CONTENIDO PRESENTACIÓN
DANIEL GARCÍA
GERMÁN COLMENARES Y SU OBRA
PABLO RODRÍGUEZ
JAIME JARAMILLO URIBE BERNARDO TOVAR MÉXICO 1920-1945. LA EXPROPIACIÓN PETROLERA Y LA REINSERCION DE MÉXICO AL SISTEMA INTERNACIONAL
RAUL BENITEZ MANAUT
LAS CUADRILLAS BANDOLERAS DEL NORTE DEL VALLE, EN LA VIOLENCIA DE LOS AÑOS CINCUENTAS
DARIO BETANCOURT ECHEVERR
MUJERES INCAUTAS Y SUS HIJOS BASTARDOS. CLASE, GENERO Y RESISTENCIA CAMPESINA EN LA REGIÓN CAFETERA DE CUNDINAMARCA (1900-1930). (SEGUNDA PARTE). MICHAEL F. JIMENEZ LA MÚSICA DEL CARIBE COLOMBIANO DURANTE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Y COMIENZOS DE LA REPÚBLICA
ADOLFO EMILIO HENRIQUEZ
GRAMSCI Y EL CONCEPTO DEL BLOQUE HISTÓRICO
CARLOS EMILIO BETANCOURT
TEMAS Y DEBATES
FERNANDO CALDERÓN G.
ESPACIO ESTUDIANTIL
PAULA SAMPER
SORAYA HOYOS NOTICIAS
ENRIQUE MENDOZA JOSÉ EDUARDO RUEDA
RESEÑAS
RICARDO ARIAS MAURICIO PINILLA ELVIRA GARCÍA RODRÍGUEZ DARÍO ACEVEDO CARMONA FABIO LÓPEZ DE LA ROCHE
NOTILIBROS
HUGO FAZIO V. JAIME JARAMILLO URIBE BEATRIZ CASTRO ALBERTO FLOREZ M. ISABEL CLEMENTE LUIS EDUARDO BOSEMBERG SUSY BERMUDEZ
CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS
PRESENTACIÓN Al entregar este cuarto número, el equipo humano de Historia Crítica siente, por un lado, una gran satisfacción de haber logrado consolidar a lo largo de los últimos dos años una revista diferente, variada e innovadora que ha tenido una excelente recepción tanto en los círculos académicos nacionales e internacionales como a nivel comercial. Sin embargo, al mismo tiempo sentimos una profunda tristeza al recordar la ausencia de dos grandes historiadores y amigos que nos dejaron este año a causa de muertes prematuras: Enrique Mendoza y Germán Colmenares. A ellos les hemos dedicado este número. Enrique. Joven antropólogo e historiador; amigo y compañero leal; investigador serio y uno de los mejores docentes del Departamento; padre y esposo dedicado. Dada la premura del tiempo, y siendo que fue colaborador de esta revista en dos números anteriores, nos limitamos a incluir sólo una breve nota bibliográfica como un modesto homenaje. Germán. Gran maestro y colega. Uno de los más destacados de la generación de historiadores de la llamada Nueva Historia. Su obra, un aporte fundamental al desarrollo de la historiografía colombiana. Contamos en este número, gracias a la ayuda de sus amigos y familiares, con varios escritos inéditos de Germán así como algunas palabras de personas cercanas. Finalmente, Historia Crítica, siguiendo el consejo de varios lectores, con este número amplía la sección de "Temas y Debates" para incluir ponencias, ensayos y opiniones sobre tópicos diversos de interés actual con el ánimo de abrir espacios para una nueva variedad de colaboraciones que sirvan para enriquecer el intercambio de ideas y las discusiones académicas en nuestro medio. Esperamos que con este cuarto número sigamos dejando contentos a nuestros lectores y que Historia Crítica continúe evolucionando y mejorando con su apoyo y sugerencias. DANIEL GARCÍA
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GERMÁN COLMENARES Y SU OBRA
Germán Colmenares, fallecido hace pocos meses en Cali en la plenitud de su vida y cuando el país podía esperar mucho de su inteligencia y laboriosidad, era una de las más brillantes figuras de la nueva historiografía colombiana. Muy joven hizo estudios de derecho en la Universidad del Rosario donde se graduó con un maduro ensayo sobre las clases sociales y el origen de los partidos políticos colombianos. Aunque pudo ser exitoso abogado, la escogencia del tema de su tesis de grado indicaba ya su inequívoca vocación de historiador. Estudió luego filosofía en la Universidad Nacional y culminó sus estudios universitarios doctorándose en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad de París que entonces dirigía Fernand Braudel. A su regreso de Francia se vinculó a la Universidad de los Andes, donde bajo la dirección del malogrado Alvaro López Toro formó con Darío Fajardo, Margarita González, Jorge Orlando Meló y un grupo de economistas, antropólogos, demógrafos y sociólogos un equipo de investigadores que en la cooperación de estas disciplinas buscaba el camino y el método para estudiar y comprender de manera rigurosa la realidad social de Colombia. Pocos años después se vinculó a la Universidad del Valle donde tras 20 años de trabajo docente y de ejemplar actividad investigativa formó un grupo de discípulos, que han dado ya ricos frutos, no sólo en la historia sino también en las ciencias sociales en general. Sus méritos y sólo sus méritos lo llevaron en sus últimos años a prestigiosas universidades inglesas como la de Cambridge y a renombrados centros docentes norteamericanos en calidad de investigador y profesor visitante. Poseía Germán Colmenares las dotes que debe tener el historiador auténtico. Sólida formación jurídica y filosófica, amplios conocimientos en disciplinas auxiliares de la historia como la economía, la sociología, la demografía y aun los conocimientos matemáticos que ciertos campos de la investigación social moderna exigen. Dominaba también las herramientas de lo que Marc Bloch llamaba el oficio del historiador, el oficio en noble sentido artesanal de la palabra; la paleografía, el sentido crítico y el rigor lógico en el análisis documental, la precisión en las citas y en el examen de las fuentes históricas. Era Germán, además, un excelente escritor. Su estilo era ajeno a
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la retórica, directo y económico en sus medios expresivos y no estaba exento de cierta vena de humor e ironía presentes siempre en los escritores de su tierra natal, Boyacá. Lo que la historia debe tener de arte y de ciencia, encontraron en sus obras un bien logrado equilibrio que sólo los grandes maestros suelen alcanzar. A más de estas excelsas cualidades intelectuales, impresionaba en el caso de Colmenares su fidelidad al trabajo de investigación, fidelidad que no se desviaba de su ruta por los engañosos halagos que suele ofrecer la vida intelectual y científica contemporánea. Ni los congresos internacionales, ni los simposios, ni las mesas redondas, ni la publicidad lo desplazaban de los amados archivos y bibliotecas de Sevilla, Bogotá y Popayán. Trabajador metódico e infatigable, que debió repartir su tiempo entre la docencia, la investigación y las actividades administrativas que nuestras universidades suelen exigir a su personal académico, deja Germán Colmenares una obra sólida, valiosa cuantitativa y cualitativamente: Partidos políticos y clases sociales en la Nueva Granada (1966); Las haciendas de los jesuítas en el Nuevo Reino de Granadal 1969); Cali, terratenientes, mineros y comerciantes (1975); Historia económica y social de Colombia, 1539-1719 (1973); Popayán, una sociedad esclavista (1977); Ricardo Rendón, una fuente para el estudio de la opinión pública colombiana (1984); Las convenciones contra la cultura (1987). A todo esto habría que agregar innumerables artículos en periódicos y revistas, compilaciones documentales y estudios sobre el desarrollo y las tareas de las Ciencias Sociales en Colombia que escribió hace pocos meses con destino a Colciencias para ser discutidos en las universidades colombianas. Una semana antes de su muerte, y a pesar de la certidumbre de que ella estaba muy próxima, con optimismo y fortaleza trabajaba en un libro sobre Bogotá, la ciudad que tanto amaba. La contribución más notable de Colmenares a la historiografía nacional se ubica en el campo de la historia social y económica. Su Historia económica y social de Colombia 1537-1719 forma con Popayán, una sociedad esclavista un amplio cuadro de nuestra sociedad colonial que carece de antecedentes en nuestra historiografía que, si exceptuamos los trabajos de Juan Friede, de Catlin Romolly y de Guillermo Hernández Rodríguez, sobre la conquista, por falta de instrumentos profesionales y posibilidades técnicas de contacto con las fuentes primarias, no había pasado de la visión que podía obtenerse de los cronistas españoles, por lo demás hecha sin los métodos de la moderna crítica textual. En la primera de estas dos sólidas obras Colmenares situó en un plano realista el problema crucial de la magnitud de la población indígena en el momento de la Conquista y su vertiginoso descenso usando para su análisis, por primera vez entre nosotros, los modernos métodos demográficos de la escuela norteamericana de Berkeley. A través de un estudio jurídico y económico de la institución de la encomienda y de las relaciones de propiedad agrícola y minera estableció las relaciones entre el poder político y el poder económico echando así las bases para una verdadera comprensión de la estructura social de la época y de nuestras primeras formas de dominación.
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En su estudio sobre la hacienda y la mina como los principales centros de producción estableció el punto de partida de la historia de nuestro desarrollo económico. En el campo de la producción minera de oro, base de nuestro comercio exterior a través de toda nuestra historia colonial y todavía en las primeras épocas de la República, realizó el primer intento de construcción de series cuantitativas de producción, aplicando por primera vez, entre nosotros, los métodos estadísticos que había puesto en práctica la escuela francesa de los Annales, sobre todo uno de sus más conspicuos representantes, Ernest Labrousse. No se detuvo allí su esfuerzo de síntesis. También analizó los problemas morales y psicológicos surgidos por la destrucción de la cultura indígena y el surgimiento de la nueva cultura de dominación. En Popayán, una sociedad esclavista los vínculos entre economía y sociedad se hicieron más elásticos y sutiles. De su estudio de esa sociedad señorial de mineros, hacendados y comerciantes no surgió una erudita acumulación de datos, descripciones de transferencias de bienes, intercambios comerciales y relaciones de familia, que también son necesarios en la buena historia, sino, ante todo la mentalidad de sus actores y las huellas que en su cultura dejó la institución de la esclavitud. A la cultura nacional deja Germán Colmenares el legado de una obra histórica amplia y valiosa; a sus amigos, discípulos y colegas el recuerdo de su espíritu optimista, agudo y generoso. Jaime Jaramillo Uribe
PRESENTACIÓN Historia Crítica tiene el placer de ofrecer a sus lectores dos ensayos inéditos del recordado maestro Germán Colmenares. El primero, "El manejo ideológico de la ley en un período de transición", reúne reflexiones que expuso en distintos ámbitos académicos. No obstante la gran acogida que tuvieron sus disertaciones, siempre consideró que este texto antes de ser publicado debía resolver las amistosas observaciones que el profesor David Bushnell le hiciera. Hecha esta necesaria aclaración, hemos considerado pertinente e indispensable darlo a conocer por su significación y ya reconocida influencia en investigaciones en curso. El segundo, "Arte y sociedad en la Nueva Granada colonial", fue inspirado por el debate que se generara en el país en torno a un cuadro de Zurbarán. Germán fue un apasionado admirador de las expresiones artísticas y en especial de la pintura. A fines de los años sesenta ofrecía por igual los cursos de Historia Socioeconómica como de Historia del Arte en la Universidad de los Andes, y en sus múltiples viajes como profesor invitado siempre se dio tiempo para visitar museos y galerías.
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Estos dos artículos ofrecen una idea de algunas de las últimas preocupaciones historiográficas de Germán. Su significativa obra giró de la historia económica y demográfica a una reflexión acentuadamente social y mental. Probablemente, y debido en buena parte a él, la historiografía colombiana corre también este curso. Pablo Rodríguez
EL MANEJO IDEOLÓGICO DE LA LEY EN UN PERIODO DE TRANSICIÓN
Germán Colmenares
1. Desde un punto de vista formal, las instituciones del Estado de la época colonial han sido estudiadas casi exhaustivamente. Otro tanto ha ocurrido con aquéllas que corresponden a la primera época republicana. De esta manera poseemos, en apariencia, un perfil diferenciado de los dos períodos. Pero, ¿qué ocurría con la vida social y con las vidas individuales que enmarcaban estas instituciones? A la historia social le interesa sobre todo desentrañar el misterio de la conducta de individuos que, "como seres aislados, parecen a primera vista raros e ininteligibles" y, al mismo tiempo, comprender el entramado de configuraciones sociales "que, al principio, aparecen como totalmente extrañas" (1). La historia social puede dejar de lado la indagación por el sentido o por la forma peculiar de las instituciones, lo cual constituye una abstracción, para preguntarse más bien de qué manera podía experimentar un individuo la presencia concreta del Estado. El estudio histórico de la ley no puede reducirse a la comprobación de una "superestructura" de carácter ideológico, de un último reducto en el que deben encontrarse correspondencias automáticas con la organización económica de la sociedad. En la época colonial o en la primera época republicana las definiciones abstractas de la ley no cobijaban todos los meandros del tejido social en los que tales definiciones debían encontrar su aplicación. La ley no se reducía a traducir de una manera inmediata formas de dominación que correspondían a una estructura económica. Al margen de esta formalización existían formas de conciencia en diferentes estratos sociales capaces de introducir matices peculiares en la aplicación misma de la ley. En condiciones de una participación política muy restringida el contacto entre los individuos (fueran vecinos o ciudadanos) y el Estado era forzosamente pasivo. Tampoco había muchas ocasiones para
1. Norbert Elias, La sociedad cortesana. México, 1982, p. 281. 8
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experimentarlo puesto que la esfera de la acción del Estado era muy limitada. La presencia del Estado se hacia sentir en los impuestos y, para masas campesinas mucho más numerosas, en el monopolio de productos agrícolas comerciales (el tabaco o la elaboración más apetecida de la caña de azúcar, el aguardiente). La restricción impuesta por los últimos Borbones a actividades económicas privadas, o su gravamen, era resentida en cada caso individual y podía dar lugar a levantamientos populares de una cierta amplitud (2). En la primera época republicana las levas masivas y el reclutamiento eran la manifestación tangible de un poder incontrastable de antiguas y nuevas autoridades. Pero había todavía un contacto más personal, más individualizado, contra el cual la rebeldía colectiva no era muy frecuente: éste era el terreno de la ejecución de la ley. Era sin embargo frecuente manifestar agravios contra la justicia, en forma muy genérica, cuan do un levantamiento perseguía otros fines, generalmente deshacerse de un gravamen fiscal. En la manifestación tangible del Estado, capaz de particularizarse en causas individuales, deben distinguirse dos aspectos. Uno, el de la ley civil, que entretenía en querellas interminables a terratenientes y deudores morosos, a presuntos herederos o a padres presuntivos. Otro, el de la ley penal, cuyos rigores debían experimentar con mayor frecuencia miembros de las clases populares. En el manejo de la ley penal estaba contenido el núcleo de toda cuestión política en las dimensiones del Estado colonial. Aquí se echa de menos el aspecto colectivo que estaba presente en otras relaciones como en la de los impuestos. Pero si en los asuntos penales la relación concreta tenía que individualizarse para que el Estado se hiciera presente y la ley efectiva, de una manera abstracta se trataba de una relación universal que ligaba potencialmente a todos los vecinos. Esta relación envolvía los puntos más esenciales sobre la doctrina del Estado y no podía ejercerse sin una justificación política del Estado y su aceptación por parte de los vecinos. Por otro lado, en ocasiones la ejemplaridad del castigo revestía una forma y una función públicas. En este fenómeno un eminente historiador inglés (3) ve la dramatización de un teatro del poder o la manera simbólica en que se mostraban los rasgos más esenciales de unas relaciones de dominación. La aplicación de la ley, y en particular de la ley penal, no sólo se presta para estudiar uno de los contactos más inmediatos de los individuos, especialmente de las clases bajas, con el Estado. Las causas penales ilustran manifestaciones concretas de poder y las condiciones específicas que hacían posibles tales manifestaciones. Pero en la aplicación de la ley puede discernirse también una gama muy 2 V. el tratamiento más reciente de estos fenómenos en Anthony McFarlane, "Civi1 Dirsorders and Popular Protests in Late Colonial New Granada", ©n Hispanic American Historical Review. 64 (1) 1984,17-54. 3 E. P. Thompson, "Folklore, Anthropology and Social History". Reimpreso de la Indian Historical Review. 3 (2) Enero, 1978, 247-266.
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variada de motivaciones ideológicas, si se examina la práctica de los magistrados, tanto como de actitudes y de comportamientos que se derivaban de relaciones sociales particulares, si prefiere mirarse la cuestión desde el punto de vista de los reos. Resulta característico, por ejemplo, el tipo de delitos perseguidos con más encarnizamiento. Durante la época colonial los delitos mismos y su frecuencia son reveladores de la naturaleza íntima de esta sociedad, de sus temores, de sus tabúes, de las posibilidades, y sobre todo de las limitaciones, que encontraba la expansión de la individualidad. Lo que la sociedad repudiaba con más ahínco nos proporciona mejor su retrato que aquello que loaba o que establecía como un ideal de comportamiento social. Michel de Certau ha hablado de una teoría de las desviaciones (théorie des écarts) para penetrar en el corazón mismo de una sociedad. Podría pensarse que la definición de un cierto tipo de delitos, conce bidos dentro de unas coordenadas sociales, alimentaba expectativas muy altas de que se produjeran. O que esos delitos sólo eran posibles dentro de este tipo de sociedad. ¿Qué pensar por ejemplo de la frecuencia de los amancebamientos? ¿O del delito del libelo privado, de papeluchos en que se difamaba en verso o de pasquines que se colocaban en las esquinas, formas de ofensa a las que daba pábulo una sociedad sedienta de distinciones y de preeminencias? La inso lencia que atentaba contra el patrón aceptado de jerarquías sociales o el simple hurto, en el caso de un esclavo, podían considerarse como delitos capitales y castigarse con tanta o más severidad que las lesio nes personales o aun el homicidio. El trasfondo ideológico que buscaba, mediante la represión, la conservación de un orden social dado, nos revela los patrones más esenciales de este orden social. Si quisiera buscarse una categoría específica en la sociedad colonial capaz de resumir un conjunto amplio de actitudes con respecto a estos patrones, la mera frecuencia de su mención indicaría el escándalo como un buen candidato. El escándalo poseía la virtualidad de convertir en hechos sociales conductas privadas, aun las más íntimas. En él confluían también los rotivos ideológicos de la Iglesia con valores sociales que el Estado habría buscado preservar. Esta categoría ayudaría también a comprender el localismo de sociedades encerradas en sí mismas, en las cuales el control de la conducta individual se daba como una tarea colectiva y en las que el chisme, la comidilla y la conseja aparecían como correctivos sociales, si no como auxiliares de la justicia. No habría que perder de vista que, dentro del sistema colonial, las jerarquías sociales poseían un carácter político. La subordinación social era, en la mayoría de los casos, expresión de una subordinación política. Desde el punto de vista del estado español, la existencia de diversas jerarquías y esferas en la sociedad debía garantizar un eslabonamiento indispensable para transmitir la autoridad regia. Colocada en un extremo de la cadena, ésta requería de un orden social inalterable para hacer sentir, a través de sus intermediarios, hasta el último eslabón tan alejado del primero. De esta manera,
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todo aquello que empeñara el prestigio de las jerarquías sociales afectaba en la misma medida a la autoridad política. El ejercicio del poder por un grupo iba acompañado de calidades subjetivas de las cuales no podía despojarse a los individuos que lo componían. El desconocimiento de la calidad de noble o el simple dicterio que asimilaba a un individuo a las castas provocaban inmediatamente el escándalo, como si se tratara de actos de subversión política. De otro lado, la imagen de una república cristiana convertía el desorden moral en piedra de escándalo y en un verdadero atentado político. La identificación de un orden político con el orden social, propia de una sociedad por estamentos, contrasta con los supuestos del orden republicano posterior. En el nuevo credo político, la jerarquización social no estaba destinada a reforzar el sistema de los poderes públicos. Lo cual no significaba, ni mucho menos, que la estructura social de la colonia quedara abolida en virtud de un nuevo orden legal. Todos aquellos factores que determinaban la ubicación dentro de las jerarquías sociales permanecieron en gran parte inalterados. Pero la ideología que sustentaba los nuevos poderes creaba una contradicción evidente entre supuestos de igualdad ciudadana y una realidad que se atribuía a "añejos prejuicios" y a una infortunada herencia que no podía abolirse de un plumazo. La actitud colectiva frente a ciertos desórdenes morales y su represión por parte de autoridades locales revelan en la sociedad colonial el papel desmesurado de un complejo ideológico moral impuesto por la Iglesia. Las imágenes asociadas con esta imposición iban a ser las más duraderas y las más antipáticas, para caracterizar el orden colonial, en la conciencia de los liberales del siglo XIX. El fuero interno parecía preocupar mucho más a los magistrados que las manifestaciones objetivas de una conducta. Nada más característico, por ejemplo, que las rondas nocturnas de alcaldes y alguaciles que buscaban más penetrar en la intimidad de zaguanes y alcobas que prevenir desórdenes callejeros. La manifestación pública del desprecio por la ley divina era un signo de perversidad radical que no podía mover a la indulgencia, como en el caso de cualquier otro delito que comportara una simple pena corporal, la cárcel o el destierro. En 1803 Don José González Monasterio, un español que ejercía como alcalde partidario del pueblo de la Cruz de Dagua gracias a su parentesco con el teniente de gobernador de la región minera del Raposo, se vio envuelto en una querella por concubinato con una esclava ajena. Este delito, de suyo, no habría acarreado consecuencias demasiado graves para el alcalde. Pero, según el querellante, Monasterio habría sostenido públicamente "que la simple fornicación no es pecado''. Por estas palabras, ... no merece ya la menor indulgencia sino una atención muy diferente a aquélla con que se miran los delitos en general o respectivamente al infeliz que los comete. Este monstruo no es digno de piedad y él merece ser tratado con todo el
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rigor de las leyes. Un miembro tan corrompido de la sociedad debe separarse de ella y extinguirse...
Monasterio debía captar la gravedad de la situación en que se veía envuelto puesto que no pudo ser hallado (4). Las causas por concubinato, adulterio y amancebamiento eran las más frecuentes. Que desórdenes morales se convirtieran en delitos celosamente vigilados por alcaldes, alguaciles, párrocos y aun autoridades indígenas revela esta interferencia permanente de la sociedad en el fuero interno. El modelo de la república cristiana seguía siendo la representación medieval de la ciudad de Dios. En este modelo el desorden moral o la contravención sexual podía llegar a revestir una connotación de rebeldía política. Sin embargo, el daño objetivo debía graduarse por la magnitud del escándalo. Para minimizar el daño era aconsejable a veces la ocultación del delito o la supresión de la pena. Según un abogado de la Real Audiencia de Quito que defendía a un apelante de Popayán, El crimen de concubinato empezó a castigarse por el derecho canónigo y por nuestras leyes reales, pero con suma prudencia... El ministro que escribió sobre materias criminales asegura que en los delitos de esta naturaleza proceden los tribunales según la medida del escándalo que se haya seguido por medio de la costumbre ilícita, extendiendo el arbitrio y agravando la pena hasta poner destierro al concubino o encerrar a la concubina (5).
La "costumbre ilícita" dejaba así un amplio margen de control a los magistrados. En la práctica, éstos consultaban la calidad social de los ofensores de tal manera que el rigor del confinamiento impuesto sobre la mujer parecía estar en proporción directa con la alcurnia de su cómplice. En otras ocasiones las relaciones ilícitas servían de pretexto para deshacerse de un funcionario arbitrario o de un elemento especialmente díscolo. En casos muy especiales antes que el castigo se imponía el sigilo que ahogara el escándalo. Veamos uno de estos casos. En 1734 "personas celosas de la honra de Dios" comunicaron al alcalde ordinario que el clérigo Ambrosio Hurtado, hijo del Licenciado Francisco Hurtado del Aguila, sacristán mayor y maestre de capilla de la catedral de Popayán, vivía en público amancebamiento con María de Valencia, con quien había tenido varios hijos. La calidad de la familia, que descendía de poderosos terratenientes y que estaba emparentada con la del mismo alcalde, imponía sin duda la máxima prudencia. El alcalde no daba un solo paso sin consultar previamente con el provisor del obispado. Este accedió a que .. .desterrase secretamente a la dicha María de Valencia para evitar rubores y confusión en que se discurrió entraría dicho sacerdote haciéndose dicho destierro públicamente y con estrépito judicial...
El alcalde encerró a María de noche en la cárcel y al otro día, a las cuatro de la mañana, la hizo montar en una mula para sacarla se4. Archivo Central del Cauca (en adelante ACC) Sign. 8.003. 5. ACC. Sign. 7.998.
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cretamente de la ciudad. El escándalo tan cuidadosamente prevenido no pudo evitarse debido a la actitud del clérigo. Este salió al camino y rescató a María de manos de sus acompañantes, ocultándola después. Finalmente, la mujer pudo ser desterrada a una hacienda por seis meses. Cuando convenció a las autoridades de que había cortado sus relaciones con el clérigo pudo regresar a la ciudad (6). Los jueces solían invocar la vindicta pública como fundamento del castigo impuesto al reo de un delito. La exigencia de vindicta que buscaba compensar la ofensa irrogada al cuerpo social se extendía, indistintamente, a los actos que dañaban a los bienes y a las personas como a una vida simplemente desarreglada o a desórdenes morales y sexuales. Estos últimos eran un indicio evidente de la inminencia de los primeros. La torpeza de los actos morales o una vida sexual desarreglada eran apenas los primeros eslabones en la misma cadena del delito. La aparente ausencia de distinción entre unos y otros servía no sólo para prevenir ofensas más directas contra el cuerpo social sino también para agravar ad arbitrium las penas impuestas en ciertos casos. Según un vecino de Popayán, que actuaba como fiscal en una causa por lesiones, ... hay ocasiones en que por un leve delito se debe castigar al reo con mayor pena, cuando de ello se sigue mucha parte de beneficio a la causa pública y aprovecha al mismo delincuente, sobre que podría poner muchos ejemplares a la vista... El castigo mismo poseía así una doble virtualidad. Por un lado servía para poner a buen recaudo a un elemento indeseable, satisfaciendo una necesidad social. Por otro, debía resultar beneficioso al delincuente mismo, es decir, a su alma, que purgaba una pena y se purificaba en el dolor. Desde un punto de vista práctico, en una sociedad en la que la fama o el crédito personal estaban a la vista de todos, un proceso sumario por un delito probado, así se tratara de un mero concubinato, involucraba el juicio sobre toda una vida anterior, sobre sospechas de otros delitos o de pequeños actos permanentes de desafio al orden de la república cristiana. 2. La ciudad colonial española localizaba el poder y el prestigio en un espacio privilegiado: la plaza mayor. En su torno no sólo estaban ubicadas las edificaciones que servían de sede a los poderes administrativos y religiosos sino que se asentaban los solares más prestigiosos. Por sus cuatro costados, la cercanía a la plaza mayor iba graduando el prestigio de las familias. Durante la segunda mitad del siglo XVIII las ciudades en la Nueva Granada se dividieron en cuarteles o barrios trazando ejes perpen6. ACC. Sign. 11.477. 7. ACC. Sign. 7.912.
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diculares en dos de los costados de la plaza. Aunque en uno de estos cuarteles se concentrara la mayor proporción de familias prestigiosas, de comerciantes, mineros o terratenientes, la disposición de los ejes los distribuía en todos los cuarteles. Dentro de cada cuartel las familias nobles avecindaban con los estratos más populares. Los estratos más bajos quedaban confinados a la periferia. En algunos casos esta periferia era el asiento de una población flotante muy heteróclita. En otros, la ciudad se iba desdibujando sin cortes abruptos hasta confundirse con el ámbito rural. En los barrios populares y aun en las casas de los nobles, por diversas razones, cohabitaban gentes de la más diversa condición. Los nobles se rodeaban de parientes, de esclavos, de criados y de clientes o agregados. En casas más humildes posaban transeúntes, pequeños comerciantes itinerantes (tratantes) o, de manera más permanente, inquilinos de tiendas y aposentos. No era rara la convivencia de blancos pobres con mulatos, mestizos y negros. Ni los nobles estaban distanciados físicamente de los estratos inferiores. Los contactos y hasta ciertas formas de familiaridad con los esclavos eran cotidianos aunque la distancia social inhibiera la conducta de estos últimos hacia los primeros. No ocurría lo mismo en los estratos más bajos. Las tensiones que imponía el abigarramiento en viviendas estrechas o las chispas que saltaban de la fricción en tiendas, en mercados, en ventas y en pulperías, estimuladas casi siempre por la bebida, daban lugar a ofensas frecuentes. Insultos y dicterios que rebajaban aún más la condición de un blanco pobre para asimilarlo a las castas entre las que convivía, la intención denigrante de la alusión racial, agresiones provocadas por los celos, la rivalidad sexual o el abandono, violencias súbitas desencadenadas por la soberbia o por la humillación, oscuras venganzas por pequeños agravios repetidos, el cuadro que puede dibujarse de esta sociedad a través de los expedientes penales dista mucho de la procesión ordenada de jerarquías y de oficios en los momentos solemnes de fiestas religiosas o de conmemoraciones de la monarquía. En uno de los trabajos con los que Jaime Jaramillo Uribe fundó la historia social en Colombia se estudiaban las actitudes colectivas frente a los mestizos y a las castas en general (8). Sobre los mestizos pesaba un predicamento de imprevisibilidad y eran "tildados de inestables, buscarruidos, gente de vida irregular y malas costumbres". Este elemento social no encontraba su acomodo en la república cristiana al no estar sujeto a una clara relación de subordinación como la que constituía el tributo, el trabajo personal y la esclavitud o aun aquellas leyes inscritas en un código informulado de honor que regía para los estratos superiores. La suspicacia sobre los mestizos, y sobre las castas en general, los convertía en un blanco especial para los guardianes de la ley. La peligrosidad no se atribuía, como 8. V. Jaime Jaramillo Uribe, "Mestizaje y diferenciación social en el Nuevo Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII" en Ensayos sobre historia social colombiana. Bogotá, 1968,163-203.
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en Europa, a las clases laboriosas (indígenas o esclavos) sino precisamente al sector social que escapaba a toda forma específica de sujeción o al molde aceptado y previsible de una conducta. Que el mote de mestizo, de zambo o de mulato se hubiera convertido en un insulto, no sólo indica que estas expresiones ubicaran a alguien denigrativamente en una escala social. Ser tenido por mestizo, mulato o zambo tenía consecuencias prácticas. Era convertirse en el blanco de sospechas que se asociaban con un modo de vida desordenado y propenso a excesos inaceptables. Por esta razón, quien ostensiblemente pasaba por tal podía defenderse de la denominación debido a sus implicaciones y no por la verdad objetiva a que aludía. A fines del siglo XVIII el mestizaje estaba tan extendido que, en lógica, el insulto debería haber sido inconsecuente. Pero no era así. En 1805 un abogado de Popayán defendía a un cliente contra el cargo de injuria por haberse referido al querellante como pardo. El abogado afirmaba: ... digo que no es injuria. Los colores no son el producto de la calidad y así vemos que hay caballeros de color pardo y pardos muy blancos. Si en el particular, pues, hemos de dar fe a los sentidos, en nada nos engañaremos tanto como en esto...
La sentencia del juez aceptaba este argumento y concluía: "siendo el color un puro accidente, no constituye ni puede constituir la verdadera calidad y nobleza de las personas" (9). Sin duda esta era una manera de soslayar el punto central de una querella engorrosa, en la que muy posiblemente el ofendido no pudiera probar que no era pardo. Pero si la alusión al color podía dejar íntegra la calidad social de quien quería ofenderse, no ocurría lo mismo con una alusión más directa al origen racial. En 1799 Julián Trujillo, alias ' 'Solimán'', fue absuelto en una causa por lesiones que propinó a Sebastián de Belalcázar y que lo redujeron al hospital debido a que éste, en un intercambio de "razones" al calor de la chicha, había injuriado a su agresor diciéndole: "Ah, picaro zambo" (10). Buena parte de las inquietudes suscitadas por las castas provenían, como se ha dicho, de las meras tensiones cotidianas. El hecho de que se adobaran tan frecuentemente con el insulto racial debía ser un fenómeno inducido por la actitud de las capas altas de la sociedad y al tratamiento excepcional acordado por la justicia en estos casos. Naturalmente, el insulto afectaba particularmente a aquéllos que, viviendo en el seno de sectores populares, ostentaban alguna pretensión que los distinguiera del resto. Todavía en vísperas de la Independencia (1809) una pulpera, en cuya familia había varios clérigos, se querellaba porque Juana Góngora le había gritado ... que ella y toda su familia eran zambos, que el padre de Rosita había ido a Roma a sacar buleto para ordenarse porque eran mulatos y que esto lo había 9. ACC. Sign. 8.009. 10. ACC. Sign. 7.902.
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dejado para que les sirviera a todos sus parientes para ordenarse hasta la quinta generación (11).
Para la preservación del orden cada barrio poseía un alcalde cuyo nombramiento procedía, como el de los alcaldes ordinarios y el de los pedáneos o partidarios, del Cabildo. La presencia de nobles en cada barrio hacía posible confiarles estas funciones, manteniendo así la exclusividad social que se asociaba al ejercicio de la autoridad. Sin embargo, sólo los alcaldes ordinarios ejercían una magistratura pues los de barrio sólo tenían funciones policivas. En cuanto los alcaldes ordinarios conocían de un hecho delictuoso dictaban un auto cabeza de proceso y procedían a instruir la causa allegando testimonios y la "confesión" del incriminado. Se trataba de procesos sumarios, sin muchos incidentes y sólo una pena severa daba lugar a la apelación ante el gobernador de la provincia o la Audiencia de Quito. La aplicación de la ley por parte de estos alcaldes que se sucedían anualmente en el cargo (alcaldes cadeñeros) no estaba exenta de sesgos personales en los que jugaban emociones confusas sobre la dignidad del oficio, las consideraciones al rango social o el celo por una autoridad atribuida temporalmente. Un simple caso de reconvención podía degenerar, por la actitud del reconvenido, en una agravación de la pena desproporcionada al delito. En 1780, por ejemplo, Isidoro Jaramillo de Andrada, quiteño de 26 años y de profesión alfarero pero que se ocupaba de confeccionar hormas para panela y lozas, fue llamado por el alcalde de Buga, Don Manuel Lozano, para 'apercibirlo' "sobre el modo y estado perverso en que (vivía)". Las acusaciones eran vagas por lo demás. Simples rumores de que estaba amancebado con una viuda en cuya casa se alojaba. Un incidente de cuchilladas en un apartado paraje. Pero el hecho de que Jaramillo llegara ante el alcalde con "gran desacato y desacompasadas voces" lo condujo al cepo. La soberbia reiterada agregó a este castigo el de grillos y cadenas. Además, el preso se quejaba de ... sangrientos y venenosos vilipendios, tratándome de canalla, habido de perso-nas de cortas obligaciones, de hombre picaro y de malos tratos y finalmente vilipendiado con obstáculo de ebrio.
Al parecer la actitud soberbia de Jaramillo provenía de tener parientes "de línea recta nobles como son los Jaramillos de Andrada", circunstancia que no debía ser demasiado aparente para sus jueces. Por eso el preso juzgaba que ... no es menos notable que por el ejercicio y trabajo se haya de envilecer los hombres, debiéndoles servir de timbre sus tareas en tanto mayor grado cuanto son más penosas las ocupaciones.
Sin embargo, él mismo admitía a renglón seguido que se había "dedicado a tolerar un ministerio que degenera los esplendores de mi familia" (12). 11. ACC. Sign. 8.030. 12. ACC. Sign. 7.866.
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En otro caso, esta vez una querella por injurias, Manuel de Velasco, un farolero, acusaba al Alférez Real y a su casa de querer perderlo. El gobernador de Popayán no aceptó la recusación y decidió que el mismo Alférez Real conociera de la causa como alcalde ordinario que era en ese año (1792). Esto bastó para que el farolero se desdijera del libelo en verso que había ocasionado la querella y que se excusara muy humildemente del irrespeto arrogado al Alférez (13). El 'ánimo inquieto' de un reo, es decir, la más ligera muestra de insubordinación contra la justicia, podía tener serias consecuencias, así su delito hubiera merecido en otras circunstancias un castigo mucho más benigno. Un Vicente Torres, apodado "el calvito", terminó condenado por esta causa a presidio perpetuo en Bocachica u otra obra en Cartagena, "a ración y sin sueldo". El delito inicial había sido el amancebamiento con mujer casada, sorprendido in fraganti por el alcalde, quien echó abajo una puerta para lograrlo, en una ronda destinada a "evitar ruidos y escándalos" la víspera de los Reyes de 1768. La situación del reo se fue agravando en parte por las consejas de una tía solterona de la adúltera y de una viuda, confidente de la tía. Entre otras cosas salió a relucir que Torres habría conocido carnalmente no sólo a esta mujer casada sino a varias primas de la madre de ésta y a otras primas de su propia mujer. En la misma cárcel Torres intentó hacer agujeros en la pared para comunicarse con el divorcio de mujeres y colaboró en la fuga de otro preso. Y todavía el alcalde ordinario atribuía a Torres la aparición de pasquines en las esquinas de la ciudad que amenazaban y satirizaban al Tesorero de la Casa de la Moneda. El asunto, que iba adquiriendo así ribetes políticos, llegó, hasta el virrey quien ordenó la remisión inmediata del delincuente a Cartagena. Sin embargo, por falta de fondos de los propios de la ciudad, esto no pudo cumplirse sino al cabo de cuatro años (14). Este 'ánimo inquieto', que se miraba como una amenaza social, no debía presumirse en cambio en un miembro de la nobleza. No sólo su familia y sus conexiones podían procurarle un tratamiento más benigno. El medio familiar mismo parecía despojar a sus actos del desafió a la sociedad que atraía sobre un miembro de la plebe la "vindicta pública". En últimas, esta inmunidad se basaba en el supuesto de que un noble no podía atentar realmente contra el orden social que fundaba sus propios privilegios. En América, el concepto de nobleza adolecía de una ambigüedad radical. En la mayoría de los casos ella no podía fundarse en títulos muy claros. En el resultado de probanzas y de un juicio contradictorio ante la cancillería de Granada que hubiera conducido a un real rescripto y a la otorgación de un escudo de armas. Pero en cambio se aceptaba un reconocimiento social basado en una tradición de preeminencia lugareña. En el estrecho círculo de los notables locales, ninguno se sentía tentado a discutir las pretensiones ajenas por 13. ACC. Sign. 7.934. 14. ACC. Sign. 7.783.
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temor a desvirtuar las propias. Por esta razón uno de los notables de Popayán, Don Miguel Agustín Tenorio y Carvajal, perteneciente a esta nobleza de terratenientes y comerciantes de esclavos, daba una curiosa interpretación de esta aceptación tradicional: ... esta nobleza la prueba que tiene más relevante son las hermosas operaciones, si éstas se dirigen a una conducta regular, a tratar con moderación a los convecinos, entonces se cree que hay un alma noble que las dirige. Pero si todo el conato es perturbar la paz pública o poner tachas a los sujetos, sacar a la luz sus faltas, entonces se ve que hay un alma baja, de las más ínfimas que animan al operante... (15).
Ante el fenómeno generalizado de noblezas improbables, se confundía el concepto con una cualidad moral, la "nobleza de alma", y ésta se reducía a la aceptación de un juego social destinado a evitar perturbaciones de la paz pública. Había implícita una exigencia de tolerancia y de disimulo con respecto a las faltas ajenas para evitar el escándalo de las disensiones en esta esfera social. El contraste es muy notorio, por ejemplo, en el tratamiento que podía recibir la nobleza degradada de Jaramillo de Andrada, el rigor empleado en el inquieto "calvito" o la forzada humildad de un farolero y las consecuencias que un delito podía atraer al hijo de un poderoso comerciante vasco y nieto del minero más rico de Popayán. En 1793 Don Bartolomé y Don José Larraondo propinaron una cuchillada a un mulato. El médico dictaminó que la herida era mortal pero que, merced a "los mayores esfuerzos que dicta el arte cirúrgica", lo había puesto en "perfecta sanidad". Esta vez los dos jóvenes nobles resultaron absueltos aunque el juez de la causa recomendaba que el padre buscara un destino para su hijo Bartolomé, que era soltero y tenía 23 años, en una de sus haciendas. El otro se confiaba a la benéfica influencia de su mujer, Doña Rafaela Caldas. Dos años más tarde, los dos jóvenes, ebrios, armaron una noche un escándalo descomunal entre los plebeyos que frecuentaban. Aunque salieron a relucir las armas esta vez no hubo heridos pero el teniente de gobernador encontraba que los Larraondo eran incorregibles. La reincidencia atrajo la mayor severidad hacia Bartolomé que se quejaba de "los más duros tormentos en lo tenebroso de este calabozo, con unos grillos de veinte y dos libras, sin comunicación alguna". Es probable que esta severidad tuviera mucho que ver con las rencillas entre antiguas familias de terratenientes y las de vascos de inmigración más o menos reciente. El fiscal de la Audiencia de Quito, adonde llegó la apelación, creía discernir. ... funestas ideas de que no el celo de la justicia sino el espíritu de odio y rencor era el que movía el arresto de este ciudadano noble...
En todo caso el rigor empleado resultaba inusitado para un noble. En esto se basaba la defensa ante la Audiencia de Simón Sáenz de 15. ACC.Sign. 7.911.
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Vergara, cuñado del reo, argumento compartido por el fiscal y hasta por la misma Audiencia. El fiscal hablaba de ... el vergonzoso arresto a que se le redujo sin consideración a su jerarquía y clase de su distinguido nacimiento, haberle puesto en el cepo con un par de grillos, no proceder a tomarle confesión en seis meses... destinarle a un lugar indecente contra el espíritu de las leyes que distinguen al noble del plebeyo en las prisiones a que sea necesario arrestarlos...
Al ordenar la libertad de Don Bartolomé la Audiencia se contentaba, después de desaprobar la conducta del teniente de gobernador, con recomendar a Don Francisco Larraondo que velara sobre la conducta de su hijo (16). 3. Lo más significativo de los alegatos de Larraondo y de la defensa oficiosa del fiscal radica en que, en el caso de un noble, se consideraba impropia la aplicación de un rigor infamante, de aquello que algunos investigadores ingleses han visto como un teatro del poder o el horror inducido por el ejemplo. Pese a las imágenes asociadas con la leyenda negra, debe observarse que en América este teatro no era algo cotidiano, como en Inglaterra por la misma época, y que la aplicación de penas espectaculares estaba reservada a momentos tan excepcionales como los de una rebelión masiva y particularmente amenazante o a crímenes horren dos. Uno de estos casos ocurrió en Popayán en 1783, cuando un indio asesinó a sangre fría a una niña para robar una casa en el campo. Según el fiscal en Quito, a donde debió consultarse la sentencia, este tipo de delitos era frecuente en la jurisdicción de Popayán "... quedando impunes tan horrendas alevosías con la fuga de los delincuentes...". El fiscal obviamente exageraba. Es probable que asociara a la provincia entera de Popayán con una frontera distante en la que regiones como las del Patía o el río Palo ofrecían el espectáculo de una gran inestabilidad social y alimentaban una buena proporción de expedientes criminales. El alegato del fiscal buscaba aumentar el rigor del castigo. El gobernador de Popayán había condenado al indio a que ... sea sacado de la cárcel, arrastrado a la cola de un caballo por las calles públicas hasta conducirlo a el lugar del suplicio donde será colgado (en la horca, que a este fin estará dispuesta) del pescuezo, hasta que naturalmente muera...
La Audiencia de Quito agregó el detalle macabro de que se cortaran las manos del ajusticiado y se colocaran en vigas en el lugar del delito (17). 16. ACC. Sign. 7.975. 17. ACC. Sign. 11.280.
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Aunque, debe insistirse, este rigor era excepcional, había formas atenuadas del teatro del poder. Las más frecuentes eran los azotes, la "vergüenza pública" o exposición en la picota por un tiempo determinado. En 1790, con ocasión de una sentencia que, además de seis años de servicio en la Real fábrica de aguardiente, condenaba al reo a la vergüenza pública por una hora, se explicaba: ... cuya sentencia se ha pronunciado en consideración a la mucha necesidad que tiene esta república de que se hagan en ella algunos castigos públicos que sirvan de escarmiento y contención a la multitud de ladrones que frecuentan iguales robos... (18).
Durante el Antiguo Régimen, la ejecución de la pena capital ofrecía en los países europeos el espectáculo de una ceremonia colectiva, sometido a formas rituales solemnes e inmutables. La participación de la multitud en este espectáculo ofrece una de las raras ocasiones para examinar formas de sicología colectiva o el conjunto de imágenes y de valores asociados por las multitudes a este acto singular de expiación. Debido a la frecuencia del espectáculo no faltaron espectadores desprevenidos que hubieran recibido un choque tan profundo que se cuidaron de consignar sus impresiones. Habría que buscar para América testimonios parecidos aunque es probable que la mayoría se refieren a las actuaciones de la Inquisición. En el siglo XVIII europeo es posible advertir diferencias nacionales en este imaginario-colectivo. Por lo menos en Francia, país católico, y en Inglaterra, protestante y ya muy secularizada. Había, sin duda, un fondo común en las creencias colectivas de estos dos países. En cada uno, sin embargo, la sanción o el respaldo a estas creencias por la ideología dominante les otorgaba un significado particular. En Francia, la ejecución capital estaba preñada de elementos religiosos. La ejecución equivalía a una reconciliación con el orden cristiano e inclusive podía adoptar, en el caso de una sumisión ejemplar del supliciado, el modelo de la buena muerte. Dentro de este contexto religioso, en el que el supliciado se convertía a los ojos de la multitud en víctima propiciatoria, el drama podía desembocar de una manera directa en un "sentido de lo maravilloso". En Inglaterra, creencias parecidas ya no encontraban un apoyo en el sentido pragmático con el que se ejecutaban las sentencias. Por esta razón las creencias populares profundas, remanentes de una época anterior, entraban en conflicto con la disposición utilitaria de los cadáveres para disecciones anatómicas (19). Sería impropio pensar que en la Hispanoamérica colonial el suplicio estuviera sancionado por la racionalidad y el pragmatismo propios de una sociedad secularizada. El exclusivo interés de la ley no podía haber sustituido el profundo complejo de ideas religiosas asociadas 18. ACC. Sign. 9.859. 19 Michel Bée, "Le spectacle de l'exécution dans la France d´ancien régime" en Annales E. S. C. 38 (4) Julio-agosto, 1983, 843-859. También Peter Linebaugh, "The Tyburn Riot against the Surgeons" en Albion's Fatal Tree. Crime and Society in Eighteen-century England. New York, 1975.65-117.
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con el sacrificio. Pero aún así, las causas criminales corrientes no dejan entrever el dramatismo europeo y el ritual de las ejecuciones parece un pálido reflejo de lo que acontecía en el viejo mundo. En el estado embrionario de las investigaciones sería apresurado descartar un análisis profundo de los sentimientos y de las ideaciones colectivas con ocasión de ejecuciones de la pena capital. Debe anotarse de nuevo que éstas eran más bien raras. Y que algunos factores han podido contribuir a despojarlas de un profundo sentido religioso y aproximarlas más a una eficacia ejemplarizante. La interpretación anglosajona respecto de lo que ocurría en el cadalso hace énfasis en el despliegue de elementos rituales, de un teatro del poder. Los franceses se ven más atraídos por las reacciones íntimas de la multitud, por una sicología de las multitudes capaz de revelar los repliegues de una conciencia colectiva. En Hispanoamérica, estos elementos pudieron atenuarse o estilizarse pues aquí el teatro del poder es apenas reconocible y la lógica de profundas creencias religiosas encontraba un obstáculo para que funcionara en una sociedad profundamente dividida en castas de origen étnico. La actitud de los jueces frente a crímenes parece haber sido más pragmática pese a la justificación y al contenido religioso que impregnaban toda la vida colonial. No todas las ofensas, por alarmantes que fueran para el sentido religioso, merecían una especial severidad. En cuanto a la pena capital, ésta se dispensaba muy parsimoniosamente y sólo en el caso de asesinatos atroces. El hurto, que en Inglaterra se castigaba frecuentemente con la muerte, era un delito menor y aún el abigeato —que atentaba directamente contra los intereses de los poderosos— sólo se reprimió con más severidad en momentos de crisis, como se verá más adelante. El contenido ideológico-religioso de la penalización fracasaba cuando se trataba de escarmentar a un indígena o a un negro. La lógica de esta ideología exigía al menos la unidad de la república cristiana o del cuerpo sagrado de la sociedad. Pero hacia el indígena existía una actitud paternalista definida en su condición de "miserable" y la pena capital podía revelarse ineficaz en cuanto a su reconciliación. En muchos casos resultaba preferible remitirse a la sanción de la comunidad, es decir, a la otra República, la de los mismos indígenas. En cuanto a la población negra, una observación de Eugene D. Geno-vese (20) podría orientar las interpretaciones de sus actitudes frente a la severidad ejemplarizante de las penas. Según Genovese, ... Los esclavos dieron una nueva forma al cristianismo que habian abrazado; conquistaron la religión de aquéllos que los habian conquistado. En su formulación, el cristianismo carecía de esa terrible tensión interna entre el sentido de culpa y el sentido misionero que por una vez procuró el dinamismo ideológico a la marcha hacia el poder mundial de la civilización occidental. Pero en revancha por esta pérdida de dinamismo revolucionario los esclavos desarrollaron un dinamismo afro-americano y cristiano que afirmaba la alegría de vivir frente a cualquier prueba. 20. V. Roll, Jordan, Roll. The World the Slaves Made. New York, 1976. p. 212.
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La ausencia en los esclavos del sentido de culpa, propio de la tradi ción judeo-cristiana, explicaría la lenitud de los jueces, aparte de su propia inmersión en la sociedad americana y la alteración de sus propios patrones europeos. Véase si no la extraordinaria carrera de Marcos Matasea, de color pardo, oriundo de Mercaderes y vecino del valle del Patia. Esta carrera llegó a abarcar veinte años (de 1788 a 1808) de esporádicos encuentros con la justicia. Para comenzar, Matasea robó una custodia en Barbacoas que quiso vender en Pasto. Por este delito fue puesto preso pero logró fugarse de la cárcel. Aprehendido más tarde en Almaguer, se fugó de nuevo abriéndose paso entre cuatro hombres que lo custodiaban. Apresado una vez más, la sentencia fue muy benigna debido al parecer del asesor letrado, Dr. Félix de Restrepo. Escandalizada con esta benignidad, la Audiencia de Quito agravó la sentencia y reconvino rigurosamente al asesor. Matasea debía recibir doscientos azotes y ser remitido al presidio de Cartagena. Sin embargo, sólo recibió los azotes y por una indulgencia inexplicable del alcalde ordinario de Popayán fue puesto en libertad. Regresó al Patía en donde vivió sin ser inquietado durante tres años al cabo de los cuales tuvo una penden cia con el alcalde local y pudo ser remitido finalmente a Cartagena a cumplir su sentencia (21). '
4. Fuera del estrecho ámbito de las antiguas ciudades coloniales la aplicación de la justicia y, con ella, la efectiva presencia del Estado, era muy problemática. Sólo dentro del perímetro urbano existía un sistema efectivo de jerarquías sociales, de atribuciones políticas repartidas entre los notables y de símbolos externos que fundaban un orden en el cual pudiera proyectarse el Estado. Fuera de este recinto, sobre todo en las áreas semiurbanas, las jerarquías sociales que servían para ejercer un control inmediato sobre las bajas esferas apenas tenían un reconocimiento nominal. Mucho más allá, dentro de los términos a veces inmensos atribuidos a cada ciudad, había áreas enteras que escapaban a la jurisdicción efectiva de sus autoridades. Sólo en el curso de la segunda mitad del siglo XVIII pudo Popayán extender una red de alcaldes pedáneos o partidarios dentro de muchas regiones de su jurisdicción. Durante todo el siglo XVII y gran parte del XVIII, por ejemplo, el valle del Patía fue un refugio para prófugos de toda laya. En las montañas inmediatas del sur del valle se había constituido inclusive un palenque de esclavos cimarrones (22). Todavía en 1791 Tomás Angola, "negro de buena presencia" y PedroAbram, "bajo, delgado, azambado", que se "hallaban en mal estado" con dos mujeres (una de ellas esposa de un esclavo), resolvieron huir del Desbaratado (jurisdicción de Caloto) "con el destino de ir a parar en Patía mantenerse allí trabajando" (23). 21. ACC.Sign. 9.861. 22. V. G. Colmenares, Historia económica y social de Colombia. T. II. Bogotá, 1979, p. 103. 23 ACC. Sign. 7.959.
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Para esta época hacía rato que funcionaba allí un alcalde pedáneo, pero es dudoso que su autoridad fuera muy acatada. En 1785 este alcalde insistía en la necesidad de construir una cárcel. Según el funcionario, ... en las visitas que (he) hecho al pueblo de Patía he experimentado inobedien cias a los llamamientos que (he) hecho, iniquidades en los tratos y contratos, atrocidades en la cuatreña... Le remito a Su Señoría una sumaria de un vecino de los más acomodados; por ellos verá V. Sa. lo que ha hecho; los que no tienen comodidad, ¿qué harán? Ya van aniquilando los ganados del valle con sus cua treñas... (24). .
El banditismo generalizado no permitía esperar que los habitantes auxiliaran a la justicia: "para coger y apremiar las iniquidades destos no hay quien obedezca a la tan justa voz del Rey y no es posible fiarse de ellos". De manera característica, el alcalde pedía la cárcel ante todo para "sujetar y castigar los amancebados, siguiéndoles sumaria y desterrándolos" En el Patía, como en muchos sitios distantes del centro urbano, predominaban relaciones de nuda fuerza y la complicidad que favorecían extendidas redes de parentesco o de compadrazgo. Allí se reproducían, en una escala social más modesta, las relaciones de dominio de clanes familiares típicas de los centros urbanos. En 1793, el alcalde partidario del Patía remitió a Popayán a un Vicente González, minero de la mina de Capitanes, por ilícito comercio con mujer ajena. El alcalde se mostraba temeroso "del motín y averías que puedan resultar con la venida de los hermanos de dicho González". Y por segunda vez reiteraba a las autoridades de Popayán "... que se maquine mi muerte, cuando no por éste en la ocasión presente, pero sí de parte de dicho González" (25). Los supuestos ideológicos de una república cristiana podían operar en el ámbito relativamente estrecho de las ciudades y su jurisdicción más inmediata. Fuera de ellas existían vastas zonas de refugio en donde el orden regulado por jerarquías sociales, por patrones estables de dominación económica y por una ideología que los justificaba no parecía tener cabida. Allí no prevalecían las relaciones de subordinación ordinaria ni existían medios de vida, aún precarios, asegurados por diversas formas de explotación económica. Por esto, lo que pudiera considerarse una actividad económica normal resulta ba ser un delito. Como esta actividad no reconocía otros nexos socia les que los de la complicidad o la camaradería, estas sociedades presentaban una apariencia de confusión y desorden permanentes. En 1786 un alcalde partidario se asombraba de "... los muchos delitos que estos vecinos habitantes, traficantes y moradores come ten". Para poder sobrevivir, quienes se refugiaban en estas zonas encontraban natural el saqueo permanente de ganados o el contra bando.
24. ACC. Sign. 9.851. 25. ACC. Sign. 7.898.
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La región del Patía favorecía especialmente el cuatrerismo. En 1789 un español que intentaba fundar allí una hacienda de ganados se quejaba de ... la mucha franqueza que les ofrece lo abierto de los sitios, cuevas, peñas y extraviados caminos, cuyas circunstancias, agregadas a las de su mucha versación en el pillaje y por celo de las justicias, hacen que éstos destruyan con su repetición las haciendas... (26).
No parece que el banditismo social generalizado se haya acompañado de violencia contra las personas. Sorprende, por ejemplo, que en 1768, en un encuentro entre el alcalde partidario y un "ladrón famoso y reo condenado a muerte", éste último hubiera resultado muerto de un balazo pues, acosado por el alcalde, se había limitado a defenderse a pedradas. Aunque el alcalde fue absuelto de esta muerte, el gobernador le recomendaba proceder en adelante con mayor cautela. Es más probable entonces que la defensa de estos cuatreros se haya fundado en la complicidad general que en la violencia física (27). Otra región de refugio para negros, mulatos y mestizos que combinaban el cuatrerismo con otro delito típico de protesta social, el contrabando contra la renta del tabaco, era la del río Palo, en jurisdicción de la ciudad de Caloto. En esta región no sólo mantenían rocerías clandestinas de tabaco sino también maíz y plátanos que les permitían mantener su aislamiento. En 1799 dos propietarios siguieron el rastro de una res robada y, al pasar un brazo del río Palo, encontraron un rancho en el que tres negros y dos negras tasajeaban la carne. Sorprendidos, los negros huyeron para regresar al poco rato y atacar con piedras y un sable a los dos propietarios. Este ataque atrajo una redada sobre el refugio y el encausamiento de una docena de negros, hombres y mujeres. Se trataba al parecer de dos familias, llamadas Frailes y Duendes, dedicadas al robo de ganados desde 1788. En cuanto a los responsables de las heridas de los propietarios eran dos esclavos de una mina de las monjas del Carmen de Popayán en el real de minas de Cerrogordo. A estos dos esclavos se los condenó a la horca, a cinco cómplices a doscientos azotes y ocho años de presidio y a cuatro mujeres a cien azotes y a ocho años de destierro. Antes de que se consultara la sentencia a la Audiencia de Quito todas estas personas andaban prófugas. Sólo catorce años después, en plena guerra de independencia, se reanudó el expediente al ser sorprendido uno de los encausados en un nuevo robo de ganados. Pero ya para entonces los contrabandistas del río Palo antes que delincuentes eran parte activa del proceso de la revolución y los dos ejércitos buscaban congraciárselos para que se enrolaran en sus filas (28). No siempre el abigeato era la manifestación de una rebeldía social que se refugiaba en zonas de frontera. También podía aparecer en sitios en los que el control del centro urbano parecía más efectivo 26. ACC. Sign. 9.860. 27. ACC. Sign. 9.719. 28. ACC. Sing. 8.041.
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si se daban condiciones especiales de crisis. En 1769 el alcalde ordinario de Popayán registraba complacido que en los "inmediatos lugares" de la ciudad no era frecuente este delito (29). Estos años eran, por lo demás, de abundancia de ganados. Otra cosa ocurría en los períodos de crisis. Sabemos que en el curso del siglo XVIII hubo dos grandes crisis de mantenimientos (el principal de los cuales era la carne), una entre 1741 y 1747 y la otra entre 1783 y 1791 (30). A raíz de la segunda, en 1787, el alcalde observaba que este tipo de robos se estaba haciendo común entre los indios (31). En 1790 Don Francisco José de Arboleda, que ejercía la alcaldía, estimaba que era necesario un castigo público (azotes o vergüenza en la picota) para escarmentar a los ladrones, pues "... en el día pasan de treinta los reos de esta naturaleza que se hallan presos en la cárcel y la mayor parte de ellos cuatreros'' (32). Cuatro años antes el mismo Arboleda había echado de menos algunos ganados de Poblazón, una de las haciendas de su padre. Uno de los indios del pueblo fue sorprendido con la carne y el cebo en su casa "para comer con su familia y otros compañeros y para vender en dicho pueblo y en los inmediatos de Coconuco y Puracé". Arboleda encontraba una relación inmediata entre la crisis y los abigeatos ... de que está llena toda esta jurisdicción como lo claman las continuas quejas de todos los hacendados por el grande atraso en que los muchos cuatreros les han puesto sus dehesas, que las tienen cuasi aniquiladas, con conocido quebranto suyo y grave perjuicio del público que por esta causa experimenta en mucha parte la escasez de carnes y otros víveres que está padeciendo...
En realidad el abigeato tenía su origen en la crisis y no a la inversa, como pretendía Don Francisco José. Pero su alegato estaba dirigido a aumentar el rigor de las penas que en los años de abundancia de ganados y de rareza de cuatrerías habían tendido a ser muy benignas. Este criterio de lenidad, defendido en 1769 por el alcalde de ese año, 'Lorenzo Oliver, reducía la pena a compensar el hurto mediante trabajos en alguna obra pública, según lo establecían las leyes de partidas (33). A partir de la crisis de 1783 las penas se hicieron más severas. El indio sorprendido con la carne y el cebo de las reses de Arboleda fue condenado no sólo al trabajo compensatorio de dos meses en obras públicas sino también a cincuenta azotes que le darían en la plaza de su pueblo los mandones ... quienes a este fin convocarán a toda la gente para que presencien el castigo y les sirva de escarmiento, exhortándoles en quel acto a todos a la aplicación al trabajo y labor de los campos y haciéndoles ver lo feo y grave de este delito... (34).
29. 30. 31. 32. 33. 34.
ACC. Sign. 9.720. G. Colmenares, op.cit.,p. 217. ACC. Sign. 9.855. ACC. Sign. 9.859. ACC. Sign. 9.720. ACC. Sign. 9.852.
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En 1790, tras largos años de crisis, las penas habian alcanzado un rigor inaudito. Dos indios chagreros de la hacienda de Ambaló, de Don Javier Carvajal, sorprendidos con carne de ganado robado fueron condenados '' en consideración... al escarmiento que necesitan los indios entregados al delito de robo en el campo" a doscientos azotes y a ocho años de presidio en Cartagena. La Audiencia de Quito moderó un poco esta sentencia suprimiendo los azotes para uno de los indios (que era menor de edad) y sustituyendo el presidio por dos años de servicio en obras públicas. Sin duda tuvo en cuenta el alegato de los indios, según los cuales el hacendado "no les pagaba su trabajo, ni les daba ración y tener desnudos a sus hijos'' (35). 5. La dificultad más grande en la comprensión del período de la Independencia ha estribado en que el lenguaje para designar fenómenos de uno y otro período parece radicalmente diferente. El cambio más radical entre la época colonial y el primer período republicano pesó sobre todo en el discurso. El contraste entre los dos períodos se ha fundado asi en diferencias semánticas antes que en la exploración de diferencias sustantivas. El lenguaje de la independencia fue una innovación radical e introdujo una imaginería encaminada a describir la exaltación tumultuaria de los acontecimientos. Retórica y metáforas no enriquecieron una vida literaria pero en cambio se volvieron corrientes en mensajes, proclamas, partes militares, discursos políticos, exposición de motivos para la legislación y hasta la legislación misma se revistió de un nuevo lenguaje. El examen de este fenómeno debería contribuir a cambiar nuestra perspectiva sobre el período para ver en él más que los obvios cambios políticos —o cambios más profundos que sería inútil buscar— un cambio cultural importante. La revolución hizo aparecer una nueva escritura. Pero esta escritura no tenía antecedentes en las prácticas curialescas de la colonia. Su entonación clásica procedía más del francés que del castellano. En América, éste no se adhería a elaboraciones literarias sino más bien a memoriales administrativos y judiciales. De allí que el barroquismo intrincado y sabio en retórica del siglo XVII, durante el XVIII había dado lugar a un lenguaje reiterativo y plano, en el que no hubiera lugar a confusiones. Con la revolución la escritura adquiría un énfasis y una dignidad un poco ficticios: la escritura que Roland Barthes describe como escritura política, en la que "se le asigna unir de un solo trazo la realidad de los actos y la idealidad de los fines" (36). El mismo Barthes, refiriéndose a la Revolución Francesa, habla de una amplificación teatral de la escritura. La revolución americana adoptó de una manera natural esta amplificación y la tomó de las mismas fuentes que la francesa: los escritores clásicos. Muchas veces en su versión francesa.
35. ACC. Sign. 9.856. 36. Roland Barthes, Le degré zero de l'écriture. París, 197, p. 19.
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El nuevo lenguaje estuvo compartido por militares y políticos y fundamentalmente por abogados. Parte de esta retórica procedía de la experiencia intelectual europea y de la resurrección de un estilo tribunicio corriente durante la Revolución Francesa. La imaginería de la revolución americana distanciaba las realidades coloniales como las de una época oscura que retrocedía aceleradamente frente a una epifanía. El solo lenguaje parecía fundar una nueva sociedad, barriendo los prejuicios de la antigua. Pero la ilusión que creaba el lenguaje no bastaba para alterar estructuras profundas. Sólo modificar actitudes. Todavía en la época colonial podía advertirse el contraste entre el lenguaje de la ilustración europea y las realidades cotidianas de América. En 1802 un abogado de la Audiencia de Quito atento lector de Rousseau, actuaba como defensor de pobres de un uxoricida condenado a muerte en Popayán. En un extenso alegato contra la pena de muerte el abogado argumentaba: ... La pena capital se ha mirado en todos los tiempos por el pueblo y por los sabios como el último término hasta donde puede llegar el despotismo arbitrario de la tiranía y la suprema autoridad de la legislación... yo mismo me lamento de la volubilidad de mi destino: errante por las selvas, me faltaban antes los placeres de la sociedad y las comodidades de la vida; ahora, colocado en medio de la población, el pacto social me sujeta a una ley severa, a una ley demasiado rigorosa, que no puede interpretar, ni mi atención, ni las particulares situaciones en que me debía hallar. El destierro, la confiscación, la infamia y otras penas inventadas por la justicia humana para castigar al delincuente son demasiado severas si atendemos a los bienes de que nos privan: la patria, la fortuna y la reputación... pero todavía en el destierro más espantoso, el último cuño de la tierra dentramos a gozar los encantos de la naturaleza de que no nos puede privar la sociedad...
Había en este texto, del más puro sabor roussoniano, de dónde arrancar aplausos en quienes compartieron su individualismo extremo. Los señores de la Audiencia, sin embargo, permanecían sordos a este rechazo de una vida social cuyo costo significaba la privación de los "encantos de la naturaleza" de una manera definitiva. En un auto de cuatro renglones se reducían a confirmar la sentencia de muerte consultada (37). El sesgo personalista y patriarcal que hacía de la aplicación de la ley durante el período colonial algo errático, que podía extremar los rigores lo mismo que dispensar clemencia por los mismos delitos, atendiendo a una necesidad ejemplarizante, a las circunstancias sociales del reo o aún a su espíritu de sumisión o a su ánimo levantisco, experimentó cambios sensibles durante el primer período republicano. Ahora, en la clemencia influían tanto el pragmatismo y la evaluación de la peligrosidad de los reos como las ideas de la ilustración republicana y a un deseo no disimulado de mostrar las nuevas instituciones. Defensores, fiscales y jueces se esforzaban en subrayar el contraste entre un presunto espíritu vindicativo de la aplicación de la ley durante el régimen español y la benevolencia del nuevo régimen.
37. ACC. Sign. 8.846.
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La ley, sin embargo, era la misma. Sólo en una situación de urgencia se había modificado drásticamente para imponer la pena de muerte para los delitos contra la propiedad. En 1825 y 1826 la desmovilización de parte de los ejércitos había multiplicado en Bogotá atracos y robos con fractura. Una ley de 3 de mayo de 1826 estableció la pena de muerte para este tipo de delitos. Sin embargo, esta ley no llegó a aplicarse en Popayán. En un caso de robo, para el que el procurador de la ciudad pedía la aplicación de la pena prevista en la ley, el defensor, Vicente Javier Arboleda, argumentaba que esta ley se había puesto en vigor en circunstancias demasiado locales de Bogotá. Que en Popayán el número de delitos era el mismo que antes de la ley y de la revolución misma. El punto crucial de su argumento ya poseía el sabor de la lectura de Jeremías Bentham: "Por esto el legislador, por medio de una aritmética moral busca en la suma del daño causado a la sociedad por el criminal la del bien que debe reportar de su castigo" (38). Rufino Cuervo, que actuaba de fiscal ante la Corte de Apelaciones de Popayán en 1827 y 1828, se mostraba especialmente celoso en afirmar el espíritu de los nuevos tiempos. Al dar su concepto sobre una causa con matices políticos que venía del Chocó, expresaba airadamente: ... circunstancia bien singular, de advertir que contra estos dos últimos no ha habido un proceso judicial; ¡horribles atentados! Es así como se viola el sagrado código de nuestros derechos, es así que se salva la valla que ha puesto la ley al empleado público para el ejercicio de sus funciones y es así que se desacreditan nuestras instituciones celestiales. Si por un momento retrogradásemos a las épocas de las prescripciones de los verdugos españoles, sería allí y solamente allí donde encontráramos entre nosotros atentados de tamaña magnitud... (39).
El carácter político de la causa, en la que un gobernador y un alcalde le achacaban desafección al régimen republicano a algunos comer ciantes del Chocó podía desatar algunas expresiones retóricas. Pero debe observarse que era una nueva retórica. Ella ponía énfasis en la inviolabilidad de la ley por parte de quienes ejercían el poder y, así se tratara de las mismas leyes españolas, la mayoría de las cuales todavía estaba en vigencia, en su carácter independiente del capri cho individual o en el hecho de que ahora ostentaban un carácter benévolo y hasta celestial. ¿Qué tan generalizada era esta actitud frente a la ley? Sin duda la nueva retórica estaba difundida entre abogados que recibían los cursos sobre legislación de Bentham (40). Incluso muchos entre ellos identificaban los principios abstractos y secularizantes del pensador inglés con la causa liberal (41). Así, no es raro encontrar este lenguaje de exaltación de la ley en el círculo de adictos al general Santander y aun en los civiles seguidores de Bolívar. Pero es más que improbable que declamaciones de este tipo dijeran algo a los sujetos más frecuentes de un proceso penal, los sectores populares. 38. 39. 40. 41.
ACC. Sign. 4.522. ACC. Sign. 4.340. Jaime Jaramillo U., El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Bogotá, 1974, p. 135 ss. David Busnnhell, El régimen de Santander en la Gran Colombia, Bogotá, 1966, pp. 220-21.
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Podemos encontrar esta retórica inclusive en algunos militares, antiguos oficiales para quienes su participación en las guerras sólo podía tener como fruto las dulzuras de la libertad. En febrero de 1828 Juan Hinestroza, escribano del ejército desde 1815, tuvo un altercado con el intendente del Cauca, Tomás C. de Mosquera. Ante el lenguaje brusco e insultante de éste, exclamaba: ... ¿Y será posible que esto haya sucedido en el siglo 19, en la República de Colombia, tierra de libres, foco de luz, nodriza de héroes y al través de leyes que garantizan al hombre en convivencia?... Colombia está al borde de un sepulcro profundo el día que se viole una ley... (42).
La exageración sobre el carácter sacrosanto de la ley adquiría el aspecto de una consigna en toda ocasión que los santanderistas enfrentaban a "clericales", "godos", "serviles" o "militaristas". En mayo de 1826 el fiscal de la Corte Superior de Justicia de Popayán (N. Gamba) denunciaba al provisor del obispado por haber dictado sentencia sin ser letrado, tal como lo exigía la ley de 13 de mayo de 1825. La realidad era que no había suficientes abogados como para acatar este procedimiento al pie de la letra. Pero el provisor, José María Grueso, había sido uno de los seguidores del obispo español Jiménez de Encizo y sólo había jurado la ley colombiana hasta después de las capitulaciones de Pasto. De allí que el fiscal hiciera grandes aspavientos: ... ha destrozado —declamaba— nuestro sagrado código fundamental y en cuanto ha estado de su parte ha roto el pacto social, ha destruido el sistema de gobierno adoptado en Colombia y, en fin, ha trastornado todo el gobierno político y civil que establecen las leyes... (43).
¡ Y todo por la violación de un procedimiento! El tono de indignación apocalíptica no disimula la intrascendencia del asunto y al mismo tiempo revela el carácter político del ataque, como en el caso del militar santanderista que reconvenía a Tomás Cipriano de Mosquera. Tal vez en ninguna otra parte se revelan con mayor claridad la ambigüedad y las contradicciones del nuevo régimen que en sus relaciones con respecto a la Iglesia. De un lado quería imponerse el imperio de la ley (estas "instituciones celestiales") en virtud de su propio mérito, fundado en un principio racional y secular del pacto social. Por otro, se tenía que echar mano, por razones prácticas, de la autoridad inmediata que ejercían los curas y el aparato eclesiástico sobre las masas populares. De allí que el provisor del obispado de Popayán, que ejercía temporalmente las funciones del obispo realista Jiménez de Encizo, no dudara en acogerse a una vieja fórmula del antiguo régimen. Al informar sobre una causa seguida contra un presbítero que había prestado servicios a la República pero que sostenía un conflicto con el gobernador del Chocó, el provisor Manuel María Urrutia sostenía en 1822: ... él ha debido tener presente que el trono y el altar se sostienen mutuamente y que es un deber de todo republicano el respetar a sus magistrados... (44). 42. ACC. Sign. 3.768. 43. ACC. Sign. 4.233. 44. Archivo Histórico Nacional en Bogotá (AHNB) Curas y obispos, T, 25 f. 513.
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El proceso mismo por el cual se restauraron los privilegios pastora les del obispo de Popayán, Don Salvador Jiménez de Entizo, muestra claramente los dos extremos de la cuestión. Un oficio del 12 de julio de 1822 exigía del obispo respeto y sumisión a las leyes de la Repú blica. Por su parte, el obispo recordaba al vicepresidente Santander ... desde que salí de Pasto, con mi influjo y con mi persuasión no he hecho otra cosa que aplacar los ánimos de los del valle del Patía para reducirlos a la sumisión y a la tranquilidad en que se hallan...
Restablecido en septiembre en el pleno uso de sus funciones, el obispo escribía de nuevo en octubre para agradecer la reimpresión de un sermón que ... no tiene otro mérito que el de manifestar en él la sinceridad de mis sentimientos hacia los dignos jefes superiores de Colombia y hacia nuestro actual sistema... (45).
Ahora, como en la época colonial, la Iglesia gozaba y poseía una eficacia en el control de la conciencia con el cual el culto abstracto a la ley no podía competir. Como en el antiguo orden, el nuevo tenía que confiar a la Iglesia la tarea de la difusión ideológica. En 1822 José Manuel Restrepo, secretario del interior, ordenaba que los sermones de los curas terminaran implorando …por la conservación y esplendor de la religión católica, por la conservación y progresos de la República de Colombia y por el acierto de sus magistrados, recomendando a los pueblos la obediencia a las leyes y autoridades, manifestándoles la justicia de nuestra causa y las incomparables ventajas que se siguen de formar un solo cuerpo de nación independiente de la antigua metrópoli (46).
La apelación a la Iglesia para que inculcara la obediencia de las leyes no es el único fenómeno que atestigua esa curiosa combinación de liberalismo político y de conservadurismo social que suele atribuirse a las élites de la independencia. Debido a este rasgo único, las leyes sustantivas del derecho español seguían siendo las mismas aunque hubieran variado los procedimientos y los tribunales encargados de aplicarlas. En 1827 el fiscal Rufino Cuervo pedía la aplicación de una pragmática de Carlos III (de 17 de abril de 1774) y de un auto de 14 de abril de 1766 por el cual se sancionaba "componer, trasladar, distribuir papeles sediciosos o permitir su lectura". El peso de la ley debía recaer sobre un esclavo negro, menor de edad, que inducido por otros había fijado un pasquín sedicioso en la esquina de la plaza mayor de Popayán. Si no hubiera castigo, argumentaba Rufino Cuervo, ... ¿no se daría con ello causa a que tantos descontentos que abrigan un odio inveterado contra nuestras instituciones promovieran la rebelión y nos causaran los males que ella granjea?... (47).
45. Ibid.,ff. 462, 469 y 493. 46. Ibid.,f. 509. 47. ACC. Sign. 4.238.
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Apenas dos meses antes y también en un juicio contra esclavos, el mismo fiscal había mostrado una mayor benevolencia. La causa se había originado en Cartago en donde el alcalde, un terrateniente, había procedido contra sus mismos esclavos acusándolos de robo. Para Cuervo la causa había incurrido en la tacha de nulidad pues ni siquiera se indicaba en ella "cuándo, en qué parte y qué cosas eran las que hurtaban...". Además, los procedimientos del alcalde constituían un regreso a "los nebulosos días de la Edad Media". Cuervo desesperaba por esto de la suerte de las instituciones cuya aplicación quedaba en tales manos: La presente causa es una de las pruebas más convincentes, aunque demasiado triste, de la poca ilustración de nuestros pueblos y, quién sabe si de su poca moralidad (48).
Existía un contraste violento entre el benevolente formalismo jurídico de una alta Corte provincial, atenta a la aplicación de principios filosóficos de humanidad, y la práctica cotidiana de jueces locales, escogidos entre los terratenientes locales, que seguían apegados a la eficacia inmediata del teatro del terror. A comienzos de 1827, en un caso que procedía de Tuluá, Cuervo había tenido que condenar el empleo de azotes por parte del juez político de la localidad que había querido obligar a algunos esclavos cimarrones a confesar el paradero de otros. Las quejas del fiscal sobre esta causa se referían sobre todo a errores de procedimiento por parte de los funcionarios locales. Además, el jefe político de Tuluá había ordenado la persecución de los cimarrones o matarlos "según se presentase la ocasión". Por su parte, la Corte en Popayán encontró excesivas las sentencias: dos condenaciones a muerte, 200 azotes para una esclava y la venta fuera de la provincia para otras tres. Según la Corte, no se trataba de una cuadrilla de salteadores sino apenas de esclavos cimarrones cuyo delito consistía en vivir en "ociosidad y sin subordinación" y que para mantenerse hurtaban reses de vez en cuando. Por esta razón revocaban las sentencias de muerte por diez años de presidio y suprimían los azotes que sustituían por la vergüenza pública (49).
HISTORIA, ARTE Y SOCIEDAD EN LA NUEVA GRANADA SIGLO XVII
Recurriendo a viejas y aún más recientes imágenes historiográficas, podría intentarse una caracterización somera del siglo XVII por contraste con el siglo que lo precedió. Para los historiadores del siglo XIX y sus numerosos epígonos en el nuestro, el ciclo de la conquista 48. ACC. Sign. 6.066. 49. ACC. Sign. 6.036.
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era un período privilegiado para la narrativa debido a sus contornos dramáticos. ¿Qué podía ejemplificar mejor los extremos de la conducta humana que los gestos de crueldad o de heroísmo de las hues-res conquistadoras? Además, ¿qué podía prestarse mejor a una narrativa de gran aliento que los caracteres épicos de las gestas conquistadoras? Por comparación, el período subsiguiente de la colonia parecía sumido en un marasmo en el que no se destacaba ningún hecho heroico o alguna personalidad avasalladora. Frente al drama de tonos intensos del choque de dos civilizaciones, de la compasión de misioneros y de la soberbia de los caudillos, el siglo XVII aparecía como el epítome de una vida colonial de cauces lentos, sin relieve alguno, en la que no podían percibirse a simple vista conflictos profundos. A las agitaciones del siglo XVI, en el que había predominado una ética guerra cuyos ecos prolongaban los descendientes de los conquistadores, aquellos beneméritos que desafiaban a los agentes de la Corona, oidores, presidentes y visitadores rabulescos, para defender sus privilegios ganados con las armas, había sucedido una erosión ineluctable en la que se habían ido afianzando instituciones severas y paternales y en la que el tono predominante era la mojigatería y mezquinas disputas sobre precedencias y puntillos de honra. Como ejem-plificación de la colonia entera, el siglo XVII habría sido el siglo de una definición de caracteres durables de las nuevas sociedades con el mestizaje y la extensión de patrones de vida urbana de origen mediterráneo. En términos de historia europea, el siglo XVII ha sido en cambio objeto de los más enconados debates por lo menos durante los últimos 35 años. Se discute, por ejemplo, si durante ese período se experimentó una crisis global o si, por el contrario, toda una serie de síntomas inquietantes no apuntan más bien hacia la transición de un sistema entero a otro sistema. El debate gira en torno a la significación, en términos de una modernidad que se avisora, de datos tan heterogéneos como la tendencia depresiva de los precios, las expansiones navales de Holanda e Inglaterra, la construcción política de Richelieu, el fracaso de su rival Olivares y la decadencia del Imperio español, la modernidad de las ideas de Descartes, Leibnitz, Spinoza, Newton y Locke. La secuencia de hechos económicos y de transformaciones sociales sugiere, como en la tesis de un dios oculto de Lu-cien Goldman, secretas correspondencias con respuestas en el plano religioso y moral, en el arte y en la literatura, es decir, en la conciencia íntima y en las mentalidades colectivas. Las interpretaciones tienden a una gran síntesis intelectual en la que se conjugan datos de historia económica, de historia social, de historia intelectual y de las mentalidades, con las tesis sobre la piedad barroca o sobre la crisis de la conciencia europea, para clarificar la tremenda vitalidad o la cisuras de la conciencia en este siglo de crisis (o de transición) y al mismo tiempo establecer su carácter y su significación para la modernidad. Paralelamente a estos debates, y de manera casi simultánea con ellos, se ha ido desarrollando una discusión sobre una depresión
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qué habría afectado los polos principales del Imperio español en América en el curso del siglo XVII. La tesis, original del profesor de Berkeley Woodrow Borah (1951), asocia la caída espectacular de la población indígena mexicana con una crisis generalizada en la minería y en los abastecimientos agrícolas. Una conclusión similar se desprende de trabajos demográficos hechos para el Perú. Y una tesis parecida podría adelantarse para la Nueva Granada. Parece clara la existencia de dos ciclos mineros que se reparten en el período colonial con techos de auge entre 1590-1600 y 1730-40, con la prolongación de este último hasta finales del siglo XVIII. Así, entre estos dos picos transcurre entero el siglo XVII como un período de recesión secular. Naturalmente, no siempre son claras las conexiones de estos ritmos de larga duración en áreas económicas cruciales, con el desarrollo político, social o intelectual. En cierta manera los estudios de historia colonial han estado dominados en Colombia durante los últimos años por una perspectiva rural, en las haciendas y en los reales de minas. Conocemos, por ejemplo, en grandes líneas, la evolución de ciertos procesos sociales como el de las prestaciones de trabajo que pasan de unas formas compulsivas a otras. Pero no nos son tan familiares la organización de los oficios urbanos o la dedicación de una población libre y empobrecida. El énfasis de tantas monografías universitarias parecía justificarse dada su perspectiva regional y al hecho de que la mayoría de la población en la colonia tenía un asentamiento rural. Este era un cambio deliberado y saludable, dado que las interpretaciones tradicionales tenían un enfoque hispanizante en el que todos los intersticios temporales querían llenarse con la narrativa lineal de una aparente vida política e institucional en el que desfilaban, uno a uno, presidentes, oidores, oficiales reales y arzobispos. Se aspiraba entonces a conferirle un grosor a la vida colonial con hechos masivos de historia económica y social. Sin embargo, la aparente atonía del siglo XVII, con una vida social de estratos españoles, criollos y mestizos reclusos en centros urbanos como Santa Fe, Tunja, Popayán, Pamplona o Cartagena parece invitar a una revigorización de las investigaciones coloniales centradas en temas urbanos. En términos latos, la influencia de ciertos desarrollos económicos sobre la vida urbana son evidentes. Piénsese en Tunja, que merced a la población indígena más densa del siglo XVI y a las ricas encomiendas que se repartieron entre sus vecinos, construyó conventos, templos y magníficas casas. Aunque en sus términos no hubiera minas, la comercialización de excedentes de la economía indígena y de los tributos en las regiones mineras hizo afluir a ella una riqueza que podía venir de tan lejos como Cartago-Anserma, o de Cáceres y Zaragoza o de los yacimientos menos distantes del rio del Oro, Surata, Montuosa y las Vetas. La importancia urbana de Cartagena estuvo alimentada por sus privilegios comerciales y sobre todo por la trata negrera destinada, a fines del siglo XVI, a los riquísimos yacimientos antioqueños. Este tipo de apreciaciones, que podrían satisfacer al historiador económico, no parecen suficientes para penetrar en el tejido denso
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de las relaciones sociales propiamente urbanas, en las estructuras de la sensibilidad, en los complejos mentales, en las prácticas pia dosas o en el sentido profundo y convenido de los órdenes sociales. En este caso conviene desplazar la mirada de un orden de fenómenos a otros más difíciles de ubicar y de totalizar en una síntesis significa tiva. Tal vez el azar que me proporciona el privilegio de hablar con ustedes en torno a una exposición dedicada a Zurbarán sea la ocasión de un desplazamiento un poco radical para un historiador de la economía y de la sociedad. Posiblemente más interrogante que res puesta. Una historia social del arte se ocupa de explorar las condiciones en que se produjeron los encargos de la obra de arte. Esta historia podría incidir en nuestra interpretación de las obras de arte en la medida en que los gustos, las necesidades y las exigencias de sus patrocinadores pudieran haber determinado en alguna medida su contenido. Pero, desde nuestro punto de vista, una tal historia interesa ante todo nuestra comprensión de la sociedad, de sus expectativas —que en muchos casos nada tenían que ver con el arte— del empleo de sus ocios o de la dirección de sus gastos suntuarios, de sus cosmovisiones particulares traducidas muy aproximadamente en un medio plástico y ayudadas también por ese medio para plasmarse en ideación colectiva, de sus temores o de sus prejuicios. Naturalmente, esta historia no tiene la pretensión de interpretar o de emitir juicios de valor sobre obras cuya esencia escapa a toda determinación posible por cuanto su vigencia depende de las infinitas lecturas que puedan originar. El arte, cualquiera que sea, debe contribuir a enriquecer nuestra visión de la sociedad. En Colombia ha ocurrido, sin embargo, que la comprobación de la existencia de un arte colonial pobre sólo ha servido para ratificar imágenes someras y superficiales de la sociedad colonial, extractadas de la obra del Sr. Groot. Se confiere al arte —y a un determinado tipo de arte— el valor de síntesis suprema de la sociedad. De esta manera se proyecta una visión y una valoración sobre el arte al resto de la sociedad. No se puede establecer una circularidad —como hace Giraldo Jaramillo —, remitir del mundo del arte al mundo social y a la inversa. Se pretende, por ejemplo, con un símil capcioso, que la falta de originalidad del arte reproduce la falta de originalidad de las ciudades americanas, que eran "una copia en pequeño de las villas españolas con su mismo sistema administrativo e idénticos tributos y privilegios". Se confunden así los aspectos jurídico-formales que presiden la formación urbana con todo aquello que escapa precisamente a la regulación y que debe constituir objeto de estudio: la distribución espacial, la jerarquía dentro de una red de mercados, la significación singular de cada poblamiento dentro de un sistema de poder, los espacios sociales diferenciados, etc. La reiterada lamentación sobre la pobreza del arte neogranadino no quiere darse cuenta de que esta pobreza no debía ser más deprimente que la de cualquier otra provincia imperial, metropolitana o de las indias. La gran pintura española del siglo XVII tenía tres grandes focos, Sevilla, Valencia y Madrid. El resto de las provincias metropo-
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litanas vivían, en términos creativos, tan apaciblemente como las indias. El error estriba en remontarse hasta el siglo XVI para lamentarse de un arte nacional mediocre. Políticamente estas colonias hacían parte del Imperio español. Y la idea de la nación no podría fundarse en aquellos elementos culturales aborígenes que habían sido sistemáticamente destruidos en el curso del siglo XVI. Así, el simple anacronismo quiere conferir al arte una función de antecedente formativo de una nación que no podía existir. Desde la Edad Media, los clientes de los cuadros (fueran monasterios, catedrales, corporaciones o ricos mecenas) solían establecer contractualmente no sólo la calidad y la cuantía de los materiales que debían emplearse sino que estipulaban también exigencias muy precisas en cuanto al tema, la composición y hasta el colorido. El cuadro debía revelar así no sólo cualidades atribuibles a su ejecutor, su estilo o marca personal, es decir, todo aquello que un crítico post-román-tico está habituado a disociar como algo profundamente personal y que configura una existencia por sí mismo para materializar el fenómeno pictórico propiamente dicho, sino también una relación intersubjetiva que apunta en muchas direcciones: a los hábitos visuales de una época, a las metáforas figurativas en boga para traducir la secuencia narrativa de un texto, a las prácticas piadosas y devocionales, a la función de prestigio que el cliente en cuestión juzgaba necesario vincular a su imagen pública, o, en ciertos casos, a las afinidades intelectuales en círculos refinados. Son estas relaciones características entre el oficio de los pintores y sus clientes las que permiten postular un continuum entre ese oficio y la historia social. Hasta ahora, ha tendido a verse al arte en la Nueva Granada, como al resto de la sociedad urbana, como una simple prolongación de Europa. A lo sumo se admiten adaptaciones o una simple voluntad de forma que incorpora elementos americanos casi subrepticiamente para otorgar al producto una cierta originalidad como documento social. Las referencias a una sociedad colonial están tomadas a vuelo de pájaro de una taxonomía superficial, basada en grupos étnicos. Sin embargo, el estatuto colonial de América plantea singulares problemas con respecto a la significación social del arte. En este siglo, el arte en Europa afirmaba una modernidad que se expresaba en formas experimentales, en la transgresión permanente de las convenciones de un oficio, para dar cuenta simultáneamente de lo cotidiano en las escenas de género o de extremos singulares de una espiritualidad alimentada por grandes controversias religiosas de la contrarreforma y el jansenismo. Naturalmente, existe la tentación de atribuir una pobreza del arte neogranadino a una ortodoxia inflexible, en medio de la cual no podían aflorar obras de arte que se conciben como la expresión suprema de la libertad del espíritu. A este propósito se cita una de las constituciones del sínodo del primer obispo de Santa Fe, Fray Juan de los Barrios: Deseando apartar la Iglesia de Dios todas las causas que causan indevoción y en las personas simples causan errores, como son abusiones y pinturas indecentes de imágenes, estatuimos que en ninguna iglesia de nuestro obispado se pinten
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historias de santos en retablo ni otro lugar pió sin que se nos dé noticia, o a nuestro visitador general, para que se vea y examine si conviene o no; y el que lo contrario hiciere incurra en pena de diez pesos de buen oro, la mitad para la tal iglesia y la otra a nuestra voluntad.
Este tipo de regulación tiene que ver con el predominio de un cierto tipo de imágenes, no con la calidad de su ejecución. El contenido de esta norma alude también al hecho de que, primero, la iglesia es el principal cliente de las imágenes y segundo, que estas imágenes ocupan un lugar público. D. G. Giraldo Jaramillo nos dice que las gentes de la colonia estaban imposibilitadas para conocer "la noción del arte por el arte, de la belleza esencial y eterna, de la cual el motivo, la técnica, los medios, en una palabra, son sólo un útil pero secundario auxiliar". ¿Arte por el arte? Esta noción no era extraña sólo a las gentes de la colonia neogranadina sino a Europa entera. La pobreza de la vida cultural y la pobreza de la pintura no deben atribuirse a un ambiente de opresión colonial pues esta idea no es sino una proyección de las querellas criollas de comienzos del siglo XIX a todo el período colonial. Aún hoy nuestro acceso a "la belleza esencial y eterna" resulta bastante problemático. Pero en cambio podemos percibir (con Gom-birch) el papel tan importante que juegan dentro del arte sus propias convenciones, creadas en talleres y transmitidas dentro de un oficio. Por otra parte, debe pensarse que los controles sobre el contenido narrativo de las imágenes que debían exponerse al público no se ejercía únicamente en América. En los talleres españoles circulaba un veedor del Santo Oficio y los mayores clientes de esos talleres, las órdenes religiosas, cuidaban de que la imaginación del artista se moviera dentro de convenciones iconográficas establecidas de ante mano. En un mundo en donde la imagen y la palabra conservaban todavía una estrecha contigüidad, debía vigilarse con la misma atención a la una y a la otra. Otras, sin embargo, eran las tensiones y las complejidades de las sociedades americanas. Durante el siglo XVI se habían perseguido con saña todos los objetos asociados con los cultos y los rituales indígenas. La codicia más desenfrenada por el oro de tumbaga de las ofrendas indígenas había coincidido con la más alta aspiración de abolir idolatrías y cultos demoniacos y una política que debía llenar los deberes de evangelización de un príncipe cristiano. Pero si había que cuidar de la evangelización de los indígenas y abolir la presencia misma de sus objetos de culto, había así mismo la necesidad de cuidar que no se relajaran las prácticas cristianas entre los españoles. No bastaba con el cuidado de no dejar pasar a las Indias judíos, moriscos y marranos. El alejamiento de regiones remotas, la violencia misma de las relaciones entre españoles e indígenas, la sensación de poder conquistado con la violencia, la sensualidad fácil que multiplicaba los mestizos a ojos vista, todo parecía conspirar contra preceptos y formas de vida arreglada y en policía. Era necesario, como lo expresaba un fraile dominico de Tunja en 1562, que vinieran "ministros de
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la Santa Inquisición, que a fuego y a sangre defiendan la fe católica de sus enemigos". Estas necesidades de control de los desenfrenos debían acentuarse con la multiplicación de españoles y mestizos en los centros urbanos durante el siglo XVII. Para la ortodoxia, los problemas se materializaban y las tensiones aparecían de una manera radicalmente diferente a lo que ocurría en Europa. Aunque el peligro de la heterodoxia reflexiva fuera remoto, en cambio existía el peligro inminente de la relajación de las costumbres dentro de una sociedad alejada de los controles de la metrópoli y, más aún, dentro de una creciente población mestiza. En ésta debían ocurrir recurrencias de las tendencias demoniacas de sus padres indígenas. Durante los siglos XVI y XVII se crearon imágenes de los americanos que debían sobresaltar a monarcas piadosos. Frailes, clérigos y funcionarios fueron persuadiendo a los monarcas y al Consejo de Indias a través de informes minuciosos, quejumbrosos y plañideros, de que ésta era una sociedad propensa a todas las debilidades. América ejercía un influjo desmoralizador, debilitaba los resortes de la voluntad, aguijoneaba todos los apetitos, exponía a la codicia y al cohecho, y en ella la lujuria parecía no tener trabas. Al contrario, la sociedad de criollos y mestizos podía construir el reverso de estas imágenes en otras de inquisidores implacables, de oidores hoscos y severos y de frailes de un rigor inhumano. Las dos imágenes se proyectaban la una a la otra, se apoyaban mutuamente y se matizaban agregando detalles preciosistas. Tal vez se ha insistido demasiado en ciertos aspectos importantes del arte español pero que sólo tangencialmente tienen que ver con América. Por ejemplo, en sus cualidades dramáticas que buscan mover al creyente en una identificación emocional con la santidad. O en su realismo, como un punto de equilibrio entre el naturalismo y una tendencia hacia la exaltación espiritual. O en su figuración verbosa y hagiográfica. Lo cierto es que los talleres sevillanos debían trabajar sobre convenciones previamente establecidas para el mercado americano. Estas convenciones debían ser sumamente restric-tivas en cuanto a la gama de los objetos figurados. Y sin embargo, en América debían tener una manera de recepción o de apropiación peculiar e imprevisible. De esta manera, si existían controles en un extremo, en el del encargo regido por convenciones, no podía haberlos en el otro extremo, en el de la apropiación de la imagen por parte de sus últimos destinatarios: capilla doctrinera, santuario, cofradía. Para penetrar en este problema debe observarse, ante todo, que la clientela de las obras de arte en el siglo XVII en la Nueva Granada era ante todo institucional: cabildos eclesiásticos y sedes episcopales, órdenes religiosas, cofradías. El encargo privado, en forma de retratos o de cuadros de género fue prácticamente inexistente. Tampoco se transmitieron a la Nueva Granada los fastos teatrales de la monarquía o de la nobleza. Así, los temas más exigentes, destinados a glorificar la monarquía o los linajes —de nobleza o de negocios— o de ilustrar episodios de la mitología o pasajes de escritores de la antigüedad, debían estar ausentes de cualquier en-
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cargo. La función política de estas glorificaciones pictóricas se cumplía más bien a través de escenificaciones y ceremonias colectivas para la recepción de prelados y dignatarios o para los nacimientos de los príncipes, enlaces, su coronación o sus funerales. Resulta curioso, además, que el epos de la conquista construido por cronistas espontáneos y oficiales que lo elevaban al rango de los grandes hechos de la antigüedad no haya inspirado imágenes que no fueran alegorías distantes, que se agregaban a otros atributos de la monarquía. Las imágenes que podríamos llamar americanas aparecían como un producto decorativo estilizado en tratados descriptivos o como una exploración de curiosidades reproducidas en grabados. Estas ausencias apuntan hacia un uso exclusivo del discurso figurativo. Ellas hacen parte de ese control sobre un mundo socialmente inferior y propenso a todos los excesos que se ejercía también sobre las ideas, sobre los libros o sobre el linaje de los pasajeros de Indias. En ningún caso, sin embargo, las restricciones temáticas debían incidir sobre la calidad o el valor estético de la pintura colonial. Tampoco son atribuibles al aislamiento de las remotas colonias. Numerosos eslabones de la malla social de la colonia se desplazaban permanentemente a otras colonias y a la metrópoli. Era obviamente el caso de los comerciantes que se ubicaban en Cartagena para finiquitar operaciones de las mercancías al por mayor que traían en las flotas. A veces su estancia no demoraba sino el intervalo entre la llegada de dos flotas. Este era, como en otras partes, el elemento más móvil y el que mantenía más viva la influencia metropolitana. Los funcionarios de más alto rango tampoco duraban mucho en cada colonia. Con excepción de los oficiales reales que manejaban los haberes de la Corona y que eran bastante estables, el resto de los funcionarios era frecuentemente promovido. Precisamente quería evitarse que presidentes y oidores de la Audiencia apretaran demasiado la malla de sus propios intereses con los intereses locales. Esto no siempre podía evitarse cuando las ventajas de un salario decoroso no podían competir con los golpes de suerte de cuantiosos mineros, comerciantes o terratenientes. Además, los presidentes, como más tarde los virreyes, traían consigo su propio séquito al que procuraban colocar, casi siempre en medio del escándalo y el resentimiento de la sociedad criolla. Las órdenes religiosas mantuvieron también en su seno un alto porcentaje de españoles y de extranjeros. La composición de los frailes había sido muy cosmopolita en el siglo XVI y probablemente seguía siéndolo en el XVII. Puede decirse que de ellos procedían casi todas las innovaciones artísticas y culturales. A través de la arquitectura y de la fábrica de sus templos y conventos podían introducir y propagar afinidades estilísticas en las que, pese a la variedad de la procedencia nacional, podía reconocerse un aire de familia en cada comunidad. Además, muchos de ellos poseían una gran versatilidad intelectual, como ese dominico Fray Pedro Bedón que a fines del siglo XVI actuó como propagandista político de las alcabalas y pintó los claustros de su orden en Santa Fe y en Tunja. Arzobispos y obispos
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procedían también de la metrópoli y al comienzo los cabildos eclesiásticos. Aunque no conocemos la proporción exacta, es indudable que los regimientos eclesiásticos, los beneficios y los curatos fueron recayendo cada vez más en el curso del siglo XVII en cabeza de clérigos criollos. Esta inusitada presencia de europeos en los rangos más influyentes de la sociedad no se compadece con la tesis del enclaustramiento cultural que se atribuye a la colonia. En realidad, se trataba precisamente de todos aquellos que estaban encargados de mantener un control sobre una sociedad expuesta siempre a la relajación. Ellos eran los intermediarios forzosos con respecto a un mundo de valores y de representaciones que aspiraba a dar forma y orientación a las creencias. Y todos lo hacían dentro de la órbita limitada de sus propios intereses. Las órdenes religiosas, por ejemplo, favorecían la glorificación y la hagiografía de sus propios miembros. Las paredes de sus claustros se llenaban con la narrativa en ciclos de aquellos episodios edificantes de la vida del fundador o de algún miembro de la comunidad elevado a los altares. El resto de los órdenes de la sociedad civil estaba personificado en representaciones y ritos sociales colectivas por las cofradías. Infortunadamente no existen en Colombia estudios de un nivel académicamente aceptable sobre esta institución y sus implicaciones sociales. Ellos permitirán ver, por ejemplo, cómo el ordenamiento social encontraba una réplica y un refuerzo en las cofradías. Por el momento, los aspectos más complejos se refieren a las correspondencias simbólicas entre los atributos de la advocación particular (Santísimo Sacramento, Virgen del Rosario, Vera Cuez, Niño Jesús, etc.) y los grupos sociales a los cuales se reservaba cada una. Dentro de este complejo de relaciones, vale la pena sugerir aquéllas que se creaban con las imágenes. Este era el terreno en el que podía resolverse una tensión entre la imagen culturalmente extraña y distante, concebida con las restricciones doctrinarias a las que se ha aludido antes, y el uso creativo de la sensibilidad y de la devoción en el culto popular. Allí se pueden detectar las diferencias entre aquellas cofradías cuya advocación tenía un señalado prestigio y una jerarquía que reforzaba la influencia en el teatro de la ostentación como el culto del Santísimo Sacramento, reservado a los nobles, y las ambigüedades entre la magia y el misticismo que podían rodear una devoción popular. í
Los órdenes sociales estratificados en el curso del siglo XVII no sólo se movían en espacios urbanos de jerarquía mayor, ciudades y villas. Desde comienzos de siglo las visitas de Juan de Ibarra, Luis Enríquez y Egas de Guzmán habían consolidado los esfuerzos de nuclear las poblaciones indígenas de los altiplanos otorgándoles resguardos y haciendo construir, sobre un modelo único, capillas doctrineras. Este proceso de urbanización rural iba sacando de manos de las órdenes los deberes del adoctrinamiento, integrando los pueblos de indios dentro de la red de las jerarquías seculares. Sin embargo, muchos de estos pueblos conservaron la marca inicial de la evangelización de las órdenes. En el siglo XVII se inició también un proceso que iba a cobrar auge en el siglo siguiente con la aparición de parro-
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quias de blancos. La dicotomía de las dos repúblicas, que jerarquizaba los espacios urbanos en ciudades, villas y pueblos de indios, se vio matizada con nuevos poblamientos que no reclamaban un carácter señorial como las antiguas ciudades, apoyadas íntegramente sobre el trabajo indígena, sino que ahora incluían la presencia de labradores o de blancos pobres y de mestizos. Esta nueva unidad de poblamiento, que no se basaba en la conquista y en el reparto de encomiendas sino que presentaba una alternativa a la nucleización indígena del pueblo de indios, apareció primero en las jurisdicciones de Vélez y de Pamplona. Más adelante operó la transformación de pueblos de indios muy mestizados en parroquias. Conocemos mal, en la Nueva Granada, la función que tuvieron las acotaciones de espacios sagrados en el proceso urbanizador. Un buen ejemplo de esta función, que podía identificar a una comunidad en torno a una devoción, la tenemos en la creación de la parroquia del Socorro en la jurisdicción de Vélez. En esta región, como se ha dicho, aparecieron precozmente establecimientos de blancos y de mestizos que tenían que disputar a los pueblos de indios los términos de su jurisdicción. Se fundaron así como parroquias de blancos San Gil en 1620, Girón en 1631 y Socorro en 1683. Los fundadores del Socorro procedían de Chanchón, un pueblo de indios. Se trataba de unas 400 familias españolas, que con seguridad debían ser mucho más abundantes que la población indígena de Chanchón. Uno de estos propietarios depositó en la capilla doctrinera de Chanchón una pintura de Nuestra Señora del Rosario, la cual destinaba a la fundación de una cofradía. Esta cofradía debía ser el núcleo original de la nueva población. Cuando ésta se convirtió en parroquia, los vecinos quisieron llevar la imagen a la nueva iglesia pero se encontraron con la oposición de los de Chanchón. Después de tres años de querellas legales, los del Socorro decidieron violentar la capilla doctrinera pero casi inmediatamente fueron obligados por las autoridades eclesiásticas de Santa Fe a devolver la imagen y ornamentos que habían sustraído. La significación de las imágenes dentro de la vida social de la colonia multiplica indefinidamente, y de manera creativa, unas posibilidades en las que el texto ha dictado de antemano los contenidos narrativos de las imágenes. Esta creación cultural desconoce, claro está, todas las convenciones y los atributos inscritos en las imágenes que quieren darles un significado preciso. Las historias sobre los avatares de las imágenes asociadas a la suerte de comunidades de diverso tipo son incontables en América. La interpretación de este tipo de historias que recogen tradiciones devocionales apunta en direcciones diferentes. A la luz de la etnografía, ellas no son simplemente la expresión de una devoción ingenua sobre la cual podamos asomarnos con un aire de condescendencia sino que comportan elementos estructurales muy complejos y remiten a problemas esenciales de la cultura. ¿Qué pensar, por ejemplo, de relatos devocionales que sustraen las imágenes de sus orígenes empíricos para que se pinten a sí mismas y aparezca el
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milagro? Aquí, el mundo de la naturaleza y el mundo de la cultura se funden en una creencia para revelarnos el trasfondo de estructuras mentales peculiares. En América, como, por lo demás, en Europa rural, muchas imágenes estaban asociadas a la protección de una comunidad, a la curación, no sólo física sino también de enfermedades sociales y por lo tanto a un contradiscurso del discurso de la dominación. La visión comunica la curación. El conquistador trajo consigo un espacio de muerte en el que la visión de su Dios y los dioses indígenas entraban en conflicto y en ciertos momentos, como cuando ocurrían grandes epidemias, el Dios de los conquistadores mostraba una eficacia tal que el indígena tenía que rendirse anonadado. Cali, abril de 1988
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Germán Colmenares En los países que se complacen en llamarse a sí mismos "de Europa occidental" —y que prudentemente incluyen a los Estados Unidos—, la historia como disciplina académica suele gozar de una posición confortable. En algunos casos esta ventaja sobre otras disciplinas obedece a un cierto conservadurismo académico en el que, a la aparición de una nueva disciplina, se responde con algún retardo creando nuevas cátedras. Como la cátedra es una situación de poder, la tentación de compartirlo con novedades es bastante restringida. El poder académico de los historiadores puede originarse también en su capacidad para renovar internamente la disciplina y para ofrecer una imagen de vigor y de apertura crecientes. Este ha sido el caso, por ejemplo, de la escuela francesa de los Annales o de los historiadores congregados en torno de la revista inglesa Past and Present. Finalmente, los principales socios de la llamada Europa occidental han tenido, en un momento u otro de su historia contemporánea, necesidades imperiales que favorecían cierta benevolencia con respecto a especializaciones que debían hacer progresar una visión comparativa y más amplia de los problemas históricos. No es un secreto, por ejemplo, que a partir de la segunda postguerra el mundo académico norteamericano ha visto crecer los estudios de áreas que se consideraban neurálgicas para los intereses de los Estados Unidos. Por eso, en los años sesenta nada era más bienvenido en los campuses norteamericanos que las noticias de algún "conflicto restringido' ', especialmente en los países de Latinoamérica. En América Latina, el desarrollo de las disciplinas históricas ha sido bastante desigual. Originalmente, todos estos países confiaban la confección de sus historias nacionales a miembros jubilados de sus
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élites políticas o a miembros ociosos de sus élites sociales. Esto proporcionaba a dichas historias un curioso sabor que debía complacer sin duda el paladar de todos los miembros de las élites. El crecimiento de las universidades ha propiciado la aparición de una historiografía profesional. En algunos casos, como el de Colombia, esta aparición ha sido saludada con cierto asombro, como si fuera una novedad absoluta el hecho de que existan problemas históricos o de que tales problemas exijan un debate racional. La idea dominante sobre el quehacer historiográfico ha sido más bien la de que los hechos deben encadenarse de una manera ritual, con un meritorio y asombroso esfuerzo de parte de eruditos dedicados a exhumar polvorientos archivos. Los cultores de la historia debían constituirse en un cuerpo sacerdotal de celosos guardianes de un patrimonio, una especie de vírgenes vestales encargadas de ceremonias y de celebraciones. En Colombia todavía no se ha disipado la vaga noción de que disponer de una renta, de una cierta tradición familiar que justifique husmear en ciertos rincones con tacto y finura, de la experiencia de una larga vida ocupada en trastearse de un cargo burocrático a otro y de la sola aptitud de saber leer y escribir, constituyen la formación más adecuada para emprender la carrera de historiador. Por otra parte, no faltan historiadores de edad mediana, e inclusive más jóvenes, que sueñen con añadir algunos de estos requisitos a su propia formación profesional. Pese a todo esto, resulta indudable que en los últimos tres decenios las disciplinas históricas arraigaron en las universidades colombianas y ya comienzan a exhibir una cierta apariencia de confort. Sus practicantes más jóvenes se ensayan en trabajos monográficos serios, en los que deben excusarse los frecuentes errores de ortografía y de sintaxis y la idea peregrina de que un nivel teórico se alcanza ineludiblemente si se suprimen todos los verbos castellanos para reemplazarlos con la notación simbólica del verbo ' 'articular". El confort de las disciplinas históricas en los países de Europa occidental ha sido perturbado algunas veces. Por lo menos en los últimos treinta años, los historiadores han vivido en una casa sitiada periódicamente por los reclamos de disciplinas vecinas que los urgen a convertir una disciplina humanística en una ciencia. En ocasiones, este reclamo por la ciencia ha tenido en sus orígenes ciertas aprehensiones políticas. En los años cincuenta y sesenta, por ejemplo, el ambiente académico de los Estados Unidos se hallaba enrarecido, primero por el macartismo y luego por un debate nacional en torno a la creciente intervención de ese país en Vietnam. No resulta entonces extraño que las llamadas ciencias sociales aspiraran a una neutralidad cuya caución era su carácter científico. Este reflejo defensivo debía afectar a la historia que quiso crearse un baluarte en los hard data de la Nueva historia económica. Paradójicamente, el reclamo por la ciencia en los estudios históricos vino en América Latina del marxismo y de la influencia de Louis Althusser, para quien el gran descubrimiento de Marx había sido el de la ciencia histórica. La autoridad de esta ciencia debía ponerse al servicio del proletariado, adobada convenientemente con una
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epistemología en la que la objetividad aparecía al adoptar el punto de vista "correcto" de clase. Al cabo de algún tiempo, los debates entre grupúsculos políticos sobre los misterios teóricos de los modos de producción agotaron la materia y liberaron a los practicantes del oficio histórico de elaborar confusos marcos teóricos que incidían muy poco en las investigaciones. El reclamo por la ciencia ha venido también de disciplinas más jóvenes que en ciertos momentos quieren erigirse en modelo acabado de logros teóricos. En muchos casos este énfasis en el carácter científico de la disciplina en cuestión no sólo ignora imperativos éticos elementales de su ejercicio (como en el caso de la llamada ciencia política en los años sesenta) sino también estéticos, al recurrir a la formulación de banalidades y tautologías revestidas con el ropaje de una jerga indigesta e inexpresiva. Esto no quiere decir que deba descartarse un diálogo en torno al objeto común de las disciplinas sociales, el tejido complejo de las sociedades humanas. Debe observarse como algo curioso que las interpelaciones, no pocas veces en tono de reproche, se dirigen casi siempre a la historia desde todos los rincones de la comunidad académica. Desde la sociología, por ejemplo. A comienzos de este siglo los discípulos de Emile Durkheim en Francia, mantuvieron un vivo intercambio con los historiadores. Sus criticas constituyeron el núcleo de las posiciones de Annales contra una historia episódica. Las conexiones de Weber y Simmel con los filósofos alemanes (Dilthey, Rickert, Cassirer) que contribuyeron a renovar los contenidos de los trabajos históricos e inspiraron trabajos sobresalientes de historia de la cultura, son evidentes. Hoy, los debates con los historiadores han revivido en torno a los productos de una rama de la sociología, la llamada Sociología histórica. Desde la aparición de los trabajos de Reinhard Bendix y de Neil Smelser en los cincuenta, cada uno de los tres decenios sucesivos ha traído consigo una cosecha de obras de sociología histórica de ambiciosos alcances. Las obras de Barrington Moore (1966), de Immanuel Wallerstein (1976 y 1984) o de Perry Anderson (1974) se presentan como síntesis de problemas que abarcan porciones considerables de la historia del mundo. La sociología histórica quiere diferenciarse de cualquier tratamiento histórico convencional (no importa la deuda que se reconozca a un Marc Bloch, a un Fernand Braudel o a un E. P. Thompson) en el hecho de que la escala de sus unidades de análisis es mucho más amplia que la de los historiadores (se abarcan generalmente varias unidades nacionales o aun una escala planetaria). Los problemas que se proponen no surgen de un proceso histórico particular sino que su elaboración previa permite confrontarlos a diferentes desarrollos históricos. Esto exige la elaboración de modelos en los que se hagan explícitos los presupuestos teóricos. Se escapa también al confinami e n t o d e u n a ú n i c a u n id a d d e a n á l i s is e l ma r c o d e l a historia nacional en la que los problemas adquieren un valor per se y se abre el ancho mundo de una disciplina comparativa. Para el historiador, aun si se muestra renuente a la tesis de que los hechos históricos son intercambiables, como piezas accesorias dentro de un aparato teórico, la lección de la sociología histórica no puede ignorar-
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se. Es evidente que una comparación contrastada puede definir mejor los perfiles únicos de un fenómeno histórico. Si bien la dificultad de abandonar la nación como unidad de análisis es particularmente difícil en América Latina (piénsese, por ejemplo, en la dificultad de tener acceso a bibliotecas adecuadas), la comparación no tiene por qué contrastar un conjunto de naciones o moverse dentro de una globalidad planetaria. Aun dentro del viejo territorio privilegiado por las escuelas históricas nacionales existe la suficiente variedad regional como para aislar problemas que serían mejor tratados con un método comparativo. En Colombia, por ejemplo, la hacienda esclavista de la provincia de Popayán no es la misma que la de la provincia de Cartagena en la época colonial, ni estas haciendas pueden recibir el mismo tratamiento que las de los altiplanos. Los debates dentro de la historia económica enfrentaron en los años setenta a los partidarios de modelos rigurosos, susceptibles de cuantificación, con una práctica tradicional, meramente descriptiva. El resultado final de estos rabiosos debates en los Estados Unidos condujo a un prudente repliegue de los "cliometristas" cuando aplicaciones concretas de su método revelaron fallas protuberantes o cuando ellos mismos advirtieron que no tenian todas las respuestas que exigían airados humanistas. En Colombia, se parodió un poco esta contraofensiva cuando Frank Safford organizó huestes aguerridas para rebatir a William Paul McGreevey (episodio bautizado jocosamente por Malcolm Deas, con título de poema heroico, como "la Macgriviada") y para hacer prevalecer la ortodoxia de una cierta historia empresarial. No obstante todo esto, las incursiones de economistas profesionales en el campo de la historia han dado resultados tan positivos como las visiones contrastadas de José Antonio Ocampo y Salomón Kalmanovitz. Los desafíos más estimulantes —como lo prueban los desarrollos recientes de las dos escuelas nacionales más prestigiosas, la de Past and Presenten Inglaterra y la de Annales en Francia— han provenido de la antropología. Su concepto central de cultura ha revivido una historia política exangüe, ha enriquecido el tratamiento de la historia intelectual y ha abierto territorios vírgenes para los historiadores como el de la historia de las creencias populares. En Colombia, infortunadamente, antropólogos y sociólogos, a diferencia de los economistas, se rehusan a un diálogo con los historiadores, imbuidos de la certeza del carácter científico y teórico de sus disciplinas. A lo sumo rinden un tributo al carácter pionero de la obra de Juan Friede. Para los antropólogos los rigores de su disciplina les impele a desconocer el carácter histórico de la destrucción y la degradación de los indígenas. Ellos prefieren reconstituir el estado original de los grupos indígenas que habitaron el territorio colombiano o encaran el destino final de los fragmentos que sobrevivieron. Esto ha creado una dicotomía absurda en los trabajos de antropólogos e historiadores y un extrañamiento de las dos disciplinas. Raros son los antropólogos que, como Trinborn o, en nuestros días, Roberto Pineda o Carl Henrik Langebaek propongan problemas en los que el diálogo entre las dos disciplinas tenga algún sentido.
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Finalmente, la crítica y la teoría literarias han planteado problemas en el centro mismo de los hábitos del historiador. Estos problemas tienen que ver, primero, con la lectura de las fuentes y, segundo, con la escritura misma de la historia. En este punto, el silencio en Colombia es un poco incómodo. Tal vez habría que concluir que la crítica literaria ni siquiera existe en el país, o que los esfuerzos por darle una apariencia cientifica son tan extenuantes que reducen al silencio o a la incoherencia idiomática a los admiradores de R. Barthes, de Derrida o de Kristeva. Sin duda, la disciplina histórica ha alcanzado en Colombia un alto grado de madurez y de normalidad en su ejercicio, como lo muestran los balances regulares que ha realizado Jorge O. Melo. Se echa de menos, eso si, una colaboración y un diálogo más estrechos con disciplinas vecinas. Este aislamiento con respecto a los debates teóricos corrientes en otras partes sólo puede conducir a una esterilidad satisfecha.
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MEXICO 1920-1945. LA EXPROPIACIÓN PETROLERA Y LA REINSERCION DE MÉXICO AL SISTEMA INTERNACIONAL Raúl Benítez Manaut*
1. INTRODUCCIÓN
Junto con la electricidad el petróleo es el energético básico de la segunda revolución industrial, desplegada a partir de los últimos 20 años del siglo XIX. En México, la industria petrolera sustituye al carbón como principal fuente energética. En 1887 se instala la primera refinería de petróleo y en 1901 se inicia la explotación industrial del energético. En 1910, al inicio de la Revolución Mexicana, se descubre el campo El Ébano y los de Campoacán y San Cristóbal. Desde el inicio, la explotación del petróleo era realizada por extranjeros y ya en la década de 1910 a 1920 se instalan los grandes monopolios de la Royal Dutch Shell, Standar Oil, Sinclair Oil, City Services y la Warner Quinla,. que en conjunto llegan a producir el 90% del petróleo mexicano de 1901 a 1938(1). * Sociólogo e intemacionalista mexicano. Investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades. Universidad Nacional Autónoma de México. Autor del libro México en Centroamé-rica. Expediente de Documentos Fundamentales (1979-1986), CÜH-UNAM, 1989. 1. Meyer, Lorenzo. México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero (1917-
Con la revolución mexicana, prácticamente las únicas empre sas extranjeras que continúan teniendo una importante presencia en el país son las petroleras. La constitución de 1917 y su articulo 27, que regula la inversión extranjera sobre la riqueza de la nación, es de hecho el eje del conflicto desatado entre México y las compañías extranjeras, firmemente apoyadas por si gobiernos (Estados Unidos, Inglaterra y Holanda). La historia de la extracción del petróleo en México se constituye en el pilar y motor del país, su economía y su revolución. No está por demás señalar que la revolución mexicana hubiera sido un cascarón vacío sin el decreto de expropiación del 18 de marzo de 1938. Tampoco está por demás señalar que la historia del petróleo mexicano tiene tres grandes períodos: de 1901 a 1937, en manos extranjeras y destinado principalmente a la exportación; de 1938 a 1976, en manos nacionales y orientado a impulsar el 1942). El Colegio de México, México, segunda edición, 1972. págs. 13-18.
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La historia de la extracción del petróleo en México se constituye en el pilar y motor del país, su economía y su revolución.
desarrollo del país; y de 1977 en adelante, con la utilización del energético para consumo interno y exportación, como motor del financiamiento externo del país en una época de grandes problemas financieros. La historia del petróleo de 1917 a 1938 está estrechamente ligada a una gran lucha entre México y las potencias extranjeras por el control nacional de los recursos del país. El reconocimiento del gobierno mexicano en el exterior, cuyo hecho más importante es la firma de los Tratados de Bucareli de 1923, para proceder a la normalización de las relaciones entre México y los Estados Unidos, tiene como epicentro la actitud del gobierno mexicano frente a las empresas petroleras. Sin duda el contexto internacional en que se da la expropiación (el período entre guerras, del Tratado de Versalles al estallido de la segunda guerra, con la invasión alemana a Polonia como contexto) es la clave para entender por qué este hecho de singular trascendencia para el país pudo consolidarse. La mayoría de los analistas sostienen que el clima internacional fue en extremo favorable para emitir el decreto de expropiación, principalmente por el
rearme de Alemania y el no cumplimiento de los Tratados de Versalles. Este hecho concentraba la atención de Estados Unidos e Inglaterra en el peligro del estallido de la guerra con Alemania. En el presente ensayo ubicaremos los principales acontecimientos mundiales de 1917 a 1939, para señalar el papel de México en el concierto internacional de la época y la posterior contribución del país a la causa de los Aliados en contra de las potencias del Eje (Alemania, Italia, Japón), hecho que modificó la inserción de México en la correlación mundial de fuerzas y que signó el futuro de nuestro país, participando en la redefinición del balance del poder al lado de los Estados Unidos, pero siempre guardando celosamente los márgenes de soberanía. En este aspecto la política de defensa de la nacionalización del petróleo era el pilar de la política externa del país.
La mayoría de los analistas sostienen que el clima internacional fue en extremo favorable para emitir el decreto de expropiación, principalmente por el rearme de Alemania y el no cumplimiento de los Tratados de Versalles.
2. LA SITUACIÓN INTERNACIONAL COMO FACTOR DECISIVO DE LA EXPROPIACIÓN DEL PETRÓLEO EN 1938 ¿Por qué no se expropia el petróleo entre 1917 y 1937? 1. En 1917 se vislumbra el des enlace de la primera gue rra mundial en favor de Inglaterra y Francia con la incorporación de Estados Unidos. Se da un reacomodo de fuerzas internacionales donde Estados Unidos e Inglaterra sobresalen en el mundo. En México, estos países eran los principales afectados de un probable decreto expropiatorio y salían fortalecidos de la guerra, por lo que se encontraban en una posición internacional de fuerza y podían ejercer mucha mayor presión sobre nuestro país. 2. Se había desencadenado a partir de 1918 una guerra de agresión contra la recién nacida Unión Soviética, precisamente por emitir leyes que expropiaban intereses de extranjeros. 3. Se tenia en México el antece dente de la invasión nortea mericana de 1914 en Vera-
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cruz, y la expedición punitiva en busca de Pancho Villa, a raíz de su incursión a Columbus. 4. Estaba también el anteceden te y la fricción suscitada por el famoso Telegrama Zimmermann, donde Alemania prometía supuestamente a México la devolución del te rritorio perdido frente a los Estados Unidos, si México la apoyaba y si se ganaba la guerra (2). 5. Si se expropiaban los pozos y las instalaciones entre 1917 y 1920, un hecho que actuaba en contra del gobierno constitucionalista era la ubicación geográfica de éstos, muy cer ca de la frontera en la costa norte de Veracruz y Tamaulipas, en el Golfo de México, haciendo muy probable una intervención y ocupación mi litar de Estados Unidos.
La política de defensa de la nacionalización del petróleo era el pilar de la política externa del país.
6 Frente a esta eventualidad, México se encontraba dividido en numerosos ejércitos revolucionarios y fracciones militares, por lo que no podía efectuar una acción política y militar unitaria de defensa. Esto hubiera podido consolidar una posición geográfica2. Katz, Friedrich. La guerra secreta en México.2 vols., Era, 1982.
militar de Estados Unidos de manera temporal o semipermanente en el país. Esta situación nacional e internacional adversa fue tornándose a favor de México a fines de los años veinte y principios de los años treinta por dos factores: —En lo interno, la unidad re volucionaria se fortalece en 1929 con la creación del Par tido Nacional Revolucionario (PNR) y el fin de la guerra cristera, lo que desemboca en 1934 en la presidencia de Lá zaro Cárdenas, consolidándo se una gran unidad nacional en lo político. La economía, por su parte, después de la desarticulación causada por la revolución y posteriormente por el crack de 1929. estaba totalmente recuperada. —En lo externo, la crisis del 29 y sus repercusiones, el rearme de Alemania, que se despunta con la militarización de Renania y la emergencia de un clima de tensión y una cre ciente polarización en el mun do, agravada con la invasión italiana a Etiopía: la partici pación italiana y alemana en la guerra de España, entre 1936 y 1939; y la invasión ja ponesa a China en 1937, apa recen como los acontecimien tos más importantes. Estas razones hacen que para México se dé un clima interno y externo favorable para proceder a la expropiación, donde es muy poco viable una represalia mayor más allá del bloqueo comercial y financiero por parte de Estados Unidos o Inglaterra.
régimen de Lázaro Cárdenas hubiera acarreado peligros mayores para Estados Unidos, en el sentido de que tal vez México pudiera recurrir a Alemania o Italia. Estos dos países a su vez estaban prestos a ayudar a México financiera y comercialmente, cosa que inhibía mucho a Estados Unidos para declarar un rígido embargo, un cerco comercial o financiero, o una acción de presión mayor: militar, como la que deseaban algunos voceros de las compañías petroleras. Casi inmediatamente después de la expropiación, el primero de abril de 1938, el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, incluso llegó a expresar su temor acerca de que México se convirtiera en un trampolín para agredir a Estados Unidos, si se le hostigara por las medidas nacionalistas adoptadas. En esa ocasión, Roosevelt delimitó y separó los intereses nacionales de Estados Unidos, de los intereses particulares de las compañías petroleras. Era preferible aceptar el trago amargo de la expropiación y nacionalización y seguir pregonando la política de Buena Vecindad hacia México, para garantizar la llamada seguridad hemisférica: "La más aguda prueba de la política de buen vecino vino de México, en donde el gobierno radical-nacionalista de Cárdenas ha expropiado tierras de dueños americanos y vastas propiedades petroleras americanas e inglesas, en un gran acto de autodeterminación. Algunos americanos han presionado al gobierno para intervenir por medio de la fuerza en México; las compañías petroleras demandan del gobierno de ese país pago exacto, no sólo por sus inversiones en México, sino por una larga y lejana reivindicación por los derechos del subsuelo no explo-
Uno de los principales factores que jugaron a favor de México es que la desestabilización del
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tado. La Administración se resiste a adoptar ambas demandas, pues incluso Cárdenas puede recibir solidaridad hemisférica ante un acto de tal naturaleza. (...)
Pregunta: Pienso que, ya sea como registro, o como antecedente, lo que necesitamos es un seminario de historia americana sobre las obligaciones de nuestro país en el contexto de la doctrina Monroe, quiero decir, en lo que concierne a inversiones extranjeras. Respuesta: Esto no involucra a la doctrina Monroe en ningún aspecto, manera o forma. Sólo como antecedente, la cuestión primordial en México es ésta. Ha habido dos cosas que han ocurrido en los últimos años que afectan a los ciudadanos americanos. La primera son los pequeños inversionistas, el pequeño compañero, el pequeño americano que ha ido ahi, al rancho, a cultivar, y que ha puesto todo lo que ha tenido en su rancho o granja. Bajo la política mexicana de distribución de tierras de propiedad, un número considerable de esos pobres americanos han sido despojados y su propiedad ha sido tomada, o parte de ella, y hasta ahora no han logrado un acuerdo justo. Esas personas, nos asegura el gobierno mexicano, serán tomadas en consideración. Esos son los casos de real adversidad.
Era preferible aceptar el trago amargo de la expropiación y nacionalización y seguir pregonando la política de Buena Vecindad hacia México, para garantizar la llamada seguridad hemisférica.
Existe otro tipo de inversión americana; los americanos que fueron a México como William Randolph Hearst, y compraron una legislatura estatal, sobornaron a oficiales y adquirieron títulos de cientos de miles de acres por prácticamente nada más que el costo del soborno, o que pagaron 3 centavos por acre o algo así, y después reclaman todo tipo de daños por una cantidad excesivamente lejana a la que han invertido. Nosotros no simpatizamos con el intento de colectar esa excesiva cantidad para él —todo ésto lo señalo como antecedente. Lo mismo es, pero en diferente forma (quitando lo del soborno) el caso de las compañías petroleras. Viene a ser la misma proposición de la compañía de bienes de este país. Las compañías petroleras han ido ahí y han invertido su dinero. Ahora el gobierno mexicano puede expropiar su propiedad; ellos condenan esta actitud. Nosotros sentimos que estas compañías petroleras deberían obtener un pago del gobierno mexicano por la actual cantidad invertida en tierras petrolíferas y en las operaciones de barrenación, en el bombeo y la refinadora y demás inversiones, restando la depreciación, de manera que pudieran salir con la piel entera. Esa es la política de nuestro gobierno, siempre hemos querido eso, y el gobierno mexicano ha enviado una comunicación del presidente Cárdenas — que llegó esta mañana, que parece ser muy satisfactoria. Es por eso que digo que la situación está desarrollándose por entero muy bien. Esas compañías no deben esperar se les dé prospecto de ganancias. Si yo tengo un pedazo de tierra en Warm Springs que vale 5 mil dólares, y el gobierno o el Estado de Georgia quiere expropiarlo, yo debo obtener 5 mil dólares por ello, y no debo decir 'en pocos años esto valdría 20 mil dólares, así que me deben pagar 20 mil dólares' " (3).
3. Roosevelt, Franklin D. The Roosevelt Readcr. Press conferences and lettern of FTanklin D. Roosevelt (18821945) New York, Rinehart, 1957, págs 195-196
Franklin D. Roosevelt.
La anterior posición del presidente Roosevelt dio pie a que su gobierno buscara solucionar el problema de la indemnización del gobierno de México a las empresas afectadas, hecho que se consumó entre 1939 y 1947, para que dicha indemnización no tuviera en México un significado similar al de la deuda alemana de posguerra, que reactivó en ese país un sentimiento nacionalista a niveles extremos, desencadenando la segunda guerra mundial. Uno de los aspectos fundamentales que son de tomar en cuenta en lo internacional es que México en esos años, aún ocupando una posición de segundo o tercer nivel en el contexto de la correlación mundial de poder, había iniciado acciones diploma¡ en favor del derecho internacional y proyectaba ya una activa postura frente a los diferentes conflictos que se suscitaban. A fines de los años veinte se despliega lo que se conoce como la "Doctrina México", base de la
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ideología y filosofía internacional de la revolución mexicana. Posteriormente se divulgó la misma como "Doctrina Estrada", por el ideólogo que le dio sustento, Genaro Estrada. Al mismo tiempo ya relucían los nombres de Isidro Favela y Jesús Silva Herzog. Cárdenas asesorado por estos ilustres pensadores, consolida los principios de la política exterior de México y los pone en práctica en multitud de foros internacionales. Las partes medulares de la Doctrina Estrada, promulgada desde 1931, rechazan tácitamente tanto la actitud prepotente de las potencias de querer reconocer o no a gobiernos extranjeros, según sean sus intereses, como la abierta intervención en los asuntos internos de otros países: "Con motivo de cambios de régimen ocurridos en algunos países de la América del Sur, el gobierno de México ha tenido necesidad, una vez más, de decidir la aplicación, por su parte, de la teoría llamada de ' 'reconocimiento" de gobiernos. Es un hecho muy conocido el de que México ha sufrido como pocos países, hace algunos años, las consecuencias de esa doctrina, que deja al arbitrio de los gobiernos extranjeros el pronunciarse sobre la legitimidad o ilegitimidad de otro régimen, produciéndose con ese motivo situaciones en que la capacidad legal o el ascenso nacional de gobiernos o autoridades, parece supeditarse a la opinión de los extraños" (4).
"Pero hay un tercer caso, ya documentado en cuanto al aspecto jurídico, y muy bien definido en la conciencia de los pueblos, que se refiere a la intervención de estados extranjeros en conflictos puramente interiores ocurridos en otras naciones. 4. Estrada, Genaro. Obras Completas, 2 vols; Siglo XXI, México, 1988, pág. 144.
Las partes medulares de la Doctrina Estrada rechazan tácitamente tanto la actitud prepotente de las potencias de querer reconocer o no a gobiernos extranjeros, según sean sus intereses, como la abierta intervención en los asuntos internos de otros países.
La situación parece legalmente indiscutible —y debería serlo ya— sobre el derecho que entonces, y por una parte, tienen los nacionales del país en conflicto para optar e inclinarse en cualquier sentido, mientras que, por otra parte, la ley internacional y la soberanía de las naciones niega esta prerrogativa a los extranjeros, para quienes el precepto de no intervención entra o debe entrar en vigencia en el mismo momento en que estalla el conflicto" (5).
la doctrina internacional de la revolución: la firme convicción del uso por la nación y para la nación de los recursos vitales, a fin de evitar que el país, el Estado y el pueblo presenten frentes vulnerables en lo económico, lo político y lo militar. En ello, el petróleo se convierte en el punto cardinal de la seguridad del país. Este tema, por lo demás, fue el eje de un gran debate que se vivió en México durante la segunda guerra y posteriormente a fines de los años setenta. Al respecto, es muy importante señalar que la incorporación definitiva a la causa de los Aliados se da al momento de verse en peligro la seguridad y el petróleo del país, cuando, a raíz del hundimiento del petrolero "Potrero del Llano", en mayo de 1942, se declara la guerra al Eje (6). 6. De Windt Lavandier, César. La Segunda Guerra Mundial y los submarinos alemanes en el Caribe. Universidad Central del Este, República Dominicana, 1982, pág. 283.
Hacia 1937, en una de las últimas sesiones de la Sociedad de Naciones, el embajador mexicano Isidro Favela apoyó firmemente las causas de los pueblos que en esos años eran sujetos de agresiones imperialistas, anunciando el estallido de la segunda guerra: Etiopía, España, Austria y China. México hizo énfasis en los principios de no intervención, solución pacifica a las controversias entre las naciones y autodeterminación de los pueblos. Con la expropiación petrolera de 1938 también se consolida en México una doctrina de seguridad que se liga estrechamente a 5. ídem, pág. 171.
Refinería de petróleo, en Atzcapotzalco. Torre perteneciente a Petróleos Mexicanos (Pemex).
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Con la expropiación petrolera de 1938 también se consolida en México una doctrina de seguridad que se liga estrechamente a la doctrina internacional de la revolución: la firme convicción del uso por la nación y para la nación de los recursos vitales, a fin de evitar que el país, el Estado y el pueblo presenten frentes vulnerables en lo económico, lo político y lo militar.
En términos generales ello fue cierto. No obstante, hay que tomar en cuenta tres factores principales: 1. Brasil sí asumió una respon sabilidad activa en la guerra, sobre todo al final de ella, en la ocupación de Italia (9); 2. México, en las aguas del Ca ribe y el Canal de Panamá cumplió un importante rol en la guerra, aunque no estraté gico ni decisivo (10). 3. En las aguas del Caribe se li bró una importante guerra submarina (11), donde Ale-
mania pretendía cortar el abasto de petróleo a los Aliados, dado que en el Medio Oriente y el norte de África ya se daba un enfrentamiento directo y se restringía el suministro de petróleo de esa zona. En Aruba (isla de colonización holandesa, ubicada al noroeste de Venezuela) se localizaba la mayor refinería de petróleo del mundo y por el Canal de Panamá se realizaron 20 mil 276 tránsitos de tropas. Sólo en 1943 se acantonaron en Panamá 68 mil
PERDIDAS DE BUQUES EN EL ÁREA DEL CARIBE DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
3. MÉXICO ANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (7) Uno de los elementos que nos interesa destacar en el presente ensayo es que existe un mito acerca de la participación de México y América Latina en la segunda guerra. Dicho mito se desprende del hecho de que América Latina no sufrió combates en su territorio y que, por tanto, su participación al lado de los Aliados fue formal y respondió a una subordinación a Estados Unidos (excepto Argentina, que hasta el final de la guerra asumió una posición neutral que favoreció al Eje) (8).
7. "Decreto que autoriza al ejecutivo fede ral para declarar el estado de guerra entre México y Alemania, Italia y Ja pón". Diario Oficial, Tomo CXXXII, No. 26, México, 2 de junio de 1942. 8. Ver: —Conn, Stetson y Byron Fairchild. United States Army in World War II. The Western Hemisphere. The Framework of Hemisphere Defense, Office of the Chief
1 / El [imite entTe las partes Oeste y Este de la Frontera Marítima del Caribe en la línea de control de navegación que va de 65°O, 25°N a 5O°2O'O, 4°20'N. 2/ Se incluye sólo la porción de la Frontera Morítkna del Golfo que cae al Sur y Este de la linea trazado desde el Cabo Sable, Florida a veracruz, México. Fuente: Conn, Stetson, Rose Engelman y Byron Fairchild. United States Army In World War II. The Western Hemisphere. Guarding the United States and Its Oulposts, Office of the Chiet of Military History, U.S. Army. Washington, D.C.; 1964, p. 431.
of Military History, U.S. Army, Washington, D.C., 1960. —Conn, Stetson, Rose Engelman y Byron Fairchild. United States Army in World War II. The Western Hemisphere. Guarding the United States and its Outposts, Office of the Chief of Military History, U.S. Army, Washington, D.C., 1964. 9 Conn y Fairchild, Chapter XII, "The Establishment of United States Army Forces in Brazil", op. cit págs 303-330. 10 Idem, Chapter XIII, "The United States and México: Solidarity and Security", págs. 331-363. 11. De Windt 11 Lavandier, op cit. y García Muñiz, Humberto. "El Caribe durante
efectivos de Estados Unidos (12). También importantes minerales como el estaño y la bauxita, así como productos alimenticios como el azúcar la Segunda Guerra Mundial: El Mediterráneo norteamericano" en Gautier, Carmen et. al; Puerto Rico en el Caribe Hoy. CLACSO-CEREP, Buenos Aires, 1987. Leis, Raúl. Comando Sur. Poder Hostil. CEASPA, Panamá, 1985.
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(que en época de guerra adquieren singular importancia), destinados a Estados Unidos y Europa, se transportaban por las aguas del Caribe. Respecto a la contribución mexicana a la guerra sólo se destaca en la historia la participación del batallón 201 en Filipinas, mientras que se tiene un total desconocimiento, primero, de la importante ubicación geopolítica del país, frontera sur de Estados Unidos, posición estratégica en épocas de guerra, y la importancia de recursos, donde el petróleo ocupa el lugar privilegiado; y segundo, de la contribución real de México a la guerra. México apoyó militarmente la causa de los Aliados de la siguiente forma: 1. La aceptación en 1940 de ayuda militar, propuesta en el plan del presidente Roosevelt de Seguridad Hemisféri ca para lograr el alineamiento y la contribución de América Latina a la guerra así como para prevenir y enfrentar probables ataques de las potencias del Eje. 2. El libre tránsito de las aero naves y barcos de Estados Unidos, y el permiso de utili zación de aeropuertos en caso de necesidad. Este elemento es muy importante, por en contrarse México en el centro del corredor hacia el Canal de Panamá. 3. Se otorgó a Estados Unidos permiso para la construcción y administración de una base aérea en Chiapas. 4. Se estableció en 1940 una Junta de Defensa Binacional (Joint Defense Board), mis ma que se reuniría regular mente a partir de febrero de 1941, para prevenir proba-
Libre tránsito de aeronaves y barcos de los Estados Unidos, durante la 2da. guerra mundial.
bles ataques aéreos o navales de Japón o Alemania a Estados Unidos. Su nombre oficial es The Joint Mexican U.S. Defense Commission. 5. A partir del ataque japonés a Pearl Harbor, en diciembre de 1941, Estados Unidos tra ta de acelerar la contribución total de México en la defensa de su territorio, pues también coincide con la ofensiva de los submarinos alemanes en el Caribe. Esta guerra sub marina provocó el hundi miento del petrolero mexica no "Potrero del Llano" en mayo de 1942, y la pérdida de nueve buques tanques sólo en 1942. 6. Desde diciembre de 1941 el Senado de México autorizó el uso pleno de puertos y aero puertos para Estados Unidos. El uso de las bases navales y aéreas de México dependía de la voluntad del gobierno de Estados Unidos para re solver el problema entre el
gobierno de México y las compañías petroleras. 7. Entre los aspectos que más le preocupaban a Estados Unidos estaba la defensa de Baja California, dado que en California se localiza parte importante de la industria militar y la base naval de San Diego. Los primeros esfuerzos conjuntos se dan con la instalación de tres radares de detección en territorio mexicano. Una de las consecuencias de la segunda guerra mundial es que transformó de manera radical el papel geopolítico de América Latina en la estrategia global de Estados Unidos. En lo anterior, el Caribe adquiere una importancia geoestratégica nueva. Estados Unidos militarmente consolida sus posiciones, principalmente con la construcción de bases e instalaciones en Puerto Rico y Panamá (el Comando Sur) y desplaza a Inglaterra en la región. La guerra submarina en el Caribe, con gran pérdida de
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Una de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial es que transformó de manera radical el papel geopolítico de América Latina en la estrategia global de Estados Unidos.
buques, dio oportunidad de redefinir e incrementar sus posiciones, como se observa en e] cuadro y mapa anexos. La colaboración mexicana, brasileña y de otros países latinoamericanos al esfuerzo estadounidense en la segunda guerra hizo que, muy rápidamente, en los años de posguerra (1947) se firmara el primer tratado de colaboración militar en el mundo: el Tratado Interamerieano de Asistencia Recíproca (TIAR). Dicho tratado, más la consolidación del Sistema ínteramericano con la creación de la OEA en abril de 1948, dio pie a que se conformaran nuevas normas de convivencia continental, que en esos momentos respondieron y se desplegaron en el contexto de la filosofía de la guerra fría, en favor de los intereses de Estados Unidos.
damente a la invasión militar a República Dominicana de abril de 1965.
y los tratados sobre el Canal de Panamá, conocidos como Tratados Torrijos-Carter, en 1977, entre los más significativos.
4. REFLEXIÓN FINAL
La legislación internacional, totalmente reformada y transformada en la posguerra con la creación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 1945 y todas las dependencias ligadas a ella, enfrentan el reto de la descolonización de la mayoría de las posesiones coloniales de África, Asia y otras regiones como Oceanía y el Caribe. Los nacientes países enfrentan como una de sus primeras reivindicaciones la soberanía de los Estados sobre la posesión de sus recursos. Este aspecto se convierte en uno de los ejes de la discusión que se desarrolla en los años cincuenta y se consolida en los setenta, conocida como Norte-Sur. Al respecto se da un
El ejemplo mexicano al resto de los países del tercer mundo fue notable en los años de la posguerra, siendo la nacionalización del petróleo por parte de México en 1938 el antecedente de la nacionalización del petróleo en Irán en 1949, en Perú en 1968 y en Venezuela en 1976; de las minas de estaño en Bolivia en 1952; de las empresas fruteras pertenecientes a la United Fruit en Guatemala, de 1951 a 1954 —a través de la emisión de la reforma agraria—; de la nacionalización del Canal de Suez en 1956, en Egipto; de la nacionalización de las empresas mineras de cobre y salitre en 1971 en Chile;
MAPA1 PRESENCIA MILITAR DE ESTADOS UNIDOS EN EL CARIBE, 1944
México, no obstante, por la observancia de sus principios y filosofía de política internacional se opuso en muchas ocasiones a actos de intervención de Estados Unidos. Ello fue muy importante con el apoyo al gobierno de Guatemala en 1954, frente al cerco diplomático y comercial a Cuba en 1961 y 1964 y se opuso rotun-
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tróleo, dan un ejemplo decisivo para las futuras generaciones de un país. Otra lección de la expropiación petrolera de 1938 es que para enfrentar la defensa de los intereses transnacionales es muy importante y decisiva la unidad política en una nación.
Torres y depósitos horizontales, en ciudad de Pemex (Tabasco).
vínculo directo entre independencia política y soberanía de los recursos naturales. En la legislación desarrollada en la ONU, destacan las resoluciones No. 626 de 1952 y 1,803 de 1962. Además se revisan completamente las regulaciones sobre la propiedad privada en el derecho internacional. Esto fue confirmado en 1972 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 3.016 /XXVII, del 18 Je diciembre de ese año, donde se señala:
Igualmente, en la década de los setenta México contribuyó notablemente a reformar y actualizar las nuevas situaciones de poder en el mundo —con la paulatina disminución del clima de tensión bipolar y por el surgimiento de la distensión entre las dos superpotencias. Ello se plasmó en la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 12 de diciembre de 1974, bajo la resolución 3,281 (14).
"La Asamblea General de las Naciones Unidas confirma el derecho de los Estados a la soberanía permanente sobre todos sus recursos naturales en el territorio dentro del ámbito de las fronteras estatales como también sobre los recursos que se encuentran en el fondo del mar y debajo de este fondo dentro de los límites de su jurisdicción estatal y en las aguas sobre este fondo" (13).
Hay que tomar en cuenta que una decisión como la realizada en México en 1938 no puede darse en un país sin tener presentes los factores externos. Un elemento importante que también se destaca es que actitudes poli ticas donde se privilegia la soberanía y el derecho a la autodeterminación, como fue el decreto de expropiación del pe-
13. Osmañczyk, Edmund J. Enciclopedia Mundial de Relaciones Internacionales y Naciones Unidas. F.C.E., Madrid, 1976, pág. 995.
14. "Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados". Osmañczyk, op.cit.,págs. 182-185.
Al darse la expropiación y nacionalización del petróleo, la situación de tensión bélica que prevalecía en el mundo, focalizada en Europa, favoreció a México y América Latina. En esos momentos, al privilegiar Estados Unidos y en particular el presidente Roosevelt sus intereses de seguridad nacional, y no el particular interés de las petroleras, se conforma en factor decisivo para el buen desenlace y negociación del conflicto con las empresas. Esto benefició el futuro de las relaciones México-Estados Unidos y fue una notable muestra de respeto a la soberanía de nuestro país, hecho que debe ser tomado en consideración en el momento
Torre de perforación. Modelo reciente utilizado por Petróleos Mexicanos.
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histórico que se vive hoy día por las tensas y cambiantes situaciones en la correlación internacional de poder, por la crítica situación latinoamericana y, en particular, por el agudo conflicto que se vive en Centroamérica, cuya crisis ya se acerca a tener una década de duración en sus manifestaciones militares. En Centroamérica actualmente son permanentemente cuestionados los más elementales principios de convivencia internacional. Para México, su seguridad nacional, y en particular por la cercanía geográfica de los más importantes yacimientos petroleros, ubicados en el sur del país, es muy importante revivir estos principios como base de un proceso de distensión. Esto a su vez garantizaría y afianzaría la soberanía en nuestro país del recurso petrolero. BIBLIOGRAFÍA Basurto, Jorge El conflicto internacional en torno al petróleo de México, Siglo XXI, México, 1976. Brown, Jonathan "La crisis petrolera mexicana hace 50 años", Universidad de Texas, Austin, en Excelsior, México, 13 al 28 de marzo de 1988.
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LAS CUADRILLAS BANDOLERAS DEL NORTE DEL VALLE, EN LA VIOLENCIA DE LOS AÑOS CINCUENTAS* Darío Betancourt Echeverry**
En Colombia entre 1946 y 1965, se generalizó una guerra civil no declarada que enfrentó a liberales y conservadores, produciendo más de doscientas mil víctimas en su mayoría campesinos analfabetas que seguían fanáticamente las orientaciones de gamonales y caciques locales de uno y otro partido. A esta convulsión social que sufrió un gran aceleramiento con el asesinato del líder popular liberal Jorge Eliécer Gaitán en abril de 1948, se le conoce con el nombre genérico de La Violencia. Este fenómeno político y social presentó por lo menos tres grandes momentos: 1. Una primera oleada que se inició con el triun fo del conservatismo y el ascenso del conser vador Mariano Ospina Pérez y que puede ubicarse entre los años 1946 y 1949. La nece sidad del Partido Conservador de mantener se en el poder y la candidatura de Laureano Gómez, precipitaron una etapa más abierta mente sanguinaria. 2. Una segunda oleada comprendida entre finales de 1949 y 1955, que recurrió insisten temente a la policía política y a los grupos de civiles armados, configurándose con claridad el "Pájaro" como sicario partidista. Durante esta fase se asaltaron poblaciones enteras, se cambiaron filiaciones políticas de pueblos
* Este artículo hace parte de una investigación más profunda. sobre "Los Pájaros y la Violencia en el Valle del Cauca", elaborada junto con Martha Luz García, y que próximamente publicará Tercer Mundo Editores. ** Profesor de historia de Colombia en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional.
Las madres que han sufrido de la violencia en Colombia.
y veredas mediante los famosos "arrepentimientos"; Borrero Olano y Navia Varón, fueron los jefes de la fracción conservadora que impulsó abiertamente este proceso de conservatización en el Valle. A partir de 1950 y hasta 1955-57, las acciones conservadoras se centralizaron en Tuluá bajo la dirección de
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La necesidad del Partido Conservador de mantenerse en el poder y la candidatura de Laureano Gómez, precipitaron una etapa más abiertamente sanguinaria.
León María Lozano, el Cóndor, fortaleciéndose el "Pájaro Profesional Urbano" como "Sicario Poli tico" doble del "Estado débil", y de los Poderosos. 3. Por último, hacia 1955-57 y hasta 1965 se configuró la resistencia liberal y de otros grupos, que se manifestó en las cuadrillas liberales; estos grupos surgieron en el Valle relativamente tarde y sólo a partir de 1957 se visualizan con más claridad, pues cuentan con la ayuda de las cuadrillas liberales del Quindío y del Tolima. Hacia 1957-60, entrecruzándose con esta última fase se desarrolló un tipo de "bandolerismo" con ánimo de lucro, que reflejaba en su accionar los traumas psicológicos, sociales y familiares sufridos por los "hijos de la violencia del cincuenta"; sus actuaciones caracterizadas por una marcada sevicia y atrocidad, reflejan una patología social en donde predomina el desprecio a lo establecido, al orden, una especie de "lumpen" que a lo largo de este trabajo se ha caracterizado como "Bandolerismo", o mejor, como "Bandidismo". Coincidimos con el profesor Pécaut en el sentido de que hoy por hoy no se puede hablar de La Violencia (1), sino de Violencias, pues no sólo las particularidades regionales, como lo muestran recientes trabajos, le imprimieron variantes al fenómeno, sino también la compleja mezcla de aspectos políticos, económicos, sociales, étnicos y culturales (2). En este sentido hemos intentado una caracterización global de las Violencias de los Cincuentas como: 1. PECAUT, Daniel. Orden y Violencia. Cerec, Siglo Veintiuno, Bogotá, 1987, p. 484. 2. ídem.,p. 494.
El menor "teniente Roosevelt", uno de los más jóvene integrantes de la cuadrilla de "Chispas".
—Una violencia partidista con "subordinación' o "arrastre" del aspecto económico-social. —Una violencia económico-social con "subord: nación" o "arrastre" del aspecto partidista Una y otra se desarrollan desde "arriba' desde el''Bloque en el Poder'', en alianza co sectores de las "clases medias acomodadas" —A la par con lo anterior, ya sea por reflejo como respuesta, se va generando desde 1 población campesina y las capas media pobres de las pequeñas ciudades y poblada una violencia que inicialmente se ampara e
Hoy por hoy no se puede hablar de La Violencia, sino de Violencias, pues no sólo las particularidades regionales le imprimieron variantes al fenómeno, sino también la compleja mezcla de aspectos políticos, económicos, sociales, étnicos y culturales.
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las filiaciones partidistas (liberal o conservadora), que a medida que se desarrollan las contradicciones hace más énfasis en un carácter partidista (pájaros) o reivindica el aspecto económico (cuadrillas y bandoleros), para trascender finalmente al político, con ruptura de la sujeción ideológica a los partidos tradicionales (guerrilla), en algunos casos. El fenómeno es uno solo y sus variantes son los desarrollos y contradicciones del "Estado", las clases, y las etnias en una y otra región: mientras en unas regiones se dan los tres procesos al tiempo, en otras se privilegia el carácter partidista, o se enfatiza el aspecto económicosocial (3). Las violentas y sistemáticas acciones de las bandas de "pájaros", que con León María Loza no, El Cóndor, habían consolidado desde Tuluá su centro de operaciones para favorecer al parti do conservador, generaron entre 1955 y 1957 la consolidación de la respuesta liberal, dando origen a las cuadrillas liberales del norte del Valle (4). í 3. En el Valle hay entrecruces de violencias; una es la primera acción partidista de los "Pájaros", otra la respuesta armada de las Cuadrillas, otra muy distinta la acción de los Bandoleros y de los "Pájaros" como Sicarios de finales de la violencia. 4. Las cuadrillas en el Valle fueron grupos básicamente ligados al liberalismo, que variaron entre 5 y 30 hombres. La filiación no implicaba que fueran netamente liberales o con el respaldo de este partido, sino que estos grupos buscaban filiación o efectuaban sus acciones a nombre del partido liberal. Estas cuadrillas se fueron conformando desde abajo por el pueblo raso, por jornaleros y peones como respuesta a las acciones armadas de la policía política y los "Pájaros". Su formación se generalizó entre 1955-1957.
La controvertida foto con Rojas Pinilla al centro; el líder político del Valle, Salazar García a la derecha y el célebre rey de "los pájaros", "El Cóndor" a la izquierda.
Hubo tres factores que impidieron el desarrollo más temprano de la resistencia en el Valle: por un lado, casi toda la región occidental había sido dominada por las bandas de pájaros entre 1949 y 1955, impidiendo así los esfuerzos de conformación de respuesta armada a la violencia. Por otra parte, la violencia conservadora había destruido toda la estructura organizativa del liberalismo y muchos de sus dirigentes se quedaron esperando las órdenes de la Dirección Nacional Liberal; y finalmente, agrupaciones como el Partido Comunista eran relativamente débiles en la cordillera valluna, único lugar seguro para consolidar una acción armada (5).
Las violentas y sistemáticas acciones de las bandas de "pájaros", que con León María Lozano, El Cóndor, habían consolidado desde Tuluá su centro de operaciones para favorecer ai partido conservador, generaron entre 1955 y 1957 la consolidación de la respuesta liberal, dando origen a las cuadrillas liberales del norte del Valle.
Corroboran lo anterior la resistencia armada y la respuesta a la violencia conservadora de los "pájaros" desarrollada hacia el norte del Valle, contra la región del Quindío y Tolima, la cual contó con el estímulo y apoyo de las cuadrillas de estos departamentos a partir del mismo momento en que los "pájaros" se habían debilitado a causa de la salida del Cóndor del Departamento del Valle (6). 5 Estas zonas presentaban seguridad, no sólo por la configuración del terreno, sino por la presencia de una población campesina numerosa que servia de base de apoyo. 6 La salida del Cóndor de Tuluá en 1955, debilitó la organización de los "pájaros" como aparato, como fuerza con estructura y apoyo político por parte de las autoridades y agentes locales del Estado. No obstante, hacia finales de la década del cincuenta y bien entrada la del sesenta los "pájaros" continuaban actuando incluso al servicio de algunas cuadrillas, pero transformarse a estas alturas en verdaderos Sicarios que actuaban por una paga, a diferencia del "pájaro veredal" de las primeras décadas del cincuenta que era un ' 'fanático" partidista y realizaba sus acciones en nombre de las fuerzas del bien y del mal.
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El Norte del Valle ofrecía pues condiciones muy propicias para la estructuración de la resistencia armada, ya que además de los grandes conjuntos montañosos constituyentes de los paisajes naturales del Tolima y el Quindío, la región concentraba un número reducido de grandes poblaciones en comparación con el centro del Valle. Podría decirse que había allí una estructura de "menor desarrollo capitalista", o lo que es igual, de carácter más rural (7). Aun cuando en términos generales estamos de acuerdo con la categoría de "Bandolero Tardío'' que propone Gonzalo Sánchez (8), creemos sin embargo que es necesario diferenciar el paso de la "guerrilla liberal" del Tolima, casos de Chispas y Desquite y su posterior transformación en "bandoleros", con el proceso de conformación de las cuadrillas y los "bandoleros tardíos" del norte del Valle y el Quindío. A nuestro modo de ver, la diferencia radica en que mientras en el Tolima y algunas zonas de la Cordillera Central, las primeras respuestas campesinas a la violencia surgieron como "guerrilla liberal", con el apoyo directo de directorios y jefes locales desde muy temprano (195052) evolucionando posteriormente hacia el "bandolerismo" en los inicios mismos del frente nacional (1957-1959); en el norte del Valle apenas para 1955-57, se consolidó la resistencia armada. Ahora bien, en el norte del Valle esta respuesta armada surgió de grupos pequeños de refugiados, remontados y perseguidos, no sólo campesinos, sino incluso habitantes de las poblaciones cordilleranas, que se constituyeron en cuadrillas básicamente liberales; estas cuadrillas en un primer momento no contaron con el apoyo de los directorios y de los jefes locales, pero en la medida en que estas cuadrillas se fueron conso-
7. El Bandolerismo a secas o Bandidismo tuvo mucha fuerza en el norte del Valle; surgió con la descomposición de las cuadri llas con arraigos urbanos y de sectores de las clases medias bajas, que buscaban ascenso social y bienestar económico. Hay en este bandolerismo una mezcla de hurto de café, cuatrerismo, asesinato, extorsión y secuestro; se nutrió de los sec tores de las cuadrillas que no alcanzaron a consolidar una ideología alternativa para romper con el proyecto político bipartidista, y por grupos urbanos pauperizados y "lumpenizados''. 8. SÁNCHEZ G. y MEERTENS, D. Bandoleros Gamonales y Campesinos. El Ancora, Bogotá, 1983, p. 157.
Las cuadrillas liberales se fueron transformando en "cuadrillas bandoleras", con base en municipios y veredas, y se tornaron cada vez más en grupos autónomos con ánimo de lucro o financiadas por comerciantes y capas medias de ciudades y pueblos.
lidando con la ayuda de combatientes venidos del Tolima y el Quindío, empezaron a recibir apoyo de finqueros, hacendados, comerciantes y dirigentes partidistas locales, no sólo para protegerse de los restos de las bandas de "pájaros" y de las cuadrillas conservadoras que se habían constituido a partir de la nucleación de éstos (1957-59), sino como mecanismo para presionar compras y ventas de tierras para resolver conflictos locales. En las anteriores circunstancias las cuadrillas liberales se fueron transformando en "cuadrillas bandoleras", con base en municipios y veredas, y se tornaron cada vez más en grupos autónomos con ánimo de lucro o financiadas por comerciantes y capas medias de ciudades y pueblos; pero como lo veremos más adelante, en la medida en que se "voltearon" contra sus antiguos "protectores", perdieron el respaldo de quienes las habían propiciado y que ahora calificaban a sus integrantes de vulgares "bandoleros" y "malhechores". A partir de este momento las cuadrillas se fraccionaron en escuadras de dos o tres personas que tendían cada vez más al lucro personal, al robo, a las violaciones y al asesinato atroz, hasta degenerar en el "bandidismo". Que estas cuadrillas como hemos dicho surgieron espontáneamente de los campesinos y trabajadores con apoyo de dueños de fincas, y que posteriormente se les fueron uniendo los reservistas y combatientes venidos del Tolima y los Llanos, quienes se convirtieron después en famosos jefes "bandoleros"; se reafirma en el siguiente relato: "Entonces un tal Roberto Gómez, que había sido seminarista, muy liberal y muy guapo, que era maestro de escuela de Cumbarco, en limites con el Tolima, les
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dijo un día a los Restrepo, propietarios de muchas haciendas grandes: "Los guerrilleros del Tolima nos dan respaldo; armemos a los trabajadores y comencemos la defensa. Del Tolima nos mandan armas y nos mandan instructores para enseñar a la gente, o es que nos vamos a dejar matar como gusanos?" ( . . . ) Estos no querían meterse con cuadrillas pero como los godos los tenían jodidos y no les dejaban trabajador vivo, acordaron pedirle ayuda al General Arboleda. Y así fue, Evelio dizque llegó, armó con escopeticas a los trabajadores de los Restrepo y les dio instrucciones. (...)" (9).
Alfonso Llanos (A.| "Puente Roto".
habían peleado en el Tolima o en los Llanos, habían nacido entre 1929 y 1932, es decir, que para 1959-1960 al iniciarse las cuadrillas en el Valle, tenían aproximadamente treinta años. De todas maneras, de unas cuarenta cuadrillas existentes entre 1959 y 1965 en el Valle, la mayoría eran liberales. (Cuadro No. 13)
Aníbal Aguirre (a.) "paticortico".
Sin lugar a dudas, la cuadrilla presentó sustanciales diferencias con las bandas de "pájaros" entre otras cosas porque la razón de ser de la primera estaba dada por el mayor número de sus integrantes, principalmente campesinos que huyeron o se remontaron ante la persecución conservadora; esta característica les imprimió
Tanto las Cuadrillas liberales como las conservadoras tuvieron dos cuadrillas matrices, que después se fueron descomponiendo sucesivamente en otras. Las primeras cuadrillas liberales fueron las de CELEDONIO VARGAS, PATICORTICO y EL MOSCO, después se desdoblaron en su orden en las de PUENTE ROTO, ZARPAZO, TISTA y CENIZAS. Las dos cuadrillas iniciales conservadoras fueron las de MELCO y POLANCHO, que se fraccionaron en las de ARTURITO y EL POLLO OMAR. Unos y otros habían sido reservistas, 9, MOLANO, Alfredo. Los Años del Tropel, relatos de violencia. Caree, Cinep, Bogotá, 1985. Relato de Ana Julia, pp. 187-188.
Cuadrilla de Juan Bautista Tabares (a) Tista 1. Toño Cordona, 2. N.N., 3. N.N., 4. Arcenio Trujillo, 5. Capitán Fister.
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desde un comienzo una "acción social", de conservación y defensa que posteriormente garantizaría su crecimiento, desarrollo, y la consolidación de una gran base social de apoyo. Para el caso del Valle puede decirse que la cuadrilla fue básicamente liberal y en menor grado del M.R.L., o con influencia de izquierda; aun cuando a partir de 1955, con la descomposición de las "Bandas de Pájaros" y ante la falta de autoridad del Cóndor, se fortalecieron cuadrillas conservadoras. Una de las primeras cuadrillas del Nor-occidente del Valle fue precisamente la de "Lamparilla", organizada a partir de las bandas de "Pájaro Azul", "Pájaro Verde" y "El Pollo', famosos "pájaros" al servicio del Cóndor; de igual manera se integraron "pájaros" a la cuadrilla conservadora de MELCO. No puede desconocerse que detrás del tránsito hacia la "guerrilla política" o hacia el "bandolerismo" de las diferentes cuadrillas, jugó papel fundamental la pérdida o la ruptura de la "legitimidad" partidista (liberal, conservadora) alegada por éstas, y que las "cuadrillas bandoleras" y el "bandidismo" son los sectores "descompuestos" de la cuadrilla, que por la incapacidad de armarse de una ideología distinta a la del bipartidismo, y ante la pérdida de respaldo de estos sectores, no construyeron condiciones para evolucionar hacia la guerrilla con proyecto político alternativo. No obstante los señalamientos que ha hecho Hobsbawm sobre el "bandolerismo" — como fenómeno prepolítico— (10), el 10 HORSBAWM, E. Rebeldes Primitivos. Ariel, Barcelona, 1968, pp. 39-40. HOBSBAWM, E. Historiografía del Bandolerismo. En Pasado y Presente de la Violencia en Colombia, Sánchez y Peñaranda. Cerec, Bogotá, 1988. SÁNCHEZ, G. y MEKRTENS, Op. Cit.p. 63.
Detrás del tránsito hacia la "guerrilla política" o hacia el "bandolerismo" de las diferentes cuadrillas, jugó papel fundamental la pérdida o la ruptura de la "legitimidad" partidista (liberal, conservadora)
"bandolerismo" del norte del Valle y en general el que se desarrolló en los marcos de la Violencia Colombiana, reviste como es lógico partícularidades bien significativas, surgió de "guerrilias" o de "cuadrillas" con profundo contenida partidista y aun político; después evolucion(H hacia el "bandolerismo social" y hacia el "luí pen" o "bandidismo"; lo contrario a las evoluciones clásicas que anota Hobsbawm. Si la violencia de los 'pájaros" fue una violencia partidista por arriba, no puede afirmarse lo mismo para las cuadrillas ya que éstas presentaban grandes diferencias con los primeros, siendo en el Norte del Valle donde hubo sin lugar a dudas grandes presiones sobre la tierra de los pequeños y medianos propietarios por parte de los "jefes partidistas" que respaldaban una y otra cuadrilla; se impusieron mayordomos y administradores de fincas que contaban con el respaldo y eran sostenidos por los cuadrilleros (11). Las cuadrillas "bandoleras" surgieron en un movimiento de doble sentido: desde las capas altas y medias de la sociedad local, es decir caciques, jefes partidistas, hacendados, finqueros y comerciantes que les apoyaron para 11. Los mayordomos y administradores de fincas al servicio di las cuadrillas, fueron muy comunes en el norte del Valle] Quindío. Ver: SÁNCHEZ" G. y MEERTENS, D. Bandole Gamonales y Campesinos, ORTIZ, M. Estado y Subvers en Colombia. BUITRAGO, E. Zarpazo otra cara de la violi cia. Vm BRIGADA. De la Violencia a la Paz. Imprenta partamental de Caldas.
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defender sus propiedades, para homogeneizar veredas, para presionar compra o venta de tierras, para comprar café y otros productos a menos precio, etc.; y desde abajo el campesino raso que las fue apoyando por temor, por simpatía, porque algunas se constituyeron en las únicas defensoras de las agresiones de las cuadrillas del bando contrario o de la vereda vecina, ante la "pasividad" y la "falta de capacidad del Estado" para resolver los conflictos de la sociedad civil, o porque algunas combinaban los servicios a terratenientes y hacendados con acciones sociales para el campesinado pobre, que veía en estos grupos a unos "luchadores", a unos "muchachos" que se habían remontado y se habían rebelado contra una situación oprobiosa. Hubo pues reparto de municipios y veredas entre cuadrillas que alega-
El "bandolerismo" del norte del Valle surgió de "guerrillas" o de "cuadrillas" con profundo contenido partidista y aun político; después evolucionó hacia el "bandolerismo social" y hacia el "lumpen" o "bandidismo".
ban la defensa en nombre del liberalismo o en nombre del conservatismo. La cuadrilla ofrecía múltiples ventajas; fuera de las ya anotadas era de una gran movilidad y muy fácil de mimetizarse, pues de una cuadrilla se conocía generalmente su jefe y dos o tres de sus integrantes, el resto se camuflaba como trabajadores o jornaleros que cumplían el doble papel. Refrendados los acuerdos del Frente Nacional en 1959, los partidos suprimieron públicamente el apoyo a los cuadrilleros. Sin embargo, en las regiones el proceso no fue acatado por todos los jefes locales con intereses económicos y de ascenso político divergente; además las cuadrillas ya habían conformado estructuras de poder, movilidad y apoyo propio que las fueron caracterizando como cuadrillas "bandoleras" en las
1. Luciano Gómez, 2. ( a . ) Arturo, 3. José Raúl Nieto García.
que la filiación partidista, si la mantenían, era apenas un pretexto, pues cada vez más se habían vuelto contra sus anteriores "auspiciadores" y "protectores", virando incluso algunas hacia el "bandolerismo social", "bandidismo" o la "guerrilla política". Los jefes de cuadrilla se fueron imponiendo mediante el boleteo y la amenaza y los dueños de finca tuvieron que contentarse con el reparto de la producción de su finca o hacienda entre tres: la cuadrilla, el mayordomo impuesto o subordinado a ésta y el propio dueño, quien no podía aparecer por la finca sin autorización del jefe de la cuadrilla. De igual manera, hubo cuadrillas que en la medida en que intensificaban sus intereses
La cuadrilla ofrecía múltiples ventajas: era de una gran movilidad y muy fácil de mimetizarse, pues de una cuadrilla se conocía generalmente su jefe y dos o tres de sus integrantes, el resto se camuflaban como trabajadores o jornaleros que cumplían el doble papel.
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Tanto en el desarrollo como en la consolidación de las cuadrillas en el Norte del Valle jugaron papel definitivo la economía cafetera, el marcado interés de éstas en manejar a los administradores de fincas y el robo de café que se facilitaba igualmente por su comercialización y buen precio hasta convertirse en dinero constante y sonante. Ahora bien, esta economía cafetera, no sólo propiciaba el café con su fácil comercialización y buen precio, sino "peones", "lungos", trabajadores más o menos temporales y móviles, ingrediente humano que nutrió de hombres a las cuadrillas y que posteriormente condicionó el desarrollo de las mismas al control de los trabajadores de las distintas fincas, mediante el manejo y condicionamiento de los mayordomos.
Manuel Alvarez Torres ( a . ) Arturo.
lucrativos tales como el secuestro y el hurto, combinaban exitosamente las actividades rurales con las urbanas. Así se destacaron "Zarpazo", "La Gata", "El Mosco", "Joselito", "Puente Roto", "Pepe", "Despiste", La Hiena", "El Grillo", "Boyeyo", "Arturito", "Rasguño", "Patetrapo", "El Mono" y otros (12). Para hacer sus "trabajitos", las cuadrillas utilizaron incluso los servicios de los "Pájaros", estableciéndose desde ya una diferencia bien marcada con el viejo "pájaro pueblerino y veredal" de los años 49 al 55, ahora transformado claramente en un SICARIO PROFESIONAL, en un matón a sueldo sin ninguna identidad partidista; las cuadrillas conservadoras de "Melco", "Zarpazo" y "Polancho" fueron unas de las más representativas en este sentido(13). 12. Ver: Sumario contra (Ruñido) y (la Pastusita), Juzgado Cuar to Superior Tuluá, Rad. 1656. Sumario contra la Cuadrilla del (Mosco), Juzgado Segundo Superior, Buga, Rad. 14639. Ver también: SÁNCHEZ y MEERTENS. Op. Cit. ORTIZ, O Opl Cit. VID BRIGADA. Op. Cit. BUITRAGO, E. Op. Cit. 13. Incluso para este periodo, muchos "pájaros" eran traídos de regiones de Santander, Boyacá, Tolima, Quindío y Antioquia. Particularmente Támesis, Antioquia, fue una región que produjo numerosos sicarios.
Las cuadrillas llegaron a establecer impuestos en cargas de café y animales según la producción de la finca, grupos móviles de las cuadrillas que la mayoría de las veces se dividía en escuadras de 4 o 5 hombres, recorrían las fincas cobrando el impuesto en cargas de café, er reses y hasta en gallinas; a estos grupos campesinado los identificó con el significativo nombre de Diezmeros. Estas mismas escuadras presionaban la venta barata de la tierra y hacia 1959 y 1960, fincas cafeteras de 30 plazas, que tenían un costo real de unos $40.000,oo, fueron vendidas después de estas presiones en $12.000,oo; muchos de los hoy prósperos hacendados, finqueros y comerciantes de poblaciones del norte del Valle llegaron a tales posiciones, después del apoyo a famosos cuadrilleros. Hubo pues para estas regiones un reacomodo de clases, ascendieron socialmente una serie de fracciones de las clases medias, a la sombra y al estruendo de las carabinas de los cuadrilleros y bandoleros (14). 14. El café jugó un papel preponderante en la violencia en el norte del Valle y el Quindio, su facilidad de comercio, ni facilidad de almacenamiento, y los buenos precios del grano en el mercado en aquel periodo lo convirtieron en un dinami-zador sostenedor de las cuadrillas y los bandoleros. El nombre de Diezmero fue tomado de la terminología religiosa de la iglesia, que para este periodo todavía percibía diezmos de los campesinos. La presión sobre los propietarios para la venta de tierra y el ascenso de sectores medios, fue muy parecido guardando las proporciones y las nuevas clases sociales", con lo que esto aconteciendo actualmente en Urabá, Córdoba y Cesar; en los sesentas se utilizó a la cuadrilla y al bandolero, ahora se utiliza al gatillero, al sicario. Varios de los sumarios referenciados hacen alusión a estoe problemas, igualmente las charlas informales con testigos del norte del Valle.
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El boleteo y la amenaza se hicieron frecuentes para presionar la venta de tierras a menor precio, o para evitar la compra por parte de terceros como se desprende del siguiente hecho: Un ciudadano liberal de una vereda en Ansermanuevo, decidió vender su finca a un conservador de Salamina, Caldas; el negocio se cerraría con la firma de la escritura una semana después en Cartago; en el lapso de esta semana el comprador conservador recibió la siguiente boleta: "Estamos sacando a todos los conservadores de este lugar. No compre la finca porque la pierde y usted quedará metido en un hoyo, firmado: La Sombra" (15).
Las cuadrillas, además de contar con la complicidad de ciudadanos y algunas autoridades, se vieron favorecidas por la facilidad de evadir la acción de la autoridad de uno y otro lado de Valle y Caldas, pasándose después de cada asalto al departamento contrario a donde se había efectuado la acción, pues el ejército y la policía sólo tenían jurisdicción sobre su respectivo departamento. Como se desprende de lo anterior la actuación del ejército, ligado a Brigadas por los departamentos Caldas y Valle, y no a regiones y zonas en las que se actuara en conjunto, independientemente de la jurisdicción respectiva, fue durante mucho tiempo un factor que no sólo facilitó el desarrollo y consolidación de cuadrillas y grupos de "bandidos", sino que impidió un accionar más "efectivo" del "Esta15. Sumario por triple homicidio contra Ramírez y otros, Juzgado Segundo Superior Buga, Rad . 14639, folio 94.
"Estamos sacando a todos los conservadores de este lugar. No compre la finca porque la pierde y usted quedará metido en un hoyo. firmado: La Sombra".
do" sobre estos grupos armados. En este sentido y para superar el problema, el 12 de Enero de 1959 se dieron cita en Cartago, población del norte del Valle los Gobernadores Absalón Fernández de Soto y Gilberto Arango Londoño, de Valle y Caldas respectivamente, con sus Secretarios de Gobierno y con los Comandantes de la Policía y el Ejército (16). Este tipo de encuentros y reuniones se generalizaron, no sólo entre autoridades civiles y militares sino entre los gremios, los hacendados y los finqueros, pues cuando los grupos que ellos mismos habían armado y apoyado desde los directorios partidistas y desde las jefaturas veredales y pueblerinas, se les voltearon como un "bumerang", inmediatamente los descalificaron llamándolos precisamente "bandoleros", "bandidos", "antisociales" y "malhechores"; es en este marco que se va a abrir la posterior creación de la VIII Brigada en 16. El País, Cali, Enero 14 de 1958
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El "bandidismo" tuvo que enfrentar no sólo el aislamiento y la pérdida de filiación partidista, sino los cercos de un ejército ahora preparado en la lucha irregular, no obstante lo que definitivamente lo hundió fue la agresión a su propia base social de apoyo.
1962, integrando batallones del norte del Valle y Caldas bajo un solo mando, y posteriormente se va a facilitar la entrada del Batallón Colombia, con su Guerra Psicológica "Operación Sonrisa" dentro del llamado PLAN LAZO. Como se puede apreciar, en el norte del Valle las cuadrillas de bandoleros y bandidos se mantuvieron vigentes hasta que los finqueros, los hacendados y el "Estado" consideraron que era delictiva su actuación, es decir, cuando el equilibrio se rompió; a partir de allí fueron perseguidos y cazados como "vulgares delincuentes". Según nuestro análisis, el "bandidismo" se mantuvo durante más tiempo pero se encontró acorralado, pues tuvo que enfrentar no sólo el aislamiento y la pérdida de filiación partidista, sino los cercos de un ejército ahora preparado en la lucha irregular no obstante lo que definitivamente lo hundió fue la agresión a su propia base social de apoyo, la población campesina que le admiraba y protegía.
se integraba fácilmente en la sociedad, ya que sólo el Estado y los terratenientes consideraban delictivas sus actividades" (17).
Es aquí donde la valiosa categoría de "bandolerismo político'' propuesta por Gonzalo Sánchez (18), quien lleva adelante la tesis de Hobsbawm sobre bandolerismo social, merece algunas reflexiones, ya que a nuestro modo de ver lo que se aprecia en muchas regiones colombianas afectadas por la Violencia de los cincuentas, es la evolución del bandolero por lo menos en cuator niveles, a saber: 1. Bandolerismo social: incluiría a todo rebelde que encarnaba formas de protesta contra lo establecido y que era, a los ojos del campesi nado, un perseguido, un defensor de los intereses del pueblo que contó con el perma nente apoyo de la masa. El bandolero social podía adquirir filiación liberal o conservadora, que le era mantenida en tanto no atentara contra los intereses de estos partidos. 2. Bandolerismo partidista (liberal o conserva dor): era aquel bandolero social que se adhe ría durante un período a los partidos tradicio nales, y que posteriormente, en la medida en que entraba en contradicción con los intereses de éstos, iba perdiendo su adhesión o se le negaba. Al ir rompiendo la sujeción ideológica partidista, a este tipo de bandolerismo le fue posible evolucionar hacia la guerrilla, consolidan17. HOBSBAWM, E. Op. Cit.pp. 40-41. 18. SANCHEZ, Gonzalo y MEERTENS, D. Bandoleros, gamona les y campesinos. Ancora, Bogotá, 1988, pp. 59-61.
En este sentido E. Hobsbawm analizando el bandolerismo social manifiesta: "No sabemos exactamente lo que llegaba a durar una cuadrilla. Dependía, se supone, de lo mucho que hiciera notar su presencia, de la tensión a que llegará la situación social, de lo compleja que fuera la situación internacional —en el período que media entre 1799 y 1815 la ayuda borbónica y británica a los bandoleros locales facilitaría seguramente su continuidad a lo largo de varios años—, y de la protección de que se beneficiase. Giuliano (que la tuvo mucha) duró seis años. (...) Sin embargó, una pequeña cuadrilla aislada sin grandes pretenciones como la de Domenico Tiburzi, en los confines del Lacio, pudo seguir adelante durante veinte años (aprox. 1870-1890). Si el Estado se lo permitía, el bandolero podía sobrevivir y retirarse a la vida campesina corriente, porque el ex-bandolero
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do una ideología que confrontaba la del bipartidismo. El bandolerismo partidista, al igual que el social, contó con una gran base social de apoyo (Efraín González "Siete Colores", Teófilo Rojas "Chispas", fueron bandoleros que pasaron por esta etapa; Manuel Marulanda Vélez "Tiro Fijo", la superó hasta evolucionar a la guerrilla). 3. Bandolerismo común o Bandidismo: produc to del desarrollo mismo de la violencia, alimentado por las contradicciones y frustra ciones de los sectores en conflicto (religiosos, psicológicos, familiares, etc.), no consolidó adhesión partidista, ni tuvo condiciones para evolucionar hacia la guerrilla. Al volcar su agresión en contra de la base social que le apoyaba, la fue perdiendo máxime si se tiene en cuenta tanto el aislamiento, como la presión ejercida por las fuerzas represivas y los partidos tradicionales. (Jacinto Cruz Usma "Sangre Negra", es uno de los más representativos de esta fase). 4. Guerrilla: en ella convergieron, además de sectores campesinos y urbanos, gran número de bandoleros partidistas; juntos comenzaron a romper con la ideología liberal-conservadora. Es importante tener presente que en la base de cada una de estas cuatro etapas se hallaba el
bandolero social clásico, con fases o momentos de las otras. Hubo casos de bandoleros que atravesaron las cuatro: claro ejemplo de éstos fue el de "Chispas", quien llegó hasta los umbrales de la guerrilla; otros como "Tirofijo" y Pedro Brincos, evolucionaron desde el bandolerismo social, pasando por el partidista hasta llegar a la guerrilla (19). Finalmente, traspasando los anteriores procesos, más en contra que como apoyo, se encuentra "el pájaro"; éste se ubica como doble sicario, como matón político a sueldo que ejerce una violencia selectiva y que desaparece a los "elementos peligrosos". Ligado a las fuerzas represivas del Estado, su continuidad hoy son el M. A.S., los sicarios de la moto y otros grupos paramilitares; la gran diferencia existente entre este tipo de grupos y los que tienen como origen en bandolerismo social, es la ausencia de base social de apoyo, ya que los primeros son fuerzas osuras que actúan a mansalva, desde afuera (20). A este respecto es interesante buscar las conecciones entre los "Pájaros" de la última fase de la Violencia de los Cincuentas, es decir los que
1. Carlos Aguirre ( a . ) "Fastidio", 2. Duván Antonio Patiño Moreno ( a . ) Mono Duván, 3. Reinaldo Antonio Correa Vallejo (a.) Toño o el Cabezón.
19. En la base de los cuatro procesos esté el bandolero social clásico, que encama con su lucha una reivindicación social elemental e ingenua; cuando rompe con la ideología inheren te, ancestral y primitiva y adquiere cada vez más una ideología derivada, avanza según las contradicciones políticas y sociales hasta llegar a plantearse la toma del poder político 20. El Pájaro es movilizado, llevado desde fuera, hace su "trabajito" y se vincula la mayoría de las veces a sus acciones cotidianas, no tiene base social, no la necesita, más bien la destruye, esta es su razón de ser, de allí su diferencia con todas las formas de bandolerismo y con la guerrilla.
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actuaron como Sicarios Políticos, y los actuales gatilleros utilizados por la mafia y los distintos Escuadrones de la Muerte, pues muchos Sicarios reclutados en Medellín, en Urabá y en el Magdalena Medio guardan sorprendentes conecciones con antiguos "Pájaros" de poblaciones del Valle, Quindio y Caldas. Recientemente dos muchachos de 18 y 19 años acusados de ser integrantes de la red de sicarios de la Mafia antioqueña, resultaron ser hijos de un antiguo realizador de "trabajitos" en varias poblaciones del Valle, durante la década del cincuenta. En charlas sostenidas con pobladores
de los departamentos mencionados, éstos fueron enfáticos en manifestar que: —muchos pollos desocupados y sin trabajo que ante la falta de qué hacer en estos pueblos, se dedican al trago, al juego y a las drogas terminan enrolados con los grupos de matones, el paso es casi siempre el mismo; un día cualquiera cometen un asesinato en una pelea o en la zona, después de perderse del pueblo van a parar a Apartado, Chigorodó o a cualquier población de esta región, donde tienen un pariente o un conocido, allí comienza lentamente su ascenso como gatilleros.
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MUJERES INCAUTAS Y SUS HIJOS BASTARDOS. CLASE, GENERO Y RESISTENCIA CAMPESINA EN LA REGIÓN CAFETERA DE CUNDINAMARCA (1900-1930) (Segunda Parte) Michael F. Jiménez
HACIENDAS MAS GRANDES DE LA LADERA OCCIDENTAL: No es de extrañar que la resistencia de los campesinos pobres, y de los hombres en particular, haya ocurrido dentro del marco de la ideología de género elaborada por las clases altas e incorporada a la cultura campesina desde mediados del siglo XVI en adelante. Sin descontar el afecto y respeto mutuos entre los sexos, que seguramente existía entre los campesinos, los hombres campesinos aceptaron el modelo patriarcal, en particular la propuesta de que las mujeres eran dominadas por una sexualidad casi demoniaca la cual las hacía diferentes de los hombres y que era necesario considerarlas en última instancia como posesiones de estos. Esta visión parece haber dado a los hombres campesinos mucha libertad para usar sus mujeres en la compleja batalla psicológica librada contra los caficultores de la vertiente occidental a comienzos del siglo XX. En ciertas ocasiones colaboraron en las depredaciones sexuales de sus amos. Las juerga- que a veces acompañaban las visitas de los propietarios a sus haciendas incluían
encuentros íntimos, a menudo forzados, con las mujeres campesinas, arreglados por los hombres campesinos (46). Al 46. Para un ensayo útil sobre el problema de la mujer como objetos de intercambio sexual, ver Gayle Rubin, "The Traffic in Women Notes on the Politícal Economy' of S»>x", en Toward and Anthropology of Women, ed., Keyne Rapp Reiter (Nueva York: Monthly Review Press, 1975), p 157-210.
empeñar sus mujeres a los hacendados y los administradores, estos hombres pueden haber esperado ganarse favores o privilegios. Pero tal vez había, en estos intercambios, algo más que reverencia; pudo haber sido una sensación de poder en el cual las pasiones de los jefes los habían hecho vulnerables a las manipulaciones de aquéllos que suministraban los instrumentos
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Mientras que se apoyaban en los derechos inherentes al patriarcado para luchar contra los hacendados y sus representantes, los hombres campesinos también estaban en alerta contra las amenazas a sus mujeres provenientes de otro frente. Los jefes de las unidades familiares de los estancieros, que rápidamente se tornaban en las instituciones campesinas más duraderas y estables en la ladera occidental, especialmente temían a los labriegos migrantes; el tiempo de la cosecha era un período especialmente tenso, durante el cual los encuentros sexuales y los embarazos parecen haber aumentado. de su placer. Los amos en su lujuria se encontraban, entonces, momentáneamente en desventaja en comparación con los hombres de clase baja. Generalmente, sin embargo, los hombres campesinos buscaban "proteger" a sus mujeres, lo cual significó como mínimo alejarlas de sus propios deseos e intereses. Irónicamente, la presunción central del modelo patriarcal que el valor de un hombre dependía de su habilidad para poseer mujeres, bien sea compañeras o hijas, enfrentó directamente a los hombres campesinos con sus superiores en la escala social. En el alevoso ambiente social de las grandes haciendas, la sexualidad depredadora de los hacendados y mayordomos puso en riesgo la autoestima masculina. Por lo tanto los hombres campesinos se encontraban en un estado continuo de alarma acerca de los avances sexuales a sus mujeres por aquéllos en el mando. Al llegar los años 20, la situación probablemente era más volátil
que nunca porque los terratenientes ausentistas habían virtualmente dejado de cultivar las intimidades del paternalismo, así que la salvajez intrínseca de las relaciones de clase se tornaron aún más evidentes. Los hombres campesinos intentaron impedir dichas intrusiones en sus familias, ocultando a las jóvenes de los hacendados y mayordomos, haciendo lo posible por excluir a las mujeres de lugares de trabajo sin supervisión familiar, y reportando incidentes escandalosos a las autoridades. Cuando estas tácticas no funcionaron, hicieron llamados a los poderes sobrenaturales para protegerlas. Por ejemplo, al acercarse un propietario o administrador, los hombres comenzaban a cantar para prevenir a las mujeres y clamar por la intervención de los espíritus en la batalla contra los amos. Cascabel, cascabelito Entre la caña andando A morder el pie del capataz Que pisó mi rosal (47).
47. Este sonsonete fue cantado durante entrevistas con campesinos ancianos en Viotá en 1980. También aparece en un estudio sobre el folclor del altiplano cundiboyacense de Octavio Quiñones Pardo, Cantares de Boy acá (Bogotá: Librería Atena, 1937), p. 89. En un prefacio a ese volumen, Germán Arciniegas escribió que el campesinado "reducido al silencio y a la pasividad... buscó maneras casi mágicas para escapar de los ojos y el poder de sus amos". p. xxxi. Para una discusión extensiva de la utilización de la magia como un vehículo de lucha social, especialmente en el contexto de género, ver Silverblatt, Moon, Sun, and Witches, Capítulo XI.
En el alevoso ambiente social de las grandes haciendas, la sexualidad depredadora de los hacendados y mayordomos puso en riesgo la autoestima masculina. Por lo tanto los hombres campesinos se encontraban en un estado continuo de alarma acerca de los avances sexuales a sus mujeres por aquéllos en el mando.
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Aunque tanto las élites como los hombres campesinos compartían la visión de una familia dominada por el varón, este ideal patriarcal nunca logró afianzarse en su totalidad. Las tasas de ilegitimidad en la ladera occidental se mantuvieron en un nivel elevado durante el periodo; en 1906, el 75 por ciento de los nacimientos en Viotá eran ilegítimos, sufriendo una leve disminución al 63 por ciento a finales de los años 20 (48). Una proporción tan alta de dichos nacimientos puede deberse a la posición subordinada de las mujeres de clase baja en la región y a la fragilidad de las instituciones que velaban por sus intereses como esposas y madres, una opinión articulada por Jesús del Corral y otros en las primeras décadas del siglo XX. Por otro lado, los nacimientos
ilegítimos pueden haber reflejado las decisiones de las mujeres de entrar en relaciones con hombres en las cuales ellas poseían una mayor autonomía personal, tanto en lo privado como en lo público. Algunas mujeres campesinas parecen haber calculado las posibilidades para protegerse y mejorar su posición por medio de intimidades con propietarios y mayordomos. Las visitas de los cafeteros con sus pandillas de amigos no sólo rompían la monotonía de la vida en las plantaciones, sino también daban oportunidades para el ofrecimiento de favores sexuales por parte de las campe-simas jóvenes a cambio de bienes materiales —tales como un par de zapatos o un vestido— o para escaparse a una vida potencialmente mejor en la ciudad como sirviente, costurera o prostituta (49). Las posibilidades para lograr estos cambios en la fortuna de mujeres jóvenes quienes enfrentaban una vida de absoluta miseria y desgracia no eran siempre fáciles de prescindir. De esta manera, a pesar de los evidentes peligros para 49. Existe evidencia impresionista respecto de la crisis en el altiplano cundiboya-cense, pero hasta la fecha ningún estudio profundo del decaimiento del orden tradicional que ocurrió allí a finales del siglo XTX. Ver un estudio comunitario de Orlando Fals Borda en el cual presenta amplias generalizaciones acerca del altiplano, El hombre y la tierra en Boy acá: desarrollo histórico de una sociedad minifundista (Bogotá: Editorial Punta de la Lanza, 1973). Ver también el análisis de McGreevey sobre los datos de vagancia en diferentes regiones de Colombia, An Economic History of Colombia, p. 175; El resumen de Palacios sobre la información que respecta este tema en CoSee in Colombia, p. 68-71; y una monografía sobre una región de Boy acá, Fernando López G., "Evolución de la tenencia de tierra en una zona minifundista", Centro de estudios sobre desarrollo económico 29 (Noviembre 1975).
las mujeres campesinas que buscaban autonomía por medio de intimidad con aquéllos más poderosos que ellas, su consentimiento a dichas relaciones representaba otra divergencia de las normas sociales del patriarcado, su desafiante dominación por parte de hombres campesinos que se consideraban avergonzados y deshonrados por estos encuentros (50). La aparente anomalía de estas decisiones de las mujeres campesinas, en las cuales el patriarcado tenía tan fuerte influencia en la imaginación de ricos y pobres por igual, se puede explicar a varios niveles. En primer lugar, las mujeres campesinas recurrían a una ideología de género alternativa, con profundas raíces históricas. Antes de la conquista, las mujeres de los populares altiplanos occidentales habían tenido una autonomía sexual y una independencia económica considerables. El proyecto patriarcal de la sociedad colonial pretendía rediseñar las relaciones de género, a medida que los terratenientes eclesiásticos y hom50. Para una discusión de estas formas de intimidad sexual y organización familiar, ver Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, p. 71-95; y los siguientes estudios del estado legal del concubinato en Colombia durante los siglos XTX y XX, Humberto Ruiz, "El concubinato como fuente de relaciones jurídicas, Tesis no publicada, Universidad Nacional, 1955, y Pedro Alejo Cañón Ramírez, Derecho civil: sociedad conyugal y concubinato Tomo I. Volumen n. (Bogotá: Editorial ABC, 1983). Para comparaciones del desarrollo de la estructura familiar de Colombia con otras áreas de Latinoamérica, particularmente Ecuador y Argentina, ver Eduardo Archetti, "Rural Families and Demographic Behavior: Some Latín American Analogies", Comparative Studies in Society and History 26:2 (1984), p. 251-279.
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(52). Estas relaciones permanecieron subterráneas por muchos siglos, operando al margen de una estructura de clan campesino y de un orden social donde regía el patriarcado. Esta ideología de género alterna, la cual conllevaba mayor autonomía para mujeres de la vida doméstica y en menor grado en la vida pública, floreció durante el establecimiento de la agricultura de exportación en la ladera occidental desde la última cuarta parte del siglo XIX en adelante (53). El patriarcalis-
bres campesinos imponían límites a la vida pública y privada de las mujeres, aunque la solidez de la familia dominada por el hombre impuesta por las élites europeas y la iglesia católica fue socavada al principio del período colonial por la baja en la población, la transferencia de hombres a trabajos lejos de sus aldeas y la dependencia del trabajo femenino en la economía doméstica. Probablemente las instituciones patriarcales se cristalizaron con el surgimiento demográfico y la prosperidad económica de los altiplanos durante el siglo XVIII, aunque en la segunda mitad del Siglo XIX el estancamiento económico y la expansión demográfica causaron un desplazamiento del campesinado y probablemente un debilitamiento de la familia dominada por el varón entre los campesinos pobres (51). A pesar 51. Debe notarse que la tasa de ilegitimidad en el altiplano permaneció sorpresivamente baja tanto en comparación con el promedio departamental como con aquéllas de las zonas cafeteras. Cáqueza, por ejemplo, una tradicional aldea
de varios siglos durante los cuales un campesinado del altiplano relativamente estable dentro de un orden señorial surgió en la región cafetera de Cundinamarca, sobrevivieron los patrones de intimidad y organización familiar que existían antes de la conquista, los cuales se basaban en una igualdad de género relativa y una considerable autonomía de las mujeres. A pesar de severas sanciones, existía un rango de alternativas para mujeres en sus relaciones con hombres, incluyendo encuentros sexuales premaritales, la opción del madresolterismo, matrimonios de unión libre, y el concubinato
de pequeños propietarios al este de Bogotá, presentaba una tasa de ilegitimidad de sólo 21.8 por ciento en 1905, disminuyendo al 17.5 por ciento al llegar el año 1927. Esto es al menos una indicación de la persistencia de las normas patriarcales en el altiplano durante un periodo en el cual los nacimientos ilegítimos se mostraron sorpresivamente resistentes a alteraciones en tierra caliente. Arboleda, Estadística general de la República de Colombia, p. 65; y Anuario estadístico de Colombia, XXXm, p. 87-90.
52. Gutiérrez de Pineda sugiere que este era un patrón que se desarrolló dentro del tradicional orden señorial en el altiplano y que persistió en tierra ca liente. Familia y cultura en Colombia, p. 65. Silberblatt nota un proceso similar en el Perú post-conquista donde las mujeres "usaron los contactos que su sexualidad proporcionaba para ganar favores de hombres en posiciones de poder... La prostitución o el concubina to era un camino que algunas mujeres nativas escogieron para dar un tanto de seguridad a sus vidas mezquinas". Moon, Sun, and Witches, p. 146. Similarmente, en su estudio del rápido cam bio social en Nueva York a finales del siglo XVHI y a comienzos del siglo XIX, Christine Stansell argumenta que estas aparentes violaciones de las normas sociales se han entendido principalmente como actos "imbuidos de desesperanza y tristeza. Un entendi miento tal, sin embargo, ignora el hecho de que esta fuera una sociedad en la cual muchos hombres todavía creían que el sexo forzado era una pre rrogativa. Dentro de este contexto, el precio de la prostituta no era una rendi ción a la explotación de los varones sino una manera de convertir una relación unilateral en una recíproca". City of Women: Sex and Class in New York, 1789-1860 (Nueva York: Pantheon, 1986), p. 185. 53. Entrevistas con muchos individuos en Viotá sugieren que el "problema de las faldas" era más complicado que la r visión de explotación y abuso descontrolados que Jesús del Corral pintó en su discurso de 1914. Tanto hombres como mujeres indicaron que durante estos años muchas jóvenes solteras tenían relaciones intimas con mayordo mos, capataces, y con los propietarios
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El patriarcalismo de la familia campesina del altiplano no sobrevivió intacto su trasplante a los distritos cafeteros donde la reafirmación de la conformidad centrada en el clan resultó bastante difícil.
mo de la familia campesina del altiplano no sobrevivió intacto su trasplante a los distritos cafeteros donde la reafirmación de la conformidad centrada en el clan resultó bastante difícil. Como venían de muchas regiones diferentes del altiplano, estos migrantes no se fusionaron en una sociedad campesina coherente durante varias generaciones de continuo movimiento hacia las tierras de colonización al sudoeste de la capital (54). Además, todos los miembros de la familia generalmente no viajaban juntos a los distritos cafeteros. Más comúnmente, los hombres jóvenes que seguían las cosechas hacían tratos con los mismos y que había un elemento de reciprocidad en estas relaciones. Evidencia sobre este y otros asuntos acerca de las relaciones género se ha sacado de las siguientes entrevistas, entre otras, llevadas a cabo en Viotá en 1980. Cecilia Castro, Viotá, 12 de marzo de 1980; Laura Agudelo, Viotá, 12 de abril de 1980 y conversaciones subsecuentes; Emilio Pineros, Viotá, 6 de febrero de 1980 y conversaciones subsecuentes; Jaime Muñoz, Viotá, 22 de julio de 1980; y Francisco Bemal, Bogotá, agosto de 1987. . La fuente de información sobre la migración de mujeres y su papel en las grandes haciendas es Cecilia de Castro, pequeña propietaria y cuidandera de la Hacienda Costa Rica, quien se trasladó del altiplano a Viotá poco después del cambio de siglo. Entrevistada en Viotá, 12 de marzo de 1980.
propietarios para empleo a largo plazo y luego mandaban por una hermana o prima para ayudar en el cultivo de una parcela y en la preparación de la comida. Muchas mujeres jóvenes también vinieron por su propia cuenta a las plantaciones cafeteras (55). Por lo tanto, los migrantes estaban ingresando a una nueva sociedad donde las presiones de la organización patriarcal estaban bastante disminuidas. Una medida de la debilidad de los clanes dominados por el varón en la región fue la relativa escasez de relaciones de parentesco que hubieran complementado o fortalecido el patriarcado (56). Finalmente, las mujeres jóvenes que venían a los distritos cafeteros seguramente gozaban de cierta ventaja en cuanto a la escogencia de sus parejas, dado el mayor número 55. Esto entró en mi conocimiento debido al historiador y bibliotecario de Viotá, José Genigno Galindo. Entrevistado en Viotá, 4 de febrero de 1980 y conversa ciones subsecuentes. 56. Colombia, Anuario estadístico de Co lombia, 1936, p. 65-66.
La trinidad de las instituciones paternalistas terratenientes, Estado e Iglesia- no fue lo suficientemente fuerte y sus diferentes partes no cooperaron suficientemente entre sí para garantizar una población disciplinada y conformista en los distritos cafeteros, especialmente respecto a las ortodoxias de género. de hombres que había allí en comparación con las comunidades provenientes del altiplano. Allí, por ejemplo, las mujeres conformaban del 52 al 55 por ciento de la población, mientras que estos porcentajes estaban invertidos en tierra caliente (57). Mientras que la migración misma debilitó las tradicionales estructuras y relaciones familiares, los habitantes del altiplano llegaban a un mundo que sólo quedaba a unos cientos de millas pero era un universo totalmente diferente de las veredas y haciendas que habían dejado atrás. Según Gutiérrez de Pineda, los sistemas familiares influidos por esta ideología se arraigaron en un ambiente ajeno a los controles religiosos y a las presiones sociales que anteriormente habían soportado (58). De hecho, el paternalismo de las élites que había sostenido las relaciones 57. Familia y cultura en Columbia, p. 39. 58. Para una discusión de los conflictos entre caficultores y el gobierno Conser vador antes de 1930, ver Michael F. Jiménez, ' 'The Limits of Export Capitalism; Economic Structure, Class and Politics in a Colombia Coffee Municipality, 1900-1930", Tesis doctoral no publicada, Harvard University, 1985, Capítulo III.
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patriarcales entre las clases bajas del altiplano se mostró débil en la ladera occidental. La trinidad de las instituciones paternalistas —terratenientes, Estado e Iglesia— no fue lo suficientemente fuerte y sus diferentes partes no cooperaron suficientemente entre si para garantizar una población disciplinada y conformista en los distritos cafeteros, especialmente respecto a las ortodoxias de género. El creciente ausentismo de los hacendados que viajaban por negocios o placer en la capital de la nación o en el extranjero dificultó, como hemos visto, que se mantuviera el valor de "moneda" del paternalismo en las plantaciones mismas. Además, la relativa debilidad del poder estatal en las regiones tropicales de Cundinamarca antes de la Gran Depresión explica parcialmente la laxitud social que allí existía, en contraste con el altiplano cundiboyácense. Amargos antagonismos en los distritos de las plantaciones cafeteras entre el régimen Conservador y los propietarios de mayoría Liberal dificultaron la cooperación entre las clases altas orientadas a la exportación y el gobierno para controlar las clases bajas y regular las labores gubernamentales. Hubo fricciones constantes entre los grandes caficultores y las autoridades en cuanto a los impuestos, las obligaciones laborales públicas de los arrendatarios, las responsabilidades para el manteniniento de las carreteras, y los avalúos de la finca raíz (59). 59. En contraste con la debilidad de la autoridad de la Iglesia en los distritos con grandes plantaciones cafeteras en las cercanías de Bogotá se encuentra la franja antioqueña en Colombia occidental donde los curas y los hombres de bien en las comunidades cafeteras de
La tensión persistente entre hacendados y estado tuvo consecuencias trascendentales acerca del cumplimiento de la ortodoxia cultural que había prevalecido en el altiplano cundiboyácense. En primer lugar, la Iglesia católica fue incapaz de imponer la tradicional estructura de dominio de clase en estos distritos. La alianza de amo y clérigo local fue claramente débil en muchas comunidades de la ladera occidental; los pocos curas en la región rara vez atendían a las necesidades espirituales de los pobres, quienes, como lo reportó Jesús del Corral, huían de los misioneros católicos (60). Asimismo, los
pequeños propietarios exitosamente impusieron una conformidad cultural. Ver Christopher Abel, "Conservative Politics in Twentieth Century Antioquia, 1910-1953", Latin American Center St. Anthony's College, Oxford. Ocassional Paper ffl. (1973). p. 743-746 y Gutiérrez de Pineda, Familia y cultura en Colombia, p. 274-295. 60. Un ejemplo de las fricciones entre las comunidades predominantemente Liberales en la ladera occidental y la Iglesia católica es el conflicto entre Fr. Obdulio Chala, el cura párroco, y
esfuerzos de la Iglesia por establecer al menos un ápice de ortodoxia en los pueblos cafeteros de la ladera occidental enfrentaron severos obstáculos entre los residentes de mayoría Liberal quienes resultaron ser un grupo indómito (61). Y mientras que los terratenientes se retiraban de sus responsabilidades cívicas en estos distritos a menudo aislados, la pequeña burguesía local llenó el resultante vacío político; estos artesanos, profesionales, y comerciantes a menudo tenían tendencias radicalmente republicanas y anti-clericales (62). También era probable que simpatizaran con los reclamos del campesinado de cuyo poder adquisitivo dependían para su subsistencia (63). los pobladores de mayoría Liberal. Chala se quejó a las autoridades Conservadoras de que una de las maestras de la escuela se habia casado con un Liberal y que esto perjudicaría su desempeño. El pueblo se encontraba en un estado considerablemente tumultuoso en cuanto a las intervenciones de aquél y vigorosamente protestó su partidismo a los funcionarios departamentales. El Tiempo, 8 de marzo de 1927. 61. La pequeña burguesía local, que com partía la administración del gobierno local con los gobernantes Conservado res nombrados, era, por ejemplo, re nuente a volver obligatorio el recaudo de las multas por violaciones del im puesto sobre el licor a los estancieros y pequeños propietarios quienes eran sus clientes principales. En 1922, el alcalde Conservador de Viotá, General Rafael Gal vis afirmó que había una "ausencia de moralidad pública, de cualquier concepto jurídico o social'' en el munici pio después de que descubrió que 1,600 multas por violaciones del im puesto sobre el licor nunca se habían recolectado. Cundinamarca, Informe del gobernador a la asamblea, 1922, p. 97. 62. Para una discusión de estas trabajado ras ver Charles Bergquist, Labor Latin America: Comparative Essays on Chile, Argentina, Venezuela, and Colombia (Stanford: Stanford University Press, 1986), p. 351-352. 63. Cundinamarca, Informe del administrador principal de hacienda enero
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Con los terratenientes ausentes la mayoría del tiempo, los burócratas gubernamentales incapaces de gobernar efectivamente, y los curas vistos con sospecha, los pobres rurales gozaban a menudo de una independencia relativa, menos estorbados por las instituciones y normas que habían sostenido al paternalismo — y a su vez, al patriarcado— en el altiplano. Además, pudieron encontrar, por lo menos tentativamente, algunas ideas en común con los pequeños burgueses de los pueblos quienes, por interés, si no por temperamento e ideología, eran escépticos acerca de las exigencias del poder tradicional de la élite en Cundinamarca. Pero era en las grandes haciendas mismas que el ' 'registro de género", por así decirlo, fue más dramáticamente reescrito en las décadas anteriores a la Gran Depresión. La adquisición de mayor autonomía económica por parte de las mujeres campesinas fue de la más trascendental importancia, y generó con1927, p. 15. Para una discusión más amplia de los patrones de consumo de alcohol en Colombia durante este periodo, ver Luis Cuervo Martínez, "Consumo de alcohol en Colombia", Repertorio de medicina y cirugía 4 (1913). p. 229-253.
flictos entre éstas y sus superiores sociales al igual que con sus iguales masculinos. De la misma manera en que el campesinado estaba dividido en cuanto al acceso diferencial a la tierra, a los acuerdos laborales, las destrezas, y a los favores de los hacendados estaba también dividido por género. En consecuencia, los intereses de los hombres y las mujeres campesinos a veces diferían y generaban una ambivalencia de éstas hacia las normas patriarcales. En primer lugar, los acuerdos laborales en las haciendas liberaron a las mujeres de los constreñimientos de supervisión familiar. En el altiplano, las mujeres trabajaban generalmente dentro del contexto de la unidad familiar campesina hasta bien entrado el siglo XX. La mayoría de las labores de las mujeres en las grandes haciendas, salvo sus obligaciones de servicio en la casa señorial, se hacían bajo la supervisión de parientes varones. El cultivo de grano y la ganadería permitieron que la familia se mantuviera intacta como una unidad económica, reforzando por lo tanto la tradicional división sexual de mano de obra en el altiplano. En contraste, la producción en las grandes empresas cafeteras impidió dicha cercana vigilancia familiar de las mujeres en el trabajo, con los hombres y las mujeres a menudo segregados. Estas, apreciadas por su destreza y alacridad, eran congregadas en los principales centros de procesamiento o en pandillas para cosechar. Los hombres campesinos estaban inconformes con estos arreglos, parcialmente porque dichas asignaciones de trabajo en la escogencia y selección del grano alejaban a
las mujeres de su trabajo doméstico en las estancias, pero también porque ellos justificablemente temían los avances sexuales por parte de los mayordomos y capataces en dichos lugares. Sin duda las campesinas jóvenes se encontraban en un dilema bajo tales circunstancias. Por un lado, seguramente estaban ansiosas respecto a los administradores sexualmente depredatorios y a las intensas exigencias laborales en probablemente el punto más crítico en el procesamiento del grano, cuando el control de calidad era especialmente importante. Pero estos trabajos generaban ingresos adicionales y las jóvenes probablemente sintieron cierto agrado y seguridad en las solidaridades particulares de los centros de procesamiento. De hecho, las mujeres en estos lugares de trabajo pequeños y emocionalmente tensos parecen haber tenido una mayor autonomía y probablemente resistieron a los caficultores con acciones costosas y problemáticas antes
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de los años treinta. Es significativo que las mujeres hayan estado entre el primer grupo de campesinos que, como trabajadores, y no necesariamente como pequeños propietarios aspirantes, se opusieron a las administraciones de las haciendas de manera organizada y sostenida durante la siguiente década. Como sus compañeras que se organizaron tempranamente en las grandes firmas de procesamiento de café en las ciudades portuarias, las jóvenes que seleccionaban el grano experimentaron un entrelazamiento de clase y género y por lo tanto ayudaron a convertir estos lugares en el polvorín de rebelión durante las protestas de la era de la Depresión. El arreglo arrendatario era el vehículo principal mediante el cual las mujeres lograron autonomía en los distritos de las grandes plantaciones cafeteras. Los varones fueron obligados, como hemos visto, a trabajar lejos de sus pequeñas parcelas por días o semanas a la vez, así dejando a las mujeres con una considerable responsabilidad en la administración de la unidad familiar. El surgimiento de estas pequeñas unidades de producción relativamente dinámicas
El surgimiento de estas pequeñas unidades de producción relativamente dinámicas durante las primeras tres décadas del siglo XX se basó sustancialmente en la energía y la actitud empresarial de las mujeres.
durante las primeras tres décadas del siglo XX se basó sustancialmente en la energía y la actitud empresarial de las mujeres. Por ejemplo, las mujeres talaban árboles en los bosques o a alturas altas para hacer carbón vegetal. Además de carbón, vendían frutas, vegetales y maíz en los pueblos y en las pequeñas plazas de mercado establecidas alrededor de las plantaciones. A menudo fueron contratadas por la administración de la hacienda para alimentar a los jornaleros. En las aldeas a través de los distritos cafeteros, las mujeres lograron acumular algún capital y establecer vínculos con los comerciantes locales para abrir pequeñas tiendas y tabernas. Las mujeres participaron extensivamente en la economía de contrabando que floreció en las zonas cafeteras después del cambio de siglo. Algunas mujeres fabricaban y distribuían cigarrillos en los pueblos cercanos en violación de las leyes tributarias. Pero lo que resultó ser más importante fue su papel de protagonistas claves en la producción y el mercadeo de los licores fermentados y destilados
localmente. Estos gozaban de gran demanda en los distritos cafeteros cundinamarqueses donde se reportó en 1926 que los residentes consumían en promedio más de cuatro litros diarios (64). Cosme R. Acuña, el Prefecto de Tequendama, reportó que las "madres de familia" §1 eran las protagonistas principa- * I les del negocio ilegal de licores. Las autoridades departamentales estaban alarmadas por el gran número de mujeres acusadas por violaciones de las leyes del impuesto de consumo. En 1919, las mujeres representaron el 40 por ciento de los arrestos por fraude tributario. Los funcionarios se negaron a reconocer que las mujeres eran los principales actores independientes en la economía de contrabando, y el tesorero departamental argüía que "en la mayoría de los casos, los contrabandistas varones lo hacen parecer que como si la mujer fuera responsable del fraude" y recomendó que los jefes varones de la unidad 64.
Cundinamarca, "Informe del Prefecto de Tequendama, La Mesa. Febrero 7, 1919", en el Informe del secretario de gobierno al gobernador de Cundinamarca, 1919,p. 114.
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familiar fueran legalmente responsables por las acciones ilícitas de sus mujeres (65). Durante la siguiente década el problema persistió; entre 1925 y 1928, casi la mitad de todas las acusaciones por violaciones a los impuestos de consumo en Viotá era contra mujeres (66) Finalmente, algunas mujeres se encontraron en otro tipo de conflicto con las autoridades entre los años 1910 y 1930 cuando, como curanderas y suministradoras de hierbas medicinales, eran proscritas por los reformadores de salud que entraban en las áreas rurales. Esto fue especialmente importante en las zonas cafeteras donde las campañas contra la anemia y otras
65. Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda al señor gobernador, 1919, p. 99. Esta queja se repitió en 1930 cuando el informe recomendó la disminución de las sentencias de obras públicas, que normalmente duraban entre cuatro a siete meses, para volver "honestas" a estas transgresoras de la ley. Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda al señor gobernador, 1930, p.92. 66. Gaceta de Cundinamarca, 1925- 1928.
enfermedades tropicales resultaron en dificiles encuentros con los funcionarios de las campañas de sanidad (67). Las mujeres jugaron un papel principal en la consolidación de la economía campesina insertada en las grandes haciendas de la ladera occidental. La posición de los hombres como proletarios esencialmente de medio tiempo dio a las mujeres campesinas suficiente espacio e independencia necesarios para convertir las estancias en unidades eficientes de producción al menos parcialmente según los términos de la mujer. Las mujeres operaban como proveedoras contratadas de alimentos, pequeñas comerciantes, dueñas de tiendas pequeñas y las principales protagonistas en una economía subterránea. Los ingresos resultantes significaron que las mujeres estaban en posición de exigir un mayor control sobre las decisio-
67. Respecto del problema de los curanderos locales, ver "Prefectural Report dated February 7, 1919", en Cundinamarca, Informe del secretario de gobierno al gobernador, 1919, p. 113.
Las mujeres jugaron un papel principal en la consolidación de la economía campesina insertada en las grandes haciendas de la ladera occidental.
nes económicas dentro de la familia. La situación también les permitió abrir camino dentro de las redes comerciales locales y regionales a las cuales estaban conectadas en las décadas anteriores a la Depresión. Por la consiguiente autonomía femenina dentro de la unidad familiar campesina y la participación externa conllevaban grandes riesgos. Las mujeres sufrían severamente a manos de sus hombres cuando éstos descubrían sus intimidades no sancionadas. Las niñas adolescentes fueron abusadas físicamente hasta el borde de la muerte, envenenadas, o llevadas al suicidio por calumnia y ostracismo, aún más si dichos encuentros resultaban en hijos. Violaciones y otros tipos de violencia física contra las mujeres campesinas por parte de los hombres campesinos eran comunes; y peleas entre los sexos ocurrieron en las casas, las aldeas de mercado cerca de las grandes haciendas, y en los cafetales (68). 68. Entrevista. Heli Páramo, Bogotá 15 de abril de 1980. No hay registros de la corte municipal disponibles que permi¬tieran una reconstrucción de la comple¬ta naturaleza y seriedad de estos en¬cuentros en los distritos cafeteros, pero los anuncios de acusaciones en la Gace¬ta de Cundinamarca entre 1920 y 1929 revelan que la incidencia más alta de éstas, después de violaciones por frau¬de de licor, eran por abuso físico.
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Las respuestas frenéticas por parte de los varones a relaciones sexuales reales o imaginarias deben entenderse dentro del contexto del incrementado poder femenino debido a las circunstancias del capitalismo exportador aun cuando los hombres luchaban contra las indignidades y la explotación de la vida cotidiana en las grandes haciendas cafeteras. La rabia que los hombres sintieron contra las mujeres entre el campesinado, tan profunda como la de los hombres campesinos contra los caficultores, sugiere que muchas campesinas no compartían las presunciones patriarcales según las cuales eran la propiedad de los hombres o el objeto pasivo de las pasiones de éstos. Mientras que las mujeres seguían encargadas de la crianza de los hijos, la dependencia de la estancia en su mano de obra y sus hábitos empresariales antes de la Grari Depresión socavaron el ideal de patriarcado tan profundamente arraigado entre los hombres campesinos quienes se
sentían agraviados por la autonomía relativa que sus mujeres habían logrado en virtud de sus contribuciones mayores a la unidad familiar. Por consiguiente, éstas vivían en gran peligro. Las intimidades con sus superiores sociales apenas les daban poca protección. Mientras que el paternalismo permitía una cercana identificación entre los hombres campesinos y sus amos, los intercambios sexuales entre las mujeres campesinas y los hacendados o administradores no eran similarmente amortiguados. Los hombres campesinos podían confiar en alguna medida en los vínculos paternalistas entre hombres, pero las mujeres eran mucho más vulnerables a los caprichos de sus superiores. Asimismo, usualmente no eran partes formales en los acuerdos de arrendamiento de tierra ni herederas de bienes o del derecho de ocupar la parcela en el caso de la muerte de un arrendatario varón, una situación que a
menudo fomentó la vagancia entre mujeres. Irónicamente, la acumulación de riqueza suficiente —a la cual las mujeres eran las contribuyentes principalespermitió que algunos arrendatarios contrataran sustitutos para cumplir sus obligaciones laborales, lo que, en consecuencia, dio a los hombres un control más directo y consistente sobre la administración de la unidad familiar. Esto resultó en un adentramiento de algunas mujeres campesinas hacia la vida doméstica, parcialmente por la decisión del jefe varón de la unidad familiar y parcialmente por sus propios deseos de escapar de los peligros físicos y psicológicos en las grandes haciendas. Finalmente, era improbable que los funcionarios gubernamentales simpatizaran con las mujeres, especialmente teniendo en cuenta el estado legal de las mismas. Asimismo, su participación en la economía subterránea hizo que muchas de ellas se encontraran en embrollos constantes con las autoridades; ciertamente, los castigos repartidos a estas mujeres, hasta siete meses de trabajo forzoso en grupo en las carreteras, las colocó en circunstancias peligrosas y, según reportajes contemporáneos, corruptoras (69).
69. Cundinamarca, Informe del secretario de hacienda al Hedor gobernador, 1919, 99 y un informe en Ruy Blas 13 de enero de 1928 que trata de una docena de mujeres, muchas con recién nacidos, encarceladas debido a violaciones por fraude de licor en la cárcel de Facatativá.
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GENERO, CLASE, Y LA DIALÉCTICA DE RESISTENCIA COTIDIANA
A comienzos del año 1928, una coalición de clase media conformada por radicales, artesanos y activistas laborales entró a organizar los trabajadores y arrendatarios en las haciendas cafeteras en la región central de Colombia. Las militantes de este conjunto rebelde, en particular, urgieron a las campesinas en estos distritos a participar conjuntamente con los hombres en el "venidero movimiento global" (70). Varias docenas de mujeres de las grandes haciendas de Viotá respondieron al llamado, diciendo que "no estábamos conscientes de ninguna de estas cosas aquí en este aislado lugar donde sólo conocemos el trabajo de día y noche, azotadas por la ignorancia y desperdiciando nuestras energías a beneficio de los vampiros que nos utilizan". Invitaron a Leonilde Riaño, la Flor Roja de Tequendama, para enseñarles acerca de la "sublime causa del socialismo... «para» traer un pequeño rayo de luz para ayudarnos a escapar de la oscuridad en la cual estamos obligadas a someternos a la voluntad de nuestros opresores" (71). Al ponerse a disposición de los organizadores externos, las mujeres rurales de Viotá se unieron a una rebelión que iba a culminar dos décadas más tarde en el desmantelamiento de las grandes plantaciones cafeteras y el surgimiento de un pueblo de pequeños propietarios independientes dirigidos por los comu-
70. El Diario Nacional 23 de febrero de 1928. 11. 71 El Nuevo Diario 15 de marzo de 1928,
nistas. Dos poderosas corrientes de protesta moldeadas por la compleja construcción social de género en la región influyeron profundamente en la rebelión, particularmente en sus etapas iniciales: la rabia que los hombres campesinos sentían contra los caficultores por limitar sus prerrogativas patriarcales en combinación con los esfuerzos de las mujeres —por medio de huelgas, invasiones de terrenos, boicots y apoyo a la insurrección armada— sirvieron para proteger la economía del pequeño propietario autónomo la cual habían nutrido durante varias décadas.
Varias docenas de mujeres de las grandes haciendas de Viotá respondieron al llamado, diciendo que "no estábamos conscientes de ninguna de estas cosas aquí en este aislado lugar donde sólo conocemos el trabajo de día y noche, azotadas por la ignorancia y desperdiciando nuestras energías a beneficio de los vampiros que nos utilizan".
Sin embargo, con el triunfo de la unidad familiar campesina en esta región en la década de los cuarenta en adelante, hubo una erosión de la autonomía femenina y la reorganización de la familia campesina según lincamientos más patriarcales. Aunque las mujeres habían sido las principales contribuyentes a la revolución social local que ocurrió en varios municipios de la región central de Colombia inmediatamente después de la Depresión, no cosecharon, sin embargo, todos los beneficios de su lucha. Por un cruel capricho del destino, no mucho después de la victoria sobre las grandes haciendas, las mujeres fueron acorraladas en relaciones familiares y normas sexuales que no parecían diferenciarse mucho de las del patriarcado del altiplano, del cual sus abuelas habían huido generaciones antes. El patriarcado reafirmado que acompañó la exitosa rebelión campesina durante los años 1930 y 1940 en Viotá se debió a muchos factores. La organización y la ideología del movimiento dirigido por los comunistas, la adquisición relativamente rápida de títulos de propiedad por parte de los pequeños propietarios que requerían términos legales de herencia jurídicamente claros, y el reemplazo de licores de producción local por la de cerveza y bebidas no alcohólicas sirvieron para socavar los avances logrados por las mujeres durante las décadas anteriores a la Depresión. Igualmente importante, sin embargo, fue el legado de oposición campesina al dominio de los caficultores que había evolucionado en las primeras décadas del siglo, un conjunto contradictorio de construcciones sociales de clase y género que sos-
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tuvo un levantamiento local exitoso aun cuando limitaba la autonomía económica y personal de las mujeres campesinas. En términos de la resistencia cotidiana expuestos por Scott —recursos materiales, identidad, autoestima, una subcultura de resistencia— es evidente que la oposicionalidad del campesinado tanto a terratenientes como al estado dependía de una relación complementaria y contradictoria de clase y género. En primer lugar, las mujeres hicieron contribuciones rotundas a las luchas por la "redistribución del control sobre la propiedad' ', y jugaron papeles importantes en los nodulos de producción e intercambio para garantizar la integridad de la unidad familiar campesina. Paradójicamente, sin embargo, la participación de las mujeres — en comercio ilícito, evasión de impuestos, etc.— fortaleció la economía del pequeño propietario que llegó a ser dominada por hombres quienes eventualmente instaron o chantajearon a las mujeres para que volvieran a labores puramente domésticas o familiares (72). Al mismo tiem-
72. Similarmente, para el caso del altiplano peruano, aunque bajo circunstancias muy diferentes, Mallon concluye que "al menos inicialmente, la transición al capitalismo parece haber proporcionado algunas 'aperturas' u oportunidades a mujeres de todas las clases, pero, al final, ninguna de estas alternativas transicionales parece haber desarrollado en la base para una independencia más duradera. Muy al contrario, mientras que la producción de productos básicos se volvia dominante se presentó la tendencia de definirla como la esfera exclusiva del varón, y las sustanciales actividades económicas de las mujeres fueron relegadas a un status cada vez más 'marginal' dentro del sector de subsistencia''. "Pa-triarchy in the Transition to Capita-lism",p.397.
po, la afirmación de dignidad por parte de los hombres y las mujeres campesinos que hacían frente a humillaciones constantes les proporcionó a menudo propósitos opuestos, especialmente respecto de las expresiones de sexualidad. Obviamente, algunas mujeres utilizaron el sexo como un arma en el combate cotidiano de clase con sus superiores sociales. Por su parte, los campesinos varones encontraron sus voces para afirmar su autoestima. A veces los hacendados y mayordomos sexualmente depredatorios eran los objetos de su rabia, pero con igual frecuencia su furia se dirigía hacia blancos más fáciles como sus esposas, hermanas, hijas y amantes que se supone habían humillado profundamente a sus hombres. En esta enmarañada telaraña emocional, sería difícil entonces identificar una cultura oposicional que incluyera en pie de igualdad tanto a mujeres como a hombres. Entonces mientras que las lesiones infligidas al paternalismo por la resistencia cotidiana de ambos sexos pudo haber
sugerido que existieran metas comunes entre hombres y mujeres, la persistencia del ideal patriarcal entre el campesinado socavó su capacidad para sostener una gama completa de oposicionalidad a la cultura dominante que incluyera los intereses de los dos sexos. Como ocurre con la propiedad, el orden jurídico, y otros asuntos, las tradiciones "pequeñas" y "grandes" compartían una La organización y la ideología del movimiento dirigido por los comunistas, la adquisición relativamente rápida de títulos por parte de los pequeños propietarios que requerían términos legales de herencia, y el reemplazo de licores de producción local por la cerveza y bebidas no alcohólicas socavaron los avances logrados por las mujeres en las décadas anteriores a la Depresión.
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posición común con respecto a las identidades y relaciones de género. Aunque esto pudo haber dado alguna legitimidad y vitalidad a la resistencia cotidiana desde abajo, también parece, a largo plazo, haber sido un factor limitante para los rebeldes campesinos, tanto antes como después de que su oposición adquiriera una forma política más reconocible en términos de organización e ideología.
A pesar de que el patriarcado fue reafirmado en este distrito, los efectos a más largo plazo de la "generización" del "registro de clase" no deben ser ignorados. La intensificación y la cuasiconsolidación de la autonomía económica y la independencia sexual de la mujer campesina durante las tres primeras décadas del siglo y los ideales de la liberación de la mujer propuestos por los comunistas parecen haber generado una especie de subtexto cultural en Viotá que no resulta del todo obvio. En
breve, la mezcla de estos elementos puede haber creado los lineamientos en Viotá de lo que Judith Stacey, al referirse al impacto de la Revolución en China sobre las relaciones de género y la familia, ha llamado "patriarcado democrático", en el cual la mujer tiene una autonomía significativa, aunque limitada, dentro de una unidad familiar aún dominada por el varón (73).
A finales de los años 70, las huellas de la ideología de género alterna en este pueblo eran evidentes en un orden patriarcal modificado. Uno de los principales comerciantes del municipio era Waldimira Vásquez, la hija de un arrendatario y líder de la liga campesina; la "millonanaria", como le decían, era una descendiente apropiada de las mujeres que participaron en las redes de contrabando en los 73. Stacey, Patriarchy and Socialist Revolution in China, Capítulo 4.
años 20. Pero había otro aspecto político más manifiesto en el cual la cultura de género alterna se entretejió con la vida de este municipio cafetero de la cordillera oriental, un distrito de grandes plantaciones que se había tornado en una comunidad de pequeños propietarios en el lapso de dos generaciones. Las pequeñas fincas que alguna vez prosperaron en las antiguas estancias confrontaron presiones poblacionales, bajas en el precio del café, aumentos en el impuesto predial y altos costos de producción, especialmente para nuevas tecnologías. Las mujeres se vieron forzadas a trabajar fuera de la unidad familiar o a emigrar a la capital a buscar empleo en la industria o en el servicio doméstico (74). A primera vista, las movilizaciones de las ligas rurales en la plaza central parecían ser un contraste extraño de viejas esperanzas y nuevas exigencias. Entre las destartaladas banderas rojas blasonadas con los nombres de los mártires campesinos que volaban por encima de la muchedumbre, las mujeres por74. Para información sobre la situación contemporánea en Viola, ver Ingrid Acosta de Mesa, "La pequeña producción cafetera de Viotá, Cundinamarca: Producto de luchas campesinas". Tesis no publicada, Universidad de Los Andes, 1979.
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políticos, la experiencia de los hombres y las mujeres de Viotá sugiere que los esfuerzos por rectificar las desigualdades de riqueza y poder están íntimamente relacionadas con las alteraciones de lo que Paul Thompson ha denominado el "balance de poder entre los sexos" (75). Versiones anteriores de este ensayo fueron presentadas en el coloquio de estudios avanzados de mujeres de la Universidad de Princeton en abril de 1986 y en la cuarta conferencia anual de historia laboral latinoamericana en la Universidad de Yale en taban pancartas reclamando guarderías infantiles. El liderazgo campesino, principalmente conformado por hombres, por varios años había intentado infructuosamente desarrollar una respuesta colectiva a la erosión de la viabilidad y la independencia de las pequeñas fincas. El mercado, en contraste con los hacendados de antaño, se mostró un adversario elusivo y la experiencia política de una generación de protagonistas en las grandes plantaciones no parecía dar indicios para lograr respuestas colectivas efectivas a la crisis económica entre estos montañeros de corte independiente. Pero con la participación de las mujeres y la naturaleza de sus exigencias, se \es estaba dando nueva vida y un diseño moderno a los antiguos reclamos. Por lo tanto, aunque los términos de resistencia fueran cotidianos y a menudo ocultos de la vista, o más explícitamente
75. Paul Thompson, "Women in the Fishing: Roots of Power between the Sexes", Comparative Studies in Society and History 27:1 (1985), p. 28. compara la posición de los hombres y las mujeres y los resultantes patrones culturales en las comunidades pesqueras, principalmente en el norte de Europa y encuentra, como en los distritos cafeteros de Colombia en la ladera occidental, que el ausentismo del hombre del control directo sobre la unidad familiar permitió una mayor autonomía de las mujeres y asignaciones sociales más equitativas en estas comunidades. Arguye que hay una "necesidad de comprender la cambiante dinámica del poder entre los sexos como parte de una interacción altamente compleja, en la cual la economía, la propiedad, el espacio, el trabajo, la cultura de la familia, la religión y
Aunque los términos de resistencia fueran cotidianos y a menudo ocultos de la vista, o más explícitamente políticos, la experiencia de los hombres y las mujeres de Viotá sugiere que los esfuerzos por rectificar las desigualdades de riqueza y poder están íntimamente relacionadas con las alteraciones de io que Paul Thompson ha denominado el "balance de poder entre los sexos". abril de 1987, y en un seminario sobre investigación en el CINEP (Centro de Investigación y Educación Popular) en Bogotá en agosto de 1987 donde el autor recibió críticas útiles. El autor desea agradecer a Forrest Colburn, Mauricio Archila, Emilia Viotti da Costa, Laura Englestein, Elizabeth B. Clark, James Scott, Virginia Gutiérrez de Pineda y Julie Taylor por sus comentarios y apoyo en este proyecto. También desea reconocer la generosidad de la gente de Viotá y de otros municipios del suroccidente de Cundinamarca que compartió sus historias públicas y privadas con él durante el año 1980. la región pueden jugar un papel vital". p.
26-27. Para otro análisis de esta cuestión desde una perspectiva más antropológica, ver Susan Carol Rogers, "Female Forms of Power and the; myth of male dominance: model of female/male interaction in peasant society", American Ethnologist II:4 (1975). p. 727-756.
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LA MÚSICA DEL CARIBE COLOMBIANO DURANTE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Y COMIENZOS DE LA REPUBLICA* Adolfo González Henríquez Antes de comenzar: la elocuencia de un incidente Hacia finales del siglo XVIII la música de los sectores populares costeños se encontraba al margen de los acontecimientos oficiales y de los salones elitistas, cosa que en modo alguno la colocaba por fuera del alcance de la Santa Inquisición y, en términos más generales, de las prohibiciones dictadas por una cultura occidental moralista e intolerante. Así como desde los comienzos mismos del tráfico negrero fueron perseguidos los cabildos y las ceremonias rituales de los esclavos (1), a finales del siglo XVIII se vieron sometidos a los rigores de la reglamentación oficial y eclesiástica ciertos eventos musicales y bailables de los sectores populares conocidos como los bundes y fandangos. Gregorio Molleda y Cherque, obispo de Cartagena entre 1722 y 1740, prohibió los bundes con poca fortuna (2), y, posteriormente, también lo hizo su sucesor Manuel de Sosa y Betancourt (3), seguramente con igual suerte, como lo sugiere el hecho de que el sucesor de éste se vio obligado a volver a prohibir terminantemente estas festividades según informe del 12 de Diciembre de 1768 (4). El Rey de España se dirigió entonces al Gobernador de Cartagena, Gregorio de la Sierra, ordenándole realizar una investigación de los hechos, según documento fechado 25 de Octubre de 1769: En carta de 12 de Diciembre próximo pasado, dio cuenta el Reverendo Obispo de esa Diócesis, de la visita que ha hecho de toda ella, expresando entre otras cosas que por los muchos excesos que ocasionaban los bailes y fandangos (que allí llaman bundes) los prohibió absolutamente con excomunión mayor en toda la * Este ensayo forma parte de una investigación más amplia que el autor desarrolló bajo los auspicios de Colciencias y la Universidad del Norte, Barran quilla. Constituye la versión preliminar de un capítulo de su tesis de Magister en Sociología de la cultura. El autor desea agradecer la colaboración de Gustavo Bell Lemus, Alfredo Gómez Zurek y Jaime Abello Banfi. Asistente de investigación: Hernando Parra. 1. URUETA. Citado por DAVIDSON (1970, Tomo E, p. 58) HERNÁNDEZ DE ALBA (1958 p.28). 2. DAVIDSON (1970, Tomo II, p. 57). 3. CORRALES 1898, Tomo I, p. 453 4. ÁLZATE 1980. p. 28
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Diócesis, reiterando la misma prohibición, que a este fin promulgan sus dos antecesores Don Gregorio Molleda, y Don Manuel de Sosa y Betancourt, que igualmente reconocieron las inconsecuencias y pecados que se originaban en semejantes diversiones por si inhonestas. Y habiéndose visto en mi Consejo de Indias con lo que dijo mi fiscal, y consultándome sobre ello, he resuelto me informéis con justificación como os lo mando, el modo como se ejecutan en esa Provincia los referidos bailes y fandangos, si interviene en ellos alguna torpe o deshonesta circunstancia que sea peculiar y característica de semejante diversión, y cual y en qué consiste (5).
El Gobernador contestó mediante informe del 18 de mayo de 1770: Señor: los bailes o fandangos llamados Bundes sobre V. M. por su Real Cédula de 25 de Octubre último me manda informe, se reducen a una rueda, la mitad de ella toda de hombres, y la otra mitad toda de mujeres, en cuyo centro, al son de un tambor y canto de varias coplas a semejanza de lo que se ejecuta en Vizcaya, Galicia y otras partes de esos Reinos, bailan un hombre y una mujer, que mudándose a rato proporcionado por otro hombre y otra mujer, se retiran a la rueda, ocupando con la separación apuntada el lugar que les toca, y así sucesivamente alternándose, no se encuentra circunstancia alguna torpe y deshonesta que sea característica de él, porque ni el hombre se toca con la mujer, ni las coplas son indecentes. Esta diversión es antiquísima en toda la vasta comprensión de este Gobierno, y difícil de contener por la muchedumbre de gentes que la acostumbra, y lo distante de los sitios y lugares de los campos donde es más común su uso, todo lo cual conociendo ya bien el Reverendo obispo de esta ciudad, ha acordado conmigo, que solo se prohiba por las noches en las vísperas de días de fiesta, porque no suceda que durando toda ella el citado bunde, se queden sin misa al siguiente día los concurrentes, fatigados o descansando de la mala noche, como suele ejecutarse (6).
Baile caribeño. Dibujo de Sergio Trujillo.
Ilustración de Daniel II.
Como se observa, "esta diversión es antiquísima", por lo cual no debe extrañar el testimonio de Carrasquilla en La Marquesa de Yolombó sobre su existencia en 1750 (7), ni el de Jorge Juan y Antonio Ulloa sobre el fandango que observaron en Cartagena en 1735 (8). Por otra parte, es importante constatar que el texto está sugiriendo la existencia de un conflicto entre el poder civil y el eclesiástico, lo cual se evidencia en la reconvención tajante que hace la Real Cédula de 21 de Octubre de 1770, expedida de acuerdo con el informe antes citado: He resuelto se expida cédula, rogándose y encargándole (al Reverendo Obispo) y recoja cualquier edicto que hubiese publicado, para prohibir los referidos bailes y fandangos llamados bundes; y que en lo sucesivo no se propase a prohibir con censuras, ni otra pena alguna los festejos o diversiones públicas o particulares, por ser esto ajeno de su jurisdicción eclesiástica y peculiar de la potestad civil y política, previniéndole también que en su consecuencia no debió tomar por si la posterior resolución de prohibir solamente dichos bailes las noches inmediatas a los días festivos, porque esto debisteis hacerlo vos (se refiere al Gobernador A.G.H.) y que participo esta mi Real determinación para que la tengáis entendida y toméis vos, como os lo mando, las providencias que consideréis convenientes en el asunto (9).
5. 6. 7. 8. 9.
CORRALES 1898, Tomo I. p. 453; ÁLZATE 1980. p. 28 URUETA y PIÑERES 1912 p. 401; CORRALES 1898, Tomo I p. 454 DAVIDSON 1970, Tomo II, p. 63-200-201; CARRASQUILLA 1958, Tomo II, p. 59 DAVIDSON 1970, Tomo II, p. 197 DE LA ROSA, 1975, p. 285
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Ilustración de Layiya.
En 1781 el conflicto seguia vivo. Durante ese año el Obispo de Cartagena realizó una correría por los pueblos de su Provincia y escribió un informe cuyo objetivo más evidente es presionar al poder civil contra "la universal relajación y corrupción de costumbres de los fieles" (10). Su propósito se vuelve más que transparente cuando advierte que: Se echa de menos el estimulo de los Jueces Reales sin cuyo auxilio se vuelve ilusorio cualquier precepto de los Prelados Eclesiásticos por no entenderse su autoridad a la coerción temporal que es el respeto que regularmente induce a los subditos a la obediencia y hace recomendables las facultades de aquellos, siendo esta también la causa de que se experimente una omisión casi universal en cuanto al cumplimiento del precepto anual por mirarse con desprecio la conminación de censuras y demás penas de la Iglesia (11).
Baile caribeño. Dibujo de Sergio Trujillo.
Y más adelante carga contra las raices folclóricas de los sectores populares costeños representadas en los bundes, alegando que no sólo violan las reglamentaciones vigentes sino que éstas están erigidas sobre supuestos discutibles y sugiriendo, en medio de todo, la existencia de prácticas licenciosas en los contornos aledaños a estas fiestas: Igual remedio se necesita con los demás estrechos encargos a las Justicias Reales para que celen y eviten en las vísperas de las fiestas los bailes, que vulgarmente llaman Bundes, a los menos desde la nueve de la noche en adelante para que se consiga que las gentes que asisten a ellos no dejen de oir misa en el siguiente día, como frecuentemente acontece, no sólo en los sitios y lugares, sino también en las villas y ciudades, sin exceptuar ésta que es la capital de la Provincia. Y para la más perfecta inteligencia en éste punto, debe tenerse presente que aunque en los bailes se informó a su Majestad el Gobernador Don 10. Informe 1988, p. 66 11. Informe 1988, p. 66
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Fernando Morillo en años pasados que eran parecidos a los de los Gallegos, se encuentra en unos y otros notables diferencias; porque los bundes comúnmente se hacen de noche en las calles, patios o plazas o en los campos. Los que concurren son indios, mestizos, mulatos, negros y zambos, y otras gentes de la inferior clase: todos se congregan de montón sin orden, ni separación de sexos, j mezclados los hombres con las mujeres, unos tocan, otros bailan y todos cantan versos lascivos, haciendo indecentes movimientos con sus cuerpos. En los intermedios no cesan de tomar aguardiente y otras bebidas fuertes que llaman guarapo y chicha y duran estas funciones hasta cerca del amanecer. Ya se dejan considerar las proporciones que hacen para el pecado la obscuridad de la noche, la continuación de las bebidas, lo licencioso del paraje, mixturación de los sexos y la agitación de los cuerpos, de todo lo cual han de resultar las fatalisimas consecuencias que pueden inferirse y de aquí dimana que embriagados los unos, entorpecidos los otros y cansados y rendidos de sueño todos o no vayan a misa en la mañana siguiente (que es lo más ordinario) o no puedan oiría con la competente devoción (12).
Ilustración de Daniel II.
Si los bundes eran o no parecidos a los bailes de los gallegos es cosa que hoy no se puede precisar con la escasa información disponible. Podría pensarse que el Gobernador Morillo, al hacer su informe, tuvo en cuenta más que todo las características de lo que Davidson ha llamado "el bunde'de una pareja", baile mestizo al cual atribuye origen hispánico (13), y que es distinto del "bunde colectivo", de origen africano y que se parece más a lo descrito por el Obispo de Cartagena (14). De todos modos había una confusión que el poder eclesiástico utilizaba de acuerdo con su interés específico que era la prohibición total de las fiestas y debemos agregar, a más de dos siglos de distancia, que el Obispo seguramente era más perspicaz y malicioso que el Gobernador y, por tanto, más certero debió ser su juicio sobre la verdadera moralidad de los bundes y fandangos. En el estado actual de las investigaciones más vale no ser demasiado concluyente sobre el impacto de estas fiestas en el comportamiento sexual de los costeños y, por tanto, en sus "prácticas pecaminosas" que tanto preocupaban a curas y colonizadores. Aun cuando pudiera ser cierto que las parejas no se tocaban durante el baile mismo, no puede desprenderse de aquí que se trataba de fiestas "circunspectas" ausentes de pecado; por el contrario, el entorno mismo, como señalaba acertadamente el Obispo, creaba las condiciones para los efluvios eróticos. Y como los conceptos judeo-cristianos de "pureza" y "castidad" siempre han sido valores muy relativos en la Costa Atlántica, sobre todo para los sectores populares (15), lo más probable es que los bundes y fandangos propiciaran encuentros amorosos y todo tipo de relaciones entre los sexos, es decir, que constituyeran verdaderas '' ocasiones de pecar'' seguramente muy bien aprovechadas. Comprobar si eso ocurría es realmente difícil, pero podemos hacernos a una idea del ambiente que se creaba en los "alrededores" de los bundes y fandangos costeños recurriendo a lo sucedido en un fenómeno semejante como era el bunde en Antioquia, adonde llegó 12. 13. 14. 15.
Informe 1988, p. 67 DAVIDSON, 1970 Tomo II, pp. 57-60 DAVIDSON, 1970 Tomo n, pp. 48-56 POSADA 1987, pp. 5-8
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procedente de la Costa Atlántica (16). Un "Poema sobre fiestas de Antioquia" con un capítulo titulado "Los Bundes", aparecido en 1823 y escrito por Sinforoso Villa V., da cuenta de cómo podrían haber sucedido ciertas cosas: Y los que salen del bunde Pasado un rato regresan Guardando cierta distancia Para no engendrar sospechas; Pues muchas cosas que se hacen Con la mayor inocencia El malicioso severo Con rigor las interpreta. Varias hijas, de sus madres En la confusión se alejan, Y después de algunas horas Y de muchas peripecias, Que son largas de contar Y que muy bien se sospechan, Tales madres con sus hijas, Sin buscarse, al fin se encuentran. Más, que al encontrarse estén Cual se hallaban estas hembras, O que algún cambio de bulto Se haya originado de ellas, Es un punto muy dudoso Para que alguno se atreva A avanzar una opinión, Sin que grave su conciencia (17).
No hay razones para pensar que los bundes y fandangos costeños pudieran resultar menos ardorosos que los antioqueños. Por demás, ignoramos la decisión tomada por las autoridades civiles a raíz del anterior informe que concluye con la renuncia del Obispo de Cartagena puesto que a sus numerosos enemigos "no les ha sido difícil triunfar consiguiendo que el Consejo y Audiencia de Santa Fe me desairen frecuentemente" (18), lo cual debe leerse como una expresión de la debilidad relativa del poder eclesiástico frente al civil y que parece mantenerse como una constante en la región costeña durante toda su historia. Cualquiera que ella haya sido, una prohibición más no sería sino otra de las tantas reglamentaciones inútiles producidas durante el período colonial por la Corona Española, sólo que en este caso no se trataba de la inobservancia de los encomenderos sino de la fuerza de la cultura vernácula que desobedecía abierta o veladamente estos mandatos imperiales e impotentes.
Cumbia. Dibujo de Sergio Trujillo.
Estas constantes prohibiciones de bundes y fandangos son la antesala del siglo XIX en la música de la Costa Atlántica. Algunos de los más importantes hechos musicales y folclóricos que se observan en esta centuria muy probablemente están presentes en la Costa desde mediados del siglo XVIII: un buen indicio de ellos es la narrativa de 16. DAVIDSON, 1970, Tomo II, p. 53 17. DAVIDSON 1970, Tomo n, p. 51 18. Informe 1988. p. 69
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Tomás Carrasquilla en La Marquesa de Yolombó, donde se cuenta que, en los matrimonios de aquella población, una vez terminado el opiparo desayuno tradicional para estas ocasiones, principiaban las contradanzas y, una vez subido el vino a la cabeza, algunas "damas, muy en pie, cantan bundes... con la chispa de la chispa" (19); y también "En noches de luna... hacían posa para cantar un bunde... y hasta las mamas más seriotas echaban sus puntas de fandango, con abraceos y trabas, por ahí con cualquier barbián caprichoso" (20), lo cual está muy bien, aun cuando no sea evidente que los bundes y fandangos de Carrasquilla coincidan totalmente con los costeños de los cuales seguramente provinieron. Sin embargo, el siglo XIX resulta ser un momento muy particular en la música de la Costa Atlántica, como probablemente ocurrió con casi toda la música latinoamericana, y es que durante este tiempo experimentó el impacto de las contiendas independentistas, de las guerras civiles y de las relaciones clientelistas instauradas por los partidos políticos, además de seguir viviendo la batalla compleja entre autoridades civiles y eclesiásticas, y entre éstas y el resto de la población. En el fondo, la música de la Costa Atlántica vivió el conflicto entre la cultura dominante y las culturas dominadas, éstas luchando por su supervivencia (21) y aquéllas proyectando todo el espíritu represivo que, desde comienzos del siglo XIII a raíz de eventos como los Consejos de Aviñón y París, impuso su ascetismo en Europa proscribiendo la música y la danza en las iglesias, procesiones y cementerios (22). Por otra parte, la posibilidad de nuevos y mayores espacios de expresión así como de nuevas influencias extranjeras (fundamentalmente europeas), hacen pensar en el siglo XIX como un momento histórico crucial y sin precedentes en la conformación de la cultura sonora de la Costa Atlántica colombiana. La síntesis de la identidad: un apunte certero Richard Vawell, oficial de la Legión Británica de Bolívar, declaró alrededor de 1817 que, en los ejércitos revolucionarios de América Latina, la selección de los integrantes de las bandas de guerra se hacía con base en la apariencia física de los aspirantes sin tener en cuenta las posibles aptitudes musicales por la sencilla razón de presumirse que todos los criollos tenían talento musical (23). Esta sorprendente noticia sintetiza el mayor capital político de los sectores populares de la Costa Atlántica colombiana: inscritos en una estructura de dominación que les discutía no solamente sus reducidas condiciones de vida sino, en ocasiones, hasta su calidad de seres humanos, sus argumentos para existir debían surgir de su propio entorno y, aunque carecían de una mayor tradición de cultura literaria en el sentido europeo de la expresión, contaban con una riquísi19. 20. 21. 22. 23.
CARRASQUILLA 1958, Tomo n, p. 59; DAVIDSON 1970, Tomo n, p. 63,114 CARRASQUILLA 1958, Tomo II, p. 61 LEWIS 1987, pp. 1-28 ATTALI 1985, p. 22 DIAZ 1980, p. 120 N. 10
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ma tradición cultural en el sentido antropológico (24) que les permitía asumir los quehaceres musicales en forma masiva, cosa que contribuyó a mantenerlos como grupos sociales dinámicos durante todo el siglo XIX, incluso teniendo en cuenta las guerras civiles y los conflictos sociales que asolaron a la región costeña durante ese período. Algo de esto veremos a continuación... Los sonidos de la Independencia En la Costa Atlántica, el primer choque de la Guerra de Independencia no fue una batalla entre ejércitos armados sino un conflicto musical. En efecto, al día siguiente de la declaración de independencia absoluta de Cartagena, Don Ignacio Cabero, Presidente de la Suprema Junta de Gobierno, solicitó a Cristóbal Días Merino, Obispo de Cartagena, la celebración de una misa con Te Deum como Acción de Gracias por la libertad. Como las simpatías políticas del prelado se inclinaban hacia la Corona española, contestó a la solicitud diciendo que desde luego daré mis disposiciones para que... se celebre en la Santa Iglesia Catedral... Misa solemne de Rogativa y subcesivamente se canten las letanías de los Santos con manifestación de la Majestad sacramentada que a mis expensas mantendré todo el día dirigido al único objeto de pedir a Dios aplaque su ira a la vez que irritado por vuestras culpas y mire con ojos de misericordia esta Ciudad y Provincia... pero de ningún modo puedo franquearme a lo que a nombre de la Suprema Junta se sirve V.S. en su oficio de hoy... sin apartarme... del Espíritu de la Iglesia y sin hacer un borrón indeleble a mi dignidad (25).
Rey de cabildo en el Día de Reyes.
Sin embargo, tres días antes el propio Obispo se había comprometido a no obstaculizar la acción de la autoridad civil, y la Junta Suprema de Gobierno se tomó la molestia de contestarle recordando el precedente e insistiendo en la necesidad de la medida adoptada: entre las que ha dictado para el logro de la tranquilidad pública que es tan urgente y de su resorte, ha sido una la de la celebración de la declaratoria de independencia con las demostraciones acostumbradas de las que siempre ha sido la asistencia con las autoridades a la Misa y Te Deum... Si la suprema Junta no considerase que en llevar a efecto la demostración Religiosa que ha pedido... se interesa la tranquilidad pública en gran manera y por otra parte no estuviese cierta que habiéndose ya divulgado que se iba a celebrar si se omite van a seguirse infaliblemente las más graves alteraciones y perjuicios en la misma tranquilidad que se comienza a lograr, desde luego convendría en omitir su celebración (26).
Este conflicto entre la autoridad civil y la religiosa se resolvió en una transacción: el Obispo accedió a que se celebrara una misa en la Catedral, pero ésta no contó con su presencia ni tuvo la categoría de Te Deum "por el feliz éxito... de la declaratoria de independencia" sino una menos solemne y significativa: Compadecido de la triste situación en que se halla esta ciudad he dispuesto de acuerdo con la Suprema Junta se cante... en Nuestra Santa Iglesia Catedral a la 24.LEWIS 1987, pp. 19-20 25.ARRAZOLA 1967, p. 100 26. ARRAZOLA 1967, pp. 100-101
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hora acostumbrada una Misa solemne de gracia como lo deseo por la completa tranquilidad de dicha Ciudad que se ha empezado ya a experimentar (27).
Con este incidente, que pudiera parecer de opereta a los ojos de un observador europeo, rompieron lanzas españoles y criollos en la Costa Atlántica durante la Guerra de Independencia. Sin embargo, la música de la Guerra de Independencia no se limitó a repiques de campanas o coros celestiales. El sonido característico de aquellos tiempos que presenciaron el parto de la joven República fue un baile muy alegre y adecuado al temperamento del Caribe; la contradanza española, el más popular de todos los bailes extranjeros que llegaron al país en ese momento, y que, según Carrasquilla, ya estaba en los matrimonios de Yolombó a mediados del siglo XVIII: en éstos, luego del desayuno tradicional "principiaban el bureo de contradanzas" (28), que eran consideradas como "baile apartado" de tal manera que "los galanes no sufrían abrazando viejas, ni ellas se sentían en ridículo" (29). Para 1790 se bailaba entre los caleños (30) y en 1804 ya estaba firmemente establecida en Bogotá (31). Si la. | contradanza gozaba de aceptación en el interior, con mucha más razón debía estar aclimatada en la Costa, adonde con seguridad llegó primero. De modo, pues, que la popularidad de la contradanza era algo indiscutible en todo el territorio neogranadino al comenzar el siglo | XIX. Sin embargo, hay leves indicios documentales que sugieren ciertas diferencias interpretativas según las regiones: la magnífica obra de Harry C. Davidson, dedicada básicamente al folclor del interior del país, presenta datos que describen a la contradanza española en la ciudad caribeña de Caracas como interpretada de una manera alegre y cadenciosa que se calificó como "una poesía de lascivia" (32), lo cual coincide con el testimonio del General Posada Gutiérrez sobre las fiestas de la Candelaria en Cartagena, donde la contradanza gozaba del favoritismo de los jóvenes por su tono alegre (33). Esta alegría desenvuelta que se adivina en los relatos sobre la contradanza en la Costa Atlántica no aparece en forma unánime en los datos que se presentan sobre Bogotá y, curiosamente, Davidson alega que ella "era, ante todo, un baile grave" citando los trágicos títulos de algunas que se hicieron populares en Bogotá: La Puñalada, La Desesperación, La Muerte de Mutis (34). No es necesario, en todo caso, desplegar una imaginación fantástica para considerar como un hecho el que la versión costeña de la contradanza tuviera cierta alegría y viveza que pudiera estar ausente en su contrapartida cundiboyacense. Mucho más que música netamente del interior como el bambuco o el pasillo, la contradanza española fue uno de los ritmos favoritos del 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34.
ARRAZOLA 1967, p. 102 CARRASQUILLA 1958, Tomo II, p. 59 CARRASQUILLA 1958, Tomo II, p. 110 DAVIDSON 1970, Tomo II, p. 114 DAVIDSON 1970, Tomo, p. 114 DAVIDSON 1970, Tomo II, pp. 116-117 POSADA 1929, Tomo II, pp. 195-203 DAVIDSON 1970, Tomo II, p. 116
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Ejército Libertador y signó los nuevos tiempos republicanos al convertirse en el llanto de la criatura al nacer; la batalla de Boyacá, instante simbólico del nacimiento de Colombia, está asociada con toda justicia al alegre sonido de La Vencedora, una hermosa contradanza en la cual los oídos avezados de los costeños contemporáneos encontrarán a un antepasado del porro (35). Permítase aquí un comentario al margen: La Vencedora ocupa un lugar semejante al de La Marsellesa, La Bayamesa y La Borinqueña en los conflictos sociales de Francia, Cuba y Puerto Rico, respectivamente, es decir, es una canción que se funde con el movimiento histórico; en los primeros tiempos del periodo republicano tenía el status de himno nacional, pero la mentalidad ultramontana de las clases dominantes de entonces, sumida en los prejuicios ascéticos y racistas que la altiplanicie bogotana manejó hasta hace poco contra la música que tuviera cualidades de trópico caribeño, no pudo soportar la idea de un himno que no fuera marcial sino bailable y, sobre todo, alegre y sensual. Retomemos ahora el hilo de la narración. En las fiestas dedicadas a celebrar el triunfo republicano de Boyacá, además de La Vencedora, sonó con mucha popularidad La Libertadora, contradanza escrita especialmente para Simón Bolívar, un elemento caribeño a quien la singular movilidad de los tiempos bélicos colocó al frente de un país predominantemente andino (36). La pasión que Bolívar mantuvo por la música durante toda su vida, su destreza para el baile y su especial temperamento convierte el rastreo de sus múltiples andanzas en una preciosa fuente de información sobre la cultura musical de las clases altas republicanas, muy semejante en toda América Latina. El 16 de Junio de 1822 se festejó la victoria de Pichincha con un baile en la mansión quiteña de Juan Larrea adonde asistieron las mujeres con el cabello corto, audaz gesto de corte revolucionario. La escena era muy típica: la orquesta estaba conformada por seis indios de librea con instrumentos de cuerda y viento; se mantenía el convencionalismo europeo de iniciar los bailes con una polonesa a causa de su 35. Sobre La Vencedora, DAVIDSON 1970, Tomón, pp. 115-116; PERDOMO 1980, p. 56-120 36. DAVIDSON 1970, Tomo II, pp. 115-116; PERDOMO 1980, pp. 56-57
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carácter ceremonial que las asemejaba a una procesión (37); aquella noche la polonesa fue pródiga en encuentros amorosos de importancia histórica, toda vez que Sucre conoció a su futura esposa y Simón Bolivar tuvo su primer contacto con Manuelita Sáenz al compás de la famosa danza nacional polaca. Tanto este primer capitulo de su vida romántica con Manuelita Saénz como el episodio de su aventura con la norteamericana Jeannette Hart permiten conocer otros ritmos bailados por estas clases altas: el minuet —muy poco apetecido por su rigidez y formalidad; el vals — baile de origen vienes que se volvió "vals criollo'' al llegar a Venezuela y Colombia (38); el ondú —elegante y pausado baile de origen peruano; la contradanza, por supuesto; la jiga de origen anglosajón 37. SCHOLES1975, p. 819 38. RIEDEL 1986, p. 4, 5, 19n. 30; DÍAZ 1980, p. 126
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(39); el bolero —no el cubano sino el español que se tocaba en 6/8; el bambuco, la jota y la cachucha —estos dos últimos bailes de origen hispánico eran vistos como elegantes, elitistas y tan íntimos que se reservaban para fiestas caseras (40). Manuelita Sáenz tenía destreza reconocida en el baile de Ja cachucha (41). La habilidad de Simón Bolívar para el baile, explicable si se tiene en cuenta que provenía de una región caribeña donde todo el mundo parece saber bailar por el sólo hecho de haber nacido, queda perfectamente dibujada en estos recuerdos de Jeannette Hart: Cuando bailaba con el general Bolívar pude notar que solamente los pies de un bailarín por naturaleza podían llevarme a través de aquellos intrincados pasos y figuras de aquellas danzas exóticas y poco familiares para mí... La última pieza que tocó la banda y que bailamos los dos, fue un vals; la multitud cesó de bailar dejándonos el centro del salón a nosotros solos y colocándose alrededor para ver-
La Libertadora, otra contradanza histórica del siglo XIX. Tomado de hojas de Cultura Popular Colombiana, núm. 6, 1951.
39. VON HAGEN 1980, p. 120 40. GONZALEZ 1988, p. 191; DAVIDSON 1970, Tomo II, p. 75-321-326 41. BOUSSINGAULT 1985, Tomo III, p. 113
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nos bailar... La armonía de nuestros movimientos eran tan bella, que ninguna otra pareja hubiese podido competir. El general se movía como si los acordes de aquel vals emanaran de su propio cuerpo, era algo como una disposición heredada (42).
Se observa que en esta enumeración aparecen ritmos andinos o europeos y están ausentes los ritmos populares, lógica consecuencia de que los criollos que conformaban las clases altas republicanas no eran, a comienzos del siglo XIX, muy distintos culturalmente de los españoles y, por lo tanto, mantenían su distancia frente a los productos culturales de la tierra americana vedándoles la entrada a sus salones. Y si aceptaban algunos ritmos andinos se debía a que eran lo suficientemente hispánicos como para no violentar demasiado su propia cultura musical. Desde luego que, en una joven sociedad extremadamente movediza como la del Caribe colombiano, esta era una situación muy susceptible de modificarse sustancialmente por la dinámica presencia de la música en todos los momentos de la vida. La dinámica musical costeña No es necesario esforzarse demasiado para constatar que el extraordinario temperamento festivo de los costeños coincidió con muchos episodios de la Guerra de Independencia, casi que como sus acompañantes naturales precediendo a las batallas o festejando el triunfo (43). Un elocuente ejemplo de esto es proporcionado por el General José Prudencio Padilla, uno de los jefes más importantes del ejército republicano, quien en vísperas de la batalla que tuvo lugar en Cartagena durante "la noche de San Juan" el 24 de Junio de 1821, incurrió en el siguiente cuadro propio al parecer de tiempos bucólicos: No era noche de luna la del 18 de Junio de 1821; pero la pintoresca población de Arjona ostentaba la más pura serenidad en el cielo tachonado de estrellas, y en el alegre bullicio de las gaitas y cumbiambas con que festejaban los indígenas, al abrigo de las armas republicanas, la aproximación de la celebrada fiesta de San Juan; tormento de gallos y capones, amargura de caballos y burros, encanto de las jóvenes y mozas casaderas, y alegría arrebatadora de los regocijados muchachos, ávidos de sensaciones... Durante los aciagos días de 1815, cuando toda resistencia se hizo imposible, muchas familias cartageneras, con la precipitud de las circunstancias, y con dificultades de todo género, habían abandonado la ciudad, huyendo de las crueldades y se asilaban en Arjona, distinguíase la de don Juan Manuel Sotomayor y Troncoso, pacífico y honrado ciudadano, amigo de la revolución de independencia y muy apreciado de los patriotas por sus excelentes prendas personales. En su casita de la calle San Andrés había recibido don Juan Manuel, en los buenos días de la república, a los Amador y los Piñeres, los Castillos y los García Toledo y muchos otros repúblicos ilustres que. en su mayor parte habían purgado en el cadalso el horrible delito de aspirar a la libertad de su patria. En Arjona era también la casa del señor Sotomayor el punto obligado de las reuniones patriotas y allí se debatían muchos puntos importantes en medio de los castos regocijos de las tertulias caseras, que nadie organizaba mejor que él, y en las que lucían sus gracias y donaire su cuñada Ana Castell y González y su hija Ana Teresa que le acompañaban y que lucían con exquisito gusto los honores de la casa. Sólo una pena molestaba sin cesar la existencia de aquella especie de emigrados: la falta de doña Juana, esposa del
42. GONZÁLEZ 1988, p. 191; NOGUERA y DE CASTRO 1983, p. 161 43. GONZÁLEZ 1988, pp. 187-189
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señor Sotomayor, quien no había podido abandonar la ciudad adonde la retenía el amor de su anciana madre, muy enferma desde los primeros días del memorable sitio de Morillo... Don Juan Manuel y su familia habían estado algún tiempo en la Ciénaga y allá se habían relacionado y adquirido gran intimidad con Padilla; natural era, pues, que el héroe republicano fuera uno de los primeros en concurrir a la tertulia de la noche del 18, con tanta más razón cuanto que debía partir al día siguiente. Allá, pues, se dirigió el marino a eso de las 7 y media acompañado de uno de sus ordenanzas. Ana Teresa contaría a lo sumo en aquella época, algunos 17 años, y estaba en la plenitud de su hermosura, aumentada con los encantos de una educación esmerada en la que descollaba el canto y el manejo de la guitarra; estudios muy propios de la raza española, y muy generalizados junto con el arpa entre los jóvenes de aquellos tiempos de la Patria Boba, en que era desconocido el piano, se hablaba el castellano puro, y se ignoraban las armonías de Verdi y de Rossini, de Lizst y de Beethoven, se expandían los espíritus en el punteo de las décimas repicadas, la melancolía de las seguidillas amorosas, las voluptuosidades malagueñas y los belicosos y rápidos cantos populares, expresión genuina del sentimiento nacional (44).
Que el héroe naval republicano, en vísperas de un importante combate, asistiera a una velada familiar amenizada por las señoritas de la casa con influencias musicales netamente hispánicas mientras en las calles se percibían las gaitas y cumbiambas interpretadas por los sectores populares, más que la molicie circunstancial de un advenedizo, debe mirarse como un cuadro de la época, pero también como la expresión de razones hedonísticas siempre caras al espíritu de los habitantes del Caribe colombiano. Que, además, esta escena sirva para recordar la escasez relativa de instrumentos musicales durante el periodo colonial (45), es algo que da origen a una observación histórica importante: los instrumentos presentes en el salón del señor Sotomayor, arpa y guitarra, son de origen español, como era forzoso por el monopolio del comercio colonial que reducía al mínimo la posibilidad de tener instrumentos fabricados por países distintos a la Metrópoli. El arpa que tocaba la joven Ana Teresa fue uno de los pocos instrumentos que los españoles dejaron circular libremente y fue introducido al país probablemente como auxiliar de las tareas catequizadoras (46), estuvo entre los instrumentos favoritos de las mujeres de Ciénaga (47), Santa Marta, Cartagena, Mompox (48) y ahora Arjona. Su popularidad en la Costa se debía, según el texto de la cita, a que en tiempos de la Patria Boba era desconocido el piano, afirmación inexacta y sorprendente. En efecto, si nos atenemos a la información disponible resulta que el piano llegó a la Nueva Granada mucho antes de la Patria Boba: el primer piano aparece llegando a Bogotá a finales del siglo XVIII y para 1804 había 4 pianos en la capital, lo cual vendría a significar que no era desconocido aunque, por su disponibilidad bastante reducida, tampoco debía ser muy popular (49). Además, más o menos por esos mismos días, en 1822, el gobierno colombiano, por gestiones de Francisco Antonio Zea en Londres, elaboró una guía para comerciantes ingleses titulada "Selección de un cargamento adecuado, de un modo gene44. 45. 46. 47. 48. 49.
LÓPEZ 1923, pp. 41-26 DAVIDSON 1970, Tomo I. p. 26 DAVIDSON 1970, Tomo I. pp. 27-28 DAVIDSON 1970, Tomo I, p. 30 GONZÁLEZ 1988, pp. 196-197 DAVIDSON 1970, Tomo III, pp. 71-82
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ral, para las colonias españolas americanas, siendo una lista de los géneros, proporciones etc., para ayudar al comerciante inglés en la elección de los géneros que son apetecidos", en la cual aparece el piano como una mercancía factible de venderse en cantidades modestas pero comerciales: Instrumentos de música 10 piano — fortes. 6 órganos buenos y grandes de sala, con tonos alegres. Algunas quantas flautas, pífanos, violines, guitarras, harpas etc. (50).
De modo que la primera noticia de un piano en la Costa, en 1824, cuando Tomás Choperena regresó de Europa a Mompox (51), es posterior a todos estos acontecimientos. Se propone así una hipótesis difícilmente aceptable: que el piano llegó a Bogotá, en el centro de la Nueva Granada, antes que a la Costa Atlántica. En efecto, es difícil pensar que una ciudad tan principal como Cartagena de Indias, riquísima joya del Imperio Español situada a orillas del Caribe, con toda la disposición musical innata que se le ha reconocido a sus habitantes (52), pudiera ser antecedida por Bogotá en el conocimiento y la importación del piano, símbolo de la moderna cultura musical burguesa. Más plausible es considerar que la destrucción del patrimonio documental causada por el sitio de Cartagena y el traslado de los archivos de esta ciudad a Sevilla han sido factores determinantes en la generación de ciertos vacíos en el conocimiento histórico, y que los documentos que registran gran parte de la historia musical de Cartagena fueron destruidos para siempre o reposan en algún anaquel esperando la llegada de un investigador curioso. Volviendo a la velada apacible de Arjona; a los pocos días el General Padilla triunfó en Cartagena, evento que también fue festejado de acuerdo con los imprecisos indicios que nos proporciona un viejo historiador: Resonaban en el Cuartel General de Cospique la música y la algarabía con que celebraban el triunfo de la noche precedente (53).
A fines de ese año, Barranquilla celebró la liberación definitiva de; Cartagena por el ejército del General Montilla con una fiesta que | duró varios días, incluyendo bando, desfiles de carrozas y disfraces con motivos alusivos a la Guerra de Independencia, todo un pequeño carnaval que estalló espontáneamente a la medianoche, cuando llegaron las noticias del triunfo republicano (54); asimismo, la propia Cartagena experimentó un frenesí colectivo con desfiles, música, niños en las calles, bailes y juegos de azar (55). En Julio de 1823, Santa Marta celebró el triunfo logrado en Maracaibo por las fuerzas 50. 51. 52. 53. 54. 55.
COLOMBIA 1974, Tomo II, p. 159 SOTO 1960, Tomo II, p. 160 GONZÁLEZ 1988, pp. 193-194; MOIXIEN 1944, p. 17 HERNÁNDEZ 1918, p. 80 GONZÁLEZ 1988, p. 188 GONZÁLEZ 1988, p. 198
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republicanas del General Padilla: el festejo comenzó espontáneamente a la medianoche cuando llegó la noticia y continuó durante tres días con bandas musicales en las calles, fogatas, pólvora y bailes que siempre estaban dispuestos a recibir a todo el que llegara, así no estuviera invitado (56). Este último y curioso rasgo también fue constatado, en ese mismo año, por el coronel John Potter Hamilton, primer agente diplomático nombrado por la Gran Bretaña en la Nueva Granada, quien observó asimismo que las actividades musicales eran las predilectas de todas las ciudades costeñas y que la guitarra era el instrumento favorito de Santa Marta (57). Hamilton tuvo ocasión, a su vez, de reseñar para la historia la celebración de un triunfo republicano en Santa Marta, donde el acto central estuvo a cargo de un procer conocido: El coronel Montilla, que vivía en el vecindario, dio una gran fiesta en la plaza de Santa Marta a todas las tropas para celebrar la libertad del país del yugo español. En esta ocasión los soldados estaban provistos en los cuarteles de una botella de clarete San Julián, una libra de carne de ternero, muchas legumbres y dulces a los cuales todas las clases sociales son muy aficionadas. Me contaron que al coronel le agradaba mucho dar bromas inofensivas para distraerse en esta forma de su mal de gota, y soltó en la plaza durante la noche, sin saberlo los soldados ni la gente, un torete que salió dando cabriolas y bramando en medio de la multitud. Todo el mundo salió corriendo en distintas direcciones, derribando en su huida mesas, figuras, vasos, botellas y atrepellándose entre sí. No hay palabras para describir el tumulto y la confusión; pero por fortuna no ocasionó ningún daño grave fuera de unos cuantos cortados, espinillas rotas y contusiones, además de uno o dos abortos (58).
Esta golpiza a mansalva disfrazada de corraleja no debía ser extraña a los habitantes de una antigua colonia española, posiblemente habituados a la conocida costumbre peninsular de las fiestas de toros. Pero ello de ninguna manera significaba que el pueblo necesariamente agradeciera lo que se evidenciaba como un gesto despótico y paternalista proveniente de una autoridad militar arbitraria y caprichosa. Y si, a los ojos de un observador contemporáneo, sorprende la mirada deportiva, entre indiferente y curiosa, de un británico como el coronel Hamilton, no debe sorprender, en cambio, la actitud de Montilla; se sabe que, en los años posteriores al triunfo de Boya-cá, el comportamiento de los militares del ejército republicano dejó mucho que desear, cosa que contribuyó a su gran impopularidad entre el pueblo colombiano (59). En efecto, lo que una mentalidad
56.GONZÁLEZ 1988, pp. 189-190 57.HAMETON 1955, p. 26 58.HAMILTON 1955, p. 24 59.BUSHNELL 1985, pp. 297-339
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militar habría podido considerar como una recreación de connotaciones viriles, otras mentalidades mirarían como un hecho provocado por el abuso de autoridad y con consecuencias sangrientas y mortales. No hay forma de saber si Montilla se creía con derecho a la inocente broma de "uno o dos abortos" por haber "salvado" a la ciudad de los supuestos actos vandálicos de los indígenas que la habían ocupado durante tres semanas; lo cierto es que nadie en su sano juicio le otorgaría semejante prerrogativa por grande que hubiera sido el servicio prestado con la aludida "salvación". Y sobre la magnitud de esta "salvación" no hay muchas noticias, lo cierto es que el viajero inglés Charles Stuart Cochrane, en una reseña sobre lo que constituiría el vandalismo aborigen, da cuenta de atentados contra las propiedades pero no relaciona homicidios; el único acto de barbarie aborigen que le pareció digno de registrar fue el hecho de que los indios se bebieron todos los licores que había en la ciudad y que, aborreciendo el sabor de la champaña y el vino de Burdeos, cocinaron sus alimentos en ellos (60).
Fotografía de Hernán Díaz.
Se percibe en Cochrane, pragmático empresario de las minas de esmeralda de Muzo, una intención despectiva frente a la cultura de los sectores populares de la Costa Atlántica que era muy propia de muchos círculos europeos de la época; esta intención se vuelve transparente cuando, entrando al río Magdalena por el caño de Ciénaga, Cochrane observó un champán donde los bogas: De cuando en cuando rompen la monotonía... con una serie de gritos y jaculatorias mientras realizan una pantomina retorciéndose en diversas posturas, haciendo muecas, bailando ridículamente. Cuando se dan cuenta de que han atraído la atención de extranjeros, no cesan en sus gesticulaciones hasta que se cansan (61).
Dos años más tarde, en 1825, otro europeo, el funcionario oficial sueco Cari August Gosselman, proporcionaría muestras adicionales de esta mirada despectiva eurocentrista, unas veces a partir de la ética calvinista: ' 'puedo decir con razón que los colombianos durante la mitad del año tienen días de fiesta y el otro medio año no hacen nada"; y otras a partir de la idea, entonces casi universalmente aceptada, de considerar la estructura del oído musical europeo como la única posibilidad auditiva válida, como cuando comentó la música que hacían los negros de Cartagena durante la Semana Santa: "Todo el espectáculo se acompaña de una música que para quien no está acostumbrado a oír, representa una variante del parloteo de los papagayos sentados en las puertas y los balcones; es decir, el lenguaje del pueblo inferior" (62). 60. 61. 62.
COCHRANE 1946, pp. 270-271 COCHRANE 1946, p. 272 GONZÁLEZ 1988, pp. 193-194
Sin embargo, las observaciones de Gosselman no se limitaban a esto mirada despectiva; su misma cultura occidental, tan proclive a clasificar, describir y registrar todo tipo de observaciones, le permitió captar otros aspectos de la realidad que tenía enfrente. Por
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ejemplo, al presenciar un suntuoso baile en la Casa de la Gobernación, en Cartagena, no sólo constató el lujo y la importancia de los asistentes sino la mala calidad y la estridencia de las bandas militares y la aclimatación de los ritmos europeos en el Caribe colombiano, esto es, que sus gentes los interpretaron de acuerdo a su cultura y temperamento, con la elegancia natural de los cuerpos costeños, la gracia propia de quienes no han tenido que aprender a bailar porque eso brota espontáneamente en el ambiente y la originalidad de quienes estaban propiciando que la pimienta del Caribe se deslizara en las reuniones sociales de la joven República (63). Enfrentado a algo parecido a un "baile cantao" en Gaira, al mismo tiempo que aborreció los coros y captó la parodia del fandango español, pudo apreciar cierta hermosura en el sonido del solista y su guitarra (tal vez porque pudo haber sentido mayor afinidad cultural con esta parte) y sentirse lo suficientemente impactado como para haber retenido la memoria del canto patriótico costeño que entonaba el solista y la composición del conjunto de gaitas, uno de los formatos originarios de la música costeña, con la gaita macho, la gaita hembra, las maracas y la percusión afro, aun cuando en el texto del viajero sueco el tambor no está lo suficientemente determinado como para identificarlo desde el punto de vista etnográfico (64). Consideró como el rasgo cultural más notable de Mompox la reputación nacional como arpistas que tenían las momposinas ("tocan... con maestría y virtuosismo"), constató que las samarías tocaban bien pero cantaban mal acompañando a este instrumento, que los bogas negros del Magdalena acompañaban sus labores con cantos corales -al parecer tuvo la suerte de no haber experimentado la arbitrariedad de estos rumberos artistas de la anarquía (65), que en las fiestas del 20 de Enero y el "carnaval de Navidad", eventos llenos de hechos musicales que no describe, los momposinos tienen la costumbre de empolvarse la cara con harina blanca (66). En otra festividad momposina, antes que la música fue otra cosa lo que le llamó la atención: El 24 de julio se celebró en Mompox la festividad de Santiago, en la que se hacían competencias a caballo por sus largas calles. Estas consisten en que dos jinetes se toman por la cintura y en esa posición se lanzan a la carrera. No deben soltarse, ni caerse de las cabalgaduras; el que cae, debe soportarlas ruidosas risotadas de la concurrencia. Quienes más se divierten son los de baja condición social (67).
Y al final de su relato concluyó: no creo que exista un lugar más diferente entre sus provincias cordilleranas y las costeñas, en toda esta zona (68).
Muy consecuentemente con las expectativas democráticas sembradas por el signo de los tiempos, el final del colonialismo español y los 63.GOSSELMAN 1981, p. 45; GONZÁLEZ 1988, p. 193 64.GOSSELMAN 1981, p. 55; GONZÁLEZ 1988, p. 195 65.PEÑAS 1988, pp. 81-87 66.GOSSELMAN 1981, p. 115-116; GONZÁLEZ 1988, p. 197 67.GOSSELMAN 1981, p. 369 68.GOSSELMAN 1981, p. 373
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Fotografía de Erich Arendt.
comienzos del período republicano significó algo muy concreto para los sectores populares costeños; como muchos asociaban vagamente la independencia política con la emancipación social (69), se entendía que había la posibilidad real de expresarse libremente a una escala antes desconocida. Las clases altas de la Costa republicana tomaban nota de esto pero en caricatura, como lo demuestra el hecho de esgrimir su racismo en forma sorda, no en declaraciones oficiales sino en los salones de baile. En 1823 el viajero francés Gaspard Théodore Mollien observó en Panamá la actitud de la sociedad blanca ante la gente de color: ésta, aunque esté admitida en sociedad y a pesar de que se afecte tener consideración y deferencia para con ella, sin embargo, en un baile que hubo a poco tiempo de llegar yo, las señoras blancas se negaron a bailar con los oficiales negra I de la guarnición; fue preciso que los maridos interpusieran toda su autoridad I para que consintieran en bailar con ellos (70).
Sin embargo, no es prudente dejar que los necios remilgos de las señoras blancas del Caribe colombiano oculten la perspectiva histórica; el hecho es que, en medio de toda la discriminación racial, la carrera de las armas se había abierto como una ocupación atractiva para las gentes de color y ya en 1823 había oficiales negros lo suficientemente 69. BUSHNELL 1985, pp. 204-213 70. MOLLIEN 1944, p. 317
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importantes dentro del ejército republicano como para poder aspirar a bailar con cualquier mujer (71), una situación impensable en el antiguo orden colonial. Vagas expectativas y mestizaje musical Posiblemente, estas expectativas de emancipación social incidieron en el desarrollo de una nueva forma de mestizaje musical típicamente costeña; lo cierto es que dada la abierta e irresistible disposición musical de los habitantes del Caribe colombiano, la vena experimental, es decir, la tendencia a combinar elementos tomados de diferentes culturas sonoras en la búsqueda consciente o no de un nuevo contexto, podía entonces mostrarse sin el arraigado temor a la Santa Inquisición y a los designios imperiales. Tiene algo de experimental la siguiente velada de 1823 presenciada en Plato por el coronel Hamilton: Por la noche dimos nuestro paseo acostumbrado por la aldea, fuimos a una casa donde habia dos muchachos negros tocando violín, una muchacha tocando tambor y un mulato el triángulo. Nos causó gran sorpresa oír a estos músicos morenos tocar algunos valses con gran gusto y expresando el deseo de que salieran a bailar; pronto se formó un círculo y empezó el baile. Mi joven secretario bailó un vals con dos o tres bonitas mulatas y algunos aldeanos bailaron durante una hora o dos. Era muy agradable el ver la manera graciosa de esas niñas de ocho o diez años como bailaban, colocando los brazos en forma variada de actitudes elegantes. Los criollos indios y negros tienen un oído excelente para la música. Con frecuencia he recordado esta noche con placer; la noche era fresca y agradable, la luna esparcía sus rayos sobre nosotros, todos parecían estar embriagados de alegría y contento. Grupos de niñitos desnudos reían sentados con las piernas cruzadas a nuestro alrededor, lo mismo que los bailarines parecían disfrutar de la novedad de la escena (72).
No se detuvo Hamilton en la descripción del tambor y permanece la incógnita sobre si era europeo o vernáculo, como si la presencia de una mujer percusionista fuera un ingrediente lo suficientemente exótico como para opacar todo lo demás. Y la tenue vena experimental aparece, más que en este formato poco usual, en un hecho irrefutable: en las horas riberanas interminables en el Plato de 1823 unos costeños con ganas de tocar eran capaces de combinar cualquier cosa. En el siglo XIX, los más sobresalientes canales de mestizaje musical, esto es, de constante observación y experimentación en lo que se refiere al contacto entre las distintas culturas sonoras que se conjugaron en el Caribe colombiano, fueron las fiestas comunitarias y los carnavales que se celebraban en distintos sitios durante gran parte del año. En 1826, aproximadamente, los conjuntos aborígenes y mestizos se expresaban por separado en las fiestas de la Virgen de la Candelaria, la "virgen mochoroca", uno de los eventos folclóricos más importantes de aquellos tiempos y que tenía lugar el 2 de Febrero en varias ciudades y poblaciones de la Costa; de acuerdo con 71.BUSHNELL 1985, p. 213 72.HAMILTON 1955,p.48
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la narración que hizo para la Cartagena de entonces el General Joaquín Posada Gutiérrez en sus Memorias Histórico-Políticas, los instrumentos principales de los conjuntos aborigénes eran las gaitas (no mencionó la percusión de estos grupos) y bailaban en rueda, golpeando el suelo acompasadamente con los pies, cadenciosamente y en silencio; contrastaba esto con la presencia de una percusión vigorosa en la música mestiza y con una coreografía vistosa que anunciaba las cumbias, porros y fandangos de nuestros tiempos; las mujeres erguidas con la cabeza adornada de flores, la galantería del parejo que les obsequiaba las velas de sebo y el pañuelo para cogerlas, las piruetas del parejo en la rueda iluminada, etc. (73).
Fotografía de Erich Arendt.
En el reducido espacio geográfico del Pie de la Popa, entonces un pueblo cercano, estas expresiones vernáculas coincidieron con otras que no lo eran tanto. Se construyó especialmente un gran salón de baile donde, en contraste con la libertad natural y el cielo descubierto, el ambiente era cortesano y circunspecto, tanto que alternaban sucesivamente tres clases de bailes en perfecta coexistencia pacífica: baile de primera, que fue amenizado por la banda del Regimiento Fijo de Cartagena y en el cual bailaban las "blancas de Castilla" o "puras" con sus respectivos blancos, quienes monopolizaban los títulos de "señora" y "caballero"; baile de segunda, en el cual tocó la banda del Regimiento de Milicias Blancas, y que fue presidido por pardas y pardos con cierta posición social, es decir, que fueran lo suficientemente pudientes como para vestir bien; y baile de tercera, amenizado por la banda del Regimiento de Milicias Pardas, y en el cual bailaban negras libres; no sobra observar que los "caballeros" blancos tenían el privilegio de asistir a los tres bailes. Además de estos bailes de salón existían los de las "blancas de la tierra", es decir, las mujeres de la "aristocracia del mostrador", médicos, boticarios, etc., a los cuales asistían las "blancas de Castilla" pero sin ninguna reciprocidad, esto es, las mujeres de los comerciantes adinerados no eran invitadas a bailar en las casas del notablato criollo a pesar de las relaciones de amistad personal que pudieran existir. Otro baile en estas fiestas de la Candelaria, seguramente muy interesante desde el punto de vista galante, era el de las "cuarteronas''; con este nombre se denominaba a aquellas muchachas de "color entre el nácar y la canela; de ojos de lucero chispeando fuego y amor y dentadura esmaltada cual hileras de perlas panameñas", que se dedicaban generalmente a oficios artesanales como los de costurera, modista, bordadora, cigarrera, etc., que componían sus trajes con muselina y zaraza, y lucían calzado de resete. Estas "cuarteronas" amenizaban sus bailes con una o dos arpas tocadas por ellas mismas con bastante maestría, según Posada Gutiérrez, y se hacían acompañar por una o dos flautas. Tan animados e interesantes debían resultar estos bailes que los "caballeros blancos" acostumbraban asistir a ellos fugándose soterradamente de sus propios salones (74). Y en estas fiestas de la Candelaria, hoy injustamente relegadas al olvido o circunscritas a algunos aspectos religiosos que no llegan a ser pálido reflejo de su antiguo esplendor, gran 73. POSADA 1929, Tomo II, pp. 195-203; GONZÁLEZ 1987, pp. 74-77 74. POSADA 1929, Tomo II, pp. 195-203
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parte de la población de Cartagena se trasladaba a bailar a un pueblo vecino dando una fenomenal muestra de movilización festiva y disponibilidad para el placer. Por otra parte, al sentar el registro de aquellas soberbias festividades, Posada Gutiérrez elaboró, tal vez sin proponérselo, un criterio sorprendentemente práctico para estudiar la estratificación social cartagenera de aquellos tiempos. El status social estaría determinado, según Posada, por la categoría del salón de baile más elevado que pudiera frecuentar un hombre, rango que adquiría por nacimiento o por matrimonio con una mujer de clase social más encumbrada —caso del General Juan José Nieto, por ejemplo—, siendo aparentemente la mujer quien llevaba sobre sus hombros el peso de la definición del rango social (75). Una ideología señorial dominante propia de hacendados y funcionarios con ínfulas hispánicas estaría en perfecta concordancia con esto: a la mujer correspondería custodiar la casa y representar la dignidad familiar, esto es, ser la portadora de la identidad clasista, la cual de ninguna manera debía exponerse a las confusiones y distorsiones igualitarias propias de un baile en calor; por su parte, los señores, caballeros andantes tropicales que eran, debían mostrar su casta bravia enfrentando no solamente la vida política y comercial, sino a dragones y bailes de todo tipo, guardándose muy bien, eso sí, de respetar la dignidad de sus blasones cuando la ocasión lo exigiera, esto es, tenían que bailar en sus propias casas de vez en cuando. De acuerdo con la información existente, estas fiestas de la Virgen de la Candelaria y el desaparecido Carnaval de Cartagena cerraban una intensa temporada que comenzaba mucho antes. En 1829 un viajero norteamericano tuvo la feliz oportunidad de escribir sus observaciones sobre la temporada decembrina en esa ciudad: las fiestas comenzaban antes de las Navidades y seguían prácticamente sin interrupción hasta el Día de Reyes; se paralizaban las actividades económicas e "incluso para ciertos períodos la ley prohíbe efectuar transacciones comerciales"; todas las noches, bajo un pabellón sostenido por postes, se efectuaban en la plaza pública bailes y disfraces que duraban hasta el amanecer congregando tanto a las clases altas, con sus valses, como a los esclavos, en una esquina de dicha plaza, con sus fandangos; al contrario de la usanza europea, donde se trataba de representar al personaje del disfraz, a las damas cartageneras de la época les interesaba más que todo permanecer de incógnito; por los precios elevados que tenían, a las máscaras sólo tenían acceso los más acomodados; las damas lucían vestidos costosos, adornándose la cabeza con peineta y mantilla negra y tanto en ellas como en los hombres predominaba el color blanco (76). Por su parte, el Carnaval de Cartagena, evento ya desaparecido pero que fue seguramente importantísimo para el desarrollo del folclor sonoro costeño, en 1826, aproximadamente, fue la salida a la calle de las naciones africanas organizadas en cabildos, según la descripción del Domingo de Carnaval ofrecida por el General Posada Gu75. GONZÁLEZ 1987, pp. 74-77 76. El texto completo del interesante documento está en GONZÁLEZ 1988, pp. 199-200
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Ilustración realizada por Marisol Fernández de Castro.
tiérrez. En uso de su cuarto de hora de libertad, los esclavos salieron de la ciudad a las ocho de la mañana desfilando hasta el cerro de La Popa donde veneraron a la Virgen de la Candelaria "consuelo de los afligidos'', asistiendo a una misa solemne a mediodía; sin embargo, lejos de llegar a La Popa en una procesión cristiana, la salida de los cabildos rememoró las costumbres africanas con el estruendo propio del momento (hicieron tiros con escopetas y carabinas), disfraces, máscaras, rostros pintados y música percusiva; las mujeres se adornaron con las joyas de sus amas, quienes compitieron entre si por mostrar la esclava más vistosa; luego de la misa solemne regresaron a la ciudad llegando a las tres de la tarde y quedaron completamente libres para divertirse en sus cabildos hasta las seis de la mañana del Miércoles de Ceniza, después de lo cual volvieron a la esclavitud cotidiana a esperar otro año más para que, siguiendo una usanza que al parecer ya era antigua en la Costa, los amos les volvieran a permitir unas cuantas horas de baile en libertad (77). En 1829 estuvo en Barranquilla el norteamericano Rensselaer van Rensselaer en calidad de huésped de John Glenn, uno de los principales comerciantes de la localidad. Invitado a un bautizo en casa de José María Peñez, quien desempeñaba el importante cargo de "juez político", tuvo por ello la oportunidad de asistir a un baile que mostraba el universo festivo de las "buenas familias" barranquilleras; luego de un refrigerio consistente en generosas cantidades de dulces, conservas, licores y cigarros, la acción se trasladó a una sala con las mujeres sentadas contra una pared y los caballeros en el lado opuesto; como en los tiempos coloniales, cada uno de los caballeros seleccionó una pareja y se colocó de pie ante ella en la sala; las mujeres sólo se levantaron de sus puestos al empezar la música compues77. POSADA 1929, Tomo n, pp. 208-209
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ta de valses y contradanzas (78). Con humor ácido, con la mirada despectiva de un hombre relativamente civilizado ante el espectáculo del provincianismo, Rensselaer pintó la pequeña mojigatería de las mujeres locales al decir que "... aparecieron todas las bellezas de Barranquilla desplegadas alrededor de la sala... de la manera terrible y sistemática como he observado que ellas se muestran en sus casas" (79), lo cual era una manera de sugerir el chisme frivolo y la moral puritana que con tanta frecuencia iban de la mano en la Barranquilla de esos tiempos. Seguramente tanto puritanismo tropical concentrado le hizo apreciar mejor la frescura de la calle. Rensselaer coincidió con el Carnaval de Barranquilla en 1829 y consignó sus observaciones en carta a su padre. De acuerdo con éstas, era un evento que, a diferencia del carnaval italiano que duraba varias semanas, estaba reducido a tres días porque gran parte de la población dependía del trabajo cotidiano; en él se utilizó la "pica pica", yerba urticante muy conocida en toda la región costeña, para aplicarle el castigo ritual a quienes llegaran realmente a perder el buen humor por las triquiñuelas experimentadas; se lanzaron huevos 'llenos de agua sobre las ropas de quienes no se disfrazaron (como le ocurrió al propio Rensselaer); 78.BONNEY 1875, Tomo I, pp. 465-466 79.BONNEY 1875, Tomo I, pp. 465-466; GONZÁLEZ 1988, pp. 198-199
Ilustración de Daniel II.
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se expresaron grupos de disfraces (no descritos, por desgracia) armados con palos semejantes al Paloteo o a las luchas rituales de los Congos; lo más destacado fue, en opinión del viajero norteamericano, el evento de "La Conquista", un montaje colectivo en el cual conocidos grupos disfrazados de aborígenes —los unos civilizados o "sometidos" y los otros libres y salvajes— libraron, durante el tercer día; de Carnaval, una batalla que terminó con la derrota y prisión de los salvajes y el bautizo de uno de los cautivos; era un acto destinado a mantener en la memoria colectiva el recuerdo de la sangrienta llegada de los españoles. Rensselaer observó que el grupo "sometí-i do'' bailó ocasionalmente en las calles al son de la gaita hembra y la gaita macho, generadoras de un "aire melodioso, salvaje y alegre" al cual podía asociarse un sentimiento preciso: "el tono familiar de un grito de guerra especialmente profundo hacía renacer ecos ancestrales"; se puede decir categóricamente que Rensselaer, un observador externo que asistió al espectáculo por primera vez, quedó profundamente impactado: "No había sido sino un burlesco simulacro... y, sin embargo, el espectáculo despertaba una serie de ideas que... asociadas con el trato antinatural y cruel que los antepasados de esta misma gente recibieron de sus conquistadores sedientos de sangre, dejaba una impresión no muy fácil de erradicar". Alguna razón tenía, pues, Rensselaer, quien seguramente no era un experto en cuestiones de mestizaje, para afirmar que, en el Carnaval de Barranquilla de 1829, el lugar principal correspondió a la cultura de los habitantes originales de estas tierras (80). En efecto, los sectores populares de la Costa Atlántica, descendientes directos del proceso de mestizaje, dirigieron la fiesta con una astucia muy propia: desprovistos de los atributos occidentales de poder, esgrimieron aquí su propio lenguaje político que combinó el placer con la práctica de las ceremonias rituales que apelaban a la memoria ancestral, tal vez como una expresión de las expectativas y premoniciones de emancipación social despertadas en el movedizo ambiente de la joven República, o también como un ejercicio de vida colectiva, una demostración típica y vernácula de un poder popular embrionario hablando en lenguaje caribeño. La Marcha Fúnebre de Bolívar Unos pocos meses después de este Carnaval, el 17 de Diciembre de 1830, murió en Santa Marta el Libertador Simón Bolívar, episodio que dejó su huella en la historia musical del Caribe colombiano. En efecto, el General Mariano Montilla, Comandante General del Departamento del Magdalena, encargó al profesor francés Francisco Sieyes, quien dirigía una de las bandas de música existentes en la ciudad, la elaboración de una Marcha Fúnebre que debía estrenarse en el entierro del Libertador (81). La pieza se estrenó en la ceremonia que describe José María Valdeblánquez en sus notas marginales al libro de José C. Alarcón:
80. BONNEY 1875, Tomo I, pp. 467-468; GONZÁLEZ 1988, pp. 203-204 81. ALARCON 1963, p. 142
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comenzó el desfile a las cinco de la tarde, precedido por los caballos del extinto Libertador con caparazones negros llevando sobre ellos las iniciales de S.E.; en el orden de la marcha seguía el Sargento Mayor de ésta (la milicia de la capital) a caballo, y detrás del Coronel y un Comandante también montados, todos tres con espada en mano; después marchaba una compañía del batallón Pichincha, luego las parroquias de la ciudad, y el Cabildo eclesiástico sin asistencia del Ilustrísimo Sr. Obispo, y enseguida el cadáver del Libertador vestido con insignias militares y conducido por dos Generales, dos Coroneles y dos Primero Comandantes; detrás del cadáver el Comandante de Armas de la plaza y sus respectivos estados mayores, luego la guardia de S.E., compuesta también de otra compañía del batallón Pichincha con bandera arrollada y armas a la funerala; y después de ella oficiales no empleados y Magistrados y ciudadanos de Santa Marta, presidiendo a éstos el Gobernador de la provincia, quien llevaba a su derecha uno de los albaceas del difunto General. Desde la casa en que estaba depositado el cadáver del Libertador hasta la puerta de la Catedral, recibió todos los honores... Un silencio religioso y un sentimiento profundo se notaban en el semblante de todos los que presenciaban la triste ceremonia... y la marcha fúnebre tocada por la banda de música del profesor Francisco Sieyes y la música sorda de los cuerpos, junto con el lúgubre tañido de las campanas parroquiales, y el canto fúnebre de los sacerdotes de la religión, hacían más melancólico el deber de dar sepultura al Padre de la Patria. Llegado en fin, el entierro a la Santa Iglesia Catedral, se colocó el cadáver en un túmulo suntuosamente vestido, y allí tuvieron lugar los últimos oficios fúnebres (82).
La Marcha Fúnebre de Sieyes no debió haber encajado perfectamente en este imponente acto. De acuerdo con la partitura para piano que se conoce (Fig. 1), estaba escrita en tonalidades mayores, las cuales no suelen ser adecuadas para producir el ambiente sombrío y melancólico que se acostumbra en este tipo de música. 0 quizás algo de este '' desajuste'' esté relacionado con la manera singular como fue escrita esta partitura. Realmente, ella no es obra de Sieyes sino del historiador samario José C. Alarcón, en quien se unían la pasión investigativa y el amor por la música: no por azar fue pianista y autor de varios libros sobre cuestiones musicales, entre 82. ALARCON 1963, p. 141
Ilustración ' 'Uno más''
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Figura 1. Marcha Fúnebre tocada en el entierro del Libertador, compuesta expresamente para ese acto por el profesor francés Francisco Sieyes.
ellos, una "Aritmética de la Música"; fue además, padre del gran Honorio Alarcón, uno de los mejores músicos colombianos de finales del siglo pasado y comienzos del presente. A este historiador tenaz debemos el que esta Marcha Fúnebre haya llegado hasta nosotros. Consciente del peligro en que estaba esta Marcha de perderse para siempre si seguía confinada a la fragilidad de los recuerdos, entre 1890 y 1891 detectó a los sobrevivientes de la banda de Sieyes y reconstruyó la pieza con base en los testimonios de Luis Santrich y Luis Elias, quien en ese momento tenía 88 años de edad y era, junto con Juan de Dios Prado de Barranquilla, el último de aquellos músicos. Fue una versión de tercera mano: de Elias a Santrich, y, finalmente, a Alarcón; sin embargo, no cabe duda del valor histórico de su hallazgo. Ojalá todos los historiadores procedieran con esa misma ética. Por otra parte, gracias a la Marcha Fúnebre de Sieyes es posible conocer hoy los nombres de quienes integraron aquella banda que acompañó al Libertador en su cortejo fúnebre el 20 de Diciembre de 1830; es la banda de la Costa Atlántica más antigua que conocemos en la totalidad de sus integrantes, cuyos nombres hoy podemos repetir con respeto: José María Sara (requinto), Pascual Tapia (clarinete), José Lucio Noriega (clarinete), Catalino Hernández (flautín),
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Ventura Sequeira (flautín), Juan de Dios Prado (flautín), José Dolores Granados (flauta), Luis Elias (bugle), Pedro Surqui (bugle), Manuel José Acosta (trompa), Pedro Acosta (trompa), Manuel Cabás (trombón), José Rodríguez (trompa), Lucas Sierra (fagot), José María Martínez (fagot), Manuel Hernández — Michingo— (clarín), Juan Fiol (clarín), Domingo Castillo (redoblante), Vicente Mendoza (bombo), José del Carmen Noriega (platillero), Francisco Granados (triángulo) y José Martínez (pandero) (83). 83. Valioso hallazgo, en La Semana No. 9, Santa Marta, 17 de Enero de 1891, p. 2
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GRAMSCI Y EL CONCEPTO DEL BLOQUE HISTÓRICO Carlos Emilio Betancourt Economista Universidad Nacional de Colombia INTRODUCCIÓN Antonio Gramsci es un buen ejemplo de la síntesis del teórico y el político. Lingüista profesional, filósofo político y militante fundador del partido comunista italiano, este hombre enfrentó el fascismo decididamente hasta el punto de vivir preso los últimos diez años de su vida, sin cesar su trabajo intelectual, aportando planteamientos novedosos al marxismo e iniciativas de organización al movimiento comunista de su país y de Europa. Su convicción de que los hombres hacen la historia a la vez que son productos de ella, engloba su pensamiento filosófico-político. El planteamiento central de su teoría es el análisis de las relaciones entre la estructura socioeconómica y la superestructura jurídico-política, que forman un "bloque histórico". Aunque este concepto no es desarrollado sistemáticamente, se halla explícita o implícitamente en varios lugares de sus escritos. El concepto de bloque histórico implica una concepción teórico-práctica del materialismo histórico, a partir de la crítica de los entendimientos mecanicistas y deterministas del marxismo en cuanto las relaciones economía-política y cultura-política. En particular, Gramsci supera interpretaciones marxistas sobre el Estado que ubican a éste como epifenómeno o como instrumento neutral susceptible de usarse por cualquier clase social. En el contexto del bloque histórico, el Estado no sólo es un aparato de
dominación de una clase por otra, sino que refleja la síntesis coerción-consenso y la síntesis hegemonía-dominación que caracterizan el ejercicio del poder político. De otro lado, la importancia que Gramsci confiere a la historia permite un análisis dinámico de la cuestión política. Para Gramsci todo se valida históricamente más que por argumentos teóricos inmodificables. Finalmente, Gramsci enriquece el humanismo marxista al exaltar el elemento consciente de las acciones humanas, que hace a los hombres sujetos de la historia, antes que entes pasivos del desarrollo de la vida material. Así, el pensamiento de Gramsci además de despertar interés por la originalidad de sus planteamientos teóricos, estimula la fuerza de la voluntad individual y la confianza en las intenciones liberadoras de la humanidad. ,
En el contexto del bloque histórico, el Estado no sólo es un aparato de dominación de una clase por otra, sino que refleja la síntesis coerción-consenso y la síntesis hegemonía-dominación que caracterizan el ejercicio del poder político.
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Para Gramsci la filosofía es una "concepción del mundo" históricamente determinada que se manifiesta en la práctica mediante la acción política.
La filosofía no es sólo la filosofía de los filósofos profesionales sino también la que se arraiga en el sentido común, la religión y el folklore. Tampoco la historia de la filosofía es la historia del pensamiento lógico-abstracto individual, sino también la historia de la cultura, entendida como la forma de pensar y de sentir de los pueblos.
La condición humana I, de Rene Magritte (1933).
I. FILOSOFÍA, IDEOLOGÍA, HISTORIA Y POLÍTICA
Para Gramsci la filosofía es una "concepción del mundo" históricamente determinada que se manifiesta en la práctica mediante la acción política. De esta manera se funden filosofía, historia y política, estudiando la ideología en el "significado más alto de concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las manifestaciones de la vida individual y colectiva" (1).
La filosofía es 'creativa', o sea, difundida en la sociedad, rige las actitudes individuales y colectivas del hombre masa a nivel económico y cultural, que cambian históricamente porque la realidad no es fija; es decir, la filosofía plantea los problemas en forma "historicista" (la voluntad creadora de los hombres es un producto histórico); "la filosofía de una época histórica no es, por consiguiente, otra cosa que la 'historia' de dicha época; no es otra cosa que la masa de las variaciones que el grupo dirigente ha logrado determinar en la realidad precedente: historia y filosofía son inseparables en ese sentido, forman un 'bloque'. Se pueden "distinguir los elementos filosóficos propiamente dichos en todos sus diversos grados: como filosofía de los filósofos, como concepciones de los grupos dirigentes (cultura filosófica) y como religiones de las grandes masas; véase cómo en cada uno
La filosofía no es sólo la filosofía de los filósofos profesionales sino también la que se arraiga en el sentido común, la religión y el folklore.
1. Antonio Gramsci. "El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce", Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1971, p. 12.
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de estos grados es preciso vérselas con formas diversas de combinación ideológica" (2). Las ideas anteriores se compendian en el principio de que "todos los hombres son filósofos", es decir, como seres racionales y como seres sociales. Pero hay cierta jerarquía: los filósofos profesionales se diferencian de los demás hombres en que piensan con más "homogeneidad, coherencia, logicidad, etc.". Los hombres corrientes piensan con base en el sentido común. Este es igual a la concepción del mundo del filósofo si se ha alcanzado unidad culturalsocial que se funcionaliza mediante el lenguaje. Este, por lo tanto, es "una multiplicidad de hechos más o menos orgánicamente coherentes y coordinados" (3); mediatiza el modo individual y colectivo de pensar y de sentir. Tener una concepción del mundo implica pertenecer a un determinado grupo social. La adopción de la concepción del mundo y la pertenencia a un grupo social dependen alternativamente de que el individuo esté sujeto a la hegemonía ideológica de la clase dirigente; o de la autonomía histórica del individuo que se plasma en una conciencia revolucionaria. Como la hegemonía ideológica se refleja a nivel popular en el sentido común y la religión, se debe contraponer una actitud filosófica, intelectual que guíe la práctica y a la vez se nutra de ella en forma dialéctica con el fin de trocar el sentido común en buen sentido; de transformar la cultura religiosa en una cultura liberadora. De todos modos, ya que la concepción del mundo es pensamiento y acción, ésta se asume por un acto político, libre o autoritario, dependiendo de las condiciones históricas de un momento determinado. Por esto, cuando a nivel social el pensar y el obrar no coinciden, la concepción del mundo se manifiesta en palabras pero no rige la vida práctica, nos hallamos en los "tiemnormales" de una ideología dominante: "significa ello que un grupo social tiene su propia concepción del mundo, aunque embrionaria, que se manifiesta en la acción, y que cuando irregular y ocasionalmente —es decir, cuando se mueve como un todo orgánico—, por razones de sumisión y subordinación intelectual, toma en Ib¡d,p.27. Ibid,p.31.
Como la hegemonía ideológica se refleja a nivel popular en el sentido común y la religión, se debe contraponer una actitud filosófica, intelectual que guíe la práctica y a la vez se nutra de ella en forma dialéctica con el fin de trocar el sentido común en buen sentido; de transformar la cultura religiosa en una cultura liberadora.
préstamo una concepción que no es suya, una concepción de otro grupo social, la afirma de palabra y cree seguirla, es porque la sigue en 'tiempos normales', es decir, cuando la conducta no es independiente y autónoma, sino precisamente sometida y subordinada. He ahí también por qué no se puede separar la filosofía de la política y por qué se puede demostrar, al contrario, que la elección de la concepción del mundo es también un acto político" (4). II. LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS La filosofía de la praxis debe surgir primeramente como crítica a la filosofía religiosa y al mecanismo determinista, y consolidarse en la lucha política por la hegemonía ideológica de la sociedad. Por oposición a la filosofía religiosa, la filosofía de la praxis "no tiende a mantener a los 'simples' en su filosofía primitiva del sentido común..., afirma la exigencia del contacto entre intelectuales y simples, no para limitar la actividad científica y mantener la unidad al bajo nivel de las masas sino para construir un bloque intelectual-moral que haga posible un progreso intelectual de masas y no sólo para pocos intelectuales" (5). La filosofía de la praxis supera el divorcio entre pensar y obrar que caracteriza a la filosofía religiosa. Propende por la síntesis dialéctica 4. Ibid.p. 11. 5. Ibid.p. 16.
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teoría-práctica. Esta es un devenir histórico. Por lo tanto debe considerar tanto la historia de la filosofía como la historia de la vida material de la sociedad procediendo mediante el análisis no departamentalizado de los elementos económicos, sociales, culturales y políticos hasta lograr una concepción del mundo coherente y unitaria. Esta posición combate el positivismo en las ciencias sociales y privilegia la ciencia política como disciplina que subsume la economía, la sociología y la historia. Historia y política se identifican orgánicamente (6).
La pérdida del contacto intelectuales-masa deriva en una conciencia y una organización puramente económico-corporativas y no en una conciencia y en una organización políticas.
vidad humana que tiene una clase "para sí" y que no puede alcanzar una "clase en sí".
La filosofía de la praxis supera el divorcio entre pensar y obrar que caracteriza a la filosofía religiosa. Propende por la síntesis dialéctica teoría-práctica. Esta es un devenir histórico.
La síntesis teoría-práctica está asociada con una dialéctica intelectuales-masa: "el estrato de los intelectuales se desarrolla cuantitativamente y cualitativamente; pero todo salto hacia una nueva amplitud y complejidad del estrato de los intelectuales está ligado a un movimiento análogo de la masa de los simples, que se eleva hacia niveles superiores de cultura y amplía simultáneamente su esfera de influencia, entre eminencias individuales o grupos más o menos importantes en el estrato de los intelectuales especializados" (7). La pérdida del contacto intelectuales-masa deriva en una conciencia y una organización puramente económico-corporativas y no en una conciencia y en una organización políticas. Así, el nexo teoría-práctica debe superar la disgregación ideológica de la masa activa y traducirse en "conciencia orgánica"; en la constatación de que se pertenece a una determinada fuerza hegemónica; en el reconocimiento de la creati6. Cfr, Luciano Gallino, "Gramsci y las ciencias sociales", Cór doba, Cuadernos de Pasado y Presente, No. 19, 1970. 7. Antonio Gramsci, op. cit.,p. 17.
El instrumento eficaz para el logro de estos propósitos deber ser el partido político. Este selecciona la masa activa transformando la adscripción individual económico-corporativa en adhesión colectiva voluntaria y política. Por oposición al mecanismo determinista, la filosofía de la praxis no acepta la pasividad de las clases subalternas, sino que propugna por la actividad, de tal modo que los hombres sean forjadores de la historia. El entendimiento mecanicista del marxismo dice que la estructura económica determina la superestructura jurídico-política de la sociedad. Así, la política depende de la economía y la interacción de las dos esferas no es relevante más allá de los efectos económicos-corporativos sin alcanzar importancia en las transformaciones globales. De igual manera, por el mecanicismo, la teoría apenas es un accesorio de la práctica. La ideología tiene un papel pasivo ante el desarrollo de las fuerzas productivas; como si tal proceso no fuera histórico-cultural; como si un modo de producción fuera igual entre países y funcionara exclusivamente por la generalización de una relación económica fundamental, inscrita en un espacio y durante un tiempo neutrales; como si sólo la posición de los hombres en el proceso productivo determinara su ideología, independientemente de su extracción por sector social o particularidades regionales dentro de una misma nación; como si la predestinación histórica del derrumbe del capitalismo fuera suficiente para transformar la sociedad. Por último, Gramsci destaca el carácter políticohistórico de la lucha por la hegemonía ideológica
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La filosofía de la praxis no acepta la pasividad de las clases subalternas, sino que propugna por la actividad, de tal modo que los hombres sean forjadores de la historia.
y del proceso de difusión de las nuevas concepciones del mundo. Si bien, en el pensamiento de Gramsci el papel de los intelectuales es fundamental, su adopción del materialismo histórico no ignora la cuestión de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las formas de propiedad como causa de las transformaciones de la sociedad. Se sigue, que un momento histórico determinado presente siempre una clase social llamada a ser la dirigente de una nueva sociedad si garantiza un desarrollo de las fuerzas productivas compatible con unas nuevas relaciones sociales de producción. Sin embargo, una crisis de la estructura de las relaciones sociales de producción no se resuelve en una revolución si no hay organización y vocación de poder por parte de la clase subalterna que debe asumir el control de la nueva sociedad. Esto incluye la teoría y la práctica de las formas de lucha, la política de alianzas, la base social que sustenta al sector que dirige el cambio; en fin, se trata de toda la concepción estratégica y táctica de cada acción política. En consecuencia "el proceso de difusión de la nueva concepción del mundo se realiza por razones políticas" (8). Así, retorna la acción de los intelectuales en la formación de la conciencia política y la organización de las masas. Además, la consolidación de un proyecto político se valida históricamente, de tal manera que durante mucho tiempo persistirá la lucha entre la tradición y la revolución; una por conservar la sociedad caduca y otra por llevar la transformación más lejos de lo que los dirigentes del proceso de cambio quisieran. La revolución francesa brinda un ejemplo. Gramsci la identifica como una crisis orgánica de larga duración 8. Ibid, p.21.
(de 1789 a 1871). Durante ésta, la burguesía debió derrotar a la aristocracia en las primeras fases; para luego derrotar a la clase obrera con la victoria final sobre la Comuna de París. Sólo después de este proceso la burguesía conquista la hegemonía sobre la sociedad. La naturaleza de la hegemonía y la duración de una crisis orgánica dependen del carácter del bloque histórico, que determina el grado de resistencia de la superestructura ante cambios en la estructura material en la sociedad. La comprensión de estas cuestiones requiere, pues, una aproximación al concepto de bloque histórico.
Una crisis de la estructura de las relaciones sociales de producción no se resuelve en una revolución si no hay organización y vocación de poder por parte de la clase subalterna que debe asumir el control de la nueva sociedad.
III. EL BLOQUE HISTÓRICO Hugues Portelli engloba el pensamiento de Gramsci en el concepto de bloque histórico. De ese análisis intentaré presentar las discusiones sobre la sociedad civil y la sociedad política; el vínculo entre la superestructura y la estructura y el concepto de hegemonía. 1. La Sociedad Civil Sociedad civil y sociedad política hacen parte de la superestructura del bloque histórico. Mientras que Marx define la sociedad civil como el conjunto de relaciones económicas y la formación de las clases sociales, Gramsci comprende aquella como el complejo superestructural de las "organizaciones llamadas privadas". Esta concepción muy original refiere al entorno cultural (forma de pensar y de sentir del pueblo) no determinado mecánica ni exclusivamente por las relaciones económicas que los hombres entablan
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"independientes de su voluntad". Por esta razón, la sociedad civil debe entenderse como terreno de arraigo de la ideología de la clase dirigente y como función de hegemonía de ésta sobre toda la sociedad. Hablamos de ideología orgánica, o sea, ligada a una clase fundamental, que por la hegemonía extiende la dirección de la economía a la dirección del resto de las relaciones sociales mediante el trabajo de los intelectuales especializados en las ciencias, las artes, las religiones, etc. La difusión de la ideología dominante según sus grados (filosofía, religión, sentido común y folklore) se realiza mediante organizaciones y utilizando instrumentos técnicos, porque "la sociedad civil debe disponer de una articulación interna extremadamente compleja" (9).
La figura es un ' objeto fractal". Corresponde a un modelo de un corte de pulmón. La idea es representar las conexiones, mediante el órgano pulmón, que ponen en contacto aire y sangre. Un objeto fractal: cada parte reproduce el todo y tiene forma sumamente irregular, sin ley aparente.
La estructura de las organizaciones que difunden la ideología se compone básicamente de la Iglesia, la organización escolar y la prensa.
La sociedad civil debe entenderse como terreno de arraigo de la ideología de la clase dirigente y como función de hegemonía de ésta sobre toda la sociedad.
La figura es un "objeto fractal" denominado esponja de Sierpinsky-Menger.
La Iglesia se encarga de la moral fundamental de los miembros de la sociedad. La filosofía religiosa, tanto en el sentido laico como en el sentido de la feligresía, enseña la irresponsabilidad individua], la resignación y el amor al prójimo (los hombres son iguales por razones biológicas porque "todos somos hijos de Dios", mas no porque tengamos voluntad independiente y responsabilidad social e histórica). Vale la pena justificar un poco el juicio sobre la irresponsabilidad individual. Esta se refiere a la idea fundamenta] de que la inteligencia, el vigor y los sentimientos humanos son exteriores al individuo y se nutren de la capacidad creadora 9 . Hugues Portelli, "Gramsci y el bloque histórico", México,
Editorial Siglo XXI, 1987, p. 23.
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de la fe, por oposición a la capacidad creadora de la conciencia. Y esto vale no sólo para los feligreses, sino también para miembros intelectuales de la sociedad que no comprometen orgánicamente su trabajo, divorcian la teoría de la práctica y creen que el desarrollo científico y técnico favorece indistintamente a todos los estratos sociales.
La filosofía religiosa, tanto en el sentido laico como en el sentido de la feligresía, enseña la irresponsabilidad individual, la resignación y el amor al prójimo (los hombres son iguales por razones biológicas porque "todos somos hijos de Dios", mas no porque tengamos voluntad independiente y responsabilidad social e histórica).
El papel regresivo de la Iglesia en la estructura ideológica es más penetrante cuando se trata de la religión católica, teniendo en cuenta los esfuerzos de su organización para homogeneizar toda la masa religiosa: prelados y feligreses se articulan eficientemente en la sociedad civil mediante las instituciones escolares, económicas, culturales, etc., que la Iglesia domina aún en tiempos modernos. Sin embargo, dada la rigidez de sus anunciados de fe y su connivencia con la tradición conservadora, puede suscitar divisiones internas reflejadas en teologías alternativas, cuyos efectos sobre la conciencia de liberación de las masas en un país católico no deben ser despreciados (pensemos en la "Teología de la Liberación"). Por el contrario la religión protestante, dado que admite en la práctica de la producción cultural y en las costumbres sociales e individuales ciertas síntesis de lo religioso y lo laico, no aparece tan regresiva, se imbrica en la sociedad civil no sólo eficientemente sino como garante de la hegemonía ideológica por parte de la clase dirigente. La organización escolar cumple la función ideológica más precisa de racionalizar y jerarquizar el trabajo intelectual a nivel institucional, "ya sea que esté bajo el control del Estado o bien de organismos privados... esta vez bajo el
El papel regresivo de la Iglesia en la estructura ideológica es más penetrante cuando se trata de la religión católica, teniendo en cuenta los esfuerzos de su organización para homogeneizar toda la masa religiosa: prelados y feligreses se articulan eficientemente en la sociedad civil mediante las instituciones escolares, económicas, culturales. control de la Universidad y de la Academia (esta última en la medida que ejerce una función nacional de alta cultura, especialmente como depositaría de la lengua nacional y por lo tanto de una concepción del mundo)" (10). Por esto, la función del sistema educativo no se reduce a la calificación de la mano de obra requerida para la reproducción económica, sino que además "concientiza" a los individuos sobre la legitimidad de la superestructura, haciendo creer que los intereses de la clase dominante no riñen con los intereses de la sociedad en general; que el statu quo es natural, racional y justo; y que las contradicciones sociales se pueden resolver dentro del marco institucional, porque el Estado es un administrador del bienestar general y un regulador de los conflictos individuales sin defender intereses de clase particulares.
La función del sistema educativo no se reduce a la calificación de la mano de obra requerida para la reproducción económica, sino que además "concientiza" a los individuos sobre la legitimidad de la superestructura, haciendo creer que los intereses de la clase dominante no riñen con los intereses de la sociedad en general.
10.
Ibid, p.24.
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No obstante, los profesores como intelectuales en función y los estudiantes como aprendices de intelectuales que provengan de clases subalternas deben constatar más conscientemente que así como enseñan o aprenden una concepción del mundo ajena a sus intereses de clase, pueden difundir una concepción del mundo alternativa y vincular orgánicamente su trabajo intelectual con su clase, contribuyendo a la formación de conciencia política en el seno del pueblo. Esto no significa ideologismo o proselitismo en la actividad académica. Significa que el conocimiento científico y la discusión racional son los medios directos de traspasar el sentido común, las preteorías y los prejuicios tradicionales que explican la cotidianidad física y social de los individuos. Así, en la actividad académica se puede cultivar una concepción del mundo, que por ser más científica puede ser más liberadora, si se acepta que todo acto de la vida es político y, por lo tanto, generador de influencia.
El conocimiento científico y la discusión racional son los medios directos de traspasar el sentido común, las preteorías y los prejuicios tradicionales que explican la cotidianidad física y social de los individuos.
En este lugar quisiera mencionar una opinión estudiantil sobre los estudiantes y su compromiso. Según ésta, los estudiantes hacen parte de la intelectualidad pero no ejercen las funciones del intelectual, dado que no están sujetos a vínculos económico-corporativos que condicionen su actividad, lo cual permite que el estudiante asuma el estudio como un compromiso riguroso consigo mismo, no adscrito, de tal modo que su vínculo potencial con una clase supere el carácter puramente reivindicativo: "más que una 'fuerza democrática', más que un gremio que lucha por sus reivindicaciones, el estudiantado es un sector sensible de la intelectualidad, pero que no tiene la función de la intelectualidad, o sea, no tiene previamente (a priori) establecido un compromiso con la 'estructura social', con las clases dominantes o con
los sectores explotados: no tiene la función de organizar a los hombres a través de las ideas. Y sin embargo su potencialidad, su orientación, es precisamente su compromiso" (11). Finalmente, la prensa (los medio de comunicación) es una institución de la sociedad civil muy dinámica y con un campo de acción muy amplio: la "opinión pública". La prensa difunde la ideología dominante de corte "civilista" y "democrático", por lo cual, el alcance de su influencia mide aproximadamente el grado de hegemonía de la clase dirigente. "Como la organización escolar, la prensa y las editoriales cumplen un papel fundamental, puesto que son las únicas que abarcan todo el campo de la ideología (libros y revistas científicas, políticas, literarias, etc.) y todos sus niveles (libros y periódicos para las élites, de vulgarización, populares...)" (12). Ahora bien, las organizaciones que difunden la ideología utilizan instrumentos de comunicación que constituyen su "material ideológico". Estos son básicamente: los medios audiovisuales, los medios escritos y hasta la arquitectura.
La prensa difunde la ideología dominante de corte "civilista" y "democrático", por lo cual, el alcance de su influencia mide aproximadamente el grado de hegemonía de la clase dirigente.
2. La Sociedad Política Gramsci define sociedad política como la parte de la superestructura que ejerce la función de dominación mediante sus aparatos jurídicos y político-militares del Estado. En esto coincide con Lenin, quien concibe el Estado como "el producto y la manifestación del carácter 11. Periódico "Isitome", "Estudiantes y pueblo. Un comentario basado en Gramsci". Ponencia presentada al Seminario Nacional de Historia del Movimiento Estudiantil de Colom bia, Bogotá, 1988, p. 4. 12. Huges Portelli, op. cit.,p. 24.
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irreconciliable de las contradicciones de clase" (13), lo cual implica dominación de una clase por otra, mediante la coerción con el fin de conservar el orden establecido. Sin embargo, Gramsci supera el instrumentalismo (14) implícito en la concepción leninista, o sea, la suposición de que el Estado es un aparato neutral utilizable por cualquier clase dominante. Para Gramsci, el poder político no consiste simplemente en dominación, sino también en dirección; es decir, combina la coerción y el consenso cuya naturaleza depende de la concepción del mundo dominante históricamente dada. Por consiguiente, el carácter de lo político militar es connatural al carácter de la dirección económica e ideológica que ejerce una clase sobre la sociedad.
El poder político no consiste simplemente en dominación, sino también en dirección; es decir, combina la coerción y el consenso cuya naturaleza depende de la concepción del mundo dominante históricamente dada.
Según esto, si la sociedad política es autónoma frente a la sociedad civil, el "gobierno político" corresponderá a una dictadura, mientras que si la sociedad política depende de la sociedad civil, corresponderá a un régimen democrático, pues éste refleja una sociedad civil fuerte y por consiguíente hegemónica. En tiempos normales la coerción será eminentemente legal, mientras que en tiempos de crisis privará la violencia militar. Burócratas y militares son, pues, funcionarios de la sociedad política. Pero también defienden intereses económico-corporativos. De ahí que en ciertas situaciones surja el "poder dual": puede ser que la clase dominante no controle directamente el Estado pero éste sigue 13. V. I. Lenin, "El Estado y la revolución", Pekín, Ediciones en Lenguas extranjeras, 1874, p. 7. I H. Bob Jessop, "Teorías recientes sobre el Estado capitalista", en "La crítica marxista del Estado capitalista: del Estado-instrumento a la formaEstado", Bogotá, CINEP, 1980, p. 25.
siendo aparato de dominación; o puede ser que el aparato del Estado no sea efectivo en la represión y entonces surjan, por ejemplo, organismos paramilitares que amparan los intereses económico-corporativos de las diferentes facciones de la clase dominante. Más aún cuando la crisis se presenta en un país con un proyecto nacional inconcluso, o donde las clases sociales no tienen perspectiva nacional y que, por lo tanto, la adscripción y los intereses corporativos determinan una rapiña violenta por el poder, tal como lo ejemplifica nuestro país. Es necesario insistir sobre la relación entre la sociedad civil y la sociedad política, porque cada una de éstas son "momentos de la superestructura"; o sea, que son la unidad dialéctica que constituyen la superestructura del bloque histórico. El par dialéctico de esta unidad se puede definir de dos maneras: coerción-consenso y/o dirección-dominación. Así, ninguna sociedad se basa exclusivamente en la dirección-consenso, porque sería ignorar la lucha de clases; pero tampoco se sustenta sólo en la dominación-coerción, pues significaría que el bloque histórico vive en crisis permanente.
Puede ser que la clase dominante no controle directamente el Estado pero éste sigue siendo aparato de dominación; o puede ser que el aparato del Estado no sea efectivo en la represión y entonces surjan, por ejemplo, organismos paramilitares que amparan los intereses económico-corporativos de las diferentes facciones de la clase dominante. 2.1. El Estado Arribamos pues, al concepto de Estado. Este agrupa toda la superestructura del bloque histórico así: "sociedad civil + sociedad política =Estado" (15). Los dos momentos se articu15. Huges Portelli, op. cit.,p. 39.
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Ninguna sociedad se basa exclusivamente en la dirección-consenso, porque sería ignorar la lucha de clases; pero tampoco se sustenta sólo en la dominación-coerción, pues significaría que el bloque histórico vive en crisis permanente. lan, y los intelectuales homogeneízan el bloque histórico en aras de la hegemonía de toda la sociedad: "el Estado aparece, entonces, más allá de la diversidad de organizaciones que lo componen y de la dualidad de las funciones de dirección por cuyo intermedio asegura la hegemonía de la clase fundamental, como el conjunto de la actividad de ese grupo social particular que constituye la capa de los intelectuales. La distinción en el seno de la superestructura debe referirse más a la oposición entre la función de hegemonía —ideológica— y la función de dominación —política— que a la oposición, secundaria, entre tal o cual organización
Pez y escamas, de M. C. Escher (xilografía, 1959).
(16). Mariposas, de M. C. Escher (grabado enmadera, 1950).
3. La Relación entre Estructura y Superestructura
La elucidación de esta relación define más claramente el bloque histórico. Igual que el marxismo clásico, Gramsci dice que la estructura está constituida por la base material de la sociedad. Esta impone límites al movimiento superestructural, en el sentido de que la organicidad del vínculo estructura-superestructura consiste en que los elementos y la evolución de la última, en cualquier sociedad, corresponde a un grado determinado del desarrollo de las fuerzas productivas (por tanto, que el surgimiento de una nueva sociedad sólo es posible si sus condiciones y sus relaciones han germinado en el seno de la sociedad antigua). Pero dicha evolución también es obra de los "administradores de la superestructura". Esto es el bloque histórico: "la estructura y las superestructuras forman un 'bloque histórico', o sea, que el conjunto complejo, contradictorio y discorde de las superestructuras, es el reflejo del conjunto de las relaciones sociales de producción" (17). 16. Ibid.p. 35. 17. Antonio Gramsci, op. cit.,p. 46.
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Ahora bien, el desarrollo de la estructura sólo puede ser analizado históricamente (el método de la economía es histórico-deductivo). Así, el análisis de la estructura es estático con respecto al análisis de la superestructura, que puede mostrar la dinámica instantánea del bloque histórico. Por eso, en Gramsci "el interés del análisis reside fundamentalmente en el estudio concreto de la estructura que toda empresa política exige" (18). En otras palabras, el estudio de la superestructura analiza indirectamente la estructura. Esta es la función del concepto bloque histórico. Más precisamente, un bloque histórico será tal si se ajusta a las condiciones orgánicas que impone la estructura socioeconómica. He aquí la índole de un movimiento superestructural orgánico y de los intelectuales orgánicos. Los movimientos superestructurales que no exhiban la calidad expuesta, no serán orgánicos.Por ejemplo: los movimientos puramente coyunturales o de corta duración; los errores de cálculo político de los dirigentes, reflejados en crisis parlamentarias o ministeriales; las reestructuraciones internas en los organismos de poder que reflejan luchas intersectoriales de la clase dirigente; y las ideologías "arbitrarias" que "no crean más que 'movimientos' individuales, polémicas, etc." (19). Sin embargo, en coyunturas importantes alguno de estos movi mientos podrá poner en peligro la hegemonía de la clase dirigente. El resultado dependerá de todos modos del carácter permanente del bloque histórico. Concluyendo esta parte, tenemos que el aporte fundamental de Gramsci no consiste en la distinción estructura-superestructura, sino en el vínculo orgánico entre ellas. Y es fundamental por su gran utilidad en el análisis y la actividad políticos. En efecto, negar la primacía de la estructura o de la superestructura, afirmando la unidad dialéctica de ellas, evita los errores del economicismo y del ideologismo. El primero, de estirpe mecanicista, proviene de atribuir primacía a la estructura, privilegiando la lucha económico-corporativa, y condenando a la pasividad política a las clases subalternas. El 18. Huges Portelli, op. cit.,p. 46. 19. Gramsci citado por Portelli, op. cit.,p. 52.
El aporte fundamental de Gramsci no consiste en la distinción estructura-superestructura, sino en el vínculo orgánico entre ellas.
segundo, de estirpe idealista, desprecia la estructura, privilegiando la superestructura, en la creencia de que la historia es sólo ético-política y no depende de condiciones objetivas. Respectivamente, estas posiciones derivan en puro sindicalismo y en oportunismo como líneas de acción política. En consecuencia, una línea correcta de acción política consistiría en comprender que la política sólo es tal si la vocación de poder se sustenta en las condiciones objetivas, pero que garantice la retroalimentación de la práctica por la teoría; o, dicho de otro modo, que progresivamente la lucha económica se transforme en lucha política.
IV. LA HEGEMONÍA El concepto de bloque histórico confiere al concepto de hegemonía un significado novedoso. Según Portelli, Gramsci acoge el legado leninista en cuanto el carácter de clase, el papel de las alianzas y las relaciones de fuerza, como elementos de análisis de la hegemonía; pero innova con respecto a Lenin, en cuanto al aspecto de dirección cultural-ideológica de la hegemonía. La importancia que en el pensamiento gramsciano tiene la sociedad civil implica la relevancia de la difusión de una concepción del mundo (ideología) en la sociedad por parte de la clase dirigente. A las clases "auxiliares" o "aliadas", tal difusión se dará por adhesión, mientras que las clases subalternas serán absorbidas mediante la atracción de sus intelectuales, con la formación de un "sistema de solidaridad entre todos los intelectuales, con vínculos de orden sicológico (vanidad, etc.) y a menudo de casta (técnico-jurídicos, corporativos, etc.)" (20). De esta manera se conforma un bloque 20. Gramsci citado por Portelli, Ibid.,p. 71.
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ideológico cuya fuerza depende del grado de hegemonía de la clase dirigente. La disgregación de dicho bloque ideológico provocará la preeminencia de la coacción progresiva hasta llegar a la dictadura. Según esto, esquemáticamente, es identificable sociedad civil fuerte, democracia y hegemonía frente a sociedad política preponderante, dictadura y dominación.
La importancia que en el pensamiento gramsciano tiene la sociedad civil implica la relevancia de la difusión de una concepción del mundo (ideología) en la sociedad por parte
Con todo, en la realidad, la relación entre dictadura y hegemonía no es tan esquemática. Cuando un bloque histórico se ha consolidado con base en una sociedad civil fuerte, la clase dirigente logra cierto consenso en las clases subalternas, y éstas han apoyado el cambio, los periodos dictatoriales son transitorios y señalan el surgimiento de otro período hegemónico más estable y duradero. Este es el caso de Francia (revolución burguesa-absolutismo napoleónicorepública). Pero cuando un bloque histórico se consolida con base en el control del aparato estatal, sin que la clase dirigente se haya apoyado en las clases subalternas, y se haya comprometido con ellas, la dictadura puede ser permanente y refleja cierta asociación de hegemonía con dictadura. En este caso, los intelectuales de las clases subalternas serán radical mente separados de ellas, los frutos del desarrollo económico se restringirán abruptamente a los grupos económico-corporativos tradicionales y las tímidas transformaciones sociales harán variar poco las instituciones y mecanismos de participación política. Estos procesos son caracterizados por Gramsci como "transformismo". Nuestro país es un ejemplo. Para terminar, la irrupción de un nuevo bloque histórico requerirá no sólo de la ruptura de la estructura con respecto a la superestructura, sino también de la consolidación de un nuevo bloque ideológico, de una nueva hegemonía.
Tal ruptura constituye una "crisis orgánica". Esta puede ser originada por el fracaso del proyecto político de la clase dirigente; o porque las clases subalternas adelantan la revolución. La clase dirigente puede combinar la represión de las clases subalternas con una política de compromisos entre sus facciones, y formar un "frente nacional", para abortar una situación revolucionaria. Sin embargo, si esta última se acompaña de la iniciativa de la clase subalterna fundamental, adoptando una política de alianzas, una dirección ideológica y una dirección político-militar que consulten el carácter del
Cuando un bloque histórico se ha consolidado con base en una sociedad civil fuerte, la clase dirigente logra cierto consenso en las clases subalternas, y éstas han apoyado el cambio, los períodos dictatoriales son transitorios y señalan el surgimiento de otro período hegemónico más estable y duradero. Pero cuando un bloque histórico se consolida con base en el control del aparato estatal, sin que la clase dirigente se haya apoyado en las clases subalternas, y se haya comprometido con ellas, la dictadura puede ser permanente y refleja cierta asociación de hegemonía con dictadura.
bloque histórico dominante y perciban el nuevo bloque histórico, la crisis orgánica sí podrá resolverse en una revolución. Decididamente, el surgimiento y la dirección de un nuevo bloque histórico están precedidos de la escisión, por parte de la clase subalterna fundamental, del sistema hegemónico dominante, en el mismo seno de la sociedad que se quiere cambiar. Subvertir el orden establecido y crear uno nuevo a través de conciencia ideológica y organización política son los dos aspectos de un proceso revolucionario.
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Decididamente, el surgimiento y la dirección de un nuevo bloque histórico están precedidos de la escisión, por parte de la clase subalterna fundamental, del sistema hegemónico dominante, en el mismo seno de la sociedad que se quiere cambiar. Subvertir el orden establecido y crear uno nuevo a través de conciencia ideológica y organización política son los dos aspectos de un proceso revolucionario.
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"Liberación", de M. C. Escher (litografía, 1955).
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TEMAS Y DEBATES “ESA HOJA VERDE Y DIVINA LA COCA ES"* Fernando Calderón G.
... el tema de la coca, el de la cocaína en especial, nos va a dar trabajo a los sociólogos por un largo tiempo. Es realmente un espacio de trabajo tan complejo y tan rico en su complejidad y sabemos tan poco de cómo funciona, que es un verdadero reto entender su dinámica. No hay muchos estudios. Hay más bien estudios muy puntuales, muchos artículos periodísticos, y algunos datos de información estadística poco confiable; dado este panorama lo que quisiera es entregar algunas ideas, puesto que no hay mayores avances en investigación. Es decir, quisiera entender desde varias perspectivas qué es este hecho de la cocaína o este hecho del narcotráfico. Fíjense qué tema tan paradójico y diverso es, pues puede ser considerado como un elemento de afirmación de identidad, sobre todo entre el campesino productor, o lo que es la lógica de la cultura andina, o de búsqueda de la identidad en jóvenes de USA hasta lo que es la negación de una identidad mediante el consumo de cocaína relacionado con la dependencia psicológica o incluso en la esquizofrenia. Nosotros tenemos en el mundo andino una leyenda, la leyenda de la coca. La leyenda de la coca dice que el dios Viracocha anunció a sus súbditos que iban a venir hombres barbados a explotarlos y que él les iba a dar una hoja para que resistieran ese dolor, y les dio la hoja de coca, pero esa hoja además iba a ser maligna para los viracochas de Conferencia dictada en Berkeley, California, octubre 1989.
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afuera. Esa es la leyenda de la coca que tiene varios siglos. La identidad con la coca y sus símbolos no es pues un arraigo del pasado, se recrea constantemente. Recientemente, en La Paz, un grupo musical que desgraciadamente desapareció (se llamaba WARA, que quiere decir estrella) intercalaba música andina con música electrónica, combinando guitarras eléctricas con zamponas y tocaba en los amaneceres en el Altiplano o tocaba los días de solsticio en La Puerta del Sol. Cantaban un poema a la coca que dice: "Esa hoja verde y divina la coca es, santa y clara lucidez, que en principio la vida te enseña a llevar a tu esencia has de llegar, hoja por hoja. Con nuestras garras has de subir en paz y ciencia tienes que aprender, humildemente todo has de ser. Esa hoja verde y divina la coca es, a tu esencia te va a llevar, hoja por hoja, santa y clara lucidez". Fíjense lo que significa como elemento de reafirmación de una identidad cultural. Pero por otro lado, sabemos que el consumo de la cocaína propiamente tal, puede inclusive, por la dependencia sicológica, producir la desintegración de la estructura de la personalidad. Y se ha probado que, si bien no las provoca, acentúa las tendencias "esquizofrénicas" tan relacionadas con la pérdida social de temporalidad cultural moderna y con la vivencia cotidiana de un presente continuo pos-moderno. Entonces, observamos estos dos mundos tan distintos a través de un solo fenómeno, uno ligado a una planta natural y el otro a una planta química... Entonces el tema es qué hay entre un acto y otro acto. Y de eso es de lo que yo quiero hablar ahora. Este hecho puede ser captado desde tres perspectivas relacionadas: 1) como un hecho multisincrético; 2) como un hecho intersticial; y 3) como un hecho internacionalizado. Y sobre estas tres aproximaciones quiero hablar, sobre todo para referirme al último punto, que es importante en esta coyuntura internacional. Cuando digo que es un hecho multisincrético, estoy diciendo que en el hecho en sí de la producción de la coca y la elaboración de la cocaína, hay una cadena de relaciones económicas y culturales muy grande que incluye desde el campesino colonizado productor de coca, el consumidor consuetudinario, el comerciante de la hoja de coca, el que transforma la hoja de coca, el que genera el traslado de la hoja de coca hasta los mecanismos oligopólicos y de distribución y el consumo de cocaína. La coca une una red de relaciones sociales muy imitantes, en un extremo, y en el otro, un mecanismo oligopólico de comercialización de alto rendimiento, como cualquier otro producto del mercado internacional. Por eso es sincrético. Podríamos decir — casi parafraseando palabras— que es un hecho (si uno lo ve no desde la economía sino desde la filosofía), que integra la premodernidad con la pos- modernidad; el campesino
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vinculado a la tierra y a un tipo de producción y a un gerente norteamericano, Workhovic, vinculado a una transnacional. Se puede desglosar mucho más este acto sincrético de cómo la cocaína integra en sí estos elementos desde el punto de vista cultural, económico o político. Yo no quiero detenerme mucho en esto. El otro elemento que yo mencionaba es que era un hecho intersticial. Esto quiere decir que se coloca en lugares y en espacios fundamentales que vinculan procesos políticos y socioeconómicos entre sí. Voy a dar siete ejemplos en relación a esto, más que definir conceptos. Uno es en relación al perfil del consumidor. El perfil del consumidor es común sobre todo en los países desarrollados y especialmente en USA. Varía entre 17 y 29 años. Y hay además dos tipos de consumidores de cocaína: unos, son aquéllos que están metidos en los sectores de punta de la transformación económica y cultural de estos países (hay algunas investigaciones y algunos datos que dicen que la gente más " in" consume cocaína para aumentar su productividad); éstos se dividen fundamentalmente en tres categorías: técnicos de alto nivel, deportistas y artistas. Hay un estudio de un profesor de Berkeley (se llama Edward), que incluso señala una "enfermedad" que se llama "Uniqueness", cuyo lema sería: "para ser el único en el campo de deportes y mejorar tu productividad deportiva, consume cocaína". Lo mismo, parece ser que hay una relación alta entre la edad de consolidación de un status socioeconómico, la productividad y el consumo de cocaína, esto entre los 30 y los 40 años. Por otro lado, también es más generalizada la imagen de que el consumo de cocaína, sobre todo la cocaína fina, está relacionado con la productividad en el mundo artístico. Por lo tanto, parece ser que el perfil del consumidor, de estos jóvenes consumidores, está situado en estos grupos altamente "in" y en una gran masa de gente "out'', es decir que están fuera del sistema o son muy periféricos al sistema, y que oscilarían entre la gente que está en la franca anomia social o conducta desviada y el desempleo de los jóvenes. Probablemente esto esté relacionado, y este es un elemento fundamental, con la crisis de la familia nuclear en las sociedades desarrolladas. La familia como lugar de socialización y espacio de reproducción de valores y de producción de cuadros para la vida social, por los efectos de su modernización no tiene capacidad de lograr esa reproducción, esa socialización reproductora. Entonces, en realidad lo que estaría en crisis es una forma familiar de vivir, que se paliaría de esta manera. Desde esta perspectiva, el problema del consumo de la cocaína es un problema cultural, no económico ni político. Es un problema cultural hipermoderno que tiene que ver con la crisis de la familia(*). *• Véase Calderón Fernando y Laura Gaustein, "La coca y el modo de vida americano o de cómo para vivir es necesario suicidarse", Le Monde Diplomatíque edición en español, noviembre/diciembre 1987.
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También se inserta la cocaína, creo yo, entre los procesos de acumulación de capital y crisis que existen sobre todo en América Latina. Cuando hay una crisis del modelo de acumulación o del modelo de desarrollo económico por vía de la transformación o del ajuste estructural, un elemento netamente compensatorio e impulsor, son los ingresos que provienen por la exportación o por la intermediación de cocaína. Entonces, palia o regula o se inserta dentro de los procesos, la crisis de los procesos de acumulación (*). Otro elemento intersticial importante, ya mirado en las "sociedades periféricas", directamente relacionado con las estructuras de las relaciones sociales, consistiría en que el núcleo de relaciones que tiene el campesino está dado por la relación que tiene con el Estado y la relación que tiene con el mercado. Y esa relación está estructurada por comerciantes —medianos, pequeños y ahora grandes—. Entre el productor y el comerciante se ha superpuesto un procedimiento de comercialización de la coca, produciendo tanto en el campesino como en el comerciante un proceso de diferenciación. Pero también tiene puntos intersticiales a otro nivel. Por ejemplo en el ámbito político, el hecho se coloca entre el sistema político y el poder judicial, mediante sistemas de corrupción y de control del poder judicial. Otro ejemplo político: se coloca entre las fuerzas armadas y las guerrillas, o la policía, las fuerzas armadas y las guerrillas. Vamos a contar más adelante algunos ejemplos, sobre todo los casos peruano y colombiano. Se coloca también dentro de la política de represión de los Estados de los países Centrales, que es una política sobre todo de efecto, y también en los procesos de la acumulación de capital multinacional. Si yo pudiera hacerle una pregunta al Presidente Bush, quisiera preguntarle qué pasa con los aproximadamente cuarenta y cinco mil millones de dólares que se quedan en Estados Unidos al año por la venta de cocaína. ¿Cómo se blanquean, a dónde van?, que me cuente qué pasó con eso, y qué consecuencias trae para la economía norteamericana. Para terminar con estos ejemplos de lugares intersticiales, la coca se coloca entre la ética protestante y el mercado. La ética protestante demanda un incremento de la productividad, un éxito económico, pero al mismo tiempo esto tuvo que ver con la corrupción de la especulación. Y este éxito económico hoy día está viabilizado para muchos por la cocaína. Estos aspectos, a mi juicio, deben ser analizados y desarrollados aún más. Ahora bien, recién podemos entrar al tema de la internacionalización de la política.
* Véase Castell Manuel y Roberto Laserna, "La nueva dependencia. Cambio tecnológico y reestructuración socio-económica en Latinoamérica". En David y Goliath N° 55, julio 1989, Buenos Aires.
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De alguna manera los mayores niveles o los mayores índices de producción de cocaína guardan relación — habría que probar cómo es esa relación, que aparentemente es muy alta— entre el proceso de crisis y depresión de las economías latinoamericanas y el boom de la cocaína. Y además quizás esto se da en un contexto de democratización como el que vive la región. O sea, en la década del 80 la productividad de cocaína aumenta brutalmente en el mercado internacional, lo mismo que el consumo. El año 82 es el momento en que se declaró oficialmente la crisis de la economía latinoamericana y paralelamente la década del 80 marca un proceso de democratización en la región. Ese es el marco en el cual se tiene que entender esta experiencia de la cocaína, pero también como parte de un proceso de internacionalización de la política. Y yo creo que tiene que ver fundamentalmente con la política norteamericana. La internacionalización de la política es parte de la definición de lo que llamamos los actores fundamentales del escenario internacional, esto es el Fondo, el gobierno norteamericano y otras agencias y bancos en la definición de la relación entre ajuste y democratización. Uno podría decir que esta política ha tenido cuatro frentes, que no tienen la misma racionalidad ni la misma consistencia. La primera fuente, la más racional y la más consistente de estos actores fundamentales, M la hegemonía militar y la racionalidad militar. Hay una estrategia de seguridad a nivel mundial de Estados Unidos que según muchos análisis y estudios muestra cómo es la racionalidad más coherente y organizadora del resto de las racionalidades políticas y económicas. 0 sea, las estrategias militares de seguridad a nivel mundial y en este caso latinoamericano constituyen el elemento ordenador del imperio en sus relaciones con América Latina y el resto del mundo. Por otra parte, la estrategia de democratización política es muy inconsistente y está subordinada a la primera. Hay un trabajo muy interesante de Lawrence Whitehead sobre la consistencia de las políticas de actores internacionales, Estados Unidos y Europa principalmente, y sobre la democracia en América Latina (*). En general en USA se tiene más bien una visión muy instrumental de la democracia que está subordinada a la política de seguridad militar. El autor muestra la inconsistencia de distintas situaciones y actores, donde un factor fundamental es cómo incide sobre la sociedad civil y la sociedad política norteamericana esa política de democratización. Una tercera política norteamericana, ya directamente ligada con el narcotráfico, es la represión policial y jurídica hacia el narcotráfico, que actúa tanto interna como externamente, y que a mi juicio actúa más sobre los efectos de la cocaína, que sobre las causas. Aquí el elemento fundamental es la coacción. Finalmente están las políticas económicas ligadas con el proceso de reestructuración, sobre todo
* O'Donnell Guillermo et al. Transiciones desde un gobierno autoritario. Tomo I: Europa meridional. Tomo D: América Latina. Tomo ID: Perspectivas comparadas. Tomo IV: Conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas. Biblioteca ESTADO Y SOCIEDAD, PAIDOS, Buenos Aires, 1989.
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para los países productores de coca, de la economía internacional. O sea, yo no podría entender el problema de la expansión de la producción de coca en Bolivia si no es en relación al "crack" del estaño. En este hecho de la internacionalización uno puede diferenciar situaciones según el tejido socio-cultural, la estabilidad política y la racionalización de la reconversión económica. Es decir, esos tres factores me permitirían clasificar o tipificar las diferentes situaciones con relación al proceso de internacionalización derivado de la producción y el consumo de cocaína. En esa lógica, por lo menos tentativamente, podríamos tipificar cuatro situaciones. La peruana, la colombiana, la boliviana y la norteamericana. Hay una situación, la del Perú en la coyuntura, donde se superponen una crisis de la gobernabilidad del Estado (incapacidad sobre todo del ejecutivo de organizar las propias reglas del juego político al interior del Estado, fundamentalmente con el legislativo y el poder judicial), un sistema político subordinado y escasamente representativo, un fraccionamiento y una crisis de los actores sociales fundamentales de la sociedad peruana, fundamentalmente el movimiento obrero y el movimiento campesino, un desarrollo de anti-movimientos sociales ligados a la fragmentación, como es el caso de Sendero Luminoso. En este dinamismo la cocaína actúa como un acelerador de la descomposición social. La política en este marasmo tiende a ser definida como de enfrentamiento y de destrucción. Entonces se producen una serie de yuxtaposiciones; parece ser que en el norte del Perú la relación entre los procesos de exclusión social, la emergencia de la guerrilla y Sendero Luminoso han hecho una alianza entre excluidos, narcotraficantes y guerrilleros. Ahora, no todo Sendero Luminoso es así; eso solamente ocurre en el norte del Perú. En otras partes Sendero Luminoso actúa sólo como un grupo terrorista, en otras partes actúa como movimiento campesino, sobre todo en Puno, ligado a tomas de tierras y a movimientos de masas. Entonces, tampco hay que identificar absolutamente a Sendero con el narcotráfico. Pero, de todas maneras lo fundamental es que actuaría como acelerador de la descomposición social. El caso colombiano es muy distinto. En el caso colombiano se asienta, por así decirlo, un proceso de acumulación salvaje, una estabilidad económica de largo plazo, y una exclusión socio-poli tica intensa. En Colombia, las tasas de crecimiento económico en los diez últimos años son altas, pues han oscilado entre 6 y 10%; la economía colombiana es una de las economías de mayor potencialidad de inserción en la economía mundial, lo que es clave en la determinación de las posibilidades de los países de América Latina en el mercado mundial. No solamente por su exportación de productos, petróleo, café, diamantes y cocaína, sino también por su cierto grado de desarrollo industrial y de reconversión industrial que se ha plasmado relativamente. Y esto expresado regional y urbanamente, se combina con un proceso de exclusión socio-política muy intenso. Es como una acumulación salvaje yuxtapuesta con una exclusión
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socio-política muy intensa. Colombia es un país que probablemente sobresale en América Latina o por lo menos en Sudamérica, por sus escasas reformas sociales, además por una tradición de violencia muy alta, y de un proceso gatopardista de transformación de sus élites muy consistente —que produce una alta conflictualidad sin canales reales de institucionalidad representativa— lo que redunda en un proceso de deslegitimidad o ilegitimidad del régimen democrático creciente. Probablemente el tema de la soberanía nacional vinculado al poder judicial, es el tema de coyuntura vital en el caso de Colombia. En este sentido, el narcotráfico actúa como multiplicador de los procesos de acumulación, pero también como multiplicador de conflictos sociopolíticos de exclusión. A mí me da la impresión que de hecho se producen una serie de fenómenos, sobre todo si uno sigue la prensa ahora en el caso de Colombia, que cruzan temas de soberanía nacional hacia afuera con temas de gobernabilidad política interna. El conflicto entre el ejecutivo y el poder judicial es muy intenso. El ejecutivo, por compromiso con Estados Unidos, decidió extraditar a narcotraficantes; sin embargo, parte del poder legislativo (el candidato del partido liberal a la presidencia de la República, y parte de los jueces y los partidos) se oponen a esta extradición porque dicen que va contra la soberanía nacional, y esto probablemente es así. Pero eso deslegitima externamente al régimen de una manera brutal. Y de hecho genera un plano de intereses compartidos entre los grupos sociales y políticos involucrados. No se sabe si esto se va a resolver por la negociación o se va a resolver por un aceleramiento de la guerra y el terror. Las guerrillas, otro actor clave en la política colombiana, parecen llamar a una negociación. En todo caso en esta situación tenemos un fenómeno donde se pretende combinar represión, enfrentamientoy negociación; en el escenario del i narcotráfico están las tres figuras. Y cuando digo represión digo combinación, porque todo el sistema político hoy día está tan destruido, todas las relaciones de orden tan descompuestas en Colombia que los mecanismos de coacción los dan grupos privados. El monopolio de la violencia ya no es exclusivo del Estado, sino que se expresa en una cantidad inconmensurable de grupos paramilitares, y casi a nivel individual. Cuentan anécdotas que en I Cali y Medellín, acerca de un "mercado de pistoleros" uno sabe que puede comprar la vida de uno o de otro en determinados lugares de I la ciudad simplemente con determinado monto de dinero. Entonces hay una generalización de una destrucción societal del orden total. Hasta dónde va a estirarse la razón de Estado para regular, negociar o no esta situación, no se sabe, pero todo esto está íntimamente interrelacionado, y su solución también tendrá que ser compleja e internacional. Para recapitular, en el caso de Perú entonces la cocaína actuaría como acelerador del proceso de descomposición social. En el caso de Colombia, como multiplicador de conflictos y de acumulación. En el caso de Bolivia, el hecho del narcotráfico tuvo situaciones diferentes en el gobierno de la UDP (el año 83/85) actuó antes como desestabilizador económico, fue factor fundamental de la
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hiperinflación, ya que Bolivia tenia una tasa de inflación anual de 23.000%, (fundamentalmente dada por la entrada de dólares y la regulación de esos dólares en la economía interna), pero hoy día la situación no es así, hoy día actúa y es funcional al ajuste racionalizador y fue relativamente funcional a la estabilidad política y económica. Entonces actuó como mecanismo de compensación económica pero también como mecanismo que merma el orden, además de ser factor de desintegración de valores ético-políticos de soberanía nacional. La relación política internacionalizada se da entre negociación y represión. No hay, por el momento, enfrentamiento, como en el caso de Colombia o en el caso de Perú. En Estados Unidos, la cocaína funciona como acelerador de mecanismos de acumulación de capital y como cuestionador de valores éticos centrales. Su funcionamiento produce por parte del Estado represión explícita y negociación implícita. Es el mercado donde se realizan las ganancias, y es además el lugar donde se plasman las situaciones 1, 2 y 3 que les mencioné, entre otras. Entonces, es el espacio donde se plasma la realización de la ganancia y donde se plasma políticamente el narcotráfico. ¿Cómo funcionan los procesos oligopólicos? ¿Cuáles son los sistemas de estructuración de la distribución de la cocaína? ¿Cuánto empleo genera? ¿Cómo es ese empleo? Se supone que alrededor de 300.000 personas tienen trabajo temporal en este país por la venta de cocaína. Se supone que hay 45.000.000 de jóvenes en este país que prueban una vez al año la cocaína. ¿Cuáles son los límites de esto? ¿Cómo se va a resolver esto económica y políticamente? Estados Unidos tuvo una política tradicional respecto a la droga, relativamente consistente, durante los últimos 10/15 años. Antes catalogaba a la droga y los peligros de la droga como un producto del sistema de oferta que venía de otros países. Hoy día la administración Bush ha aceptado por primera vez, y seguramente por presiones internas, que esto tiene que ver con la estructura de demanda y un sistema de intereses internos. La respuesta a la doble relación, parece seguir siendo la represión, sea una represión educativa, o una represión policial. No existe una visión en términos de relaciones sociales, de producción, de crisis de la familia, de roles de socialización, de producción de valores, etc. Para cerrar esta introducción a la discusión, se pueden formular tres conclusiones: En primer lugar, que la producción y el consumo de coca y de cocaina es funcional a los procesos de reestructuración de la economía mundial y de concentración de capital. Segundo, que éste es un producto sistémico que a la larga tiende a negar el funcionamiento del sistema y que produce autodestrucción societal, lo que quiere decir una producción de relaciones sociales sin sentido, sin valores. Y finalmente, la característica es que las políticas represivas centradas en los efectos del narcotráfico reproducen el sistema.
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ESPACIO ESTUDIANTIL
COLOMBIA: DE 1855 A 1872, VISTA A TRAVÉS DE LOS PERIÓDICOS DE LA ÉPOCA Paula Samper (Investigación dirigida por el profesor Jaime Jaramillo Uribe)
INTRODUCCIÓN El presente trabajo tiene por objeto realizar un estudio de un período determinado de la historia colombiana, comprendido entre los años de 1855 y 1872, a través de material periodístico déla época. Hablar de este momento en nuestra historia, nos lleva nece-
sanamente a profundizar sobre las pugnas partidistas, la inestabilidad política que lo caracteriza, y el esfuerzo notable de un grupo político, el Liberalismo, por readecuar las estructuras políticas y sociales a los rápidos cambios de la época. Se pueden entonces identificar una serie de temas principales que preocupaban a la sociedad de aquel entonces, y que la prensa, como
canal de expresión, particularmente de los partidos políticos, reflejaba ampliamente. En esta investigación, y dada la dificultad de consultar el material de la época, he consultado seis periódicos, que a continuación relaciono, y que cubren, si bien parcialmente, el período de estudio:
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fundador, y otros como José María Samper, Manuel Ancízar y Santiago Pérez).
1. La Patria, periódico conser vador que circulaba semanalmente en Bogotá, fue consultado desde su primer número, aparedo el 18 de junio de 1857, hasta el número 19, del 22 de octubre del mismo año. 2. El Porvenir, periódico con servador que circulaba también semanalmente en la capital, cuyo editor era José Joaquín Ortiz, consultado entre los nú meros 101 y 214, del 18 de agos to de 1857 hasta el 25 de marzo de 1859. 3. El Catolicismo, que circulaba semanalmente en Bogotá, y que se constituyó en el órgano oficial de la Iglesia, consultados sus números 456 al 462, del primero de enero hasta el doce de febre ro de 1861. Sobre los tres periódicos mencionados arriba, cabe recordar que están enmarcados dentro del gobierno conservador que lideró Mariano Ospina Rodríguez, quien había sido uno de los principales redactores del programa del Partido Conservador, y hombre de prensa a su vez, pues participó en la creación del periódico "La Civilización". Dicho gobierno fue completamente hegemónico, pues no
fueron llamados a participar miembros liberales, y por lo tanto contó con una permanente oposición por parte del Partido excluido, situación que llevó incluso a una sublevación a la cabeza de la cual se colocó Tomás Cipriano de Mosquera, quien, a pesar de ser un hombre de antecedentes conservadores, sería el promotor de muchas de las reformas liberales. 4. El Católico, semanario que siguió al anterior como órgano de la Iglesia, consultado del 16 de mayo al 20 de julio de 1863 (nums. 1-9). Esta es una época singular del estudio, ya que coincide con la expedición de la Constitución de Rionegro, en donde se encarga de la presi dencia al general Mosquera; posteriormente, éste debe ir al frente de las tropas en una disputa con el Ecuador, y es reemplazado por Juan Agustín Uricoechea, hasta la posesión del nuevo presidente electo, Manuel Murillo Toro. 5. El Tiempo, periódico liberal, el primero en usar formato gran de, fue verdaderamente impor tante en cuanto se convirtió, junto con el Neogranadino, en el órgano de expresión del liberalismo radical, desde donde descollaron sus máximos ideó logos (Manuel Murillo Toro, su
Consultado entre el 7 de enero de 1864 y el 5 de abril de 1865, coincidiendo en su mayoría con el gobierno liberal de Manuel Murillo Toro; esto resulta interesante puesto que es la fuente más completa de consulta sobre el programa y la ideología liberales, ya en el poder. Este mandatario liberal hubo de afrontar dos hechos políticos de gran magnitud: la sublevación conservadora en el Estado de Antioquia, liderada por Pedro Justo Berrío, y el creciente malestar del sector clerical ante las medidas liberales. Sin embargo, Murillo trató de mantener una actitud conciliadora con la Iglesia, y tomó otras medidas de envergadura, como la fundación del Diario Oficial, la introducción del telégrafo, la elaboración de los primeros mapas oficiales; fue un defensor acérrimo de la prensa libre, y por eso creo pertinente transcribir algunas de sus palabras t n ese sentido, tomadas de la obra de Ignacio Arizmendi Posada, pronunciadas, siendo Presidente, al recibir el ataque de un periódico opositor: "Sin imprenta que refleje con tocia libertad los diferentes matices de la opinión, es imposible administrar con mediano acierto. La prensa medio de formar el criterio nacional y para realizar el gobierno de la oposición. Deseo mucho que tengamos al fin un gran movimiento periodístico, que discuta y someta los principios y los hombres al crisol de una crítica severa e implacable, único medio que veo de moralización..."
6. El Tradicionista, periódico conservador que circuló a partir del año de 1871, dirigido por
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Miguel Antonio Caro, y que a su vez se constituye en fuente indispensable de consulta sobre el ideario del Partido Conservador. Circulaba semanalmente, en Bogotá, y fue consultado desde su primer número (7 de noviembre de 1871) hasta el número 10 (9 de enero de 1872). De esta manera, obsérvese que el materia] consultado comprende: dos periódicos de mayor importancia para la divulgación de las ideas de los partidos (El Tiempo y El Tradicionista), dos periódicos conservadores de relativa menor importancia, pero que cubren un momento interesante del período, y dos publicaciones que representan Jos intereses de la Iglesia Católica. Así mismo, en cuanto al período de tiempo en sí mismo considerado, se abarcan los años de 1857, 1858, 1859, 1861, 1863, 1864, 1865 y 187172. En cuanto a la escogencia de los temas objeto del estudio, ésta ha sido la consecuencia del proceso de lectura sistemática del material mencionado, junto con Ja posterior selección de Jos temas que en dicho momento podrían llamarse "candentes", en cuanto lograron dividir los ánimos de los granadinos, encarnizar las luchas por el poder político y económico, y quizás, por qué no decirlo, transformar la sociedad colombiana del siglo pasado. He decidido, en aras de la claridad, dividir dichos temas como sigue, y en su descripción he tomado apartes, indistintamente, de todas las publicaciones consultadas: A. Temas Políticos y Constitu cionales B. La Cuestión Religiosa
En el Primer Capítulo, antes de iniciar el estudio de dichos temas, hago un análisis general de las características del período histórico comprendido en la investigación, así como algunas observaciones críticas sobre la prensa de la época, su importancia, sus fallas, sus aportes.
influencia netamente cultural e ideológica sobre el pensamiento granadino. Es un tema, pues, que retoma elementos económicos, elementos políticos (en sus relaciones con el Estado) y elementos culturales. Dentro de estos últimos, haré mención tan sólo al de la educación, que aparece frecuentemente en los escritos de la época. Quizás porque ya se comprendía, para esa época, que los avances en el campo de la política y de la economía nacionales, debían estar precedidos por la adquisición de conocimientos y la preparación de quienes iban a estar a la cabeza de posteriores gobiernos.
Seguidamente, se inicia, por separado, el estudio de todos los temas. Es necesario advertir que en cada categoría se han incluido, a su vez, unos sub-temas específicos, como respuesta a su mayor incidencia, y que el análisis de los mismos corresponde casi exclusivamente al materia] periodístico; de ahí que algunos de ellos aparezcan tratados con mayor o menor importancia. Tan sólo en alguCAPITULO I nos casos he recurrido a fuentes externas, para lograr una orientación general acerca de El período comprendido entre 1855 y 1878 en Colombia, podría los mismos. definirse como un intento de Dentro de los "Temas Políti- adaptación de las instituciones a cos", se estudian los programas la vida independiente; en efecto, de los partidos a través de la una vez terminadas las guerras prensa, el papel de la oposición de la Independencia, se hace y de los partidos como tales, y el necesario para quienes manejan sistema de gobierno. A su vez, el destino deJ país, iniciar un Jos temas constitucionales co- Jento desmonte de Jas instituciobran importancia si tenemos en nes coloniales, de su sistema cuenta que estamos en una épo- económico, de su sistema educaca donde se expidieron tres tivo, de sus mecanismos de cartas políticas en poco tiempo, control. Todo ello, enmarcado y donde se discutía casi a diario dentro de una creciente activisobre la conveniencia de uno u dad económica, especialmente otro sistema constitucional. de tipo mercantil, que amenaza con remecer todas las estructuAhora bien, la llamada "Cuesras de la Nueva Granada. tión Religiosa" es, quizás, el tema más analizado en esta époEs así como los hombres pública. No en vano durante Jas cos de nuestro país, que habían administraciones del período se asistido recientemente a la fundespojó a la Iglesia Católica de dación de los Partidos Políticos, gran parte de sus privilegios en dedican sus esfuerzos a idear la Nueva Granada, privilegios programas que permitan esta con los que contaba desde la adecuación de las estructuras época colonia], y que abarcaban existentes. En efecto, entre no sólo las propiedades, sino la 1848 y 1849 se fundan los Par-
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tidos que, por más absurdo que parezca, aún hoy rigen los destinos de nuestro país. Sus programas, elaborados por Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro, para el Conservador, y por Ezequiel Rojas, para el Liberal, están influidos por los conflictos propios de este momento histórico, así como por algunas corrientes de ideas extranjeras, como el pensamiento de Jeremías Bentham.
miembros de una clase terrateniente que aún conservaba cierto poder en el país, estas medidas significaban un verdadero golpe a las jerarquías existentes, una vulneración de sus intereses económicos, y ante todo, un desconocimiento del poder que antaño ejercía la Iglesia.
Entre ellos, como un grupo compacto y con ánimo transformador, sobresale el Liberalismo Radical, liderado por hombres de renovador espíritu, como Manuel Murillo Toro, Santiago Pérez, Salvador Camacho Roldán, José María Rojas Garrido, Florentino González, José María Samper, y muchos más.
"Los radicales del siglo XIX fueron los abanderados de la libertad en todos los planos: libertad de comercio, libertad de industria, libertad de opinión, libertad de cultos, libertad de imprenta, sufragio universal, derecho al divorcio. El alcance de sus metas y el modelo de sociedad que anhelaban les parecía inconcebible al margen de la más absoluta libertad" (1).
Pero, ¿cuáles son los cambios que proponen estos hombres, basados en qué tipo de intereses y a qué implicaciones conllevan dichos cambios? Veamos: La nueva clase comerciante, guiada por el creciente impulso económico, apoya ante todo la expansión del mercado, instaurando el Ubre cambio, y de allí se desprenden varias implicaciones de tipo económico: la disminución de las tarifas arancelarias, de los monopolios del Estado en la producción y distribución de ciertos productos, la liberación de las trabas que pesaban sobre las tierras de la Iglesia, y muchas otras más. A primera vista parecieran ser reformas de poca envergadura, pero vistas más a profundidad, implicaban un verdadero desmonte de toda una estructura, tanto política como social. Resulta evidente que para los
Se ha dicho al respecto de este grupo político:
Es necesario mencionar también lo que varios autores señalan: que es precisamente en este campo de las libertades ilimitadas en donde el Liberalismo Radical encuentra sus mayores errores, para muchos representados en la implantación de un sistema federal que fraccionó a la Nación en nueve estados independientes, que no tardaron en dar comienzo entre ellos a insurgencias y contiendas regionales. De cualquier manera, los logros de las administraciones liberales no se pueden ignorar, más aún en cuanto fueron irreversibles en ese momento del desarrollo histórico. "En lo fundamental fue barrido el sistema colonial heredado de la dominación española y sentadas las bases para los inicios del capitalismo en Colombia" (2).
1. ESPAÑA, Gonzalo. Los Radicales del siglo XIX, p. 14 2. op. cit.,pg. 15
Independientemente de realizar un juicio crítico sobre el éxito que pudieron, tener las medidas adoptadas por los gobiernos liberales del siglo pasado, debo anotar que considero que el período mismo objeto del presente estudio, está enmarcado en dos fenómenos: una verdadera inestabilidad política, representada por el establecimiento de tres Constituciones Políticas en un corto lapso de diez años, por la aparición de varias guerras civiles y rebeliones de carácter regional, y en segundo lugar una constante pugna entre lo recién creados Partidos Políticos; pugna que no tomaría necesariamente el carácter de ideológica, pero que llevaría a sus representantes a irse "lanza en ristre" contra sus oponentes. Ahora bien, ¿dónde aparece la importancia de la prensa? Como lo señala G. Otero Muñoz en su obra sobre el Periodismo en la Nueva Granada (3), a mediados de siglo ocurre una transformación importante en la prensa: cuando se forman los Partidos Políticos, los periódicos abandonan su carácter personalista para convertirse en los órganos doctrinarios de dichas colectividades. Los personajes que mencioné con anterioridad, así como los representantes del Partido Conservador y de la Iglesia, hicieron de la prensa su medio más eficaz para transmitir ideas. Incluso, varios periódicos lograron avanzar mucho en el arte de la tipografía, incluyendo avisos, secciones de literatura, grabados en litografía, y se comenzó a usar el formato grande para su publicación. Muchos de ellos circularon en forma semanal. 3. OTERO MUÑOZ, G. El Periodismo. Biblioteca Aldeana de Colombia, 1936
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Antes de pasar a los grandes temas que se discutían en la época, y analizar el tratamiento que a ellos se daba en la Prensa, objeto primordial del presente trabajo, he querido hacer referencia a algunas de las particularidades que pude observar en todos los periódicos consultados, como un breve análisis de las características de la Prensa en el período estudiado. 1. Es cierto que algunas publicaciones llegaron a ser principalmente órganos doctrinarios de los partidos que representaban, pero no creo que se abandonara del todo el carácter personalista que menciona Otero Muñoz. Es más, algunas de las críticas formuladas por los editores de una u otra publicación a sus contrincantes, son implacables. Veamos algunos ejemplos: Criticando a los grupos de liberales que supuestamente eran masones, dice un editorial de El Catolicismo(num. 456): "... es un compuesto de luz y de tinieblas, de verdad y de error, un caos en el que se revuelven el vicio y la virtud; adorar dioses enemigos, no tener creencia ninguna, profesar el culto de Satanás. No podemos dejar de notar la armonía que reina entre estas sociedades y la escuela política de la Nueva Granada que predica como su gran dogma social que no debe haber gobierno..."
En su sucesor, El Católico, se afirma de los liberales que son "enemigos" de la religión, hijos desnaturalizados, que son los que más hacen sufrir a la Iglesia..." (num. 6). Es posible observar que se daba comienzo, tan sólo una década después de ser fundados los partidos, a los odios encarnizados entre una y otra de estas colecti-
vidades, que llevaron a malinterpretar en unos casos, y a desconocer en otros, las verdaderas gestiones que se realizaban para el progreso del país. Y no es gratuito que Colombia haya dado comienzo a nuestro siglo en un ambiente de absoluta intolerancia hacia el opositor. Intolerancia que condujo a innumerables luchas partidistas, y que en gran parte es resultado de las contiendas iniciadas a mediados del siglo pasado. Y ¿quiénes más inmersos en dichas contiendas que los periódicos? 2. En segundo lugar, no estamos ante publicaciones propiamente "noticiosas", ya que en los periódicos consultados no pude encontrar referencia alguna a hechos que constituyen una noticia, por lo menos en el sentido en que conocemos dicha palabra. Excepción hecha del relato de acontecimientos que se sucedían en el Congreso o las Asambleas Federales, así como de algunas noticias sobre conmociones internas y externas, gran parte del espacio estaba destinado a formular críticas a sus opositores políticos y a sus programas. Es más, en momentos en que hacen alguna referencia a un hecho sucedido, no falta la crítica, como en el caso que presento a continuación, además por su singularidad: Un loco i un tullido Ayer tarde un loco, o que se finge loco, mató a puñaladas a un pobre tullido por quitarle un real. Si hubiera policía no anduvieran sueltos por las calles los locos dañinos, algunos de ellos armados de estoque i pistola. Este loco había estado encerrado últimamente: ¿por qué lo soltaron? ¿quién dio la orden? La autoridad responderá, o nos seguiremos preguntando.
3. Una tercera característica está en el hecho notorio de que varios de los periódicos, naturalmente de tendencia conservadora, se convierten en el órgano de difusión de la Iglesia Católica en la Nueva Granada. Me refiero en particular a aquellas publicaciones que llevaban títulos tan alusivos como "El Catolicismo" (Periódico Oficial del Arzobispado) y "El Católico", que fue su sucesor. Es apenas obvia esta influencia de la Iglesia, pues para nadie es un secreto que esta institución había logrado sobrevivir todas las luchas simultáneas al proceso de la Independencia, no sólo con una influencia enorme en los gobiernos, sino con una inmensa fortuna representada en propiedades, exenciones fiscales, contribuciones, etc. Como este será uno de los grandes temas tratados más adelante en el trabajo, aquí me limito a dar algunos ejemplos de la justificación que se dio a dicha relación entre Prensa e Iglesia. "En todo el orbe católico, los más acreditados periódicos relijiosos, escritos bajo la inspección de los obispos, hablan de la política como inseparable de la cuestión moral". El Catolicismo (num. 456)
Más adelante, manifestaba el mismo periódico, que en "ninguna parte es más influyente el periodismo que en las localidades irrelijiosas". Seguidamente, haciendo un esfuerzo por entender por qué la gente depositaba una fe ciega en el periodismo, concluyen que un elemento importante es que el periodismo es llamado a "dirigir el espíritu de la familia". Con esas palabras, se llega a confundir prácticamente la misión del periodista con la del misionero...
El Porvenir (num. 104)
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4. En cuarto lugar, y de acuerdo con las observaciones anteriores, aparece el hecho de que los periódicos acuden a la situación que se vive en el momento preciso para formular sus "prospectos" como medios de comunicación. Tal vez no esperan que su tarea perdure en el tiempo, o tal vez consideran que su misión está principalmente en orientar a sus lectores en un momento determinado, haciendo que sus objetivos sean demasiado específicos. Es el caso de El Catolicismo, que aprovecha la sublevación liderada por Tomás Cipriano de Mosquera contra el gobierno de Mariano Ospina Rodríííuez, para formular sus objetivos: "prestar obediencia al gobierno legítimamente constituído, y procurar que el pueblo no se levante contra él, que no tome parte con los que trastornan el orden ni siga a los que promueven revoluciones inicuas". Igual sucede con El Católico, que reitera que son "los ataques bruscos i repetidos al Catolicismo" los que los llevan a convertirse en periodistas. En cambio, el caso de El Tiempo es distinto, puesto que, fiel a su concepción un tanto más moderna de la sociedad, afirma que la prensa "es el medio de que se sirve el espíritu del progreso, en los tiempos modernos, para avanzar en sus conquistas sociales". Ya para este entonces divisamos ana diferencia entre la prensa de uno u otro partido. Las críticas i sus opositores son quizás los añicos estímulos a la prensa conservadora, mientras la libe-'al ya se preocupaba por darle un carácter un tanto más progresista a la prensa. Este hecho se refleja ya en forma real en el
lenguaje que utiliza: Progreso, conquistas sociales... son términos hasta ese entonces casi desconocidos. 4. En cuarto lugar, quiero consignar aquí mis conclusiones sobre un esfuerzo comparativo que hice al realizar la lectura de las publicaciones. He aquí algunas de las conclusiones que puedo formular: A mi parecer, lo primero que salta a la vista al comparar las publicaciones conservadoras con las liberales, es que las primeras, si bien con un manejo del idioma bastante más contundente, se limitan a formular críticas a sus opositores, calificándolos, como ya hemos visto, de "hijos desnaturalizados", cuando menos; pero no he visto que las publicaciones conservadoras, excepción hecha de El Tradicionista, se esfuercen por proponer cambios, programas, fórmulas ideológicas, o como quiera llamárselas. En cambio, la prensa liberal hace caso omiso de muchas de estas críticas, tan rebuscadas a veces, y se dedica con mayor empeño a tratar temas de su ideología, ya sea en el campo de la educación, o en el de la religión, o en el de la política. Es en el caso de los temas económicos donde se pone más de presente esta diferencia, ya que las publicaciones conservadoras hacen mínimas referencias a los tópicos de la economía, o cuando las hacen, son tan inconclusas y abstractas como decir: 1
' Hablar de progreso hoi entre nosotros es lo mismo que hablar de la salud i el contento en la cabeza de un moribundo..." El Católico (num. 9)
Es posible que el lector, a primera vista, crea que he citado dicha frase fuera de contexto y con ello haya perdido su significado; pero es para resaltar que muchas de las alusiones que en la prensa consenadora se hacen de temas de tal categoría, se hacen de manera que causan un efecto más contundente, pero dicen poco. — Otra conclusión que se puede extractar, se refiere al tratamiento de los temas que se salen de la órbita política o económica. En efecto, el relato de algunos acontecimientos sociales, o la crítica de algunas obras de arte, tiene un matiz diferente según se trate de la tendencia. Los periódicos conservadores, al hacerlo, le ponen un tinte netamente tradicionalista, como quien se lamenta de que se hayan perdido las costumbres sanas y los grupos distinguidos de la sociedad, y como llamado a defender dichos principios inmutables. Veamos unos ejemplos: "Nuestro afamado pintor Torres ha concluido una Venus, mujer desnuda, y la ha exibido en un gabinete situado en la Plaza de Bolívar... el mérito artístico, decimos, es sobresaliente. Pero, ¿podremos decir lo mismo del mérito moral de la obra?" La Patria (num. 2)
¡Sorpresa! Los dirigentes conservadores de la Nueva Granada censuran obras de arte que concuerdan en su forma, nada menos que con las pinturas españolas de un siglo atrás, y con las esculturas de muchos siglos antes... Aun otro ejemplo, en el ámbito social: "Tenemos el gusto de rejistrar nosotros, como nuestros colegas, en la presente semana, el matrimonio del 136
Sr. José Camacho con la señorita María Josefa Carrizosa, que no deja de ser un acontecimiento raro, porque cada día es más escaso el número de los casamientos en la clase visible de nuestra sociedad". La Patria (num. 2)
Es preciso anotar que la prensa de carácter conservador resalta por este tipo de comentarios, donde casi que se afirma la conveniencia de que gran parte del pueblo permanezca sumido en un especie de oscurantismo del pasado, y que las jerarquías sociales se mantengan a toda costa. En el caso del periódico liberal que consulté, debo decir que no se ocupa de manera regular en afirmar cosas similares, puesto que es una publicación que adquiere un tono mucho más "moderno" para la época. Sin embargo, encontré un párrafo que me pareció singular; quizás no tenga mucha relevancia con el tema, pero creo que refleja muy precisamente la mentalidad de la época: "Examen Frenológico del Sr. Manuel Murillo Toro: muestra un temperamento activo, pensamientos claros. Su cabeza se eleva en la coronilla, dándole firmeza, propia estimación, cautela, confianza en sí mismo. Tiene poder de ejecución, inspiración impulsiva para llevar adelante sus propósitos...''
No puede uno dejar de preguntarse cuáles serían los resultados si los actuales candidatos y presidentes se sometieran a un examen frenológico... Hasta aquí, las observaciones sobre la prensa. Pasemos ahora el estudio de los grandes temas del trabajo.
CAPITULO II TEMAS POLÍTICOS Y CONSTITUCIONALES Antes de proceder a analizar estos temas a la luz de los periódicos consultados, voy a hacer una pequeña nota introductoria sobre el proceso y desarrollo de las diversas Constituciones que fueron expedidas en la Nueva Granada entre los años de 1855 y 1872. Durante el gobierno de Manuel María Mallarino (1855-1857), de corte conservador, aunque de reconocida tolerancia hacia sus opositores (el mismo periódico de El Tiempo, por ese entonces de oposición, lo reconoce como un buen gobernante), se expide la Constitución de 1858, en la que se establece un régimen que se ha denominado "confederal". Siendo un gobierno conservador, y con mayoría parlamentaria, se ve forzado a aceptar que la época que vivía era de tolerancia gubernamental, y consigue con ello acercar las diversas tendencias. Era la época de la Confederación Granadina, que prevalecería hasta el inicio del gobierno de Mariano Ospina Rodríguez. Dicho sea de paso, esta carta política contempló la elección directa del presidente de la Confederación, de los senadores y representantes, y consagró la libertad de cultos y la separación de las potestades civiles y eclesiásticas. Dentro de este espíritu federalista que había prevalecido desde años atrás, se expide la Constitución de Rionegro en 1863. Podría decirse que esta carta política quiso ante todo consa-
grar las orientaciones liberales clásicas en nuestro país. Contemplaba esta Constitución la plena soberanía de los Estados, lo cual ha despertado toda suerte de críticas. Oigamos algunas: "La utopía se apodera del país, desconociendo que la Constitución natural orgánica de la nación es unitaria. Las diferencias entre los partidos darán lugar a una serie de guerras civiles que desembocan en la imposición ordenadora de 1886..." (4)
Otros autores han señalado que, si bien las guerras han sido constantes en nuestra historia, en los momentos en que éstas se han visto más acentuadas es cuando ha imperado la forma federalista, mientras que el sistema unitario ha sido mayor garantía de mantener el orden en el territorio. En esta ocasión se redujo el período presidencial a dos años, lo que quizás fue un estímulo a la inestabilidad que por ese entonces reinó. El Presidente de la Unión se elegía entonces por el voto de los Estados soberanos, que eran nueve, los cuales tenían amplias facultades para darse sus propias constituciones, para elegir popularmente su Presidente. Incluso, tenían sus propias milicias. En cuanto al tema de los derechos y garantías individuales, se puede anotar que se reconocían de manera absoluta: la prensa, por ejemplo, sería absolutamente libre; el primero de los derechos individuales sería el de "la inviolabilidad de la vida humana", la prohibición de 4. SACHICA. Luis Carlos. Constitucionalismo Colombiano Editorial Temis, Bogotá, 1984, pg. 14
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aplicar la pena de muerte, y se llegó incluso a disponer la libertad de adquirir y comerciar armas. En cuanto al tema religioso, lejos de reconocer a la religión católica como la principal del pais, se afirma que trató de reprimirla. Consagró la libertad absoluta de cultos, y fue la única carta que no comenzó invocando el nombre de Dios como fuente suprema del poder. Llegamos así a la culminación de las aspiraciones federalistas en Colombia. Esta Constitución, repito, desataría las más feroces críticas, referidas a la desestabilización que propiciaba, y una de las más lúcidas es la formulada por Aníbal Galindo en su libro Recuerdos Históricos (5): "Como constitución propiamente dicha, es decir, como ley fundamental de organización política, no podía ser más defectuosa en la distribución de la soberanía: el ciudadano era todo, en forma de concesión de garantías absolutas para el ejercicio de su libertad individual; la sociedad era nada, porque la autoridad, o sea el poder público, que nos representa a todos, encargado de hacer efectivas aquellas mismas garantías, carecía absolutamente de facultades, de medios, de fuerza para conservar el orden y hacer reinar la justicia. En suma, aquel gobierno general de los Estados Unidos de Colombia estaba reducido al oficio de formar un presupuesto y comérselo".
Pasemos ahora a analizar lo que la prensa disertaba sobre los temas de carácter político: A. El Sistema de Gobierno Antes de explicar la visión que del sistema de gobierno recién implementado constitucio5. Tomado de Los Radicales del siglo XIX
nalmente tuvieron los periódicos, quisiera hacer las siguientes observaciones: 1. Se ha señalado que esta for ma de gobierno se impuso como la expresión de los intereses de grupos regionales en un momen to en que no estaba fotalecida la unión nacional, y ante la caren cia de un grupo dominante que tuviera incidencia nacional. Lo cierto es que causó grandes traumatismos, despertó toda serie de críticas, y pareció ser el elemento más visible de diferencia entre los partidos. Aún así, es interesante contem plar una posición que difiere de esta apreciación, que es la de Alvaro Tirado Mejía (6): "El asunto del federalismo ha sido uno de los grandes mitos como elemento de diferenciación doctrinaria entre el Partido Liberal y el Partido Conservador''.
Según este autor, la diferencia no es tan diáfana. Dentro del material consultado, encontré tan sólo una referencia a esta situación, la de un periódico conservador, que se limita a afirmar que el federalismo, al ser ya una suprema ley de la República, ha perdido su actualidad como discusión; además, explica que sus errores son, en parte, responsabilidad de todos. Pero es cierto, como lo dice Tirado Mejía, que fue incluso un gobierno conservador quien primero sancionó la ley de independencia de los Estados, y que muchos pensadores conservadores tuvieron palabras alabadoras hacia dicho sistema. 2. Los Estados Federados de penden del poder central en 6. TIRADO MEJIA, Alvaro El Estado y la Política en el siglo XIX. pg. 164
asuntos tales como relaciones exteriores, crédito nacional, naturalización de extranjeros, tierras baldías, y el sistema de pesos y medidas. En lo demás, los estados son independientes. Pasemos a considerar los comentarios en la prensa: El periódico La Patria abre un compás de espera a los resultados de este sistema, en sus ejemplares iniciales, cuando manifiesta: "¿será éste un gran bien o un nuevo mal? El bien o el mal en esta materia dependerá siempre más de los hombres que de las instituciones" (num. 1). Incluso, siendo un semanario conservador, llega a afirmar que el federalismo puede constituir una fórmula acertada para mantener la paz y la armonía. Todo está en que los Estados se constituyan de forma adecuada a las necesidades de la población, y que los hombres que los lideren sean lo suficientemente valiosos para ello. Más adelante, para la edición número 4, el mismo periódico reitera que, si bien el resultado de sabrá en las Asambleas Constituyentes de los Estados, le pide tanto a conservadores como a liberales que sean fieles a sus principios para poder hacer una comparación práctica de sus principios. ¿Qué significa esto? Por un lado, se observa un reto que el conservatismo impone a sus contendores, como esperando que va a suceder un fracaso rotundo y que será posible achacárselo a los radicales. Por otro lado, se asoma un esbozo de crítica al sistema federal cuando dice: "el pensamiento radical al promover
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la federación ha sido introducir en la República la anarquía, i de esta confesión espresa y sincera no hai apelación''. Finalmente, como muestra del cambio de posición que se ve en este periódico sobre el tema del federalismo, en sus números finales se queja de la consagración por parte de los radicales, de las libertades absolutas: "Los radicales piensan que esas garantías deben consagrarse de una manera ilimitada — absoluta! Es decir, la libertad de conspirar contra el gobierno..." (num. 16)
Resulta interesante anotar que una de las críticas más recurrentes que le hace el conservatismoa los radicales, consiste en consagrar la autonomía municipal. Al respecto menciona, que las corporaciones legislativas municipales (cabildos) son las instituciones más absurdas e ineptas de la República, no sólo porque se dedican a recaudar y gastar los dineros arbitrariamente, sino porque, al consagrarlos, olvidan que no todo el país es tan instruido como los habitantes de la capital. Veamos lo que expresa El Porvenir "¿Será practicable ese gobierno propio del distrito, dejado allí por nuestros legisladores? ¿Será posible establecer la federación de la aldea, como quieren algunos? Ese es otro error de los escritores radicales, que se figuran que toda la República es como la capital y todos sus habitantes como la sociedad de ella" (num. 101)
Finalmente, sobre este tema, expongo a continuación las opiniones expresadas por El Tradicionista Manifiesta que la implantación del sistema federativo ha intro-
ducido modificaciones graves en los partidos políticos, que han contribuido, según ellos, a su gradual descomposición; tales modificaciones consisten en que los problemas se han localizado, y esto ha producido un verdadero fraccionamiento en los partidos. Más aún, el federalismo ha dejado de ser, para este entonces, el lema del liberalismo en el mundo. Para reforzar sus argumentos, el editor expresa la ironía de que en la Federación, es el estado más católico, el de Antioquia, el que más ha propugnado por una descentralización. Como quien dice, las reformas supuestamente liberales son realizadas de manera más precisa por conservadores... B. Los Programas de los Partidos Antes de desarrollar este tema, cabe advertir que aquí haré referencia a los programas de los partidos SEGÚN LOS PERIÓDICOS CONSULTADOS, y por lo tanto es necesario dar por descontado su parcialidad. Sin embargo, no deja de ser interesante ver cómo se reflejan las ideas de cada partido en los canales de expresión de sus contendores. Particularmente, las críticas que hacen los conservadores a los radicales; además, en ocasiones, más que críticas, son verdaderas tergiversaciones. Dichas críticas, en ocasiones coinciden con los objetivos que se proponen sus editores. Creo que resulta más claro hacer una discriminación de las publicaciones: 1. LA PATRIA - Conservador Para este periódico, el ser conservador significa que "el dere-
cho y la justicia constituyen nuestro criterio; el objeto de todo gobierno es dar a todos los miembros de la sociedad seguridad completa en su persona i en su propiedad. Esta última debe ser inviolable, tanto contra la acción del poder público como de los individuos". Aquí vemos un asomo de proyecto político, al menos en la exaltación clara y contundente de la propiedad como derecho absoluto. "Rechazamos la libertad salvaje e ilimitada de calumniar, asesinar, trastornar el orden público..." y dice detestar "el despotismo i la arbitrariedad, por cualquiera que sea el déspota, aunque se llame el pueblo soberano..." Así ven los programas de los liberales, quizás llevando las cosas un poco lejos. Más adelante, el editor hace una relación de los ideales que caracterizan a cada uno de los partidos, así: Para los Radicales: —establecer un gobierno de conformidad con las ideas de su escuela, con una asamblea popular numerosa y permanen te. —los funcionarios deben ser irresponsables. —se debe consagrar la igualdad en todos sus frentes, hasta entre los hombres y las mujeres (!) —las mujeres obtendrán su emancipación, hasta convertir se, absurdamente, en electora y por lo tanto elegible. —el Código Penal debe ser derogado, y no habrá cárceles ni establecimientos semejantes. —deben declararse permitidas por la ley la calumnia, la difama ción, el concubinato, y la prosti tución. —todos los monopolios deben ser abolidos.
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¿Qué observamos aquí? Por un lado, seguramente como parte de una campaña de descrédito, se exageran totalmente las ideas, particularmente en lo que se refiere a la legislación penal, a la responsabilidad de los funcionarios, y las conductas "inmorales". Más adelante, cuando exponga el programa del Partido Conservador, el lector se dará cuenta de que la discusión se plantea en términos de "buenos y malos". Sin embargo, no se ve claramente en qué momento los liberales pudieron haber propuesto la abolición de tribunales, de cárceles, el perdón para los criminales, etc. Es más, en un capítulo posterior veremos cómo el Liberalismo se esfuerza por proponer cambios, sobre todo económicos. Ante todo, no se limita a criticar a su adversario. Para los Conservadores: — responsabilidad de todos los individuos. horca para el asesino y el incendiario. —presidio para ladrones y ca lumniadores, falsificadores y estafadores. —reprimir los juegos ruinosos de azar. —dar seguridad completa al derecho de propiedad. —establecer y mantener en buen estado las vías de comuni cación. —reprimir los actos que violen el derecho al ejercicio de la religión. En cuanto a los primeros cuatro puntos, reitero, parece ser una maniobra de tergiversación, y fuera de eso, bastante pobre para ser un programa de partido...
2. EL CATOLICISMO - Conservador - Iglesia Suelen ser aún más radicales las críticas de esta publicación a sus contrincantes. En una manifestación que le quita totalmente el carácter de partido al liberalismo, por estar en la oposición, y quizás por el hecho de promover en ese momento una sublevación contra el gobierno conservador de Ospina, manifiesta el editor: "Para ayudar a la actual Revolución se afirma por algunos escritores que la República está dividida en dos partidos que sostienen la guerra; pero esto es completamente falso. Lo que vemos es un Gobierno legítimo por una parte i por otra un campo de rebeldes que lo acombaten para adueñarse del poder i establecer no sabemos qué. Si no nos queremos alucinar miserablemente, es preciso convenir en que aquí no hay partidos. El Gobierno Nacional no es un partido, es la personificación del pueblo. ¿Y los que siguen la Revolución? son representantes de ideas exageradas i antisociales. Esto no es un partido, es una reunión de individuos que quieren tumbar un gobierno que no les gusta".
Más adelante, refiriéndose a la sublevación de Mosquera, dice el editor de dicho periódico: "la tempestad que se desencadena hoi sobre la Nueva Granada es la más formidable de cuantas han cubierto de desolación i ruinas su sagrado territorio. Es la coligación de los aspirantes al poder, que despliegan la bandera de no dejar en pie ni el Capitolio ni los altares ni las iglesias..." Este es un nuevo ejemplo de la campaña de tergiversación de los conservadores. Es un poco descabellado concluir, de los planteamientos liberales, estos exagerados propósitos.
3. EL CATÓLICO: reitera sobre el liberalismo: "la voz de esta secta es la revolución, como su punto natural de partida i como la necesidad esencial de su sistema; revolución política, revolución social, revolución de costumbres, religiosas, de familia, y en todo lo que existe organizado por la mano del hombre o por la mano del creador". Como veremos, lo que se forjaba sí era, en cierto modo, una revolución, pero de otra estirpe. En una verdadera excepción, existe una publicación. El Porvenir, que se preocupa por dejar de lado las críticas a sus contrincantes y presentar un Proyecto de Constitución para el Estado de Cundinamarca; plantea las siguientes proposiciones: —elección popular directa, su fragando los hombres mayores de 21 años, o que sean o hayan sido casados. Las elecciones son sólo para representantes al Congreso, a la Asamblea Legis lativa, y Gobernador. "Estamos persuadidos del enojo que cau san al pueblo tantas eleccio nes!". —se consagra la libertad indi vidual, la seguridad personal, la inviolabilidad de la propiedad, la libertad de industria, y la liber tad de cultos y enseñanza. —no habrá pena de confisca ción, ni contribuciones progre sivas. Hay que tener en cuenta que el tema de la propiedad sería trascendental unos años después. En el período que escogi, no se menciona tanto este aspeo to de las reformas, quizás por
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que el liberalismo se ocupaba, como lo explique al comienzo, de desmontar todo el andamiaje de las estructuras coloniales, y en este momento la propiedad era importante en cuanto a la Iglesia se refería. Pero fue más adelante, cuando la tierra pasó de manos de la Iglesia a manos particulares, que se haría necesario legislar al respecto para promover una mayor igualdad. Sin embargo, recordemos que una verdadera reforma en este sentido se daría muchos años después, ya entrado el siglo XX. 4. ELTRADICIONISTA: como lo mencioné al comienzo de este trabajo, el esfuerzo que hace este periódico por dar una mayor explicación a sus planteamientos, es mayor que el de sus antecesores conservadores. Veamos, en su primer número, cuál es su prospecto; se puede resumir en una palabra, que a su vez dio origen a su nombre: TRADICIÓN. Según ellos, la tradición es la maestra de los pueblos, está en el hecho de salvar las creencias, las buenas costumbres, la unidad, sobre todo en épocas críticas. Esta tradición ha sido el blanco preferido de los "enemigos de la paz y la verdad''. "Nos sometemos a las leyes existentes, pero esperamos el momento de reformarlas. "Somos abogados de la Justicia que debe hacerse entre los hombres, y de la verdad que viene de Dios". Más adelante, el editor hace un detallado análisis de lo que denomina "la descomposición y alteración de los partidos", haciendo las siguientes consideraciones:
a. Los individuos en la Nueva Granada han averiguado las razones de su anexión a uno u otro partido, y han descubierto que lo hacían sin pensarlo; al gunos liberales han comprendi do que el liberalismo europeo, origen del nuestro, es de ten dencia en absoluto irreligiosa, y como esto va en contra de sus creencias, han optado por re nunciar. b. Ha contribuido al desengaño los ejemplos de la politica en Europa, la ruina de la dinastía borbónica en España y de la napoleónica en Francia. c. El Partido Liberal se ha pro longado "dinásticamente" en el poder, por más de diez años, dando lugar a injusticias y con tradicciones con sus propios ideales. Además, católicamente no pueden aceptarse las liber tades ilimitadas de cultos, imprenta e industria. d. Como fenómeno extendido por el mundo, la difusión del escepticismo, y las personas ya no parecen profesar fe por nin guna institución ni partido. e. En el Partido Liberal se han afiliado muchos incrédulos, y el liberalismo como corriente ha logrado extenderse a la sombra de sociedades secretas, y es hoy una "herejía amenazante" que se ha apoderado de los gobier nos. f. En Colombia, si bien el pueblo en su mayoría es católico, no ha habido un Partido Católico que se organice independiente mente, promulgue programas, y logre unificar las creencias. Es evidente que, enmarcado dentro de su propia tendencia, el análisis que hace este periódico
es un poco más profundo. No se limita a criticar a sus opositores, y más aún, prosigue a formular un programa para ese Partido Católico, consistente en los siguientes puntos: (número 1) 1. El Papa es la cabeza de la Iglesia y es infalible. 2. El Partido Católico respeta las potestades legítimas que acaten los derechos de la Iglesia. 3. Roma es propiedad de la San ta Sede, residencia de los Papas. 4. En países eminentemente católicos, el gobierno debe ser igualmente católico: además, las Constituciones deben comenzar necesariamente invocando el nombre de Dios. 5. La pluralidad de cultos y la divulgación del error por medio de la palabra o la escritura son verdaderos males sociales. En un país católico, la libertad de cultos, enseñanza e imprenta son injustas e inconvenientes. 6. Un gobierno ateo no tiene autoridad para educar, y por todo ello el gobierno debe estar reconciliado con la Iglesia. He aquí, entonces, las consideraciones de la prensa sobre los partidos políticos y sus programas. He excluido al semanario El Tiempo, puesto que en los números que consulté se dedica específicamente a consideraciones de tipo económico y acerca de la Iglesia. Pero es posible que las consideraciones ya expuestas, tomadas de los otros periódicos consultados, le den al lector una idea suficiente del tema.
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CAPITULO III
-Ley 14 de 1851 suprime el fuero eclesiástico
LOS PERIÓDICOS Y LA CUESTIÓN RELIGIOSA
LA CUESTIÓN RELIGIOSA Llegamos así al tema que adquiere quizás la mayor relevancia en la época. En efecto, la denominada "cuestión religiosa" se convertiría a mediados del siglo pasado en la verdadera línea fronteriza entre los partidos, en el motivo para pugnas y sublevaciones, en la causa de constantes y variadas discusiones. Pero dicho elemento de la historia del período, se compone a su vez de varios aspectos, que serán estudiados a lo largo del presente capítulo. Pueden ser los siguientes: 1. Las relaciones entre la Iglesia y el Estado 2. Los bienes de la Iglesia 3. La libertad de cultos La escogencia de estos temas ha radicado en una lectura de diversas fuentes sobre el tema general, combinada con la selección de las referencias periodísticas al respecto. El prohlema relacionado con la educación, si bien hemos de admitir que constituía un tema candente en la época, lo hemos excluido por el número reducido de alusiones en la prensa consultada. Sin embargo, algunas veces se hacían referencias a los planes y programas de instrucción pública, y a ello haré referencia al final del capítulo. Veamos antes que todo cuáles fueron las MEDIDAS tomadas por las administraciones liberales con relación a la Iglesia: —Ley del 27 de mayo de 1851 los curas párrocos serán nombrados por votación en el Cabildo Municipal
-Ley del 20 de marzo de 1850 se ceden los diezmos a las provincias Supresión de los derechos de estola -Expulsión de la Compañía de Jesús (incluidos los granadinos que hacían parte de ella) -Ley del 15 de junio de 1853 pone fin al Patronato eclesiástico y decreta la separación de la Iglesia y el Estado -en 1861, el General Mosquera decreta la DESAMORTIZACIÓN DE BIENES DE MANOS MUERTAS (que incluye propiedades rústicas, derechos y acciones, usufructos, servidumbres, etc.) también en 1861, el decreto de INSPECCIÓN O TUICIÓN DE CULTOS (exigiendo un pase de la autoridad civil) en cuanto a la enseñanza, la Ley del 15 de mayo de 1850 decretó la libertad de enseñanza, que hasta el momento estaba principalmente en manos del clero -igualmente, se decreta la redención de censos (que eran gravámenes sobre algunas propiedades para el financiamiento de fiestas religiosas, sufragios de almas, etc.) que habían convertido a las propiedades en indivisibles y de difícil circulación
1. Las relaciones entre la Iglesia y el Estado Dentro de este aspecto, hay un punto que merece especial atención, así no lo parezca; me refiero al de los Preámbulos de las Constituciones, puesto que si bien parece ser una discusión inocua, no lo es, en cuanto lleva consigo la discusión sobre el origen de las leyes, sobre la dependencia que el Estado ha de tener en la religión que profesan sus ciudadanos, y muchas otras implicaciones que pueden surgir. Resulta evidente que aquéllos que representaban los intereses de la Iglesia Católica, y ante el hecho de que la Constitución de Rionegro eliminó dicha fórmula de invocar el nombre de Dios, se vieron en la necesidad de elabo rar una teoría acerca del origen divino de las leyes y asi explicar su obvia disensión. Ya desde antes lo decía el editor de El Catolicismo: "Toda autoridad viene de Dios. El Código que desconoce esta verdad fundamental está viciado desde su origen" (número. 460)
En la misma forma lo reiteraba El Católico: "Ningún gobierno es soberano. La soberanía es de Dios que como creador del Universo i como padre del hombre, tiene derecho de imponerle sus leyes. Los Católicos creemos que la lei de Dios debe obedecerse de preferencia. La lei de Dios está en pugna con la lei de los hombres. Los hombres que quieren obligarnos a obedecer su ley, nos hacen violencia, Ejercen "sobre nosotros la tiranía". (número 5)
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Ya se ve como los ánimos estaban caldeados. En efecto, la Iglesia veía en la "cuerda floja" toda la influencia que antaño ejercía en el poder civil, y le era necesario aliarse del lado de los conservadores que prometían defender sus intereses. Lo malo era que no contaban con que las reformas liberales en este sentido estuvieran basadas en profundas desigualdades económicas, y en sumisiones que ya no correspondían con la época, y más aún, que dichas medidas respondían a una situación apremiante, y por lo profundo de su cubrimiento, se hacían totalmente IRREVERSIBLES. No contentos con haber expresado que las leyes que no invocaban el nombre de Dios como fuente de autoridad, carecían de todo valor, los dirigentes del periódico dirigen entonces su crítica al liberalismo como gestor de este despropósito: "Los liberales han ido hasta pretender que las naciones, en su calidad de tales, prescindan de Dios, que las Constituciones no deben invocar el nombre del Supremo Legislador. Esta idea es anticristiana y contraria a todas las religiones. Las leyes humanas no tienen fuerza sino en cuanto se apoyan en la lei divina; la justicia humana no es respetable sino en cuanto procede de la justicia divina", (número 6)
Retomando un concepto que mencioné anteriormente, quiero resaltar que hasta ahora todo indica que la idea de quienes así opinaban era que lo más adecuado constituía aceptar que la mayoría del pueblo era ignorante, pasiva, y que debía ser liderada por la Iglesia como un rebaño... y permanecer así. ¿De que otra manera se pueden interpretar las palabras que transcribo a continuación?
"La gran mayoría del pueblo es tan pasiva en una República democrática como en una monarquía absoluta. La lei no expresa la opinión de las masas ignorantes i proletarias porque esas masas no la tienen..." El Católico (número 6)
Acerca del mismo tema, existen varias afirmaciones del periódico liberal que resulta interesante tener en cuenta al momento de hablar de las relaciones entre la Iglesia y el Estado: "La Iglesia está en el Estado y sujeta en lo temporal a las leyes civiles. El poder de la Iglesia es puramente espiritual y las leyes temporales no son emanaciones suyas. En ningún país romanista hay verdadera tolerancia religiosa puesto que todos somos criados en la creencia de que tal tolerancia es un pecado imperdonable".
Obsérvese ya lo arriesgado de estas afirmaciones; la separación definitiva de la Iglesia y el Estado ya era una realidad, como lo reitera El Tiempo en su número 354. "La separación entre la Iglesia y el Estado, la libertad de la Iglesia, de todas las Iglesias y todas las conciencias, la profesión libre de cualquier religión es hoy uno de los puntos cardinales del progreso en el mundo..."
2. Los bienes de la Iglesia Llegamos al punto álgido de la discusión sobre "la cuestión religiosa". En efecto, el poder económico de la Iglesia, al decir de muchos autores, podría calcularse en sus propiedades, que representaban una tercera parte de los inmuebles en todo el país (7). Los gobiernos liberales entendieron que quizás esto era
una de las principales causas de la pobreza nacional, y por ello trataron el tema particularmente desde el punto de vista económico. Pero sus contrincantes, los conservadores, en cuyas filas se habían alistado años antes los representantes del clero, desviaron la discusión hacia los problemas de la fe, del ateísmo... y ello se refleja en la prensa. Los principios que consagró el decreto de desamortización de bienes de manos muertas fueron: 1. La Nación se apropia los bie nes raíces y capitales pertene cientes a monasterios, comuni dades, corporaciones religiosas, etc. 2. Solamente el Tesoro Público puede imponer y reconocer gra vámenes. 3. El Tesoro Nacional le recono ce a sus antiguos propietarios una renta igual a la que produ cían los bienes. 4. Estos bienes serán subasta dos públicamente. Algunas de las explicaciones que el liberalismo dio a su medida fueron: la posesión de esos bienes no era conciliable con los votos de santidad y pobreza; en esas circunstancias no es posible que la Iglesia sea verdaderamente libre, pues requiere todo el tiempo de la intervención del Estado para la administración de sus bienes. Además, con esa desigualdad, no sería posible nunca lograr el equilibrio de las fuerzas sociales. Con las medidas se esperaba lograr un mayor número de propietarios de tierras, la circulación libre de las tierras, y evitar la bancarrota del Tesoro Público.
7. OP. CIT., P 166
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La Prensa y la Desamortización Los cuatro primeros peiódicos que he consultado en este estudio, han sido excluidos en el tratamiento de este tema específico, en cuanto circularon antes de ser tomada tan importante medida en el gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera. Así pues, me atengo a las explicaciones dadas por el semanario liberal El Tiempo, ya que éste dedica buena parte de sus escritos al tema. En el caso de El Tradicionista, éste se centra más en la discusión sobre la libertad de cultos, que será vista más adelante. En El Tiempo, que como ya lo mencioné, para este entonces representaba los intereses del partido gobernante, se hace una detallada explicación de los motivos que llevaron a su colectividad a tomar dicha medida: (número316) 1. En primer lugar, "todo parti do triunfante realiza sus miras, y una de las nuestras era abolir las comunidades religiosas y vincu lar al fisco sus propiedades" 2. Una de las grandes causas de la pobreza en la que está sumido nuestro país es "las estafas del clero con sus diezmos, primi cias, derechos de estola, legacio nes, etc.". Con la ayuda de estos medios, la Iglesia se ha vuelto verdaderamente opulen ta.
3. La desamortización de bienes de manos muertas permitirá acabar con los últimos remanen tes de la colonia, ya que "el siglo es de libertad, de comer cio". 4. En una respuesta avanzada a lo que podría presentarse en el
futuro, los liberales manifiestan que es posible que los progresos surgidos de esta medida tarden en dejarse ver, "pero se palparán más tarde". Pero, ante la desamortización, ¿qué opciones le quedan al gobierno, una vez realizada ésta? Por un lado, pueden administrar los bienes. Por otro, venderlos por dinero "contante y sonante". Y finalmente, y es la opción que recomienda el periódico, venderlos por documentos de crédito.
lógico pensar que el ataque frontal a la Iglesia no se daba" porque los liberales fueran malos, ni ateístas, ni hijos desnaturalizados de la patria, sino porque veían las repercusiones de dichas medidas como impulsoras de un progresivo cambio en nuestras instituciones. 3. La Libertad de Cultos En este tema tomaré en cuenta los mismos periódicos que en el anterior, dado el año de su publicación: El Tiempo:
Ahora bien, la cifra no sería inferior a VEINTE MILLONES de pesos (en esa época...), mientras que la deuda interna no sube de diez millones en su totalidad; así que es posible cancelar dichos montos, y destinar el resto de los dineros a impulsar otros campos del desarrollo. Sin embargo, el periódico reconoce que es urgente proceder a venderlos lo más pronto posible. Se constituye en la prioridad del gobierno, puesto que la "paz se construye haciendo propietarios a los que hoy no lo son''. En todo sentido, la desamortización para ellos era una medida de progreso, reclamada por la pobreza del país y la necesidad política. En cuanto a la redención de censos, el periódico informa que los resultados han sido ampliamente positivos, pues se han logrado liberar capitales por valor de un millón de pesos. (número357) Se puede concluir así, que el punto de vista que orientó a los medios liberales, tanto gobernantes como medios de expresión, a impulsar medidas de este estilo, fue netamente económico; en un segundo plano, es
Explica que el artículo 23 de la Constitución de Rionegro establece que será libre la profesión de cultos, con la inspección que ejercerán las autoridades para garantizar el respeto a la soberanía y al orden público. Dicha inspección es una verdadera necesidad, en cuanto concierne puntos tan importantes de la nacionalidad. El Tradicionista: Se opone de plano a la libertad de cultos, argumentando principalmente que un gobierno "no puede ser indiferente sin dejar por ese mismo hecho de existir' '. Es preciso que todo gobierno tome un partido, ya sea en asuntos como el religioso, que actúe de acuerdo a unos principios rigurosos. Por otro lado, la libertad de cultos les parece un "ideal irrealizable" un estorbo a la consecución de la unidad y del progreso, y más aún en medio de un pueblo que profesa, en su gran mayoría, la religión Católica, (número 4) Ahora bien, antes de concluir este capítulo, haré una breve
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referencia a los apartes de prensa que consideraban el tema de la Instrucción Pública; Ya desde el tiempo de La Patria, se reconocía como una urgencia legislativa el procurar que las escuelas primarias públicas estuvieran suficientemente dotadas, particularmente de buenos maestros. Así mismo, la creación de escuelas normales donde se enseñaran los métodos más avanzados de enseñanza; la unificación de todos los textos, y la división de temáticas en la instrucción primaria y secundaria. En la primera, enseñanza de lectura, escritura, religión, aritmética y gramática, y en la segunda, la adición de materias tales como geografía y dibujo. El Porvenir recomendaba, ante todo, que las decisiones de la instrucción pública no se dejaran en manos de los cabildos municipales, sino que fueran un esfuerzo del gobierno central por instruir un mayor número de maestros, y restablecer en el Colegio de San Bartolomé los grados de doctor en jurisprudencia y medicina, (num. 106) Los planteamientos de El Tiempo son bien interesantes en este ipunto. Primero, hace una radio-
grafía del sistema educativo del momento, estableciendo que hay muy pocas escuelas públicas, no hay ningún colegio de profesiones científicas, ni un mero taller de arte. Veamos qué dice: "Se ha creido que la educación debe reabrirse como una mercancía, y que sólo la obtenga el que pueda pagar su precio. La instrucción pública se mira con indiferencia, y así es que hoy sólo existen colegios de particulares en donde puede instruirse la clase acomodada. Confiar el progreso intelectual a la clase rica, es desconocer los intereses de las democracias''.
Posteriormente, se dedica a proponer un proyecto de ley sobre instrucción, preparado por José María Samper, y que incluye la creación de un Instituto Nacional donde se imparta la educación en las áreas de ingeniería civil y militar, ciencias naturales, medicina, y ciencias políticas y jurisprudencia. La cita anterior es muy diciente del ánimo con que las administraciones liberales emprendían sus reformas en todos los campos de la actividad nacional. BIBLIOGRAFÍA
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¿IMPORTANCIA O IMPOSICIÓN DE UNA CULTURA FORÁNEA? LAS RELACIONES ESTADOS UNIDOS-COLOMBIA VISTAS A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA TELEVISIÓN COLOMBIANA (1954-1970) (Segunda y última parte) Soraya Hoyos Estudiante del ciclo de historia
"LA DIOSA TECNOLOGÍA NO HABLA INGLES" ( 1)
de las telecomunicaciones en Colombia.
Desde el principio la tecnología utilizada para el desarrollo de la televisión en Colombia es importada y en su mayor parte es de origen norteamericano. Los primeros equipos se traen de Alemania y EEUU. Cuando Colombia ingresa al Intelsat, está estableciendo lazos sólidos con la NASA que es quien pone en órbita los satélites comprados por los países integrantes del Intelsat. Y las primeras negociaciones con la Comsat de EEUU en 1968 inician una larga serie de importaciones de equipos tecnológicos para el desarrollo
La Comsat es una empresa de carácter mixto en la que se alian en forma permanente el gobierno de los EEUU y las grandes firmas electrónicas (ATT, ITT, RCA y GTE Sylvania). Es además la administradora del sistema internacional de satélites Intelsat. En la venta de satélites en Colombia, la Hugues Aircraft (que ha proporcionado el 88% de los satélites comerciales que operan en el mundo) compite con la compañía franconorteamericana Aeroespatiale and Ford Aerospace & Communications (2).
1. Eduardo Galeano. "Venas abiertas de América Latina", p. 38.
2. A. Mattelart et ai. "América Latina en la encrucijada telemática", p. 72.
El satélite, los video-tapes, la fibra óptica, la televisión por cable, las antenas parabólicas, los juegos electrónicos, son novedades traídas directamente del extranjero y que compiten con la programación producida en Colombia. Y son los EEUU los que dominan este mercado no sólo en Colombia sino en toda la América Latina. Las nuevas tecnologías en la comunicación, enmarcadas dentro de la libre competencia de mercados, estimulan una ilusión de libertad al mismo tiempo que consolidan las formas de control social en las que los sectores dominantes y dirigentes de la sociedad —no en vano la televisión colombiana funciona dentro de un sistema mixto del Estado y la empresa privada— no ceden
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su dominio y en cambio sí incrementan su concentración. Esto muestra claramente el modelo de democracia restringida que impera en el país y que pretende un reordenamiento socio-económico jerarquizado pero que a la larga sólo contribuye a profundizar la fragmentación social existente. Es por esta razón que el capitalismo transnacional, cuya base principal son los EEUU, se encuentra en una etapa que algunos han llamado de "desideologización" aparente. La nueva tecnología se vende argumentando que ella será la que traiga el progreso y la solución a los problemas sociales. El gerente de programas académicos de la IBM argentina consideraba necesaria la creación de nuevas formas de "software" que pudieran ser utilizadas en el campo de la educación, logrando así una ampliación del mercado de la microcomputadora basada en el concepto de la función social de la informática: "Si los años 60 vieron el auge de los estudios promovidos por fundaciones educativas y universidades norteamericanas, por organismos directamente dependientes del gobierno estadounidense, tales como la USAID (US Agency of International Development), o vinculadas a proyectos del tipo Alianza para el Progreso, como el Cuerpo de Paz, la década de los 80 sin duda verá florecer nuevos mecanismos de captación de mercados económicos y culturales a través de la "neutralidad" ideológica de las empresas. Los modelos de expansión económica — llamados de desarrollo— y los usos sociales que propugnan, poseen la virtud de mostrarse como aideológicos y tienden a
despolitizar las decisiones de los gobiernos y a neutralizar las contradicciones que caracterizan la sociedad civil'' (3). Sería ingenuo pensar que los EEUU exportan su tecnología a América Latina con el único interés de aportar soluciones a nuestros problemas sociales. La política exterior de los EEUU hacia América Latina denota una clara tendencia tecnocrática en la que se asume, desconociendo de manera miope y sesgada lo que la historia —contrariamente a lo que piensan ellos— ha tratado de demostrarnos, que el desarrollo científico y tecnológico por sí solo no responde a las necesidades del ser humano y de la humanidad. En 1968 y 1973 se dieron en Colombia numerosos debates sobre la instalación de satélites domésticos en América Latina, entre los cuales se encontraba el proyecto Cavisat. Este proyecto, que consistía en una transmisión de programas educativos para estudiantes residentes en Colombia (y que más tarde se haría extensivo a toda América Latina), no se llevó nunca a cabo porque no logró contar con el apoyo de los sectores sociales involucrados, dejando "una enseñanza que la lógica transnacional quisiera borrar de la memoria: las tecnologías no descienden sobre un vacío social" (4). Si bien es cierto que la actitud imperialista de los EEUU en el campo tecnológico no es un secreto para nadie, también es cierto que la respuesta dada por quienes importan la tecnología 3. Ibid.,p.92. 4. Ibid.,p.92.
extranjera está lejos de ser una respuesta inconsciente. Pero la importancia y la asimilación de tecnologías no se da sólo a nivel de bienes de capital. ¿Quiénes son los compradores de productos de consumo corrientes, tales como las videograbadoras, los videotapes y la programación transmitida por cable o a través de antenas parabólicas? En el mercado de las tecnologías de las telecomunicaciones juegan un papel determinante amplios y diversos sectores de la sociedad. Nadie se salva de su responsabilidad. En América Latina, la adquisición de nuevas tecnologías es un factor determinante en la agudización de la brecha social. La televisión ya ha dejado de ser un producto de consumo suntuario; su presencia se ha popularizado notoriamente. Pero contrariamente a lo que se podría creer, esto no demuestra únicamente una mayor capacidad adquisitiva de las clases sociales media y baja, porque a la aparición de la televisión la han sucedido nuevas tecnologías. Mientras las clases sociales de menor poder económico buscan ascender en la escala social adquiriendo productos que anteriormente le eran vedados, las clases altas empiezan a adquirir nuevos aparatos electrónicos manteniendo y acentuando su distanciamiento del resto de la población. Cuando los "pobres" por fin logran comprar su televisor, los "ricos" ya tienen Betamax, Atari, parabólica y tevecable. "Comparados con los propietarios de videograbadoras en Europa y EEUU, los latinoamericanos que poseen este aparato son de mayor edad: 38.3 años en promedio para América Latina, 37.0 en EEUU y 35.2 en Europa.
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El dato adquiere mayor importancia si se tiene en cuenta que la pirámide demográfica muestra una diferencia notable a favor de los jóvenes en Latinoamérica. El ingreso promedio anual de los propietarios de videograbadoras en América Latina es de 52.000 dólares, contra 32.950 en EEUU y 27.450 en Europa. Estas cifras indican que un propietario de videograbadora en América Latina tiene ingresos 10 veces superiores al ingreso promedio del resto de la población; en cambio, en EEUU y Europa, esta relación es de dos auno" (5). Sostener, entonces, que el solo progreso tecnológico ayuda a borrar las diferencias sociales, es una falacia. Se vislumbra a través de estos datos un fenómeno que, refiriéndose al sistema de asociación hacendatario, Fernando Guillen Martínez llamó el fenómeno de mimetismo social, que expresa la necesidad y el deseo de acceso al poder según una reproducción de los valores establecidos por la hacienda: quien quiera surgir dentro del sistema debe acogerse a los valores de imagen, prestigio y status social, y esto se logra imitando, copiando, asimilando rasgos del patrón no por adquisición sino por adscripción. Es interesante notar que este fenómeno se repite aun cuando el sistema hacendatario hace parte de la historia colombiana del siglo XIX y en circunstancias aparentemente muy diferentes.
5. A Mattelart et al. "América Latina en la encrucijada telemática", p. 55-56* • Datos sacados de "Home-video: a global report". Informe presentado en ITA European Video Seminar, Cannes, Francia, 11 de Octubre de 1981, inédito.
LOS TELEVIDENTES: LA ALTERNATIVA DE UNA FUERZA ADORMECIDA
en gran parte el gusto del televidente. ¿En qué consiste entonces este gusto?
Cuando hablamos de manejo de la televisión en Colombia, nos referimos específicamente a programadores, Estado y publicistas. Pero en el fenómeno global de la televisión como factor cultural de la sociedad colombiana, ningún sector poderoso, marginado o débil se queda sin una responsabilidad social que asumir. Todos y cada uno de nosotros, ya sea consciente o inconscientemente estamos cumpliendo un papel dentro del proceso. El público televidente, que aparece siempre como el maltratado y el manipulado, también participa de éste. Al público se le presenta como aquel estamento al que se acude sólo por razones de mercados y conveniencia. Es éste el que establece los "ratings" de la programación a través de las encuestas, único medio por el cual se le "consulta". Sin embargo, ya han pasado las épocas en que al receptor se le consideraba pasivo, vacío y manipulable. Si bien la televisión, o quienes la manejan, interpretan o pintan la realidad a su manera, esta imagen recibida es asimilada por el espectador según sus propios valores, preconcepciones y prioridades. El rol del televidente es fundamental por dos razones. Primero porque de su demanda depende la programación que se ofrezca. Y segundo, porque sólo de los televidentes pueden surgir alternativas nuevas en el medio. Sin televidentes la televisión no existiría. El manejo de la televisión está inserto en el mercado capitalista cuya base la constituyen los consumidores. El producto consumido lo determina
Dentro de las preferencias del público se encuentran las películas llamadas de "acción y aventuras", especialidad de productores estadounidenses. Para que estas películas lleguen a Latinoamérica tienen que ser dobladas primero. Examinemos este fenómeno. El proceso del doblaje de las películas comenzó en 1950. Primero se doblaban en España pero el acento español no tuvo mucha acogida dentro del público latinoamericano. Luego se doblaban en Puerto Rico y Cuba y por último en México. Este país se especializó en el oficio del doblaje logrando crear un acento que fuera de aceptación general entre los latinoamericanos. Se violenta así el idioma rebajándolo a un nivel estándar de comprensión, con un vocabulario limitado, un acento "neutral" y despojándolo de la riqueza que le puedan aportar las expresiones idiomáticas específicas de cada región cultural. El costo del doblaje es pagado por todos los países que compran el programa. De tal forma, los programadores sólo tienen que cubrir este gasto, reduciendo no sólo los costos sino la posibilidad de problemas laborales. He aquí un ejemplo claro de cómo se manifiesta la agresión cultural en nuestro medio. El programador, para quien resulta muy rentable la difusión de enlatados, se encuentra con un público que los asimila sin dificultad porque no es consciente de los fenómenos culturales que detrás de estos acontecen. Mientras más acción y menos diálogo tengan las películas, más fácil y
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barato resulta su doblaje. Y el público, a quien no se le exige ningún esfuerzo mental porque un lenguaje tan pobre poco o nada puede exigir, mastica, sin dificultad y bien acomodado sobre su poltrón, lo que la pantalla hábilmente le ofrece... "todo un mundo creado para usted". Los programas son divertidos y comprensibles para toda clase de público. Y aunque muchas veces en ellos más que acción haya violencia (en el lenguaje, en las imágenes, en los conceptos mismos), e inclusive ofensa contra ellos, el público los acepta sin más, y la demanda aumenta. Si aceptáramos que esto es inconsciente, estaríamos haciendo un análisis economicista del fenómeno, en donde los sistemas de comunicación son considerados como mecanismos de reproducción del modelo económico, estaríamos despreciando la capacidad potencial de determinación que posee la sociedad en su conjunto. De alli podría generarse una presión masiva que haga cambiar en forma radical el esquema preexistente. Si bien no se puede afirmar que el colombiano se identifica con el "modus vivendi" que ofrecen los programas norteamericanos (los productos que consumen sus personajes, la forma como asumen la vida, sus actitudes, etc.), si es innegable que le atrae. Esto obedece a condiciones socio-económicas específicas. Ante las pocas posibilidades que ofrece el medio social colombiano, plagado de injusticias, desigualdades materiales y violencia, el "sueño americano" que alimenta el mundo ficticio de la TV importada, sigue siendo, si no una respuesta ilusoria a las necesidades sociales, por lo menos sí una válvula de escape.
Las telenovelas, los programas deportivos y de concurso, las comedias, cuentan también con una gran audiencia. No analizaremos aquí el contenido y el mensaje de estos programas porque no nos ayudaría a dilucidar cómo se manifiesta el fenómeno de la cultura transnacional en la televisión colombiana. Por otro lado están también las noticias internacionales que llegan a Colombia a través de agencias extranjeras tales como la UPI, la AP y la AFP. Es así como la producción extranjera invade la programación colombiana y se convierte en uno de sus elementos esenciales desde su aparición en el medio. La televisión colombiana se adapta cada vez más al modelo norteamericano y la producción nacional copia o hace una versión con estilo propio de los programas norteamericanos, noticieros, musicales, comedias, concursos, etc. Los datos estadísticos nos muestran también este hecho. Según el informe "¿Cambiará la televisión?", realizado por Milcíades Vizcaíno de ACOTV sobre el consumo de televisión importada, este es el origen de la programación extranjera en televisión comercial:
Si bien es cierto que los programadores y productores han logrado moldear el gusto de los televidentes con el objeto de abrir nuevos mercados y mantener la demanda, también es
cierto que existe una articulación entre el modo de funcionamiento mercantil y el conjunto de los estamentos que permiten el consenso. Inclusive en el caso de la población infantil existen mediadores que permiten acabar con la visión maniquea de que son quienes ostentan el poder en el medio los únicos responsables de cuanto acontece al interior y alrededor de él. La familia, los colegios, las universidades, las agremiaciones, los sindicatos, el vecindario, la tradición, las condiciones mismas de vida, son instancias que matizan la influencia de factores externos al individuo. Los sindicatos, por ejemplo, deben replantearse no sólo los mecanismos de acción utilizados sino la naturaleza misma de su función, deben salir del aislamiento en que los puede mantener una acción desarrollada sólo al interior de sus lugares de trabajo y proyectar sus intereses hacia un espacio social más amplio, aumentando sus posibilidades de intervención y de participación. Es allí, en el diario transcurrir de las calles, los buses y los hogares, en donde la sociedad más los necesita. Lo mismo podría aplicarse a los estudiantes — más útiles serían si sacaran sus debates de los predios de la universidad—, a los profesores, a los investigadores y a todos aquellos que entienden que las soluciones no hay que sentarse a esperarlas sino que hay que buscarlas o inventarlas. Son estos los espacios en los cuales se ven, se asimilan y se utilizan los mensajes recibidos de los medios de comunicación. Desde allí se debe labrar un nuevo concepto de la televisión como medio de comunicación masivo, alrededor de una estructura cultural con la cual puedan
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identificarse amplios sectores de la sociedad. Es allí donde el televidente deja de ser pasivo para convertirse en el artífice de su propia realidad. Estas instancias que pueden mantenerse muchas veces al margen de los mandatos económicos, construyen una estructura social particular y establecen espacios de conflicto, de mediación y de negociación que repercuten sobre aquellos aparatos donde se disputa la "voluntad común". Si la televisión trae el mundo exterior a los hogares, si nos hace a todos partícipes de cuanto acontece fuera de ellos, deberíamos considerarla como un instrumento que nos aproxima a otras culturas, a otras formas de vida y que nos permite rescatar y enriquecer la propia. Pero hasta ahora, "...la televisión se ha negado a ser lo suficiente como instrumento de culturización: sólo ha cumplido un papel informativo y de diversión, pero de diversión importada, hija de au estructura económica, híbrido entre estatal y privada ( . . . ) . No es que tengamos que llegar a la estética de la alpargata pero sí despertar y nadar contra la corriente un poco, pues en cada colombiano hay un provinciano y no la caricatura cultural que ha querido implantar la televisión, estando cada vez más distante de sus espectadores: somos, para ella, mexicanos, gringos, bogotanos, pero no somos colombianos" (6).
Así lo anotaba el cineasta caleño Carlos Mayólo en un artículo sobre el estado actual de la televisión en Colombia y su relación con el cine. Por lo tanto, es 6. Carlos Mayólo. "La esquizofrenia nacional", artículo publicado en el Magazín Dominical de El Espectador, No. 124, agosto 11 de 1985.
imperante organizar y consolidar un poder de los receptores de los medios de comunicación que fije finalidades para salir del estado de servidumbre en que se encuentra, que proteste en contra de la mediocridad, que entienda que falsear la realidad del pueblo es un atentado contra su propia integridad. El hombre común también debe asumir una responsabilidad dentro de la búsqueda de soluciones comunes. Por supuesto, este debate no se encuentra aislado del resto del mundo. El fenómeno de la televisión como ente distorsionado^ dañino y manipulador, no es de ninguna manera un fenómeno típico de la idiosincrasia colombiana o latinoamericana. El hombre moderno está enajenado de la naturaleza, del resto de la humanidad y de sí mismo. Al mismo tiempo que tratamos de estar tan cerca de los demás como nos sea posible, nos invade un sentimiento de soledad, de angustia y de inseguridad. El mundo moderno ofrece múltiples distractores que ayudan a la gente a ignorar este hecho: la rutina del trabajo, de la diversión y las satisfacciones efímeras características de las sociedades consumistas, expresadas en consignas populares como la de "I love shopping". La felicidad de hoy consiste en divertirse, en comprar para llenar los vacíos y en renovar para seguir comprando. Por eso, el hombre de hoy reclama programas divertidos en la televisión, esperando que sea ella quien llene los vacíos de su propia existencia. Al mismo tiempo, ante la inseguridad creciente de las calles, la televisión y la videograbadora se presentan como una distracción más segu-
ra aunque estimulan el ensimismamiento de los seres humanos y la distancia entre los sectores sociales, individualizando las actividades y relegando la vida colectiva a un plano casi inexistente.
CONCLUSIONES
La televisión en Colombia, como el resto de los medios de comunicación, ha adolecido a través de su historia de la falta de una política estatal que la defina y la mantenga como un servicio para la comunidad, como un instrumento para el mejoramiento de la vida colectiva y para el enriquecimiento de la vida individual. Se ha caracterizado por su progresivo proceso de privatización, un fuerte centralismo, el disponer de una tecnología bastante desarrollada y en su mayor parte importada, la clarísima agresión cultural que transmite y, sobre todo, por servir como instrumento de dominio ideológico y cultural. Aunque los contenidos de la cadena 3 han mejorado y su programación cultural es mejor seleccionada, las cadenas 1 y 2 que son las de mayor sintonía, no consultan las realidades socioculturales del país sino que se contentan con una programación mediocre y dominada por la presencia de programas norteamericanos. Esto, sin embargo, no parece preocupar a los ministros de comunicaciones. El Estado está dejando de ser concebido como el estamento que defiende los intereses de toda la sociedad en pro de la cultura y del bienestar social, y que sirve como canal de comunicación entre el gobierno y el país real. Es un Estado que no pone la tecnología al servicio del ser humano sino
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al servicio de unas clases sociales dominantes cuyos intereses son utilitarios. El proceso de privatización nos demuestra cómo cada vez nos inclinamos más hacia el concepto liberal del siglo XVIII del "laissez faire, laissez passer", que permite imponer la utilidad económica y la eficiencia técnica sobre los valores sociales y el desarrollo propio de una cultura nacional. La privatización de la televisión en un país en donde el capital es monopolizado por unos cuantos, busca una vinculación al capital multinacional. Una asociación de los medios masivos de comunicación colombianos a una red mundial de telecomunicaciones, permite que la información recibida sea de mejor costo y que se disponga de mejores y más variados recursos para la transferencia tecnológica audiovisual de mensajes. Lo malo es que se continúa confundiendo la cultura con el consumo. No se puede seguir justificando la calidad de los programas por su número de televidentes. Los medio de comunicación deben cumplir una función social que los justifique frente a toda la sociedad. Deben iniciar y ampliar un campo para la educación, la crítica y el debate, objetivos para los cuales están, me atrevo a decir, completamente cerrados. Se debe reformular el concepto de comunicación para que se entienda que ésta no son sólo
los medios ni los mensajes transmitidos por ellos. Por entenderla así, es que permitimos que la tecnología impere en nuestro medio y defina los parámetros dentro de los cuales se debe desarrollar nuestra realidad. De allí surge la necesidad de una movilización de los televidentes, porque si bien es cierto que es desde la política que se debe definir el significado y la utilidad de las innovaciones tecnológicas, también es cierto que la política no se ejerce únicamente desde el gobierno y la militancia. A todos nos corresponde impedir que la tecnología se imponga sobre el hombre y se le acepte como una fatalidad histórica. Para esto debemos abrirle un nuevo espacio a la subjetividad, a la pluralidad y a las diversidades. Asumir posiciones políticas, es decir, actitudes conscientes y responsables, que estimulen el surgimiento y el afianzamiento de una nueva sensibilidad frente a los problemas colectivos. Impedir que las relaciones humanas sean mediadas por el mercado y basadas en la explotación, la competencia y el temor. Entender el ejercicio de la inteligencia y de la libertad como nos lo explicaba Herbert Marcuse: como una necesidad biológica por la cual se es físicamente incapaz de tolerar cualquier forma de represión que no sea la requerida para la protección y
el mejoramiento de la vida. Oponernos entonces a que los grandes capitalistas de las multinacionales extranjeras manejen económica, política y culturalmente a la población colombiana. Empecemos por preguntarnos ¿qué es lo que la televisión le ha aportado en el campo de la cultura a Colombia? ¿Acaso la adopción de patrones extranjeros que no corresponden a nuestra realidad pero que sí la descontextualizan, se pueden considerar sólo como elementos transformadores o se deben entender más bien como deformadores de ella? Escuchemos a Gilberto Bello cuando escribe: “ 'No me repitan ahora que Colombia es uno de los países más desarrollados de América Latina en el campo de la comunicación. Debemos ahondar en la crisis y tratarla en forma abierta y con decisión, pero también mirar las opciones y las posibilidades para romper el circulo de dominación de la sociedad masiva. Tampoco me digan que hemos dado el 'gran salto adelante' porque tenemos satélite y ahora todos los colombianos podremos ver en directo 'Good morning America' y aprender en dos lecciones y en forma rápida y con animación en la pantalla a decir 'Hello, my brother, Tio Sam', en el idioma más universal y ensangrentado de todos los que circulan por el universo. Ese desarrollo sería un error histórico" (7). 7. "La crisis de la comunicación en Colombia". Magazín Dominical de El Espectador No. 24. Marzo 24 de 1985.
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NOTICIAS OBITUARIO Enrique Mendoza Tolosa (1949-1990).
La prematura muerte del profesor Enrique Mendoza T. el pasado mes de junio puso término a una promisoria carrera de investigación y docencia en los departamentos de Antropología e Historia de la Universidad de los Andes en la cual obtuviera el diploma de Antropólogo en 1973. Avanzó posteriormente estudios de Postgrado en la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook obteniendo los grados de Ma-gister en Antropología con especialidad en sociedades y economías agrarias y de Magister en Historia con especialidad en Historia Rural Latinoamericana. Su fallecimiento se produjo cuando trabajaba en la culminación de su tesis doctoral. Sus publicaciones se concentraron en el estudio de problemas rurales, en particular del área andina de América. Entre otras, cabe destacar El siglo XX y la Historiografía rural contemporánea, Documento de trabajo. Serie Historiografía No. 2, Departamento de Historia (1987) "Etnicidad de la música criolla peruana: 1930-1945" En: Revista de Antropología. Universidad de los Andes Vol. II, Nos. 1 y 2 (1986); "El papel del campesino entre romanos y aztecas, estudios de caso". En: Revista de Antropología. Universidad de los Andes, Vol. m, No. 1, etc. También abordó la investigación sobre artesanos y artesanía de la región del Occidente de Boyacá. Colaboró con el Ministerio de Educación en proyectos de elaboración de diseños educativos para el Gran Vaupés, Intendencias de Caquetá y del Arauca, Comisaría del Amazonas y Departamento del Meta. Para Historia Crítica, su muerte ha significado la pérdida de un muy valioso colaborador. Vinculado a esta revista desde sus inicios, participó activamente en las discusiones que se cumplieron para establecer el carácter y los propósitos de esta publicación. Su trabajo "El porfiriato y la revolución en Valle de Santiago, Guanajuato, México" apareció en los números 1 y 2. En él presentaba los resultados de su estudio cumplido en México en compañía del sociólogo Héctor Díaz Polanco y del economista Laurent Guye y en cooperación con el profesor Rodolfo Stavenhagen. En este número incluimos, como anexo, una bibliografía que el autor preparó para complementar dicho texto.
Juan Friede 1901-1990
El fallecimiento del Académico Juan Friede ha sido muy lamentado en el medio científico. Su aporte renovador a los estudios de historia y antropología singularizó su obra, consagrada principalmente a la investigación sobre los grupos indígenas y su historia, como el punto de partida necesario para todos los estudios sobre el tema. En este número, Historia Crítica publica un ensayo historiográfico sobre la obra de Friede del Profesor José Eduardo Rueda Enciso.
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Por primera vez, del 2 al 6 de julio, la ciudad de Cartagena de Indias fue escenario para un encuentro internacional de historia e historio grafía. Convocado y organizado por el ICFES, este evento congregó a docentes e investigadores de diversas instituciones universitarias de Colombia y de otros países hispanoparlantes. Las presentaciones tuvieron por objeto el análisis de los problemas y tendencias actuales en la investigación histórica. Ello permitió desarrollar, por parte de varios ponentes, un balance de la producción historiográfica sobre algunos temas y una evaluación de los modelos teóricos incorporados al trabajo de los historiadores. En este sentido cabe destacar las exposiciones de Enrique Tandeter (Argentina), Enrique Florescano (México) y Heraclio Bonilla (Perú). La historiografía económica predominó claramente en el conjunto de presentaciones: las ponen cias de José Antonio Ocampo, (FEDESARROLLO) Leandro Prados de la Escosura (Universidad de Cantabria, España), Pablo Martín Aceña (Universidad de Alcalá de Henares, España) y Roberto Cortés Conde (Instituto de Telia, Argentina). Otras conferencias se refirie ron a la historiografía política sobre problemas tales como los movimientos políticos, la génesis del estado-nación o la cultura polí tica; la historia demográfica, la etnohistoria, la historia de la vida cotidiana, etc. Las perspectivas para el desarrollo futuro de los estudios históricos, en un balance preliminar de este evento, se orientarían en tres direcciones convergentes: el énfasis creciente en el enfoque interdisciplinario, la renovación de las propuestas teóricas y la investigación comparada.
SEMINARIO INTERNACIONAL "LAS CIENCIAS SOCIALES EN LA HISTORIOGRAFÍA DE LENGUA ESPAÑOLA"
En Madrid, del 26 de agosto al 2 de septiembre tuvo lugar la décimoséptima reunión del Congreso Internacional de Ciencias Históricas, uno de los encuentros más importantes a nivel mundial para la difusión de trabajos de investigación en historia y para el debate sobre problemas de esta disciplina. Participó un gran número de historiadores de los cinco continentes en las diferentes comisiones. En su sección cronológica, siguiendo la clásica periodización de las edades antigua, media, moderna y contemporánea, se organizaron grupos de trabajo y discusión en torno a temas tales como: las migraciones de población en la América Precolombina; mitos y símbolos como fuentes de la historia del mundo mediterráneo, los sistemas feudales en Asia; el mundo rural y el movimiento comunal; los cereales en la historia mundial; la modernización del mundo árabe; la decadencia del Imperio Romano; formación y escuelas técnicas en la sociedad moderna; la evolución profesional de la mujer y su status social desde la revolución industrial; progreso en la paz, regresión en la guerra: un modelo de interpretación del siglo XX; nuevas investigaciones sobre los tratados en vísperas y durante la segunda guerra mundial; la política social en los siglos XIX y XX; conciencia nacional, mundial y movimientos populares en Asia y África. Hubo además varias comisiones de organización temática sobre: nacimiento y difusión de la ciencia; la organización del trabajo; relaciones entre judíos, cristianos y musulmanes; estados e imperios en el África negra; estrategias de mantenimiento en el poder; centro y periferia: metrópolis y colonias; enfermedad y sociedad; el descubrimiento
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de América por los europeos y sus consecuencias; la megalópolis en la historia; revoluciones y reformas: su influencia sobre la historia de la sociedad; el tiempo historiográfico en la concepción europea y asiática; antropología, historia social e historia cultural; la biografía histórica. Finalmente los organismos internacionales afiliados (Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Comisión Internacional de Estudios Latino-Americanos y del Caribe, Asociación Internacional de Historia Económica, etc.) ofrecieron sesiones sobre temas de sus respectivas especialidades.
XXIII JORNADA DE LA ASOCIACIÓN ARGENTINA DE ESTUDIOS AMERICANOS
No abundan en América Latina los eventos que permitan el encuentro de académicos de los países del área: éstos se reúnen con mayor frecuencia en los Estados Unidos o en Europa Occidental. Por esto, la continuidad en el trabajo que ha logrado la Asociación Argentina de estudios americanos, constituye un ejemplo particularmente notable. En esta ocasión el congreso se celebró del 17 al 19 de agosto, en Santa Fe, en la Universidad del Litoral, institución que cuenta con una sólida tradición académica. El intercambio entre historia y ciencias sociales y el énfasis en el enfoque comparativo predominaron en las ponencias que se presentaron en el área de historia abarcando una amplia forma de temas: relaciones internacionales al fin de la guerra fría; historia constitucional; historia laboral; relaciones internacionales en el Siglo XIX; la extinción del esclavismo; las reformas educacionistas del siglo XIX; minorías culturales y grupos religiosos.
Vil CONGRESO DE HISTORIA DE COLOMBIA
El VII Congreso de Historia de Colombia se llevará a cabo en la ciudad de Popayán, del 19 al 23 de noviembre de 1990. Organizado por la Universidad del Cauca y la Asociación colombiana de historiadores, el congreso contará con 5 comisiones de historia e historiografía del período colonial; historia e historiografía del siglo XIX; historia e historiografía del siglo XX; etnohistoria y metodología de la historia e historia de las ciencias. Los organizadores se han propuesto como objetivos la confrontación de experiencias investigativas, el debate sobre las corrientes historiográficas dominantes, "fomentar la unidad nacional a partir del acercamiento intelectual de quienes están interesados en el análisis crítico de la realidad social colombiana" y destacar la conmemoración de los 500 años de despliegue histórico del encuentro de dos mundos.
XVI CONGRESO INTERNACIONAL DE L.A.S.A.
El próximo congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos se celebrará en Washington, del 4 al 6 de abril de 1991. El tema central del Congreso será "Diálogo hemisférico para los noventas". El Director del Comité Organizador es el profesor Michael Conroy, de la Universidad de Texas en Austin.
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La culminación del programa de investigación '' Servicio sistematizado para la administración de archivos y documentos para la historia de las enfermedades infecciosas y la enseñanza sanitaria en Colombia' ', dirigido por el Dr. Emilio Quevedo V. y promovido por la Sociedad Latinoamericana de historia de las ciencias y las técnicas, con la cooperación del Ministerio de la Cultura de España, no sólo significa un importante avance en el desarrollo de un campo nuevo en la investigación histórica, la historia de la ciencia, sino un estudio pionero en informática histórica.
BASE DE DATOS SOBRE FUENTES DOCUMENTALES
Los responsables del proyecto ofrecen así a la comunidad académica un muy útil servicio para la búsqueda de documentación para los interesados en el tema.
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ANEXO I.
Bibliografía complementaria del artículo "El porfiriato y la revolución en Valle de Santiago, Guanajuato, México" Enrique Mendoza FUENTES DE ARCHIVO Cartas del Presidente Municipal. Protocolos Municipales. Memoria del Estado Libre y Soberano de Guanajuato, leída por el C. Gobernador Lic. Manuel Muñoz Ledo, 1882. Memoria sobre la Administración Pública del Estado de Guanajuato presentada al Congreso por el Gobernador Lic. Joaquín Obregón González el 1 de abril de 1895. Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio. Dirección General de Estadística. Cuadros Sinópticos y División Territorial de la República Mexicana. Estado de Guanajuato. México. Of. Tip. de la Secretaría de Fondo. 1887. FUENTES SECUNDARIAS. BAZANT, Jan. 1977. A Concise History of México. From Hidalgo to Cárdenas 1805-1940. New York: Cambridge University Press. 1977a "Feudalismo y capitalismo en la historia económica de México". Sobretiro de El Trimestre Económico. Vol XVm. No. 1. México D.F. CHEVALIER, Francois. 1956. "Problemas agrícolas e Industriales de México". En La gran propiedad de la Iglesia. Vol. III. No. 1. pp. 187-188. CORDOVA, Arnaldo. 1981. La ideología de la revolución mexicana. La formación del nuevo régimen. México: Era. CORDOVA, Arnaldo. 1979. "México. Revolución burguesa y política de masas" En Gilly, Adolfo, Arnaldo Córdova, Armando Bartra, Manuel Aguilar y Enrique Semo. Interpretaciones de la revolución mexicana. México: Nueva Imagen, pp. 55-89. DIAZ-POLANCO, Héctor y LAURENT, Guye. 1976. El desarrollo del capitalismo en Bajío" en Nueva Antropología. Vol. II. No. 5 México: Escuela Nacional de Antropología e Historia, pp. 29-62. FLORESCANO, Enrique. 1971. Estructuras y problemas agrarios de México (1500-1821). México: Sep-Setentas No. 2. GILLY, Adolfo. 1979. "La guerra en la revolución mexicana (Revolución permanente y auto-organización de las masas)". En Gilly, Adolfo, Arnaldo Córdova, Armando Bartra, Manuel Aguilar y Enrique Semo. Interpretaciones de la revolución mexicana. México: Nueva Imagen, pp. 21-53. GONZÁLEZ NAVARRO, Moisés. 1957. "El Porfiriato: la vida social". En Historia Moderna de México. Cosio Villegas, Daniel (Director). México: Hermes. 1960. La colonización en México, 1877-1910. México.
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1969. "Tenencia de la tierra y población agrícola; 1877-1960". En Historia mexicana. Vol. 19 No. 1 (73). pp. 62-86. GUTELMAN, Michel. 1980. Capitalismo y reforma agraria en México. México: Era. KATZ, Friedrich. 1974. "Labor Conditions on Haciendas in Porfirian México. Some Trends and Tendencies". En Hispanic American Historial Re view, 54, 1 pp. 1-47. KATZ, Friedrich. 1976. "Peasants in the Mexican Revolution of 1910". En Spielberg, Joseph and Scott Whiteford (Editores). Foreign Nations: A Comparative View of Rural Ferment and Revolt. Michigan State University Press, pp. 61-85. MEYER, Michael y William SHERMAN, 1983. The Course of Mexican History. New York: Oxford University Press. MIRANDA, José. 1972. Vida colonial y albores de la Independencia. México: SepSetentas No. 56. MORENO TOSCANO, Alejandra. 1974. "La era Virreinal". En Historia mínima de México. México: El Colegio de México, pp. 47-69. MÖRNER, Magnus. 1975. "La hacienda hispanoamericana: Examen de las investigaciones y debates recientes". En Florescano, Enrique (Coordinador) Haciendas, Latifundios y Plantaciones en América Latina. México: Siglo XXI -Clacso. pp. 15-48. NIEMEYER, E. V. 1974. Revolution at Queretaro. The Mexican Constitutional Convention of 1916-1917. Austin: University of Texas Press. SEMO, Enrique. 1975. "La hacienda mexicana y la transición del feudalismo al capitalismo". En Historia y Sociedad. No. 5. México, pp. 74-89. SILVA HERZOG, Jesús. 1973. Breve historia de la revolución mexicana. Tomo I. México: Fondo de Cultura Económica. URQUIOLA PERMISAN, José Ignacio. 1982. "La disolución de las haciendas en Valle de Santiago, Guanajuato". En Moreno García, Heriberto (Coordinador) Después de los latifundios (La desintegración de la gran propiedad agraria en México), ni Coloquio de Antropología e Historia Regionales. México: El Colegio de Michoacán. pp. 207-230. WOLF, Eric. R. 1974. Las luchas campesinas del Siglo XX. México: Siglo XXI Editores. WOMACK, John Jr. 1968. Zapata and the Mexican Revolution. New York: Vintage Books.
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ANEXO II.
Juan Friede y el desarrollo de la etnohistoria en Colombia José Eduardo Rueda*
LA OBRA DE FRIEDE:
Basándonos en la recopilación bibliográfica que realizamos junto con el antropólogo Jorge Morales Gómez (Contribución a la bibliografía del profesor Juan Friede) podemos decir que Friede publicó entre libros, ensayos, artículos específicos y de avance, reseñas bibliográficas y reediciones un total de 226 títulos, divididos por materia de la siguiente forma: etnohistoria, historia general, fuentes documentales, estudios biográficos y de folclore, temas económicos, de historia y geografía histórica, lingüísticos; ensayos de antropología, historia e indigenismo; miscelánea de estudios históricos, crítica e historia del Arte. Los temas que con mayor frecuencia abordó fueron: Historia indígena y del indigenismo, la Conquista, la Independencia, alemanes en América, el clero y las misiones en la Conquista, la Colonia y la República, la encomienda y los encomenderos como formas de control socio-económico y la legislación indiana. Por la diversidad, extensión y contenido es una de las obras, no sólo más extensas, sino más sólidas y serias que intelectual alguno haya escrito en Colombia. Toda ella publicada entre 1943 y 1981, período de tiempo en el cual se puede observar, salvo el lapso de 1980, una secuencia continua de por lo menos un artículo anual, publicados algunas veces y exclusivamente en inglés, francés y alemán, y la mayoría en castellano. En general, a sus libros u "obras mayores" antecedieron artículos de avance. Es así como, por ejemplo, a mi manera de ver su opus magnum: Los Andakí, 1538-1947, Historia de la aculturación de una tribu selvática (1953-1974), tuvo un total de siete artículos, escritos entre 1946 y 1952. La misma característica se cumple en "Los Quimbayas bajo la dominación española (1539-1810)", publicado por primera vez en 1963 con reediciones en 1978 y 1982, tuvo dos artículos que lo antecedieron: El tesoro de los Quimbayas (1951) y Aportación documental al estudio de la demografía precolombina: Los quimbayas (1962).
* Antropólogo de la Universidad Nacional. Magister en Historia Andina, Universidad del Valle.
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Las dos obras mencionadas nos sirven de apoyo para mostrar algunas de las características de los trabajos etnohistóricos de Friede. Los Andakí es quizás uno de los libros a los que Friede dedicó más tiempo en su investigación y redacción, cerca de trece años, espacio de tiempo en el cual consultó el Archivo de Indias de Sevilla, el Nacional de Bogotá y el Central del Cauca así como los regionales y locales de los municipios de Timaná, Garzón, Acevedo, Almanguer y Comisaría del Caquetá. En tales archivos, y luego de una paciente y sistemática labor de rastreo, lectura y clasificación, obtuvo un considerable volumen de información, la cual sometió a una rigurosa crítica que le permitió agrupar la documentación según su grado de riqueza y pobreza fren te al tema investigado. Por ejemplo, en concepto de Friede, las visi tas eran testimonios importantes pues en ellas se dan una aproxima ción mucho más cercana a la vida cotidiana del indígena así como de sus relaciones directas, interétnicas, con los demás grupos étnicos. También, y basado en la información obtenida en los archivos pudo hacer algunos estudios de lingüística histórica. ; :-.* Es quizás la preocupación por la documentación y su manejo lo que llevó a Friede a hacer un aporte muy significativo a la historia del país: publicar 25 tomos de documentos sobre la historia de Colombia, que si bien no son las únicas selecciones de documentos que hasta el momento de la primera edición de los de Friede (1947, 1951, 1955-1960) se habían hecho en Colombia, sí fueron las primeras que tuvieron una presentación o introducción y sobre todo, unos índices que facilitan la consulta. C omo punto esencial dentro de los trabajos de Friede reconocemos su preocupación por mostrar cuáles eran las condiciones de los grupos indígenas antes de la llegada de los españoles y su posterior desenvolvimiento; para ello, se remonta al momento "más cercano" del contacto entre los españoles e indígenas. En dicho objetivo se ayuda de los cronistas pues en ellos generalmente se señala aproximadamente en qué fecha fue dicho acontecimiento. Por ejemplo, para el caso de los Quimbayas cita a Cieza de León. Obviamente, la noticia suministrada por el Cronista trata Friede de constatarla o de encontrar su confirmación documental, o hallar algún indicio que así lo señale. La cercanía le permite al Maestro, por ejemplo en el caso de los Quimbayas, escribir un trabajo que muestra, hasta donde alcanza la documentación, cómo era la comunidad en el momento de la conquista. A través de las "supervivencias" que encuentra a lo largo de la documentación consultada infiere y concluye muchas cosas. Hace una reconstrucción cronológica muy precisa de todos los hechos que pudieron influir en el desmembramiento de, por ejemplo, la sociedad y cultura Quimbaya: misiones al Perú, Pacificación de los indígenas de Arma, levantamiento de los encomenderos, etc. A través de la documentación rastrea y sigue la casi siempre evidente disminución demográfica indígena, sus causas y efectos.
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En los Andakí, Friede asume un papel de maestro. Efectivamente, el libro tiene otro cariz importante: el didáctico, y que, dada la forma como plantea los problemas y dificultades, así como la solución que de ellos intenta esbozar, hace de los Andakí un libro de lectura
obligatoria para eJ estudiante o estudioso que vaya a iniciar la a veces no grata lectura de documentos, pues además de las dificultades, da importantes "pistas" para que la labor investigativa sea más productiva. Parte Friede por señalar los problemas más frecuentes a los cuales el investigador se ve abocado durante una investigación de archivo desde las condiciones mismas de la documentación y el lamentable descuido de los archivos hasta las dificultades para el investigador de reconocer palabras puramente indígenas. No deja de lado lo metodológico, tan es así que señala la imposibilidad de "descomponer étnicamente una 'nación', 'tribu', 'parcialidad' o 'pueblo'" (1). Igual incapacidad analítica se presenta con las listas que elaboraban los encomenderos, así como con los documentos oficiales. De todo esto también podemos colegir que, en concepto de Friede, uno de los temas esenciales que el etnohistoriador debía tratar de dilucidar era el de la organización social del grupo que se quería estudiar. La labor didáctica la completó planteando, para antropólogos e historiadores, posibles y necesarias investigaciones, problemas, hasta ese momento no tenidos en cuenta: relación entre San Agustín y en general el Alto Magdalena con el Amazonas, con lo cual dio otra interpretación al arte escultórico que allí floreció, así como las necesidades investigativas que implicaba para la arqueología, la historia y la antropología, lo que a su vez determinaba la sistematización y estudio de los resultados de lo hecho en esas materias. En opinión de Friede, para darle un justo valor antropológico a la información recogida en los archivos ésta debía ser cotejada con otra, obtenida en el terreno mismo de los acontecimientos, o en la zona de habitación de la comunidad o grupo estudiado, es decir, la historia oral, la cual recopiló Friede, junto con las tradiciones orales de la región andakí. Informaciones que tuvo buen cuidado de ir comprobando, en archivos, publicaciones, especialmente Cronistas y con otros informantes. Todo ello implicaba la necesidad para el investigador de conocer la geografía y la etnografía de la región que habitaba la comunidad estudiada. En fin, de adelantar un exhaustivo trabajo de campo. Lo anterior nos da pie para resaltar el gran valor que da Friede a la necesidad para el investigador, sea antropólogo, historiador, lingüista, etc., de conocer y manejar los conceptos y métodos de otras disciplinas del saber, pues, éstos, le permiten tener una visión y acercarse mucho más al conocimiento global de una comunidad o grupo humano. Es así como, uno de los puntos de la relación entre
1. Friede, Juan. Los Andakí, 1538-1947. Historia de la aculturación de una Tribu Selvática. Pág. 35.
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Antropología e Historia en el que más centró Friede su atención fue en la posibilidad que tenían ambas especialidades, combinadas una y otra, para comprender las posibles influencias de una comunidad, sus alcances y grados de difusión cultural. Otro más sería, las condiciones naturales y socioculturales en que se desenvolvieron las diferentes culturas. Pero, además del andamiaje teórico-metodológico, las diferentes especialidades debían ayudarse mutuamente: antropología e historia, arqueología e historia y antropología, etc. Una de las ciencias en la cual más centró su conocimiento fue en la geografía, y especialmente en el valor que dicha disciplina tenía para analizar e interpretar la historia de una región y de una comunidad indígena determinada: importancia comercial de una zona y posibles vías de comunicación, modelos y tipos de asentamientos humanos, relación de una comunidad indígena con su medio ambiente, posibles áreas de influencia social, económica y cultural de un grupo, etc. Ahora bien, hemos hablado de la crítica a la documentación utilizada en la investigación. Para Friede, también era necesario hacer otra crítica, no ya a la documentación sino a la conceptualización tenida hasta ese momento como cierta. Es así como, frecuentemente, critica y aclara términos como "Caribe", "Antropofagia", etc., los que, la mayoría de veces, habían sido introducidos por los Cronistas, fuente que también debía ser objeto de una minuciosa revisión y que debía ser utilizada con extremo cuidado, dada la superficialidad, descuido y etnocentrismo contenidos en ellas. Todo ello orientado a comprender lo más objetivamente posible la verdadera magnitud de los procesos históricos y también para '' convencer a los historiadores y antropólogos americanos de que no es posible estudiar la verídica historia del aborigen sin adoptar un camino similar, pues sólo con éste se descubre la realidad americana encubierta en los tratados, historias e informes oficiales'' (2). ANÁLISIS Y VALORACIÓN: Con Juan Friede la historiografía colombiana rompe por primera vez con una tradición hasta ese momento existente: el culto a la personalidad de algunos grandes personajes, generadores y artífices de la Independencia. En efecto, a partir de la publicación, en 1943, del libro "Los Indios del Alto Magdalena: Vida, luchas y exterminio (1609-1931)" pero, especialmente con "El indio en lucha por la tierra. Historia de los resguardos del Macizo Central Colombiano" (1944), títulos a los que seguirían más de un centenar entre libros, ensayos y artículos, el indígena y en cierta medida las masas, que en últimas son los personajes que más interesan al historiador social, comenzaron a ser considerados como objetos de nuestra historia. Friede abrió un nuevo campo, una nueva perspectiva, dentro de la historiografía nacional: descubrió e hizo evidente ante los acartona-
2. Ibid.Pág. 10.
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dos académicos la existencia de otras sociedades, en este caso indígenas, con una historia particular y con un desarrollo totalmente distinto y alejado del europeo, con peculiaridades propias frente a la hasta entonces "heroica" y romántica historia nacional. Sin embargo, no enfatizó Friede un hecho esencial: La visión propia que tiene el indígena de su historia lo hacen concebir su futuro de una manera distinta al no indígena. Así, los trabajos de Friede no intentan recuperar la historia de las comunidades, sólo muestran los conflictos a que se han visto abocados a partir de su relación con el "blanco" invasor. Pero, no debemos olvidar que los estudios de Friede son pioneros; ello hace que tengan sus errores. Sin embargo, son muchos los aciertos y los aportes, sus planteamientos acerca de la situación del indígena a lo largo de la historia de Colombia han sido retomados por científicos sociales y políticos, circunstancia que le ha causado problemas, a más de las dificultades que para el maestro ha representado el tratar de convencer a un público poco acostumbrado a la lectura de biografías colectivas, pues, a la larga, los estudios de Don Juan sobre comunidades indígenas: los Andakí, los Quimbayas, los Chib-chas, los Arhuacos, etc., no son más que eso. En efecto, las obras de Friede que tratan de la historia de una comunidad indígena determinada, parten de mostrar cómo, muchas de ellas, habían tenido un particular desarrollo socio-cultural, en el cual se habían incluido la difusión cultural y las influencias recíprocas, pero no habían tenido un contacto con culturas radicalmente distintas. A partir de la Conquista y colonización española, dichos grupos iniciaron un contacto, casi siempre involuntario, con el "blanco". A medida que avanzó el proceso, éste se hizo cada vez más conflictivo, convirtiéndose en un verdadero choque entre el complejo mundo indígena y el de los españoles o europeos. Este hecho, conocido por Occidente como "La Conquista", en nada benefició al grupo subyugado: le significó un triste destino colectivo o bien su debilitamiento mediante la aculturación, cuando no su total extinción. Tal fenómeno, que para nosotros sólo ahora aparece como entendi-ble, aunque no lógico, había sido estudiado por nuestra historia desde el punto de vista del vencedor español magnificando, en la mayoría de los casos, su acción. Nunca, hasta los trabajos de Friede, se había mostrado qué había pasado con esas sociedades indígenas al encontrarse con la sociedad europea. Por supuesto, el profesor Friede, para cada trabajo o libro que escribió, cumplió un grandísimo esfuerzo en la consecución de los datos, labor que adelantó con tenacidad, y que, a la hora de construir el conjunto, supo utilizar con imaginación innovadora, y sobre todo, en una perspectiva de larga duración en la cual se muestra el constante conflicto entre la sociedad dominante y encomendera, hacendada, misionera, nacional, y la sociedad dominada, los indígenas, pero en la cual se incluyen varios elementos o categorías analíticas: 1. El medio geográfico, físico y cultural en el cual vivían inicialmente las comunidades y su posterior transformación.
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2. El desenvolvimiento demográfico a partir, y en lo posible, del mo mento del primer contacto hasta la fecha límite, impuesta por Friede, para finalizar el estudio. 3. Las diferentes formas de resistencia y convivencia entre "blan cos" e indígenas y su particular desenvolvimiento en cada una de las comunidades escogidas, es decir, las distintas reacciones de los indígenas y de los ' 'blancos" frente a, por ejemplo, una Cédula Real, las cuales, entre otras, no fueron en su totalidad conocidas por los indígenas y aceptadas, pero tampoco cumplidas por los blancos. Como se ha mencionado, el eje de los estudios de Friede es el con flicto producido por el encuentro de dos sociedades y culturas total mente disímiles, lo que hace que la descripción y análisis estén impregnados de cierto impresionismo que por momentos nos cambia el héroe, quien hasta el momento de aparecer la obra de Don Juan era el conquistador, el encomendero, el misionero, el libertador, para transformarse en el cacique, el capitán, etc. Pero, dado que la historia del indígena es más trágica que gloriosa, el héroe cae siem pre en la desgracia. De todas formas, no sólo en las obras que tratan sobre indígenas, sino también en las relativas a temas un tanto tradicionales: Independencia, Comuneros, Biografías de personajes, etc., Friede trató de mostrar la otra cara de los hechos, de los procesos: la faz de los derrotados, su drama, su ideología, y accionar, en fin valoró al pueblo, obsesión que explicó Friede de la siguiente forma: "Las culturas indígenas me interesan no tanto por los indígenas en sí sino porque soy un antihéroe. No me interesan los grandes hombres sino el pueblo. En el desarrollo de mi trabajo, a medida que más me iba interesando el indígena, más me iba interesando el pueblo" (3). Desde ese punto de vista los estudios del maestro pueden servir de modelo, o mejor, de punto de partida, como de hecho lo han sido y seguirán siendo, para comenzar un proceso de estudio e investigación tendiente a comprender el mundo del '' otro'', pues además de introducir al lector en el uso y manejo de las fuentes orales y escritas, como en su necesaria crítica, lo va llevando de la mano (tanto al lector desprevenido como al especialista) hacia el conocimiento y comprensión de la otra sociedad, de sus conflictos y problemas. Ahora bien, Don Juan ha estudiado la historia indígena en períodos de larga duración, con una metodología que no sólo ha consistido en la consulta sistemática de documentación de archivo, sino que también ha incluido el conocimiento que suministra la etnografía y la historia oral, todo lo cual le ha permitido empaparse de la problemática que afrontó, y que todavía enfrenta el indígena en su relación con la sociedad nacional. 3. Friede, Juan. "Me enamoré de la luz del trópico". Entrevista concedida a Santiago Aris-tizábal. Revista Gaceta No. 43, pág. 4.
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Las denuncias adelantadas por Friede le trajeron serios problemas, le causaron momentos amargos y no pocas decepciones. Sin embargo, tuvo la entereza y el valor de continuar su labor intelectual, olvidando, por temporadas, el tema de lo que ha sido causa de su malestar. En realidad, es bien difícil para un investigador latinoamericanista no hacer cierto "proselitismo", que no implica necesariamente beligerancia, corriendo el riesgo de ser "subjetivo", pues como bien lo ha señalado Magnus Morner en "América Latina, parte integrada del Tercer Mundo, el estudio histórico de las masas se enlaza íntimamente con la problemática del subdesarrollo y sus profundas raíces en el pasado" (4). No debe pensarse que Friede fue un "panfletista". Por el contrario, si algo caracterizó su trabajo intelectual e investigativo fue su incesante esfuerzo para acercarse objetivamente, y en la medida de las posibilidades, a la realidad por él analizada. Ello se aprecia en la honestidad en presentar la documentación y sus alcances, la rectitud en señalar los vacíos que él no pudo llenar, muchas veces por física carencia de datos, como también en la claridad por expresar sus ideas, valores y objetivos en torno a lo investigado, buscando o por lo menos intentando mostrar una continuidad (propia de la historia) íntimamente relacionada con el presente, pero señalando los cambios y mediaciones que durante el proceso de confrontación ha tenido la sociedad indígena. Claro está que el maestro hizo hincapié en las transformaciones más visibles, especialmente en las demográficas y en las de la lucha por la tierra, pero sin ahondar su análisis en los fenómenos de la aculturación, aunque sí toca los de la mentalidad. En todo lo anterior, sin lugar a dudas, ha influido la relativa independencia que durante buena parte de su vida mantuvo Friede frente a instituciones oficiales y privadas, como también los períodos en los cuales tomó distancia del país y en los que pudo ampliar sus perspectivas. Fue Friede un asiduo defensor de la necesidad de la interdisciplinariedad. En sus estudios confluyen elementos geográficos, ecológicos, pero esencialmente antropológicos, por lo que se le ha señalado como el pionero de la Etnohistoria en nuestro país. Algunos de sus estudios parten de las culturas precolombinas: Chibchas, Quimbayas, Andakí, entre las principales, y que muestran las transformaciones que ellas han tenido o tuvieron a través de la aculturación ejercida por los españoles, lo cual implica el análisis de la lengua, la cultura, la ideología, en diferentes momentos del proceso, para lo cual ha recurrido a la contrastación y complementación de la información obtenida en los archivos con la observación directa, en los casos posibles, de comunidades y culturas aún no desaparecidas, sin olvidarse de recopilar y utilizar testimonios y tradiciones obtenidos a través de informantes.
4. Morner, Magnus. Ensayos de Historia Social Latinoamericana. P. 10.
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En ese sentido el aporte de Juan Friede fue fundamental pues en sus obras muestra cómo el historiador que se preocupa por lo indígena debe recurrir, al igual que los demás científicos sociales, a la metodología y conocimientos de otras especialidades: la antropología, la lingüística, la arqueología, la geografía, la ecología, etc. Debido a que el mundo que pretende estudiar es tan complejo y original, es preciso recurrir a tal interdisciplinariedad, la cual debe completarse con un estricto trabajo de campo, con el que no sólo se pretende obtener y contrastar información, sino también conocer al máximo el entorno geográfico de la comunidad estudiada.
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RESENAS
Numerosos investigadores han dado un paso importante hacia la comprensión de un fenómeno tan complejo como lo es la vio lencia colombiana al abordar dicha problemática desde los más diversos ángulos. Es el caso de los sociólogos Alvaro Camacho y Alvaro Guzmán, quienes con su libro Colombia: Ciudad y violencia hacen, a partir de un estudio cuantitativo de hechos violentos, una reflexión detalla da sobre la violencia urbana, especialmente la que se dio durante los años 1985 y 1986 en la ciudad de Cali, uno de los epi centros "de múltiples modalida des de violencia que se han ido generalizando tanto a otras ciu dades como a áreas no urbani zadas" Un primer aspecto que merece ser señalado es la claridad con que los autores rechazan ciertos estereotipos sumamente extendidos en la opinión. Enfatizan, por ejemplo, en que no existe una relación directa entre la pobreza y la violencia: regiones, en efecto, que han soportado durante ya mucho tiempo la más absoluta pobreza no han recurrido, sin embargo, a la violencia; inversamente, otras regiones
económica y técnicamente mucho más avanzadas se han visto envueltas en interminables conflictos violentos. Las consecuencias del rápido proceso urbanístico que se viene dando desde mediados de siglo (aparición de nuevos actores sociales con nuevas reivindicaciones, incapacidad del Estado para responder favorablemente) no pueden tampoco ser catalogadas como factor preponderante para el desarrollo de la violencia en las ciudades. Partiendo de una serie de estadísticas, fácilmente se demuestra que los polos urbanos más violentos son Popayán y Villavicencio, mientras que Bogotá y Barranquilla cuentan con los índices de violencia más bajos. Se rechaza, igualmente, la concepción de una violencia estructural, que tiende a ver en los sectores desfavorecidos los principales perturbadores del orden social. De la misma manera, ciertos conceptos utilizados frecuentemente son puestos en tela de juicio, en especial aquellos que sugieren que el fenómeno de la violencia es algo que predetermina a la sociedad colombiana, como si se tratase de algo totalmente inevitable ("cultura de la violencia", "delincuencia
Camacho Alvaro y Guzmán Alvaro, Colombia: Ciudad y violencia, Ediciones Foro Nacional, 1990.
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común"). Se establece, también, una distinción importante entre la delincuencia y la violencia, con lo que se pretende demostrar que esta última no es atribuible únicamente a un "sector social específico", sino que, por el contrario, es todo el tejido social el que se encuentra sumergido en ella. Por otra parte, se condena aquella actitud maniqueísta —que encuentra tanto eco en nuestra sociedad— y su empeño obstinado por explicar que la mayor parte de los problemas actuales se debe al programa desestabilizador de los grupos guerrilleros. Finalmente, los autores insisten sobre otro aspecto que tiende a olvidarse, pero que es de suma importancia: si hace apenas unos cuantos años el problema de la violencia era considerado casi que exclusivamente como la lucha que oponía la subversión al Estado, más recientemente, pero de manera igualmente errada, se ha llegado a considerar que el principal factor de violencia está constituido por el narcoterrorismo. Visiones demasiado simplistas que contrastan con una enorme complejidad en donde prima la yuxtaposición de innumerables formas de violencia que nos afectan, directa o indirectamente, a todos los colombianos. Sirviéndose, en múltiples ocasiones, de los informes dados por la prensa, los autores distinguen tres "escenarios" principales en los que se inscribieron la mayoría de los hechos violentos — es decir que implicaron muerte o lesiones— sucedidos en Cali durante los primeros seis años de la década anterior: "acumulación, dominación e intolerancia, y sus antagónicos: supervivencia, rebeldía y exi-
gencia de reconocimiento son dimensiones que configuran campos de conflicto económico, político y social, y que se constituyen en las claves en que podemos fragmentar la estructura social para facilitar la caracterización de las diferentes expresiones y modalidades de violencia". En el capítulo sobre la violencia económica, los autores se muestran en desacuerdo con quienes sostienen que la pobreza de amplios sectores urbanos genera un más alto índice de violencia. En este sentido, es muy importante señalar que la direccionalidad de la violencia económica proviene, en gran parte, de los sectores dominantes. Es así que los conflictos en torno a la propiedad no son, como suele creerse muy a menudo, unilaterales; es decir, existen los delitos tanto "contra" la propiedad (robos, invasiones, etc.) como "desde" la propiedad (auto defensa, justicia privada, pero también los llamados delitos de ''cuello blanco''...). Este tipo de violencia se realiza, por lo general, de manera colectiva y organizada. Estas dos últimas características también se aplican a la violencia política, cuyos principales protagonistas fueron las fuerzas del Estado y el M-19, sobre todo entre 1984 y 1985. Contrariamente a lo que piensa la opinión común, este tipo de enfrentamiento no fue el que arrojó el más alto índice de violencia, pues apenas se acercó al 10% (la misma apreciación se observa en el resto el país), No obstante no deja de ser menos cierto que el conflicto político, a la par con el narcotráfico y la defensa de los privilegios de la riqueza, se ha constituido "en el obstáculo número uno para la
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convivencia nacional". Y una vez que el M-19 había demostrado su poderío, la represión oficial no tardó en desatarse, adquiriendo con cierta frecuencia visos de violencia de "limpieza' '. Precisamente, uno de los principales escollos encontrados por los investigadores, y que tal vez no es resuelto de una manera muy clara, concierne los límites que se pueden establecer entre los diferentes tipos de violencia: ¿de qué manera se entrelazan lo político, lo social y lo económico? Es evidente que existen ciertas modalidades que obedecen a objetivos sociales; quizás el ejemplo más significativo sea el de las "limpiezas". Se trata de una violencia de la intolerancia ejercida "desde la posición dominante y orientada al mantenimiento de la dominación en la relación social", suscitando la reacción —"violencia de reconocimiento"— por parte de los sectores que se busca marginar. Este tipo de violencia, en el que se registran las tasas más altas de violencia y que se desarrolla en medio de la debilidad del Estado, presenta un gran nivel de organización en la que el sicario aparece como el autor material por excelencia. Los investigado-
res describen el momento en que la intolerancia social golpea con todo su vigor a aquellos que son considerados como un elemento nocivo para el "normal" desarrollo de la sociedad (rateros, homosexuales, prostitutas, basuriegos, vagabundos, etc.), aunque también se dio el caso de una operación limpieza ligada a intereses políticos, en la que amnistiados del M-19 se constituyeron en las principales víctimas. Cabe anotar, igualmente, que esta violencia de limpieza suscitó —excluyendo al Procurador General de la nación— muy pocas protestas por parte de las autoridades como de ciertos sectores de la sociedad. Si el estudio de la violencia caleña nos permite afirmar que se trata, a semejanza de lo que ocurre en el resto del país, de una situación extremadamente delicada, los profesores Guzmán y Guizado tampoco escatiman esfuerzos para llamarnos la atención sobre la complejidad de las soluciones que se quieran adoptar. En este sentido, el privilegiar las negociaciones eminentemente políticas tiene un límite que no se puede desconocer si realmente se pretende eliminar la mayoría de los conflictos que opone actualmente a los colombianos. Ricardo Arias
En los últimos años ha progresado entre los arquitectos de nuestro país y de toda la América Latina una suerte de movimiento integracionista que ha permitido estudiar y conocer mutuamente la historia de las arquitecturas de nuestras diversas regiones, sus particularidades, los entrañables lazos que las unen a cada
país y nos unifican en significados y poéticas comunes. Durante la colonia la plata de México y el oro del Perú construyeron edificios que otros territorios, menos ricos, no pudieron siquiera soñar. Tras las independencias, los procesos de modernización marcharon a velocidades diferentes en sitios diferentes y
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cada situación geográfica tuvo su propio sendero de desarrollo de la arquitectura. Sin embargo, los orígenes comunes permitieron que las líneas de avance en cada lugar hoy puedan volver a cruzarse, marchar paralelas o incluso superpuestas.
Silvia Arango, Historia de la arquitectura en Colombia, Bogotá, Empresa Editorial Universidad Nacional, 1990.
El libro de Silvia Arango sobre la historia de la arquitectura en Colombia posee entonces una doble importancia, porque no sólo constituye un aporte valiosísimo a nuestra cultura. Es también vehículo de encuentro de unas nacionalidades que teniendo tanto de igual, tanto de hermanas, han persistido en los desencuentros de manera tan ciega y tozuda. El libro es la culminación de muchos años de trabajo académico que la autora ha desempeñado con enorme entusiasmo y amor por una profesión y un oficio que en su papel de constructores del habitat humano son también constructores del escenario del transcurso de la historia. Es el resultado de muchos años de acompañar a las personas jóvenes que se forman en esta disciplina, en clases brillantes y sugerentes que sin duda han contribuido a formar una generación nueva de arquitectos, consciente de su responsabilidad hacia el patrimonio edificado por nuestras generaciones precedentes. La distancia en el tiempo permite presentar los acontecimientos hasta bien entrado el siglo XX con prolijidad en la documentación y una narración en la cual se hilvana de manera coherente nuestra historia y la de nuestro espacio construido. En el último
capítulo, donde se presenta la arquitectura que se ha hecho en el país en los últimos años, este hilo conductor del libro se abre en múltiples direcciones, sacrificando la claridad que orienta el discurso precedente. Evidentemente, este rompimiento refleja algunas de las características de la realidad del ejercicio actual profesional, en el cual no acaba de definirse, pese a los valiosos aportes, un proyecto cultural arraigado en nuestro medio. Se echa de menos en este último capítulo una visión de conjunto sobre los problemas de degradación de la ciudad colombiana: su gigantismo, su capacidad centuplicada de destrucción de la ecología, la privatización de su espacio público, la destrucción de su patrimonio inmobiliario y la aparición de un nuevo espacio urbano, complejo, amorfo, producto de numerosísimas presiones y fuerzas encontradas. En realidad, este es el gran laboratorio donde la arquitectura colombiana tendrá que desarrollarse y construir sus ideas. Sin este contexto, ella no puede explicarse cabalmente. Su incidencia sobre la obra individual de los protagonistas prominentes de la arquitectura nacional es avasalladora. De hecho, gran parte de los edificios importantes construidos por Fernando Martínez, Guillermo Bermúdez o Víctor Schmied, entre otros, no llegaron a la mayoría de edad para ser demolidos, víctimas del frenético ritmo vital del monstruo urbano. La acción de los grandes urbanizadores privados, la transformación de los modos de vida de la población, las obras públicas civiles y los grandes conjuntos de vivienda estatales han modi-
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ficado sustancialmente la imagen de la ciudad. Una visión crítica de estos procesos tan definitivos no sólo permitiría al lector una comprensión más profunda del estado al que ha llegado nuestra ciudad y nuestra arquitectura de la ciudad. También explicaría en profundidad el valor de las posiciones asumidas por tantos arquitectos que en sus proyectos, en sus clases y en su vida de ciudadanos han
luchado porque la ciudad pueda seguir siendo una obra de arte para todos. Este libro marca un hito de primera importancia en el estudio de la arquitectura colombiana y abre el camino para múltiples trabajos y discusiones. Como obra precursora merece el aplauso y el agradecimiento de todos nosotros. Mauricio Pinilla
Cuando se piensa en los orígenes y la evolución de la actividad económica y empresarial colombiana, parece lo más pertinente, remontarse a las últimas décadas del siglo XIX. Esto exactamente, es lo que se hace en el tomo cinco de la Nueva Historia de Colombia. En él se conjugan una revisión de la economía nacional vista desde sus aspectos macroeconómicos, con el análisis de la evolución de la industria cafetera, el estudio del crecimiento industrial y finalmente, con una evaluación de los cambios demográficos que ha sufrido el país desde 1800 hasta nuestros días. Los aspectos señalados se abor dan desde diferentes perspec tivas; es así como en la forma ción del equipo que escribió el tomo, hay historiadores, econo mistas, sociólogos y por supues to, un demógrafo. En esta forma se logra dar al lector una visión amplia y poco estereotipada de la historia económica del país y de algunos de sus componentes más importantes. Compuesta por quince artículos diferentes agrupados bajo la forma de capítulos lógicamente articulados, la obra comienza
con una interpretación de Bernardo Tovar en torno a lo que fue la economía colombiana entre 1886 y 1922. Se considera este período de vital importancia en la medida en que en él confluyen todos los aspectos que generan los primeros indicios de modernización del país, el auge y regularización de la producción cafetera de exportación, el rol preponderante del Estado como propulsor de la infraestructura y el papel que jugó el período de la Regeneración tanto en términos económicos como políticos. Se destaca así mismo, la transición al nuevo siglo no exenta de confrontaciones de carácter bélico las cuales encontraron su principal exponente en la Guerra de los Mil Días, y la presencia de Reyes al frente del Estado. Para finalizar, Tovar hace un breve análisis de algunos hechos relevantes de la primera guerra mundial, particularmente, de todos aquellos que afectaron el desarrollo económico nacional y que posteriormente, por un breve período, le hicieron experimentar un auge incipiente.
Alvaro Tirado Mejía, Dir. Cient. y Acad. Nueva Historia de Colombia. Economía, café, industria. Tomo V. Planeta Colombiana Edit., 1989.
A su turno, Bejarano analiza lo sucedido en un lapso de ocho años (1922-1929) durante los
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cuales el país pasa de una situación conocida como la Prosperidad a Debe, a la Gran Crisis, que estudia Posada y que se prolonga entre los años 1928 y 1933. En la primera el país experimenta un incremento sustancial en la construcción de obras de gran magnitud, tales como el tendido de vías de ferrocarril, y en la segunda, la suma de una serie de insucesos que van desde la caída de los precios del café a nivel internacional, pasando por una disminución en los créditos externos, hasta llegar al estancamiento generalizado de la actividad económica y de los ingresos tanto del sector público como del privado. Uno y otro aspecto ocupan, respectivamente, el capítulo dos y el capítulo tres del tomo que se reseña. Tras la lenta recuperación que se logra a partir de 1931, Echavarría, en el capítulo cuatro, profundiza en los elementos internacionales de la crisis de los años treinta y para ello evalúa la forma en la que los distintos países del centro vivieron la depresión y la medida en la que se vieron afectadas las naciones latinoamericanas al caer sustancialmente sus exportaciones. Retomando cronológicamente el hilo conductor, Bejarano en el capítulo cinco ausculta los hechos más relevantes de los siguientes tres quinquenios, en los cuales el país observó un reverdecimiento de los distintos ámbitos de la actividad económi ca, particularmente de la indus tria y la construcción. Se operó entonces una reconformación del sector manufacturero, que se amplió y consolidó, y de las ciudades, que comenzaron a asumir las características de verdaderas urbes.
El mismo autor, en el siguiente capítulo, se refiere al período 1946-1958, durante el cual el sector industrial alcanza una expansión notable que lo lleva a ubicarse en niveles anuales de crecimiento superiores al 10% hasta 1950. Es a lo largo de los trece años que cubre el estudio, que la estructura industrial comienza a transformarse al disminuir la producción de bienes de consumo en favor de un aumento de la de bienes intermedios y de capital. En los capítulos siete y ocho, Gavina y Perry, respectivamente, se acercan a la historia reciente y contemporánea, al analizar el primero el período 1958-1970 y el segundo, las dos últimas décadas. Gaviria destaca la diversificación horizontal de la industria y la instauración de un modelo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones entre otros hechos importantes, y Perry analiza los efectos de la bonanza cafetera y de la recesión que comienza a evidenciarse al comenzar la década del ochenta. Los siguientes cuatro capítulos, dos de los cuales están escritos por un economista, Ocampo, uno por un periodista, Santos, y el último por un historiador, Berquist, se dedican a estudiar en profundidad el tema del café desde sus orígenes (1830) hasta 1958 en el primer caso, desde el Frente Nacional hasta nuestros días en el segundo, y finalmente, a hacer un análisis de las luchas del campesinado cafetero en el período 1930-1946 en el tercero. Por su parte, Mayor, desde una perspectiva sociológica, reconstruye la historia de la industria
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colombiana en los capítulos trece y catorce, el primero de los cuales se concentra en el lapso 1886-1930 en el que se destacan los esfuerzos iniciales y la motivación que llevaron a consolidar empresas en el sector textilero y a la desaparición temprana de muchas de ellas, entre otros aspectos analizados. En el segundo, se refiere a lo que le sucedió a la actividad industrial colombiana entre 1930 y 1968, para ello y haciendo alusión a muchos hechos anecdóticos, resalta el impacto que tuvo la revolución industrial y que se tradujo en la introducción del taylorismo en muchas empresas y la cada vez más acentuada concentración de la propiedad accionaria que ha contribuido a afianzar las tendencias claramente oligopólicas del sector industrial colombiano. Finalmente, el capítulo quince, en un esfuerzo por encontrar una explicación a la manera como ha venido evolucionando la composición de la población colombiana, plantea a través de la mirada de Rueda, quien lo escribe, todos aquellos elementos que desde 1880 y proyectados hasta el 2000 han sido definitivos para determinar su transformación. Desde las diferentes perspectivas y en razón a los aspectos que tocan los autores, en muchos casos, el tomo cinco de la Nueva Historia de Colombia puede catalogarse como un libro que describe ampliamente la realidad económica nacional desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Sin embargo, también es igualmente válido el afirmar que el mismo tomo explica de manera profunda y bien documentada cuáles han sido los factores
que han configurado esa realidad. Se establece en casos como el de Bejarano, Gaviria y Perry, lo que podría catalogarse como un modelo explicativo, de los distintos elementos coyuntura-Íes y estructurales que con el correr del tiempo, han ido moldeando la realidad nacional. Debe señalarse eso sí, que las conclusiones y el establecimiento de las posibles hipótesis de trabajo que movieron a muchos de los autores, deben ser objeto de una elaboración muy personal que cada lector haga de los temas de su interés. Esto en ningún caso se constituye en una debilidad del libro, es por el contrario una fortaleza del mismo, que trata de presentar de manera objetiva, todos los aspectos que han tenido que ver con el desenvolvimiento económico del país en el último siglo. Cada uno de los capítulos que componen el tomo están fuertemente apoyados en toda una serie de fuentes de información ágil y cuidadosamente manejadas. Al igual que el resto de los tomos que componen la colección, este se encuentra permanentemente ilustrado. En él se observan fotografías y reproducciones litográficas de algunos de los hechos más destacados de las diferentes épocas y temas a los cuales se hace alusión. A nivel puramente formal, cabría hacer la siguiente crítica: En la medida en que muchos lectores revisarán la obra en su totalidad, sería posiblemente más adecuado que aquellos capítulos dedicados específicamente al tema del café, se encontraran intercalados con las épocas en las que de manera general se habla de lo que le sucedía a la
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economía colombiana. Esto permitiría una rápida integración de los temas. No obstante, se percibe que dada la importancia de este producto agrícola para el país, se prefirió asignarle una unidad temática en tres capítulos sucesivos e independientes. Sin duda alguna, el libro se convierte en una visión renovada de lo que hasta hace poco era una historia narrada a partir de los hechos pero sin mayor nivel de análisis. En este sentido complementa, por decirlo así, el esfuerzo que en su momento hizo Fedesarrollo cuando publicó el libro Historia Económica Colombiana en el cual participaron varios de los escritores de la obra que aquí se reseña. Un hecho a destacar tiene que ver con la versátil utilización que se le puede dar; se puede leer un capítulo en forma independiente sin sentirse el lector perdido en una intrincada secuencia de datos, y conjuntamente con otros, para lograr una mayor profundidad en el tema en el que se desea examinar. Esta sin duda, es una de las más importantes fortalezas del tomo. En modo alguno podría afirmarse que la obra reemplaza lo que hasta el presente se ha escrito sobre historia económica colombiana, pero sí debe contemplarse como un nuevo elemento que aporta en el análisis de la misma. Lo señalado con anterioridad puede comprobarse cuando al
revisar la bibliografía utilizada en la mayoría de los temas desarrollados, el lector se encuentra con que la inmensa mayoría se remonta a la década del setenta. Al parecer, sólo existen documentos relevantes sobre el café publicados en los ochenta. Para los demás temas se observa un vacío muy amplio. Un aspecto que plantea ciertas dudas, es la inclusión de un capítulo, el último, sobre la evolución de la población colombiana. Desde luego, es tópico perfectamente pertinente, sin embargo, no logra articularse apropiadamente con los demás capítulos y tiende más bien a percibirse como un anexo interesante para aquellos que quieran conocer en forma práctica y a través de una visión panorámica, el desenvolvimiento poblacional colombiano. Esta podría catalogarse como una debilidad del tomo. Si se hace un balance de la obra en general, es decir de los nueve tomos que la componen, se observa un tratamiento equilibrado de los distintos temas y una especificidad muy concreta en cada uno de los volúmenes; por esta razón, la Nueva Historia de Colombia se constituye en un elemento de necesaria consulta para todos aquellos interesados en profundizar y obtener una visión global de los principales acontecimientos que en distintos ámbitos, se han presentado en Colombia a lo largo de su historia. Reseñó: Elvira García Rodríguez Profesora de la Universidad de los Andes E.G.R.
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El trabajo de G. Lefebvre, escrito entre 1920 y 1930 después de 11 años de investigación de archivo, constituye uno de los textos clásicos de la historiografía moderna sobre la revolución francesa por todo lo que aporta para el conocimiento de la situación del campo francés en general, en 1789, e igualmente por la abundante información empírica con la que sustenta la especificidad del "Gran Pánico" como fenómeno social diferente a las sublevaciones campesinas, el temor a los bandidos y a los aristócratas y el armamento popular.
Lefebvre, Georges. El gran pánico de 1789. Edit. Paidós, Barcelona 1986. la. reimpresión.
La investigación está articulada en tres capítulos organizados de una manera lógica. Lefebvre, fiel a su visión social de la revolución, nos pone en contacto con la problemática del campo francés en 1789, describiendo con su técnica narrativa —ajena a esquematismos y al manejo abarrotado de cifras— las situaciones a que se enfrentan los campesinos: el hambre, los vagabundos y cómo el temor a ellos se conjuga con los motines, las primeras sublevaciones, los comienzos del armamento popular y los primeros pánicos, para acelerar la descomposición del régimen señorial y apuntalar los logros de la revolución. Los avances del 3er. estado y la derrota política de la nobleza, harán surgir una idea que se difunde y se propaga por toda Francia, la idea del "complot aristocrático" como mecanismo al que acudiría la aristocracia para recuperar el control de la sociedad. El segundo capítulo está dedicado a la descripción de esta idea que flotaba en el ambiente político. A la manera como se le vivió en París, cómo
se fue propagando a otras ciudades y al campo y cómo fueron reaccionando los pobladores para quienes, tal amenaza se convirtió en nuevo factor del miedo, agregando un motivo más que haría aumentar el desasosiego y el pánico, en cuanto se suma al temor a los bandidos y saqueadores, quienes, en esta coyuntura, no serían otra cosa, que instrumentos y agentes del complot, organizados desde París por la reacción nobiliaria para derrotar por hambre a los componentes del tercer estado. El capítulo tercero es el que en propiedad se ocupa del estudio del Gran Pánico, de sus características, de la manera como se propaga, de sus autores, de las causas y situaciones concretas en que nace, de cómo se configuran varios tipos de pánico: los primitivos, los del anuncio, los de relevo y los ulteriores, de sus corrientes, y finalmente de sus consecuencias. Para Lefebvre, el miedo es hijo del hambre; por ello, la tesis que le sirve de guía, es la de que la causa principal y más profunda del Gran Pánico, es el hambre, el miedo al hambre (L. pág. 33), con él, están asociados, desde tiempos remotos, la presencia de bandidos y saqueadores quienes en época de cosecha hacen presencia amenazante en el campo. Pero también, el miedo al hambre, está referido a las cargas fiscales excesivas a que estaban sometidos los campesinos. Para 1789, la crisis alimentaria se había tornado intolerable, en razón de las malas cosechas del año anterior y al consiguiente encarecimiento del precio del pan. Estas situaciones críticas que generaban mendici-
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dad y sublevaciones, fueron comunes en Francia en el siglo XVIII, pero, lo que hizo explosiva la situación según Lefebvre fue que "En 1789, una novedad increible habia exaltado al campesinado más allá de todo lo imaginable: el mismo Luis XVI, para sustraerlo por fin a su milenaria sujeción, habia convocado los Estados generales" (Pág.
la actual, representa una novedad, a saber, el estado de ánimo, las reacciones y los comportamientos colectivos frente a una situación critica de la sociedad francesa, que convierte los rumores y los miedos, en acciones masivas, acontecimientos, historiables por su magnitud y por sus repercusiones.
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La investigación de Lefebvre se aleja pues de la historia tradicional, para la cual, el Gran Pánico se explica como producto de un complot, o como la reacción del campesinado, o como la extensión de las sublevaciones agrarias del primer semestre de 1789. Más aún, el análisis del acervo documental, le permitió demostrar cómo un equívoco, un rumor, del cual eran prisioneros los campesinos, adquiere una fuerza que supera la capacidad de control y previsión de los diputados y representantes del tercer estado, quienes estaban firmemente convencidos de la inminencia del complot.
Dicha convocatoria, estimuló la movilización del pueblo francés, incluido el de la campaña, y su participación en los asuntos políticos se hizo irrefrenable. Durante el fin del invierno y toda la primavera hubo revueltas, motines y alzamientos de los campesinos y de los pobladores de ciudades y burgos, quienes en su accionar, estaban convencidos del asentimiento del rey. Sin embargo, para Lefebvre es de fundamental importancia no confundir las situaciones y acontecimientos previos al gran pánico vivido en gran parte del territorio francés entre el 20 de Julio y el 6 de Agosto de 1789. Y allí, precisamente, radica el mérito de toda su indagación sobre el carácter distintivo y específico del Gran Pánico con respecto a otros miedos o pánicos locales, a las revueltas y los motines. Lo que él se propone a través del libro, es, de un lado descubrir la especificidad de este fenómeno, y del otro demostrar que el mismo no fue producto de un complot aristocrático o revolucionario, aunque la idea o creencia de un complot de la nobleza es indispensable en el análisis de los factores que precipitaron el Gran Pánico. En tal sentido, el estudio de Lefebvre tiene por objeto algo que para la historiografía de la época e incluso para
Así, la historia del Gran Pánico es la historia de una falsredad si nos atenemos a lo dicho por Lefebvre ' '¿Qué es el Gran Pánico sino una gigantesca 'noticia falsa'?" (pág. 103). Una falsedad que pareció digna de crédito a quienes lo vivieron y sobre la cual está construido este texto, el cual, apoyándose en documentos judiciales de la época, logra aclarar sus dimensiones, su localización, sus orígenes, su fin y sus características, sin caer en el terreno engañoso de si el complot tuvo o no lugar. Lefebvre, ciertamente, se inclina por la versión que niega la realidad del complot, pero ello no le impide avanzar en la clarificación del papel que jugó como falso rumor en el desencadena-
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miento del Gran Pánico, cuya fortaleza fue de tal envergadura, que se tiene la idea, al finalizar la lectura del libro, de que el complot era perfectamente posible en aquellas circunstan cias. Así, la síntesis de la creencia en la conspiración con el temor a los bandidos y saqueadores, dará lugar a un estado de excitación y de tensión máxima, convirtiéndose en los factores inmediatos que originan el Gran Pánico. Historiar un sentimiento colectivo como el miedo, el gran miedo concreto que se apoderó de los franceses por espacio de 15 días en 1789, constituye, en palabras de M. Vovelle "el acta fundacional de la historia de las mentalidades revolucionarias" (Vovelle, pág. 86), aunque, como él mismo lo aclara, la noción de mentalidades sólo se empieza a manejar en los años 60, por lo que cabe pensar que Lefebvre contribuyó a la historia de las mentalidades sin proponérselo, y es, con Huizinga y su El Otoño de la Edad Media, y Lucien Febvre con: El Problema de la Incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais, con quienes abre nuevos territorios a la exploración historiográfica (Vovelle, pág. ll.I y M). A lo largo de la obra, Lefebvre ilustra de manera profusa y generosa los acontecimientos de diversa índole que tienen lugar en el campo antes y durante la revolución. La lectura se hace un poco pesada por la gran cantidad de lugares y hechos que menciona, pero se entiende que ello es necesario al propósito de aclarar las diferencias y conexidades entre los diversos fenómenos y movimientos que se produjeron. Con ello, se da entidad empírica
a la hipótesis central que orienta la investigación, la de concebir el Gran Pánico como un comportamiento colectivo, distinguible de los miedos locales, de las sublevaciones, del temor ancestral al hambre, del temor a los bandidos, pero a la vez conectado con ellos y con la coyuntura revolucionaria —toma de La Bastilla, conversión del tercer estado en Asamblea Nacional Constituyente—. Fenómeno que es historiable en cuanto es posible establecer sus orígenes, sus causas, sus comienzos, los agentes propagadores, las medidas tomadas por la población, la difusión y distorsión de las noticias, el tipo de visiones e imaginaciones de los campesinos ante las amenazas y el peligro, sus rutas y su conclusión, todo ello, porque las investigaciones de la constituyente quedaron registradas en los sumarios y procesos judiciales. Y es precisamente, en el tratamiento y selección de las fuentes, en donde el trabajo de Lefebvre deja entrever un cambio refrescante con respecto a la tradición dominante, según la cual, sólo se tiene en cuenta las fuentes oficiales y de ellas, lo que es medible, cuantificable y fechable. En el texto, nos encontramos con un investigador que además de entrar en contacto con las fuentes oficiales, lo hace también con otras no oficiales como los cuadernos de quejas, las cartas, actas de asambleas locales, prensa, etc. Además, el estudio de una vasta bibliografía sobre el tema, sobre las regiones de Francia, sobre los sistemas de transporte, el correo, sobre las distancias, muchas de ellas producidas en el siglo XIX, le permite al autor la reconstrucción de los sistemas de comunicación, los medios y problemas
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para la difusión de las noticias, el papel de los mensajeros en la propagación del Gran Pánico. De esta manera descubre, en la interioridad del Gran Pánico, el juego de relaciones entre el temor a la llegada de bandidos o tropas extranjeras y la necesidad convertida en exigencia de recibir las noticias de París y de las ciudades y burgos vecinos y como quiera que el principal medio de difusión en ese momento, fue oral, el resultado fue una deformación y una distorsión de grandes magnitudes, como por ejemplo, aquella que hace referencia a una visión de presencia de bandidos a raíz de una nube de polvo en el camino, cuando en realidad se trataba de una recua de vacas, o cuando el número de bandidos que se decía haber visto crecía por miles a medida que avanzaba la noticia. El rastreo minucioso de todas las fuentes, facilitó esa exploración para penetrar en las profundidades e intimidades del comportamiento de los campesinos ante los acontecimientos de París y ante los rumores y alarmas. A medida que se avanza en la lectura y sobre todo en el capítulo tercero, se va aclarando la consistencia real del Gran Pánico. Se trata de la propagación rápida de los miedos locales, los cuales se suscitan cuando la idea o el rumor sobre la presencia de bandidos se convierte en la noticia de su llegada. Al parecer, la clave para distinguir entre el común miedo a los bandidos y el Gran Pánico, está precisamente ahí, "Pero una cosa es admitir que los bandidos existían y podían aparecer y otra imaginarse que ya habían llegado" (L. pág. 196). De otro lado, la investigación desecha la
idea de que el Gran Pánico se desató simultáneamente por toda Francia; al contrario, dirá Lefebvre, ni afectó a toda Francia — se detalla en el texto las regiones no afectadas y las corrientes o rutas del Gran Pánico— , ni se desplegó simultáneamente. En la medida en que el estudio de las fuentes lo permitió fue posible trabajar cada corriente del Gran Pánico, sus puntos de origen, su marcha que es caprichosa en contra de la opinió corriente que pensaba que éste había seguido las rutas y caminos tradicionales, las personas que dieron la alarma, el contenido de dicha alarma, las medidas tomadas por la población, los estados de paroxismo en que cayeron mujeres, niños y ancianos, el recurso a los actos religiosos como la confesión y la comunión, la organización de la defensa, la fecha exacta de su inicio —incluso si fue en la tarde, la noche o en la mañana— , la fecha y sitio de su culminación, el llamado a la solidaridad de los vecinos, y otra gran cantidad de detalles que son descritos ampliamente. También, se logra constatar que el Gran Pánico no se originó en París, más bien fue un fenómeno de provincia, la capital fue punto de paso de dos de las corrientes del Gran Pánico. Otra de las creencias derrumbadas por la investigación es la referida al armamento del pueblo, como consecuencia del Gran Pánico. El autor encuentra evidencias empíricas sobre la existencia de milicias armadas con anterioridad al 20 de Julio. A nivel de las consecuencias, la investigación nos da a entender las razones por las cuales el Gran Pánico se constituye en una expresión singular de los
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miedos tradicionales, al confluir con circunstancias excepcionalmente tensionantes como lo fueron la proximidad de la cosecha, el hambre y la escasez, la presencia de bandidos, la toma de La Bastilla, las deliberaciones de la Asamblea Nacional Constituyente y el rumor sobre la existencia de un complot aristocrático. Por ello, el Gran Pánico contribuyó a acelerar la organización popular en comités, fomentó los lazos de solidaridad entre regiones y ciudades, afirmó el sentimiento de unidad nacional y le proporcionó al tercer estado una conciencia más clara de su fuerza y a la vez que fortaleció el ataque al régimen señorial al convertirse en evento preparatorio de las medidas del 4 de Agosto de 1789. En conclusión la lectura de este libro proporciona a los estudiosos de la revolución francesa un gran aporte de múltiples perspectivas. Tanto para quienes pretenden profundizar en la comprensión de diversos aspectos de la revolución francesa, en este caso en lo relativo a la situación de los campesinos y al Gran Pánico durante los
momentos iniciales de la revolución, como para quienes han venido explorando nuevos territorios para la historia, más concretamente para quienes se ubican en la historia de mentalidades, corriente que si bien no ha logrado construir todavía un cuerpo conceptual coherente, por lo menos ha señalado un conjunto de temas y aspectos sobre los cuales se han producido trabajos bien interesantes. Esos temas aluden a comportamientos y representaciones colectivas, vida cotidiana, mundos imaginarios, actitudes ante la muerte, la vivencia de la fiesta y el carnaval, las manifestaciones de religiosidad, etc. El libro de Lefebvre, podría pensarse, desde esta óptica, como un hito en el estudio de comportamientos colectivos de tipo emocional en el contexto de la formación de la mentalidad revolucionaria. El Gran Pánico fue el producto de temores y tensiones entrecruzados, originados en rumores que en muchas ocasiones fueron falsos, pero que por la consistencia que alcanzó, como dice M. Peronnet "contribuye a crear la realidad y llega a ser un elemento de explicación histórica".
Darío Acevedo Carmona
Esta investigación del sociólogo chileno Guillermo Sunkel es un estudio sobre la prensa popular de masas y sus formas de representación de lo popular durante el período final de la democracia chilena. Constituye al mismo tiempo un penetrante análisis de la cultura política de la izquierda en América Latina. Con el término "diarios populares de masas'' el autor designa a
"aquella prensa que comienza a perfilarse en la década del 30 y que surge con personalidad propia en las décadas del 40 y del 50: es un concepto de prensa que viene a desafiar la concepción liberal-oligárquica de prensa que fue dominante durante todo el siglo XIX". Los diarios populares de masas estudiados ("Clarín", nacido en 1954; "La Tercera", diario co-
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mercial fundado en 1950; "Las Noticias de la Ultima Hora, Socialista", creado en 1943; "El Siglo", órgano del Partido Comunista fundado en 1940 y "Puro Chile", también comunista nacido en 1970, son agrupados como objeto unitario de análisis con base en dos consideraciones: a) el contexto en que surgen, signado por el fenómeno de la aparición y la "presencia de masas'' en la escena pública, el surgimiento de los "medios de comunicación de masas" y de la "cultura de masas" b) El hecho de que todos ellos justifican su existencia en términos de un determinado tipo de representación de lo popular. Nos dice Sunkel en la Introducción que "el desafío teórico político que presenta un futuro proceso de democratización a las fuerzas de izquierda y en particular a una izquierda renovada, consiste en gran parte en romper con ciertas verdades que han adquirido el status de sentido común en lo que se podría denominar "la cultura de izquierda". En esta cultura estaría fuertemente arraigada una "noción de pueblo como el sujeto revolucionario, un sujeto puro e incontaminado por un capitalismo y que se presenta como el depositario de aquellos valores que representan la utopía de la sociedad futura". Sunkel agrega que "este tipo de proposición, la cual ha sido construida por los discursos marxis-tas bajo la forma de verdades más allá de toda crítica o de verificación empírica, continúa operando en la actualidad y se constituye como un serio obstáculo tanto en la reflexión teórica como en la práctica política". Subraya luego que su investigación intenta por ello "aportar
antecedentes concretos que permitan formular una política para un discurso de una prensa popular que esté consciente de los errores de fórmulas ya probadas". El autor nos muestra cómo "la configuración de diario de izquierda como "diario de masas'' encuentra su principal obstáculo en una determinada concepción engarzada en la ' 'cultura política de la izquierda": Aquélla que establece la relación entre cultura popular y cultura de masas en términos de oposición. En esta concepción, la cultura de masas es concebida como el campo de la alineación donde reinaría la industria cultural al servicio de "la clase capitalista", mientras que la cultura popular sería exaltada en términos románticos e idealistas como "la creatividad espontánea del pueblo", como "modelo de sociedad", como "la sede auténtica de lo humano''.
Sunkel, Guillermo. Razón y pasión en la prensa popular. Un estudio sobre la cultura popular, cultura de masas y cultura política. Santiago de Chile, ILET, 1985.
Sunkel anota luego que "en la medida que los supuestos sobre los que se construía la oposición (vale decir, principalmente, la noción de alineación y el concepto de lo popular como sujeto de negación del sistema capitalista) han demostrado tener un valor histórico relativo y, consecuentemente, han perdido su valor "universal", se hace necesario avanzar hacia un concepto cultural de lo popular de carácter diferente. Sugiere, entonces que el punto de partida para tal concepto de lo popular no se constituye simplemente como el espacio de lo otro, como la expresión de una creatividad "pura" y ajena a los mecanismos de dominación, sino, más bien, justamente a
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través de su relación con el sistema de dominación". Para afirmar su idea el autor cita a Garda Candini: quien observa cómo "las culturas populares se constituyen en dos espacios: a) las prácticas laborales, familiares, comunicacionales y de todo tipo con que el sistema capitalista organiza la vida de todos sus miembros, b) las prácticas y formas de pensamiento que los sectores populares crean para sí mismos, para concebir y manifestar su realidad, su lugar subordinado en la producción, la circulación y el consumo. En un sentido, el patrón y el obrero tienen en común el participar del mismo trabajo en la misma fábrica, ver los mismos canales de televisión, etc. (aunque por supuesto desde posiciones diversas que generan decodificaciones distintas); pero a la vez existen opciones económicas y culturales que los diferencian, jergas separadas, canales de comunicación propios de cada clase. Ambos espacios, el de la cultura hegemónica y el de la popular, están interpretados, de manera que el lenguaje particular de los obreros o los campesinos es en parte construcción propia y en parte una resemantización del lenguaje de los medios masivos y del poder político... En hegemónico de los medios o de los políticos, en la medida que quiere alcanzar al conjunto de la población, tomará en cuenta las formas de expresión populares". Paralelamente a la crítica de la problemática relación de la izquierda chilena con la "cultura de masas", Sunkel anota una serie de méritos históricos de la izquierda y del periodismo de izquierda en Chile: "El desarrollo cultural chileno desde la
década del 40 y, sobre todo, la función cultural de los partidos de izquierda de este proceso llegaron a producir una identifi cación entre el concepto de 'iz quierda' y el de lo popular': mantener una posición de iz quierda para amplios sectores llegó a ser equivalente a defen der los intereses populares". Según él, 2 factores habrían inci dido para que se produjera esa singular identificación (por lo demás única en América Lati na): a) La imagen cultural que la iz quierda logró asegurarse en el desarrollo político y social del país. b) La influencia político-cultural que logra el marxismo a nivel de la "Cultura polí tico-popular''. Sunkel anota cómo "no son los partidos (de izquierda) los que se autoatribuyen la representación de lo popular sino, más bien, por medio de su influencia político-cultural, la izquierda logra ganarse esta representación a nivel de la cultura popular (...) los diarios de izquierda no sólo se presentaban como 'diarios populares' sino que, además, así eran percibidos por parte importante de los sectores". El libro que reseñamos consta de 3 capítulos. El capítulo 1 se denomina: "Las matrices culturales y la representación de lo popular en los diarios populares de masas: aspectos teóricos y fundamentos históricos". Aquí se aborda la crisis de representación de lo popular mostrando lo representado, lo no representado y lo reprimido. Igualmente, se estudian los modos de operación de las matrices cultura-
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les, la matriz racional — iluminista y la matriz simbólicodramática, en la cultura popular. En el capitulo 2, "La configuración de los diarios populares de masas", se muestran los antecedentes literarios del diario sensacionalista que se remontan a la lira popular con sus elementos melodramáticos, se presenta el proceso de transición de la prensa obrera al diario de izquierda y las simbiosis entre diario de izquierda y diario sensacionalista, que podríamos denominar "sensacionalismo de izquierda". El capitulo 3, "La representación del pueblo en los diarios populares de masas", nos muestra las distintas imágenes del pueblo construidas por los diarios estudiados por el autor.
Este libro de Guillermo Sunkel constituye una obra muy importante para el estudio de la cultura politica de la izquierda chilena y latinoamericana. Representa igualmente un interés para los estudiosos de la cultura popular y la cultura de masas y en general para quienes se ocupan de las relaciones entre medios de comunicación de masas y cultura. Este texto puede resultar también de una gran utilidad para un análisis comparativo con nuestra realidad alrededor de cuestiones como izquierda y sistema politico, estructuras nacionales de desarrollo perio-distico, niveles de figuración de lo popular en diferentes culturas nacionales, etc. Fabio López de la Roche F.L.
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NOTILIBROS
Los determinismos ideológicos, la adhesión a determinados modelos de interpretación de la realidad soviética, el privilegio del estudio de lo político explican en gran medida el porqué la mayor parte de los especialistas occidentales no pudieron prever la Perestroika ni mucho menos concebir su amplitud. Uno de los pocos estudiosos de la URSS que logró trascender los estereotipos heredados de la guerra fría fue M. Lewin, quien con anterioridad al advenimiento del curso reformista comenzó a interesarse en la historia social de la URSS. En este pequeño libro, el autor conceptualiza las grandes líneas de las transformaciones sociales, caracterizadas por la constitución de una sociedad urbana que ocasionó cambios radicales en el modo de vida, en los valores y que dio vida a una opinión pública emancipada con la cual el Estado tuvo que empezar a contar. Estos procesos subterráneos modificaron el panorama social y político de la URSS y se ubican en el trasfondo del proyecto gorbachovista de reformas. En la segunda parte del libro, el autor analiza las articulaciones y obstáculos a que debe hacer frente el proyecto reformador, una vez en que se ajusta una nueva dinámica entre los cambios sociales y el alto poder.
Moshe Lewin. La grande mutation soviétique. París, Editions la Découverte, 1989.
H.F.V. El debate Brenner lo conforman un conjunto de artículos aparecidos en la revista Past and Present durante las décadas de los 70 y 80. Constituye una polémica importante en el campo de la teoría de la historia que, a juicio de R. Hilton, es comparable al debate DobbSweezy sobre la transición del feudalismo al capitalismo. El centro del debate constituye una toma de posición frente a la interpretación neomalthusiana (o determinismo geográfico) en el desarrollo económico e industrial de la Europa preindustrial. Participan numerosos historiadores de diversos países que sustentan posiciones encontradas que van desde el conservatismo hasta el marxismo. Una novedad interesante de esta discusión es que se logró ir más allá del análisis del capitalismo agrario en Europa Occidental al incluirse importantes trabajos sobre el desarrollo histórico de Europa Oriental. Como bien lo señalan los editores por la trascendencia del tema y la calidad
T. H. Ashton y C. H. E. Philpin, eds., El debate Brenner. Estructuras de clases agrarias y desarrollo económico en la Europa preindustrial. Barcelona, Crítica, 1989.
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de los participantes el debate Brenner representa una contribución fundamental a la renovación teórica y metodológica de la ciencia histórica. H.F.V.
P. Rosanvallon, Le liberalismo économique. Histoire de l'idée de marché, París, Seuil, 1989.
En momentos como el actual en que la idea de mercado trasciende fronteras y permea los sistemas sociales, el libro de Rosanvallon cumple una función social y política importante: demuestra que el nacimiento del liberalismo económico no fue sólo una teoría que acompañó el desarrollo de las fuerzas productivas y el ascenso de la burguesía como clase, sino fue también una respuesta a los problemas que los teóricos del contrato social no pudieron resolver. El autor muestra de manera magistral y convincente que el mercado aparece como un mecanismo de regulación social (no es una simple técnica económica) que despersonaliza las relaciones sociales, construye el tejido social capitalista y ejecuta un tipo de relación con la política.
Gérard Roland, Economie politique du systeme soviétique, París, L'Harmatan, 1989.
Desde el advenimiento de los actuales reformadores al poder en la Unión Soviética y la debacle de la economía de ese país, han sido publicados muchos trabajos, parciales y de síntesis, que analizan y explican uno y otro aspecto del funcionamiento de la economía soviética. Entre todas estas obras que han visto la luz el libro de Gérard Roland se destaca al ser el único trabajo reciente que partiendo de las consideraciones del marxismo analítico anglosajón, construye una teoría general del sistema soviético que permite comprender la racionalidad de los agentes económicos en un marco de reproducción en el cual la penuria y la planificación se desenvuelven conllevando al fracaso de todas las tentativas de reformas parciales. El libro, apoyándose en un exhaustivo trabajo documentario soviético traza los lincamientos de las reformas en curso y propone un marco de interpretación que permita sobrepasar la estrechez social y económica capitalista. H.F.V.
José Ignacio Avellaneda Navas. Los compañeros de Federmán cofundadores de Bogotá. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1990. ISBN 958-661-270-0,442 páginas.
Publicado bajo los auspicios de la Academia de Historia de Bogotá, este libro del doctor José Ignacio Avellaneda Navas es una investigación minuciosa y erudita, debidamente basada en documentos de archivos españoles y colombianos y en una exploración rigurosa de los cronistas españoles de la Nueva Granada sobre el centenar de soldados que llegaron al reino de los chibchas con el conquistador alemán Nicolás de Federmán que junto con Alfinguer y Spira capitularon con la corona española el descubrimiento y conquista de territorios venezolanos. De 60 de ellos, casos bien documentados, se dan en el texto noticias de su origen regional español, oficios que practi-
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caron, servicios que prestaron en posteriores aventuras de conquista y colonización, edades, grado de instrucción, linaje, encomiendas que recibieron y cargos políticos que desempeñaron. El autor se detiene, quizás más de lo necesario, en problemas que han absorbido el interés de la historiografía tradicional, pero que son en sí mismos de escasa significación histórica. ¿Cuál fue la verdadera fecha de la fundación de Bogotá? ¿Fue 1537 cuando Jiménez de Quesada llegó con sus huestes a la Sabana de Bogotá? ¿Fue el 6 de agosto de 1538 cuando Quesada y sus compañeros expresaron su deseo de asentarse y tomar residencia en esta meseta y levantaron las primeras chozas? ¿Fue cuando riraron las primeras calles y señalaron el sitio para Iglesia, cárcel y casa para el cabildo en 1539 cuando ya estaban aquí Federman y sus compañeros? El aspecto más valioso de la obra es sin duda el minucioso análisis de la personalidad de los compañeros de Federman en los 60 casos escogidos, estudiados con agobio de datos y cuadros sintéticos, especialmente el que dedica a los matrimonios legales o a los concubinatos con indias que dieron nacimiento a la primera generación de mestizos. Por eso es de lamentar que el autor no haya aprovechado su abundante y rigurosa información factual para analizar problemas de mayor amplitud social y política, intento que se hace muy discretamente en las páginas finales de la obra. Es de esperar, pues, que dada su capacidad y su vocación de historiador, este no sea sino el punto de partida para futuros y más sustanciosos estudios. J.J.U.
Este libro fue escrito —dice el autor en su presentación— con dos objetivos: "Acercar a las nuevas generaciones y a los lectores habituales a un Bolívar más humano, más de todos los días, despojado de la grandilocuencia de la bibliografía tradicional. Asimismo, aunque crítico, pretende ser desapasionado y trata de superar posiciones maniqueas que en el pasado han matriculado a los protagonistas de la historia de buenos y malos, según criterios subjetivos o interesados". Buen propósito para un biógrafo, pero difícil de lograr como puede observarlo el lector atento de este ensayo, que por otra parte, no es especialmente innovador respecto a la bibliografía tradicional sobre el Libertador, pero da una presentación clara y objetiva, quizás menos crítica de lo que se propone el autor de los tradicionales temas bolivarianos. En aspectos tan controvertidos y neurálgicos como las relaciones de Bolívar con Santander es evidente que el autor logra un clima de imparcialidad. Lo mismo podríamos decir de temas como el de la Constitución boliviana y los proyectos de monarquía que se discutieron entonces, en los cuales, sobre todo respecto a este último, el autor no disimula las vacilaciones de Bolívar. Sin embargo, al presentar los argumentos con que el Libertador defendía su proyecto, los que pudieron existir en su contra están ausentes, de manera que el lector podría pensar que no existieron. Se insiste mucho, como lo hacía Bolívar, en los factores de anarquía que amenazaban al país, de manera que el lector no podría sacar una conclu-
Fabio Puyo. Muy cerca de Bolívar. Bogotá, Ed. La Oveja Negra, 1988, 244 páginas.
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sión diferente a que las fórmulas de Bolívar eran las mejores y además inevitables. Hay en el libro algunas ausencias y penurias. Aunque se habla de las lecciones que en su juventud recibió Bolívar de don Simón Rodríguez y de don Andrés Bello, la formación intelectual de Bolívar, las fuentes de sus ideas sobre el carácter del estado, los cambios y vicisitudes de su pensamiento político merecían un tratamiento más detallado. Podría decirse que tal formación puede deducirse de sus textos, mensajes, documentos, pero eso es algo que el lector corriente probablemente no está en capacidad de hacer. Finalmente una observación de carácter aparentemente trivial, pero que no carece de sentido. Estando la obra bien documentada, el autor omite la costumbre de referir el origen de los textos a compilaciones, libros, periódicos, etc., y sus respectivas páginas. Coloca en versalitas las citaciones con el objeto de "hacer más ligera su lectura", pero así se omite la posibilidad de que el lector crítico y curioso pueda constatar con las fuentes el rigor crítico del autor en la interpretación y selección de los documentos. El propósito, por lo demás muy loable, de que el libro está dirigido a un público amplio y a las nuevas generaciones, no parece justificar la omisión de estas normas. J.J.U. Mario Herrón Baquero. El Virrey don Antonio Amar y Borbón. La crisis del régimen colonial en la Nueva Granada. Bogotá, Ed. Banco de la República, 1988, 368 páginas. ISBN 958-9028-60-8.
La historiografía tradicional ha sido relativamente pródiga en crónicas sobre el período de la Independencia y particularmente sobre las circunstancias que rodearon y los hechos que antecedieron al 20 de Julio de 1810, pero hacía falta un estudio bien documentado sobre los antecedentes del memorable acontecimiento y sobre todo sobre su figura central, el Virrey Amar y Borbón. El joven historiador Mario Herrán, profesor de la Universidad Javeriana y de la Universidad Nacional ha querido llenar este vacío con un ensayo serio, bien apoyado sobre documentos no utilizados antes, obtenidos en archivos nacionales y españoles. Teniendo como punto focal de su investigación la personalidad del Virrey Amar, Herrán explora los antecedentes de la Revolución de Independencia en sus aspectos políticos, sociales y económicos. La personalidad del Virrey surge de su estudio con una imagen nueva, no ciertamente como la de un gran estadista, pero sí como la de un funcionario con una brillante hoja de servicios militares y administrativos, preocupado por los problemas económicos y sociales del Virreinato, pero envuelto en un torbellino de fuerzas contrapuestas; perplejo ante una España invadida por Napoleón, con el Rey y el sucesor del trono prisioneros, vacilante entre sus propias y ocultas simpatías por los franceses y su fidelidad a la monarquía. No dejó el Virrey Amar una Relación de Mando como lo hicieron sus anteriores sucesores, documento que ha servido no sólo para analizar su gestión, sino para obtener informaciones sobre las últimas décadas de la dominación española en nuestro territorio, pero los documentados 185
examinados por H erran y los que coloca como apéndice de su libro llenan parcialmente este vacio. Complementan ellos la lectura de la obra para que el lector pueda formarse un juicio sobre su personaje central y sobre los antecedentes de la Revolución de Independencia. J . J . U.
Es una reedición del volumen XVII de la Biblioteca Eduardo Santos realizada por la Academia Colombiana de Historia y publicado por la Editorial Kelly en 1959. El libro es un recorrido por las calles de Bogotá en la primera mitad del siglo XIX. En su recorrido describe las calles de la capital con precisión, hace alusión a las edificaciones más importantes detallándolas físicamente y contando la historia de su edificación, igualmente se refiere algunas casonas y otro tipo de construcción más modesto de la ciudad. Al tiempo que detalla la infraestructura de la ciudad acompaña su relato con imágenes de la gente que vivia, caminaba, conversaba en el espacio bogotano, con narraciones sobre las actividades más comunes de la época, como podían ser las procesiones religiosas.
Daniel Ortega Ricaurte. Cosas de Santafé de Bogotá. Bogotá, Academia de Historia de Bogotá y Tercer Mundo Editores. Primera edición de Tercer Mundo Editores, 1990.
Al lado de esta detallada ilustración de Santafé va revelando los aconteceres políticos de la época. Comenta los personajes más importantes de la administración municipal y sus labores realizadas, así como también se refiere a las actividades de personajes de la vida política nacional, como pueden ser Bolívar, Santander y Nariño. Es sin duda alguna un excelente texto sobre el quehacer capitalino de principios de siglo. B.C.
Alvaro Tirado Mejía es Ex-Consejero Presidencial para los Derechos Humanos y Profesor Titular y Emérito de la Universidad Nacional de Colombia. En este libro el autor recoge algunas de sus intervenciones, escritos y conferencias realizados durante su paso por la Consejería Presidencial entre 1987 y 1989.
Alvaro Tirado Mejía. Hacia una concepción global de los derechos humanos. Bogotá, CEREC, 1990.
El texto consta de cuatro capítulos. En el primero se hace un análisis de la importancia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas en 1948, y se exalta la función de la democracia como el único ámbito en el que es posible la vigencia de los derechos humanos. En el segundo capítulo, se propone una hipótesis sobre la denominada cultura de la violencia en Colombia, enfatizando en el papel que
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pueden jugar las instituciones del estado en la superación de dicha tradición de violencia. El tercer capitulo hace un análisis coyuntural de la reforma constitucional, el funcionamiento del aparato de justicia y la impunidad. Finalmente, se incluyen tres documentos relativos a la gestión de Alvaro Tirado en la Consejería: la respuesta a un informe de Amnistía Internacional, el reconocimiento de la posición de Alfredo Vásquez Carrizosa y una reflexión sobre Colombia y su futuro. A.F.M.
Nola Reinhardt, Our Daily Bread. The Peasant Question and Family Farming in the Colombian Andes. Berkeley, University of California Press, 1988. (Localización: Departamento de Historia. Universidad de los Andes)
Our Daily Bread (Nuestro Pan de Cada Día), es un libro que puede inscribirse en el debate, tan extendido en Latinoamérica, entre "campesinistas" y "descampesinistas". La autora toma partido por la posición que enfatiza la persistencia del campesinado y para demostrar este hecho, realiza un profundo estudio histórico de algunas comunidades campesinas andinas del suroriente colombiano. Aunque la investigación se concentra en comunidades locales (Vereda El Palmar del municipio de Dagua en el Valle del Cauca), la autora presenta el contexto del desarrollo agrario en Colombia desde el siglo XLX hasta la actualidad para resaltar la importancia de las sociedades campesinas y la centralidad del conflicto hacienda-parcela en dicho desarrollo. Como la autora anota, su libro provee información histórica concreta acerca de las unidades familiares de cultivadores de la región andina, dando un ejemplo de la importancia de la pequeña producción campesina en la vida económica de Colombia. "' A.F
Pablo A. Pozzi, Roberto Elisalde, Claudio González Chiaramonte y María José Billorou. De Washington a Reagan: Trabajadores y conciencia de clase en los Estados Unidos. Buenos Aires, Cántaro Editores, 1990.
Con una perspectiva teórica cercana a la propuesta por E. P. Thompson en "The Making of English Working Class" y como resultado del trabajo cumplido por la cátedra de Historia de los Estados Unidos en la Universidad de Buenos Aires, este libro reúne varios ensayos sobre la cultura obrera en los Estados Unidos, las formas de organización obrera y las relaciones entre clases sociales con el Estado. El texto ha sido dividido de acuerdo con una periodización establecida por los autores a partir del concepto de formación de la clase como proceso histórico. En la primera parte se analizan la formación de la clase obrera norteamericana en la transición del artesanado a la industrialización (1820-1870). La segunda parte se ocupa del período de consolidación de la clase obrera (1870-1930) y agrupa varios estudios sobre el radicalismo obrero, las organizaciones políticas y sindicales de los trabajadores, el problema de los inmigrantes, la educación y la cultura entre los obreros americanos. Finalmente, una tercera sección del libro se titula "De Roosevelt a Reagan" y considera las transformaciones cumplidas entre el New Deal y la época actual: la evolución de los sindicatos, las políticas
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sociales del Estado americano y sus efectos en las reformas laborales, el papel de las minorías inmigrantes y de los movimientos negros. Estas tres partes están precedidas de una Introducción que plantea las cuestiones teóricas más relevantes para la investigación sobre estos temas y una revisión de la literatura existente en ciencias sociales. Además de los artículos de los compiladores, el libro contiene textos de D. Gordon, R. Edwards, M. Reich, Bruce Laurie, David Montgomery, León Fink, Hasiah Diner, Philip Foner, H. M. Gitelman, Ronald Radosh, William Harris, Jeremy Brecher y Joshua Freeman. I.C.
Esta obra reúne los resultados del proyecto de investigación "Relaciones Cívico-Militares y el Desafio de la Democracia" que fue llevado adelante en conjunto por la Escuela de Relaciones Internacionales (SIS) de la American University (Washington) y PEITHO (Sociedad de análisis político de Montevideo) a partir de 1986. El libro consta de cuatro partes: en la primera, se analiza el problema de las relaciones entre fuerzas armadas, las élites civiles y la transición a la democracia en la década de los 80. La segunda parte titulada "Las fuerzas armadas, los civiles y la percepción de la amenaza del orden social y político", reúne varios trabajos que presentan esa peculiar manifestación del pensamiento militar (la ideología de la contrainsurgencia) y su proyección en la internacionalización de los conflictos en América Latina y el Caribe. En la tercera parte se examina el profesionalismo militar, el pensamiento geopolítico y las estrategias militares ante las nuevas misiones asumidas por los ejércitos latinoamericanos (guerra anti-narcotráfico, etc.).
Louis W. Goodman, Johanna Sr. Mendelson y Juan Rial. Los militares y la democracia en América Latina*. Montevideo, Peitho, 1990.
Finalmente, la cuarta parte se ocupa del tema de las relaciones cívico-militares y el futuro de la democracia en América Latina, con un énfasis explícito en "los valores de la democracia pluralista", de acuerdo con la formulación establecida por los compiladores.
* La primera edición en inglés es de D.C. Heath and Company, Lexintong Books, 1990.
I.C.
Pardo y Tokatlian, especialistas en estudios de relaciones internacionales, presentan en este libro trabajos resultado de sus investigaciones en el CEI y expuestos en diversos seminarios celebrados en el exterior.
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Uno de los aspectos más destacables de la obra es la revisión bibliográfica desarrollada en el capítulo 2: ella pone de relieve el carácter dispar de la producción existente sobre relaciones internacionales.
Rodrigo Pardo y Juan G. Tokatlian. Política exterior colombiana, ¿de la subordinación a la autonomía? Bogotá, Tercer Mundo Editores-Ediciones Uniandes, 1989.
El hecho de que la organización sistemática de esta disciplina sea aún reciente en el país, tiene que ver con las muchas limitaciones que los autores señalan en la literatura. La historia de las relaciones internacionales en el siglo XX ha sido periodizada en cuatro grandes etapas: 1914-1941, 1941-1967, 1967-1978 y 1978-1987. La mayor parte del texto se concentra en esta última, considerando las relaciones entre política interna y política internacional; el impacto de la crisis centroamericana en la política exterior de Colombia (capítulos 3 y 4) y los casos específicos de mayor importancia en la política exterior de la pasada administración: las relaciones con Venezuela, con Latinoamérica, con los Estados Unidos, con la Cuenca del Pacífico y con los organismos financieros internacionales. I.C.
Carlos Escude. Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, 1942-1949. Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1988.
Con base en las fuentes de archivos británicos y americanos correspondientes a la década de los cuarenta, abiertos en los años 70 a la investigación, el autor analiza el contexto de las relaciones internacionales de esos años y el triángulo Argentina-Gran Bretaña y Estados Unidos para examinar el proceso de declinación económica de la primera a partir de una interpretación que privilegia el papel del factor internacional. El autor atribuye un rol determinante a la política desarrollada por los Estados Unidos en la disolución de los vínculos tradicionales con Gran Bretaña, en la situación del boicot a la cual se enfrentó la economía argentina y en el comienzo del "Ciclo subdesarrollizante". Por el carácter novedoso de la información que aporta y la explotación de fuentes nuevas, la obra significa un aporte renovador a la historia de América Latina. I.C.
Alexander Flores: Intifada: Aufstand der Palästinenser. Berlín, Rotbuch, 1989.
El sociólogo Alexander Flores explica los factores económicos, políticos y sociales que llevaron a la Intifada. Además se trata de presentar hechos y aspectos no siempre divulgados por la prensa internacional. El autor, quien es además profesor universitario, ha enseñado en la Universidad de Bir Zeit, zona ocupada de Cisjordania. En una primera parte se analiza la situación de las zonas ocupadas a partir de 1967 y en una segunda se presenta a la Intifada misma. El libro se concentra en los aspectos relacionados con la situación interna de las zonas ocupadas, sobre todo con la sociedad palestina, y deja entrever en un segundo plano la situación internacional. No se trata de una mera defensa de la causa palestina, como parece a primera vista, sino como el autor mismo lo señala "... se trata de la
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experiencia palestina y de la comprensión de los palestinos a partir de dicha experiencia''. L.E.B.
El autor, ex-miembro del servicio de inteligencia israelí, profesor universitario y director del Instituto de Relaciones Internacionales y de Estudios del Medio Oriente Leonard Davis de la Universidad Hebrea de Jerusalem, trata no tanto de mirar los hechos más recientes de la historia del conflicto palestino-israeli sino más bien de analizar los factores que moldean el pensamiento de Israel y condicionan su comportamiento. El pais, nos dice el autor, no ha sabido ver correctamente su situación por lo tanto se debe lograr una serie de cambios y una gran oposición a la situación actual. Hablando en términos estratégicos y éticos Harkabi concluye que hay que negociar rápidamente con la OLP si no se quiere que Israel entre en una etapa aún más desastrosa.
Yenoshafat Harkabi: Israel's Fateful Hour. Nueva York, Harper and Row, 1989.
L.E.B.
Esta monumental obra de la Biblioteca Presidencia de la República consta de tres secciones. La primera titulada Colección Documentos, con un total de 36 volúmenes, incluye documentos de la autoría del general Santander tales como su correspondencia con Bolivar, sus comunicaciones al congreso y a la alta corte de justicia, las memorias y la obra educativa y cultural de sus administraciones. La segunda sección consta de 6 volúmenes y se titula Colección Monográfica. Recoge estudios históricos sobre aspectos de la vida económica, política, social y diplomática de la época. Además presenta obras inéditas de escritores colombianos.
Fundación para la conmemoración del bicentenario del natalicio y el sesquicentenario de la muerte del general Francisco de Paula Santander. Bogotá, Diversos documentos, monografías y escritos del general Santander, 44 volúmenes, 1990.
La tercera parte llamada Colección Divulgación Popular consta de dos tomos y tiene el propósito de llegar al lector no especializado. Se trata de textos en lenguaje ágil, ameno sin pretensiones de erudi ción.. L.E.B.
Este trabajo detalla las complejas luchas y la política que han caracterizado el conflicto palestino-israelí en el siglo XX. Comenzando con los primeros asentamientos sionistas en Palestina, Quigley investiga desde el punto de vista jurídico la decisión de la Liga de las Naciones de promover un hogar judío en Palestina, la guerra de 1948 que condujo a la fundación del estado de Israel, la guerra de 1967 y la ocupación de Cisjordania y Gaza., así como el estatus de los palestinos que constituyen una minoría en el estado israelí. El autor, combinando la evidencia histórica con una serie de análisis basados en el derecho internacional, argumenta que el movimiento sionista que se estable-
John Quigley: Palestino and Israel: A Challenge to Justice. Durham, Duke University Press, 1990.
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ció en Israel, se hizo violando numerosas convenciones y acuerdos del derecho internacional. Además explora la responsabilidad de otros estados ante la constante injusticia y ante la solución al problema. El libro concluye haciendo un llamado a una solución política del conflicto que considere los intereses políticos tanto de Israel como de Palestina. L.E.B. Bernard Avishai: A New Israel: Democracy in Crisis, 1973-1988. Essais. Nueva York, Ticknor & Fields, 1990.
El presente libro constituye una colección de ensayos del periodista israeli Bernard Avishai que abarca una serie de eventos que tuvieron lugar en Israel tales como la guerra de 1973 hasta la caída de Golda Meir, el ascenso de Menahem Begin y el Likud, así como los grandes problemas de la Intifada. El autor argumenta que el partido laborista, inadvertidamente trazó el camino para el surgimiento de la derecha en Israel. La disolución de la hegemonía del partido laborista radica en su inhabilidad para enfrentarse a la contradicción inherente a la creación del estado de Israel desde su fundación: ¿Debe ser el estado de Israel un estado judío o un estado de todos sus ciudadanos? Esta colección de ensayos es una crítica al estado de Israel que además hace un llamado a la realización de un estado verdaderamente liberal. L.E.B.
Ze'ev Schiff y Ehud Ya'ari: Intifada: The Palestinian Uprising - Israel's Third Front. Nueva York, Simón and Schuster, 1990.
Con base en un gran número de fuentes y documentos inéditos, los autores exponen los factores causantes y el desarrollo de la rebelión palestina. De una manera periodística nos presentan una descripción de los árabes de Israel, divididos entre la lealtad a su país y la lealtad a su pueblo, las tensiones entre los palestinos de las zonas ocupadas y la OLP, las diversas experiencias de desobediencia civil, las prisiones como campos de entrenamiento para la rebelión, el surgimiento del "Movimiento de Resistencia Islámico", movimiento fundamentalista que es tanto un rival de la OLP como de Israel. Además se trata la política internacional: el papel de Jordania, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Los autores argumentan que el equilibrio interno de las fuerzas en Israel han llevado al país a un estancamiento que ha impedido la solución al conflicto. Arguyen además que se debe crear un espacio para los palestinos en el ámbito de dicha solución. L.E.B.
Frente a las peligrosas intervenciones que se han realizado en las zonas selváticas, el Instituto Colombiano de Antropología I.C.A.N., el Fondo para la Protección del Medio Ambiente José Celestino Mutis F.E.N. y el Fondo Editorial C.E.R.E.C, buscan darnos a conocer en esta reciente publicación algunas de las alternativas de desarrollo que han implementado los indígenas de esa región sobre
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el manejo socio-ambiental de la selva tropical. Los artículos que conforman el libro fueron elaborados por investigadores que pertenecen tanto a las ciencias sociales como a las naturales. Los escritos brindan al lector información sobre el sólido conocimiento que poseen los indígenas que habitan en este medio ambiente, situación que no es gratuita puesto que es producto de una experiencia milenaria. Esto ha facilitado la pervivencia de más de 50 grupos étnicos en la actualidad.
François Correa, editor. La selva humanizada. Ecología alternativa en el trópico húmedo colombiano. Bogotá: ICAN; Fondo FEN de Colombia; Fondo Editorial CEREC, 1990.
El libro será de interés para aquellas personas atraídas por conocer estrategias de desarrollo diferentes a la occidental y además, para quienes han dejado de ver la selva tropical simplemente como una región 'exótica', puesto que saben que su subsistencia es fundamental para que perviva la humanidad. S.B.
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CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS MÉXICO 1920-1945. LA EXPROPIACIÓN PETROLERA Y LA REINSERCION DE MÉXICO AL SISTEMA INTERNACIONAL Fotografías: 2 y 4. Leuchtenburg, William E. y (los editores de Time Life Books) The Life History of the United States, Volumen II (19331945). Fotografías: 3, 5 y 6. Tamayo, Jorge L. Geografía Universal (México, América Central). Tomo XVHI Montaner y Simón S.A. Publicada bajo la dirección de P. Vidal de la Blachey L. Gallois. Barcelona, 1959. LAS CUADRILLAS BANDOLERAS DEL NORTE DEL VALLE, EN LA VIOLENCIA DE LOS AÑOS CINCUENTAS Fotografías: 20, 19, 18 y 21. Gonzalo Sánchez y Donny Meertens. Bandoleros, gamonales y campesinos, (el caso de la violencia en Colombia). El Ancora Editores, Bogotá, 1985. Fotografías: 5, 6,12, 15, 2, 1, 17, 13, 10, 14, 7, 9 y 11. Capitán Gilberto Betancourt Calle. Violencia y pacificación del Valle. Editorial Retina, Bogotá, 1965.
Fotografía: 7. Revista Avianca. No. 124. Mayo de 1989. p. 156. Fotografía: 8. Revista Diners. Año XH1. No, 202. Colombia, enero de 1987. pp. 27 y 28. Fotografía: 12. Ortiz, Fernando. Ensayos etnográficos. Ed. de Ciencias Sociales. La Habana, 1984. Fotografías: 14, 15 y 16. Ocampo López, Javier. El folclor y los bailes típicos colombianos. Biblioteca de escritores caldenses. Manizales, Colombia. Fotografía: 17. Acevedo Latorre, Eduardo. Colombia (Trayectoria de un pueblo). Ed. Arco. Bogotá, 1976. Fotografías: 18 y 19. Arendt, Erich. Colombia (Tierra de soledades-tierra de fervor). Kosmograph Verlag. Leipzig. 1957. Notas marcha fúnebre Fuente: José C. Alarcón, Compendio de Historia del Departamento del Magdalena (De 1525 hasta 1895), Editorial El Voto Nacional, Bogotá, 1963. GRAMSCIY EL CONCEPTO DEL BLOQUE fflSTORICO Douglas R. Hofstadter, Godel, Escher, Bach, Un Eterno y Grácil Bucle, Tusquets Editores, Barcelona, 1987, pp. 786, 164,165, 66. Benoit Mandelbrot, Los Objetos Fractales, Tusquets Editores, Barcelona, 1988, pp. 47,145.
MUJERES INCAUTAS Y SUS HIJOS BASTARDOS Cortesía del Fondo Cultural Cafetero. Fotografías tomadas por William Pickett y Georgina Margan en Viotá. LA MÚSICA DEL CARIBE COLOMBIANO DURANTE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Y COMIENZOS DE LA REPÚBLICA Fotografías: 1, 2 y 3. Revista Avianca, No. 92. Julio 1986. pp. 42, 43, 45. Fotografía: 4. Revista Avianca. No. 107. Diciembre 1987. p. 168.
ESPACIO ESTUDIANTIL COLOMBIA: DE 1855 A 1872, VISTA A TRAVÉS DE LOS PERIÓDICOS DE LA ÉPOCA Fotografías: 1, 2, 3, 4, 5 y 6. Nueva historia de Colombia (No. VI Literatura y pensamiento, artes, recreación) Director científico y académico: Alvaro Tirado Mejía. Ed. Planeta. Bogotá, 1989. pp. 112,113,114 y 115.