fardos, etc. Entrar en el mundo del consumo de la mano de las actividades de intercambio, aparece como un intento por descubrir una economía donde los gustos, las necesidades, las urgencias, los tanteos, pero, sobre todo, los sentimientos, tengan cabida, dando, así, lugar a un intrincado contexto de relaciones de fuerza en el que las cosas se convierten en mercancías. Es precisamente en el marco de esa relación de quien compra y vende, o a quien se compra y se vende, donde se reconoce una estructura de relaciones personales68, de interposiciones establecidas en 3
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Sobre el concepto de circulación ver Fernand Braudel, “Los hombres y las cosas” [1986], en La identidad de Francia, Tomo III (Barcelona: Gedisa, 1993), 240; Fernand Braudel, “Los juegos del intercambio” [1979], en Civilización material, economía y capitalismo, siglos XV-XVIII, Tomo II (Madrid: Alianza, 1984); Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, (México: FCE, 1992), Vol. I. Sobre el concepto de consumo y la importancia de realizar trabajos que centren su atención en dichos procesos ver Jean-Yves Grenier, L’économie d’Ancien Régime. Un monde de l’échange et de l’incertitude (París: Albin Michel, 1996). Los términos subir y bajar son una constante que aparece en las demandas civiles. Para los habitantes de la Nueva Granada, las provincias planas ubicadas en la zona caribeña, a lo largo del Magdalena, eran denominadas “de abajo” mientras que aquellas zonas situadas en las altas montañas andinas eran denominadas “de arriba”. Por eso se subía y se bajaba en relación con la navegación por los ríos y en especial por el río grande. “Arriba y abajo, subir y bajar son conceptos que refieren su sentido al curso de los ríos y de las corrientes de agua. Se baja de Mompox a Cartagena. Se sube de Mompox a Honda y, desde esta perspectiva, también se sube de Mompox a la ciudad de Santafé”. Marta Herrera, Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las llanuras del Caribe y en los Andes centrales Neogranadinos. Siglo XVIII (Bogotá: Academia Colombiana de Historia - ICANH, 2002): 49. Ver, además, los textos de de la época: Fray Juan de Santa Gertrudis, Maravillas de la Naturaleza (1756-1775), II Tomos (Bogotá: Presidencia de la República, 1956); David J. Robinson comp., Mil leguas por América. De Lima a Caracas 1740-1741. Diario de Don Miguel de Santisteban (Bogotá: Banco de la República, 1992). Sobre la importancia del concepto de redes personales ver Zacarías Moutoukias, “Réseaux per-
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algunos momentos y cambiadas en otros. Al observar las actividades de los vendedores, su influjo, pero también sus necesidades al respecto, e interconectarlas con las satisfacciones de quienes mediante las compras lograban opacar sus necesidades o alcanzar sus deseos, se podría encontrar un mundo de espejos económicos, realidades tan distintas como las diversidades que por los caminos de tierra o agua circulaban entre un lugar y otro y, sobre todo, entre una persona y otra.
1. Bajar y subir: el espacio de los ríos Sogamoso y Lebrija, o de cómo se estructuran ciertas redes personales El río Lebrija nace a 3.050 msnm en la Mesa de Juan Rodríguez, y se denomina en un momento inicial como río del Oro. En la primera parte de recorrido es tributado por el río Hato, y en las cercanías de la ciudad de Girón, por el Frío. Dos leguas después, aproximadamente diez kilómetros, se le une el río Suratá y es desde allí donde recibe el nombre de Lebrija. Más adelante los ríos Negro y el Samalagueta le entregan sus aguas; cuatro leguas más allá, en su orilla izquierda, se localizaba el Puerto de Botijas; desde allí se podía iniciar la navegación hacia el Magdalena. Por su parte, el río Sogamoso tenía “el segundo lugar” en orden de importancia en la provincia de Soto. En esta provincia es denominado como Chicamocha, y recibe, en orden, las aguas del Guaca, el Ompalá y el Manco, continuando hacia el sur para absorber las del Saravita, sitio desde donde recibe el nombre de Sogamoso. En su recorrido recoge las aguas del río Chucurí, y un poco más adelante forma el puerto que lleva su nombre, “frecuentado por los comerciantes de Girón”. El Sogamoso atraviesa la “rotura” de la serranía de la Paz, formando pasos de gran dificultad como es el caso del Volcán. Tras atravesar esta cadena, se torna tranquilo, es navegable fácilmente por un espacio de quince leguas en medio de un recorrido que antes de terminar en el Magdalena, pasa por el Pedral y recibe las aguas de otras corrientes como las del Sucio y Payoa97. En estos espacios (ver mapas 1 y 2), los hombres crearon una ruta contrapuesta y complementaria que conectaba la ciudad de Girón con el resto del Reino. Las mercancías se subían desde Mompox hasta los puertos localizados en cada uno de estos ríos: en el de Botijas (Lebrija) y en el de Sogamoso. En esos lugares las cargas se transportaban a lomo de mula y se llevaban por trochas el centro urbano. Se subía en busca de las ciudades, por agua o por tierra, y se bajaba en busca del gran río108 . El ritmo de la circulación por ambas cuencas
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sonnels et autorité coloniale: les négociants de Buenos Aires au XVIIIe siècle”, Annales ESC, 4-5 (juillet-octobre 1992): 889-915; y Zacarías Moutoukias, “Lazos débiles/ lazos fuertes y la organización espacial de los negocios en Hispanoamérica colonial (segunda mitad del siglo XVIII)”, en Configuraciones y redes de poder. Un análisis de las relaciones sociales en América Latina, coord. Michel Bertrand (Caracas: Tropykos, 2002), 15-26. Así lo explicó Codazzi a mediados del siglo XIX. Agustín Codazzi, Geografía física y política de la Confederación Granadina, Vol. V: Estado de Santander. Antiguas Provincias de Vélez, Socorro, Soto, Ocaña, Santander y Pamplona, análisis y comentarios de Guido Barona, Camilo Domínguez y Augusto Gómez (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia - Universidad del Cauca, 2004), 217-218. Al respecto Jesús Bohórquez, “A casco de mula y punta de baúl”. Caminos y rutas: espacios,
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fue muy diferente. El lento proceso para romper con la ruta contrapuesta y complementaria, con el descargue en el Puerto de Sogamoso y la complicada navegación por el “horrible dragón”119 que era dicho río, permite observar que los niveles de contrabando que ingresaban por éste eran bastante elevados. A principios de siglo XVIII se detuvo una embarcación con más de 4.000 pesos de mercancías que posiblemente tenían como destino final la ciudad de Tunja. El problema radicaba en que los comerciantes de la capital eran los únicos autorizados para abastecer a dicha ciudad con géneros de Castilla; sin embargo, como las mercancías debían recorrer primero todo el Magdalena hasta llegar al puerto de Honda, para luego continuar el camino por tierra, primero hacia Santafé y después hacia Tunja, todos los géneros adquirían costos elevados1210. Para hacer frente a estos dilemas de jerarquías y de privilegios, se configuró un circuito comercial basado en ciertas redes personales que al ingresar mercancías por el Puerto de Sogamoso y dirigirlas hacia Tunja, pasando primero por las tierras cercanas a San Gil y Socorro, permitía a los vecinos de estas ciudades, villas y parroquias adquirir todo tipo de telas y géneros importados y, además, obtener ciertas ganancias con las ventas de productos de la tierra tales como algodón, cacao, tabaco, etc. Una red de desequilibrios se estableció entre los vecinos de ese corredor espacial configurado en torno a la cuenca del río Sogamoso. Y es que la circulación de mercancías tomaba 13 . Al llegar al puerto sobre el Sogamoso las cargas podían todos los sentidos posibles11 tomar varias direcciones. Lo más probable es que cruzaran por la ciudad de Girón y después de tomar la ruta de la mesa de los Santos, bajaran hacia Sube para tomar un nuevo ascenso por la cuenca del Saravita. Por ejemplo, en una de las reuniones del cabildo de la ciudad se ordenó que se compusiera el camino del Volador y el del Pantano Grande que se necesitaban para traficar “más frecuentemente que otros para las provincias de arriba”. Por ello, se pedía que los habitantes de los sitios de Pie de Cuesta y los Santos concurrieran con peones, bueyes y herramientas, con el fin de que permanentemente “exista su aliño y no se experimente el que anualmente haya de ser pensionados a este trabajo que no sirve a otros cosa que de divertir el tiempo 14 . y no conseguirse el alivio de los traficantes”12 Pero esta no era la única dirección que tomaban las mercancías. Al llegar al puerto mencionado, podían desviar por cierto lugar que causaba molestias a los comercian-
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tiempos y distancias en los Andes colombianos”, Ponencia presentada en el II Encuentro Latinoamericano de Estudiantes de Geografía (Bogotá: Asociación Latinoamericana de Estudiantes de Geografía, ALEG - Universidad Pedagógica Nacional, agosto 2005), memorias CD. La metáfora de “horrible dragón” fue utilizada por un vecino para referirse al río Sogamoso. AGN, Mejoras materiales, tomo 19, f. 721r.
10 AGN, Mejoras Materiales, tomo 4, f. 588v., ver también ff. 587v. y 588r. 11 Para el año de 1763 se apuntó que el producto de quintos, requintos, puertos y alcabalas de la jurisdicción de la ciudad “que según parece ha resultado” de 2914 pesos 3¼ reales más 400 pesos y 2 reales del papel sellado “bien que esto incluye algunos años anteriores”. AGN, Alcabalas, rollo 12, ff. 959r. y v. 12 AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1766-1769/, f. 38v.
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Mapa No.1: Cuenca del río Sogamoso
Fuente: Mario Galán Gómez, Geografía económica de Colombia, Tomo VIII Santander (Bucaramanga:Imprenta departamental, 1947), 57.
tes de la ciudad de Girón, pues los dejaba por fuera de la repartición de ganancias. Al parecer, el camino que proyectó Codazzi en el siglo XIX para conectar la ciudad del 13 era una ruta ya envejecida, un conjunto de prácticas Socorro con el río Sogamoso15 establecidas desde tiempo atrás. Se puede citar una petición de los vecinos del valle de Sogamoso acerca de “que las haciendas de dicho valle de Sogamoso se hallan vestidas de esclavos pudiéndose decir en verdad carecer en un todo de gentes libres por ser muy pocos los que allí habitan pobres inhábiles para tratar y contratar con otras gentes en cuya virtud a instancia de dichos hacendados se ha prohibido por la justicia ordinaria […] el trato de los comerciantes en dicho valle por haber verificado la experiencia lo ejecutaban con los esclavos de las haciendas en perjuicio de los dueños con los robos de los frutos y estando los suplicantes ciertos que los vecinos de 13 Ver Jesús Bohórquez, “A casco de mula y punta de baúl”.
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la jurisdicción de la villa de San Gil especialmente los parroquianos de Zapatoca han trasminado las [ilegible] y asperezas de riscas y montañas que median de dicha parroquia de Zapatoca hasta el referido valle de Sogamoso siguiendo las aguas del río para abajo de forma que puede un peón transitar con el peso de dos arrobas y con de tres según se tiene noticia no resultando de este camino o vereda beneficio publico alguno y ser cierto los tratos con los esclavos y robos de frutos con el riesgo evidentísimo de que de la noche a la mañana intenten fuga los esclavos por la facilidad que les ofrece el referido camino en total ruina de los 14 . suplicantes”16 Mapa No. 2: Cuenca del río Lebrija
Fuente: Mario Galán Gómez. Geografía económica de Colombia, 67. 14 AHR, Archivo Girón, Archivo Judicial, caja 13, ff. 292r. y v.
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Tal como señalaban los vecinos, había una mayor cantidad de población libre en la cuenca del Lebrija, por donde se escurrían bastas cantidades de géneros traídos de Mompox, y desde donde se remitían cargas de cacao y panela. Es en este sentido que las dos cuencas tomaron ritmos muy diferentes. Lo más probable es que la cuenca del Lebrija no fuera un foco tan grande de contrabando, sino más bien de consumo, sin embargo, no se puede asegurar nada al respecto hasta que no se realicen investigaciones más detalladas. Además, las diferencias entre ambas cuencas se profundizan al tomar en consideración otros fenómenos: a) las redes entabladas por los comerciantes con personas en tal o cual sitio y no en otros, puesto que grupos comerciales debieron tener sus redes en un río o en el otro, ubicaron sus clientes en ciertos espacios y compraron el cacao a ciertos amigos; b) niveles de siembra y resiembra de árboles de cacao y de operaciones con tierras; c) cantidad de población en capacidad de reproducción para cada espacio (ritmos y cantidades de los nacimientos por generación). Una cosa era la cuenca del Sogamoso y otra, la del Lebrija. La circulación, así, separaba el conjunto total; antes que conectarlo lo dislocaba, le brindaba la oportunidad de aislarse, de agrupar personas y cosas de maneras diferentes dándoles ciertos tiempos, conexiones, o separándolas intermitentemente. Si bien parece que los comerciantes se movían con gran ligereza entre los territorios mencionados, esas prácticas de movilidad terminaron por brindar discontinuidades temporales a cada uno de los espacios. Así, las formas de la circulación y consumo permitían configurar de varias maneras (percepción, representación, ordenamiento) los espacios de estas zonas; por ello, se torna fundamental estudiar el movimiento de esos grupos de comerciantes1715, los grandes y los pequeños, sus redes, localizaciones, etc. En otras palabras, no solamente estudiar las direcciones de los géneros y mercancías, sino también los desfiles cotidianos de los hombres que los ponían en circulación. Ello permitiría comenzar a analizar cómo se conformaban estados de localización.
2. Los lazos personales entre comerciantes: monedas sí, pero sobre todo géneros y papeles; más que nada, confianza Para seguir la entramada red de los comerciantes se cuenta con un tipo de documentos excepcionales y poco trabajados por los historiadores: en las demandas ejecutivas por dinero, mercancías, deudas, etc. relucen todo tipo de prácticas. Sin lugar a dudas estos documentos merecerían ser analizados con mayor amplitud, puesto que permitirían describir los ritmos con los que mercancías, hombres y sentimientos 15 No existen, para el caso de la Nueva Granada, estudios que concentren su atención en los pequeños comerciantes, al respecto ver los comentarios de Anthony McFarlane, Colombia antes de la independencia, Economía, sociedad y política bajo el dominio Borbón (Bogotá: Banco de la República - El Ancora editores, 1997), 268-269. Alguna información al respecto puede verse en Ann Twinan, Mineros, comerciantes y labradores, Las raíces del espíritu empresarial en Antioquia. 1763-1810 (Medellín: FAES, 1985).
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cruzaban los espacios rurales. La red tejida por los comerciantes localizados en la ciudad de Girón y en las cuencas mencionadas era muy amplia. Se señalan a continuación algunos ejemplos. En el año de 1752, don Juan Alonso Carriazo interpuso una demanda por los débitos que debía cobrar don Ignacio de Navas como apoderado de Félix Ramírez de Arellano, vecino de Mompox1816. Con el cuestionario de la demanda se puede reconstruir la dimensión espacial de sus relaciones. Así, en lo referente al espacio jurisdiccional de la ciudad de Tunja, se preguntaba si los testigos habían acompañado a Ramírez en el dispendio y recaudación de ropas y géneros de Castilla; así mismo, por la cantidad de mulas que había comprado a los “padres de la compañía” en Tunja, el número de cordobanes de que se había hecho cargo y la cantidad de mulas apercibidas de don Juan Antonio Gutiérrez, cura del Cocuy. Además, se ponía en cuestión el importe de los débitos realizados en la jurisdicción de la villa de San Gil “y otras partes de las de arriba”, sus inquilinos, plazos y especies de paga. En lo referente a esta zona también se preguntaba la cifra de mulas recibidas como parte de pagos y aquéllas compradas, así como los detalles de un trato con un vecino de San Gil para que supliera 4.000 pesos en plata y 2.000 en lienzo. En lo que respecta al espacio de las cuencas del Sogamoso y el Lebrija, el cuestionario de la demanda se preguntó si era verdad que con zurrones vacíos enviados desde Mompox al Puerto de Cañaverales había partido al valle de Sogamoso para cobrar las cargas de cacao que debían los inquilinos a Arellano. También se preguntó sobre el lugar donde estaban dichos zurrones, por orden de quién había salido a la recaudación de cacao y a cobranzas de “intereses”, que tenía “regados” don Félix “y para estas cobranzas quien le había dado los apuntes y memoria y a quien le ha entregado lo que le pertenece”, así como “en especie de plata, lienzo y cualquier otro efecto quienes son todavía deudores”. En relación con las cargas que venían de las provincias “de arriba” se preguntó, además, sobre: el número y procedencia de cargas de lienzo que estaban en la tienda de Toribia Mantilla (ubicada en Pie de Cuesta); quién las había comprado y de quién eran; la marca usada por Arellano en sus cargas de lienzos y fardos que con “efectos de la tierra” había remitido hacia las provincias “de abajo”; y el problema concerniente al cambio de unas cargas enviadas por el Puerto de Cañaverales. Para verificar los detalles de la demanda, se proponía averiguar varias cosas: si era cierto que el 19 de febrero de 1752, estando sentado “del lado de afuera de la puerta de mi tienda”, don Ignacio de Navas había entablado una conversación en la que sostuvo que haría, a mediados del mes de marzo, un viaje con 60 mulas y 30 cargas de lienzo pertenecientes a don Félix; si la ruta a tomar sería la del camino de Ocaña hacia las provincias de abajo; y si había expresado, en dicha conversación, que en caso de que en la ciudad de Ocaña o en 16 Los siguientes párrafos se basan en AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1750-1753/, ff. 217v.218r.
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sus cercanías no se le “proporcionaba buena venta” de las mulas las dejaría allí y “bajaría” con los lienzos a Mompox, “a donde habían de concurrir dicho don Félix por la vía de Honda y don Ignacio de Navas por uno de estos puertos [Sogamoso o Cañaverales] con las cargas de cacao y demás efectos que hasta entonces pudiese recaudar de los intereses pertenecientes a don Félix y que después deberían regresar todos juntos con nuevo empleo para cuya conducción servirían las referidas mulas si antes no se lograba venderlas a buenos precios”1917.
El ejemplo de Félix Ramírez de Arellano permite exponer la dimensión espacial de sus conexiones. Los negocios vinculaban a Tunja con Mompox por dos vías diferentes, tanto por los ríos Lebrija y Sogamoso como por la ciudad de Ocaña, mientras que él mismo se ocupaba de hacer circular mercancías por el puerto de Honda (lo cual indica que sus redes involucraban también a Santafé). Según la declaración de Joseph Dávila Hinostroza, se compraron 50 mulas a los “padres de la compañía” pagadas con plata que don Ignacio de Navas había remitido para cancelar un censo al convento de la Concepción, “lo que no se ejecuto por haber comprado dichas mulas”. El mismo Arellano se encontró implicado en una demanda, según su declaración “… el día trece de marzo del año pasado de cuarenta y seis hice compañía con el expresado Ávila conmovido a la suma lacería inopia en que se hallaba por haber don Blas de Baños nuestro suegro hechole ejecución de sus bienes en la ciudad de Ocaña por hallarse acreedor contra el dicho en una fianza que le tenía hecha en la villa de Mompox y viéndole yo totalmente excluido del recurso conmovido mi animo a lastima le avié a esta ciudad con el empleo que es público y notorio trajo a ella de cuyo importe dejo otorgada escritura ante Felipe Ballesteros escribano de dicha villa, y después de casi dos años que había tenido de demora en esta ciudad me remitió carta cuenta manifestando por ella tener verificados del empleo de mi consignación la cantidad de treinta y dos mil doscientos sesenta y cuatro pesos y tres reales en los que se incluían principal y gananciales lo que dio motivo a mi venida a esta ciudad”2018.
El monto de los cobros realizados por Arellano en la provincia de Girón no era insignificante, pues la suma sobrepasaba los 30.000 pesos. Buena parte de los géneros eran consumidos en las zonas rurales. Estos valores, sin lugar a dudas, representaban en su mayor porcentaje géneros importados. Sería necesario conocer por un lado, los volúmenes de productos que salían y entraban por los puertos, y por el otro, la manera cómo las cuentas eran llevadas, es decir, el ajuste de cuentas2119. En cuanto al primer aspecto, no se han 17 AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1750-1753/, f. 218r. 18 AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1750-1753/, f. 168r. 19 Lamentablemente hasta el momento los historiadores no han prestado atención a los elementos relacionados con la escritura de estas cuentas. La escritura era el proceso fundamental que
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encontrado documentos que muestren en detalle las cantidades de productos importados, así como tampoco datos sobre las magnitudes del cacao que desde los puertos tomaban dirección hacia la villa de Mompox. Para hacer esto se necesitaría realizar un trabajo que centrara su atención en dicho fenómeno y revisara con atención otros tipos de fondos documentales, por ejemplo, los relacionados con el cobro de impuestos (alcabalas). De momento, sólo se cuenta con algunos datos sueltos, casi insignificantes, pero con los que se señalan en lo que sigue algunas pistas de interés, que permitan empezar a comprender el fenómeno. Entre las demandas revisadas aparece una lista de cuentas de los géneros remitidos desde Mompox a don Fernando Martín Nieto al Puerto de Botijas en el valle de Lebrija entre los años de 1753 y 1757. Se trata de un informe bastante pormenorizado de cantidades de carne, botijas de vino, cueros, cebos, sal, pescado, papel, aguardiente, clavos, jabón, así como de las cargas de cacao remitidas a favor del acreedor. Entre estos elementos destaca los trozos de carne. Se hicieron aproximadamente 19 remesas, en total, 40 cargas. Las cantidades de cada remesa eran diferentes. Por ejemplo, según carta de 23 de octubre de 1753, se le envió el 3 de noviembre (10 días después) 78 trozos de carne con 101 arrobas y 10 lbs. En junio de 1754 se le remitieron 10 arrobas y, en febrero de 1757, 7 más. Sin embargo, no en todas las ocasiones se señala la fecha, por lo que resulta imposible afirmar los meses de mayor y menor demanda. Aunque no se conoce el destino final, se podría pensar que cierta cantidad era consumida en los sitios cercanos al valle de Cañaverales y Río Negro en el río Lebrija. La suma total de la deuda de este ajuste ascendió a los 4.255 pesos. De éstos, una sola factura de géneros de Castilla tenía un valor de 1.242 pesos, que más otros productos alcanzan 20 , se el 31,6% del total. Al sumar cada una de las partidas, de manera no pormenorizada22 pueden obtener algunas cifras globales: el 11,9% carne; el 3,6% para productos como sal, cebo, costales, etc.; hierro, herramientas, el 6,4%; ropas de Castilla el 31,6%; libranzas, el 33,7%; y el papel, 1,6%. De lejos se nota que una suma grande de las cantidades de la cuenta hacía parte de una factura de géneros, pero, también, a partidas pagadas a diferentes personas. Si bien los bienes como la carne y otros representan las mayores cantidades del volumen transportado, el valor no es comparable con los arreglos y con las sumas de las telas remitidas desde Mompox. En la cuenta mencionada aparecen también las partidas remitidas para cancelar la acreencia. En las menciones no se anotaron cantidades en dinero, plata u oro. Se mencionan cada le daba sentido al ajuste; es decir, el hecho de trazar sobre un papel ciertas partidas remitía no solamente a las cantidades, sino también al ajuste que había sido realizado entre los firmantes. El estudio de lo que significaba ajustar cuentas podría aclarar muchos elementos de la historia económica. 20 Estas sumas que se presentan obedecen a las partidas que se exponen de manera concisa. Algunas anotaciones hechas por la persona que realizó la cuenta aparecen mezcladas, lo que hace muy difícil saber con exactitud los montos.
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una de las remesas de cacao, así como también de otros productos tales como lienzo, ajos, alpargatas. De los 3.602 pesos, 500 corresponden a barquetas enviadas a Mompox y elaboradas en Cañaverales. Los ajustes de cuentas también aparecen para rebajar el cobro. El cacao corresponde al 39% del total de la cuenta, mientras el lienzo alcanza el 13%. Aunque llamativas, las cifras deben ser contrastadas, tratando de analizar la manera cómo se escribía una cuenta, cómo se ocupaba el espacio de una hoja con ciertos valores, equilibradamente desiguales (aceptados por los dos, pero a favor de uno de los firmantes), dispuestos para crear posibilidades de juego. Hasta no realizar un examen minucioso de cómo se escriben todas estas cuentas no se puede afirmar nada con seguridad. Sin embargo, se debe señalar un punto de gran relevancia. Entre las partidas remitidas hacia Mompox no aparece moneda o, por lo menos, algún tipo de metal (a excepción de algunas partidas que al estipularse como arreglos de cuentas, no se pueden considerar como tales). Ahora bien, a cambio de mercancías como ropas, herramientas, cebo, sal, costales, se remitían productos cultivados o elaborados en el interior del Reino. Por ello, se debería empezar 21 la economía a repensar, entonces, hasta dónde era imprescindible que el oro “irrigara”23 de las zonas rurales para estimularlas, para crear parámetros de consumo dentro de ellas y reconsiderar las temporalidades, las situaciones en las cuales los productos desfilaban por estos espacios ¿Era imprescindible la moneda para dar paso a los procesos de intercambio o de circulación? ¿O existían otras maneras de ponerlos en marcha? Una cuenta fechada en 1750 de un comerciante del que se sabe poseía una estancia en el río Cañaverales en el valle del Lebrija, permite ver patrones parecidos a las cuentas anteriores. Por ejemplo, en total se habían remitido 250 arrobas de panela, que se vendieron a los siguientes precios: 70 pesos por 30 varas de rúan a 6½ reales 63@ a 9 reales 55 pesos por 10 varas de mamparilla a 4 reales 55@ a 8 reales 45 pesos por 4 frascos de vino a 14 reales 40@ a 9 reales 35 pesos 4 reales por 181 frascos de aguardiente a 5½ reales 40@ a ½ real 11 pesos por 3 varas de coleta a 3 reales 10@ a 9 reales 11 pesos por 6 pesos 4 reales 11@ a 8 reales 5 pesos Monto 5 @ a 8 reales 6 pesos 6 @ a 8 reales Monto este cargo 241 pesos 5½ reales
24 pesos 3 reales 5 pesos 5 reales 5 pesos 13 pesos ½ real 1 pesos 1 real 6 pesos 4 reales 58 p 4 reales
Fuente: AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1750-1753/, ff. 349r. y ss.
21 “[…] antes de que el oro saliera del país, irrigaba y estimulaba la economía de las regiones adyacentes, generando un comercio de productos agrícolas y otros, y ampliando así los mercados de las regiones agrarias”. Anthony McFarlane, Colombia antes de la Independencia, 147.
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188 La circulación y el consumo en las cuencas de los ríos Sogamoso y Lebrija: comerciantes y consumidores en el siglo XVIII 22 Buena parte de las mercancías se remitían fiadas24 , respaldadas por facturas, vales, o, incluso, a partir de los años cincuenta del siglo XVIII, por escrituras con más de 23 . Si bien estos papeles circulaban junto con los productos, la paga se 1.000 pesos25 podía realizar con ajustes, productos, o con ciertas partidas en plata. En los protocolos notariales aparecen algunos casos de relaciones de comerciantes de Girón con mercaderes de la ciudad de Cartagena. En 1759, por ejemplo, un tal don Manuel, vecino de la villa de Mompox pero residente en la ciudad de Girón, se declaró principal deudor de don Juan Alonso Carrezo por 320 pesos 7½ reales. Ésta era la misma suma que le debía a don Francisco Antonio de Arostegui, vecino de la ciudad de Cartagena “y del comercio de España” cómo constaba de “instrumentos simples” que le tenía otorgado por fecha de 12 de junio de 1755. El ejemplo permite ver un juego fundamental en el mundo colonial: la manera cómo unos suplen a otros y, a través de ello, la posibilidad de realizar o cerrar negocios sin que fuera obligatorio disponer de moneda.
Este tipo de juegos permitía que la circulación se realizara por medio de otras pautas que intervenían en las prácticas de negociación, entre ellas la confianza. Un ejemplo al respecto, el 9 de junio de 1760 don Manuel de Burgos, vecino de la villa de San Gil y residente en la ciudad de Girón, otorgó escritura de deuda a favor de don Pedro Navarro y Negron por 2.966 pesos, “que en confianza le ha dado por hacerle bien y buena obra en géneros de Castilla”2624. Los bienes que respaldaron la deuda indican bien el oficio y las dimensiones espaciales en las que se desempeñaba el deudor. Se empeñaron 20 mulas de arría y 6 caballos junto con 9 solares en la parroquia de 27 . En algunas de esas Simacota, en uno de los cuales había una casa de palos y teja25 fianzas se aclaraba que se podía pagar con plata, lienzos gordos o del corriente, o 28 . con cargas de cacao de 10 arrobas26 Como se puede notar en los ejemplos, la moneda parece jugar un lugar secundario en tanto activador de la circulación, por lo menos en estas zonas. Para el caso de las cuencas del Sogamoso y el Lebrija aparecen por este entonces cierta circulación 22 AHR, Archivo Girón, Protocolos notariales, tomo XI, ff. 160r. y v. En la memoria y apuntes de los “sujetos que por vale se hallan debiendo” a don Antonio de Fuscura Flores “asistente en el Puerto de Botijas” se encontraban: don Joseph de Velasco de Playa Blanca (30 patacones (en adelante pts); Diego de Segura residente en los Astilleros de Botija (124 pts); Esteban de Peña vecino de Morales (45 pts); Buenaventura Escobar de Ocaña (268 pts); Miguel Beltrán en el río de Cañaverales (14 pts 6/2 reales); entre otros. AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /17501753/, f. 358r. 23 AHR, Archivo Girón, Protocolos notariales, tomo X, ff. 30r.-31v., 32r.-33v., 58r.-59v., 108r. y v., 111r.-112r.; tomo XI, ff. 160r. y v., 348v.-349v., 357v.-358r., 368v.-369r. 24 AHR, Archivo Girón, Protocolos notariales, tomo XI, ff. 318v.-319r. Analizar cuáles disposiciones y estrategias (la confianza, por ejemplo) permitían a los vecinos realizar operaciones comerciales sería un trabajo bastante interesante para la historia económica colonial. Sobre los conceptos de disposición y estrategia ver Pierre Bourdieu, Les structures sociales de l’économie, 233-270. 25 AHR, Archivo Girón, Protocolos notariales, tomo XI, ff. 318v.-319r. 26 AHR, Archivo Girón, Protocolos notariales, tomo XII, ff. 122v.-123v., 213v.-214v., 392v.-393v.
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respaldada por “papeles”, valores pasionales (confianza, amistad, envidia, odio) y un alto grado de consumo, el que, a su vez, se hallaba relacionado con la producción de cacao y de los lienzos de las zonas de Socorro y San Gil. Resultaría fundamental 27 : los centros mineros o la ciudad reconocer cuál era la dirección de estos productos29 de Cartagena. Aunque para una comprensión detallada del mundo rural se torna fundamental inspeccionar la dirección precisa, se debe considerar que no se puede supeditar del todo la economía rural a la minera3028, pues al parecer ambas poseían ritmos diferentes. El mundo rural se puede despegar de esa economía minera, a la que se le ha querido supeditar, como si ésta hubiera controlado toda la extensión del espacio con sus ciclos3129. Las futuras investigaciones deberían concentrarse en detallar tales fenómenos a fin de descubrir la manera cómo las dos economías entraron en contacto, sin subyugarse, sin determinarse; por el contrario, elaborándose cada una bajos sus propios tiempos. Un aspecto por discutir, entonces, se encuentra relacionado con los intercambios basados en la cantidad de masa circulante, o en productos de la tierra y arreglos personales. Para que los productos circularan no era necesario que la moneda hiciera lo mismo; los negocios se cerraban en papeles, en los que se podía arreglar una y otra vez las cuentas. La moneda podía ser reemplazada por estos ajustes, y sobre todo, por el sostenimiento de una red de amigos que permitían mantener los negocios. Más que a la moneda, la circulación y el consumo remiten a estas redes personales que permitían realizar y mantener ciertos negocios. Se puede continuar detallando esos intercambios basados en productos y soportados en las redes personales. Otro ejemplo: don Francisco Alonso Carreazo, vecino y mercader de Mompox, ejecutó en 1750 demanda ante el gobierno de la ciudad de Girón para realizar ciertas averiguaciones correspondientes a una valija cargada de 27 Al respecto ver las observaciones realizadas por Eric Van Young, Rural Life in eighteenth century Mexico: The Guadalajara region, 1675-1820, 2 Vol., Ph. Dissertation (Berkeley: University of California, 1978) y Carlos Sempat Assadourian, El sistema de la economía colonial. El mercado interior. Regiones y espacio económico (México: Editorial nueva imagen, 1983). 28 Sobre la economía minera en el Nuevo Reino de Granada ver Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia 1537-1719, [1973], Tomo I (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1999); Germán Colmenares, Calí. Terratenientes, mineros y comerciantes, siglo XVIII, [1976] (Bogotá: Tercer mundo editores, 1997); Germán Colmenares, “La economía y la sociedad coloniales 15501800”, en Nueva historia de Colombia, Colombia indígena, Conquista y Colonia, [1978] (Bogotá: Planeta, 1989), 17-152; Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia-II. Popayán una sociedad esclavista 1680-1800 [1979] (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1997); Zamira Díaz López, Oro, sociedad y economía. El sistema colonial en la Gobernación de Popayán: 1533-1733 (Bogotá: Banco de la República, 1994); Guido Barona, La maldición de Midas en una región del mundo colonial. Popayán 1730-1830 (Popayán: Universidad del Valle - Universidad del Cauca, 1995); Anthony McFarlane, Colombia antes de la Independencia, 147; Ann Twinan, Mineros, comerciantes y labradores. 29 Al respecto ver Jesús Bohórquez, “El mercado de tierras: la historia económico-cultural y el establecimiento de los tempus económicos en el mundo rural neogranadino. La provincia de Girón (1680-1770)”, Fronteras de la Historia 12 (2007): 227-266.
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“efectos” del Reino que habían naufragado en el río de Sogamoso, al parecer por 32 . Según el mercader, se debía hacer comparecer a Diego sobrecarga en la barqueta30 Romero, vecino de la parroquia del Pedral, para que testificara si había hecho remisión “por cuenta” de don Antonio de La Vega, residente en la ciudad de San Juan de Girón, de cacaos y lienzos con destino a la mencionada villa. Además, el demandante pedía declaración del piloto de la barqueta “nombrado” Sebastián Ronduela para que describiera lo sucedido. Interesaba aclarar sí la barqueta había naufragado debido a sobrecarga, a temporales o descuidos del conductor, y si se tenía noticia del tiempo que dichas cargas se demoraron en el puerto y bodegas del Pedral, así como si alguna parte de ellas se había dejado en el camino. El piloto de la barqueta, Sebastián Ronduela, natural del río Sinú y vecino del sitio del Champán, expuso que “venia” encargado de una balsa con treinta cargas, 10 de lienzo y 20 de cacao, a entregar en la Villa a Francisco Alonso Carreazo, y que junto con él había partido Basilio Céspedes, quien “por venir recargado tuvo la perdida de 31 . El piloto declaró, también, que como su balsa venía recargada una carga de lienzo”33 dejó tres cargas “en la estancia nombrada Yariguíes al cuidado de dicho Basilio quien las ha traído con lo demás de su cargo y que se salvó al mencionado Don Francis32 . En el pleito se culpó a Diego Romero, quien era el encargado de co Carreazo”34 diligenciar los trámites necesarios para remitir los productos desde el Pedral hasta Mompox. Se concluyó que don Antonio Vesga había entregado al cuidado de Romero 180 piezas de lienzo y 132 arrobas de cacao, de las cuales se habían perdido 6 pie33 . zas de las telas y se averiaron 64, además de haber “fallado” el cacao en 8 arrobas35 ¿Qué se debe resaltar de esta demanda? Importa tomar en cuenta los elementos que permitían, a través de un imbricado mundo de relaciones personales, abrirse campo en el espacio para establecer la circulación. En un mundo tan extenso, sólo se podían vencer las distancias valiéndose de relaciones de amistad y tomando como soporte no sólo los negocios y los contratos, sino también los sentimientos, es decir, la confianza o desconfianza en el otro (aliándose con unos y no con otros, o creándoles mala fama), el odio, el sentimiento de deuda y compromiso, entre otros poco estudiados. Para llevar productos, dinero o noticias, debían valerse de la ayuda de otros, esperar sistemas de valores establecidos para vencer las distancias; implantar lazos con los que se determinaran redes de acción y con los cuales, igualmente, los bienes materiales pudieran enfrentar los obstáculos impuestos por el espacio. De una forma enmarañada, a veces oscura, constreñida a convenios interpuestos bajo parámetros difíciles de denotar, describir, explicar y, sobre todo, de identificar para una persona que está fuera del juego (de esas maneras de operar, de adquirir compromisos), todo tipo de bienes se encargaban, recomendaban, enviaban, remitían, se intercambia30 31 32 33
AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1750-1753/, ff. 291r.-312v. AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1750-1753/, f. 292r. AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1750-1753/, f. 292r. AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1750-1753/, f. 294r.
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ban, se perdían, se lograban trasladar al pasar por varias manos, al instalarse bajo la protección de un sinnúmero de personas. Todos podían enterarse, así, de lo que se traía y se llevaba, de los géneros que un vecino compraba y vendía. La comunidad, al constituirse en un puente que permitía vencer el abismo de las inconmensurables distancias, tenía conocimiento de todo aquello que se desplazaba. Al parecer la práctica de la que habla Sebastián Ronduela no era una excepción. Si se 34 , observan otros testimonios, las barquetas navegaban por los afluentes en grupos36 tal vez para aligerar los peligros de la navegación, esconder productos de contrabando, en otros aspectos. Los bogas, “esos insoportables y necesarios negros y zambos arrochelados”, se convirtieron en el soporte que permitía hacer circular los productos, ya fueran de comerciantes importantes o sólo de simples mercaderes, cuando no de contrabandistas o de fugitivos que se ganaban la vida llevando a vender los más 35 . Los bogas de dicho río y los estancieros diversos géneros al valle del Sogamoso37 que allí habitaban se tornaban en eslabones de la cadena de circulación, pues los primeros estaban encargados de servir de fuerza motriz para dar movimiento a las barquetas y los otros, de fabricarlas. Cualquier inconveniente entre los bogas/arrie36 . ros y comerciantes era sinónimo de atraso38 Los estancieros dependían, a su vez, de los arrieros; estaban encargados en muchos casos de llevar y traer las cartas y, así mismo, las hojas escritas donde se expresaban las inclemencias del clima, el estado de los árboles de cacao, la producción, la suma 37 . Las cartas y los arrieros acortaban o ampliaban los de los debitos y los créditos39 espacios. En ellos sus acciones en el espacio servían como instrumento para vencer las distancias, para comunicar, pero también para separar. A través de pedazos de papel se conocía la situación de una estancia, por medio de pliegos se recomendaban mercancías, se cobraba, se establecían contactos entre personas que se hallaban en puntos extremos. Si las cartas, volantes y papeles delatan algo en especial, son los sentimientos de confianza, envidia, furia, los que intervienen en la economía4038: ellos dejan abierta la puerta para entrar en una economía sentimental, que todavía no se ha explorado. Estos escritos, incluso, llegaban desde la lejana Cartagena, con mayor frecuencia desde Mompox y, sobre todo, circulaban entre las zonas rurales de ambos valles. En las cartas y papeles aparecían los géneros y cantidades vendidas al fiado, es decir, se explicitaban los deudores: los sometidos tanto a las necesidades como a los “gustos-deseos”. 34 35 36 37
AGN, Contrabandos, tomo 15, ff. 59r.-89r. AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1766-1769/, f. 37r. AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1750-1753/, f. 294r. AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1737-1744/, f. 51r.; /1746-1749/, ff. 197r. y v.; Protocolos notariales, tomo IX, ff. 273r. y v.; AGN, Causas Civiles Santander, tomo 2, f. 629r.; tomo 5, ff. 18r. y v., 20r. y v., 22r. y v.; Testamentarias Santander, tomo 1, ff. 642v. y 642r.; Bernardo J. Caycedo, Caja 32-33, carpeta 1, documento 2, ff. 23r. y ss. 38 Ver, por ejemplo, AHR, Causas Civiles /1746-1749/, ff. 227v. y ss.
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En el libro de mercaderes de don Tomás de León y Cervantes aparecía una “cuenta y razón” de lo que don Luis Rey había llevado a vender de la ciudad de Cartagena “hasta el río del Oro y de vuelta del viaje”4139. El total de la venta era de 1.061 pesos 1 real, representados en: 25 libras de hilo, 25 de canela, 6 de pimienta, 1 de listón, 2 de clavo, 2 de nuez moscada, 10 piezas de pañuelo, 20 varas de piel de feble, 4 piezas de cintas de lazo, 8 libras de seda floja y torcida, 8 de cintas blancas, 2 resmas de papel, 2 sombreros de París, 2 docenas de rosarios, 1 pieza de arganarca, 20 y ½ varas de paño de Castilla, 63 y ½ varas de perpetuánes, 50 varas y ½ de tercianela y 50 barajas de naipes4240. Con seguridad se puede afirmar que muchos de estos productos eran vendidos a los estancieros de las tierras bajas, cercanas a los valles del Sogamoso y del Lebrija, así como a los vecinos ricos residentes en las tierras llanas cercanas a la ciudad de San Juan de Girón. Otra parte tenía un destino diferente; se escamoteaba por el espacio creando posibilidades de tránsito y de acción para satisfacer los deseos y necesidades de algunos comerciantes que se arriesgaban a alcanzar sus objetivos: Buena parte de los géneros circulaban como contrabando para dirigirse a la ciudad de Tunja4341. Con relación a esos comerciantes que se desplazaban hacia los valles de las tierras bajas, se puede exponer el caso de Juan López; don Antonio Serrano Solano interpuso demanda contra sus bienes por 23 patacones “que le había dado por vía de habilitación para la parroquia del Pedral como con efecto hizo su viaje y venía a pagarme y en el camino le acaeció el mal de la muerte por donde no pudo llegar para lo que también hice pasto valido de peones razonables para ver si podía conseguir el que llegara a esta ciudad”4442. El cuerpo de Juan López había entrado más o menos a las cinco de la tarde a la ciudad “puesto sobre una hamaca puesta en unos 43 , que lo condujeron desde palos” a hombros de Juan Ignacio López y otros peones45 el sitio llamado la Boca del Monte en el camino que conducía al puerto sobre el río Sogamoso. Entre los bienes que se inventariaron, dentro de los cuales algunos eran para traficar, se encontraban: 1 pieza de bretaña y 1 pañuelo, 9 navajas, 3 barajas, 5 pañuelos de botones que tenían 9 docenas, 1 machete, 2 reales, 8 esteras (3 grandes, 3 medianas y 2 chicas), 9 arrobas y 9 libras de pescado, 2 escopetas (1 nueva y 1 vieja), 1 cristal de sacar candela, 1 vestido de terciopelo, 1 capa, 1 camisa, 4 gorros (2 39 AGN, Miscelánea Colonia, tomo 103, f. 407v. El mercader le entregó a Rey dichos géneros en ropa de Castilla “para que se valiera así de ellos como de lo que ganara”, por el término de un año. El trato había sido por el mes de junio del año de 1706 y según el demandante no había conseguido “por diferentes cartas que le escribo y recados que le he enviado me pague la dicha cantidad”. AGN, Miscelánea Colonia, tomo 103, f. 407r. 40 AGN, Miscelánea Colonia, tomo 103, ff. 407v.-408r. 41 AGN, Mejoras materiales, tomo 4, f., 593r. Sobre géneros de contrabando que circulaban por el Puerto de Sogamoso, probablemente con destino a la ciudad de Tunja, que alcanzaban un monto de 4239 pesos 5 reales y 1 cuartillo ver AGN, Contrabandos, tomo 15, ff. 563r.-576v. 42 AGN, Testamentarias Santander, tomo 1, f. 270r. Sobre accidentes ver AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1737-1744/, ff. 66r., 88r. y 183r. 43 AGN, Testamentarias Santander, tomo 1, f. 267r.
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nuevos y 2 viejos), la chupa y casaca, 4 espejos, botas, 7 navajas, 2 vidrios nuevos, 4 sombreros, ruana blanca, 1 y ½ onza de pimienta de Castilla, medias, pañuelo y ropa vieja. El total de los bienes, después de su inventario, resultó alcanzar una suma de 44 . 112 pesos 6 ½ reales46
3. El consumo del cuerpo o el cuerpo del consumo En un espacio complicado por su geografía como era el de las tierras bajas de las cuencas del Sogamoso y del Lebrija, donde se encontraban ubicadas las principales estancias cacaoteras, no existían verdaderas tiendas que sirvieran como sitios de intercambio. Así, por ejemplo, una de las exigencias presentada por la persona que pretendía adelantar las obras de construcción del camino por tierra en dirección al Pedral era que debía dársele permiso por un lapso de diez años para tener en la parroquia de dicho pueblo una tienda de trato y géneros comestibles “sin pensión 47 . Al parecer, el negocio podía resultar alguna ni que la pueda otra persona tener”45 de grandes utilidades, ya que el cura de dicha parroquia declaró que en las pocas visitas realizadas a sus feligreses “me consta que […] no he visto ninguna tienda”, pero, asimismo, que “cada uno vende en su casa lo que tiene en razón del Género comestible”4846. Se debería buscar, entonces, el conjunto de las prácticas de las que se valían tanto los grandes y pequeños mercaderes, tanto de Girón como de Mompox, con el fin de distribuir sus mercancías en el espacio rural de ambas cuencas, al tiempo que se debe analizar los fenómenos a los que obedecían los patrones de consumo, ya que estaban íntimamente relacionados con los de la circulación. No hay estudios que detallen el tipo de contrataciones o negociaciones que se realizaban en esta zona, la moneda que corría, las mercancías, ni menos quiénes y cómo las compraban, o bajo qué necesidades y deseos. A continuación se presenta algunos ejemplos para llamar la atención sobre la necesidad, tanto para la historia colonial como republicana, de identificar estos procesos de intercambio en el marco de las zonas rurales. En 1752, Juan Fabreaga, natural de los reinos de España y residente en la villa de Mompox, había llevado a la jurisdicción de la ciudad de Girón por el río de la Magdalena varios géneros de ropas, mercaderías y géneros de la tierra, más o menos por un valor de 400 pesos. Después de pasar algunos días en dichos parajes, sufrió un accidente tal “que fue preciso traerlo a esta villa donde murió”. Alejandro Mantilla declaró que estando Fabreaga “muy enfermo por suplica que se le hizo paso a su 47 . Cuando éste notó la gravedad de la enfermedad, se decidió trasladar asistencia”49 el mercader a la villa, y quedaron en poder del alcalde Juan Joseph González una 44 45 46 47
AGN, Testamentarias Santander, tomo 1, ff. 267r.-269v. AGN, Mejoras materiales, tomo 4, ff. 570r. y v. AGN, Mejoras materiales, tomo 4, ff. 570r. y v. AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1737-1744/, f. 89v.
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parte de los efectos, que según otro testimonio, habían quedado “rezagados”. Entre las mercancías que reconoció la autoridad se encontraban un pedazo de cotín, otro de angaripola, 11 libras de cera, un poco de pimienta, cinco botijas de aguardiente de la tierra, un poco de jabón y velas. Junto con Fabreaga habían embarcado hacía Mompox tres sacos de cacao, dos o tres cargas de tabaco, una carga de conserva, dos de panela y nueve pesos en plata “que le entrego una mulata sirviente”. Además de esto, el testigo afirmó que “la entrega de los géneros dichos a Don Joseph González fue en presencia del dicho Don Manuel Enríquez y preguntado al declarante si sabe que en aquel sitio le debían al dicho Fabreaga algunas personas dijo que sólo sabe que Bernardo Navarro le debía unos pesos y que no 48 . sabe de otros”50
El señor Fabreaga no había abierto legalmente tienda, pero sí poseía una casa en la que se instalaba temporalmente durante los días que debía acudir de sitio en sitio (el término se convierte en la unidad base del mundo rural) a vender sus productos. Es preciso detallar con mayor amplitud los fenómenos ligados a la circulación, puesto que no se trata sólo de continuar repitiendo los ya conocidos “circuitos de intercambio” (Cartagena-Mompox-Girón-Tunja-Santa Fe) que funcionaban durante el periodo colonial. La pregunta por responder sería: ¿cómo “negociaban” tales personas? Ésta permitiría conectar los aspectos referentes a las estructuras de los circuitos, como también la manera en que los vendedores entraban en contacto con las necesidades y deseos de los consumidores. Así, por ejemplo, en la demanda que entabló don Juan Alonso Carreazo, apoderado de don Francisco Aranzaeta, comerciante de Cartagena, se culpó a don Justo Salas de deber 436 pesos 4 reales y 3 cuartillos. Dicha cantidad aparecía respaldada por un vale otorgado con un plazo de seis meses. Según afirmó Salas, había acordado con Aranzaeta llevar los géneros y pagar la cantidad en lienzo, azúcar y harina “a como corriere en Mompox”. En la parroquia del Pedral “vendió algunos efectos a cambalache” de pescado, carne, esteras y sombreros. Se hizo cargo de dichos efectos porque pensaba que al pasar a Cácota (cuenca del Lebrija) podría cambiarlos por algunas cargas de harina y pagar con ellas en la villa de Mompox5149. Por supuesto, debido a la 48 AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1737-1744/, f. 96v. 49 AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1774/, f. 404r. Respecto de la moneda imaginaria y a la cantidad de metal que verdaderamente circulaba en Hispanoamérica durante el período colonial se explica diciendo: “Yo prefiero los precios en moneda imaginaria, y mi opción está dictada por el hecho de que estamos ante economías poco monetarias: La pregunta es la siguiente: ¿en qué pagaba el comprador de pan o harina?, y sobre todo, ¿cómo calculaba los precios? En lo que se refiere al cálculo, la respuesta es simple y categórica: en libras, en sous y en denarios […] en resumidas cuentas, en moneda imaginaria”. Dicho problema tiene que ver con la denominada “economía natural”, bajo la cual se habrían constituido los intercambios en territorio hispanoamericano; “Y aún es necesario precisar que una economía natural de intercambio puede muy
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demora ya había escrito a su acreedor de mano de don Salvador Navarro. A Salas se le embargaron 9 arrobas de pescado (225 libras), una carga de carne, unas esteras y algunos sombreros. Sin embargo, si existe algo importante en dicha demanda es que el comerciante debió presentar su libro de cuentas. En éste aparecen las personas a quienes fió algunas cantidades y otras que ya habían cancelado. Sin embargo, esto no es lo más sobresaliente. Según su testimonio había vendido los productos en la parroquia del Pedral, como lo hacían varios de los comerciantes durante el período, es decir, buena parte de las personas que aparecen en dicho libro deben corresponder a vecinos residentes en las tierras planas y montuosas de la cuenca del Sogamoso. Los comerciantes que viajaban por las cuencas del Sogamoso y del Lebrija, así como aquéllos que conectaban la zona del Magdalena Medio con Ocaña y Pamplona, cuyo motor radicaba en la movilidad y presteza que un centro como Mompox permitía, no poseían las mismas características. Parecen existir por lo menos tipos diferentes. De un lado, los comerciantes de la Villa, los que se dirigían sin intermediarios a las zonas de consumo; vendían y recolectaban los productos de la tierra y regresaban a la Villa. De estos comerciantes dependían algunos intermediarios que les tomaban productos al fiado y se ocupaban de venderlos, recolectar una pequeña ganancia y entregar de nuevo la suma. Por otro lado, estaban los comerciantes ubicados en la bien calcular en moneda y realizar el intercambio en productos; es decir, se intercambian bienes entre sí luego de haber establecido su “valor” en la moneda metálica circulante sobre la plaza o incluso en la moneda natural tipo (cacao, telas, conchas, coca). En conciencia, podemos tener medios de intercambio o medios de pago en moneda metálica. Ahora bien -y se trata de un punto fundamental- es solamente esta última la que cubre las dos funciones (intercambio y pago) y la que permite una neta separación personal y temporal de los dos momentos del intercambio”. Sobre este tema ver Ruggiero Romano, “Fundamentos del funcionamiento del sistema económico colonial”, en El sistema colonial en la América española, ed. Heraclio Bonilla (Barcelona: Crítica, 1991), 240-241; Romano Ruggiero, Coyunturas opuestas, La crisis del siglo XVII en Europa e Hispanoamérica (México: Colegio de México - Fideicomiso - FCE, 1993), 103-104; Ruggiero Romano, Mecanismo y elementos del sistema económico colonial americano, siglos XVI-XVIII (México: El Colegio de México - Fideicomiso Historia de las Américas - FCE, 2004). Ahora bien, la pregunta que aparece al respecto es: ¿Cuál es el tipo de moneda que circula en territorio neogranadino? Ya hace más de 10 años que Maurice Brungardt llamó la atención sobre la diversidad de las monedas en la Nueva Granada durante todo el período colonial. Maurice Brungardt, “Poder y riqueza en la Nueva Granada al principio del siglo XVII”, en Cultura política, movimientos sociales y violencia en la historia de Colombia, comp. Amado Antonio Guerrero (Bucaramanga,: UIS - Colcultura, 1992), 143-144, Nota 12. Según este autor, en el territorio granadino circularon durante todo el período colonial diferentes tipos de moneda: pesos de buen oro, ducados, pesos de plata corriente, pesos de oro de 20 quilates, pesos, pesos de oro en polvo y pesos de 8 reales. Esta última llegó a ser la moneda “más común” en la Cordillera Oriental. Por ejemplo, es el tipo de moneda que aparece en los libros notariales. Además del caso de Girón, véase para la zona de Bogotá el trabajo de Rafael Antonio Díaz, El sistema esclavista urbano y urbano-regional en Santafé de Bogotá, 1700-1750 (Tesis de Doctorado en Historia, El Colegio de México, 1995). Para estos casos aparece una moneda semejante entre el peso y el patacón). A pesar de todas estas dificultades, es precisamente la pregunta de Ruggiero Romano: la que más llama la atención ¿cómo se calculaban los precios? Algunos apuntes interesantes sobre moneda en André Orleans, “La monnaie contre la marchandise”, L’homme. Revue Française d’anthropologie 162 (2002): 27-48.
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ciudad de Girón, y que mediante contactos precisos recibían y despachaban desde esa ciudad. Algunos traficantes deambulaban sin precisión alguna, podían depender ya de los comerciantes de la ciudad (lo que a su vez equivalía a tener una doble dependencia) o fiar directamente en la Villa. No obstante, en la ciudad también estaban radicados sujetos de alto rango que tenían una triple conexión tanto con Mompox como con Cartagena, a lo que sumaban ciertos contactos con Tunja y Santafé. Quedaría por indagar los tipos de mercancías que unos y otros vendían. Por una parte se encontraban los géneros que por su costo exclusivamente podían consumir aquéllos que disfrutaran de dinero suficiente, y por la otra, las mercancías que suplían las “necesidades básicas” de la mayoría. Como ya se ha hecho mención en los géneros expuestos en los casos anteriores, buena parte de las mercancías que circulaban se podrían clasificar como “no necesarias”5250. Probablemente satisfacían ciertos lujos dentro del marco del mundo rural. Además de las telas y ropas importadas, aparecen algunas especias como la pimienta, la canela, el clavo. La pimienta alcanzaba un valor de 6 reales por libra, mientras la canela 51 . En 1750 se le decomisaron al padre fray Joseph Viaco 6 libras de canela costaba 2053 “poco mas o menos”, más dos resmas de papel y un cajoncito “en los que van unos vasitos de su uso y láminas”5452. No era raro encontrar cajones con loza de Valencia5553. A su lado circulaba “aguardiente de la tierra”, así como vino importado. Las preguntas por responder, entonces, serían: ¿Cuál era la capacidad de consumo de las unidades rurales ubicadas en estos valles?¿Qué se consumía? ¿Bajo qué condiciones? En la cuenta que Martín Barrera debía a Diego Pérez aparecen: 1 y ½ peso que pagó a (ilegible), ½ peso de tabaco, 2 tomines de azufre y pimienta, 1 peso de tabaco, 3 pesos que había pagado a Don Manuel Sanabria, ½ peso de aguardiente, ½ peso de tabaco, 1 camiseta de listado, 2½ pesos que le debía, 1 peso de tabaco, medio peso de tabaco, un peso que pago a Don Gabriel de López y un machete. El total era de 30 y ½ patacones. Lastimosamente no se estipula a que correspondían las deudas contraídas que había pagado 54 . El comercio de aguardiente, por ejemplo, manejaba amplios capitales, Pérez por Barrera56 tanto que algunas personas se animaban a invertir en esta actividad5755. Este alto consumo 50 Es mejor aclarar que la necesidad o lo necesario, es un comportamiento aprendido y, por tanto, no sólo puede cambiar de cultura a cultura, sino, además, dentro de los diferentes grupos que las constituyen. 51 AGN, Contrabandos, tomo 20, f. 237r.; tomo 15, f. 576r. 52 AGN, Contrabandos, tomo 8, f. 955r. 53 AGN, Contrabandos, tomo 15, f. 421r. 54 AGN, Testamentarias Santander, tomo 1, ff. 658r. y v. 55 En la demanda que se entabló contra Micaela Martín Nieto “sobre que le satisfaga a don Ignacio Rodríguez Cornejo presbítero comisario de la Santa Cruzada de que le soy deudora diez pesos y no he satisfecho a causa de las incomodidades”, ésta expuso que por su notoria pobreza y escisión de medios debió retirarse al campo para vivir a expensas de su hermana. A fin de pagar la deuda y librarse de la “inquietud” de su cobro, reconoció que la cantidad de 19 pesos de que le era deudor Don Francisco Cornejo “procedidas de frascos de aguardiente que le entregue en fuerza del contrato confidencial que conmigo tenia hecho y a cuya satisfacción […] es legal para que me satisfaga la dicha cantidad de los veinte y nueve pesos por la que pongo demanda”.
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de aguardiente estaba relacionado con aquello que se podría considerar como productos de manutención, entre los que estaban también la carne, el cebo, la sal. Sin embargo, es difícil colocar también en este lugar el tabaco. Las personas que vivían en las estancias debían comprar todas estas mercancías para cubrir sus necesidades, Además, es difícil saber si éstos son los mismos bienes con los cuales “asistir” las estancias. En una declaración se expuso en contra del demandante “que se ha arrojado a ejecutar el exceso de haber a un niño hijo mío que cuida la estancia que poseo en el valle de Sogamoso arremetidole y quitadole violentamente un aco, una bestia mular cuyo aco estaba a mi cuidado y algunos millares de cacao con que salía a buscar manutención para la asistencia de la citada estancia”5856. Pero no sólo se consumía bienes de asistencia. Al parecer, parte de las telas también eran compradas por los labradores y jornaleros. En 1749 uno de los cabildantes de la ciudad de Girón exponía que “reparando de que esta tierra se compone de más pobres que de Hombres de conveniencia y que lo más viven de la cultura del campo y que las ropas de Castilla revenden por unos precios exorbitantes con la costumbre de fiarlos por tiempo dilatado e que da motivo a que los mercaderes franqueen sus ropas a cualquier persona siguiéndose de esto la inconsecuencia de que con lo atrasado de los tiempos en las labores se pierden en los frutos que ofrecen las cosechas de lo que resultan las fricciones en estas perdonas […] estos fiados se hayan a la disposición de si el tiempo ofreciere el fruto se pague de el si no esperen a la siguiente cosecha sin llevarles más gabela que aquel crecido precio en que las han vendido sus géneros […]”5957.
No se habla en los textos, así como no se encuentra en las cuentas de los comerciantes únicamente compras de telas de la tierra tales como lienzos u alpargatas. El cabildante anota que “las ropas de Castilla”, con lo cual se podría pensar que estas personas también consumían todo este tipo de telas. Y es precisamente dicho elemento el que adquiere mayor trascendencia en el marco del consumo. Hasta el momento se ha pensado que todas estas mercancías eran vendidas sólo a las personas de las ciudades, pero queda por indagar hasta dónde los pobres y habitantes del campo empleaban sus escasas o grandes ganancias para satisfacer estas necesidades o deseos. El texto es interesante, y se deben AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1750-1753/, ff. 378r. y v. Por ejemplo, en su testamento, Lorenzo Caviedes del Pino declaró serle deudor a su compadre Don Francisco de Vargas de 244 pesos “resto” de 800 que le debía, además de 160 pesos de géneros que le compró de los cuales se tenían que rebajar 30 pesos de tres tercios de tabaco que “me salieron podridos”. Además, debía a su compadre Mateo Rodríguez 54 frascos de aguardiente que “me dio para que le vendiera” a 7 reales “y yo le tengo mandado un apunte en que constan los sujetos que lo deben y el que yo tenia cobrado”; a Francisco Meneses debía 23 pesos de una cuenta mayor “por haberle bajado de los astilleros a Mompox cuatro cargas y sus petacas”, por su parte Rodríguez le debía 26 pesos de un embarque que le había hecho hacia el Banco y 9 pesos de 2 cargas que bajó de Mompox y unas botijas que tenía en los Astilleros, en su casa. AHR, Archivo Girón, Protocolos notariales, tomo 1761-1769, f. 571r. y v. El subrayado es nuestro. 56 Dato extraviado a los autores. El subrayado es nuestro. 57 AHR, Archivo Girón, Archivo Judicial, caja 10, f. 41r.
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destacar algunas prácticas. Aceptando que los “pobres” y aquéllos que vivían de la cultura 58 , se debe tener en cuenta que ello se hallaba supedel campo consumían estos productos60 ditado a dos fenómenos relevantes. Primero a los niveles de cosechas que esperaban obtener si “dios quería” un buen clima y segundo, a los “fiados”. En otras palabras, el consumo dependía tanto de las estrategias utilizadas por los comerciantes como de las prácticas de negociación de los consumidores. Era precisamente en estas interposiciones establecidas que los precios y los valores tomaban importancia. Si bien los consumidores estaban dispuestos a pagar “precios exorbitantes”, igualmente ponían en juego la disposición del tiempo para ofrecer el fruto. En total, el consumo dependía, así como la circulación, por una parte, de los niveles de la producción rural calculada, y por la otra, de las redes personales que podían mantenerse.
Conclusiones Por medio de la circulación y el consumo que se estructuraron en las cuencas del Sogamoso y del Lebrija se conectaron las provincias “de abajo” y “de arriba” del Nuevo Reino de Granada. Los ritmos y las diversas formas de la jerarquía que tomaron estos espacios estaban relacionados más que con la pluralidad de los espacios, con las prácticas entre las redes personales establecidas entre comerciantes y consumidores. No se trata de cierta pluralidad, diversidad, más que de eso, de prácticas de la circulación, de ubicarse y ubicar a otros para obtener ganancias. En suma, jerarquización de un espacio que tenía como consecuencias el desenvolvimiento de ritmos diferentes en cada uno de los sitios ordenados de tal forma: Algo claro es que estos espacios no estaban ni completamente aislados ni completamente conectados; al entrar en el conjunto de cierta serie de relaciones, tomaban sus ritmos. La circulación no estaba supeditada a la irrigación que podía ofrecer una economía basada en la moneda. Más que a ésta, las prácticas obedecían a ciertos lazos personales establecidos entre grupos de comerciantes y consumidores. Tales prácticas dependían más del envío de papeles firmados, de vales, escrituras, fiados, o de las remesas de géneros de la tierra, que de la importancia del oro y de la plata, que se podían poner en movimiento. Esta manera de realizar los procesos de intercambio permite pensar que existían ciertas diferencias entre los ritmos de la producción minera y los de la economía rural. El consumo en las zonas rurales era bastante alto. En las estancias no se compraba solamente elementos necesarios para la producción, allí también se adquirían telas importadas, 58 Ver, por ejemplo, “Copia de libro de cuentas de Diego Carlos de Carúz sacada en 16 de agosto de 1763, de la memoria de ropa que don Antonio García, le entrego para que expidiese de cuenta y riesgo de los dos”. AHR, Archivo Girón, Causas Civiles /1763-1765/, ff. 8r.-13r. En la copia aparecen cada una de las personas a las que se les entregaron mercancías. Si se compara esta lista con la base de datos de las aquéllos que realizaron transacciones de tierras en la ciudad de Girón, no resultan coincidencias. Al parecer, salvo algunos casos, esos nombres corresponden a vecinos dedicados a las labores del campo, que no poseían grandes sumas de dinero.
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géneros como aguardiente o productos para condimentar los alimentos. El consumo de carne de estas zonas implicó, incluso, el envío de remesas desde la villa de Mompox. El consumo en general obedecía a ciertas redes personales y a los niveles de producción rural. Además, las relaciones entre estancieros y comerciantes eran muy variadas sin que los primeros estuvieran del todo supeditados a los segundos; por el contrario, entre unos y otros la estructuración de las relaciones estaba totalmente determinada por el desarrollo de una economía sentimental, que no se ha investigado.
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Reseñas 201
Reseñas Arias Trujillo, Ricardo, Los Leopardos. Una historia intelectual de los años 1920. Bogotá: Uniandes-Ceso- Departamento de Historia, 2007, 436 pp.
Los Leopardos y otros animales del Reino: contribución a un análisis de la fauna colombiana Renán Silva1 I-
Los estudios históricos modernos no tienen en Colombia la tradición que muestran en otras sociedades de América Latina. Por comparación con México y la Argentina, y aun por comparación con el Perú, el tratamiento moderno de los problemas históricos es en Colombia un hecho más reciente, un hecho del último tercio del siglo XX, a pesar de los antecedentes importantes que en los años 1940 (Economía y Cultura, de Luis Eduardo Nieto Arteta) y en los años 1960 (Ensayos de historia social colombiana, de Jaime Jaramillo Uribe) pueden encontrarse. Es posible decir, y resulta fácil de argumentar, que la institucionalización de la disciplina y la profesionalización del oficio son realidades presentes pero en curso de afirmación aun sometidas a amenazas, pese a las buenas cualidades que se observan en una producción creciente, que recoge lo que estudiantes y profesores de universidades públicas y privadas realizan. En el caso de la historia intelectual, un género mucho más reciente en su desarrollo (a pesar del gran comienzo que en los años 1950 representó el libro, “intempestivo” en la cultura de esa sociedad, de Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo XIX), las obras importantes son menos numerosas y debemos desear que en los años próximos los trabajos de alta calidad se multipliquen, pues hasta ahora hay mucha promesa incumplida y mucho ejercicio retórico inservible escondido bajo el lenguaje de lo imaginario, las representaciones sociales, las identidades, el campo intelectual, etc., en realidad nociones básicas para el análisis, pero que por la forma atropellada y poco decantada -ejercicio de moda- como han sido recibidas han encontrado en su difusión el principio de su agotamiento. La ignorancia de sus contenidos, de sus alcances, de sus requisitos de construcción y de sus contextos de formación -sobre todo en la sociología- ha facilitado que bajo el nuevo ropaje sigan presentes las viejas nociones de sentido común, que han sido habituales en estos dominios. v Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle. Miembro del Grupo de Investigación Sociedad, Historia y Cultura del Centro de Investigaciones de esa Facultad. resilva@telesat.com.co
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El libro de Ricardo Arias, sobre cuyas proposiciones y análisis se puede largamente discutir, tiene el mérito inicial de localizarse en una visión moderna y bien fundamentada del problema, visión sobre la que existen hoy en día en Europa y en Estados Unidos obras que ya empiezan a aparecernos como clásicas en este dominio. Lo que el libro de Arias nos propone es el examen de los problemas de la historia intelectual de los años 1920 en Colombia -por definición inseparable de la historia de los grupos intelectuales-, a través de un mecanismo triple, que constituye su propia “operación historiográfica”. Primero, la constitución del tema en un problema, lo que le permite huir de la crónica habitual y sobre todo de la monótona acumulación de hechos sin significado. Segundo, la propuesta de un análisis contextual, que intenta vincular la historia intelectual con la historia social y política del periodo de que se trata, lo que evita que el estudio de las formas diferenciadas y autónomas de la actividad intelectual pierda de vista sus propias condiciones de posibilidad. Tercero, el examen de los grupos intelectuales bajo una visión conectada -grupos, generaciones, “redes”-, que impide el recurso habitual a la biografía, que termina constituida casi siempre en el horizonte mayor de los trabajos de historia intelectual. Me parece que estos tres elementos, que son parte de una visión simplemente moderna del trabajo historiográfico y que constituyen un ideal de trabajo al que muchos nos acogemos (con las diferencias que desde luego introducen los temas y problemas específicos según sus periodos), separan el trabajo de Arias Trujillo de algunos intentos más chillones, pero menos afirmados, y lo ponen en relación con otros trabajos similares de historia intelectual, de muy buenas calidades -como el de Juan Guillermo Gómez, Colombia, es una cosa impenetrable, para citar uno entre varios-. Éstos, aunque inspirados en otras tradiciones intelectuales, tratan también de producir nuevas interpretaciones de la vida intelectual del país en el siglo XX, con el afán de renovar visiones estereotipadas y provocar un cierto sacudimiento en un sistema de respuestas (y preguntas) herencia del liberalismo de izquierda y de otras tradiciones radicales. Tales tradiciones, favorecidas por su hegemonía en los medios universitarios desde los años sesenta nunca tuvieron la oportunidad de contar con el beneficio de una lectura crítica y desapasionada que les permitiera intuir cuánto había de prejuicio y de mal planteamiento de un problema en mucho de lo que se ha estimado como “respuestas concluidas” en la interpretación histórica de la vida política e intelectual de Colombia. El propio tema central del libro -el grupo intelectual de Los Leopardos y la historia intelectual de los años veinte- es ejemplo de uno de esos temas importantes que Ricardo Arias trae al debate -de manera ilustrada y documentada-, pues, como sabemos, más allá de crónicas multiplicadas (casi siempre acopio de los mismos datos) y de las anécdotas cien veces repetidas, es poco lo que sabemos al respecto. Lo mismo puede decirse de un tema de gran novedad entre nosotros -pero de grandes realizaciones en otras historiografías-, como resulta ser el de la intelectualidad católica en el siglo XX, un tema sobre el que este libro propone una serie de análisis iniciales
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que desde luego deben ser continuados y mejorados, pero que en esta presentación tienen mucho de pioneros. El libro de Arias es una contribución importante a los estudios históricos nacionales no sólo por su tema, por los problemas que trata y por los que anuncia, no sólo por el recurso cuidadoso y profesional a un corpus documental bien constituido -que desde luego puede ser ampliado-, sino sobre todo porque se suma a un grupo aún no tan numeroso de trabajos nacionales que quieren seguir la senda recomendada por Norbert Elias, de no hacer del análisis histórico ocasión de alabanzas o de vituperios; algo que no se puede lograr sino por el recurso a las formas de conocimiento que son propias de la disciplina, por el intento de distanciamiento de la memoria vivida, por el afán de hacer del trabajo de investigación una “práctica racional” -para utilizar una fórmula establecida-, una práctica que entiende que su dimensión crítica y ciudadana le viene sobre todo del tratamiento medianamente objetivo de los problemas, hasta donde ello es posible en el estudio de situaciones que tanto comprometen a quienes investigan sobre ellas. Me parece prudente repetirlo: podemos discutir, y esperemos que así sea, cada una de las proposiciones particulares de este trabajo, como ocurre con todos los demás trabajos de análisis histórico. Sin embargo, el hecho de que el trabajo que comentamos se localice desde el principio lejos de la demagogia y del partidismo, y cerca del análisis ponderado, lo debe hacer merecedor de nuestro agradecimiento e interés. II -
Nada de lo anterior significa que no puedan señalarse al trabajo de Arias Trujillo algunos problemas en cuanto a enfoque y a interpretación. Un silencio al respecto sería asumir que en análisis histórico hay obras perfectas y acabadas, lo que es simplemente un despropósito. Además, ésta en particular, es ejemplo de una “obra en marcha”, aun muy alejada de lo que su propio autor debe desear. Para introducir uno o dos elementos críticos, voy a recordar cuáles son los objetivos centrales del texto. En primer lugar, el libro busca analizar los debates intelectuales que se produjeron en los años veinte, para lo cual se apoya sobre todo en polémicas y discusiones que parecen haber sido de primer orden en la sociedad colombiana de esos años. Nada que objetar. Pero habría que saber cuál es el punto de vista a través del cual se incluyó en el análisis ésta o aquella polémica, o se dejó de lado ésta o aquella otra. Un conocedor no muy profundo del periodo nota enseguida que las polémicas sobre el arte y sobre la literatura, por ejemplo, que fueron centrales para definir esos años y el tipo de intelectual que domina el periodo, no figuran en el texto. Desde luego que ningún libro se hace cargo de todo lo que pasó en un cierto número de años, ni siquiera en un dominio reducido de la actividad social. Por eso el investigador debe explicitar al lector cuál es el punto que permite hacer el recorte y la fijación de una línea de demarcación -que desde luego no se encuentra en las fuentes mismas, ya que, por el contrario, es el punto de vista elegido el que determina la manera
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de construir el corpus, a partir de la masa documental-. Ese punto de vista, que en parte se puede intuir, no se encuentra formulado de manera clara a lo largo del libro, lo que le da por momentos el carácter de un mosaico de temas abiertos y sugestivos, pero de los que ignoramos su principio de articulación. Arias acierta y muestra muy buen juicio cuando señala que las polémicas crearon fronteras e introdujeron en la actividad cultural de los intelectuales un nuevo principio de división (vivido por los actores del proceso en términos imaginarios como separación absoluta, ya que, como lo muestra de manera clara y reiterada el autor, se trató de campos en gran parte combinados, integrados y yuxtapuestos). Pero se aparta de su propio enfoque -la historia cultural que se apoya en la noción sociológica de camposen la medida en que, reconocido el carácter de frontera constituyente de algunas de las polémicas que examina, no muestra las posibles formas de relación entre esos debates y las posiciones sociales objetivas de los actores y sus estrategias de avance para copar los lugares de dominio de la generación a la que enfrentan (los Centenaristas) o producir nuevos lugares, a partir de los cuales se hicieran posibles otras formas de legitimidad y hegemonía. Dicho de forma simplista, las polémicas no remiten al parecer más que a ellas mismas, y las relaciones complejas entre tomas de posición (intelectual y política) y posiciones objetivas (condición social, trayectorias recorridas y estrategias asumidas) no aparecen examinadas de manera explícita, aunque muchos de los datos para hacerlo se encuentren en el texto (y al parecer de manera numerosa en las fuentes examinadas). O dicho de manera menos simplista: la noción de campo, que es trabajada en el libro de manera tranquila y poco grandilocuente (lo que es de por sí ya un mérito), supone un trabajo detallado de estadística social (y aun de prosopografía), que parece ser la mejor manera de establecer las “propiedades objetivas” de actores sociales, que en la documentación son sólo nombres propios que hay que trascender. Por lo demás, la introducción de subdivisiones (los intelectuales católicos y los propios Leopardos, considerados como “representativos” del conjunto, si bien entendí y estudiados con detalle) vuelve más inestable la realidad empírica que se quiere definir, y dificulta captar los rasgos estructurales que de manera concreta definen a un grupo y a una situación como nuevos y originales. Es objetivo también del libro de Ricardo Arias conocer el mundo intelectual de los años veinte, adoptando para ello con gran acierto un esquema de relaciones entre cultura intelectual y sociedad, lo que le ofrece la posibilidad de apartarse de la historia intelectual tradicional por la inclusión de temas que tienen que ver con el mundo del libro, con las sociabilidades, con las instituciones de la cultura, sobre todo lo cual hay datos y análisis repletos de interés en el texto. Arias sabe que ese ambiente intelectual no se puede separar del contexto social mayor: la sociedad colombiana de esos años, que es la que le otorga en gran parte su lógica de funcionamiento. En este punto he quedado con la impresión de que el mundo de las representaciones le ha jugado al autor una mala pasada y le ha impuesto una imagen del avance del capitalismo en la so-
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ciedad colombiana de principios del siglo XX muy problemática (y en el fondo de cartilla de izquierda). Según Arias, el surgimiento de la generación que él estudia tiene como trasfondo cambios sociales importantes en el país. Nada que objetar en principio. Sin embargo, cuando los menciona, parece haber realmente una cierta desproporción entre lo mencionado y lo que parece haber sido en ese momento la evolución social del país. Así por ejemplo, mencionar sin más “el auge económico” de los años veinte, puede dar lugar a equívocos, máxime si se menciona a continuación “el desarrollo del proletariado, las tensiones sociales, el crecimiento urbano…”, hecho presentes, desde luego, pero incipientes, para ser considerados como un contexto activo de la irrupción intelectual que Arias estudia. Cito al respecto simplemente un caso evidente de sobre/interpretación. Escribe Arias: “El desarrollo de la industria a finales del siglo XIX había dado origen a un pequeño proletariado, que, poco a poco, fue alcanzando una mayor conciencia de clase que le permitió movilizarse en defensa de sus derechos”. (p. XIV). Me parece que esta aceptación de lo incipiente como una realidad, a la que se convierte enseguida en contexto estructural, impide captar una de las grandes singularidades del proceso: que los nuevos intelectuales (y los otros) hablaban en gran medida de una realidad que por el momento no existía como hecho social, lo que le otorgaba a su discurso un marcado carácter de irrealidad -para utilizar una fórmula de Marx, en su comparación de la ciencia económica inglesa y la alemana del siglo XIX-, lo que se concretaba en una particular retórica y uso del lenguaje que lograron su máxima expresión en Los Leopardos, y que se caracteriza en gran parte por el recurso a calificativos y sustantivos siempre desproporcionados respecto de la realidad que intentan nombrar. El problema del lenguaje de la política es un punto esencial del trabajo de Ricardo Arias. De manera particular su análisis llama la atención sobre la retórica de Los Leopardos y de parte de los grupos liberales pertenecientes a Los Nuevos (aunque lo mismo se puede predicar de muchos de los intelectuales que se acercaban al socialismo). Con exactitud -aunque muchos matices pueden introducirse- Arias indica de qué manera los letrados de esos años fueron capaces de construir una representación de la tolerancia como mediocridad, como falta de brío y de agallas. Los Leopardos (y luego muchos de sus continuadores como Gilberto Alzate Avendaño) dieron una contribución mayor a una forma de lenguaje que introduce, por la vía de la retórica, la violencia en la política, sin mediación de ninguna clase, y estatuye la “pequeña diferencia” como principio de exclusión y de caracterización del rival como objeto por aplastar. Desde luego que no han sido los únicos en la historia de Colombia, ni antes ni después, pero la constatación de ese hecho agrega aún mayor actualidad al libro de Arias, por cuanto señala una de las fuentes recientes de la cultura política en Colombia.
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Sin embargo, me parece que este logro se ve disminuido por la deducción que se hace enseguida, pues Arias piensa que ese hecho fue causa suficiente y antecedente de la Violencia de finales de los años 1940, lo que puede indicar una idea de causalidad muy discutible, que además deja la sospecha de una concepción del acontecimiento puramente historicista, atrapada en las redes de los antecedentes y de los orígenes. A lo mejor no es así, y se trata tan sólo de una forma de presentación que crea esa mala apariencia. Arias escribe, luego de sintetizar los estragos de la retórica de Los Leopardos, que, “En 1930, cuando el partido liberal asumió el poder, y poco antes del estallido de la Violencia, el escenario ya estaba completamente montado para los dramáticos acontecimientos que se desatarían en el país durante casi dos décadas” (p. 389). Me parece que una forma como esa de plantear las cosas no sólo le quita toda “originalidad” a los más de tres lustros de la República Liberal y a las disputas políticas de esos años, sino que además nos pone frente a un determinismo que deja de lado lo propio de la acción política: fabricar el presente, modificar el pasado. Un punto final para terminar: Ricardo Arias ha evitado el expediente habitual de muchos investigadores de devanarse inútilmente los sesos buscando definiciones universalistas de “intelectual”. Los intelectuales son una configuración singular de reciente data -lo que resulta diferente del hecho de que en toda sociedad haya actividades que pueden ser calificadas de “intelectuales”-, y lo que resulta de enorme importancia para el análisis es definir las formas concretas de esa configuración. Arias Trujillo ha tomado el camino deseable de trabajar con una noción flexible, y mantenerse atento a las formas mismas del periodo, a través de una documentación, que muestra la manera como la propia época definió esa realidad. Es un acierto, porque esta manera de proceder exige abocar de frente el análisis de las formas de representación (auto/representación y representación por los otros) de una actividad. Pero la dificultad puede volver a estar aquí al lado del acierto (lo que es típico de los buenos libros), pues las formas de representación no existen por ellas mismas, se localizan en campos institucionales, son ante todo formas de clasificación y designación, que al tiempo que aparecen, sustituyen a otras y redefinen el espacio mismo en que los objetos son clasificados. Las designaciones “político”, “periodista”, “escritor”, “cura”, “profesor”, “sabio” deben haber tenido procesos institucionales de formación y de redefinición, en la medida en que la actividad intelectual se hacía más compleja y nuevos juegos de competencia y de alianza, de definiciones de lo legítimo y de lo que no lo era (en la vida intelectual y política) iban cristalizando. Pero sobre las bases mayores de este proceso, el libro tal vez no informa lo suficiente, y el lector debe por ahora contentarse con la aparición de nuevas criaturas en un escenario redefinido, aunque las fuerzas que organizan el espacio y la escena no se dejen ver con claridad, o se sustituyan por un amplio contexto imaginario (el “auge económico” y la “aparición del proletariado”). Ninguna de las anteriores observaciones le resta valor al libro de Arias. Nos recuerda sólo su carácter de “obra en marcha”. Pone de presente lo que ya mencionamos:
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carácter imperfecto de todas las obras de ciencias sociales e históricas, nos invita a seguir más allá al paso que nos instruye sobre multitud de cosas importantes.
Cabrera Becerra, Gabriel. Las Nuevas Tribus y los indígenas de la Amazonia. Historia de una presencia protestante. Bogotá: Litocamargo Ltda., 2007, 224 pp. Augusto Javier Gómez López2♦ Quizá no existe en nuestro planeta una región sobre la cual se hayan construido y se continúen construyendo -desde los siglos coloniales y aún durante los siglos XIX y XX- los más diversos mitos, relatos, imágenes y leyendas: se trata de un sorprendente universo de imaginarios que van desde lo paradisíaco hasta lo infernal, pasando por lo maravilloso… desde la creencia del paraíso terrenal y El Dorado y, en las décadas más recientes, hasta pulmón del mundo, paraíso de la biodiversidad y mar de agua dulce… No obstante la persistencia de esos mitos e imágenes seculares, desconocemos la historia amazónica. Efectivamente, no existe una historia amazónica de la Amazonia; lo que existe es una historia de las tierras bajas construida desde las tierras altas… y es, en este sentido, que para nosotros, como sociedad, tiene un gran valor el trabajo de investigación desarrollado por Gabriel Cabrera, pues nos compenetra con otra Amazonía que va más allá de los mitos. Las investigaciones que Gabriel Cabrera ha emprendido, desde el año de 1990, entre los grupos de indígenas Nukak -en compañía de los investigadores Dany Mahecha y Carlos Frankly- se han caracterizado por la combinación de la labor de exploración y de sistematización de fuentes documentales primarias y por el trabajo de campo en las selvas del Guaviare y del Inírida, no obstante las dificultades de orden público que han azotado la región desde finales del siglo XX. Uno de los problemas fundamentales en torno a nuestra Amazonia es, precisamente, el apreciable desconocimiento en relación con el oriente de la selva oriental colombiana. En otras palabras, es muy poco lo que conocemos acerca del Vaupés, del Guainía y del Vichada y, por ello, resulta oportuno destacar aquí también la obra del mismo autor titulada La Iglesia en la frontera: misiones católicas en el Vaupés, 1850-1950, publicada en el año 2002. Se trata de un estudio pionero acerca de los misioneros Montfortianos, con cuya presencia el gobierno colombiano quiso frenar en el Gran Vaupés, la secular influencia de caucheros, traficantes de esclavos nativos y misioneros, desde el Brasil. ♦
Profesor Titular, Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia - sede Bogotá. ajgomezl@unal.edu.co
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carácter imperfecto de todas las obras de ciencias sociales e históricas, nos invita a seguir más allá al paso que nos instruye sobre multitud de cosas importantes.
Cabrera Becerra, Gabriel. Las Nuevas Tribus y los indígenas de la Amazonia. Historia de una presencia protestante. Bogotá: Litocamargo Ltda., 2007, 224 pp. Augusto Javier Gómez López2♦ Quizá no existe en nuestro planeta una región sobre la cual se hayan construido y se continúen construyendo -desde los siglos coloniales y aún durante los siglos XIX y XX- los más diversos mitos, relatos, imágenes y leyendas: se trata de un sorprendente universo de imaginarios que van desde lo paradisíaco hasta lo infernal, pasando por lo maravilloso… desde la creencia del paraíso terrenal y El Dorado y, en las décadas más recientes, hasta pulmón del mundo, paraíso de la biodiversidad y mar de agua dulce… No obstante la persistencia de esos mitos e imágenes seculares, desconocemos la historia amazónica. Efectivamente, no existe una historia amazónica de la Amazonia; lo que existe es una historia de las tierras bajas construida desde las tierras altas… y es, en este sentido, que para nosotros, como sociedad, tiene un gran valor el trabajo de investigación desarrollado por Gabriel Cabrera, pues nos compenetra con otra Amazonía que va más allá de los mitos. Las investigaciones que Gabriel Cabrera ha emprendido, desde el año de 1990, entre los grupos de indígenas Nukak -en compañía de los investigadores Dany Mahecha y Carlos Frankly- se han caracterizado por la combinación de la labor de exploración y de sistematización de fuentes documentales primarias y por el trabajo de campo en las selvas del Guaviare y del Inírida, no obstante las dificultades de orden público que han azotado la región desde finales del siglo XX. Uno de los problemas fundamentales en torno a nuestra Amazonia es, precisamente, el apreciable desconocimiento en relación con el oriente de la selva oriental colombiana. En otras palabras, es muy poco lo que conocemos acerca del Vaupés, del Guainía y del Vichada y, por ello, resulta oportuno destacar aquí también la obra del mismo autor titulada La Iglesia en la frontera: misiones católicas en el Vaupés, 1850-1950, publicada en el año 2002. Se trata de un estudio pionero acerca de los misioneros Montfortianos, con cuya presencia el gobierno colombiano quiso frenar en el Gran Vaupés, la secular influencia de caucheros, traficantes de esclavos nativos y misioneros, desde el Brasil. ♦
Profesor Titular, Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia - sede Bogotá. ajgomezl@unal.edu.co
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Las Nuevas Tribus y los indígenas de la Amazonia es en realidad una obra original en la que, más allá de la denuncia periodística, se describe y se analiza la presencia y la actuación del protestantismo, en especial el caso de la Misión Nuevas Tribus de Colombia, establecida por Sofía Müller en el oriente de la selva colombiana desde los inicios de la década de los años cuarenta y su impacto cultural entre los indígenas del área trifronteriza de Colombia, Venezuela y Brasil. Uno de los aportes fundamentales de este trabajo consiste en el minucioso análisis del impacto causado entre los grupos aborígenes aislados, como resultado del contacto con misioneros, colonos y otros miembros de la sociedad nacional. Se trata de las dramáticas consecuencias en virtud del contagio de nuevas enfermedades entre los nativos, como, por ejemplo, la gripe, que generaron verdaderas catástrofes demográficas, similares a las descritas por los cronistas en el siglo XVI, a propósito de la invasión europea al continente americano. Así mismo, otros de los aportes del trabajo de Gabriel Cabrera consiste en la explicación del derrumbe cultural y espiritual de los grupos nativos aislados en proceso de asimilación como resultado de las nuevas creencias, producto éstas del proselitismo y de la evangelización, impuestas por credos fundamentalistas que compulsivamente transformaron la vida social y la reproducción de estas sociedades. Uno de los sucesos que mejor ilustra las consecuencias padecidas por los Nukak durante los años que siguieron al contacto, que fue promovido desde sus comienzos por Sofía Müller y por otros miembros de la Misión Nuevas Tribus, es el suicidio del líder Nukak Makú Mow be’, conocido entre los mestizos del Guaviare como Belisario Sánchez. Su bilingüismo lo convirtió en el vínculo más importante entre sus parientes y los representantes de las instancias gubernamentales de la región y del nivel nacional, lo mismo que entre los colonos, comerciantes y, en fin, entre los llamados “blancos”. Las noticias del periódico El Tiempo del mes de octubre del año 2006 informaron que el suicidio se produjo “porque sus hermanos lo culpaban de la desatención en que estaba su pueblo”31. Mow be’ quedó huérfano desde los siete años cuando sus padres y su grupo, una de las bandas occidentales de cazadores recolectores Nukak, sufrieron una fuerte epidemia de gripa en la década de 1980, durante la cual sus miembros entraron en contacto con los cultivadores de coca de Calamar. El suicidio de Mow be’ amerita, entonces, reflexiones más pausadas y profundas sobre nuestra propia sociedad que, considerándose a sí misma “civilizada”, ha avanzado de manera violenta y destructiva sobre los Nukak y su territorio, y ha llevado su propia guerra a quienes, paradójicamente, continúa estigmatizando como “bárbaros” e “incivilizados”.
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El Tiempo, octubre 18 del 2006.
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Siguiendo precisamente las investigaciones de Gabriel Cabrera, encontramos que al sumar el número de Nukak vivos (378 personas) con las muertes ocurridas después de 1987 (236), da como resultado que el 38.43% de la población falleció después del establecimiento de relaciones con la sociedad nacional. Sin embargo, esta cifra es parcial y puede ser más elevada según lo afirma el autor. De las 156 muertes con datos de causa y ubicación temporal conocidos, el 1.92% ocurrió antes del año de 1987, es decir, antes del contacto definitivo, y el 98.07% después de esta fecha, es decir, a partir del contacto con los llamados “blancos”. Cabrera describe cómo la guerra que había empezado a librarse en territorio Nukak, cuya invasión se intensificó a partir de la década de 198042 como consecuencia del incremento de los cultivos de coca y del creciente enfrentamiento entre las fuerzas armadas de la insurgencia, las Fuerzas Militares del Estado y los grupos paramilitares, hoy continúa. Con la ejecución de las masacres sobre el río Guaviare en Mapiripán y Puerto Alvira (Caño Jabón), a partir del año de 1997 los paramilitares iniciaron las disputas con las FARC por el control de la región, de manera que el conflicto armado ingresó al territorio Nukak. El enfrentamiento entre autodefensas y guerrilla desplazó dramáticamente a grupos locales Nukak. Según Cabrera, actualmente la cifra de desplazamiento se estima en poco más del 50%, aproximadamente 222 individuos. Poco a poco, desde la década de 1940, las concepciones, los discursos, las perspectivas y los propósitos, con base en los cuales se planteó y se proyectó continuar desde entonces la incorporación de la frontera amazónica colombiana, cambiaron sustancialmente. Esos cambios se fueron asimilando y adoptando como el alfabeto del nuevo lenguaje institucional de los sucesivos gobiernos y de las agencias internacionales, de sus “planes de desarrollo”, y ese lenguaje fue difundido, generalizado e interiorizado, pero también creó realidades y se materializó en prácticas, acciones y proyectos. En síntesis, desde la Segunda Guerra Mundial se fueron planteando y, aún, realizando, planes y proyectos de “integración amazónica”, de “integración regional” cuyos objetivos buscaban, en última instancia, superar el “atraso”, salir del “subdesarrollo”, pretendiendo integrar al “indio” a la vida regional, promoviendo “racionalmente” su cambio “social y cultural”. En este contexto, el ingreso de nuevas “misiones” desde mediados del siglo XX fue tan sólo una señal de los inicios de cambios sustanciales y, si se quiere, estructurales, en cuanto al lugar y a la función de regiones de frontera dentro de los procesos de 2
Las exploraciones petroleras en la Amazonia colombiana, iniciadas en la década de 1920, han continuado en el curso de las décadas recientes e incluso han alcanzado los otrora remotos territorios de las últimas sociedades aborígenes cazadoras recolectoras de la selva, como los Nukak Makú: en el año de 1992 se adelantaron los trabajos de exploración petrolera en territorio Nukak mediante licencia otorgada por ECOPETROL a la empresa Fronteras de Explotación Colombiana, Inc.
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trasformación internos y externos, nacionales e internacionales, en lo referente a la agricultura y la industria; igualmente, en relación con los movimientos sociales y de protesta campesina, y con los mercados externos de materias primas, de hidrocarburos y de recursos energéticos. La Alianza para el Progreso, CARE y CÁRITAS, los Cuerpos de Paz, la Misión Nuevas Tribus y el Instituto Lingüístico de Verano representaron la imposición del nuevo reto, de la nueva promesa llamada “desarrollo”. Desde mediados de la década de 1940, misioneros, “cristianos”, miembros de iglesias protestantes, lo mismo que miembros del Instituto Lingüístico de Verano ILV, establecidos en Lomalinda, Departamento del Meta (y en Ecuador, cerca del río Putumayo) habían empezado ya a ejercer una fuerte influencia religiosa sobre poblaciones indígenas colombianas en áreas específicas de la Amazonia. Allí en el oriente, en los riñones de la selva, quedan los últimos refugios de los reductos indígenas sobrevivientes, donde continúa hoy la evangelización por parte de los más diversos grupos misioneros…, así mismo, los procesos económicos extractivos y de colonización que siguen el curso de caños y ríos. La nueva “fiebre del oro”, la fiebre del “oro blanco” (la coca), al igual que el nuevo auge de las exploraciones en busca del “oro negro” (petróleo) amenazan con destruir esos reductos nativos, en cuyos territorios se libran hoy guerras que comprometen a la guerrilla, a las Fuerzas Militares regulares del Estado, a grupos paramilitares y a organizaciones armadas dedicados al narcotráfico y al tráfico de armas. No sin razón los Nukak pensaron desde el comienzo del contacto con los llamados “blancos” que éstos eran caníbales. Los Yurutí, un grupo indígena de la familia Tukano del Vaupés, designa a los blancos como “peka masa ye”, que significa “la gente de leña”, “la gente que quema”, “la gente que hace la guerra”… No obstante las atrocidades cometidas por los “blancos” durante los tiempos de las caucherías, que provocaron precisamente los grandes levantamientos de célebres Mesías como Venancio y Venancio Cristo en el gran Vaupés y en el Isana desde mediados del siglo XIX, hoy la Amazonia sigue siendo un lugar de esperanza, una “Tierra Prometida” si se observa que cientos de familias peruanas, ecuatorianas y colombianas, seguidores de la iglesia llamada a sí misma Israelitas, han hecho de la selva su hogar y con su laborioso esfuerzo recogen los frutos que les brinda esa vasta e infinita tierra, la cual ellos mismos creen que es la “Nueva Jerusalén”.
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Posada, Eduardo. La nación soñada. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2006, 383 pp.5 n
Camilo Sánchez Meertens 6v María Lucía Guerrero Farías 7e En su obra La nación soñada, el historiador Eduardo Posada cuestiona las imágenes tradicionales que se tienen sobre el pasado colombiano, imágenes que lo definen como un país intolerante, violento y carente de una tradición liberal, democrática y civilista. El autor no pretende negar estas caracterizaciones, sino mostrar otras facetas de la historia política del país, que han sido ignoradas por formadores de opinión (artistas, periodistas, académicos, políticos). En esta medida, el libro suscita una fuerte polémica, que invita a reevaluar la historia política de Colombia. En su intento por revelar dichas facetas realiza una serie de importantes contribuciones a la historiografía del país. No obstante, su argumentación presenta algunas falencias. El primer aporte que hace el autor es mostrar las implicaciones que tiene el discurso pesimista de los forjadores de opinión para el país: la colectivización de la culpa y, por ende, la imposibilidad de imputación de responsabilidades (p. 31). Además de que no se hace una distinción entre víctimas y victimarios, no se tiene en cuenta que el porcentaje de colombianos partícipes del conflicto es muy reducido. Esto, al tiempo que despenaliza la acción criminal (no se señala quién la comete), criminaliza a toda la nación al acuñar expresiones tales como: “los colombianos somos violentos” (p. 42). Posada hace evidente en este punto que muchas de las aseveraciones que se hacen sobre la supuesta naturaleza intolerante y dictatorial de la Nación, no se sustentan con evidencia empírica. De ahí que un segundo aporte consista en mostrar la necesidad de adoptar una perspectiva comparada para desentrañar lo específicamente colombiano de su pasado violento (p. 54). Semejante perspectiva es la que le permitirá a Posada mostrar que las vulneraciones a la libertad o el fraude electoral durante el siglo XIX eran prácticas igual de corrientes en un país como Francia. De igual manera, le permitirá afirmar que, mientras en Europa y en el resto de Latinoamérica se erigían dictaduras militares, en Colombia se mantenía la tradición electoral. El tercer aporte que hace es revertir la idea de que la historia de la violencia ha sido ininterrumpida, como si tratase de un estado de guerra perpetuo. El periodo de la Esta reseña es producto de un trabajo realizado para la clase de Historia de Colombia, dictada en el segundo semestre de 2007, por el profesor Ricardo Arias del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, a quien agradecemos la revisión del manuscrito, así como sus sugerencias. v Estudiante de Historia y Ciencia Política de la Universidad de los Andes. cami-sal@uniandes. edu.co e Estudiante de Historia de la Universidad de los Andes. ml.guerrero55@uniandes.edu.co n
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Hegemonía Conservadora, por ejemplo, rara vez es estudiada a la luz de sus logros democráticos. Sin embargo, el autor incurre en la falla que él mismo denuncia: a la hora de resaltar estos logros, no se remite a ninguna suerte de evidencia empírica. Asimismo, aunque durante este periodo la convivencia entre conservadores y liberales era un hecho, Posada olvida que la violencia no se reduce a la contienda partidista. No hace referencia al conflicto laboral y social que empezaba a manifestarse en la década de 1920. Otros historiadores18 han destacado la centralidad del problema social en este periodo, coincidiendo en calificar la actitud del Estado en esta materia como represiva. Afirmar esto no implica negar los avances económicos e institucionales del momento, simplemente se pretende matizar el carácter pacífico y democrático que le atribuye Posada a este periodo, y recordar que la “paz” no sólo es la paz entre los partidos. Para dar cuenta de la tradición liberal y democrática del país, el autor busca rescatar los logros obtenidos al respecto. Se destaca entonces las limitaciones formales y efectivas al poder ejecutivo, la tradición civilista (comprendida como ausencia de dictaduras) y la tradición electoral. En cuanto a la primera, se muestra cómo las divisiones regionales conllevaron a una descentralización efectiva (aunque no formal sino hasta 1991), con lo cual se restringe el poder ejecutivo central. Éste también se vio limitado por la acción de distintas instituciones: el Congreso y las Cortes han tenido un poder de veto frente al Ejecutivo. La Iglesia Católica y en general la sociedad civil han logrado oponer sus intereses a los estatales, gracias a la libre asociación y a la libertad de prensa. El número de veces que ha sido clausurado el Congreso es reducido. Incluso durante el periodo del Frente Nacional la necesidad de dividir milimétricamente la repartición de cargos públicos da cuenta de la debilidad del poder ejecutivo (p. 115). No obstante, debe preguntarse: ¿Repartición entre quiénes? Además, no debe olvidarse que el país vivió alrededor de medio siglo bajo el estado de sitio, siendo que en toda democracia ésta es una medida de carácter excepcional y, por tanto, de corta duración. De igual forma, puede que en la historia colombiana sea excepcional la existencia de dictaduras militares, pero ¿no puede acaso un gobierno civil y democráticamente elegido abusar de su poder y ejercer una fuerte represión? (Piénsese, por ejemplo, en las graves denuncias que hizo Amnistía Internacional a raíz de la violación a los derechos humanos durante el gobierno del presidente Turbay). También es muy discutible el papel que se otorga a la Iglesia Católica como alentador de una sociedad liberal. En términos generales, la actuación de esta institución ha sido en favor de los sectores dirigentes, defendiendo una concepción de sociedad totalmente jerarquizada. Un orden excluyente que rechaza y ubica en una categoría 1
Ver David Bushnell, Colombia: Una nación a pesar de sí misma (Bogotá: Editorial Planeta, 1997). También, Marco Palacios, Entre la legitimidad y la violencia: Colombia 1875-1994 (Bogotá: Norma, 1995).
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inferior a las minorías étnicas, religiosas, políticas y sexuales. Además, existía, hasta hace poco, un acuerdo explícito con el Estado que otorgaba prerrogativas a la Iglesia92, actuación lejos de estar conforme con una tradición liberal. Para rescatar la tradición civilista, Posada expone las ideas de políticos e intelectuales tales como Alfonso López Michelsen y Alberto Lleras Camargo, que defienden con vehemencia principios liberales y sienten una fuerte antipatía frente a los porfirismos. Se afirma incluso que durante la Hegemonía Conservadora toman fuerza las corrientes republicanas en el Partido Conservador (p. 108). Sin embargo, esto no es garantía de una actuación conforme a esos ideales: sectores mayoritarios del Partido Conser3 . Es más, defensores en un principio de vador apoyaron abiertamente el franquismo10 la democracia como en el caso de Laureano Gómez, terminaron apoyando durante la Segunda Guerra Mundial las potencias del Eje. Su actuación como Presidente de la República tampoco siguió los lineamientos liberales y democráticos. En 1953, por ejemplo, se celebraron elecciones a la Cámara, en las cuales liberales y sectores conservadores tuvieron que abstenerse por falta de garantías114 . No se trata de un personaje aislado y excepcional, se trata del director del Partido Conservador, lo que supone cierto apoyo a su proyecto. Además, Posada no hace mención alguna de grupos de intelectuales que defendieran regímenes totalitarios, tal como era el caso de Los Leopardos125 . Esto se trae a colación no con el propósito de afirmar que Colombia haya sido un país “fascista”. Tan sólo pretende mostrar que las ideas no-liberales no constituyeron un fenómeno secundario y excepcional. Las ideas liberales no necesariamente fueron aceptadas sin mayor resistencia, como a veces pareciera dar a entender Posada. Por último, en cuanto a la tradición electoral se muestra que desde 1853 se instauraron elecciones bastante incluyentes (la mujer no podía votar, pero igual sucedía en el resto del mundo). Además de sólo haber sido detenidas excepcionalmente, casi siempre tuvieron un alto grado de competitividad, incluso durante el periodo del Frente Nacional. Pero ¿cómo es posible hablar de competitividad en un régimen resultado de un pacto bipartidista? Según Posada, suele olvidarse que durante este periodo la competencia se había desplazado hacía el interior de los partidos (p. 191). Claro, las divisiones internas sólo pudieron manifestarse como partido con el aval de liberales o conservadores, pero, aún así, militantes del Partido Comunista pudieron ser partícipes de la contienda electoral (p. 192). Este retrato del país no debe ignorarse, pero es necesario tener en cuenta que la definición de democracia que adopta el autor se identifica exclusivamente con el poder 2 3 4 5
Nos referimos al Concordato de 1887, que estuvo vigente hasta 1993. Álvaro Tirado, “El gobierno de Laureano Gómez: de la dictadura civil a la dictadura militar”, en Nueva Historia De Colombia (Bogotá: Editorial Planeta, 1989), 83. Álvaro Tirado, “El gobierno de Laureano Gómez”, 97. Al respecto ver Ricardo Arias, Los Leopardos. Una historia intelectual de los años 1920 (Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales - CESO, Departamento de Historia, 2007).
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de las mayorías y, por tanto, con la libre contienda electoral (pp. 152-153). Semejante definición resulta útil en la medida en que es fácilmente cuantificable (observable) y que el sufragio presupone a la vez ciertas garantías de corte liberal. Pero ofrece una imagen incompleta del pasado: la garantía de derechos sociales y económicos es también fundamental si se quiere garantizar libertad e igualdad, ambos pilares de toda democracia. En Colombia, intentos deliberados por garantizar el acceso a la propiedad, tales como los de Alfonso López Pumarejo en 1936 o de Carlos Lleras 6 . Restrepo 1961, fueron contrarrestados13 El panorama electoral no es mejor: el hecho de que se realicen elecciones no dice nada sobre cómo ocurren. No hay que olvidar las diferencias regionales al respecto: las prácticas electorales en Bogotá no se asemejan a las de muchas regiones con fuerte presencia de actores armados, que sabotean o ejercen presión para que se vote o no por cierto candidato. El mero hecho de las elecciones no dice nada tampoco sobre quiénes tienen derecho a participar en ellas: la masacre de los militantes de la Unión Patriótica, UP, no impidió la realización del sufragio, pero eso no vuelve al país más democrático y tolerante. Este no es un fenómeno aislado, candidatos a distintos cargos son asesinados todos los años, cosa que no sucede en otros países de Latinoamérica. Por otro lado, que se permita el voto tampoco dice nada sobre los candidatos: éstos, en muchos casos, son apoyados directa o indirectamente por actores ilegales. Su elección puede ser democrática, su actuación no. En conclusión, el intento por revertir las imágenes tradicionales sobre el país es valioso en tanto permite, por un lado, visualizar un futuro más esperanzador para la Nación y, por otro, mostrar una realidad más compleja y menos estereotipada del pasado político colombiano. Aunque ello lo lleve a formular importantes aportes para la historiografía colombiana, Posada incurre en imprecisiones históricas y conceptuales, que debilitan la argumentación del libro.
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Ricardo Arias, “Del Frente Nacional a Nuestros Días”, en Historia de Colombia. Todo lo que hay que saber (Bogotá: Taurus, 2006), 332.
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Abello Vives, Alberto (comp.), Un Caribe sin Plantación. Memorias de la cátedra del Caribe colombiano. San Andrés: Universidad Nacional de Colombia (sede Caribe) - Observatorio del Caribe Colombiano, 2006, 191 pp. Javier Ortiz Cassiani A mediados del mes septiembre del año 2003, en el marco del Simposio sobre la Historia de Cartagena de Indias organizado por el Banco de la República, el historiador y economista Adolfo Meisel Roca presentó la ponencia titulada: “¿Situado o contrabando?: la base económica de Cartagena de Indias y el Caribe neogranadino a fines del Siglo de las Luces”. Mediante la revisión de las Cartas de cuentas de la Caja Real de Cartagena del Archivo General de Indias, el autor analizó los recursos económicos que entraban a la Provincia de Cartagena en el siglo XVIII. Posteriormente, apoyado en un ejercicio contrafactual, estudió las cifras que llegaban a la ciudad y la Provincia como resultado de los decomisos a los contrabandistas por parte de las autoridades virreinales. Por medio de este doble ejercicio, Meisel Roca concluyó que, contrario a lo que comúnmente se ha creído, la base de le economía de Cartagena no era el contrabando, sino los dineros provenientes de las remesas que el resto de Provincias, conocidas como Situado, enviaban a la ciudad; y más aún, que fue este factor el que 1 . dinamizó la economía del Caribe colombiano durante el siglo XVIII14 Lo que más llamó la atención de los académicos asistentes al Simposio no fueron estas 2 conclusiones -por demás controvertibles-15 , sino el último punto del estudio, en donde exploraba las causas que habían impedido el desarrollo de un sistema agrícola de plantaciones en el Caribe colombiano como el que se había dado en las colonias españolas, francesas e inglesas en el Caribe insular. El autor descarta otras explicaciones para el fenómeno, por ejemplo las políticas fiscales españolas, y prioriza, como principal causa de la ausencia de plantaciones en el Caribe colombiano semejantes a las del Caribe Historiador de la Universidad de Cartagena, Magíster en Historia de la Universidad de los Andes, Coordinador Proyecto Bicentenario del Ministerio de Educación Nacional (Bogotá, Colombia). javierortizcass@yahoo.com 1 Adolfo Meisel Roca, “¿Situado o contrabando?: la base económica de Cartagena de Indias y el Caribe neogranadino a fines del Siglo de las Luces”, en Cartagena de Indias en el siglo XVIII, eds. Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo Meisel Roca (Cartagena: Banco de la República, 2005). 2 Para un análisis contrario al anterior, en donde se pondera el contrabando como dinamizador de la economía de la región véase por ejemplo: Lance Grahn, The Political Economy of Smuggling, Regional Informal Economies in Early Bourbon New Granada (Boulder: Westview Press, 1997) y “Political Corruption and Reform in Cartagena Province, 1700-1740”, en Center Discussion Paper Series 88 (Center for Latin America - University of Wisconsin-Milwaukee, February 1995). También véase Alfonso Múnera, El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano, (1717-1810) (Bogotá: Banco de la República - Áncora Editores, 1998) e “Ilegalidad y frontera, 1700-1800”, en Historia económica y social del Caribe colombiano, ed. Adolfo Meisel Roca (Barranquilla: Universidad del Norte, 1994).
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insular, la poca calidad de los suelos y las condiciones climáticas de la región. Basado en un estudio reciente en el que se comparan los determinantes de la productividad agrícola del interior del país con las de la región Caribe163 , Meisel concluye que “en el caso de las provincias caribeñas de la Nueva Granada fueron principalmente la calidad de los suelos y las condiciones climáticas las que impidieron que se desarrollara una agricultura de exportación basada en el trabajo esclavo en las plantaciones”417. La intervención de Meisel dejó como resultado el interés de varios estudiosos por seguir explorando la pregunta y profundizar en el conocimiento de las dinámicas económicas y sociales de la región. En el año 2006, el Observatorio del Caribe colombiano organizó un foro virtual con el objetivo de reunir a varios especialistas en historia regional y nacional para que exploraran respuestas al interrogante de por qué no hubo en el Caribe colombiano grandes sistemas de plantación agroexportada sustentada en un abundante mano de obra esclava, como sí ocurrió en el Caribe insular. Un grupo conformado por seis estudiosos de reconocida trayectoria, Adelaida Sourdis Nájera, María Teresa Ripoll, Adolfo Meisel Roca, Germán Márquez Calle, José Polo Acuña, y Marta Herrera Ángel acudieron al llamado. Cada uno de ellos elaboró un artículo intentando responder la pregunta, de manera que el libro, motivo de la presente reseña, está conformado por seis textos y una introducción elaborada por Alberto Abello y Ernesto Bassi. En la introducción, Abello y Bassi hacen un interesante balance de la abundante producción historiográfica del Caribe y Latinoamérica sobre el tema de la plantación. El análisis parte del cuestionamiento al trabajo del cubano Antonio Benítez Rojo, quien en su ensayo La Isla que se repite, coincidiendo con los trabajos de Eric Wolf y Sidney Mintz, señala a la Plantación como la categoría de análisis fundamental para entender al Caribe185 . De hecho, Benítez habla de la Plantación en mayúscula, pues la entiende en el sentido de la filosofía de Deleuze y Derrida, como una máquina de control, con una dinámica abrasadora que determina los patrones esenciales de la cultura caribeña. De modo que si la plantación es lo que define la pertenencia o no al mundo caribeño, el Caribe colombiano, que en los últimos años ha acudido a un redescubrimiento de su vocación caribeña, estaría fuera de esos circuitos. Así, los autores de la introducción invitan a ampliar la esfera de análisis que permita entender el Caribe colombiano dentro de la dinámica caribeña y a “mejorar el entendimiento del Caribe a través de las diferentes formas de interacción que durante la colonia existieron en los diferentes territorios, tanto españoles como no españoles”(p. 36). A su manera y con algunos puntos coincidentes, cada uno de los participantes del libro rastrea respuestas al interrogante. Sourdis, por ejemplo, privilegia entre las causas de la 3 4 5
Armando Galvis, “¿Qué determina la productividad agrícola departamental en Colombia?”, en Regiones, ciudades y crecimiento económico en Colombia, ed. Adolfo Meisel Roca (Bogotá: Banco de la República, Colección de Economía Regional, 2001). Adolfo Meisel Roca, “¿Situado o contrabando?, 114. Antonio Benítez Rojo, La isla que se repite (Barcelona: Casiopea, 1998).
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ausencia del fenómeno de plantación al monopolio del estanco del aguardiente por parte de la Corona, que limitó el fomento de la producción de caña de azúcar a gran escala en la región. Así mismo, señala que la ganadería desde muy temprano se convirtió en la actividad más lucrativa de la región. Ésta abastecía los mercados nacionales e, incluso, por la vía del contrabando, a las llamadas “islas del azúcar” (pp. 62-63). María Teresa Ripoll por su parte, señala “un conjunto de factores articulados”: topografía accidentada que retardó a formación de mercados internos y generó regiones aisladas; concentración de la población en ciudades y la dispersión en las zonas rurales que evitó la consolidación de una agricultura más allá de la simple subsistencia; el privilegio de la explotación aurífera; la ganadería extensiva que ocupaba grandes porciones de tierras y la existencia durante el siglo XVIII de una elite apegada a valores tradicionales que encontró en las actividades especulativas del comercio la mejor opción para mantener su estilo de vida. Por otro lado, Germán Márquez de entrada descarta la mala calidad de los suelos como causa de la inexistencia de plantaciones en el Caribe colombiano y sintetiza su respuesta argumentado que “el oro, su comercio y el de los esclavos que servían para extraerlo se impusieron a las plantaciones y aún a los cultivos básicos de subsistencia, en una región donde la agricultura debió esperar hasta la llegada del siglo XIX, y aún sigue esperando el pleno desarrollo de sus potencialidades” (p. 121). En algunos pasajes del libro los argumentos utilizados por los autores como causas se confunden con las consecuencias del problema. Por ejemplo, la escasa mano de obra disponible, el poco control sobre la población rural existente y los grados de autonomía de la población en algunas zonas del Caribe colombiano, podrían ser tomadas como una consecuencia de la ausencia de plantaciones y no necesariamente como uno de los factores que impidió su desarrollo. Aquí nos acercamos a uno de los puntos que insinúa José Polo Acuña, y de alguna manera también Meisel, al final de su texto: la necesidad de desplazar el análisis hacia las dinámicas de las poblaciones rurales del Caribe colombiano. En este sentido sugiere que tal vez no sería la plantación, sino la contraplantación, la unidad de análisis que nos ayudaría a entender mejor el Caribe colombiano dentro de la dinámica del Caribe insular. Si bien Benítez Rojo privilegia a la plantación como estructura de análisis, no menos cierto es el hecho de que también habla de la contraplantación, la que entiende como el espacio donde se desarrolla un estilo de vida diferente, que escapa a la tutela de la máquina de la plantación. Por fuera del ritmo de la plantación y de los controles de la Habana se desarrolla al sur y al oriente de Cuba una zona de palenques, rochelas y contrabandos, en donde se “acriollan”, como anota Benítez Rojo, distintas culturas africanas con contrabandistas blancos extranjeros y mestizos de la región, que le aportaron a la cultura cubana buena parte de los rasgos más sobresalientes de su identidad196 .
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Antonio Benítez Rojo, La isla que se repite y entrevista inédita a Antonio Benítez Rojo de Javier Ortiz Cassiani, “Antonio Benítez Rojo: la cultura del Caribe como poética salvadora”, Cartagena, 5 de agosto de 1999.
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En Puerto Rico, aunque en una proporción menor a la de Cuba, también se desarrolló un importante sistema de plantaciones. Sin embargo durante mucho tiempo se formaron asentamientos poblaciones por fuera de los dominios de “su majestad el azúcar”, como lo demuestran los estudios del historiador Francisco Scarano. Durante el siglo XVIII y buena parte del XIX, el aumento poblacional y la presencia de extranjeros en regiones como San Germán crearon un tejido relaciones en las que “el contrabando era, […] una forma de vida y no una institución económica más. Por ilícito que fuera el intercambio con los extranjeros, los vecinos lo practicaban 7 . Los dueños de hatos ganaderos preferían vender sus con la mayor naturalidad”20 ganados de contrabando a los extranjeros que llevarlos a los mercados de San Juan, como lo imponían las leyes. Los campesinos, por su parte, luchaban para sustraerse del control de la hacienda, la plantación y el hato ganadero que les ofrecía un futuro 8 . como peones21 Precisamente Sacarano tiene un interesante trabajo sobre la historia política de este campesinado. No fueron campesinos que organizaron movimientos armados contra el gobierno español o el gobierno norteamericano, anota el puertorriqueño, pero sí son unos campesinos famosos por su forma de evadir el diario poder de sus superiores en la escala social mediante subterfugios. Ejercían un tipo de resistencia pasiva usada como arma del desvalido, lo que nos pone ante una forma de participación política quizá menos heroica, pero sí de resistencia cotidiana922. No es descabellado afirmar, guardando las proporciones, que los territorios caribeños durante el siglo XVIII tuvieron dinámicas muy parecidas a las descritas en los ejemplos anteriores. De modo que así como se hizo un análisis comparativo teniendo como referente la plantación, estudios comparativos entre el Caribe colombiano y el Caribe insular por fuera de la estructura de las plantaciones quizá nos permitirían entender mejor las diferencias y similitudes de los pueblos del Caribe y desentrañar las raíces de la vitalidad de sus culturas. Sin duda alguna, el presente libro es un importante ejercicio comparativo y constituye un refrescante aporte para la historiografía colombiana que, en ocasiones, suele mirarse demasiado al ombligo.
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Francisco Scarano, Puerto Rico: Cinco siglos de historia (San Juan de Puerto Rico: McGraw-Hill, 1993), 293. Francisco Scarano, Puerto Rico, 287. Véase, Francisco Scarano, La mascarada jíbara: campesinos, política e identidad en Puerto Rico (San Juan de Puerto Rico: Ediciones Callejón, 2003).
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Hering Torres, Max Sebastián. Rassismus in der Vormoderne. Die “Reinheit des Blutes im Spanien der Frühen Neuzeit. Frankfurt -New NewYork: York:Campus, Campus,2006, 2006,292 292pp. pp. Zandra Pedraza Gómez23* Este libro, cuyo título traduce El racismo en la premodernidad. La ‘limpieza de sangre’ en la España de la temprana Edad Moderna, es una versión algo reducida de la disertación doctoral de Max Sebastián Hering Torres titulada Limpieza de sangre. Normen -“Wirklichkeiten” - Ideengut. Rassismus in der Vormoderne? (Limpieza de sangre. Normas - “Realidades” - Ideario. ¿Racismo al inicio de la Edad Moderna?). En esta versión se omite parte de las referencias y documentos en español y latín de los siglos XVI, XVII y XVIII, consultadas en el Archivo Histórico Nacional de Madrid y en la Biblioteca Nacional de esa ciudad. El autor remite a los especialistas interesados en conocer otras fuentes al manuscrito original. El estudio de Hering es una detallada y documentada exposición del origen y la expansión del principio de la limpieza de sangre en los albores de la Edad Moderna española. El trabajo dialoga con las investigaciones de los especialistas en este tema y permite, incluso al lego, comprender el alcance de los debates historiográficos comprometidos. El libro es del mayor interés para los especialistas en el tema de la limpieza de sangre en España, pero también para quienes, en América Latina, se ocupan de los orígenes y la expansión de este principio como articulador del orden social colonial y republicano. El periodo contemplado en este libro abarca desde 1391 -cuando se iniciaron en España la persecución y los motines contra los judíos- hasta 1674, fecha en la que Francisco Torrejoncillo publicó su Centinela contra judíos. Casi doscientos años después de la conversión de los judíos, el desprecio del que eran objeto se justificó en este libro mediante la patología humoral: los factores “biológicos” permitieron diferenciar a los cristianos viejos de los nuevos, por considerarse que la impureza judía provenía de la sangre misma. Así explicó Torrejoncillo los rituales de muerte infantil de los que se acusaba a los judíos en el siglo XVII: sólo ingiriendo sangre de cristianos viejos podrían estos cristianos nuevos limpiar su mácula. La inquietud que dio origen a esta investigación es la contradicción que el autor halla en el hecho de que en nombre de la doctrina cristiana, la cual postula un origen mono-genético para la humanidad, se determinaran un origen impuro y otro puro para los cristianos después de comenzar la conversión de moros y judíos en la Península v Profesora Asociada del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). zpedraza@uniandes.edu.co
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ibérica. La naciente nación española enfrentó la disyuntiva de abrazar el cristianismo como fundamento de la identidad nacional y principio de homogenización social con el fín de crear un linaje espiritual nacional, o mantener las prerrogativas de los linajes de sangre vigentes a lo largo de la Edad Media a fin de garantizar la continuidad de las elites en el gobierno. La solución se encontró en la dogmática de la limpieza de sangre que combinó ambas fórmulas. El dogma afirma que son manchados o infectos quienes porten la mácula de judíos, musulmanes o de creyentes de cualquier fe distinta de la cristiana. La particularidad del principio consiste en que esta mancha se transmite de una generación a otra, aunque los antepasados se hayan convertido con anterioridad al cristianismo. De esta manera, permite distinguir a los cristianos limpios de los impuros. Las investigaciones genealógicas se convirtieron entonces en la vía para determinar si un candidato a obtener la investidura de un cargo público, a ingresar a una universidad, a las órdenes de caballeros o a las religiosas, presentaba algún antepasado manchado, es decir, no cristiano. El autor propone que el concepto de limpieza de sangre consiguió activar tres emociones como mecanismos de segregación: el miedo, la desconfianza y la envidia. Éstos se articularon para señalar diferencias tan “notables” entre moriscos y judeoconversos, que sirvieron para segregar a estos cristianos nuevos de los “verdaderos” cristianos. La historia de la limpieza de sangre es la historia de las minorías convertidas al cristianismo. El estudio se concentra en el caso de los judeoconversos, puesto que los grupos convertidos del judaísmo al cristianismo, a diferencia de los moriscos -los que se concentraron en las morerías y conservaron a menudo la religión musulmana y la lengua-, se integraron a la sociedad cristiana de forma que no podían diferenciarse por el vestido, la lengua o la fisonomía. Esto les permitió escalar hasta ámbitos sociales privilegiados y, por ello mismo, encarnaron desde el punto de visto de los viejos cristianos una seria amenaza al orden social. El libro de Hering está dividido en ocho capítulos, y uno final donde el autor reflexiona acerca del alcance actual de su trabajo, en particular, en relación con formas del racismo del aparato nacional-socialista. El análisis se inicia con la situación jurídica de los judíos en la Edad Media y la radicalización de las peticiones antijudías atendidas en el territorio ibérico a los largo del siglo XIV, especialmente en las cortes de Zamora, Valladolid y Madrid, al igual que en el Concilio de Salamanca y en la Corte de Burgos en 1377, con el propósito de contener el ascenso de las elites financieras judías. Las persecuciones ocurridas en 1391 y el edicto de expulsión emitido en su contra en 1492 obligaron a los sefardíes a convertirse al cristianismo. La masiva conversión ocurrida a lo largo del siglo XV estimuló la representación de dos castas: la de los viejos y la de los nuevos cristianos. Sin embargo, el “camino a la conversión” a través de bautismo como vía para la integración, lejos de resolver la
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situación de los incrédulos, agudizó el conflicto en la medida en que se abandonó el “problema judío” para enfrentar el del “cristiano nuevo” y, por tanto, “manchado”. A la emisión de la Sentencia-Estatuto de Toledo en 1449 la sucedieron otras normas que consiguieron formular una definición jurídica, que condenaba a los judeoconversos por conspirar contra los cristianos viejos. La limpieza de sangre se convirtió en una categoría jurídica para justificar la segregación de los cristianos nuevos. Las normas de limpieza se adoptaron en los Colegios Mayores, las órdenes militares y religiosas, en los concejos municipales y en la Inquisición para controlar el ingreso de cristianos nuevos a estas corporaciones y su influencia en la sociedad española. El análisis de los motivos del ideario de la limpieza es un asunto central de esta investigación: el autor indaga en los antecedentes teológicos judeo-cristianos de la noción de limpieza y pecado como ideal dogmático, y analiza cómo se entretejieron con interpretaciones médicas en un imaginario pseudocientífico. Los teólogos instrumentalizaron de esta manera los principios antropológicos de la medicina humoral y la comprensión galénica del cuerpo para diagnosticar la anomalía espiritual y corporal de los cristianos nuevos. La representación de la impureza del alma, la sangre, el semen, la leche y de la menstruación masculina pasó a ser un hecho religioso demostrado por la exégesis bíblica. La limpieza de sangre es un argumento racista funcional porque engrana elementos religiosos y culturales con principios de la medicina humoral galénica. Este último aspecto le confiere carácter científico, en el sentido aristotélico, y, por tanto, -explica el autor- no se trata de una forma moderna de racismo o antisemitismo. La limpieza de sangre es la construcción de un argumento racional con ingredientes de la ciencia tradicional y la teología. Si bien se empleó como obstáculo para el ascenso social, la macula in sanguine no fue instrumentalizada -así lo sugiere Hering- por la Inquisición para el extermino físico de los acusados, razón por la cual no es comparable con las formas de racismo antisemita del Nacionalsocialismo, ni como antecedente suyo. En este punto el autor se ciñe al estado precario de la ciencia moderna de la época como aspecto definitivo para considerar premoderna la forma de racismo de la limpieza de sangre. Hering ilustra el funcionamiento del sistema de exclusión mediante ejemplos de cómo sirvieron las investigaciones genealógicas para segregar a los judíos y cuestionar su posición social. Más tarde -cuando ya el seguimiento de sus orígenes era difícil de trazar- estas investigaciones también se emplearon para desprestigiar a cristianos viejos. Finalmente, se estudia la construcción del mito de un pasado étnico puro y distanciado de todo origen judío en las obras de Ambrosio de Morales y Fray Benito de Peñalosa124. Este esfuerzo historiográfico debía servir para unificar los principios la identidad de la nación española y legitimar el concepto de limpieza de sangre. 1
Ambrosio de Morales, Los otros dos libros undécimo y duodécimo de la Crónica General de España, Alcalá de Henares, 1577 y Fray Benito de Peñalosa, Libro de las cinco excelencias del español que despueblan a España para su mayor potencia y dilatación, Pamplona, 1629.
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El último capítulo trata sobre el racismo. El diálogo con los autores cuestiona si puede hablarse de racismo solamente cuando la noción de raza se define en términos del carácter científico que le confieren las ciencias naturales a este concepto -es decir hacia el siglo XVIII- o si es su uso con fines de segregación étnica lo que resulta determinante. Hering concluye que el sistema de la limpieza de sangre puede designarse como “antijudaísmo racial”: es racista porque cumple una función de marginación similar a la moderna, y antijudía, porque su fundamentación teológicoaristotélica pertenece a una tradición anterior a la Edad Moderna. Llama la atención la idea de que por no ser “científica”, esta forma de racismo se considere anterior a los tiempos modernos. Al emplear el criterio de ausencia de un pensamiento científico moderno, el autor ignora el contexto del surgimiento del Estado nacional español y la conformación del Imperio de ultramar y los usos políticos e ideológicos de este sistema. Seguramente el autor se interesará en el futuro por la práctica y las representaciones de este ideario en las colonias españolas, donde la limpieza de sangre junto con otros argumentos antropológicos se empleó tempranamente para juzgar las diferencias de los grupos indígenas, ordenar su catequización, disponer de su mano de obra y controlar el poder de la creciente población mestiza y criolla. Con respecto a la concepción pseudocientífica de la limpieza de sangre, cabe destacar que ni más tarde ni en la actualidad, puede encontrarse un uso más “científico” del término. Si la argumentación ha logrado una eficacia retórica asimilable al carácter científico del conocimiento, ello no convierte el término raza en científico, al menos no para referirse a poblaciones humanas. A la luz de los conocimientos actuales se sabe de la imprecisión de esta definición tanto para referirse a los judeoconversos como a cualquier otro grupo humano en cualquier momento de la historia. El análisis social debe orientarse a comprender los mecanismos culturales ideológicos que reproducen el uso social del término “raza”, pese a toda aclaración científica acerca de su impertinencia. Ojala el autor prepare pronto la traducción al español de este trabajo que, sin duda, estimularía la reflexión y la investigación acerca del uso del sistema de la limpieza de sangre en América y ampliaría el contexto de la discusión sobre el papel de los sistemas de segregación en el surgimiento de un sistema mundial capitalista y colonialista, donde el racismo ha sido un elemento de ordenamiento social de primera línea.
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Notilibros - Notired Sección a cargo de Martha Lux y Muriel Laurent.
h Lobo Guerrero Arenas, Jimena. Del texto contexto, y lugar del oro en la crónica del Perú de Pedro Cieza de León. Que trata del autor, su vida y obra, la escritura de la historia y el lugar del oro, sea este moral, natural o invisible. Bogotá: Facultad de Ciencias Sociales - Departamento de Historia - CESO - Universidad de los Andes, 2008, 159 pp. Este texto nace de la intención de la autora por enriquecer el conocimiento acerca del significado que tuvo el oro en el actual territorio colombiano en el pasado. Para ello, se concentra en la lectura minuciosa de la Crónica del Perú, analizando, a la luz de las reglas que regían la escritura de la historia en el siglo XVI, el lugar que ocupa el oro dentro de la narración. Su propósito fundamental es explicar y comprender la forma en la que fue percibido tanto por los españoles, más allá de la simple noción de codicia y riqueza que tradicionalmente hemos aceptado, como por los indígenas, más allá de la perspectiva simbólica a través de la cual, hasta el momento, hemos leído y entendido su significado. h Castañeda, Felipe, comp. Francisco de Vitoria. Relección sobre la templanza o del uso de las comidas & Fragmento sobre si es lícito guerrear a los pueblos que comen carnes humanas o que utilizan víctimas humanas en los sacrificios. Bogotá: CESO - Universidad de los Andes, 2007, 338 pp. El libro en su inicio presenta una reproducción facsimilar de la Relección sobre la templanza, edición de Salamanca de 1565, seguida de su traducción, así como la del Fragmento. Posteriormente, los ensayos de Felipe Rojas, Felipe Castañeda, Thomas B.F. Cummins, Adolfo Chaparro Amaya y Raúl Hernández Asensio, ahondan en el tema del canibalismo desde diferentes perspectivas y aproximaciones y generan un contexto dónde inscribir los planteamientos de Vitoria, a fin que se les pueda confrontar, complementar, enriquecer, ampliar y cuestionar. Los autores muestran el canibalismo como un componente estructural en los mecanismos occidentales de procesamiento de la diversidad cultural y como poderoso instrumento en los procesos de creación-recreación de las identidades.
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h Calvo Stevenson, Haroldo y Adolfo Meisel Roca, eds. Cartagena de Indias en el siglo XVII. Cartagena: Banco de la República, 2007, 550 pp. El libro contiene las ponencias presentadas en el V Simposio sobre la Historia de Cartagena, en septiembre de 2005, organizado por el Área Cultural del Banco de la República. El texto incluye trabajos sobre múltiples aspectos de la vida de la ciudad en el siglo XVII, relacionados con el entorno urbano, la economía y el comercio, y la sociedad. Desde diferentes perspectivas estos trabajos recrean lo que fue la vida de la ciudad, su arqueología, la restauración de las edificaciones coloniales, la vida cotidiana, la historia urbana, la trata de esclavos y las finanzas públicas. Como tema de cierre, se presentan las intervenciones presentadas en la mesa redonda alrededor de la pregunta ¿Por qué cayó Cartagena en 1697? h Arrieta Barbosa, Armando y Ruth Hernández Arévalo. Los inicios de Barranquilla. Poblamiento en el Bajo Magdalena. Siglos XVI al XVIII. Barranquilla: Ediciones Uninorte, 2006, 202 pp. En este texto se presenta una revisión crítica de la producción historiográfica acerca de los inicios de Barranquilla y plantea una nueva propuesta interpretativa que intenta explicar, desde otra perspectiva, los orígenes de esta ciudad. Los autores introducen al lector en un riguroso estudio de los condicionantes físicos del entorno ambiental y de su influjo en el ordenamiento espacial. Intentan demostrar que la primigenia Barranquilla fue el resultado de un largo y complejo proceso demográfico, cuyo eje de poblamiento inicial lo constituyó la ribera de la Ciénaga de Camacho que estaba conectada a una red de caminos que comunicaban a este sector del Bajo Magdalena con Cartagena y las demás poblaciones de Tierradentro. Situación privilegiada que explicaría, en gran medida, no sólo el surgimiento sino también el ulterior desarrollo del sitio de libres que, con el transcurrir del tiempo, se transformó en una importante ciudad de Colombia. h Ojeda Pérez, Robert. Ordenar la ciudad. Reforma urbana en santafé de 1774 a 1801. Bogotá: Archivo General de la Nación, 2007, 214 pp. Este libro trata de la ciudad y la sociedad de Santafé en los últimos años del siglo XVIII. El análisis se centra en la convivencia de los habitantes de la ciudad y en las políticas y formas de administración de la colonia por parte de los españoles. El estudio busca generar un acercamiento a la compresión de los dictámenes virreinales sobre el orden social urbano y la aceptación o formas de negociación del pueblo. Asimismo, pretende visualizar el orden y el desorden en el uso de los espacios públicos de la ciudad, y las tensiones que generaban los valores morales y locales entre los estamentos sociales capitalinos del antiguo régimen.
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h Páramo, Pablo y Mónica Curvo Prados. Historia social situada en el espacio público de Bogotá desde su fundación hasta el siglo XIX. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional - Corporación Universitaria Iberoamericana, 2006, 228 pp. Este trabajo describe, desde una perspectiva psicosocial, la vida cotidiana contextualizada en el espacio público de Bogotá. Se enfatiza el papel que cumple el ambiente físico de la ciudad en las prácticas sociales que caracterizaron la vida social de Bogotá, desde su fundación hasta los inicios del siglo XX. Los autores se propusieron considerar de qué manera los espacios públicos de la ciudad adquieren significado como lugares, al reconocerse el papel fundamental que ellos tienen como escenario donde van ocurriendo diferentes eventos o acontecimientos que son protagonizados por la gente común, a todo lo largo de la historia de la ciudad. h Tovar Pinzón, Hermes. Colombia: imágenes de su diversidad (1492 a hoy). Bogotá: Educar Editores, 2007, 328 pp. Este libro constituye un esfuerzo por conocer algunas de las grandes tendencias sociales e institucionales de los últimos 500 años de la historia de Colombia, historia que ha dejado de lado verdades fundamentales sobre las dificultades de conciliar los intereses del poder político y económico con los de la sociedad diversa y dispersa de las gentes del común. El autor ha querido hacer una historia más cualitativa que cuantitativa, prescindiendo de héroes y dejando al desnudo el modo como el capitalismo naciente transformó las sociedades nativas en activos de la metrópoli. h Marquardt, Bernd. Historia Universal del Estado. Desde la sociedad preestatal hasta el Estado de la Sociedad Industrial. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2007, 555 pp. En este libro se presentan los resultados de las investigaciones sobre la formación del Estado, realizadas por el autor en el período comprendido entre 1995 y 2007. Este texto busca mostrar el desarrollo histórico del Estado en el largo plazo, sin enfocarse en épocas descontextualizadas como la modernidad europea, ni en elementos restringidos como, por ejemplo, el Estado guerrero. El texto busca describir la historia de la formación del Estado como un modelo de desarrollo con cuatro escalones y tres transiciones fundamentales; desde la sociedad preestatal hasta el Estado de la sociedad industrializada contemporánea. h Urueña Cervera, Jaime. Nariño, Torres y la Revolución Francesa. Bogotá: Ediciones Aurora, 2007, 262 pp. En este libro, el autor propone reconsiderar el tema del influjo de la Revolución Francesa en el proceso ideológico de la independencia de Colombia, en contra de
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la tendencia de diversas corrientes historiográficas revisionistas desde mediados del siglo XX. El autor busca demostrar, por medio del examen de varios textos significativos de Antonio Nariño, Camilo Torres y Miguel de Pombo, que las primeras concepciones de la libertad y de la independencia de estos grandes próceres neogranadinos hundían esencialmente sus raíces en la cultura ilustrada laica y revolucionaria francesa, y no en las tradiciones y doctrinas hispano-católicas, sobre las cuales insistió la literatura revisionista. h Barbosa Delgado, Francisco Roberto. Justicia: rupturas y continuidades. El aparato judicial en el proceso de configuración del Estado-Nación en Colombia 1821-1853. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2007, 266 pp. El propósito de esta obra es el de generar un espacio de reflexión más allá de los estudios meramente jurídicos o históricos que se realizan en el mundo académico de forma fraccionada. De esta manera, el presente libro se constituye en el primer estudio en Colombia de los procesos de configuración estatal, determinados esencialmente por la formulación constitucional y legal en torno a la administración de justicia; como primer aparato que atendió al principal rector del republicanismo, la igualdad jurídica y la movilidad social por la vía educativa. h Appelbaum, Nancy P. Dos plazas y una nación: raza y colonización en Riosucio, Caldas 1846-1948. Bogotá: ICANH - Universidad de los Andes - Universidad del Rosario, 2007, 355 pp. El libro se articula alrededor de dos leyendas sobre la región cafetera de Colombia. La primera, hace referencia a la blancura de piel de sus habitantes, descritos como miembros de familias respetables y emprendedoras, que sometieron una frontera salvaje y plantaron cafetales en las selváticas laderas de los Andes. La segunda, cuenta una historia de inmigrantes blancos que usurparon las tierras de las comunidades indígenas, mestizas y negras. Desde la perspectiva de Riosucio, un pueblo multirracial de la región cafetera en Colombia, la autora revela la naturaleza fortuita y disputada de las aculturadas identidades regionales en Colombia. Así mismo, ilustra sobre la relación existente entre la leyenda rosa de la aculturación antioqueña, la desigualdad racial, el regionalismo y la colonización de las fronteras en la América Latina poscolonial.
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h Uribe de Hincapié, María Teresa y Liliana María López Lopera. La guerra por las soberanías. Memorias y relatos en la Guerra Civil de 1859 - 1862 en Colombia. Medellín: La Carreta Editores - Instituto de Estudios Políticos - Universidad de Antioquia, 2008, 272 pp. Este texto ofrece un cuidadoso estudio sobre la guerra civil ocurrida en Colombia en 1859 - 1862, que culmina con la suscripción del pacto confederativo ratificado por la Constitución de 1863. Las autoras consideran que hasta ahora los historiadores no se han preocupado por los acontecimientos de la guerra, sus despliegues y recomposiciones, las particularidades regionales y las divisiones internas de los partidos. Esta fue la única guerra del siglo XIX colombiano ganada por los rebeldes y que significó cambios sustanciales en el orden político, social, cultural y constitucional de la nación. La disputa estuvo centrada en la definición y los alcances de la soberanía, en las estrategias del poder central para ejercer el dominio directo sobre todo el territorio y las resistencias de los Estados federales para mantener el control político en sus regiones. Esta guerra fue fundamentalmente una guerra por el poder mismo bajo formas directas o indirectas de dominación. h Sierra Mejía, Rubén, ed. El radicalismo colombiano del siglo XIX. Bogotá: Editorial Unibiblos - Universidad Nacional de Colombia, 2006, 398 pp. Durante el periodo comprendido entre 1863 y 1878, los liberales radicales hicieron esfuerzos significativos para transformas un país casi colonial, conservador, intolerante y católico en una nación republicana, secular, tolerante, ilustrada y moderna. Ello produjo sus resultados en la educación laica. Este nuevo Estado transformó métodos, prácticas y contenidos de la enseñanza; amplió formas de sociabilidad, produciendo una mayor apertura del país a mercados externos con sus productos de exportación e importación; incrementó los fiscos estatales; amplió y creó nuevas rutas terrestres, asociadas casi siempre a puertos fluviales y marítimos y medios de comunicación como el telégrafo; aplicó medidas a la Iglesia secular y a las comunidades religiosas, para romper con su tutela sobre el Estado y sus asociados. h Vargas De Castañeda, María Rosúla, Las Costumbres Tunjanas en el siglo XIX. Tunja: Academia Boyacense de Historia, 2007, 299 pp. Este libro sobre las costumbres tunjanas en el siglo XIX presenta los cambios en la vida material de las elites y de las clases media y popular. Presenta los diversos aspectos de la vida cotidiana en la familia: la casa y los muebles, la indumentaria y la moda, los vestidos, la vida cotidiana religiosa expresada en las devociones, en las romerías y en las costumbres en los conventos. Se analizan también otros hechos del acontecer cotidiano relacionados con las enfermedades, la muerte, el entierro; así mismo las fiestas y diversiones. Esta investigación muestra, a su vez, los cambios
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que ocurrieron en el pueblo tunjano en la segunda mitad del siglo XIX, cambios particularmente intensos en las elites y con mayor conservación de las tradiciones culturales en los sectores populares. h Pérez Rivera, Hésper Eduardo. El tránsito hacia el Estado nacional en América Latina en el siglo XIX: Argentina, México y Colombia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, CES - Tercer Mundo Editores, 2007, 169 pp. Este libro estudia la formación del Estado nacional en América Latina mediante un enfoque comparativo entre Argentina, México y Colombia. En esta aproximación se utiliza la teoría y la comparación sociológica para identificar las particularidades culturales propias de cada sociedad. Se muestra la simultaneidad de este fenómeno en los tres países, debido a los orígenes históricos comunes y la influencia del liberalismo en las elites políticas hispanoamericanas. Lo anterior tiene lugar mediante procesos que presentan marcadas diferencias en la composición étnica, en el desarrollo de la economía y en la estructura de dominación en los tres países, dando como resultado tres vías distintas para llegar al mismo punto de instauración del Estado nacional. h Villafañe Gomes Santos, Luís Claudio. El imperio del Brasil y las repúblicas del Pacífico. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, 2007, 168 pp. Este libro explora la problemática de las relaciones internacionales entre los países sudamericanos en el siglo XIX. De manera específica, la obra centra su atención en la evolución de las relaciones diplomáticas entre la cancillería del Imperio de Brasil y los países de la costa del Pacífico: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, entre 1822 y 1889. Constituye un trabajo histórico sistemático sobre las motivaciones que tuvo la diplomacia imperial para diseñar una política exterior específica hacia las repúblicas andinas. La obra revela la posición que adoptó Brasil ante los conflictos bélicos más importantes de la región: las guerras de Independencia, la “cuádruple alianza” contra España, la “triple alianza” contra Paraguay y la Guerra del Pacífico. Analiza el complejo tejido de relaciones internacionales entre los países de la región. Finalmente, se abordan las preocupaciones de Brasil frente al predominio de Chile en el Pacífico. h Castro Carvajal, Beatriz, Caridad y Beneficencia. El tratamiento de la pobreza en Colombia. 1870-1930. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2007, 351 pp. El objetivo central de este libro es reconstruir y analizar las diferentes estrategias de caridad y beneficencia con las que en Colombia, a finales del siglo XIX y principios del XX, se trató de atender la pobreza urbana. El texto se apoya en una rica
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documentación y describe las dos formas principales de tratamiento de la pobreza en Colombia entre 1870 y 1930: la ayuda institucional y la domiciliaria, lo mismo que otras estrategias de supervivencia promovidas de manera directa por los pobres -principalmente por los artesanos y obreros-, como una forma de acción solidaria y colectiva. El tratamiento de la pobreza tuvo grandes transformaciones en esa época: se volvió más complejo, más dinámico y más especializado. h Meisel Roca, Adolfo y Margarita Vega Acevedo. La calidad de vida biológica en Colombia. Antropometría histórica 1870-2003. Cartagena: Banco de la República - Centro de Estudios Económicos Regionales, 2007, 222 pp. Desde finales de la década de 1970 los historiadores económicos se han interesado en el estudio sistemático del comportamiento de la estatura a través del tiempo, como una medida alternativa de la calidad de vida. Este libro presenta el comportamiento de la estatura de los colombianos, tanto de los hombres como de las mujeres, nacidos entre 1905 y 1985. La información utilizada proviene de las cédulas de ciudadanía, con 9.321.776 registros, lo que, según comentan los investigadores puede ser la base de datos más grande encontrada hasta la fecha en la literatura de la historia antropométrica. h Skladowska, Bárbara. Los nombres de la patria en la guerra de Corea, 1951 1953 ocaso de un mito. Bogotá: Facultad de Ciencias Sociales - Departamento de Historia - CESO - Universidad de los Andes, 2007, 146 pp. Este trabajo buscó construir otra lectura de la llamada “guerra olvidada” y de sus circunstancias. En este intento se despertaron las voces de los diferentes actores de la contienda coreana: combatientes, soldados y suboficiales, militares todos. La participación de Colombia en el conflicto coreano, inserto en las coyunturas de la Guerra Fría, del exacerbado anticomunismo internacional y del desorden interno de los inicios de los años cincuenta, genera una autorreflexión sobre la cotidianidad colombiana de los años cincuenta así como de las causas y resultados de su intervención. En el intento de dar una ojeada desde “adentro” se examinaron las posibles razones del ininteligible círculo de equívocos, que después de más de cincuenta años nos siguen salpicando a todos. h Fazio Vengoa, Hugo. Cambio de paradigma: de la globalización a la historia global. Bogotá: Universidad de los Andes - Facultad de Ciencias Sociales - CESO Departamento de Historia, 2007, 161 pp. El libro es un ensayo investigativo cuyo campo de experiencia es el espacio o pliegue donde tiene lugar la intermediación entre los variados desarrollos que han experimentado el mundo actual, y las aproximaciones con las cuales las ciencias sociales han intentado dar cuenta de estas transformaciones. El trabajo busca entender la
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manera como la realidad ha impulsado importantes innovaciones en el conocimiento, y al mismo tiempo, se interesa por los alcances y las limitaciones que el saber social ha desplegado para responder a estos desafíos. El autor manifiesta que la idea de fondo que recorre las páginas del libro es el deseo de ayudar a construir un enfoque novedoso que permita mejorar la comprensión de la realidad contemporánea. h Fazio Vengoa, Hugo. El mundo y la globalización en la época de la historia global. Bogotá: Siglo del Hombre Editores - Universidad Nacional de Colombia IEPRI, 2007, 213 pp. El principal objetivo de este texto es ofrecer una perspectiva de análisis que permita arrojar luces sobre el mundo y la política mundial en un escenario de fuerte globalización. El libro se articula en torno a dos supuestos fundamentales: primero, que la globalización es un fenómeno real en todas las sociedades y por ende se pueden percibir sus manifestaciones y propiedades, segundo, que ha obligado a reformular muchos de los anteriores paradigmas que han regido las ciencias sociales. Sin embargo, existe una seria dificultad cuando se quiere convertir la globalización en una perspectiva que proporcione inteligibilidad a la realidad mundial, convirtiéndose en un enfoque autoreferencial, que sólo concibe y explica lo que se desarrolla dentro de sus fronteras, se le incorpora a la fuerza, o se le deja por fuera. v http://www.iisg.nl/labouragain/index.php
por Stefania Gallini
El International Institute of Social History es uno de los más activos e interesantes centros de práctica y fomento de la historia digital dentro del escenario académico actual; LabourAgain es uno de los proyectos que su página hospeda. Su punto de partida ético, aún más que académico, es “reconducir el debate académico en la senda de una investigación socialmente más comprometida”. El espacio para desarrollar este propósito es el Trabajo, entendido este como el núcleo (perdido en las últimas décadas) de interconexión imprescindible, donde trabajo y movilización social se encuentran. Así lo muestran las expresiones recientes de lucha social en América Latina: “Piqueteros in Argentina, Partido dos Trabalhadores and Movimento dos Trabalhadores Rurais sem Terra in Brazil, Zapatistas in Mexico, or indigenous mobilisation in Bolivia and Ecuador”. Los ejemplos no son casuales y reflejan el campo geográfico de operación de LabourAgain, cuyo objetivo es “abrir nuevos espacios para la investigación teórica, histórica y comparativa acerca de las formas de trabajo en América Latina desde los diferentes campos de las ciencias sociales”. El proyecto está organizado alrededor de tres actividades virtuales: un espacio de Debate, en el cual se colectan ensayos o comentarios de especialistas acerca de una pregunta o tema central con el propósito de estimular el debate; una sección de publicaciones virtuales, sobre todo de artículos o ensayos en progreso; y una lista de discusión.
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