Historia Crítica No. 38

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Tabla de contenido Carta a los lectores

7-8 9-13

En memoria de Aída Martínez Carreño

38

ISSN 0121-1617

Artículos

14-19

Ana Maria Otero-Cleves, Universidad de Oxford, Oxford, Inglaterra “Jeneros de gusto y sobretodos ingleses”: el impacto cultural del consumo de bienes ingleses por la clase alta bogotana del siglo XIX

20-45

Fernando Purcell, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile Una mercancía irresistible. El cine norteamericano y su impacto en Chile, 1910-1930

46-69

Edgardo Pérez Morales, Universidad de Michigan, Ann Arbor, Estados Unidos Vida material, religiosidad y sociedad colonial. Espacios, objetos y prácticas de consumo en el colegio jesuita de la ciudad de Antioquia. 1726-1767

70-95

Aida Morales Tejeda, Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba El universo material de la vida doméstica de la élite de Santiago de Cuba entre 1830-1868

96-121

122-144

Tema abierto: Carla Villalta, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina De secuestros y adopciones: el circuito institucional de la apropiación criminal de niños en Argentina (1976-1983)

146-171

James Sanders, Utah State University, Logan, Estados Unidos “Ciudadanos de un Pueblo Libre”: liberalismo popular y raza en el suroccidente de Colombia en el siglo XIX

172-203

Carlos Gustavo Hinestroza, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Flórez-Malagón, Alberto G. ed., El poder de la carne. Historias de ganaderías en la primera mitad del siglo XX. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2008. Santiago Muñoz Arbelaez, Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá, Colombia Soluri, John. Banana Cultures: Agriculture, Consumption, and Environmental Change in Honduras and the United States. Austin: University of Texas Press, 2005. Decsi Arévalo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Grupo de Investigaciones en Historia Social-GIHS. Modernizadores, instituciones y prácticas modernas. Antioquia, siglos XVIII al XX. Colombia: CISH, Universidad de Antioquia, 2008. Ricardo Arias Trujillo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Sabato, Hilda. Buenos Aires en armas. La revolución de 1880. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008. Martín González, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina Meier, Heinrich. Carl Schmitt, Leo Strauss y El concepto de lo político. Sobre un diálogo entre ausentes. Buenos Aires: Katz Editores, 2008.

204-207

Notilibros

227-229

208-214 214-219 219-222 223-226

Convocatoria

230

Acerca de la revista

231

Normas para los autores

Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes

Espacio estudiantil Cecilia Edith Moreyra, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina Vida cotidiana y entorno material. El mobiliario doméstico en la ciudad de Córdoba a fines del siglo XVIII

Reseñas

Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes http://historiacritica.uniandes.edu.co/ B O G OTÁ , C O L O M B I A

Dossier: Objetos y mercancías en la historia (I)

Camilo Quintero Toro, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Entendiendo los objetos y las mercancías en perspectiva histórica: presentación del dossier “objetos y mercancías en la historia”

Mayo—Agosto 2009 ISSN 0121-1617

Dossier: Objetos y mercancías en la historia (I)

232-233

ISSN 0121-1617

38 Mayo—Agosto 2009 Precio $15.000


N° 38

Mayo - Agosto 2009

Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes BogotĂĄ, Colombia


Nº 38, mayo-agosto de 2009 Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Dirección y teléfono: Calle 18 A n° 0 – 33E, Bogotá, Colombia, tel-fax: +57 (1) 332.45.06 Correo electrónico: hcritica@uniandes.edu.co - Sitio Web: http://historiacritica.uniandes.edu.co Fundador Directores anteriores

Daniel García-Peña Daniel García-Peña (1989-1990), Hugo Fazio (1991-1994), Mauricio Nieto (1995-1996), Juan Carlos Eastman (1997), Mauricio Nieto (1997-1998), Juan Carlos Flórez (1998-2000), Ricardo Arias (2000-2004)

Directora Editora Asistentes editoriales

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Comité editorial

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Traducción al inglés

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Corrección de estilo, diseño y diagramación

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Impresión Distribución Suscripciones

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Páginas del número Formato Tiraje Periodicidad

248 pp. 19 x 24.5 cm 500 ejemplares Cuatrimestral

ISSN 0121-1617. Min. Gobierno 2107 de 1987 * Las ideas aquí expuestas son responsabilidad exclusiva de los autores. * El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para su uso personal o en el aula de clase, siempre y cuando se mencione como fuente el artículo y su autor, y la Revista Historia Crítica del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero autorización del Comité editorial de la revista. Precio: $ 15.000 (Colombia)


La revista Historia Crítica hace parte de los siguientes catálogos, bases bibliográficas, índices y sistemas de indexación: Publindex - Índice Nacional de Publicaciones Seriadas Científicas y Tecnológicas Colombianas, (Colciencias, Colombia), desde 1999. Actualmente en categoría A1. Ulrich’s Periodicals Directory (ProQuest, Estados Unidos), desde 2001. Historical Abstracts y America: History &Life (EBSCO Information Services, antes ABC-CLIO, Estados Unidos), desde 2001. LATINDEX - Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (México), desde 2001. HAPI - Hispanic American Periodical Index (UCLA, Estados Unidos), desde 2002. Ocenet (Editorial Oceano, España), desde 2003. Fuente Académica, Current Abstracts, EP Smartlink Fulltext, TOC Premier, Academica Search Complete, SocINDEX (EBSCO Information Services, Estados Unidos), desde 2005. Sociological Abstracts y Worldwide Political Science Abstracts (CSA-ProQuest, Estados Unidos), desde 2005. PRISMA - Publicaciones y Revistas Sociales y Humanísticas (ProQuest, Estados Unidos), desde 2006. RedALyC - Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe, España y Portugal (UAEM, México), desde 2007. DOAJ - Directory of Open Access Journal (Lund University Libraries, Suecia), desde 2007. Informe académico y Académica onefile (Thompson Gale, Estados Unidos), desde 2007. CLASE - Citas latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (UNAM, México), desde 2007. DIALNET - Difusión de Alertas en la Red (Universidad de La Rioja, España), desde 2007. CIBERA - Biblioteca Virtual Iberoamericana / España / Portugal (German Institute of Global and Area Studies, Alemania), desde 2007. SciELO - Scientific Electronic Library Online (Colombia), desde 2007. CREDI - Centro de Recursos Documentales e Informáticos (Organización de Estados Iberoamericanos, OEI), desde 2008. HLAS - Handbook of Latin American Studies (Library of Congress, Estados Unidos), desde 2008. LAPTOC - Latin American Periodicals Tables of Contents (University of Texas, Estados Unidos), desde 2008. Social Sciences Citation Index - Social Scisearch - Arts and Humanities Citation Index - Journal Citation Reports/ Social Sciences Edition (ISI, Thomson Reuters, antes Thomson Scientific, Estados Unidos), desde 2008.

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Los árbitros de este número de la revista fueron: Arnold Bauer (University of California at Davis, Davis, Estados Unidos) Suzy Bermúdez (Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia) Benedetta Calandra (Università degli Studi di Bergamo, Bergamo, Italia) Silvia Cogollos (Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia) Gisela Cramer (Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia) Jonathan Curry-Machado (London Metropolitan University, Londres, Reino Unido) Mercedes Del Amo Hernandez (Universidad de Granada, Granada, España) Miguel Hernando de Larramendi (Universidad de Castilla-La Mancha, Toledo, España) Susan Dean-Smith (University of Texas at Austin, Austin, Estados Unidos) Ignacio Fernandez de Mata (Universidad de Burgos, Burgos, España) Thomas Fisher (Katholische Universität Eichstätt, Eichstätt, Alemania) Donna Guy (Ohio State University, Columbus, Estados Unidos) Hernán Horna (Uppsala universitet, Uppsala, Suecia) Jorge Ibarra (Instituto de Historia de Cuba, La Habana, Cuba) Camilo Isaak (Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia) Aims McGuinness (University of Wisconsin, Milwaukee, Estados Unidos) Julio Moreno (University of San Francisco, San Francisco, Estados Unidos) Gustavo Paz (Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina) Steinar Saether (Universitetet i Oslo, Oslo, Noruega) Frank Safford (Northwestern University, Evanston, Estados Unidos) Ricardo Salvatore (Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires, Argentina) Sergio Paolo Solano de las Aguas (Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia) Constanza Toquica (Museo de Arte Colonial - Museo Iglesia Santa Clara, Bogotá, Colombia) Miguel Ángel Urrego (Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Michoacán, México)


Tabla de contenido Carta a los lectores En memoria de Aída Martínez Carreño

7-8 9-13

Artículos Dossier: Objetos y mercancías en la historia (I) Camilo Quintero Toro, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Entendiendo los objetos y las mercancías en perspectiva histórica: presentación del dossier “objetos y mercancías en la historia”

14-19

Ana Maria Otero-Cleves, Universidad de Oxford, Oxford, Inglaterra “Jeneros de gusto y sobretodos ingleses”: el impacto cultural del consumo de bienes ingleses por la clase alta bogotana del siglo XIX

20-45

Fernando Purcell, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile Una mercancía irresistible. El cine norteamericano y su impacto en Chile, 1910-1930

46-69

Edgardo Pérez Morales, Universidad de Michigan, Ann Arbor, Estados Unidos Vida material, religiosidad y sociedad colonial. Espacios, objetos y prácticas de consumo en el colegio jesuita de la ciudad de Antioquia. 1726-1767

70-95

Aida Morales Tejeda, Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba El universo material de la vida doméstica de la élite de Santiago de Cuba entre 1830-1868 Espacio estudiantil Cecilia Edith Moreyra, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina Vida cotidiana y entorno material. El mobiliario doméstico en la ciudad de Córdoba a fines del siglo XVIII

96-121

122-144

Tema abierto: Carla Villalta, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina De secuestros y adopciones: el circuito institucional de la apropiación criminal de niños en Argentina (1976-1983)

146-171

James Sanders, Utah State University, Logan, Estados Unidos “Ciudadanos de un Pueblo Libre”: liberalismo popular y raza en el suroccidente de Colombia en el siglo XIX

172-203

Reseñas

Carlos Gustavo Hinestroza, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Flórez-Malagón, Alberto G. ed., El poder de la carne. Historias de ganaderías en la primera mitad del siglo XX. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2008. Santiago Muñoz Arbelaez, Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá, Colombia Soluri, John. Banana Cultures: Agriculture, Consumption, and Environmental Change in Honduras and the United States. Austin: University of Texas Press, 2005. Decsi Arévalo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Grupo de Investigaciones en Historia Social-GIHS. Modernizadores, instituciones y prácticas modernas. Antioquia, siglos XVIII al XX. Colombia: CISH, Universidad de Antioquia, 2008. Ricardo Arias Trujillo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Sabato, Hilda. Buenos Aires en armas. La revolución de 1880. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008. Martín González, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina Meier, Heinrich. Carl Schmitt, Leo Strauss y El concepto de lo político. Sobre un diálogo entre ausentes. Buenos Aires: Katz Editores, 2008.

204-207

Notilibros

227-229

208-214 214-219 219-222 223-226

Convocatoria

230

Acerca de la revista

231

Normas para los autores

232-233


Table of Contents Letter to readers In memoriam: Aída Martínez Carreño

7-8 9-13

Articles Thematic Forum: Objects and Commodities in History (I) Camilo Quintero Toro, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Understanding objects and commodities in historical perspective: introduction to the Thematic Forum “Objects and Commodities in History”

14-19

Ana Maria Otero-Cleves, Universidad de Oxford, Oxford, United Kingdom “Goods of Great Taste and English Overcoats”: Studying the Cultural Impact of the Consumption of English Commodities by the Upper Class in Nineteenth-Century Bogotá

20-45

Fernando Purcell, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile An irresistible Commodity: American Cinema and its Impact in Chile, 1910-1930

46-69

Edgardo Pérez Morales, University of Michigan, Ann Arbor, United States Material Life, Religiosity, and Colonial Society: Spaces, Objects, and Consumption Practices in the Jesuit College of the City of Antioquia, 1726-1767

70-95

Aida Morales Tejeda, Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba The Material Universe of Domestic Life among the Elite of Santiago de Cuba, 1830-1868 Student Space Cecilia Edith Moreyra, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina The Material World of Everyday Life: Household Furniture in Córdoba (Argentina) in the Late Eighteenth Century Open Forum: Carla Villalta, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina Kidnapping and Adoption: the Institutional Circuit of the Criminal Appropriation of Children in Argentina, 1976-1983 James Sanders, Utah State University, Logan, United States “Citizens of a Free People”: Popular Liberalism and Race in Nineteenth-Century Southwestern Colombia Book Reviews

96-121

122-144

146-171

172-203

Carlos Gustavo Hinestroza, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Flórez-Malagón, Alberto G. ed., El poder de la carne. Historias de ganaderías en la primera mitad del siglo XX. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2008. Santiago Muñoz Arbelaez, Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá, Colombia Soluri, John. Banana Cultures: Agriculture, Consumption, and Environmental Change in Honduras and the United States. Austin: University of Texas Press, 2005. Decsi Arévalo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Grupo de Investigaciones en Historia Social-GIHS. Modernizadores, instituciones y prácticas modernas. Antioquia, siglos XVIII al XX. Colombia: CISH, Universidad de Antioquia, 2008. Ricardo Arias Trujillo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Sabato, Hilda. Buenos Aires en armas. La revolución de 1880. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008. Martín González, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina Meier, Heinrich. Carl Schmitt, Leo Strauss y El concepto de lo político. Sobre un diálogo entre ausentes. Buenos Aires: Katz Editores, 2008.

204-207

Book Notes

227-229

208-214 214-219 219-222 223-226

Call for Papers

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About the journal

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Submission Guidelines

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Carta a los lectores

Carta a los lectores A juzgar por la cantidad de artículos recibidos, la convocatoria sobre el tema de “Objetos y mercancías en la historia” propuesta en Historia Crítica fue realmente muy bien recibida entre la comunidad de historiadores latinoamericanos. Y como no sólo importa la cantidad, también fue muy grato constatar que se trataba de artículos muy interesantes y de buena calidad. El resultado es, así, que en este número 38 de nuestra revista se entrega el primero de dos dossiers dedicados a la historia de los objetos y las mercancías. Se puede inferir de este logro que el enfoque de la historia de las commodities, relativamente novedoso, ya ha sido integrado a la historiografía de lengua hispana. Dejamos a nuestro colega Camilo Quintero, quien coordinó el dossier, la labor de introducir al lector, en la Presentación que se incluye a continuación, a este mundo de los objetos desde una perspectiva histórica. Lo único que conviene añadir es que están reseñados dos libros recientes sobre este tema. En este número de la revista también se incluyen dos artículos en la sección de Tema abierto. El primero, de Carla Villalta, es un análisis titulado “De secuestros y adopciones: el circuito institucional de la apropiación criminal de niños en Argentina (1976-1983)”, que muestra cómo, durante la última dictadura militar argentina, funcionó una práctica criminal que involucraba a los niños entregados en adopción. El segundo es la traducción del artículo “‘Citizens of a Free People’: Popular Liberalism and Race in Nineteenth-Century Southwestern Colombia” de James Sanders. Este texto fue publicado en The Hispanic American Historical Review en 2004 y recibió el premio Roberston de la Conference of Latin American History, otorgado al mejor artículo publicado en dicha revista anualmente. Por su gran interés para el público colombiano, tanto por su tema como por su calidad, el Comité Editorial de nuestra revista consideró importante ofrecer una traducción al español de esta investigación.

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Carta a los lectores

Es nuestro deseo que la recién cerrada convocatoria sobre “Memoria e Historia” también haya recibido buena acogida, así como la invitación que ya circula para someter artículos sobre el Bicentenario. Estas dos temáticas son a su vez muy llamativas para nuestra comunidad disciplinar, pero también para las demás ciencias sociales y en un contexto interdisciplinar. Sólo nos resta desearle al lector una buena lectura del material entregado en esta ocasión, e invitarlo a consultarnos también en la página web de la revista. ***

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En memoria de Aída Martínez Carreño

En memoria de Aída Martínez Carreño (Bucaramanga 16-4-1940 – Bogotá 28-5-2009)

Conocí a Aída Martínez en Medellín, en 1984, en una reunión académica organizada por la Cámara del Comercio. Y fue Germán Colmenares quien me la presentó en un descanso, mientras tomábamos un café. Recuerdo la manera como el maestro se refirió a su actividad al frente del Fondo Cultural Cafetero. En la conversación también se coló el valor que tenía el Museo del Siglo XIX para la cultura de Bogotá, museo al que Aída le había dedicado tanto empeño. Pero ahora que vuelvo a recordar ese encuentro descubro que en ese momento algo que me sorprendió fue el conocimiento preciso de Aída sobre los hechos, obras y autores del siglo XIX. Un siglo que aún entonces no estudiábamos mucho, y al que efectivamente el Fondo Cultural Cafetero dedicó célebres simposios, y auspició muchas de sus publicaciones. Aída hizo una obra histórica importante. Tanto por su tamaño como por su significado. Son varios los libros de su autoría y de su tutoría, como innumerables los ensayos y artículos publicados en las revistas especializadas de nuestra disciplina. Pero la mayor trascendencia de sus escritos estriba en su originalidad temática, en el descubrimiento de nuevos tópicos para la historiografía colombiana. Aída ha tenido una sensibilidad especial para advertir ausencias en nuestros estudios, vacíos que ha procurado allanar con ahínco y dedicación. Es fácil advertir que sus libros Mesa y cocina en el siglo XIX (1985) y La prisión del vestido: aspectos sociales del traje en América (1995) son dos obras memorables. Hechas con rigor, con método, con gran información, éstas obras ofrecieron visiones completas sobre tópicos aparentemente intrascendentes. Pero el traje y la alimentación, concebidos como hechos de la cultura y la sociedad adquirieron pleno significado. Esos libros abrieron camino al estudio de estos temas y son obras de referencia y consulta permanente entre nosotros y entre los estudiantes de todas las universidades. No obstante, otro tema en el que Aída hizo un aporte trascendental a nuestra historiografía ha sido en el rescate de las mujeres del siglo XIX. Siglo

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En memoria de Aída Martínez Carreño

masculinizado, ocupado por héroes y gobernantes, una tarea urgente era descubrir los rostros de las mujeres decimonónicas. En sus libros Presencia femenina en la historia de Colombia (1997) y La guerra de los Mil Días: testimonios de sus protagonistas (1999), Aída no sólo nos trató de recordar el papel decisivo de las mujeres en las guerras de independencia y de la formación republicana, sino que construyó una historia en plural, en el contexto de una cultura específica. Patriarcalismo que dominó y sometió a las mujeres, pero en el que pese a todo, encontraron, o crearon, resquicios para expresar autonomía. El itinerario investigativo de Aída fue notable y merece reconocerse, especialmente por una razón importante, fue hecho al margen de la institución universitaria. La universidad ofrece a sus académicos cierta protección y condiciones para sus investigaciones. También les da beneficios y gabelas. Ninguno de éstos tuvo Aída para sus investigaciones. Lo cual no quiere decir que no estuviera atenta a lo que en ella se produce. Y a que buscara publicar en sus revistas de historia y literatura. Sabemos que encontró un amparo temprano en la Academia Colombiana de la Historia, donde hizo una actividad importante. Y donde ha sido reconocida. Pero Aída se acercó también al posgrado de historia de la Universidad Nacional, donde participó de un seminario y encontró perdurables amigos. Aída fue, además, una entusiasta participante de los Congresos de Historia. A los que gustaba llevar siempre algún escrito nuevo, pero creo que disfrutaba más escuchando los ensayos primerizos de muchachas y muchachos. En una revisión de la producción historiográfica de Aída Martínez no puede olvidarse su importante participación en la revista Credencial Historia. El editor Camilo Calderón, que tuvo a su cargo la revista durante 15 años consecutivos, encontró en Aída una colaboradora excepcional. Fueron innumerables los artículos que Aída escribió para esta revista en la época de Camilo Calderón, y casi llego a pensar que en ocasiones muchos números especiales eran planeados entre los dos. Conviene precisar un poco porqué sus libros sobre traje y comida son importantes para nuestra historiografía. Son mucho más que una respuesta a una curiosidad, y son mucho más que

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En memoria de Aída Martínez Carreño

compilaciones anecdóticas. En ambos es clara la conciencia de Aída de trabajar sobre aspectos significativos de nuestra cultura. En cada uno se condensan tradiciones históricas, mestizajes, particularismos regionales y culturales, incidencias económicas y geográficas. Debemos entender estos dos libros como productos paralelos a la construcción del Museo del siglo XIX. En la creación de este museo surgió con fuerza la idea de la identidad, y toda su complejidad. Y fue en los ámbitos de la cultura material, del vestido y la alimentación (a los que habría que sumar la vivienda), donde éstos podían precisarse. Pero en Colombia no existía una tradición de estudios sobre estos temas, no había museos ni colecciones, tampoco inventarios, así que el trabajo investigativo de Aída debió superar grandes limitaciones. Fuentes iconográficas, literarias e históricas fueron revisadas, seleccionadas y organizadas pacientemente por Aída para elaborar estos estudios. Para Aída el traje y el alimento pueden considerarse documentos que deben ser explicados, pues contienen las claves de nuestras trayectorias históricas. No se trata de componer catálogos, lo cual puede ser una parte útil del trabajo cultural, sino de entender la elaboración (creación) de cada pieza, de su composición y uso, sino de su comprensión en una amplia dimensión histórica y social. Si nuestra historia aúna trayectorias culturales hispánicas, indígenas y africanas, los trajes como las comidas documentan esa historia. Las memorables páginas que dedicó al uso de piezas como la ruana y la mantilla delinean su complejo itinerario. En un reciente artículo, publicado en el Boletín de Historia y Antigüedades, Aída ha querido ilustrarnos sobre la dificultad de construir las historias de la vida cotidiana y la cultura material. Es evidente que se trata de un gesto generoso para las nuevas generaciones. No duda en decirnos que ninguna fuente es total. Una imagen de una pintura, un relato de un cronista, una descripción detallada de una novela, ninguna basta para informarnos sobre un objeto, pieza o personaje del pasado. El historiador, nos dice, debe intentar reunir el mayor acervo documental. Y sobre todo, antes de formular alguna hipótesis debe revisar, cotejar, contrastar. Permanentemente, Aída nos advierte sobre cuanta impostación hay en las pinturas y en los relatos de los viajeros.

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En memoria de Aída Martínez Carreño

Hace unos años tuve la suerte de que Aída me invitara a compartir la coordinación de un proyecto editorial que se tituló Placer, dinero y pecado. Historia de la prostitución en Colombia (2002). Digo suerte porque fue la ocasión para conocer más de cerca su distinguida formación cultural y su envidiable humor. Ella ya había descubierto que a los coordinadores de Las Mujeres en la historia de Colombia se nos había pasado por alto nombrar este complejo personaje. Las putas merecen una historia, me dijo en nuestra primera reunión. Afirmación que compartí, y muy pronto nos pusimos de acuerdo en que no se trataba de contarlas ni hacer diagnósticos sociológicos, sino de tratar de entender su definición, situación y representación en los distintos momentos del país. Por eso comprendimos el sexo, el dinero y el pecado como los elementos ordenadores de la prostitución. Efectivamente, hay una determinada valoración de la sexualidad que provoca su dominio y perversión. El dinero se convierte en el elemento de la transacción y la explotación. Y el pecado define una historia cultural de condena y compasión hacia la mujer caída. En dicho libro, Aída quiso volver sobre una de sus aficiones personales: la historia del arte colombiano. Descubrió cómo, tantas veces, son los artistas los que nos recuerdan con elocuencia la existencia de estos seres de las sombras. Aída Martínez fue además una historiadora de los sentimientos, de los afectos. Su atrevido estudio sobre los Extravíos (1996) amorosos de Micaela Mutis Consuegra en el nacimiento de la República, es una honesta indagación en una dimensión esquiva de los estudios históricos. Resignación, soledad, amor, viva pasión y perdición fueron los sentimientos vividos en cadena por Micaela Mutis. Condenada, encarcelada y sojuzgada, Micaela nunca mostró arrepentimiento por el amor vivido, hecho que probablemente fue el que motivó a Aída a escribir sobre su vida. Historia intrigante, toda vez que en ella se presentaban los bandos de la contienda, los monárquicos y los republicanos. Pero fue una época en la que se exacerbaron ideales y sentimientos que Aída ha estudiado con sutileza. Rescatar la humanidad de los héroes de la independencia no es tarea fácil ni atractiva. En un ensayo aún inédito Aída abordó aspectos desconocidos de la vida de Antonio Nariño. Su inquietud -en este caso- es descubrir qué existencia tenía el “hombre de las dificultades”, cómo sobrellevaba las decepciones, los fracasos y las

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En memoria de Aída Martínez Carreño

enfermedades. Pero también entender que el soporte existencial de su vida fue un elevado sentimiento del honor patriótico. Un sentimiento nuevo, que él mismo intentaba precisar. Pero también, el amor por su esposa e hijos, y sus insaciables hobbies (como el que tenía por los relojes). No cabe duda que en esta exploración histórica Aída intentaba compensar una afición literaria que no abandonó. Y que, según sabemos, cultivó por separado en la escritura de una novela que ha avanzó en momentos de pasatiempo. Si uno quisiera descubrir la fuente que nutrió los textos de Aída encontraría que ha sido el amplio conocimiento de los diarios y los libros de viajeros. Su atenta lectura de estos escritos le permitió recopilar datos, observaciones, comentarios y anécdotas que han dado calidez a sus libros. Es cierto que Aída estudió fondos documentales completos del Archivo General de la Nación, y que ha leyó con paciencia los diarios y repertorios oficiales del siglo XIX, pero fue en esos escritos singulares como son los diarios y los relatos de viajeros donde encontró un material apropiado para sus temas. Recientemente publicó en una pulcra y cuidadosa edición Bartolomé Rugeles. Diarios de un comerciante bumangués 1899-1938 (2005). Aída publicó las notas que durante cuarenta años este hombre anotó sobre su vida y la época que vivió, con el interés de darnos a conocer documentos y hechos de su región, y de recordarnos el esfuerzo que las gentes hacían -como este hombre de provincia- para que no todo quedara en el olvido. No se cuándo ni cómo Aída Martínez decidió hacerse historiadora. No se lo pregunté, no se si por pudor o porque nunca se presentó la ocasión. Pero es probable que estas inquietudes le surgieran en su natal Santander, región a la que ha dedicó muchos de sus estudios. Seguramente fue en su propia casa donde escuchó las historias sobre los hombres y las mujeres de la guerra de los mil días, las cuales despertaron su interés por el pasado. Hacerse historiadora en Colombia y saber descollar no es tarea fácil. Aída lo consiguió y en forma sobresaliente.

Pablo Rodríguez Profesor Titular Universidad Nacional de Colombia

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Entendiendo los objetos y las mercancías

Entendiendo los objetos y las mercancías en perspectiva histórica: presentación del dossier “Objetos y mercancías en la historia” Camilo Quintero Toro Historiador de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. M.A. y Ph.D. En Historia de la Ciencia, Universidad de Wisconsin, Madison, Estados Unidos. Actualmente se desempeña como profesor asistente en el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Entre sus publicaciones recientes se encuentra: “La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia” en Revista de Estudios Sociales 31 (2008):48-59 y “¿En qué anda la historia de la ciencia y el imperialismo? Saberes locales, dinámicas coloniales y el papel de los Estados Unidos en la ciencia en el siglo XX,” Historia Crítica, 31 (2006):151-171. cquinter@uniandes.edu.co 1. Sidney Mintz, Sweetness and Power: the Place of Sugar in Modern History (New York: Viking, 1985); Arjun Appadurai ed. The Social Life of Things: Commodities in Cultural Perspective (Cambridge: Cambridge University Press, 1986).

Cuando Historia Crítica generosamente me invitó a coordinar el dossier que se incluye en esta edición de la revista, tanto colegas como el grupo editorial de la revista me sugirieron aclarar un poco mejor la siguiente pregunta: ¿qué se entiende por historia de los objetos y las mercancías? El presente escrito busca hacer una explicación breve de esta pregunta, al mismo tiempo que presenta los artículos que componen el presente número de la revista. Lo cierto es que hace un poco más de dos décadas la vida de los objetos y las mercancías empezó a ganar un papel importante dentro de los estudios históricos, sobre todo desde una perspectiva social y cultural. Fueron en buena parte los antropólogos -con una amplia experiencia en pensar temas relacionados con la cultura material y el lugar de los objetos en diferentes sociedades- quienes llamaron la atención de los historiadores sobre la importancia de mirar con ojo más crítico el flujo de objetos y mercancías a lo largo de la historia. Con la publicación del libro de Sidney Mintz, Sweetness and Power: the Place of Sugar in Modern History en 1985, así como de la colección editada por Arjun Appadurai, The Social Life of Things: Commodities in Cultural Perspective en 1986, muchos historiadores empezaron a pensar con seriedad en el lugar que podían tener las cosas para repensar eventos y cronologías en la historia1. En vez de tomar a las personas, las regiones o los países como los actores principales de la historia, estos autores demostraron que los objetos o las mercancías y su constante flujo a nivel global podían entenderse como motores centrales del desarrollo histórico. Hacer un seguimiento histórico del azúcar o de los

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tapetes persas, entre otros, permitió enlazar culturas diversas y aparentemente inconexas -por ejemplo el mundo de los trabajadores caribeños con la clase obrera inglesa en el siglo XIX-, al mismo tiempo que presentó nuevas luces sobre temas tan variados como la naturaleza del capitalismo moderno o la importancia del consumo en las relaciones sociales. En últimas, la idea era entender que, por un lado, las cosas adquieren significado a través de las personas y que cuando miramos las cosas en movimiento éstas iluminan el contexto -o los contextos- en dónde se mueven; y por otro lado, la influencia cultural, política y económica de la producción, el flujo y el consumo de mercancías en la creación del mundo moderno. A lo largo de la última década del siglo XX y los primeros años del siglo XXI la historia ha visto una explosión de libros sobre objetos y mercancías. En poco menos de dos décadas han aparecido trabajos que toman como eje central alguna cosa, y muchos de ellos han desarrollado nuevos e inesperados argumentos sobre las sociedades y los periodos históricos que trabajan. Historias sociales y culturales del café, los bananos, el chocolate, la cocaína, el arroz, la sal, la pimienta, las especias, las flores, los bienes europeos importados en América Latina y los objetos científicos, entre muchos otros, hicieron presencia en librerías y bibliotecas alrededor del mundo. Estos trabajos dieron origen a lo que hoy se conoce dentro de la academia inglesa y norteamericana como commodity history. La palabra commodity no es fácil de traducir al español, pues tiene varios significados. Podría traducirse como mercancía, bien, cosa e incluso entidad. Es por esto que al hablar de commodity history en este número de Historia Crítica se está pensando en una historia de objetos y mercancías. Los trabajos que han aparecido en estos últimos años reflejan una gran diversidad con aportes varios a la historiografía y a la academia en general. Muchos son historias que se encargan de conectar regiones y sociedades, al tiempo que buscan hacer aportes a temas tan diversos como lo pueden ser la historia ambiental, la historia de la comida, la historia de la ciencia o el orientalismo. Alrededor de los bananos, por ejemplo, John Soluri realizó 2. John Soluri, Banana Cultures: un estudio complejo y novedoso acerca de las relaciones ecoAgriculture, Consumption, and nómicas, laborales y medioambientales entre Estados Unidos y Environmental Change in Honduras and the United States (Austin: University of Honduras a lo largo del siglo XX2. Judith Carney estudió el arroz Texas Press, 2005). y la manera en que los esclavos africanos trasladaron y adapta3. Judith Ann Carney, Black Rice: the ron sus tecnologías y saberes sobre su cultivo al mundo colonial African Origins of Rice Cultivation in estadounidense, sentando una base importante de la economía the Americas (Cambridge: Harvard University Press, 2001). colonial norteamericana3. Wolfgang Schivelbusch estudió el flujo de pimienta y especias para comprender mejor las imágenes 4. Wolfgang Schivelbusch, Tastes of Paradise: a Social History of Spices, Stimulants, and Intoxicants. (New York: Vintage Books, 1993).

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culturales que Occidente desarrolló sobre Oriente durante la Edad Media4. Paul Gootenberg utilizó la cocaína como el eje central de un libro editado que buscaba entender las dimensiones médicas, comerciales y políticas de una mercancía que a lo largo del siglo XIX y XX conectó lugares tan diversos como Colombia, Perú, los Países Bajos y los Estados Unidos5. En otras palabras, parte de la invitación de estos y otros trabajos consiste en entender que los objetos y las mercancías nos ayudan a pensar en una historia global que ha tenido múltiples conexiones desde hace varios siglos. La idea, en lo posible, es seguir la cadena que recorren estas ‘cosas’ para tener un mejor entendimiento del contexto histórico del lugar en que se producen o extraen, así como del lugar en donde se consumen. Los autores y autoras que contribuyeron en este primer dossier que Historia Crítica publica sobre el tema se pueden enmarcar dentro de una perspectiva que ve en las prácticas de consumo de objetos y mercancías un motor histórico, el cual no ha sido muy estudiado dentro de la historia latinoamericana desde una perspectiva social y cultural. El dossier está compuesto de cinco artículos que nos hablan del consumo y la simbología de mercancías desde la época colonial hasta el siglo XX en Colombia, Chile, Cuba y Argentina. El trabajo de Ana María Otero Cleves -que debe ser visto como un complemento sustancioso al trabajo que Arnold J. Bauer inició hace algunos años sobre la importancia de las mercancías importadas dentro de la historia latinoamericana6- hace un estudio del consumo de bienes ingleses en Bogotá a lo largo del siglo XIX. Para la autora, el consumo de bienes extranjeros se convirtió en un mecanismo importante para la construcción de una identidad nacional y de clase dentro de las élites bogotanas. El anhelo de alcanzar la modernidad europea, un sueño que la mayoría de los bogotanos de clase alta compartían, se vio reflejado en un alto consumo de objetos como sombreros de copa, vajillas o tapetes provenientes de Inglaterra. Al mismo tiempo, sin embargo, este consumo buscó que las clases privilegiadas de la capital colombiana pudieran diferenciarse de las clases sociales bajas, a las cuales consideraban atrasadas e incivilizadas. Usar un abrigo hecho con tela inglesa sirvió, por lo menos desde la perspectiva de la aristocracia, para diferenciarse de una población que usaba ruanas rústicas tejidas localmente. Si Otero Cleves dedica su atención al estudio del consumo de bienes ingleses en Colombia en el siglo XIX, Fernando Purcell centra su trabajo en el consumo de películas norteamericanas 5. Paul Gootenberg ed., Cocaine: Global Histories (New York: Routledge, 1999). -una mercancía irresistible, como él la denomina- en la sociedad chilena de comienzos del siglo XX. Purcell estudia la llegada de 6. Arnold J. Bauer, Goods, Power, History: Latin America’s Material Culture (Cambridge: Cambridge University Press, 2001).

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la industria cinematográfica a Chile como un punto de apoyo para pensar en el surgimiento del imperialismo norteamericano en América Latina en este período. Purcell usa las películas para argumentar que este imperialismo también tuvo un corte cultural que no se puede dejar de lado, complementando así el trabajo que desde hace algunos años académicos como Amy Kaplan, Gilbert Joseph o Ricardo Salvatore7, entre otros, han desarrollado para pensar el impacto cultural norteamericano a nivel internacional en el siglo XX. Purcell, sin embargo, deja en claro que los chilenos tuvieron poder de acción. Más que una imposición, el consumo de películas de Hollywood creó espacios que, aunque reflejaban relaciones asimétricas entre estadounidenses y chilenos, permitieron interacción y negociación dentro de un imperialismo de mercado emergente. El consumo de mercancías, sin embargo, no sólo se debe entender desde perspectivas más internacionales o globales como lo hacen en éste número Otero Cleves o Purcell. El estudio del consumo desde una perspectiva local también genera herramientas interesantes para el oficio del historiador. Esto es precisamente lo que hace Edgardo Pérez Morales al estudiar la relación entre consumo y vida material en el colegio jesuita de la ciudad de Antioquia en Colombia entre 1726 y 1767. Dialogando y apoyándose en los trabajos de académicos de Bauer y Appadurai, Pérez Morales toma fuentes primarias poco estudiadas como los libros de gastos y los registros de deudas para reconstruir la historia de la vida cotidiana de los jesuitas en Antioquia durante el siglo XVIII. A partir de mercancías tan diversas como el maíz, los frijoles, el oro, el hierro, las velas o los libros, el autor muestra cómo los objetos que rodeaban el colegio jesuita hacían parte de un tejido en el que se conectaban significados espirituales, actividades cotidianas y redes comerciales. Así mismo, el autor se encarga de mostrar cómo el entorno material de los esclavos y la valoración tan distinta que se le podía dar al tabaco, la canela, la pimienta jamaica o una capa de tela generaba relaciones jerárquicas dentro del mundo de los esclavos en Antioquia. Por último tenemos dos autoras que enfocan sus estudios en la simbología que tienen los muebles para entender la vida cotidiana. Aida Morales Tejeda toma el universo material de las 7. Amy Kaplan y Donald E. Pease, Cultures of United States Imperialism élites de Santiago de Cuba como punto de referencia para en(Durham: Duke University Press, tender algunas de las transformaciones culturales que marcaron 1993); Gilbert Joseph, Catherine LeGrand, and Ricardo Donato la vida cubana en el siglo XIX. Haciendo una aproximación desSalvatore, Close Encounters of Empire: de lo que la autora llama las “Ciencias del Arte”, explica cómo Writing the Cultural History of U.S.-Latin American Relations (Durham: Duke los muebles que compraron y utilizaron los santiagueros en el University Press, 1998); Ricardo siglo XIX reflejaron la llegada de nuevas mentalidades traídas Donato Salvatore ed., Culturas imperiales: experiencia y representación en América, Asia y Africa (Rosario, Argentina: Beatriz Viterbo, 2005).

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por inmigrantes de Francia y Saint Domingue. La compra de pianos, así como de nuevas sillas y mesas cuyo fin era más decorativo que utilitario, fue entendida por muchos aristócratas como un paso importante para emular el mundo francés, así como para dar un paso importante hacia la modernidad. Por otro lado, Cecilia Edith Moreyra cuyo artículo compone el Espacio estudiantil de este número de la revista, ve en el estudio de los muebles una herramienta importante para entender el mundo cotidiano de la ciudad de Córdoba a fines del siglo XVIII. A través del estudio de sillas, mesas de comedor y camas matrimoniales, entre otros, la autora llega a conclusiones sugestivas sobre las relaciones de género, las dinámicas familiares y las jerarquías sociales en el mundo colonial argentino.

Bibliografía Appadurai, Arjun, ed. The Social Life of Things: Commodities in Cultural Perspective. Cambridge: Cambridge University Press, 1986. Bauer, Arnold J. Goods, Power, History: Latin America’s Material Culture. Cambridge: Cambridge University Press, 2001. Carney, Judith Ann. Black Rice: the African Origins of Rice Cultivation in the Americas. Cambridge: Harvard University Press, 2001. Carrier, James G. Gifts and Commodities: Exchange and Western Capitalism since 1700. London: Routledge, 1995. Coe, Sophie D. and Michael D. Coe. The True History of Chocolate. Rev. ed. New York: Thames and Hudson, 2007. Daston, Lorraine ed. Biographies of Scientific Objects. Chicago: University of Chicago Press, 2000. DuPuis, E. Melanie. Nature’s Perfect Food: How Milk Became America’s Drink. New York: New York University Press, 2002. Goodman, Jordan. Tobacco in History: the Cultures of Dependence. London: Routledge, 1993. Gootenberg, Paul, ed. Cocaine: Global Histories. New York: Routledge, 1999. Kurlansky, Mark. Salt: A World History. New York: Walker and Co., 2002. Mintz, Sidney. Sweetness and Power: the Place of Sugar in Modern History. New York: Viking, 1985. Pilcher, Jeffrey M. Que vivan los tamales! : Food and the Making of Mexican Identity. 1st ed. Albuquerque: University of New Mexico Press, 1998. Schivelbusch, Wolfgang. Tastes of Paradise: a Social History of Spices, Stimulants, and Intoxicants. New York: Vintage Books, 1993.

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Soluri, John. Banana Cultures: Agriculture, Consumption, and Environmental Change in Honduras and the United States. Austin: University of Texas Press, 2005. Topik, Steven, Carlos Marichal, and Zephyr L. Frank eds. From Silver to Cocaine: Latin American Commodity Chains and the Building of the World Economy, 1500-2000. Durham: Duke University Press, 2006.

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“Jeneros de gusto y sobretodos ingleses”: el impacto cultural del consumo de bienes ingleses por la clase alta bogotana del siglo XIX

Artículo recibido: 15 de enero de 2009; aprobado: 20 de abril de 2009; modificado: 7 de mayo de 2009.

“Jeneros de gusto y sobretodos ingleses”: el impacto cultural del consumo de bienes ingleses por la clase alta bogotana del siglo XIX

“Goods of Great Taste and English Overcoats”: Studying the Cultural Impact of the Consumption of English Commodities by the Upper Class in Nineteenth-Century Bogotá

Resumen

Abstract

Este artículo estudia el impacto cultural del consumo

This article examines the cultural impact of the

de bienes ingleses por parte de la clase alta

consumption of English goods by Bogotá’s upper

bogotana en el siglo XIX. Propone que el consumo de

class during the nineteenth century. It suggests

mercancías inglesas, después de la Independencia,

that the consumption of English commodities

fue uno de los principales mecanismos utilizados

after the country’s independence was one of

por la gente acomodada, no sólo para asegurar

the main mechanisms employed by the upper

su posición social, sino para construir una nación

classes to ensure their social position as well as

moderna de acuerdo con los parámetros fijados por el

to build a modern nation according to European

mundo europeo. En consecuencia, el artículo explora

standards. Hence, the article explores the role

el papel que el consumo de bienes ingleses jugó en la

that consumption of foreign goods played

construcción del Estado moderno y de la identidad de

in processes of nation-building and social

la clase alta bogotana a lo largo del siglo XIX.

differentiation throughout the nineteenth century.

Palabras

Key Words

c l av e

Consumo, consumo cultural, cultura material,

Consumption, Cross-Cultural Consumption,

comercio, importaciones, Bogotá, siglo XIX.

Commerce, Imports, Bogotá, Nineteenth Century.

Ana Maria Otero-Cleves

Abogada de la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia, con especialización en Periodismo de la misma universidad. Maestría en Historia Moderna de la Universidad de York, Inglaterra y candidata a Doctorado en Historia Moderna de la Universidad de Oxford, Inglaterra. Actualmente sus intereses investigativos se centran en el impacto social y cultural del consumo de bienes europeos en Colombia en el siglo XIX. ana.oterocleves@history.ox.ac.uk

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“Jeneros de gusto y sobretodos ingleses”:❦ el impacto cultural del consumo de bienes ingleses por la clase alta bogotana del siglo XIX❧ I ntroducción Después de renunciar a su cargo como Ministro de Relaciones Exteriores, Vicente Borrero fue a atender su negocio en uno de los almacenes de la capital. En una tienda oscura de “veinticinco pies de hondo por veinte”1. Borrero vendía paño importado a los habitantes de Bogotá2. Al igual que otros acomodados bogotanos pasaba parte de sus días entre mer❦ El Neogranadino, Bogotá, 30 de cancías importadas y apiladas en desorden en las tiendas de la diciembre de 1848. 3 Calle Real . Bogotá, además de ser uno de los centros más im❧El artículo es resultado de la portantes de distribución de bienes extranjeros en el siglo XIX, investigación del trabajo de maestría titulado “‘Hats of the latest fashion, era el eje político y uno de los núcleos educativos más importies of great taste’: Consuming English tantes del país. Aunque pobre frente a los estándares europeos, Goods in Nineteenth-Century Bogotá, Colombia” sometido en septiembre la ciudad tenía varios atractivos para las élites educadas de las de 2005 para obtener el título de provincias, no sólo por constituirse en el centro de controverMaestría en Historia Moderna en la Universidad de York, Inglaterra. La sia política, sino porque la ciudad comenzaba a albergar una autora agradece a Historia Crítica por incipiente cultura urbana y a cultivar un particular estilo de la aceptación de esta colaboración, así como a los evaluadores anónimos por vida. Es por ello que la capital se constituyó en el escenario la generosidad y por la pertinencia de propicio para la formación de una clase alta -compuesta tansus comentarios. to por bogotanos como por gente de provincia- que buscaría 1. John Steuart, Bogotá in 1836-7. Being a establecer nuevos parámetros de consumo de acuerdo con los narrative of an expedition to the capital of New-Grenada, and a residence there estándares fijados por el mundo europeo. of eleven months (Nueva York, 1838), La adopción de nuevos parámetros de consumo no fue, sin 143-144. embargo, accidental. El consumo de bienes europeos fue uno 2. Augusto Le Moyne, Viajes y Estancias en América del Sur: Nueva Granada, de los caminos claves elegidos por la clase alta bogotana para Santiago de Cuba, Jamaica y el Istmo de consolidarse como una clase dominante, capaz no sólo de Panamá (Bogotá: Biblioteca Popular de la Cultura Colombiana, 1945), 128 y asegurar su posición social, sino de construir una nación “moGaspard-Théodore Mollien, Travels in derna” de conformidad con los modelos propuestos por Europa. the Republic of Colombia in the years 1822 and 1823 (Londres: 1824), 201.

3. John Steuart, Bogotá in 1836-7, 144. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 20-45


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La incorporación de la cultura material europea fue, por lo tanto, fundamental para concretar el acercamiento de la clase alta al mundo europeo; sinónimo, este último, de progreso y civilización. El presente estudio explora el papel que el consumo de bienes europeos -en particular mercancías inglesas- ocupó en la consolidación del Estado moderno y la identidad de la clase en el siglo XIX4. Así mismo, busca examinar los significados alternativos que la clase alta bogotana dio a los bienes extranjeros una vez decidió incorporarlos a su propia cultura material, como parte de un proceso más amplio de lo que los académicos han denominado “consumo de cultura a cultura” (cross-cultural consumption)5 . Teniendo en cuenta lo anterior y con el objeto de reconsiderar las perspectivas analíticas sobre el consumo entre culturas, el presente artículo centrará su atención en el valor cultural de las mercancías extranjeras para la clase alta bogotana en el siglo XIX. Para ello, analizará los factores internos que impulsaron la demanda de bienes europeos durante este periodo, con el ánimo de complementar los estudios realizados por los historiadores económicos del siglo XIX. El estudio igualmente busca subrayar la importancia de la cultura material como un escenario idóneo para crear categorías culturales capaces de favorecer la consolidación de identidades, tanto de nacionales como de clase6. El artículo se ha dividido en cuatro secciones. La primera, contiene una breve reseña de la evolución de las importaciones en Colombia a lo largo del siglo XIX y explora cómo Inglaterra favoreció la adopción de nuevos patrones de consumo por parte de los colombianos. La segunda sección explora el tipo de mercancías que estaban siendo importadas a la capital y cuáles de éstas les era atribuida la categoría de “bienes ingleses”. La tercera estudia cómo el consumo de mercancías inglesas fue utilizado por la clase alta, por un lado, para romper con su pasado colonial, y por otro, para formar una nación moderna. La cuarta y última sección examina cómo el 4. Benjamin Orlove y Arnold J. Bauer, “Giving Importance to Imports”, consumo de objetos extranjeros fue empleado por los miemen The Allure of the Foreign: Giving bros de la clase alta bogotana para distanciarse de los demás Importance to Imports (Ann Arbor: University of Michigan Press, estratos sociales, como una reacción a la movilidad social gec1997), 1- 29. nerada por la Independencia. Finalmente, la conclusión busca 5. David Howes, “Introduction: poner a prueba los modelos de “consumo de cultura a cultura” Commodities and cultural borders”, en Cross-cultural consumption: global propuestos recientemente por académicos. Se espera con ello markets, local realities (Londres y cuestionar los marcos teóricos que han sido empleados para Nueva York: Routledge, 1996), 5. evaluar el consumo de bienes europeos en América Latina des6. Mary Douglas y Baron Isherwood, pués del período independentista. The world of goods: towards an anthropology of consumption: with a new introduction (Londres y Nueva York: Routledge, 1996), 37.

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1. B ienes , importaciones e I ndependencia En 1824 James Henderson, cónsul general de Gran Bretaña en Colombia, escribió al Board of Trade un informe completo sobre las nuevas normas comerciales que podrían ser de interés para el comercio de exportación inglés. Henderson enumeraba en detalle los artículos que estaban siendo importados a Colombia, entre ellos, relojes de oro y plata, paraguas y espejos, telas de lana y algodón, sombreros de seda, piedras preciosas y perfumes, loza y cristal de Europa, pañuelos y prendas de vestir7. Las regulaciones comerciales citadas por el cónsul no sólo demostraban que existía una clara demanda de productos europeos en el país, sino que ponían de manifiesto el interés del gobierno colombiano en promover el comercio directo con Europa. Para mitad de la década de 1820 el comercio ya había sido monopolizado casi en su totalidad por Inglaterra. Según el comerciante francés Gaspard-Théodore Mollien, “el poder de Inglaterra en América no tiene rival; […] sus mercancías son compradas casi exclusivamente, sus agentes comerciales, oficiales y corredores, se encuentran en todas partes”8. Estudios recientes apoyan la afirmación de Mollien. Según éstos, las importaciones a Colombia desde 1821 hasta 1827 fueron casi exclusivamente de mercancías inglesas, importaciones que durante este período alcanzaron un valor total de £2’212,708, representadas principalmente en armas, loza, vestidos, medias, algodón, lana, seda y telas9. Además, de 1822 a 1823 el valor de las importaciones inglesas fue casi triplicado, y para 1825 las importaciones procedentes de Gran Bretaña llegaron a un total de más de seis veces el nivel alcanzado en 182210. Varios factores pueden ser identificados como responsables del 7. Archivos Nacionales de Gran Bretaña (The National Archives of the U.K., de aquí auge de las mercancías inglesas durante la década de los veinte en adelante TNA): Public Record Office en Colombia. La Independencia significó una apertura definitiva (De aquí en adelante PRO), BT 6/40, Colombia Consular Reports (1825-1827). hacia el comercio exterior; un proceso que estuvo acompañado James Henderson, Bogotá, Colombia, al de las políticas de laissez-faire adoptadas después de la década de Board of Trade, Londres, 9 de octubre, 1824. Manuscrito. 1820. No obstante, el papel activo desempeñado por Gran Bretaña 8. Gaspard-Théodore Mollien, Travels también favoreció la demanda de bienes importados, ya que el auin the Republic of Colombia in the years mento en el volumen de las importaciones entre 1822 y 1826 fue 1822 and 1823 (Londres: 1824), 216. pagado en gran parte por los préstamos británicos de 1822 y 182411. 9. Aída Martínez Carreño, La prisión Además, Inglaterra no perdió tiempo para comprometer a la nuedel vestido: aspectos sociales del traje en América. (Bogotá: Planeta va República, firmando el 18 de abril de 1825 un tratado de libre Colombiana Editorial, c1995), 116. comercio con Colombia como parte de su política de incentivar el 10. Frank Safford y Marco Palacios, libre comercio. Colombia: fragmented land, divided society (Nueva York y Oxford: Oxford No obstante, el auge de las importaciones en la década de 1820 University Press, 2002), 163. no duró mucho. Para 1830 Nueva Granada entró en una depresión 11. Leland H. Jenks, Migration of British Capital to 1875 (Nueva York: Knopf, 1963), 49.

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económica, debido entre otros factores a la caída del mercado de bonos británico en 1826. Colombia demostró con ello su posición como una de las naciones más pobres de América Latina, ubicándose junto a países como Bolivia y Honduras12. Ello en gran parte producto de la precaria infraestructura de exportación de la Nueva Granada. Fue entonces cuando el país se vio obligado a buscar nuevas alternativas para obtener mayores recursos, optando por la consolidación de una economía de exportación como la opción más eficaz para obtener el capital necesario para satisfacer, entre otras cosas, la demanda de importaciones. Los historiadores del siglo XIX han argumentado que la economía de exportación en América Latina fue estimulada por factores externos, como la demanda de materias primas y productos alimenticios para el consumo de los centros urbanos europeos, y la disminución de los costos de los fletes oceánicos y, por factores internos, como la reducción de la turbulencia política y la eliminación de los obstáculos comerciales propuesta por los gobiernos republicanos 13. Sin embargo, la tendencia a explicar el flujo de mercancías extranjeras en Latinoamérica, como una respuesta directa a las economías de exportación de los países emergentes, parece dejar de lado la existencia de las motivaciones internas (ya fueran culturales o sociales) que provocaron la demanda de este tipo de mercancías 14. De hecho, varios factores contribuyen a sostener que la economía de exportación se consolidó en Colombia junto con una creciente demanda de bienes extranjeros. La demanda de estos bienes en el país en la primera década después de la Independencia fue impulsada por la adopción de nuevas prácticas de consumo. A pesar de la sobretasa del cinco 12. Malcom Deas, “The Fiscal problems por ciento sobre las mercancías procedentes de las colonias briof Nineteenth Century Colombia”, Journal of Latin American Studies 14 tánicas, la mayor parte de los bienes ingleses eran importados (1982), 289. por vía de Jamaica. Ésta se había constituido, desde principios del 13. David Bushnell and Neill Maculay, siglo XVIII, en un significativo centro de contrabando que logró The Emergence of Latin America in the Nineteenth Century, 183-84. familiarizar a los colombianos con nuevas prácticas de consumo, 14. Benjamin Orlove y Arnold J. Bauer, en especial durante el exilio de varios de ellos en Kingston du“Giving Importance to Imports”. rante la reconquista española15. En este sentido, el capitán de la 15. Frank Safford y Marco Palacios, marina británica, Charles Stuart Cochrane, observó que la clase Colombia: fragmented land, divided alta bogotana tenía society. Para un estudio juicioso de las condiciones de contrabando en Colombia durante el siglo XIX ver: Muriel Laurent, Contrabando en Colombia en el siglo XIX. Prácticas y discursos de resistencia y reproducción. (Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, c2008).

“[…] ciertamente un deseo por adoptar las costumbres y maneras inglesas, y dar una decidida preferencia a todo lo inglés. […] Esto se debe: primero, que por un largo período de tiempo Inglaterra fue el país que los suplió, a través

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de Jamaica (por medio del comercio de contrabando) con todos los conforts y lujos de la vida y consecuentemente, les impuso un gusto por todo lo inglés”16.

No obstante, la demanda de mercancías extranjeras no sólo fue el resultado del comercio de contrabando con las colonias británicas. Su aumento también puede explicarse por el contacto con los ingleses -a través de la Legión Británica y de empresarios y diplomáticos que llegaron al país en la década de 1830- y los viajes a Europa de algunos miembros de la clase alta, que regresaban a la capital decididos a establecer nuevos patrones de consumo. Para mitad de siglo la reducción radical de los derechos de importación y el establecimiento de la tarifa a las importaciones por peso bruto y no por valor continuaron favoreciendo la importación de productos extranjeros y pusieron de manifiesto la tendencia de la política arancelaria a favorecer las importaciones de lujo. Prueba de ello es el aumento de la importación de objetos extranjeros durante el período de sostenida prosperidad económica (1845-1882) de 3 millones de pesos por año en la década de 1830, a 11 millones de pesos en 188017. La posibilidad de que una cantidad considerable de esos productos provinieran de Inglaterra se ve reforzada por los datos oficiales de las exportaciones de este país a América Latina. Por ejemplo, según los Libros de Exportaciones de Mercancías Británicas (Ledgers of Exports of British Merchandise) de 1849, £377 libras en paraguas y sombrillas se exportaron a la Nueva Granada, así como 34 relojes de oro y plata, 242,382 piezas de loza y porcelana, 432 sombreros y 1,888 lb. de materiales de seda y cintas, entre otros artículos18. 16. Charles Stuart Cochrane, Journal of Ya para la década de 1860, debido a la mejora del transporte ina Residence and Travels in Colombia, teroceánico, casi todos los importadores negociaban directamente 108-109. Ésta no fue sólo la impresión de Cochrane. Mollien con Inglaterra. Ésta era responsable, desde mediados de siglo hasafirmó que en la capital “algunas ta la década de 1880, del 50 por ciento o más de las importaciones personas habían adoptado las costumbres y el comportamiento a Colombia, mientras que Francia aportaba cerca de 25 por cieneuropeo; pero no fue sino hasta to de mercancías extranjeras, en su mayoría artículos de lujo. La después de sus repetidos viajes a Jamaica, que renunciaron a sus cantidad de las importaciones procedentes de los Estados Unidos hábitos nacionales.” Ver Gaspard-que de 1820 a 1840 fueron principalmente re-exportaciones- auThéodore Mollien, Travels in the Republic of Colombia in the years 1822 mentó considerablemente en la década de 1850, pero disminuyó and 1823, 201. en el decenio siguiente como consecuencia de la Guerra Civil nor17. Aída Martínez Carreño, La prisión teamericana. Finalmente, en las últimas décadas de siglo XIX, del vestido: aspectos sociales del traje en América, 122. la participación de Inglaterra se redujo a 34 por ciento, debido principalmente a la mejora del comercio de importación con los 18. TNA, PRO, CUST 8/70, Ledgers of Exports of British Merchandise Estados Unidos y Alemania19. Under Countries, Colombia 1849.

19. José Antonio Ocampo, Colombia y la economía mundial, 1830-1910, 165-67. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 20-45


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2. C onsumiendo “ bienes ingleses ” La posición de Inglaterra como el principal proveedor de importaciones a Colombia permite preguntarse qué tipo de productos fueron importados al país. Evidentemente, lo que más se importada de Inglaterra eran textiles de algodón y lana, que correspondían al 90 por ciento de las importaciones de este producto al país. Según los Libros de Exportaciones de Mercancías Británicas de 1873, un total de 1’575,560 libras de algodón fueron importadas a Colombia, lo que representó más de 101’887,760 metros de tela. Sin embargo, otro tipo de artículos también eran importados. Por ejemplo, durante el mismo período el país compró 3,923 libras de libros impresos -una inversión superior a México (£819) y Chile (£2,837) durante el mismo año- £9,370 en relojes, £11,998 en loza y porcelana y £1,173 en instrumentos musicales. Mientras México compró sólo seis decenas de sombreros en el período mencionado y Chile 1,522, Colombia adquirió un total de 3,07920. Gran parte de estos productos eran, sin duda, enviados a la capital. Bogotá, a pesar de su localización y del costo y las dificultades para transportar mercancías de la costa hasta la ciudad, tuvo como función central en el siglo XIX la distribución de mercancías extranjeras en toda la zona entre Bucaramanga y Neiva. Una de las principales causas de este fenómeno fue la debilidad del comercio interregional, que reducía la posibilidad de desarrollar una fuerte estructura comercial a nivel nacional y, por lo tanto, incentivaba la dependencia de productos extranjeros. Además, el alto costo de transporte por tierra entre las provincias no justificaba el comercio con otras ciudades, a menos de que se tratara de productos que no se podían producir localmente. Esta circunstancia fue aprovechada por los comerciantes, quienes comenzaron a importar mercancías para distribuirlas a las provincias con peores vías de acceso al río Magdalena que Bogotá -como Tunja y Socorro-, así como a ciudades y pueblos que a pesar de estar más cerca del río, no contaban con recursos suficientes para participar en el comercio internacional21. El flujo de un gran número de gente acomodada de provincia a la capital también explica la promoción del comercio de importación en Bogotá. Empresarios y políticos de las provincias, junto con ricos comerciantes y terratenientes de la capital a pesar de sus diferencias ideológicas constituían en el siglo XIX la clase alta de la ciudad. Este reducido grupo comenzó a compartir los mismos patrones de consumo y a apreciar, de igual forma, el contacto con Europa. De hecho, la gran mayoría de los provincianos que migraron a la capital comenzaron a considerarse como bogotanos, así como sus hijos, quienes 20. TNA, PRO, CUST 8/70, Ledgers of por su influencia se criaron en ésta. Tal fue el caso de José María Exports of British Merchandise Under Countries, Colombia 1873. Samper, nacido en Honda y criado en la ciudad de Bogotá, quien 21. Frank Safford, Commerce and declaró enfáticamente que él no era ni un chapetón ni un calenEnterprise in Central Colombia, 1821tano, sino más bien un cachaco: en otras palabras, un bogotano22. 1870, 314-326. 22. José María Samper, Historias de un alma (Medellín: Bedout, 1971), 54. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 20-45


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Este grupo de hombres se convirtió en el principal consumidor de lo que, bajo los estándares del siglo XIX, se denominarían “bienes ingleses”. Finalmente, no sobra anotar que la reducida producción local de ciertos bienes de consumo fue un factor que, igualmente, impulsó el consumo de bienes extranjeros en la Bogotá del siglo XIX. Aunque se observaron intentos por establecer fabricas nacionales para suplir la demanda de ciertos bienes, como por ejemplo porcelana y vidrio, esta producción no restó relevancia a la demanda de bienes extranjeros. Antes de entrar a analizar el significado que los bogotanos asignaron a los objetos extranjeros, es necesario estudiar qué se consideraba como un “bien inglés” en esa época. Es claro que los bienes ingleses, propiamente dichos, fueron consumidos a lo largo del siglo XIX tanto por los miembros de la clase alta bogotana como por los campesinos del interior. No obstante, mientras que los primeros compraban costosos juegos de mesa, ropa lujosa, e incluso cerveza y vidrio inglés, los habitantes de las zonas rurales, compraban algodón barato y manufacturas de lana inglesas23. Por lo tanto, el origen de los bienes parece haber sido reconocido explícitamente cuando éste era “registrado” como un bien de lujo para el consumo de la clase alta, e 23. Evidentemente una gran mayoría de los bienes ingleses importados a ignorado intencionalmente cuando estaba destinado al conColombia eran textiles de algodón sumo de las clases bajas24. En otras palabras, mientras una y telas burdas para el consumo general, sobre todo teniendo en camisa barata de algodón ingles era simplemente una camicuenta su bajo costo. No obstante, sa, una levita importada era claramente una levita inglesa. este tipo de bienes no ameritaron la categoría de “bienes ingleses”, al Esta diferenciación se debía al hecho de que la clasificación menos para las clases altas. del objeto como “inglés” cumplía específicos objetivos cul24. Para comprender la importancia de turales de la clase alta. los “registros” en lo que se refiere a la clasificación e intercambio de Irónicamente, mientras que el término “inglés” lo resobjetos desde un punto de vista tringían a los bienes considerados como bienes de lujo, era teórico ver: Arjun Appadurai, “Introduction: commodities and bastante flexible en otro nivel. En efecto, lo que realmente le the politics of value”, en The Social importaba a la sociedad bogotana era que el objeto pareciera Life of Things: Commodities in cultural perspective. Nueva York: Cambridge “inglés”, independientemente de si era o no auténticamenUniversity Press, c1986. Igualmente, te extranjero. Un buen ejemplo de la flexibilización de la para una aplicación de dicha teoría y un análisis comparativo de las categoría de “lo inglés” era el hecho de que la ropa conimplicaciones de las categorías feccionada en Bogotá, con materiales extranjeros, seguía asignadas a los bienes en función de valores como identidad nacional, considerándose inglesa. Es así como la venta de “‘paños anver: Karl Gerth, China made: consumer 25 chos de buena calidad” , anunciada en los periódicos de la culture and the creation of the nation, (Cambridge, Mass.; London: Harvard época, o de “un elegante surtido de […] paño para hacer saUniversity Asia Center, 2003). 26 cos o sobretodos, […] casacas i levitas” , permitió a la gente 25. El Constitucional, Bogotá, 19 de acomodada y de medianos recursos solicitar a sus sastres agosto, 1824. 26. El Pasatiempo, Bogotá, 31 de enero, 1852. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 20-45

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Imagen No. 1: Propaganda Alexander Koppel & Cia.

Fuente: Directorio General de Bogotá, Jorge Pombo y Carlos Obregón, Propietarios. Bogotá: Casa Editorial de M. Rivas & Cia., 1887. Colección privada Malcolm Deas.

que los vistiesen a la moda inglesa. Su vestido sería entonces inglés, a pesar de haber sido confeccionado en la capital. En pocas palabras, mientras por un lado la categoría de “bien inglés” se restringía a los artículos de lujo, por otro, la connotación de “inglés” se ampliaba en cuanto al tipo de bienes que podían ameritar esta categorización. Concluir que esta flexibilización fue el fruto de las circunstancias económicas que Colombia experimentó durante el siglo XIX, y de las pocas alternativas que tenía la clase alta para acceder a esos bienes, es reducir el asunto significativamente. La categoría de “lo inglés” se consolidó en el terreno cultural, y para entenderlo es necesario estudiar lo que estos objetos significaron para la clase alta bogotana en el siglo XIX, un grupo social que estaba participando en la consolidación de una nación moderna y en la construcción de su propia identidad social.

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3. C onsumo y N ación Una vez alcanzada la Independencia, los colombianos asumieron la tarea de construir una nación “moderna”27. Para la clase alta esto significaba formar parte de la cultura occidental, adoptar sus ideologías, imitar sus modales y acoger sus instituciones políticas. El consumo de bienes europeos y la adopción de la cultura material inglesa formaron, por lo tanto, una parte importante de este esfuerzo por reafirmar su lugar como occidentales. Es por ello que el consumo de objetos ingleses se convirtió en un espacio en el que cuestiones de identidad nacional y “modernidad” serían impugnadas y reafirmadas a lo largo del siglo XIX. La Independencia significó, al menos para la clase alta, una ruptura con su pasado colonial. Con esta ruptura vino el convencimiento de que las pobres condiciones económicas y culturales del país habían sido el resultado del control español, y que una estrecha relación con los países del noroeste europeo garantizaría la superación de dicho atraso. La adopción de modas europeas en el vestir, el cambio de los espacios domésticos, el consumo de alimentos extranjeros y la modificación del comportamiento en las reuniones sociales se convirtieron, por lo tanto, en mecanismos no sólo para acercarse al mundo occidental, sino para romper con la herencia española. Sin embargo, en lo que respecta a las condiciones materiales de los bogotanos, este acercamiento no fue inmediato, sino más bien lento y gradual. En los primeros años después de la Independencia, los bienes ingleses se vieron obligados a compartir el mismo espacio con la cultura material católica del período colonial. Mientras que hombres elegantes de clase alta llevaban abrigos ingleses importados de Jamaica, mujeres con collares de perlas vestían las tradicionales mantillas españolas. En la década de 1820, retratos de la Dolorosa continuaban colgados en las salas de las casas, cerca de los recientemente adquiridos muebles ingleses o relojes europeos de mesa. Los cambios eran lentos y difíciles, no sólo porque Bogotá aún conservaba una considerable fracción católica y tradicional, sino porque las limitaciones de transporte -en tiempo y dinero- restringían el acceso de los bogotanos a los productos extranjeros. Sin embargo, lo que más dificultaba la transformación de la cultura material bogotana era que las ideas de la clase alta sobre el comercio, el progreso y la modernidad cambiaban con mayor rapidez que las prácticas para comerciar y comprar bienes. Por lo tanto, aunque la clase alta quisiera superar sus vestigios coloniales, que dicho pasado había construido durante siglos, la transformación del mundo material fue lenta e incluso paradójica. Aunque gradual, el cambio comenzó a vislumbrarse en la segunda década del siglo XIX. Viajeros y diplomáticos que llegaron a la capital en los primeros años después de la Independencia, señalaron que a pesar 27. Marco Palacios, Estado y clases sociales en Colombia (Bogotá: Presidencia de la República, 1986), 89. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 20-45


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de la moderación de los bogotanos, los bienes ingleses comenzaban a verse en las casas de las personas más acomodadas. Mientras que el diplomático francés, August Le Moyne, afirmaba que vajillas inglesas podrían encontrarse en la mesas de las casas de la capital28, Gaspard-Théodore Mollien indicaba que las antiguas alfombras de paja de los indígenas ya no eran utilizadas por la gente distinguida, puesto que había sido remplazadas por tapetes de manufactura europea29. No fue sólo en las casas en donde los bienes ingleses empezaron a aparecer. El consumo de alimentos importados también comenzó a modificar las costumbres locales. John Steuart mencionaba, por ejemplo, que aunque los bogotanos conservaban una particular forma de cocinar, “en la casa de gente distinguida y opulenta, los platos generalmente eran una mezcla de comida francesa e inglesa”30. John Hamilton, por su parte, anotaba que el refrigerio servido en una reunión de importantes políticos de la República a principios de la década de 1820 incluía cerveza inglesa, ron de Jamaica y vino español. Igualmente, declaró que “la cerveza [que] venía de Inglaterra era considerada como un gran lujo” del cual “el Ministro de Finanzas era tan aficionado como cualquier John Bull podría serlo”31. Así como sucedía con otro tipo de bienes extranjeros, lo que atraía a las clases altas bogotanas a la cerveza inglesa no era particularmente su sabor sino que la práctica de beberla era extranjera y por asociación, moderna32. En consecuencia, tener un reloj de cuerda en el bolsillo o usar un sombrero de copa -en un ambiente aún bastante colonial- se convirtieron en una evidente demostración de contacto con el mundo moderno, y simultáneamente, una confrontación a los valores heredados del sistema español. 28. Augusto Le Moyne, Viajes y Estancias Sin embargo, lo más significativo de las descripciones dadas por en América del Sur: La Nueva Granada, Santiago de Cuba, Jamaica y el Istmo los europeos que visitaron la capital en las dos primeras décadas de Panamá, 202. del siglo XIX fue no sólo el contraste entre la incipiente aparición 29. Gaspard-Théodore Mollien, Travels de mercancías extranjeras dentro de una sociedad bastante tradiin the Republic of Colombia in the years cional, sino el esfuerzo de la gente acomodada por superar dicha 1822 and 1823, 191. condición. Por ejemplo, cuando Hamilton ofreció un baile formal 30. John Steuart, Bogotá in 1836-7, 151. en honor del vicepresidente se sorprendió porque el “baile termi31. John Hamilton Potter, Travels nó siendo lucrativo para los sastres, quienes estuvieron ocupados through the interior provinces of Colombia, Vol I, 139. por el resto del tiempo en confeccionar breeches (pantalones)”33. 32. Tulio Halperin-Donghi, The De acuerdo con el coronel británico, era tan importante para los aftermath of revolution in Latin bogotanos vestir de acuerdo con la última moda inglesa, que “un America (Nueva York; Londres: Harper and Row, 1973), 89. caballero de edad se disculpó por no asistir al baile, arguyendo 33. John Hamilton Potter, Travels que los sastres tenían tanto trabajo que no le fue posible que le through the interior provinces of hicieran sus breeches”34. Colombia, Vol. I, 215. 34. John Hamilton Potter, Travels through the interior Vol. I, 215. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 20-45


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Este afán por acomodarse a la moda europea era parte de un proyecto más amplio que buscaba cambiar las condiciones en las que el país se encontraba antes de la era independentista. El carácter de las guerras de independencia tuvo como consecuencia que la élite criolla optara por buscar referentes extranjeros para la construcción de nación35; referentes que no se limitaron a las políticas económicas y a las instituciones políticas, sino a la adopción de una cultura material coherente con el modelo republicano36. Por consiguiente, aunque el consumo de objetos europeos hubiera tenido lugar antes de la Independencia, los significados de las mercancías inglesas cambiaron significativamente una vez ésta fue obtenida. Antes, éstos eran considerados como bienes lujosos y atesorados, por su capacidad de denotar la riqueza. Ahora, eran los principales símbolos de ruptura e independencia. El hecho de que la clase alta diera prioridad a las ideas de “modernidad” sobre las de lujo, al consumir bienes ingleses después de la Independencia se puede observar, si se estudia con detenimiento el tipo de mercancías apreciadas antes de la revolución independentista. En 1795 el testamento de Paula de Angulo, una bogotana de la clase alta, mencionaba la posesión de “seis espejos de última moda”37; mientras que el testamento de Josefa María Bustillo, un año después, inventariaba entre los objetos de mayor valor, un par de espejos ingleses para vestir38. El testamento de Margarita de León, por su parte, relacionaba dos escritorios, uno hecho en Inglaterra con trabajo en bronce y el otro al estilo inglés39. Dichos bienes sirvieron el propósito de reforzar la posición social, pero no tenían aún la capacidad de designar “modernidad”. Esto no quiere decir que este tipo de objetos haya dejado de ser un medio para adoptar el estilo de vida europeo des35. Frédéric Martínez, El nacionalismo pués de la Independencia, sino más bien que una vez que ésta fue cosmopolita: la referencia europea en la construcción nacional en Colombia, alcanzada, la cantidad de bienes ingleses aumentó significativa1845-1900 (Bogotá: Banco de la mente e incluyó otro tipo de mercancías, bienes ahora consumidos República; Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos, 2001). por más razones que sus lujosos atributos. Entre ellos se destacan 36. Arnold J. Bauer, Goods, Power and la importación de imprentas, libros prácticos y de gramática, paHistory: Latin American’s Material ños, abrigos, instrumentos musicales, plumas de plata y ropa para Culture, 127. niños, entre otros artículos. 37. Archivo General de la Nación (De Para mediados de siglo ya eran evidentes los parámetros de aquí en adelante AGN), Sección Colonia (De aquí en adelante SC), consumo y las nuevas modas que habían adoptado los bogotaFondoTestamentarias, Fondo Notaria nos. Isaac Holton, un botánico que visitó la cuidad en esta época, Segunda, 1795 ff. 70r- 74v. describía a los cachacos como jóvenes de casaca que podían ser 38. AGN, SC, Fondo Testamentarias, Fondo Notaría Segunda, 1796 ff. 319v - 322r. asimilados a lo que en inglés se conocía como bucks o dandies40. El cachaco al que Holton se refería era el prototipo del joven capi39. AGN, SC, FondoTestamentarias de Cundinamarca, 1793 ff. 893r- 910v. talino con en un cierto status social, orgulloso de sus habilidades 40. Isaac Holton, New Granada: Twenty Months in the Andes (New York: Harper & Brothers, 1857), 73. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 20-45


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intelectuales y de su elegancia41. Incluso los anuncios de prensa aprovechaban las prácticas de este grupo de consumidores. Tal fue el caso del anuncio de El Pasatiempo en 1852, que consignaba: “Cachacos elegantes: ¿Queréis ostentar en las tertulias i bailes una lucida corbata de última moda?”42. La mayoría de estos jóvenes eran abogados liberales, nacidos en la década de 1820, que consideran su deber eliminar todo vestigio colonial y adoptar las políticas de libre comercio y el individualismo liberal, promovidas en gran medida por Inglaterra. Gran Bretaña se constituía entonces como símbolo de comercio, progreso y empresa; una asociación que fue extendida igualmente a sus productos43. Como consecuencia de ello, los avances del país comenzaron a medirse en virtud de la cantidad de objetos importados y consumidos en la capital. En 1849 José María Cordovéz Moure juzgó, por ejemplo, el grado de progreso de la capital a partir de la aparición de objetos extranjeros en las casas de la gente acomodada, tales como muebles modernos, piezas de cristal y pianos ingleses44. La prensa adoptaría un criterio bastante similar. En 1853 El Pasatiempo establecía: “Por todas partes, en todos los barrios, están siendo refaccionadas o se edifican casas, se enlosan calles, se hacen elegantes almacenes. Las personas que se ausentan por uno o dos años de la capital, se sorprenden a su regreso al ver las mejoras que esta recibe. Por donde quiera penetra el buen gusto: las casas de las gentes acomodadas, en lo general, se cubren de gruesas alfombras, de espejos gigantescos, de complicadas arañas y resplandecientes lámparas, de muelles y resortes, de costosas cortinas, de ricas vajillas; las ruedas se aumentan y en diez leguas a la redonda hoy se viaja en carruajes de alquiler cómodamente. Cada año se importan diez o doce pianos excelentes que vienen a aumentar los trescientos que hay en Bogotá. Las imprentas se mejoran. Los extranjeros útiles, artesanos, ingenieros y modistas se multiplican”45.

41. Anthony P. Maingot, “Social structure, social status, and civil-military conflict in Urban Colombia 18101858”, en Nineteenth Century Cities: Essay in New Urban History, ed. Stephan Thermstrom and Richard Sennet (New Haven, Conn.: Yale University Press, 1969), 305. 42. El Pasatiempo, Bogotá, 8 de enero de 1852. 43. David Bushnell and Neill Maculay, The Emergence of Latin America in the Nineteenth Century, 188-189. 44. José María Cordovéz Moure, Reminiscencias de Santafé y Bogotá (Madrid: Aguilar, 1957), 31.

En consecuencia, el consumo de bienes ingleses para esta generación produjo un sentimiento de incorporación al mundo europeo y con éste, una confianza en el porvenir del país que iría de la mano con el optimismo generado por la expansión de economía de exportación a mitad de siglo. A través de este consumo la clase alta buscaba no sólo identificarse con Europa, sino ser reconocida por ésta como una clase alta culturalmente europea. Sin embargo, para la década de 1870 el contacto más directo con Europa, gracias a las mejoras en los sistemas de transporte tanto nacionales como interoceánicos, les había hecho entender que su deseada proximidad

45. El Pasatiempo, Bogotá, 24 agosto, 1853. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 20-45


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con el antiguo continente estaba lejos de convertirse en una realidad, y que éste los reconocía no como sus pares, sino como sujetos culturalmente inferiores. Esta frustración se vio reforzada por los desfavorables resultados de las reformas económicas liberales y la caída de las exportaciones de tabaco (1878-1882), que dejaron al país en un crítico estado financiero. 4. C onsumo y D iferenciación El consumo de bienes ingleses no se limitó a las dinámicas de construcción nacional. Debido a las ambigüedades sociales que jugaron un papel significativo a lo largo del siglo XIX, la clase alta bogotana buscó a través del consumo de bienes extranjeros afirmar su identidad más “pura” y “civilizada”, y con ello diferenciarse de las demás clases sociales de las que, debido al alto grado de mestizaje, podían confundirse con gran facilidad. Esta preocupación fue manifestada por Don Alfonso Ricaurte un año antes de grito de independencia. En palabras de Ricaurte: “[T]odos en mi círculo creemos que debe reglamentarse el uso de la ropa, pues resulta inconveniente que ciertas gentes de procedencia no clara, se den el lujo de vestirse como lo hacen las gentes de bien y se den ínfulas de magistrados […]”46. Su afirmación resumía la preocupación de los capitalinos acomodados por la movilidad tanto racial como social que generaría el nuevo sistema republicano, una vez las restricciones legales y culturales impuestas por el orden colonial desaparecieran. A pesar de su preocupación, dichos cambios no ocurrieron tan rápido como Ricaurte y sus coetáneos lo esperaban. Para 1882, el observador Alfred Hettner aún percibía algunos de los vestigios coloniales en la capital. En Bogotá, afirmaba el observador extranjero, “la raza blanca [se encuentra] en la alta sociedad y la sangre india en las esferas bajas, quedando formada la clase media por una mezcla, más o menos por partes iguales, entre las dos”47. Mientras Hettner se preocupaba por reseñar las capas sociales y sus respectivas correspondencias raciales, también percibía los mecanismos utilizados por los miembros de la clase alta para reafirmar su posición social. Hettner observó, por ejemplo, que “la ruana, lo mismo que el sombrero alto de paja, accesorios tan indispensables tanto para viajar como para uso en la vida campestre, son prendas mal vistas para uso urbano por la alta sociedad. Así que apenas algunos 46. Citado por Antonio Montaña, caballeros ya de edad siguen vistiendo el antiguo manto español, Cultura del vestuario en Colombia: 48 habiendo adoptado la mayoría el estilo europeo de vestir” . antecedentes y un siglo de moda,

De esta forma el consumo de bienes extranjeros se convirtió en un mecanismo para desafiar, reafirmar y transformar cuestiones de

1830-1930 (Bogotá: Fondo Cultural Cafetero, 1993), 23.

47. Alfred Hettner, Viajes por los Andes colombianos: 1882-1884, 306. 48. Alfred Hettner, Viajes por los Andes colombianos: 1882-1884, 306.

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Fuente: Directorio General de Bogotá, Jorge Pombo y Carlos Obregón, Propietarios. Bogotá: Casa Editorial de M. Rivas & Cia., 1887. Colección privada Malcolm Deas.

raza, identidad y status social. A pesar de la Independencia, el reconocimiento social en Bogotá del siglo XIX estaba aún basado en los parámetros del orden colonial. Sin embargo, otros valores comenzaban a ser altamente apreciados49. Aunque las consideraciones sobre la pureza de sangre, las conexiones familiares, la ocupación y la educación continuaban siendo atributos importantes para la adquisición de cierto status en la capital, la acumulación de riqueza y la participación de los miembros de las clases altas en el comercio también comenzaron a ser altamente valorados por la sociedad. José María Samper constituye un claro ejemplo de este sistema mixto de status social. Aún así, se declarara patriota y republicano. Samper no desconocía su origen español. “Por mí se decir que me ha causado siempre gran satisfacción intima la idea de ser “bien nacido”, según 49. Anthony Maingot, “Social structure, social status, and civilmilitary conflict in Urban Colombia 1810- 1858”, 301.

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las antiguas tradiciones, mucho más me ha enorgullecido la ejecutoria que me dejaron, con su patriotismo republicano, mis padres y mis tíos”50. Además de su descendencia española, Samper también ganó prestigio social en la sociedad bogotana estudiando derecho, una ocupación que en la época colonial había sido restringida únicamente a quienes fueran capaces de probar su pureza de sangre51. Sin embargo, reconocía que esta profesión liberal no era suficiente para lograr su sustento, y por lo tanto dedicó gran parte de su vida al comercio sin considerar esta opción como deshonrosa52. Todo lo contrario: su participación en las actividades de importación de bienes extranjeros -desde libros hasta vajillas y maquinaria pesada- fue concebida por él como una participación “heroica” en el desarrollo del país y en el comercio de exportación. Ahora bien, este sistema de status social, que mezclaba características de la sociedad colonial y de la republicana, se vio completado por la adopción de un particular estilo de vida que dependía altamente del consumo de bienes extranjeros. La clase alta aprovechó estos objetos, y sobre todo la relación entre éstos y los conceptos de “buen gusto” y “lujo” para demarcar sus fronteras sociales. El objetivo de dicha demarcación era unir a quienes compartían las mismas condiciones materiales de existencia y distanciarse de aquellos que no estaban en capacidad de satisfacer su mismo estándar de 50. José María Samper, Historia de un alma, 18. vida53. Aún más significativo fue que la esfera cultural en la que 51. Ver Víctor Manuel Uribe Uran, la construcción de este nuevo y legítimo estilo de vida estaba Honorable lives: lawyers, family, siendo construido era específicamente la esfera de la moda, la and politics in Colombia, 17801850 (Pittsburgh: University of comida y los bienes de consumo doméstico. Objetos dentro de Pittsburg press, c2000), 105-114; los que evidentemente se encontraban los bienes ingleses de lujo Jaramillo Uribe, “El proceso de la educación del virreinato a la que estaban siendo importados por la clase alta bogotana, entre época contemporánea”, en Manual éstos, pianos “de fabrica inglesa”54, vajillas, sobretodos y somde Historia de Colombia (Bogotá: Procultura S.A., 1982), Tomo III, brillas inglesas. La familia Samper, por ejemplo, anunciaba en la 247-339 y Renán Silva, “La vida década de 1850 la venta de: cotidiana universitaria en el Reino “Loza de pedernal fina. Samper i Ca. Tienen en Honda i esperan, un surtido completo de loza inglesa fina de pernal blanca, azul, morada i rosada. Se vende por mayor i por menor a buenos precios i al contado. Consiste el surtido en soperas, fuentes, ensaladeras, bandejas, azucareras, mantequilleras, salseras, rabaneras, saleros, tazas i jarras para baño, tazitas con platitos para té, id. id. para café, pocillos, jarritas, casinillas i tazas bolas”55.

En síntesis, la clase alta de la capital había asegurado su posición desarrollando un capital tanto económico como social,

de la Nueva Granada”, en Historia de la vida cotidiana en Colombia, ed. Beatriz Castro Carvajal (Bogotá: Grupo Editorial Norma, 1996).

52. José María Samper, Historias de un alma, 216. 53. Pierre Bourdieu, Distinction: a social critique of the judgement of taste. Translated by Richard Nice. Londres: Routledge & Kegan Paul, 1984. Introducción. 54. El Constitucional, Bogotá, 24 de junio, 1824. 55. El Pasatiempo, Bogotá, 20 de julio, 1853.

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representado en el control de los cargos públicos, la escogencia de profesiones como el derecho y el acceso a la educación superior. Pero debido a cambios producidos por la Independencia, también tuvo la oportunidad de fijar parámetros en el ámbito de la cultura material y en las prácticas de la vida cotidiana, capaces de complementar el nuevo sistema de status social republicano. Como consecuencia de esta actitud, la forma de vestir en el siglo XIX fue utilizada ya no como un creador de identidad -como había sucedido en la época colonial, en particular a mediados de siglo XVIII-, sino como un reflejo de las identidades de clase existentes56. Ésta era no sólo la percepción de la clase alta, sino incluso de las clases populares quienes también veían entre los diferentes estilos de vida de ambos grupos sociales, signos de diferencias de clase. En 1853, por ejemplo, los artesanos de Bogotá se rebelaron contra la fracción liberal radical para protestar en contra de las modificaciones a las tarifas de importación y al incremento en el precio de alimentos. A pesar de sus diferentes posiciones ideológicas, las identidades de clase de estos dos polos del conflicto se hicieron evidentes más que todo por su forma de vestir. Por un lado, los artesanos comenzaron a ser identificados como “los de ruana”, mientras que los jóvenes liberales, muchos de ellos miembros de la clase alta, fueron identificados como “los de casaca”. Éstos últimos eran los principales consumidores de ropa y telas inglesas. Sin embargo, el interés de la clase alta por los bienes de lujo extranjeros fue complejo. Conservadores y liberales, cuyas principales diferencias recaían sobre la intervención de la Iglesia en los asuntos del Estado y en la protección de los valores tradicionales, compartían la visión de promover el progreso del país, y por lo tanto favorecían en su mayoría la importación de bienes y modas extranjeras. Con todo, algunos conservadores vieron que la clase alta estaba consumiendo en extremo. A mitad de siglo XIX El Mosaico criticaba fuertemente el encanto por los artículos de lujo y cuestionaba cómo el deseo por adquirir bienes extranjeros había surgido en una sociedad caracterizada por el poco desarrollo de sus industrias, la pobreza y la falta de capital. El semanario establecía: “El lujo es excesivo y ruinoso en Bogotá por que él es el que alimenta el llamado comercio de esta capital, i el que esta llamado a improvisar fortunas inmensas en pocos días. La vanidad, el deseo necio de ostentar, la ridícula emulación son tan ciegos que sin reparar el camino por donde van, ni a donde han de parar, corren desatentados en pos de una fruslería, de un trapo miserable. I el comerciante, riendo de esta imbecilidad, 56. Rebecca Earle, “‘Two Pairs of Pink Satin Shoes!!’: Clothing, Race and se aprovecha de la locura i ceguedad de sus consumidores para Identity in the Americas, 17th-19th chuparles hasta la última gota de sustancia”57. Centuries”, History Workshop Journal 52 (2001), 175-195.

57. El Mosaico, Bogotá, 30 de abril, 1859. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 20-45


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Pero este rechazo al consumo de bienes de lujo, entre ellos los objetos ingleses, no fue lo suficientemente fuerte como para incentivar a los miembros familias más tradicionales y a los conservadores de la clase alta a establecer diferentes parámetros de consumo. Rechazarlos significaba, por una parte, distanciarse de los demás miembros de su clase social, quienes se definían a sí mismos por los parámetros de buen gusto y por el consumo de productos extranjeros, y por otra parte, distanciarse de un proceso más amplio que estaba teniendo lugar en la capital a la largo del siglo XIX; esto es, un proceso hacia la “civilidad”. En este sentido, no era sólo la posesión de los bienes extranjeros lo que reafirmaba la posición social, sino el conocimiento sobre cómo debían utilizarse lo que garantizaba la capacidad de los objetos de servir como marcadores de status. Para ello, los miembros de la clase alta tuvieron que acceder a las normas de comportamiento que la sociedad europea había establecido para el “correcto” uso de determinados productos. Es así como se tradujeron diversos manuales de conducta, como fue el caso de la traducción de Florentino González del Manuel du savoir-vivre de Alfred Meilheurat en 185858. Finalmente, a pesar del acceso de los otros grupos sociales al conocimiento de estas reglas de comportamiento, gracias al sinnúmero de manuales de urbanidad publicados en la época, la clase alta encontró otras formas para diferenciarse de las demás clases sociales, tales como la imitación de las prácticas cotidianas europeas. En 1859, por ejemplo, la prensa reprendía a las mujeres de clase alta por consumir té en vez del tradicional chocolate: “Vosotras, siguiendo la corriente i el impulso de la moda habéis querido sustituir el excelente, sabroso, el nunca bien, como se debe, alabado chocolate por una decoccion de lo que aquí se llama té i que en realidad no se sabe 58. Debido a que los cambios en la lo que es, por lo cual nosotros lo llamaremos X en vez de T. ¿En donde cultura material, la clase alta vio la teneis, bellas lectoras, el paladar, el gusto i aun el buen sentido para necesidad de aprender cómo eran utilizados ciertos bienes -la forma proscribir una costumbre nacional, que hoi es bien recibida i aceptada de vestir y de utilizar los enseres en las mejores sociedades del viejo mundo? ¿Os parece que toda domésticos, la forma de disponer la mesa, el uso del sombrero- de costumbre por ser extranjera es de buena lei, i que debemos adoptarla acuerdo con los parámetros 59 con este solo pasaporte?” . europeos. Consecuentemente,

A pesar de la irritación del periódico, la práctica de consumir té había sido aceptada por las señoras de clase alta de la capital desde los primeros años del siglo XIX. Una costumbre confirmada tanto por extranjeros como por locales60. Consumir té se convirtió, por lo tanto, en un signo de refinamiento y, por contraste, en un claro rechazo a las costumbres locales. Adicionalmente, no era sólo el acto de tomar té lo que estaba generando esta distinción, sino la vajilla -posiblemente inglesa- que estaba siendo utilizada para beberlo.

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manuales de conducta extranjeros fueron traducidos para satisfacer esta necesidad. Esto impulsó la publicación de manuales de conducta dirigidos específicamente a este grupo social. Ver Patricia Londoño, “Cartillas y manuales de urbanidad y del buen tono: catecismos cívicos y prácticos para un amable vivir”, Revista Credencial 85 (Enero, 1997): 10-13.

59. El Mosaico, Bogotá, 30 de abril, 1859. 60. John Steuart, Bogotá in 1836-7, 154 y José María Cordovez Moure, Reminiscencias de Santafé y Bogotá, 32.


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C onclusión : los objetos y las fronteras culturales Cuando las mercancías cruzan fronteras culturales, el historiador se ve enfrentado a una serie de preguntas. ¿Tiene el mismo significado un sombrero de copa negro para un coronel británico, en la década de 1820, que para un vicepresidente de Colombia en la misma década? ¿Consumían el té las mujeres de la clase alta bogotana de la misma forma a como lo hacían las mujeres inglesas de similar clase social? ¿Tiene la misma importancia para sus dueños un piano, que ha sido llevado sobre los hombros de indios a través de montañas hasta Bogotá, que el mismo piano en Londres? Responder estas preguntas es, al mismo tiempo, preguntarse acerca de las repercusiones culturales del consumo. Así mismo, implica explorar la interdependencia entre los objetos y la cultura y las transformaciones que sus significados sufren una vez cruzan sus fronteras de origen61. Y es precisamente este tipo de cuestionamiento el que se requiere para completar el estudio del consumo de bienes ingleses en la Bogotá del siglo XIX. Dos enfoques distintos, aunque no contradictorios, pueden utilizarse para desentrañar los efectos del “consumo de cultura a cultura” (cross-cultural consumption) que tuvo lugar en la capital colombiana. Por un lado, un análisis de las percepciones de los extranjeros sobre el consumo de bienes ingleses permite identificar la distancia que existe entre el consumo de un producto determinado en Inglaterra y su consumo en Bogotá. Por otra parte, y teniendo en cuenta que analizar únicamente la percepción extranjera puede implicar diversas limitaciones, es indispensable reconsiderar la relación entre cultura y consumo - soportándose en los aportes de la antropología en esta materia- para comprender cabalmente el tipo de transformaciones que los objetos experimentan una vez cruzan sus fronteras culturales. Tanto el enfoque descriptivo como el teórico serán necesarios para comprender las implicaciones culturales del desplazamiento de los objetos de una sociedad a otra. La autenticidad, el buen gusto y el confort fueron los principales parámetros que utilizaron los europeos para describir el consumo de bienes ingleses en Bogotá. La artificialidad de la clase alta fue, por ejemplo, una de las principales observaciones formuladas por éstos con respecto a la utilización de la moda europea. En 1853, Isaac Holton escribió que era “tal el esfuerzo que hacían [los miembros de la clase alta] para eliminar cualquier vestigio nativo en su vestido, que no era difícil pensar que ellos habían sido también 61. David Howes, ‘Introduction: Commodities and cultural borders’, 2. importados y empacados en aserrín”62. La falta de autenticidad de la élite se vio reforzada por el hecho de que el consumo de los 62. Isaac Holton, Nueva Granada: Doce meses en los Andes, citado por Aída bienes de lujo era llevado a cabo en una ciudad que, aún en las Martínez Carreño; “Sastres y últimas décadas del siglo XIX, no tenía servicios públicos básicos modistas: Notas alrededor de la historia del traje en Colombia”, Boletín Cultural y Bibliográfico 28 (1991): 62.

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ni un regular sistema de transporte, y cuyas tiendas y casas aún tenían “el rudo estilo del siglo diecisiete”63. Por lo tanto, más que el uso que los bogotanos daban a los objetos extranjeros, fue la distancia entre estos objetos y su entorno lo que sorprendió a los observadores europeos. A pesar de la pobreza de Bogotá, es cierto que algunos de los testimonios extranjeros admiraban ciertas prácticas de consumo de la sociedad capitalina. De acuerdo con algunos de sus recuentos era posible encontrar en las tertulias mujeres bogotanas de “mucho gusto”, al mismo tiempo que personas con gran “estilo y porte”64 en reuniones que parecían más una velada europea que una asamblea en Bogotá. Sin embargo, esto último no significaba que la clase alta se ajustara por completo a los estándares de buen gusto europeos. Cochrane, por ejemplo, se quejaba de las mujeres bogotanas que utilizaban medias de seda con vestidos negros y zapatos de colores, una combinación que de acuerdo al coronel británico “nosotros los europeos consideramos de mal gusto”65. Además de la probable falta de buen gusto, las prioridades en el consumo de la clase alta también fueron consideradas por los visitantes extranjeros como inusuales. Comprar costosos muebles europeos, pero vivir en casas poco lujosas; o esconderse bajo las mantillas negras en el interior de sus casas, pero adoptar su vestimenta europea cuando el espacio de sociabilidad así lo demandaba. Estos comportamientos fueron vistos por aquellos no sólo como curiosos, sino en ocasiones como poco admirables. El grado de confort era también un área en la que los que extranjeros criticaban a los bogotanos. Steuart, por ejemplo, menciona que ‘efectivamente la palabra comfort en su aceptación más general y su sentido más verdadero, no se encuentra del todo en su vocabulario […] en definitiva, toda su forma de vida es de la más miserable descripción”66. La falta de preocupación de los colombianos por la comodidad en su esquema de vida terminó distanciándolos de los parámetros europeos de consumo, por cuanto las mejoras en los niveles de vida eran, bajo ojos ingleses, una medida de progreso y civilización67. En efecto, contrario a los valores europeos del siglo XIX, la clase alta colombiana consumía bienes extranje63. John Steuart, Bogotá in 1836-7, 143. ros de lujo con el objetivo de exhibir, por cuanto la elegancia y la 64. Rosa Carnegie-Williams, A year in the gentileza eran prioritarias en el consumo de este tipo de bienes. Andes, or a Lady’s Adventures in Bogotá. Este comportamiento terminó no sólo socavando la capacidad de Londres: London Literary Society, c1883, 107. la clase alta de consumir por “las razones correctas” de conformi65. Cochrane, Journal of a Residence and dad con los estándares europeos, sino reforzando su falta de buen Travels in Colombia, during the years gusto y refinamiento. 1823 and 1824. Vol. II, 89 y Rebecca Earle, “Two Pairs of Pink Satin Puede concluirse, por lo tanto, que las principales críticas se cenShoes!!”, 175-195. traron en la distancia entre el consumo de la clase alta y su entorno, 66. John Steuart, Bogotá in 1836-7, 152-153. y no en las formas radicalmente inadecuadas de utilizar y consumir 67. John E. Crowley, “The sensibility of comfort”, The American Historical Review 104 (1999): 749-782. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 20-45


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los bienes importados. Lo que separaba a la élite de sus contemporáneos ingleses era la mezcla de su heredada cultura material española, con productos y prácticas inglesas, y el anacronismo en su consumo, pero no la falta de conocimientos acerca de cómo utilizar los objetos extranjeros. Efectivamente, la mayoría de los recuentos de extranjeros no hacen referencia a una infructuosa emulación de la clase alta de las costumbres inglesas a causa de sus distintos orígenes culturales. En cierto modo esto nos lleva a cuestionarnos la relación que existe entre la cultura y los objetos y sobre todo, si los significados inscritos en ellos por una sociedad determinada se limitan a un específico milieu cultural. Siguiendo la máxima de Mary Douglas de que el consumo es la esfera en la que la cultura es combatida y moldeada, historiadores y antropólogos han reconocido que la cultura se construye a través del consumo. Bajo este esquema de análisis, los objetos son entendidos como marcadores de categorías culturales, y su agrupación como un mecanismo para exteriorizar significados sociales. Ello implica que al ser estos códigos creados por una cultura específica, sólo pueden ser leídos por aquellos que conocen el código y que son capaces de interiorizar dicha información. Sin embargo, esta aproximación deja abierta la pregunta de lo que ocurre con los objetos cuando la cultura que corroboran ya no es la cultura en la que originalmente circularon68. Para explicar esta situación, los científicos sociales han recurrido a conceptos tales como la “traducción cultural” (cultural translation), la “hibridación” o la “creolización”69. Éste último, que se utiliza principalmente en lingüística para explicar lo que ocurre cuando una lengua es creada gracias a la fusión de dos o más idiomas, ha sido empleado por los historiadores para comprender cómo los productos extranjeros son re-contextualizados (reemployed) por la cultura receptora. El paradigma de la creolización acepta que, una vez los bienes llegan a un ámbito cultural diferente, los significados que se les han otorgado se transforman de acuerdo con los valores de la cultura receptora. Esta aproximación da, en consecuencia, gran importancia a la creatividad de los nuevos consumidores en la elaboración de los significados 68. David Howes ed., “Introduction: de los bienes extranjeros de acuerdo con su entorno local y rechaza Commodities and cultural borders”, 2. cualquier discusión sobre la “autenticidad” en la adopción de pro69. Sobre la teoría de la creolización ductos extranjeros por parte de la cultura receptora. y la hibridación, ver: David Howes ed., “Introduction: Commodities En el caso en estudio tal creatividad evidentemente sí existió. and cultural borders”; Peter Burke, Como se ha discutido anteriormente, los bogotanos dieron significaWhat is cultural History? (Cambridge: Polity Press, 2004), 116-121; Peter dos específicos a los bienes ingleses como signos de la modernidad Jackson, “Commodity Cultures: The y la civilidad. Ello fue precisamente parte del proceso creativo de la Traffic of Things”, Transactions of the Institute of British Geographers, New clase alta para transformar el significado de las mercancías extranSeries 24 (1999): 95-108; Ulf Hannerz, jeras, con el fin de que satisficieran sus necesidades culturales de “The word of creolisation”, Africa 57 (1987): 546-559; e Ivor Miller “Creolizing for survival in the city”, Cultural Critique 27 (1994): 153-188.

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identidad nacional y diferenciación social. Además, su creatividad se vio reforzada por el hecho de que en Bogotá el consumo de bienes extranjeros dependía de mediadores culturales entre Inglaterra y Colombia, esto es, los miembros de la clase alta quienes tenían contacto ya fuera directo o indirecto con Europa. Sin embargo, a pesar de los beneficios que ofrecen estos modelos para la comprensión del “consumo de cultura a cultura”, el estudio de la clase alta bogotana constituye un valioso caso para poner a prueba tales paradigmas, y al mismo tiempo para cuestionar la común -y no siempre correcta- hipótesis sobre el consumo de los objetos occidentales por parte de los países que no pertenecen al mundo europeo. Estos modelos se basan en la suposición de que “la creolización es una estrategia para la supervivencia de una cultura”70, debido a la imposición del sistema de valores europeo. Asumen, de igual manera, que el uso de creolización es una “estrategia efectiva para mantener la integridad cultural”71. Ambas afirmaciones parecen encajar perfectamente en un modelo colonial en donde una cultura receptora se ve obligada a aceptar la cultura dominante. Con todo, el estudio del consumo de la clase alta bogotana parece impugnar dichas afirmaciones. Es evidente que la re-contextualización de los bienes ingleses por parte de la clase alta no fue el resultado de una relación de dominación/subordinación entre las dos culturas (esto es, entre la inglesa y la colombiana, al menos no oficialmente e incluso no informalmente, como sí ocurrió en el caso de Argentina72), ni el resultado de un esfuerzo por proteger la integridad cultural. Por el contrario, la apropiación de los bienes ingleses fue el producto de una búsqueda consciente de la clase alta por intensificar el contacto cultural con Europa y, en consecuencia, un mecanismo para transformar la identidad en lugar de protegerla. Son precisamente estas dos características las que explican por que las teorías comúnmente utilizadas para comprender el consumo de objetos occidentales pueden llegar a conclusiones apresuradas, y perder de vista relevantes fenómenos culturales. Adicionalmente, el consumo de bienes europeos por parte de otras culturas es a menudo despreciado debido al aparente fracaso los nuevos consumidores en “consumir bien”, a pesar de que tales “errores” en la forma y las prácticas del consumo son generalmente interpretados como una forma de introducir, desde sus propios puntos de vista, valores extranjeros en las prácticas locales. Sin embargo, cuando el papel de cultura receptora es más activo -como es el caso de la demanda de productos ingleses por parte de la élite bogotana- que pasivo -como 70. Ivor Miller, “Creolizing for survival in la imposición de los productos europeos a esclavos africanos-, el the city”, 153-188 “error” se reduce considerablemente, al menos en lo que a la utili71. Ivor Miller, “Creolizing for survival in the city”, 153-188. zación de los productos se refiere. De hecho, los testimonios de los extranjeros, a pesar de sus comentarios acerca de la falta de gusto y 72. A.G. Hopkins, “Informal Empire in

Argentina: An Alternative View”, Journal of Latin American Studies Vol. 26: No. 2 (May, 1994): 464-484.

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comodidad de la clase alta, rara vez mencionan el uso alternativo de los objetos europeos para otra finalidad que aquella para la que originalmente fueron creados. Por lo tanto, podría argumentarse que el papel activo de la cultura receptora, encaminado a favorecer el contacto con la cultura extranjera y la falta de resistencia en la adopción de los nuevos objetos, garantiza que el uso que se le da a los bienes no sea radicalmente alterado, a pesar de que sí se presente una re-formulación de sus significados para cumplir con las necesidades culturales de sus nuevos consumidores. Ello nos invita a reconocer la necesidad de distinguir, al momento de dar aplicación a estos modelos, las condiciones sociales y culturales de los nuevos consumidores como un medio para establecer el grado de “proximidad” de éstos a la cultura extranjera y de resistencia hacia la misma. Al tener en cuenta el papel dinámico de la cultura receptora, el historiador está abriendo nuevos espacios de discusión sobre la construcción de identidades sociales a través del consumo de mercancías extranjeras. Así mismo, logra proponer en evidencia que no siempre la reformulación de los significados de los productos extranjeros busca defender la identidad cultural, sino más bien, crear una nueva. En Colombia del siglo XIX las ideas de “modernidad” y “civilidad” estuvieron representadas en las mercancías extranjeras. Estos productos terminaron, sin embargo, sin cumplir plenamente los propósitos de la clase alta bogotana. El poseer bienes ingleses se convirtió en un medio eficaz para generar diferenciación social, pero dichos bienes fracasaron como mecanismos de reconocimiento de los miembros de la clase alta como “iguales” por parte del mundo europeo. Si para el vicepresidente colombiano llevar un sombrero de copa significaba ser “moderno” y “europeo”, para el coronel británico esto definitivamente no era suficiente.

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Una mercancía irresistible. El cine norteamericano y su impacto en Chile, 1910-1930

Artículo recibido: 15 de enero de 2009; aprobado: 20 de abril de 2009; modificado: 5 de mayo de 2009.

Fernando Purcell

Una mercancía irresistible. El cine norteamericano y su impacto en Chile, 1910-1930

An Irresistible Commodity: American Cinema and its Impact in Chile, 1910-1930

Resumen

Abstract

En este trabajo se analiza la irrupción del cine

This work analyzes the irruption of American

norteamericano en Chile en las décadas de 1910

cinema in Chile during the 1910s and 1920s

y 1920, desde la perspectiva de su papel en la

with regard to its role in the formation of a

conformación de un imperio del mercado. El cine

market empire. Hollywood cinema became an

hollywoodense se transformó en una mercancía

irresistible commodity that all Chileans valued

irresistible, que llegó a ser valorada por la sociedad

irregardless of their social position. Its social and

chilena sin mayores distinciones sociales. Esto

cultural impact was enormous and turned the

generó un enorme impacto social y cultural que

United States into a new paradigm of modernity.

situó a los Estados Unidos como un nuevo referente

The consumption of movies, fashions, and

de modernidad “estilo norteamericano”. Éste se

manufactured products from the United States

concibió como alcanzable a través del consumo del

was regarded as a way to participate in this

cine, estilos y manufacturas norteamericanas, lo que

“American-style” modernity. This reinforced the

reforzó el imperialismo del mercado que Estados

market imperialism that the United States was

Unidos forjaba en el mundo en aquellas décadas.

forging during those decades.

Palabras

Key Words

c l av e

Cine, imperialismo del mercado, cultura de masas,

Cinema, Market Imperialism, Mass Culture,

modernidad, Chile.

Modernity, Chile

Historiador del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile y doctor en Historia de la Universidad de California, Davis, Estados Unidos. Sus intereses investigativos se han centrado últimamente en las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina en el ámbito cultural durante el siglo XX. Con anterioridad trabajó temas migratorios en los Estados Unidos desde una perspectiva transnacional. Motivado por el esfuerzo de internacionalizar las miradas historiográficas en Chile, ha editado un libro junto a Alfredo Riquelme, titulado Ampliando Miradas: Chile y su historia en un tiempo global. Este trabajo pronto será publicado por el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. fpurcell@uc.cl

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Fernando Purcell

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Una mercancía irresistible. El cine norteamericano y su impacto en Chile, 1910-1930 ❧ I ntroducción Existen pocas mercancías que hayan generado un impacto tan profundo en la historia reciente de la humanidad como las películas de cine. Aunque contenidas en delgadas tiras de celuloide y constreñidas al espacio de pequeños recipientes metálicos, las películas se constituyeron desde su aparición en valiosos productos de una industria cultural que influyó notoriamente en lo social, cultural y económico a partir de su comercialización y distribución a lo largo del mundo. Estados Unidos se constituyó tempranamente en el principal productor de films en el orbe, logrando una posición hegemónica en el mercado cinematográfico a partir de la Primera Guerra Mundial. La comercialización del cine y sus múltiples efectos contribuyeron de modo determinante a la expansión y posterior consolidación del singular poder imperial norteamericano de comienzos del siglo veinte, sustentado más bien en la atracción y el consumo que en la coerción y la colonización1. El éxito del cine de Hollywood se explica tanto por su sensibilidad con los intereses de las audiencias de los distintos mercados mundiales, como por el decisivo papel en la construcción de gustos y ❧ Este artículo es resultado de la formas de consumo estandarizados, tanto de películas como de investigación financiada en Chile por el proyecto Fondecyt Regular de productos publicitados en ellas. De hecho, el cine hollywoodense Iniciación N. 11060303. ayudó a posicionar tempranamente numerosos productos gracias 1. No se pueden desconocer acciones a la promoción indirecta. Ejemplos de lo anterior son la pelícuimperiales coercitivas por parte la The Girl and Her Trust de 1912, dirigida por D. W. Griffith, en la de los Estados Unidos en el período, incluidas las numerosas que aparece Dorothy Bernard bebiendo de una botella de Coca intervenciones militares en América Cola, y la constante aparición de automóviles, electrodomésticos, Latina y el proyecto colonial de las islas Filipinas. Sin embargo, lo que máquinas de escribir, ventiladores y distintos adminículos en las primó en definitiva fue un proyecto películas norteamericanas. con afanes hegemónicos que no se sustentó primordialmente en el colonialismo, como ocurrió en el caso europeo.

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Una mercancía irresistible. El cine norteamericano y su impacto en Chile, 1910-1930

En las siguientes páginas se analizará el papel del cine hollywoodense en la conformación del peculiar imperialismo norteamericano, tomando como ejemplo el impacto que éste ocasionó en Chile2 en las décadas de 1910 y 1920, cuando la sociedad chilena comenzaba a consolidar su propia cultura de masas. Esto permitirá valorar la relevancia del cine en el proceso de construcción imperial de los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo veinte, así como entender las motivaciones y las formas de participación de los chilenos en dicho proceso.

2. La relevancia e impacto de la escaza producción cinematográfica chilena en el período fue mínima y el objeto de estudio del artículo escapa al cine chileno, por lo que ha quedado fuera del análisis. Importantes publicaciones y trabajos sobre cine chileno han sido elaborados por Mario Godoy, Eliana Jara, Julio López, Jacqueline Mouesca, Hans Mülchi, Carlos Ossa y Alicia Vega, entre otros. 3. Algunos de los trabajos más influyentes que incorporan aspectos culturales relativos a América Latina son: Amy Kaplan y Donald E, Pease eds., Cultures of United States Imperialism (Durham: Duke University Press, 1993); Gilbert M. Joseph, Catherine C. Legrand y Ricardo D. Salvatore eds., Close Encounters of Empire. Writing the Cultural History of U.S.Latin American Relations (DurhamLondon: Duke University Press, 1998); Ricardo Salvatore, Imágenes de un imperio. Estados Unidos y las formas de representación de América Latina (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2006) y Fred Rosen ed., Empire and Dissent, The United States and Latin America (Durham: Duke University Press, 2008). 4. Acerca de la participación de diversos agentes en el proceso de construcción del imperialismo norteamericano ver Ricardo Salvatore, “The Enterprise of Knowledge. Representational Machines of Informal Empire”, en Close Encounters of Empire, 70-76. 5. Mark Crinson, Empire Building: Orientalism and Victorian Architecture (New York: Routledge, 1996), 2.

1. I mperio del mercado Debido a la posición que pasó a ocupar Estados Unidos dentro del orden mundial tras el fin de la Guerra Fría, han proliferado una serie de estudios sobre el imperialismo norteamericano en América Latina y el mundo desde inicios de la década de 1990. Los trabajos cubren desde lo militar hasta lo cultural, e incluyen análisis monográficos, comparativos y transnacionales que dan cuenta del imperialismo de los Estados Unidos en sus variadas expresiones y formas3. Para el objeto y período de análisis que interesan en esta propuesta, considero importante precisar que Estados Unidos se caracterizó por ejercer lo que ha sido definido como un imperialismo informal, en donde prevalecieron estrategias hegemónicas no coercitivas con la existencia de múltiples discursos, mediadores y agentes involucrados, quienes lejos de concentrar sus esfuerzos en limitadas intervenciones militares, económicas y diplomáticas, manifestaron y potenciaron sus intereses imperiales hegemónicos a través de variadas formas y expresiones culturales como el cine4. El imperialismo informal se caracterizó, como ha indicado Mark Crinson, por el esfuerzo de establecer un dominio en donde primaran la integración económica y el libre mercado, los que debían ser conseguidos idealmente por medios pacíficos5. La caracterización de Crinson está en la línea de lo expresado por Victoria de Grazia, quien en su trabajo Irresistible Empire analiza para Europa el desarrollo de lo que ha denominado “imperio del mercado” norteamericano. Éste habría permitido la “emergencia de un gran imperio con la impronta de un gran emporio”. Se habría distinguido desde sus inicios por la ausencia de fronteras y la existencia de “ambiciones insaciables en el mercado global de

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parte de las principales corporaciones”, que habrían incorporado vastos territorios como zonas de ventas con la ayuda de agencias gubernamentales, acuñando marcas reconocidas por todo el mundo, cuyos productos habrían estado en “íntima familiaridad con el estilo de vida americano que engendraron en todo el mundo”6. Ese imperialismo del mercado, tal como es descrito por Victoria de Grazia, es distinguible en el Chile de las décadas de 1910 y 1920, como podremos ver más adelante. A lo anterior habría que sumar que el imperialismo informal fue construido gracias a una verdadera “maquinaria que diseminaba variados argumentos y razones de dominio”, gracias a la labor de agentes públicos y privados que utilizaron herramientas culturales como el cine para diseminar aquellas representaciones que mostraban a un Estados Unidos esencialmente moderno y hegemónico7. En parte gracias a esas representaciones que se proyectaron en decenas de salas chilenas se fue construyendo el éxito imperial norteamericano apoyado en la “producción de imágenes visuales y verbales de mundos y culturas foráneas, que hicieron parecer como normal e inevitable la compra por parte de extranjeros, de productos elaborados en Estados Unidos”8. Es necesario precisar que las manifestaciones de la actitud imperial comercial de los Estados Unidos no implicaron la imposición forzada de las mercancías que se consumían. En cambio, lo que se dio fueron relaciones como las descritas por Mary Louise Pratt, quien en sus 6. Victoria de Grazia, Irresistible Empire. America´s Advance through 20thestudios poscoloniales ha identificado la existencia de “zonas de Century Europe (Cambridge: Harvard contacto”, en donde hay relaciones que, si bien son asimétricas, University Press, 2005), 3. Todas las traducciones al castellano de las citas no están marcadas por la separación sino por la interacción, los tomadas de fuentes originales en espacios de negociación, préstamos e intercambios en materia inglés fueron realizadas por el autor. cultural9. Esto difiere profundamente de la aproximación al enten7. Ricardo Salvatore, Imágenes de un dimiento del imperialismo cultural norteamericano a comienzos imperio, 19. de los años setenta cuando Ariel Dorfman y Armand Mattelart, al 8. Mona Domosh, American Commodities considerar las relaciones culturales entre Estados Unidos y Chile in an Age of Empire (New York: Routledge, 2006), 4. a partir de cómics de Disney, plantearon que a través de un proceso de “inversión” los lectores infantiles aceptaban el capitalismo 9. Mary Louise Pratt, Imperial Eyes. Travel Writing and Transculturation sin reparos, así como el orden social y cultural promovido por (London-New York: Routledge, dicho modelo económico, y participaban en su propia coloni1992), 6-7. zación. El análisis dicotómico de Dorfman y Mattelart, tal como 10. Charles Bergquist, “Releyendo El Pato apunta Charles Berquist, no permite explicar el éxito de ventas Donald, El trabajo, la autoridad y la moneda en los cómics Disney”, en y popularidad de los cómics de Disney10. Una aproximación como Naciones, gentes y territorios. Ensayos esa tampoco nos ayudaría hoy a comprender la enorme popularide historia e historiografía comparada de América Latina y el Caribe, eds. dad de los westerns de Tom Dix y los dramas de Mary Pickford en Víctor Manuel Uribe Urán y Luis Javier Ortiz Mesa (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2000), 212.

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las primeras décadas del siglo veinte, por lo que se hace necesario estudiar aquellos elementos y contextos que hicieron del cine de los Estados Unidos algo irresistible en Chile. Sin embargo, es necesario profundizar también en aquellos mecanismos utilizados para consolidar la hegemonía del cine hollywoodense. Aquí es donde la construcción de un aparataje comercial de escala global con sensibilidades hacia los mercados foráneos cobra importancia, especialmente en un mundo en el que las principales firmas y corporaciones de los Estados Unidos estaban especialmente preocupadas por la persuasión, participando junto a sicólogos, economistas, políticos y burócratas en el desarrollo de técnicas modernas de venta a las que se le asignó un carácter científico propio de una sociedad en expansión, que veía en países simples “territorios de venta” y en ciudadanos a “potenciales consumidores”11. Pero el éxito del imperialismo del mercado de los Estados Unidos no sólo estuvo en la habilidad comercial de conocer las sensibilidades de sus consumidores a lo largo del mundo, sino fundamentalmente en la capacidad de forjar cambios en aquellos consumidores, quienes poco a poco fueron “norteamericanizando” sus gustos, los que alcanzaron un alto grado de sintonía con los de Estados Unidos. Esto no fue producto de las circunstancias ni menos del azar histórico, sino de esfuerzos promocionados, entre otras personas, por uno de los presidentes de los Estados Unidos del periodo en estudio. Woodrow Wilson, al hablar el 10 de julio de 1916 durante 11. Walter A. Friedman, Birth of a el primer World´s Salemanship Congress que había congregado Salesman. The Transformation of en Detroit a más de 3.000 vendedores, directores y ejecutivos, Selling in America (CambridgeLondon: Harvard University Press, incluyendo al mismísimo Henry Ford, había señalado que la 2004), 5. Desde mediados de la década “democracia de los negocios” era la que debía triunfar una vez de 1910 se publicaron en Estados Unidos varios libros destinados a que se superasen los efectos de la guerra en curso. Para consequienes querían emprender negocios guirlo señaló que habían dos opciones: la de forzar la adopción en América Latina. Ejemplos de títulos muy elocuentes son los de los gustos propios de aquellos países manufactureros en los siguientes: Selling in Latin America: A mercados a los que se accedía, o la de “estudiar los gustos y neproblem of International Salesmanship, The Future of South America y Straight cesidades de los países en donde se buscaba abrir mercados de Business in South America. Éstos y modo de adaptar los bienes propios a esos gustos y necesidades”. otros libros de aquellos años han sido estudiados por Ricardo Salvatore en Para Wilson el camino que debía seguir Estados Unidos era el “Panamericanismo práctico. Acerca segundo, por ser el único que permitiría romper con lo que para de la mecánica de penetración comercial norteamericana”, en él constituía el principal obstáculo para el entendimiento munCulturas imperiales. Experiencia y dial: “[L]a barrera de los gustos”. Sólo derribando dicha muralla representación en América, Asia y África, comp. Ricardo Salvatore Estados Unidos podría desarrollar lo que Wilson describió como (Rosario: Beatriz Viterbo Editora, una “conquista pacífica del mundo”12. 2005), 269-300. 12. Citado en Victoria de Grazia, Irresistible Empire, 2-3. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 46-69


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Más allá de las intenciones declaradas de Woodrow Wilson, lo cierto es que gracias a mercancías irresistibles como el cine, Estados Unidos logró también modificar muchos de los gustos internacionales, contribuyendo a la norteamericanización de ciertos hábitos de consumo y estilos de vida de millones de personas fuera de los Estados Unidos. En dicho proceso el cine fue un tipo de mercancía muy especial, que además de generar redes comerciales, posibilitó el consumo de miles de otras manufacturas que eran referidas o visualizadas en las mismas películas. Esto llevó a un miembro del Bureau of Foreign and Domestic Commerce de Estados Unidos a reconocer varios años más tarde el trascendental papel del cine en la promoción del comercio norteamericano, al destacar que “los mercados extranjeros no son importantes para los productores de Estados Unidos sólo por la cantidad de dinero que se gana e ingresa a este país. También está el importante factor de la influencia que los films tienen, en términos de familiarizar al público extranjero con el estilo de vida, estimulando de paso el deseo de poseer prendas, muebles, utensilios e innovaciones científicas que aparecen en los films”13.

Se entiende mejor dicha influencia si se agrega que muy temprano las salas chilenas daban espacio a formas implícitas de publicidad, como ocurrió en Valparaíso en 1924 cuando se exhibió en el Teatro Colón la película Historia de un Automóvil, producida nada menos que por el Departamento del Comercio de los Estados Unidos con miras a potenciar la exportación de vehículos norteamericanos14. En la medida que la asistencia al cine en aquellos años suponía normalmente la exhibición de varios films sucesivos, a diferencia de lo que acontece hoy día, no era extraño que se intercalaran películas de ficción con documentales u otras cintas de carácter publicitario. Las salas de cine también fueron espacio para otras formas de publicidad, como la proyección de las denominadas motion picture slides o diapositivas, que eran mostradas en pantalla antes del inicio de las películas con mensajes publicitarios de diversa índole15. Todo esto permitió aumentar el consumo de productos que aparecían en las películas asociados a las estrellas favoritas, lo que ayudó de paso a consolidar la hegemonía del imperio del mercado de los Estados Unidos.

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13. John E. Harley, World-Wide Influences of the Cinema. A study of official censorship and the international cultural aspects of motion pictures (Los Angeles: The University of Southern California Press, 1940), 245. 14. Carta de C. F. Deichman, Cónsul General de Estados Unidos en Valparaíso, a Ralph Ackerman, agregado comercial, Valparaíso, 9 de mayo de 1924, en National Archives, College Park EEUU (en adelante NACP), RG 84, Valparaíso, Chile Consular Post, Vol. 160, 1924, s/f. 15. En las salas de Valparaíso de inicios de la década de 1920 se mantenían en exhibición por 15 días en Valparaíso y por un mes en Santiago, de modo que fueran vistas por la totalidad del público asistente a las salas de cine. Ver reporte del ViceCónsul de los Estados Unidos en Valparaíso Edwin H. Livingstone al Departamento de Comercio titulado “Advertising Mediums and Methods”, Valparaíso 23 de octubre de 1922, en NACP, RG 84, Valparaíso, Chile Consular Post, Vol. 140, 1922, s/f.


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2. I rrumpe H ollywood Mientras Woodrow Wilson llamaba en 1916 a la “conquista pacífica del mundo” a través del comercio y los negocios, la industria fílmica comenzaba a hacer lo propio como parte de ese desafío. Debido a la expansión del comercio mundial del cine, el Departamento de Comercio de Estados Unidos ya había comenzado a guardar registros de la exportación de películas en 1912, pero fue 1916 el año crucial en que el Departamento de Estado comenzó a solicitar al creciente número de consulados instalados en todo el mundo, el envío regular de informes que describieran la situación y posibilidades de expansión del mercado cinematográfico. Los reportes debían incluir datos relativos al número de salas en cada zona, las capacidades de público de los teatros, el tipo de equipos de proyección, el valor de los tickets y los nombres de los distribuidores, entre otros aspectos de interés comercial16. Es así como en el consulado de Estados Unidos de Valparaíso (el más importante de Chile por entonces debido a que su distrito incluía Santiago, donde estaba la Embajada) se preparó el primer informe que fue enviado en febrero de 1917 por el Cónsul Leo J. Keena. Éste mencionaba la existencia de 32 salas en Santiago (aunque prácticamente todas eran de teatro y no habían sido construidas específicamente para cine) y nueve en Valparaíso, agregando datos sobre los gustos al escribir que “las películas que se prefieren son las que tratan de intrigas de sociedad y representan la alta sociedad. Los dramas policiales han pasado un poco de moda al igual que las películas de cowboys. Los films de aventura en un gran número de lugares son populares al igual que las comedias al estilo de Chaplin”. De acuerdo a la información recogida, las películas tardaban seis meses en ser exhibidas en la totalidad de los teatros o “biógrafos” de Chile, producto del desfase de los estrenos entre aquellas salas principales localizadas en las grandes ciudades y las de barrios o ciudades menores. También se informaba de las dificultades con el tipo de idioma utilizado en los carteles del cine mudo, explicando que “cierta crítica ha aparecido en relación al español usado en las películas que puede estar correcto en términos gramaticales, pero no coloquiales. Cada país de Sudamérica tiene su propia idiosincrasia expresada en el lenguaje por lo que las risas disimuladas son frecuentes cada vez que el público 16. Kerry Segrave, American Films Abroad. Hollywood´s Domination of the considera que el español es un tanto extraño”. Los numerosos World´s Movie Screens from the 1890s detalles del informe daban la idea de una industria en expansión to the Present (Jefferson: McFarland & Company Publishers, 1997), 9. y vívida, agregando una interesante afirmación: “A pesar de que la importación en ningún caso está limitada sólo a películas de 17. Reporte enviado por el Cónsul General de Estados Unidos los Estados Unidos, son las de este país las preponderantes en en Valparaíso Leo J. Keena al número y calidad”17. Departamento de Estado, Valparaíso, 26 de febrero de 1917, en NACP, RG 84, Valparaíso, Chile Consular Post, Vol. 103, 1917, s/f.

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Llama la atención que sólo dos años antes del informe referido, la popularidad del cine norteamericano en Chile era baja y el mismo Cónsul General de Valparaíso, Leo J. Keena, se mostraba absolutamente pesimista sobre las posibilidades de éxito de la industria fílmica norteamericana en el país. En una carta enviada a los representantes de William Sigg Films, Keena afirmó en 1915 que “este país fue recientemente cubierto por el representante de una firma de venta y arriendo de films de los Estados Unidos quien me informó que nunca había visto un lugar donde hubiera tan poco interés por las películas”18. Convencido de la evaluación recibida Keena, expresó lo mismo un mes más tarde a los representantes de otra firma de ese país, a quienes les escribió que Chile era un mercado pobre para el cine de los Estados Unidos porque las películas nuevas de ese país resultaban muy caras para el mercado chileno19. ¿Qué había ocurrido en relación a la presencia y popularidad del cine hollywoodense en Chile en aquellos dos años? La revista Cine Gaceta lo explicaba en febrero de 1918: “durante mucho tiempo las películas norte-americanas estuvieron desterradas de nuestros programas. El público no quería verlas y no podemos negar que tenía razón. En los tiempos en que Pathé presentaba ‘Los Miserables’ y la Cines ‘Quo Vadis’, parece que la cinematografía yankee estaba todavía en pañales o los exportadores separaban solamente ‘clavos’ para los ‘nativos’ sudamericanos. Hoy las cosas han cambiado. La guerra ha sido, como en todo orden de actividades, el mejor auxiliar de los norte-americanos. Restringida en gran parte la producción europea en los comienzos del conflicto, reducidos y dificultados los embarques desde Italia y Francia, las casas alquiladoras tuvieron que acudir forzosamente al mercado europeo [sic]. Fue la revelación. El público se dio cuenta poco a poco de que también había películas yankees buenas. Se abrieron nuevos horizontes al cinema”20. 18. Carta del Cónsul General de Estados

Hasta antes de la Primera Guerra Mundial el cine de los Estados Unidos tenía una presencia considerable sólo en Gran Bretaña y Alemania en el mercado internacional21. La guerra había causado un daño enorme al cine europeo, haciendo realidad la profecía de la revista Variety de Estados Unidos (la más influyente por aquellos años en temas de cine y espectáculos), en la que en octubre de 1914 se afirmó que el futuro de la industria en Estados Unidos era “brillante” debido a que la guerra implicaría la “práctica eliminación de las producciones extranjeras como factor de amenaza para la industria fílmica de Estados Unidos”22. Ya en 1917 el influyente Christian Science Monitor anunciaba con júbilo en un titular que,

Unidos en Valparaíso Leo J. Keena a William Sigg Films Inc., Valparaíso, 8 de junio de 1915, en NACP, RG 84, Valparaíso, Chile Consular Post, Vol. 84, 1915, s/f.

19. Carta del Cónsul General de Estados Unidos en Valparaíso Leo J. Keena a The Exploitation & Agency Co., Valparaíso, 27 de julio de 1915 en NACP, RG 84, Valparaíso, Chile Consular Post, Vol. 84, 1915, s/f. 20. Cine Gaceta, Valparaíso, núm. 11, segunda quincena de febrero de 1918. 21. Kerry Segrave, American Films Abroad, 4. 22. Variety, Nueva York, núm. 36, 10 de octubre de 1914.

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“todo el mundo ve a los Estados Unidos en pantalla”, explicando que para el caso de Sudamérica las exportaciones habían aumentado desde 811.259 pies de películas en 1913 a 2.638.328 pies en 191623. El cambio había sido profundo, al punto que el cine de Hollywood había comenzado también a dominar en salas europeas. Tan sólo Paramount tenía 100 oficinas operando en el mundo en 1924, las que distribuían películas en 70 países y poseían teatros propios en Londres, París, Barcelona y Estocolmo24. El cambio era evidente, y en lugares como Chile bastaba ver las carteleras para percibir la irrupción del cine hollywoodense. Sin embargo, había quienes a pesar de todo auguraban una recuperación del cine europeo tras el fin de la guerra, como defendió alguien en la revista La Película en junio de 1919, en la que se expresó que no había “ningún motivo para que Europa deje de producir películas en cantidad suficiente. En lo que respecta a calidad, los productores europeos no tardarán en asimilar las provechosas lecciones que los Americanos les han enseñado durante los últimos cuatro años. Tres meses les serán suficientes para producir el primer lote de películas y tres meses más para distribuirlas por todo el mundo. En Julio, 1919, los productos ingleses, franceses, italianos y escandinavos constituirán de nuevo, un factor de gran peso en la Industria”25.

Los hechos dijeron otra cosa, y razón tuvieron los pragmáticos críticos de la revista El Film de Valdivia, donde se publicó tres meses más tarde que “es ya un hecho que nadie discute, que la películas de fábrica americana han excluido del mercado a todas las de otras manufacturas; si no las ha excluido completamente todavía, falta muy poco”26. Esta realidad había motivado la irónica publica23. Christian Science Monitor, Boston, 17 ción de la “Oración por ellos”, que dedicada, “a todos los opinantes de julio de 1917. que defienden al cine europeo”, comenzaba de la siguiente forma: 24. Kerry Segrave, American Films Abroad, 28. Sobre el tema del posicionamiento del cine norteamericano en Europa se puede revisar también: Ian Jarvie, Hollywood’s Overseas Campaign: The North Atlantic Movie Trade, 1920-1950 (Cambridge: Cambridge University Press, 1992) y Kristin Thompson, Exporting Entertainment: America in the World Film Market 1907-1934 (London: BFI, 1985). 25. La Película, Valparaíso, núm. 12, 4 de junio de 1919. 26. El Film, Valdivia, núm. 2, 15 de septiembre de 1919.

“Son las cenizas que por el carbón no quemado, que aún tienen en sí, no los mueve el viento y los lleva al éter. Son el resto estéril de la fecundidad. Todo produce, todo procrea, pero llega un tiempo en que todo se acaba. Por eso ¡oh Dios!... te ruego por ellos. Por ellos que son los aletazos de salmodia de una agonía. Ellos que siendo lo que fueron, quieren serlo otra vez. Ellos que son el pasado, que son lo muerto, que son lo que jamás revive”27.

3. I ndustria y censura Si bien la Primera Guerra Mundial fue crucial para el posicionamiento hollywoodense a nivel mundial, éste no habría sido posible sin la complementación y trabajo mancomunado de los grandes

27. La Película, Valparaíso, núm. 23, 7 de febrero de 1920. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 46-69


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productores y distribuidores de films, quienes rápidamente vislumbraron que para la explotación del cine en todo el mundo debían confrontar el desafío de satisfacer las necesidades y cuidar las sensibilidades de audiencias sumamente diversas en lo cultural. Para esto había que comenzar por la organización de las compañías productoras y distribuidoras en los Estados Unidos. La creación del conglomerado cinematográfico de la Motion Picture Patents Company en 1908 había permitido optimizar las cadenas de distribución, dando origen a lo que a mediados de la década de 1910 sería conocido ampliamente como Hollywood. En 1916 ya se había formado la National Association of the Motion Picture Industry (NAMPI) con productores, distribuidores y algunos exhibidores, quienes se congregaron, entre otras cosas, para combatir las demandas de censura del público por escenas de sexo, alcohol y juego, pero por sobre todo para velar por el éxito de una industria que estaba apostando por la conquista del mundo. Sin embargo, NAMPI no logró tener mucho control sobre sus asociados, por lo que fue reemplazada en 1922 por la Motion Picture Producers and Distributors Association (MPPDA) que, a diferencia de las organizaciones anteriores, aglutinó disciplinadamente al bloque de grandes compañías bajo la coordinación de quien llegó a ser conocido como el “Zar” del cine norteamericano, Will H. Hays28. La principal misión de Hays consistió en expandir el comercio del cine hollywoodense en Estados Unidos y el mundo. Por lo mismo, resultaba esencial evitar cualquier tipo de conflicto que abriera una puerta al reposicionamiento de las industrias europeas. Las necesidades a nivel internacional apuntaban a encantar al público evitando herir sensibilidades que produjeran reacciones anti-norteamericanas. Para conseguir estos fines, la MPPDA con la ayuda del Departamento de Estado comenzó a solicitar informes sobre los códigos de censura en cada país del mundo, de modo de evitar lo acontecido en 1922, cuando hubo una reacción furiosa del público y las autoridades políticas mexicanas ante películas como Moran of the Lady Betty, por dar una idea lastimosa de ese país, y Husband´s Trade Mark, en la que la protagonista Lois Miller, interpretada por la famosa estrella Gloria Swanson, era atacada por un grupo de bandidos mexicanos quienes querían violarla. La respuesta del presidente de 28. Kerry Segrave, American Films México, Álvaro Obregón, había sido decidida y llevó a la censura Abroad, 8. temporal de todas las películas de las compañías involucradas 29. Aurelio de los Reyes, Cine y sociedad en la producción de esos films29. Debido a la creciente imporen México 1896-1930 (Ciudad de México: Instituto de Investigaciones tancia del mercado latinoamericano, los grandes empresarios Estéticas-Universidad Nacional fílmicos norteamericanos empezaron a tomar nota de la situaAutónoma de México, 1993), Vol. II, 185-189. ción y optaron entonces por evitar ese tipo de situaciones para 30 mantener el lucrativo negocio . 30. Ruth Vasey, The World According

to Hollywood 1918-1939 (Madison: University of Wisconsin Press, 1997), 19-20.

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La MPPDA estableció un Comité de Relaciones Exteriores, cuya misión fue mantener un contacto permanente con agentes ubicados en todos los mercados del mundo. Este organismo inició eficientemente la recolección de los informes de censura de todo el mundo, por lo que ya a mediados de la década de 1920 se sabía en Hollywood por ejemplo, que en Colombia se censuraban las escenas inmorales que exaltaban el crimen y la violencia, aquellas que ridiculizaban autoridades públicas y la religión Católica, así como el uso de palabras contrarias a las costumbres del país31. La MPPDA contaba en 1925 con la versión original en castellano y la traducción del primer reglamento chileno de censura cinematográfica que indicaba en su artículo 3: “Prohíbese la internación y exhibición de películas cinematográficas contrarias a la moral, a las buenas costumbres y a la seguridad y tranquilidad del Estado”32. De este modo la MPPDA se transformó en una institución mediadora entre las presiones de los distintos mercados (nacionales e internacionales) y los procesos de producción de películas en Hollywood. El apoyo de los consulados y del Departamento de Estado para recabar este tipo de información fue crucial para que la industria cinematográfica de los Estados Unidos pudiera contar con elementos de juicio, con el fin de evitar la censura y el consecuente daño al lucrativo negocio de las películas. La misión era que las películas mantuvieran su apariencia seductora y no se transformaran en mercancías “resistibles”. Pese a los cuidados siempre hubo problemas en casos puntuales, pero éstos claramente disminuyeron. En líneas generales no se censuraron muchas películas en Chile en el período en estudio, y cuando hubo censura esto fue normalmente por posturas sobre la moralidad, en que las opiniones tendieron a estar divididas. En la censura se expresó la resistencia a ciertos aspectos de la influencia norteamericana. Las mayores críticas provinieron de los sectores conservadores de la sociedad, que veían en el cine hollywoodense una avanzada de las representaciones de un estilo de vida moderno que consideraban atentatorio contra las tradicio31. “Censorship requirements nes. Eso explica la censura de películas como Para maridos solamente Colombia”, Motion Picture Producers de 1919, aunque la censura en dicha ocasión, que por entonces era and Distributors of America Records, en Margaret Herrick Library, EEUU arbitrio de las autoridades municipales, sólo alcanzara a Santiago y (en adelante MHL), Box 6, File no a Valparaíso33. Mayor revuelo había causado un año antes la peCensorship-Foreign, s/f. lícula Amores de Broadway que, de acuerdo con Lucila Azagra, había 32. “Censorship requirements Chile”, sido “secuestrada” por el juez del crimen Rondanelli de Santiago, Motion Picture Producers and Distributors of America Records, quien impidió su estreno por un año. Añadía en un artículo que, en MHL, Box 6, File Censorship“con el criterio del señor juez sería necesario destruir el noventa Foreign, s/f. por ciento de las películas, de los dramas, de las óperas, de las no33. La Película, Valparaíso, núm. 11, 10 de velas y de las obras escultóricas y pictóricas”34. mayo de 1919. 34. La Semana Cinematográfica, Santiago, núm. 9, 4 de julio de 1918. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 46-69


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Lo que generó algo más de revuelo, especialmente a nivel diplomático, fueron las representaciones despectivas de Chile y Sudamérica. Al intervenir en una comida especial de la Associated Motion Picture Advertisers en 1927, el embajador de Chile en los Estados Unidos, Miguel Cruchaga Tocornal, denostó la producción cinematográfica hollywoodense, señalando que “la imaginación en la producción de películas ha arropado a los hombres de otros países americanos con una vestidura mental y material que sólo corresponde a la de una comedia musical disparatada”. Lo que molestaba al embajador eran los estereotipos creados por Hollywood, que habían caricaturizado a los latinoamericanos como cantantes de serenatas y villanos. A cambio, Cruchaga Tocornal hizo un llamado para la utilización del cine como un “vehículo artístico de la comprensión internacional” que diera cuenta de la realidad35. Las declaraciones del embajador chileno tampoco quedaron exentas de polémica, porque Mimí Hübner Richardson le respondió en un artículo de la revista Hollywood, defendiendo la idea del cine como un “vehículo artístico de la imaginación”, por lo que aplaudió el “Hollywoodismo que nos pinta como una tierra exótica y ardiente, de grandes pasiones y grandes odios, con balcones floridos, claveles, mantones, bailes vocingleros, rosas de emoción, gitanos, navajas, panderetas, guitarras y caireles”, negándose a que el realismo cinematográfico reemplazara todo lo exótico y pintoresco por “bancos, rascacielos, dancings, tennis-courts, autos, motos, aviones y espigones de atraques; es decir, realidad”36. A la MPPDA no sólo le preocupaba la situación de las películas norteamericanas exhibidas en el mundo, sino la de extranjeras que pudieran ir en contra de sus intereses. El 9 de octubre de 1926, Frank Kellogg del Departamento de Estado notificaba en forma “confidencial” al Cónsul de Valparaíso y a los diplomáticos de toda América Latina de la próxima exhibición en Colombia de la película The Dawn of Justice, luego de haber sido informado al respecto por parte de F. L. Herron de la MPPDA. La idea de Kellogg era que los diplomáticos norteamericanos tratasen de “sugerir” a las autoridades de sus respectivas ciudades y países que la cinta no se exhibiera, a modo de evitar la propagación del sentimiento anti-norteamericano en América Latina. La película iba a ser presentada el 20 de julio en Bogotá y había sido producida por la Compañía Cali 35. New York Times, Nueva York, 3 de Films. Comenzaba con un mapa de Colombia que incluía Panamá, abril de 1927. el que luego aparecía separado e independiente. Luego se presen36. Hollywood, Santiago, núm. 6, abril taba una fotografía de Theodore Roosevelt señalando Panamá y de 1927. diciendo “Yo la tomé”, y al Tío Sam, quien era denunciado implí37. Carta de Frank Kellogg al cuerpo de citamente por el pago a elites locales panameñas para conseguir diplomáticos y agentes consulares 37 la independencia de Panamá . en América Latina, Washington 9

de octubre de 1926 en NACP, RG 84, Valparaíso, Chile Consular Post, Vol. 181, 1926, s/f.

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4. P opularidad y modernidad La popularidad del cine norteamericano requirió de la existencia de una cultura de masas como la que se venía forjando en Chile en las últimas décadas. Otros medios de entonces como las revistas ilustradas, la prensa y la publicidad de masas pavimentaron la irrupción del cine al darle una enorme visibilidad, no sólo en las grandes ciudades sino en lugares recónditos como Punta Arenas y la pampa salitrera, en donde el éxito del cine norteamericano, de acuerdo a los informes consulares, se tornó evidente. Un claro ejemplo del desarrollo de la cultura de masas asociada al cine lo constituye la aparición de al menos ocho revistas dedicadas al cine en el país sólo entre 1915 y 192038, a las que se sumaron secciones cinematográficas en la prensa como la del periódico Las Últimas Noticias de Santiago, que comenzó a circular en 1919. Así como aumentaron los medios dedicados al cine lo hicieron las salas y el número de películas exhibidas. Las carteleras fueron abultando el número de títulos, desatando una gran competencia entre las distintas empresas distribuidoras y entre los dueños de los teatros. A tal grado llegó la competencia por público, que algunas revistas comenzaron a quejarse del tipo de publicidad abusiva que se hacía a algunas películas de dudosa calidad. En un artículo titulado “Los abusos de la réclame cinematográfica” de la revista Mundo Teatral, se denunciaba en 1918 que “por inconcebible capricho, por llamarlo así, las empresas cinematográficas no son del todo sinceras para hacer la réclame de sus películas y a todas las presentan con los mismos retumbantes epítetos elogiosos. Así es como el público ha llegado a desconfiar de la propaganda cinematográfica, pues se ha llevado buenos chascos asistiendo a la exhibición de vistas sin interés alguno presentados como obras ‘sensacionales’, ‘grandiosas’, ‘colosales’, ‘monumentales’, etc.”39.

Las explicaciones contemporáneas para la popularidad de las películas “yankees” eran sumamente variadas. El Film de Valdivia apuntaba que 38. Carlos Ossandón y Eduardo Santa Cruz, El estallido de las formas. Chile en los albores de la “cultura de masas” (Santiago: Lom Ediciones-ARCIS, 2005), 215. 39. Mundo Teatral, Santiago, núm. 3, primera quincena de diciembre de 1918. Similares críticas fueron expresadas un año más tarde en El Film, Valdivia, núm. 8, 22 de septiembre de 1919.

“el fabricante yanqui ha sido en esto un creador insuperado, y creemos insuperable! El “director” americano ha roto todos los moldes latinos y los ha hecho nuevos y novedosos. Ha desterrado la cursilería latina y la ha arrojado lejos, muy a la distancia: nada de melosidades ni de almizcle, ni de dulzuras, ni de romanticismos, ni de ataques histéricos”40.

Para El Film de Santiago la respuesta estaba en el tono educativo y moralista de las películas, porque

40. El Film, Valdivia, núm. 3, 16 de septiembre de 1919. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 46-69


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“no hay nada, ni aún las farsas de Chaplin, que no tengan su ligera pretensión de enseñanza. Esta provechosa cátedra de moral, ha contribuido grandemente a desarrollar el cinematógrafo. Pues, aún cuando huya por naturaleza del hombre, de los sermones, se siente atraído, cuando ellos van mezclados en una agradable mixtura de bellezas y diversiones”41.

Otros no se dedicaban tanto a tratar de explicar la popularidad del cine norteamericano, sino a encausarlo hacia el consumo de lo hollywoodense, especialmente en relación a los niños, porque “un padre o una madre inteligentes, pueden sacar mucho partido del cinematógrafo para la educación de sus hijos”, como indicaba Lucila Azagra en La Semana Cinematográfica. La afirmación buscaba resaltar que el niño de “carácter débil, apocado, vergonzoso, tímido” era “un ser inepto para la vida moderna, que requiere entereza, energía, presencia de espíritu, valor, audacia, iniciativa, carácter”. Todo esto podía corregirse con el popular cinematógrafo, y para eso se instaba a padres con niños de ese perfil a enviarlos “a ver constantemente todas las películas de audacia, de fuerza, de valor. Las cintas yankees de aventuras son para este objeto un precioso elemento de educación. El ejemplo de una mujer audaz como María Walcamp, hará más por el carácter del niño que cien discursos. Después de ver a Eddie Polo, a Perla White, a Antonio Moreno, a Rob Stewart, a William Hart, a Jorge Walsh, a Charles Hutchinson, el niño se sentirá lleno de audacia y valor, se sentirá ‘otro’. Y estas inyecciones de energía y de fuerza moral, repetidas día a día durante años, se canalizarán en el cerebro del niño y trasformarán en gran parte, sino por completo, su modo de ser”.

Por el contrario, para los niños “atropelladores, truhanes, inescrupulosos, irrespetuosos, sin delicadeza, sin compasión, niños duros, niños crueles, se puede obtener un resultado análogo. A éstos convendrá enviarlos a ver de preferencia aquellas películas de aventuras en que la caballerosidad, la delicadeza y la nobleza de corazón imperan en el protagonista”, y para eso no había nada mejor que William Hart, William Russel, William Farnum, Eddie Polo, Jorge Walsh y Roy Stewart, quienes actuaban en películas “que convienen a los niños sin delicadeza y sin corazón”42. Obviamente que las razones de la popularidad de las cintas norteamericanas y sus actores no era algo fácil de determinar, y por lo mismo aún en 1929 la revista Vida Teatral se preguntaba sobre el tema contestando simplemente: “!Misterio! Nadie ha podido explicarlo todavía”, añadiendo que Chaplin se había hecho famoso por sus “descomunales zapatos”, Pola Negri 41. El Film, Santiago, núm. 34, 4 de enero por su “fuerza emotiva” y Richard Dix por su “carácter de hombre de 1919. 42. La Semana Cinematográfica, Santiago, núm. 101, 8 de abril de 1920. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 46-69


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nervio y corazón”, pero que tal vez la “verdadera causa de la popularidad de un artista sea una cualidad en la que ni el público ni el artista han pensado, pero que atrae al uno y se imprime en cada uno de los movimientos del otro, sin que ninguno de ellos lo noten”43. Esa causa misteriosa que le daba un carácter irresistible a las películas de los Estados Unidos estaba directamente vinculada a la “modernidad” que el cine norteamericano encarnaba, gracias a su estilo, contenidos y perfeccionamiento técnico. Esta modernidad era deseada, si es que no vivida, por gran parte de la sociedad chilena de entonces que imitaba y amaba a sus estrellas. Tal como ha señalado Stefan Rinke, las grandes actrices hollywoodenses de aquellos años como Mary Pickford eran el ejemplo de ideales de belleza y moda femenina sofisticados y modernos, que incluso rompían por completo con las “normas tradicionales de la decencia”44. La industria hollywoodense fue capaz de explotar con éxito la imagen moderna, generando un sistema de estrellas presente en salas, revistas, periódicos, publicidad y envases de muchos productos45. Este sistema y sus formas de difusión pueden ser interpretados como parte constitutiva de lo que Ricardo Salvatore ha denominado la maquinaria representacional imperial de los Estados Unidos. Las estrellas, consciente o inconscientemente, se convirtieron en enviadas del imperio del mercado de los Estados Unidos en el mundo, por lo que tenemos que entender que el proyecto imperial estadounidense no dependía exclusivamente del gobierno de los Estados Unidos o de sus Departamentos de Estado y Comercio. Las películas se constituyeron en un vehículo a través del cual se propagaron enunciados sobre un Estados Unidos “imitable” en su modernidad a través del consumo de sus mercancías, todo lo cual vino a reforzar el imperialismo del mercado46. La sociedad chilena fue extremadamente receptiva con el cine de Hollywood y tendió a imitar a las grandes estrellas del cine, que no sólo los acompañaban en las salas, la prensa y las revistas, sino incluso en cajetillas de cigarro que ofrecían rostros de artistas de 43. Vida Teatral, Santiago, núm. 87, 31 de marzo de 1929. cine en tarjetas coleccionables. Se cita a continuación uno de los múltiples ejemplos que se pueden encontrar en las revistas 44. Stefan Rinke, Cultura de masas: reforma y nacionalismo en Chile de la época y que reflejan el fenómeno de la imitación de las 1910-1931 (Santiago: Centro de estrellas norteamericanas: Investigaciones Barros AranaUniversidad Católica de ValparaísoKatholische Universitat Eichstatt, 2002), 67.

45. En relación al tema del cine y la modernidad en América Latina ver: Ana López, “Early Cinema and Modernity in Latin America”. Cinema Journal 1 (Fall 2000): 48-78.

“Es verdad. El Cine tiene su influencia. No hay más que dedicarse a observar a los jóvenes de hoy día: muchos hay que se dedican ahora a parodiar a Wallace Reid, peinándose para atrás con la lengua de un gato más o menos familiar; a vestir con trajes llenos de cinturones y tableados, dignos de personas muy contrarias a nuestro sexo; a fumar en

46. Ricardo Salvatore, “The Enterprise of”, 26. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 46-69


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cachimba para darle más energía a la cara, aunque eso les cueste cincuenta y tres estornudos y sus correspondientes dolores de garganta; algunos a adquirir un verdadero juego de cejas, de mover labios y cerrar de ojos que causan asombro; otros han llegado al extremo de estudiar poses y movimientos cinematográficos y, por último, a amar peliculescamente [sic] y fabricar un drama de cualquier tontería”47.

5. A udiencia , impacto y sociedad En noviembre de 1928 el agregado comercial de los Estados Unidos en Santiago informaba del impacto del cine en la compra de manufacturas de los Estados Unidos en Chile, gracias a que las películas de ese país “representaban la última palabra” en el diseño de casas, amoblados y cientos de productos. La autoridad comercial norteamericana explicaba cómo Santiago comenzaba a cambiar el estilo “anticuado de tipo español” de sus casas por los últimos diseños de los Estados Unidos, agregando que “sin exageración, el 80 % de las nuevas construcciones son de estilo norteamericano”, a lo que agregaba las bañeras, los roperos, cocinas y comedores que adherían a los gustos estéticos norteamericanos. Mencionaba también que los chilenos consumían automóviles de los Estados Unidos, siendo posible ver en las calles de Santiago “finos autos deportivos americanos conducidos por señoritas chilenas que llevan la última moda, lo que cinco años atrás hubiese sido imposible por considerarse poco digno del protocolo femenino”. La explicación del agregado comercial estaba en que las jóvenes chilenas, al haberse acostumbrado a ver a lindas mujeres conduciendo en las películas, habían roto las viejas tradiciones en Chile. Culminaba el informe apuntando que los chilenos estaban “sobresaturados con la idea de modernización por lo que cualquier cosa nueva que aparece en las películas o es visto en los periódicos o revistas, pronto aparece en Chile”48. El cine hollywoodense fue también uno de los grandes responsables de la aparición de modas revolucionarias para la época, que causaron más de una polémica, como el pelo corto y el denominado “flapperismo” de jóvenes mujeres que además de cortarse el pelo comenzaron a usar trajes cortos y a fumar, todo lo cual escandalizó a quienes buscaban mantener los ideales 47. La Película, Valparaíso, núm. 16, 8 de femeninos tradicionales. Algunos suplementos de cine cobijaron septiembre 1919. este tipo de denuncias en defensa del rol tradicional de la mujer 48. El informe preparado en Chile está en el hogar: “faldas cortas, melenas, rouge, shimmies, cigarrillos, contenido en la carta de F.L. Herron a William Hays, 2 de febrero de desenvoltura, provocación, alardes a de audacia y de libertad, 1929, Motion Picture Producers and ¿pueden acaso contribuir a formar un hogar y a mantener su Distributors of America Records, en MHL, General Correspondence Files, unión?”49. A fines de la década incluso se le dedicaron líneas poéRoll 1, s/f. ticas a las “flappers” pecadoras: 49. Suplemento de Actualidades Heraldo, Santiago, núm. 13, 12 de junio de 1927.

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“Desde Eva, la primera pecadora A la Flapper de frívolos anhelos, La mujer engañosa y seductora. Para Adán siempre ha sido tentadora Y la causa de todos sus desvelos... Eva, con gesto inocente, Hipócrita y casquivana, Mientras oye a la serpiente, Da vueltas a la manzana”50.

Lógicamente que no había opiniones únicas al respecto, y por lo mismo El Film de Valdivia defendía los cambios de la “mujer moderna” como positivos, reconociendo que “ha hecho más la film por independizar el espíritu de la mujer que todos los otros factores de la educación individual”, destacando que “las mujeres de la próxima generación serán desde todo punto de vista más interesantes que las de la actual por el efecto estimulante que el cinematógrafo habrá ejercido en sus vidas”51. Hollywood, que impactó especialmente en centros urbanos, también influyó en las formas de sociabilidad y en los gustos por el baile y la música, porque el cine de aquellos años nunca fue mudo de verdad. La Semana Cinematográfica destacaba con cierta razón que, “la mitad por lo menos del poder emocional de una película deriva de la música que la acompaña”, añadiendo que “la música es el alma del cinematógrafo”52. En la mayoría de los teatros, incluso en los de barrio, solía haber músicos e incluso orquestas que popularizaban las nuevas tendencias musicales de los Estados Unidos que venían aparejadas al cine. A esto hay que agregar la creciente importancia de la radio como medio masivo de difusión de nuevos estilos musicales como el jazz, fox trot, shimmy y charleston de aquellos años53. Algunos de los bailes importados de Estados Unidos fueron considerados extremadamente escandalosos como el shimmy o el charleston, que eran de 50. Suplemento de Actualidades Heraldo, gusto de las “flappers” de pelo y vestidos cortos. El shimmy era Santiago, núm. 5, 10 de abril de 1927. considerado un baile sensual y pecaminoso por algunos, pero su 51. El Film, Valdivia, núm. 20, 4 de popularidad estaba fuera de todo cuestionamiento porque se baioctubre 1919. laba, “a todas horas, en todos los sitios y con cualquier pretexto 52. La Semana Cinematográfica, Santiago, se toca y se baila el shimmy. En los cines, en los restaurants, en las núm. 13, 1 de agosto 1918. filarmónicas, las parejas ejecutan el mismo contorneo perezoso y 53. Juan Pablo González y Claudio Rolle, sensual”54. El charleston fue descrito por la revista Zig-Zag como Historia social de la música popular en Chile, 1890-1950 (Santiago: una “epilepsia danzante” y fue vilipendiado sin dejar de lado coEdiciones Universidad Católica de mentarios racistas como el siguiente: Chile, 2005), 539. 54. Las Últimas Noticias, Santiago, 13 de marzo de 1922. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 46-69


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“El mundo social está otra vez convulsionado con un nuevo baile: el charleston. Otra vez han cargado también con este pecado de origen los negros de Yanquilandia. El charleston es una locura más para que se diviertan los blancos en medio de su decadencia. Después del shimmy y el jazz que creíamos el sumum del desequilibrio actual, nos envían ahora los negros de Carolina del Sur, esta nueva epilepsia danzante”55.

Las críticas también surgieron por las modas femeninas de la época, y es así como El Diario Ilustrado denunciaba en 1919 la moda norteamericana, calificándola como una donde predominaban la exhibición y el desnudo, señalando en tono irónico que luego de que las mujeres se cubrieran el rostro, “que importa que se vea lo demás”56. El Industrial de Antofagasta se sumaba a las críticas, diciendo que “las niñas de hoy sienten una rendida admiración por la “flapper” norteamericana. Y tratan de imitarla lo más fielmente posible”, paseándose por la calle con las piernas desnudas57. Imagen No. 1: Revista Cine Mundial, Febrero de 1928

55. Zig-Zag, Santiago, 12 de junio de 1926.

Fuente: Actriz Mary Nolan en portada. Archivo personal de Fernando Purcell.

56. El Diario Ilustrado, Santiago, 26 de diciembre de 1919. 57. El Industrial, Antofagasta, 7 de marzo de 1928.

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Todas estas reacciones del mundo conservador chileno son el mejor ejemplo de la cambiante sociedad chilena de los años veinte, que justo en el momento de consolidación de la cultura moderna de masas tuvo al cine como principal engranaje de la maquinaria representacional de la modernidad norteamericana. Si bien es cierto que páginas de diarios y revistas tendieron a resaltar aquellos aspectos que los sectores conservadores de la sociedad chilena consideraron nocivos del cine hollywoodense, predominaron las impresiones silenciosas que tendieron a validar y popularizar un cine que fue mucho más atractivo que escandaloso para la gran mayoría de los chilenos. El cine norteamericano impactó al conjunto de la sociedad chilena en variados aspectos además de los mencionados, convirtiéndose en fuente de inspiración para tiras cómicas de la prensa e irrumpiendo en la literatura infantil y las revistas femeninas de la época, y en la política algunos años más tarde. Esto fue posible debido a que el cine, como espectáculo de masas, fue esencialmente democrático en el sentido de que se transformó en una forma de entretención a la que tuvo acceso el grueso de la población, a diferencia de lo ocurrido con el teatro durante gran parte del siglo diecinueve, que mantuvo el carácter elitista de su audiencia. C. Silva Vildósola afirmaba con convicción en la revista Hollywood en 1926 que “el cine es igualitario, es barato, es fácil. Es el arte de nuestro tiempo. Es la propiedad del pueblo” 58. Esto no implica que el cine haya hecho desaparecer las diferencias de clase, sino muy por el contrario, tendió a reforzarlas como se detalló en un informe consular relativo a las salas de Santiago en las que: “es necesario hacer notar que no existen teatros con un piso principal que contenga todos los asientos y con un costo igual para todos los espectadores. Las distinciones de clase son demasiado fuertes para ese tipo de organización de los espacios” 59. El punto está en que si bien la existencia de plateas, balcones o lugares preferenciales generaba una segregación social en las salas, no negaba la posibilidad de que en aposentadurías más baratas o en cines de barrio la gente humilde tuviera la 58. Hollywood, Santiago, núm. 1, noviembre de 1926. posibilidad de ver las mismas películas, aunque fuera semanas o meses después de los estrenos en las principales salas. 59. Reporte enviado por el Cónsul General de Estados Unidos A esto hay que agregar las exhibiciones gratuitas que tanta en Valparaíso Leo J. Keena al indignación causaron a empresarios cinematográficos y que Departamento de Estado, Valparaíso, 26 de febrero de 1917, en NACP, RG aumentaron las posibilidades de que el conjunto de la sociedad 84, Valparaíso, Chile Consular Post, chilena se viera expuesta a la irresistible mercancía del cine Vol. 103, 1917, s/f. norteamericano 60. Estas exhibiciones gratuitas eran organiza60. Sobre las exhibiciones gratuitas das por municipios o instituciones de beneficencia con fines ver Cine Gaceta, Valparaíso, núm. 1, primera quincena de octubre de 1915 y La Semana Cinematográfica, Santiago, núm. 4, 30 de mayo de 1918.

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educativos o de entretención y solían realizarse en espacios abiertos. Si bien nunca se presentaban estrenos, se daba la oportunidad a las clases más pobres de ser parte del popular fenómeno del cine. Para Lucila Azagra las distinciones sociales se expresaban también en los gustos. De acuerdo a su opinión el público se dividía entre quienes buscaban ideas en el cine, quienes se motivaban por la pasión y quienes buscaban acción o movimiento. En el grupo que buscaba ideas, que era “el más difícil de dominar”, se encontraban intelectuales y “en general todas las personas de gran cultura”, que se caracterizaban por asistir muy poco al cine. El grupo que buscaba la pasión estaba compuesto principalmente por mujeres y era “fácil de contentar”, mientras que quienes buscaban la acción constituían la mayoría, “el grueso del público como se le llama”, compuesto “por las gentes vulgares de todas las edades y condiciones, por los obreros, los estudiantes, por los agricultores, por los comerciantes, por los empleados de oficina, por los industriales, y en general, por todas aquellas personas de alta o baja cuna que, por cualquier motivo, no han logrado intelectualizarse lo bastante para figurar en el grupo de los privilegiados de la cultura”61.

La distinción de los públicos fue hecha por Azagra en 1918, cuando el cine todavía pugnaba con lo que las revistas de cine denominaron despectivamente como “el teatro chico”, aquel espacio tradicional de la alta sociedad. Sin embargo, la cultura de masas y la poderosa industria cultural del cine pronto seducirían al conjunto de la sociedad diluyendo las diferencias de gustos de acuerdo a status social. El cine norteamericano, ya fuese de cowboys o dramas, se transformó en un referente transversal en materia social, independientmente de que el visionado de las películas se hiciera desde sectores más o menos acomodados de una misma sala. A fin de cuentas, Hollywood había conquistado a toda la sociedad chilena que había caído “como una mujer…alegremente en sus brazos”62. C onclusión Como hemos visto en las páginas anteriores, la propia sociedad chilena reconocía en la década de 1920 el impacto social y cultural del cine. Esto se prestó para el humor de una revista que se mofaba al afirmar que, “al paso que vamos, es casi seguro que dirán: el terrible tempo61. La Semana Cinematográfica, Santiago, ral que azotó hace poco a Valparaíso ha sido impulsado por el núm. 2, 16 de mayo de 1918. Cine”63. El hecho de que se culpara al cine de muchos de los 62. Las Últimas Noticias, Santiago, 22 de males de la sociedad que tenían que ver, entre otras cosas, con junio de 1926. 63. La Película, Valparaíso, núm. 16, 8 de septiembre de 1919. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 46-69


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la desenfadada actitud de la mujer y los problemas causados por la “modernidad” eran un reconocimiento tácito de la presencia cotidiana del cine como referente para todos y todas. Carlos Ossandón y Eduardo Santa Cruz han destacado que lo que hizo la industria cultural a comienzos del siglo XX fue precisamente “cotidianizar la modernidad, es decir naturalizarla” 64. Agregaría que el consumo del cine y de los estilos de vida y materialidad asociados a las grandes estrellas produjeron una ilusión de alcance de un tipo de modernidad de “estilo norteamericano”. Tal como ha explicado Arnold Bauer, el fenómeno de concebir objetos materiales como elementos modernizadores no era nuevo, porque ya a lo largo del siglo diecinueve se había establecido dicha asociación en América Latina 65. La novedad de inicios del siglo veinte tuvo que ver con dos aspectos esenciales: primero, con la masificación que el cine le dio a la ilusión de modernidad a través del consumo tanto del cine como de otros objetos o mercancías norteamericanas; y segundo, con la emergencia de los Estados Unidos como referente de modernidad en tensión y competencia con los modelos europeos que habían predominado hasta entonces en Chile. Stefan Rinke ha afirmado que “el cine se transformó en el medio más importante de la cultura moderna de masas del Chile de las primeras décadas del siglo XX” 66. Si agregamos que fue el cine norteamericano específicamente el que dominó casi por completo la industria cinematográfica desde fines de la década de 1910, podríamos preguntarnos si es que acaso Chile consolidó una cultura de masas “norteamericanizada” en la década siguiente. La respuesta es que por esos años Chile transitó por primera vez en forma decidida y sistemática hacia la valoración de referentes sociales y culturales norteamericanos como nunca antes en su historia. Independiente del enorme impacto de la radio, el cine tuvo mucho que ver este proceso y así se destacó en aquellos años en Chile: “Se puede decir que las películas norteamericanas son los más importantes medios de propaganda de los ideales y costumbres de ese país, y aún de los innumerables artículos que los Estados Unidos producen. Este país es conocido en el mundo entero más que ningún otro, 64. Carlos Ossandón y Eduardo Santa debido, en no pequeña parte, a que en él prospera la industria Cruz, El estallido de, 23. cinematográfica mejor organizada del mundo. Cada película, por 65. Arnold J. Bauer, Goods, Power, History. insignificante que sea, lleva la misión inconsciente de dar a Latin America´s Material Culture conocer las costumbres o ideales del pueblo donde se hace e (Cambridge: Cambridge University Press, 2001), 129-164. incidentalmente ayuda a crear la demanda por todo cuanto en ella aparece”67. 66. Stefan Rinke, Cultura de masas, 76. 67. Hollywood, Santiago, núm. 1, noviembre de 1926. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 46-69


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Al consumir el cine de los Estados Unidos y todo lo que había detrás de esta mercancía irresistible (estilos de vida, peinados, actitudes, formas de sociabilidad, música y otros objetos de consumo), la sociedad chilena y especialmente quienes vivían en centros urbanos se sintieron más cerca de un ideal de modernidad, que se consideraba alcanzable a través de ese mismo consumo y de la imitación. De ese modo los chilenos participaron activamente de un proceso globalizador que a partir del consumo los conectó con sistemas sociales, políticos y comerciales internacionales. En ese proceso los chilenos fueron activos agentes en la construcción de formas de relaciones internacionales que ayudaron al fortalecimiento del imperio comercial de los Estados Unidos. La conquista pacífica del mundo a la que había llamado el presidente Woodrow Wilson en 1916 había funcionado en Chile, gracias a las características peculiares de un imperio del mercado tremendamente seductor que había irrumpido con fuerza en una sociedad encandilada por la modernidad.

Bibliografía Fuentes Primarias Archivos: Margaret Herrick Library (MHL), Los Angeles-Estados Unidos, Motion Picture Producers and Distributors of America Records, Box 6. National Archives (NACP), College Park-Estados Unidos, Valparaíso, Chile Consular Post, 1915-1929. Publicaciones periódicas: Christian Science Monitor, Boston, 1917; Cine Gaceta, Valparaíso, 1918; El Diario Ilustrado, Santiago, 1919; El Film, Santiago, 1919; El Film, Valdivia 1919; Hollywood, Santiago, 1926-1927; El Industrial, Antofagasta, 1928; Mundo Teatral, Santiago, 1918; New York Times, Nueva York, 1927; La Película, Valparaíso, 1919-1920; La Semana Cinematográfica, Santiago, 1918-1920; Suplemento de Actualidades El Heraldo, Santiago, 1927; Las Últimas Noticias, Santiago 1922 y 1926; Variety, Nueva York, 1914; Vida Teatral, Santiago, 1929; Zig-Zag, Santiago, 1926.

Fuentes

secundarias

Bauer, Arnold J. Goods, Power, History. Latin America´s Material Culture. Cambridge: Cambridge University Press, 2001. Crinson, Mark. Empire Building: Orientalism and Victorian Architecture. New York: Routledge, 1996.

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Artículo recibido: 2009; aprobado: 20 de abril de 2009; modificado: 5 de mayo de 2009.

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de enero de

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Vida material, religiosidad y sociedad colonial. Espacios, objetos y prácticas de consumo en el colegio jesuita de la ciudad de Antioquia. 1726-1767

Material Life, Religiosity, and Colonial Society: Spaces, Objects, and Consumption Practices in the Jesuit College of the City of Antioquia, 1726-1767

Resumen

Abstract

Este artículo explora la historia de la vida material en

This article explores the history of material life

el colegio jesuita de la ciudad de Antioquia, Nuevo

in the Jesuit College of the City of Antioquia,

Reino de Granada, durante el siglo XVIII. Al vincular

New Kingdom of Granada, during the eighteenth

las prácticas de consumo que tomaban lugar en las

century. By linking urban and rural consumption

propiedades urbanas y rurales de los jesuitas con los

practices on Jesuit estates with the patterns of

ritmos de la vida cotidiana y las jerarquías sociales,

everyday life and social hierarchies, this article

se argumenta que los objetos y los espacios eran

argues that objects and spaces were consumed

consumidos y usados según la religiosidad católica

and used according to the Catholic religiosity

y la jerarquía política y espiritual propias del orden

and the political and spiritual hierarchy that

social colonial. Dichas coordenadas dotaban de

characterized the colonial social order. This

sentido a la vida material, pero las fronteras que

framework gave meaning to material life, but the

éstas imponían al consumo podían cruzarse en

limits it imposed on consumption practices could

circunstancias especiales.

be transgressed in certain circumstances.

Palabras

Key Words

c l av e

Vida material, colegios jesuitas, religiosidad, clérigos,

Material Life, Jesuit Schools, Religiosity, Clergy,

esclavos, Antioquia.

Slaves, Antioquia.Nineteenth Century.

Historiador de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Colombia. Magíster en Estudios de la Cultura de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Estudiante de Doctorado en Historia de la Universidad de Michigan, Ann Arbor, Estados Unidos. Miembro de los siguientes grupos de investigación de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín: “Etnohistoria y estudios sobre Américas negras” y “Grupo de investigaciones en Historia Moderna de América”. Entre sus publicaciones recientes se encuentran “Mirar, escribir y dibujar: ejercicios de paisaje en la experiencia viajera naturalista y en la apertura de caminos durante el siglo XVIII”, Historia y Sociedad 14 (2008): 45-68 y “Del hábitat a los hábitos. Vida material y sociedades urbanas en el Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII”, en Historia, cultura y sociedad colonial, siglos XVI-XVIII, Temas, problemas y perspectivas, comp. Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona. Medellín: La Carreta, Universidad Nacional de Colombia, 2008, 333-362. edgardo@umich.edu

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Vida material, religiosidad y sociedad colonial. Espacios, objetos y prácticas de consumo en el colegio jesuita de la ciudad de Antioquia. 1726-1767 ❧ En uno de los libros inaugurales de la nueva historia económica y social de Colombia, Germán Colmenares presentó una imagen estructural de las haciendas de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII. Dicha imagen se produjo con la idea de que las fuentes en las cuales estaba basada, principalmente los fondos de Temporalidades producidos a raíz de la expulsión de los jesuitas ordenada en 1767, tenían la ventaja de retratar esas haciendas en su fase “cristalizada”. En otras palabras, presa de la ventaja que tenemos los historiadores al conocer a priori los resultados de las batallas del pasado, Colmenares parece haber asumido ❧ El presente artículo es resultado de que la expulsión ordenada por Carlos III tomó lugar justo cuando esas la investigación realizada para el trabajo de grado en Historia titulado propiedades habían alcanzado su fase madura1. El hecho de que las Espacios y vida material en el Nuevo fuentes más abundantes que sobre ellas se conservan se hayan proReino de Granada durante el siglo XVIII (Universidad Nacional de Colombia, ducido justo al momento de su inesperado cambio de propietarios no Sede Medellín, 2005), dirigida por es razón para creer que ello fuese necesariamente así. Con todo, si se el profesor Orián Jiménez Meneses. Dicha investigación contó con el acepta que en 1767 esas propiedades habían alcanzado cierta madurez, apoyo del proyecto Técnicas y rutas en es posible introducir una perspectiva de análisis que incluya la formala configuración del territorio antioqueño, cod. 20201004559, financiado por la ción y transformación de las propiedades en el tiempo. De esa forma Dirección de investigaciones de la Sede se puede obtener una visión de las haciendas jesuitas, de los colegios Medellín -DIME-, Universidad Nacional de Colombia. El autor desea agradecer, de los cuales hacían parte y de los actores sociales que les dieron vida, por su ayuda en diversos momentos que incluya continuidades y cambios y no únicamente un momento de la investigación y redacción de este artículo, a los profesores Roberto Luis coyuntural de su existencia. Lo anterior implica recurrir a otro tipo de Jaramillo y Orián Jiménez Meneses, de fuentes primarias, aquellas que se produjeron antes del extrañamiento la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín; a los profesores y a lo largo de la existencia de los colegios. Tal es el caso de los libros de Rebecca J, Scott y Jean M. Hébrard, gastos, en los cuales se registraba todo aquello que se consumía en los de la Universidad de Michigan; a los historiadores Verónica Salazar Baena, claustros, haciendas y minas mes por mes, o los registros de deudas, en José Guillermo Londoño y Juan David donde se anotaban los nombres de quienes habían recibido créditos o Montoya Guzmán, y a los evaluadores y editores de la revista Historia Crítica. bienes. Tales documentos permiten dilucidar no una, sino múltiples imágenes de un proceso dinámico. 1. Germán Colmenares, Haciendas de los jesuitas en el Nuevo Reino de Granada. Siglo XVIII [1969] (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1998).

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Ahora bien, la relevante obra de Colmenares señaló la importancia de los colegios jesuitas y sus propiedades urbanas y rurales como objetos de estudio cruciales para comprender la sociedad colonial, y también mostró con claridad dos de sus aspectos fundamentales. En primer lugar, cada colegio era parte de una red mucho más amplia y por tanto sus realidades regionales eran parte de una realidad supra-regional. En segundo lugar, la vida cotidiana de estas instituciones estaba guiada por lógicas y racionalidades específicas, de las cuales Colmenares estudió la racionalidad económica. Partiendo de estas dos premisas y asumiendo que es posible y necesario observar las propiedades jesuitas con los lentes de la mediana duración, el presente artículo explora la historia de la vida material en el microcosmos del colegio jesuita de la ciudad de Antioquia, desde su fundación en 1726 hasta la expulsión de la comunidad religiosa en 1767. La historia de la vida material, es decir, el estudio de la vivienda, los edificios destinados a las prácticas religiosas, la alimentación, el vestido, las prácticas de producción y consumo, y las redes sociales, económicas y de significado en las cuales dichas prácticas se inscribían, se estudiará aquí poniendo especial atención a dos lógicas fundamentales que regían la vida de los colegios jesuitas: la religiosidad católica, expresada en lo fundamental en el calendario litúrgico y la consagración de la vida cotidiana a Dios, y la jerarquía política y espiritual que regulaba las relaciones cotidianas según el orden social colonial. Aunque la vida material es un campo de investigación histórica por lo general ausente en los cursos universitarios y en la producción bibliográfica, al recordar algunos de los trabajos más importantes de la disciplina, se percibe con claridad que conocer las condiciones materiales de existencia 2. Fernand Braudel, Civilización material, de las sociedades del pasado sigue siendo una tarea tan importante economía y capitalismo, siglos XV-XVIII, tres tomos (Madrid: Alianza Editorial, como lo fue cuando la emprendieron los arqueólogos soviéticos, los 1984); Jean-Marie Pesez, “Historia de la historiadores vinculados al proyecto de Annales o algunos de los incultura material”, en La Nueva Historia, dirs. Jacques Le Goff, Roger Chartier vestigadores que contribuyeron a dar vida al Anuario Colombiano de y Jacques Revel (Bilbao: Mensajero, Historia Social y de la Cultura2. s.f.), 119-121; Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos de Historia Social (Bogotá: CESO, Universidad de los Andes, Banco de la República, ICANH, Colciencias, Alfaomega, 2001); Arnold J. Bauer, Somos lo que compramos. Historia de la cultura material en América Latina (México: Taurus, 2002).

3. Archivo Histórico de Antioquia (AHA), Medellín-Colombia, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, ff. 1r.-5r. En el documento clasificado bajo la anterior signatura se hallan los libros de gastos del colegio jesuita de la ciudad de Antioquia desde su fundación hasta inicios de 1751. Los demás libros se encuentran en los tomos 457 y 458 de la misma serie.

1. Los colegios y la formación de propiedades En 1726 un sacerdote de la Compañía de Jesús emprendió un tortuoso viaje para trasladarse de Santafé, sede de la Audiencia y futura capital virreinal, a la ciudad de Antioquia, capital de la provincia del mismo nombre. El religioso era el padre Joseph de Molina, quien después de arribar a Honda tomó la ruta del camino de Nare para ingresar a Antioquia y poner en marcha un nuevo colegio de la Compañía, institución que jugaba un papel importante en la empresa globalizada de la dominación

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ibérica y católica del mundo3. La fundación de los colegios obedecía a principios establecidos por la Compañía que preveían que su existencia se diera en un ambiente estable y promisorio, sobre todo en lo económico. Dichas entidades eran más que simples instituciones religiosas. En efecto, la Compañía funcionaba como una “empresa” y tenía una racionalidad económica minuciosa que, junto con otros factores, hizo de sus actividades productivas y monetarias uno de los ejemplos más exitosos dentro del mundo colonial iberoamericano. Su funcionamiento estaba basado en una red de colegios, entidades “financieramente autónomas”, ubicados en centros urbanos y que poseían y administraban prósperas propiedades rurales, cuya producción los sostenía y cuyos excedentes eran comercializados. Otras “prolongaciones” de esta red, por ejemplo las cofradías, contribuían al éxito económico de la Compañía de Jesús, pues eran canales crediticios usufructuados por ella4. Aunque cada colegio era autónomo, existían entre ellos vínculos económicos y de fraternidad y los miembros más altos de la estructura jerárquica de la institución religiosa ejercían vigilancia y control sobre los mismos. Dentro de la autonomía de cada colegio y en la estructura general de la Compañía, la administración seguía el siguiente orden: las haciendas eran administradas por hermanos coadjutores, quienes no habían optado por los estudios superiores de filosofía y teología. Ellos controlaban con “autoridad patriarcal” a los mayordomos, esclavos y jornaleros. A su vez, los procuradores vigilaban a los coadjutores, asistían al rector del colegio en cuestiones financieras, participaban en la contabilidad, el abastecimiento y los pagos de las haciendas, intervenían en los litigios y asuntos legales, y establecían contactos con comerciantes para hacer posible la venta de los productos excedentes. Su papel era tal vez el más importante y su autonomía frente al rector, máxima autoridad de cada colegio, era bastante amplia. Finalmente, los altos jerarcas de la Provincia Jesuita y sus enviados se mantenían al tanto de la economía de los colegios y promovían la uniformidad de las “prácticas racionales de explotación”, mientras que desde Roma, sede del general de la orden, se fiscalizaba el funcionamiento general y se emitían recomendaciones y sanciones cuando era necesario5. Así pues, los colegios jesuitas estaban arraigados en las so4. Germán Colmenares, Haciendas de los ciedades locales, pero cada uno era un microcosmos social, jesuitas. Para el caso de las haciendas de la costa peruana ver Nicholas P. económico y cultural que entrañaba vínculos con los colegios de Cushner, Lords of the Land. Sugar, Wine, otras ciudades y provincias, en una red de escala planetaria. Los and Jesuit Estates of Coastal Peru, 16001767 (Albany: State University of New centros urbanos donde estaban dichos colegios se vinculaban York Press, 1980), 75-79. a los espacios rurales en los cuales se ubicaban las haciendas y 5. Germán Colmenares, Haciendas de los jesuitas, 11-15; AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, passim.

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minas, de manera que entre campo y ciudad circulaban constantemente religiosos, esclavos, sirvientes y objetos de toda índole6. La importancia de estudiar la vida material de dichos microcosmos tiene que ver no sólo con el hecho de que éstos constituyen buenos exponentes de los sistemas y técnicas de producción agrícola, pecuaria, minera y de empleo y usufructo del trabajo durante tiempos coloniales, sino también con que en ellos se conjugan de manera clara dos características básicas que alcanzó la vida material bajo el régimen español: colonial, puesto que contenía una cantidad de bienes introducidos originalmente desde el extranjero y una serie de prácticas de producción y consumo íntimamente ligados al sistema vigente de dominación política, y católica, al fundamentar en nociones religiosas aspectos tan importantes como la concepción y el uso del tiempo y al combinar el uso de bienes materiales con el uso de “bienes espirituales” como los sacramentos o la oración7. En la fundación de un colegio jesuita podían confluir varios tipos de capitales y propiedades. Por un lado, las donaciones o legados hechos por un “fundador” o por un organismo político -cabildo o Audiencia-, a las que se sumaban necesariamente las de otros de vecinos y que consistían en inmuebles, dinero y ganados. Por otro lado, las compras y capitales introducidos por la misma Compañía. Con todos los bienes 6. La provincia jesuita del Nuevo Reino de la fundación los colegios ponían en marcha su “política de Granada y Quito incluía con los de adquisiciones paulatinas” y “valorización” de las propiecolegios de Santafé, Cartagena, Mérida, Pamplona, Mompós, Honda, dades mediante la “reinversión” que debía hacer crecer la Quito, Panamá, Cuenca, Popayán, entidad 8. En el caso del colegio de Antioquia, a las donacioAntioquia, y las misiones del Orinoco y del Gran Pará o Marañón. nes del fundador, don José Blanco, quien aportó 20.000 pesos de oro, se sumaron las de otros sesenta y un vecinos, mien7. Arnold J. Bauer, Somos lo que compramos, 167-175. tras que los aportes de la Compañía fueron 750 pesos que recibió en Santafé el padre Molina y otras cantidades que se 8. Germán Colmenares, Haciendas de los jesuitas, 31-44. cobraron en Antioquia y que habían sido previamente recibidas por varios vecinos en calidad de préstamos 9. 9. Germán Colmenares, Haciendas de los jesuitas, 33; AHA, Libros, t. El proceso de “valorización” mencionado era de vital im458, doc. 8370, No. 440. Algunos portancia y se caracterizaba por el recurso intencionado y vecinos habían comprometido sus donaciones para la fundación desde necesario a las técnicas de la época para establecer, adquirir 1720, las cuales serían nulas en caso y usufructuar espacios, herramientas, fuentes de energía y de que en seis años no se hubiese establecido el Colegio. Roberto Luis saberes acumulados que eran indispensables para la consoliJaramillo V. y Luis Javier Villegas B., dación de distintas actividades productivas en las haciendas y Índice de los protocolos de escribanos de Santa Fe de Antioquia 1700-1750 minas. La percepción de mediana duración permite esclarecer (Medellín: Universidad Nacional las aplicaciones concretas de las técnicas, mas no sus lentas de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Historia, 1987), protocolos del año 1720, ff. 59 y 79-83, pp. 167 y 169.

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mejoras o cambios 10, pero estudiar dichas aplicaciones sirve para entender de manera más dinámica la formación de las propiedades de los jesuitas. Desde el momento mismo de la fundación, el colegio contó entre sus haberes con la hacienda del El Tejar, la cual fue mejorada durante el primer año con la construcción de una ramada en guaduas, cañas e iraca, edificación no muy resistente a la que se hacían reparaciones continuas11. Más tarde, en 1749, se construyeron allí una casa y una capilla de muy buena calidad, en madera, guadua, tapias, ladrillos y con ocho pilares de piedra. La casa contaba con un balcón, “soleritas” y estaba cubierta por miles de tejas producidas allí mismo12. En esa hacienda, con el uso de la energía obtenida mediante el fuego que se producía al hacer arder cargas de leña, se transformaban tierra y rocas en tejas, ladrillos y fanegas de cal. Para ello se usaban hornos y hornillos, claveras o moldes y el paciente 10. Fernand Braudel, Civilización material, trabajo de esclavos y peones13. t. I. Las estructuras de lo cotidiano: lo posible y lo imposible, 286-288. Sobre La hacienda de Abejuco, una propiedad con más de doscientas las técnicas agrícolas de la época sesenta reses y tierras de pan y caballería que había sido heredada colonial puede consultarse Hermes Tovar Pinzón, “Recursos técnicos de su padre por el sargento mayor don Gregorio de Borja Ezpeleta, en el desarrollo agrícola de la quien ejercía como minero en Citará, fue adquirida por los jesuitas en actual Colombia, durante el período colonial”, en Actas VIII Jornadas de 1728. Por ella se pagaron 3.106 pesos14. Pocos años después se adquiAndalucía y América, eds. Bibiano rieron las haciendas y anexos de Güintar, Pabón, Cauriba, Estancia Torres y José Jesús Hernández Palomo (Sevilla: Escuela de Estudios y algunas otras tierras, al igual que una mina de veta, San Javier, en Hispanoamericanos, 1984), 21-53. el cerro de Buriticá, dos minas “de oro corrido” poco productivas, 11. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. en Cauca Arriba, y la mina aluvial de La Miel, en Petacas, en las tie330, agosto de 1729. rras frías de Los Osos. En Abejuco se construyó un trapiche en 1730, 12. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. por el cual se pagaron a un “trapichero” veintiocho pesos y medio, 330, septiembre de 1749. y unas “hornillas” en 1734, cuando también se construyó una “casa 13. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. en Buriticá”, la que debió de ser un rancho pajizo sencillo pues no se 330, abril de 1730; t. 458, doc. 8370, reportaron gastos de materiales15. Abejuco, Güintar, Pabón y El Tejar No. 434, septiembre de 1756; t. 457, doc. 8369, No. 412, julio de 1767. eran las unidades productivas más importantes (ver Mapa No. 1). En dichas haciendas se implementaron y mantuvieron los espacios, 14. Índice de los protocolos, protocolos del año 1718, f. 54, p. 149; protocolos del herramientas y técnicas que conformaban los trapiches o ingeaño 1728, f. 26, p. 244. nios para la producción de mieles, azúcar, panelas, raspadillos y 15. AHA, Temporalidades, t. 109, doc. aguardiente. Allí había cultivos de caña; ramadas hechas con palos 3126, ff. 1v.-2r.; Libros, t. 453, doc. y hojas de iraca; trapiches con tambores de madera movidos por 8365, No. 330, junio-noviembre de 1730, octubre y noviembre de 1734 y bueyes o caballos trapicheros; fondos metálicos en los que se cocijunio de 1735. naba el jugo de la caña, comprados o fundidos de platos de peltre 16. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. viejos; lienzos para colar la miel y botijas para almacenarla; y pailas 330, noviembre y diciembre de 1729, 16 y “mollas” o “falcas” de barro para los “alambiques” . enero y febrero de 1730, octubre y noviembre de 1734, agosto de 1737 y junio de 1750; t. 458, doc. 8370, No. 433, abril de 1756.

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Mapa No. 1: Haciendas y minas del colegio jesuita de la ciudad de Antioquia 1726-1767

Fuente: Mapa elaborado con base en la información manuscrita localizada en Archivo Histórico de Antioquia, Medellín-Colombia. Libros, tomos 453, 457, 458, 470 y 504 y Beatriz Patiño Millán, Riqueza, pobreza y diferenciación social en la Antioquia del siglo XVIII. Informe final de la investigación “Clases sociales y razas en Antioquia durante el siglo XVIII.” Medellín: Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Humanas-Centro de Investigaciones, 1985.

En las haciendas se producía maíz, fríjoles, arroz, cacao, plátanos, arracachas, huevos y todo aquello que se obtenía de las vacas y los cerdos como carne, quesos, manteca, sebo, velas, jabón y cueros. Así, no sólo las rocerías y los cultivos ocupaban a los jesuitas y sus esclavos y peones, sino también los ganados vacunos, los machos, yeguas, mulas y, en menor medida, los cerdos. Los ganados vacunos constituían una importante inversión que también requería de técnicas particulares para su sostenimiento y el uso de saberes específicos, como los de “un negro vaquero” que se adquirió en 1733 por doscientos cincuenta y tres pesos y un tomín para el manejo de las reses de Güintar17. En lo que tiene que ver con la minería, las diferentes técnicas dependían del tipo de yacimiento, y en este sentido la explotación de las minas de veta en Buriticá resultó algo compleja, pues no hubo posibilidad de aplicar estrategias adecuadas para el desagüe de los socavones y la 17. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, noviembre de 1733. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 70-95


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trituración de los materiales, lo cual generó un impacto particular entres los vecinos de Antioquia, quienes estaban convencidos de que el abandono de tales minas en favor de las de La Miel, explotaciones aluviales, se debía a su inutilidad18. El gobernador José Barón de Chávez tenía una perspectiva crítica al respecto, pues aseguraba que los jesuitas nunca habían tenido a alguien con los 18. Sobre la explotación de las minas del conocimientos adecuados para que se encargase debidamente de cerro de Buriticá véase Robert C. West, tales explotaciones, y aunque tenían el modelo preciso para desaLa minería de aluvión en Colombia durante el período colonial [1952], en Cuadernos rrollar un molino, no lo hicieron debido a la opinión del hermano de Geografía. Revista del Departamento Marcos, quien consideró que no había suficientes aguas, “de modo de Geografía, Edición Especial - Minería (2000): 69-70. El trabajo pionero de que por sólo el carácter de la sotana, estimaron por decisión la opiWest indica claramente las diferencias nión del padre Marcos, habiéndose mucho después experimentado técnicas entre minería de veta y de aluvión. Sobre las técnicas usadas en la contrariedad, conforme a las construcciones extranjeras […]”19. las minas del Chocó puede verse Orián Las actividades pecuarias, agrícolas y mineras, así como la vida Jiménez, El Chocó: un paraíso del demonio. Nóvita, Citará y El Baudó, siglo XVIII doméstica del colegio, tenían como parte fundamental de su fun(Medellín: Universidad de Antioquia, cionamiento el uso de herramientas metálicas. Por tanto, el colegio 2004), 57-63. Para un contexto más general, desde una perspectiva de la introducía hierro y acero desde la villa de Mompós, elementos que historia de las ciencias y las técnicas, en las talleres de los herreros y con su sabiduría para el manejo del puede consultarse Elías Trabulse, Ciencia y tecnología en el Nuevo Mundo fuego se fundían para dar vida a machetes, azadones, palas, barras, ca(México: Fondo de Cultura Económica, labozos, picos, hachas, fierros para herrar, martillos, clavos, escofinas, 1996), 147-172. claveras, taladros, estribos, espuelas, espadas, llaves, candados, plan19. Archivo General de la Nación (AGN), chas y cadenas. Dichos objetos repetían los ciclos de su vida social20, Bogotá-Colombia, Negros y esclavos de Antioquia, t. 7, f. 976r.; AGN, Bernardo ya que no concluían su existencia con el desgaste casi total que se J. Caicedo - Minas, t. 3, caja 18, carpeta generaba después de mucho uso. Si bien en tal momento la reducción 1, doc. 2, f. 2v. de su utilidad conllevaba la reducción de su valor, es común encontrar 20. La vida social de las cosas. Perspectiva en las fuentes manuscritas alusiones a los procesos de “aliño”, “calza” cultural de las mercancías, ed. Arjun Appadurai (México: Grijalbo, y “compostura” de herramientas o a la fundición de las viejas para la Consejo Nacional para la Cultura y creación de nuevas21. Así, la reutilización del metal viejo impulsaba la las Artes, 1991). creación o renovación de la utilidad y el valor. 21. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. El hierro y el acero se compraban por libras y quintales y sus 330, julio de 1729, marzo de 1730 y diciembre de 1734; t. 458, doc. 8370, valores variaban de acuerdo a su disponibilidad, al igual que el de No. 433, febrero de 1756; Nicholas P. 22 las herramientas manufacturadas . Algunos esclavos habían adCushner, Lords of the Land, 73-75. quirido los conocimientos adecuados para fungir como herreros, 22. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. oficio crucial en las sociedades preindustriales, pero también se 330, noviembre de 1729 y julio de 1734. Durante el siglo XVIII acudía a los oficiales de la ciudad, cuyos servicios se pagaban con los conflictos bélicos del mundo algunos pesos de oro o con productos de las haciendas. En el caso Atlántico dificultaron el comercio de las herramientas metálicas, por de Carmelo Zavala, herrero que tenía su taller en la ciudad de lo cual se promovió la adquisición Antioquia, su labor era tan importante que los padres jesuitas le de tales bienes con las “colonias amigas”. AGN, Aduanas, t. 8, ff. 862r.-v., 865v., 874v.-875r.; AGN, Milicias y Marina, t. 65, f. 569r.

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permitían contar con uno de sus esclavos para los trabajos de la fragua, una práctica que se repetía en otros colegios23. Técnicas y saberes más sutiles también tenían presencia en el colegio jesuita y sus haciendas y minas; más sutiles, en tanto que recurrir a ellas no requería de grandes inversiones ni era objeto de decisiones delicadas 23. AHA, Libros, t. 457, doc. 8369, No. 414, tomadas por el rector o el procurador. Y sin embargo, elementos deudas de Carmelo Zavala. El herrero “estructurales”, puesto que su cotidianidad revela la importancia que trabajaba para la hacienda de Vilcahuaura, al norte de Lima, tenía que tenían. Tal era el caso de la elaboración y uso de velas y jabón dos asistentes proporcionados por los de sebo24; de la “hechura de aguas” y el lavado de la ropa en bateas, jesuitas. Nicholas P. Cushner, Lords of the Land, 84. actividad realizada por lavanderas y esclavas; de la paciencia y el tiempo invertido en reparar “goteras”; o del uso de servilletas y 24. Aunque era común la compra de “jabón de Castilla” también pañuelos por parte de los clérigos en la colectividad del refectorio se podía acceder al jabón que se o en la privacidad de los aposentos25. elaboraba a base de cebo y cenizas. Cf. AHA, Criminal, B-52, leg. 1780Otro aspecto técnico importante de la vida de los jesuitas y sus 1790, doc. 1, f. 2r. esclavos es el que tiene que ver con las prácticas generadas por las 25. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. incertidumbres de los males del cuerpo. Las enfermedades podían 330, junio, julio y agosto de 1729; tratarse haciendo uso del conocimiento herbolario local, de ahí que t. 458, doc. 8370, No. 433, enero de 1756. La constante presencia fuera común la compra de plantas medicinales como el ruibarbo de servilletas y pañuelos puede y la alhucema, pero también recurrían a “medicamentos”, cuyo reflejar la escasez de objetos como el tenedor y el cuchillo, pero los uso puede haber sido tan común como el de aquellas plantas pero jesuitas de Antioquia combinaban que no eran producidos localmente. En efecto, esos medicamenel uso de ambos tipos de elementos. Fernand Braudel, Civilización material, tos se compraban en Mompós y eran conservados en “frasquitos” t. I. Las estructuras, 167-168. y “cajoncitos”26. Ahora bien, lo anterior sucedía en aquellos casos 26. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, en que la molestia era conocida y no comportaba gravedad. De lo junio-noviembre de 1730, octubre de contrario, se recurría al servicio de “médicos”, como el que fue lle1733 y junio de 1734. vado de la villa de Medellín en 1756, o al de “curanderos negros”, 27. Gonzalo Aguirre Beltrán, Medicina que aunque podían dotar de misticismo las acciones terapéuticas y y magia. El proceso de aculturación en la estructura colonial (México: curativas, lo cual podía ser mal visto por sus amos, alcanzaron en Instituto Nacional Indigenista, muchos lugares de las Américas el reconocimiento de sus habilida1963), 73-96; Phillip D. Morgan, Slave Counterpoint. Black Culture in the des a la hora de enfrentar enfermedades27. Eighteenth-Century Chesapeake and Los jesuitas heredaron algunas propiedades, adquirieron otras y Lowcountry (Chapel Hill and London: University of North Carolina Press, las transformaron a lo largo de los años con el trabajo de sus esclavos. 1998), 624-629; Orián Jiménez, El En ese proceso de transformación del espacio, la construcción de Chocó, 66-68. Aunque no es posible determinarlo con exactitud para el edificios de habitación y de edificios para las actividades religiosas caso de los jesuitas de Antioquia, las era un paso fundamental. Dichas construcciones fueron revestidas comunidades religiosas conservaban tradiciones y técnicas boticarias que de distintos significados y se constituyeron en escenarios repletos eran trasmitidas de los más viejos de objetos sujetos a múltiples usos, a medida que se tejían los ritmos a los novicios como estrategia para perpetuar un oficio importante en la vida comunitaria. Un testimonio manuscrito al respecto puede consultarse en la Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá, Fondo Antiguo, RM 350, pza. 12, f. 566v.

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de la vida cotidiana. En aquellos espacios se habitaba, se oraba y se consumían alimentos para sostener el cuerpo y el espíritu. La concepción católica del mundo permeaba y vinculaba objetos, espacios y prácticas de consumo, mientras que las diferencias físicas y simbólicas entre el campo y la ciudad y las relaciones de sujeción entre amos y esclavos, como se analizará a continuación, determinaban la vida material de cada individuo y su grupo social dentro del microcosmos cotidiano de los jesuitas en Antioquia. 2. V iviendas , edificios sagrados y alimentos del espíritu y del cuerpo En la ciudad de Antioquia los jesuitas establecieron su fundación con una casa y una iglesia. Sin embargo, es posible que la casa inicialmente ocupada no haya sido propiedad de la Compañía, pues Jerónimo de Ibarra en su testamento, dictado en 1733, solicitaba que se cobrara a los jesuitas el valor de un año y cinco meses de arriendo de la casa en que vivían y que era de su pertenencia28. Ahora bien, en esos años se estaba adelantando la construcción de la casa del colegio, actividad que fue apoyada por los vecinos de la ciudad. Por su parte, la iglesia recibida por los jesuitas existía debido a que los esposos Felipe de Herrera y Jerónima de Guetaria eran devotos de Santa Bárbara y habían decidido mejorar una humilde ermita de paja que estaba consagrada a dicha santa, construyendo una capilla cubierta de tejas y con puertas y ventanas adecuadas. En la capilla eran tradicionales las celebraciones de tal santa y de San Ignacio29, las cuales fueron continuadas por los jesuitas, quienes realizaron modificaciones importantes al edificio a mediados de 1742 e iniciaron la construcción de una nueva iglesia en piedra y ladrillo en 1764. La empresa quedó inconclusa con la expulsión de la Compañía, pero sería finalizada años después gracias a la ayuda del influyente y próspero comerciante don Juan Pablo Pérez de Rublas, tal como se relató en la inscripción funeraria de su tumba, que se conserva en aquella iglesia hasta hoy: “Aquí yace Don Juan Pablo Pérez de Arrubla [sic] Natural de Ustes en el Reino de Navarra Caballero agraciado de la Real y distinguida orden española de Carlos III, Regidor Decano del Ilustre Ayuntamiento de esta Ciudad: Benefactor que fue de esta Santa Iglesia que fue de ex-Jesuitas, concluyéndola y paramentándola a sus expensas, falleció a 23, de enero del año de 1805”30.

Cuando en 1767 comenzaron a inventariarse los bienes de los expulsados jesuitas, la casa del colegio en Antioquia era bastante amplia y de excelente construcción, aunque sus habitantes no eran muchos y en general éste era un colegio modesto, si se le compara con otros como el de San Pablo, en Lima, que contaba en aquella época con más de mil estudiantes. La casa tenía un claustro principal cuyos cuatro costados tenían pilastras y veinte arcos de ladrillos,

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28. Índice de los protocolos, protocolos del año 1733, f. 103, p. 295. 29. Índice de los protocolos, protocolos del año 1704, f. 7v., p. 27; protocolos del año 1717, f. 173, pp. 140-142; AHA, Temporalidades, t. 111, doc. 3240, f. 401r.-v. 30. Inscripción funeraria de Juan Pablo Pérez de Rublas, Iglesia de Santa Bárbara, Santafé de Antioquia-Colombia.


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y en él varios “aposentos” usados así: cuatro destinados para habitaciones de cada uno de los religiosos que había entonces; uno para la librería; uno como almacén de maderas usadas en la iglesia que estaba en construcción; otro como despensa y un cuarto de aula. Existía un segundo claustro con diecinueve arcos y pilastras de ladrillo en torno al cual había más aposentos y una gran cocina con patio donde estaba el horno para el pan31. En los aposentos de los cuatro religiosos, el rector Victorino Padilla, el procurador Joseph Salvador de Molina, Sebastián Sánchez y Manuel Vélez, las imágenes religiosas eran parte fundamental del mobiliario: crucifijos, santos de bulto, cuadros de vírgenes y cajitas con estampas y láminas pegadas. Estos iconos religiosos debían su presencia masiva a las cualidades diferenciadas de cada santo o advocación representada y a las devociones personales y comunitarias. Dichos objetos artísticos eran de origen europeo, de procedencia quiteña o santafereña y algunos eran manufacturas antioqueñas. En efecto, los colegios jesuitas y sus misiones no sólo estaban vinculados a redes de comercio de arte, sino que también estimulaban la producción local32. Los padres mantenían en sus habitaciones libros de espiritualidad, entre los que se destacan vidas de santos, libros de teología, la Biblia, el popular texto de piedad La imitación de Cristo de Tomás Kempis y los cuatro tomos de breviarios con los que rezaba la liturgia de las horas. Tenían también sus camas, mesas, sillas, sabanas, cobijas y vestiduras. Igualmente, cada uno de los cuatro aposentos tenía como parte de su mobiliario una olleta y un molinillo, a cuyo uso me referiré más adelante33. Para entender la presencia de objetos y sus usos en los diversos 31. AHA, Temporalidades, t. 118, doc. 3285, ff. 4r.-6r. espacios y momentos, es necesario tener en cuenta las actividades económicas del colegio, el horizonte religioso del catolicismo 32. Gustavo Vives Mejía, Inventario del patrimonio cultural de Antioquia. II. y la espiritualidad jesuita y monástica, como también los ritmos Colecciones de Santa Fe de Antioquia cotidianos de la vida en comunidad, guiados por dicha religiosidad. (Medellín: Secretaria de Educación y Cultura de Antioquia, 1988); Gauvin La exploración de la religiosidad y su incidencia en la vida cotiAlexander Bailey, Art on the Jesuit diana y en las prácticas de consumo puede hacerse teniendo en Missions in Asia and Latin America. 15421773 (Toronto: University of Toronto cuenta las evidencias aportadas por dos textos de la época. El priPress, 1999); Clara Bargellini, “At the mero es La imitación de Cristo, una obra que como ya se mencionó center on the frontier: the Jesuit Tarahumara missions of New Spain”, acompañaba muy de cerca a los jesuitas en Antioquia. El segundo en Time and Place. The Geohistory of es un manuscrito que relata los ritmos cotidianos del colegio de Art, eds. Thomas DaCosta Kaufmann and Elizabeth Pilliod (Aldershot, Santafé. La imitación de Cristo, obra de inicios del siglo XV apreciada England, and Burlington, VT: Ashgate por muchos siglos tanto por católicos como por protestantes, era Publishing, 2005), 113-134. leída cotidianamente, pues una de sus intenciones era precisamen33. AHA, Temporalidades, t. 118, doc. te guiar la vida monástica34. Por su parte, la obra manuscrita del 3283, ff. 2r.-4r. padre provincial Manuel Balzategui, rector en Bogotá entre 1755 34. Tomás de Kempis, De la imitación de y 1760, trata sobre los “usos y costumbres” del colegio de Santafé, Cristo, Traducción del P. Nieremberg de la Compañía de Jesús (Einsiedein, Suiza: Benziger & Co. S. A., Tercera edición, 1907). Aunque la obra de

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que debieron haber sido muy similares a los de otros colegios. Esta obra fue elaborada siguiendo indicaciones enviadas desde Roma por el florentino Lorenzo Ricci, superior general de la orden35. El refectorio de la comunidad religiosa era un lugar en el que se mezclaban tradiciones, pues había en él imágenes religiosas pero también una alacena y mesas, sillas, manteles, platos, cucharas y tenedores de metal, al igual que “jarritas de barro de la tierra”36 que igualmente se encontraban en la cocina. En realidad, tal espacio no estaba destinado sólo a consumir los alimentos en comunidad, sino también a la oración, la reflexión y a escuchar sermones solemnes. Aún más, el consumo de los alimentos no era una práctica que pudiera separase de la oración, sino más bien una actividad cotidiana en la cual se reflejaba la piedad, pues aun los manteles y cubiertos podían variar según el calendario litúrgico37. Las sillas, escaños, bancos y mesas que allí podían encontrarse también eran comunes en todos los espacios de la casa, y con buena razón en la iglesia. Por otro lado, en la iglesia y la sacristía se encontraban los bienes rituales de las celebraciones litúrgicas, compuestos por dos subconjuntos: uno, el de los ornamentos o trajes propios de los religiosos, y otro, el de los utensilios para la celebración de la misa y demás liturgias. Los ornamentos usados por los sacerdotes eran albas, sobrepellices, casullas, estolas y capas pluviales para ritos especiales. Algunos eran muy lujosos y podían ser manufacturas europeas. En 1731, en efecto, se adquirieron dos ornamentos traídos de España38. Por su parte, los utensilios principales del culto, cuyos materiales podían ser madera, plata u oro en el mejor de los casos, eran libros misales, cálices, vinajeras, patenas, incensarios, cucharitas, sagrarios y lámparas de manteca o velas para alumbrarlos39. Estos elementos se acompañaban de objetos textiles fundamentales para rituales como el de la consagración del vino y el pan, como lo eran los palios, purificadores y corporales, mientras que siempre era común mantener velos, cortinas y ropas y alhajas para las efigies de los santos40. Los textiles usados para el ritual de la eucaristía eran cuidados de manera especial, pues dicha ceremonia constituía el eje principal de la religiosidad católica, ya que el pan y el vino transformados en el cuerpo y la sangre de Cristo unían física y místicamente a quienes comulgaban con Dios, en una ceremonia que cumplía un precepto

Kempis no era más que una entre muchas otras en el universo de las bibliotecas jesuitas, en el caso de Antioquia este libro devocional parece haber sido bastante relevante para la espiritualidad cotidiana. Si bien existen otras obras importantes en la experiencia jesuita como los Ejercicios de San Ignacio de Loyola, Kempis puede ser usado con más certeza para los objetivos de este trabajo, pues su obra ofrecía elementos para que sus lectores convivieran según el modelo de la vida cristiana, no sólo consigo mismos sino también en el universo de las diversas relaciones sociales y en los diversos espacios cotidianos. La obra de Loyola, por su parte, está relacionada con la experiencia individual de la gracia. José del Rey Fajardo, S. J., Las bibliotecas jesuíticas en la Venezuela colonial, t. I (Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1999), 155. Sobre la biblioteca jesuita de Santafé ver Renán Silva, Los ilustrados de Nueva Granada, 17601808. Genealogía de una comunidad de interpretación (Medellín: Banco de la República, Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2002), 227-235. 35. Usos y Costumbres de esta Provincia de el Nuevo Reyno y especialmente de este Colegio Mayor de Santa Fe, aora nuevamente arreglado por su reverencia el Padre Provincial Manuel Balzategui según el orden de el Muy Reverendo Padre General Lorenzo Ricci Año 1765. Biblioteca Luis Echavarría Villegas, Universidad EAFIT, MedellínColombia, Sala de Patrimonio Documental, clas. l254b454. 36. AHA, Temporalidades, t. 118, doc. 3285, f. 1r. y v. 37. Usos y costumbres, ff. 60-61 y 71-76. 38. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, septiembre de 1731; Ver también Usos y costumbres, f. 3. 39. AHA, Libros, marzo de 1735; t. 457, doc. 8369, No. 412, julio de 1767; No. 434, septiembre de 1753 y febrero de 1754. 40. Usos y costumbres, 3.

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crucial que conmemoraba el momento culminante de la historia de salvación y ofrecía al alma su alimento espiritual fundamental. A su vez, dicho alimento podía aun reparar las fuerzas del cuerpo, tal como lo describía Kempis: “En este sacramento se da gracia espiritual; se repara en el alma la virtud perdida, y reflorece la hermosura afeada por el pecado. Tanta es algunas veces esta gracia que de la abundante devoción que causa, no sólo el alma, sino aun el cuerpo flaco siente haber recibido fuerzas mayores”41. En las haciendas y minas también existían casas y capillas, como quedó dicho. Éstas eran de tapias, piedra y teja, o sencillos ranchos o bohíos pajizos para los esclavos, quienes también tenían acceso a las capillas que allí había. Tales espacios, ubicados en el mundo rural, se diferenciaban en construcción y estructura de 41. Tomás de Kempis, De la imitación de la casa y la iglesia del colegio ubicados en el ámbito urbano42. Sin emCristo, 405-493, cita en 414-415; Usos y costumbres, 3; Sagrada Biblia, Versión bargo, sus mobiliarios, como los ornamentos y objetos religiosos, no se directa de las lenguas originales diferenciaban en mucho, tal vez únicamente en su calidad. por Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga (Madrid: Biblioteca de Así pues, en el microcosmos del colegio jesuita los bienes mateAutores Cristianos, vol. 1, duodécima riales que conformaban el mobiliario eran, aunque sencillos y en edición, 1962), Génesis, 14:18; Éxodo, 12: 1-44, 16: 13-21; Sabiduría, 16:20; ocasiones rústicos, bastante abundantes y estaban conectados a una Juan, 6; Mateo 22: 26-29; Marcos 14: red de significados espirituales y en ocasiones a redes comerciales que 22-25; Lucas 22: 15-23. traspasaban las fronteras provinciales. Tanto las capillas como las vi42. Sobre la vida material en las ciudades viendas en la ciudad y en las haciendas y minas presentaban imágenes y villas durante esta época véase María del Pilar López Pérez, “Las variopintas y poco monótonas, que dan cuenta de una vida material salas y su dotación en las casas colonial fuertemente católica. Es necesario señalar con insistencia el de Santafé de Bogotá”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la carácter ritual y simbólico de muchos de los bienes que se han menCultura 24 (1997): 5-45 y Edgardo cionado y de las prácticas religiosas en las que se hallaban inscritos, Pérez Morales, “Del hábitat a los hábitos. Vida material y sociedades al igual que la especial relación entre ciertos tipos de conocimiento e urbanas en el Nuevo Reino de información y el uso de algunos objetos, particularmente estricta en Granada, siglo XVIII”, en Historia, cultura y sociedad colonial, siglos XVIel caso de los bienes del culto, cuyo uso ritual era exclusividad de los XVIII. Temas, problemas y perspectivas, hombres consagrados43. Ellos poseían el conocimiento práctico y la comp. Yobenj Aucardo ChicanganaBayona (Medellín: La Carreta, jerarquía espiritual que les permitía hacer uso de esos instrumentos, Universidad Nacional de Colombia, necesarios para transformar el pan de cada día en pan eterno. 2008), 333-362. Pero la nutrición espiritual no era la única necesidad alimenticia. 43. Sobre la relación entre conocimiento, Norman Pounds, historiador de la vida material, ha señalado que en uso y consumo véase Arjun Appadurai, “Introducción: las el mundo preindustrial era difícil alcanzar un balance efectivo de los mercancías y la política del valor”, en componentes básicos de la alimentación44. Con todo, los clérigos jeLa vida social de las cosas, 68-77 y Brian Spooner, “Tejedores y comerciantes: suitas y en parte sus subalternos (novicios, esclavos y peones), podían la autenticidad de una alfombra acceder a una alimentación más o menos adecuada, en tanto sus haoriental”, en La vida social de las cosas, 243-293. ciendas y contactos comerciales les permitían consumir elementos de varios grupos alimenticios: el de la carne, pollo y pescado y otros 44. Norman J.G. Pounds, La vida cotidiana: historia de la cultura material (Barcelona: Editorial Crítica, 1992), 238.

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alimentos de origen animal como huevos, leche, quesos y mantecas; el de los alimentos feculentos, pues consumían harinas, maíz, fríjoles, papas, yucas, arracachas y arroz; también vegetales como plátanos y cebollas; alimentos azucarados en diversas confituras, conservas, azúcar, panela, raspadillos y mieles de caña y abejas; y finalmente, algunas bebidas estimulantes como el vino, el aguardiente y la chicha. El anterior, sin embargo, es un esquema general que es necesario analizar con más detalle, pues las pautas alimenticias de las personas vinculadas al colegio variaban según las relaciones jerárquicas y el calendario litúrgico, las dos coordenadas más relevantes de la existencia cotidiana en el colegio. No es gratuito que Kempis les recordara a sus lectores la necesidad de mantener una vida espiritual plena y al mismo tiempo mantenerse en obediencia y sujeción, pues manifestaba que “Gran cosa es estar en obediencia, y vivir debajo de prelado, y no tener voluntad propia”45. En primer lugar, es claro que los alimentos que conllevaban más cuidado y gastos en su elaboración, como las conservas, los bizcochos, el pan de trigo y los postres, eran destinados a los padres y los hermanos. Según Balzategui, el postre de la última comida, que usualmente era miel, podía reemplazarse en días de fiesta por conservas46. Los gustos superfluos, especialmente los que proporcionaban las especias que eran compradas dos o tres veces por año, eran por lo general exclusividad de los clérigos. Tales exquisiteces eran adquiridas en Cartagena y Mompós, pero venían de otras latitudes a través del comercio transatlántico. Las especias más comunes eran la canela, que podía costar cinco pesos la libra, y los clavos, cominos y pimienta, que eran menos costosos47. En segundo lugar, las personas enfermas, sin importar su posición en la división jerár45. Tomás de Kempis, De la imitación de quica, recibían un trato especial en lo que tocaba a su alimentación: Cristo, 38. estar enfermo o haber parido un hijo eran motivos suficientes para 46. Usos y costumbres, ff. 82-83. una dieta casi exclusiva a base de “pollos y gallinas”48. En la tra47. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, dición europea las aves eran un alimento sumamente estimado y noviembre de1729, enero, marzo y la dieta podía modificarse con intenciones curativas49. En su libro diciembre de 1730 y ss., octubre de 1733, abril, septiembre y diciembre manuscrito sobre las costumbres del colegio de Santafé, Balzategui de 1734, enero y julio de 1735. aseguraba que los “achacosos y ancianos” acompañaban sus comi48. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, das con algo de vino, y que para el cuidado de los enfermos siempre julio y diciembre de 1729, enero, abril se llamaba al mejor médico disponible y se usaban los servicios de y mayo de 1730. Nicholas P. Cushner, Lords of the Land, 95. un hermano “enfermero”50. Por lo general, las bebidas alcohólicas se usaban según las coordenadas de la jerarquía y la religión. El vino 49. Rafaella Sarti, Europe at Home. Family and Material Culture. 1500-1800 (New era exclusividad del ritual de la misa y de los clérigos, mientras que Haven and London: Yale University el aguardiente y la chicha se usaban para los esclavos y peones, a Press, 2002), 169-172, 184. quienes se encomendaban arduas labores como cargar piedras y 50. Usos y costumbres, ff. 65-67 y 81-83. trabajar en los hornos de cal51. 51. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, marzo de 1730, junio de 1730 y ss.; enero de 1734. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 70-95


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Existía otra bebida muy popular entre los jesuitas, cuya historia hace parte de la historia del catolicismo hispano y cuyas prácticas de consumo obedecían a la lógica de la religiosidad monástica. Se trata del chocolate, para cuya preparación los religiosos poseían en la intimidad de sus aposentos una olleta y un molinillo, como ya se mencionó. Esto puede indicar que dicha bebida, fundamental para el almuerzo, la primera comida del día, era consumida en la privacidad del aposento o por lo menos de manera individual, tal como sucedía en el colegio de Santafé, donde el chocolate se distribuía a cada uno de los religiosos de manera que el almuerzo no era un evento comunitario, a diferencia de las demás comidas52. El chocolate era considerado una bebida vigorizante para el cuerpo y la mente y, por tratarse de una de las primeras actividades del día, su consumo se realizaba en momentos en los cuales se evitaban las multitudes y los discursos excesivos que podían impedir la virtud. En los primeros momentos del día se abrazaba la soledad y el silencio, paradigmas cruciales para la imitación de Cristo, según Kempis, y recomendación que hacía Balzategui: “en tiempo de almorzar se debe guardar silencio”53. Esta práctica de consumo del chocolate al igual que el impulso del cultivo de cacao promovido por los jesuitas en sus haciendas, era expresión de la estrecha relación entre tal bebida -desarrollada originariamente en Mesoamérica prehispánica- y el catolicismo, y entre las instituciones características del mundo del Antiguo Régimen en general y la sociedad colonial en particular. Lo anterior se debe al proceso histórico de la inserción del cacao y particularmente de éste como bebida en las costumbres gastronómicas de la Europa católica. El comercio del cacao fue una actividad desarrollada por súbditos de los reyes de España, la monarquía católica por excelencia, y su uso como bebida alcanzó gran prestigio en los mundos clericales debido a que su poder 52. Usos y costumbres, f. 88. nutritivo lo hizo especial para los tiempos de ayuno, pues éste no era 53. Usos y costumbres, f. 89; Tomás de quebrantado por las bebidas. Los jesuitas se contaron entre los primeKempis, De la imitación de Cristo, 40-42, 62-63 y 69-82; Marcy Norton, Sacred ros importadores y consumidores de cacao en España, y en Europa el Gifts, Profane Pleasures. A History of chocolate se convirtió en la antítesis del café, siendo ambos néctares Tobacco and Chocolate in the Atlantic World (Ithaca and London: Cornell los referentes simbólicos y físicos de dos mundos distintos y enfrentaUniversity Press, 2008), 195-197. dos: la aristocracia y la burguesía54. 54. Wolfgang Schivelbusch, Historia de los Una circunstancia especial en la vida de los religiosos era la de estimulantes. El paraíso, el sentido del sus viajes, cuyo destino más frecuente era la ciudad de Santafé. gusto y la razón (Barcelona: Editorial Anagrama, 1995), 109-121; Sophie Cuando se andaba por los caminos era necesario prever “viáticos” D. Coe y Michael D. Coe, The true alimenticios suficientes: carne, maíz, bizcocho, cacao, sal, gordana, history of chocolate (London: Thames and Hudson, 1996), 203-234; Marcy raspadillo, conservas, y en ocasiones canela55. Para los viajes de miNorton, Sacred Gifts, 146-147. siones también se preveía una buena alimentación, tal como lo hizo 55. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. el padre Francisco Antonio Ovalle, quien consumió pollos por valor 330, passim. de tres pesos en su viaje al valle de Los Osos56. Otro tanto sucedía en 56. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, marzo y junio de 1734, enero de 1735, enero de 1736 y septiembre de 1749.

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las épocas festivas, especialmente en los meses de junio y julio, cuando las celebraciones en honor a San Ignacio de Loyola y otras fiestas de mediados de año hacían que los clérigos incurrieran en gastos extraordinarios, pues se consumían harinas, terneros, puercos, capones y cochinitos. En general, las celebraciones del calendario litúrgico implicaban buena y abundante comida, a la cual probablemente tenían acceso clérigos, esclavos y peones. Igualmente, todos disfrutaban sin diferencia alguna la pólvora y los sonidos de los músicos y las chirimías que se contrataban para las fiestas57. Las pautas alimenticias eran heterogéneas, pues las mismas estaban determinadas, por un lado, por la división jerárquica de los grupos sociales dentro del microcosmos del colegio y del mundo corporativo de la sociedad colonial, y por otro, por las circunstancias especiales pero transitorias en las que pudiera hallarse un individuo. El estado de salud, el carácter festivo imprimido a ciertas épocas por el calendario litúrgico y las tareas que se tuvieran encomendadas o los viajes eran circunstancias que podían ampliar o reducir el rango de alimentos a los cuales se podía acceder. Ahora bien, estos mecanismos y presunciones presentaban fisuras mediante las cuales era posible abandonar, en parte, las rígidas normatividades impuestas, como se verá más adelante en el caso de los esclavos. Por ahora, es necesario evaluar con atención otra esfera fundamental de la vida material, la de los trajes de vestir. Durante la época colonial y el Antiguo Régimen la vestimenta estaba estrechamente relacionada con la posición social y política, al igual que con los simbolismos jerárquicos y rituales58. El cuerpo se cuidaba con la vivienda y con la alimentación, pero también con el vestido. Las sotanas eran el atuendo regular de los clérigos, pero podían obviarse ante las extremidades climáticas o 57. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. por necesidades cotidianas como un viaje en caballo o barqueta59. 330, julio de 1735; AHA, Libros, t. 458, Esos trajes tenían la doble función de exteriorizar las cualidades doc. 8370, No. 433, julio de 1756; Usos y costumbres, ff. 84 y 86. Sobre espirituales y jerárquicas de quienes los usaban, diferenciando a celebraciones festivas véase Orián sacerdotes y hermanos del resto de las personas que no tenían ninJiménez Meneses, El frenesí del vulgo. Fiestas, juegos y bailes en la sociedad guna vocación o consagración religiosa y, dentro del microcosmos colonial (Medellín: Universidad de jesuita, de los esclavos y peones. Las vestimentas propias de los riAntioquia, 2007). tuales religiosos también operaban según los niveles jerárquicos 58. Arnold J. Bauer, Somos lo que espirituales, pues casullas o estolas, por ejemplo, eran exclusividad compramos; Edgardo Pérez Morales, Del hábitat a los hábitos; Rafaella Sarti, de los sacerdotes. Europe at Home, 207-213. Las sotanas y las otras prendas de los sacerdotes y hermanos, 59. El misionero Santa Gertrudis como eran manteos, chupas, camisas, chamarras, sacos, calzones, manifestaba que en clima caliente calzoncillos y calcetas eran manufacturadas y posteriormente re“Los religiosos no pueden aguantar el hábito, ni túnica de sayal” y mendadas por las costureras y sastres de la ciudad de Antioquia mucho menos la sotana de lana. a partir de cortes de seda, lamparilla, cotín, carro de oro, lienzo y Fray Juan de Santa Gertrudis OFM,

Maravillas de la naturaleza, cuatro tomos, t. I (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1970), 55 y 196-197.

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peldefebre que ingresaban al colegio desde otras latitudes. La bayeta podía adquirirse en Buga y en la ciudad de Popayán; en Honda se podía comprar cotín, mientras que el lienzo se podía adquirir en Rionegro o traerse desde Santafé, de donde también ingresaban botones y mazos de hilos y pitas60. Otras telas menos comunes eran el anascote y el paño, e igualmente se usaban cordobanes, es decir, cueros aderezados. Para la vestimenta de los esclavos se usaban prendas elaboradas de lienzo y bayeta, pues las telas más finas eran para los clérigos. Para las mujeres eran esenciales las naguas y camisas, mientras que para los hombres eran indispensables las monteras y sombreros de paja, chamarras y calzones. También era necesario encargar la manufactura de toldillos, que para los esclavos de las haciendas y minas eran de lienzo, mientras que en la casa del colegio eran de ruan y bramante, es decir, lienzos finos que al igual que otros textiles podían adquirirse en las ciudades vecinas, pero que a su vez procedían de Europa61. Pero el trabajo de las costureras y sastres no era la única forma de conseguir las vestimentas, pues desde Santafé ingresaban “cargas de ropa”, o desde la villa de Medellín camisetas y frazadas, comercio que resultaba muy importante sobre todo para la vestimenta de los esclavos62. En lo que toca al calzado, el uso de distintos tipos de zapatos era bastante común. Las alpargatas son el calzado más mencionado en las fuentes manuscritas y eran usadas tanto por clérigos como por esclavos y peones, aunque eran más comunes para los esclavos, pues los hermanos y sacerdotes preferían los zapatos y botas de elaboración local o los zapatos más elegantes traídos de Santafé. En lo más alto de la jerarquía o en sus cercanías, por ejemplo, el rector o un “muchacho” que éste mantenía a su lado como ayudante y protegido, lo que era muy común, el calzado podía llevar vistosas hebillas y hebillitas de plata63. A Balzategui tal vez no le hubiese gustado la idea de las hebillas de plata, pues recomendaba al hermano “ropero” de Santafé que no permitiese la elaboración de 60. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, diciembre de 1729, enero y febrero zapatos “a la moda sino anchos en la punta y redondos”64. Pero las de 1730, diciembre de 1730 y ss. y fronteras impuestas a las prácticas de consumo podían traspasarse febrero de 1735. en múltiples ocasiones, y aun algunos esclavos lograron desafiarlas 61. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. con éxito como se verá a continuación. 330, octubre de 1733, julio, agosto y septiembre de 1734. En las haciendas del Perú también era común el uso de bayeta para la vestimenta de los esclavos. Nicholas P. Cushner, Lords of the Land, 92.

62. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, marzo de 1738; AHA, Libros, t. 458, doc. 8370, No. 433, enero y febrero de 1756. 63. AHA, Libros, t. 458, doc. 8370, No. 434, diciembre de 1764.

3. L os esclavos y sus objetos : desafíos a un régimen de consumo Los esclavos de los jesuitas constituían el grupo social más numeroso del microcosmos del colegio. Su labor era la más importante para las actividades productivas y la vida cotidiana, y aunque estaban sujetos al mundo de la vida material que hasta ahora se ha descrito, entre ellos y los objetos que los rodeaban se establecieron relaciones específicas, inscritas dentro de redes sociales y

64. Usos y costumbres, f. 71. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 70-95


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simbólicas particulares. Aún más, algunos esclavos desarrollaron estrategias para desafiar el régimen de consumo y de vida material que se les presentaba como la única alternativa a la hora de satisfacer sus necesidades. Al momento de la expulsión de los clérigos, las haciendas y las minas contaban con una población esclava de poco más de ciento treinta individuos, algunos de ellos agrupados en núcleos familiares. La mayoría de ellos trabajaban en Abejuco, el Tejar y el Real de minas de La Miel, unidades que contaban con setenta y siete, cuarenta y uno y diez esclavos respectivamente65. Los nexos sociales y de subordinación entre esclavos y clérigos llevaban la impronta de la esclavitud más que el sello del paternalismo religioso, de manera que la amenaza y la 65. AHA, Temporalidades, t. 117, doc. 3256, práctica de la coerción por medio del castigo físico era directa y ff. 1r.-2r., doc. 3271, f. 3r. y v.; t. 118, doc. 3301, f. 368r. visible en cepos, cadenas, grillos, esposas y maneas, “prisiones” para la “sujeción de los esclavos” que se hallaban en las haciendas 66. AHA, Temporalidades, t. 109, doc. 3106, f. 2v. y minas66. La otra cara de esta moneda era evidente en las capillas que podían ser parte fundamental del sistema productivo, ya que 67. Magnus Mörner, “Los jesuitas y la esclavitud de los negros. Algunas por un lado, en ellas se celebraba el calendario de fiestas religiosas sugestiones para la investigación que proporcionaba tiempo de descanso a los esclavos y, por otro, histórica”, Revista Chilena de Historia y Geografía 135 (1967): 107-108; Nicholas eran espacios en los que se inculcaba la tradición católica y sus P. Cushner, Lords of the Land, 100-101; 67 valores de respeto a las jerarquías, humildad y obediencia . Alberto Flores Galindo, Aristocracia y plebe. Lima, 1760-1830. (Estructura de En Latinoamérica la tradición jurídica del peculium, común en clases y sociedad colonial) (Lima: Mosca casi todos los regímenes esclavistas con componentes legales del Azul Editores, 1984), 109-110. derecho Romano, permitía que los esclavos se endeudaran con sus 68. Magnus Mörner, “Los jesuitas y la amos, de manera que pudieran acceder a la propiedad de bienes y esclavitud”, 108. dinero68. Algunos esclavos hicieron parte de la clientela de los je69. AHA, Libros, t. 457, doc. 8369, No. 414, suitas, pues ellos podían recibir oro u otros bienes y sus deudas y “Deudas de nuestros esclavos […]” En esta sección del documento figuran pagos se registraban en un libro especial, pero bajo el mismo sistediecisiete esclavos con deudas por ma con que se registraban las transacciones con cualquier vecino alimentos, telas, hierro, acero y ganado vacuno. de la ciudad69. Los padres jesuitas endeudaban a sus esclavos y éstos hacían uso de su trabajo en el tiempo libre para pagar a sus amos, 70. Philip D. Morgan, Slave Counterpoint, 102-145; John Thornton, Africa generalmente con fríjoles y maíz. Pero por fuera de la oportunidad and Africans in the making of the que tal sistema representaba para los jesuitas, ¿cuál era la valoraAtlantic world, 1400-1800 (Cambridge: Cambridge University Press, 1998), ción que le daban los esclavos? En múltiples épocas y lugares en las 162-182 y 229-234; Oscar Almario Américas, los esclavos africanos y sus descendientes lograron acceGarcía, Los Renacientes y su territorio. Ensayos sobre la etnicidad negra en el der de alguno u otro modo a las redes mercantiles, y la conquista Pacífico sur colombiano (Medellín: de la libertad generalmente significaba la conquista de mejores Universidad Pontificia Bolivariana, Concejo de Medellín, 2003), 63-86; condiciones materiales de existencia70. Ya se mencionó que los jeRebecca J. Scott, Degrees of Freedom. suitas vestían y alimentaban a sus esclavos con productos y bienes Louisiana and Cuba After Slavery (Cambridge and London: Harvard University Press, 2005), 30-60 y 94-128.

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menos costosos, lo que resultaba económico para ellos y era parte fundamental de la diferenciación social y jerárquica. Pero al poder endeudarse con sus amos, algunos esclavos estaban en condiciones de adquirir alimentos menos comunes, al menos para ciertas ocasiones, y comprar telas y trajes que variaran su vestido rutinario y, en parte, su posición social frente a otros esclavos, pues dentro de su grupo social también existían jerarquías71. Tal mecanismo era el producto de una práctica del esclavismo que brindaba ciertos espacios de autonomía a los esclavos, como trabajar en tiempo libre y acumular pequeñas propiedades, lo cual generaba fisuras en el orden social ideal. En efecto, al acceder al mercado de bienes de manera autónoma, era posible ignorar los principios jurídicos de la dominación colonial que preveían que los grupos étnico-sociales de la población debían diferenciarse en lo que tenía que ver con sus respectivas obligaciones y privilegios, y que esas diferencias debían reflejarse y sostenerse en el ámbito de la adquisición y uso de bienes materiales72. El historiador francés Fernand Braudel sostuvo que las modas e innovaciones en el vestir estaban alejadas de la gente pobre, para quienes la ropa hecha en casa habría sido el único modelo viable. Tal afirmación fue calificada como “juicio altanero” por Arnold J. Bauer, quien para el caso latinoamericano ha argumentado que a través de la historia se han presentado innovaciones y adaptaciones al ritmo de la aparición y desarrollo de nuevas técnicas, materiales y estilos, y que dichos procesos no se han reducido a los sectores urbanos y más pudientes de la población. De hecho, la gente más pobre y los campesinos han emulado y adaptado los cambios que se presencian entre las élites urbanas73. Al adquirir telas que no eran de uso común como bretañas, bretañuelas, sarga azul e hiladillos, o al hacerse a la posesión de una capa o una chupa74, los esclavos de los jesuitas no sólo adquirían prestigio por medio de la imitación de las prácticas de consumo de sectores más privilegiados, sino que avanzaban en la construcción o reafirmación de su autonomía y de su jerarquía interna, pues no todos los esclavos podían acceder a dichos textiles. Si 71. Nicholas P. Cushner, Lords of the Land, 78. la esclavitud era estar en poder de otra persona u institución, y este 72. Arnold J. Bauer, Somos lo que estigma a su vez podía exteriorizarse en elementos como la vesticompramos, 157. menta, tratar de contener las evidencias del estigma de la esclavitud 73. Arnold J. Bauer, Somos lo que usando trajes no asociados con ésta pudo haber sido una alternativa compramos, 146-147. relevante para sobrellevar dicha condición social75. 74. AHA, Libros, t. 457, doc. 8369, No. Por otro parte, en la vida cultural y religiosa de los esclavos 414, “Deudas de nuestros esclavos […]”: deudas de Salvador Rodríguez, el calendario litúrgico proporcionaba momentos festivos que Fernando esclavo, Melchor esclavo y combinados con el uso del peculium podían generar espacios de Manuel Mandinga. autonomía, como se deduce de los registros de sus deudas. En 75. Thorstein Veblen, Teoría de la clase ellos consta que el esclavo y boga Salvador Rodríguez y el esclavo ociosa (Barcelona: Hispanoamérica, 1987); Erving Goffman, Estigma. La identidad deteriorada (Buenos Aires: Amorrortu, 1986).

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Manuel Mandinga, a mediados de la década de 1760, adquirieron bienes que emplearon en la celebración de lo que quedó consignando, en ambos casos, como “su fiesta de San Antonio”. En esta expresión el uso del posesivo “su” denota la autonomía de tal celebración y por tanto la posible “maleabilidad” de la misma. En ella pudieron haberse presentado prácticas y ritos populares poco agradables a los jesuitas, y aun tradiciones de raíz africana, puesto que a las minas y haciendas del colegio ingresaron esclavos bozales traídos a América por los comerciantes británicos que habían obtenido el asiento en 171376. Para sus celebraciones, los esclavos, tal como lo hacían sus amos, adquirían cacao “criollo”, y de Honda, reses, aguardiente y tabaco. Tales bienes, sin embargo, eran comunes en su cotidianidad, pues aun el tabaco y el aguardiente hacían parte de lo que les proporcionaban sus amos religiosos. Pero no sucede lo mismo con otros elementos adquiridos para la fiesta de San Antonio, tales como la canela y la “pimienta jamaica”, que eran costosos y de difícil adquisición. Por lo tanto, consumirlos le concedía solemnidad a la celebración, que tomaba lugar justo en la época festiva de mediados de año, y distinguía a sus compradores y consumidores. En la fiesta también se usaban cera y pólvora, y tal como sucedía con el vestido, esas prácticas de consumo implicaban la regulación de las relaciones jerárquicas del grupo, además de que podían permitir olvidar momentáneamente la condición de la esclavitud y construir y vivir realidades distintas a las que ofrecía cotidianamente la vida servil. La búsqueda de alternativas para mejorar las condiciones materiales de existencia dentro de la esclavitud implicaba el reavivamiento de la esperanza de una vida mejor. Tal esperanza, que bajo el dominio jesuítico escasamente podía significar la libertad, se transformó precisamente en ello tras la expulsión de la comunidad religiosa. La decisión de Carlos III dislocó los ritmos cotidianos de la vida, la producción y las relaciones jerárquicas, y algunos esclavos huyeron en 1775 tratando de encontrar un espacio de libertad en las cabeceras del río San Juan77. Pero además de los esclavos, la expulsión de los jesuitas también pudo haber cambiado la vida de otras personas, pues ellos tenían sujetos y sirvientes y vivían en contacto permanente con los vecinos de la ciudad. 4. A ntioquia después de los jesuitas Con excepción de la Nueva España, la expulsión de la Compañía de Jesús no causó mayores escaramuzas en los virreinatos americanos. En Antioquia, como en muchas otras ciudades, su ausencia implicó que muchas posibilidades cotidianas y ritmos de vida dejaron de existir. Para los “sujetos” y “sirvientes”, hombres libres

76. En 1731 se compraron al Asiento de la Gran Bretaña ocho hombres y cuatro mujeres, esclavos “bozales”, traídos seguramente dese la costa del oro en África occidental. AHA, Temporalidades, t. 115, doc. 3241, ff. 412r.-413r. 77. AHA, Temporalidades, t. 117, doc. 3254, ff. 4v., 12r. y 21r.-23r.

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que entregaban su fuerza laboral a los jesuitas casi permanentemente a cambio de vivienda, comida y vestido, lo cual los comprometía más hondamente con el colegio y los ubicaba a medio camino entre la autonomía y la esclavitud, el trabajo en las haciendas y minas o en las tareas de la casa en la ciudad pudo haber terminado, o por lo menos las recompensas que por ello recibían en forma de bienes espirituales. Aunque el colegio de Antioquia era muy modesto, significaba una avanzada de la educación y la espiritualidad para los vecinos principales de la sociedad local que habían, ellos mismos o sus padres, solicitado la presencia de los jesuitas para la formación de los jóvenes de la ciudad y la provincia78. Pero la relación más importante del colegio con los vecinos se daba precisamente en el ámbito de la vida material, pues proporcionaba créditos en dinero y era un distribuidor de bienes de consumo de todo tipo (alimentos, vestido, herramientas, materiales de construcción), asequible a cambio de una deuda que podía ser pagada en oro o en otros bienes, desde fanegas de maíz hasta cabezas de ganado79. Al ingresar bienes de otras jurisdicciones y comercializar los excedentes de su producción agropecuaria, el colegio jugaba un papel importante en la economía local tanto de la ciudad como de la provincia de Antioquia. Un sector importante que cubrían los jesuitas en la ciudad de Antioquia era el de la producción y venta de ladrillos, tejas y cal, productos de la hacienda El Tejar. Aunque no es posible medir la magnitud de tal negocio durante sus treinta y tres años de existencia bajo la administración religiosa, de la revisión de las deudas que se conservan se deduce que aquellos materiales eran un recurso importante para la construcción, aunque no generalizado, pues solamente los personajes más acomodados o las construcciones religiosas los adquirían. Ahora bien, tal fenómeno se debía, más que a un costo excesivo, 78. P. Joseph Cassani, S. J., Historia de la a la mayor complejidad técnica e inversión en mano de obra que provincia de la Compañía de Jesús en el ese tipo de construcciones requería y a la peculiar lentitud del Nuevo Reyno de Granada en la América [1741] (Caracas: Biblioteca de la cambio de los modelos de vivienda, lo que le daba cierta preAcademia Nacional de la Historia, lación ancestral al bahareque y las hojas de iraca80. Entre 1754 1967), 407; AHA, Temporalidades, t. 111, doc. 3240, f. 404r. y 1756 la iglesia parroquial de la ciudad, por ejemplo, recibió 4.305 ladrillos, cuyo valor fue poco más de cuarenta pesos, pues 79. AHA, Libros, t. 457, doc. 8369, No. 414, deudas de don Manuel Yberico, cien de ellos valían un peso (sin contar otros 400 que se discriIglesia parroquial, licenciado don minaron como doscientos “gruesos” y doscientos “delgados”). Domingo Leal, don Manuel García, Francisco Vallecillos y don Juan Igualmente, tal iglesia adquirió 2.400 tejas aproximadamente y Andrés de Quintana. treinta y siete fanegas de cal81. Otros vecinos que se endeudaron 80. Fernand Braudel, Civilización material, con el colegio por concepto de tejas, ladrillos y cal fueron el padre t. I. Las estructuras, 222-237; Arnold J. don Gonzalo Lazo, don José de Lara (quien pagó su deuda de doce Bauer, Somos lo que compramos, 103. 81. AHA, Libros, t. 457, doc. 8369, No. 414, deudas de la Iglesia Parroquial. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 70-95


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pesos y cuatro tomines con raspadillo y un sombrero), el doctor don Juan Ignacio Rodríguez, don Francisco Zizeros, Faustino Zanabria, don Bernardo Martínez, don Manuel de Aguirre y don Salvador de Lara82. El oro y otros bienes servían para saldar las deudas con los jesuitas. Sin embargo, otra estrategia que servía para tal efecto era la de los servicios que los artesanos que ejercían distintos oficios podían prestar tanto a los religiosos como a sus propiedades, haciendo de sus saberes y técnicas particulares el valor intercambiable: el carpintero Javier de Medina arreglando ventanas, puertas y barandillas, o construyendo confesionarios altares y cálices en madera; el barbero Dionisio Silva acicalando las barbas y cabellos de los clérigos; el músico Joseph de Castro, tocando instrumentos en las misas; Juan Correa o Francisco Aldave como sacristanes; el herrero Carmelo Zavala, cuyas habilidades eran trascendentales para el buen funcionamiento de las haciendas, la mina y la casa e iglesia de la ciudad; Gaspar de Vargas amansando potros; y el cura don Diego Francisco Delgado con sus oficios sacramentales entre los esclavos de las minas83. Todos ellos perdieron unos clientes, al parecer fieles, después de 1767. Después de que los clérigos abandonaron el virreinato, no sólo se dislocó el sistema productivo, sino que se presentaron casos en los que los bienes y espacios que antes eran respetados místicamente se convirtieron en antros y refugios. Los cuartos del colegio en la ciudad de Antioquia fueron arrendados a forasteros, y en uno de ellos, el 13 de junio de 1781, se cometió un asesinato. Pérez de Rublas, alcalde ordinario en aquel año, contempló en la escena del crimen “unas tijeras ensangrentadas grandes” y una navaja84, y a su paso por la calle podía contemplar también la obra de la iglesia a medio construir pero que se finalizó con sus recursos. Pero fue el mismo impulso de las reformas borbónicas el que de manera más radical transformó el edificio principal del colegio. Entre 1785 y 1788 la provincia fue gobernada por un visitador con facultades especiales, Juan Antonio Mon y Velarde. Su presencia en la ciudad de Antioquia implicó algunas transformaciones profundas, aunque no duraderas, y tal vez en parte como muestra de su acérrimo regalismo el asturiano utilizó el edificio que había sido de los jesuitas como cárcel masiva85. En 1788 había allí casi noventa personas acusadas de toda clase de delitos, y era evidente que los reformistas de la dinastía Borbón 82. AHA, Libros, t. 457, doc. 8369, No. 414. que habían expulsado a sus originales dueños reclamaban ahora 83. AHA, Libros, t. 453, doc. 8365, No. 330, ese espacio para sustentar sus prácticas coercitivas de reforma diciembre de 1729, enero de 1730. social. Kempis no habitaba más aquellos espacios. 84. AHA, Criminal, B-31, leg. 1780-1790, doc. 1.

85. Edgardo Pérez Morales, “La sombra de la muchedumbre: vida urbana y reformismo borbónico en la ciudad de Antioquia”, Historia y Sociedad 10 (2004): 183-199. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 70-95


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Artículo recibido: 9 de diciembre de 2008; aprobado: 20 de abril de 2009; modificado: 11 de mayo de 2009.

El universo material de la vida doméstica de la élite de Santiago de Cuba entre 1830 y 1868

The Material Universe of Domestic Life among the Elite of Santiago de Cuba, 1830-1868

Resumen

Abstract

El presente artículo constituye un acercamiento desde

This article explores the material and domestic

las Ciencias del Arte a este tema, en tanto a través

world of the elite from Santiago de Cuba from

del estudio del mobiliario se ponen en evidencia los

the perspective of the Arts. In particular, it shows

cambios que se suscitaron en determinada época. Por

how a study of furniture highlights the changes

un lado, en cuanto al orden de las mentalidades y la

that occurred between 1830 and 1868: in terms

idea del confort del mundo burgués en la sociedad

of mentalities and the idea of comfort in the

santiaguera, y por otro, en cuanto al impacto a partir

bourgeois world of Santiago society on the one

de la presencia en la ciudad de un numeroso grupo

hand; and, on the other, the impact of a large

de individuos provenientes de la colonia de Saint

and dynamic group of people who, coming from

Domingue y de otros llegados directamente desde

Saint Domingue or directly from France, settled

Francia, que conformaron una pujante colonia en

in the city. Its aim is to demonstrate how the

la ciudad. De tal manera se procura revelar cómo

material world of Santiago’s aristocracy was

el universo material del patriciado santiaguero se

transformed by the influence of customs brought

transformó a partir de la influencia de modos de hacer

by the French settlers in the city.

traídos por los franceses asentados en la ciudad.

Palabras

Aida Morales Tejeda

Key Words

c l av e

Santiago de Cuba, vivienda, símbolos, cultura

Santiago de Cuba, Housing, Symbols, French Culture,

francesa, mobiliario.

Furniture.

Graduada en Historia del Arte (1990), Máster en Estudios Cubanos y del Caribe (2003) y candidata a doctora en Ciencias sobre Arte de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba. Jefa del Departamento de investigaciones Históricas y Aplicadas, Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba. Sus intereses investigativos están vinculados con la historia de la cultura y el estudio del patrimonio material de Santiago de Cuba -en especial la arquitectura y la escultura conmemorativa de la época colonial y la primera mitad del siglo XX-, como también con la evaluación de los procesos de vida cotidiana de los estamentos de mayor representatividad social en la época colonial. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “El homenaje de Santiago de Cuba a Francisco Vicente Aguilera”, en La Historia en la Palabra IV. Francisco Vicente Aguilera, Padre de la República de Cuba, coord. Ludín Fonseca García (Bayamo: Colección Crisol, Ediciones Bayamo, 2007), 101-117; “Italianos en Santiago de Cuba”, en Emigrazione e presenza italiana in Cuba, vol. VII, coord. Domenico Capolongo (Roccarainola: Circolo Culturale B.G. Duns Scoto, 2008), 9-34; y La escultura conmemorativa en Santiago de Cuba. 1900-1958 (Santiago de Cuba: Ediciones Santiago, 2008). aida@occ.co.cu

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El universo material de la vida doméstica de la élite de Santiago de Cuba entre 1830 y 1868 ❧ Introducción La vida familiar, la vivienda, el mobiliario, la alimentación y el vestuario son significativas “formas en las que los hombres expresan sus sueños y aspiraciones”1. Para el investigador, el estudio del comportamiento humano a través de esas expresiones -consideradas a veces “intrascendentes”- es una manera legítima de entender el pasado, no a través de los grandes hechos políticos o las hazañas de hombres insignes, sino mediante la huella que día a día dejan las personas comunes en el barrio, la comunidad o la ciudad. Por ello, el estudio del universo material de la vida doméstica de las familias de la élite de Santiago de Cuba entre 1830 y 1868 procura exteriorizar el contexto sociocultural e ideológico de la época, en tanto que los componentes de la vivienda como los objetos decorativos y culturales indican los gustos artísticos y las aspiraciones intelectuales y espirituales de sus poseedores. La vivienda en esta época exhibió la especialización de sus espacios y en función de ello desarrolló un mobiliario y decoración adecuados a las ideas de prosperidad y comodidad, aquellas que fueron propugnadas por el mundo burgués del ochocientos en el cual los objetos devenían atributos simbólicos e icónicos. 1. S antiago de C uba y su expresión de modernidad El progreso alcanzado por la economía plantacionista2 en la región oriental desde los años treinta del siglo XIX, la extracción cuprífera3, la explosión demográfica y la afirmación de la función portuaria dotaron a Santiago de Cuba y su Jurisdicción de un equilibrio económico que se exteriorizó en un florecimiento de

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❧ Este artículo es resultado de la investigación realizada para la tesis doctoral que se sustentará en el segundo semestre del 2009, titulada “La influencia francesa en espacios, ajuares y ritos de la vida cotidiana de Santiago de Cuba (1830-1868)”. El financiamiento se obtuvo de los recursos de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba. 1. Alfredo Antonio Fernández, “Acerca de un tema desdeñado”, en La Historia y el oficio del Historiador (La Habana: Editorial Ciencias Sociales y Ediciones Imagen Contemporánea, Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz, 1996), 308. 2. La oligarquía criolla identificada con la política monárquica de Fernando VII, que pretendía restaurar el imperio americano continental, consolidó en este período la plantación esclavista dedicada a la producción de café, azúcar, tabaco y algodón. Esas medidas dictadas por el gobierno metropolitano alentaban la inversión de capitales extranjeros en la Jurisdicción Cuba. Ello propició que inversionistas ingleses, franceses y más tarde norteamericanos apostaran de forma individual o en compañías al fomento de la agricultura, el comercio y la explotación de minerales. Olga Portuondo Zúñiga, Santiago de Cuba desde su fundación hasta la Guerra de los Diez Años. (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 1995), 146. 3. La explotación cuprífera se retoma con fuerza en esta época, pues en 1830 las compañías Consolidada y Santiago, ambas con capital británico, comenzaron trabajos de extracción del mineral con el empleo de mano de obra esclava, negros libres y obreros ingleses. Olga Portuondo Zúñiga, Santiago de Cuba, 152.


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7. Una ojeada a los números del periódico El Redactor entre 1830 y 1840, en su sección de entrada y salida de barcos, refrenda la presencia de muchos de ellos. Por su lado, dos planos del grabador francés Luis Francisco Delmés fechados en 1840 y 1858 lo confirman igualmente de modo iconográfico. Omar López Rodríguez, La cartografía de Santiago de Cuba: una fuente inagotable (Santiago de Cuba y Sevilla: Oficina del Conservador de la Ciudad, Junta de Andalucía, Consejería de Obras Públicas y Transportes, 2005), 35 y 39.

su vida cotidiana, fundamentalmente de los estamentos acaudalados de esa sociedad colonial. En esa época España y Francia se convirtieron en los primeros países hacia donde eran exportados los productos extraídos de estas tierras: café, azúcar, tabaco, cobre, manganeso y maderas preciosas, entre otros. Para ello, Francia inauguró en 1846 la Compañía General Trasatlántica de Vapores Correos Franceses4, cuyos destinos fundamentales serían Burdeos5, Nantes, Le Havre y Marsella6. De esta manera se estableció un flujo y reflujo constante de mercancías: tejidos, vajillas, muebles, objetos decorativos, alimentos y vinos, joyas, calzado, confecciones y productos higiénicos novedosos hacia Santiago de Cuba7. La explosión demográfica estuvo asociada al arribo, a finales del siglo XVIII, de gran cantidad de franceses y sus esclavos que huían de las revueltas en la vecina isla de Saint Domingue. Tal avalancha humana, heterogénea en su composición8 y cuya dinámica de actuación resulta muy interesante -pues este conglomerado heterogéneo (se repite) era depositario de una cultura mestiza, y en el afán de impresionar y sobreponerse como recién llegados trataron de superarse a sí mismos9-, contribuyó de manera significativa al proceso de asimilación y luego de reafirmación de las ideas iluministas que venían gestándose en el seno del patriciado santiaguero a lo largo de la centuria decimoctava. Esa inmigración, a pesar de los vaivenes políticos, nunca se interrumpió totalmente. Durante el decenio (1820-1830) se consolidó con la entrada de hombres y mujeres provenientes directamente de Francia, en cuyo imaginario “Santiago de Cuba se convirtió [...] especialmente [para] los bordeleses, en una nueva destinación en Las Antillas, susceptible de propiciar trabajo a gentes calificadas y sitio para levantar fortunas”10. con profesiones y oficios diversos como comerciantes, marinos, sastres, Los recién llegados, en su mapanaderos, costureras, médicos y yoría hombres de una cultura también un gran número de mulatos y negros libres. notable, portadores de un marco de referencia cultural y político 9. Ricardo López, “La élite decimonónica haitiana: su distinto del existente en la capiafrancesamiento”, Anales del Caribe tal del Departamento Oriental, 11 (1991): 65.

8. Junto a los grandes propietarios llegaron otros emigrantes blancos

10. María Elena Orozco Melgar, “La desruralización”, t. 2, 180-181.

4. En 1846 se inauguró esta compañía que operaba entre Francia y Veracruz y hacía escala en Santiago de Cuba; en la capital oriental eran consignatarios los señores Ducoureaux y Compañía. Olga Portuondo Zúñiga, “Cinco años con Walter Goodman en Santiago de Cuba”, Del Caribe 14 (1989): 95; y María Elena Orozco Melgar, “La desruralización de Santiago de Cuba: Génesis de una ciudad moderna (1788-1868)”, t. 2 (Tesis de Doctorado en Ciencias sobre Arte, Departamento de Historia del Arte, Universidad de Oriente, 1994), 180. 5. El puerto de Burdeos desempeñaría un papel fundamental en el intercambio comercial, lo que puede advertirse en la revisión del cotidiano bordelés L’ Indicateur, donde se anunciaba la partida hacia puerto santiaguero de barcos como L’ Irna, Trois Frères, Paquete de Santiago, Paquete Bordelais, Guillermo Alexis, Albert Clemence, Caroline, Joven Eduardo. Archivo Departamental de la Gironda (ADG), L´Indicateur. Journal de Commerce, de Nouvelles, de Literature. Bordeaux, 4 de enero de 1832, 10 de enero de 1832, 9 de marzo de 1836, 30 de marzo de 1836, 12 de enero de 1851. 6. Ernesto Duvergier de Hauranne, “Cuba y las Antillas”, citado en Antonio Benítez Rojo, “Para una valoración del libro de viajes”, Santiago 26-27 (junioseptiembre, 1977): 300.

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fomentaron una pujante colonia11 que sirvió como catalizador del proceso, pues “transformarían en parte la infraestructura de la ciudad y sobre todo de su región cercana, trastocarían su vida cotidiana [...] y contribuirían [...] al desarrollo económico y al despertar social y cultural de esta zona, en lo adelante original, de la gran isla del Caribe”12. Su modus vivendi y sus gustos produjeron admiración en la mayoría de los miembros de la sociedad santiaguera y, como todo lo que se admira tiende a imitarse, con cierta rapidez se impusieron modas y gustos que se aclimataron, como una práctica legítima donde los receptores, consciente o inconscientemente, interpretaron y adaptaron las ideas, las costumbres, las imágenes13. El destacado intelectual José Antonio Portuondo aseveraba que se impuso un “[...] ambiente de refinada cortesía [que] fue desbravando la parda adustez de la colonia y fue naciendo en el ánimo propicio del criollo una manera más alta de sensual refinamiento”14. Efectivamente, todo ello consolidó una ciudad con un nuevo carácter, de perfiles más modernos. Y fue dentro de esa trama urbana donde se desarrollaron las construcciones domésticas que, al igual que el resto de las edificaciones santiagueras, se adecuaron a las condiciones topográficas, climáticas y sísmicas de la zona, mostrando cuatro variantes tipológicas de fachadas: simple, colgadizo, corredor15 y balconaje16. Estas mansiones fueron portadoras del poder 11. Como parte de su inserción económico adquirido por los gruen la sociedad santiaguera desde fecha muy temprana pos sociales preeminentes, quienes se contó con la existencia de para su edificación escogieron un Consulado francés, con el propósito de proteger a los las zonas de mayor cualificación súbditos de esa nación. Dentro urbana que les diera prestigio y dide sus acciones estuvo la solicitud de apertura de una ferenciara como clase social. Sociedad de Beneficencia a La imagen estilística de estas semejanza de la existente ya en La Habana. Archivo Nacional construcciones domésticas quede Cuba (ANC): Gobierno General, 17 dó signada por el neoclasicismo Leg. 82, no. 3390-A, 1851. que, como el resto de los estilos 12. Alain Yacou, “Santiago de Cuba de la época colonial, fue reintera la hora de la revolución de Santo Domingo (1790-1804)”, pretado con sapiencia popular, y Del Caribe 26 (1997): 74. debe buscarse esencialmente en las 13. Peter Burke, Formas de historia cultural (Madrid: Alianza Editorial 2000), 246. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 96-121

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14. José Antonio Portuondo, “Presencia francesa en el Oriente cubano”, 36. Conferencia inaugural en el coloquio Los franceses en el oriente cubano, en Les français dans l´ Orient Cubain. Maison de Pays Ibériques, Bordeaux, 1993. Coordination et presentation de Jean Lamore. 15. Esta tesis ha sido demostrada por numerosos investigadores a partir del amplio trabajo fundacional desarrollado desde los años cuarenta del siglo XX por el Dr. Francisco Prat Puig, continuado y sistematizado por los profesores de los Departamentos de Arquitectura y de Historia del Arte de la Universidad de Oriente, quienes desde finales de los años setenta han dado resultados investigativos valiosos que han permitido construir un corpus metodológico de variables típicas de la arquitectura local. Aida Liliana Morales Tejeda “Una mirada a la historiografía santiaguera sobre arquitectura y urbanismo”, en Tres siglos de historiografía santiaguera, comps. Rafael Duharte Jiménez, Olga Portuondo Zúñiga e Ivette Sóñora Soto (Santiago de Cuba: Oficina del Conservador de la Ciudad, 2001), 242-253. 16. Esta tipología se incorporó a la imagen urbana de Santiago de Cuba a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Su imagen exterior de alto valor estético está caracterizada por una fuerte volumetría y complejidad expresiva, comportándose como el exponente más significativo dentro del repertorio de la arquitectura doméstica local. 17. Llegado al territorio santiaguero tempranamente, entre otras vías, por medio de los emigrados de Saint Domingue y Francia, muchos de ellos con profesiones vinculadas a la construcción: arquitectos, carpinteros, maestros de obra, herreros, por lo cual aportaron un quehacer práctico que complementó la tradición constructiva criolla de fuerte raíz hispánica.


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soluciones decorativas interiores y exteriores18. Sus expresiones más claras fueron el aumento del puntal, con lo cual las edificaciones ganaron en esbeltez y suntuosidad; en la carpintería constructiva y decorativa de puertas, ventanas, elementos divisorios y pies derechos; en la herrería, los detalles ornamentales de fachadas y pisos. Se ampliaron sus espacios interiores con el fin de dar respuesta a las diferentes actividades sociales desplegadas en la etapa: bailes, tertulias, banquetes, conciertos, y por ende se explaya toda una intención decorativa en techos, paredes y pisos, así como en el mobiliario. Estos detalles se evidencian con particularidad en la sala, donde se desbordaba la fastuosidad de la casa al ser el espacio que mejor expresaba el nivel alcanzado por la familia en la pirámide social. En tanto, esa alta sociedad, informada por medio de los viajes y la lectura de los cambios que ocurrían en el mundo occidental, mostró en el paso al siglo XIX una predisposición a mejorar los ambientes de sus residencias. Se potenciaron nuevas costumbres y la exigencia de normas higiénicas permitió el surgimiento de muebles que formaron parte de los usos cotidianos. Así, “la gente recibía a los visitantes en la sala, los caballeros tenían sus estudios, las damas sus tocadores, el sitio donde se dormía ya no era simplemente una “habitación”, ahora era una ‘cámara’”19. Esa severa ordenación racional burguesa de la que habla Roger Henri-Guerrand20 determinó que la vivienda tuviera una nueva organización planimétrica, distribuida en tres grandes zonas: un espacio público de representación -la sala, la saleta y el comedor- en el que las determinantes espaciales, junto con el mobiliario, se encargaban de demostrar la posición económica y social de los moradores; uno privado para la intimidad familiar vinculado a la alcoba, el cuarto de estar y el cuarto de tocador; y finalmente los espacios excusados21. 18. Francisco Prat Puig, María Caridad En la vivienda el patio funcionaba como el conformador planiMorales y María Elena Orozco métrico, rodeado por una o varias galerías hacia donde daban las Melgar, “La arquitectura santiaguera de estirpe tradicional con aportes habitaciones. Garantizaba la iluminación de los diferentes espacios neoclásicos”, Santiago 54 (junio de y la recogida de las aguas pluviales que eran almacenadas en gran1984): 35-67. des aljibes con hermosos brocales, algunos enchapados en mármoles 19. Paloma Manzanos Arreal, “La casa y la con detalles decorativos de gran calidad. En sus pescantes de hierro vida material en el hogar. Necesidades vitales y niveles de vida en la Vitoria forjado pueden distinguirse elementos decorativos neoclásicos, tesdel siglo XVIII”, en La vida en Vitoria en timonio de la destreza lograda por los herreros locales. El verdor de la edad moderna y contemporánea, dir. José María Imízcoz Beunza (País Vasco: esta zona era aportado por árboles frutales y plantas ornamentales. Editorial Therxtoa, D, L, 1995), 211. De esa diversidad da fe la viajera norteamericana Caroline Wallace al 20. Roger-Henri Guerrand, “Espacios describir un patio santiaguero cubierto de privados”, en Historia de la vida privada 4: De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial, dirs. Philippe Ariès y Georges Duby (Madrid: Taurus: 1989), 324.

“la granada con su rojo brillante y sus hojas verdes oscuro; el amarillo limón y las más oscuras naranjas cuelgan de las elevadas ramas; el plátano, con sus anchas hojas verdes

21. Roger-Henri Guerrand, “Espacios privados”, 324. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 96-121


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que se rasgan en secciones más estrechas según alcanza mayor altura, con su único fruto parecido a un gran corazón rojo que revienta con sus cien platanitos arracimados al tallo; los jazmines trepadores, con estrellados capullos que perfuman el aire tan pronto cae la noche; loros parlantes y periquitos revolotean entre las ramas de los árboles, una fuente derrama agua en el centro y hay niños desparramados por todo el lugar [...]”22.

También se instauró el cuarto de baño como espacio independiente del resto de las habitaciones23. Se daba así ubicuidad a la tina y los aguamaniles. Por vez primera, de modo generalizado, se asociaba la limpieza de la piel humana con un espacio doméstico específico, aunque éste quedaba limitado a las clases prominentes de la sociedad. Así consta en numerosos inventarios donde aparece referido el “lugar excusado”, ubicado siempre al final, al lado de la cocina como parte de los espacios privados y poco visibles de la vivienda. Además se solicita la ejecución de fosas, y con la apertura del acueducto llega la colocación de llaves de agua en las casas de las familias acomodadas. La proliferación de muebles y la decoración, donde se hacía evidente el gusto por objetos refinados, fue la respuesta al aumento de actividades desarrolladas dentro de la casa y a la bonanza económica experimentada en esa época. La inserción de la emigración francesa -desde fines del siglo XVIII- y su influjo cultural en el mundo cotidiano local funcionó, además, como elemento catalizador de ese proceso transformador, aun cuando tuvo que adaptar ciertos modos de vida a las especificidades de la región, legando más bien el espíritu, el élan vital de su cultura y el concepto del tratamiento de los espacios. Para demostrar las anteriores aseveraciones se incidirá en aquellos aspectos conformadores del mundo material doméstico que 22. Caroline Wallace, Santiago de indican el status alcanzado por las Cuba antes de la guerra (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, familias de la elite criolla, atrapa2004), 71-72. das en un gusto por lo refinado y 23. Fue Armand-Claude Mollet lo bello que ya caracterizaba a la quien en el hôtel d`Evreux, cultura francesa. actual palacio del Elíseo, situó el baño en las proximidades de los dormitorios y no junto a la cocina, como era prescriptivo

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hasta entonces. Y es que, en efecto, son muy destacadas las mejoras introducidas en materia de higiene. Aumenta el número de cuartos de baño, y también el de los cabinets de toilette (tocadores) y de los depósitos de agua, adoptándose el excusado “a la inglesa”, el cual dispone de una válvula para combatir los malos olores. Enciclopedia Historia del Arte t. 6, Rococó y Neoclasicismo, Romanticismo, Realismo y Modernismo (Barcelona: Editorial Océano, Instituto Gallach, 1999), 1950. 24. Constituye el segundo momento del neoclasicismo en el mundo del mobiliario y se asocia al emperador Napoleón Bonaparte. Sus creadores fueron los arquitectos franceses Carlos Percier y Pedro Fontaine. El concepto básico era el mismo: prototipos del mundo antiguo adaptados al gusto del siglo XIX. El cambio más importante, además del aumento de la influencia arqueológica, fue la escala con la cual los diseñadores intentaban volver a conseguir el sentido de monumentalidad y grandeza del que habían carecido desde principios del siglo XVIII. Se convirtió en un estilo internacional, con interpretaciones o variantes escandinavas, alemanas, italianas, rusas y norteamericanas. Tuvo una larga vida; empezó antes de 1800 y no desapareció sino hasta mediados del siglo XIX. Se caracterizó por la simplicidad de sus líneas, por ser cómodos y robustos, libres de pomposos motivos ornamentales. En Estados Unidos fue desarrollado en Nueva York por el diseñador y ebanista Duncan Phyfe. José Claret Rubiera, Muebles de estilo francés desde el Gótico hasta el Imperio (Barcelona: Editorial Gustavo Gili, MCMXLVI), 417; Hermann Schmitz, Historia del mueble (Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1927), 66-86; Joseph Aronson, Enciclopedia gráfica del mueble y la decoración (Buenos Aires: Ediciones Centurión, 1948), 214.


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2. E l mobiliario en los diferentes espacios hogareños En los primeros tres decenios del siglo XIX convivieron varios estilos, pero entre éstos el preponderante el estilo Imperio24. En este tipo de mueble predominaba la simetría y una clara silueta delimitada con formas geométricas, así como el uso discreto de las curvas en forma de S muy regulares. Los motivos decorativos retomaban elementos arquitectónicos de origen clásico, alternados con figuras de águilas imperiales, leones alados, representaciones femeninas de la mitología grecorromana y la corona imperial como símbolo tipificador del estilo. Imagen No. 1: Detalle de muebles que remedan figuras de cisnes. Museo Casa Natal José María Heredia, Santiago de Cuba

Fuente: Fotografía tomada por Francisco Montes de Oca. 25. Margarita Suárez y Severino Rodríguez-Valdés, “Alas de caoba”, Opus Habana II: 1 (1998): 48. La investigadora Anita Arroyo González, desde la década de los cuarenta del siglo XX, afirmaba que el estilo Imperio llegó a Cuba a través de Norteamérica. Anita Arroyo González, Las artes industriales en Cuba. Su historia y evolución desde las culturas precolombinas hasta nuestros días (La Habana: Cultural S. A, 1943), 160.

Los investigadores Margarita Suárez y Severino Rodríguez Valdés aseveran que el estilo Imperio llegó a Cuba a través de Norteamérica25. Tal afirmación debe ser matizada, en tanto está claro que esa fue la vía más expedita de entrada hacia Occidente; sin embargo, en el caso particular de Santiago de Cuba y la región suroriental, sin desdeñar del todo esa influencia, dadas las relaciones

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comerciales con Norteamérica, su difusión se debió más al pujante intercambio comercial y cultural existente con Francia. En Santiago de Cuba fue asumido conscientemente por el patriciado local para autoafirmarse como clase social con la búsqueda de 27. Elba Marina Soto Rivas, nuevos patrones de modernidad. Aunque la inmigración francesa “Influencias foráneas en el mobiliario y ambientes del Museo fue puntal en la asimilación de ese canon estilístico, no debe soslade Ambiente Histórico Cubano”. yarse el proceso transformador que en el orden de las mentalidades Investigación inédita (Santiago de Cuba, 2002), 23. se percibía desde fines del siglo XVIII. Éste se producía a partir de la irrupción de las ideas de la Ilustración, llegadas a través de los via28. En el periódico El Redactor el establecimiento comercial El Palo jes a Europa que realizaban miembros de las familias acaudaladas, y Gordo anunciaba la llegada de desde España directamente, como metrópoli regida por la dinastía “París de un extenso y variado surtido en todo lo que refiera de los Borbones y en 1808 ocupada por la invasión napoleónica. a su ramo”, donde destacaban La estudiosa Elba Marina Soto Rivas asume que entre 1800 y 1870 numerosos muebles: espejos grandes y medianos para salas en el mueble existente en Santiago de Cuba pueden definirse cuatro con marcos dorados, otros con etapas: la de copias toscas del modelo Imperio francés (1800-1830), lunas llamadas “a la Emperatriz Eugenia”, con gavetas y sin ellas, la del Imperio tardío (1830-1840), la del Imperio criollo (1840-1850) de Napoleón III y de Pie de Gallo. 26 y la convergencia de otras tendencias con base en el Neorrococó Biblioteca Provincial Elvira Cape 27 Fondos Raros y Valiosos (BPECFRV), (1850-1870) . Como se aprecia, se mantuvo su influencia hasta muEl Redactor, Santiago de Cuba, 17 de cho después de la decadencia en Europa y las causas deben buscarse septiembre, 1859. en que su ejecución partía de diseños funcionales. 29. El estilo Provincial se distingue En la capital del Departamento Oriental de Cuba, aunque se por el nombre de la región a que pertenecen: estilo Bretón, recibía mobiliario directamente desde París28, su cuantía era meNormando, Provenzal. Entre sus nor que aquel importado desde las provincias francesas, donde se características más acusadas cabe mencionar: sus diseños parten de generó un modelo que tomó el nombre de “estilo Provincial”29, al la utilidad que puedan brindar en ser una adaptación del original en cada una de las regiones según la casa y no hacia la fastuosidad y el lujo; son de menor tamaño la tradición profesional, las costumbres, el clima y las influencias que los muebles clásicos en que fronterizas. En tal sentido, la tipología de mueble desarrollada in se basan; se percibe la mano del artesano en lugar de la del artista; situ en la primera mitad de la centuria decimonónica estuvo en fueron menos ornamentados que consonancia con ese modelo Provincial generado en la zona de el mueble cortesano y se emplean maderas regionales. (Barcelona: Aquitania. Favoreció esta presencia la relación comercial directa Enciclopedia CEAC de Decoración con Burdeos, así como el numeroso flujo migratorio de personas de 1969), 307- 309. esa región hacia la Jurisdicción de Cuba. 30. Entre estos pueden citarse a los Si bien la importación de muebles durante el siglo XIX persistió, especialistas museólogos del Museo de Ambiente Histórico Cubano varios investigadores30, sustentan la tesis de que más del 55% de de Santiago de Cuba: Jorge Carlos los usados en la ciudad eran de maJordán Rosés, “El mueble cubano en el siglo XIX”. Investigación nufactura local. Esta superioridad inédita, (Santiago de Cuba, 2002); se produjo gracias a la existencia de 26. El Neorrococó fue conocido Elba Marina Soto Rivas. “Influencias en España como Isabelino; en Inglaterra y Estados Unidos como estilo Victoriano.

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foráneas”, 25; Margarita Suárez y Severino Rodríguez-Valdés, “Alas de caoba”, 48.


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un fuerte gremio de carpinteros ebanistas, que supieron hacer de su oficio un arte31. A los artesanos criollos se les incorporó un nutrido grupo procedente de Saint Domingue, primero, y luego otro de Francia32, quienes con suficiente pericia adaptaron un saber hacer a las condiciones particulares y recrearon este estilo, que se transformó en el denominado Imperio criollo. El grado de profesionalidad adquirido por el gremio se constata en la cantidad de establecimientos que se mantuvieron abiertos en el núcleo urbano y la nutrida clientela con que contaban. Imagen No. 2: Detalle del empleo de la pajilla. Museo de Ambiente Histórico Cubano de Santiago de Cuba

31. El censo de 1862 incluye la existencia de 18 carpinterías y 17 mueblerías y ebanisterías, donde laboraban 984 carpinteros y 36 ebanistas, ambos oficios ocupados mayormente por negros y mulatos. Jerónimo de Lara Armíldez de Toledo, Noticias estadísticas de la Isla de Cuba en 1862 (La Habana, Imprenta de Gobierno y Capitanía General y Real Hacienda, 1864), s.p. 32. Entre los carpinteros franceses, uno de los más antiguos residentes en Santiago de Cuba fue Jean Ancoin, quien en 1813 se naturalizaba como español. Emilio Bacardí Moreau, Crónicas de Santiago de Cuba, t. II (Santiago de Cuba: Tipografía Arroyo Hermanos, 1924), 90.

Fuente: Foto tomada por René Silveira Toledo. Propiedad de la Oficina del Conservador de Santiago de Cuba.

Este mobiliario no renunció a los detalles decorativos del estilo original, pero es destacable el aporte criollo con la incorporación a los diseños de frutas tropicales como la piña, lo que le otorgó un toque distintivo. Una de las peculiaridades más significativas fue su adaptación a las condiciones climáticas del trópico. De tal forma los tapizados, el acolchado, el cuero repujado y/o gofrado, cedieron ante el empuje de la pajilla confeccionada en fibras

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vegetales, material muy socorrido para el trabajo de fondo y espaldar, al permitir la ventilación y flexibilidad del mueble como se muestra en las comadritas, en los balances y en el llamado sillón fumador. Las maderas más empleadas por su durabilidad y belleza fueron, entre las locales, el cedro y la caoba, y entre las foráneas, el maple, roble y el palisandro; esta última fue muy bien imitada. Los diestros artesanos consiguieron explotar todas las posibilidades de sus texturas y coloración, y el artístico acabado se obtenía a base de lacas, tintes, dorados y plateados. Para la decoración se utilizaron diversas técnicas como la marquetería o taracea33 y en algunos casos se ejecutaron enchapes en nácar para otorgar mayor prestancia al mobiliario34. A pesar de los nuevos aires foráneos, algunas de las viejas familias santiagueras se debatían entre la tradición y la modernidad. Los testamentos de personas con apellidos de antigua prosapia como los Limonta, Portuondo, Valiente y Duany, corroboran que sus dotaciones mobiliarias no eran muy cuantiosas, y aún en la década de los cuarenta del siglo XIX era evidente tal situación. Éste 33. Embutido hecho con pedazos fue un aspecto de lenta transformación dentro del mundo doméstimenudos de chapa de madera en co que expresa la forma de pensar de algunos de estos clanes. sus colores naturales, o de madera teñida, concha, nácar y otros La adquisición de muebles como manera de ostentación famimateriales. Entarimado hecho de liar adquirió mayor fuerza a fines de la década de los cincuenta y maderas finas de diversos colores formando dibujo. Era considerado en la de los sesenta. El ejemplo queda documentado en los testacomo un dibujo en madera con un 35 mentos de don Manuel Portuondo , de 1852, y el de don Salvador refinamiento exquisito. Rafael Alberni y Caro, de 1867. Se destaca la cantidad y la calidad de 34. El inventario de los bienes muebles los bienes muebles, donde sobresale el empleo de maderas duras, del teniente coronel retirado don Salvador Rafael Alberni informa en especial la caoba. Se aprecia la incorporación de instrumentos de la existencia de este tipo de musicales y útiles de aseo, lo evidencia la preocupación de estos mueble. Habitaban en 1867 en la calle de San Gerónimo alta no. 15. grupos por exponer todo su esplendor y dejar atrás el estado de Archivo Histórico Provincial de viviendas para habitar y convertirlas en viviendas para mostrar. Santiago de Cuba (AHPSC), Juzgado de 1ra Instancia, Testamentos, Leg. A esta transformación también es posible acercarse al contras716, no. 4, 1867. tar dos ejemplos: el viajero francés Auguste Le Moyne, quien visitó 35. Manuel Portuondo estaba casado Santiago de Cuba en enero de 1841, mencionaba que “en los salocon doña María del Carmen nes hay una mesa redonda con lámpara en el centro y alrededor Mariño. Tenían como propiedades una casa en la calle baja de las sillas de madera barnizada o con asientos de rejilla y mecedoras”36. Enramadas no. 117 y dos más Quince años después, en enero de 1866, El Redactor llamaba la atenen la propia calle, rotuladas con los números 119 y 132. AHPSC, ción de los santiagueros para que acudieran al establecimiento “La Juzgado de 1ra Instancia, Materia: Numancia”, donde era posible adquirir: Testamentos, Leg. 671, no. 3, 1852. “[…] riquísimos espejos dorados y forma a lo Luis XIV, consolas de todas las clases, tocadores, cómodas, juegos completos de varias formas para

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36. Auguste Le Moyne, “Viajes y estancias en América del Sur” (fragmentos), citado en Antonio Benítez Rojo. “Para una valoración”, 295.


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señoras, tocadores a la Duquesa, mesas de centro, de estensión, aparadores de caoba, nogal y roble, camas de bronce y de hierro, tinajeros de caoba con mármoles, balances pintados y con dorados de más de 50 clases, y muy módico el precio sobre todo”37.

Hacia la década de 1860 se evoluciona hacia modelos más elaborados con la aparición del mueble bautizado como Medallón, por el formato que adopta su respaldar. Inspirado igualmente en modelos francos, fue representativo de los salones de la burguesía criolla y se caracterizó por la ampulosidad en el tratamiento de los detalles decorativos y por la profusión de la talla. Este mobiliario se convirtió en bien patrimonial de la familia, por lo que podían encontrarse algunos fuera de moda, pero que integraban el conglomerado existente en la sala a modo de “almacén de antigüedades en el que la acumulación parecía ser el único principio director de la composición interior del espacio”38. Aún en antiguas casas santiagueras pueden encontrarse juegos completos de sala pertenecientes al siglo XIX, legados como patrimonio familiar y que adquieren un marcado carácter sentimental. 3. S alas , saletas y comedores como espacio público de representación A fines del siglo XVIII el viajero francés Michel Etienne Descourtilz, desde su perspectiva de europeo, consideraba que la sala santiaguera estaba casi “desnuda o vacía”, y que el mobiliario se organizaba pegado a las paredes con una función más utilitaria que decorativa, aun en aquellas residencias de las familias solventes39. Esa imagen de sencillez finisecular del XVIII cambió durante el XIX, cuando la elite criolla, imbuida del pensamiento Ilustrado y deseosa de exteriorizar su poder, apostó por el lujo, y este espacio de legitimación social comenzó a exhibir cuantiosos muebles y objetos decorativos según las condiciones impuestas por la época y a las corrientes artísticas en boga. Es posible advertir que la sala marcaba la exposición a partir de un punto central, donde se disponía una gran mesa y a su alrededor se colocaban balances o mecedoras de cedro y pajilla “acomodadas en el centro de la habitación, formando dos filas una frente a la otra, entre la puerta de la calle y las que dan al patio [...]”40. También constituían parte del corro un sofá de maple y re37. BPECFRV, El Redactor, Santiago de jilla, dos docenas de taburetes de maple con sus fondos de pajilla, Cuba, 5 de enero de 1866. una consola de cedro y una butaca de cuero de gran comodidad 38. Roger-Henri Guerrand, “Espacios para los ancianos. El viajero inglés Walter Goodman en los años de privados”, 324. 1850 la sometió a escrutinio y ofreció esta descripción: 39. Michel Etienne Descourtilz. Voyage d´un naturaliste en Haití (París: Dufart Pére, Librerie -Editeur, 1809), 40.

“En el centro de la sala suele haber un cuadrado de alfombra, algo así como un piso de estufa fuera de lugar,

40. Caroline Wallace, Santiago de Cuba, 65. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 96-121


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sobre el cual hay doce mecedoras dispuestas frente a frente como los asientos en los coches del ferrocarril. Junto a estas se colocan unos pocos escabeles y algunas escupideras. Las piezas de la casa no están recargadas de adornos, y, los pocos muebles instalados para comodidad de las personas hacen contraste con las paredes blancas y los pisos desnudos. Los espaldares de sillas y sofás, al igual que el fondo de los asientos, son de junquillo. No abundan las mesas, y las cortinas se usan como adorno de las puertas y no en las ventanas, las cuales están desprovistas de cristales. De una de las vigas de la cruceta de la casa, cuyo tejado es inclinado debido a las abundantes lluvias, pende una elegante lámpara de gas combustible, y entre dos ventanas un par de consolas con sus correspondientes espejos, que no prestan servicio alguno, pues están de adorno, completan el decorado de la sala”41.

Dentro de esta estancia destaca el balance42, que constituyó una invención propia y, según refiere la investigadora Olga Cala Benavides, hasta finales del siglo XVIII no se había detectado su existencia en la casa cubana43. Se asume su surgimiento en las primeras décadas de la centuria decimonona, atribuido al ingenio de los ebanistas locales, que adecuaron el balancín utilizado en la mecedora para dormir a los bebés, de origen español, al sillón con el propósito de darle balanceo, a fin de crear una corriente de aire que refres41. Walter Goodman, Un artista en cara a su ocupante. Sin embargo, José Claret Rubira plantea que Cuba (La Habana: Editorial Letras esta pieza, con el nombre de mecedora, fue creada por Thomas Cubanas, 1986), 19-20. Jefferson para su palacio en Monticello44. De modo que su origen 42. Éste sería llamado balance está aún en disputa. La viajera sueca Fredrika Bremer, por su cubano, que se introduce a principios del siglo XIX y tiene parte, informa sobre la existencia de dos estilos, uno español y sus antecedentes en la mecedora norteamericano otro, y comentaba sus diferencias: “[…] en las española. Este mueble singular aparece reiteradamente dentro de salas de recepción en Cuba hay, desde las ventanas y hacia el la vivienda santiaguera entre los interior, dos filas de mecedoras, unas de estilo español y otras de bienes de las familias locales. estilo norteamericano; las españolas son más grandiosas, pero 43. Olga Cala Benavides, “El mueble también más pesadas. Allí se sienta una y conversa meciéndose, cubano en el siglo XIX. El estilo Imperio” (investigación inédita mientras se abanica [...]”45. perteneciente al fondo documental Lo cierto es que las influencias del estilo Imperio también se del Museo de Ambiente Histórico Cubano, s/f). adueñaron del balance, evidenciado en sus líneas sinuosas y detalles decorativos. Resultó ser la pieza de mayor uso por toda la 44. José Claret Rubira, Muebles de estilo inglés y su influencia en el exterior familia, desde el patriarca hasta la joven casadera. Constituía una desde los Tudor hasta la Reina Victoria especie de gran abanico, dada su comodidad y adecuación a las con los grupos Colonial y Menorquín (Barcelona: Editorial Gustavo Gili, necesidades del clima tropical, y ha llegado a la actualidad con MCMXLVI), 420. variantes tipológicas. Se extendió hacia todas las clases sociales, 45. Fredrika Bremer, Cartas desde Cuba (La Habana: Editorial Arte y Literatura, 1995), 138. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 96-121


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y la diferencia de los poseídos por los estamentos más solventes estaba en la suntuosidad de los modelos, su elaboración y la calidad de la madera empleada. En La Habana igualmente se usó con profusión y se le conoció como mecedora o sillón. Así comenta la condesa de Merlín: “Los hombres se pasean fumando por corredores alumbrados por bujías, mientras que las mujeres, sentadas en círculo de sillas que se balancean solas, y que se llaman butacas, hablan entre sí”46. La investigadora Alicia García Santana explica que a Trinidad la mecedora llegó por vía de Estados Unidos y la población la llamaba “butacas oscilatorias” o “sillas de columpio”47. Imagen No. 3: Detalle de balance con elementos clásicos en su decoración. Museo de Ambiente Histórico Cubano de Santiago de Cuba

Fuente: Fotografía tomada por Ibrahím Fernández Álvarez. Propiedad de la Oficina del Conservador de Santiago de Cuba.

46. Condesa de Merlín, Viaje a La Habana (La Habana: Imprenta El Siglo XX, 1922), 543. 47. Alicia García Santana, Trinidad de Cuba, ciudad, plazas, casas y valle (La Habana: Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, 2004), 212.

Otro mueble era la comadrita, pariente del balance y de uso femenino. Su nombre remite al cotilleo o chismorreo de las señoras en las tardes dedicadas a labores propias de su género. De pequeño tamaño y líneas sinuosas se caracteriza por su forma “angandole” (remeda una embarcación), propia del estilo Imperio francés.

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Utilizaba cabezas de animales como motivos decorativos tanto en patas como en brazales, y los más recurridos fueron los de cisnes, mientras el ático o copete era rematado con elementos florales. Imagen No. 4: Mueble comadrita. Museo de Ambiente Histórico Cubano de Santiago de Cuba

Fuente: Foto tomada por Ibrahím Fernández Álvarez. Propiedad de la Oficina del Conservador de Santiago de Cuba.

Puesta en el centro de la pieza o pegada a su pared más larga, la consola de grandes proporciones daba distinción a la estancia principal de la vivienda. Según la variedad de tamaños, su número podía fluctuar entre uno y tres. Su función principal era reflejar el propio ambiente del salón a través del espejo, y en las noches multiplicar la luz de las lámparas. Surgida en el siglo XVIII durante el barroco y de fuerte sabor francés, se mantiene durante el XIX adaptada a las características formales y estilísticas del neoclasicismo. A fines 48. BPECFRV, El Redactor, Santiago de Cuba, 17 de septiembre, 1859. de la década de 1850 se vendían las conocidas como “Emperatriz Eugenia” o a lo Luis XIV, de caoba tallada con su mármol de “última 49. El primer piano de concierto de que se tiene noticia en la ciudad moda”48, adjetivo que induce a pensar en el proceso de renovación de Santiago de Cuba fue importado que estaba experimentando la sala. desde París en julio de 1810 por Bartolomé Segura. Emilio Bacardí Moreau, Crónicas de Santiago de Cuba, t. II, 70.

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Igualmente el piano de cola se puso de moda en Cuba a inicios del siglo XIX49. Era usado esencialmente por las mujeres y entre ellas por las jóvenes casaderas, a las que proporcionaba un toque de gracia que realzaba su cotización en el mercado matrimonial50. Constituía un complemento del mobiliario, tanto de las viviendas de la ciudad como en las haciendas cafetaleras, y era signo de buen gusto y referente social, sirviendo para animar tertulias, fiestas y otras formas de sociabilidad impuestas como normas durante la centuria decimonona. Los testamentos y la prensa dejan apreciar que, aunque la firma francesa Pleyel no. 351 fue la preferida, también se importaban las firmas Enard y Boisselot, que llegaron a costar desde 25.00 hasta 125.00 pesos. Goodman refiere que: “el piano es un lujo considerable en las Antillas. Su valor intrínseco es relativamente bajo en comparación con lo que cuesta traerlo de Europa o los Estados Unidos […] los pianos, además, no duran tanto en las regiones tropicales como en los climas templados, y, por eso, su delicado mecanismo exige muchos cuidados […]”52. El sofá, junto con la consola y la mesa de centro, presidió la estancia principal de la casa. Adquirió mayor difusión en esta época y pasó a formar parte del juego principal de sala. Es apreciable el eco del estilo Imperio francés en el tratamiento de los altos respaldos. Su efecto de grandeza y robustez era dado por 50. Rafael Serrano García, El fin del los materiales de calidad empleados. Madera maciza en su estrucAntiguo Régimen (1808-1868) Cultura tura, mientras su espaldar y fondo se tapizaban en damasco u otra y vida cotidiana (Madrid: Editorial Síntesis, 2001), 189. pesada tela, o eran adaptados al clima tropical con la inclusión de la pajilla en su color natural o pintada con diferentes colores. Algunas 51. AHPSC, Juzgado de Primera Instancia, Materia: Testamentos, piezas se cotizaban en cifras superiores a los 30.00 pesos53. Leg. 725, no 5, 1872, Leg. 750, no. Complementaban la sala las mesas principales o de centro; 4, 1882. En los comercios locales se recibían, además de los pianos, mesitas esquineras con mármol donde se ponían guardabrisas de otros instrumentos musicales: cristal u otros objetos de artes decorativas; mesas redondas de clarinetes de ébano de Lefevre, violines, flautas de Toulou, mármol blanco para quinqué y otras con funciones más definidas violonchelos, requintos y fagots. como las de servicio de té, con mármoles de diferentes colores que BPECFRV, El Redactor, Santiago de Cuba, 4 de julio de 1861 y 14 de combinaban con los soportes decorados por los ebanistas y con febrero de1864. estilizadas tallas de inspiración romántica que sugerían gráciles 52. Walter Goodman, Un artista en Cuba, 117. cuellos de cisnes o liras. La saleta, contigua a la sala, logró consolidar las relaciones 53. BPECFRV, El Redactor, Santiago de Cuba, 5 de septiembre de 1855. familiares. Con ella se buscaba mayor intimidad y comodidad dentro del hogar. Como extensión del espacio principal, hasta 54. Frente a las ventanas interiores con vista a las galerías o al patio, se allí llegaban los balances y comadritas ya descritos. Era un ámcolocaban estas mesas, realizadas bito dominado esencialmente por la mujer que en él bordaba, en caoba y enriquecidas con trabajos de marquetería, taraceas, en sus mesas costureras54, tejía, leía, conversaba con amigas o dorados, plateados y motivos simplemente pasaba el tiempo meciéndose y abanicándose pictóricos. Incorporaban, al igual que sus similares francesas, una cazuela para quemar perfume y hasta pequeños espejos.

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vestida con amplias batas, en función del “ocio vicario” apuntado por Thorstein Veblen55. Desde este espacio también escuchaba a los pregoneros o vendedores ambulantes. El juguetero constituyó parte indiscutible de la saleta. Funcionaba a modo de “cámara de maravillas”; eran estrechas vitrinas a imitación de los cabinets de curiosidades europeos, con diseños muy originales que, por sus líneas suaves, evocan cierto aire de feminidad. Las partes confeccionadas en madera se prestaban a la decoración, para lo cual se recurría a la pintura con temas de paisajes campestres y escenas galantes. Asimismo se incrustaban enchapes en bronce o plata con recreaciones de motivos florales y querubines. Todo ello complementaba de forma armónica con los paños cóncavos o convexos de cristal translúcido, a través de los que se admiraban -a modo de colección-, acomodados en los entrepaños, bibelots, objetos de porcelana y biscuits con diferentes dimensiones y procedencias. En el siglo XVIII Francia impuso un novedoso mueble: la cómoda. Introducidas en Santiago de Cuba a inicios del XIX, éstas eran piezas de gran tamaño que debido a su valor decorativo y la posibilidad de servir de soporte a otros objetos -–figuras de porcelanas, jarrones, relojes, candelabros- se les reservó un sitio en los espacios principales de la vivienda, evidenciado en los asientos testamentales56 y en las notas descriptivas que indican su venta frecuente en los establecimientos comerciales con el apelativo de “famosa cómoda”57. Como parte de los rituales vinculados a las visitas u otros actos de sociabilidad se hicieron indispensables en estos recintos las pequeñas mesas plegables para el servicio de café, té o chocolate. Poseían diseños muy funcionales, cuya característica principal era que sus piezas de tamaño graduado cabían una sobre la otra y se podían extender de tal forma que permitía la colocación del servicio completo para degustar un espeso tazón de chocolate con panetela o un café noir a la francesa. También eran necesarias otras mesas para los juegos de naipes y el tresillo que se efectuaban en las tardes o noches. La moda por los artículos provenientes de la cultura oriental se hizo patente en estos ambientes, pues mesas y porcelanas chinescas se in55. Thorstein Veblen, Teoría de la clase corporaron al conglomerado de muebles y objetos. ociosa (Ediciones elaleph.com, 2000), 64. http://www.elaleph.com En función del confort surgió en el siglo XIX el salón comedor, idea traída por los franceses como parte de los ambientes Luis 56. AHPSC, Juzgado de Primera Instancia, Materia: Testamentos, Leg. 620, no. XVI58. Con su aparición en las casas de Santiago de Cuba se perdía 8, 1843. la plurifuncionalidad de los corredores o galerías donde se comía 57. BPECFRV, El Redactor, Santiago de en siglos anteriores. De este modo se dotaba a la casa de un espacio Cuba, 28 de julio de 1850. definido para las comidas. En las nuevas construcciones apareció 58. María Elena Orozco Melgar, “El quartier français de Santiago de Cuba”, Revolución y Cultura 1 (2004): 15. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 96-121


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como pieza habitual y ocupó un lugar intermedio dentro de su cuerpo principal, lo cual le permitía cierto vínculo interior-exterior, mientras en las más antiguas se realizó una adecuación de una de las galerías. En el comedor, además del mobiliario, cobraron capital importancia los accesorios de la mesa, incorporados por los opulentos de la ciudad quienes influidos por los nuevos hábitos de urbanidad propugnados en el mundo occidental contemporáneo59, precisaba de un menaje propicio a las exigencias de un protocolo ajustado a esos modales. Thorstein Veblen examinó tales prácticas y concluye que: “[...] el código ceremonial de los usos y costumbres decorosos debe, en gran parte, su comienzo y desarrollo al deseo de conciliarse a los demás o demostrarles buena voluntad [...] Los modales -se nos dice- son, en parte, una estilización de los gestos y en parte supervivencias simbólicas y convencionalizadas que representan actos anteriores de dominio o de servicio o contacto personal. En gran parte son expresión de la relación de status -una pantomima simbólica de dominación por una parte y de subordinación por otra.”60.

La vajilla formaba parte del complejo mundo de símbolos y signos que revelaban los códigos culturales de los que se apropió esa clase social. Además de sus fines prácticos y utilitarios para el desenvolvimiento de la vida diaria y el sustento alimentario, constituyó otro de los aspectos para exteriorizar el boato de la casa, pues como bien asume la investigadora Paloma Manzanos Arreal “no estaban sólo en función de la riqueza de su propietario, sino de su consideración social”61. Así, los servicios de mesa completaban, en suntuosos comedores, los rituales propios del buen comer y que por su valor llegaron a convertirse en bienes hereditarios. En el comedor se incluyeron diferentes muebles que tuvieron 59. Desde los siglos XVII y XVIII, los fines utilitarios y ornamentales y que se destacaron por la calidad manuales de urbanidad indicaron, por necesidades higiénicas y de de su acabado y diversidad. Éstos evolucionaron desde una simlimpieza, el empleo individual plicidad estética hasta convertirse en altos exponentes del mejor de nuevos utensilios de mesa: platos, vasos, cucharas, cuchillos y quehacer de la ebanistería importada y local. Al centro de la estenedores, lo que llevó a su vez a tancia se encontraba el juego de comedor, compuesto por una una estructuración de la vajilla: de uso individual y colectivo. mesa de alas plegadas62, por lo general de caoba, alrededor de la cual se colocaban sillas que exhibían sobrios diseños adaptados al 60. Thorstein Veblen, Teoría de la clase ociosa, 50-51. estilo Imperio y que podían incluir trabajos de marquetería. Sus fondos y respaldos eran de pajilla con modelos cómodos. Su canti61. Paloma Manzanos Arreal, “La casa y la vida material”, 214. dad daba respuesta al número de comensales y oscilaban entre los doce y cincuenta en días de recepciones o banquetes. 62. Se empleaba un aditamento con el cual se podía lograr una mayor extensión y Se introdujo en esta época el “criado mudo”, pequeña mesa dar cabida a más comensales. auxiliar que servía para colocar alimentos y bebidas y gozó de

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mucha aceptación. Surgida en el siglo XVIII bajo el influjo del estilo Luis XVI, fue una transposición desde los salones franceses a los cubanos. De gran sencillez formal, era en su totalidad de madera y contaba con tres o cuatro pisos circulares de diferentes radios, sostenidos por un pie central rematado en patas en forma de trípode. Algunos muebles, como el tinajero y el locero o copero, exhibían versiones populares del estilo Imperio. El primero era un objeto imprescindible en todas las casas por la función que cumplía de mantener fresca el agua63 y fue descrito por Goodman de la siguiente manera: “Una tinajera es una especie de filtro gigante. Por fuera parece una garita de centinela con persianas fijas que dejan pasar corrientes de aire. En la parte de arriba de esta especie de caja o alacena hay un gran recipiente de piedra porosa en forma de mortero barrigón, del cual el agua gotea lentamente y cae ya filtrada en un gran tinajón. Un cucharón de estaño sirve para sacar y servir el agua”64.

Imagen No. 5: Tinajero. Museo de Ambiente Histórico Cubano de Santiago de Cuba

Fuente: Fotografía tomada por Ibrahím Fernández Álvarez. Propiedad de la Oficina del Conservador de Santiago de Cuba.

63. Los inventarios de don Magín Masó, de doña María Nicolasa Vidal y de la familia Zayas Hechavarría recogen la existencia de ejemplares de este mueble tan útil para la vida diaria. 64. Walter Goodman, Un artista en Cuba, 46.

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El locero o copero es un mueble expositor que funciona como especie de aparador abierto con varios entrepaños cuya finalidad era colocar la vajilla. Sus formas recuerdan a los estantes esquineros (étagère d´angle) marcados con influencias oscilantes entre los estilos Luis XIII y Regencia, cuyos detalles más interesantes son sus ornamentadas columnas. De gran transparencia, sus partes componentes fueron decoradas con alto nivel artístico y sus líneas sinuosas -de entrantes y salientes- evocan cierta voluptuosidad. Su pequeña barrotería torneada provoca un ritmo interno en este mueble que, en su conjunto, se convierte en exponente de la mejor tradición de la ebanistería cubana. 4. H abitaciones , espacios para el reposo Las habitaciones, zonas íntimas por excelencia, eran espacios pletóricos de connotaciones sentimentales, al ser el lugar donde se nacía y moría. Estaban conformadas por un conjunto de muebles y accesorios en lo fundamental de ascendencia francesa. Auguste Le Moyne dejó su apreciación en 1841 sobre los dormitorios santiagueros al describir que en “las alcobas hay camas grandes con baldaquines provistos de mosquiteros”65. La norteamericana Caroline Wallace comentaba que el tipo de camas más usuales eran “los catres, aunque se ven algunas de hierro o bronce. A estas últimas se les cubre con cortinas de encaje o mosquiteros”66. Las descripciones permiten caracterizar aquellos pertenecientes a los criollos adinerados y determinar que la cama constituía el mueble esencial, como lo reflejan los testamentos. No sólo era un elemento de confort, sino también el refugio de la intimidad. Se han identificado varios tipos confeccionadas en madera, bronce o hierro, comercializadas con diferentes precios en relación con sus figuras, tamaños y modelos. Las de madera se correspondían con las formas “an-bateau” y “angandole” a la usanza napoleónica, de líneas muy similares a las que podían admirarse entonces en los palacios europeos y en ciudades cubanas como La Habana y Trinidad. Destacaban por el delicado tratamiento de las superficies en cabeceros y pieceros, donde se manifestaba el grado de especialización de los ebanistas fundamentalmente en los enchapes realizados en cedro o caoba, o las decoraciones a partir de las propias vetas del material, dispuestas a manera de plumas o palmas resaltadas por el color oscuro de la madera, a diferencia de sus semejantes francesas que se destacaban por los enchapes en bronce dorado67. Aquellas realizadas en bronce o hierro contaban con altos pilares para colocar los mosquiteros de tul o gasa. Sus cabezales y pieceros, de grandes proporciones, por lo general eran dorados y en ellos se explayaba la maestría de los or65. Auguste Le Moyne, “Viajes y estancias”, 295. febres. En ambas piezas se cincelaban motivos florales o de frutas como las tropicales piñas. 66. Caroline Wallace, Santiago de Cuba, 67. 67. José Claret Rubira, Muebles de estilo francés, 420. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 96-121


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El modelo de mayor uso, proveniente de siglos anteriores, fue el llamado “catre de campaña”68, que era una pequeña cama plegable articulada, confeccionada en madera, hierro o bronce. Dada su facilidad en el uso y el tipo de material empleado en su confección se deduce que su empleo se generalizó entre casi todas las clases sociales. Podía ser de bóveda y espaldar o sólo de éste. Era sencilla y fácil de transportar; durante el día se mantenía plegada en un costado de la habitación y se vendían de conjunto o por piezas. El armario69 en el siglo XIX tuvo la finalidad de guardar ropas. Desde el punto de vista estético, fue durante el estilo Imperio que adquirió las formas que han llegado hasta la actualidad. En Santiago de Cuba los comercios lo ofertaban en todas clases y sus precios oscilaban entre ocho y medio hasta 42 y medio pesos70. Este mueble se destacaba por la profusión de sus ornamentos y tallas inspiradas en elementos naturales, figuras humanas, columnas y enmarques de reminiscencia clásica. Podían realizarse en cedro, caoba y palisandro. Algunos muy suntuosos eran enchapados en maple por dentro, y por fuera contaban con un espejo en la puerta central, mientras otros exhibían logrados trabajos de marquetería que dejaban al descubierto las diferencias de tonalidades entre las maderas empleadas. Las habitaciones contenían otros muebles que las realzaban y marcaban las diferencias sociales. Las de los amos mostraban la mesa toilette, mueble que toda señora elegante se preciaba de poseer en sus 68. Proyectadas en el siglo XVII como aposentos y “que mejor caracteriza a dicha época” al decir de cama portátil, el nombre vino a aplicarse a los lechos menos José Claret Rubira71. El peinador o coqueta psique, denominamonumentales con un baldaquín do también “tocadores a la Duquesa”, tenía como función la de combado y postes relativamente más bajos. Joseph Aronson, Enciclopedia guardar joyas, cosméticos y otros accesorios propios de la mugráfica, 67. jer. Provenientes del estilo Luis XVI constituyen, por su elegante 69. Deriva de la voz armarium y su uso estructura y esmerada ejecución, verdaderas obras de arte. Se data de la época romana. Tuvo en utilizaron así mismo distintos muebles menores con fines utiliun primer momento como destino guardar armas, aunque pronto se tarios: los percheros de pie o de pared realizados en madera y dedicó a almacenar provisiones, combinados con metales como el bronce; los veladores o guérivajillas, joyas, valores y otros artículos de uso habitual. Ya en la dons de formas redondeadas u octogonales con columna central Edad Media entró a formar parte o tres pies curvados rematados por garras de león, así como algudel ámbito doméstico y en Francia se convirtió en el principal mueble nos balances o sillones de dormitorios. de la familia burguesa que llevaba la Como parte de sus obligaciones matinales, mujeres y niñas novia a casa del esposo. Diccionario Enciclopédico Hispano- Americano, iban cada día a los oficios religiosos, para lo cual debían incort. II (Barcelona: Montaner y Simón porar -además de breviarios, rosarios y abanicos- menudas sillas Editores, 1898), 639. que, junto a almohadones de damasco y pequeñas alfombras, 70. BPECFRV, El Redactor, Santiago de eran empleadas a modo de reclinatorio durante la misa. Eran Cuba, 25 de julio de 1855. 71. José Claret Rubira, Muebles de estilo francés, 417. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 96-121


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trasladadas por las criadas negras y guardadas en las habitaciones. Mostraban caprichosas confecciones “a la Griega e Italiana”72 y podían ser plegables o con un respaldo donde sobresalían incrustaciones de oro, perlas y nácar con motivos de cruces e imágenes de vírgenes o santos. 5. B ibliotecas y despachos : recintos de conocimiento Las bibliotecas y despachos, áreas semiprivadas dedicadas en lo fundamental al hombre, tenían como utilidad práctica la escritura o la lectura en viviendas habitadas por abogados, comerciantes y otros profesionales necesitados de sitios aislados para la realización de sus actividades. Estos recintos se convirtieron en bienes culturales de índole material -por medio del costoso mobiliario- y espiritual con la diversidad bibliográfica, especialmente la que corresponde a los clásicos de esa corriente filosófica de donde bebieron para la asimilación del pensamiento ilustrado. Una revisión de la prensa y de inventarios testamentales permiten afirmar que obras en francés o traducidas al español de la autoría de Jean Jacques Rousseau, Voltaire, Charles-Louis de Montesquieu o Denis Diderot, eran cotidianas en ambientes cultos y podían adquirirse en establecimientos de la ciudad, donde se vendían igualmente libros “nuevos y baratos” de diversas materias como religión, educación, historia, geografía, ciencias y artes73. La biblioteca, por tanto, fue un espacio en criterio de Michelle Perrot que “abre la casa al mundo, y encierra el mundo en la casa”74, al incluir colecciones de libros que se constituían en signo de distinción social y de cultura75. A través de la mirada siempre inquisitiva de Carolina Wallace es posible adentrarse en una de estos recintos y 72. BPECFRV, El Redactor, Santiago de advertir: “El cuarto que me fue asignado [...] daba a la biblioteca, de Cuba, 25 de julio de 1855. la cual lo más impresionante eran los grandes libreros de caoba que 73. ANC, Audiencia de Santiago de se alineaban a los lados y contenían una selección de obras en varios Cuba, Leg. 101, no. 2086, 1851. El Redactor, Santiago de Cuba, 30 de idiomas. Sobre la mesa había revistas y publicaciones de numerosos noviembre, 1851. países, así como diarios de Nueva York, Londres y París”76. 74. Michele Perrot, “Formas de Los inventarios testamentales ofrecen pistas de diferentes habitación” en Historia de la vida muebles existentes en este ámbito. El mueble principal era el esprivada. De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial, dirs. critorio o bureau -término en francés acuñado para designar su Philippe Ariés y George Duby evolución formal en el siglo XVIII-. Confeccionado en madera (Madrid: Taurus, 1989), Tomo 4, 304. dura, por lo general caoba, cedro o nogal, constituyó una verda75. Miembros de estos estamentos dera joya de la carpintería. Completaban el conjunto los sillones, llegaron a poseer una admirable colección de libros. Pedro Celestino realizados en ricas maderas con respaldo de pajilla, que seguían Salcedo, quien ejerció como abogado, estilísticamente las líneas de la mesa. De majestuoso porte eran fue propietario de 2442 volúmenes de distintas obras y autores, tasados los armarios bibliotecarios resguardados por cristales, que alen la suma de 1300 pesos. AHPSC, macenaban gran cantidad de volúmenes, partituras de música o Juzgado de 1ra Instancia, Materia: Testamentos, Leg. 750, no. 4, 1882.

76. Caroline Wallace, Santiago de Cuba, 76. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 96-121


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papeles de negocios y costaban más de veinte pesos fuertes. Otros, como los bufetes -mesa de escribir empleada por los hombres-, podían servir de base a los escritorios, hechos por lo general en caoba con su piedra de mármol. Las féminas tuvieron dentro de los dormitorios o en las bibliotecas pequeñas mesas denominadas Bonheur de jour (dicha del día) para escribir diarios íntimos, cartas o hacer otras labores de su género. De igual modo el secrétaire francés integró estas habitaciones. Originado en el siglo XVIII, es la evolución al resto de Europa del conocido bargueño77 español y americano. Era una suerte de caja prismática apaisada, dotada de una tapa abatible que tenía función de mesa. Su interior se desarrolló a partir de un amplio número de pequeños cajones cubiertos en forma de paneles, con múltiples mecanismos escondidos para guardar objetos de carácter personal e historias familiares. Funcionaba como un confidente mudo o caja de seguridad. Hechos en maderas nobles, en ellos se empleó la taracea con enchapes en nácar y marfil. Se convirtió en uno de los bienes más curiosos de la biblioteca. Complemento de los muebles eran los juegos de escritorio, de uso necesario en un despacho o biblioteca que, a su vez, se convertían en elementos decorativos. En la etapa estudiada se aprecia un creciente aumento de su importación desde Francia. Estaban compuestos por diversas piezas: plumas, frasqueras para la tinta, portapapeles, escribanías realizadas en bronce y combinadas con mármol, marfil, cristal, porcelana, plata y nácar. Algunas tenían gran valor monetario, como la perteneciente al brigadier don Juan de Moya Morejón (145.00 pesos)78, o la poseída por don Pedro Celestino Salcedo, confeccionada en plata 77. La investigadora española Carmen valorada en 68. 00 pesos79. Se incorporaban a los útiles papel para Abad-Zardoya apunta que, aunque el término resulta confuso en cartas de diversos colores, juegos de libros para comercio, cortacuanto a su acuñación, se recoge papeles y tinteros. en el Diccionario de la Real Academia C onclusiones Es evidente cómo, durante estos años, los capitales obtenidos por los sectores privilegiados se invierten en mejoras urbanas e infraestructurales con el propósito de convertir a Santiago de Cuba en una ciudad moderna en diversos órdenes. La presencia del neoclasicismo, aunque en una variante popular, le otorgó a la arquitectura doméstica una imagen más culta que afectó fundamentalmente sus aspectos decorativos. La ampliación de los espacios principales de la vivienda expresó los cambios relacionados con la evolución que experimentaban las mentalidades de las capas poderosas de la sociedad, al influjo de los ideales de la Ilustración, que comenzó a

Española en 1914. Hoy su uso es aceptado para designar a los muebles con cajones de los siglos XVI y XVII, particularmente el tipo más difundido entre las producciones españolas, aquel que era pintado, dorado y decorado con columnillas de hueso en el interior. Carmen Abad - Zardoya. La casa y los objetos. Espacio doméstico y cultura material en la Zaragoza de la primera mitad del XVIII (Zaragoza: Delegación del Gobierno de Aragón, 2001), 124-125.

78. AHPSC, Juzgado de 1ra Instancia, Materia: Testamentos, Leg. 606, no. 1, 1841. 79. AHPSC, Juzgado de 1ra Instancia, Materia: Testamentos, Leg. 750, no. 4, 1882.

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vivir bajo otros esquemas vinculados a ideas de bienestar, prosperidad material, higiene y cohesión del núcleo familiar. Resulta incuestionable la transformación acaecida en el siglo XIX dentro de la cultura material doméstica santiaguera. En ese ambiente de renovaciones, la vivienda se comportó como el ámbito apropiado para el despliegue de una escenografía que cobró connotaciones simbólicas, al devenir reservorio de las nuevas corrientes culturales perceptibles en su mobiliario, objetos suntuosos, enseres de primera necesidad u otros elementos propios de la cultura material de la época. El mobiliario evolucionó a partir de la adecuación de los modelos franceses a la realidad local, en un proceso de amalgama del cual emergieron productos originales que muestran el moderno sentido estético e intelectual adquirido, sobre todo, por la clase de mayor jerarquía. De tal modo, la vivienda, de refugio para vivir, se transformó en espacio para ostentar el poderío económico de la elite local, que hizo del lujo y el confort un modelo de vida.

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Artículo recibido: 14 de enero de 2009; aprobado: 20 de abril de 2009; modificado: 19 de mayo de 2009.

Vida cotidiana y entorno material. El mobiliario doméstico en la ciudad de Córdoba a fines del siglo XVIII

Vida cotidiana y entorno material. El mobiliario doméstico en la ciudad de Córdoba a fines del siglo XVIII

The Material World of Everyday Life: Household Furniture in Córdoba (Argentina) in the Late-Eighteenth Century

Resumen

Abstract

El presente artículo presenta, en primera instancia, el

This article begins by introducing the field

campo de estudio de la cultura material en sentido

of material culture studies and the way it

amplio, incorporando en él la interacción mutua

incorporates the mutual interaction between

entre la sociedad y los objetos materiales. Por otra

society and material objects. It then describes

parte, se describe el mobiliario doméstico en la

household furniture in the Argentine city of

ciudad argentina de Córdoba a fines del siglo XVIII, en

Cordoba in the late-eighteenth century, paying

particular de tres espacios cotidianos significativos: la

particular attention to three important spaces

sala, el estrado y la alcoba. Finalmente, se analizan

of daily life: the living room, the drawing

los significados de los diferentes muebles y las

room, and the bedroom. Lastly, it analyzes the

prácticas sociales asociadas a ellos. A partir del

meanings of different pieces of furniture and

análisis de las distintas fuentes se pretende demostrar

the social practices associated with them. By

que los diversos grupos de objetos trabajados no solo

analyzing different sources, the aim is to show

producían efectos físicos, también comunicaban o

that the various kinds of objects studied not only

expresaban, por ejemplo, status social y económico y

produced physical effects but also communicated

diferencias de género.

or expressed other attributes such as social and economic status or gender differences.

Palabras

c l av e

Key Words

Cultura material, vida cotidiana, mobiliario

Material Culture, Everyday Life, Household Furniture,

doméstico, Córdoba, Argentina.

Cordoba, Argentina.

espacio estudiantil

Cecilia Edith Moreyra

Estudiante de Licenciatura en Historia de la Universidad Nacional de Córdoba, y profesora adscrita al Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades (CIFFyH) de la misma Universidad en Córdoba, Argentina. Forma parte del programa de docencia e investigación “Estructuras y estrategias familiares de ayer y de hoy”, perteneciente al Centro de Estudios Avanzados (CEA), unidad ejecutora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. Sus intereses investigativos se centran actualmente en el campo de la historia de la cultura material. ceci_moreyra@hotmail.com

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Vida cotidiana y entorno material. El mobiliario doméstico en la ciudad de Córdoba a fines del siglo XVIII ❧ Introducción Dentro de los territorios de privacidad, subjetividad, domesticidad e intimidad de los actores sociales, los aspectos materiales se nos presentan como una puerta de entrada para la comprensión de la sociedad. Lo material no tiene significado en sí mismo, sino que lo adquiere según el sentido, uso y valor que el hombre le da. Función, valor y significado tienen que ver con una compleja interacción del hombre con esos objetos que construye, utiliza, compra, vende, dona, hereda, comparte. Al trabajar el entorno material cotidiano, el objeto de estudio no son las cosas en sí mismas, sino el hombre visto a través de su vivienda, sus muebles, su comida, su vestimenta. A su vez no hemos de considerar el mundo de las cosas como inerte y mudo, sólo puesto en movimiento mediante las personas y sus palabras; las cosas no están ni han estado divorciadas de la capacidad de actuar de las personas y del poder comunicativo de las palabras1. En este sentido, los objetos no han de pensarse solos o ais❧ El presente artículo es resultado de la lados, sino insertos en procesos, prácticas y relaciones sociales investigación realizada para obtener de las que son parte. Lo material no es sólo algo externo a los el título de Licenciada en Historia. Este trabajo, a su vez, pertenece al proyecto individuos, sino que forma parte de su devenir vital. Los bienes “Sociedad, familia y vida privada en materiales (propiedades, muebles, vestido, joyas, esclavos) conCórdoba. Una aproximación desde las estrategias familiares” dirigido por tribuyen a definir el lugar que se ocupa en la sociedad, ya que la Dra. Mónica Ghirardi. Parte de la también tienen un significado social y la gente los utiliza como investigación ha sido financiada con subsidio que el mencionado proyecto elemento de comparación, diferenciación o superación de otros obtuvo de la Secretaría de Ciencia y grupos para expresar individualidad o afinidad. Técnica (SECYT), Universidad Nacional de Córdoba. Los objetos, además de su utilidad material concreta, también comunican o expresan, por ejemplo, status social y económico. 1. Arjun Appadurai, “I. Introducción: las mercancías y la política del valor”, en Y más que comunicar o expresar, los objetos juegan un rol funLa vida social de las cosas. Perspectiva damental en la construcción, reconstrucción y reinterpretación cultural de las mercancías, ed. Arjun Appadurai (México: Grijalbo, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991), 19.

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constante de la cultura en sí. Juegan también un papel importante al mantener y fortalecer el poder y los privilegios del grupo dominante de la sociedad2. Dentro de la amplia gama de objetos que conforman el entorno material cotidiano nos concentraremos, en el presente trabajo, en el mobiliario doméstico. Además de ser objetos utilitarios, los muebles reflejan el nivel social de la familia y manifiestan el estilo de vida, los valores y la personalidad de los dueños de casa. No sólo dejan ver cuestiones de nivel económico, sino también cultural, el ritmo de vida y los hábitos domésticos de los miembros de la familia3. Los muebles fueron un grupo de objetos que tanto mujeres como hombres ingresaban al matrimonio, aunque preferentemente estos últimos. Y al igual que las prendas de vestir, el mobiliario era un rubro importante en las hijuelas de los testamentos; precisamente, las cartas de dote y de capital, los inventarios post mortem y los testamentos son invaluables fuentes que nos ofrecen una amplia y rica información acerca del entorno material cotidiano; en estos documentos, muy ricos en descripciones, los bienes que se consignan se detallan minuciosamente. Se describen color, tela y uso en el caso de las prendas de vestir, material de construcción y dimensiones en el caso de edilicios, y las medidas, confección y uso en el caso de los diferentes muebles y enseres. De todos los objetos que conformaron el entorno material de la sociedad cordobesa a fines del siglo XVIII, muchos han caído en desuso y de algunos sólo conocemos el nombre. No podríamos pensar el mobiliario doméstico sin hacer referencia a la vivienda y a las distintas habitaciones de la misma. El mobiliario doméstico está estrechamente ligado con el espacio; en este sentido, trataremos de hacernos una imagen de los espacios dentro de la vivienda y los muebles propios de éstas, específicamente la sala de recibo, el estrado y la alcoba. Cabe destacar que no existió en los hogares cordobeses de fines del siglo XVIII gran variedad de muebles, y algunos son, como veremos más adelante, comunes a distintas habitaciones y no propios o específicos de algún cuarto en particular. El presente análisis se enmarca dentro del campo de estudio de la cultura material, entendida en un sentido amplio, incorporando a su estudio no sólo los objetos, sino también la acción y 2. Marcia-Anne Dobres y Christopher Hoffman, The social dynamics of pensamiento humanos y la interrelación necesaria, aunque mutechnology. Practice, politics and world views chas veces pasada por alto, entre el hombre y los objetos. (Washington and London: Smithsonian Institution Press, 1999), 218. El artículo se estructura de la siguiente manera: comenzaremos exponiendo brevemente las líneas de investigación en 3. Oswaldo Callo, “Literatura y cultura material: el mobiliario doméstico en Europa y Latinoamérica que trabajan los objetos materiales conLima (1840-1870)”, en Familia y vida cretos desde una perspectiva sociocultural, es decir, integrando cotidiana en América Latina siglos XVIIIXX, coords. Scarlett O’phelan Godoy et al. (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003), 93.

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lo material con la sociedad en una interrelación constante. Seguidamente, ofreceremos una imagen general de la sociedad en la Córdoba de fines del siglo XVIII, para adentrarnos luego en el análisis del mobiliario doméstico en tres espacios significativos: la sala de recibo, el estrado y la alcoba. Cabe destacar que la instancia descriptiva es sumamente necesaria para luego intentar un análisis más profundo de los significados que encerraba el mobiliario doméstico y las prácticas cotidianas asociadas a éste. 1. P ensar la “ cultura material ”: una perspectiva sociocultural de los objetos Los trabajos de Norbert Elías resultan esenciales a la hora de adentrarnos en el estudio de lo material en la cultura, ya que ofrece claros ejemplos de la interacción existente entre el hombre y los objetos. En su intento de demostrar el progreso realizado, desde la edad media, en el control cada vez mayor del hombre occidental sobre su cuerpo Elias observa, por ejemplo, la aparición de una vestimenta especial para dormir, el tenedor, el cuchillo y el pañuelo de nariz. Todos estos objetos reflejan la creciente sensibilidad de los seres humanos en relación con los demás y con todo aquello que entraba en contacto con su cuerpo, creciendo en este sentido en sentimiento de vergüenza4. Elías no trabaja esos objetos aisladamente, sino insertos en diferentes prácticas sociales. En el acto de comer con cubiertos y no con las manos el cuchillo es, por ejemplo, una “encarnación del espíritu social, del cambio en los impulsos y deseos; es una materialización de situaciones sociales y leyes estructurales de la sociedad”5. En su interpretación, el tenedor no es otra cosa que la materialización de una cierta pauta de emociones y de escrúpulos, un cambio en la regulación de los impulsos y las emociones. La aparición del pañuelo de nariz, por otra parte, habla de cambios, transformaciones en las relaciones entre los hombres y entre éstos y su propio cuerpo. Por otra parte, existe una línea de investigación tanto en antropología como en arqueología que pretende borrar las líneas artificiales construidas entre la sociedad y las cosas (también se utiliza el término tecnología) y enfocarse, en cambio, en esa mutua relación que existe entre 4. Norbert Elias, El proceso de la ambos, “trayendo la tecnología de vuelta a la vida, reinsertáncivilización. Investigaciones dola en el corriente de la actividad humana y relaciones sociales sociogenéticas y psicogenéticas (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, sin las cuales -y solo sin las cuales- no sería efectiva”6. 1993), 163 y 164. Arjun Appadurai coordina un trabajo interdisciplinario que 5. Norbert Elias, El proceso de la intenta, precisamente, examinar cosas específicas (o grupo de civilización, 164. cosas) tal como circulan en ambientes culturales e históricos 6. Marcia-Anne Dobres y Christopher Hoffman, The social dynamics of technology, 220.

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particulares, ofreciendo una serie de ideas en torno a las formas en las cuales el deseo y la demanda, el sacrificio recíproco y el poder, interactúan para crear el valor económico en situaciones sociales específicas7. El campo de lo que se presenta en este estudio es trabajado comúnmente a partir de la noción de cultura material. Cultura material significa, según Arnold J. Bauer, las formas en que hombres, mujeres y niños producen las cosas que ingieren o con que se cubren; las moradas que habitan; las herramientas que emplean; y con la forma en que usan y consumen esos bienes8. Como vemos, este autor se enfoca en la interrelación entre producción y consumo. Norman Pounds define la cultura material como los distintos modos en que se han satisfecho las necesidades humanas elementales de comida, cobijo y vestido 9. A lo largo de su libro pone énfasis constantemente en la satisfacción de las “necesidades elementales”. Ambos autores incluyen en la definición de cultura material a objetos (cosas materiales) y acciones: producir, consumir, satisfacer necesidades. Según Henry Glaise, cultura material es el nombre convencional utilizado para referirse a la producción tangible del ser humano, cultura material es cultura hecha material. Comienza necesariamente con cosas, pero no termina con ellas: el estudio de la cultura material utiliza objetos para aproximarse al pensamiento y acción humanos10. Aquí se amplía la noción un poco más, al incluir no sólo objetos materiales, acciones humanas sino también el pensamiento y la interrelación, muchas veces pasada por alto, existente entre el hombre y los objetos. Entre los estudios relativos a las condiciones de vida material de distintas sociedades, encontramos los trabajos de Raffaella Sarti, Martine Segalen y Norman Pounds para el caso europeo, por citar los más 7. Arjun, Appadurai, ed. La vida social de destacados. Raffaella Sarti se concentra en las transformaciones las cosas. en el uso de las habitaciones y los muebles como expresión de 8. A. J. Bauer, “La cultura material”, los cambios en las relaciones familiares, tanto en las zonas ruen Para una historia de América, rales como urbanas en Europa, en los inicios de la era moderna. I. Las estructuras, coords. Marcelo Carmagnani, Alicia Hernandez Chávez La autora sostiene que los objetos y bienes materiales pueden y Ruggiero Romano (México: Fondo de encarnar valores de la familia y, a su vez, permiten expresar Cultura Económica, 1999), 404. tanto emociones como relaciones de parentesco11. 9. Norman Pounds, La vida cotidiana. Marine Segalen subraya la importancia de la cultura mateHistoria de la cultura material (Barcelona, Editorial Crítica, 1992), 22. rial como tema para el estudio de la familia, ya que las familias conocen varios contextos materiales que constituyen la base 10. Henry Glassie, Material Culture (Bloomington and Indianapolis, de sus vidas. En este sentido, la cultura material revela los laIndiana University press), 1999, 41. zos existentes entre los grupos domésticos, las comunidades 11. Rafaella Sarti, Vida en familia. Casa, comida y vestido (Barcelona: Editorial Crítica, 2003).

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locales y el entorno social. De acuerdo con esta perspectiva, señala Segalen que se podría construir una historia de la familia en función, por ejemplo, del agua, desde el pozo hasta el grifo, o en función de la alimentación, desde el hogar hasta el microondas 12. El trabajo de Pounds, exclusivamente descriptivo, se enfoca en la satisfacción de las necesidades básicas de alimentación, cobijo y vestido en la Europa preindustrial. El autor resalta la importancia de hacer una historia de individuos y familias, cuyos esfuerzos para conseguir el pan de cada día y para entender su mundo se reflejan en las obras que dejaron tras de sí13. En nuestro continente también encontramos estudios in12. Martine Segalen, “Las condiciones teresados en recuperar la importancia de las condiciones de materiales de la vida familiar”, en Historia de la familia europea, vol. II. vida material de las personas: Oswaldo Callo en Perú analiza La vida familiar desde la Revolución el mobiliario doméstico en Lima, partiendo de la premisa de Francesa hasta la Primera Guerra Mundial (1789-1913), comps. David que los objetos utilitarios cumplen funciones determinadas y Kertzer y Marzio Barbagli (Barcelona: manifiestan el estilo de vida, economía doméstica, ritmo de Paidós, 2003), 51. vida, cultura y hábitos familiares14. Francisco García González 13. Norman Pounds, La vida cotidiana, 13-17. en México trabaja la cultura material (vestimenta, muebles, 14. Oswaldo Callo, “Literatura y cultura alimento) de una familia acomodada en el Zacatecas colonial, material”, 93-117. representativa de un modo de vida y costumbres de muchos 15. Francisco García González, “Vida zacatecanos15. Gustavo Curiel en el mismo país vincula los objecotidiana y cultura material en el tos suntuarios (finas alfombras, escritorios, relojes, tapicerías, Zacatas colonial”, en Historia de la vida cotidiana en México, tomo III. El siglo servicios de mesa de plata y oro, camas, enseres de lujo, alhajas, XVIII: entre tradición y cambio, dir. Pilar etc.) de uso diario que proporcionaron prestigio social a los haGonzalbo Aizpuru (México: Fondo de Cultura Económica, 2005), 45-71. bitantes de la Ciudad de México en el siglo XVIII, con el uso de espacios cotidianos dentro de las casas16. En Costa Rica, Arnaldo 16. Gustavo Curiel, “Ajuares domésticos. Los rituales de lo cotidiano”, en Moya Gutiérrez se propone desentrañar el entorno doméstico Historia de la vida cotidiana en México, de los agentes sociales, partiendo de la idea de que las cosas y tomo II. La ciudad Barroca, dir. Pilar Gonzalbo Aizpuru (México, Fondo de los diferentes usos que se le dieron brindan un marco para reCultura Económica, 2005), 81-109. 17 construir el espacio social . 17. Arnaldo Moya Gutiérrez, “Cultura En Argentina contamos con el trabajo de Carlos Mayo18 en material y vida cotidiana: el entorno el que compila diferentes trabajos enfocados en reconstruir doméstico de los vecinos principales de Cartago (1750-1820)”, en Héroes el entrono material -la vivienda, la vestimenta, la dieta- en la al gusto y libros de moda. Sociedad y frontera pampeana, intentando complejizar la imagen que se cambio cultural en Costa Rica (17501900), eds. Iván Molina Jiménez y tenía de la misma. Osvaldo Otero, en su trabajo sobre la vivienSteven Palmer (San José: Editorial da porteña durante el virreinato, tiende a pensar y explicar la Porvenir, Plumsock Mesoamerican Studies, 1992), 9-44. vivienda, lo concreto y formal, interactuando con el hombre inserto en la sociedad. Considera a la casa como un objeto de uso 18. Vivir en la frontera. La casa, la dieta, la pulpería y la escuela (1770-1870), comp. Carlos Mayo (Buenos Aires: Editorial Biblos, 2000).

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y valor simbólico inserto en un espacio donde las vivencias y relaciones fueron plasmadas y representadas por el objeto físico19. No cabe duda que los objetos materiales concretos forman parte de la vida cotidiana del individuo. Tales objetos no sólo producen efectos físicos (por ejemplo, la vestimenta cubre el cuerpo), sino que también tienen significado y valor simbólico, y en este sentido, comunican y expresan, por ejemplo, status social y económico. El significado y valor simbólico que adquiere lo material tiene que ver con la amplia gama de interacciones que se da entre los sujetos entre sí, y de estos mismos con los objetos que se compran, venden, donan y transmiten en herencia. En este sentido, lo material nos habla sobre los individuos y es una puerta de entrada para la comprensión de la sociedad. Pero cabe recalcar que lo material sólo tiene sentido en un contexto social específico. De ahí la importancia de comenzar con una breve descripción de la sociedad cordobesa en el siglo XVIII. 2. U na imagen de la sociedad cordobesa Córdoba era una ciudad periférica dentro del Virreinato del Río de la Plata y a la vez constituía un nudo de vías comerciales; su estratégica ubicación permitía el paso constante de hombres y mercancías, en tanto que articulaba los caminos hacia el Alto Perú, Chile y Buenos Aires. Mientras que en la primera mitad del siglo XVIII, la ciudad se nos presenta bastante deteriorada: con sus construcciones en mal estado, la acequia sin funcionar, inundaciones constantes, pestes, sequías, crisis agrícolas, y en consecuencia, empobrecimiento general de los vecinos 20, en la segunda mitad del siglo se desataca el gobierno del Marqués Sobremonte, con una importante obra de infraestructura como la construcción de

19. Osvaldo Otero, “La vivienda porteña en tiempos virreinales. Materiales, uso, función y valor simbólico”. (Tesis de doctorado en Historia, Universidad Nacional de La Plata, 2004), 35 y 36. 20. Ver Aníbal Arcondo, El ocaso de una sociedad estamental. Córdoba entre 1700 y 1760 (Córdoba: Dirección de Publicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba, 1992), 230-233.

21. “Memoria del Marqués de Sobremonte escrita para su sucesor el coronel de ingenieros don José Gonzalez”, en Córdoba, Ciudad y provincia. Siglos XVI-XX. Según relatos de viajeros y otros testimonios, comp. Carlos Segreti, (Córdoba Junta Provincial de Historia de Córdoba, 1973), 195-201.

“la acequia de acueducto y las fuentes públicas y privadas […] la cañada […] revestida de pared de piedra, cal y ladrillo […] un ramal para el colegio de Monserrat, otro para el de Huérfanas, y otro para el de las Carmelitas […] el desagüe de la fuente de la plaza […] una Alameda de sauces […] el alumbrado público […] y la limpieza de las calles dispuesta”21.

Con estas obras las condiciones de vida mejoraron en general, las epidemias de significación ya no azotaban a la ciudad, el hambre no era algo generalizado y el comercio repuntó considerablemente. Entre los pobladores de la ciudad encontramos, según el censo de 1778, 2697 españoles, 121 indios y 2335 entre negros, mulatos y

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mestizos22. Es decir, que algo más del 60% de la población de Córdoba correspondía a indios, negros, mestizos y mulatos. Esto explica, como señala Emiliano Endrek, el recrudecimiento del prejuicio racial en el último cuarto del siglo XVIII. La jerarquización social estaba profundamente acentuada en el núcleo urbano, en comparación con la campaña cordobesa, donde la población blanca aumentaba mientras que la de castas disminuía; esto era posible si consideramos que los habitantes de la campaña se “blanqueaban” muy rápido, lejos de la aristocracia ciudadana que, demasiado celosa de sus linajes y privilegios, combatía acérrimamente las mezclas raciales y sociales23. La sociedad cordobesa era una sociedad estamental, estratificada. Entre los principales grupos sociales24 encontramos el grupo blanco, representado por españoles -especialmente criollos, ya que los europeos eran bastantes pocos- que conformaban la aristocracia social y eran los propietarios de vidas, tierras, haciendas, solares, etc. Se jactaban de ser los descendientes de los fundadores de la ciudad, y su hidalguía se 22. Emiliano Endrek, El mestizaje en Córdoba. Siglo XVIII y principios del basaba en muchos casos, más en una elaboración social hecha XIX. Cuadernos de historia XXXIII dentro de la ciudad que en sus concretos antecedentes penin(Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Filosofía y sulares de nobleza25. Humanidades, Instituto de Estudios La elite urbana se dedicaba principalmente a la producción y Americanistas, 1966), 13. comercio de mulas, primordial actividad económica que desde 23. Emiliano Endrek, El mestizaje en 1630 y durante los dos siglos siguientes permitió articular la ecoCórdoba, 18, 19. nomía cordobesa con el resto del espacio colonial26. Era frecuente 24. Sobre la Estratificación de la que muchas de las mulas fueran compradas en la campaña bonaesociedad cordobesa: Emiliano Endrek, El mestizaje en Córdoba, 27, 28. rense cuando tenían un año de edad. De allí eran llevadas a los valles serranos de Córdoba, donde se las tenía uno o dos años has25. Efraín Bischoff, Historia de Córdoba, cuatro siglos (Buenos Aires, Editorial ta que estaban en condiciones de marchar al Norte; invernaban Plus Ultra, 1997), 65. en la ciudad de Salta y luego seguían camino hacia el Alto Perú. 26. Carlos Sempat Assadourian, Pero los grandes comerciantes y hacendados no sólo se dedicaban “Economías regionales y mercado al tráfico de mulas, sino que también participaban en el comercio interno colonial. El caso de Córdoba en los siglos XVI y XVII”, de importación de productos provenientes del puerto de Buenos en El sistema de la economía colonial. Aires, la capital del virreinato, trayendo a Córdoba las mercadeEl mercado interior, regiones y espacio económico (México: Editorial Nueva rías de Castilla que vendían luego en sus tiendas de la ciudad. Imagen, 1983), 19-63. La tenencia de tierras era otra de las actividades a la que 27. Ana Inés Punta, Córdoba se dedicaba la elite cordobesa. Ésta implicaba no sólo poder Borbónica. Persistencias coloniales económico, sino también un símbolo de prestigio, ya que originaen tiempo de reformas (1750-1800) (Córdoba: Facultad de Filosofía riamente se habían obtenido como mercedes de la Corona junto y Humanidades, Universidad a las encomiendas de indios27. A su vez, este grupo privilegiado Nacional de Córdoba, Talleres Gráficos de la Dirección General de Publicaciones de la Universidad Nacional de Córdoba, 1997), 76.

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tenía el acceso exclusivo a los cargos políticos en el Cabildo de la ciudad: Alcaldes de primer y de segundo voto, Alguacil, Procurador general, Regidor, etc.28. Cabe destacar que la tendencia de las familias de elite se orientaba a evitar la dispersión de los bienes, favoreciendo la endogamia del grupo social, es decir, el casamiento de la prole con hijos de familias pertenecientes a una extracción social similar29. El segundo grupo social los conforman los blancos de menor cuantía y pardos, grupo que abarcara a mestizos, mulatos, zambos y chinos, con el denominador común del tono bronceado de la piel. Finalmente, estaba la población amorfa y fluctuante: la clase de “baja esfera” como indios, negros, mulatos, zambos, etc., todos mezclados y confundidos en la miseria común. Las diferencias que aislaban a los sectores acomodados de los grupos subalternos empezaban en la legislación; la aplicación de castigos, el acceso a cargos públicos y religiosos y la posibilidad de educación, hasta el ejercicio de determinados oficios y las propias costumbres como el vestido, el adorno, etc. Sin embargo, y a pesar de una aristocracia celosa de su linaje y privilegios, existieron íntimos intercambios entre blancos, indios y negros. Por la consiguiente profundización del mestizaje que provocaron estos intercambios, la sociedad experimentó un prejuicio creciente por parte de los blancos hacia las castas. Es más, la pertenencia al sector de blancos o castas era en cierto modo flexible, “un dictamen judicial resolviendo que se tenga por blanco a un individuo cuya extracción socio-racial estaba puesta en duda fue posible en ciertas circunstancias y épocas”30. No es de extrañar entonces que el mestizo representara una amenaza para el grupo privilegiado, no sólo por su condición de ilegítimo, vago y dado a los vicios, sino principalmente por el considerable aumento de este grupo en el último cuarto del siglo XVIII. Recordemos que Córdoba es una ciudad periférica dentro del Virreinato del Río de la Plata. Concolorcorvo en su paso por Córdoba había llamado la atención sobre el aspecto pobre y de escaso adorno de las iglesias, a las que les faltaban “muchas cosas esenciales” y no 28. Liliana Betty Romero Cabrera, La “Casa de Allende” y la clase dirigente: 1750-1810 llegaban a una “honesta decencia”; en cuanto a las viviendas (Córdoba: Junta Provincial de Historia observó el viajero que eran “buenas y fuertes”, y aunque eran esde Córdoba, 1993), 99 y 100. casas las casas de altos, eran bastante elevados los techos de las 29. Mónica Ghirardi, Matrimonios y bajas y sus habitaciones “suficientemente proporcionadas”31. familias en Córdoba. Prácticas y representaciones (Córdoba: Centro de estudios avanzados Universidad Nacional de Córdoba, Ferreyra Editor, 2004), 65.

30. Mónica Ghirardi, Matrimonios y familias, 55. 31. Concolorcorvo, “El Lazarillo de ciegos caminantes. Desde Buenos Aires hasta Lima”, en Córdoba, Ciudad y provincia, 168 y 169.

3. L a sala y el estrado La sala de recibo y el estrado constituyen espacios de sociabilidad por excelencia; en ellos se encontraban algunos objetos que, como veremos, formaban parte de las distintas interacciones en las que entraban en juego y se ponían de manifiesto

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jerarquías sociales y de género. En general, en las salas y estrados cordobeses no se encontraban gran diversidad de muebles; había básicamente muebles para sentarse, algunas mesas, escritorios y cajas o baúles. Estos últimos no eran exclusivos de las salas y estrados, ya que los encontraremos también en las alcobas. En todas las casas de personas acomodadas existía una sala destinada a recibir visitas: la “sala de recibo”, que era uno de los cuartos más grandes y constituía una de las habitaciones principales de la vivienda, en tanto era el centro de la vida social de la familia. En esta habitación se destacaban particularmente los muebles para sentarse: sillas y taburetes, los segundos más comunes que los primeros. Había artesanos que trabajaban la madera dedicados específicamente a la confección de estos muebles, los denominados silleros, todos residentes en la ciudad de Córdoba32. En la sala de la vivienda de Don Gaspar Bravo y Doña Juana Isabel Díaz encontramos la interesante cantidad de sesenta taburetes, de los cuales veinticuatro estaban sin armar33. Cabe destacar que Don Gaspar 32. Hugo Moyano, La organización de los se dedicaba al comercio de importación de mercaderías de gremios en Córdoba. Sociedad artesanal Castilla, que vendía en su tienda ubicada en la ciudad. El capital y producción artesanal. 1810-1820 (Córdoba: Centro de que aportó al matrimonio ascendía a la abultada suma de 59.395 Estudios Históricos, 1986), 41, 50. pesos; su esposa, Doña Juana Isabel, por su parte, quien ingresó 33. Archivo Histórico de la Provincia al matrimonio una dote de 12.000 pesos, pertenecía a una distinde Córdoba, Córdoba, Argentina guida familia cordobesa dedicada al tráfico de mulas. (en adelante AHPC), Carta de Capital de Gaspar Bravo, Registro 1, Dentro de la elite urbana se destacan algunas familias tradiaño 1789, Inv. 171, Fs. 148v a 158r. cionales como los Allende, que poseían extensos predios en la 34. AHPC, Escribanía 1, año 1790, campaña cordobesa y se dedicaban al comercio de mulas y a la legajo 411, inventario 6. importación de mercaderías desde el puerto de Buenos Aires, ade35. Rafaela Sarti, “Las condiciones más de acceder a los cargos concejiles en el Cabildo. Don Joseph materiales de la vida familiar”, en Allende, rama tercera de esta familia, comerciante de mulas y Historia de la familia europea, Vol. III, La vida familiar en el siglo XX, 52. Regidor cuyo capital ascendía al total de 35.102 pesos y 4 reales y medio, contaba en su morada con sesenta y seis muebles para 36. Francisco García González, “Vida cotidiana y cultura material”, 57. sentarse: doce sillas de brazos y cincuenta y cuatro taburetes de 34 distintos estilos . El elevado número de sillas, en ambos casos, 37. María de Argüello cuenta en su inventario con seis “taburetes indica una activa vida social35. Podemos imaginar la sala princide espaldar”, AHPC, Registro 1, pal de la vivienda de Joseph Allende, llena de invitados elegantes 1781, Inv. 164, f. 346r. En otro documento de la misma persona sentados en sus numerosas sillas y taburetes, conversando y dese mencionan “seis taburetes con gustando alguna bebida; chocolate, por ejemplo. espaldar de suela” Escribanía 1, 1781, Leg. 396, Expte. 2. Asimismo, Los taburetes eran asientos sin brazos ni respaldo 36, aunMaría Mercedes Flores tenía en la 37 que en algunos casos podían tener un respaldo estrecho . sala de su vivienda ocho taburetes que se aclaran son “con espaldar y asiento” Escribanía 1, 1787, Leg. 406, Expte.7

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Eran preferentemente torneados, de madera de nogal o jacarandá, de color negro “hechura de Tucumán”, y el asiento así como el espaldar podían ser de suela; algunos tenían detalles como tachuelas amarillas38. Según Gustavo Curiel, los taburetes eran asientos bajos que utilizaban preferentemente las mujeres, lo que las ponía en una posición más baja que los hombres, algo que indica evidentemente subordinación de género 39. Las sillas de brazos, por su parte, podían ser de madera de nogal, jacarandá o baqueta y suela. Estos muebles permitían un postura más cómoda (apoyar la espalda y los brazos) que los taburetes, los cuales no tenían respaldo, o bien tenían uno estrecho. Las familias poseían generalmente más taburetes que sillas de brazos; probablemente estas pocas se reservaban para los dueños de casa o algún invitado importante. En la Europa moderna, la silla de brazos solía pertenecer al amo de la casa, como símbolo de su poder en el ámbito doméstico 40. El matrimonio constituido por Don Miguel Fernández y Doña Isabel Echenique contaba, como muchas de las familias de elite, con una estancia en la campaña cordobesa y una propiedad en la ciudad. El inventario elaborado a la muerte de los cónyuges da cuenta de la cantidad y diversidad de bienes que poseía el matrimonio; baste con decir que se necesitaron siete días para tasarlos. El total de bienes se avaluó en un total de 16.730 pesos. En la sala de la morada de esta familia encontramos un asiento particular, más grande que la silla de brazos: un “sillón con su caparazón bordado de plata de realze sobre terciopelo mui antiguo”41, siendo este ejemplar el único encontrado en la documentación revisada. Al igual que las sillas de brazos, este mueble debió haber estado reservado para invitados de honor o los propios dueños de casa. 38. AHPC, Inventario de Don Miguel Las sillas, sillones y taburetes no sólo producían un efecto Antonio Fernández y su esposa Doña Isabel Echenique, Escribanía físico como servir de asiento a las personas, sino que tenían a 1, 1791, Leg. 412, Expte. 1, f. 35v su vez un significado social: teniendo en cuenta las diferencias 39. Gustavo Curiel, “Dos ejemplos existentes en cuanto a la comodidad y altura de los distintos de cartas de dote de la ciudad de muebles para sentarse, dice Rafaella Sarti que la hechura de las México en el siglo XVII”, en Dote Matrimonial y redes de poder en el sillas, sillones y taburetes y su empleo reflejaba una auténtica Antiguo Régimen en España y América, jerarquía familiar y social42. A su vez, hemos de tener en cuenta coords. Nora Siegrist de Gentile y Edda O.Samudio A. (Mérida: Talleres que si bien las familias menos prósperas económica y socialmenGráficos Universitarios, Universidad te también contaban con estos muebles, la diferencia estriba en de los Andes, 2006), 149. la cantidad de muebles para sentarse que tenían las familias de 40. Rafaella Sarti, Vida en familia, 163. elite y la calidad y precio de los mismos. 41. AHPC, Inventario de Don Miguel Completaban el mobiliario de la sala las mesas, que eran geAntonio Fernández y su esposa neralmente cuadradas aunque se encuentran algunas redondas; Doña Isabel Echenique, Escribanía 1, 1791, Leg. 412, Expte. 1, f. 36v

42. Rafaella Sarti, Vida en familia, 163. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 122-144


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igualmente las sillas y taburetes podían ser de madera de nogal o jacarandá, y también las había confeccionadas con madera de cedro y algarrobo, y en algún caso aislado, de palo de paraguay. La mayoría tenía entre uno y cuatro cajones con cerradura y llave. Estos muebles eran de diversos tamaños, y en todas las casas de familias distinguidas había al menos una mesa grande, de entre dos y tres varas de largo 43. Don Joseph Allende contaba con doce ejemplares entre “mesas y mesitas”. Una de éstas, la más grande, de palo de paraguay, con estante y cuatro cajones, de tres varas y cuarta de largo y una y un octavo de ancho y avaluada en cuarenta pesos, constituye junto con una mesa redonda de jacarandá de 25 pesos las más destacadas de su sala y vivienda, considerando que también contaba con numerosas mesas catalogadas de viejas y maltratadas 44. Don Gaspar Bravo también tenía en su vivienda numerosas mesas, de las cuales se destacan dos de jacarandá de 50 pesos cada una45. En la morada de Miguel Fernández y su esposa Isabel Echenique encontramos una mesa de jacarandá redonda de pie de cabra con dos cajones, de 70 pesos 46. Son destacables estos casos de mesas avaluadas entre los 25 y 70 pesos, ya que la mayoría de estos muebles no superaban los 8 pesos. Más allá de las características formales de estos muebles es necesario pensarlos en relación con los actores sociales y las interacciones cotidianas que se daban entre éstos. Tal interrelación es la que dota de significado social al objeto en cuestión; en este sentido, podemos considerar a la mesa como un espacio o lugar donde se expresan y fortalecen las jerarquías sociales, sexuales y generacionales47. Esto se aprecia, por ejemplo, si tenemos 43. Vara: medida de longitud que se en cuenta que la mujer era quien debía servir los alimentos usaba en distintas regiones de a los hombres, los cuales tenían el privilegio de sentarse a la España con valores diferentes, que oscilaban entre 768 y 912 mesa sobre todo cuando las sillas eran escasas. No servir la comm. Diccionario de la Real Academia mida correctamente, es decir, fría, ofrecerle la mejor pieza de Española. Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft alimento al huésped, etc., eran causas de violencia del marido Corporation. hacia su esposa; incluso podía castigarla para corregirla por su 44. AHPC, Inventario de Don Joseph “desobediencia e impertinencia” en el mismo lugar donde “se Allende, Escribanía 1, Leg. 411, 48 come”, haciendo valer su potestad sobre ella . Expte. 6 A su vez podemos considerar a la mesa y el acto de “comer 45. AHPC, Capital de Gaspar Bravo, juntos” como un rasgo característico de una familia auténtica, Registro 1, 1789, Inv, 171, f. 154v. cuya base era el matrimonio; en sentido inverso, la ruptura 46. AHPC, Inventario de Miguel Antonio de la unidad familiar evidenciada en la ruptura del vínculo Fernández e Isabel Echenique, Escribanía 1, Leg. 412, Expte. 1, f.35v matrimonial podía reflejarse en el hecho de comer separados. La Iglesia Católica no admitía la disolución del lazo conyugal, 47. Rafaella Sarti, Vida en familia, 200. 48. Mónica Ghirardi, Matrimonios y familias, 338, 339. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 122-144


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pero sí la separación de “lecho, mesa y vivienda” 49, la cual reflejaba la ruptura del lazo conyugal y, en definitiva, de la familia 50. Dentro de la sala encontraba lugar el estrado de la señora de la casa. Los estrados eran, ante todo, espacios femeninos perfectamente delimitados dentro de la sala, en los que las mujeres de la casa se dedicaban a tareas de costura y a recibir visitas de su mismo nivel social. Este espacio tomó su nombre de las tarimas de madera que se colocaban sobre el piso de la sala de visitas. Esto permitía la creación de un espacio de mayor altura que el nivel general de la habitación; es decir que con el uso de las tarimas se creaban dos sitios de distintas calidades sociales dentro de una misma sala51. Las tarimas de 49. La Iglesia sostenía la imposibilidad estrado tenían distintos tamaños y podía ser de madera de cede disolución del lazo conyugal, argumentando que el matrimonio dro o nogal, cubiertas generalmente por alfombras de diversos constituía un sacramento bendecido diseños. El estrado de Doña Isabel Echenique estaba compuesto por Dios. Sin embargo, el divorcio o quiebra del estado matrimonial por dos tarimas de cedro, una grande y la otra más pequeña, sí estaba autorizado por las leyes las cuales se cubrían con una “alfombra de estrado de lana españolas (según disponía el Derecho Canónico), aunque sólo bordada de lomillo con seis varas de largo y tres de ancho en en dos modalidades, ambas muy cuarenta pesos”52. difíciles de alcanzar: la nulidad o divorcio quoad vinculum y el Sobre el estrado se disponían los asientos para las señoras, divorcio quoad thorum et mutuam cojines y taburetes, y también distintas “mesitas” pequeñas cohabitationem o separación de cuerpos, también conocida como de estrado, con cajón, cerradura y llave. Existían muebles separación de lecho y de mesa. propios de estos espacios femeninos. Doña Polonia Ascasubi, Mónica Ghirardi, Matrimonios y familias, 219, 220. casada en segundas nupcias con el mencionado Joseph Allende, contaba con 18 “sillitas de estrado” 53; Doña Isabel Echenique 50. Rafaella Sarti, “Las condiciones materiales de la vida familiar”, 58. disponía en su estrado de doce camoncillos, que no son otra cosa que taburetes pequeños de estrado 54 de madera de nogal, 51. Gustavo Curiel, “Ajuares domésticos”, 82. pie de cabra y forrados de tapiz amarillo 55. Menos común era el uso de cojines que, por ejemplo, tenía Doña Francisca Ávila, 52. AHPC, Inventario de Miguel Fernández e Isabel Echenique, quien contaba con seis de éstos hechos de calamaco 56. Según Escribanía 1, 1791, Leg. 412, Expte. 1. el análisis de Gustavo Curiel, en México durante el siglo XVIII 53. AHPC, Tesatamento de Polonia las mujeres pasaron de los cojines a los taburetes, cambio Ascasubi, Registro 1, 1798, Inv. 179, que implicó un cambio en el estatus femenino, pues la mujer f. 275. comenzó a situarse a la misma altura que los hombres” 57. Es 54. Ver Diccionario de la Real Academia tal vez un tanto arriesgado hablar de un “cambio en el status Española, Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. femenino” al observar los objetos que utilizaban las mujeres para sentarse en los estrados. Deberíamos tener en cuenta, 55. AHPC, Ibidem, f. 35r. evidentemente, más elementos para realizar una afirmación 56. AHPC, Inventario de Francisca Ávila, tal; sin embargo sí podemos advertir una tendencia hacia la Escribanía 1, 1796, Leg. 426, Ecote. 4. 57. Curiel Gustavo, “Ajuares domésticos”, 84. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 122-144


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utilización de taburetes en vez de los mencionados cojines, cuyo uso era cada vez menos extendido. Algunos estrados contaban además con un espaldar58, que eran colgaduras de tapicería, largas y angostas que se colocaban en las paredes a manera de frisos para arrimar a ellas las espaldas59. En el estrado de Isabel Echenique encontramos dos espaldares; uno de ellos, el más lujoso, era de tafetán doble, carmesí; el otro, más viejo y usado, era de angaripola, de una vara y cuarto de largo y además contaba con un detalle (cenefa) en tafetán amarillo 60. Otro grupo de muebles muy común, aún más que las mesas, eran las cajas y baúles, muebles propios de las salas y las alcobas. En los baúles y cajas se guardaba gran diversidad de objetos; en los primeros, principalmente ropa de cama y ropa de uso; y en las cajas, además de ropa se almacenaban herramientas, libros e imágenes religiosas, entre otras cosas. El español Mathias de Idalgo, dedicado al comercio de importación de “efectos de Castilla”, guardaba en una misma caja, que era por cierto bastante grande, lo siguiente: “Una chupa de brocato de oro en campo blanco usada, imagen de los Dolores, un Señor de la agonía grande, un San José con una efigie de la concepción, plancha fina, un sacatrapos, escuche con dos nabajas, otro estuche con una lanzeta, algunas balas y piedras de escopeta, un librito de la Nobena de Dolores, otro librito de escribir cuentas, 20 estampas, ocho sacos de maíz, dos peines de lienxo y otro de bayeta”61.

Muchos baúles y cajas tenían una o dos cerraduras y llave, en especial las cajas más pequeñas, en las que se guardaban los objetos más preciados: las alhajas y plata sellada. Tanto las cajas como los baúles eran muebles de madera, principalmente de cedro, que superaban la vara de largo; se diferenciaban entre sí por estar los baúles forrados por dentro con tela y por fuera con cuero, mientras que las cajas no tenían forro alguno. A su vez, los baúles tenían detalles en tachuelas o clavos de distintos metales, lo cual encarecía su precio. Don Hipólito García Pose, vecino de la ciudad dedicado al comercio de productos de la tierra y “efectos de Castilla”, que había contraído matrimonios con Isabel Usandivaras, hija de una familia distinguida de Córdoba, también dedicada al comercio de mulas, tenía dos baúles forrados y tachuelados a martillo, cerradura dorada y adorno tasados en el considerable precio de 300 pesos 62.

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58. Ver Carta dotal de Justa de Allende, AHPC, Registro 1, 1791, Inv. 173, F. 32v. 59. Diccionario de la Real Academia Española, Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. 60. AHPC, Inventario de Miguel Fernández e Isabel Echenique, Escribanía 1, 1791, Leg. 412, Expte. 1. Cenefa: lista sobrepuesta o tejida en los bordes de las cortinas, doseles, pañuelos, etc., de la misma tela y a veces de otra distinta. Diccionario de la Real Academia Española, Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. 61. AHPC, Testamento de Don Mathias de Hidalgo, Registro1, 1783, Inv. 166. 62. AHPC, Capital de Hipólito García Pose, Registro 1, 1783, Inv. 166, f. 191v y ss.


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Cajas y baúles eran comunes a todos los grupos sociales y eran apreciados por su “movilidad y versatilidad”63; en caso de mudanza o viaje era el elemento que permitía a las personas trasladar sus pertenencias de un lado a otro. En todos los hogares, fueran ricos o pobres, existían por lo menos una o dos cajas. La diferencia estribaba en la cantidad de cajas y baúles y los detalles que podían tener éstos. Mientras que Don Joseph Allende tenía siete cajas y un baúl64, otras personas no poseían más que un baúl en el que guardaban la ropa de su uso65. Que existiera gran cantidad de cajas en los hogares cordobeses significaba la inexistencia de otro tipo de mueble para guardar la ropa. Guardar la ropa de uso en cajas y baúles implicó una posición corporal particular, muy distinta que si se guardara la ropa en un armario, los cuales no se mencionaron en ninguno de los documentos revisados. Con las cajas y baúles había que “inclinarse sobre los mismos y hurgar en su interior en busca de la prenda”66. En sala de la vivienda de Miguel Fernández e Isabel Echenique destaca un mueble particular, encontrado sólo en este caso dentro de toda la documentación revisada. Es, a saber, un estante con ocho separaciones en el que se guardaban dos cajones con cerradura y llave, y en uno de ellos, una imagen de Nuestra Señora de la Concepción y un par de candeleros de metal amarillo67. Ha de haberse considerado todo esto como una unidad, ya que está tasado el conjunto entero de estante, cajones, imagen y candeleros juntos, todo esto en 70 pesos. Probablemente en este mueble se guardaran, además, los ocho libros que tenía la familia. El estante implica, si se quiere buscar algo en él, una disposición corporal distinta de si se tratara de un baúl o una caja, con los cuales hay que inclinarse sobre ellos. En las salas de visitas, los estrados y las alcobas (o aposentos) se hallaban otros de los muebles destacados de los grupos privilegiados: los escritorios. Estos muebles, ligados a una práctica específica como 63. Martine Segalen, “Las condiciones lo es la escritura, tenían además de una función material, un materiales”, 66. significado social: el acto de escribir era característico de per64. AHPC, Escribanía 1, año 1790, legajo sonas con algún grado de educación. El acceso a una educación 411, inventario 6. era, a su vez, propio de los estamentos más acaudalados, aun65. Es el caso de Dolores Lencina, que que no descartamos a personas de grupos subalternos. En este ingresó al matrimonio un baúl con la corta ropa de su uso, mientras sentido, estos muebles para escribir comunicaban o expresaque su marido no ingresó bien ban, en este caso, status social. Encontramos que Don Joseph alguno. AHPC, Registro 1, año 1795, inventario 177, f 35v. Allende tenía en su vivienda tres escritorios, dos de ellos con chapa de plata y coronación dorada y una escribanía. Además, 66. Martine Segalen, “las condiciones materiales”, 66. otro mueble destinado a la escritura que se destacaba por sus detalles y adornos, y se describe como “toda pintada con su 67. AHPC, Inventario de Miguel Fernández e Isabel Echenique, Escribanía 1, 1791, Leg. 412, Expte. 1, f.31r.

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betún carmesí y sus pinturas sobresaltadas a la china, cuatro cajones cada uno con su chapa amarilla y dos agarraderas de los mismo, tiene interiormente cuatro cajoncitos y un registro en medio con su cubierta de cristal de una vara de largo y una de ancho, tasada en 40 pesos”68. Así explica Gustavo Curiel, para el caso mexicano, la presencia de estos muebles en tanto objetos de prestigio: “Sentado frente a uno de los muchos escritorios de la casa, el jefe de la familia tomaba un papel, para luego hacer uso del recado para escribir; en el papel asentaba una orden, al terminar de redactarla le imprimía su sello personal con un punzón y lacre, y por último, el señor de la casa llamaba con una campanilla de plata al sirviente, quien entregaría la orden para ser ejecutada. El proceso de escribir órdenes era, y sigue siento, todo un acto de poder, de ahí el éxito de estos muebles”69.

Por imitación, los escritorios no faltaron en las casas de estratos sociales menos afortunados. El intento de algunos grupos social y económicamente menos prósperos por identificarse con ese rango inmediatamente superior se evidenciaba en la posesión de algún que otro escritorio, aunque nunca se escribiera en ellos. En la casa de Don Joseph Ávila y Doña Antonia Flores, matrimonio que no pertenecía al grupo de elite, encontramos dos de estos muebles destinados a la escritura, a pesar de que Antonia no sabía escribir y Joseph apenas escribía su nombre70. Petrona Gigena, también sin saber escribir, tenía en su vivienda un escritorio 71. Esto se explica debido a que la posesión de escritorios, muchos de ellos chapeados en plata y oro, fue un asunto más ligado al prestigio social que a la escritura en sí misma. A su vez no dejan de ser estos muebles y sus cajones con cerradura y llave lugares propicios para guardar objetos valiosos, aunque no siempre asociados a la escritura, como alhajas y plata sellada. Por ejemplo, Don Pedro Josef Gutiérrez guardaba en una gaveta de su escritorio de nogal seis anillos preciosos con sus piedras y dos juegos de 68. AHPC, Inventario de Joseph Allende, botones72. Escribanía 1, 1790, Leg. 411, Expte. 6. En las habitaciones de importancia como la sala principal 69. Curiel Gustavo: “Ajuares y el aposento de los dueños de casa no faltaban, vistiendo las domésticos”, 88 y 89. Las cursivas son nuestras. paredes, algunos cuadros con motivos en su mayoría religiosos, además de los espejos. Éste es el caso del comerciante de 70. AHPC, Juicio Sucesorio por los bienes de Antonia Flores, Escribanía mulas Joseph Allende, que contaba con la elevada cantidad 1, 1776, Leg. 386, Expte. 6. de veintinueve cuadros y once espejos, muchos de ellos con 71. AHPC, Testamento de Petrona marco y coronación dorados. El uso de espejos dentro de las Gigena, Registro 1, 1780, Inv. 163, 85r. casas remite a los palacios europeos, donde estaban de moda 72. AHPC, Testamento de Pedro Josef Gutiérrez, Registro 2, 1789. Inv. 4, f. 398r. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 122-144


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las galerías y salones de espejos 73. Estas piezas, símbolos por excelencia de la vanidad humana, y tal vez utilizados para dar más luz a las habitaciones 74, eran propias de los estamentos más acaudalados, por lo que también se convirtieron en distintivos sociales. No todos tenían el privilegio de conocer el propio rostro o ver reflejado su cuerpo entero. Los cuadros y lienzos pintados que vestían las paredes de salas y alcobas eran en su mayoría de motivos religiosos, producto de la devoción familiar. Los más distinguidos eran aquellos con marco y coronación de oro o dorada y que medían más de una vara de largo. Doña Rosa Carranza, perteneciente a una distinguida familia cordobesa también ligada al negocio de las mulas, por su parte, disponía en su vivienda de veintiséis lienzos con motivos sagrados; además, un cuadro con un retrato suyo y de su esposo, el comerciante Don Juan Coll y, por otra parte, un lienzo de “los Reyes Ingas del Perú”75. Estas obras, por su singularidad, han de haber otorgado gran prestigio a la familia, pues es el primer caso encontrado de un cuadro de más de una vara de largo que retrate a los dueños de casa. Hasta ahora nos hemos centrado en las familias de elite, pero ¿cómo eran las salas de las familias menos prósperas económicamente? En la sala de José Bustamante tenían acomodo unos pocos muebles muy sencillos: una mesa, un escritorio pequeño, una caja y un par de sillas traídas en dote por su primera mujer76. Josefa Toranzo, parda libre y viuda de Pedro Ferreira, vi73. Gustavo Curiel, “Ajuares vía con su hijo en una “casita construida en un solar” en la que se domésticos”, 87. encontraban como únicos muebles un escritorio viejo con doce 74. Edith Couturier, hablando de gavetas, una mesa, una silla de brazos y una petaca77. Como vela vivienda del Conde de Regla, mos, la cantidad de muebles es mínima; no abundan los muebles establece que los espejos eran otra forma en la que la luz podía para sentarse; y en algunos casos ni siquiera alcanzan para los capturarse. Edith Couturier, “Plata mismos miembros de la familia, como en la casa de Pedro Nolasco cincelada y terciopelo carmesí: una casa para el conde Regla”, Xixena, donde vivían once personas, contando tres esclavos, y sin en Historia de la vida cotidiana en embargo había sólo seis sillas78. México, tomo III, 164. 75. AHPC, Testamento de Doña Rosa Carranza, Escribanía 1, 1780, Leg. 393, Expte. 5. 76. AHPC, Testamento de José Bustamante, Registro 1, 1788, Inv. 170. 77. AHPC, Testamento de Josefa Toranzo, Registro 1, 1796-98, Inv. 178, f. 176v. 78. AHPC, Inventario de Pedro Nolasco Xixena, Escribanía 1, 1776, Leg. 386, Expte. 8.

4. L a alcoba El mueble más importante en los aposentos no podía ser otro que la cama o cuja del matrimonio dueño de casa, cuyas cortinas, al correrse daban lugar a uno de los pocos espacios de intimidad con que se contaba en la casa: el lecho matrimonial, “símbolo de la vida en pareja”79. Este mueble se componía de varios elementos, la cuja siempre se acompañaba de cortinas, colgadura de cama y, en muchos casos, un accesorio donde colocar los pies al abandonar la cama, los rodapiés. La cama,

79. Rafaella Sarti, Vida en familia, 67. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 122-144


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rodeada de cortinas, no era sólo el “refugio del sueño y el descanso, sino también un muralla contra el frío. Era el espacio de la intimidad profunda y del rezo” 80, y era la alcoba también el escenario reiterado donde el marido le aplicaba golpizas con claras connotaciones sexuales a su esposa 81. Josefa Gutiérrez llevó, como dote al casarse con el Coronel de los Reales Ejércitos Don Francisco Xavier Tirry, la abultada suma de 29.436 pesos (la dote más cara entre toda al documentación revisada). Entre los numerosos bienes que componían esa dote, se destacan los objetos para preparar un confortable y hasta ostentoso lecho matrimonial: una colgadura de cama con rodapié y colcha forrados, y flecadura de seda carmesí, todo de damasco nuevo, tasado en 292 pesos; cuatro fundas de almohada de tafetán nácar en siete pesos; tres piezas de hilera para presilla de dicha colgadura; fundas de almohada de coleta aplomadas en seis pesos; y un colchón nuevo de buenos colores en 12 pesos 82. Los colchones, sábanas, almohadas y sobrecamas que completaban el lecho eran objetos que, habitualmente, eran aportados por las mujeres al matrimonio. Conseguir un magnífico ajuar de cama era el ideal de toda mujer con altas posibilidades económicas. El ajuar de cama adquirió notable importancia, dado que la boda “marcaba el comienzo de la vida en pareja”83. Dice Rafaella Sarti que el valor y la importancia de la cama para la vida conyugal no era sólo práctico, sino también simbólico, ya que este espacio solía ser un territorio genuinamente femenino, donde al marido le resultaba particularmente peligroso “meterse”, ya que allí debía mostrarse capaz de “hacer suya” a la esposa en el terreno carnal84. Entre los estamentos acomodados, la ropa de cama ingresada al matrimonio era nueva, algunas de telas finas y con encajes, y adornadas con cintas. Doña María Anizete Cabanillas, por ejemplo, llevó como dote, para preparar el lecho que compartiría con su esposo, el comerciante de mulas, Don Luis Carranza, “un colchón listado de algodón nuevo, en ocho pesos; dos pares de sábanas de Ruan florete bien tratadas en trese pesos, un par de almohadas de angaripola con sus fundas de bretaña anargadas y encajes finos 80. Francisco García González, “Vida con sus sintas, todo nuevo que tasaron en dose pesos; otro par cotidiana y cultura material”, 67. dichas de bretaña…en cinco pesos; un colcha de Angaripola con 81. Mónica Ghirardi, Matrimonios y su guarnición de sinta y en oja en siete pesos y unas cortinas de familias, 338. 85 angaripola de cama en disisiete pesos” .

Otra era la situación de personas menos prósperas económicamente. Por ejemplo, Manuela Farías, perteneciente al sector artesanal de la ciudad, de oficio tejedora de ponchos, estaba casada con Don Josef Niz, mas éste se encontraba ausente hacía

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82. AHPC, Dote de Josefa Gutiérrez, Registro 1, 1785, Inv. 168, f. 114v.

83. Rafaella Sarti, Vida en familia, 66. 84. Rafaella Sarti, Vida en familia, 66 y 67. 85. AHPC, Registro 1, año 1782, inventario 165, folio 51r. La Dote está avaluada en un total de 685 pesos 7 reales.


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ya muchos años, por lo que Manuela dormía sola en su aposento en una cuja vieja de algarrobo, sobre un colchón forrado de lienzo de algodón, también muy viejo. Las sábanas rosas que cubrían su colchón estaban casi inservibles, mas las almohadas estaban en muy buen estado, e incluso con fundas de bretaña con encajes. Completaban su lecho una frazada vieja y una sobrecama afelpada, también vieja y rota. Las cortinas de su cama, destinadas a dar privacidad y cubrir del frío, eran de angaripola y se encontraban en pésimo estado, o bien, según la descripción de los tasadores, “muy maltratadas”86. Por otra parte, muchas veces no se correspondía el número de habitantes de una vivienda con la cantidad de camas disponibles. La familia Xixena, de ocho miembros: padre, madre y seis hijos menores, disponía solamente de dos cujas87. No podemos llegar a saber dónde y en qué condiciones dormía la familia, probablemente compartían la misma cama hasta más de dos personas. 86. AHPC, Inventario de Manuela Farías, Completaban el mobiliario de la alcoba los baúles y cajas, Escribanía 1, año 1777, legajo 388, aunque como vimos, no eran exclusivos de esta habitación de la inventario 3. vivienda, pues también los encontramos en la sala. Además de 87. AHPC, Inventario de Pedro Nolasco contar con algunos baúles para guardar la ropa de su uso, vemos Xixena, Escribanía 1, año 1776, legajo 386, inventario 8. que en la alcoba de Isabel de Usandivaras y Mathias Idalgo88 se encontraba otro mueble poco común, que introdujo doña Isabel 88. Isabel de Usandivaras era hija del maestre de campo Don Xavier al matrimonio: una cómoda inglesa de nogal, avaluada en 70 pede Usandivaras y de Doña María sos89. Este mueble, uno de los pocos ejemplares encontrados en Theresa de Allende, perteneciente ésta a la distinguida familia Allende la documentación90, permitió organizar mejor la ropa de uso y que mencionábamos más arriba. los objetos en él guardados. Su esposo, Hipólito García Pose, era comerciante. Destaca Gustavo Curiel que en el siglo XVII no existían roperos ni cómodas para guardar la ropa; estos prácticos muebles 89. AHPC, Dote de Isabel de Usandivaras, Registro 1, 1783, Inv. 166, f.196r. fueron inventos de silgo XVIII, producto de la Ilustración y sus afanes de orden y catalogación91. En Córdoba, bien entrado el 90. Don Sebastián Gonzáles de Lara también contaba en su vivienda siglo XVIII, roperos y cómodas siguen siendo muebles escasos y con una cómoda, ésta tenía cuatro poco comunes, aunque como vimos, comienzan a hacer su apacajones y estaba avaluada en 25 pesos. AHPC, Registro 1, 1782, Inv. rición en las casas de algunas familias acomodadas, lo que nos 165, f. 6r, Así mismo, Micaela de la habla de una tendencia hacia la aparición de muebles con finaliQuintana entró al matrimonio un cómoda de nogal con cuatro cajones dades y funciones específicas. y cerradura, AHPC, Registro 1, 1795, Otro mueble particular lo encontramos en el inventario del Inv. 177 f.215r. comerciante Don Francisco Palacio (con un capital que supera 91. Gustavo Curiel, “Ajuares los 40.000 pesos), un tocador con espejo grande de 300 pesos92, domésticos”, 100. 92. AHPC, Inventario de Francisco Palacio, que probablemente se ubicaba en la misma recámara o en Registro 1, 1785, Inv. 168, f. 336r. una habitación junto a ella. Éste es un mueble que podemos 92. AHPC, Inventario de Francisco Palacio, Registro 1, 1785, Inv. 168, f. 336r.

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considerar de lujo, no sólo por ser poco común93, sino por su elevado precio comparado con tocadores que menciona Curiel para el caso de la Ciudad de México, avaluados en no más de 60 pesos94. En el tocador se llevaba a cabo el “diario y complicado” arreglo personal de los miembros de la familia; allí se cortaban el pelo, lavaban, perfumaban, retocaban y acicalaban. Dice Curiel que para armar un tocador bastaba con tener una silla, una mesa cubierta con una tela fina y un espejo95. Sin embargo, como vimos en el caso de Francisco Palacio, advertimos la presencia de tocadores ya integrados como muebles especializados construidos con una finalidad específica. Siguiendo con esta línea de muebles construidos con fines específicos que comienzan a hacer su aparición en las habitaciones de algunas familias cordobesas, encontramos, en alcobas y estrados, a los biombos, que responden a la necesidad de generar un espacio de intimidad dentro de una habitación. Doña Rosa Carranza tenía uno en su aposento, el cual aparece en el documento inventariado junto con los demás muebles de alcoba, tales como una cuja de cedro, un colchón con tela de algodón con forro de angaripola, una mesita y un relicario, cajas y escritorio96. Su función dentro de las recámaras era crear un poco de intimidad en este espacio. Se usaban cerca de las camas, como barreras, para impedir las miradas indiscretas de sirvientes y visitantes97, y también probablemente para cubrir del frío. C onclusión Los objetos de uso cotidiano, en este caso el mobiliario doméstico, más allá de la utilidad concreta que puedan tener, tienen significados propios que es preciso desentrañar. Nunca hemos de pensarlos solos o aislados, sino insertos en las prácticas o rituales cotidianos de los que forman parte. Observando el entorno material de la familia podemos llegar a comprender algunas relaciones y prácticas sociales asociadas a estos objetos. El estrado, por ejemplo, representó el espacio femenino por excelencia; permitía la existencia de dos espacios 93. El otro ejemplar de tocador con espejo bien diferenciados dentro de la sala. La cantidad de mueencontrado es que entra al matrimonio bles para sentarse indicaba la activa o no vida social de Micaela de la Quintana, AHPC. Registro 1, 1795, Inv, 177, F.215r. los dueños de casa. Por su parte, el acto de comer juntos y compartir la misma mesa era símbolo de la vida familiar. 94. Gustavo Curiel, “Ajuares domésticos”, 100. A su vez, en torno de la mesa se reflejaban las jerarquías 95. Gustavo Curiel, “Ajuares domésticos”, sociales y de género. La alcoba se constituía en el espacio 100, 101. de la intimidad sexual, del rezo y, también, en el espacio 96. AHPC, Testamento de Rosa Carranza, donde la subordinación de género se hacía patente, ya que Escribanía 1, 1780, Leg. 393, Expte. 5. 97. Gustavo Curiel, “Dos ejemplos de cartas”, 138, 139. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 122-144


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como vimos, era la alcoba un lugar reiterado donde el marido le aplicaba, por distintos motivos, golpes a su esposa. Los distintos grupos de objetos trabajados nos permiten comprender que tales objetos no sólo producían efectos físicos, sino que también servían para comunicar o expresar status social y económico y las diferencias de género. Pero los objetos, en este caso los muebles, tenían a su vez un rol fundamental en la construcción, reconstrucción y reinterpretación constante de la cultura en sí. Desempeñaban, también, un papel importante al mantener y fortalecer el poder y los privilegios del grupo dominante de la sociedad 98. 98. Marcia-Anne Dobres y Christopher Hoffman, The social dynamics of technology, 218, 219.

Bibliografía Fuentes

primarias

Archivos: Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (AHPC), Córdoba, Argentina. Registro 1: Año 1780, Inventario (Inv) 163, Folios (ff.) 85r- 87v; Año 1781, Inv. 164, ff. 341r- 647v; Año 1782, Inv 165, ff. 50r- 54r; Año 1782, Inv. 165, ff. 4v- 10r; Año 1783, Inv. 166, ff. 191v y ss.; Año 1785, Inv. 168, ff. 336r; Año 1788, Inv. 170, ff. 333v- 336v; Año 1789, Inv. 171, ff. 148v 158r; Año 1791, Inv. 173, ff. 32v y ss.; Año 1795, Inv 177, ff. 35v y ss.; Años 1796-98, Inv. 178, ff. 176v- 177r; Año 1798, Inv. 179, f. 275r- 288r. Registro 2: Año 1789. Inv. 4, f. 398r-400r Escribanía 1: Año 1776, Legajo (Leg.) 386, Expediente (Expte.) 6; Año 1777, Leg. 388, Expte. 3; Año 1780, Leg. 393, Expte. 5; Año 1790, Leg. 411, Expte. 6; Año 1791, Leg. 412, Expte. 1; Año 1791, Leg. 412, Expte. 1; Año 1796, Leg. 426, Expte. 4 Fuentes primarias impresas: Concolorcorvo. “El Lazarillo de ciegos caminantes. Desde Buenos Aires hasta Lima”. En Córdoba, Ciudad y provincia. Siglos XVI-XX. Según relatos de viajeros y otros testimonios, recopilación de Carlos Segreti. Córdoba: Junta Provincial de Historia de Córdoba, 1973, 165-175.

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De secuestros y adopciones: el circuito institucional de la apropiación criminal de niños en Argentina (1976-1983)

Artículo recibido: 29 de octubre de 2008; aprobado: 10 de febrero de 2009; modificado: 4 de abril de 2009.

De secuestros y adopciones: el circuito institucional de la apropiación criminal de niños en Argentina (1976-1983)

Kidnapping and Adoption: the Institutional Circuit of the Criminal Appropriation of Children in Argentina, 1976-1983

Resumen

Abstract

En este artículo, a través del análisis de casos de

By analyzing cases of appropriated children

niños apropiados que fueron entregados en adopción

who were put up for adoption during the last

durante la última dictadura militar argentina (1976-

military dictatorship in Argentina (1976-1983),

1983), se indagan los dispositivos institucionales,

this article examines the institutional machinery,

las rutinas burocráticas y los sentidos sociales

bureaucratic routines, and the prevailing social

prevalecientes en aquellos años en torno a esa figura

feelings during those years with regard to these

legal. Para ello se describen y contextualizan los

adoptions. It describes and contextualizes the

valores asociados a la adopción, las narrativas sobre

values associated with adoption, the narratives

el abandono de niños y los procedimientos y prácticas

about child abandonment, and the everyday

habituales, que conformaban el ámbito en donde

procedures and practices that formed the

la apropiación criminal de niños se engarzó en una

environment in which the criminal appropriation

normalidad admitida e intentó ser legalizada.

of children was normalized and attempted to be made legal.

Palabras

Carla Villalta

Key Words

c l av e

Adopción, apropiación de niños, justicia, campo de

Adoption, Appropriation of Children, Justice, campo

la minoridad, dictadura militar argentina.

de la minoridad, Argentine Military Dictatorship.

Doctora en Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Investigadora (categoría asistente) del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET. Investigadora del Equipo de Antropología Política y Jurídica, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Profesora (jefe de trabajos prácticos) de la Carrera de Ciencias Antropológicas de la misma Facultad. Sus intereses investigativos son: antropología política y jurídica, administración de justicia para los “menores”, dispositivos de tutela estatal y adopción de niños, apropiación de niños durante la última dictadura militar argentina. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “La apropiación criminal de niños: categorías y resignificaciones en las estrategias y reclamos de justicia”, Interseções: Revista de Estudios Interdisciplinares (2009), en prensa; “Cuando la apropiación fue ‘adopción’. Sentidos, prácticas y reclamos en torno al robo de niños”, Revista Cuadernos de Antropología Social 24: 147-173. carlavillalta@sinectis.com.ar

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De secuestros y adopciones: el circuito institucional de la apropiación criminal de niños en Argentina (1976-1983) ❧ Introducción En el año 1969 un especialista en derecho de familia realizaba una fuerte crítica al proyecto que, tres años más tarde, el gobierno militar argentino de ese entonces (1966-1973) convirtió en la ley 19.134 de adopción de niños. Tal crítica planteaba que era “demasiado severo con los padres sanguíneos, y por fallas no demasiado graves los condena a perder a sus hijos para siempre. Parecería que estamos frente a una verdadera ‘expropiación’ de los hijos, por causa de ‘utilidad privada’”1. De este modo se refería a las innovaciones que traía aparejada la figura de la “adopción plena”, la cual estipulaba un tipo de adopción irrevocable, definitiva y exclusiva, y fundamentalmente a distintas atribuciones que el proyecto acordaba a los magistrados. A través de éstas, se podía desconocer la opinión de los padres biológicos en el juicio de adopción de sus hijos, sin siquiera tener que citarlos. El cuestionamiento proseguía inscribiendo las posibilidades que la reforma impulsada abría en el contexto socio-político de aquellos años, y planteaba: “No se puede permitir que el hijo de una persona que se ausente del país por cualquier tipo de persecución política pueda ser adoptado por un extraño basándose en la circunstancia de que se ignora el paradero del padre y establecer un vínculo legal irrevocable que no podrá ser impugnado por el progenitor de sangre a su regreso al país”2. No obstante la dureza de algunas de sus cláusulas, el proyecto -que contó con la aprobación de muchos especialistas y agentes del campo de instituciones destinadas a la minoridad- fue convertido en ley, y la “adopción plena” fue usada, como parcialmente presagiaba este jurista, en el marco de otra dictadura militar (1976-1983)

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❧ El presente artículo es resultado de la investigación desarrollada para la obtención del doctorado en ciencias antropológicas. La investigación fue financiada con una beca de formación de postgrado del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (2001-2006). 1. Luis Estivill, “Se procura terminar con la venta de chicos”, La Razón, Buenos Aires, 22 de agosto de 1969, 11. 2. Luis Estivill, “Se procura terminar con la venta de chicos”, 11. Estas apreciaciones se vertían en un escenario en el que era palpable el aumento de la represión a diferentes manifestaciones populares y a militantes de distintas organizaciones sociales, políticas y estudiantiles. Todo esto en un contexto de movilización social y radicalización política crecientes. El gobierno de facto, que se extendió desde 1966 a 1973, se caracterizó por un “shock autoritario” (Luis Alberto Romero, Breve historia contemporánea de la Argentina (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2001), 170), tendiente a encorsetar la sociedad y reprimir cualquier manifestación de pensamiento crítico, además de ser impulsor de decididas campañas moralistas. Un régimen autoritario y represivo que no obstante resultó incomparable con los niveles de persecución política, clausura, asesinatos y desapariciones característicos de la dictadura militar que comenzó con el golpe de estado de marzo de 1976, luego de un breve interregno de gobierno democrático.


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3. Juan Villarreal, “Los hilos sociales del poder”, en Crisis de la dictadura argentina, eds. Eduardo Jozami, Pedro Paz y Juan Villarreal (Buenos Aires: Siglo XXI, 1985), 201-281; Luis Eduardo Duhalde, El estado terrorista argentino (Buenos Aires: Eudeba, 1999); Guillermo O´Donnell, Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización (Buenos Aires: Paidós, 1997). Entre los numerosos estudios sobre el “terrorismo de Estado” en Argentina, además de los citados, pueden consultarse los siguientes: Eduardo Basualdo, Estudios de historia económica argentina (Buenos Aires, Siglo XXI, 2006); Marcos Novaro y Vicente Palermo, La dictadura militar (1976-1983). Del golpe de Estado a la restauración de la democracia (Buenos Aires: Paidós, 2003); Liliana De Riz, Historia Argentina T. 8 La política en suspenso, 1966/1976 (Buenos Aires: Paidós, 2003). También pueden consultarse los trabajos reunidos en la Colección Memorias de la represión (vols. 1 a 10), dirigida por Elizabeth Jelin y Carlos Iván Degregori (Buenos Aires: Siglo XXI, 2002-2005). 4. A partir de las 97 restituciones realizadas se puede establecer que la inscripción falsa fue utilizada en más o menos 46 casos, mientras que las otras apropiaciones se efectuaron mediante adopción o bajo alguna forma de guarda judicial. La inscripción falsa -procedimiento que consistía en anotar en el Registro Civil como hijo propio a un niño que no lo era y que, debido a la falta de controles existentes y a la alta tolerancia social, era visto como otra forma de adopción, a pesar de estar tipificado como un delito- fue utilizada fundamentalmente en casos de bebés nacidos durante el cautiverio de sus madres en centros clandestinos de detención (Carla Villalta, “Entregas y secuestros: la apropiación de ‘menores’ por parte del Estado” (Tesis de Doctorado en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2006), 331). La adopción fue usada principalmente en casos de niños más grandes secuestrados con sus padres. Sin embargo, últimamente se ha podido establecer que también fue utilizada en casos de niños nacidos en cautiverio.

para consumar la apropiación de los hijos de quienes se desaparecía y se mataba. En este periodo se desató la más sangrienta y feroz represión política de la historia argentina -que se caracterizó por el secuestro y desaparición masiva de personas y la implementación de centros clandestinos de detención y tortura-, cuyo objetivo fue el fortalecimiento de las bases de dominación de los sectores propietarios y la fragmentación social de los sectores subalternos. Fue esta una dictadura que convirtió al Estado en un “Estado terrorista”, pues desde el aparato estatal se comandó un proceso de terror que se extendió capilarmente por toda la sociedad3. Así, quienes en sus reclamos de restitución tuvieron que enfrentarse con la “irrevocabilidad del vínculo legal creado” fueron ya no los progenitores, sino las abuelas de los niños y niñas que, secuestrados con sus padres o nacidos durante el cautiverio de éstos, fueron ingresados -de una u otra forma- al circuito de instituciones destinado a la minoridad, y finalmente dados en adopción. Abuelas de Plaza de Mayo -tal es el nombre de la asociación creada en el año 1977-, en virtud de su incansable tarea de búsqueda y exigencia de verdad y justicia pudieron localizar hasta el momento a 97 de los 500 niños apropiados durante el “terrorismo de estado”. Estos niños, hoy jóvenes, fueron apropiados, por lo general, mediante dos modalidades: la inscripción falsa como hijo propio en el Registro Civil y la adopción pseudo-legal4. El objetivo de este trabajo consiste en describir y analizar las formas en que las prácticas de sustracción de niños, llevadas a cabo durante la última dictadura militar argentina (1976-1983), adquirieron un ropaje legal, en tanto algunas de ellas devinieron en “adopción”. Centro mi análisis en casos de niños que fueron entregados “legalmente” en adopción, pues así es posible observar que la apropiación de niños no sólo fue desarrollada clandestinamente, sino que también conjugó formas pseudo-legales. En consecuencia el ámbito judicial, antes que ser ajeno a estas prácticas, se transformó en uno de los escenarios en los que se desarrolló la apropiación. Ahora bien, que este ámbito se haya convertido en uno de los escenarios de la apropiación de niños y la sustitución de su identidad no sólo se debió al mayor o menor grado de afinidad políticoideológica de algunos de los integrantes del Poder Judicial con la

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dictadura militar -que en algunos casos ciertamente la hubo-, sino también a las características de prácticas, relaciones y rutinas burocráticas presentes en él desde tiempo atrás. Así, por ejemplo, tanto las amplias atribuciones de los magistrados para decidir sobre el futuro de los niños, como su marcada impronta clasista y salvacionista fueron algunos de los elementos que contribuyeron a consumar esas apropiaciones. Esta perspectiva de análisis no supone, como señala Pilar Calveiro, plantear que el terrorismo de estado haya sido “una simple continuación o una repetición aumentada de las prácticas antes vigentes”5. Al contrario, representó una nueva configuración imprescindible para la institucionalización que le siguió. 5. Pilar Calveiro, Poder y desaparición. Los Sin embargo, al explorar los vínculos que algunas de esas acciones recampos de concentración en Argentina presivas tuvieron con ideas arraigadas en nuestra sociedad, es posible (Buenos Aires: Colihue, 1998), 13. plantear que no fue “ni más de lo mismo, ni un monstruo que la so6. Pilar Calveiro, Poder y desaparición, 13. ciedad engendró de manera incomprensible. Es un hijo ilegítimo pero 7. Sofía Tiscornia, “La seguridad incómodo que muestra una cara desagradable y exhibe las vergüenzas ciudadana y la cultura de la violencia”, de la familia en tono desafiante”6. En este sentido, el análisis que preEncrucijadas 5:3 (1997): 17-29; Pilar Calveiro, Poder y desaparición; Hugo sento se inscribe en una línea de estudios que, fundamentalmente en Vezzetti, Pasado y presente. Guerra, los últimos años, ha dirigido su atención hacia los vínculos que los disdictadura y sociedad en la Argentina (Buenos Aires: Siglo XXI, 2002); Sofía positivos de poder utilizados por el estado terrorista tuvieron con una Tiscornia y María José Sarrabayrouse 7 serie de prácticas y relaciones sociales previamente existentes . Oliveira, “Sobre la banalidad del mal, la violencia vernácula y las A partir del análisis de casos en los que distintos jueces dieron en reconstrucciones de la historia”, adopción a niños desaparecidos, mi objetivo es identificar los dispositien Burocracias y violencia Ensayos sobre Antropología Jurídica, ed. Sofía vos institucionales que fueron utilizados; analizar los sentidos sociales Tiscornia (Buenos Aires: Antropofagia, otorgados a la adopción que se ponen de manifiesto en ellos; e iden2004), 63-74. tificar cómo algunas narrativas sobre el “abandono” de niños fueron 8. Cabe destacar que en este trabajo recreadas en esos contextos y usadas para intentar legitimar esos hechos desarrollo algunos de los problemas que he abordado más extensamente delictivos. De tal modo, para emprender esta indagación comenzaré en mi tesis doctoral (Carla Villalta, por describir brevemente las rutinas burocráticas, las prácticas con“Entregas y secuestros”). El trabajo de campo para la realización de suetudinarias y la matriz interpretativa acerca de la adopción de niños la misma -que desarrollé durante que predominaban en aquel ámbito, que durante el terrorismo de estalos años 2003 y 2005- consistió en la recopilación de documentos, do se convirtió también en uno de los escenarios de la tragedia8. 1. A dopciones

y prácticas judiciales .

El

campo de la minoridad y

los sentidos sobre el abandono de niños

Desde principios del siglo XX la adopción fue conceptualizada como una medida de protección de la infancia huérfana y abandonada. Por lo tanto, su historia más reciente se entrelaza con la de los organismos que, destinados a la protección

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material de archivo, expedientes y sentencias judiciales sobre pérdida de patria potestad y adopción; la realización de entrevistas a funcionarios y agentes que en los años sesenta y setenta trabajaron en distintas instituciones del campo de la minoridad; la recopilación y análisis de expedientes judiciales y sentencias sobre restitución de niños apropiados durante el terrorismo de estado; y entrevistas con distintos profesionales de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.


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9. Pierre Bourdieu, Meditaciones pascalianas (Barcelona: Anagrama, 1999), 154-155. 10. La primera ley de adopción se sancionó en el primer gobierno peronista (1945-1951) y fue presentada como una verdadera medida de justicia social. Sin embargo, tuvo que enfrentar resistencias de los sectores más conservadores que, influidos por la ideología católica, veían la adopción como un modo de introducir en la familia legal a los denominados “hijos ilegítimos” (cfr. Donna Guy, “From Property Rights to Children’s Rights: Adoption in Argentina, 1870-1948”, ponencia presentada al Congreso de LASA (Latin American Studies Association), Atlanta, 1995; Carla Villalta, “Las primeras formas legales de la adopción de niños: nuevos procedimientos y disputas”, Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 20 (2005a): 371389; Isabella Cosse, Estigmas de nacimiento. Peronismo y orden familiar 1946-1955 (Buenos Aires: Paidós, 2005). Entre los numerosos estudios sobre los dos primeros gobiernos peronistas ver: Tulio Halperin Donghi, “El lugar del peronismo en la tradición política argentina”, en Perón, del exilio al poder, comps. Samuel Amaral y Mariano Ben Plotkin (Buenos Aires: Cántaro, 1993), 15-44; Mariano Ben Plotkin, Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955) (Buenos Aires: Ariel, 1994); Daniel James, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976 (Buenos Aires: Sudamericana, 1999). 11. Este organismo era el Consejo Nacional de Menores, creado en 1957. Si bien recibió distintas denominaciones a lo largo de su historia, de él siempre dependieron los institutos de menores, hogares para menores y diferentes programas.

de la infancia pobre, conformaron en nuestro país un campo particular9, esto es, el de la minoridad. En este campo institucional -compuesto en diferentes momentos históricos por juzgados de menores, juzgados civiles, establecimientos de beneficencia pública y organizaciones privadas- la adopción fue siempre un tema recurrente de debate, ya que era vista como una “solución” para el problema de los niños y niñas que, ya fuera porque habían sido abandonados por sus padres o porque se evaluaba que éstos no eran aptos para su crianza, permanecían largo tiempo en instituciones. Así, al rastrear los antecedentes de la primera legislación sobre adopción de niños del año 1948, se encuentran las demandas de la Sociedad de Beneficencia porteña, relativas a la necesidad de sancionar una figura legal que diera sustento a las prácticas de “colocación de niños” que esa institución desarrollaba10. Por otro lado, la reforma normativa del año 1971 también estuvo precedida de diferentes demandas provenientes de los agentes del campo de la minoridad, relativas no sólo a la necesidad de equiparar los derechos de los niños adoptados a los de los hijos biológicos, sino también a la de otorgar más facultades, tanto al órgano judicial como al organismo administrativo de protección de la infancia11. Esto con el fin de que no se encontraran limitados para desarrollar la adjudicación de niños en adopción. Para comprender los sentidos con los que se dotaba a la adopción en esos momentos, así como el alcance de las facultades que fueron otorgadas a los organismos judicial y administrativo, es interesante detenerse a analizar las características de este tipo de demandas y las de los cambios introducidos por la nueva normativa, en tanto nos permiten vislumbrar los valores asociados a ella, así como determinados aspectos de las prácticas que estas insti12. Partimos de la idea de que las tuciones desarrollaban12. reformas producidas y las categorías Desde fines de la década de inauguradas con ellas, en lugar de ser vistas como una creación los cuarenta regía en Argentina repentina y azarosa que surgió de un tipo de adopción denominado la nada, descansan en el terreno de la política y la moral (Darío Melossi, “simple”, por el cual el adoptado “La gaceta de la moralidad: el no cortaba todos los lazos con su castigo, la economía y los procesos hegemónicos de control social”, familia de origen, en tanto subDelito y Sociedad 1: 1 (1992): 37-56) y sistían derechos y obligaciones pueden ser leídas como consecuencia de las prácticas que en relación con la adopción de niños se venían desarrollando.

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con sus parientes sanguíneos, y podía utilizar el apellido de su familia biológica. Este tipo de adopción era considerado como “antiguo” y “frágil” hacia fines de la década de los sesenta -momento durante el cual prevalecía un clima de ruptura de las tradiciones, una politización creciente y la difusión de distintos saberes disciplinares, fundamentalmente del psicoanálisis13-, pues brindaba pocas garantías a los adoptantes y escasos derechos a los adoptados. Frente a ella, la adopción “plena”, cuya característica principal era que la filiación de origen directamente se eliminaba, era vista por distintos profesionales y juristas especializados en derecho de familia como una forma de fortalecer la adopción. Diferentes diagnósticos elaborados por agentes del campo de la minoridad afirmaban que la incorporación de la adopción plena era absolutamente necesaria, ya que respondía “al deseo de los adoptantes que buscan niños libres de todo vínculo con su familia de sangre”14. La proposición de este nuevo régimen de adopción15 se acompañaba también de propuestas tendientes a agilizar los trámites para otorgar niños en adopción. Y ello porque la ley vigente también era criticada por la rigidez de sus procedimientos, que requerían que el niño hubiera estado dos años bajo la guarda de sus futuros adoptantes y que, además, habían llevado a distintos magistrados a consi13. Distintos trabajos han abordado los derar que era obligatorio citar al cambios en la noción de familia que se sucedieron durante la década juicio de adopción a los padres de los sesenta. Un contradictorio biológicos que no hubieran sido período que, si bien se caracterizó por la declinación del “modelo de la destituidos judicialmente de la domesticidad” y nuevas ideas sobre el patria potestad. Frente a estos papel de la mujer y la conformación de la familia, estuvo atravesado procedimientos se proponían por un “discurso familiarista” que otros que, por ejemplo, estipurecuperaba elementos de la ideología conservadora y básicamente católica, laban que las adopciones fuesen en la cual el respeto por las jerarquías “automáticas” en el caso de rey la defensa de “la familia” eran centrales. Entre otros trabajos ver: cién nacidos; esto es, que fueran Estela Grassi, “Redefiniciones del adjudicadas mediante un trámite papel del Estado en la reproducción y cambios en el discurso sobre breve y sumario sin necesidad de familia y mujer en Argentina”, en probar que se había ejercido una Mujeres y relaciones de género en la antropología latinoamericana, comp. guarda previa, como una manera Soledad González Montes (México: 16 de agilizar los procedimientos . El Colegio de México, 1997), 223-252; Sandra Carli, “Infancias, psicoanálisis y generaciones. Una exploración de las nuevas formas del debate en

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educación. 1955-1983”, en Dictaduras y utopías en la historia reciente de la educación argentina, ed. Adriana Puiggrós (Buenos Aires: Galerna, 1997): 225-278; Isabella Cosse, “Familia, pareja y sexualidad en Buenos Aires (1950-1975). Patrones, convenciones y modelos en una época de cambio cultural” (Tesis de Doctorado en Historia, Universidad de San Andrés, 2008). 14. Elvio Zanotti, “Derecho a la identidad. Una perspectiva jurídica”, en Psicoanálisis. Restitución, apropiación, filiación, ed. Alicia Lo Giúdice (Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo, 2005), 161-173. 15. Para un análisis de las características de este tipo de adopción en otros contextos, ver Claudia Fonseca, Caminos de adopción (Buenos Aires: Eudeba, 1998) e “Inequality near and far: adoption as seen from the Brazilian favelas”, Law & Society Review 36: 2 (2002): 101-134; Françoise-Romaine Ouellette, “La part du don dans l’adoption”, Anthropologie et Societés 19: 1-2, (1995): 157-174 y “Les usages contemporains de l’adoption”, en Adoptions. Ethnologie des parentés choisies, ed. Agnès Fine (París: Editions de la Maison des sciences de l’homme, 1998), 153-175; Barbara Yngvesson, “Parentesco reconfigurado no espaço da adoção”, Cadernos Pagu 29 (2007): 111-138. 16. Este tipo de propuestas fueron presentadas en el Congreso “El menor abandonado, problemas socio-económicos y jurídicos” (4-6 de septiembre de 1969) organizado por la Liga de Pro Comportamiento Humano. En él participaron, además de jueces, asesores de menores y agentes del organismo de protección de la minoridad, las siguientes organizaciones: Liga de Madres de Familia, Instituto Pastoral de la Adolescencia, Caritas, Equipo de Adopción del Movimiento Familiar Cristiano, Patronato de la Infancia, Unión Argentina de Protección a la Infancia, Sociedad de Damas Israelitas, Ejército de Salvación y Obras Privadas de Asistencia al Menor, entre otras.


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Si bien procedimientos de este tipo no fueron incorporados, la ley que finalmente se sancionó no sólo reglamentó la “adopción plena”, sino que también instauró nuevos mecanismos para agilizar su trámite. Tales mecanismos consistieron en la eliminación casi completa de los padres biológicos en el juicio de adopción y en la ampliación de las facultades del organismo administrativo de protección de la minoridad, junto con el reconocimiento de las entregas de niños mediante escritura pública. En relación con estas modificaciones -que no pueden ser comprendidas por fuera de las prácticas institucionales que se venían desarrollando ni al margen de las disputas que diferentes actores mantenían-, debemos tener en cuenta que los esfuerzos por limitar la participación de los padres biológicos en el juicio de adopción tenían larga data. Estas demandas tradicionalmente se habían sustentado en la creencia de que esa participación tenía resultados “socialmente disvaliosos”, ya que esos padres que habían “abandonado” a sus hijos al ingresarlos en establecimientos de asistencia pública, -o aquellos que habían sido evaluados como negligentes para criarlos y tiempo después los reclamaban o se oponían a la adopción, no merecían ser escuchados17. Así, por ejemplo, en los juicios de adopción de niños que se encontraban en ese tipo de establecimientos, los representantes del organismo público del cual dependían estos últimos y los asesores de menores -funcionarios judiciales que representaban los intereses de los niños- argumentaban que “carecería de objeto práctico requerir la intervención de aquella [madre biológica] en el juicio; en cambio, la citación generaría un riesgo sin un beneficio como contrapartida, para la menor que se pretende adoptar”, y formulaban que el cumplimiento de esa formalidad “puede llegar a constituirse en un factor contrario a los intereses que la adopción tiende a proteger”18. En consecuencia, postulaban que era necesaria una reforma que agilizara los procedimientos por los cuales los padres que “abandonaban” a sus hijos se vieran privados del derecho de tales, de modo que se pudiera actuar con seguridad y celeridad para proporcionar a los menores la “estabilidad familiar” que necesitaban. Además, en la resolución de casos concretos, se puede observar la configuración de una determinada matriz interpretativa que ope17. Donna Guy, “Madres vivas y muertas, raba con un esquema dicotómico, en tanto la valoración positiva los múltiples conceptos de la de los adoptantes -de quienes se decía actuaban guiados por immaternidad en Buenos Aires”, en Sexo y sexualidades en América Latina, pulsos generosos y humanitarios- se encontraba necesariamente ed. Daniel Balderston y Donna Guy acompañada de una desvalorización y culpabilización de los pa(Buenos Aires: Paidós, 1998), 231-256; Carla Villalta, “Entregas y secuestros”, dres biológicos19. 199-204. Al inscribir las modificaciones introducidas por la normativa 18. Revista Jurisprudencia Argentina en un contexto más amplio, podemos observar que ésta recoTomo I (1969): 267. gió muchas de las demandas que esos agentes institucionales 19. Claudia Fonseca, Caminos de adopción, 111-113 e “Inequality near and far”, 122-124.

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realizaban desde tiempo atrás. Así, por un lado, la nueva ley, con el objetivo de evitar las “inscripciones falsas” de niños, emuló muchas de sus características, en tanto estipuló una adopción definitiva, exclusiva e irrevocable. Por otro lado, fijó que era atribución del juez citar o no a los progenitores al juicio de adopción. Además, enumeró exhaustivamente las circunstancias en que no se debía admitir su presentación: haber perdido la patria potestad o confiado espontáneamente el menor a un establecimiento de protección de menores público o privado; haber manifestado la voluntad de que el menor sea adoptado; cuando el desamparo moral o material del menor resultara evidente; o haberlo abandonado en la vía pública o sitios similares, y siempre y cuando tal abandono fuera comprobado por la autoridad judicial20. De tal manera, si ya desde la vigencia de la antigua ley de adopción, como planteaba un jurista a mediados del siglo XX, la adopción se formaba esencialmente mediante “la voluntad del adoptante y la del juez”21, a partir de esta nueva legislación los magistrados estuvieron facultados para dictaminar si la adopción era “conveniente para el menor”, elegir a los adoptantes a partir de tener en cuenta sus “medios de vida y cualidades morales y personales”, decidir según su “prudente arbitrio” la conveniencia de citar o no a los padres biológicos y para directamente excluirlos del proceso si habían “desamparado” o“abandonado” a su hijo. Además, con el propósito de agilizar los procedimientos se le confirieron amplias facultades al organismo de protección de la minoridad, ya que legalizó las entregas de niños efectuadas ante éste y las realizadas mediante escritura pública22. Así, paradójicamente, mientras se excluía a los progenitores del juicio de adopción de su hijo, se otorgaba validez a su voluntad si ésta era la de entregarlo en 20. Art. 11, ley 19.134. adopción, manifestación que era considerada “irrevocable”. Ello dio lugar a la existencia de “guardas administrativas” de niños 21. Roberto Christensen, La adopción. Doctrina, legislación y jurisprudencia para su posterior adopción, que eran otorgadas por el organismo (Buenos Aires: Abeledo Editor, de protección de la minoridad sin control judicial23. 1953), 101. Si bien estas disposiciones recibieron críticas de algunos juristas, 22. María Felicitas Elías, La adopción de quienes sostenían que otorgaban visos contractuales a la adopción niños como cuestión social (Buenos Aires: Paidós, 2004), 124-127. -porque los niños podían ser objeto de transacción- y que rozaban la inconstitucionalidad, ya que al conferir atribuciones al juez para 23. Esta atribución del organismo administrativo de protección de la rechazar la presentación de los padres biológicos los dejaba en un minoridad se formalizó en el año 24 “estado de indefensión absoluto” , la normativa fue connotada como 1977, momento en el que se dictó la resolución 922, la cual “legalizó” la un decidido avance por amplios sectores sociales y por los especiaentrega de niños para su posterior listas y profesionales del campo de la minoridad. Estos especialistas adopción sin control judicial. consideraban que con este tipo de adopción se fortalecerían los lazos 24. Julio López del Carril, “El derecho de amor recíproco entre el niño y sus padres adoptivos, procurándole de intervención y defensa por los padres en el juicio sobre adopción de sus hijos”, Revista La Ley 154 (1974): 235.

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“una experiencia familiar que le brinde la suficiente autonomía para asumir su rol futuro dentro de la sociedad”25. Además, por aquellos años algunos organismos privados también desarrollaban prácticas que fomentaban la adopción de niños. Dependientes de la Iglesia Católica, estas asociaciones privadas se encargaron de convertir a la adopción en una técnica “moralmente aceptable y técnicamente útil”26, en tanto impulsaban la adopción siempre y cuando estuviera orientada a la salvación de un niño abandonado y no al encubrimiento de una situación irregular27. Para ello, uno de esos organismos se encargaba activamente de “ubicar” a niños abandonados. Así lo señalaba en el año 1970 una funcionaria del organismo de protección de la minoridad, quien luego de afirmar que “‘todo el mundo’ quiere adoptar niños que necesitan una mamá y un papá”, refería: “[…] además, una conocida institución privada, el Movimiento Familiar Cristiano, mediante un convenio con el Servicio Oficial y con su control, se ocupa activamente de la ubicación de niños huérfanos y abandonados en hogares adoptivos. Y, por supuesto, lleva su propio registro de peticionantes, que es fiel reflejo de la inquietud que se advierte por la incorporación de tales niños a familias bien constituidas y del genuino interés que rodea al instituto de la adopción”28. 25. Actas del Congreso “El menor abandonado, problemas socioeconómicos y jurídicos” (Buenos Aires: Liga Pro-Comportamiento Humano, 1969), 62. 26. Carla Villalta, “Entregas y secuestros”, 206-242. 27. La Iglesia Católica desde el momento de su incorporación al ordenamiento legal miraba con desconfianza a la adopción, y directamente había rechazado la posibilidad de adoptar al “hijo ilegítimo”, ya que de esta forma la adopción iba a servir para encubrir situaciones irregulares. Donna Guy, “From Property Rights to Children’s Rights”. Sin embargo, con los procedimientos que comienzan a desarrollar, estos grupos de laicos se dedican a gestionar un tipo de adopción “moralmente aceptable”. Michel Foucault, Historia de la sexualidad. La voluntad de saber (Buenos Aires: Siglo XXI, 2003), 34. 28. Las cursivas son mías. Susana Fernández de la Puente, “Adopción”, Jurisprudencia Argentina (1970), 500.

Así las cosas, en la medida en que la adopción era considerada como el mejor remedio para salvar a los niños de la miseria, del “abandono” o de “hogares negligentes”, tanto la sustitución de los vínculos de sangre como la celeridad del trámite de la adopción fueron vistas como elementos indispensables para lograr la adopción ideal. Y estos sentidos y valores morales moldearon no sólo las demandas de los agentes del campo de la minoridad, sino también muchas de las prácticas y procedimientos usados para dar niños en adopción. De tal forma, las rutinas burocráticas y prácticas consuetudinarias de los órganos judicial y administrativo en aquellos años suponían, muchas veces, el encaminamiento hacia la adopción casi sin averiguaciones respecto de los orígenes de los niños que eran ingresados a las instituciones destinadas a la minoridad; la formalización de la guarda con fines de adopción sin muchos controles o recaudos acerca de la veracidad de los relatos que presentaban a los niños como “abandonados”; o incluso la entrega en adopción de niños a pesar de la ne29. Un ex asesor de menores recordaba gativa de sus padres o familiares29. en estos términos el carácter casi inevitable que poseía la adopción en el caso de niños abandonados o de mujeres que expresaban no

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Estas prácticas que, junto con el carácter ambiguo que caracterizaba a las reglas sobre adopción -que permitía la acción discrecional de quien representaba o detentaba el poder, pues de esa forma asumía el monopolio de su interpretación y aplicación30-, conformaban un peculiar escenario que, en el desquiciante contexto de la mayor represión política de la historia argentina, fue utilizado para intentar legalizar la apropiación de niños. Estos niños y niñas, en muchos casos, transitaron el circuito de instituciones destinado a la infancia pobre -en tanto fueron ingresados a institutos, casas cuna o juzgados bajo los burocráticos rótulos “N.N./abandono” o “menor abandonado”31-, y si bien algunos pudieron ser localizados relativamente rápido por sus familiares, otros siguieron el destipoder criar a sus hijos: “Siempre me acuerdo cuando la Dirección de no habitual que estas instituciones Menores funcionaba ahí en la calle les reservaban a los menores: la insHumberto I, ahí estuvo durante mucho tiempo, de esto estamos titucionalización y la adopción32. hablando desde 1960 hasta 1970, y Para dar cuenta de ello, a conmediados de los setenta también. Cuando había una madre que tinuación describo dos casos de decía ‘estoy embarazada no sé qué niños adoptados “legalmente” hacer con mi chico’, había varias oficinas y entonces directamente le que fueron secuestrados con sus señalaban una oficina que tenía una padres durante la última dictaduchapa que decía ‘Adopciones’, o sea que como el camino era bastante ra militar. Son casos que fueron inmediato, la idea era que si alguien públicos, provocaron distintos deno podía criar a su hijo lo diera en adopción”. Ex Asesor de Menores. bates y tuvieron un largo trámite Entrevista realizada por la autora el judicial. En el primero, Abuelas de 8 de agosto de 2005. Plaza de Mayo llegó a presentar un 30. Roberto Kant de Lima, “Policía, recurso a la Corte Interamericana justicia y sociedad en el Brasil: un abordaje comparativo de los de Derechos Humanos; el otro es modelos de administración de presentado como un leading case, conflictos en el espacio público”, en Derechos humanos, tribunales y porque fue la primera vez que se policías en Argentina y Brasil. Estudios declaró la nulidad de una adopde antropología jurídica, ed. Sofía Tiscornia y María Pita (Buenos ción plena. Por último, analizo una Aires: Antropofagia, 2005), 89-113. causa judicial cuya protagonista 31. Donna Guy, “The Shifting es una famosa empresaria que Meanings of Childhood and ‘N.N.’”, en el año 1977 adoptó dos niños, Latin American Perspectives 35: 15 (2008): 15-29; Carla Villalta, quienes -se tiene fuertes indicios“La apropiación de menores: 33 serían hijos de desaparecidos . entre hechos excepcionales y normalidades admitidas”, en Psicoanálisis. Restitución, apropiación, filiación, 175-199.

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32. Es de señalar que los niños que en esos años ingresaron en el circuito de instituciones destinado a la minoridad, bajo los burocráticos rótulos de “NN s/ abandono” o “menor abandonado en la vía pública”, despertaron, en algunos casos, la sorpresa de los agentes de esas instituciones, como algunos de ellos relataban en las entrevistas que efectué: “no eran los típicos chicos de la calle” o vestían “ropa fabricada en España”. Además de ello, los niños más grandes relataban cómo había sido el secuestro de sus padres. Esto posibilitó que algunos de esos niños pudieran ser entregados a sus familias biológicas que los estaban buscando. Reencuentros que también fueron posibilitados porque algunos agentes institucionales pudieron, aun en el contexto de terror imperante, dejarse sorprender e imaginar estrategias de localización. (Cfr. Carla Villalta, “La apropiación de menores”). 33. En mi trabajo de investigación, además de analizar casos de adopción de niños en el período previo a la dictadura militar, he relevado un total de 12 casos de niños -hijos de desaparecidos- que fueron dados en adopción durante el terrorismo de estado (1976-1983). Aquí presento un análisis de tres casos, que considero reúnen determinadas características que permiten utilizar, en palabras de De Sousa Santos, un método de caso ampliado. Este método “opone a la generalización positivista por la cantidad y por la uniformalización de las observaciones, la generalización por la calidad y por la ejemplaridad. En vez de fijar la cantidad de casos (observaciones) adecuada, el método de caso ampliado escoge un caso o un número limitado de casos en que se condensan con particular incidencia los vectores más importantes de las economías interaccionales de los diferentes participantes en una práctica social dada”. Boaventura de Sousa Santos, “Os conflitos urbanos no Recife: O caso do Skylab”, Revista Critica de Ciencias Sociais 11: 9 (1983): 11.


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2. E n el laberinto judicial En marzo de 1977, un niño de ocho meses que había ingresado a la Casa Cuna34 en calidad de “menor abandonado en la vía pública” fue entregado provisoriamente a un matrimonio por un juez de menores. Al mes siguiente, luego de realizar un informe socio-ambiental en el domicilio del matrimonio y decretar un sobreseimiento en el expediente caratulado “abandono de un menor” -pues según se lee en esa causa “las diligencias tendientes a individualizar a los autores del hecho no tuvieron resultados positivos”-, el juez resolvió entregar la “guarda” formal del bebé al matrimonio y libró un oficio al Registro Civil, ordenando la inscripción del niño como nacido el 7 de septiembre de 1976 y confiriéndole el apellido de quienes lo tenían en guarda. Hasta aquí estamos frente a un procedimiento de rutina en el que un juez de menores dispone de un niño “abandonado”, lo entrega a un matrimonio y después de cumplimentar los trámites de rigor decide entregarle la guarda. Así, a los pocos meses, la pareja -compuesta por un prestigioso abogado y su mujer- inicia una demanda por adopción y hacia fines de ese año le es concedida la adopción plena, trámite en el que no se procura dar con el paradero de los padres biológicos, puesto que el juzgado de menores había decretado el “abandono del menor”. Un juicio como tantos en el que la adopción fue conferida a quienes tenían el niño en guarda y ya lo habían inscripto con su apellido -práctica prohibida por la legislación vigente, pero habitual35-. Además, en ese juicio no medió oposición alguna, puesto que el juez desconoció a quienes quisieron presentarse como “parte” y resolvió lo que consideró era mejor para el menor. Sin embargo, la causa judicial iniciada años después permite conocer otros detalles. 34. En la Casa Cuna, hospital público El niño había sido secuestrado con su madre en la ciudad de Buenos infantil llamado Dr. Pedro de Elizalde, funcionó hasta mediados del siglo XX Aires y fue ingresado por la policía a la Casa Cuna. la Casa de Niños Expósitos. El abuelo materno, cuando se enteró del secuestro, concurrió 35. La inscripción de nacimiento de a la comisaría de la zona, donde le dijeron que fuera a la Casa Cuna. los niños sin filiación conocida A través de distintas averiguaciones, llegó al juzgado que ya en esos era realizada por los juzgados de menores. Sin embargo, la inscripción momentos había dispuesto la entrega en guarda de su nieto, y para tardía con el apellido del “pretenso acreditar su parentesco presentó una fotografía, la partida de naciadoptante” contravenía lo dispuesto por la ley 18.248 que estipulaba que miento y el documento de identidad del niño. El juez interviniente a esos niños debía adjudicársele un no sólo no dio por acreditado el vínculo de parentesco, sino que inició apellido común (Díaz, González), y en el caso de que fueran adoptados se les una investigación destinada a comprobar la autenticidad de los docuimpondría el apellido de sus padres mentos presentados. Esto se transformó en una causa penal contra adoptivos. Esta práctica habitual comenzó a ser cuestionada por la los padres del niño, que fueron acusados de cometer el delito de falsiacción de los abogados de Abuelas de ficación de documento público. Entre tanto, el juicio de adopción era Plaza de Mayo, quienes encontraron que los niños habían sido inscritos promovido y ninguno de los abuelos -ni el materno ni el paterno, que por “trámite judicial” con el apellido también se había presentado en el juzgado- fue tenido como “parte”. de quienes los tenían en guarda y serían sus adoptantes, lo que revela que la guarda era vista como un camino sin retorno hacia la adopción.

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Los padres del niño continúan desaparecidos. La madre, desde marzo de 1977; el padre, desde unos meses antes del nacimiento de su hijo, que se produjo en julio de 1976. Por esta razón, la mamá no había inscripto al niño en el momento de su nacimiento, sino algunos meses después, con un certificado médico de nacimiento falso. Para quienes en esos años de feroz represión política se sabían perseguidos y vivían en la clandestinidad, cualquier contacto con una instancia estatal equivalía a ver concretada una condena de muerte. De este modo, hubo muchos casos de niños que permanecieron sólo con la filiación materna, reconocidos por su padre en testamento36, o como en éste caso, inscripto como nacido en una fecha distinta a la de su nacimiento. Por lo tanto, cuando el abuelo presentó los documentos del bebé, el juez no aceptó que pertenecieran al niño que él había entregado en guarda, porque según los informes médicos de la Casa Cuna, el niño no tenía tres meses sino más de siete. El magistrado no sólo desconoció el vínculo de parentesco que invocaba el abuelo, sino también ordenó investigar la validez de los documentos, indagación que dio cuenta que el certificado médico usado para inscribir al niño era falso. De esta forma se les cerró a los abuelos cualquier posibilidad de ser escuchados. No se tuvo en consideración el hecho de haber presentado una fotografía del niño, haber descrito que su nieto, al igual que el bebé dado en guarda, tenía una marca física muy clara: una fisura en el paladar. Adicionalmente, ha36. Josefina Martínez, “Paternidades bían relatado lo que sabían acerca del secuestro del nene y su madre. contenciosas. Un estudio sobre filiaciones, leyes y burocracias”, en Menos aún fueron considerados “parte” en el juicio de adopción de Burocracias y violencia, 403-433. su nieto, quien desde 1977 se encontró adoptado por el régimen de 37. Matilde Herrera y Ernesto adopción plena que, además de sustituir completamente la filiación Tenembaum, Identidad, despojo biológica, una vez decretada impedía probar o averiguar el vínculo y restitución (Buenos Aires: Contrapunto, 1990), 24. de sangre del adoptado. Antes de proseguir es importante detenerse en dos aspectos. 38. Una de las abogadas de Abuelas de Plaza de Mayo contaba en una Por un lado, según distintos agentes que entrevisté, el juez que entrevista mantenida en el año 2005: dispuso del niño “abandonado” no fue una persona comprometida “En esta pieza estaba el juez -que después eso le costó el puesto de ideológicamente con la dictadura militar, como fue el caso de otros Procurador-, el juez que lo entregó magistrados que sostenían que “los subversivos no tenían derecho al chico lo estaba dando en adopción a su mejor amigo, que era un a criar a sus hijos”37. Se trató, antes bien, de un funcionario que abogado de la Bolsa de Comercio, y en el contexto imperante siguió desarrollando sus rutinarias tareas en esta otra pieza le estaba diciendo al abuelo del chico que había que burocráticas: libró edictos para que comparecieran los padres y, hacer un juicio por abandono a los como al cabo de unos días no lo hicieron, archivó esas actuaciones y padres, porque los padres habían hecho abandono del chico. Y aparte cambió el carácter de la guarda “provisoria” a una “definitiva”. Por no había dudas porque el chico otro lado, otorgó la guarda a un matrimonio que reunía excelentes tiene el labio leporino”. Abogada de Abuelas de Plaza de Mayo. condiciones materiales y morales para hacerse cargo del niño, y Entrevista realizada por la autora 38 que era conocido suyo . Sin embargo, que hoy esto sea cuestionado el 27 de mayo, 2005. En todos los casos en que cito entrevistas no revelo la identidad de la fuente para resguardar la confidencialidad.

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no nos debería llevar a creer que era una práctica vista como anómala en esos años. Desde que los jueces -como hemos visto- tenían amplias prerrogativas para decidir sobre la situación de los menores, y las reglas procesales de adopción poseían un carácter amplio y ambiguo, no sólo en ellos recaía la decisión de encaminar un niño a la adopción, sino también la de elegir a los adoptantes. Una elección que, si bien caracterizada como discrecional, se jugaba en “el universo de las relaciones personales”39, relaciones que, junto con las definiciones normativas y al “deber ser” que predomina en las representaciones sobre este dominio, son constitutivas del Poder Judicial, ya que en virtud de ellas toma forma la “administración de justicia”, en tanto se hace uso de determinadas atribuciones, se activan algunos procedimientos y se omiten otros, se acelera el trámite de algunas causas y se retardan otras. Por eso, como relataban otros entrevistados, durante los años sesenta y setenta era común que los jueces de menores tuvieran una “listita” de posibles adoptantes y decidieran quiénes de ellos eran los más idóneos; se otorgaran adopciones a empleados judiciales que el juez sabía querían adoptar; o como nos relataba otra entrevistada, juez de menores a principios de los setenta, no sólo intercambiaran niños en adopción: “la justicia de menores era un lugar donde los jueces te pedían la empleada doméstica. Te llamaban por teléfono y te decían ‘che, me quedé sin mucama, no tenés una chica de 16, 17 años, yo le doy de comer, la visto’ [...] era común intercambiarse las empleadas domésticas”40. 39. Roberto Da Matta, Carnavais, malandros e heróis (Río de Janeiro: Zahar, 1980), 204. 40. Ex Jueza Nacional de Menores. Entrevista realizada por la autora el 29 de marzo 2006. 41. En el año 1990 el voto de la mayoría se compuso por seis magistrados y también adhirió a él otro juez según su voto. Los otros dos miembros de la Corte votaron en disidencia, argumentando que por el derecho a la identidad, consagrado en la Convención sobre los Derechos del Niño, cabía hacer lugar a lo peticionado por los abuelos -un examen de ADN-, y a ello no podía oponerse el padre adoptivo porque se estaría oponiendo a la garantía de un derecho esencial de su representado, como es el de conocer su identidad de origen (cfr. Fallo Müller, Corte Suprema de Justicia Nacional (CSJN), Fallo 313:1113. Votos en disidencia.

Este caso, a partir del año 1984, una vez que los militares dejaron el gobierno, originó dos causas judiciales que se extendieron durante varios años. Como la justicia ordenó distintas medidas de prueba, el padre adoptivo del hoy joven apeló esas decisiones. El caso fue tratado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que se pronunció de forma negativa a los requerimientos de los abuelos en el año 1990, y en 1995 declaró la “prescripción de la acción penal”, cerrando la posibilidad de continuar investigando. En esta decisión mayoritaria, los miembros de la Corte recurrieron para fundamentarla, entre otras cuestiones, a las características y finalidades de la adopción41. Así, uno de los fallos emitidos por el máximo tribunal sostiene: “no parece admisible una investigación sobre la verdadera filiación de un menor adoptado bajo el régimen de la adopción plena”, y para fundamentar la decisión llamativamente retoma la tradicional definición acerca de los beneficios de este régimen:

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“La ruptura del vínculo de sangre […] aparece como una consecuencia determinada por la voluntad legislativa de tutelar, por todos los medios posibles, tanto al adoptado, sujeto de la asistencia, como a aquellos que lo asisten y que tienen el derecho de asistirlo y educarlo exclusivamente, sin la peligrosa interferencia de quien abandonó al menor y no cuidó de él por largo tiempo”42.

De tal manera, no sólo encontramos que la institución de la adopción fue usada para intentar legalizar la apropiación, sino que también, muchos años después, los tradicionales sentidos y valores morales asociados a ella fueron utilizados para contrarrestar las demandas de los familiares de los niños apropiados. Así, las Abuelas, más allá de la singularidad de cada caso, debieron idear otras estrategias, que como en el caso que describiremos, se basaron en cuestionar la adopción plena conferida. 3. “C on el chico puesto ” En el año 1978 una mujer, hematóloga de profesión, se presentó en un juzgado de menores de la provincia de Buenos Aires y solicitó la guarda formal de una niña de un año de edad. Allí explicó que la nena le había sido entregada hacía unos meses por una empleada doméstica, que no le había dado ningún otro dato respecto del origen de la criatura. Ante la situación de “guarda de hecho”, el juez le otorgó la guarda definitiva y ordenó la inscripción de nacimiento de la niña con el apellido de quien la estaba cuidando. Una vez que tuvo la guarda, la mujer comenzó a tramitar el juicio por adopción, que al año siguiente fue resuelto y se le otorgó la adopción plena. En este caso los procedimientos seguidos también fueron los de rutina. Desde que en el juzgado se presentó una mujer con una niña sin filiación conocida, el juez, haciendo uso de sus facultades, ordenó su inscripción tardía con el apellido de la mujer. Además le otorgó la guarda formal. Por otro lado, y no de menor importancia, fue el hecho de que la mujer haya narrado que la nena le había sido entregada por una empleada doméstica. Como contaban algunos de mis entrevistados, este tipo de presentaciones y relatos eran habituales en las instituciones de menores, y sus agentes las conocían como “venir con el chico puesto”. En palabras de una asistente social que trabajó en esos años en el organismo de protección de la minoridad, esas prácticas consistían en lo siguiente: “Venían a pedir una guarda con un chiquito que decían ‘me lo trajeron del campo’ [...] nosotros siempre decíamos que venían con el ‘chico puesto’, y que era mucho más fácil en términos de conseguir una adopción cuando traían al chico, mirá qué concepto... pero esa era la idea que había en ese momento, que era lo más fácil, como había guardas con miras a adopción, entonces venían con el chico. Aparte se 42. Fallo Müller, CSJN 313:1113. Voto de la mayoría. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 146-171


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podía hacer con escritura pública, uno iba al escribano, decía ‘la madre me lo dejó’ y con eso se podía iniciar un juicio de adopción”43.

Estas narrativas sobre el “abandono de niños”, al ser corrientes y retratar a esos niños como hijos de la pobreza, evitaban cualquier indagación sobre sus orígenes o control acerca de su veracidad. Eran, sin lugar a dudas, niños abandonados cuyos padres los habían desamparado, y que estaban siendo salvados por quienes en un acto de generosidad reclamaban la guarda legal y posterior adopción44. Sin embargo, en el caso de esta niña, luego de una extensa batalla legal, se pudo demostrar que no había sido entregada por una empleada doméstica a la mujer de clase media que la adoptó. En febrero de 1977 la niña había sido secuestrada con su madre en la ciudad de Buenos Aires, y fue dejada en las escalinatas de la Casa Cuna por el grupo de tareas que comandó la detención ilegal. En este establecimiento trabajaba aquella mujer que la encontró, la llevó a su casa y al año siguiente se presentó en el juzgado de menores. En el año 1984 la abuela de la niña recibió una llamada anónima en la que le dijeron que su nieta posiblemente fuera aquella niña adoptada en 1979. Así, inició una causa judicial para lograr la restitución. La justicia en este caso ordenó la realización de una prueba hematológica para probar la filiación biológica de la niña, por la cual se concluyó que era nieta de quien la recla43. Asistente Social que se desempeñó maba como tal. Luego de arribar a este resultado, Abuelas inició durante los años 1971 a 1983 en el una demanda para que se revocara la adopción, ya que como ésta Servicio Nacional de Protección de Menores. Entrevista realizada por la se encontraba vigente, las disputas acerca de dónde y con quién autora el 30 de julio de 2003. debía residir la nena se habían multiplicado. Innumerables por44. Para un análisis de los relatos que menores rodearon a esta causa judicial que se extendió desde el acompañan el pedido de guarda año 1984 hasta 1995, cuando finalmente y en una decisión sin prede niños y que la autora identifica como actualizaciones de una cedentes la justicia declaró nula la adopción plena concedida. “escena de salvación”, ver Adriana El argumento principal de esa sentencia fue que la adopción se Vianna, “Direitos, moralidades e desigualdades: considerações a partir había conseguido a partir de la mentira acerca del “abandono” de de processos de guarda de crianças”, la menor. Así sentó como precedente que las adopciones que tenen Antropologia e direitos humanos 3, ed. Roberto Kant de Lima (Niteroi: gan por origen un hecho ilícito son nulas, porque fueron hechas Editora da UFF, 2005), 13-67. en fraude a la ley. De tal manera, la conducta que se configuró 45. Fallo “Mónaco de Gallicchio, para determinar la nulidad de la adopción fue que “el abandono o Darwinia Rosa, c/ Siciliano, Susana desamparo moral y material lejos de existir en realidad ha sido el sobre nulidad de adopción”, en Los niños desaparecidos y la justicia. artilugio con el que se trató de encubrir en primer término un acto Algunos Fallos y resoluciones Tomo ilícito por el cual se sustrajo una criatura del control de sus padres 2 Parte 3. Disponible en http:// conadi.jus.gov.ar/gsdl/cgi-bin/ [...] y en segundo lugar fue utilizado como subterfugio para encualibrary?e=d-000-00---0libros--00-0-0drarse en los supuestos de la ley que rige la adopción”45. Así, para 0prompt-10---4------0-1l--1-es-50--20-about---00001-001-1-0utfZz-8-0& a=d&c=libros&cl=CL1&d=HASH01c1a 42b842dee147130f0ea.5.1

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llegar a una resolución respecto a la validez de la adopción, se debió dar cuenta del “fraude” que antecedía a la misma, para lo cual éste se recortó como una conducta desarrollada por quien había tramitado la adopción. No obstante el innegable logro que implicó esta sentencia, resulta significativo que en ella no hubo mención al accionar del Poder Judicial en la tramitación de esa adopción fraudulenta, en tanto el acto ilícito se configuró solamente en relación con la conducta de la “adoptante”. Si bien ello desde una perspectiva jurídica puede ser considerado irrelevante, puesto que para fundamentar la “nulidad de la adopción” no era necesario indagar en el accionar del Poder Judicial, entendemos que dicha omisión resulta llamativa. Desde otra perspectiva se puede considerar que, si el “abandono” pudo ser utilizado como un artilugio, no sólo se debió a que se trataba de una mentira bien construida, sino también a que fue operacionalizada en un ámbito en el cual, debido a sus rutinas de funcionamiento y a los esquemas interpretativos imperantes en relación con determinadas conductas, tal mentira pudo viabilizarse y fue transformada en el elemento a partir del cual un juez de menores entregó la guarda de la niña y ordenó la inscripción de su nacimiento. Finalmente un juez civil concedió la adopción. En todo caso, se trata de interrogarnos sobre las condiciones que posibilitaron que esa mentira fuera aceptada como una “verdad”, por quienes desde esta otra lectura aparecen solamente como “engañados” por quien utilizó aquel subterfugio. Estas fueron mentiras bien construidas y aceptadas como verdades, porque entre otras cosas, como en el caso que analizamos a continuación, se valieron de relatos y narrativas aceptadas y naturalizadas sobre el abandono de niños. 4. C uando de socorrer criaturas se trata En el mes de mayo del año 1976, una señora viuda, empresaria y de una excelente posición económica se presentó en un tribunal de menores de la provincia de Buenos Aires para informar que “el día 2 del actual, en horas de la mañana, sintió llorar en la puerta de su casa a un bebé [...] la criatura se hallaba dentro de una caja de cartón y era de sexo femenino. Que la dicente la recogió y mantuvo a la niña en su hogar por varios días, esperando si se presentaban a reclamarla. Que no habiéndolo hecho nadie, decidió presentarse ante el Tribunal, por considerar que debía efectuar la denuncia”46.

Como testigos del hallazgo presentó a una vecina y a un hombre que trabajaba como jardinero en la casa de ésta. En esa oportunidad expresó que deseaba quedarse con la niña, ya que no había tenido “descendencia de su 46. Expediente judicial. Juzgado Federal Nº 1 de San Isidro, Causa Nº 7522, “Barnes de Carlotto, Estela s/ denuncia”. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 146-171


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matrimonio” y se había “encariñado con la criatura”. También dijo que se comprometía a velar por su seguridad física y moral, y que iniciaría los trámites de adopción. Ese mismo día una asistente social del juzgado realizó un informe socio-ambiental en el que consignó que la señora “reúne condiciones muy positivas para conservar la guarda de la causante con fines de adopción, se trata de una persona madura, equilibrada, con sentido maternal, con un buen enfoque de lo que debe ser la educación y formación de una criatura”. Así, sin mediar ningún otro trámite, la jueza le entregó la guarda de la nena47. Significativamente, en julio de ese año la misma mujer solicitó también en ese juzgado la guarda de un niño al que, según su exposición, conoció en los estrados del tribunal. Así, en el expediente judicial se puede leer que “habiendo visto en los estrados de este tribunal, al menor NN (varón) o José Luis, solicita la guarda del mismo con fines de adopción. Que solicita [...] que de no hallarse inscripto el nacimiento del causante, lleve los nombres de F. N. H., ya que lo reconoce implícitamente como su propio hijo, siendo su mayor deseo poder fundar una familia, para que el causante y la menor [...] que ya se encuentra bajo su guarda, sean verdaderos hermanos”48.

La trascripción de esta audiencia se encuentra precedida de otra, del mismo día, en la que la madre biológica hizo entrega del niño con fines de adopción. Según ese relato, la mujer tenía 25 años, era estudiante de abogacía y se encontraba dispuesta a entregar a su hijo en adopción. Aclaraba que el nene había nacido en abril y que lo había cuidado hasta el momento una amiga suya, porque sus padres, con quienes convivía, no sabían que había dado a luz a una criatura. Declaraba también que había tenido tiempo para reflexionar sobre la entrega, ya que la primera vez que se acercó al tribunal había sido en mayo, cuando le aconsejaron que lo meditara, y habiéndolo hecho se presentaba nuevamente para entregar al niño “renunciando a los derechos inherentes a la patria potestad”. Así, la empresaria obtuvo la guarda de los niños NN que, en virtud de los relatos que se consignan en el expediente, ingresaron al juzgado como “abandonados”. Como ninguno de los dos estaba inscripto, el tribunal ordenó la inscripción en el Registro Civil con los nombres elegidos por la mujer y con el apellido de su fallecido esposo y el suyo. Al año siguiente, la mujer inició el jui47. Cabe destacar que esta funcionaria cio de adopción plena, que le fue concedida en 1977. judicial fue designada en su cargo por la dictadura militar, y se En abril de 2001, a partir de una denuncia presentada por sospecha que también intervino en Abuelas de Plaza de Mayo, un juez federal comenzó a investigar las la entrega en guarda de al menos otro niño hijo de desaparecidos. circunstancias que habían rodeado la adopción de esos niños, quienes -según distintas denuncias- son hijos de desaparecidos. Para 48. Expediente judicial. Juzgado Federal Nº 1 de San Isidro, Causa Nº 7522, “Barnes de Carlotto, Estela s/ denuncia”, fs. 53-54.

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ello solicitó y agregó a la causa los expedientes de adopción de aquellos niños. A su vez, requirió otros expedientes de “menores abandonados” que habían sido entregados por ese mismo tribunal en “guarda con fines de adopción”, con el fin de evaluar las semejanzas y diferencias que los procedimientos seguidos en esos casos guardaban con los que se instrumentaron en el que estaba investigando. En apariencia, los trámites efectuados no distan demasiado de los seguidos en otros casos de “abandonos” de niños y posteriores adopciones. A simple vista, los testimonios reunidos en la causa dan cuenta del desinterés de los padres biológicos de los niños y su consecuente “estado de abandono”. También son similares los procedimientos burocráticos adoptados, pues la inscripción en el Registro Civil por orden judicial de niños considerados NN como hijos de padres desconocidos, para así anotarlos con el apellido de quien luego tramitaría su adopción, era una práctica habitual. También era común -como hemos descrito antes- que quienes quisieran adoptar se presentaran a un juzgado a solicitar la adopción de un niño que ya vivía con ellos. Por otro lado, si bien es significativo que la mujer declarara que había conocido a uno de los niños en “los estrados del tribunal” -y éste fue uno de los elementos que el juez evaluó como inverosímil cuando ordenó su procesamiento-, esa expresión no significaba que la mujer hubiera estado en el juzgado y casualmente hubiese visto aparecer al niño allí, como de una forma literal se puede interpretar. “Conocer al menor en los estrados del tribunal” era una fórmula utilizada para solicitar la guarda de un niño por parte de quienes formaban parte de aquella “listita” de adoptantes que, discrecionalmente, manejaban los jueces. Sin embargo, más allá de todos estos parecidos con las prácticas judiciales consuetudinarias, a poco de investigar se detectaron numerosas irregularidades. En la investigación judicial, se encontró probada la existencia de datos falsos a partir de los cuales se confeccionaron los expedientes. Entre ellos, que la vecina y el jardinero, supuestos testigos del hallazgo de la niña, no eran ni vecina ni jardinero, sino que éste era chofer de la empresa de la mujer, y la vecina no había vivido nunca en el domicilio que figuraba allí. Tampoco se pudo localizar a ninguna mujer llamada como quien aparece entregando al niño y se detectó que el documento de identidad que se presentó en la audiencia pertenecía a un varón. Además, del examen comparativo que realizó el juez con los otros expedientes del mismo tribunal en los que se había declarado el “abandono” de un menor y ordenado su entrega en guarda para adopción, señaló -cuando resolvió procesar a la empresaria- que en los otros expedientes se efectuaron más “diligencias” destinadas a conseguir información sobre el paradero de los padres biológicos, ya que se había requerido información a los hospitales en donde habían nacido los niños.

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A partir de estos y otros elementos el juez encontró probada la “existencia de maniobras irregulares de procedimiento destinadas a legalizar -en apariencia- las relaciones de una familia constituida ilegalmente”. También sostuvo que para ello se puso en marcha el engranaje judicial con la “connivencia” de algunos de sus integrantes, “valiéndose de una inescrupulosa ingeniería ideada sobre el servicio de justicia” (Expediente judicial). Esto es, para convertir la apropiación en una “adopción” se contó con la participación de algunos de los integrantes del Poder Judicial, ya que de otra forma no se hubieran podido armar los expedientes que le permitieron a la empresaria “adoptar legalmente” a esos niños. Este caso permite observar cómo la malla de relaciones propia 49. Si bien no existen estadísticas sobre del ámbito judicial posibilitó, en ese contexto, dar cauce a las adop“abandono de niños”, los datos ciones, permitiendo que la apropiación tuviera una apariencia de disponibles muestran que una gran parte de los chicos que luego son legalidad; esta apariencia fue construida sobre la base de hacer paadoptados han sido entregados por sar a los niños por “abandonados”. Por lo tanto, resulta interesante sus madres en alguna institución -en general hospitales- mientras que analizar los tópicos de los relatos que posibilitaron categorizar los procedentes de los denominados como tales a esos niños, ya que ellos formaban parte de narrativas “abandonos en la vía pública” representan una minoría. Sin embargo, sobre el abandono que tradicionalmente habían permitido legitimar como señalan Giberti, Gore y Taborda, distintas prácticas en torno a los “menores” desamparados, y que si la información publicada en los diarios sobre el tema sólo da cuenta de en esa oportunidad fueron utilizados para encubrir la apropiación “procedimientos policiales que rescatan criminal de niños -y por eso pudieron ser denunciados como falbebés recién nacidos y abandonados en el baño de una confitería o que sos-, en otro escenario hubieran resultado plausibles. describen el estado de ánimo del chofer Así, el relato acerca del hallazgo de una bebé en una caja de cartón de un camión recolector de basura al encontrarse con una beba embolsada en la puerta de la casa remite a una retahíla de historias que gozan de en polietileno para ser compactada”, una amplia difusión y credibilidad en distintos sectores sociales. Estas enfatizando de esta forma la evaluación negativa hacia los progenitores que así historias, que aun hoy son las más difundidas por los medios de coactúan. Eva Giberti, Silvia Chavanneau municación, son en realidad las menos frecuentes49. Sin embargo, el de Gorey y Beatriz Taborda, Madres excluidas (Buenos Aires: Norma/FLACSO, hecho de poseer un componente que permite estereotipar compor1997), 33. tamientos y construir una imagen dicotómica entre quienes dejan a 50. Además, al presentar a los niños sus hijos abandonados y aquellos otros que los salvan de esa situación, como desprovistos de todo lazo aparece asociado más frecuentemente a la noción de “abandono”. social, estas historias son las que mejor se ajustan al modelo de ruptura Además, este tipo de historias -que más allá de que sean total o parpredominante en las prácticas de cialmente verdaderas, gozan igualmente de veracidad- en las que los adopción de nuestra sociedad. Modelo que privilegia el secreto de origen, niños son encontrados en las puertas de las casas, en las iglesias, en la adopción plena y está basado en una plaza o en la calle, han obtenido popularidad y legitimidad porque un ideal de familia de clase media, y que se contrapone a un modelo de presentan a esos niños como desprovistos de cualquier lazo social y continuidad de los lazos familiares en de toda historia previa. Esos niños, que aparecen como caídos del cielo, el que la filiación en lugar de ser vista como sustitutiva como ocurre en el son el ejemplo más contundente del abandono y los que posibilitan que modelo de ruptura sea considerada otros ejerciten su vocación de “hacer el bien”50. como aditiva. Cfr. Claudia Fonseca, Caminos de adopción; FrançoiseRomaine Ouellette, “Les usages contemporains de l’adoption”.

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A su vez, es significativo que el otro relato tenga por protagonista a una joven soltera, que vivía con sus padres, era estudiante de derecho y que resolvió -después de haberlo meditado- entregar a su hijo en adopción. En este caso, al contrario de lo que sucede en la mayoría, no fue la pobreza la determinante del “abandono”. Antes bien, el propio término “abandono” fue reemplazado por la categoría “entrega en adopción” que, acompañada de la renuncia a “los derechos inherentes a la patria potestad”, se configuró como una decisión libre, racional y definitiva. Así, en este relato también se observa una suerte de lugar común de las historias sobre abandono de niños, que remitía a consideraciones de índole moral, ya que la entrega era “definitiva”, puesto que se quería evitar la afrenta al honor personal y familiar. Además, por otro lado, encontramos a una mujer de clase alta, empresaria y viuda cuyo “legítimo” deseo era, además de ejercer su “sentido maternal”, dar continuidad a la empresa fundada por su fallecido marido, adoptando a los niños para que lleven su apellido. Así, su nivel socio-económico y prestigio social fueron elementos que contribuyeron a no indagar la historia de quienes aparecen como sus hijos, pues como los profesionales del juzgado consignaban en los informes socio-ambientales que forman parte de los expedientes, los niños se encontraban en “inmejorables condiciones”. Por eso, desde esta perspectiva, como hizo público en el momento en que detuvieron a la señora quien fue Secretario de Minoridad y Familia durante la dictadura militar -y que en esos días, con variaciones, fue una interpretación sostenida por muchos en distintos medios de comunicación51, se enfatizó en que tanto la mujer como la jueza que otorgó la guarda de los niños actuaron teniendo en cuenta ante todo el “interés de los menores”. Este ex funcionario de la dictadura, en un artículo periodístico, expresaba: “En primer lugar debe entenderse que un niño abandonado tiene necesidades que deben ser satisfechas inmediatamente por encima y al margen de cualquier derecho de los adultos que existan a su alrededor. [...] Los entonces niñitos, cuya guarda requirió a la Justicia la señora [...] estaban fehacientemente abandonados con una filiación desconocida, siendo obvio que la nombrada era totalmente ajena a esta dura realidad. Ante ese cuadro y cualquiera pudiere ser la causa de ese abandono delictual o no, la realidad era que esas criaturas necesitaban 51. Rubén Chababo, “Una tradición de que fueran socorridas. Cuando esos casos fueron del conocimiento de silencios”, en Identidad. Construcción la Jueza de Menores, ella hizo lo que podía y correspondía, es decir social y subjetiva, ed. Abel Madariaga (Buenos Aires: Abuelas de Plaza de entregarlos en guarda con la perspectiva de una futura adopción y Mayo, 2004), 35-44. esa guarda se la confirió conforme a sus facultades de inmediato a una 52. Las cursivas son del original. persona que por su exposición pública era sin duda conocida y tenida Florencio Varela, “El abuso y la como una persona de bien”52. ignorancia del juez Marquevich”, en: http://www.clarin.com/ diario/2002/12/20/o-03105.htm (consultado el 4 de agosto de 2008).

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En síntesis, criaturas que “necesitaban ser socorridas”, “abandonadas” sin una filiación conocida, fueron entregadas a una “persona de bien” para que, cumpliendo con todos los requisitos legales, las adoptara. Narrativas sobre el abandono que habilitaban y legitimaban la actuación de distintos funcionarios que, desde esa perspectiva, no hacían otra cosa que procurar una familia normalmente constituida a esos menores que necesitaban ser socorridos. Y en tanto ello era connotado como un “fin superior”, posibilitaba que los niños fueran inscriptos como hijos de otros padres sin muchas averiguaciones respecto de su filiación; que se decretara su estado de adoptabilidad aun cuando sus padres o familiares se opusieran; y que los niños fueran entregados en adopción a conocidos, amigos o recomendados que formaban parte de la malla de relaciones de jueces y otros funcionarios. De tal forma, ese ámbito -configurado tanto por relaciones jerárquicas y amplias atribuciones, como por una actitud salvacionista hacia quienes eran clasificados como “abandonados”- fue uno de los escenarios en el que pudo consumarse la sustitución de identidad de algunos de los niños desaparecidos. C onsideraciones finales En la introducción planteaba que, si el ámbito judicial fue uno de los escenarios en el que se desarrolló la apropiación de niños, no sólo se debió a la complicidad de algunos de sus integrantes con la dictadura militar, sino también a las características de prácticas, relaciones y rutinas burocráticas presentes en él desde tiempo atrás. Así, los significados predominantes en torno a la adopción, que llevaron a institucionalizar procedimientos que privilegiaron el rol de los padres adoptivos como si los progenitores desaparecieran de la existencia de sus hijos; las narrativas sobre el “abandono” de niños, que implicaban su tránsito hacia la adopción sin muchas indagaciones acerca de su veracidad; la falta de controles existente y la amplitud de las facultades otorgadas a los magistrados fueron elementos que contribuyeron a dar una apariencia de legalidad a prácticas aberrantes y abiertamente ilegítimas. Esta afirmación no implica desconocer la responsabilidad de muchos de los integrantes de este ámbito, quienes en distintos casos deliberadamente hicieron uso de sus atribuciones para consumar la apropiación, ni de las personas que, a sabiendas del origen de los niños, se presentaron en juzgados o tribunales para tramitar su adopción. Tampoco supone olvidar que algunos de los agentes que se desempeñaban en este ámbito, ante lo excepcional de la situación, idearon y pusieron en práctica estrategias para localizar a las familias de los niños que ingresaron en ese circuito de instituciones. En lugar de ello, entiendo que el análisis del circuito institucional de la apropiación posibilita apreciar cómo determinadas categorías y procedimientos fueron fácilmente adaptables para intentar normalizar hechos atroces y sin precedentes. En tal sentido,

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a través de este análisis, se puede observar cómo la apropiación se ensambló -en muchos casos- en las estructuras institucionales y rutinas existentes, y ellas junto con las costumbres y usos burocráticos pudieron ser refuncionalizados rápidamente debido a sus características propias. En otras palabras, permite considerar cómo este ámbito, en virtud de la “sensibilidad legal”53 hacia los niños considerados “abandonados” y de la ideología sustentada por muchos de quienes cotidianamente lo construían, constituyó un campo propicio para consumar la sustracción y apropiación. Estos sentidos y valores morales en torno de la adopción de niños no sólo fueron utilizados para operacionalizar la apropiación, sino que también fueron -y en algunos casos continúan siendo- usados para rechazar las demandas de restitución y/o justificar a quienes dieron en adopción o “adoptaron” a esos niños. La apropiación criminal de niños, por la incansable tarea de Abuelas de Plaza de Mayo, fue construida como un “acontecimiento”54 que marcó un antes y un después en nuestra sociedad, y que posibilitó no sólo restituir la identidad a muchos de los niños que fueron secuestrados y arrebatados a sus padres, sino también cuestionar muchas de las prácticas institucionales que, al ser habituales y normalmente aplicadas a otra población, se encontraban naturalizadas y por tanto opacadas. A modo de epílogo me gustaría hacer una breve mención a dos casos de niñas apropiadas que, desde el año 2006 y 2008, son jóvenes que han recuperado su identidad y comenzado a reconstruir una historia diferente. Casos que, a más de 30 años de producidos estos siniestros hechos, posibilitan probar lo que se intuía y conocer la participación de otros actores que también contribuyeron a materializar la sustracción y apropiación. Las dos jóvenes nacieron durante el cautiverio de sus madres en la maternidad clandestina del Hospital Militar de Campo de Mayo; fueron entregadas en adopción por diferentes juzgados, y adoptadas legalmente por matrimonios que, en principio, desconocían su verdadero origen y que cumplimentaron los requisitos que les fueron oportunamente exigidos. Ambas fueron ingresadas en el circuito de instituciones destinado a la minoridad como “abandonadas”. Para ello, quien intervino fue el equipo de adopción del Movimiento Familiar Cristiano, aquel organismo privado que -como hemos visto en este trabajo- hacia fines de los años sesenta se encargaba de fomentar las prácticas adoptivas. “Respetable” organización, según la opinión de muchos magistrados de aquella época, que promovía la adopción de niños como un medio de socorrer a criaturas necesitadas y que, como relataban algunos de mis entrevistados, se encargaba de “presentar familias” que querían adoptar, “conseguir” niños para ser adoptados o incluso de hacer presión sobre mujeres pobres para que entregaran a sus 53. Clifford Geertz, Conocimiento local. hijos en adopción. Otro actor que también conformaba la peculiar traHecho y ley (Buenos Aires: Paidós, ma institucional en la que la apropiación intentó ser normalizada. 1994), 204. 54. Marshall Sahlins, Islas de historia (Barcelona: Gedisa, 1997), 142. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 146-171


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“Ciudadanos de un pueblo libre”: liberalismo popular y raza en el suroccidente de Colombia en el siglo XIX

“Ciudadanos de un pueblo libre”: liberalismo popular y raza en el

“Citizens of a Free People”: Popular Liberalism and Race in Nineteenth-

suroccidente de Colombia en el siglo XIX

Century Southwestern Colombia

Resumen

Abstract

Este artículo investiga cómo las clases populares,

This article explores how popular classes,

especialmente los afrocolombianos, crearon

especially Afro-Colombians, created an alliance

una alianza con el Partido Liberal en la región

with the Liberal Party in the Cauca region of

Cauca de Colombia, durante el siglo XIX. Los

Colombia during the mid-nineteenth century.

afrocaucanos negociaron con los dirigentes de

Afro-Caucanos negotiated with elite leaders of

la élite de Partido Liberal, intercambiando sus

the party, trading their votes and service as

votaciones y su servicio como soldados en las

soldiers in the civil wars of the era for a variety

guerras civiles de la época por una variedad

of social, economic and political gains, including

de beneficios sociales, económicos y políticos,

the abolition of slavery, access to commons,

incluyendo la abolición de la esclavitud, acceso

the reduction of aguardiente monopolies, and

a los ejidos, la reducción de los monopolios de

obtaining the status of citizens. Afro-Caucanos

aguardiente y la obtención de la ciudadanía.

also redefined citizenship, imagining a popular

Los afrocaucanos redefinieron el sentido de la

liberalism in distinct ways from the conceptions

ciudadanía también, imaginando una visión de

of Liberal elites, investing it with more powerful

liberalismo popular con más énfasis en nociones

notions of liberty and equality. In the 1870s, the

potentes de libertad y igualdad, distinto de las

alliance began to fracture as elite Liberals refused

concepciones de las élites Liberales. En los años

to break the hacienda system and grant land

setenta, sin embargo, la alianza se empezó a

rights to their popular supporters.

romper cuando la élite Liberal rechazó cambiar el sistema de haciendas y se negó a conceder derechos de tierra a sus partidarios populares

Palabras

James E. Sanders

Key Words

c l av e

Ciudadanía, liberalismo popular, raza, esclavitud,

Citizenship, Popular Liberalism, Race, Slavery, Afro-

afro-colombianos, nación, guerras civiles, Colombia.

Colombians, Nation, Civil Wars, Colombia.

Licenciado en Historia y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Florida, Doctorado en Historia de la Universidad de Pittsburg, Estados Unidos. Desde 2003 se encuentra vinculado al Departamento de Historia de Utah State University, Logan, Estados Unidos. Sus intereses investigativos se centran en la política popular decimonónica y las interacciones entre América Latina y el mundo atlántico. Su primer libro Contentious Republicans: Popular Politics, Race and Class in Nineteenth-Century Colombia fue publicado por Duke University Press en 2004. En 2005 ganó el premio James A. Robertson del Conference on Latin American History (dado cada año al mejor artículo publicado en el Hispanic American Historical Review) por “Citizens of a Free People: Popular Liberalism and Race in Nineteenth-Century Southwestern Colombia”. Su proyecto actual consiste en las visiones de modernidad y republicanismo en Colombia y México durante el siglo XIX. Un ensayo preliminar surgido de este proyecto fue publicado recientemente: “Atlantic Republicanism in Nineteenth-Century Colombia: Spanish America’s Challenge to the Contours of Atlantic History”, Journal of World History 20 (March 2009): 131-150. james.sanders@usu.edu

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“Ciudadanos de un pueblo libre”: liberalismo popular y raza en el suroccidente de Colombia en el siglo XIX ❧ “Todos los que pertenecen al partido liberal en el Cauca son gente del pueblo bajo (como generalmente se dice) i negros”, aseveraba en 1859 una carta escrita por Juan Aparicio, un político local que había tomado la nada envidiable responsabilidad de reclutar a esas mismas clases bajas para que apoyaran al nuevo Partido Nacional del poderoso caudillo Tomás Cipriano de Mosquera. Aparicio intentaba explicar el fracaso en su cometido arguyendo que “esta clase de jente no da oido a ninguno que no sea de los de su partido”1. ¿Cómo un partido -controlado a nivel nacional por hombres blancos ricos- había llegado a asociarse con negros y pobres en la región caucana de la Colombia suroccidental? O, más precisamente, ¿cómo los afrocolombianos y otras gentes “bajas” llegaron a transformar en “su partido” organizaciones políticas de la élite? En el Cauca los afrocolombianos regateaban y negociaban activamente, hasta el punto de identificarse con el Partido Liberal como vehículo a través del cual incorporarse a la vida pública y política e incrementar su condición social y material. Tal alianza subsistió llanamente por tres décadas, desde los finales de la década de 1840 hasta las postrimerías de la década de 1870. Durante este período, tanto los liberales populares como los líderes del Partido continuamente negociaron los medios y los términos de esa asociación. Esta negociación germinó de y se centró en el tema de la institución de la esclavitud, pero pronto incluyó cuestiones de tierra, derechos y ciudadanía. Muchas de las transformaciones políticas y las guerras civiles del período dependieron de las dinámicas sociales generadas por el alistamiento de los negros en el liberalismo popular, un fenómeno que

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❧ Este artículo fue traducido del inglés por Gonzalo Buenahora Durán, profesor del Departamento de Historia de la Universidad del Cauca en BogotáColombia. Su título original es ““Citizens of a Free People”: Popular Liberalism and Race in NineteenthCentury Southwestern Colombia” y fue previamente publicado en inglés, en la revista Hispanic American Historical Review 84 (May 2004): 277-313. El artículo surgió de una investigación mayor sobre la política popular decimonónica en Colombia que se puede encontrar en mi libro Contentious Republicans: Popular Politics, Race and Class in NineteenthCentury Colombia (Durham: Duke University Press, 2004). El proyecto recibió financiación por una beca Mellon de la Universidad de Pittsburgh. El autor desea agradecer a las siguientes personas: Michael Jiménez, George Reid Andrews, Alejandro de la Fuente, Aims McGuinness, Marixa Lasso, Nancy Appelbaum, Jennifer Duncan, K.C. Johnson, Carlos Alberto Toro, Martha Lux, Claudia Leal, a los lectores anónimos del HAHR y al curso de primavera sobre Movimientos Sociales en América Latina. 1. Juan N. Aparicio a Tomás C. de Mosquera, Buga, 3 Abril de 1859, Archivo Central del Cauca, Popayán (en adelante ACC), Sala Mosquera (en adelante SM), doc. 36.015. No he corregido la ortografía del siglo XIX en cuanto a títulos y nombres. En razón de que hoy día lo que conocemos como Colombia en el siglo XIX tenía varios significados, por simple seguridad uso el mismo toponímico, salvo cuando va entre comillas.


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democratizaría significativamente el republicanismo colombiano. Eventualmente, los destinos de los afrocolombianos y del Partido liberal llegarían a estar tan estrechamente entrelazados que, especialmente para los conservadores, liberalismo y negritud se tornan sinónimos. La historia de los afrocaucanos discurrió en un ambiente tanto postcolonial como en uno de post-emancipación, a medida que los esfuerzos iban obteniendo frutos. Con un énfasis tal vez mayor que el revelado por el trabajo pionero de Rebeca Scott para Cuba, en Colombia los esclavos y las comunidades manumitidas jugaron un importante papel en el proceso de la abolición2. Este enorme esfuerzo está intrincadamente ligado al ideal afrocolombiano de obtener plena ciudadanía por medio del liberalismo popular3. Muy temprano en el siglo, los descendientes de africanos lograron, por momentos de una manera marcadamente total, apropiarse del ideario liberal. Ada Ferrer subraya la particularidad de ejércitos multirraciales en las guerras de Independencia cubana, pues ejércitos similares surgieron en Colombia casi medio siglo antes y, aunque aquí no alcanzaron la integración de los de la isla, sí jugaron un papel igualmente importante en el desarrollo nacional de Colombia4. Durante los siglos XVIII y XIX, al lado de muchos de sus compatriotas embarcados en luchas similares a través del continente, los afrocolombianos hicieron parte de un movimiento pan-atlántico, que interpretó a su manera el liberalismo y el republicanismo5. El liberalismo, el republicanismo y la democracia no fueron creados solamente en 2. Rebecca Scott, Slave Emancipation in Cuba: The Transition to Free Labour, los salones y las casas de gobierno de Londres, París o Filadelfia; 1860-1899 (Princeton: Princeton también salieron a la luz en las calles y los alrededores rurales de University Press, 1985). Cap François, la Habana y Cali. 3. Últimamente el liberalismo popular de La alianza que se desarrolló entre las élites liberales caucanas comunidades indígenas y mestizas ha sido objeto de estudios significativos; y los liberales subalternos exhibió tres dimensiones: primero, menos atención se ha prestado al de era una negociación sobre las estructuras sociales, políticas y negros y mulatos. Véase especialmente Florencia E. Mallon, Peasent and Nation: económicas de la región; segundo, era un soporte tanto militar The Making of Post-Colonial Mexico como político que hacía que el Partido Liberal fuera imbatible en and Peru (Berkeley: University of California Press, 1995); y Gilbert Joseph elecciones y en guerras civiles, cuando no estaba internameny Daniel Nugent, eds., Everyday Forms te dividido; y tercero, era la confluencia del concepto liberal de of State Formation: Revolution and the Negotiation of Rule in Modern Mexico ciudadanía con la apropiación de tal identidad por parte de los (Durham: Duke University Press, 1994). afrocolombianos. Aunque un recuento pormenorizado de esta 4. Ada Ferrer, Insurgent Cuba: Race, historia comenzaría con las guerras de Independencia, la asociaNation, and Revolution, 1868-1898 ción de los afrocaucanos y el liberalismo se cristalizó hacia 1850 (ChapelHill: University of North Carolina Press, 1999), 3. con la emergencia del Partido Liberal y la lucha final en contra de la persistente mancha de la esclavitud. 5. Para los afrolatinoamericanos, véase George Reid Andrews, Afro-Latin America 1800-2000 (New York: Oxford University Press. En prensa).

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1. F ormas cotidianas de formación de partido Durante los turbulentos años de 1850 y 1851, los afrocolombianos de Cartago (una ciudad en el norte del Cauca) se reunieron en la Sociedad Democrática local -un club político liberal novedoso- a esperar el correo de la capital, anticipando la noticia de que la esclavitud había sido abolida6. En el verano de 1851, dos años después de la posesión del presidente liberal José Hilario López, el Partido Liberal parecía preparado para satisfacer sus promesas y poner fin a la propiedad sobre seres humanos en Colombia. Los cartagueños, una mezcla de esclavos y hombres libres, esperaban comprobar si las palabras que circulaban continuamente desde la victoria liberal -libertad, igualdad, república, democracia- adquirirían algún significado para ellos. El Cauca estaba hace largo tiempo bajo control conservador y grandes haciendas dominaban el paisaje del valle y las zonas altas meridionales, interrumpidas en el Sur solamente por los resguardos indígenas (posesiones comunales protegidas), y las todavía no ocupadas montañas del Quindío en el Norte7. Los afrocolombianos habitaban a lo largo de la costa pacífica, donde la minería del oro todavía era importante, y en el valle central donde trabajaban en haciendas y minas. A comienzos de 1850, un geógrafo local estimaba que los negros y los mulatos constituían el 60.4 por ciento de la población, mientras que en 1851 el censo reportó el 34.8 por ciento8. Un observador extranjero afirmaba que en el Cauca había 5/6 de negros o mulatos9. Aunque hoy se piensa que los descendientes de africanos se concentraban y concentran en la región costera, el Valle del Cauca también era un espacio esclavista y contenía un buen número de negros libres y de mulatos10. Hacia 1850-51 había 10.621 esclavos con cerca de 7.614 hijos (que aunque nominalmente eran libres debían servir a los amos de sus padres hasta la edad de 18 años, y con posterioridad trabajar hasta la edad de 25 por una paga miserable)11. En realidad el Cauca, donde se había concentrado la mayor cantidad de mano de obra esclava, permanecía siendo el centro de la esclavitud en Colombia12. Los hacendados conservadores no sólo poseían la mayor parte 6. Ariete, Cali, 3 de agosto de 1850. de los esclavos de la región, sino que también controlaban grandes 7. Germán Colmenares, Cali: Terratenientes, mineros y comerciantes, siglo XVIII (Bogotá: Tercer Mundo, 1997); Germán

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Colmenares, Historia económica y social de Colombia, vol. 2, Popayán, una sociedad esclavista, 1680-1800 (Bogotá: Tercer Mundo, 1997); José Escorcia, Sociedad y economía en el Valle del Cauca, vol. 3, Desarrollo político, social y económico, 1800-1854 (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1983); y Alonso Valencia Llano, Estado soberano del Cauca: Federalismo y regeneración (Bogotá: Banco de la República, 1988). 8. Sobre el geógrafo local, véase T. C. Mosquera, Memoria sobre la geografía, física y política de la Nueva Granada (New York: Imprenta de S. W. Benedict, 1852), 96; para el censo de 1851, véase Frank Safford y Marco Palacios, Colombia: Fragmented Land, Divided Society (New York: Oxford University Press, 2002), 261. 9. James M. Eder al Secretario de Estado William H. Seward, Buenaventura, 24 de octubre de 1868, en Dispatches from United States Consuls in Buenaventura, Colombia: 1867-1885 (Washington, D.C.: National Archives, 1948). 10. Jaime Jaramillo Uribe, “Esclavos y señores en la sociedad colombiana del siglo XVIII,” en Ensayos sobre historia social colombiana (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1968), 10-13; y Peter Wade, Blackness and Race Mixture: The Dynamics of Racial Identity in Colombia (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1993). 11. Miguel Urrutia M. y Mario Arrubla, eds., Compendio de estadísticas históricas de Colombia (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1970), cuadro 8; para en caso de los niños, véase Archivo General de la Nación, Bogotá (en adelante AGN), Sección República (en adelante SR), Fondo Manumisión, tomo 1, pp. 342, 354, 431, 437; AGN, SR, Fondo Gobernaciones varias (en adelante FGV), tomo 216, pp. 494-500. 12. Jorge Castellanos, La abolición de la esclavitud en Popayán, 1832-1852 (Cali: Universidad del Valle, 1980), 86.


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La Región del Cauca

posesiones de tierra y el comercio. La mayoría de los terrenos arables estaban contenidos en grandes haciendas y el resto era cultivado por pequeños propietarios mestizos. Así, los esclavos y hombres manumitidos tenían poco acceso a la tierra, con excepción de aquella de carácter comunal (ejidos) alrededor de ciudades como Cali13. Para completar su dominación, la clase hacendada había asegurado el monopolio del aguardiente y el tabaco eliminando así fuentes de ingreso externas, tanto a aparceros como a arrendatarios. Si bien los afrocolombianos encaraban muchos problemas, y aunque la mayoría de ellos no eran esclavos, la destrucción del sistema esclavista definió las metas, las acciones y el discurso del liberalismo popular. Aunque a partir de la Independencia la esclavitud había entrado en declive debido a la manumisión de mu13. Comisión Corográfica, “Descripcion chos esclavos que habían combatido en la guerra, a la prohibición de de la provincia de la Buenaventura,” la trata por parte del nuevo Estado y a la ley de libertad de vientres [al comienzo de la década de 1850], Biblioteca Nacional, Bogotá, Fondo de 1821, la institución esclavista todavía era importante económica Manuscritos (en adelante BN, FM), y socialmente. Los afrocolombianos, tanto esclavos como libres, halibro 397, pp. 11, 16; J. N. Núñez Conto a José H. López, Cali, 26 bían luchado desde los tiempos coloniales por destruir la esclavitud de enero de 1850, AGN, Sección y asegurarse alguna independencia política y económica, con escaso Academia Colombiana de Historia (en adelante SACH), Fondo José Hilario López (en adelante FJHL), caja 2, carpeta 1, p. 70.

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éxito14. Durante la guerra de los Supremos (1839-42), José María Obando (que durante la mayor parte de la guerra de Independencia había sido realista y luego se convertiría en caudillo liberal) ofreció la libertad a los esclavos a cambio de participar en sus huestes15. Obando fue derrotado y los conservadores volvieron a obtener el control del Cauca, pero el entusiasmo de algunos negros y mulatos en retar las tradicionales relaciones de poder no sería olvidado. A finales de la década de 1840 la élite y los sectores medios del liberalismo se concientizaron de los 14. Para las luchas inmediatamente después de las guerras de deseos y ansiedades de sus vecinos afrocolombianos. Los liberales del Independencia, véase Francisco Cauca estaban desesperados por encontrar aliados en su lucha contra Zuluaga, Guerrilla y sociedad en el Patía: Una relación entre clientelismo los conservadores, que tradicionalmente habían dominado la ecopolítico y la insurgencia social (Cali: nomía y la política de la región (y eran los más grandes esclavistas). Universidad del Valle, 1993); Marixa Lasso, “Race and Republicanism in Aunque los liberales contaban con el apoyo de varias familias podethe Age of Revolution, Cartagena, rosas, la mayor parte de sus efectivos se limitaba a algunos clérigos, 1795-1831” (Ph. D. diss., University of Florida, 2002); y Aline Helg, “The tenderos, oficinistas, abogados y pequeños propietarios16. Aunque Limits of Equality: Free People liberales y conservadores compartían la misma agenda económica of Colour and Slaves during the First Independence of Cartagena, (salvo en lo concerniente a la esclavitud y los monopolios), se diferenColombia, 1810-15”, Slavery and ciaban marcadamente en cuanto al papel de la Iglesia y el concepto de Abolition 20 (Aug. 1999): 1-30. ciudadanía17. En pleno ejercicio del poder por parte de los conserva15. Véase José Escorcia, Sociedad y dores, los liberales habían comenzado a reclutar aliados subalternos Economía, 82-84; Jorge Castellanos, La abolición, 62; Rebecca Earle, “The War para mejorar su precaria situación, con un ojo en el juego político y of the Supremes: Border Conflict, otro en el campo de batalla. De esta manera, cuando Manuel María Religious Crusade, or Simply Politics by Other Means?” en Rumours of Alaix, un sacerdote afiliado al Partido Liberal, urgía al presidente Wars: Civil Conflict in NineteenthLópez a abolir la esclavitud, no alegaba razones humanitarias o ecoCentury Latin America, ed. Rebecca Earle (London: Institute of Latin nómicas sino políticas. “Los esclavos que salen de las cadenas traen a American Studies, 2000), 119-34; la sociedad la gratitud por el gobierno que les ha arrancado del yugo. y Fernán E. González, Para leer la política: Ensayos de historia política La completa extinción de la esclavitud es la obra magna a que debecolombiana (Bogotá: Cinep, 1997), mos consagrar todos nuestros esfuerzos: 27.000 hombres que pasan a 2:83-161. ser ciudadanos algo pesan en la balanza eleccionaria”18. 16. José Escorcia, Sociedad y economía, Los liberales buscaron movilizar la plebe de la región mediante 111-16; y J. León Helguera, “Antecedentes sociales de la tres mecanismos generales: las ceremonias públicas (sobre todo de revolución de 1851 en el sur de manumisión), la Guardia Nacional y las Sociedades Democráticas. Colombia (1848-1849)”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Durante el período colonial, la Iglesia, que ahora era aliada con los Cultura 5 (1970): 61. conservadores, era la que organizaba los eventos oficiales más im17. Marco Palacios, El café en Colombia, portantes; los liberales se propusieron abrir los espacios públicos 1850-1970: Una historia económica, y volcar el poder de tales ceremonias en su favor. Para conmemosocial y política, 2nd ed. (Mexico City: El Colegio de México, 1983), 29. rar un año de la victoria de José Hilario López, la élite liberal del Cauca organizó grandes festividades que incluyeron saludos de 18. M. M. Alaix a José Hilario López, Popayán, 26 de noviembre de 1850, AGN, SACH, FJHL, caja 4, carpeta 19, p. 1683.

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artillería, música, paradas, ceremonias religiosas y discursos. Los plebeyos participaron, especialmente si hacían parte de la Guardia Nacional. Así, las celebraciones liberales ofrecieron a los subalternos la oportunidad 19. José Joaquín Carvajal a José Hilario de jugar un papel muy activo en la vida social de la ciudad. Los liLópez, Buga, 17 de marzo de 1850, berales sacaron ventaja de la situación, y el eje de tales ceremonias AGN, SACH, FJHL, caja 2, carpeta 3, p. 212; véase también Annick no dejaba dudas acerca de la parte de su programa que concernía al Lempérière, “¿Nación moderna o pueblo raso. En Cali y Buga los festivales liberales concluyeron con república barroca? México, 18231857”, en Imaginar la nación, ed. ceremonias de manumisión en las que esclavistas de ese partido François-Xavier Guerra y Mónica presumiblemente otorgaron la libertad a sus esclavos19. Quijada (Münster: Lit, 1994); y Margarita R. Pacheco G., La fiesta Aunque los afrocolombianos no estaban particularmente impreliberal en Cali (Cali: Ediciones sionados por la liberación de uno o dos esclavos mientras la mayoría Universidad del Valle, 1992), 10611. Para una descripción de otra continuaba estando sometida, tales ceremonias sí comenzaron a reforceremonia pública, véase Ramón zar en las mentes la asociación entre emancipación y Partido Liberal. Mercado, “Programa para el recibimiento del Benemérito Jeneral A medida que las Juntas de Manumisión (las instituciones que superviLopez en esta Ciudad á su llegada á ella saban el proceso) recibían más recursos, más esclavos liberaban y lo y al paso del Cauca” [1851], Archivo Histórico Municipal de Cali, Archivo hacían frecuentemente en grandes actos públicos para asegurarse que del Concejo Municipal (en adelante los afrocolombianos supieran quién era el responsable de su liberación. AHMC), tomo 114, p. 743. Uno de tales espectáculos comenzó en Cali con elocuentes discursos 20. Ramón Mercado, Narciso Riascos, en la respectiva Sociedad Democrática, y terminó en la plaza central Manuel Antonio Vernaza et al., “Programa Solemnidad del 2 de de la ciudad con la ceremonia de liberación de 46 esclavos. Después de febrero de 1851 por la manumisión la música y las salvas de cañón, tres esclavos previamente escogidos, de 46 esclavos,”AHMC, tomo 114, p. 478. Las Juntas existían desde 1820, portando un llamativo estandarte con las palabras Libertad, Igualdad pero liberaron a muy pocos esclavos y Fraternidad, se acercaron a la mesa de la Junta de Manumisión que durante las siguientes décadas. Harold A. Bierck Jr., “The Struggle los presentó con sus respectivos certificados de libertad. Cuando cada for Abolition in Gran Colombia”, esclavo abandonó la mesa, fue engalanado con un ramo de flores sobre Hispanic American Historical Review 33 (Aug. 1953): 377, 379-85. Marixa su cabeza por parte de mujeres liberales presentes . Una ceremonia siLasso anota que en la década de 1820 milar tuvo lugar en Popayán el 20 de octubre de 1850 con la liberación las ceremonias de manumisión eran planeadas para inculcar algún sentido de 32 esclavos. Después del acto, los libertos, tomados por los brazos de ciudadanía; yo arguyo que hacia con los activistas del partido, marcharon gritando vivas al gobierno, 1850 los liberales esperaban fomentar un sentido de ciudadanía, así como mientras los conservadores desde los balcones observaban con desuno de fidelidad al partido. Marixa dén21. Popayán, centro de una antigua aristocracia minera colonial y Lasso, “The Harmony of War: Official Discourses, Race War Rumors, and fortín del conservatismo y de la Iglesia, era considerada una de las Grievances” (ponencia presentada ciudades más tradicionales de Colombia. Ahora, en este bastión del en la Reunión Anual de la Asociación Americana de Historia, Chicago, 2003). poder levantado con el lucro de minas trabajadas por esclavos, blancos marchaban por sus calles codo a codo con los negros. 21. Manuel José Castrillón a José Hilario López, Popayán, 22 de octubre de Los liberales también utilizaron la Guardia Nacional para di1850, AGN, SACH, FJHL, caja 4, carpeta fundir su programa. En palabras del gobernador liberal Ramón 16, p. 1391; Manuel José Castrillón al Secretario de Asuntos Extranjeros, Popayán, 30 de octubre de 1850, AGN, SR, Fondo Manumisión, tomo 1, p. 434.

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Mercado, sus efectivos no solamente recibían entrenamiento militar sino “ejercicios doctrinales”22. Muchos afroamericanos aprovecharon la oportunidad para obtener una pequeña porción de poder (los guardias frecuentemente podían conservar sus armas. Después de la abolición, los conservadores acusaron a los liberales de alistar en la milicia “indistintamente” a todos los hombres liberados23. La Guardia Nacional era doblemente importante para los liberales en sus intenciones de movilización: primero, era un conducto de educación política, pero más importante aún, se trataba de un medio para organizar a sus adherentes en el caso eventual de que la política se extendiera a la lucha armada. La Guardia Nacional también estaba ligada a los grupos liberales más activos. Más aún, en Cali, para ser aceptado en la Sociedad Democrática se debía ser miembro de la guardia. Las Sociedades Democráticas proveyeron el espacio social donde la élite liberal y los liberales populares comenzaron a con22. Ramón Mercado, Memorias sobre los formar su alianza y a compartir el mismo discurso. Estos clubes acontecimientos del sur, especialmente surgieron en las elecciones de 1848, cuando los liberales adoptaron en la provincia de Buenaventura, durante la administración del 7 de un estilo de campaña más enérgico. Los adherentes del candidato Marzo de 1849 (Cali: Centro de liberal José Hilario López hablaban libremente de lo que el manEstudios Históricos y Sociales “Santiago de Cali,” 1996 [1853]), datario debería hacer mientras estuviera en el cargo: tareas de xliii. Los conservadores criticaron tipo general como la libertad y la igualdad, y de tipo específico acremente a Mercado por politizar la guardia. El Hombre (Cali), 10 de como el libre acceso a los ejidos. Un observador señalaba que los julio de 1852. partidarios de López afirmaban que su candidato rompería “las 23. Ramón M. Orejuela a Tomás C. de cadenas con las que la oligarquía tiene oprimido el pueblo”24. Tal Mosquera, Hacienda Rosalía, 3 de retórica podía ser interpretada por muchos de varias maneras, febrero de 1853, ACC, SM, doc. 28. 960. pero lo cierto es que ese lenguaje interesaba particularmente a los esclavos. Para las elecciones de 1848 en Cali se fundó una so24. Manuel Joaquín Bosch, Reseña histórica de los principales ciedad para trabajar por la victoria de López. Con posterioridad, acontecimientos políticos de la ciudad los jóvenes liberales ampliaron sus propósitos con la perspectiva de Cali, desde el año de 1848 hasta el de 1855 inclusive (Cali: Centro de crear una nueva sociedad a partir del pasado colonial que la de Estudios Históricos y Sociales Independencia no había logrado superar. Para construir esa nue“Santiago de Cali,” 1996 [1856]), 14. va Colombia, había primero que formar nuevos ciudadanos con el 25. Los liberales intentaban crear una fin de romper las trabas que siglos de represión colonial habían nueva cultura política, tal como está descrito por Lynn Hunt para impuesto en las mentes de los miembros de las clases bajas. Se la Francia revolucionaria; Lynn enseñaría a los pobres de Cali el programa del partido: se hablaría Hunt, Politics, Culture, and Class in the French Revolution (Berkeley: de liberalismo, de republicanismo y de democracia. De las masas University of California Press, modelarían ciudadanos25. 1984). Véase también Eduardo Posada-Carbó, “New Granada Los liberales de Cali bautizaron el club como La Sociedad and the European Revolutions of Democrática de Cali (a partir de un club similar fundado por 1848”, en The European Revolutions

of 1848 and the Americas, ed. Guy P. C. Thomson (London: Institute of Latin American Studies, 2002), 217-40.

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26. Esta es una distinción importante, porque a diferencia de las de Bogotá (más estudiadas), la sociedad de Cali no estaba conformada sólo por artesanos, como lo demuestra su tamaño. Por momentos contó con más de mil miembros; Cali no contaba con tantos artesanos. A comienzos de la década de 1850, el cantón de Cali tenía solamente 19,277 personas de las cuales sólo 1.160 estaban en capacidad de “portar armas”. Comisión Corográfica, “Descripcion de la provincia de la Buenaventura,” [comienzos de los 1850s], BN, FM, tomo 397, p. 16. Para números de la Sociedad Democrática, véase El Sentimiento Democrático (Cali), 29 de noviembre y 6 de diciembre de 1849. Para los clubes bogotanos, véase David Sowell, The Early Colombian Labor Movement: Artisans and Politics in Bogotá, 1832-1919 (Philadelphia: Temple University Press, 1992); y Francisco Gutiérrez Sanín, Curso y discurso del movimiento plebeyo, 1849-1854 (Bogotá: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales; El Ancora, 1995). 27. Ramón Mercado, Memorias, xxxi. Los conservadores coincidían con Mercado cuando describían a los miembros de la Sociedad Democrática como parte de “la clase más abyecta, ignorante y miserable de la población”. Ariete, 23 de marzo de 1850. 28. Julio Arboleda, “El Misóforo, Número Noveno-Popayán 27 de noviembre de 1850”, en Prosa de Julio Arboleda: Jurídica, política, heterodoxa y literaria (Bogotá: Banco de la República, 1984), 347348; Ariete, 3 de agosto de 1850. 29. Manuel José González a Mariano Ospina, Cali, 21 de diciembre de 1859, BN, FM, tomo 210, p. 127. 30. El Sentimiento Democrático, 31 de mayo de 1849. 31. El Sentimiento Democrático, 3 de mayo, 14 y 21 de junio de 1849.

artesanos en Bogotá) y abrieron sus puertas de par en par, invitando a todo el mundo, con lo cual se referían a los hombres. Tal vez para sorpresa de los liberales, y ciertamente para sorpresa de los observadores externos, los plebeyos decidieron asistir. Sin embargo, a diferencia de Bogotá, no lo hicieron sólo los artesanos, sino las clases “bajas” en general y trabajadores de las haciendas cercanas26. Ramón Mercado (gobernador de la provincia y orador fogoso) afirmaba que el Partido Liberal estaba “compuesto casi exclusivamente de las masas desdeñadas”27. Los conservadores se deleitaban subrayando que tanto el Partido Liberal como el club respectivo estaban, si no compuestos en su mayor parte por negros y mulatos, sí contaban con muchos de ellos en sus filas28. Años después, otro conservador afirmaba que “[…] los negros […] son los que forman las democráticas de Buga, Palmira i Cali”29. Los liberales comenzaron un programa de educación política para los miembros de la Sociedad. Los oradores exponían los problemas del día y los que sabían leían los diarios en voz alta30. Todas las semanas, liberales de élite orientaban cursos sobre el significado de la Constitución, la naturaleza de la Democracia, las leyes electorales y los derechos y deberes de los ciudadanos31. Pronto los sectores medios y bajos del partido comenzaron a alzar sus voces, dando a conocer los intereses populares32. Aunque la Sociedad Democrática de Cali era la más activa y poderosa de la región, los liberales 32. Manuel Joaquín Bosch, Reseña histórica, 27, 48-51; M. E. Pedrosa, comenzaron a crear asociaciones Alcance a la reseña histórica (Cali: por todo el Cauca, especialmenImprenta de Velasco, 1857), 5. te en el Valle. Hacia 1851 habían 33. Ramón Martínez L. a José Hilario fundado sociedades en Buga, López, Buga, 24 de febrero de 1850, AGN, SACH, FJHL, caja 2, Candelaria, Cartago (con más de carpeta 3, p. 189; Carlos Gómez al 350 miembros), Cerrito, Florida, Secretario de Gobierno (Nacional), Buga, 15 de abril de. 1851, AGN, Guacarí, Palmira, Roldanillo, San SR, FGV, tomo 216, p. 481; Manuel Pedro (con más de 160 afiliados) Tor[rente] (roto) a José Hilario López, Cartago, 27 de marzo de y Toro33. Florida, Guacarí y San 1857, AGN, SACH, FJHL, caja 5, Pedro eran pequeños poblados carpeta 6, p. 419; Carlos Gómez al Secretario de Gobierno (Nacional), que concentraban más de tres Buga, 19 de abril de. 1851, AGN, mil personas, demostrando que SR, FGV, tomo 216, p. 489; Carlos Gómez al Secretario de Gobierno (Nacional), Buga, 20 de abril de 1851, AGN, SR, FGV, tomo 216,

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los liberales no solamente buscaban alianza con los sectores urbanos pobres34. En las zonas montañosas meridionales se reunían sociedades democráticas en Popayán, Puracé y Pasto35. Las Sociedades Democráticas proporcionaron a las élites liberales y a los plebeyos un espacio público donde construir y compartir un discurso común, surgido de las ideas populares y de élite sobre republicanismo, democracia y derechos. Los afrocolombianos habían obtenido beneficios durante la guerra de Independencia y los subsecuentes conflictos civiles, pero la intransigencia conservadora les había impedido obtener un lugar en la vida pública y política. Las Sociedades Democráticas unieron, bajo un lenguaje republicano común, a los afrocolombianos desesperados por un cambio y a los liberales en busca de p. 491; La Sociedad Democrática (160 firmas) al Presidente de la aliados. Sin embargo, estos desarrollos discursivos e imaginativos República, San Pedro, 21 de marzo sólo proveían un terreno base sobre el cual los liberales de élite y de 1852, Archivo del Congreso, Bogotá (en adelante AC), 1852, los liberales populares negociaron su alianza. La causa principal del Cámara, Proyectos de Ley Negados éxito de los liberales de élite fue su firme voluntad de llegar a un I, p. 47; y La Sociedad Democrática de Roldanillo al Presidente de acuerdo con sus aliados populares. Muchos de los intereses de los la República, Roldanillo, 30 de liberales de élite -abolir la esclavitud, liberar de monopolios la indiciembre de 1853, AC, 1854, Cámara, Informes de Comisiones dustria, suprimir las viejas formas de deferencia social–- coincidían V, p. 68. con aquellos de los pobres del valle. En las reuniones de la Sociedad, 34. Los poblados eran son aun más los liberales explicaban lo que su administración lograría en caso pequeños, pero por lo menos de llegar al poder, y escuchaban los argumentos de los miembros. tres mil personas habitaban en el casco y en las zonas circundantes. El gobernador Mercado escribía al presidente acerca del progreso Felipe Pérez, Jeografía física i política que había tenido en el proceso de reforzamiento del Partido Liberal de los Estados Unidos de Colombia, vol. 1 (Bogotá: Imprenta de la Nación, y aseguraba que las masas aún estaban bajo control. Urgía al man1862), 381, 388. datario para que presionara en el Congreso la aprobación de varias 35. Manuel María Ayala, Presidente reformas clave, haciendo hincapié en la abolición, el aumento de de la Sociedad Democrática al la importancia y el tamaño de la Guardia Nacional, la terminación Gobernador de la Provincia, Popayán, 5 de marzo de 1850, de los monopolios estancos (especialmente los del aguardiente y el ACC, Archivo Muerto (en adelante tabaco), hacer la justicia más justa; “robustecerse el principio de AM), paquete 49, leg. 76; José María Balcázar, Presidente de la igualdad” y “procurar tierras e industrias a las clases pobres”36. Sociedad Liberal al Gobernador Mercado resumía el programa liberal para ganarse a las de la Provincia, Puracé, 3 de junio de 1851, ACC, AM, paquete 51, masas liberales del valle del Cauca, especialmente a los afrocoleg. 67; Vicente Cárdenas a Sergio lombianos: aguardiente, tierra, emancipación e igualdad social. Arboleda, Pasto, 1 de noviembre de 1850, ACC, Fondo Arboleda Subsecuentemente, los gobiernos nacional y provincial comenza(en adelante FA), sig. 1505. En ron a generar leyes concernientes a la esclavitud, los monopolios, Popayán los artesanos fundaron su propia sociedad liberal. las exacciones y el papel de los pobres en la sociedad y la política en general. Las Sociedades Democráticas no sólo discutían estos 36. Ramón Mercado a José Hilario López, Cali, 25 de enero de 1851, AGN, SACH, FJHL, caja 5, carpeta 2, p. 142.

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problemas, sino que también actuaban para forzar el cambio político. Desde los tiempos de su creación la Sociedad Democrática de Cali discutió ardientemente la cuestión de la vigencia del estanco de aguardiente, que no sólo prohibía a los pobres producir licor, sino que además imponía un impuesto por tal privilegio37. Muchos de los habitantes del valle, en especial mujeres pobres, se habían embarcado en la producción y venta en pequeña escala de aguardiente; la producción de licor era una fuerte entrada económica para los 37. Ramón Bermudes a 13 asociados de Senadores o Representantes afrocolombianos sin tierra38. Quinientos miembros de la Sociedad (nacionales), Cali, 15 de abril de firmaron una petición exigiendo la supresión del sistema de estan1853, AC, 1853, Senado, Informes de Comisiones VI, p. 169. co. Agregaban que el monopolio afectaba no solamente “la parte pobre de la nación”, sino que los métodos utilizados para hacerlo 38. La Sociedad se quejó en particular acerca de que el monopolio sobre el cumplir -agentes que penetraban en las casas de las mujeres pobres aguardiente afectaba negativamente en busca de alambiques clandestinos- violaban sus “más sagrados a “nuestras mujeres”; El Sentimiento Democrático, 12 de Julio de 1849. derechos”. Los signatarios sugerían que los nuevos impuestos se debían aplicar a los “ciudadanos en proporción a su fortuna”39. La 39. Residentes de Cali (más de 500 nombres) al Presidente y Miembros Sociedad también exigía la ciudadanía plena para sus miembros (a de la Legislatura Provincial, Cali, cuya mayoría, analfabeta y sin tierra, la Constitución de 1843 no 17 de septiembre de 1849, en El Sentimiento Democrático, 27 de los consideraba ciudadanos) y presionó por el impuesto progresiseptiembre de 1849. En 1850 se vo. Si las peticiones no eran escuchadas, los plebeyos resistían al suscribió una petición similar; Sociedad Democrática de Cali (más monopolio atacando con violencia los almacenes o boicoteando de 165 nombres) a los Ciudadanos las tiendas que contaban con licencia40. Obligadas por la agitación Senadores y Representantes (nacionales), Cali, 9 de febrero de popular, muchas de las provincias costeras y del propio valle co1850, AC, 1850, Senado, Peticiones menzaron a abolir el impuesto y el gobierno nacional respondió IX, p. 13. con la eliminación del odiado estanco del tabaco41. En ese orden 40. Bautista Feijoo, Jefe Político, al de ideas, los liberales también suprimieron muchos de los severos Gobernador de la Provincia, Caloto, 6 de mayo de 1849, ACC, AM, paquete estatutos concernientes a la “vagancia”, que habían forzado a los 47, leg. 84. libertos a trabajar para sus antiguos amos42. El deseo popular de 41. David Bushnell, The Making of Modern controlar sus propias producciones y tenencias coincidía con la Colombia: A Nation in Spite of Itself meta liberal de lograr la “libertad de industria”43. (Berkeley: University of California Press, 1993), 104-5; José Hilario López, Aunque estas cuestiones eran importantes, la de la tierra era toMensaje del Presidente de la Nueva davía más significativa para los subalternos pobres del Cauca. Su Granada al Congreso Constitucional de 1852 (Bogotá: Imprenta del Neoatención se centraba en los terrenos comunales (ejidos) de Cali que Granadino, 1852), 1. los hacendados habían comenzado a cercar alegando que eran de su 42. Ordenanzas espedidas por la Cámara propiedad. Aunque generalmente la Sociedad Democrática apoyaProvincial del Cauca en sus sesiones ba las intenciones de los subalternos, lo cierto era que el problema ordinarias de 1852 (n. p., n.d.), 12. de los ejidos iba muy despacio44. A pesar de los acuerdos al respecto, 43. El Sentimiento Democrático, 13 de debido a problemas técnicos, en 1852 todavía no se había logrado septiembre de 1849. 44. El Sentimiento Democrático, 30 de agosto de 1849. historia critica No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 172-203


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que la medición de los ejidos de Cali se completara45. Un oficial advertía que la ciudad debía hacer lo necesario para resolver “tan azarosa cuestión [sic], i evitar así que ella sea la manzana de la discordia que producirá en adelante inmensos males al lugar, que engendrará odios eternos”46. Los liberales eran conscientes del problema, pero su programa ideológico, basado en la libertad económica individual, poco tenía que decir al respecto. Más aún, algunos liberales (sobre todo a nivel nacional) consideraban los ejidos, así como los resguardos indígenas, formas premodernas de tenencia de la tierra, y en consecuencia buscaban eliminarlos47. Sin embargo, el asunto obsesionaba a los liberales populares y aparentemente era discutido en el interior de las Sociedades Democráticas. Un conservador observaba que había muchas habladurías entre “la plebe” sobre la “esperanza de apoderarse de las tierras de los actuales propietarios”48. El diario liberal El Sentimiento Popular sugería que todo acto que incrementara la desigualdad era injusto, pero que cualquier cosa que aspirara a “repartir con más equidad la herencia común entre todos los hombres es Divina”49. Tal lenguaje levantaba las esperanzas de los 45. “Dilegencia relacionada con liberales populares, pero los líderes del partido, aunque fuera uno de la convocatoria hecha por el sus objetivos, poco podían hacer para satisfacer los deseos subalterGobernador a algunos propietarios de terrenos, para arreglar el asunto nos. La tierra sería uno de los temas más polémicos entre liberales de ejidos,” Cali, 28 de marzo de 1852, de élite y liberales populares, llegando eventualmente forzar el romAHMC, tomo 119, p. 348 (la mayor parte de este documento es ilegible); pimiento. Sin embargo, todavía en 1850, a pesar de que el asunto Omar Díaz Aparicio, Los ejidos: Desde contradecía totalmente el postulado liberal de posesión individual Alfonso el Sabio en Castilla hasta nuestros días en Cali (Cali: Imprenta de la tierra, algunos liberales del valle apoyaban la existencia de los Departamental del Valle, 1992), 58; ejidos. Las inquietudes del pueblo los habían obligado a adaptar su Gustavo Espinosa Jaramillo, La saga de los ejidos: Crónica legal-siglos XIII pensamiento con el fin de satisfacer a los aliados. al XX (Cali: Universidad Santiago de Claro está que antes de 1852 la principal preocupación de los Cali, 1997), 232-36. afrocolombianos no era la tierra, sino la esclavitud. En 1851 y co46. Juan A. García a los miembros del mienzos de 1852, mientras la ley de abolición se tramitaba en el Cabildo, Cali, 4 de enero de 1852, AHMC, tomo 56, p. 278. Congreso, la esclavitud también fue el tópico que más preocupó a la élite liberal, ya que se trataba del meollo de su programa, tanto en 47. Luis Fernando López Garavito, Historia de la hacienda y el tesoro en el plano ideológico como en el de aseguramiento de la alianza con Colombia, 1821-1900 (Bogotá: Banco los afrocolombianos. La lentitud en el trámite de la ley de abolición, de la República, 1992), 98. sumada a la creciente militancia de las masas del valle, preocupaba 48. Vicente [Arboleda] a Tomás C. de tanto a liberales que habían tendido lazos de amistad con sus aliaMosquera, Popayán, 9 de enero de 1850, ACC, SM, doc. 27.357; también dos subalternos, como a aquellos a quienes simplemente afligía la véase El Sentimiento Democrático, 13, dura situación de los esclavos. Tales hombres, como el gobernador 30 de septiembre y 29 de noviembre de 1849; Juan Aparicio a Tomás C. de Mercado, se inquietaban además por su posición de interlocutores Mosquera, Buga, 20 de diciembre de con el pueblo. Habían hecho ciertas promesas y la gente al parecer 1852, ACC, SM, doc. 28. 643. 49. El Pensamiento Popular (Cali), 22 de julio de 1852. hist. crit. No. 38, Bogotá, mayo-agosto 2009, 248 pp. issn 0121-1617 pp 172-203


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estaba inclinada a asegurar que los liberales las cumpliesen. Tal vez más decisivo aún, muchos habitantes del valle habían tomado el asunto en sus manos, atacando con violencia las propiedades de los conservadores. Mercado y sus amigos necesitaban algo que convenciera a las masas que había progresos al respecto y que en ningún momento habían sido traicionados. Mercado era consciente de que los habitantes del valle sentían una ansiedad particular acerca de la abolición, pues ya hacía tres años que esperaban resultados del gobierno liberal50. Los liberales, en consecuencia, hicieron todo lo posible por mantener la fidelidad de los afrocolombianos. El popular José María Obando, el líder rebelde que durante la guerra de los Supremos había adquirido ciertas ideas antiesclavistas, habló en Buga durante la celebración en esa población del aniversario del ascenso de los liberales al poder. Un periódico conservador se burlaba de la bienvenida de la plebe, anotando que “a la entrada de la ciudad esperaba a Obando gran número de negros i de vagos y negros”. El diario informaba con desdén que “una negra asquerosa i despreciable que llama la Maravilla” lo había abrazado a su llegada, y más adelante insinuaba que esa noche Maravilla se había introducido en sus aposentos. Obando afirmó ante la asamblea que estaba trabajando y prometió que el Congreso finalmente aboliría la esclavitud51. El presidente López más o menos en marzo de 1851 urgió al Congreso a actuar, alegando que los esclavos han “apetecido la libertad tantas veces aspirada en la atmósfera republicana”52. El programa liberal era consciente y premeditado, y el plan de aliarse con las clases bajas no era simple un capricho de algunos radicales exaltados. Aunque los liberales aspiraban a unificar una porción sustancial de los pobres que los seguían, de manera arrogante consideraban a los indios demasiado bárbaros y religiosos como para una alianza, y muchos de los mestizos pobres mantenían 50. Ramón Mercado, Memorias, xxxi. relaciones de clientela con los conservadores53. Los afrocolombianos 51. El Clamor Nacional (Popayán), 22 de desdeñaban a los conservadores, ya que los más grandes esclavistas marzo de 1851. (ciertamente no todos) estaban afiliados a ese partido. Así, mientras 52. José Hilario López, “Mensaje del los conservadores atraían a muchos mestizos y blancos pobres, los Presidente de la Nueva Granada al afrocolombianos particularmente se adhirieron y abanderaron el liCongreso Constitucional de 1851,” Bogotá, 1 de marzo de 1851, AC, 1851, beralismo popular. Como lo revelaba el deseo de Alaix de cautivar Cámara, Memorias de los Secretarios 27.000 votantes fieles, los liberales pensaban que obtener el crédito del Despacho Ejecutivo IV, 97. de la supresión de la esclavitud aseguraría un buen número de adhe53. James Sanders, “Belonging to the rentes para las futuras luchas políticas o militares. Great Granadan Family: Partisan Struggle and the Construction of Los afrocolombianos no respondieron pasivamente a tales Indigenous Identity and Politics in ofrecimientos. Por el contrario, se apropiaron de las Sociedades Southwestern Colombia, 1849-1890,” en Race and Nation in Modern Latin Democráticas y presionaron a los liberales a proceder. La élite libeAmerica, ed. Nancy P. Appelbaum, ral tenía dificultades en controlar los espacios políticos que había Anne S. Macpherson y Karin Alejandra Rosemblatt (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2003), 56-86.

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creado. Sus aliados populares no estaban dispuestos a esperar los cambios legislativos y aprovechaban la situación para actuar por sus propios medios. No solamente obligaron a los liberales a promulgar la abolición de la esclavitud en el orden legal, sino que también desafiaron la subordinación política y social que debían a sus antiguos amos y apremiaron por la redistribución de tierras y el imperio de los derechos de ciudadanía. Los conservadores comentaban amargamente la falta de 54. J. A. Mallarino a Tomás C. de respeto que sus antiguos subordinados les demostraban y se quejaMosquera, Cali, 7 de diciembre de. 1850, ACC, SM, doc. 27. 613; ban de que los plebeyos los insultaban en las calles de Cali54. La Opinión (Cali), 1 de diciembre Grandes multitudes recorrían las calles de esa y otras ciudades de 1848; Manuel [Luna] a Sergio Arboleda, Popayán, 18 de enero de gritando “vivas” a los liberales e insultando a los conservadores55. 1854, ACC, FA, sig. 1518. Las audaces acciones de los liberales populares pronto traspa55. Ariete, 27 de abril de 1850. saron el nivel de los gritos y los insultos. Con la mayor parte del Estado ahora en manos liberales, los liberales populares, en una 56. Ramón Mercado, Memorias, lviii; El Clamor Nacional, 8 de febrero de 1851. ola de violencia conocida como el zurriago o el perrero, acometieron las propiedades de los conservadores esclavistas. El zurriago 57. José Joaquín Carvajal a José Hilario López, Buga, 8 de noviembre de 1849, comenzó con la destrucción de las cercas alrededor de los ejidos AGN, SACH, FJHL, caja 1bis, carpeta de Cali, acción en la que participaron por lo menos mil personas, 11, p. 551; Manuel Joaquín Bosch, Reseña histórica, 35; Jefe Político de tanto hombres como mujeres56. Pronto el movimiento se extendió Cali al alcalde parroquial de Cali, y la violencia afectó las propiedades de conservadores en otros luCali, 17de diciembre de 1850, AHMC, tomo 138, p. 185; alguna gente gares a lo largo y ancho del valle. Bandas de hombres, asumidos miserable a Tomás C. de Mosquera, frecuentemente como esclavos o libertos, tumbaron cercas, queCali, 9 de agosto de 1851, ACC, SM, doc. 28.252; Margarita R. Pacheco, La maron haciendas y atacaron físicamente a sus antiguos amos y a fiesta liberal en Cali, 141-61. 57 sus familias con el propio símbolo de la esclavitud: el látigo . El 58. Ramón M. Orejuela a Tomás C. de hacendado Ramón Orejuela se lamentaba con genuina amargura: Mosquera, Hacienda Rosalía, 1 de “Estamos en la época del terror i nuestras gargantas amenazadas agosto de 1851, ACC, SM, doc. 28.148. con la cuchilla de nuestros esclavos”58. Lo que sorprende del zurria59. La Sociedad Democrática de Cali, go no es el miedo de los conservadores o los pronunciamientos que Mentir con descaro (Cali: Imprenta de Velasco, 1851), 1; Antonio Matéus, hacían sobre la proximidad de una guerra racial, sino la respuesta “Informe que da el ciudadano de los liberales. Claro que muchos liberales negaban sus nexos con Antonio Matéus á la jefatura política, sobre la correría que los perreristas, refiriéndose a tales acciones como simples crímenes se le ordenó hacer por ella á las 59 que no tenían nada que ver con el liberalismo . Otros, sin embargo, parroquias de Florida, Candelaria i sitio del Belo,” Palmira, 30de marzo los justificaban considerando los ataques como la justa retribude 1851, AGN, SR, FGV, tomo 216, ción por siglos de abuso de los conservadores bajo el régimen de p. 484; Ramón Mercado, Memorias, lv-lvii, lxvii. esclavitud60. Por supuesto los liberales esperaban poner coto a tales excesos, pero no lo hicieron castigando a los instigadores sino 60. Observaciones para servir a la historia de la administracion del 7 de marzo. . . intentando corregir y reorientar muchas de sus actitudes. Las ne(Bogotá: Imprenta del Neogociaciones no sólo involucraban leyes o políticas, sino también la Granadino, 1851), 1; Ramón Mercado al Secretario de Gobierno (nacional), Cali, 24 de enero de 1851, AGN, SR, FGV, tomo 165, p. 799.

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aceptación de acciones extralegales protagonizadas por aliados a los que no se podía controlar completamente. Los conservadores temían no solamente el zurriago sino la descarada politiquería de los liberales con las clases populares61. En Popayán se lamentaban de cómo los liberales trabajaban para “pervertir á las gentes del pueblo”, fingiendo preocupación por ella e intentando sosegar su ansiedad62. Refiriéndose a las Sociedades Democráticas, Julio Arboleda le escribía a su pariente, el ex-presidente Tomás Cipriano de Mosquera, expresándole su desagrado por la nueva situación -“ese espíritu de pandilla”- del cual, en su opinión, ninguno de ellos dos participaría nunca63. Reconocía el éxito liberal, pero calificaba con sarcasmo a los liberales populares de “bárbaros”, “malhechores” y “negros que cruzan y recruzan armados por los calles de Cali”64. Entretanto, el clérigo Alaix defendía a los plebeyos aliados, mientras que hacía intuitivas advertencias sobre los cada vez más abiertos planes de los conservadores de medirse con los liberales en el campo de batalla. Respondiendo a las difa61. El Ciudadano (Popayán), 3 y 17 de maciones de Arboleda, Alaix escribía: “Esos negros manumitidos, junio de 1848. esos ignorantes, son los mejores guardias nacionales con que cuen62. Vicente Cárdenas a T. C. de ta la República, porque ellos no huyen el día del peligro”65. El año Mosquera, Popayán, 10 de enero de 1849, ACC, SM, doc. 26.470; El Clamor siguiente se probaría que Alaix estaba en lo cierto. nacional, 19 de abril de. 1851; Ariete, 10 de agosto de 1850.

63. Julio Arboleda a Tomás Cipriano de de Mosquera, Popayán, 7 de enero de 1849, ACC, SM, doc. 26.383. 64. Julio Arboleda, “El Misóforo”, 347-48, 358. 65. M. M. Alaix, No sin desconfianza en mis propias fuerzas me propongo refutar la carta que el señor Julio Arboleda ha publicado en el numero 9.o de “El Misóforo” [el documento no cuenta con título; tan sólo esa que es la primera frase del texto] (Popayán: s.t. , 1850), 54. 66. Ramón Mercado, Memorias, xcv. 67. Boletín Democrático (Cali), 12 de julio de 1851. El presidente López afirmaba algo similar en un discurso que tuvo lugar por el mismo tiempo, citando todos los alcances de su mandato, incluyendo la abolición. José Hilario López, Proclama. El Presidente de la República a sus conciudadanos (Bogota: Imprenta del Neogranadino, 1851; El Pueblo (Popayán), 1 de septiembre de 1850.

2. G uerra y elecciones Ad portas de la abolición de la esclavitud y ante las intolerables insolencias y ataques de los liberales populares, los conservadores se rebelaron. Dado el apoyo de la élite caucana y la dominación ejercida desde la Independencia en toda la provincia, los conservadores alimentaban fuertes ilusiones. Sin embargo, no estaban del todo satisfechos. La reacción de los plebeyos había sido sorprendente, incluso para los liberales más sensibles66. Los liberales populares se reunían alrededor de las banderas de su partido, exhibiendo un fervor que disgustaba a la mayoría de los observadores. Los liberales se aseguraron de que sus aliados plebeyos conocieran los designios de los conservadores: echar para atrás todo lo conseguido en los últimos años. Los periódicos de la Sociedad Democrática de Cali aseveraban que los conservadores rebelados deseaban sacar a los liberales populares de la política y asegurarse de que los monopolios sobre el aguardiente y el tabaco permanecieran. Agregaban que todos los rebeldes eran esclavistas67. El gobernador de la provincia, J. N. Montero, anotaba que

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“los negros conocían que la revolución tenía en parte el objeto de impedir su libertad, i ya se diga que estaban dispuestos á todo punto que iban a pelear por su libertad i la de sus hijos”68. Agregaba que los negros a lo largo de la costa habían ofrecido dinero y ropa para apoyar las tropas que combatían a los conservadores en las provincias de Pasto y Obando69. A medida que los rumores de revuelta se extendían, los voluntarios liberales se reunieron rápidamente. El llamado a defender el gobierno fue respondido de inmediato: dos mil hombres se alistaron en Cali, seiscientos en Palmira, quinientos en Santander y doscientos en Celandia70. Las zonas donde habitaban los afrocolombianos, aquellas donde habían sido enunciadas las promesas liberales de abolir la esclavitud y acabar con los estancos y las tradicionales relaciones de poder, allí donde se había practicado el zurriago, fueron las áreas que más hombres aportaron. Mercado expresaba que eran las “sociedades democráticas que servían de base para la organización de las guardias nacionales”71. Los ejércitos liberales derrotaron 68. J. N. Montero al Secretario de fácilmente a los rebeldes y después, en el Norte, sometieron a los Gobierno (nacional), Barbacoas, 10 de mayo de 1852, AGN, SR, FGV, tomo de la vecina Antioquia72. Hasta los conservadores tuvieron que re179, p. 243. conocer el éxito liberal en asegurar el apoyo popular; un periodista 69. J. N. Montero al Secretario de afirmaba que el gobierno podía contar ahora con “las clases proleAsuntos Extranjeros, Barbacoas, 7 de 73 tarias que ha pervertido” . enero de 1852, AGN, SR, FGV, tomo 179, p. 171. El Congreso por fin aprobó la ley que abolía la esclavitud a partir del 1° de enero de 1852 (los hijos de esclavos fueron liberados del 70. El Hurón (Popayán), 1 de mayo de 1851; Ramón Mercado, Memorias, control de sus amos el 17 de abril de 1852), lo que sellaba el pacto lxxi; Manuel A. Tello al Gobernador 74 entre el Partido Liberal y los afrocolombianos . Los liberales dejaron Provincial, Quilichao, 27 de abril de 1851, ACC, AM, paquete 50, leg. 50. en claro sin ambages a quién los hombres liberados debían agradecer por ello. En una ceremonia en Almaguer, el funcionario local 71. Ramón Mercado, Memorias, lxxiii; véase también Carlos Gómez al afirmaba “que no podía haber una verdadera República donde exisSecretario de Gobierno (nacional), ta la esclavitud”. Y preguntó a la multitud: “¿Quién es el que os hizo Buga, 20 de abril de 1851, AGN, SR, FGV, tomo 216, p. 491. iguales delante de la ley? El Gobierno, el Gobierno democrático de la 75 Nueva Granada” . En Barbacoas miles se reunieron para una cere72. Boletín Democrático, 18 de julio de 1851; Ramón Mercado, Memorias, monia de emancipación. El gobernador Montero dijo a los reunidos lxxxvi-ix; Manuel Joaquín Bosch, que debían su respeto al “ciudadano general José Hilario López” que Reseña histórica, 43-44. “tan tenaz i dedicadamente había luchado por asegurarles su libertad 73. Anónimo, “Diario de la guerra de i de volverles sus derechos de hombres libres”. Montero informaba: 1851,” ACC, FA, sig. 988. ”Un grito unisono i prolongado lanzado a los aires por un concur74. José Hilario López, Proclama, 1; J. N. so de cerca de tres mil almas, probó bien cuan hondamente estaba Montero al Secretario de Asuntos Extranjeros, Barbacoas, 22 de junio de arraigado el sentimiento de la gratitud en todos los corazones i cuan 1852, AGN, SR, FGV, tomo 179, p. 159. dispuesto se encontraban todos a la defensa y sostén del Gobierno

75. Vicente Camilo Fontal a los conciudadanos, Almaguer, 1 de enero de 1852, ACC, AM, paquete 53, leg. 77.

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76. J. N. Montero al Secretario de Asuntos Extanjeros, Barbacoas, 7 de enero de 1852, AGN, SR, FGV, tomo 179, p. 171. 77. Los abajo firmantes, en su mayoría exesclavos y residentes del cantón [más de 500 nombres, por los que no sabían firmar lo hicieron otros] al Ciudadano Presidente de la República, Barbacoas, 6 de noviembre de 1852, AGN, SR, FGV, tomo 179, p. 341. 78. El Cauca (Cali), 19 de noviembre de 1857; José H. López, “Mensaje del Presidente de la Nueva Granada al Congreso Constitucional de 1852,” Bogotá, 1 de marzo de 1852, AC, 1852, Cámara, Correspondencia Oficial II, p. 132. 79. Existe una tensión importante en los estudios sobre las capas sociales subalternas entre encontrar la mejor manera para acceder a sus historias y el reconocimiento de las limitaciones de tal enfoque. Tal vez ese problema tenga que ver con la conciencia “privada” de aquellos hombres. Sin embargo yo afirmo que tiene igual importancia histórica lo que los subalternos en realidad hicieron y expresaron en la esfera pública. Véase al respecto, Gayatri Chakravorty Spivak, “Can the Subaltern Speak?” en Marxism and the Interpretation of Culture, ed. Cary Nelson and Lawrence Grossberg (Urbana: University of Illinois Press, 1988), 71-313. 80. Más de cien residentes de Cali a los Miembros de la Junta Electoral, Cali, 14 de mayo de 1848, AHMC, tomo 101, p. 681; Nosotros los abajo firmantes, residentes de Cali al Presidente y demás miembros del Consejo municipal, Cali, 1 de diciembre de 1851, AHMC, tomo 113, p. 496. 81. José M. Correa a Tomás C. de Mosquera, Roldanillo, 9 de abril de 1859, ACC, SM, doc. 36.291; Pedro José Piedrahíta a T. C. de Mosquera, Cali, 26 de febrero de 1859, ACC, SM, doc. 36.921; José Tello al Gobernador de la Provincia, Almaguer, 11 de octubre de 1853, ACC, AM, paquete 55, leg. 94; Tomás M. Mosquera a Tomás C. de Mosquera, Buenosaires [Cauca N. del T.], 17 de

bajo cuyo régimen obtuvieron el tan soñado bien de la libertad”. La ceremonia terminó con “vivas” a la libertad, al presidente y al gobernador76. Los afrocolombianos eran conscientes del papel de los liberales en la emancipación. Algunos ex-esclavos y sus parientes escribieron al presidente López suplicando perdón para Montero ante las acusaciones de abusos en el ejercicio del mando. Explicaban cómo Montero los había apoyado y cómo -cuando aun eran esclavosen cuanto hubo oportunidad había utilizado la ley para protegerlos hasta el punto de haber envenenado sus relaciones con “nuestros amos”. Afirmaban que Montero siempre había protegido “al pobre i desvalido en defensa de sus derechos”. De todas maneras, los interesados comenzaban su carta con un poderoso llamado a López (y a los liberales en general). “Habéis trabajado con ardor i a impulsos vuestros ha alcanzado la parte más desgraciada de la sociedad, que es la que hoy os representa, el bien de la libertad que actualmente goza. Vuestro nombre sagrado ya para nosotros, pasará a la posteridad bendecido y pronunciado por los tiernos labios de nuestros hijos, como el del benefactor de sus padres”77. Con posterioridad, hasta los conservadores habrían de reconocer que muchos caucanos habían luchado en 1851 para asegurar el fin de la esclavitud78. Es más, la participación de los afrocolombianos en el zurriago y en la guerra civil de 1851 podría interpretarse como una revuelta exitosa de esclavos. Aunque nos será imposible recobrar su mentalidad exacta, es evidente que el proyecto popular de la abolición operó en el marco de una alianza entre los liberales de élite y los liberales populares79. Ese lazo, forjado al calor de la lucha por la abolición, duraría hasta la década de 1870. Los liberales populares también presionaban por el sufragio y los derechos civiles, aunque ya habían autoafirmado su posición de facto como ciudadanos80. En 1853 los liberales suprimieron las trabas de analfabetismo y carencia de propiedad sobre el voto masculino, esperando (como lo expresó el clérigo Alaix) capitalizar en su favor la alianza con las clases populares. Durante las décadas que siguieron, los afrocaucanos ejercieron de manera regular su derecho al voto (lo que en el momento era algo notable cuando se lo compara con otros lugares del universo atlántico)81. Los afrocaucanos también se febrero de 1859, ACC, SM, doc. 36. 666; El Demócrata: Organo del Partido Liberal Independiente (Palmira), 13 de marzo de 1879.

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organizaban los días de elecciones para proteger a sus camaradas de la intimidación y el fraude, para mofarse de los conservadores, para vitorear a sus candidatos y en general para disfrutar de la jornada82. Los conservadores denunciaban que los negros y los mulatos votaban varias veces, debido a que las autoridades electorales no podían distinguirlos unos de otros. Un conservador comentaba airado que los suyos habían perdido las elecciones debido a “1.600 votos negros”83. De todas maneras, si bien a largo plazo el voto irrestricto de los hombres mayores de edad benefició a los liberales, a corto plazo el partido sufrió una severa crisis. Los liberales comenzaron a perder votación debido a 82. Rafael Prado Concha a Sergio la impopularidad que sufrían entre algunos segmentos de las claArboleda, Palmira, 5 de noviembre ses populares, especialmente entre los pequeños propietarios y los de 1871, ACC, FA, sig. 1523; Los Principios (Cali), 12 de noviembre indígenas. Otra confusa guerra civil en 1854 le habría de costar de 1875. al Partido Liberal el poder a nivel tanto nacional como regional. 83. Pedro José Piedrahíta a T. C. de Algunos estudiosos insinúan que el liberalismo perdió su fugaz Mosquera, Cali, 12 de marzo de 1859, enfoque popular después de 1854, cuando un inusitado golpe de ACC, SM, doc. 36.922. estado (el de Melo), propinado por un grupo de liberales en contra 84. Éste pudiera haber sido el caso de del gobierno, dividió al partido. Una de las alas resultantes se unió Bogotá, pero la sugerencia implícita en varios trabajos es una explicación a los conservadores, los que en consecuencia retomaron el poder similar para toda Colombia. nacional. Supuestamente, tales liberales apoyaron la reacción Margarita R. Pacheco, La fiesta liberal en Cali, 170-91; Fabio Zambrano, conservadora motivados por sus temores ante el radicalismo de “Algunas normas de sociabilidad en 84 las masas . Ciertamente, en el Cauca, para recuperar su liderazgo la Nueva Granada, 1780-1860” (sin editar), 164-74; Francisco Gutiérrez social, los ejércitos conservadores tomaron ventaja de la alianza Sanín, Curso y discurso; Hanssituacional con los liberales opuestos al golpe y se involucraron en Joachim König, En el camino hacia la nación: Nacionalismo en el proceso de una feroz carnicería para vengar los sucesos del zurriago y la derrota formación del estado y de la nación de de 1851; e intentaron restaurar la exclusión de los afrocolombiala Nueva Granada, 1750 a 1856 (Bogotá: Banco de la República, 1994), 493nos de la política pública anterior a 1848. Un ejército conservador 502; Frank Safford y Marco Palacios, ocupó el valle, persiguiendo y asesinando brutalmente a cientos Colombia, 208-15. de liberales populares, especialmente aquellos afrocolombianos 85. José M. Cañadas a José Hilario López, supuestamente responsables del zurriago85. Un conservador le esCali, 25 de septiembre de 1854 AGN, SACH, FJHL, caja 9 carpeta 7 p.172; cribía a Sergio Arboleda lo siguiente: “No siento yo los desórdenes Rafael Guzmán a José Hilario López, del Cauca, porque solo así se podrá limpiar ese pobre país para que Pasto, 22 de octubre de 1854 AGN, SACH, FJHL, caja 9 carpeta 8 p.260; sea habitable en lo venidero”86. A diferencia de Cuba de comienzos Safford y Palacios, Colombia, 212-14. del siglo XX, los conservadores no competían con los liberales por 86. Vicente Cárdenas a Sergio Arboleda, el apoyo de negros y mulatos. Por el contrario, buscaban de manePasto, 31 de agosto de 1854 ACC, FA, 87 ra violenta excluirlos de la vida pública . sig.1505. Pero existe poca evidencia de que la mayoría de los libera87. Alejandro de la Fuente, A Nation for les de élite del Cauca estuvieran reaccionando en contra de la All: Race, Inequality, and Politics in Twentieth-Century Cuba (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2001, 60-66.

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participación popular en política. En general, la mayor parte de los liberales caucanos estaban confundidos y deficientemente informados sobre los eventos sucedidos en la distante Bogotá. En contra de los golpistas, muchos apoyaban al gobierno legítimamente elegido, aunque ello significara alinearse al lado de los conservadores. Otros apoyaban el golpe de estado, especialmente después de que el conservatismo se alzara en su contra. Los liberales populares en general estaban tan confundidos como sus aliados de élite, vacilantes ante a quién debían apoyar (aunque cuando un ejército conservador atacó Cali, muchos afrocolombianos se movilizaron para defender la ciudad, lo que los conservadores utilizaron para justificar sus persecuciones)88. Cuando los liberales se percataron de que los conservadores habían utilizado la revuelta para retomar el control político de la región y agredir a los liberales populares, de manera airada expresaron su decepción y frustración por el resultado de la guerra89. Los liberales hicieron lo posible por limitar los ataques conservadores, pero con el partido dividido era poco lo que podían hacer. Los conservadores, por su parte, pronto se encontraron una vez más a la defensiva. Liberales populares rebelados se lanzaron a los campos para impedir que los conservadores obtuvieran lo que buscaban. El liberalismo popular todavía no se olvidaba de las haciendas, donde a pesar del recurso a la autoridad jurídica 88. José J. Lemos al Gobernador provincial, y la violencia extrajudicial por parte de los conservadores, éstos Silvia, 30 de mayo de 1854, ACC, AM, paquete 75, leg. 84. encontraron casi imposible controlar la fuerza de trabajo que ya no era esclava90. 89. José de Obaldía a José Hilario López, Ibagué, 18 de octubre de 1854, AGN, El golpe más duro a las pretensiones conservadoras provino de SACH, FJHL, caja 9, carpeta 8, p. 249; La sus propias filas, en la persona de Tomás Cipriano de Mosquera, Unión (Popayán), 7 de febrero de 1864. que en el momento encabezaba el gobierno del Cauca. El ambi90. Los hacendados se quejaban cioso Mosquera anhelaba la silla presidencial, ocupada por el interminablemente acerca de la falta de disciplina de los conservador Mariano Ospina Rodríguez. Aspiraba a reunir a tonegros. Véase Sergio Arboleda, das las fuerzas del Cauca en apoyo de sus pretensiones, pero los “Observaciones á la cuenta formada por los Sres. Rafael y Daniel conservadores de la región no veían con simpatía una revuelta Arboleda,” Bogotá, 30 de agosto de en contra de su propio partido. Sin embargo, Mosquera esta1878, ACC, FA, sig. 15, p. 1; Sergio Arboleda, “Instrucciones al Señor ba decidido y para obviar el obstáculo creó su propio partido, Trinidad Gómez para el manejo de el Partido Nacional, con el que comenzó a cortejar a las clases la hacienda Quintero,” Japio, 4 de septiembre de 1857, ACC, FA, sig. bajas incluidos los liberales populares (aunque, como expresó 140, p. 7. lamentándose Juan Aparicio, sus primeros esfuerzos fueron un 91. T. C. de Mosquera l Presidente del fracaso). Mosquera comenzó la apertura suprimiendo las seveSenado, Popayán, 2 de septiembre ras leyes contra la “vagancia”, puestas una vez más en vigencia de 1859, ACC, AM, paquete 74, leg. 56; Gaceta del Cauca (Popayán), 6 de desde 1854 por los conservadores triunfantes, y prometió desseptiembre de 1859; T. C. de Mosquera, tinar los ejidos de Cali para uso de los pobres91. En Buga, Cali y “Mensaje del Gobernador del Estado a la Lejislatura de 1859,” Popayán, 11 de agosto de 1859, ACC, AM, paquete 74, leg. 48.

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Palmira el liberalismo popular se levantó de nuevo y los conservadores temieron un resurgimiento de las “democráticas”. Aunque al parecer los clubes se reabrieron sin utilizar oficialmente el remoquete, se llevaron a cabo reuniones en Cali, Palmira, Buga y Popayán, y las viejas conexiones fueron restablecidas92. Los conservadores temían que los liberales hubieran creado en todos los poblados de Cauca, grandes o pequeños, “latentes democráticas organizadas con el título de juntas republicanas”93. En Cartago los conservadores habían creado una sociedad para trabajar para las últimas elecciones; los liberales respondieron creando un club que un conservador calificó de estar enteramente conformado por “negros”, entre quienes los liberales habían distribuido armas94. En julio de 1859 la Sociedad Democrática de Cali oficialmente se había reorganizado95. Así, la derrota en la guerra de 1854 no significó el rompimiento definitivo de las relaciones entre el liberalismo caucano y las clases populares, sino un mero contratiempo temporal (si bien sangriento). Los liberales, ahora dirigidos por Mosquera, estaban listos para volver a negociar con sus aliados populares. Mientras Mosquera planeaba y estudiaba las posibilidades que tendría una revolución contra el gobierno de Ospina, desde Cali recibió una extraordinaria petición. Más de 750 hombres firmaron o garabatearon un signo en 92. Pedro Antonio Martínez Cuellar a una carta donde solicitaban que fuera nombrado Gobernador de Mariano Ospina, Buga, 27 de junio la Provincia un joven profesor de nombre David Peña. Peña era un de 1859, BN, FM, libro 210, p. 32; José V. López a Mariano Ospina, Cali, 3 de ardiente liberal, bastante conocido por su oratoria e inmensamenjunio de 1859, BN, FM, libro 210, p. 132. te popular entre los sectores bajos de Cali y muy probablemente un 93. José M. Chicaíza a Mariano Ospina, mulato. La petición argüía que Peña contaría con gran apoyo y en Pasto, 7 de junio de 1859, BN, FM, consecuencia sería capaz de materializar “las ideas de progreso i libro 322, p. 374. bienestar social”, lo cual probablemente estaba relacionado con los 94. J. M. Bustamante a Mariano Ospina, impuestos y con la distribución de la tierra. Los peticionarios le haCartago, 15 de septiembre de 1859, BN, FM, libro 210, p. 97. cían un ofrecimiento a Mosquera: “Nosotros lo acompañaremos [a Peña] en el peligro, i cuando vos, Ciudadano Gobernador, necesitéis 95. David Peña, Presidente de la Sociedad Democrática, al Gobernador del de los vecinos de la provincia de Cali, hallaréis mas de dos mil soldados Estado, Cali, 19 de Julio de 1859, ACC, 96 resueltos a sacrificarse en defensa del Estado” . Mosquera decidió SM, doc. 36.899. nombrar a Peña como designado sustituto del gobernador vigente, y 96. Residentes de la Provincia de Cali [más él mismo se promovió hacia el interior del redil liberal, creando una de 750 nombres, muchos firmaron por quienes no sabían] al Gobernador del curiosa alianza con las clases populares, quienes le habían prometido Estado, Cali, 30 de julio de 1859, ACC, tropas para la realización de la rebelión que pretendía. AM, paquete 71, leg. 15. La insurrección de Mosquera comenzó en 1860, y tal como 97. “Diario Histórico del Ejército Unido en 1851, los afrocolombianos, organizados por las Sociedades de Antioquia y Cauca”, ACC, FA, sig. 63, p. 235; Manuel José González a Democráticas, se alistaron bajo la bandera liberal97. A diferencia Sergio Arboleda, Cali, 11 de marzo de las dos guerras precedentes (de 1851 y 1854), la guerra civil de de 1862, ACC, FA, sig. 437, p. 1; Daniel Mosquera al Gobernador Provincial, Tambo, 18 de agosto de 1861, ACC, AM, paquete 82, leg. 27.

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99. Aunque la alianza entre los liberales populares y los de élite era fuerte en el valle central, en la costa era débil. En parte esto era debido a la falta de un compromiso de liderazgo por parte de los liberales; después del gobernador J. N. Montero, no hubo nadie que movilizara u organizara a los afrocolombianos. Los restantes liberales estaban demasiado ligados a la antigua clase esclavista y demasiado interesados por asegurar mano de obra y mantener el orden como para negociar con los afrocolombianos. A diferencia de lo que sucedía en el Valle del Cauca, los afrocolombianos de la costa en últimas no necesitaban a los liberales, pues contaban con abundante tierra en la selva y no sentían mucha presión por parte de los poderosos en materia de impuestos, mano de obra o deferencia social. Los liberales de élite, también interesados en disciplinar una fuerza de trabajo ahora radicalmente independiente, temían o detestaban a sus vecinos negros. Por lo menos en la costa, el racismo y los miedos raciales desbarataron la alianza que perduraría en el interior. El gobernador de la Provincia del Atrato al Secretario del Tesoro, Quibdó, 1 de marzo de 1859, ACC, AM, paquete 73, leg. 39; Gaceta Oficial del Cauca (Popayán), 27 de abril de 1867; El Atratense (Quibdó), 9 de septiembre y 26 de octubre de 1880. También véase Claudia Leal, “Natural Treasures and Racial Tensions: The Pacific Lowlands of Colombia at the Turn of the Nineteenth Century, 1880-1930” (trabajo presentado en la correspondiente Reunión de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, Dallas, 2003).

1860-1863 fue larga y sangrienta. Por lo menos al comienzo, la participación de los afrocolombianos fue intensa. Los conservadores se quejaban de que los liberales atraían combatientes con la promesa de botín en las haciendas y fincas conservadoras, una atrayente posibilidad dado el anhelo de los liberales populares por quebrar el control ejercido por esas entidades sobre la tierra. Durante la guerra, los federalistas (liberales) expropiaron los paquidérmicos latifundios de Japio y Quintero, propiedad de los Arboleda. Sergio Arboleda denunciaba que algunos liberales planeaban “distribuirlos por lotes entre los miembros del ejército que habían servido en ciertas campañas”98. Quizás sea innecesario decir que un plan tan masivo y radical de distribución de tierras nunca se llevó a cabo, pero por lo menos ciertos liberales lo propusieron. La victoria en la guerra de 1860-1863 anunció un gobierno liberal en el Cauca que se prolongó por lo menos dos décadas, durante las que se apoyó en las masas para su sustento electoral y militar99. Los conservadores una vez más intentaron rebelarse en 1865, pero fueron fácilmente derrotados. Una guerra aún más sangrienta y prolongada estalló en 1876, pero una vez más las Sociedades Democráticas se levantaron para defender al Partido Liberal de la rebelión conservadora100. Los liberales no solamente dominaron los campos de batalla, sino la cuestión electoral. Ganaron las elecciones del período, ayudados por el fraude, es cierto, pero también por los afrocolombianos, especialmente los días de elecciones101. Los conservadores se quejaban de que con el “sufragio universal” las clases inteligentes y acomodadas se alistaron como voluntarios. estaban perdiendo ante las “masas Rafael [Arboleda] a T. C. de Mosquera, Popayán, 14 de junio de democráticas”102. Consternados, 1876, ACC, SM, doc. 56. 924. culpaban de su fracaso a los votos 101. El Pensamiento Popular, 1 de julio de “negros manumisos” dirigide 1852; José Tello al Gobernador dos por “uno o dos mulatos algo Provincial, Almaguer, 11 de octubre de 1853, ACC, AM, paquete 55, leg. 94. civilizados”103. Cuando la constitución de 1863 cedió a los Estados la 102. Pedro José Piedrahíta a Tomás C. de Mosquera, Cali, 12 de marzo de responsabilidad de definir el dere1859, ACC, SM, doc. 36. 922. cho al voto, los liberales del Cauca 103. Pedro José Piedrahita a T. C. de retuvieron de manera irrestricta Mosquera, Cali, 26 de febrero de el voto masculino104. 1859, ACC, SM, doc. 36. 921.

100. En Cali 800 miembros de la Sociedad Democrática rápidamente

104. Constitución política del Estado Soberano de Cauca, espedida el 16

98. Borrador de una carta al Congreso Nacional, [Sergio Arboleda], [mediados de los 1860s?], ACC, FA, sig. 180, p. 4; El Espectador: Dios, Relijion i Libertad (Pasto), 10 de abril de 1862.

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La participación política de los liberales populares fue más allá de los elementales deberes de votar o combatir. Durante este período, el repertorio político de los afrocolombianos se tornó extenso e innovador105. No solamente custodiaban y defendían las urnas electorales, sino que se involucraban en todo en todo lo relacionado con las fiestas, oraciones y desfiles que acompañaban las campañas electorales; después, se presentaban en los locales de las legislaturas para recordar a las autoridades la deuda que tenían con el electorado popular; participaban en huelgas y boicots, y a veces atacaban físicamente a sus enemigos o a sus propiedades; hacían peticiones a los funcionarios de septiembre de 1863 (Bogotá: Imprenta de la Nación, 1865). de gobierno, reclamando ciertas políticas o solicitando favores, o simplemente expresando su aprobación sobre algo; marchaban en 105. El repertorio político de los afrocolombianos coincidía con los manifestaciones públicas. En pocas palabras, los afrocaucanos de repertorios introducidos en Europa una manera constante y sistemática hacían sentir su presencia en por los movimientos sociales; [véase N. del T.] Charles Tilly, “Contentious la vida política regional106. Repertoires in Great Britain, 1758Durante todo este tiempo (tal como Nancy Appelbaum lo ha 1834”. Social Science History 17 (Verano de 1993), 253-80. demostrado) el Cauca adquirió mala fama en otras regiones de Colombia como un lugar de desorden y casi de anarquía, con tra106. Para las votaciones, las peticiones, los boicots, la violencia y las bajadores insolentes y soldados armados y peligrosos107. Durante la manifestaciones, véase al material guerra civil de 1860-63, el negro Manuel María Victoria, oficial del previamente citado. En relación con las huelgas, véase infra. Para ejército liberal del Cauca acantonado en el istmo, comenzó a orgael acomodamiento en los locales nizar afropanameños en una Sociedad Democrática. Sus superiores gubernamentales, véase César Conto a Aquileo Parra, Popayán, rápidamente lo devolvieron al Cauca108. En 1865, el gobernador del 7 de agosto de 1877, Biblioteca Estado de Panamá prohibió a las tropas caucanas regresar a su casa Luis Ángel Arango, Bogotá, Sala de Manuscritos, ms. 295; Manuel por la vía del istmo, presumiblemente por temor a que contaminaJoaquín Bosch, Reseña histórica, 50. ran a la población local109. El éxito del movimiento negro y mulato 107. Nancy Appelbaum, “Whitening del Cauca aterrorizaba a las élites del resto de Colombia y a los conthe Region: Caucano Mediation servadores locales. Los afrocolombianos eran tan importantes para and ‘Antioqueño Colonization’ in Nineteenth-Century Colombia,” los liberales que el partido comenzó a ser motejado de ser predoHispanic American Historical Review minantemente “negro”. Un conservador, describiendo las tropas 79 (Nov. 1999): 636-45. liberales en la guerra de 1860-63, escribía: “La mayor parte de ese 108. Gustavo Arboleda, Diccionario ejército se componía de negros, zambos y mulatos, asesinos y labiográfico y genealógico del antiguo Departamento del Cauca (Bogotá: drones del Valle del Cauca”110. A manera de hipótesis, en mi opinión Biblioteca Horizontes, 1962 que no todos los “negros” que pertenecían al liberalismo popular [1910]), 474. eran descendientes de africanos. El liberalismo popular había sido 109. Benjamín Núñez al Secretario de identificado con lo “negro”, por lo menos por parte de los conservaGobierno, Cali, 6 de diciembre de 1865, ACC, AM, paquete 65, leg. 67. dores, y cualquier persona -especialmente los mestizos pobres- que se asociara al liberalismo popular se convertía de alguna manera 110. “Diario Histórico del Ejército Unido de Antioquia y Cauca,” ACC, FA, sig. 63, p.235; véase también El Espectador, 2 de octubre de [1862].

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111. En una carta privada a Mosquera, Peña era descrito como “pertenece a la raza africana, es mulato claro”. Pedro José Piedrahíta a T. C. de Mosquera, Cali, 14 de mayo de 1859, ACC, SM, doc. 36.933. El gobernador liberal Mercado, quien posiblemente era blanco, también era descrito como mulato. Véase Escorcia, Sociedad y economía, 89. Los conservadores en ocasiones describían a los liberales comportándose como “negros”; véase Alfonso [Arboleda] a Sergio Arboleda, Popayán, 20 de agosto de. 1879, ACC, FA, sig. 447, p. 59. 112. El concepto de “héroe cultural” proviene de John Charles Chasteen, Heroes on Horseback: The Life and Times of the Last Gaucho Caudillos (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1995), 4. La relación Patrón-cliente, de John Lynch, Caudillos in Spanish America, 1800-1850 (Oxford: Clarendon, 1992), 4-5. Véase también a Hugh M. Hamill, ed., Caudillos: Dictators in Spanish America (Norman: University of Oklahoma Press, 1992). Para una excelente presentación del caudillismo que acentuaba los lazos clientelistas, sus motivaciones materiales, sus vínculos emocionales, pero también de identificación partidista, véase Ariel de la Fuente, Children of Facundo: Caudillo and Gaucho Insurgency during the Argentine State-Formation Process (La Rioja, 1853-1870) (Durham: Duke University Press, 2000). El Caudillismo bien puede servir como la mejor guía explicativa para ciertos tiempos y lugares, pero puede ser de menor utilidad para comprender la Colombia del siglo XIX. Por ejemplo, Charles Walter en su estudio sobre el caudillismo descubre que en el sector rural indígena peruano la campaña política era de carácter limitado. Ello comparado con la intensa vida política que encuentro para la Colombia rural. Charles F. Walker, Smoldering Ashes: Cuzco and the Creation of Republican Peru, 1780-1840 (Durham: Duke

en “negro”. Los ejércitos liberales contaban con muchos mestizos y hasta blancos, pero -tal como el liberalismo popular- ello los convertía en negros, en razón al gran número de afrocolombianos que había en sus filas. Esta caracterización podía incluso cubrir a los líderes de los sectores medios, tales como David Peña, que probablemente era mulato, o tal vez blanco. Lo que a fin de cuentas no tiene importancia, ya que todos lo asumían como negro en virtud de la popularidad que gozaba entre los afrocolombianos111. El extenso y multifacético repertorio político de los afrocolombianos y sus negociaciones con el Partido Liberal no parecen encajar fácilmente con el modelo de caudillo o los modelos patróncliente de la política del siglo XIX. El Liberalismo Popular no se alió con el Partido Liberal en virtud de tal o cual líder carismático o “héroe cultural”. Tampoco se trataba de la unión “mantenida unida por el lazo patrón-cliente”; más aún, en el Cauca los arrendatarios o colonos frecuentemente se oponían a sus hacendados112. Los liberales populares se pusieron de lado de los liberales de élite sólo porque veían en esa alianza una oportunidad de desarrollar sus ambiciones políticas, económicas y sociales. Los liberales University Press, 1999). Mientras populares no se aliaban con un que el modelo del caudillo ha sido abandonado por algunos estudiosos individuo (como en las relaciodedicados a la historia urbana, es nes patrón-cliente), sino con un más aceptado para las áreas rurales. Véase Sowell, The Early Colombian partido político y sus ideales, y Labor Movement. El modelo de tal alianza era sólo mediada y no caudillo limita severamente la gestión de los hombres y mujeres usurpada por líderes como David subalternos, y enfocarse solamente Peña. Los dirigentes liberales no en la resistencia puede ocultar la participación política popular que podían limitarse solamente a era mucho más frecuente e intensa. exigir apoyo llano, y los liberales Para la resistencia en el Cauca, véase Michael T. Taussig, The Devil populares no ofrecían sus serviand Commodity Fetishism in South cios a ciegas o marchaban a la America (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1980). guerra solamente en calidad de carne de cañón113. Mientras que 113. Para los énfasis en el clientelismo, véanse Álvaro Tirado Mejía, John Lynch anota que los caudiAspectos sociales de las guerras civiles llos dependían de la “influencia en Colombia (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1976), 37personal y la intimidación opor38; David Bushnell, The Making of tuna”, los liberales caucanos Modern Colombia, 94; Orlando Fals Borda, Historia doble de la costa, vol. 2 (Bogotá: Carlos Valencia, 1981), 62b-76b, 191. Para opiniones más

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tenían que negociar para obtener apoyo electoral y militar, haciendo concesiones sobre la esclavitud, la tierra, los monopolios, el derecho al voto y, más importante aún, la ciudadanía114. El regateo republicano no solamente nos ayuda a comprender las motivaciones populares, sino que también incorpora la historia política y social de los grupos subalternos en el interior del cuerpo narrativo de la historia política de Colombia. Fortalecidos por sus aliados del pueblo, los liberales dominaron el Cauca; y debido a su influencia en las guerras civiles, la política nacional. Mientras no estuvieron internamente divididos, los liberales de élite y los liberales populares fueron imbatibles. Los ejércitos caucanos, conformados en su mayor parte por liberales populares (muchos de ellos, si no la mayoría, afrocolombianos), poseían un poder que los conservadores simplemente no podían igualar. Los conservadores también cortejaban a sus propios aliados entre el pueblo, pero por muchas razones, tales conservadores populares por esos tiempos no estaban comprometidos o involucrados con el Partido Conservador como tal. Cuando los conservadores trataron de rebelarse, como lo hicieron en 1851, habrían de ser vencidos a manos de (en palabras de la Sociedad Democrática de Cali) “millaradas de ciudadanos liberales armados en defensa de la Patria en peligro”115. 3. E l significado de ciudadanía ¿Cómo entendían los liberales populares la expresión “ciudadanos liberales”? Los liberales de élite veían la ciudadanía como una nueva identidad universal que superaría otras relaciones sociales, una identidad que cercanas a las mías, véase Malcolm ellos podrían utilizar para transformar las clases bajas en trabajaDeas, “Poverty, Civil War, and Politics: Ricardo Gaitán Obeso and dores disciplinados y ordenados bajo su liderazgo116. Sin embargo, his Magdalena River Campaign in la ciudadanía liberal atraía a los grupos populares y especialmente Colombia, 1885”, Nova Americana 2 (1979): 263-303; y Rebecca Earle, a los afrocolombianos, por otras diversas razones. Les proveía de ed., Rumours of Wars: Civil Conflict una nueva identidad pública y política que no habían tenido en el in Nineteenth-Century Latin America (London: Institute of Latin American período de la “muerte social” de la esclavitud. Más allá del fervienStudies, 2000). te deseo de apoyar la causa liberal, en el Cauca la ciudadanía liberal 114. John Lynch, Caudillos, 4. no exigía una identidad particular, una propia historia o propiedad alguna (es más, pedía que tales identidades pasadas fueran dejadas 115. Boletín Democrático 18 de julio de 1851. de lado). Tal definición distanciaba a otros segmentos del pueblo, 116. Uday Singh Mehta, Liberalism and incluidos los indígenas y los mestizos antioqueños inmigrantes, Empire: A Study in Nineteenth-Century British Liberal Thought (Chicago: que eran devotos de sus costumbres tradicionales, sus identidades University of Chicago Press, 1999). y sus haberes. Sin embargo, atraía a los afrocolombianos. Los conPara el liberalismo colombiano en general, véase Jaime Jaramillo Uribe, servadores afirmaban que los “negros” eran “hombres ignorantes” El pensamiento colombiano en el siglo que sólo tramaban rebeliones y que “no merecen el título de unos XIX (Bogota: Temis, 1964; Gerardo Molina, Las ideas liberales en Colombia vol. 1 1849-1914 (Bogota: Tercer Mundo, 1988).

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verdaderos Granadinos”117. Ridiculizaban a los negros calificándolos de “raza ignorante i bestial”118. Y tal como lo aseguraba Alaix, los liberales populares reaccionaron a ese racismo y a esa exclusión abrazando la noción de ciudadanía. La concepción liberal de sociedad animó a los afrocolombianos a participar en política. Aunque los liberales menospreciaban a los indios, raramente hablaban en público (y muchos ni siquiera en privado) de raza119. Claro está que los liberales todavía no sentían los embates del racismo científico proveniente del Atlántico norte, y su confianza en los valores ciudadanos les permitió eludir el problema. Sin duda muchos liberales eran racistas, pero entendían los problemas raciales como algo con raíces en la cultura, un problema de indocilidad propio de las clases bajas racialmente mezcladas que se resolvería por medio de la disciplina y la educación: escuelas, ceremonias, Guardia Nacional, cárceles y Sociedades Democráticas120. En este artículo no me es posible explorar a fondo el imaginario 117. Francisco Gonzalez al Gobernador Provincial, Santander [Quilichao N. racial de los liberales caucanos, pero sugiero que -al menos antes del T.], 20 de marzo de 1855 ACC, de 1870- los liberales no tenían ninguna reticencia en reclutar neAM, paquete 60 leg. 60. gros y mulatos para su partido y, por lo menos con respecto a la 118. José V. López a Mariano Ospina, Cali, esclavitud, lucharon tenazmente por mejorar la calidad de vida de 21 de mayo de 1859 BN, FM, libro 210, p.129. sus compatriotas. Mientras los estudiosos pueden rebuscar en los escritos liberales en busca de expresiones de racismo o desdén por 119. Algunos liberales alegaban que las razas realmente no existían o no las clases bajas, los sorprende que los liberales caucanos dependiedeberían existir; todas las personas ron en gran medida de sus aliados populares a los que incluyeron eran básicamente las mismas y la sociedad debería olvidar las en la comunidad pública nacional, no solamente en el discurso, divisiones sociales basadas en sino también, lo cual es sorprendente, en la práctica (aunque en “accidentes ridículos”. El Montañes (Barbacoas), 15 de febrero de 1876. un papel subordinado). Así, los discursos y las prácticas del liberalismo y el republicanismo permitieron a los afrocolombianos una 120. La Unión, 7 de febrero de 1864. entreé al reino de lo político y lo público121. Los afrocolombianos 121. Estos discursos sobre liberalismo acogieron con fervor su nueva identidad pública de “ciudadanos” y y republicanismo actuaban en el Cauca a la manera de los remplazaron sus viejas identidades de esclavos. Los antiguos escla“mitos” sobre democracia racial vos de la hacienda San Julián afirmaban que “desde que dejamos de y republicanismo, que en Cuba se esgrimieron para efectos de depender del señor que se titulaba nuestro amo, i entramos minismovilización de los afrocubanos. terio de la ley en la categoría de hombres libres”, los jefes políticos Véase Alejandro de la Fuente, “Myths of Racial Democracy: Cuba, de Caloto los seguían acosando, asignándoles impuestos y tareas 1900-1912”, Latin American Research injustas. Los afrocolombianos declararon que las autoridades de la Review 34: 3 (1999): 39-73. parroquia de Caloto “nos quieren convertir en esclavos todavía, i 122. Habitantes de la hacienda San de peor naturaleza que la que antes fuimos”122. De manera análoJulián [más de 25 nombres, muchos firmaron por otros] al Gobernador ga, José Tomás del Carmen se quejaba de que su hija de ocho años de la Provincia, San Julián, 15 de había sido forzada al servicio doméstico de una familia, violando octubre de 1853, ACC, AM, paquete 55, leg. 92. En numerosas peticiones y misivas de este periodo aparecen referencias a la esclavitud.

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sus “derechos” y volviéndola a una “peor condición que cuando éramos esclavos”123. Obviamente los afrocolombianos buscaron prevenir su vuelta a la esclavitud, tal vez la máxima meta de su discurso y de su política. No solamente odiaban la esclavitud legal, sino también las condiciones serviles similares a aquella (después de todo, la gran mayoría de afrocaucanos no había sido esclava): una falta absoluta de control sobre sus vidas, el poder arbitrario del esclavista y la ausencia de igualdad y libertad. Al describir las actitudes de unos antiguos esclavos con respecto a un impuesto, un funcionario conservador anotaba que esos hombres estaban convencidos de “que se les oprime, que se les tiraniza, i que se les quiere por estos medios [los impuestos] volver á la esclavitud, que es la palabra mágica de que se valen en ocasiones semejantes”124. Para los afrocolombianos la esclavitud era en realidad una “palabra mágica” que evocaba la pesadilla en contra de la cual habían construido su concepción de liberalismo popular. En la condición de ciudadanos los afrocolombianos encontraron un correctivo que contrarrestaba su antigua posición de esclavos. 123. José Tomás del Carmen [documento Desde la población costera de San Juan, los hasta hace poco esclavos escrito por otro] al Gobernador, Popayán, 16 de marzo de. 1855, ACC, escribieron agradeciendo al Congreso Nacional: “Por la filantropía AM, paquete 60, leg. 60. de los ciudadanos que componen esas honorables cámaras, goza124. Bautista Feijoo, Jefe Político del mos del precioso bien de la Libertad, tanto tiempo usurpado, i con Cantón de Torres al Gobernador 125 él las demás derechos i prerrogativas de ciudadanos” . Los reside la Provincia, Caloto, 8 de abril de 1854, ACC, AM, paquete 75, leg. dentes de la hacienda San Julián no solamente expresaban que eran 84. Años después, un observador “hombres libres” que no debían ser tratados como esclavos, sino liberal anotaba cómo una severa hambruna en el valle había forzado que también afirmaban su nuevo status en la apertura de su misia los desesperados por comida a va, autocalificándose como “habitantes en la hacienda San Julián a rogar pronunciando “la odiada palabra, mi amo”; La Voz del Pueblo: que pertenecimos antes como esclavos, ante Ud. en uso de nuestros Organo de la Sociedad Democrática derechos como ciudadanos”126. Los peticionarios contrastaban su (Cali), 3 de octubre de 1878. anterior condición con la nueva identidad, no sólo como ciudada125. Residentes de San Juan [24 nos, sino como ciudadanos con derechos. nombres, todos firmados con una X] a los Ciudadanos Senadores y La idea de que la ciudadanía protegía contra los abusos de Representantes (nacionales), s.f. la esclavitud no desapareció con facilidad. Un boga afrocoloms.l. sólo 1852, AC, 1852, Senado, Proyectos Negados II, p. 19. biano del río Dagua, que trasportaba pasajeros y mercancías entre la costa pacífica y el valle del Cauca, durante una huelga 126. Habitantes de la Hacienda San Julián (más de 25 nombres, muchos en 1878 reclamaba su condición de ciudadano: “Que se nos trate firmados por otro) al Gobernador como á ciudadanos de una República y no como á esclavos de un de la Provincia, San Julián, 15 de octubre de 1853, ACC, AM, paquete Sultán”127. Un cuarto de siglo después de la emancipación, los 55, leg. 92. afrocolombianos todavía eran conscientes de la metáfora de la 127. Los bogas del río Dagua (más de esclavitud. Para ellos la ciudadanía representaba no volver ja115 nombres, todos menos 7 fueron más a esa condición de degradación. Los derechos y la libertad firmados por otros) al Ciudadano Presidente del Estado, Cali, 15 de mayo de 1878, ACC, AM, paquete 144, leg. 64.

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de los afrocolombianos habían sido negados por mucho tiempo, pero la nueva condición de ciudadanos garantizaba un lugar en el cuerpo social. ¿Cómo pensaban los liberales populares que habían obtenido la ciudadanía? Para los liberales de élite el pensamiento racional era lo que determinaba el estatus de ciudadano. Para los conservadores ello dependía de la historia y la ubicación social. Para los afrocolombianos la clave de la ciudadanía se encontraba en la defensa de la comunidad política (fuera la nación entera o el Partido Liberal) en contra de los esfuerzos de los malos ciudadanos por perjudicarla y socavarla. Ello quería decir que los servicios al partido otorgaban la ciudadanía. En la localidad de Quilcacé antiguos esclavos y colonos le recordaban a unos funcionarios todo lo que la nación les debía por el apoyo que su pueblo habían otorgado en el pasado, rememorando “los servicios que hizo á la causa de la federación [durante la guerra de 1860-63] i de los cruentos padecimientos que tuvo por su adhesión á ella”128. Durante la década de 1860, en el Cauca la causa federal era sinónimo de liberalismo. Los quilcaceños habían combatido en la guerra de 1860-63, y ahora se dirigían al estado liberal para que los protegiera en una disputa de tierras. En 1878, conservadores de la municipalidad de Caldas que incluía a Quilcacé y al valle del Patía, áreas dominadas por afrocaucanos, acusaban a antiguos liberales de bandidaje. Los liberales escribieron al Presidente del Estado, que era liberal, para recordarle su antigua lealtad: “Vos sabéis, Ciudadano Presidente, cuáles son las causas que motivan el juicio [de bandidaje] dicho, pues una de ellas es el haber sostenido, en la guerra civil de 76 i 77, la dignidad del Gobierno de Cauca i el imperio de la Constitución de la República”129. Estos liberales populares no solamente no habían recibido ninguna recompensa por sus sacrificios por la causa liberal, sino que encaraban la posibilidad de un castigo por su fidelidad. Ésta debía ser la más cruel de las traiciones: ser acosados por los mismos 128. Residentes de Aldea de Quilcacé conservadores a los que habían derrotado en la guerra. (más de 80 nombres) a los vocales municipales, Quilcacé, 14 de febrero Los bogas del Dagua también citaron su participación en los comde 1864, ACC, AM, paquete 88, leg. 54. bates de 1876-77. “En nuestra profesión hemos prestado grandes 129. Pioquinto Diago, en su nombre y en servicios á la causa liberal y no han sido pocas las veces que hemos el de sus amigos (nueve por los que dejado la palanca y el remo para empuñar el fusil […], sirviendo de firmaron otros por ser analfabetos) al Ciudadano Presidente del Estado todos modos á la causa liberal, la causa de nuestras simpatías”130. Soberano del Cauca, Popayán, 7 de Aunque en la guerra los conservadores los habían amenazado para febrero de 1878 ACC, AM, paquete 144, leg.64. que les transportaran provisiones río arriba, ellos se habían negado. Los afrocolombianos tenían muy poco que ofrecer al Partido 130. Los bogas de río Dagua (más de 115 nombres, sólo 7 firmaron por ellos Liberal, en términos de riqueza e influencia social. Todo lo que temismos) al Ciudadano Presidente nían era la voluntad de apoyar al Partido con sus votos o su sangre. del Estado, Cali, 15 de mayo de 1878 ACC, AM, paquete 144, leg. 64. Por tanto, los ciudadanos armados se convirtieron en el actor político del liberalismo popular131. 131. El resultado de la concentración en el servicio militar y en la votación fue la exclusión de la mujer, que con

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Los afrocaucanos no solamente aceptaron la definición de ciudadanía postulada por los liberales, sino que se apropiaron y reorientaron el concepto. Claro que antes de 1853, la mayoría de los afrocolombianos no cumplía con los requisitos de alfabetización y propiedades inmuebles, exigidos para ser plenos ciudadanos. Esto, sin embargo, no les impidió aferrarse al manto de la ciudadanía. Se introdujeron en las Sociedades Democráticas, participaron en mítines y manifestaciones callejeras y se alistaron en la Guardia Nacional. Incluso participaron en las jornadas electorales. Si el estado antes de 1853 les prohibía votar, ello no les impedía llegar el día de elecciones, acomodarse en la plaza, vitorear a sus candidatos o copartidarios, y con su presencia física hacer ver que estaban dispuestos a impedir como fuera cualquier intento de fraude. Se tomaron de facto sus derechos destruyendo las cercas que bloqueaban el acceso a la tierra y castigaron a aquellos conservadores que en su opinión amenazaban con destruir la estructura ciudadana. Ellos mismos se adjudicaron el papel de jueces que decidían quién era ciudadano y quién no132. El “otro” en contra del que los afrocolombianos construyeron su personalidad política frecuencia participaba en la acción política directa a partir de una total fue la esclavitud y todo aquel que pretendiera arrebatarles las premembresía en el liberalismo popular rrogativas que la ciudadanía otorgaba. Más aún, el amo esclavista y en la formación de la Nación. Para la importancia del servicio militar, personificaba ese “otro”, pero también el aristócrata, el poderoso, véase Ada Ferrer, Insurgent Cuba 133 el hacendado, el conservador o el simplemente el rico . 37-42; Doris Sommer, Foundational Fictions: The National Romances of A pesar de todo, la redefinición liberal popular del concepto de Latin America (Berkeley: University ciudadanía iba mucho más allá de la apropiación del control sobre of California Press, 1991), 23. quién podía ser ciudadano y por qué. Los liberales populares también 132. Mercado lo reconocía cuando se tenían una imagen definida del sentido de los derechos de ciudadarefería como “ciudadanos” a la gente que había tumbado las cercas nía. Más importante aún, invistieron el concepto con nociones más de los ejidos de Cali. R. Mercado al poderosas de libertad e igualdad que las que los liberales de élite Secretario de Gobierno, Cali, 24 de enero de 1851, AGN, SR, FGV, tomo reconocían. Los afrocolombianos no solamente entendían la ciu165, p. 799. dadanía como la no existencia de la esclavitud, sino también como 133. Anónimo, Observaciones para servir a la la ausencia de la subordinación económica y social que conllevaba. historia, 1; El Pensamiento Popular, 22 de Los conservadores se horrorizaban ante el reclamo de derechos ciujulio de 1852; Jorge J. Hoyos a Mariano Ospina, Buenaventura, 25 de marzo de dadanos y la no aceptación de las viejas formas de deferencia por 1859, BN, FM, libro 189, p. 363; Ariete, parte de los afrocolombianos. Sin embargo, los preocupaba aún más 19 de enero de 1850; Residentes de Tumaco (más de 45 nombres) al la insistencia de los liberales populares de que la ciudadanía tamCiudadano Presidente de la Unión, bién implicaba derechos de equidad económica, específicamente el Tumaco, 30 de agosto de 1878, Archivo del Instituto Colombiano derecho a la tierra. La tierra había sido una de las motivaciones del de la Reforma Agraria, Bogotá, zurriago y era -en la versión de protección de los terrenos comunales Bienes Nacionales (en adelante INCORA), tomo 14, p. 947; Manuel o la redistribución de los latifundios- lo que había motivado a los María [Mosquera] a Tomás [Cipriano liberales populares a participar en las contiendas civiles. Mosquera], Popayán, 15 de mayo de 1877, ACC, SM, doc. 57. 555; Francisco Gutiérrez Sanín, Curso y discurso.

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A finales de la década de 1860, los liberales populares comenzaron a emitir, a veces a vociferar, un discurso más radical en relación con los derechos sobre la tierra. En 1868, la Sociedad Democrática de Palmira hizo una petición en nombre de sus constituyentes. Los hacendados locales les habían prohibido coger leña e intentaban hacerles pagar renta por los terrenos que ocupaban en los márgenes de las grandes propiedades. Alegaban que tales terrenos no eran propiedad de los hacendados y que los pobres tenían pleno derecho a explotarlos. Los peticionarios afirmaban que la nación se encontraba “en la era gloriosa de la equidad natural […] con la caída y derribamiento de todas esas tiranías de que han sido victimas, aquí como en todas partes, los débiles; [el terreno es] en provecho exclusivo de unos pocos que, presentándose como fuertes, lo explotaron i usurparon todo, desde los imprescriptibles derechos individuales de los primeros, hasta los dones gratuitos que Dios ha derramado, con munificente profusión en favor de todos sus hijos”134.

El uso de la tierra era un derecho natural otorgado por Dios a los pobres, un derecho que tal vez anulaba los problemas relativos a los títulos legales de propiedad. La Sociedad Democrática de Palmira no solamente se basaba en el derecho natural o apelaba a la sola religión para justificar sus clamores. Los palmireños le recordaban al presidente que la “clase pobre” había hecho “la valiosísima contribución de sangre para defender las instituciones, el orden público, i la integridad e independencia nacional”. Y proseguían: “Estos individuos tienen, por lo mismo, un incuestionable derecho a ser protegidos por un Gobierno liberal”135. 134. Los abajo firmantes ciudadanos La guerra civil de 1876-77, que produjo en el Cauca las más grandes Colombianos y miembros activos del Estado Soberano del Cauca y la batallas después de la Independencia, animó a los liberales populares Sociedad Democrática de Palmira a hacer avanzar sus concepciones. La sangre que habían sacrifica(más de 65 nombres) al Ciudadano Presidente de los Estados Unidos de do por la causa liberal, salvando al partido de una derrota segura, Colombia, Palmira, 21 de junio de exigía retribución, y la tierra -de la misma manera que la abolición 1868, INCORA, tomo 7, p. 492. durante la guerra de 1851- era la recompensa precisa y adecuada136. 135. Los abajo firmantes ciudadanos La Sociedad Democrática de Cali envió una petición al presidente del Colombianos y miembros activos del Estado Soberano del Cauca y la estado en la que exigía remuneración por todos los servicios que los Sociedad Democrática de Palmira al pobres de Cali habían hecho a la causa liberal durante la guerra paCiudadano Presidente de los Estados Unidos de Colombia, Palmira, 21 sada, citando todas las batallas de la larga campaña en las que habían de junio de 1868, INCORA, tomo 7, participado. Primero solicitaban pagos retroactivos de las raciones p. 492. Para un argumento similar, véase El Pensamiento Popular, 22 de y mesadas no pagadas y pensiones para las viudas y los hijos de los julio de 1852. camaradas caídos. Después venía la demanda más importante: el 136. Carlos Holguín a Sergio Arboleda, cese del pago de rentas por la tierra. Proponían que cualquier perManizales, 30 de enero de 1877, ACC, sona pudiera establecerse y cultivar cualquier terreno en el Cauca, FA, sig. 1515; Belisario Zamorano, Bosquejo biográfico del Jeneral David Peña (Cali: Imprenta de Eustaquio Palacios, 1878), 16.

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mientras “no perjudique gravemente a un segundo”. También proponían que todos los bosques fueran abiertos para que los pobres pudieran obtener leña de acuerdo con la necesidad. Eran conscientes de que sus peticiones eran extraordinarias, pero advertían con prudencia: “¿Cómo puede concebirse justo el que viven sin hogar los únicos que en todo tiempo han venido defendiendo el suelo que los vio nacer contra las repetidas e injustas invasiones de Antioquia [un bastión conservador], apoyadas por los que se dicen dueños de la mayor parte de los terrenos del Cauca?”137. Claro está que el clamor sobre la tierra no obedecía a razones económicas únicamente, ya que su tenencia estaba inextricablemente ligada al problema de la deferencia (debida al latifundista) y al de la representatividad (para muchos la independencia económica necesaria para merecer la ciudadanía). Aquí las concepciones de la élite liberal se desviaban de las de los liberales populares. En cuanto a aquella concernía, la cuestión de la ciudadanía ya se había resuelto satisfactoriamente; sin embargo, los liberales populares eran conscientes de que su status no sería nada seguro si no se avanzaba hacia la igualdad económica. Los soldados remataban su escrito de manera apasionada y con una madurez política que asombra: “La tierra no puede ser ocupada en extensiones excesivas que priven a los demás miembros de la comunidad de los medios de subsistencia o los obliguen a ser esclavos de esos llamados señores feudales, que no admiten en sus supuestas propiedades territoriales sino a aquellos individuos que implícitamente les venden su independencia personal, es decir, su conciencia y su libertad, dejando 137. Los suscritos miembros de la de ser ciudadanos de un pueblo libre, para ser colonos o tributarios de Sociedad Democrática (más de 180 nombres, muchos con rasgos un individuo particular”138.

David Peña redactó el proyecto de ley, primero instituyendo una moratoria del pago de rentas de cinco años y, más radical aún, permitiendo que todo aquel que no tuviera tierra pudiera reclamar tres hectáreas en cualquier terreno que no estuviera cercado o cultivado por otro. La ley también contemplaba que los pobres tuvieran acceso a los bosques no cercados para obtener leña a satisfacción139. Después de algo de consternación (pues sabían que en la guerra el partido había sido salvado por los afrocaucanos), los liberales negaron la petición como ilegal y muy costosa140. Pensaban los liberales que tan sólo rechazaban una petición económica. Para los liberales populares, al contrario, la negativa a la ley de agricultura golpeó con rudeza todo el aparataje de la negociación anterior, pues el acceso a la tierra era algo que afectaba no sólo su sustento económico, sino también su estatus social y político como gente libre. Uno de los

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groseros y o les firmaron otros) al Ciudadano Presidente del Estado, Cali, 1 de junio de 1877, ACC, AM, paquete 137, leg. 7.

138. Los suscritos miembros de la Sociedad Democrática al Ciudadano Presidente del Estado, Cali, 1 de junio de 1877, ACC, AM, paquete 137, leg. 7. 139. David Peña, “Proyecto de Lei por lo cual se fomenta la agricultura en el Estado,” Popayán, 9 de agosto de 1877, ACC, AM, paquete 137, leg. 30. 140. Registro Oficial (Organo del Gobierno del Cauca) (Popayán), 30 de junio de 1877; B. González a Julián Trujillo, Popayán, 2 de agosto de 1877, AGN, Sección Colecciones, Fondo Enrique Ortega Ricaurte, Serie Generales y Civiles, caja 94, carpeta 346, doc. 18.565; Reporte de Ramón Cerón, Popayán, 14 de agosto de 1877, ACC, AM, paquete 137, leg. 30.


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“Ciudadanos de un pueblo libre”: liberalismo popular y raza en el suroccidente de Colombia en el siglo XIX

objetivos de este artículo ha sido demostrar que la negociación política de los liberales populares y los liberales de élite en el Cauca abrió posibilidades para vibrantes acciones populares. Sin embargo, también deseo señalar las limitaciones de tal negociación. La negociación social involucraba cuatro categorías generales de derechos: judiciales, sociales, representativos y económicos. Hacia 1870, los liberales habían hecho grandes progresos en materia judicial: se había abolido la pena de muerte, se habían limitado las penas de prisión a dieciséis años como máximo y se habían implementado los tribunales de justicia. De la misma manera, mucho se había avanzado en materia social. Los liberales declaraban con orgullo que la aristocracia estaba superada (aun si la plena igualdad no se había logrado) y los afrocolombianos, junto con los mestizos y los liberales blancos, participaban en muchos aspectos de la vida pública ya fuera en las Sociedades Democráticas, en la Guardia Nacional, en las manifestaciones o en las ceremonias públicas. En el plano representativo, todos los hombres adultos podían votar; muchos lo hacían, e incluso algunos fueron elegidos en la burocracia local. Los liberales de clase media con vínculos cercanos a los afrocolombianos (incluso algunos afrocolombianos) obtuvieron altos puestos en la maquinaria del estado, pero en general este acceso fue algo muy limitado. En el plano económico también se había ganado mucho -el fin de los estancos del aguardiente y el tabaco, apoyo (si no victoria total) en la lucha por los ejidos, el pago por el servicio militar y, lo más importante, la abolición de la esclavitud (que en sí misma cubría materias sociales, jurídicas y de representatividad)-. Pero los liberales de élite no estaban en capacidad ni en disposición de satisfacer el más central de los problemas económicos: la redistribución de la tierra. Aquí el abismo entre la élite liberal y el liberalismo popular era profundo. Para aquella el asunto de la ciudadanía se había cerrado con el sufragio otorgado a los hombres mayores de edad. Pero para los afrocolombianos ello sólo era una apertura importante en la lucha por llegar a ser verdaderos “ciudadanos de un pueblo libre”. La negativa a responder las demandas populares de tierra tornó tirantes las relaciones entre los afrocaucanos y el Partido Liberal. Hacia 1870, el escenario político en el Cauca había cambiado significativamente. Los desórdenes de la guerra civil de 1876-77 y los continuados reclamos de los liberales populares hicieron que muchos liberales reconsideraran la bondad de la política de alianza que habían forjado en los años cincuenta. Una facción autodenominada Independientes se separó del partido; entre otras, una de sus esperanzas era restringir la participación política del pueblo. Cuando en 1879 los Independientes, aliados con los conservadores, dieron un golpe en contra del gobierno del estado, los liberales una vez más intentaron reunir a las Sociedades Democráticas, pero con la reforma sobre la tierra denegada, esta vez tuvieron menos éxito. Los Independientes tomaron el control del estado prefigurando

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el proceso conocido como La Regeneración, que reemplazó la Constitución liberal y federal de 1863 por la extremadamente conservadora Constitución de 1886 (que permanecería casi intacta durante los siguientes cien años). El nuevo régimen persiguió a las Sociedades Democráticas, redujo la frecuencia de las elecciones, instituyó una dura legislación anticriminal y restringió el sufragio nacional a los propietarios de bienes inmuebles. Una coalición de Conservadores, Independientes y algunos grupos populares consiguió dominar el espacio público político disponible a los plebeyos, en general, y a los liberales populares, en particular141. Como sea, el retiro liberal del compromiso con el pueblo no debe empañar la destreza de los afrocaucanos para acomodar el discurso liberal a sus necesidades, ni su habilidad para negociar con los líderes del Partido Liberal para obtener algún reconocimiento por parte del estado y de la nación. Yo argumentaría que, en general, la política del siglo XIX sólo puede ser comprendida en relación con la interacción entre élites y subalternos en la guerra, en los procesos electorales y en la vida cotidiana. La fortaleza de los liberales populares del Cauca permitió que la política no fuera simplemente una contienda entre facciones de caballeros seguidos de forma irracional por sus clientes, sino un espacio del que los subalternos pudieron apropiarse y recrear, aun con medios limitados. Aunque los liberales populares perseguían fines propios y específicos, su actividad política, de una manera más general, afectó el curso y la profundidad de la democracia colombiana. Con posterioridad a la Independencia, los afrocaucanos hicieron progresos significativos en transformar la sociedad y la política en 141. Para un excelente repaso general de Colombia, especialmente si se compara con Estados Unidos y Brasil. este proceso (y la historia caucana Aunque a finales de siglo, algunos conservadores y liberales se las en general), véase Alonso Valencia Llano, Estado soberano del Cauca, arreglaron para restringir la democrática y abierta cultura políti226-282; también Marco Palacios, ca de la Colombia de medio siglo y de esa manera excluir a muchos Entre la legitimidad y la violencia: Colombia, 1875-1994 (Bogotá: Grupo liberales populares de la actividad, el vínculo entre liberales y afroEditorial Norma, 1995), 15-71; 142 colombianos no se rompió del todo. Tan sólo se debilitó . Es más, la Vicente Cárdenas a Sergio Arboleda, Quito, 2 de septiembre de 1878, asociación entre afrocolombianos y liberales continuaría a lo largo ACC, FA, sig. 1506. Claro está que el de las futuras guerras civiles hasta el presente, aunque los afrocaurechazo eventual de los liberales del Cauca hacia sus aliados populares canos nunca volverían a jugar un papel tan destacado en la política no fue exclusivo de Colombia. Véase nacional. En el siglo XIX -en menor grado, pero también en siglo XXFlorencia E. Mallon, Peasant and Nation; Guy P. C. Thomson y David la gente del común y especialmente los descendientes de africanos G. LaFrance, Patriotism, Politics, and estuvieron en la capacidad eventual de hacer de la aún no definida Popular Liberalism in NineteenthCentury Mexico: Juan Francisco Lucas nación colombiana, la suya propia. and the Puebla Sierra (Wilmington, Del.: SR Books, 1999).

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142. Para la relaciones en el siglo XX, véase W. John Green, Gaitanismo, Left Liberalism, and Popular Mobilization in Colombia (Gainesville: University Press of Florida, 2003).


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Reseñas Flórez-Malagón, Alberto G., ed. El poder de la carne. Historias de ganaderías en la primera mitad del siglo XX. B ogotá : E ditorial P ontificia U niversidad J averiana , 2008, 441

pp .

Cual si fuera un Angus que ha finalizado su etapa de engorde, El poder de la carne es un libro que a primera vista llama la atención por su voluminosa figura. Sus páginas alojan ocho ensayos, que versan sobre la historia de la ganadería y del consumo de carne de res en Colombia durante la primera mitad del siglo XX, a partir de una perspectiva interdisciplinaria que incluye la biología, la antropología, la ciencia política, la geografía, la economía y la historia. La obra da cuenta de todo el proceso que implica llevar un pedazo de carne a la mesa. Carlos Gustavo Hinestroza Recuerda el modelo planteado por Carlos Marichal acerca de Historiador, Universidad Nacional las commodity chains, una propuesta investigativa que invita de Colombia, sede Medellín. a estudiar los diversos sujetos que se relacionan con una Estudiante de la Maestría en Historia, mercancía (productores, intermediarios y consumidores) y las Universidad de los Andes. razones que motivan el consumo de ésta1. Y es que el objetivo cg.hinestroza173@uniandes.edu.co trazado en el libro, como lo señala Flórez-Malagón en la “Introducción”, es comprender por qué el consumo de carne de res terminó siendo una práctica social tan extendida en nuestro país, lo que implica ir más allá del terreno económico e invita a preguntarse por los aspectos culturales, económicos y ambientales envueltos en la naturalización de dicha práctica. Las primeras lonjas del libro corresponden a dos artículos del historiador y geógrafo Shawn van Ausdal. El primero, titulado “Ni calamidad ni panacea”, es un balance historiográfico sobre la ganadería en Colombia en el que se hace énfasis en lo incipiente que aún se encuentra la investigación en este ámbito -pese a los esfuerzos investigativos realizados por autores como Fals Borda, Kalmanovitz o Posada Carbó- y en la importancia de esta actividad para la historia del país. Van Ausdal reconoce dos tendencias presentes en dicha historiografía: una tradicional, característica de los marxistas de los años sesenta, ochenta y noventa, que ha enfatizado los puntos negativos de 1. “Commodity Chains in Theory and la actividad ganadera (latifundismo, desplazamientos forzados, in Latin America Perspective”, en violencia, etc.); y otra llamada la crítica revisionista, que pone From Silver to Cocaine: Latin American Commodity Chains and the Building en entredicho varios de los postulados de la anterior, evidencia of the World Economy, 1500-2000, eds. Steve Topik, Carlos Marichal y Zephyr Frank (Durham: Duke University Press, 2006), 1-19.

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fenómenos antes ignorados (como los pequeños y medianos ganaderos o las innovaciones tecnológicas) y resalta los aspectos positivos del sector pecuario. Tras mostrar los aciertos y los vacíos de cada una, el autor propone como alternativa hallar un término medio -como diría un gastrónomo- que permita una cabal comprensión de la ganadería. En su segundo artículo, “Un mosaico cambiante”, Van Ausdal se interesa por revelar varios aspectos de la actividad ganadera a la luz de ese camino intermedio que propuso, y centrado en el período 1850-1950. Su objetivo es explicar las causas del aumento de la población vacuna y el cambio en los paisajes que éste traía, un hecho ligado a las innovaciones tecnológicas en el sector. Se preocupa, igualmente, por hacer una geografía histórica de la ganadería en la que da cuenta de por qué hubo regiones que dejaron de practicar la actividad, mientras otras la fomentaron. Asimismo, describe los factores sociales de la ganadería, poniendo en evidencia su heterogeneidad con respecto a los propietarios de tierras y reses (no sólo latifundistas), su participación en el mercado y las actividades desempeñadas (criadores y cebadores, por ejemplo). Por último, el autor da una mirada a las relaciones entre las élites ganaderas y el Estado, matizando la creencia de su enorme poder en el ámbito nacional. No sobra decir que el trabajo de Van Ausdal pretende desvanecer esa imagen de la ganadería como una institución monolítica y, más bien, hace hincapié en su elasticidad. Los acápites tres y cuatro de este suculento libro son obra de Flórez-Malagón. El primero, “Ganado, ¿para qué?”, describe otros usos del ganado que han sido opacados por la producción de carne. La utilización de reses para la ocupación territorial, bueyes usados para el transporte, el desempeño de la industria del cuero, la producción y comercialización de lácteos (en especial la leche y su relación con la publicidad), y la extracción de sebo son las actividades estudiadas. Pero llama la atención el último punto que toca Flórez-Malagón, referido a los usos simbólicos, donde estudia las corridas de toros y las corralejas como modos alternativos de consumo que denotan la estratificación de los grupos sociales, a partir de su comportamiento en estos espacios. Cuestionar que el fin único de la cría de ganado sea la producción de carne durante la primera mitad del siglo XX es la propuesta del acápite. Continúa Flórez-Malagón con “El mercado de la carne a finales del siglo XIX y primera parte del XX”, un artículo en el que reconstruye el consumo de carne en el país a partir de las tasas de degüello departamentales. En él, el autor pone de manifiesto que, pese al aumento en el consumo, éste no alcanzó niveles tan elevados como para afirmar su supremacía en los comedores colombianos. Paradójicamente, Flórez Malagón evidencia que el número de cabezas de ganado sí creció durante la primera parte del siglo XX, fruto de las innovaciones técnicas y del interés de los ganaderos por exportarlas

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al mercado caribeño que las demandaba, lo que a su vez les permitía especular con el precio interno de la carne, al mantener un bajo número de semovientes en el país para sacrificar. El quinto ensayo es obra de la politóloga Íngrid Bolívar y se titula “Discursos estatales y geografía del consumo de carne de res en Colombia”. En él la autora expone cómo el Estado tiene el poder de introducirse e influir en prácticas tan cotidianas y privadas como la alimentación, a través de la regulación política. Para ello Bolívar estudia los mecanismos que el estado colombiano utilizó para construir un discurso hegemónico a favor del consumo de carne: las investigaciones que pretendían “conocer” al pueblo, los estudios higienistas y médicos sobre cuál era la alimentación adecuada para la población colombiana, y las promesas acerca de la ganadería como uno de los ejes del desarrollo económico. Además, la autora hizo una geografía regional del consumo, partiendo de un estudio que sobre el tema se hizo en 1953. Gracias a esta fuente, Bolívar pudo ver los contrastes del consumo entre los departamentos del país y comparar con los estándares que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) pregonaba para la época. Sumado a ello, la fuente le permitió reconocer a Bolívar que todavía en la primera mitad del XX la carne de res no era central en la dieta de muchos colombianos, confirmando lo ya expresado por Flórez-Malagón. “De razas y carne” es el sexto acápite, escrito por la historiadora Stefanía Gallini. El artículo analiza los discursos emanados de autoridades científicas y su influjo en la producción y consumo de la carne bovina. Específicamente, Gallini tomó como objeto de estudio las ideas expresadas por veterinarios y zootecnistas, personajes ignorados en las investigaciones que las ciencias sociales han hecho sobre la ganadería en Colombia. La autora pone de relieve el hecho de que sus discursos modernizadores tuvieron la suficiente trascendencia para cambiar la fauna ganadera del país. Sus ideas se materializaron con la importación de razas extranjeras (europeas en especial), su cruce con las criollas buscando “mejorarlas” (lo que implícitamente dejaba entrever las ideas de eugenesia de los médicos de principios del XX), y con la difusión del cebú o Bos índicus, la subespecie que terminó por predominar en los hatos del país. Asimismo, Gallini muestra el peso de estos especialistas en el consumo, ya que su labor incluía visitas a los mataderos, brindándoles el poder de determinar cuál era la carne apta para la alimentación. Gallini, sin embargo, subraya que las ideas expresadas por estos hombres de ciencia generaban rechazo en sectores de la población que aún defendían formas tradicionales de producir y de consumir la consabida carne. El séptimo artículo del libro, “Ecología de los consumos de carne”, elaborado por el/la biólogo/a (Brigitte) Luis Guillermo Baptiste, aborda el tema de la dieta carnívora desde una posición bastante sugerente para los científicos sociales, entrelazando la biología y la etnografía. Su estudio pretende mostrar qué se comía, en términos de carne, en los Llanos orientales y Bolívar durante la primera mitad del siglo XX. El

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resultado de su pesquisa se sintetiza en que la carne de res era apenas una opción entre la amplia oferta de alimentos de origen animal, producto de la caza y pesca, actividades que hacían parte del diario vivir de los habitantes de aquellas regiones. La carne bovina, en aquellos parajes, se asociaba con riqueza, poder y prestigio social, por lo que su consumo era común en las fiestas. No obstante, concluye Baptiste, el desplazamiento a las ciudades, el bajo precio de la carne vacuna y un discurso ambientalista que condena y criminaliza la caza han llevado a los colombianos a tener una gama tan pobre de alimentación animal en un país de tanta biodiversidad. Flórez-Malagón cierra la investigación con “Dime qué comes y te diré quién eres”, un escrito que gira en torno a la relación entre alimentación, sociedad y cultura. Pretende demostrar por qué se impuso hegemónicamente el consumo de carne res en Colombia en detrimento de otros alimentos. El autor plantea que la aparición de la literatura culinaria y los discursos científicos sobre de la buena nutrición fueron posicionando la carne vacuna como un alimento importante dentro de la dieta de los colombianos, y cómo al mismo tiempo generaron mecanismos de distinción, puesto que las élites prefirieron ciertos cortes de la res, particulares maneras de prepararlos y lugares precisos donde comerlos, imponiendo ante el resto de la sociedad colombiana qué es el buen comer. Y es que el autor siempre tiene presente, gracias a una profunda revisión bibliográfica sobre el tema, que el acto de comer tiene una serie de significados que establecen diferencias sociales entre clases, géneros y edades, que forja identidades, pero que igualmente implica la imposición de valores de un grupo sobre otro. El poder de la carne, sin duda alguna será un texto de referencia obligada para cualquiera que pretenda adentrarse en la historia de la ganadería o de la alimentación colombiana. Su mayor fortaleza es la perspectiva interdisciplinaria que da pie a pensar el consumo de carne desde ópticas tan variadas. A su vez, es importante el llamado que hace para incrementar los estudios regionales del fenómeno, para dar paso a una comprensión cabal de la ganadería y socavar el mito de que es una actividad homogénea en todos los rincones donde se practica. Y precisamente por esta razón me atrevería a sugerir que una mirada sobre la Bogotá de las dos últimas décadas del siglo XIX hubiera sido provechosa para encontrar algunos esfuerzos estatales por imponer la carne de res como alimento de la “civilización”2. En 2. Carlos Michelsen, “Carne”, Revista de aquellos años se centralizó el degüello en un solo lugar3, se edificó Higiene 4 (Bogotá, 1888): 55. un nuevo matadero en 1887, tratando de imitar el que funcionaba 3. “Decreto No. 100 de 1885”, Diario en París4 e, incluso, se construyó una plaza exclusivamente para la Oficial 6319, Bogotá, 26 de enero, 1885, 14233. venta de carne vacuna5.

4. Claude Vericel, “Matadero Público”, Revista de Higiene 9 (Bogotá, 1888): 177-178. 5. Germán Mejía Pavony, Los años del cambio. Historia urbana de Bogotá 18201910 (Bogotá: CEJA, ICANH, 2000), 220.

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Soluri, John. Banana Cultures: Agriculture, Consumption, and Environmental Change in Honduras and the United States. Austin: University of Texas Press, 2005, 321 pp.

El debate sobre las bananeras se ha centrado generalmente en posiciones extremas entre los teóricos de la modernización, que veían el arribo del capital y la tecnología a América Latina como necesario para cambiar las formas de vida y las mentalidades “tradicionales” de la población, y la teoría crítica de la dependencia, que argüía que el capital foráneo estaba subdesarrollando a América Latina 1. El reciente libro de John Soluri va más allá de estas visiones “modernistas” y “dependentistas”, las cuales comparten una visión de las Santiago Muñoz Arbelaez bananeras que le da únicamente agencia a las grandes empresas Historiador de la Universidad de multinacionales estadounidenses2. Para ello busca reconocer los Andes. Miembro del comité los múltiples encuentros e interacciones cotidianas entre las directivo de Razón Cartográfica: compañías, los trabajadores, los bananos, los patógenos, los red de historias de las geografías científicos y, finalmente, los revendedores y compradores de de Colombia. Profesional en bananos en Estados Unidos. Con este amplio repertorio de investigación en Ciencias Sociales, actores históricos, Soluri explora la relación entre el consumo Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco masivo de una mercancía tropical en Norteamérica y el cambio de la República (Bogotá, Colombia). social y ambiental que generó la producción masiva de bananos santiagomunoza@gmail.com en Centroamérica. Banana Cultures es el primer libro del autor y surgió de su tesis doctoral en la Universidad de Michigan. El trabajo de Soluri ha recibido, además, diversas distinciones. Su artículo “Accounting for Taste: Export Bananas, Mass Markets, and enfermedad de Panamá”, publicado en la revista Environmental History, recibió en el 2002 el premio Aldo Leopold-Ralph W. Hidy, que selecciona los aportes más importantes a la historia ambiental publicados en esta revista. Igualmente, el libro aquí reseñado recibió el premio George Perkins Marsh de la American Society for 1. Sobre la teoría de la dependencia véase: Fernando Henrique Cardoso Environmental History, reconocido como el mejor libro de y Enzo Faletto, Dependencia y historia ambiental publicado en el 2005. desarrollo en América Latina: ensayo de interpretación [1969] (México: Siglo Para rastrear la manera como la producción y el consumo Veintiuno Editores, 1979). masivo de bananos generaron cambios ambientales, sociales y 2. Para una argumentación similar culturales en la costa norte de Honduras, Soluri desarrolla ocho sobre el caso colombiano: Marcelo capítulos. El primero explora el surgimiento de las plantaciones Bucheli, Bananas and Business: The United Fruit Company in Colombia, 1899 – 2000 (New York: New York University Press, 2005).

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de banano en Honduras y del consumo masivo de banano en E.U. La costa norte de Honduras era una región que se percibía como atrasada, pues estaba compuesta en su mayoría por selvas fuera del alcance económico del Estado. Esta percepción de la región llevó a que el Estado buscara promover la presencia de empresas extranjeras que la modernizaran. Pero el capítulo muestra que existía una gran cantidad de plantaciones independientes que precedieron la entrada de la United Fruit Company a la región y que continuaron siendo importantes posteriormente. Además de los múltiples plantadores hondureños, había otras dos compañías estadounidenses con una presencia importante en la región: Cuyamel y Standard Fruit Company. En E.U., el banano se transformó en poco tiempo de una planta tropical escasa y exótica, a una mercancía de consumo cotidiano. Además de los discursos sobre la importancia de comer fruta fresca y del conocimiento asociado al consumo de bananos, el desarrollo tecnológico de una infraestructura -como barcos de vapor y ferrocarriles- que permitiera el transporte de mercancías frágiles y perecederas a largas distancias y a más rápidas velocidades fue imprescindible para el consumo de banano en Estados Unidos. La transformación de novedad a mercancía que atravesó el banano a finales del siglo XIX y comienzos del XX fue, en palabras de Soluri, producto de la era del combustible fósil. El segundo capítulo explora los cambios ambientales, generados por los invasores que ingresaron a la costa norte de Honduras con las plantaciones de banano. Uno de los invasores que tuvo una gran importancia en los cambios en el paisaje y que operó a favor de las compañías en sus batallas contra los plantadores locales fue el ferrocarril. Debido a los grandes requerimientos de capital que exigía, los pequeños plantadores no pudieron construir dicha infraestructura y dependieron de la compañía para su utilización. Pero el ferrocarril fue sólo uno de varios invasores que impulsaron una gran transformación de las selvas de la costa norte. Escuadrones de trabajadores que habían migrado al lugar cortaron con sus machetes y herramientas desde los grandes árboles hasta los pequeños arbustos, cavaron pozos de drenaje y desviaron aguas de los ríos cercanos para hidratar las tierras de las plantaciones. La costa del norte de Honduras, donde antes primaba una selva poblada con distintos tipos de vegetación y vida animal, se había convertido para 1920 en un paisaje despejado y monótono de palmas de banano. Pronto se hizo notar un nuevo invasor que llegó a la región favorecido por el paisaje de monocultivos de banano. La enfermedad de Panamá era un patógeno que afectaba las plantas Gros Michel y reducía su productividad. Las compañías

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iniciaron programas científicos y encontraron variedades de banano que eran resistentes a la enfermedad. Al mismo tiempo que los monocultivos de Gros Michel se expandían en el Caribe y América central, los bananos se insertaban en la vida cotidiana de los E.U. En 1920 el consumo simbólico de bananos adquirió escala masiva y, en asociación con otras mercancías tropicales como el té, el café y el chocolate, se convirtió en un símbolo de las transformaciones de la sociedad estadounidense de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Para 1930, el consumo de banano era ya primordial en E.U., y los vendedores de frutas se convirtieron en un importante filtro que marcó la pauta con respecto a cómo debían ser los bananos que se consumían. Tanto los revendedores de fruta como las amas de casa -quienes seleccionaban los bananos para la familia- fueron desarrollando su idea del banano alrededor de una variedad específica: el Gros Michel. Así pues, el mercado de bananos y las sensibilidades estéticas alrededor de las cuales se había construido la noción de un buen banano impedían la introducción de nuevas variedades para reemplazar los Gros Michel, que eran atacados por la enfermedad de Panamá. Las compañías, ante la imposibilidad de encontrar respuesta científica, la dificultad de comercializar una variedad distinta de banano y con el interés de continuar el negocio, decidieron adoptar un sistema de plantación móvil, que consistía en abandonar las plantaciones invadidas por la enfermedad, desmontar una nueva selva y establecer una nueva plantación. Una vez ésta fuera invadida de nuevo por la enfermedad de Panamá, era abandonada y se desmontaba una nueva porción de selva. Es, entonces, por una sensibilidad estética del banano que se ha desarrollado en E.U. en torno a una variedad específica de banano (el Gros Michel) que se adopta un sistema de producción, con unos costos ambientales devastadores y con unos penosos efectos para las economías locales de la costa norte de Honduras. Una variedad de banano que, aunque podía saber igual, se veía distinto y por eso no era útil para el comercio. De aquí la importancia de establecer la conexión entre la producción y el consumo, para comprender los cambios sociales y ambientales que generaron las plantaciones de bananos en la costa norte de Honduras. Los cambios agroecológicos asociados con la expansión de plantaciones de bananos son analizados en el tercer capítulo desde la perspectiva de los pequeños productores. Los plantadores independientes tuvieron conflictos alrededor del acceso a recursos con las compañías, que estaban aventajadas por su posibilidad de invertir grandes sumas de capital para adecuar las plantaciones en cuanto a irrigación y transporte, y con ello fueron construyendo un dominio sobre los

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plantadores “independientes”, quienes paradójicamente, cada vez se volvieron más dependientes de la infraestructura y de las conexiones de las compañías. Es por esto que la plantación móvil adoptada por las compañías tuvo un efecto devastador para las economías locales. Los finqueros sentían de una manera más aguda el límite de su autonomía cuando la compañía decidía cambiar de ruta el ferrocarril y abandonar el lugar. Como muestra Soluri, estas decisiones tenían un fuerte impacto en la vida y la economía local. Numerosos conflictos, iniciados por la población para impedir el traslado de la infraestructura de la compañía, cuestionan la idea generalizada de una compañía omnipotente que se aprovechaba de la población, para dar una mayor importancia a los agentes locales. El cuarto capítulo se centra en la aparición de un nuevo actor que habría de alterar una vez más las relaciones sociales y ambientales generadas por las plantaciones de banano en las costas del norte de Honduras. El Sigatoka era una nueva enfermedad que atacaba al banano Gros Michel y que no se podía evadir con el mismo sistema de plantación móvil utilizado con la enfermedad de Panamá, pues se propagaba muy rápido. La investigación científica y el uso de agroquímicos fueron la única solución posible ante las características biológicas de este patógeno. El agroquímico más apropiado para contrarrestar la invasión del Sigatoka era el Bordeaux, una mezcla de cobre y lima que se aplicaba por equipos de trabajadores desde el suelo. Esta solución, que requería grandes cargas de trabajo, fue apropiada para las compañías pero no sirvió a los plantadores independientes. De manera que, así como el ferrocarril, la irrigación y otro tipo de infraestructura que tenían altos requerimientos de capital, el Bordeaux se convirtió en una nueva ventaja de las compañías sobre los pequeños productores. Esta solución no era apropiada tampoco para el Caribe, donde se debían buscar soluciones con menos exigencias de trabajadores. Soluri destaca de esta manera que la ciencia y la producción de conocimiento estaba íntimamente ligada al contexto y a los requerimientos de quien invertía. Pero mirados desde el trabajo cotidiano, los agroquímicos generaban problemas de salud para los trabajadores y problemas ambientales en la región. En síntesis, el control del Sigatoka marcó el comienzo de una era donde la plantación de bananos para exportación requirió de químicos para lidiar con problemas asociados con las enfermedades, las pestes y la declinación de la fertilidad del suelo. Cuestionando la metáfora de la “prisión verde” de Amaya Amador, el quinto capítulo discute la idea de unas compañías omnipotentes y unos trabajadores pasivos. Por medio de veinticuatro entrevistas, Soluri revive la vida de las plantaciones a partir de las experiencias de distintos trabajadores.

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Las plantaciones estaban compuestas por grandes cantidades de trabajadores migrantes que terminaron consolidando en la costa norte la región más cosmopolita de Honduras. En los enclaves, encontrar trabajo era fácil -y por lo general dependía de redes familiares y de amistad que generaban los contactos-, pero mantenerlo resultaba difícil ya que las compañías contrataban mano de obra únicamente para períodos específicos. De manera que se generaba mucha movilidad entre la población, que podía fácilmente pasar de obrero a campesino. Los espacios donde habitaban los trabajadores estaban definidos por el control que las compañías ejercían sobre el movimiento de personas, dinero y bienes de consumo (p. 157). En los enclaves se proveían viviendas que separaban a la población norteamericana de los trabajadores centroamericanos; y se contaba con tiendas donde se vendía a los trabajadores el material que necesitaran y la comida. Por otra parte, los capataces eran actores del medio que articulaban las necesidades de la compañía con el día a día de los trabajadores. Se trataba de un mediador que tenía a su control el funcionamiento del las plantaciones y que enfrentaba las micropolíticas cotidianas. Las mujeres, por su parte, ocupaban distintos papeles en las plantaciones. Algunas de ellas pudieron escapar a su rol social gracias a los ingresos que ganaban allí. En síntesis, el capítulo muestra que los trabajadores no eran objetos pasivos inmovilizados por las estructuras opresivas de las compañías, sino que tuvieron un margen de acción para definir sus vidas a pesar de las difíciles condiciones impuestas por las compañías. Durante la década de 1960 Miss Chiquita surgió como un nuevo ícono por medio del cual se buscó difundir el banano en la cultura de consumo en Estados Unidos. Para ese momento la enfermedad de Panamá se había esparcido en gran parte de las plantaciones. Las compañías encuentran que la plantación móvil ya no es una solución viable a la enfermedad de Panamá, y deciden volver a reclamar los territorios que habían sido abandonados. En ese momento se inician también una serie de protestas y movimientos sociales que confrontaron el poder de las compañías. Éstas respondieron a la oleada de protestas con dos medidas: por un lado, buscaron contratar a otros plantadores y así girar la producción a fincas que no pertenecieran a las compañías; por otro lado, buscaron tecnologías que no tuvieran altos requerimientos en términos de mano de obra. Con esto, las compañías buscaron dejar las plantaciones de bananos y contratar a terceros. En esta época, sin embargo, la innovación tecnológica permitió que una nueva variedad de banano que era resistente a la enfermedad de Panamá y que contaba con características estéticas similares al Gros Michel, el Cavendish, se pudiera producir y comercializar en E.U. La compañía trató de convertir la mercancía

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en una marca, a partir del uso de estereotipos de los trópicos, tales como Miss Chiquita, que permitieron establecer unas marcas asociadas al banano. El séptimo capítulo se aproxima a la gran relevancia que adquirió la química para el control de pestes en la década de 1970. Por medio de los estudios científicos y del personal especializado que se hizo presente en las plantaciones, las compañías buscaron reducir los costos generados por la mano de obra y controlar las enfermedades y las pestes que atacaban a los bananos. Para ello utilizaron químicos que tuvieron alto impacto ambiental y fuertes repercusiones en la salud de los trabajadores. Pero el interés de la compañía no era mantener saludables a los trabajadores ni tomar medidas para conservar el medio ambiente, sino preservar los bananos de exportación. Tampoco aquí se puede pensar únicamente en un medio ambiente pasivo que resultaba afectado por los químicos. Soluri establece un interesante contrapunto entre el uso de agroquímicos y la rápida evolución de pestes y enfermedades que desarrollaban resistencia a los químicos. En este proceso, venenos, patógenos, insectos y otros actores ambientales interactuaron y entraron en contienda. Finalmente, el último capítulo hace una comparación entre la historia del banano y la historia de otros objetos -el café, el azúcar y las frutas de California-, con lo que ubica la historia del banano en la historia de las mercancías. Allí Soluri encuentra que tras el final del siglo XIX y comienzos del XX, periodo que marcó un vertiginoso ascenso en el consumo de estas mercancías, se estabiliza la demanda de estos productos y se comienza un proceso de “estandarización” o construcción de los estándares sobre lo que debía ser el producto ideal. En este proceso fueron utilizadas visiones fetichizadas del otro lado de la cadena de la mercancía, y Miss Chiquita, Juan Valdez y Sun Maid sirvieron como imágenes idealizadas de la producción para el público consumidor en E.U. Por otra parte, Soluri muestra que las fincas de banano estaban simultáneamente conectadas con otras cadenas internacionales de mercancías y con una red de relaciones agroecológicas, que constreñían, resistían y limitaban el poder de las compañías estadounidenses (p. 217). En estos ocho capítulos Soluri demuestra que los trabajadores y el paisaje de la costa norte de Honduras no fueron simplemente objetos pasivos que las compañías estadounidenses transformaron a su voluntad. Por el contrario, fueron agentes que formaron parte de esta gran red de actores que encausó la historia de las bananeras. Igualmente, el autor resalta que para entender el impacto ambiental y social generado por la industria bananera, no nos podemos enfocar únicamente en la producción, sino que debemos también tomar en cuenta el otro extremo de

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la cadena: el consumo. Era debido a la estética y el gusto que se había generado en E.U. alrededor de una variedad específica de banano, el Gros Michel, que las compañías estadounidenses adoptaron unas plantaciones móviles que tuvieron devastadores efectos para ambientales y para las economías locales. Tal vez uno de los aspectos que hubiera sido interesante desarrollar era la definición misma de “banana cultures”. Si bien es claro que el autor juega con la amplitud del concepto para referirse tanto a las culturas que surgieron en la costa norte de Honduras, como a las culturas de consumo masivo de banano en E.U., habría sido apropiado un mayor desarrollo del concepto. En este sentido, el estudio del consumo de banano en E.U. se centra sobre todo en la publicidad que hicieron las compañías en cuanto al banano, y no se profundiza mucho en una “cultura del banano”. Por otro lado, surge la pregunta de cuáles eran los sentidos del banano para la población de la costa norte de Honduras, cuestión que no es suficientemente desarrollada a lo largo del libro. Banana Cultures es un excelente libro, bien escrito, que ofrece nuevas luces para comprender las bananeras. Pero más allá de esto, es un libro que trasciende toda catalogación, al explorar las relaciones entre la historia ambiental, económica, social y cultural, a partir de la historia de las mercancías. Con ello evidencia la complejidad de la historia del banano, mostrando un ambiente agroecológico híbrido donde interactúan personas, plantas, patógenos, químicos, tecnologías, fuerzas sociales, económicas y culturales. En pocas palabras, su relevancia radica en conectar la producción con el consumo, y en integrar una serie de actores ambientales y tecnológicos antes desconocidos a la historia de las bananeras.

❧ Grupo de Investigaciones en Historia Social-GIHS. Modernizadores, instituciones y prácticas modernas. Antioquia, siglos XVIII al XX. Colombia : Centro

de I nvestigaciones

Sociales

y

Humanas, Universidad

de

Antioquia, 2008, 299

pp .

Decsi Arévalo H Profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). darevalo@uniandes.edu.co

Esta obra colectiva compendia ocho contribuciones de profesores, egresados y estudiantes del Departamento de Historia de la Universidad de Antioquia, quienes hacen parte del Grupo de Investigaciones en Historia Social. Como el título

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la cadena: el consumo. Era debido a la estética y el gusto que se había generado en E.U. alrededor de una variedad específica de banano, el Gros Michel, que las compañías estadounidenses adoptaron unas plantaciones móviles que tuvieron devastadores efectos para ambientales y para las economías locales. Tal vez uno de los aspectos que hubiera sido interesante desarrollar era la definición misma de “banana cultures”. Si bien es claro que el autor juega con la amplitud del concepto para referirse tanto a las culturas que surgieron en la costa norte de Honduras, como a las culturas de consumo masivo de banano en E.U., habría sido apropiado un mayor desarrollo del concepto. En este sentido, el estudio del consumo de banano en E.U. se centra sobre todo en la publicidad que hicieron las compañías en cuanto al banano, y no se profundiza mucho en una “cultura del banano”. Por otro lado, surge la pregunta de cuáles eran los sentidos del banano para la población de la costa norte de Honduras, cuestión que no es suficientemente desarrollada a lo largo del libro. Banana Cultures es un excelente libro, bien escrito, que ofrece nuevas luces para comprender las bananeras. Pero más allá de esto, es un libro que trasciende toda catalogación, al explorar las relaciones entre la historia ambiental, económica, social y cultural, a partir de la historia de las mercancías. Con ello evidencia la complejidad de la historia del banano, mostrando un ambiente agroecológico híbrido donde interactúan personas, plantas, patógenos, químicos, tecnologías, fuerzas sociales, económicas y culturales. En pocas palabras, su relevancia radica en conectar la producción con el consumo, y en integrar una serie de actores ambientales y tecnológicos antes desconocidos a la historia de las bananeras.

❧ Grupo de Investigaciones en Historia Social-GIHS. Modernizadores, instituciones y prácticas modernas. Antioquia, siglos XVIII al XX. Colombia : Centro

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Antioquia, 2008, 299

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Decsi Arévalo H Profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). darevalo@uniandes.edu.co

Esta obra colectiva compendia ocho contribuciones de profesores, egresados y estudiantes del Departamento de Historia de la Universidad de Antioquia, quienes hacen parte del Grupo de Investigaciones en Historia Social. Como el título

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bien lo explica, el eje del libro es el proceso de modernización en Antioquia, pero en este caso especialmente ligado al desenvolvimiento empresarial. El libro que aquí se reseña viene a nutrir la reciente historiografía sobre modernidad en Colombia, presentando casos en los que se muestra con bastante detalle la manera como se constituyeron las empresas, los empresarios involucrados, el desenvolvimiento de algunas de sus actividades y los elementos de innovación, entre otros. Además de la temática, los artículos presentan unidad en su modo expositivo, en tanto sitúan el caso antioqueño en las tendencias ya sea europea, latinoamericana o colombiana. Sin embargo, situarlo no es lo mismo que vincularlo. Con lo primero se logra hacer evidente que hace parte de un movimiento; con lo segundo se buscan las razones por las cuales se comparte la tendencia. Esto quiere decir que es necesario encontrar los nexos bien sean ideológicos, económicos o políticos que insertan lo local a los ámbitos nacional e internacional. Esperamos que dicho componente haga parte de la promesa que aparece en la presentación de libro: “[T]rabajar por alcanzar una historia comparada de nuestras regiones y localidades” (p. xii). El primer aporte que se encuentra en el libro es de Beatriz Patiño, “El papel de las sociedades en los negocios de los comerciantes antioqueños del período colonial”, en el que sostiene que “una de las características de las sociedades modernas es la multiplicación de asociaciones, organizaciones e instituciones especializadas en el cumplimiento de sus funciones […] los antioqueños a comienzos del siglo XIX empezaron a orientar sus acciones económicas en ese sentido, no obstante que desde el punto de vista social, cultural y religioso estuvieran anclados en las tradiciones” (p. 49). Esta última idea, que subyace al conjunto de artículos que componen el libro, reafirmaría las tesis generales sobre el proceso de modernización en Colombia, fijadas en expresiones como: modernización inconclusa o modernización incompleta, con las que se sugiere que, aunque hubo cambio económico, es decir, implantación del capitalismo, no hubo las equivalentes transformaciones políticas y sociales. Las conclusiones que encuentra Patiño sobre las sociedades de capital en la Nueva Granada son cuatro. La primera es que esta organización fue propia de los comerciantes o empresarios cuyos negocios tenían un amplio radio de acción, lo que llevaría a discutir las hipótesis historiográficas de fuerte segmentación de la economía colonial; la segunda es que estuvieron circunscritas a círculos familiares; la tercera es que provinieron de comerciantes de origen español familiarizados con la experiencia en Europa; y la última es que, en general, quedaban compuestas por un socio capitalista y otros socios industriales. Para observar el caso antioqueño, Patiño nos muestra a través de fuentes de archivo cuatro ejemplos de asociaciones: para la explotación minera, comercial,

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gremial y de transporte de carga. En ellos se encuentran experiencias que desbordan la asociación exclusiva con el círculo familiar y su extensión por fuera de la economía local. La participación de extranjeros en la experiencia modernizadora, con visiones distintas la abordan Rodrigo García y Jean-Jacques Goineau, quien se ocupa específicamente de los franceses. Con una perspectiva más tradicional que la de García, Goineau estudia los sectores en los que estuvieron involucrados los empresarios franceses así como sus aportes técnicos. Una de sus conclusiones fuertes es que la presencia francesa estuvo ligada a una élite y fue resultado, en parte, de la acción de redes. Esto quiere decir que la participación francesa provenía de la búsqueda de contactos que hacían los antioqueños en Europa, y por ello se encuentran vinculados en primer lugar a la actividad minera, en donde se encuentran sus principales contribuciones tecnológicas. No obstante, también participaron en los ramos manufactureros, comercial y de transporte, en particular en el Ferrocarril de Antioquia y el tranvía de Medellín, y no es despreciable la venida de órdenes religiosas con su consiguiente impacto en los asuntos sociales. Por su parte, García aporta una mirada sobre los conflictos suscitados por la presencia de los extranjeros. Se destaca en este artículo la coexistencia de un discurso oficial sobre la importancia de la inmigración extranjera, con uno de rechazo e inclusive manifestaciones xenófobas por parte de algunos grupos de la población, sustentadas tales manifestaciones en el peligro que representaba dicha presencia para la autonomía de los pueblos, circunstancia que inhibió en Antioquia, a diferencia de otras regiones, la existencia de colonias de extranjeros. Sin desconocer los aportes de los extranjeros al proceso modernizador, García señala las diferentes fuentes de conflicto a que dio lugar la inmigración extranjera, entre ellas: relaciones laborales, abuso de confianza, lucha por los recursos naturales y orden social y moral. Si bien el trabajo que aquí se reseña tiene como propósito insistir sobre las prácticas, en este punto como en otros artículos se echa de menos una reflexión sobre el alcance de los conflictos, en particular porque aquí se establece un nexo entre lo nacional y lo local: el primero, interesado en generar ventajas para el establecimiento de compañías extranjeras, varias de ellas amparadas en los gobiernos de su país y con sentimientos de superioridad frente a los nacionales, y los locales presionando por una mejor distribución de los recursos. Pero el asunto no sólo consiste en estudiar cómo se resuelve el conflicto, sino también lo que significa la presencia extranjera en términos de jalonar un proceso modernizador. Quizá habría que considerar de manera distinta el énfasis modernizador. En tanto son empresas que por su calidad de extranjeras

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se consideran modernas (avanzadas), no obstante adoptan las condiciones de explotación de recursos y laborales igual que las locales más tradicionales o atrasadas. En consecuencia podría no tratarse de un proceso modernizador, sino del aprovechamiento de las condiciones locales para aumentar las ganancias, o la generación de economías de enclave, tan significativas a principios del sigo XX en Colombia. De esta manera y tal como se podría señalar para el artículo de Jairo Campuzano sobre la industria en Medellín, no necesariamente los empresarios extranjeros desarrollan las mejores técnicas ni cumplen juiciosamente las normas emanadas de la administración pública. Por esta razón, aunque resulta pertinente contar con ejemplos prácticos sobre la manera como se desenvolvían las empresas, vale preguntarse a qué obedecen las diferencias, porque unos empresarios se esfuerzan en implantar procesos modernizadores a todo lo largo del complejo de producción y relaciones laborales, y por qué otros aprovechan la innovación tecnológica apropiándose de los incrementos de productividad del trabajo y manteniendo los trabajadores en deficientes condiciones y, por consiguiente, cuál puede ser la relación que se establece con los productores locales en ese aspecto. Siguiendo con el tema de la lógica empresarial, y para el artículo de Campuzano, podría indagarse un poco más en la relación entre control laboral por las vías morales y las relaciones salariales modernas, en busca de explicar por qué el empresariado considera más provechosa aquella vía que el control a través del compromiso productivo, por ejemplo. Este último aspecto es particularmente importante al vincularlo con la religión. Si tomamos el artículo de Yudian Acevedo sobre los adventistas en Medellín, en el que se hace un recorrido desde la llegada de éstos hasta la creación de la Universidad Adventista, junto con el de Campuzano, encontramos que la relación trabajo-religión en la modernidad antioqueña encuentra al menos dos facetas, dos maneras de relacionarlos. Del lado local católico se recurre a la religión para conservar la disciplina laboral y del lado adventista se hace uso del trabajo para mantener la virtud religiosa. De ser cierta esta perspectiva habría que preguntarse si ello no le imprime un carácter especial a dicho proceso modernizador. Dos artículos más, uno de Liliana Londoño sobre la Compañía del Ferrocarril de Amagá y el de Juan de Dios López sobre la cárcel La Ladera, permiten abordar otro tópico de la modernización antioqueña. En el primero el propósito es mostrar la manera en que “una empresa ferroviaria puede afectar los más diversos aspectos del desarrollo social y aportar considerablemente a la modernización de su área de influencia” (p. 164). El trabajo se circunscribe a una mirada desde la perspectiva de los contratos y la infraestructura (redes,

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paraderos, obras complementarias), lo cual no permite elucidar con claridad el alcance económico del ferrocarril, que expresaría con mayor fuerza el aporte; para ello sería preciso examinar los encadenamientos hacia atrás y hacia delante que genera el ferrocarril. El caso de la cárcel La Ladera se aborda como “una de las manifestaciones de los procesos de modernización acaecidos en la capital antioqueña” (p. 227), aun cuando en el texto no se produce ningún sustento sobre el particular, más allá del hecho de ser creada en el contexto de mejoramiento de la infraestructura municipal, y de mencionar al paso la intención de adelantar un proceso de “readaptación por medio del trabajo, la salud y el descanso”. Es decir, la novedad del tema implica explicarle al lector qué es lo moderno en el proceso carcelario, en particular, cuando éste tiene en mente el texto de Foucault, Vigilar y castigar. Aunque distintos, estos trabajos muestran dos elementos en común: la participación gubernamental y la lentitud en la realización de las obras. Estas coincidencias obligan a plantearse preguntas respecto a la relación entre el empresariado y el gobierno, así como entre éste y la sociedad, pues en dos distintas acciones que comprometen a la sociedad, una con el desarrollo económico y otra con el bienestar social, se encuentran las mismas tendencias. Si bien la explicación evidente es la disponibilidad de ingresos, tal cosa no es más que una apariencia, pues la disponibilidad es una decisión que se toma según las preocupaciones de la autoridad económica y de quienes en ella inciden. Es posible concebir que los retrasos en la realización de las obras sean los indicadores de las verdaderas intenciones de la sociedad, y es ella la que genera ese movimiento de avance y retroceso en el proceso modernizador. Los casos menos o no exitosos pueden mostrar la capacidad demagógica de un discurso y la escasa disposición para ponerlo en marcha, porque los recursos orientados a la modernización tiene una dirección fija: ciertas actividades económicas. Esta circunstancia obliga a realizar miradas desagregando la población, observando distintos grupos sociales y sus posibilidades de incidencia en las decisiones públicas. Por último quiero referirme a un artículo que está ligeramente al margen de la tendencia seguida en los trabajos precedentes: Clubes sociales y deportes en Medellín, de Luciano López. El autor parte de la idea de que la extensión de la pertenencia a clubes, así como la expansión de la práctica deportiva a los cambios en la estructura urbana y en su composición social, afectaron las formas de sociabilidad y ocupación del tiempo libre de los medellinenses. Teniendo esta idea sólo como base, en el texto se presentan las formas a través de las cuales se introdujo en la ciudad la práctica de deportes como hípica, patinaje, tenis y fútbol, así como la construcción de los escenarios que hacían

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posible su ejercicio. Este trabajo puede considerarse un abrebocas a un tema de muy reciente aparición en la historiografía colombiana, pero sobre el cual ya existe un gran conjunto de subtemas propuestos, entre otros, el papel del deporte en el control del tiempo libre, la relación entre deporte y cultura corporal, los nexos entre deporte y disciplina laboral, el paso del deporte de élite a su popularización, la conformación del negocio deportivo y la creación de clubes y federaciones.

❧ Sabato, Hilda. Buenos Aires en armas. La revolución de 1880. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008, 333 pp.

El libro de la investigadora Hilda Sabato estudia la batalla que el 21 de junio de 1880 libraron las fuerzas de la provincia de Buenos Aires con las tropas nacionales. A partir del análisis de la “revolución” de ese año, la autora, de acuerdo a la Introducción, pretende acercarse a algunos tópicos centrales de la historia no sólo argentina sino también latinoamericana, como son la Ricardo Arias Trujillo recurrencia a las armas a lo largo del siglo XIX y la relación Profesor del Departamento Historia entre política y violencia. En su trabajo Sabato recurre a la de la Universidad de los Andes narración cronológica, para dar cuenta de los pormenores del (Bogotá, Colombia). conflicto y, a través de ellos, de los rasgos de la vida política nacional y de la singularidad de la batalla. Entre uno y otro jarias@uniandes.edu.co capítulo, nueve en total, la autora brinda ocho “entreactos”, textos cortos que permiten situar algunos elementos en una perspectiva más amplia. De esa manera se pretende complementar y esclarecer la mirada événementielle que predomina en los capítulos. Varios aspectos merecen ser destacados como aportes del trabajo. La gran diversidad de fuentes (prensa, correspondencia privada, imágenes, informes militares y médicos, memorias y ensayos de los protagonistas, testimonios de diplomáticos, etc.) permite a la autora complementar y contraponer las diferentes versiones que tejen los múltiples actores en torno a los acontecimientos. Uno de los principales logros del trabajo de la investigadora Sabato consiste en la rica descripción que logra de la política argentina finisecular. Pero no se trata tanto de la “gran política”, relacionada con los debates nacionales, con los personajes protagónicos, con el desarrollo

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posible su ejercicio. Este trabajo puede considerarse un abrebocas a un tema de muy reciente aparición en la historiografía colombiana, pero sobre el cual ya existe un gran conjunto de subtemas propuestos, entre otros, el papel del deporte en el control del tiempo libre, la relación entre deporte y cultura corporal, los nexos entre deporte y disciplina laboral, el paso del deporte de élite a su popularización, la conformación del negocio deportivo y la creación de clubes y federaciones.

❧ Sabato, Hilda. Buenos Aires en armas. La revolución de 1880. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008, 333 pp.

El libro de la investigadora Hilda Sabato estudia la batalla que el 21 de junio de 1880 libraron las fuerzas de la provincia de Buenos Aires con las tropas nacionales. A partir del análisis de la “revolución” de ese año, la autora, de acuerdo a la Introducción, pretende acercarse a algunos tópicos centrales de la historia no sólo argentina sino también latinoamericana, como son la Ricardo Arias Trujillo recurrencia a las armas a lo largo del siglo XIX y la relación Profesor del Departamento Historia entre política y violencia. En su trabajo Sabato recurre a la de la Universidad de los Andes narración cronológica, para dar cuenta de los pormenores del (Bogotá, Colombia). conflicto y, a través de ellos, de los rasgos de la vida política nacional y de la singularidad de la batalla. Entre uno y otro jarias@uniandes.edu.co capítulo, nueve en total, la autora brinda ocho “entreactos”, textos cortos que permiten situar algunos elementos en una perspectiva más amplia. De esa manera se pretende complementar y esclarecer la mirada événementielle que predomina en los capítulos. Varios aspectos merecen ser destacados como aportes del trabajo. La gran diversidad de fuentes (prensa, correspondencia privada, imágenes, informes militares y médicos, memorias y ensayos de los protagonistas, testimonios de diplomáticos, etc.) permite a la autora complementar y contraponer las diferentes versiones que tejen los múltiples actores en torno a los acontecimientos. Uno de los principales logros del trabajo de la investigadora Sabato consiste en la rica descripción que logra de la política argentina finisecular. Pero no se trata tanto de la “gran política”, relacionada con los debates nacionales, con los personajes protagónicos, con el desarrollo

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electoral, etc., aunque algo hay de todo ello, como de la cotidianidad de la vida política. Las descripciones del ambiente político, rodeado de una gran efervescencia, permiten darse una idea sobre la manera en que se vivía en Buenos Aires la actividad política en su desarrollo diario, cotidiano, tanto desde el punto de vista del ciudadano como del hombre político. Múltiples detalles acerca de las manifestaciones realizadas por los diferentes bandos, de las convocatorias que hacían los clubes, de las actividades sociales, de las alianzas y de las diversas estrategias de los dirigentes, logran trazar desde otro ángulo un cuadro muy completo de la vida política bonaerense. En esa vida política ciertos rasgos ocupaban un lugar central: la corrupción, el fraude, el clientelismo y la coerción, entre otros, como lo muestra bien el trabajo. El cuidadoso estudio de los clubes de tiro le permite a Sabato desarrollar una de las principales inquietudes planteadas en su libro: la relación entre violencia y política. En el marco del conflicto entre la ciudad y la “nación”, y con unas elecciones presidenciales muy disputadas a la vista, el control sobre la Guardia Nacional se convirtió en asunto de primera importancia. Cuando el debate se zanjó a favor del gobierno nacional, las autoridades de la provincia de Buenos Aires buscaron otras alternativas militares, que le permitieran afrontar los comicios con el debido respaldo militar que las circunstancias -y la tradiciónexigían. El ambiente que se vivía en los numerosos grupos de tiro deja ver la importancia de este tipo de sociedades. Además de las actividades militares, se vivía un ambiente abiertamente político: miembros y acompañantes, entre los que se incluían a las porteñas, manifestaban públicamente el apoyo a las autoridades de la provincia, al tiempo que demostraban la fuerza del movimiento. Todo ello lo hacían en marchas por la ciudad, acompañadas por bandas de música en un clima de fraternidad y de festividad, que buscaba además atraer a nuevos adeptos y reclutar un número mayor de simpatizantes que pudieran engrosar las filas de la “ciudadanía en armas”. Los diferentes clubes de tiro, muy diversos entre ellos en términos sociales, dejan apreciar el enorme respaldo con el que contaba la explosiva mezcla de política y armas. Otro punto bastante relevante concierne el papel de la prensa, muy bien analizado a lo largo de la investigación. Por una parte, se trata de una prensa que se mueve entre la política local y nacional, lo que permite tener una idea de las conexiones y continuidades entre uno y otro plano, pero también de las particularidades y autonomía de lo local. Por otra, el periodismo cumple con la tarea de informar, pero también participa activamente en los asuntos políticos: convoca al electorado, promueve y apoya candidaturas, estigmatiza al rival o se burla de él (importancia de la caricatura) y cuestiona los resultados electorales cuando no le son favorables. Es decir, es una prensa política al

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servicio de una causa partidista y, como tal, formadora de opinión. La retórica, a veces civilista, a veces claramente incendiaria, es prueba de ello. Pero más allá de la importancia política, la prensa también es analizada desde una perspectiva “cultural” que permite ver su papel como red de sociabilidad: de la misma manera que los clubes (de extranjeros, de tiro), que las logias masónicas, que los cuerpos de bomberos o que las agrupaciones de las elites (Sociedad Rural, Bolsa del Comercio, etc.), las sedes de los diferentes diarios hacen las veces de espacios de sociabilidad que refuerzan los vínculos -no sólo políticos- entre sus seguidores. Sin demeritar los indudables logros del trabajo, es preciso señalar un problema visible a lo largo de toda la investigación. Hay largos pasajes demasiado repetitivos, sobre todo cuando se detienen en el análisis de prensa: después de unos cuantos ejemplos que ilustran la posición y la argumentación de los diferentes diarios, las citas muy rápidamente se hacen repetitivas y con frecuencia completamente previsibles. Una vez que se demuestra lo que se quería (violencia política, importancia de la prensa, polarización de los dos bandos, manipulación de la información, etc.), los numerosos ejemplos terminan por saturar el texto e, incluso, tienden a confundir al lector. Lo mismo sucede con las repetidas descripciones de cada reclutamiento o de cada manifestación: se tornan en muchos casos excesivamente minuciosas y no parecen aportar mayor cosa. En medio de tantas listas electorales, de nombres de candidatos locales, de los resultados de los comicios, del número y nombre de batallones, del arsenal de cada bando, etc., es inevitable cierta confusión y, sobre todo, cierta incertidumbre en torno al sentido de todos esos datos. Pareciera que el minucioso seguimiento de los “acontecimientos”, acompañado permanentemente de precisiones sobre el día, la hora y el clima, obstaculizara una visión más general, más global. En otras palabras, la profusión de detalles no siempre conduce a un mayor esclarecimiento de los hechos. Este problema quizá se explica por la apuesta metodológica de la autora: el estudio cronológico obliga a retomar lo que se dice en diferentes momentos, lo cual se traduce en repeticiones. Es cierto que la narración cronológica, llena de datos, pretende romper con la repetición introduciendo otro tipo de información, pero su pertinencia no parece ser decisiva: las continuas consideraciones climáticas (hacía sol, llovía, el día era frío) y las precisiones horarias (eran las 2:00 de la tarde; a las 10:30 de la mañana), en efecto, se suman a los otros datos sin aportar mayor cosa. También hay un claro intento por introducir una tensión, cierto efecto dramático en la narración, para demostrar que la situación se hacía cada vez más inmanejable; pero incluso en esa “progresión” se observa el mismo tono repetitivo: “Los ánimos estaban

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altos” (p. 164); “[a] medida que pasaban las horas, el clima se tensaba cada vez más” (p. 165); “[e]n la ciudad, la agitación era febril” (p. 167); “[…] la excitación en la ciudad era infinitamente mayor que el viernes” (p. 168); “[l]a ciudad se organizaba para la defensa” (p. 173); “[…] clima de excitación general” (p. 174); “todo el país estaba en vilo” (p. 180). Asimismo, encontramos precisiones de estilo “novelesco”: “De inmediato, se armaron los fogones y la tropa procedió a comer y descansar después de la fatigosa marcha” (p. 206); “[h]acía frío, y el cielo estaba claro, alumbrado por una invernal luz luna” (p. 217). Hay otros problemas mayores. Puntos centrales, de alcance continental, quedaron sin explicar, a pesar de haber sido planteados en la Introducción. ¿Entendemos mejor, a partir de la batalla que tuvo lugar en el Buenos Aires de 1880, por qué las guerras civiles fueron tan recurrentes en América Latina? ¿El libro arroja luces sobre la relación entre política y violencia en América Latina? Eran preguntas que supuestamente debían orientar la investigación y enmarcarla en un contexto más amplio, pero el trabajo de historia comparada no aparece por ningún lado. También hay ciertos vacíos, afirmaciones que no aparecen debidamente respaldadas. Al final del “entreacto” 5, la autora sostiene que la concepción que se tenía de la “revolución”, así como la de la “ciudadanía armada”, empezó a ser cuestionada por destacados políticos en la guerra de 1880. Es una afirmación que no es demostrada en ningún momento, y tampoco se analizan las supuestas “nuevas” formas de hacer política que intentaban introducir los vencedores de la batalla, Roca y Avellaneda. El epílogo contiene una serie de afirmaciones muy pertinentes para entender mejor la importancia de la “revolución” de 1880, para captar más claramente todo lo que estaba en juego en esa batalla (centralismo/federalismo, papel de Buenos Aires, soberanía popular, etc.), pero el texto no logra ilustrar lo suficiente esos aspectos. De la misma manera, la autora sostiene que “lo que ocurrió en 1880 fue el resultado de tendencias de largo plazo y de las tensiones y disputas de la coyuntura” (p. 293), pero lo que se aprecia en el trabajo es una mayor importancia del relato événementiel en detrimento de una perspectiva histórica que le dé profundidad a los acontecimientos. El contraste es muy fuerte entre los capítulos y los “entreactos”, entre los “hechos” y el análisis histórico. Hay que esperar el epílogo, especie de “entreacto global”, para dejar atrás definitivamente el campo de las minucias de una narración, en ocasiones poco esclarecedora, y entrar a un terreno más enriquecedor.

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Meier, Heinrich. Carl Schmitt, Leo Strauss y El concepto de lo político. Sobre un diálogo entre ausentes. B uenos A ires : K atz E ditores , 2008, 249

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Profesor de filosofía y ciencias políticas en la Universidad Ludwig-Maximilians de Munich y del Boston College, Heinrich Meier ha centrado su producción académica en las figuras de Jean-Jacques Rousseau, Carl Schmitt y Leo Strauss. La edición en castellano de dos de sus textos fundamentales, Leo Strauss y el problema teológico-político (Buenos Aires: Katz editores, 2006) y el texto que hoy nos ocupa, Carl Schmitt, Leo Strauss y El concepto de lo político. Sobre un diálogo entre ausentes, constituyen una excelente oportunidad para acercarnos a la figura de estos dos intelectuales, esenciales para el pensamiento político contemporáneo, a quienes el título hace referencia. Antes de centrarnos en el contenido del presente libro es importante aclarar que la edición castellana incluye, además de la edición ampliada de Carl Schmitt, Leo Strauss y El Martín González concepto de lo político. Sobre un diálogo entre ausentes publicada Docente de la Universidad de Buenos originalmente en 1998, otros dos textos escritos por Meier Aires (Buenos Aires, Argentina). (El filósofo como enemigo. Sobre Glossarium, de Carl Schmitt, y martinpgonzalez@hotmail.com Epílogo. Una política teológica o filosófica de la amistad), así como el “Comentario sobre El concepto de lo político de Carl Schmitt”, de Leo Strauss, y tres cartas que este último dirigió a Schmitt mientras se desarrollaba el mentado Diálogo entre ausentes. Como cada texto tiene sus características específicas, los analizaremos uno por uno, comenzando por el que le da nombre a este libro. Para Meier, El concepto de lo político no es solamente el texto más importante de Carl Schmitt por constituir uno de sus aportes más interesantes al pensamiento filosófico y político, sino también por el hecho de que es el único texto que el autor presentó en tres versiones distintas, y en cada una existieron importantes cambios conceptuales y aclaraciones de contenido. Estas adaptaciones y revisiones estarían motivadas por el diálogo mantenido entre Schmitt y Strauss, y aunque Schmitt nunca esbozó ninguna respuesta pública, las consideraciones de Strauss en torno a la crítica schmittiana del liberalismo constituyeron el telón de fondo de un diálogo signado por un elocuente silencio, pero que sin lugar a dudas ha sido fundamental para comprender estos virajes en las diversas ediciones del texto seminal de Schmitt. Tal como decíamos, el interés principal de Leo Strauss radica en la crítica al liberalismo realizada por Schmitt, quien define el criterio específico de lo

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político como la oposición entre amigo y enemigo, autónoma del resto de las oposiciones fundamentales del pensamiento liberal: entre el bien y el mal, lo bello y lo feo, lo útil y lo dañino, etcétera. Así, lo político es lo decisivo y no un dominio entre otros, ya que es el único dominio total en el sentido de que “todo asunto puede ser potencialmente político y, en consecuencia, puede ser afectado por la decisión política; y, en segundo lugar, porque la participación política abarca al hombre en forma total y existencial. La política es el destino” (p. 30). En los primeros dos apartados del libro, Meier analiza precisamente esta concepción de la política propia de Schmitt, haciendo hincapié, como veremos a continuación, en las modificaciones que el autor realiza entre cada edición. En lo que Schmitt consideraba una era de despolitización y neutralización del conflicto, la política aparecía como una retórica de defensa del conflicto, encauzado en la figura de “los pueblos”, verdaderos sujetos de la política. Sin embargo, es en este punto donde Meier esclarece un elemento fundamental en el argumento schmittiano. Mientras que en la edición de 1927 de El concepto de lo político la crítica al liberalismo está centrada casi exclusivamente en el ámbito de la política exterior y en la necesidad de superar las categorías políticas liberales, cinco años después ya tenemos a un poderoso adversario para el liberalismo: el Estado totalitario, que considera que -por lo menos potencialmente- todos los ámbitos de la vida humana son políticos. En este contexto, Schmitt pasa a la ofensiva, deja de reclamar un “dominio propio” de la política apunta ahora al todo. Lo político, para Schmitt, estará ahora determinado por el grado de intensidad, extremos de una asociación o disociación. Así, cualquier dominio es plausible de volverse político, pues alberga potencialmente la posibilidad de generar un reagrupamiento en amigos y enemigos. La clave de este viraje teórico reside, para Meier, en la necesidad de incorporar la cuestión de la guerra civil y la revolución, ampliando el campo de batalla de lo político hacia todas las esferas del comportamiento humano que, potencialmente, puedan devenir en un conflicto entre “otros”. El tercer apartado del texto está dedicado a la figura de Thomas Hobbes y su relación con el dispositivo teórico schmittiano. En su “Comentario sobre El concepto de lo político de Carl Schmitt”, Strauss señalaba que Schmitt retoma del concepto hobbesiano el estado de naturaleza, ya que al definirlo esencialmente como un status belli, implicaría en la interpretación straussiana de Schmitt, que el estado de naturaleza sería el verdadero estado político del hombre, signado no por la lucha en sí misma, sino por una sobredeterminación de cada acción por esa posibilidad real de enfrentamiento. A partir de analizar los cambios en las referencias a Hobbes aparecidas en las tres ediciones de El concepto de lo político, Meier concluye que “difícilmente pueda afirmarse que Schmitt esté

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respondiendo a los argumentos de Strauss. En este caso, es manifiesto que pura y simplemente se apropia de ellos” (p. 59). En los dos apartados siguientes Meier comienza a desarrollar el punto fuerte de su argumento: la teología política de Carl Schmitt. Así, para el autor, el argumento que subyace a este diálogo radica en el posicionamiento teórico de cada autor, ya que mientras que Schmitt escribe desde una postura teológica, Strauss lo hace desde la filosofía. La clave reside entonces en que ambos autores consideran que lo político obtiene su existencia concreta a partir del rechazo de la figura del bourgeois, pilar del proceso de despolitización y neutralización que vivía Europa, y de la necesidad de oponerse a este modo de vida desde una perspectiva centrada en la moral. Sin embargo, el fundamento de esta objeción -el hecho de recuperar la dimensión antagónica de lo político a partir de la seriedad de lo justo y lo injusto- reside en dos enfoques distintos de la política. Mientras que para Strauss es una cuestión que debe ser planteada por el hombre, Schmitt considera que es una cuestión de fe, planteada al hombre; es función de la inevitabilidad de obedecer a Dios o a Satanás. Llama la atención, concluye Meier, que ambos autores converjan en el análisis de un mismo fenómeno y en el rescate de un mismo horizonte de conflictividad como eje de la política, demostrando una clara correlación metodológica entre los presupuestos intelectuales teológicos y los presupuestos políticos en cada autor. Finalmente, en los últimos dos apartados el autor se centra en un interrogante: ¿por qué Schmitt intentó ocultar el fundamento teológico de su pensamiento político? Meier encuentra dos elementos claves. En primer lugar, Schmitt considera que el liberalismo pretende diluir en discusiones las verdades metafísicas, por lo que, al criticar el fundamento “metafísico” del pensamiento liberal, Schmitt pretendería no exponer el carácter de su propio pensamiento. En segundo lugar, el motivo teológico está íntimamente ligado al político, partiendo del hecho mismo de que el centro del pensamiento schmittiano sea la fe en la fuerza y la autoridad plena de la revelación, por lo que lo político pasa a ser el destino, siendo su carácter irrefutablemente histórico la cuestión del poder objetivo del enemigo, instrumento de la providencia. En resumen, Meier considera que la teología política de Schmitt se consolida tanto como arma y como estrategia frente al liberalismo, al considerar que la antirreligión del economicismo es, en verdad, una religión, porque propone un significado religioso y moral para entender la vida del hombre. Aquí radica la principal diferencia con Strauss, ya que para este último la importancia de lo político no se relaciona con la cuestión del enemigo o la hostilidad, sino que parte de reivindicar la acción política al servicio de la filosofía, una política de la filosofía.

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Tal como dijimos anteriormente, esta edición del texto original de Meier posee dos textos más de su autoría. El primero, “El filósofo como enemigo. Sobre Glossarium, de Carl Schmitt”, fue publicado en 1991 en un semanario de noticias alemán, al mismo tiempo en que se editaba Glossarium de Carl Schmitt, una recopilación de sus obras escritas entre 1947 y 1951 y uno de sus trabajos más personales. En este breve artículo, Meier explora la relación de Schmitt con el nazismo, haciendo hincapié en la necesidad de superar la visión que lo considera en un mero “jurista del Tercer Reich”, para reivindicar su obra como teólogo político. El segundo artículo, “Epílogo. Una política teológica o filosófica de la amistad”, se centra en la repercusión que tuvo este “giro teológico”, retomando los lineamientos de análisis ya comentados y analizando además Políticas de la amistad, de Jacques Derrida1. Además, esta edición incluye el texto de Strauss con el que precisamente Schmitt “dialoga”, el “Comentario sobre El concepto de lo político de Carl Schmitt”, lo que constituye un adicional más que interesante, ya que le permite al lector sacar sus propias conclusiones sobre el análisis realizado por Meier. Concluyendo, el análisis de Meier constituye un enfoque novedoso tanto sobre la relación existente entre Carl Schmitt y Leo Strauss, como en la forma de encarar el estudio del pensamiento político de ambos autores. De todas maneras, es importante señalar que muchas de las afirmaciones de Meier, especialmente las relacionadas con la creencia de Schmitt en una fe en la salvación divina, no parecen verse reflejadas, por lo menos de manera clara y completa, en los ejemplos tomados por Meier para explicar su idea. De hecho, el mismo Schmitt nunca explicó sobre el origen y sentido de uno de sus textos fundamentales, Teología Política (1922). De todas maneras, y con un panorama editorial iberoamericano de gran escasez con respecto a publicaciones sobre 1. Jacques Derrida, Políticas de la el pensamiento político schmittiano, el análisis de Meier constituye amistad. Seguido de El oído de Heidegger (Madrid: Trotta, 1998). un aporte fundamental a la difusión de este tipo de obras.

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primero algunas reflexiones generales para introducir al lector en el trasfondo conceptual del proyecto editorial y, más adelante, se presentan los aportes de esta compilación.

Notilibros-Notired S ección a cargo de M artha L ux y S ebastian D íaz Á ngel

❧ Langebaek Rueda, Carl Henrik.

❧ Gamboa M., Jorge Augusto, comp.

Los herederos del pasado. Indígenas y pensamiento

Los muiscas en los siglos XVI y XVII: miradas

criollo en Colombia y Venezuela. Bogotá: Universidad

desde la arqueología, la antropología y la

de los Andes - Facultad de Ciencias Sociales,

historia. Bogotá: Universidad de los Andes,

Departamento de Antropología - CESO, 2009, Tomo I:

2008, 317 pp. Pocos eventos han condicionado de una manera tan profunda y permanente nuestra historia como la conquista y colonización de América. Las implicaciones de estos acontecimientos se siguen manifestando y exigen reelaboraciones continuas que permitan afirmar, configurar, complementar, corregir o modificar la comprensión general del presente. En este sentido, el volumen ofrece una serie de estudios recientes sobre los indígenas muiscas que habitaron el altiplano cundiboyacense durante los siglos XVI y XVII. Estos trabajos abordan las diferentes problemáticas, desde las diversas miradas de la arqueología, la antropología y la historia.

394 pp.; Tomo II: 336 pp. Este trabajo hace un seguimiento histórico de la idealización y apropiación del indígena y de su pasado prehispánico por parte de los criollos de Colombia y Venezuela. Comienza con la manera como se representó al indígena durante la conquista española y continúa con la idea de que su pasado hacía parte de la historia de los descendientes de los conquistadores. El autor propone que la imagen idealizada del indígena no tiene como referente al propio indígena, sino al criollo que a través de su ideología utiliza al nativo para representarse a sí mismo, especialmente en referencia con el extranjero. Adicionalmente la obra reflexiona sobre las relaciones entre el pensamiento europeo y norteamericano con respecto al habitante del trópico y las respuestas brindadas por los criollos. El pensamiento de éstos se presenta como complejo y rico, aunque se controvierte su pretendido carácter original y liberador. Finalmente el texto propone que la visión positiva del indígena no es un acto de generosidad ni de reconocimiento, sino que hace parte de una ideología que también presenta al nativo como depositario de todos los males y vicios posibles.

❧ Hering Torres, Max Sebastián, ed. Cuerpos Anómalos. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia - Facultad de Ciencias Humanas Departamento de Historia, 2008, 299 pp. El propósito de esta publicación es presentar una serie de investigaciones novedosas e interdisciplinarias, sobre el mundo trasatlántico entre Europa, Suramérica y Norteamérica. La colección fue elaborada por un grupo de profesores nacionales e internacionales, del Departamento de Historia y del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, así como de la Johannes Kepler Universitäit Linz, en Austria. En la serie se integran monografías, colecciones de artículos y se publica en diversos idiomas: español, alemán e inglés. Los estudios presentan una perspectiva innovadora, teniendo en cuenta que sobre el tema -cuerpo y anomalía- persisten una gran variedad de vacíos temáticos. Por lo tanto, se ofrecen

❧Samper, José María [1881]. Historia de un Alma. Edición facsimilar. Estudio preliminar e índices, Franz Hensel. Bogotá: Universidad del Rosario, 2009, 637 pp. Biografía, autobiografía e historia de la República se dan cita en este texto publicado en 1882 por la imprenta de vapor de Zalamea hermanos. El manuscrito recoge los recuerdos

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de Samper sobre su tiempo, sus personajes, sus viajes y los ‘ensayos y vicisitudes’ que atravesaron el siglo XIX colombiano. En las más de 500 páginas de estas Memorias íntimas y de historia contemporánea Samper traza el panorama de su vida que, a la vez, dispone como mapa de la Nación. Muestra los azares y errores que él y la Patria han enfrentado, pese y en virtud de los cuáles se han constituido. La presente edición facsimilar busca familiarizar la lectura de una obra de referencia para pensar el siglo XIX, y facilitar su consulta a los interesados en la construcción del orden decimonónico. Tal es el sentido de los índices temático, geográfico y onomástico. A través de ellos el lector podrá identificar el universo conceptual, las redes sociales y los espacios geográficos por los cuáles transitó José María Samper. ❧ Vega Cantor, Renán, Luz Angela Núñez y Alexander Pereira. Petróleo y protesta obrera. La USO y los trabajadores petroleros en Colombia, Vol. 1: En tiempos de la Tropical. Bogotá: Corporación Aury Sará Marrugo, 2009, 413 pp. A partir de información de archivos oficiales, prensa, fuentes orales y documentación producida por los propios trabajadores, los dos volúmenes que conforman esta obra recrean la historia de los trabajadores petroleros colombianos en el periodo de 1923 a 2008. En el primer volumen se analiza el caso de la Concesión de Mares, un enclave estadounidense que desarrolló actividades en el Magdalena Medio entre 1916 y 1951. Bajo la perspectiva que fueron los trabajadores la verdadera fuerza motriz del enclave, se analiza la formación de los obreros petroleros, el nacimiento de la USO, las huelgas y diversos tipos de lucha contra la compañía estadounidense, que en la década de 1940 propiciaron la reversión de la Concesión Mares y la posterior fundación de Ecopetrol. También se estudian diversos aspectos de la vida cotidiana y de la

cultura de los trabajadores, evidenciando la conformación de comunidades obreras de tipo cosmopolita, unidas por fuertes lazos de solidaridad y cohesión. ❧ Vega Cantor, Renán, Luz Angela Núñez y Alexander Pereira. Petróleo y protesta obrera. La USO y los trabajadores petroleros en Colombia, Vol. 2: En tiempos de ECOPETROL. Bogotá: Corporación Aury Sará Marrugo, 2009, 492 pp. El segundo volumen de esta obra analiza la historia de los trabajadores petroleros desde la reconstrucción del sindicato, en 1957, hasta la actualidad, enfatizando en las cambiantes condiciones laborales y del conflicto social en los contextos del Frente Nacional, la guerra sucia contra dirigentes populares y sindicales, y la flexibilización laboral del sector petrolero. Se reconstruyen las huelgas de 1963, 1971, 1977 y 2004, así como los paros cívicos en Barrancabermeja, resaltando el papel desempeñado por la USO en esas acciones de protesta. No obstante, la investigación no se limita al conflicto laboral, sino que también busca las huellas de los trabajadores en espacios externos, la vida cotidiana y ciertas expresionesculturalescaracterizadasporlamúsica el jolgorio y el carnaval. Igualmente, el trabajo no se restringe a obreros de Barrancabermeja, sino que traza las primeras pinceladas de la historia de los trabajadores de Yondó, El Catatumbo, Cantagallo, Puerto Boyacá y Orito. ❧ Ayala Diago, César Augusto. Exclusión, discriminación y abuso de poder en EL TIEMPO del Frente Nacional. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009, 361 pp. El texto muestra las estrategias discursivas diseñadas por el diario El Tiempo para representar la oposición como una amenaza inminente para la democracia y los logros alcanzados por el Frente Nacional (1958-1974). El autor analiza el trabajo lingüístico, retórico y semiótico del periódico en su propósito de configurar las maneras de pensar y de actuar de la opinión pública en contra de

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la oposición. El conocimiento histórico de los acontecimientos y sus protagonistas le permite al autor trascender el corpus textual y profundizar en el análisis de la problemática política y social que se vivía a principios de la década de los sesenta en Colombia. Examinando las coyunturas políticas, las alianzas, las traiciones y las historias de vida de los personajes públicos, para demostrar que la estrategia del periódico fue crear un imaginario donde el bien supremo y los ideales nobles estuvieran del lado de los ideólogos y políticos del Frente Nacional, mientras que el mal y la anarquía estuvieran del lado de los ideólogos y políticos de la oposición. El libro devela las estrategias discursivas que utilizaron los medios para beneficiar los intereses del Frente Nacional en detrimento de la oposición, representada principalmente en la Alianza Nacional Popular y el Movimiento Revolucionario Liberal.

objetos ceremoniales, o aquel en el que se navega dentro de los mapas de Martin Waldseemüller de 1507 y 1516. Tampoco deja de ser atractiva la narración interactiva de la Conquista de Cortés, a través de pinturas de finales del siglo VXII, ni acercarse al mundo de los piratas a través de sus mapas y manuscritos de guerra. Estos y otros contenidos multimedia están dirigidos tanto a públicos especializados como a estudiantes y profesores de colegio, y están acompañados de guías pedagógicas. En definitiva se trata de una de esas páginas Web que demuestran plenamente el potencial académico, pedagógico y comunicativo de las colecciones históricas online. ❧ http://www.hgis.org.uk/

❧ http://www.myloc.gov/Exhibitions/ EarlyAmericas/Pages/Default.aspx La Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos se ufana de ser la biblioteca más grande del mundo con sus millones de libros, manuscritos, documentos, fotografías y mapas. Entre sus tesoros recientemente adquiridos se encuentra la donación Jay I. Kislak, una colección de más de 3000 objetos relacionados con la conquista de América, y de la cual se encuentra exhibida una muestra online. La exhibición “Exploring the early America” está dividida en tres temas principales: las sociedades americanas antes de la conquista, el periodo de encuentro y exploración, y los derroteros de la conquista, éste último con particular énfasis en el impacto del descubrimiento de América en los conocimientos europeos de historia natural y de geografía. Cada tema incluye un número impresionante de documentos y artefactos raros exhibidos, cuyas imágenes digitales pueden explorarse en detalle, y organizadas por subtemas. Cada sección contiene módulos interactivos sobre diversos objetos y documentos. Destaca en particular aquel en el que se aborda el tema de la escritura y el registro de la memoria maya en varias vasijas y

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The Historical GIS Research Network es un portal de acceso a información, bibliografía, grupos y proyectos de investigación, eventos, y multiplicidad de vínculos Web sobre ese nuevo campo de estudio llamado SIG histórico, que explota y explora diversos usos de las herramientas de información geográfica en la investigación histórica. Tal y como destaca Ian Gregory, coordinador del proyecto, los SIG históricos inicialmente se desarrollaron como proyecto nacionales de sistematización de censos antiguos y bases de datos catastrales del siglo XIX y XX, de fácil espacialización. Pero en la actualidad, también han servido para poner a disposición del público bases de datos más diversas y cualitativas, a escalas de investigación más locales, y en temas innovadores. El desarrollo de diversidad de proyectos de SIG histórico a su vez ha contribuido para generar discusiones epistemológicas, técnicas y conceptuales sobre las relaciones entre historia y geografía, la representación espacial del tiempo, el lugar de los software y las tecnologías informáticas, y, en lo relativo a los derroteros de ambas disciplinas. Esta página Web es una puerta organizada de entrada a la temática, a las entidades que respaldan la investigación de estos temas, a los software disponibles, y al estado del arte. Está en inglés y se centra principalmente en iniciativas europeas y norteamericanas.

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Tabla de contenido Carta a los lectores

7-8 9-13

En memoria de Aída Martínez Carreño

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ISSN 0121-1617

Artículos

14-19

Ana Maria Otero-Cleves, Universidad de Oxford, Oxford, Inglaterra “Jeneros de gusto y sobretodos ingleses”: el impacto cultural del consumo de bienes ingleses por la clase alta bogotana del siglo XIX

20-45

Fernando Purcell, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile Una mercancía irresistible. El cine norteamericano y su impacto en Chile, 1910-1930

46-69

Edgardo Pérez Morales, Universidad de Michigan, Ann Arbor, Estados Unidos Vida material, religiosidad y sociedad colonial. Espacios, objetos y prácticas de consumo en el colegio jesuita de la ciudad de Antioquia. 1726-1767

70-95

Aida Morales Tejeda, Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, Cuba El universo material de la vida doméstica de la élite de Santiago de Cuba entre 1830-1868

96-121

122-144

Tema abierto: Carla Villalta, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina De secuestros y adopciones: el circuito institucional de la apropiación criminal de niños en Argentina (1976-1983)

146-171

James Sanders, Utah State University, Logan, Estados Unidos “Ciudadanos de un Pueblo Libre”: liberalismo popular y raza en el suroccidente de Colombia en el siglo XIX

172-203

Carlos Gustavo Hinestroza, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Flórez-Malagón, Alberto G. ed., El poder de la carne. Historias de ganaderías en la primera mitad del siglo XX. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2008. Santiago Muñoz Arbelaez, Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá, Colombia Soluri, John. Banana Cultures: Agriculture, Consumption, and Environmental Change in Honduras and the United States. Austin: University of Texas Press, 2005. Decsi Arévalo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Grupo de Investigaciones en Historia Social-GIHS. Modernizadores, instituciones y prácticas modernas. Antioquia, siglos XVIII al XX. Colombia: CISH, Universidad de Antioquia, 2008. Ricardo Arias Trujillo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Sabato, Hilda. Buenos Aires en armas. La revolución de 1880. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008. Martín González, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina Meier, Heinrich. Carl Schmitt, Leo Strauss y El concepto de lo político. Sobre un diálogo entre ausentes. Buenos Aires: Katz Editores, 2008.

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Notilibros

227-229

208-214 214-219 219-222 223-226

Convocatoria

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Acerca de la revista

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Normas para los autores

Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes

Espacio estudiantil Cecilia Edith Moreyra, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina Vida cotidiana y entorno material. El mobiliario doméstico en la ciudad de Córdoba a fines del siglo XVIII

Reseñas

Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes http://historiacritica.uniandes.edu.co/ B O G OTÁ , C O L O M B I A

Dossier: Objetos y mercancías en la historia (I)

Camilo Quintero Toro, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Entendiendo los objetos y las mercancías en perspectiva histórica: presentación del dossier “objetos y mercancías en la historia”

Mayo—Agosto 2009 ISSN 0121-1617

Dossier: Objetos y mercancías en la historia (I)

232-233

ISSN 0121-1617

38 Mayo—Agosto 2009 Precio $15.000


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